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Full text of "Libros de caballerias"

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Vv' 

handbound 

AT  THE 


IWIVERSITY  OF 
TORO.Vro  PRESS 


Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2011  with  funding  from 

University  of  Toronto 


http://www.archive.org/details/librosdecaballer01boni 


7iibro0  át  Caballería 


i2^aas5sí 


^m 


Hueva  ^Biblioteca  t>e  '¿\utore0  lEepañoles 

ba)o  la  dirección  del 
£iccmo*  sr.  "D,  dDarceltno  dDenénde^  ^  pelado. 

6 


Xtbroe  ác  Caballerías 


mera  ífoarte 


a^íxísu 


Ciclo  artúrico  <^  fficlo  carolingío 

por 

Sdolfo  ^Bonilla  ^  ^an  ^^artín 

Catedrático  de  la  universidad  Central,  <ll>ien)bro  de  la  bispanic   Societf 
of  América  (Hetp  york).  etc..  ctc 


^l^adrid 

28aíUte^JBdlU(érc  é  IfeíjoB,  Editores 

IMasa  oe  5anta  Bna.  núm.  lo. 

1907 


CICLO     ARTÚRICO 


LIBROS  DE  CABALLEUÍAS.  —  1 


EL  U\Am  DEL  SiililO  llEilLIN 


PKIMERA  PARTE 


DEMANDA   DEL   S ANOTO  GRIAL 


AyUI    COmEN^A    EL    PRIMERO    LIBRO    DE    LA 

DEMANDA  DEL   SANCTO   GRIAL;   e 

PRIMERAMENTE     SE     DIRÁ     DEL    NASCIMIENTO 
DE    MeRLIN   ('). 

En  esta  presente  historia  se  cuenta  como 
los  diablos  fueron  mny  sañudos  quando  nues- 
tro señor  Jesu  Cliristo  fue  a  los  infiernos  e 
saco  dende  a  Adán  e  a  Eua,  y  de  los  otros 
quantos  le  plugo;  e  tuuieronío  por  gran  ma- 
rá uilla.  Ca  dixeron:  «¿Que  hombre  podia  ser 
este  que  assi  nos  foroo?  que  nuestras  forta- 
lezas no  Talen  ninguna  cosa  contra  el;  ni 
cosa  que  en  guarda  tengamos  no  se  le  puede 
defender,  ni  esconder,  que  no  faga  de  todo 
su  plazer,  e  demás  que  no  pensamos  que 
honbre  que  de  muger  naciesse  que  no  fuesse 
nuestro;  y  este  nos  destruyo  assi  como  nas- 
cio,  que  no  vimos  en  el  mengua  de  hombre 
terrenal,  assi  como  vemos  e  sabemos  de  los 
otros  honbres» ;  y  estonce  respondió  vno  de- 
Uos,  y  dixo:  «Yna  cosa  nos  mato:  que  pen- 
samos nos  que  ualiessen  mas  los  j)rofetas  que 
ante  dezian  que  el  hijo  de  Dios  vernia  en 
tierra  para  sainar  los  pecadores,  aquellos 
que  saluarse  quisiessen;  e  quando  algunos 
de  los  que  teniamos  en  nuestro  poder  lo 
dezian,  atormentauamoslos  mas  que  a  los 
otros;  y  ellos  nos  dezian  que  dañan  poco  por 
nuestros  tormentos,  e  confortauan  a  los  otros 
pecadores,  e  dezianles  que  aquel  nasceria  e 
los  vernia  a  librar» . 

Capítulo  I. — De  como  fablarou  los  diab'os 
entre  si. 

«Tanto  lo  dixeron  assi,  fasta  que  vino  a 
que  nos  tomo  lo  que  teniamos  aqui;  e  assi 

(^)  El  texto  empieza:  La  tlrmandu  del  soneto  Grial, 
con  los  marauiUiixiis  fechos  de  Langarote  ij  de  (¡alai 
su  hijo,  pero  este  rótulo  corresponde  más  bien  al  libro 
sesuudo. 


nos  podria  tomar  los  otros  que  biuos  son,  si 
fuesse  sesudo.  Pero,  ¿como  pudo  auer  lo  que 
nunca  supimos?»  «E  como!  dixo  otro,  ¿no 
sabes  tu  que  les  faze  lanar  en  vna  agua,  e 
por  su  nonbre  e  por  aquella  agua  se  lauan 
de  todos  los  pecados,  en  el  nonbre  del  padre 
y  del  fijo  y  del  spiritu  santo,  y  del  pecado 
de  Adán  y  de  Eua  por  que  nos  los  deuiamos 
auer?  e  agora  los  perderemos  por  esto,  e  no 
auremos  ningún  poder  sobre  ellos;  e  si  ellos 
no  quisiesen,  que  no  se  sainen  por  sus  obras 
y  se  nos  metan  en  poder;  assi  nos  ha  que- 
brantado e  abaxado  nuestro  poder;  e  mas 
fizo:  dexo  en  la  tierra  a  sus  seruidores  que 
los  saluaran;  ya  tantas  no  faran  de  las  nues- 
tras obras,  si  se  confessasen,  e  se  quisiesen 
ende  quitar,  e  fiziesen  lo  que  sus  maestros 
mandaren,  que  todos  no  los  ayamos  perdido. 
Ca  todos  serán  sainos  por  esta  manera» . 

Cap.  IL — De  como  dixeron  del  nascimiento 
de  Jesu  Christo. 

Después  dixo  vno:  «Muy  especial  cosa  fue 
que  por  sainar  el  honbre  vino  en  tierra  e 
quiso  nascer  do  muger  e  sufrir  cuyta;  e  vino 
sin  nuestro  ser,  e  sin  saber  de  honbre  ni  de 
muger,  a  sofrir  trabajos;  e  vimoslo  e  proua- 
moslo  en  todas  las  cosas  que  pedimos;  y  pues 
lo  ouimos  prouado,  e  vimos  que  no  fallamos 
en  el  cosa  de  nuestras  obras,  quiso  morir  por 
sainar  los  pecadores.  Mucho  amo  el  honbre 
quando  tan  gran  cosa  quiso  fazer  por  el  en 
nos  lo  tirar,  e  nos  mucho  deuiamos  trabajar 
como  pudiessemos  auer  lo  que  nos  tiro.  Y  el 
no  nos  tiro  cosa  como  desque  el  nuestro  dere- 
cho sea;  y  por  esto  nos  deuiamos  trabajar 
como  pudiessemos  hauerlo  y  tornaren  los 
oíros  a  nuestras  obras,  en  tal  guisa  que  no  se 
pudiessen  onde  confessar,  porque  no  ayan 
perdón  a  su  muerte» .  Estonces  dixeron  todos 
de  consuno:  «Nos  lo  hauemos  todo  perdido, 


LIBROS   DE  CABALLERÍAS 


pues  que  el  puede  perdonar  a  la  muerte  si 
falla  al  honbre  sin  nuestras  obras». 

Cap,   ni.  —  De  como  trabaron  los  diablos 
honbre  que  raxonasse  su  engaño. 

Estonces  hablaron  todos  en  vno,  e  dixeron: 
«Lo  que  peor  nos  hizo,  porque  los  mas  fabla- 
uan  de  su  venida,  j  estos  atormentamos  mas: 
y  por  esso  se  aquexaron  mucho  mas  por  nos 
los  venir  a  tirar  de  nuestro  poder;  mas, 
¿como  podíamos  nos  auer  honbre  que  habla- 
sse  por  nos,  y  que  mostrasse  nuestro  saber 
e  nuestra  predicación  e  nuestra  hazienda, 
como  es  grande  el  nuestro  poder,  e  como 
sabemos  todas  las  cosas  que  fueron  e  son,  e 
las  fechas,  e  las  dichas?  e  si  nos  ouiessemos 
vn  tal  honbre  que  desto  ouiesse  poder,  y  que 
fuesse  con  los  otros  honbres  en  tierra,  assi 
nos  podia  mucho  ayudar  y  engañarlos;  assi 
como  los  profetas  engañaron  a  nos,  que  de- 
zian  tales  cosas  que  nunca  nos  podríamos 
pensar  que  pudiesse  ser,  assi  diria  este;  las 
cosas  que  fuessen  fechas  y  dichas  lexos,  de 
cerca  serán  por  este  cuydadas».  «¡Ay,  que 
bien  sera,  dixeron  todos,  que  de  tal  manera 
pudiessemos  auer  honbre!»  Y  estonces  dixo 
vno  dellos:  «Yo  no  he  poder  de  hazer  hijo, 
ni  de  dormir  con  muger;  ca  si  yo  ouiesse  el 
poder,  yo  la  auria  muy  guisado;  ca  yo  he  vna 
muger  que  haze  e  dize  lo  que  yo  quiero» ;  e 
los  otros  dixeron:  «Tal  ay  entre  nosotros, 
que  pueda  fazer  honbre  e  dormir  con  muger; 
mas  conuiene  que  lo  faga  lo  mas  encubierta- 
mente que  pudiere».  E  assi  fablaron  de 
hazer  honbre  que  ejigañasse  a  los  otros. 

Cap.  IV, — ]Je  como  cnyafw  el  diablo  a  su 
abuela  de  Merlin. 

Mucho  eran  locos  quando  pensauan  que 
nuestro  señor  no  sabia  su  fecho;  e  assi  se 
guiso  el  diablo  de  fazer  honbre  que  ouiesse 
su  saber  y  su  engaño  para  engañar  a  Jesu 
Christo;  e  assi  se  partieron  con  tal  consejo. 
E  aquel  que  dixo  que  podria  dormir  con  mu- 
ger, no  tardo  mas,  y  fuesse  a  vna  su  amiga 
que  fallo  mucho  a  su  voluntad,  que  le  diera 
el  cuerpo  y  auer,  e  assi  el  marido;  y  aquella 
su,  amiga  era  mujer  de  vn  rico  honbre;  y 
aquel  rico  honbre  tenia  muchas  bestias  e 
muchas  riquezas,  e  auia  un  fijo  c  tres  fijas; 
6  vn  dia  dixo  el  diablo  a  aquella  su  vassalla 
como  podria  engañar  a  su  marido,  y  ella  le 
dixo:  «Si  lo  ensañardes;  y  podredeslo  bien 
ensañar,  ca  el  es  de  mal  talante,  y  tiralde  lo 
que  a  y  arderá  biuo  con  saña»;  y  estonce 
fue  el  diablo  a  las  bestias  del  rico  honbre,  e 
matóle  dellas  vna  gran  pieoa;  c  los  que  ías 


guardauan  vinieronselo  a  dezir.  Y  quando  el 
lo  oyó,  fue  muy  sañudo,  y  preguntóles  como 
murieron;  y  ellos  dixeron  que  no  sabían;  e 
quando  el  diablo  vio  que  se  ensañara  por  tan 
poco  bien,  vio  que  si  mas  le  tirasse,  que  mas 
lo  ensañaría,  e  mas  lo  auia  a  su  voluntad,  e 
torno  a  diez  cauallos  muy  fermosos  e  máte- 
selos todos.  E  quando  el  vio  que  todo  lo  suyo 
iua  assi  a  mal,  dixo  vna  loca  palabra  que  le 
fizo  dezir  la  gran  saña,  que  daua  a  todos  los 
diablos  quanto  en  el  mundo  le  quedaua,  E 
quando  el  diablo  esto  oyó,  fue  muy  alegre,  e 
guisóse  de  fazer  muj'  mayor  daño;  e  hizo 
que  todos  sus  honbres  lo  dexassen;  e  fizólo 
apartar  de  las  gentes;  y  estonces  vio  que 
podria  fazer  del  su  talante,  e  fuele  a  matar 
vn  fijo  que  tenia  muy  hermoso.  Y"  quando  lo 
fallaron  muerto,  fue  el  padre  tan  espantado 
e  tan  desesperado,  que  perdió  mucho  de  su 
creencia.  E  quando  el  diablo  vio  que  per- 
diera su  creencia,  fue  muy  alegre,  e  torno  a 
la  muger.  e  fizóla  subir  en  vn  arca  en  vn 
lugar  alto,  y  echo  vna  cuerda  a  su  garganta, 
e  echóse  del  arca  y  enforcose.  E  quando  el 
rico  honbre  supo  que  su  muger  y  su  fijo  per- 
diera, cayo  en  el  vna  tan  gran  desespera- 
ción, donde  murió,  E  assi  faze  el  diablo  a  los 
que  el  puede  engañar.  Y  después  que  esto 
"STio  fecho,  pensó  como  engañaría  las  tres  fijas 
de  aquel  rico  honbre;  y  el  diablo  auia  vn  su 
amigo  grande  e  fermoso,  que  obraua  mucho  a 
su  voluntad;  aquel  hizo  yr  a  las  donzellas,  e 
tanto  anduuo  tras  la  vna,  que  la  venció;  y  el 
diablo,  que  no  ha  cura  que  los  sus  fechos  sean 
encubiertos,  ante  los  descubre  por  fazer  ma- 
yor escarnio  de  los  que  lo  fazen,  e  fizo  en 
guisa  que  este  fecho  salió  a  playa ,  Y  eji 
aquel  tienpo  era  costumbre  que  si  muger 
fuesse  fallada  en  adulterio,  si  no  se  diesse 
por  puta  conocida,  que  hizíessen  della  justi- 
cia; y  el  diablo,  porque  ha  sabor  de  hazer 
contino  escarnio,  fizo  que  fuesse  sabido. 

Cap.  y.  —  De  como  fue  presa  esta  viuger. 

Pressa  fue  assi  aquella  muger  e  leuada 
ante  los  juezes,  que  se  marauillauan  mucho 
de  tal  descuenta  que  viniera  a  su  padre  e  a  su 
madre,  e  a  su  hermano,  y  [a]  ella,  que  poco 
auia  que  ei"a  pedida  do  los  mejores  honbres 
de  la  tierra;  e  por  amor  de  su  linaje  fizieron 
della  justicia  de  noche.  E  assi  faze  el  diablo 
a  aquellos  que  hazen  su  voluntad;  y  en  aque- 
lla tierra  auia  vn  hombre  bueno  e  de  sanota 
vida  que  oyó  tablar  desde  fecho,  e  fue  a 
fablar  con  las  otras  dos  hermanas,  con  la 
mayor  y  con  la  menor,  y  preguntóles  como 
aquella  mala  ventura  les  viniera  assi;  y  ellas 
dixeron:  «Señor,  no  sabemos  sino  que  pen- 


BALA  DÚO   DEL  SABIO  MERLIX 


sanios  que  Dios  nos  desama  e  nos  faze  esta 
cuyta  auer» ,  y  el  honbre  bueno  dixo:  «No 
digades  esso;  ca  no  desama  Dios  a  ninguno; 
ante  le  pesa  quando  el  pecador  del  se  aluen- 
ga; y  sabed  joor  verdad  que  esto  no  es  sino 
por  el  diablo,  que  vos  lo  hazo  dezir  y  pensar; 
y  sabedes  que  vuestra  hermana  assi  fizo, 
porque  la  justiciaron»:  e  ellas  dixeron  q\ie 
no  sabian  ende  negar  cosa;  y  el  honbre  bueno 
les  dixo:  «Guardadvos  de  mal  obrar,  ca  la 
mala  obra  trae  al  pecador  a  mala  ñn;  j  el 
que  no  se  sufre  de  mal  fecho,  a  mala  ñn 
puede  venir» . 

Cap.  YI. — Como  castígaua  el  honbre  bueno 
a  su  madre  de  Merlin. 

Mucho  las  castigo  el  honbre  bueno,  mas  la 
mayor  plugo  mucho  de  lo  que  el  honbre 
bueno  les  dixera.  y  el  les  enseño  bien  su 
creencia  y  las  virtudes  de  Jesuchristo  a  creer 
y  amar,  e  dixoles:  «Si  vos  fizierdes  lo  que  yo 
vos  enseñare,  gran  bien  ende  vos  verna,  e 
nunca  aureys  ende  cuyta  que  yo  no  vos 
ayude  y  que  yo  no  vos  conseje  con  ayuda  de 
Dios;  y  no  vos  desconforteys,  ca  nuestro  se-' 
ñor  vos  confortara  si  a  el  vos  encomendardes, 
y  venir  comigo  a  hablar  a  menudo,  ca  cer- 
ca moro  de  aqui». 

Cap.  YII. — Como  la  alcahueta  aconsejaua  a 
su  madre  e  a  su  tía.  de  Merlin. 

Assi  aconsejaua  el  honbre  bueno  las  dos 
donzellas:  mas  la  mayor  lo  creyó  y  lo  amo 
por  ende.  E  quando  el  diablo  lo  supo,  pesóle 
mucho,  e  vuo  pauor  de  las  perder,  y  pensó 
como  las  podría  engañar  o  por  honbre  o  por 
muger;  dixo  que  mas  ayna  las  engañarla  por 
muger,  y  el  auia  vna  muger  que  muchas 
vezes  auia  fecho  su  voluntad,  e  aquella  embio 
el  diablo  a  la  menor,  e  sacóla  a  vna  parte  y 
preguntóle  de  su  fazienda,  si  la  amana  su 
hermana,  o  si  le  plazia  con  ella;  y  ella  dixo: 
«Mi  hermana  esta  triste  desta  mala  ventura 
que  nos  vino,  que  no  ha  plazer  de  mi,  ni  de 
otre»;  y  la  muger  le  dixo:  «En  mal  dia  fue 
nascido  vuestro  hermoso  cuerpo;  que  jamas 
no  aureys  plazer  con  las  otras  mugeres  en 
quanto  con  ella  biuieres;  mas  si,  amiga  fer- 
mosa,  supiessedes  qual  fauor  y  qnal  plazer 
han  las  otras  mugeres  con  los  honbres,  vos 
no  dariades  nada  por  quanto  bien  nunca 
ouistes» . 

Cap.  YIII. — De  las  razones  quel  alcahueta 
decía  a  su  ti  a  de  Merlin'. 

«Auemos  nos  tan  gran  plazer  quando 
somos  con  nuestros  amigos,  que  si  no  ouies- 


semos  sino  vna  limosna  de  pan,  mas  vicio- 
sas seriamos  que  vos  con  quanto  vicio  podria- 
des  auer  sin  esto,  ca  no  lia  otro  plazer  sino 
de  honbre.  Y  esto  digo  por  vos,  que  vuestra 
hermana  es  mayor  que  vos,  e  querriase  gui- 
sar lo  mejor  que  pudiere  para  guarecer  bien, 
y  dará  poco  por  vos»;  y  ella  le  respondió: 
«¿Como  lo  pudiera  yo  fazer,  ca  mi  hermana 
fue  muerta  por  tal  partido?»  Y  el  alcahueta 
le  dixo:  «Yuestra  hermana  lo  fizo  locamente, 
e  no  la  supo  consejar  el  que  la  consejo;  mas 
si  vos  me  creeys,  vos  no  seredes  presa,  ni 
justiciada».  «Yo  no  se,  dixo  la  donzella, 
como  pueda  esto  ser,  ni  yo  osare  agora  con 
vos  hablar,  mas  venid  después  e  fablare  con 
vos.» 

Cap.  IX.  —  Como  la  tía  de  Merlin  creyó  los 
malos  consejos  del  di<iblo. 

Cuando  el  diablo  lo  oyó,  fue  muy  alegre, 
ca  bien  pensó  que  ya  vernia  a  su  voluntad; 
e  después  que  el  alcahueta  della  se  partió, 
pensó  la  donzella  mucho  en  lo  que  la  dixera; 
y  después  que  vino  la  noche,  miro  su  her- 
moso cuerpo  e  dixo:  «Yerdad  me  dixo  aquella 
buena  muger,  que  me  dixo  que  yo  era  fer- 
mosa» .  E  después  a  vna  picQa  torno  la  alca- 
hueta a  ella,  y  la  donzella  le  dixo:  «Cierto 
vos  me  dixistes  verdad,  ca  bien  me  parece 
que  mi  ermana  no  da  por  mi  cosa» .  «No  vos 
lo  dezia  yo?  dixo  ella;  y  aun  mas  poco  por 
vos  fara  adelante.  Fermosa  amiga,  no  somos 
fechas  saluo  para  auer  plazer» ;  e  la  donzella 
dixo:  «Yo  lo  faria  muy  de  grado  si  no  ouies- 
se  pauor  de  muerte».  E  dixo  el  alcahueta: 
«Yos  enseñare  como  lo  fareys  que  no  toma 
vevs  peligro  de  muerte» .  La  doncella  le  dixo: 
«Dezimelo  e  yo  lo  fare»;  e  la  muger  le  dixo: 
«Yos  daredes  a  quantos  quisiere,  e  direys  que 
no  podéis  biuir  con  vuestra  hermana,  porque 
vos  fiere  e  vos  dixo  mal.  E  assi  fareys  plazer 
de  vuestro  hermoso  cuerpo  y  seredes  fuera  de 
justicia,  e  aim  podredes  después  bien  casar 
por  vuestra  riqueza».  «¡Ay  que  bien  dezisi, 
dixo  la  donzella,  y  bendita  seades  vos  que 
tan  bien  me  consejades!»  Y  estonces  se  fue 
de  casa  de  su  hermana,  e  fuesse  para  quan- 
tos la  quissieron. 

Cap  .  X .  —  Como  la  tía  de  Merlin  dio  su 
cuerpo  a  los  garlones  e  los  lleno  a  casa  de 
su  iiermana. 

El  diablo  fue  mucho  alegre  quando  aquella 
donzella  \\^  vencida,  e  quando  la  hermana 
vio  que  assi  la  dexara  e  fuyera,  fue  al  hon- 
bre bueno  muy  triste  e  fazieudo  gran  duelo. 
'  E  cuando  el  lionbre  bueno  la  vio  tal  duelo 


LIBROS  DE  caballerías 


fazer,  ouo  muy  gran  pesar,  e  dixo:   «Sinate 
y  encomiéndate  a  Dios»:  y  ella  dixo:  «;Ay 
señor!  yo  fago  gran  derecho  de  me  qiiexar, 
ca  perdí  mi  hermana»;  y  contole  estonces 
como  fuera;   e  quando  el  honbre  bueno  lo 
oyó,  pesóle  mucho,  e  dixo:  «Avn  el  diablo 
anda  en  derredor  de  vos,   e  nunca  folgara 
fasta  que  todos  vos  confunda,  si  Dios  no  vos 
guarda»:  y  ella  le  pregunto:   «Señor,  ¿como 
me  podria  yo  guardar?  Ca  no  hay  cosa  en  el 
mundo  a  que  aya  tan  gran  pauor  como  que 
me  engañe»:   y  el  honbre  bueno  le  dixo: 
«Si  tu  me  creyeres,  no  te  engañara»;  y  ella 
le  dixo:  «Yo  vos  creeré  quanto  dixeredes»; 
y  el  le  dixo:  «¿Crees  tu  en  el  padre,  y  en  eí 
fijo,  y  en  el  spiritu  santo,  e  que  estas  tres 
personas  es  vna  cosa  en  Dios  y  en  trinidad: 
y  que  vino  nuestro  señor  en  tierra  por  sal- 
uar  los  pecadores  que  quieren  ser  christia- 
nos?»  «Assi  lo  creo»,   dixo  ella.    «Agora  te 
ruego,  dixo  el  hombre  bueno,  que  te  guardes 
de  caer  en  yerro:  e  cada  que  te  viniere 
alguna  cuyta,  ven  a  mi,  e  si  fizieres  algún 
pecado,  dimelo,   e  otórgate  por  culpada  a 
Dios  e  a  mi  en  la  hora  del;  e  cada  que  te 
acostares,  sinate  e  faz  cruz  sobre  ti;  e  alli 
do  durmieres,  ten  siempre  lumbre,  que  el 
diablo  quiere  mal  la  lumbre  e  todas  las  cosas 
claras» ;  e  assi  enseño  el  honbre  bueno  a  la 
donzella  como  fiziesse;  y  ella  se  torno  a  su 
casa  muy  denota  e  amiga  de  Dios;  e  sus 
vezinos  la  apremiauan  que  se  casasse  y  que 
auria  gran  riqueza,  y  ella  dezia:    «Dios  me 
mantenga  en  tal  guisa  como  viere  que  me 
sera  menester».   Assi  estuuo  bien  dos  años, 
que  nunca  el  diablo   la  pudo  engañar;   e 
pesóle  ende  mucho,  y  pensó  como  le  podria 
fazer   oluidar   lo   que  el   honbre   bueno  le 
dixera;  y  estonces  tomo  a  su  hermana,  y 
leuola  vn  sábado  a  ella  porque  la  enseñasse, 
y  estuuo  alia  en  su  casa  vna  gran  pie^a  de 
la  noche  con  gran  conpaña  de  garcones  que 
llouaua  consigo.  E  quando  la  hermana  la 
vio  assi,   fue  muy  sañuda,  e  dixole:    «En 
quanto   vos  tal  vida   quisierdes  fazer,   no 
deuriades  entrar  aqui,  que  me  fazedes  pe- 
sar»; y  quando  la  otra  lo  oyó,   respondió 
como  quien  anda  con  diablos,  e  dixole  que 
peor  fazia  ella,  que  dormia  con  el  honbre 
bueno   hermitaño,  e  que  si  las  gentes  lo 
supiessen,  que  la  matarían  por  ello. 

Cap.  XI. — De  como  el  diablo  quiso  engañar  a 
la  madre  de  Merlin  ¡Joi-que  la  vio  sañuda. 

Ella,  quando  vio  que  su  hermana  tan 
mala  cosa  le  ponia  assi,  dixole  que  se  fuesse 
de  su  casa;  y  la  otra  dixole  que  no  faria,  ca 
tanbien  fuera  de  su  padre  como  del  suyo 


della.  E  quando  la  donzella  vio  que  no  que- 
ría salir,  tomóla  de  las  espaldas  e  quísola 
echar  fuera,  e  la  otra  dixo  a  los  garcones 
que  la  tomassen  e  la  ñriessen,  e  la  donzella 
fu  yo  a  vna  cámara,  e  cerro  la  jjuerta  empos 
de  sí  y  echóse  a  su  lecho  e  comenco  de  llo- 
rar. E  quando  el  diablo  la  vio  sola  y  sañuda, 
fue  muy  alegre,  e  por  le  fazer  mayor  pesar 
auer,  menbrole  la  muerte  del  padre  y  de  la 
madre  y  de  los  hermanos,  y  de  lo  que  le 
dixera  su  hermana.  Y  en  aquel  pesar  es- 
tando, adormeciosse.  Y  quando  el  diablo  vio 
que  dormia  y  que  se  le  olvido  todo  lo  que  el 
honbre  bueno  le  enseñara,  fue  muy  alegre, 
y  que  estonce  era  de  toda  guarda  fuera  de 
Dios,  y  estonce  pensó  como  en  ella  podria 
auer  su  fijo,  e  dormio  con  ella  estando  ella 
dormiendo,  y  ella  despertó  e  dixo:  «Sancta 
María,  e  que  es  esto  que  agora  assi  me 
catino,  ca  no  soy  agora  tal  como  quando 
aquí  me  acosté?»  Y  estonce  leuantose,  e 
busco  aquel  que  con  ella  dormiera,  e  no 
fallo  nada,  e  fue  a  la  puerta  e  hallóla  ce- 
rrada. Y  estonces  entendió  que  fuera  el  dia- 
l)lo  aquel  que  con  ella  dormiera,  e  vuo  gran 
pesar,  y  encomendóse  a  Dios. 

Cap.  XII. — De  como  la  madre  de  Merlin  se 
sintió  corrupta.,  e  fue  tomar  consejo  con  el 
honbre  bueno. 

La  hermana  e  los  garcones,  quando  se 
fueron,  salió  ella  de  la  cámara,  dixo  a  vn  su 
siruiente  que  la  seruia  que  le  fuesse  por  dos 
mugeres,  y  el  traxoselas;  y  ella  fuesse  con 
ellas  para  el  hombre  bueno;  y  el,  quando  la 
vio  dixo:  «Tu  as  cuyta,  ca  mucho  te  veo 
triste»;  y  ella  dixo:  «A  mí  auino  lo  que 
nunca  auino  a  muger,  e  por  ende  vengo  a 
vos  que  me  aconsejeys,  ca,  señor,  yo  peque 
mucho,  y  sabed  que  yo  soy  engañada  por  el 
diablo»;  y  con  tole  estonce  como  le  auiníera, 
que  no  le  negó  ninguna  cosa,  y  dixo:  «Señor, 
si  el  cuerpo  fuera  ¡jerdido,  pídeos  por  mer- 
ced que  no  se  pierda  el  anima».  E  quando 
el  honbre  bueno  lo  oyó,  marauíllose,  y  no 
la  quiso  creer  de  cosa  que  le  dixesse,  e  dixo 
assi:  «Tn  eres  llena  de  honbre  y  el  diablo 
es  en  ti.  ¿Como  te  daré  penitencia,  ca  se 
verdaderamente  que  mientes?  Ca  nunca  mu- 
ger fue  corrupta  que  no  supiesse  de  quien, 
y  tu  quieres  me  fazer  creer  tal  marauilla 
qual  nunca  fue»;  y  ella  respondió:  «¡A}'- 
señor!  assi  Dios  me  xjerdone  y  me  guarde 
de  mala  cuyta,  que  os  digo  verdad»;  y  el 
dixo:  «Si  verdad  es,  ayna  lo  sabremos:  y  tu 
feziste  gran  pecado  e  quanto  passaste  la 
obediencia,  e  tu  aj^unaras  por  ello  todos  los 
viernes  mientra  biuíeres,  por  la  luxuria;  y 


BALADRO  BEL  SABIO  MERLIN 


caun  te  dare  penitencia  si  la  quieres  tener» ; 
y  ella  dixo:  «¿Tan  grane  cosa  me  manda- 
rey  s  fazer  que  no  la  faga?»  «¿Prometes- 
melo?»  dixo  el.  «Si»,  dixo  ella;  «mas  ¿que 
tare  de  aquel  que  a  mi  vino  en  durmiendo, 
de  que  no  puedo  guardarme?»  Y  el  dixo: 
«Jesu  Christo  te  guardara».  Y  estonces  le 
dio  su  penitencia  y  metióla  en  guarda  de 
Dios,  e  tomo  del  agua  bendita  y  echosela 
encima,  e  diole  della  a  beuer,  e  dixole: 
«Guárdate  no  se  te  olvide  lo  que  te  mande, 
e  quando  ouieres  cuyta,  sinate  y  enco- 
miéndate a  Dios». 

Cap.  Xni. —  Como  la  mache  de  Merlin  se 
sintió  pi'eñada,  y  de  lo  que  le  dexian  los 
que  con  ella  fablauan. 

Tornóse  a  su  casa  la  buena  dueña,  e  hizo 
muy  buena  vida;  e  assi  biuio  fasta  que  la 
criatura  que  traya  no  se  le  pudo  encobrir;  y 
ella  engrosaua  mucho,  assi  que  las  otras 
dueñas  lo  entendieron,  e  dixeronle  que  mu- 
cho engrosaua,  y  ella  respondió:  «Assi  lo 
hago»;  y  ellas  dixeron:  «¡Ay  Dios!  ¿de  que 
estay s  assi  hinchada?»  Y  ella  dixo:  «Preñada 
sin  falta;  asi  me  de  Dios  buen  acabamiento, 
que  no  se  de  quien» .  «¿Y  como?  dixeron  ellas, 
dormistes  con  tantos  que  no  sabeys  de  quien 
soys  preñada?»  j  ella  dixo:  «Xunca  Dios  me 
libre  de  mal  si  nunca  honbre  vuo  comigo  tal 
fazienda  que  yo  sepa  por  que  esto  me  auinies- 
se»;  y  ellas,  cuanto  esto  oyeron,  sinaronse  de 
risa,  e  dixeron:  «Nunca  tal  auino  a  muger, 
mas  vos  amades  tanto  aquel  que  esto  os  fizo, 
que  no  lo  quereys  descobrir,  y  quereys  antes 
vuestro  daño  que  no  el  suyo.  Sabed  que  tanto 
que  los  juezes  lo  supieren,  que  luego  ende 
morireys».  Y"  entonces  se  partieron  della 
y  fueronse  riendo,  e  dixeron:  «Mal  para  las 
vuestras  riquezas  y  para  vuestro  cuerpo,  ca 
todo  lo  aureys  perdido» .  Y"  ella  fuesse  para 
el  honbre  bueno  e  contole  todo  lo  que  le 
auiniera  con  las  mugeres,  y  el  le  pregunto 
si  le  auiniera  después  que  le  auino  la  otra 
vez;  y  ella  dixo  que  no.  Quando  el  honbre 
bueno  esto  oyó,  marauillose,  y  escriuio  la 
noche  en  que  le  acaesciera,  e  dixo:  «Sabed 
bien  que  quando  esta  criatura  naciesse,  veré 
si  es  assi» ;  e  dixole:  «Sabed  que  luego  que 
los  juezes  lo  supieren,  vos  prenderán;  y  lue- 
go que  fuerdes  presa,  embiadpor  mi,  y  con- 
fortarvos  he  a  buen  fin» . 

Cap.  XIV.  —  Co)no  los  Juezes  mandaron 
prender  a  su  madre  de  Merlin^  y  ella  enihio 
por  el  honhre  bueno. 

Y  estonces  se  torno  para  su  casa,  y  estuuo 
vna  gran  pie9a  en  paz;  mas  después  que  los 


juezes  lo  supieron,  mandáronla  prender;  y 
ella,  quando  fue  presa,  embio  por  el  honbre 
bueno,  y  el  fue  alia  lo  mas  ayna  que  pudo, 
e  fallóla  dehuite  dellos;  j  ellos  lo  llamaron, 
e  le  dixeron:  «¿Pensades  vos  que  esto  pueda 
ser,  que  muger  ouiesse  fijo  sin  honbre?»  Y 
el  honbre  bueno  les  dixo:  «No  vos  diré  que 
fue;  mas  tomad  mi  consejo  y  no  la  justicieys 
preñada,  ca  la  criatura  no  merece  muerte  ni 
culpa  en  el  pecado  de  su  madre»;  e  los  juezes 
dixeron:  «Nos  taremos  quanto  quisierdes»; 
y  el  dixo:  «Yo  quiero  que  la  metades  en  vna 
torre,  y  que  metades  con  ella  dos  mugeres 
que  la  ayuden  al  tienpo  de  su  imrto,  e,  quan- 
do el  niño  naciere.  Dios  nos  fara  entender 
por  alguna  manera  si  es  assi  como  ella  dize, 
o  si  es  mentira;  y  entonces  faredes  della 
todo  vuestro  plazer».  Y  ellos  dixeron  que 
dezia  muy  bien. 

Assi  el  honbre  bueno  lo  deuiso,  e  assi  lo 
fizieron  ellos:  y  metiéronla  en  vna  torre,  y 
cerraron  la  puerta,  que  no  les  dexaron  sino 
vna  finiestra  por  do  les  diessen  de  comer. 
E  assi  quedo  aquella  dueña  vn  tienpo  en 
la  torre,  y  ella  vuo  su  fijo  como  plugo  a 
Dios  nuestro  señor. 

Cap.  XY.  —  Como  la  madre  de  Merlin  estuuo 
encerrada  en  la  torre  ocho  meses. 

Quando  el  niño  llego  a  tiempo  que  vuo  el 
poder  y  el  seso  del  diablo,  como  aquel  que 
era  su  hijo,  mas  el  lo  hizo  locamente  en 
aquello  que  Dios  r.uestro  saluador  conprara 
por  su  muerte  e  passion;  e  por  ende  no  quiso 
Dios  que  perdiesse  el  niño  cosa  de  quanto 
auia  de  auer  de  parte  de  su  padre;  ca  el  dia- 
blo lo  fiziera  por  saber  todas  las  cosas  que 
eran  hechas  e  dichas.  E  assi  quiso  nuestro 
Señor  que  todo  lo  supiesse.  E  por  la  santidad 
de  su  madre  diole  Dios  tal  gracia  que  siipies- 
se  las  cosas  que  auian  de  venir;  e  assi  el 
niño  nascio.  Y  quando  las  mugeres  lo  vieron, 
no  vuo  ay  ninguna  que  no  ouiesse  muy  gran 
miedo,  ca  lo  vieran  mas  belloso  e  de  mayor 
cabello  que  otro  ninguno  que  viessen  ni  oyes- 
sen  fablar,  e  mostráronlo  a  su  madre.  E 
quando  ello  lo  vio,  signóse,  e  dixo:  «Espan- 
tóme deste  niño»;  e  dixeron  las  mugeres: 
«Tan  grande  es,  que  apenas  lo  podemos  tener 
en  las  manos» .  Estonce  mando  la  madre  que 
lo  baxassen  abaxo  e  fiziessen  baptizar;  y  ellas 
le  dixeron:   «¿Como  le  pondremos  nombre?» 

Y  ella  dixo:    «Merlin,  como  a   mi  abuelo». 

Y  ellas  fueron  a  la  finiestra,  y  metiéronlo  en 
vna  cesta,  y  descendiéronlo  aj^uso  por  vna 
cuerda,  e  mandaron  que  lo  baptizassen  y 
que  le  pusiessen  nombre  Merlin.  E  assi  fue 
baptizado  e  llamado  Merlin,   e  dieronlo  a 


LIBROS  DE  caballerías 


criar  a  su  madre  fasta  que  el  niño  llego  a 
diez  meses;  e  las  mugeres  se  marauillauan 
assi  mucho  de  como  era  tan  belloso,  y  de 
como,  sevendo  de  diez  meses,  parescia  que 
aula  diez  años  e  mas;  y  después  que  llego  a 
deziocho  meses,  dixeron  las  mugeres  a  la 
madre:  «Tiempo  es  que  nos  vamos  nosotras 
a  nuestras  casas».  «Por  Dios,  señoras,  dixo 
ella,  luego  que  vos  fuerdes  faran  de  mi  jus- 
ticia» .  «Por  Dios,  dixeron  ellas,  no  podemos 
estar  aqui  tanto  tienpo  encerradas» ;  e  la  ma- 
dre del  moco  comencé  de  llorar,  e  a  pedirles 
por  merced  que  por  Dios  que  estuuiessen  vn 
poco.  Y  estonce  se  fueron  las  mugeres  a 
parar  a  la  finiestra  de  la  torre,  e  la  madre 
tenia  al  fijo  en  los  bracos,  e  assentose  e  lloro 
mucho,  e  dixo:  «Fijo,  por  vos  rescebire  yo 
muerte;  e  por  buena  fe  no  merezco  porque 
muera». 

Cap.  XTI. — De  como  Merlin,  seyendo  bien 
niño,  fahlo  con  mi  madre  y  ella  fue  muy 
espantada:  y  se  le  cayo  el  niño  de  los 
hraQos. 

Diziendo  ella  esto,  miróla  el  niño  e  co- 
men90  de  reyr,  e  dixole:  «No  ayades  miedo, 
ca  no  moriredes  por  cosa  que  ende  auenga». 
E  quando  la  madre  esto  oyó,  enflaqueciosele 
el  coraron  e  fallescieronle  los  bracos;  y  el 
niño  cayo  en  tierra  e  comenco  de  llorar,  e 
las  otras  mugeres,  quando  lo  oyeron,  fueron 
corriendo  a  ella  e  dixeron:  «¿Como  dexastes 
el  niño  assi  caer?  y  ¿quesisteslo  matar?»  Y 
ella  respondió,  como  toda  espantada:  «Por 
buena  fe  no  lo  pense  hazer  ni  quisiera,  mas 
fallescieronme  los  bracos  de  vna  gran  ma- 
rauilla,  que  me  dixo  mi  fijo  que  no  morirla 
por  el» ;  e  las  mugeres  lo  tomaron  y  leuan- 
taronlo,  e  dixeron:  «Ayna  nos  dirá  mas»; 
e  comencaronlo  de  falagar,  mirauan  mucho 
en  ello  si  fablaria  alguna  cosa:  mas  el  no  les 
dixo  nada  fasta  que  la  madre  dixo  a  las  mu- 
geres: «Amenazadme  e  dezidme  que  seré  yo 
quemada  por  mi  fijo,  e  yo  lo  terne  en  mis 
bracos» . 

Cap.  XYn. — De  como  Merlin  fablo  delante 
las  mugeres  que  estañan  con  su  madre. 

Estonce  lo  tomo  la  madre,  que  de  grado 
queria  que  fablasse  ante  las  mugeres;  y  ellas 
comencaron  a  dezir:  «Mucho  sera  gran  daño 
de  vuestro  cuerpo  tan  fermoso  ser  quemado 
por  tal  criatura,  e  mas  valiera  que  no  na- 
ciera»; y  el  niño  respondió  e  dixo:  «Yos 
mentidos,  ca  esto  vos  faze  dezir  mi  madre». 
E  quando  ellas  esto  oyeron,  fueron  muy 
espantadas,  e  dixeron:  «Este  no  es  niño,  mas 


es  diablo  de  todo  en  todo,  que  assi  sabe  lo  que 
nos  diximos» ;  e  ellas  le  preguntaron  después 
de  muchas  guisas,  y  el  no  les  quiso  respon- 
der a  cosa  que  le  dixessen,  sino  que  les  dixo: 
«Dexadme  estar,  que  soys  sandias:  a  buena 
fe,  mas  pecadoras  sois  vos  que  mi  madre». 
Quando  ellas  esto  oyeron,  marauillaronse 
mucho  e  dixeron:  «Esta  marauilla  no  puede 
ser  encubierta;  ca  nos  lo  diremos  a  todo  el 
mundo».  E  fueron  luego  a  las  finiestras,  e 
llamaron  a  las  gentes  e  dixeron  las  maraui- 
lla s  que  veyan  del  niño;  e  los  que  lo  oyeron 
fueron  ende  marauillados,  e  fueronlo  a  dezir 
a  los  jueces;  y  ellos,  quando  lo  oyeron,  tuuie- 
ronlo  por  gran  marauilla,  e  dixeron  que  ya 
tiempo  era  que  fiziessen  justicia  de  su  madre, 
e  dieron  plazo  que  la  justiciassen  a  quarenta 
dias,  y  ella  que  lo  supo,  enbio  por  el  honbre 
bueno. 

Cap.  XYIII. — Co77io  Merlin  dixo  a  su  madre 
que  mientra  el  hitdesse  no  seria  honhre  que 
la  osassc  matar. 

Assi  estando  fasta  que  llego  el  tienpo  en 
que  auia  de  ser  quemada,  el  niño  andana 
por  la  torre,  e  vio  a  la  madre  llorar,  y  el  se 
comenco  a  reyr,  e  las  mugeres  le  dixeron: 
«Poco  te  pesa  agora  de  la  cuyta  de  tu  madre, 
que  sera  quemada  esta  semana,  e  maldita 
sea  la  hora  en  que  naciste»;  y  el  dixo  a  su 
madre:  «Sabed  que  no  sera  honbre,  mientra 
yo  biuiere,  que  vos  ose  matar¿.  E  quando  su 
madre  e  las  mugeres  esto  oyeron,  marauilla- 
ronse e  dixeron:  «Este  niño  sera  ayna  muy 
sesudo;  e  pues  que  el  agOra  sabe  tanto  dezir»; 
e  assi  quedo  la  dueña  hasta  el  dia  <^ue  fue 
puesto.  Estonce  fueron  sacadas  de  la  torre;  e 
la  dueña  lleno  a  su  fijo  en  los  bracos,  e  las 
justicias  fablaron  con  ellas  e  dixeron  si  era 
verdad  que  el  niño  fablaua;  y  ellas  dixeron 
que  si  verdaderamente;  y  ellos  dixeron: 
«Mucho  sabrá  si  a  su  madre  librase  de 
muerte».  Y  el  honbre  bueno  hermitaño  fue 
luego  ay. 

Cap.  XIX. — De  como  los  jueces  juzgaron 
que  fuesse  hedía  justicia  de  la  madre  de 
Merlin. 

Estonces  vino  vno  de  los  jueces,  e  dixole: 
«Dueña,  aparejadvos  de  tomar  martirio»;  y 
ella  dixo:  «Y'o  fablaria  de  buen  grado  con 
este  honbre  bueno  en  poridad»;  e  los  juezes 
otorgaronselo;  y  ella  se  fue  con  el  en  vna 
cámara,  y  el  niño  quedo  de  fuera;  e  muchos 
le  preguntauan  de  muchas  cosas;  mas  el  no 
respondía  nada;  y  el  honbre  bueno  pregunto 
a  su  madre  si  era  verdad  que  fablaua  el  niño; 


BALADRO  DEL  SAP.IO  MERLIN 


y  ella  dixo  que  si.  Y  después  que  ouieron 
fablado  saliéronse  de  la  cámara,  e  la  dueña 
yua  cubierta  con  vn  manto,  y  en  camisa: 
tomo  a  su  hijo  entre  los  bracos  y  fuesse  ante 
los  juezes,  y  ellos  le  preguntaron:  «Dueña, 
¿quien  es  padre  deste  niño?  No  loneguedes». 
«Señores,  dixo  ella,  yo  bien  veo  mi  muerte; 
mas  nunca  me  aga  Dios  merced  al  anima  si 
nunca  padre  le  vi  ni  conoci,  ni  si  nunca  me 
llegue  a  honbre  en  tal  guisa»,  y  ellos  dixe- 
ron  q\\e  nunca  tal  oyeron  dezir;  ni  que  no 
podria  ser  verdad,  y  que  por  tanto  era  mu- 
cha razón  que  fiziessen  della  justicia. 

Cap.  XX. — De  como  Merlhi  dixo  a  los  jue- 
zes que  sit  madre  no  merescia  muerte,  y  de 
otras  palabras  qve  dixo  j)or  que  la  escuso 
della. 

Salió  estonces  Merlin  de  entre  los  bracos 
de  la  madre,  e  dixole:  «Madre,  no  ayades 
pauor,  ca  no  merecistes  porque  ayaj's  de  re- 
cebir  muerte»;  e  dixo  a  los  juezes:  «Esto 
no  puede  ser  que  vos  la  quemeys,  ca  no  fizo 
porque;  ca  si  fiziessen  justicia  de  todos  aque- 
llos que  con  otras  duermen  sino  con  sus  mu- 
geres,  y  las  que  duermen  con  otros  sino  con 
sus  maridos,  las  dos  partes  de  quantos  aqui 
están  serian  justiciados;  ca  yo  se  tan  bien 
sus  vidas  como  ellos  mesmos:  e  las  otras 
mugeres  han  culpa  de  lo  que  fazen,  e  mi 
madre  no».  «E  no  tiene  eso  pro,  dixo  vno  de 
los  juezes,  ca  conuiene  que  nos  diga  quien 
fue  tu  padre,  o  si  no  sera  quemada.»  Merlin 
dixo:  «Cierto  ella  no  sabe  quien  es  mi  padre, 
mas  yo  se  mucho  mejor  quien  es  mi  padre, 
que  no  vos  quien  es  el  vuestro;  y  vuestra 
madre  sabe  mejor  quien  es  vuestro  padre 
que  no  mi  madre  el  mió»;  e  quando  el  juez 
oyó  esto,  comentóse  a  ensañar,  e  dixo:  «Si 
tu  sabes  que  mi  madre  tal  cosa  fizo,  prueua- 
melo,  e  yo  la  justiciare».  Y  Merlin  dixo: 
«Yo  haré  tanto,  si  a  tu  madre  justiciar 
quisieres,  que  todos  verán  que  meresce 
muerte» . 

Cap.  XXI. — Como  Merlin  entro  en  vna  cá- 
mara con  el  alcalde  y  le  dixo  niieuas  de  sn 
padre. 

E  quando  el  juez  esto  oyó,  fue  muy  sañudo, 
e  dixo:  «Otorgotelo,  mas  si  lo  no  prouares, 
quemare  a  ti  e  a  tu  madre».  «Esto  no  puedo 
ser,  dixo  Merlin,  que  quemes  a  ella  ni  a  mi 
mientra  yo  biuiere.»  Y  estonces  embio  el 
juez  por  su  madre,  e  sacaron  al  niño  e  a 
su  madre  de  la  prisión;  y  el  juez  dixo:  «Cata 
aqui  a  mi  madre,  e  agora  nos  di  lo  que  nos 
prometistes  a  dezir»;  y  el  niño  le  dixo:  «No 


soys  tan  sesudo  como  pensays,  mas  tomad  a 
vuestra  madre  e  a  vn  amigo  de  quien  fiedes, 
j  entrad  en  vna  casii  apartadamente,  e  yo 
tomare  mi  madre  e  mi  maestro  y  entraremos 
con  vos»,  y  el  juez  lo  otorgo. 

Caí*.  XXII. — De  como  Merlin  dixo  al  alcal- 
de quien  era  sít  padre  y  de  como  el  era  hijo 
del  diablo. 

Después  entraron  todos  en  vna  cámara 
assi  como  Merlin  lo  dixo;  y  el  juez  dixo: 
«Agora  di  sobre  mi  madre  lo  que  quisieres, 
por  que  la  tuya  deuiera  ser  quita» ;  y  el  niño 
respondió:  «Yo  no  diré  cosa  porque  mi  madre 
sea  quita  si  es  la  voluntad  de  Dios  que 
muera;  mas,  si  me  creyerdes,  quitaredes  a 
mi  madre  y  dexareys  de  preguntar  de  la 
vuestra».  El  juez  dixo:  «No  escapareys  assi 
con  vuestra  palabra  hermosa,  a  dezir  vos 
conuiene»;  y  el  niño  dixo:  «¿Vos  me  segura- 
des  que  si  yo  defendiese  a  mi  madre,  que 
seriamos  quitos?»  «Verdad  es,  dixo  el  juez,  e 
nos  somos  aqui  ayuntados  por  03^r  lo  que 
dirás»;  y  el  niño  dixo:  «Vos  quereys  quemar 
a  mi  madre  porque  ella  no  sabe  dezir  quien 
es  mi  padre:  mas  yo  diria  mejor  quien  fue 
mi  padre  que  no  vos  el  vuestro,  e  vuestra 
madre  podria  dezir  cuyo  hijo  vos  soys,  mejor 
que  no  la  mia  cuj^o  hijo  so  yo»;  y  entonce 
dixo  el  juez  a  su  madre:  «¿Como,  madre,  yo 
no  soy  hijo  de  vuestro  marido?»  E  su  madre 
le  dixo:  «Fijo,  ¿pues  cuyo  hijo  vos  soys  sino 
de  mi  señor  que  buen  parayso  aya?»;  y  el 
niño  respondió  estonce,  e  dixo:  «Dueña,  con- 
uienevos  a  dezir  la  verdad,  si  vuestro  hijo 
ante  no  da  por  quita  a  mi  madre» .  «No  vos 
vale  nada»,  dixo  el  juez;  e  Merlin  respondió 
muy  sañudo,  e  dixo:  «¡Ay  juez!  algo  gana- 
riades  vos  agora  que  fallariades  bino  a  vues- 
tro padre  por  testimonio  de  vuestra  madre»; 
e  quando  los  que  alli  estañan  esto  oyeron, 
marauillaronse  mucho ,  ca  ya  tiempo  auia 
que  el  marido  de  aquella  dueña  era  ya 
muerto;  e  Merlin  dixo:  «Dueña,  ¿por  que  tar- 
dados? conuienevos  que  digades  a  vuestro 
hijo  quien  fue  su  padre»;  e  la  dueña  dixo: 
«Ve,  diablo  Satanás,  ¿note  lo  dixe  ya?»  E  el 
niño  dixo:  «Vos  sabedes  bien  por  verdad  que 
es  hijo  de  vn  clérigo  de  missa,  e  agora  vos 
diré  las  señales:  vos  sabedes  bien  que  la 
primera  vez  que  vos  con  el  dor mistes,  que 
auiades  gran  pauor  de  vos  empreñar,  y  el 
vos  dixo  luego  que  de  tal  manera  era  el, 
que  nunca  muger  del  empreñarla.  Y  el 
escriuio  quantas  vezes  estuuo  con  vos;  e 
aquella  sazón  era  vuestro  marido  doliente. 
Y  desque  esto  fue,  no  duro  mucho  que  vos 
sentistes  preñada,   e  dixisteslo  al  clérigo. 


10 


LIBROS  DE  caballerías 


Dueña,  ¿es  verdad  esto  que  yo  digo?  E  si  lo 
no  quisierdes  conoscer,  yo  vos  diré  al  por- 
que lo  conosceredes.  ¿Verdad  es  que  quando 
vos  sentistes  preñada,  que  lo  dixistes  al  clé- 
rigo, y  el  clérigo  dixo  en  conftsion  a  vuestro 
marido  que  yoguiese  con  vos?  Y  el  hombre 
bueno  estuuo  con  vos,  e  assi  le  fezistes  en- 
tender que  el  hijo  era  suyo;  desde  entonces 
acá  biuiades  con  el  encubiertamente,  e  avn 
esta  noche  estuuo  con  vos».  E  quando  la 
madre  del  juez  esto  oyó,  fue  muy  cuytada, 
ca  bien  vio  que  le  conuenia  a  dezir  la  ver- 
dad; e  dixo  el  juez:  «¡Madre,  dezidme  si  es 
assi!  Ca  yo  vuestro  fijo  so,  como  fijo  os  fare». 
Y  ella  dixo:  «Ay  fijo,  por  Dios  merced,  yo 
no  te  lo  jmedo  encobrir,  mas  todo  es  assi 
como  el  dixo».  E  quando  el  juez  esto  oyó. 
dixo:  «Verdad  nos  dezia  este  niño,  que  mejor 
conoscia  a  su  padre  que  yo  al  mió,  e  no  es 
de  derecho  que  yo  de  su  madre  faga  justicia 
pues  la  no  fiziera  de  la  mia:  mas  por  Dios  e 
por  sainar  tu  madre,  dime  ante  el  pueblo  si 
te  plaze  dezir  quien  fue  tu  padre» .  Y  el  niño 
dixo:  «Yo  te  lo  diré,  e  mas  por  tu  amor  que 
por  tu  miedo;  e  yo  quiero  que  tu  creas  e 
sepas  que  yo  so  hijo  del  diablo  que  enga- 
ño a  mi  madre,  e  a  nombre  Enquibedos,  y 
es  de  vna  compañía  que  anda  en  el  ayre, 
e  Dios  quiso  que  yo  vuiesse  seso  e  memoria 
e  de  las  cosas  hechas,  e  de  las  dichas,  e  de 
las  por  uenir» . 

Cap.  XX  .m. — De  como  Merlin  dixo  al  juez 
que  su  padre  se  yria  ahogar  en  vn  rio. 

Quando  esto  vuo  dicho  el  niño  al  juez, 
sacólo  a  parte  e  dixole  en  puridad:  «Tu  ma- 
dre yrse  ha  agora  de  aqui;  e  quando  el  clé- 
rigo supiere  que  lo  tu  sabes,  fiiyra  con 
miedo  de  ti,  y  el  diablo,  cuyas  obras  el  siem- 
pre hizo,  llenarlo  [ha]  a  vna  agua,  e  matarse 
ha;  y  por  esto  puedes  prouar  si  se  las  cosas 
que  han  de  venir».  Entonce  salieron  de  la  cá- 
mara antel  pueblo,  y  el  juez  dixo:  «Agora 
vos  digo  que  su  madre  déste  moQO  agora  es 
quita  por  razón;  e  yo  nunca  vi  honbre  tan 
sesudo  como  es  este  niño»;  e  todos  dixeron: 
«Derecho  es  que  sea  saina»;  assi  fue  la  ma- 
dre del  juez  en  culpa  y  la  de  Merlin  saina; 
e  Merlin  quedo  con  el  juez.  El  juez  enbio 
su  madre  e  ciertos  hombres  con  ella  por 
saber  si  era  uerdad  lo  que  el  niño  dixera; 
e  la  madre  del  juez  tanto  que  llego  a  casa, 
y  hablo  con  el  clérigo  e  contole  quanto  le 
auiniera;  y  el  clérigo  vuo  atan  gran  mie- 
do del  juez,  que  fuyo  de  la  villa  e  allego 
a  un  rio,  y  dixo  que  mejor  era  de  se  matar 
y  que  no  que  lo  matasse  el  juez  de  mala 
muerte. 


Cap.  XXIV.    -  Como  Merlin  hablaua  con 
Blaysen  de  su  viaestro. 

Asi  mata  el  diablo  a  los  que  sus  obras 
hazen;  e  quando  los  hombres  del  juez  esto 
vieron,  tornaron  a  el  e  dixeronle  todo  assi. 
E  quando  el  juez  esto  oyó,  fue  marauillado, 
e  fuelo  a  dezir  a  Merlin;  e  quando  Merlin  lo 
oyó,  dixo  riendo:  «Agora  puedes  ya  creer  (') 
que  te  dixe  verdad,  e  ruegote  que  assi  como 
te  lo  dixe,  que  lo  digas  a  Blaysen» .  E  aquel 
Blaysen  era  el  honbre  bueno  hermitaño  a 
quien  su  madre  se  manifestaua;  y  el  ju  z  se 
lo  contó  todo.  E  Merlin  e  su  madre  e  Blay- 
sen se  fueron  para  do  quisieron.  E  Blaysen, 
quando  vido  que  el  Xiño  no  auia  mas  de 
diez  y  nueue  meses  e  tres  semanas,  maraui- 
llose  onde  tan  gran  seso  le  venia.  E  Blaysen 
comenco  a  prouar  de  muchas  guisas.  E  Mer- 
lin le  dixo:  «Quanto  me  mas  prouares,  tanto 
te  mas  marauillas;  mas  haze  e  cree  lo  que  te 
diré,  ca  yo  te  enseñare  auer  el  amor  de  Dios 
y  el  alegría  perdurable» .  E  Blaysen  le  res- 
pondió, e  dixo:  «Yo  te  lo  oy  dezir.  Y  creo 
que  eres  hijo  del  diablo,  y  he  pauor  que  me 
engañes»;  e  Merlin  le  dixo:  «Costumbre  es 
de  todos  los  malos  coraQones,  que  antes  me- 
ten mientes  en  el  mal  que  en  el  bien;  e  assi 
como  tu  oyste  dezir  que  era  fijo  del  diablo, 
assi  oyste  dezir  que  Dios  me  diera  poder  de 
saber  las  cosas  que  auian  de  venir.  E  por 
esto  deuieras  tu  entender,  si  fuesses  sesudo, 
a  qual  me  yo  ende  atener  deuia,  a  lo  que  es 
mi  pro,  o  a  lo  que  es  mi  daño.  Ca  ios  dia- 
blos cuydaron  de  liazer  su  pro  por  mi,  y 
esto  no  puede  ser,  ca  no  fueron  sesudos. 
Porque  merescieron  en  vaso,  que  no  deuia 
ser  suyo,  mas  si  ellos  fueran  sesudos,  ftzie- 
ranrae  en  my  abuela,  e  assi  no  pudiera 
conocer  a  Dios,  ca  ella  era  muy  mala  e 
renegada;  mas  cree  que  te  dixere  de  la  fe  e 
la  creencia,  e  yo  te  diré  tal  cosa,  que  tu 
cuydaras  que  ninguno  no  te  lo  podia  ende 
dezir,  e  faz  ende  vn  libro,  e  quantos  lo  oye- 
ren loarte  han  e  guardarse  han  de  pecar». 
E  Blaysen  respondió:  «El  libro  fare  yo, 
mas  yo  te  conjuro  de  parte  de  Dios,  que  tu 
no  me  puedes  engañar  ni  hazer  cosa  que  a 
pesar  de  Dios  sea» . 

Cap.  XXV.  —De  como  Merlin  contó  a  Blaysen 
del  sánelo  Grial. 

Respondió  entonce  Merlin,  e  dixo:  «Dios 
me  pueda  empecer  e  nocer  si  yo  te  fiziere 
cosa  que  a  plazer  de  Dios  no  sea»;  e  Blay- 
sen respondió:  «Pues  agora,  di  lo  que  yo  faga, 

(*)  El  texto  querer. 


BALADRO  DEL  SABIO  MEBLIN 


11 


e  fazello  he».  E  Merlin  dixo:  «Agora  busca 
pergamino  y  tinta,  e  yo  te  diré  cosa  que  no 
ciiydarias  que  hombre  te  lo  pediese  dezir,  e 
contarte  he  la  muerte  de  Jesucliristo  e  la  ta- 
zienda  de  Joscph,  todo  assi  como  les  aniño, 
e  todo  el  fecho  de  Elni  y  de  Perron.  E  como 
Joseph  entrego  a  Clayn  el  sancto  Grial,  e 
como  fino;  e  como  el  sancto  Grial  finco 
en  el  castillo  de  Corberic  en  casa  del  rey 
Pescador,  y  como  los  diablos  tomaron  con- 
sejo, e  se  acordaron  que  fiziessen  hombre, 
e  tu  sabes  bien  por  mi  madre  el  trabajo 
que  ay  metieron» . 

Cap.  XXYI.  —  Como  Merlin  dixo  a  Blaysen 
que  lo  venían  a  buscar  de  contra  Oriente. 

Esta  obra  asi  deuiso  Merlin,  e  fizóla  co- 
nocer a  Blaysen,  y  el  se  marauillo  de  las 
marauillas  que  dezia,  e  parescieronle  buenos 
e  hermosos.  Y  Merlin  le  dixo:  «Conuernate 
a  hazer  libro,  e  a  sofrir  afán  e  lazeria,  e  yo 
mayor»;  e  dixo  Merlin  a  Blaysen:  «Por  mi 
embiaran  de  contra  Oriente;  e  aquellos  que 
me  vinieren  a  buscar,  juraron  a  su  señor  de 
leñar  la  mi  sangre  y  que  me  mataran,  e 
quando  ellos  me  viesen  e  oyesen,  no  aueran 
talante  de  me  matar,  e  quando  yo  me  fuere 
con  ellos,  tu  te  y  ras  para  aquellos  que  tie- 
nen el  sancto  Grial  y  escriuiras  en  este  libro 
quanto  me  aniño  e  auiniere  de  aqui  adelan- 
te; e  otrosi  todos  los  fechos  de  los  grandes 
hombres  desta  tierra,  y  este  libro  por  siem- 
pre sera  traydo;  e  oyrlo  han  de  grado  en  mu- 
chos lugares,  e  tu  leñaras  este  libro  quando 
yo  me  fuere  con  aquellos  que  me  fueren  a 
buscar,  e  ponerlo  has  con  el  libro  de  Joseph; 
e  quando  los  libros  ambos  fueren  juntados, 
aura  entonce  vn  hermoso  libro  muy  sabroso 
de  oyr,  las  ciertas  palabras  que  Jesuchristo 
dixo  a  Joseph  Abarimatia»;  e  sabe  por 
verdad  que  la  sancta  historia  del  sancto 
Grial  es  llamada  assi  por  tal  nombre,  por- 
que fue  de  la  su  preciosa  sangre  quando 
la  cogió  Joseph  en  el  vaso,  y  esto  lo  metió 
en  su  monimento  que  el  tenia  para  si  en 
su  huerto,  en  que  nunca  otro  hombre  es- 
tuuiera,  e  que  esta  historia  que  Blaysen 
hizo  comentóla,  assi  como  vos  yo  digo,  a 
quinientos  e  quarenta  años  desiJues  de  la 
passion  de  Jesuchristo. 

Cap.  XXVII. — De  como  Veringuer  fallescio 
a  su  señor  el  rey  Constante  nes. 

E  agora  dize  el  cuento,  que  en  e?a  sazón 
auia  en  la  gran  Bretaña  vn  rey  que  auia 
nombre  Constantenes,  e  auia  tres  hijos,  e  el 
vno  dellos  auia  nombre  Maines,  e  el  otro  Pa- 


dragon,  y  el  otro  Yter;  e  auia  vn  vassallo 
Veringuer,  o  era  cauallero  bueno  e  sesudo  y 
engeniosü,  e  aquel  rey  Constantenes  murió, 
e  fizieron  rey  a  Maynes,  que  era  hijomaj^or, 
y  el  rey  vuo  gran  guerra  con  gentes  de  San- 
soña  que  eran  paganos,  e  Veringuer  era  su 
mayordomo,  o  cogió  assi  quanto  auer  pudo, 
y  el  auia  gran  poderlo  en  el  reyno,  e  vio 
que  el  rey  era  pequeño  e  que  las  gentes 
eran  maltrechas  con  la  guerra,  e  dixo  que 
no  qneria  ayudar  al  rey  rri  se  entreme- 
tiera en  su  tierra,  e  hizose  afuera;  e  quan- 
do los  sansones  lo  supieron,  asonaron  gran 
hueste  e  vinieron  sobre  los  christianos;  y 
el  rey  vino  a  Veringuer,  e  dixole:  «Ami- 
go, ayudadme  a  defender  la  tierra,  ca  nos 
e  todos  los  otros  taremos  lo  que  vos  qui- 
sierdes»;  e  A^'eringuer  respondió,  e  dixole: 
«Señor^,  acalden  vos  los  otros,  ca  muchos  ay 
en  vuestra  tierra  que  me  quieren  mal  i)or- 
que  tanto  vos  serui». 

Cap.  XXVin. —  Como  Veringuer  dixo  pues ^ 
mientra  que  fuesse  hiuo  Constantenes^  que 
el  no  podría  ser  rey. 

Y  quando  el  rey  e  los  otros  oyeron  que 
mas  del  no  podrian  auer,  fueron  a  lidiar  con 
los  sansones;  e  los  sansones -vencieron,  e  res- 
cibieron  gran  perdida;  e  Maynes  dixo  que 
no  rescibiera  atan  gran  perdida  si  fuera  con 
ellos  Veringuer :  assi  quedo  el  rey,  que  era 
niño,  e  no  sabia  auer  las  gentes  también 
como  le  era  menester,  e  desamauanlo  las 
gentes;  e  vinieron  a  Veringuer  e  dixeronle: 
«Nos  somos  sin  re^^,  ca  este  no  vale  nada,  e, 
señor,  sed  vos  rey  e  manteuedvos;  ca  no  ha 
hombre  en  esta  tierra  que  tan  gran  derecho 
ya  aya»;  y  el  dixo:  «Yo  no  lo  puedo  ser 
mientra  que  mi  señor  fuere  bino»;  y  ellos 
respondieron:  «Mas  valdría  que  fuesse  muer- 
to»; y  Veringuer  respondió,  e  dixo:  «Si  el 
fuesse  muerto,  e  vosotros  quisierdes,  yo  se- 
ria rey.  Mas  en  quanto  el  fuere  bino,  no  lo 
puedo  yo  ser»,  E  quando  ellos  oyeron  lo 
que  Veringuer  dezia,  pensaron  en  ello  e 
despidiéronse  del. 

Cap.  XXIX. — De  como  fue  muerto  el  rey 
Maynes  e  fuyeron  los  que  lo  mataron. 

Entonces  se  tornaron,  e  hablaron  muchos 
de  [los]  ricos  hombres  en  poridad  de  lo  quel 
les  dezia  Veringuer,  e  acordáronse  que  lo 
mejor  que  era  que  matassen  a  Maynes  y  que 
farian  rey  a  Veringuer;  «e  pues  el  supiere 
que  por  nosotros  es  rey,  siempre  tara  lo  que 
nosotros  quissieremos» ;  e  guisáronse  doze 
dellos  para  que  matassen  al  rey.  E  los  otros 


12 


LIBROS  DE  caballerías 


quedaron  en  la  villa  por  que  les  ayudassen 
si  les  alguno  quisiesse  fazer  algún  mal;  y 
los  doze  fueron  do  estaua  el  rey,  e  matáron- 
lo, y  esto  fue  ayna  hecho,  ca  era  niño.  E 
después  tornáronse  a  Yeringuer,  e  dixeron- 
le:  «Agora  seredes  vey,  ca  nos  matamos  a 
Maynes».  Y  quando  Yeringuer  lo  oyó,  hizo 
infinta  que  le  pesaua  de  coracon,  e  dixo  en 
semblante  de  sañudo:  «Mal  feziste  que  nues- 
tro señor  matastes,  e  consejovos  que  fuya- 
des;  ca  los  hombres  buenos  de  la  tierra  vos 
mataran  por  tan  mal  fecho,  y  pésame  mucho 
porque  venistes  acá». 

Cap.  XXX .  —  Cottio  fiiyeron  Padragon  e 
Vter  su  hermano  por  miedo  de  Veritiguer. 

Asi  fuyeron  los  traydores  que  mataron  su 
señor.  E  las  gentes  de  la  tierra  se  acordaron 
e  ouieron  su  consejo,  e  fizieron  a  Yeringuer 
rey,  que  auia  los  mas  de  los  coracones  de  los 
hombres,  como  vos  ya  dixe;  e  quando  este 
consejo  fue  y,  estañan  ay  dos  rico-honbres, 
que  eran  de  los  otros  dos  niños,  de  Padragon 
y  de  Yter.  Y  ellos  bien  entendieron  que  esta 
muerte  fuera  por  Yeringuer,  e  dixeron:  «Pues 
el  fizo  matar  nuestro  señor,  no  puede  al  ser 
sino  que  nos  haga  matar  estos  dos  que  nos 
quedan» .  Y  entonce  se  acordaron  que  fuessen 
con  ellos  contra  do  vinieron  sus  abuelos,  y 
llenáronlos  a  una  cibdad  que  ha  nombre  Bur- 
gos, mas  agora  no  dize  dellos  mas. 


Cap.  XXXI.  — Co?»o  el  rey   Veringuer  hizo 
matar  a  los  que  mataron  al  rey  Maines. 

Echo  rey  Yeringuer  assi  como  os  dixe, 
pues  fue  rey  sagrado,  aquellos  que  mataron 
al  rey  Maines  vinieron  a  el.  E  quando  Ye- 
ringuer los  vido,  fizo  enfinta  como  si  nunca 
supiera  quien  eran.  Y  ellos,  en  que  vieron 
que  los  rescibiera  mal,  pesáronle,  porque  el 
era  rey;  ca  ellos  mataron  al  rey  Maines.  E 
quando  Yeringuer  lo  oyó,  mandólos  pren- 
der, e  dixoles:  «Yos  dixistes  que  mataredes 
a  vuestro  señor,  otro  tal  hariades  a  mi  si 
pudiesedes;  mas  yo  vos  guardare  dello».  E 
quando  ellos  esto  oyeron,  fueron  muy  espan- 
tados, y  dixeron:  «Señor,  cuy  damos  que  lo 
faziamos  por  vuestro  pro,  y  que  nos  amaria- 
des  por  ende».  A'eringuer  les  dixo:  «Yo  vos 
mostrare  como  hombre  deue  amar  tales  hon- 
bres».  Y  estonce  les  fizo  arrastrar  a  doze 
cauallos,  en  guisa  que  poco  quedo  dellos;  e 
pues  esto  fue  hecho,  vinieron  sus  parientes  a 
Yeringuer,  e  dixeronle:  «Yos  nos  fezistes 
gran  desonrra,  que  nos  matastes  a  nuestros 
parientes  de  tal  vil  muerte;  e  jamas  no  vos 


haremos  seruicio  de  buen  coracon».  E  quan- 
do A^eringuer  vio  que  lo  amenazauan,  dixo: 
«Si  mas  ay  hablades,  assi  haré  a  vos» .  Y  ellos 
le  respondieron  muy  sañudamente,  como 
hombres  que  lo  temian  poco:  «Yeringuer,  tu 
nos  amenazaras  quanto  quisieres,  mas  tantos 
amigos  auemos  nos,  que  te  no  fallescera  gue- 
rra; de  aqui  adelante  te  desafiamos,  ca  no  eres 
nuestro  señor  natural;  ni  tu  no  has  la  tierra 
leal  mente;  ante  la  tienes  contra  Dios  e  contra 
derecho;  e  aun  tu  morirás  de  la  muerte,  tal 
qual  murieron  nuestros  parientes» . 

Cap.  XXXn.  —  Como  Veringuer  embio  poi' 
los  sansones,  e  caso  con  la  hija  de  Anguis. 

Desque  Yeringuer  lo  oyó  dezir,  fue  muy 
sañudo,  pero  no  quiso  boluer  pelea.  Y  ellos 
fueronse,  e  comencaron  a  guerrear  e  con- 
fonder  la  tierra,  e  aleóse  gran  pie(;'a  della.  E 
quando  Yeringuer  lo  oyó,  vuo  grande  pauor 
que  lo  echassen  de  la  tierra.  Y  embio  por  los 
sansones  que  le  aj^udassen,  y  ellos  fueron  ende 
muy  alegres.  E  auia  ay  vno  que  auia  nombre 
Anguis,  e  aquel  siruio  luengamente  a  Yerin- 
guer, y  era  muy  buen  cauallero.  E  tanto  lo 
siruio,  fasta  que  Yeringuer  tomo  su  hija  por 
muger.  E  los  sansones  fueron  por  ello  muy 
sañudos;  ca  dixeron  que  falsara  su  creencia, 
ca  esta  su  muger  no  creya  en  la  ley  de  Je- 
suchristo.  E  Yeringuer  bien  supo  que  lo  no 
amaaa  su  gente,  e  los  hijos  de  Constantenes 
que  eran  y  dos  a  tierra  estraña,  y  que  torna- 
rian  lo  mas  ayna  que  pudiessen. 

Cap.  XXXni. — Como    cayo   tres  vezes   la 
forre  que  Imzia  Veringuer. 

Después  que  Yeringuer  en  tal  guisa  en- 
tendió toda  su  hazienda,  pensó  que  haria 
vna  torre  que  no  temiesse  a  hombre  del 
mundo.  Y  entonces  embio  por  los  mejores 
maestros  que  le  supieron  de  aquella  arte;  e 
hizo  hazer  su  torre  qual  el  la  deuiso.  E 
quando  fue  tan  alta  como  tres  bracas  o  qua- 
tro,  cayo  en  tierra;  e  assi  cayo  tres  vezes. 
E  quando  Yeringuer  vio  que  no  se  podia  edi- 
ficar, vuo  gran  pesar,  e  dixo  que  jamas  no 
auria  plazer  si  no  sopiesse  por  que  la  torre 
cay  a.  Y  entonces  embio  por  todos  los  sabios 
de  su  tierra,  e  contoles  la  marauilla  de  la 
torre;  y  ellos  espantados  le  dixeron:  «Esto 
no  se  puede  ver  sino  por  astrologia» .  Y  pre- 
gunto: «¿Quales  son  los  que  los  saben?  Esto 
no  se  yo — dixo  el  rey,  mas  Ijs  que  lo  conos- 
cedes,  dezidme  quales  son;  e  si  me  dixessen 
esto,  yo  los  haria  ricos».  Y  entonces  salieron 
los  clérigos  a  vna  parte,  y  preguntaron  si 


auia  ay  quien  sabia  astrologia:  assi  que  ha- 
llaron ende  siete;  y  ellos  fuei'onse  al  rey, 
e  dixeronselo;  y  el  rey  les  pregunto  si  sa- 
bian  dezirle  por  que  la  torre  cay  a,  y  ellos 
le  respondieron  que  si,  si  por  hombre  al- 
guno puede  ser  sabido. 


BALADllO  DEL  SABIO  MERLIN  13 

Cap.  XXXYI. —  Ve  como  loa  aabios  dixeron 
al  rey  que  la  torre  se  temía  con  la  sangre 
del  niño  (pie  nascio  sin  jjadre. 


Cai'.  XXXTV.— Con/o  los  sabios  pidieron 
plaxo  a  VerincjHcr  para  le  res2)oiider  sobre 
la  torre  que  caya. 

Entonces  embio  el  rey  a  todos  los  clérigos, 
sino  los  siete  que  quedaron  con  el,  e  traba- 
jóse mucho  por  que  la  torre  caya  e  como 
podria  estar.  E  aquellos  siete  eran  vawj  sa- 
bios de  aquella  arte,  e  mucho  se  trauajauan 
desto,  mas  no  hallaron  saluo  vna  cosa.  E 
aquella,  como  les  ptarescia^  no  hazia  su  pro  a 
la  torre,  y  fueron  ende  muy  espantados.  Y 
el  rey  les  pregunto,  y  ellos  dixeron  que  era 
gran  cosa  lo  que  demandaua  y  que  les  diesse 
plazo  para  auer  su  consejo  sobre  ello;  y  el 
rey  dixo  que  le  plazia,  e  dioles  plazo  de 
tres  dias. 

Cap.  XXXY. — Del  consejo   que  los  sabios 
dieron  al  rey  sobre  la  torre. 

Desque  ouieron  pensado,  dixoles  el  maes- 
tro mayor:  «¿Quereys  que  os  diga  lo  que 
hallo?»  «Si»,  dixeron  ellos.  «Vos  todos  me 
dexistes  vna  cosa,  e  otra  me  encobristes;  e 
dixistes  que  veyades  vn  niño  que  era  nasei- 
do  sin  padre  y  que  era  de  siete  años;  e  no 
dexistes  mas;  e  yo  vos  diré  cosa  de  que  me 
creerades;  ca  no  hay  tal  de  vos  que  no  viesse 
mas;  ca  vistes  que  por  amor  de  aquel  niño 
auiades  a  morir,  e  yo  mesmo  lo  vi,  e  otrosi 
de  mi  assi  ciertamente.  E  assi  me  conosce- 
des  vna  cosa  y  encubriadesme  otra,  ca  me 
encubriades  vuestra  muerte;  e  a  esto  aya- 
mos  consejo;  pues  ya  nuestras  muertes  sa- 
bemos, seremos  todos  de  vn  acuerdo,  e  dire- 
mos que  la  torre  no  estara  si  no  ouiere  de 
aquel  niño  que  nascio  sin  padre;  e  si  pudiere 
de  aquella  sangre  auer,  que  se  meta  en  la 
mezcla  del  cimiento  y  que  sera  la  torre 
fuerte,  e  durara  j)ara  siempre.  E  assi  diga 
cada  vno  por  si,  porque  el  rey  no  entienda 
que  nos  fallamos  en  vno;  e  assi  nos  podre- 
mos guardar  de  aquel  niño  por  quien  tanto 
mal  nos  ha  de  venir;  e  porque  sabemos 
ciertamente  que  por  el  todos  auemos  de  mo- 
rir. E  hagamos  quel  rey  no  lo  vea  ni  lo  oya, 
mas  los  que  fuesen,  porque  el  que  lo  maten 
assi  como  lo  fallaren».  E  a  esto  se  acordaron, 
e  vinieron  ante  el  rey,  e  dixeron  que  no  lo 
querían  dezir  sino  cada  vno  por  si  y  que  el 
escogiesse  lo  mejor. 


Hizieron  infinta  que  el  vno  no  sabia  del 
seso  del  otro,  e  assi  lo  contó  cada  uno  por  si 
al  rey  e  a  los  cinco  hombres  suyos.  Quando 
el  rey  oyó  lo  que  dixeron,  marauillose  mu- 
cho, e  dixo  que  bien  podria  ser  verdad  que 
hombre  naciesse  sin  padre.  E  tuno  los  cléri- 
gos por  muy  sabios,  e  llamólos  todos  en  vno, 
e  dixoles:  «Vosotros  me  dexistes  vna  cosa 
cada  vno  ¡wr  si»;  y  ellos  dixeron:  «Señor, 
si  no  fuese  verdad,  hazed  de  nosotros  lo  que 
quisierdes».  Y  el  rey  dixo:  «¿Puede  ser  ver- 
dad que  hombre  naciesse  sin  padre  terrenal?» 
Y  ellos  dixeron:  «Si,  señor;  y  este  es  ya  de 
ocho  años,  e  avn  queremos  que  nos  hagays 
guardar  hasta  que  vos  traygan  la  sangre  del, 
e  hagaysla  meter  en  el  cimiento ,  e  assi  es- 
tara la  torre  firme» .  Y  el  rey  les  hizo  meter 
en  vna  torre,  y  embio  doze  mandaderos  por 
todas  las  tierras,  que  anduuiessen  de  dos  en 
dos;  e  hizoles  jurar  que  no  se  tornassen  hasta 
que  lo  hallassen,  eque  tanto  que  lo  hallassen, 
que  lo  matassen,  e  que  le  leuassen  de  la 
sangre. 

Cap.  XXXVII.— C'o>«o  los  mensajeros  del 
rey  Veringuer  hallaron  a  Merlin. 

Assi  embio  el  rey  buscar  el  niño  jjor  mu- 
chas tierras,  e  auino  assi  que  dos  mandade- 
ros se  hallaron  con  otros  dos,  e  anduuieron 
en  vno  todos  quatro;  e  assi  auino  que  passa- 
uan  por  vn  campo,  e  andana  ay  Merlin  y 
otros  mo(;'Os  con  el  jugando.  Y  el  bien  sabia 
que  lo  andauan  buscando,  e  hirió  adrede  a 
vn  mogo  de  aquellos,  y  el  otro  dixole  que 
nasciera  sin  padre,  e  ellos  fueron  alia  e  pre- 
guntaron qual  era,  y  el  dixo:  «Yo  soy  aquel 
niño  que  vos  buscays,  y  el  por  que  vos  juras- 
tes  que  me  matariades,  e  auedes  a  llenar  mi 
sangre  al  rey  Veringuer».  E  quando  ellos 
esto  oyeron,  fueron  muy  espantados,  e  dixe- 
ronle:  «¿Quien  te  lo  dixo?»  Y  el  les  dixo: 
«Yo  lo  se  bien  desque  vos  lo  jurastes» ;  y 
ellos  dixeron:  «Cuytas  [yr]  con  nos?»  Y  el 
dixo:  «He  miedo  que  me  matareys».  Y  el 
dezialo  por  los  prouar,  que  bien  sabia  que 
ellos  no  auian  tal  poder;  y  el  les  dixo:  «Yo 
vos  diré  por  que  la  torre  cayo» .  E  quando 
ellos  esto  oyeron,  marauillaronse  c  dixeron: 
«Este  nos  dize  marauillas,  mas  mucho  nos 
las  dirá  mayores  si  no  lo  matamos» .  E  cada 
vno  dellos  dixo  que  antes  queria  ser  perjuro 
que  lo  matar.  Y  estonce  les  dixo  Merlin:  «Vos 
possaredes  con  mi  madre,  ca  yo  no  me  po- 
dria yr  con  vos  sin  despedirme  della»  ,   y 


14 


LIBROS  DE  caballerías 


ellos  se  lo  otorgaron.  T  Merlin  lleno  consigo 
a  los  mandaderos  a  "ma  casa  do  ella  se  man- 
tenía; e  desque  descaualgaron,  el  leñólos  a 
Blaysen,  e  dLxo:  «Maestro,  nedes  aqui  los 
que  yo  vos  dezia  que  me  venían  a  buscar 
para  me  matar,  e  desque  vos  no  me  quería- 
des  creer»;  y  el  díxo  a  los  mandaderos:  «Yo 
vos  ruego  que  conozcades  la  verdad  de  lo  que 
yo  os  diré» .  Y  ellos  dixeron  que  si  conoce- 
rían verdaderamente,  e  Merlin  díxo  a  Blay- 
sen: «Agora  parad  mientes  a  lo  que  dire- 
mos» .  Y  el  comenco  a  contar  entonces  como 
cayo  la  torre  tres  vezes,  e  como  los  clérigos 
hallaron  sus  muertes  por  el;  e  como  se  liizie- 
ran  de  consejo  que  dixessen  que  por  su  san- 
gre se  auia  de  tener  la  torre;  e  como  el  rey 
embiaua  doze  mandaderos  que  lo  buscassen, 
e  como  fallaran  aquellos  quatro,  e  como  pas- 
sauan  por  el  campo  por  donde  el  jugaua  con 
los  mo90S,  e  como  el  hiriera  el  moQO  por  tal 
ijue  lo  descubriesse,  ca  el  bien  sabia  que  lo 
andauan  a  buscar  aquellos  quatro  compañe- 
ros. E  después  que  el  se  lo  vuo  contado  punto 
jjor  punto,  díxo:  «E  agora  les  preguntad  si 
esto  es  verdad  o  no»;  e  respondieron  ellos: 
«Assí  Dios  nos  llene  a  nuestras  tierras  sanos 
y  en  paz,  como  todo  es  assí  como  el  dize» .  Y 
el  maestro  se  signo,  e  díxo:  «Ayna  sera  muy 
sesudo  si  biuiere,  e  seria  gran  daño  si  lo 
matassedes» .  Y  ellos  dixeron  que  antes  se- 
rian perjuros  para  toda  su  vida,  «y  el,  que 
sabe  bien  todas  las  cosas,  sabrá  bien  sí  lo 
hauemos  a  voluntad»,  e  Blaysen  díxo:  «Si 
dezis  verdad,  yo  se  lo  preguntare  ante  vos»; 
y  estonce  lo  llamaron,  ca  el  se  fue  por  que 
Blaysen  hiziesse  la  pregunta;  e  Blaysen  se  lo 
l^regunto,  e  Merlin  se  río,  e  díxo:  «Yo  se 
bien,  merced  a  Dios,  que  no  han  talante  de 
me  matar»:  y  ellos  dixeron:  «Buen  niño, 
pues  que  verdad  dixímos,  yr  vos  has  con  nos» , 
«Sí,  díxo  Merlin,  sin  falta  sí  me  prometeys 
que  me  porncys  ante  el  rey»;  y  el  maestro 
díxo:  «Agora  veo  que  me  quereys  dexar, 
mas  dezídme:  ¿que  querej's  que  haga  desta 
obra  que  me  fezistes  comentar?»  E  Merlin 
díxo:  «A  esto  que  vos  me  demandays,  yo 
vos  daré  razón». 

Cap.  XXXVm. —  Como  Merlin  consejaiia  a 
Blaysen  que  se  fussse  con  el  a  la  Gran 
Bretaña. 

«Yos  vedes  que  nuestro  señor  me  dio  tanto 
de  ser,  que  aquel  que  me  cuydo  auer  hecho 
a  su  pro,  que  me  perdió;  e  Dios  me  dio  poder 
por  que  yo  pudiesse  hazer  mala  fin,  que 
ninguno  no  lo  podría  hazer  sino  yo,  ca  nin- 
guno no  sabe  hazer  ni  conoscer  las  cosas  que 
están  por  venir,  e  por  esto  me  conuiene  de 


yr  aquella  tierra  donde  ellos  me  vienen  a 
buscar,  por  muy  grandes  hechos  que  ay 
auernan;  e  yo  fare  tanto,  que  sea  el  mas 
creydo  honbre  que  nunca  fue  ni  ha  de  ser, 
sino  Dios,  e  vos  yreys  ay  por  conplir  esta 
obra  que  comenzastes,  mas  no  yredes  con- 
migo: mas  vos  preguntaredes  por  vna  tierra 
que  ha  nombre  Uberlanda,  e  ay  moraredes, 
e  yo  iré  a  vos.  e  daros  he  todas  las  cosas  que 
ouierdes  menester  para  vuestra  obra  hazer; 
e  vos  deueys  ende  trabajar,  ca  buen  gualar- 
don  auredes,  e  vuestra  vida  complido  plazer, 
y  en  la  cima  alegría  perdurable;  e  vuestra 
obra  sea  retrayda  por  sienpre  mientra  el 
mundo  fuere,  e  oyda  de  grado;  y  esta  gracia 
os  verna  de  la  tierra  que  Dios  dio  a  Joseph, 
aquel  quien  Dios  fue  dado  en  la  Cruz;  e  vos 
sereys  tal,  que  deueys  ser  con  ellos,  e  yo  os 
enseñare  do  son;  e  vereys  la  muy  hermosa 
gloria  que  vuo  Joseph  del  cuerpo  de  Jesii 
Christo  que  le  fue  dada;  e  yo  quiero  que 
vos  lo  sepays  jDor  os  fazer  mas  cierto;  ca  en 
aquella  tierra  do  yo  y  re,  haré  trabajar  a 
muchos  hombres  buenos,  e  a  muchas  buenas 
gentes,  por  vno  que  sera  de  aquel  linaje  que 
Dios  amara.  Y  sabed  que  este  trabajo  sera 
quando  ay  fuere  el  quarto  Rey,  y  aquel 
haura  nonbre  Artur;  e  vos  yr  vos  hedes 
para  do  yo  os  digo,  e  yo  yre  a  vos  a  menudo 
e  leuaros  he  quanto  vuierdes  menester  para 
vuestro  libro.  E  sabed  que  aquel  vuestro 
libro  sera  muy  presto  amado  de  muchas 
gentes.  Y  pues  que  lo  ouierdes  fecho,  lleuallo 
heys  a  la  compaña  de  los  muchos  altos  hon- 
bres;  ca  no  haura  honbre  bueno  ni  buena 
dueña  que  no  faga  meter  su  vida  escrita;  e 
sabed  que  nunca  vida  sera  oyda  tan  de 
grado  como  sera  la  de  aquel  que  aura  nom- 
bre Artur  e  de  aquellos  que  en  su  corte 
auenian.  E  quando  vuestro  libro  fuere  hecho, 
e  vos  e  todos  los  otros  de  vuestra  cela  fuer- 
des  muertos  a  plazer  de  Jesu  Christo,  aura 
el  vuestro  libro  el  nonbre  del  Sánete  Grial, 
e  sera  de  grado  oydo.  Y  poco  aura  ay  feclio 
ni  dicho,  que  bueno  no  sea».  Assí  díxo  Merlin 
a  su  maestro,  e  mostróle  lo  que  auia  de 
hazer;  y  Merlin  lo  llamaua  maestro  porque 
fue  maestro  de  su  madre;  e  quando  eí  hom- 
bre bueno  lo  oyó,  fue  muy  alegre. 

Cap.  XXXEX. —  Como  Merlin  se  despidió  de 
su  maestro. 

Así  guisa  Merlin  su  fazienda;  e  díxo  a 
los  mandaderos:  «Quiero  que  me  veays  como 
me  despediré  de  mí  madre» ;  e  llenólos  do  su 
madre  era,  e  dixo:  «Madre,  estos  me  vinie- 
ron a  buscar,  e  yo  quiero  yr  con  ellos  con 
vuestro  mandado,  ca  me  conuiene  rendir  a 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


15 


Jesu  Christo  el  seruicio  onde  me  dio  el 
poder.  Y  yo  no  8e  lo  puedo  rendir  si  en 
aqnella  tierra  no  fuera  do  ellos  me  quieren 
leñar;  e  vuestro  maestro  sera  ay  comigo». 
E  la  madre  le  dixo:  «Hijo,  a  Dios  seays  ros 
encomendado.  Mas,  si  vos  pluguiere,  yo  que- 
rría que  quedasse  Blaysen».  E  Merlin  dixo: 
«Esto  no  puede  ser» . 

Cap.  XL. — Como  Merlin  se  fue  con  los  men- 
sajeros de  Veringuer,  e  lo  que  le  acá  esc  io 
con  el. 

E  assi  se  despidió  Merlin  de  su  madre,  e 
Blaysen  se  ñie  a  Uberlanda  do  Merlin  lo 
enbiaua;  y  el  fuesse  con  los  mandaderos,  e 
tanto  anduuieron,  que  passaron  vn  dia  por 
vna  villa  do  hazian  mercado:  e  quando  fue- 
ron fuera  de  la  villa,  hallaron  vn  villano 
que  conpraua  vnos  (,'apatos  e  lleuaua  vn 
pedaco  de  cuero  para  adoballos,  ca  queria  yr 
a  Roma.  E  quando  Merlin  vio  al  villano 
cerca  de  si,  comeuQOse  a  reyr,  e  quando  los 
mandaderos  lo  vieron  reyr,  preguntáronle 
de  que  rey  a,  y  el  les  dixo:  «Rióme  deste 
villano,  ca  vosotros  le  preguntays  que  quiere 
hazer  de  aquel  cuero,  y  el  dize  que  lo  quiere 
para  adobar  sus  yapatos,  e  yd  empos  del,  ca 
yo  os  digo  que  antes  que  llegue  a  su  casa 
sera  muerto»:  y  ellos  dixeron  que  lo  preña- 
rían, e  fueron  al  villano  e  dixeronle  que 
queria  hazer  del  cuero  que  lleuaua;  e  el 
dixo  que  queria  adobar  sus  ^apatos  quando 
fuessen  rotos,  que  queria  yr  a  Roma.  Y  ellos 
dixeron  entre  si:  «Este  honbre  nos  pesara 
que  esta  sano  e  alegre;  e  agora  vamos  los 
dos  empos  del;  e  los  dos  queden»;  e  assi  lo 
fizieron.  Y  ante  que  anduuiessen  vna  legua, 
cayo  el  villano  muerto  en  tierra  con  sus 
oapatos  en  sus  manos;  e  quando  ellos  esto 
vieron,  atendieron  a  los  otros,  e  dixeron: 
«Sandios  eran  los  clérigos  que  tan  sesudo 
niño  mandauan  matar»;  e  los  otros  dixeron 
que  ante  perderían  gran  perdida  en  los  aue- 
res  y  en  los  cuerpos,  que  el  prendiesse 
muerte;  e  esto  fablarou  ellos  en  su  poridad 
porque  Merlin  no  lo  oyesse,  e  quando  vinie- 
ron ante  el  gradescioles  mucho  lo  que  dixe- 
ran,  y  ellos  se  marauillaron,  e  dixeron: 
«Nos  no  jiodemos  ninguna  cosa  hazer  que 
este  niño  luego  no  lo  sabe» . 

Cap.  XTjI. — Como  Merlin  dixo  que  el  clérigo 
era  padre  del  niño  que  lleuaua  a  soterrar. 

Fasta  tanto  andouieron,  que  llegaron  a 
vna  tierra  de  Yeringuer;  e  vn  dia  vino  que 
passauan  por  vna  villa,  e  vieron  lleuar  vn 
niño  a  soterrar,  e  yuan  en  pos  del  muchos 


hombres  e  mugeres;  e  yuan  cantando  cléri- 
gos; e  Merlin  comen(;'o  a  reyr,  y  ellos  le  pre- 
guntaron por  que  reya,  y  el  dixo:  «De  vna 
marauilla  que  veo»,  y  ellos  le  rogaron  que 
dixesse  que  era;  y  el  dixo:  «¿Yedes  aquel 
hombre  que  faze  atan  gran  duelo?»  «Si», 
dixeron  ellos.  «¿Y  vedes  aquel  clérigo  que 
canta  ante  aquellos  otros?  El  deuia  fazer 
aquel  duelo  que  aquel  hombre  bueno  haze, 
ca  aquel  niño  es  su  hijo,  e  aquel  que  no  ha 
con  el  nada,  llora»;  e  los  mandaderos  le 
preguntaron:  «Esto,  ¿como  lo  podríamos  nos 
saber?»  Y  Merlin  dixo:  «Yo  vos  lo  diré;  yd 
a  la  muger,  y  preguntalde  por  que  haze  su 
marido  tan  gran  duelo,  y  ella  os  dirá:  por 
su  hijo;  e  vos  dezid:  tan  bien  sabemos  como 
vos  que  no  es  su  hijo,  antes  es  de  aquel  clé- 
rigo, y  el  nos  dixo  el  tienpo  en  que  lo  fizo 
con  vos». 

Cap.  XLn. — Como  los  mensajeros  del  re//  le 
fueron  a  dexir  como  hallaron  a  Merlin. 

Preguntáronle  los  mandaderos  a  la  muger, 
e  dixeronle  assi  como  Merlin  les  mandara, 
e  quando  la  muger  los  oyó,  fue  mucho  es- 
pantada, e  dixo:  «Señores,  por  Dios,  mer- 
ced, e  no  vos  lo  encobrire,  ca  me  parecedes 
hombres  buenos;  mas  por  Dios  no  lo  digades 
a  mi  marido,  que  me  matara»;  y  entonces 
se  lo  descubrió  todo;  e  quando  ellos  oyeron 
esta  marauilla,  dixeron  que  no  auia  tan  buen 
niño  en  el  mundo,  y  entonces  caualgaron 
vna  jornada  donde  ora  A^erenguer,  e  dixeron 
a  Merlin:  «Agora  ha  menester  que  ayamos 
consejo  como  digamos  a  nuestro  señor,  ca 
dos  de  nos  queremos  yr  por  le  dezir  lo  que 
fallamos,  e  agora  nos  enseña  que  quieres  que 
digamos  de  ti;  ca  ñauemos  miedo  que  nos 
culpe  por  que  te  no  matamos» ;  y  Merlin  en- 
tendió que  querían  su  pro,  dixoles:  «Sabed 
como  yo  dixere  e  no  seredes  culpados;  yd  a 
Veringuer,  y  dezilde  que  me  fallastes,  e 
contalde  quanto  oystes  que  os  yo  conté;  e  yo 
le  mostrare  por  que  la  torre  no  puede  estar, 
y  que  haga  de  aquellos  maestros  lo  que  ellos 
querían  que  hiziessen  de  mi,  e  yo  le  diré 
por  que  me  mandauan  matar,  y  esto  vos 
mando:  que  hagades  de  mi  seguramente  lo 
que  vos  el  mandare» . 

Cap.  XLm. — Como  los  ynandadcros  se  fue- 
ron a  Veringuer  y  le  asseguraron  de  Merlin. 

Los  mandaderos  se  ftieron  a  Veringuer,  e 
quando  el  rey  los  vio,  fue  muy  alegre,  y  pre- 
guntóles que  auian  hecho  de  su  hazienda; 
y  ellos  dixeron:  «Señor,  lo  mejor  que  pedi- 
mos» ,  y  entonces  lo  sacaron  a  poridad  e  con- 


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L1BR08  DE  caballerías 


taronle  quanto  les  auiniera,  y  que  no  halla- 
ran a  Merlin  si  el  quisiera,  y  que  venia  a  el 
muy  de  grado,  y  el  rey  les  dixo:  «Y  ¿que 
me  dezides  agora  de  aijuel  Merlin  que  habla- 
uades?  ¿Xo  vos  embie  yo  a  buscar  el  niño 
sin  padre,  y  que  me  traxesedes  la  sangre 
del?»  «Señor,  dixeron  ellos,  este  es  aquel 
Merlin  que  nos  vos  deziamos;  bien  sabed  que 
es  el  mejor  adeuino  que  nunca  fue  sino  Dios; 
y,  señor,  todo  assi  como  nos  fezistes  jurar  e 
nos  mandastes,  todo  nos  lo  el  contó;  e  dixo 
que  vuestros  clérigos  que  no  sabian  por  que 
la  vuestra  torre  cay  a.  mas  que  vos  lo  dirá  e 
mostrara  a  vuestros  ojos  por  que  no  esta,  e 
otras  grandes  marauillas  nos  dixo  muchas; 
y  embianos  a  ver  si  queriades  estar  con  el, 
e  si  esto  quisierdes  fazer,  si  no,  y  rio  hemos 
a  matar,  ca  nuestros  compañeros  quedaron 
con  el  que  lo  guardan^).  E  quando  el  rey 
esto  oyó,  dixo:  «Si  me  vos  osardes  sobre 
vuestras  vidas  prometer  que  el  me  mostrara 
por  que  la  torre  cae,  yo  no  quiero  que  mue- 
ra». «Nos  vos  lo  otorgamos» ,  dixeron  ellos; 
y  el  rey  dixo:  «Pues  yd  por  el,  ca  mucho  he 
gran  sabor  de  con  el  hablar». 

Cap.  XLIY. — De  como  Merlin  llego  al  rey 
Veritiguer,  e  de  lo  que  le  dixo. 

Entonces  se  tornaron  los  mensajeros,  y  el 
rey  ñie  a  recebir  a  Merlin.  Tanto  ouo  gran 
sabor  de  lo  ver  por  las  grandes  marauillas 
que  del  le  dixeran.  E  quando  Merlin  vio  los 
mensajeros,  comen90se  a  reyr,  e  dixo:  «Vos 
me  segura stes  e  fiastes  a  %'uestro  señor  so- 
bre vuestras  vidas»;  y  ellos  dixeron:  «Ante 
quisimos  entrar  en  auentura  que  matarvos» , 
e  Merlin  dixo:  «Yo  vos  haré  bien  ende  es- 
capar»; e  assi  anduuieron  contra  el  rey  has- 
ta que  lo  fallaron;  y  Merlin  le  hablo,  e 
dixo  Yeringuer:  «Habla  comigo  en  pori- 
dad»;  e  sacólo  a  parte  a  el  e  aquellos  que  lo 
truxeron,  e  dixo:  «Señor,  tu  me  feziste  bus- 
car para  tu  torre  que  no  se  puede  tener,  e 
mandaste  me  matar  por  consejo  de  tus  clé- 
rigos, que  dezian  que  se  no  podria  tener  su 
torre  sino  por  mi  sangre;  mas  no  supieron 
que  dixeron  en  que  se  deuia  tener  por  mi 
sangre,  mas  fueron  engañados,  ca  deuieran 
entender  por  su  sangre,  e  assi  no  erraran  en 
la  estremonia:  verdad  le  dixo,  mas  no  lo  en- 
tendieron ellos  bien;  mas  si  tu  me  prometie- 
res que  harás  dellos  lo  que  ellos  dezian  que 
hiziesse3  de  mi,  yo  te  mostrare  por  que  tu 
torre  cae,  y  te  enseñare,  si  lo  quisieres  ha- 
zer,  por  que  se  terna» ;  y  Yeringuer  dixo: 
«Si  tu  esto  fazes,  yo  fare  dellos  quanto  tu 
quisieres»,  y  Merlin  dixo:  «Si  te  en  alguna 
cosa  mintiere,  faz  de  mi  tu  plazer:  agora 


vayamos,  e  haz  venir  los  clérigos,  e  yo  les 
preguntare  por  que  cae  la  torre,  e  tu  veras 
entonces  que  no  sabrán  negar  cosa  ni  que 
responder» . 

Cap.  XLY.  —  De  como  Merlin  dixo  al  rey 
que  los  sus  sabios  lo  querían  kazer  matar 
por  esmsar  su  muerte. 

Mando  el  rey  llenar  a  Merlin  a  la  corte 
suya,  y  embio  por  los  sabios,  e,  quando  vinie- 
ron, hizo  dezir  a  Merlin  e  al  que  fue  por  ellos 
que  les  dixesse:  «Señores  clérigos  ¿por  que 
dezides  vosotros  que  esta  torre  caya?»  Y  ellos 
respondieron:  «Nos  no  sabemos  negar  cosa 
del  caer,  mas  diremos  al  rey  como  estarla». 
Y  el  Rey  dixo:  «Yos  me  dexistes  maraui- 
llas, que  me  mandastes  buscar  hombre  que 
naciesse  sin  padre,  e  yo  no  se  como  puede 
ser  hallado» .  Y  Merlin  dixo  a  los  clérigos: 
«Señores,  vos  tenedes  al  rey  por  nescio,  ca 
si  vos  tal  hombre  fezistes  buscar,  no  lo  fezis- 
tes buscar  por  su  hazienda,  mas  por  la  vues- 
tra, ca  vos  hallastes  por  vuestras  suertes 
que  aaiades  a  morir  por  aquel  que  nascio 
sin  padre,  e  porque  ouistes  miedo  de  muerte, 
hezistes  al  rey  creer  que,  si  lo  matassen  y 
metiessen  su  sangre  del  en  el  cimiento  de  la 
torre,  que  se  ternia,  e  assi  pensastes  que 
auiades  de  fazer  matar  aquel  por  que  auia- 
des  de  morir» ;  e  quando  ellos  oyeron  lo  que 
el  niño  dezia  marauillaronse,  ca  no  cuyda- 
uan  que  ningún  hombre  supiesse  ninguna 
cosa  de  aquello  saluo  ellos;  e  fueron  mucho 
espantados,  ca  bien  supieron  que  a  morir  les 
conuenia;  y  Merlin  dixo  al  rey:  «Señor, 
agora  podej^s  bien  saber,  que  los  clérigos  no 
me  querían  hazer  matar  por  vuestra  pro, 
mas  ¡morque  lo  fallauan  en  las  suertes  que 
auian  de  morir  por  mi;  preguntaldes  ende, 
e  tan  osados  no  serán  que  vos  osen  mentir 
ante  mi»;  y  el  Rey  les  pregunto:  «¿Dize  ver- 
dad?» Y  ellos  respondieron:  «Señor,  assi  nos 
aya  Dios  merced  a  las  animas  como  el  dize 
verdad;  mas  mucho  nos  marauillamos  por 
quien  supo  todas  estas  cosas;  e  rogamosvos, 
como  a  señor,  que  nos  dexedes  tanto  biuir 
hasta  que  veamos  que  dirá  de  la  torre,  e  si 
se  terna  por  el»;  y  Merlin  dixo:  «No  ayades 
ningún  miedo  de  muerte,  hasta  que  veades 
por  que  la  torre  caya»;  y  ellos  se  lo  agrade- 
cieron mucho. 

Cap.  XLYI.—  Cotiio  Merlin  dixo  al  Rey  ¡Jor 
que  caya  su  torre. 

Pues  entonces  dixo  Merlin  a  Yeringuer: 
«¿Quieres  tu  saber  por  que  tu  obra  cae?  Sabe 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


que  so  esta  tierra  ay  vna  grande  agua,  e 
so  aquella  agua  están  dos  dragones  que  no 
veen  nada;  y  el  vno  es  bermejo,  y  el  otro  es 
blanco;  e  yazen  so  sendas  piedras  grandes 
el  vno  del  otro;  e  son  muy  fuertes,  e  quando 
sienten  el  agua  pesada  que  se  apesga  sobre 
ellos,  rebueluense,  y  el  agua  represa,  e 
quando  se  suelta  lleua  gran  fuer(,'a,  e  assi  lo 
que  es  sobre  el  agua  fecho  cae  todo,  e  assi 
cae  tu  torre  jDor  estos  dos  dragones,  y  hazlo 
catar,  e  si  lo  assi  fallares,  serán  mis  fiadores 
quitos,  e  los  clérigos  serán  culpados  que  de 
todo  esto  no  sabian  nada»;  y  el  Rey  dixo: 
«Si  esto  es  uerdad  que  tu  dizes,  tu  eres  el 
mas  sesudo  hombre  del  mundo» . 


Cap.  XLYII. — Como  Merlhi  dixo  de  los  dra- 
gones al  Reij,  e  imr  que  cana  la  torre. 

Entonces  fizo  el  rey  meter  obreros  que 
cauassen,  e  dioles  quanto  menester  auian, 
e  las  gentes  de  la  tierra  lo  touieron  a  gran 
marauilla  e  por  locura,  e  Merlin  mando 
guardar  los  clérigos,  e  los  hombres  tanto 
cauaron,  que  hallaron  el  agua  e  la  desco- 
brieron,  e  fizieronlo  saber  al  rey;  y  el  rey 
fue  alia  muy  alegre,  e  lleno  consigo  a  Mer- 
lin, e  quando  vio  el  agua  llamo  dos  de  sus 
priuados,  e  dixoles:  «Mucho  es  este  niño 
sesudo,  que  sabia  que  tan  grande  agua  corria 
so  tierra,  e  demás  dixo  que  yazian  so  ella 
dos  dragones,  mas  no  me  costara  tanto  que 
yo  no  faga  lo  que  el  dixera,  fasta  que  los 
saque»;  e  llamo  a  Merlin  e  aixole:  «Verdad 
dexistes  del  agua,  mas  de  los  dragones  no  se 
si  es  verdad»;  e  Merlin  dixo:  «No  lo  podre- 
des  creer  fasta  que  lo  veays»;  y  el  Rey 
dixo:  «¿Como  podríamos  esta  agua  tirar?» 
E  Merlin  dixo  a  Yeringuer:  «Nos  la  fare- 
nios  correr  de  aqui  lueñe  por  caños  por 
•  aquellos  llanos» .  Y  estonce  hizo  hazer  cauas 
por  donde  corriesse  el  agua,  e  Merlin  dixo 
a  Yeringuer:  «Sabe  por  cierto  que  los  dra- 
gones, tanto  que  se  sintieren  allegado  el 
vno  al  otro,  luego  se  combatirán  muy  bra- 
uamente,  assi  que  para  siempre  sera  sonada 
esta  marauilla;  y  embia  por  tus  ricos  hom- 
bres de  la  tierra  que  vengan  a  uer  la  batalla, 
ca  esto  sera  gran  significanca» ;  y  el  Rey 
embio  por  ellos,  e  contoles  quanto  Merlin  le 
dixera,  y  ellos  le  dixeron  que  les  plazia 
mucho  de  hazer  aquella  batalla,  e  pregun- 
tóle si  le  dixera  qual  dellos  vencerla,  y  el 
Rey  dixo  que  aun  no;  por  quanto  el  agua 
yua  assi  saliendo,  vieron  dos  piedras  en  el 
fondo,  e  Merlin  dixo  al  Rey:  «So  estas  pie- 
dras yazen  los  dos  dragones,  e  tanto  que  se 
sintieren  sin  agua  e  se  allegaren,  luego  se 

LIBROS    DK   OABALI.EKIAS.— 2 


combatirán,  tanto  que  el  vno  dellos  morirá»; 
e  Yeringuer  dixo  a  Merlin:  «¿Sabedes  qual 
dellos  sera  muerto  o  vencido?»  E  Merlin 
dixo:  «En  su  batalla  ha  gran  significación, 
e  yo  vos  lo  diré  de  grado  emporidad  ante 
dos  otros  de  vuestros  priuados» . 

Cap.  XLYIII. — De  como  mando  llamar  el 
Rey  a  sus  jyriuados. 

Entonces  llamo  Yeringuer  quatro  de  sus 
priuados,  e  dixoles  lo  que  Merlin  les  dezia, 
y  ellos  le  dixeron  que  le  preguntassen  antes 
que  lo  viessen  qual  dellos  vencerla,  e  que  le 
rogasse  que  le  enseñasse  como  la  batalla 
pudiesse  ser  fuera  en  el  campo;  entonces 
rogo  el  rey  a  Merlin  que  le  dixesse  qual 
vencerla,  e  que  la  batalla  fuesse  fuera,  e 
Merlin  dixo:  «¿Estos  quatro  son  bien  tus 
priuados?»  E  Yeringuer  dixo:  «Si,  mas  que 
otro  que  yo  aya»;  e  Merlin  dixo:  «Sabe  que 
el  blanco  vencerá  al  bermejo,  e  sabe  que  aura 
e  ante  muy  gran  trabajo,  e  sera  aquella 
muerte  muy  gran  significanr-a,  mas  yo  no 
te  diré  mas  ante  de  la  batalla». 


Cap.  XLIX. — De  la  haialla  de  los  drayones, 
e  de  la  muerte  del  bermejo  dragón. 

Después  que  el  agua  fue  libre,  ayuntá- 
ronse las  gentes,  e  tomaron  muchas  cuerdas 
e  cadenas,  e  sacaron  al  dragón  bermejo  assi 
como  Merlin  les  enseño,  ca  de  otra  manera 
nunca  podieran  sacar  dende  los  dragones;  e 
quando  lo  vieron  tan  espantoso  e  tan  grande, 
hizieronse  afuera,  e  desi  fueron  al  otro,  e 
sacáronlo,  e  quando  vieron  fuera,  fueron 
muy  espantados,  que  ante  era  muy  mayor  e 
mas  espantoso  que  el  otro,  e  bien  páreselo  a 
Yeringuer  que  este  deuia  uencer  al  otro. 
E  Merlin  dixo  al  rey:  «Agora  son  mis  fiado- 
res quitos»,  y  el  rey  dixo:  «A^erdad  es»,  y 
estonces  mando  Merlin  juntar  los  dragones; 
assi  que  se  sintieron,  e  tornaron  el  vno  con- 
tra el  otro,  e  tomáronse  a  dientes  e  a  vñas, 
e  nunca  oystes  hablar  de  dos  animalias  que 
tan  crudamente  se  combatiessen,  e  assi  pe- 
learon aquel  dia  e  toda  la  noche,  e  otro  dia 
hasta  hora  de  medio  dia,  que  todas  las  gen- 
tes que  lo  veyan  cuydaron  bien  que  el  ber- 
mejo vencerla,  e  do  se  combatían  en  tal  ma- 
nera, salió  al  blanco  fuego  e  llama  por  la 
boca  e  por  las  narizes  e  ardió  al  bermejo,  e 
quando  fue  muerto,  fizóse  el  blanco  presa,  e 
acostosse,  e  no  biuio  mas  de  tres  dias;  e  los 
que  esta  marauilla  vieron,  dixeron  que  nunca 
tal  viera  hombre,  e  Merlin  dixo  a  Yerin- 


18 


LIBROS  DE  caballerías 


guer:  «Agora  puedes  hazer  tu  torre  quando 
quisieres,  ca  de  oy  mas  no  caerá,  pues  que 
los  dragones  son  fuera». 

Cap.  L. — De  como  el  rey  Veringuer  mando 
fa^er  su  torre. 

Estonce  mando  Yeringuer  hazer  su  torre 
grande,  e  tan  fuerte  que  no  pudo  mas,  e  pre- 
gunto muchas  vezes  a  Merlin  que  significa- 
uan  los  dragones,  e  por  que  el  blanco  venció 
al  bermejo,  pero  el  bermejo  era  mejor  ante; 
e  íklerlin  dixo:  «Esto  es  significanra  de  mu- 
chas cosas  que  fueron  e  han  de  ser  en  esta 
tierra,  e  si  tu  quisieres  que  te  diga  la  ver- 
dad, tu  me  seguraras  ante  los  mas  priuados 
que  ouieres,  que  mal  no  rescibiere  por  ti  ni 
por  otro»;  e  Yeringuer  dixo  que  lo  assegu- 
raua  como  el  quisiesse.  «Agora  faz  llamar  a 
tus  priuados  e  los  clérigos  que  me  quisieron 
hazer  matar»;  j  el  Rey  lo  fizo  assi,  e  Merlin 
dixo  a  los  clérigos:  «Mucho  soys  sandios 
quando  cuydastes  obrar  por  arte  que  no  sa- 
biades,  e,  porque  soys  malos  e  ciegos,  no 
Quistes  cosa  de  lo  que  demandauades  por  el 
arte  de  los  elementos,  mas  vistes  que  yo  era 
nascido,  por  lo  qual  vos  vistes  que  era  mala 
señal,  e  f uestes  muy  cuytados,  ca  vistes 
vuestras  muertes;  e  aquel  que  me  vos  amos- 
tro, me  hizo  semblante  que  deuiades  a  mo- 
rir por  mi,  no  lo  hizo  sino  por  pesar  e  por 
duelo  que  ouo  porque  me  perdió,  ca  nunca 
perderá  la  manzilla,  por  quanto  yo  no  digo 
ni  predico  las  sus  obras,  e  si  quisierdes,  me 
fizierdes  matar,  mas  yo  he  tal  fuzia  en  mi 
señor  Jesu  Christo,  que  me  hizo  e  me  ha  de 
fazer,  e  tomo  muerte  e  passion  en  la  sancta 
vera  cruz  por  me  sainar,  que  el  me  guardara 
bien  de  su  engaño,  y  el  me  fara  mentiroso, 
ca  fare  que  vos  no  murrades  por  mi,  assi 
como  el  fizo  entendiente  a  vos,  si  me  prome- 
tierdes  lo  que  vos  yo  diré».  É  quando  ellos 
oj^'eron  que  no  morirán,  dixeron  que:  «No 
auia  cosa  que  nos  mandedes  que  nos  no  ha- 
gamos por  escapar  de  muerte,  ca  bien  vos 
dezimos  uerdad  que  vos  soys  el  mas  sesudo 
sabio  que  en  el  mundo  aya»;  e  Merlin  dixo: 
«Si  vos  me  jurades  sobre  vuestras  almas  que 
jamas  no  vos  entremeteredes  en  esta  arte,  e 
por  tanto  como  e  hezistes,  vos  mando  que 
vos  manifestedes  bien,  e  sabed  que  ninguno 
no  es  manifestado  si  ante  el  pecado  no  dexa, 
e  meted  vuestros  cuerpos  so  tal  poder  que 
las  almas  no  sean  perdidas,  sino  que  las 
aya  aquel  bendicto  señor  jjadre  celestial  que 
las  compro  por  el  su  precioso  cuerpo,  e  si  me 
esto  prometierdes,  no  seredes  perdidos»;  y 
ellos  se  lo  gradecieron,  e  prometieron  que 
assi  lo  harían. 


Cap.  LI. — De  como  el  rey  pregunto  a  Merlin 
de  la  significan^a  de  los  dragones. 

Pves  assi  se  libro  Merlin  de  los  clérigos  que 
lo  fizieron  yr  a  buscar  para  lo  matar;  e  to- 
dos vieron  quan  bien  se  prouo  todo  esto,  e  tan 
mesurado  fuera  contra  ellos;  gradescieron- 
selo  mucho;  y  estando  assi,  seyendo  Yerin- 
guer señor  de  los  bretones,  pregunto  A^erin- 
guer  a  Merlin,  e  dixo  que  dixesse  la  signi- 
ficanca  de  muclias  cosas  de  los  dragones,  y 
Merlin  dixo:  «Esto  es  significanca  de  mu- 
chas cosas  que  han  de  ser  en  esta  tierra,  assi 
como  ya  os  dixe;  e  avn  cosas  vos  dixe  que 
han  de  ser  de  aqui  lueñe,  e  han  de  ser  tan 
escondidas,  que  pocos  lo  entenderán  hasta 
que  fuere  j)assado;  e  agora  escuchad  e  diré» . 

Cap.  LII. — De  como  Merlin  dixo  al  rey  Ve- 
ringuer lo  que  significauan  los  dragones. 

«El,  ca,  dixo,  huyra  el  dragón  bermejo,  ca 
su  desterramiento  se  allega,  y  de  las  sus  co- 
sas se  entregara  el  blanco  dragón;  ca  este 
dragón  blanco  significan  los  sansones  que 
vos  metistes  en  la  tierra;  y  el  dragón  ber- 
mejo significa  los  bretones,  que  son  mal  tre- 
chos del  blanco;  o  puede  parescer  a  ti  e  a 
los  hijos  de  Constantenes,  como  después  te  lo 
diré;  e  otrosi,  sabe  que  los  montes  se  ygua- 
laran  con  los  valles,  e  los  rios  de  los  valles 
cerraran  sangre,  e  las  ordenes  serán  des- 
truydas,  e  a  la  cima  podra  mas  el  apremiado, 
y  el  puerco  montes  de  Cornualla  darle  ha 
ayuda;  e  por  esto  yran  los  brauos  e  bastos 
franceses  a  entrar  en  la  casa  de  Roma  ante 
la  cruzada  del,  e  su  fin  sera  dultosa;  mas 
después  del  verna  el  bermejo  alemán,  y  el 
predicador  enmudecerá,  porque  el  niño  que 
crece  en  el  vientre;  y  entonce  la  mala  an- 
danza del  blanco  se  allegara,  e  las  villas  de 
las  sus  huestes  serán  destruydas,  e  los  vien- 
tres de  las  madres  serán  vendidos,  e  sus  ni- 
ños saliran  sin  nascer  y  serán  gran  tor- 
menta de  hombres;  y  quien  estas  cosas  fara, 
vestirá  vn  hombre  de  cobre,  e  por  muchos 
tienpos  guardara  las  puertas  de  Londres 
sobre  cauallo  de  cobre;  y  después  tornarse 
ha  el  bermejo  dragón  en  sus  propias  costum- 
bres, e  trabajarse  ha  de  hazer  cruezas  en  si 
mesmo,  e  sobreuerna  vengauf/a  de  Dios  de 
mortandad  del  pueblo;  e  los  que  quedaren, 
desenpararan  su  natural  tierra;  y  el  Rey 
bendito  guisara  Nauto  y  sera  contado  en  la 
corte  entre  los  benditos,  e  leuantarse  lia  de 
cabo  el  dragón  blanco,  e  mudara  las  motas 
peleando;  y  henchirse  han  de  cabo  nuestros 
huertos  de  la  leal  simiente;  y  en  cabo  del 
peligro  enfermara;  y  después  sera  coronado 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


19 


el  bermejo  de  Alemana,  y  el  principe  de 
cobre  sera  humilde,  ca  termino  le  es  puesto 
que  no  pueda  bolar;  allende  ciento  e  cin- 
cuenta años  verna  en  el  poder  de  vn  león 
trezientos  e  holgara.  El  estonces  se  leuan- 
tara  contra  el  alguyon,  e  tirarían  las  flores 
que  lo  abrigo  e  crio.  Y  los  tiempos  serán  du- 
dosos, e  agudeza  de  las  espadas  no  quedara; 
alueñe  llegara  sus  cueuas;  y  el  dragón  de 
Alemana,  ca  la  venganza  cíe  su  traycion  so- 
breuerna,  a  la  sima  enforvarse  han  poco  a 
poco;  mas  la  decima  de  norte  nunca  le  en- 
pescera;  ca  el  pueblo  verna  en  madera  y  en 
camisas  de  fierro  que  tomaran  venganga  de 
su  maldad,  e  cobraran  a  los  antiguos  labra- 
dores en  sus  casas,  y  la  destruycion  de  los 
aleuosos  parescera,  y  el  glomo  del  blanco 
dragón  sera  roydo  de  vuestras  arcas,  e,  lo  que 
quedare  de  su  generación,  desnudados  jubro 
traerá  perdurable  seruiduubre.  Y  con  aba- 
das llegaran  su  mandar,  y  vernan  en  pos 
del  dos  dragones,  el  vno  dellos  sera  afogado 
de  embidia,  y  el  otro  se  tornara  so  sonbra  de 
su  nonbre» . 

profecía  (>) 

Después  de  estos  verna  el  león  de  la  justicia, 
de  cuyo  ruydo  las  torres  francesas  e  los  drago- 
nes de  las  insolas  tremerán;  en  aquel  dia  sera 
scripto.  El  otro  del  libro  e  de  la  sortija  de  pla- 
ta mala  para  los  labradores;  e  los  afeytados 
vestirán  lanas;  y  el  postrimero  habito  aseñorea- 
ran  sus  entrañas,  e  los  pies  de  los  labradores 
serán  tajados,  e  paz  auran  por  pocas  humilda- 
des; de  los  tormentos  se  dolerán;  afirmado  pre- 
cio sera  vendido,  e  la  meytad  sera  redonda,  e  la 
rebata  despreziaran  los  dientes  de  los 

lobos;  embotarse  han  los  cachorros  del  león  e 
se  han  en  peces  mayores,  e  su  águi- 
la nido  sobre  el  monte  Puneo,  y 
por  la  sangre  de  la  madre  e  a  casa  de 
matara  seys  hermanos;  e  la  Ínsula  sera  mojada 
con  lagrimas  lloradas  de  noche,  onde  todos  se- 
rán llamados  a  todas  las  cosas;  y  esJor(¡arse 
han  los  postrimeros  a  bolar  allende  de  las  altas 
cosas,  mas  el  otorgamiento  de  las  altas  nueuas 
sera  loado,  y  quebrantaran  la  piedad  de  los 
quales,  aposearan  fasta  que  renga  su  padre. 

profecía 

El  puerco  montes  de  los  cinco  dientes  passa- 
ra  las  altezas  de  lO'<  montes,  e  la  sombra  del 
que  tiene  el  yermo  posara,  y  ensañarse  ha  vo- 

(')  Esta,  como  las  demás  pVofecias  de  Merlín  (y  en 
general  el  texto  del  Baladro),  se  halla  redactada  en 
e  tilo  y  lengiuiie  indescifrables.  Por  añadidura,  el 
ejemplar  de  la  Bibl  Nac.  que  nos  firve  de  original 
está  ilegible  en  muchas  partes. 


mia,  e  llamara  sus  atenedores,  e  atenderá  a  es- 
perar sangre:  freno  le  sera  dado  a  sus  quexa- 
das,  que  hecho  sera  en  tierra  de  Bretaña,  y  el 
alegria  de  la  que  criara  el  tercero  niño, 

profecía 

Serán  los  llorosos  regidores  y  dexaran  los 
matos,  e  auran  dentro  en  los  muros  de  la  cibda- 
des  muerte  rara  e  no  pequeña  de  los  que  contra 
ellos  fueron,  e  tajaran  las  lenguas  de  los  otros 
e  cargaran  de  candelas  los  pescuezos  de  regido- 
res, y  serán  renouados  los  tiempos  dellos,  e 
purgaran  en  el  azeyte;  el  sexto  destruyra  los 
muros  de  Bernia,  e  tornar  los  bosques,  este  llano 
desuiara  de  las  razones,  tornara  en  vna  y  de 
cabella  de  león  sera  tornado;  su  comien<;o  sera 
baxo,  mas  su  fin  bolara  a  los  de  sus  sanos,  ca 
renouara  las  benditas  sellas;  por  la  tierra  alon- 
garan los  pastores  en  lugares  que  les  conuerna, 
e  dos  cibdades  cobrira  de  dos  mantos;  e  donas 
de  ver  se  dará  a  virgines ;  y  merescera  por  ende 
el  otorgamiento  de  Dios,  y  sera  abogado  entre 
los  benditos. 

profecía 

El  lobo  serual  saldrá,  que  passara  todas  las 
cosas,  que  parescera  destruymiento  de  su  gente, 
ca  por  el  se  perderán  ambas  las  insolas  y  sera 
de  antigua  diuinidad;  desi  tornarse 
han  los  cibdadanos  a  la  isola  y  descordanqa 
de  años  nascera,  y  el  blanco  viejo  en 

blanco  tornara  el  rio  de  Perenes,  con 

verga  blanca  medirá  sobre  el  niño, 

profecía 

Llamo  Cananura  tomo  Albania  en  compañia; 
estonce  su  muerte  de  los  estraños,  y  estonce  co- 
rrerán los  rios  sangre;  estonces  saldrán  los 
montones  armonitos,  y  serán  coronados  de  coro- 
nas de  bruas.  Cabria  sera  llena  de  alegria,  e 
los  robles  de  Cornualla  reuerdeceran;  por  nom- 
bres de  Bretas  sera  la  insola  llamada.,  y  el 
nombre  que  los  estraños  pusieren  desparara. 

profecías  de  MERLIN 

Descanaum  saldrá  el  puerco  montes  tallador 
que  dentro  en  las  bozes  francesas  vsara  la  agu- 
deza de  sus  dientes,  ca  tajaran  todos  los  mejo- 
res robres,  e  guardaran  los  menores,  y  tremerán 
ante  el  león  de  Arabia,  e  los  de  África,  ca  la 
reziedumbre  de  su  edad  yra  a  tener  la  postri- 
mera España. 

profecía 

Verna  después  desto  el  cabrón  de  Castro  lu- 
xurioso  que  aura  los  cuernos  de  oro  e  la  barua 


20 


LIBROS  DE  CABALLERÍAS 


de  plata,  que  toda  la  faz  de  la  insola  assom- 
hrara;  ])asseara  en  su  tiempo,  e  por-  abunda- 
miento de  tierra  acrescentara  las  miesses,  las 
mugeres  en  su  andar  serpientes  e  todo  su  andar 
sera  lleno  de  soberuia.  Y  renouarse  han  las 
fazes  de  Venus;  no  quedaran  las  hazes  de  lle- 
gar a  la  fuente  por  agua,  e  tornarse  han  sangre, 
e  dos  reí/es  pnr  la  leona  de  Vano  se  combatirán; 
toda  la  tierra  tornara  en  luxuria,  e  hombres  e 
mugeres  no  quedaran  de  fornicar. 

profecía 

Estos  tres  siglos  verán  todas  las  cosas,  pues 
serán  soterrados  en  ¡a  cibdad  de  Londres  se 
mostrar-a;  e  tornarse  ha  en  cabo  hanbre  e  mor- 
tandad; e  dolerse  han  las  cibdades  del  destr-uy- 
miento  de  las  cibdades;  e  sobreuer-na  el  puerco 
montes  de  cerca,  e  tornara  las  grer/es  desparti- 
das a  los  perdidos  paceres;  su  pecho  sera  man- 
jar a  los  hambrientos,  la  su  lengua  ser-a  beuer 
a  los  sedientes,  y  de  su  boca  saldrán  rios  que 
regaran  las  qiii.cadas  secas  de  los  horr.bres;  e 
sobre  la  tor-re  de  Londres  criara  rn  árbol  en 
que  ser-a  ahondado  de  tres  ramos  solos,  e  sobra- 
ra la  faz  de  toda  la  insola  por  muchedumbre  de 
sus  foja*;  a  esta  rer-na  aduersario  agudo,  e  por 
su  mal  soplo  tirara  el  tercero  ramo,  e  los  dos 
que  quedaran  como  acachados,  hasta  que  el  rno 
terna  al  otro  por  muchedumbre  de  sus  hojas,  y 
desi  aquel  terna  el  lugar  de  las  dos,  e  gouer- 
nara  a  las  aues  de  las  otras  tierras,  y  sera  nu- 
cidor  para  los  vencidos  del  padre,  ca  por  mie- 
do de  su  sombra  perderá  su  libre  ver;  y  después 
desto  verna  el  asno  de  maldad  hazedor  de  oro 
mas  peligr-oso  en  la  r-ibera  de  los  lobos;  aquella 
sazón  ordenaran  las  canallas  por  los  boscos;  y 
en  los  ramos  de  las  telias  nasceran  landr-es. 

profecía 

Y  el  mar  soberano  después  desto  cor-rera  por 
siete  partes,  y  el  rio  de  Docafire  era  siete  meses; 
los  sus  peces  moraran  con  calentura,  e  hazerse 
han  dellos  serpientes,  y  refrescar-an  los  baños 
de  Radon,  e  las  sus  aguas  sar-r-as  refrescaran, 
engendraran  muerte;  Londres  llor-ara  muerte 
de  reynte  mil  e  Camilia  mudarse  ha  en  sangre; 
los  de  las  coyundas  serán  llamados  a  las  bodas, 
e  los  baladros  dellos  serán  oydos  en  los  montes 
de  los  Alpes. 

PROFECÍA 

Nasceran  ti-es  fuentes  en  la  cibdad  de  Ven- 
conia,  e  los  sus  rios  fenderan  la  insola  en  tres 
partes;  quien  beuiere  del  rno  biue  luengamente, 
e  si  ouiere  enfermedad  no  lo  cuytara  mucho;  y 
quien  beuiere  del  otro,  desesperara  por  han- 
bre,  que  le  nunca  fillescera,  e  su  car-a  ser-a 


amarilla  e  áspera;  queriéndose  guardar  de  tanta 
mala  rentur-a,  esfori-arse  ha  a  escondella  po^- 
desuar-iades  coberturas,  y  qui  quier  que  sobre  si 
eche,  tor-narse  ha  en  piedras,  e  las  piedras  en 
agua,  e  la  leña  en  ceniza,  e  las  cosas  en  agua 
si  las  echase  sobre  otras;  a  esto  de  la  cibdad  de 
Camitin  y  del  bosco,  saldrá  rna  niña  que  jun- 
tara guarda  a  la  mencia,  que,  después  que  en- 
trase en  todas  las  ar-tes,  por  su  sojrlo  solo  saca- 
ra todas  las  fuereras  nozidores;  después  que  se 
ahondare  de  agua   sana,  tr-aera  en  la  su  mano 
diestr-a  el  nombre  de  Calidon.  y  en  la  siniestr-a 
los  muros  de  Londres,  e  por  do  qider  que  ande 
hará  baho  de  suffr-e,  que  hará  humo  por  dobla- 
da llama;  aquel  humo  nascido  los  regalara  e 
gastara  el  manjar  se  es  marinos,  y  essa  niña 
llorar-a  lagrimas  de  duelo,  e  cunplira  la  insida 
del  baladro  espantoso;  y  matara  el  cierno  de 
diez  ramos,  e  los  quatro  de  los  ramos  traerán 
coronas  de  oro,  e  los  seys  tornarse  han  en  eneró- 
nos de  búfanos,  que  j)or  su  maldad  fumo  solo 
mouera  a  las  tres  insolas  de  Bretaña;   leuan- 
tarse  han  de  daño,  e  Jablando  en  boz  de  honbre 
llamar-a:  aleñante  Cabrian,  e  junta  a  Cornua- 
lla  a  tu  lado,  e  di  a  Vicor-niay^;  ser-uara  la  tie- 
rr-a,  mudar-a  la  silla  del  pastor  do   las  naos 
apor-taran;  e  los  otr-os  miembros  vagan  en  pos 
de  la  cabeqa,  que  se  llega  el  dia  que  los  cibda- 
danos  por  el  pecado  el  jyregoner-o  despecera;  la 
blanatr-ia  de  la  vara  les  enpeqo;  y  el  desurla- 
miento  de  la  cintura  dellos,  ca  huyo  a  la  jjerju- 
rada  gente,  ca  la  noble  cibdad  sera  destruyda, 
e  por  tanto  gr-an  las  ñaues  y  de  dos  harán  vna; 
el  erizo  cargara  de  mam^anas,  e  fara  andar  las 
ñaues  de  todos  los  arboles,  e  bolueran  en  vno,  e 
añadir-a  gr-an  cerco  de  séys  cuentas  corrientes  a 
la  insola.  Y  en  cada  vna  ser-a  puesto  vn  señor 
de  diez  mili  caua lleras,  que  dará  las  leyes  a 
los  que  son  en  su  poder;  Londres  lo  mejor:  acre- 
centarse  ha   en   tres   muros.   Cor-nualla  ha  de 
cada  parte  el  rio  de  Materanisa,  e  las  nueuas  de 
la  obra  passaran  los  Alpes  y  az  dentro  en  ella; 
y  el  erizo  con  sus  man<;anas  fara  camino  por 
su  tierra;  y  en  su  tienpo  hablaran  las  tier-ras  y 
el  mar,  por-que  van  a  Francia;  en  poco  tiempo 
se  llegara  de  vna  ribera  a  otr-a,  se  oyr-an  los 
honhres,  e  la  tier-ra  de  la  insola  se  leuara,  e 
mostr-arse  han  las  cosas  escondidas  que  son  so 
el  mar,  e  Fr-ancia  con  miedo  temblara. 

profecía 

Saldrá  después  desto  el  bosco  de  Cálete  rio; 
la  Agíala  que  balara  por  rededor  de  la  insola, 
dos  años  va  ladr-ando  de  noche,  llamar-a  a  las 
rezes,  e  todo  el  linage  de  las  aues  j untaran  assi 
a  las  lauores  de  los  honbres;  irán  e  gastaran 
yernas  de  todas  naturas,  e  seguirse  lia  ende 
hambr-e  a  pueblo,  e  con  hambr-e  mortandad,  e 


BALADRO  DEL 

después  de  tanta  cuyta,  i/rse  ha  aquella  aue 
mala  por  el  valle  de  Galar,  e  leuantara  el  va- 
lle en  alto,  y  en  toda  el  alteza  del  monte  plan- 
tara vn  caruallo,  e  dentro  en  sus  ramos  liara 
nido,  e  tres  hueuos  poma  en  su  nido,  de  que  sa- 
liran  raposo,  e  lobo,  e  osso;  e  comerá,  la  raposa 
a  su  madre,  e  aura  la  cabera  de  asno,  e  pues 
tan  desemejada  fuere,  espantara  a  sus  herma- 
nos e  hacerlos  ha  fit'jr  a  Nonnandia;  i¡  ellos 
leuantaran  el  puerco  montes  de  grandes  dientes 
contra  ella,  e  tornarse  han  al  nido,  e  lidiaran 
con  la  raposa,  y  en  la  batalla  estando,  harase 
ella  que  es  muerta,  e  mudara  la  crueza  del 
puerco,  y  estando  sobre  ella,  reboluella  ha  con 
la  boca  en  el  siniestro  pie,  assi  que  le  affincara 
toda  la  carne,  e  desi  hará  su  salto,  e  del  salto 
leñarle  a  la  oreja  diestra,  y  el  rabo;  e  yrse  ha 
a  esconder  en  las  cueuas  de  los  montes;  y  el 
puerco  escarnido,  yra  buscar  el  lobo  y  el  osso, 
quel  combra  en  sus  miembros  que  el  perdió.  E 
pues  ellos  oyeron  la  razón,  prometerle  han  dos 
pies  e  orejas  e  rabo,e  que  de  si  mesmos  le  cumpli- 
rán miembros  de  puerco,  y  el  holgara,  y  entende- 
rá que  le  cumplan  su  promesa,  y  entanimientra 
decendera  la  raposa  de  los  montes,  e  mudarse 
ha  en  lobo.  E  como  auiendo  habla  con  el  ca- 
brón, llegarse  ha  arteramente  e  comerlo  ha  todo, 
o  desi  tornarse  ha  al  puerco  montes  sin  mien- 
bros,  e  atenderá  las  animalias;  y  en  tanto  que 
ellos  allegaren,  m  darlos  ha  tosté  con  su  diente: 
e  sera  coronado  de  cabeca  de  león;  en  sus  días 
nascera  la  sierpe  que  matara  los  hombres,  e por 
su  fanbre  cercara  a  Londres,  e  comerá  quantos 
por  ay  passaren.  1'  el  Rey  Motes  tomara  cabe- 
ra de  lobo,  y  emblanquecerá  sus  dientes  en  la 
fragua  de  Sauina,  e  acompañara  consigo  las 
grees  del  albrauan,  e  cambera,  que  reniendo  se- 
caran a  Canisa,  e  llamarlo  ha  asno  de  barua 
luenga;  e  mudara  su  forma,  y  enseñarse  ha  el 
puercomontes,  ellamara  el  lobo,ehazerse  ha  toro 
cornudo  entre  ellos,  e  pues  que  soltare  su  crue- 
za, comerles  ha  las  carnes  e  los  huessos;  en  el 
alteza  de  Vriana  sera  quemada;  las  siniestras 
de  huego  mudarse  han  en  sicues  que  nadaran  en 
seco,  assi  como  corrió;  los  peces  comerán  a  los 
peces,  e  los  hombres  comerán  los  hombres.  E 
quando  vinieren  a  la  vegez,  harán  sus  luzios 
marineros,  e  harán  sendas  del  mar,  cargaran 
las  ñaues,  ayuntaran  mucha  plata;  leuantarse 
han  dentro  las  andas,  y  pues  llamaran  los  re- 
yes, passaran  las  medidas  de  sus  venidas,  a  las 
cibdades  razias  encenderán,  y  derribaran  los 
montes  de  contra  si:  ayuntaran  a  si  la  fuente, 
e  cunpliran  agallas  de  engaño  y  de  maldad; 
nasceran  del  dragones  que  ha-a  venir  los  de  Ve- 
nedicia  a  batallar  a  los  robledos,  en  rno  reman, 
y  de  los  montes,  e  comentarse  han  con  los  Xer- 
xes  de  los  trenuysianos;  y  el  corcho  y  el  miato 
serán  llamados  y  cometerán  los  cuerpos. 


sabio  merlix 

profecía 


21 


Sobre  los  muros  de  Groges  nido  terna  Curma, 
e  su  seno  sera  criado;  el  asno  criarlo  ha  la  ser- 
piente; de  mal  vema;  y  metello  ha  en  muchos 
engaños,  presa  la  su  corona,  passara  las  altas 
cosas:  en  sus  dias  abaxarun  los  montes  de  com- 
paña, e  las  prouincias  stran  aba.vadas  de  sus 
matos.  Ca  sobreuerna  el  bermejo  que  auia  el  so- 
plo de  fuego  que  soplara ,  y  quemara  los  arbo- 
les, e  saldrán  del  siete  leones  que  auran  cabe- 
llas de  cabrones  desemejadas,  que  por  hedor  de 
sus  narizes  corronperan  las  mugeres,  e  no  sabrá 
el  padre  qxden  es  sufijo,  ca  arguilleceran  como 
bestias  que  sean  de  muchas  mañas,  y  puesto  y 
el  vino  enbeudarse  han  los  honbres,  y  dexaran 
de  catar  al  cielo,  e  cataran  a  la  tierra;  destos 
tornaran  estrellas  los  rostros,  e  confonderan 
los  lugares  por  do  se  an  enmendar,  y  este  se 
asañara,  e  arderá  las  mieses;  el  amor  del  cielo 
sera  denegado,  e  las  rayzes  e  los  ramos  mudar- 
se an  a  las  vezes,  e  las  estrañezas  de  las  cosas 
nueuas  serán  milagro;  y  el  resplandor  del  sol 
enfermara  por  el  deleyte  del  martirio,  y  sera 
espantoso  a  los  que  lo  touieren  ojo,  e  mudarse 
ha  en  escudo  de  Archadia  y  el  yelmo  de  Mares, 
e  gastara  la  sombra  a  la  saña  de  Meratrio,  e 
passara  los  limites;  y  el  rio  que  es  duro  como 
fierro,  mudara  la  espada  rebes;  cuytaran  las 
nueuas,  e  salira  Júpiter  por  sus  derechas  ca- 
rreras: y  Venus  lo  dexara  por  do  solia  correr; 
y  el  estrella  de  Saturno  caerá,  e  matara  los 
mortales  con  su  corona;  y  el  cuento  de  las  doze 
cosas  y  de  las  estrellas  lloraran  sus  huespedes, 
que  assi  verán  yr  que  perderá  por  gemido  los 
abracares  que  solian,  e  llamaran  los  cantores  e 
las  fuentes;  e  los  pastos  de  la  Libra  perderán 
si  esto,  fasta  que  el  carnero  lo  sacuda  de  sus 
cuernos.  }'  el  rabo  del  scorpion  criara  relanpa- 
gos,  y  el  cancrejo  barara  con  el  sol:  virgen  so- 
bira  en  el  espinado  del  sanctitan  dio,  e  hará 
cuerdas  e  flores  de  virgines  y  el  curso  de  la  luna 
tornara  en  diaco,  e  a  los  priuados  comentara  a 
llorar,  y  el  oficio  de  junio  no  tornara  ninguno, 
mas  la  puerta  cerrara;  esconderse  ha  en  las 
quebraduras  de  Diana  en  la  ferida  del  rayo, 
leuantarse  han  los  mares,  y  el  pueblo  de  las 
veeras  renouarse  an,  e  conbatirse  an  los  vientos 
por  brauo  soplo,  y  serán  de  so  rno  las  estrellas. 

profecía 

Después  desto,  rema  el  puerco  montes,  e  por- 
na  el  pueblo  con  mal  señorío,  Claudio  cercara 
y  erguirá  el  león  que  por  muchas  batallas  can- 
sara el  puerco  montes,  e  a  la  cima  barajara  el 
león  con  el  reyno,  e  passara  por  samo  las  cues- 
tas de  los  altos  hombres.  E  sobreuerna  el  toro 
a  la  batalla,  y  sera   el  león  en  el  diestro  pie. 


22 


LIBROS  DE  caballerías 


mas  quebrantara  sus  cuernos  en  los  muros  de 
Veina;  la  raposa  deuengara  el  lean,  pues  que 
Cornelia  ka  toda  con  sus  dientes  a  la  culebra  de 
lindo  colin;  e  mostrarse  ha  a  muchos  dragones,  e 
por  espantoso  poderio  despedurarse  han  mo  a 
otro.  Y  el  que  ouiere  boz,  traerá  mal  al  otro  sin 
alas;  e  fincarle  ha  en  la  frente  las  uñas  enpon- 
qoñadas,  e  la  rengan(:a  auran  los  otros,  e  ma- 
taran mo  a  otto.  V  después  rema  el  quinto 
muerto,  y  quebrantaran  lo  que  fizieren;  por  en- 
gaño de  muchas  guisas  salira  en  el  espinaro  de 
vno  con  espada,  e  partirle  ha  la  cabera  del 
cuerpo  desnudo;  salira  por  el  huerto  y  echara 
lueñe  el  rabo  diestro.  Y  el  siniestro  traerá  mal, 
ca  vestido  no  aprouechara  cosa;  e  otros  ator- 
mentaran por  espadas,  y  echarlos  ha  al  derre- 
dor del  reyno.  E  sobreuema  el  león  rugiente, 
dubdado  por  gran  crueza,  e  tornara  quinze  ra- 
zones en  vno  que  su  pasto  yra  al  bueno;  res- 
plandecerá el  gigante,  con  blanca  color  fara 
fruto  antel  blanco  pueblo,  las  riquezas  dejray- 
garan  los  principes,  e  los  de  su  poder  tornarse 
han  en  bestias  brauas. 

profecía 

E  nascera  entre  ellos  león  finchado  con  san- 
gre de  honbres,  y  meterle  han  en  la  miesse  se- 
gador, que  en  quanto  se  trabajase  de  corai¡on 
sera  apremiado,  y  pues  echare  el  señor,  sobira 
en  el  carro  en  que  vino,etirara  la  espada,  e  ame- 
narara  a  Oriente,  y  henchirá  de  sangre  los  ros- 
tros de  sus  ruedas,  Y  después  sera  hecho  pozo 
en  el  mar  que  por  si  vino;  y  de  serpiente  salira, 
e  yra  con  su  madre;  y  sera  ende  tres  toros  que 
después  que  gastaren  los  paceres,  tornarse  han 
en  arboles,  e  traerán  el  primero  azótete  de  ser- 
piente, e  tornara  las  espaldas  al  honbre;  y  el 
se  esjoi'cara  por  tomarle  el  acote,  mas  sera  cas- 
tigado del  primero  muchas  vezes,  hasta  que 
echen  el  vaso  enpon roñado.  Y  después  desto 
verna  el  labrador  de  Albana,  a  cuyo  espinazo 
verna  Ice  serpiente,  y  el  echara  a  labrar  las  tie- 
rras, e  la  tierra  emblanquecerá  con  miesses,  e 
trabarse  han  de  echar  ponroña  que  las  rñas  no 
llegan  a  las  mieses;  y  desfallecerá  el  pueblo 
por  mortal  pestilencia;  e  los  muros  de  las  cib- 
dade»  serán  destruydos;  e  la  cibdad  de  Claudis 
escapara,  y  en  poca  sazón  sera  renouada  la 
ysla,  e  desidos  verna  aqui,  e  uira  el  drago  cor- 
nudo: y  verna  vno  en  fierro,  e  caualgara  en  la 
serpiente  bolador;  e  assentarse  desnudo  en  el 
espinazo,  y  echara  la  mano  diestra  en  el  rabo , 
e  por  la  boz  del,  mouerse  han  los  mares,  e  fia- 
ran miedo  al  segundo.  Y  el  segundo  aconpa- 
ñarse  ha  con  el  lobo;  mas  en  su  juntamiento 
pelearan  por  entre  canbiadas  pestilencias,  e 
traerse  han  mal  canbiadamente,  e  braueza  de 
la  bestia  podra  mas.  ' 


profecía 

Después  deste,  verna  vna  cola  duffe,  e  con 
cuchillo,  e  traerá  la  crueza  del  león,  auran  paz 
las  generaciones  del  reyno,  y  después  fuere  aho- 
gado en  su  silla,  fiaran  las  esposas,  mas  tende- 
rán las  palpas.  En  Albatian  entristecerán  las 
prouincias  de  Aguyon,  e  abrirán  las  puertas  de 
los  templos;  y  el  alfierez  lobo  guiara  las  conpa- 
ñas, e  abrirá  a  Cornualla  con  su  rabo;  e  con- 
trastalla  ha  el  cauallero  en  carro,  que  muda  su 
pueblo  en  puerco  montes;  y  el  puerco  gastara  las 
prouincias;  y  en  fiondo  de  la  Saburna  esconde- 
rá la  caberla,  e  atra(¡ara  el  hombre  al  león  en 
el  rayo  e  claridad  de  otro;  cegaran  los  ojos  de 
los  que  lo  cataren,  y  enflaquecerá  la  plata  en 
derredor;  e  cuytaran  los  lugares,  e  sobreuema 
el  gigante  de  maldad;  e  por  agudeza  de  sus  ojos 
espantara  a  todos,  y  leuantarsé  ha  contra  el 
drago  de  Bregoña,  y  esfior<-arse  ha  por  echallo; 
y  pues  se  juntare,  sera  vencirlo  el  drago,  y  sera 
premido  de  vencedor  de  maldad;  ca  subirá  so- 
bre el  01-gullo  al  drago  alto;  e  leuantai-a  el  rabo, 
e  ferira  a  su  nido;  y  el  gigante  tomara  de  cabo 
fuerqa,  e  quebrantara  las  quijadas  con  el  espa- 
da, e  a  la  cama  emborujarlo  ha  el  drago  so  su 
rabo,  e  morirá  enponronado. 

profecía 

Pues  Merlin  profetizo  este  e  otras  cosas 
muchas,  fue  Veringuer  maíauillado  e  quan- 
tos  ay  estauan;  e  dixole  la  significan9a  de 
los  dragones,  que  era  saber:  «Ca  ya  de  mu- 
chas cosas  me  dixistes  verdad,  e  yo  vos  ten- 
go por  el  mas  sesudo  hombre  que  nunca  vi, 
e  por  ende  te  ruego  que  me  digas  lo  que  te 
demando.»  E  Merlin  dixo:  «El  dragón  ber- 
mejo, significa  a  ti,  y  el  blanco  a  los  hijos 
de  Costantenes» ;  e  quando  Veringuer  esto 
oyó,  ouo  muy  gran  pesar;  Merlin  lo  enten- 
dió, e  dixo  Veringuer:  «Quantos  ay  están 
son  de  iwj  consejo,  e  yo  quiero  que  me  digas 
la  signiñcanga,  e  ningún  pauor  no  ayas  de 
mi  ni  de  otro».  E  Merlin  dixo:  «Yo  te  diré 
que  el  bermejo  significo  a  ti,  e  dezirte  he 
por  que» . 

Cap.  Lni — Como  Merlin  dixo  al  rey  que 
los  hijos  de  Costantenes  lo  quemarían. 

«Tu  sabes  muy  bien  que  los  fijos  de  Cos- 
tantenes quedaron  pequeños  después  de  la 
muerte  de  su  padre;  e  si  tu  fueras  tal  qual 
deuieras,  tu  los  guardaras  e  los  defendieras 
contra  todos;  e  tu  bien  sabes  que  de  su  auer 
tomaste  atan  gran  tesoro,  por  que  ganaste 
el  amor  de  las  gentes  del  reyno.  E  quando 
tu  viste  que  te  amanan,  feziste  afuera  de  su 
fazienda;  porque  viste  que  no  te  podria  es- 
cusar;  e  quando  las  gentes  del  reyno  vieron 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


23 


a  ti,  e  te  dixeron  que  el  rey  Maines  no  era 
para  rey,  ca  no  auia  en  el  buen  seso  ni  jus- 
ticia, e  que  tu  fuesses  rey,  e  tu  respondiste 
sabiamente,  e  dexiste  que  tu  no  podrías  ser 
rey  mientras  Maynes  fuesse  biuo.,  e  no  dexis- 
te mas,  ca  aquellos  a  quien  tu  lo  dixiste  en- 
tendieron que  tu  querías  su  muerte,  e  por 
ende  lo  mataron,  e  pues  lo  ouieron  muerto, 
fizieronte  rey,  e  dos  hijos  que  el  auia  huye- 
ron con  pauor  de  ti;  agora  tienes  tu  su  here- 
dad; e  quando  aquellos  que  mataron  al  rey 
Maynes  vinieron  ante  ti,  fezisteslos  matar 
por  hazer  semblante  que  te  pesaua;  e  avn 
agora  tienes  la  tierra,  e  feziste  tu  torre  para 
te  guardar  de  tus  enemigos,  mas  la  torre  no 
te  puede  guardar  ni  tu  otrosi».  E  Veringuer 
entendió  bien  lo  que  Merlin  dezia,  e  supo 
que  le  dezia  verdad,  e  dixo:  «Yo  veo  bien,  e 
se  que  eres  el  mas  sesudo  honbre  del  mundo, 
e  ruégete  que  me  des  consejo,  e  que  me 
digas  si  te  pluguiere  de  qual  muerte  he  de 
morir».  E  Merlin  dixo:  «Si  yo  no  te  dixesse 
tu  muerte,  no  te  diria  la  significación  de 
entrambos  los  dragones».  Y  el  rey  le  rogo 
que  no  lo  encubriese  y  que  se  lo  agradecerla 
mucho,  e  Merlin  dixo:  «Sabed  que  el  gran 
dragón  vermejo  en  aquello  que  es  bermejo 
significa  tu  mal  pesar,  y  en  aquello  que  es 
grande  significa  tu  poder;  y  el  otro  que  es 
grande  significa  la  heredad,  que  es  de  los 
niños  que  fuyeron  con  pauor  que  los  matas- 
ses;  e  desque  se  conbatieron  tan  luengamen- 
te, significa  tu  reyno  que  touiste  tan  luen- 
gamente; e  desque  el  blanco  quemo  al  ber- 
mejo de  su  fuego,  significa  que  los  niños  te 
quemaran  con  fuego,  e  no  cuy  des  que  fuego 
ni  fortaleza  te  ha  de  guarecer  que  no  mueras 
a  sus  manos».  E  quando  Yeringuer  esto  oyó, 
fue  muy  espantado  e  dixo:  «¿Do  son  los  ni- 
ños?» Dixo  Merlin:  «Son  en  el  mar,  con 
gran  gente  que  ganaron,  e  vienense  para  su 
tierra  por  fazer  justicia  de  ti,  e  dize  por 
verdad  que  tu  feziste  matar  a  su  hermano;  e 
sabe  que  de  oy  en  tres  meses  llegaran  al 
puerto  de  Ysestre» . 

Cap.  LIY. — Como  Merlin  se  despidió  de  Ve- 
ringuer y  se  fue  para  Biuerlanda,  e  vinie- 
ron los  hijos  de  Costantenes  e  mataro?i  a 
Veringuer. 

Grande  fue  el  pesar  que  Yeringuer  ouo 
destas  nueuas,  e  pregunto  a  Merlin:  «¿Puede  i 
ser  de  otra  guisa?»  E  Merlin  dixo:  «No  puede 
ser  que  no  mueras  de  fuego  de  los  hijos  de 
Costantenes,  assi  como  tu  viste  que  el  blanco 
dragón  quemo  al  bermejo»;  e  assi  dixo  Mer- 
lin la  significanca  de  los  dragones  a  Yerin- 
guer, e  que  los  niños  venian  sobre  el.  En- 


tonces hizo  Yeringuer  asonar  toda  su  gente 
lo  mas  presto  qiie  pudo,  por  yr  contra  ellos 
al  puerto  de  Ysestre  do  auian  de  aportar,  e 
quando  sus  gentes  llegaron,  no  sabia  ninguno 
a  que  venian,  sino  los  priuados;  e  Merlin  no 
fue  ay,  ca  tan  presto  que  dixo  su  fazienda  a 
Yeringuer,  luego  se  despidió  del,  que  bien 
lo  auia  acabado  lo  que  por  el  embiara;  e 
Merlin  se  fue  entonce  para  Biuerlanda,  onde 
Blaysen  era,  e  con  tole  todas  estas  nueuas, 
e  que  las  metiesse  en  su  libro.  Por  su  libro 
las  sabemos  nos;  e  ally  estuuo  muy  gran 
tiempo,  fasta  que  los  fijos  de  Costantenes  lo 
embiaron  a  buscar. 

E  desque  Yeringuer  llego  a  Ysestre,  vie- 
ron por  la  mar  las  velas  de  las  naos  que  los 
liijos  de  Costantenes  trayan,  e  mando  a  sus 
gentes  armar  e  defender  el  puerto;  e  los 
fijos  de  Costantenes  vinieron  por  aportar. 
E  quando  todos  los  de  la  tierra  vieron  seña- 
les del  rey,  marauillaronse  mucho;  e  la 
ñaue  en  que  los  hijos  de  Costantenes  ve 
nian,  aporto  al  puerto  primero;  e  los  de 
fuera  preguntaron  que  cuyas  eran  aque- 
llas ñaues  que  alli  aportaron;  e  los  de  las 
ñaues  dixeron  que  eran  de  Padragon  y  de 
A^ter  su  hermano,  fijos  de  Costantenes,  que 
se  tornauan  a  su  tierra,  y  que  Yeringuer 
como  falso  y  desleal  se  la  poseya  luengo 
tiempo;  y  que  les  fiziera  matar  su  hermano; 
y  que  venian  de  hazer  justicia;  e  quando 
aquellos  que  estañan  en  el  puerto  vieron  que 
aquel  era  su  señor  Padragon  e  su  hermano 
A''ter,  y  que  trayan  tan  gran  gente,  y  que 
vieron  que  la  fuerga  era  suya,  dixeron  a 
Yeringuer  que  en  ninguna  causa  se  comba- 
tirían con  su  señor.  E  quando  A'eringuer  vio 
que  las  gentes  le  fallescian  y  se  tornauan  a 
Padragon,  mando  aquellos  que  entendió  que 
no  le  podrían  fallescer,  que  basteciesse  del 
castillo,  y  ellos  se  lo  bastecieron,  y  las  ñaues 
aportaron,  e  los  caualleros  salieron  armados; 
e  las  gentes  de  la  tierra  que  vieron  sus  se- 
ñores, fueronse  para  ellos  e  obedeciéronlos; 
y  rescibieronlos  muy  bien  como  a  señores;  e 
los  de  parte  de  A^eringuer  entraron  con  el  en 
el  castillo  por  se  defender,  e  los  de  fuera  los 
combatieron  tanto,  que  Padragon  fizo  poner 
fuego  al  castillo,  y  el  fuego  se  encendió  e 
ardió  el  castillo,  y  A^eringuer  e  muchos  de 
los  suyos  fueron  assi  quemados  todos  sin 
ningún  remedio. 

Cap.  LA"". —  Co)no  el  rey  Padragon  fue  ele- 
gido por  rey  e  señor;  y  como  cerco  a  An- 
gnis  en  vn  rastillo. 

Tomaron  los  niños  assi  tierra,  e  fizieronlo 
saber  por  todo  el  reyno;  y  el  pueblo,  en  que 


24 


LIBROS  DE  caballerías 


lo  supo,  Olio  gran  plazer;  e  fueron  para  ellos, 
e  las  gentes  fizieron  a  Padragon  rey,  porque 
era  mayor;  que  los  sansones  que  Yeringuer 
metió  en  la  tierra  tuuieron  sus  castillos  que 
tenian  muy  fuertes,  onde  guerreauan  muy 
fuertemente;  e  muchas  vezes  ay  perdieron 
los  christianos  e  ganaran;  e  tanto  duro  la 
guerra,  que  Padragon  cerco  a  Anguis  en  vn 
castillo,  e  duro  la  guerra  mas  de  vn  año. 
E  Padragon  se  consejo  con  los  suj'os  como 
podria  aquel  castillo  tomar,  y  en  aquel  con- 
sejo ouo  cinco  de  aquellos  que  eran  con  Ye- 
ringuer quando  Merlin  dixo  la  significan^a 
de  los  dragones  y  de  los  niños;  e  después 
apartaron  a  Padragon  e  a  Yter  a  vna  parte, 
e  dixeron  las  marauillas  que  vieran  de  Mer- 
lin, y  que  no  auia  mayor  adeuino  en  el 
mundo,  «e,  si  quisiesse,  el  tos  dirá  si  toma- 
redes  el  castillo  ü  no» .  E  quando  Padragon 
esto  oyó,  dixo:  «¿Adonde  podria  yo  fallar 
este  adeuino?» ;  y  ellos  dixeron:  «No  sabemos, 
mas  tanto  sabemos  que  el  sabe  quanto  del 
dize;  e,  si  quisiere,  el  verna,  e  sabemos  que 
es  en  esta  tierra».  «¿Pues  fallarlo  han?» 
dixo  el  rey.  «Si  señor»,  dixeron  ellos.  Y 
entonces  mando  a  todos  sus  hombres  que  lo 
buscassen  por  toda  su  tierra  y  se  lo  tru- 
xessen. 

Cap.    LYI.  —  De    como   el  rey   Padragon 
emhio  a  buscar  a  Merlin. 

Quando  supo  Merlin  que  el  rey  lo  man- 
daua  buscar,  dixolo  a  Blaysen,  e  partióse 
del;  e  fuesse  a  vna  villa  adonde  los  mensa- 
jeros eran,  y  el  llego  ay  assi  como  hombre 
que  venia  de  monte,  con  su  cuerda  de  lana 
al  cuello,  e  sus  9apatos  calr-ados,  e  vna  saya 
pequeña  toda  despedacada ,  e  los  cabellos 
rebueltos  e  la  barua  grande,  assi  que  bien 
parescia  vna  cosa  estraña,  e  assi  entro  a 
donde  los  mensajeros  comian.  E  quando  lo 
vieron,  miráronlo,  e  marauillaronse  por  el; 
y  Merlin  dixo :  « ¿No  faredes  ya  bien  el 
mando  de  vuestro  señor,  que  vos  mando 
buscar  al  adeuino  que  ha  nombre  Merlin?» 
E  quando  ellos  esto  oyeron,  dixeron:  «¿Qual 
diablo  dixo  esto  a  este  ouejero?»  Y  el  dixo: 
«Si  yo  lo  buscasse  como  vos,  mas  ayna  lo 
fallaria  que  no  vos» ;  y  ellos  se  leuantaron 
de  la  mesa,  e  fueron  a  el,  y  preguntáronle 
si  lo  conoscia  o  si  lo  viera  nunca.  Dixo  el: 
«Si,  yo  lo  vi,  y  se  bien  quien  es,  e  do  el 
esta;  sabed  bien  que  vos  lo  buscades,  mas 
no  lo  fallaredes  si  el  no  quisiere,  mas  tanto 
vos  embia  el  a  dezir  por  mi,  que  vosotros 
no  trabajedes  de  lo  buscar,  que  avnque  lo 
halledes,  que  no  se  yra  con  vos;  e  dezid  a 
los  cinco  que  dixeron  al  rey  que  el  buen 


adeuino  era  en  esta  tierra,  que  le  dixeron 
verdad,  e  dezid  al  vej  que  no  tomara  el  cas- 
tillo fasta  que  Anguis  muera;  e  sabed  que 
de  los  cinco,  que  no  fallaredes  mas  de  tres; 
que  si  buscassen  a  Merlin  por  estas  monta- 
ñas, que  lo  fallaran,  mas  si  el  rey  ay  no 
viene,  no  lo  fallara  hombre  que  ay  venga» ; 
e  los  mensajeros,  quando  esto  oyeron,  tor- 
náronse; e  al  tornar  perdiéronlo  de  vista;  e 
quando  no  lo  vieron,  signáronse  de  todo: 
<';Fallamos  con  el  adeuino,  ¿que  haremos 
ahora  de  lo  que  nos  dixo?»  Entonces  ouieron 
en  consejo  que  se  tornassen,  e  dirian  a  su 
señor  aquella  marauilla,  e  sabrian  de  los  dos 
si  eran  muertos. 

Cap.  LYII. —  Como  el  rey  Padragon  fiie  a 
huscar  a  Merlin  2)or  las  montañas. 

Luego  se  tornaron  los  mensajeros  a  la 
hueste,  y  el  rey  les  pregunto  si  fallaron 
alguna  cosa.  «Señor,  dixeron  ellos,  nos  vi- 
mos vna  marauilla  que  vos  diremos;  y  em- 
biad  por  vuestros  ricos  honbres  e  por  aque- 
llos que  vos  lo  mandaron  buscar» ;  y  el  rey 
lo  ñzo  assi,  e  sacólos  a  vna  parte;  y  ellos  le 
contaron  quanto  les  auiniera  con  el  ouejero; 
e  de  los  dos  fallarían  muertos;  e  pregunta- 
ron si  eran  muertos,  e  dixoles  que  si;  e  a 
los  que  Merlin  fizieron  buscar,  marauilla- 
ronse de  que  lo  oyeron  assi  contar,  ca  no 
cuydauan  que  otra  forma  pudiere  tomar  si- 
no la  suya;  pero  bien  les  parecía  que  nin- 
guno no  podria  dezir  aquellas  palabras  si  el 
no;  e  dixeron  al  rey:  «Nos  bien  a  ti  damos 
por  aquellas  palabras  que  aquel  es  Merlin, 
ca  no  podía  adeuinar  ninguno  la  muerte  de 
aquellos  sino  el» ;  y  estonce  les  preguntaron 
do  lo  fallaran,  y  ellos  dixeron  que:  «En  Bi- 
uerlanda  vino  a  nuestra  posada» .  y  entonces 
se  otorgaron  los  tres  que  aquel  era  Merlin 
por  que  dixeran  quel  rey  lo  fuesse  a  buscar; 
dixo  el  rey  que  dexaria  a  su  hermano  Yter 
en  la  cerca,  e  que  yria  a  Yerlanda;  e  assi  lo 
fizo,  e  lleuo  consigo  aquellos  tres  que  cuydo 
que  conocerían  a  Merlin;  e  quando  llego  a 
Yerlanda,  preguntaron  por  nueuas  del  e  no 
fallo  ende  quien  nueuas  supiesse  dezir;  e 
dixo  que  lo  yria  a  buscar  por  los  montes. 

Cap.  LYIII. — Como  el  rey  Padragon  hallo 
a  Merlin  e  fahlo  con  el. 

Estonces  caualgo  el  rey  por  las  montañas 
buscando  a  Merlin,  e  auino  assi  que  fallo 
vna  muy  gran  cauaña  de  ganados;  e  vn 
hombre  muy  raydo  e  muy  desnudo  que 
guardaua  los  ganados,  y  preguntáronle  onde 
era,  y  el  les  dixo  que  era  seruiente  de  vn 


BALADRO  DEL  SABD) MERLIN 


25 


hombre  de  Yiuerlanda,  y  el  le  dixo:  «¿Yiste 
por  aqui  a  Merlin?»  Y  el  les  respondió  e 
dixo:  «Yi  vn  honbre  anoche  qne  dixo  que 
el  rey  lo  venia  aqui  a  buscar» ;  y  el  rey  le 
dixo:  «Yo  lo  demando  saber,  ¿me  lo  as  tu 
mostrar?»  y  el  dixo:  «Yo  diria  al  Rey  tal 
cosa  que  no  diria  a  ti» ;  e  vno  de  sus  cana- 
neros dixo:  «Anda  comigo  e  mostrarte  he  al 
rey» ;  y  el  dixo:  «Por  Dios  mal  guardaria  a 
fe  mis  ganados,  ni  yo  no  he  de  andar  con  el 
rey.  mas  sy  el  quisiere  venir  a  mi,  yo  le 
diré  como  fallara  aquel  que  anda  buscando» ; 
y  el  cauallero  le  dixo:  «Yo  te  lo  mostrare»; 
y  entonce  se  lo  enseño,  e  dixole:  «Este  es  el 
rey,  agora  le  di  lo  que  dixiste  que  no  dirias 
a  otro.»  Y  el  dixo:  «Yo  se  bien  que  buscas 
a  Merlin,  mas  no  lo  puedes  hallar  hasta  que 
el  quisiere,  mas  vete  para  vna  de  tus  villas 
buenas  cerca  de  aqui,  y  el  sera  ay  quando 
tu  tueres» ;  y  el  rey  dixo:  «¿Como  sabré  que 
me  dizes  verdad?» ;  y  el  honbre  bueno  le  dixo: 
«Si  lo  tu  no  crees,  que  no  lo  hagas,  ca  follia 
es  de  hombre  creer  mal  consejo» .  Y  el  rey 
dixo:  «¿Pues  como  dizes  tuque  el  consejo  que 
es  malo?»  «No,  dixo  el,  mas  tu  lo  dizes,  e 
sabe  que  yo  te  consejo  mejor  que  tu  te  po- 
dras consejar» ;  y  el  rey  dixo:  «Yo  te  creeré» . 

Cap.  LIX. — Como  Merlin  dixo  al  rey  la 
muerte  de  Anguis. 

Fuesse  el  rey  a  vna  de  sus  villas  que  fallo 
mas  cerca  de  la  montaña,  y  el  estando  ay, 
auino  vn  dia  que  vn  hombre  bueno  vino  a 
su  casa  bien  vestido  e  bien  calcado,  e  dixo: 
«Leñadme  ante  el  rey»,  y  leuaronlo  antel, 
e  dixole:  «Señor,  Merlin  me  embia  a  ti,  y 
embiate  a  dezir  quel  fue  aquel  que  fallaste 
guardando  los  ganados;  date  por  señal  que 
el  te  dixo  que  el  vernia  a  ti  quando  el  qui- 
siese, e  dixote  verdad,  mas  no  lo  as  agora 
menester;  e  quando  lo  ouieres  menester,  el 
verna  a  ti  de  grado»  ;  y  el  rey  le  dixo: 
«Siempre  a  tal  hombre  auria  yo  menester,  e 
nunca  vue  coracon  tan  grande  en  amar  a 
hombre  ni  de  conoscer  como  a  el» ;  y  el  hom- 
bre bueno  dixo:  «Pues  tu  esto  dizes,  el  te 
embia  dezir  por  mi  buenas  nueuas,  que  An- 
guis es  muerto,  e  matólo  Yter  tu  hermano» ; 
e  quando  el  rey  esto  oyó,  fue  muy  maraui- 
llado,  e  dixo:  «¿Es  verdad?»  Y  el  dixo:  «Em- 
biadlo  a  preguntar,  e  saberlo  heys/^ . 

Cap.  LX. — De  como  Merlin  fablo  ron  el  rey 
en  vna  de  sus  villas. 

Mando  entonces  el  rey  subir  dos  hombres 
en  dos  cauallos ,  y  embiolos  a  la  hueste ;  y 
ellos,  yéndose  alia,  falláronse  con  dos  hon- 


bres  de  Huter  que  trayan  nueuas  al  rey  de 
la  muerte  de  Anguisys;  en  este  comedio 
fuesse  el  hombre  bueno  que  traya  el  manda- 
do de  Merlin;  e  los  mensajeros  tornáronse 
todos  al  rey,  e  los  qne  venian  sacaron  al  rey 
aparte  e  dixeronle  en  que  manera  matara 
Huter  a  Anguys,  e  quando  el  rey  lo  oyó. 
defendióles  assi  como  amanan  los  cuerpos 
que  no  lo  dixessen  a  ninguno.  E  assi  quedo 
el  pleyto;  y  el  rey  se  marauillo  como  Merlin 
supo  la  muerte  de  Anguys,  e  atendiólo  en 
la  villa  por  ver  si  vernia,  que  le  preguntasse 
como  muriera  Anguys,  que  avn  pocos  hom- 
bres lo  sabian;  e  vino  assi  que  el  rey  salien- 
do de  la  ygiesia,  vino  vn  hombre  bueno  ante 
el  muy  guarnido,  e  sainólo,  e  dixole:  «Se- 
ñor, ¿que  atiendes  en  esta  villa?»  Y  el  dixo: 
«Atiendo  a  Merlin» ;  y  el  hombre  bueno  le 
dixo:  «Señor,  avnque  lo  veades,  no  lo  cono- 
ceredes,  mas  fazed  llamar  a  estos  que  lo  co- 
noscen.»  Y  el  rey  llamo  aquellos  que  lo  vie- 
ran e  que  lo  deuian  bien  conoscer;  y  ellos 
dixeron  que,  si  lo  viessen,  que  lo  conoscerian; 
y  el  hombre  bueno  que  viniera  antel,  dixo: 
«¿Como  puede  aquel  conoscer  a  otro  que  a  si 
mesmo  no  conoce?»  Y"  ellos  dixeron :  «Nos  lo 
dezimos  porque  conocemos  bien  su  fazienda. 
mas  porque  lo  conoscemos  por  cara»  ;  y  el 
hombre  bueno  respondió:  «No  ha  honbre  en 
el  mundo  que  lo  pueda  bien  conoscer»  . 

Cap.  LXI.  —De  como  Merlin  descubrió  al 
rey  que  queria  ser  .§??■  amir/o. 

Llamo  entonces  al  rey  a  poridad  a  vna 
cámara,  e  dixole:  «Señor,  yo  quiero  ser 
vuestro  amigo  y  de  Yter;  e  sabed  que  yo  soy 
aquel  Merlin  que  vos  venistes  buscar,  mas 
tales  ay  que  no  me  conocen  y  cuydan  eonos- 
cerme,  e  no  saben  nada  de  mi  fazienda;  e 
mostrarvoslo  he;  llamad  aquellos  que  dizen 
qne  me  conoscen,  e  tanto  que  me  vieron  co- 
noscerme  han,  pero  que  me  agora  ante  no 
conoscieron» ;  y  el  rey  salió  fuera  e  llamólos; 
y  entretanto  mudo  Merlin  su  forma,  e  tomo 
la  forma  en  que  ellos  le  vieron  en  casa  de 
Yeringuer,  e  tanto  que  ellos  lo  vieron,  dixe- 
ron: «Señor,  nos  vos  dezimos  verdaderamen- 
te que  este  es  Merlin»;  y  el  rey  se  sonrrio, 
e  dixo:  «Catad  si  lo  conoscedes  bien» ;  y  ellos 
dixeron:  «Verdaderamente  sabemos  que  este 
es  Merlin»;  y  el  dixo:  «Señor,  verdad  dizen, 
mas  agora  me  dezid  lo  que  quisieredes» .  Y 
el  rey  dixo:  «Yo  querria  ser  muy  vuestro 
allegado  si  Vv,s  pluguere,  ca  a  muchos  oyó 
dezir  que  soys  muy  sesudo  e  de  buen  conse- 
jo» ;  e  Merlin  dixo:  «Ya  no  me  demandaredes 
consejo  ni  al,  que  no  vos  diga  si  lo  supiere» . 
«Agora  vos  ruego,  dixo  el  rey,  que  me  diga- 


26 


LIBROS  DE  caballerías 


des  si  fable  con  vos  después  que  fuy  en  esta 
villa» ;  y  el  dixo:  «Señor,  yo  soy  aquel  que 
vos  dixo  de  la  muerte  de  Anguvs» . 


Cap.  LXTT. — Como  Merlin  dixo  al  rey  la 
manera  de  la  muerte  de  Anguys. 

E  quando  el  rey  e  los  que  con  el  estauan 
esto  oyeron,  marauillaronse,  y  el  rei  dixo  a 
los  otros:  «Mal  conoscedes  vos  a  Merlin» ;  y 
ellos  dixeron:  «Xunca  tal  cosa  le  vimos  fazer. 
mas  bien  sabemos  que  lo  fara  si  quisiere» ; 
y  estonce  pregunto  el  rey  a  Merlin  como 
fuera  la  muerte  de  Anguys,  y  el  dixo:  «Yo 
lo  supe  quando  venistes  acá  que  Anguys 
quiso  matar  a  vuestro  hermano,  e  fuy  yo  a 
el,  y  el  creyóme  ende,  e  guardóse,  ca  yo  le 
dixe  el  consejo  y  el  ardimiento  de  Anguys. 
que  tomo  para  venir  de  noche  a  matallo  a  su 
tienda  solo  por  medio  de  la  hueste,  e  creyó- 
me ende  Uter,  e  velo  toda  la  noche  solo, 
que  no  lo  dixo  a  ninguno,  e  armóse  muy 
bien  e  atendiólo» . 


Cap.  LXm.  —  Como  Merlin  dixo  al  rey  que 
Vter  »u  liermaiu)  no  sabia  quien  le  auia 
dado  el  consejo. 

«Assi  guardo  vuestro  hermano  la  noche  su 
tienda,  e  Anguys  vino,  e  dexolo  entrar,  e 
fue  al  lecho;  e  quando  no  lo  fallo,  pesóle;  e 
Vter,  que  estaua  a  la  puerta,  conbatiose  con 
el,  e  matólo,  ca  Yter  era  armado  e  Anguys 
desarmado» ;  e  quando  el  rey  esto  oyó,  mara- 
uillose,  e  dixo  a  Merlin:  «¿Quel  forma  fablas- 
tes  con  mi  hermano,  ca  me  marauillo  como 
vos  creo?» .  «Señor,  dixo  el,  yo  tome  forma  de 
honbre  bueno  sesudo  e  viejo,  e  fable  con  el 
en  poridad,  e  dixele  que  si  aquella  noche  no 
se  guardase,  que  no  auia  al  sino  muertes»; 
y  el  rey  le  pregunto:  «¿Dexisteles  quien  era- 
desV» ;  y  Merlin  dixo:  «Aun  el  no  sabe  quien 
se  lo  dixo,  fasta  que  vos  se  lo  digades;  y  por 
esto  os  embie  a  dezir  con  vuestros  honbres 
que  no  auriades  el  castillo  fasta  que  Anguys 
fuesse  muerto».  «Amigo,  dixo  el  rey,  vos 
y  redes  comigo,  ca  mucho  me  es  menester 
vuestra  ayuda».  Merlin  dixo:  «No  es  hora, 
que  aun  quanto  mas  ayna  me  fuesse  con  vos, 
tanto  mas  ayna  se  quexarian  vuestras  gen- 
tes quando  viese  que  me  creyerdes;  mas  si 
vierdes  viiestra  pro,  no  me  dexedes  ende  de 
creer,  ca  yo  vos  tirare  todo  vuestro  pensar»; 
y  el  rey  dixo:  «Vos  me  dexistes  e  fezistes 
que  si  es  verdad  de  mi  hermano  que  le  sal- 
uastes  de  muerte,  ca  nunca  vos  dudasse». 
«Señor,  dixo  Merlin,  ydvos  y  preguntad  a 
vuestro  hermano  quien-  le  dixo  lo  que  yo  a 


vos  dixe,  e  si  vos  lo  supiere  dezir,  no  me 
creades  desto  ni  de  al,  e  sabed  que  yo  fablare 
con  vuestro  hermano  en  aquella  forma  que 
con  el  fable,  mas  guardadvos  questo  no 
digades  assi  como  amades  a  mi  a  ninguno; 
ca  si  os  yo  fallasse  en  esta  mentira,  nunca  os 
creerla  en  esto  ni  en  al»;  y  el  rey  lo  otorgo, 
e  dixo  que  lo  queria  prouar;  y  Merlin  dixo: 
«Yo  quiero  que  me  prouedes  en  todas  las 
maneras  que  pudierdes,  e  yo  hablare  con 
vuestro  hermano,  del  dia  que  vos  con  el 
fablardes  a  onze  dias» . 

Cap.  LXn". — De  como  Merlin  se  de^j)idio 
del  señor  rey  Padragon,  y  de  Vter  sti  her- 
mano, y  se  fue  a  Blayscn. 

Assi  se  conoscio  Merlin  con  Padragon,  y 
despidióse  del,  e  tornóse  a  su  maestro  Blaysen 
e  dixole  todas  estas  cosas,  y  el  púsolas  en 
scripto,  e  por  el  lo  sabemos  nos  agora;  e  tor- 
nóse Padragon  a  su  hermano,  e  quando  llego, 
sacólo  a  parte,  e  contole  la  muerte  de  An- 
guys como  se  lo  contara  Merlin,  y  pregun- 
tóle si  era  verdad,  e  Yter  dixo  que  si;  «mas 
assi  me  ayude  Dios,  vos  me  dexistes  cosa 
que  yo  no  pensaua  y  que  otro  lo  sabia,  sino 
Dios  e  vn  honbre  bueno  viejo  que  me  lo  dixo, 
en  poridad.  Señor,  dezidme  ¿quien  vos  lo 
dixo?  ca  mucho  me  marauillo  como  lo  podis- 
tes  saber.»  E  Padragon  le  dixo:  «Bien  lo 
podedes  saber,  mas  tanto  me  dezid,  ¿quien 
fue  aquel  honbre  viejo  que  os  saino  de  muer- 
te? Ca  me  paresce  que  Anguys  os  matara  si 
no  fuera  por  el»;  e  Yter  respondió:  «Señor, 
por  la  fe  que  yo  deuo  a  Dios  e  a  vos,  que 
soys  mi  hermano  e  mi  señor,  que  no  se  quien 
fue,  mas  mucho  me  paresce  honbre  bueno  y 
sesudo,  e  assi  le  crey  cosa  que  no  le  deuiera 
creer» . 


Cap.  LXY. — Como  Padragon  fablaua  con 
su  hermano  Vter. 

«Hizo  muy  grande  ardimento  el  que  en 
medio  de  la  nuestra  hueste  en  mi  tienda  me 
queria  matar»;  e  Padragon  dixo:  «¿Conos- 
ceriades  aquel  hombre  bueno  viejo,  si  lo  vies- 
sedes?»  E  Yter  dixo  que  si  muy  bien,  «Yo 
vos  fago  fianza,  dixo  Padragon,  que  de  oy  a 
onze  dias  fable  con  vos,  mas  todo  aquel  dia 
no  vos  partiredes  de  mi»;  y  Merlin,  que  todo 
esto  sabia,  dixo  a  Blaysen  quanto  los  herma- 
nos fablaron,  e  como  lo  queria  prouar  el  rey; 
e  Blaysen  le  pregunto:  «¿Que  queredes 
hazer?»  Y  ^Lerlin  le  dixo:  «Ellos  son  man- 
cebos, e  yo  quiero  les  yr  a  dezir  vna  pie9a 
de  su  voluntad» . 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


27 


Cap.  LXYI.  — Como  Merlin  vino  a  fahlnr 
con  Vter  en  figura  de  mo(o. 

«Yo  se,  dixo  !Merlin,  vna  dueña  que  Yter 
amana,  j  llenarle  ynas  letras  que  me  crea 
de  su  parte;  e  yo  se  todas  sus  poridades,  e 
quando  se  las  dixere,  marauillarse  ha  mucho, 
o  assi  passaran  los  onze  dias  que  me  verán  e 
no  me  conocerán;  e  otro  diade  mañana  mos- 
trarme a  anbos  de  so  vno,  e  agradecérmelo 
han» :  mas  assi  como  lo  dixo,  assi  lo  hizo;  e 
vino  al  onzeno  dia,  e  tomo  forma  de  vn  sir- 
uiente  de  su  amiga  de  Yter,  e  fnesse  a  el,  e 
dixole:  «Señor,  mi  señora  vos  embia  a  salu- 
dar, e  vos  enbia  estas  letras»;  e  Yter  las 
tomo,  e  ouo  ende  gran  plazer.  ca  biencuydo 
que  assi  era,  e  fizólas  leer,  e  fallaron  en  ellas 
que  dezia  quecreyessen  el  mandadero,  e  Mer- 
lin le  dixo  lo  que  entendió  en  que  mayor  sa- 
bor auria ,  e  assi  estuuo  Merlin  todo  aquel  día 
con  el  rey,  e  quando  vino  contra  la  noche, 
marauillose  el  rey  e  de  Merlin  que  no  vinie- 
ra alli  como  pnssiera  con  el;  e  todo  aquel  dia 
lo  atendió  fasta  la  noche,  e  toda  la  noche;  e 
otro  dia  de  mañana,  tomo  Merlin  aquella 
forma  con  que  hablara  con  Yter,  e  quando  le 
vio  Yter,  pingóle  mucho  con  el,  e  fue  a  dezir 
al  rey  que  el  hombre  bueno  viniera  que  le 
guardase  de  muerte,  e  al  rey  pingóle  mucho 
con  el,  mas  estaña  en  vn  gran  pleyto,  y 
pesóle  porque  ende  tan  tarde  se  partía,  y 
entre  tanto  fablo  Yter  con  el  honbre  bueno, 
e  dixole:  «Señor,  vos  me  saluastes  de  muerte, 
mas  marauillome  como  me  contó  mi  herma- 
no lo  que  me  vos  dexistes  e  lo  que  yo  hize, 
e  dixo  que  auiades  de  venir  a  noche  a  mi,  e 
rogóme  que  si  hablassedes  comigo,  que  se  lo 
fiziesse  saber,  e  yo  le  dixe  que  ya  venistes, 
e  marauillose  porque  tardauades  tanto^  e  yo 
mucho  me  marauillo  quien  le  dixo  lo  que  me 
dexistes»;  y  el  honbre  bueno  dixo:  «No  lo 
supiera  yo  si  alguno  no  me  lo  dixesse»;  e 
Yter  fue  por  el  rey,  mando  a  los  porteros 
que  no  dexassen  entrar  a  ninguno  en  aquella 
casa  donde  salían;  e  como  Yter  fue  fuera, 
Merlin  tomo  forma  del  simiente  que  las 
letras  truxera;  e  quando  ellos  tornaron  e 
fallaron  al  simiente,  fue  Yter  espantado,  e 
dixo  al  rey:  «Marauillas  veo,  ca  dexe  agora 
aquí  al  honbre  bueno  que  os  dixe,  e  agora 
no  hallo  sino  este  honbre  bueno  moQo;  aten- 
ded vos  aquí,  e  yre  a  preguntar  a  los  porte- 
ros sí  vieron  alguno  de  aquí  salir,  o  entrar 
este  moco  acá».  E  Yter  salió  fuera,  y  el  rey 
quedo,  e  comento  a  reyr  fieramente;  e  Yter 
pregunto  a  los  porteros  si  vieron  alguno  salir 
o  entrar;  e  dixeron  ellos:  «Señor,  no  a  otro 
sino  al  rey  e  a  vos» . 


Cap.  LXYn.—  Como  Merlin  en  su  derecha 
forma  se  hixo  conoscer  al  rey  e  a  su  her- 
mano. 

Tornóse  entonces  el  rey  a  Yter,  e  dixo: 
«Señor,  no  se  que  puede  ser  esto» .  Y  pre- 
gunto al  moQo:  <:Tu,  ¿quando  veníste?» 
«Por  buena  fe,  aquí  era  yo  quando  vos  fa- 
blastes  con  el  honbre  bueno» ;  e  Yter  se  san- 
tiguo, y  dixo:  «Por  buena  fe,  nunca  a  hon- 
bre vino  lo  q\ie  a  mi» .  Y  el  rey  ouo  muy 
gran  plazer,  ca  bien  supo  en  su  coraron  que 
aquel  era  Merlin,  e  dixo:  «Hermanó,  no 
pensaua  yo  que  me  míntiessedes» ;  y  el  dixo: 
«Señor,  yo  so  tan  espantado,  que  no  se  que 
os  diga»;  y  el  rey  le  pregunto:  «¿Quien  es 
aquel  moco?»  «Señor,  dixo,  el  que  anoche 
me  dio  las  letras  ante  vos» ;  y  el  Rey  dixo: 
«¿Conoceyslo  bien?»  «Si  señor,  dixo  el,  muy 
bien»;  y  el  Rey  dixo:  «Este  me  paresce  el 
hombre  bueno  por  que  aquí  me  fizistes  venir» ; 
e  Yter  dixo:  «Señor,  esto  no  puede  ser»;  y 
el  Rey  dixo:  «Salgamosnos  fuera,  e  si  el 
quisiere,  bien  lo  hallaremos»;  estonces  sa- 
lieron, e  a  cabo  de  una  pieoa  dixo  el  rey  a  vn 
cauallero:  «Y'd  a  ver  quien  esta  alia  dentro» , 
y  el  cauallero  entro,  e  hallo  vn  honbre  bueno 
en  vn  lecho  posado,  e  torno  al  rey,  e  dixo- 
selo.  Quando  Yter  lo  oyó,  fue  muy  espan- 
tado, e  fueron  alia,  e  dixo  el  rey:  «Yedes  aquí 
sin  falta  el  hombre  bueno  que  os  guáreselo 
de  muerte»;  e  quando  el  lo  oyó,  ouo  gran 
plazer,  y  pregunto:  «¿E  quereys  que  diga 
vuestro  nombre  a  mi  hermano?»  Y  el  hom- 
bre bueno  dixo:  «Quiero»;  y  el  rey,  que 
bien  conocía  a  Merlin,  dixo:  «Hermano,  ¿do 
es  el  moco  que  os  truxo  las  letras?»  E  Yter 
dixo:  «Agora  estaña  aquí;  ¿que  lo  quereys?» 
Y"  el  rey  y  Merlin  comenr-aron  a  reyr;  y  Mer- 
lin dixo  al  rey  en  porídad  lo  que  dixera  a 
Yter  de  su  amiga;  y  el  rey  dixo  a  Yter: 
«Hermano,  perdistes  el  moQO  que  os  traxo 
las  letras»;  e  Yter  se  marauillo,  e  dixo: 
«¿Por  que  lo  dezís?»  Y  el  dixo:  «Por  las  bue- 
nas nuenas  que  os  traxo  de  vuestra  amiga  e 
no  le  distes  recaudo» ;  e  Yter  dixo:  «¿E  vos 
que  sabeys?»  Y  el  rey  dixo:  «Yo  os  diré 
quanto  ende  se  ante  este  honbre  bueno» ;  e 
Yter  dixo:  «Mucho  me  plaze»  (ca  el  bien 
pensaua  que  ninguno  lo  sabia  sino  aquel  que 
se  lo  dixo);  y  el  rey  se  lo  contó  todo,  assi 
como  el  niño  se  lo  dixo. 

Cap.  LXYIIL — Como  el  Rey  dixo  a  su  her- 
mano que  Merlin  se  pedia  mudar  en  otra 
forma. 

Yter,  quando  lo  oyó,  marauillose  mucho,  e 
dixo:    «Por  Dios,  hermano,  dezídme  si  os 


28 


LIBROS  DE  caballerías 


plaze  ¿como  sabedes  estas  marauillas  que  me 
dezis?»  Y  el  rey  dixo:  «Dezirvoslo  he  si 
quisiere  este  hombre  bueno»,  e  A'ter  dixo: 
«Y  ¿que  ha  el  honbre  bueno  que  ver?»  Y^  el 
rey  dixo:  «Yo  no  vos  puedo  cosa  dezir  si  el 
no  me  lo  mandara»,  y  estonces  cato  Vter  al 
hombre  bueno,  e  dixole:  «Señor,  yo  os  ruego 
que  digades  a  mi  hermano,  si  vos  pluguiere, 
que  me  diga  lo  que  le  pregunto» ;  y  el  hon- 
bre bueno  le  dixo:  «ilucho  me  plaze  que  vos 
lo  diga» ,  y  estonces  dixo  el  rey:  «Hermano 
¿no  sabeys  quien  este  hombre  bueno?  sabed 
que  este  es  el  honbre  mas  sesudo  y  mas  sa- 
bido que  yo  se  ni  a^a  en  el  mundo,  e  que 
mas  menester  auemos;  y  sabed  que  ha  tal 
poder  como  yo  vos  diré,  ca  ningún  viejo  ni 
moco  vino  a  vos  sino  el,  y  este  es  el  que  vos 
dixo  vuestras  poridades  e  de  vuestra  amiga» . 
E  quando  Yter  lo  oyó,  fue  ende  marauillado, 
e  dixo:  «Señor,  ¿como  yo  podria  esto  creer? 
ca  esta  es  la  mayor  marauilla  del  mundo.» 
Y  el  rey  dixo:  «Assi  lo  creed  como  a  la  cosa 
del  mundo  que  mas  verdad  sea»;  y  el  dixo: 
«Esto  no  podria  yo  creer  si  no  lo  supiesse  de 
otra  guisa» .  Entonces  rogo  el  rey  a  Merlin 
que  le  fiziesse  alguna  demostranoa,  si  le  plu- 
guiesse.  porque  lo  creyesse;  y  el  onbre  bueno 
les  dixo  que  saliessen  fuera,  e  tanto  que 
salieron  fue  el  empos  dellos  en  forma  de 
niño,  e  llamo  a  Yter,  e  dixole  que  se  queria 
yr,  e  que  le  dixesse  que  diria  a  su  señora; 
y  el  rey  llamo  a  su  hermano,  e  dixole  en 
secreto:  «Hermano,  ¿que  vos  paresce  deste 
niño?  agora  podreys  creer  que  es  este  el  que 
con  vos  fablo».  E  Yter  dixo:  «Señor,  yo  soy 
tan  spantado,  que  no  se  que  os  diga» .  «Her- 
mano, dixo  el  rey,  sabed  que  este  es  el  que 
os  dixo  que  Anguys  os  queria  matar,  y  el 
que  vos  traxo  las  letras,  y  el  que  hablo  con 
vos  en  casa,  y  el  que  yo  fuy  a  buscar  a 
Yberlanda;  e  a  tal  poder,  que  sabe  todas  las 
cosas  hechas  e  dichas,  e  gran  pier-a  de  las 
que  han  de  ser;  e  por  esto  querriale  rogar 
que  biuiesse  con  nos  e  fiziessemos  por  su 
consejo  toda  nuestra  fazienda» .  Y  Yter  res- 
pondió: «Si  a  el  pluguiesse,  gran  bien  seria, 
ca  mucho  nos  cumpliera  tal  honbre  como 
vos  dezides» , 


Cap.  LXIX. —  Como  Merlin  quedo  con  el  rey 
e  co-n  su  hermano,  e  fue  su  priuado. 

Entonces  rogaron  ambos  los  hermanos  a 
Merlin  que  quedasse  con  ellos;  e  fizieronle 
pleyto  quel  creyese  de  quanto  el  les  dixesse, 
e  ilerlin  dixo  a  Yter:  «Agora  podedes  saber 
que  yo  se  todas  las  cosas,  que  vos  dixe  de 
vuestra  muerte  e  de  vuestros  amores  lo  que 


cuydauades  que  ninguno  no  sabia».  E  Yter 
dixo:  «Yos  me  dixistes  de  toda  verdad,  por 
ende  querria  que  biuiessedes  con  mi  her- 
mano»; y  Merlin  dixo:  «Yo  quedare  con 
el  de  grado,  mas  quiero  que  sepays  mi  ha- 
zienda  en  poridad;  sabed  que  a  mi  conuiene 
a  las  vezes  por  fuerza  de  natura  andar  en  el 
ayre  por  cima  de  las  gentes;  mas  en  todos 
los  lugares  que  yo  fuera,  me  nenbrare  de 
vuestra  fazienda  mas  que  de  hazienda  de 
otro.  E  quando  yo  supiere  que  mi  consejo  os 
es  menester,  veniros  he  a  consejar,  e  tanto 
os  ruego  que  si  me  quisierdes  auer,  que  no 
os  pese  quando  me  fuere;  e  quando  viniere, 
recebirme  bien  ante  vuestras  gentes,  e  los 
buenos  amarme  han  por  ende;  e  los  malos 
que  a  vos  desamaren,  desamaran  a  mi;  e  si 
vos  buen  recebimiento  me  mostrardes,  no  lo 
osaran  prouar,  e  sabed  que  no  mudare  mi 
forma  de  gran  tienpo,  sino  a  vos  en  poridad; 
yo  me  yre  agora  en  esta  forma  en  que  estoy, 
y  después  fare  parecer  que  me  torno  en  la 
forma  en  que  las  gentes  me  conoscen;  e 
quando  yo  viniere  a  vuestra  casa,  y  me  co- 
nocieren, yrvos  han  a  dezir:  he  aqui  el 
buen  adeuino.  E  vos  fazed  semblante  que 
soys  alegre  por  ello.  E  quando  ellos  os  di- 
xeren  algo,  preguntadme  osadamente,  e  yo 
vos  daré  recaudo  a  todo» . 


Cap.  LXX. — Como  el  rey  reseihio  a  Merlin 
y  le  hixo  mucha  honrra. 

Asi  quedo  ]\[erlin  aquella  noche  con  Pa- 
dragon  e  con  Yter;  assi  se  conoscio  con  ellos; 
e  la  mañana  despidióse  dellos  por  infinta  de 
se  yr  para  su  posada,  e  salióse  en  semejan9a 
del  mo^o  que  traxera  las  letras;  e  tanto  que 
fue  fuera  de  la  villa,  mudóse  en  aquella 
forma  que  lo  conoscian  las  gentes,  e  tornóse 
a  casa  del  rey,  e  quando  aquellos  que  solian 
ser  priuados  de  Yeringuer  lo  vieron,  e  que 
bien  lo  conoscian,  fueron  ende  bien  alegres, 
e  fueron  al  rey  y  dixeron:  «He  aqui  a  Mer- 
lin» ,  Y  el  rey  fizo  semblante  que  le  plazia 
mucho,  e  fue  contra  el,  e  los  que  yuan  con 
Merlin  dixeronle:  «Catad  aqui  el  rey  que  os 
viene  a  recebir» ;  e  grande  fue  el  plazer  que 
Merlin  ouo  con  el  rey,  y  el  rey  con  el,  e 
leuolo  a  su  posada,  e  los  que  lo  conocían, 
dezian  al  rey:  «Yedes,  señor,  aqui  el  mejor 
adeuino  que  en  el  mundo  ay,  mas  pregun- 
talde  como  tomaremos  el  castillo,  e  que  os 
diga  que  arma  puede  auer  vuestra  guerra  e 
de  los  sansones,  ca  el  vos  dirá  si  quisiere»; 
y  el  rey  dixo  que  se  lo  preguntarla,  mas 
dexolo  por  le  fazer  honra  en  razón  del  rece- 
bimiento. 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


21) 


Caí*.  LXXI. —  Como  Merliii  aconsejo  al  reí/ 
que  aiiria  el  castillo. 

Cuando  fue  hora  de  tercia,  fizo  el  rey  lla- 
mar sus  priuados,  e  pregunto  a  Merlin  de  lo 
que  le  consejaron  que  le  preguntasse.  «Ami- 
go, dixo  el  rey,  yo  oy  dezir  que  soys  muy 
sesudo  e  muy  buen  adeuino;  ruégeos  que,  si 
vos  quereys  que  yo  haga  siempre  lo  que  vos 
quisierdes,  que  me  digayscomo  podria  tomar 
el  castillo  de  los  sansones  qxie  son  en  esta 
tierra,  si  los  podre  ende  sacar» .  E  dixo  Mer- 
lin: «Si  yo  sesudo  so,  agora  lo  podedes  ver 
e  prouar;  sabed  que  después  que  perdieron 
a  Anguis,  que  nunca  ouieron  sabor  sino  de 
dexar  la  tierra,  y  enbiad  con  ellos  fablar  y 
enbiarvos  han  dezir  que  os  darán  por  parias 
cada  año  diez  caualleros  armados,  e  diez 
donzellas,  e  cient  falcones  e  galgos,  e  cient 
cauallos,  e  cient  palafrenes» ;  y  el  rey  enbio 
saber  por  su  priuado  e  por  otros  dos  caualle- 
ros; y  Merlin  le  dixo  que  pidiessen  tregua 
de  parte  del  rey,  e  los  caualleros  fueron 
luego  al  castillo,  e  pidieron  tregua  por  dos 
meses,  e  los  del  castillo  dixeron  que  se  con- 
sejarían; y  estonces  se  tiraron  a  vna  parte  e 
dixeron:  «Nos  recebimos  gran  perdida  en  la 
muerte  de  Anguis,  y  demás  no  auemos  que 
comer,  demos  la  tregua  al  rey  y  enbiemosle 
dezir  que  se  vaya,  e  nos  tememos  el  castillo 
e  darle  hemos  en  renta  diez  caualleros  ar- 
mados, e  diez  donzellas,  e  cien  falcones,  e 
cient  galgos,  e  cient  cauallos,  e  cient  pala- 
frenes»; e  a  esto  se  acordaron,  e  dixeron  a 
los  mensajeros,  y  ellos  se  tornaron  e  dixeron- 
lo  al  rey,  e  a  Merlin,  e  a  los  ricos  honbres; 
e  todos  fueron  ende  marauillados  por  el  gran 
saber  de  Merlin;  e  quando  el  rey  lo  oyó, 
pregunto  a  ]\Ierlin  que  faria,  y  Merlin  dixo: 
«No  faredes  al  por  mi  consejo,  ca  mucho  mal 
verna  ende  después  a  la  tierra;  mas  agora 
les  embiad  a  dezir  que  sin  mas  tardar  que 
se  salgan  del  castillo,  ca  vos  bien  sabeys  que 
no  han  cosa  de  comer,  e  que  los  foreys  mo- 
rir mala  muerte;  e  si  se  quisiere  salir,  que 
los  dexareys  yr  a  saluo  y  les  direys  en  que 
vayan»;  e  quando  ellos  esto  oyeron,  nunca 
tan  gran  plazer  ouieron,  ni  otra  tregua  de- 
mandaron; e  assi  como  Merlin  lo  dixo,  asssi 
lo  fizo  el  rey. 

Cat.  LXXIL  — /Je  Cuino  los  del  casüllo  finie- 
ron plei/tesift  con  el  reí/;  ij  se  fueron-  ¡/  dc- 
xaron  el  castillo. 

Otro  dia  de  mañana,  enbio  el  rey  sus 
mandaderos  con  esta  enbaxada  al  castillo;  e 
quando  ellos  esto  oyeron  que  se  podryan  yr 
en  saino,  y  que  se  vian  sin  señor  que  los 


consejasse,  dexaron  el  castillo  al  rey;  y  el 
los  hizo  guiar  al  puerto,  e  dioles  ñaues  en 
que  se  fuessen;  e  assi  supo  Merlin  la  fazien- 
da  de  los  sansones,  e  assi  fizo  Padragon  lo 
que  le  el  mando,  e  assi  fueron  echados  los 
sansones  de  la  tierra  por  consejo  de  Merlin, 
sino  aquellos  que  quisieron  quedar  por  cati- 
nos del  rey,  para  le  dar  rentas;  e  assi  quedo 
^lerlin  señor  de  los  consejos  e  de  las  porida- 
des  del  rey,  e  assi  biuio  con  el  gran  tienpo 
fasta  que  fablo  con  el  rey  vn  gran  hecho,  e 
peso  a  vno  de  sus  ricos  hombres,  e  tanto,  que 
vn  dia  vino  aquel  rico  honbre  al  rey,  e  dixo- 
le:  «Señor,  marauillome  de  que  creeys  a  este 
honbre  que  no  ha  seso  sino  por  el  diablo,  e 
quanto  vos  dize,  por  el  diablo  vos  lo  dize;  e 
yo  vos  lo  fare  ver  si  ijuisierdes» ,  y  el  rey 
dixo:  «Quiero,  mas  de  guisa  que  [no]  lo  asa- 
ñades»,  y  el  dixo:  «No  lo  asañare  ni  le  diré 
pesar» ;  y  el  rey  lo  otorgo  asi.  Y  el  rico  hon- 
bre fue  alegre,  e  aquel  rico  honbre  a  seme- 
janca  del  mundo  era  honbre  bueno  e  sesudo, 
e  sobej amenté  rico,  e  muy  vicioso  e  pode- 
roso, e  bien  emparentado. 

Cai".  LXXIII.  —  Como   vn  rico   onbrc  que 
qucria  nial  a  Merlin  lo  andaua  ¡jrouando. 

Assi  acaescio  que  aquel  rico  honbre  vino 
a  Merlin  como  alegre,  e  pidióle  consejo  ante 
el  rey  apartadamente,  assi  que  no  fueron  en 
la  poridad  mas  de  cinco  hombres,  e  dixo  ai 
rey:  «Señor;,  vedes  aqui  a  Merlin,  que  es  vno 
de  los  mas  sesudos  honbres  del  mundo  e  de 
buen  consejo:  e  oy  dezir  que  dixera  que 
Yeringuer  muriera  a  vuestro  ruego,  e  assi 
fue,  e  por  esto  vos  ruego,  señor,  que  a  quan- 
tos  aqui  soys  que  le  roguedes  por  mi  que  so 
doliente,  que  me  diga  de  qual  muerte  mo- 
riré; ca  si  me  lo  quiere  dezir,  bien  lo  sabe»; 
y  todos  le  rogaron  a  Merlin,  e  Merlin  dixo 
que  bien  entendía  lo  que  le  dezia,  e  como  lo 
dezia,  e  su  embidia,  y  el  mal  coraron  que 
le  auia,  e  dixo:  «Yos  me  rogastes  que  dixesse 
vuestra  muerte;  yo  os  digo  que  quando  ouier- 
des  a  morir,  (jue  caeredes  de  vn  cauallo  e 
quebrarvos  hedes  el  pescueoo,  e  assi  mori- 
reys  aquel  dia».  E  quando  el  rico  honbre 
esto  oyó,  dixo:  «Dios  me  ende  guarde».  Es- 
tonce tiro  el  rey  aparte,  e  dixo:  «Señor, 
agora  vos  miembro  desto  que  el  dixo,  e  yo 
yrme  he,  e  después  tornalle  he  a  prouar  en 
otra  guisa»;  e  assi  se  fue  para  su  tierra, 
metióse  en  otras  vestiduras  e  tornóse  do  era 
el  rey  e  hizose  enfermo,  y  embio  por  el  rey 
en  gran  poridad  que  leuase  consigo  a  Mer- 
lin, en  guisa  que  no  su})iesse  el  que  era;  y 
el  rey  dixo  que  y  ría,  e  cíe  grado,  e  ([ue  Mer- 
lin no  sabria  por  el  cosa  de  su  fazienda;  e 


30 


LIBROS  DE  caballerías 


dixo  a  Merlin:  «Vayamos  yo  e  vos  a  ver  vn 
enfermo»;  e  Merlin  dixo:  «No  yre  si  no 
fuere  con  vos  e  veynte  lionbres  buenos» ,  e 
tomaron  los  que  el  quiso,  e  fueron  a  ver  el 
enfermo,  e  tanto  que  ay  llegaron,  echóse  su 
muger  por  su  consejo  a  los  pies  del  rey,  e 
dixo:  «Señor,  fazed  aduzir  a  vuestro  ade- 
uino,  e  que  diga  si  mi  señor  si  guarirá  deste 
mal» :  y  el  rey  dixo  a  Merlin:  «¿Podes  saber 
alguna  cosa  desto  que  dize  esta  muger?»  E 
Merlin  dixo:  «Xo  morirá  deste  mal  ni  en 
este  lecho» ;  y  el  dixo:  «¿Pues  de  qual  muerte 
moriré?» :  e  Merlin  dixo:  «Aquel  dia  que  mo- 
rieres,  fallarte  han  colgado» ;  e  pues  que  esto 
dixo,  salióse  Merlin  como  sañudo,  e  dexo  al 
rey  en  casa,  y  esto  fizo  porque  el  rico  honbre 
fablase  con  el;  e  quando  Merlin  salió,  dixo 
el  rico  honbre  al  Rey:  «Señor,  ¿veys  como 
miente?  que  me  vio  dos  muertes  que  una  no 
paresce  a  otra,  e  aun  lo  quiero  prouar  la 
tercera  ante  vos,  e  yo  j^rme  he  para  vna 
abadia,  e  fazerme  enfermo,  y  embiarvos  he 
rogar  con  el  abad,  que  os  dirá  que  vays  a 
ver  vn  monje  enfermo,  e  vos  yd  alia,  y  lle- 
uad  con  vos  a  Merlin» ,  y  el  rey  dixo  que 
lo  faria. 


Cap.  LXXIY. — Como  Merlin  dixo  al  hotibre 
Inieno  »u  muerte  en  ciertas  maneras. 

Assi  se  partió  el  vex  del,  e  fuesse  el  rico 
honbre  a  la  abadia.  y  enbio  el  abad  al  rey, 
y  el  rey  fue  alia  con  Merlin,  y  después  que 
oyó  missa,  fue  el  abad  con  el  e  XXYI  mon- 
jes, e  rogóle  que  fuesse  a  ver  vn  frayle  que 
yazia  enfermo,  y  el  rey  dixo  a  ]\Ierlin  si 
yria  alia;  e  Merlin  dixo:  «Si,  de  grado,  mas 
antes  quiero  con  vos  hablar,  e  con  Yter 
vuestro  hermano» ;  y  estonce  los  saco  a  vna 
parte  ante  el  altar  e  dixo:  «Aun  vosotros, 
mientra  con  vos  mas  fablo.  tanto  vos  fallo 
mas  sandios,  e  ¿cuydades  vos  que  no  se  yo 
de  qual  muerte  ha  de  morir  aquel  sandio 
que  me  prueua?  si  se,  se  bien,  e  yo  lo  diré 
ayna  onde  os  marauillareys,  mas  que  de  lo 
f[ue  le  dixe  las  otras  dos  vezes» ;  y  el  Rey 
dixo:  «¿Puede  ser  que  muera  assi?,  ca  des- 
aguisado paresce»;  y  Merlin  dixo:  «Si  assi 
no  fuere  verdad,  no  me  creades  de  cosa  que 
os  diga,  ca  yo  se  bien  su  muerte  e  la  vues- 
tra; e  sabed  que  3^0  veré  a  vuestro  hermano 
S'^ter  rey  ante  que  del  parta» .  Y  estonce  se 
fueron  assi  fablando  fasta  do  estaua  el  en- 
fermo; y  el  abad  dixo  al  rey:  «Señor,  por 
Dios,  fazed  dezir  a  vuestro  adeuino  si  este 
enfermo  puede  guarescer»;  y  Merlin  ñzo 
semblante  de  sañudo  e  dixo:  «Bien  se  puede 
leuantar  quando  quisiere,  que  no  ha  ningún 


mal,  porque  miente  y  me  anda  prouando, 
ca  en  aquellas  dos  guisas  le  conuerna  morir 
que  le  yo  dixe;  e  aun  ayua  le  diré  la  ter- 
cera, mas  anisa  que  aquel  dia  quel  muriere, 
quebrársele  el  pescue(,-o,  e  colgarse  ha,  e 
morirá  en  agua,  e  quien  viere  su  muerte, 
todas  estas  cosas  vera  que  le  auernan;  y 
seguramente  me  ¡niede  prouar,  ca  yo  verdad 
le  diré,  y  no  traseche  jamas,  ca  yo  bien  se 
todo  su  coragon» ;  j  el  rico  honbre  leuantose, 
e  dixo  al  rey:  «Señor,  agora  podeys  bien 
conoscer  su  locura  e  no  sabe  que  se  dize,  e 
¿como  podra  ser  verdad  de  mi,  ni  de  otro 
cosa  tan  desaguisada?  e  agora  catad  como 
soys  sesudo  que  tal  honbre  creedes» ;  y  el 
rey  dixo:  «Yo  no  creeré  fasta  que  vuestra 
muerte  vea».  Estonce  fue  el  rico  honbre 
mu}-  sañudo  quando  vio  que  Merlin  no  se 
partia  de  la  priuanga  y  del  Rey;  e  assi 
quedo  el  pleyto;  y  estonces  metió  cada  vno 
mientes  si  jjodria  ser  verdad  lo  que  Merlin 
dixera. 


Cap.  LXXY, — De  la  muerte  del  rico  honbre 
en  la  manera  que  dixo  Merlin. 

Yn  dia  después  dende  a  gran  tienpo  que 
esto  fue,  caualgaua  aquel  rico  honbre  con 
pocos  honbres  ¡ior  sobre  vna  ijuente  de  ma- 
dera, y  el  cauallo  en  que  yua.  finco  los  yno- 
jos,  y  el  rico  honbre  cayo  ante  el,  e  dio  de 
la  cabera  en  guisa  que  se  quebró  el  pes- 
cue(¡'0,  e  al  erguir  del  cauallo  cayo  en  tal 
guisa  que  lo  trauo  vn  palo  en  los  paños, 
assi  que  las  piernas  fueron  suso  y  quedo 
colgado,  e  la  cabera  y  las  espaldas  fueron 
so  el  agua,  e  assi  murió  el  rico  honbre,  e 
dos  honbres  buenos  que  yuan  con  el,  (guando 
lo  vieron  assi  caer,  dieron  bozes,  e  la  gente 
de  la  villa  recudieron  vnos  por  la  puente  e 
otros  por  barcos,  e  quando  lo  sacaron  dixe- 
ron  los  honbres:  «Catad  si  ha  el  pescuezo 
quebrado» ;  e  los  que  lo  cataron  dixeron  que 
si,  e  los  honbres  buenos  fueron  marauilla- 
dos,  e  dixeron:  «Yerdad  dixo  Merlin,  (|ue 
dixo  que  este  honbre  que  se  le  quebrarla  el 
pescuego,  e  seria  colgado,  e  morirá  afogado, 
e  bien  seria  sandio  quien  no  creyesse  a  Mer- 
lin de  lo  que  dixesse,  que  quanto  dize  todo 
es  verdad» ;  y  ellos  fizieron  estonce  al  cuerpo 
lo  que  deuian,  e  quando  Merlin  esto  supo, 
dixo  a  Yter  que  amana  la  muerte  del  rico 
honbre  assi  como  fuera,  e  dixolc  que  lo 
dixese  al  rey;  y  el  rey,  quando  esto  oyó, 
marauiUose ,  e  dixo  a  Yter:  «¿Dixovos  esto 
Merlin?»  e  A'ter  dixo  que  si,  y  el  rey  le  dixo: 
«Preguntad  ijuando  fue» ;  e  Yter  se  lo  pre- 
gunto, e  Meilin  dixo:   «Esta  noche,  e  de  oy 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


31 


en  seys  dias  serán  aqui  los  que  traen  el 
mandado;  e  yo  me  quiero  yr,  ca  no  quiero 
aqui  estar  quando  ellos  vinieren,  ca  me 
preguntarian  los  honbres  por  esto  de  mu- 
chas cosas  en  que  yo  no  queria  responder,  e 
digovos  que  de  aqui  adelante  no  diré  ante 
el  pueblo  cosa  sino  tan  oscuramente,  que  no 
sepan  los  honbres  lo  (jue  digo  sino  quando 
lo  vieren» .  Assi  dixo  Merlin,  e  Yter  lo  contó 
todo  al  rey,  y  el  rey  cnydo  que  se  le  ensa- 
ñarla, e  pesóle  mucho,  e  preguntóle  por  do 
se  fuera:  «Señor,  dixo  Yter.  yo  no  se  mas»; 
assi  quedo  el  pleyto,  e  Merlin  se  fue  a  Yber- 
landa  a  Braysen,  por  le  contar  todas  estas 
cosas,  e  jior  le  dar  materia  para  su  libro,  e 
assi  esteno  alli  fasta  los  seys  dias  que  los 
mandaderos  vinieron,  que  contaron  al  rey 
la  marauilla  de  como  el  cauallero  muriera, 
e  quantos  lo  oyeron ,  dixeron  que  no  auia  en 
el  mundo  tan  sesudo  honbre  como  Merlin, 
ca  nunca  le  oyeron  dezir  de  las  cosas  que 
eran  por  venir,  que  no  las  viessen  e  las 
fiziesse  el  escreuir;  e  assi  dixeron  todos,  e 
por  ende  fue  comenoado  el  cuento  de  las 
profecías  de  Merlin  de  lo  que  dixo  de  los 
reyes  de  Inglaterra  e  de  todas  las  otras 
cosas  onde  fablo  después;  mas  en  este  libro 
no  dize  sino  lo  que  dixo  claramente,  sino  vn 
poco  (jue  dixo  a  Yter. 

Cap.  LXXYI. —  Como  Merlin  vino  a  la  corte 
e  le  contaron  la  muerte  del  rico  onbre. 

En  aquel  tienpo  era  Merlin  muy  priuado 
de  Padragon  e  de  Yter,  e  quando  dixeron 
que  metia  en  escrito  lo  que  dixesse,  dixolo  a 
Braysen,  e  Braysen  dixo:  «¿Faran  ellos  tal 
libro  como  yo?»  «No,  dixo  Merlin,  ca  ellos 
no  meterán  en  escrito  en  esa  lo  que  no  en- 
tendieron fasta  que  auenga»;  y  estonce  se 
torno  Mei'lin  a  la  corte,  e  quando  el  vino, 
contáronle  todas  las  nueuas  assi  como  si  el 
no  supiesse  cosa,  y  estonce  comento  a  dezir 
Merlin  las  escui'as  jialabras  onde  se  contiene 
en  su  libro  grande  e  sus  profecías,  que  hon- 
bre no  puede  saber  hasta  que  las  vea,  e  des- 
pués dixo  Merlin  a  Padragon  e  a  Yter  mu- 
cho homildosamente  que  los  amana  mucho,  e 
que  queria  toda  su  pro  e  toda  su  honra,  e 
quando  ellos  vieron  assi  homillar,  marauilla- 
ronse  mucho,  e  dixeron  que  dixesse  lo  que 
quisiesse,  e  Merlin  dixo:  «Yo  no  vos  quiero 
encobrir  cosa  que  vos  deua  dezir;  miembreso- 
vos  quando  echastes  los  sansones  de  la  tierra, 
e  tanto  <iue  alia  llegaron,  contaron  la  muerte 
de  Anguys  a  su  linage,  e  Anguys  era  empa- 
rentado de  grandes  honbres,  e  suénase  ¡lor 
venir  vengar  su  muerte  e  por  conquerir  esta 
tierra» . 


Cap.  LXXYII. — De  como  Merlin  dixo  al 
reij  e  a  su  hermano  como  venían  los  san- 
sones. 

Quando  ellos  esto  oyeron,  marauillaronse 
mucho,  e  dixeron:  «¿Donde  podran  ellos  auer 
tan  gran  gente  que  jiodiessen  sofrir  la  nues- 
tra?» Y  el  dixo:  «No  es  assi,  vn  honbre  bueno 
({we  vos  auedes  en  armas  han  ellos  dos;  e  si 
lo  no  fizierdes  sesudamente,  destruyros  han 
la  tierra»;  y  ellos  dixeron:  «Nos  no  faremos 
cosa   sin   vuestro  consejo» ;  y   preguntaron 
quando  vernian.  y  el  dixo:  «Quinze  dias  an- 
dados de  junio;  e  ninguno  no  lo  sabrá  sino 
vos  en  vuestro  reyno,  e  yo  os  defiendo  que  lo 
no  digades  a  ningún  honbre,  mas  fazed  lo 
que  vos  yo  dixere:  embiad  por  todos  los  ricos 
honbres,  e  por  todos  los  honbres  buenos,  e 
fazeldes  mucho  de  algo  e  mucha  honrra,  e 
gran  amor  lo  mas  que  pudierdes,  y  ellos 
serán  con  vos  la  postrimera  semana  de  junio 
en  el  campo  de  Salabres,  e   ayuntad  todo 
vuestro  poder»;  y  el  rey  dixo:  «¿Como  assi 
los  dexaremos  aportar?»  Y  Merlin  dixo:  «Si 
me  creyerdes,  alongadvos  bien  lueñe  de  la 
ribera  de  la  mar,  assi  que  ellos  no  sepan  que 
vos  lo  sabeys  ni  que  vuestras  gentes  que  son 
ayuntadas,  e  pues  fueren  alongados,  enbia- 
reys  vuestras  gentes  contra  las  naos,  y  faran 
semblante  que  quieren  defender  el  puerto 
que  no  aporten,  e  quando  ellos  esto  vieren, 
espantarse  han  mucho,  e  vno  de  vos  yra  con 
ellos,   y  el  otro  quedara,  e  parar  vos  hedes 
tan  cerca  dellos,  quc  los  faredes  posar  en  el 
llano  sobre  la  ribera  de  la  mar,  y  pues  que 
posaren,  auran  mengua  de  agua,  assi  que  los 
mas  ardidos  auran  gran  cuyta,  e  dos  dias  los 
terneys  assi;  e  al  tercero  dia  os  conbatiredes 
con  ellos,  e  si  lo  fizierdes  assi,  yo  os  digo 
verdaderamente  que  vuestra  gente  vencerá» ; 
y  ellos  dixeron:    «Por  la  fe  que  tu  deues  a 
Dios,   Merlin,  dinos  si  moriremos  en  esta 
batalla» . 

Cap.  LXXYIII.  -  Como  Merlin  hablaua  con 
el  rey  e  con  su  hermano. 

E  dixo  Merlin:  «No  ha  cosa  que  aya  co- 
mienoo  que  no  aya  fin,  ni  honbre  se  deue 
espantar  de  muerte  si  la  reciñe  como  deue; 
ca  todo  hombre  deue  saber  que  ha  de  morir, 
e  (pie  ninguna  riqueza  no  te  }mede  guardar»; 
e  Padragon  dixo:  «Tu  me  dexiste  vna  vez 
que  sabias  mi  muerte,  e  la  de  aquel  que  te 
prouaua;  por  ende  te  ruego  que  me  digas  mi 
muerto;;  e  Merlin  dixo:  «Yo  quiero  que 
fagays  traer  las  mejores  reliquias  que  teneys, 
y  que  jureys  ambos  que  fareys  de  los  cuer- 
pos Y  de  los  aueres  lo  que  yo  os  dixere  que 


•Ó2 


LIBROS  DE  caballerías 


vuestra  pro  sea:  estonces  os  diré  lo  que  viere 
que  sera  vuestra  pro  y  que  os  es  menester» ; 
e  assi  como  Merlin  lo  dixo,  assi  lo  fizieron 
ellos,  y  preguntáronle  por  que  los  hiziera 
jurar. 

Cap.  LXXIX. — De  como  Merlin  departió  al 
rey  e  a.  su  hermano  que  v7io  de  ellos  auia 
de  morir. 

Merlin  respondió  al  rey:  «Tu  me  pregun- 
taste de  tu  muerte,  e  que  seria  desta  batalla; 
yo  te  diré  ende  tanto,  que  mas  no  me  deues 
preguntar;  vos  ambos  me  jurastes  que  liaria- 
des  mi  mandado  a  vuestra  pro,  e  jo  vos 
mando  que  seades  en  esta  batalla  buenos  e 
leales  a  Dios  e  a  vos  mismos,  e  yo  vos  ense- 
ñare como  seays  leales  e  buenos:  primera- 
mente manifestadvos  bien,  ca  lo  deuedes 
fazer  agora  mas  que  en  otro  tienpo,  ca  vos 
aueys  a  conbatir  con  vuestros  enemigos,  e  si 
lo  assi  fizierdes,  como  vos  yo  digo,  sabed  que 
los  venceredes,  ca  ellos  no  creen  en  la  Trini- 
dad, e  vos  creedesla,  y  demás  es  sobre  lo 
vuestro,  e  tomados  aquellos  que  assi  mueren 
con  Jesu  Cliristo;  e  yo  quiero  que  sepays  que 
desde  que  la  Trinidad  fue  comenoada  en  esta 
tierra,  que  nunca  fue  tal  batalla;  e  vos  me 
jurastes  que  fiziessedes  vuestra  pro  e  honrra; 
e  sabed  que  vno  de  vos  conuiene  que  muera 
ay,  y  el  que  quedare  de  la  batalla  mandóle 
t^ue  faga  vn  cementerio  el  mas  fermoso  que 
pudiere,  e  yo  ayudare;  e  tanto  quanto  la 
Trinidad  durare,  parescera  lo  que  yo  fare;  e 
agora  pensad  de  ser  buenos  y  de  fazer  bien 
con  los  cuerpos  e  con  los  coraoones  assi  como 
os  yo  mande;  y  que  podays  yr  ante  nuestro 
señor  honrradamente;  e  sabed  que  vno  de 
vos  morirá,  e  mas  no  os  f[uiero  dezir  qual, 
porque  seays  ambos  buenos,  ca  mucho  vos 
es  menester;  e  agora  pensad  de  hazer  ale- 
gres corar-ones  y  buenos,  y  de  fazer  bien  su 
hazienda  vno  contra  otro,  e  assi  aureys  el 
amor  de  Jesu  Christo»;  e  assi  enseño  Mer- 
lin a  los  hermanos,  y  ellos  conoscieron  (^ue 
les  aconsejaua  bien,  e  fizieron  (juanto  les  el 
mando,  y  entonces  embiaron  por  sus  ricos 
liombres,  y  recibiéronlos  muy  bien,  e  dieron- 
Íes  de  sus  aueres,  e  rogáronles  que  se  apa- 
rejassen  de  cauallos  e  armas;  e  fizieronlo 
saber  por  toda  la  tierra,  que  la  postrera  se- 
mana de  junio  fuessen  todos  a  la  entrada  de 
los  llanos  de  Salabres,  de  contra  la  ribera  de 
Tamisa;  y  ellos  dixeron  que  lo  farian  de 
buen  grado,  e  assi  passo  el  termino,  e  vino  el 
dia  que  fue  puesto,  g  los  hermanos  hizieron 
quanto  Merlin  les  mando,  e  fueron  tener  su 
corte  por  Pentecoste  sobre  la  ribera  de  aquel 
rio;  e  alli  se  ayunto  el  pueblo,  e  alli  fueron 


dados  muy  grandes  aueres,  y  ellos  alli  te- 
niendo su  corte,  llegaron  las  nueuas  de  las 
naiies  que  eran  en  el  puerto.  E  quando  el 
rei  lo  supo  que  vinieron  en  los  onze  dias  de 
junio,  entendió  que  dezia  verdad  Merlin,  y 
estonce  mando  a  los  perlados  de  la  yglesia 
que  recibiesen  los  manifestados,  e  tomassen 
la  confession.  E  los  de  las  ñaues  descendie- 
ron, e  tomaron  tierra,  e  holgaron  sobre  la 
ribera  de  la  mar  ocho  dias,  e  al  noueno  diá 
arrancaron. 

Cap.  LXXX.  —  De  como  supo  el  rey  que 
ver/lian  los  sansones  sobre  el. 

El  rey  Padragon,  quando  supo  las  nueuas 
por  las  esculcas  que  con  ellos  trayan  que 
mouian  ya,  dixolo  el  rey  a  Merlin,  y  el  le 
dixo  que  era  verdad;  y  el  rey  le  pregunto 
como  haria;  «Vos  faredes  o  embiaredes  ay  de 
mañana  a  Yter  vuestro  hermano,  con  muy 
gran  gente,  e  quando  viere  que  son  bien 
alongados  cíe  la  mar  en  medio  de  vos  e  de 
ellos,  llegúese  a  ellos,  tanto  que  los  haga 
passar  por  fuerza;  e  de  mañana,  quando 
quisiere  mouer,  vaya  a  ellos,  e  no  aura  e  tal 
que  ose  caualgar  ni  mouer;  e  assi  lo  faga 
dos  dias;  y  el  tercero  dia,  desque  el  dia  fue- 
se claro,  que  vos  vieredes  vn  drago  bermejo 
correr  por  ayre  entre  la  tierra  y  el  cielo  que 
en  señal  de  vuestro  nombre,  entoce  vos  po- 
dedes  combatir  seguramente,  e  sabed  que 
los  vuestros  vencerán  el  campo* . 

Cap.  LXXXI.-- Como  Merlin  se  partió  del 
rey  e  de  Vier  su  hermano. 

A  esta  habla  no  fueron  sino  Padragon  c 
Vter,  que  fueron  ende  muy  alegres,  e  Mer- 
lin les  dixo:  «Yo  me  yre,  e  sed  seguros  de 
lo  que  vos  dixe,  mas  pensad  de  ser  buenos 
por  vuestras  manos»;  e  assi  se  partieron  to- 
dos tres;  e  A^'ter  guiso  sus  gentes  para  se  yr 
meter  entre  mar  e  la  hueste,  e  Merlin  le  dixo 
en  poridad:  «Sed  mucho  ardid,  ca  tu  no  ayas 
miedo  de  morir  en  esta  batalla»;  e  quando 
Yter  lo  oyó,  alégresele  el  cora9on;  e  Merlin 
se  fue  a  Yberlanda  a  Blaysen,  por  fazer  es- 
creuir  todo  este  fecho;  e  los  dos  hermanos 
fizieron  todo  como  les  Merlin  mando. 

Cap.  LXXXU. — Como  fueron  desvaratados 
los  sansones  de  Padragon  c  de  Vter  su 
hermano. 

Metióse  A^ter  entre  las  hueste  e  las  naos, 
ca  los  hallo  y  a  lueñe  de  la  ribera  en  vn  llano 
sin  agua,  e  acuytolos,  de  guisa  que  los  fizo 
posar;   e  assi  los  tuuo  Yter  apartados  dos 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLTN 


dias,  e  al  tercer  dia  vino  el  rey  Padragon,  e 
vio  los  de  la  hueste  que  hizieron  ya  sus  hazes 
por  conbatir  con  Yter,  e  quando  esto  vio, 
ñzo  fazer  sus  liazes;  y  esto  fue  fecho  ayna, 
ca  bien  sabia  cada  uno  con  quien  auia  de 
tener;  estonce  se  fueron  llegando"  vnos  con- 
tra otros;  e  quando  los  sansones  vieron  las 
dos  huestes,  e  vieron  que  sin  lid  no  se  po- 
dían tornar  a  sus  ñaues,  nieles  muy  mal;  y 
estonce  pareció  el  dragón  bermejo  por  el 
ayre,  e  corria  por  el,  y  echaua  lluego  e  llama 
por  la  boca  e  por  las  narizes;  y  quando  los 
sansones  lo  vieron,  ouieron  muy  gran  pauor; 
e  Padragon  e  Yter  dixeron  a  sus  gentes: 
«Agora  los  vayamos  a  ferir,  ca  vencidos  son, 
que  todas  las  señales  vemos  que  Merlin 
dixo» ;  y  el  rey  e  los  suyos  se  dexaron  yr  a 
ellos  quanto  los  cauallos  los  pudieron  llenar; 
e  quando  Yter  vio  que  el  rey  yua  a  ferir,  el 
fue  a  ferir  de  su  parte  también,  o  mejor;  e 
assi  se  comencé  la  batalla  de  Salabres,  e  yo 
no  vos  quiero  dezir  quien  lo  fizo  mejor  ni 
peor;  mas  después  que  la  batalla  fue  comen- 
9ada,  sabed  que  Padragon  fue  muerto,  e 
otros  muchos  lionbres  buenos  con  el;  y  el  li- 
bro cuenta  que  Yter  venció  la  batalla,  y  que 
murieron  muchos  de  los  suyos,  e  mas  de  los 
sansones  no  quedo  ninguno  que  todos  no 
muriessen  en  la  batalla  y  en  la  mar;  e  assi 
se  acabo  la  lid  del  canpo  de  Salabres,  e  Yter 
quedo  en  el  canpo,  e  fue  señor  del  rejmo;  e 
alli  hizo  todos  los  cuerpos  de  los  christianos 
ajuntar  en  vn  lugar,  e  cada  vno  truxo  a  su 
amigo,  e  Yter  hizo  ay  traer  a  su  hermano, 
e  fizo  ay  traer  monumentos  para  todos,  e 
hizo  escreuir  sobre  cada  vno  su  nonbre;  e 
hizo  hazer  el  monumento  de  su  hermano 
mas  alto  que  los  otros,  e  dixo  que  no  escre- 
ueria  ende  su  nombre,  ca  mucho  seria  loco 
el  que  lo  viesse,  que  no  supiesse  que  era  el 
señor  de  aquellos  que  ay  estaua;  y  estonce 
quedo  Yter  por  señor  de  la  tierra,  e  fuesse 
a  Londres  con  todos  los  perlados  de  la  sancta 
yglesia;  e  hizose  coronar  e  sagrar;  e  fue  rey 
después  de  la  muerte  de  su  hermano.  Y  de 
aquel  dia  en  quinze  dias  vino  Merlin  a  la  cor- 
te de  Cardoyl. 

Cai'.  LXXXIIL— 6'6»»/o    Vier   fue  llaiuado 
Vier  radrntjon  por  consejo  de  Merlin. 

En  gran  manera  fue  alegre  el  rey  Vter 
con  Merlin,  y  Merlin  dixo:  «Yo  quiero  que 
tu  digas  todas  las  cosas  e  todas  las  señales 
a  tu  pueblo  que  te  yo  ante  dixe  que  te 
auerna  en  esta  batalla,  e  como  hize  jurar  a 
ti  e  a  tu  hermano» ;  e  como  lo  Yter  conoscio 
todo,  fuera  el  Dragón,  de  que  no  supo  cosa, 
ca  lo  no  dixera  Merlin  sino  a  Padragon  en 

LIBROS    DIv   CABAi.MCRIAS. — 'ó 


poridad,  pero  bien  viera  el  dragón  correr  por 
el  ayre;  e  pues  Yter  todo  esto  contó,  dixo 
Merlin  que  el  dragón  viniera  a  buscar  la 
muerte  del  rey  «e  la  tu  ventura,  e  sabed  que 
Padragon  ouiera  nonbre  de  baptismo  Prede- 
rilicos  (ambrosia),  masías  gentes  de  tierra  de 
Londres  le  pusieron  nombre  Padragon,  por- 
que traya  en  su  seña  vn  dragón,  e  por  ende 
le  pusieron  este  nombre,  que  nunca  lo  des- 
pués perdió,  e  yo  quiero  que  ayas  aquel 
nombre  por  batalla  que  venciste;  e  por  el 
dragón  que  se  te  demostró  e  por  amor  de  tu 
hermano;  e  desde  oy  mas,  sera  tu  nombre 
A^ter  Padragon;  e  manda  hazer  dos  dragones 
de  oro,  y  el  vno  dellos  faras  poner  en  la 
yglesia  de  Cardoyl  y  el  otro  faras  Ueuar  en 
batalla  campal  quando  fueres». 

Cap.  LXXXIY. — De  romo  Merlin  enihio  a 
Irlanda  por  las-  piedras  para  fazer  las  se- 
piflhiras-. 

E  fizóse  llamar  el  rey  Yter  Padrarjoii  por 
consejo  de  Merlin,  e  assi  señoreo  los  ricos 
hombres,  e  la  lealtad  de  Merlin  y  el  buen 
consejo  que  dio  a  los  hermanos,  e  assi  fue 
^Merlin  prouado  por  Yter  Padragon;  y  el  rey 
Padragon  estuuo  en  su  reyno,  e  touolo  en 
paz;  estonce  le  dixo  Merlin:  «¡Como!  ¿No 
faras  tu  mas  a  tu  hermano  que  yaze  muerto 
en  Salabres?»  E  Padragon  dixo:  «Amigo, 
¿que  quieres  que  faga?  ca  luego  sera  hecho  si 
es  cosa  que  pueda  ser  fecho  por  honbre» ;  e 
Merlin  dixo:  «Conviene  que  tu  quieres  tu 
juramento,  e  yo  mi  palabra,  ca  yo  te  dixe 
que  faria  tal  cosa  por  que  siempre  durarla» , 
e  Yter  Padragon  dixo:  «Y'o  esto  presto  para 
hazer  lo  que  tu  quisieres»;  y  Merlin  dixo: 
«Embia  por  vnas  piedras  grandes  que  ay  en 
Irlanda,  e  yo  las  mostrare  [a]  aquellos  que  por 
ellas  fueren» ;  estonces  aparejo  el  rey  ñaues 
y  gentes  muchas,  y  enbio  alia;  y  Merlin  fue 
con  ellos,  e  mostróles  vnas  piedras  luengas 
e  gruessas;  e  quando  las  ellos  vieron,  to- 
uieronlo  por  gran  marauilla,  e  dixeron  que 
todos  los  del  mundo  no  podrían  vna  boluer, 
«ni  tales  piedras,  dixeron  ellos,  no  meteremos 
en  ñaues  sobre  mar»;  y  Merlin  dixo:  «Si  vos 
estas  no  podedes  llenar,  en  vano  venistes 
acá,  ca  no  lleuaredes  ende  otras- .  Estonces 
se  tornaron  al  rey,  e  dixeronle  la  gran  ma- 
rauilla que  los  mandara  hazer,  ca  les  man- 
dara traer  tales  piedras,  que  cada  vna  sera 
tamaña  como  vna  peña;  e  llamauan  aquel 
lugar  do  las  piedras  estañan:  la  corona  de  los 
jayanes^  e  por  verdad  los  jayanes  las  echaron 
en  otro  tienpo  ende  por  cobrir  los  cuerpos 
de  los  reyes  que  en  la  tierra  ouiesse,  e  no 
podria  ninguno  dentro  echar  si  no  mouiessen 


di 


LIBROS  DE  caballerías 


vna  piedra  de  aquellas,  que  eran  atan  altas 
e  tan  pesadas,  que  ninguno  no  las  podia 
mouer  por  fueroa  de  gente,  si  por  arte  no;  y 
el  rey  dixo  a  Merlin  lo  que  su  gente  dezia, 
e  Merlin  dixo:  «Pues  que  todos  me  fallescie- 
ron.  yo  cumpliré  lo  que  prometí». 

Cap.   liXXXX. —Como  fueron  jmcstas  las 
])iedra.s-  en  el  cementerio  de  Salabres. 

Estonce  hizo  Merlin  traer  las  piedras  de 
Irlanda  por  arte,  aquellas  que  llamauan  la 
corona  de  los  jayanes^  que  agora  son  en  el 
cementerio  de  Salabres;  y  el  rey  las  fue  ver. 
y  lleno  consigo  gran  gente  que  yiessen  las 
marauillas  de  las  piedras;  e  quando  las  vie- 
ron, dixeron  que  todo  el  mundo  no  podria 
mouer  vna  piedra,  y  de  mas  metellas  en 
ñaues;  mucho  se  marauillaron  como  ]\Ierlin 
las  podria  hazer  venir;  ninguno  no  lo  viera 
ni  lo  supiera.  Y  Merlin  dixo  que  mejor  pare- 
cían erguidas  que  no  tendidas,  e  dixo:  <:Agora 
vos  tirad  afuera,  que  yo  las  erguiré»;  y  el 
rey  dixo:  «Esto  no  podria  ninguno  hazer, 
según  es  mi  pensamiento,  sino  Dios» ;  e  Mer- 
lin dixo:  «Verlo  hedes,  e  assi  me  quitare  de 
lo  que  prometí  a  vuestro  hermano» .  Y  estonce 
cargo  Merlin  las  piedras,  que  son  agora  en  el 
cementerio  de  Salabres,  e  serán  en  quanto  el 
mundo  durare;  e  assi  quedo  aquella  obra 
acabada  por  el  seso  e  por  la  sabiduría  de 
Merlin,  y  el  quedo  con  el  rey,  e  seruiolo 
mucho  tiempo,  e  amoló  mucho,  tanto  que 
bien  supo  Merlin  que  aula  su  amor  derecha- 
mente e  que  le  creya  de  quanto  le  dezia. 

Cap.  LXXX\"I. — Como  Merlin  fallo  con  el 
rey  Vier  sobre  faxer  la  Tabla  Redonda. 

Agora  dize  el  cuento  que  vn  dia  aniño  que 
Merlin  saco  aparte  a  Vter  Padragon,  e  di- 
xole:  «Rey,  a  mi  conuiene  que  vos  descubra 
la  mayor  poridad  y  el  mejor  consejo  que  yo 
en  el  mundo  se,  e  yo  veo  que  esta  tierra  es 
vuestra,  e  que  ningún  honbre  no  puede  ser 
mas  señor  de  su  reyno  que  vos;  e  por  esto 
os  quiero  dezir  vna  cosa  y  que  no  seades 
malo  de  temer»;  e  dixo  el  rey:  «Toda  cosa 
<|ue  me  digades,  yo  la  creeré  e  fare  todo  mi 
poder» ;  y  Merlin  dixo:  «Señor,  si  vos  qui- 
sierdes  fazer  lo  que  vos  yo  mostrare,  el  prez 
e  la  honrra  sera  vuestra;  que  j^o  os  quiero 
enseñar  tal  cosa  a  fazer,  que  poco  vos  costara; 
e  por  que  mas  auredes  el  amor  de  Dios  si  la 
fazeys» .  «Agora,  dixo  Vter  Padragon,  dczid, 
ca  ya  cosa  tan  estraña  no  direys  que  por 
honbre  pueda  ser  hecha,  que  la  yo  no  faga»; 
y  estonces  dixo  Merlin:  «Yo  no  vos  diré  cosa 
estraña,  mas  ruego  vos  que  tengaj-s  poridad, 


ca  yo  quiero  que  la  pro  y  el  grado  de  nuestro 
señor  sera  todo  vuestro» ;  y  el  rey  lo  otorgo 
que  minea  lo  dirá;  y  estonce  dixo  Merlin  al 
rej":  «Señor,  vos  sabedes  bien  que  yo  se  todas 
las  cosas  hechas  e  dichas  y  pensadas,  e  quiero 
que  sepades  que  esto  se  yo  por  natura  del 
diablo;  e  nuestro  señor  Dios  me  dio  seso  y 
entendimiento  que  supiesse  todas  las  cosas 
que  aula  de  venir,  e  por  esto  que  vos  en  tal 
guisa  mostré,  me  pidieron  los  diablos,  e 
agora  podredes  saber  donde  he  el  poder  de 
las  cosas  que  hago  e  digo;  e  agora  te  quiero 
dezir  lo  que  se» . 

Cap.  LXXXVII. — Como  Merlin  ordeno  que 
se  fixiesse  la  Tabla  Redonda. 

«Señor,  vos  deuedes  bien  saber  que  nues- 
tro señor  vino  en  tierra  por  sainar  el  pueblo, 
y  que  en  dia  de  la  cena  comió  con  sus  discí- 
pulos; e  acaescio  que  nuestro  Señor  tomo 
muerte  por  nos,  e  vn  cauallero  le  pidió;  e 
fuele  dado  el  su  cuerpo  en  gualardon  de  su 
soldada;  e  nuestro  señor  llamo  mucho,  que 
quiso  que  le  fuessedado;  y  el  cauallero  sufrió 
después  grandes  trabajos,  y  después,  a  luen- 
gos tienpos  que  nuestro  señor  fue  resuscitado, 
aniño  que  aquel  cauallero  fue  en  vna  tierra 
yerma  con  gran  pier-a  de  su  linage,  e  vn  gran 
pueblo  con  el;  e  fue  assi  que  les  vino  vna 
gran  hambre,  y  el  rogo  a  nuestro  señor  que 
le  mostrasse  que  por  que  quería  que  sufriesse 
atan  gran  lazeria;  e  nuestro  señor  mandóle 
que  fiziesse  vna  mesa  en  nonbre  de  aquella 
en  que  el  estuuiera  a  su  cena  con  sus  apos- 
tóles, e  mandóle  que  pusiesse  en  ella  vaso 
que  el  traya,  y  que  lo  cubriesse  de  paños 
blancos  de  xamete;  e  aquel  era  el  sancto 
Grial,  y  el  que  aquella  mesa  pusiesse,  essa 
hora  auerian  cumplimiento  en  su  corar-on  de 
todas  las  cosas;  y  en  aquella  mesa  aula  siem- 
pre vn  lugar  vazio,  que  significaua  el  lugar 
de  Judas,  el  que  comiera  a  la  mesa  con  nues- 
tro señor  quando  le  dixo  nuestro  señor:  co- 
mido come  e  beue  el  que  me  traerá^  e  aquel 
fue  partido  de  la  compaña  de  Jesu  Christo, 
e  su  lugar  quedo  vazio  fasta  que  nuestro 
señor  assento  otro  honbre  que  aula  nombro 
Matia,  por  cunplir  el  cuento  de  los  doze 
apostóles,  que  assi  son  dos  mesas  fechas  a 
plazer  de  Dios;  e  si  me  quisierdes  creer,  vos 
haredes  la  mesa  tercera  en  nonbre  de  la 
santa  Trinidad,  e  yo  vos  prometo  que,  si  lo 
hizierdes,  que  gran  pro  vos  ende  vorna,  e 
lionrra  al  alma  e  al  cuerpo;  e  tales  cosas 
ende  vernan,  de  que  vos  marauillaredes  mu- 
cho, e  sera  vna  de  las  cosas  del  mundo  onde 
los  buenos  mas  liablaran,  ca  mucho  aura 
Dios  dado  gran  gracia  aquellos  que  ay  fue- 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


35 


ren;  y  esta  mesa  aura  nonbre  tabla  redon- 
da; e  digovos  que  las  gentes  q\ie  aquel  vaso 
guardaron,  fueron  por  voluntad  de  Dios  con- 
tra occidente,  e,  si  me  quisierdes  creer,  lia- 
redes  lo  que  vos  digo  e  a yna  auredes  plazer.» 

Caí*.  LXXXYIII. — Conw  Jlciiin  ordeno  en 
que  lugar  se  fixiesse  la  tabla  redonda. 

Merlin  fablo  assi  con  el  rey,  e  al  rey  plugo 
mucho  dello,  e  dixo:  «Yo  no  quiero  que  nues- 
tro señor  pierda  cosa  que  sea  a  su  voluntad, 
e  (juiero  que  sepa  que  yo  me  meto  en  tu 
poder,  e  que  me  no  mandes  hazer  cosa  que  yo 
no  haga,  si  es  cosa  que  pueda»;  e  assi  eciio 
el  rey  el  pleyto  sobre  Merlin,  e  fue  ende 
muy  alegre,  e  Merlin  le  dixo:  «Si  vos  plaze 
questo  sea  hecho  ¿do  quereys  que  sea  hecho?» 
y  el  re 3^  dixo:  «Do  tu  quisieres,  e  do  entendie- 
res que  sera  mas  a  plazer  de  Jesu  Christo» . 
Merlin  dixo:  «Nos  lo  haremos  en  Cardain  o 
en  Galaz;  e  alli  hazed  ayuntar  a  vuestro  i^ue- 
blo  en  dia  de  Pontéeoste,  y  vengan  caualle- 
ros  y  dueñas,  e  vos  guisaredes  como  los  reci- 
bades  bien,  y  como  seades  muy  alegre,  e 
como  dedes  grandes  dones;  e  yo  yre  ante  que 
vos,  e  liare  la  mesa,  e  vos  me  da  redes  gente 
que  hagan  lo  que  yo  mandare.  E  quando  vos 
y  el  pueblo  fuerdes  ayuntados,  yo  escogeré 
los  que  ay  auian  de  ser» . 

Cap.  LXXXIX. — De  conw  fue  fecha  e puesta 
la  tabla  redonda. 

Fue  feclia  la  tabla  redonda  en  el  tienpo  de 
Vrer  Padragou,  y  el  rey  dixo  a  Merlin,  des- 
pués que  sus  gentes  fueron  llegadas:  «Vos 
deziades  verdad,  e  agora  se  bien  que  nues- 
tro señor  quiere  que  esta  tabla  sea  fecha, 
ftias  yo  me  marauillo  del  lugar  vazio,  e  que- 
riavos  rogar  que  me  dixessedes  de  quien  auia 
de  conplir  aquel  lugar» ;  e  Merlin  dixo:  «Tan- 
to vos  puedo  yo  dezir,  que  no  sera  conplido 
en  nuestro  tienpo,  ende  aquel  que  ha  de  ser 
padre  de  aquel  que  el  lugar  ha  de  cunplir; 
e  aun  no  ha  yazido  con  muger,  e  conuerna 
que  aquel  que  este  lugar  ha  de  cunplir,  que 
cunpla  después  el  lugar  de  la  mesa  do  es  el 
sancto  Grial,  ca  los  que  lo  guardan  nunca  lo 
vieron  cunplido,  ni  esto  no  sera  conplido  en 
vuestro  tienpo,  mas  en  el  tienpo  del  rey  que 
verna  después  de  vos,  y  ruego  vos  que  en 
esta  villa  hagades  vuestra  corte  tres  vezes 
en  el  año»;  e  dixo  que  lo  faria  muy  de  grado. 
E  Merlin  dixo:  «Yo  me  yre,  e  no  me  verc- 
des  deste  gran  tienpo» ;  y  el  rey  dixo  a  Mer- 
lin: «¡Como!  ¿no  seredes  vos  ay  cada  que  yo 
hizierc  mi  corte?»;  e  dixo  el:  <.<No,  «{ue  yo 


quiero  que  los  honljres,  quando  vieren  las 
cosas  que  han  de  venir,  que  no  digan  que 
las  yo  hize». 

Cap.  XC. —  Como  los  caualleros  dixerou  al 
rey  que  prauasse  la  silla  p)eli(jrosa. 

Assi  se  partió  Merlin  de  Yter  Padragon, 
e  fuesse  a  Yiuerlanda  a  Blaysen,  e  dixole 
todas  estas  cosas  e  lo  (¡ue  pasara  de  lo  de  la 
mesa,  e  otras  muchas  cosas  que  veredes  en 
su  libro;  e  assi  estuuo  mas  de  dos  años  (][U0 
no  vino  a  la  corte,  e  aquellos  que  no  amanan 
a  el  ni  al  rey,  que  bien  lo  mostrauan  cada 
que  podian,  vinieron  a  Cardoil  al  rey  a  vna 
corte  que  hizo  en  dia  de  nauidad,  e  dixeron: 
«¿Que  es  esto,  o  por  que  no  esta  algún  honbre 
bueno  en  aquel  lugar,  e  assi  sera  la  mesa 
conplida?»  Y  el  rey  respondió  e  dixo:  «Mer- 
lin me  dixo  de  aquel  lugar  vna  gran  mara- 
uilla;  que  ningún  hombre  no  podria  ser  en 
mi  tiempo,  e  que  aun  no  era  nacido  el  que 
auia  de  ser» ;  y  ellos  le  fablaron  falsamente, 
ca  eran  falsos:  «E  ¿como  señor  creeys  vos 
esta  marauilla,  e  cuydades  vos  que  mejores 
honbres  vernan  después  de  vos  que  nos 
agora  somos  en  vuestra  tierra?»  Y''  el  rey  dixo: 
«No  se  y  mas,  sino  Merlin  que  me  dixo  esto 
que  os  digo» ,  y  ellos  dixeron:  «Agora  no 
ualeys  nada  si  no  lo  prouades» ;  y  el  rey  dixo: 
«No  lo  prouare  agora,  ca  mas  paresce  que 
me  seria  mal,  y  que  Merlin  se  enojarla  por 
ello»;  y  ellos  dixeron:  «Nos  no  dezimos  que 
lo  proueys  agora,  mas  dezis  que  Merlin  sabe 
quanto  los  honbres  fazen  e  dizen,  y  pues  sabe 
lo  que  agora  nos  del  dezimos  y  de  su  obra, 
verna  si  es  biuo,  y  entonces  j) roñaremos 
aquel  lugar  por  la  gran  mentira  que  el  dixo, 
e  si  lio  viniese  de  aqui  a  Pentecostés,  teño 
por  bien  que  nos  la  preñaremos  muy  de  gra- 
do, ca  muchos  honbres  buenos  ay  en  vuestro 
reyno,  de  vuestro  linage,  que  la  prouaran 
de  grado,  y  vereys  como  se  podra  alguno  sa- 
car»; y  el  rey  dixo:  «Si  no  pensasse  que 
pesarla  a  Merlin,  no  ha  cosa  en  el  mundo 
que  mas  de  grado  fiziesse»;  y  ellos  dixeron: 
«Esperad  a  Merlin,  e,  si  no  viniere,  cortarlo 
hemos  nos»,  y  el  rey  lo  otorgo,  y  estonce 
fueron  ellos  muy  alegres,  e  cuydaron  que 
pusieran  muy  bien. 

Cap.   XCI.  —  Como  fue  prouada   la  silla 
milagrosa  por  rn  rauaUcro,  e  )nuriü. 

Quedo  este  pleyto  assi  fasta  el  dia  de  l'en- 
tccoste,  y  el  Rey  tizo  saber  por  toda  la  tie- 
rra que  viniessen  a  su  corte,  y  Merlin,  que 
todas  las  cosas  sabia ,  dixo  a  Blaysen  que  no 
yria  ay,  porque  auian  a  probar  el  lugar,  e 


3G 


LIBROS  DE  caballerías 


que  mas  queria  que  lo  prouassen  por  su  mal 
seso  e  por  honbre  malo,  que  por  el  suyo  e 
de  honbre  bueno,  ca  si  el  fuesse,  e  dirán  lue- 
go que  no  fuera  sino  por  los  destoruar,  e  por 
esto  no  quiso  alia  yr,  e  atendió  fasta  quinze 
dias  después  de  Pentecoste.  Y  el  rey,  e  gran 
gente  con  el.  vinieron  a  Cardoyl.  E  aquellos 
que  auian  de  prouar  el  lugar,  hizieron  nue- 
nas  de  suyo  que  Merlin  era  muerto,  e  que 
lo  mataran  villanos  en  vn  monte,  e  tanto  hi- 
zieron dezir  e  dixeron,  que  el  rey  mesmo  lo 
cuydo.  e  lo  mas  porque  el  daña  tanto,  que 
no  cuyda\ia  que  sufriessen  que  aquel  lugar 
fuesse  iDrouado;  y  el  rey  fue  en  Cardoyl  en 
bispera  de  Pentecoste.  y  pregunto  aquellos 
que  querian  prouar  el  lugar  que  el  queria  ser; 
e  vno  que  era  mas  priuado  del  rey.  que  co- 
mencara  este  pleyto.  dixo:  «Señor,  no  quiero 
que  otro  sea  sino  yo»:  y  el  era  de  gran  lina- 
ge,  e  rico  hombre,  e  poderoso  en  la  tierra;  y 
el  rey  fiziera  ay  venir  caualleros,  e  clérigos, 
e  honbres  buenos  e  villanos;  tanbien  cuida- 
ua  que  Merlin  viniesse;  después  vieron  que 
no  venia  Merlin.  dixo  aquel  cauallero  que 
el  queria  a  y  ser,  y  estonce  fue  a  la  mesa  do 
los  caualleros  estauan,  c  dixoles:  «Yo  vengo 
con  vos  ser  por  vos  hazer  conpañia? ;  y  ellos 
no  fablaron  cosa,  ante  estuuieron  muy  calla- 
dos e  muy  humildes;  miraron  que  queria 
fazer;  y  el  rey  e  muchas  gentes  estauan  alli 
llamadas;  e  aquel  dia  passo  por  los  caualle- 
ros, e  fuesse  a  sentar  en  el  lugar  vazio.  E 
tanto  que  se  assento  en  la  silla,  hundióse 
como  si  sumiera  en  agua,  que  ninguno  de 
quantos  ay  estauan  no  supieron  que  fuera 
del:  e  quando  sus  parientes  vieron  que  assi 
se  edicra,  quisieron  ay  assentar  por  se  per- 
der con  el  jDor  el  duelo  que  del  auian;  y  el 
rey  mando  a  los  honbres  buenos  que  se  Ic- 
uantassen  de  la  mesa,  e  assi  no  sabrían  qual 
era  el  lugar:  y  ellos  leuantaronsc  ende  lue- 
go, y  el  duelo  fue  muy  grande  en  la  corte; 
y  el  rey  se  tuuo  por  engañado,  e  dixo  que 
ante  lo  dixera  e  que  no  le  quisieron  ende 
creer. 

Cap.  XCII. — Como  Merlin  vino  n  fahlar  con 
el  rc¡)  c  le  consejo  que  fixiessc. 

E  assi  se  escuso  el  rey,  e  a  los  onze  dias 
de  Pentecoste  vino  Merlin,  e  el  rey  fue  ende 
muy  alegre  y  salió  contra  el,  y  tanto  que 
Merlin  vio  al  rey,  dixo:  <'Mal  fezistes  deste 
lugar  que  dexastes  prouar  aquel  cauallero;'/; 
y  el  rey  dixo:  «El  nos  pensó  engañar,  y  el 
engaño  fue  sobre  el/>.  Merlin  dixo:  «Assi 
auiene  a  muchos,  que  piensan  engañar  a 
otre  y  engañan  a  si,  y  dezian  que  villanos 
me  mataran. .:   y  el  rey  dixo   que   assi  lo 


dixeran.  E  Merlin  dixo:  <sAgora  sed  bien 
castigado,  que  no  prouedes  este  lugar,  ca  yo 
os  digo  que  os  puede  venir  ende  mal;  ca  el 
lugar  e  la  mesa  es  gran  significanr-a  e  muy 
alta,  e  ay  verna  della  mucho  bien  a  este 
reyno» ;  e  después  preguntóle  Vter  Padragon 
que  le  dixesse,  si  le  plazia  dezir,  que  fuera 
de  aquel  t^ue  estuuiera  en  el  lugar,  ca  mucho 
lo  tenia  por  gran  marauilla,  e  Merlin  dixo: 
«Xo  vos  tiene  pro  de  preguntar,  ni  va  cosa 
que  lo  sepades.  e  mas  pensad  de  aquello  que 
comenr-astes  e  de  lo  mantener  lo  mas  honra- 
damente <jue  podierdes,  e  hazed  algo  en  esta 
villa  por  amor  de  la  tabla  redonda,  ca  bien 
sabedes,  por  la  prueua  que  vistes,  que  ha 
menester  que  la  honredes;  e  yo  yrme  he,  e 
vos  fazed  lo  que  os  digo»;  y  el  rey  dixo  que 
todo  lo  faria  assi.  E  assi  se  j)artio  Merlin  del 
rey  e  se  fue;  y  el  rey  mando  fazer  en  la  villa 
cosas  grandes  y  fermosas  en  que  tuuiessen 
siempre  su  corte,  y  fizo  saber  por  toda  su 
tierra  que  estas  tres  fiestas  tenia  siempre 
su  Cardoyl:  por  la  nauidad,  j  el  dia  de 
Pentecoste,  y  el  dia  de  todos  sanctos.  E  assi 
fue  vn  gran  tiempo  que  tuuo  alli  su  corte, 
como  en  costunbre  auia. 

Cap,  XCIII. — Como  el  reí)  Vter  se  enamoro 
de  Ifjuerna. 

E  assi  aniño  que  el  rey  Vter  Padragon 
enbio  por  sus  ricos  honbres,  y  embioles  a 
dezir  que,  por  su  amor  e  lionrra,  que  tra- 
xessen  ay  consigo  a  sus  mugeres;  e  assi 
como  el  rey  lo  mando,  assi  lo  fizieron  ellos; 
e  sabed  que  ouo  ay  gran  conpañia  de  caua- 
lleros e  de  dueñas  e  donzellas,  mas  no 
deue  honbre  contar,  ni  puede,  todos  los  que 
ay  fueron,  mas  contarvos  e  de  aquellos 
donde  mi  cuenta  fabla.  E  por  ende  (]UÍoro 
que  sepays  que  el  honrado  duque  de  Tintu- 
guel  fue  ay,  e  lleno  su  muger  Igucrna,  e 
tanto  quanto  que  Yter  Padragon  la  vio, 
amóla  mucho,  pero  no  le  mostró  ende  cosa, 
sino  que  la  miraua  muy  de  grado,  tanto  que 
ella  lo  entendió,  e  se  auino  al  pleyto;  e  en 
aquellos  dias  vino  antel  lo  menos  que  pudo, 
ca  era  muy  buena  dueña  y  amiga  de  su  ma- 
rido; y  el  rey,  por  su  amor,  embio  donas  a 
todas  las  dueñas;  y  embio  a  Iguerna  aquellas 
que  vio  de  que  mas  se  pagaría,  y  ella  supo 
que  enbiaria  donas  a  todas;  e  por  esto  no 
recelo  de  tomallas,  e  tanbien  entendió  rjue 
el  no  enuiara  a  las  otras  sino  porque  las 
tomasse  ella  las  suyas.  E  assi  tuuo  A''ter  Pa- 
dragon aquella  corte  tan  cuytado  de  amor, 
que  no  supo  que  hiziesse,  e  rogo  a  todos  los 
caualleros  que  fuessen  con  el  por  Pentecoste 
y  traxessen  sus  mugeres;  assi  lo  otorgaron. 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


Cap,  XCIV. — De  como  el  retf  Vter  Pculragon 
dio  donan  a  iodaa  lan  dueñas  2^or  amor  de 
Iguerna. 

E  assi  se  fueron,  e  quando  se  ouieron  de 
yr,  el  rey  fue  con  el  duque  de  Tintuguel 
una  gran  pie^a,  e  lionrrolo  mucho,  e  al  par- 
tir dixo  a  Iguerna:  «Señora,  tanto  quiero 
que  sepades  que  leuays  el  mi  coraoon» ;  ella 
hizo  semblante  que  no  lo  queria  entender,  y 
el  rey  despidióse,  y  el  duque  se  fue  con  su 
muger.  y  el  rey  quedo  en  Cardoil  y  conforto 
los  hombres  buenos  que  a  la  mesa  estañan; 
mas  como  quier  que  al  entendiesse,  todo  su 
carar-on  era  en  Iguerna,  y  assi  se  sufrió  toda 
su  cuyta  fasta  Pentecoste;  e  a  este  dia  los 
ricos  honbres  e  las  dueñas  auian  de  venir  a 
la  corte,  mas  mucho  fue  alegre  el  rey  quando 
vido  a  Iguerna,  e  dio  gracias  a  Dios,  e  dio 
muchas  donas  a  dueñas  e  donzellas  e  a  caua- 
lleros.  E  quando  quiso  comer,  fizo  sentar 
ante  si  al  duque,  e  fizo  tanto,  por  sus  pre- 
sentes y  por  su  catar,  que  ella  entendió  que 
la  queria  mucho,  e  pesóle  mucho  dello,  mas 
conuinole  sufrillo;  e  assi  supo  Iguerna  que 
la  amaua  el  rey.  Y  el  rej  fizo  en  aquella 
fiesta  mucha  honrra  a  los  ricos  honbres  y  a 
Iguerna;  e  quando  la  fiesta  passo,  despidié- 
ronse, y  el  rey  les  rogo  que  viniessen  a  su 
corte  assi  como  era  puesto,  y  ellos  lo  otorga- 
ron que  assi  lo  farian;  e  assi  se  partió  la 
corte;  y  el  rey  sufrió  cuyta  fasta  que  lo  dixo 
a  dos  sus  priuados,  y  ellos  dixeron:  «¿Que 
queredes  vos  que  fagamos  en  esso,  que  cosa 
no  pediredes  que  nos  ay  no  fagamos?»  Y  el 
rey  dixo:  «¿Como  la  podria  yo  hauer?  mas  si 
fueredes  do  ella  es,  entendervoslo  han  las 
gentes,  e  seremos  ende  profa9ados»;  y  el 
rey  les  pregunto  que  consejo  le  dauan;  y 
ellos  le  dixeron:  «El  mejor  consejo  que  nos 
sabemos  es  este:  que  embiedes  dezir  a  vues- 
tros ricos  onbres  e  caualleros  que  queredes 
hazer  muy  gran  corte,  y  que  vengan  guisa- 
dos de  estar  ay  quinze  dias,  y  que  traygan 
a  sus  mugeres.  Y  assi  podeys  ver  a  Iguerna 
gran  piega  a  vuestro  plazer,  e  de  fablar  con 
ella  vuestro  amor» .  Mucho  pareció  derecho 
al  rey  lo  que  los  sus  priuados  dezian.  y  embio 
a  dezir  a  sus  ricos  honbres  e  caualleros  que 
fuessen  todos  en  Cardoil  con  el  por  Pascua 
florida,  y  que  truxessen  sus  mugeres;  y  que 
viniessen  guisados  de  estar  quinze  dias  con 
el;  e  assi  lo  fizieron  como  el  rey  mando. 

Cap.  XCV. — Como  Vlscr  ronsejaua  al  re/j 
sobre  los  aviores  de  Igiitrna. 

Aquella  pascua  tomo  el  Eey  corona,  e  dio 
muchos  dones  a  sus  ricos  honbres  v  caua- 


lleros, y  a  sus  dueñas  e  donzellas,  e  a  todos 
aquellos  que  entendió  que  seria  bien  em- 
pleado, e  fue  alegre  el  rey  aquella  fiesta,  e 
hablo  con  vn  escudero  suyo  en  que  se  fiaua 
muclio  mas  que  en  los  otros  e  auia  nonbre 
Vlser,  e  dixole  el  grande  amor  que  auia  de 
Iguerna,  que  pensaua  morir  si  no  ouiesse 
algún  consejo.  E  Alser  dixo:  «Señor,  mal 
seso  es  i|ue  cuydades  por  vna  muger  morir, 
ca  yo  oy  dezir  que  toda  muger,  si  es  deman- 
dada e  seguida,  a  que  honbre  pueda  íazer 
su  voluntad,  como  dar  donas  e  honrrar  aque- 
llos e  aqiiellas  que  con  ella  vienen,  e  a  los 
que  ella  ama,  e  de  fazer  e  dezir  toda  su 
voluntad  a  cada  vno  lo  mas  que  pudiere, 
nunca  oy  fablar  a  muger  que  contra  esto  se 
pudiesse  defender,  si  honbre  pudiesse  con 
ella  hablar  cada  vez  c|ue  quisiesse.  E  vos, 
que  soys  rey,  os  desconfortays» .  Y  estonces 
dixo  el  rey  a  A^'lser:  «Bien  dizes,  e  sabes 
bien  lo  que  conuiene  a  tal  cosa,  e  ruégete 
que  me  ayudes  en  todas  guisas  que  pudie- 
res, e  toma  de  my  auer  lo  que  quisieres, 
e  dalo  assi  como  dizes,  e  cunple  a  cada  vno 
su  plazer,  e  fabla  con  Iguerna  como  vieres 
que  mas  muestre»;  e  Ylser  dixo:  «Agora 
dexad,  que  yo  haré  ay  todo  mi  poder». 

Cap.  XCYI.  — Cowo  Vlser  hablo  con  Ljncrna 
por  mamlado  del  rcij. 

A'lser  dixo  al  rey,  a  TJter:  «No  guarda 
derecho  ni  razón  de  mesura,  e  pues  assi  es, 
aued  grande  amor  con  el  duque ,  e  fazelde 
conpaña,  e  honrraldo  en  guisa  que  ayades 
su  amor  lo  mas  que  pudierdes.  E  yo  pensare 
de  fablar  con  Iguerna» ;  y  el  rey  dixo  que 
esto  bien  sabia  el  fazer;  y  assi  lo  fablaron. 
Y  el  rey  fizo  gran  fiesta,  y  el  duque  siempre 
fue  en  su  conpañia,  e  fizo  e  dixo  quanto  el 
quiso,  e  dio  muchas  donas,  y  el  e  su  com- 
j)aña;  e  Alser  fablo  con  Iguerna,  e  dixole 
aquello  que  el  entendió  que  mas  le  plazeria: 
e  traxole  por  muchas  vezes  ricas  donas,  y 
ella  se  defendió  ende,  e  no  quiso  cosa  hablar. 
Assi  que  vn  dia  aniño  que  Iguerna  saco 
aparte  a  A'lser,  e  dixo:  «AHser  ¿por  que  me 
queriades  dar  estas  donas?» ;  e  Alser  respon- 
dió: «Por  vuestro  gran  merecer,  e  por  vues- 
tra gran  bondad,  por  vuestro  gran  donayre. 
E  yo,  señora,  no  vos  podria  dar  ende  cosa, 
e  todo  el  auer  del  reyno  es  vuestro  jiara 
fazer  del  toda  vuestra  voluntad».  Y  ella 
dixo:  «¿Como?»  Y  A'lser  dixo:  «Porque  vos 
anejas  el  coraoon  de  aquel  cuyo  el  es,  y  el 
su  cora(;on  es  vuestro;  e  por  esta  razón  todas 
las  sus  cosas  son  en  vuestra  merced».  E 
Iguerna  dixo:  «¿De  qual  cora(;on  me  lo  dezi- 
des?»  E  Vlser  dixo:  «Del  rey» ;  e  ella  leuanto 


LIBROS  DE  caballerías 


la  mano  e  signóse,  e  dixo:  <  ¡Ay  Dios,  como 
son  los  reyes  traidores!  ca  este  faz  sen- 
blante  de  mi  señor  amar  por  me  escreuir;  e 
agora  te  digo  que  jamas  te  anenga  que  esto 
nunca  me  digas,  ea  bien  sabe  que  lo  diré  a 
mi  marido:  e,  si  lo  sabe,  no  ay  al  sino  tu 
muerte;  e  yo  no  lo  encobrire  mas  desta  vez» ; 
o  Vlser  dixo:  v;Esto  seria  mi  honrra,  morir 
por  mi  señor:  ca  yo  nunca  vi  muger  que  se 
defendiesse  de  auer  rey  por  amigo,  que  mas 
la  amasse  que  a  ssi,  ni  el,  mas  cuy  da  que  lo 
dezides  por  infinta;  dueña,  por  Dios,  aued 
merced  del  rey  vuestro  señor  e  de  vos  mesma, 
que,  si  assi  fuesse,  que  quedaredes  del  auer 
gran  merced:  e  bien  vos  verna  ende,  ca  vos 
ni  el  duque  no  vos  podedes  defender  con- 
tra Tohintad  del  rey » .  E  Iguerna  respon- 
dió: «Si  Dios  quisiesse,  yo  me  defenderé 
bien,  que  jamas  no  seré  en  lugar  do  el  me 
vea» . 

Cap.  XCYII. —  Como  el  rey  enbio  r na  copa 
de  oro  a  Irjucrna  que  el  mucho  qneria. 

Partido  Ylser  de  Iguerna,  e  fuese  al  rey, 
e  contole  quanto  le  dixera  Iguerna;  y  el  rey 
dixo:  «Assi  deue  responder  buena  dueña,  e 
no  se  vencer  tan  presto» .  Y  esto  fue  onze 
dias  después  de  Pentecoste,  que  el  rey  estaua 
a  la  missa  y  el  duque  con  el;  y  el  tenia  ante 
si  vna  muy  rica  copa  de  oro  e  muy  fer- 
mosa,  e  Ylser  liinco  los  hinojos  ante  el  Rey, 
e  dixo:  «Señor,  enbiad  esta  copa  a  Iguerna, 
e  dezid  al  duque  que  le  mande  que  la  tome» ; 
y  el  Rey  dixo:  «13ien  dixistes» ;  e  Ylser  se 
leuanto,  y  el  Rey  fue  muy  alegre,  e  dixo  al 
duque:  «Yedes  aquí  vna  muy  hermosa  copa, 
mandad  a  Iguerna  vuestra  muger  que  la 
tome  e  que  beua  con  ella» ;  y  el  duque  res- 
pondió assi  como  aquel  que  no  entendia 
ningún  mal,  e  dixole:  «Rey  señor,  grandes 
mercedes»;  y  el  la  tomo  muy  de  grado,  o 
llamo  a  vno  do  sus  caualleros  que  auia  non- 
bre  Bretel,  e  dixo:  «Tomad  esta  copa  e  leuad- 
la  a  vuestra  señora  de  parte  del  rey» .  E  Bre- 
tel tomo  la  copa,  e  fue  a  la  cámara  do  Iguerna 
comia,  e  hinco  los  ynojos  ante  ella,  e  dixole: 
«Señora,  ol  rey  vos  enbia  esta  copa,  e  mi 
señor  mandavos  que  la  tomej^s,  e  que  beua- 
des  con  ella  por  amor  del  rey» .  E  quando 
ella  ovo  esto,  ouo  muy  gran  pesar,  y  ember- 
mejecióse, e  no  oso  rescelar  de  tomar  la 
copa,  e  tomóla,  e  beuio  con  ella  por  amor 
del  rey,  e  ouo  muy  gran  pesar,  e  la  copa 
fuera  llena  do  vino;  e,  desque  ouo  beuido, 
dixo  a  Bretel  que  la  lleuasse  al  rey;  e  Bretel 
dixo:  «Mi  señor  vos  manda  que  la  tomedes»; 
y  el  rey  se  lo  rogo  ende  mucho;  e  quando 
ella  vio  que  assi  era,  tomo  la  copa,  e  Bretel 


torno  al  rey  e  dixo  que  se  lo  agradescia 
mucho;  mas  el  mentia  en  esto,  que  no  le 
dixo  cosa. 

Cai'.  XCYIII.  —  Como  el  duque  fallo  irisie 
a  Iguerna  su  muger. 

Timo  mucho  el  rey  que  vernia  gran  bien 
porque  Iguerna  tomo  la  copa,  e  Ylser  fue  al 
palacio  do  Iguerna  comia  con  otras  dueñas, 
por  ver  el  continente  que  hazia ;  e  fallóla 
muy  sañuda  e  pensando :  e  desque  leuanta- 
ron  las  mesas,  llamo  a  Alser,  y  dixole;  «Por 
gran  traycion  me  embio  vuestro  señor  la 
copa,  mas  sabed  que  no  ganara  ay  nada,  ca 
3^0  le  haré  caer  eras  en  gran  vergüenza  ante 
que  el  dia  salga,  ca  diré  a  mi  señor  la  tray- 
cion con  que  el  e  vos  andados»;  e  Ylser  res- 
pondió: «No  soys  vos  tan  sandia  (^ue  tal  cosa 
dixessedes  a  vuestro  señor,  ca  vos  guardare- 
des  ende  bien».  Y  ella  dixo:  «Mal  venga 
ende  a  quien  se  guardare» .  Estonce  se  partió 
Ylser  della  y  se  fue  para  el  rey,  que  se  le- 
na ntau  a  de  comer,  e  andana  muy  alegre;  e 
tomo  al  duque  por  la  mano,  e  dixole:  «Va- 
jeamos a  ver  las  dueñas»;  y  el  dixo:  «Plaze- 
me» .  Y  fueron  al  ¡^alacio  donde  Iguerna  co- 
mia e  las  otras  dueñas,  e  fueron  alia  muchos 
caualleros  por  ver  las  dueñas;  mas  Iguerna 
bien  supo  que  no  yua  alia  el  rey  sino  por 
ella,  e  sufrióse  todo  aquel  dia;  e  a  la  noche 
fuesse  para  su  posada,  e  quando  el  duque 
alli  fue,  fallóla  llorando  e  faziendo  gran  due- 
lo, e  marauillose  mucho  por  que  lo  hazia,  e 
tomóla  en  los  bra(;os  como  aquel  que  la  ama- 
na mucho,  y  preguntóle  que  auia;  y  ella  dixo 
que  queria  ser  muerta;  y  el  duque  se  mara- 
uillo  y  jn-eguntole  por  que;  y  ella  dixo:  «No 
vos  lo  encubriré,  ca  no  es  cosa  para  en- 
cubrir» . 

Cap.  XCIX. — JJe  como  Iguerna  dixo  al  duque 
que  el  rey  la  aniaua. 

«Sabed  que  el  rey  me  quiere  gran  bien,  e 
todas  estas  cortes  que  vos  vedes  que  faze,  no 
las  haze  sino  por  mi,  e  todas  estas  dueñas  que 
faz  venir,  no  es  sino  ¡lor  razón  que  me  tra- 
yades,  que  bien  de  la  otra  vez  lo  se;  e  siem- 
pre me  defendí  del  e  de  sus  donas  tomar,  e 
agora  fezistesme  vos  tomar  la  copa,  y  em- 
biastesme  dezir  que  beuiesse  con  ella  por 
amor  del  rey,  e  por  esto  querría  ser  muerta. 
E  porque  no  me  puedo  defender  del  ni  de 
Vlser  su  consejero,  e  por  ende  me  recelaua 
que,  si  vos  lo  dixesse,  que  vos  no  podriades 
del  partir  sino  mal;  e  ruego  vos  como  a  mi 
señor  que  me  tornedes  a  Tintugel,  ca  no 
quiero  estar  mas  en  esta  villa.» 


BALADRO  DEL  SAP.IO  MERLIN" 


39 


Cap.  C. — De  como  el  dwpie  se  fue  con 
Iguerna  su  mur/er. 

El  duque,  qu anclo  esto  03^0  que  el  rey  ama- 
na mucho  a  su  mugor,  fue  tan  sañudo,  que 
no  podía  mas,  y  embio  por  sus  caualleros 
encubiertamente,  e  dixoles:  «Aparejadvos  en 
como  canalguemos  lo  mas  escond idamente 
que  pudiéremos,  e  no  me  pregunteys  por  que 
fasta  que  yo  os  lo  diga;  e  no  lleuedes  cosa 
de  lo  vuestro  sino  dos  cauallos  e  armas;  y 
llenarlo  han  de  mañana  em  ¡jos  de  nos,  e  yo 
quiero  que  el  rey  no  lo  sepa  como  nos  ymos» . 
E  assi  como  el  duque  lo  dixo.  assi  fue  todo 
hecho;  e  caualgaron  lo  mas  encubiertamente 
que  pudieron,  e  fueronse  para  su  tierra,  e  a 
la  mañana  fue  grande  la  buelta  en  la  villa 
de  los  que  quedaron,  e  aderecaronse  de  yr 
em  i)os  dellos. 

Cap.  CI,  —  Como  el  reí/  entro  en  consejo 
sobre  la  y  da  del  duque. 

Otro  dia,  quando  el  rey  supo  que  el  du- 
que se  fuera  assi,  fue  muy  sañudo,  y  embio 
por  sus  ricos  honbres  e  dixoles  la  desonrra 
que  el  duque  le  fiziera;  y  ellos  se  marauilla- 
ron  mucho  por  que  fiziera  tal  locura;  e  nin- 
guno dellos  no  sabia  por  que  el  duque  lo 
fiziera,  ni  como  lo  pudiesse  entender.  Y  el 
rey  les  dixo  que  le  consejassen  como  ouiesse 
enmendamiento;  e  contoles  quanta  honra  e 
quanto  amor  le  fiziera,  mas  que  a  ninguno 
de  los  otros.  Y  ellos  dixeron  que  se  maraui- 
llauan  por  que  lo  fiziera,  y  el  rey  dixo:  «Yo 
embiare  a  el,  si  os  parece,  que  me  venga  a 
enmendar  el  tuerto  que  me  fizo,  y  que  se 
torne  assi  como  se  fue  j3or  me  fazer  derecho» ; 
e  a  este  consejo  se  otorgaron  todos,  y  enbio 
el  rey  dos  honbres  buenos,  y  ellos  fueron  al 
duque,  e  dixeronle  el  mensaje,  e  cuando  el 
duque  oyó  que  auia  de  yr  como  se  fuera, 
luego  entendió  que  lo  dezia  porque  lleuasse 
a  Iguerna,  e  dixo  a  los  mensajeros:  «Seño- 
res, decid  al  rey  que  yo  no  tornare  a  su 
corte,  que  tanto  tuerto  me  fizo,  que  yo  nun- 
ca entrare  en  su  poder,  mas  que  pongo  a 
Dios  por  juez  entre  mi  y  el,  que  sabe  bien 
que  tanto  mal  me  fizo  por  que  no  lo  deuo  te- 
ner jamas  jior  señor  ni  amar,  e  yo  no  vos 
diré  agora  mas» .  E  con  tal  recaudo  se  par- 
tieron los  mensajeros  del,  e  dixeronlo  assi 
al  rey. 

Cap.  CII. — De  como  el  duque  ouo  consejo  con 
sus  vassallos  sobre  el  hecho  de  su  jnuger. 

Luego  embio  el  duque  por  sus  vassallos  e 
prinados,  e  dixoles  la  razón  por  que  partiera 
de  Candoil  e  la  deslealdad  en  f(ue  el  rey  an- 


dana con  su  muger;  e  quando  ellos  lo  oye- 
ron, marauillaronse  mucho,  e  dixeron:  «Esto 
no  puede  ser,  e  bien  deuia  mal  recebir  quien 
tal  traycion  buscaua».  Y  el  duque  les  dixo: 
«Señores,  yo  vos  ruege  por  Dios  o  por  vues- 
tra honrra,  e  por  lo  que  deueys  fazer,  que 
me  ayudo^'s  a  defender  mi  tierra  si  el  rey  me 
([uisiere  hazor  guerra».  E  todos  dixeron  a 
vna  ([ue  esto  harian  ellos  muy  de  grado,  e 
pornian  ay  los  cuerpos  o  las  liaziendas. 

Cap.  CIII.  —  Como  el  rey  embio  a  desafiar 
al  duque,  y  el  duqtie  puso  su  muyer  en 
Tituyuel. 

Aconsejóse  el  duque  con  sus  vassallos,  y 
el  rey,  quando  oyó  el  mandado,  rogo  a  sus 
ricos  honbres  que  le  ayudassen  a  vengar  su 
gran  tuerto  e  la  desonrra  de  su  corte,  y  ellos 
tuuieron  al  duque  por  muy  malo,  que  solian 
tener  por  sesudo,  e  dixeron  que  lo  harian  de 
grado,  mas  que  lo  enbiasse  antes  a  desafiar, 
y  después,  que  fuesse  sobre  el;  y  el  rey  lo 
hizo,  e  rogóles  que  a([uel  dia  fuessen  con  el 
assonados;  y  el  rey  embio  a  desafiar  al  du- 
que, y  el  duque  dixo  que  se  defenderla;  e 
los  mensajeros  tornaron  al  rey  con  este  men- 
saje, y  el  duque  dixo  a  sus  vassallos  como 
el  rey  lo  mandaua  desafiar,  y  que  le  ayudas- 
sen,  y  ellos  dixeron  que  lo  ayudarían  de 
muy  buen  grado;  e  hablo  con  ellos,  e  dixoles 
que  no  auian  sino  dos  castillos  en  que  se  pu- 
diessen  mx\j  bien  defender,  mas  aquellos 
dos  eran  tales,  que  no  podría  el  rey  tomallos 
mientra  bíuiesse,  e  guisóse,  e  metió  la  mu- 
ger en  Tituguel  con  dozientos  caualleros, 
ca  bien  sabían  que  aquel  castillo  que  no  te- 
mía a  nada,  e  metiosse  el  con  su  caualleria 
en  otro  castillo  que  era  muy  grande,  mas  no 
era  tan  fuerte,  ca  bien  supo  de  la  otra  gran- 
de, que  no  la  podría  defender,  e  assi  se  gui- 
so el  duque  de  se  defender. 

Cap.  CIV. — Como  el  rey  fue  a  cercar 
al  duque  en  su  castillo. 

Pues  cuando  el  reí  oyó  el  mandado,  fue 
muy  sañudo,  e  junto  sus  vassallos  todos  en 
la  entrada  de  la  floresta  que  era  en  cabo  de 
la  tierra  del  duque,  entre  el  llano  e  vna  gran 
ribera,  e  contoles  el  orgullo  del  duque,  e 
(¡uando  supo  que  se  metiera  en  vn  castillo  e 
la  muger  en  otro  fuerte,  fue  a  cercar  al  du- 
que; y  el  rey  dixo  a  Vlser  que  podría  fazer 
de  Iguerna;  e  Vlser  dixo:  «Si  vos  pudiesse- 
des  prender  al  duque,  todo  lo  al  acabaríades. 
E  f[uíen  os  dixo  que  lo  cercassedes,  diovos 
buen  consejo,  ca  si  cercaredes  a  Iguerna, 
luego  lo  entendiera  e  fueran  descubiertos»; 


40 


LIBROS  DE  caballerías 


e  assi  cerco  al  duque  en  su  castillo  y  ouo 
ende  ni\icha  buena  remetida;  y  el  du(|uc  se 
defendió  muy  bien,  y  el  rey  estuuo  gran 
tienpo  sobre  el  castillo  que  no  lo  pudo  to- 
mar, e  ouo  gran  pesar  e  gran  cuyta  por 
Iguerna  que  no  podia  auer,  que  tanto  la 
amaua. 

Cap.  CV. — Como  Vlscr  roiiftejo  al  lí^j/  (/iie 
enbtasse  a  buscar  a  jlerliii. 

Yn  dia  vino  que  el  rey  estaua  en  su  tien- 
da, e  comenco  a  llorar,  e  quando  sus  ricos 
honbres  lo  vieron  llorar,  fueronse  e  dexa- 
ronlo  solo:  e  quando  lo  supo  Vlser,  fue  a  el, 
e  fallólo  llorando^  e  pesóle  muclio;  e  pre- 
guntóle por  que  lloraua,  y  el  rey  dixo:  «Vl- 
ser, tu  lo  deues  bien  saber,  ca  tu  sabes  (jue 
muero  por  Iguerna,  y  veo  que  no  ay  sino 
morir,  ca  pierdo  el  comer  y  el  beuer  e  todo 
sabor  que  honbre  deue  auer;  e  por  Dios  dame 
consejo» .  E  Ylser  dixo:  «Señor,  vos  soys  de 
flaco  coraron,  que  por  vna  muger  pensades 
morir;  y  este  es  mi  consejo:  Que  enbiedes 
por  Merlin,  y  este  vos  dará  consejo» .  El  rey 
dixo:  «Yo  bien  se  que  Merlin  sabe  toda  mi 
cuyta,  e  embiaria  por  el,  mas  he  miedo  que 
se  ensañe,  ca  yo  bien  se  que  esta  sañudo  por 
la  silla  de  la  Tabla  Redonda  que  fue  prona- 
da, e  cuydo  que  es  assi,  ca  mucho  a  t|ue  no 
lo  vi;  e  pienso  que  le  pesa  i)or(iue  amo  a  mu- 
ger del  mi  vassallo,  e  assi  Dios  me  ayude  no 
puedo  mas,  ni  tengo  corac;on,  ni  me  puedo 
ende  partir.  E  otrosi  Merlin  me  dixo  que  no 
le  embiasse  buscar».  E  Ylser  dixo:  «Señor, 
de  vna  cosa  soy  cierto,  que  si  Merlin  es  sano, 
6  vos  ama  assi  como  vos  creedes  e  nos  cuyda- 
mos,  que  pues  el  sabe  vuestra  cuyta,  el  no 
puede  tardar  que  no  ayades  nueuas  del.> . 

Cap.  CYI. —  Como  Vlser  cnrontro  con  Jlerl/n, 
e  fablo  con  el  e  no  lo  conoscio. 

Conforto  Ylser  al  rey,  e  dixole  que  andu- 
uiesse  alegre  entre  sus  vassallos.  e  f[ue  no 
se  apartasse,  e  assi  se  quitarla  vna  pie(;a  de 
su  cuyta,  y  el  rey  lo  fizo  assi  como  Ylser 
dezia.  E  después  fizo  el  castillo  combatir, 
mas  no  lo  pudo  tomar.  E  un  dia  aniño  que 
Ylser  caualgaua  por  la  hueste,  e  fallo  vn 
honbre  que  no  conoscia,  e  aquel  honbre  le 
dixo:  <' Vlser,  yo  fablaria  con  vos  de  grado»; 
e  Vlser  dixo:  «E  yo  con  vos»;  y  estonce  sa- 
lieron de  la  hueste,  el  honbre  a  pie  e  Vlser 
a  cauallo;  y  el  honbre  era  viejo,  e  Ylser  le 
pregunto  quien  era,  y  el  dixo:  «Yo  soy  vn 
honbre  viejo,  y  esto  podeys  vos  bien  saber; 
e  yo  fui  tenido  por  sesudo  quando  era  man- 
cebo, e  quiéreos  dezir  vna  poridad,  e  sabed 


que  no  ha  mucho  que  fui  en  Tituguel,  e  vn 
hombre  bueno  viejo  me  dixo  que  A^ter  Padra- 
gou  vuestro  rey  amana  a  la  muger  del  du- 
que, e  por  ende  le  destruya  su  tierra;  mas  si 
vos  y  el  me  quisierdes  dar  buen  galardón, 
yo  conozco  vn  tal  hombre,  que  fara  al  rey  fa- 
blar  con  Iguerna,  y  que  le  por  na  consejo  en 
todo  su  amor»;  e  quando  Vlser  lo  oyó,  ma- 
rauillose,  e  rogóle  que  le  enseñasse  qual  era 
el  honbre.  Y  el  hombre  bueno  dixo:  «Antes 
veré  yo  el  galardón  que  me  queredes  dar» ; 
e  A'lser  dixo:  «¿Donde  os  fallare  después  e 
yre  a  fablar  con  el  rey?»  Y  el  hombre  bueno 
dixo:  «A'^os  me  hallaredes  mañana  en  este 
camino,  entre  aqui  e  la  hueste»;  y  entonces 
se  encomendaron  a  Dios;  y  el  buen  honbre 
se  fue,  e  Vlser  se  torno  al  rey  e  contole  lo 
que  le  auiniera. 

Cap.  CVII. — De  como  Merlin  hablo  con 
el  Rey  en  forma  de  honbre  viejo,  e  lo  co- 
noscio. 

El  rey,  quando  oyó  lo  que  Ylser  dixo,  fue 
muy  alegre  sobejo,  e  dixo  a  A'lser:  «¿Conoces 
tu  a  este  honbre?»;  e  A'lser  dixo:  «Conozco 
que  es  vn  viejo  e  muy  flaco» ;  y  el  rey  le 
cíixo:  «No  fables  con  el  sin  mi,  y  si  con  el 
fablares,  prométele  de  lo  mió  quanto  el  qui- 
siere» .  E  assi  dexaron  el  pleyto  fasta  en  la 
mañana,  e  fue  el  rey  muy  mas  alegre  (juo 
solia.  E  otro  dia  a  hora  de  missa,  después 
que  el  rey  quiso  caualgar  e  cabalgo  Alser,  e 
saliéronse  ambos  por  medio  de  la  hueste,  e 
fallaron  vn  contrecho  que  no  veya  nada;  y 
el  rey  passo  por  ante  el,  y  el  contrecho  dio 
bozes  e  comeuQO  a  dezir:  «Rey,  assi  Dios  te 
dexe  complir  lo  que  mas  desseas,  dame  vna 
cosa  donde  no  te  aya  grado»;  y  el  rey  lo 
miro,  e  dixo  a  A'lser:  «¿Harás  tu  lo  que  yo 
te  mandare?»  E  dixo  A^lser:  «Si,  señor,  sin 
falta»;  y  dixo:  «¿Oyste  agora  lo  que  aquel 
contrecho  me  pidió,  e  que  mentó  a  la  cosa 
que  yo  mas  desseaua?  Ye,  y  esta  cabel,  e  di 
que  yo  se  lo  doy,  e  que  no  hay  cosa  que  yo 
ouiesse  que  no  se  lo  diesse» .  E  A'lser  fue  al 
contrecho,  e  quando  el  contrecho  lo  vio, 
dixo:  «¿Que  buscades?»  E  A^lser  le  dixo:  «Se- 
ñor, el  rey  me  embia  a  vos,  e  quiere  que 
este  con  vos  aqui»;  y  el  contrecho  se  rio.  e 
dixo:  «El  rey  es  entendido,  e  conoce  mejor 
quevos;e  sabed  que  el  honbre  bueno  que  ano- 
che vistes  me  embio  a  vos,  mas  no  vos  diré 
cosa  de  lo  que  me  dixo;  mas  dezid  al  rey  que 
fara  gran  menoscabo  por  su  voluntad  con- 
plir,  e  que  le  embio  a  dezir  que  ayna  enten- 
dió quien  yo  era».  E  Ylser  le  dixo:  «Señor, 
no  vos  osarla  de  preguntar  de  vuestra  fa- 
zienda»;  y  el  contrecho  le  dixo:  «Pregun- 


BALADRO   DEL  SABIO  MERLIN 


41 


tadlo  al  rey,  y  el  vos  lo  dirá»:  c  A'lser  caual- 
go,  e  fuesse  em  pos  del  rey,  e  quando  llego  a 
el,  dixole  el  rey:  «Ylser  ¿como  reñiste  assi 
em  pos  de  mi?  ¿No  te  dixe  que  estuuiesses 
con  el  contrecho?»  E.A^'lser  dixo:  «El  vos  em- 
bia  a  dezir  que  mas  ayna  le  conocistes  vos 
que  yo,  e  que  vos  me  diredes  su  fazienda,  ea 
el  no  me  lo  f[uiere  dezir  mas.  Pero  el  me 
dixo  que  vos  me  lo  diriades» :  y  quando  el 
rey  esto  oyó,  tornóse  muy  ayna  para  el  con- 
trecho. 

Cap.  CVIII. — Como  Jlerlin  vino  al  rey  en 
su  forma  derecha. 

Desque  llegaron  al  lugar  donde  fallaron  al 
contrecho,  no  lo  fallaron  ay,  y  el  re}^  dixo  a 
Ylser:  «Sabe  que  el  que  aqui  noche  contigo 
hablo  en  semejanoa  de  honbre  bueno  viejo. 
aquel  mesmo  es  el  contrecho  que  ante  ti 
viste»;  e  Ylser  dixo:  «Señor,  ¿podria  ser 
verdad  que  ninguno  se  podria  desfigurar?» ; 
y  el  rej^  dixo:  «5lerlin  es  este  que  tu  ves  de 
todo  en  todo  que  se  anda  assi  riendo  de  nos, 
e  bien  te  fara  saber,  si  quisiere,  quien  es». 
E  assi  dexaron  el  plej'to  estar,  e  caualgaron 
por  aquellos  canpos,  e  yendo  assi,  vino  ]Mer- 
lin  a  la  tienda  del  rey  en  semejanza  dere- 
cha y  pregunto  que  do  era  el  rey,  e  vn  hon- 
bre bueno  fue  luego  corriendo  al  rey  e  di- 
xole que  lo  buscaua  Merlin.  E  quando  el  rey 
lo  oyó.  fue  tan  alegre  que  no  pudo  responder 
al  mensajero,  e  fuesse  para  su  tienda,  e  yen- 
do dixo  a  Ylser:  «Agora  veras  lo  que  te  dixe. 
que  Merlin  verna  quando  el  quisiere,  e  yo 
bien  sabia  que  en  vano  lo  enbiaria  a  buscar» ; 
e  Ylser  dixo:  «Señor,  agora  veremos  como 
sabreys  hazer  honrra  e  amor,  ca  este  es  el 
honbre  del  mundo  que  mas  os  puede  ayudar 
contra  Iguerna»;  y  el  rey  dixo:  «A^'erdad  es, 
e  yo  fare  quanto  el  mandare» . 

Cap.  CIX. — De  como  Merlin  liahlo  ron  el 
rey  de  sus  eonortes. 

Fablando  el  rey  assi  fasta  su  tienpo,  fallo 
a  Merlin,  e  recibiólo  muy  bien,  e  abracó- 
lo, e  dixole:  «¿Que  os  diré?  ya  tan  bien 
sabeys  vos  mi  fazienda  e  lo  que  me  es  me- 
nester como  yo,  e  nunca  me  fue  tardada 
de  honbre  tan  luenga,  e  ruégeos  i^or  Dios 
que  vos  dolados  de  mi» ;  y  Merlin  dixo:  «Yo 
no  vos  fablare  ay  cosa  sin  Ylser» ;  y  eston- 
ces llamo  el  rey  a  A'lser,  e  saliéronse  [los] 
tres  aparte;  y  el  rey  dixo  a  Merlin:  «Yo  dixe 
a  Ylser  que  vos  erados  el  honbre  bueno 
viejo  con  quien  el  fablo  anoche  y  el  contre- 
cho que  oy  vimos».  E  Ylser  lo  miro  muy 
fieramente,  e  dixo:  «Merlin,  ¿esto  es  verdad 


quel  rey  dize?» ;  y  Merlin  dixo:  «Yerdad  es 
sin  falta.  E  tanto  que  entendi  que  a  mi  os 
embiaua,  luego  vi  y  entendi  quien  era»;  e 
Ylser  dixo  al  rey:  «Señor,  agora  deuedes 
dezir  vuestra  fazienda  a  Merlin,  ca  no  llora- 
rej^s  como  soledes  quando  estays  solo» .  E  el 
rey  dixo:  «Yo  no  se  que  le  diga  ni  avn  que 
le  ruegue,  ca  el  bien  sabe  mi  coracon  e  toda 
mi  fazienda,  e  no  le  podria  dezir  cosa  que  el 
no  la  supiese,  e  yo  le  ruego  por  Dios  que 
me  ayude  como  pueda  auer  Iguerna»;  y 
Merlin  se  rio,  e  dixo:  «Agora  veré  que  vale 
coracon  de  hombre» .  Y"  el  rey  dixo:  «Merlin, 
vos  no  pedireys  cosa  que  no  vos  la  de» ;  y 
Merlin  dixo:  «¿Como  seré  ende  cierto?»  Y  el 
rey  dixo:  «Como  vos  mandardes».  E  Merlin 
dixo:  «Señor,  jurarlo  heys  sobre  los  euange- 
lios,  e  faredes  jurar  a  Ylser  que  vos  manda- 
redes  lo  que  yo  pidiere  mañana,  después 
que  yo  fiziere  auer  a  Iguerna».  Y  el  rey 
dixo:  «Si,  muy  de  grado»;  y  Merlin  dixo 
que  bien  lo  jurarla.  Ylser  dixo  que  le  pesaua 
mucho  porque  no  lo  auia  jurado.  ' 

Cap.  CX.  -i)c  como  Merlin  lleno  al  rey 
adonde  estaua  Iguerna,  e  lo  mando  en  se- 
mejanza del  duque. 

E  quando  Merlin  esto  oyó,  dixo:  «Quando 
el  juramento  fuere  fecho,  estonce  os  diré 
como  podra  ser» ;  estonce  fizo  el  rey  traer  sus 
reliquias  e  su  libro,  e  juro  el  e  Ylser  como 
dixo  Merlin;  y  el  rey  dixo:  «Agora  vos  ruego 
que  pensedes  de  vuestra  fazienda»;  e  Merlin 
dixo:  «Señor,  conuienevos  yr  en  fuerte  maña 
alli  do  es  Iguerna,  ca  ella  es  muy  sesuda  e 
muy  buena,  e  muy  amiga  de  Dios  e  de  su 
marido,  mas  agora  veredes  qual  j^oder  aure 
yo  de  la  engañar.  Y'o  mudare  a  vos  en  seme- 
janca  del  duque,  tan  bien,  que  ya  della  no 
seredes  conocido;  y  el  duque  a  dos  caualle- 
ros  sus  vassallos  e  sus  priuados,  tanto  que 
ningún  honbre  no  podria  ser  mas  de  otro,  y 
el  vno  ha  nombre  Jordán  y  el  otro  Bretel;  e 
yo  tomare  la  semejan(,'a  del  Jordán  e  daré  a 
Ylser  la  semejanga  de  Bretel.  e  fazervos  he 
abrir  la  puerta  del  castillo  do  Iguerna  es,  e 
entra  rey  s  con  ella  en  su  cámara,  e  faredes 
con  ella  como  su  marido;  e  después  conuerna 
que  nos  salgamos  muy  de  mañana  eras,  e 
oyremos  estrañas  nueuas,  e  diredes  agora  a 
vuestros  ricos  honbres  que  no  vaj'a  ninguno 
hazia  el  castillo  hasta  que  vos  tornedes,  e 
guardadvos  que  esta  poridad  no  digades  a 
ninguno» .  Y  estonces  dixo  el  rey  a  sus  ricos 
honbres  lo  que  Merlin  auia  mandado;  después 
caualgaron  todos  tres  solos,  hasta  que  llega- 
ron a  Tituguel,  y  estonce  dixo  Sierlin  al 
rey:    «Señor,   quedadvos  aqui,  e  A^lser  con 


42 


LIBROS  DE  caballerías 


vos,  e  yo  yre  acá  vn  poco»:  estonce  se  fue  e 
tomo  vna  yerna,  e  torno  al  rey,  e  dixole: 
«Pone  esta  yerna  por  vnestro  rostro  e  por 
las  manos»;  y  el  rey  la  tomo,  e  apretóla  en 
las  manos,  e  pnso  el  ^nmo  por  el  rostro  y  en- 
bolnio  ay  bien  sns  manos;  e  tanto  (pie  lo  ono 
fecho,  torno  verdaderamente  en  la  semejanza 
del  dnqne,  e  Merlin  dixo  al  rey:  «Agora  se 
vos  mienbre  si  vistes  nnnca  a  Bretel»;  y  el 
rey  dixo:  Yo  lo  conozco  muy  bien»;  e  torno 
a  Vlser,  e  sacólo  aparte,  e  fignrolo  en  seme- 
janza de  Bret-1,  e  despnes  tomólo  por  el 
freno,  trnxolo  al  rey.  e  Vlser,  qnando  lo  vio 
al  rey,  signóse,  e  dixo:  «¡Dios!  señor,  ¿como 
]juede  ser  ningnno  semejanca  de  i;onbre  mu- 
dada en  otro?»  E  Merlin  pregunto  a  Vlser: 
«¿Que  os  parece  del  rey?»  E  dixo:  «Yo  no 
veo  aqui  sin  falta  sino  al  dnqne» ;  y  el  rey 
dixo  a  Vlser  que  verdaderamente  parecía 
Bretel;  y  estando  assi  un  poco,  vieron  a  Mer- 
lin que  les  parecía  Jordán. 

Cap.  CXI. — Como  el  rey  entro  en  el  castillo 
de  Iguerna  y  se  acostó  enlsu  lerho. 

E  fablaron  de  so  vno,  e  a  la  noche  vinie- 
ron a  la  puerta  del  castillo,  e  Merlin,  que 
bien  páresela  Jordán,  llamo  a  la  puerta  del 
castillo;  e  los  de  dentro  vinieron  al  postigo,  e 
Jordán  dixo:  «Abrid  la  puerta,  que  vedes  aqui 
el  duque»,  y  ellos  abrieron  la  puerta,  e  vie- 
ron al  duque  e  Jordán  c  Bretel,  e  dexaron- 
los  entrar;  e  desque  fueron  dentro,  dixo 
Jordán  a  los  porteros  que  les  defendía  que  no 
dixessen  que  el  duque  venia;  mas  bien  ono 
quien  lo  dixo  a  la  duquesa,  y  ellos  andunie- 
ron  fasta  que  llegaron  al  [¡alacio  y  decendie- 
ron,  e  Merlin  dixo  al  rey  en  poridad  que 
fuesse  alegre  e  de  buert  continente  como 
señor  de  casa,  e  fueron  todos  tres  do  la  du- 
quesa yazia,  sin  otra  buelta,  e  fizieron  des- 
calzar a  su  señor,  e  acostóse,  e  fneronse  ellos 
acostar. 

<'ap.  CXII. — De  como  el  rey  Vtcr  Padrayon 
yugo  con  Ignernn.  c  fue  engendrado  el  rey 
Arlur. 

Yter  Padragon  e  Iguerna  estnuieron  aque- 
lla noche  en  vno,  y  en  aqneUa  noche  fue  en- 
gendrado el  buen  rey  que  ono  nonbre  Ar- 
tur:  la  dueña  vuo  gran  plazer  wn  el  rey  en 
lugar  del  duque,  e  assi  estnuieron  aquella, 
noche,  e,  qnando  quiso  amanecer,  vinieron 
nueua  que  era  muerto  el  duque,  e  su  casti- 
llo era  preso,  e  qnando  Jordán  e  Bretel  que 
ya  eran  leuantados  oyeron  las  nuenas,  fue- 
ron muy  ayna  a  su  señor  que  avn  estaña 
dormiendo,  e  dixeronle  que  se  leuantasse  e 


se  fuesse  a  su  castillo,  ca  las  gentes  dezian 
que  el  duque  era  muerto,  y  el  guisóse,  e 
dixo:  «Xo  es  marauilla  que  lo  piensen,  ca  yo 
sali  del  castillo  de  guisa  que  ningnno  no  lo 
sn]io  qnando  yo  acá  vine»;  estonce  se  partió 
de  Iguerna  e  se  despidió  della,  y  besóla  ante 
ellos  al  partir,  e  despnes  saliéronse  del  cas- 
tillo que  no  los  conoscio  ninguno,  e  desque 
fueron  fuera,  fueron  muy  alegres,  e  Merlin 
dixo  al  rey:  «Señor,  bien  vos  tune  lo  que  os 
prometí,  e  agora  quiero  que  me  tengades  lo 
que  me  prometistes» .  X  el  rey  dixo:  «Vos  me 
fezistes  el  mayor  plazer  que  nunca  me  fizo 
honbre,  y  lo  que  vos  prometi  vos  terne  muy 
bien» .  «Assi  quiero  yo,  dixo  Merlin,  e  quiero 
que  sepades  que  vos  auedes  vn  fijo  en  Iguer- 
na, y  este  vos  ])ido  yo  que  me  dedes,  ca  vos 
no  lo  denedes  aner,  e  fazed  meter  en  escripto 
esta  noche  e  vereys  si  os  digo  verdad» ;  y  el 
rey  dixo:  «Y'o  vos  lo  doy,  e  fare  esto  que  me 
dezides» . 

Cap.  CXIU. — De  como  torno  el  rey  a  su  reaL 
e  fallo  que  era  muerto  el  duque. 

Pues  assi  fueron  hablando  fasta  la  ribera, 
y  en  aquella  ribera  se  lauaron  de  las  yernas, 
e  luego  tornaron  en  sns  semejanzas,  e  caiial- 
garon  lo  mas  presto  que  pudieron  e  fneronse 
a  su  hueste,  y  pregunto  el  rey  que  como 
fuera  la  muerte  del  duque,  e  dixeronle: 
«Ayer  de  mañana,  qnando  vos  de  aqui  par- 
tistes,  yazia  la  hueste  queda  y  en  paz,  y  el 
duque  entendió  que  no  erades  aqui,  e  fizo 
sns  gentes  armar,  e  fizo  salir  los  de  pie  por 
esta  puerta,  e  los  de  cauallo  por  aquella 
otra,  y  dexaronse  correr  fasta  la  hueste,  e 
fizieron  ay  muy  gran  daño  ante  que  pudies- 
sen  ser  armados;  y  desque  se  armo  vuestra 
gente,  fueronlos  ferir,  y  llenáronlos  fasta  la 
puerta,  y  el  duque  estuno  allí,  e  fizo  mucho 
en  armas;  o  matáronle  el  cauallo  vuestros 
peones,  e  matáronlo  alli,  ca  no  lo  conoscian, 
e  nos  entramos  con  ellos  de  buelta  dentro  e 
tomamos  el  castillo,  ca  mucho  se  defendie- 
ron mas  despnes  que  el  duque  fue  muerto» . 
Y  el  dixo  que  le  pesaua  mucho  de  la  muerte 
del  duque. 

Cap.  CXrS^. — De  como  el  rey  Vter  ouo  con- 
sejo con  los  suyos  sobre  la  muerte  del 
duque. 

Luego  que  el  duque  fue  muerto  y  el  cas- 
tillo tomado,  el  rey  dixo  a  sns  ricos  hombres 
que  le  pesaua  de  la  muerte  del  duque,  y  que 
le  mostrassen  como  el  lo  enmendarla,  ca  no 
desamana  al  duque  porque  la  muerto  le  qui- 
siesse  dar,  y  estonces  dixo  Vlser  al  rey  que 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


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le  parescia  muy  bien,  pues  que  la  cosa  era 
hecha,  que  lo  enmendase  lo  mejor  que  pu- 
diesse;  e  assi  dixo  a  los  ricos  onbres:  «¿Co- 
mo cuydades  vos  que  el  rey  enmendasse 
esta  muerte  a  la  dueña  e  a  sus  parientes? 
consejalde  ay,  que  assi  le  deucdes  consejar 
como  a  señor» ;  y  ellos  dixeron  que  lo  farian, 
y  que  rogauan  a  Ylser  que  les  dixesse  lo  ({ue 
le  parescia;  e  Vlser  fablo  con  ellos  a  vna 
parte^  e  dixo:  «Yo  diré  lo  que  mejor  me  pa- 
resce .  e  los  otros  digan  lo  que  supieren» ;  y 
el  dixo:  «Yo  lo  baria  que  el  rey  embiasse 
por  todos  los  amigos  del  duque  c  los  fiziesse 
juntar  en  Tintuguel,  y  el  rey  fuesse.  e  fiziesse 
tanto  a  la  dueña  e  a  ellos,  que  después  ellos 
no  quisiessen  mayor  emienda».  E  los  ricos 
honbres  dixeron  que  se  tenian  [a]  aquel  con- 
sejo, e  tornaron  con  este  consejo  al  rey,  mas  no 
dixeron  que  Ylser  les  auia  dicho  nada,  ca  les 
dixera  el  que  no  lo  dixessen.  Y  el  rey  dixo: 
«A  este  consejo  atengo» ;  y  entonce  enbio  de- 
zir  por  sus  lugares  a  todos  los  ¡jarientes  del 
duque  que  viniessen  a  el  a  Cardoil  seguros, 
e  que  les  emendarla  todas  las  cosas  que  del 
tuuiessen  en  fjuerella,  y  estonce  fue  el  rey  a 
echar  ante  Tintuguel,  e  Merlin  dixo  al  rey 
en  poridad:  «¿Sabedes  quien  dio  este  con- 
'feejo?»  «Si,  dixo  el  rey,  mis  ricos  liombres:> . 

Cap.  CXY. — De  como  Merlin  fablo  con  el 
rey  en  poridad  y  le  dixo  de  su  fijo  Artiir. 

Merlin  dixo:  «No  assi,  mas  el  sesudo,  leal 
de  Ylser,  pensó  como  podiades  auer  paz 
por  que  auiessedes  a  Iguerna,  e  diovos  buen 
consejo,  ca  por  aqui  auredes  quanto  dessea- 
des,  e  yo  quiéreme  yr,  e  vos  preguntad  a 
Ylser  como  cuydo  estar  en  paz» ;  y  estonce 
llamaron  a  Ylser,  e  vino,  e  dixo  Merlin  al 
rey:  «Señor,  vos  me  prometistes  que  me  da- 
riades  vuestro  fijo  en  galardón  de  lo  que  vos 
fize;  ca  no  es  razón  ni  derecho  que  por  ay 
viniese  mal  a  quien  lo  no  meresce,  e  seria 
mi  pecado  si  yo  no  ayudasse  a  su  madre 
a  salir  de  vergüenza,  que  podria  ser  que 
ayna  se  veria  en  gran  vergnen9a,  ca  maguer 
que  no  puede  auer  seso  en  tal  cosa,  ni  se  sa- 
bría ende  encobrir,  e  quiero  que  A^lser  es- 
criua  la  noche  y  el  dia  en  que  [fue]  hecho,  e 
ruégeos,  como  a  señor,  que  lo  creados,  qiie 
el  no  os  consejarla  cosa  sino  que  sea  vuestra 
pro  e  honra;  e  yo  no  fablaro  con  vos  de  aqui 
a  seys  meses;  mas  a  los  seys  meses  fablare 
con  Ylser  e  con  vos,  e  a  los  nueue  meses, 
quando  Iguerna  ouiere  de  auer  su  fijo,  fa- 
blare con  Ylser,  e  lo  que  os  embiare  a  dezir, 
creeldo,  e  fazed  lo  que  quisierdes  que  nos 
amemos,  e  si  quisierdes  saluar  vuestra  vida 
e  vuestra  lealtad  de  aqui  adelante»;  y  es- 


tonce escriuio  Vlser  el  concebimiento ,  y 
Merlin  dixo  al  rey:  «Gruardadvos  de  Iguer- 
na que  no  sepa  que  dormistes  con  ella  ni  que 
concibió  de  vos;  y  esto  sera  la  cosa  del  mun- 
do que  mas  la  hará  echar  a  vuestra  merceil, 
e  si  le  demandardes  de  quien  es  preñada  y 
ella  no  supiere  a  vuestra  mtiy  gran  verguen- 
ca,  y  esta  es  la  cosa  del  mundo  por  que  mas 
ayudaredos  para  ayudalla  después» . 

Cap.  CXA'I. — De  como  los  parientes  del  du- 
que om'eron  consejo  sobre  la  emienda.. 

Despidióse  entonce  Merlin  del  rey,  e  faes- 
se  a  Blaysen  a  A'berlanda,  e  contole  todas  es- 
tas cosas,  e  Blaysen  las  metió  en  scripto, 
por  que  las  nos  agora  sabemos.  Y  el  estando 
ante  Tituguel,  llamo  sus  ricos  honbres  a  con- 
sejo, e  dixoles  que  les  parecía  que  flziessen; 
y  ellos  dixeron:  «Hazed  paz  con  la  duquesa 
e  con  los  amigos  del  duque,  e  mucho  vos 
sera  grande  honra» ;  y  el  rey  dixo:  «Yd  a  la 
duquesa  y  dezilde  que  se  no  puede  contra 
mi  defender,  e  si  quisiere  comigo  paz,  pla- 
zerme  ha  ende  mucho»;  e  los  mensajeros 
fueron  alia,  e  dixeronlo  a  la  duquesa  e  a  los 
amigos  del  duque,  «e  mucho  vos  sera  gran- 
de honra»;  e  dixeronle  que  el  duque  murie- 
ra por  su  locura,  y  que  al  rey  pesaua  ende 
mucho,  y  que  les  quería  emendar  su  muerte, 
y  que  bien  veya  que  se  no  podrían  defender 
contra  la  voluntad  del  rey;  e  la  dueña  y 
ellos  dixeron:  «A'erdad  nos  dizen  estos  cana- 
neros, mas  veamos  que  emienda  nos  quiere 
liazer.  y  tal  puede  ser  que  la  paz  sera»;  e  la 
dueña  dixo  que  no  saldria  de  su  castillo,  y 
entonce  tornaron  a  los  mandaderos,  e  dixe- 
ronles:  «¿Que  emienda  haria  el  rey  a  la  due- 
ña?» E  los  mensajeros  les  dixeron:  «Nos  no 
sabemos  la  voluntad  del  rey;  emendar  vos  lo 
ha  como  su  corte  mandare»;  e  pusieron  es- 
tonce plazo  que  fuessen  la  dueña  e  sus  ami- 
gos, e  si  se  con  el  no  auiniessen,  que  se  tor- 
nassen  a  saluo.  E  los  mandaderos  tornaron 
el  rey,  e  contáronle  que  pusieran,  e  al  rey 
plugo  e  otorgólo,  e  assi  quedo  el  pleyto;  y  el 
rey  e  A'lser  hablaron  mucho  en  aquellos 
quinze  dias,  e,  quando  vino  el  plazo,  enbio 
el  rey  caualleros  a  la  dueña  e  a  sus  amigos 
que  los  truxessen  a  saluo,  e  quando  ellos  vi- 
nieron a  la  corte,  llamaron  al  re}'  e  sus  ri- 
cos liombres,  y  el  rey  dixo  e  preguntóles  que 
le  consejauan  de  aqueste  fecho  y  ellos  dixe- 
ron: «Señor,  en  vos  es»;  y  el  rey  dixo:  «Yo 
lo  dexo  en  vosotros,  que  soys  mi  corte,  e 
assi  no  me  pueden  mas  demandar,  e  dexolo 
en  vos  e  hablad  en  ello».  E  dixeron:  «Señor, 
pues  vaya  con  vos  Ylser» ;  e  quando  el  vio 
que  pedían  a  Ylser,  dixole:    «Alser,   yo  te 


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LIBKOS  DE  caballerías 


crie  e  te  hize  cauallero,  e  te  liize  rico  onbre, 
e  se  bien  que  eres  sesnclo,  ve  con  ellos  e  con- 
séjales lo  mejor  que  pudieres  e  supieres».  E 
Viser  dixo  que  lo  liaria  pues  lo  el  mandaua; 
e  assi,  ydo  Ylser  con  los  ricos  hombres,  o 
hablaron  en  el  pleyto  mucho  e  de  muchas 
guisas,  e  Ylser  dixo:  «A^os  bien  vedes  que  el 
rey  se  dexo  en  vuestro  juyzio,  e  vayamos 
saber  de  la  dueña  y  de  sus  amigos,  si  lo  quie- 
re assi  hazer  como  nos  mandaremos,  ca  el 
rey  assi  lo  quiere  fazer»;  y  ellos  dixeron: 
<  Bien  dexistes» ;  y  estonces  fueron  a  la  dueña 
e  a  los  otros,  e  dixeronles:  «El  rey  se  mete 
en  nuestro  poder,  e  quiere  fazer  quanto  nos 
mandaremos;  e  vos,  ¿queredes  assi  entrar  en 
nuestro  poder?»  E  la  dueña  y  ellos  dixeron: 
«Mucho  nos  plaze,  c  no  al  re\'',  mas  que  nos 
haga  signo  entrar  connusco  en  juyzio  de  su 
corte»;  y  esto  fue  bien  firmado  de  la  vna 
parte  y  de  la  otra,  y  estonce  se  tiraron  a  la 
vna  parte,  y  pues  fablaron  mucho  en  el  pley- 
to, preguntaron  a  Ylser  que  le  parescia,  e 
Ylser  dixo:  <Yo  os  diré  lo  que  me  parece 
guisado». 

Cap.  CXA'IL — Del  consejo  que  se  ouo  sobre 
la  crnnicnda  de  la  muerte  del  duque. 

Ylser  dixo:  «Xos  sabemos  que  el  duque 
es  muerto  por  el  rey.  como  quier  que  fuesse 
tuerto  o  derecho;  pero  no  hizo  cosa  por  que 
douiera  de  morir,  e  su  muger  no  quedo  pre- 
ñada, e  vos  sabedes  que  el  rey  destruyo  toda 
esta  tierra,  e  sabedes  que  es  la  mejor  dueña 
del  mundo,  e  la  mas  fermosa,  e  la  mas  sesu- 
da, e  sabedes  que  los  parientes  del  duque 
perdieron  mucho  en  su  muerte,  e  por  ende 
es  bien  e  derecho  que  ellos  cobren  sus  per- 
didas, e  que  les  de  algo  de  lo  suyo  por  auer 
su  amor;  y  de  otra  parte  sabedes  que  el  rey 
no  ha  muger,  e  bien  os  digo  que  al  mi  ayu- 
dar que  a  la  dueña  no  puede  tan  bien  emen- 
dar su  daño  como  tomarla  por  muger.  E  bien 
me  paresce  que  deuia  ser  cosa  guisada  y  que 
lo  deuian  hazer  por  auer  vuestro  amor,  e  to- 
dos los  del  reyno  que  esto  uieren  e  oyeren, 
tenerla  han  por  mu}^  honrrada  emienda;  e 
de  mas  hará  el  rey  que  su  fija  mayor  sea 
casada  con  el  rey  de  Organia  que  aqui  esta» . 

Cap.  CXYIII. — Como  fue  otorgado  el  casa- 
miento del  rey  con  la  duquesa. 

«Oystes  agora  mi  consejo,  dixo  Ylser,  e 
agora  podedes  tomar  otro  consejo,  si  vos  a 
este  no  otorgados»;  y  ellos  dixeron:  «Y'os 
dexistes  el  mejor  consejo  que  honbre  podia 
dar,  e  si  lo  vos  osades  dezir  al  rey  y  el  lo 
otorgase,  otorgamosnos  todos  ay»;  e  A'lser 


dixo:  <;Xo  dezides  nada,  mas  otorgarvos  en 
el  consejo  y  estonce  lo  diré  al  rey,  e  vedes 
aqui  al  rey  de  Organia  en  quien  jaz  mucho 
esta  paz»;  y  el  rey  de  Organia  dixo:  «Y"o  os 
prometo  que  yo,  por  cosa  que  a  mi  atenga, 
no  quiero  que  la  paz  no  sea»;  e  quando  los 
otros  esto  oyeron,  otorgaron  todos  en  el  con- 
sejo e  tornaron  a  Iguerna,  e  dixeronle:  «Pues 
este  pleyto  dexades  en  nos,  yd  con  nos  al  rey 
con  nuestros  amigos,  e  diremos  a  el  e  a  vos 
como  hagades;  estonce  se  fueron  a  la  tienda 
do  el  rey  estaua,  y  el  recibió  a  la  dueña,  e 
assentola  cabe  si,  e  los  otros  se  assentaron 
antel,  e  Ylser  estuuo  ay  e  dixo  lo  que  fabla- 
ron, e  pregunto  a  los  otros  que  si  otorgauan, 
y  ellos  dixeron  que  si,  e  después  tornóse  al 
rey  e  dixole:  «Señor,  ¿vos  otorgados  lo  que 
estos  honbres  buenos  tienen?».  «Otorgólo», 
dixo  el  rey;  e  A'^lser  dixo:  «Tienen  por  bien 
que  tomeys  a  Iguerna  por  muger;  y  el  rey 
lioc  que  tome  su  hija  por  muger».  «Señor, 
dixo  el  rey  Loe,  no  me  dixedes  cosa  que  yo 
no  faga  por  vuestro  amor,  e  por  vuestro  pley- 
to que  pongades  en  bien»;  y  estonce  pre- 
gunto Ylser  ante  todos  los  que  fablauan  por 
la  dueña:  «E  vosotros,  señores,  ¿otorgades 
este  consejo?»  \  ellos  lo  dixeron  a  la  dueña 
e  a  los  otros  que  ay  eran  de  su  parte,  y  pre- 
guntáronles que  les  parecia,  e  ellos  dixeron 
que  nunca  señor  tan  gran  emienda  fiziera 
por  su  honbre;  e  después  preguntaron  a  la 
dueña:  «¿Loays  vos  esta  paz?»  E  la  dueña 
callóse,  e  sus  parientes  dixeron  todos  a  vna: 
«No  ay  honbre  que  desdiga  esta  paz,  e  nos 
loamos,  e  plazenos  ende,  ca  tenemos  al  rey 
por  tan  buen  señor  e  por  tan  leal,  que  nos 
lo  dexamos  todo  en  su  mano  e  en  su  cortesía» . 

Cap.  CXTX. —  Como  el  rey   Vter  tomo  'por 
mufjcr  a  la  duquesa  Iguerna. 

La  paz  fue  otorgada  de  la  vna  parte  e  de 
la  otra,  e  assi  tomo  Yter  Padragon  por  mu- 
ger a  Iguerna,  e  dio  la  hija  mayor  por  mu- 
ger al  rey  de  Organia,  e  auia  nombre  Ele- 
na; y  esto  fue  a  treze  dias  después  que  con 
ella  durmió  primero,  e  casóle  la  menor  fija 
con  el  rey  Orian,  e  de  la  fija  de  Iguerna 
que  dio  al  rey  Loe  salió  Galban,  e  Agra- 
uain,  e  Gariete;  e  de  la  que  dio  al  rey  Orian, 
que  auia  nonbre  Morgair,  salió  Iban;  mas 
esse  casamiento  no  fue  ante  f[ue  Artur 
fuesse  conocido  por  fijo  de  Padragon,  ni 
estonce  mas  adelante,  como  Merlin  dixo  a 
Iguerna,  e  aquella  venció  después  a  Merlin 
assi  como  el  cuento  os  lo  dirá,  ca  le  enseño 
nigromancia  y  encantamento  que  fue  mara- 
uilla,  e  porque  supo  tanto  fue  llamada  Mor- 
gayna  la  fada;  e  todos  estos  niños  amo  el 


BALADRO   DEL  SABIO  MERLIN 


45 


rey  mucho,  e  criólos  e  clioles  mucho  auer, 
assi  como  os  yo  diré  adehmte,  y  enriqueció 
los  parientes  del  duque. 

Cap.  CXX.  —  Como  el  re//  dtxo  a  Igucnia 
que  lio  ])odrin  f<er  j^i'cñada  del  ni  del  du- 
que tampoco. 

Assi  caso  el  rey  con  Iguerna,  y  ella  fue 
engrosando  assi  que  parecía  su  preñez;  assi 
que  vna  yez  que  estaua  el  rey  con  ella,  puso 
la  mano  en  el  vientre  y  preguntóle  de  quien 
era  jireñada,  ca  no  podia  ser  que  estuuiesse 
preñada  del  después  que  la  el  tomara  por 
muger,  que  cada  vez  que  con  ella  dormia  lo 
ponia  por  escripto;  y  el  dixo:  «Ni  otrosi  po- 
dedes  ser  preñada  del  duque,  que  muy  gran 
piega  ante  que  el  muriese  no  durmió  con 
vos»;  e  quando  el  rey  esto  dixo,  ouo  ella 
muy  gran  vergüenza  e  comencé  a  llorar,  e 
dixo  ella:  «Señor,  desto  que  vos  sabedes  no  os 
j)uedo  yo  fazer  mentira  creer,  e  yo  vos  diré 
marauilla  si  me  segura  des  que  no  me  dexe- 
des»,  y  el  rey  se  lo  otorgo,  y  ella  le  contó 
como  vn  dia  vino  a  ella  en  semejanca  de  su 
marido  e  venian  dos  con  el  a  semejanca  de 
los  dos  que  el  su  marido  mas  amaua:  «E  assi 
jugo  aquel  honbre  comigo,  cuydando  que 
era  mi  marido,  e  quede  assi  preñada,  e  bien 
se  que  estonce  fue  mi  marido  muerto,  e  aun 
el  honbre  que  jugo  comigo,  quando  las  nue- 
uas  llegaron,  el  fue  luego»;  e  pues  ella  esto 
dixo,  el  rey  respondió:  «Guardadvos  que 
ninguno  no  vos  lo  sepa,  ca  os  vernia  ende 
gran  mal.  E  quando  el  niño  nasciere,  no 
quedara  con  vos,  ante  lo  daremos  a  criar  a 
furto  do  vos  yo  mandare»;  e  la  dueña  dixo: 
«Señor,  sea  todo  como  vos  quisierdes» ;  e  des- 
pués que  se  el  rey  yrguio,  [contó]  quanto  le 
auiniera  con  la  rey  na  a  Ylser;  dixo:  «Agora 
podedes  saber  bien  que  la  reyna  es  sesuda  e 
leal,  que  de  tan  gran  cosa  no  vos  oso  men- 
tir, e  bien  fezistes  lo  que  vos  Merlin  mando, 
ca  no  podia  con  otra  guisa  ser  tan  a  j)ro  del 
niño  e  a  su  honrra  de  la  dueña» . 

Cap.    CXXI.— 6'o»¿o  el   rcij  cncomoido  a 
Antor  que  criasse  vn  niño  que  le  el  daría. 

Assi  quedo  el  pleyto  hasta  seys  meses  (|ue 
Merlin  dixo  a  Ylser-  que  vernia,  e  vino  a 
Ylser,  e  preguntóle  las  nueuas,  e  \lser  di- 
xole  lo  que  supo,  e  de  como  fue  al  rey,  e  con- 
tole el  rey  como  le  auiniera  con  la  reyna;  e 
3lerlin  dixo  a  Ylser:  «Ya  so  quito  del  peca- 
do que  liize  contra  Iguerna,  porque  aura  su 
hijo  en  guisa  que  no  sabrá  ninguno  tan  ayna 
cuyo  hijo  es» ;  e  Alser  dixo:  «Vos  sodes  tan 
sesudo,  qutí  vos  quitaredes  ende  bien» .  E 


Xerlin  dixo:  «Conuerna  que  vos  me  ayudc- 
des,  e  direvos  como  aqui  ay  vn  honbre  bueno 
e  vna  muger,  y  el  es  el  mejor  del  reyno  de 
bondad,  e  a  vn  hijo  de  agora  nascido;  y  el 
honbre  bueno  no  es  rico,  e  hazelde  algo  por- 
que crie  el  niño  un  año  e  no  le  den  otra 
leche  sino  de  su  dueña,  e  su  hijo  dará  criar  a 
otra  muger»;  e  Ylser  dixo  fjue  assi  lo  haria; 
e  despidióse  del,  e  fuesse  para  su  maestro 
Blaysen;  e  después  Ylser  dixo  al  rey  lo  que 
^lerlin  le  dixera,  e  Yter  Padragon  enbio  por 
el  honbre  bueno,  e  dixo:  «Amigo,  conuiene 
que  me  descubra  contra  vos  de  vna  gran  ma- 
rauilla que  me  auino,e  ruegovos  que  me  ayu- 
dedes  en  lo  que  vos  dixere».  «Señor,  dixo 
el,  todo  lo  fare  a  mió  poder»;  estonce  dixo 
el  rey:  «Soñaua  esta  noche  que  vn  honbre 
venia  a  mi,  y  me  dezia  que  vos  erados  el 
mejor  honbre  desta  tierra  en  bondad,  y  que 
vuestra  muger  tenia  vn  fijo  e  que  buscaua- 
des  vn  ama  para  el,  e  al  otro  niño  que  yo  le 
haria  dar  della  la  teta  e  no  otra» .  «Señor, 
dixo  el,  yo  lo  liare  con  mi  muger,  mas  de- 
zidme  quando  aure  yo  el  niño» .  «Esto  no  se» , 
dixo  el  rey;  y  el  honbre  bueno  dixo:  «Xo 
ay  cosa  que  yo  no  haga  por  vos» ;  estonces  le 
dio  el  rey  vn  don  que  el  honbre  bueno  se 
marauillo.  E  fuesse  a  su  muger  e  dixole: 
«Amiga,  el  rey  nos  haze  ricos,  e  conuiene 
que  fagamos  su  mandado,  y  es  que  busque- 
mos quien  crie  nuestro  fijo,  ca,  quando  no 
j)ensardes,  el  rey  nos  dará  otro  que  criedes 
a  vuestra  leche»;  e  la  dueña  lo  otorgo,  y  el 
honbre  bueno  fue  alegre,  e  la  dueña  crio  su 
fijo  vn  tiempo,  e  después  busco  ama  que  lo 
criasse. 

C'Ar,  CXXII.  —  De  como  el  rey  ciando  a 
Iguerna  que  diesse  el  hijo  que  pariesse  al 
primero  que  viniesse  a  la  puerta. 

A"n  poco  después  que  la  reyna  ouo  parido 
vn  hijo,  el  dia  antes  vino  Merlin  muy  escon- 
didamente,  e  dixo  a  Ylser:  «Mucho  me  plaze 
¡Dorque  el  rey  tan  bien  anduuo  en  lo  que  le 
dixe,  y  dezid  que  diga  a  su  muger  que  a  la 
media  noche  esta  aura  su  hijo,  y  que  lo  faga 
dar  al  primer  honbre  que  hallare  fuera  del 
palacio»;  e  Ylser  dixo:  «¿E  como  no  fablare- 
des  vos  con  el?»  «Xo,  dixo  Merlin,  esta  vez»; 
estonce  fue  Ylser  al  rey,  e  dixole  lo  que 
Merlin  le  dixera.  Quando  el  rey  lo  oyó,  fue 
muy  alegre,  e  dixo:  «¿Como?  ¿e  no  fablara 
comigo  antes  que  se  faga?».  E  Ylser  dixo: 
«Xo,  mas  faced  lo  que  os  manda»;  y  estonce 
fue  a  la  re^ma,  e  dixole:  «Dueña,  direos 
vna  cosa,  y  creedme ;  a  esta  media  noche 
aureys  vuestro  hijo;  e  ruégeos  que  lo  faga- 
des  dar  a  vna  de  las  vuestras  mas  priuadas, 


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LIBROS  DE  caballerías 


filie  le  de  al  primero  rpie  tallare  a  la  salida 
del  palacio,  y  defended  a  los  que  con  vos  es- 
touieren  que  no  digan  a  lionbre  ninguno  que 
ouistes  hijo,  cu  seria  gran  vergüenza  a  vos  e 
a  mi,  ca  muchos  dirán  que  no  era  mió  ni 
parescia  por  razón».  «Señor,  dixo  ella,  esto 
es  verdad,  e  yo  no  se  de  quien  yo  lo  he;  e 
yo  fare  lo  que  vos  me  mandardes  como  aque- 
lla que  su  gran  vergüenza  desta  auentura, 
mas  mucho  me  marauillo  como  supistes  quan- 
do  vernia  mi  hijo» . 

Cap.  CXXIII.  —De  como  la  dueña,  por  man- 
dado de  la  rey  na,  dio  a  Arhir  a  Merlin. 

Su  fable  se  partió  assi,  e  dieron  los  dolo- 
res a  la  rey  na,  y  estuuo  hasta  la  ora  que  el 
dixo,  e  ouo  su  hijo,  e  llamo  vna  de  las  mas 
sus  amigas,  e  dixole:  «Tomad  este  niño,  e 
dalde  al  primero  honbre  que  hallardes  a  la 
salida  del  gran  palacio,  e  parad  mientes  que 
hombre  es» ;  y  ella  fizo  lo  que  le  mando  la 
rey  na,  e  tomo  el  niño  con  muy  ricos  paños, 
e  fue  a  la  puerta,  e  fallo  ay  vn  honbre  muy 
flaco  e  mu}''  viejo  a  marauilla,  e  dixole:  «¿Que 
atondedes  vos  aqui?>  Y  el  dixo:  «Esso  que 
tu  traes»;  e  ella  le  pregunto  quien  era,  o  que 
diria  a  su  señora  a  quien  diera  su  fijo;  y 
el  dixo:  «En  esto  no  has  tu  que  adobar,  mas 
faz  tu  lo  que  mandaron»;  y  ella  le  dio  el 
niño,  e  tornóse  a  su  señora,  e  dixole  que  lo 
diera  a  vn  honbre  viejo,  mas  no  sabia  quien 
era;  e  la  reyna  lloro  con  cuyta.  Y  el  que 
tomo  el  niño  licuólo  al  honbre  bueno  que  lo 
auia  de  criar,  que  auia  nonbre  Antor,  e  ha- 
llólo cue  oya  missa,  e  tomo  semejanza  de 
viejo,  e  dixole:  «Antor,  yo  quiero  contigo  fa- 
blar» .  Antor  lo  cato  e  paresciole  hombre  bue- 
no; e  dixole:  «E  yo  con  vos  muy  de  grado» ; 
y  el  viejo  dixo:  «Yo  te  traygo  aqui  vn  niño, 
c  consejóte  que  lo  cries  mejor  que  a  tu  hijo, 
c  sabe  que  gran  bien  te  verna  a  ti  e  a  tus 
parientes  mayor  que  tu  podrías  creer»;  e 
Antor  dixo:  «¿Este  es  el  niño  que  el  rey  me 
dixo?»  «Si  sin  falla;  e  crialdo  bien,  e  ayna 
del  vos  verna  bien,  e  ayna  lo  amaras  tanto 
como  a  tu  hijo  e  mas;  e  fazlo  baptizar,  e  po- 
nele  nombre  Arturo]  e  Antor  dixo:  «¿Quien 
diré  al  rey  que  me  lo  dio?»  El  viejo  dixo: 
*De  mi  hazienda  no  puedes  agora  mas  sa- 
ber, mas  lo  que  te  consejo  faz» . 

Cap.  CXXIV. — De  romo  las  rjcnten  del  rcij 
Vicr  fueron  dcsharakulas  de  sus  enemigos 
esUindo  el  reij  flaco, 

Esionce  se  partieron,  e  Antor  hizo  bapti- 
zar el  niño,  e  púsole  nonbre  Artur,  e  su 
muger  lo  crio,  e  dio  su  fijo  a  criar  a  otra 
muger,  e  Vter  Padragon  touo  su  tierra  en 


paz  fasta  que  le  dio  gota  en  las  piernas  y  en 
las  manos.  E  quando  sus  enemigos  lo  vieron 
tal,  aleáronse  con  la  tierra  en  muchos  luga- 
res, y  el  rey  quexose  a  sus  ricos  honbres,  e 
juntáronse  todos,  e  lidiaron  con  ellos,  e  fue- 
ron vencidos  como  gente  sin  señor;  el  rey 
perdió  la  meatad  de  su  gente,  e  los  sansones 
[que]  quedaron  en  la  tierra  por  catinos  del 
rey,  e  tenian  villas  e  castillos  a  que  obede- 
cían, e  les  dnuan  sus  rentas,  quando  vieron 
el  rey  vencido,  aleáronse  con  los  otros,  e  fue 
el  poder  muy  grande  contra  el  rey;  e  Merlin, 
que  todas  las  cosas  sabia,  vino  a  Yter  Padra- 
gon, que  era  muy  flaco  de  su  dolencia,  y  era 
ya  viejo,  dixo:  «Rey,  gran  pesar  teneys».  E 
el  rey,  quando  lo  vio,  pingóle  con  el,  e  dixo: 
«Gran  derecho  fago,  ca  mis  enemigos  me 
destruyen  mi  tierra  e  me  matan  mi  gente  en 
lid».  «Agora  podeys  entender,  dixo  Merlin, 
que  ninguna  gente  vale  cosa  en  batalla  sin 
señor,  mas  yo  os  diré  que  fagays;  hazed 
ayuntar  toda  vuestra  gente,  e  fazedvos  me^ 
ter  en  andas,  e  yd  vos  conbatir  con  vuestros 
enemigos,  e  sabed  verdaderamente  que  los 
venceredes,  e,  después  que  los  vencierdes, 
partid  por  Dios  e  por  vuestra  alma  vuestros 
tesoros,  ca  ninguna  honrra  no  es  sin  limos- 
na; e  sabed  que  no  poderedes  biuir  luenga- 
mente, e  vuestra  muger  Iguerna  es  oy  en 
guisa  que  no  puede  auer  otro  eredero,  e  por 
esto  es  menester  que  fagades  bien  por  vues- 
tra alma,  e  rogad  a  Ylser  que  me  crea  lo  que 
yo  le  dixere,  e  me  ayude  a  dar  testimonio 
de  vuestro  fijo»;  y  el  rey  dixo:  «Fuerte  cosa 
me  dezides,  que  podre  vencer  mis  enemigos 
en  andas,  mas  ¿como  podria  esto  seruir  a 
nuestro  señor?»  E  Merlin  dixo:  «Solamente 
por  buena  fin,  e  yo  me  yre  ay,  e  mienbrevos 
de  la  batalla  que  vos  digo»;  y  el  rey  dixo: 
«¿Do  os  el  niño?  querría  saber  del» .  E  Mer- 
lin dixo:  «No  me  preguntaredes  ende,  mas 
sabed  que  el  niño  es  grande  e  fermoso  y  bien 
criado».  El  rey  le  pregunto:  «¿Yeros  he 
nunca?»  «Si,  dixo,  vna  vez  e  no  mas».  Es- 
tonce se  partió,  y  el  rey  fizo  aj untar  su  hues- 
te, e  hizose  anotar  en  andas,  e  fue  contra 
sus  enemigos,  e  lidio  con  ellos  e  venciólos;  e 
desi  tornóse  a  Londres,  e  tomo  sus  tesoros, 
e  partiólos  muy  bien,  assi  como  los  perlados 
de  sancta  yglesia  mandaron. 

Cap.  CXXY. —  Como  fino  el  rey   Vter 
Padragon. 

Desta  manera  partió  el  rey  quanto  auia 
por  su  alma  por  consejo  de  Merlin;  e  assi  se 
fue  enfermo  gran  pier;a,  tanto  que  su  enfer- 
medad creció,  y  que  su  pueblo  fue  ayuntado 
en  Londres  a  su  muerte,  e  duro  tres  dias 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


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que  no  fablo,  y  estonce  llego  Merlin,  que 
todo  lo  sabia,  e  dixeronle  que  muerto  era  el 
rey,  e  el  dixo:  «No  puede  morir,  que  buen 
fin  faze»;  y  ellos  dixeron:  «Tres  dias  ha  que 
no  fabla».  E  Merlin  dixo:  «A^'ayamos  a  el,  e 
yole  haré  hablar»;  y  ellos  dixeron:  «Esta 
sera  mayor  niarauilla  del  mundo»;  y  estonce 
fueron  con  el  do  el  rey  estaua,  e  fizieron 
abrir  todas  las  finiestras,  y  el  rey  miro  a 
Merlin,  e  hizo  semblante  que  lo  conoscia;  e 
Merlin  dixo  a  los  honbres  de  la  sancta  ygle- 
sia  e  a  los  otros  ricos  honbres:  «Quien  agora 
quiere  oyr  la  postrera  palabra  que  el  rey 
dirá,  llegúese  mas  cerca»;  y  ellos  dixeron: 
«¿Como  lo  jíodredes  vos  hazer  hablar?»  Y  el 
dixo:  «Agora  lo  veredes» ;  y  estonce  se  llego 
a  su  oreja,  e  dixole:  «Tu  has  fecho  muy  fer- 
moso  fin,  e  yo  te  digo  que  tu  hijo  Artur  sera 
rey  después  de  ti  por  la  merced  de  Jesu 
Christo;  y  el  te  dará  cima  a  la  Tabla  Redon- 
da que  tu  comencaste»;  y  el  rey  03^0  quanto 
Merlin  dixo,  e  fablo  muy  quedo  assi  como 
pudo,  e  dixo:  «¡Ay,  Merlin!  ¡bendito  seas  tu 
que  de  tal  jílaser  me  heziste  cierto!»  E  Mer- 
lin dixo:  «Agora  oystes  lo  que  no  cuydades, 
6  esta  es  la  postrimera  palabra»;  e  luego  mu- 
rio  el  rey,  e  después  enterráronlo  bien  hon- 
rradamente. 

Cap.  CXXA'I.  —  Como  Merlin  dio  consejo 
para  la  elección  del  rey. 

Pues  dize  el  cuento  que,  de  mañana, 
quando  fue  soterrado  el  rey,  todos  los  altos 
honbres,  e  los  perlados  de  la  sancta  yglesia, 
e  todos  los  otros  honbres  buenos  del  rey  no, 
se  juntaron  en  una  j^glesia,  e  tomaron  con- 
sejo como  manternian  el  rej^no;  e  no  se  pu- 
dieron acordar  en  vno,  e  dixeron  que  lo 
farian  por  consejo  de  Merlin,  que  solia  ser 
consejero  del  rey.  Estonce  embiaron  a  bus- 
car a  Merlin,  e,  quando  vino,  dixeron: 
«Nos  sabemos  bien  que  vos  soys  honbre 
sesudo,  e  que  sienpre  amastes  mucho  los 
reyes  desta  tierra,  e  vos  vedes  bien  que  la 
tierra  esta  sin  heredero,  e  tierra  sin  señor 
no  vale  cosa;  por  ende  os  rogamos  que  nos 
ayudeys  a  escoger  tal  honbre  que  lo  man- 
tenga», E  Merlin  dixo:  «Yo  ame  sienpre 
las  gentes  desta  tierra,  e  si  yo  os  dixesse  que 
fiziessedes  rey  alguno,  no  seria  de  creer, 
mas  vna  buena  ventura  nos  auino  si  la  qui- 
sierdes  creer.  Sabed  que  viene  la  fiesta  en 
que  el  Rey  señor  de  los  rcj'cs  nació;  fazed 
pregonar  por  toda  la  tierra  que  uengan 
todos  a  esta  fiesta,  y  que  fagan  oraciones, 
ayunos,  e  que  rueguen  que  assi  como  Dios 
uerdadero  quiso  nascer  en  aquel  dia,  que 
uos  de  tal  señor  que  sea  a  su  seruicio  e  a  su 


plazer»;  y  estonce  se  preguntaron  vnos  a 
otros  que  si  otorgauan  en  este  consejo,  e 
dixeron  todos  que  no  ha  honbre  en  el  mun- 
do que  esse  no  otorgasse,  y  estonce  dixeron 
a  los  perlados  que  enbiassen  por  todas  las 
yglesias  a  los  clérigos  de  missa  que  prego- 
na ssen  a  los  pueblos  e  fiziessen  ayunos  e 
oraciones,  e  que  rogassen  que  Dios  que 
escogiesse  por  ellos  rey,  e  assi  fueron  todos 
de  concierto  en  el  consejo  de  Merlin;  e  Mer- 
lin despidióse  dellos,  y  ellos  le  rogaron  que 
viniesse  al  día,  e  Merlin  dixo  que  lo  no 
faria  fasta  que  fuesse  puesto  rey;  y  estonce 
se  fue  Merlin  para  Blayssen,  e  dixole  que 
escriuiesse  estas  cosas,  e  los  honbres  buenos 
del  reyno  fizieron  saber  esto  por  toda  la  tie- 
rra, e  los  perlados  de  sancta  yglesia  fizieron 
hazer  sus  oraciones  e  abstinencias,  e  pusie- 
ron que  todos  fuessen  ayuntados  en  Londres 
el  dia  del  nascimiento  para  escoger  rey. 

Cap.  CXXYII. — Como  el  arrobispo  mando 
IiaAcr  aijunos  e  oraciones  2Mi'(^í  ^«  clccioio 
del  rcij. 

Y  ordenaron  entonces"' fasta  Pascua,  e 
Antor,  que  criara  el  niño  fasta  diez  y  seys 
años  (era  ya  bien  grande  e  muy  fermoso  de 
su  edad,  e  nunca  ouiera  otra  leche  sino  la  de 
su  ama),  e  su  hijo  mamaua  leche  de  vna 
villana,  e  no  sabia  qual  amana  mas,  a  el  o  a 
su  hijo;  e  nunca  lo  llamo  sino  liijo;  e  Antor 
auino  que  hizo  cauallero  a  su  fijo  en  dia  de 
Todos  Sanctos  antes  de  Pascua,  y  el  dia  de 
Pascua  vino  a  Londres  como  los  otros  cana- 
neros, e  truxo  consigo  sus  caualleros  anbos 
en  bispera  de  Pascua,  e  fueron  todos  los 
caualleros  del  rejnio  aj untados  con  ellos,  e 
clérigos,  e  aquellos  que  algo  valían  hizieron- 
les  fazer  quanto  les  Merlin  mando,  e  oyeron 
la  missa  de  la  luz,  e  algunos  dezian  que 
eran  locos  porque  pensauan  que  nuestro  rey 
escogesse  rey  para  ellos,  y  ellos  otrosi  estu- 
uieron  a  la  missa  del  dia,  e  escogieron  vno 
de  los  mejores  clérigos  que  la  dixesse,  e  el 
arzobispo  les  fizo  su  sermón  en  tal  guisa,  y 
el  dixo:  «Yos  soys  aqui  ajumtados  por  tres 
cosas  de  vuestra  pro:  por  saluacion  de  vues- 
tras almas,  epor  honra  de  vuestros  cuerpos, 
e  por  ver  el  fermoso  milagro  que  el  señor 
Dios  hará  entre  nos,  ({ue  nos  dará  oy  rey 
para  defender  e  guardar  esta  yglesia  e  para 
mantener  bien  su  pueblo,  j^ues  nos  no  so- 
mos tan  sesudos  que  sepamos  escoger  qual 
nos  sera  lo  mejor;  mas  reguemos  a  Nuestro 
Señor  que  el  escoga  por  nos  assi  verdadera- 
mente como  el  nascio  el  dia  de  oy,  e  diga 
cada  uno  por  ende  cinco  vezes  el  Paier 
noslcr». 


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LIBRíbS  DE  caballerías 


Cap.  CXXVni. — Como  apáreselo  vn padrón 
en  el  rio^  en  que  estmia  metida  vna  ej<pnda. 

Fizieronlo  assi  como  el  arzobispo  lo  man- 
do, y  el  honbre  bueno  fue  cantar  su  missa, 
e,  después  que  offrescieron,  tales  y  ouo  que 
salieron  fuera  ante  la  yglessia  [a]  vna  gran 
pla^a  llana,  e  vieron  vn  padrón  quadrado, 
mas  nunca  podieron  saber  de  que  piedra 
era,  pero  delloG  dixeron  que  era  de  marmol; 
c  sobre  aquel  padrón  auia  vna  yuele  en  que 
estaua  metida  una  espada  fasta  la  empuña- 
dura, e,  quando  la  vieron,  espantáronse,  e 
fueronlo  a  dezir  al  arzobispo,  e  dixeronselo; 
e  quando  el  ar9obispo  lo  oyó,  tomo  de  vna 
agua  bendita,  e  reliquias,  e  fue  alia  con 
todos  los  clérigos  e  con  todo  el  pueblo,  e 
quando  vieron  el  padrón  e  la  espada  fizieron 
salmos  e  oraciones  y  echaron  agua  bendita: 
e  miro  el  ar9obispo  la  espada,  e  vio  letras 
de  oro  que  dezian:  (Jiden  fuere  tal  que  esta 
espada  pudiere  de  aqui  sacar,  sera  re¡j  desta 
tierra  por  elecion  de  Jesii  Christo  ( *):  e,  des- 
que leo  las  letras,  dixolo  al  pueblo,  e  el 
padrón  fue  dado  a  guardar  a  diez  honbres 
buenos,  donde  eran  los  cinco  legos  e  los 
cinco  clérigos,  e  gradecieron  mucho  a  Xues- 
tro  Señor  lo  que  les  mostrara:  y  el  arcobispo 
tornóse  a  oyr  missa,  e  dixo:  «Amigos,  Nues- 
tro Señor,  que  nos  mostró  este,  nos  mostrara 
mas,  e  ninguno  faga  contra  su  voluntad»:  e, 
la  missa  dicha,  fueronse  al  padrón,  e  dixe- 
ron quien  prouaria  aquella  espada:  e  ellos 
dixeron  que  no  se  prouase  saino  como  man- 
dassen  los  perlados:  e  aqui  ouo  gran  discor- 
dia, que  los  caualleros  poderosos  dixeron 
que  lo  prouarian  primero.  Y  el  arzobispo 
dixo:  «Xo  soys  sabios  como  yo  querria,  que 
Nuestro  Señor  ya  escogió,  e  no  sabemos 
quien,  que  riqueza  ni  hidalguía  no  es  me- 
nester, sino  la  voluntad  de  Dios,  e  tanto  me 
fio  yo  en  el,  que  si  el  que  ha  de  sacar  el 
espada  ouiesse  de  nacer,  que  no  seria  sacada 
fasta  que  naciesse  e  la  tirasse»:  y  estonce 
dLxeron  todos  que  dezia  verdad,  e  farian 
todos  su  mandado:  y  el  dixo:  «Dios  quiere 
que  vos  otorguedes  en  vno,  e  yo  a  mi  poder 
andaré  ay  a  plazer  de  Jesu  Christo  e  de  los 
honbres  buenos  de  la  tierra^;  y  esta  fabla 
fue  fecha  después  de  la  missa  del  dia ,  y  el 
acuerdo  quedo  sobre  el  arzobispo,  rjue  tuuo 
por  bien  que  prouassen  la  espada  ante  de 
la  gran  missa,  e  dixo  al  pueblo:  «Fermosa 

O  Este  epifodio  está  muy  bellamente  imitado  en 
el  cap.  I  de  las  Sergas  did  muy  e>i/orrndo  caiiallcro 
Esplundian,  hijo  del  e-rcelente  v y  Atnadin  de  GaU' 
la.  Ks  un  verdadero  lugar  común  en  los  libros  de 
caballerías  (cf.  el  cap.  14,  libro  II.  del  Amadis  de  I 
Gaula).  ' 


elecion  nos  enbio  Dios,  ca  el  quiso  que  jus- 
ticia terrenal  fuesse  por  espada,  e  dio  a 
cada  cauallero  en  esto  comiengo  de  las  tres 
ordenes  para  yglesia  guardar,  e  agora  quiso 
que  por  espada  fuese  nuestra  elecion,  e 
bendito  sea  el  su  nonbre,  que  el  bien  sabe 
a  quien  ha  de  dar  esta  justicia,  e  no  se 
cuy  ten  los  altos  honbres,  ca  el  Señor  no 
quiere  que  por  riqueza  ni  por  orgullo  sea  la 
espada  tirada,  e  otrosi  no  se  ensañen  los  po- 
bres si  los  ricos  primero  tirasen  o  pi-ouasen, 
ca  no  ay  tal  de  vos  que  Dios  no  sejm  qual 
es  el  mejor»;  y  estonce  acordaron  que  pro- 
uassen la  espada  los  que  el  argobispo  man- 
dasse,  e  que  tomassen  por  señor  al  que  la 
espada  sacase:  y  estonce  tornaron  al  padrón, 
y  el  argobispo  escogió  dozientos  e  cincuenta 
de  los  mejores  que  el  entendía,  e  aquellos 
prouaron  todos  de  la  tirar,  mas  no  la  pudo 
ninguno  dellos  tirar  ni  aballar,  y  estonce 
mando  que  la  prouassen  todos  quantos  qui- 
siessen,  e  que  parassen  bien  mientes  en  el 
que  la  sacasse,  e  assi  quedo  el  espada  e  de- 
si  fueron  a  la  missa  de  tercia;  y  el  arzobispo 
les  dixo  lo  que  entendió  su  pro  de  sus  almas 
y  de  sus  cuerpos,  y  después  dixo:  «Yo  os 
dixe  que  este  pleyto  era  en  Dios  y  que  no  la 
podria  sacar  sino  aquel  que  entendiesse  que 
seria  nuestra  pro,  e  atended  fasta  que  vea- 
des  que  puede  ende  auenir» . 

Cap.  CXXIX. —  Como  Ariur  saco  la  espada 
del  padrón,  c  fue  rey. 

Quando  la  missa  fue  dicha,  fueronse  todos 
a  comer  a  sus  posadas,  e  después  de  comer 
caualgaron  los  caualleros  e  fueron  a  jugar  e 
a  bohordar  como  solían,  e  los  mas  de  la  villa 
salieron  alia  por  ver,  e  los  diez  que  guarda- 
uan  el  padrón  de  la  espada  fueron  alia,  e 
pues  que  bohordaron  dieron  sus  escudos  a 
sus  escuderos,  y  entre  esto  leuantose  entre 
ellos  vná  gran  pelea,  assi  que  todas  las  gentes 
de  la  villa  fueron,  e  todos  armados,  e  dellos 
desarmados;  y  el  hijo  mayor  de  Antor,  que 
era  su  cauallero,  llamo  a  su  hermano,  c 
dixole:  «Yeme  por  mi  espada  a  la  fiosada».  E 
aquel,  que  era  muy  bueno  e  buen  escriuien- 
te,  dio  de  las  espuelas  al  cauallo,  e  fue  a  la 
posada  por  el  espada,  e  no  fallo  essa  ni  otra, 
ca  su  madre  de  quexa  la  guardara  en  su 
cámara,  que  fuera  a  ver  la  buelta;  e  quando 
vio  que  no  hallaua  la  suya  ni  otra,  fuese 
para  ante  el  padrón,  e  vio  la  espada  que  avn 
el  no  prouara,  e  pensó  que,  si  pudiese,  que 
la  leuaria  a  su  hermano,  e  assi  de  cauallo, 
llegóse  al  padrón  e  tomóla  por  el  mango,  e 
sacóla  e  desi  metióla  so  falda  de  la  garna- 
cha, e  su  hermano,  que  lo  atendía  fuera  de 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


49 


la  villa,  pre.^untole  si  traya  la  espada,  y  el 
dixo:  «Por  Dios  no  la  pude  hallar,  mas  tray- 
govos  la  espada  del  padrón» ;  y  el  tomóla,  e 
metióla  so  su  manto,  llenóla  a  su  padre,  e 
dixo:  «Yo  seré  rey,  y  vedes  aqui  la  espada  del 
l)adron»;  e  quando  el  padre  la  vio,  maraui- 
llose  e  preguntóle  como  la  ouiera;  y  el  dixo: 
«Tómela  del  padrón»;  e  Autor  no  lo  quiso 
creer,  ante  le  dixo  que  mentia,  y  entonce  se 
fueron  anbos  para  la  yglesia,  y  el  otro  niño 
en  pos  dellos;  e  quando  Autor  vio  el  padrón 
sin  el  espada,  pregunto  a  su  fijo  como  la 
ouiera  ende,  e  que  le  no  mentiesse  en  nin- 
guna guisa,  ca  lo  sabria  el  después  e  que  lo 
lazeraria;  y  el  hijo  dixo:  «Cierto,  señor,  no 
vos  mentiré;  Artur  mi  hermano  me  la  leuo 
quando  le  enbie  por  la  mia»;  e  Antor  dixo: 
«Dámela,  fijo,  ca  no  auedes  y  derecho,  e  yo 
quiero  esto  prouar  como  fue» ;  estonce  se  la 
dio,  e  Antor  la  dio  a  Artur,  e  dixole:  «Hijo, 
tornad  la  espada  donde  la  sacastes» ,  y  el  la 
metió  e  tornóse,  e  taní  bien  e  tan  recio  como 
ante;  e  Antor  dixo  a  su  fijo  que  la  prouasse, 
y  el  dixo  que  ja  la  prono,  mas  que  no  la  pudo 
sacar;  y  estonce  abrago  Antor  a  Artur,  e 
dixole:  «Hijo,  si  yo  pudiesse  hazer  que 
fuessedes  rey,  ¿que  me  dariades?». 

Cap.    CXXX. — De  como  Artur  promcüo  a 
Antor  que  haría  a  Quexa  su  mayordomo. 

E  dixo  el:  «Señor,  este  bien  e  otro  yo  no 
lo  podria  auer  onde  vos  no  fuessedes  señor 
como  mi  padre»;  e  Antor  dixo:  «Vuestro  pa- 
dre so  yo  de  crianr;a,  mas  cierto  en  otra 
guisa  no  se  quien  es  vuestro  padre».  E  quan- 
do Artur  esto  oyó,  comenco  a  llorar,  e  dixo: 
«¿Como  podria  yo  auer  atan  gran  bien, 
quando  de  mi  padre  no  se?».  E  Antor  dixo: 
«Como  quier  que  ello  sea,  Dios  vos  quiere 
dar  esta  gracia,  e  yo  vos  aj^udare  a  todo  mi 
poder» ;  estonce  le  contó  todo  como  lo  criara. 
E  después  le  dixo:  «Vos  me  aueys  de  dar 
buen  galardón  a  mi  e  a  mi  hijo  si  derecho 
hizierdes;  ca  nunca  fue  honbre  mejor  criado 
que  vos  f uestes;  e  agora  vos  ruego  que,  si 
Dios  vos  diese  este  bien,  que  dedes  ende  el 
galardón  a  mi  hijo»:  e  Artur  dixo:  «Señor 
padre,  ruégeos,  por  la  crianra  que  en  mi 
í'ezistes,  que  no  me  neguedes  que  yo  so  vues- 
tro hijo,  ca  no  sabria  do  yr  buscar  padre,  e, 
si  Dios  me  otorga  esta  gracia,  e  vos  me  ayu- 
dardes,  yo  os  prometo  que  vos  de  lo  que  me 
supierdes  pedir» ;  e  Antor  dixo:  «Yo  no  os  pe- 
diré vuestra  tierra,  mas  esto  os  judo,  que  si 
Dios  quisiere  que  seades  rey,  que  hagades 
a  Quexa  vuestro  mayordomo  de  toda  vuestra 
tierra,  e  por  cosa  que  haga  ni  siga  que  lo  no 
pierda,  e  que  vos  no  ensañedcs  contra  el  por 

LIBUOS    DIÍ    caballerías.— 4 


ninguna  cosa;  ca  si  fuere  loco  o  de  mala  res- 
puesta, por  vos  lo  sera  e  por  vos  es  desnatu- 
rado de  todo  derecho  de  hombre  fidalgo.  por 
la  natura  de  la  leche,  que  vos  mamastes  de 
su  madre  y  el  mamo  leche  de  vna  villana;  e 
por  ende  no  le  pongades  culpa,  e  sofrilde  mas 
que  a  los  otros» . 

Cap.  CXXXI. — Como  fuepriuadala  espada., 
c  la  )io  pudo  sacar  otro  sino  Artur. 

«Ahora  vos  ruego  que  me  otorguedes  esto 
que  vos  pido» .  Y  el  dixo  que  le  daria  aquello 
a  mas  como  a  su  hermano,  y  estonce  le  hizo 
Artur  jurar  sobre  vn  altar  esta  promesa;  y 
pues  lo  juro,  tornóse  arcobispo  [a  la]  pelea, 
e  la  pelea  fue  partida,  e  los  ricos  hombres 
entraron  todos  en  la  yglesia  por  oyr  bispe- 
ras;  e  Antor  llamo  a  sus  amigos,  e  dixo  al 
arcobispo:  «Señor,  vedes  aqui  vn  mi  hijo  que 
aun  no  es  cauallero,  que  me  rogo  que  le  fa- 
gades  prouar  el  espada;  e  llamad  los  ricos 
honbres  e  vayan  con  vos»;  el  arcobispo  lo 
fizo,  y  estonce  se  fueron  todos  al  padrón,  e 
Antor  dixo  a  Artur:  «Ve,  toma  la  espada,  e 
darla  has  al  arzobispo»;  y  el  lo  fizo;  y  el  ar- 
zobispo lo  tomo  entre  sus  bragos,  e  comengo 
a  cantar  Te  Deum  laiidamus,  y  assi  lo  leuo  a 
la  yglesia. 

Cap.    CXXXII. — Como  fue  suspcndid.a  la 
salieion  fasta  sancta  María  Candelaria. 

Los  ricos  hombres,  quando  esto  oyeron, 
fueron  muy  sañudos,  e  dixeron:  «Esto  no 
puede  ser,  que  vn  rapaz  sea  nuestro  señor» ; 
y  el  arcobispo  le  peso,  e  dixo:  «Nuestro  Se- 
ñor sabe  de  cada  vno  mejor  quien  es  que  no 
vos».  E  Antor,  e  su  linage,  e  gran  pieca  de 
la  otra  gente,  tenian  con  Artur,  e  dezian  to- 
dos a  vna  boz:  «Si  todos  los  del  mundo  con- 
tra esta  elecion  quisieren  yr,  e  Dios  solo 
quisiere,  no  podria  ninguno  ser  estoruador»; 
e  dixo  Antor:  «Y'd,  fijo,  e  tornad  la  espada 
donde  la  sacastes»;  y  el  lo  hizo,  e  la  espada 
se  tuno  como  antes.  El  argobispo  dixo:  «Ago- 
ra, señores,  y  día  a  sacar  si  pudierdes»;  y 
ellos  fueron,  mas  no  la  pudieron  sacar,  aun- 
que se  preñaran  muchos,  y  el  arcobispo  dixo: 
«Esta  es  la  mas  fermosa  elecion  que  honbre 
nunca  vio;  e  loco  es  quien  quiere  yr  contra 
la  voluntad  de  Dios»;  y  ellos  dixeron:  «Ver- 
dad es,  mas  parecenos  mucho  estraña  cosa, 
vn  rapaz  ser  señor  de  todos  nosotros» ;  j  el 
arcobispo  dixo:  «Nuestro  Señor  supo  que  es- 
coger, que  conosce  mejor  que  vos»;  y  estonce 
le  rogaron  ellos  que  dexasse  estar  el  espada 
en  el  padrón  fasta  el  dia  de  sancta  Maria  Can- 
delaria, e  que  muchos  vernian  a  prouarla 
que  aun  no  vieron  ni  preñaron. 


50 


LIBROS  DE  caballerías 


Cap.  CXXXIII.  —  Como  el  rey  Artur  resjmn- 
dio  a  lapruena  que  le  hixieran,  e  fue  eleto. 

El  espada  assi  quedo  fasta  aquel  dia,  e  to- 
dos los  de  aquella  tierra  e  de  otra  se  ayun- 
taron, e  prouaronse  en  la  espada,  e  desque 
se  prouaron  todos,  dixeron  al  arzobispo:  «Se- 
ñor, agora  sera  bien  si  quisierdes  cunplir  la 
voluntad  de  Jesu  Christo»;  y  estonce  dixo  el 
argobispo:  «Artur,  fijo,  yd  adelante,  e  si 
Dios  quisiere  que  vos  seays  guardador  deste 
pueblo,  sacad  la  espada»;  e  Artur  fue  a  ella, 
e  sacóla,  e  diola  al  arcobispo.  E  quando  los 
honbres  buenos  de  la  tierra  vieron  esto,  di- 
xeron a  esto:  «¿Ay  alguno  que  contra  esta 
elecion  quiera?»  Y  los  ricos  hombres  dixe- 
ron al  arzobispo:  «Señor,  nos  os  rogamos  que 
os  sufrays  fasta  Pascua,  e  si  fasta  esto  no 
viene  quien  esta  espada  saque,  nos  obedece- 
mos a  este  que  la  saco:  e  si  de  otra  guisa 
queredes  fazer,  cada  vno  fara  lo  mejor  que 
pudiere»;  y  el  ar^obisjw  dixo:  «E  si  yo  esto 
hago,  ¿obedecello  heys  de  grado?»  «Si,  di- 
xeron ellos,  e  aun  faga  entre  tanto  del  rey- 
no  su  plazer»;  y  el  arzobispo  dixo:  «Artur, 
torna  la  espada  a  su  lugar,  e  tenerse  ha  assi, 
que  nunca  mejor  se  terna»;  e  después,  desde 
aquel  dia  fasta  Pascua,  se  prouaron  quantos 
se  quisieron  prouar,  e  nunca  ninguno  la 
pudo  sacar  si  aballar  poco  ni  mucho.  Y  el  ar- 
zobispo, que  tomara  el  niño  en  guarda,  dixo- 
le:  «Seguramente  os  digo  que  seredes  rey,  e 
catad:  de  aqui  adelante  escoged  quales  qui- 
sierdes por  priuados  e  por  consejeros,  e  dad 
e  partid  tierra  e  officios  de  vuestra  casa  assi 
como  rey,  e  sin  falla  vos  lo  seredes  con  el 
ayuda  de  Dios»;  e  Artur  dixo:  «Señor,  yo 
meto  a  mi  e  quanto  bien  me  Dios  diere  en 
guarda  de  sancta  yglesia,  e  de  vuestro  con- 
sejo; e  vos  escoged  por  mi  quales  lionbrcs  me 
serán  mejores,  e  hazed  en  guisa  que  sea  a 
seruicio  de  Dios  e  a  su  voluntad  e  a  pro  del 
pueblo;  e,  si  vos  pluguiere,  llamad  e  con 
vos  a  mi  señor»;  y  el  arzobispo  llamo  a  Au- 
tor, e  dixole  la  buena  palabra  que  Artur  lo 
dixcra,  y  entonces  escogeron  quales  serán 
priuados  e  quales  consejeros,  e  hizieron  a 
Queja  mayordomo  de  su  corte  e  de  su  tierra; 
mas  las  otras  tierras,  e  los  otros  lugares,  e 
los  otros  oficios  de  casa,  quedaron  fasta  Pas- 
cua; y  estonce  se  aj  untaron  todos  en  Lon- 
dres, bispera  de  Pascua.  Y  el  argobispo  dixo: 
«Jesu  Christo  quiere  que  este  niño  sea  rej'»; 
e  los  ricos  honbres  dixeron:  «No  queremos 
nos  a  Jesu  Christo  desto  contradezir,  mas 
auemos  a  marauilla  de  tan  niño,  honbre  de 
tan  baxo  linage,  ser  rey  o  señor  de  nos;  e  fa- 
zcd  vna  cosa  que  plazera  a  Dios  e  a  todos 
nosotros.  Vos  conoscedes  este  niño  e  tene- 


deslo  por  sesudo,  e  nos  no  sabemos  cosa  de 
su  fazienda,  e  dexad,  ante  que  sea  sagrado, 
que  prouemos  que  honbre  querrá  ser» . 

Cap.  CXXXrS".— C'owo  fue  dado  el  plazo 
al  sagramiento  de  Artur. 

Respondió  estonce  el  arzobispo:  «¿Quereys 
vos  que  le  demos  plazo  a  su  sagramiento  e 
la  elecion?»  «Queremos  que  sea  mañana,  di- 
xeron ellos,  mas  el  sagramiento  que  quede 
fasta  Pentecoste»;  y  el  arzobispo  dixo:  «E 
aun  por  esto  no  quedara»;  e  otro  dia,  des- 
pués de  la  gran  missa,  truxeron  el  niño  a  la 
elecion,  e  saco  la  espada  como  ante,  y  eston- 
ce lo  recibieron  por  señor,  mas  mandáronle 
que  tornasse  la  espada  a  su  lugar;  e  después 
tornaron  a  la  yglesia,  y  recibiéronlo  por  se- 
ñor, y  tiráronlo  aparte  por  hablar  con  el  e 
por  le  prouar,  e  dixeronle:  «Señor,  nosotros 
bien  vemos  que  Nuestro  Señor  quiere  que 
seays  nuestro  rey.  e,  pues  que  el  quiere, 
queremos  nos,  e  queremos  tener  de  vos  nues- 
tras tierras  assi  como  vassallos  de  señor; 
mas  rogamosvos  que  vuestro  sagramiento 
quede  hasta  Pentecoste,  ca  ya  por  esto  no  se- 
redes menos  señor  del  rey  no  ni  de  nos,  y  de 
esto  queremos  saber  vuestra  voluntad  sin 
consejo  de  otro».  Y  el  rey  dixo:  «De  que  me 
dezis  que  quereys  las  tierras  de  mi,  esto  yo 
no  puedo  fazer  ni  deuo  hasta  que  sea  bien 
señor  de  mi  tierra.  E  de  que  dezis  que  sea 
señor  del  rey  no,  esto  no  puede  ser  hasta  que 
sea  sagrado  e  que  aya  la  corona  e  la  honrra 
del  re3^no;  mas  el  plazo  que  pedistes  os  otor- 
go, ca  no  quiero  sagramiento  ni  honrra  sino 
por  Dios  e  por  vos  » . 

Cap.  CXXXV. — Como  el  rey  Artur  repartió 
sus  doues  a  sus  caualleros. 

Estonce  dixeron  los  ricos  honbres  que,  si 
biuiesse,  que  seria  muy  sesudo  y  bien  razo- 
nado, y  que  responderla  muy  bien.  Y''  assi 
fue  el  plazo  dado  hasta  Pentecoste,  y  entre 
tanto  obedcscieron  a  Artur  assi  como  el  ar- 
zobispo mando,  e  fizieronle  traer  todos  los 
thesoros,  e  todas  las  cosas  preciadas,  por  pre- 
ñarlo si  seria  codicioso  e  tomador;  y  el  pre- 
gunto [a]  aquellos  que  le  dieran  por  conseje- 
ros por  cada  vno  de  los  ricos  honbres  y  los 
otros  que  honbres  eran  o  que  valían,  e  como 
hallo  assi  hizo,  ca  a  los  buenos  caualleros  dio 
los  cauallos  e  las  armas,  a  los  mancebos  dio 
las  aues,  e  a  los  enamorados  dio  las  dueñas, 
e  a  los  sesudos  dio  los  aueres;  e  tiiuolos  en  su 
compañía,  e  a  los  de  su  tierra  dio  lo  que  en- 
tendió que  les  seria  mejor;  e  assi  jjartio  lo 


BALADRO  DEL  SABIO  MEKLIN 


51 


que  le  dieron  para  prouarlo;  e  quando  ellos 
esto  vieron,  recibiéronlo  todos  mucho  en  sus 
corazones,  e  dezian  aparte  que  seria  de  gran 
hecho,  e  que  no  veyan  en  el  codicia  ni  mal- 
dad, que  tan  ayna  que  tomara  el  auer  en  la 
mano,  luego  lo  empleaua  bien  e  con  razón. 

Cap.  CXXXVI. — De  como  fue  sagrado 
el  rey  Artur. 

Preñaron  assi  al  rey,  e  nunca  pudieron 
en  el  mala  maña  hallar,  e  quando  llego  a 
Pentecoste,  ayuntáronse  todos  en  Londres,  e 
preñáronse  en  la  espada  quantos  se  quisie- 
ron prouar,  mas  ninguno  no  la  pudo  sacar, 
y  el  arzobispo  tuno  la  corona  presta  y  el  sa- 
cramento en  bispera  de  Pentecoste,  y  luego 
todo  adobo  de  hacer  cauallero;  y  el  dia  desta 
fiesta  por  la  mañana,  tomo  Artur  la  espada 
de  sobre  el  altar,  e  ciñóla,  y  fue  cauallero; 
y  el  aryobispo  dixo  a  todos:  «A^ees  aqui  este 
hombre  que  Dios  escogió  para  ser  vuestro 
rey,  e  si  ay  tal  que  lo  quiera  contradezir, 
digalo»;  y  todos  dixeron  a  vna  boz:  «Quere- 
mos de  parte  de  Dios  que  sea  nuestro  rey, 
mas  tanto  le  pedimos  de  merced  que  si  al- 
guno de  nos  quiere  mal  porque  le  contrade- 
ziamos  su  elecion,  que  nos  perdone»;  y  es- 
tonces hincaron  todos  los  ynojos  ante  el.  Y 
el  rey  Artur  lloro  con  piedad,  e  hinco  los 
ynojos  ante  ellos,  e  dixo:  «Yo  vos  perdono; 
e  aquel  Señor  que  esta  honrra  me  dio  os  per- 
done»; y  estonce  se  leuantaron  todos,  e  to- 
maron a  Artur  en  los  bragos  e  leñáronlo  al 
altar,  y  la  corona  e  la  vestimenta  estaña  ay 
con  que  lo  auian  de  sagrar.  E  vistieronselo, 
e,  pues  fue  vestido,  el  arzobispo  se  aderego 
para  cantar  la  missa,  y  estonce  dixo  a  Artur: 
«Y'd  y  tomad  la  espada  y  la  justicia  onde 
aueys  a  ser  señor,  y  defended  a  su  yglesia, 
y  guardad  la  christiandad  en  todas  maneras 
a  vuestro  poder» ;  y  estonce  fueron  todos  en 
procession  al  padrón;  pues  estouieron  alrede- 
dor todos.  E  dixo  el  argobispo:  «Artur,  si  tu 
eres  atal  que  quieras  prometer  a  Dios  e  a 
sancta  Maria,  e  a  nuestros  señores  Sant  Pe- 
dro, e  Sanct  Pablo,  e  a  todos  los  sanctos  e 
sanctas,  que  tu  guardes  e  defiendas  a  la 
sancta  yglesia,  e  mantengas  paz  y  lealtad 
en  la  tierra,  e  consejes  los  desaconsejados,  e 
tengas  la  boz  de  los  pobres  y  de  los  que  no 
touieren  abogados,  e  mantengas  todo  derecho 
e  toda  lealtad,  toma  aquella  espada  por  que 
Nuestro  Señor  te  escogió  para  ser  rey  desta 
tierra»;  y  el  la  tomo,  e  otorgo  todo  quanto  el 
argobispo  le  dixo;  e  diole  la  espada,  y  des- 
pués santiguólo,  y  fizieronle  todas  las  cosas 
que  deuian  hacer  a  rey  sagrado  y  coronado. 
Y  después  que  la  missa  fue  cantada, fsalieron 


con  el  de  la  yglesia,  e  miraron,  o  no  vieron 
el  padrón,  e  ouieron  gran  pesar;  e  assi  fue 
Artur  rey  en  Londres,  e  vuo  la  tierra  en  su 
l^oder  y  en  paz;  e  los  ricos  honbrcs  no  veyan 
en  el  cosa  por  que  no  le  deuiessen  mucho 
preciar,  sino  tanto  que  no  sabian  de  que  li- 
nage  era,  e  marauillaronse  como  pluguiera 
a  Nuestro  Señor  que  tan  mancebo  honbre  y 
tan  desconocido  fuesse  rey,  que  ouiesse  a 
mantener  tan  gran  gente  como  la  de  Lon- 
dres, y  assaz  hablaron  ay  los  ricos  hombres, 
dellos  en  poridad  e  dellos  en  consejo,  mas 
no  ante  el,  ca  muchos  lo  dudauan,  e  Ántor 
descubría  ya  no  era  su  hijo,  mas  que  se  lo 
dieran  a  criar,  e  contoles  como. 

Cap.    CXXXVII.  —  Como  2Ierlin  dixo  a 
Blaysen  que  haría  eonoscer  al  rey  Artur. 

Dize  aqui  el  cuento  que  Merlin  moro 
gran  tienpo  con  Blaysen,  y  quando  supo 
que  Artur  era  rey,  dixole:  «El  hijo  de  Vter 
recibió  la  corona  del  reyno  de  Londres,  mas 
los  ricos  honbres  e  las  otras  gentes  hanlo 
contra  coragon,  porque  no  saben  cuyo  hijo 
es,  e  agora  conuiene  que  vaya  yo  alia  y  que 
les  haga  saber  la  verdad,  y  que  sean  ende 
assi  ciertos  como  son  en  duda  por  mi  fecho. 
Ca  en  otra  guisa  sera  a  mi  pecado  mortal» ; 
e  Blaysen  le  dixo:  «Si  el  no  es  conoscido 
por  ti,  cata  como  fagas  que  no  seas  ende 
blasfemado,  ni  tu  alma  en  culpa»;  e  Merlin 
dixo:  «Yo  fare  en  guisa  que,  como  agora 
son  en  duda  de  su  linage  por  mi,  que  assi 
sean  ciertos  por  mi». 

Cap.  CXXXYni. — De  como  Merlin  soñó 
vn  sueño. 

Assi  dixo  Merlin  que  yria  al  reyno  de 
Londres,  e  la  noche  antes  que  mouiesse,  vio 
una  visión:  que  estaña  en  vn  gran  prado 
fermoso  e  veya  vn  roble  alto  y  hermoso,  e 
cabe  aquel  roble  vna  pértiga  pequeña  e  de 
poca  pro,  e  no  tenia  ninguna  cosa  de  fruto, 
e  cabe  aquel  roble  crescia  vna  pértiga,  e 
tomóle  la  corteza  e  las  fojas,  e  después  ma- 
rauillauase  mucho  assi  en  durmiendo,  hasta 
que  despertó,  y  estuuo  en  esto  pensando 
toda  aquella  noche,  y  no  fue  atan  alegre 
como  ante  era. 

CxVP.  CXXXtX. — Gomo  contó  la  visión  que 
viera  a  Blaysen. 

De  mañana  lenantose,  e  Blaysen  dixo  la 
missa,  e  oyóla  Merlin,  e  tanto  que  Blaysen 
la  ouo  dicho,  dixo  Merlin  riendo:  «Maestro, 


52 


LIBROS  DE  caballerías 


vna  visión  vi  esta  noche  que  no  es  sino  sig- 
nificanga,  agora  veré  como  me  direys  ende  la 
verdad»:  y  estonce  le  dixo  su  visión  assi 
como  la  viese,  e  Blaysen  dixo:  «Merlin, 
¿que  me  preguntas  tu  por  la  visión?  ca  tu 
eres  este,  y  sabemos  bien  que  eres  el  mas 
sesudo  honbre  que  ay  en  el  mundo,  mas  tu 
lo  hazes  por  prouar  mi  seso,  mas  por  buena 
fe  yo  no  se  mucho  de  las  cosas  escondidas,  y 
por  esto  no  sabria  ay  dar  consejo;  mas  tu 
dime  lo  que  sabes,  las  cosas  que  son  e  que 
han  de  venir» .  «Cierto,  dixo  Merlin,  ya  no 
te  marauilles  ende  poco,  e  mételo  en  escripto 
assi  como  yo  te  dixere» . 

Cap.  CXL. —  Como  Merlin  dixo  a  Blaijscn 
que  riera  su  muerte  en  la  visión. 

«Es  verdad  que  yo  en  esta  visión  veo  mi 
muerte,  y  assi  verna  como  yo  vi,  e  deziros 
he  como  el  roble  alto  e  grande,  e  de  muy 
luengas  ramas,  deues  entender  a  mi  seso;  e 
bien  assi  como  tienen  el  roble  por  fuerte 
árbol  e  grande,  assi  me  tienen  a  mi  por 
el  mas  marauilloso  honbre  e  de  mejor  gracia 
que  otro  honbre,  por  el  gran  seso  que  en  mi 
ay,  e  agora  podeys  conoscer  que  el  árbol 
significa  a  mi;  e  agora  os  diré  que  significa 
la  pértiga  que  nascia  cabe  el  árbol:  significa 
vna  donzella  manceba  e  vil  que  se  acompa- 
7"iara  e  conocerá  comigo^  e  aprenderá  tanto 
de  mi  saber  e  de  mi  sciencia  que  Dios  me 
dio,  que  ella,  por  su  saber  e  por  su  engaño, 
me  parara  en  tal  manera,  que  me  meterá 
biuo  so  la  tierra,  y  alli  me  dexara  morir,  e 
no  veo  cosa  que  no  pueda  estoruar  desta 
auentura,  sino  Jcsu  Christo  solo,  que  verdad 
es  que  hasta  aqui  fue  cierto  de  las  cosas, 
mas  agora  no  me  auiene  desto,  que  lo  no 
puedo  saber  por  cosa  que  fazer  pueda,  ni 
qual  es  aquella  donzella  que  me  ha  de  ma- 
tar, ni  en  qual  tierra  es.  Mas  se  que  es 
grande  y  fermosa,  e  bien  pienso  que  Dios 
me  faze  esto  desconocer,  porque  por  desco- 
nocencia fize  pecar  a  la  buena  e  sancta  due- 
ña Iguerna;  e  agora  vos  diré  la  significan(;a 
de  mi  muerte:  e  no  vos  lo  dixere  atan 
abieitamente,  si  yo  en  vos  tanto  no  me  fias- 
se:^;  e  Blaysen  dixo:  «Marauillas  me  dczis; 
¿assi  que  vos  oonoceys  las  fines  de  las  otras 
yentes  e  de  la  vuestra  no  sabeys  la  verdad?» 
«Esto  os  diré  yo  muy  bien,  dixo  Merlin; 
muchas  vezes  auiene  que  el  arte  aprouccha 
a  muclios,  e  no  aprouecha  al  que  la  sabe, 
ante  le  nuze;  y  esto  vos  digo  por  mi,  que 
ayude  fasta  aqui  a  quantos  quise,  c  agora  no 
puedo  ayudar  a  mi  en  esta  auentura,  ca  no 
plaze  a  Nuestro  Señor,  ante  quiere  que 
muera  como  otro  hombre  mortal» . 


Cap.  CXLI. — Como  Merlin  dixo  a  Blaysen 
la  nasciencia  de  Lanfaroie. 

Cuando  Blaysen  esto  oyó,  comencé  a  pen- 
sar fieramente,  e  dixo  a  Merlin:  «¿Do  pen- 
saj's  vos  que  es  aquella  donzella,  e  por  que 
vos  auedes  a  tomar  muerte?»  «E  yo  os  digo, 
dixo  Merlin,  que  yo  no  puedo  saber  mas, 
ca  os  digo  que  no  plaze  a  Jesu  Christo  que 
yo  la  muerte  escuse,  e  por  esto  se  verdade- 
ramente que  moriré» .  «¿Y  de  las  otras  cosas 
que  ende  han  de  venir,  soys  ende  cierto 
como  soliades?»  E  Merlin  dixo:  «Si,  de 
todo» .  «¿Y  quando  os  cuydais  yr  a  la  reyna 
de  Londres?»  dixo  Blaysen,  «No  hay  que 
tardar,  dixo  Merlin,  ca  ya  muy  tarde  es. 
Mas,  ante  que  alia  vaj^a,  os  diré  vna  mara- 
uilla  do  no  ay  al  sino  verdad,  ca  es  verdad 
que  si  yo  luengamente  pudiesse  biuir,  sal- 
dría mucho  al  reyno  de  Londres,  e  ayuda- 
lio  ya  a  todo  mi  poder;  mas  porque  mi  ayuda 
le  fallecerá  por  la  muerte,  que  ha  de  venir 
ayna,  pensó  Nuestro  Señor  como  padre  de 
piedad  marauillosamente  de  la  tierra.  Ca  en 
aquella  hora  vi  yo  en  visión  mi  muerte,  en 
aquella  hora  nació,  de  la  muger  del  rey 
Yan,  el  ochauo  de  la  muger  de  Nacian,  e  de 
aquel  sera  el  que  salira  el  buen  cauallero 
que  dará  cima  a  las  auenturas  que  por  la 
marauilla  del  sancto  Grial  auernan  en  el 
reyno  de  Londres;  e  sera  aquel  buen  caua- 
llero y  el  noueno  del  linage  de  Nacian» .  «E 
aquel  cauallero,  dixo  Blaysen,  que  vos  dezis 
que  esta  noche  nascio,  ¿podra  alguna  cosa 
valer  o  ayudar  al  reyno  de  Londres?»  «Si, 
dixo  Merlin,  ca  el  sera  atan  marauilloso 
honbre,  e  de  tan  gran  bondad  en  armas, 
que  todos  los  que  lo  vieren  se  marauillaran 
del,  e  todos  aquellos  que  lo  vieren  lo  teme- 
rán mucho;  tanta  gracia  le  poma  Dios  e 
tanto  valdrá,  que  [valdrá]  por  bondad  de  ar- 
mas en  el  reyno  de  Londres,  como  valgo  por 
seso  yo» . 

Cap.  CXLII. —  Como  Merlin  dixo  a  Blaysen 
que  ahria  cabo  su  libro. 

Merlin  dixo  a  Blaysen:  «Agora  podeys 
ver  que  Nuestro  Señor  fizo  nascer  aquel  de 
que  vos  yo  fable  en  lugar  de  mi;  por  su  bon- 
dad c  por  su  caualleria  ha  de  conplir  lo  que 
conpliere  por  mi  seso,  mas,  assi  como  mi  Se- 
ñor me  mostró  que  sera  maltrecho  y  en  cuyta 
y  en  verguenca  por  muger».  Y"  Blaysen  le 
pregunto:  «¿Como  aura  nonbre?»  «Lanca- 
rote  del  Lago,  dixo  Merlin,  e  sabed  que  este 
sera  el  cauallero  mas  amado  e  de  mejor  gra- 
cia que  aura  en  el  mundo,  saino  su  hijo  Ga- 
laz» ;  e  todo  esto  que  Merlin  le  dixo  a(j[uella 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


53 


vez,  púsolo  Blaysen  en  escrito,  e  dixo  a  Mer- 
lin:  «Pues  os  partís  de  mi,  fazcdme  entender 
si  auedes  de  morir  aj^ia,  e  otrosi  me  conse- 
jad que  podre  hazer.  Ca  vos  me  consejastes 
a  fazer  escreuir  la  Jiistoria  del  sancto  irrial, 
e  me  dixistes  que  me  diriades  la  verdad  de 
las  auenturas  que  auernian  en  el  rej'no  de 
Londres;  pues,  ¿como  podre  encimar  esta 
obra  quando  ende  no  supiere  la  verdad?  e 
comencé  mi  libro,  e  no  sera  acabado,  e  todo 
sera  mentira  quanto  ay  hize,  pues  no  ouiere 
cima».  «Y  esto  os  responderé,  dixo  Merlin, 
no  ay  cosa  que  no  ha  cima;  y  esta  cosa  que 
vos  comenQastes,  e  de  tan  alto  fecho,  e  pues, 
si  yo  muriese,  e  vos  moredes,  no  puede  aler 
que  si  algún  honbre  bueno  fallare  vuestro 
libro,  que  no  lo  encime;  e  bien  os  digo  que 
lo  fallare,  que  si  no  lo  hallasse  seria  gran 
daño,  e  vuestro  libro  sera  gran  cosa,  si  Dios 
quiere  que  aya  cima».  E  Blaysen  dixo: 
«Aun  no  dixistes  cosa  si  era  encimado». 
«Mas  después  sera  bien  que  en  mi  vida  ni 
en  la  vuestra  no  sera  encimado» ,  dixo  Mer- 
lin. ¿«Mas  después  sera  acabado  y  encima- 
do?» «E  yo  os  digo,  dixo  Merlin,  que  vos, 
que  lo  encomen(;'astes,  seredes  ayna  bendi- 
cho  de  muchas  gentes» .  E  Blaysen  le  dixo: 
«Agora  me  dezid,  Merlin,  pues  vos  queredes 
yr  al  rey,  si  os  veré  nunca»;  e  Merlin  dixo: 
«Si  vos  queredes  dar  cima  a  vuestro  libro  y 
verme,  yd  empos  de  mi  a  la  gran  Bretaña». 
«E  ¿do  vos  podria  fallar?  dixo  Blaysen,  ca 
no  me  podria  agora  desta  tierra  partir». 
Dixo  Merlin:  «Oy  en  ocho  meses,  en  el  pri- 
mer dia  de  mayo,  me  hallarej^s  en  la  entrada 
de  la  mata  de  Vadalian,  a  hora  de  medio  dia, 
ante  la  cruz  auenturosa;  e  alli  os  diré  vna 
gran  parte  de  las  auenturas  del  sancto  Grrial 
e  de  las  sus  marauillas,  assi  que  aqui 
podreys  auer  cima  de  vuestro  libro».  Assi 
dexo  Merlin  a  Blaysen,  e  partióse  luego  del, 
e  fuesse  para  la  gran  Bretaña. 

Cap.  CXLIII.  —  Como  el  rey  Ariur  dunnio 
con  Elena  su  herma/na^  viuger  del  rey  Loe. 

Agora  dize  el  cuento,  que  vn  poco  después 
que  Artur  fue  rey,  vino  a  vna  gran  corte 
que  el  tenia  en  Cardoil,  en  Galaz,  Elena,  mu- 
ger  del  rey  Loe  de  Otornia,  hermana  del  rey 
Artur,  mas  no  sabia  el  que  era  su  hermana, 
ni  Elena  otrosi;  e  la  dueña  vino  a  la  corte 
del  rey  muy  ricamente,  con  gran  conpaña 
de  caualleros,  e  dueñas,  e  donzellas,  e  truxo 
consigo  quatro  hijos  que  auia  del  rey  Loe, 
que  eran  muy  fermosos  niños,  e  de  tal  edad 
que  no  auia  el  mayor  mas  de  diez  años,  e 
aquel  auia  nonbre  Galuan,  y  el  otro  Aganay, 
y  el  otro  Gariete,  y  el  otro  Gurreches.  Y 


assi  vino  la  dueña  a  la  corte  con  sus  hi- 
jos, que  amaua  mucho,  y  era  tan  fermosa, 
que  a  duro  la  podria  honbre  fallar  par  en 
toda  la  tierra;  y  era  vna  de  las  mas  honrra- 
das  que  auia  en  todo  el  reyno  de  Londres  y 
en  su  tierra,  como  era  hija  del  muy  honrra- 
do  duque  de  Tintuguel;  e  mucho  rescibio 
bien  el  rey  a  la  dueña,  e  mandóle  fazer  mu- 
cho seruicio.  E  tanto  que  la  vio,  enamoróse 
mucho  della,  e  hizola  morar  en  su  corte 
quince  dias,  e  durmió  con  ella,  e  hizo  con 
ella  a  Morderec,  por  que  después  fue  fecho 
mucho  mal. 

Cap,  CXLIY. — Del  fuerte  sueño  qne  soñó  el 
rey  Artur. 

Y  assi  durmió  el  hermano  con  su  herma- 
na, e  fizo  ay  al  que  lo  traxo  después  a  muer- 
te, assi  como  dirá  después  encima  de  la  gran 
historia  de  Langarote  del  Lago.  Mas  quando 
la  dueña  se  torno  paia  su  tierra,  la  primera 
noche  después  el  rey  soñó  vn  sueño,  que  le 
semejaua  que  estaua  en  vna  cátedra  la  mas 
rica  del  mundo,  e  auia  ante  el  atan  gran 
pueblo  de  todas  edades,  que  se  marauillaua 
donde  tan  gran  pueblo  viniera.  E  teniéndo- 
los todos  en  derredor  de  si,  vio  que  salia  del 
vna  gran  sierpe,  y  tan  fuerte  semejanza  que 
nunca  oyó  fablar  de  tal,  que  siempre  andana 
bolando  sobre  el  reyno  de  Londres  a  cada 
parte,  e  por  todos  los  lugares  que  yua  que- 
maua  todo,  assi  que  no  quedaua  ciudad,  ni 
castillo,  ni  villa,  que  todo  no  quemasse  y 
destruyesse.  E  assi  quemaua  todo  el  reyno 
de  Londres;  y  después  que  esto  fazia,  venia 
a  los  que  estañan  con  el  rey,  e  cometialos,  e 
mataualos  todos;  e  después  iua  al  rey,  e  com- 
batíase con  el  fieramente,  mas  a  la  cima  ma- 
tara el  rey  a  la  sierpe,  y  el  quedaua  llagado 
mortalmente. 

Cap.  CXLY. — De  como  el  rey  Ariur,  an- 
dando a  la  ca^a,  vido  la  Bestia  ladradora. 

El  rey  ouo  gran  pauor  deste  sueño  desque 
despertó,  e  fue  muy  desconortado,  e  ouo  atan 
gran  pesar,  que  no  se  sabia  dar  consejo, 
e  pensó  ay  toda  la  noche;  e  de  mañana, 
quando  se  leuanto,  oyó  toda  la  missa,  y  des- 
pués fuesse  a  caga  con  gran  compaña  de  ca- 
ualleros y  de  otros  honbres;  y  el  rey  yua  en 
vn  muy  buen  cauallo,  e  vestido  de  paños  de 
calador,  e  tanto  que  entraron  en  la  monta- 
ña, e  fallaron  vn  gran  cierno,  e  dexaron  los 
canes  ir  empos  del;  y  el  rey,  que  andana 
bien  encaualgado,  comengo  a  seguir  el  cier- 
no, e  tanto  se  acuyto  de  yr  empos  del,  que 


54 


LIBROS  DE  caballerías 


en  poca  de  hora  dexo  su  compaña  mas  de 
dos  leguas,  assi  que  no  supieron  del  parte: 
y  el  rey  tanto  fue  empos  del  cierno,  que  no 
lo  pudo  el  cauallo  sofrir,  e  cayo  con  el;  e 
quando  el  rey  se  vio  a  pie,  no  supo  que  fizies- 
se,  ca  sus  honbres  eran  lexos,  y  el  cierno 
yuase  tan  lexos,  que  lo  perdió  de  vista,  pero 
dixo  que  yria  en  pos  del  a  pie  fasta  que  sus 
honbres  llegasson,  que  le  darian  cauallo;  e 
tanto  fue  el  rey  a  pie  en  pos  del  cierno,  que 
se  canso,  e  posóse  cabe  vna  fuente  por  fol- 
gar;  e  tanto  que  se  assento,  comenco  a  pen- 
sar en  el  sueño,  e  pensando  oyó  vn  gran  la- 
drido de  canes,  tan  grande  como  si  fuessen 
treynta  o  quarenta  canes;  y  pensó  que  eran 
los  suyos,  e  leuanto  la  cabera  e  vio  venir 
vna  bestia,  e  no  muy  grande,  mas  era  la 
mas  dessemejada  que  nunca  vio,  porque  de 
su  figura  era  tan  estraña  e  tan  dessemejada 
era,  como  el  cuento  del  sancto  Grial  dize;  e 
por  ende  no  os  diré  aqui  atan  conplidameute 
como  era,  pero  de  lo  mas  de  las  fechuras 
diré:  Ca  ella  auia  la  caheqa.  e  cuello  de  ene- 
ja, blanco  como  nieue,  e  pies  e  piernas  de 
can,  negras  como  carbón;  e  auia  el  cuerpo 
y  el  alcafar  como  raposo;  e  la  bestia  vino  a 
la  fuente,  e  comento  de  beuer,  e  miróla  mu- 
cho, e  signóse  e  dixo:  «En  buena  fe,  ¡agora 
veo  la  mayor  marauilla  que  nunca  vi,  ca 
bestia  tan  dessemejada  como  esta,  nunca  do- 
lía oy  fablar,  ca  estraña  de  fuera  y  de  den- 
tro! Ca  oyó  bien  e  conozco  que  trae  dentro 
en  si  hijos  biuos,  que  ladran  como  canes. 
Y  nunca  en  el  reyno  de  Londres  vio  honbre 
tales  marauillas  como  estas  desta  bestia  des- 
semejada» . 

Cap.  CXLYI. — IJe  como  el  rey  Artur  desafio 
al  cauallero  de  la  Bestia  ladradoi-a. 

Assi  fablo  el  rey  consigo  mismo  de  la  bes- 
tia ladradora,  e  quando  comento  a  hteuer, 
las  bestias  que  andauan  dentro  en  ella  callá- 
ronse, e,  desjmes  que  beuio,  comenr-o  a  la- 
drar assi  como  antes,  assi  como  [si]  treynta 
canes  fuessen  empos  della,  e  assi  se  partió  la 
bestia  de  la  fuente;  y  el  rey  la  miro  mientra 
la  vio;  quedo  tan  espantado  desta  marauilhi, 
que  no  sabia  si  dormia  ni  si  velaua.  y  ella 
se  fue  a  tan  grande  andar,  que  en  poca  de 
ora  no  la  vio,  e  comenro  a  pensar  mas  que 
antes,  e  mientra  que  assi  pensaua,  llego  a  el 
vn  cauallero,  e  dixole:  «Oyes,  tu,  cauallero, 
¿que  piensas?  Dime  si  vistes  la  dessemejada 
bestia  que  llena  en  si  los  ladridos  de  los  ca- 
nes». Y  el  rey  dixo:  «Yo  la  vi  agora,  y  aun 
no  va  media  legua».  «¡Ay  Dios,  dixo  el  ca- 
uallero, como  soy  tan  desdichado!  Ca  si 
agora  no  me  moriera  el  cauallo,  alcan^alla 


ya,  e  cabaria  lo  que  demando;  ca  mas  ha  de 
vn  año  que  ando  tras  ella  por  saber  la  ver- 
dad della,  mas  que  por  al».  «¿Como,  dixo  el 
rey,  e  tanto  ha  que  andas  en  pos  della?» 
«Si»,  dixo  el.  «E  ¿por  que?  dixo  el  rey,  de- 
zidmelo  si  os  plaze».  «Cierto,  dixo  el  ca- 
uallero, yo  os  lo  diré.  Yerdad  es,  e  nos  lo 
sabemos,  que  esta  bestia  ha  de  morir  en  esta 
tierra  por  el  mejor  cauallero  de  mi  linaje;  e 
porque  yo  queria  saber  la  verdad  si  so  yo  el 
mejor  cauallero  de  mi  linaje,  segui  tan 
luengamente  esta  bestia;  e  no  lo  digo  por  me 
alabar,  mas  por  saber  si  soy  tal  por  qual  me 
tienen».  «Cierto,  dixo  el  rey,  asaz  me  aueys 
dicho  ende,  e  agora  os  podeys  yr  quando  a 
vos  plaze  a  pie».  «Yo  no  me  yre,  dixo  el 
cauallero,  si  puedo,  antes  atendere  algún 
cauallero  que  Dios  trayga  por  aqui  que  me 
quiera  dar  bestia»;  y  ellos  en  esto  fablando, 
llego  vn  escudero  en  vn  fuerte  cauallo  y 
corredor  que  buscaua  al  rey,  e  quando  el  lo 
vio,  dixo:  «Agora  descendid  presto,  e  yre 
empos  de  vna  bestia  que  por  aqui  va».  «¡Ay 
señor!  dixo  el  cauallero,  no  hagays  tan  gran 
villanía  que  vayas  empos  de  mi  bestia,  que 
he  andado  tanto  tienpo  tras  ella,  mas  hazed 
como  cortes  e  dadme  aquel  cauallo.  Ca  yo 
por  vos  mi  fallamiento  por  vos  perdiesse 
aquella  bestia,  la  verguenoa  seria  ende  vues- 
tra y  el  daño  mió».  Y  el  rey  dixo:  «Caua- 
llero, tanto  anduuistes  ya  empos  della,  que 
bien  la  deuedes  dexar  agora,  quedad,  e  yo 
la  seguiré  ende  por  vos,  tanto  que  Dios  me 
diere  ende  la  honrra  si  le  pluguiere».  «E 
como,  dixo  el  otro,  don  cauallero,  ¿assi  que- 
reys  yr  a  fuerza  en  pos  de  lo  que  yo  anduue 
fasta  aqui  a  mi  gran  trabajo  e  afán?»  Y  es- 
tonce fue  el  cauallero  corriendo  al  escudero,  e 
derribólo  del  cauallo,  e  caualgo  ante  que  el 
rey  viiiasse  llegar  al  cauallo,  e  dixole:  «Don 
mal  cauallero,  agora  no  vos  he  grado,  e  voy- 
me  empos  de  mi  bestia;  e  sabed  que  si  veo 
lugar  donde  os  lo  agradezca,  que  os  lo  ga- 
lardonare, solamente  que  sepa  que  queredes 
mi  demanda  cometer;  agora  os  tengo  por 
sandio  e  por  catiuo  cauallero,  e  no  soys  para 
cometer  tan  alta  cosa»;  y  el  rey  le  dixo; 
«Cauallero,  tu  me  dirás  lo  que  te  pluguiere, 
e  yo  escucharte  he.  Mas  sabe  que  si  yo  te 
hallo  oy  o  mañana,  que  yo  te  mostrare  mi 
esi)ada,  ca  bien  deuo  yo  por  razón  cometer 
tamaño  fecho  como  tu»;  y  el  cauallero  le 
dixo:  «No  tomes  ay  tan  gran  trabajo  si  ha- 
llarme quisieres,  ca  yo  siempre  ando  en  esta 
montaña  empos  desta  bestia».  «Pues  promé- 
tete, dixo  el  rey,  que  no  seré  alegro  fasta 
que  sepa  por  derecha  prueua,  si  Dios  qui- 
siere, qual  de  nos  es  el  mejor  cauallero». 
Y  el  cauallero  dixo:    «Quando  lo  quisieres 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


55 


saber,  ven  a  esta  fuente,  e  sabe  que  si  tu 
estas  ay  vn  dia,  que  me  fallaras;  y  como  no 
ay  dia  que  aj  no  venga»;  y  el  rey  dixo: 
«Agora  tu  puedes  yr,  ca  yo  quiero  saber 
mas  de  tu  hazienda» . 

Cap.  GXLYU.— Como  estando  el  rey  jyeii- 
sando  vino  a  el  Merlin  en  semejanza  de  ni  Fio. 

Estonce  se  partió  el  cauallero  de  alli,  e 
fuesse  empos  de  la  bestia,  y  el  rey  dixo  al 
escudero  que  le  fuesse  por  otro  cauallo;  y  el 
escudero  fuesse  contra  do  pensaua  que  falla- 
ría su  conpaña;  y  el  rey  quedo  pensando  en 
todas  aquellas  venturas  que  viera;  e  siendo 
assi  jDensando,  vino  Merlin  a  el  en  semejan- 
(^a.  de  niño  de  catorze  años,  e  conociólo  bien 
al  rey,  tanto  que  lo  vio,  e  saludo  assi  como 
si  no  supiesse  que  era  rey;  y  el  rey  leuanto 
la  caber/a  e  dixole:  «Niño,  Dios  te  bendiga» . 
E  Merlin  dixo:  «Yo  soy  vn  niño  de  tierra 
estraña,  e  marauillome  mucho  por  que  pien- 
sas tanto,  ca  me  parece  que  ningún  hombre 
que  cosa  vala  no  deue  ende  pensar  en  cosa  do 
puede  fallar  consejo»;  y  el  rey  cato  el  niño, 
e  marauillose  de  lo  que  dezia,  e  lo  que  le 
oya  assi  fablar  tan  sesudamente.  E  dixole: 
«Como  ¡  yo  pienso  que  ningún  honbre  fuera 
de  Dios  no  puede  saber  lo  que  yo  pienso!» 
«Cierto,  dixo  el  niño,  no  pensades  en  cosa 
que  yo  no  se,  ni  feziste  cosa  que  yo  no  su- 
piesse, e  digoos  que  os  espantados  en  dona- 
do; que  vos  no  vistes  cosa  en  vuestro  sueño 
que  assi  no  aya  de  ser;  que  assi  plaze  a 
Jesu  Christo;  e  si  vos  vistes  vuestra  muerte 
en  sueños,  no  os  deuiades  espantar,  ca  por 
ende  salimos  de  tierra  por  tornar  a  ella,  e 
por  ende  recebimos  vida,  por  recebir  muerte» . 

Cap.  CXLYIII.  —  Como  Merlin  dixo  al  rey 
qne  su  hermana  era  del  preñada, 

Quando  el  rey  esto  oyó,  fue  mas  espan- 
tado que  ante,  y  el  niño  dixo:  «¿De  que  os 
espantays?ca  quanto  mas  me  oyeredes  fablar, 
tanto  mas  os  marauillarej^s.  Mas  direos  lo 
que  esta  noche  soñastes».  «Por  buena  fe, 
dixo  el  rey,  si  lo  dezides,  por  muy  gran  ma- 
rauilla  lo  terne,  e  mayor  que  de  quanto  oy 
ni  vi».  «Pues  yo  os  lo  diré,  dixo  el  niño,  e 
assi  terneys  con  que  pensar»;  y  estonce  le 
contó  todo  su  sueño;  y  el  rey  se  signo,  e  dixo: 
«Tu  no  eres  honbre,  mas  diablo  verdadero, 
ca  por  ser  de  honbre  no  podrías  tu  saber  tan 
escondidas  cosas» .  «Por  yo  vos  dezir  esto,  dixo 
el  niño,  no  podes  vos  dezir  por  razón  que  yo 
soy  diablo  e  enemigo  de  Jesu  Christo;  mas  yo 
os  prouare  por  derecho  que  vos  soys  diablo 


egran  enemigo  de  Jesu  Christo,  y  el  mas  des- 
leal cauallero  del  reyno;  ca  vos  soys  sagrado  e 
vngido  en  aquel  señorío  de  Jesu  Christo;  por 
la  su  gracia  os  puso,  e  vos  fezistes  tan  gran 
traycion,  que  dormistes  con  vuestra  herma- 
na, e  muger  de  vuestro  vassallo;  y  ella  es 
preñada  de  vn  tal  ñjo,  q\ie  ayna  fara  mucho 
mal  en  esta  tierra» ;  y  estonces  respondió  el 
rey  muy  vergonr-osamente,  e  dixo:  «Diablo 
eres  tu  de  todo  en  todo,  y  esto  no  puede  al 
ser,  ca  yo  no  he  hermana,  ca  tu  ni  otro  pue- 
de saber  mas  de  mi  fazienda  que  yo» . 

Cap.  CXLIX. — Como  Merlin  dixo  al  rey 
Artur  cuyo  fijo  era  e  de  que  linaje. 

El  niño  dixo:  «No  dezis  verdad,  que  mas 
se  yo  ende  que  vos,  que  yo  bien  se  quien 
fue  vuestro  padre,  e  conozco  bien  a  vuestra 
madre  e  a  vuestras  hermanas,  pero  que  ha 
gran  tienpo  que  no  las  vi,  mas  se  bien  que 
son  binas  e  sanas»;  e  quando  el  rey  esto  oyó, 
fue  muy  confortado,  pero  pensó  que  le  men- 
tía, ca  lo  tenia  por  adeuino,  e  dixole:  «Si  tu 
me  dizes  cierto  de  mi  padre  e  madre,  e  de 
mis  hermanas,  e  de  qual  linaje  vengo,  no  me 
demandaras  cosa  que  yo  pueda  auer  que  no 
te  la  de»;  y  el  niño  dixo:  «¿Prometeysmelo 
assi  como  rey?  ca  si  me  mentierdes,  mayor 
mal  ende  os  verna  que  piensas» .  «Prométe- 
telo seguramente»,  dixo  el  rey;  y  el  niño 
dixo:  «Pues  yo  os  digo  de  cierto,  que  vos 
soys  de  tan  gran  guisa  como  aquel  que  es 
fijo  de  rey  e  de  rey  na,  e  vuestro  padre  fue 
muy  buen  honbre,  e  buen  cauallero  de  ar- 
mas». «¿Como,  dixo  el  rey,  esto  es  verdad 
que  yo  soy  de  tan  gran  guisaV»  «Si,  sin  falta», 
dixo  el  niño;  y  el  rey  dixo:  «Si  verdad  fues- 
se, yo  no  quedarla  hasta  que  metiesse  todo 
el  mundo  so  mi  poder».  «Por  Dios,  dixo  el 
niño,  no  vos  quede  por  esto,  ca  si  a  vuestro 
padre  parecierdes,  no  perdereys  de  lo  vues- 
tro, antes  ganareys  mucho»;  y  el  rey  dixo: 
«¿Como  vuo  nombre  mi  padre?»  El  niño  dixo: 
«Vter  Padragon,  e  fue  señor  deste  reyno». 
«Pues,  dixo  el  rey,  no  puedo  yo  faltar  de  ser 
honbre  bueno,  que  tanto  fue  el  honbre  bue- 
no, que  no  podria  del  salir  mal  fijo,  si  no 
fuesse  por  marauilla.  Mas  a  duro  lo  podrían 
agora  creer  en  esta  tierra  que  yo  soy  su 
fijo».  El  niño  dixo:  «Yo  lo  haré  creer  ante 
que  este  mes  passe,  assi  que  bien  sabrán  por 
verdad  que  f uestes  fijo  de  Yter  Padragon  e 
de  la  reyna  Iguerna» ,  y  el  rey  dixo:  «Mara- 
uilla me  dezis,  e  no  te  lo  puedo  creer.  Ca  si 
su  fijo  fuesse,  no  me  criara  tal  infauQon 
como  me  crio,  ni  seria  mas  desconocido  como 
soy.  Ca  el  me  dixo  que  no  sabia  quien  era 
mi  padre,  e  tu,  que  eres  mo^o  estraño,  dizes 


56 


LIBROS  DE  caballerías 


que  sabes  ende  la  verdad  mejor  que  el,  que 
me  crio  hasta  aqui  > .  Y  el  niño  dixo:  «Si  ver- 
dad no  digo,  no  me  des  lo  que  me  has  de  dar, 
e  sabed  que  no  lo  digo  sino  por  gran  amor 
que  os  he;  e  del  pecado  que  aueys  con  vues- 
tra hermana,  sabed  qne  os  terne  ende  tan 
bien  poridad  como  vos  mismo,  Y  porque  yo 
os  amo,  no  lo  encubro  tanto  por  vuestro 
amor,  como  por  amor  de  vuestro  padre,  que 
me  quiso  gran  bien  e  yo  a  el,  e  fize  mucho 
por  el»:  y  el  rey  dixo:  «No  es  verdad,  e  de 
oy  mas  no  te  creeré  cosa  que  me  digas,  que 
til  no  eres  de  edad  que  pudiesses  ver  ni  co- 
nocer a  mi  padre  si  el  fue  A'ter  Padragon,  e 
por  ende  te  ruego  que  te  vayas  daqui,  ca 
pues  tu  mentira  es  tan  conocida  que  me 
quieres  hazer  creer  todo  esto  por  verdad,  no 
quiero  tu  compañia,  ca  me  pareces  cosa 
mala» . 

Cap.  CL.  —  Co7no  Merlin  fahlo  con  el  rey 
y  en  semcjanra  de  honhre  viejo. 

Dize  el  cuento  que,  quando  el  niño  esto 
oyó,  fizo  semblante  que  ouo  ende  gran  pe- 
sar, e  partióse  del  rey  e  fuesse  meter  en  vna 
mata  muy  espessa,  e  mudo  la  presencia  del 
niño,  e  torno  en  semejanoa  de  viejo  de  ochen- 
ta años,  tan  flaco  a  semejanca,  que  apenas 
podia  andar;  e  fue  vestido  de  vn  guison,  e 
assi  fue  ante  el  rey,  e  sainólo  como  si  no  lo 
conociesse,  e  dixole:  «Dios  te  salue,  señor 
cauallero,  e  os  de  buena  cima  de  vuestro  pen- 
sar. Ca  me  parece  que  no  soys  muy  alegre» . 
El  rey  dixo:  «Honbre  bueno.  Dios  lo  faga 
assi.  Ca,  cierto,  mucho  me  era  menester,  e 
venid  assentar  cabe  mi  vn  poco,  si  os  plaze, 
fasta  que  venga  vn  escudero  mió»;  y  enton- 
ce se  assento  el  viejo  a  fablar  cabe  el  rey,  e 
comenr-aron  a  hablar  de  muchas  cosas,  y  ha- 
llólo el  rey  tan  sesudo  en  quanto  le  pregun- 
to, que  fue  ende  marauillado;  y  estonce  dixo 
el  viejo:  «Señor  cauallero,  ¿por  que  pensados 
agora  atan  miicho?  Ca  assi  me  pareció  quan- 
do a  vos  allegue».  El  rey  le  dixo:  «Hombre 
bueno,  nunca  honbre  de  mi  edad  vio  tantas 
maraiiillas  como  yo  vi  en  vn  tiempo,  assi  en 
sueños  como  en  verdad.  Y  de  lo  que  mas 
me  marauillo  fue  de  vn  niño  pequeño  que 
agora  vino  a  mi,  que  me  dixo  cosas  que  yo 
pensaua  que  no  las  sabia  ninguno  sino  yo» . 
«Señor,  dixo  el  honbre  bueno,  no  os  mara- 
uilledes  ende,  ca  no  ay  cosa  tan  encubierta 
que  no  sea  descubierta,  e  si  cosa  fuesse  he- 
cha so  tierra,  la  verdad  ende  es  sabida, 
quanto  mas  sobre  la  tierra;  e  por  Dios  señor, 
no  seays  triste  ni  penseys  tanto,  e  dezidme 
lo  que  aueys,  e  yo  os  sacare  de  todas  las  du- 
das en  que  estays».  El  rey  dixo  al  viejo  que 


era  sesudo,  e  que  seria  bien  de  le  dezir  vna 
picoa  de  su  fazienda.  Ca  el  lo  encobriria,  y 
el  le  comenoo  a  contar  su  sueño,  e  dixole  lo 
que  viera  de  la  bestia  ladradora  y  del  caua- 
llero como  leñara  el  cauallo:  «Señor,  dixo  el 
viejo,  deste  sueño  os  diré  yo  la  verdad:  Sa- 
bed que  vos  aureys  mucha  mala  ventura  e 
mucho  pesar  por  vn  cauallero  que  es  en- 
gendrado, mas  no  es  nascido.  Y  todo  este 
rej^no  sera  destruydo  por  el,  e  los  buenos  ca- 
ualleros  que  vos  veredes  en  vuestro  tiempo, 
Assi  quedara  esta  tierra  yerma  e  desierta, 
por  las  malas  obras  de  aquel  pecado» ,  «Cier- 
to, dixo  el  rey,  esto  sera  gran  daño,  e  mu- 
cho seria  mejor  que  aquella  captiua  persona 
muriesse  tanto  que  fuesse  nascido,  que  tanto 
mal  por  el  viniesse;  e  pues  vos  ende  tanto 
me  dixistes,  vos  sabeys  bien  de  quien;  por- 
que yo  os  ruego  que  me  lo  digades,  e,  tanto 
que  nasciere,  hazerlo  he  quemar»,  «Cierto, 
dixo  el  viejo,  si  Dios  quisiere,  criatura  hecha 
de  nuestro  señor  no  morirá  por  mi,  como 
quiera  que  sea  pecador  contra  su  cima,  e, 
mientra  que  fuere  niño  sin  pecado,  sera 
deslealtad  de  lo  matar.  E  sabed  que  yo  me 
ternia  por  muy  gran  pecador  contra  Dios, 
Ca  DO  queria  que  la  criatura  que  mal  no  me- 
reciesse  e  recebiesse  muerte  por  consejo  des- 
to;  no  me  roguedes.  ca  no  haré  ay  cosa»,  E 
dixo  el  rey:  «Pues  a  mi  parece  que  desama- 
dos este  rey  no,  y  mostrároslo  he.  Yos  dezia- 
des  que  por  vn  cauallero  solo  sera  destruydo 
este  rey  no.  e  las  gentes  muertas;  mejor  sera 
que  cauallero  por  quien  tanta  malauentura 
ha  de  venir,  que  fuesse  muerto  solo,  que  no 
muriessen  tantos».  «Assi  es  verdad,  dixo  el 
honbre  bueno,  que  mas  valdría  su  muerte 
que  su  vida» .  Y'  el  rey  dixo:  «Por  esso  digo 
yo  que  dixessedes  de  quien  nascera  o  quan- 
do, ca  por  lo  descubrir  sera  la  tierra  guarda- 
da, e  por  le  encobrir  lo  sera  perdida».  «Assi 
es  verdad,  dixo  Merlin,  quien  a  la  parte  de 
la  tierra  quisiere  catar.  Mas  si  la  tierra  ay 
ganasse,  yo  ay  perderla  mucho.  Ca  perderla 
el  alma,  e  por  esso  no  os  lo  diré,  ca  mas  quie- 
ro sainar  mi  anima  que  vuestra  tierra».  Y 
el  rey  dixo:  «Pues  tanto  me  j)uedes  dezir, 
¿quando  nascera  y  en  que  lugar?»  E  Merlin 
se  comenco  a  reyr,  e  dixo:  «¿Por  esto  lo  pen- 
says  de  fallar?  por  cierto  no  fareys,  ca  a 
Nuestro  Señor  no  plaze».  «Cierto,  dixo  el 
rey,  yo  lo  hallare,  si  supiesse  la  hora  de  su 
nacimiento  e  la  tierra  do  ha  de  nascer» .  «Yo 
vos  lo  diré,  dixo  el  honbre  bueno,  mas  de 
todo  falleceredes,  E  agora  sabed  que  nascera 
el  primero  dia  de  Mayo  en  el  reyno  de  Lon- 
dres»; y  el  rey  dixo:  «Si  esto  es  verdad,  yo 
no  os  pregunto  mas»;  y  el  honbre  bueno 
dixo:  «Verdad  es  sin  falta». 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


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Cap.  cía.— Como  Merlin  dixo  al  rey  que 
mejor  honbre  que  el  le  diría  verdad  de  la 
bestia. 

«Dczidme,  dixo  el  rey,  lo  que  vos  prcg-uu- 
tare;  dezidme  de  aq\iella  bestia  que  vi,  la 
mas  dessemejada  de  que  nunca  oy  fablar,  e 
traya  dentro  en  si  bestias  que  ladrauan,  e 
parecíame  que  era  sueño.  Ca  me  parecía  que 
ninguna  criatura  no  podría  boz  salir  fuera 
del  vientre  de  la  madre» ;  y  el  honbre  bueno 
dixo:  «Si  vos  ende  marauillades,  liazedes 
gran  derecho.  Casin  falta  esto  es  marauilla, 
assi  en  lo  ver  como  en  lo  oyr».  Y  el  rey 
dixo:  «Agora  me  dezid  que  es»;  y  el  honbre 
bueno  dixo:  «Esta  es  vna  marauilla  del  sancto 
Grrial,  e  nos  puedo  mas  dezir,  ca  mejor  hon- 
bre que  yo  os  lo  dirá».  «E  ¿quien  es  esse?» 
dixo  el  rey.  «No  es  avn  engendrado,  dixo  el 
honbre  bueno,  mas  ayna  lo  sera,  y  en  engen- 
drarlo ha  aquel  cauallero  que  vistes  que  yua 
en  pos  de  la  bestia»;  y  el  rey  dixo:  «¿Que  sa- 
beys  vos  si  lo  vi?»  Y  el  dixo:  «Si  se;  e  aun 
se  el  pleyto  que  ha  entre  vos» .  E  el  rey  dixo: 
«Agora  me  dezid  que  cauallero  es» ;  y  el  hon- 
bre bueno  le  dixo:  «Vos  lo  sabreys  bien,  si  lo 
prouarades  a  la  justa,  e  no  os  lo  diré  al  des- 
ta  vez» . 

Cap.  CLn.  —  Como  Merlin  dixo  al  rey  como 
fuera  hecha  la  bestia  ladradora. 

«E  mas  os  digo  de  la  bestia,  que  no  sabre- 
des  ende  la  verdad  hasta  que  de  aquel  que 
deste  salira  os  lo  fara  conocer,  e  aura  non- 
bre  Perseual  (')  de  Galaz,  porque  sera  natu- 
ral de  Gralaz,  e  sera  tan  amigo  de  Nuestro 
Señor,  que  el  dará  su  virginidad  tan  mara- 
uillosa,  que.  qual  saliere  del  vientre  de  la 
madre,  tal  entrara  so  la  tierra;  y  esta  verdad 
aura  este  cauallero:  que  desta  bestia  el  os 
dirá  la  verdad.  Mas  antes  no  podeys  saber 
tan  conplidamente  la  verdad.  Pero  deziros 
he  vna  parte  por  vuestro  amor.  Sabed  que 
Idomedes,  que  fue  [rey  del]  rey  no  de  Lon- 
dres, que  agora  ha  nombre  Inglaterra,  ouo 
vna  fija  muy  hermosa,  que  sauia  mucho  de 
las  siete  artes,  e  amaua  estudiar  en  el  arte 
de  nigromancia,  porque  amaua  el  mundo,  e 
amo  a  vn  su  hermano  del  fol  amor,  que  era 
infante  grande  y  fermoso,  e  prometiera  a 
Dios  su  castidad.  Y"  este  infante  aula  non- 
bre  Galaz,  e  porque  no  quiso  fazer  lo  que 
ella  quiso,  fizo  al  padre  que  lo  prendiesse. 
Ca  le  dixo  que  la  f oreara  y  era  del  preñada, 
y  mentía,  ca  todo  se  lo  mostrara  el  diablo  que 
la  engaño.  Ca  le  dixo  que  durmiesse  vna  vez 

(')  Percival,  Perceval  ó  Parsifal,  el  loco  casto. 


con  el,  e  que  faria  que  la  amasse  su  herma- 
no; y  ella  lo  fizo,  e  durmió  con  ella,  ca  le 
pareció  el  en  vna  fuente  de  vna  huerta  de  su 
padre  do  ella  yua  a  menudo  a  estar,  y  pa- 
reciólo en  forma  de  honbre  fermoso,  y  assi 
durmió  con  ella  el  diablo  muchas  vezes,  e 
ella  fue  preñada  de  diablos.  E  quando  el  pa- 
dre la  vio  preñada,  preguntóle  que  fuera 
aquello.  Ella  dixo,  assi  como  el  diablo  se  lo 
enseño:  «Señor  padre,  sabed  que  me  for^o  mi 
hermano  Galaz».  El  rey  Idomenes  prendió  al 
hijo,  e  pregunto  a  la  fija  que  justicia  quería 
quehiziesse  del,  e  dixole  que  le  diesse  biuo 
a  comer  a  canes;  e  assi  fue  Galaz  echado  a 
canes  por  sentencia  de  su  hermana.  E  fizo 
vna  oración  a  Dios,  e  dixo  que  diablos  ladras- 
sen  en  su  vientre  porque  mentía,  y  que 
ladrassen  como  canes.  Y  después  que  el  fue 
justiciado,  ella  parlo  a  su  tiempo  esta  bestia 
que  vos  aqui  vistes;  y  fuesse  por  el  monte, 
que  parescia  que  mas  de  cien  canes  ladrauan 
en  su  vientre  (').  E  assi  andará  fasta  que 
venga  el  buen  cauallero  que  aura  nonbre 
Galaz,  que  la  matara.  E  quando  Idomenes 
vio  que  su  hijo  matara  a  tuerto,  entendió  que 
Dios  oyera  la  oración  que  fizo  por  el  testi- 
monio que  su  hermana  dixera  contra  el.  E 
torno  entonces  a  la  hija,  e  atormentóla  en 
manera,  que  le  contó  como  el  diablo  la  enga- 
ñara. Entonces  hizo  el  padre  justicia  braua 
e  cruda  della  porque  mintiera,  e  assi  perdió 
Idomenes  sus  hijos  ambos  por  su  mala  ven- 
tura». El  honbre  bueno  dixo:  «Agora  os  he 
contado  vna  pa:"te  deste  negocio,  mas  que  yo 
pense».  «En  nonbre  de  Dios,  dixo  el  rey, 
pues  mucho  me  conuerna  atender  si  fuere 
verdad  lo  que  dizes».  Y"  el  honbre  bueno 
dixo:  «Assi  sera».  «E  vos,  dixo  el  rey,  ¿soys 
cierto  de  las  cosas  que  han  de  venir?»  «Si, 
dixo  el  honbre  bueno,  que  esta  gracia  me  dio 
Dios  por  su  merced» ;  el  rey  dixo:  «Pues  que 
vos  soys  cierto  de  las  cosas  que  han  de  venir, 
bien  deuiades  vos  saber  las  que  son  en  vues- 
tro tienpo» .  «Cierto,  dixo  el  hombre  bueno, 
no  es  cosa  fecha  en  mi  tiempo  que  yo  no 
sepa»;  y  el  rey  dixo:  «Pues  dezidme  vna 
cosa  que  yo  deseo  mucho  saber» .  «Y"o  os  lo 
diré,  dixo  el  hombre  bueno,  ca  bien  se  lo  que 
me  quereys  preguntar».  Dixo  el  rey:  «Avn 
no  os  lo  he  dicho,  ¿como  puede  ser  esto?»  Y' 
el  honbre  bueno  dixo:  «Agora  vereys  si  lo 
que  me  querej's  preguntar  es  quien  fue  vues- 
tro padre.  Ca  vos  creeys  que  ninguno  lo  sabe, 
pues  que  lo  vos  no  sabeys,  mas  assi  es  los  de 
la  tierra,  otrosí  todos  son  en  deuda».  Y'  el 


(•)  En  Ainadis  de  Qaula  (¡ib.  III,  cap.  11)  el  hijo 
del  í^igante  de  la  insola  del  Diablo  y  de  su  hija  es 
también  un  espantoso  endriago. 


58 


LIBROS  DE  CABALLEEIAS 


rey,  quando  esto  ovo,  algo  la  mano,  e  santi- 
guóse, e  dixo  al  lionbre  bueno:  «Yo  me  ma- 
rauillo  de  lo  que  dezis,  ca  yo  no  pensaua  que 
lo  sauia  esto  sino  Dios.  Ay  por  Dios  plegaos 
que  vos  yo  conozca,  e  dezidme  como  aueys 
nonbre,  e,  si  os  pluguiere  de  quedar  en  mi 
conpañia,  no  ay  cosa  que  por  vos  me  deman- 
deys,  que  en  mi  poder  sea  o  en  mi  reyno, 
que  negado  os  sea» .  Y  el  hombre  bueno  dixo: 
«Rey,  yo  soy  ¿lerlin  el  buen  adeuino,  de 
quien  vos  muchas  vezes  oystes  fablar» .  Quan- 
do el  rey  esto  03^0,  ouo  mucha  alegria  a  ma- 
rauilla,  que  no  podia  mas,  e  abracólo,  e  di- 
xole:  «Pues  vos  soys  aíiuel  de  quien  todo  el 
mundo  habla,  yo  vos  creeré  de  aquí  adelante 
todo  lo  que  me  dixerdes:  e,  por  Dios,  si  me 
quereys  hazer  plazer,  fazedme  cierto  desto 
en  que  esto  en  duda».  &De  grado,  dixo  ]\[er- 
lin,  lo  haré.  Yo  os  digo  en  verdad  que  Yter 
Padragon  es  vuestro  padre,  e  hizoos  en  Iguer- 
na,  mas  no  era  avn  reyna»;  entonces  le  contó 
todo  como  acaescio.  E  dixo  Merlin:  «Quando 
yo  supe  que  auiades  de  nacer,  pedios  a  vues- 
tro padre  en  don,  e  vuestro  padre  os  me  dio 
con  el  gran  amor  que  me  tenia  e  yo  a  el»;  e 
contole  como  lo  diera  a  criar  de  la  leche 
donde  deuia  ser  criado.  E  quando  el  rey  oyó 
a  Merlin,  dixo:  «A^os  amastes  mucho  a  mi 
padre,  e  el  a  vos;  e  tuestes  muy  leal,  e  vos 
sabeys  mi  fazienda  mas  que  yo  ni  honbrc  del 
mundo;  e  aconsejadme  como  pueda  encobrir 
el  pecado  de  la  muger  del  rey  Lot» .  E  Mer- 
lin dixo:  «Si  yo  os  enseñasse  a  encobrir  este 
pecado,  yo  pecaria  mortalmente,  ca  tales  tres 
lo  saben  que  la  vos  amays  mucho,  que  pri- 
meramente te  conuernia  que  muriessen,  lo 
que  vos  yo  no  consejarla;  mas,  ponjue  el  pue- 
blo sepa  que  vos  soys  hijo  de  Vter  Padragon, 
desto  me  trabajare  en  esta  guisa  que  lo  sepan 
todos  por  cierto» .  El  rey  dixo:  «No  vos  en- 
grandeceré tanto  en  el  mundo  como  esta»;  y, 
en  quanto  ellos  estañan  assi  fablando,  llega- 
ron vna  pie(,'a  de  hombres  del  rey  que  anda- 
uan  a  ca^ar,  e  llegaron  a  do  el  rey  estaua;  e 
no  le  vieron,  porque  estaua  Merlin  ay  tras 
vnas  peñas  muy  altas  que  alli  auia,  e  como 
auian  andado  todo  aquel  dia  a  buscar  al  rey 
e  no  le  hallauan,  tenian  creydo  que  era 
muerto.  E  vno  de  aquellos  que  ay  venian.  a 
quien  el  rey  queria  muclio,  y  el  a  el  assi 
mesmo,  visto  que  no  hallauan  al  rey,  apeóse, 
e  hizo  a  Dios  oración  q\ie  a  su  rey  les  mos- 
trasse  que  era  fecho  del.  E  luego  ipie  el  rey 
e  Merlin  la  gente  sintieron,  salieron  detras 
de  vnas  peñas,  e  grandissimo  fue  el  plazer 
que  rescibieron  todos;  e  luego  el  rey  caual- 
go  en  vn  buen  cauallo,  e  hizo  a  Merlin  subir 
en  otro  y  llegaron  a  Cardoil,  y  ^lerlin  acon- 
sejo e  dixo  como  fiziesse  e  como  sabría  que 


era  fijo  de  Yter  Padragon,  e  dixole:  «Yo 
quiero  que  enbies  en  derredor  desta  cibdad 
tres  jornadas  a  todos  los  ricos  lionbres  e  hon- 
bres  buenos  que  están  en  la  cibdad,  que  deste 
domingo  en  ocho  dias  sean  con  vos  en  vues- 
tra corte,  e  traya  cada  vno  a  su  muger,  y  en- 
biad  vos  por  Iguerna  que  venga  ay,  e  que 
traya  consigo  a  Morgayna,  e  después  que 
aqui  fueren  todos,  yo  les  fablare  e  les  fare 
bien  saber  cuyo  fijo  soys» .  Y  el  rey  se  lo  grá- 
deselo mucho,  e  Merlin  dixo:  «¿Quien  cuy- 
days  que  fue  el  niño  que  oy  con  vos  fablo?» 
«No  se,  dixo  el  rey,  mas  por  lo  que  le  oy 
dezir  entiendo  ser  vos».  Dixo  Merlin:  «Yo 
fue;  e  como  oy  tuestes  engañado,  assi  fue 
vuestra  madre.  Ca  lo  hize  yo  quando  durmió 
con  vuestro  padre  que  le  i)arecio  su  marido, 
e  assi  tuestes  vos  fecho» . 

Cap.  CLIII. — Co7no  el  rey  Artur  e  Merlin 
vinieron  de  las  montañas  a  Cardoil,  fa- 
blando efi  que  manera  seria  conocido  por 
hijo  del  rey  Vier  Padragon. 

Y  llegando  a  Cardoil,  descendió  el  rey  en 
su  palacio,  e  después  desto  embio  por  sus 
ricos  honbres,  e  por  Iguerna,  e  por  Morgay- 
na. Quando  la  reyna  esto  oyó,  pensó  que  le 
querría  quitar  la  tierra,  embio  por  su  yerno 
el  rey  Lot  por  su  hija,  para,  si  el  rey  algún 
desafuero  le  quissiese  fazer,  que  la  ayudasse. 
E  Merlin  embio  por  Ylser  que  viniesse  a  la 
corte.  E  quando  Ylser  supo  que  Merlin  era 
alli,  fue  muy  alegre,  e  vino  muy  ayna.  El 
rey  enbio  luego  por  Autor,  el  amo  que  le 
crio,  e  quando  ambos  vinieron,  sacólos  Mer- 
lin aparte,  e  dixo  a  Ylser:  «Yos  sabeys  que 
Yter  Padragon  que  me  dio  su  hijo  que  fiziesse 
del  mi  voluntad».  E  Ylser  dixo:  «Yo  se  bien 
que  el  dia  en  que  fue  nascido  os  fue  dado». 
Merlin  dixo:  «Autor,  ¿sabeys  quien  vos  dio 
a  ArturV»  E  Autor  miro  a  Merlin,  e  dixo: 
«Cierto,  vos  me  lo  distes  en  tal  dia»;  e  nom- 
bro el  dia.  Entonces  acordáronse  ambos  por 
el  dia  e  por  la  hora,  e  por  lo  que  Merlin 
dixo,  entendió  que  Artur  era  hijo  de  Yter 
Padragon.  Grande  fue  el  plazer  que  A^lser 
e  Autor  ouieron.  Ca  Merlin  les  dixo  que  los 
ricos  honbres  lo  creerían  esto.  E  Merlin  dixo: 
«Autor,  catad  como  ayays  con  vos  a  vuestros 
vezinos,  aquellos  que  saben  que  Artur  os  fue 
dado  por  testigos».  E  Autor  dixo:  «Tales  tes- 
timonios vos  daré,  que  serán  bien  de  creer». 
E  assi  estuuo  Merlin  con  el  rey  fasta  aquel 
dia  que  vinieron  a  la  corte.  E  aquel  dia  llego 
ay  muy  gran  gente,  e  Iguerna  vino  ay  muy 
ricamente,  con  gran  conpaña  de  caualleros, 
e  sus  dueñas  e  donzellas;  e  auia  muy  gran 
miedo  del  rey  que  le  tirasse  su  tierra,  por- 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


59 


que  era  muger,  e  no  deuia  tener  tan  gran 
tierra  como  tenia.  E  quando  ella  vino  a  la 
corte,  el  rey  recibióla  muy  bien.  E  mando 
que  todos  sus  ricos  honbres  que  le  fiziossen 
mucho  seruicio,  mas  que  a  ninguna  que  ay 
fuesse,  e  assi  lo  hizieron;  mas  mucho  se  ma- 
rauillaron  por  que,  e  tal  auia  que  sania  lo 
que  el  queria  fazer,  e  de  la  muger  del  rey 
Lot,  que  cuydauan  que  esta  honrra  hazian 
a  la  madre  por  la  liija.  Aquel  dia  podria 
honbre  ver  en  el  Palacio  muchos  buenos 
caualleros  e  muy  bien  vestidos;  e  muchas 
dueñas  e  donzellas,  e  muy  bien  vestidas,  e 
muy  hermosas.  E  la  hija  de  Iguerna  leño  la 
jjrez  de  la  fermosura,  e  sin  falta  era  ella 
muy  hermosa,  hasta  en  aquella  sazón  que 
aprendió  encantamientos  e  caraturas.  Mas 
después  que  el  diablo  entro  en  ella  en  si 
spiritu  de  diablo  e  de  luxuria,  e  perdió  todo 
su  buen  parescer,  e  ninguno  no  la  podia  mi- 
rar ni  tener  por  fermosa,  sino  por  fea  encan- 
tada, si  no  fuesse  encantado.  E  quando  las 
mesas  fueron  puestas,  e  todos  estouieron  a 
ellas,  vino  Ylser  ante  el  rey,  e  dixo  tan  alto 
que  todos  lo  pudieron  oyr:  «Rey  Artur,  mu- 
cho me  marauillo  de  dueña  tan  desleal  e  tal 
que  no  deuia  tener  cosa  de  su  tierra  ni  de 
otra  comer  a  tu  mesa.  E  quien  quisiere  leuar 
tal  pleyto  e  tan  adelante  como  la  verdad 
muestra,  e  aun  hallara  verdaderamente  que 
ha  en  ella  aleñe  e  traycion.  E  pues,  señor, 
tu  eres  hombre  a  quien  los  honbres  tienen 
por  tan  bueno,  no  deues  sufrir  tal  cosa,  e  no 
te  ternian  por  rey».  Y  el  rey,  quando  esto 
oyó,  hizo  semblante  que  era  muy  sañudo,  e 
dixo  brauamente:  «Ylser,  guárdate  de  dezir 
cosa  que  tu  honestamente  puedes  bienprouar. 
Ca  es  cierto  te  ternian  por  loco,  e  demás  ve- 
nirte ha  mucho  mal».  «Señor,  dixo  Ylser, 
si  quisiese  negar  su  aleue  e  traycion,  yo  lo 
preñare  con  el  mejor  cauallero  que  aqui  ay». 
«Cierto,  dixo  el  vey,  mucho  dexistes  agora, 
pues  conuiene  que  ante  todo  digays  el  nom- 
bre de  esta  dueña»;  e  \lser  dixo:  «Señor, 
esso  os  diré  yo  bien;  se  que  ni  ella  es  tan 
osada  que  lo  ose  negar;  esta  dueña  es  la 
reyna  Iguerna,  que  alli  esta».  Entonces  hizo 
el  rey  continente  que  se  espantaua  desta 
marauilla,  e  dixo  a  la  reyna:  «Dueña,  vos 
veys  bien  lo  que  aquel  cauallero  dize.  Agora 
mirad  lo  que  fareys  en  esto,  que,  si  el  prueua 
lo  que  dize,  jamas  no  terneys  tierra  en  mi 
poder;  e  si  yo  quisiesse  sofrir  deuia  por  ende 
perder  la  tierra.  Ca  cierto  tal  daño  como  el 
dize  no  deuia  quedar  sin  punición,  mas  ser 
perdida  para  siempre  la  tal  henbra,  o  que 
la  soterrassen  vina»;  e  la  reyna  quedo  espan- 
tada por  lo  que  le  A'lser  dixo,  porque  sabia 
el  mucho  de  su  liazieuda.  Empero  respondió 


su  consejo  de  Iguerna,  y  ella  con  ellos,  e 
dixo:  «Señor,  si  el  quisiese  entrar  en  campo 
para  prouar  esto  que  dize,  alguno  ay  aqui 
que  me  defenderá  con  el  ayuda  de  Dios.  Ca 
cierto,  nunca  de  tal  me  entremetí,  y  esto  sabe 
Dios  bien».  E  Ylser  dixo:  «Señor  e  ricos 
hombres  del  reyno  de  Londres:  verdadera- 
mente esta  querella  que  yo  do  atañe  a  vos 
también  como  a  mi,  ca  uedes  aqui  la  reyna 
Iguerna,  que  concibió  de  Yter  Padragon,  que 
fue  nuestro  señor,  de  vn  hijo  la  primera  vez 
que  con  ella  durmió,  mas  ella,  q\\e  entendía 
el  destruymiento  del  rejmo  mas  que  al  pro, 
no  quisso  que  y  quedasse,  ante  creo  que  lo 
embio  a  matar  o  no  se  que  fizo  del,  de  guisa 
que  nunca  del  sopimos».  «E  ¿como?,  dixo  el 
rey  Artur,  ¿tal  deslealtad,  crueza,  fizo  esta 
buena  dueña?  e  assi  passo  su  cora(,'on  con 
tan  gran  deslealtad  e  no  tomo  manera  de 
otras  mugeres,  ca  toda  madre  ama  a  su  hijo 
naturalmente».  E  Ylser  respondió:  «Si  lo 
ella  quisiese  negar,  yo  se  lo  cuydo  prouar, 
mas  cuydo  que  nunca  por  ende  vestiré  lo- 
riga, ca  bien  sabe  ella  que  digo  verdad  pro- 
uada» . 


Cap.   ClAY.  —  Como  la  reyna  Iguerna  dixo 
como  Merlin  auia  llenado  el  niño. 

Fizo  el  rey  continente  que  se  marauillaua 
mucho,  e  signóse,  e  cato  a  la  reyna  mucho, 
e  dixole:  «¡Ay,  dueña!  ¿esto  es  verdad  queste 
cauallero  dize?  ¡Cierto  mal  hezistes  si  assi 
es!»;  y  ella  ouo  atan  gran  verguenca,  que 
no  supo  que  responder,  ca  bien  sabia  que  el 
cauallero  dezia  verdad,  e  leuantose  estonce 
en  la  corte  vna  tan  gran  buelta  e  tan  gran 
prefación,  que  fue  \n\\y  grande,  e  todos  de- 
zian  que  dezia  Ylser  verdad,  que  la  reyna 
deuia  muerte  recebir,  y  el  rey  los  fizo  a  to- 
dos callar,  e  dixo  a  la  reyna:  «Dueña,  res- 
ponded a  lo  que  os  este  cauallero  dize»;  y 
ella  fue  tan  espantada,  porque  sabia  quien 
era,  que  tremia  toda  con  pauor,  e  dixo  vna 
palabra,  como  muger  que  ha  gran  miedo: 
«¡Ay^  Merlin,  maldito  seas!  tu  me  en  esta 
cuyta  metiste,  ca  tu  ouiste  el  niño  e  no  se 
que  feziste  del».  Estonce  fablo  Merlin  e 
dixo:  «Dueña,  ¿por  que  maldezis  vos  a  Mer- 
lin? ca  muchas  vezes  os  fue  bueno  a  vos  e  a 
Yter  Padragon»;  y  ella  dixo:  «Si  Merlin  nos 
fue  bueno,  caramente  lo  compramos,  pues  el 
primer  hijo  que  Dios  nos  dio  leuo  de  nos,  e 
nunca  después  lo  vimos  ni  sopimos  que  se 
hizo  del,  e  bien  mostró  que  era  fijo  del  dia- 
blo, ca  no  quiso  atender  que  fuesse  cliris- 
tiano,  e  assi  lo  leuo  por  baptizar,  porque  no 
queria  que  Dios  ouiesse  en  el  parte» ;  e  Mer- 


00 


LIBROS  DE  CABALLERIxVS 


lili  dixo:  «Yo  (liria  ende  la  verdad  mejor 
que  vos,  si  quisiesse» .  «Xo  es  verdad,  dixo 
ella,  ca  lo  no  sabeys  assi  como  yo».  E  Mer- 
lin  dixo  al  rey:  «Señor  ¿querer s  que  os  diga 
como  ]ilerlin  lleuo  el  niño?  Como  vos  dixo  la 
reyna,  lo  leuo  verdaderamente,  e  contarvos 
he  como  mas,  pero  hazed  primero  a  la  reyna 
jurar  que  me  no  desdiga  la  verdad  que  yo 
dixere» ;  y  el  rey  liizo  traer  los  sanctos  euan- 
gelios,  e  la  reyna  dixo  a  Merlin:  «Yo  lo  ju- 
rare, mas  quiero  que  me  digays  quien  soj'-s» . 
E  jurólo  luego  en  los  sanctos  euangelios  que 
no  desdiría  la  verdad,  e  desi  beso  el  libro, 
e  yrguiose,  e  el  rey  la  mando  estar  en  su 
lugar,  e  dixo  Merliu:  «Dezid  lo  que  comen- 
Castes».  «Señor,  dixo  el,  de  grado».  E  la 
reyna  dixo:  <;Ante  quiero  que  me  digays 
quien  soys» ;  e  Merlin  se  torno  en  su  dere- 
cha forma  en  que  lo  ella  muchas  vezes  viera, 
e  respondió:  «Assi,  dueña,  yo  os  diré  mi 
nombre  si  lo  no  sabeys,  mas  bien  cuy  do  que 
me  lueñe  conoscedes,  ca  muchas  vezes  me 
vistes»;  y  ella  lo  miro,  e  conoscio  que  era 
Merlin,  e  dixo:  «¡Ay,  MerlinI  agora  se  bien 
que  vos  me  fezistes  acusar  deste  pleyto,  e 
fezistes  gran  tuerto,  ca  vos  bien  sabeys  que 
lo  que  yo  fiz  del  niño,  que  lo  fize  por  mando 
de  mi  señor  el  rey,  e  conuiene  que  vos  de- 
des  el  niño  o  que  murados  por  el,  ca  si  Dios 
me  ayude  e  se  verdaderamente  que  a  vos  lo 
dieron,  e  si  lo  negardes,  yo  vos  lo  liare  pro- 
iiar,  e  hazer  vos  ha  hazer  tal  escarnio,  que 
todos  vuestros  encantamentos  no  vos  vale- 
ran  av  cosa» . 


Cap.  CLY. — Como  MerVni  respondió  a  todo 
lo  que  dexia  la  reyna  Iguerna. 

Comenr-ose  entonce  Merlin  a  sonreyr,  e 
dixo  al  rey:  «Señor,  la  dueña  dize  lo  que 
quiere,  e  yo  la  escuchare  porque  ella  es  tal 
dueña,  mas  si  pluguire  a  vos,  dezirvos  he 
como  lleue  el  niño» ;  y  el  rey  dixo:  «Ante 
quiero  de  vos  saber  si  soys  vos  Merlin» ;  y  el 
respondió:  «Yerdaderamente  yo  soy  Mer 
lin»;  e  muchos  ricos  hombres,  que  lo  ya 
vieran  muchas  vezes,  lo  conoscian,  e  dixe- 
ron:  «Señor,  cierto  sed  verdaderamente  que 
este  es  Merlin» ;  y  ellos  no  cuydauan  que  lo 
el  rey  conocía,  y  el  rey  los  mando  a  todos 
callar;  y  el  rey  dixo  a  Merlin:  «¿Que  res- 
pondedes  a  lo  que  la  dueña  vos  demanda?» ; 
e  Merlin  dixo:  «Señor,  ¿de  que» ;  «Del  niño 
que  vos  fue  dado  assi  como  ella  dize»;  e  la 
reyna  dixo:  «Señor  yo  le  demando  el  niño  que 
le  fue  dado,  fazedme  dende  derecho»;  y  el 
rey  dixo:  «Merlin,  responded,  ca  a  hazer  vos 
conuiene».  «Señor,  dixo  el.  de  grado,  e  sa- 


bed que  vos  no  mentiré  de  ninguna  cosa  que 
os  diga» . 

Cap.  CLY  i.  —  De  como  prono  Merlin  ^wr 
testigos  que  el  rey  Artiir  era  hijo  del  rey 
Vter  Padragon. 

«Yerdad  es  que  el  niño  onde  hablamos  me 
fue  dado  desde  la  hora  que  fue  en  el  vientre 
de  su  madre.  E,  quando  nascio,  dieronmelo. 
E  yo  amaua  mucho  a  su  padre,  e  por  ende 
deuia  amar  el  hijo,  e  assi  fizo,  e  tanto  que 
me  lo  dieron,  lo  meti  en  salua  mano  y  en 
buena  guarda,  que  lo  criaron  con  tan  gran- 
de amor  o  de  mayor  que  a  su  hijo,  e  si  aquel 
a  quien  yo  lo  di  lo  quisiere  negar,  yo  se  lo 
fare  conocer  por  su  boca  que  ouiera  o  no» ;  y 
estonces  se  torno  contra  aquella  parte  do 
Antor  estaña^  e  dixo  a  Antor:  «Yo  vos  de- 
mando lo  que  vos  di,  e  sabed  que  aquel  niño 
porque  vos  Yter  Padragon  rogo  que  crias- 
sedes,  que  es  este  que  me  la  reyna  deman- 
da» .  E  Antor  respondió  e  dixo:  «Merlin,  yo 
no  vos  daré  cosa,  ca  me  no  distes  ninguna 
cosa» ;  e  Merlin  mudóse  estopees  en  aquella 
forma  [que]  lo  diera,  y  el  dixo:  «Antor,  ¿co- 
noscedes agora  si  so  yo  aquel  que  vos  lo  dio?» 
«Si,  sin  falta,  dixo  el  Antor;  vos  soys  el  hom- 
bre que  me  lo  distes,  e  yo  guárdelo  tam  bien, 
que  todos  los  del  reyno  me  lo  deuian  grades- 
cer» ;  e  Merlin  dixo:  «Dádmelo  assi  como  vos 
lo  di».  «Assi,  dixo  Antor,  como  meló  distes, 
no  vos  lo  daré  yo.  Ca  no  es  comigo,  antes  yo 
soy  con  el;  mostrarvoslo  he  grande  e  her- 
moso; e  vos  me  lo  distes  pequeña  criatura» . 
Y  estonces  se  yrguio  Antor,  e  fuesse  al  rey, 
e  dixole:  «Señor,  no  os  pese  porque  allegue 
a  vos» .  Y  el  rey  dixo  que  le  no  pesarla;  y 
estonce  lo  tomo  Antor  por  la  mano,  e  dixo  a 
Merlin:  «Yedes  aqui  lo  que  me  distes,  guar- 
dadlo bien  si  vedes  que  es  este» .  E  Merlin 
dixo:  «No  deuedes  ende  de  ser  blasfemado, 
mas  vos  no  creeré  si  es  este  fijo  que  me  lo 
hagades  mejor  conoscer»;  e  Antor  dixo:  «Yo 
vos  lo  prona  re  con  todos  mis  vezinos,  que 
saben  el  dia  que  me  fue  dado  e  que  lo  vieron 
después  criar,  e  que  lo  vieron  hazer  rey» ;  y 
estonce  se  leuantaron  todos  sus  vezinos  que 
Antor  hiziera  venir  a  la  cosa,  e  dixeron  en 
testimonio  que  todo  aquello  que  era  verdad, 
e  Merlin  dixo:  «Todos  no  dezides  verdad, 
mas  dezidme  si  sabes  el  tiempo  en  que  le 
fue  dado»;  y  ellos  dixeron:  «Si,  muy  bien». 
«Pues,  ¿cuanto  ha?»  dixo  Merlin.  Y  ellos 
dixeron:  «Ayna  aura  diez  y  siete  años» ;  y  el 
capellán  que  lo  bateo,  que  aula  nombre  Ar- 
tur,  dixo:  «Yo  lo  batee  con  mi  mano,  e  a 
nombre  como  yo,  no  por  mi,  mas  porque 
fue  assi  mandado  de  Antor» . 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


61 


Cap.  CLVII. —  Como  fue  conocido  el 
Artur  2)or  fijo  del  rey  Padragon. 


rey 


Estonces  dixo  Merliii  a  los  ricos  hombres: 
«-Señores,  ¿son  estos  testimonios  de  creer?» 
«Si,  dixeron  ellos,  ca  son  hombres  buenos  e 
leales».  «Por  Dios,  dixo  Merlin,  pues  de  oy 
mas  me  quiero  escusar  de  culpa  onde  me 
acusen  en  esta  corte»;  e  dixo  a  la  dueña: 
«Vos  rae  demandastes  vuestro  primero  hijo 
que  me  fue  dado» ;  y  estonce  tomo  Artur  por 
el  brai.'O  e  dixo:  «Artur,  tu  padre  te  me  dio 
en  galardón  de  mi  seruicio ,  e  de  quanto 
f ueste  mió  quitóte,  pero  ayna  te  podria  lla- 
mar por  derecho  mió;  mas  yo  te  digo  sobre 
mi  anima  e  quanto  yo  tengo  de  Dios  e  de  su 
crescencia,  que  la  rey  na  Iguerna  que  aqui 
esta  es  tu  madre,  e  tu  eres  su  hijo,  e  que  el 
rey  Yter  Padragon  te  engendro  la  primera 
noche  que  con  ella  durmió;  e  conuiene  que 
vays  a  ella  e  que  la  recibays  por  madre  y 
ella  a  vos  por  su  hijo»;  y  estonce  se  mudo 
el  en  forma  qual  el  la  solia  ver,  e  dixo  a  los 
ricos  hombres:  «Señores  del  reyno  de  Lon- 
dres, vos  fasta  aqui  despreciastes  a  vuestro 
señor,  porque  no  conociades  su  linaje;  yo 
soy  Merlin,  que  por  gracia  de  Dios  se  las 
cosas  escondidas  y  escuras,  e  las  que  han 
de  ser  muchas  dellas,  y  esto  sabedes  vos 
bien,  e  por  ende  me  deuedes  creer  vos  bien 
de  las  cosas  que  os  dixere,  e  sabedes  que 
deuedes  preciar  e  amar  vuestro  señor,  pri- 
meramente porque  lo  ouistes  por  gracia  de 
Dios  e  no  por  otra.  E  después  desto,  porque 
el  es  el  mas  sesudo  principe  que  agora  ay 
en  el  reyno  de  Londres,  desi  porque  es  de 
gran  guisa  como  ser  hijo  de  Yter  Padragon; 
e  porque  vos  hasta  aqui  lo  tuuistes  por  vil  en 
vuestros  coraQones,  ca  no  lo  conosciades,  e 
ruegoos  que  lo  no  ayades  de  aqui  adelante 
contra  vuestro  cora9on,  mas  amaldo  e  ser- 
uildo  como  a  derecho  señor. 


Cap.  CLVIII, — Del  alegria  que  se  li izo  por 
conoscer  al  rey  Artur  x>or  hijo  de  Vfer  Pa- 
dragon. 

Después  desto  se  comenco  el  alegria  muy 
grande  por  toda  la  corte,  e  el  rey  se  leuan- 
to,  e  fue  a  la  reyna  do  estaua,  e  besóla  e 
abraí^ola  como  a  su  madre,  j  ella  otrosi  a  el, 
e  llorando  ambos  con  plazer.  E  quando  los 
ricos  honbres  esto  vieron,  loaron  e  bendixe- 
ron  a  Dios,  e  dixeron  que  nunca  Merlin  tan 
gran  bien  ni  tan  gran  plazer  hiziera  auer  al 
reyno  de  Londres  como  en  aquella  hora.  E 
dixeron  todos:  «¡Bendito  sea  Dios  que  lo 
aqui  traxo,  e  que  nos  hizo  auer  conocencia 


de  nuestro  señor  natural,  ca  siempre  por 
ende  valdremos  mas  nos  e  la  reyna» . 

Cap.  CLIX. — De  como  vino  a  la  corte  del  rey 
vn  canallero  llagado. 

La  fiesta  era  grande,  según  dize  el  cuen- 
to, e  bien  cunplida;  el  rey  se  assento  a  co- 
mer, e  dándole  el  primer  manjar,  aniño 
que  vn  escudero  entro  a  cauallo  en  el  pala- 
cio, e  traia  ante  si  vn  canallero  ferido  a 
punto  de  muerte,  e  era  ferido  poco  auia  de 
vna  lanzada  por  medio  del  cuerpo,  e  avn 
traya  las  canilleras,  e  la  loriga  e  el  escudo;  e 
descaualgo  luego,  e  puso  a  su  señor  en  tier- 
ra, e  dixo  al  rey  Artur:  «A  ti  vine  con  gran 
cuyta,  porque  he  menester  tu  ayuda,  e  de- 
zirte  he  como  uerdad  es  que  tu  eres  rey  desta 
tierra  por  la  gracia  de  Dios,  e  quando  te  fue 
entregado  el  reyno,  prometiste  a  tus  pueblos 
que  enmendarlas  los  tuertos  que  fiziessen  en 
tu  tierra;  e  agora  vino  ende  vn  canallero,  e 
no  se  quien  es,  que  mato  a  mi  señor  en 
aquella  montaña  cerca  de  aqui,  e  agora 
parescera  como  vengaras  la  muerte  de  mi 
señor» .  El  rey  ouo  gran  pesar  destas  nue- 
uas,  e  comenfo  en  ello  a  pensar,  e  tan  mu- 
cho, que  le  no  respondió  a  ninguna  cosa  que 
el  escudero  le  dixo;  e  Merlin  lo  miro  vna 
piega,  e  después  dixo  al  rey:  «¿Espantaste 
destas  nueuas?  No  te  espantes,  ca  mucho 
auras  de  conplir  e  de  hazer;  e  si  te  espanta- 
ses cada  que  tales  nueuas  vinieren  a  tu  cor- 
te, y  esta  es  la  primera  auentura  que  a  tu 
corte  viene;  mas  pésame  mucho,  porque  en 
tal  comiendo  la  señal  es  muy  mala,  y  enco- 
jóse ('),  e  faz  esta  auentura  meter  en  escripto, 
e  todas  las  otras  que  empos  desta  vinieren; 
e  sabe  que  tu,  antes  que  partas  deste  mun- 
do, serán  tantos,  que  el  escripto  que  ende 
fuere  hecho  se  liara  muy  gran  libro;  e  esto 
te  dixe  porque  quiero  que  no  te  espantes 
destas  auentaras  que  te  auernan,  antes  quie- 
ro que  me  mantengas  muy  esforgadamente 
quando  vieres  que  vienen» .  Y  el  respondió 
que  nunca  tales  cosas  en  su  tierra  vieron 
nenian,  e  que  por  tanto  era  mas  espantado 
que  si  vinieran  a  menudo;  y  estonce  pre- 
gunto al  escudero  do  era  el  canallero  que  lo 
mato.  «Por  Dios,  dixo  el  escudero,  quien 
alia  quisiese  yr,  fallarlo  ha  a  la  entrada  de 
la  montaña  en  vn  llano,  y  es  cerrado  de 
mata,  e  tiene  vn  tendejón  que  esta  cabe  vna 
fuente,  y  el  tendejón  es  el  mas  rico  e  mas 
fermoso  que  yo  nunca  vi;  y  el  esta  ende  no- 
che e  dia,  e  tiene  dos  escuderos,  e  no  mas; 
haze  ay  en  vn  árbol  que  esta  cabe  el  tende- 

(')  Así  el  texto.  Pero  quizá  deba  leerse:  «y  eucjosa». 


62 


LIBROS  DE  caballerías 


jon  poner  lanfas  y  escudos,  e  conuiene  a 
cada  cauallero  que  por  ay  passare  de  justar 
con  el»  .  «Por  Dios,  dixo  el  rey,  de  gran  ma- 
rauilla  se  trauaja  esse  cauallero,  e  de  gran 
cora9on  le  viene  quitar  ensañar  quantos 
caualleros  por  ay  passaron;  e  agora  conuiene 
que  ayamos  consejo  sobre  tal  cosa,  ca  el 
comento  cosa  onde  ninguno  no  se  osara  tra- 
bajar; e  vos,  Merlin,  que  sabeys  las  cosas 
que  los  hombres  han  de  hazer,  ruegovos  que 
me  consejedes».  «Cierto,  dixo  Merlin,  esto 
haré  yo,  y  en  esta  manera  que  os  enseñare 
agora,  seré  tenido  en  toda  vuestra  vida,  mas 
después  de  vos  no  uerna  ninguno  tan  bueno 
en  toda  esta  tierra  que  mantener  pueda  la 
costumbre,  que  no  valdrán  tanto;  e  agora 
escuchad,  e  dezirvos  he  como;  e  vosotros, 
caualleros  que  aqui  soys,  si  os  paresce  que 
digo  bien,  retraédmelo». 

Cap.  CLX. — Del  consejo  que  dio  Merlin  al 
rey  sobre  la  muerte  de  aquel  cauallero. 

«Pues  es  verdad  que  este  cauallero  comen- 
50  primero  las  auenturas  de  vn  cauallero  con 
otro,  y  pues  que  las  oomenco  en  tal  manera, 
conuiene  que  el  tuerto  que  el  haze  que  sea 
enmendado  por  vn  cauallero»;  e  el  rey  dixo: 
«Pues  por  caualleros  desta  corte  conuiene 
que  se  enmiende,  que  uaya».  «Verdad  es». 
dixo  Merlin.  E  a  estas  palabras  vino  ay  vn 
escudero  que  seruia  ante  el  rey,  e  auia  nom- 
bre Giflete,  hijo  de  don  (').  Amánalo  el 
rey  mucho,  porque  era  bueno  y  hermoso  e 
bino,  y  era  del  tiempo  del  rey,  assi  que  no 
auia  menos  que  el  sino  tres  dias,  e  siempre 
biuio  con  el  rey.  E  Giflete  vino  delante  del 
rey,  e  dixole:  «Señor,  yo  vos  serui  hasta  aqui 
lo  mejor  que  he  podido;  ruégeos  que  me  deys 
armas  e  cauallo  en  galardón  de  mi  seruicio, 
y  me  hagados  cauallero,  e  y  re  ver  aquel  ca- 
uallero que  por  su  orgullo  comento  a  matar 
los  hombres  que  passan  por  el  camino,  e  si 
vuestra  corte  no  fuere  vengada  por  mi,  no 
me  pongan  culpa,  ca  por  mi  no  menguara»; 
y  el  rey  dixo:  «Amigo  Giflete,  vos  soys  muy 
niño  para  comen9ar  tan  gran  cosa,  y  de  mas 
contra  cauallero  escogido.  Ca  cierto  yo  se 
bien,  que  quien  quiera  lo  puede  bien  enten- 
der, que  si  el  no  fuesse  bueno  y  escogido 
que  no  comentara  tan  gran  hecho;  e  por  ende 
vos  consejo  que  os  sufrades  ende,  ca  yo  em- 
biare  otro  que  sea  mas  vsado  en  las  armas 
que  vos».  «Señor,  dixo  Giflete,  este  es  el 
primer  don  que  os  pedi  después  que  os  fizie- 
ron  rey,  e  si  os  yo  nunca  fize  cosa,  ¿como 
vos  deuedes  escusar  de  me  lo  dar?»  E  finco 

(')  El  nombre  no  consta  en  el  texto  impreso. 


los  ynojos  antel,  c  rogoselo  llorando,  y  el  rey 
dixo:  «Si  Dios  me  salue,  pésame;  si  bien  no 
vos  fuese,  pésame  mucho.  E  agora  atended 
hasta  mañana,  e  yo  haré  lo  que  me  rogades, 
y  estonce  podreys  yr  a  vuestro  cauallero  si 
el  vuestro  coracon  loare» ;  e  Giflete  se  lo  grá- 
deselo mucho. 

Cap.   CLXI.  —  Coino  Merlin  consejo  al  rey 
sobre  el  hecho  de  Giflete. 

Assi  quedo  esto;  y  el  rey  hizo  llenar  al  ca- 
uallero llagado  a  vna  cámara,  mas  no  biuio 
mas  de  tres  dias;  y  estonce  dixo  Merlin  al 
re}":  «Yos  amades  mucho  a  Giflete,  y  es  dere- 
cho, ca  el  vos  ama  de  todo  su  cora9on  e  fue 
criado  con  vos;  yo  vos  digo  que  si  no  auedes 
consejo  que  no  tornara  biuo  de  alia,  ca  sobe- 
j  amenté  es  buen  cauallero  aquel  de  la  mon- 
taña, e  de  gran  bondad  de  armas.  E  ¿sabedes 
quien  es?»;  y  el  dixo:  «No»;  e  Merlin  dixo: 
«Aquel  es  el  cauallero  con  que  el  otro  dia 
hablastes,  que  yua  em  pos  de  la  bestia  ladra- 
dora; e  Giflete  es  muy  mancebo  e  tierno,  e, 
si  fuere,  aquel,  que  es  muy  fuerte  e  duro,  lo 
matara  si  la  batalla  mucho  durara,  e  si  Gi- 
flete muriere  en  este  estado,  sera  gran  daño. 
Ca,  si  bien  sera  muy  buen  cauallero  e  tan 
bueno  como  aquel  quealli  esta  o  mejor,  digoos 
vna  cosa  que  vos  veredes  que  ay  auerna,  que 
este  sera  el  cauallero  del  mundo  que  mas 
luengamente  vos  terna  eonpaña.  E  quando 
vos  dexare,  no  sera  a  su  culpa  ni  a  su  gra- 
do, mas  al  vuestro,  e  no  sera  otro  cauallero 
que  después  os  tenga  conpaña  en  que  vos 
vea  sino  en  sueños;  y  este  sera  el  mayor 
daño  que  nunca  auino  en  el  reyuo  de  Lon- 
dres» . 

Cap.    CLXII.  —  Como  Merlin  consejo  al  rey 
que  deviandasse  el  jjrimer  don  a  Ui/lete. 

Y  quando  el  rey  esto  oyó,  comento  a  pen- 
sar mucho,  ca  bien  entendía  le  hablaua  Mer- 
lin en  su  muerte,  e  fue  todo  espantado,  e 
Merlin  dixo:  «Rey,  ¿en  que  piensas?  assi  con- 
uiene que  las  cosas  vengan,  como  las  Dios  ha 
ordenado,  e  no  te  espantes.  Ca_esto  que  te 
digo  no  auerna  en  el  mi  tiempo,  e  si  tu  mu- 
rieres, assi  morirá  cada  vno,  e  si  tu  supies- 
ses  quan  honr  rada  mente  has  de  morir,  bien 
deuias  ende  ser  pagado  e  alegre;  e  assi  sera 
de  todo  en  todo;  mas  puedes  muy  bien  que 
mi  muerte  es  bien  partida  de  la  tuya,  ca  tu 
morirás  honrradamente  e  yo  desonrrada,  de 
que  seras  tu  muy  ricamente  soterrado,  e  yo 
seré  biuo  metido  so  tierra,  e  tal  muerte  es 
vergon90sa» ;  y  el  rey  se  signo  quando  aque- 
llo oyó,  e  dixole:   «E.   ¿como,   Merlin,   assi 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


63 


moriredes  vos  tan  desonrraclamcnte  como 
dezicles?»  «Si,  dixo  Merlin,  bien  creed,  e  no 
veo  cosa  me  ende  estorue  sino  Dios  tan  sola- 
mente» .  «Esto  es  gran  marauilla,  dixo  el 
rey,  que  por  tan  gran  seso  como  el  vuestro 
no  vos  podes  giiardar  de  tan  gran  mala  ven- 
tura» .  «Agora  dexemos  de  hablar  desto,  dixo 
^lerlin,  ca  no  digo  cosa  que  assi  no  auenga, 
mas  de  Giflete  fablemos,  que  esta  en  peligro 
de  muerte.  Ca,  si  tu  no  das  consejo,  verdad 
te  digo  que  lo  no  dexara  por  hombre  del 
mundo  que  no  vaya  a  justar  con  aquel  caua- 
llero,  que  es  de  gran  fuerga,  e  auerna  que  el 
cauallero  lo  derribara  en  tierra  de  la  prime- 
ra justa,  e  quando  viniere  al  ferir  de  las  es- 
padas, alli  perderá  Gfiflete  todo  el  esfuergo,  y 
el  otro  fiere  mejor  de  espada  que  hombre  que 
sea  en  esta  tierra  {');  e  agora  cata  lo  que  ay 
puedes  fazer».  «Cierto,  dixo  el  rey,  no  se 
yo  que  te  diga» .  Dixo  Merlin:  «Tu  lo  harás 
de  mañana  cauallero.  T  desde  fuere  armado 
no  puede  ser  que  te  no  de  el  primer  don  que 
le  pidieres,  e  tu  le  pide  que  tanto  q\ie  con  el 
justare,  que  se  torne  luego,  e  desta  manera 
lo  puedes  guarecer  de  muerte» ;  e  el  rey  dixo 
que  este  era  buen  consejo. 

Cap.  CLXIII. — De  como  Giflete  otorgo  al  rey 
Artur  el  priyner  don  que  le  demando. 

Fizo  el  rey  de  mañana  cauallero  a  Giflete, 
e  Giflete  era  grande  e  fermoso.  Y  el  rey  le 
dixo:  «Yo  os  he  fecho  caualleio,  e  no  os  po- 
deys  agora  escusar  que  me  no  otorgueys  el 
primer  don  que  os  pidiere» .  «Señor,  dixo  el, 
uerdad  es,  e  pedido  yo  os  lo  otorgare  muy 
de  grado»  .  El  rey  le  dixo:  «Yo  no  quiero  mas 
sino  tanto  que  j ustedes  con  el  cauallero,  ora 
os  auenga  bien,  ora  mal,  sino  que  os  torneys 
a  pie  o  a  cauallo» .  El  le  respondió:  «Señor, 
pues  a  vos  plaze,  a  mi  tanbien,  e  lo  fare». 
Estonce  pidió  su  cauallo  e  sus  armas,  e  ca- 
ualgo ,  e  no  quiso  que  con  el  fuese  cauallero 
ni  mogo;  el  rey  quedo  en  su  palacio  muy 
pensatiuo,  porque  amaua  mucho  a  Giflete. 

Cap.  CLXIV. — De  como  los  mensajeros  del 
emperador  demandaron  el  tributo  al  rey 
Ártur,  e  lo  desafiaron. 

Assi  estando  el  rey,  entraron  doze  hombres 
uestidos  de  vn  xamete  blanco,  e  cada  vno 
traya  en  su  mano  vn  ramo  verde  de  oliua, 
por  significanga  de  paz,  e  quando  vinieron 
ante  el  rey,  saludáronlo,  y  el  a  ellos,  y  el 
vno  hablo  por  todos,  e  dixo:  «Rey  Artur, 


(')  Esto  le  pasa  á  Angriote  de  Estravaus  eu  Amadiit 
de  Gaula  (lib.  I,  cap.  18). 


mandaos  dezir  el  emperador  de  Roma,  a 
quien  todos  los  señores  temporales  deuen  obe- 
decer, que  tu  a  Roma  embies  tu  renta,  qual 
esta  tierra  de  render  no  la  tires  cuya  fue  co- 
gida, ca  muy  gran  mal  uerna  a  ti  e  a  tus 
hombres  e  a  tu  tierra,  ca  sera  ende  destruy- 
da;  e  agora  cata  bien  que  andes  tan  sesuda- 
mente que  por  este  pleyto  no  te  uenga  ende 
mal  ni  daño  a  la  tierra;  e  agora  te  puedes 
guardar  de  muerte  si  quisieres»;  e  quando 
esto  ouieron  ellos  dicho,  respondió  el  rey: 
«Amigos,  yo  no  tengo  cosa  de  Roma,  ni  quie- 
ro tener,  y  esto  que  yo  tengo  ouelo  de  Dios 
solamente,  que  me  dio  el  tal  gracia,  e  me 
dio  este  poder  a  destruymiento  de  mi  alma 
si  no  hiziese  lo  que  deuo  hazer  e  deuo,  y  el 
saluamento  es  si  touiese  el  pueblo  ajusticia; 
e  aquel  señor  que  me  puso  en  esta  alteza, 
aquel  daré  yo  renta,  e  todos  los  bienes  e 
honras  que  el  me  dio  daré  mas  que  a  otro 
ninguno;  ca  no  soy  tenudo  de  dar  a  otro, 
pues  que  el  me  puso  ay.  Por  esto  dezid  a 
vuestro  señor  que  no  fue  sesudo  que  tal  cosa 
me  embio  a  dezir,  ca  yo  so  aquel  que  del  cosa 
no  terne,  ni  de  aqui  renta  no  auera,  ante  vos 
digo  bien  que  si  eras  entra sse  en  mi  tierra 
por  me  la  guerrear,  que  nunca  tornarla  a 
Roma,  si  me  Dios  estoruar  no  quisiesse,  e 
guardadvos  que  otra  vez  no  seades  osados  de 
venir  con  tales  nueuas.  Ca  mal  vos  podra 
ende  venir;  e  si  mandaderos  no  fuessedes 
mandarvos  ya  facer  escarnio» ;  e  aquel  que 
hablaua  por  los  otros,  dixo  al  rey:  «¿No  nos 
daredes  otra  respuesta?»  Y  el  rey  dixo:  «No» ; 
y  ellos  dixeron:  «Agora  vos  desafiamos  nos 
por  el  emperador,  e  por  todos  aquellos  que 
lo  obedescen,  e  dezimos  vos  bien  que  nunca 
hezistes  ni  dexistes  cosa  onde  vos  tanto  mal 
venga» .  «E  agora  vos  jd  de  aqui,  dixo  el  rey, 
que  bien  recabastcs  vuestro  mandado».  Y 
estonces  se  fueron  los  mandaderos,  y  el  rey 
se  quedo  con  sus  gentes,  e  comengo  a  hablar 
mucho  del  emperador.  E  flixo  que  no  era 
muy  sesudo  que  renta  le  enbiaua  a  pedir,  ca 
esto  no  daria  el  a  hombre  del  mundo;  e  ago- 
ra dize  el  cuento  que  quando  Giflete  se  par- 
tió de  la  corte  que  caualgo  tanto  assi  armado 
que  llego  al  llano  do  el  cauallero  era,  e  vio 
la  fuente  y  el  tendejón  tan  hermoso  como  le 
fue  dicho. 

Cap.  CLXY.  —  De  como  Giflete  desafio  al 
cauallero  del  tendejón. 

Dize  que  a  la  entrada  del  tendejón  vido  es- 
tar vn  cauallo  atado  grande  e  fuerte  e  mas 
negro  que  la  pez,  e  adelanto,  en  vn  árbol  pe- 
queño, estaua  el  escudo  del  cauallero,  e 
quando  el  vido  esto,  fue  al  escudo  y  echólo 


64 


LIBROS  DE  caballerías 


en  tierra  ('),  y  el  cauallero  salió  luego,  e  di- 
xole:  «¡Ay,  señor  cauallero!  vos  no  hezistes 
como  cortes,  ca  me  derribastes  mi  escudo,  e 
comigo  vos  deuiades  tomar  si  vos  fiz  enojo, 
que  no  con  mi  escudo  que  vos  no  meresce 
cosa» ;  e  Giflete  dixo  que  lo  fiziera  con  despe- 
cho del,  e  que  lo  emendasse  si  pudiesse;  y 
el  cauallero  le  dixo:  «Agoi-a  me  dezid  por  cor- 
tesía cuj'o  sodes» ;  e  Griflete  dixo  que  era  del 
rey  Artur.  «Bien,  dixo  el,  e  agora  me  dezid, 
por  la  fe  que  le  deuedes,  quanto  lia  que  f ues- 
tes cauallero».  «Oy»,  dixo  el.  «¡Ay,  Dios! 
dixo  el  cauallero,  ¿tan  noucl  soys  e  auedes 
vos  luego  a  combatir  comigo  que  so  vno  de 
los  caualleros  nombrados  de  mi  tierra?  e 
agora  vos  yd,  que  Dios  vos  haga  honbrc,  e 
cierto  vos  lo  seredes,  si  Dios  quisiere,  que 
es  que  tan  altamente  comenoastes  caualleria 
como  de  cauallero;  dixo  Clitlete:  «¿Assi  que- 
redes  que  me  vaya  que  no  juste  con  vos?  en 
ninguna  manera  esto  no  puede  ser» .  «Si  sera, 
dixo  el  cauallero,  porque  si  justasse  con  vos, 
e  vos  llagasse  ya  mucho,  no  seria  alegre. 
Ca  he  esperan(,-a  que  ayna  seredes  buen  ca- 
uallero». «Todo  esto  no  vos  vale  nada,  dixo 
Giflete,  e  conuiene  que  justedes  comigo,  e  si 
lo  recelados,  faredesme  hazer  cosa  que  me 
sera  verguenra,  ca  yo  esto  de  cauallo,  e 
ferir  vos  ya  assi  como  estades  a  pie» . 

Cap.  CLXVI.  —  Be  como  Giflete  justo  con 
el  cauallero  del  tendejón  e  fue  derribado  e 
llagado. 

Quando  el  cauallero  esto  oyó,  respondió 
riendo:  «Por  Dios,  cauallero  niño,  no  comen- 
f;aredes  a  fazer  villania  por  falta  de  mi»;  y 
estonces  subió  en  su  cauallo,  e  tomo  su  escu- 
do e  su  lan9a,  e  dixolc:  «Señor  cauallero, 
avn  vos  loarla  que  dexassedes  esta  justa»; 
e  Giflete  dixo  que  en  ninguna  guisa  no  la 
dexaria  assi,  y  el  cauallero  dixo  que  se  lo  no 
rogaria  ende  mas,  e  dcxose  yr  a  el,  e  Giflete 
otrosi ,  lo  mas  presto  que  pudieron;  e  Gifle- 
te fizo  bolar  su  lanf;a  en  piezas,  y  el  caualle- 
ro lo  encontró  por  derecho,  como  aquel  que 
era  auisado  de  tal  menester,  e  firiolo  tan  re- 
zio,  que  falso  el  escudo  e  la  loriga,  e  metióle 
por  el  costado  siniestro  el  lanf;on,  de  guisa 
que  le  passo  de  la  otra  parte  el  hierro  con 
gran  pie^a  del  asta,  mas  de  tanto  le  vino 
bien  que  la  ferida  no  fue  mortal,  e  puxolo 
assi  como  aquel  que  era  de  gran  fuerza,  e 
batiólo  en  tierra,  e  al  caer  quebróle  la  lan5a 
y  quedo  el  tarafon  en  el;  y  el  cauallero  pas- 

O  Tocar  el  escudo  coa  la  lanza,  ó  derribarlo  en 
tierra,  era  señal  de  desafío  (cf.  Amadü  de  Gaula, 
lib.  III.  cap.  17,  y  lib.  III.  cap.  14). 


SO  por  el,  y  después  que  torno,  violo  estar 
que  no  se  podia  leuantar,  e  baxo  a  el,  que  bien 
pensó  que  lo  matara,  e  vuo  gran  pesar,  e 
dixo  que  fuera  gran  daño;  ca  si  luengamen- 
te viniera  que  no  podiera  faltar  de  buen  ca- 
uallero, ca  mucho  era  ardid;  y  estonce  le  tiro 
el  3^elmo  y  el  auental  de  la  loriga,  que  le 
diesse  el  viento  en  el  rostro,  e  después  que 
estuuo  assi  vna  pie^a,  torno  como  si  fuesse 
sano;  e  fue  a  su  cauallo  que  vn  escudero  le 
tenia,  e  subió  en  el,  e  tomo  su  escudo  y  lan- 
9a,  y  enlazo  su  yelmo,  e  dixo:  «Cierto,  don 
cauallero,  yo  no  puedo  dezir  sino  que  soys 
buen  hombre,  y  el  mas  cortes  que  yo  nunca 
vi,  e  que  justays  mejor  que  yo  pensaua,  e 
si  me  fuese  otorgado  de  mas  fazer  contra  vos, 
maguer  que  yo  llagado  quedarla,  que  no  os 
enseñasse  mi  espada».  El  cauallero  dixo: 
«Cierto,  cauallero  niño,  vos  auedes  corayon 
para  comen9ar  gran  hecho,  e  Nuestro  ¡Señor 
os  de  tal  poder  como  el  cora9on  auedes,  e 
assi  faredes  de  los  buenos  caualleros  del 
mundo»;  e  Giflete  no  respondía  a  cosa  que 
el  cauallero  dixesse,  ante  se  fue  a  tan  gran- 
de yr  tan  mal  llagado,  que  otro  hombre  que 
de  tan  gran  cora9on  no  se  fuesse,  no  se  po- 
dría tener  en  cauallo  por  todo  el  mundo. 

Cap.   CLXYII.  —  Be   como    Giflete  se  fue 
llagado  e  llego  a  la,  corte. 

Assi  se  fue  yendo  Giflete,  y  llego  a  la  cor- 
te a  hora  de  vísperas,  y  entro  a  cauallo  en  el 
joalacio;  e  quando  el  rey  lo  vio  assi  sangrien- 
to, dixo  con  gran  pesar:  «Giflete,  mejor  os 
fuera  que  quedasedes,  ca  bien  os  lo  dezia  yo 
que  no  podiades  durar  contra  aquel  caualle- 
ro; mas  ¿que  os  parece  del?»  «Señor,  dixo  el, 
assi  Dios  me  ayude  nunca  mejor  cauallero 
ni  mas  cortes  vi,  ca  mucho  justo  a  miedos 
comigo  porque  me  veya  tan  mo90,  c  matara- 
me  si  quisiesse,  mas  no  quiso,  ante  tomo  el 
cauallo,  e  dixo  que  mucho  le  pesaua  porque 
me  llagara» .  «Por  Dios,  dixo  el  rey,  de  buen 
cauallero  me  fablastes,  assi  de  caualleria 
como  de  cortesía,  e  agora  pluguiesse  a  Dios 
que  le  pareciesse  yo».  Entonces  embiaron 
por  maestros,  e  pues  que  lo  miraron,  dixe- 
ron  al  rey  que  no  morirla,  mas  que  le  darían 
presto  sano. 

Cap.  CLXVIII.  —  Como  el  rey  Artíir  .<?e  fue 
a  conbatir  con  el  canallcro  del  tendejón. 

Toda  aquel  dia  e  toda  aquella  noche  pensó 
el  rey  en  el  cauallero  de  la  montaña,  e  que 
si  pudiesse  yr  que  no  lo  supiesse  ninguno 
de  sus  gentes,  de  grado  lo  haria;  e  vn  poco 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


65 


ante  que  la  luz  saliesse,  llamo  a  vn  repos- 
tero, e  dixole:  «üe  y  sácame  luego  armas  e 
cauallo,  e  todo  lo  que  ha  menester  cauallero, 
e  sea  tan  encubiertamente  que  no  lo  sepa 
ninguno  sino  tu».   «¡Ay,  señor!,  dixo  el,  e 
¿que  quereys  liazer?»   «No  te  cures,  dixo  el 
rey,  c  no  ayas  miedo,  que  luego  seré  aqui 
si  Dios   quisiere  a  hora  de   prima»;   y  el 
repostero  no  oso  al  fazer,  e  busco  quanto  su 
señor  le  mando,  e  quando  torno  hallo  ya 
vestido  e  calrado,  e  dixole:  «Catad  aqui  todo 
loque  demandastes» .  El  rey  dixo:  «Mucho 
me  plaze»;  y  armóse,  e  fizo  sacar  el  cauallo 
por  vna  huerta  que  auia  cabe  la  cámara ,  e 
caualgo  en  el,  e  tomo  su  lanra  e  su  escudo, 
e  dixo  al  rej)Ostero:    «Yo  quiero   que  me 
atiendas  sobre  este  árbol,  ca  si  tornasses  e 
no  me  viessen,  preguntarían  por  mi»;  y  el 
repostero  quedo,  y  el  rey  se  fue  contra  do 
era  el  cauallero,  e  quando  entro  en  la  mon- 
taña era  ya  el  dia,  e  hallo  a  Merlin  que  huya 
por  tres  villanos  qiic  yuan  en  pos  del,  e 
cada  vno  traya  en  su  cuello  vn  gran  seguron 
con  que  lo  queria  matar;  e  quando  el  rey 
vio  a  ]\[erlin,  marauillose,  e  dio  bozes  a  vno 
de  los  villanos  que  lo  yuan  alcanzando,  e 
dixo:   «Dexa,  malo,  no  le  toques,  ca  te  ma- 
tare por  el» ;  e  quando  el  villano  vio  el  caua- 
llero armado  que  lo  amena<,'aua,  comento  a 
huyr,   e  metióse   en  una  mata   alli  donde 
pensó  mejor  huyr,  e  otrosi  hizieron  los  otros 
dos;  y  el  rey  fue  a  Merlin,  e  dixole:   «A'os 
cerca  erados  de  muerte  si  Dios  por  aqui  no 
me  truxera  esta  hora» .  «De  mi  no  vos  espan- 
teys,  dixo  Merlin,  mas  sabed  que  vos  soys 
mas  cerca  de  vuestra  muerte  que  yo  de  la 
mia».  Y  el  rey  le  dixo   «¿Que  sabedes  vos 
ende?»    «Y   ¿como?  dixo   Merlin,   ¿no  vos 
yuades  conbatir  con  el  cauallero  del  tende- 
jón?» «Si»,  dixo  el  rey.  «Agora  sabed,  dixo 
Merlin,  que  no  le  podeys  durar,  j  deziros 
he:  porque  es  cauallero  fuerte  y  rezio,  e 
vsado  deste  oficio,   e  vos  soys  mancebo  e 
tierno,  e  no   aueys   aun  la  meytad  de  la 
fuerca  que  auedes  vos  de  auer  de  aqui  a 
cinco  años,  ca  no  soys  vos  vsado  ni  aueys 
armas  que  cosa  ualan,  y  el  tiene  las  mejores 
de  toda  esta  tierra,  e  tales  que  ya  por  lan(;a 
ni  por  espada  que  vos  ayades  no  tomara 
daño,   y  el  ha  vna  espada  atal,   que  bien 
conuiene  a  tal  cauallero  como  el  es.  Ca  sin 
falta  es  el  mejor  cauallero  de  toda  esta  tie- 
rra, e  agora  catad  como  soys  guarnido  otra 
el,  e  yo  no  ueo  cosa  que  contra  el  vos  pueda 
valer,  sino  el  gran  coraron  y  ardimiento  que 
aueys,  e  por  ende  quiero  que  os  torneys,  ca 
sobejo  sera  daño  si  os  quereys  yr  a  tan  gran 
cosa» ;  y  el  rey  dixo  a  Merlin:  «No  me  podeys 
dezir  cosa  por  que  me  torne,  hasta  que  prueue 

Lililíes   DE    CAUALLEnÍAS. — 5 


el  cauallero  a  lanoa  y  espada».  E  Merlin 
dixo:  «Pues  que  a  mi  consejo  no  quereys 
creer,  yd  alia  e  no  me  trabajare  ay  mas». 

Cap.  CLXIX.  —  Como  Merlin  dixo  al  rey  Ar- 
tur  la  ra\oii  por  que  corrian  tras  del  los 
villanos. 

Estonce  dixo  el  rey  a  Merlin  que  por  que 
corrian  los  villanos  em  pos  del  tan  braua- 
mente,  e  Merlin  dixo:  «Corrian  em  pos  de 
mi  por  vna  cosa  de  uerdad  que  les  dixe» . 
«¿E  por  que?»,  dixo  el  rey;  e  Merlin  dixo: 
«Yo  yua  por  esta  montaña  solo  assi  como 
veys,  e  la  ventura  me  leuo  do  aquellos  villa- 
nos estañan  cortando  robles,  e  cuytauanse 
fieramente  de  los  cortar;  yo  les  dixe:  «¿Por 
que  cuytades  agora  tanto  de  los  cortar?»  Y 
ellos  dixeron:  «Porque  los  auemos  menes- 
ter» ;  e  yo  les  dixe:  «En  mal  punto  vos  cuy- 
tades  tanto   de  vuestra   mala   ventura,    ca 
cierto  es  locura;  ca  bien  sabed  que  quanto 
mas  os  cuytades  de  los  leuar  para  vuestras 
casas,  tanto  masayna  moriredes,  e  dos  de  vos 
serán  enforcados  destos  robles  mismos,  y  el 
tercero  sera  muerto  de  vuestros  segurones. 
E  quando  ellos  esto  oyeron,    fueron  muy 
sañudos,  e  corrieron  em  pos  de  mi  por  me 
matar,  e  fizieranme  mal  si  pudieran» .   «E 
agora  me  dezid,   dixo  el  rey,  si  es  verdad 
assi  como  deziades» .  «E  cierto,  dixo  Merlin, 
assi  sera  de  todo  en  todo.  Ca  quando  de  aqui 
se  partieron,  se  pelearon  por  vn  roble  que 
conpraron  en  la  carrera,  porque  les  pareció 
bien  conprado  e  cada  vno  dellos  lo  queria 
para  si,  y  en  la  pelea,  los  dos  que  son  her- 
manos mataron  al  tercero  que  era  su  primo 
dellos;  y  a  esto  verna  la  justicia  de  la  villa, 
e  fallaran  los  robles  que  llenaran  de  aqui, 
porque  los  fallaran  cerca,  y  enforcallos  han 
de  alli»;  y  el  rey  se  comenr-o  a  sonreyr,  e 
dixo  que  Merlin  no  sabia  esto  por  Dios,  mas 
por  el  diablo.  «No  fableys  en  mi  saber,  dixo 
Merlin,  que  aun  oy  os  valdrá  mas  que  toda 
vuestra  bondad» , 

Cap.  CLXX. — iJeromo  el  reij  Artur  desafio 
al  raíiallero  del  tentíejon. 

Entonce  fueron  fablando  en  tal  guisa  que 
llegaron  al  llano  do  estaña  el  cauallero,  e 
quando  el  rey  miro  por  Merlin  e  no  lo  vio 
cerca  ni  lexos,  e  comentóse  a  sonrreyr,  e 
dixo:  «Por  Dios,  mucho  ha  de  fazer  quien 
al  diablo  quiere  guardar» .  E  quando  llego 
calje  la  fuente,  fallo  al  cauallero  que  estaña 
posado  en  vna  silla  ante  el  tendejón,  todo 
armado,  fuera  de  escudo  e  de  langa,  e  dixole 
sin  saluallo:   «¿Quien  vos  mando  guardar  el 


66 


LIBROS  DE  caballerías 


puesto  de  la  montaña,  assi  que  ningún  caua- 
llero  natural  ni  estraño  puede  passar  el 
elimino  sin  justar  contigo?»  Y  el  se  leuanto, 
e  dixo:  «Cauallero,  yo  mismo  comencé  ende 
el  feclio  por  mi  seso  sin  grado  de  otro:>. 
«Tuerto  fezistes,  dixo  el  rey,  que  a  lo  me- 
nos no  lo  hezistes  por  mi  mandado  ni  por 
plazer  del  señor  de  la  tierra,  e  yo  os  mando 
de  su  parte  que  tireys  el  tendejón  de  aqui, 
e  jamas  no  seays  osado  de  aqui  adelante  que 
no  vos  entremetays  en  tal  guisa» .  El  caua- 
llero dixo  que  no  faria  cosa  por  el  ni  por 
liombre  que  aqui  viniesse,  fasta  que  la  ven- 
tura traxesse  por  ay  tal  cauallero  que  lo 
pudiesse  conquerir  por  armas;  y  el  rey  dixo: 
v;Yno  viene  aqui  que  por  armas  os  con- 
querira  aqui  en  este  canpo,  e  yo  seré  aquel, 
o  seré  escarnido  o  rotraydo;  e  por  esto  quiero 
que  os  guardeys  de  mi,  ca  yo  os  desafio,  o 
sobid  ayna  en  vuestro  cauallo,  ca  en  otra 
guisa  fareysme  fazer  villanía,  ca  os  ferire 
assi  como  estays  a  pie» . 

Ca.p.  CLXXI. — De  como  el  rey  Artur  justo 
con  el  cauallero  del  tendejón  e  fue  derro- 
tado. 

Y  quando  el  cauallero  lo  oyó  assi  hablar 
tan  argullosamente,  dixo  que  poco  preciaua 
su  arguUo,  ca  bien  pensaua  cíe  le  fazer  lo 
que  quisiesse  en  poca  de  liora;  y  estonce  su- 
bió en  su  cauallo,  e  tomo  su  escudo  e  su  lau- 
ca, e  pregunto  al  rey  si  queria  justar,  e  res- 
pondióle que  no  venia  ay  por  al;  e  estonce 
se  alargaron  vno  do  otro  quanto  vn  tiro  de 
ballesta,  e  dexaronse  assi  venir  quanto  mas 
presto  Iludieron  las  laucas  baxas,  e  hirié- 
ronse tan  fieramente,  que  anbas  bolaron  en 
piegas,  e  toparon  los  cuerpos  de  los  caualleros 
tan  fieranrentc,  que  ambos  fueron  atordidos; 
mas  ningiino  dellos  no  cayo  de  aquella  vez, 
ante  se  passaron  vno  por  otro  muy  mal  tre- 
chos; e  pues  folgaron  vn  poco,  y  el  rey  metió 
mano  a  su  espada,  e  quiso  yr  al  cauallero, 
mas  el  le  dixo:  «¡Ay,  cauallero!  si  os  plazo 
no  comencemos  tan  ayna  la  batalla  de  las 
espadas,  mas  deziros  he  que  fagamos,  e  seria 
gran  cortesia.  Nosauemos  aqui  muchas  bue- 
nas langas  e  fuertes,  comencemos  a  justar 
fasta  que  vno  de  nos  caya  en  tierra»;  y  el 
rey  dixo  que  le  plazia;  y  entonce  tomo  el 
cauallero  dos  laucas,  e  la  vna  dio  al  rey  e 
la  otra  t<ímo  para  si;  estonce  justaron  otra 
vez,  e  quebraron  las  lauQas;  y  estonce  dixo  el 
cauallero  al  rey:  «Assi  Dios  me  ayude,  caua- 
llero, yo  no  se  quien  soys,  mas  digoos  que 
.soys  el  mejor  justador  que  yo  nunca  vi  ni 
halle;  mas  no  seays  por  ende  mas  orgulloso, 
ca  no  lo  digo  por  amor  que  os  aya,  mas  por 


el  bien  que  en  vos  veo» ;  y  el  rey  no  respon- 
dió a  cosa  que  le  dixo;  y  el  cauallero  le  dixo: 
«Yo  os  ruego  que  justeys  la  tercera  vez».  El 
rey  dixo  que  no  la  faltarla  mientra  que  el  se 
pudiesse  tener  en  la  silla;  y  el  cauallero 
tomo  vna  lauí^-a,  y  dio  al  rey  otra,  y  estonce 
se  dexaron  correr  muy  sañudamente,  que 
cada  vno  se  preciaua  poco  porque  no  derri- 
uaua  al  otro,  e  tan  rezia  mente  yuan,  que 
páresela  qiie  la  tierra  querían  fender  con  los 
caiuxllos,  e  ñrieronse  tan  fieramente  que  me- 
tieron los  fierros  de  las  laucas  por  los  escudos 
e  cayo  el  cauallo  del  rey  sobre  el,  y  el  caua- 
llero passo  por  el,  e  torno  luego,  e  fallo  al  rey 
en  pie,  mas  el  cauallo  le  huyera;  e  el  cauallero 
le  dixo:  «Bien  vees  que  mejor  me  va  de  la 
justa  que  a  vos,  ca  vos  estados  a  pie  e  yo  a 
cauallo,  mas  pero,  porque  soys  el  mejor  jus- 
tador que  nunca  falle,  yo  os  quitaría  la  bata- 
lla si  quisiessedes,  ca  en  ninguna  guisa  no 
querría  que  mal  os  viniesse  do  yo  fuesse». 
El  rey  dixo:  «Ya,  si  Dios  quisiere,  pues 
mengue  en  la  justa,  no  dexare  mi  batalla 
que  no  la  siga  fasta  la  cima,  e  a  quien  Dios 
fiuisiere  ende  dar  la  honra,  tómela» .  Y  quan- 
do el  cauallero  esto  oyó,  dixo:  «¿Como  os 
quereys  conbatir  comigo  que  esto  a  cauallo 
e  vos  a  pie,  e  vees  que  me  va  mejor  que  a 
vos?»  Y"  el  rey  dixo:  «Como  quier  que  sea  no 
dexare  mi  batalla,  ca  jamas  no  auria  honra 
por  ser  yo  sano  e  rezio». 

Cap.  ChXKll.  —  De  la  hatnUa  del  rey  Artur 
e  del  caballero  del  tendcjou. 

E  quando  el  cauallero  vio  que  no  podria 
ser  en  otra  manera,  pensó  vna  proeza  de  ar- 
mas que  aun  nunca  fuera  fecha  en  el  reyno 
de  Londres,  e  fue  gran  cortesia,  e  después 
la  fizierou  otros  muchos  buenos  honbres;  y 
el  rey  tenia  su  escudo  al  cuello  e  su  espada 
en  la  mano,  e  dexose  yr  a  el,  que  estaua  en 
el  cauallo;  e  quando  lo  vio  venir,  tiróse  afue- 
ra, e  dixole:  «Sufridos  vn  poco,  cauallero, 
ca,  si  Dios  quisiere,  no  me  conbatire  con  vos 
estando  yo  a  cauallo  e  vos  a  pie,  ca,  si  vos 
venciesse,  no  auria  honra»;  y  estonce  se 
apeo,  e  ato  su  cauallo  a  la  entrada  del  ten- 
dejón, y  enbraco  su  escudo,  c  tiro  su  espada 
de  la  vayna,  e  dixo  al  rey:  «Agora  me  sera 
mayor  honra  si  os  venciere  que  de  me  con- 
batir con  vos  a  cauallo,  mas  avn  vos  loarla 
si  dexassedes  esta  batalla»;  y  el  rey  dixo 
que  no  lo  faria  en  ninguna  guisa,  y  el  caua- 
llero se  dexo  yr  a  el  e  diole  vn  tan  gran 
golpe  por  encima  del  yelmo,  que  a  duro  lo 
pudo  sofrir;  y  el  rey  no  fue  perezoso,  e  dio 
tal  golpe  al  cauallero,  que  el  cauallero  se 
tuuo  ende  por  bien  encargado,  mas  el  era 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


67 


rezio  e  vsado  de  aquel  oficio,  e  sabia  mucho 
de  esgrimir,  e  tuno  al  rey  en  tal  cuyta,  que 
ante  que  el  primer  comiendo  passasse,  ouo 
el  yey  tales  dos  llagas  en  el  cuerpo,  onde 
otro  honbre  se  touiera  por  mal  trecho  de  la 
menor,  e  perdió  mucha  sangre,  ca  la  espa- 
da del  cauallero  era  buena;  y  el  rey,  que 
era  de  gran  coraoon  y  ardid,  esfor(;'auasse 
todavía,  e  sofria  golpes  que  el  otro  le  daua 
a  menudo;  mas  el  no  lo  feria  tan  poco  que  no 
le  sacasse  mucha  sangre,  ca  le  hizo  muchas 
llagas;  y  tanto  duro  la  batalla  y  en  tal  guisa, 
que  ambos  sofrieron  gran  trabajo,  e  ayudaua 
mucho  al  rey  que  era  mas  ligero  e  biuo  que 
el  otro,  e  si  touiera  tan  buena  espada  como 
el  otro,  ouiera  la  mejoría  de  la  batalla  si  no 
ouiera  perdido  tanta  sangre,  ca  esto  le  hizie- 
ra  perder  gran  parte  de  su  fuer§a. 

Cap.CLXXIII. —  Como  quebróla  espada  al  rey 
Artur  en  la  batalla  del  cauallero. 

Después  que  esto  ouieron  fecho,  folgaron 
vn  poco,  e  después  fueronse  a  la  batalla,  e 
ferieronse,  y  al  ferir  toparon  las  espadas  vnas 
en  otras,  e  la  espada  del  rey  fue  cortada 
cabe  el  arias,  e  quedo  al  rey  la  empuñadura 
en  la  mano;  e  quando  el  vey  tío  que  auia 
perdido  la  espada  vuo  gran  pauor  quando 
sin  ella  se  vio,  demás  que  era  llagado  e  muy 
cansado,  e  veya  que  el  otro  era  mejor  caua- 
llero sobejo;  no  supo  que  hazer,  ca  se  veya 
en  peligro  de  muerte  e  de  perder  toda  su 
honra,  e  por  ende  nunca  fue  en  tan  gran  j)e- 
ligro;  e  quando  el  cauallero  lo  vio  sin  espa- 
da, pensó  que  lo  meterla  en  pauor  de  muerte, 
por  saber  si  lo  meterla  en  couardia  por  al- 
guna palabra,  ca  bien  veya  derechamente 
que  era  ardid  e  de  gran  coraron,  y  estonce 
le  comenro  a  dar  golpes  muy  a  menudo,  e  a 
despede^alle  el  yelmo  y  el  escudo  c  la  loriga, 
y  el  rey  se  cobria  de  aquello  que  le  quedara 
del  escudo,  e  sofria  y  enduraba  los  golpes  del 
cauallero;  y  el  rey  sania  tanto  de  esgrima, 
que  pocas  vezes  lo  podría  ferir,  y  el  caua- 
llero se  marauillaua  como  el  rey  podia  tanto 
sofrir,  ca  bien  sabia  que  perdiera  mucha 
sangre,  e  pesauale  mucho  si  lo  ouiesse  de 
matar,  porque  lo  fallaua  buen  cauallero,  e 
preciaualo  mucho  sobre  todos  aquellos  que 
el  nunca  hallara;  y  estonce  dixo  al  rey,  por 
lo  prouar:  «Señor  cauallero,  vos  vedes  bien 
como  soys  muerto;  si  vos  no  os  otorgays  por 
vencido  e  si  vos  no  os  meteys  en  mi  poder, 
no  aura  ende  al  sino  tajaros  la  cabeca»;  e  el 
rey  dixo:  «Cierto,  cauallero,  vos  soys  sandio 
desto  que  dezis;   ca.   si  Dios  quisiere,  por 
pauor  de  muerte  no  diré  cosa  que  se  torne  a 
verguenga,  ca   mas  recelo   vergüenza   que 


muerte».  «Esto  no  ha  menester,  dixo  el  ca- 
uallero, a  dezir  vos  conuiene,  o  la  muerte  es 
[con]  vos» .  El  rey  dixo:  «Quando  la  muerto 
me  viniere,  recebir  me  conuerna,  mas  yo 
pienso  que  aun  no  esta  llegaLhi  como  vos  de- 
zis» ;  e  estonce  hecho  en  tierra  quanto  tenia 
del  escudo  e  del  espada,  e  fue  al  cauallero,  e 
abra(;olo,  e  leuantolo  quanto  pudo,  assi  que 
bien  lo  aleo  vn  i)almo  de  tierra,  e  dexolo  caer 
en  manera  que  lo  hecho  debaxo  de  si,  e  cayo 
el  cauallero  tan  gran  cayda,  que  fue  todo  ator- 
dido;  y  el  rey  tomólo  por  el  yelmo  tan  rezio, 
que  le  quebró  las  correas,  e  léñeselo  de  la 
cabeca,  e  si  echólo  a  lexos,  e  si  tuuiera  con 
que  le  matar,  acabada  fuera  la  batalla. 

Cap.  CLXXIA^. — Co7uo  ouo  fin  la  batalla  del 
rey  Artur  e  del  cauallero  del  tendejón . 

Quando  el  cauallero  vio  que  lo  echaua  de- 
baxo si,  e  que  le  tirara  el  yelmo,  ouo  miedo 
que  le  tomasse  la  espada  que  le  cayera  de  la 
mano  quando  lo  derribara,  que  caj^era  cerca 
del,   e  que  lo  matarla;   con   este  pauor  de 
muerte  esfor9ose,  e  tomo  al  rey  de  toda  su 
fuerea,  e  apretóle  con  sus  bragos  a  sus  pe- 
chos tan  fuertemente,  que  sentía  el  rey  que 
moría  e  perdió  el  poder  e  la  fuerea,  tanto 
lo  apretó;  e  quando  el  cauallero  vio  que  en- 
flaquecía el  rey,  boluiolo  e  pasóle  debaxo  de 
si.  E  auia  tan  gran  pesar  del  trabajo  que  so- 
friera e  del  miedo,  que  se  le  oluido  todo  el 
buen  talante  que  ante  auia,  e  guisóse  cortar 
al  rey  la  cabega,  e  el  le  quiso  cortar  los  lazos 
del  yelmo,  e  en  esto  estando,  hevos  Merlin 
que  estaña  presente  que  veya  toda  la  batalla, 
e  quando  vio  al  rey  en  peligro  de  muerte, 
corrió  alia,  hallólo  que  el  cauallero  le  tenia 
el  yelmo,  e  dixo  al  cauallero:  «No  lo  ma- 
tes, ca  hazes  perder  el  rey  no  de  Londres  tan 
buen  señor».    «E  como,  dixo  el  cauallero, 
¿este  es  el  rey?»   «Si,  cierto»,  dixo  Merlin; 
e  el  cauallero,  que  estaua  sañudo,  dixo:  «No 
lo  dexaria  por  ende» ;  e  aleo  la  espada  por  lo 
ferir.  E  quando  Merlin  esto  oyó,  fizo  su  en- 
cantamiento en  tal  guisa,  que  fizo  luego  al 
cauallero  dormir  sobre  los  pechos  del  rey,  e 
Merlin  dixo:  «Agora  podeys  ver  que  mas  os 
valió  mi  saber  que  vuestra  buena  caualleria, 
e  oy  de  mañana  vos  dixe  que  assi  vos  auer- 
nia» .  Y  el  rey  se  leuanto  muy  ayna,  e  vio 
al  cauallero  que  no  se  reuoluia  y  pensó  que 
lo  matara  Merlin  por  su  encantamento,  y 
dixo:  «¡Ay,  Merlin!  mal  fezistesque  tal  hom- 
bre matastes,  e  no  sera  jamas  este  daño  co- 
brado, ca  este  era  al  mi  pensar  el  mejor  ca- 
uallero del  mundo,  e  assi  me  ayude  Dios 
como  ante  querría  perder  el  mejor  castillo 
que  he  que  el  fuesse  muerto» .  E  Merlin  dixo: 


68 


LIBROS  DE  caballerías 


«¿E  pensades  que  es  muerto?»  «Assi  me  pa- 
rece», dixo  el  rey.  «No  es  muerto,  dixo  Mer- 
lin,  mas  duerme,  y  no  despertara  fasta  que 
vos  quieres»;  y  el  rey  dixo:  «¡Como  ouiera 
de  ser  ante  escarnido  por  la  espada  que  me 
falleció!»  «¿No  os  lo  dixe  yo,  dixo  Merlin, 
que  os  falleceria?  E  sabed  que  yo  no  se  en 
toda  esta  tierra  mas  de  vna  buena  espada,  e 
aquella  es  [en]  vn  lago  do  moran  hadas,  e 
si  vos  aquella  podiessedes  auer,  aquella  os 
duraria  siempre» .  Y  el  rey  dixo:  ',<Ay,  mi 
amigo  bueno,  ¿podcysmelo  hazer  auer?»  «Yo 
os  llenare  do  ella  es.  dixo  Merlin,  mas  jior 
mi  no  la  podcdes  auer,  ca  no  he  ende  el 
poder,  mas  pero  se  que  la  auredes  en  tal  ma- 
nera que  vos  marauillaredes  ende  mucho». 

Cap.    CLXXY.  —  De  como  Merlin  dixo  al 
rey  Ariur  que  anrie  la  espada. 

«Agora  nos  vayamos,  dixo  Merlin,  a  casa 
de  vn  hermitaño  (pie  es  cerca  de  aqui,  e  fol- 
gareys  ay  esta  noche,  e  pensar  os  han  de  las 
llagas,  e  mañana,  si  quisierdes  caualgar, 
y  ros  he  mostrar  del  espada  do  esta» .  El  rey 
dixo  que  no  auia  llaga  por  que  dexasse  de  ca- 
ualgar; y  estonce  caualgo  el  rey  en  el  caua- 
11o  del  cauallero,  c  Merlin  en  el  suyo,  y  se 
fueron  ambos  para  la  casa  del  hermitaño  que 
era  en  la  montaña;  y  el  hermitaño  era  hom- 
bre bueno  e  de  santa  vida,  e  fuera  muy  buen 
cauallero  de  armas,  e  sabia  mucho  de  llagas. 
E  quando  el  rey  baxo  en  casa  del  hermitaño, 
desarmáronlo,  y  el  hermitaño  le  miro  las 
llagas,  e  dixo  que  no  auia  llaga  peligrosa.  E 
aquel  dia  estouieron  alli;  e  otrodia  de  maña- 
na caualgaron,  tanto  que  llegaron  a  la  mar, 
c  tornaron  contra  vna  montaña,  e  hallaron 
vn  lago,  e  Merlin  dixo  al  rey:  «¿Que  vos  pa- 
resce  desta  agua?»  «Pareceme,  dixo  el  rej', 
muy  honda,  y  que  no  ay  hombre  que  por 
ay  entrasse  que  no  se  perdiesse» .  «A'erdad 
es,  dixo  Merlin,  que  no  hay  hombre  que  ay 
entrasse  sin  mandado  de  las  hadas  cuyo  es, 
que  luego  no  fuesse  muerto.  E  sabed  que 
alli  es  la  buena  espada  que  os  dixe»;  y  el 
rey  dixo:  «¿Como  la  podremos  auer?»  E  ]\ter- 
lin  dixo:  «Agora  ayna  la  podreys  auer  si 
Dios  quisiere» . 

Cap.  CLXXYI.  —  Como   Merlin   dixo  a  la 
donxella  q/íe  dic.s.se  el  espada  al  re//  Ariur. 

En  quanto  ellos  esto  hablauan,  vieron  pa- 
recer en  medio  del  lago  vn  espada  por  sobre 
el  agua,  e  vna  mano,  e  vn  brar-o  que  parecia 
fasta  el  codo;  y  era  vestido  el  braf;o  de  xa- 
mete  blanco,  y  en  la  mano  tenia  la  espada 
toda  fuera  del  agua.  E  Merlin  dixo:   «Agora 


podeys  ver  la  espada  onde  yo  vos  hable  que 
leuaredes».  «Ay,  Dios,  dixo  el  rey  ¿como  la 
podremos  auer?  Ca  en  este  lago  no  podria 
ninguno  entrar  que  no  moriesse»;  e  Merlin 
dixo:  «Dios  nos  enbiara  algún  consejo,  e 
agora  atendamos  vn  poco» ;  ellos  en  esto  fa- 
blando,  vieron  vna  donzella  que  venia  en  vn 
muy  buen  palafrén,  y,  quanclo  llego  a  ellos, 
sainólos,  y  ellos  a  ella,  e  dixoles:  «Bien  se 
que  atendcys  aqui.  Ca  vos  estays  atendiendo 
que  ayades  aquella  espada;  en  ninguna  gui- 
sa esto  no  puede  ser  sino  por  mi» .  «Cierto, 
dixo  Merlin,  esto  se  yo  bien,  que  si  no  la 
pudiesse  auer.  por  vos,  5^0  la  auria.  i\[as  vos 
encantastes  este  lago,  en  guisa  que  mi  en- 
tendimiento no  puede  valer  ninguna  cosa,  e 
por  ende  os  ruego  que  vayays  por  ella,  e  que 
la  deys  a  mi  señor  el  rey,  ca  bien  sabeys 
que  agora  no  ha  hombre  en  quien  tam  bien 
sea  onpleada  •> .  «Esto  se  yo,  dixo  ella,  e  por 
esto  me  acuyte  yo  tanto  de  caualgar  e  de  lle- 
gar ayna  a  vos,  e  digo  vos  que  si  el  me  otor- 
gase el  primer  don  que  yo  le  pidiere,  que  yo 
se  lo  daré» .  Y  el  rey  le  prometió  que  so  lo 
daria,  si  fuesse  don  que  se  lo  pudiesse  dar. 
«Esto  os  pido»,  dixo  ella. 

Cap.  CLXXYII. —  Como  la  donxella  dio  al 
rey  Artnr  la  espada  con  su  vayna  Esca- 
lihor. 

Y  estonce  se  metió  a  pie  por  sobre  el  agua, 
en  guisa  que  se  le  no  mojaron  los  pies  ni  al, 
e  fue  a  la  espada,  e  tomóla,  e  la  mano  que  la 
tenia  escondióse  so  el  agua,  de  guisa  que  no 
parescia  mas  de  aquella  vez;  e  la  donzella 
vino  al  rey,  e  dixole:  «Señor,  aqui  la  espa- 
da, e  sabed  de  verdad  ca,  según  yo  creo,  no 
ha  tan  buenas  dos  espadas  en  el  mundo;  e  si 
yo  no  pensasse  que  esta  espada  sera  bien 
empleada,  vos  no  la  auriades.  Ca  mas  rico 
thesoro  ay  en  ella  que  vos  pensays» ;  y  el  rey 
tomo  la  espada,'  y  agradesciolo  mucho  a  la 
donzella;  y  ella  dixo:  «Quierome  yr,  ca  mu- 
cho he  lueñc  que  hazer,  e  miembrevos  lo  que 
me  prometistes,  ca  por  auentura  ayna  os  lo 
diré  que  vos  pensades» :  y  el  rey  dixo: 
«Quando  vos  quisierdes» ;  y  el  miro  la  espa- 
do, e  vio  que  la  vayna  della  era  muy  rica. 
E  precióla  mucho,  y  después  saco  la  espada . 
e  miróla,  e  viola  tan  hermosa  e  tan  buena, 
que  bien  le  páreselo  que  no  auia  tal  en  todo 
el  mundo.  E  Merlin  dixo:  «¿Que  os  parescc 
desta  espada?»  «Yo  la  i^recio,  dixo  el  rey, 
tanto,  que  no  ha  castillo  por  que  la  diesse,  y 
no  creo  que  ay  arma  en  el  mundo  que  le  pu- 
diesse durar  teniéndola  lionbre  bueno  en  la 
mano».  «Agora  me  dezid,  dixo  Merlin,  ¿qual 
preciades  mas,  la  vayna  o  el  espada?»   Y  el 


BALADRO  DEL  SxVBIO  MERLIN 


(¡i) 


rey  dixo:  «Mas  jirecio  el  espada  que  tales 
cinco  vaynas,  porque  esta  es  la  mas  hermosa 
e  la  mas  rica  que  nunca  vi  ni  cu^'do  que  en 
el  mundo  aj^^--.  «Cierto,  dixo  Merlin,  agora 
pienso  que  conocedes  poco  el  bien  que  la  dou- 
zella  os  fizo.  E  agora  sabed  que  la  vayna 
vale  mas  que  tales  siete  espadas;  ca  es  de  vn 
cuerno  que  a  tal  virtud,  que  hombre  que  la 
traxere  no  jDerdera  sangre  ni  recebira  llaga 
mortal  tanto  que  sea  armado  a  razón» ;  y  esto 
dixo  Merlin  de  la  vayna  e  de  la  espada,  e 
dezia  verdad;  mas  como  esta  verdad  fue  pre- 
ñada no  lo  dirá  el  cuento,  mas  cuéntalo  en  la 
batalla  del  rey  Artur  y  del  hermano  del  rej" 
Rion,  e  quando  contare  que  Morgayna  su 
hermana  la  tomo  e  la  dio  a  su  amigo  Cornion 
que  matasse  con  ella  al  rey  Artur;  e  por  esta 
espada  el  rey  Artur  ouiera  a  perder  la  ca- 
bera si  no  fuera  por  la  donzella  del  lago  que 
fizo  ay  venir  a  Merlin,  e  fasta  alli  atended  el 
cuento,  que  os  dirá  de  la  vayna  la  verdad,  e 
de  su  virtud  della  (^). 

Cap.  CLXXYIII. —  De  como  el  rey  Artur 
encontró  al  can  alie  r  o  del  tendejón. 

E  quando  el  rey  oyó  que  Merlin  loaua  la 
vayna,  pregunto  si  era  verdad,  y  Merlin 
dixo:  «Xo  lo  sabreys  fasta  que  la  proueys  e 
la  perdays» .  «¿Como,  dixo  el  rey,  a  perdella 
he?»  «Tomada  os  sera,  dixo  Merlin,  e  no  me 
pregunteys  ende  mas,  ca  no  os  lo  diré».  Y 
estonce  se  partieron  del  lago,  e  ciñóse  el  rej^ 
su  espada,  e  fue  muy  alegre  porque  auia  atan 
rica  cosa;  e  tanto  anduuieron,  fasta  que  lle- 
garon do  el  rey  se  conbatiera,  e  vieron  el 
tendejón,  mas  no  vieron  el  cauallero;  y  el 
rey  dixo  a  Merlin:  «¿Sabeys  vos  que  fue  del 
cauallero  de  aqui?»  E  dixo  Merlin:  «Si,  e 
deziroslo  he;  anoche,  quando  de  aqui  par- 
timos, yo  lo  desencante,  e  pensó  de  sus  lla- 
gas e  folgo,  e  agora  enantes  aniño  que  la  ven- 
tura traxo  por  aqui  vn  cauallero  de  vuestra 
corte  que  llaman  Iglan,  y  es  natural  de  Ca- 
maloc,  e  tanto  que  se  vieron,  dexaronse 
correr  assi,  e  tanto  duro  la  batalla  que  Iglan 
huyo  como  aquel  que  auia  pauor  de  muerte 
e  que  no  podia  ya  mas  durar,  y  el  cauallero 
es  ydo  tras  del  a  Cardo^d.  e  yo  os  digo  que 
vos  lo  fallareys  cerca  de  la  ciudad» ;  y  el  rey 
dixo:  «Yo  os  digo  que  no  le  puede  faltar  ba- 
talla de  mi  parte,  que  si  el  no  hallare  algu- 
no que  lo  venca,  que  jamas  no  dexara  passar 
a  ninguno  por  ante  su  tendejón  sin  batalla» . 
«Cierto,  dixo  Merlin,  por  mi  consejo  nunca 

(')  Virtiul  extraordinnria  tiene  también  la  vaina 
de  la  espada  que  el  caballero  extraño  lleva  a  la  corte 
del  rey  Lisuarte,  en  el  cap.  l?>,  lib.  II  de  Ainudú  de 
Gaulu. 


os  juntaredes  esta  vez  con  el,  ca  no  aureys 
aj'"  honrra  ninguna,  porque  vos  estays  rezio 
e  folgado,  y  el  esta  lazio  e  cansado» .  Y  el  rey 
dixo:  «Pues  quiérelo  dexar  esta  vez»;  y  el 
rey  pregunto  a  [Merlin  como  podia  ser  que  la 
donzella  andana  sobre  el  agua  q\ie  no  se  mo- 
jaua,  e  Merlin  comenvo  a  reyr,  e  dixo:  «Se- 
ñor, no  es  assi  como  os  paresce,  mas  yo  os 
diré  como  es,  ca  yo  lo  se  bien  todo» . 

Cap.  CLXXIX. —  Como  Artur  se  torno  a  su 
corte,  y  Merlin  con  el. 

«Verdad  es  que  alli  ay  vn  muy  gran  lago, 
y  es  mu}^  hondo,  y  en  medio  aj  vna  peña  en 
que  hay  cosas  muy  ricas  e  muy  fermosas  e 
grandes,  mas  son  assi  encantadas,  q\ie  no  las 
puede  ninguno  ver  acá  de  fuera  si  de  dentro 
no  entrare  (');  e  por  do  la  donzella  y  na,  no 
auia  vn  ¡Minto  de  agua,  ante  yua  por  vna 
puente  de  madera  que  todo  honbre  no  puede 
ver,  e  por  alli  salen  y  entran  lo  que  dentro 
moran,  ca  aquellos  la  ven  e  no  otro;  y  assi 
lo  creed,  dixo  Merlin,  ca  en  otra  guisa  no 
podria  passar  tan  ayna» .  E  assi  fueron  hol- 
gando e  hablando  desto  e  de  al,  fasta  que  lle- 
garon a  la  ciudad,  e  fallaron  al  cauallero  del 
tendejón  e  no  le  fablaron  cosa;  e  passaron 
vnos  por  otros,  e  fuesse  el  rey  a  la  ciudad, 
mas  nunca  tan  gran  alegría  vistes  como 
fizieron  sus  ricos  honbres  quando  lo  vieron, 
ca  mucho  auian  gran  pauor  de  lo  perder. 

Cap.   CLXXX.  —  De  como  caso  Moryayna 
con  el  rey  Orlan. 

Aquel  dia  que  Artur  torno  con  el  espada 
del  lago,  pidió  el  rey  Orian  a  Morgayna  su 
hermana  por  muger,  y  el  rey  Artur  se  la  dio 
muy  de  grado,  ca  la  no  podria  mejor  casar 
con  honbre  de  su  reino,  e  diole  vn  castillo 
que  auia  nonbre  Tarugie,  que  estaña  sobre 
la  mar,  y  era  el  mas  fuerte  que  hombre  vio. 
Y"  el  rey  Orian  de  Grarloc  fizo  grandes  bodas 
a  marauilla,  e  mucho  fue  alegre  porque  tan 
altamente  casare.  E  la  primera  noche  que 
con  ella  durmió  liizo  en  ella  vn  hijo  que  lla- 
maron Y'uan,  hijo  del  vej  Orian. 

Cap.    CLXXXI.  —  Como  el  rey  Rion  emhio 
desafiar  al  rey  Artur. 

El  rey  se  partió  de  las  bodas  e  fuesse  a 
Cardoyl,  e  vn  dia  estaña  comiendo,  e  vino  a 

(')  Este  es  otro  lugar  común  de  los  libros  de  caba- 
llerías. Tiene  su  precedente  en  el  famoso  tesoro  que 
guarda  el  enano  Audvare  en  el  interior  de  un  to- 
rrente. (Vóa'^c  el  poema  de  Sigurdo,  en  la  segunda 
parte  del  Fdda  de  Saemuudoel  Sabio.) 


¡o 


LIBROS  DE  caballerías 


el  rn  cauaUero  muy  bien  vestido,  y  era 
estraño,edixole:  «ReyArtur:  mándate  desa- 
fiar el  rey  Rion,  señor  de  Xorgales,  que  ya 
conquisto  seys  reyes,  e  todos  son  a  su  serui- 
eio,  y  en  remembranza  desta  vitoria  tomo  a 
cada  Yno  la  barba,  e  orlo  dellos  vn  manto: 
mas  porque  te  precia  mas  que  los  otros  que 
conquisto,  mándate  dezir  que  vayas  a  el;  si 
quisieres  del  tener  tu  tierra  y  fazerle  ome- 
naje,  recíbela  del;  mas  con  el  comiendo  en- 
biale  tu  barua,  y  liazerla  ha  meter  en  los 
texillos  de  su  manto,  porque  te  precia  mas 
que  a  los  otros,  y  tu  haz  lo  que  te  manda,  ca 
en  otra  guisa  tu  no  puedes  escapar  que  no  te 
quite  la  tierra,  ca  contra  su  poder  tu  no  pue- 
des mucho  durar».  El  rey  Artur,  quando 
esto  oyó,  comencé  a  reyr,  e  dixole:  «Amigo, 
pareceme  que  no  soy  yo  a  quien  el  rey  te 
enbia.  ca  yo  nunca  vue  barba,  ante  soy  muy 
niño,  y  si  la  ouiesse  no  se  la  enbiaria,  ante 
quería  dar  la  cabera,  y  de  lo  que  enbia 
dezir,  yo  lo  tengo  por  el  mas  loco  rey  que 
nunca  oy  fablar;  y  dile  de  mi  parte  que  si  en 
mi  tierra  entrasse  por  me  fazer  mal,  que 
nunca  tornara  a  la  suya»;  y  el  cauallero 
dixo  que  lo  diria  assi  a  su  señor,  y  assi  se 
fuy  y  el  rey  fablo  ay  muy  mucho,  e  dixo  que 
nunca  auia  oydo  demanda  tan  sin  guisa  ni 
de  tanta  soberuia,  e  dixo  a  los  suyos:  «¿Ay 
alguno  de  vosotros  que  conozca  al  rey  Rion?» 
«Señor,  dixo  vn  cauallero  que  auia  nombre 
Nazan,  tiempo  lia  que  lo  conozco;  e  sabed 
que  es  vno  de  los  buenos  caualleros  del 
mundo,  e  tan  venturoso  en  quantas  guerras 
comienca,  que  a  todas  da  cima  a  su  honrra. 
E  por  esto  he  miedo  que  os  traerá  mal  de  la 
guerra»;  y  el  rey  dixo  que  quier  le  auiniesse 
que  queria  la  guerra. 

Cap.  CLXXXIL—  Co7«o  el  rey  Artur  mando 
prrfjonar  qne  le  triixcssen  los  niños. 

Mucho  fablaron  en  este  pleyto;  y  el  rey 
dixo  vn  dia  a  Merlin:  «¿Llegara  ayna  el 
tiempo  que  vos  dixistes  por  que  ha  de  ser  este 
rey  no  destruydo?» ;  e  dixo  Merlin:  «En  aquel 
tienpo  que  yo  os  dixe» .  «E  agora  sabed,  dixo 
el  rey,  que  j'a  niño  no  nascera  en  aquel  mes 
en  todo  el  reyno  que  no  faga  tomar  e  meter 
en  vna  torre,  o  en  dos,  o  en  mas,  si  tantos 
fuessen,  e  fazerlos  he  criar  fasta  que  aya 
consejo  de  lo  que  me  dezides».  «Rey,  dixo 
Merlin,  en  vano  lo  prouareys,  ca  sabed  que 
no  lo  fallareys,  ante  auerna  como  yo  dixe»; 
y  el  rey  dixo  que  todauia  lo  prouaria;  y  assi 
entendió  el  rey,  e  Jiizo  luego  apregonar  que 
quantos  niños  de  alli  adelante  nasciessen, 
que  todos  se  los  traxessen,  e  assi  fue  hecho, 
que  pensauan  todos  que  por  bien  fuera  e  no 


por  lo  que  el  hazia;  e  cierto  el  rey  lo  dezia 
por  escusar  el  gran  daño  que  Merlin  le  di- 
xera  que  auia  de  venir  en  la  tierra  por  aquel 
niño  que  nascicra.  o  aquel  tienpo,  e  tantos  le 
traxeran  ante  nasciesse  Morderec,  que  me- 
tían en  vna  torre  quinientos  c  cinquenta;  y 
el  mayor  era  de  tres  semanas.  Y  el  rey  Lot, 
que  sabia  que  su  muger  era  preñada  y  que 
ayna  auia  de  auer  su  fijo,  pregunto  muchas 
vezes  al  rey  que  queria  fazer  de  aquellos 
niños:  y  el  rey  encubriólo  muy  bien.  E 
quando  el  rey  Lot  supo  que  su  muger  auia 
fijo,  hizolo  baptizar,  ca  assi  fazian  todos 
ante  que  los  enbiassen,  e  ouo  nombre  en  el 
baptismo  Morderec;  e  dixo  a  su  muger:  «En- 
biemos  a  nuestro  fijo  al  rey  vuestro  herma- 
no, ca  assi  hazen  todos»;  y  ella  dixo:  «Pla- 
zeme,  señor,  pues  que  a  vos  plaze». 

Cap.  CLXXXIII. — Couio  Morderec  escajw  en 
la  cuna  del  peligro  de  la  mar. 

Y  estonce  hizo  el  rey  meter  el  niño  en  vna 
cuna  muy  rica  e  muy  hermosa,  cubierta  con 
ricos  paños,  e  quando  su  madre  metió  el 
niño  en  la  cuna,  firiose  el  niño  en  vn  palo 
de  la  cobertura,  assi  que  ouo  una  llaga  en  el 
rostro  que  siempre  le  pareció  después:  y  al 
rey  peso  mucho  de  la  llaga,  e  no  quedo  por 
ende  que  no  lo  embiasse.  E  después  metié- 
ronlo en  vna  ñaue  con  gran  conpañia  de  ca- 
ualleros e  de  dueñas,  e  dixoles  que  lo  llenas- 
sen  a  su  tio;  y  ellos  dixeron  que  assi  lo  farian, 
si  Dios  lo  sacasse  a  puerto,  y  estonce  se  par- 
tieron de  la  ciudad  de  Ortania,  y  el  viento 
dio  en  las  velas,  en  guisa  que  en  poco  de 
tiempo  no  vieron  tierra,  e  ouieron  buen 
tiempo  aquel  dia  y  aquella  noche,  e  la  ma- 
ñana mudóse,  y  leuantose  vna  gran  tempes- 
tad, que  todos  ouieron  pauor  de  muerte,  y 
llamauan  a  Jesu  Christo  e  a  los  santos  o  san- 
tas que  los  acorriessen  e  ouiessen  dellos  duelo 
y  de  aquella  criaiara  tan  pequeña.  Mas  el 
viento  fue  tan  empeorado,  que  dio  con  la  nao 
en  la  peña,  e  quebróla  toda,  y  fueron  todos 
muertos  sino  Morderec  tan  solamente,  que 
estaña  en  su  cuna,  e  la  cuna  andaua  nadando 
cerca  la  ribera,  e  a  esto  vino  vn  pescador  en 
su  barco  do  querría  pescar,  ca  el  viento  era 
xa  manso,  y  fallo  la  cuna  y  el  niño,  y  con 
ello  fue  muj'-  alegre,  y  tomólo  en  su  brazo,  e 
quando  vio  que  el  niño  era  assi  guarnido, 
que  andaua  metido  en  paños  de  seda  y  en 
otras  riquezas,  luego  entendió  que  era  de 
gran  guisa,  e  fue  mas  alegre  que  ante;  tomo 
la  cuna  con  el  niño,  e  tornóse  luego  para  la 
villa  do  moraua,  y  fuesse  para  vn  lugar  dos- 
uiado  para  sacallo  de  guisa  que  no  lo  enten- 
diessen,   y  mostrólo  a  su  muger.   «Cierto, 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


71 


dixo  ella,  Dios  nos  quiere  fazer  bien,  ca  [de] 
la  riqueza  desta  cuna  podemos  nos  solamente 
biuir  bien  veynte  años;  y  Dios  lo  fizo  porque 
sabia  que  nos  era  menester,  o  agora  ya  no 
auremos  cuyta» . 

Cap.  CLXXXIV. — De  como  fue  criado  Mor- 
derec  en  casa  del  duque  Nahor^  padre  de 
Sagramor. 

«Dueña,  dixo  el  pescador,  este  niño  es  de 
gran  guisa,  e  conuiene  que  lo  criemos  lo 
mejor  que  pudiéremos,  y  si  Dios  qnisiere 
que  lo  supieron  aquellos  donde  viene,  mu- 
cho nos  puede  ende  bien  uenir  otra  cosa» . 
«¡Ha!  dixo  ella,  que  lo  aria  ende,  este  niño 
no  puede  ser  que  no  sea  muy  ayna  conocido; 
llenémoslo  al  señor  de  la  tierra  assi  como  lo 
fallamos,  ca  si  después  supiessen  que  lo 
fallamos  y  lo  no  llenamos,  destruyrnos  ha» . 
«Por  ende,  si  me  ayude  Dios,  dixo  el  pesca- 
dor, este  es  el  mejor  consejo  que  ha».  Y 
estonce  llenaron  el  niño  al  señor  de  la  tie- 
rra, que  auia  nonbre  Nabor  el  rachador,  e 
auia  vn  fijo,  que  fasta  dos  años  auria,  que 
auia  nombre  Sagramor,  y  este  fue  designes 
de  la  compaña  de  la  Tabla  Redonda  e  caua- 
Ilero  marauilloso,  que  fizo  después  muchas 
buenas  cauallerias;  e  fue  amigo  de  Tristan 
el  buen  canallero,  e  vuo  nombre  Sagramor 
el  rachador,  assi  como  el  Cuento  del  sancto 
Grial  lo  cuenta  y  mas  largamente;  y  mucho 
fue  Nabor  alegre  quando  el  niño  vio,  ca 
bien  le  pareció  de  gran  guisa  en  los  buenos 
guarnimientos  que  le  vio,  e  dio  grande  auer 
al  pescador  que  lo  traxera  de  guarnimien- 
tos, de  guisa  que  se  tuno  ende  por  bien 
pagado,  e  fizo  el  niño  criar  con  su  hijo  en 
vno,  y  dixo  que  si  los  dos  llegassen  a  edad 
de  ser  caualleros,  que  los  haria  ambos  en 
vno  caualleros.  Assi  escapo  Morderec  de 
peligro,  y  todos  los  otros  que  con  el  venian 
se  perdieron,  que  assi  fue  su  ventura;  y  el 
duque  Nabor  fizo  guarecer  al  niño  de  la 
llaga  que  auia  en  la  cabera.  Y  fallo  vn 
escrito  en  la  cuna  que  aula  nonbre  Morde- 
rec, mas  no  fallo  de  su  fazienda. 

Cap.   CLXXXA". —  Couio  el  reij  'Artur 
pensaua  en  el  hecho  de  los  tiiños. 

Y  dize  el  cuento  que  el  rey  Artur  fizo 
ayuntar  todos  los  niños  en  sus  torres  quan- 
tos  en  Londres  nascian,  assi  como  el  cuento 
ya  nos  mostró.  E  quando  el  tienpo  passo 
que  Merlin  dixera,  pensó  el  rey  que  los 
matarla,  ca  bien  ¡jenso  que  aquel  onde  el 
gran  mal  auia  de  venir  que  era  en  aquel ki 
compaña; 


Cap.  CLXXXVL — De  como  apareció  al  rey 
en  sueños  vn  grande  honbre. 

Yna  noche,  estando  el  rey  assi  pensando, 
adormiose,  y  parecióle  que  venia  a  el  vn 
lionbro  el  mayor  que  nunca  vio,  e  que  le 
trayan  cuatro  bestias,  mas  no  pudo  conocer 
que  bestias  eran;  y  el  hombre  dixole  al  rey: 
«¿Por  que  te  guisas  de  liazer  tan  gran  mal 
que  quieres  matar  estas  criaturas  que  son 
sin  pecado  y  limpias  de  toda  maldad  del 
mundo?  E  mucho  mas  valdría  que  el  Criador 
del  cielo  e  de  la  tierra  que  no  te  diera  esta 
tierra  que  te  dio;  y  el  te  puso  por  pastor 
destas  sus  ouejas,  e  tu  eres  tornado  lobo. 
Y  ¿que  tuerto  te  fizieron  estas  criaturas 
sanctas  que  quieres  matar?  Cierto,  si  lo 
fazes,  el  alto  maestro  que  te  puso  en  este 
señorío  en  que  eres  tomara  de  ti  venganga 
tal,  que  para  sienpre  ende  fablaran».  E  el 
rey  miro  al  hombre  bueno,  e  marauillose  de 
lo  que  le  dezia,  e  comengo  a  pensar,  y  el 
honbre  bueno  le  dixo:  «Yo  te  diré  que  harás 
de  que  te  ternas  por  bien  pagado:  Fazerlos 
meter  en  vna  ñaue  sin  maestro  e  sin  remos, 
sin  gouernalle,  e  fazeles  tender  la  vela.  Y'' 
estonce  vayan  por  esse  mar  a  qual  parte  los 
leñase  el  viento,  e  si  escajjaren  de  peligro, 
bien  mostrara  Dios  que  los  ama  e  que  no 
quiere  su  muerte,  e  bien  te  deue  esto  plazer 
si  no  eres  el  mas  desleal  y  el  peor  que  nunca 
fue  en  esta  tierra» ;  y  el  rey  dixo:  «Maraui- 
llosa  venganoa  me  enseñaste,  e  ya  en  otra 
guisa  yo  no  fare  sino  assi  como  dezides»;  y 
el  lionbre  bueno  dixo:  «Esto  no  es  venganga 
que  tu  tomaras,  ca  ellos  nunca  lo  merecie- 
ron a  ti  ni  a  otro,  mas  esto  es  porque  cun- 
plas  tu  voluntad,  ca  tu  cuydas  que  por  esto 
estoruaras  el  destrnymiento  del  reyno  de 
Londres,  mas  no  lo  faras,  ca  todo  assi  uerna 
como  el  hijo  del  diablo  te  enseño». 

Cap.  CLXXXVJL— Co«?o  el  re>j  Artur  fizo 
jyoncr  los  niños  en  vna  nao  por  la  mar. 

Despertó  entonces  el  rey,  e  bien  le  páres- 
elo que  aun  el  hombre  bueno  estaba  antel. 
E  quando  vio  que  era  sueño,  santiguóse  y 
encomendóse  a  Dios,  e  dixo  que  haria  de  los 
niños  lo  que  el  honbre  bueno  le  dixera.  E 
aquel  dia  hizo  el  vej  aderecar  vna  nave 
grande,  e  no  supo  ninguno  para  que  era,  e 
quando  fue  noche,  mando  meter  ende  todos 
los  niños,  que  eran  por  cuenta  setecientos  e 
diez  y  nueue.  E  después  hizo  tender  la  vela 
a  la  ñaue,  e  el  viento  dio  en  ella,  assi  que 
en  poca  de  ora  dio  con  ella  en  alta  mar;  e  assi 
fueron  los  niños  en  auentnra  de  muerte,  mas 
no  plugo  a  Dios,  ca  no  merescieron  por  que, 


79 


e  fizo  apartar  la  ñaue  cabe  vii  castillo  que 
auia  nombre  Aemelin,  y  era  fuerte  e  bien 
labrado,  y  era  señor  de  aquel  castillo  vn  rey 
que  fue  gran  tiempo  pagano  e  auia  poco  que 
se  tornara  cristiano,  e  amaua  e  temia  mucho 
a  Nuestro  Señor,  e  auia  nombre  Tauor;  e 
nasciole  vn  fijo  de  su  muger  poco  auia;  mas 
después  le  fue  este  nonbre  quitado  en  casa 
del  rey  Artur.  y  este  Tauor  fue  después 
buen  cauallero  e  muy  ardid:  mas  porque  era 
negro  y  feo  como  su  padre,  llamauanle  todos 
el  laido  ardido,  e  la  historia  fabla  del  mu- 
chas vezes  en  la  Donnnda  del  santo  Grial. 
E  quando  la  ñaue  aporto  en  la  ribera,  cabe 
el  castillo  que  os  dixe,  el  rey  estaua  fuera 
con  gran  conpaña  de  caualleros  e  otra  g^ente, 
e  vino  assi  por  auentura  que  passo  por  ante 
el  puerto,  e  quando  vio  la  ñaue  mando  que 
entrassen  dentro,  e  que  viessen  que  andana 
ay,  e  los  que  entraron  dentro  dixe  ron  que 
andauan  muchos  niños;  y  el  rey  entro  den- 
tro, e  quando  los  vio,  marauiÜose,  e  santi- 
guóse e  dixo:  «Señor  Dios  ¿quien  pudo  tan- 
tos niños  ayuntar?  ¡Yo  pienso  que  tantos 
niños  no  av  en  el  mundo!:> 


Cap.  CLXXXVIII. —  Cotno  aportaron  los 
niños  en  saluo,  e  fueron  bien  criados. 

Luego  dixo  vn  cauallero:  «Yo  os  diré  que 
sea  esto:  El  otro  dia  me  aniño  que  por  auen- 
tura fue  al  reyno  de  Londres,  e  vi  que  el 
rey  Artur  hizo  aj untar  todos  los  niños  del 
reyno  assi  como  nacian,  e  ñzolos  poner  en 
sus  torres,  e  no  sabia  ninguno  ])or  (|ue  lo 
fazia,  e  agora  creo  bien  que  los  hizo  meter 
en  la  mar,  porque  algún  mal  le  ha  de  venir 
por  ellos,  por  quanto  los  ricos  lio  ubres  no 
consentían  que  los  matassen  assi  entre  ellos, 
e  quisieron  antes  que  los  echassen  en  la 
mar  a  su  auentura.  e  bien  puede  ver  quien 
quiera  que  si  tanto  amaran  su  vida  como  su 
muerte,  que  los  no  metieran  en  la  ñaue  sin 
gouernador  e  sin  gouernalle» .  Y  el  rey  dixo: 
«Por  buena  fe,  dezis  verdad,  e  bien  me  i)si- 
resce  que  assi  es.  e  agora  catemos  que  hare- 
mos de  los  niños,  ca,  pues  Dios  nos  los  em- 
bio,  queria  que  fuessen  en  lugar  do  lo 
supiessen  pocos;  y  pues  el  rey  Artur  ([uiso 
su  muerte,  e  supiessen  que  los  yo  tenia,  des- 
amarme ya,  e  su  desamor  no  lo  querría  yo, 
ca  me  vernia  ende  mal  a  mi  e  a  mi  tierra» . 
«Señor,  dixo  el  cauallero,  meted  en  esta  ñaue 
honbres  que  los  llenen  a  vna  de  vuestras  in- 
solas apartadas,  e  alli  serán  que  nunca  el 
rey  Artur  sabrá  nada;  e  todo  lo  hizo  el  rey 
assi  como  el  cauallero  dixo,  e  hizolos  llenar 
a  vna  insola,  e  fizo  ay  hazer  vn  castillo  muy 


LIBROS  DE  caballerías 

bueno  e  muy  fuerte,  e  tan  hermoso  que 
nunca  lo  hombre  vio  mejor,  en  que  los  me- 
tió, y  les  dio  quanto  ouieron  menester,  que 
no  les  falto  ninguna  cosa;  y  después  que  el 
castillo  fue  fecho,  púsole  nombre  el  rastillo  de 
los  Desheredados^  que  nunca  después  aquel 
nonbre  perdió. 


Cap.   CLXXXIX. — Como  se  ensañaron  los 
ricos  onhres  contra  el  rey  por  los  niños. 

Pues  dize  la  historia  que,  quando  los  ricos 
honbres  del  reyno  supieron  que  el  rey  les 
enbiara  los  hijos  assi,  ouieron  tan  gran  pe- 
sar, que  no  pudieron  mayor,  e  vinieron  a 
]ilerlin,  porque  sauian  que  lo  amaua  el  rey, 
e  dixeron:  «¿Que  faremos  por  tan  gran  des- 
lealtad como  este  rey  ha  fecho,  e  nunca  tal 
fizo  hombre?»  «Ay,  señores,  dixo  Merlin,  por 
Dios  no  vos  asañedes  atan  mucho,  ca  esto 
que  el  haze,  por  pro  del  reyno  lo  haze,  ca 
sabed  verdaderamente  que  en  este  reyno 
que  agora  se  nos  nascio  vn  niño  en  esta 
tierra,  por  cuyo  hecho  el  reyno  de  Londres 
sera  destruydo  e  todos  los  honbres  buenos 
muertos,  assi  sera  esta  tierra  sin  buen  señor 
e  sin  buenos  caualleros;  e  porque  el  rey 
queria  que  esto  no  auiniesse  a  el  ni  a  vos, 
hizo  esto  a  los  niños».  E  quando  los  ricos 
honbres  esto  oyeron ,  dixeron  a  Merlin : 
«¿Esto  es  verdad  que  lo  fizo  el  rey  por  esta 
cosa?»  «Assi  es,  si  Dios  me  saine,  dixo  Mer- 
lin, e  digo  mas  de  los  niños  verdaderamen- 
te: que  todos  son  biuos  e  sanos,  ca  no  quiso 
Niiestro  Señor  que  se  perdiesse  en  la  mar,  e 
ante  que  sean  diez  años  los  aureys  con  vos 
sanos  e  alegres»;  e  quando  ellos  esto  oyeron, 
fueron  muy  ledos,  ca  bien  creyan  a  Merlin, 
e  quanto  les  dezia .  e  dieron  al  rey  por 
quito  e  quanto  ay  hiziera.  Assi  metió  Merlin 
paz  entre  el  rej^  e  sus  ricos  honbres,  e,  si  lo 
no  fiziera.  gran  mal  pudiera  ende  venir  a  la 
tierra. 

Cap.  CXC. — Como  supo  el  rey  Artur  que  el 
rey  liion  le  eatraua  la  tierra. 

Yn  dia,  estaua  el  rey  comiendo  a  su  mesa, 
e  comiera  ya  dos  manjares.  E  los  caualleros 
auian  sabor  de  hablar,  e,  do  estañan  hablan- 
do, entro  por  el  palacio  vn  cauallero  todo 
armado,  e  andaua  llagado  de  tres  lanzadas, 
e  su  cauallo  era  tan  cansado  del  correr  que 
hiziera,  que  cayo  con  el  tanto  que  entro  en 
el  palacio;  y  el  cauallero  era  ligero  y  biuo, 
e  leuantose  luego  e  dixo  al  rey:  «Señor,  tra- 
yovos  malas  nueuas,  ca  el  rey  Rion  entro 
en  vuestra  tierra  con  la  mayor  gente  que 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


73 


nunca  vistes;  y  quema  e  destruye  quanto 
halla,  e  mata  a  los  lionbres;  e  ya  tomo  e 
quemo  no  se  quantos  castillos,  e,  si  no  ane- 
cies consejo,  ayna  os  tirara  quanto  auecles> . 
E  quando  el  rey  esto  oyó,  dixole:  «¿Donde 
dexastes  al  rey  Rion?»  «Señor,  dixo  el,  yo 
lo  dexe  sobre  vn  vuestro  castillo  que  llaman 
Carabel,  con  la  mayor  gente  que  yo  nunca 
vi» .  «Agora  dexad,  dixo  el  rey,  que  yo  se  lo 
tare  dexar,  si  Dios  quisiere,  a  su  desonra». 
Y  estonce  mando  pensar  del  cauallero,  e  de- 
si  fizo  hazer  sus  cartas  para  todas  sus  gentes 
que  fuessen  todos  con  el  en  Cálamete,  e  ante 
q\ie  fuessen  diez  dias  fueron  todos  asonados 
con  el  treynta  mil  caualleros,  que  el  mas 
couarde  dellos  se  tenia  por  muy  ardid. 


Cap.   CXGI.  —  Co)}io  el  rey  e  los  caualleros 
pi'ouaron  la  espada  que  traya  la  donxella. 

Aquel  día  que  el  rey  Artur  ouo  de  mouer, 
vino  a  el  vna  donzella  que  le  dixo:  «Rey 
Artur,  a  ti  me  enbia  vna  dueña  rica  y  her- 
mosa, que  es  mi  señora ,  e  llamanla  dueña 
de  la  insola  de  Auelon,  y  embiame  a  ti  por 
hallar  ayuda  e  acorro  en  tu  corte  de  vna 
cosa  en  que  ando  en  gran  cuyta,  y  de  que 
nunca  cuydo  ser  libre  sino  en  tu  corte» ;  y 
entonce  echo  en  tierra  vn  manto  que  traya 
cubierto,  e  dixo  al  re^:  «Señor,  veys  aqui 
vna  espada  que  trayo  ceñida,  e  no  la  puedo 
sacar  de  la  vayna  ni  desceñilla.  Ca  no  ha 
cauallero  que  la  pueda  sacar  si  no  fuere  ver- 
daderamente el  mejor  cauallero  de  su  tierra, 
y  el  mas  leal,  que  no  haya  en  el  cosa  de 
engaño;  e  que,  si  tal  fuere,  puédeme  dece- 
ñir  e  quitar  las  correas.  Ca  sabed  que  por 
correas  se  ciñe  e  libra  a  mi,  e  leñara  la  es- 
pada, e  librara  a  mi  desta  cuyta  en  que 
ando,  que  en  quanto  la  traxere  nunca  aure 
bien  ni  holganza  sino  poca» .  «Cierto,  dixo  el 
rey,  marauilla  es  la  que  dezides,  ca  me  pa- 
rece que  quien  quiera  os  la  podria  deceñir» . 
«Sabed,  dixo  ella,  que  no  es  assi  como  vos 
dezides,  ni  como  vos  cuydades,  ca  me  la  no 
podria  ninguno  deceñir  si  no  fuere  tal  como 
os  digo».  Y  el  rey  dixo:  «Todo  cauallero 
deue  esto  prouar,  ca  muy  gran  honra  puede 
y  acabar;  ca  se  mostrara  por  el  mejor  caua- 
llero desta  tierra,  e  aura  tantas  buenas  ma- 
neras como  dezis;  e  porque  yo  so  señor  do  la 
tierra  e  dellos,  quiero  prouar  primero,  no 
porque  soy  mejor  cauallero,  mas  porque  lo 
prueuen  ellos  mas  de  grado» ;  y  estonce  fue 
a  la  donzella,  e  quísole  desnudar  las  correas 
del  espada,  mas  no  pudo,  e  comonco  a  tirar 
por  ellas,  assi  que  [si]  tales  fueran  como  las 
otras,  [las]  quebrara;  e  la  donzella  dixo  al 


rey:  «No  ha  menester  tan  gran  fueroa  el  que  a 
esk  espada  dará  cima,  ni  tomara  en  ello  tan 
grande  atan» ;  y  estonce  se  fue  el  rey  assen- 
tar,  e  dixo  a  los  otros:  «Esta  auentura  no  es 
mia,  ydvos  a  prouar.  e  a  quien  Dios  qui- 
siere dar  la  honra,  tómela»;  y  estonce  fueron 
todos  los  altos  honbres,  vnos  en  pos  de  otros, 
mas  no  fue  y  tal  que  la  pudiesse  desnudar 
las  correas,  pero  que  lo  preñaron  todos,  sino 
vn  pobre  cauallero  que  era  natural  de  Yber- 
landa,  el  qual  cauallero  era  ayrado  por  un 
pariente  del  rey  de  Yberlanda  que  matara,  e 
touieralo  en  ])rision  el  rey  medio  año.  e 
saliera  de  la  prisión  poco  auia,  e  por  esto 
era  pobre  á  marauilla,  mas,  avnque  era  pobre 
de  auer,  era  tan  rico  de  coraron  y  de  fuerza 
e  ardimento,  que  no  auia  en  el  rey  no  de 
Londres  en  aquel  tiempo  mejor  cauallero  que 
el;  mas  porque  parecía  pobre  no  le  hazian 
los  otros  ninguna  honra,  ni  fablauan  del  al 
rey,  ca  nunca  los  ricos  hablan  de  los  pobres, 
ni  grande  honra  dellos  toman,  mas,  como  los 
veen,  assi  les  hazen. 

Cap.  CXCII  .  —  Como  Baalin  el  saluaje 
acabo  la  auentura  del  espada  que  traya 
la  donzella. 

Y  pues  todos  los  del  palacio,  pobres  e  ricos, 
preñaron  la  espada,  el  rey,  que  bien  cuy- 
daua  que  todos  fueran  ay,  dixo  a  la  donze- 
lla: «Conuieneos  que  os  náyades  alueñe  si 
quisierdes  ser  libre,  ca  me  paresce  que  no 
ay  aqui  quien  os  libre,  y  pésame  ende  inn- 
cho,  ca  me  fuera  grande  honra».  «¡Ay,  Dios! 
dixo  ella,  e  ¿assi  me  y  re  desamparada  desta 
corte  de  tanto  honbre  bueno  e  tanto  caua- 
llero? Por  cierto,  agora  no  se  do  vaya,  pues 
assi  aqui  falto.  E  ya  fue  a  la  corte  del  rey 
Rion,  e  tanto  remedio  falle  como  agora  aqui»; 
y  el  rey  dixo:  «Donzella,  no  podemos  dar 
remedio,  pues  que  a  Dios  no  plaze».  «¡Ay! 
dixo  ella,  agora  me  conuerna  sufrir  mayor 
pena  e  gran  martyrio,  e  no  lo  merezco» .  Y 
estonce  comento  mucho  a  cuytarse,  e  dixo 
que  se  yria;  y  estonces  fablo  al  rey  e  a  su 
conpaña:  «Señores,  a  Dios  seays».  E  quando 
el  cauallero  vio  que  se  yua,  salió  dentro  los 
otros  señores  con  pesar,  porque  no  le  man- 
dara el  rey  que  se  prouasse,  como  mandara 
a  los  otros,  e  dixole:  «Vos,  donzella,  por  cor- 
tesía, atendedme  vn  poco  fasta  que  prueue 
esta  espada  assi  como  los  otros» ;  e  como  lo 
vio  tan  p -^brómente,  no  se  pudo  tener  que 
le  no  dixesse:  «Cierto,  por  nada  tengo  que 
lo  proueys,  ca  no  jjodria  creer  tan  ligera- 
mente que  vos  soys  el  mejor  cauallero  deste 
palacio,  do  ay  tantos  honbres  buenos >.  Y  el 


74 


L115R(3S  DE  caballerías 


dixo:  «Donzella,  no  me  desdeñedes  por  mi 
pobreza,  ca  yo  fue  mas  pobre  que  agora  e  no 
ay  [en]  esta  corte  cauallero  a  quien  yo  uoda- 
sse  mi  escudo»;  y  estonce  tomo  las  correas 
del  espada,  e  trauo  de  los  nudos,  e  desfizolos 
todos,  e  tomo  la  espada,  e  dixo  a  la  donzella: 
«Agora  vos  podeys  yr  quando  os  pluguiere, 
mas  la  espada  a  nii  quedara,  ca  me  paresce 
que  la  gane>^:  estonce  la  saco  de  la  vayna.  e 
la  donzella  le  dixo:  «Señor,  vos  me  libras- 
tes,  gracias  aya  Dios,  e  aueys  ganado  gran- 
de honra,  ca  bien  se  muestra  por  este  hecho 
que  vos  soys  el  mejor  cauallero  desta  corte: 
mas,  pues  me  librastes,  no  fue  en  este  pleyto 
que  vos  la  espada  quedasse;  por  ende  os 
ruego  que  me  la  deys,  assi  como  en  vos  deue 
auer  cortesía».  Y  el  jiixo  que  se  la  no  daria 
aunque  supiesse  que  todos  los  de  la  corte  lo 
tuuiessen  por  villano.  Y  ella  dixo:  «Yo  vos 
digo  que,  si  la  leuades,  que  os  verna  ende 
mal.  E  sabed  que  el  primero  que  con  ella 
matardes  que  sera  el  honbre  en  el  mundo 
que  vos  mas  amays,  que  sera  Balaan  vuestro 
hermano»;  e  el  dixo  que  de  todo  en  todo 
leuaria  la  espada,  aunque  cuidasse  que  con 
ella  auia  de  morir.  «Agora  sea  assi,  dixo 
ella,  pues  que  os  plaze,  mas  sabed  que  ante 
de  dos  meses  vos  auredes  ende  mal.  E  avn 
os  diré  otra  cosa,  e  sabed  que  auerna  assi 
como  vos  yo  dixere,  que  ante  que  este  año 
passe,  vos  conbatirej's  con  vn  cauallero  que 
os  matara  con  esta  misma  espada,  e  vos  a  el; 
e  porque  yo  querría  que  tan  gran  mala  ven- 
tura no  auiniesse  a  tan  buen  cauallero  como 
vos  soys,  querría  leuar  la  espada;  ca  si  esta 
espada  fuesse  en  lugar  que  hombre  no  la 
pudiesse  auer,  vos  no  moririades  con  armas; 
agora  leualda  pues  que  os  plazé,  ca  cierto 
sed  que  leuades  con  ella  vuestra  muerte». 
Y  el  dixo  que  si  su  muerte  en  ella  leuaua, 
que  la  no  dexaria  por  ende,  tanto  la  ve^'a  do 
buena  e  fermosa.  Estonce  dixo  a  vn  su  escu- 
dero: «Ve,  e  traeme  mis  armas  e  mi  cauallo. 
Ca  yo  so  aquel  que  mas  no  biuire  en  esta 
corte,  ca  mucho  mostraron  ay  que  pobreza 
haze  tener  a  todo  hombro  en  vil» ;  y  el  escu- 
dero se  partió  del  palacio,  e  se  fue  a  la  po- 
sada por  mandado  de  su  señor;  y  el  rey  que 
esto  vio,  auia  gran  verguenca  de  lo  que  oye- 
ra dezir  al  cauallero,  vino  a  el,  e  dixole: 
«Ay,  cauallero,  por  Dios  no  os  pese  porque 
fue  descortes  contra  vos,  e  yo  os  lo  qiiiero 
emendar  a  vuestra  voluntad;  y  esto  fue  por 
vos  no  conocer,  e  yo  vos  ruego  que  queda- 
des,  e  prometoos  que  no  seades  pobre,  e  que 
no  me  demandareys  cosa  que  vos  no  de,  en 
tal  que  seays  de  mi  mesnada» ;  y  el  cauallero 
dixo  que  no  quedaría  con  el  por  ruego  que 
le  fiziesse  ni  por  cosa  que  le  diessé;  e  el  rey 


dixo  que  le  pesaua  mucho,  ca  mucho  auia 
que  no  viera  cauallero  cuya  compañía  antes 
quisiera  (').  E  mucho  hablauan  todos  de 
aquel  cauallero  que  diera  cima  a  la  auentura 
de  la  espada,  do  todos  los  otros  faltaran,  e 
dixeron  que  tales  ay  ouo  que  hiziera  por  en- 
gaño de  algún  encatamento  que  sabia;  e  con 
esto  estaua  mas  vfano  que  por  bondad  que  en 
el  ouiesse  En  quanto  ellos  assi  hablauan, 
vino  aj''  vna  donzella  encima  de  vn  palafrén, 
y  entro  ante  el  rey,  e  dixole:  «Rey,  tu  me 
deues  dar  vn  don  qual  yo  te  pidiere»;  y  el 
rey  la  cato,  e  vio  que  era  aquella  la  donzella 
que  le  diera  la  espada  del  Lago.  E  dixole: 
«Cierto,  donzella,  verdad  es,  e  j'O  vos  lo  daré 
a  mi  poder.  Mas,  si  os  pluguiere,  dezidme 
vna  cosa  que  vos  preguntare,  e  ¿como  ha 
nombre  la  espada  que  me  distes?»  E  ella 
dixo:  «Ha  nombre  Escaliber  (-)».  «E  pues, 
pedid,  dixo  el  rej',  lo  que  os  pluguiere».  Y 
ella  dixo:  «Yo  vos  pido  la  caber-a  deste  caua- 
llero que  se  va,  o  de  la  donzella  que  vino 
con  el.  E  ¿sabeys  por  que  os  demando  atan 
gran  don?  Porque  este  cauallero  mato  vn 
mi  hermano,  vn  buen  cauallero.  E  esta  don- 
zella hizo  matar  a  mi  padre.  E  por  ende 
me  querría  vengar  del  o  della».  E  quando  el 
rey  esto  oj^o,  fue  muy  espantado.  E  dixo: 
«¡Ay,  donzella!  por  Dios  os  ruego  que  me 
demandes  al,  ca  tal  don  no  vos  podría  dar 
sin  mi  desonra,  ca  no  ha  hombre  que  lo 
sepa  que  lo  no  tuuiesse  por  muy  gran  mal, 
e  por  muy  gran  desafuero  matar  ninguno 
destos  que  mal  no  me  hizieron» . 

E  quando  el  cauallero  vio  que  la  donzella 
pedia  su  cabec-a,  fue  contra  ella,  e  dixole: 
«Donzella,  mas  ha  de  tres  años  que  vos 
ando  buscando,  tanto  que  no  sossegue  jamas. 
Ca  vos  matastes  a  mí  j)adre  con  poní.-oña.  E 
porque  vos  no  podía  fallar,  mate  a  vuestro 
hermano.  E  pues  vos  hallo  aquí,  yo  no  vos 
iré  buscar  lueñe» .  Entonces  saco  la  espada 
de  la  vayna.  E  quando  ella  la  vio,  quiso  fuyr 
fuera  del  palacio  por  escapar,  y  el  cauallero 
le  dixo:  «No  es  menester,  ca  en  lugar  de  mí 
cabeza  que  pediste  al  rey,  le  daré  j^o  la  vues- 

(')  Una  escena  análoga  ocurre  en  AinadU  de  Gaula 
(lib   H.  cap.  14). 

(')  Kra  co.stumbre,  entre  los  caballeros  de  la  Edad 
Media,  poner  nombres  á  sus  espadas  favoritas. 

tDnruos  e  dos  espaiUis;  a  '"oiada  c  a  Tizo.ii; 
hie.n  lo  snhvdcn  uon  f¡ue  las  r/nne  a  (juisn  de.  varón,). 

(Poema  del  Cid.  v.  2',:.')  6.) 

Y,  en  uno  de  los  romances  de  Roldan  (Duran:  Rn- 
iiianccru  general,  t.  1.  p.  2J0),  se  lee: 

«l.lrf/ó  el.  valiente  fíoldán  \l  de  todas  armas  armado, 
lin  el  fuerte  briador,  \\  su  poderoso  eabullo, 
V  tu  fuerte  Di'bli.ioi.ia  ||  muij  hien  ecñida  á  su  lado..> 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


tra».  Entonces  le  dio  vn  tal  golpe,  que  le 
eolio  la  cabera  en  tierra,  e  tomóla,  e  dixo  al 
rey:  «Señor,  sabed  (jne  esta  es  la  cabera  de 
la  mas  aleuosa  donzella  que  nunca  entro  en 
vuestra  corte.  E  si  mucho  con  .vuestra  mer- 
ced viniera,  gran  daño  por  vos  ende  viniera, 
e  yo  vos  digo  que  tan  gran  alegría  nunca  fue 
fecha  como  sera  en  el  royno  de  A^berlanda 
qiiando  supieren  que  esta  donzella  es  muer- 
ta». Quando  el  rey  esto  oyó,  fue  sañudo,  e 
dixo:  «Cauallero,  cierto  vos  hezistes  la  mayor 
villania  que  yo  nunca  vi  a  tal  cauallero  como 
creya  que  vos  erades.  Que  cierto  es  que  nin- 
gún cauallero  estraño  ni  conoscido  me  tan 
gran  desonrra  ftziera,  ca  mayor  desonrra  no 
me  podia  hombre  hazer  que  matar  donzella 
después  que  ante  mi  estouiesse  o  en  mi  corte; 
aunque  ouiera  hecho  mal,  no  deuiera  mal 
recebir,  que  atal  es  la  costunbre  de  mi  corte. 
E  vos  fuystes  el  primero  que  la  quebrantas- 
tes  por  vuestra  soberuia,  e  yo  digo  que  si  mi 
hermano  fnessedes,  que  os  matarla  por  ello, 
e  agora  os  yd  de  mi  casa  e  no  parezcays  ante 
mi,  que  cierto  no  seré  alegre  fasta  que  esta 
soberuia  sea  vengada» . 


Cap.  CXCIII. —  Como  el  cauallero  hinco  los 
ynojos  ante  el,  e  le  pidió  por  Dios  le  per- 
donasse,  e  el  rey  no  quiso. 

Quando  el  cauallero  vio  que  el  rey  era  tan 
sañudo,  entendió  que  era  tan  gran  mal  por- 
que matara  la  donzella  en  su  presencia.  Fin- 
co los  ynojos  antel  rey,  e  dixo:  «Señor,  por 
Dios,  merced,  que  cierto  bien  conozco  que 
erre  malamente,  e  por  Dios  perdonadme». 
El  rey  dixo  que  lo  no  haria.  «¿No?  dixo  el; 
pues  a  lo  menos,  porque  vine  a  vuestra  corte, 
que  me  guardados  de  los  vuestros» .  «Cierto, 
dixo  el  rey,  esto  no  haré  en  ninguna  guisa, 
antes  les  ruego  que  venguen  esta  desonrra, 
ca  tan  desonrrados  son  ellos  como  yo.  Ca  por 
mi  ni  por  ellos  no  lo  quisistes  vos  dexar, 
tanto  nos  preciastes  poco,  e  ydvos  de  aqui, 
que  no  hallaredes  de  mi  al  agora».  E  quando 
el  caiiallero  vio  que  no  hallaua  merced  de 
su  yerro,  fuesse  a  su  posada.  E  leuo  la  cabe- 
9a  de  la  donzella  a  su  casa,  e  mostróla  á  su 
escudero,  e  dixo:  «Cata  la  cabera  de  la  don- 
zella que  yo  tan  luengamente  andana  bus- 
cando». «¿Do  la  hallastes?»  dixo  el  escudero. 
El  cauallero  le  contó  todo  quanto  le  auiniera. 
Entonces  comento  el  escudero  a  llorar,  e  dixo 
al  señor:  «Mal  hezistes,  ca  por  ende  perdis- 
tes  la  compaña  de  todos  los  de  la  corte  y  el 
allegamiento  del  rey,  y  en  mal  dia  fue  esta 
donzella  nacida» .  «No  te  pese,  dixo  el  caua- 
llero, ca  si  le  erre,  ayna  fare  que  se  pague 


de  mi,  ca  todo  honbre  de  gran  guisa  se  deue 
pagar  de  cauallero,  e  de  bondad  que  en  el 
aya».  El  escudero  dixo:  «Vos ¿que  haredes?» 
El  cauallero  dixo:  «Yo  le  traeré  la  cabeya 
del  mas  mortal  enemigo  que  el  ha  e  que  el 
mas  d\ida;  o  yo  se  la  daré  muerto  o  bino  en 
prisión» .  Y  el  escudero  dixo:  «¿Quien  es  este 
su  enemigo?»  «Este  es  el  rey  Rion,  dixo  el,  el 
mas  poderoso  honbre  que  agora  ay  en  el 
mundo,  enpero  el  es  poderoso,  e  yo  cuydo, 
con  ayuda  de  Dios,  hazerlo  venir  ayña  a  la 
merced  del  rey  Artur,  e  assi  me  perdonara» . 
«Dios  vos  dende  el  poder» ,  dixo  el  escudero. 
«E  agora  te  diré,  dixo  el  cauallero,  que  ha- 
gas: vete  al  rey  de  Yberlanua,  e  llena  esta 
cabega  de  la  donzella;  muéstrala  a  mis  ami- 
gos, e  diles  que  me  vengue  del  aleuosa  que 
me  mato  a  mi  padre,  y  en  tal  lugar  do  auia 
muchos  de  los  caualleros  mejores  del  mun- 
do»; y  el  escudero  hizolo  assi,  mas  pregun- 
tóle do  lo  hallarla  quando  tornasse,  y  el  caua- 
llero dixo:  «Yo  cuydo  que  me  hallaredes  en 
la  corte  del  rey  Artur,  ca  yo  cuydo,  si  Dios 
quiere,  que  ante  que  tu  vengas  seré  yo  su 
amigo» .  Y  estonce  tomo  el  cauallero  sus  ar- 
mas, e  subió  en  su  cauallo,  e  ciño  la  espada 
de  la  donzella  con  la  otra  suya  que  traya, 
assi  que  leuo  ende  dos  espadas  ceñidas,  e  desi 
tomo  su  escudo  e  su  langa,  e  fuesse  contra 
do  cuydo  que  fallarla  al  rey  Rion  con  su 
hueste,  e  quando  fueron  fuera  de  la  villa,  el 
escudero  se  despidió  del,  e  fuesse  con  sus 
dos  espadas,  e  por  estas  dos  espadas  que  traxo 
mientra  que  fue  bino,  perdió  el  su  primero 
nombre,  que  le  llamauan  Baalin  el  saluaje, 
e  vn  su  hermano  que  era  tan  buen  cauallero 
como  el,  llamauanle  Baalan  el  saluaje,  e  de 
aquel  Baalan  nascio  Didonax  el  saluaje,  que 
fue  conpañero  de  la  Tabla  Redonda,  e  muy 
nonbrado  e  de  grandes  hechos;   mas  aquel 
Baalin  perdió  su  nombre  por  dos  espadas. 
Ca  no  se  nombraua  Baalin,  mas  el  cauallero 
de  las  dos  espadas,  e  por  este  nombre  fue 
conoscido  mientra  biuio,  e  si  mucho  biuiera, 
fuera  nombrado  sobre  todos  los  que  armas 
tomaron  en  el  rey  no  de  Londres,  mas  no 
plugo  a  Dios  que  mucho  durasse  y  el  mesmo 
fue  ocasión  por  razón  de  su  muerte.  Ca  el 
quiso  dar  cima  de  tan  grandes  fechos  jjor 
amor  del  rey,  que  no  dexo  lueñe  ni  cerca 
que  no  fuesse  a  buscar  auenturas  e  que  se  ay 
no  prouasse,  e  hizo  ay  tanto  en  el  primero 
año,   que  para  sienpre  fablaran,  porque  no 
recelaua  a  ninguno  que  topasse.  Ca  topo  con 
su  hermano,  con  quien  se  conbatio,  e  matá- 
ronse ambos  porque  no  se  conoscian,  y  esto 
fue  gran  daño,  ca  anbos  eran  muy  buenos 
caualleros  y  que  en  todo  el  reyno  de  Londres 
no  auia  tan  buenos  dos  hermanos. 


<o 


LIBROS  ÜE  caballerías 


Cap.  CXCiy-  —  De  como  el  rci/  Artur  se  qnc- 
xnua  del  caunllero  de  las  dos  espadas. 

Dize  agora  el  cuento  que  quando  el  caua- 
llero  se  partió  del  palacio  del  rey,  quedo 
muv  aquexado  por  la  gran  desonrra  que  le 
auia  hecho,  e  pregunto  a  sus  ricos  hombres 
que  haria  ay  derecho  del  fuero  de  su  corte 
que  era  quebrantado;  ca  no  cuydaua  que  tan 
sandio  hombre  en  el  mundo  ouiesse  que  la 
osasse  cometer  en  fazer  tal  cosa  en  su  pre- 
sencia, ni  ante  tanto  hombre  bueno  como  ay 
estaña,  ni  ha  en  el  mundo  cosa  tan  amada 
por  que  lo  deuiessen  sofrir  a  ningún  hombre. 

Cap.  CXCV. — Como  el  rauallero  de  Irlanda 
dixo  que  rengaria  la  desonrra  que  Iñxo  el 
canallero  de  las  dos  espadas. 

Entonces  se  yrguio  vn  cauallero  de  Irlan- 
da, que  se  tenia  por  vno  de  los  mejores  de 
todo  el  mundo,  e  assi  era,  mas  no  era  atan 
bueno  como  pensaua;  y  este  auia  gran  embi- 
dia  del  cauallero  de  las  dos  espadas  porque 
acabara  la  ventura  e  porque  el  faltara,  e 
cuydaua  que  fuera  por  alguna  barata;  e  no 
podia  creer  que  el  otro  era  mejor  que  el,  e 
dixo  al  rey:  «Señor,  si  os  pluguiere,  yo  ven- 
gare a  vos  e  a  vuestra  corte  de  la  desonrra 
que  aquel  cauallero  fizo» .  El  rey  dixo  que  le 
plazia  onde  mucho,  e  que  se  lo  agradescia, 
e  que  lo  fiziesse,  «ca  yo  quiero,  dixo  el,  que 
todos  ayan  esta  costumbre»;  e  el  cauallero 
se  lo  grádeselo  mucho,  e  fuesse  a  su  posada, 
e  armóse  lo  mejor  que  pudo,  e  subió  en  su 
cauallo,  e  tomo  su  escudo  e  su  lan^a,  e  fuesse 
lo  mas  ayna  que  pudo  em  pos  de  Baalin. 

Cap.  CXCVL— i'e  como  Merlin  dixo  mucho 
mal  de,  la  donxella  que  traxo  el  espada  a  la 
corte. 

Pues  cuenta  la  historia  que  después  que 
el  cauallero  de  Irlanda  se  partió  de  la  corte 
para  yr  empos  de  Baalin,  mando  el  rey  tomar 
la  donzeUa  y  meterla  en  vna  cámara,  e  que 
le  fiziessen'los  oficios  de  la  sancta  yglesia 
que  le  conuenian,  e  aquella  ora  entro  .Merlin 
en  la  corte,  e  tanto  que  vio  la  donzella  que 
el  espada  truxera,  dixo:  «¡Ay,  donzella:, 
¡Maldita  sea  aquella  que  vos  acá  embio,  e 
maldita  seades  vos  que  acá  venistes,  ca  de 
vuestra  venida  empeoro  mucho  la  corte!»;  e 
después  tornóse  al  rey,  e  dixole:  «Rey  Artur, 
agora  sabe  verdaderamente  que  esta  donzella 
es  la  mas  desleal  que  tienpo  ha  que  entro 
en  tu  corte,  e  mostrarte  he  por  que;  ella  ouo 
vn  hermano  mucho  buen  cauallero  e  ardid, 
y  es  mas  niño  que  ella,  y  ella  amana  vn  ca- 


uallero, el  mas  cruel  y  el  peor  del  reyno  de 
Londres;  e  auino,  no  ha  vn  año,  que  se  fallo 
por  auentura  con  aquel  cauallero  que  ella 
amana,  e  conbatieronse  ambos,  e  fue  ansí 
que  el  hermano  le  mato  el  amigo,  y  ella  ouo 
atan  gran  pesar,  que  juro  que  nunca  holgaría 
fasta  que  le  fiziesse  matar;  y  ella  es  mucho 
amiga  de  la  dueña  de  la  insola  de  Yollon.  e 
rogóle  que  vengasse  a  su  hermano  que  le 
mato  el  amigo,  y  ella  dixo  que  lo  faria,  e 
ciñóle  aquella  espada  que  era  ya  aqui,  e 
dixo:  «Conuiene  que  aquel  que  esta  espada 
te  deciñiere,  que  sera  el  mejor  cauallero  de 
su  tierra  e  mas  leal  e  sin  toda  tacha,  agora 
lo  demanda  do  quier  que  lo  hallares,  e  sabe 
que  aquel  que  te  la  deciñere  que  matara  a 
tu  hermano  por  fuerza  de  caualleria,  e  assi 
te  vengaras  de  aqueste  gran  pesar  que  assi 
has  recebido» ;  e  assi  tomo  esta  donzella  ale- 
uosa  el  esjjada,  porque  su  hermano  recibiera 
muerte;  e  assi  sera  que  ayna  recebira  muer- 
te. E  no  verna  desta  espada  este  mal  solo,  ca 
morirán  por  ella  tales  dos  que  verdadera- 
mente son  los  mejores  dos  honbres  e  mas 
ardides  del  reyno.  Pues  ved  quanta  mala 
ventura  verna  por  su  pleyto;  cierto,  bien  es 
verdad  que  mas  merecía  ella  muerte  que 
este  que  murió».  «Si  me  vala  Dios,  dixo  el 
rey,  otorgóme  ay»,  e  quando  la  donzella  vio 
que  el  rey  otorgaua  con  Merlin,  partióse  de- 
lante lo  mas  ayna  que  pudo  ('). 

Cai'.  CXCVII. — De  como  Merlin  dixo  al  rey 
quien  era  el  cauallero  de  las  espadas,  y  que 
perdiesse  el  enojo. 

El  rey  dixo  a  Merlin:  «¿Que  podemos  fa- 
zer de  aquel  cauallero  que  tan  poco  precio  a 
mi  e  a  mi  corte,  que  mato  aquella  donzella 
ante  nos  todos?»  «Señor,  dixo  Merlin,  no  ha- 
bladas ay  mas.  Ca  esto  seria  gran  daño  si  el 
muriesse  por  tal  cosa;  ca  a  marauilla  es  hon- 
bre  bueno,  e  bu^n  cauallero,  y  en  estos  diez 
años  no  morirá  cauallero  en  esta  tierra  de 
cuya  muerte  tan  gran  pesar  ayades,  e  por 
esto  vos  ruego  por  Dios,  señor,  que  este  yerro 
le  perdoneys,  ca  tal  honbre  es  que  bien  lo 
deuia  honbre  perdonar  vn  gran  yerro  si  lo 
hiziesse,  e  si  lo  vos  conociessedes  tan  bien 
como  yo,  mucho  terniades  que  os  fuera  gran 
mal  solamente  de  lo  que  dixistes;  e  vos,  se- 
ñores ricos  honbres,  ruegovos  que  lo  no  que- 
rades  mal,  ca  sed  cierto  que  el  lo  enmendara 
tan  altamente  este  yerro  a  la  corte,  que  bien 
mostrara  que  deue  auer  la  espada  mas  que 


(')  El  texto  se  halla  viciado  en  este  lugar,  como  en 
otros  muchos.  La  doncella  no  podía  ver  ni  partirse, 
porque  Baalin  le  había  cortado  la  cabeza. 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


hombre  que  aquí  binia>->;  y  el  rey  cliso:  «¡Ay 
Merlin!  por  Dios,  doziclme  quien  es,  ca  me 
paresce  que  lo  no  conocedes» .  E  ^[erlin  dixo: 
«Yo  TOS  digo  que  ha  nonbre  Raalin  el  salua- 
je,  e  digoos  que  es  el  mejor  cauallero  que 
ay  en  el  mundo,  e  por  ende  ho"  pesar  de  su 
muerte,  que  le  verna  mas  ayna  que  seria  me- 
nester al  reyno  de  Londres» .  (^)uando  los  ricos 
honbres  esto  oyeron,  suf friéronse  de  su  mal 
talante  que  le  ante  auian,  e  rogaron  a  Dios 
que  lo  guardasse  de  mal.  Y  el  rey  no  le  fue 
de  tan  mal  talante  como  le  antes  era.  Ca 
bien  creya  a  Merlin  quanto  le  dezia,  e  dixole 
que  le  pesaua  de  que  le  hablara  tan  braua- 
mente:  e  Merlin  dixo:  «¡Ay,  señor!  tarde  os 
acordastes;  saber  que  |muy  poco  biuiera  con 
uos»;  assi  fablauan  los  vnos  e  los  otros  del 
cauallero;  y  el  rey  dixo  a  Merlin:  «¿(^)ue  me 
dezides  del  rey  Éion?  ¿poderme  ha  mal  fa- 
zer?:>  «Señor,  dixo  Merlin,  caualgad  segura- 
mente, ca  Xuestro  Señor  os  fara  mas  honra 
que  vos  cuydais,  y  el  que  os  puso  en  gran 
honra,  no  os  derribara  tan  ayna;  ca  el  os 
ayudara  en  todo  lugar  si  no  quedare  por 
TOS»,  e  assi  lo  foryo  Merlin  al  rej^  e  casti- 
gólo de  lo  del  cauallero;  e  el  rey  dixo  que 
mucho  le  pesara  de  lo  que  le  dixera. 

Cap.  CXCVIII. — De  como  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  justo  con  el  cauallero  de  Irlanda 
e  lo  mato. 

El  cuento  dize  agora  que,  quando  el  caua- 
llero de  Irlanda  se  fue  en  pos  de  Baalin,  que 
al  salir  de  la  cibdad  fallo  el  rastro  del,  mas 
no  sabia  si  era  suyo;  mas  la  ventura  lo  lleuo 
por  aquel  mesmo  camino  por  do  el  otro  yua; 
e  anduuo  tanto,  fasta  que  lo  alcauí^-o  al  pie 
de  la  montaña,  e  diole  bozes  de  tan  lueñe 
como  entendió  que  le  podria  oyr,  e  dixole: 
«Cauallero,  tornad  acá  esse  escudo,  si  no 
ferirTos  he  como  y  des,  e  falla  rvos  hedes 
ende  peor».  E  quando  Baalin  esto  oyó,  torno, 
ca  bien  entendió  que  a  justar  conuenia,  e 
dixole:  «Cauallero,  antes  que  conmigo  jus- 
tedes.  dezidme  cuyo  soys;»  e  el  dixo:  «So  de 
casa  del  rey  Artur,  que  me  embia  por  Tues- 
tro  mal,  e  yo  te  desafio».  «Cierto,  dixo  Baa- 
lin, mucho  me  pesa  porque  sodes  de  su  casa; 
ca,  si  os  matare,  aura  otro  yerro  sobre  mi» . 
Estonce  endereco  a  el  su  cauallo,  e  junto  su 
escudo  al  pecho  e  abaxo  su  lanza,  y  el  otro 
assi  mesmo,  e  passole  el  escudó  e  quebran- 
tóle la  lauQa  en  el  pecho,  mas  no  le  liizo 
otro  mal  ni  lo  mouio  tan  solamente;  e  Baa- 
lin lo  firio  tan  fieramente,  que  le  falso  el 
escudo  e  la  loriga,  e  metióle  la  lanya  en  el 
pecho,  de  manera  que  le  passo  de  la  otra 
parte  con  gran  pieca  del  asta,  e  púsolo  en 


tierra  por  cima  de  las  ancas  del  cauallo;  e 
al  sacar  de  su  lanya  estendiose  el  otro  con 
cuyta  de  muerte  y  el  salió  por  el,  y  desi 
torno  presto,  e  saco  la  espada,  ca  pensó  que 
era  biuo;  e,  quando  se  acerco,  tío  que  era 
muerto,  e  pesóle  mucho,  jjor  ser  de  casa  del 
rey  Artur,  e  pensó  que  faria,  ca  de  grado  le 
faria  alguna  honra  si  pudiesse;  y  estando 
assi  pensando,  tío  Teñir  Tna  donzella  quanto 
mas  podia  Teñir,  e  quando  llego  do  yazia  el 
cauallero  dicio  luego,  ca  no  cuydo  que  era 
muerto,  e  quando  le  TÍdo  muerto,  hizo  tan 
gran  duelo,  que  el  cauallero  que  la  catana 
dixo  que  nunca  tal  Tiera,  y  el  morescia  e 
acordaua,  e  quando  pudo  acordar,  dixo  a 
Baalin  «;Ay  señor  cauallero!,  dos  corar-ones 
e  dos  cuerpos  matastes  en  Tno.  e  dos  almas 
faredes  perder» .  Estonce  tomo  la  espada  del 
cauallero,  e  sacóla  de  la  Tayna  e  dixo: 
«Añiigo,  en  pos  de  tos  me  conuiene  yr,  e 
pareceme  que  mucho  tardo,  e  si  la  muerte 
fuesse  atan  sabrosa  como  sera  a  mi,  nunca 
desmorran  a  tan  gran  sabor;»  y  estonce  se 
dio  del  espada  por  medio  de  los  pechos,  e 
Baalin,  al  tirar  el  espada,  no  se  pudo  tanto 
acuytar  que  se  della  no  firiesse. 

Cap.  CXCIX. — Co))w  Baalin  se  faHo  cotv 
Baalan  su  hermano  e  se  conoscieron. 

Baalin,  quando  tío  esta  auentura,  no  supo 
que  dezir,  ca  nunca  tío  cosa  de  que  tanto  se 
marauillasse,  e  dixo  que  lealmente  lo  amaua 
la  donzella,  e  di?':o  que  cuydaua  que  muger 
no  amaua  tan  Terdadera mente;  y  en  quanto 
el  estaua  catando  e  j)ensando  mucho  en  esta 
auentura,  e  cuydando  que  podria  fazer  de 
ambos,  cato  contra  la  montaña,  e  tío  salir  a 
Baalan  su  hermano  armado  de  todas  armas 
e  Tn  escudo  con  el;  e  quando  lo  tío  Teñir, 
salió  contra  el,  e  dixole  que  bien  fuesse 
Tenido;  e  el  otro,  que  le  conoció  en  las  armas, 
tiro  su  yelmo  e  fue  a  el,  e  abrar/olo,  e  lloro 
con  el  de  alegría,  e  dixo:  «Hermano,  nunca 
TOS  cuyde  uer,  e  por  Dios  dezidme  como 
salistes  de  la  mala  prisión» ;  y  el  dixo:  «La 
hija  del  rey  de  Yberlanda,  que  me  tenía 
preso,  me  libro,  e  si  por  ella  no  fuera,  avn 
agora  no  seria  salido;  pues  dezidme  que 
auentura  os  truxo» ,  [dixo]  Baalin.  «Cierto, 
dixo  Baalan,  dixeronme  en  el  castillo  de  las 
quatro  pedreras  que  erades  libre,  y  que  os 
vieron  en  casa  del  rey  Artur,  e  por  esto 
nenia  ay  apríessa  sí  vos  pudiera  fallar,  mas 
dezidme  si  fuestes» :  e  Baalin  dixo;  «Agora 
me  parto  dende».  «E  ¿por  que,  dixo  Baalan, 
vos  partistes  dende?»  E  Baalin  le  contó  todo 
quanto  passara,  assi  como  vos  ya  conté,  que 
de  grado  quedara  do  tantos  buenos  honbres 


78 


LIBROS  DE  CABALLERÍAS 


eran  si  esto  no  fuera,  y  que  después  que  se 
de  alia  partiera,  que  matara  aquel  cauallero, 
e  como  aquella  donzella  se  matara  por  el;  y 
estonee  dixo  Baalan  que  leal  mente  lo  amaua 
ella,  e  que,  por  la  lealtad  de  aquella,  que 
jamas  nunca  fallesciera  a  dueña  ni  a  don- 
zella que  su  ayuda  ouiesse  menester:  e  Baa- 
lin  dixo:  «Hermano,  ¿que  podemos  hacer 
destos  cuerpos?»  «Cierto,  dixo  Baalan,  no  se 
ay  dax  consejo»:  y  ellos  estando  en  esto 
hablando,  llego  vn  enano  que  saliera  de  la 
cibdad,  e  nenia  quanto  vn  rocin  lo  podia 
traer,  e  quando  ally  llego  e  vio  los  cuerpos 
e  los  conoscio,  comenoo  a  hazer  su  duelo 
grande,  e  batir  sus  palmas  e  a  tirar  sus 
cabellos,  e  pues  vna  pieca  fizo  su  dcelo,  dixo 
a  los  caualleros:  «Dezidme,  ¿qual  de  vos 
mato  este  cauallero?»  e  Baalin  dixo:  «¿Por 
que  lo  preguntades?»  Y  el  enano  dixo:  «Por- 
que lo  queria  saber»:  e  Baalin  dixo:  «Yo  lo 
mate,  mas  esto  fue  en  defendimiento,  pues 
si  Dios  me  ayude,  pésame  ende»  (');  y  el 
enano  dixo:  «Pues  desta  donzella  me  dezid 
la  uerdad,  pues  la  del  cauallero  me  dexis- 
tes».  Y  el  le  contó  como  se  matara  por  amor 
del  cauallero.  «Cierto,  dixo  el  enano,  no  es 
gran  marauilla.  Ca  el  cauallero  era  vno  de 
los  preciados  del  mundo,  y  es  fijo  del  rey  de 
Irlanda,  e  sabed  que  en  su  muerte  buscastes 
la  vuestra,  ca  es  de  tan  buen  linaje  e  de 
tales  caualleros,  que,  si  Dios  no,  otre  no  vos 
guardar  de  muerte  tanto  que  los  de  su  linaje 
lo  sepan,  ca  tales  son  que  por  todo  el  mundo 
vos  buscaran»;  e  Baalin  dixo:  «Yo  no  se  lo 
(pie  ende  verna,  mas  pésame  ende  mucho  de 
su  muerte,  e  no  por  miedo  de  su  linaje,  mas 
por  amor  del  rey  Artur.  cuyo  era» . 


Cap.  CC—  Como  el  rey  Mares  hixo  enterrar 
los  cuerpos  del  cauallero  de  Irlanda  e  de  su 
amiga. 

(guando  los  caualleros  hablauan  en  esto 
con  aquel  enano,  s-ilio  de  la  montaña  el  rey 
Mares,  que  después  caso  con  Yseo,  la  que 
auia  los  cabellos  como  oro,  assi  como  este 
cuento  adelante  vos  dirá,  ca  mucho  conuiene 
qne  lo  ayuntemos  aj^  por  vna  auentura  del 
sancto  Grial.  y  el  rey  Mares  auia  poco  que 
fuera  rey,  e  era  de  edad  de  diez  e  siete  años 
e  no  mas,  e  yua  al  rey  Artur  por  le  ayudar 
a  su  guerra  que  auia  con  el  rey  Rion,  ca 
toda  su  tierra  obedecía  al  rey  no  de  Londres; 
e  quando  el  rey  Mares  llego  a  do  los  cuerpos 
yazian  e  que  sopiera  la  uerdad  assi  como  los 
caualleros  se  lo  contaron,   dixo  que  nunca 

(*)  El  texto  añade:  dixj  Baalin. 


oyera  hablar  de  dueña  que  tan  lealmente 
amasse,  e  que  por  lealdad  della  faria  honrra 
a  ambos. 

Cap.  CCI.  —  Como  Merlin  escriuio  letras 
sobre  la  batalla  de  Tristan  e  Langarote 
sobre  el  monimenio. 

Estonce  mando  el  rey  Mares  a  sus  hom- 
bres que  le  fuessen  buscando  vn  moni- 
mento,  el  mas  hermoso  que  pudiessen  ha- 
llar, e  que  se  lo  truxessen  alli;  e  dixo 
que  se  no  partiría  de  alli  hasta  que  ftiessen 
soterrados  en  aquel  lugar  do  fueron  muer- 
tos, e  mando  estonce  ay  armar  su  tienda, 
e  sus  hombres  fueron  buscar  vn  moni- 
mento,  e  falláronlo  en  vna  yglesia,  e  leñá- 
ronlo al  rey;  y  el  rey  fizo  aj"  meter  los  cuer- 
pos ambos,  e  fizo  entallar  letras  a  los  pies 
del  monimento,  que  dezian:  «xiqui  ya^ie  Sal- 
nador.,  Itijo  del  rey  de  Irlanda,  e  cahel  yaxe 
Calaniesa.  su  amiya,  que  por  duelo  del  se 
mato  quando  lo  vido  muerto-».  Y  el  rey  hizo 
poner  a  la  cabera  del  monimento  vna  cruz 
muy  hermosa  e  rica  e  que  auia  muchas  pie- 
dras preciosas,  e  pues  esto  fue  fecho,  el  rey 
se  queria  partir  de  alli,  e  Merlin,  en  figura 
de  montañero,  comenco  de  escreuir  en  la 
cabera  del  monimento  letras  de  oro  que 
dezian:  «En  este  llano  se  ajuntara  la  pelea 
de  los  dos  amigos  que  se  mas  amaran  en  su 
tienpo,  e  sera  aquella  ¡wlea  estremada,  mas 
que  iiwira  los  que  ante  fueron  que  ellos  ni 
después  sin  muerte  de  honbre»;  e  desque  esto 
ouo  hecho,  cato  bien  lo  que  escriuiera,  e 
escriuio  en  medio  del  sepvilcro  dos  nombres: 
el  vno  dezia:  Laníakote,  y  el  otro:  Tristan; 
e,  quando  esto  ouo  fecho,  cato  el  rey  la  sepul- 
tura por  ver  lo  que  fiziera,  e  marauillose 
del  poder  fazer  tal  cosa;  e  pregunto  ¿quien 
seria  rey?  «Esto  no  te  diré,  ni  lo  sabrás 
hasta  que  Tristan  el  leal  amador  sera  preso 
con  su  amigo;  estonce  dirá  de  mi  tales  nue- 
uas  que  te  pesara» . 

Cap.  CCII. — De  como  Merlin  dixo  al  caua- 
llero  de  las  dos  espadas  que  daria  el  dolo- 
roso golpe. 

Estonce  dixo  [áj  Baalin:  «¡Ay,  cauallero! 
acuytate  de  tu  dolor  grande  y  marauilloso, 
porque  Sufriste  que  esta  dueña  se  matasse» ; 
y  el  dixo:  «Nunca  me  pudo  tanto  acuytar, 
que  la  espada  la  ouiese  ante  a  tirar  de  la 
mano».  «E  tu  no  seras,  dixo  Merlin,  tan  pe- 
rezoso como  aqui  fueste  quando  darás  el  do- 
loroso golpe,  por  que  los  tres  rey  nos  serán 
en  pobrera  y  en  cuyta  veynte  y  dos  años;  e 


sabe  que  minea  tan  malo  ni  tan  feo  golpe  fue 
dado  por  honbre,  ca  muchos  dolores  e  mu- 
chas mezquindades  ende  vernan,  e  pareceme 
que  cobramos  en  ti  a  Eua  primera  madre, 
que  bien  assi  como  por  fazer  obras  vino  en 
g-ran  dolor  e  mezquindad,  que  nos  todos  con- 
pramos  e  lazeramos  de  dia  en  dia,  e  assi  se- 
rán estos  reynos  pobres  y  estregados  por  el 
golpe  que  faras;  e  no  auerna  esta  enjuta  por- 
que tu  seas  el  mejor  cauallero  que  agora  ay 
en  el  mundo,  mas  porque  passaras  el  man- 
dado que  otro  hombre  ninguno  no  passara, 
ca  tiraras  por  aquel  golpe  el  mejor  honbre 
del  mundo  ni  mas  amigo  de  Dios;  e  si  tu  su- 
piesses  quanto  sera  aquel  dolor  e  tan  cara- 
mente sera  conprado,  tu  dirás  que  por  vn 
honbre  tan  gran  mal  vino  en  la  tierra  e  tal 
hora  sera  [en  que]  mas  querías  tu  ser  muerto 
que  tal  golpe  auer  fecho» .  Estonce  el  caua- 
llero preguntóle  quien  era  que  assi  contaua 
de  las  cosas  por  venir,  e  Herlin  dixo:  «Tu  no 
lo  sabrás  esta  vez,  mas  todo  assi  te  verna  como 
yo  digo».  Y  Baalin  dixo:  «Dios  no  querrá 
que  tanto  mal  sea  fecho  ni  verdad  como  esto 
que  tu  dizes,  e  si  yo  jiensasse  que  tan  mal 
auenturado  golpe  auia  de  venir  por  mi,  ante 
me  matarla  por  te  hazer  ende  mentiroso,  e 
gran  derecho  seria,  que  mas  valdría  mi 
muerte  que  mi  vida» . 


Cap.  CCin. — De  como  Merlm  hablo  a  Blay- 
sen  e  le  dixo  lo  que  auia  de  faxer. 

Después  que  aquello  dixo  Merlin,  partióse 
dellos,  en  guisa  que  quando  el  rej^  ílares  e 
los  otros  lo  miraron  e  no  vieron  cosa,  e  no 
anduuo  mucho  que  fallo  a  Blaysen,  eBlaysen 
lo  rescibio  muy  bien,  e  ^lerlin  a  el,  e  dixole: 
«Agora  me  quitare  de  lo  que  vos  prometí  en 
Yiberlanda,  ca  después  pense  como  podria- 
des  dar  cima  a  vuestro  libro,  e  agora  vos  yd 
a  Camaloc,  e  atondedme  ay,  e  quando  me 
tornare  de  la  mala  andanga  del  rey  Eion  e 
de  Vter  el  astroso  cauallero,  como  se  pro- 
iiara  en  esta  marauillosa  batalla,  estonce  me 
tornare  a  vos» ;  e  fuesse  cada  vno  a  su  parte. 
Mas  quando  Xerlin  se  partió  del  rey  Mares 
e  de  los  dos  hermanos,  los  dos  hermanos  se 
tornaron  en  vno  para  se  yr  a  la  hueste  del 
rey  Rion;  y  el  rey  Mares  se  fue  a  la  ciudad, 
mas  al  partir  pregunto  mucho  como  auia 
nombre  Baalin,  mas  Baalan  no  quiso  que  su 
hermano  fuesse  conocido,  porque  era  ene- 
mistado; dixo:  «Las  espadas  que  trae  dan 
demostranca  de  su  nonbre,  ca  el  ha  nombre 
el  cauallero  de  las  dos  e-opadas»;  y  el  rey 
dixo  que  era  derecho,  pues  que  dos  espadas 
traya. 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN  79 

Cap.  CCIV. — Como  Merlin  dixo  a  Baalin  e 
a  su  hermano  como  farian  seruieio  al  rey 


Artur. 

Partiéronse  assi  los  vnos  de  los  otros,  e  los 
dos  caualleros  fueronse  a  la  hueste  del  rey 
Rion,  e  no  anduuieron  mucho  [que]  hallaron 
a  Merlin  que  yua  por  el  camino,  mas  en  otra 
semejan(;a  yua  que  quando  con  ellos  fablaua; 
e  quando  lo  alcanyaron  estuuo  quedo ,  e 
dixoles:  «¿A  que  lugar  ydes?»  «¿Y  a  ti  que 
te  haze?  dixo  Baalin,  ¿que  nos  da  a  nos  de  te 
lo  dezir?»  «Tanteos  valdrá,  dixo  Merlin,  que 
si  osaredes  cometer  vna  cosa  que  yo  vos 
diré,  nunca  a  dos  caualleros  tanta  honra 
aniño  como  a  vos  verna  ante  que  sea  maña- 
na, ca  podeys  dar  cima  a  lo  por  que  andays, 
y  ganaredes  ende  tan  grande  honra,  que 
sienpre  ende  hablaran».  E  Baalin  le  pre- 
gunto por  lo  prouar:  «¿E  que  sabes  tu  por  lo 
que  andamos?»  «Yo  se  bien  que  andays  bus- 
cando a  todo  vuestro  poder  daño  del  rey 
Rion;  mas  quanto  vos  pensays  fazer  no  os 
valdrá  tanto  como  lo  que  os  enseñare  j'o,  si 
vos  ouieredes  ardimiento  de  lo  hazer;  e  sa- 
bed que  ligeramente  lo  podeys  acabar  por 
vuestra  buena  caualleria,  si  los  corazones  ay 
no  os  fallescieren» .  E  quando  ellos  esto  oye- 
ron, marauillaronse,  e  dixeronle:  «Agora 
nos  enseña  como  podremos  acabar  e  ganar 
tan  grande  honra,  e  si  viéremos  que  puede 
ser,  hazerlo  hemos» ;  e  Merlin  dixo:  «Yo  vos 
diré  como» . 

Cap.    CCV.  —  De  como  Merlin   dixo  a  los 
caualleros  nueuas  del  rey  Rion. 

«Sabed  agora  que  el  rey  Rion  es  cerca  de 
aqui,  onde  el  albergo  con  toda  su  hueste;  e 
ha  puesto  de  yr  esta  noche  a  la  muger  del 
duque  de  les  Baes ,  e  sabed  que  se  partirá 
de  su  hueste  por  yr  al  castillo  do  la  dueña 
es  tanto  que  fuere  noche;  vernan  con  el 
quarenta  caualleros,  dellos  armados,  dellos 
desarmados,  y  el  verna  por  cima  de  aquel 
otero  armado  de  vnas  armas  bermejas  e  so- 
bre el  mejor  cauallo  de  su  conpaña;  y  esto 
os  descobri,  porque  si  vos  aueys  corazones  e 
ardimiento  de  lo  acometer  para  desbaratallo, 
yo  vos  conozco  a  ambos  por  tan  buenos  caua- 
lleros de  armas,  que  auedes  ende  el  poder, 
si  los  corazones  ouierdes,  e  nunca  ende  tan 
gran  honra  ouistes  ni  aniño  a  dos  caualleros 
como  a  vos  verna,  ca  lo  podrej's  prender 
e  dallo  al  rey  Artur  o  a  quien  vos  quisier 
des»  (*). 


(')   Merlin,    como  se  ve,  repre>'enta  siempre  en  el 
Baladro e\  papel  de  Dtun  ex  machina. 


80 


LIBROS  DE  caballerías 


Cap.  CCVT.  —  Cotiio  McrUn  eMaiia  con  el 
cauallcro  de  las  dos  espadas  e  con  sti  her- 
mano atendiendo  al  rey  Rmi. 

Y  quando  ellos  esto  oyeron,  fueron  mas 
alegres  que  antes,  e  dixeron:  «¿Como  te  cree- 
remos? ca  si  nos  supiessemos  que  verdad 
era,  no  dexariamos  de  yv  alia  por  este  rey- 
no».  E  Merlin  les  dixo:  «Yo  os  diré  como 
hareys:  yo  me  yre  con  vosotros  hasta  que  os 
meta  en  la  carrera  por  do  el  rey  ha  de  ve- 
nir, e  por  ende  sereys  mas  seguros  de  mi,  e 
yo  os  liare  y  estare  con  vos  tanto  fasta  que 
os  muestre  al  re}''  e  a  su  conpaña» :  y  ellos 
dixeron  que  en  tal  guisa  yrian  con  el,  que 
si  los  quisiesse  engañar  ni  meter  en  peligro, 
que  el  seria  el  primero  que  ende  so  fallarla 
mal.  y  el  primero  que  morirla.  «No  dudeys. 
dixo  Merlin,  ca,  si  Dios  me  conseja,  por  mi 
no  ende  mal  a  vos  ni  a  cauallero  que  ayu- 
dare al  rey  Artur;  ca  sin  duda  este  es  el 
mejor  honbre  del  mundo  a  quien  yo  quería 
mejor  andanza» .  E  desque  esto  oyeron,  di- 
xeron: «Pues  que  tu  con  nos  quieres  yr,  nos 
yremos  contigo  do  mandares,  e  seremos  a 
todo  nuestro  poder  en  lo  que  tu  nos  manda- 
res e  consejares.  Mas  si  fuere  assi  que  el  rey 
no  viniere  e  que  nos  mientas,  matarte  he- 
mos» .  E  Merlin  dixo:  «Yo  no  quiero  que  me 
matedes  si  el  rey  no  fuere  ay,  mas  si  vos 
lo  perdierdes  por  vuestra  maldad,  no  he  yo 
por  ende  que  lazerar» .  «Agora  vamos» ,  di- 
xeron ellos;  e  fueron  assi  los  dos  caualleros 
y  el  a  pie,  e  bien  le  dieran  cauallo  si  lo  qui- 
siera, mas  el  dixo  que  no  lo  queria  aquella 
vez;  e  anduuieron  tanto,  fasta  que  entraron 
en  vna  gran  montaña  y  espessa  de  arboles,  e 
Merlin  los  metió  entre  los  arboles  cerca  de 
la  carrera,  e  dixoles:  «Ay  estays  fasta  que 
venga  el  rey,  e  folgaran  vuestros  cauallos  e 
vos.»  Y  ellos  se  apearon,  e  dcxaron  pazer 
sus  cauallos;  mas  ellos  no  tuuieron  que  co- 
mer ni  que  beuer  aquella  noche,  c  assi  aten- 
dieron so  aquellos  arboles  fasta  que  la  noche 
vino,  e  Merlin  les  dezia,  por  los  confortar, 
buenas  consejas  de  grandes  fechos;  y  ellos 
le  preguntaron  quien  era,  y  el  les  dixo: 
«¿Que  pro  vos  tiene  hasta  que  os  haga  ver  lo 
que  os  prometí?»  Y  ellos  dixeron  que  no  se  lo 
preguntarían  mas,  e  Balaan  dixo:  «No  me 
parece  que  eres  honbre  bueno,  pues  no  te 
quieres  nonbrar» ;  e  Merlin  dixo:  «Qualquier 
que  yo  sea,  yo  os  digo  que  mas  fablaran  de 
mi  saber  después  de  vuestras  muertes  e  de 
vuestra  buena  caualleria:  e  soj's  agora  vno 
de  los  mejores  e  mas  ardidos  caualleros  del 
mundo» .  E  assi  fablaron  todos  tres  fasta  que 
el  alúa  salió  clara  e  hermosa,  e  Merlin  dixo: 
<  Agora  vos  guisa,  ca  el  rey  Rion  llega.v ,  e 


Merlin  esto  diziendo,  passo  ante  ellos  vn  es- 
cudero en  vn  gran  cauallo  quanto  mas  yr  se 
podría,  e  Baalan  pregunto  a  Merlin:  «¿Sabes 
tu  quien  es  este  que  tan  ayna  va?»  «Si,  dixo 
Merlin,  este  es  mensajero  del  rej'",  que  va 
adelante  por  dezir  a  la  muger  del  duque 
que  el  rey  viene»;  e  Merlin  dixo:  «G-uisad- 
vos,  ca  el  rey  agora  sera  aqui,  e,  por  Dios, 
si  alguna  sazón  fuestes  buenos,  agora  lo  mos- 
trad esta  vez,  ca  agora  podreys  hallar  honra 
que  nunca  os  fallecerá,  e  si  fueres  couardes, 
no  ha  cosa  (|ue  os  guarezca  de  muerte,  ca 
los  qiie  vienen  con  el  rey  no  son  tan  nescios 
que  no  os  conozcan  si  ualedes  algo.  Esto  os 
digo  porque  esta  hora  podeys  meter  paz  en 
el  reyno  de  Londres,  e  uengar  al  rey  Artur 
del  hombre  del  mundo  que  peor  le  quiere  e 
que  mas  mal  pueda  fazer,  e  si  fallecedes, 
jamas  honra  nunca  anreys»  «No  ayays  pa- 
uor,  dixeron  ellos,  ca,  si  Dios  quisiere,  nos 
lo  acabaremos  bien».  Estonce  subieron  en 
sus  cauallos,  e  tomaron  sus  escudos  e  sus 
lan9as,  y  ellos  estañan  entre  los  arboles,  en 
guisa  que  los  que  passauan  por  el  camino 
no  los  veyan. 

Cap.  CCVII.  —  Como  el  cauallero  de  las  dos 
espadas  e  su  hermano  prendieron  al  rejj 
Rion  e  a  sus  caualleros. 

Después  que  estuuieron  assi  vn  poco,  oye- 
ron estruendo  de  cauallos  que  sobian  ya  en 
el  otero  e  parescian  ya  en  el  llano  de  la 
montaña,  y  el  llano  duraua  de  aciuella  parte 
ocho  millas  en  ancho  e  doze  en  luengo;  y  en 
el  llano  de  la  montaña  auia  vna  gran  mata 
muy  fermosa  e  grande,  e  assi  atendieron  vn 
poco,  e  después  que  vieron  los  primeros  que 
venian  con  el  rey,  y  ellos  venian  pocos  a 
pocos,  ca  el  camino  desde  la  hueste  hasta  la 
montaña  era  muy  estrecho,  e  no  podían  yr 
por  el  dos  caualleros  a  par;  e  tanto  que  pa- 
recieron en  la  montaña  hasta  diez  do  caua- 
llo, los  dos  caualleros  hermanos  quisieron 
yr  a  ellos,  ca  mucho  desseaiían  de  se  juntar 
con  ellos.  Y  Merlin  les  dixo:  «Atended  \n 
poco  fasta  que  el  rey  Rion  suba  en  la  mon- 
taña, y  estonce  y  redes  a  ellos»;  y  ellos  dixe- 
ron que  no  querían  mas  atender.  E  Merlin 
dixo:  «Por  Dios  no  fagays  sobre  mi,  que  yo 
os  mostrare  ende  lo  mejor».  Y  ellos  se  su- 
frieron, e  a  cabo  de  vna  pie^a  fjue  eran  ya 
encima  de  la  montaña  fasta  veynte  y  dos 
caualleros,  dixo  Merlin:  «Mienbrevos  de  lo 
que  os  dixe  porque  conociessedes  al  rey, 
vecslo,  aquel  es.  Agora  parecerá  lo  que  ay 
faredes,  ca  desde  oy  podedes  aguisar».  A 
esta  palabra  no  atendieron  mas  los  caualle- 
ros e  dexaronse  yr  al  rey;  c  Baalin,  que  yua 


BALADRO  DEL  8AIU0  MEKLIN 


81 


delante,  diole  bozes:  «Rey,  ¡guárdate!»;  e 
feriólo  tan  fuertemente,  que  le  falso  la  lori- 
ga, ca  no  traya  escudo,  e  metióle  la  lan(;a 
por  el  costado;  y  el  fierro  de  la  lanya  ¡Dasso, 
assi  que  le  pa recia  a  la  otra  parte,  mas  no 
fue  la  llaga  mortal;  como  venia  de  lexos,  de- 
rribólo tan  brauamente,  que  fue  todo  que- 
brantado de  la  cayda,  y  esmoreció  con  gran 
cnyta  que  sintió;  e  bien  pensó  luego  morir. 
E  Baalan,  que  seguia  su  alcance,  fue  herir 
do  vio  la  mayor  priessa;  e  aniño  que  llego 
primeramente  vn  sobrino  del  rey,  e  firiolo 
tan  rezio,  que  le  metió  el  fierro  de  la  lam^a 
por  medio  del  cuerpo,  e  derribólo  en  tierra 
que  no  se  pudo  leuantar.  E  cada  vno  de  los 
dos  hermanos  fizieron  sus  golpes  de  las  lan- 
gas, e  metieron  mano  a  las  espadas,  e  co- 
mencaron  a  dar  golpes  de  la  vna  jiarte  y  de 
la  otra,  e  a  derribar  caualleros,  e  los  otros 
se  marauillauan  de  lo  que  les  veyan  hazer, 
assi  que  les  parecía  que  eran  ínas  de  ciento, 
e  pensaron  que  no  les  podrían  turar,  tan 
muchos  les  parescian,  e  veyan  caer  muchos 
caualleros.  E  quando  los  otros  (pie  venian 
empos  dellos  subieron  en  la  montaña  assi 
como  venian  vnos  empos  de  otros,  e  vieron 
la  pelea  comen9ada  e  los  suj'os  huyr,  e  de- 
llos estar  en  tierra  muertos  e  heridos,  pen- 
saron que  toda  la  hueste  del  rey  Artur  es- 
taña en  celada,  e  comentaron  a  huyr  cada 
vno  lo  mas  que  podia,  e  desarmauanse  de  la 
montaña,  que  assi  pensauan  escapar  de 
muerte;  mas  el  valle  por  que  huyan  era  tan 
poderoso  e  tan  hondo,  que  dexauan  la  dudosa 
muerte  por  tomarlos  de  cerca,  assi  (pie  se 
dexauan  caer,  i3orque  no  podian  escapar  que 
no  moriessen. 

Cap.  CCVIII.  —  Como  los  caualleros  embia- 
ron  preso  al  rey  Eion  al  rey  Artur. 

Assi  fueron  desbaratados  los  honbres  del 
rey  Eion  por  estos  dos  hermanos,  de  guisa 
que  de  los  quarenta  no  quedaron  mas  de 
doze,  y  el  rey  e  ellos  eran  tan  maltrechos, 
que  no  auia  ay  tal  que  se  pudiesse  leuantar; 
c  quando  los  dos  hermanos  los  vieron  desba- 
ratados, tornaron  al  rey,  por  ver  si  era 
muerto,  e  tiráronle  el  yelmo  e  porque  co- 
giesse  fuelgo,  e  después  que  estuuo  assi  vna 
pier-a,  dio  vn  gran  sospiro  como  esmorecido 
e  abrió  los  ojos,  y  ellos  le  dixeron:  «Tu  eres 
muerto  si  no  juras  prisión»;  e  algaron  las 
espadas  e  hizieron  infinta  que  le  querían 
cortar  la  cabeza;  e  quando  vio  las  espadas 
sobre  si,  uno  pauor  de  muerte,  y  dixoles: 
«Ya.  buenos  caualleros,  no  me  mateys.  Ca 
mas  podreys  ganar  en  mi  vida  que  no  en  mi 
muerte,  que  en  la  mi  muerte  no  os  puede 

LlHP.OS    DE   CARAIJ.KRIAÍ?. — 6 


ningún  pro  venir,  mas  por  mi  vida  saluar 
no  ay  cosa  que  yo  no  faga».  Y  ellos  dixe- 
ron: «Pues  prometednos  que  hareys  lo  que 
nos  vos  diremos»;  y  el  lo  prometió,  y  ellos 
lo  asseguraron  que  mas  mal  no  le  harian,  e 
después  fueron  a  los  otros ,  e  hizieronles 
otro  tal. 

Cap.  CCIX. —  Como  los  dos  liermanos  cm- 
hiaroii  preso  al  rey  RIon  c  a  sus  caualleros 
al  castillo  de  Carabel. 

Y  en  quanto  en  esto  hablauan,  vino  a  ellos 
]\Ierlin,  e  dixoles:  «Quiero  con  vos  fablar  vn 
poco,  e  salid  acá»;  y  ellos  salieron  con  el,  y 
el  les  dixo:  «Mucho  f uestes  bien  andantes,  e 
Dios  os  fizo  gran  honra  quando  por  vuestra 
buena  caualleria  prendistes  tan  alto  honbrc 
como  el  rey  Rion;  agora  os  diré  que  hagades 
si  quisierdes  cobrar  amor  del  rey  Artur: 
moued  luego  de  aqui,  y  leuad  al  castillo  de 
Carabel  estos  presos  y  fallareys  el  rey  Artur 
que  viene  ay  aluergar  esta  noche  con  gran 
pier-a  de  su  hueste;  e  digoos  que  atiende 
mañana  la  batalla  del  rey  Rion  e  ha  muy 
gran  pauor,  ca  le  dixeron  que  es  verdad  que 
ha  mucha  gente,  mas  que  el  no  ha  tan  ardid 
en  su  casa  que  no  aj^a  gran  pauor;  e  por- 
que el  rey  e  su  compaña  son  agora  tan  des- 
confortados, e  digoos  que  nunca  podreys 
hazer  mayor  honra,  ni  a  tal  tiempo,  ni  ma- 
yor plazer» .  «Agora^  dixeron  ellos  ¿es  verdad 
que  lo  hallaremos  ay?»  «Si,  sin  falta,  dixo 
Merlin,  e  si  no  andouieredes  ayna,  lo  halla- 
redes  por  acostar»,  «¡Ay,  dixeron  ellos,  que 
bien  seria  si  nos  pudiessemos  con  el  hablar 
ante  que  viniesse  la  luz;»  e  Merlin  dixo: 
«Si  vos  acuytedes  tanto  como  yo  os  digo, 
vos  sereys  con  el  ante  de  lo  que  ya  os  digo;» 
y  ellos  dixeron  que  ante  pensauan  ay  ser 
que  no  el;  «Pues  agora,  andad,  dixo  Mer- 
lin, que  yo  seré  ayna».  E  partióse  luego 
dellos,  e  los  caualleros  se  tornaron  al  rey  e  a 
los  otros,  e  dixeronles:  «Nosotros  os  manda- 
mos, por  aquel  omenaje  que  nos  fezistes, 
que  vos  vayades  al  castillo  de  Carabel  e  os 
metays  en  poder  del  rey  Artur  de  ¡Darte  de 
nos  amos,  mas  que  digays  del  cauallero  de 
las  dos  espadas» .  El  rey  Rion  dixo:  «Yo  vos 
juro  por  el  omenaje  que  os  lie  fecho  que  en 
ninguna  manera  del  mundo  no  podria  caual- 
gar  e  que  ante  no  fuesse  muerto  que  alia 
llegasse;  agora  ved  lo  que  ay  haredes;»  y 
estonce  fizieron  ellos  ayna  vnas  andas,  e 
pusiéronlo  sobre  dos  palafrenes,  e  pusieron 
ay  al  rey,  e  pusieron  a  los  otros  presos  en 
sendas  bestias,  e  descendiéronlos  assi  todos 
al  llano;  e  cuytaronse  tanto  do  andar  assi 
que  llegaron  al  castillo  do  Carabel,  e  llama- 


82 


LIBROS  DE  caballerías 


ron  al  portero,  e  dixeron:  «Cata  aquí  presos 
que  traemos  al  rey  Artur,  e  leñádselos,  e 
cata  que  no  pierdas  ninguno  dellos;  ca  bien 
te  dezimos  que  tu  señor  nunca  tan  gran 
plazer  vio  como  este--> . 


Cap.  CCX. —  Como  el  rey  Artur  supo  (¡ite  era 
jyreso  el  rey  Rian. 

Dixo  el  ]3ortero  que  assi  lo  liarla,  e  Merlin 
llego  adelante  que  ellos  e  hallo  que  aun  no 
dormía,  antes  fablaua  con  el  rey  Mares  e 
con  otros  quatro  ricos  honbres,  con  que 
tomaua  consejo  de  guerra,  mas  no  sabia  ay 
auer  buen  consejo,  ca  recelaua  de  se  juntar 
con  el  rey  Rion,  tanto  oyera  dezir  que  traya 
gran  poder;  e  Morlin  dixo  al  rej"  «Señor, 
buenas  nueuas  os  traygo,  e  a  todos  los  ^de  tu 
tierra;  sabe  que  el  mas  poderoso  enemigo 
que  tu  auias  es  preso,  e  viene  a  tu  merced; 
e  fue  preso  por  la  mas  fermosa  auentura  que 
nunca  oystes  fablar;»  y  el  rey  leuanto  la 
cabera,  e  vio  que  era  Merlin  el  que  estas 
nueuas  traya,  e  preguntóle:  «Dezid,  mi 
amigo  Merlin,  ¿quien  es  aquel  enemigo?»  E 
Merlin  dixo:  «El  rey  Rion,  que  es  preso  e 
viene  a  tu  merced,  assi  que  agora  lo  veras 
en  tu  palacio» .  El  rey  fue  todo  espantado, 
que  no  lo  podia  creer,  e  dixo:  «Merlin,  ¿es 
uerdad  lo  que  dizes?»  É  dixo  Merlin:  «Verlo 
has  ante  que  vn  cauallo  pueda  andar  vna 
legua  pequeña;  e  sale  tu  y  estos  señores,  e 
yd  bien  fermosamente,  que  agora  sera  aqui 
el  rey  Rion» .  E  quando  el  rey  Artur  esto  oyó 
fue  muy  marauillado,  e  dixo:  «¡Ay,  Dios! 
¡bendito  seays  vos,  que  tan  gran  honra  fezis- 
tes  sin  merecimiento!» . 


Cap,    CCXT.  —  Como  el  rey  Artur  recibió 
preso  al  rey  Rion. 

Estonce  embio  el  rey  a  las  posadas  a  gran 
priessa  ]»or  los  ricos  honbres,  e  vinieron 
todos,  e  no  tardo  mucho  que  entraron  con  el 
portero  doze  caualleros  que  trayan  al  rey 
Rion  en  andas,  que  assi  les  mando  Baaliu 
que  lo  leuassenanto  el  rey.  E  después  que  en- 
traron, pusieron  sus  andas  en  tierra  lloran- 
do e  haziendo  gran  duelo.  E  quando  el  rey 
Rion  se  vio  ante  el  rey  Artur,  leuantosse  assi 
f«mo  pudo,  ca  era  mucho  lierido,  e  pregunto 
quien  era  el  rey  Artur,  e  mostraronselo;  y 
estonce  fue  ante  el,  y  hinco  los  ynojos,  e 
dixole:  «Rey  Artur,  a  vos  me  embia  e  a 
vuestra  prisión  el  cauallero  de  las  dos  espa- 
das, que  me  prendió  por  la  mayor  marauilla 
que  nunca  hombre  vio  ni  oyó  fablar,  con 
ayuda  do  otro  cauallero  solo;   c  traya  yo 


quarenta  caualleros,  e  los  mas  armados,  e 
aUi  los  mataron  fuera  estos  doze  que  aqiii 
vedes,  e  a  mi;  y  estos  mataran  ellos  si  no 
les  fizieramos  omenaje  que  viniessemos  a 
entrar  en  la  vuestra  prisión;  y  nos  assi  lo 
fazemos  agora,  e  podeys  hazer  de  nos  lo  que 
quisierdes» .  E  Artur  los  rescibio  muy  bien, 
e  agradecióle  mucho  a  Nuestro  Señor  quanto 
bien  le  fiziera;  y  el  rey  Rion  le  dixo:  «Señor, 
si  vos  no  quereys  mi  muerte,  hazed  de  mi 
pensar,  ca  mucho  soy  herido,  e  perdi  mucha 
sangre» .  El  rey  mando  luego  meter  a  el  e  a 
los  doze  en  vn  palacio,  y  embio  por  vn  maes- 
tro que  los  guareciesse.  E  toda  cosa  fue 
techa  por  que  entendieron  que  sanarían; 
estonce  dixo  el  rey  a  Merlin:  «¿Sabeys  vos 
quien  es  aquel  que  esto  me  fizo?»  «Si,  dixo 
Merlin,  e  deziroslo  he  agora  si  quisierdes;» 
y  el  rey  dixo:  «Mucho  me  tardo  de  lo  saber, 
tanto  lo  desseo» .  «Agora  sabed,  dixo  Merlin, 
que  en  vuestra  corte,  ante  vos  e  ante  vues- 
tros ricos  honbres,  os  hizo  la  gran  desonra 
quando  mato  la  donzella,  e  por  ende  lo  fezis- 
tes  salir  de  vuestra  corte» .  «Mucho  me  pesa, 
dixo  el  rey,  por  que  lo  ende  assi  eche,  ca 
bien  me  emendo  el  tuerto  que  me  fizo  estonce; 
e  plazeriame  agora  que  viniesse;  e  si  cosa  le 
dixe  por  que  le  pesasse,  enmendárselo  ya  do 
buenamente,  ca  el  ha  fecho  por  mi  mas  que 
yo  pensaua  qne  ningún  cauallei'o  hiziesse;» 
e  Merlin  dixo:  «¡O  rey!,  dexadvos  agora 
ende,  ca  tarde  lo  comedistes,  ca  no  lo  uere- 
des  desta  piega  en  vuestra  compaña,  e  por 
ventura  nunca;  dexad  de  al,  que  vos  es  mu- 
cho menester» .  El  rey  dixo:  «¿De  que?  que 
no  haré  cosa  sin  vuestro  consejo;»  e  Merlin 
dixo:  «Yo  os  ¡pregunto  si  vos  juntaredes 
mañana  con  las  gentes  del  rey  Rion» .  «¿Co- 
mo? dixo  el  rey,  ¿osarme  han  atender  pues 
tengo  a  su  señor  preso?»  «Si,  dixo  Merlin. 
ca  no  ha  cosa  j)or  que  puedan  crear  que  el 
rey  Rion  es  preso.  Y  de  la  otra  parte  ha  el 
rey  Rion  vn  hermano  rico  e  poderoso,  que 
llaman  Tiero,  e  aquel  tiene  la  liueste,  por- 
que no  ha  cosa  por  que  con  vos  se  dexe 
de  juntar,  como  quier  que  le  entreuenga;  e 
\)0v  ende  deue\'S  auer  consejo  de  vuestra 
fazienda,  porque  no  os  puede  mal  traer». 
El  rey  dixo:  No  quiero  fazer  cosa  sin  vues- 
tro consejo» . 

Cap.  CCXU.  —  Como  Merlin  dixo  al  rey 
Artur  que  el  rey  Loe  seria  contra  el  en  la 
batalla. 

Merlin  dixo:  «Yo  os  quiero  dezir  vna  cosa 
que  no  pensades,  y  es  cosa  ])or  que  podeys 
ser  deseredado  si  Dios  no  os  pone  consejo. 
E  vos  aueis  iuaña[na]  a  juntar  con  hombres 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


83 


muy  temerosos.  Primeramente  son  gentes 
del  rey  Rion,  que  es  mayor  que  la  vuestra, 
mas  sin  falta  en  estos  no  ha  gran  peligro, 
ca  muy  poco  de  ardimiento  aura  en  ellos 
quando  saben  que  su  señor  es  perdido,  e  por 
esto  serán  desbaratados  luego;-  mas  ponga- 
mos que  sea  assi  que  los  venoais:  algo  os 
nascera  luego  que  os  puede  tanto  o  mas  en- 
pecer.  Sabed  que  el  rey  Loe  de  Ortania, 
vuestro  cuñado,  que  es  el  mejor  cauallero 
del  rey  no  que  rey  sea,  e  quiéreos  mal  mor- 
talmente  por  amor  de  los  niños  que  ouistes 
ayuntados,  ca  aquel  tienpo  os  enbio  vn  su 
fijo  que  vuo  estonce  en  vuestra  hermana,  e 
piensa  que  os  lo  truxeron  e  que  vos  lo  ma- 
tastes  con  los  otros,  porque  el  e  vuestra  her- 
mana os  quiere  gran  mal;  fizieron  ayuntar 
todos  sus  ricos  honbres,  e  todos  los  caualle- 
ros  del  rey  Rion,  ñzolos  venir  a  Camaloc,  e 
los  de  Oramia,  assi  como  en  vuestra  ayuda, 
mas  no  es  assi,  que  antes  viene  por  vuestro 
destoruo,  ca  vos  veredes  mañana,  quando 
fue  redes  a  la  batalla  contra  los  del  rey  Rion, 
que  el  rey  Loe  os  ferira  en  las  espaldas 
quando  los  otros  os  ferieren  delante,  y  esto 
sera  en  vna  hora.  Agora  catad  lo  que  a.j  ha- 
redes,  ca,  assi  Dios  me  ayude,  assi  sera  como 
yo  digo,  si  Dios  ay  no  da  otro  consejo» .  Y 
quando  el  rey  esto  oyó,  fue  mucho  espantado. 

Cap.  CCXTTL — Como  el  rey  Artur  embio  al 
rey  Loe  que  le  emendaría  qvalquier  tuerto 
que  le  auia  hecho. 

Ca  (')  el  rey  Loco  era  el  mejor  cauallero 
de  la  tierra  y  el  que  mas  dudaua,  e  dixo  a 
ilerlin:  «No  se  que  ay  diga,  pues  que  el  rey 
Loe  me  quiere  mal.  Ca  este  es  el  hombre  de 
mi  tierra  de  que  yo  mas  fiaua».  «Assi  sera, 
dixo  ]Merlin,  como  yo  os  digo»;  y  el  rey 
dixo:  «Pues  dezidme  ¿que  fare?  ca  si  ellos 
vienen  en  las  espaldas,  e  los  otros  delante, 
en  auentura  sera  el  reyno  de  Londres  de 
parte  de  mi  honra» .  Y  Merlin  dixo:  «Agora 
vos  diré  que  hareys.  El  rey  Loe  es  un  buen 
cauallero,  e  deueyslo  mucho  de  dudar  por 
muchas  cosas,  y  embialde  dezir  que  aya  con 
vos  amor,  e  que  ayude  al  reyno  de  Londres 
assi  como  deue,  e  que  aya  piedad  de  la  coro- 
na del  reyno  e  de  su  honra,  no  fallezca  por 
fallecimiento  del  rey;  e  fazelde  saber  que 
vos  quereys  que  el  mantenga  la  primera 
haz,  e  que  faga  ay  leuar  la  vuestra  seña,  e 

(')  La  manera  de  comenzar  este  capítulo  indica  que 
debió  formar  parte  del  anterior  en  algún  estado  prece- 
dente. Una  cosa  así  ocurre  en  los  fragmentos  del  Irü- 
tán  que  damos  á  luz  en  nuestros  Atuiles  de  la  litera- 
tura es])añola. 


la  mantenga  a  honra  del  reyno,  assi  como 
leal  honbre  la  deue  mantener  e  ayudar  a 
honra  de  su  señor;  e  que,  si  vos  le  fezistes 
algún  yerro,  que  se  lo  enmendaredes  como 
vuestros  ricos  hombres  tuuieren  por  bien. 
Todo  esto  le  mandad  dezir  luego;  e  después 
aureys  consejo  á  lo  que  os  embiare  dezir->. 
El  rey  dixo:  «¿Do  pensays  que  lo  hallaran?» 
E  Merlin  dixo:  vA  dos  leguas  de  aqui,  con 
toda  su  hueste;  e  no  atiende  sino  que  vos 
ayuntedes  con  los  honbres  del  rey  Rion.  Ca 
assi  os  piensa  el  desbaratar  ligeramente,  e 
agora  vos  trabajad  por  embiar,  que  no  aueys 
que  tardar,  que  ayna  sera  de  dia» . 

Cap.  CCXrV.  —De  como  el  rey  Loe  dixo  a  los 
mensajeros  del  rey  Artur  que  no  auria  pax, 
con  el. 

Estonce  llamo  el  rey  dos  caualleros,  e  di- 
xoles  como  disessen  al  rey  Loe,  e  que  se 
fuessen  ayna;  y  ellos  se  fueron  al  rey,  y  sa- 
ludáronlo de  parte  del  rey  Artur  e  dixeronle 
su  mensaje;  e  quando  el  rey  Loe  lo  oyó,  res- 
pondió: «Dezid  a  nuestro  señor  que  mi  ayu- 
da no  aura,  ni  cosa  bien  que  yo  pueda  fazer, 
e  mostrárselo  he  bien  ayna,  porque  no  le 
deuo  ayudar,  mas  estoruar  quanto  pudiere» . 
E  los  mensajeros  dixeron:  «Señor^,  ¿sereys 
vos  en  su  mal?»  «Si,  dixo  el,  en  tal  guisa 
que  fare  todo  mi  poder,  e  le  tirare  su  tierra 
e  su  corona  de  la  cabera,  que  bien  lo  merece. 
Ca  honbre  tan  desleal  como  el  es,  no  deue 
traer  corona,  pues  fizo  tan  gran  deslealtad 
como  en  matar  los  niños  de  su  reyno.  E  si 
sus  ricos  honbres  del  reyno  fuessen  tan  bue- 
nos como  deuian,  no  lo  deuian  tener  por 
señor,  ante  lo  deuian  destruyr  e  matar,  assi 
como  deuian  de  fazer  a  rey  desleal  e  malo. 
E  ydvos  de  aqui,  e  dezilde  qiie  no  aura  co- 
migo  paz  ni  amor  fasta  que  yo  aya  vengan- 
za de  mi  hijo,  la  pequeña  criatura  que  el 
deuia  de  amar  como  a  ssi;  e  fizólo  matar  sin 
merescimiento,  porque  (')  yo  lo  destruyre 
si  pudiere  y  si  Dios  quisiere;  y  esto  os  digo 
que  le  digays» ;  y  ellos  dixeron  que  lo  ha- 
rían, mas  que  mucho  les  pesaua  porque  no 
f allanan  en  el  mejor  recaudo. 

Cap.  CCXV. — iJe  como  Merlin  esfor^-aua  al 
rey  Artur  en  el  hedió  de  la  batalla. 

Los  mensajeros  se  partieron  del  rey  Loe  y 
tornáronse  a  su  señor,  y  contáronle  todo  el 
recaudo  que  en  el  hallaran;   y  el  rey  ouo 

(')  En  vez  de:  apor  lo  cuab.  Equivale  al  francés: 
i    cest  pourquoi. 


84 


LIBROS  DE  CABALLEEIAS 


ende  gran  pesar,  e  Merlin  le  dixo:  «Rey,  no 
te  desconfortes,  ca  Nuestro  Señor  te  acorrerá, 
ca  bien  sabe  que  no  te  ha  el  puesto  en  tan 
gran  señorío  para  te  lo  ende  tirar  tan  ayna, 
si  tu  mucho  no  le  errares.  Y  agora  caualga 
seguramente,  e  faz  tus  hazes  lo  mejor  que 
supieres,  e  yo  te  digo  que  Dios  te  fara  la 
mayor  honi'a  que  dias  ha  hizo  a  pecador,  e 
yo  quiero  que  te  manifiestes  todas  las  cosas 
en  que  seas  en  culpa  a  Dios;  y  cree  que  esta 
es  vna  de  las  cosas  del  mundo  que  mas  te 
podría  ayudar». 

Cxv.  CCXYI.  —  Como  el  rey  Arti/r  ordeno 
sus  caualleros  para  la  batalla. 

Assi  como  Merlin  consejo  al  rey,  assi  lo 
hizo,  e  tanto  que  fue  de  maña[na] ,  contó 
sus  caualleros,  e  fallo  que  auia  cinquenta 
mil  caualleros,  sin  honbres  de  pie,  e  fizo 
ende  diez  hazes,  e  pregunto  a  sus  caualle- 
ros e  ricos  honbres  si  yria  a  ellos  o  los  aten- 
dería en  aquel  llano,  e  dixeronle  que  los 
atendiesse  ay,  i)or  no  cansar  los  caualleros; 
assi  hizo  el  rey  sus  hazes,  e  atendió  a  sus 
enemigos.  E  rogo  e  castigo  a  sus  vassallos 
que  se  trabajas.sen  de  fazer  todo  bien,  assi 
que  la  honra  del  reyno  de  Londres  no  fuesse 
aquel  dia  confundida  por  fallecimiento  de- 
llos;  y  respondieron  que  antes  moririan  que 
de  recebir  ninguna  desonra. 

Cai'.  CCXVIL —  Como  Xero,  hermano  del 
rea  Jí-ioii,  e.sf órgano  los  caualleros  para  la 
batalla. 

E  dize  el  cuento  aqui  que  pues  los  dos 
hermanos  dieron  los  presos  al  portero,  que 
luego  se  partieron  del  curable,  e  anduuieron 
tanto,  que  llegaron  a  vna  hermita  que  era 
de  alli  vna  legua  jDequeña,  y  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  era  amigo  del  hermitaño,  e 
llamo  a  la  puerta,  e  tanto  que  los  conoscio, 
abriólos  luego,  e  recibiólos  muy  bien,  e 
dioles  de  buenamente  de  lo  que  tuvo,  pan  y 
agua,  ca  no  tenia  otra  cosa,  y  estouieron  ay 
aquella  noche,  e  pensaron  de  si,  y  dormie- 
ron  fasta  en  la  mañana.  Y.  quando  fue  el  sol 
salido,  leuantaronse  e  armáronse,  y  fizieron 
armar  sus  escuderos,  e  do  estañan  armán- 
dose llego  un  niño,  pariente  del  hermitaño, 
que  les  dixo:  <-Xueuas  os  traygo  buenasj  en 
este  dia  sera  vna  batalla,  la  mayor  que  nun- 
ca fue  en  el  reyno  de  Londres,  ca  las  gentes 
del  rey  Artur  e  del  rey  Rion  han  de  auer 
lid  canpal:>.  E  los  caualleros  dixeron:  «¿Sa- 
beyslo  por  verdad?»  «Si,  dixo  el.  ca  yo  vi 
las  hazes  e  las  señas  rendidas  .    <A2:ora. 


dixeron  ellos,  sea  Dios  en  aj^uda  del  rey 
Artur,  ca  mucho  daño  seria  si  fuese  venci- 
do», y  estonce  salieron  aparte  y  ouieron 
consejo  que  farian,  y  Baalan  dixo  a  su  her- 
mano: «Como  vos  quisierdes» :  e  Baalin  dixo: 
«Yo  quiero  que  vayamos  alia,  e  quando  vié- 
remos que  el  hermano  del  rey  Rion  entra  en 
la  batalla,  vayamoslo  ferii',  e  si  Dios  qui- 
siere que  nos  con  el  justemos,  yo  pienso  que 
no  nos  escapara  tan  ligeramente  que  no  aya- 
mos  del  qual  pleyto  quisiéremos;  e  si  Dios 
nos  quisiesse  fazer  tan  bien  andantes  que 
lo  podiessemos  meter  en  mano  del  rey  Ar- 
tur, yo  pienso  que  me  perdonasse.  y  que  me 
quisiesse  tan  gran  bien  como  me  queria  ante 
que  matasse  la  donzella:> .  Estonce  se  acorda- 
ron a  esto,  y  se  partieron  del  hermitaño,  y 
fueronse  al  canpo,  que  estaua  lleno  de  caua- 
lleros armados,  e  las  hazes  prestas,  e  las 
señas  aleadas  y  tendidas  de  ambas  partes, 
e  pendones  ricos  e  fermosos  de  muchas  colo- 
res; e  Xero,  hermano  del  rey  Rion,  sania  ya 
nueuas  de  como  era  preso,  mas  encobriolo 
tan  bien  de  todos  los  de  la  corte,  que  no  lo 
sania  ninguno,  fueras  vn  criado  que  le  con- 
tase ende  las  nueuas.  E  aquella  mañana  que 
los  ricos  honbres  preguntaron  por  el  rey  do 
era,  dixoles  Xero:  «Caualgad  seguramente, 
ca  yo  y  el  yremos  en  la  primera  y  postrimera 
haz,  e  agora  os  confortad  del,  ca  no  ferireys 
ay  golpe  sin  el» . 


Ca]'.  CCXA^in.  —  Como  se  comento  la  batalla 
entre  el  rey  Artur  c  las  gentes  del  rey  Rion. 

En  tal  guisa  castigo  Ñero  a  su  conpaña, 
que  fizo  diez  hazes  assi  como  eJ  rey  Artur,  y 
en  cada  vna  dellas  mucha  mas  gente  que  en 
ninguna  de  las  del  Rey  Artur;  e  después 
que  las  hazes  vuo  partidas  lo  mejor  que  supo, 
fizo  yr  tres  hazes  de  caualleros  en  ia  delan- 
tera, e  alli  podia  honbre  ver  al  juntar  que- 
brar laucas,  e  correr  a  todas  partes  cauallos 
sin  señores,  ca  no  auia  ninguno  que  los  to- 
masse,  ca  mucho  auian  en  al  que  hazer;  mas 
aquellos  que  eran  de  la  parte  del  rey  Artur 
sofrieron  mucho  en  el  comienr-o,  e  si  tan 
buenos  caualleros  no  fueran,  ligeramente 
podieran  ser  desbaratados.  Mas  ellos  eran 
biuos,  ligeros  e  los  mas  dellos  mancebos  y 
de  buena  edad,  e  prestos  de  muerte  recebir 
o  uencer  ante  que  perder  honra  en  la  bata- 
lla. Esto  les  fizo  sofrir  tanto  aquel  dia,  que 
muchos  dellos  vuo  muertos  e  feridos,  e  des- 
pués que  las  laucas  ouieron  quebradas,  me- 
tieron mano  a  las  espadas  de  cada  parte,  y 
comentaron  la  batalla  tan  peligrosa  e  tan 
mortal,  que  en  ])oca  de  hora  podria  honbre 


BALADRO   DEL  SABIO  MERLIN 


85 


ver  el  campo  lleno  de  muertos  e  de  feridos; 
mas  todavía,  por  esfuerQO,  ganaron  los  del 
rey  Artur  el  canpo.  Assi  que  por  fuer(;'a  ani- 
ño a  las  primeras  tres  liazes  de  Ñero  boluer 
las  espaldas,  j  los  del  rey  Artur  fueron  he- 
rir a  los  otros  que  los  venian  ayudar,  que 
eran  otras  tres  liazes;  y  en  aquella  yda  fue- 
ron muchos  de  los  del  rey  Artur  derribados 
e  feridos  e  maltrechos,  ca  eran  muy  pocos 
contra  los  otros,  y  todos  fueran  muertos  si  no 
por  el  rej''  Artur,  que  les  enbio  otras  quatro 
hazes;  estonces  estouieron  igualmente,  pero 
que  muchos  eran  los  otros  mas  que  los  del 
rey  Artur.  En  tal  guisa  se  juntaron  de  am- 
bas las  partes,  assi  que  si  mal  auian  los 
vnos,  luego  los  otros  de  su  conpaña  los  aco- 
rrían, e  quando  los  dos  hermanos  vieron  que 
el  rey  Artur  entraua  en  la  batalla,  dixeron: 
«Mucho  atendemos;  agora  vayamos  ferir 
nuestros  enemigos»;  y  estonce  firieron  en 
la  ¡postrimera  haz,  en  que  yua  Xero,  e  topa- 
ron primerainente  con  dos  caualleros,  e  me- 
tiéronles las  lancas  por  los  cuerpos,  que  es- 
cudos ni  lorigas  no  les  prestaron,  e  pusié- 
ronlos en  tierra  tales,  que  no  ouieron  mas 
menester  maestros;  y  al  caer  quebraron  las 
lancas  en  ellos,  e  los  dos  hermanos  metieron 
mano  a  las  espadas,  e  comentaron  a  dar 
vnos  a  otros  muy  grandes  golpes,  e  derribar 
yelmos  de  cabezas,  e  llagar,  e  matar,  e  tan- 
to fazian  anbos  grandes  marauillas  de  armas, 
veyendolo  sus  enemigos,  e  quantos  lo  veyan 
eran  ende  espantados.  É  si  alguno  me  pre- 
guntasse  con  qual  espada  Baalin  firia,  yo  le 
diría  que  de  la  suya,  ca  no  de  aquella  que 
tomo  a  la  donzella,  ca  de  aquella  nunca  firio 
hasta  el  dia  que  entro  en  canpo  con  Baalan 
su  hermano  e  lo  mato  por  desconocimiento. 
E  otrosí  fizo  Baalan  en  el  con  su  misma 
espada,  como  adelante  os  lo  contara  el  Se- 
gundo libro  del  santo  firial. 

Cap.  CCXIX. — De  las  marauillas  q^ie  hizo  el 
cauallero  de  las  dos  espadas  en  la  batalla. 

Assi  fue  la  batalla  en  el  canpo  de  Carabel ; 
e  fue  ay  muy  buen  cauallero  el  rey  Artur, 
ca  muchos  mato  e  llago  aquel  día  por  su 
mano,  e  bien  mostró  a  sus  enemigos  la  bon- 
dad de  su  espada  Escalíbor,  e  muchos  con- 
praron  caramente  el  su  bien  tajar,  ca  ante 
que  la  batalla  fuese  partida,  mato  e  ferio  por 
su  mano  mas  de  dozíentos  caualleros,  e  Quea 
su  mayordomo  lo  hizo  tan  bien  aquel  dia, 
que  gano  tan  buena  prez,  que  le  duro  tan- 
bien  buen  tienpo;  e  Oruís  de  Reynel,  que 
era  tan  buen  cauallero  mancebo,  lo  fazia 
otrosí  muy  bien,  mas  ningún  bien  que  el  ni 
otro  hiziesse  no  era  tan  loado  como  era  el 


cauallero  de  las  dos  espadas,  ca  aquel  fazia 
vnas  marauillas  atan  conoscidas  do  llegaua, 
que  todos  lo  tenían  por  marauílla,  e  no  de- 
zían  que  era  cauallero  mortal,  mas  alguna 
fantasma  o  algún  diablo  que  su  mala  ven- 
tura ay  auia  traydo;  y  el  rey  Artur,  quando 
le  vio,  miro  las  marauillas  que  hazia,  e  díxo 
que  aquel  que  no  era  cauallero  como  otro, 
mas  honbre  nascido  sobre  tierra  para  des- 
truyr  gente,  y  esto  díxo  el  a  Ctí flete  que  fue 
después  en  muchos  lugares  retraydo. 

Cap.  CCXX. — Co7no  Merlin  hablaua  con  el 
rey  Loe,  deteniéndole  por  que  no  fuesse  a 

la  batalla. 

E  assi  fue  la  batalla  comengada  e  mezcla- 
da de  la  vna  parte  y  de  la  otra,  e  Merlin  fue 
al  rey  Loe,  e  fallólo  que  se  guísaua  para 
venir  sobre  el  rey  Artur,  e  dixole:  «¡Ay  rey 
Loe!  tu  fueste  fasta  aqui  muy  leal  contra  tu 
señor;  e  agora  eres  tal  como  aquel  que  entra 
en  la  muerte  si  se  faze  a  fuera  de  bien  fazer; 
tu  fueste  fasta  aqui  muy  leal,  ¿e  agora  que 
eres  cerca  de  tu  muerte,  quieres  ser  tray- 
dor?  E  agora  cata  como  quieres  fazer  tan 
gran  traycion  como  fallecer  a  tu  señor  e  a 
tu  cuñado  e  tu  amigo;  ha  tan  gran  cuyta  de 
se  conbatir  por  ti  e  por  su  pueblo,  e  mete 
su  cuerpo  en  auentura  de  muerte  por  tirar  a 
tí  e  a  los  tuyos  de  seruidunbre  de  malas 
gentes  estrañas,  e  tu,  sobre  este  peligro,  le 
buscas  otro,  e  quieres  yr  sobre  el,  ca  allí  do 
el  es,  mete  el  cuerpo  por  te  defender  de  tus 
enemigos,  e  tu  guisas  de  lo  matar  a  tu  poder 
seyendo  tu  su  vassallo;  agora  cata  sí  es  esto 
traycion  e  gran  crueza».  El  rey  Loe  díxo: 
«Al  rey  sí  yo  lo  desamo,  no  es  marauílla,  ca 
el  fizo  agora  de  nueuo  la  mayor  traycion, 
que  nunca  rey  fizo  tan  gran  daño  a  los  ricos 
hombres  de  su  rey  no.  E  otrosí  que  a  mí  que 
me  tiro  vn  fijo  que  Dios  me  diera;  e  no  me 
duelo  porque  era  el  mas  poderoso  honbre  de 
su  reyno,  ni  porque  era  su  amigo  y  cuñado 
y  fijo  de  su  hermana;  agora  catad  sí  esta 
guerra  fue  mas  que  traycion».  «Agora,  díxo 
Merlin,  ¿pensays  que  tu  fijo  es  muerto?» 
«Si,  díxo  el,  ca  nunca  aura  comígo  amor; 
yo  lo  se  verdaderamente  que  lo  metió  sobre 
mar  con  los  otros  niños,  e  por  esto  nunca 
aura  comígo  amor  ni  paz ,  mas  guerra  en 
todos  los  días  de  mi  vida»;  y  Merlin  díxo: 
«Tuerto  fazes,  ca  no  sabes  que  tanta  es  tu 
vida,  e  no  deurias  dezír  cosa  sino  toda  ver- 
dad; e  ag:ra  sabe  verdaderamente  que  Mor- 
derec  es  bíuo,  y  si  desto  te  quisieres  dexar, 
yo  te  lo  mostrare  antes  de  dos  meses» .  «Esto 
no  creería  yo,  dixo  el  rey,  si  yo  no  lo  vics- 
se» .  «¿Pues  que  quieres  fazer?»  dixo  Merlin. 


80 


LIBROS  DE  caballerías 


Y  el  rey  dixo  que,  «si  Dios  no  lo  parte,  yo 
no  me  partiré  sin  batalla,  e  assi  me  venga- 
re si  la  muerte  no  me  lo  estoruare».  «Yo  te 
digo,  dixo  Mei'lin,  que  si  a  la  batalla  vas, 
que  seras  vencido  tu,  e  todos  los  mas  de  los 
tuyos  muertos:  e  bien  deuias  creerme  de  lo 
que  te  digo,  cíi  tu  sabes  por  verdad  que 
nunca  me  fallastes  en  mentira  de  cosa  que 
me  oyesses  dezir,  y  tu  te  fallaras  ende  mal 
si  no  me  crees  ^ .  Y  el  rey  dixo  que  no  dexa- 
ria  por  ninguna  cosa  de  tomar  venganca;  e 
Merlin  dixo:  <  Agora,  pues,  sabe  que  te  falla- 
ras ende  mal,  a  tal  hora  que  no  lo  podras 
mejorar»;  y,  en  quanto  el  Rey  hablaua  con 
Merlin,  dize  que  sus  hombres  se  otorgaron 
ay.  e  dezian:  «Señor,  fazed  lo  que  Merlin  os 
manda  e  vos  ruega,  ende  su  consejo  no  vos 
verna  mal  a  vos  ni  a  otro»;  e  Merlin  sania 
que  se  conbatia  el  rey  Artur  aquella  ora,  e 
que  si  el  rey  Loe  viniesso  aquel  tienpo,  que 
el  rey  Artur  seria  vencido,  e  detenia  al  rey 
Loe  en  palabras  quanto  podia,  ca  Merlin  no 
quería  de  plazo  sino  que  el  rey  Artur  ven- 
ciesse  a  los  del  rey  Rion,  ca  si  esta  lid  ven- 
ciesse,  bien  sania  que  consejo  anria  contra  el 
rey  Loe,  e  por  esto  lo  detuuo  quanto  pudo 
en  palabras  fasta  hora  de  tercia;  y  estonces 
fazia  el  su  encantamento,  ca  después  que 
supo  que  la  lid  era  vencida,  bien  quiso  que 
fuesse  el  rey  Loe,  por  que  muriesse  ante  que 
el  rey  Artur,  ca  bien  sabia  que  vno  dellos 
auia  de  morir  aquel  dia.  Y  después  de  hora 
de  tercia  ('),  vino  vn  honbre  al  rey  Loe,  que 
le  dixo:  «Señor,  nueuas  os  traygo  maraui- 
Uosas:  sabed  que  el  rey  Artur  %'encio  la  ba- 
talla contra  el  rey  Rion,  ca  nunca  vio  hon- 
bre tan  gran  mala  ventura,  ca  muchos  ay 
muertos  de  vna  parte  e  otra,  e  presos  de  la 
parte  del  rey  Rion  muchos  honbres  buenos». 
E  quando  el  rey  esto  oyó,  fue  espantado,  e 
miro  si  viera  a  Merlin,  que  le  tajaría  la 
cabeca  porque  lo  detuuiera.  Entonces  dixo 
a  sus  honbres:  «Merlin  nos  ha  muerto,  ca  si 
3'0  desde  oy  de  mañana  anduuiera,  desbara- 
tara al  rey  Artur  y  me  vengara,  e  agora  so 
mas  arredrado  que  nunca  fue,  e  jamas  en 
que  biua  no  le  terne  assi  como  oy  de  maña- 
na lo  tomara:  e  agora  no  se  que  haga,  ca  si 
a  el  vo,  fazerme  ha  como  a  enemigo  porque 
no  quise  anoche  cosa  fazer  por  el,  e,  si  me 
tornare  a  mi  tierra,  yra  sobre  mi  e  des- 
truyrme  ha»:  y  estonces  dixo  vn  cauallero, 
que  era  su  priuado  e  su  primo:  «Con  el  rey 
Artur  no  podremos  cosa  fazer  si  no  por  el 
espada,  e  agora  yd  seguramente,  ca  Dios 
vos  dará  la  honrra  de  la  batalla».  «E  vaya- 
mos, dixo  el  rey,  ca  no  me  quiero  del  partir 

(')  O  sea:  despaés  de  las  nueve  de  la  mañana. 


sin  batalla».  Y  estonce  pregunto  al  manda- 
dero: «Di,  ¿es  gran  gente  con  el  rey  Artur?» 
«Cierto,  dixo  el,  no,  e  los  mas  dellos  llaga- 
dos» «Pues  vayamos,  dixo  el  rey,  e  fazed 
todos  en  guisa  que  a  las  primeras  feridas 
ninguno  quede  en  silla» .  Y  ellos  dixeron  que 
assi  lo  farian,  pues  le  tanto  plazia;  y  estonce 
fizieron  sus  hazes,  e  fueron  contra  la  hueste 
del  rey  Artur. 

Cap.  CCXXI.  —  Como  el  rey  Loe  jjeleo  en 
batalla  con  el  rey  Artur,  e  el  rey  Peliii oí- 
mato  Oí  lid  al  rey  Loe. 

Después  que  fablo  Merlin  con  el  rey  Loe, 
tornóse  para  Artur,  e  fallólo  herido  en  mu- 
chos lugares  de  feridas  grandes  e  pequeñas, 
e  vio  que  se  desarmaua,  e  dixole:  «Rey,  no 
te  desarmes,  que  avn  tienes  que  fazer,  ca 
ves  al  rey  Loe  de  Oromia,  con  sus  ricos  on- 
bres  e  con  su  hueste,  viene  sobre  ti;  e  cata 
las  señas  en  aquella  montaña,  que  vienen 
quanto  pueden».  El  re\'  dixo:  «¡Ay  Dios,  e 
que  cuyta  tamaña!  Todo  este  mal  nos  viene 
por  nuestro  pecado,  e  pienso  que  los  honbres 
buenos  compraran  lo  que  yo  fize  contra 
Nuestro  Señor» .  E  quando  los  ricos  hombres 
esto  oyeron,  ouieron  del  gran  piedad  e  gran 
duelo  en  sus  cora9ones,  e  dixeron  al  rey: 
«Señor,  no  te  desconfortes,  e  caualga  segu- 
ramente, que  Dios  te  dará  honra, e  ellos  re- 
cebiran  deshonra» ;  estonce  dixo  vn  caualle- 
ro de  su  compaña,  aquel  que  luengamente 
anduuo  em  pos  de  la  bestia  ladradora  e  cuyo 
hijo  fue  Perseual,  según  este  cuento  lo  dirá 
después  (y  este  cauallero  fue  muy  bueno  en 
la  lid,  en  tal  manera  que  no  fue  ay  otro  tal, 
sino  tan  solamente  el  cauallero  de  las  dos 
espadas  e  su  hermano),  y  el  cauallero  dixo 
al  rey:  «Señor,  vuestra  merced  que  nos 
también  seguredes,  e  sabed  que  mi  hazienda 
es  en  vos  e  en  los  otros  buenos  caualleros;  e 
si  todos  fuessen  lales  como  vos,  poco  dura- 
rían» ;  y  el  rey  dixo:  «Agora  vos  ruego  que 
me  digades  quien  soys,  ca  vos  no  conozco 
por  razón  de  las  armas» .  Y  el  cauallero  dixo: 
«No  vos  lo  encobrire;  sabed  que  yo  soy  aquel 
cauallero  que  vos  vistes  seguir  la  bestia  dese- 
mej,ada,  e  por  gran  bondad  que  en  vos  vi, 
vos  vine  ayudar,  ca  no  por  tierra  que  de  vos 
tengo;  esto  sabedes  vos  bien» ;  e  el  rey  dixo: 
«Vos  la  ternedes  quando  quisierdes,  ca  mu- 
cho lo  merecedes  bien».  E  desi  mouieron 
sus  hazes  contra  la  hueste  del  rej  Loe,  c 
allí  podríades  ver,  al  juntar  de  las  hazes, 
muchos  caualleros  derribar,  ca  muchos  auia 
de  buenos  honbres  de  la  vna  parte  e  de  la 
otra,  que  bien  mil  ay  muertos,  e  esta  lid  fue 
tan  dura  e  tan  braua  comencada,  que  desde 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIX 


87 


hora  de  tercia  duro  fasta  hora  de  bisperas  ('): 
e  si  el  rey  Loe  fuera  tan  buen  cauallero  como 
eran  sus  gentes,  fueran  desbaratados;  mas 
tanto  era  lo  que  el  rey  Loo  sufria  empero  de 
la  batalla,  e  los  fazia  tornar  y  esforoar  a  los 
suyos,  assi  que  quantos  lo  véyan  se  mara- 
uillauan  como  lo  podía  sofrir.  T  el  comen- 
Qaua  todas  las  proezas,  dar  los  golpes  tan 
grandes,  que  no  auia  a  y  tal  que  no  ouiesse 
gran  pauor;  e  quando  el  rey  Artur  tío  las 
marauillas  que  hazia  el  rey  Loe,  dixo:  «¡Ay 
Dios,  que  cuyta  e  que  daño  que  tal  hombre 
como  este  erro  tan  mal,  que  tanta  es  su  bon- 
dad que  deuía  ser  enperador  del  mundo!» 
E  el  rey  Loe,  que  no  miraua  sino  como  po- 
dría matar  a  Artur,  puso  mano  a  la  espada, 
e  fue  a  do  lo  vido  estar  en  vna  espessura,  e 
el  rey  Artur,  que  estonce  no  estaua  en  guisa 
para  lo  rescebir,  cobro  el  freno  y  escudóse 
del  golpe,  y  el  rey  Loe  lo  erro,  e  firio  al 
cauallo  por  el  argón  tan  brauamente,  que  lo 
tajo  por  medio  de  las  espaldas,  y  el  cauallo 
cayo  muerto,  y  el  rey  Artur  cayo  ante  el;  y 
el  cauallero  de  la  desemejada  bestia,  que 
estaua  cabe  el  rey  Artur,  quando  lo  vio  assi 
caer,  cuydo  que  era  muerto,  ouo  gran  pesar. 
e  dixo  que  era  gran  daño,  ca  nunca  los  de 
Londres  cobrarían  tal  señor,  e  que  lo  ven- 
garía si  pudiesse.  Y  estonce  fue  ferir  al  reí 
Loe,  que  le  no  recelo.  Y  el  cauallero  lo  firio 
tan  de  rezio,  que  el  yelmo  ni  la  loriga  de 
fierro  no  le  pudo  guarescer  que  todo  no  fen- 
diesse  fasta  en  las  espaldas,  e  cayo  luego 
muerto  en  tierra.  E  quando  los  de  Orcania 
esto  vieron ,  fueron  espantados  e  que  se  no 
supieron  consejar,  ca  veyan  muerto  aquel  en 
que  toda  su  esperaní.-a  era  de  vencer  aquella 
batalla,  si  vencida  ouiesse  de  ser;  e  quando 
los  caualleros  del  rey  Artur  vieron  aquel 
muerto  que  les  tanto  mal  hazia,  esforoaron- 
se  correr  a  los  de  Ortania,  e  derriliaron,  e 
mataron,  e  llagaron  ende  los  mas;  y  ellos 
fueron  tan  espantados,  que  dexaron  el  can- 
po,  e  comenoaron  a  fuir  por  guarescer  si 
pudiessen,  e  los  otros  yuan  em  jios  dellos, 
que  los  desamauan  mortalmente;  e  mataron 
dellos  tanto,  que  el  campo  era  cubierto  de 
muertos;  e  assi  fueron  desbaratados  los  de 
Ortania.  E  aquel  día  recibieron  verguenr-a, 
que  para  siempre  les  fue  retrayda,  como 
fueron  vencidos  en  canpo  do  fueron  contra 

(')  O  sea:  desde  las  nueve  de  la  mañana  hasta  po- 
nerse el  sol. 

La  hora  áe  prima  era  á  las  seis  de  la  mañana;  la  de 
tercia,  á  las  nueve;  la  de  sexta,  á  las  doce;  la  de  nona, 
á  las  tres  de  la  tarde;  las  rigjieras,  hasta  ponerse  el 
sol. 

Según  la  costumbre  canónica,  después  délas  víspe- 
ras venían  las  completas.  El  oficio  divino  empieza  por 
los  maitines,  que  suelen  cantarse  á  media  noche. 


SU  señor  natural;  y  en  tal  guisa  mato  el  rey 
Pelinor  de  Galaz  al  rey  Loe  de  Ortania,  por 
que  Oaluan  su  hijo,  quando  fue  cauallero, 
desamo  mortalmente  al  rey  Pelinor.  E  de 
aquel  linaje  mato  sus  hijos:  La  Morante, 
Dreyanes  e  Agraual,  mas  este  Agraual  mato 
en  la  demanda  del  sancto  Orial,  como  el 
cuento  lo  dirá  después. 

Cap.  CCXXII. — De  como  el  rey  Artur  hizo 
enterrar  al  rey  Loe  e  a  los  otros  que  mii- 
Heron  en  la  lid. 

Acaescio  desta  manera  que  todos  los  de 
Ortania  fueron  muertos  e  presos;  el  rey  Ar- 
tur mando  tomar  todos  los  suyos,  e  mandó- 
los todos  echar  en  vna  cueua  muy  honda,  e 
fizo  de  suso  vna  yglesia,  en  que  cantassen 
síenpre  missas  por  sus  animas;  mas  por  to- 
dos los  otros  cuerpos  no  dio  cosa,  mas  fizo 
que  los  soterrasen  por  essos  llanos,  e  por  los 
montes  do  se  hazian  en  la  lid  del  rey  Rion, 
aniño  que  los  doze  reyes  a  quel  rey  Rion 
conquiriera,  fueron  todos  mtiertos,  y  el  i'ey 
Artur  fizo  leuar  todos  los  cuerpos  dellos  a 
Camaloc,  e  fizólos  meter  en  vna  yglesia  de 
Sant  Agostin,  e  fizo  scriuir  sobre  cada  vno  de- 
llos su  nombre,  e  al  rey  Loe,  porque  lo 
amara,  fizólo  meter  en  medio  de  la  cibdad, 
en  vn  monumento  muy  fermoso  e  muy  rico, 
e  fizo  fazer  por  onra  del  en  aquel  lugar  vna 
yglesia,  que  fue  después  muy  honrrada,  e 
sera  mientra  durare  el  mundo,  e  púsole 
nonbre  la  yglesia  de  Sant  Juan. 

Cap.  CCXXUL — Como  Galuan  hazia  duelo 
por  el  rey  su  padre,  e  de  las  razones  que 
dixo. 

Otro  dia,  la  reyna  su  mujer  e  sus  quatro 
fijos,  que  eran  muy  fermosos  niños,  vinie- 
ron al  enterramiento  del  rey,  e  fue  ay  fecho 
gran  duelo;  e  el  rey  Vrian  vino  ay,  e  su 
muger  Morgayna,  que  andaua  aun  por  auer 
fijo.  Y  esta  Morgayna  era  muy  maliciosa,  e 
sabia  mucho  engaño  e  otro  mal;  e  quando  el 
rey  Loe  fue  sepultado,  Galuan,  su  hijo  ma- 
yor, era  muy  fermoso  niño,  que  no  liauia 
entonce  mas  de  onze  años,  e  fizo  tan  gran 
duelo  por  su  padre,  que  todos  los  que  lo  vían 
auían  del  piedad,  e  desque  fizo  su  duelo,  que 
hombre  de  hedad  no  podía  mayor  fazer  ni 
mas  puesto,  dixo  vna  palabra  que  bien  fue 
oyda.  Después  no  se  oluido,  e  la  palabra  tal 
fue:  «¡Ay  Dios,  señor!  ¡como  me  fizo  gran 
daño  de  gran  duelo  sabidor  el  rey  Pelinor, 
que  vos  mato,  e  mucho  abaxo  vuestro  linaje 
e  torno  en  pobreza  por  vuestra  muerte,  y  el 


88 


LIBROS  DE  caballerías 


reyno  de  Londres  ende  menguado,  mas  que 
no  fara  de  los  mejores  siete  reyes  que  ay 
han.  e  ya  no  plega  a  Dios,  señor,  que  yo  haga 
caualleria  que  sea  loada  fasta  que  yo  tome 
vengan<?a  como  es  derecho,  que  mate  rey 
por  rey!»:  y  desta  palabra  se  marauillaron 
quantos  la  oyeron,  ca  mucho  era  grande 
para  dezir  tamaño  niño.  Muchos  ouo  ay  que 
dixeron:  «Avn  este  vengara  a  su  padre»,  e 
assi  fue,  que  después  mato  por  ende  al  rey 
Pelinor  e  a  tres  fijos  suyos. 


Cap.  CCXXrV. — Como  el  rey  Artur  liixo  fn- 
xer  ymagines  a  su  semejanra  e  de  los  trcxc 
reyes  que  el  matara  en  la  batalla. 

El  rey  Artur  era  muy  alegre  de  aquel 
bien  que  les  Dios  hizyera.  e  dixo  que  haria 
las  ochauas  de  aquella  victoria  grande;  e 
mando  hazer  ymagines  de  metal,  e  doraron- 
las  muy  bien,  e  cada  vn  rey  auia  en  su  ca- 
bera vna  corona  de  oro,  e  su  nombre  escrip- 
to  en  el  pecho;  e  desi  mando  hazer  vna  yma- 
gen  en  forma  del  rey  Loe  que  le  páresela;  e 
desi  hizo  hazer  vna  ymagen,  mejor  que  to- 
das las  otras,  a  su  semejanoa,  e  fizo  que  los 
treze  reyes  touiessen  sendos  candeleros  en 
las  manos:  y  el  rey  Artur  tenia  en  la  mano 
vna  espada  desnuda,  que  parecía  que  ame- 
nafaua  a  los  otros  treze.  Y  desque  esto  fue 
fecho,  fizóles  poner  en  la  mayor  torre  de  su 
alcacar,  assi  que  todos  los  de  la  cibdad  los 
veyan  bien;  e  cada  vno  de  los  treze  reyes 
tenia  vna  gruessa  candela  en  la  mano,  y  en 
medio  de  todos  estaua  la  del  rey  Artur,  y 
ellos  yrguian  las  cabcí^as  assi  como  si  le  pi- 
diessen  merced  de  algún  yerro;  y  pues  que 
todo  esto  fue  fecho,  comentaron  su  fiesta, 
que  les  duro  ocho  dias:  mas  en  el  primero 
dia  dixo  el  rey  Artur  a  Merlin,  que  estaua 
cabel:  <' Mucho  me  paresce  esta  obra  buena, 
si  estas  candelas  para  sienpre  durassen». 
«Cierto,  dixo  Merlin,  ¡yo  os  las  liare  durar 
mas  que  vos  cuydades ! »  ;  estonce  hizo  su 
encantamento,  e  después  dixo  al  rey:  «Ago- 
ra sabed  que  estas  candelas  no  morirán  fas- 
ta aquel  dia  que  el  alma  se  me  partiere  del 
cuerpo,  y  en  aquel  tiempo  que  ellas  murie- 
ren, auernan  dos  marauillas  en  esta  tierra. 
Ca  yo  seré  muerto  por  engaño  de  muger,  y 
el  cauallero  de  las  dos  espadas  dará  el  dolo- 
roso golpe  contra  defendimiento  de  Nuestro 
Señor,  por  que  las  auenturas  del  sancto  Grial 
auernan  a  menudo  en  el  rej^no  de  Londres,  y 
estonce  comentaran  las  cuytas  e  las  tenpes- 
tades  contra  la  Gran  Bretaña,  assi  que  todos 
serán  ende  espantados,  e  durare  esto  veynte 
e  dos  años:» . 


Cap.  CCXXV. —  Como  Merlin  dixo  al  rey 
Artur  que  no  vioririan  las  candelas  fasta 
que  el  muriesse. 

Dixo  a  Merlin  el  rey:  «¿Por  esto  puedo  yo 
entender  vuestra  muerte  y  el  dia  en  que  ha 
de  ser'?»;  e  Merlin  dixo:  «Yerdad  es,  e  otrosi 
vereys  el  dia  en  que  las  venturas  vernan 
primero,  ca  estonce  morirán  estas  candelas. 
y  esto  sera  a  hora  de  medio  dia,  e  verna  es- 
tonces vna  escuridad  grande  por  toda  la 
tierra,  que  ninguno  no  podra  ver  nada,  e 
aquella  hora  yreys  a  ca^a,  e  decendiredes 
cabe  vna  fuente  por  matar  vna  bestia,  y  es- 
tonce verna  la  escuridad  tan  grande^  que  no 
sabredes  parte  de  vuestra  bestia,  e  bien  vos 
digo  que  auredes  muy  gran  miedo» ;  y  el  rey 
marauillose,  e  dixole:  «Merlin,  ¿vos  me  po- 
deys  bien  dezir  quando  sera  esto?»  «Por 
buena  fe,  dixo  Merlin,  esto  no  sabredes  vos 
ni  otro» ;  y  estonce  se  dexo  el  rey  de  le  pre- 
guntar, e  hablóle  en  al,  e  dixole:  «Dezidme 
do  se  fueron  el  rey  Pelinor  e  los  dos  herma- 
nos que  tan  buenos  fueron  en  las  batallas  y 
en  los  hechos;  [hize]  buscar  lueñe  y  cerca,  e 
no  los  han  podido  fallar,  ca  fizieron  tanto  por 
mi,  ca  nunca  aure  plazer  fasta',que  les  de  ende 
algún  galardón».  «Yo  vos  digo,  dixo  Merlin, 
que  los  dos  hermanos  nuncív  los  veredes  en  vno 
tan  ayna  como  pensays,  e  quando  los  vierdes 
no  os  plazera  cosa,  ca  vos  faran  pesar  por 
desconocer»;  y  esto  dezia  Merlin  porque  se 
mataran  ambos  por  desconoscimiento. 

Cap.  CCXXYI. —  De  como  Merlin  dixo  al 
rey  Artur  que  guardassr  la  vayna  del  es- 
pada. 

Mucho  fablaron  aquel  dia  de  muchas  co- 
sas, assi  que  Merlin  dixo  al  rey  Artur:  «Yo 
no  estare  aqui  mucho,  mas  vna  cosa  vos 
diré,  y  creedme,  si  soys  sesudo:  que  la  vaj--- 
na  de  vuestra  espada,  que  la  guardedes  bien. 
Ca  yo  os  digo  que  nunca  tal  hallaredes  si  la 
perdedes,  ni  la  metays  en  mano  de  ninguno 
sinoen aquel  en  quien  fiedes  mucho,  ca  si  vos 
la  conociere,  nunca  mas  la  aureys,  e  bien 
vistes  en  las  lides  quanto  valia  la  vayna,  ca 
vos  fuestes  en  la  batalla  llagado  de  muchas 
llagas,  e  nunca  perdistes  gota  de  sangre»;  e 
el  rey  dixo:  «Yo  la  guardare  a  mi  poder» . 

Cap.    CCXXVII.  —  Coino   Merlin    se   ena- 
moro de  Gayna  ('),  y  ella  lo  desecho  de  si. 

Hizo  el  rey  Rion  aquel  dia  omenaje  al  rey 
Artur,  e  fizo  reyes  por  todas  las  tierras  onde 
eran  reyes  aquellos  que  morieran  en  la  lid; 

(')  Morgayna. 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


89 


e  aquel  clia  hablaron  mucho  los  vuos  e  los 
otros  de  muchas  cosas,  e  de  las  candelas  que 
assi  ardían,  e  quando  Morgayna  lo  supo  que 
Merlin  liiziera  este  encantamento,  pensó  de 
lo  conoscer,  e  que  aprendería  tanto  del  que 
podría  fazer  vna  píeca  de  lo  qué  quísiesse,  j 
entonce  se  conoscio  con  Merlin,  e  rogóle  que 
le  enseñasse  de  lo  que  sabia  e  quel  faría 
pleyto  que  faría  por  el  lo  que  quísiesse;  e 
Merlín,  que  la  vio  muy  hermosa  a  maraui- 
11a,  comentóla  a  querer  muy  bien,  e  dixole: 
«Señora,  no  vos  lo  encobrire,  e  yo  vos  amo 
tanto,  que  no  ha  cosa  en  el  mundo  que  me 
demandedes  que  yo  por  vos  no  haga».  «Mu- 
chas mercedes,  dixo  ella,  y  esto  quiero  yo 
prouar  luego;  agora  os  ruego  que  me  ense- 
ñedes  tanto  de  encantamiento,  que  no  aya 
muger  en  esta  tierra  que  mas  sepa  que  yo» . 
Merlín  dixo  que  esto  faría  el  bien,  e  mostró- 
le onde  tanto  en  poco  tienpo,  que  supo  gran 
piega  de  lo  que  desseaua  saber,  ca  ella  era 
muy  sotíl  y  enseñosa,  e  codiciosa  de  apren- 
der, e  auia  muy  gran  sabor  de  ciencia  de 
nigromancía;  e  quando  el  vino  el  tiempo  de 
auer  su  hijo,  ouo  un  hijo  varón,  a  quien  lla- 
maron en  baptismo  Juan,  e  fue  después  buen 
cauallero  nombrado,  e  de  gran  bondad,  e  de 
tantos  hechos,  e  desque  aprendió  tanto  de 
nigromancía,  quando  quiso  alongó  a  Merlín 
después,  porque  vio  quel  amana  de  fol  amor, 
e  dixole  que  le  haría  morir  sí  mas  víniesse 
a  lugar  do  ella  fuesse,  e  quando  Merlín  esto 
oyó,  ouo  muy  gran  pesar,  ca  la  quería  mas 
que  a  otra  cosa,  e  por  amor  del  rey  Artur 
que  amaua  partióse  presto  ende. 

Cap.  CCXXYIIL — De  romo  Morgayna  pro- 
metió a.  su  amigo  que  le  daria  la  espada 
Escal'ihor, 

En  el  reyno  auia  un  cauallero  bien  fer- 
moso  e  muy  apuesto  en  armas,  e  amaua 
mucho  a  Morgayna,  e  ella  a  el,  e  tanto  an- 
duuieron  en  su  amor,  que  dormieron  en  vno; 
e  ella  lo  amaua  sobre  todos  los  hombres  del 
mundo;  y  ella  estaua  en  casa  del  rey^  e  pa- 
raua  mientes  en  su  hazienda,  e  mantenía  la 
casa,  porque  el  rey  no  tenia  muger,  e  fiaua 
della  mas  que  de  cosa  del  mundo,  e  por  gran 
fiuzia  que  en  ella  auia,  díole  guardar  la  es- 
pada, e  dixole:  «Guárdamela  bien,  e  mejor 
me  guarda  la  vayna,  ca  es  el  guarní  mentó 
del  mundo  que  yo  mas  quiero  e  mas  precio» ; 
e  quando  ella  esto  oyó,  espantóse,  e  díxolo  al 
cauallero  que  amaua,  e  el  le  rogo  que  pre- 
guntasse  al  rey  por  que  la  quería  tanto;  ella 
dixo  que  lo  haría;  e  vn  día  pregunto  al  rey 
que  por  que  quería  tanto  aquella  vayna,  e  el 
rey,  que  muclio  quería  a  su  hermana,  le 


contó  la  verdad  de  todo,  y  ella  dixo:  «Por 
buena  fe,  ella  ya  no  entrara  en  mano  saino 
de  la  vuestra,  desde  oy  la  guardare  mejor 
que  ante»;  e  aquella  noclie  vino  su  amigo  a 
olla,  e  contole  todo  lo  que  el  rey  le  dixera  de 
la  vayna.  «Por  Dios,  dixo  el,  pues  en  ella 
ay  tan  gran  virtud,  quiérela  yo  auer»;  e  ella 
dixo:  «Assi  quiero  yo,  mas  esperad  fasta  que 
faga  fazer  otra  que  le  parezca,  ca  si  me  la  el 
rey  pidiesse  e  se  la  no  diesse,  o  otra  que  le 
pareciesse,  matarme  ya»;  y  el  dixo:  «Pues 
agora  catad  que  hazeys,  ca  nunca  seré  ale- 
gre fasta  que  la  aya  en  mi  poder». 

Cap.  CCXXIX. —  Cbwo  Morgayna  dio  la  es- 
pada a  su  amigo,  e  fue  engañado  ron  ella. 

Sabed,  pues,  que  embío  Morgayna  por  vno 
que  era  maestro  de  las  obras,  e  mostróle  la 
vayna,  e  dixole  que  le  fiziesse  otra  tal,  y  el 
maestro  dixo  que  la  haría,  en  tal  que  touies- 
se  la  otra  delante,  e  Morgayna  lo  metió  en 
su  cámara,  por  que  no  se  perdiesse  la  vayna, 
e  hizo  otra  tal,  que  tanto  se  páresela,  que 
no  auia  hombre  que  la  supíesse  conoscer 
qual  era  la  vna  ni  la  otra.  E  quando  Mor- 
gayna vio  que  se  tan  bien  parescian,  ouo 
miedo  que  lo  descobríria  el  maestro  que  la 
fiziera;  mandóle  cortar  la  cabega  e  echarla 
en  la  mar;  estonce  embío  por  su  amigo,  y 
ellos  estando  ambos  catando  la  vayna,  vino 
el  rey  Artur  de  su  caga,  y  ellos  ouieron 
miedo  que  si  el  rey  assi  los  fallasse  solos, 
que  pensaría  alfíun  mal,  e  fuyeron  cada  vno 
dellos  a  su  parte,  e  dexaron  las  vaynas  en 
vn  lecho  vna  sobre  otra,  e  la  espada  en  vn 
alfamar.  El  rey  se  fue  a  su  cámara,  e  fallo 
a  Morgayna,  y  estouo  vn  poco  con  el,  e  tor- 
nóse a  su  lecho  onde  se  partiera,  e  cato  las 
vaynas,  e  no  las  pudo  conoscer  cada  vna 
qual  era,  ca  se  parescian  mucho,  e  fue  es- 
pantado, e  auino  como  Dios  quiso,  e  tomo  la 
vayna,  e  metió  ay  la  espada,  mas  no  cuy- 
daua  ella  assi,  e  dio  la  otra  a  su  amigo  y 
pensó  que  era  la  mejor;  e  aniñóle  assi  que 
aquella  mesma  semana  se  conbatio  con  vn 
cauallero  e  fue  mal  ferido,  e  la  vayna  en  que 
se  fiaua  no  le  valió  cosa,  que  tanta  sangre  le 
salió  que  apenas  se  podía  tener  en  la  silla, 
e  por  ende  cuydo  que  Morgayna  se  la  cam- 
biara adrede,  e  dixo  que  se  vengaría  della; 
e  fuesse  a  su  posada  e  curo  de  sus  feridas. 

Cap.  CCXXX. — De  romo  el  amigo  de  Mor- 
gayna dixo  al  rey  Artur  que  su  herma7ia 
lo  desaniaua. 

Vn  día  auino  que  el  rey  fue  a  caga  e 
aquel  cauallero  pensó  de  lo  aguardar,  e  aui- 


90 


LIBROS  DE  caballerías 


nole  assi  que  se  desarredro  de  su  compaña 
fuera  aquel  cauallero,  e  pues  caco  quanto  se 
pago,  tornóse,  e  vínose  fa blando  con  aquel 
cauallero  de  muchas  cosas,  assi  que  el  caua- 
Uero  le  dixo:  «Señor,  dezirvos  he  vna  cosa, 
sino  que  he  pauor.  e  sabed  que  lo  no  digo 
sino  por  vuestra  pro» ;  y  el  rey  dixo:  «Dezid. 
ca  vos  no  verna  ende  mal.  mas  gran  bien  si 
veo  que  es  mi  pro».  Y  el  cauallero  dixo:  «Se- 
ñor, pidovos  de  merced  de  vna  cosa  que  qui- 
siera fazer  a  vuestro  daño,  e  dezirvos  he  qual. 
Sabed  que  Morga^Tia  vos  desama,  e  no  se  por 
que,  mas  tanto  mortalmente  vos  desama,  que 
vos  busca  muerte,  e  por  ende  enbio  el  otro 
dia  por  my,  e  hizome  jurar  qiie  hiziesse 
lo  que  ella  me  mandasse,  e  después  que  lo 
jure,  dixo:  «Quiero  que  me  venguedes  de 
Artur,  que  me  mato  a  mi  sobrino  e  a  mi 
cuñado,  e  quiero  que  lo  mates  por  ende» ;  e 
yo  dixele:  ^Señora,  esto  no  podría  yo  hazer, 
ca  he  miedo  que  me  mate  el»;  e  dixo  ella: 
•  Desto  no  hayas  miedo,  ca  yo  te  daré  vn  tal 
guarnimiento  que ,  mientra  lo  truxeres,  no 
perderás  vna  gota  de  sangre  ni  recibirás  fe- 
rida  mortal.  Estonce  me  dio  vna  vayna  de 
vna  espada,  e  dixome  que  aijuella  auía  tal 
virtud,  que  me  haría  rico  para  sienpre  si  os 
matasse;  mas  yo  no  lo  quise  fazer,  porque  so 
vuestro  natural,  e  porque  no  he  derecho  en 
vuestro  mal  querer,  e  por  esto  vos  descobrí 
esto  hecho,  e  ruego  vos  que  os  guardedes 
della» . 

Cap.  CCXXXI. —  Como  Merlin.  dixo  n  Mor- 
gayiia  que  el  rey  la  mataría  si  la  kallasse 
allí. 

El  rey,  quando  esto  oyó,  santiguóse  por 
la  marauilla  que  ende  oyó,  e  dixole  que  le 
mostrasse  la  vayna,  y  el  cauallero  se  la  mos- 
tró, 6  el  rey  la  tono  por  la  suya  verdadera- 
mente, e  dixo  al  cauallero:  «Dádmela,  e  yo 
me  vengare  de  la  gran  traycion»;  y  el  caua- 
llero se  la  dio,  que  cuydo  que  fiziera  bien  su 
hazienda,  e  el  rey  se  torno  para  do  dexara  a 
su  hermana;  mas  Merlin,  que  por  ciencia 
sabia  quanto  dixera  el  cauallero  al  rey,  e 
porque  vio  que  el  rey  yua  tan  sañudo,  e  vio 
que  mataría  a  Morgaj^na  si  otro  consejo  no 
ouiesse  ay,  fue  a  ella,  e  dixole  todo  el  con- 
sejo del  rey  e  del  cauallero,  e  esta  guarda 
le  fizo  porque  le  amaua  mas  que  a  otra  cosa, 
e  no  paro  mientes  como  le  partiera  después 
tan  abiltadamente.  E  quando  ella  esto  oyó, 
ouo  muy  gran  miedo,  e  hinco  los  ynojos  ante 
Merlin,  e  dixo:  «Aued  de  mi  merced  e  ayú- 
dame, sí  no,  muerta  soy,  e  bien  sabes  tu  que 
yo  nunca  aquello  dixe  al  cauallero».  «E 
¿como  vos  podría  yo  a^nidar?»,  dixo  Merlin. 


«Esto  vos  diré  yo,  dixo  ella;  tu  quedaras 
aquí,  eyo  sobire  en  mi  palafrén,  e  salírme  he 
fuera  de  la  villa,  e  fare  infinta  que  me  quie- 
ro yr,  e  quando  el  rey  viniere  e  preguntare 
por  mi,  dile  que  me  furtaron  la  vayna  del 
espada  e  que  me  fue  con  miedo;  e  sí  assi 
esto  dizes,  yo  aure  amor  del  rey,  e  el  caua- 
llero sera  escarnido»;  e  Merlin  dixo:  «Yo  lo 
haré  por  vuestro  amor -> :  e  Morgayna  escon- 
dió la  vayna  que  tenia  que  la  no  pudíesse 
hallar  el  rey,  e  después  caualgo,  e  fuesse. 
A  cabo  de  vn  poco  llego  el  rey,  e  pregunto 
por  su  hermana,  e  Merlin  le  dixo:  «Señor, 
mal  le  va,  ca  huyo,  e  fuesse  para  su  rey  no». 
«E  ¿porque?»  dixo  el  rey:  «Señor,  dixo  Mer- 
lin, porque  le  furtaron  la  vayna  que  le  dis- 
tes a  guardar,  e  huyo  por  miedo  de  vos» . 

Cap.  CCXXXII.  —  De  como   el  rey  Artur 
mato  al  amigo  de  Morgayna. 

Quando  el  rey  esto  oyó,  luego  pensó  de  al 
de  lo  que  ante  pensaua,  ca  bien  pensó  que 
el  cauallero  furtara  la  vayna,  e  que  dixera 
aquello  por  algún  desamor  que  auía  a  su  her- 
mana; y  estonce  cato  al  cauallero  muy  sañu- 
damente, e  dixo:  «A  pocas  ouiera  a  hazer  la 
mayor  desmesura  que  nunca  rey  hizo,  ca 
ouiera  de  matar  a  mi  hermana  por  vuestra 
mésela» ;  y  estonce  metió  mano  a  la  espada , 
e  dixo:  «Yodes  aquí  el  galardón  de  vuestra 
mentira» ;  e  díole  tal  golpe,  que  le  echo  la 
cabera  a  lueñe,  e  dixo  a  Merlin:  «¿Do  cuy- 
dades  que  hallare  a  mi  hermana?»  Y  el  dixo 
donde  estaua,  y  el  enbio  luego  por  ella,  e 
falláronla  en  vn  monesterio  de  dueñas,  e 
quando  ella  vino  al  rey,  díole  el  la  vayna, 
e  dixole:  «Guardádmela  mejor  que  la  otra 
vez  guardastes,  ca  por  gran  ventura  la  oue, 
e  si  vos  nqui  fallara,  caramente  la  compra- 
redes»;  y  el  dezíale  esto,  porque  cuydaua 
que  aquella  era  su  vayna,  la  que  le  diera 
con  el  espada.  Assi  hizo  Morgayna  paz  con 
su  hermano,  a  quien  buscaua  la  muerte 
quanto  podía,  mas  el  rey  no  entendió  que  le 
quería  su  mal,  e  por  ende  la  tenía  consigo. 

Cap.  CCXXXIIT. — De  como  Merlin  dixo  que 
Bandcmagus  seria  muerto  por  Galuan. 

Viuío  mucho  el  rey  Orian  con  el  rey  Ar- 
tur, por  amor  de  su  muger  que  le  regia  su 
casa,  e  porque  ella  era  sabidora  de  muchas 
cosas;  amánala  mucho  el  rey  Artur,  mas 
después  la  desamo  mortalmente,  e  con  dere- 
cho, ca  la  ouiera  de  fazer  matar;  e  después 
el  rey  Orian  auía  vn  sobrino  muy  hermoso,  e 
atreuído,  e  sesudo  por  ser  de  su  edad,  tanto 
que  todos  se  marauíllauan,  e  no  auía  niño  en 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


91 


el  rey  no  de  tan  buen  donayre,  y  era  de  edad 
de  diez  años;  y  el  rey  Orian  no  amana  cosa 
tanto  como  a  el,  e  nombrauase  Bandemagus, 
e  amana  mas  conpaña  de  Galuan  e  de  Grarie- 
te  que  otro,  e  auia  sobre  Graluan  seys  años; 
e  aniño  assi  que  sernia  antel  rey,  e  después 
que  ouo  comido  tomáronse  por  manos  todos 
tres,  e  yuan  assi  por  el  palacio,  e  Bandema- 
gus jnia  en  medio,  e  tenia  el  bra^o  diestro 
sobre  Galuan  y  el  siniestro  sobre  (rariete,  e 
l^assaron  ante  Merlin,  e  Merlin  dixo  como 
sañudo:  «¡Ay,  Bandemagus!  a  tu  diestro  es 
por  quien  te  perderás,  y  esto  sera  gran 
daño,  ca  en  tu  tienpo  no  morirá  mas  prin- 
cipe que  tu».  Esta  palabra  oyeron  muchos 
e  no  la  entendieron,  e  el  rey  le  rogo  que  la 
dixesse  otra  Tez ,  e  no  quiso;  e  dixeron  al 
rey  lo  que  dixera,  mas  nunca  entendió  aque- 
lla profecia  como  el  dixo,  ca  assi  fue,  que 
mato  Q-aluan  a  Bandemagus. 

Cap.  CCXXXrV.— C'o?»o  2IeHm  dixo  a  Na- 
hor  que  Morderee  lo  avia  de.  matar  con 
vna  lan^a. 

Todos  fablaron  mucho  en  la  corte  de  Ban- 
demagus, y  en  aquel  dia  vino  assi  que  Na- 
bor,  padre  de  Sagramor,  aquel  que  a  Morde- 
ree criaua,  seya  cabe  el  rey  Orian,  e  nenia 
aquel  dia  a  la  corte,  e  dixera  al  rey  Orian: 
«Señor,  mucho  deuedes  ser  alegre  en  tan 
buena  crianga  como  hezistes  en  Bandema- 
gus, e  cierto  yo  no  se  agora  en  esta  tierra 
con  que  tanto  deuiesse  aplazer,  e  agora  plu- 
guiesse  a  Dios  que  ouiesse  yo  otro  tal  fijo,  e 
si  Dios  me  ayudare,  yo  lo  amare  e  preciare 
mucho» .  «Si  Dios  me  uala.  dixo  el  vej  Orian, 
yo  lo  amo  tanto  como  si  fuesse  mi  hijo,  e 
amoló  mas  por  el  bien  que  en  el  veo  que 
por  el  linaje  que  comigo  hay».  Y  ellos 
diziendo  esto,  yrguiose  Merlin,  e  dixo  al 
padre  de  Sagramor:  «El  rey  Orian  puede 
ser  mas  alegre  de  su  crianza  que  vos  de  la 
vuestra;  ca  el  vera  su  crianga  yr  para  bien, 
e  vos  veredes  que  la  vuestra  vos  matara  con 
vna  langa,  y  el  vno'destos  dos  que  aqui  esta 
matara  al  otro;  e  assi  podredes  bien  dezir  que 
metistes  el  lobo  con  el  cordero,  ca  assi  como 
el  lobo  es  alegre  con  la  muerte  del  cordero, 
assi  sera  alegre  el  vno  con  la  muerte  del 
otro;  y  esto  sera  en  el  dia  que  la  mortal 
batalla  sera  en  los  llanos  de  Salabres,  quando 
la  noble  caualleria  del  reyno  de  Londres 
sera  muerta  destruyda» .  Desto  fueron  mara- 
uillados  quantos  lo  oyeron,  e  hablaron  ay 
mucho,  e  dixeronlo  al  rey,  y  el  rey  dixo: 
«Esta  es  de  las  profecías  de  Merlin»;  e 
mandola  escreuir  con  las  otras,  y  estonce 
dixo  el  rey  a  Merlin:    «Tanto  dezid  si  estas 


cosas  que  dezides  ante  mi  auernau  en  mi 
tiempo».  «Si,  dixo  Merlin,  verdaderamente, 
e  yo  no  digo  cosa  que  vos  no  veades  ante  de 
viiestra  muerte» .  «Mucho  me  ende  plaze» , 
dixo  el  rey. 

Cap.  CCXXXY. —  Co/ho  el  rey  Artur  rogo 
al  cauallero  de  las  dos  espadas  que  fuesse 
cu  pos  del  cauallero. 

Otro  dia,  a  hora  de  medio  dia,  aniño  que 
el  rey  fizo  armar  sus  tiendas  fuera  del  cas- 
tillo, en  vn  prado  sobre  el  camino,  e  sin- 
tióse ya  quanto  pesado  de  dolor,  e  acostóse 
en  su  lecho;  e  mando  cerrar  la  tienda,  e  que 
le  no  entra s?en  si  no  fuessen  simientes;  y 
el  assi  estando,  comengo  a  pensar  en  vna 
cosa  que  le  mucho  desplazia;  y  el  estando 
assi,  oyó  vn  gran  sonido  de  cauallo  que 
venia  por  el  camino,  e  leuantose  e  salió 
fuera  por  ver  que  era,  e  hallo  a  sus  siruien- 
tes  dormiendo;  e  vio  venir  de  fazia  el  cas- 
tillo de  Camaloc  vn  cauallero  armado,  que 
fazia  el  mayor  duelo  del  mundo,  e  dezia: 
«¡Ay  Dios!  ¿do  te  meresci  lo  que  me  con- 
niene  a  fazer,  tan  gran  mal  e  tan  gran  des- 
lealtad, ca  no  era  yo  vssado,  Señor,  de  fazer 
tan  gran  traycion»;  y  desque  esto  dixo,  co- 
mengo  a  fazer  su  duelo  mayor  que  ante, 
e  quando  al  rey  junto,  dixole:  «Cauallero, 
ruégeos  por  mesura  que  me  digades  por  que 
fazeys  este  duelo» .  «Señor,  dixo  el,  no  vos 
lo  diré,  ca  no  soys  poderoso  de  me  poner  ay 
consejo»;  e  después  fuesse,  que  le  no  dixo 
mas,  y  desto  ouo  el  rey  gran  pesar,  e  cato 
el  cauallero  mientra  lo  pudo  ver;  y  estando 
assi,  vio  venir  de  trauiesso  del  camino  el 
cauallero  de  las  dos  espadas,  el  hombre  del 
mundo  que  el  mas  preciaua,  e  venia  dere- 
chamente a  el,  e  quando  lo  el  rey  vio  venir 
fue  contra  el,  e  dixole:  «Amigo,  bien  ven- 
gados» ;  y  el  dicio  luego  que  conoció  al  rey, 
e  fue  muy  humildosamente  contra  el,  e 
dixole:  «Señor,  todo  mi  coragon  en  vos  es, 
para  os  hazer  seruicio  en  todas  las  cosas 
que  en  el  mundo  pudiere»;  y  el  rey  dixo: 
«Vos  me  lo  mostrastes  asaz  de  gran  bien  no 
ha  mucho,  mas  avn  vos  ruego  que  fagades 
por  mi  vna  cosa  que  vos  no  sera  muy  gra- 
ne» .  «Fazerla  he  yo  si  pudiere,  pues  me  lo 
vos  rogades»;  y  el  rey  dixo:  «Yo  vos  ruego 
que  vayades  em  pos  de  vn  cauallero  que  va 
por  aqui,  e  hazed  que  por  amor  o  por  al  que 
venga  a  mi;  sabed  que  lo  no  digo  por  su 
mal,  mas  porque  querría  saber  por  que  yua 
haziendo  tan  gran  duelo».  «Señor,  dixo  el 
cauallero,  muchas  mercedes  porque  esto  me 
mandastes,  e  yo  yre  muy  de  grado,  e  traer- 
vos  he  si  Dios  quiere» . 


92 


LIBROS  DE  caballerías 


Cap.  CCXXXVI. — De  romo  el  cauaUero  de 
las  dos  espadas  traya  al  otro  cauaUero  en 
su  guarda. 

Estonce  subió  en  su  canallo,  e  fuese  em 
pos  del  cauaUero,  assi  que  lo  alcanzo,  e 
traya  las  armas  e  las  coberturas  blancas;  y 
el  cauaUero  de  las  dos  espadas  se  aquexo 
tanto,  que  se  acerco  a  el  cabe  vna  montaña; 
y  estaua  con  el  vna  donzella,  que  le  dezia: 
<y.Por  que  fazeys  tal  duelo?»  E  deziale: 
«Creed  que,  avnque  os  esto  digo,  que  lo 
faria  yo  si  lo  vos  no  fiziessedes» .  Y  el  dixo: 
<  Yo  querría  passado  ha  diez  años  que  fuesse 
muerto,  ante  que  seguir  esta  auentura»;  y 
estonces  dixo  el  cauaUero  de  las  dos  espadas: 
«Dios  vos  saine» .  Y  el  le  dixo:  «Dios  vos 
bendiga,  amigo».  «Señor,  dixo  el  de  las 
espadas,  yo  vos  ruego,  por  Dios  e  por  honra 
de  caualleria,  que  tornedes  vn  poco  al  rey 
Artur,  que  embia  por  vos» ;  y  el  cauaUero 
dixo:  «Señor,  no  os  pese,  que  no  ha  cosa  en 
el  mundo  por  que  ay  pudiesse  tornar  esta 
vez;  e  por  Dios  vos  ruego  que  me  lo  no  ten- 
gay s  a  mal .  que  yo  lo  haria  si  pudiesse» .  Y 
el  de  las  dos  espadas  dixo:  «Ay,  señor,  no  lo 
digays  por  Dios,  ca  me  aueys  muerto  e  con- 
fondido;  ca  prometí  al  rey  que  os  no  dexaria 
en  toda  guisa^> ;  e  el  dixo  que  no  podia  ende 
tornar,  ca  si  tornassc  con  el,  que  le  vendría 
ende  muy  gran  mal.  El  de  las  dos  espadas 
le  dixo:  «Tornad,  si  no  luego  sereys  en  bata- 
lla, e  pesarme  ya  mucho,  si  Dios  me  ayude, 
ca  me  parecedes  hombre  bueno;  no  os  querría 
hazer  enojo».  «E  ¿como?  dixo  el,  ¿assi  me 
conuiene  conbatir  con  vos  si  no  tornare?» 
«Si,  sin  falta,  dixo  el  de  las  dos  espadas,  e 
pésame  mucho,  mas  afazer  me  conuiene,  ca 
lo  prometí  al  rey» .  «Por  buena  fe,  dixo  el 
otro,  mal  me  verna;  en  alguna  manera  con- 
uerna  dexar  esta  demanda  en  qué  entre,  e 
si  la  yo  dexare  ¿quien  sera  aquel  que  la 
tomara?»  «Yo,  dixo  el  de  las  dos  espadas,  que 
nunca  la  dexare  sino  por  muerte,  si  esto  me 
prometedes»;  y  estonce  dixo  el  cauaUero: 
«Yo  me  yre  con  vos,  mas  leuadme  a  saluo 
en  vuestra  guarda,  assi  que  si  me  ende  mal 
viniere,  que  la  culpa  sea  vuestra» ;  y  el  de 
las  dos  espadas  dixo  que  assi  lo  queria. 


Cap.  CCXXXYII.  —  C'oiiio  fue  muerto  el 
cauaUero  que  venia  en  guarda  del  de  las 
dos  espadas. 

Assi  torno  el  cauaUero  de  las  dos  espadas 
y  el  otro  con  el,  e  dixole;  «Yd  adelante,  ca 
yo  os  seguiré» :  e  fueron  assi  fasta  cerca  de 
las  tiendas  del  rey,  quanto  vna  echadura  de 


ballesta;  y  estonce  el  cauaUero  que  yua  em 
pos  del  otro  dio  grandes  bozes,  e  dixo:  «¡Ay! 
cauaUero  de  las  dos  espadas,  muerto  so;  la 
guarda  e  la  desonrra  es  vuestra,  y  el  daño 
es  mió» .  Estonce  miro  el  de  las  espadas,  e 
violo  en  tierra,  do  cayera  del  cauallo,  e 
dicio  presto,  e  violo  íerido  de  vna  lan9a  por 
medio  del  cuerpo,  assi  que  el  fierro  parecía 
de  la  otra  parte;  e  ouo  tan  gran  pesar,  que 
nunca  lo  ouo  hombre  ma3''or  de  cosa  que  le 
viníesse:  «¡Ay  Dios!,  escarnido  so  en  ser 
este  cauallero  assi  muerto  en  mi  guarda» .  Y 
el  cauallero  le  dixo  a  grande  afán:  «Señor 
cauallero,  muerto  so  e  la  culpa  es  vuestra; 
agora  os  conuerna  entrar  en  la  demanda 
que  yo  comencé.  Acabalda  a  todo  vuestro 
poder,  e  sobid  en  mi  cauallo,  que  es  mejor 
que  no  el  vuestro,  e  yd  em  pos  de  la  don- 
zella que  estaua  comigo,  y  ella  vos  mostrara 
donde  yo  auia  de  yr,  e  os  mostrara  aquel 
que  me  mato,  c  agora  parescera  como  me 
vengaredes».  E  diziendo  esto  fue  muerto; 
mas  el  rey  que  ay  vino  ante  que  muriesse, 
oyó  gran  pie^a  de  lo  que  dixera,  e  dixole  el 
de  las  dos  espadas:  «Señor,  escarnido  so 
que  tan  buen  hombre  como  vos  miirio  en  mi 
guarda;. .  «Cierto  [dixo]  el  rey,  nunca  tan 
gran  cosa  vi,  ca  lo  vi  ferir  e  no  vi  quien». 
Estonce  tomo  el  de  las  dos  espadas  la  langa 
con  que  firieran  al  cauallero,  e  sacóla  del,  e 
después  dixo  al  rey:  «Señor,  yo  me  vo,  y 
encomíendome  a  vos;  e  bien  os  digo  que 
nunca  aure  plazer  hasta  que  vengue  esta 
muerte  y  que  acabe  lo  que  el  comengo  a 
buscar»;  y  entonce  subió  en  el  cauallo  del 
muerto,  e  tomo  su  escudo,  e  fuesse  em  pos 
de  la  donzella,  y  el  rey  quedo  con  el  caua- 
llero muerto,  tan  espantado  que  no  po- 
dia mas. 


Cap.  CCXXXYIII.— 6'o;«o  Merlin  dezia  al 
rey  que  hiziesse  enterrar  al  cauallero  muerto. 

Mas  estando  el  rey  assi  mirando  al  caua- 
llero, vinieron  sus  ricos  hombres,  e  pregun- 
táronle quien  matara  aquel  cauallero.  y  el 
VQy  dixo  que  no  sabia;  y  estando  en  esto  ha- 
blando, vino  Merlin,  e  dixo  al  rey:  «No  te 
espantes  desta  ventura,  ca  ayna  auras  mu- 
chas más  marauillosas,  mas  faz  fazer  aqui  vn 
monimento  rico  e  muy  fermoso,  e  mete  den- 
tro al  cauallero,  e  faz  escrebir  sobre  el  mo- 
nimento: Af^UI  YAZE  EL  CAUALLERO  DESCONO- 
CIDO; e  sabed  que  aquel  dia  que  sabrás  su 
nombre,  aura  tan  grande  alegría  en  tu  corte, 
que  ante  ni  después  no  la  aura  ay  tan  gran- 
de, e  ante  no  lo  sabrás»;  y  el  rey  hizo  todo 
lo  que  Merlin  dixo. 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


93 


Cap.  CCXXXIX. — Ve  como  el  rey  ¡Jromcüo 
a  la  mnger  de  Ehron  el  follón  que  haría 
cauallero  a  Briiis  su  hijo. 

Pues  clize  el  cuento  que  jiues  el  rey  Ar- 
tur  tajo  la  cabefa  a  Ebron  el  follón  porque 
el  dixera  de  Morgayna  su  hermana,  e  cuj^- 
dando  que  se  lo  leuantara,  e  su  muger  de 
Ebron  vino  a  el,  e  dixole:  «Señor,  ruegoos 
que  la  tierra  que  mi  marido  tenia  de  vos, 
que  me  la  dexedes  tener  e  que  me  defendays 
con  ella  contra  quien  me  quisiere  fazer  mal»; 
y  el  rey  dixo:  «Pluzeme»,  e  otorgoselo.  «Se- 
ñor, dixo  ella,  muchas  mercedes;  mas  aun 
os  demando  al»;  e  dixo  el  rej'^:  xDezid  lo  que 
([uisierdes,  que  si  es  cosa  que  vos  yo  pueda 
dar,  auerla  heys».  «Yo  os  pido,  dixo  ella,  en 
galardón  de  todos  los  seruicios  que  vos  yo 
pudiere  fazer,  que  vn  fijo  que  yo  he,  bien 
fermoso  donzel,  que  me  lo  fagays  cauallero 
ante  que  de  aqui  vajeados,  ca  Dios  vos  dio  tan 
buena  gracia  e  tan  gran  bondad,  ca  me  pa- 
resce  que  no  podria  ser  cauallero  sino  por 
vuestra  mano  que  todauia  no  fuesse  bueno,  e 
por  esto  quiero  que  dedes  a  mi  fijo  la  honra 
de  la  caualleria,  ca  su  padre  era  atan  buen 
cauallero,  como  vos  sabedes,  que  no  podria 
el  fijo  errar  en  lo  ser». Y  el  rey  dixo:  «Bien 
puede  ser,  e  yo  quiero  fazer  lo  que  me  vos 
rogays».  «Muchas  mercedes,  dixo  ella,  e 
agora  emendastes  ya  quanto  de  la  gran  per- 
dida que  fezistes  de  mi  marido»;  y  estonce 
fizo  la  dueña  venir  a  su  fijo  antel  rey,  que 
auia  nombre  Brius  y  era  bien  fermoso  don- 
zel, pero  auia  el  gesto  brauo  como  su  padre. 
Y  el  rey  le  pregunto:  «¿Tu  quieres  ser  caua- 
llero?» «Señor,  dixo  el,  no  ha  cosa  en  todo 
el  mundo  onde  tan  gran  sabor  aya» .  «Tu  lo 
seras,  por  ruego  de  tu  madre,  dixo  el  rey,  e 
Dios  quiera  que  sea  en  ti  bien  empleada  la 
caualleria».  «Amen»,  dixo  la  madre. 

Cap.  CCXL.  —  De  como  el  reij  Artur  fho 
cauallero  a  Brius  sin  piadad. 

Y  aquella  noche  mando  el  rey  al  escudero 
tener  vigilia  en  vna  capilla  que  auia  ay;  e 
otro  dia  fizólo  el  rey  cauallero,  e  partióse 
dende  con  su  conpaña;  y  el  cauallero  nouel 
quedo  con  su  madre,  e  tanto  que  el  rey  de 
alli  partió,  hizo  Brius  vna  promesa  a  su  ma- 
dre, onde  mucho  pesar  e  daños  vino  a  mu- 
chas dueñas  e  donzellas;  y  el  prometió  que 
pues  su  padre  perdió  la  cabega  por  razón  de 
Morgayna,  que  jamas  nunca  hallaria  dueña 
ni  donzella  a  quien  no  fiziesse  quanto  mal 
pudiesse  el  fazer;  e  esta  promesa  touo  toda 
su  vida,  ca  muchas  buenas  dueñas  mato  el 
después  por  sus  manos,  e  las  desonrro.  Y''  si 


su  padre  fue  malo,  e  brauo,  e  de  gran  crue- 
za, no  fue  el  fijo  mejor,  mas  peor;  y  el  rey 
Artur  tornóse  a  Camaloc,  e  fallo  ay  al  rey 
Orian  e  Morgayna;  e  los  de  la  corte  eran 
muy  desconortados  porque  no  sabian  del  rey 
ningunas  nueuas,  e  muchos  hombres  buenos 
lo  fueron  a  buscar  a  muchas  partes,  mas 
quando  lo  vieron  venir,  fueron  muy  conorta- 
dos  y  alegres.  Y  el  les  contó  como  matara  a 
Ebron  el  follón,  e  todos  dixeron  que  bien  era 
fecho  del  rey,  e  fizieronlo  escreuir  en  el  libro 
de  las  auenturas,  que  en  aquel  tiempo  era 
comencado  de  nueuo,  y  los  caualleros  de  la 
Tabla  Redonda  auian  puesto,  por  mandado  de 
Merlin,  que  metiessen-  en  escrito  todas  las 
auenturas  e  cauallerias  que  en  aquel  tiempo 
auiniessen  en  la  (rran  Bretaña  en  tiempo  del 
rey  Artur. 

Cap.  COXLI. —  De  como  Bamlemagiis  fue 
preso  en  el  castillo  de  su  padre  de  Orian. 

Quenta  la  historia  agora  que  Bandemagus 
fue  preso  en  el  castillo  del  padre  de  Orian^  y 
estuuo  preso  aquel  dia  que  lo  mato,  e  ningu- 
no no  miro  por  el,  e  la  prisión  en  que  estaua 
era  vna  cámara  muy  fermosa,  e  auia  ay  vna 
donzella,  hija  del  señor  del  castillo,  que  vuo 
gran  piedad  de  Bandemagus,  porque  veya 
que  era  mancebo  y  fermoso,  y  dixo  que  seria 
limosna  qiiien  tal  cauallero  pudiesse  de  peli- 
gro librar.  Y  aquella  donzella  tenia  la  llaue 
de  la  cámara  donde  Bandemagus  estaua  pre- 
so, e  tanto  i|ue  vuo  vagar  de  fablar  con  el, 
fue  a  el,  e  preguntóle  quien  era;  y  el  le  contó 
toda  la  fazienda,  que  no  le  menguo  ende  nada; 
y  después  dixo  el:  «E  vo«:,  señora  ¿quien  soys 
que  me  preguntas  de  mi  fazienda?»  Dixo 
ella:  «Soy,  señor,  fija  del  señor  deste  castillo, 
y  el  cauallero  que  vos  matastes  por  defender 
vuestra  vida  era  mi  hermano  (•).  Mas  porque 
yo  se  bien  que  lo  matastes  por  defender  vues- 
tra vida,  e  no  por  vuestra  voluntad,  e  por- 
que veo  que  soys  niño,  os  tengo  duelo;  ca  yo 
se  bien  que  oy  o  eras  sera  la  vuestra  muer- 
te, ca  mi  padre  y  todos  quantos  ay  vos  desa- 
man. Catad  agora  lo  que  fareys».  «Cierto, 
señora,  no  se;  en  Dios  pongo  mi  esperanza, 
ca  si  Dios  quiere  que  muera,  no  me  puede 
ninguno  guardar,  e  si  Dios  quiere  que  esca- 
pe, no  me  puede  ninguno  estoruar;  assi  van 
las  cosas  del  mundo,  como  Dios  quiere:->. 
«Assi  Dios  me  vala,  dixo  la  donzella,  yo  he 
duelo  de  vos  e  de  vuestra  muerte» .  Y""  el  dixo: 

(')  Hay  nqiií  lagunas  que  prueban  lo  corrompido 
del  texto  del  Baladro  que  poseemos.  No  se  ha  habla- 
do de  semejante  batalla  de  Bandemagus,  así  como  sólo 
se  hizo  antes  una  ligerisima  referencia  á  la  muerte  de 
Ebrón  el  follón  por  el  rey  Artur. 


94 


LIBROS  DE  caballerías 


«Por  Dios,  señora,  si  de  mi  muerte  tienes 
duelo,  bien  me  lo  podrías  mostrar,  ca  se  que 
me  podeys  sacar  de  aqui» .  Y  ella  dixo:  «Si 
yo  os  sacasse  de  aqui  ¿como  me  lo  agradece- 
riades?»  «Por  Dios,  dixo  el,  como  vos  qui- 
sierdes  que  yo  hazer  pueda  a  honra  de  mi, 
lo  al  faria  por  ser  libre,  ca  bien  se  que  de 
otra  guisa  no  puedo  yo  escapar  de  aqui,  por- 
que todos  me  ijuieren  mal,  e  Dios  sabe  que 
de  la  muerte  del  cauallero  me  pesa  como  si 
fuesse  mi  hermano,  ni  yo  lo  matara  si  no  lo 
ouiera  de  hazer,  ca,  si  no  lo  matara,  matara 
el  a  mi». 


Cap.  CCXLíI.  —  De  como  la  donxella  2»'o- 
metio  a  Bandcmagu.s  que  le  libraría. 

«Yo  os  librare,  dixo  ella,  si  me  dieres  vn 
don» .  «Cierto,  dixo  el,  si  vos  de  aqui  me  li- 
brays,  yo  os  daré  lo  que  me  pidierdes,  si 
fuere  cosa  que  yo  pueda  e  deua  dar» ;  e  ella 
dixo:  «Sabed  que  no  os  pediré  cosa  sin  ra- 
zón». «Pues,  dixo  el,  yo  os  lo  prometo,  como 
leal  cauallero,  que  fare  lo  que  me  mandar- 
des».  «Y  assi  lo  recibo,  dixo  ella,  e  quiero- 
vos  librar,  e  deziros  he  como  tanto  que  fue- 
re noche  sacaros  he  de  aqui,  y  fare  poner 
dos  cauallos  cabe  el  castillo,  e  después  que 
vos  fuerdes  armado,  caualgaremos  vos  e  yo, 
e  yremos  a  la  carrera;  e  desque  fuéremos 
fuera  de  la  tierra  de  mi  i^adre,  estonce  os 
quiero  pedir  muchas  gracias».  Dixo  el:  «Si 
assi  lo  fizierdes,  yo  seré  para  sienpre  vues- 
tro cauallero».  «E  agora  sed  ende  seguro, 
dixo  ella,  si  Dios  no  me  quiere  estoruar». 

Cap.   CCXLIII. —  Coino  fue  dada  sentencia 
contra  Batidemagiis  que  fuesse  descabezado . 

Acordáronse  en  esto  ambos,  e  Bandema- 
gus  fue  conhortado  mucho,  y  ella  partióse  del, 
e  dixole  que  se  esforgasse  bien,  e  que  se  tra- 
bajasse  mucho  de  lo  librar;  ca  tanto  se  pagara 
del,  e  tanto  metiera  en  el  su  coraron,  que  lo 
amaua  a  desmesura,  e  aquel  dia  se  consejo 
el  señor  del  castillo  con  sus  vasallos  que 
faria  de  aquel  que  matara  a  su  fijo,  que 
queria  tanto  como  a  si,  e  que  le  dixessen 
que  muerte  le  faria  morir,  «ca  yo  quiero, 
dixo  el,  que  los  de  la  Tabla  Redonda  sepan 
la  alta  vengan(^a  que  yo  del  tomare;  assi  que 
los  que  lo  oyeren  se  castiguen  por  onde 
anduuieren  demandando  auentura  por  el 
rey  no  de  Londres  como  suelen.  E  quiero  que 
por  este  fecho  se  espanten  los  caualleros 
andantes  que  andan  demandando  justas  e  ba- 
tallas por  la  firan  Bretaña».  E  pues  el  este 
consejo  demando,  leuantose  vn  cauallero,  e 


dixo:  «Señor,  el  mejor  consejo  que  se  es  este: 
Que  corteys  la  cabe§a,  e  la  embieys  al  rey 
Artur  en  presente,  y  que  le  enbieys  dezir 
que  por  venganza  de  vuestro  fijo,  que  Bande- 
magus  mato,  hazeys  tal  justicia  de  todos  los 
caualleros  andantes  que  en  vuestra  tierra 
vienen;  y  estas  nueuas  espantaran  a  los  ca- 
ualleros andantes,  que  jamas  no  uerna  nin- 
guno por  aqui».  El  señor  del  castillo  dixo: 
«Esto  tengo  yo  por  bien,  y  esto  quiero  yo 
hazer  de  todo  en  todo»  . 


Cap.  CCXLIV. —  Como  la  donxella  libro  a 
Bandemagus  de  la  2)riüion  a  donde  estaua. 

La  donzella,  quando  esto  ouo,  vuo  gran 
pesar,  e  fue  luego  a  Bandemagus,  e  contoselo 
todo,  y  el  respondió  espantado  e  dixo:  «Se- 
ñora ¿que  fare?,  ca  bien  veo  que  soy  muerto 
si  vos  de  mi  no  aueys  merced,  e  por  Dios 
pensad  de  me  librar» .  «Si  Dios  me  ajmde, 
dixo  ella,  fazerlo  he»;  e  después  que  la  no- 
che vino,  la  donzella,  que  pensó  mucho  aquel 
dia  como  librarla  a  Bandemagus,  fue  a  la 
cámara  8  abrióla,  e  tomo  a  Bandemagus  por 
la  mano,  e  sacólo  del  castillo  tan  sesuda- 
mente que  no  lo  entendió  ninguno,  e  llenólo 
a  vn  árbol  do  tenia  dos  cauallos  atados,  e  sus 
armas,  que  no  le  menguo  ende  cosa,  e  dixo 
a  Bandemagus:  «Agora  vos  armad  ayna,  e 
salgamos  ayna  de  aqui,  ca  después  que  fue- 
remos  fuera  de  aqui  de  la  tierra  de  mi  padre, 
no  auremos  miedo  ninguno» ;  y  el  se  armo  lue- 
gO;,  y  ella  le  ayudo  lo  mejor  que  supo,  e  ca- 
ualgaron  luego  por  el  gran  camino  que  falla- 
ron, e  anduuieron  fasta  media  noche,  e 
Bandemagus  dixo  a  la  donzella:  «Agora  me 
paresce  que  podremos  folgar,  que  estamos 
fuera  de  la  tierra  de  vuestro  padre»;  y  ella 
dixo:  «Yo  he  miedo  que  mi  padre  venga  e 
que  nos  alcance,  y  si  nos  alcanza  seriamos 
en  peligro  de  muerte,  e  quanto  fasta  aqui 
hezimos  seria  perdido;  e  por  esto  tengo  por 
bien  que  andemos  quanto  la  noche  durare. 
Y  quando  fuere  de  dia,  podremos  fallar 
algún  castillo  do  nos  acojamos  e  do  estemos 
seguros».  Y  el  dixo:  «Vos  dezis  bien,  e  fagá- 
moslo assi;  jiero  esto  dezia  yo  por  vos,  que 
pensaua  que  erados  cansada  del  camino»;  e 
comentaron  de  andar  lo  mas  ayna  que  pudie- 
ron, e  quando  fue  de  dia,  que  el  sol  salia, 
dixo  Bandemagus  a  la  donzella:  «Amiga, 
¿sabéis  donde  vamosV  que  yo  se  nada  desta 
tierra».  «Si  Dios  me  vala,  ni  hago  yo,  dixo 
ella,  ca  nunca  fuy  aqui,  mas  tanto  se  bien 
que  auemos  andado  gran  carrera,  e  que 
somos  muy  lexos  del  castillo  de  my  padre». 
«Bien  lo  creo» ,  dixo  el. 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


95 


Cap.  CCXLY  .  —  Coitw  Bandemagiis  e  la 
doncella  llegaron  cerca  de  la  floresta  de 
Armantes. 

Estando  ellos  assi  fablando,  miraron  a  su 
diestro,  e  vieron  vna  hermita  xnwj  antigua 
que  estaua  cabe  vnas  matas  sobre  yna  peña. 
Bandemagus  dixo:  «Donzella,  atendedme 
aqui,  e  y  re  yo  a  aquella  hermita  a  saber 
nueuas  desta  tierra  do  somos» ;  y  ella  dixo: 
«Yd,  mas  venid  luego».  E  Bandemagus 
fue  a  la  hermita,  e  hallo  que  era  casa  de 
orden,  e  dixo  a  los  fray  les:  «¿A3'  aqui  cerca 
algún  castillo  o  lugar  do  podíamos  folgar 
yo  e  vna  donzella  que  viene  comigo?»  «No, 
dixeron  ellos,  mas  a  cinco  leguas  de  aqui  ay 
otras  casas  de  orden,  pero  si  quereys  aluer- 
gar  aqui  con  nosotros,  nos  vos  f a  remos  quanto 
seruicio  que  podemos» .  «Mercedes» .  dixo  el; 
y  ellos  assi  hablando,  vio  Bandemagus  enci- 
ma de  vna  peña  vna  floresta  muy  espesa,  y 
esto  podia  ser  a  quatro  leguas  de  ay,  e  dixo: 
«Agora  dezidme,  señores,  ¿qual  es  aquella 
floresta  que  veo  acullá?»  «Señor,  dixeron 
ellos,  es  la  floresta  de  Armantes,  vna  de  las 
grandes  florestas  que  ay  en  la  Gran  Bretaña, 
e  de  las  mas  desuiadas,  e  que  do  fallan  los 
hombres  mas  auenturas» .  «Por  Dios,  dixo  el, 
de  la  floresta  de  Armantes  oy  hartas  vezes 
fablar,  mas  agora  dezidme  como  yria  yo  mas 
derechamente  contra  la  montaña  de  San- 
guit».  Y  ellos  dixeron:  «De  essa  montaña 
no  sabemos  nos  cosa,  e  nunca  della  oymos 
fablar» .  «¡Ay  Dios!  dixo  el,  y  esto  ¿que  puede 
ser?  ca  yo  pensaua  que  era  ende  cerca;  e 
agora  soy  tan  lueñe.  que  los  honbres  desta 
tierra  no  saben  della  parte;  agora  no  se  que 
haga» .  Estonce  se  torno  a  la  donzella,  e  dixole 
estas  nueuas.  Y  ella  dixo:  «Pues  nos  somos 
tan  cerca  de  la  floresta  de  Armantes ,  bien 
anduuimos  esta  noche  quatro  jornadas»;  y  el 
dixo:  «¿Que  os  plaze  que  hagamos?»  «Por 
Dios,  dixo  ella,  plazerme  ya  que  folgassemos 
aqui,  ca  mucho  soy  cansada»:  y  el  dixo: 
«Pues  vayamos  a  aluergar  a  aquella  capilla, 
e  alli  ha  buen  lugar  do  aluergan  los  caua- 
lleros  andantes;  e  tomaremos  consejo  do 
vayamos  eras».  «Señor,  dixo  ella,  mucho 
dezis  bien». 

Cap.  CCXLYI.  —  De  como  Bandemagus 
alnergo  en  la  hermita  e  supo  mieuas  de 
Merlin . 

Estonces  se  fueron  a  la  hermita  a  aluergar 
con  el  hermitaño.  y  el  los  rescibio  muy 
bien,  e  toda  aquel  dia  folgaron  alli,  que 
estañan  muy  cansados.  E  después  que  fue 
noche,  pregunto  Bandemagus  al  hermitaño  si 


auia  mucho  que  vinieran  por  alli  algunos  ca- 
ualleros  de  casa  del  rey  Artur.  El  dixo  que 
poco  auia  que  ¡lassara  por  alli  Nabor  de 
(iaunes,  conpañero  de  la  Tabla  Redonda,  e 
que  le  dixeran  sus  caualleros  que  era  vno 
de  los  buenos  caualleros  de  la  Tabla  Re- 
donda, de  casa  del  rey  Artur.  Y  el  hermi- 
taño dixo:  «Aun  mas  vos  diré;  no  ha  mucho 
que  passopor  aqui  Merlin  el  profeta,  e  leuaua 
consigo  vna  donzella  déla  pequeña  Bretaña, 
e  yuase  a  la  floresta  de  Armantes  ha  holgar, 
e  después  supimos  ([ue  mora  alli  agora. 
Estas  nueuas  nos  dixeron  en  casa  del  rey 
Artur».  Dixo  Bandemagus:  «Pues  assi  es 
que  soy  tan  cerca  del,  quiérelo  yraver». 
Entonces  dixo  Bandemagus  a  la  donzella: 
«Pues  hauej's  hecho  tanto  por  mi  que  yo 
deuo  ser  vuestro  cauallero,  e  assi  lo  fare, 
ca  librasteme  de  muerte,  y  esto  que  yo  biuo 
es  por  vos.  Y  esto  vos  digo  porque  os  tengo 
de  dar  vn  don,  qual  vos  me  pidierdes  que 
yo  pueda  dar».  «Señor,  dixo  ella,  verdad  es. 
e  yo  os  lo  pediré  quando  fuere  tiempo  e 
lugar» ;  e  Bandemagus  se  callo  desto.  E  des- 
pués dixo  a  la  donzella:  «¿Que  os  plaze  que 
fagamos  de  mañana?»  Y  ella  dixo:  «No  an- 
daré yo  con  vos  fasta  que  sea  tiempo  de  pe- 
diros el  don».  «Todo  sea  a  vuestro  plazei"», 
dixo  el.  Y  ella  dixo:  «¿Contra  qual  parte 
yreys  vos  eras?»  Y  el  dixo:  «Yo  quiero  yr 
contra  la  floresta  de  Armantes  a  buscar  a 
Merlin  el  profeta,  que  dizen  que  es  ay,  e  yo 
quería  fablar  con  el  muy  de  grado,  por  le 
preguntar  de  mi  fazienda».  «Y amos,  dixo 
ella,  ca  yo  no  me  partiré  de  vos»;  e  a  esto 
se  acordaron. 

Cap.    CCXLVII. —  Como  Bandemagus  supo 
nueuas  de  Merlin. 

Y  de  mañana  oyeron  missa,  e  despidié- 
ronse de  la  hermita,  e  anduuieron  fasta 
medio  dia,  y  a  esta  hora  aniñóles  que  ha- 
llaron so  vn  árbol  vn  cauallero  que  estaua 
dormiendo  en  vn  prado,  e  tenia  su  escudo, 
e  su  lauQa,  y  su  yelmo  cabe  si.  Y  cerca  de 
si  su  cana  lio  a  vn  árbol  atado.  Y  tanto  que 
los  cauallos  se  vieron,  comentaron  de  relin- 
char. El  cauallero  que  dormia  despertó,  e 
leuantose  luego,  y  enlazo  su  yelmo,  e  Ban- 
demagus le  dixo:  «Cauallero,  no  temays,  ni 
por  miedo  de  mi  no  os  armeys,  mas  holgad 
en  paz,  que  no  vine  yo  aqui  por  me  conba- 
tir  con  vos».  «Ni  yo  con  vos,  dixo  el  otro, 
pues  no  quereys  vos;  mas  verme  a  mi  arma- 
do, que  no  quiero  que  me  tomeys  desarma- 
do». Estonce  se  echo  el  escudo  al  cuello,  e 
tomo  su  lanpa,  e  después  que  fue  atauiado, 
dixo:  ;:Agora  queria,  señor  cauallero,  si  os 


96 


LIBROS  DE  CABALLERÍAS 


pluguiesse,  saber  quien  soys,  e  a  quel  lugar 
ys,  e  a  que  venistes  a  esta  floresta  tan  solo» , 
y  Bandemagus  dixo:  «Pues  vos  mi  fazienda 
quereys  saber,  yo  os  diré  vna  parte.  Sabed 
que  yo  soy  vu  cauallero  de  la  corte  del  rey 
Artur,  pero  no  soy  de  los  de  la  Tabla  Re- 
donda, e  sali  acá  nueuamente  por  buscar 
auenturas;  agora  es  assi  que  mi  camino  me 
traxo  a  esta  floresta,  no  porque  querría  ve- 
nir, mas  por  la  auentura  que  aqui  me  truxo, 
e  i)ues  assi  auino,  queria  buscar  a  Merlin, 
que  me  dixeron  que  era  aqui,  ca  mucho  he 
gran  necesidad  de  tablar  con  el».  «Cierto, 
dixo  el  cauallero,  agora  ha  vn  año  o  njas 
que  esto  aqui  solo,  e  nunca  de  aqui  sali  ni 
puedo  hallar  lo  que  yo  demando» .  «Y  ¿que 
es  lo  que  demandas?»  Dixo  el  cauallero: 
«Esto  no  es  cosa  que  deuo  encobrir  de  vos 
ni  de  otro.  Yo  ando  buscando  vn  cauallero 
que  mato  a  mi  padre  a  trajxion,  e  si  lo 
pudiesse  fallar  e  no  fiziesse  mi  poder  por  lo 
vengar,  yo  no  me  deueria  tener  por  caua- 
llero»." E  dixo  Bandemagus:  «¿E  como  sabes 
vos  que  es  en  esta  floresta?»  «Yo  lo  se,  dixo 
el,  ca  vilo  muchas  vezes».  «Pues  ¿por  que 
no  os  conbatistes  con  el?»  dixo  Bandemagus. 
«Mucho  lo  faria  yo  de  grado  si  pudiesse, 
mas  cada  que  lo  hallo  huyeme,  e  por  mi 
mala  ventura  nunca  tanto  me  llego  a  el  que 
no  escape».  «Esso  no  es  marauilla,  dixo 
Bandemagus,  que  muchas  vezes  suele  acaes- 
cer».  E  assi  se  dexaron  desta  fabla.  Bande- 
magus dixo:  «Dezidme  si  sabeys  nueuas  de 
Merlin» .  «Cierto,  dixo  el  cauallero,  ha  seys 
dias  que  lo  vi,  e  andana  con  el  vna  donzella 
muy  fermosa,  e  con  otra  conpaña  grande». 
«Si  Dios  me  ayude,  dixo  Bandemagus,  mu- 
cho lo  desseo  ver».  E  dixo  el  cauallero: 
«Dios  os  lo  dexe  ver  e  a  mi  lo  que  ando  bus- 
cando» . 

Cap.  CCXLVIII. —  Como  Bandonagns  Judio 
otro  cauallero  en  la  üenda,  que  le  desafio. 

Estonce  se  partió  del  cauallero  Bandema- 
gus e  su  donzella,  e  anduuieron  por  el  ca- 
mino de  la  floresta  hasta  hora  de  nona  ('),  e 
fueron  muy  cansados  por  el  trabajo  grande 
que  tomaron  y  por  la  gran  calentura  que 
lazia,  e  porque  no  comiera  en  todo  el  dia,  e 
miraron  ante  si,  e  vieron  vn  castillo  pequeño 
que  estaña  sobre  vna  peña,  y  era  fuerte  y 
fermoso,  e  que  estaña  cerca  del  camino;  e  al 
pie  del  castillo,  en  vn  llano,  estaña  vna 
tienda  muj'  fermosa  armada.  Mas  no  era 
grande,  e  cerca  della  estaña  vn  cauallo  atado 
a  vn  árbol  por  la  rienda,  y  en  el  árbol  estaua 

(q  Ias  tres  de  la  tarde. 


colgado  vn  escudo  por  el  tiracol,  e  tenia 
entallado  vn  león  de  plata,  y  en  otro  árbol 
estañan  acostadas  bien  veynte  langas,  e  tanto 
que  el  cauallo  que  estaua  atado  vio  a  los 
otros,  comen90  a  relinchar,  e  no  tardo  mucho 
que  salió  vn  cauallero  de  la  tienda,  armado 
de  todas  armas.  E  quando  vio  a  Bandema- 
gus, subió  en  su  cauallo,  e  tomo  su  escudo  e 
lan^a,  e  fuesse  parar  en  el  camino.  E  quando 
la  donzella  esto  vio,  dixo:  «Bandemagus,  pa- 
resceme  que  en  batalla  soys,  ¿que  podeys  ay 
fazer?»  «No  vos  vale,  dixo  Bandemagus,  ca 
si  yo  me  pudiere  partir  de  la  batalla,  hazerlo 
he,  si  no,  conbatirme  he.  ca,  por  duda  de  vn 
cauallero,  no  haré  yo  sino  lo  que  deuo» . 

Cap.  CCXLIX. — Como  el  cmiallero  dixo  a 
Bandemagus  la  raTiOiipor  que  lo  cometía. 

Y  estando  ellos  assi  fablando,  dio  vozes  el 
cauallero  de  la  tienda,  diziendo:  «A^os,  caua- 
llero, ¿soys  de  casa  del  rey  Artur?»  «Si  soy, 
dixo,  sin  falta;  mas  ¿por  que  lo  preguntays 
vos?»  dixo  Bandemagus.  «Porque  lo  quiero 
saber,  dixo  el,  y  pues  que  soys  de  su  casa, 
quiero  con  vos  justar».  «¿E  por  que  razón?» 
dixo  Bandemagus.  «Cierto,  dixo  el  caua- 
llero, yo  no  he  gran  razón,  mas  auria  sabor 
de  quebrantar  la  soberuia  de  casa  de  vuestro 
rey  Artur,  do  ay  mas  que  en  todo  el  mundo» . 
«Y  ¿que  soberuia  ay,  dixo  Bandemagus,  o 
que  orgullo?»  E  el  cauallero  dixo:  «¿E  do 
podria  auer  mayor  soberuia  en  el  mundo 
que  en  casa  del  rey  Artur,  pues  que  es  de 
justa  y  de  batalla  contra  la  buena  caualleria 
del  mundo,  e  para  este  orgullo  quebrantar, 
sojuzgando  muchos  caualleros  en  esta  tierra, 
e  yo  soy  vno  dellos;  e  porque  ellos  andan 
assi  por  el  mundo,  por  ende  fize  yo  armar 
aqui  esta  tienda,  porque  si  alguno  de  vos 
por  aqui  viniesse,  que  no  se  partiesse  sin 
justa,  e  pues  que  vos  por  aqiii  venistes,  en 
justa  vendrás  conmigo» .  E  Bandemagus  dixo: 
«¿Puedo  ay  al  fazer  con  vos?»  «No,  dixo  el 
cauallero,  sino  tanto  que  si  mas  pudierdes 
que  yo,  yredes  quito  a  buena  ventura;  si  no, 
auer  os  hedes  yr  por  otro  camino,  ca  cierto 
yo  os  defenderé  este» .  E  Bandemagus  dixo: 
«Cierto  de  la  justa  no  he  do  sabor,  ca  tengo 
de  yr  a  lueñe,  mas  pues  assi  es,  comence- 
mosla  luego,  e  a  quien  ende  Dios  diere  la 
honrra,  que  se  la  tome». 

Cap.   CCL. —  Como  el  cauallero  justo  con 
Bandemagus,  e  de  la  batalla  que  ouieron. 

Dexaronse  estonce  yr  quanto  los  cauallos 
les  podían  leñar,  e  firieronse  en  tal  manera, 
que  se  derribaron  de  los  cauallos,  de  tales 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


97 


caydas  que  fueron  tan  atordidos,  que  no 
sabían  si  era  noche  ni  dia;  e  assi  se  comento 
la  justa  de  los  caualleros;  y  el  cauallero  de 
la  tienda  dexose  yr  a  Bandemagus,  e  diole 
la  maj^or  ferida  que  pudo  encima  del  yelmo; 
e  Bandemagus  le  dio  aj'na  el-  galardón,  ca 
era  muy  rezio  e  ardid,  por  ser  de  su  edad. 
E  assi  se  comenc^o  la  justa  de  ambos  que  no 
se  auergon(;'aron  cosa,  ante  se  mostraron  que 
eran  mortales  enemigos,  e  assi  mantuuieron 
su  justa  braua  y  fuerte;  e  fue  tan  grande  el 
reteñir  de  las  espadas  sobre  los  yelmos  e 
sobre  los  escudos,  que  lo  oj^eron  los  del  cas- 
tillo, e  fueron  alia  por  ver  la  justa,  e  mucho 
lo  mirauan  de  grado,  porque  nunca  ay  vie- 
ron sino  otra,  ca  sin  falta  aquella  sazón  se 
comentaron  las  justas  e  las  batallas  de  los 
caualleros  andantes,  que  duraron  luengos 
tiempos,  assi  como  la  historia  del  santo  Grial 
e  otras  historias  muchas  lo  cuentan  (•).  Y  este 
Bandemagus  fue  de  los  primeros  que  las 
auenturas  e  marauillas  del  reyno  de  Londres 
comencaron,  y  esta  vida  mantuuo  lo  mas  de 
su  tiempo. 

Cap.  CCLI.  —  De  como  hizieron  jmz  el  ca- 
uallero e  Bandemagus  de  la  justa  que 
ouieron. 

Ambos  los  caualleros,  assi  como  vos  ya 
cuento,  se  conbatieron  ante  la  tienda,  e  tanto 
mantouieron  el  primer  comien90,  que  fue- 
ron tan  cansados  que  no  pedieron  mas 
hazer,  e  queriendo  o  no  ouieronse  de  hazer 
afuera  vno  de  otro,  e  assentaronse  jDor  fol- 
gar,  mas  de  tanto  vino  bien  a  Bandemagus, 
que  no  era  ferido  sino  poco.  Mas  el  cauallero 
de  la  tienda  auia  dos  grandes  feridas,  de  que 
auia  perdido  mucha  sangre,  y  esto  lo  fazia 
auer  gran  miedo  de  recebir  ay  verguenca,  e 
después  que  folgaron  ay  ya  quanto,  Bandema- 
gus vio  que  el  otro  cauallero  era  muy  feri- 
do, ca  vio  toda  la  tierra  en  derredor  del  llena 
de  sangre,  e  dixo  al  cauallero:  «Asaz  nos 
conbatimos,  e  querría,  si  vos  pluguiesse,  que 
se  partiesse  nuestra  justa^  ca  bien  vees  vos 
que  hasta  agora  yo  he  lo  mejor,  e  vos  bien 
vedes  que  por  vuestra  fuerza  no  me  vedare- 
des  el  camino,  e  si  Dios  me  ayude,  esto  digo 
yo  por  vuestra  pro,  ca  mejor  seria  que  dexas- 
sedes  yr,  que  no  que  tornassemos  a  la  justa, 
e  de  oy  mas  yo  e  vos  tomaremos  daño;  e  por 
ende  vos  ruego  que  rae  dexes  yr,  e  yo  os  per- 
done todo  mi  mal  talante,  e  quieroos  hazer 
tanta  honra:  por  auer  con  vos  paz,  otorgo 
que  soys  mejor  cauallero  que  yo». 


(')  Nótese  esta  referencia,  que  se   repite  ea  otros 
capítulos  del  Baladro. 

LIBROS    DE   CABALLERÍAS. — 7 


Cap.  CCLII. — Como  Bandemagus  e  su  don- 
cella fueron  con  el  cauallero. 

Y  quando  el  cauallero  esto  oyó,  miro  a 
Bandemagus.  e  dixo:  «Cauallero,  vos  soys 
mas  cortes  que  yo  pensaua,  e  vuestra  corte- 
sía me  vale  agora  mucho,  ca  bien  os  digo  (|ue 
yo  auia  agora  lo  peor  de  la  justa.  Y''  pues 
vos,  por  vuestra  cortesía,  me  rogados  lo  que 
yo  deuia  a  vos  rogar,  yo  os  lo  agradezco 
quanto  puedo,  e  yd  a  buena  ventura».  «Mu- 
chas mercedes» ,  dixo  Bandemagus.  Estonce 
metió  su  espada  en  la  vayna,  e  fue  a  buscar 
su  eauallo,  y  do  quiso  caualgar,  vino  el 
cauallero  a  el  e  rogóle  que  le  dixesse  su  nom- 
bre, y  el  dixo:  «Señor,  yo  he  nonbre  Bande- 
magus» ,  y  el  cauallero  le  dixo:  «Seays  bien 
venido,  e  mucho  me  plaze  con  vos,  ca  soys 
mi  primo  cormano» .  E  Bandemagus  le  dixo: 
«E  vos,  ¿como  aueys  nonbre?»  Y  el  caua- 
llero le  dixo  que  auia  nonbre  Anchises  de 
Magus;  e  tiro  luego  su  yelmo,  por  su  honra 
e  por  lo  abrazar  e  por  le  mostrar  plazer;  y 
Anchises  fizo  otro  tanto,  e  ouieron  ambos 
gran  plazer,  y  Anchises  dixo:  «Bandemagus 
amigo,  ruégeos  que  quedes  oy  comigo  e  eras 
todo  el  dia» .  «Oy  quedare  con  vos,  dixo  el, 
mas  eras  no  puedo,  ca  tengo  mucho  de  ha- 
zer» .  Estonce  entraron  en  la  tienda,  e  a  An- 
chises, por  amor  de  Bandemagus,  se  le  ohii- 
daron  las  feridas,  e  fizóse  desarmar  e  pensar 
dellas,  y  el  manjar  fue  luego  fecho  grande 
y  rico  e  comieron  a  muy  gran  sabor  de  si.  Y 
Bandemagus  le  contó  como  se  partiera  de  la 
corte  e  como  fuera  preso,  e  como  lo  librara 
aquella  donzella  do  era  juzgado  para  que  lue- 
go le  cortassen  la  cabeoa,  e  como  viniera  a 
aquella  ñoresta  por  buscar  a  Merlin;  e  An- 
chises dixo:  «No  ha  seys  dias  que  passo  por 
aqui^  e  fizele  yo  muy  gran  pesar» .  Y  Bande- 
magus le  dixo:  «¿Como  le  podriades  vos  fazer 
pesar?»  «Y'o  os  lo  diré,  dixo  Anchises;  el  traya 
consigo  vna  muy  hermosa  donzella  del  lago, 
y  assi  me  lo  dixeron  después,  y  en  su  con- 
paña venian  muchas  dueñas  e  donzellas  e 
bien  doze  caualleros» . 

Cap.  CCLIII.  —  Como  el  cauallero  contó  a 
Bandemagus  como  cometiera  la  donxella 
que  lleuaiia  Merlin. 

«Y'  quando  yo  vi  la  donzella,  fize  sem- 
blante de  mostrar  caualleria  por  le  dar  hon- 
rra  e  prez;  efue  luego  a  ella  e  tómela  por  el 
freno,  e  dixele  que  la  prenderla  por  la  cos- 
tunbre  que  es  en  el  reyno  de  Londres  e  que 
los  de  la  Tabla  Redonda  lo  pusieran,  e  que 
la  costunbre  era  tal  que  si  la  donzella  fuesse 
en  guarda  de  algún  cauallero  o  más,  e  otro 


98 


LIBROS  DE  caballerías 


cauaUero  la  pudiesse  conquerir,  que  la  podia 
auer  por  razón,  e  por  esto  me  meti  en  auen- 
tura  contra  los  doze  caualleros,  mas  no 
porque  pensasse  que  me  auiniesse  tan  bien 
como  me  auino;  mas  fizelo  por  ganar  honrra 
e  loor  e  no  por  otra  intención.  Y  quando 
los  doze  caualleros  esto  vieron,  salió  vno 
ante  los  otros  por  me  la  defender,  e  assi  co- 
mencamos  nuestras  justas,  e  auinome  tan 
bien  [que  derribe]  todos  doze,  vnos  ampos 
de  otros,  e  pues  todos  los  vue  derribados, 
tome  la  donzella  por  el  freno,  e  dixe  que 
la  leuaria  comigo  al  castillo,  pues  la  auia 
conquistado,  e  Merlin  salió  contra  mi  e  dixo 
sañudo:  «Señor  cauaUero,  dexad  la  douQe- 
11a,  ca  la  no  podreys  leuar»;  e  yo,  que  no 
sauia  de  qiiien  era,  dixele  que  la  leuaria,  y 
el  me  dixo  otra  vez  que  la  dexasse,  e  yo 
cálleme:  e  desque  el  vio  que  la  lleuaua  fizo 
luego  su  encantamento,  e  parecióme  que  la 
donzeUa  que  leuara  que  se  me  tornara  león, 
y  era  el  mas  brauo  que  nunca  honbre  vio,  e 
quede  tan  espantado  quando  vi  aquella  ma- 
rauilla,  que  dexe  luego  la  rienda  e  comencé 
a  fuyr  por  este  campo  quanto  el  cauallo  me 
podia  leuar,  tan  espantado  que  pense  ser 
muerto.  Y  quando  esto  vio  Merlin,  tomo  su 
donzella  e  comengo  a  ínjv  por  su  camino  con 
la  donzella  e  su  conpañera;  y  esto  me  auino 
con  ellos».  Y  Bandemagus  dixo:  «Mucho  os 
auino  bien,  en  quanto  os  partistes  tan  sin 
pesar  del» . 

Cap.  CCLrV. —  Como  Morloc  derribo  a  Ban- 
demagus e  le  tomo  la  donzella. 

Assi  estouieron  fablando  de  Merlin  e  de 
otras  cosas  en  solaz,  e  después  que  fue  hora 
de  acostar,  acostáronse  y  durmieron,  e  otro 
dia  de  mañana  entraron  Bandemagus  e  su 
donzella  en  el  camino,  e  dixo  que  jamas  no 
quedarla  de  andar  fasta  que  fallasse  a  Mer- 
lin; y  assi  andouieronen  pequeño  passo  hasta 
hora  de  medio  dia,  e  estonce  fallaron  vn  ca- 
uaUero, armado  de  todas  armas,  que  yua 
muy  apostadamente,  assi  que  bien  páresela 
en  su  caualgar  buen  cauaUero  de  armas,  y  el 
cauallo  era  grande  e  bien  hecho;  quando  el 
vio  la  donzella,  dixo  que  la  queria,  e  llegóse 
a  ella,  e  saluola,  e  no  saluo  a  Bandemagus,  e 
tomóla  por  el  freno,  e  dixo:  «Yo  os  leuare»; 
e  Bandemagus  dixo:  «No  lleuareys,  ca  yo  la 
defenderé  si  pudiere».  «¿Como,  dixo  el  ca- 
uaUero, tan  gran  sabor  vos  aueys  de  com- 
batir comigo  por  defender  esta  donzella?» 
E  Bandemagus  dixo:  «¿E  como  soys  atan 
loco  cauaUero  que  pensades  que  la  tengo  de 
dexar  assi?  Esto  no  deuria  fazer  el  mas  co- 
uarde  cauaUero  del  mundo;  e  agora  dexad 


la  donzella,  ca  vos  fallareys  mayor  defensa 
en  mi  que  pensays»;  e  assi  se  comenpo  el 
desamor  entre  ellos,  y  estonce  ñzieron  assi 
afuera  uno  de  otro,  e  dexaron  los  cauallos 
correr,  e  firieronse  de  los  mejores  golpes  que 
pudieron;  mas  Bandemagus  fue  herido,  en 
guisa  que  no  pi;do  estar  mas  en  silla,  e  fue 
tan  mal  trecho  de  la  cayda,  que  estuuo  ende 
como  muerto,  y  el  cauaUero  no  atendió  mas, 
e  fue  a  la  donzella,  e  dixole:  «Donzella.  vos 
soys  mia  por  la  costumbre  desta  tierra,  pues 
vuestro  cauaUero  no  os  pudo  defender» ;  e  la 
donzella  comento  a  llorar  con  cuyta,  e  no 
sabia  que  hiziesse;  y  el  cauaUero  le  dixo: 
«Caualgad  e  venid  comigo»;  e  la  donzella 
comengo  a  temblar  con  miedo,  y  el  cauaUero 
le  dixo  otra  vez:  «Caualgad,  donzella»;  y 
ella  dixo  llorando:  «¡No  fue  donzella  tan  as- 
trosa como  yo!»  e  los  escuderos  la  tomaron 
por  mandado  de  su  señor,  y  pusiéronla  en 
su  palafrén,  y  ella  comengo  a  llorar  y  a  mal- 
dezir  la  hora  en  que  nasciera;  y  el  cauaUero 
dixo:  «¿Quien  era  aquel  que  os  traya  en 
guarda?»  Y  ella  respondió  como  pudo:  «Se- 
ñor, era  vn  cauaUero  de  casa  del  rey  Artur, 
y  es  noble  cauaUero,  y  es  sobrino  del  rey 
Orian,  e  ha  nombre  Bandemagus».  «Por 
Dios,  dixo  el,  yo  conozco  bien  a  Bandema- 
gus, e  si  ante  lo  conociera  no  me  conba- 
tiera  con  el;  ca  poco  ha  que  sus  parientes  e 
amigos  me  ñzieron  mucha  honra,  e  mucho 
me  pesa  que  lo  derribe» .  Y  quando  la  don- 
zella esto  oyó,  confortóse  ya  quanto  mas  que 
ante,  y  por  saber  si  podia  conocer  al  caua- 
Uero, dixole:  «Por  Dios,  dezidme  como  aueys 
nombre» .  Y  el  dixo:  «Sabed  que  yo  he  non- 
bre  Morloc  de  Irlanda» . 

Cap.  CCLV. — Como  la  donzella  de  Bande- 
magus fue  muy  cuytada  desque  supo  que 
era  en  poder  de  Morloc. 

La  donzella,  quando  esto  oyó,  fue  muy 
cuytada,  que  a  duro  se  pudo  tener  en  .el  pa- 
lafrén; e  no  era  marauilla  que  fuesse  mucho 
espantada  de  Morloc  de  Irlanda,  pero  era 
muy  buen  cauaUero  de  armas  a  marauilla, 
no  fue  menos  dulcado  de  dueñas  e  donzellas 
que  lo  fue  Brius  sin  piedad,  aquel  que  les 
fizo  tanto  mal,  como  cuentan  muchos  libros 
e  historias,  sino  tanto  que  Brius  las  mataua 
a  todas  con  su  manos,  e  Morloc  embiaualas 
todas  a  Irlanda,  e  fazialas  todas  meter  en  vn 
castillo  donde  no  podian  salir  después;  y  esto 
hazia  el  por  su  padre  e  por  dos  sus  herma- 
nos, que  eran  buenos  caualloros,  que  fueran 
muertos  en  vn  torneo  por  juyzio  de  dueñas 
e  donzellas  que  dieron  en  el  rey  no  de  Lon- 
dres. E  por  este  hecho  fue  en  Londres  diez 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


99 


años,  que  [no]  liazia  otra  vida  sino  tal.  Assi 
que  todas  las  dueñas  e  donzellas  que  podia 
tomar,  liazialas  meter  en  prisión  en  Irlanda, 
y  esto  le  touieran  por  la  mayor  crueza  del 
mundo;  y  el  era  conpañero  de  la  Tabla  Re- 
donda, e  fizieralo  conpañero  Merlin,  porque 
era  buen  cauallero,  e  sin  falta  en  aquel 
tiempo  no  auia  tan  buen  cauallero  en  la  Ta- 
bla Redonda  como  el,  e  aun  mas  digo:  que  a 
duro  podria  hombre  hallar  en  todo  el  mundo. 
Y  sabed  que  de  todas  aquellas  dueñas  e  don- 
zellas que  en  prisión  metia,  nunca  salia  nin- 
guna biua  fasta  que  aquel  tiempo  que  Tris- 
tan  el  buen  cauallero,  hermoso  e  cortes,  que 
tantas  cauallerias  fizo  por  todo  el  mundo, 
que  fue  a  Irlanda,  e  libro  las  que  ende  fallo 
biuas;  mas  este  cuento  no  dize  nada  del. 

Cap.  CCLYI. — Como  los  caualleros  enibia- 
ron  rogar  a  Morloc  que  fuesse  albergar  a 
los  tendejones. 

Y  quando  la  donzella  vio  que  era  en  po- 
der de  Morloc,  e  que  la  leuaua,  fue  muy 
cuytada,  mas  Morloc  metió  poco  mientes  en 
ella,  e  anduuieron  tanto  que  llegaron  a  vna 
muy  fermosa  ribera,  sobre  que  estaua  vn 
castillo  fuerte  y  fermoso  en  vna  peña.  Y 
el  castillo  era  grande,  y  fuerte,  y  rico,  e 
auia  nonbre  Auelon,  e  cerca  de  la  ribera 
auia  vn  fermoso  llano,  y  en  aquel  llano, 
cerca  los  arboles,   auia  dos  tiendas  arma- 
das, porque  los  del  castillo  e  de  la  tierra  en 
derredor,  estañan  alli  ayuntados,  que  fazian 
honra  e  fiesta  a  su  señor,  que  viniera  nue- 
uamente  en  casa  del  rey  Artur  que  lo  fiziera 
entonces  cauallero,  e  auia  nombre  aquel  ca- 
uallero Presides,  que  fue  después  de  grandes 
fechos  de  armas,  e  conpañero  de  la  Tabla 
Redonda;  e  Morloc,  q\ie  venia  por  el  camino 
cerca  de  la  ribera,  e  dize  el  cuento  que  Mor- 
loc que  se  fue,  e  Bandemagus  se  leuanto 
luego,  e  caualgo  en  su  cauallo,  e  yua  em  pos 
del  quanto  podia.  E  dixo  que  no  leuaria  assi 
la  donzella  quita  si  no  la  ganasse  ante  por  el 
espada.  E  Morloc,  que  yua  delante,  llego  a 
las  tiendas  quanto  vn  tiro  de  ballesta,  tomo 
otro  camino,  e  no  quiso  entrar  entrellos,  por- 
que no  le  hiziessen  ay  quedar.  E  vn  caua- 
llero, que  lo  vio  desuiar,  salió  a  el,  e  dixo: 
«Señor  cauallero,  el  señor  deste  castillo  es 
nouel  cauallero,  e  quantos  con  el  son  os  em- 
bian  a  rogar  que  vayades  ver  su  fiesta,  e  gra- 
deceroslo  han,  e  haredes  cortesía».  «Señor, 
dixo  Morloc,  dezid  que  se  lo  gradezco  mucho, 
y  que  de  grado  yria  alia,  mas  que  he  tales 
cosas  de  hazer  lueñe,  que  no  puedo  este  rue- 
go hazer;  e  salúdame  a  este  cauallero  e  a  los 
que  están  con  el,  e  dezid  que  no  les  pese». 


Cap.  CCLYII.— Como  los  caualleros  délos 
tendejones  rogaron  a  Morloc  por  la  donze- 
lla^ y  el  no  quiso. 

La  donzeUa,  que  esto  oyó,  porque  enten- 
diessen  los  caualleros  de  las  tiendas  que  ella 
yua  presa  en  poder  de  Morloc,  e  que  auerian 
della  piedad,  e  que  no  sofririan  que  fuesse 
presa,  dixo  al  cauallero  de  la  tienda:  «¡Ay, 
cauallero!  ¡merced!  yo  soy  vna  donzella  es- 
traña,  pobre  y  cuytada,  e  desconsejada,  e 
menguada  de  amigos,  e  mis  pecados  me  tra- 
xeron  a  esta  tierra,  e  agora  me  lleua  este 
cauallero  presa,  que  me  conquirio  de  otro 
con  quien  venia,  e  por  vuestra  merced  dezid 
aquellos  caualleros  que  ayan  de  mi  piedad, 
e  que  me  libren  de  la  prisión  de  Morloc,  que 
es  hombre  de  gran  quexa  contra  mugeres, 
como  todos  sabeys».  Y  quando  el  cauallero 
esto  oyó,  dixo  a  Morloc:  «Señor  cauallero, 
yo  vos  ruego,  por  vuestra  cortesía  e  bondad, 
que  embieys  esta  donzella  al  señor  del  cas- 
tillo» .  E  Morloc  dixo:  «Señor,  sabed  que  la 
donzella  no  dexare  en  ninguna  guisa,  mien- 
tra yo  la  pudiere  defender».  «Cierto,  dixo  el 
cauallero,  picQa  ha  que  no  vi  en  cauallero 
mas  poca  cortesía  que  en  vos  ha,  que  por  mi 
ruego  no  queredes  dar  vna  persona,  mas  aun 
por  vuestra  auentura  la  dariades,  queriendo 
o  no» .  Y  estonce  se  partieron,  e  la  donzella 
se  yua  deteniendo  lo  mas  que  podia. 

Cap.  CCLYín. — Como  Morloc  derribo  seys 
caualleros  de  los  tendejones^  y  el  fue  herido. 

Y  quando  Morloc  de  Irlanda  llego  al  rio, 
e  vio  el  agua  tan  fondo  que  no  podia  passar, 
dixo  a  sus  escuderos:  «¿Que  os  parece,  que 
otra  passada  no  hallamos?  ¿que  auremos 
aqui  de  quedar?»  «Señor,  dixeron  ellos,  ni 
por  otra  parte  no  podremos  passar  sino  por 
la  puente» .  Y  estonce  tomo  vn  escudo  e  su 
lanQa,  ca  bien  veya  cierto  que  sin  batalla  no 
se  podia  de  alli  partir,  e  fuesse  por  la  ribera 
contra  la  puente,  y  no  anduuo  mucho  que 
vio  vn  cauallero  salir  del  castillo,  armado  de 
todas  armas,  e  quando  llego  a  Morloc  dixo: 
«Señor  cauallero,  yo  os  ruego,  de  parte  de 
los  caualleros  de  las  tiendas,  que  a  esta  don- 
zella [que]  leuays  presa,  que  por  amor  de- 
llos,  e  por  vuestra  cortesía,  que  la  solteys,  e 
la  embieys  do  ella  quisiere  yr,  e  gradeceroslo 
han,  e  si  no  lo  quisiesedes  hazer,  sabed  que 
no  os  partiredes  de  aqui  sin  vuestro  daño» . 
«Agora  s.:bed,  dixo  Morloc,  que  no  lo  dexa- 
re por  vos  ni  por  otro  en  quanto  yo  la  pudie- 
re defender» .  Y  el  cauallero  de  las  tiendas 
dixo:  «Pues  de  oy  mas  en  la  batalla  soys; 
agora  os  guardad  de  mi  y  de  todos  aqueUos 


100 


LIBROS  DE  caballerías 


otros,  ca  todavía  queremos  que  la  donzella 
sea  quita,  pues  a  nos  se  encomienda».  Y  es- 
tonce se  dexo  correr  a  el  quanto  el  cauallo 
lo  podia  leuar,  e  Morloc  a  el  otrosi,  efiriolo 
tan  reziamente,  que  lo  derribo  del  cauallo 
en  tierra  muy  gran  cay  da;  e  fizo  contra  el 
cauallero  muy  gran  viUania,  ca  no  se  tuuo 
por  pagado  del  que  lo  derribo,  e  truxo  el  ca- 
iiallo  sobre  el  dos  Teces,  e  truxolo  tan  mal, 
que  el  cauallero  esmoreció;  e  por  esto  fueron 
muy  grandes  las  bozes  e  la  buelta  entre  los 
caualleros  e  las  gentes  de  las  tiendas,  quan- 
do  vieron  la  braueza  que  ^lorloc  ñziera  al 
cauallero  que  derribaua;  armáronse  diez  ca- 
ualleros, e  dixeron  que  vengarían  aquella 
villanía  sí  pudiessen,  e  fueronse  derecho  a 
el,  e  dixeronle:  «Cierto,  Morloc,  bien  parece 
vuestra  braueza  y  el  mal  talante  que  en  vos 
lia;  dexad  el  cauallero,  que  asaz  auedes  he- 
cho gran  villanía».  Y  quando  Morloc  esto 
oyó,  dexose  yr  a  vno  dellos,  e  firíolo  en  la 
garganta,  e  dio  con  el  en  tierra  gran  cayda; 
e  fiíe  a  los  otros,  e  derribo  seys  caualleros 
dellos,  e  tanto  hizo  de  armas,  que  vno  dellos 
lo  llago  en  la  garganta  muy  mal,  assi  que 
no  pudo  fazer  armas;  e  quando  se  vio  tan 
mal  llagado,  ftie  a  vno  sus  escuderos,  e  diole 
el  escudo  e  la  lanca.  Y"  quando  los  caualle- 
ros esto  vieron,  entendieron  que  no  quería 
mas  justar  porque  era  llagado,  e  vno  dellos 
dixo  a  Morloc:  «¿Como,  cauallero,  no  que- 
reys  mas  justar?»  Y  Morloc  dixo:  «¿Como, 
no  os  parece  que  ñze  asaz  en  derribar  seys 
caualleros?  Cierto  no  vinieran  ay  tantos  que 
yo  no  los  derribara,  sino  por  este  cauallero, 
que  me  llago  tan  mal,  que  jamas  no  pienso 
tomar  armas»;  y  el  cauallero  [dixo]:  «Pues 
assi  es  ¿menester  no  es  que  quede  aquí  la 
donzella?»  «No  es  cosa  lo  que  dezídes,  dixo 
Morloc,  ca  de  oy  mas  no  la  podeys  auer,  mas 
yo  soy  tan  mal  herido  que  no  puedo  fazer 
mas  de  armas,  e  por  razón  vos  no  me  podeys 
hazer  fuerca,  e  si  vos  quereys  conbatir  co- 
mí go.  todo  el  mundo  os  lo  terna  a  mal  sí 
fuer9a  me  fizierdes» . 

Cap,  CCLIX.  —  Como  Morloc  se  partió  de  los 
caualleros^  c  dixo  que  se  sentía  mal  lla- 
gado. 

Los  caualleros,  quando  esto  oyeron,  en- 
tendieron que  era  derecho  e  razón  lo  que 
Morloc  dezia,  e  díxole  que  se  fuesse  con  su 
donzella;  e  quando  Morloc  se  vio  libre,  dixo 
a  sus  escuderos:  «Caualguemos  adelante,  e 
busquemos  do  folguemos».  E  a  esto  llegaron 
a  vna  fuente,  e  después  que  passaron,  hol- 
garon vn  poco,  e  pregunto  Morloc  a  sus  es- 
cuderos si  sabían  ellos  algún  lugar  do  po- 


diessen  allegar.  E  vno  destos  escuderos  dixo 
que  cerca  de  allí  moraua  vna  su  tía:  «E  si 
allí  pudiesedes  yr,  farianvos  mucho  serui- 
cío»;  e  Morloc  dixo:  «Pues  vayamos  alia,  ca 
mucho  me  siento  mal  llagado,  e  se  me  va 
mucha  sangre» . 


Cap.  CCLX.  —  Como  Bandemagus  cobro  su 
donzella,  qiie  la  leuaua  Morloc,  e  se  fue 
con  ella. 

Asi  hablando  ellos,  llego  Bandemagus  con 
muy  gran  pesar  de  su  donzella  que  le  Mor- 
loc lleuaua,  con  que  el  cuydaua  ser  alegre, 
ca  el  bien  sabia  que  Morloc  era  aquel  que  la 
lleuaua.  e  los  escuderos  dixeron  a  Morloc: 
«Vedes  aquí  el  cauallero  que  hoy  tomastes  la 
donzella  ¿agora  que  faredes,  que  en  la  bata- 
lla soys?»  «No  vos  temays,  dixo  Morloc,  que 
yo  me  librare  bien  deste  cauallero»;  estonce 
llego  Bandemagus,  e  dixo  a  Morloc:  «Señor, 
vos  sabeys  que  yo  traya  esta  donzella  en  mi 
guarda;  por  esto  me  cometistes  e  me  derri- 
bastes;  conuieneme  sofrirlo,  mas  lo  de  la 
donzella  no  puedo  yo  soffrir,  no  sofriria,  e 
quiérela  tomar;  ca  vos  sabedes  bien  que  a 
sin  razón  me  la  tomastes,  pues  me  la  quesis- 
tes  tomar  a  fuerga  de  armas,  que,  aunque 
me  derribastes,  no  me  vencistes,  ca  sin  falta 
a  tuerto  la  leuades,  e  quiero  vos  la  yo  to- 
mar, e  si  la  quísierdes  defender,  mucho  me 
plaze» .  E  Morloc  dixo:  «Bandemagus,  si  vos 
tomades  esta  donzella  e  me  della  for^ades, 
a  mí  sera  gran  verguenga  fecha,  e  no  tarda- 
ra mucho  e  otra  cosa  vos  diré.  Sabed  que 
ningún  hoinbre  no  me  deuía  acometer  se- 
yendo  yo  tan  mal  llagado  como  so» ;  e  Ban- 
demagus dixo:  «Yo  no  vos  cometo,  mas  quie- 
ro tomar  esta  donzella,  que  es  mia,  que  me 
vos  leuaís  a  gran  tuerto;  mas,  si  otra  vez 
me  vencierdes,  leñádmela» .  E  Morloc  dixo: 
«Bandemagus,  yo  suffro  esta  desonrra  que 
me  hazedes»;  e  Bandemagus  tomo  la  donze- 
lla, e  Morloc  dixo:  «Vos  me  desonrrades,  e 
míenbresevos,  ca  yo  cuydo  que  seré  ven- 
gado do  vos  yo  primeramente  hallare,  tanto 
que  yo  sea  sano» . 

Cap.  CCLXI  — De  como  Bandemagus  e  su 
donzella  llegaron  al  valle  donde  posaua 
Merlin  e  su  donzella. 

Dize  el  cuento  que  pues  Bandemagus  tomo 
su  donzella,  que  no  respondió  a  Morloc  a  lo 
que  le  dezia,  ante  se  fue  con  la  donzella  por 
la  montaña  onde  vinieron,  que  era  muy  es- 
pessa,  e  fue  alegre  porque  la  auia  assi  co- 
brado, e  anduuieron  esse  día  fasta  bispe- 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


101 


ras  (^)  sin  comer  e  sin  auer,  e  llegaron  a  vn 
valle  muy  grande  e  fondo,  y  enojóse  de  an- 
dar, ca  de  la  vna  parte  e  de  la  otra  era  peña 
biua,  y  era  todo  enpedrado  e  lleno  de  pie- 
dras, y  entraron  en  el,  e  vieron  que  auian 
ay  andado  paciendo  algunos  cauallos,  e  yen- 
do adelante  vio  de  la  otra  parte  dos  chocas 
grandes  e  bien  hechas  de  nueuo,  e  sabed 
que  aquellas  choyas  fueron  de  la  conpaña  de 
Merlin  e  de  la  dueña  del  lago  que  estouiera 
ay  ante  dia,  y  entraran  ay  en  vna  cueua,  e 
aquella  cueua  era  ay  en  el  valle,  y  esta  donze- 
11a  del  lago  encerrara  ay,  en  vn  monumento 
de  marmol  bermejo  que  ay  estaua,  a  Mer- 
lin, e  metióle  dentro,  de  guisa  que  [por]  sus 
encantamentos,  que  le  el  mostrara,  que  no 
pudo  dende  salir  hasta  que  morio,  e  porque 
esta  ystoria  no  vos  lo  puede  en  otra  manera 
hazer  entender  tan  bien  por  esta  guisa,  por 
ende  vos  la  quiere  fazer  entender  mas  llana- 
mente, e  contarvos  he  todo  el  fecho  de  Mer- 
lin e  de  la  donzella  del  lago;  enpero  esto  no 
declara  en  el  libro  del  sancto  Grial,  e  assi 
no  podria  saber  como  la  donzella  del  lago 
soterró  biuo  a  Merlin  en  el  comience  de  los 
amadores,  y  en  que  manera,  e  quierovos 
contar  la  verdad  deste  hecho,  en  qual  mane- 
ra passo,  e  como  Merlin  murió,  mas  no  agora, 
porque  torna  a  hablar  del  cauallero  de  las 
dos  espadas. 

Cap.  CCLXII.  —  Agora  dexa  el  cuento  aqui 
de  hablar  de  Merlin  e  de  la  donzella  del 
lago,  e  habla  del  cauallero  de  las  dos  es- 
padas. 

Dize  la  historia  que  quando  el  cauallero 
de  las  dos  espadas  se  partió  del  rey  Artur, 
caualgo  con  gran  pesar  quel  auia,  pesando 
mucho  e  llorando,  e  anduuo  tanto,  que  llego 
a  la  donzella,  e  tanto  que  lo  ella  vido,  dixole: 
«¡Ay,  cauallero!  mal  feziste  que  dexaste 
matar  en  vuestra  guarda  el  mejor  cauallero 
que  nunca  fue  en  el  mundo;  cierto,  mal  cam- 
bio auemos  por  el,  ni  ya  peor,  ni  bien  nos 
verna  por  vos,  que  assi  como  era  yo  segura 
que  el  acabarla  lo  que  comentara,  bien  assi 
lo  so  verdaderamente  que  vos  no  aureys 
poder  de  le  dar  cima,  ante  morireys  como 
cauallero  malo  e  couarde  assi  como  a  mi 
semeja;  ca  mucho  fuera  mejor  vuestra 
muerte  que  no  la  suya» ;  y  el  cauallero  ouo 
gran  pesar,  que  no  supo  que  se  dixesse, 
fuera  que  dixo:  «Donzella,  como  quier  que 
auenga,  la  verguenga  es  mia,  mas  no  veo 
por  la  do  piteda  vengar,  e  ruégeos  que  vaya- 
mos en  vno,  que  bien  podeys  saber  que  no 

Cj  Hasta  ponerse  el  sol. 


quedare  por  fuerga  ni  por  afán  que  no  de 
cima  a  esta  demanda,  mientra  fuere  biuo  e 
sano».  «Plazeme»,  dixo  ella.  Y  después fue- 
ronse  luego  ambos. 


Cap.  CCLXIII. —  Del  duelo  grande  que  el 
cauallero  de  las  dos  espadas  fazia  por  el 
cauallero  que  murió  en  su  guarda,  e  como 
la  señora  de  la  fortaleza  enbio  por  la  don- 
zella. 

Ninguna  auentura  en  aquel  dia  que  andu- 
uieron  ambos  hallaron  que  de  contar  sea. 
E  otro  dia  yua  el  cauallero  de  las  dos  espa- 
das faziendo  el  mayor  duelo  del  mundo,  e 
aquella  noche  dormieron  en  casa  de  vn  lior- 
mitaño,  que  se  traba jaua  mucho  de  lo  conor- 
tar  al  cauallero,  mas  esto  no  lo  podia  el 
hazer  que  el  dexasse  su  duelo;  e  a  la  mañana 
leuantaronse  e  fueron  su  camino,  e  tanto 
anduuieron,  que  llegaron  cerca  de  vn  cas- 
tillo muy  fuerte  e  muy  bien  labrado.  E  vino 
del  castillo  vn  escudero  a  ellos,  que  dixo  a 
la  donzella:  «Donzella,  la  señora  del  castillo 
embia  por  vos,  que  quiere  con  vos  fablar  de 
lo  que  vos  sabedes» .  «De  grado» ,  dixo  ella. 
Estonce  dixo  al  cauallero  de  las  dos  espadas: 
«Yd  vos  e  yo  ^''re  a  hablar  con  aquella  dueña, 
e  salirvos  he  a  vna  carrera,  a  vna  cruz  que 
esta  ay  adelante  que  hallaredes,  e  si  llegar- 
des  primero,  atender  vos  he».  «Plazeme» ,  dixo 
el  cauallero,  e  luego  se  partió  de  so  vno. 

Cap.  CCLXrV. —  Como  el  cauallero  que  venia 
de  caga  pregmito  al  cauallero  de  las  dos 
espadas  por  que  haxia  tan  gran  duelo,  y  el 
no  se  lo  quiso  dezir. 

Assi  se  fue  el  cauallero  por  su  parte,  e  la 
donzella  se  fue  suso  a  la  montaña  para  el 
castillo,  y  el  de  las  dos  espadas,  a  la  entrada 
del  monte,  topo  vn  cauallero  desarmado, 
fueras  de  espada,  que  venia  de  caga  e  traya 
sus  galgos  con  que  cacaua,  e  quando  se  topa- 
ron, saludáronse,  y  el  cauallero  desarmado 
vio  al  de  las  espadas  hazer  tal  duelo;  estando 
quedo,  dixo  que  se  ternia  por  malo  si  no 
supiesse  la  razón  del  duelo  que  fazia,  e  dixo- 
le: «¡Ay,  cauallero  señor'  ruegovos,  por  Dios 
e  por  cortesía,  que  me  digades  por  que  haze- 
des  tan  gran  duelo,  ca  me  semeja  que  no  es 
sin  gran  razón» .  «Ay  por  que  lo  haga,  dixo  el 
cauallero  de  las  dos  espadas,  ca  so  escarnido 
para  siempre,  jamas  nunca  tan  grande  hon- 
rra  ganare  como  es  la  desonrra  que  he  rece- 
bido,  e  por  esto  hago  tan  gran  duelo» .  «j Ay, 
buen  cauallero!  dixo  el  otro,  pues  q\ie  la 
desonrra  es  tamaña  que  la  honrra  no  podria 


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LIBROS  DE  caballerías 


igualar,  ruegOTOS  por  cortesía  que  me  diga- 
des  que  desonrra  es  e  como  contecio,  e  pro- 
metoTOS  como  cauallero  que  de  aqui  ade- 
lante vos  seré  conpañero  en  vengar  vuestra 
desonrra,  de  tal  guisa  que  me  de  vos  no 
partiré,  si  por  muerte  no  fuere,  a  mi  buen 
grado,  fasta  que  esta  desonrra  sea  rengada. 
E  cierto  mas  querría  morir  que  della  ven- 
ganza no  ouiessedes» .  T  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  se  marauillo  de  lo  que  aquel 
cauallero  prometía,  ca  nunca  le  auia  el 
fecho  cosa  por  que  esto  lo  prometiesse.  Y  el 
no  le  quiso  descobrir  como  le  aquella  mala 
ventura  auiniera.  Y  el  le  dixo:  «Cierto,  esta 
es  la  cosa  del  mundo  que  vos  yo  no  diría» .  «Si 
diredes,  dixo  el  cauallero,  que  yo  vos  lo  rue- 
go por  la  cosa  del  mundo  que  vos  mas  amades 
que  me  lo  digades».  «E  por  la  fe  que  yo 
deuo,  dixo  el  cauallero  de  las  dos  espadas, 
a  la  cosa  del  mundo  que  yo  mas  amo,  que 
vos  lo  no  diré;  cierto  no  soys  tan  cortes 
como  yo  cuydaua,  que  me  preguntades  lo 
que  me  no  plaze  dezir» ;  y  estonce  el  otro 
cauallero  ouo  tan  gran  pesar  e  fue  tan 
sañudo,  que  cuydo  perder  el  seso,  e  dixo: 
«Cierto  yo  ante  querría  morir  que  lo  no 
saber»;  y  estonce  lo  prendió  por  el  freno,  e 
dixole:  «Vos  sodes  preso,  e  par  Dios  no 
me  saldreys  assi  de  la  mano  fasta  que  yo 
sepa  lo  que  os  pregunto» .  Y  estonce  dixo  el 
cauallero  de  las  dos  espadas  su  duelo  (').  E 
comenzóse  de  sonrreyr.  E  dixo:  «¡Por  Dios! 
agora  veo  el  mas  sandio  cauallero  que  nunca 
vi  ni  halle,  que  tan  ligeramente  me  qui- 
siesse  prender» ;  y  el  otro  cauallero  le  dixo 
todavía  que  era  preso,  e  dixo:  «Desta  pri- 
sión saldré  yo  muy  ayna  quando  yo  qui- 
siere» ,  y  estonce  metió  mano  a  su  espada  el 
cauallero  de  las  dos  espadas,  por  prouar  al 
otro,  ca  no  porque  auia  voluntad  de  le  ferir, 
6  dixole:  «Cauallero,  sí  no  tirays  dende  la 
mano,  yrvos  mal  delío,  ca  os  ferire,  e  hazer- 
me  hedes  fazer  villanía,  porque  soys  des- 
armado» ;  e  quando  el  otro  esto  vido,  tiro  la 
mano,  e  dixo:  «¿Que  es  esto,  mal  cauallero? 
que  Dios  os  de  mala  ventura,  mas  de  la  que 
auedes,  ¿cuydaysme  matar  o  ferir  assi  des- 
armado?» «E  si  os  firíesse,  dixo  el  cauallero 
de  las  dos  espadas,  esto  no  seria  gran  villa- 
nía, ca  vos  soys  el  mas  enojoso  honbre  que 
nunca  vi,  que  a  fuerga  quereys  saber  la 
hazienda  de  los  honbres» ;  y  estonce  dixo  el 
otro  cauallero:  «Nunca  cosa  dessee  tanto 
saber  como  esta,  pero  pues  que  de  grado  no 
me  la  quereys  dezir,   aurelo  de  saber  por 

O  Esto  es  ana  errata  del  texto,  ó  un  olvido  del 
autor,  porque  el  caballero  de  las  dos  espadas  no  le 
cuenta  ahora  nada  al  curioso.  Tal  vez  adixo»  esté  por 
cdexo». 


fuerza,  aunque  no  querades» .  «No  se  que  me 
auerna,  dixo  el  cauallero  de  las  dos  espadas, 
mas  por  fuerga  no  lo  diré» . 


Cap.  CCLXY. — De  cmno  el  cauallero  que 
venia  de  ca^a  se  fue  armar  e  tomo  al 
cauallero  de  las  dos  espadas,  e  dixo  que 
sobria  del  por  qite  hazia  aquel  duelo. 

Estonce  se  fue  el  cauallero  desarmado,  e 
tanto  anduuo  que  fue  a  vna  su  torre  fuerte 
e  alta,  que  estaua  en  vn  campo  ancho,  donde 
tenía  a  su  conpaña,  e  quando  dentro  entro, 
pidió  sus  armas  presto,  e  díeronselas,  e 
armóse  ayna,  e  subió  en  su  cauallo,  e  no 
ouo  y  tal  que  se  le  osasse  preguntar  donde 
quería  yr.  e  desque  fue  bien  armado  subió 
en  su  cauallo,  e  tomo  vna  lanza  e  vn  escudo, 
e  defendió  que  no  fuessen  em  pos  del;  e 
después  fuesse  em  pos  del  cauallero,  fasta 
que  lo  alcaufo  en  vn  prado,  e  tanto  que  lo 
vido,  diole  bozes:  «Don  cauallero,  agora 
sabré  lo  que  os  pregunte,  o  vos  soys  en  la 
pelea» .  «¿E  como?  dixo  el  de  las  dos  espa- 
das, ¿assi  me  conuíene  pelear  con  vos  o  vos 
dezir  de  mí  grado  lo  que  no  diría  a  hombre 
del  mundo?»  «Assi  es,  dixo  el  otro;  agora 
escoged  qual  quisierdes,  que  sin  vna  destas 
dos  cosas  no  os  podedes  de  mi  partir» .  «Pues 
agora  sabed,  dixo  el  de  las  dos  espadas,  que 
vos  lo  no  diré,  ni  a  otro  ninguno».  «E  pues 
no  SLj  al,  dixo  el  cauallero,  en  la  pelea  soys» ; 
e  dixo  el  de  las  dos  espadas:  «Mas  quiero 
yo  la  pelea  que  vos  lo  assi  dezir» . 


Ci.p .  CCLXVI .  —  Como  el  cauallero  que 
venia  de  ca^a  justo  con  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  e  fue  derribado,  e  se  quería 
conbatir  con  el,  y  le  dixo  por  que  hazia  el 
duelo. 

Luego,  sin  otra  detenencia,  se  arredraron 
el  vno  del  otro,  y  metieron  las  langas  so  los 
sobacos  e  pusieron  los  escudos  ante  los  pe- 
chos, e  dexaronse  correr  el  vno  contra  el  otro 
tan  rezío,  que  era  espanto,  y  el  cauallero 
quebró  su  lanza  en  el  de  las  dos  espadas, 
mas  no  lo  pudo  mouer  de  la  silla,  e  dio  con 
el  tal  cay  da  en  tierra,  que  por  poco  se  no 
quebró  el  pescuezo  y  el  brazo  de  la  cayda; 
mas  el  otro  cauallero  era  muy  bíuo,  e  leuan- 
tose  muy  ayna,  y  metió  mano  a  su  espada 
como  aquel  que  quería  batalla,  y  el  de  las 
dos  espadas  le  dixo:  «¿Como?  señor  cauallero, 
¿avn  mas  quereys?»  «Sí,  dixo  el  otro,  ca  no 
vos  partireys  assi  de  mi  fasta  que  sepa  lo  que 
os  pregunte» .  «¿E  como?  dixo  el  de  las  dos 


BALADKO  DEL  SABIO  MERLIN 


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espadas,  ¿assi  os  quereys  meter  en  auentura 
de  muerte  por  cosa  en  que  no  os  va  nada 
avnque  lo  sepades?  Por  buena  fe,  yo  nunca 
vi  tan  gran  locura» ;  y  el  otro  cauallero  dixo: 
«Antes  yo  quería  morir  que  lo  no  saber»  ('). 
Entonces  se  comento  el  cauallero  de  las  dos 
espadas  a  sonreyrse,  e  santiguóse  de  la  ma- 
rauilla  que  ende  ouo,  e  dixole:  «Agora  ca- 
ualgad,  e  yd  comigo,  e  contarvos  lie  mi  mala 
ventura,  ca  mas  vos  lo  quiero  dezir,  que  no 
meterme  en  auentura  de  os  matar,  o  vos  a 
mi;  ca  vos  tengo  por  buen  cauallero  e  por 
hombre  bueno»;  y  el  se  lo  grádeselo  mucho, 
e  subió  en  su  cauallo;  y  el  de  las  dos  espadas 
se  lo  contó  assi  como  ya  oystes,  «e  porque 
fue  assi  muerto  en  mi  guarda  hago  este  due- 
lo tal  como  vedes,  que  jamas  mientra  biua  no 
seré  alegre  fasta  que  lo  aya  vengado,  si  pu- 
diere ser,  que  por  afán  que  yo  aya  ni  por 
trabajo  no  me  quedara» . 


Cap.  C CLX Vil  — Cowio  el  cauallero  que  ve- 
nia de  ca^a  prometió  al  cauallero  de  las 
dos  espadas  que  le  seria  compañero  en  la 
mesma  demanda. 

«Agora  vos  conté  la  razón  del  mi  duelo, 
mas  bien  sabed  que  el  cauallero  no  puede 
ser  vengado  sino  con  el  tara9on  de  la  lan^a 
con  que  fue  ferido» .  «E  pues  ¿como  vos  pode- 
des  vos  vengar  dixo  el  otro  cauallero,  quan- 
do  el  tararon  de  la  lan^a  no  tenedes?» .  «Yo 
lo  aure,  dixo  el  cauallero  de  las  dos  espadas, 
que  vna  donzella  lo  lleua» .  «Y  ¿do  es,  dixo 
el  otro  cauallero,  essa  donzella,  que  no  va 
aqui  con  vos?»  «Ella  se  partió  de  mi  a  la  en- 
trada de  la  montaña,  e  mañana  sera  con  nos 
a  vna  cruz  que  esta  acá  en  medio  desta  mon- 
taña». «E  agora  me  dezid,  dixo  el  cauallero, 
¿como  auedes  de  fallar  aquel  que  vos  esta  des- 
onrra  fizo  quando  estonce  no  lo  vistes  ni  lo 
conocistes?»  «No  se,  dixo  el,  como  lo  he  de  ha- 
llar, mas  comencé  esta  demanda,  e  nunca  la 
he  de  dexar  fasta  que  le  de  yo  cima  a  mi 
honra  o  a  mi  desonrra» .  «E  Nuestro  Señor 
vos  de  ay  consejo,  dixo  el  cauallero;  assi  Dios 
me  salue,  estraña  cosa  auedes  ay  comentado 
e  de  gran  afán,  e  pues  me  dexistes  la  ver- 
dad, quiero  ser  vuestro  compañero  en  esta 
demanda,  e  fizo  promessa  a  Dios,  e  a  sancta 
Maria,  e  a  toda  caualleria,  que  mientra  biua 
nunca  me  quite  desta  demanda,  fasta  que 
aya  cima,  o  por  mi,  o  por  vos,  o  por  otre;  e 
ruegovos,  por  vuestro  buen  talante  e  por 
vuestra  cortesía,  que  me  Ueueys  con  vos»;  y 


(')  La  verdad  es  que  la  curiosidad  del  de  los  galgos 
no  puede  ser  más  estupenda. 


el  cauallero  de  las  dos  espades  ge  lo  otorgo,  e 
juráronse  ambos  que  se  manternian  leal- 
mente  conpañia mientra  fuessen  de  so  vno  ('). 

Cap.  CCLXVIII.  — Como  Merlin  dixo  al  ca- 
uallero de  las  dos  espadas  que  partiría  ayna 
en  conpañia  de  ambos.,  e  como  auia  non- 
hre  el  que  matara  al  cauallero  aniel  rey 
Artur. 

Mas  estonce  se  fueron  al  camino  anbos  los 
caualleros,  e  no  anduuieron  mucho  que  ha- 
llaron a  Merlin,  que  bien  sabia  quanto  ellos 
dezian,  e  andana  vestido  de  paños  blancos 
por  ser  desconocido,  e  tanto  que  llego  a 
ellos  e  saludos,  y  ellos  a  el,  y  el  les  dixo: 
«Esta  conpañia  que  auedes  comentado  no 
durara  mucho  assi  como  cuydades,  ante  sera 
mucho  ayna  partida» .  «E  ¿que  sabedes  vos, 
amigo?»  dixo  el  cauallero  de  las  dos  espadas. 
«Tanto  vos  digo,  dixo  Merlin,  que  assi  sera, 
e  mas  dende  no  sabredes  por  mi  esta  vez, 
mas  de  vna  cosa  que  vos  mucho  deseades 
vos  quiero  fazer  cierto.  Sabed  que  aquel  que 
ys  vos  buscar,  que  mato  el  cauallero  delante 
de  las  tiendas  del  rey  Artur,  que  ha  nombre 
Galuan,  y  es  hermano  del  rey  Pelean  de  Lis- 
cones» .  «E  por  Dios,  dixo  el  cauallero  de  las 
dos  espadas,  al  rey  Pelean  de  Liscones  co- 
nozco yo  bien,  mas  a  Galuan  no  conozco,  e 
pues  el  nonbre  le  se,  no  puede  ser  que  lo  no 
falle,  si  por  buscar  puede  ser  fallado» .  E  dixo 
Merlin  al  cauallero  de  las  dos  espadas:  «Yo 
vos  consejo  que  dexedes  esta  demanda,  ca 
cierto,  si  la  vos  encimades,  vos  fareys  vn 
golpe  donde  verna  gran  mal  en  el  reyno  de 
Londres,  e  tan  gran  mala  uentura,  que  nun- 
ca tan  grande  vino  por  golpe  que  ouiessen 
fecho;  e  no  ay  aun  mucho  entre  el  rey  Ver- 
ían y  el  rey  Lanbor,  que  auran  por  el  golpe 
de  la  langa  vengadora,  y  esto  no  podeys  des- 
pués auenir,  ni  otro  de  los  que  agora  son, 
ante  sera  por  ende  echado  en  pobreza  y  en 
perdición  y  en  destruy miento,  e  otros  mu- 
chos duraran  tanto  esta  cuyta,  fasta  que  ve- 
rán aquel  que  ha  de  dar  cima  a  las  auentu- 
ras  de  la  Gran  Bretaña,  e  vos  mesmo  que 
fareys,  y  esta  mala  ventura  aura  de  uenir; 
que  querades  o  no,  moriredes  por  gran  mala 
ventura».  «E  cierto,  dixo  a  Merlin  el  caua- 
llero de  las  dos  espadas,  si  yo  cuy  dase  morir 
la  mas  vil  muerte  que  nunca  murió  hombre, 
no  dexara  de  seguir  esta  demanda  a  todo  mi 

(• )  Esta  ,  ompnñia  ó  hermandad  de  armas,  tan  fre- 
cuente en  los  libros  de  caballerías,  tiene  sus  preceden- 
tes en  la  fraternidad  escandinava  y  en  el  comitatus 
germánico,  de  que  habla  Tácito  (Cf.  nuestro  artículo: 
Gérmenes  del  feudalismo  en  España,  en  la  Revista 
Contemporánea  de  15  septiembre  de  1898). 


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LIBROS  DE  CABALLERÍAS 


poder,  e  darla  he  cima,  avnque  sea  por  mi 
muerte  o  mi  vida;  e  si  toda  la  mala  ventura 
del  mundo  me  ouiesse  de  venir,  no  dexaria 
yo  de  vengar  aquel  que  fue  muerto  eñ  mi 
guarda».  «E  agora  sabed,  dixo  Merlin,  que 
lo  vengareys,  mas  después  querriades  ser 
muerto  ante  que  no  bino» ;  e  luego  se  partie- 
ron ambos  caualleros  de  Merlin,  j  entraron 
en  su  camino,  e  Merlin  se  fue  em  pos  dellos 
alexado,  como  aquel  que  queria  uer  como 
le  auenia. 

Cap.  CCLXTX. — Cojiio  mataron  al  cauallero 
compamro  del  cauallero  de  las  dos  espadas, 
e  no  vieron  quien  lo  mato,  y  del  duelo  que 
con  el  haxian. 

Tanto  anduuieron  de  so  vno,  que  llegaron 
a  vn  hermita,  e  auia  vn  cementerio,  e  por 
medio  de  aquel  cementerio  yua  el  cauallero 
de  las  dos  espadas  delante,  cuydando  mucho 
en  lo  que  Merlin  dixera,  mas  el  no  cuydaua 
que  era  Merlin,  e  quando  fue  en  medio  del 
cementerio,  el  cauallero  que  yua  em  pos 
del  dio  vna'boz  muy  dolorida  como  de  honbre 
mal  llagado,  e  dixo:  «¡  Ay  cauallero!  ¡muerto 
so,  e  muerto  me  han  porque  tanto  anduue 
en  vuestra  conpañia!»  Y  el  cauallero  de  las 
dos  espadas,  quando  esto  oyó,  fue  muy  espan- 
tado, e  torno  la  cabeca,  e  vidolo  estar  en 
tierra,  pero  no  cuydo  que  era  muerto,  e  dicio 
luego  e  fue  a  el,  e  fallólo  llagado  de  vna 
lanca  por  el  cuerpo  muy  rezio,  e  la  langa 
estaña  en  el  entera,  e  tiróle  el  yelmo,  e  fa- 
llólo ya  muerto,  e  cato  si  ueria  a  quien  lo 
mato  e  no  vido  ninguno,  e  fue  muy  mara- 
uillado.  e  dixo:«¡Ay  Dios'  ¡que  malaventura, 
que  no  puedo  uer  aquel  que  tamaña  dessonra 
me  faze!»  y  estonce  comenQO  su  duelo  muy 
mayor  que  no  de  ante,  e  dixo  que  era  el  mas 
mal  auenturado  cauallero  y  el  mas  catiiio 
que  ninguno  de  quantos  traxeron  armas,  e 
que  veya  bien  que  la  ventura  le  era  mas 
auiesa  que  a  otro  ninguno. 

Cap.  LCLXX. — Como  el  hermitaño  conforto 
al  cauallero  de  las  dos  espadas,  e  le  dezia 
que  no  hixiesse  tanto  duelo. 

Pues  estando  haziendo  su  duelo,  vino  el 
hermitaño  que  moraua  en  aquella  hermita, 
e  quando  le  vio  tal  duelo  fazer  comengolo  de 
castigar,  e  dixole  que  no  era  aquello  para 
hombre  bueno  ni  para  otro  fazer  tal  duelo,  y 
demás  a  cauallero,  si  no  fuesse  por  sus 
pecados;  por  esto  deuia  honbre  llorar,  e  no 
por  al;  e  dixo  el  cauallero:  «¡Ay  señor!  si  yo 
lloro  hago  muj'  gran  derecho,  ca  me  veo  el 
mas  malauenturado  cauallero  del  mundo»; 


e  contole  quanto  le  acaesciera,  assi  del  vn 
cauallero  como  del  otro,  e  avn  dixo  que  le 
faria  conorte  si  viesse  aquel  que  los  assi  ma- 
taua,  «mas  pareceme  que  lo  no  puedo  ver,  e 
desto  me  desconorto  muy  mas » .  Estonce 
dixo  el  hermitaño:  «Tales  son  las  auenturas 
del  mundo,  que  vnas  son  buenas  e  otras  son 
malas;  mas  destos  dos  no  me  marauillo  que 
assi  son  muertos,  pero  no  me  parecedes 
hombre  que  assi  se  deuia  doler  de  cosa  que 
le  auiniesse,  mas  conortarse  y  esforgarse  el 
coraron  y  el  ardimento,  ca  no  deue  honbre 
de  gran  coraron,  por  mal  que  le  venga,  des- 
conortarse  ni  fazer  tal  duelo  como  vos  faze- 
des» .  Tanto  dixo  el  hermitaño  al  cauallero, 
que  se  conorto,  e  fizólo  entrar  en  su  casa  y 
desarmar;  y  después  torno  al  cauallero  e  sa- 
cóle la  langa  del  cuerpo,  y  desqiie  le  ouo 
fecho  vn  conplimicnto  de  la  yglesia,  sote- 
rrólo armado  assi  como  estaua.  E  sabed  que 
costumbre  era  en  aquel  tienpo,  que  quando 
soterrauan  algún  cauallero,  que  lo  soterra- 
uan  armado  como  estaua,  e  desque  lo  sote- 
rraron pusieron  sobre  el  vna  gran  piedra  en 
lugar  de  monumento;  e  todo  aquel  dia  estuuo 
el  cauallero  de  las  dos  espadas  con  el  hermi- 
taño que  lo  castigaua  e  lo  consolaua,  mas 
tanto  que  otro  dia  el  sol  fue  salido,  el  hermi- 
taño canto  su  missa  al  cauallero  de  las  dos 
espadas,  e  armóse,  e  subió  en  su  cauallo,  e 
fue  ver  el  lugar  do  su  conpañero  yazia,  que 
no  lo  podia  oluidar;  e  quando  allego  el  her- 
mitaño, miro  la  piedra  e  vieron  letras  escrip- 
ias en  la  cabecera,  y  el  cauallero  de  las  dos 
espadas  pregunto  al  hermitaño:  «¿Que  os 
parece  desto?»  «Paresceme,  dixo  el  honbre 
bueno,  que  de  quantas  letras  aqui  ay,  que 
no  auia  aqui  anoche  ninguna».  «Por  Dios, 
dixo  el  cauallero,  no».  «Agora  sabed,  dixo 
el  hermitaño,  que  esta  es  vna  de  las  auentu- 
ras estrañas,  mas  catemos  que  quiere  dezir, 
ca  sin  falta  no  es  esto  sin  gran  señal»;  y 
estonce  comento  el  hombre  bueno  a  leer  las 
letras,  e  dezian:  En  este  caiuno  vengara 
Galuan  al  rey  Loe,  e  tajara  la  cabera  al 

REY  PeLINOR;  en  los  PRIJIEROS  DIEZ  AÑOS 
AQUEL   REY  RECEBIRA    ORDEN   DE    CAUALLERIA. 

E  assi  dezian  las  letras  como  os  digo.  E  quan- 
do el  cauallero  de  las  dos  espadas  esto  oyó 
que  assi  dezian,  dixo:  «jAy  Dios,  que  daño 
si  assi  viene  como  ay  dizel»  E  dixo  al  hermi- 
taño: «Señor,  ¿sabedes  vos  quien  es  el  rey 
Pelinor?»  «No»,  dixo  el  hermitaño.  E  dixole 
el:  «Señor,  sabed  quel  es  agora  el  mejor 
cauallero  del  mundo,  e  vino  de  los  mejores 
honbres,  porque  deue  ahora  honbre  maldezir 
la  ventura  que  lo  assi  juzgo  a  morir  por  tal 
hombre,  que  al  mi  saber  nunca  el  valdrá  la 
meytad  de  lo  que  agora  este  uale;  e  cierto 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLTN 


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si  yo  a  esto  no  fuesse  que  agora  vo,  yo  estor- 
Tiaria  esta  muerte  a  mi  poder,  que  ante 
querria  matar  en  esta  sazón  a  Galuan,  que 
matar  después  aquel  cauallero  de  que  venia 
avn  mayor  daño  que  no  de  Graluan  liaría 
agora. 

Cap.  CCLXXI.  —  Como  el  escudero  luihlo 
con  el  hermitaño  e  con  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  de  parte  de  Merlin. 

Hablando  estonce  en  esto,  lie  vos  vn  escu- 
dero do  vino  muy  ayna  a  ellos  de  parte  de 
Merlin,  e  sainólos,  e  dixoles:   «Merlin  vos 
embia  dezir  que  el  escriuio  estas  letras  de 
noche,  e  no  vos  marauilleys  de  lo  que  dizen, 
ca  todo  assi  verna  como  esta  escrito».   «E 
cierto,  dixo  el  cauallero  de  las  dos  espadas, 
cierto  es  gran  mal,  ca  menos  perdería  lion- 
bre  en  la  muerte  de  Galuan  que  no  en  la 
muerte  del  rey  Felino r».  «E  no  faran,  dixo 
el  escudero,  ca  Merlin  me   dixo   que  vos 
dixesse  que  mejor  cauallero  sera  Galuan, 
quando  allegare  a  la  su  derecha  edad,  que 
no  el  rey  Pelinor;  e  por  esto  no  deuedes  mas 
querer  la  muerte  del  vno  que  la  del  otro» . 
E  tanto  que  el  escudero  esto  dixo,  partióse 
dellos,  y  el  cauallero  de  las  dos  espadas, 
desque  lo  no  vido,  despidióse  del  hermitaño, 
e  rogóle  que  rogasse  a  Dios  por  el.  T  el  her- 
mitaño dixo   que  lo    faria,   e  finco  en  el 
cementerio,  y  el  cauallero  de  las  dos  espa- 
das entro  en  la  montaña,  e  quando  llego  a 
encruzijada,  fallo  a  la  donzella  que  llegara 
ya,  e  decendio  del  palafrén  por  folgar  ay; 
ella  le  dixo:  «Cauallero,  mas  tardastes  que 
yo;  ¿hallastes  alguna  cosa  por  que  vos  detu- 
uistes  e  deuiessedes  ser  destoruado?»  «Si, 
dixo  el,  e  me  auino  después  que  me  parti  de 
vos  vna  auentura  donde  he  muy  gran  pesar» ; 
e  después  contoselo  todo,  e  quando  esto  oyó, 
sospiro  e  dixo:  «¡Ay,  mezquina,  que  en  tal 
guisa  fue  mi  amigo  muerto,  el  mas  cortes  y 
el  mejor  cauallero  que  ya  sera  en  el  mundo!; 
y  estas  auenturas  son  las  peores  e  las  mas 
astrosas  del  mundo,  porque  los  hombres  bue- 
nos assi  mueren».    «E   sobid,  dixo   el,   en 
vuestro  palafrén,  que  no  auedes  por  que  tar- 
dar» .  Estonce  subió  ella,  e  anduuieron  por 
la  montaña  fasta  ora  de  bisperas. 

Cap.  CCLXXn. —  Como  la  dotizella  p-omc- 
tio  a  la  donzella  e  a  los  dos  caualleros  que 
faria  todo  lo  que  ellos  mandassen. 

Y  a  hora  de  bisperas  llegaron  a  vn  casti- 
llo, que  estaua  en  vn  valle  muy  fermoso  e 
muy  abundoso  de  muchas  cosas,  y  el  caua- 
llero yua  delante,  y  era  cercado  de  buen 


muro  e  buenas  cauas  en  todo  enderredor;  e 
como  el  cauallero  yua  delante  e  la  donzella 
detras  mas  de  dos  astas  de  lanca,  e  tanto  que 
el  cauallero  entro  dentro,  los  que  suso  esta- 
ñan  sobre   las   puertas,  dexaron  caer  vna 
puerta  echadiza,  assi  que  el  cauallero  quedo 
dentro  e  la  donzella  tuera  no  supo  que  fazer, 
ca  no  podia  el  salir  ni  la  donzella  entrar  si 
los  de  dentro  no  quisiessen;  y  estando  cuy- 
dando  que  podria  hazer,  oyó  que  la  donzella 
daua  bozes,  e  dezia:   «¡Ay,  buen  cauallero 
de  las  dos  espadas,  acórreme,  que  muerta 
so,  que  sabed  que  es  aqui  la  donzella  del 
mundo  que  peor  me  quiere,  e  quiéreme  fazer 
cortar  la  cabeoa  sin  merecimiento;  e  si  vn 
poco  tardados,  muerta  seré  yo!»;  e  quando 
el  esto  oyó.  no  supo  que  fiziesse,  e  quisiera 
ser  muerto,  ca  no  veya  como  de  alli  saliesse 
si  no  saltasse  del  muro  ayusso,  e  si  ella  assi 
fuesse  muerta,  veniendo  en  su  compañi  a, 
que  el  nunca  auria  lionrra,  y  estonce  dicio 
del  cauallo,  e  subió  suso,  e  fallo  la  puerta  de 
la  torre  abierta,  y  entro  dentro,  e  hallo  ay 
fasta  doze  villanos  que  guardauan  la  puerta, 
y  estañan  aquella  hora  todos  desarmados,  y 
el  metió  luego  la  mano  a  la  espada  e  dixo 
que  muertos  eran  si  corriendo  no  le  abrian 
la  puerta;  e  quando  ellos  lo  vieron  armado 
e  la  espada  en  la  mano,  ouieron  muy  gran 
pauor,  e  fueronse  los  vnos  a  la  vna  parte  e 
los  otros  a  la  otra,  e  el  fue  a  las  finiestras 
de  la  torre  por  ver  que  auia  la  donzella,  e 
vido  cerca  della  estar  vna  donzella  e  dos 
caualleros,  e  de2.iaiile  los  caualleros:  «Si  vos 
no  hazedes  lo  que  vos  dixeremos,  muerta 
sodes,  ca  luego  agora  vos  tajaremos  la  cabe- 
ra, que  sabed  que  nunca  donzella  aqui  vino 
que  lo  no  haga»;  y  ella,  que  se  vido  en  tal 
cuyta,  pregunto  que  que  era  lo  que  querían. 
«Bien  vos  lo  diremos,  dixeron  ellos,  si  pro- 
metedes  que  lo  haredes,  e  sabed  que  no  es 
vuestra  desonrra» ;  y  ella,  que  no  cuy  daua 
auer  acorro  de  ninguno,  prometiogelo,  y  el 
cauallero  de  las  dos  espadas  vido   que   la 
tenian  en  gran  cuyta,    e   ouo   gran  pesar 
sobejo,  en  que  vido  que  no  podria  yr  a  do 
ella  estaua  si  no  saltasse  de  la  torre. 

Cap.  CCLXXIII. — De  como  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  salto  del  muro  e  fue  a  soco- 
rrer a  su  donzella. 

Dixo  estonces  el  cauallero:  «Mas  querria 
la  muerte  que  la  no  socorrer» .  E  santiguóse 
apriessa,  y  encomendóse  a  nuestro  señor 
Dios,  e  colgóse  con  las  manos  de  la  torre,  e 
dexose  caer  abaxo;  y  el  fue  tan  bien  auen- 
turado,  que  se  no  fizo  matar;  e  leuantose  e 
fue  a  do  la  donzella  estaua,  e  puso  mano  a 


106 


LIBROS  DE  caballerías 


la  espada  e  dixo  a  los  caualleros:  «En  mal 
punto  fezistes  esto»,  j  ellos,  que  vieron  el 
salto  que  el  cauallero  hiziera,  marauillaron- 
se,  e  dexaron  la  donzella,  y  el  tomóla  por  la 
mano,  e  dixole:  «Amiga,  ¿por  que  dauades 
bozes?»  Y  ella  dixo:  «Porque  me  querian 
matar  si  no  otorgasse  que  hiziesse  la  cos- 
tumbre del  castillo,  por  pleyto  que  mi  des- 
onrra  [no]  fuesse» .  «Mucho  me  pesa,  dixo  el, 
por  que  lo  prometistes,  ca  he  miedo  que  nos 
digan  que  lo  hagades;  agora  no  se  que  me 
haga  de  cauallo,  ca  dexo  el  mió  dentro  en  el 
castillo» . 


Cap.  CCLXXTV.  —  Cofjw  sailíeron  los  dos  ca- 
ualleros del  castillo,  e  dieron  el  cauallo  al 
cauallero  de  las  dos  espadas,  e  dixeron  a 
la  donzella  que  hincliesse  la  escudilla  de 
sangre. 

Hablando  con  la  donzella,  oyó  abrir  el 
castillo,  e  salieron  dos  caualleros  armados,  e 
trayan  su  cauallo,  e  dierongelo,  e  dixeronle: 
«Tomad  vuestro  cauallo,  ca  no  queremos 
cosa  de  lo  vuestro»;  y  el  fue  mucho  alegre, 
e  tomólo,  e  dixeron  los  caualleros  a  la  don- 
zella: «Quitadvos  de  lo  que  prometistes,  ca 
si  lo  no  fizierdes,  seredes  desleal  y  perjura» . 
«Cierto,  dixo  ella,  de  grado  lo  fare  si  es  cosa 
que  pueda  hazer»;  y  estonce  dixeron  ambos: 
«Donzella,  vos  auedes  de  hinchir  esta  escu- 
dilla de  vuestra  sangre,  ca  tal  es  la  costum- 
bre deste  castillo;  y  en  otra  guisa  no  se 
puede  yr  de  aqui  donzella  que  por  aqui 
passe,  e  si  lo  hizierdes  del  vuestro  buen 
talante,  gradecervoslo  han;  e  si  no,  hazerlo 
hedes  aunque  os  pese,  ca  de  otra  manera  no 
se  puede  de  aqui  partir  donzella  estraña» .  E 
quando  esto  oyó  la  donzella,  fue  mucho  es- 
pantada, e  dixo:  «Yo  querria  de  grado  saber, 
antes  que  me  metiesse  en  tal  auentura  de 
muerte,  por  quai  razón  queredes  tanta  de 
mi  sangre,  ca  si  por  alguna  se  puede  della 
tomar,  mucho  me  plaze,  e  si  no  [no]  ay  cosa 
por  que  lo  no  prouasse,  ca  veo  ay  mi  muer- 
te». «Yo  vos  lo  diré,  dixo  la  otra  donzella, 
8  cuj'do  que  lo  haredes  mas  de  grado» . 

Cap.  CCLXXV. — Como  dixeron  a  la  donze- 
lla que  andana  con  el  cauallero  de  las  dos 
espadas,  que  le  auian  de  sacar  vna  escudi- 
lla de  sangre,  que  tal  era  la  costumbre  del 
castillo. 

«Sabed  por  verdad  que  la  señora  deste 
castillo  enfermo  poco  tiempo  ha  de  vna  en- 
fermedad muy  mala  e  lixosa  como  de  gafe- 
dad, y  en  tal  cuyta  biue,  que  es  marauilla, 


e  mucho  nos  trabajamos  como  guareciesse, 
mas  no  podemos  ay  fallar  consejo,  saluo  que 
nos  dixo  vn  honbre  bueno  viejo:  Yo  vos 
enseñare  como  guarescera:  si  vos  pudierdes 
auer  vna  escudilla  llena  de  sangre  de  don- 
zella virgen  en  fecho  y  en  voluntad,  fija  de 
rey  e  de  rey  na,  e  vntardes  con  la  sangre  a 
vuestra  señora,  luego  sera  sana;  ca  assi  nos 
enseño  el  hombre  bueno,  e  por  guarecerla 
juramos  luego  que  jamas  no  vernia  por  aqui 
donzella  que  esta  escudilla  no  hinchesse  de 
la  su  sangre  e  porque  vos  esforcedes  assi 
como  otras  han  fecho» .  Y  estonce  respondió 
la  donzella:  «Cierto  es  mala  costumbre  e 
villanía,  mas  pues  que  otras  donzellas  lo 
fizieron,  yo  lo  fare,  e  cuydo  que  por  ende  es 
llegada  la  mi  muerte,  que  no  ay  donzella  en 
el  mundo  tan  rezia  que  esta  escudilla  per- 
diera de  sangre  que  no  muera  luego» .  Y  el 
cauallero  de  las  dos  espadas  le  dixo:  «Don- 
zella, ruegoos  que  lo  no  fagades,  que  no 
podreys  escapar  sin  muerte,  e  si  vos  murier- 
des  no  tendré  yo  quien  guie  para  acabar  lo 
que  comencé,  e  no  le  puedo  yo  dar  cabo  sin 
vuestro  consejo» ;  e  la  donzella  le  dixo:  «Cier- 
to, mi  cora9on  me  dize  que  no  moriré,  e 
quiérelo  ende  fazer» .  Y  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  fue  ende  sañudo,  mas  no  la  pudo 
dende  esto  ruar. 

Cap.  CCLXXVI. — De  como  las  seys  donze- 
llas sacaron  la  escudilla  llena  de  sangre  a 
la  donzella  que  andana  con  el  cauallero  de 
las  dos  espadas. 

Estonce  llenaron  al  cauallero  e  a  la  don- 
zella para  el  castillo,  e  desque  fueron  en  el 
palacio  desarmaron  al  cauallero,  pero  no 
quisiera  ay  quedar;  mas  ella  le  rogo  tanto, 
que  lo  hizo  quedar  por  uer  que  podria  ser 
della.  Y  estonce  vinieron  seys  donzellas  que 
dixeron  a  la  donzella:  «Desuiad  los  bracos  e 
sacarvos  hemos  quanto  deuemos  de  sangre»; 
y  ella  lo  fizo,  y  ellas  tomaron  vna  lanceta  e 
fi rieron! a  con  ella  en  anbos  los  bracos,  e 
sacáronla  quanta  sangre  quisieron,  e  la  don- 
zella amortecióse,  e  llenáronla  a  vna  cámara 
donde  holgase,  e  aquella  noche  fue  muy  cuy- 
tada  e  el  cauallero  de  las  dos  espadas  por  la 
donzella,  que  auia  gran  miedo  de  su  muerte, 
e  si  muriesse,  que  no  auria  por  do  diesse 
cima  a  lo  que  buscaua,  ca  no  sabia  donde 
fuesse  a  buscar  aquel  cauallero  que  matara 
a  los  otros  que  yuan  en  su  guarda;  e  supiera 
el  tanto  de  la  fazienda  de  aquel  cauallero 
que  auia  el  poder  de  se  encobrir  quando 
querria,  assi  que  lo  no  podian  uer  quando 
caiialgaua,  e  mas  esto  no  po/lia  el  hazer  sina 
quando  estaua  armado. 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


107 


Cu».  CCLXXYn.  —  Como  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  fue  ver  su  doncella  e  la 
sangre  della. 

Mucho  pensó  aquella  noche  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  en  la  donzella,  ca  mucho 
auia  miedo  de  su  muerte.  E  quando  vino  la 
mañana,  ante  que  fuesse  oyr  missa  ni  se 
armasse,  fue  do  estaua  la  donzella  e  pregun- 
tóle como  le  yua,  y  ella  le  dixo  que  no  sen- 
tía ningún  mal,  gracias  a  Dios;  mas  luego 
que  caualgaron,  le  dixo:  «Dezid,  la  señora 
deste  castillo,  ¿es  guarida?»  «Cierto,  dixo 
ella,  no  he  miedo  ay  mas,  e  ya  no  plega  a 
Dios  que  emiende  ni  guaresca,  mas  quémala 
ventura  aya,  y  esto  sera  gran  bien,  ca  nunca 
por  guarimiento  de  dueña  fue  puesta  tan 
mala  costumbre,  ca  mas  de  mil  donzellas 
pueden  por  ende  morir».  «¡Ay,  donzella, 
dixo  el,  no  (})  por  que  de  tardar,  e  pensemos 
como  caualguemos» ,  «ya  agora  fuésemos  fue- 
ra, dixo  ella,  que  nunca  fue  en  lugar  que 
me  tanto  enojasse»;  estonce  se  fue  el  caua- 
llero armar,  e  los  otros  le  dixeron:  «¿Como 
vos  va?  e  ¿como  vos  yredes  de  aqui  ante 
que  oyades  missa?»  «Si,  dixo  el  cauallero, 
que  tanto  me  enojo  este  castillo,  que  me  pesa 
porque  y  entre» ;  y  luego  caualgaron  el  e  la 
donzella,  mas  la  donzella  yua  muy  flaca  e 
muy  cansada  a  marauilla  de  la  sangre  que 
perdiera,  e  partiéronse  assi  del  castillo  e 
acomendaron  el  castillo  e  a  quantos  en  el 
morauan  a  los  diablos  todos  del  inñerno. 

Cap.  CCLXXYIII. —  Como  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  partió  del  castillo  con  su 
donzella. 

Pues  assi  conpro  la  donzella  la  costumbre 
del  castillo,  que  no  murió,  e  vinole  ende  me- 
jor que  no  a  otras  que  después  ay  vinieron, 
que  todas  fueron  ay  muertas,  e  duro  después 
aquella  astrosa  costumbre  muy  luengo  tiem- 
po, que  nunca  la  señora  del  castillo  pudo 
guarecer  hasta  que  la  preciada  donzella,  her- 
mana de  Perceual  de  Galaz,  cunplio  la  auen- 
tura  de  aquel  castillo,  que  de  su  sangre 
fue  la  dueña  vntada  e  garescio  luego,  assi 
como  la  historia  lo  mostrara  en  la  gran  De- 
manda del  sancto  Grial.  Y  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  caual^o  tanto  e  la  donzella 
con  el,  e  anduuieron  quatro  dias  que  no 
fallaron  auentura  que  de  contar  sea,  y  en 
tal  guisa  anduuieron  tanto,  fasta  que  se  alon- 
garon mucho  de  Camaloc,  assi  que  ellos  mu- 
daron lenguaje,  tanto  que  los  no  entendían 
ni  punto  por  alli  por  do  yuan» . 

(')  El  texto  no  ofrece  sentido  en  este  lugar.  Quizá 
deba  leerse  ano  hay». 


Cap.  CCLXXEX. — Como  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  e  su  donzella  aluergo  con  vn 
infanzón  viejo  que  le  dixo  a  do  fallaria  el 
cauallero  que  matara  al  otro  cauallero  ante 
las  tiendas  del  rey  Artur,  e  como  fue  con 
el  por  auer  de  su  sangre  para  guarescer  a 
su  fijo  que  lo  auia  llagado. 

Y  vn  dia  les  auino  que  llegaron  a  la  en- 
trada de  vna  floresta  a  casa  de  vn  infangon, 
muy  buen  hombre,  que  los  rescibio  muy 
bien,  y  ellos  seyendo  a  la  mesa,  oyó  el  ca- 
uallero en  vna  cámara  boz  de  honbre  que 
auia  gran  cuyta  e  gran  duelo,  e  duro  aquel 
duelo  en  quanto  estouieron  comiendo,  e  mas 
después  de  comer;  dixo  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  al  huésped:  «Señor,  preguntar- 
vos  querría  vna  cosa,  si  vos  no  pesasse,  que 
queria  saber  quien  es  aquel  que  faze  aquel 
duelo  en  aquella  cámara»  «Sabed,  dixo  el, 
que  aquel  es  mi  hijo,  que  es  muy  cuytado 
de  vna  llaga  que  le  hizieron,  e  no  sabe  quien 
ge  la  dio,  empero  que  era  ya  ora  de  medio 
dia,  e  no  auia  ay  árbol  ni  pared  que  le  qui- 
tasse  vista,  e  no  se  que  pudo  esto  ser,  o  si  es 
encantamento».  Y  el  cauallero  de  las  dos 
espadas  dixo  al  huésped:  «Esto  no  es  encan- 
tamento, antes  es  vn  cauallero  que  ha  tal 
poder  que  ninguno  no  lo  puede  ver  mientra 
estuuiere  armado  y  el  quisiere;  mas  mucho 
hizo  a  mi  peor  que  a  vuestro  fijo,  que  me 
mato  a  vn  cauallero  que  andana  en  mi  guar- 
da, do  me  pesa  mas  que  a  vuestro  fijo»;  y  es- 
tonce lo  contó  todo  como  fuera,  assi  del  vn 
cauallero  como  del  otro  que  tomo  por  com- 
pañero por  lo  yr  a  buscar,  como  lo  matara 
otrosi.  «E  sabed  que  aquel  que  lo  mato  ha 
nonbre  Garlan,  y  es  hermano  del  rey  Pelean 
de  Lisconis».  É  quando  esto  oyó  el  huésped, 
santiguóse  y  dixo:  «Bien  lo  creo,  que  bien 
conozco  aquel  Garlan,  e  no  ay  vn  año  que 
me  dixo  vna  palabra,  porque  yo  se  bien  que 
me  llago  mi  hijo,  e  assi  vino  que  fuemos  a 
vn  torneo  e  derríbelo  yo  dos  vezes  aquel  dia 
ante  todos.  E  quando  el  vido  que  era  honbre 
mas  alto  que  no  yo  e  que  no  se  podia  ven- 
gar, dixome  que  me  faria  pesar  del  mejor 
amigo  que  yo  tenia  ante  que  passasse  vn 
año.  E  semejame  que  lo  tuuo  muy  bien  lo 
que  me  prometió,  que  me  ferio  mi  fijo  a 
muerte,  que  era  el  honbre  del  mundo  que  yo 
mas  queria».  «¡Ay  Dios!  dixo  [el]  cauallero 
de  las  dos  espadas,  ¿como  lo  podria  yo  fallar? 
que  no  ay  honbre  en  el  mundo  que  yo  mas 
quisiesse  ver».  «Cierto,  dixo  el  huésped,  yo 
os  lo  enseñare» ;  y  el  dixo  que  no  lo  dexaria 
de  buscar  por  cosa  que  ouiesse,  ni  por  tra- 
bajo qae  el  tomasse.  «Agora  os  digo,  dixo  el 
huésped,  como  lo  podreys  fallar.  Sabed  que 


108 


LIBROS  DE  caballerías 


el  rey  Pelean  de  Lisconis  terna  muy  gran 
corte  este  domingo  en  ocho  dias  en  el  casti- 
llo del  palacio  peligroso,  e  seruira  ay  Garlan, 
6  muchos  otros  honbres  buenos  de  muchos 
reynos  serán  ay  en  aquella  fiesta.  E  si  vos 
podeys  ay  llegar  aquel  dia,  se  que  lo  falla- 
reys».  Y  quando  el  cauallero  de  las  dos  es- 
padas esto  oyó,  fue  muy  lelo,  e  dixo:  «¡Ay 
huésped,  bendito  sea  Dios  que  aqui  me  apor- 
to! E  por  esto  que  me  dezis,  podre  dar  cima 
a  lo  que  busco,  si  nunca  cima  proue  de  fa- 
zer».  Y  estonce  dixo  la  donzella  al  huésped: 
«¿Pensays  vos  que  vuestro  hijo  puede  sanar?» 
«Cierto,  dixo  el,  no  se,  ca  muy  mal  es  fe- 
rido,  pero  vn  honbre  bueno  viejo,  que  al- 
bergo comigo,  me  dixo  que  guarecerla,  pero 
no  fasta  que  la  ferida  fuesse  vntada  con  la 
sangre  del  cauallero  que  la  ferio;  y  yo  le 
pregunte  que  quien  le  enseñara  aquello  que 
el  dezia,  y  dixo  que:  Merlin,  el  sesudo  adeui- 
nador,  me  mando  que  vos  lo  dixesse,  que  no 
podria  guarecer  en  otra  guisa».  Y  estonce 
respondió  el  cauallero  de  las  dos  espadas,  e 
dixo:  «Huésped,  si  vuestro  hijo  ha  de  gua- 
recer por  sangre  de  aquel,  sabed  que  el  sera 
guarido  si  vos  quisierdes  yr  comigo  o  enbiar; 
6  si  auiniere  que  lo  pueda  auer,  nunca 
sangre  fue  tan  fuertemente  esparzida  como 
la  snja.  sera  do  quier  que  yo  le  falle,  aun- 
que luego  yo  supiesse  morir» ;  y  el  huésped 
dixo:  «Yo  os  prometo  que  yo  vaya  con  vos, 
que  no  ha  cosa  que  tanto  desseo  como  salud 
de  mi  fijo,  y  aun  os  prometo  que  os  guie 
ay  derechamente»  ;  y  el  ge  lo  agradeció 
mucho. 


Cap.  CCLXXX. — Coího  el  cauallero  de  las 
dos  espadan  llego  a  la  corte  del  rey  Pelean. 

Y  aquella  noche  fue  muy  vicioso  el  caua- 
llero de  las  dos  espadas,  e  bien  albergado; 
6  fue  muy  alegre  de  las  nueuas  que  oyó,  e 
tanto  que  fue  de  dia  oyó  missa  en  vna  ca- 
pilla pequeña  que  ay  estaua,  e  después  ar- 
móse y  caualgo,  e  acogióse  a  su  camino,  e  la 
donzella  e  su  huésped  con  el.  Y  assi  andu- 
uieron  toda  aquella  semana,  sin  fallar  auen- 
tura  que  de  contar  sea.  Y  tanto  anduuieron, 
que  llegaron  al  castillo  del  rey  Pelean,  donde 
el  tenia  su  corte;  y  entraron  ay  a  hora  de 
prima,  y  la  corte  era  fecha  en  tal  manera, 
que  ningún  cauallero  podia  entrar  si  no  tru- 
xere  su  muger  consigo  o  su  amiga;  y  el  ca- 
uallero de  las  dos  espadas  entro  dentro  con 
su  dueña;  y  el  huésped  no  entro  porque  no 
traya  dueña  ni  donzella;  e  mucho  le  peso  a 
8u  conpañero;  e  tanto  que  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  entro,  fallo  dentro  tan  gran 


conpaña  de  caualleros,  como  si  todos  los  del 
rey  no  de  Londres  ay  fuessen  assonados.  Y'' 
tanto  que  lo  vieron  entrar  armado,  salieron 
los  del  palacio  a  el,  e  recibiéronlo  muy  bien, 
e  fizieronlo  dezir,  e  leñáronlo  a  vna  cámara, 
e  desarmáronlo,  e  truxeronle  ricos  paños 
que  se  vestiesse,  e  leñáronlo  al  palacio,  y 
assentaronlo  con  los  otros  caualleros,  mas 
nunca  pudieron  con  el  que  deciñesse  su  es- 
pada, e  dixo  que  era  la  costunbre  de  su 
tierra,  que  ningún  cauallero  comiesseen  es- 
traño  lugar  que  deciñesse  su  espada;  e  dixo, 
si  no  le  quisieren  sufrir  la  costumbre  de  su 
tierra,  que  ante  se  tornarla  para  donde  vi- 
niera; y  por  esto  se  lo  sufrieron. 


Cap.  CCLXXXI. — Como  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  jyreffunto  al  otro  cauallero  quien 
era  Garlan. 

Grande  fue  la  caualleria  que  el  rey  Pe- 
lean vuo  allegada  en  su  corte.  E  quando  fue 
hora  de  yantar,  las  mesas  fueron  puestas,  e 
todos  fueron  assentados  a  ellas,  sino  los  que 
auian  de  seruir;  e  la  costumbre  de  la  corte 
era  tal,  que  cada  vno  comiesse  con  su  amiga: 
y  el  cauallero  de  las  dos  espadas  pregunto  a 
vn  cauallero  que  era  cabe  el  a  su  diestro: 
«Dezidme  ¿qual  es  Garlan?»  Y  el  gelo  mos- 
tró, e  dixo:  «¿Uees  aquel  gran  cauallero  ru- 
bio, de  aquellos  cabellos  amarillos?  Aquel  es 
que  anda  siruiendo  el  mismo,  y  es  el  mas 
marauilloso  cauallero  del  mundo».  «¿E  de 
que  es  marauilloso?»  dixo  el  cauallero  de  las 
dos  espadas,  assi  como  el  no  lo  supiesse.  Mas 
esto  preguntaua  el  por  saber  la  verdad.  Dixo 
el  otro  cauallero:  «Quando  auiene  que  esta 
armado,  ninguno  no  lo  puede  ver  en  quanto 
el  q\iisiere» .  «Por  Dios,  dixo  el  cauallero  de 
las  dos  espadas,  marauillas  me  dezis,  e  no 
creo  que  es  verdad».  «Assi  es  verdadera- 
mente», dixo  el  cauallero.  «Agora  medezid, 
dixo  el  cauallero  de  las  dos  espadas,  si  el 
vos  fiziesse  tal  tuerto  por  que  muerte  me- 
reciesse  ¿como  os  vengariades  del?  Pues  que 
el  fuesse  armado,  perderlo  yades,  y  no  os  po- 
driades  del  vengar» .  «Por  Dios,  dixo  el  otro, 
matarlo  ya  do  quier  que  le  fallasse,  si  quier 
fuesse  armado  o  desarmado» .  «E  no,  dixo  el, 
ca  no  le  podrías  fallar  sino  desarmado,  y  el 
desarmado,  e  vos  en  el  mano  metiessedes, 
todo  el  mundo  os  le  ternia  a  villanía,  e  a  vos 
por  mal  cauallero,  y  en  alguna  manera  se 
deue  honbre  vengar  del»;  «mas  de  mi  os 
digo  lo  que  haria,  ca  en  otra  guisa  no  puede 
honbre  hazello» . 


BALADRO  DEL 

Cap,  CCLXXXn.  —  Como  Garlan  dio  vna 
palmada  al  cauallero  de  las  dos  espadas  y 
el  lo  mato  ante  el  rey  su  hermano  e  ante 
quantos  estauan. 

Estonces  coinenyo  el  cauallero  de  las  dos 
espadas  a  pensar,  e  después  que  pensó  vna 
gran  pieca,  e  miro  a  Garlan,  e  vuo  dende 
gran  pesar,  e  dixo  entre  si  que  si  le  esca- 
passe  aquella  vez,  no  lo  pensarla  jamas  auer, 
e  si  lo  matasse  ante  el  rey  en  tan  grande 
asonada  de  caualleros,  no  veya  como  el  pu- 
diesse  escapar  que  no  fiziessen  del  pie9as, 
aunque  fuesse  el  mejor  cauallero  de  armas 
que  los  seys  mejores  caualleros  del  mundo, 
y  desto  no  sabia  el  consejo  que  tomasse;  y 
estas  dos  cosas  le  liazian  desacordar  mucho, 
e  auer  tan  gran  cuy  dado,  que  no  comia  ni 
beuia.  y  estuuo  assi  fasta  que  todos  los  man- 
jares fueron  dados,  assi  que  bien  podia  en- 
tender qualquier  que  ay  le  assentasse  por 
parte  de  comer,  que  el  que  estaua  pensando; 
en  esto  comedio  paro  bien  mientes  Garlan  el 
rubio,  que  seruia  a  las  mesas,  e  tuuolo  por 
gran  abiltamiento,  que  bien  pensó  que  lo  fa- 
zia  por  algún  despecho,  e  llego  a  el,  e  diole 
vn  gran  golpe  en  la  faz  que  se  le  paro  ber- 
meja, e  dixole:  «Leuantad  la  cabera  y  comed 
como  los  otros,  que  el  mayordomo  lo  manda, 
e  mala  ventura  aya  quien  os  fizo  sentar  a 
mesa  de  honbre  bueno,  pues  no  fazeys  al  sino 
pensar/).  E  quando  el  cauallero  de  las  dos 
espadas  vido  que  assi  le  firiera,  ouo  gran 
pesar,  que  perdió  el  e  toda  mesura,  e  dixo: 
«Garlan,  no  es  este  el  primer  pesar  que  me 
fezistes»;  y  Garlan  dixo:  «Véngate  si  pu- 
dieres». «Si  fare,  dixo  el  cauallero  de  las  dos 
espadas,  mas  ayna  que  tu  osaras  j)ensar» .  E 
metió  mano  a  la  espada,  e  dixo:  «Garlan, 
vees  aqui  el  cauallero  al  que  tu  feziste  la 
desonrra  quando  le  mataste  el  cauallero  que 
se  metió  en  su  guarda  ante  las  tiendas  del 
rey  Artur,  e  jamas  a  honbre  del  mundo  no 
faras  desonra,  ni  mataras  a  traycion  a  caua- 
llero ninguno» ;  y  estonce  le  firio  por  medio 
de  la  cabega  con  su  espada,  que  lo  hendió 
hasta  los  dientes.  E  dio  bozes  a  su  hués- 
ped, e  dixo:  «Agora  podeys  tomar  de  la  san- 
gre de  Garlan,  e  guareceredes  a  vuestro 
hijo»;  después  dixo  a  la  donzella:  «Dadme 
el  tararon  de  la  lanca  con  que  el  cauallero 
ha  de  ser  vengado  que  fue  con  ella  ferido» ; 
y  ella  ge  lo  dio,  que  lo  traya  consigo;  y  el  lo 
tomo  e  salió  de  la  mesa,  e  ferio  con  el  a 
Garlan,  que  estaua  en  tierra,  tan  rezio,  que 
le  passo  ambos  los  costados,  e  dixo,  tan  re- 
zio que  todos  lo  oyeron:  «No  me  ay  cale  que 
quier  que  de  mi  sea,  pues  que  tam  bien  aca- 
be lo  que  demanda ua». 


SABIO  MERLIN  109 

Cap.  CCLXXXIII. — Como  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  firio  al  rey  Pelean  con  la  langa 
vengadora ,  c  de  las  marauillas  que  jwr 
aquel  goljye  vinieron. 

Estonce  fue  el  ruydo  grande  por  la  corte 
vnos  con  otros,  e  dauan  bozes,  e  dezian: 
«¡iomaldo!»;  y  el  rey  fue  fuera  de  su  seso, 
porque  perdia  su  hermano  e  lo  matara  de- 
lante del,  e  dio  bozes,  e  dixo:  «Prendeldo, 
e  guarda  no  lo  mateys!»  Y  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  respondió:  «Rey,  no  man- 
deys  a  essos  que  me  tomen,  mas  venid  vos 
a  tomarme,  que  bien  lo  podedes  fazer,  ca  yo 
os  tengo  por  vno  de  los  mejores  honbres  del 
mundo» .  Y  el  rey  era  por  cierto  vno  de  los 
mejores  honbres  del  mundo,  e  tan  antiguo 
de  dias,  que  no  sabian  en  aquel  tiempo  en 
toda  la  Gran  Bretaña  ningún  principe  que 
tanto  amado  fuesse  de  Dios  Nuestro  Señor, 
e  fue  lleno  de  saña  e  de  mal  talante  por  la 
muerte  de  su  hermano  e  por  las  palabras 
del  cauallero;  e  dixo  que  verdaderamente  lo 
vengarla  si  pudiesse;  y  estonce  salió  de  la 
mesa  e  dixo  a  todos  los  otros:  «Guardadlo 
bien,  que  ninguno  de  vosotros  no  meta  mano 
en  el  cauallero,  que  yo  le  pienso  dar  cima  a 
este  fecho» .  Estonce  tomo  vn  gran  palo  que 
estaua  en  medio  del  palacio,  e  aleólo,  e  fue 
contra  el  cauallero  de  las  dos  espadas,  que 
tenia  su  espada  sacada,  mas  no  era  aquella 
la  que  deciñera  a  la  donzella,  que  essa 
dexaua  el  en  la  cámara  do  se  vestiera,  que 
no  le  quisieron  cousentir  que  con  dos  espa- 
das estuuiesse  a  la  mesa;  e  quando  el  caua- 
llero vido  venir  contra  si  el  palo  aleado, 
enderece  la  espada,  y  el  rey  le  dio  a  tra- 
uiesso,  e  diole  en  la  espada  vn  tan  gran 
golpe,  que  la  quebró,  assi  que  la  cuchilla 
con  el  arias  cayo  en  tierra,  e  finco  al  caua- 
llero la  mangana  en  el  puño.  E  quando  el 
cauallero  de  las  dos  espadas  vido  esta  auen- 
tura,  fue  muy  espantado,  y  fuesse  a  vna 
cámara  por  ver  si  hallaría  ay  alguna  arma 
con  que  se  defendiesse,  mas  no  fallo  ay  cosa, 
y  estonce  fue  mas  espantado,  ca  vio  que  el 
rey  lo  seguia  todavía  con  su  palo  en  la 
mano,  e  fuesse  a  vna  cámara  e  no  fallo  que 
cosa  fuera,  tanto  que  vido  bien  que  las  cama- 
ras  eran  las  mas  fermosas  e  ricas  que  nunca 
auia  visto;  e  miro  por  todo  e  vido  otra  cámara 
abierta,  y  entro  dentro,  pensando  de  ay 
fallar  alguna  cosa  con  que  se  defendiesse,  y 
el  rey,  que  lo  seguia  muy  ayna,  quando 
quiso  entrar  oyó  vna  boz  que  le  dixo:  «Por 
tu  mal  ay  entraras,  que  no  eres  tal  que 
deuas  entrar  en  tan  alto  lugar  santo»,  y 
entendió  bien  la  boz,  mas  no  dexo  de  entrar; 
e  vido  la  cámara  tan  hermosa  e  rica,  que  no 


lio 


LIBROS  DE  caballerías 


pensó  que  en  el  mundo  no  pudiesse  auer  su 
par;  e  la  cámara  era  muy  grande  j  qua- 
drada,  de  muy  buen  olor,  assi  como  si  todas 
las  buenas  especies  del  mundo  ay  fuessen, 
y  en  medio  de  aquella  cámara  auia  vna 
gran  mesa  e  de  plata  por  razón,  puesta  en 
quatro  pies  de  plata;  e  sobre  aquella  mesa 
auia  vn  gran  bacin  de  oro,  e  dentro  en  aquel 
bacin  estaua  vna  lauca  derecha,  la  punta 
ayuso,  y  quien  arriba  la  mirasse,  maraui- 
Darse  ya,  ca  no  estaua  fincada,  ni  acostada, 
ni  assentada  a  ninguna  parte.  Y  el  cauallero 
de  las  dos  espadas  vido  la  lan^a,  mas  no  la 
miro  bien,  e  el  fue  por  la  tomar,  e  dixole 
vna  boz:  «;No  la  tomes,  peccador!»,  mas  no 
dexo  de  tomarla  por  esso  con  anbas  manos, 
e  ñrio  con  ella  a  Pelean,  que  contra  el  venia, 
tan  rezio,  que  le  passo  anbas  las  cuxas,  y 
el  rey  se  sintió  mal  ferido,  cayo  en  tierra; 
y  el  cauallero  torno  la  langa  do  la  tomara,  e 
tan  ayna  como  la  puso  se  tuuo  como  antes. 
E  quando  todo  esto  vuo  fecho,  touose  que  se 
vengaria  muy  bien,  e  quiso  tornar  al  pala- 
cio muy  tosté,  mas  ante  que  se  pudiesse 
comencar  a  tornar,  comentaron  a  tremer 
todas  las  cámaras,  y  el  palacio,  e  los  muros 
todos  del  castillo,  y  de  se  leuantar  tan  fiera- 
mente como  si  se  quisiessen  caer,  e  los  que 
en  el  palacio  estañan  fueron  muy  espanta- 
dos de  aquella  marauilla.  Y  no  ouo  ay  tal 
que  se  pudiesse  tener,  ante  comenoaron  a 
caer  los  vnos  de  la  vna  parte  y  los  otros  de 
otra,  assi  como  si  fuessen  muertos,  porque 
vieron  el  palacio  tremer  assi.  pensaron  que 
el  mundo  se  queria  perecer',  y  que  todos 
muriessen  ay  luego;  y  estonces  les  dixo  vna 
boz  gruessa,  assi  como  si  fuesse  de  cuerpo: 
«Agora,  cojíiex^an  las  auen  i  uras  del  reyno 
atjenturado,  que  jamas  ítunca  fallecerá, 
fasta  que  sea  caramente  conprado  el  fecho 
de  aquel  que  la  santa  laní^a  tomo  con  sus 
manos  ldcosas  e  viles,  con  que  llago  al 
mejor  honbre  de  los  principes,  y  el  gran 
maestro  tomara  dende  vengan9a,  assi  que 
lacereran  por  ende  de  los  que  lo  meres- 
ciEREN  (*)» ;  esta  boz  fue  oyda  por  todo  el 
castillo,  e  fueron  todos  tan  espantados,  que 
los  del  palacio  e  los  del  castillo  se  amorte- 
cieron todos.  E  dize  la  verdadera  historia 
que  estuuieron  a  muerte  dos  dias  e  dos 
noches,  e  bien  murieron  de  los  del  palacio 
la  mitad,  tanto  ouieron  gran  pauor,  e  los 
otros  del  castillo  fueron  muchos  feridos  e 
muertos,  e  otros  que  no  ouieron  ningún  mal; 
mas  sin  falta  no  fue  tan  osado  en  toda  la 
viUa  que  en  los  primeros  dos  dias  osasse 


(')  Aquí  se  anuncia  ya  la  demanda  del  Saneto 
Orial. 


entrar  en  el  palacio,  ni  entraran  ay,  si  no 
fuera  por  Merlin,  que  vino  al  castiUo  por 
ver  el  gran  duelo  e  la  gran  cuyta  que  vuie- 
ron  todos,  los  pobres  e  ricos;  y  el  bien  sabia 
que  sin  gran  marauilla  no  podia  ser  dado  el 
golpe  de  la  langa  vengadora.  E  quando 
entro  en  el  castillo,  fallólos  todos  muy  mal- 
trechos, e  tan  desconhortados,  que  no  podian 
valer  el  padre  al  fijo,  ni  el  fijo  al  padre,  de 
aquellos  que  mas  sanos  eran;  e  no  auia  ay 
ninguno  tan  osado  que  osasse  entrar  en  el 
palacio,  ca  bien  pensaua  que  todos  los  del 
palacio  eran  muertos.  E  quando  Merlin  fue 
entre  ellos,  pregunto  que  fazian  los  de  la 
cámara  del  alcafar.  Y  ellos  dixeron:  «Señor, 
no  lo  sabemos  nos  ninguna  cosa,  que  no  osa- 
mos entrar  dentro ,  porque  tenemos  por 
aquella  cámara  del  alcagar  nos  vino  este 
mal».  «¡Ay  Dios^  dixo  Merlin,  vos  soys  la 
peor  gente  y  mas  couarde  que  nunca  vi, 
que  no  osays  yr  a  la  cámara  por  ver  como 
va  a  vuestro  señor  el  rey  Pellean,  si  es 
muerto  o  bino,  e  yd  en  pos  de  mi,  e  yo  yre 
delante,  e  vereys  como  le  va» ;  y  ellos  dixe- 
ron: «Nos  yremos  en  pos  de  vos». 

Cap.  CCLXXXrV. — Como  Merlin  fizo  sacar 
de  la  cámara  do  estaua  la  langa  vengadora 
al  rey  Pellean  e  al  cauallero  de  las  dos  es- 
j)adas. 

Estonce  fue  Merlin  e  los  del  alcafar  a  la 
cámara,  e  a  la  entrada  hallaron  al  portero 
muerto,  e  a  otras  gentes  muertas,  que  mata- 
ra vna  piega  de  las  almenas  del  alcafar  que 
cayera  sobre  ellos,  e  Merlin  dixo:  «Estos  po- 
dedes  soterrar,  que  son  muertos» .  E  Merlin 
se  fue  al  palacio,  e  fallo  ay  de  caualleros, 
dueñas,  donzellas,  escuderos  e  semientes, 
bien  dozientos  muertos,  que  del  miedo,  que 
de  piedras,  que  de  maderos  que  cayeron  so- 
bre ellos;  e  los  otros  estañan  amortescidos, 
que  bien  pensauan  que  aquella  mala  ventura 
que  nunca  quedasse;  e  Merlin  fizo  leuantar 
a  los  que  eran  biuos,  e  confortólos  mucho,  e 
dixoles  que  no  ouiessen  pauor,  que  ya  que- 
dada era  aquella  mala  ventura.  Y  estonce  se 
leuantaron  los  que  se  pudieron  leuantar,  e 
los  otros  leñáronlos  a  la  villa  por  sanarlos. 
E  Merlin  se  fue  de  cámara  en  cámara  hasta 
que  llego  a  la  puerta  de  la  cámara  do  la 
sancta  langa  estaua  y  el  santo  vaso  que  lla- 
man el  santo  Grial,  e  fingo  los  ynojos  luego, 
e  dixo  a  los  otros  que  cabe  el  estañan:  «¡Ay 
Dios!  ¡como  fizo  vil  ardimiento  el  pecador 
mal  auenturado,  que  con  estas  manos  lixosas, 
e  vntadas  de  lixo,  e  de  pongoña,  e  de  luxu- 
ria,  tomo  tan  alto  fuste  y  tan  precioso  como 
este,  y  es  llagado  tan  saneto  hombre  e  tan 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


111 


alto  como  lo  es  el  rey  Pelean  e  lo  era!;  ¡ay 
Dios!  ¡como  sera  tan  caramente  conprada 
esta  gran  locura  y  este  gran  yerro,  e  como  lo 
compraran  caramente  muchos  que  no  lo  me- 
recen, e  quanta  cuyta  e  trabajo  sofriran  den- 
de  los  buenos  caualleros  e  los  buenos  honbres 
del  reyno  de  Londres,  e  quantas  marauillas 
e  auenturas  peligrosas  vernan  dende  por  este 
doloroso  zelo!»  Esto  dixo  Merlin  llorando  de 
sus  ojos  muy  de  coragon,  e  después  que  yuo 
fecha  su  oración,  leuantose,  e  dixo  a  los  que 
estañan  cabe  si:  «¡Ay  Dios,  ay  Dios!  ¿ay 
aqui  ningim  clérigo  de  missa?»  «Si,  dixeron 
ellos,  aqui  es  vn  monje  blanco» ;  e  Merlin  lo 
llamo,  e  dixo:  «Señor,  si  soys  de  Jesu  Chris- 
to,  reuestidvos  y  entrad  en  esta  cámara,  do 
ninguno  no  deue  entrar,  tanto  es  santo  lugar, 
si  no  traxere  las  armas  de  Jesu  Christo» .  T 
el  hombre  bueno,  que  entendió  lo  que  Merlin 
le  dezia,  y  fizo  lo  que  le  mando.  E  después 
que  fue  vestido  de  las  armas  de  Jesu  Christo, 
como  para  cantar  missa,  dixole  Merlin:  «Se- 
ñor, agora  podeys  entrar  en  el  sancto  lugar, 
y  entrad  dentro;  e  sacad  vn  cauallero  que  ay 
fallareys,  e  al  rey  Pelean,  e  sacaldos  fuera 
assi  como  pudierdes» .  T  luego  fizo  como  Mer- 
lin le  mando,  y  entro  dentro,  e  saco  al  caua- 
llero, que  avn  estaua  amortecido,  e  diolo  a 
Merlin,  e  Merlin  lo  llamo  por  su  derecho 
nombre,  e  dixole:  «Baalin,  leuantate» ;  y  el 
recordó  quando  oyó  nonbrar  su  nonbre,  e 
abrió  los  ojos,  e  dixo:  «¡Ay  Dios!  ¿donde  es- 
toy?» «Tu  estas,  dixo  Merlin,  cabe  el  rey  Pe- 
lean, a  quien  tu  feziste  tuerto,  assi  que  todos 
los  honbres  del  mundo  que  te  conoscieron  te 
desamaran» .  Y  el  no  respondió  a  cosa  nin- 
guna que  le  dixera,  ca  mucho  se  temiera  de 
lo  que  Merlin  le  dixera,  mas  preguntóle 
como  podia  ay  salir,  pues  auia  fecho  su  ye- 
rro; e  dixo  Merlin:  «Yen  em  pos  de  mi  hasta 
que  te  saque  de  aqui;  ca  si  te  conociessen 
no  ha  cosa  que  te  guaresciesse  de  muerte» . 
«E  de  la  donzella  que  yo  comigo  traya  ¿sa- 
beys  vos  nueuas?»  «Si,  dixo  el,  alia  la  po- 
deys ver  muerta  en  aquel  palacio,  e  tanto 
gano  en  la  vuestra  guarda» . 

Cap.  CCLXXXY.  —  Como  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  se  partió  del  castillo  do  fe- 
rio al  rey  Pelean^  e  como  hallara  la  tierra 
por  do  yua  destruyda. 

El  cauallero,  quando  esto  oyó,  ouo  gran 
pesar,  que  bien  sabia  que  el  dezia  verdad,  e 
dixo  que  lo  sacasse  fuera  de  ay,  que  no  tenia 
ay  que  hazer,  pues  la  donzella  era  muerta. 
«Cierto,  dixo  Merlin,  yo  te  sacare  aunque 
no  me  lo  rogasses,  que  tan  a  y  na  no  querría 
yo  tu  muerte»;  e  lleudo  de  ay,  e,  quando 


llegaron  al  palacio,  vieron  los  muertos  e  los 
maltrechos.  E  dixole  Merlin:  «Todo  este  mal 
has  hecho  tu»;  e  dixo  el  cauallero:  «No  pue- 
de ser  que  yo  no  aya  mala  andanca  por  esso» . 
«Yerdad  es» ,  dixo  Merlin;  y  estonce  fueron 
a  la  cámara  do  lo  desarmaron,  e  armóse  de 
todas  sus  armas,  fueras  de  la  vna  espada, 
que  se  quebró  como  03'stes.  Y  desque  salió 
del  castillo  con  Merlin,  le  dixo:  «Yos  ¿per- 
distes  vuestro  cauaUo?»  «Si,  dixo  el,  e  con- 
uiene  que  me  vaya  a  pie,  según  como  me  se- 
meja». «No  yreys,  dixo  Merlin,  mas  aten- 
ded» ;  e  entro  en  el  castillo,  e  tomo  vn  caua- 
11o  muy  bueno,  e  dioselo,  e  Merlin  le  dixo: 
«¿Sabeys  por  que  vos  hago  este  bien?  Cierto 
no  por  vos,  mas  por  amor  del  rey  Artur, 
cuyo  cauallero  vos  soys.  Yo  soy  Merlin,  dixo, 
el  adeuinador  aquel  donde  fablan:  no  se  si 
lo  creystes  o  si  oystes  ende  fablar» ;  estonce 
se  humillo  mucho  contra  Merlin,  e  dixo: 
«Señor,  no  os  conocía,  e  bien  puede  ser  que 
vos  viesse  algunas  vezes,  mas  sabed  que  to- 
davía seré  vuestro  cauallero  donde  quier  que 
yo  sea».  «Bien  se,  dixo  Merlin,  lo  que  vos 
por  mi  faredes  si  yo  os  lo  rogare,  mas  yd  con 
Dios,  que  os  guie  e  vos  guarde  do  quier  que 
vos  vayades» ,  y  estonce  se  partieron,  e  Mer- 
lin se  torno  al  castillo,  y  el  cauallero  se  fue 
por  su  cabo  fuera  de  la  villa,  e  fallo  su  hués- 
ped muerto  de  vna  almena  que  cayo  sobrel, 
y  estonce  ouo  mayor  pesar  que  ante,  que 
mas  conocía  su  yerro  desde  entonce  que  ante 
no  fazia,  e  después  que  lo  miro  vna  pieca 
tornóse  al  camino;  assi  como  yua  por  la  ca- 
rrera, hallaua  los  arboles  quebrantados,  e  las 
yernas  e  los  panes  destruydos,  e  todas  las 
cosas  assi  gastadas,  como  si  pedrisco  ouiesse 
corrido  por  todo.  E  sin  duda  assi  fue,  que  ya 
fiziera  en  muchos  lugares,  mas  no  en  todos, 
e  hallo  por  medio  de  las  villas  muchos  caua- 
lleros e  mercaderes  muertos,  e  por  las  carre- 
ras labradores  ¿que  os  diré?  assi  hallaua  el 
reyno  de  Lisconis  destruydo,  que  después 
fue  nombrado  el  reyno  de  1 1  tierra  foraña  e 
de  la  tierra  yerma,  porque  tornara  toda  la 
tierra  assi  gastada  y  estregada;  e  assi  como 
passaua  perlas  uillas,  assi  lo  llamauan:  «¡Ay 
cauallero!  ¡tu  nos  metistes  en  pobreza  e  nos 
hechaste  en  confusión,  donde  nunca  saldre- 
mos a  nuestro  pesar,  e  Dios  os  eche  en  lugar 
donde  seays  confundido  e  destruydo  de  ma- 
las armas,  que  tu  nos  feziste  tanto  de  mal, 
quanto  el  mundo  no  lo  podria  ygualar  ni  nos 
no  nos  podríamos  de  tí  vengar!;  mas  Dios 
nos  de  ende  venganza  el,  que  es  gran  uen- 
gador,  que  tü  de  mala  ventura,  donde  todos 
seamos  ledos» .  E  assi  lo  maldezian  por  todos 
los  lugares  donde  yua.  E  auían  dende  tan 
gran  pesar,  que  mucho  quisiera  que  corrisco 


112 


LIBROS  DE  caballerías 


lo  firiesse  assi  que  lo  matasse,  que  ya  tanto 
conocía  su  mal,  que  nunca  cuydaua  estar  en 
el  estado  que  estaña  ante.  E  assi  anduuo  el 
cauallero  de  las  dos  espadas  cinco  dias,  que 
no  fallo  tierra  que  no  fuesse  gastada  e  des- 
truyda.  Y  el  no  osaua  ya  estar  en  villa  nin- 
guna, mas  ante  albergaua  cada  dia  en  yer- 
mo, e  por  los  montes.  E  cada  vno  de  los  her- 
mitaños  que  lo  recibían,  dezian:  «Xo  vos  aco- 
j criamos  si  no  fuesse  por  amor  de  Dios  y  por 
honrra  de  la  caualleria,  ca  no  por  vos,  que 
nos  hecliastes  sin  merecimiento  en  pobrega 
y  en  cuyta,  donde  nunca  saldremos  por  vos»; 
e  quando  los  honbres  buenos  esto  dezian,  no 
sabia  lo  que  les  responder,  ca  bien  conoscia 
que  le  dezian  verdad,  e  auia  dende  muy  gran 
pesar.  E  assi  andana  a  muy  grandes  jorna- 
das, ca  mucho  desseaua  de  salir  de  aquella 
tierra  donde  tanto  mal  obrara;  e  quando  Dios 
quiso,  dende  sacollo,  e  llego  a  la  hermosa 
tierra,  folgo  ay  nueue  dias,  y  anduuo  por  ay 
tanto,  sin  auentura  hallar  que  de  contar  sea. 

Cap.  CCLXXXYI.  —  De  como  el  cauallero 
de  las  dos  esjyadas  fallo  al  2ne  de  vna  torre 
vn  cauallero  qitepensatia  mucho,  e  lo  saluo. 

A  los  diez  dias  le  auino  que  la  ventura  lo 
metió  en  vna  montaña  grande  e  muy  espessa 
de  arboles,  e  tanto  anduuo  por  vn  sendero 
que  yua  por  la  montaña,  que  entro  en  vn 
valle,  do  auia  vna  torre;  e  quando  fue  cerca 
la  torre,  vido  vn  gran  cauallo  preso  a  vn  ár- 
bol, y  estuuo  quedo  por  ver  cuyo  era,  ca 
bien  pensó  que  no  era  sin  señor;  e  pues  que 
miro  al  rededor  de  si,  e  vido  al  pie  de  vna 
torre  vn  cauallero  grande  e  muy  fermoso,  e 
bien  hecho  de  cuerpo,  mas  que  el  mejor 
nunca  viera,  y  estaña  sentado  en  la  yerua, 
e  pensando  tanto  que  no  podia  mas.  Y  el 
cauallero  de  las  dos  espadas,  en  que  lo  vido 
assi  pensar,  estuuo  quedo,  por  ver  que  po- 
dría ser,  o  si  estarla  mucho  en  aquel  pensar; 
e  a  cabo  de  vna  gran  pieya,  dio  el  cauallero 
vn  gran  sospiro,  diziendo:  «¡Ay  Dios,  mucho 
se  me  tarda  mi  alegría!»;  y  estonce  pensó  el 
cauallero  de  las  dos  espadas  que  si  aquel  ca- 
uallero tan  luengamente  pensasse,  y  que  no 
viniesse  lo  que  el  atendía,  e  pues  assi  esta- 
ua,  que  le  podria  algún  mal  venir,  que  el 
diablo  se  allega  a  los  que  están  solos,  que  no 
a  otros;  y  estonce  se  llego,  e  dixo  al  caualle- 
ro muy  manso:  «Dios  os  salue,  cauallero». 
Y  el  cauallero  acordó,  e  fue  muy  sañudo 
porque  lo  tiro  de  su  pensar,  e  respondió  con 
gran  saña,  e  dixo:  «Huyd  de  aqui,  don  caua- 
llero, que  me  matastes,  porque  me  tirastes 
de  mi  pensar,  que  nunca  ay  pienso  tornar 
jamas  tanto  a  mi  sabor  como  ante  estaua;  e 


maldita  sea  la  hora  en  que  venistes»;  y  es- 
tonce comenfo  el  cauallero  a  pensar  tan  es- 
trañamente  como  de  ante.  E  quando  el  caua- 
llero de  las  dos  espadas  esto  vido,  hizose 
afuera,  ca  mucho  le  pesara  por  que  le  fabla- 
ra,  porque  mucho  le  fizo  gran  enojo;  esto 
veya  bien;  y  estando  quedo,  por  ver  que 
cima  auria  de  su  pensar,  en  que  auia  gran 
sabor,  e  assi  atendió  fasta  hora  de  nona,  que 
nunca  el  otro  dexo  de  su  pesar.  E  quando 
fue  hora  de  nona,  dio  vn  sospiro  maj^or  que 
ante,  e  dixo:  «¡Ay  señora!  muerto  me  aue- 
des,  que  tanto  tardays,  e  no  me  ve  rey  s  si 
muerto  no».  Y  pues  que  esto  dixo,  callóse; 
y  estonce  conoció  el  cauallero  de  las  dos  es- 
padas que  todo  el  su  pesar  era  en  dueña  o 
en  donzella,  e  pesóle  mucho,  e  dixo  qiie 
atenderla  fasta  la  noche  por  ver  si  veria 
aquello  por  que  el  cauallero  tenia  tan  gran 
cuyta. 

Cap.  CCLXXXYH.  -  Como  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  no  dexo  al  cauallero  que  se 
matasse,  y  el  le  prometió  que  le  entregaría 
a  aquella  por  quien  tanto  pensaría. 

Después  de  hora  de  bisperas,  dixo  el  caua- 
llero: «¡Ay  señora!  morir  me  faran  vuestras 
promessas  falsas,  e  agora  no  puedo  mas  aten- 
der»; y  luego  tiro  la  espada  de  la  vayna,  e 
dixo:  «Señora,  vos  me  distes  la  muerte 
quando  me  distes  esta  espada,  que  yo  me 
matare  luego  con  eUa,  ca  no  puedo  mas  so- 
frir  esta  gran  cuyta  en  que  soy  por  vos  no- 
che y  dia» .  Y  quando  el  cauallero  de  las  dos 
espadas  esto  vido,  leuantose  de  so  vn  árbol 
donde  estaua,  después  que  vido  que  n^  auia 
mas  que  tardar,  ca  bien  vio  que  se  mataría 
si  la  espada  no  le  tirasse  de  la  mano,  e  fue 
luego  a  el,  e  trauole  el  puño  del  espada,  e 
dixole:  «¡Ay,  señor  cauallero,  aued  duelo  e 
verguenga  de  vos,  que  vos  quereys  vuestro 
cuerpo  destruyr,  e  perder  vuestra  alma!»  Y 
el  le  miro,  como  hombre  que  auia  gran  pe- 
sar porque  no  fiziera  lo  que  pensaua,  assi 
que  bien  quisiera  ser  muerto,  e  dixole:  «Si 
espada  no  me  dexades  de  vuestro  buen  ta- 
lante, yo  vos  la  tomare  a  vuestro  mal  grado, 
y  matare  a  vos  primero,  e  después  a  mi.  E 
assi  sera  el  daño  mayor  que  desseo.  Empero 
yo  os  ruego  que  me  la  dexedes» .  «Yo  os  la 
daré,  dixo  el  cauallero  de  las  dos  espadas, 
por  pleyto  que  me  digays,  ante  que  mas 
hagays,  quien  soys  e  quien  es  aquella  que 
tanto  amays,  e  yo  os  prometo  como  caualle- 
ro, que,  si  me  lo  descobris,  nunca  dormiré 
fasta  que  yo  os  entregue  de  aquella  por  quien 
tan  gran  duelo  tienes,  si  yo  la  puedo  auer 
por  afán  o  por  trabajo  que  yo  ay  tome;  e  sa- 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


113 


bed  que  nunca  cosa  fize  tan  de  grado  en  tal 
que  TOS  hiziesse  ledo,  que  nunca  vi  caualle- 
ro  tan  cuytado»;  y  quando  el  esto  oyó,  par- 
tiosele  vn  poco  de  su  saña  que  tenia,  e  dixo: 
«¿Quien  soys  vos,  que  tan  gran  cosa  me  pro- 
meteys?  Yo  os  ruego  que  no  me  encubrays 
vuestro  nombre,  que  tal  podej^s  ser  que  de- 
xare  mi  locura  por  vuestro  amor,  e  tal  po- 
deys  ser  que  no  dexare  cosa,  que  mas  ([we- 
rria  morir  que  luengamente  solrir  tal  cuyta 
como  sufro,  que  no  ay  tal  cuyta  que  a  esta 
se  llegue» .  «Cierto,  dixo  el  cauallero  de  las 
dos  espadas,  no  os  encobrire  cosa  que  me 
pregunteys.  Yo  he  nombre  de  baptismo  Baa- 
lin;  mas  muchos  me  llaman  el  cauallero  de 
las  dos  espadas» ;  e  quando  el  otro  esto  oyó, 
estendio  su  mano,  y  dixo:  «Señor,  tomad 
esta  espada,  yo  vos  entrego  della,  mas  no 
fare  cosa  donde  pesar  aj^ays,  que  yo  os  ten- 
go por  tan  buen  cauallero,  que  podreys  dar 
cima  a  esto  que  me  prometeys,  si  bondad  de 
vn  cauallero  me  puede  valer;  e  sabed  que 
mejor  os  conozco  que  vos  pensays,  e  vos 
soys  aquel  que  libro  la  donzella  del  espada 
que  traya  ceñida  donde  otro  no  la  pudo  li- 
brar sino  vos»;  y  el  le  dixo  que  assi  era: 
«Mas  ruégeos  que  me  digays  vuestra  fazien- 
da».  «Yo  os  la  diré,  dixo  el  otro  cauallero, 
por  el  primero  don  que  me  tengays  que  me 
prometistes» .  «Y  el  primero  don  que  os  pro 
nieti,  dixo  el  cauallero  de  las  dos  espadas, 
no  temades  que  yo  dende  no  me  quitare,  si 
Dios  quisiere,  en  tal  guisa,  donde  vos  seie- 
des  ledo».  Estonce  comento  el  cauallero  a 
contar  su  hazienda. 

Cap.  CCLXXXYIII. —  Como  el  cauallero  que 
pensaua  contó  al  cauallero  de  las  dos  espa- 
das toda  su  haxieuda. 

«Yo,  señor  Baalin,  soy  natural  desta  tierra 
de  Francia,  e  de  bancas  gentes,  mas  por  mi 
bondad  a  la  merced  de  Dios,  después  que 
fui  cauallero  conqueri  grandes  tierras  e  se- 
ñoríos, e  conqueri  tres  castillos  muy  fermo- 
sos  e  ricos,  que  son  cerca  de  aqui,  del  duque 
de  Ruel,  que  comarca  con  vna  tierra  de  con- 
tra Seleroys,  e  atanto  fize,  que  es  sonado  en 
esta  tierra  y  en  otras,  por  mi  buena  ventura 
e  caualleria;  e  tanto  lie  hecho  por  mi  buena 
caualleria,  que  la  fija  del  duque  que  os  digo, 
que  es  la  mas  fermosa  henbra  que  honbre 
sabia  en  ninguna  tierra,  me  dio  su  amor,  e 
seguróme  dende,  assi  que  yo  me  tengo  por 
rico  e  por  bienauenturado;  ¿que  os  diré?  que 
no  ay  cosa  en  el  mundo  que  tanto  ame  como 
a  ella.  Y"  bien  se  yo  verdaderamente  que  no 
podria  biuir  sin  ella,  ca  si  ella  quisiere,  yo 
moriré  luego,  e  si  quisiere,  biuire.  E  assi 

LIBROS    DE   CADAIJ-EÜIAS.— 8 


soy  todo  en  su  merced,  que  no  he  bien  sino 
por  ella,  e  assi  ha  bien  cinco  dias  que  estaua 
en  vn  mato  pequeño,  cabe  casa  de  su  padre, 
do  ella  era,  e  yo  atendi  mi  mensajero  que  a 
ella  enbíara,   y  enbiome   vna  donzella  con 
paños  de  dueña,  ([ue  me  vestiesse  dellos,  e 
llenóme  por  ante  todas  las  dueñas  a  vna  cá- 
mara do  ella  estaua;  y  folgue  ay  dos  dias,  e 
quando  della  me  parti,  ledo  e  de  buena  ven- 
tura, me  dixo  que  se  partirla  de  su  padre 
escondidamente,   e  que  se  yria  comigo  oy 
a  hora  de  medio  dia  ante  esta  torre,  por  tal 
pleyto  que  la  tomasse  por  muger  quando  lle- 
gassemos  a  vno  de  nuestros  castillos.  Y  esto 
me  prometió  la  donzella,  y  es  mi  amiga,  que 
es  la  cosa  del  mundo  que  yo  mas  quiero,  o 
pareceme  que  me  mentio,  que  yo  atendi  mas 
que  ella  conmigo  puso,  e  aun  no  vino.  Y 
esta  es  la  cosa  del  mundo  que  mas  me  haze 
cuytar,  y  mas  me  quebranta  el  coraron,  e 
no  aure  plazer  fasta  que  sepa  por  que  tarda, 
e  que  yo  se  bien  que  ella  vernia  si  su  padre 
no  la  tuitiesse,  que  otra  razón  ay  no  puede 
fallar.  Agora  os  dixe  toda  la  verdad  de  mi 
fazienda,  e  lo  que  pensaua.  E  agora  os  ruego 
que  me  tengays  lo  que  vos  prometistes,   e 
que  me  la  dedes  en  qualquier  guisa  que  vos' 
pudierdes» .  «Cierto,  dixo  el  cauallero  de  las 
dos  espadas,  de  grado  poneré  ay  todo  mi  po- 
der, por  vos  y  por  ella.  E  pues  assi  es,  vos 
haueysme  de  llenar  al  castillo  do  ella  es, 
que  en  otra  guisa  errarla,  que  no  se  la  ca- 
rrera».  «Bien  dezis,  dixo  el  otro  cauallero, 
e  yo  os  guiare  alia».  «E  ¿quanto  es  de  aqui?» 
dixo  el  cauallero  de  las  dos  espadas.  «Assi 
Dios  me  ayude,  dixo  el  otro  cauallero,  no  es 
de  aqui  sino  seys  leguas  pequeñas,  e  ayna 
podríamos  ayser».  «Pues  caualgamos,  que 
ayna  sera  noche» . 

Cap.  CCLXXXIX  {^).— Como  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  fue  con  el  cauallero  que 
pensaua,  por  le  entregar  aquella  por  quien, 
pensaua  atanto. 

Estonce  caualgaron  anbos  e  fueron  tra- 
uessando  la  montaña,  assi  como  el  cauallero 
yua,  que  bien  sabia  la  montaña,  e  tanto 
anduuieron,  que  salieron  fuera  la  montaña  e 
hallaron  vn  valle  en  que  estaua  vna  granja 
cercada  de  vna  caua  muy  fuerte  sin  agua,  c 
de  la  otra  parte  vn  gran  muro,  y  estonce 
decendieron  e  ataron  los  cauallos  a  dos  arbo- 
les, que  se  les  no  fuessen,  y  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  dixo  al  otro:  «¿Fincaredes 
aqui?»  «No,  dixo  el  otro;  ante  yre  con  vos 


(')  Dr  aquí  en  adelante  el  estilo  del  Baladro  es 
más  ameno  y  la  narración  más  animada  que  antes. 


114 


LIBROS  DE  caballerías 


e  vos  guiare  por  tal  lugar  por  do  podeys  en- 
trar fasta  la  puerta  de  la  cámara  de  la  don- 
zella».  «¡E  no  demando  yo  mas!»  dixo  el;  y 
estonce  se  fueron  anbos  e  anduuieron  tanto 
por  enderredor  de  la  caua.  que  llegaron  a 
vn  madero  que  estaua  sobre  ella  por  puente, 
por  do  a  las  vezes  entraña  el  por  allí  a  la 
donzella  a  su  huerta;  e  mas  auia  ay  otro 
madero  par  del,  y  el  que  auia  de  passar  lle- 
uaua  en  la  mano  vn  palo  luengo  con  que  se 
sofria,  ca  el  madero  era  estrecho  y  el  pas- 
saje  peligroso  si  alli  no  juntasse;  e  quando 
ellos  ay  llegaron  al  madero,  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  pregunto  si  era  por  alli  el 
passaje.    «Xo  hay  otro,  dixo  el  cauallero, 
sino  la  puerta  grande»;   «Por  Dios,  dixo  el 
cauallero  de  las  dos  espadas,  este  es  vno  de 
los  peores  passajes  que  yo  vi,  pero  no  fin- 
care por  ende  que  yo  allende  no  passe;  mas 
dezidme:  ¿donde  fallare  a  vuestra  amiga?» 
cSeñor,  dixo  el,  a  la  primera  entrada  que 
fallardes  a  siniestra  es  la  puerta  de  su  cáma- 
ra»; «y  ¿en  que  la  conoscere?»  dixo  el.  «Ella 
ha,  dixo  el  otro  cauallero,  los  cabellos  cres- 
pos, e  no  son  sino  oro» .  «Agora  bien» ,  dixo  el 
cauallero  de  las  dos  espadas;  y  echo  estonce 
su  espada  al  cuello  y  echo  su  lanca  allende 
en  la  huerta,  e  canalgo  en  la  viga,  ca  de  otra 
guisa  no  podia  ser,  y  era  tan  bien  armado 
que  no  le  fallecía  cosa.  E  desque  fue  allende, 
dixo  el  otro:   «Atendedme  alia,  que  yo  os 
traeré  nueuas  quales  querays  e  desseays». 
«Id  a  Dios,  dixo  el  otro,  que  mucho  me  es 
tarde  que  dende  vos  viesse  fuera» ;  y  estonce 
se  fue  por  medio  de  la  huerta,  que  era  muy 
fermosa  e  grande,  y  el  alúa  era  muy  luzia  e 
clara,  assi  que  el  vido  bien  la  carrera,   e 
tanto  anduuo,  que  llego  a  la  puerta  de  la 
cámara  e  fallóla  abierta,  e  fue  muy  alegre, 
que  bien  pensó  que  ay  fallarla  a  la  donzella , 
y  entro  dentro  lo  mas  passo  que  ser  pudo, 
que  no  le  oyessen  las  armas,  e  el  vido  bien 
que  auia  dentro  dos  candelas  encendidas  que 
daban  gran  lumbre,  e  vido  iin  lecho  rico,  e 
fue  para  ella,  que  bien  pensaua  ay  fallar  la 
donzella  durmiendo;  e  quando  dentro  entro 
no  hallo  ay  cosa,  mas  hallo  a  los  pies  del 
lecho  los  paños  de  la  donzella  e  de  su  hon- 
bre,  e  fue  todo  espantado,  que  bien  pensó 
que  algún  cauallero  dormiera  con  ella,   e 
pensó  bien  sin  falta  que  estaua  en  el  prado, 
e  alia  fuera  durmian  por  auer  ayre  e  por 
esso  fallo  la  puerta  abierta,  e  dixo:   «¡Ay, 
mujer,  mucho  es  hombre  escarnido   quien 
por  ti  fia!;  e  aquel  cauallero  que  tanto  te 
ama  es  engañado  e  muj»^  cuytado  por  amor 
della,  e  mucho  la  ama  de  verdadero  amor, 
mas  que  no  ella  a  el,   e  bien  se  que  ella 
duerme  cerca.  E  cierto,  si  puedo,  no  aures 


tan  gran  cuyta  por  ella,  que  yo  vos  mos- 
trare su  deslealtad  e  traycion  solo  que  sea 
de  dia» . 

Cap.  CCXC. —  Como  el  cminUero  de  las  dos 
espadas  fallo  a  la  doncella  por  qxie  el  otro 
cauallero  pensaua^  estar  con  vn  cauallero 
en  la  huerta. 

Estonce  salió  de  la  cámara  muy  sañudo, 
e  anduuo  tanto  por  la  huerta  que  topo  con 
la  donzella  so  vn  rosal,  dormieudo  so  vn 
xamete  en  vn  prado,  y  el  xamete  era  ber- 
mejo, e  tenia  entre  sus  bra90s  vn  cauallero 
muy  bien  llegado  a  si,  e  mucha  de  la  yerba 
so  sus  caberas  en  lugar  de  coxines.  E  dor- 
mían anbos  tan  fieramente  como  si  ouiera  vn 
año  que  no  dormían,  y  el  cauallero  miro  a 
la  donzella  a  la  luna  que  hazia  muy  buena, 
e  vidola  muy  fermosa,  e  miro  al  cauallero, 
e  vido  muy  feo  e  lerdo,  e  dixo:  «¡Ay  Dios, 
que  desaguisado  ayuntamiento  a  y  aqui!  e 
por  gran  desonra  lo  tengo  de  vna  donzella 
tan  fermosa,  tomar  a  tal  diablo  tan  feo,  e 
cierto  bien  fazes  como  mujer.  Dios  me  mal- 
diga si  no  paresce  muerto  aquel  a  otro» ;  e 
dixole  al  otro:  «Passad  e  vereys  marauillas»; 
e  quando  el  otro  esto  ovo,  fue  muy  espanta- 
do, e  dixo:  «¿Que  me  mostrareys?» .  «Bien  lo 
vereys,  dixo  el  cauallero  de  las  dos  espadas, 
e  venid  em  pos  de  mi  muy  passo,  que  duerme 
vuestra  amiga» .  Estonce  fuesse  para  do  es- 
tauan  los  otros,  e  mostróle  su  amiga,  e  dixo: 
«Yees  aqui  la  señora  que  amays  tan  verda- 
deramente; agora  vees  como  soys  sesudo 
porque  os  queriades  matar  porque  vos  tar- 
daua  atante,  e  agora  sabed  que  mas  se  paga 
de  aquel  que  de  vos.  pero  soys  vos  mas  fer- 
moso  y  mas  guisado  que  aquel» .  Y  el  caua- 
llero, quando  esto  vio,  fue  muy  sañudo,  e 
tomo  tan  gran  pesar,  que  pensó  perder  el 
seso,  e  dixo:  «¡Ay  mezquino!  ¿que  es  esto 
que  veo?»  Y  después  cayo  en  tierra  tan  gran 
cayda,  que  la  sangre  se  le  quebranto  por  las 
narizes  e  por  la  boca  y  estuuo  vna  gran  pie5a 
amortecido;  y  el  cauallero  de  las  dos  espa- 
das vuo  ende  tan  gran  pesar  porque  ge  lo 
mostrara,  que  bien  entendió  que  le  pesara, 
e  quajido  el  cauallero  acordó,  dixo:  «¡Ay 
cauallero!,  vos  me  auedes  muerto,  que  me 
mostrastes  tan  conocidamente  mi  mortal 
pesar;  cierto  si  no  fuessedes  tan  armado,  el 
mundo  no  vos  guaresceria  que  vos  no  ma- 
tasse  por  galardojí,  que  cierto  vos  lo  meres- 
cedes  muy  bien,  que  hezistes  la  mayor  villa- 
nía que  nunca  honbre  fizo,  e  Dios  os  faga 
por  ende  mal.  E  vos  de  tal  pesar  qual  yo  de 
aqui  adelante  aure,  e  como  va  a  honbre  que 
de  derecho  amor  tal  pesar  vee» . 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


115 


Cap.  CCXCI. — Como  el  cauallero  que  pen- 
saua  mato  al  cauallero  que  yaxia  con  su 
amiga,  e  a  ella  también. 

Estonce  saco  la  espada,  y  echóles  las  cabe- 
9as  liieñe  de  vii  golpe,  e  fue  luego  vn  poco 
mas  alegre  que  no  de  antes;  mas  después  que 
entendió  que  mato  a  su  amiga,  la  cosa  del 
mundo  que  el  mas  queria,  pesóle  por  ello,  e 
dixo  atan  sañudo:  «¡Ay  catino!  ¿que  tengo 
lecho?  ¡que  mate  mi  cora9on  e  mi  señora,  la 
cosa  del  mundo  que  yo  mas  queria,  que 
aquella  era  donde  todo  bien  e  toda  alegría 
me  venia  della!  ¡Ay  malauenturado!  ¿hizo 
nunca  falso  ni  traydor  tamaña  traycion  ni 
tan  gran  falsedad?  Cierto  no».  Estonce  se 
comenco  a  maldezir  e  a  hazer  tal  duelo,  que 
era  el  mayor  del  mundo;  y  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  comencole  de  couortar.  y  el 
dixole  que  no  trabajasse  de  lo  conortar,  que 
consejo  del  mundo  no  auia  menester,  ni 
mientra  biuiesse  que  no  auria  alegría;  e 
quando  el  cauallero  de  las  dos  espadas  esto 
vido,  ouo  dende  gran  pesar,  que  no  quisiera 
en  ninguna  guisa  demostrarle  su  amiga  en 
tal  manera,  y  después  que  el  cauallero  fizo 
su  duelo  muy  gran  plepa,  dixo  al  cauallero 
de  las  dos  espadas:  «Agora  podreys  ver  que 
ganastes  en  me  mostrar  tan  gran  pesar» ;  e 
luego  tomo  la  espada  por  el  puño,  e  diose 
con  ella  por  medio  del  coragon,  assi  que  cayo 
luego  muerto  en  tierra.  E  quando  el  cauallero 
de  las  dos  espadas  vido  esta  auentura,  dixo 
que  nunca  mayor  cosa  viera,  e  fue  muy 
espantado,  assi  que  no  supo  que  hiziesse  ni 
que  dixesse,  y  el  bien  sabia  que  si  el  alli 
atendiesse  fasta  el  dia,  e  lo  viessen  a  el 
armado  e  los  otros  desarmados,  que  dirian 
verdaderamente  que  el  los  matara,  e  no 
podria  ser  al  sino  que  mal  le  viniesse  por 
ello. 

Cap.  CCXCII. — Como  el  cauallero  de  las  dos 
espadas  se  partió  de  alli,  e  contó  a  vn  escu- 
dero como  aquellos  murieron. 

Tornóse  estonces  jjara  el  madero,  e  passo 
allende,  e  signóse  muchas  vezes  de  la  cosa 
que  viera,  e  touose  por  culpado  e  por  astroso, 
porque  aquella  malauentura  viniera  por  el, 
e  no  por  al  dixo:  «Yo  so  el  mas  malauentu- 
rado cauallero  del  mundo,  e  bien  lo  veo  agora 
aqui  y  en  otros  lugares» ;  y  entonces  subió 
en  su  cauallo,  y  era  ya  contra  el  alúa,  e  las 
aues  pequeñas  cantauan  ya,  e  comentóse  de 
yr  assi  como  la  ventura  lo  guio,  que  el  no 
sabia  por  do  yua,  e  assi  que  quando  salió  del 
valle  fallo  vn  escudero  que  se  yua  derecha- 
mente a  la  floresta  de  donde  el  saliera,  y 


preguntólo  si  yua  alia:  «Señor,  dixo  el,  si  vo 
¿por  que  me  lo  preguntays?»  «Porque,  dixo 
el,  fallaredes  ay  vna  cosa  donde  no  la  sabe 
ninguno  sino  Dios  e  yo;  por  que  sepan  los  de 
la  villa  la  verdad,  querría  vos  la  contar  como 
fue,  que  ge  lo  digades  vos».  Estonce  ge  lo 
contó  todo  como  fue.  E  quando  el  escudero 
esto  oyó,  signóse  mas  de  veynte  vezes,  e 
dixo  que  nunca  tal  cosa  viera:  «¿Sabes  tu, 
dixo  el  cauallero,  por  que  te  lo  conté?  Por- 
que quiero  que  lo  fagas  escreuir,  que  des- 
pués de  nuestras  muertes  de  grado  querrá 
ser  oydo,  que  mucho  es  estraña  cosa» .  Eston- 
ce se  partió  del  escudero,  e  fuese  para  la  for- 
taleza, e  quando  ay  llego,  fallo  haziendo 
muy  gran  llanto  sobrellos,  e  muchos,  que  no 
sabían  como  fuera,  fablauan  de  muchas  gui- 
sas; y  el  escudero  dixo  ante  todos  como  fuera, 
que  vn  cauallero  ge  lo  auia  contado  todo  como 
fuera  aquella  auentura,  y  después  desto  fa- 
blaron  todos  en  el  cauallero  de  las  dos  espa- 
das por  toda  la  tierra,  de  lo  que  flziera  en 
aquella  auentura. 

Cap.  CCXCIII.  —Del  htwn  acogimiento  que 

^^las  donzellas  e  los  caualleros  liixieron  al 

cauallero  de  las  dos  espadas,  e  de  las  nue- 

uas  que  le  dixo  la  donxella  de  parte  de 

Merlin. 

Pues  dize  la  historia  que  después  que  el 
cauallero  de  las  dos  espadas  se  partió  del 
escudero,  que  fue  acá  e  acullá  do  la  ventura 
lo  guiaua,  e  vn  dia  le  auino  que,  a  hora  de 
prima  ('),  llego  a  vn  castillo  que  estaña  en 
vna  montaña,  y  era  el  castillo  a  diestro  cerca 
del  mar,  e  a  siniestro  de  vn  agua  dulce,  e 
fuerte  e  rezio,  y  era  tan  bien  labrado,  que 
no  auia  en  toda  la  tierra  mas  fermoso;  e 
quando  llego  a  media  legua  del  castillo,  fallo 
ay  vn  cementerio  grande,  e  auia  ay  muchos 
monimentos  viejos  e  nueuos,  y  encima  del 
cementerio,  contra  el  castillo,  auia  vna  cruz 
toda  negra,  y  en  aquella  cruz  auia  letras 
que  dezian:  «Oyste  tu,  cauallero,  acuér- 
date,  E  antes  cata  de   otras  auenturas, 

QUE  YO  te  defiendo  QUE  NO  VAYAS  CONTRA  EL 
CASTILLO,  SI  NO  QUIERES  PAGAR  LA  COSTUNBRE 
DEL  CASTILLO,  E  SABE  QUE  ES  LIGERO  DE  PAGAR 

A  VN  CAUALLERO».  Y  dcsquc  cl  Icyo  ks  letras, 
entendió  lo  que  dezian,  e  comengo  a  mirar 
el  castillo,  e  violo  tan  fermoso,  e  dixo  en  su 
coragon:  «No  me  ayude  Dios,  si  me  torno 
fasta  que  vea  el  castillo  de  dentro,  que  por 
malo  e  couarde  me  ternia  si  me  tornasse  por 
letras»;  y  estonce  passo  las  letras,  e  fuesse 
contra  el  castillo,  e  no  anduuo  mucho  que 

(')  o  sea  á  la!;  seis  de  la  mafiana. 


116 


LIBROS  DE  caballerías 


fallo  vn  infancon  viejo,  que  le  clixo:  «Vos 
passastes  el  muro,  agora  no  podedes  tornar»; 
y  el  cauallero  dixo:  «Avn  vre  adelante,  e 
seré  mas  ledo  [que]  de  tornar» .  «¿Assi?»  dixo 
el  honbre  bueno.  «Si,  cierto»,  dixo  el  caua- 
llero; e  fuesse  mas  adelante  quanto  tres  tre- 
chos de  ballesta ,  o  oyó  tocar  vn  cuerno  de  la 
mayor  torre  ('),  assi  como  de  priessa  a 
puerco  montes  o  de  cierno;  e  quando  el  esto 
oyó,  comeuQO  a  reyr,  e  dixo:  «¿E  como?  ¿tie- 
nenme  por  preso  que  tañen  de  prisión?»;  e 
quando  esto  ouo  fecho,  vido  salir  del  castillo 
mas  de  cient  donzellas,  que  venían  haziondo 
dancas  e  cantando,  e  faziendo  la  mayor  ale- 
gría del  mundo  contra  el  cauallero  estraño; 
o  quando  llego  a  ellas,  dixeron  todas  a  vna 
boz:  «¡Bien  venga  el  cauallero,  que  del  su 
vestir  hará  ayuda  oy  e  alegres  todas  las  due- 
ñas e  las  donzellas!»;  y  el  las  saluo,  e  ben- 
dixolas  todas,  y  ellas  fueron  derredor  del 
haziendo  la  mayor  alegría  del  mundo,  e  assy 
fue  que  fue  tan  marauíllado  de  la  alegría 
que  hazían,  que  no  sabía  que  dixesse;  y  ellas 
fueron  todavía  delante  del  baylando  e  dan- 
(.•ando,  e  quando  fue  cerca  del  castillo,  vido 
salir  de  fasta  veynte  caualleros,  muy  bien 
vestidos  y  en  buenos  cauallos.  e  saináronlo 
a  el,  y  el  les  dixo:  «Bien  vengays,  señores» , 
c  agradecióles  mucho  aquel  buen  acogimien- 
to, y  el  mayordomo  del  castillo  se  metió  a 
par  del,  e  fuelo  guiando  contra  el  castillo,  y 
el  cauallero  le  dixo:  «Señor,  yo  vos  ruego 
que  me  digaj^s  por  que  estas  donzellas  fazen 
tan  gran  fiesta».  «Señor,  dixo  el,  por  el  pla- 
zer  que  auran  que  vos  verán  justar  con  el 
cauallero  de  la  Torre»;  e  mostróle  la  torre 
que  estaña  en  la  insola;  e  la  insola  era  muy 
fermosa,  e  la  torre  muy  bien  fecha,  c  muy 
bien  puesta,  y  estaua  en  medio  de  la  insola. 
Y  el  cauallero  de  las  dos  espadas  dixo  al 
mayordomo:  «Nunca  cortes  gente  puso  esta 
costunbre,  que  asaz  es  mala  e  villana,  por- 
que si  algún  cauallero  andante  viene  de  al- 
gunas tierras  lasso  e  cansado  del  trabajo  de 
sus  gi'andes  jornadas  que  fizo,  o  de  las  auen- 
turas  que  traxo  ¿cuydades  que  sera  guisado 
de  su  conbatir  luego  con  el  cauallero  de  la 
torre,  que  no  faze  sino  holgar?  Cierto  si  el 
que  viníesse  fuesse  el  mejor  y  el  mas  gui- 
sado honbre  del  mundo,  se  con  el  assi  con- 
batiesse,  no  sería  marauílla  si  fuesse  ven- 
cido, y  esto  no  digo  yo  por  mi,  ca  sabed  que 
no  so  tan  cansado,  e  ante  me  plazo  de  me 
conbatir  con  el  como  de  folgar;  mas  digolo 
por  la  costumbre,  que  es  la  peor  que  yo 
nunca  vi  en  lugar  que  fuesse».  Y  estonce 

(')  Eata  es  costumbre  muy  citada  en  libros  de  caba- 
llería*, y  de  que  se  burla  Cervantes  al  principio  de 
la  I  parte  de  Don  Quijote. 


dixo  el  mayordomo:  «Assi  la  pusieron  nues- 
tros antecesores,  e  no  se  quitara  en  nuestro 
tiempo,  según  que  yo  cuydo»;  e  assi  fueron 
hablando  por  medio  del  castillo,  e  las  don- 
zellas con  el  haziendo  tan  gran  alegría  como 
comentaron,  ca  fallaron  la  barca  guisada  en 
que  el  cauallero  auía  de  passar.  «Señor, 
dixo  el  mayordomo,  el  vuestro  escudo  no  me 
semeja  bueno,  e,  sí  queredes,  darvos  he  otro 
mejor».  «Quiero»,  dixo  el.  Estonce  dio  su 
escudo  a  vn  donzel,  y  el  donzel  fue  luego  al 
castillo,  e  tomo  otro,  e  truxoselo  e  dixo: 
«Tomad  este,  que  me  parece  mejor  que  no 
el  vuestro» ;  y  el  lo  tomo,  y  echólo  al  cuello, 
y  entro  en  ía  barca  con  su  cauallo  armado, 
que  le  no  faltaua  nada;  e  los  marineros  esta- 
ñan aparejados  de  lo  passar  a  la  otra  parte, 
y  vino  vna  donzella  que  dixo  al  cauallero: 
«¡Que  tuerto  grande  has  fecho  que  canbías- 
tes  vuestro  escudo,  que  si  lo  truxerades  no 
murierades!  Ca  vos  conosciera  vuestro  ami- 
go, e  vos  a  el,  mas  esta  desauentura  vos 
embio  Dios  en  lugar  de  vengauQa  de  lo  que 
aueys  hecho  en  casa  del  rey  Pelean;  mas  no 
es  la  venganoa  tamaña  como  es  el  hecho;  y 
esto  os  embia  dezir  Merlin  por  mi» . 

Cap.  CCXCIY. — De  como  el  cauallero  de  la-'i 
dos  espadas  passo  a  la  insola  por- justar 
ron  el  cauallero  (pie  ay  estaua. 

Quando  el  cauallero  de  las  dos  espadas 
oyó  lo  que  la  donzella  le  dezia,  fue  muy 
espantado,  porque  entendió  que  era  verdad 
vna  pieQa  de  lo  que  ella  dezia,  e  mas  lo 
espantaua  lo  que  Merlin  le  embiaua  dezir 
que  era  vengan9a  de  su  j-erro,  e  que  todo  el 
mundo  daría  si  fuesse  suyo  que  no  ouiesse 
entrado  en  aquel  castillo,  e  aquella  ora  ouo 
pauor  primeramente,  que  ante  nunca  entro 
en  su  coracon  pauor  de  muerte.  E  mas,  por 
confortarse,  confortauase  mucho,  que  se 
sentía  sano  e  arreziado,  e  ligero,  e  muy 
ardid  en  armas,  e  pensó  que  ante  querría 
morir  que  no  fazer  cosa  que  le  touiessen  a 
couardia;  e  aun  auía  gran  esfuerzo  en  que 
le  dezian  que  se  no  auía  de  guardar  sino  de 
vn  cauallero  solo,  y  el  sentíase  e  cuydaua 
bien  ([ue  no  auía  en  ninguna  guisa  caua- 
llero en  el  mundo  (|ue  lo  matasse  ni  ven- 
cíosso,  c  aquel  otro  tal  no  le  hiziese,  y  en 
tal  pensar  fue  fasta  que  aporto  la  barca  a  la 
insola,  y  el  pensaua  avn  mucho  en  lo  que  la 
donzella  le  dixera,  mas  los  marineros  echá- 
ronlo fuera  de  la  barca,  e  dixeronle:  «Señor 
cauallero,  ¿que  pensados?;  vuestro  pensar  no 
vos  vale  cosa,  que  por  la  batalla  vos  con- 
uíene  de  passar»,  y  el  se  torno  luego  a  ellos, 
e  dixoles  que  por  la  batalla  no  pensaua,  e 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


]17 


luego  se  signo,  e  salió  de  la  barca,  e  al  salir 
paro  mientes  si  le  parecía  que  le  fallccia 
alguna  cosa  de  sus  armas  o  a  su  cauallo,  e 
tomo  su  escudo  e  su  lanya,  e  subió  en  su 
cauallo,  e  cato  contra  el  castillo,  e  vido  las 
almenas  llenas  de  dueñas  e  doncellas,  que 
subieron  por  ver  la  batalla,  y  el  cauallero 
maldixolas  a  todas,  e  quantos  en  el  castillo 
morauan,  e  quantos  aquella  costumbre  pu- 
sieron, e  quantos  la  mantenían,  ca  era  la 
peor  que  el  nunca  viera  ni  della  nunca  oyera 
hablar:  «Assi  Dios  me  ayude,  e  si  yo  desta 
batalla  escapo  e  biuo,  yo  haré  destruyr  el 
castillo  e  quantos  en  el  moran»;  assi  fablo  el 
cauallero. 

Cap.  CCXCY. — De  como  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  justo  e  se  conhatio  con  el  caua- 
llero de  la  insola. 

Assy  hablaua  el  cauallero  consigo,  mas  por 
tanto  no  daua  cosa  porque  era  en  la  batalla, 
e  no  atendió  mucho  que  vido  salir  de  la  torre 
vn  cauallero  muy  fermoso  e  armado  de  vnas 
armas  bermejas,  e  su  lanca,  e  su  pendón, 
e  las  sobreseñales  bermejas;  mas  el  cauallo 
era  mas  blanco  que  la  nieue,  y  el  salió  en 
pequeño  passo  assi  guisado,  que  le  no  falle- 
cía cosa  que  a  cauallero  hazia  menester,  e 
quando  vido  el  cauallero,  echo  el  escudo  al 
cuello  muy  hermosamente;  e  (guando  el  ca- 
uallero de  las  dos  espadas  lo  vido  venir  tan 
hermosamente  e  de  tan  buen  continente, 
menbrose  de  su  hermano,  que  era  muy  her- 
moso e  muy  guisado  de  justa,  y  el  lo  sabia 
mejor  hazer  que  honbre  del  mundo,  e  assi  le 
dezia  su  coraron  verdaderas  nueuas  de  su 
hermano,  e  bien  se  conocieran  si  las  armas 
no  cambiaran,  y  en  tal  manera  vinieran  con- 
tra si  los  amigos  leales  de  cora9on  e  herma- 
nos buenos,  como  si  fueran  enemigos  morta- 
les, tan  reziamente  quanto  los  cauallos  los 
pudo  leuar,  e  las  lan9as  baxas,  e  firieronse 
tan  brauamente,  que  se  despedagaron  los 
escudos,  mas  las  lorigas  eran  tan  buenas 
que  se  las  no  pudieron  falsar;  y  ellos  ambos 
eran  de  muy  gran  fuerza,  e  bolaron  las  lan- 
gas en  piegas,  e  después  empuxaronse  tan 
brauamente  de  los  cuerpos  j  de  los  escudos, 
que  se  derribaron  en  tierra  tan  maltrechos 
que  no  auia  ay  tal  que  se  leuantar  pudiesse 
por  vna  gran  pieca,  ante  yazian  atordidos 
como  si  fuessen  muertos;  e  a  cabo  de  vna 
piega  leuantaronse.  E  primero  se  leuanto  el 
cauallero  de  la  torre,  que  menos  era  herido 
que  el  otro,  y  metió  mano  a  la  espada  como 
aquel  que  quería  batalla,  e  guisóse  de  yr 
a  su  hermano;  e  quando  el  otro  lo  vio  venir 
no  asseguro,  e  esfor(;'Ose  con  miedo  de  la 


muerte  y  leuantose  muy  ligeramente,  lo  qual 
otro  no  haria,  y  metió  mano  a  la  espada  y 
eclio  su  escudo  sobre  la  cabega;  y  el  otro 
cauallero  venia  contra  el  [e]  le  dio  vn  tal 
golpe  assi  que  le  derribo  vna  piega  del  es- 
cudo en  tierra,  y  el  golpe  decendio  tanto  que 
le  tajo  de  la  loriga  e  de  la  halda  quanto  le 
alcango;  assi  que  derribo  sobre  la  yerua  mas 
de  la  tercia  parte  del  escudo;  y  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  no  le  dubdo  cosa,  ante  le  dio 
vn  tal  golpe  por  cima  del  yelmo,  que  el  yel- 
mo no  fue  tan  duro  que  le  no  fiziesse  entrar 
la  espada  bien  dos  dedos,  assi  que  fue  todo 
estordido  del  golpe;  e  assi  comengaron  los 
hermanos  entre  si  la  batalla  grande  e  mara- 
uillosa,  e  ferianse  muy  a  menudo,  y  ellos 
eran  de  tan  gran  orgullo  e  sentíase  cada  uno 
de  tan  gran  bondad  de  caualleria,  que  el 
vno  no  preciaua  nada  al  otro;  pero  tanto  se 
dudauan,  que  era  cosa  de  espanto,  e  pronto 
no  auia  tal  dellos  que  dexasse  de  dar  golpes, 
antes  se  conbatian  e  se  cobrian  cada  vno  lo 
mejor  que  podia;  pero  si  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  se  sintiera  tanto  sano  como  en 
primero,  ayna  ouiera  fin  su  batalla,  e  no 
dudara  cosa  al  otro;  mas  porque  se  sentia 
ferido  e  maltrecho  de  la  caida,  guardauase 
mas  e  sofría  tanto  fasta  qua  viniesse  a  otra 
cima;  y  el  cauallero  de  la  torre,  que  era  mas 
mancebo  que  el  e  maj^or  de  cuerpo  e  mas 
ligero,  dauale  muy  grandes  golpes;  y  el  otro 
que  le  no  dudaua  mucho  de  cosa  que  le  aui- 
niesse,  dauale  muy  grandes  cuchilladas,  assi 
que  el  otro  era  enojado  de  las  recebir;  tanto 
duro  el  primer  comiendo,  que  ninguno  dellos 
no  hizo  semblante  de  folgar  para  cobrar 
huelgo.  E  no  auia  ay  honbre  que  no  viesse 
su  menester,  ca  los  yelmos  eran  abollados  e 
rotos,  e  los  escudos  quebrados  y  despedaza- 
dos por  todas  partes,  e  las  lorigas  rotas  y  des- 
fechas sobre  los  bracos,  e  sobre  los  cuerpos, 
e  sobre  las  piernas,  e  los  cuerpos  de  los  caua- 
llos eran  maltrechos  y  heridos  malamente,  e 
de  mayor  valor  que  de  ante;  assi  que  la  san- 
gre les  salla  de  los  cuerpos  por  muchos  luga- 
res; e  tales  los  hazian  las  espadas  tajadoras, 
que  el  mas  sano  dellos  auia  menester  de 
curar  de  sus  feridas,  que  auia  mas  de  siete 
feridas  adonde  otro  cauallero  cuydaria  mo- 
rir; y  el  canpo  do  se  conbatian  era  todo 
cubierto  de  sangre,  e  de  las  mallas  de  sus 
lorigas  e  de  las  piezas  de  sus  escudos;  e  por 
esto  se  auian  gran  desamor  e  grande  sabor 
de  se  vencer  y  de  se  matar,  que  muclio 
auian  laroriado,  queriendo  o  no,  e  mal  de  su 
grado  les  conuino  a  tomar  fuelgo,  e  por  ende 
se  tiro  el  vno  a  fuera  del  otro  e  pusieron  los 
escudos  ante  si,  e  sufriéronse  encima,  e  nin- 
guno no  dixo  cosa,  antes  se  iniraua  el  vno  al 


118 


LIBROS  DE  caballerías 


otro  espantados,  r  el  cauallero  de  la  torre  se 
espantaiia,  e  dezia  que  nunca  viera  caua- 
llero tan  bueno  y  que  no  cuydaua  que  en  el 
reyno  ouiesse  tan  buen  cauallero  que  tan 
bien  lo  podiesse  sofrir  e  tan  luengamente  en 
batalla,  tantos  le  diera  de  golpes  grandes,  y 
el  otro  se  marauillaua  otrosi,  que  no  cuy- 
daua que  aquel  de  la  torre  pudiesse  durar 
lo  quel  fiziera,  que  de  los  golpes  que  le  diera 
cuydaua  que  muriesse  el  mayor  gigante  del 
mundo:  por  esto  preciaua  el  vno  al  otro  que 
no  podia  mas.  Después  que  folgaron  vn  poco 
tomaron  ya  quanto  de  fuerga,  e  tomaron  sus 
escudos  e  sus  espadas  e  comengaron  en  bata- 
lla tan  mortal,  e  tan  espantosa,  e  tan  peli- 
grosa, que  no  ha  honbre  que  la  viesse  que  no 
ouiesse  dellos  duelo,  tanto  eran  buenos  caua- 
lleros,  e  Baalin  dio  vna  cuchillada  a  Balan 
por  encima  del  yelmo  con  tan  gran  saña,  que 
le  metió  la  meytad  de  la  espada  por  los  ties- 
tos e  por  los  sesos  de  la  cabega;  y  esta  fue  la 
ferida  que  lo  llago  a  muerte  mas  que  quan- 
tas  otras  recibiera,  e  si  ante  se  llagauan  y 
enpeorauan  sus  cuerpos,  mucho  se  fizieron 
esta  vez  peor,  e  porque  las  lorigas  eran  des- 
malladas e  rotas,  e  los  yelmos  hendidos,  e 
los  escudos  quebrados  en  tal  guisa  que  los 
fendian,  e  ya  no  se  ferian  en  cubierto,  mas 
en  las  carnes,  e  si  tal  fuerga  ouieran  como  en 
el  comiendo,  ayna  ouiera  su  pelea  fin,  mas 
tanto  auian  pequeña  fuerga,  que  se  no  podian 
ferir  e  que  grande  afán  sofrían,  que  ya  los 
escudos  e  las  espadas  se  les  reboluian  en  las 
manos,  y  ellos  cayeron  en  tierra,  assi  que  la 
espada  de  Balin  cayo  ante  Balan,  e  la  de 
Balan  ante  Balin,  e  pues  que  holgaron  vn 
poco  tomo  cada  vno  la  espada  que  era  mas 
cerca  después,  e  comengaron  su  batalla,  e 
Balan  dio  a  Balin  tal  golpe  por  encima  de  la 
eabega,  (jue  le  metió  la  meytad  de  la  espada 
por  el  meollo;  después  firieronse  tanto  anbos, 
que  no  auian  poder  destar  ni  de  se  dar  golpe 
que  cosa  fuesse.  Y  esto  no  era  marauilla, 
que  tanto  fizieron  con  las  espadas  tajadoras, 
firiendose  de  acá  e  de  alia,  assi  que  auia  y 
tal  que  no  ouiesse  tales  tres  golpes  que  en  el 
cuerpo,  que  en  la  eabega,  que  otro  honbre 
ouiesse  a  morir  luego,  e  i)or  esto  dexaron 
muy  ayna  la  batalla. 

Cap.  CCXCVI, — Como  el  cauallero  de  la  in- 
sola cuydo  rpie  era  su  liermano  el  que  can 
el  se  conhaüa,  e  se  llagarotí  muy  mal. 

Tanto  duro  la  batalla  de  ambos  los  herma- 
nos, como  vos  digo,  fasta  que  no  pudieron 
mas  sufrir,  y  el  primero  que  se  hizo  afuera 
tal  parado,  que  no  podia  tener  su  espada  en 
la  mano,  e  dixo  al  otro:  «¡Ay  señor  caualle- 


ro, matastesme,  mas  no  podeys  dezir  que  me 
vencistes!»  (')  3'  el  cauallero  de  las  dos  espa- 
das dixo:  «Señor,  otro  tal  vos  digo,  que  me 
matastes,  mas  no  me  vencistes,  e  mucho  ha 
gran  daño  de  las  nuestras  muertes;  e  cierto 
vos  soys  el  mejor  cauallero  que  yo  nunca  fa- 
lle, mas  bien  podeys  dezir  que  en  mal  punto 
vistes  este  loor,  que  vos  haze  que  sodes 
muerto;  e  yo  bien  vos  puedo  dezir  que  por 
mi  mal  os  vi,  que  por  vuestra  bondad  de  ar- 
mas me  mato.  Por  Dios  vos  ruego  que  me 
digades  antes  que  muera  vuestro  nonbre, 
por  que  sepa  quien  me  mato».  «Cierto,  dixo 
el  otro  cauallero,  yo  lo  diré  de  grado:  Sabed 
que  yo  he  nonbre  Baalan,  hermano  de  Baa- 
lin, el  mejor  cauallero  que  agora  honbre  sabe 
en  el  mundo,  y  es  el  cauallero  de  las  dos  es- 
padas, e  aura  gran  pesar  de  mi  muerte  quan- 
do  lo  sepa».  E  quando  el  entendió  que  aquel 
era  su  hermano  que  ante  el  estaua,  ouo  tan 
gran  pesar,  que  se  amorteció  por  la  gran 
cuyta  qu3  ouo  en  su  coragon,  e  cayo  todo  es- 
tendido atrás.  Y  el  otro  que  lo  vido  caer, 
cuydo  que  era  muerto,  e  fuesse  rastrando  a 
el,  que  no  auia  poder  de  se  leuantar,  e  des- 
enlazóle el  yelmo,  e  tirogelo  de  la  eabega  e 
tiróle  el  almófar,  e  fallóle  tres  feridas  en  la 
eabega  tan  grandes,  que  no  auian  de  menes- 
ter maestro,  que  cierto  eran  mortales.  E  mi- 
rolo,  mas  no  lo  pudo  conoscer,  que  tenia  en 
el  rostro  tanta  de  sangre  y  de  sudor,  e  los 
ojos  gordos  e  hinchados,  e  la  boca  llena  de 
sangre  y  de  spuma  sangrienta;  e  quando  lo 
bien  cato,  dixo:  «¡Ay  hermano,  señor,  que 
tan  gran  malauentura  ay  aqui!»  Y"^  el  caua- 
llero de  las  dos  espadas  acordó,  e  dixo:  «¡Ay 
Dios!  ¿que  malauentura  fue  estaque  nos  me- 
tió en  desconocencia?  Otrosi  fue  muy  mala- 
uentura que  vos  me  matastes  e  yo  a  vos;  e 
maldita  sea  la  costunbre  de  aquel  castillo  y 
de  cada  vno  de  los  que  la  pusieron  e  la  man- 
tienen, aunque  nos  conuione  por  ende  a  mo- 
rir ante  de  nuestros  dias» ;  e  quando  el  otro 
entendió  que  aquel  era  su  hermano,  el  hon- 
bre del  mundo  que  el  mus  queria,  ouo  tan 
gran  pesar,  que  esto  fue  espanto,  y  respon- 
dió, e  dixole:  «Señor,  pues  os  mate  por  des- 
conocencia, ninguno  me  deue  culpar,  ni  a 
vos  otrosi,  que  sin  falta  no  vos  podia  conos- 
cer, ni  vos  a  mi,  por  las  armas  que  auiamo» 
trocado;  e  bien  podeys  dezir  que  nunca  tan 
gran  malauentura  auino  a  dos  hermanos 
como  a  nos,  pero  tan  conortados  deuemos 

(')  «Que  no  es  vencido  aquel  que,  sobre  «a  defendi- 
miento,  no  mostrando  cobardía,  face  todo  lo  que  pue- 
de fasta  que  la  fuerza  y  el  aliento  le  falta  y  cae  a  los 
pies  de  su  enemigo;  que  el  vencido  es  aquel  que  deja 
de  obrar  lo  que  facer  podria  por  falta  de  corazón.» 
(Ainailis  de  Gaula,  II  12.) 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


119 


ser  que  nos  conocemos  cerca  de  nuestra 
muerte,  que  assi  como  salimos  de  vn  vaso, 
assi  seremos  metidos  en  vn  vaso  en  este  lu- 
gar donde  agora  somos;  e  assi  que  después 
de  nuestra  muerte  nos  vernan  ver  los  hon- 
bres  e  los  buenos  caualleros,  q\]e  auran  due- 
lo de  la  nuestra  desauentura,  por  la  buena 
caualleria  e  por  los  buenos  fechos  que  oyran 
contar  de  nos» ;  j  estonce  comentaron  de  llo- 
rar ambos  muy  piadosamente,  e  dixeron: 
«¡Ay  Dios!  ¿por  que  sofristes  que  tan  gran 
malauentura  nos  auiniesse?» 

Cap.  CCXCVn. —  Codio  el  cauallero  de  la 
insola  rogo  a  la  dueña  de  la  insola  que  los 
soterrassen  en  aquel  lugar  do  se  conha- 
tieroa. 

En  quanto  ellos  hablauan  en  su  muerte  y 
en  su  malauentura,  vino  a  ellos  vna  dueña  de 
buena  edad,  que  era  señora  del  castillo  y  de 
la  torre  y  de  toda  la  tierra  en  derredor,  e 
moraua  ella  en  la  insola  dentro  en  la  torre, 
assi  que  nunca  salia  de  la  insola,  e  no  auia 
en  su  conpañia  mas  de  siete  simientes  e  siete 
donzellas  que  la  seruian,  e  vn  cauallero  tan 
solamente;  y  encerróla  ay  vn  cauallero  muy 
esfor9ado,  que  se  deleytaua  con  ella.  E  quan- 
do  la  encerró  ende,  preguntóle  ella:  «Señor, 
¿por  que  me  encerrades  aqui?»  «¿Por  que? 
dixo  el,  porque  querria  que  ninguno  no  vos 
viesse  fueras  yo».  «E  pues,  ¿dudedes  en  mi?» 
dixo  ella.  «Si»,  dixo  el.  «Pues  yo  liare,  dixo 
ella,  que  no  dudedes,  si  fizierdes  aquello  que 
os  yo  dixere».  «Si  fare»,  dixo  el.  «Pues  pro- 
metedme,  le  dixo  ella,  lo  que  vos  yo  diré». 
«Si  prometo»,  dixo  el.  «Que  jamas,  mientra 
biuiere,  que  vos  no  partades  desta  torre,  e 
ante  me  ternedes  conpañia  sienpre» ;  y  el  ca- 
uallero, que  la  queria  mucho,  dixo  que  le 
plazia;  e  assi  quedo  el  cauallero  en  la  torre 
con  la  dueña;  y  pues  moro  ay  vn  año,  eno- 
jóse, y  pesóle  mucho  por  que  dexo  sus  armas, 
donde  se  solia  exercitar.  Y  estonce  hizo  ve- 
nir los  honbres  del  castillo,  e  hizolos  jurar 
sobre  los  sanctos  euangelios  que  no  passasse 
hombre  por  el  castillo  que  lo  no  fiziessen  pa- 
ssar  a  la  insola,  que  fuesse  cauallero  andan- 
te, por  se  conbatir  con  el,  e  si  fallassen  algún 
cauallero  que  por  armas  lo  pudiesse  conque 
rir,  o  vencer,  o  matar,  que  quedasse  a  el  la 
dueña  e  la  torre;  y  pues  tal  costunbre  fue 
puesta,  que  jamas  no  saliesse  de  la  insola;  y 
el  cauallero  fizólo  assi  jurar  a  los  de  la  villa, 
que  mantuuiessen  esta  costumbre  después  de 
su  muerte,  e  assi  duro  después  (').  E  quando 

(')  Episodio  semejante  i  éste  es  el  combate  de  Don 
Galaor  y  su  hermano  Don  Florestan  en  Ainadis  de 
Gaula  (I,  41). 


la  dueña  vido  los  caualleros  tan  maltrechos, 
espantóse,  e  Baalan  dixo:  «Por  Dios,  dueña, 
dadme  vn  don  que  os  no  sera  muy  grane» ; 
y  ella  le  dixo  que  lo  haria  e  lo  daria  de  gra- 
do, y  el  ge  lo  grádeselo  mucho;  pues  dixole: 
«Dueña,  vos  me  dexistes  que  en  esta  tierra 
do  agora  somos  nos  fariades  soterrar  nues- 
tros cuerpos  bien  e  honradamente  desque 
fuéramos  muertos,  assi  que  ambos  estemos 
en  vn  monimento,  porque  ambos  salimos  de 
vn  vaso,  que  sabed  que  este  es  mi  hermano, 
e  yo  su3^o» .  E  quando  la  dueña  esto  oyó,  ouo 
muy  gran  pesar,  que  bien  vido  que  ambos 
eran  buenos  caualleros,  e  otorgogelo  muy  de 
grado,  e  lloro  con  gran  duelo  que  dellos  ouo; 
y  estonce  llamo  su  conpaña,  que  estaua  de  la 
otra  parte  de  la  ribera,  e  dixoles  que  desar- 
massen  los  caualleros  e  los  leuassen  a  la  torre, 
y  que  les  fiziessen  quanto  plazer  pudiessen; 
y  ellos  desarmáronlos  luego,  e  quando  Baalin 
fue  desarmado,  dixo  a  la  dueña:  «Dueña,  ro- 
gamosvos  que  nos  fagades  de  aqui  llenar; 
mas  enbiad  presto  por  vn  capellán  que  tray- 
ga  consigo  a  nuestro  saluador  Jesu  Christo, 
que  muerto  soy» ;  el  otro  hermano  dixo  esto 
mismo.  Y  estonce  llamo  la  dueña  a  sus  hon- 
bres, que  estañan  de  la  otra  parte  de  la  ribera, 
e  dixoles  que  fuessen  a  llamar  a  vn  capellán 
para  fazer  su  derecho  aquellos  caualleros  que 
morían;  e  los  honbres  fueron  por  el  capellán, 
e  passaron  a  la  insola  ajiarejado  lo  que  los 
caualleros  demandaron;  e  pues  les  fizo  su 
derecho  según  costunbre  de  christianos,  y 
ellos  ouieron  pedido  merced  a  su  saluador  de 
sus  peccados  e  de  sus  yerros,  dixeron  a  la 
dueña:  » Dueña,  haced  lo  que  nos  prometis- 
tes,  que  nos  somos  muertos,  e  soterradnos 
aqui,  e  no  en  otro  lugar»;  y  ella  respondió 
que  assi  lo  faria. 


Cap.  CCXCYIII.  —De  como  los  dos  herma- 
nos murieron^  e  fueron  enterrados  en  vn 
monimento,  assi  como  la  dueña  lo  ^n'ome- 
tio  al  cauallero. 

Y  después  desto  perdieron  ambos  los  dos 
hermanos  la  habla,  pero  biuieron  fasta  bis- 
peras,  e  a  hora  de  bisperas  passosse  el  me 
ñor  ante,  el  mayor  después,  e  assi  murie- 
ron ambos  con  vna  espada,  assi  como  Merlin 
profetizo  quando  Baalin  no  quiso  dexar  la 
espada  a  la  donzella  que  ge  la  deciño,  e  los 
mas  de  la  insola  passaron  al  castillo  por  los 
ver,  e  quando  supieron  que  eran  hermanos, 
pesóles  dende  mas,  e  dixeron:  «¡Ay  Dios! 
¡([ue  cuyta  e  que  duelo  de  tan  buenos  dos 
caualleros  que  se  assi  se  mataron!»  Estonce 
demandaron  el  monimento  el  mas  rico,  el 


120 


LIBROS  DE  caballerías 


mas  hermoso  que  pudieron  hallar  en  toda  la 
tierra,  e  metieron  anbos  los  dos  hermanos 
em  par  en  aquel  lugar  mismo  donde  se  ma- 
taron, e  fizieron  escreuir  el  nonbre  del  me- 
nor sobre  la  canpana,  mas  el  nonbre  del 
cauallero  de  las  dos  espadas  no  lo  escriuie- 
ron.  ca  lo  no  sabian.  y  ellos  assi  pregun- 
tando que  no  sabian  cosa,  vino  ay  Merlin, 
q\ie  les  dixo:  «Dexad,  que  no  conuiene  a 
vos  de  lo  hazer,  pues  bien  hezistes  lo  que 
vos  conuenia  fazer».  Estonce  se  tiraron  ellos 
afuera,  por  ver  lo  que  haria  aquel  que  tan 
osadamente  hablaua,  e  Merlin  fue  derecha- 
mente a  la  campana,  a  las  cabeceras,  e  fizo 
letras  de  oro  en  vna  piedra,  que  dezian: 
<.Avri  YAZE  Baalix,  el  cauallero  de  las 

DOS  espadas,  que  fizo  COX  la  LANr;A  VEXGA- 
DOKA  EL  GOLPE  DOLOROSO,  POR  QUE  EL  REVXO 
DE   LlSCOXIS    ES    TORNADO   EJí  CUl'TA  Y  EIS"  DES- 

TRUY3UEXT0 » ;  c  quaudo  Merlin  esto  ouo 
fecho,  moro  en  la  insola  vn  mes;  e  hizo 
encantamentos  muy  estraños,  e  hizo  cabe  el 
monimento  vn  lecho  muy  estraño,  e  que 
ninguno  no  podia  yazer  que  no  perdiesse  el 
seso  e  la  memoria,  y  en  tal  guisa,  que  le  no 
menbraua  cosa  que  ouiesse  fecho  después 
que  en  el  lecho  se  echaua,  e  mientra  moro 
en  la  insola;  e  duro  este  monimento  hasta 
que  Langarote,  fijo  del  rey  Ban  de  Bonot  y 
que  ay  auino,  y  estonce  fue  el  encanta- 
miento dessecho,  no  por  Lancarote,  mas  por 
vn  anillo  que  traya,  que  desfazia  todos  los 
encantamentos;  e  aquel  anillo  le  dio  la  don- 
zella  del  Lago,  assi  como  la  historia  de  Lan- 
varote  lo  deuisa:  aquella  historia  deue  ser 
auida  e  partida  de  mi  libro,  no  porque  le  no 
pertenesca  e  no  sea  dende  sacada,  mas  por- 
que todas  partes  de  mi  libro  sean  yguales,  la 
vna  tan  grande  como  la  otra,  e  si  juntassen 
af|uella  tan  grande  historia  que  dize  de  los 
hechos  de  Lanr-arote,  e  de  su  nacencia,  e  de 
los  nueuos  linajes  de  nación,  assi  como  lo 
deuisa  la  alta  historia  del  santo  Grial;  e  no 
diré  cosa  que  no  deua,  ante  diré  menos  asas 
que  no  es  escrito  en  la  grande  estoria  de 
latin;  y  el  libro  torna  en  su  razón. 


Cap.  CCXCIX. — De  los  encantamentos  que 
Merlin  fizo  en  esta  insola  do  los  dos  her- 
manos murieron. 

Quando  Merlin  ouo  fecho  el  lecho  e  otras 
marauillas  que  vos  aqui  no  puedo  deuisar, 
que  bien  vos  lo  puedo  contar  después  quando 
lugar  e  tienpo  fuesse,  tomo  el  espada  de 
Baalin,  e  tiro  el  adobo  del  mango,  e  metió 
ay  otro  mejor.  E  después  que  esto  ouo  fecho, 
dixo  a  vn  cauallero  que  ante  del  estaña: 


«Agora  prouad  si  vos  cabera  esta  espada  en 
el  puño;  y  el  la  prono,  e  fallecióle  gran 
pieca» .  E  Merlin  comenyo  a  reyr,  y  el  caua- 
llero le  pregunto  por  que  rey  a,  e  Merlin 
dixo:  «Yo  me  rio  porque  cuydes  que  vos 
cupiesse  en  la  mano» .  «¿Como?  dixo  el,  ¿es 
ma ranilla  si  en  la  mano  me  fiziesse?»  «Si, 
dixo  Merlin.  que  no  ha  cauallero  en  el 
mundo  agora  a  quien  pudiesse  caber,  ni 
verna  nunca  a  esta  insola  honbre  a  que 
pueda  caber  en  la  mano,  sino  a  vno  solo,  e 
aura  nonbre  Langarote;  e  llenara  de  aqui 
esta  espada,  e  matara  con  ella  al  cauallero 
estraño  que  mas  en  el  mundo  amara».  E 
después  desto  escriuio  letras  en  la  mangana 
de  la  espada,  que  dezian:  «Cox  esta  espada 
MORIRÁ  Galuax»  ;  y  estas  letras  que  el  escri- 
uio fallo  después  Grariete,  hermano  de  Galuan, 
e  quando  lo  leyó,  touolo  por  mentira,  mas  no 
fue  assi,  ca  después  mato  Langarote  a  Gal- 
uan,  assi  como  la  verdadera  historia  cuenta, 
e  a  la  cima  de  nuestro  libro;  y  en  tal  ma- 
nera fizo  Merlin  en  aquella  insola  grr.n  par- 
tida de  sus  encantamentos;  assi,  muchos 
caualleros  que  después  aquel  lugar  vinieron, 
e  quisieron  ay  prouar  por  su  fuerga  e  por 
su  bondad,  e  se  tuuieron  por  escarnidos  e 
por  engañados;  e  quando  Merlin  ouo  fecho 
gran  piega  de  sus  encantamentos  e  de  su 
plazer  en  la  insola,  hizo  vna  puente  de  fie- 
rro, en  que  auia  en  ancho  mas  de  medio 
pie,  e  tan  luenga  que  llegaua  de  la  ribera  a 
la  otra  parte,  e  dixo  que  iwr  alli  podría 
honbre  conocer  los  ardimentos  de  los  caua- 
lleros, que  ninguno,  si  no  fuesse  sobeja- 
mente  ardid,  no  osarla  passar  sobre  aquella 
puente;  y  encima  de  la  puente,  contra  el 
castillo,  alli  do  era  el  passaje^  fizo  poner  vn 
padrón  de  marmol,  e  dentro  en  el  padrón 
luego  metió  Merlin  vna  espada  encantada, 
con  encantamento,  e  cabe  la  espada  puso  la 
vayna,  en  tal  guisa  que  vos  semejaría  que 
no  se  tenia  a  cosa,  e  que  la  podría  hombre 
tirar  dende  muy  ligeramente,  mas  no  era 
ello  assi;  y  después  hizo  en  ellas  letras  ber- 
mejas, que  dezian  assi:    «Aquel  que  pro- 

UARE  PRIMERO  DE  SACAR  ESTA  ESPADA,  NO  LA 
SACARA,  Y  SERA  CON  ELLA  FERIDO»  ;  6  aSSÍ  fuS 

como  el  dixo;  ca  después,  el  buen  cauallero 
Galaz  vino  a  la  corte  del  rey  Artur,  y  el 
primero  que  se  prono  ay  fue  Galuan  por 
ruego  de  su  tío.  y  después  fue  con  ella 
ferido,  assi  como  la  historia  os  lo  contara 
adelante;  y  después  escriuio  ay  letras  que 
assi  dezian:   «Jamas  esta  espada  no  sera  de 

aquí  sacada  sino  por  mano  DEL  MEJOR  CAUA- 
LLERO DEL  MUNDO  ;  E  NINGUNO  NO  TRABAJE 
ENDE  SI  NO  SE  SINTIERE  POR  EL  MEJOR  CAUA- 
LLERO    DE     LOS     MEJORES     QUE     NUNCA     TRUXO 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


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ARMAS,    CA    LE    YERNA    DENDE    MAL»;     eStonce 

echo  el  padrón  en  el  agua,  y  encantólo  de 
guisa,  que  anduuo  nadando  gran  pie^a  e 
muy  gran  tienpo.  assi  que  fue  en  muchas 
tierras,  e  andando  tanto  de  lugar  en  lugar, 
que  llego  a  Canialoc  gran  tienpo  después, 
en  aquel  dia  que  primeramente  vino  Gfalaz 
a  la  corte. 


Cap.  CCC. — Gomo  Merliu  llego  a  la  corte 
del  rey  Artur,  y  el  dixo  que  quería  auer 
por  muger  a  la  ¡tija  del  rey  Leodogan. 

Merlin,  quando  ouo  fecho  esto  e  otras 
cosas  muy  marauillosas,  e  otros  cuentos  que 
aqui  no  podría  contar,  que  Jio  es  tienpo  ni 
lugar,  partióse  dende,  e  dixo  a  los  del  cas- 
tillo que  quería  que  se  nonbrase  a  aquella 
insola,  desde  allí  adelante,  la  insola  de  Mer- 
lin, y  desque  esto  dixo,  anduuo  tanto,  que 
llego  a  Cardoyl,  y  el  vej  Artur  era  con  mu- 
cha gente  ay,  que  hazia  estonce  a  Bande- 
magus  cauallero,  e  fazían  por  ende  mucha 
alegría  todos  en  la  corte,  que  este  era  el 
mas  querido  mancebo  y  el  mas  preciado  de 
seso  y  de  cortesía  que  auía  en  toda  la  corte; 
e  quando  Merlin  llego  a  la  corte,  fallo  ay 
muchos  que  lo  recibieron  muy  bien,  e  a 
todos  plazia  con  el  e  por  su  venida.  Y  el 
rey  le  dixo:  «Merlin  ¿que  haré,  que  mis 
ricos  onbres  me  afincan  cada  día  e  me  traen 
mal  porque  no  tomo  muger?  ¿que  me  conse- 
jays  vos?  que  sin  vuestro  consejo  no  fare  yo 
nada,  ante  quiero  mi  fazíenda  traer  por 
vuestro  consejo,  assi  como  mi  padre» .  «Se- 
ñor, dixo  Merlin,  olios  fazen  derecho,  que 
bien  es  de  oy  mas  que  vos  tomeys  muger, 
mas  dozídme  si  sabeys  vos  alguna  que  os 
plega;  mas  ay  otra  que  tal  honbre  como  vos 
e  tan  poderoso  no  deue  tomar  muger,  saluo 
a  su  plazer» .  «Si  se,  dixo  el  vej,  ca  yo  se 
vna,  que  me  plaze  mucho  della,  e  la  amo  de 
cora(;'on;  e  si  aquella  no  he.  [no]  aure  otra 
muger» .  «En  el  nombre  de  Dios,  dixo  Mer- 
lin, ¿que  quereys  que  sea?  Agora  me  dezíd 
quien  es  e  yrvos  he  luego  por  ella,  mas 
que  me  deys  conpaña» .  «Esta  es,  dixo  el 
rey,  Grinebra,  la  fija  del  rey  Leodogan  de 
Tremileda,  el  que  tiene  en  su  casa  la  Tabla 
Redonda,  aquella  que  fezístes  vos  e  mí 
padre  Vter  Padragon;  e  aquesta  Ginebra  es 
aquesta  sazón  la  mas  preciada  donzeUa,  e  la 
mas  fermosa,  e  la  mas  loada  de  quantas 
honbres  sepan  en  las  insolas  de  la  mar;  e  por 
aquesto  la  quiero  tomar  por  muger,  e  sí  la 
no  he,  no  aure  otra  muger» . 


Cap.  CCCL  — X>c  como  Merlin  fue  al  rey 
Leodogan  a  le  pedir  su  fija  p)or  muger  para 
el  rey  Artur. 

Estonce  dixo  Merlin:  «De  su  hermosura 
dezirvos  he  verdad,  que  esta  es  la  mas  her- 
mosa que  agora  lionbre  sabe  en  todo  el  mun- 
do; ay  mas,  si  la  vos  no  amassedes  tanto,  yo 
vos  haría  tomar  otra,  mas  no  es  de  tan  gran 
beldad  de  hermosura  como  ella,  e  bien  vos 
puede  nozer  alguna  vez.  Empero  vn  dia  sera 
aun,  que  su  beldad  de  fermosura  vos  ayu- 
dara tanto,  que  cobraredes  vuestra  tierra, 
aquella  ora  que  la  vos  cuydareys  perdella 
toda»;  y  esto  dczia  el  por  Galeoter,  que  se 
torno  su  vassallo,  e  le  dio  su  tierra  que  auía 
del  ganado;  e  todo  esto  hizo  el  por  amor  de 
Lancarote,  que  es  ramo  de  la  historia  del 
sancto  Grial.  que  anda  por  su  parte,  lo  díze; 
e  Merlin  dixo  al  rey:  «Señor,  pues  a  Gine- 
bra vos  plaze  tanto,  no  vos  fallesce  al  syno 
que  me  deys  compaña,  e  yrvos  he  por  Gine- 
bra a  Tremileda»;  y  el  rey  dixo  que  le  daría 
tanto  como  el  quisíesse;  y  estonce  escogió 
el  rey  caualleros,  e  donzellas,  y  escuderos, 
e  siruíentes  los  que  el  quiso,  e  anduuo  tanto, 
que  por  mar,  que  por  tierra,  [que]  allego  al 
rey  Leodogan,  e  pidióle  su  fija  que  ge  la  dies- 
se  al  rey  Artur  por  muger;  y  el  rey  Leodogan 
fue  muy  alegre  destas  nueuas,  y  respondió 
luego  a  Merlin  pero  que  lo  no  conoscía,  e 
dixo:  «Assi  Dios  de  honra  al  rey  Artur,  que 
la  haze  a  raí  hija  tan  grande,  que  solo  no 
osaría  ay  hablar;  e  puede  tomar  a  mí  fija,  o 
a  mí,  e  a  todo  mi  rey  no,  para  fazer  del  a  su 
voluntad,  que,  si  Dios  me  ayude,  nunca  oy 
nueuas  con  que  tanto  plazer  tomasse,  ni 
tanto  me  pluguíesse;  mi  tierra  le  daré  yo  si 
la  quisiere,  mas  se  que  la  no  querrá  ni  la  ha 
menester,  tanto  ha  de  muchas,  gracias  a 
Dios;  mas  la  cosa  que  mas  amo  le  enbíare, 
la  mí  Tabla  Redonda  assi  como  esta,  que  es 
ay  toda ,  que  no  le  falta  sino  cinquenta  caua- 
lleros, que  después  fueron  muertos  que  su 
padre  el  rey  Yter  Padragon  murió;  e  yo  qui- 
siera ay  meter  los  cinquenta  caualleros  en 
lugar  de  los  otros  cinquenta,  mas  vn  honbre 
bueno  hermitaño  me  dixo  que  me  no  traba- 
jasse  ende,  que  muy  presto  caería  en  manos 
de  vn  tal  honbre  e  tan  poderoso,  que  la  man- 
ternia  mejor  que  yo;  e  si  no  fuera  por  el, 
tomara  yo  de  toda  mi  tierra  los  mejores  que 
ay  fallara,  y  metieralos  ay;  y  esta  palabra 
me  dixo  el  hermitaño;  por  ende  lo  dexe  en 
tal  maner?  que  no  ay  en  ella  mas  de  cient 
caualleros,  de  los  ciento  e  cinquenta  que  en 
ella  auian  de  ser  por  cuenta» .  Entonces  dixo 
el  sabio  Merlin:  «¿Tantos  deuen  de  ser?  E 
ayna  serán  quando  Dios  quisiere,  terna  e 


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LIBROS  DE  caballerías 


meterá  en  mano  de  quien  la  marca  agora 
en  mejor  poder  y  en  mayor  honrra  que  nun- 
ca fue,  y  en  tan  grand  bondad  que  la  me- 
terá antes  que  muera,  que  desde  el  no  aura 
quien  la  ose  prouar,  ni  lionbre  atan  osado 
de  la  mantener» .  «Dios  ge  la  haga  mantener, 
dixo  el  rey  Leodogan.  a  su  pro  e  a  su  hon- 
rra» .  Estonce  enbio  por  cient  caualleros  de  la 
Tabla  Redonda,  e  desque  vinieron  ante  el, 
dixoles:  «Amigos,  de  vuestra  compaña  men- 
gua cinquenta  caualleros,  e  pésame  porque 
no  so  de  tan  gran  poder  que  los  ouiesse  de 
poner;  mas  porque  vos  amo  como  a  hijos, 
quiero  que  vuestra  honrra  cresca,  ca  vos 
quiero  enbiar  a  tal  honbre  que  bien  vos 
podra  mantener.  E  yo  lo  se  muy  bien  que  lo 
hará  muy  de  grado,  e  que  vos  amara  atanto 
como  padre  ama  a  hijos,  e  tantos  honbres 
buenos  ha  en  s\i  casa,  e  tantos  honbres  vie- 
nen a  su  casa  e  a  su  corte,  que  el  podra  a  su 
plazer  meter  cincuenta  caualleros  escogidos 
en  vuestra  compaña,  assi  que  el  derecho  de  la 
Mesa  Redonda,  que  deuen  ser  ciento  e  cin- 
cuenta caualleros,  sera  conplida  en  su  casa, 
lo  que  yo  no  podria  complir  en  toda  esta 
tierra».  «Señor,  dixeron  ellos,  ¿quien  es 
aquel  que  tanto  nos  loades,  que  es  tan  pode- 
roso?» «Este  es,  dixo,  el  rey  Artur»;  y  ellos 
tendieron  las  manos  contra  el  cielo,  e  dixe- 
ron:  <¡Ay  Dios!  ¡bendito  seas  que  tal  padre 
quisiste  que  ouiessemos!  e  aquel  nos  sera 
verdaderamente  buen  padre,  e  nos  mantorna 
como  a  sus  fijos;  y  de  oy  mas  nos  vos  roga- 
mos que  nos  tengays  en  sus  manos» .  «Agora 
entrareys,  si  Dios  quisiere,  dixo  el  rey,  e 
Dios  le  de  fuerza  e  manera  que  os  mantenga 
a  su  honra  e  a  la  vuestra» . 

Cap.  CCCII. — Como  el  rey  Leodogan  emhio 
MU  hija  al  rey  Artur,  e  la  su  Mesa  Redon- 
da, e  cient  raualleros  que  ay  auia,  e  como 
dixo  Merlin  al  rey  Artur  que  auian  de  ser 
ciento  e  cincueyíta  caualleros. 

Tres  dias  fue  Merlin  allí  con  el  rey  e  su 
conpaña,  e  quando  se  ouieron  de  partir,  lloro 
el  rey  mas  por  los  caualleros  de  la  Mesa  Re- 
donda que  no  por  su  hija;  e  vinieron  luego 
ellos,  e  su  fija,  e  quantas  buenas  dueñas 
vuo  en  su  casa  e  todas  las  buenas  dueñas 
que  de  plazer  fuessen.  Sabed  que  todas  las 
dueñas  enbio  con  su  hija  al  rey  Artur;  y 
estonce  se  partieron  del  rey  los  mensajeros 
del  rey  Artur,  e  llenaron  la  donzella  a  la 
Mesa  Redonda,  e  los  caualleros  della;  e  fue- 
ronse  al  rey  no  de  Londres,  e  ouieron  nueuas 
que  el  rey  Artur  era  en  Londres,  e  quando 
fueron  cerca,  embio  Merlin  a  dezir  al  rey 
como  aquella  compaña  yua,  e  que  los  saliesse 


a  recebir  muy  prestamente  e  con  muy  gran 
honrra.  E  quando  el  rey  Artur  esto  oyó,  que 
los  compañeros  de  la  Mesa  Redonda  venian 
por  biuir  con  el,  fue  dende  muy  ledo,  ca  no 
auia  otro  desseo  sino  de  los  auer  en  su  con- 
paña. Estonce  salió  de  Londres  con  muy 
gran  conpaña,  e  fue  contra  ellos,  e  recibió- 
los con  tan  gran  honra  e  con  tan  grande  ale- 
gría, que  se  tenian  por  bienauenturados,  e 
otrosi  el  guisamiento  de  las  bodas  fue  puesto 
y  hecho,  y  el  complimiento  de  los  caualleros 
que  fallecian  que  se  auia  de  conplir  la  Me- 
sa Redonda,  fue  assignado  para  el  dia  de 
las  sus  bodas,  de  lo  hazer  con  muy  gran 
¡jlazer;  e  assi  fue  la  nonbrada  del.  E  Merlin 
dixo  al  rey  que  escogiesse  los  mejores  cin- 
cuenta caualleros  de  su  corte,  e  si  supiesse 
de  cauallero  de  buena  vida,  que  no  lo  de- 
xasse  de  poner  ay  por  toda  su  pobreza.  «E 
si  algún  cauallero  fijo  dalgo  o  de  otra  guisa 
ay  quisiere  entrar,  e  no  fuere  de  buena  vida 
o  buen  cauallero,  guárdate  no  entre  aj^.  Ca  si 
después  no  fuesse  tal  como  deuia,  se  confon- 
deria  e  abiltaria  toda  la  otra  conpaña» .  Y  el 
rey  dixo  a  Merlin:  «Bien  dezis  vos,  e  mas 
mejor  conosceys  vos  los  buenos  e  los  malos 
caualleros  que  no  yo,  e  vos,  que  los  conos- 
ceys, escogeldos  los  que  entendierdes  que  ay 
deuen  ser».  «Agora,  dixo  Merlin,  pues  que 
en  mi  lo  dexays,  yo  lo  acabare  en  tal  mane- 
ra que  no  sea  culpado.  E  escogiólos  assi  que 
serán  puestos  el  dia  de  vuestras  bodas,  y  en 
tal  guisa  sera  la  honrada  fiesta  acabada» . 

Cap.  CCCm.  —  Como  Merlin  puso  en  la  Me- 
sa Redonda  quarenta  e  ocJio  caualleros  con 
el  rey  Artur,  e  se  afincaron  vnos  a  otros, 
assi  que  fueron  por  todos  quarenta  y  ocho 
caualleros. 

Estonce  embio  el  rey  Artur  por  todos  sus 
ricos  hombres,  e  por  quantos  del  tierra  y 
aueres  tenian,  que  viniessen  el  dia  cierto  a 
Camaloc  a  sus  bodas.  Y  ellos  vinieron  lo 
mejor  guisados  que  pudieron.  E  quando  fue- 
ron ayuntados  todos,  dixo  el  rey  a  Merlin: 
«Pensad  de  la  Mesa  Redonda».  «Si  fare»,  di- 
xo el.  Y  estonce  comen9o  de  escoger  los  ca- 
ualleros que  el  entendió  que  eran  mejores. 
E  desque  escogió  fasta  quarenta  e  ocho  caua- 
lleros, metiólos  a  vna  parte,  e  dixo:  «Con- 
uiene  que  de  oy  mas  que  vos  ameys  todos,  e 
os  honreys  assi  como  hermanos,  por  el  sa- 
bor desta  Mesa  donde  os  aueys  de  assentar; 
e  donde  vos  crescera  en  vuestros  corazones 
vna  tan  grande  alegría  e  vn  tan  gran  cora- 
ron, que  dexareys  a  vuestras  mugeres  e  a 
vuestros  hijos;  e  todo  lo  al  vos  crescera  con 
sabor  de  vos  ver  vnos  con  otros  todos  de  con- 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


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suno;  pero  vuestra  Mesa  no  sera  del  todo 
complida  hasta  que  en  este  lugar  se  verna 
assentar  el  buen  cauallero  e  el  mejor  de  to- 
dos los  buenos;  e  aquel  dará  cima  a  todas  las 
auenturas  peligrosas  del  reyno  de  Londres, 
do  todos  los  otros  falleceran>'> .  Y  estonce  vino 
a  las  ciento  e  cincuenta  sillas  de  tablas,  que 
el  rey  Artur  fiziera  hazer  nueuamente,  e 
vino  a  la  silla  que  estaña  en  medio,  e  mos- 
trólo al  rey  e  a  todos  aquellos  caualleros 
que  ay  eran,  e  dixoles:  «¿Yees  aquella  silla 
peligrosa?  Mienbrevos  bien  después  de  mi 
muerte  que  yo  assi  la  llamo» .  Y  el  rey  pre- 
gunto a  Merlin  e  dixo:  «¿Por  que  la  llamas- 
tes  peligrosa?»  «Señor,  dixo  Merlin,  porque 
ay  tan  gran  peligro,  que  ya  cauallero  no  se 
assentara  ay  que  no  muera  [o]  que  no  sea 
tollido,  hasta  que  el  cauallero  muy  bueno 
venga  ay,  que  acabara  las  marauillas  de  las 
auenturas  del  reyno  de  Londres;  e  aquel  se 
assentara  ay,  e  folgara  ay,  e  sera  ante  de 
mucho  tiempo» .  «¿Como  aura  nonbre?  dixo 
el  rey».  «Esto  no  vos  diré  yo,  dixo  Merlin, 
que  no  ganays  ay  cosa  de  lo  saber,  mas  tan- 
to os  diré  que  aquel  donde  el  ha  de  venir  no 
ha  mas  de  dos  años  de  edad».  «Pues  no  sera 
desta  piepa,  dixo  el  rey,  que  el  cauallero 
venga  a  esta  Tabla  que  la  ha  de  complir» . 
<Yerdad  es,  dixo  Merlin,  e  bien  vos  digo  por 
mi  que  me  ternia  por  bienauenturado  si  pu- 
diesse  aquel  dia  ver  que  sera  conplida,  que 
en  esta  tierra  aura  estonce  tan  gran  plazer, 
que  ante  ni  después  no  lo  aura  tal,  y  entre 
aquel  dia  e  otro  que  aura  nueuas  del  vuestro 
gran  pesar,  auerna  termino,  mas  después  de 
aquel  dia  que  o»  dixe,  no  biuieredes  mas, 
que  la  gran  serpiente  que  en  vuestro  sueño 
vistes,  os  matara  en  muy  gran  destruymien- 
to»;  y  estonce  dixo  el  rey  Artur:  «La  mi 
gran  alegría  que  me  comengastes  de  contar, 
¿assi  me  la  encimastes  en  mi  gran  pesar?» 
«Yo  lo  fago,  dixo  Merlin,  por  que  en  todas 
vuestras  grandes  alegrías  vos  mienbre  aque- 
lla dolorosa  jornada,  e  sereys  por  ende  a 
mas  tenido  al  vuestro  saluador,  que  os  puso 
en  esta  alteza  en  que  agora  soys.  E  mas  lo 
duraredes  e  menos  pecareys».  Assi  dixo 
Merlin  al  rey  Artur.  Y  despu  s  que  vuo  es- 
cogido los  quarenta  y  ocho  caualleros,  lla- 
mólos e  a  los  otros  ciento,  e  dixoles:  «Acedes 
aqui  vuestros  hermanos,  que  escogió  nuestro 
señor;  el  meta  paz  e  concordia  entre  vos 
como  entre  los  sus  apostóles» .  E  fizólos  a  to- 
dos besar,  e  fizo  venir  a  los  arzobispos  e 
obispos  de  la  tierra,  e  dixoles:  «Agora  con- 
uiene  que  los  bendigays  e  los  santigaays,  ca 
es  muy  gran  derecho,  ca  muchos  caualleros 
e  de  alta  guisa  e  de  buena  vida,  gloria  a 
Dios  y  al  mundo  se  acrescentara  en  esta 


Mesa  desta  caualleria,  e  por  esto  es  gran  de- 
recho que  los  bendigays,  e  tanbien  el  lugar, 
ca  Nuestro  Señor  por  la  su  gracia,  si  los  qui- 
siere, el  los  santiguara».  Estonce  hizo  a  los 
caualleros  a  cada  vno  posar  en  su  lugar,  e 
hizo  poner  delante  dellos  la  Mesa  Redonda. 
E  el  arzobispo  de  Concurbel  hizo  sobre  ellos 
la  señal  de  la  cruz,  e  dixo  sobre  ellos  la  ben- 
dición con  mucha  clerezia  que  ay  eran,  e  hi- 
zieron  oración  a  Nuestro  Señor  que  los  man- 
tuuiesse  en  buena  paz  y  en  mucha  concor- 
dia, assi  como  a  buenos  hermanos  deuian 
ser.  E  quando  la  clerezia  esto  vuo  fecho, 
Merlin  hizo  leuantar  a  todos  los  caualleros, 
e  dixo:  «Conuieneos  que  hagays  omenaje  al 
rey  Artur,  que  es  vuestro  compañero  en  esta 
Mesa  en  el  cuento  de  los  ciento  e  quarenta  e 
ocho  caualleros;  e  después  que  vos  le  hizier- 
des  omenaje,  el  os  jurara  que  vos  manten- 
drá de  aqui  adelante  en  bien  y  en  honrra. 
en  quanto  el  pudiera  en  toda  su  vida» .  Y 
ellos  respondieron:  «Que  nos  plaze  mucho» ; 
estonce  se  leuantaron,  e  fueron  contra  el 
rey,  por  le  fazer  omenaje,  e  desque  se  leuan- 
taron, las  cathedras  hincaron  vazias,  e  miro 
Merlin  de  acá  y  de  alia,  e  vio  que  en  cada 
vna  de  aquellas  sillas  el  nombre  de  cada  vno 
que  en  ella  estaua  assentado,  e  dezian  assi 
las  letras:  «Aquí  ha  de  ser  aquel»,  e  assi  el 
otro,  e  assi  en  cada  vno;  y  en  la  de  medio  y 
en  la  del  cabo  no  dezian  cosa,  que  estonce 
no  auia  seydo  ninguno  en  ellas;  e  quando 
Merlin  vido  las  letras,  dixo  a  los  que  en  la 
corte  eran:  «Por  Dios,  señores,  marauillas 
podeys  veer,  que  bien  plaze  a  Nuestro  Señor 
según  aqui  parece  que  assi  sean  estos  hon- 
bres  buenos  en  sus  sillas  como  los  possimos, 
y  en  cada  vna  de  las  sillas  ay  escrito  su 
nombre  de  aquel  que  ay  deue  estar;  e  ben- 
dita sea  la  hora  en  que  esta  obra  fue  comen- 
tada, que  no  nos  puede  de  ay  venir  sino 
bien».  E  quando  los  otros  oyeron  estas  nue- 
uas, corrieron  de  acá  e  de  alia  a  las  sillas, 
por  ver  si  era  verdad,  e  quando  vieron  que 
era  verdad,  dixeron:  «Que  Nuestro  Señor 
era  contento  desta  compañía,  y  es  muy  gran 
bien  que  dende  verna.  E  bendito  sea  por 
cuyo  consejo  fue  comengada,  que  todo  este 
reyno  de  Londres  por  ende  sera  tenido  e 
dudado  mientra  ellos  quisieren  ser  de  acuer- 
do»; y  esto  touieron  todos  por  gran  marauilla, 
e  todos  los  honbres  sesudos  dixeron  que  si 
desto  a  Nuestro  Señor  no  pluguiesse,  tal  ma- 
rauilla no  mostrarla.  Y  estonces  vinieron  los 
conpañeros  de  la  Mesa  Redonda  ante  el  rey 
Artur,  e  hizieronle  omenaje,  y  el  los  reci- 
bió assi  como  a  sus  naturales  e  como  a  sus 
compañeros  de  la  Mesa  Redonda,  ca  assi  era 
el  compañero  como  los  otros.  Ca  Merlin  lo 


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LIBROS  DE  caballerías 


metiera  ay  por  la  gran  bondad  de  canalleria 
que  en  el  sentía,  e  assentolo  en  el  somedio 
de  la  tabla. 

Cap.  CCCIV. — Como  Galuan  pidió  al  rey 
su  tic  (pie  lo  ftxiease  caiiaUero  el  dia  de  aus 
bodas,  y  el  ye  lo  prometió. 

Quando  esto  assi  fue,  Galuan,  que  era 
muy  fermoso  donzel,  vino  al  rey  Artur  su 
tio.  e  dixo:  «Señor,  yo  vos  pido  vn  don  que 
me  deys  por  Dios» ;  y  el  rey  ge  lo  otorgo,  si 
era  cosa  que  pudiesse  íazer:  «Muchas  merce- 
des, dixo  Galuan,  que  mucho  aueys  fecho 
de  lo  que  a  mi  me  plaze;  e  sabed  que  es  que 
me  hagays  cauallero  el  dia  de  vuestra  fiesta, 
en  que  vos  tomaredes  por  muger  a  la  muy 
preciada  Ginebra»;  y  respondió  que  era  con- 
tento. E  en  esta  noclie  tuuo  vigilia  Galuan 
en  la  yglesia  de  Sant  Esteuan,  que  era  cerca 
de  Camaloc,  e  dos  donzeles  con  el,  que  el 
rey  auia  de  hazer  caualleros  por  amor  de 
Galuan  su  sobrino.  Y  de  mañana  miro  que  el 
rey  se  leuantasse,  e  los  ricos  honbres  co- 
mentaron a  assentarse  en  el  palacio,  hevos 
aqui  vn  villano  sobre  vn  rozin  magro,  e  can- 
sado, e  trotado,  e  traya  consigo  vn  moco  de 
edad  de  quinze  años,  sobre  vna  yegua  muy 
flaca;  y  entro  por  medio  de  la  corte  assi  como 
andana,  e  metióse  entre  los  ricos  honbres, 
que  no  auia  quien  lo  destorbasse;  e  comenco 
de  preguntar  quien  era  el  rey  Artur,  e  vino 
vn  mochadlo  a  el  e  mostrogelo,  e  fue  con  su 
hijo  delante  del,  e  dixo  assi,  que  todos  bien 
lo  podian  oyr: 

Cap.  CCCV. — Conio  Dares  el  t Ulano  pidió 
al  rey  Artur  que  fixiesse  cauallero  a  Tor  su 
¡lio  primero  que  a  Gakiau,  su  sobrino. 

«Rey  Artur,  a  ti  vengo,  e  a  tu  muy  alta  e 
muy  noble  nonbradia,  que  de  ti  corre  muy 
lexos  e  muy  cerca,  assi  que  todos  dizen  co- 
munmente que  ninguno  viene  a  ti  tan  des- 
aconsejado que  tu  no  acoges,  ni  ninguno  no 
es  tan  osado  de  te  demandar  vn  don,  que  tu 
no  seas  tan  osado  de  ge  lo  dar,  si  es  cosa  que 
puedas  auer;  y  por  estas  nueuas  que  oy  con- 
tar de  ti,  vine  agora  ante  ti,  e  yo  vine  a  ti 
que  me  des  vn  don  que  no  te  puede  hazer 
mal».  Y  el  rey  Artur  que  vido  al  villano  tan 
osadamente  fablar,  marauillose  que  le  queria 
pedir.  Y  el  villano  dixo:  «Rey  Artur,  ¿darme 
has  lo  que  a  ti  vine?» .  «Si,  cierto,  dixo  el  rey, 
si  lo  pudiere  auer».  Y  el  villano  descendió 
del  rocin,  e  beso  el  pie  al  rej-,  e  su  hijo  otro- 
sí, e  gradescieronlo  mucho  ünbos  en  vno  el 
don  que  el  rey  les  auia  otorgado,  y  el  villa- 
no dixo:  «Señor,  sabed  que  don  os  demando: 


que  fagays  oy,  en  este  dia,  cauallero  a  mi 
fijo,  e  le  cíñades  la  espada  ante  que  a  vues- 
tro sobrino  Galuan»;  y  el  rey  ge  lo  otorgo,  e 
dixo:  «Bien  te  do  este  don,  mas  ruégete  que 
me  digas  quien  te  dio  este  consejo,  que  tu 
me  pareces  que  no  me  deues  demandar  tan 
alta  cosa  como  es  caualleria,  ni  se  deue  den- 
de  tu  fijo  trabajar».  «Cierto,  señor,  dixo 
el,  assi  me  semeja  otrosí  a  mi;  mas  mi  fijo 
me  faze  fablar  que  quiera  o  que  no,  que  por 
mi  grado  no  fablaria  en  tan  gran  cosa  como 
esta,  donde  deuía  ser  labrador  como  su  pa- 
dre e  sus  parientes;  no  lo  quiere  ser,  por 
gran  marauilla  de  cosa  que  le  diga,  sino  ser 
cauallero» .  Y  el  rey  Artur  lo  touo  por  gran 
marauilla,  e  dixo:  «Dime  toda  tu  hazienda, 
e  quantos  hijos  has»;  e  el  respondió,  e  dixo: 
«Señor,  sabed  que  soy  vn  villano  labrador, 
que  por  labrar  tierra  gano  por  que  binan  mis 
hijos  e  yo».  «¿E  quantos  fijos  has?»  dixo  el 
rey.  «Señor,  dixo  el  labrador,  he  treze,  e  to- 
dos son  labradores  como  yo,  mas  este  diabro 
no  se  quiere  acordar  en  ninguna  guisa,  ante 
dize  que  no  sera  sino  cauallero,  e  no  so  don- 
de este  coracon  le  puede  venir» .  E  quando 
esto  oyeron  los  de  enderredor,  comen9aronse 
a  reyr.  Y  el  rey,  que  era  muy  sesudo,  e  que 
no  tuuo  esto  en  poco,  dixo  al  mo^o:  «Amigo 
¿tu  quieres  ser  cauallero?»  Y  el  respondió: 
«Señor ,  no  ay  cosa  en  el  mundo  que  yo 
tanto  deseo,  como  ser  cauallero  de  la  vuestra 
mano,  e  ser  compañero  de  la  Mesa  Redonda» . 
«E  agora  te  haga  Dios  ser  honbre  bueno, 
porque  prueuas  la  mayor  cosa  que  todos  tus 
hermanos;  j  cierto,  no  me  demandaras  cosa 
que  no  te  haga  merced,  que  bien  creo  que  si 
de  sangre  no  te  viniesse  de  alguna  parte,  ya 
tu  cora9on  no  te  traería  a  tan  alta  cosa  como 
es  caualleria;  y  esta  quiera  Dios  que  sea  en 
ti  bien  empleada,  que  no  fare  oy  aquí  caua- 
llero ante  que  a  ti» .  Y  el  moQO  ge  lo  gradéelo 
mucho. 

Cap.  CCCVI. —  Como  el  rey  Artur  hizo  ca- 
uallero a  Tor.,  e  después  a  Galuan.,  e  de 
como  el  rey  Pelinor  vino  a  casa  del  rey 
Artur ^  e  le  fizo  omenaje  por  su  tierra. 

E  ellos  en  esto  estando,  llego  Galuan  e  sus 
compañeros,  e  quando  el  rey  los  vido,  llamó- 
los e  fizólos  venir  ante  si,  e  hizolos  vestir  de 
armas,  e  al  mo90  ante,  y  después  a  Galuan, 
e  después  a  los  otros.  E  sabed  que  en  aquel 
tienpo  era  tal  costunbre  en  la  Gran  Bretaña, 
que  quando  hazian  cauallero  nouel,  que  le 
vestían  saya  de  xamete  blanco,  e  después 
loriga,  e  después  poníanle  la  espada  en  la 
mano,  y  en  tal  manera  yua  a  oyr  la  gran 
missa  e  qualquier  lugar  que  fuesse,  e  des- 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


125 


pues  que  oyan  la  missa  ceñíale  la  espada 
aquel  que  lo  auia  de  fazer  cauallero,  y  en 
tal  guisa  como  estonce  era  cost\imbre;  e  fue- 
ron guisados  los  caualleros  noueles.  E  aquel 
dia  era  en  que  el  rey  Artur  auia  de  auer  las 
bendiciones  con  su  muger,  j  el  dia  que  los 
caualleros  de  la  Mesa  Redonda  se  auian  de 
afincar  e  de  jurar  que  jamas  se  fallesciessen 
Tnos  a  otros,  ante  se  touiessen  leal  conpa- 
ñia  mientra  biuiessen;  y  el  rey  e  la  rey  na 
fueron  guisados,  e  otrosí  los  caualleros  no- 
ueles, y  fueronse  a  la  mayor  yglesía  de  la 
ciudad  con  muy  grande  alegría  e  con  muy 
gran  fiesta,  que  vos  no  sabría  hablar  de  ma- 
yor; y  en  aquella  fiesta  ouo  reyes,  e  duques, 
e  condes,  e  tantos  otros,  que  no  fue  sino  ma- 
rauíUa.  Y  en  aquel  dia  fue  la  re}' na  Grínebra 
sagraaa  con  el  rey  Artur;  e  en  aquel  tienpo 
touieron  ambos  a  dos  coronas;  y  en  aquel 
tiempo  era  la  mas  fermosa  donzella  que  hon- 
bre  supiesse  en  todo  el  mundo.  E  quando  la 
missa  fue  dicha  y  se  tornaron  al  palacio,  el 
rey  pregunto  al  villano  como  auia  nonbre, 
y  el  dixo:  «Dares  el  Barquito,  y  mi  fijo  ha 
nonbre  Tor».  «E  agora,  dixo  el  rey,  aura 
nonbre  Tor,  el  fijo  de  Dares»;  y  esto  dixo 
el  rey  en  tal  hora  que  nunca  después  per- 
dio  el  nonbre;  y  estonce  tomo  la  espada  quel 
mo90  traya,  e  diole  vna  palmada.  E  sepan 
todos  quantos  esta  estoria  03'eren,  que  el  pri- 
mero que  dio  palmada  a  cauallero  nouel  fue 
el  rey  Artur;  e  después  diole  la  espada,  e 
ciñogela,  e  dixo:  «Nuestro  Señor  te  haga 
hombre  bueno,  e  mucho  me  plazeria,  assi 
Dios  me  ayude».  E  Merlin  dixo:  «Señor, 
honbre  bueno  sera,  e  buen  cauallero,  que 
bien  lo  deue  ser  por  linaje,  ca  cierto  es  hijo 
de  rey,  e  de  tales,  que  es  rno  de  los  buenos 
caualleros  del  mundo».  E  después  dixo  al 
villano:  «Muclio  soys  loco  que  piensas  que 
es  tu  hijo;  cierto  no  lo  es,  ca  si  el  fuesse  tu 
hijo,  no  lo  hallarla  la  fidalguia  mas  que  a 
sus  hermanos  lo  hallaron,  e  ante  seria  de- 
recho villano  como  su  natura  ge  lo  daría;  mas 
si  no  que  rey  s  dezir  al  rey  cuyo  hijo  es,  yo 
ge  lo  diré,  ca  bien  lo  se  assi  como  tu  lo  sabes» . 
E  quando  el  villano  vido  a  Merlin  que  habla- 
ua  tan  osadamente,  fiiy  tan  espantado,  que 
no  supo  que  dixesse,  e  Merlin  le  aquexo, 
e  dixo:  «Tu  dirás  cuyo  hijo  es».  E  estonce 
hablo  Tor,  hijo  de  Dares,  e  dixo:  «Señor 
Merlin,  si  yo  soy  su  hijo  o  no,  ¿a  vos  que  se 
os  haze  dende?  E  si  lo  soy  plazeme  desso,  e 
si  no  lo  soy,  ¿por  que  denostades  a  mi  ma- 
dre». «Amigo,  dixo  Merlin,  cierto  ella  no 
puede  ser  denostada  por  lo  que  yo  digo,  que 
aqiiel  donde  yo  hablo  es  rey  sagrado,  e  con 
todo  esto  es  vno  de  los  buenos  caualleros 
que  pie5a  ha  que  armas  truxo  aqui  en  esta 


tierra».  «E  quien  quier  que  sea,  dixo  el, 
queria  que  vos  callassedes  dende  esta  vez, 
si  os  pluguiesse».  «Yo  lo  haré»  dixo  Merlin, 
y  estonce  hizo  el  rey  Artur  a  su  sobrino  Gal- 
úa n  cauallero,  e  a  los  otros  después  por  su 
honrra . 

E  después  comento  la  alegría  e  la  fiesta 
tan  grande,  que  no  fue  sino  marauilla,  e  al- 
gunos dixeron  de  Galuan  porque  lo  vieron 
fermoso  o  biuo:  «Aun  este  uengara  la  muerte 
de  su  padre,  si  bine  luengamente,  de  aquel 
que  lo  mato»;  e  aquel  dia  estuuieron  a  la 
Mesa  Redonda  aquellos  que  eran  compañe- 
ros della,  e  las  sillas  eran  todas  llenas  saluo 
la  peligrosa  e  la  de  en  cabo.  E  quando  co- 
menr-aron  de  seruir  por  las  mesas,  el  rey 
dixo  a  Merlin:  «Aun  no  lo  auej^s  todo  hecho, 
que  aquel  lagar  ])Ostrimero  es  aun  vazio». 
«Atended,  dixo  Merlin,  no  porque  aqui  ay 
muchos  e  buenos  caualleros,  mas  porque  se 
deue  encimar  como  se  comento;  ca  se  co- 
mento en  rey  y  en  rey  se  deue  acabar;  e  vos 
soys  re}"  e  buen  cauallero,  y  estays  en  el 
comiengo  en  el  primer  lugar,  e  yo  meteré 
en  el  postrimero  otro  tan  bueno  como  el  me- 
jor, e  que  sea  rey  coronado  como  vos.  E  assi 
comentara  en  buena  persona  e  acabara  en 
buena  persona,  assi  como  deue  ser  en  tan 
alto  lugar  como  es  la  Mesa  Redonda»;  y  el 
rey  Artur  dixo:  «¡Mucho  a  gran  cosa  en  esto 
que  Merlin  deuisa!»;  e  assi  se  sofrieron  todo 
aquel  dia  de  aquel  lugar,  e  fizieron  tan  gran- 
de alegría  e  tan  gran  fiesta  en  la  ciudad  de 
Camaloc,  a  fin  que  los  pobres  ni  los  ricos  no 
entendían  sino  de  fazer  grande  fiesta  e  ale- 
gría; e  otro  día  de  mañana,  ante  vn  poco  de 
la  gran  missa,  llego  a  la  corte  el  rey  Pelinor, 
e  descendió  en  vna  cámara  de  las  cámaras 
del  rey  Artur,  e  después  fuesse  a  vno  de  los 
palacios  muy  ricamente  vestido,  e  fuesse  a 
do  vido  el  rey  Artur,  e  finco  los  ynojos  ante 
el,  e  dixo:  «Rey  Artur,  yo  vine  acá  por  ver 
tu  fiesta  e  tu  gran  alegría,  y  sabe  verdade- 
ramente que  yo  te  precio  sobre  todos  los  re- 
yes christíanos  que  agora  se  en  el  mundo;  e, 
cierto,  si  tu  no  hiziesses  por  que  fuesses  loa- 
do y  preciado.  Nuestro  Señor  no  te  pusiera 
en  tan  grande  honra  como  te  puso;  mas  el 
sabe  bien  que  tu  passaras  a  todos  los  reyes 
de  valor  y  de  cortesía.  Y  porque  yo  conozco 
verdaderamente  que  tu  ores  el  mejor  y  el 
mas  preciado  rey  de  todos  los  christíanos  que 
en  tu  tiempo  fueron,  vine  a  tu  corte  por  te 
fazer  honra;  e  sepas  por  verdad  que  de  mi 
e  de  mi  tier'^a  te  quiero  fazer  omenaje,  y  ser 
tu  vassallo  aqui  ante  estos  ricos  honbrrs, 
por  que  te  fies  de  aq\ii  adelante  mas  de  mi  e 
sea  tu  priuado»;  e  tendió  luego  la  alaue  del 
manto,  e  diogela;  ca  sabed  que  tal  costumbre 


126 


LIBROS  DE  caballerías 


era  entonces  en  aquella  tierra.  Y  estonces 
vino  Merlin  ante  ellos,  e  dixo  al  rey  Artur: 
«¡Ay  señor!  recebildo  e  agradecelde  esta  hon- 
ra que  os  haze,  que  el  no  os  faria  si  no  quis- 
siesse,  e  sabed  el  es  de  gran  guisa  como  vos, 
y  es  rey  como  vos».  Y  el  rey  Artur  le  rendio 
luego,  e  leuantose  contra  el,  e  agradecióle 
quanto  contra  el  fiziera.  Estonce  fablo  Mer- 
lin atan  alto  que  todos  lo  oyeron,  e  dixo: 
«Ay,  señores  compañeros  de  la  Tabla  He- 
donda,  agora  sed  alegres,  ca  en  este  dia  de 
oy  sera  vuestra  Mesa  Redonda  complida, 
saluo  la  silla  peligrosa»;  y  ellos  liendixeron 
todos  el  nonbre  de  Dios  por  ende.  Mas  no 
sabian  aun  a  quien  querría  poner  ay,  ca  mu- 
chos auia  ay  en  la  corte  de  reyes,  e  por  esto 
no  sabian  por  qual  dezia. 

Cap.  CCCVil.  —  Como  el  rey  Pelinor  fue 
puesto  en  la  Tabla  Redonda. 

A  hora  de  yantar,  quando  las  mesas  fue- 
ron puestas,  Merlin  vino  al  rey,  e  dixole: 
«Venid  em  pos  de  mi»;  y  el  leuantose,  y  fue 
en  pos  del,  e  Merlin  lo  leuo  derechamente  a 
la  postrimera  silla  de  la  Tabla  Redonda,  y 
dixole:  «Sentaos  aqui  en  este  lugar,  que  es 
vuestro;  y  sabed  que  no  lo  hago  por  amor 
que  os  aya,  mas  porque  os  conozco  por  tan 
buen  cauallero  e  jjor  tan  leal,  como  vos  lo 
soys».  Estonce  lo  sentaron  en  la  silla.  E 
quando  el  rey  Artur  lo  vido.  dixo  a  Merlin: 
«Verdaderamente,  amigo,  sera  la  flor  quien 
sobre  vos  quisiere  trabar  de  tan  alta  cosa, 
que  ninguno  no  la  podria  hazer  tan  sesuda- 
mente ni  tan  bien  como  vos;  e  ya  Dios  no 
me  ayude  si  aqui  ay  honbre  ante  nos  que 
mas  vale  aqui  en  este  lugar  que  el».  X  en 
esto  se  otorgaron  todos  quantos  ay  estañan, 
y  a  todos  los  plugo,  saluo  a  Graluan,  y  aquel 
le  peso  verdaderamente.  E  tanto  que  se  poso 
el  rey  Pelinor  en  la  silla,  y  le  menbro  como 
matara  al  rey  Loe  su  padre,  dixo  a  Gariete 
su  hermano:  «Gran  pesar  deuej^s  auer  quan- 
do vees  en  tan  gran  honra  y  en  tan  gran  al- 
teza al  que  nos  mato  a  nuestro  padre».  E 
Gariete  dixo:  «¿Que  quereys  que  yo  haga  en 
esso,  qne  soy  aun  escudero,  e  no  deuo  aijn 
meter  mano  en  cauallero  por  cosa  que  auen- 
ga?  Pero  si  vos  me  lo  loades,  yo  le  yre  a  ma- 
tar alli  do  esta  ante  todos,  ca  estoy  ende 
bien  guisado,  ca  tengo  vna  espada  que  el 
otro  dia  me  traxeron  <le  mi  tierra,  la  mas 
tajadora  e  la  mas  mejor  que  piega  ay  auia, 
e  cierto  yo  lo  matare  con  ella  presto  si  vos 
acordays,  ca  no  ay  que  tanto  desame  como 
a  el».  «Xo  lo  hagays,  hermano,  dixo  Galuan, 
ca  si  metierdes  en  el  mano  siendo  escudero, 
perderiades  por  ende  honra  de  caualleria; 


mas  a  mi,  que  &oy  cauallero,  dexadme  tomar 
dende  vengan(;'a,  e  yo  os  digo  bien  que  la 
tomare  tan  grande,  como  fijo  de  rey  la  deue 
tomar  de  quien  le  mato  el  padre» .  «Y  ¿como 
lo  quereys  vos  hazer?»  dixo  Gariete.  «Yo 
quiero  atender  aqui  tanto,  dixo  Galuan,  fas- 
ta que  sea  partido  desta  corte,  e  después 
que  el  de  aqui  se  parta,  yo  yrme  en  pos  del, 
e  tanto  que  le  halle  solo,  assi  que  no  aya  ay 
otro  sino  el  e  yo;  e  si  fuere  armado,  matarlo 
he,  e  si  no  fuere  armado,  fazello  he  armar; 
e  yo  me  siento  tan  sano,  e  tan  ligero,  e  tan 
rezio,  que  no  pienso  que  pueda  dar  mucho 
contra  mi;  e  si  pluguiesse  a  Dios  que  lo  ven- 
ciesse,  no  lo  dexaria  por  todo  el  oro  del  mun- 
do que  no  le  cortasse  la  cabe9a  assi  como  el 
la  corto  a  mi  padre,  assi  como  a  mi  dixeron» . 
E  Gariete  dixo:  «Yo  no  lo  dexare  en  ningu- 
na guisa  que  no  le  mate  luego,  si  no  me  pro- 
meteys  que  no  y  redes  sin  mi,  assi  que  pue- 
da yo  ver  la  batalla  de  anbos»;  e  el  ge  lo  pro- 
metió como  a  hermano.  Y  estonces  se  dexa- 
ron  de  hablar  en  ello  mas. 

Cap.  CCCVni. — Como  dixo  Merlin  al  rey 
Artur  que  auria  alli  tres  aiienturas,  e  como 
las  dio  a  tres  caualleros  que  ay  estauan. 

Estonce  fue  grande  el  alegria  e  la  fiesta 
que  los  ricos  honbres  del  reyno  de  Londres 
fizieron  en  la  ciudad  de  Camaloc;  y  el  gran 
palacio  do  el  rey  Artur  tenia  sus  bodaá  era 
en  tal  manera  obrado  y  assentado,  que  esta- 
ña contra  en  medio  de  la  ciudad  contra  la 
gran  floresta,  cerca  de  vn  monte  a  dos  tre- 
chos de  ballesta,  e  sabed  que  floresta  dezian 
por  vna  gran  tierra  espessa  de  arboles  sin 
fruto  de  comer  en  que  no  ay  cosa  de  monte, 
y  por  tal  tierra  adonde  no  ha  monte,  llamo 
yo  en  mi  lenguaje  floresta  como  el  francés.  Y 
el  palacio  era  en  derredor  cercado  de  grandes 
huertas  espessas,  como  si  fuesse  floresta.  Y 
estando  el  rey  comiendo,  e  assi  como  sobre 
mesa,  dixo  Merlin:  «Señores  que  aqui  sodes 
ayuntados,  no  os  espanteys  por  cosa  que 
veades  venir;  e  yo  os  digo  que  vereys  aqui 
tres  cosas,  las  mayores  que  nunca  vistes;  e 
porque  ninguna  dellas  aqui  no  se  acabara, 
do  el  don  a  tres  caualleros  deste  palacio  que 
las  acabaran.  E  Galuan  aya  la  primera,  e 
Tor,  hijo  de  Dares,  la  segunda,  y  el  rey  Pe- 
linor el  tercero;  y  sabed  que  cada  vno  bien 
dará  cima  a  la  suya» .  Y  desto  que  Merlin 
dixo,  se  espantaron  todos  los  del  palacio.  Y 
estando  assi  fa blando,  vieron  venir  por  la 
huerta  vn  cierno  a  grandes  saltos,  e  vn  sa- 
bueso en  pos  del,  e  tras  ellos  vna  dueña  con 
treinta  canes  sueltos,  e  yuan  ladrando  e  co- 
rriendo en  pos  del  cieruo;  y  el  cierno  era 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLO 


127 


todo  blanco,  y  el  sabueso  blanco,  e  los  canes 
negros.  Mas  de  la  donzella  os  puedo  dezir 
bien  que  era  vna  de  las  mas  fermosas  donze- 
llas  que  nunca  entrara  en  la  corte  del  rey 
Artur,  e  andana  vestida  de  vn  paño  verde, 
e  tenia  vn  cuerno  de  marfil  colgado  al  cuello, 
e  tenia  vn  arco  en  su  mano  e  vna  saeta,  e 
andana  muy  guisada  como  calador,  e  venia 
quanto  el  palafrén  la  pedia  traer;  tan  gran 
buelta  fazia,  que  marauilla  era.  E  quando  el 
cierno  entro  en  la  corte,  no  dexo  por  ningu- 
no de  entrar  dentro,  y  el  sabueso  en  pos  del, 
y  el  cierno  y  el  metiéronse  entre  los  caualle- 
ros  que  estañan  a  las  mesas;  y  el  can  fue  em 
pos  del  e  tomólo  por  la  pierna,  e  tiro  del 
tan  de  rezio,  que  leuo  del  vn  pedapo.  E 
quando  el  cierno  se  sintió  herido,  salto  de  la 
otra  parte  por  encima  de  las  mesas.  Y  es- 
tonce leuantose  vn  cauallero  que  ay  comia, 
e  tomo  el  sabueso,  e  acogióse  al  cauallo  que 
tenia  a  la  puerta,  e  fue  a  tan  gran  yr,  como 
si  todo  el  mundo  fuesse  em  pos  del^  e  yua 
diziendo  en  su  coraron  que  mucho  acabara 
bien  por  lo  que  el  fuera  a  la  corte.  E  la  don- 
zella que  em  pos  del  cierno  venia,  quando 
vio  su  can  leñar,  dixo  a  aquel  que  lo  leuaua: 
«Señor  cauallero,  mas  os  valdría  de  lo  dexar 
que  no  de  lo  leñar,  que  presto  lo  dexareys 
mal  de  vuestro  grado» .  Y  el  no  respondió  a 
cosa  que  le  dixese,  ante  se  fue  quanto  pudo. 
E  la  donzella  entro  dentro  en  el  palacio  en- 
tre los  caualleros,  que  se  marauillauan  del 
cieruo  que  passaua  entre  ellos,  e  de  los  gal- 
gos que  yuan  em  pos  del,  e  como  salieron 
sobre  ellos  assi  que  yuan  ya  de  la  otra  parte 
del  palacio  e  que  comen5auan  su  caca,  e  quan- 
do ella  entro,  e  no  vio  su  cieruo  ni  sus  ca- 
nes, quedo  como  espantada,  e  echo  su  arco  e 
sus  saetas  en  tierra,  e  pregunto  qual  era  el 
rey,  e  mostrogelo  vn  cauallero,  y  ella  des- 
cendió, y  fue  ante  el,  e  dixo:  «Rey,  yo  no 
me  quexo  malamente  de  ti  e  de  tu  casa,  por- 
que perdi  primeramente  mi  sabueso  que  mu- 
cho amana,  e  soy  destorbada  de  seguir  mi 
caya,  e  mis  galgos  en  pos  de  que  yua,  e  ago- 
ra no  se  a  qual  parte  fue;  todo  este  daño  me 
vino  por  tu  casa.  E  por  ende  te  me  quexo,  e 
agora  parecerá  como  me  lo  cobraras  e  me  lo 
faras  cobrar». 


Cap.  CCCIX. —  Como  vn  cauallero  tonto  a  la 
donzella  caladora,  do  se  estaña  (¡nejando 
al  rey  Artur  de  sus  canes  e  de  su  cieruo 
que  perdió  en  su  casa. 

Estonce  vino  Merlin,  e  dixo:  «Señora,  so- 
fridvos  agora  vn  poco ,  que  asaz  aueys  di- 
cho, c  yo  vos  digo  que  aqui  no  perderedes 


cosa  que  bien  no  sea  cobrada» .  E  dixo  ella: 
«Pues  mueuanse  algunos  caualleros,  que  va- 
yan en  pos  del  sabueso  e  em  pos  del  cierno, 
ca  me  semeja  que  no  he  por  que  lo  de  tar- 
dar, si  alcauQarla  quisiere».  «Ay  señora,  di- 
xo Merlin,  no  aquexedes  tanto  a  los  caualle- 
ros, que  ninguna  cuyta  no  vos  puede  valer 
ay  cosa,  e  de  oy  mas  tal  costunbre  ay  en 
esta  casa,  que,  por  anentura  que  ay  venga, 
si  por  peligro  mortal  no  fuere,  a  la  ora  que 
comieren  no  se  puede  lenantar.  Mas  quando 
las  mesas  fueren  aleadas,  estonce  siga  su 
auentnra  aquel  a  quien  fuere  juzgada;  e  yo 
ruego  al  rey  Artur  que  assi  sea,  e  se  tenga 
esta  costumbre  mientra  que  biuiere».  Y  el 
rey  Artur  assi  lo  otorgo  ante  sus  ricos  hon- 
bres  que  lo  manternia;  estonce  dixo  Merlin 
a   Galuan:    «La   anentura   deste   cieruo   es 
vuestra;    tan   presto   que   comades,   tomad 
vuestras  armas  e  subid  en  vuestro  cauallo,  e 
seguid  al  cieruo,  e  catad  que  lo  ayades  pres- 
to, y  traed  del  la  cabega,  y  catad  que  no  vos 
finque  ninguno  de  los  galgos  e  que  los  tra- 
yedes  aqui  si  no  muriesen  en  la  ca9a,  ca  en 
otra  guisa  no  seria  vuestra  anentura  acaba- 
da»; y  el  respondió  que  mas  no  seria  alegre 
hasta  que  fuesse  en  la  carrera.  Y  estonce 
dixo  a  Tor:  «Tomad  vuestras  armas,  e  tanto 
que  las  mesas  sean  alidadas,  yd  em  pos  del 
cauallero  que  el  sabueso  leuo.  Y  guardadvos 
que  no  vos  quededes  jamas  fasta  que  ayays 
el  cauallero,  muerto  o  bino» .  Y  el  respondió 
que  aquel  mandado  fazer  que  era  muy  ledo. 
E  estonce  dixeron  todos  los  otros  honbres: 
«Cierto,  es  muy  gran  pecado  que  a  estos  ca- 
ualleros tan  pequeños  meteys  tan  presto  en 
peligro  de  muerte».  «Señores,  dixo  el,  nun- 
ca ayades  pauor,  ca  mejor  los  conozco  que 
no  vos,  e  sabed  que  a  cada  vno  dellos  le 
auerna  bien,  e  dará  cima  a  su  auentnra  con 
la  ayuda  de  Dios» .  Y  ellos  en  esto  fablando^ 
hevos  aqui  vn  cauallero  armado  de  todas  sus 
armas,  sobre  vn  cauallo  blanco,  y  entro  por 
medio  del  palacio,  y  donde  vicio  la  donze- 
lla, fue  a  ella,  e  no  la  fablo,  e  púsola  ante 
si,  y  ella  defendióse  quanto  podia,  y  después 
que  la  puso  ante  si,  fuesse  del  palacio.  Y 
ella  que  se  vio  assi  que  la  leuaua,  dio  bozes, 
e  dixo:  «¡Ay  rey  Artur,  yo  soy  muerta  y  es- 
carnida por  la  seguranga  que  tenia  en  ti,  y 
en  tu  corte,  si  tu  hazes  tanto  que  yo  sea  fue- 
ra del  poder  deste  cauallero!»  E  assi  se  fue 
el  cauallero,  y  ella  dando  bozes  al  rey  Artur 
que  la  acorriesse.  Entonces  dixo  Merlin  a  los 
ricos  honbres:  «¿Pareceos  que  os  dixe  verdad 
de  las  tres  auenturas  que  aqui  auian  de  ve- 
nir oy  en  este  dia?»  E  respondieron:  «Ver- 
dad es  esto,  y  otras  cosas  que  de  vos  ya  oy- 
mos . .  Merlin  dixo  al  rey  Pelinor:  «¿Que  os 


128 


LIBROS  DE  caballerías 


parece  desta  postrimera  auentura?  Sabed 
que  esta  es  \iiestra;  caualgad  presto,  e  yd 
em.  pos  de  aquel  cauallero  y  tornad  la  donze- 
11a,  y  hazed  tanto  que  la  honrra  sea  vuestra» . 
E  agradóse  mucho  desto,  e  dixo  que  se  me- 
tería en  el  camino  bien  breue.  Desta  manera 
comen9aron  a  venir  las  auenturas  en  la  corte 
del  rey  Artur.  E  quando  las  mesas  fueron 
al9adas,  Galuan  se  partió  de  su  tio  el  rey  e 
de  sus  hermanos,  y  encomendáronse  a  Dios 
todos  gemiendo,  y  después  Gariete  rogo  a  su 
hermano  que  lo  dexasse  yr  consigo,  e  que  lo 
seruiria  como  escudero,  y  ge  lo  otorgo.  Y 
Tor  tomo  sus  armas,  e  despidióse  del  re^^  y 
de  aquel  que  tenia  por  padre,  e  de  los  otros 
señores.  E  el  rey  Pelinor  fizo  otro  tanto.  E 
partiéronse  todos  tres  juntos  de  la  corte  del 
rey  Artur,  e  (jaluan  se  fue  luego  em  pos  del 
cierno  lo  mas  derechamente  que  supo.  E 
Tor  se  fue  em  pos  del  cauallero  y  del  sabue- 
so, y  Pelinor  en  i)OS  del  cauallero  que  la 
donzella  leuaua. 


Cap.  CCCX.  —  Como  Galuan  se  combatió 
con  el  cauallero  por  los  canes  que  el  mato 
e  conquirio,  e  lo  eutbio  preso  a  la  rerjna 
(iinebra,  e  como  mato  la  danzella  por  des- 
auentura. 

Y  tanto  anduuieron,  que  vieron  ante  si 
los  canes  y  el  cierno  que  era  cansado,  que 
los  mas  de  los  canes  auian  dcxado  de  correr; 
pero  no  auia  tal  que  no  fuesse  lo  mejor  que 
pudiesse.  X  Graluan,  en  que  lo  vido  que  yua 
muy  cansado,  comen9ole  a  dar  bozes,  e  arre- 
ziar  los  perros:  e  comengo  el  ladrido  y  la 
buelta  muy  grande,  y  el  cierno  se  arremetió 
a  saltar  lo  mas  que  pudo,  e  pensó  de  huyr 
como  aquel  que  no  era  seguro,  e  tanto  fue 
el  cierno  fuyendo,  e  los  canes  alcancandolo, 
e  Galuan  e  Gariete  feriendo  de  las  espuelas 
a  los  cauallos,  que  salieron  del  monte  contra 
diestro;  entonce  vieron  ante  si  vn  llano,  e 
vna  fortaleza  bien  apostada  cercada  de  muro 
e  de  carca \ia;  y  el  cierno  se  fue  contra  la 
fortaleza  quanto  pudo,  c  los  canes  tras  el,  y 
el  cierno  vido  la  puerta  abierta  e  metióse 
dentro;  e  los  canes,  que  lo  aquexauan  mu- 
cho, prendiéronlo  e  derriba rronlo  en  medio 
del  palacio;  e  tantos  vinieron  aj^  de  los 
canes,  que  lo  mataron  luego  muy  presto,  y 
echáronse  en  derredor  del  como  por  lo  guar- 
dar; e  mientras  ellos  estauan  assi  en  el  pala- 
cio, vino  vn  cauallero  de  dentro  todo  armado, 
saluo  el  escudo  e  lan9a.  E  quando  vio  el 
cieruo  muerto  e  los  canes  enderredor  del, 
fizo  gran  duelo  sobre  ellos,  e  dixo:  «¡Ay 
señor!  ¡que  mala  ventura!  lo  que  me  mando 


mi  señor  guardar  ¡que  mal  lo  guarde!»  Es- 
tonce saco  su  espada,  e  comento  a  echar  los 
canes  fuera  del  palacio,  e  mato  a  los  que 
pudo  alcanzar,  y  esto  haziendo,  vino  Gal- 
uan e  su  hermano,  e  quando  vido  al  caua- 
llero que  andana  feriendo  los  canes,  diole 
bozes:  «Ay  cauallero  malo,  e  no  los  firades, 
que  Dios  vos  de  mala  ventura»;  que  el 
no  pensó  que  matara  ninguno.  Y'^  el  dixo 
que  por  el  no  los  dexaria  de  ferir  e  de 
los  matar,  ca  le  fizieron  muy  gran  pesar, 
que  mataron  dentro  en  su  casa  la  cosa  que 
el  en  este  mundo  mas  amana  e  mas  queria. 

Y  dixo  Galuan:  «Ellos  fizieron  lo  que  deuian; 
mas  vos  no  hazedeslo  que  deueys,  ante  fazeys 
como  cauallero  vil  e  malo  como  soys» .  «¿E 
como,  dixo  el  cauallero  ¿tal  soys  vos  que 
con  todo  el  pesar  que  yo  he  me  dezis  mal 
e  descortesía  en  mi  casa?  Por  la  mi  cabeza 
sera  bien  conprada  si  yo  puedo,  e  bien  os 
seguro  que  por  poder  que  vos  ayades  no 
leuaredes  el  cieruo,  ante  fincara  a({ui,  e  vos 
con  el  e  todos  vuestros  canes  ay  morirán* . 
«No  se  lo  tiue  ay  farej^s  vos,  dixo  Galuan, 
que  vuestras  amenazas  tengo  yo  en  poco» . 

Y  descendió  luego,  e  fue  al  cieruo,  e  tajóle 
la  cabera,  e  dixo  que  aquella  leuaria  el  a  la 
corte,  aunque  a  el  pesasse.  Y  assi  diziendo, 
entro  por  el  palacio,  e  vio  dos  galgos  muer- 
tos, y  estonce  fue  muy  sañudo,  e  dixo:  «Que 
bien  serian  aquellos  \engados,  si  yo  puedo» . 
Estonce  salió  el  cauallero  con  quien  ha- 
blaua,  todo  armado.  Mas  tanto  le  fállesela , 
que  no  tenia  cauallo.  E  tanto  que  vido  a 
Galuan,  que  sus  canes  ataua  que  estauan 
feridos,  dixole:  «Don  cauallero,  yo  os  desa- 
fio, e  guardadnos  de  mi,  que  bien  sabed  que 
nunca  cauallero  entro  en  mi  casa  con  que 
tanto  me  pese  como  con  vos» .  «Ni  yo,  dixo 
Galuan,  tanto  desame  a  honbre  como  a  vos, 
por  mis  canes  que  me  matastes» ;  y  estonces 
se  dexaron  correr  el  vno  al  otro  las  espadas 
sacadas,  e  dieronse  los  mayores  golpes  que 
ellos  pudieron,  e  tajáronse  los  escudos  de 
todas  partes,  e  desjjedagauanse  los  yelmos 
malamente,  e  mas  luengamente  no  pudo 
durar  la  batalla ,  que  mucho  era  Galuan 
mas  ligero  e  mas  recio  e  bino  que  no  el  otro 
cauallero,  e  mucho  daua  pesados  golpes  e 
mas  a  menudo  que  el  otro.  Y  de  tal  guisa 
traxo  al  cauallero,  que  no  pudo  mas  sofrir, 
antes  se  vuo  de  abaxar  e  de  reboluer  contra 
la  espada.  E  Galuan,  que  lo  desamaua  mu- 
cho, e  lo  traya  de  heridas  en  heridas,  vna 
hora  acá,  otra  alia,  y  tuuolo  en  tan  gran 
ciiyta,  que  no  podia  mas.  Assi  que  lo  hizo 
salir  mucha  sangre  con  la  espada  tajadora; 
y  el  cauallero,  como  aquel  que  bien  vido 
que  era  en  auentura  de  muerte  si  merced 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


129 


no  pidiesse,  (¿ue  bien  entendió  que  a  la  cima 
que  no  lo  podría  durar,  vuo  tan  gran  pesar, 
que  bien  quisiera  ser  muerto  ante  que  dezir 
cosa  que  fuesse  contra  su  lionrra.  E  Graluan, 
que  mucho  lo  desamaua  e  lo  traya  de  feridas 
en  feridas,  e  tanto  lo  truxo  assi,  que  el  otro 
cauallero  no  lo  pudo  mas  sufrir  ni  durar, 
que  cierto  auia  perdido  mucha  sangre,  e  ya 
era  tal  tornado,  que  a  duro  podia  ya  estar 
en  el  canpo,  e  por  donde  andana  era  todo  el 
suelo  cubierto  de  sangre,  ca  muchas  e  muy 
grandes  feridas  auia;  e  tanto  sofrió  el  caua- 
llero, que  no  pudo  mas  sofrir,  e  vuo  de  caer 
en  tieri-a  de  rostros.  E  Galuan  fue  a  el,  e  tra- 
uole  del  yelmo,  e  tirogelo  tan  reziameute, 
que  le  quebró  las  correas  y  echogelo  muy 
alexos,  e  tiróle  el  almófar  por  le  cortar  la 
cabera.  E  quando  el  cauallero  se  vido  en  tan 
gran  cuyta  que  no  podia  mas,  quando  vio 
su  cabera  assi  estar  desarmada,  ouo  pauor 
de  muerte,  e  pidióle  merced,  e  dixo:  «¡Ay 
buen  cauallero  I  yo  te  pido  por  merced  que 
me  no  mates,  que  me  tengo  por  vencido 
desde  aqui  adelante;  si  en  mi  metes  mano, 
harás  villanía  y  cosa  que  te  estara  mal,  ca 
todo  cauallero  que  merced  pide,  la  deue 
fallar  si  la  deue  auer,  si  no  fuere  caso  de 
traycion» ;  e  Galuan  le  dixo:  «Yo  no  aure 
de  ti  merced,  por  el  gran  pesar  que  me 
fezistes,  de  mis  canes  que  me  mataste».  «E 
si  yo  en  ti  no  fallo  merced,  dixo  el  caua- 
llero, pues  que  te  la  pido,  sabe  verdadera- 
mente que  todos  aquellos  que  lo  supieren 
te  ternan  por  el  mas  aleuoso  honbre,  e  por 
el  mas  falso  cauallero  que  nunca  traxo 
armas;> .  «Esto  no  ha  menester,  dixo  Galuan; 
e  ya  por  cosa  que  me  digades  no  escapare- 
des,  antes  moriredes».  «Assi,  dixo  el,  pues 
agora  mátame,  que  no  te  rogare  mas,  pues 
merced  en  ti  no  puedo  fallar»;  e  Galuan 
aleo  la  espada  por  le  cortar  la  caber-a,  y 
heos  aqui  vna  donzella  que  era  amiga  del 
cauallero.  E  quando  vio  que  lo  tenia  en  tal 
manera  Galuan  a  su  amigo,  e  que  le  queria 
tajar  la  cabeoa,  pensó  que  mas  queria  morir 
que  no  libra  a  su  amigo  de  muerte,  y  me- 
tióse ante  el  golpe,  y  dexose  caer  sobre  su 
amigo;  e  Galuan  que  tenia  la  espada  al(;íada 
por  dar  a  su  amigo,  alcango  a  la  donzella 
por  el  cuello,  e  laucóle  la  cabe5a  lexos.  E 
quando  Gariete  esto  vido,  dixo:  «,Ay  her- 
mano' ¿que  auedes  fecho,  que  matastes  esta 
donzella?  Cierto,  ya  cauallero  no  deuiera 
fazer  tal  villanía  por  saña  ni  por  desamor 
que  ouiesse»;  e  quando  el  cauallero  que  de 
yuso  yazia  vido  que  el  cauallero  matara  a 
su  amiga,  dixo  a  Galuan:  «¡Ay  cauallero 
malo!  cierto  vos  me  auedes  agora  mostrado 
vuestro  fallimiento    e  la  vuestra    maldad, 

LIBROS    DE   CABALLERÍAS. — 9 


que  matastes  esta  donzella.  Cierto  agora  no 
daré  nada  por  mi  muerte,  fueras  que  moriré 
por  mano  del  peor  cauallero  e  mas  falso  que 
nunca  falle».  E  quando  Galuan  vido  que 
cortara  la  cabo9a  a  la  donzella,  por  tan  gran 
mala  ventura,  ouo  dende  gran  pesar,  e  dixo 
al  cauallero:  «No  te  matare,  pues  te  tienes 
por  vencido,  mas  conuiene  que  tu  me  pro- 
metas que  vayas  a  la  corte  del  rey  Artur,  y 
que  te  metas  en  prisión  de  mi  señora  la 
rey  na  Ginebra,  de  parte  de  aquel  que  ouo  el 
don  e  la  aventura  del  cierno;  e  por  saber  la 
razón  de  vuestra  batalla  conuiene  que  tu 
llenes  estos  dos  galgos  que  tu  matastes  el 
uno  ante  ti  y  el  otro  em  pos  de  ti;  e  quiero 
que  te  cuy  tes  de  caualgar  luego,  assi  que 
mañana  seas  en  la  corte  antes  que  el  rey 
vaya  a  la  yglesia».  «¡Ay  señor!  dixo  el 
cauallero,  sabed  que  no  he  menester  de 
caualgar;  que  muy  malo  estoy,  e  lasso,  e 
cansado,  e  mucha  sangre  he  perdido,  e  con- 
uername  quedar  en  el  camino» .  «Conuiene, 
dixo  Galuan,  que  lo  fagades  assi  y  que  me 
lo  prometays»;  y  el  prometiogelo  luego, 
pues  que  vido  que  al  no  podia  hazer.  Y  des- 
pués hizo  su  duelo  sobre  la  donzella;  y  des- 
que lo  ouo  fecho  vna  gran  pieca,  subió  en 
vn  cauallo  que  vn  donzel  le  truxo,  e  tomo 
los  galgos,  e  puso  el  vno  ante  si  y  el  otro 
em  pos  de  si,  de  tal  guisa  que  se  le  no  caye- 
ssen.  E  después  tomo  de  alli  para  se  yr,  muy 
cuytado  e  con  gran  dolor. 


Cap.  CCCXI. — De  como  los  quatro  caualle- 
ros  se  eonihaiieron  con  Galuan  jwr  la  don- 
xclla  que  mato,  e  lo  firio  el  arquero  en  el 
hra^o,  e  Gariete  mato  al  arquero. 

Gariete  estaña  veyendo  a  la  donzella,  e 
pregunto  a  su  hermano:  «¿Señor?  ¿que  hare- 
moS;,  que  es  tarde?  ¿fincaremos,  e  quedare- 
mos aqui,  o  yrnos  hemos?»  «Finquemos,  dixo 
Galuan,  e  de  mañana  nos  y  remos  para  la 
corte,  que  me  semeja  que  bien  acabe  mi 
demanda».  «Buen  grado  aya  Dius;  pues  fin- 
quemos, dixo  Gariete,  pues  vos  plaze;  mas 
mucho  me  pesa  desta  donzella  que  matastes» ; 
y  el  dixo:  «Bien  tanto  o  mas  me  pesa  a  mi, 
mas  mucho  me  marauillo  que  tan  hermosa  e 
tan  rica  es  esta  casa,  e  no  fallemos  aqui  nin- 
guna gente» .  «Quipa  son  en  alguna  de  aques- 
tas torres,  dixo  Gariete,  o  de  los  palacios 
que  son  acá  dentro;  ca  sin  gente  no  podria 
estar  tan  rica  morada  como  esta».  «E  bien 
puede  ser»,  dixo  Galuan.  Y  en  quanto  esto 
hablauan,  e  Gariete  queria  ya  desarmar  a  su 
hermano,  y  entraron  en  el  alcafar,  e  oyeron 
sonar  vn  cuerno  atan  altamente,  que  bien  lo 


130 


LIBROS  DE  caballerías 


podrían  oyr  a  vna  media  legua;  y  estonce 
dixo  Gariete:  «No  me  creades,  si  no  sodes  en 
la  batalla  por  la  donzella  o  por  el  cierno  que 
matastes;  agora  vos  guisad  de  vos  defender, 
'jue  bien  cuydo  que  vos  es  mucho  menester» ; 
e  tan  presto  como  esta  palabra  dixo,  vieron 
entrar  dentro  en  el  palacio  por  vna  puerta 
pequeña  de  vna  cámara  quatro  caualleros 
armados,  e  dixeron  a  Galuan:  «Cauallero 
loco  y  desleal,  cierto  por  vuestro  mal  ma- 
tastes la  donzella,  que  presto  morireys  por 
ella,  e  bien  lo  merecedes;  e  agora  os  aguar- 
dad, que  no  podeys  escapar  de  muerte».  E 
quando  Galuan  los  vio  venir  assi,  no  fue 
muy  seguro,  que  era  lasso  e  cansado  y  ellos 
venían  frescos  e  holgados,  e  de  mas  que  eran 
quatro,  y  el  vno  solo;  mas  no  fue  mucho 
espantado,  ca  era  muy  esforcado,  e  que  por 
esto  no  le  podrían  fazer  mal.  E  luego  puso 
las  espaldas  en  el  muro,  e  puso  el  escudo 
encima  de  la  cabet.a,  e  saco  la  espada,  e 
todos  los  quatro  fueron  a  el,  e  cometiéronlo 
de  todas  partes;  el  que  se  podía  allegar  a  el 
mas,  se  allegaua,  mas  el  se  defendía  tan 
bien,  e  se  cubría  tan  sesudamente,  que  esto 
no  fue  sino  marauílla;  e  ellos  que  lo  des- 
amauan  mortalmente  e  lo  tenían  en  la  mayor 
cuyta  que  podían,  e  díeronle  muy  grandes 
golpes  sobre  el  escudo,  pero  el  bien  se  pu- 
diera defender  contra  ellos  vna  gran  pie(;a, 
sí  no  fuera  por  vn  ballestero  que  vino  a  la 
batalla  con  vn  arco  tendido  en  la  mano  e 
vna  saeta  puesta  en  la  cuerda,  e  vio  a  Ga- 
luan que  hazia  su  derecho  en  se  d  ofender 
contra  aquellos  que  lo  acometían,  e  tiro  la 
saeta,  e  firiolo  tan  de  rezio  que  la  loriga  no 
le  presto  que  no  le  metiese  por  el  brapo  dies- 
tro el  fierro  de  la  saeta  con  toda  el  asta;  mas 
de  tanto  le  auino  que  no  lo  passo  por  los 
costados,  e  aniñóle  mal,  que  la  saeta  era 
enpongoñada,  do  después  sufrió  e  recibió 
Galuan  mucha  cuyta  e  mucho  dolor,  e  tanto 
que  se  sintió  ferido,  dio  vna  boz  muy  dolo- 
rida, e  dixo:  «¡Ay!  ¡muerto  soy!»  E  dolióse 
tanto  del  bra^o,  que  no  lo  pudo  al(^'ar  mien- 
tra assi  estaua,  ni  tener  el  espada,  e  cayóle 
en  tierra.  E  quando  Gariete  esto  vido,  tomo 
vna  lan(;-a,  e  fue  corriendo  al  ballestero,  e 
díole  vna  tal  lanzada  por  meytad  de  los  pe- 
chos, assi  que  le  salió  de  la  otra  parte;  y  el, 
que  se  sintió  llagado  a  muerte,  cayo  en  tie- 
rra. E  los  otros  caualleros  tenían  a  Galuan 
en  tierra,  e  quitáronle  el  yelmo  por  le  tajar 
la  caber-a,  y  heos  aquí  vna  donzella  que  les 
eomen9o  a  dar  bozes:  «No  lo  matedes,  mas 
prendeldo,  por  que  sepamos  quien  es,  que  tal 
puede  ser,  que  por  todo  el  oro  del  mundo  no 
guarescera  que  no  le  hagamos  morir  mala 
muerte,  e  tal  que  no  muera». 


Cap.  CCCXU.  -  Como  los  quatro  caualleros 
prendieron  a  Galuan  e  a  su  herma  no,  por 
mandado  de  la  dueña  señora  de  aquel  lugar. 

Quando  los  caualleros  oyeron  aquesto  de 
la  dueña,  metieron  las  espadas  en  las  vay- 
nas,  e  desarmaron  a  Galuan,  e  metiéronlo 
en  la  prisión  en  vna  cámara  so  tierra  que 
era  cabe  vna  huerta,  e  Gariete  con  el,  e  toda 
la  noche  estuuíeron  assi  anbos  los  hermanos, 
que  no  comieron  ni  beuíeron  ninguna  cosa, 
ni  Galuan  lo  auia  talante,  que  mucho  so 
sentía  maltrecho,  e  nunca  aquella  noche 
quedo  de  dar  bozes  e  de  fazer  duelo,  ni  dur- 
mió, tanto  se  sentía  mal;  e  quando  vino  la 
luz,  vido  su  braqio  mas  negro  e  mas  hincha- 
do que  su  pierna,  e  vno  estonce  muy  gran 
pauor,  e  mostróle  a  Gariete  e  dixole:  «Her- 
mano, muerto  soy  de  cuyta  e  de  dolor,  e 
agora  podeys  entender  que  la  saeta  con  que 
fuy  ferido  que  cierto  era  emponQoñada,  e  si 
ajnia  no  he  consejo,  non  puedo  escapar  de 
muerte».  Estonce  comenco  Gariete  a  llorar 
con  gran  pesar  en  que  vido  a  su  hermano  en 
tal  peligro  de  muerte,  e  dixole:  «Hermano,  vos 
ouistes  mal  consejo  porque  quedastes  aquí, 
pues  que  la  donzella  auíades  muerto».  «Ya 
fecho  es,  dixo  Galuan,  que,  sí  Dios  quisiere 
que  muera,  no  jiuedo  escaparen  ninguna  gui- 
sa de  andar  aquella  carrera  que  todos  hemos 
de  passar.  Mas  ya,  para  tan  poco  hazer  de  ca- 
uallería  comofize,  Dios  no  me  ayude  si  querría 
ser  cauallero» .  E  mientras  ellos  assi  hablan- 
do, heos  aquí  la  señora  del  castillo  que  vino 
a  vna  finíestra  do  pudo  bien  tablar  con  ellos, 
e  quando  ella  entendió  que  el  cauallero  fazia 
tal  duelo,  vuo  muy  gran  píadad,  porque  los 
vido  mogos  e  de  poca  hedad,  e  porque  se 
preciaua  de  caualleria,  y  que  era  tan  mo(;'0 
y  era  tan  buen  cauallero  sobre  aquellos  que 
viera  piega  auia,  y  estonce  fablo  con  ellos,  e 
dixoles:  «Señores,  vos  soys  en  mi  prisión,  e 
bien  sabej^s  que  me  errastes  tanto,  que  si 
mírasse  a  vuestro  yerro,  que  vos  faria  matar 
por  derecho,  mas  sí  vos  fuestes  locos  e  villa- 
nos, y  hezistes  villanía  en  mí  casa  muy  so- 
berbiamente, yo  ay  seré  mas  cortes,  e  vos 
saldreys  de  la  prisión,  y  enbíarvos  he  si 
quisierdes  fazer  lo  que  vos  dixere;  e  sabed 
que  vos  no  diré  cosa  que  se  vos  a  gran  ver- 
güenza torne,  ni  cosa  que  no  podades  hazer» . 

Caí».  CCCXIII  .  —  Como  Galuan  afio  a  la 
ducha  que  liaría  todo  lo  mandado.  Y  ella 
lo  hixo  sacar  de  la  jjrision. 

Quando  Galuan  vido  que  la  dueña  fablaua 
tan  piadosamente,  dixo:  <:Señora,  vos  me  pa- 
receys  muy  cortes,  por  ende  quiero  fazer 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


131 


vuestra  voluntad,  como  quier  que  me  auen- 
ga  lleude  mal».   «Cierto,  dixo  ella,  no  vos 
puede  venir  mal».  «Pues,  dixo  el,  prometo- 
voslo,  e  tiendo  la  mano» ;  y  ella  le  tomo  la 
fianoa,  e  quando  Gariete  vino^Dor  fazer  otrosí, 
preguntóle  la  dueña:  «¿Soys  vos  cauallero?» 
y  el  dixo:  «No»;  y  ella  dixo:  «Señor,  yo  no 
tomare  vuestra  fianza,  pues  vos  soys  escude- 
ro, ca  faria  villanía»;  y  estonce  fizo  abrir  la 
puerta  de  la  cámara,  y  ellos  salieron,  e  fue- 
ron contra  la  douzella,  y  ella  les  comem.-o  a 
catar  muy  hermosamente.  E  pregunto  a  Gal- 
uan  quantos  años  auia,  y  el  dixo:  «Diez  e 
seys  años» .  Y  ella  le  dixo:  «Asaz  sodes  man- 
cebo, e,  si  vos  podeys  biuir  luengamente,  yo 
creo  que  seades  vno  de  los  caualleros  del 
mundo;  mas  agora  me  dezid  quien  sodes».  Y 
el  dixo:  «Señora,  el  rey  Loe  de  Ortania  fue 
mi  padre».  «¿E  como?  dixo  ella,  ¿vos  sodes 
sobrino  del  rey  Artur  y  este  es  vuestro  her- 
mano?» «Verdad  es»,  dixo  el.  «Cierto,  dixo 
ella,  yo  conozco  atante  de  vuestra  fazienda, 
que  se  verdaderamente  que  no  podeys  falle- 
cer de  ser  buen  cauallero  si  beuides  luenga- 
mente, e  mas  porque  errastes  sobejosamente 
de  la  donzella  que  matastes,   que  ningún 
hombre  de  gran  guisa  como  lo  vos  sodes 
no  lo  deuiera  fazer,  e  quiero  que  hayays 
dende  lugar  de  penitencia  lo  que  vos  yo  di- 
xere;  e  mandovoslo  sobre  vuestra  fe».  «Due- 
ña, dixo  el,  ¿que  cosa  es?  que  yo  la  haré, 
que  sea  mi  honrra,  quier  mi  desonrra».  Y" 
ella  mando  luego  a  sus  honbres  que  le  tra- 
xessen  sus  armas;  e  hizole  armar  muy  bien, 
e  subió  en  su  cauallo,  e  fizóle  dar  la  cabega 
del  cierno.  E  porque  muy  bien  querría  ella 
los  de  la  corte  supiessen  bien  que  acabar  su 
demanda,  y  el  la  dio  a  Gariete;  y  ella  le  pre- 
gunto como  auia  nombre,  y  el  le  dixo:  «Gal- 
uan».  «Galuan,   dixo  ella,  agora  conuiene 
que  Ueuedes  el  cuerpo  desta  donzella  que 
matastes  ante  vos  sobre  el  cuello  de  vuestro 
cauallo  a  la  corte» ;  y  el  dixo  que  lo  haria, 
pues  ella  queria;  e  tomólo,  e  púsolo  ante  si, 
y  ella  fizo  tomar  la  cabega  de  la  donzella,  e 
fizogela  colgar  al  cuello,  por  los  cabellos  que 
traya  trangados^  y  el  sufriólo  todo  de  grado 
quanto  le  hazian,  por  su  fe  quitar.  E  quando 
lo  ouieron  guisado,  dixo  la  donzella:  «Gal- 
uan, vos  yreys  en  tal  manera  e  assi  guisado 
como  estades,  a  la  corte  de  vuestro  tio.  E 
quando  ay  fuerdes,  embiareys  por  todas  las 
dueñas  e  donzellas,  e  después  que  vinieren, 
contadles  todo  quanto  vos  auino,  e  como  ma- 
tastes la  donzella,  e  la  crueza  que  hezistes 
contra  el  cauallero  que  vos  pedia  merced  e 
vos  no  ge  la  quisistes  escuchar,  e  la  peniten- 
cia que  vos  dieren  por  emienda  deste  yerro, 
yo  vos  mando  so  fe  vuestra  que  la  hagades» . 


«Ay  dueña,  dixo  el,  yo  vos  prometo  como 
cauallero,  que  lo  hago  bien  assi  como  vos 
mandays».  Estonce  dixo  Gariete  a  Galuan: 
«Hermano,  ¿como  podremos  Ueuar  nuestros 
galgos  a  la  corte?  que  sy  fuessemos  sin  ellos, 
dezirnos  yan  que  no  es  vuestra  demanda» . 
«E  yo  vos  lo  diré,  dixo  la  donzella;  yo  he 
aqui  muchos  mogos  que  vos  los  llenaran.  E 
sabed  que  no  ay  ninguno  perdido,  saluo  los 
dos  muertos  que  lleno  el  cauallero  a  la  corte» . 
Y'  estonce  hizo  tomar  los  galgos,  e  ponellos 
en  cadenas  de  dos  en  dos,  e  tanto  que  metió 
Gariete  los  dos  primeros,  dixo  a  la  donzella: 
«Donzella,  no  embiedes  mogos  ningunos,  que 
yo  licuare  estos  dos,  e  los  otros  todos  los  se- 
guirán muy  de  grado».  «Esto  se  yo  muy 
bien;  agora  finque,  dixo  ella,  ca  veo  que  vos 
no  plaze  que  vayan  con  vos,  ca  yo  los  em- 
biaua  muy  bien  de  buenamente» . 


Cap.  CCCXTV. — Como  Galuan  vino  a  la 
corte  de  la  guisa  que  la  dueña  le  mando,  e 
como  fixo  Merlin  llamar  a  la  reyna  e  a  sus 
donzellas  que  lo  viessen. 

Estonce  se  partió  Galuan  de  la  donzella,  e 
torno  con  su  hermano  para  Camaloc,  e  nunca 
descaualgaron  fasta  que  fueron  en  medio 
del  palacio;  y  estonce  descendió  Gariete,  e 
puso  en  tierra  el  escudo  de  su  hermano,  y 
embio  la  cabega  del  cierno  al  rey.  Y"  el  rey, 
e  Merlin,  e  los  otros,  fueron  a  Galuan,  e 
mando  el  rey  qu3  le  tomassen  la  donzella; 
e  dixo  Merlin:  «Señor,  hazed  ante  llamar  a 
la  reyna  Ginebra  e  a  sus  donzellas  e  a  sus 
dueñas  todas,  e  oyran  quien  embio  assi  a 
Galuan,  e  por  que  trae  assi  el  cuerpo  de  la 
donzella  e  la  cabega,  como  es  sin  razón» .  Y' 
el  rey  enbio  luego  por  la  reyna,  y  ella  vino 
luego,  con  gran  conpaña  de  dueñas  e  don- 
zellas. E  quando  vieron  a  Galuan  assi  estar, 
marauillaronse;  y  estonce  mando  Merlin  que 
le  tomassen  el  cuerpo  de  la  donzella,  e  que 
le  desatassen  la  cabega,  que  tenia  colgada 
del  cuello  por  los  cabellos,  e  que  lo  desar- 
massen;  e  desque  fue  desarmado,  e  le  vieron 
el  brago  diestro  tan  hinchado,  ouieron  todos 
muy  gran  pesar.  E  Merlin  dixo:  «No  vos 
pese  de  cosa  que  veades,  que  si  Galuan  es 
ferido,  el  guarescera,  e  yo  vos  digo  que  lo 
fizo  mejor  que  no  cuydades,  y  el  acabo  bien 
su  demanda;  e  sabed  que  esta  auentura 
podedes  vos  tener  por  vna  de  las  auenturas 
del  Santo  Gvial,  y  desde  oy  mas  veredes 
venir  muchas  auenturas  a  menudo,  y  de 
mas  de  cada  dia,  e  mas  braua  que  esta  es»; 
y  después  dixo  al  rey  Artur,  en  tal  guisa 
que  todos  lo  oyeron  quantos  ay  estañan: 


132 


LIBROS  DE  caballerías 


Cap.  CCCXY. — De  Ins  cosas  que  Merliu  dixo 
al  rey  Arinr  que  auernian  en  su  casa. 

«Rey  Artur  auenturado,  que  fiiyste  nas- 
cido  por  auentura  e  por  marauilloso  pleyto, 
e  veniste  entre  tu  gente  tan  marauillosa- 
mente,  que  te  no  podían  conoscer  ni  fazer 
honra  como  deuian  si  supieran  tu  fazienda. 
E  quando  fuiste  de  hedad  que  podías  ser 
pastor,  e  conociste  muy  mejor  que  tus  natu- 
rales a  ííuestro  Señor,  e  tomóte  por  su  gra- 
cia, aseñoreote  de  todos  como  lo  prometió 
e  como  era  derecho;  e  como  tu  fuyste  hecho 
yo  lo  se  bien,  y  se  que  por  auentura  te  quiso 
Dios  guardar  assi  que  acorrió  a  la  su  casa  de 
Bretaña  por  muy  estraña  auentura.  Y  deues 
muy  bien  saber  vna  cosa,  que  deues  parar 
mientes  en  estas  marauillas  e  aueuturas  que 
quiso  Dios  que  viniessen  en  tu  tiempo  por 
muy  gran  demostranca.  E  miembresete  de 
las  que  ay  vinieron  e  han  de  venir  en  tu  casa 
y  en  otro  lugar.  ¡Ay  buen  rey  Artur,  por 
ende  quiero  que  seas  llamado  rey  auentura- 
do, e  al  tu  rey  no  otrosí!  E  sabed  bien  que 
assi  como  por  auentura  ganaste  este  reyno, 
assi  por  auentura  saldrás  del.  E  agora  emien- 
date  por  que  te  digo  esto,  ca  no  ha  en  el 
mundo  honbre  que  tanto  sepa  como  yo  desto, 
y  de  las  auenturas  que  bien  se  que  en  esta 
tierra  han  de  venir  y  en  otro  cabo;  mas  como 
quier,  rey  Artur,  que  otro  cabo  auenga,  en 
esta  tu  casa,  sera  por  esto  siempre  nonbrada 
por  ellos;  e  muchos  tomaron  afán  e  trabajo  en 
las  demandar.  E  las  tierras  por  otros  luga- 
res a  muchos  a  menudo  verna  mal  a  los  que 
yran  a  demandar,  ca  andarán  cansados  y 
trabajados  de  grande  afán,  e  plazerles  ha 
de  folgar,  e  venirles  ha  a  las  vezes  de  comen- 
car  su  batalla  con  tales,  que  serán  frescos  e 
folgados  de  todo  afán,  y  serán  por  ende  mal- 
trechos y  vencidos.  Y  pues  que  assi  es,  que 
muchos  se  meterán  a  buscar  las  auenturas, 
es  menester  que  fagades  vna  cosa,  porque  se- 
pades  conoscer  a  los  buenos  e  a  los  malos,  e 
para  fazer  honra  a  cada  vno  tal  como  la  me- 
resciere;  e  porque  no  tomeys  en  esto  yerro, 
fazed  tanto  que  el  cauallero  que  entrare  a 
demandar  auenturas  tomad  del  gran  jura 
que  le  auenga  siquiera  su  bien,  siquiera  sea 
su  mal,  que  vos  la  cuente,  que  no  vos  niegue 
dende  cosa  ninguna,  e  assi  podredes  saber 
la  verdad  de  lo  que  les  auiniere,  que  no 
mientan  por  cosa  ni  se  perjuraran» .  Y  el  rey 
Artur  dixo  estonce  a  Merlin:  «Bien  es,  e 
mucho  me  plaze  desta  costumbre»;  e  prome- 
tió de  la  tener  mientra  bíuiesse;  e  luego 
dixo:  «Galuan,  quiero  que  jures  luego  aquí, 
ame  quautos  aquí  son,  que  ninguna  cosa  no 
negareys  de  quanto  aUa  pasgastes  en  las 


auenturas  que  buscastes,  e  a  que  fuystes 
embiado;  no  lo  dexedes  por  pesar,  ni  por  pla- 
zer  que  dende  ayades» ;  e  Don  Gfaluan  assi 
lo  juro  todo  como  le  fue  mandado;  e  luego 
contó  sus  auenturas  como  passo,  assi  como 
el  cuento  lo  ha  deuísado,  que  no  negó  ni 
encubrió  cosa  por  honra  ni  por  desonrra  que 
dende  le  auiniesse. 


Cap.  CCCXA'I.  —  De  la  penitencia  que  la 
rey  na  e  sus  doncellas  dieron  a  Galuan  por 
la  doncella  que  mato. 

Después  que  lo  ouo  contado,  dixo  Merlin: 
«Cierto,  Galuan,  ay  cosa  no  mentistes,  e 
mucho  fue  comiendo  fermoso  de  vuestra  ca- 
ualleria  sí  no  errarades  tan  sandiamente  en 
dos  cosas:  e  la  donzella  que  acá  os  enbio  fue 
muy  sesuda  e  muy  cortes,  e  ruego  primera- 
mente a  mi  señora  la  rey  na,  e  a  las  dueñas  e  a 
las  donzellas  que  con  ella  son,  que  vos  den  tal 
penitencia  de  la  donzella  que  matastes,  qual 
ellas  fallaren  que  sea  guisada,  e  que  vos  la 
tengays  e  seades  tenudo  de  la  tener.  E  ruego 
a  mi  señor  el  rey  Artur,  que  aquí  es,  que 
les  ruegue  luego  dende  e  que  lo  mande».  Y 
el  rey  les  rogo  luego  que  lo  hizíessen,  por- 
que vido  que  Merlin  dezia  lo  mejor.  Y  ellas 
salieron  luego  a  parte,  e  tornaron  por  recab- 
do.  E  quando  tornaron  con  la  fabla,  fablo 
vna  de  ellas  ante  todas,  e  dixo:  «Galuan, 
porque  metiste  mano  en  donzella  tan  cruda- 
mente, assi  que  la  matastes,  tenemos  por 
bien  entre  nos  que  juredes  agora  sobre  los 
santos  euangelios,  que  jamas  mientra  biuades 
no  metades  mano  en  donzella  por  cosa  que 
vos  diga  ni  faga,  si  no  auredes  peligro  de 
muerte.  E  aun  queremos  que  si  donzella  vos 
demandare  ayuda  o  acorro,  que  le  ayudedes 
e  le  acorrays,  assi  que  no  se  de  tan  estraño 
lugar  ni  tan  desaconsejado,  si  no  fuere  con- 
tra vuestra  voluntad  e  contra  vuestra  hon- 
rra»,  y  el  juro  luego  todo  esto  e  tuuolo  todo 
muy  bien  toda  su  vida,  que  nunca  des- 
pués donzella  le  pidió  ayuda  que  le  falle- 
ciesse,  y  a  tan  estraña  no  fue  ni  de  tan 
luenga  vida  e  tierra.  Assi  en  la  corte  como 
en  otro  lugar  fue  llamado  el  cauallero  de 
las  don-^cllas^  porque  las  ayudaua,  e  nunca 
este  nonbre  perdió  mientra  pudo  traer  ar- 
mas. E  después  que  esta  jura  ouo  fecho  de- 
lante Merlin  y  el  rey  Artur  e  sus  ricos  hom- 
bres, dixo  Merlin  ante  todos:  «Galuan,  yo 
vos  diré  buena  cosa  donde  deueys  ser  mas 
seguro  e  de  mejor  talante  entre  todos  aque- 
llos que  conocierdes;  yo  vos  seguro  que  sí 
luengamente  biuides,  que  seredes  vno  de  los 
mejores  caualleros  del  mundo  e  vno  de  los 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


133 


mas  nombrados;  que  nunca  fallareys  caua- 
llero  que  vos  pueda  en  batalla  maltraer,  que 
vos  no  lo  traygades  mal,  fueras  vno  solo,  y 
esta  batalla  no  sera  en  mi  tiempo  verdadera- 
mente. Pero  si  vos  en  esta  batalla  vos  nades 
e  por  segurado  della  vos  combatieredes  sola- 
mente, bien  podedes  vos  por  ende  morir  ante 
de  vuestros  dias,  que  aqui  no  aj  ninguna 
dubda  que  cada  vno  no  pueda  bien  curar  su 
muerte  si  le  pluguiere.  Mas  por  la  villania 
que  hezistes  del  cauallero  que  vos  pedia  mer- 
ced e  vos  no  ge  la  quesistes  dar,  jurareys 
que  jamas  cauallero  no  vos  pida  merced  que 
ge  la  no  dedes,  no  os  auiendo  tanto  hecho  que 
ge  la  no  deuays  de  dar.  E  sabed  bien  que  si 
lo  assi  fizierdes,  que  vos  teman  dende  por 
muy  cortes  e  por  de  buen  talante,  e  por  buen 
fidalgo,  e  seredes  mas  preciado  en  todo 
lugar».  E  Graluan  finco  los  ynojos  e  juro  que 
assi  lo  faria  en  toda  su  vida.  E  Merlin  dixo 
al  rey  Artur:  «Señor,  agora  vos  diré  que 
fagades,  e  sabed  que  yo  no  biuire  mucho  con 
vos  desde  aqui  adelante,  en  el  tiempo  que  yo 
mas  con  vos  quisiera  biuir,  por  ver  las  gran- 
des marauillas  e  muy  marauillosas  auentu- 
ras  que  auerna  muchas  en  el  mundo;  e  por- 
que vos  no  hallaredes  tan  ayna  quien  vos 
aconseje,  si  la  gracia  del  Espíritu  Santo  no 
fuere,  e  también  quiero  que  desde  agora  ade- 
lante que  fagades  poner  en  escrito  todas  las 
auenturas  que  vos  contaren  en  vuestra  corte, 
la  verdad  por  esto,  e  porque  después  de  las 
nuestras  muertes  puedan  los  que  después 
vinieren,  pobre  e  ricos,  contar  las  muy  gran- 
des marauillas  que  auernan  en  el  nuestro 
tiempo.  Assi  que,  señor  rey  muy  auentu- 
rado,  aued  con  vos  cincuenta  clérigos  que  no 
entiendan  en  otra  cosa  ni  hagan  sino  escre- 
uir  las  auenturas  de  la  corte,  assi  como 
vinieren  conoscidas  y  estrañas».  Y  el  rey 
Artur  otorgo  que  assi  lo  faria. 


Cap.  CCCXVn.  —  De  como  Tor  uencio  los 
dos  eaualleros  de  los  tendejones  e  los  enbio 
presos  para  el  rey  Artur. 

El  cuento  dize  que  quando  Tor,  ñjo  de 
Dares,  se  partió  de  la  corte,  que  caualgo 
tanto  por  alcangar  al  que  lleuaua  el  sabueso, 
que  entro  en  la  floresta,  e  no  anduuo  media 
legua,  que  vido  cabe  el  camino  dos  tendejo- 
nes armados,  e  ante  cada  vno  de  los  tende- 
jones a  la  puerta  estaña  vn  escudo  puesto  e 
vna  langa;  e  Tor  miro  los  tendejones  e  los 
escudos,  mas  el  no  quiso  alia  yr,  ante  se  fue 
por  su  camino,  porque  veya  muy  fresco  el 
rastro  del  cauallero  en  pos  de  quien  yua.  E 
quando  passo  por  los  tendejones  quanto  vn 


trecho  de  ballesta ,  vido  venir  contra  si  vn 
enano  que  traya  en  la  mano  vna  vara.  E 
quando  llego  a  el,  diole  vna  tal  ferida  en  el 
rostro  del  cauallo,  que  le  fizo  boluer  atrás 
mas  de  vna  langa,  assi  que  a  pocas  no  cayo 
el  cauallo  y  el  cauallero,  e  marauillose  por- 
que lo  fazia  e  dixole  mu}^  sañudo:  «Ay,  ena- 
no, ¿que  te  hizo  mi  cauallo?  ayna  te  de  Dios 
mala  uentura».  «Bien,  dixo  el  enano,  don 
cauallero  catino,  e  fallido,  e  retraydo,  ¿e 
ydes  os  assi?  ¿e  como  no  justarades  con  vno 
de  los  eaualleros  de  los  tendejones?»  «Ay, 
enano,  dixo  Tor,  no  me  eramenester  de  jus- 
tar, que  he  gran  cuyta  de  yr  em  pos  de  vn 
cauallero  que  lleua  vn  sabueso» .  «Yo  se  bien, 
dixo  el  enano,  quien  es  el  cauallero,  ca  no  ha 
mucho  que  lo  vi,  mas  no  y  redes  de  aqui  fasta 
que  sepamos  como  ferides  de  langa;  y  vedes 
en  aquellos  dos  tendejones  estar  dos  eaualle- 
ros noueles,  que  por  ver  como  los  de  la  corte 
del  rey  Artur  saben  justar  vinieron  acá; 
agora  tornad  contra  ellos  por  vna  justa,  e 
cierto,  si  vos  esto  recelades,  no  me  parece 
que  seades  cauallero  para  que  en  demanda 
deua  entrar».  E  quando  el  esto  oyó,  no  lo 
oso  recelar,  y  respondió,  e  dixo:  «Pues,  ena- 
no, ellos  ay  vinieron  por  justar,  por  mi  no 
fallecerá;  pero  mejor  me  fuera  de  me  yr  mi 
camino  que  no  de  tornar,  que  no  se  do  falle 
lo  que  demando» .  «No  vos  pese,  dixo  el  ena- 
no, que  el  bien  no  lo  puede  honbre  perder 
por  alongamiento  que  aya,  e  mas  podedes 
aqui  ganar  en  prouar  si  podedes  vos  valer 
alguna  cosa».  E  quando  el  enano  esto  dixo, 
tomo  vn  cuerno  que  traya  a  su  cuello,  e  ta- 
ñólo; e  no  tardo  mucho  que  vio  salir  vn  ca- 
uallero todo  armado  de  los  tendejones  sobre 
vn  cauallo,  e  su  yelmo  enlagado  y  el  escudo 
al  cuello,  e  la  lan^a  en  la  mano,  e  dixo  a  Tor 
que  se  guardasse  del.  E  Tor  torno  a  el  assi 
como  la  natura  del  linaje  ge  lo  enseño,  ca  no 
porque  el  pensasse  que  venia  sino  de  natura 
de  villanos,  e  diole  vn  tal  golpe  en  los  pe- 
chos, assi  que  lo  derribo  en  tierra  del  caua- 
llo tan  brauamente,  que  a  pocas  no  le  que- 
bró el  bra(,'o;  passo  por  el,  que  no  le  dixo 
ninguna  cosa  ni  avn  le  miro,  e  tomo  el  caua- 
llo por  el  freno  e  dixo  al  enano:  «Toma, 
enano,  este  cauallo,  ca  este  comiengo  de 
caualleria  es»;  e  tanto  que  esto  dixo,  vido 
salir  del  otro  tendejón  otro  cauallero  bien 
guisado  de  justa  como  el  otro;  no  dixo  cosa, 
fueras  que  se  dexo  correr  a  el,  o  Tor  torno  a 
el,  y  el  otro  le  firio  de  rezio,  assi  que  la  langa 
le  quebró  en  los  pechos,  mas  otro  mal  no  le 
hizo.  Y  Tor,  que  le  tomo  tanto  quanto  baxo, 
diole  tal  langada,  que  le  falso  el  escudo  e  la 
loriga  y  le  metió  el  fierro  de  la  langa  por  el 
costado  siniestro,  mas  no  fue  en  tal  lugar  que 


184 


LIBROS  DE  CABALLERÍAS 


no  pudiesse  dende  guarescer,  e  púsole,  assi 
como  aquel  que  era  bueno  y  rezio,  en  tierra, 
e  al  caer  quebró  la  lanca  e  quedóle  el  fierro 
en  los  costados  del  cauallero;  e  quando  Tor 
vido  en  tierra  anbos  los  caualleros,  metió 
mano  a  la  espada,  porque  queria  que  se  otor- 
gassen  por  vencidos,  e  fue  al  primero  que  ya 
se  leuantaua  e  diole  por  medio  del  yelmo  vn 
tan  gran  golpe,  assi  que  lo  atordecio  y  le  fizo 
fincar  las  manos  en  tierra;  y  después  diole 
de  los  pechos  del  cauallo  e  derribólo  en  tie- 
rra, e  truxo  tanto  el  cauallo  sobre  el,  que  se 
esmoreció  de  la  cuyta  que  sufría,  e  Tor  se 
apeo,  que  no  se  quiso  detener,  e  no  se  tenia 
por  pagado  fasta  que  le  pidiessen  merced;  e 
ato  su  cauallo  a  vn  árbol  e  fuesse  para  aquel 
que  atrepellara  e  tiróle  el  yelmo,  e  dixole 
que  le  mataria  si  no  se  otorgasse  por  venci- 
do; y  el  acordó  en  que  se  vido  en  peligro  de 
muerte,  e  pidióle  merced,  que  bien  vido  que 
en  otra  guisa  no  podia  escapar:  «Agora  me 
afiad,  dixo  Tor,  que  te  meterás  en  la  prisión 
donde  yo  te  embiare»;  y  el  lo  afio,  e  Tor  lo 
dexo  luego  e  corrió  al  otro  que  era  todo  que- 
brantado de  la  cayda,  e  diole  por  medio  del 
yelmo  de  la  espada  con  ambas  las  manos  vn 
tal  golpe,  assi  que  le  fizo  echar  lagrimas  de 
los  ojos,  e  cayo  en  tierra  de  rostro,  assi  que 
no  se  pudo  leuantar;  e  Tor  le  tiro  del  yelmo, 
mas  no  ge  lo  pudo  quitar,  que  las  correas 
eran  fuertes,  e  tajólas  con  el  espada.  E  quan- 
do el  cauallero  vido  su  cabera  desarmada 
fueras  de  la  cofia  de  fierro,  ouo  pauor  de 
muerte  e  pidióle  merced.  E  Tor  le  dixo:  «Tu 
no  fallaras  en  mi  merced,  si  no  me  fias  que 
vayas  preso  do  yo  te  embiare» ;  e  el  cauallero 
lo  afio.  E  Tor  dixo  a  aquel  cauallero  e  al 
otro:  «¿Vos  soy s  mis  presos?»  «Verdades», 
dixeron  ellos.  «Agora  vos  mando,  dixo  Tor, 
que  vayades  a  Camaloc  e  vos  rindades  por 
presos  al  rey  Artur,  de  parte  de  Tor,  el  fijo 
de  Dares»;  y  ellos  assi  lo  fizieron. 


Cap.  CCCXVIU. —  Como  Tor  llego  a  las  tien- 
das^ e  tomo  el  sabueso  que  staua  en  la  ca- 
dena^ e  lo  lleuo;  y  fue  a  posar  a  vna  her- 
mita. 

Estonce  subió  Tor  en  su  cauallo,  e  pidió 
su  escudo,  e  demando  vna  langa  al  enano,  y 
el  enano  ge  la  dio  muy  buena,  de  las  que 
estauan  en  el  tendejón;  y  después  encomen- 
dó a  Dios  a  los  caualleros,  e  fuesse,  e  dixo 
el  enano:  «Ay  buen  cauallero,  yo  te  ruego, 
por  la  fe  que  deues  a  buena  caualleria,  que 
me  des  vn  don,  donde  te  ver  na  mayor  pro 
que  no  daño;»  e  Tor  respondió:  «Yo  te  lo 
otorgo,  que  este  es  el  primer  don  que  hon- 


bre  me  pidió  dende  que  ñiy  cauallero;  agora 
di  lo  que  te  pluguiere» .  «Yo  te  ruego,  dixo 
el  enano,  que  me  dexes  yr  contigo  en  lugar 
de  escudero,  e  yo  te  prometo  que  te  valga 
mas  en  esta  carrera  y  mejor  te  sirva  que  el 
mejor  escudero  de  la  corte  del  rey  Artur;  e 
¿sabedes  por  que  quiero  mas  biuir  contigo? 
porque  no  quiero  mas  biuir  con  estos  caua- 
lleros malos,  que  no  me  verna  dellos  honra 
ninguna».  É  Tor  dixo:  «Yo  te  lo  otorgo, 
pues  te  plaze» .  Y  el  enano  subió  en  el  caua- 
llo que  le  dio  Tor,  e  dixole:  «Señor,  agora 
podedes  yr  para  do  quisierdes,  que  yo  vos 
siguire».  E  Tor  entro  luego  en  su  camino 
alegre  e  de  buena  ventura,  qual  Dios  ge  la 
diere  en  su  comiengo  de  caualleria.  E  quanto 
se  alongaron  de  los  tendejones  vn  poco,  dixo 
al  enano:  «¿Viste  acá  al  otro  cauallero?;» 
dixo  el:  «Si» .  «¿E  sabes  como  ha  nombre?» 
Y  el  dixo:  «E  ha  nombre  Abalin,  y  es  vno 
de  los  mejores  caualleros  que  hombre  sepa  en 
esta  tierra,  y  es  el  mas  soberuio  que  yo  nun- 
ca vi».  «Cierto,  dixo  Tor,  no  fue  cortes 
quando  lo  tomo,  e  si  lo  yo  puedo  hallar,  yo 
pienso  que  lo  rendirá» .  Y  el  enano  dixo:  «Yo 
os  llenare  alia  derechamente  do  el  cauallero 
esta» ,  «Pues  vayamos,  dixo  Tor.  que  mucho 
me  es  menester  de  llegar  ay» .  E  assi  ftieron 
hablando,  fasta  que  llegaron  a  vna  ribera, 
donde  auia  muchas  tiendas  armadas  m.uy 
hermosas  e  muy  ricas;  y  en  cada  tienda  auia 
vn  escudo  colgado^  e  todos  los  escudos  eran 
bermejos,  saluo  vno  que  era  blanco,  e  aquel 
escudo  blanco  estaua  colgado  ante  la  mas 
hermosa  e  mas  rica.  Entonces  dixo  el  enano 
a  Tor:  «Señor,  en  aquella  tienda  donde 
aquel  escudo  blanco  esta,  hallaredes  vos  el 
vuestro  sabueso,  e  también  el  cauallero  que 
lo  traxo  con  el,  según  que  yo  creo.  E  sabed 
que  es  el  señor  de  todos  aquellos  que  en  las 
tiendas  están» .  E  Tor  dixo  que  el  no  deman- 
daua  mas  sino  que  fallasse  el  sabueso.  Y  el 
se  apeo  entonces,  ca  no  podia  entrar  en  la 
tienda  a  cauallo,  e  dio  la  langa  y  el  cauallo 
al  enano,  y  entro  alli  donde  pensaua  fallar 
lo  que  buscaua,  e  quando  entro  Tor  en  la 
tienda,  vio  estar  en  vna  cama  muy  rica  vna 
dueña  sola  e  durmiendo,  y  el  sabueso  cabe- 
lla, que  ella  echara  ante  si,  e  dormían  am- 
bos. E  quando  el  sabueso  sintió  que  venia  el 
cauallero  contra  el,  salió  luego  del  lecho,  e 
comengole  de  ladrar  muy  fuertemente,  cano 
lo  conoscia.  E  la  dueña  despertó  a  la  buelta 
que  hazia  el  sabueso.  E  quando  vido  el  ca- 
uallero armado,  fue  muy  espantada,  e  salió 
luego  fuera  de  la  tienda.  Y  Tor  conoscio 
muy  bien  que  aquel  era  el  sabueso  que  el 
buscaua,  e  tomólo  luego,  e  salió  con  el  de  la 
tienda,   e  diolo  al  enano,  e  dixole:   «Veys 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


135 


aqui  el  sabueso  por  quien  yo  sali  de  la  corte; 
venga  quien  quisiera  a  demandarlo,  ca  yo  no 
lo  daré  a  ninguno,  mientra  lo  pudiere  de- 
fender, fasta  que  a  la  corte  llegue».  Y  el 
enano  lo  tomo,  e  Tor  subió  en  su  eauallo,  e 
queríase  yr,  e  salia  vna  donzella  de  vna 
tienda,  e  dixole:  «Ay,  señor  cauallero,  no 
leuedes  nuestro  sabueso,  ca  fareys  muy 
gran  villanía,  e  sabed  por  verdad  que  vos 
fallareys  mal,  y  el  cauallero  cuyo  es  no 
vos  lo  dexara  assy  leuar,  que  el  yra  em 
pos  de  vos,  e  vos  lo  tomara  a  mal  de  vues- 
tro grado,  ca  assi  lo  fizo  ante  el  rey  Ar- 
tur  mesmo» .  «Donzella,  dixo  Tor,  el  sabue- 
so fue  tomado  por  soberbia  e  por  tuerto 
que  fue  fecho  en  la  corte  del  rey  Artur  mi 
señor;  e  yo  vine  hasta  aqui  por  su  mandado, 
e  llenarlo  he  por  derecho,  e  si  en  algo  al  ca- 
uallero que  lo  truxo  pesare,  vaya  en  pos  de 
mi  para  me  lo  tomar».  «¿Como?  dixo  ella, 
¿assi  lo  tomays  a  nos  que  somos  dueñas,  e 
que  no  fallays  defensa  alguna?»  Respondió 
el:  «Tomo  lo  que  es  mió».  «Sea,  dixo  la  don- 
zella, pues  a  vos  plaze;  mas  yo  no  creo  que 
vos  lo  leuareys  hasta  Camaloc  sin  embar- 
go» .  E  dixo  Tor:  «Yo  lo  leñare  a  pesar  de 
quien  pesare».  Estonce  se  fueron  derecha- 
mente contra  Camaloc,  e  antes  que  andu- 
uiessen  media  legua,  fue  noche  tan  escura, 
que  no  supieron  yr  por  el  camino.  E  Tor  pre- 
gunto al  enano  a  quel  lugar  podrían  yr  a 
dormir,  ca  era  ya  tarde  e  no  podian  yr  a 
Camaloc.  «Cierto,  dixo  el  enano,  no  se,  se- 
ñor, si  fuésemos  aqui  a  vn  hermitaño  que 
mora  en  esta  montaña,  e  yo  vos  guiare  si  os 
pluguiere».  «Pues  ve  delante,  dixo  Tor,  e 
yo  y  re  en  pos  de  ti,  ca  ya  querría  ser  alia» . 
Estonces  se  fue  el  enano  delante,  e  guiólo  a 
la  hermita,  que  estaua  en  lugar  muy  estre- 
cho, en  vn  valle  fondo  y  lleno  de  piedras  y 
peñas,  e  ante  que  alia  llegassen,  salió  la 
luna  muy  clara,  que  bien  vian  la  hermita 
que  estaua  muy  cerca;  e  vieron  que  era  vna 
casa  muy  pequeña  e  pobre.  Y  el  enano,  que 
ya  otra  vez  auia  alli  estado,  fue  derecha- 
mente a  la  puerta,  e  llamo;  y  el  hermitaño 
salió  a  vna  finiestra  pequeña,  e  abrióla,  e 
quando  vio  el  cauallero  armado,  entendió 
que  quería  quedar  alli,  e  fue  a  la  puerta,  e 
abrióla,  e  rescibiolos  muy  bien.  Y  el  caua- 
llero se  desarmo,  y  el  enano  pensó  de  los  ca- 
uallos  lo  mejor  que  pudo,  e  dioles  yerna,  que 
venian  muy  cansados;  y  en  la  mañana  oyó 
missa  que  el  hermitaño  dixo,  e  armóse  e 
subió  en  su  eauallo,  e  rogo  al  hermitaño  que 
rogasse  a  Dios  por  el ,  y  el  honbre  bueno  ge  lo 
otorgo  de  lo  assi  fazer. 


Cap.  CCCXIX. — De  como  Tor  se  combatió 
con  el  cauallero  que  auia  llenado  el  sabueso^ 
e  lo  mato. 

Entonces  se  partió  Tor  del  hermitaño,  y 
metióse  en  su  camino,  e  no  anduuo  quanto 
media  legua,  quando  vio  venir  en  pos  de  si 
vn  estruendo  de  caualleros,  e  atendió  por 
ver  que  cosa  era;  e  vio  venir  vn  cauallero  a 
gran  andar,  como  si  la  muerte  viniesse  en 
pos  del,  y  venia  solo  e  bien  armado,  que  no 
le  faltaua  cosa:  «Ay  señor,  dixo  el  enano, 
vos  no  podeys  yr  sin  batalla;  e  ¿sabeys  quien 
es  este?»  «Si,  dixo  Tor,  ca  este  es  el  que  yo 
buscaua,  el  que  tomo  el  sabueso  en  la  corte» . 
Entonces  tomo  su  escudo  e  su  langa  quel 
enano  le  traya,  y  enderezo  al  cauallero  en 
medio  del  camino.  Y  el  otro  le  dixo,  a  las 
mayores  bozes  que  pudo:  «Cauallero,  cierto 
por  vuestro  mal  tomastes  a  las  señoras  el 
sabueso,  ca  vos  lo  daredes  a  vuestra  deson- 
rra;»  e  Tor  no  respondió  cosa  alguna  a  lo  que 
dixo,  antes  enderepo  la  caber-a  del  eauallo 
contra  el;  y  ellos  vinieron  el  vno  contra  el 
otro,  e  no  a  gran  priessa,  avnque  trayan 
buenos  cauallos;  mas  firieronse  tan  rezia- 
mente,  que  las  langas  bolaron  en  plecas,  y 
ellos  encontráronse  de  los  cauallos  tan  bra- 
uamente,  que  ambos  cayeron  en  tierra,  e 
atrauessados,  que  ninguno  no  falto  que  los 
yelmos  no  fuessen  en  poluo  enbueltos;  mas 
ellos  eran  biuos  e  ligeros  y  de  gran  fuerya, 
leuantaronse  lo  mas  ayna  que  pudieron  y 
metieron  mano  a  las  espadas,  e  comengaron- 
se  a  conbatir;  e  veriades  a  los  primeros  gol- 
pes los  escudos  fender  y  despedagar,  e  los 
yelmos  abollar,  e  las  armas  romper  y  desfa- 
zer,  ca  ambos  eran  de  gran  bondad  y  fuerga, 
e  biuos  en  gran  manera;  e  conbatianse  tan 
de  fecho,  que  se  liazian  menos  valer  las  ar- 
mas que  antes,  e  la  sangre  les  salia  de  todas 
partes,  que  duro  la  batalla  de  ambos  desde 
hora  de  prima  fasta  hora  de  tercia.  Y  estonce 
fueron  lassos  e  cansados,  ca  mucho  auian 
cada  vno  perdido  de  sangre;  mas  era  Abalin 
muy  cuytado  mas  que  Tor,  porque  su  espada 
no  era  tan  buena,  e  la  de  Torera  estremada. 
Esta  fue  vna  cosa  que  mucho  le  valió  aquel 
dia,  que  mucho  mal  fizo  al  otro.  E  vn  poco 
ante  de  hora  de  tercia  comencé  a  enñaque- 
cer,  que  en  breue  perdia  mucha  sangre,  e  no 
pudo  tan  grandes  golpes  dar  como  antes 
daua,  ni  tan  a  menudo  como  antes  fazia.  Y 
Tor  entendió  bien  como  era  lasso,  e  comen- 
tóle a  dar  muy  grandes  golpes  del  espada, 
que  le  fizo  salir  la  sangre  por  mas  de  diez 
lugares,  y  el  sufrió  muy  bien,  e  no  juido  tan 
ayna  enmendar  su  voluntad;  e  Tor  lo  traya 
de  acá  y  de  alia,  vna  vez  fazia  delante,  e 


136 


LIBROS  DE  caballerías 


otra  vez  atrás,  a  qual  parte  quería;  e  quando 
vio  que  lo  tenia  casi  suyo,  dixole:  «Cauallero, 
tu  eres  muerto  si  yo  quisiere,  ca  no  lias  po- 
der de  te  defender;  mas,  porque  eres  buen 
cauallero,  fazerte  he  vn  buen  amor  que  tu  no 
me  farias  a  mi  si  fuesses  tan  bien  andante 
sobre  mi  como  yo  sobre  ti» .  «Agora  dezid, 
dixo  Abalin.  que  cosa  puede  ser,  que  vos  lo 
mucho  agradeceré,  e  tal  puede  ser  que  no» . 
«Si  te  quieres  tener  por  vencido  e  yr  a  la 
prisión  que  yo  te  enbiare,  sera  saina  tu  vida, 
e  yo  te  daré  por  quito,  y  te  y  ras  por  do  qui- 
sieres, mas  que  el  sabueso  quede  a  mi» .  E 
Abalin  lo  miro  en  trauiesso,  e  dixo:  «Mala 
ventura  aya  quien  lo  fiziere  mientra  biuiere 
e  tuuiore  el  alma  en  el  cuerpo.  Ca  después 
que  yo  conociere  mi  couardia,  jamas  no 
auria  honra,  assi  Dios  me  ayude  querría 
cient  vezes  morir  si  cient  vezes  pudiesse  mo- 
rir, y  que  no  vna  cosa  fazer  que  se  me  tor- 
nasse  a  couardia  e  a  retraymiento» .  «¿Como? 
dixo  Tor,  ¿queredes  morir  mas  que  no  fazer 
lo  que  vos  dixe?»  «Si,  dixo  Abalin,  por  la 
buena  fe» .  «Pues  la  muerte  contigo  es,  dixo 
Tor.  y  dexose  correr  a  el  luego,  e  firioío  por 
cima  del  yelmo  de  tan  gran  goli)e  con  la  es- 
pada, que  le  fizo  caer  en  tierra  todo  atordido; 
y  echóse  luego  sobre  el,  e  tiróle  el  yelmo  y 
echogelo  a  lexos,  e  diole  con  la  mangana  de  la 
espada  tan  grandes  golpes,  assi  que  le  metió 
de  las  mallas  del  almófar  por  la  cabera,  e 
diole  bozes  que  se  otorgasse  por  vencido  si 
no  que  lo  matarla.  E  Abalin  respondió  con 
muy  gran  desden,  e  dixo:  «No  me  otorgare 
por  vencido  por  poder  que  ayas;  agora  faz 
de  mi  lo  que  te  plazera,  que  ya  por  pauor  de 
muerte  no  daré  cosa  ni  diré  que  se  me  torne 
a  vergüenza;»  e  Tor  dixo:  «O  tu  lo  dirás,  o 
yo  te  tajare  la  cabeca;»  e  diole  tan  gran  gol- 
pe de  la  man9ana  del  espada  en  el  rostro,  que 
le  fizo  correr  la  sangre  por  la  faz;  e  ni  por 
esto  no  quiso  Abalin  dezir  cosa  que  le  man- 
dasse  Tor, 

Cap.  CCCXX. — Co)no  Tor  corto  la  cabera  al 
cauallero  con  quien  ,se  conbatia  por  dalla  en 
don  a  vna  dom.ella  que  se  la  indio. 

Quando  Tor  lo  tenia  de  tal  guisa,  he  vos 
aqui  vna  donzella  que  venia  sobre  vn  pala- 
fren  blanco  pequeño  a  muy  grande  andar,  e 
quando  llego  alli  e  vido  a  Tor  que  tenia 
aquel  cauallero  assi,  descendió  del  palafrén 
e  finco  los  ynojos  antel,  e  dixole:  <Ay  buen 
cauallero,  por  la  fe  que  deues  a  caualleria, 
dadme  vn  don,  e  cierto  tu  eres  el  primer 
cauallero  a  quien  yo  nunca  demande  ni  pedi 
don:^;  e  otrosi  dixo  el:  «Digovos  que  vos 
sodes  la  primera  donzella  que  nunca  don  me 


pidió,  e  por  esto  no  ha  cosa  en  el  mundo  por- 
que vos  lo  no  diesse  si  lo  pudiesse  auer  por 
afán  o  por  trabajo  que  yo  aya».  «Muchas 
mercedes,  dixo  ella,  señor;  agora  me  dad  vos 
la  cabeca  desse  cauallero  que  debaxo  vos  tene- 
des».  «¿Como?  dixo  el;  ¿queredes  vos  que  se 
la  corte?»  «Si,  dixo  ella;  que  no  os  demando 
al».  «Mucho  me  pesa,  dixo  el,  porque  es  el 
tan  buen  cauallero».  «No  vos  duela  de  su 
caualleria,  que  sabed  por  verdad  que  este  es 
el  mas  desleal  cauallero  y  el  mas  soberuio 
que  vuo  en  la  Gran  Bretaña»;  e  quando  el 
cauallero  entendió  [lo]  que  la  donzella dezia, 
dixo  a  Tor:  «Ay  buen  cauallero,  por  Dios  no 
la  creados  ni  me  matej-s  por  su  ruego,  que 
bien  sabed  que  esta  es  la  donzella  mas  des- 
leal que  nunca  vistes;  mas  dexadme,  que  yo 
me  tengo  por  vencido  e  afiarte  he  que  me 
rinda  por  preso  a  quien  tu  quisieres» .  «Ay 
cauallero,  dixo  Tor,  mucho  fue  esso  tarde, 
que  el  don  que  di  a  la  donzella,  si  no  ge 
lo  diesse,  poderme  ya  por  ende  reptar». 
E  quando  el  cauallero  esto  oyó,  tendió  la 
mano  contra  la  donzella  e  pidióle  merced,  e 
dixo:  «Buena  señora,  por  Dios,  aued  de  mi 
merced  que  me  no  fagades  matar,  que  vos 
en  mi  muerte  no  ganareys  cosa,  mas  en  mi 
vida  podeys  ganar  vn  tal  cauallero  como  yo 
so,  e  jamas  en  quanto  biua  no  seruire  sino  a 
vos  ni  fare  cosa  que  contra  vuestra  voluntad 
sea».  «Ay  donzella,  dixo  Tor,  por  Dios,  si 
este  cauallero  no  vos  erro  tanto  que  merezca 
la  muerte,  aued  del  merced  e  faredes  gran 
cortesia» .  «Ya  nunca  Dios  me  ayude  e  me 
aya  merced,  dixo  ella,  al  anima,  si  la  yo 
ouiere  del  que  me  mato  a  vn  m.i  hermano, 
donde  nunca  me  quiso  escuchar  mi  ruego  do 
estaua  llorando  delante  del  de  ynojos;  e  agora 
fazed  lo  que  me  auedes  prometido,  si  vos 
pluguiere».  Y  el  dixo  que  le  plazia,  pues  al 
no  podia  hazer.  Y  el  otro  cauallero,  que  se 
sintió  ya  quanto  aliuiado,  quando  esto  oyó, 
leuantose  presto  e  comento  de  fuyr,  mas 
Tor  no  le  dexo,  que  le  dio  vn  tal  golpe  en  el 
pescueoo  con  el  espada,  que  le  fizo  bolar  la 
cabega  a  lexos  del  cuerpo;  e  la  donzella  fue 
corriendo  a  la  tomar  con  muy  gran  alegría 
e  agradeciogelo  mucho  a  Tor,  e  dixole:  «Ami- 
go, este  don  os  sera  bien  galardonado,  si  yo 
puedo».  Estonce  dixo  Tor  al  enano:  «Yo  me 
siento  cansado,  que  mucha  sangre  he  perdi- 
do; si  supiesse  donde  folgar,  ya  yo  folgaria» . 
«Cierto,  dixo  la  donzella,  si  lo  quiere,  ay 
aqui  esta  en  esta  floresta  vna  mi  quintana, 
muy  fermosa  e  rica;  podeys  ay  folgar  e  ser 
muy  vicioso  oy,  e  mas  si  mas  quisierdes;  e 
cierto  querría  que  fueseys  ay,  que  mas  val- 
dría yo  e  mi  casa».  «Pues  caualguemos,  dixo 
Tor,  que  ya  queria  ay  estar,  tanto  me  siento 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


137 


de  maltrecho» ;  y  estonce  caualgaron  e  fue- 
ronse  a  la  quintana,  que  estaua  sobre  vn 
estrango,  e  la  clonzella  fue  a  la  quintana  que 
estaua  fermosa  e  fuerte,  e  llamo,  e  vn  donzel 
vino  a  la  puerta  pequeña  de  entre  las  gran- 
des, j  ella  le  dixo:  «Abre  y  entrara  este 
cauallero».  Y  el  donzel  abrió  la  puerta  y 
ellos  entraron,  e  nunca  vistes  tan  gran  ale- 
gría fecha  con  cauallero  estraño,  como  fizie- 
ron  con  Tor  quando  vieron  que  la  cabeza 
traya  la  donzella;  e  dezian  todos  a  vna  boz: 
«Bendita  sea  la  ora  en  que  fuestes  cauallero 
e  quien  acá  vos  traxo,  que  vos  nos  metistes 
en  paz  y  en  alegría  para  sienpre,  porque 
nos  matastes  nuestro  mortal  enemigo  y  el 
honbre  del  mundo  que  nos  peor  fazia,  e  que 
nos  no  dexaua  vn  dia  de  folgar  ni  de  bien». 
Aquella  noche  fue  Tor  muy  bien  seruido  e 
abondado  de  todas  aquellas  cosas  que  los  de 
dentro  podían  auer,  que  mucho  eran  ahon- 
dados de  todas  las  cosas;  y  en  la  mañana, 
después  que  oyó  missa  en  vna  capilla  que  ay 
auia,  tomo  sus  armas  e  cabalgo,  e  despidióse 
de  la  donzella  e  de  todos  los  otros;  y  ellos 
encomendáronle  a  Dios  e  rogáronle  mucho 
que,  si  por  auentura  por  alli  pasasse,  que 
posasse  con  ellos,  que  aquella  posada  era 
suya.  Y  el  lo  agradeció  mucho  a  la  donzella 
y  a  ellos  todos,  e  partiosse  dellos,  e  anduuo 
tanto  que  llego  a  Camaloc,  e  hallo  a  Galuan 
que  llego  vn  dia  antes  que  el;  mas  el  rey 
Pelinor  no  llegara  avn.  E  quando  los  de  la 
Tabla  Eedonda  vieron  a  Tor,  fueron  muy 
alegres,  que  sabian  nueuas  del  por  los  caua- 
lleros  de  los  tendejones  que  enbiara,  y  el  rey 
Artur  lo  recibió  muy  bien  e  muy  alegre- 
mente, e  preguntóle  como  acabara  su  deman- 
da; y  el  respondió:  «Señor,  vedes  aqui»,  y 
demostróle  el  sabueso  que  el  cauallero  leuara 
em  pos  de  quien  el  fue.  «E  del  cauallero,  dixo 
el  rey,  ¿que nueuas  ay,  fallastelo?»  «Si»,  dixo 
el;  y  el  rey  fizo  traer  los  sanctos  Euangelios, 
e  fizólo  jurar  que  dixesse  verdad  de  todas 
aquellas  cosas  que  le  auinieran  en  aquella 
demanda,  y  que  no  lo  dexasse  de  dezir  por 
honrrani  por  desonrra;  y  ello  juro  e  comenQO 
luego  a  contar  ante  todos  los  de  la  Tabla 
Eedonda  quanto  le  auiniera,  assi  como  el 
cuento  lo  ha  deuisado;  y  después  que  lo  ouo 
contado,  los  clérigos  lo  metieron  en  escrito, 
e  por  aquel  scrito  e  por  los  otros  sabemos 
nos  la  verdad  de  todo.  E  dixo  el  rey  Artur: 
«Agora  no  nos  falta  saino  el  rey  Pelinor» . 
«No  se  os  de  nada,  dixo  Merlin,  que  ante 
que  sea  noche  sera  aqui.  Mas  ¿que  os  parece, 
dixo  Merlin,  del  nuestro  cauallero  Tor  e  de 
su  caualleria?  ¡E  vos  pensauades  que  era  fijo 
de  Barquito!»  «Cierto,  dixo  el  rey  Artur,  si 
el  fuesse  fijo  de  Barquito,  no  comentara  tan 


bien  como  comengo,  e  pareceme  que  si  fuera 
fijo  de  villano  no  comentara  assi.»  «Pues 
sabed,  dixo  Merlin,  que  natura  de  linaje  y 
derecha  fidalguia  lo  fizo  assi  e  lo  enseño  en 
tan  poco  tienpo  como  vedes».  «Ay  Merlin, 
dixo  el  rey  Artur,  vos  lo  conoceys  mejor  que 
el  mismo  se  conosce».  «Verdad  es,  dixo  Mer- 
lin, que  el  no  sabe  quien  es  su  padre,  e  yo 
selo».  «¿E  quien  es?  dixo  el  rey  Artur,  que 
esto  me  podeys  vos  bien  dezir,  si  os  pluguie- 
re». Y  estonce  le  dixo  Merlin  ala  oreja  muy 
quedo:  «Qnando  vos  vierdes  al  rey  Pelinor 
en  par  del,  bien  podeys  vos  bien  dezir  que 
el  vno  es  el  padre  y  el  otro  es  el  hijo;  e  sabed 
que  el  rey  Pelinor  lo  fizo  en  la  muger  de 
Barquito  e  vuo  la  escusa,  y  estonce  fizo  a 
Tor,  mas  porque  el  villano  la  ouo  por  muger 
la  semana  que  la  vuo  Pelinor,  pensó  verda- 
deramente que  Tor  era  su  hijo,  mas  no  es, 
ante  es  como  os  digo».  Y  el  rey  Artur  co- 
mento a  reyr,  e  dixo:  «Cierto,  yo  bien  creo 
que  assi  es,  pero  dezidme  si  la  dueña  es 
fijadalgo» .  «No,  dixo  el;  ante  es  una  pajosa 
villana  que  guardaua  vn  ganado  en  vn  pra- 
do, mas  era  tan  fermosa,  que  la  cobdicio  el 
rey  Pelinor;  y  estonce  durmió  con  ella  e  hizo 
a  Tor» .  Y  estonce  se  santiguo  el  rey  Artur 
e  se  marauillo,  e  dixo:  «Por  cierto,  aqui  ay 
vna  fermosa  auentura,  e  jamas  no  seré  ale- 
gre fasta  que  los  tenga  a  todos  tres  delante 
de  mi,  al  rey  Pelinor,  e  a  Tor,  e  a  su  madre, 
e  que  los  faga  ciertos  deste  fecho».  «Pues 
enbiad  por  la  madre,  dixo  Merlin,  e  a  Tor 
teneys  aqui,  y  el  rey  Pelinor  sera  oy  con 
vos».  «Mas  vos,  dixo  el  rey,  enbiad  por  ella, 
que  sabes  della  do  es» .  E  Merlin  enbio  luego 
por  ella. 

Cap.   CCCXXI.  —  De  como  el  rey  Pelinor 
tomo  a  la  donxella^  e  la  traxo  ante  el  rey 

Artur. 

Dize  el  cuento,  que  el  rey  Pelinor  caualgo 
a  gran  priesa,  por  yr  en  pos  del  cauallero 
que  lleuaua  la  donzella,  e  pesóle  mucho  por- 
que tanto  tardara,  e  quando  fue  cerca  de  la 
floresta,  hallo  vn  donzel  que  venia  encima 
de  un  rocin  magro  e  lasso,  e  preguntóle  si 
fallara  vn  cauallero  que  leuaua  vna  donze- 
lla. «Si,  dixo  el,  mas  ya  va  muy  lexos,  y 
tanto  vos  digo,  que  nunca  tan  gran  duelo  vi 
fazer  a  donzella  porque  la  leuaua» .  «E  ¿por 
qual  camino  va?»  dixo  el  vej.  «Señor,  dixo 
el  donzel,  el  se  va  derechamente  para  Baac, 
por  el  gran  camino» .  Y  estonce  se  partió  el 
rey  del,  e  fuesse  por  el  gran  camino  por 
donde  yua,  e  fallo  luego  el  rastro  del  caua- 
11o,  e  cuytose  de  andar,  e  después  que  andu- 
í  uo  las  dos  leguas,  fallo  vna  donzella  muy 


138 


LIBROS  DE  caballerías 


fermosa  cabe  vna  fuente,  e  tenia  cabe  si  a  su 
amigo  ferido.  e  hazia  muy  gran  duelo  e  muy 
de  coragon:  e  passo  cabe  ella,  assi  como  aquel 
que  no  auia  sabor  de  tardar.  E  quando  ella 
lo  vido  passar.  diole  bozes,  e  dixole:  «Ay 
buen  cauallero,  por  Dios,  tornad,  e  fazed  vn 
poco  de  amor  con  que  tomeys  vn  poco  de 
afán»;  y  el  entendió  muy  bien  a  la  donzella, 
e  no  quiso  tornar,  que  le  semejaua  que  auia 
mucho  de  hazer.  E  quando  la  donzella  vido 
que  no  queria  tornar,  comenco  de  fazer  ma- 
yor duelo  que  antes:  después  dixo:  «Ay  caua- 
llero malo  e  soberuioso;  Dios  te  faga  tanto 
biuir,  que  ayas  tan  gran  menester  ayuda 
como  yo  la  he  menester  agora ,  e  que  ruegues 
([uando  te  menester  fuere,  e  no  falles  aynda 
mas  de  quanta  yo  he  de  ti» .  Y  después  que 
esto  dixo,  cayo  amortescida,  mas  por  esteno 
quiso  tornar,  que  mucho  le  semejaua  que 
tardaua  para  alcangar  al  cauallero  que  lleua- 
ua  la  donzella.  E  quando  ella  acordó,  e  no 
vido  sino  a  si  e  a  su  amigo,  y  que  era  ya 
muerto  de  vna  ferida  que  tenia  en  medio  de 
los  pechos,  llamóse  muger  cuytada,  e  cati- 
na.  e  astrosa,  mas  que  todas  las  otras  donze- 
llas;  e  dixo  que  pues  su  amigo  era  muerto 
por  mengua  de  aynda,  y  que  ella  no  podia 
auer  socxDrro  sino  de  Dios  y  de  los  hombres, 
que  no  queria  mas  biuir,  e  fallo  la  espada  de 
su  amigo,  e  firiose  con  ella  por  los  pechos  assi 
que  la  punta  le  salió  de  la  otra  parte,  e  cayo 
muerta.  Y  el  rey  Pelinor  no  paro  ay  mien- 
tes, e  fuesse  quanto  podia,  e  quando  vino 
hora  de  vísperas,  el  rey  fallo  vn  villano  que 
lleuaua  vn  hace  de  leña,  y  preguntóle:  «¿Vis- 
te vn  cauallero  que  lleua  vna  donzella?» 
«Por  Dios,  dixo  el  villano,  si  vi,  e  vinole 
agora  que  passaua  por  vn  llano,  e  salió  vn 
cauallero  de  vn  tendejón,  e  dixole  que  no 
llenarla  la  donzella,  que  era  su  prima  cor- 
mana,  y  que  antes  se  conbatiria  con  el,  pri- 
mero que  la  lleuasse  el  en  paz;  y  el  caualle- 
ro puso  luego  la  donzella  en  tierra,  e  dixo 
que  bien  queria  la  batalla,  mas  que  ella  fues- 
se metida  en  tal  guarda,  y  el  que  venciesse 
aquella  ouiesse;  y  ella  se  metió  luego  en  vn 
tendejón,  en  guarda  de  dos  escuderos  y  de 
dos  dueñas,  y  ellos  comentaron  su  batalla 
luego  tan  cruda,  que  era  marauilla,  y  que 
ninguno  no  la  dexaria  fasta  que  se  encimas- 
se,  e  vos  ay  los  fallaredes  si  vos  pensades  de 
andar*.  Quando  el  rey  Pelinor  oyó  estas 
nueuas,  ftie  muy  alegre,  e  partióse  del  villa- 
no, e  aguijo  quanto  el  pudo,  como  pensaua 
ay  llegar  con  tienpo.  E  no  anduuo  mucho 
que  llego  al  tendejón  do  la  donzella  era  que 
el  buscaua.  Y  ella  salió  fuera  sobre  vnas 
yernas  con  otras  dueñas  e  con  los  escuderos, 
e  Uoraua  mucho;  e  los  caualleros  se  conba- 


tian  muy  a  menudo,  y  eran  tales  parados, 
que  ambos  tenian  muchas  feridas  pequeñas 
e  grandes;  e  tanta  perdieron  ya  de  la  sangre, 
que  el  mas  rezio  no  atendía  sino  su  muerte, 
ca  mucho  eran  buenos  e  de  buenos  corago- 
nes.  Y  el  rey  Pelinor  no  cato  sino  a  la  bata- 
lla, que  poco  le  daña,  que  tanto  le  daua  que 
muriesse  como  que  biuiesse;  mas  fue  a  la 
donzella,  e  dixole:  «Donzella,  vos  fuestes 
leuada  a  tuerto  de  la  corte  del  rey  Artur,  e 
yo  os  tornare  ay  a  derecho,  ca  por  esto  me 
enbio  aqui  el  rey  Artur,  en  cuya  casa  fti es- 
tes tomada» .  Y"  estonce  la  quiso  tomar  por 
los  bracos,  e  los  escuderos  e  las  dueñas  se 
leuantaron,  e  dixeron:  «Ay  señor,  tal  villa- 
nía no  fagaj^s  que  nos  tomades  la  donzella 
que  tenemos  en  guarda,  mas  hazed  bien; 
vedes  aquellos  dos  caualleros  que  nos  la  die- 
ron en  guarda,  e  fazed  que  vos  la  manden 
dar,  e  darvosla  hemos.»  «Yo  no  demando  y 
mas,  dixo  el  rey,  a  vuestro  pesar  no  la  quie- 
ro a  vos  tomar» .  Y  estonce  se  fue  a  los  caua- 
lleros, e  dixoles:  «Señores,  estad  quedos  fas- 
ta que  hable  vn  poco  con  vos» ;  y  ellos  estu- 
uieron  quedos  luego,  y  el  les  dixo:  «Señores, 
esta  donzella  fue  tomada  a  tuerto  de  la  c  rte 
de  mi  señor  el  rey  Artur,  e  yo  vine  aqui  em 
pos  della  que  la  torne  a  derecho  donde  ella 
fue  tomada».  Y  ellos  respondieron:  «Esto  no 
puede  ser  agora»;  e  dixo  el  rey  Pelinor  a  vno: 
«¿E  por  que  razón  la  queredes  vos  auer?» 
«Porque  es  mi  prima  corm.ana,  dixo  el,  e 
quiérela  llenar  a  sus  amigos  e  a  sus  parien- 
tes, que  la  dessean  mucho,  porque  ha  gran 
piega  que  no  la  vieron».  «E  vos,  dixo  al 
otro  ¿por  que  la  demanda  y  s?»  «Porque  la 
conqueri  por  mi  bondad,  e  la  tome  ante  el 
rey  Artur  e  ante  la  compaña,  e  la  truxe  fasta 
aqui,  e  por  esto  me  paresce  que  la  deuia  yo 
auer  ante  que  otro  ninguno» .  Y  el  rey  Peli- 
nor dixo:  «Agora  vos  deuedes  tener  por  lo- 
cos porque  vos  combatistes  por  ella,  que  nin- 
guno de  vos  no  la  ama;  bien  vos  asseguro 
dende  que  yo  la  llenare  a  casa  del  rey  Artur, 
donde  ella  fue  tomada».  «Yerdad  es,  dixeron 
ellos,  si  pudierdes,  que  ante  nos  daríamos 
por  quitos  e  conbatirnos  yamos  con  vos». 
«La  batalla,  dixo  el  rey  Pelinor,  yo  no  vos 
la  puedo  negar  ni  deno;  mas  la  donzella  yo 
la  llenare,  como  quier  que  vos  lo  digades». 
«Assi,  dixeron  ellos,  agora  lo  veredes» .  Y  es- 
tonces se  dieron  por  quitos  de  la  batalla,  e 
afiaronse  que  se  ayudassen  fasta  la  muerte, 
o  quando  el  vido  que  se  apare] auan  de  lo  aco- 
meter, dixoles:  «¿Como?  ¿avn  sabor  aueys  de 
la  batalla?»  «Bien  lo  veredes» ,  dixeron  ellos; 
y  dexaronse  venir  a  el  las  espadas  en  las 
manos,  y  el  vno  le  dio  en  la  espalda  del  ca- 
'  uallo,  assi  que  lo  mato,  y  el  rey  Pelinor  cayo, 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


139 


mas  el  era  muy  ligero,  e  salto  do  la  otra 
parte  e  dixo  a  aquel:  «Grran  villanía  aiieys 
heclio,  e  gran  maldad,  en  matar  mi  cauallo>^ : 
e  ouo  muy  gran  pesar,  e  algo  el  brago,  e 
firiolo  con  la  espada  tan  rezio,  que  lo  hendió 
fasta  la  cinta,  e  cayo  luego  muerto;  y  este  era 
el  que  lleuaua  la  donzella.  E  quando  el  otro 
esto  vido,  no  fue  seguro,  ca  estaua  solo  e 
cansado  e  mal  llagado,  tiróse  afuera  del  rey 
e  dexolo  solo,  e  dixo:  «Señor  cauallero,  co- 
mencé contra  vos  esta  batalla  por  locura,  ca 
bien  se  que  vos  no  venistes  acá  por  desonra 
de  mi  cormana,  mas  por  su  honrra  e  por  su 
pro,  e  por  vengalla  de  aquel  que  la  truxo  a 
fuerza,  e  dexovosla,  que  no  pienso  mucho 
ganar  en  esta  batalla;  mas  ruego  vos  por 
Dios  que  la  guardedes  como  a  fija  de  rey 
deue  ser  guardada,  que  bien  sabed  que  es 
fija  de  rey  e  de  reyna  de  gran  guisa,  mas 
tanto  le  plaze  la  caga  de  monte,  e  tomo  ay 
tan  gran  plazer,  que  no  le  plaze  de  amar 
amigo  ni  marido,  ante  quiere  mal  a  quien  le 
tabla  dello» .  Y  el  rey  Pelinor  dixo:  «Sabed 
que  no  fallara  quien  le  haga  pesar  mientra 
yo  la  pudiere  hablar  e  guardar;  e  agradezco- 
vos  la  batalla  que  me  quitastes,  mas  de  ca- 
uallo,  si  os  pluguiere,  me  poned  consejo». 
Y  el  cauallero  le  dixo:  «Yo  vos  lo  daré  bue- 
no, mas  conuiene  que  finquedes  comigo  esta 
noche,  que  es  muy  tarde,  e  no  podredes  fa- 
llar do  albergar»;  y  el  rey  ge  lo  otorgo,  que 
vido  que  dezia  verdad;  aquella  noche  estuuo 
el  rey  Pelinor  en  el  tendejón,  en  conpaña 
del  cauallero;  y  en  la  mañana,  después  que 
se  vistió,  tomo  sus  armas,  y  el  huésped  le 
dio  vn  buen  cauallo,  e  dieron  a  la  donzella 
vn  buen  palafrén,  e  caualgaron  anbos,  y  el 
cauallero  fue  con  ellos  vna  gran  piega  y  des- 
pués tornóse.  Y  desque  anduuieron  vna  pie- 
9a,  hasta  hora  de  prima,  que  entraron  en  vn 
valle  muy  malo  de  caualgar  y  de  andar  a 
pie,  ca  todo  era  lleno  de  piedras  y  peñas,  y 
el  palafrén  de  la  donzella,  que  no  se  supo 
guardar,  cayo  sobre  vna  piedra,  e  la  donzella 
cayo  vna  tan  gran  cayda  sobre  el  brago  si- 
niestro, que  bien  pensó  que  ouiera  la  espal- 
da fuera  de  su  lugar,  e  fue  tan  grande  la 
cayda  que  se  amórteselo,  y  desque  acordó 
dixo:  «¡Ay  cauallero,  muerta  soy!»  Y  el  rey 
decendio,  e  puso  en  tierra  el  escudo  e  la 
langa,  e  ñie  a  ella,  e  fallóla  amortecida,  e 
tomóla  entre  sus  bragos,  e  quando  acordó, 
preguntóle  como  se  sentia,  y  ella  dixo  toda 
tremiendo:  «Nunca  vue  mayor  cuyta,  que 
bien  pienso  que  el  brago  e  la  espalda  tengo 
quebrado»,  mas  no  era,  a  Dios  gracias.  «E 
¿como  vos  sentidos?»  dixo  el  rey.  «Bien,  dixo 
ella,  mas  no  j)odre  agora  caualgar  fasta  que 
fuelgue  vn  poco»;  y  el  rey  dixo:   «Avnque 


folguemos  hasta  hora  de  bisperas,  bien  pode- 
mos llegar  con  hora  a  Camaloc»;  e  tomóla  y 
echóla  so  vn  árbol,  e  tomo  de  la  yerua  e  pu- 
sogela  debaxo  de  la  cabega,  e  dixole  que  dor- 
miesse  vn  poco,  que  mucho  le  aprouecharia, 
e  después  el  rey  desarmóse,  e  pensó  de  las 
bestias,  e  tirolés  los  frenos  e  las  sillas,  e  de- 
xolas  pacer  y  echóse  a  dormir  cabe  la  don- 
zella, e  durmieron  fasta  en  la  noche,  e  quan- 
do la  noche  llego,  el  ayre  comengo  a  enfriar, 
y  entonces  despertaron  ambos,  e  hallaron 
que  era  ya  noche  escura,  e  dixo  el  rey  Peli- 
nor: «Por  Dios,  mucho  dormimos,  ¿que  ha- 
remos?». «Señor,  dixo  ella,  conuiene  que  fin- 
quemos fasta  en  la  mañana,  que,  si  nos  qui- 
siessemos  yr,  no  sabemos  la  carrera,  e  quan- 
do pensemos  yr  adelante,  tornaríamos  atrás» . 
«Pues  quedemos,  dixo  el;  ¿e  como  vos  senti- 
dos?» Y  ella  dixo:  «Muy  bien,  gracias  a  Dios, 
¡mas  el  cansancio  nos  fizo  tanto  dormir!»  Y'" 
en  quanto  esto  fablauan,  oyeron  caualleros 
venir  por  el  monte,  que  venian  por  el  cami- 
no por  delante  dellos,  y  el  rey  dixo:  «Agora 
vos  callad,  que  alguno  viene  aqui  de  quien 
oyremos  nueuas».  «Si  haré»,  dixo  ella.  E  tan 
presto  que  dixeron  esto,  vieron  dos  caua- 
lleros armados:  el  vno  venia  de  Camaloc,  y 
el  otro  yua  alia,  e  toparon  en  vno  derecha- 
mente do  ellos  yazian.  E  los  caualleros  se 
conoscieron,  e  hablaron  el  vno  con  el  otro,  e 
dixo  aquel  que  venia  para  Camaloc:  «¿Que 
nueuas  traedes?»  «No  vos  traygo  ningunas, 
dixo  el,  con  que  me  plega,  que  el  rey  Artur 
es  poderoso  de  amigos  y  de  caualleros,  e  assi 
ha  consigo  los  coragones  de  los  honbres;  e  es 
tan  amado  y  de  tan  buena  parte,  e  tan  des- 
pendendor  y  de  tan  buen  donayre,  assi  que 
todos  los  reyes  de  las  insolas  viniessen  sobre 
el,  con  esto  no  los  preciarla  en  dos  hauas.  E 
por  esto  me  torno  a  mi  señor,  y  dezirle  he 
que  desta  habla  que  comengo,  que  la  dexe, 
que  no  la  puede  acauar,  e  no  ha  en  el  mun- 
do gente  por  que  el  rey  Artur  pueda  ser  des- 
baratado ni  echado  de  su  tierra;  e  mas  podria 
el  rey  Artur  nozir  a  el,  que  el  al  rey  Artur; 
e  tales  son  las  nueuas  que  yo  trayo  a  mi  se- 
ñor el  rey.  E  vos  ¿do  ydes?»  dixo  al  otro. 
«Yo  voy,  dixo  el,  alia  donde  vos  venidos:  a 
casa  del  rey  Artur,  e  pienso  q\ie  esta  guerra 
sera  muy  ayna  acabada,  tan  presto  que  yo 
ay  llegue» .  «¿E  como  puede  esto  ser?»  dixo 
el  otro.  «Esto  vos  diré  yo  muy  bien.  Yo 
traigo  aqui  vna  redoma  llena  de  pongoña, 
tan  marauillosa,  que  no  [hay]  honbre  en  el 
mundo  que  tan  presto  que  la  guste,  que  luego 
no  muera;  e  ay  en  la  corte  del  rey  Artur  vn 
cauallero  que  el  mucho  ama  y  es  mucho  su 
priuado,  que  prometió  a  mi  señor  que  le  da- 
rla esta  ponzoña  tan  presto  que  ge  la  yo  lie- 


uo 


LIBROS  DE  caballerías 


uasse,  e  yo  lleuogela,  e  agora  veremos  que 
fara  el» .  «Agora  vos  guardad,  dixo  el  otro 
cauallero,  que  no  os  lo  entiendan,  ca  pues 
honbre  lia  de  liazer  traycion,  conuiene  que 
la  faga  tan  sesudamente  e  tan  encubierta, 
que  ninguno  no  la  pueda  entender  fuera  de 
aquellos  que  la  han  de  fazer».  «Xo  os  pese, 
dixo  el  otro,  que  nos  lo  faremos  tan  sesuda- 
mente, que  ninguno  no  lo  sepa  fasta  que  sea 
fecho,  e  si  Dios  quisiere,  vos  oy redes  dende 
tales  nueuas,  que  toda  nuestra  tierra  sera 
dende  loada».  «No  se,  dixo  el  otro,  como  vos 
dende  auerna;  ca  si  yo  fuesse  que  vos,  ende 
no  me  entremeterla,  ca  no  puede  ser  que  vos 
lo  no  entiendan  y  que  no  seades  ende  escar- 
nido, e  por  esto  vos  loarla  mas  de  os  tornar 
que  no  de  yr  alia» .  Y  el  dixo  que  no  tornnria, 
(]ue  el  pensaua  bien  e  ligeramente  acabar  lo 
que  auia  comentado.  <Agora  os  encomiendo 
a  xjíos,  dixo  el  otro,  quando  no  queredes  por 
mi  consejo  creer;  e  no  me  pongades  por  ende 
culpa  si  os  ende  mal  viniere» .  «E  no  ayades 
miedo»,  dixo  el;  e  partiéronse  el  vno  del 
otro,  y  el  que  venia  de  Camaloc  fuesse  por 
el  camino  de  la  montaña,  y  el  otro  para  Ca- 
maloc. E  quando  ellos  fueron  alongados  vn 
poco,  dixo  la  donzella  al  re3'Pelinor:  «¿Aueys 
oydo  todo  lo  que  aquellos  dixeron?»  Y  el 
dixo:  «Ay  donzella,  ¿03'stes  vos  estos  manda- 
deros?» <Si»,  dixo  ella.  «Bien  sabed,  dixo  el, 
que  Nuestro  Señor  Jesu  Christo  quiso  que 
dormiessemos  aqui  para  oyr  estas  nueuas,  e 
dezirlas  hemos  al  rey  Artur;  assi  que  no 
plaze  a  Dios  que  assi  muera,  demás  por  tan 
grande  deslealtad;  assy  me  ayude  Dios,  dixo 
el  rey  Pelinor,  mucho  fue  esta  fermosa  aven- 
tura. Mucho  me  plaze  que  ya  oy  esto,  que, 
si  Dios  quisiere,  yo  lo  diré  al  rey  Artur, 
porque  este  no  le  pueda  nozir  jDor  tan  gran 
traycion».  «E  agora,  dixo  ella,  no  es  menes- 
ter de  tardar,  porque  vamos,  que  seamos  ay 
ante  de  la  hora  del  yantar,  que  se  verdade- 
ramente que  este  es  desleal  cauallero  e  que- 
rría hazer  esta  traj^cion  quando  fuere  guisa- 
do»; y  el  rey  pensó  vn  poco,  e  después  res- 
pondió: «Ya  no  ayays  dubda  ni  pesar,  que 
Merlin  el  sesudo  profeta  es  en  la  corte,  e  no 
sofrira  en  ninguna  guisa  que  el  rey  fuesse 
assi  traydo,  ca  lo  ama  de  coraron».  «¿Como?, 
dixo  la  donzella,  ¿el  sesudo  Merlin  es  en  la 
corte?»  «Si»,  dixo  el.  «E,  dixo  ella,  pues 
no  ha  el  rey  que  temer,  que  sabe  el  quanto 
se  faze  de  dentro  e  de  fuera  del  reyno,  e  por 
esto  pienso  verdaderamente  que  fallaremos 
este  muerto  y  el  otro  que  fablo  con  el  tanto 
que  lleguemos  a  la  corte».  «Yo  lo  assi  pien- 
so», dixo  el  rey.  Y  estonces  dexaronel  fablar 
e  tornáronse  a  dormir  otra  vez,  e  durmieron 
hasta  en  la  mañana;  y  estonces  despertaron. 


y  el  rey  Pelinor  se  leuanto  luego  y  enfreno 
y  ensillo  las  bestias,  e  armóse,  e  hizo  sobir  á 
la  donzella  en  su  palafrén,  y  después  tomo 
su  escudo  e  su  lauca,  e  subió  en  su  cauallo, 
y  entraron  ambos  en  su  camino;  estonce  an- 
duuieron  tanto,  que  hallo  a  la  fuente  donde 
estaña  la  donzella  que  le  dixera  e  rogara 
mucho  que  tornasse,  e  que  fablaria  con  el,  e 
fallo  el  cauallero  muerto  e  la  donzella;  y  es- 
taña comida  de  bestias  y  de  aues,  saluo  la 
cabega  e  los  huessos.  E  quando  el  rey  Peli- 
nor esto  vido,  ouo  muy  gran  pesar,  e  dixo: 
«Ay  Dios,  esta  donzella  murió  por  falta  de 
mi  ayuda,  e  si  yo  tornara  quando  ella  me 
llamo  que  la  acorriesse,  no  muriera  ella  assi; 
por  Dios  yo  me  siento  por  ende  por  pecador, 
y  esta  malauentura  me  contecio  por  mi  pe- 
cado, y  esta  donzella  y  este  cauallero  fueron 
muertos  por  mi» .  Estonce  comencé  de  fazer 
su  duelo  muy  grande,  y  pesóle  dende  mu- 
cho, assi  que  bien  quisiera  ser  muerto,  y  lla- 
móse catiuo  e  malauenturado  mas  que  todos 
los  otros  caualleros,  e  la  donzella,  que  esto 
vio,  ouo  dende  gran  pesar,  que  preciaua  al 
rey  de  seso  e  de  cortesía  y  de  ensañamiento 
y  de  caualleria  sobre  todos  los  caualleros  que 
nunca  viera;  e  bien  era  preciado  en  aquel 
tienpo,  que  no  auia  en  el  mundo  mejor  ca- 
uallero. E  la  donzella.  en  que  le  vio  tal 
duelo  hazer,  a  quien  preciaua  mucho,  dixole: 
«¡Ay  señor!  ¿que  es  esto  que  fazedes,  que 
nunca  vi  honbre  de  tan  pequeño  coraron 
como  vos  soys,  que  llorays  por  muerte  de 
vna  donzella?  No  lo  fagays,  que  no  es  bien, 
e,  cierto,  honbre  bueno  no  lo  oyra  que  no  vos 
tenga  por  malo»;  y  el  respondió  con  gran 
pesar:  «Cierto  donzella,  si  yo  fago  duelo  no 
es  gran  marauilla,  que  yo  conozco  verdadera- 
mente que  esto  me  vino  por  mi  pecado» .  «E 
por  vos  matar,  dixo  ella,  ya  fecho  es,  e  bien 
podedes  pensar  que  es  lo  que  dende  hagades, 
que  del  duelo  no  vos  viene  sino  mal» .  «Ver- 
dad es,  dixo  el,  mas  pésame  porque  me 
siento  dende  por  culpado:  mas  consejadme 
que  ay  faga».  «Vos,  dixo  ella,  lleuaredes  la 
cabeca  de  la  donzella  fasta  en  la  corte,  que 
sepan  esta  marauilla,  do  sera  soterrada»,  e 
mostróle  la  hermita  do  estaña  cerca  de  la 
la  peña.  Y  el  dixo:  «Este  es  el  mejor  con- 
sejo que  yo  veo»,  e  dio  la  cabega  a  la  donze- 
lla, que  la  lleuasse  ante  si  colgada  en  el 
arzón  de  la  silla,  y  el  tomo  el  cauallero,  e 
púsolo  ante  si,  y  llenólo  a  la  hermita,  e  fallo 
que  el  hermitaño  no  auia  cantado  missa;  y  el 
rey  Pelinor  decendio  ante  aquel  pequeño 
lugar  de  la  capilla,  e  metió  ay  luego  dentro 
el  cauallero,  mas  no  sabian  en  qual  guisa 
fuesse  muerto;  e  rogóle  que  le  fiziesse  aque- 
llo que  entendía  que  era  derecho.  Y  el  hon- 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLíN 


Ul 


bre  bueno  vino,  e  dixo  que  después  que  can- 
tasse  la  missa  que  lo  soterraría  en  la  capilla, 
assi  que  le  no  podvia  mayor  lionrra  tazer.  E 
dixole  el  rey:  «Mucho  dezides  bien»:  e  todo 
assi  como  el  hermitaño  lo  dixo,  assi  lo  hizo, 
e  desque  lo  ouo  fecho,  agradeciogelo  mucho 
el  rey.  e  partióse  dende  con  su  donzella,  e 
fueron  fablando  en  lo  que  les  plazia,  hasta 
que  llegaron  a  Camaloc  a  hora  de  bisperas. 
E  quando  los  de  la  corte  los  vieron  venir,  el 
sano  e  alegre  con  la  donzella,  recibiéronlos 
honradamente,  y  el  rey  Artur  fue  contra  el, 
que  mucho  lo  amaua;  e  desque  fue  desarma- 
do, tomo  a  la  donzella  por  la  mano,  e  dixo  al 
rey  Artur:  «Yeys  aqui  mi  demanda» .  «Cier- 
to, dixo  el  rey,  Dios  sea  loado  por  ende,  que 
nunca  oy  de  honbres  que  tan  bien  auiniesse 
como  a  vos  todos  tres  que  de  aqui  salistes, 
que  no  ay  tal,  a  Dios  gracias,  que  no  tornas 
se  sano  e  ledo,  e  no  acabasse  su  demanda  a 
su  voluntad» . 

Cap.  CCCXXn. — De  como  el  rey  Pelinor 
llego  a  la  corte  del  rey  Artur,  e  le  contó  lo 
que  le  acaescio  en  su  auentura,  e  como  el 
cauallero  traya  la  redoma  de  aguapara  con 
que  muriessc. 

Estonces  truxeron  los  sancto^  euangelios, 
e  juro  el  rey  Pelinor  como  los  otros.  Y  el 
rey  Artur  le  dixo  que  contasse  como  le  aui- 
niera  en  su  demanda;  y  el  rey  Pelinor  lo 
contó  todo  quanto  le  auiniera,  e  como  oyó 
fablar  de  su  muerte.  «Por  Dios,  dixo  el  rey 
Artur,  ya  mas  bien  estamos  por  Merlin,  que 
nos  lo  descubrió  todo,  y  están  quemados 
aquellos  que  tal  traycion  querían  fazer» .  E 
assi  contó  al  rey  Artur  el  rey  Pelinor  que 
passara  según  el  cuento  lo  ha  deuísado;  e 
mostróle  la  cabeca  de  la  donzella  que  lo  lla- 
mara, e  como  la  hallara  muerta  a  la  venida, 
y  el  pesar  que  por  ella  ouiera.  «Cierto,  dixo 
el  rey  Artur,  derecho  es  que  mucho  sodes 
culpado,  que  bien  creo  verdaderamente  que 
si  vos  entonces  tornaredes,  que  no  fuera 
muerta  la  donzella,  que  hallara  algún  con- 
sejo en  vos».  Y  el  rey  esto  diziendo,  llego 
Merlin,  e  dixo  al  rey  Pelinor:  «¿Sabedes 
vos  quien  es  la  donzella?»  «Cierto,  dixo  el, 
no;  y  es  la  cosa  que  mas  de  grado  querría 
saber,  si  ser  pudiesse;»  e  Merlin  comento 
a  pensar,  e  dixo:  «Cierto,  señor,  este  es  gran 
daño,  que  vjs  soys  tan  desauenturado  a  las 
vezes,  que,  assi  Dios  me  ayude,  no  se  en  la 
casa  del  rey  Artur  tan  buen  honbre  como  a 
vos,  ni  en  quien  fallassen  que  menester  fues- 
se  tan  gran  lealtad  como  en  vos.  Esto  no 
pienso  que  es  por  vuestras  obras,  mas  sien- 
pre  Nuestro  Señor  es  de  tal  costunbre,  que 


mas  enbia  a  los  honbres  buenos  e  a  los  dere- 
chos señores  pesar  en  este  mundo,  que  non 
a  los  malos;  y  esto  vos  deue  confortar  en  esta 
mala  ventura  que  vos  aniño».  «Cierto,  Mer- 
lin,  dixo  el  rey  Artur,  dezides  verdad;  j  este 
consejo  es  bueno  e  leal,  que  sienpre  assi 
auiene  como  vos  dezides».  E  dixo  el  rey  Pe  • 
linor  a  Merlín:  «Señor,  por  Dios,  vos,  que 
sabedes  todas  las  cosas,  dezidme  lo  que  vos 
pluguiere  desta  auentura;  e  si  me  hazeys 
ende  cierto,  mucho  me  hareysel  coraoon 
mas  alegre  de  quanto  lo  agora  es».  «Yo  se, 
dixo  Merlín,  lo  que  me  queredes  preguntar; 
sofridvos,  que  yo  os  lo  diré;  mas  dezirvoslo 
he  tan  escuramente,  que  lo  no  entenderedes 
esta  vez,  pero  todo  lo  entendereys  después. 
Yos  quereys  que  vos  diga  cuya  es  la  cabeea 
que  vos  truxistes;  yo  vos  lo  diré,  mas  no  vos 
diré  su  nonbre,  ni  su  madre,  mas  dezirvos 
he  vna  palabra  por  que  las  podades  conocer 
si  fuerdes  sesudo.  Miembresevos  que  erades 
agora  dos  años  en  Mentor,  vna  vuestra  cib- 
dad,  e  teniades  ay  corte  muy  rica  e  mara- 
uillosa,  e  vino  ay  gran  caualleria  de  lexos  y 
de  cerca».  «Bien  me  miembro,  dixo  el  rey 
Pelinor;  nunca  fue  mas  alegre  como  aquel 
dia».  «Bien  puede  ser,  dixo  Merlin;  e  vna 
vez  os  diré,  dixo  Merlin,  por  lo  que  vos  esto 
dixe  quando  estauades  a  vuestra  mesa  ves- 
tido de  vuestros  ricos  paños  e  vuestra  corona 
en  la  cabeca,  y  que  vos  dieron  todos  los  man- 
jares, e  vino  ante  vos  vn  loco  que  os  dixo: 
Rey,  quita  essa  corona  de  la  cabeca,  que  no 
te  esta  bien,  e  si  no  la  tirares,  bien  te  la  tirara 
el  hijo  del  rey  muerto,  e  assi  la  ¡lerderas,  e 
no  sera  gran  marauilla  que  por  tu  maldad  e 
por  tu  perexa  dexaras  tu  carne  a  los  leones 
comer;  assi  que  tu  mismo  seras  metido  en 
poder  de  oiré,  c  por  ay  lo  sabreys  vos  y  el.  E 
assi  os  dixo  el  loco  la  significación,  y  el  no 
sabia  mas  de  lo  que  le  venia  a  la  boca». 
«Cierto,  dixo  el  rey  Pelinor,  todo  esso  me 
dixo,  e  bien  conozco  vna  i)ieca  de  verdad  de 
lo  que  me  dixo  que  entraría  en  poder  de  otre, 
que  soy  en  poder  y  en  conpañia  de  mi  señor 
el  rey  Artur.  mas  de  lo  que  dixo  que  daría 
mi  carne  a  comer  a  los  leones,  esto  no  se  que 
se  es,  si  vos  no  lo  sabeys».  «Agora,  dixo  Mer- 
lin, saberlo  hedes.  No  vos  dixo  cosa  que  assi 
no  vos  auerna.  E  dixovos  que  el  fijo  del  rey 
muerto  vos  quitara  la  corona;  si  no  vos  aui- 
niere  míentevos ;  e  cierto ,  quando  esto  a\ii- 
niere,  sera  gran  daño  en  el  reyno  de  Lon- 
dres». «A  mi  no  me  dezides,  dixo  el  rey,  lo 
que  os  pregunto:  ¿Quien  fue  la  donzcílaV» 
«Y'o  vos  dixe  dende  tanto,  dixo  Merlin,  como 
puedo;  e  bien  sabed  que  quando  lo  supierdes, 
que  nunca  tanto  pesar  ouistes;  e  avn  que  vos 
diré  mas  si  no  vos  pesare^^ .  Y  el  rey  Pelinor 


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LIBROS  DE  caballerías 


auia  gran  sabor  de  lo  saber,  e  rogóle  por 
Dios  que  ge  lo  dixesse.  «Bien  sabedes  vos, 
dixo  [a]  Merlin,  que  no  ha  cosa  por  que  me 
ensañe,  que  bien  se  que  no  me  dezides  cosa 
por  mi  mal» .  «Cierto,  verdad  es,  e  quiero  vos 
lo  dezir,  pues  tanto  me  lo  rogays;  ¿Oystesvos 
lo  que  la  donzella  vos  dixo  ij[uando  passaua- 
des?  y  ella  vos  dixo:  Ay  cauaUero  malo  soher- 
uio-so,  Dios  te  faga  tanto  hiuir,  que  ayas  tan 
gran  menester  e  ayuda  como  yo  agora  la  lie; 
e  que  ayas  tun  gran  pesar  como  agora  lo  he, 
6  ruc^ues  quando  menester  te  fuere,  e  no 
fallex  ayuda  mas  de  ([uanta  yo  la  falle  en  ti; 
y  estoves  dixo  ella».  «Cierto,  verdad  es», 
dixo  el  rey  Pelinor.  «E  agora  sabed,  dixo 
Merlin,  que  aquella  era  tan  buena  donzella, 
e  tan  digna  e  virgen,  que  Nuestro  Señor  oyó 
su  ruego,  e  assi  todo  vos  auerna  como  a  ella 
fizo;  y  estonce  conplira  vna  palabra  que  os 
fue  dicha  el  dia  que  tomastes  corona,  e  dezir 
os  he  qual;  e  se  que  os  membrara  quando 
vuestros  ar9obispos  vos  coronaron,  e  oystes 
missa,  e  fuystes  ante  el  altar,  e  rogastes  a 
Nuestro  Señor  con  lagrimas  que  os  defen- 
diesse  que  moriessedes  por  fallecimiento,  y 
estonce  vino  a  vos  vno  que  os  reuelo,  e  fue 
respuesta  de  Dios,  e  dixoos  assi:  Rey  Pelinor, 
a  my  fue  dicha  esta  palabra» .  «E  sienpre  ay 
])ense,  cada  que  me  membrana,  que  no  puedo 
entender  que  es,  e  por  ende  rogarla  a  vos, 
que  lo  sabeys,  que  me  lo  dixessedes»,  «Esto 
no  os  diré  yo,  dixo  Merlin,  en  ninguna  guisa, 
ca  no  a  cosa  por  que  descubriese  la  cosa  que 
el  alto  maestro  puso  a  su  voluntad  de  fazer; 
e  sabed  que  ningún  honbre  que  en  el  mundo 
biua  no  vos  lo  puede  dezir,  saino  yo,  o  por 
esto  no  lo  sabredes  tan  bien  como  yo» .  «Ago- 
ra sera,  dixo  el  rey  Pelinor,  de  mi  vida  o  de 
mi  muerte  a  la  voluntad  del  que  esto  liaze, 
que  si  el  quisiere,  perdonarme  ha,  e  si  qui- 
siere, escaparme  ha  de  todo  peligro».  E  lue- 
go le  contó,  e  le  comentaron  a  salir  las  lagri- 
mas de  los  ojos,  e  Merlin  le  dixo:  «Señor,  no 
ha  menester  de  os  desconortar,  que  no  puede 
ser  que  la  voluntad  de  Dios  no  sea  compli- 
da».  «Agora  nos  dexemos  desto,  dixo  el  rey 
Artur,  e  fablemos  de  al  e  no  vos  pese  por 
muerte,  que  por  aquella  carrera  nos  conver- 
na  que  passemos  viejos  e  mancebos,  que  nin- 
guno no  escapara».  Estonce  dixo  Merlin  al 
rey  Artur:  «Señor,  fazed  venir  ante  vos  la 
madre  de  Tor,  vereys  si  es  verdad  lo  que  yo 
digo;  y  el  rey  embio  por  ella,  e  tomóla  de  la 
mano,  e  metióla  en  su  cámara;  e  fizo  ay  en- 
trar consigo  al  rey  Pelinor,  e  a  Tor,  e  a  doze 
de  los  mejores  de  su  casa.  Y  después  que  se 
asentaron,  dixo  Merlin  a  la  dueña:  «Vedes 
aqui  al  rey  Artur,  que  es  nuestro  señor,  e  vos 
ruega  que  le  fagades  conoscer  el  padre  deste 


cauallero»;  e  demostróle  a  Tor.  Y  ella  res- 
j)ondio:  «Señor,  su  padre  conosce  el  bien,  ca 
es  vn  pobre  labrador  de  tierra,  que  pienso 
que  ya  alguna  vez  lo  vido  quando  lo  truxo 
aqui  a  Tor  para  lo  fazer  cauallero».  «Dueña, 
dixo  Merlin,  no  vos  demandamos  nos  de 
aquel  que  lo  crio,  mas  del  que  lo  engendro, 
que  bien  sabemos  nos  por  verdad  que  el  no 
salió  de  fijo  de  villano,  mas  de  fijodalgo  que 
conozco  yo  mejor  que  no  vos;  e  se  bien  la 
hora  y  el  termino  en  que  el  fue  engendrado, 
y  dezirlo  he  al  rey  e  a  estos  señores  si  vos 
no  lo  quereys  dezir» .  Y  estonces  fue  la  dueña 
muy  sañuda  e  muy  espantada,  y  enberme- 
jeciose  con  vergüenza,  e  dixo:  «¿Como  aue- 
des  nonbre,  señor,  que  vos  loades  de  dezir 
la  verdad  de  mi  fazienda?»  «Ay  dueña,  dixo 
el,  yo  he  nonbre  Merlin,  e  quanto  mas  me 
vierdes,  tanto  menos  me  conoceredes» .  «Cier- 
to, dixo  ella,  yo  os  creo  ende  bien,  quel  dia- 
blo ha  tal  poder  de  se  mostrar  en  todas  gui- 
sas e  formas  y  en  tantas  maneras,  que  no 
ha  honbre  tan  osado  que  no  engañe  a  las 
vezes;  e  yo  se  bien  assi  como  rae  dizen  que 
vos  f uestes  fijo  del  diablo;  por  esto  no  sera 
marauilla  que  yo  no  os  conociesse  luego, 
quel  diablo  ha  esta  costunbre:  que  se  encu- 
bre lo  mas  que  el  puede» .  Y"  estonce  se  co- 
men9aron  a  reyr  quantos  ay  estañan,  e  a  ba- 
tir sus  palmas.  E  dixo  Merlin:  «¿Que  dezis 
desta  dueña?  Y''o  no  puedo  dende  cosa  dezir 
sino  que  es  buena  dueña,  e  dize  verdad,  mas  a. 
no  quiere  conocer  lo  que  digo,  pero  yo  le 
diré  que  lo  oya  ella;»  y  ella  respondió,  e 
dixo:  «Agora  veo,  Merlin,  que  no  soys  de 
natura  de  los  otros  diablos,  y  esto  sabemos 
nos  bien,  e  dezirvos  he  por  qual  razón:  que 
el  diablo  quiere  quel  pecado  de  cada  vno  sea 
bien  encubierto,  assi  que  no  salga  por  boca 
del  peccador  si  no  fuere  por  escarnio  o  j)or 
prefacio,  e  vos  queredes  que  vos  descubra  el 
mió,  e  yo  descubrirlo  he,  mas  sabed  que  por 
ende  no  vos  dará  Dios  grado,  ca  lo  no  haze- 
des  por  amor  deí,  ni  por  emendar  a  mi,  sino 
por  mostrar  vuestro  saber».  Y  estonces  dixe- 
ron  los  ricos  lionbres;  «No  nos  semeja  esta 
dueña  sesuda» .  «Si  ella  no  fuesse  tan  sesuda, 
dixo  Merlin,  e  tan  buena  dueña  como  es,  no 
le  sufriría  que  me  dixesse  lo  que  me  dize» . 
Estonce  dixo  la  dueña  al  rey  Artur:  «Cierto, 
señor,  no  mentiré,  ante  vos  lo  diré  todo, 
pues  a  dezir  me  conuiene.  Sabed  que  Tor  mi 
fijo  no  es  de  mi  marido,  ante  lo  fizo  vn  ca- 
uallero aquella  semana  mesma  que  yo  fui 
casada,  que  yugo  comigo  en  vn  prado  mal 
de  mi  grado;  esto  sabe  Dios  que  nunca  supe 
quien  fue  el  cauallero,  ni  oy  nueuas  del,  e 
sabed  que  me  vno  virgen,  e  no  auia  mas  de 
quince  años».   A   esto  dixo  el  rey  Artur: 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


143 


«Dueña,  por  esto  que  tos  dezides,  no  me  pa- 
rece que  vos  sabedes  quien  fue  su  padre  de 
Tor».  «Cierto,  dixo  ella,  no».  Estonce  co- 
men90  Merlin  a  rejv,  e  dixo:  «Si  vos  lo  mos- 
trasse,  ¿conocerlo  yades?»  «No,  dixo  ella, 
como  yo  pienso  que  lo  nunca  vi  sino  vna  vez, 
j  esto  ha  gran  tienpo  que  fue» .  E  Merlin  le 
dixo:  «Sabed  que  esta  ante  vos».  E  tomo  al 
rey  Pelinor  por  la  mano,  e  dixole:  «Yedeslo 
aqui».yella  se  embermejeció,  y  el  otrosi 
con  vergüenza.  E  Merlin  les  dixo:  «Nunca 
mas  dudedes  que  assi  es;  e  yo  vos  diré,  dixo 
al  rey  Pelinor,  nueuas  e  señas  por  que  co- 
noscereys  qiie  es  assy  verdad;  que  vos  la 
fallasteys  cabe  vn  mato  pequeño,  y  estaua 
cabe  della  vn  galgo  e  vn  mastin,  e  vos  fizie- 
rades  yr  a  vuestra  conpaña  delante  vos.  por- 
que fuerades  a  fablar  de  consuno  con  vn 
hermitaño,  y  esto  fue  a  tres  trechos  de  ba- 
llesta de  vn  castillo  que  ha  nombre  Amiat. 
E  quando  la  vistes  tan  fermosa,  apeasteos,  e 
distesle  el  cauallo  a  tener  hasta  que  os  desar- 
mastes,  e  dormistes  con  ella  dos  vegadas, 
faziendo  ella  muy  gran  duelo;  e  después  que 
fezistes  con  ella  vuestro  plazer.  dexistesle: 
Yo  lyicnso  que  quedays  ¡jrcñada;  después 
armastesvos,  e  subistes  en  vuestro  cauallo,  e 
quesistesla  con  vos  llenar,  mas  ella  no  quiso, 
antes  comen90  de  fuyr  como  pudo,  maldi- 
ziendovos  mucho.  E  quando  vistes  que  no 
queria  yr  con  vos,  tomastesle  el  galgo,  que 
era  todo  blanco,  y  leuastesgelo,  e  dexistele 
que  lo  guardariades  por  amor  della;  e  assi 
vos  auino.  Agora  sabed  que  os  digo  la  ver- 
dad». Cierto,  dixo  el  rey  Pelinor,  no  men- 
tistes  en  cosa  de  todo;  assi  contescio».  Y  en- 
tonces dixo  Merlin  a  la  dueña:  «¿Pareceos 
que  os  digo  verdad?»  Y  ella  dixo:  «Si  vos  no 
dixessedes  verdad,  mentirían  los  honbres 
que  dan  testimonio  que  vos  dezides  verdad 
en  todas  las  cosas» .  «¿E  conosceys  ya  este 
honbre?»  dixo  Merlin;  y  ella  dixo:  «Si,  por 
aquella  señal  que  tiene  en  la  siniestra  faz, 
de  que  estonce  sanara  nueuamente» .  E  Mer- 
lin dixo:  «¿Creedes  vos  agora  muy  bien  si 
este  es  el  padre  de  Tor?»  «Si,  dixo  ella,  ver- 
daderamente lo  se» .  Y  estonce  dixo  Merlin  a 
Tor:  «Agora  podedes  ver  y  conoscer  que  no 
soys  fijo  de  villano,  mas  cierto,  dixo  el,  si 
fuerades  de  natura  de  villano,  no  ouierades 
talante  de  caualleria,  e  mas  no  puede  ser 
que  fidalguia  no  se  demuestre  ya  tan  ence- 
rrada no  sera» .  Y  estonce  dixo  Merlin  al  rey 
Pelinor:  «Agora  auedes  tanto  ganado  como 
perdistes,  ca  vos  cobrastes  vno  por  otro;»  y 
el  rey  Pelinor  rogo  a  Merlin  que  ge  lo  fiziesse 
mejor  entender.  «Yo  no  vos  lo  diré,  dixo 
Merlin,  ni  vos  no  ganariades  nada  si  agora 
vos  lo  dixesse,  mas  tanto  vos  digo  bien  que 


este  es  vuestro  hijo,  e  amaldo  e  honraldo, 
que  bien  sabed  que  se  mostrara  por  vuestro 
fijo  en  caualleria,  assi  que,  si  luengamente 
bine,  no  aura  en  esta  casa  sino  pocos  mejores 
eaualleros  que  el» .  El  alegria  fue  muy  gran- 
de entre  quantos  ay  cstauan,  y  el  rey  Peli- 
nor se  fue  a  Tor,  e  Tor  a  el,  y  beso  el  hijo 
al  padre,  y  el  padre  al  hijo;  e  dixo  Tor  que 
se  tenia  por  bienauenturado  en  que  el  rey 
era  su  padre;  y  el  rey  dixo  que  se  tenia  por 
rico  en  que  Tor  era  su  fijo  y  que  todo  bien 
auia  en  s\i  comiendo,  que  bien  sabia  que  no 
faltarla  de  ser  honbre  bueno  si  luengamente 
biuiesse;  e  la  dueña,  que  esto  vido  (jue  assi 
era,  despidiosse  del  rey  Artur,  e  después  que 
bendixo  a  su  fijo,  dixole:  «Vos  tuestes  naci- 
do en  pobreza.  Nuestro  Señor  vos  ama  tanto 
que  os  quiere  poner  en  alteza  y  en  buena 
andanya;  nunca  vos  oluidedes  a  el,  que  bien 
sabedes  que  si  vos  a  el  oluidades,  como  el  es 
poderoso  de  vos  al§ar,  assi  es  poderoso  de 
vos  abaxar  e  tornar  a  nada.  Y  esto  deueys 
vos  bien  mirar;  que  el  vos  dio  esta  anima  a 
guardar,  e  si  ge  la  vos  dierdes  tal  qual  vos  la 
el  dio,  tenervos  he  por  bueno  e  por  su  ca- 
uallero,  e  si  la  metierdes  en  poder  de  otro, 
e  la  dierdes  al  diablo,  cierto  mas  os  valdría 
ser  pobre  labrador  como  vno  de  vuestros  her- 
manos» .  Y  Tor  respondió:  «Señora,  yo  pen- 
sare bien  della,  si  Dios  quisiere;»  y  ella  se 
partió  de  la  corte,  e  fueron  con  ella  muchos 
honbres  buenos;  y  el  rey  Pelinor  le  fizo  des- 
pués mucho  bien.  Mas  agora  dexa  el  cuento 
desto,  e  torna  a  la  donzella,  que  mucho  ha 
dende  que  fablai . 

Dize  la  historia  que.  quando  la  madre  de 
Tor  se  partió  de  la  corte,  que  pregunto  el 
rey  Artur  a  la  donzella  ca9adora,  tan  presto 
que  le  dio  los  galgos  y  el  sabueso  e  la  cabera 
del  cierno,  dixole  a  la  donzella:  «¿Somos 
quitos  bien  de  vos?»  «Cierto,  dixo  ella,  no 
pienso  que  tan  bien  lo  pudiessedes  ser  que 
no  me  faltassedes  cosa  de  quanto  aqui  truxe, 
e  quierome  de  vos  despedir,  e  yrme  he  a  mi 
tierra».  «Ay  donzella,  dixo  el  rey,  antes 
folgaredes  aqui  con  las  dueñas  e  con  las  don- 
zellas  de  la  rey  na,  y  yo  vos  digo  que  seredes 
seruida  e  honrada  tanto  mas  que  la  mas  alta 
dueña  que  aqui  ay;  e  assi  Dios  me  ayude 
vos  lo  deueys  ser  bien» .  «Assi  Dios  me  ayu- 
de, dixo  Merlin,  que  vos  ay  faredes  derecho 
si  vos  supiessedes  quien  es  como  lo  yo  se»; 
y  estonce  se  llego  Merlin  al  rey  e  dixole 
como  era  muy  buena  donzella,  e  muy  sesuda, 
y  que  era  fija  de  rey  e  de  rey  na;  «e  yo  os 
digo  que  sjreys  de  todo  el  mundo  loado  si  lo 
fizierdes  bien».  Y  el  rey  Artur  dixo  que  toda 
honra  e  todo  amor  le  faria.  E  luego  rogo  a  la 
reyna  que  la  tomasse  consigo  y  le  fiziesse 


lU 


LIBROS  DE  caballerías 


honra  s'"^"  ^  todas  las  de  su  casa;  e  la  reyna 
dixo  ñuc  assi  lo  faria  muy  de  grado.  Y  tanto 
le  rogaron,  que  ella  otorgo  que  quedaría  vna 
partida  de  tiempo.  E  la  reyna  le  pregunto 
como  auia  nonbre  de  baptismo.  Y  ella  dixo 
que  Xemina,  e  que  era  hija  de  un  alto  hcn- 
bre  de  la  pequeña  Bretaña,  mas  no  quiso 
dezir  que  era  fija  de  rey.  Y  sepan  todos  los 
que  esta  hystoria  oyeren,  que  esta  donzella 
fue  llamada  la  donzella  del  Lago,  aquella 
que  crio  a  Lancarote  gran  tienpo  despiies,  y 
que  por  ende  ouo  nonbre  después  Lanraroic 
del  Lago,  assi  como  la  grande  historia  de 
Langarote  lo  deuisa;  mas  esta  historia  del 
sancto  Grial  no  fabla  del  mucho  ante  según 
otra  carrera. 

Cap.  CCCXXm. —  Como  McrUti  contó  al  re¡) 
Artur  quien  era  In  donzella  que  el  rey  Pc- 
linor  aiiia  dexado  morir. 

En  la  gran  mañana,  después  que  el  rey 
hizo  quedar  a  la  donzella  en  casa,  llamo  a 
Merlin  a  vna  parte,  e  dixole:  «Ruegovos  que 
me  digades  quien  fue  la  donzella  donde  el 
rey  Pelinor  traxo  la  cabera».  <;Ay  señor, 
dixo  el,  direoslo,  que  bien  se  que  no  me 
descubriredes» .  «No,  dixo  el  rey  Artur,  sin 
falta» ,  «Agora,  dixo  ]\Ierlin,  sabed  que  aque- 
lla donzella  era  su  hija,  que  venia  de  su 
corte  por  fablar  con  el.  E  aquel  cauallero 
que  ante  ella  estaua.  era  su  primo  cormano, 
e  partiera  de  su  tierra  con  ella  por  la  guar- 
dar fasta  aqui,  e  por  esto  le  dixe  yo  que  auia 
tanto  ganado  como  perdido,  cobrara  fijo  por 
fija;»  y  el  rey  Artur  se  santiguo  desta  mara- 
uilla,  e  dixo  que  era  gran  malauentura. 
<Mas  agora  me  dezid,  dixo  el  rey  Artur  a 
Merlin,  si  os  plaze,  ¿que  quiere  dezir  lo  que 
le  dexistes?  Como  tu  fallesceras  a  tu  carne, 
assi  tu  carne  fallescera  a  ti,  y  esto  sera  por- 
que morirás  mas  ayna-¡>.  «Ay  señor,  si  os 
dixesse  quanto,  dende  mucho  mal  seria,  que 
vos  soys  mancebo,  e  no  lo  sabriades  encu- 
brir». «Cierto,  dixo  el  rey,  cosa  no  me  diria- 
des  que  vos  descubra,  e  si  enterdierdes  que 
vos  descubriré,  no  me  lo  digades».  «No,  di- 
xo Merlin,  mientra  yo  cstuuiere  con  vos, 
mas  quando  me  partiere  de  vos,  e  no  me 
vierdes  ni  me  eonocierdes  qual  amigo  aueys 
en  mi  perdido,  estonces  vos  oluidareys  muy 
presto;  mas  después  verna  tiempo  que  vos 
querriades  auer  perdido  toda  la  mitad  de 
vuestro  reyno  que  me  touiessedes  cabe  vos» . 
cVerdad  es,  dixo  el  rey,  esto  se  yo  muy 
bien,  que  quando  vos  murierdes,  que  jamas 
no  morara  sesudo  hombre  en  el  mundo  ni 
que  tanta  pro  faga.  Mas  agora  me  dezid 
esto  que  os  pregunto».  «Yo  vos  lo  diré,  dixo 


Merlin,  mas  por  pleyto  que  nunca  me  des- 
cubrades  fasta  que  sea  fecho».  «Bien  vos 
lo  prometo»,  dixo  el  rey;  e  Merlin  dixo:  «La 
palabra  fue  tal:  Assi  como  tu  fallesceras  a  tu 
carne,  assi  tallecerá  tu  carne  a  ti.  A  so  carne 
fálleselo;  esso  sabedes  muy  bien  por  lo  que 
yo  vos  conté  dende,  ca  falleció  a  su  fija,  y 
verna  vn  dia,  ante  de  doze  años,  que  en- 
trara en  vna  demanda  e  fallara  en  vna  ño- 
resta  el  fijo  del  rey  muerto,  y  sera  aquella 
hora  llagado  de  muchas  llagas,  assi  que  el 
fijo  del  rey  muerto  lo  fallara  tan  mal  trecho 
e  tan  cansado,  conbatirse  ha  con  el,  y  de- 
xarlo  ha  en  el  camino  medio  muerto,  e  yra 
desmayado  desde  medio  dia  fasta  hora  de 
bisperas.  Y"  después  que  assi  cstuuiere  tanto 
desmayado,  abrirá  los  ojos;  estonce  vera  ve- 
nir contra  si  dos  caualleros  armados,  el  vno 
sera  Quean,  vuestro  mayordomo,  y  el  otro 
Tor,  y  Quean  yra  seyendo  ante  Tor,  e  Tor 
yra  em  pos  del.  E  quando  el  rey  Pelinor 
viere  su  hijo,  darle  ha  bozes:  Tor,  buelue, 
fijo,  no  vayas  em  pos  del  cauallero,  mas  tor- 
na agora,  que  te  he  menester;  e  Tor  lo  oyra 
muy  bien,  e  lo  entenderá,  mas  no  pensara 
que  sea  su  padre,  ante  pensara  que  ge  lo  de- 
zia  por  escarnio,  e  passara  por  el  que  solo  no 
lo  mirara.  Y  el  rey  Pelinor  quedara  que  no 
se  podra  tener;  e  quando  viniere  la  noche, 
tornara  por  ay  el  fijo  del  rey  muerto,  e  assi 
como  las  malas  andanzas  suelen  venir  a4os 
honbres,  e  conocerá  al  rey  Pelinor,  e  tajarle 
ha  la  caber-a,  que  otra  merced  y  no  aura». 
«Cierto,  dixo  el  rey,  esto  sera  gran  daño,  e 
si  yo  lo  pudiesse  est ornar,  estoruarlo  ya  sin 
lo  dezir  a  ninguno» .  «Tanto  lo  podeys  estor- 
uar,  dixo  Merlin,  quanto  podeys  estoruar 
el  niño  que  no  biuiesse  e  que  no  suliesse  a 
saluo  del  peligro  de  la  mar,  por  quien  esta 
tierra  ha  de  ser  destruyda».  «¡Como!  dixo 
el  rey  Artur,  ¿no  es  muerto?»  «No  en  ver- 
dad, dixo  Merlin,  ante  lo  cria  vn  vuestro  rico 
hombre  con  vn  su  hijo,  e  guárdalo  muy  bien, 
e  son  los  niños  de  vna  edad,  e  avn  vos  digo 
mas:  sabed  que  aquel  niño  de  que  os  fable, 
matara  aquel  niño  con  quien  es  criado,  e 
agora  mirad  que  crueza;»  y  el  rey  santiguó- 
se, e  dixo:  «Maldita  sea  la  hora  en  que  aquel 
niño  fue  engendrado,  que  en  toda  guisa  se  ha 
de  fazer  malo  mas  que  los  otros  niños;»  e 
dixo  el  rey:  «Metidos  fueron  en  la  mar, 
¿como  dezis  vos  que  son  biuos?»  E  Merlin 
dixo  que  eran  biuos,  y  que  no  peligraron 
«ca  los  fallo  vn  rico  onbre,  e  metiólos  en 
vna  su  torre,  e  fizólos  muy  bien  criar  e  amo- 
Ios  mucho;»  e  dixo  el  rey:  «¿Es  cerca  de 
aquiV»  «No,  dixo  Merlin,  antes  es  lexos». 
Mucho  fablaron  en  muchas  cosas  aquella 
tardé  cutre  el  rey  e  Merlin.  E  después  fue- 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


Wi 


ronse  acostar,  Merliii  oii  vna  cámara,  y  el 
rey  en  otra  con  la  rey  na.  E  Blaysen  era  en 
Camaloc.  E  Merlin  le  dixo  de  las  auenturas 
como  aninieron,  e  gran  pieca  de  las  que  anian 
de  venir.  Assi  que  el  bien  ordeno  su  libro, 
assi  que  fue  licuado  arriba  ante  que  Merlin 
partiesse  de  la  (xran  Bretaña.   E  Merlin  se 
llego  muy  de  grado  a  la  conpaña  de  la  don- 
zella   caeadora,    que   llamauan   Nemina,   e 
tanto  se  fue  aconpañando  con  ella,  que  la  amo 
muy  mucho,  que  sabed  que  era  muy  fermo- 
sa,  e  no  auia  mas  de  quinze  años,  y  era  muy 
sesuda  para  ser  de  su  liedad;  y  ella  entendió 
que  Merlin  la  amana,  e  fue  dende  muy  span- 
tada,  que  ella  no  auia  sino  gran  miedo  que 
la  escarneceria  por  su  encantamento  y  de 
dormir  con  ella  por  su  sueño,  lo  qual  no  auia 
muy  gran  talante,  que  no  auia  cosa  en  el 
mundo  por  que  el  fiziesse  cosa  que  a  ella  pe- 
sasse  ni  ouiesse  saña.  Y  en  tal  guisa  fue  la 
douzella  en  la  corte  del  rey  Artur  bien  quatro 
meses.  E  Merlin  la  yua  a  ver  cada  dia,  como 
aquel  que  la  amana  muy  de  coracon.  E  quan- 
do  ella  lo  vio  muy  cuy  dado  por  si,  dixole: 
«No  vos  amare  en  ninguna  guisa,  si  no  me 
prometeys  que  me  enseñareys,  de  los  encan- 
tamentos que  vos  sabeys,  los  que  yo  quisie- 
re;» e  Merlin  comento  a  reyr,  e  dixo:  «No  ha 
cosa  en  el  mundo  que  yo  supiesse  que  no  os 
la  enseñase,  porque  no  ha  cosa  en  el  mundo 
que  tanto  cobdiciase  como  a  vos».  «E,  pues 
tanto  me  amays,  dixo  ella,  yo  quiero  que 
me  juredes  con  la  vuestra  mano  diestra,  que 
no  fareys  cosa  por  encantamento,  ni  por  al, 
donde  vos  cuydays   que   me  sea   pesar   ni 
saña».  Assi  acompaño  la  donzella  con  Mer- 
lin, empero  no  en  tal  guisa  que  ella  ouiesse 
cosa  con  el,  mas  el  atendía  que  ella  lo  fizies- 
se por  su  grado  e  que  el  ouiesse  su  virgini- 
dad, que  el  bien  sabia  que  era  virgen.  E  co- 
mencola  de  enseñar  tanta  de  nigromancia  e 
de  encantamentos  tanto,  que  supo  dende  asaz. 
Y  en  este  comedio  aniño  quel  rey  de  Tuber- 
landa,  vn  rey  no  que  comarca  con  la  pequeña 
Bretaña,  enbio  al  rey  Artur  sus  cartas,  que 
dezian  assi:  «Rey  Artur,  yo,  assi  como  ami- 
go vos  ruego,  e  por  amor,  qiie  me  enbieys 
ha   Nemina   mi   hija  con    estos   caualleros 
que  os  enbio,  e  gradecervoslo  lie  mucho,  e 
quanto  bien  e  quanto  amor  le  aueys  fecho». 
E  quando  el  rey  Artur  vido  las  cartas,  fue 
a  la  donzella  e  dixole:  «A^uestro  padre  enbia 
por  vos,  ¿quereys  yr  o  fincar?»   «Ay  señor, 
dixo  ella,  quiéreme  yr,  pues  <pie  por  mi 
bien  enbia».  «Mucho  dezides  bien,  dixo  el 
rey,  e  si  no  fuesse  por  vuestro  padre,  mas 
me  plazeria  que  fincassedes  que  no  de  os 
yr,  que  mucho  me   pago  de  vuestra  com- 
pañía».  «Ay  señor,  dixo  ella,  Dios  vos  lo 

LIBROS    VE    CABALLERÍAS.  — 10 


gradezca,   c  sabed  que  si  yo  quisiera  fin- 
car fuera  de  casa  de  mi  padre,  no  ay  casa  en 
el  mundo  do  mas  de  grado  fincasse  que  en  la 
vuestra;  e  cierto,  mucho  ha  ay  gran  razón 
por  que  lo  faga,  mas  pues  que  mi  señor  e  mi 
padre  quiere  que  me  vaya  jjara  el,  yrme  he 
})or  cumplir  su  voluntad».  «Esso  es  lo  me- 
jor, dixo  el  rey  Artur,  mas  mucho  vos  amo 
e  precio».  Assi  acaescio  que  se  partió  Nemi- 
na de  la  corte  del  rey  Artur,  para  yr  a  su 
tierra.  E  bien  vos  digo  que  peso  mucho  a  la 
reyna  e  a  las  donzellas,  e  a  todas  se  fazia 
ella  amar.    E  aquella  tarde  vino  Merlin  a 
ella,  e  dixola:   «Amiga,  ¿queredes  vos  yr?» 
«Si,  dixo  ella;  e  vos  ¿que  faredes?,  ¿quere- 
des vos  yr  comigo?»  Y  esto  dezia  ella,  por- 
que pensó  que  en  ninguna  guisa  no  querría 
yr  con  ella.  «Cierto,  dixo  Merlin,  sin  mi  no 
podedes  yv  que  yo  no  vaya  con  vos  a  vues- 
tra tierra,   y  estonce,  si  vos  pluguiere  c[ue 
finque  con  vos,  fincare,  si  no,  tornarme  he, 
que  no  ha  cosa  en  el  mundo  que  a  vos  plu- 
guiesse  que  yo  recelasse».   E  quando  ella 
oyó  que  quería  yr  con  ella,  pesóle  mucho, 
que  ella  lo  desamaua  de  cora(;on,  mas  no  lo 
osaua  mostrar,  antes  fazia  que  le  plazia,  e 
agradecióle  mucho  por  que  dezia  que  queria 
yr  con  ella;  e  otro  dia  de  mañana  la  donze- 
lla oyó  misa,  e  caualgo  con  ella  Merlin,  mas 
no  se  despidió,  que  bien  sabia  que  no  lo  de- 
xaria  yr  el  rey.  E  quando  se  partió  de  Ca- 
maloc, anduuieron  tanto  por  sus  jornadas, 
que  allegaron  a  la  mar,  e  allegaron  a  la  pe- 
queña Bretaña,  e  salieron  en  tierra,  e  pas- 
saron  por  la  tierra  del  rey  Ban  de  Benoin, 
que  si  no  fuera  por  Merlin,  que  yua  con 
ella,  ouiera  muy  gran  miedo,  que  era  eston- 
ce la  guerra  muy  grande  entre  el  rey  Ban 
de  Benoin  y  el  rey  Claudeon  de  la  Desierta. 
Assi  que  ninguno  no  osaua  por  ay  andar  se- 
guro. E  aquel  dia  fue  la  donzella  e  la  virgen 
a  vn  castillo  del  rey  Ban  de  Benoin,  que  es- 
taña en  vna  peña  muy  alta  e  muy  maraui- 
llosa;   y  era  aquel  castillo  vno  de  los  mas 
fuertes  que  hombre  sabia  en  toda  aquella 
tierra,  e  dezian  que  el  rey  Ban  que  no  era 
en  el  castillo,  ante  era  en  otro  cerca  de  alli, 
donde  mantenía  la  guerra  contra  el  rey  Clan- 
des;  mas  la  reyna  su  muger,  que  llamauan 
Elena,  ora  alli,  y  esta  era  la  mas  fermosa  due- 
ña y  [do]  mejor  donayre  y  mejor  a  Dios  e  al 
mundo  que  honbre  sabia  en  la  Cran  Bretaña, 
e  mas  leal  a  su  marido;  e  no  auian  mas  de  vn 
hijo,  que  auia  vn  año  e  no  mas  de  su  edad;  y 
era  la  mas  fermosa  criatura  del  mundo.  E 
llamauanlo  los  de  la  casa,  por  amor.  Langa- 
rote, mas  el  auia  [por]  nonbre  de  baptismo 
Gralaz.  La  reyna  Elena,  tanto  que  conoscio 
a  la  donzella  de  Nontuberlanda,  pingóle  mu- 


310  ( 


146 


líbeos  de  caballerías 


cho  con  ella  y  recibióla  muy  bien,  (mas, 
vosotros  que  este  cuento  oydes,  no  creays 
que  este  Nontuberlanda  donde  tos  fablo  es 
la  que  esta  aqui  entre  el  reyno  de  Londres 
y  de  Gosra,  mas  esta  Nontuberlanda  esta  en- 
tre Bretaña  la  pequeña  e  la  otra  grande);  e 
mucho  plugo  a  la  reyna  Elena  con  la  donze- 
11a,  como  vos  ya  dixe.  Y  desinies  que  ouieron 
comido,  hizo  traer  su  hijo,  que  lo  viesse  la 
donzella.  E  quando  la  donzella  lo  vio,  dixo: 
«Cierto,  fermosa  criatura  es»,  e  dixo:  «Si  tu 
puedes  biuir  tanto  que  vengas  a  edad   de 
veynte  años,  tu  seras  el  que  no  auras  entre 
las  otras  hermosas» ;  e  a  esta  palabra  se  rio 
Merlin  e  los  otros  todos.  Y  Merlin  se  llego  a 
la  donzella,  e  dixole:  «El  biuira  mas  de  cin- 
cuenta años,  mas  en  algún  tienpo  no  sera 
tan  loado  de  hermosura  como  de  caualleria, 
tanto  que  lo  no  cuydades   ni  lo  podiades 
cuydar  que  ante  del  ni  después  fuesse  atan 
buen  cauallero  como  el  sera;»  y  ella  dixo: 
«Bendito  sea  Dios  que  me  dexo  ver  tan  bue- 
na criatura»;  y  besólo  mas  de  cient  vezes,  e 
las  que  lo  criauan  tomáronlo  y   leñáronlo 
para  su  cámara,  e  la  reyna  dixo  a  la  donze- 
lla: «Cierto,  mucho  nos  sera  menester  (j^ue  mi 
liijo  fuesse  mayor  de  lo  que  es,  que  siempre 
auemos  guerra  con  vn  nuestro  vezino  (|ue 
nos  faze  guerra  cada  que  puede» .  «Ay  due- 
ña, dixo  la  donzella,  ¿como  ha  nonbre?»  Y 
ella  dLxo:  <Claudes  de  la  Desierta,  el  mas 
desleal  honbre  que  en  el  mundo  aya,  e  Dios 
me  de  del  tal  venganza  quel  mi  coraron  sea 
vengado  e  alegre;  que  nunca  tanto  desame 
a  honbre».  <;Ay  dueña,  dixo  Merlin,  no  vos 
desmayedes,  que  vos  veredes,   en  la   hora 
ante  que  Lan5arote  muera,  que  Claudes  no 
aura  vn  palmo  de  heredad  en  esta  tierra,  e 
ante  se  partirá  dende  pobre,  ca  sera  vencido 
en  campo  fuera  para  otro  reyno» .  «Ay  Dios, 
dixo  la  reyna.  si  yo  aquel  dia  viesse,  no 
querría  mas  bien  en  el  mundo,  que  no  ay 
cosa  que  tanto  desame,  e  hago  derecho,  que 
ha  tornado  toda  esta  tierra  pobre» .    «Dueña , 
dixo  ^Merlin,  no  vos  desconortedes,  que  todo 
esto  assi  verna  como  vos  digo» .  «Dios  lo  haga 
assi,  dixo  ella,  qiie  assi  seria  yo  alegre».  Si 
dixo  Merlin  de  Claudes,  e  todo  assi  aniño 
después,  e  lo  vido  la  reyna  Elena.  Y  la  reyna 
nunca  pregunto  quien  era;  que  no  cuydaua 
que  jamas  viniesse  Merlin  [a]  aquel  castillo 
con  su  conpaña;   e  tanto  anduuieron,  que 
llegaron  a  vna  deuisa  pequeña,  mas  era  la 
mas  fermosa  cosa  e  la  mas  sabrosa  que  auia 
en  toda  Francia  y  en  la  Bretaña,  y  llama- 
uanla  deiiisa  del  ralle,  porque  en  medio  de- 
11a  estaña  vn  valle.   E  quando  llegaron  a 
la  deuisa,  dixo  Merlin:    «Vedes  aqui  el  lago 
de  la  dueña,  do  muchas  vezes  oystes  fablar». 


«Si.  dixo  ella,  e  mucho  me  plazeria  de  ver 
la  casa  de  la  dueña,  porque  amo  toda  su 
vida  el  sabor  del  monte  y  de  la  ca(,'a  como  yo 
agora».  «Vayamos,  dixo  el,  que  yo  vos  lle- 
nare»; y  estonces  se  fueron  por  el  valle, 
atante  que  llegaron  a  vn  valle  muy  alto  e 
bien  grande,  e  Merlin  le  dixo:  «Vedes  aqui 
el  lago  de  la  dueña;»  y  estonces  passaron 
adelante,  tanto  que  vieron  vn  padrón,  e  cabo 
el  padrón  auia  vn  monemento  de  marmol. 
«Donzella,  dixo  Merlin,  en  este  monumento 
yace  Fanos,  el  amigo  de  la  dueña,  la  qual  el 
amaua  de  tan  soberano  amor;  y  ella  fue  tan 
villana,  que  lo  hizo  morir  por  la  mayor  des- 
lealtad del  mundo,  e  tal  galardón  le  dio  del 
grande  amor  que  le  auia».  «¿Y"  es  verdad, 
dixo  la  donzella,  que  assi  mato  la  dueña  a  su 
amigo?»  «Verdad  es.  dixo  Merlin,  sin  falta». 
«Agora  me  lo  contad,  dixo  ella,  como  fue». 
«De  grado,  dixo  Merlin.  Bien  sabedes  que 
Diana  rejmo  en  tienpo  de  Vergilio,  vna 
pieoa  ante  que  Jesu  Christo  viniesse  a  la 
tierra  por  los  pecadores  saluar,  y  ella  amo 
sobre  todas  las  cosas  el  sabor  de  la  ca9a  del 
monte;  j  desque  anduuo  cacando  por  todas 
las  tierras  e  por  las  montañas  de  Francia  y 
Bretaña,  no  fallo  en  ningún  lugar  que  tanto 
le  pluguiesse  como  este ,  y  quando  aqui 
[llego],  e  fizo  sobre  este  lago  fazer  *sas,  e 
de  dia  yua  a  caoar,  e  de  noche  tornauan  aqui; 
en  tal  guisa  biuio  en  esto  vn  grand  tiempo, 
que  no  fazia  al  sino  caí,-ar  e  tomar  venados,  e 
assi  aniño  que  vn  hijo  de  vn  rey  tenia  esta 
tierra  en  poder,  e  aniñóle  que  la  amo  por  la 
gran  beldad  que  en  ella  vido,  e  porque  era 
tan  buena  e  tan  bina,  e  tan  ligera,  e  tan  su- 
fridera de  afán,  que  ningún  honbre  no  po- 
dría tanto  afán  sufrir  de  ca9a  como  ella;  y 
el  no  era  aun  cauallero,  mas  era  muy  fer- 
moso  e  despierto,  e  amánalo  tanto,  que  ella 
se  otorgo  a  su  amor,  e  por  tal  pleyto  que  se 
partiesse  de  su  padre,  e  que  otra  conpaña 
no  quisiesse  sino  la  suya.  Y  ella  ge  lo  pro- 
metió, e  finco  alli  con  ella» . 


Cap.  CCCXXIV. — A<jora  comienza  a  contar 
de  como  Merlin  acompaño  con  la  donx>eUa 
del  Lago,  e  de  lo  que  del  aprendido. 

N'erdad  es  que  ^lerlin  fue  fecho  del  dia- 
blo, e  bien  se  otorgan  y  todas  las  historias 
antiguas  que  el  fue  el  mas  sesudo  honbre  y 
el  que  mas  supo  en  el  mundo  de  las  cosas 
que  auian  de  venir,  saino  Dios,  e  ninguno 
no  sabe  hombre  que  tan  marauillosamente 
hablasse  de  las  cosas  pasadas  e  de  las  cosas 
que  auian  de  venir;  reyes  ni  principes  no 
fueron  en  su  tiempo^  ni  cosa  del  mundo,  que 


BALADRO  DEL  SABIO  MEIILIN 


147 


el  no  adeuinaua,  e  a  cada  vno  qual  fin  auria, 
mas  sin  falla  por  el  gran  ver  que  auia,  fablo 
tan  oscuramente,  que  le  no  podría  hombre 
entender  lo  que  dezia,  porque  dixo  el  en  el 
libro  del  sancto  Grial  que  las  sus  profecías 
no  serian  sabidas  fasta  que  fuessen  passa- 
dos;  ¿que  vos  diré?  ¡tanto  dexo  de  las  cosas 
que  auian  de  venir,  que  fue  llamado  porplieta 
de  los  yngleses!  E  aun  agora  assi  lo  llaman, 
ca  mucho  sapo  después,  e  de  otre,  e  de  su 
muerte,  e  dixo  el  que  muger  lo  matarla,  y  el 
guáreselo  de  muerte  a  muchos  hombres  bue- 
nos e  a  ssi  mismo  no  pudo  guarescer,  j  el 
assi  lo  dixo;  y  esto  auino  en  muchos  luga- 
res, e  acaescio  que  los  que  son  maestros  e 
sabios,  que  dan  consejo  a  otros  e  profetan 
al  mundo,  e  a  ssi  no  saben  dar  consejo  ni 
profetar  lo  que  les  aproueche  a  su  muerte; 
e  assi  acaescio  a  Merlin ,  que  consejaua  a 
todo  el  mundo ,  y  era  mas  sesudo,  e  a  ssi 
mesmo  no  pudo  consejar  ni  profetizar,  ca  el 
amo  por  su  pecado  a  la  donzella  del  lago,  que 
aquel  tiempo  era  vna  de  las  mas  fermosas 
del  mundo;  y  era  rica  dueña  e  auia  gran  tie- 
rra, y  era  natural  de  la  pequeña  Bretaña,  e 
de  baptismo  auia  nonbre  Nemina,  e  crio  mu- 
chos hombres  buenos  e  buenas  dueñas  a  que 
fizo  mucho  bien.    E   quando    ella   vio    que 
a  Merlin  amana  por  su  desonrra,  comencé 
aprender  del  todos  los  encantamentos  que 
sabia,  e  haziale  gran  infinta  que  lo  amana 
mucho  lo  qvie  ella  amauapoco;  ¿que  vos  diré? 
tanto  hizo,  que  aprendió  del  tanto  de  aque- 
lla sciencia,  que  sabia  mas  que  hombre  ni 
muger  que  fuesse  aquel  tiempo,  saluo  Mer- 
lin, que  sabia  mas,  e  sabia  profetizar  lo  que 
Merlin  no  sabia  mostrar  a  otre  y  el  la  amana 
de   todo   su   coracon.   T  ella   lo    desamaua 
quanto  podia,  que  nunca  m.uger  desamo  a 
otro  hombre  tanto,  e  bien  lo  mostró  en  la 
cima,  pero  con  todo  esto  tanto  le  mostraua 
ella  de  amor,   que  el  creya  que  lo  amana 
mucho,  e  assi  anduuieron  vn  gran  tiempo,  y 
ella  todavía  aprendiendo  del  hasta  que  alle- 
garon [a]  aquel  valle  donde  Bandemagus 
allego  después  a  las  chocas  que  ellos  hizie- 
ran   ('),   y   estando  ally  después,    dixo  la 
donzella  del  Lago    a  Merlin:    «¿Parescevos 
este  lugar  bien  estraño?»,    <^Si,  dixo  Mer- 
lin;  pero  no  es  tan  estraño  que  vos  yo  ay 
no  mostré  la  mas  rica  cámara  e  la  mas  her- 
mosa que  nunca  vistes».  «Ay   Dios,   dixo 
ella,  ¿quien  podria  hazer  en  tan  estraño  lu- 
gar tan  hermosa  cámara  como  vos  dezides?;> 
«Cierto,  dixo  Merlin,  yo  vos  diré  como  fue 
ay  fecha». 


(')  Véase  el  capítulo  CCLXI,   donde  quedó  inte- 
rrumpida la  narración  hanta  el  presente. 


Cap.  CCCXXV. —  Como  Merlin  contó  a  la 
donxella  del  Lago  en  <¡ue  nianera  fue  fecha 
la  cneua  en  que  era  la  cámara. 

Dyze  el  cuento,  que  dixo  Merlin  a  la  don- 
zella del  Lago: 

«En  esta  tierra  ouo  vn  rey  poderoso  que 
auia  vn  hijo  cauallero  grande  e  hermoso, 
que  era  de  edad  de  quinze  años  en  aquel 
tiempo,  e  auia  en  esta  tierra  vn  cauallero 
l)obre  que  auia  vna  hija  muy  hermosa,  e 
amauala  tanto  aquel  hijo  del  rey,  que  quiso 
casar  con  ella  e  tomóla  por  muger.  E  quando 
lo  supo  el  rey,  e  fue  muy  sañudo,  e  dixo  al 
hijo:   «Rapaz  malo,  loco,  ¿assi  quieres  des- 
onrrar  e  abaxar  nuestro  linaje?  Cierto,  si  te 
no  partes  desta  locura,  yo  te  haré  tal  escar- 
nio que  nunca  seas  de  ver  al  mundo,  ca  ella 
no  es  para  ser  tu  muger  qua,l  tu  deues  auer, 
e  no  ha  cosa  en  el  mundo  por  que  querría  que 
lo  fizíesses,   ca  a  mí   me   seria  muy  gran 
desonra  y  mengua;  e  porque  se  que  en  ello 
pensaste,  la  fare  matar» .  Y  el  hijo  fue  tan 
espantado,  que  no  supo  dar  consejo;  por  tan 
gran  saña  que  auia  con  su  padre,  pensó  mas 
de  guardar  la  donzella,  que  cuydo  por  esto 
que  la  perdería;  y  pensó  de  se  esconder  con 
ella,  e  tomo  quanto  auer  pudo,  que  pensó  que 
ahondaría  a  el  e  a  ella,  e  a  dos  escuderos, 
e  a  vna  donzella  de  quien  fiaua,  e  sus  cana- 
neros, e  sus  canes;  e  viniéronse  con  ella  para 
aquí,  porque  sabía  el  que  aquí  adelante  auia 
vna  gran  peña  que  dizen  Alpío,  y  en  aquesta 
peña  auia  vna  gran  ciieua  e  ninguno  no  en- 
traña ay  sino  por  ventura,  e  no  andana  ay 
al  sino  bestias  fieras.  E  dixo  en  su  coraron 
que  assi  se  escondería  con  su  donzella,  e  assi 
como  lo  pensó,  assi  lo  hizo,  y  después  tomo 
maestros  de  hazer  casas  lo  mas  escondida- 
mente  que  pudo,  e  hizo  fazer  vna  cámara  en 
aquella  cueua,  tan  rica  e  tan  fermosa  que  no 
ay  tal  en  el  rey  no  de  Londres,  e  fue  toda 
fecha  a  picos,  e  a  escoplos  de  fierro  en  la 
peña  bina;  y  después  fizóla  pintar  con  oro  e 
azul  e  otras  pinturas,  tan  apuestamente,  que 
era  muy  hermosa  cosa  de  ver  ('). 

Cap.  CCCXXVI.  —  Como  el  infante  e  su 
amiga  hiuieron  en  la  peña  e  los  vino  a 
buscar  el  rey  su  padre. 

«El  cuento  dize  que  después  (jue  aquel 
infante  ouo  fecho  su  cámara,  metió  ay  su 
donzella,  e  dixo  que  fíimas  no  partiría  de  allí 
mientra  su  padre  biuiesse,  y  que  ante  que- 


(')  Hay  un  cuento  en  Las  mil  y  uiui  noches,  el  del 
primer  Kalenda,  hijo  de  rey,  que  tiene  singular  ana- 
logia  con  éste  del  Baladro. 


US 


LIBROS  DE  caballerías 


ria  perder  quanto  auia,  que  aquella  donze- 
11a;  e  assi  biuieron  en  aquella  cueua  tres 
años,  que  no  salieron  de  aquella  montaña; 
assi,  por  la  gran  morada  que  alli  fizo,  saliendo 
a  las  vezes  a  monte  que  los  vieron  algtmos, 
dixeronlo  a  su  padre.  E  qnando  lo  supo  su 
padre,  llamo  tres  de  sus  caualleros,  de  quien 
fiaua  mucho,  e  fuelo  a  buscar  aquella  mon- 
taña, e  dixo  [a]  aquellos  tres  caualleros  que  se 
no  partiría  de  alli  fasta  que  lo  fallasse;  e  gran 
tiempo  lo  anduuieron  buscando  e  no  pudie- 
ron del  saber  nada,  y  desto  no  sabia  el  hijo 
parte,  e  andauan  vn  dia  a  caca  con  canes  e 
con  sus  escuderos,  e  por  ventura  dixo  el  rey 
[a]  aquellos  sus  escuderos  que  fiiessen  cada 
vno  por  su  parte,  que  mas  ayna  lo  podrían 
fallar  que  andando  assi  juntos.  E  dixo  que  a 
la  noche  todos  fuessen  a  vn  castillo  que  ha 
nonbre  Arrechadera,  porque  estaua  encima 
de  A'na  fuente  y  peña,  e  los  caualleros  ñzieron 
lo  que  el  rey  mando;  y  el  rey  se  fue  solo  por 
la  montaña  e  atrauessola.  y  el  assi  andando 
fallo  vn  sabueso  en  vn  valle,  que  andana  tras 
vn  cierno  que  leuantara  su  hijo;  y  el  can 
conoció  al  rey,  y  el  rey  nonbrole,  que  fuera 
suyo  y  que  lo  leñara  su  hijo,  porque  era  muy 
bueno,  y  el  rey  llamólo,  y  el  can,  que  lo 
conocía  de  crianza,  fue  a  el  haziendo  su  ale- 
gría, y  el  rey  entendió  por  el  can  que  vio 
que  su  hijo  no  era  muy  lueñe  de  alli,  y  que 
lo  podria  fallar  por  do  el  can  fuesse;  estonce 
lo  dexo  yr,  y  el  can,  porque  conocía  al  rey, 
tuno  que  era  libre  de  su  ca(;a,  e  dexola,  e 
fuesse  por  el  camino  derecho  para  la  posada 
del  infante  y  el  rey  em  pos  del. 

Cap.  CCCXXYII. —  Como  el  reij  mato  la  don- 
cella amiíja  de  su  hijo  y  se  fue. 

«(^Kiando  el  rey  llego,  el  infante  no  era 
alli,  antes  andana  a  caga  como  antes  os  dixe, 
e  quando  el  vio  la  morada  de  la  cueua,  e  la 
vio  tan  hermosa  e  tan  rica,  luego  entendió 
que  su  fijo  moraua  ay  con  su  amiga,  y  de- 
cendio,  e  ato  su  cauallo  a  vn  árbol,  e  paróse 
a  la  puerta  con  la  espada  ante  si,  ca  otras 
armas  no  traya,  e  vio  vna  donzella  que  salia 
fuera  por  el  ruydo  del  cauallo,  ca  bien  cuydo 
que  era  el  infante;  tornóse  a  su  cámara ,  e 
salió  luego  fuera.  E  quando  vido  el  rey  a  la 
donzella,  que  la  viera  muchas  vezes,  y  ella 
conoció  a  el  bien;  mas  quando  vio  que  no  era 
el  infante^  tornóse  a  la  cámara  mucho  espan- 
tada, y  el  rey  entro  tras  ella  muy  enojado 
con  pesar,  porque  cuydaua  que  por  ella  auia 
perdido  a  su  hijo;  y  el  entro  dentro  e  no 
fallo  sino  aquella  donzella  amiga  de  su  hijo 
e  la  otra  donzella  que  estaua  con  ella.  Y  el 
rey  pregunto  quien  estaua  dentro,  y  ellas 


fueron  tan  espantadas,  e  dixeron:  «Señor,  no 
ay  acá  otre  sino  nosotras;»  y  el  rey  dixo: 
«¿Do  es  el  fijo  del  rey  que  aqui  mora?»  Y 
ellas  dixeron:  «De  mañana  salió  a  caQa;»  y 
estonce  se  torno  el  rey  contra  aquella  donze- 
lla, e  dixole:  «]\Iucho  mal  e  mucho  pesar  me 
auedes  fecho;  de  mi  fijo  me  tirastes,  mas  yo 
vos  daré  ende  el  galardón  qual  merecedes» . 
Estonce  metió  mano  a  la  espada ,  e  diole  vn 
tal  golpe  a  la  dueña,  que  le  corto  la  cabera, 
ca  bien  pensó  que  si  ella  fuesse  muerta,  que 
por  ay  cobrarla  a  su  hijo. 

Cav.  CCCXXYIII.  -  (.b>«o  sus  honbres  di- 
xeron al  rey  que  fíxiera  mal  en  matar  la 
doncella. 

«El  rey,  desque  mato  a  la  donzella,  por  que 
entendiesse  su  fijo  que  la  matara  el,  dexo  su 
espada  con  que  la  mato ,  e  tomo  otra  que  el 
diera  a  su  fijo;  y  después  salió  de  la  cámara, 
e  caualgo,  e  anduuo  tanto  que  llego  a  su  cas- 
tillo, e  ayuntóse  con  sus  caualleros  a  la  no- 
che; y  después  que  ay  fueron  todos,  contoles 
como  le  acaesciera,  e  dixoles:  «Tornemos 
alia,  e  consolaremos  a  mi  fijo».  E  a  esto  se 
acordaron  todos,  pero  dixeronle  que  fiziera 
mal  en  matar  la  donzella,  y  que  no  fuera 
fecho  de  rey,  mas  de  cauallero  brauo  y  des- 
leal, e  fue  assaz  profanado  de  lo  que  fiziera. 

Cap.  CCCXXrX. —  De  como  el  infante  fallo 
muerta  a  su  amiga,  y  del  duelo  que  fixo 
sob  relia. 

«Dize  la  historia,  que,  después  desto,  a 
hora  de  vísperas,  que  llego  el  infante  de  caga 
a  su  posada ,  e  tanto  que  el  cauallo  vio  la  po- 
sada, comengo  a  relinchar;  e  luego  lo  solía 
salir  a  recebir  su  amiga,  e  quando  el  llego, 
e  la  no  vio,  marauillose.  E  sabed  que  quan- 
do el  rey  la  mato  e  se  fue,  que  se  fueron  to- 
das las  otras  donzellas  cada  vna  por  su  parte 
como  locas  e  con  gran  espanto.  E  quando  el 
infante  llego  e  hallo  a  su  amiga  muerta,  que 
amana  mas  que  a  si,  dio  vna  boz  e  cayo  en 
tierra,  y  estuuo  vna  gran  piega  amortecido, 
e  quando  sus  escuderos  entraron,  vieron  es- 
tar a  su  señor  amortecido,  fizieron  muy  gran 
duelo,  e  dieron  muy  grandes  bozes.  Y  el  in- 
fante acordó,  e  dixo:  «¡Ay  Dios!  ¿quien  me 
fizo  tan  gran  perdida  que  me  assi  mato?  Ami- 
gos, ¿vedes  quien  me  fizo  esto?» ;  e  los  escude- 
ros dixeron  llorando :  «No  sabemos  ende  cosa 
quien  fue  tan  malo  que  mato  esta  dueña,  que 
tal  atreuimiento  fizo».  «E  vino  aqui  por  me 
fazer  perder  mi  coragon,  y  el  cuerpo,  y  el 
anima,  e  quanto  auia.y 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


149 


Cap.  CCCXXX, — Como  el  infante  se  mato 
por  su  amiga,  e  fueron  ambos  enterrados 
en  la  cámara. 

«Después  quel  infante  esto  vuo  dicho, 
tomo  la  espada  con  que  su  padre  matara  la 
dueña,  e  dixo  contra  los  escuderos:  «Ami- 
gos, TOS  me  seruistes  bien  e  lealmente  tien- 
po  ha,  e  mi  padre  pensó  que  matando  esta 
dueña  me  cobraría,  e  por  la  su  muerte  me 
perdió;  conuiene  que  con  esta  espada  que 
ella  por  mi  murió,  que  con  esta  misma 
muera  yo  por  ella ,  e  dezid  a  mi  padre 
quando  viniere,  que  le  pido  por  merced  que 
faga  fazer  tu  monumento  alli  en  aquella 
cámara  do  esta  dueña  e  yo  ouimos  muchas 
vezes  plazer,  que  nos  haga  enterrar  en  vno. 
E  que  faga  a  tos  bien  y  merced  por  quanto 
seruicio  me  fezistes,  y  esto  ge  lo  pido  en  ga- 
lardón e  de  quanto  bien  me  auia  de  fazer» .  E 
después  que  esto  y  otras  cosas  muchas  dixo, 
tomo  la  espada  por  la  cruz,  e  firiose  con  ella 
por  los  pechos,  que  pareció  la  punta  a  las 
espaldas.  E  después  que  todo  esto  fizo,  dio 
vna  gran  boz,  y  comenoo  a  dar  en  tierra  con 
los  pies  y  con  las  manos,  con  cuyta  de  muer- 
te, y  a  poca  de  hora  salióle  el  anima  del 
cuerpo.  E  quando  los  escuderos  esto  Tieron, 
ouieron  mayor  pesar  que  ante  auian  e  fizie- 
ron  toda  la  noche  gran  duelo.  E  otro  dia  de 
mañana,  el  sol  salido,  llego  el  rey  por  con- 
fortar su  hijo  y  leñarlo  de  alli.  E  quando  lo 
fallo  muerto  y  le  diseron  los  escuderos 
como  se  matara,  dixo:  «Yo  mate  y  confundi 
a  mi  y  a  mi  hijo.  Agora  soy  mezquino  y 
catino».  E  assi  fizo  su  duelo  muy  grande,  y 
sus  escuderos  contaron  al  rey  todas  las 
cosas  que  el  infante  dixera  ante  que  mu- 
riesse,  e  como  les  dixo  que  rogassen  a  su  pa- 
dre que  lo  soterrasse  alli  con  su  amiga,  y  que 
hiziesse  merced  [a]  aquellos  escuderos  por 
quanto  seruizio  le  fizieran,  y  rogaron  al  rey 
que  lo  fiziesse;  y  el  rey  dixo  que  cumplirla 
todo  quanto  su  fijo  dixera,  y  assi  lo  fizo,  y 
soterrólo  en  la  cámara  en  Tn  monumento  de 
marmol  bermejo  muy  ricamente  obrado  de 
oro  e  con  plata  y  con  piedras  preciosas,  qual 
agora  podremos  Ter  si  alia  quisiéremos  yr; 
y  quando  el  rey  esto  ouo  fecho,  fuesse  den- 
de,  e  nunca  jamas  ay  torno».  «Por  Dios, 
dixo  la  donzella  del  lago,  essa  cámara  quiero 
yr  a  ver,  que  dezides  que  es  bien  fecha  y  en 
tan  estraño  lugar» .  Y  esto  era  ya  tarde  a  la 
noche,  e  Merlin  fizo  encender  muchas  cande- 
las, y  fueronse  con  ella  a  la  cueua,  caualle- 
ros,  donzellas  que  yuan  con  ellos;  y  dexaron 
la  otra  compañía  en  la  posada  do  tenían  sus 
bestias.  E  quando  llegaron  a  la  puerta,  e 
fallaron  la  puerta  de  fierro,  que  parecía  que 


auia  muchos  años  que  no  era  abierta,  e 
abriéronla,  y  entraron  dentro,  e  fallaron 
aquel  lugar  tan  rico  e  tan  fermoso  que  lo 
no  podría  honbre  contar  después,  fueron  a 
la  cámara  y  fallaron  otra  puerta  de  fierro  e 
abriéronla,  y  entraron  dentro,  e  fallaron  aUi 
aquel  monumento  cubierto  de  tu  xamete 
bermejo,  e  contra  los  pies  estauan  letras  que 
dezian:  Agrí  vazex  los  dos  amadores. 

Cap.  CCCXXXI.—  Como  la  donxella  del  Lago 
dixo  a  Merlin  que  queria  folgar  en  la  cá- 
mara de  los  dos  amadores  aquella  noche. 

La  donzella  del  Lago  miro  la  cámara  toda, 
e  los  cuerpos  de  los  amadores  que  yazían 
dentro  muertos:  dixo  en  su  coracon  que, 
pues  aquella  noche  era  tan  apartada  y  en 
tan  estraño  lugar,  que  pensaua  que  nunca 
honbre  ay  TÍniera,  que  era  bien  que  que- 
dasse  allí  Merlin  para  síenpre.  «Cierto,  dixo 
[a]  Merlin,  muy  sabrosa  TÍda  [la  de]  los  dos 
amadores  que  se  bien  querían,  e  marauillo- 
samente  se  amaron  estos,  que  dexaron  el 
mundo  por  auer  plazer  de  sus  amores».  Y 
Merlin  dixo:  «Señora,  como  estos  dexaron  el 
mundo  todo  por  sus  amores,  assi  lo  dexaría 
yo  por  Tuestro  amor:  ca  bien  sabedes  como 
agora  yo  soy  señor  de  la  Clran  Bretaña  e  de 
la  pequeña,'  e  señor  del  rey  Artur  y  de  su 
hazíenda.  Quanta  honra  me  fazian  las  gen- 
tes e  creyanse  por  lo  que  yo  dezia,  e  guia- 
uanse  por  mi  todos  e  por  mi  consejo:  e  todo 
lo  dexo  por  Tuestro  amor».  E  la  donzella 
dixo:  «Merlin,  esto  se  yo  bien,  e  assi  fare  yo 
por  tos:  e  cierto  de  aquella  sabrosa  TÍda  que 
fizieron  aquellos  dos  amadores  me  toma  tan 
grande  embidía,  que  quiero  que  yagamos 
aquí  esta  noche,  y  pensemos  de  tos,  e  aya- 
mos  plazer».  E  Merlin  dixo:  «Señora,  aga- 
mos  como  tos  quisierdes».  Y  estonce  mando 
ella  Teñir  sus  hombres,  e  díxoles  que  le 
truxessen  alli  su  cama  e  bien  de  cenar.  E 
Merlin  mando  traer  la  suya;  e  luego  a  poca 
de  hora,  torno  Merlin  triste  a  fazer  muy  mal 
continente,  e  la  donzella  le  dixo  que  auia,  y 
el  dixo:  «Cierto,  señora,  todo  el  cuerpo  me 
duele,  e  todos  los  mienbros:  e  falleceme  la 
fuerza  y  el  coragon,  e  tómame  tanto  espanto 
que  no  se  que  pueda  ser  de  mi»;  e  la  donzella 
le  dixo:  «Xo  ayades  miedo,  y  esforcadTOS» . 

Cap.  CCCXXXIT.-Co?»o  Merlin  fue  bino  me- 
tido en  el  monumenfo  de  los  dos  amadores. 

Pues  dize  el  cuento,  que  después  que  esto 
dixo  Merlin  e  ouieron  cenado,  que  Merlin 
se  fue  a  acostar,  e  durmióse  luego  como 
aquel  que  auia  sueño  de  muerte.  E  quando 


150 


LIBROS  DE  caballerías 


la  donzella  lo  vio  dormiendo,  fizo  sobre  el  su 
encantamento  que  Xerlin  le  mostrara,  j  en- 
cantólo tan  fuerte,  que  no  sentía  cosa  que  le 
fiziessen.  Y  después  llamo  de  aquellos  de  su 
conpaña  de  que  mas  se  fiaua,  e  dixoles:  «To- 
mad agora  a  Merlin,  e  desnudaldo,  e  traeldo 
por  esta  casa  por  los  cabellos  e  por  los  bra- 
cos, Y  veredes  si  acordara:»  y  ellos  assi  lo 
fizieron,  mas  por  mal  que  le  fiziessen  nunca 
pudo  recordar.  T  después  que  esto  ouo  fecho, 
dixo  [a]  aquellos  que  lo  arrastrauan:  «Amigos, 
¿que  os  parece  de  mi  y  de  mi  saber?  ¿parece- 
vos  si  ha  sido  buen  encantamento  este  que 
solia  a  todos  los  otros  encantar?  «Cierto,  si» . 
dixeron  ellos.  «Amigos,  dixo  ella,  este  hom- 
bre que  aqui  uedes,  sabed  que  es  fijo  del  dia- 
blo, e  sus  obras  fazia.  E  andana  en  pos  de 
mi  por  me  fazer  escarnio  y  desonra  si  pudies- 
se,  ca  el  pensaua  auer  de  mi  la  mi  virginidad, 
la  qual  3^0  he  ofrecido  a  Dios  y  otre  nunca 
la  aura  sino  el  que  todas  las  cosas  fizo  e 
a  mi,  e  bien  escapara  el  hijo  del  diablo  en 
me  desonrrar  si  pudiera,  sino  por  Dios,  que 
me  quiso  del  defender,  que  sabia  el  la  mi  in- 
tención e  la  suya;  pues  el  assi  me  quería  es- 
carnir, mejor  es  que  escarnezca  yo  a  el,  e 
acortare  su  vida  por  lo  que  el  pensaua  de  mi 
hazer» .  Y  estonce  lo  mando  tomar  a  los  sus 
hombres  assi  como  ante  estaua;  y  después 
fizo,  encima  del  monumento  que  estaua  abier- 
to, metello,  e  fizo  su  encantamento  con  letras 
e  con  carateres  qual  le  mostrara,  que  jamas 
no  vernia  tan  arreziado  hombre  que  pudiesse 
abrir  ni  leuantarel  cobertor  del  monumento, 
ni  tirarlo  de  sobre  el,  fasta  q\ie  llegue  Tris- 
tan  el  buen  cauallero  e  muy  fermoso,  que  la 
leñante.  Este  encantamento  fizo  ella  en  esta 
guisa:  que  pues  j^azia  sobre  los  dos  amado- 
res^ que  se  mouiesse  aquella  virtud  sobre 
Merlin  que  amara  de  todo  su  coracon,  que  no 
ouiesse  ni  pudiesse  ser  aquella  cobertura  le- 
uantada ,  fasta  que  ay  viniesse  aquel  que 
hauía  de  amar  mas  lealmente  que  todos  los 
que  amaron;  e  quando  el  cauallero  de  los 
dos  amadores  viniesse  e  viesse  aquel  monu- 
mento, e  las  letras  que  en  el  estañan,  y  el 
nombre  de  Merlin,  desfazer  ha  el  encanta- 
mento, e  aura  de  abrir  la  canpana  por  ver 
los  güesos  de  los  dos  amadores,  e  assi  como 
ella  fizo  el  encantamento  como  Merlin  le  mos- 
trara, assi  vino  e  duro  después  gran  tiempo 
fasta  que  Trístan  vino,  como  adelante  oy redes. 

Cap.  CCCXXXIII. — Conw  Bandemagus  fue 
ala  cámara  donde  estaua  Merlin  metido 
en  el  monumento. 

En  tal  guisa  como  yo  vos  cuento,  fue  Mer- 
lin metido  en  aquel  monumento,  pero  que 


el  fue  muy  sabio  e  gran  profeta  de  las  cosas 
que  auian  de  venir.  Dios,  que  es  sabidor  e 
poderoso  en  todas  las  cosas,  no  quiso  que  Mer- 
lin esto  supiesse,  ni  que  se  supiesse  guardar 
ende.  E  assi  fue  soterrado  bino,  y  engañado 
l)or  muger  virgen,  assi  como  el  profetizo  e 
mostró  por  los  encantamentos  mismos  que  el 
mostró  a  la  donzella.  Y  en  la  mañana  caualgo 
con  su  gente,  e  fuesse  para  do  quiso,  e  al  ter- 
cero dia,  como  ya  vos  dixe,  llego  ay  Bande- 
magus, e  quando  hallo  las  chocas  e  las  rama- 
das, dixo  a  la  donzella  que  traya  consigo: 
«Donzella,  holguemos  aqui  en  estas  chocas  ya 
oy,  si  fallaremos  a  quien  conozcamos,  e  si 
pudiéremos  saber  quien  las  fizo  en  tan  estra- 
ño  lugar».  Y  estonce  se  fueron  alia,  e  no  ha- 
llaron honbre  ni  miiger;  e  aniñóles  tan  bien, 
que  hallaron  en  vna  de  las  chocas  quanto 
ouieron  menester  para  si  e  para  sus  bestias, 
que  la  compaña  de  la  donzella  del  Lago  ay 
dexaran,  porque  no  lo  podian  cargar  a  su 
plazer.  Y  ellos  fueron  alegres  desta  auentura, 
ca  lo  auian  mucho  menester;  e  apeáronse,  e 
dixeron  que  pues  les  auiniera  tan  buena 
auentura,  que  querían  holgar  alli  aquella 
noche;  e  assi  lo  fizieron;  otro  di^  de  mañana 
Bandemagus  se  leuanto,  e  armóse  de  la  loriga 
e  de  las  brafoneras,  e  la  donzella  dormia,  ca 
era  muy  cansada  de  las  jornadas  que  hizie- 
ran.  Y  Bandemagus  salió  de  las  chogas,  e 
miro  de  vna  parte  e  de  otra  si  veria  caualle- 
ros  andantes,  que  después  que  se  leuantauan 
e  se  armauan,  e  yuan  a  oyr  missa  ante  que 
entrasen  en  el  camino,  si  fuesse  en  lugar  que 
pudiessen  fallar  clérigo  de  missa,  e  demás 
que  los  de  la  Tabla  Redonda  lo  auian  de  fazer 
cíe  todo  en  todo  por  mandado  de  la  corte  e 
por  juramento,  e  los  otros  cavialleros  lo  ha- 
zian  de  costunbre. 

Cap.  CCCXXXIV.  —  Como  Bandemagus  fue 
espantado  quando  oyó  la  hoz  que  salía  del 
moiunnento. 

Dize  el  cuento  que  estando  assi  Bande- 
magus, parando  mientes  si  veria  alguna 
yglesia  do  yria  a  oyr  missa,  que  vio  vna 
carrera  por  do  la  donzella  del  Lago  e  su  con- 
paña fueron  a  la  cueua  do  Merlin  quedo  so- 
terrado e  bino,  y  entro  en  aquella  carrera,  e 
fue  por  el  rastro  fasta  que  entro  en  la  cueua 
e  fallo  la  puerta  de  fierro  que  vos  dixe,  y 
estonce  entro  e  miro  a  todas  partes,  e  dixo: 
«¡Santa  Maria!  ¡Que  buena  casa  e  que  her- 
mosa es!!»  Y  el  esto  diziendo,  oyó  vna  boz 
tan  espantosa  e  tan  fea,  como  de  honbre  que 
yaze  so  tierra,  e  miro  a  derredor  de  si,  e  no 
vio  cosa,  e  marauillose  mucho,  fue  tan  es- 
pantado e  dixo:  «Ni  por  miedo  no  dexare  de 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


151 


yer  do  viene  esta  boz» ;  e  asmo  que  en  aque- 
lla cueua  era  donde  la  boz  salia ,  e  fue  a  otra 
puerta  de  fierro,  e  su  espada  en  la  mano,  e 
abrióla,  e  quando  entro  dentro  e  vido  aque- 
lla cosa  atan  buena,  e  dixo  en  su  coracon 
que  era  paraj-so  aquella  cámara,  pero  vuo 
miedo  de  ser  encantado,  porque  vio  tan  fer- 
mosa  cosa  en  tan  estraño  lugar.  E  quando 
vio  el  monumento  marauillose  mas,  que  nun- 
ca otro  tan  fermoso  viera  e  tan  rico;  en  la 
cámara  auia  vna  gran  lumbre,  e  tenia  tres 
finiestras  de  suso  muy  buenas,  e  desque  vido 
el  monumento  fue  contra  los  pies  del  e  vio 
en  la  canpana  vnas  letras  que  dezian:  «Aquí 
TAZEN  LOS  DOS  AMADORES» .  Y  el  peusando  en 
esto  quien  podrían  ser  los  dos  amadores,  oyo 
vna  boz  que  dezia:  «¡Ay  catino!  ¿Por  que 
nazi?»  E  desta  boz  fue  el  espantado,  que  no 
sabia  que  fiziesse  ni  que  dezir,  ca  bien  vio 
que  aquella  boz  salia  del  monumento,  e 
quísose  yr,  pero  dixo  el:  «Gran  verguenoa 
me  seria  estar  en  tal  lugar  do  tal  cosa  oyesse 
e  viesse,  si  no  supiesse  donde  sale  esta  boz 
e  que  cosa  es» .  Estando  assi  pensando  de  lo 
que  veya,  y  estando  espantado,  oyo  otra  boz 
dentro  en  el  monumento,  que  dezia  passo: 

Cap.  CCCXXSY.  -  Como  Merlin  fahlo  a 
Bandemagus,  e  le  dixo  que  no  oiiiesse 
miedo. 

«Bandemagus,  no  ayas  miedo  de  mi,  ca 
no  te  verna  ende  mal.»  E  quando  este  oyo 
esso.  esforcose  mas  e  hablo  atreuidamente, 
e  dixo:  «¿Quien  eres  tu  que  me  conoces  e 
sabes  mi  nonbre  e  tal  duelo  fazes?  ¿Eres 
muerto  o  biuo?  Cierto  mucho  me  marauillo 
de  ti,  e  por  Dios  dime  tu  nonbre  e  fazme 
cierto  de  tu  fazienda  que  cosa  eres» .  Des- 
pués salió  del  monimento  vna  gran  boz  muy 
dolorida  e  mucho  espantosa  de  oyr,  e  fablo 
muy  caramente,  e  dixo:  «¡Ay  Bandemagus! 
Sabed  que  yo  soy  el  mas  desuenturado  hom- 
bre del  mundo,  e  verdaderamente  assi  es, 
quando  yo  por  mi  seso  hize  que  muriesse  tan 
crudamente;  ca  yo  me  mate  e  me  confundí, 
que  fize  y  enseñe  a  la  mas  mortal  enemiga 
que  yo  auia  en  el  mundo  por  que  me  pudiesse 
ella  matar;  pues  ¿pareceos  si  fue  esta  gran 
mala  ventura?  Cierto  si,  quando  yo  enseñe 
maña  de  mi  muerte  e  yo  me  mate» .  E  des- 
pués que  esto  dixo,  dio  otro  balido  doloroso; 
y  estonce  se  aseguro  mas  Bandemagus,  e 
dixo  assi:  «Pues  eres  hombre,  ¿como  fuyste 
encerrado  en  este  monumento?»  Y  el  dixo: 
«Yna  donzella,  fiando  yo  en  ella,  en  que 
nunca  falleció  deslealtad,  a  quien  yo  fize 
mucho  bien  e  mucha  ayuda,  la  que  yo  mas 
amaua  que  a  otra  cosa,  me  encerró  assi;  ca 


por  su  seto  ni  por  su  saber  no  lo  pudiera 
ella  saber;  mas  yo  la  enseñe  por  que  ella  me 
truxo  a  muerte» .  E  Bandemagus  dixo:  «Ago- 
ra me  dezid  como  auedes  nombre,  ¿quien 
soys?»  «Ay  Bandemagus,  dixo  la  boz;  tu  me 
viste  ya  muchas  vezes  en  gran  honrra  e  muy 
preciado,  ca  el  mundo  me  tenia  en  parte  por 
señor,  e  creyan  todo  lo  que  yo  dezia  assi  como 
si  Dios  lo  dixesse,  mas  a  ti  no  me  quiero 
encobrir,  que  yo  soy  Merlin,  el  que  tu  mu- 
chas vezes  viste  en  casa  del  rey  Artur,  e 
todos  los  que  me  veyan  me  tenian  por  el  mas 
sesudo  honbre  del  mundo;  mas  cierto  yo  fuy 
ende  el  mas  loco  y  el  mas  alongado  honbre 
de  seso  que  en  el  mundo  nació,  ca  yo  enseñe 
e  mostré  a  mi  enemiga  como  me  pudiesse 
matar,  e  por  esto  fuy  yo  el  mas  loco  honbre 
del  mundo,  que  yo  mismo  me  mate  por  el 
mal  recaudo  mió,  e  yo  mostraua  a  los  otros 
como  se  guardassen  y  el  mi  mal  no  supe 
entender  ni  guardarme  del.  ni  quiso  Dios 
que  lo  supiesse;  e  cierto,  bien  podreys  dezir 
al  rey  Artur  que  en  la  mi  muerte  perdió  vno 
de  los  mejores  amigos  que  el  auia  en  el 
mundo;  e  cierto  el  rey  no  de  Londres  me 
fallara  mucho  menos  quando  le  seré  gran 
menester,  ca  si  yo  aquel  tienpo  llegasse,  no 
seria  destruydo  el  reyno  de  Londres  como  lo 
ha  de  ser.» 

Cap.  CCCXXXYL— Como  Bandemagus  fa- 
blo con  Merlin,  que  estaua  encerrado  en  el 
momnnento,  e  de  las  muchas  razones  que 
fahlnron . 

Quando  Bandemagus  esto  oyo,  fue  muy 
mucho  espantado,  e  dixo:  «¿Como?  ¿vos  soys 
aquel  sesudo  Merlin  que  teníamos  por  profe- 
ta?» «Yo  soy,  dixo,  Merlin,  que  teniades  por 
el  mas  sesvulo  que  otro  honbre,  mas  yo  no 
tenia  tanto  seso  como  vos  pensauades,  ca  yo 
diré  por  que  e  ya  vos  lo  dixe:  Yo  mismo  me 
truxe  e  me  mate» .  Bandemagus  dixo  a  Mer- 
lin: «Agora  no  vos  desconortedes,  que  yo 
abriré  el  monumento  e  vos  sacare  dende,  si 
vos  al  no  tiene,  ca  si  vos  assi  morides,  seria 
gran  daño;»  e  Merlin  dixo:  «En  vano  vos 
trabajays  ende  en  este  monumento,  ca  es 
cerrado"^  por  encantamento  tan  fuerte,  e  por 
fuerga  de  palabras  que  son  de  tal  natura, 
que  no  ha  hombre  en  el  mundo  que  lo  pu- 
diesse abrir.  E  por  esto  me  conuiene  de  mo- 
rir aqui,  ca  en  el  mundo  no  ha  honbre  mor- 
tal que  me  pudiesse  dar  vida,  y  esta  campa- 
na no  se  mouera,  ansi  es  encantada,  por  ca- 
uallero  que  ay  venga,  hasta  que  Tristan  el 
buen  cauallero  venga  aqui,  que  me  ha  de 
sacar  de  aqui».  E  Bandemagus  le  dixo: 
«Agora  me  dezid,  si  vos  pluguiere,  quien  es 


152 


LIBROS  DE  caballerías 


aquel  Tristan,  e  y  rio  he  yo  a  buscar  por  vos 
librar  desta  muerte,  si  el  es  cerca  de  aqui» . 
E  Merlin  dixo:  «Por  agora  no  puede  ser, 
que  el  es  tan  niño,  que  aun  no  ha  tres  años 
conplidos,  e  juga  con  la  teta;  e  desque  sea 
de  edad,  aquel  verna  aqui  por.  ver  los  mis 
huessos  e  por  ver  esta  mi  sepoltura,  e  por 
llorar  mi  muerte:  aquel  abrirá  este  monu- 
mento, e  fasta  aquel  tiempo  que  este  verna, 
no  sera  abierto.  E  aquel  sera  tan  buen  caua- 
llero.  que  la  su  buen  caualleria,  e  sus  bue- 
nos fechos,  e  la  su  fermosura,  e  la  su  corte- 
sia,  alegrara  todo  el  mundo.  Y  esto  sin  falta; 
mas  no  lo  veré  yo,  e  pésame  mucho,  e  por 
bien  auenturado  me  ternia  que  folgassen 
mis  ojos  en  ver  tan  buen  cauallero  que  el 
sera,  e  todo  honbre  deuia  desear  de  lo  ver». 
«Ay  Merlin,  dixo  Bandemagus,  pues  me  de- 
zides  que  tan  buen  cauallero  sera  aquel 
Tristan,  e  por  su  bondad  e  por  su  caualleria 
sera  todo  el  mundo  en  alegría  y  en  plazer, 
por  Dios,  dezidme  tanto,  si  os  jilaze,  que  lo 
puedo  yo  conocer  quando  fuere  cauallero». 
E  Merlin  dixo:  cAssi  como  se  conosce  el  lu- 
/ero  entre  las  estrellas,  que  es  mucho  mayor 
e  de  mayor  lumbre  que  ellas,  y  es  mas  clara 
que  las  otras  lumbres  que  son  de  noche,  assi 
parescera  Tristan  sobre  todos  los  otros  caua- 
lleros.  Mas  tanto  sabed  verdaderamente  que 
el  aura  dos  caualleros  en  caualleria,  y  el  vno 
sera  poco  mayor  que  el  e  sera  su  par;  y  el 
otro  sera  mejor  que  el.  Pero  Tristan,  en  el 
mundo  de  los  caualleros  estraños  en  bondad 
y  en  toda  caualleria,  no  sera  tal  como  el. 
saino  estos  dos,  mas  todos  los  passara  Tris- 
tan  en  bondades».  Bandemagus  dixo  a  Mer- 
lin: «Pues  vos  dezis  que  estos  tres  serán  tan 
buenos  caualleros  que  passaran  toda  bondad 
e  caualleria  a  todos  los  otros,  e  puesdixistes 
el  nonbre  del  vno,  dezidme  el  nombre  de  los 
dos».  «No  fare»,  dixo  Merlin.  E  después 
que  esto  dixo,  dio  vn  baladro  de  gran  dolor  e 
gran  cuyta;  e  Bandemagus  vuo  del  gran 
duelo,  e  si  lo  pudiera  acorrer,  de  grado  lo 
ñziera.  E  Merlin  íazia  su  duelo  muy  grande 
dentro.  E  Bandemagus  le  pregunto:  «Ay 
Merlin,  buen  cauallero  amigo,  tanto  me  de- 
zid,  si  os  plaze:  La  Tabla  Redonda,  que  se 
fize  por  vuestro  consejo,  ¿que  sera  della?» 
Merlin  dixo:  «Ella  entro  en  muy  gran  hon- 
ra y  en  gran  alegria  y  en  tal  alteza,  e  sera 
de  tan  gran  poder,  que  auran  las  gentes  que 
fablar  para  sienpre;  e  todos  los  buenos  caua- 
lleros del  mundo  que  se  preciaren  la  ver- 
nan  a  ver,  y  el  que  ende  fuere  conpañero, 
se  terna  por  bien  andante.  Y  quando  fuere 
en  la  mayor  honra  y  en  el  mayor  poder,  es- 
tonce comentara  su  verguenf;a,  e  verna  su 
abaxamiento,  e  comentarse  han  todos  los 


hombres  buenos  a  perder;  y  en  aquel  tiempo 
se  llamara  el  rey  Artur,  rey  catino  luengo 
tiempo,  e  deseara  su  muerte;  y  en  aqxiel 
tienpo  fallecerá  toda  la  flor  de  la  caualleria 
de  todo  el  mundo.  E  los  rey  nos  de  Londres, 
que  tu  presto  veras  conplidos  de  toda  buena 
ventura  sobre  todos  los  reynos  del  mundo, 
tornaran  estonce  a  gran  dolor  e  cuyta,  e  a 
gran  tristeza;  e  las  madres  lloraran  los  fijos, 
que  morirán  con  gran  dolor,  e  toda  tristeza 
verna  estonce.  Mas  sabe  que  aquel  tienpo  no 
vera^  tu;  ca  aquel  que  no  ha  miedo  ni  ver- 
güenza a  ninguno,  enbiara  por  ti».  «Ay 
^[erlin,  dixo  Bandemagus,  e  del  rey  Artur 
¿que  dezis?,  ¿podra  re3niar  luengo  tienpo?» 
«Si,  dixo  ]\[erlin,  e  sera  muy  menester  al 
mundo  de  reynar  mucho,  ca  todo  este  mun- 
do valdrá  poco  sin  el,  ca  el  en  su  vida  vsai\a 
luego  de  alegria  e  de  buena  ventura,  e  mu- 
chas buenas  cosas  y  estrañas  que  le  acaesoe- 
ran;  mas  encima  nascera  fuente  de  lagri- 
mas; su  termino  sera  en  el  doloroso  dia  en 
que  los  que  quedaran  de  la  Tabla  Redonda 
aui'an  fin:  e  aquel  dia  sera  bueno  de  sangre, 
e  de  tristeza,  e  de  mortal  j)esar.  Aquel  dia 
entrara  saña  e  dolor,  e  rej^'nara  ventura 
mala  por  sienpre.  Y  aquel  dia  verna  la  ven- 
tura sañuda,  e  aquel  dia  serán  los  ojos  ata- 
dos con  paños,  que  no  verán.  E  aquel  dia 
sera  la  ventura  madrastra  al  mundo.  E  tcdos 
en  aquel  tienpo  serán  baptizados  en  sangre 
de  honbres;  alli  se  mataran  hermanos  vnos  a 
otros,  y  parientes  a  parientes,  y  el  padre  al 
hijo  y  el  hijo  al  padre.  E  no  se  temerán  ni 
auran  verguenca  el  vno  al  otro.  E  alli  no 
auran  sino  cuyta,  e  después  (jue  el  padre 
diere  el  golpe  al  hijo  malo  e  mal  fecho,  feri- 
ra  luego  el  padre;  después  do  aquel  golpe 
morirá  la  ñor  de  la  caualleria,  e  todo  a([uel 
dia  sera  en  duelo  é  en  muy  gran  pesar,  tanto 
que  no  lo  podría  pensar  hombre  ninguno;  y 
el  mundo  todo  deuia  de  rogar  a  Dios  omni- 
potente que  no  viniesse  tan  triste  y  tan 
amargo  dia.  Aquel  dia  serán  tiniebras  e  no- 
che escura;  mas  todavía  assi  aura  de  ser;  y 
este  daño  verna  en  las  tierras  por  ocasión  de 
la  reyna  Ginebra,  e  por  la  maldición  de  la 
maldita  sierpe  que  al  rey  parecía  en  visión» . 
E  después  que  Merlin  esto  e  otras  cosas  dixo, 
callóse.  E  a  cabo  de  vna  ])ier'a  torno  a  hazer 
su  duelo  muy  fuerte.  E  después  (¡ue  lo  dexo 
de  hazer,  Bandemagus  le  dixo:  «Yo  me  ten- 
go de  combatir  con  Cliades  el  arreziado;  ¿que 
me  dezis  dello?  ¿poderlo  he  vencer?»  «Ño, 
dixo  Merlin,  ca  el  es  mayor  e  mejor  caua' 
llero  que  vos,  y  mucho  mas  arreziado.  E  sa- 
bed que  si  vos  os  combatis  con  el  en  esta 
edad  que  agora  estay s,  que  vos  matara» ;  e 
Bandemagus  dixo:  «Pues  ¿que  haré?  ca  toda- 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


153 


via  me  tengo  de  conbatir  con  el,  queriendo  o 
no».  Merlin  dixo:  «Bandemagus,  3^0  vos  diré 
como  íagays,  e  si  en  otra  guisa  lo  fazeys, 
sereys  muerto .  Yos  andays  demandando 
Cliades  por  lidiar  con  el,  e  otrosi  lo  busca 
Morloc  do  Irlanda  fasta  que  ló  falle;  e  vos 
l)unad  de  auer  amor  e  compaña  de  Morloc,  e 
buscaldo  hasta  que  lo  lialleys;  y  desque  to- 
ma rdes  con  el  conpañia  e  vos  fallardes  con 
Cliades,  dexad  tomar  la  batalla  a  Morloc 
antes  que  vos  con  el  os  tomeys;  e  'sabed  que 
Morloc  ha  de  matar  a  Cliades.  Y  assi  sera 
vuestra  demanda  acabada,  y  en  tanto  os  po- 
deys  tornar  a  la  corte  del  re}''  Artur  sin  ver- 
güenza deste  pleyto  quando  quisierdes.  Mas 
si  assi  no  lo  hizierdes,  andays  buscando 
vuestra  desonrra.  Por  ende  vos  consejo  que 
lo  tagajos,  que  no  lo  podeys  hazer  en  otra 
guisa  sin  recebir  muerte» .  Y  Bandemagus 
dixo  que  assi  lo  faria.  Y  Merlin  dixo:  «Ban- 
demagus, si  te  fueres  a  la  corte  del  rej  Ar- 
tur, dile  de  mi  parte  que  es  preso  su  sobri- 
no Galuan,  e  que  no  puede  ser  libre  sino  por 
su  hermano  Gariete.  Y  agora  mire  como 
haga  presto  cauallero  a  Cariete  si  quisiere 
auer  a  daluau»;  e  después  que  Merlin  esto 
dixo,  callóse,  e  a  cabo  de  vna  pieca  pregunto 
Bandemagus:  «Merlin,  ¿quien  fue  aquella 
que  vos  aqui  enterro  tan  fuerte,  que  no  os 
puede  hombre  dar  consejo?»  E  Merlin  dixo: 
«A^na  donzella  que  yo  vi  en  mal  dia  para 
mi;  y  ha  nonbre  Nemina,  y  es  natural  de  la 
pequeña  Bretaña.  Mas  llamanle  la  donzella 
del  Lago,  que  yo  en  mal  punto  conoci  para 
mi  e  para  muchos  hombres  buenos,  a  quien 
hace  gran  mengua,  y  en  tal  (')  hora  vi  su 
conpaña,  ca  ella  me  faze  morir  a  gran  dolor 
y  cuyta» .  E  desque  esta  palabra  dixo,  calló- 
se, assi  que  ninguna  cosa  que  Bandemagus  le 
pregunto  no  respondió.  Y  Bandemagus  es- 
tuuo  ay  fasta  medio  dia;  e  a  esta  hora  vino 
vn  gran  tronido  con  reíanpagos  e  piedra  y 
agua,  y  escuridad  tan  grande,  que  parecía 
noche  escura.  Y  Bandemagus  cayo  en  tierra, 
e  perdió  gran  pieya  de  su  entendimiento. 


Cap.  CCCXXXVII.  —  Z)e  te  espantosas 
palabras  que  dexia  Merlin  ante  de  su 
muerte. 

Yn  poco  después  de  horade  nona,  dio  Mer- 
lin vn  baladro  grande  e  vn  gemido  tan  es- 
pantoso, que  Bandemagus  vuo  muy  gran 
miedo,  e  a  cabo  de  vna  pie(;'a  hablo  muy  es- 
pantosamente, e  no  en  boz  de  honbre,  mas 
de  diablo,  e  dixo:  «¡Ay  mala  criatura,  enga- 


(')  Quizá:  «mal». 


ñosa  e  vil,  e  fea,  e  maldita,  y  espantosa  de 
ver  e  de  oyr  en  tal  auonturado  e  de  mal  son, 
que  ya  tueste  flor  de  beldad  e  tueste  en  la 
bendita  silla  y  en  la  yglesia  celestial  con 
toda  alegría  e  con  todo  bien  conplidamonte! 
¡criatura  maldita,  e  de  mala  parte,  e  desco- 
nocida e  soberuia,  que  por  tu  orgullo  quiso 
esto  ser  en  lugar  de  Dios,  e  por  ende  tueste 
derribado  con  catiua  e  mezquina  conpaña!  ¡e 
quanto  te  [mudo]  del  lugar  de  alegria  e  de 
plazer  por  tu  culpa  y  mérito  en  tinieblas  y  en 
cuyta,  que  nunca  le  fallecerá  en  ningún  tien- 
po!  Y  esto  has  tu  ganado  por  tu  orgullo  e  so- 
bernia,  cosa  maldita  e  mala  criatura,  que  me 
feziste  contra  razón,  pues  que  ves  que  assi 
me  oluido  Dios  e  de  mi  no  quieres  parte  de 
tus  semientes,  e  fazesme  mala  fin  auer,  ca 
yo  soy  tu  carne;  ven  e  tómame,  ca  de  ti  vine 
por  mi  mala  ventura,  e  a  ti  me  quiero  tor- 
nar; e  soy  tuyo  desdel  comiengo,  ca  sienpre 
fiz  tus  obras,  ca  yo  no  quiero  ni  amo  pino  a 
ti,  e  a  ti  ruego  que  no  me  dexes.  ¡Ay  infier- 
no, c;ue  siempre  estas  abierto  para  mi  e  para 
otros,  alégrate,  que  Tvierlin  entrara  en  ti.  e 
a  ti  me  vo  derechamente!» 


Cap.  CCGXXXYIII.— De/  r/ran  baladro  que 
dio  Merlin^  e  de  como  murió. 

Quando  Bandemagus  esto  ovo.  fue  tan  es- 
pantado, que  no  supo  qne  hazer;  santiguóse 
muchas  vezes  de  las  grandes  marauillas  que 
oya,  e  dixo:  «De^de  oy  mas,  mas  me  quiero 
yr  de  aqui;  con  todo  no  quiero,  sino  q\iiero  es- 
perar, por  ver  en  qual  guisa  finara  Merlin». 
Y  el  assi  estando  delante  del  monimento, 
vino  tan  grande  tronido  e  pedrisco,  e  tan 
gran  ruydo  y  tan  espantoso,  y  tan  gran  os- 
curidad, que  no  veya  ninguna  cosa  mas  que 
si  fuesse  de  noche  escura,  maguer  que  era 
vn  poco  ante  de  nona.  Y  oyó  en  la  casa 
buelta  e  alboroto  tan  grande,  como  si  esto- 
uiessen  ay  mil  honbres  que  diessen  todos  las 
mayores  bozes  del  mundo.  E  auia  muchas 
bozes  feas  y  espantosas,  de  que  Bandemagus 
vuo  tan  gran  miedo,  que  no  se  pudo  tener 
en  los  pies,  e  paresciole  que  le  fallecía  el 
cora(;'on ,  e  toda  la  tuerca  del  cuerpo  le  men- 
guaua,  e  pensó  luego  ser  muerto,  tan  gran 
miedo  vuo.  E  assi  estando  en  tierra,  05^0  vn 
baladro  grande,  como  si  mil  bozes  fuessen  de 
so  vno,  las  mayores  que  pudiessen  ser,  y 
auian  vna  boz  entre  ollas  atan  grande,  que 
páresela  entre  las  otras  (|ue  allegaua  al  cielo, 
y  dezia  mucho  abiertamente:  «¡Ay  mezqui- 
no! ¿por  que  nasci,  pues  mi  fin  fue  de  tal 
manera  e  con  gran  dolor?;  Ay  mezquino  ]\Ier- 
lin!  ¿do  vas  tu  a  perderte?»  Y  estas  palabras 


154 


LIBROS  DE  caballerías 


e  otras  muchas  que  dixo  sobre  esto  acabadas, 
callo,  e  alli  murió  assi. 

E  sepan  todos  los  que  esta  historia  vieren, 
assi  los  ricos  como  las  otras  gentes,  que  aquel 
baladro  que  dio  Merlin,  que  fue  ordo  sobre 
las  otras  bozes.  que  sonó  tres  leguas  a  todas 
partes,  e  oy  dia  están  y  los  padrones  que 
hombres  buenos  ay  pusieron  en  aquel  tienpo, 
y  estaran  ay  por  siempre,  por  que  sea  sabido 
por  do  ftie  la  boz,  e  fasta  do  lego  el  sonido 
della:  ca  sin  falta  esto  fue  gran  marauilla,  e 
las  candelas  que  el  fiziera  sienpre  arder  de 
luengo  tienpo  que  tenian  los  reyes  treze  que 
mato  el  rey  Artur  quando  venció  a  Ñero, 
hermano  del  rey  Rion,  amatáronse;  otras 
muchas  cosas  que  acaecieron  aquel  dia  quel 
murió,  que  tuuieron  los  honbres  por  mara- 
uilla grande.  E  por  esto  llaman  este  libro  en 
romance:  el  BALADRO  dk  MERLI^^  que  sera 
de  grado  oydo  de  todos  caualleros  e  honbres 
buenos  que  del  oyeron  fablar,  ca  los  buenos 
caualleros  de  aquel  tienpo  nunca  fazian  vi- 
llanía ni  la  dirían  si  lo  entendiessen,  pero 
que  todos  no  guarda uan  esto,  mas  mucho  os 
contare  de  grandes  noblezas  e  de  grandes 
bondades  de  caualleria  e  ardijniento,  e  cosas 
estrañas  que  fizieron  los  buenos  caualleros  de 
la  Tabla  Redonda  e  muchos  otros,  que  hon- 
bre  nopodria  contar  de  quanto  ellos  fizieron. 
e  esto  deuisa  bien  la  hystoria  del  sancto 
Grial.  que  es  de  creer  e  uerdaderamente  lo 
que  viere  que  es  de  poner  en  este  libro,  esto 
porne,  e  assi  como  los  grandes  caualleros 
fizieron,  e  las  grandes  proezas  de  Tristan.  e 
de  Lancarote,  6  de  Galaz,  y  de  los  otros  ca- 
ualleros de  la  Tabla  Redonda;  e  los  buenos 
caualleros  escucharan  de  grado  este  libro, 
por  muchas  cosas  y  fermosas  e  buenas  que 
oyran  del  palacio  e  de  cortesía,  que  los  bue- 
nos caualleros  fizieron  en  aquel  tienpo;  e  los 
buenos  que  se  nonbrar  quisieren  de  las  proe- 
zas y  de  las  cortesías  que  aqueste  libro  habla, 
tirarse  han  afuera  de  hazer  villanía,  ni  de 
hazer  cosa  que  le  mal  este;  mas  esto  digo  de 
los  buenos,  mas  no  de  los  enbidiosos  e  ma- 
los, e  brauos,  e  profa9andores  e  maldizientes, 
y  de  mala  verdad  e  mentirosos,  e  cjue  meten 
discordia  y  desamor  entre  los  grandes  seño- 
res e  los  sus  vasallos;  onde  los  grandes  se- 
ñores se  tienen  por  engañados  muchas  vezes; 
e  para  estos  caualleros  tales,  no  fue  este 
libro  fecho,  ni  hizo  dellos  mincion,  ca  val- 
dría ])or  ende  menos,  saluo  a  lugares  que 
dize  de  algunos  forcadamente,  mas  los  al- 
tos y  buenos  lo  verán  e  loaran  lo  que  con- 
uiene,  que  guardaran  en  sus  coracones  cor- 
tesía e  verdad,  e  mesura,  e  bien  hazer  e 
seruir  a  Dios,  y  meterán  todas  estas  cosas  en 
obra. 


Cap.  CCCXXXIX.  —  Como  Bandemagus  se 
leiianto  e  salió  de  la  cámara  muy  espan- 
tado. 

Quenta  la  hystoria  que  se  esmoreció  alli 
Bandemagus  del  gran  baladro  que  oyó,  que 
anduuiera  tres  leguas  mientra  el  assi  es- 
tuuo.  E  quando  acordó  e  fue  en  su  seso, 
abrió  los  ojos,  e  vio  toda  la  escuridad  yda,  e 
las  bozes  no  sonauan,  mas  la  cámara  olla 
muy  mal,  que  no  podia  peor.  E  yrguiose,  e 
salió  de  la  cámara  a  gran  passo  muy  espan- 
tado, que  nunca  ouiera  miedo  que  le  a  esto 
acostasse. 

Cap.  CCCXL. — De  como  Bandemagus  fallo 
m^ierta  a  su  donxella,  e  del  gra'nde  espanto 
que  ouo. 

Luego  que  Bandemagus  salió  de  la  cáma- 
ra, fnesse  para  do  dexara  a  su  donzella.  E 
quando  la  vio,  hallo  que  estaua  muerta,  y 
que  muriera  por  miedo  de  los  baladres;  e 
Bandemagus  cuydaua  que  estaua  amorteci- 
da, y  desque  vio  que  era  muerta,  ouo  dello 
muy  gran  pesar,  e  dixo:  «¡Ay  Dios,  que 
malauentura  es  esta!  ¿Quien  vio  nunca  tan 
gran  marauilla?»  E  cato  e  vio  vno  de  sus 
caualleros  muertos,  e  dixo:  «¡Dios  señor, 
como  he  gran  cuyta  e  gran  pesar  desta  don- 
zella, que  assi  se  murió  por  tan  malauentu- 
ra!»; y  desi  partióse  de  alli,  e  fuesse  para 
la  corte  del  rey  Artur,  e  contole  todo  lo 
acaescido  de  la  muerte  de  Merlin,  y  el  man- 
dólo poner  en  scripto. 

Cap.  CCCXLI.  ~De  algunas  profecías  que  el 
sabio  Merlin  dixo  antes  de  su  muerte  (•). 

Desde  diez  e  nueue  fasta  en  veynte  vno  e 
tres  dias  del  mas  del  millar  e  los  trezientos 
cinquenta  años  de  mas  de  la  era  de  Jesu 
Christo,  en  estos  tienpos,  en  los  canpos  de 
Italia,  en  la  cabana  de  Romulo  el  pastor, 
sera  tornado  el  león  muy  cruel,  e  no  se  far- 
tara,  e  romperá  las  greyes  de  sus  ouejas  por 
quatro  partes,  e  los  sus  dientes  ensangren- 
taran, e  la  su  lengua  emponcoñara,  e  con 
cuyta  el  can  passariño  ladrara  todos  los 
montes  Perineos;  e  allende  en  las  baxuras 
de  los  mares,  en  la  conquista  del  sancto 
Grial,  espantaran  de  la  cabana  el  ganado,  y 
echarle  ha  fuera  a  su  razón,  assi  estonce 
¿que  faran,  que  no  fallaran  agua  en  la  fuente 
de  piadad?,  y  en  este  tienpo  passara  la  lu- 

(')  El  capítulo  no  pnede  ser  más  oscuro,  pero  creo 
ver  en  él  ciertas  alusiones  á  la  minoría  de  Alonso  XI 
de  Castilla,  que  sucedió  á  su  padre  Fernando  IV 
en  1312,  y  de  quien  fue  tutora  doiía  Maria  de  Molina. 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


155 


cencía  menor  en  los  bracos  del  cangrejo  de 
la  mar,  y  el  dragón  tirara  su  lumbre,  y  en 
estas  oras  las  alas  sin  cuerpo  bolaran  sobre 
las  montañas  de  Lucencia,  e  vn  lobo  se 
leuantara,  e  comerá  el  fijo  del  león  corona- 
do 5\aziendo  durmiendo ,  e  vria  mala  bestia 
cruel  matara  el  fijo  de  la  loba  rabiosa,  dur- 
miendo en  la  fuente  de  vino,  e  fara  gran 
mengua  en  los  canijos;  y  en  pos  desto  uer- 
nan  muchas  lagrimas;  en  la  conquista  del 
sancto  Grial,  los  lobos  comerán  las  ouejas,  y 
el  can  sera  en  ayuda  de  los  lobos,  mas  no 
durara  mucho  su  poder;  y  estonce  las  crue- 
les bestias  saliran  de  sus  cueuas,  e  persegui- 
rán los  ganados  y  el  verdugo  del  brago  no 
sera  rayz,  ca  sera  seco  e  sin  fruto;  la  leona 
de  molina  dará  lugar  en  la  puebla,  e  los 
verdugos  fracines  saliran  sobre  la  tierra,  el 
primero  con  muchos  ramos  e  con  mucho 
fruto,  mas  luego  se  saliran,  e  sera  podado 
de  las  bestias,  e  fazellas  ha  fuyr  allende  los 
mares;  estonce  las  ouejas  fuydas  tornaran  a 
sus  pastos,  e  no  temerán  lobo  ni  león;  pero 
en  el  tienpo  de  vejante  e  vno,  en  la  primera 
cufar,  serán  dos  cuerpos  susañes  ayuntados 
en  la  tierra,  gran  pecadora  de  sus  daños 
decira,  e  no  serán  mostrados  fasta  el  segun- 
do tienj^o,  que  se  morderán  los  canes  fasta 
que  la  tierra  cubierta  de  sangre,  que  sera 
estonce  de  las  cibdades,  que  su  poder  sera 
tornado  en  fenbras,  pueblo  sin  consolación, 
arboles  sin  fruto,  piedras  secas  e  duras,  e 
no  creerán  en  las  yglesias;  ¡e  alead  vuestras 
manos  al  muy  alto  señor!  ¡E  conosced  vues- 
tras durezas  con  fuentes  de  lagramas  e 
questiones  malas!  ¡Dad  abstinencia  a  vues- 
tros cuerpos,  e  amargad  vuestros  sabores,  e 
hazed  vuestras  oraciones  a  la  sancta  vir- 
gen, ante  que  ueades  los  tormentos  destos 
tiempos! 

Aqui  se  acaba  el  primero  libro  de  la  demanda 
del  Sancto  Grial. 


Aquí  comencan  las  PROFECÍAS  (M 

DEL  SABIO  MeRLIN,  PROFETA  DIGNISSIMO. 

Estando  Jlerlin  vn  día  en  el  palacio  del  rey 
Artu?',  e  muchos  grandes  con  el,  Merlin  di.ro  al 
reij:  «.Señor,  yo  quiero  descobrirles  algunos 
secretos  de  cosas  que  están  por  reñir,  e  por  que 
todos  ayan  parte  de  lo  que  dixere  a  vuestra 

{')  Coní5ideramos  estas  sibilíticas  Prnfeeiax  como 
cosa  interpolada  posteriormente  á  la  composición  del 
Baladro.  Las  reproducimos,  sin  embargo,  siguiendo 
la  edición  de  1535. 


excelencia,  suplico  me  mande  poner  rna  silla 
en  el  canpo,  porque  alli,  a  manera  de  sermón, 
declarare  a  todos  lo  que  por  inspiración  diuina, 
estando  en  la  Gran  Bretaña,  cerca  la  cihdad 
de  Londres,  me  aidno.  E  aunque  no  os  parezca 
tan  bien  coino  podria,  no  lo  tenga  vuestra  e.rce- 
lencia  por  malo,  que  cierto  se  que  no  le  pares- 
cera  mal.  Xo  porque  ello  en  si  no  es  muy  bueno, 
mas  porque  nofabla  de  las  cosas  destos  reynos, 
no  le  parescera  tal.  Pero  fablare  de  España  la 
fértil,  porque  sera  tierra  en  que  mas  conqídstas 
e  variaciones  de  jmncipes  aura,  e  assimesmo  de 
pueblos,  porque  las  gentes  de  España  serán 
feroces  y  esjorcados.  E  assimesmo  fablare  de 
algunos  otros  reynos  e  protuncias.  E  todo  lo 
que  di.cere  crea  vuestra  e.i-celencia  que  sera  assi 
certissimo,  que  cosa  mas  cierta  no  aura;  e  por- 
que todo  lo  que  dixere,  el  justo  juez  vniuersal 
sobre  todos  lo  goiuerna  e  ordena,  como  ordena 
la  recta  justicia,  me  manda  que  lo  notifique  y 
declare  con  vna  espada  en  la  mano,  porque, 
assi  como  con  espada  se  fazen  las  justicias,  assi 
con  espada  se  executara  lo  mas  de  lo  que  decla- 
rare-». Estas  e  otras  cosas  muchas  declara 
Merlin  al  rey  Artur  e  a  los  grandes  de  su  corte. 
El  rey,  oydo  lo  que  Meidin  dixo,  respondió  que 
faria  todo  lo  que  dezia,  para  poner  en  obra  lo 
que  prometía  dezir,  e  mandólo  concertar  para 
otro  dia;  e  rogo  a  Merlin  que  lo  que  declarasse 
no  fuesse  oscuro,  sino  muy  a  la  clara;  ccque 
todos  sientan  lo  que  dixerdesy>.  Respondió  Mer- 
lin que  faria  lo  que  mandaua.  Pero  que  las 
cosas  de  profecías  no  podían  ser  sino  en  algo 
oscuras.  Assi  ot'-o  dia,  ante  todo  el  pueblo  que 
se  junto,  fizo  sus  profecías  de  las  cosas  que 
estauan  por  venir. 

ce  En  la  Gran  Bretaña,  cerca  de  la  cibdad 
de  Londres,  estando  lauando  mis  manos  e  mi 
cura  en  vna  fuente  que  estaua  de  cara  Oriente, 
pensando  como  por  la  gran  sabiduría  de  mi 
padre,  e  por  el  otorgamiento  del  alto  señor  que 
lo  derribo  del  cielo  al  profundo  del  abismo,  yo 
cada  fablado  algunas  cosas  de  las  que  auian  de 
venir  en  algunas  partes  del  mundo,  señalada- 
mente en  España,  fasta  la  era  de  mili  e  quatro- 
cientos  y  sessenta  y  siete  años  (^)  de  la  Encar- 
nación de  Nuestro  Señor  Jesuchristo. 

Menbrandome  apartadamente  de  cómo  era 
buena  tierra  y  nobles  reynos  esta  España,  e 
partida  mas  abondosa,  comencé  a  pensar  e  auer 
cm/dado  sobre  algunas  cosas  que  en  ella  auian 
de  venir.  E  por  ende  reueyendome  en  el  alto 
señor  e  poderoso  de  todo  lo  que  fue  ay,  es  e  ha 
de  ■'<er  mas  que  otro  alguno,  no  podria  hazer 
mal  quel  sieruo  desvarrado  por  sienpre  catino. 
Ca  yo  alcance  del  señor,  por  su  merced,  lo  mas 

O  Esta  fecha  de  U67  indica  la  modernidad  de  las 
Profccias;  el  Baladro  es  más  antiguo. 


156 


LIBROS  DE  caballerías 


cierto.  E  los  que  en  a(juel  tienpo  fuesen  nasci- 
do8  e  biuos,  auran  por  ciertas  las  palabras  de 
mi  boca,  por  gran  (<abiduria  del  mayor  señor 
de  todas  las  que  me  dio  mas  que  a  otro  alguno. 

Como  en  mtdio  de  Kspañi  es  el  mayor  cor- 
poral e  mejor  reyno  e  nobleza  de  todo  lo  otro. 

Vn  noble  rey  sabidor  en  muchas  cosas,  fijo 
del  sancto  no  publicado,  mas  en  su  rida  y  en 
sus  Jechos  redemira  al  su  engendrado,  como 
sera  abaxado  por  sus  pecados,  y  sera  corrido  e 
apartado  en  la  cibdad  de  los  palos,  assentada 
sobre  las  aguas,  la  qual  fue  poblada  del  gran 
Romano,  abondada  de  todos  los  bienes,  y  sera 
desconocido  e  cruelmente  apartado  y  desampa- 
rado e  robado  de  su  forma  e  costilla,  e  carne  de 
su  carne  {^).  E  sus  bramidos  sonaran  por  forma 
de  blasfemia.  Su  fama  sonara  dolorosa  como 
de  león  llagado  en  las  tierras  de  L,s  fraíleos  y 
de  los  paganos:  y  en  las  tierras  llegadas  al 
derredor  de  sus  leynos.  E  su  gemido  llegara  a 
la  oreja  del  gran  toro  bermejo,  que  en  este 
tiempo  sera  muy  apoderado  en  la  fe  católica,  e 
no  le  acorrerá  ni  tornara  jjor  el.  y  le  terna  fe. 
Pero  alli  morra  en  gran  cuyta  desamparado  de 
todos  los  fuyos,  e  mas  del  que  lo  mas  deuia  temer 
e  honrar.  Ca  esto  le  auino  por  su  pecado,  e  por- 
que quiso  reprehender  el  su  alto  criador  Cfue  lo 
,fizo  e  lo  crio.  Por  lo  qual,  sábado  a  hora  de 
tercia,  este  rey  don  Alonso  estara  en  la  dicha 
cibdad  de  los  palos,  que  sera  después  dicha 
Seuilla,  Jijo  del  sancto  no  publicado,  rey  don 
Fernando,  que  ganara  esta  dicha  cibdad;  des- 
pués que  ouiere  oydo  missa  entrara  en  su  cámara 
a  fazer  oración  ante  rna  ymagen  de  sancta 
^faria,  según  que  lo  aura  de  costunbre.  Y  el 
estando  en  oración,  reñirle  ha  a  desora  rn  res- 
plandor de  muy  gran  claridad,  que  le  parecerá 
de  fuego;  y  en  este  resplandor  aparecerle  ha  rn 
ángel  muy  fermoso,  e  luego  que  el  rey  lo  riere, 
sera  muy  espantado,  e  dezirle  ha:  «Conjuróte 
de  mi  señor  .Jesu  Christo,  que  me  digas  que  cosa 
eres,  si  eres  spiritu  bueno  o  maloi);  y  el  ángel 
le  dirá:  f(Xo  temas,  ca  mensajero  soy  de  Dios, 
que  rengo  a  ti»;  e  dezirle  ha  assi:  «.Miembrate 
muy  bien  que  en  tal  dia  como  oy,  tu  estando  en 
esta  dicha  cibdad  ante  muchos,  comentaste  a 
dezir  blasfemando,  e  dexiste  que  si  tu  estuideras 
con  Dios  padre  quando  formo  el  mundo  e  todas 
las  otras  cosas  que  en  el  son,  muchas  menguas 
sefizieron  que  se  no  fizieran;  de  la  qual  cosa 
peso  mucho  a  Dios  padre,  e  ouo  dello  muy  gran 
saña;  por  esta  razón  dio  luego  sentencia  contra 
ti,  que  assi  como  tu  desconociste  a  el  que  te  crio 
y  te  hizo  lie  nada,  y  te  dio  honra  e  senario,  que 
assi  te  fuesse  desconocido,  e  que  fuesses  cay  do  e 
abasado  de  la  honra  que  tienes,  e  que  assi  aca- 
bases tus  dias:  la  qual  sentencia  assi  dada,  fue 

(')  Alude  á  D.  Alfonso  el  Sabio. 


luego  reuelada  a  vn  frayle  agustino  que  estaua 
en  Molina  estudiando  en  su  celda  para  vn  ser- 
món que  auia  de  fazer  otro  dia.  Y  este  frayle 
di.iolo  luego  al  infante  don  Manuel,  y  el  vino 
luego  muy  presto  en  siete  dias  a  la  muy  noble 
cibdad  de  Seuilla;  como  aquel  que  te  amaua, 
preguntóte  si  dixeras  tal  razón,  e  tu  le  dixiste 
que  si  dixeras.  De  lo  que  ouo  don  Manuel  gran 
pesar;  e  afrontóte  que  te  quitasses  dello,  y  que 
demnndasses  dello  perdón  a  Dios,  e  tu  no  lo 
preciaste;  epor  que  conozcas  elpoderio  de  Dios, 
que  es  muy  grande,  e  quando  el  pecador  se 
arrepiente,  la  su  sentencia  es  verdadera  e  cun- 
plida  e  acabada,  e  no  se  puede  conti-adezir,  assi 
como  es  agora  a  ti,  y  sera  lo  que  dixere  o  fiziere 
in  sécula  seculorum.  Amen. 

Otrosi:  sepas  que  la  maldición  que  tu  diste 
a  don  Sancho  tu  hijo,  por  la  desonrra  y  desco- 
nocimiento que  contra  ti  hizo,  sepas  que  el  alto 
señor  cpie  te  ha  otorgado  a  el  e  a  todos  los  que 
decendiran  del,  que  sean  echados  e  abaxados 
del  su  señorio,  en  guisa  que  a  tienpo  uerna  que 
los  que  con  el  fueren   querrán  mucho   que  se 
ahriesse  la  tierra  e  los  acogiesse  en  si.  Lo  qual 
durara  fasta  la  quarta  generación  que  deseen - 
dirá  de  tu  Jijo  don  Sancho;  y  dende  adelante 
no  aura  del  árbol  derecho  de  la  su  liña  quien 
aya  el  beneficio  del  señorio,  e  sera  la  gente  del 
en  gran  quexa,  en  gídsa  que  no  se  sabrán  acon- 
sejar ni  que  honra  tomar;  lo  qual  recebircm  por 
tus  pecados.  Otrosi  mas  conplidamente  por  el 
yerro  y  pecado  que  tu  hijo  e  los  del  reyno  hizie- 
ron  contra  ti.  E  aquesto  passado.  Dios  enbia- 
rales  saluacion  de  parte  de  Oriente,  muy  noble 
rey  Idóneo  acabado,  fundado   en  justicia  en 
todos  los  bienes,  e  bondades,  e  noblezas  que  a 
rey  pertenesce;  y  sera  noble  a  si  e  al  pueblo,  e 
a  los  huessos  de  los  romanos  que  yazen  en  los 
cimenterios  rogaran  a  Dios  por  la  su  vida  e 
por  la  su  buena  uentura.  Y  el  trabajara  mucho 
por  cumplir  lo  menguado,  e  para  esto  cumplir 
sera  acorrido  e  amado  del  alto  señor,  ca  el  lo 
merecerá  mucho;  en  tal  guisa  sera,  que  los  sus 
pueblos  oluidaran  los  trabajos  passados,  como 
cpüer  que  llegaran  ante  desto  a  muy  gran  men- 
gua. Otrosi  sepas  por  cierto,  que  por  la  oración 
que  tu  feziste  continuamente  a  la  virgen  gloriosa 
bienauenturada  santa  Maria,  madre  de  Dios, 
desde  que  ouiste  diez  y  siete  años  fasta  oy,  ella 
rogo  muy  afincadamente  al  alto  señor  su  hijo 
por  ti,   que  te  tirasse  la  vida  enuergon<;ada  e 
trabajosa   en  que  biuias,  y  el  alto   señor,  por 
ruego  de  la  sienpre  virgen  su  madre,  tiene  por 
bien  que  de  oy  en  treynta  dias  cunplidos,  parta 
la.  tu  alma  del  cuerpo,  que  vaya  al  purgatorio 
que  es  buena  esperane^a.  Y  después,  quando  el 
señor  ouiere  por  bien,  yra  a  la  gloria  perdura- 
ble, en  la  qual  no  aura  fin.y> 

Estas  palabras  dichas,  partirse  ha  dende  el 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


157 


ángel,  e  no  le  dirá  mas.  Y  el  quedara  dende  es- 
pantado granp¿e(¡a,  e  yrse  ha  dende  muy  aprien- 
sa;  e  abrirá  la  puerta  de  la  cámara,  e  hallara 
fuera  los  quatro  capellanes  suyos  que  el  nunca 
los  desampara.  E  aura  gran  parte  con  ellos  con 
todos  sus  trabajos,  y  rezara  sus  horas,  e  mándate- 
les ha  tomar  tinta  y  papel,  e  hazerles  ha  escricir 
todo  lo  suso  dicho;  y  en  todos  los  dias  de  la  se- 
mana se  confessara  e  comidgara  de  tercer  en 
tercer  dia;  en  los  domingos  no  camera  mas  de 
tres  bocados,  cada  rn  dia  no  beuera  mas  de  vna 
vez  de  agua,  e  fara  su  testamento  e  cabe<¡aleros. 
Y  el  plazo  de  los  A'A'A'  dias  cumplidos,  saldrá 
deste  mundo  según  que  el  ángel  le  di.vo. 

En  aquel  tienpo  maestre  Antonio,  profun- 
dado en  la  sanctafe  catholica,  e  muy  amador 
de  Dios,  supo  como  Merlin  era  en  la  Gran 
Bretaña,  e  fablaua  en  los  fechos  que  eran  por 
venir,  e  fueronse  para  aquella  tierra  donde  supo 
que  era  el  sabio  Merlin,  por  saber  destos  fechos 
que  dezia,  si  era  obra  de  Dios  y  del  su  sancto 
fijo;  Jue  disputar  con  el  por  ver  y  saber  si  estas 
cosas  que  el  dezia  si  eran  ciertas.  E  otrosi  era 
muy  profundado  en  la  sancta  Je  catholica  y  en 
las  obras  de  nuestro  seTior  Dios  y  del  su  sancto 
fijo.  E  maestre  Antonio  disputo  con  el  en  todas 
las  artes,  y  Merlin  lo  venció  de  sabiduria  muy 
realmente  e  sin  enojo. 

Dixi)  el  sabio  Merlin:  ((.Maestre  Antonio: 
Entrémonos  aparte,  e  fablaremos  en  algunas 
cosas  que  han  de  contescer  en  España,  y  escre- 
uidlas  en  tniesti'o  libro,  e  assi  lo  fallareys  por 
verdad:  e  todas  las  conquistas  de  España  como 
han  de  ser  partidas  cada  vna  sobre  si.  Contra 
la  parte  de  accidente,  que  era  llamada  la  selua 
de  la  ocerja  de  las  aguas  fondas.  E  de  la  otra 
parte  de  Setentrion  sera  llamada  Estremadura. 
E  de  la  otra  parte  Oriente  sera  llamada  la 
montaña  del  dragón.  E  de  la  otra  parte  de 
Meridian  sera  dicha  la  gran  fumera  e  baxura 
de  los  mares  montes.  Y  en  el  corporal  mayor  de 
E'<paña,  es  el  principadgo  mayor  de  todas  estas 
cinco  ])artidas.  E  cada  vna  dellas  sera  par- 
tida sobre  si.y>  E  quando  el  sabio  Merlin  Jablo 
en  los  fechos  de  España,  andaua  la  era  de 
Jesu  Christo  en  CCC  e  V  años.  En  aquel 
tienpo  departió  las  conquistas  de  España. 

Di.vo  el  sabio  Merlin  contra  maestre  Antonio: 
«Sabed  ipxe  todos  los  reyes  decienden  de  sillas 
apartadas,  e  vienen  todos  por  cuenta  cierta,  e 
quanto  ha  de  ser  su  vida  de  cada  vno.  Y  estos 
han  de  ser  juezes  puestos  de  Dios;  e  quanto 
mengua  la  justicia  de  Dios  en  quanto  no  siruen 
a  Dios,  que  ningún  pro  les  venga,  e  todos  los 
que  se  atreuen  a  Dios  a  yr  contra  sus  fechos,  e 
contra  las  sus  justicias,  quítales  Dios  los  dias 
de  la  vida.  Y  todos  los  que  serán  buenos  en  jus- 
ticia y  en  criar  todo  su  ueblo,  e  ganar  las  tie- 
rras en  que  biuian,  estos  tales  es  su  vida  cun- 


plida,  e  Dios  pagase  dellos  e  de  todo  su  pueblo; 
e  sabed  que  los  reyes  que  vinieren  en  el  corporal 
mayor  de  España,  auran  contiendas  con  las 
gentes  bravas.» 

Di.'O  el  gran  sabio  ^ferlin  contra  maestre 
Antonio:  ((Sabed  que  dos  reyes  godos  descendi- 
ran  en  España  de  parte  de  Oriente,  que  de 
Dios  serán  embiados  verdaderamente,  e  serán 
cabera  del  reynado  en  el  principadgo  mayor 
de  España,  y  sera  dicho  León.  E  todas  las 
otras  conquistas  serán  subjecion  deste  poderlo. 

Y  estos  señorearan  las  partidas  de  España,  y 
de  aquellos  godos  descendiran  los  reyes  de  las 
partidas  de  España;  cada  vno  por  cuento  vno 
em  pos  de  otro,  assi  como  viene  la  generación  de 
padre  a  fijo,  hasta  que  llegaran  a  los  cinquenta 
años  de  mas  de  los  CCGC  años  de  Jesu  Christo. 

En  aquel  tienpo  se  perderá  vn  rey  de  los 
godos,  que  sera  rey  de  España .^  e  perderse  ha 
en  aquel  tienpo  el  linaje  de  los  reyes  godos.  Por 
lo  qual  la  nobleza  e  gran  poder  e  principadgo 
mayor  de  España  llegara  cd punto  de  se  perder. 

Y  sera  destruyda  en  aquel  tienpo  hasta  los 
jyuertos,  de  la  gente  mala  e  descreyda,  e  ally 
sera  fuerte  e  frme  la  cuytada  de  España.  E 
reterna  ally  la  Je.  Y  por  el  su  error,  morra,  este 
rey  abiltado,  e  sera  comido  de  la  sierpe  rabiosa, 
que  lo  sacara  del  mundo  terenal  e  crianray  en- 
gendramiento de  si  mismo  i}).  Y  a  los  cincuenta 
e  ocho  años  de  mas  de  los  setecientos  años  de 
nuestro  señor  Jesu  Christo,  se  ayuntaran  las 
gentes  de  las  tierras  de  España  e  faran  rey 
entre  si,  e  no  sera  del  linaje  de  los  reyes  godos, 
e  con  este  rey  (^j,  e  con  su  linaje  e  generación, 
dejendera  esta  conquista,  e  Jasta  que  de  las 
montañas  salga  vn  león  (^)  ([ue  cometerá  las  gen- 
tes brauas  con  el  ayuda  del  señor  muy  alto,  e 
partirá  las  tierras  con  sus  vasallos,  e  llamarse 
ha  cabeca  de  condado.  E  con  este  conde  e  con  su 
linaje  se  defenderá  esta  comiuista  de  España 

fasta  que  sera  cabeca  de  reynado. 

Vn  rey  aura  en  esta  conqinsta  de  España  (¡ue 
casara  con  la  hija  del  emperador  de  Alema- 
nia, e  sera  dicha:  águila  de  Alemania  {}).  Este 
sera  su  numero  en  Es])aña.  Y  este  tendera  tre--< 
mantos,  e  ganara  tres  cibdades.  E  a  los  treynta 
e  tres  años,  de  mas  del  millar  de  los  años  de 
Jesu  Christo,  sera  fecho  este  casamiento.  Y 
dexte  linaje  decendira  el  enperio  sobre  el  rey  de 
España.  Y  este  sera  llamado  escorpión.  E  a  los 
ijuarenta  e  ocho  años,  de  mas  del  millar  de  los 
años  de  Christo,  este  rey  sera  vencido  de  las  sus 


(')  Alucie  á  Don  Rodrigo, 

(')  Se  refiere  á  Don  Telayo.  Opinan  otros  que  era 
de  linaje  godo. 

(■')  ¿Alfonso  I  el  Católico,  duque  de  Cantabria?  ;0 
Alfonso  III  el  Magno,  que  dividió  loa  Estados  entre 
sus  hijos.' 

(<)  ¿Fernando  III,  casado  con  Beatriz  de  Suabia.' 


158 


LIBROS  DE  caballerías 


gentes  brauas,  e  a  cabo  de  los  cinquenta  e  nueue 
años,  de  vías  del  millar  de  los  setecientos  años 
de  Christo,  serán  vencidas  las  gentes  brauas 
deste  rey  escorpion.y> 

Dixo  el  gran  sabio  Merlin  que  cinco  batallas 
serán  en  España.  1'  las  dos  vencerán  rassallos 
de  Mahomat.  Y  las  tres  vencerán  uassallos  de 
Christo,  g  las  (¿uatro  serán  reges  con  reges;  e  la 
vna  sera  conde  con  reg,  e  vencerá  el  conde  al 
reg.  E  a  los  trezientos  e  vegnte  e  dos  años,  de 
mas  del  millar  de  los  años  de  nuestro  señor 
Jesu  Christo,  saldrá  este  reg  Escorpión  del 
mundo  terrenal  (*);  e  después  desto  forrara  el 
jabalí  a  los  del  reg,  e  dezirle  ha  a  regnar  a  las 
coiiquistas  de  España  e  de  Castilla.  Y  el  su 
hijo  aura  nonbre  lobo  cerual.  Este  matara  el 
cauallo  de  los  pies  alúas;  y  el  su  nieto  sera 
llamado  gauilan  del  olmo.  Y  el  segundo  nieto 
sera  llamado  leoncillo  de  España.  Y  el  tercero 
nieto  sera  dicho  león  coronado  de  España;  e 
con  este  se  acabara  la  vida  de  los  cinco  reges 
del  principadgo  magor  de  España.  Cada  vno 
destos  reges  entrara  por  cuento  cierto. 

España,  criadora  de  la  seta  de  Mahomad, 
sera  destrugda  por  su  pecado  e  por  su  gran 
maldad;  leuantarse  han  las  gentes  vnas  contra 
las  otras  en  locura.  E  atiran  mucho  mal  e 
mucho  daño.  Las  susfembras  serán  auergon(¡a- 
das.  E  destrugrse  han  los  no  merecientes.  E  los 
grandes  e  mug  poderosos  esforzarse  han  en  robo 
y  en  mal.  E  muchas  cugtas  sufrirán,  que  todos 
vernan  en  desesperación;  ¡que  mezquina  de 
España.'  ¡como  seras  destrugda  por  .<tostener 
entre  los  enemigos  de  la  santa  fe  catholica!  Los 
sostenedores  della  serán  engendradores  de  des- 
trugcion  (*).  Sera  de  sus  linajes  el  cruel  cuchi- 
llo del  gran  rabi  agudo,  que  taja  a  dos  rabos. 

Verna  el  gran  León  en  el  tercero  grado  deste 
rey  corrido.  E  con  fuerera  del  coraron  del  gran 
signo  de  su  nasciencin,  e  leuara  e  querrá,  leuar 
la  nobleza  de  su  ragz  con  la  accucia  de  la  loua 
parda  paridera  como  puerca;  ag  comem¡ara  la 
su  ragz  de  aborr escimiento  a  los  pueblos;  sus 
grandes  ge  lo  faran  fazer.  Ca  el  remediara  al 
sancto  no  publicado  en  algunos  de  sus  fechos; 
temido,  e  loado,  e  preciado  sera  de  los  que  le 
rieren  g  oyeren.  E  la  su  gran  nobleza,  muchos 
la  cobdiciaran  ver  con  plazer  de  sus  fechos. 
Noble  sera  la  su  vista,  sin  gra  aborrescedera  de 
sus  gentes,  mug  preciadas  e  honrradas  se  gouer- 
naran  en  todas  las  tierras  a  do  fuere.  Gran  (^) 


(*)  Nótese  que  antes  dijo  que  el  rey  Escorpión  con- 
trajo matriiiKjnio  en  1033,  y  ahora  tíja  la  fecha  de  su 
muerte  en  1322. 

(')  ¡Que  gran  verdad! 

(^)  Taita  algo,  aunque  la  mayor  parte  de  las  profe- 
cías son,  por  lo  oscuras,  ininteligibles.  A  ratos, 
recuerdan  las  lamentaciones  de  las  Coplas  de  Mingo 
Mevulgo. 


manterna.  Mug  gran  conqueridor  sera  de  los 
puercos  e  jabalines. 

Después  desto,  en  aquel  tienpo  se  leuantara 
el  mug  gran  jabalí,  caudillo  de  muchas  gentes, 
e  passara  la  mug  grande  laguna  sobre  madera. 
Acompañado  verna  de  muchos,  enseñado  sera  en 
saber  en  muchas  noblezas.  El  mug  alto  señor  le 
consentirá  jmsser  por  su  quebranto.  E  fara  sus 
enforcaduras  fasta,  los  cañaberales;  y  el  vno  de 
la  su  costilla,  el  mas  preciado,  niebla  rauiosa 
lo  arrebatara  con  rabia.  Amenazadora  sera  por 
el  gran  jabalí  con  rabia;  todo  el  christianismo 
quebrantado  sera  tres  vezes  ante  del  su  moui- 
miento,  que  a  los  jigados  le  calara.  Y  en  muy 
poco  terna  los  reyes  de  León.  El  qual  sera 
mouido  e  quebrantado  con  los  sus  puercos.  Y 
el  su  gran  orgullo  sera  batido  por  siempre,  g 
embadurnados  en  sangre  de  sus  cuerpos. 

El  gran  León  saldrá  a  el  agrado,  e  gra 
acompañado  de  gente  de  tres  coronas  con  la 
suya.  Ca  muchas  gentes  serán  llegados  a  el  por 
muchas  maneras.  E  hallarlo  ha  cerca  de  la 
peña  del  uenado,  que  corre  7nas  que  liebre,  ni 
que  cauallo.  E  fallara  el  jabalí  acompañado  de 
muchos  puercos,  e  correrlo  ha,  e  quemarlos  ha 
las  algarradas.  E  mug  terriblemente  los  sacu- 
dirá, g  embardunarle  ha  en  mucha  sangre  de 
sus  puercos,  muchos  dellos  sin  cuento.  E  que- 
daran muy  destruydos  e  desanparados,  e  raydos 
de  su  lana,  e  la  fortaleza  del  gran  león  eres- 
cera.  K  la  granel  nonhradía  de  su  trabajo, 
muchos  serán  los  despojos.  Nonbrado  sera  en 
las  partes  del  mundo.  Todas  sus  gentes  menea- 
ran gran  orgullo  con  mug  gran  ahondamiento 
de  soberuia  con  esfuerro.  E  quando  las  gentes 
cuydaren  venir  en  paz  y  én  sosiego,  e  abonda- 
miento  de  folgura,  fallecerles  ha  lo  mejor.  Ca 
de  otra  guisa  no  se  jjodra  fazer  ni  cunplíra  mi 
dicho,  E  durara  este  fasta  el  cuento  de  mil  e 
trezientos  e  quarenta  e  nueue  años,  que  lo  atra- 
para muerte  rauiosa,  al  píe  de  la  peña  alta  de 
la  muy  gran  laguna  pauorosa. 

El  conplidor  de  lo  dicho  sera  el  quatro 
pollino,  asno  de  maldad,  conplido  de  toda  cruel- 
dad, sus  ojos  e  su  cora(¡on  e  suk  entrañas  ahon- 
dados de  toda  luxuria  (*).  Toda  su  tierra  robara 
con  enemiga.  Regarla  ha  con  sangre  de  muchas 
gentes;  su  lengua  sera  semejante  de  sierpe  enpon- 
(¡oñada;  abundcin<¡a  de  su  cora<¡on  sera  con  espi- 
nas veras  enponcoñadas,  atrauessaderas  de  todo 
cora<¡on,  que  la  su  vida  sera  en  este  tienpo  con 
reniño  mortal  espantoso  fin;  cuenta  serán  sus 
Jechos  aborrescibles  a  todos  quantos  lo  oyran,  e 
mucho  mas  a  los  que  lo  vieren.  Destruydor  sera 
de  las  tres  setas,  conparado  a  los  molos  crueles, 
quales  ante  de  nos  nunca  fueron  fasta  este 
tienpo.  El  cabrón  luxurioso  lo  emporna  al  esco- 

(')  ¿Aludirá  á  Don  Pedro  el  Justiciero? 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


159 


mienqo  de  toda  luxaria  e  maldad.  Arrepentirse 
querrá  e  no  podra,  fallecerle  ha  en  lo  mejor,  e 
honrrada  sera  la  su  sepultura;  muchedunbre  de 
espanto  sera  en  la  noble  tierra.  K  mucho  con 
miedo  e  con  gran  necessidad  atenderán  el  cuchi- 
llo del  rabi  cruel.  K  muchas  mugeres  ahontadas 
serán,  e  desonr radas,  e  gran  mal.  E  sus  aboga- 
dos viuiran  cabe  el  penados.  Y  esto  durara 
desde  el  tiempo  de  la  hera  de  mil  e  trezientos  e 
setenta  e  ocho  años  de  la  encarnación  de  nues- 
tro señor  Jesu  Christo^  fasta  el  onzeno  año. 

Vn  pollino  león  se  leuantara  en  este  tienpo, 
perezoso,   adormido,   e  con  grandes  llagas  (']. 
Su  aguijón  sera  el  muí/  gran  caucdlero  cruzado, 
buen  religioso,  e  muy  esforrado,  e  sabidor  en 
todo  bien,  e  muí/  virtuoso  en  todas  las  cosas.  E 
fazerle  ha   bolar  sobre  todas   las  p.^rtidas  de 
España.  E  su  buelo  no  f ara  sombra  negra,  mas 
clara  como  cristal.  E  fjo  vera  de  los  cristales; 
y  el  menor  de  razón  e  mas  claro  que  el  mayoi 
cristal  y  sin  maldad,  sera  abondado  de  lana, 
y  encerraimento    que  muy  estremedamente  el 
jiollino  asno  de  gran  maldad.  Y  el  pollino  león, 
con  gran  esfueri'o  del  noble  cauallero  cruzado, 
e  acucia  del  noble  cauallero  religioso,  con  a(¡ote 
cruel  aqotado   con  filos   de   seda,  justicia  de 
verdad  castigara,  e  sacudirá  el  asno  de  gran 
maldad  pollino,  Jasta  que  parecerá.  Y  echai'lo 
ha  de  sus  cueuas  e  del  su  pueblo  ráyelo  de  su 
lana.  E  maraidllosa  cosa  sera  si  le  (/vedara 
rabo  ni  orejas,  e  grandes  ayudas  e  marauillosas 
aura  al  pollino  león;  e  no  sabrá  por  que  yra 
creciendo  la  su  lana  Jasta  la  cima.  Corona  muy 
preciosa   aura  mas  que   los  otros  pasados.  E 
rogaran  los  muertos  por  su  vida;  que  Dios  ge  la 
prospere   con   muy  gran    razón    abondosa    de 
nobleza.  Y  verdecerán  todos  los  arboles,  e   los 
canpos,  que  muy  gran  marauilla  sera  a  los  que 
lo  vieren.  Los  quedes  el  asno  de  gran  maldad  e 
lleno  de  toda  roña,  con  su  solo   bramido  vuo 
sacado  e  descortezado  e  del  todo  dañado  e  per- 
dido como  malo  e  pessimo,  e  sin  ninguna  virtud 
ni  bondad.  E  todos  los  que  lealmente  lo  serui- 
ran  con  franco  e  limpio  coraron  e  nobleza  pura 
de  justicia,  estos  serán  muy  abondados  e  con- 
plidos  de  todos  bienes,  e  J'olgaran  e  reposaran 
sin  miedo  ninguno.  E  Dios  los  acrescentura  en 
todo  e  los  amara.  E  nunca  los  desampara,  e  a 
sus  cuytas  e  necessidades  los  acorrerá;  por  suyo 
sienpre  le  teman;  e  por  la  piedad  e  nobleza  del 
pollino  león,  muchos  desechados,  que  anclaran 
corridos  e  de  todo  desanparados,  por  la  crueza 
deste  asno  lleno  de  gran  mal,  ayna  tornaran  sin 
miedo  a  su  desechadura,  e  serán  assentados  e 
con  muy  grande  honrra  puestos  en  su  desecha- 
dura.   Las  tres  coronas  le  abrararan  Con  gran 
amor  en  vno,  con  el  gran  assosiego  y  herman- 

(')  ¿Enrique  IH  el  Doliente! 


dad  durable  que  nunca  le  fallecerá,  y  en  tal 
manera  sera  este  abra<;a)niento  destas  tres  coro- 
nas, que  quebrantara  los  colmillos  de  los  gran- 
des puercos  jabalines,  que  malinamente  le  tra- 
taran, pensando  de  le  dañar;  e  dellos  aura  que 
serán  sacados  para  siempre,  que  nunca  ay  tor- 
naran. Esto  por  su  gran  crueza  e  dureza  que 
teman  en  ellos;  e  muchos  dellos  ay  aura  que 
arrancaran  las  sedas  rubias  de  sus  espinazos,  e 
que  los  embiaran  con  gran  humildad,  embueltos 
con  muy  gran  miedo,  pensando  de  ser  mas  daña- 
dos de  los  (/ue  las  sedas  7-ancaran;  e  con  este 
temor  e  miedo  yran,  mas  tarde  tornaran.  E  Mer- 
curio, e  Cercites,  e  Júpiter,  renouaraii  las  sus 
fazes,  e  fuerr^as  cobraran  e  mal  procuraran  con- 
tra los  no  merecientes. 

En  las  estrechuras  de  España,  de  las  partes 
de  Oriente,  vna  hornea  del  ala  nascera  del 
mudado  enbuelto  della.  E  de  la  desechada  onqa, 
por  gran  milagro  e  liña  muy  derecha  de  justi- 
cia, e  con  grande  sosiego  e  folgura  reynara;  ca 
el  león  pollino  no  perderá  por  ella  sujjrez,  ante 
la  cobrara.  E  la  no  cobrada  della  traspassara 
los  montes  Perineos,  e  las  alturas  cdabaran  e 
codiciaran  su  aduenimiento,  e  aun  no  se  terna 
por  peor  el  i/ue  por  señor  los  aura.  Los  anti- 
guos renouaran  las  sus  mexillas,  e  plazera  a 
los  mancebillos  oyr  sus  palabras  de  los  fechos 
passados.  Sti  nonbre  durara  por  sienpre,  cum- 
plido sera  en  todos  sus  Jechos,  ca  aura  maraui- 
lloso  entendimiento.  Biuira  diez  años  mas  qjie 
ninguno  de  los  passados;  quedara  su  linaje 
desde  el  tienpo  de  la  encarnación  de  nuestro 
señor  Jesu  Christ"i  de  mili  y  trezientos  e  cin- 
cuenta e  cinco  años. 

Leuantarase  el  gauilan  del  olmo,  e  matara  el 
león  brauo  de  las  montañas.  Y  este  abrifa  los 
puertos  de  España,  y  sera  muy  buen  rey  e  muy 
temido  de  todas  las  gentes,  e  no  reynara  mas 
de  treze  años,  e  saldrá  del  mundo  terrenal. 

En  este  tienpo  que  reynara  el  león  lobo  cer- 
ual  que  matara  el  cauallo  de  los  pies  aluos.  Su 
hijo  sera  dicho  leoncillo  de  España.  Y  este 
leoncillo  aura  vn  hijo  en  la  verga  de  la  selua, 
mas  antes  aura  vna  hija.  Y  este  fijo  del  leon- 
cillo sera  dicho  León  coronado  de  España, 
porque  nascera  quando  reynare  la  estrella  que 
es  dicha  Leonisa.  Y  esta  estrella  reynara  a 
cabo  de  los  nouenta  años.  Y  este  nascera  en  el 
viernes  jyrimero  del  tercero  mes.  El  que  nasciere 
el  primero  dia  o  en  el  segundo  o  en  el  tercero 
dia,  sera  la  su  vida  nouenta  años,  y  este  nas- 
cera en  el  tercero  dia  en  el  principadgo  mayor 
de  España.  Y  este  nunca  sera  vencido  en  bata- 
lla, e  nacerá  en  la  villa  de  Toro;  e  los  padres 
saldrán,  y  el  se  criara  en  fuego  y  sangre;  e  sera 
criado  en  la  cueua  del  canpo  en  los  ¡ñes  de  las 
montañas;  e  criarle  ha  la  malina  e  la  Leona  de 
Molina,  e  dará  lugar  a  la  onqa.  E  a  los  qua- 


IGO 


LlllKOS  L>E  caballerías 


torze  años  sera  este  rey  en  gran  peligro  y  esca- 
para, e  morirá  entonce  vno  de  su  reyno  muy 
poderoso.  E  a  los  veynte  e  quatro  años  de  mas 
del  millar  de  los  (¡uatroc/entos  años  de  nuestro 
señor  Jesu  Christo,  este  león  sera  llamado  rey, 
e  andará  por  su  reyno,  e  abaxara  las  cueuas  de 
los  malos,  e  gozarse  ha  mucho  con  el  todo  su 
pueblo  e  todo  su  reyno.  Este  casara  en  el  quinto 
año  con  la  oni;a  del  ala  de  Oriente.  Y  este  león 
querrá  i¡ue  le  conozcan  senario  jjor  torios  sus 
reynos.  E  quando  este  conplire  tres  sietes,  echara 
el  puerco  gordo  de  Portugal,  e  fara  condes  en 
su  reyno,  y  entonces  sera  gran  Juego  en  España 
fasta  que  salga  el  morciegalo  que  correrá  las 
moscas  e  tragarlas  ha;  e  destruyra  los  canises 
de  España,  y  después  holgara  en  paz.  E  aqui 
se  comentara  la  conquista,  e  pasxara  a  Ceuta, 
e  tomarla  ha,  e  muy  gran  partida  de  África,  e 
dexaran  los  caualleros  en  dos  casas  ('). 

De  parte  de  Oriente  leuantarse  ha  el  lobo 
fediendo  en  el  tienpo  destas  tres  sectas,  diziendo 
que  se  duele  de  la  christiandad,  e  i.'e?-na  a  Es- 
paña con  solo  ramo  de  malignidad;  sus  hechos 
serán  suzios  y  fedientes  a  los  que  los  rieren,  e 
muy  mas  a  los  que  los  oyeren;  e  tirara  las 
peñólas  al  Gallo  y  cercenarle  ha  la  cresta,  y  el 
León  dormirá  y  perderá  las  qwitro  partes  del 
reyno;  e  con  este  león  serán  águilas  e  leones  de 
parte  de  Oriente;  e  nuestro  señor  Dios  lidiara 
por  el.  Y  este  león  despertara  y  sera  muy  buen 
rey  e  cobrara  todas  sus  tierras;  e  passara  la 
mar,  e  folgara  España  con  el;  c  sera  la  su  vida 
a  par  del  rey  Dauid;  e  volara  sobre  la  gran 
famera  e  sobre  la  menor,  y  quebrantara  las  tres 
sectas.  Pero  antes  desto  sera  assomhrada  Es- 
paña del  lobo  que  la  robara  con  los  esculcado- 
res  que  serán  en  su  ayuda.  Para  lo  qual  caerán 
en  gran  error  de  la  fe.  Cafara  mu  has  contra- 
rias cosas  contra  nuestro  señor  Dios  e  contra 
los  pueblos,  por  muchos  errores  que  serán  en  su 
tienpo  con  muchas  falsas  ayudas,  e  aura  de  los 
malos  e  de  lo.''  falsos  traylores  familiares  acos- 
tados al  León  a  lo  denegir.  EL  león  d  ira  bozes 
sobre  el  a!t)  pino  sin  rayz,  e  matai'lo  ha  e 
tomarlo  ha  todo  linp'o  en  buena  obra,  e  con 
buen  loor  de  las  gentef,  porque  destruyran  la 
cathedra  del  lobo  cerual. 

Después  di.ro  el  sabio  ^íerlin  que  a  los  diez 
de  mas  del  millar  de  Iok  quatrocientos  años  de 
nuestro  í^eñor  Jesu  Christo,  ei  at¡uel  tienpo, 
ante  de  la  segunda  de  tufa,  las  alas  sin  cuerpo 
botaran  sobre  las  montañas  de  Lucena  y  en^ian- 
grentara  su  espada,  y  después  de  la  segunda  de 
tufa,  dentro  de  la  arca  del  lobo,  el  león  hará 
sangre,  y  el  león  cobrara  las  cuestas  del  lobo,  e 
los  lobos  auran  pauor  del  león.  Y  el  señor  de 
la  fuñera  grande  enbiara  su  espada  al  rey  león 

(')  Alusión  clivni  á  Alt'ou.Sü  XI  de  Castilla. 


de  Esparta.  Este  verterá  mucha  sangre,  e  ma- 
tara, e  destruyrse  han  estas  partidas. 

Después  desto  dixo  el  sabio  Merlin  que  a  los 
veynte  y  siete  años  de  mas  del  millar  de  los 
quatrocientos  años  de  nuestro  señor  Jesu  Chris- 
to, dt'sj)ue.s  de  la  primera  de  tufa,  descenderá 
este  león  a  las  cueuas  de  Ercoles  e  requerirá  l<t 
sierua  de  xw  natura,  y  despertara  la  dueña  que 
yaze  durmiendo  gran  tienpo  auia  so  los  cabellos 
de  Telin,  e  ponerle  ha  guirnalda  de  boz  de 
honra.  Pero  ante  de  aquesto  muchos  ayunt((- 
mientos  serán  ayuntados  en  la  parte  del  león 
contra  las  crueles  bestias,  e  saldrán  de  las  sus 
cueuas,  e  perseguirán  las  gentes  del  león  muy 
cruelmente  a  todo  su  poder,  fasta  que  ellos 
cobraran  el  poyo  alto  que  ellos  mucho  amanan. 
Y  este  rey  león,  quando  esto  riere,  aura  muy 
grande  enojo,  e  fara  muy  grandes  (lyuntamien- 
tos,  quantos  el  pudiere  contra  las  crueles  bes. 
tias  ¡>or  les  quitar  este  poyo  alto;  e  verse  ha  en 
muy  gran  peligro  el  e  torios  sus  ayuntamientos, 
en  que  serán  todos  los  sus  principes  y  grandes 
señores,  para  yr  contra  las  crueles  bestias;  e 
todos  juntos  e  con  muy  gran  querer  ayudarse 
han  a  l(ís  batallas.  Y  esto  sera  ante  las  puertas 
de  Tarfigaila;  e  ronperse  han  las  hazes  muy 
cruelmente  los  rnos  a  los  otros,  fasta  que  la  tie- 
rra se  yra  cubriendo  de  sangre  de  cada  vna  de 
las  partes;  e  durara  la  batidla  fasta  que  la 
noche  lr>s  jjaiiira,  e  assi  se  despedirán  el  pri- 
mero dia  de  la  batalla;  y  el  segundo  dia  de  la 
batalla  se  aparejaran  de  cada  vna  de  las  par- 
tes, e  ronperan  las  hazes  los  vnos  a  los  otros, 
fasto  que  la  tierra  sea  cubierta  de  sangre,  e  las 
crueles  bestias  ronperan  los  reyes  del  Lean.  Y 
esto  sera  a  la  hora  de  nierlio  dia;  y  el  león  brauo 
bramante  mouera  y  derramara  mucha  sangre 
de  las  crueles  bestias,  fasta  que  llegara  al  rey 
que  se  llamara  rey  de  la  fumera  grande,  e 
fuertemente  serán  afincados  de  los  reyes  del  león 
las  crueles  bestias;  e  la  noche  los  departirá,  e 
assi  se  despe'leran  los  dos  dias  de  la  batalla. 
E  al  terrero  dia  enbiara  a  dezir  el  rey  de  la 
fuñiera  grande  al  rey  de  España  que  esta  bata- 
lla que  este  queda,  e  no  se  derrame  ay  mas  san- 
gre; y  que  le  dará  por  tributo  gran  quantia  de 
auer  por  sienpre,  y  que  le  jtluguiesse  que  el 
quer/asse  con  el  reyno,  y  que  lo  ternia  j^or  el.  Y 
el  rey  de  E.y)aña  dirá  contra  (a/uellos  que  tru- 
xessen  el  mensaje  que  avn  se  derramara  ay  mas 
sangre.  Mas  si  le  pluguiese  que  con  todas  sus 
gentes  le  libre  el  reyno  y  le  desamjiare  las  tie- 
rnis,  y  (¡ue  le  dará  treze  dias  de  plazo  e  ayuda 
de  passaje.  El  rey  de  la  fumera  grande,  quando 
esto  oya,  no  (¡uerra  estar  por  esta  pjostura,  e 
aparejarle  han  ca'la  vna  de  las  partes  lo  mejor 
que  puedan  para  la  batalla,  y  perecerán  muchas 
gentes  cruzadas.  E  Dios  enbiara  en  la  parte 
del   león  su  ayuda;   e    las   crueles   bestias    le 


BALADRO  DEL  SABIO  MERLIN 


161 


espantaran,  e  partirse  han  en  tres  partes.  La 
rna  se  al<¡ara  a  las  montañas,  e  la  otra  se  verna 
para  morar  con  ellos,  e  la  otra  se  yra  a  las 
a'juas  del  m-ir.  E  assi  se  quedaran  las  tierras 
libres,  e  cobrarlas  ha  e-^te  rey  Leon-de  España; 
e  la  su  boz  sera  grande  por  todos  los  reijnos  del 
mundo,  e  poblarse  ha  bien  todo  su  rei/nado,  y  de 
gentes  buenas. 

Dixo  el  gran  sabio  Merlin  que  a  los  treynta 
e  dos  años,  de  jnas  del  millar  de  los  quatro- 
cientos  años  de  Nuestro  Señor  Jesu  Christo, 
este  rey  lean  aura  vaa  fija  en  la  onqn  del  ala,  e 
nascera  en  las  cueuas  de  Kercoles.  Esta  sera 
llamada  paloma  de  España;  e  la  yglesia  de 
Sant  Pedro  la  criara;  y  esta  sera  casada  con 
el  fijo  del  emperador  de  Grecia,  e  la  yglesia  de 
señor  Sant  Pedro  Jara  este  casamiento  por  el 
gran  amor  que  aura  con  la  yglesia  de  Christo. 
Assi  que  la  monada  del  rey  León  de  España  e 
la  de  la  y  ilesia  toda  sera  vna  ley  e  vna  señal,  e 
serán  ayuntados  en  rno.  Y  este  rey  sera  alférez 
de  la  yglesia  de  Sant  Pedro,  e  lidiara  contra  to- 
dos aquellos  que  fueron  contra  la  sancta  yglesia. 
E  durmiendo  este  rey,  serán  destruyelos  en  este 
tienpo  los  falsos  profetas  de  rayz,  aquellos  que 
se  vernan  como  en  vestiduras  de  corderos.  Y 
en  este  tienpo  la  dueña  que  ros  deximos  que 
yazia  durmiendo,  sera  esposa  de  la  yglesia  de 
Nuestro  Señor  Jesu  Christo,  e  la  yglesia  de 
señor  Sant  Pedro  la  poma  en  su  cátedra  muy 
honrrada,  e  pjonerle  ha  corona  de  piedras  pre- 
ciosas. En  este  tiempo  aura  dos  donzellas  altas, 
de  muy  gran  guisa  e  de  muy  gran  hermosura  en 
su  cámara;  e  la  guarda  destas  donzellas  es  el 
poyo  alto  de  Sant  Miguel,  para  ser  ensah^ada 
la  ley,  la  garganta  vieja  dende  sera  guardado, 
que  si  no,  si  de  mano  anduuiere,  de  la  hy  de 
Christo  harán  en  este  tienpo  e  sera  en  esta  tierra 
mas  ennoblecido  que  en  otro  tiempo. 

Dixo  el  sabio  Merlin  que  este  rey  León  de  Es- 
paña aura  vn  fijo  en  la  onca  del  ala.  Y  este 
nascera  en  vna  ciudad  cabera  deste  reyno.  Y 
esre  sera  llamado  cieruo  corredor  de  la  gran 
ventura;  y  este  sojuzgara  todas  las  tierras  de 
África  vn  reyno  en  la  ysla.  Y  en  este  tienjjo 
descenderá  el  Imperio  en  el  reyno  de  España. 

El  sabio  Merlm  dixo  que  este  rey  león  aura 
otro  fijo  en  la  onqa  del  ala.  Y  este  nacerá  en 
la  fumera  mayor.  Y  este  sera  llamado  falcon 
bolador  de  la  gran  ventura.  Y  este  halara  sobre 
la  gran  f amera  mayor;  y  este  aura  cinco  rey  na- 
dos en  la  ysla  de  Asia  a  su  mandar.  E  su  boz 
sonara  y  el  su  gemido  espantable. 

A  los  .XXXIII.  años  del  su  nascimiento  deste 
rey  León,  dixo  el  sabio  Merlin,  aura  otro  hijo  este 
rey  león  de  España  en  la  onqa  del  ala;  y  este 
nascera  en  la  fumera  grande,  y  este  sera  llamado 
osso  esforqado  de  gran  ventura;  y  estos  ambos 
sojuzgaran  a  toda  África.  En  aquel  tienpo  sera 

LIBROS   DE   CABALLF-nÍAS.  — 11 


este  rey  León  señor  de  toda  España,  y  sera  jlfe- 
rez  de  la  yglesia  de  San  Pedro,  e  sera  su  de- 
fensor e  guard  'dor.  Y  en  aquel  tienpo  aura 
mucho  amor  con  la  yglesia  de' Jesu  Christo.  Y 
en  aquel  tienpo  sera  la  yglesia  de  Sant  Pedro 
mas  honrada,  e  mas  ennoblecida,  e  mas  ensal- 
mada que  en  otro  tienpo.  Ca  en  este  fincara  y 
estara  todo  el  esfuerzo  de  toda  la  Christiandad. 
E  sera  mayor  rey  en  la  Christiandad  con  la 
cabeqa  de  Francia.  E  sera  abatido  por  el  fene- 
cimiento de  su  rey,  e  le  verna  gran  poderio  del 
alto  señor  de  los  señores. 

A  los  .XXXV.  años,  de  mas  del  millar  de  los 
.cccc.  años  de  Christo,  dixo  el  sabio  Merlin, 
aura  este  rey  de  España  otro  hijo  en  la  onqa 
del  ala.  Y  este  nacerá  en  el  santo  alto  nombre. 

Y  este  sera  llamado  h'auo  lean,  e  rey  de  gran 
virtud;  e  bolara  sobre  las  conquistas  de  África, 
e  la  su  morada  sera  en  la  tierra  santa  de  Jeru- 
salem;  e  aura  cinco  reyvados  en  la  ysla  e  dis- 
pornan  el  gran  Soldán  de  Persia;  y  era  el  su 
nido  deste  apoderado  partirá  las  tierras  con  el 
rey  de  Capadocia.  Y  deste  rey  de  Ca  adocia 
saldrán  marauillosas  cosas  e  marauillosos  bie- 
nes. E  casara  con  la  Jija  del  rey  de  Capadocia. 
E  tan  fuerte  sera  en  sus  hechos,  que  no  aura 
su  par. 

Aqueste  rey  león  de  España,  aura  todos  sus 
fjos  en  el  principadgo  mayor  de  España,  e 
serán  todos  reyes  airados  fasta  cincuenta  e  cinco 
años;  y  serán  todos  casados  con  hijas  de  reyes; 
y  el  menor  destos  quatro  fijos  casara  con  la  hija 
del  rey  de  Capadocia  mucho  a  su  honra. 

Dixo  (d  sabio  Merlin,  que  a  los  .xxxvii.  años, 
de  mas  del  millar  de  los  qncdrocientos  años  de 
Jesu  Christo,  aura  este  rey  de  España  vn  hijo 
en  la  onca  del  ala;  e  nascera  en  la  cabeqa  de 
Castilla,  e  sera  llamado  casa  de  sapiencia;  y 
en  este  quedaran  los  cinco  reynados  de  España. 

Y  después  del  finamiento  deste  rey  león  de  Es- 
paña, la  yglesia  de  Sant  Pedro  sera  honrrada, 
fasta  que  tornara  este  rey  león  en  sus  reynos. 
E  aura^  vn  fijo  que  heredara  los  reynos  de  Es- 
paña después  del  finamiento  deste  rey  león. 

Dixo  el  sabio  Merlin  que  se  leuantara  este 
rey  León  que  nascio  en  las  cueuas  de  Ercoles 
que  durmió,  e  passara  el  estrecho  de  España 
con  la  virtud  del  alto  señor,  e  conquerira  las 
gentes  barbaras,  e  sojuzgara  a  toda  Ajrica,  y 
destruyra  a  Egypto,  y  dexara  las  tierras  a  sus 
fijos;  y  piarerera  en  todos  sus  hechos  al  rey 
Dauid  en  alteza  y  bondad,  e  marauillosas  co- 
sas, e  marcmillosos  fechos. 

El  sabio  Merlin  dixo  que  a  los  quarenta 
años  de  mas  del  millar  de  los  quatrocientos 
años  de  Jesu  Christo,  comenqaran  las  hanbres 
fuertes  en  África,  e  duraran  ay  siete  años,  que 
serán  abaxados  todos  los  soldanes  e  todos  los 
reyes,  e  vernan  a  gran  baxura;  e  serán  todos 


162 


LIBROS  DE  caballerías 


destruyaos  los  falsos  profetas  de  rayz;  e  aquellos 
que  venían  como  en  vestiduras  de  corderos;  e 
vernan  como  en  ayuda  desde  rey  León  para  con- 
querir los  moros  de  África. 

Aqueste  rey  de  España  sera  señor  de  cinco 
reynados  en  la  ysla  de  Asia,  y  en  aquel  tiempo 
partirá  las  tierras  con  sus  fijos;  e  los  dos  ma- 
yores sojuzgaran  todas  las  tierras  de  Afi'ica.  Y 
el  menor  sera  Rey  en  la  tierra  sancta  de  Jeru- 
salem,  e  mandara  los  cinco  reynados,  e  la  ysla 
de  Asia  a  todo  su  mandamiento. 

Merlin  el  sabio  dixo  que  quando  passaren 
estos  reyes  la  mar,  yran  los  dos  mayores  casados 
con  fijas  de  reyes  de  España;  y  el  menor  sera 
casado  con  la  jija  del  rey  de  Capadocia.  Este 
rey  semejara  al  rey  Dauid  en  sus  Jechos.  Y  este 
rey  de  España  semejara  al  rey  Alexandre  en 
sus  fechos. 

Dixo  el  sabio  Merlin  que  a  los  cincuenta 
años  de  mas  del  millar  de  los  quatro  cientos 
años  de  Christo,  se  tornara  este  rey  de  Espa- 
ña para  su  reyno,  e  quedaran  sus  afijos  en  las 
conquistas,  cada  vho  dellos  en  la  suya  cono- 
cido, e  cada  vno  bien  quisto.  Este  rey  de  Espa- 
ña passara  la  mar,  e  fallara  todos  sus  reynos 
gozosos  e  con  gran  alegria  para  lo  rescebir  muy 
bien  aparejados.  E  la  su  boz  sera  grande  por 
todos  los  reynos  del  mundo.  Y  Dauid,  e  Salo- 
món, e  Alexandre ,  estos  tres,  que  fueron  los  mas 
nobles  e  los  mas  preciados  del  mundo,  estos  per- 
derán sus  bozes  por  la  suya  deste  rey  León  de 
España;  e  su  vida  sera  depa?-tida  en  tres  mane- 
ras: Treynta  años  sera  su  afán  en  las  conquis- 
tas. Y  los  otros  treynta  años  biidra  en  gran 
plazer.  Y  acabados  los  cient  años  del  millar  de 
los  quatrocientos  años,  saldrá  este  rey  león  del 


mundo  terrenal,  e  Dios  embiara  por  el,  e  assi 
sera  la  su  vida  .xc.  años.  E  la  su  boz  sera 
grande  por  sienpre;  e  la  su  sepoltura  sera  en 
las  cueuas  de  Ercoles  con  su  linaje. 

El  sabio  Merlin  dixo,  que  en  estas  tres  sectas, 
que  en  el  tienpo  quando  las  águilas  e  leones 
vernan  al  principazgo  mayor  de  España,  dentro 
en  la  gruessa  de  España  sera  abatido  el  orgullo 
de  Inglaterra.  E  dentro,  en  la  puente  de  Lon- 
dres, se  desdirá  el  yngles  que  no  es  yngles.  E 
la  casa  de  Inglaterra  no  se  osara  llamar  casa 
de  Inglaterra.  Y  todo  esto  les  vei-na  por  dere- 
cho de  las  partidas  de  España.  Y  todo  esto  sera, 
porque  la  estrella  que  es  dicha  Leoniza,  se  le- 
uantara  sobre  ellos  por  do  atiian  ellos  el  es- 
fuerzo, e  se  verna  a  assentar  sobre  la  gruessa  de 
España,  e  durara  ay  el  su  assentamiento.  .xc. 
años.  Y  en  este  tienpo  nunca  los  del  principazgo 
mayor  de  España  serán  vencidos  en  batalla 
canpal;  que  sea  de  rey  a  rey. 

Dixo  el  sabio  Merlin,  que  a  los  (¡uarenta  e 
ocho  años,  de  mas  del  millar  de  los  quatro- 
cientos años  de  Christo,  la  yglesia  de  San 
Pedro  los  alqara  por  reyes  a  todos  los  tres 
fijos  deste  rey  León  de  España.  En  la  yglesia 
de  San  Pedro  fauoresceran  estos  reyes;  y  el  les 
partirá  las  tierras  e  las  prouincias.  Y  apare- 
jarse  han  estos  tres  reyes  para  yr  con  este  rey 
León  de  España;  e  passara  la  mar  jwr  la  estre- 
chura de  España,  e  comenqaran  las  gentes  con 
el.  E  ayudarles  ha  el  señor  muy  alto,  e  vencerán 
a  las  crueles  Bestias,  e  tomarles  han  las  tierras. 
Y  en  aquel  tienpo  sera  este  rey  León  de  España, 
señor  en  las  tres  partes  del  mundo,  e  mandara 
los  cinco  reynos  de  España,  y  sojuzgara  a  todas 
las  conquistas  de  África. 


FIN     DE     LAS     profecías 


uta  DcmácfaDel  fancto  Sríal: 
£onloemaraníUofos 

'^  tej^ocig^atajítt 


LIBIOS   DF.   CABtLLKKÚS.  — PÁ6.    163 


ü  nmu  Mí  mm  iíriiil 


CON  LOS  MARAVILLOSOS  FECHOS  DE  LANZAROTE  Y  DE  GALAZ  SU  HIJO 


SEGUNDA  PARTE 


DEMANDA   DEL   SANCTO   GRIAL 


Aquí    comiexíja    el   segundo    libro   de   la 
DEilAlíDA  DEL  SANCTO  GRIAL;  e  de 

LOS  FECHOS    DEL   MUY    ESFORgADO  GrALAZ  (*). 

En  la  víspera  de  peatecostes,  acaeció  que 
fue  muy  gran  gente  juntada  en  Camaloc, 
assi  que  podían  ay  ver  muciios  caualleros,  e 
muchas  dueñas  muy  bien  guarnidas;  y  el 
rey,  que  estaña  muy  alegre,  honrólos  mu- 
cho, e  fizólos  mucho  bien  seruír.  E  toda  cosa 
que  entendía  que  por  su  corte  seria  mas  ale- 
gre  e  mas  TÍcÍQS.a^  todo  lo  hazia;  e  aquel  día 
■que'os  yo  digo,  quando  querían  poner  las 
mesas  (esto  era  a  ora  de  nona)  avino  que  vna 
donzella,  muy  hermosa  e  muy  bien  vestida, 
llego,  y  entro  en  el  palacio  de  píe,  e  muchos 
ouo  y  que  la  recibieron  mny  bien,  porque 
entendieron  que  era  mandadera,  y  ella  co- 
mencé de  catar  de  vna  parte  e  ele  otra  por 
el  palacio,  e  preguntáronle  que  que  deman- 
daua,  y  ella  dezia:  «Don  Langarote  del  Lago, 
¿es  aquí?»  Dixo  vn  cauallero:  «Donzella, 
vedlo  do  esta  allí  en  aquella  finestra,  fablan- 
do  con  Don  Galuan» ;  y  ella  fue  luego  para 
el,  e  sainólo  ally  do  estaña,  e  tanto  que  la 
vio ,  conocióla  muy  bien ,  e  abracóla ,  ca 
aquella  era  vna  de  las  donzellas  con  que 
moraua  en  la  ínsula  de  Letuux,  que  la  hija 
de  Peles  amaua  mas  que  donzella  de  su  com- 
paña. 


^')  Aunque  se  rotula  segundo  libro,  es  esta  una 
obra  independiente  del  'Baladro. /Este  segundo  libro 
es  propiamente  la  DemanlTa  del  sancto  Grial.  No 
contiene,  como  parece  dar  á  entender  el  título,  la 
historia  de  Lanzarote  del  Lago,  sino  algunos  frag- 
mentos de  ella. 

Tenía  razón,  pues.  Clemencín  al  afirmar,  en  sus  no- 
tas al  I/tf/eniíisu  Hidaljiti  (t.  III.  p.  457),  que  existió 
un  libríTmipreso  'dé^Xauzarote  del  La^o,  distinto  de 
la  Deiiiuuda,  y  procede  de  ligero  Gayaii^ios  {Catálo- 
go, p.  LXIII)  al  caer  en  la  cuenta  de  que  el  Lanza- 
rote  y  la  Demanda  <íton  una  misma  obrat. 


Capitulo  I .  —  Como    la   donzella   vino   a 
llamar  a  Langarote,  que  fuesse  a  Badiar. 

Langarote  dixo:  «Donzella,  ¿que  auentura 
vos  traxo  a3[ui?  Ca  bien  se  yo  que  sin  razón 
no  venístes  aquí».  «Señor,  dixo  ella,  verdad 
es;  conuienevos,  si  vos  pluguiere,  que  vaya- 
des  comigo  [a]  aquella  floresta  de  Camaloc.  E 
sabed  que  mañana,  a  hora  de  comer,  sereys 
aquí».  «Cierto,  donzella,  dixo  el,  mucho  me 
plaze,  ca  temido  so  de  vos  fazer  seruicio  en 
todos  lugares  que  yo  pudiere».  Entonce 
pidió  sus  armas,  e  quando  el  rey  vio  que  se 
fazia  armar  a  tan  grande  príessa,  fue  a  el 
con  la  reyna,  e  dixole:  «¿Como?  ¿Dexarnos 
queredes  a  tal  fiesta  que  los  caualleros  de 
todo  el  mundo  vernan  a  la  corte,  e  mucho 
mas  por  ver  a  vos  que  por  al,  e  dellos  por 
ser  en  vuestra  conpañía?»  «Señor,  dixo  el, 
no  vo  sino  a  esta  floresta  con  esta  donzella 
que  me  rogo,  mas  bien  sabed  que  mañana 
seré  aqui  a  ora  de  tercia». 

Cap.  II.  —  Como  Langarote  se  fue  con  la 
doncella. 

Estonce  salió  Langarote  del  palacio,  e  su- 
bió en  vn  cauallo,  e  la  donzella  en  su  pala- 
fren,  e  sabed  que  ñieron  con  la  donzella  dos 
caualleros  e  dos  donzellas;  e  quando  ella  torno 
a  ellos,  dixo:  «Sabed  que  yo  libre  muy  bien: 
por  aquello  [que]  yo  vine,  don  Langarote  se 
ha  de  yr  con  vos»;  y  entonce  se  tomaron  de 
andar  y  entrar  en  la  floresta,  e  no  anduuie- 
ron  mucho  por  ella,  que  llegaron  a  casa  del 

Vherinitaño  que  solia  fablar  con  Galaz;  quan- 
do el  vio  yr  la  donzella,  luego  supo  que  era 
por  fazer  a  Galaz  cauallero,  e  salió  de  su 
hermita  por  ver  e  yr  al  monesterio  de  las 
dueñas,  ca  queria  el  que  [no]  se  fuesse  Ga- 

1  laz  que  el  ante  no  lo  viesse,  ca  bien  sabia 


164 


LIBROS  DE  caballerías 


que  después  que  se  partic?sc  de  a  y,  que  no 
tornaría  ay,  ca  el  le  cguuertio  mucho  que 
fuesse  cauallero.  efuesse  e'ntTar  en  las  aven- 
turas en  el  reyno  de  Londres,  e  por  esto  le 
semejaua  que  lo  auria  perdido,  porque  lo  no 
viera  tan  a  menudo  como  solia,  ca  auia  en 
el  gran  sabor,  porque  era  sancta  cosa  e 
sancta  criatura. 

Quando  ellos  llegaron  al  abadia,  leñaron 
a  Lanf/arote  para  vna  cámara,  e  desarmá- 
ronlo, e  vino  la  abadesa  con  .IIII.  due- 
ñas, e  truxeron  consigo  a  Qalaz;  y  era  tan 
fermoso,  qne  era  marauilla  (TeTo  ver,  e  an- 
dana muy  bien  vestido;  e  la  abadessa  que 
lloraua  mucho  con  plazer,  como  vio  a  Lan- 
carote,  dixole:  «Señor,  por  Dios,  í'azed  nues- 
tro donzel  cauallero,  ca  no  queremos  que 
sea  por  otra  mano;  ca  mejor  cauallero  que 
vos  no  puede  ser,  que  bien  tenemos  que 
sera  tan  bueno,  que  os  fallaredes  ende  muy 
bien,  y  que  sera  vuestra  honra  de  lo  armar 
cauallero;  e  avnque  vos  lo  no  rogasse,  lo 
deuiades  fazer;  ca  sabed  por  cierto  que  es 
vuestro  fijo:;  e  quando  Langarote  vio  a  Gra- 
laz  tan  fermoso  donzel  e  tan  bien  fecho,  fue 
ende  muy  alegre,  e  tomólo  en  los  bragos  e 
dixole:  «Fijo  Gralaz,  ¿quereys  vos  ser  caua- 
llero?», y  el  respondió  muy  humilmente: 
«Señor,  si;  si  os  pluguiesse,  bien  lo  querría 
ser,  ca  no  ha  cosa  en  el  mundo  que  tanto 
dessee  como  honra  de  caualleria  y  serlo  de 
vuestra  mano,  ca  de  otro  no  lo  querría  ser; 
ca  tanto  os  oy  loar  de  caualleria,  que  a  nin- 
guno que  vos  armassedes  cauallero  no  sera 
couarde;  y  esta  es  vna  de  las  cosas  del  mun- 
do que  me  da  mayor  esperanca  de  ser  buen 
cauallero  e  buen  honbre».  «Fijo  Galaz,  dixo 
I  angarotc,  estrañamente  os  fizo  Dios  fermo- 
so; por  Dios,  si  vos  no  cuydades  ser  buen 
cauallero,  no  vos  trabajedes  de  serlo,  e  si 
Dios  me  vala,  seria  gran  daño  e  gran  mala- 
uentura  de  no  ser  vos  muy  buen  cauallero, 
ca  bien  apuesto  sodes  y  fermoso».  Y  el  res- 
pondió: «Señor,  si  Dios  me  fizo  íermoso, 
darme  ha  bondad  si  a  el  pluguiere,  ca  en  otra 
guisa  valdría  poco;  por  ser  honbre  bueno, 
que  semeje  a  mi  linaje  e  aquellos  onde  yo 
vengo,  he  puesto  mi  esperanga  en  Nuestro 
Señor,  e  por  esto  os  ruego  que  me  fagades 
cauallero» ;  e  Langarote  respondió:  «Fijo, 
pues  os  plaze,  yo  lo  haré,  e  Nuestro  Señor, 
que  lo  puede  fazer,  os  faga  tan  bueno  como 
soys  fermoso  > .  A  esto  respondió  el  hermita- 
ño:  «Don  Langarote,  no  dudedes  de  Gralaz, 
que  yo  os  digo  que  passara  de  bondad  de 
caiialleria  a  los  mejores  caualleros  del  mun- 
do.!'; e  Langarote  respondió:  «Dios  lo  faga 
assi  como  yo  querría»;  estonce  comengaron 
todos  a  llorar  con  plazer  quantos  ay  estañan. 


Cap.  III.  —  Como  Langarote  quedo  en  el  aba- 
día e  hizo  a  Galaz  tener  vigilia. 

Aquella  noche  quedo  Langarote  alli,  e  fizo 
a  Galaz  tener  vigilia  en  la  yglesia;  y  el  her- 
mitaño,  que  en  gran  manera  amaua  a  Galaz. 
velo  toda  aquella  noche  por  amor  del;  y  en 
toda  la  noche  no  fizo  sino  llorar,  porque  vio 
que  se  auia  de  partir  del  por  la  mañana;  e 
dixo  a  Galaz:  «Fijo  Galaz,  cosa  sancta  e  hon- 
rada flor,  e  loor  de  todos  los  caualleros  me- 
jores del  mundo,  otorgadme  si  os  plaze  que 
os  faga  conpañia  en  toda  mi  vida,  mientra 
vos  pudiere  seguir,  desque  os  partierdes  de  la 
corte  del  rey  Artur;  ca  yo  se  bien  que  no  mo- 
raredes  ay  mas  de  vn  dia,  ca  la  demanda  del 
sancto  Grial  se  comengara  tanto  que  vos  ay 
allegardes;  e  yo  te  demando  tu  conpañia 
assi  como  tu  oyes;  porque  yo  se  mejor  de  tu 
hazienda  e  de  tu  bondad  que  tu,  ca  no  ha 
cosa  en  el  mundo  que  me  tanto  ayudasse  a 
confortarme  de  oy  mas,  como  ver  tan  sancta 
cosa  como  tu  seras  e  como  ver  las  maraui- 
llas  a  que  tu  darás  cima;  ca  Dios,  qua_tefizo 
nacer  en  tal  pecado  como  sabes  ('),  por  mos- 
trar su  gran  podei^~e~STr  viríad,  te  otorgo  por 
la  su  piedad  e  pov  tu  buena  vida  que  comen- 
gaste  desde  la  mocedad  fasta  aqui,  te  dará 
poder  e  fuerca  de  armas  sobre  todos  los  caua- 
lleros que  nunca  traxeron  armas  en  el  reyno 
de  Londres;  assi  que  tu  darás  cima  a  todas  las 
auenturas  e  marauillas,  do  todos  los  otros 
fallecerán;  e  porque  quiere  a  ti  e  a  los  tus 
fechos  que  acabaras,  que  fueste  fecho  en  tal 
pecado  do  los  otros  no  podran  biuir  que  fue- 
ron fechos  en  leales  casamientos,  te  quiero 
tener  conpañia,  ca  bien  se  que  en  nuestro 
tienpo  no  fizo  Nuestro  Señor  tan  fermosos 
milagros  ni  tan  conocidos  como  fara  por  ti; 
esto  quiero  yo  mejor  saber  por  lo  ver  e  por 
lo  oj^r,  ca  yo  so  aquel  que  de  aqui  adelante 
meteré  en  escripto  todos  los  fechos  que  Dios 
mostrara  en  esta  demanda  por  el  tu  amor;  e, 
fijo,  otórgame  lo  que  te  demando,  assi  Dios 
te  faga  honbre  bueno» . 

Cap.  IY. —  Como  Langarote  fizo  cauallero  a 
su  fijo  Galaz. 

Quando  fue  ora  de  prima,  la  missa  dicha, 
fizo  Langarote  cauallero  a  su  fijo  Galaz,  assi 
como  era  costunbre;  e  sabed  que  quantos  ay 
estañan  se  pagauan  mucho  de  quaiitole  vian, 
e  no  era  mucho,  ca  en  aquel  tienpo  no  podia 
honbre  fallar  en  todo  el  reyno  de  Londres 
tan  fermoso  ni  tan  bien  fecho;  j  en  todo  era 
tal,  que  no  podia  honbre  en  el  po  er  fíalta, 
saino  que  era  muy  manso  en  su  cortesía  y  en 

(')  Galaz  era  hijo  natural  de  Lanzarote. 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


165 


su  continente.  E  sabed  (|ue  quando  L¡ni(,^a- 
rote  le  fizo  cauallero,  que  se  no  pudo  sotVir 
que  no  llorasse,  porque  sabia  que  de  todas 
partes  era  de  tal  guisa,  que  no  podia  ser  de 
me¡or,  e  veyan  tan  pobre  fiesta  e  con  tan 
poca  conpaña  en  caualleria,  ni  el  no  podia 
cuydar  que  ay  estuuiesse  tan  gran  coro  como 
después  que  lo  vio,  tanto  lo  vej^a  callado  en 
continente  e  tan  manso. 

Cap.  V.  —  Como  LatK^arote  castigaua  a  Galaz 
su  fijo. 

Después  que  Lanyarote  ouo  hecho  quanto 
a  caualleria  conuenia,  dixo:  «Fijo  Galaz, 
agora  soys  cauallero,  Dios  mande  que  sea  la 
caualleria  tan  bien  enpleada  en  vos  como  en 
vuestro  linaje;  agora  me  dezid:  ¿Yredes  vos 
agora  a  la  corte  del  rey  Artur,  a  do  están  mu- 
chos buenos  honbres  de  todas  las  partes  del 
mundo,  e  todos  los  caualleros  del  rejmo  de 
Londres  son  llamados  a  esta  fiesta?»  Y  el  res- 
pondió: «Señor,  yo  yre,  mas  no  con  vos,  ca 
otro  me  guiara» .  «E  ¿quando  sera  esso?» ,  dixo 
Langarote.  E  los  caualleros  que  con  el  anda- 
uan,  dixeron:  «Señor,  pues  es  ya  cauallero, 
el  yra  ay  mas  ayna  que  vos  cuydays,  e  si  os 
pluguiere,  podeys  aqui  quedar  o  yrvos  a  la 
corte,  ca  el  sera  ay  muy  presto».  «Pues, 
dixo  Langarote,  acomiendoos  a  Dios,  ca  me 
quiero  yr  a  la  corte» .  Estonces  tomo  sus  ar- 
mas e  caualgo,  e  quando  quiso  salir  del  mo- 
nesterio,vio  ante  vna  cámara  a  Boores  e  a 
Lionel  armados,  que  querían  ya  caualgar;  e 
como  lo  vieron,  fuero nse  contra  el,  y  el  les 
dixo:  «¿Que  ventura  os  truxo  aqui?,  ca  yo 
pensaua  que  erades  en  la  corte» .  «Señor,  di- 
xeron ellos,  nos  partimos  dende  por  pauor 
que  ouimos  de  vos,  ca  pensamos  que  os  no  par- 
tiades  dende  sino  por  alguna  cuyta,  e  por  esso 
venimos  en  pos  de  vos  fasta  aqui,  e  nos  enco- 
brimos  lo  mejor  que  podimos;  en  quanto  sopi- 
m-os  que  os  queriades  tornar  a  la  corte,  arma- 
mos nos  por  nos  tornar  con  vos,  ca  por  al  no 
venimos  aqui  sino  por  vos» .  «Pues  caualgad 
e  vayamos»,  dixo  el;  e  yendo  por  el  camino, 
preguntóle  Boores:  «Señor,  ¿quien  es  este 
que  fezistes  cauallero?»  «Sabredeslo,  dixo 
Langarote;  dexad  agora  la  pregunta» .  «Por 
Dios,  dixo  Leonel,  quien  quier  que  el  sea,  es 
el  mas  fermoso  cauallero  de  su  hedad  que 
yo  nunca  vi,  e  si  fuere  tan  bueno  como  fer- 
moso, mucho  bien  le  fara  Nuestro  Señor». 

Cap.  Yl.—De  como  Langarote  se  torno  de 
la  abadía  a  la  corte  del  rey  Artur. 

Fablando  assi  llegaron  a  Camaloc,  e  sabed 
que  quantos  en  la  corte  eran  fueron  muy 
alegres,  ca  mucho  fue  la  fiesta  mejor  e  mas 


que  si  ellos  no  fuessen;  el  rey  fue  estonce  a 
oyr  la  gran  missa  a  la  yglesia  con  gran  con- 
paña de  caualleros,  que  maraiiilla  era  de  lo 
ver;  y  el  traya  estonce  corona^  e  vestio  aque- 
llos paños  con  que  fuera  reynado,  e  la  reyna 
otrosi;  y  este  giiarnimento  era  tan  rico,  que 
no  era  sino  marauilla,  e  con  la  reyna  yuan 
tantas  dueñas  e  donzellas,  que  era  marauilla, 
y  desque  oj^^eron  missa,  fueronse  al  palacio, 
e  auino  que  entranilo  e  andando  las  sillas 
de  la  Tabla  Redonda,  fallaron:  «Aquí  deue 
SERFüLAN»,  e  «Aquí  fulan»;  e  quando  lle- 
garon a  la  silla  peligrosa,  üillaron  y  letras 
nueuamentéTechas :  «^"jccccl.íüj  años  com- 

PLIDOS  D  •;  LA  MUERTE  DE  JeSU-ChrISTO,  EÍT  DÍA 

DE  Pextecoste,  deue  auer  esta  silla  señor.» 
«Cierto,  dixo  la  donzella,  oy  deae  auer  esta 
silla  señor.  jCa  a  este  Pontéeoste  fue  la  muer- 
te  de  Jesu  ülMsto  .cocol,  e  .iiij  años;  e  bien 
queria^^si^^ücíiesse  ser.  que  estas~ letras  no 
viesse  ninguno  fasta  que  viniesse  aquel  que 
lo  ha  de  acabar»;  e  Boores  e  Leonel  dixeron: 
«Nos  lo  guardaremos  bien» .  Estonce  cubrie- 
ron la  silla  de  vn  paño  de  seda  bermeja,  assi 
como  las  otras  eran  cubiertas;  e  quando  el  rey 
vino  de  la  yglesia,  se  fue  para  su  cámara  con 
toda  su  conpaña;  el  rei  pregunto  si  era  hora 
de  comer.  «Señor,  si,  le  dixeron,  que  ya  es 
cerca  de  medio  dia;  mas  si  vos,  la  costunbre 
que  fasta  aqui  mantouistes  en  todas  las  gran- 
des fiestas  queredes  agora  mantener,  no  me 
parece  que  agora  podreys  comer,  e  a  tan 
gran  fiesta  como  esta  de  oy  no  vino  ninguna 
auentura,  e  ante  que  la  ventura  viniesse  no 
auiades  vos  de  comer  en  ninguna  fiesta  gran- 
de». «Verdad  es,  dixo  el  rey;  ca  sin  falta  yo 
lo  mantuue  sienpre  desque  fue  rey,  e  man- 
torne mientra  biuiere;  e  por  las  grandes  ven- 
turas que  en  la  corte  vienen,  me  llaman  re// 
auenturoso;  e  por  esso  mantorne  las  auentu- 
ras,  ca  a  la  sazón  que  ellas  dexaren  de  venir, 
bien  se  que  a  mi  señor  no  plazera  que  yo  mu- 
cho reyne  de  alli  adelante;  mas  como  quier  que 
las  grandes  auenturas  solian  venir  a  las  gran- 
des fiestas  en  esta  casa,  yo  se  bien  que  en  el 
dia  no  fallecerán,  ante  vernan  las  mas  fermo- 
sas  e  las  mas  marauillosas  que  nunca  vinie- 
ron, e  assi  me  lo  adeuina  mi  coracon,  e  por 
esto  me  conuiene  que  tardemos  vn  poco,  ca 
bien  se  verdaderamente  que  nuestra  fiesta  que 
no  quedara  sin  auentura;  mas  oue  tan  gran 
plazer  de  la  venida  de  Langarote  e  de  sus 
conpañeros,  que  se  me  acaescio  la  costunbre» . 

Cap.  YIl.— Como  cayo  de  la  finiestra  el  caua- 
llero de  Irlanda,  e  fue  muerto  y  quemado. 

El  rey,  quando  esto  dezia.  Langarote  e  mu- 
chos caualleros  cataron  contra  vnas  finios- 


166 


LIBROS  DE  CABALLERÍAS 


tras  que  estauan  sobre  el  agua,  e  Tieron  ay 
estar  \n  gran  caiiallero  que  era  natural  de 
Irlanda,  e  muy  fidalgo,  e  buen  cauallero  de 
armas,  e  de  gran  nonbradia,  e  el  cauallero 
estaua  muy  bien  vestido,  e  estaua  pensando 
tanto,  que  ninguno  no  lo  podia  acordar  de 
su  pensar,  en  guisa  que  no  ponia  mientes  en 
la  fiesta  ni  en  la  corte;  e  alli  do  staua  pensan- 
do, dio  bozes:  «¡Ay  catiuo,  muerto  so!»;  e 
dexose  caer  de  la  finiestra,  e  quebróse  el  pes- 
cuego,  e  los  caualleros  que  ay  estauan  fueron 

,  a  el  por  ver  que  era,  ej^ljaíaa  que_lesalia 

/^porla__boca_e  por  las  narizes  tnyi  grajQramT 

d¿fuggü,  c^^^^dnalaaíiTpor  bocade~~vir 

forno  qufi^iesse  bien  ence^ldüT'e  tenia  en 

'/sus  manos  vnás  letras  que  cayeran  con  el 
quando  cayera,  e  los  caualleros  tomaron  las 
letras,  y  el  rey  llego  y,  e  todos  los  caualle- 
ros, por  ver  aquella  marauilla.  e  porque  era 
conpañero  de  la  Tabla  Redonda,  e  quando 
el  rey  vio  que  era  ya  muerto,  mando  que  lo 
lleuassen  fuera  del  palacio,  que  no  quisso 
que  su  corte  fuesse  y  tornada  por  el;  estonce 
lo  leñaron  fuera  a  muy  gran  trabajo,  ca  ar- 
dia  tan  ñeramente,  que  toda  la  ropa  era  ya 
tornada  en  ceniza ,  e  no  se  podia  ya  ninguno 
a  el  llegar  que  se  no  quemasse;  e  pues  ñie 
fuera  del  palacio,  comencaron  la  alegría 
como  ante;  e  mucho  auian  todos  gran  pesar 
del  cauallero,  porque  era  muy  preciado  en- 
tre ellos,  e  al  rey  pesauale  mucho,  mas  no  lo 
osaua  mostrar  por  su  corte  no  ser  mas  triste, 
e  desque  supo  que  era  ya  en  la  yglesia,  dixo 
a  los  caualleros:  «Agora  podemos  ya  comer, 
ca  ya  por  auentura  marauiUosa  no  lo  dexa- 
remos» . 

Cap.  Vm.  —  Como  vn  escudero  traxo  al  rei 
las  nueuas  del  espada  del  padrón. 

Hablando  ellos  en  esto,  vino  vn  escudero, 
que  dixo  al  rey:  «Señor,  nueuas  vos  trayo 
las  mas  marauillosas  que  ha  gran  tienpo  que 
nunca  oystes  fablar» .  «¿E  que  nueuas  son? 
dixo  el  rey.  Dezidnoslas» .  «Señor,  aqui  so 
este  vuestro  palacio  aporto  agora  vn  padrón 
de  marmol  assaz  grande,  a  do  esta  metida 
vna  esfjada,  e  a  par  della  esta  vna  vayna  col- 
gada, e  letras  ostrañas  (');  e  yo  vos  digo  que 
vi  el  padrón  assi  venir  andando  sobre  el  agua 
como  si  fuesse  vn  madero»;  y  el  rei,  que  lo 
tenia  por  chufa,  dixo:  «¿E  podria  yo  ver  esse 
padrón?»  «Si,  dixo  el  escudero,  que  ya  es- 
tan  alia  mas  de  cien  caualleros  de  vuestra 

(*)  De  esta  espada  se  ha  hablado  en  el  Baladro. 
Imitación  de  este  episodio  es  aquél  del  cap.  I  de  las 
Sfirgnt  de  H-i/iIfiiidian,  en  que  el  hijo  de  Amadísde 
Gaula  saca  la  espada  que  estaba  metida  en  las  pner- 
tu  de  piedra  de  la  peña  de  la  Doncella  Encantadora. 


compaña  por  ver  aquella  marauilla;»  y  el  rey , 
tanto  que  esto  oyó,  ftie  luego  para  alia  con 
gran  conpaña  de  honbres  buenos,  e  Langaro- 
te, que  supo  luego  bien  que  era,  fue  luego  alia 
em  pos  dellos.  É  Parsiual  y  Estor,  ca  aque- 
llos que  ya  otra  vez  lo  vieron,  queríanlo  ver 
alli  ante  tan  gran  pueblo  como  alli  era  aso- 
nado, si  auria  alli  alguno  que  diesse  cima 
aquella  aventura.  E  quando  el  rey  llego  ala 
ribera,  e  vio  el  padrón,  e  la  espada  ay  me- 
tida por  el  encantamento  de  Merlin,  assi 
como  el  cuento  lo  ha  deuisado,  e  via  la  vayna 
que  estaua  cerca  de  la  espada  e  las  letras 
que  Merlin  escriuiera,  ñie  todo  espantado,  e 
dixo:  <;Nueuas  vos  diré  agora:  sabed  que  por 
esta  espada  sera  comentado  el  mejor  caualle- 
ro del  mundo,  y  esta  es  la  prueua  por  que  se 
ha  de  conocer,  ca  ninguno,  si  no  fuere  el  me- 
jor cauallero  del  mundo,  no  podria  sacar  la 
spada  deste  padrón» . 

Cap.  IX.  —  Como  vino  el  padrón  con  la  espa- 
da que  encanto  Merlin,  e  la  j^rouo  Lau- 
car ote  e  no  la  saco. 

Quando  los  caualleros  oyeron  esto ,  fizie- 
ronse  afuera  los  mas  de  los  caualleros  que  se 
querían  prouar  para  sacarla:  Y  el  rey  dixo  a 
Lancarote:  «Don  Langarote,  tomad  el  espada, 
ca  ella  es  vuestra  por  testimonio  de  quantos 
aqui  están,  que  vos  dan  ¡Dor  el  mejor  caualle- 
ro del  mundo» .  «Esta  es  mi  verguenga,  ca 
cierto  yo  no  so  tal  que  deua  el  espada  auer, 
ca  mucho  mejor  cauallero  que  yo  la  aura,  e 
pésame  mucho  por  que  no  so  tan  buen  honbre 
como  fasta  aqui  cuydastes».  Desto  que  dixo 
Lancarote  ouieron  muchos  caualleros  pesar, 
e  mas  los  del  linaje  del  rey  Yan,  que  lo  te- 
nían pnr  el  mejor  cauallero  del  mundo;  y  el 
rey,  que  bien  entendió  que  auía  ya  quanto  de 
pesar,  dixo:  «A  lo  menos  preñarla  hedes,  e 
assi  no  seredes  ende  culpado  si  por  la  ven- 
tura ay  failassedes» .  «Señor,  dixo,  salua 
vuestra  gracia,  no  me  llegare  ay,  ca,  si  Dios 
me  ayude,  yo  no  valgo  tanto  que  deua  meter 
la  mano  en  el  arma  de  tal  hombre  como  aquel 
sera  que  ha  de  traer  esta  espada» . 

Cap.  X. — Co7no  Galuan  prono  el  espada  del 
padrón,  e  no  fixo  ay  nada. 

Estonces  dixo  el  rey  a  Galuan:  «Sobrino, 
pues  que  Lanr-arote  recela  el  espada,  proual- 
da.  e  veremos  que  verna  ende»:  «Señor,  dixo 
el,  prouarla  he  por  complir  vuestro  mando, 
mas  se  yo  que  no  es  razón,  ca  bien  sabedes 
vos,  e  quantos  aqui  están,  que  a  do  Don  Lan- 
carote dexase  alguna  cosa  por  mengua  de 
caualleria,  que  no  lo  auria  yo  jamas;  ca  el  es 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


167 


mejor  cauallero  que  yo» .  «E  todavía,  dixo  el 
rey,  prouarla  hades,  ca  assi  me  plaze».  En- 
tonce llego  G-alnan,  e  tomo  el  espada  por  el 
puño,  e  tiro  lo  mas  rezio  que  pudo,  mas  nun- 
ca la  pudo  sacar  de  la  piedra,  e  dexola;  es- 
tonce dixo  al  rey:  «Señor,  agora  podeys  bus- 
car quien  la  prueue,  ca  yo  no  meteré  ay  ja- 
mas la  mano,  ca  bien  veo  que  Dios  no  me  lo 
quiere  otorgar» .  «Don  Graluan,  dixo  Langa- 
rote, el  rey  fizo  su  plazer  de  quantos  la  man- 
do prouar,  ca  no  puede  durar  mucho  que  vos 
no  ayades  a  fallar  mal  ende;  ca  vos  recebi- 
reys  ende  vn  golpe  con  ella,  onde  aureys 
miedo  de  morir».  «Amigo,  dixo  el,  no  pudo 
mas  ser,  que  si  agora  pense  aqui  morir,  no 
dexaria  de  fazer  mandado  de  mi  señor». 
«Pues  que  fecho  es,  dixo  el  rey,  la  culpa  es 
mia» .  Estonce  pregunto  a  los  otros:  «Ami- 
gos, ¿ay  aqui  tal  que  quiera  prouar  la  es- 
pada?» T  ellos  callaron  todos,  e  quando  el 
rey  vio  que  no  auia  mas,  dixo:  «Agora  va- 
mos a  comer,  que  tienpo  es,  e  Dios  enbie 
quien  esta  ventura  de  cima,  ca  cierto  mucho 
desseo  que  viniesse» . 

Cap.  XI.  —  Como  fallaron  en  las  sillas  los 
nonbres  de  los  que  las  auian  de  cobrar. 

Tornaron  después  desto  al  palacio,  e  man- 
daron i)or  mesas,  e  los  clérigos,  que  tra- 
bajauan  de  catar  a  las  sillas  de  la  i'abla  Re- 
donda que  lo  auian  de  fazer,  comentaron  de 
catar  de  vna  parte  y  de  otra;  fallaron  es- 
tonce que  en  dos  sillas  no  auia  ningunas  le- 
tras sino  nueuas,  assi  como  si  fuessen  fechas 
estonce;  y  en  vna  ^illa-era  scrito  el  nonbre 
de  Erec.  y  en  la  otra  el  nonbre  de  Helayn  el 
blanco;  e  la  silla  de  Erec  era  la  silla  de  aquel 
cauallero  que  aquel  dia  fue  muerto  del  fuego, 
assi  como  el  cuento  os  lo  ha  deuisado;  e  la 
otra  silla  fue  de  vn  cauallero  d'Escocia  que 
auia  nonbre  Danarin,  que  matara  Tristan  en 
aquella  demanda  ante  la  Joyosa  Guarda  (*), 
porque  aquel  Danarin  demandara  su  amor  a 
la  reyna  Iseo;  mas  esta  auentura  no  dirá  la 
hystoria  del  sancto  Grrial,  ca  hq  atañe  al  su 
libro,  mas  la  gran  hystoria  que  llaman  de 
Tristan  lo  deuisara. 

Cap.   XH.  —  Gomo  los  clérigos  dixeron  al 
rey  de  las  sillas. 

Los  clérigos,  quando  vieron  las  sillas  guar- 
nidas de  nueuos  nombres,  conocieron  luego 
que  los  otros,   cuyas  ante  eran,  que  eran 


(•)  Castillo  donde  Lanzarote  se  defendió  de  Artus 
cuando  éste  fue  á  vengar  el  adulterio  cometido  con 
su  esposa  Ginebra. 


muertos,  e  que  plazia  a  Nuestro  Señor  que 
los  otros  entrassen  en  su  lugar  dellos;  y  es- 
tonce fueron  al  rey,  e  dixeronle  lo  que  falla- 
ron; y  el  rey  fizo  oración  a  Nuestro  Señor, 
que  tan  ayna  puso  consejo  en  la  Tabla  Re- 
donda. Quando  los  caualleros  oyeron  que 
Erec  auia  la  silla  de  la  Tabla  Redonda  y 
Helain,  fueron  todos  muy  ledos,  mas  de 
Helain  ouieron  gran  plazer  los  del  linaje 
del  rey  Van,  ca  aquel  Helayn  era  fijo  de 
Boores  de  Gaimes,  e  fizólo  aquel  dia  caua- 
llero el  rey  Artur,  que  mucho  amana  a  Erec 
porque  tenia  buena  fama  en  oaualleria ,  e 
por  lo  que  del  oyera  lo  queria  mas  que  a 
ningún  cauallero  de  su  edad;  quando  vio 
que  esta  honra  le  viniera,  dixo  con  gran  pla- 
zer: «Erec  mi  amigo,  el  fijo  del  rey  que  en 
esta  corte  esta,  al  que  mas  deuia  honbre  pre- 
ciar de  caualleria,  venga  a  mi,  e  ponerlo  he 
en  el  alteza  que  Dios  le  dio».  Estonce  fueron 
por  el  a  la  cámara  de  la  reyna,  do  estaña  fa- 
blando  con  las  donzellas,  y  desque  lo  vio, 
tomólo  el  rey  por  la  mano ,  y  sentólo  en  la 
silla  de  la  Tabla  Redonda,  do  su  nonbre  era 
scripto,  e  dixole:  «Erec.  Dios  os  faga  tan 
bueno  de  aqui  adelante  como  fuestes  fasta 
aqui»;  e  después  fue  a  Helayn  el  blanco,  e 
dixole:  «Fijo,  soys  muy'fermoso,  mas  de 
vuestra  bondad  no  se  nada;  e  Dios,  por  su 
piedad,  os  faga  parecer  en  caualleria  a  vues- 
tro linaje» .  Quando  los  del  linaje  de  rey  A'^an 
vieron  que  Helayn  ganara  la  silla  de  la  Ta- 
bla Redonda,  fueron  ende  muy  alegres,  e 
Langarote  dixo  estonce:  «Helayn  se  porna  a 
grandes  fechos» .  Y  sepan  todos  aquellos  que 
este  cuento  oyran,  que  aquel  Helayn  el  blan- 
co fue  fijo  de  Boores  de  Gaunes,  e  fizólo  en 
vna  fija  de  la  reina  de  la  Gran  Bretaña; 
pero  ante  que  esto  fuera ,  prometió  Boores  a 
Nuestro  Señor  de  le  guardar  virginidad,  mas 
tanto  que  lo  vio,  amoló  y  engañólo  por  en- 
cantamento; yugo  con  ella  e  fizo  aquella  no- 
che a  Helain,  que  fue  después  enperador 
de  Costantinopla;  y  Boores  quebranto  aque- 
lla vez  lo  que  prometió,  porque  lo  fizo  por  el 
encantamento  de  la  donzella,  e  corrigiese 
después  tan  bien,  que  todos  los  dias  de  su 
vida  mantuuo  castidad. 

Cap.  Xin. — Como  todas  las  sillas  eran  com- 
plidas  saluo  dos. 

Aquel  dia  que  os  dixe  que  Erec  y  Helain 
fueron  puestos  en  las  sillas  de  la  Tabla  Re- 
donda, fizo  el  rey  cobrir  las  mesas,  que  ya 
era  tienpo  de  comer;  el  rei  se  fue  assentar 
a  la  alta  silla,  e  después  fueron  los  conpa- 
ñeros de  la  Tabla  Redonda  cada  vno  a  sen- 
tarse en  su  silla,  e  los  otros  que  no  eran  de 


168 


LIBROS  DE  caballerías 


tan  gran  nonbre  fueronse  a  sentar  a  otras 
mesas,  cada  vno  do  deuia;  e  ante  que  diessen 
a  comer,  mando  el  rei  contar  quan^os  cana- 
neros de  la  Tabla  Redonda  vinieroíi'^qnella 
fiesta,  e  qnantos  faltauan;  e  los  que  los  con- 
taron fallaron  que  todas  las  ciento  e  cincuen- 
ta sillas  eran  conjilidas  fuera  dos;  e  dixe- 
ronlo  al  rey,  y  el  rey  tendió  sus  manos  con- 
tra el  cielo,  e  dixo:  «¡Jesu  Cliristo,  padre  y 
señor  de  todas  las  cosas,  bendito  seas  tu  que 
me  dexaste  tanto  biuir  que  viesse  la  Tabla 
Redonda  tan  cunplida  que  no  faltasse  en  ella 
sino  dos!»  Estonce  dixo  a  los  que  auian  las 
sillas  contado:  «¿Quales  son  estos  dos  que  fal- 
tan?» «Señor,  dixeron  ellos;  vna  es  de  Tris- 
tran,  e  la  silla  peligrosa  no  es  conplida». 
«No  os  pese,  dixo  el  rey,  ca  presto  se  cun- 
plira,  ca  por  al  no  fize  assonar  la  mi  corte  de 
tanta  gente  sino  por  ver  las  marauillas  que 
oy  auernan  en  mi  casa,  ca  sera  por  derecho 
mi  corte  dicha  corte  auenturofía» . 

Cap  .  XIY .  —  Como  Galaz  vino  a  la  corte 
del  rey  Artur  al  palacio  auenturoso . 

Ellos  en  esto  estando,  vieron  que  todas  las 
puertas  e  finiestras  del  palacio  se  cerraron, 
pero  no  escurecio  por  ende,  ca  entro  vn  tal 
rayo  del  sol  por  toda  la  casa,  que  se  encendió; 
e  vino  estonce  vna  gran  marauilla,  ca  no  auia 
cauallero  en  el  palacio  que  no  perdiesse  la 
fabla,  e  mirauanse  vnos  a  otros  e  no  podian 
ninguna  cosa  dezir;  e  no  ouo  y  tan  bueno  que 
no  fuesse  espantado,  pero  no  ouo  y  tal  que  se 
yrguiesse  de  su  silla  en  quanto  esta  maraui- 
lla duro;  auino  que  entro  Cralaz  armado  de 
loriga  y  de  brasumeras  e  de  yelmo,  e  vnas  so- 
breseñales de  vn  paño  de  xa  mete  bermejo;  y 
en  pos  del  vn  hermitaño,  el  que  rogo  de  an- 
dar con  el,  e  trayale  vn  manto  a  la  guarna- 
cha  de  xamete  bermejo  en  el  honbro;  mas 
digoos  que  no  ouo  honbre  en  el  palacio  que 
pudiesse  entender  por  do  Galaz  entrara,  ca 
en  su  venida  ni  vieron  abrir  la  puerta,  ni 
finiestra;  mas  del  hermitaño  os  digo  assi, 
que  lo  vieron  entrar  por  la  gran  puerta;  e 
Galaz,  como  fue  en  medio  del  palacio,  dixo, 
assi  que  todos  lo  oj'eron:  «¡Paz  sea  con  vos!» 
Y  el  honbre  bueno  piiso  luego  sobre  vn  al- 
famar  los  paños  que  traya,  e  fue  al  rey  Ar- 
tur (').  e  dixole:  «Rey  Artur,  yo  trayo  el 
cauallero  desseado.  aquel  que  viene  del  alto 
linaje  del  rey  Dauid  y  de  Joseph  Abarimatia, 


(*)  Patil  Lacroix,  en  sa  conocida  obra:  Leu  arfs 
a>i  M"iji-ii  A'i'-  if  ii  l'épiíi/iif  df  In  lli'tinixxaiice  (2  ' 
édition,  Parii»,  Didot,  1869),  pág.  5.  reproduce  una 
curiosa  miniatura  francesa  el  siglo  XIV,  temida  de 
un  mannícrito  de  la  Bibl.  Fmp ,  de  Paris,  que  repre- 
senta la  e>ce;ia  á  que  alude  el  texto. 


aquel  por  quien  las  auenturas  desta  tierra  e 
de  las  otras  auran  cima;  vedlo  aqui».  Desto 
que  el  honbre  bueno  dixo,  fue  muy  ledo  el 
rey,  e  dixo:  «Si  esto  es  verdad,  vos  seriades 
bien  venido;  e  bien  sea  venido  el  cauallero, 
ca  si  este  es  el  que  ha  de  dar  cima  a  las  auen- 
turas del  sancto  Grial,  nunca  con  honbre 
sera  fecha  tal  alegría  como  nos  faremos;  e 
yo  queria  que  le  viniesse  mucho  bien,  pues 
de  tan  alto  linaje  viene  como  vos  dezis». 
«Señor,  dixo  el,  cedo  lo  vereys».  E  comieron; 
y  estonce  fizo  desarmar  a  Gralaz,  e  fizóle  ves- 
tir los  paños  que  traya,  e  dixole:  «Fijo,  lo 
que  mucho  dessee,  agora  lo  veo;  y  es  quando 
veo  la  silla  peligrosa  conplida» .  E  assentado 
Galaz  en  la  silla,  luego  todos  los  caualleros 
fablaron  todos  a  vna  boz:  «Don  Galaz,  vos 
seades  el  bien  venido» ,  que  ellos  sabían  ya 
su  nombre  quando  lo  oyeron  nonbrar  al  hon- 
bre bueno. 

Cap.  XY. — Como  Galaz  se  assento  en  la  silla 
peligrosa. 

Y  el  rey,  que  vio  estar  en  la  silla  peligro- 
sa al  cauallero,  entendió  luego  que  aquel  era 
el  cauallero  donde  ilerlin  e  todos  los  otros 
profetas  de  la  Gran  Bretaña  fablaron,  e  bien 
supo  que  aquel  era  el  cauallero  perfeto  e 
acabado  que  las  aventuras  del  reyno  de  Lon- 
dres auia  de  dar  cima,  e  fue  ende  alegre,  e 
bendixo  a  Dios,  e  dixo:  «¡Dios,  bendicho  seas, 
que  te  plugo  que  tanto  biuiesse,  que  viesse 
en  la  mi  casa  aquel  donde  todos  los  profetas 
tanto  catan  gran  tienpo  ha!  Agora  no  nos 
falle  de  todos  los  de  la  Tabla  Redonda,  dixo 
el,  fuera  Tristan;  ¡maldita  sea  la  beldad  de 
Iseo,  por  que  lo  auemos  perdido!;  assi  que,  si 
por  ella  no  fuesse,  no  estarla  en  ningima 
guisa  el  que  no  viniesse  a  esta  gran  fiesta» . 

Cap.  XYI. — Como  al  rey  pesaua  que  no  re- 
nía  Tristan,  e  como  vino  luego. 

Fablando  assi  el  rey  de  Tristan  con  muy 
gran  pesar  que  no  viniera  a  la  corte,  mas  los 
otros  no  auian  ende  pesar,  ante  eran  tan 
ledos  porque  la  silla  peligrosa  auia  ya  cima, 
que  no  podian  mas,  e  seruian  e  honrrauan  a 
Galaz  quanto  podian,  e  bien  sabian  que  este 
era  el  que  auia  a  dar  cima  a  las  marauillas 
del  reyno  de  Londres,  e  las  nueuas  fueron 
de  vna  parte  e  de  otra;  e  assi  llegaron  a  la 
reina,  ca  vna  donzella  le  dixo:  «Señora, 
marauillas  grandes  auemos  agora  en  el  pala- 
cio». «¿Y  que  marauillas?  dixo  la  reyna,  de- 
zidmelas».  «Señora,  dixo  ella,  la  silla  peli- 
grosa es  cunplida,  que  vn  cauallero  esta 
assentado».  «Ay,  dixo  ella:  por  Dios,  fermo- 


LA  DEMAÍÍÜA  DEL  SANCTO  GRLVL 


169 


sa  ventura  le  dio  Dios,  ca  de  muchos  que 
se  ay  assentaron,  nunca  ay  tal  se  assento 
que  no  fuesse  muerto  o  tollido.  ¿Y  de  que 
edad  puede  ser?  dixo  la  rey  na».  «Señora, 
dixo  ella,  de  xviii  años»;  e  santiguóse  de  la 
manilla  que  ende  ouo,  e  dixo:  «IMuchas  cosas 
pueden  del  acontecer»;  y  desto  nunca  supo 
cosa;  «¿e  sabej^s  de  qual  linaje  es?»  «No,  dixo 
ella,  saino  que  dizen  todos  que  mas  parece  del 
rey  Van  que  de  otro»;  y  ella  comencé  a  pen- 
sar, e  dixo  en  su  coraQon  que  era  fijo  de  Lan- 
garote, ca  ge  lo  auia  dicho  Estor  que  Galaz  era 
ya  buen  donzel,  y  que  presto  seria  cauallero. 
€¿E  sabes  tu,  dixo  ella,  como  ha  nonbre?»  «Se- 
ñora, dixo  ella,  ha  nonbre  Cfalaz»;  e  quan- 
do  ella  oyó  el  nonbre,  supo  ciertamente  que 
era  el  fijo  de  Langarote,  ca  tienpo  auia  que 
sabia  como  auia  nonbre.  Estonce  dixo  a  las 
dueñas  que  con  ella  estañan:  «Cierto  si  el 
buen  cauallero  es,  no  me  marauillo  miicho, 
ca  de  todas  partes  viene  de  buenos  caualleros 
que  no  puede  faltar  que  no  sea  mejor  caua- 
llero que  otro» .  «Señora,  dixeron  ellas, 
¿quien  es  bien  lo  sabredes?»  «Si,  dixo  ella, 
mas  no  sera  por  mi» . 

Cap.  XYII.  —  Como  el  rey  e  los  caualleros 
fueron  espantados  del  trueno  quando  vino 
Gala-i'. 

Muy  grande  fue  aquel  dia  el  alegría  entre- 
llos;  y  el  rey  mando  que  le  diessen  de  co- 
mer, e  tan  ayna  como  comieron,  pregunto  el 
rey  a  quantos  en  el  palacio  eran:  «Caualle- 
ros y  clérigos,  ¿que  os  parece  de  lo  que  nos 
aniño,  si  a  vos  lo  que  aniño  a  mi.  que  tal 
hora  fue  que  ante  vn  poco  que  viniesse  Gra- 
laz  que  no  podia  fablar?»  Y  ellos  dixeron  que 
bien  assi  auiniera  a  ellos.  «Por  Dios,  dixo  el 
rey,  gran  espanto  fue  este,  ¿ca  podedes  en- 
tender porque  fue?»  «No»,  dixeron.  «Por 
Dios,  dixo  el,  mucho  me  pesa  por  el».  Gran- 
de fue  el  alegría  y  el  plazer  que  todos  oiiie- 
ron;  y  el  rey  se  leuanto  de  la  mesa,  e  fue  a 
la  silla  do  estaua  Gralaz,  e  vido  ay  su  nonbre 
escripto,  e  fue  ende  muy  ledo,  e  dixo  a  Gal- 
uan:  «Sobrino,  agora  podeys  ver  a  Gralaz,  el 
muy  buen  cauallero  que  nos  aqui  tanto  des- 
seauamos  ver»;  e  los  de  la  Tabla  Redonda 
fablaron  ay  mas  a  menudo  que  todos  los 
otros,  e  dezian:  «Pues  Dios  nos  lo  dio,  sir- 
uamoslo  e  honrremoslo  mientra  fuere  ante 
nos,  ca  nos  librara  mucho  en  la  demanda  del 
sancto  G-rial  que  se  comencara.  «E  si  Dios 
me  ayude,  dixo  Graluan,  bien  lo  deuemos 
fazer,  ca  Dios  nos  lo  embio  por  nos  librar  la 
tierra  de  las  grandes  marauillas  y-  estrañas 
auenturas  que  tan  a  menudo  aqui  venian  e 
de  tan  luengo  tienpo»;  y  estonce  vino  el  rey 


a  G-alaz,  e  dixole:  «Señor,  vos  seades  bien 
venido,  ca  tienpo  ha  que  os  desseauamos  ver, 
e  gracias  a  Dios  e  a  vos,  gradecemos  que 
quesistes  venir».  «Señor,  dixo  el,  yo  vineca 
me  conuiene  de  lo  hazer;  ca  de  aqui  molie- 
ran todos  los  que  la  demanda  del  sancto  Grial 
querrán  yr;  bien  se  yo  que  todo  sera  comen- 
oado» .  «Amigo,  dixo  el  rey,  vuestra  venida 
nos  es  mucho  menester,  por  muchas  auentu- 
ras marauillosas  que  nos  no  podemos  dar 
cima,  sino  vos  e  no  otre;  e  diganvoslo  lue- 
go por  vna  que  oy  nos  auino;  e  si  os  plu- 
guiere yrlo  ver »  ;  y  el  dixo  que  quería 
muy  de  grado.  Estonce  lo  tomo  el  rey  por 
la  mano,  y  leuolo  del  palacio  fuera  a  la 
ribera  del  rio  do  el  padrón  estaua;  e  los  del 
palacio  fueron  todos  em  pos  del,  por  ver  que 
podría  ser;  quando  la  reyna  vio  que  leuauan 
a  Galaz  al  padrón,  fue  alia  con  gran  conpa- 
ña de  dueñas  y  donzellas;  y  el  rey  dixo  a 
G-alaz:  «A  sacar  este  espada  deste  padrón,  no 
se  quiere  ninguno  prouar  do  quantos  aqui 
son,  que  dizen  que  la  ventura  no  es  suya; 
agora  proualda  vos  si  os  pluguiere,  ca  si  lo 
vos  no  fazeys,  no  fallaremos  cauallero  tan 
bueno  que  la  prueue» .  Y  estonce  tomo  Galaz 
el  espada  por  el  puño,  e  sacóla  tan  ligera- 
mente como  si  se  no  detnuiesse  en  ninguna 
cosa,  y  después  tomo  la  vayna,  y  metióla 
dentro,  e  ciñosela  luego;  y  después  dixo  al 
rei:  «Señor,  agora  tengo  espada,  mas  el  es- 
cudo no  tengo».  «Amigo,  dixo  el  rey,  pues 
que  Dios  e  la  ventura  os  dio  espada,  no  se 
tardara  mucho  que  no  ayades  el  escudo» . 

Cap.  XA""!!!. — Como  la  donxella  dixo  a  Lan- 
(^arotc  que  el  su  nonbre  era  trocado. 

Ellos  en  esto  fablando,  vieron  venir  vna 
donzella  por  la  ribera  del  rio  sobre  vn  blan- 
co palafrén;  e  quando  llego  a  ellos,  pregunto 
si  era  ay  Lancarote;  y  el,  que  estaua  ante 
ella,  dixo:  «Donzella,  vedesme  aqui;  ¿que  os 
plaze?»  «Yo  te  trayo,  dixo  ella,  las  nueuas 
mas  alegres  que  oyste  tienpo  ha,  e  no  de  tu 
plazer,  mas  de  tu  pesar;  que  sabe  que  el  lu 
nonbre  es  trocado  desde  oy;  de  mañana  acá, 
el  que  te  oy  llamasse  el  mejor  cauallero  del 
mundo,  diria  verdad;  mas  agora  no  es  assi, 
y  esto  puedes  tu  ver  muy  bien  por  la  priie- 
ua  del  espada,  ca  tu  vees  bien  que  mejor 
que  tu  la  gano».  «Donzella,  dixo  el,  vos  no 
dezis  nada  que  yo  no  lo  supe;  ca  yo  vi  otra 
vez  esta  espada,  e  no  la  ose  prouar  a  tomar- 
la». Estonce  se  boluio  la  donzella  al  rey.  e 
dixole:    «Rey,  Nacían  el  hermitaño  ()  te 

(')  Nasciano  se  llama  también  en  Amadis  de  Gaula 
(lih.  III,  c.  4.")  el  ermitaño  que  salva  y  educa  á  Es- 
plandián. 


170 


líbeos  de  caballerías 


embia  dezir  que  en  este  dia  de  oy  te  verna 
la  mayor  honra  qiie  nunca  vino,  e  no  te 
verna  por  ti,  mas  por  otre»;  y  ella,  dicho 
esto,  boluio  las  riendas  al  palafrén,  e  tor- 
nóse, e  muchos  auia  ende  que  quisieran  mas 
saber  della,  mas  ella  no  quiso  quedar  por 
ningún  ruego  ni  dezir  cosa  de  su  fazienda. 

Cap.  XIX. —  Como  el  rey  Artur  mando  fazer 
el  torneo  en  el  canjw  de  Camaloc. 

Estonce  dixo  el  rey  a  los  que  estañan 
cerca  del:  «Amigos,  assi  es  que  ^a  demanda 
dpi  snncto  Grial  he  yo  yerdaderamente_SBaaL 
que  vos  yredes  ayiia:  e  porque  se'verdade- 
ramenteque  ya  mas  no  vos  veré  asonados  en 
mi  casa"T3omo  agóía  vos  veo,  yo  quiero  que 
en  aquel  tienpo  que  aqui  estados ,  que  en 
aquel  campo  de  Camaloc  sea  comencado  vn 
trebejo  tal,  que  después  de  mi  muerte  sea 
contado,  y  ende  ayan  que  retraer  nuestros 
erederos»,  y  ellos  se  otorgaron  ay  todos,  e 
tornáronse  a  la  cibdad,  e  tomaron  sus  armas, 
e  tornáronse  al  campo;  y  el  rey  no  fiziera 
esto  fazer  sino  por  ver  alguna  cosa  de  la 
caualleria  de  Gralaz,  ca  bien  sabia  que  no 
estarla  mucho  en  Camalío^r       '  " 

Cap.  XX. — Como  mando  Langarote  a  Galax 
que  truxesse  armas  de  su  linaje. 

Rogo  aquel  dia  Langarote  a  Galaz  su  fijo 
que  truxesse  armas  en  aquel  trebejo  de  seña- 
les del  rey  Yan;  y  el  lo  fizo  muy  de  grado, 
ca  no  ha  cosa  que  el  recelasse  que  su  padre 
le  mandase,  mas  empero  no  quiso  traer 
escudo;  e  desque  fueron  todos  en  el  canpo 
de  Camaloc,  comentáronse  a  ferir  de  las  lan- 
9as,  e  yereys  ay  caer,'  é  muchos  estar  que 
fazián  bien;  e  Gralaz,  que  entro  en  el  canpo 
e  comento  laucas  a  quebrantar  e  a  derribar 
caualleros,  e  fazer  tantas  marauillas .  que 
todos  dezian  que  nunca  vieran  tan  buen 
justador,  ca  sin  falla  nunca  alcancaua  caua- 
llero  ende  fecho,  ya  tan  areziado,  ni  de 
tanta  gran  bondad  no  seria,  que  lo  no  ba- 
tiesse  luego  en  tierra;  e  fizo  y  tanto,  que 
todos  aquellos  que  lo  vieron  dixeron  que 
nunca  tan  altamente  comencara  cauallero 
cauallerias,  e  bien  parecía,  en  lo  que  aquel 
dia  hiziera,  que  de  todos  aquellos  caualleros 
de  la  Tabla  Redonda  eran,  no  fincaron  sino 
pocos  que  no  derribase;  y  este  trebejo  des- 
tas  justas  duro  fasta  ora  de  bisperas;  y  eston- 
ce mando  el  rey  que  se  partiessen,  ca  se 
temia  que  viniessen  a  la  cima  a  algún  ex- 
cesso,  e  dixoles  que  se  fuessen  desarmar;  e 
fizo  tirar  a  Galaz  su  yelmo,  e  diole  a  Boores 
de  Gaunes  que  lo  truxesse. 


Cap.  XXI.  -Cowo  vino   Tristan  después 
del  torneo. 

No  era  aun  el  pleyto  bien  partido,  quando 
vieron  venir  vn  cauallero  de  fondón  de  la 
ribera,  sobre  vn  cauallo  tan  bueno,  que  po- 
cos auia  en  el  canpo  del  mejor;  e  veniendo 
tan  corriendo,  como  si  todos  los  diablos  del 
infierno  viniessen  en  pos  del,  e  no  traya  de 
todas  armas  fueras  el  escudo  e  la  espada,  y 
el  escudo  mostrólo  a  Lancarote  que  estaua 
cabo  del,  e  dixo:  «Agora  so  ledo  e  he  gran 
plazer,  ca  veo  aqui  venir  a  Tristan,  el  sobri- 
no del  rey  Mares,  que  bien  lo  conosco,  que 
nunca  lo  vi  después  que  me  fizo  mucho  pe- 
sar» ,  e  Langarote  comento  a  reyr,  e  firio  el 
cauallo  de  las  espuelas,  e  fue  contra  el,  e  di- 
xole,  de  tan  lueñe  como  entendió  que  lo  po- 
dría oyr:  «¡Don  Tristan!»  e  tanto  que  llego  a 
el,  conosciolo,  e  abracólo,  e  dixole:  «Amigo 
Lancarote,  ¿es  verdad  que  vino  Galaz  el  buen 
cauallero  a  la  corte?  ¿Aquel  que  ha  de  acabar 
la  silla  peligrosa  e  dar  fin  a  las  aventuras  del 
reyno  de  Londres?»  «Cierto,  amigo,  dixo  Lan- 
carote, verdaéertntt6ftíe_el  vino  a  la  corte.  E 
acabo  la  .silla  peligroaa^  e  dio  cima  a  la 
aueutura  del  es^^ada  del  cauallero  de  la  Ta- 
bla Redonda,  e  no  ose  yo  meter  mano;  mas 
¿como  supistes  vos  que  auia  a  este  dia  de  oy 
aqui  de  venir?»  «Esto  os  diré  yo  bien,  dixo 
el,  mas  esto  sera  otra  vez,  que  no  agora»;  y 
en  esto  hevos  el  rey,  do  salió  contra  el,  ca 
mucho  era  ledo  de  su  venida:  «Don  Tristan, 
vos  seades  bien  venido» .  E  Tristan  sainólo 
mucho  enseñadamente.  Y  el  rey  dixo:  «Don 
Tristan,  yo  soy  muy  ledo  de  vuestra  veni- 
da, ca  ya  no  fallecía  de  la  Tabla  Redonda 
fuera  vos  solo» . 

Cap.  XXII.  —  Como  los  caualleros  ouieron 
mucho  plazer  con  la  venida  de  don  Tristan. 

Y  f[uando  los  caualleros  vieron  que  aq'uel 
era  don  Tristan  con  que  el  rey  hablaua,  fue- 
ron alia  muy  ledos  e  con  gran  plazer  de  su 
venida,  ca  mucho  lo  preciauan  todos  de 
caualleria  e  de  cortesía;  e  tanto  que  vieron 
el  escudo,  dixeron  entre  si:  «Engañados 
fuemos  este  otro  dia,  ca  este  era  que  leuaua 
la  dueña,  e  que  derribo  los  caualleros  de 
aqui  O».  Grande  fue  el  alegría  que  ouieron 
todos  con  Tristan;  j  el  rogo  al  rey  que  le 
mostrasse  a  Galaz  el  buen  cauallero,  y  el  rey 
le  dixo  que  si  faria.  Estonce  se  fueron,  con 
gran  conpaña  de  los  del  linaje  del  rey  Van, 


O  De  esta  aventura  no  f-e  ha  hecho  mención  antes. 
Esto,  y  la  manera  de  comenzar  el  libro,  demuestra 
que  no  es  verdadera  continuación  del  Baladro. 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL  171 


para  la  ciudad.  «Señor,  dixo  Tristan,  por 
Dios  fazed  que  lo  vea,  ca  por  al  no  vine 
aqui>> .  «De  grado» ,  dixo  el  rey;  e  fueron  al 
palacio,  e  apeáronse.  Y  quando  entraron 
dentro,  fallaron  a  Gralaz  que  se  desarmaua,  y 
el  rey  tomo  a  Tristan  por  la  mano,  e  leuolo 
a  el,  y  dixole:  «Amigo,  vees  aqui  a  Galaz, 
al  que  vos  demandays» .  «En  el  nonbre  de 
Dios,  dixo  Tristan,  bien  sea  el  venido,  ca 
de  su  venida  soy  mas  ledo» .  Estonce  finco 
los  ynojos  ante  el,  e  besóle  el  pie,  y  dixo: 
«Señor,  bendito  fue  el  dia  en  que  nacistes, 
quando  os  dio  Dios  tan  buen  donayre»;  e 
Galaz  no  sofrió  que  estuuiesse  assi  a  sus 
pies,  antes  lo  leuanto  rauj^  ayna,  e  besólo  en 
significan^a  de  conpañia  e  hermandad,  que 
bien  oyera  ya  dezir  que  aquel  era  el  mejor 
cauallero  mas  nonbrado  de  la  Mesa  Eedon- 
da,  fuera  Langarote  solo. 

Cap.  XXm. —  Como  todos  los  caualleros  de 
la  Mesa  Redonda  fueron  ayuntados. 

Grrande  fue  el  plazer  que  los  caualleros  de 
la  Mesa  Redonda  ouieron  aquel  dia  quando 
se  vieron  que  eran  todos  de  consuno.  E 
sabed  que  después  que  la  Mesa  Redonda  fue 
comencada,  que  nunca  ay  fueron  todos  asso- 
nados;  mas  aqiiel  dia  sin  dubda  auino  que 
fueron  ay  todos,  mas  después  nunca  alli  fue- 
ron; y  contra  la  noche,  después  de  bisperas, 
quando  se  assentaron  a  las  mesas,  oyeronvn 
tnieMtaj3_^r£mde  y  tan  espantoso,  qiie_le£ 
Ijarecio  que  todo  el  palácio^cajM, '  y  luego, 
desque  el  trueno,  quando  eiTET^vna  grjin 
claridad  que  ^o^  el  palacio  dos  tanto  claro 
que  ante  era;  e~quantos  en  el  palacio  esta- 
ñan, luego  fueron  cunplidos  de  la  gracia  del 
Espíritu  Santo;  e  comencaronse  a  mirar  vnos 
a  otros  e  vieronsé  muy  marauillosos  de  gra- 
cia en  que  estañan;  e  marauillauanse  donde 
esto  les  venia,  e  no  vuo  ay  tal  que  pudiesse 
tablar  por  vna  gran  piega,  antes  estañan 
callados  e  mirándose  vnos  a  otros.  ^X_£]los 
estando  assi,  entro  en  el  palacio  Bl^gmtp 
Grrial  cubierto  de  vn  xamete  l^tlnnco,^  mas  no 
auiaTionbre  que  viessse~quieínÓtraya;  e 
tanto  que  entro  fue  el  palacio  tan  cunplido 
de  tal  olor,  como  si  todas  especias  del  mundo 
ay.fuessen.  Y  el  fue  por  medio  del  palacio 
de  vna  parte  y  de  otra,  y  en  derredor  de  las 
.mesas;  e  por  do  passaua  fueron  las  mesas 
|punplidas  como  en  su  coracon  desseaua  en  da 
■-'Vno.  E  después  que  cada  vno  vuo  lo  que  ania 
mctiester,  salióse  el  ^wto_QjiiLLíaft  presto, 
que  ninguno  supo  que  era  del,  ni  por  qual 
parte  se  fue.  Y  los  que  ante  no  podian  fa- 
blar.  fablaron  estonce  y  dieron  gracias  a 
Niiestro  Señor,  que  tanta  honra  les  fizo  y 


assi  los  abondara  de  la  gracia  del  santo  vaso. 
Mas  sobre  todos  aquellos  que  muy  ledos 
eran,  mas  lo  era  el  rey  Artur,  porque  mayor 
merced  le  mostrara  Nuestro  Señor  que  a  nin- 
gún rey  que  ante  reynasse  en  Londres.  Y" 
desto  fueron  muy  ledos  quantos  ay  eran;  ca 
bien  les  pareció  que  se  menbraua  Dios  de- 
llos,  e  fablaron  ay  mucho;  y  el  rey  dixo  a  los 
que  cabe  el  estañan:  «Cierto,  amigos,  ¡como 
deuemos  ser  alegres  de  que  Dios  nos  mostró 
tan  gran  señal  de  amor,  que  a  tan  alta  fiesta 
como  es  la  de  Pentecoste  nos  dio  de  comer 
de  su  santo  cellero!» 

Cap.  XXIV. —  Como  prometió  Galuan  al  rey 
Artur,  su  tio,  que  entraría  en  la  demanda 
del  santo  Grial. 

Caluan,  que  seruia  ante  el,  dixole:  «Señor, 
aun  ay  al  que  vos  no  pensays;  sabed  que  no 
ay  cauallero  en  el  palacio  que  no  ouiesse  de 
comer  quanto  en  su  coragon  pensó;  esto 
nunca  auino  en  ninguna  corte  sino  en  casa 
del  rey  Relies;  mas  de  tanto  fuemos  todos 
engañados,  que  no  lo  vimos  si  cubierto  no; 
porque  quanto  en  mi  es,  prometo  agora  a 
Dios  ante  la  caualleria,  que  mañana  sin  dete- 
nimiento de  entrar  en  la  demanda  del  sancto 
Grial,  assi  que  la  manterne  vn  año  e  dia  y 
mas;  y  aun  digo  mas,  que  jamas  no  tornare 
a  la  corte  por  cosa  que  auenga,  hasta  que  lo 
vea  mejor  e  a  mi  plazer  que  agora  lo  vi;  mas 
si  no  pudiere  ser,  tornarme  estonce». 

Cap.  XXV. — Como  todos  los  caualleros  de  la 
Mesa  Redonda  dixeron  que  andarian  en  la 
demanda. 

Quando  los  caualleros  de  la  Mesa  Redonda 
oyeron  lo  que  dezia  Cahuín,  sufriéronse  fasta 
qiie  comieron,  mas  quando  las  mesas  fueron 
aleadas,  fueron  todos  ante  el  rey  e  fizieron 
aquella  promesa  que  fiziera  Caluan,  e  dixe- 
ron que  jamas  quedarían  de  andar  fasta  que 
estuuiessen  a  la  alta  mesa  do  tan  sabrosos 
manjares  eran  guisados,  como  eran  aquellos 
que  aquel  dia  comieron,  si  era  cosa  que  otor- 
gada les  fuesse  por  afán  e  por  trabajo  que 
pudiessen  sufrir. 

Cap.  XXVI. —  Como  peso  muclio  al  rey  Ar- 
tur por  la  demanda,  e  reptaua  mucho  a 
Galuan. 

Quando  el  rey  vio  que  todos  auian  fecho 
esta  promesa,  vuo  gran  pesar  e  en  su  cora- 
gon;  ca  vio  que  no  los  podia  tornar  en  nin- 
guna guisa,  e  dixo:  «¡Graluan,  Caluan!  vos 
me  auej^s  muerto  y  escarnido ;  ca  por  esta 


172 


LIBROS  DE  caballerías 


promesa  qwe  fezistes,  me  tollistes  la  mejor  e 
mas  leal  conpaúa  que  nunca  fue  en  el  mun- 
do, la  eonpaüa  de  la  Mesa  Redonda;  ca  des- 
pués que  de  aquí  se  partieren,  yo  bien  se 
que  no  tornaran  acá  todos,  antes  morirán 
muchos  dellos  en  esta  demanda,  ca  no  auerna 
tan  cedo  cima  como  vos  pensays;  e  por  esto 
me  pesa  ende  mucho,  ca  sienpre  les  fize 
honra  de  todo  mi  poder,  e  quiselos  bien  j 
quiérelos  como  si  fuessen  mis  fijos  o  mis 
hermanos;  e  por  esto  me  es  muy  graue  su 
prometimiento;  e  quando  yo,  que  los  solia 
ver  e  auer  su  conpaña,  e  no  los  viere,  sotrire 
gran  cuyta  e  pesar».  E  después  que  el  rey 
esto  dixo,  comento  a  pensar  mucho,  y  pen 
sando.  le  vinieron  las  lagrimas  a  los  ojos, 
assi  que  todos  lo  veyan;  e  a  cabo  de  vna 
pie^á,  dixo,  que  todos  lo  podian  oyr:  «;Ay 
Galuan!  tu  metiste  tan  gran  pesar  en  mi 
coraron,  que  jamas  no  saldrá  hasta  que  yo 
vea  que  fin  aura  esta  demanda;  ca  mucho  íie 
miedo  que  están  ay  mis  amigos» .  «Ay  señor, 
dixo  Lancarote,  ¡Dor  Dios,  ¿que  es  esto  que 
agora  dezis?  Tal  honbre  como  vos  no  deuia 
tener  miedo,  mas  esfuer9o  e  buena  esperan- 
za; e  si  nos  moriessemos  en  esta  demanda, 
mucho  mayor  honra  os  sera,  ca  de  morir 
auemos  ay» .  «Lancarote.  dixo  el  rey,  el  gran 
amor  que  yo  sienpre  vue  a  vos  me  faze 
dezir  esto;  y  no  es  marauilla  si  he  ende  pe- 
sar, ca  nunca  rey  christiano  vuo  tantos  bue- 
nos caualleros  ni  de  buenos  honbres  a  su 
mesa,  ni  aura  jamas  como  yo.  Y  por  esto  me 
temo  que  jamas  sean  posados  aqui  ni  assona- 
dos,  assi  como  agora  son». 

Cap.  XXYII. —  Co7no  riño  al  rey  rna  donx.e- 
Ua  que  iraya  vna  espada,  e  riño  ante  toda 
la  corte. 

A  esto  que  el  rey  dixo  no  supo  Galuan  que 
responder,  ca  bien  sabia  que  dezia  verdad, 
e  fizierase  de  grado  afuera  si  pudiera,  mas 
no  podia  por  los  otros  que  lo  prometían,  assi 
como  el,  e  de  mas  que  lo  sabia  ya  la  reyña, 
ejas  dueñas,  e  douzelTas  tjjdas,  que  lailg^ 
manda  del  santo  Grial  que  era  ya  comen- 
Qada^e"quaJDS  que  alia  ouiessen  de  yr  se 
auian  de  yr  de  mañana.  Estonce  comencaron 
las  dueñas  de  fazer  su  duelo  tan  grande,  que 
era  marauilla,  e  quisieran  entrar  en  el  pala- 
cio como  locas,  mas  el  rey  lo  defendió.  A 
estas  bozes  que  las  dueñas  e  donzellas  hazian 
en  casa  de  la  reyna,  estaua  el  rey  ante  sus 
ricos  honbres  con  gran  pesar,  e  pensando  en 
esto,  entro  en  el  palacio  vna  donzella  a  pie 
y  traya  vna  espada  que  auia  la  mancana 
muy  fermosa  e  muy  rica,  e  la  vayna  muy 
bien  labrada,  y  ella  conoció  al  rey,  e  fue  a  el, 


e  dixole:  «Rey,  no  pienses  mas,  ca  tu  pensar 
no  vale  cosa,  mas  rescibe  esto  que  te  traygo, 
y  después  faz  lo  que  yo  te  diré:  e  yo  te  digo 
que  veras  ende  venir  tal  cosa,  que  lo  ternas 
por  gran  marauilla» . 

Cap.   XX Yin.  —  Como   la  donzella  dio  la 
espada  al  rey  e  dixo  que  la  prouasse. 

Estonce  leuanto  el  rey  la  cabera  e  dixo: 
«Donzella,  ¿que  dezis?»  «Señor,  dixo  ella,  yo 
os  digo  que  tomeys  esta  espada  y  que  la 
hagays  sacar  de  la  vayna  a  cada  vno  de  los 
caualleros  de  la  Tabla  Redonda,  e  vereys  que 
marauilla  ende  auerna.  E  después  consejar- 
vos  he  lo  que  ende  auedes  a  fazer»;  y  el  rey 
estonce  tomo  la  espada  e  sacóla  de  la  vayna, 
e  fallóla  muy  fermosa.  E  la  donzella  dixo: 
«Agora  la  podeys  dar  a  otro,  ca  no  soys  vos 
el  que  yo  demando» .  «Agora  dezid,  señora, 
que  puede  a  ende  venir  y  creeros  hemos  mas 
quando  lo  viéremos».  «Yo  os  lo  diré,  dixo 
ella,  pues  aueys  sabor  de  lo  saber:  Sabed 
que  esta  espada  que  vees  tan  fermosa  e  liu- 
pia,  sera  toda  tintada  de  sangre  caliente  y 
bermeja,  tanto  que  la  touiere  en  la  mano 
aquel  que  hará  mayor  marauilla  de  matar 
caualleros  en  esta  demanda  que  otro;  y  esta 
espada  truxe  oy  aqui,  por  que  lo  conoceredes 
e  porque  fagades  fincar:  ca  sin  duda  si  el  ay 
va,  tanto  mal  y  pesar  aura  ende,  e  tantos 
matara,  que  vos  os  llamareys  en  su  tornada 
rey  pobre  y  deseredado  de  buenos  fijosdal- 
gos» .  Y  después  que  esto  dixo,  dixo  el  rey: 
«Por  Dios,  señora,  mejor  sera  que  el  honbre 
por  que  tanto  mal  ha  de  venir,  que  finque  y 
que  no  vaya».  «Pues,  dixo  ella,  mostrad 
qual  es,  ca  luego  podredes  conocer  por  esto 
que  os  digo» .  Estonce  dio  el  rey  la  espada  a 
Gralaz  e  dixo  que  la  sacasse  de  la  vayna,  y  el 
la  saco,  mas  no  se  mudo  qual  era.  E  el  rey 
dixo:  «Yos  soys  quito»;  e  Galaz  la  dio  a  su 
padre,  y  el  la  tiro  e  no  pareció  ninguna  se- 
ñal; y  después  la  dieron  a  Tristan  e  no  pare- 
ció cosa;  después  Boores  de  Gaunes,  e  Lionel, 
y  Estor,  e  Personal  de  Galaz,  y  Erec,  fijo 
del  rey  Lac,  e  Gariete.  Mas  cosa  no  se  mos- 
tró a  ninguno  destos;  estonce  la  tomo  Gal- 
uan, e  tanto  que  la  saco  de  la  vayna,  vieronla 
toda  cubierta  de  sangre  de  vna  parte  y  de 
otra,  tan  caliente  y  bermeja  como  si  eston- 
ces la  sacasse  de  cuerpo  de  honbre  o  de  bestia. 

Cap.   XXIX.  —  Como  la  dojixella  dixo  que 
Galuan  era  desleal  cauallero. 

Y  quando  los  caualleros  del  palacio  vieron 
esta,  dixeron:  «Por  buena  fe  esta  es  vna  de  las 
grandes  marauillas  que  nunca  honbre  vio» . 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


173 


Y  el  rey  pregunto  a  la  donzella:  «Señora, 
¿pensays  que  es  este  aquel  que  vos  buscays?» 
«No  lo  pienso,  dixo  ella,  mas  selo  verdadera- 
mente, e  si  el  ay  va  fara  tan  gran  daño  en 
los  caualleros  que  aqui  son,  que  todo  su 
linaje  no  lo  podra  cobrar»;  y  el  rey  bien 
creya  que  dezia  verdad,  dixo  a  Graluan:  «So- 
brino, yo  vos  ruego  que  finquedes  e  que  no 
vayas  en  esta  demandan ;  y  el,  que  ouo  ende 
gran  pesar  de  aquella  dueña  que  ay  vino 
ante  tantos  honbres  buenos,  res])ondio:  «Se- 
ñor, no  deueys  creer  quanto  os  dixere;  y  sa- 
bed que  todo  es  encantamento;  ¿no  vistes  dias 
ha,  quando  la  reyna  Morgayna  e  toda  su 
conpaña  tornada  en  piedra?;  y  no  deuedes 
creer  esta».  Estonce  dixo  ella:  «Assi  Dios 
me  ayude,  esto  no  es  encantamento,  ante  es 
derecha  verdad,  e  assi  Dios  me  ayude,  si 
ydes  a}',  tan  gran  daño  ende  verna,  que  vos 
no  podays  cobrar  ni  el  rey  Artur  que  aqui 
esta» .  A  esto  respondió  el  rey:  «Dueña,  yo 
vi  tal  señal  de  la  su  yda,  que,  assi  Dios  me 
ayude,  yo  se  verdaderamente  que  assi  verna, 
e  por  ende  le  defiende  como  señor  faze  a  su 
cauallero,  que  ay  no  vaya,  mas  que  finque 
en  toda  guisa».  «¡Como,  señor  1  dixo  Gal- 
uan;  ¿mas  crees  vos  a  ella  que  no  a  mi?» 
«Yo  creo,  dixo  el  rey,  lo  que  veo,  e  por  ende 
os  defiendo  de  todo  en  todo  esta  carrera». 
«Señor,  dixo  el,  pareceme  que  no  mirays  aj 
mi  honra,  mas  mi  mal  y  verguenga;  ca  si  no 
voy,  soy  perjuro  y  desleal,  e  assi  no  me  de- 
ueria  honbre  tener  por  cauallero» .  «No  se, 
dixo  el,  que  vos  ay  fareys,  mas  si  ydes,  pe- 
sarme lia  ende  mucho» . 

Cap.  XXX.— Cboío  la  reyna  Ginebra  pre- 
gunto al  donxel  si  auian  jurado  Lanrarote 
e  Galuan  de  andar  en  la  demanda  del  sanc- 
to  Grial. 

Desto  vno  G-aluan  gran  pesar,  y  se  partió 
delante  del  rey  e  fuesse  para  su  posada,  e  la 
reyna  dixo  al  douzel  que  le  traya  las  nueuas 
de  la  demanda:  «Agora,  di  me:  ¿f  ueste  tu  do 
prometieron  de  yr  a  buscar  el  santo  Grial?» 
«Si.  seiiora,  dixo  él».  «¿Y"  Galuan  e  Langa- 
rote eran  ay?»  «Señora,  dixo  el,  aj^er  Gal- 
uan lo  juro,  e  después  Lancarote,  y  después 
todos  los  otros  de  la  Mesa  Redonda».  «Assi, 
dixo  ella,  en  mal  punto  fue  comen9ada  esta 
demanda,  ca  muchos  honbres  buenos  mori- 
rán, por  ende  se  tornara  en  gran  perdida  el 
reyno  de  Londres».  Estonce  ouo  tan  gran 
pesar  de  Langarote,  que  las  lagrimas  de  los 
ojos  le  sallan,  e  dixo  otra  vez:  «Cierto,  este 
daño  es  muy  grande,  ca  sin  muertes  de  mu- 
chos honbres  buenos  no  sera  esta  demanda 
acabada;  e  marauillame  del  rey  como  lo  pudo 


sofrir,  ca  los  mejores  se  partii-an  del,  y  esta 
tierra  valdrá  por  ende  muy  poco»;  y  estonce 
comencé  a  llorar  muy  fuertemente,  e  las  due- 
ñas e  donzellas  que  ay  estañan  en  el  palacio, 
quando  viera  a  don  Galuan  su  espada  e  vio 
que  se  partiera  de  alli  con  saña,  e  dixo  al  rey: 
«Señor,  ¿que  me  dezis  de  la  yda  de  Galuan? 
Sabed  que  mucho  mal  ende  verna»;  y  el  rey 
dixo:  «Sabed  que  no  va  ay  ninguno  onde  no 
me  i^ese,  mas  mucho  mas  me  pesa  deste,  ca 
bien  se  que  mucho  mal  auerna  ende» .  «Pues, 
señor,  ruégeos  que  lo  fagaj^s  quedar» .  «Yo  os 
digo,  dixo  el  rey,  que  no  sera  tan  osado  que 
lo  prueue,  que  ge  lo  he  defendido,  e  bien  lo 
vistes».  «Muchas  mercedes»,  dixo  ella,  y 
estonce  fuesse  con  su  espada. 

Cap.  XXXI. —  Como  supieron  en  la  corte  que 
Gala",  era  fijo  de  Langarote. 

Aquella  sazón  supieron  los  mas  de  la  casa 
del  rey  Artur  que  era  Galaz  fijo  de  Lan9a- 
rote,  ca  no  podia  ser  que  fazienda  de  tan 
gran  honbre  como  Galaz  pudiesse  ser  tan 
luengamente  encubierta. 

Mucho  hablaron  el  rey  e  la  reyna  de  mu- 
chas cosas  aquella  noche  con  Galaz  e  los 
honbres  que  ay  eran  de  su  linage,  que  lo 
amanan  mucho;  e  quando  la  noche  vino  mas 
llegada,  acaescio  al  rey  la  marauilla  que  vie- 
ra del  cauallero  que  ardiera,  e  pregunto 
quien  auia  las  letras  de  aquel  que  cayera, 
que  tenia  en  la  mano  quando  cayera.  Eston- 
ce dixo  vn  cauallero:  «Señor,  vees  aqui  las 
letras  que  el  tenia» .  Y  el  rey  tomo  las  letras 
e  las  leyó,  e  fallo  que  dezian:  «¡Ay  arzobis- 
po de  Conturber,  honbre  santo  e  de  buena 
vida  e  sesudo,  consuélame  en  mi  mala  vida 
y  mala  ventura  y  en  mi  pecado,  assi  como 
yo  te  contare!  Sabe  verdaderamente  que  yo 
lo  descubro  a  Dios  e  a  ti  que  yo  soy  mas  pe- 
cador de  los  pecadores,  que  dormi  con  mi 
madre  y  con  mi  hermana,  y  después  las  mate 
anbas  en  vna  hora  porque  no  q\;erian  cun- 
plir  mi  voluntad.  E  después,  estandolas  mi- 
rando do  las  matara,  sobreuino  mi  padre  el 
rey  de  la  insola  del  puerto,  e  después  que 
vio  aquella  muerte,  metió  mano  a  su  espada, 
e  yo  meti  mano  a  la  mia,  e  mátelo,  e  do  lo 
estaña  mirando,  vino  mi  hermana  y  el  con- 
de de  Gonon,  e  maltruxome,  e  mátelo.  E  todo 
este  mal  que  yo  te  digo,  he  fecho  en  vn  solo 
dia;  agora  me  conseja,  padre,  y  me  deys  pe- 
nitencia, que  por  grane  que  sea  lo  conplire» . 
E  todo  esto  e.taua  en  las  letras  que  el  caua- 
llero tenia  quando  murió.  E  desque  el  rey 
leyó  las  letras,  assi  que  las  oyó  Galaz  e  los 
altos  honbres  que  con  el  estañan:  «Agora 
podemos  saber  por  que  este  cauallero  murió 


174 


LIBROS  DE  caballerías 


tan  crudamente.  Sabed  que  esta  marauilla 
fue  Yenganra  de  Jesu  Christo» ;  e  los  otros 
dixeron  que  bien  parecía  verdad,  según  lo 
([ue  las  letras  dezian.  Y  el  rey  fizo  guardar 
las  letras  en  rn  tesoro  de  santo  Estiano  de 
Camaloc,  e  fizo  fazer  vn  rico  monumento  al 
cauallero,  y  escriuieron  encima:  «Aquí  yaze 

rx  CArALLERO  QUE  TN  DÍA  MATO  A  SU  PADRE  Y 
3XADRE    Y    sus    HERMAXAS»  .    EstC    CSCritO    fuC 

fecho  después  que  los  de  la  Mesa  Redonda 
fueran  a  la  demanda  del  sancto  Grial. 


Cap.  XXXII. — De  como  el  rey  Artur  fizo 
mucha  Jionra  a  Galaz. 

T  aquella  noche  hizo  el  rey  dormir  a  Ga- 
laz en  su  lecho  j  en  su  cámara,  ca  auia  gran 
plazer  de  le  fazer  honra,  e  todos  los  del  rey 
Yan  dormieron  en  casa  del  re}'"  por  amor  de 
Galaz,  e  mucho  les  era  cara  cosa  de  se  partir 
tan  ayna,  ca  todo  aquel  linaje  se  amanan 
tanto,  que  mas  querían  morir  de  consuno 
que  no  partirse;  y  sin  falta,  en  casa  del  rey 
auia  estonce  de  aquel  linaje  xix  caualleros, 
e  todos  muy  buenos,  e  todos  fueron  tan  aue- 
nidos,  que  no  ouo  tal  que  no  fuesse  conpa- 
ñero de  la  3Iesa  Redonda;  y  por  esto  era  esse 
linaje  tan  i)rouado  e  nonbrado,  que  no  ha- 
llauan  tantos  de  otro  linaje  en  el  rejmo  de 
Londres  como  de  aquellos.  Aquella  noche, 
quando  el  rey  Artur  vio  [que]  aquel  linaje 
del  rey  Yan,  que  aquel  tienpo  era  flor  de  los 
caualleros  del  mundo,  fincara  en  su  casa  por 
amor  de  Galaz,  comencolos  a  mirar,  e  pensar 
que  estos  eran  los  mejores  honbres  del  mundo 
que  alli  mas  vezes  fueran,  e  que  mejor  se  ven- 
garan de  sus  enemigos;  e  quando  el  pensaua 
que  se  querían  yr  de  mañana  a  tal  lugar 
donde  el  no  pensaua  que  jamas  tornassen, 
Yuo  ende  gran  pesar,  que  no  sabia  que  consejo 
ay  pusiesse;  ca  este  era  el  linaje  del  mundo 
que  el  mas  amavui,  fueras  los  suyos;  e  fuesse  a 
echar  en  vna  cámara,  e  comenr-o  a  fazer  gran 
duelo,  e  a  maldezir  a  Galuan  su  sobrino,  e 
dixo  que  maldita  fuesse  la  hora  en  que  lo 
primero  ouiera  visto,  que  el  le  quitara  en  vn 
golpe  todos  los  buenos  caualleros  e  altos  hon- 
bres, por  lo  qual  era  mas  temido  que  todos 
los  reyes  deste  mundo. 

Cap.    XXXIIL — Como  el  rey  Artur  hazia 
duelo  por  sus  caualleros  que  se  partían  del. 

Assi  se  quexo  e  fizo  duelo  el  rey  por  sus 
caualleros  que  se  partían,  y  quando  fue  de 
mañana,  se  leuanto  mas  ayna  que  pudo,  ca 
tenia  gran  cuydado  de  lo  que  auia  de  fazer; 
mas  no  se  leuanto  tan  de  mañana  que  no  fa- 


llase mas  de  sesenta  caualleros,  de  los  que 
auian  de  yr  en  la  demanda,  que  se  armauan 
ya  las  lorigas,  e  que  ceñían  las  espadas,  y 
auia  ende  tan  gran  pesar,  que  no  auia  hon- 
bre  que  lo  pudiesse  pensar  quando  los  vio  es- 
tar assi,  que  tan  gran  cuyta  vuo;  e  como 
vio  a  Ga ríete,  dixo:  «¡Ay  Gariete,  muerto  me 
ha  vuestro  hermano,  que  me  quito  todos  mis 
honbres  buenos  que  tenia  en  mi  casa!;  e  a  lo 
menos,  si  fincasse  comigo  el  linaje  del  rey 
Yan,  no  auria  tanto  pesar,  mas  el  me  escar- 
neció todo,  que  no  me  fincara  desta  vez  bueno 
ni  mala» .  Quando  Gariete  esto  oyó,  no  dezia 
nada,  mas  bien  entendió  que  el  rey  dezia 
verdad.  Aquel  día  mando  el  rey  Artur  armar 
a  Galaz,  e  quando  fue  armado,  fueras  del 
yelmo  y  escudo,  e  fue  a  oyr  misa  el  y  los 
otros  de  su  linaje,  e  después  tornáronse  al 
palacio,  e  hallaron  ay  a  los  otros  que  auian 
de  yr  a  la  demanda,  que  no  atendían  al  sino 
a  el.  e  assentaronse  en  cabo  del  palacio  vnos 
cerca  de  otros.  Y  estonce  leuantose  el  rey 
Bandemagus,  e  hablo  tan  alto  que  todos  lo 
oyeron: 

Cap.  XXXIY  .  —  Como  los  de  la  Mesa  Re- 
donda fixieron  juramento  de  maoitener  la 
demanda  {^). 

«Señor,  dixo  al  rey  Artur,  pues  que  este 
pleyto  es  assi  comentado  que  no  puede  ya 
ser  dexadO;,  e  los  que  han  de  yr  no  atien- 
den al  sino  a  vos,  e  yo  lo  quería  bien  que  los 
santos  euangelíos  viníessen,  y  que  los  caua- 
lleros fiziessen  tal  juramento  qual  deuían 
fazer  los  que  van  a  la  demanda» .  «Esto  quie- 
ro yo  bien,  dixo  el  rey,  pues  que  ya  al  no 
puede  ser» .  Estonce  enbiaron  por  los  cléri- 
gos, e  truxeron  el  libro  sobre  que  fazian  ju- 
ramento de  la  corte;  e  pusiéronlo  ante  la  alta 
silla  del,  y  el  rey  llamo  a  Galaz,  porque  lo 
tenia  por  mejor  cauallero  que  auia,  e  dixole 
assi:  «Galaz,  vos  sojs  assi  como  maestro  de 
los  caualleros  de  la  Mesa  Redonda,  y  el  me- 
jor; venid  ante  e  fazed  el  juramento  desta 
demanda».  E  Galaz  dixo  que  lo  faria  de  gra- 
do, e  fue  fincar  los  ynojos  ante  el  libro,  e 
juro  que,  si  Dios  le  ayudasse,  que  el  manter- 
nia  esta  demanda  vn  año  e  vn  dia,  e  mas  si 
menester  fuesse,  e  que  jamas  tornuria  a  la 
corte  fasta  que  supiesse  la  verdad  del  santo 
Grial,  si  pudiesse  ser  que  lo  pudiesse  sabor 
en  alguna  guisa.  Y  después  juro  Lancarote, 
y  Tristan  otrosi.  E  sabed  que  todos  los  cien- 
to e  cincuenta  caualleros  de  la  Mesa  Redon- 
da, no  finco  ninguno  que  este  juramento  no 
fiziesse.  sino  Galuan,  que  no  era  ay,  ca  se 

(')  El  texto:  «dueña». 


LA  DEMANDA  DEL  S ANOTO  GRIAL 


175 


fue  bien  de  mañana  armado,  por  atender  los 
otros  en  la  floresta  de  Camaloc,  que  bien  sa- 
bia que  si  con  los  otros  quisiesse  yr,  que  el 
rey  lo  haria  quedar. 

Cap.  XXXV.  —  De  como  se  partió  Galuan 
de  la  corte  e  no  fizo  juramento. 

Galuan  se  partió  de  la  corte  de  gran  ma- 
ñana^ porque  el  auia  gran  pesar  quando  el 
rey  recibió  el  juramento,  e  nunca  se  acordó 
de  Galuan,  tantos  eran  los  otros;  mas  por- 
que la  historia  deuisa  en  francés  los  nonbres 
de  aquellos  que  fueron  a  la  demanda  del 
santo  Grial,  conuiene  que  lo  deuise  yo  assi. 

Cap.  XXXYI. — De  los  nombres  de  los  ciento 
e  cincuenta  cauallcros  de  la  Mesa  Re- 
donda ('). 

De  los  ciento  e  cincuenta  caualleros  que 
fueron  de  la  Mesa  Redonda,  que  fizieron  el 
juramento  desta  demanda:  El  primero  Ga- 
laz;  el  segundo  Lancarote;  e  después  Tris- 
tan,  e  Boores  de  Gaunes,  e  Lioner,  y  Estor 
Mares,  e  Briures,  Blamor  su  hermano,  e 
Layn  el  blanco;  Bafa,  ahijadlo  del  rey  Yama- 
gon,  buen  cauallero  a  marauilla;  Tristan, 
Arnel,  Canir,  Gariendes  el  negro,  Acosan  el 
grueso  (^),  Acotan  el  ligero,  Danubré  el  cora- 
joso. Todos  estos  caualleros,  sin  Tristan,  eran 
del  linaje  del  rey  Yan,  e  vinieron  a  la  corte 
por  amor  de  Lancarote;  e  vinierales  assi, 
que  por  su  buena  vida  fueron  conpañeros  de 
la  Mesa  Redonda,  y  eran  preciados  de  caua- 
lleria,  e  nonbrados  sobre  todos  los  caualleros 
de  casa  del  rey.  E  por  la  bondad  destos,  que 
no  eran  sino  andantes,  era  el  linaje  del  rey 
Yan  assi  nonbrado  como  yo  os  digo;  y  los 
otros  que  del  rey  no  eran,  fueran  estos:  Aglo- 
uan,  e  Perseul;  Tor,  fijo  de  Dares;  Madar, 
su  primo  cormano;  e  Persides  de  Galaz.  E 
los  otros:  Erec,  fijo  del  rey  Lac;  Gugeran, 
su  hermano  de  Guaucho,  muy  buen  caua- 
llero de  armas,  mas  tan  soberuio,  que  era 
marauilla.  E  los  otros  eran:  El  mayordomo 
Sagramor  el  derranjador,  Geltet  el  fijo  de 
Dor,  Lucan  el  copero,  e  Didonax  el  saluaje, 
Calouagas,  Yuan,  el  fijo  del  rey  Yrnan  el 
bastardo;  e  Yuan  de  las  manos  blancas,  e 
Yuan  de  Nesguses  de  Baybola;  Garles  el  pe- 
queño, Garles  el  negro,  Laydo  el  Ardit,  Ta- 
nadon  su  hermano.  Mador  de  la  puerta,  el 
gran  cauallero;   Caridan  de  las  insolas,  el 

(')  Faltan  algunos  en  esta  enunieración  para  com- 
pletar los  ciento  cincuenta.  Si  no  nos  equivocamos  en 
el  cómputo,  son  solamente  121  ]oscab;ílleros  nombra- 
dos en  esta  lista.  No  ñgura,  entre  otros,  Amador  de 
Belrepaire,  citado  en  el  cap.  LIX, 

(*)  £1  texto:  «gruseoí). 


rey  Bandemagus,  Patrides  su  sobrino,  Man- 
das su  cormano,  el  donzel  de  la  saya  mal 
tajada,  de  que  el  Cuento  del  bastardo  (')  fabla 
mucho;  Demanda  su  cormano,  el  buen  caua- 
llero del  axedrez;  Quean,  Destraus,  Granda- 
lis,  Granda  su  hermano,  buen  cauallero  á 
marauilla,  el  que  fizo  mucho  en  aquel  tien- 
po  en  el  reyno  de  Londres;  Tor  de  la  mon- 
taña; Clamadayn,  que  poco  auia  que  ganara 
la  silla  de  la  Tabla  Redonda;  Galac  el  gran- 
de; Reymon,  Semala  su  hermano,  Damatal, 
que  era  su  conpañero.  Y  sabed  que  todos 
estos  .Y.  eran  tan  buenos  caualleros,  que  no 
se  hallauan  mejores  en  el  reyno  de  Londres, 
si  no  ñiessen  los  del  rey  Yan.  Estos  .Y.  que- 
rían mal  este  linaje  por  enbidia,  porque  no 
fazian  tanta  honra  a  ellos  como  a  los  otros. 
E  los  otros:  Lanbuegues,  que  fue  ayo  de 
Boores  e  de  Lionel;  Signados,  Artionel  de 
Garin,  Domain  el  Ardit,  Manasses,  Arnalac, 
el  fermoso  cauallero  del  llano;  Angelis  de 
los  vistos,  Daradac  el  manso,  que  era  su 
hermano,  Morante  el  bien  fecho,  el  preciado 
de  Espadrian;  Yercolin  (■')  de  los  puertos,  Mi- 
cael  el  grande  escudo,  Malaz  el  luengo,  Di- 
nas su  liermano,  Coriac  de  las  luengas  ma- 
nos, Pinabel  de  la  insola,  Danel  el  caridor, 
Gandió  el  negro,  Grandan  de  la  montaña, 
que  erananbos  hermanos;  Atamor.  Cadin  el 
pequeño,  Yltrabalo,  Lanfecen,  Cauan  el 
blanco,  Agrauayn  el  sañudo,  Grongan  el  fijo 
de  Galuan,  de  que  el  Cuento  del  bastardo  ha- 
bla; Rinaton  el  gruesso,  Amatin  el  buen 
justador,  Canadan  el  delgado,  Canamer  el 
de  la  hermosa  amiga,  Arpian  el  de  la  estre- 
cha montaña,  Sanas,  Lunadas,  Pollias  el 
fuerte;  este  sin  falta  era  natural  de  Londres. 
E  los  otros  andauan:  Canadal,  Lucas  de  Ca- 
maloc, Perecha,  Panderan,  Manalan,  Jaban, 
Caliende,  Lajosa,  Guardacanales ,  Mada- 
lan,  Sordiran,  Relian  el  amarillo,  Paflicon 
de  Cardonil,  Belenad  de  Cardoyl,  Cardiel, 
Amaderin  de  Londres,  buen  cauallero  car- 
nido;  Ardit,  Firamente,  Leche  el  pequeño, 
Carnuu  el  grande.  Dinadas  de  Galardian  su 
hermano,  Damac  de  la  gran  lanca.  Pellas  el 
pobre,  Solían  el  noble,  Calingate  el  pobre; 
estos  eran  hermanos.  Darin,  Aues  el  non- 
brado, Arac  de  la  Mota,  Benel  y  Aspalon, 
Furan  el  negro,  Candonic  el  cortes,  Mudi- 
can,  Demndies,  Percuray,  Lamen  su  her- 
mano; todos  estos,  que  os  tengo  dicho  los 
nonbres,  eran  de  la  Tabla  Redonda,  e  no 


O  Algún  oci'o  libro  de  caballerías.  Probablemente 
Yvain  ó  Iwüin.  q\  Clievalicr  au  Liun.  Este  segundo 
titulo  es  el  del  poema  de  Chrétien  de  Troves  (si- 
g  o  XII );  el  primero,  el  de  la  traducción  alemana  de 
Hartmann  von  Aue. 

O  No  está  claro  este  nombre  en  el  texto. 


176 


LIBROS  DE  CABALLERÍAS 


auia  av  tal  que  no  fiiesse  canallero  escogido, 
e  proi^ado  en  mnclia  buena  canalleria;  el  rey 
Artur  sin  falta  era  ende  ledo,  porque  se 
cum])lio  el  cuento  de  los  ciento  y  cincuenta 
caualleros. 

Cap.  XXXVII.  —  Como  los  caualleros  de  la 
demanda  se  partieron  del  rey  Artur. 

Pues  ouieron  seguramente,  e  comieron  en 
el  palacio,  por  el  rey  que  ge  lo  rogara,  lan- 
9aron  sus  yelmos  en  sus  cabecas  y  encomen- 
dáronse mucho  a  Dios  e  a  la  reyna,  e  despi- 
diéronse della  con  lagrimas  e  lloros.  Y  ella 
00  (lonco  vn  duelo  tan  grande  como  si  viesse 
tcdo  el  mundo  muerto  ante  si;  e  por  que  no  ge 
lo  entendiessen ,  tornóse  a  su  cámara,  e  de- 
xose  caer  en  su  lecho,  e  comenco  a  fazer  vn 
tan  gran  duelo,  que  no  ay  honbre  en  el  mun- 
do que  lo  viesse  que  no  se  marauillasse,  e 
quando  Lancarote  fue  ya  todo  guisado,  e  que 
auia  pesar  de  su  señora  que  mayor  no  podia, 
fue  a  la  cámara  a  do  la  vio  entrar,  e  'tanto 
que  ella  le  vio,  dixo:  «Lancarote,  muerto  me 
aueys,  que  dexays  la  casa  del  rey  por  yr  a 
las  tierras  estrañas,  donde  jamas  no  torna- 
rey  s,  si  por  marauilla  no» .  «Señora,  dixo  el, 
si  tornare,  si  Dios  quisiere,  muy  presto». 
«Ay,  dixo  ella,  mi  coracon  me  lo  dize,  que 
me  mete  en  tal  pauor  y  en  tal  cuyta,  como 
nunca  fue  dueña  de  gran  guisa  por  gran  ca- 
nallero». «Señora,  dixole,  con  vuestra  gra- 
cia, quando  os  pluguiere» .  «A  mi  plazer,  dixo 
ella,  nunca  puede  ser;  mas  pues  que  veo 
que  lo  aueys  de  hazer,  yd  con  la  gracia  de 
Nuestro  Señor,  que  vos  guie  e  vos  torne  acá 
con  salud,  e  vos  de  honrra  en  esta  deman- 
da». «Señora,  dixo  el,  assi  lo  guise  Dios,  si 
a  el  pluguiere» . 

Cap.  XXXYni.  —  Como  se  partió  Langarote 
de  la  reyna  con  gran  ])esar. 

Estonce  se  partió  Langarote  de  la  reyna, 
y  fuesse  al  palacio  y  hallo  que  ya  caualga- 
ron,  y  que  no  atendían  sino  a  el;  y  el  fue  a 
su  cauallo,  e  caualgo.  Y  el  rej,  que  vio  a 
Galaz  sin  escudo,  dixole:  «Amigo,  no  me  se- 
meja que  fazeys  bien ,  que  no  leuays  escudo 
assi  como  los  otros».  «Señor,  dixo  el,  muy 
mal  faria  yo  si  de  aqui  lo  lleuasse;  e  sabed 
que  no  traeré  escudo  fasta  que  la  ventura 
me  lo  de» .  «Agora  ¡sea  en  el  nombre  de 
Diosl»,  dixo  el  rey. 

Cap.  XXXIX. — Como  faxian  todos  duelo  ¡wr 
los  caualleros  de  la  demanda  que  se  partían. 

Estonce  se  partieron  del  palacio,  e  fueron- 
se  por  la  villa,  mas  nunca  vistes  tan  gran 


duelo  como  fazian  los  de  Camaloc  e  los  otros 
caualleros  que  quedauan;  mas  los  que  se 
auian  de  yr  no  fazian  semblante  que  no  da- 
ñan por  ello  nada,  antes  vos  semejarla  si  los 
viessedes,  qxie  yuan  muy  ledos  e  muy  ale- 
gres, e  sin  falta  assi  era. 

Cap.  XL. — Como  se  torno  el  rey  Artur  de 
despedir  los  caualleros  de  la  demanda. 

E  quando  ellos  llegaron  a  la  entrada  de  la 
floresta  de  contra  el  castillo  de  Agan,  esto- 
uieron  todos  a  vna  cruz ;  estonce  dixo  Lan- 
carote al  rey:  «Señor,  tornados,  ca  asaz 
venistes  con  nos» .  «Assi  Dios  me  ayude,  dixo 
el  re}",  el  tornar  a  mi  sera  muy  grane,  ca 
mucho  me  pesa  de  partirme  de  vos,  amigos 
mios;   mas  porque  veo  que  me  conuiene  de 

10  fazer,  tornarme  he».  Estonce  quito  Langa- 
rote su  yelmo,  e  todos  los  otros  otrosi.  E  abra- 
cólos el  rey  a  todos,  e  besólos  llorando  muy 
de  corafon;  e  los  otros  honbres  que  yuan  ay, 
fizieron  otrosi.  E  después  que  sus  yelmos 
ouieron  enlazados,  enconmendaronse  a  Dios 
vnos  a  otros,  e  lloraron  muy  de  coraron.  Es- 
tonce se  partieron,  y  el  rey  se  torno  a  Cama- 
loe,  y  ellos  entraron  en  la  floresta  y  caualga- 
ron  tanto,  que  llegaron  al  castillo  de  Nagan, 
e  aquel  Nagan  era  vn  honbre  de  gran  edad,  e 
honbre  bueno  e  de  buena  vida;  e  quando 
supo  que  los  caualleros  de  la  Mesa  Redon- 
da yuan  a  demandar  la  demanda  del  sancto 
Grial,  rescibiolos  muy  bien  en  su  casa,e  tuuo- 
se  por  bien  andante  que  Dios  le  aduxera  tan- 
tos buenos  honbres  por  huespedes .  Y  aque- 
lla noche  albergaron  con  Nagan,  e  fueron  tan 
seruidos  de  quanto  menester  ouieron,  que 
ellos  fueron  ende  marauillados  donde  lo  pu- 
diera auer  tan  ayna  guisado,  de  fazer  a  tan- 
tos tanto  algo  a  desora.  Y"  ellos  que  estañan  co- 
miendo, llego  la  donzella  alegre,  aquella  que 
os  dixe  que  mostrara  a  Erec  e  firiera  a  Lan- 
garote con  el  freno  ('),  e  vio  a  Gahuin  assen- 
tado,  e  se  fue  parar  ante  el,  y  dixole  assi 
como  por  saña:  «¡Ay  Galuan,  Galuan,  caua- 

11  ero  follón  e  desleal!  ¿Como  eres  atan  osado 
que  en  esta  demanda  quieres  yr,  quando  sa- 
bes quanto  mal  ende  auerna,  e  mayormente 
a  los  de  la  Mesa  Redonda?  E  si  tu  quisiesses 
menbrar  de  la  muerte  de  Lamorante  e  de  su 
hermano,  y  de  la  deslealtad  que  ay  feziste, 
tu  te  deuerias  cuytar  desso ,  e  quieres  agora 
hazer  mas  deslealtad,  ca  assaz  auias  fechas  en 
aquel  tienpo  que  tu  sabes  bien;  e  tu  quieres 
yr  a  esta  demanda  como  los  otros,  mas  que 
te  auerna  ende;  sabe  que  Don  Galaz,  que 


(')  Como  antes,  el  autor  supone  conocida  la  historia 
de  Lanzarote  del  Lago. 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


177 


aqiü  esta,  que  es  el  mayor  eauallero  del  mun- 
do, no  fara  tanto  de  bien  en  esta  demanda 
como  tu  faras  de  mal  por  tu  mano,  ca  en  mal 
punto  con  tu  espada  mataras  xviu,  y  mas 
destos  tus  conpañeros,  de  tales  que  valen 
mas  de  caualleria  que  tu.  Esto  auorna  por  ti 
en  esta  demanda;  mira  agora  como  ellos  de- 
uen  maldezir  la  tu  vida» . 

CA.p.vXLIl-;-t'o/;iO  la  donxella  dixo  el  mal 
que^ttuernia  por  la  demanda  del  sancto 
Grial. 

Galuan  vuo  vergüenza  de  aquello  que  la 
donzella  le  dixo,  e  respondió:  vDonzella,  si 
yo  pensasse  que  tanto  mal  por  mi  vernia  en 
esta  demanda,  yo  me  tornarla :  mas  porque 
se  verdaderamente  que  todo  lo  que  dizen  no 
auiene,  por  ende  no  creo  lo  ql^e  me  dezisv. 
^'¿No?  dixo  ella;  si  agora  no  me  crees,  creer- 
me has  después  que  tu  veras  que  todo  assi 
verna;  e  no  he  yo  cuyta  de  ti,  mas  por  el  mas 
sesudo  honbre  del  rey  no  de  Londres,  que  tu 
ay  mataras» .  Estonce  se  torno  al  rey  Bande- 
magus,  e  dixole:  vEey  Bandemagus,  yo  he 
muy  gran  pesar  porque  tu  vas  en  esta  de- 
manda, ca  tu  cierto  morirás,  y  sera  muy  gran 
daño  por  dos  cosas:  la  vna,  porque  eres  muy 
biien  eauallero  de  armas;  la  otra,  porque 
eres  el  mas  sesudo  principe  de  Londres;  e 
sabe  que  vn  solo  eauallero  matara  a  ti  e  a 
Patrides  tu  sobrino,  e  a  Erec,  e  a  Yuan,  e  a 
tantos  destos  otros,  que  maldito  fue  el  dia  que 
nascio  este  pecador,  que  tanto  mal  hará,  que 
mas  le  valdría  ser  por  nascer;  ca  por  sus 
obras  sera  después  de  su  muerte  mas  de 
.Y.  años  mas  de  ."V .  reynos  huérfanos  de  bue- 
nos señores».  Estonce  torno  a  Galuan,  e  di- 
xole: «Galuan,  entre  tu  e  Morderec  tu  her- 
mano ,  no  fuestes  nascidos  sino  para  fazer 
malas  venturas  e  dolores;  e  si  los  que  aqui 
están  lo  supiessen  como  yo  lo  se.  sacaros  han 
los  cora9ones,  ca  ayna  los  hareys  morir  con 
dolor;  e  aquellos  que  agora  no  me  creen  desto 
que  yo  les  digo,  retraerlo  han  a  tal  hora  que 
no  podran  poner  ay  consejo» . 

Cap.  XLn. — Como  vn  eauallero  pidió  a  Ga- 
laz  qus  le  cortasse  la  cahe(^a. 

Tn  eauallero  que  vio  a  Galaz  muy  grande 
y  bien  hecho,  e  tanto  que  lo  vio,  hinco  los 
ynojos  ante  el,  y  dixole:  v¡Ay  Galaz  bien- 
auenturado  e  eauallero  escogido  sobre  todos 
aquellos  que  nunca  truxeron  armas  en  la 
Gran  Bretaña !  yo  te  ruego  por  la  fe  que 
deues  a  toda  caualleria,  que  me  des  vn  don; 
e  bien  me  lo  deuias  dar,  ca  este  es  el  pri- 
mero don  que  hombre  to  pidió  de^-ptr^  qn© 

LIBROS    DE    C\EA'-r.ERIA>, —  VI 


recebistes  la  orden  de  caualleria,  e  si  no  lo 
hiziesses,  estrañamente  errarías».  E  Galaz 
miro  al  eauallero  que  tan  de  coraron  le  pidia 
e  no  sabia  que  responder,  porque  pensaua 
que  era  gran  cosa,  e  dixole:  v<Leuantados, 
eauallero,  e  yo  os  lo  do  lo  que  pedis,  si  es 
cosa  que  pueda  y  deua  dar» .  E  dixo  el  eaua- 
llero: «Muchas  mercedes,  señor.  Pues  ago- 
ra os  pido  ante  estos  caualleros  que  me  cor- 
tays  la  cabecj'a  con  esta  espada  que  traygo. 
que  nunca  dessee  cosa  tanto  como  de  morir 
por  mano  de  buen  eauallero  como  vos  soys; 
ca  bien  se  que  mejor  eauallero  que  vos  no  me 
podria  matar.  Estonce  tiro  la  espada  de  la 
vayna  e  púsola  en  la  mesa  . 

Cap.  XLIII. —  Como  el  eauallero  prono  a 
'.kdax,  ele  dixo  que  lo  mafasse. 

«¡Ay  señor  eauallero  I  esto  no  hagades  en 
comien90  de  vuestra  caualleria  que  no  me 
tengades  lo  que  me  prometistes;  ca  estonce 
seriados  vos  el  peor  eauallero  y  el  mas  men- 
tiroso del  mundo,  si  assi  comencastes  a  fazér 
de  fallescer  lo  que  prometedes» .  <:No  vos  ha 
pro,  eauallero,  dixo  Galaz,  de  tal  ruego  me 
rogar,  ca  no  ha  cosa  en  el  mundo  por  que  vos 
mate».  «¿Xo?  dixo  el;  ¿no  me  terneys  lo  que 
me  prometistes?»  vOtra  promesa,  dixo  Ga- 
laz, os  ternia  yo  a  mi  poder,  mas  esto  no 
haría  yo  a  poder  que  pudiesse» .  Y  estonce 
se  leuanto  e  tomo  la  espada,  e  dixo:  eAgora 
vos  departiré  otro  juego;  o  vos  me  matad  o 
yo  matare  a  vos;  agora  escoged  lo  que  qui- 
sierdes» .  Galaz  se  comento  a  sonreyr,  e  sig- 
nóse, tanto  lo  vuo  a  marauilla.  e  después 
dixo:  <;Por  buena  fe,  eauallero,  vos  soys  el 
mas  loco  y  el  mas  nescio  que  yo  nunca  oy 
fablar,  que  quereys  que  por  fuerría  os  mate:* . 
Dixo  el  eauallero:  ^cSi  vos  no  me  matays  oy, 
de  mañana  me  matara  otro,  que  ninguno 
fuera  Dios  me  podra  guardar.  E  aquel  es  el 
honbre  del  mundo  que  yo  peor  quiero  e  que 
menos  precio;  e  por  esso  querría  que  me 
matassedes  vos  y  que  no  me  hallasse  el  en 
la  mañana  biuo» .  «Como  quier  que  auenga, 
dixo  Galaz,  de  vuestra  muerte,  yo  en  nin- 
guna guisa  no  os  matare» .  «Pues,  dixo,  yo 
quiero  matar  a  vos» ;  y  estonce  algo  el  espada 
e  hizo  que  lo  queria  matar;  mas  Galaz  sola- 
mente no  se  quiso  mouer,  mas  que  aquel  que 
nunca  vuo  miedo  ni  dudaua.  E  quando  el 
eauallero  vio  que  no  lo  podia  espantar,  dixo: 
cGalaz,  de  gran  coraí^on  eres,  e  yo  veo  que  tu 
acabaras  del  rey  no  de  Londres,  ca  te  veo 
mas  esfor9ado  que  pense  ver  a  hombre;  por 
esto  te  dexarc  de  matar,  ca  mucho  seria  gran 
daño  si  a  tal  sazón  muriesses;  empero,  pues 
qtiB  yo  de  mañana  he  d^  morir ,  quiero  yo 


178 


LIBROS  DE  caballerías 


cuytar  mi  muerte».  Estonce  metió  el  espada 
por  si,  e  con  la  cuyta  de  la  muerte  cayo,  y 
diso:  «;Ay  señor  Galaz.  ruega  por  mi!»,  y 
luego  dixo  esto,  fue  muerto,  e  quantos  en  la 
casa  estañan  fueron  marauillados.  Estonce 
vinieron  escuderos  e  sacáronlo  fuera  del  pa- 
lacio do  comiau.  e  los  caualleros  dixeron  al 
señor  del  castillo  que  lo  fiziesse  enterrar  e 
preguntasse  por  su  nonbre  e  su  fazfenda,  e 
que  lo  fiziesse  escreuir  sobre  su  monumento 
que  los  que  después  viniessen  supiessen 
aquella  marauilla:  e  aquella  noche  tomaron 
consejo  de  se  partir  de  mañana  y  que  se 
fuesse  cada  vno  por  su  camino,  ca  por  mal  e 
couardia  les  ternian  de  andar  juntos. 

Cap.  XLr\'. —  Como  los  caualleros  de  la  de- 
manda se  partieron  V710S  de  otros. 

Otro  dia  de  mañana  oyeron  missa,  y  des- 
pués caualgaron,  e  comendaronse  a  Dios,  y 
despidiéronse  de  su  huésped,  e  gradecieron- 
le  mucho  la  honra  que  les  fíziera;  y  después 
saliéronse  del  castillo,  e  tanto  que  llegaron 
a  la  floresta,  partióse  cada  vno  por  do  fallo 
camino  o  sendero,  e  lloraron  mucho  al  partir. 

Cap.  XLV.  —  Como  Galax  fallo  en  el  mones- 
terio  al  rey  Van  de  magus. 

Agora  dize  el  cuento:  que  quando  Galaz 
se  partió  de  su  compaña,  anduuo  tres  dias  sin 
aventura  hallar,  e  no  traya  escudo,  e  sabed 
que  siempre  el  hermitaño  yua  em  pos  del  de 
pie,  que  no  queria  subir  en  bestia;  e  al 
quarto  dia  avino  que  llego  a  ora  de  bisperas 
a  vna  abadía  de  monjes  blancos  ('),  e  los 
frayles  recibiéronlo  muy  bien,  ca  lo  conocie- 
ron por  cauallero  andante,  e  fizieronlo  des- 
cendir,  e  leñáronlo  a  vna  cámara,  e  desar- 
máronlo, y  el  cato,  e  vio  dos  caualleros  de  la 
Mesa  Redonda,  el  vno  era  el  rey  Bandema- 
gus,  y  el  otro  Yuan  el  bastardo,  e  tanto  que 
los  conoció  y  ellos  a  el,  fueron  mwj  ledos,  e 
abracáronse  muj'  bien;  e  Lien  lo  deuian  fa- 
zer,  ca  tanto  eran  como  hermanos,  pues  eran 
de  la  Mesa  Redonda  aquella  sazón.  Después 
que  comieron,  saliéronse  por  vna  huerta 

(')  Los  monjes  blancos  eran  cistercienses.  Don  Al- 
fonso el  Sabio,  en  la  ley  27,  lít.  7.  Partida  I.,  escri- 
be: «Cifitel  es  un  monesterio  onde  lieva  nombre  tuda 
la  orden  que  fizo  Sant  Benito  de  los  monges  Mancos: 
et  esta  orden  fue  comenzada  sobre  mny  grant  pobreza 
et  por  e^ta  razón  les  tízo  U  cglesia  de  Rima  muchas 
gracias  en  darles  previliejos  et  franquezae» 

En  los  libros  de  calmllerías  se  suelen  citar  muy  á 
menudo  los  monjes  blancos.  Así  en  el  cap.  48,  lib.  IV, 
de  AnindÍH  de  tinul",  cuiíndo  Grasandor  hace  ora- 
ción:-«asi  estando  de  rodillas,  vio  venir  a  la  iglesia 
un  monje  de  los  blancos».  Tambitn  se  citan  en  el  Ba- 
ladro del  »abio  Mcrlin. 


para  folgar,  e  Galaz  les  pregunto  quien  les 
aduxera  alli,  y  el  rey  Bandemagus  dixo: 
«Nos  venimos  aqui  por  ver  vna  aventura 
muy  niara  uillosa  que  aqui  ha».  «¿E  que  aven- 
tura?» dixo  Galaz.  «Yo  os  lo  diré,  dixo  el  rey 
Van;  aqui  ha  vn  escudo,  que  no  lo  puede 
honbre  leuar  vna  jornada  de  aqui,  ni  echar- 
lo al  cuello,  que  no  sea  muerto  o  mal  llaga- 
do, e  don  Tuan  vino  aqui  por  lo  ver,  e  yo 
por  lo  prouar,  e  quiérelo  leuar  fasta  que  no 
pueda  mas:>.  «Por  Dios,  dixo  Galaz,  de  gran 
marauilla  me  fablastes,  e  tengo  por  bien  que 
lo  proueys,  e  si  lo  vos  no  pudierdes  leuar,  yo 
lo  leñare  si  pudiere;  ca  otrosi  no  he  escudo». 
«Señor,  dixo  Yandemagus  ('),  bien  se  yo 
que  si  vos  la  ventura  prouades  primero,  que 
la  acabarej'S,  mas  dexadme  tomar  el  escudo, 
e  vereys  si  es  verdad  lo  que  dizen» . 

Cap.  XLYI.  —  Como  el  rey  prono  el  escudo 
de  la  abadía  e  no  se  fallo  bien. 

Los  caualleros  fueron  aquella  noche  bien 
curados  de  quanto  los  frayles  pudieron  auer, 
e  fizieron  mucha  honrra  a  Galaz,  por  bien  que 
del  oyan  dezir  [a]  aquellos  dos  caualleros; 
y  en  la  mañana,  después  que  oyeron  missa, 
pregunto  el  rey  Yandemagus  a  vn  frajie  que 
le  dixesse  a  do  era  el  escudo  onde  tanto  fabla- 
uan  [en]  la  tierra,  y  el  frayle  le  dixo:  «¿Por 
que  lo  preguntades  vos?»  «Quierolo  prouar, 
dixo  el,  si  lo  podre  leuar,  e  veré  si  a  tal  vir- 
tud como  dizen» .  «Esto  no  lo  haria  yo,  dixo 
el  frayle,  ca  creo  que  no  ganariades  y  sino 
desonrra».  «No  vos  y  cal,  dixo  el,  mostrád- 
melo, si  vos  jjluguiere».  «De  grado»,  dixo 
el,  e  leuolo  estonce  para  el  altar,  e  mostróles 
el  scudo,  que  estaña  tras  el  altar;  y  el  escu- 
do era  blanco,  e  tenia  vna  cruz  bermeja,  y  el 
frayle  les  dixo:  «Yed  aqui  el  escudo  que  de- 
mandauades»;  y  ellos  lo  tomaron,  e  semejo- 
Íes  que  era  el  mas  fermoso  y  el  mas  rico  que 
nunca  vieran,  e  daua  tan  buen  olor  como  si 
todas  las  especias  del  mundo  y  fuessen. 
Quando  Y'uan  el  bastardo  vio  el  escudo,  dixo: 
«Si  Dios  me  ayude,  deste  escudo  digo  yo 
tanto,  que  ningún  cauallero  no  lo  deuia  echar 
a  su  cuello,  si  no  fuesse  muy  mejor  que  otro; 
e  cierto  yo  so  aquel  que  me  no  prouare,  ca 
me  no  siento  por  tal  que  lo  deua  fazer» .  «En 
el  nonbre  de  Dios,  dixo  el  rey  Yandemagus, 
yo  lo  quiero  de  aqui  sacar,  aque  quier  que 
me  ende  avenga».  Estonce  tomo  el  escudo  a 
su  cuello,  e  salióse  de  la  yglesia,  e  después 
que  salió,  subió  en  su  cauallo,  e  dixo:  «Ga- 
laz, señor,  si  vos  pluguiesse,  yo  querría  que 

(')  La  ortogrufia  du  este  nombre  varía  en  el  texto. 
Antes  dijo  alíuudemagusD)  como  se  lee  en  el  Bu'^ 
ladro.. 


LA  DEMANDA  DEL  S ANOTO  GRIAL 


179 


TOS  me  atendiessedes  aquí  fasta  que  viesse- 
mos  que  podra  acontecer  desta  auentura;  e 
si  mal  me  auiniere  deste  escudo,  querría  yo 
que  lo  prouassedes  vos,  ca  yo  muy  bien  se 
que  no  fallesceredes  vos  ende».  «E  3^0  os 
atendere,  dixo  Galaz,  muy  de  buenamente»; 
e  los  frayles  le  dieron  vn  escudero  que  fuese 
con  el  en  compaña,  y  que  truxesse  el  escudo 
si  lo  el  no  pudiesso  leuar. 

Cap,  XLYII. — De  como  el  rey  Van  lleno  el 
escudo^  ege  lo  tomo  vn  cauallero. 

Assi  finco  estonce  Gralaz  [con]  Yuan;  y  el 
rey  Tandemagus  se  fue,  e  después  que  anduuo 
quanto  seria  dos  leguas,  vieron  salir  de  con- 
tra vna  liermita  vn  cauallero  armado  de  bue- 
nas armas  blancas,  e  venia  quanto  el  cauallo 
lo  podia  traer,  la  lan(;'a  en  la  mano.  Y  el  rey 
que  lo  vio  venir,  boluio  a  el,  e  quebranto  su 
lan^a  en  el.  Y  el  cauallero,  que  lo  alcanzo 
ende,  firiolo  tan  fieramente,  que  le  falso  la 
loriga,  e  metióle  el  fierro  de  la  langa  por 
cerca  de  la  espalda  siniestra,  e  batiólo  en  tie- 
rra. E  después  decendio,  e  tomo  el  escudo, 
e  después  subió  en  su  cauallo,  e  dixole:  «Mu- 
cho fuestes  sandio;  este  escudo  tomastes  que 
no  es  otorgado  sino  a  un  honbre  solo,  e  aquel 
conuiene  que  sea  el  mejor  cauallero  del  mun- 
do, e  por  el  gran  yerro  que  vos  fezistes  me 
enbio  acá  aquel  que  las  grandes  vengancas 
tomo,  por  tomar  de  vos  venganga  según  el 
yerro  fezistes» .  Desque  esto  dixo  a  Yan  de 
magus,  tornóse  al  escudero,  e  dixole:  «Toma 
este  escudo,  y  llénalo  al  seruidor  de  Jesu 
Christo  el  qual  se  llama  Gralaz,  e  dile  que  el 
alto  maestre  le  manda  que  lo  traya,  ca  sien- 
pre  sera  tan  fresco  e  tan  bueno  como  agora; 
esta  es  vna  cosa  por  que  lo  deue  mucho  amar; 
e  dile  de  mi  parte  qne  lo  saludo» .  «Señor, 
dixo  el  escudero,  pues  vos  vuestro  nonbre 
no  me  quereys  dezir,  ruegoos  que  me  di- 
gays  donde  tantas  marauillas  vienen  deste 
escudo,  e  por  que;  ca  nunca  vi  cauallero  que 
lo  a  su  cuello  echasse,  que  le  mal  no  vinies- 
se» .  «Esto  no  es  cosa  que  tu  deues  saber,  mas 
enpero,  si  Galaz  el  buen  cauallero  quisiere 
acá  venir,  yo  le  dire-la  verdad  del  escudo,  e 
donde  vino,  e  cuyo  fue  primero,  e  quien  lo 
truxo  aqui,  y  dezirgelo  he  ante  ti;  e  dile  de 
mi  parte,  si  quisiere  ende  saber  la  verdad, 
que  venga  a  fablar  comigo;  y  sepa  bien  que 
aqui  me  fallara» .  Estonce  fue  el  escudero  al 
rey  Yan  de  magus,  e  pregunto  si  era  mal 
herido.  «Yo  pienso,  dixo  el  rey,  que  so  feri- 
do  de  muerte» .  «¿Podej^s  caualgar?»  dixo  el 
escudero.  «Prouarlo  he,,  dixo  el  rey,  ca  de 
qxiedar  aqui  no  me  pqdra  venir  sino  mal» . 
Estonce  se  Ipuanto  corno  pudo,  e  caualgo  oon 


gran  trabajo,  y  el  escudero  caijalgo  tras  el 
por  le  tener  que  no  ca^^esse. 

Cap.  XLYIII.--De  como  el  rey  Van  de  ma- 
gus fue  ferklo  2)or  el  escudo  que  tomo. 

Después  se  partieron  de  aquel  canpo,  e 
tornáronse  al  abadia,  e  los  frayles  tomaron 
al  rey  Yan  de  magus,  e  llenáronlo  a  vna  cá- 
mara, e  trabajai'onse  de  le  guarecer  la  he- 
rida, que  era  bien  grande.  E  Gralaz  pregunto 
a  vn  frayle:  «¿Cuydays  que  podra  guarecer? 
Ca  cierto,  gran  daño  sera  si  por  tal  auentura 
muriesse;  ca  yo  lo  oy  mucho  loar  de  buen 
entendimiento  y  de  caualleria» .  «Señor,  dixo 
el  frayle,  no  temades  que  morirá,  pero  no  de- 
uia  auer  del  ninguno  duelo,  ca  ante  ge  lo  di- 
ximos  que  leuasse  el  escudo  que  le  vendría 
ende  mal».  Estonce  vino  el  escudero  a  Gralaz, 
e  dixole  ante  quantos  ay  estañan:  «Señor, 
embiaos  saludar  el  cauallero  de  las  armas 
blancas,  y  embiaos  este  escudo,  e  mandaos 
que  lo  trayades,  ca  no  ay  agora,  como  el 
dize,  honbre  en  el  mundo  fueras  vos  que  lo 
deua  traer;  e  si  vos  quisierdes  saber  onde  el 
escudo  vino,  e  que  tantas  marauillas  en  el 
auienen,  dixome  que  vayades  a  el,  y  el  vos 
lo  contara;  e  yo  os  leñare  do  vos  el  atiende». 
Quando  los  frayles  esto  oyeron,  marauilla- 
ronse  mucho,  e  humilláronse  contra  Galaz, 
e  dixeron:  «¡Benditas  sean  estas  nueuas,  y 
bendito  sea  Di'^s  porque  lo  aqui  traxo!  Ca 
agora  sabemos  nos  bien  que  por  este  serán 
acabadas  la  auenturas  marauillosas  del  reyno 
de  Londres».  E  Yuan  el  bastardo  dixo:  «Señor 
Calaz,  echad  esse  escudo  a  vuestro  cuello,  assi 
sera  ya  quanto  mi  voluntad  complida;  ca  si 
Dios  me  ayude,  nunca  tanto  dessee  cosa  como 
ver  el  buen  cauallero  que  deste  escudo  auia 
de  auer  el  señorío» .  E  Galaz  dixo  que  lo  fa- 
ria,  pues  que  assi  ge  lo  enbiaron  dezir,  mas 
que  ante  queria  auer  sus  armas,  e  truxeron- 
gelas,  y  después  que  fue  armado,  e  subió  en 
su  cauallo,  echo  el  escudo  al  cuello,  e  aco- 
mendo los  frayles  a  Dios,  e  fuesse;  e  Yiian  el 
bastardo,  que  estaña  ya  armado  para  subir 
en  su  cauallo,  dixo  que  le  faria  conpañía;  y 
el  dixo  que  ge  lo  grádesela,  mas  no  queria 
que  fuesse  con  el  otro,  fueras  el  escudero  y 
el  hermitaño;  sin  falla  el  hermitaño  andana 
siempre  con  el,  quando  cerca,  quando  lexos; 
e  contauale  cada  dia  las  vidas  ele  los  sanctos 
padres  e  las  hystorias  antiguas,  e  contole 
donde  era  y  de  qual  linaje,  y  de  quales  caua- 
lleros;  e  contóle  de  Joseph  y  de  Josofes,  y 
del  rey  Mordrayn,  e  de  Nascian,  quales  hom- 
bres fueron,  e  quales  caualleros,  e  de  qual 
amor  Nuestro  Señor  los  amara-.  Esta  era  la 
cosa  del  mundo  que  el  mas  escuchaua  y  que 


180 


LIBROS  DE  caballerías 


le  mas  confortaua;   tanto  aiiia  sabor  en  lo 
oyr,  que  cosa  del  mundo  no  le  plazia  mas. 

Cap.  XLIX. —  Como  Galaz  tomo  el  escudo  e 
acabo  la  auentura  del. 

Tanto  que  Galaz  se  partió  deTuan,  caual- 
go  tanto,  assi  como  el  escudero  lo  guiaua, 
que  llego  a  la  hermita  do  el  cauallero  blanco 
atendió,  y  el  escudero  amostrólo  a  Galaz,  e 
dixole:  «Señor,  vedes  aqui  el  cauallero  que 
vos  embio  el  escudo».  E  Galaz  fue  contra  el, 
e  sainólo,  y  el  cauallero  otrosi  a  el.   «Señor, 
dixo  el  escudero,  agora  dezid  a  Don  Galaz  la 
verdad  deste  escudo ,  c  por  que  tantas  ma- 
rauillas  del  auienen».  Y  el  cauallero  respon- 
dió que  de  grado.  Estonce  se  torno  a  Galaz,  e 
dixole:  «Oydme,  cauallero  de  Jesu  Christo, 
el  lionbre  bueno  que  contigo  anda,  te  depar- 
tió ya  todo  como  era  ante  que  fuesses  caua- 
llero. Y  después  alli  do  te  mostró  el  comien- 
§0  de  tu  linaje  e  lo  que  fizieron  en  esta  tie- 
rra y  en  otra.  Agora  te  digo,  que  si  tu  su- 
piesses  qual  remenbranca  dexo  Josofes  y  el 
rey  Mordayn  después  de  su  muerte,  tu  sa- 
brás estonce  onde  este  scudo  vino;   ca  sin 
falta  esta  cruz  que  en  este  escudo  esta  ber- 
meja, fizo  Josofes  de  su  sangre  rnesma,  quan- 
do  ouo  de  morir,  e  duro  fasta  aqui,  e  durara 
avn  mas  que  honbre  no  cuyda;  e  assi  como 
el  te  deuiso  el  fecho  de  Joseph  y  de  Josofes, 
e  del  rey  Mordayn  e  de  Xacian,  assi  aniño 
todo.  Y  este  escudo  es  el  quel  rey  ]?iIordayn 
traxo  en  la  batalla  con  el  rey  Tolomer,  onde 
tu  ya  oyste  el  cuento;  por  la  cruz  que  en  este 
escudo  fue.  escapo  de  peligro  de  muerte,  e 
por  las  marauillas  que  deste  escudo  vinieron 
estonce,  fue  tan  bien  guardado,  que  ningu- 
no lo  oso  traer,  ni  fue  otorgado  a  cauallero 
que  lo  traxesse  fasta  la  tu  venida;  ca  el  que 
es  orden;  dor  de  todas  las  cosas  no  (luiso  que 
lo  traxesse  sino  aqui  en  quien  ouiesse  mara- 
uillas de  bien  mas  que  en  otro  hombre» .  Y 
estonce  le  comen(;o  a  diuisar  la  hystoria  del 
escudo  assi  como  el  cuento  lo  ha  deuisado  e 
lo  que  vos  yo  ya  dixe  no  vos  lo  quiero  otra 
vez  contar;  e  tanto  que  el  cauallero  blanco  lo 
contó  todo,  no  lo  vio  Galaz,  ni  supo  que  fue- 
ra del. 

Cap.  L. —  Como  el  escudero  rogo  a  Galaz  que 
lo  rec¿b¿£ss6  en  su  compaJiia^  y  que  lo  sír- 
uiria  en  todo. 

Quan^lo  el  escudero  que  estaua  ante  Galaz 
e  que  todo  aquello  oyó,  tanto  que  el  caualle- 
ro blanco  se  partió  de  alli,  descendió  de  su 
rocin,  e  rogóle  llorando,  por  amor  de  aquel 
cruya  ¿'eñal  trajra  en  su  estlido,  que  lo  reci- 


biesse  por  su  escudero,  o  que  lo  fiziesse  caua- 
llero. «Amigo,  dixo  Galaz,  si  yo  conpaña  qui- 
siesse,  plazerme  ya  con  vos,  mas  no  quiero 
conpaña  en  esta  carrera».  «¡Señor,  dixo  el, 
fazedme  cauallero'»  E  Galaz  lo  cato,  e  violo 
llorar  tan  ñeramente  como  si  viesse  el  hon- 
bre del  mundo  que  el  mas  amana  delante 
muerto,  e  ouo  del  gran  duelo,  e  otorgogelo. 
«Señor,  dixo  el  escudero,  pues  assi  es  que 
me  otorgastes  que   me  fariades   cauallero, 
ruégeos  que  me  tornedes  a  la  abadia,  ca  alli 
aure  cauallo  e  armas,  e  no  tornedes  alia  tan- 
to por  mi,  como  por  ver  vna  auentura  que 
la  terneys  por  la  mayor  cosa  que  nunca  vis- 
tes como  yo  cuydo,  y  se  que  la  acabaredes; 
e  nunca  fue  ay  cauallero  que  viniesse  que  la 
pudiesse  acabar» .  Y  el  dixo  que  ternaria  de 
grado.  Estonce  se  tornaron  al  monesterio.  e 
los  fray  les  salieron  contra  el,  e  recibiéronlo 
muy  bien,  y  preguntaron  al  escudero  por  que 
el  cauallero  tornaua,  y  el  dixo  que  por  le  fa- 
zer  cauallero,  e  por  la  auentura  que  ende 
auia.   Galaz,   tanto  que  se  apeo,  pregunto 
como  podia  ver  la  auentura  que  ende  era. 
«Señor,  dixo  el  honbre  bueno,  bien  lopodeys 
ver,  e  nunca  tal  cosa  oystes  fablar;  e  dezir- 
vos  he  como  pieca  ha  que  ouo  aqui  cerca  vn 
cementerio,  a  do  cuerpos  de  muchos  honbres 
buenos  sanctos  yazian,  [e]  auino  que  vn  pa- 
gano, el  mas  desleal  cauallero  que  nunca  ouo 
en  la  Gran  Bretaña,  e  la  mas  endiablada  cosa 
del  mundo,  fue  ay  soterrado,  e  luego  que  fue 
soterrado,  quantos  en  esta  abadia  están,  vie- 
ron los  diablos  sobre  su  sepultura,  e  comenQO 
ende  a  salir  vna  boz  tan  astrosa  que  todo 
honbre  que  la  oya  perdia  el  poder  del  cuerpo 
por  gran  tiempo;  e  por  esta  marauilla  ver. 
vinieron  muchas  vezes  muchos  honbres  bue- 
nos,  e  no  ouo  ninguno  que  se  mal  no  fa- 
llasse.  ca  assi  como  oya  la  boz,  no  auia  poder 
de  se  leuantar,  e  tales  venian  que  morianr . 
Dixo  Galaz:  «Essa  sepultura  querría  ver»,  y 
el  dixo  que  se  la  mostrarla,  y  leuolo  estonce 
fuera  do  la  yglesia,  e  passaron  por  vn  cemen- 
terio. E  después  mostróle  en  vn  gran  canpo 
yermo  vn  árbol  que  estaua  ay,   e  dixole; 
«Sabed  que  so  aquel  árbol  esta  la  sepultura 
onde  sale  la  boz,  que  todo  honbre  que  la  oye 
pierde  el  sentido  o  queda  mal  trecho  para 
sienpre,  e  si  vos  queredes  yr,  Dios  quiera 
que  podays  tornar».  E  taño  la canpana,  por- 
que alguna  marauilla  grande  se  fazia. 

Cap.  LI. — Como  Galaz  ijrguio  la  timba  del 
monumento  do  yazia  el  jjagano. 

Ya  passado  esto,  no  atendió  mas  Galaz,  e 
fuesse  presto  para  el  monimento,  e  tanto  que 
ay  llego,  ovo  luego  vna  boz  de  tan  gran  do- 


La  dExManda  del  sancto  grtal 


181 


lor,  quo  era  marauilla,  e  clezia:  «¡Ay  Galaz, 
sieruo  de  Jesu  Christo!  no  te  llegues  mas  a 
mi,  ca  me  ñivas  dexar  este  lugar  eu  que  í'ue 
fasta  aqui»;  e  Gralaz,  que  esto  ovo,  no  se  es- 
panto, como  aquel  que  era  esforcado  mas  que 
otro  cauallero,  o  fue  almonimeuto,  e  quando 
quiso  erguir  la  tumba,  salió  vn  fumo  tan  ne- 
gro como  pez,  después  vna  llama,  e  des- 
pués vna  figura  en  semejaní^a  de  honbre,  la 
mas  fea  e  la  mas  estraña  que  nunca  bonbre 
vio  en  el  mundo,  e  semejóle  cosa  del  diablo: 
estonce  ovo  vna  boz  que  le  dixo:  «¡Ay  Galaz, 
cosa  sancta!  yo  te  veo  assi  cercado  de  ange- 
les, que  no  puedo  durar  so  esta  compaña,  e  por 
esto  te  dexo  mi  lugar,  en  que  ya  luenga- 
mente folgue».  E  quando  el  oyó  la  boz,  gra- 
déelo mucho  Jesu  Cliristo,  e  signóse,  e  yrguio 
la  canpana  y  echóla  en  tierra,  e  vio  yazer  en 
el  monimento  vu  cuerpo  de  cauallero  todo 
armado,  e  vna  espada  cerca  del,  quanto  auia 
menester  para  cauallero,  fuera  cauallo  e  lan- 
ga. E  quando  el  esto  oyó,  llamo  los  fraylcs, 
e  dixoles:  «Yenid,  ved  lo  que  aqui  falle,  e 
dezirme  hedes  que  fare  ay,  ca  yo  mas  fare 
si  mas  deuo  fazer» .  E  ellos  vinieron,  e  vieron 
el  cuerpo  estaren  el  monimento,  e  dixeron: 
<^Señor,  assaz  auedes  fecho,  e  no  conuiene 
que  mas  ay  fagays,  ca  ya  este  cuerpo  no 
sera  jamas  de  aqui  mouido  asi  como  nos  cuy- 
damos^>.  E  dixo  vn  honbre  viejo:  «Si  sera, 
conuiene  que  sea  sacado  deste  cementerio, 
ca  en  tierra  bendita  e  sagrada  no  deue  yazer 
tan  desleal  cuerpo  e  tan  malo  como  este  era;^ . 
'-Amigos,  dixo  Galaz.  ¿fize  en  esta  demanda 
quanto  deuia  fazerV»  «Si  señor,  dixeron  ellos, 
ca  jamas  la  boz  no  sera  ende  donde  tanto 
málvenla».  vE  que  de  mostranya,  dixo  Ga- 
laz,  podría  ser  desta  auentura?  ca  sin  falla 
sin  demostranca  tal  marauilla  no  podia  ser». 
«Señor,  dixo  el  honbre  bueno,  yo  vos  lo  diré, 
e  bien  la  deuedes  oyr.  que  mucho  es  mara- 
uilla» . 

Cap.  Ln.  —De  como  Galax  armo  cauallero 
al  escudero  en  el  abadía. 

Pues  partidos  del  monumento,  tornáronse 
al  abadía,  e  Galaz  dixo  al  escudero  que  tu- 
uiesse  vigilia  en  la  yglesia  aquella  noche  e 
que  en  la  mañana  que  lo  faria  cauallero,  assi 
como  era  derecho  e  costunbre;  y  el  escudero 
fizólo  assi  como  lo  el  niando,  y  el  honbre 
bueno  leuolo  a  vna  cámara,  e  fizólo  desar- 
mar, e  fizólo  assentar  en  el  lecho,  e  dixole: 
«Señor,  lo  que  me  vos  preguntastes  vos  diré 
yo,  que  esta  auentura  auia  tres  cosas:  la  tun- 
ba  y  el  cuerpo  e  la  boz» ;  mas  ésto  no  lo  oso 
trasladar  Euberte  de  Brucon  en  francés, 
porque  taüé  a  las  poridades  de  sancta  ygle- 


sia (no  las  quiere  descobrir  porque  no  con- 
uiene a  honbre  lego)  ('),  e  de  la  otra  parte 
dudaua  que  si  descobrieseTas  i)Ofidades  del 
sancto  Gñal,  assi  como  la  verdadera  liysto- 
riaTdel  latin  las  cuenta,  que  los  houbres  que 
no  saben  tanto  e  las  leyessen  que  no  cayes- 
sen  en  yerro,  ca  por  esto  podría  venir  que 
su  libro  seria  de  fe.  que  ninguno  no  le  viesse 
ni  le  leyesse,  lo  que  el  no  quería  en  ninguna 
guisa,  e  por  esto  prometi  de  deuisarla  en 
tercera  parte  del  libro,  que  deuisa  la  de- 
manda del  sancto  Grial.  los  caualleros  e  las 
proezas  que  los  caualleros  de  la  Mesa  Re- 
donda fizieron  en  aquella  demanda,  e  las 
marauillas  que  ay  fallaron,  e  como  el  sancto 
Grial  se  fuo  de  Inglaterra  a  la  cibdad  de 
Qarras;  e  bien  sabían  todos  que  la  philoso- 
fia  que  ay  conuenia  no  querría  el  deuisar, 
ca  seria  echado  de  sancta  yglesia;  mas  quien 
esto  quisiere  bien  saber,  trabájese  de  ver  el 
libro  de  latin;  aqiielUbro  les  fara  llanamente 
entender  e  saberlas  grandes  cosas  del  sanc- 
to Grial;  que  nos  deuímos  allanar  las  porida- 
des de  sancta  yglesia,  ni  yo  Joannes  Bíuas, 
no  vos  diré  ende  mas  de  lo  que  vos  el  dize, 
ca  so  frayle,  e  no  quiero  mentir. 

Después  que  el  honbre  bueno  deuíso  a 
Galaz  la  significan^a  de  aquella  auentura 
que  el  acabara,  dixo  a  Galaz  que  mucho  era 
mayor  que  no  cuydaua;  e  aquella  noche  le 
fizieron  los  frayles  mucho  seruicio,  ca  mu- 
cho lo  preciauan  por  lo  que  en  el  vían,  e  de 
mañana,  ante  ora  de  prima,  fizo  al  escudero 
cauallero,  assi  como  era  de  costunbre  en 
aquel  tienpo.  E  después  preguntóle  como 
auia  nonbre,  y  el  dixo  que  auia  nonbre  Me- 
lian  (•)  e  que  era  fijo  del  rey  de  Damena- 
cha.  «Amigo,  dixo  Galaz,  pues  que  vos  sodes 
de  tan  alto  linaje,  guardad  que  sea  la  caua- 
lleria  tan  bien  empleada  en  vos,  que  la  hon- 
ra de  vuestro  linaje  sea  salua;  ca  pues  fijo 
de  rey  llega  a  recebir  orden  de  caualleria, 
deuese  adelantar  en  bondad  y  en  proeza  so- 
bre todos  los  caualleros,  assi  como  faze  el 
rayo  del  sol  sobre  las  estrellas» ;  y  el  respon- 
dió que  la  honra  de  su  linaje  no  se  perdería 
por  el,  <:ca  yo  por  esto  desseo  auer  honra  de 
caualleria».  Estonce  lidio  Galaz  las  armas 
para  se  yr  de  allí,  e  díerongelas  e  armáron- 
lo, e  dixole  el  escudero:  «Señor,  vos  me 
fezistes  cauallero  a  la  merced  de  Dios  e  a  la 
vuestra,  e  yo  he  tan  gran  plazer  en  mi  cora- 

>.  o  Robert  de  Borrón,  á  quien  se  atribuyen  tres  tex- 
tos caballerescos  en  pro.<a:  Josej^h  d'Arunathie,  Mcr- 
liii  y  Pcrreviil.  Pero  estos  textos  parecen  representar 
más  bien  rerMones  prof-adas  de  ¡os  poemas  originales 
de  aqael  escritor.  iCf.  Jessie  L.  Weston:  Ihe  Lcgend 
of  Slr  Lancelot  du  Lac.  London.  Nutt.  lOül',  pá- 
gina 126). 
(')  Melians  de  Lile,  hijo  del  rey  de  Dinamarca. 


182 


LIBROS  DE  caballerías 


9on,  que  no  lo  podría  dezir,  ca  sin  falta  el 
mejor  cauallero  del  mundo  me  dio  armas;  e 
vos  sabedes  bien  la  costunbre  de  aquel  que 
faz  cauallero  nouel,  que  se  no  pueda  fazer 
aftieras  que  el  de  el  primer  don  que  le  de- 
mandare, tanto  que  sea  con  razón» .  «Verdad 
es»,  dixo  Galaz.  «Señor,  dixo  el,  pues  pido- 
vos  que  me  dexedes  yr  con  vos  en  esta  de- 
manda fasta  que  la  ventura  nos  parta;  e  si 
la  ventura  después  nos  ayuntare,  que  me  no 
partades  de  vuestra  compaña» .  Estonce  pidió 
sus  armas,  e  después  que  fue  armado  subió 
en  su  cauallo,  e  acomendaron  los  frayles  a 
Dios,  e  después  fueronse  e  anduuieron  aquel 
dia  e  otro  sin  auentura  fallar,  ansy  que  vn 
día  de  lunes  les  avino  que  llegaron  a  vna 
cruz  grande  que  partia  dos  carreras,  y  es- 
taña aquella  cruz  a  la  entrada  de  vn  gran 
llano,  e  la  cruz  era  de  madera,  mas  no  era 
muy  vieja,  e  fallaron  ay  letras  entretalladas 
que  dezian:  «Tu,  ca-Callero  andante,  qxte 
vas  las  auenturas  buscar  e  demandar; 
aquí  ha  dos  carreras,  vna  a  diestras  e 
OTRA  A  siniestro;  aquella  de  siniestro  te 
defiendo  to,  ca  sobejo  deue  ser  bueno  el 
que  en  ella  entrare,  ca  no  podra  ende 
salir  sin  irur  gran  daño  de  aquella;  de 
diestro  no  te  digo  tanto  peligro,  mas  si  at 
entrares  e  no  fueres  muy  bueno,  no  podras 
acabar  at  cosa»  . 

Cap.  Lm.  —  Coyno  Melian  se  partió  de  Ga- 
laz,  e  tomo  la  carrera  a  siniestro. 

Desque  Melian  vio  las  letras,  dixo  a  Galaz: 
«Señor,  por  Dios  e  por  cortesía,  dexadme 
esta  carrera  de  siniestro,  ca  por  aqui  podre 
yo  prouar  si  aura  en  mi  loor  de  caualleria, 
si  vos  pluguiere».  Dixo  Galaz:  «Yo  entrare 
ay,  e  cuy  do  que  os  verna  ende  mejor,  que  a 
mi  creyente,  mas  ligeramente  passaria  yo 
por  ay  que  no  vos»;  y  el  dixo  que  todavía 
queria  yr  por  ay;  y  el  ge  lo  otorgo,  pues  que 
vio  que  tanto  lo  deseaua;  y  estonc  se  abra- 
caron, e  acomendáronse  a  Dios,  e  partiéronse 
vno  de  otro  e  cada  vno  hallo  su  carrera. 

Cap.  LIY.  —  Como  Melian  llego  a  la  ribera  a 
do  estauan  las  chocas. 

El  cuento  dize  que  después  que  Melian  se 
partió  de  Galaz,  que  anduuo  tanto,  que  passo 
aquel  llano  e  allego  a  vna  floresta  vieja  e 
amarga,  e  durara  en  luengo  dos  jornadas,  e 
anduuo  tanto  por  ella,  que  llego  a  ora  de 
medio  dia  a  vna  ribera  do  hallo  muchas  cho- 
cas e  ramadas  fechas,  e  dos  tendejones  arma- 
dos e  fermosos  e  bien  fechos  de  paño  de  seda 
bermeja;  e  entre  los  tendejones,  en  medio 


del  camino,  auia  vna  cathedra.  y  era  muy 
fermosa  e  muy  rica;  e  ante  la  cathedra  vio 
mesas  cumplidas  de  todos  los  buenos  manja- 
res que  no  podria  pensar;  y  en  aquella  cathe- 
dra estaua  vn  honbre  viejo,  no  se  si  era  rey 
ni  si  otro  cauallero,  mas  tenia  corona  en  la 
cabe(;'a,  tan  fermosa  e  tan  rica  como  si  fuesse 
fecha  para  vn  emperador;  e  sabed  que  el 
cauallero  dormia  tan  fieramente  como  si 
nunca  ante  dormirá,  mas  no  estaua  ay  caua- 
llero ni  entro  hombre  que  lo  siruiesse  sino 
los  tendejones  e  las  chogas. 

Cap.  LY. — Como  Melian  tomo  la  corona  de 
oro  al  hombre  bueno. 

A  la  cathedra  se  llego  Melian,  assi  a  caua- 
llo como  estaua,  ca  le  semejo  fermosa  e  bien 
obrada;  después  cato  la  corona,  que  le  semejo 
la  mas  fermosa  que  nunca  viera;  esta  auen- 
tura tuuo  Melian  por  estraña  cosa,  pero  no  le 
tuuo  sabor  de  comer  ni  de  beuer  de  cosa  que 
ay  viesse,  fuera  de  la  corona,  que  vio  tan  her- 
mosa e  tan  rica,  que  dixo  que  en  buen  hora 
era  nascido  quien  la  leuasse  para  ante  algún 
pueblo,  «ca  yo  cuy  do  que  nunca  fue  rey  que 
la  tal  tuuiesse» .  Estonce  le  tomo  la  corona  é 
metióla  en  su  brajo  siniestro,  y  dexolo  dormir 
e  fuesse  para  la  floresta  quanto  se  yr  pudo. 

Cap.  LYI. — Como  Melian  hallo  la  donzella 
que  faxia  gran  duelo. 

Yendo  Melian  por  la  floresta,  hallo  vna 
donzella  que  lloraua  e  fazia  mucho  duelo 
sobre  vn  cauallero  que  de  j)oco  era  herido, 
e  la  donzella  era  fermosa,  e  mucho  se  pago 
della;  e  preguntóle  por  que  fazia  aquel  due- 
lo. Respondió  ella:  «Por  este  cauallero,  que 
otro  lo  firio  agora  de  muerte,  e  no  se  que 
deua  ende  fazer,  ca  de  aqui  mouer  no  lo 
puedo,  ni  por  mi  no  se  do  vaya  deste  lu- 
gar». Melian  le  dixo:  «Donzella,  pues  que 
el  cauallero  es  muerto  e  vos  no  lo  podeys 
leuar,  mas  vale  de  lo  dexar,  e  yrvos  deste 
lugar  a  saluo,  que,  quedandovos  aqui,  presto 
os  podra  venir  mal  de  estar  sola» .  «Señor, 
dixo  ella,  en  lo  dexar  hazerlo  he  muy  a  mi 
desplazer,  ca  mucho  lo  amaua  y  el  a  mi;  mas 
pues  veo  que  de  mi  quedada  no  le  puede  ve- 
nir bien  a  mi  ni  a  el,  yo  me  yria  si  no  cuy- 
dasse  andar  errada  por  esta  floresta» .  «Don- 
zella, dixo  el,  yo  os  guiare  e  os  dexare  en 
saluo» .  «Señor,  dixo  ella,  si  yo  esso  cuydas- 
se,  yrme  ya  con  vos,  ca  bien  veo  que  deste 
cauallero  no  puedo  auer  ayuda».  «Bien  lo 
cuy  do,  dixo  Melian,  ca  me  semeja  que  esta 
cerca  de  la  muerte,  pero  avn  el  alma  tiene». 
Estonca  fue  la  donzella  a  su  palafrén,  que 


LA  OEMANDA  DEL  SÁÑCTÓ  GRIAL 


183 


atara  a  vn  árbol,  e  canal go  e  dexo  el  cauallo 
del  cauallero  cabo  el,  que  arn  lo  tenia  por  la 
rienda  e  tenia  cabe  si  su  escudo  e  su  lan^a; 
e  no  era  tan  mal  ferido  que  avn  no  pudiesse 
guarecer  si  presto  ouiesse  ayuda,  e  sin  falta 
Boores  de  Gfaunes  lo  fiziera  tan  malamente, 
que  yazia  amortecido,  ca  la  herida  no  ora 
muy  grande;  y  ei  cauallero  entendió  quanto 
Melian  e  la  donzella  fablaron,  e  supo  que  no 
era  Boores  el  que  con  el  se  auia  combatido, 
e  ouo  ende  muy  gran  pesar  desque  lo  dexara 
tan  presto,  antes  que  supiesse  verdadera- 
mente que  era  muerto. 

Cap.  LYII. —  Como  el  cauallero  cortaua  la 
cabera  a  la  donzella. 

Leuantose  entonce,  e  assentose,  y  deslazo 
su  yelmo  e  tirólo  de  la  cabera  e  alimpio  sus 
ojos,  que  eran  llenos  de  sangre,  y  después 
guisóse  lo  mejor  que  pudo,  como  aquel  que 
era  de  gran  tuerca,  e  caualgo  en  su  cauallo 
e  fue  en  pos  de  Melian  por  se  vengar,  e  diole 
bozes:  «Dexar  os  coniiiene  la  donzella  que 
en  mal  punto  lleuays» .  E  quando  Melian  lo 
vido  venir,  puso  la  corona  en  vn  árbol  e  tor- 
no a  el,  e  firiolo  tan  fieramente,  que  metió 
la  laníja  toda  por  el,  y  el  cauallero,  que  era 
de  gran  fuerea,  lo  firio  tan  reziamente,  que 
le  falso  el  escudo  e  la  loriga,  mas  no  le  ñrio 
en  la  carne,  e  cayeron  en  tierra,  y  el  caua- 
llero fue  herido  de  muerte,  ca  mucho  era  de 
gran  cora(;'on;  e  desque  vio  que  era  herido  de 
muerte,  metió  mano  a  la  espada  e  fue  a  la 
donzella  e  dixole:  «Yo  so  muerto  por  vos, 
derecho  es  que  vos  murades  por  mi,  ca  en 
otra  manera  seria  mal  llagado  por  mi  muer- 
te» ;  estonce  al(^o  el  espada  e  cortóle  la  cabe- 
ra, e  después  que  ouo  fecho  este  golpe,  no  ouo 
tanta  de  tuerca  que  pudiesse  subir  en  su  caua- 
llo. ante  cayo  muerto  en  tierra  e  yugo  amor- 
tecido como  aquel  que  la  muerte  le  acuy- 
taua  ñeramente;  de  la  otra  parte  [Melian] 
yazia  tan  amortecido  de  la  cayda,  que  se  no 
podia  yrguir;  mas  después  que  acordó,  irguio- 
se,  e  quando  vio  la  donzella  muerta  ouo  ende 
gran  pesar,  e  sin  falla  muriera  el  cauallero 
si  no  cuydasse  que  era  muerto;  estonce  fue 
al  árbol  e  tomo  su  corona,  y  el  yéndose,  al- 
can5aronlo  dos  caualleros,  que  le  dixeron: 
«Cauallero,  dexad  la  corona»;  y  el,  que  vio 
que  a  justar  le  conuiene,  torno  a  ellos  e  vno 
dellos  fue  contra  el  rey.  El  que  lo  vio  venir 
signóse,  e  dixo:  «Jesu-  Christo,  -padre  ¡jode- 
roso,  guardad  de  mal  vuestro  nouel  ííaualle- 
ro» ;  estonce  se  dexo  yr  al  otro,  y  el  otro  lo 
firio,  assi  que  le  metió  la  lanca  por  las  costi- 
llas, assi  que  el  fierro'  con  bien  piega  de  la 
lanía  le' fiüco  ay;  y  el  (rtro  cauallero,  luego 


que  vio  que  quería  justar,  fue  al  árbol  e  tomo 
dende  la  corona  do  Melian  la  pusiera,  que  el 
cauallero  luego  que  batió  en  tierra  a  Melian 
no  le  cato  mas,  e  fuesse  con  el  otro  que  tenia 
la  corona  para  las  chocas,  e  finco  Melian  tan 
mal  trecho,  que  se  no  pudo  leuantar. 

Cap.  hYlll.—  Como  Galaz  ijoso  en  cana  de 
la  biuda  deseredada  y  le  prometió  que  le 
haría  tornar  lo  suyo  ('). 

Galaz,  quando  se  partió  de  Melian,  andu- 
uo  todo  aquel  dia  sin  auentura  fallar,  e  a  la 
noche  poso  en  casa  de  vna  dueña  biuda,  en 
medio  de  la  floresta,  que  lo  aluergo  muy 
bien;  aquella  noche  le  contó  mucho  el  her- 
mitaño  la  vida  y  el  fecho  de  su  linaje  e  como 
eran  assaz  leales  a  Jesu  Christo,  y  el  giandé 
amor  que  Jesu  Christo  le  mostrara  por  su 
seruicio.  Y  de  mañana,  quando  oyó  missa, 
despidióse  de  la  dueña  e  caualgo,  e  anduuo 
fasta  medio  dia;  estonce  fallo  vna  donzella  que 
andaita  en  vn  palafrén  negro,  y  preguntóle: 
«Señor,  ¿soys  vos  cauallero  andante?»  «Don- 
zella, si;  mas  ¿por  que  me  lo  preguntays?»' 
«Por  vna  gran  marauilla,  dixo  ella,  que  os 
quería  dezir  que  agora  falle  en  aquella  flo- 
resta» .  «Y  ¿que  cosa  es?»  dixo  el.  «Yo  falle 
vn  cauallero  muerto,  e  vna  donzella  que  te- 
nia la  cabeca  cortada,  e  yazían  ambos  en  me- 
dio del  camino,  e  si  quisierdes  yr  alia,  esté 
camino  por  do  vengo  os  llenara» .  «¿Es  lexos?» 
dixo  el.  «No,  dixo  ella,  que  no  ay  mas  de 
dos  tiros  de  ballesta». 

Cap.  LIX.  — Como  Galaz  se  fue  con  la  don- 
zeda. 

Assi  se  fue  G-alaz  contra  do  la  donzella  le 
dixo,  e  fallo  lo  que  buscaua.  Estonce  fue 
G-alaz  al  cauallero,  e  tiróle  el  yelmo,  ca  si 
pudiesse  quería  saber  quien  era;  e  después 
que  le  tiro  el  yelmo  y  el  almófar,  abrió  el 
cauallero  los  ojos,  que  eran  llenos  de  sangre 
e  la  vista  le  era  tornada,  que  de  la  sangre  de 
la  muerte  que  le  aquexauan  ya  quanto,  e  fa- 
blo  estonce,  e  dixo  a  Galaz:  «¿Quien  soys 
vos  que  el  yelmo  me  tirastes?»  «Mas  ¿quién 
soys  vos  que  en  esta  donzella  fezistes  tan  gran 
crueldad?»  «Yo  no  hize,  dixo  el  cauallero, 
tanto  como  deuiera;  ya  yo  soy  muerto  por 
ella,  e  de  mi  muerte  auran  pesar  muchos 
lionbres  buenos» .  «¿E  quien  soys  vos?»  dixo 
Gralaz.  «Yo  so,  dixo  el,  de  la  casa  del  rey 
Artur,  e  so  de  la  Tabla  Redonda,  e  moni  con 
los  otros  que  yuan  en  la  demanda  del  sancto 

(>]  No  corresponde  este  epígrafe  al  contenido  del 
capit.ulii.  El  texto  de  k  Demuiida  es  muy  desordena- 
i  do  é  incorreotü. 


164 


LIBROS  DE  caballerías 


Grial;  mas  assi  me  auino  por  mi  pecado,  que 
so  muerto:  e  Dios  de  mejor  andanca  a  los 
otros  que  no  dio  a  mi^.  Quando  Gralaz  oyó 
que  era  de  la  Tabla  Redonda,  ouo  gran  pa- 
uor  que  seria  del  linaje  del  rey  Tan,  e  por 
ende  le  pregunto  como  auia  nonbre,  y  el 
dixo  que  le  dezian  el  Amador  de  Belrepayre; 
e  Galaz  lo  conoscio.  ca  este  fue  el  cauallero 
que  postrimero  jurara  la  demanda  del  sancto 
Grial,  e  pesóle  muclio  de  su  muerte,  ca 
mucho  oyera  en  la  corte  presciarlo  de  caua- 
lleria  e  de  cortesía,  e  dixole:  «Amador,  mu- 
cho me  pesa  de  vuestra  muerte,  ca  mucho 
erades  buen  cauallero» ;  e  Galaz  esto  dizien- 
do,  estendiose  con  la  cuyta  de  la  muerte,  e 
dixo:  «¡Ay  Jesu  Christo,  padre  de  piedad, 
no  mireys  a  mis  pecados,  mas  assi  como  ha 
padre  piedad  de  su  fijo,  assi  aued  vos  mer- 
ced de  mi  como  de  vuestra  criatura  y  de 
vuestro  fijo,  como  quier  que  yo  sea  pecador!» 
Estonce  yugo  assi  vna  piega,  e  Galaz  ouo  tan 
gran  pasar  del,  que  comencé  a  llorar,  e  dixo 
otra  vez:  '.:Galaz,  muy  sancta  criatura,  rue- 
ga por  mi  al  rey  de  los  rej^es,  que  aya  mer- 
ced de  mi,  que  so}^  pecador.  Cierto,  yo  se 
verdaderamente  que  si  le  ruegas  que  aya 
de  mi  merced,  el  rescebira  tu  ruego» :  e  tanto 
que  esto  dixo,  partiosele  el  alma  del  cuerpo. 
E  quando  Galaz  vio  que  era  muerto,  tiro  su 
yelmo  y  besólo;  y  esto  fizo  porque  sabia  bien 
que  era  como  su  hermano  e  compañero  de  la 
Tabla  Redonda;  y  desque  vio  que  era  muer- 
to, cortóle  la  cabega,  e  fuesse  por  aquel  cami- 
no mesmo  por  do  Melian  se  fuera  y  se  com- 
batió con  Amador. 

Melian  estaua  herido  como  vos  ya  dixe,  e 
fazia  su  duelo  grande,  e  fallauasc  mal  por- 
que no  fiziera  lo  que  le  dixo  Galaz,  e  fa- 
ziendo  su  duelo  y  quexandose  assi,  vino  Ga- 
laz, e  quando  lo  vido  assi  estar  herido,  ouo 
gran  pesar,  y  preguntóle  quien  lo  firiera. 
«Señor,  vn  cauallero  que  se  acogió  [a]  aque- 
llas chocas»;  e  Galaz  le  pregunto  que  a  do 
estaua  ferido,  y  el  dixo:  «Señor,  licuadme 
a  vna  abadia  que  esta  aqui  cerca,  e  si  ouiere 
de  morir,  mejor  moriré  ende,  que  no  aqui 
en  este  yermo,  e  si  ouiere  de  guarecer,  mas 
presto  guareceré  ay» ;  y  estonce  lo  desarmo 
Galaz,  e  sacóle  el  fierro  de  la  herida,  e  áte- 
sela lo  mejor  que  supo,  y  el,  por  le  poner  en 
la  bestia,  vino  Yuan  (*).  e  fue  a  el,  e  sainólo 
e  preguntóle  que  quien  matara  aquella  don- 
zella  e  aquel  cauallero,  y  el  le  contó  la  verdad 
assi  como  acaescio;  y  espantóse,  e  ouo  gran 
pesar  de  ambos.  E  dixo:  <;Cierto.  mucho 
aura  grandissimo  pesar  el  rey  quando  supie- 
re la  muerte  deste  cauallero,  ca  sin  falta 

\})  Ynan  el  Bastardo,  citado  en  el  cap.  XXXVI.      ' 


ninguna  era  Amador  vno  de  los  mas  nom- 
brados caualleros  que  auia  en  casa  del  rey 
Artur,  de  bondad  de  armas  e  cortesía»;  e 
Galaz  dixo:  «Agora  me  pesa  mas  de  su  muer- 
te que  ante,  e  a  todo  el  mundo  deue  pesar  la 
muerte  de  buen  cauallero» . 

Cap.  LX. — De  como  Galaz  defendió  a  Me- 
lian, que  lo  querian  matar. 

Pues  diziendo  ellos  esto,  heos  dos  caualle- 
ros que  salieron  armados  de  las  chocas,  e  vi- 
nieron a  ellos,  e  preguntáronles:  «¿Como  va 
a  esse  cauallero?  ¿Es  biuo?»  E  Galaz  dixo: 
«Si»;  y  ellos  dixeron:  «¿El  que  nos  tanto 
mal  a  fecho  no  es  muerto?  ¡Matallo  hemos!» 
«¿Assi?  dixo  Galaz,  cierto  no  fareys,  ca  yo 
lo  defenderé  a  mi  poder».  Estonce  metió 
mano  a  la  espada,  e  boluiose  contra  ellos.  Y 
ellos,  que  lo  vieron  de  pie,  dixeronle:  «Ca- 
uallero, no  sodes  sesudo,  que  vos  queredes 
fazer  matar  a  sabiendas,  e  cuydades  alguna 
cosa  durar  contra  nos,  estando  de  pie  e  nos 
de  cauallo».  Y  el  no  respondió  cosa  a  lo  que 
ellos  le  dezian,  ante  firio  al  primero,  que  lo 
alcance  tan  fieramente,  que  le  corto  la  ma- 
lla de  la  cota  con  toda  la  pierna,  assi  que  el 
cuerpo  cayo  de  la  vna  parte,  e  la  coxa  de  la 
otra.  E  quando  el  otro  vio  este  golpe,  no  ouo 
coraron  de  atender  mas,  que  lo  no  veya  que 
seria  locura  de  atender  honbre  que  assi  firies- 
se;  e  Galaz  tornosse  para  Melian,  e  púsolo 
encima  de  su  cauallo,  e  después  caualgo  tras 
el,  e  leuolo  a  vna  casa  de  orden  que  estaua 
en  vn  valle,  que  era  cercado  de  vna  caua  e 
de  muro  por  miedo  de  ladrones,  que  auia 
muchos  en  aquella  floresta,  e  otrosy  Yuan  el 
bastardo  fizo  esso  mesmo  al  Amador  de  Bel- 
repayre, que  torno  por  el,  e  leuolo  [a]  aquel 
lugar  por  lo  fazer  soterrar  en  sagrado,  e  la 
donzella  sin  falta;  llenáronlo,  que  la  no  pu- 
dieron leuar,  ni  el  cuento  no  dize  mas  della 
mas  desdel  cauallero  que  fue  soterrado  ay,  e 
que  fue  su  nonbre  escripto  sobre  su  moni- 
mento;  e  Galaz  pregunto  a  los  frayles  si 
auia  ay  honbre  que  supiesse  alguna  cosa  de 
guarecer  llagas.  «Señor,  dixeron,  si;  aqui 
ha  vn  hombre  viejo  que  fuera  cauallero»;  y 
el  cato  la  llaga  a  Melian.  e  dixo  que  lo  daria 
guarido  con  la  ayuda  de  Dios  muy  presto, 
e  Galaz  fue  ende  muy  ledo,  y  estuuo  ay  dos 
dias,  e  después  fuesse. 

Cap.  LXL — Como  el  padre  de  Dalides  hospe- 
do a  Oalax  e  a  Yuan  el  bastardo. 

El  cuento  dize  que  pues  Galaz  fue  partido 
de  Melian,  a  quien  el  auia  fecho  cauallero, 
auino  que  liego  a  vn  castillo  que  era  eu  vna 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


185 


montaña,  e  yua  el  camino  por  ay,  e  yuacon 
el  Yiian  el  bastardo,  e  quando  entraron  por 
las  rúas  del  castillo,  alíenos  vu  canallero 
viejo  que  era  señor  de  aquel  castillo,  e  vino 
a  ellos,  e  dixoles:  «Señores,  ¿soys  caualleros 
andantes?»  E  dixerou  ellos:  «¿Por  que  lo  pre- 
guntays?:^  «Yo  os  lo  pregunto,  dixo  el,  por 
vuestra  honra  e  por  vuestra  pro,  y  pues  ca- 
ualleros andantes  soys,  yo  quiero  que  seades 
mis  huespedes;  e  sabed  que  sereys  honrados 
a  todo  mi  poder,  assi  como  si  fuessedes  en 
casa  del  rey  Artur».  «Señor,  dixeron  ellos, 
no  quedaremos  aqui,  que  no  es  avn  hora  de 
aluergar,mas  acomendamosvos  a  Dios,  e  mu- 
chas gracias  de  lo  que  vos  dezis» .  «¿E  como? 
dixo  el,  ¿assi  os  cuydays  yr  tan  ligeramente 
que  no  quedarades  vna  noche  comigo?  Ya  Dios 
no  me  ayude  si  fuere,  ca  seria  mi  verguenca 
e  mi  desonra,  e  bien  mostrays  que  me  pre- 
ciades  poco  si  en  mi  castillo  nada  no  tomar- 
des  ni  quedardes  por  mi  ruego».  E  quando 
ellos  vieron  que  los  tenia  en  aprieto  y  en  tal 
ahincamiento.  no  supieron  como  le  salir  de 
las  manos,  e  otorgáronle  lo  que  el  queria. 

Cap.  LXII. — Como  Dalides  torno  de'  ionip-o. 
e  trayan  j)reso  a  Dinodax  el  saluaje. 

Leñólos  estonces  para  el  castillo  y  desca- 
ualgaron  e  fizólos  desarmar,  e  tanta  les  hizo 
de  honra,  que  ellos  se  marauillaron,  y  des- 
pués dixoles:  «Señores,  si  no  os  fago  honra, 
no  os  marauilledes  ende,  que  sabed  que  yo  lo 
fago  de  buen  coragon,  e  bien  lo  deuo  liazer, 
que  yo  fue  cauallero  andante  e  oue  compaña 
en  aquel  tienpo  con  Palomedes,  que  fue  el 
mejor  cauallero  que  yo  supe  en  aquel  tiempo 
en  el  rey  no  de  Londres.  Yo  he  vn  fijo  que  es 
cauallero  y  es  el  mas  preciado  y  el  mejor  ca- 
uallero que  en  toda  la  tierra  ha;  e  por  ende  me 
pago  mas  de  caualleros  andantes  que  de  cosa 
que  en  el  mundo  sea»;  y  ellos  dixeron  que 
como  auia  nonbre  sn  hijo,  y  el  dixo  que  le 
dezian  Dalides;  e  Gralaz  dixo  que  lo  no  conos- 
cia.  e  Yuan  el  bastardo  dixo  que  lo  conoscio 
bien  e  que  lo  auia  visto  en  muchos  lugares. 
«Pues  ¿que  os  parece  ende?  dixo  el  padre, 
que  por  buen  cauallero  lo  han  en  esta  tierra» . 
«Quien  mal  ende  dixesse,  dixo  Yuan,  diria  su 
plazer  y  gran  tuerto;  que  assi  Dios  me  ayude 
y  me  conseje,  yo  lo  tengo  por  vno  de  los  bue- 
nos caualleros  que  yo  se;  e  noay  quien  tanto 
viesse  del  como  yo  vi,  que  mas  bien  no  di- 
xesse del  que  yo  no  digo  si  verdad  quisiesse 
dezir*.  Y  el  padre  fue  muy  alegre  por  esto 
que  oya  contar  de  su  fijo,  ca  sin  dubda  el 
amana  tanto  aquel  fijo,  que  pienso  que  no 
amo  tanto  a  cosa  nascida  del  mundo;  e  assi 
auino  que  aquella  tarde  que  se  posaron  a 


comer  en  vn  prado,  y  el  huésped  fazia  muy 
buen  continente  y  alegre;  y  estando  assi 
fa blando  de  aquel  cauallero,  a  aquien  (')  el 
padre  no  podia  oluidar,  vieron  venir  vn  niño 
do  venia  de  tal  cuyta,  que  bien  páresela  que 
lo  auia  menester;  e  tanto  que  el  honbre  bueno 
lo  vio,  preguntóle:  :  Ay  amigo,  ¿que  nneuas 
me  traes  del  torneo?»  «Señor,  dixo  el,  muy 
buenas»,  Dixo  el  honbre  bueno:  «Dimelas 
ayna».  «Señor,  sabed  que  mi  señor,  vuestro 
fijo,  auino  assi  en  el  torneo  que  ha  ende  todo 
plazer  de  vna  parte  y  de  otra».  «Bendito  seas 
con  tales  nueuas.  e  bendito  sea  Dios  que  tal 
hijo  me  dio,  que  parece  señor  de  la  caualle- 
ria».  «Señor,  dixo  Galaz,  ¿do  fue  este  tor- 
neo?» Dixo  el  cauallero:  «A  seys  leguas  de 
aqui,  cerca  de  vn  castillo  que  ha  nonbre  Es- 
calón el  escuro,  mas  este  nonbre  se  le  can- 
bio  por  la  venida  de  don  Langarote  de  Lago, 
que  dio  cima  a  vna  auentura  de  aquel  casti- 
llo» .  Y  ellos  estando  en  esto,  llego  otro  escu- 
dero que- le  dixo:  «Señor,  vuestro  fijo  e  mi 
señor  viene  con  gran  conpaña  de  caualleros 
y  es  ya  aqni»;  e  quando  el  padre  esto  oyó, 
leuantose  luego  de  la  mesa  y  fuesse  para  el 
palacio,  e  fallo  ay  a  su  fijo  con  gran  pie^a  de 
caualleros  que  vinieron  con  el  del  torneo.  Y 
el  fijo,  quando  vio  a  su  padre,  fuesse  para  el 
y  besóle  la  mano,  e  dixo:  «Señor,  yo  os  tray- 
go  a  vuestra  prisión  vn  cauallero  de  la  Mesa 
Redonda  con  quien  me  conbati  después  que 
me  partí  del  torneo» .  Y  el  padre  le  pregun- 
to: «¿Y  que  excesso  vno  entre  vos?»  Y  el 
dixo:  «Vuo  entre  nos  tales  palabras,  que  no 
fue  ay  muy  alegre,  ca  me  dixo  que  en  aquel 
torneo  que  no  fiziera  yo  muy  gran  bondad 
de  armas,  e  yo  le  dixe:  «Vos  no  fariades  ay 
mas  de  lo  que  yo  pude  fazer» .  «Y  el  me  dixo: 
«Yo  no  se  que  vos  fezistes,  mas  se  bien  que 
conozco  vn  cauallero  que  si  tales  quatro 
como  vos  tuuiesse  en  vn  canpo,  que  los  ven- 
ciera todos  en  vna  hora  del  dia» .  Y  yo,  quan- 
do esto  oyó,  dexeme  correr  contra  el,  e  fize 
tanto  por  mis  manos  que  lo  venci,  e  jduso 
comigo  que  jamas  nunca  salga  de  prisión 
fasta  que  muestre  aquel  cauallero  de  quien 
me  fablo». 

Cap.  LXm. —  Co7no  Didonax  mostró  a  Da- 
lides  e  a  Galaz. 

Y  el  padre,  quando  esto  oyó,  dixo:  «Fijo, 
dexad  este  pleyto  a  mi,  y  este  cauallero  yra 
comigo  alli  do  tengo  dos  caualleros  de  la 
Mesa  Redonda  que  quedaron  por  mis  hues- 
pedes». «Señor,  dixo  el  hijo,  hazed  lo  que 
quisierdes» .  Y  el  padre  ge  lo  agradeció  mu- 

(')  El  texto:  <tao^6A 


186 


líbeos  de  caballerías 


cho  y  el  cauallero  tanbien:  y  el  padre  pre- 
gunto al  cauallero  como  auia  nonbre:  «Señor, 
dixo  el  cauallero,  vo  he  nonbre  Didonax  el 
saluaje».  «En  buen  ora  sea,  dixo  el  huésped, 
e  yo  oy  fablar  muchas  vezes  de  vos,  y  bien 
seays  ay  venido;  yo  oy  tanto  bien  dezir  de 
vos,  que  no  foliareys  aqui  quien  os  faga  sino 
tanto  plazer  e  honra  como  os  farían  en  casa 
del  rey  Artur»;  y  el  ge  lo  gradéelo  mucho. 
Estonce  vinieron  escuderos  de  la  vna  parte 
y  de  la  otra,  e  desarmaron  a  todos  los  caua- 
lleros  que  venian  del  torneo.  Y  estonce  fue 
el  alegría  muy  grande  en  el  palacio;  y  el 
señor  del  castillo  los  leuo  a  todos  los  del  cas- 
tillo al  palacio  do  dexara  a  Galaz  e  a  Yuan 
el  bastardo.  E  quando  ellos  vieron  a  Didonax 
el  salnaje  venir,  saliéronlo  a  recebir  muy 
honradamente,  e  tanto  que  el  vio  a  Gralaz,  di- 
xole:  «Señor,  vos  seays  el  bien  venido  aqui, 
que  por  vos  he  de  ser  quito  de  prisión;  ca  pro- 
metí al  hijo  deste  cauallero  que  no  saldría  de 
su  prisión  hasta  que  os  mostrasse» .  Y  estonce 
miro  a  su  siniestro,  e  vio  a  Dalides  cerca  de 
si,  e  dixole:  «Dalides,  yo  he  tal  pleyto  con 
vos,  que  yo  sea  quito  de  vos  a  la  hora  que  yo 
os  mostrare  el  cauallero  de  quien  yo  os  dixe» . 
«Esto  es  verdad» ,  dixo  Dalides.  «Pues  digo- 
os,  dixo  Didonax,  que  yo  so}'  quito  de  vos 
sin  duda,  ca  vees  aqui  el  cauallero  de  quien 
yo  os  hable»;  y  mostróle  a  Galaz.  E  quando 
Dalides  esto  ojo,  comengo  a  mirar  a  Galaz,  e 
violo  tan  niño  e  tan  simple,  que  no  pudo 
creer  que  aquello  fuesse  verdad,  e  dixo:  «Sa- 
bed, Didonax,  que  no  digo  estopor  este  ca- 
uallero despreciar  [mas]  se  bien  que  el  no  es 
tal».  E  dixo:  «Lo  que  dezides,  bien  lo  po- 
dedes  prouar» . 

Cap.  LXrV.  —  Como  Galaz  e  Yuan  se  jjar- 
tieron  del  padre  de  Dalides. 

Y  en  aquella  tarde  fue  grande  el  alegría, 
que  de  los  del  castillo,  que  de  los  caualleros 
estraños;  mas  como  quier  que  los  otros  co- 
mían e  beuian,  Dalides  no,  sino  que  miraua 
a  Galaz,  que  lo  preciaua  en  bondad  sobre 
todos  los  niños  que  nunca  viera;  mas  no  po- 
día creer  en  ninguna  guisa  que  el  fuesse  tal 
cauallero  como  le  dixeran,  ca  aun  no  veya  en 
el  tales  mienbros  ni  tal  cuerpo,  por  que  le 
ouiesse  lo  que  le  dezia  Didonax,  e  dixo: 
«Assi  Dios  me  ayude,  no  veo  en  el  tal  cosa 
por  que  no  lo  pensasse  vencer  muy  ligera- 
mente»; é  assi  hablaua  Dalides  en  su  cora- 
ron, e  sin  falta  el  era  de  los  mejores  caualle- 
ros del  mundo,  e  ninguna  mala  maña  auia 
en  el,  saluo  que  se  preciaua  tanto  en  si,  que 
no  pensaua  que  en  el  reyno  de  Londres 
ouiesse  mejor  cauallero  que  el.  Y  otro  «iií  fue 


Galaz  con  sus  conpañeros  a  oyr  missa  en 
vna  capilla  que  ay  auia.  e  después  que  oye- 
ron missa  armáronse  y  encomendáronse  a 
Dios  e  al  señor  del  castillo  e  a  su  fijo  e  a  toda 
su  compaña,  y  fueronse  todos  tres  los  con- 
pañeros so  vno  fasta  que  ventura  los  partió. 

Cap.  LXY.  -  Como  fue  Dalides  en2)os  de  Ga- 
la^ e  sus  compañeros. 

Después  que  se  partieron  del  castillo,  aun 
no  eran  alongados  tres  tiros  de  ballesta, 
quando  pidió  Dalides  sus  armas,  y  el  padre 
le  pregunto  para  que  las  queria,  y  el  dixo 
que  las  queria  para  yr  se  prouar  con  Galaz, 
e  que  no  lo  dexaria  por  ninguna  manera  que 
no  lo  fuesse  ensayar,  pues  que  tanto  ge  lo 
alabaron  los  otros  caualleros,  e  pensó  que  lo 
dixeran  por  burla,  «e  bien  se  verdaderamen- 
te que  no  podia  ser  tal  cauallero  en  ninguna 
guisa  como  ellos  dezian,  e  por  ende  les  quie- 
ro yr  fazer  conocer  su  mentira».  «Por  Dios, 
dixo  su  padre,  aued  merced  de  mi,  que  soy 
viejo  e  flaco,  e  quedo  aqui;  que  si  mal  te 
auiniere,  yo  soy  luego  muerto,  e  dexame  bi- 
uir  que  vea  plazer  de  ti  que  tanto  te  amo». 
«Ay  padre,  dixo  Dalides,  no  ayas  duda  de 
mi  contra  Galaz,  que  yo  quiero  que  me  corte 
la  cabeca  si  no  lo  venciere  ante  de  poca  hora» . 
«Fijo,  dixo  el  padre,  no  conoces  tu  a  Galaz 
como  yo;  ca  maguer  tu  fuesses  mejor  caua- 
llero que  el,  denlas  fincar  por  ruego  de  tu 
padre,  ca  mandado  de  padre  ninguna  cosa 
no  deue  el  fijo  passar».  «Señor,  dijo  Dalides 
no  ha  cosa  en  el  mundo  por  que  yo  lo  dexas- 
se,  saluo  por  muerte,  y  si  vos  me  lo  quere- 
des  estoruar,  yo  me  matare  luego».  Y  quan- 
do el  padre  esto  oyó,  vuo  ende  gran  pesar,  e 
dixo  assi:  «Mi  ñjo,  mis  nueuas  son  estas:  que 
temo  que  ha  de  venir  mal  a  ti  e  a  mi;  mas 
pues  veo  que  tan  a  cora9on  lo  has,  ve  e  Dios 
te  guie».  Y  truxeronle  sus  armas,  e  desque 
fue  armado,  partióse  de  su  padre,  que  quedo 
muy  triste.  E  fueron  con  el  dos  caualleros  e 
dos  escuderos. 

Cap.  LXYI. —  Como  Galaz  derribo  a  Dalides 
de  la  lauQa. 

Assi  se  partieron  del  castillo,  e  anduuie- 
ron  tanto,  que  alcanzaron  a  Galaz  e  a  sus. 
conpañeros.  E  quando  los  vio  Dalides,  tomo 
su  escudo  e  su  lanpa  que  el  escudero  lleuaua 
e  dio  bozes  a  Galaz,  diziendole:  «DonGálaz, 
guardados  de  mi,  que  de  justar  aueys  cO- 
migo» .  Y  quando  Galaz  lo  oyó,  boluio  contra 
el,  e  fuelo  ferir  tan  brauamente,  que  le  falso 
el  escudo  e  la  loriga,  e  metióle  el  fierro  de' 
la  lan^a  pov  las  cestiílas,  mas  íio-fué  li^  llaga- 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


187 


grande,  y  dio  con  el  en  tierra  por  entre  los 
arzones  de  la  silla  atan  brauamente,  quo 
todo  fue  quebrantado  de  la  cayda.  Y  quando 
los  dos  caualleros  que  venían  en  su  g-uarda 
lo  vieron  caer  en  tierra,  dexaronse  yr  para 
Galaz,  e  quebrantaron  sus  langas  en  el.  Mas 
no  le  ftzieron  ningún  mal.  Y  el,  que  era  de 
gran  fuerza  y  de  mayor  coracon  que  otro 
iionbre,  fue  ferir  el  vno  dellos  de  tanta  fuer- 
za, que  dio  con  el  en  tierra  tan  malamente 
ferido,  e  la  lanca  bolo  en  piegas;  e  después 
metió  mano  a  la  espada,  e  quiso  yr  contra  el 
otro,  mas  quando  el  vio  que  tales  golpes  daña 
Gralaz,  no  quiso  mas  atender,  e  comengo  de 
fuyr  quanto  pudo;  e  quando  G-alaz  esto  vio, 
no  quiso  yr  em  pos  del,  e  tornóse  a  Dalides, 
que  era  ya  subido  en  su  cauallo,  e  los  otros 
caualleros  que  con  Gralaz  venian  no  quisieron 
meter  mano  en  el,  por  la  honrra  que  su  pa- 
dre les  hiziera.  E  quando  Dalides  vio  que  sus 
caualleros  el  vno  estaua  en  tierra  herido  y 
el  otro  era  fuydo,  vuo  muy  gran  pesar  en  su 
coracon,  assi  que  bien  cuydo  ser  muerto,  y 
dixo  enti'e  si  que  los  queria  vengar. 

Cap.  LXYII.  —  Como  Galaz  derribo  a  Dali- 
des de  la  esjjada. 

Estonce  metió  mano  a  la  espada,  e  dixo: 
«Gralaz,  assi  me  vencistes,  e  por  ende  os  lla- 
mo a  batalla,  e  si  me  fallescedes,  no  os  ter- 
ne porhonbre  de  bien»;  y  dixo  G-alaz:  «Este 
amor  no  vale  nada  por  que  me  llamados  a  ba- 
talla, que  no  veo  yo  razón  por  que,  ca  nunca 
os  erre  ni  vos  a  mi» .  Y"  el  dixo:  «O  vos  os 
defendereys,  o  vos  os  ternedes  por  vencido  de 
mi,  que  este  pleyto  no  fincara  assi».  Estonce 
fue  [a]  Galaz,  e  diole  el  mayor  golpe  que 
pudo,  mas  el  yelmo  era  tan  bueno,  que  no  le 
eupecio  nada.  Y  Galaz,  que  bien  vio  que 
no  se  podia  assi  partir  del,  algo  el  espada,  e 
flriole  tan  brauamente,  que  le  fendio  todo  el 
escudo  hasta  en  la  boca  e  la  cofia  de  armar, 
e  no  pudo  Dalides  sufrir  el  golpe  y  cayo  en 
tierra  amortecido,  assi  que  la  sangre  le  salió 
por  las  narizes  e  por  la  boca,  assi  que  todo 
quedo  quebrantado  desta  cayda  postrimera. 
E  Didouax,  quando  lo  vio  assi  en  tierra,  dixo 
a  Galaz:  «Señor  ¿que  atendeys?  Descended 
a  el,  e  tajalde  la  cabera,  y  libraredes  el 
mundo  del  mas  soberuio  cauallero  que  nunca 
honbre  vio».  Estonce  dixo  Galaz:  «Si  Dios 
quisiere,  yo  no  meteré  mas  mano  en  el,  que 
de  matar  tal  cauallero  me  seria  la  mayor  vi- 
llanía del  mundo,  mas  vamos  de  aqui,  que 
mas  fize  que  no  deuiera  fazer».  «Por  buena 
fe,  dixo  Yuan  el  bastardo,  señor,  mucho  lo 
dezis  bien;  e  cierto,  si  vos  quisieredes  creer 
a  Didouax,  no  farede*  ende  bien» .  «Si  Dios 


quisiere,  dixo  el,  no  fare  mas  aqui».  Estonce 
entraron  todos  tres  en  su  camino,  e  siguie- 
ron su  carrera.  E  agora  dexa  el  cuento  a  ellos 
e  torno  a  Dalides  e  a  su  padre,  como  acaba- 
ron sus  vidas. 

Cap.  LXYIII. —  Como  Dalides  se  leuanto  e 
fallo  su  conpañero  ferido. 

Agora  dize  el  cuento  que,  desque  Dalides 
se  partió  de  su  padre,  que  lo  amaua  de  gran 
amor,  como  padre  deue  amar  a  su  fijo,  vuo 
tan  gran  pauor  del  que  le  vendría  alguna 
mala  cosa,  e  no  lo  descubrió  a  sus  honbres 
lo  que  pensaua,  porque  no  lo  tuuiessen  por 
couarde,  mas  mando  a  vn  honbre  que  le  en- 
sillasse  vn  cauallo,  e  salió  por  vn  postigo,  e 
no  quiso  que  ninguno  fuesse  con  el.  e  fallo  el 
rastro  de  los  otros,  e  fuesse  para  alia;  e  Da- 
lides  estuuo  amortecido  gran  piega,  e  des- 
que acordó,  leuantose  y  hallo  su  conpañero 
ferido,  y  estaua  cerca  del,  y  preguntóle  como 
se  sentia:  «Señor,  dixo  el,  soy  llagado  a 
muerte».  «Assi,  dixo  Dalides,  assi  Dios  me 
ayude,  pésame  ende,  y  agora  fuesse  yo  lla- 
gado assi,  mas  soy  escarnido  para  sienpre. 
Y  por  ende  queria  mas  la  muerte  que  la 
vida» ;  estonce  se  desarmo,  y  echo  las  armas 
bien  lexos,  e  juro  que  jamas  traerla  armas, 
pues  que  tan  desonrado  era  que  no  podia 
mas  ser,  ni  mayor  verguenca  no  le  podia  ve- 
nir; y  comengo  a  fazer  gran  duelo  que  las 
lagrimas  le  sallan,  y  dixo:  «Amigo,  yo  e  vos 
somos  conpañeros  de  armas  dos  años  ha,  e 
mas;  verdad  es  que  soy  muerto,'  mas  de  pe- 
sar, que  las  feridas  no  son  mortales;  maguer 
que  me  pluguiesse  de  biuir,  tanto  he  de  pe- 
sar que  desseo  solo  mal  cuytado;  mas  ruége- 
os por  cortesía  que  tanto  que  el  anima  se  me 
salga  del  cuerpo,  que  me  leueys  al  castillo 
estraño,  e  que  lo  sepa  aquella  a  quien  yo 
tanto  ame  assi  como  sabeys».  Estonce  saco 
el  espada  de  la  vayna.  e  dixo:  «Señora,  por 
que  yo  tanto  mal  sofri  e  serui  sienpre  des- 
que fue  cauallero,  ruego  a  Dios  de  amor,  e 
sin  falta  sabed  que  assi  os  do  yo  el  coracon 
de  vos  no  escarnecer  e  vos,  que  no  auredes 
otro  después  de  mi  muerte,  si  no  fuere  tan 
buen  cauallero  como  yo,  o  mejor». 

Cap.  hXlX.— -Como  Dalides  se  mato  porque 
lo  derribo  Galax,. 

Y  estonce  algo  la  espada,  e  diose  por  me- 
dio de  los  pechos,  assi  que  parescio  de  la  otra 
parte,  e  dixo  que  mas  queria  assi  morir  que 
jamas  perder  desonrra  por  vn  cauallero.  Es- 
tonce se  cayo  muerto  en  tierra,  e  quando  el 
otro  cauallero  lo  vio,  dixo:  «¡Ay  catiuo,  que 


lÓS 


líbeos  de  caballerías 


pesar  y  que  daño  me  es  venido!:?.  Estonce 
cayo  amortecido. 

Cap.  LXX.  —  Como  el  padre  hallo  d  hijo 
muerto,  e  se  mato  2)or  el. 

Después  desto.  no  tardo  mucho  que  llego 
el  padre  de  Dalides,  e  no  traya  armas  sino 
su  espada.  Y  quando  vio  su  fijó  muerto,  dixo: 
cPaes  muerto  es  mi  fijo,  morir  quiero  yo»;  e 
dexose  caer  del  caualío  en  tierra  amortecido 
gran  pie^a;  e  quando  el  otro  cauallero  lo  vio 
estar  assi.  tomo  gran  pesar,  e  quito.se  su  yel- 
mo, y  esforcose  de  yr  contra  el,  e  quando  el 
lionbre  bueno  acordó,  e  vio  a  su  fijo  ante  si 
muerto  y  el  espada,  dixo:  <¡Ay  fijo  amado! 
¿Que  es  esto  que  veo?-  E  fueío  a  besar  assi 
como  estaña  cubierto  de  sangre,  e  después 
dixo:  «Mal  os  guarde,  fijo  bien  fecho,  e  fermo- 
so,  e  buen  cauallero  e  ardit:  vos  sodes  muerto 
por  mi,  e  la  culpa  es  mia,'  ca  si  yo  no  os  lo 
otorgara,  aun  seriades  sano  e  biuo'.  e  toda  esta 
tierra  valdrá  por  vos  menos,  y  por  vuestra 
muerte  tornara  ella  a  cuyta  e'pobreca,  que 
no  aura  quien  la  m.anterna  ni  quien  la  de- 
fienda. Cierto,  fijo  mió,  yo,  después  de  vues- 
tra muerte,  si  biuiesse  todavía,  seria  en  llo- 
ros y  pesares.  Agora  amor  e  alegría,  e  des- 
pués muerte,  y  desto  no  podría  yo  auer 
razón,  e  si  lo  hiziesse,  todo  el  mundo  me  de- 
uia  por  ende  querer  mal,  e  apedrearme  por 
ello;  e  por  ende  uale  mas,  buen  fijo,  que  yo 
muera  luego  después  de  vos,  que  biuir  luen- 
gamente con  pesar,  que  el  biuir  me  seria 
enojo  e  trabajo,  y  el  morir  me  seria  holganca 
e  conforte:  y  demás,  fijo,  si  agora  muriesse,  lio 
podria  ser  que  la  mi  anima  no  fuesse  do  la 
vuestra,  a  parayso  o  al  infierno».  Estonce 
pregunto  al  cauallero  herido:  ^  Amigo,  dime 
como  murió  mi  fijo».  «Señor,  como  quier  que 
muriesse,  vuestro  conforte  no  puede  pro  tener 
a  vos  ni  a  el;  mas,  por  Dios,  aued  merced  de 
vos,  e  no  mireys  al  daño  que  os  vino,  que  no 
ganareys  nada» .  Estonce  dixo  el  honbre  bue- 
no: «Esto  no  podria  yo  fazer,  mas.  por  Dios, 
dezidme  como  murioí.;  y  el  ge  lo  contó  todo 
como  la  hystoria  lo  ha  deuisado,  como  el  se 
matara  con  ),esar  porque  fallo  a  Galaz  mejor 
cauallero  que  a  si;  <re  bien  lo  podevs  conocer 
en  el  espada  que  vos  le  distes  no  níucho  ha>^. 
E  quando  el  honbre  bueno  esto  oyó,  cavo 
amortecido,  e  quando  acordó,  dixo:  «Ay  padre 
de  los  cielos,  de  vos  me  vino  este  pesar,  que 
ante  de  mi  muerte  viesse  a  [mi]  fijo  muer- 
to» .  E  después  desto  dixo:  «Fijo,  yo  fue  causa 
de  vuestra  muerte,  porque  os  dexe  venir  acá 
e  por  el  espada  que  os  di.  Por  ende  es  razón 
que  yo  muera  por  vos,  e  assi  fare  toda  mi 
cuyta  a  vn  golpei> .  E  estonce  metió  mano  a 


su  espada  que  su  fijo  tenia  por  los  pechos,  e 
sacóla,  e  quando  la  vio  toda  bermeja  de  san- 
gre de  la  cosa  que  el  mas  queria,  comento  a 
mirar  la  sangre  e  besarla,  y  después  pensó 
gran  pieca.  e  dixo:  «;Ay  catino!  ¿Que  atien- 
do, pues  mi  fijo  veo  muerto  ante  mi?»  Es- 
tonces metió  mano  a  la  espada,  e  diose  tan 
gran  golpe,  que  la  espada  passo  de  la  otra 
parte,  y  cayo  luego  muerto. 

Cap.  LXXI. — Como  Galuan  fue  em  pos  de 
Galaz  por  venrjar  a  Dalides. 

T  quando  el  cauallero  esto  vio,  dixo:  «¡  Ay 
Dios!  e  ¿que  es  esto  que  veo?  e  nunca  hon- 
bre vio  tan  mala  andan9a  de  tales  dos  hon- 
bres  que  assi  se  matassen  con  sus  manos». 
Y  el  esto  diziendo,  llego  vn  cauallero  ay  ar- 
mado de  todas  armas,  y  este  era  Galuan,  so- 
brino del  rey  Artur;  y  quando  el  vio  a  padre 
y  a  fijo  assi  estar  muertos,  y  el  cauallero 
ferido,  marauillose,  e  pregunto  al  cauallero 
ferido  que  era  aquello,  y  el  ge  lo  contó  todo 
como  fuera,  mas  no  le  quiso  dezir  que  era 
Galaz  el  que  derribara  a  Dalides,  ante  le 
dixo  que  era  vn  cauallero  que  traya  vn  es- 
cudo blanco  con  vna  cruz  bermeja;  y  dixole: 
«¿Como  auedes  nonbre  vos  que  me  lo  pre- 
guntades?;^  Y  el  dixole  su  nonbre.  El  caua- 
llero dixo:  «Ay  Don  Galuan,  vos  lo  deuiades 
bien  vengar,  que  este  es  Dalides,  vno  de  los 
preciados  caualleros  del  mundo,  y  el  que  vos 
soliades  mas  amar  según  que  dezis;  y  este 
otro  es  su  padre,  que  mucho  seruieio  os  ha 
fecho.  E  cierto  si  Dalides  os  fallasse  en  tal 
guisa  como  vos  a  el  fallays,  el  queria  mas 
perder  la  caliega  que  no  os  vengasse  a  su  po- 
der; e  assi  Dios  me  ayude,  era  este  el  caua- 
llero del  mundo  que  mas  os  amana».  E  quan- 
do Galuan  lo  conoció,  vuo  ende  gran  pesar, 
que  sin  duda  lo  amana  de  todo  coracon;  e 
pregunto  al  cauallero  por  do  fuera  el  caua- 
llero que  lo  derribara,  y  el  ge  lo  mostró,  e 
Galuan  no  tardo,  e  fuesse  em  pos  del.  Mas 
agora  dexa  el  cuento  destos.  e  torna  a  Galaz 
e  a  sus  compañeros. 

Cap.  LXXIL  — Como  Galax.  e  Ynan  el  bas- 
tastardo,  e  Didonax  el  salvaje,  fallaron  la 
hesita  ladradora. 

Agora  dize  el  cuento  que ,  desque  Galaz  e 
sus  conpañeros  se  partieron  de  Dalides  que 
derribo  Galaz,  no  anduuieron  mucho  que  ha- 
llaron vna  floresta  que  ania  de  luengo  vna 
jornada,  e  después  anduuieron  vn  poco  e  ha- 
llaron en  la  floresta  vna  cal9ada  que  se  partia 
en  tres  carreras.  Estonce  estouieron  vn  poco 
por  tomar  consejo  como  farian,  ca  pues  que 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTQ  GRIAL 


189 


fallaron  tres  carreras,  partir  les  conneiña, 
pues  que  eran  conpañeros  de  la  Mesa  Re- 
donda; yassi  fablando  en  su  partimiento,  vie- 
ron salir  de  vna  montaña  la  bestia  que  el  rey 
Pclinor  solía  cacar  tienpo  auia,  y  era  aque- 
lla que  el  rey  Artur  vio  quando  estaua  pen- 
sando cabe  la  fuente  ('),  aquella  misma  que 
traya  los  perillos  que  ladrauan. 

Cap.  LXXIII.---Dc  [como^  la  aucntura  de  la 
bestia  ladradora,  fue  otorgada  a  Yuan  el  bas- 
tardo. 

E  quando  la  bestia  llego  a  los  caualleros  y 
ellos  oyeron  los  ladridos,  bien  pensaron  que 
eran  canes  que  venian  em  pos  de  alguna  bes- 
tia. E  vieron  la  bestia  e  no  vieron  venir  em 
pos  della  can;  e  assi  como  se  juntaua  se  jun- 
tauan  los  ladridos  e  comenQaron  de  fincarse, 
y  touieronlo  a  gran  marauilla,  ca  bien  enten- 
dían ya  que  los  ladridos  salian  de  su  vientre. 
Estonce  dixo  Galaz:  «Por  Dios,  amigos,  aqui 
ay  fermosa  aueritura,  e  agora  me  parece  que 
seria  bien  auenturado  quien  saber  pudiesse 
donde  salen  estas  bozes  que  en  esta  bestia 
están  escondidas».  «Señor,  dixeron  ellos, 
verdad  e^».  Y  la  bestia  se  passo  por  ellos,  que 
venia  su  ])asso.  Estonce  dixo  Yuan  el  bastar- 
do: «Señor  Galaz,  yo  os  ruego,  por  la  fe  del 
rey  Artur.  que  vos  de  vuestra  parte  me  otor- 
gays  la  ^entura  desta  bestia,  que  jo  sepa 
donde  salen  estas  bozes.  e  yo  os  juro  que 
no  quedare  fasta  que  auentura  me  parte 
ende».  Y  Galaz  y  Didonax  se  lo  otorgaron, 
quando  vieron  que  tan  a  coraron  lo  auia. 
Estonce  dixo  Yuan:  «Agora  nos  conuieno  de 
partir» . 

Cap.  hXX.YV.  —  Como  la  auentura  de  los  leo- 
nes c  del  cicruo  fue  otorgada  a  Galax. 

Ellos,  que  se  querían  partir  vnos  de  otros. 
vieron  venir  de  la  vna  parte  vn  cierno  blan- 
co como  1a  nieue.  e  guardauanlo  quatro  leo- 
nes, dos  delante  y  dos  detras.  E  quando  Di- 
donax e  Yuan  esto  vieron,  dixeron  a  Galaz: 
«Por  Dios,  bien  deuemos  esto  tener  por  vna 
de  las  grandes  marauillas  que  nunca  honbre 
vio,  de  los  leones  guardar  el  cierno,  e  por 
quanto  veo  y  entiendo  que  si  honbre  al  cier- 
no quisiesse,  conuernia  que  matas- e  ante  los 
leones>>.  «Si  Dios  me  ayuda,  dixo  Galaz,  no 
ay  al,  e  bien  es  vna  de  las  fcrmosas  maraui- 
llas del  sancto  Grial;  y  esta  auentura  me 
otorgad,  si  os  plazo,  que  en  ella  me  traba- 
jare quanto  pudiere,  si  vos  pluguiere  de  me 


(»)  Véase  el 
lo  OXLV). 


li'iladrú   rlii  sah'io   Murrín  (capitu- 


la otorgar».  «Señqr,  dixeron  ellos,  otorga- 
mososla  de  grado,  ca  bien  sabemos  que  nos 
no  la  podríamos  assi  acabar  como  vos» . 

Cap.  LX3I\  . —  Como  la  auentura  del  caua- 
ller\o  fue  otorgada  a  Didotiax. 

Desque  el  cierno  entro  en  vnas  montañas 
por  vn  s-  ndero  estrecho ,  con  tal  conjiaña 
como  ya  os  diximos,  Cialaz  se  quería  ya  par- 
tir dellos,  miraron  de  la  vna  parte  e  vieron 
venir  vn  cauallero  armado  sobre  vn  buen 
cauallo  bien  guisado,  c  traya  delante  si  vn 
cauallero  armado  de  loriga  e  de  yelmo,  e 
muy  mal  feritlo,  y  era  conpañero  de  la  Mesa 
Eedonda,  e  auia  nonbre  el  triste  Esgayre^ 
natural  de  Cardoyl,  y  era  buen  cauallero  de 
armas;  mas  aquel  que  lo  traya  era  mejor,  ca 
lo  venciera.  Y  este  era  Tristan,  sobrino  del 
rey  Mares,  y  esto  fizo  el  porque  no  lo  conocía. 
Y  quando  ellos  esto  vieron,  dixeron:  «Por 
buena  fe  andantes  somos,  que  aqui  aues  otra 
ventura  y  nos  somos  buenos  caualleros  y 
merced  nos  haze  Dios  que  embio  a  cada  vno 
la  suya».  E  dixo  Didonax  el  saluaje:  «Señor, 
pues  que  cada  vno  de  vos  ouo  la  suya,  yo 
deuo  auer  esta,  y  ruegos  que  me  la  deye»,  Y 
ellos  ge  la  otorgaron. 

Cap.  LXXVI.  —  Como   Galaz,  e  Didonax,  c 
Yuan  se  ¡''artieron  cada  vno  por  su  auentura . 

Estonce  encomendáronse  a  Dios,  e  partié- 
ronse cada  vno  a  su  parte:  Yuan  el  bastardo 
se  fue  en  pos  la  bestia  ladradora  por  saber 
do  salian  talos  bozes;  e  Galaz  en  pos  el  cierno 
e  los  leones;  e  Didonax  en  pos  Tristan,  por 
quitarle  el  cauallero  a  su  poder;  mas  agora 
dexa  de  tablar  de  Didonax  y  de  Yuan  el  bas- 
tardo, e  cuenta  de  Galaz  e  de  su  auentura. 

Cap.  LXXYn. — Como  Galuan  fue  en  pos 
Gala;,  e  romo  derribo  Galax  a  Galuan. 

Díze  el  cuento  que  (piando  Galaz  se  partió 
de  sus  conpañeros,  asi  como  os  dixe,  fue  em 
pos  del  cieruo  lo  mas  que  pudo  por  lo  alcan- 
zar si  pudiesse.  e  no  auia  mucho  andado  que 
oyó  como  venia  vn  cauallero  em  pos  del  fa- 
ziendo  gran  ruydo,  assi  que  páresela  que 
venian  ay  diez  rocines;  y  este  era  Galuan 
que  venia  a  vengar  la  muerte  de  Dalides; 
mas  el  no  sabia  que  aquel  era  Galaz,  ca  no 
se  tomara  con  el  por  ninguna  guisa;  e  lo  mas 
que  lo  fízo  desconoscer  fue  el  escudo  que 
traya  Galaz,  que  aun  no  ge  lo  auia  visto  Gal- 
uan, e  quando  llego  a  Galaz  diole  bozes,  o 
dixo;  «¡Ay  cauallero  desleal  e  brauo,  guar- 
dadvoTi  d^  mil  • .  Y  quandb  Galaz  ayo  que  lo 


190 


LIBROS  DE  caballerías 


llamaua  desleal ,  marauillose ,  y  de  que  vio 
que  no  se  pedia  del  partir,  a  menos  de  jus- 
tar, boluio  contra  el  e  fuelo  ferir  tan  rezio, 
que  no  le  presto  ninguna  cosa,  ni  la  loriga 
ni  escudo,  e  metióle  la  lanca  por  medio  de 
los  pechos,  mas  desto  le  aniño  bien,  que  no 
fue  ferido  mortal;  e  Galaz,  que  era  de  gran 
cora9on  j  esfuerzo,  puxole  con  fuerza  e  dio 
con  el  en  tierra,  assi  que  no  pudo  leuantar- 
se»;  e  a  la  tirada  de  la  langa  cayo  Galiian 
amortecido,  e  Galaz  no  miro  mas  por  el,  e 
fuesse  em  pos  del  cieruo. 

Cap.  LXXYni. — Como  Boores  de  Gaunes 
hallo  en  el  camino  a  Galuan,  que  lo  derri- 
bo Galax. 

Galuan  estando  assi  ferido  en  el  camino, 
llego  Boores  de  Gaunes,  que  ventura  lo  traxo 
por  alli;  e  quando  vido  el  escudo  de  Galuan, 
conociólo  luego,  e  vuo  gran  pesar,  ca  sienpre 
le  auia  mostrado  gran  amor.  Estonce  Boores 
echo  el  escudo  de  si  e  puso  la  lanca  en  tierra, 
e  dixo  con  gran  pesar:  «Ay  catino'  ¿E  quien 
me  fizo  tal  perdida?»  E  después  apeóse  de  su 
cauallo  e  dixo:  «Ay  amigo  don  Galiian, 
¿como  os  sentis?  ¿Pensados  que  podeys  gua- 
rescer?»  Estonce  abrió  Graluan  los  ojos,  mas 
no  lo  conoscio  e  pregunto  quien  era,  e  dixo 
el:  «Yn  vuestro  amigo,  que  me  pesa  de  vues- 
tro mal;  e  vos,  por  Dios,  dezidme  como  os 
sentis» .  «¿E  como  aueys  nonbre?»  dixo  Gal- 
uan.  Y  el  dixo:  «Yo  he  nonbre  Boores  de 
Gauna».  «Ay  señor  Boores,  dixo  Galuan, 
vos  seades  bien  venido,  e  sabed  que  yo  no 
sentirla  heridas  ni  ningún  mal  si  vos  me 
vengassedes  de  vn  cauallero,  el  mas  brauo  y 
el  mas  desleal  que  honbre  vio,  e  va  por  esta 
carrera  adelante,  e  va  tan  cerca  que  lo 
podes  muy  ayna  alcangar  si  vos  os  acuytays 
algún  poco  de  andar,  e  no  lo  he  tanto  por  mi 
como  por  vn  cauallero  que  mato  oy,  que  era 
sin  dubda  el  mejor  cauallero  que  en  esta  tie- 
rra auia,  e  auia  nonbre  Dalides,  e  yo  pienso 
que  vos  lo  conociades».  «Yerdad  es,  dixo 
Boores;  mas  si  aquel  no  vengasse,  vengaría 
a  vos  del  tuerto  que  vos  hizo;  mas  agora  de- 
zidme que  escudo  trae  aquel  cauallero,  que 
yo  no  quedare  fasta  que  lo  alcance».  Y  dixo 
Galuan  que  traya  vn  escudo  blanco  e  vna 
cruz  bermeja. 

Cap.  LXXIX. — Como  Boores  alcanzo  a  Ga- 
lax^ e  le  for(}o  que  se  conbatiesse  con  el. 

Mas  no  atendió  Boores,  sino  tomo  su  escu- 
do e  su  lan9a,  e  caualgo  en  su  cauallo,  e  fues- 
se por  el  camino  que  le  mostró  Galuan,  e  no 
anduuo  mucho  que  lo  alcanco  en  'vn  valle 


cerca  de  vna  hermita  a  Galaz,  e  tanto  que  lo 
vio,  conoscio  el  escudo  blanco  con  la  cruz 
bermeja,  e  luego  dixo  que  aquel  era  el  caua- 
llero que  le  dixera  Galuan,  e  diole  bozes  e 
dixo:  «Cauallero,  guardados  de  mi,  que  os 
desafio  porque  tanto  me  errastes,  e  vos  des- 
amo de  mortal  desamor».  E  quando  Galaz 
vio  que  no  se  podia  partir  sin  justa,  boluio  a 
el,  y  diole  tal  golpe  de  la  lanca,  que  dio  con 
el  en  tierra,  y  su  cauallo  sobre  el;  y  quedo 
todo  quebrantado  déla cayda,  que  el  cauallo 
le  caj'o  encima;  e  pues  Galaz  esto  vuo  hecho, 
no  miro  ay  mas,  ni  miro  a  Boores;  e  fuesse 
en  pos  su  cieruo,  e  tanto  que  el  cauallo  se 
leuanto,  leuantose  luego  Boores  como  honbre 
de  gran  esfuer(;o,  e  subió  luego  encima  de  su, 
cauallo,  e  dixo  que  no  quedarla  el  pleyto 
assi  que  no  vengasse  su  desonra  e  la  de  Gal- 
uan, e  que  si  el  cauallero  lo  truxera  mal  de 
la  lanca,  que  se  conbatiria  con  el  de  la  espa- 
da, ca  el  no  pensaua  que  en  el  rey  no  de  Lon- 
dres auia  quatro  feridores  mejores  de  espada 
que  el;  e  subió  en  su  cauallo,  e  acuytose  de 
andar  quanto  pudo  por  el  camino  por  alcan- 
zar a  Galaz;  e  tanto  que  lo  alcanco,  dixo: 
«Tornad,  cauallero,  e  no  digays  que  me  ven- 
cistes  porque  rae  derribastes,  ca  esto  sera 
loor  de  honra,  e  prouame  del  espada,  e  veré 
que  cauallero  soys;  e  si  me  venceys  del  espa- 
da, seré  vencido» . 

■'SO 
Cap.  LXXX.  —  Como  Galax  se  conbatio  con 

Boores,  c  quedo  Boores  mal  espantado. 

Y  quando  Galaz  vio  que  su  batalla  no  se 
podia  del  partir  que  a  mal  no  ge  lo  tuuiesse, 
boluio  el  cauallo  contra  el,  e  metió  mano  a 
la  espada,  e  dixo:  «Don  cauallero,  tuerto 
me  hazedes  en  me  conbatir  contra  mi  volun- 
tad» .  Estonce  algo  el  espada  de  toda  su  fuer- 
za, e  firio  a  Boores  tan  fieramente,  que  le  tajo 
el  escudo  por  medio  y  el  arzón  de  la  silla 
delante,  y  el  cauallo  por  medio  de  las  espal- 
das, asi  que  la  vna  meatad  (')  del  cauallo 
cayo  a  la  vna  parte,  y  lo  al  a  la  otra;  e  Boo- 
res finco  en  el  canpo,  que  tenia  su  espada 
sacada  e  la  metad  del  escudo  al  cuello,  e 
quando  Galaz  este  golpe  vuo  hecho,  dixo  a 
Boores:  «Cauallero,  bien  vos  ha  contecido, 
que  no  soys  ferido,  e  plazeme  por  ende,  assi 
Dios  me  ayude;  ca  bien  pienso  que  soys 
buen  cauallero,  y  agora  os  ruego  que  me 
querades  dexar  yr,  e  quitovos  quanta  que- 
rella de  vos  he,  lo  que  no  baria  si  qui- 
siesse,  porque  me  acometistes  vos  primera- 
mente» . 


(1)  ¡Golpe  de  los  Tná>  fieros  qrie  registran  los  anales 
caballerescor?! 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


191 


Cap-.  LXXXI. — Cunto  Boores  y  Galax  se  co- 
noscieron. 

Boores,  que  finco  mal  espantado  de  aquel 
golpe,  e  no  sabia  que  dixesse,  e  conoció  ([ue 
aquel  era  el  mejor  cauallero  que  en  el  mun- 
ania  que  el  fallasse  y  el  mas  dudaua,  dixo  el: 
vcSeñor,  yo  os  acometí  locamente,  ca  bien 
conozco  e  veo  que  mal  e  vergüenza  me  auino 
ende,  e  tanto  veo  ¡Dor  este  golpe  que  soys  la 
flor  de  todos  los  caualleros  del  mundo;  e  por 
esto  os  queria  rogar  por  vuestra  mesura  que 
me  dixessedes  vuestro  nonbre.  si  os  plaze. 
ca  tal  podredes  ser  que  vos  daria  por  quito 
e  tal  que  no».  «Cierto,  dixo  G-alaz,  el  amor 
fecho  es;  que  mas  quiero  vuestra  paz  que 
vuestra  guerra,  e  por  me  partir  de  vuestro 
excesso  os  diré  mi  nonbre;  a  mi  dizen  Ga- 
laz» .  E  quando  Boores  oyó  el  nonbre  de  Gra- 
laz,  echo  en  tierra  lo  que  le  quedo  del  escu- 
do, e  fuesse  para  el  los  ynojos  fincados,  e 
dixo:  «Ay  señor  Galaz,  por  Dios  perdonad- 
me, ca  vos  erre  fierameiite  por  desconocen- 
cia». «¿Quien  soys  vos?  dixo  Galaz,  ¿e  tanto 
vos  pesa  porque  me  errastes?»  «Yo  soy  Boores 
de  Gaunes,  primo  coruiano  de  Langarote  del 
Lago».  E  quando  Galaz  esto  oyó,  fue  muy 
alegre,  e  abaxose  a  leuantarlo('),  e  dixo  assi: 
«Señor  Boores,  vos  seades  bien  venido,  ¿e 
que  auentura  os  traxo  aqui  en  pos  de  mi?» 
E  Boores  le  contó  como  fallara  a  Galuan  fe- 
rido,  e  lo  que  le  dixera  de  Dalides,  e  como 
viniera  en  pos  del  por  lo  vengar  «¿Y  como? 
dixo  Galaz,  ¿fize  yo  mal  a  Galuan?»  «Si», 
dixo  Boores.  «A  muy  gran  tuerto  e  soberuia 
me  acometió,  dixo  Galaz,  empero  pésame  de 
lo  que  auino,  e  si  lo  conociera,  recibieralo 
mejor;  mas  agora  dezidme,  ¿de  mi  padre  sa- 
beys  algunas  nueuas?»  E  Boores  dixo  que  no 
sabia  nada. 

Cap.  LXXXII.  —  Como  Quea  mato  el  caualle- 
ro ante  Boores  e  Galaz. 

Fablando  ellos  assi,  llego  vn  cauallero  que 
venia  contra  ellos,  corriendo  quanto  el  caua- 
11o  lo  podia  traer,  y  quando  llego  a  ellos,  y 
dixoles:  «Señores,  por  Dios,  aued  merced  de 
mi,  y  defendedme  de  vn  cauallero  que  me 
quiere  matar  sin  razón» .  «¿Do  es?»  dixeron 
ellos.  «Helo  aqui  do  viene  en  pos  de  mi» 
«¿Y  que  armas  trae?»  dixeron  ellos.  Y  el 
dixo:  «Trae  vn  escudo  que  ha  el  canpo  ne- 
gro e  vn  león  pardo  de  argente» .  Y  quando 
esto  oyeron,  entendieron  que  era  Quea,  el 
senescal  del  rey  Artur,  e  dixeronle  que  de 
aquel  ellos  no  lo  podían  defender  si  no  fues- 
se por  su  mesura,  que  era  conpañero  de  la 

^')  El  texto;  (ileuQut0lüJv 


Mesa  Redonda.  Y  estando  assi  fablando,  lle- 
go Quea.  Y  ellos  estañan  a  pie;  quando  lo 
vieron  llegaron  a  el,  e  dixeronle:  «Ay  don 
Quea,  por  Dios  e  por  mesura,  dexad  este  ca- 
uallero y  no  le  ñigades  mal».  Y  Quea  no  res- 
pondía nada  que  dixesse,  ante  dexo  correr 
su  cauallo  entrellos,  e  ferio  al  cauallero  tan 
fieramente,  que  le  falso  el  escudo  y  la  loriga 
assi  que  la  lauQa  le  passo  de  otra  parte,  e 
dio  con  el  en  tierra  atan  mal  ferido,  que  no 
vuo  menester  maestro.  Y  quando  Galaz  esto 
vio,  dixo  a  Boores:  «No  podemos  ay  al  fazer» ; 
y  dixo  Boores:  «Tan  mal  nos  ha  escarnido 
Quea,  que  este  cauallero  mato  delante,  y  es 
nuestra  afrenta;  pero  ¿que  faremos,  que  es 
cauallero  de  la  Mesa  Eedonda,  e  si  mano  me- 
tiessemos  en  el  por  cosa  que  fuesse,  saluo 
por  peligro  de  muerte,  seriamos  perjurados  e 
desleales,  y  perderíamos  por  ello  las  sillas  de 
la  i\[esa  Eedonda?  Y  por  esto  nos  conuiene  que 
lo  dexemos» .  Estonce  dixeron  ellos  a  Quea: 
«Yos  fezistes  a  nos  mayor  desonrra  que  nos 
fariamos  a  vos;  que  si  vos  assi  rogassedes  a 
nos  como  nos  rogamos  a  vos,  no  lo  fariamos 
assi»;  e  Quea  conoció  el  escudo  de  Boores,  e 
tanto  ^ue  lo  conoscio,  apeóse,  e  dixole:  «Se- 
ñor, merced,  ca  yo  vos  erre  mucho,  assi  Dios 
me  ayude,  no  vos  conociendo,  y  perdonad- 
me, por  Dios».  Y  ellos  dixeron:  «Perdonar- 
nos os  [hemos],  pues  no  podemos  ay  al  fazer». 
Estonce  tomo  Boores  el  cauallo  del  cauallero, 
ca  el  suyo  era  muerto,  que  gelo  auia  muerto 
Galaz,  como  ya  os  dixe;  y  después  pregunto 
a  Quea  por  que  matara  aquel  cauallero. 

Cap.  LXXXIII. —  Como  dixo  Quea  por  qual 
raxon  mato  aquel  cauallero. 

Estonce  dixo  Quea  que  lo  matara  porque 
lo  fallara  en  vn  valle,  donde  queria  cortar  la 
cabega  a  Lucan  el  copero,  «ca  sin  falta  cortara- 
gela,  ca  lo  desarmaua  ya,  sino  porque  llegue 
yo  e  ge  lo  quite,  y  lo  derribe  como  vistes;  e 
bien  vos  deuia  plazer  por  ello ,  ca  vos  ganas- 
tes  el  cauallo  suyo  por  ello,  que  no  auiades 
ninguno» .  Estonce  miro  el  golpe  que  hiziera 
Galaz  en  el  escudo  y  en  el  cauallo  de  Boores, 
e  pregunto  quien  lo  fiziera.  E  Boores  le  con- 
tó todo  como  fuera,  e  Quea  se  santiguo  ende, 
e  dixo  que  después  que  nasciera  que  nunca 
tal  golpe  viera,  e  que  no  seria  sesudo  quien 
tal  golpe  atendiesse;  ni  aquel  que  tal  golpe 
fazia  que  no  era  sino  diablo.  Estonce  pre- 
gunto a  Boores  que  quien  fuera  aquel  que 
tal  golpe  fiziera.  Y  el  mostróle  a  Galaz,  e 
dixo  Quea:  «¿E  como  ha  nonbre?»  E  dixo 
Boores:  «Es  vn  cauallero  estraño,  y  no  po- 
deys  agora  mas  saber».  «Señor,  dixo  el,  assi 
Dios  me  áynde,  pésame  ende;  ca  vos  soys 


192 


LIBROS  DE  caballerías 


ende  el  cauaUero  del  mundo  cuya  conocencia 
yo  quería  mas  auer,  por  el  bien  que  en  vos 
veos'.  E  Gralaz  no  íe  respondió  nada,  ca  es- 
taña muy  sañudo  por  el  cauallero  que  ma- 
tara ante  el,  e  si  no  fuera  por  el  gran  amor 
ijue  tenia  con  Boores,  el  cauallero  fuera  mal 
venido.  Después  pregunto  Quea:  cBoores, 
dezid:  ¿vistes  después  algunos  caualleros  do 
la  Mesa  Redonda,  o  vistes  a  Galuan?>>  E  dixo 
Boores:  vA  Craluan  podeys  vos  hallar  cerca 
de  aqui,  e  ha  mucho  menester  vuestra  ayu- 
da-.  E  mostróle  do  lo  fallarla;  estonce  subió 
Quea  en  su  cauallo,  e  llego  do  yazia  Galuan; 
e  hazia  gran  duelo,  e  fue  a  el,  e  preguntóle 
como  se  sentía,  y  el  dixo  que  bien,  si  fuesse 
en  lugar  que  pudíesse  restañar  la  sangre, 
<Mas  vos  ¿que  fezistes  al  cauallero  que  esto 
me  hizo?:'/  T  esto  dezia  el  porque  pensaua  que 
era  Boores.  Estonce  entendió  que  no  lo  co- 
noscia,  e  dixole:  «Señor,  no  se  por  qual  ca- 
uallero lo  dezisí> .  Estonce  abrió  Graluan  los 
ojos,  e  quando  vio  a  Quea,  dixo:  «Yo  pensaua 
que  erades  Boores,  que  se  partió  de  mi  para 
yrse  en  pos  del  cauallero  qu.e  esto  me  fizo-^ . 
«¿Y  que  armas  traya  esse  cauallero?»  dixo 
Quea.  E  Galuan  ge  lo  dixo.  «Ay  señor,  dixo 
Quea,  yo  los  falle  cerca  de  aqui,  a  Boores  e 
a  esse  cauallero;  e  no  atendays  agora  que 
Boores  acá  vengan .  c:¿E  sabeys  vos  quien  era 
el  otro  cauallero?-^  cCierto,  yo  no  lo  se,  dixo 
Quea,  e  mucho  lo  pregunte,  mas  no  me  lo 
quiso  dezir,  ni  puede  saber  nada  de  su  fa- 
zienda;  pesóme  mucho  ende,  e  no  por  al  sino 
por  vn  golpe  que  dio  a  Boores;  >  e  con  tole 
qual.  <'Ay,  dixo  Galuan,  ¡como  fue  enga- 
ñado! Que  era  Lan9arote,  o  Galaz,  o  Tristan, 
que  no  ay  otro  cauallero  en  el  mundo  que 
tal  golpe  pudíesse  fazer  > .  Estonce  le  quito 
el  yelmo,  e  desarmólo  de  la  loriga,  e  apretó- 
le la  llnga  lo  mejor  que  pudo,  e  caualgole  a 
muy  gran  afán.  Y  anduuieron  tanto,  que  lle- 
garon a  vn  monesterio  que  el  rey  Artur  hizo 
fazer  quando  comento  a  rej'nar ;  e  aquella 
hora  llegaron  al  monesterio,  salieron  los  fray- 
Ics  a  recebirlos,  e  pensaron  muy  bien  de  la 
llaga  a  Galuan,  Y  sabed  que  estuuo  allí  cer- 
ca de  dos  meses,  que  no  pudo  tomar  armas. 
Agora  dexa  el  cuento  de  tablar  destos,  e  tor- 
na a  Yuan  el  bastardo. 

Cap  .  LXXXIV.  —  Como  Yuan  el  bastardo 
poso  en  ca^a  de  su  padre  de  Palomades  ('), 
¡j  le  contó  de  la  bestia. 

Pues  dize  el  cuento,  que  Yuar.  el  bastardo 
68  partió  de  Galaz  e  de  Didonax,  como  ya  os 

(')  Parece  haber  cierta  conf usíód  entre  el  epígrafe 
correfpotidí^fe  á  eí^fe  carpTtufo  y  el  del  ca^.  Cíl. 


dixo.  para  yr  en  pos  de  la  bestia  ladradora; 
anduuo  todo  aquel  día  sin  auentura  fallar 
que  de  contar  sea,  e  IL  go  a  la  noche  a  vna 
hermita,  do  vuo  poco  de  vino,  que  no  comió 
sino  yerbas  crudas  que  cogió  el  honbre  bue- 
no en  su  huerto,  e  del  agua  de  la  fuente.  Y 
después  que  el  honbre  bueno  le  dio  a  comer 
lo  mejor  que  pudo,  preguntóle  de  su  fazien- 
da,  y  el  dixole  la  verdad.  ■.'¿E  qual  auentura 
vos  traxo  de  tan  cstraña  tierra  e  de  tan  lue- 
ñe?»  Y  el  dixole  la  verdad,  e  que  se  no  quita- 
ría de  la  bestia  fasta  que  supiesse  la  verdad 
onde  aquellas  bozes  salían.  E  quando  el  hon- 
bre bueno  esto  oj'o,  meció  la  cabe9a,  e  co- 
mencaronle  a  salir  las  lagrimas  de  los  ojos, 
e  bien  tizo  continente  que  era  triste.  E  des- 
pués pensó  vna  gran  pie9a,  e  dixo:  «¡Ay  se- 
ñor! vos  sabed  que  ydes  en  pos  vuestra 
muerte  sí  [no]  vos  partidos  desta  demanda, 
que  esta  bestia  que  demandays  es  la  bestia 
del  diablo .  E  aquella  bestia  me  fizo  tanto  de 
daño,  que  aure  dolor  quanto  bino;  e  direvos 
qual:  yo  auia  cinco  fijos,  los  mejores  caualle- 
ros desta  tierra,  e  tanto  que  vieron  esta  bes- 
tia, assi  como  la  vos  vistes,  ouieron  sabor  de 
saber  ende  lo  que  vos  queredes  saber,  e  me- 
tiéronse a  buscar  como  vos  agora  fazedes, 
e  yo  era  estonce  cauallero  andante,  assi  como 
vos  agora,  e  fueme  con  ellos,  e  asi  que  nos 
auino  vn  día  questauamos  cerca  de  vn  agua . 
y  estañamos  cerca  de  la  bestia  de  todas  par- 
tes, assi  que  no  podía  escapar  por  ningún 
lugar;  y  el  mayor  de  mis  fijos  tenia  vna  lan- 
5a,  y  estaua  mas  cerca  della  que  los  otros;  y 
el  menor  dio  bozes:  ¡Feridla!  ¡feridla,  e  ve- 
remos que  trae  en  el  cuerpo  onde  salen  estas 
bozes!  Y  el  torno  a  sus  hermanos  e  a  los  otros 
«lue  dezian:  ¡Feridla,  feridla!  e  el  firiola  con 
la  lanr:a  por  la  coma  de  la  pierna  siniestra, 
que  no  le  pudo  dar  por  otro  lugar.  E  quando 
ella  se  sintió  ferida.  dio  vna  boz  atan  mará - 
uillosa,  que  no  era  sino  marauilla.  E  después 
de  la  boz,  salió  del  agua  vn  honbre  negro 
mas  que  la  pez,  e  los  ojos  bermejos  y  encen- 
didos como  el  fuego.  E  aquel  honbre  peso  la 
lanQa  con  que  la  bestia  fuer:,  xtjrída,  e  firio 
aquel  mi  fijo  que  la  firio  atan  gran  ferida, 
que  dio  con  el  muerto,  y  después  al  otro,  fasta 
el  quarto  y  el  quinto;  y  después  tornóse  y 
metióse  en  el  agua,  e  nunca  después  vimos 
nada.  Y  este  dolor  y  esta  cuyta  que  os  digo 
me  auino  en  vna  hora  de  aquella  bestia  tras 
que  vos  ydes.  Y  desque  yo  vi  que  assi  me 
acaescio,  y  que  no  podía  ay  al  fazer,  fize 
traer  a  mis  fijos  aquí,  e  fizelos  todos  meter 
en  vn  moni  mentó,  en  vna  capilla  que  aqui 
esta;  y  por  el  su  amor  quede  yo  aqui,  y  dexe 
todas  las  riquezas  e  los  vicios  del  mundo,  o 
qni^iT)  simipre  s'eTuir  a  Pto's  p^  elío'E.-' . 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


193 


Cap.  LXXXA^. — Como  el  honbre  bueno  dlxo 
a  Yuan  que  no  fuesse  tras  la  bestia. 

«Todo  esto  que  vos  cuento,  clixo  el  honbre 
bueno,  passo  por  mi  como  vos  digo:  porque 
seria  mi  consejo  que  vos  quitasedes  de  yr  em 
pos  della;  e  si  vos  entrastes  en  su  demanda 
por  locura,  quitadvos  ende  por  cordiira,  cí^ 
si  Dios  me  conseje,  yo  entiendo  ay  mas  vues- 
tra muerte  que  vuestra  vida;  ca  es  cosa  que 
no  es  de  Dios,  ante  es  del  diablo» .  «Cierto, 
sabed,  señor,  dixo  Yuan,  que  pues  que  la 
acometí  no  rae  tirare  afuera,  porque  sabed 
que  harían  de  mi  escarnio;  e  sabed  que  mas 
querría  morir  que  dexarlo».  «Yos  faredes 
vuestra  voluntad,  dixo  el  hermitaño,  mas  no 
cuydo  que  vos  venga  ende  bien» . 

Toda  aquella  noche  estuuo  ende  Yuan  el 
bastardo  con  muy  gran  pesar  de  las  nueuas 
que  le  dezia  el  honbre  bueno,  ca  le  fizo  mu- 
cho espantar,  pero  bien  sabia  que  si  fuesse 
a  la  corte  que  nunca  auria  honra  si  ende  se 
quitasse;  y  en  la  mañana,  tanto  que  oyó 
missa,  caualgo  y  acomendo  al  honbre  bueno 
a  Dios,  e  rogóle  por  Dios  que  le  dixesse  do 
fallarla  mas  cerca  la  bestia.  «Amigo,  dixo 
el,  esto  no  faria  yo,  que  vos  enseñe  vuestra 
muerte».  «Señor,  dixo  Y'uan,  pues  no  me  lo 
quereys  dezir,  encomieudoos  a  Dios  que  os 
mantenga  a  su  seruicio» . 

Cap.  LXXXYI. —  Como  Palomades  derribo 
a  Yuan  porque  yua.  em  pos  de  la  bestia  la- 
dradora. 

Mas  estonce  se  partió  del  hombre  bueno,  e 
fuesse  assi  como  la  ventura  lo  guio,  e  como 
aquel  que  sabia  que  fallaria  lo  que  andana 
demandando;  e  assi  anduuo  de  la  vna  parte 
y  de  la  otra;  e  auino  que  fallo  honbres  que 
guardauan  nacas,  e  preguntóles  si  vieran  tal 
bestia,  e  dixoles  qual,  e  dixeron  ellos:  «Nos 
sabemos  bien  que  vos  demandades  la  bestia 
ladradora».  «Cierto,  si»,  dixo  el.  Y"  ellos  di- 
xeron: «Y'd  encima  de  aquella  montaña  e 
fallarla  hedes  en  vn  llano  do  esta  vn  árbol  cer- 
ca de  vna  fuente,  e  [a]  aquella  fuente  viene 
mucho  a  menudo  a  ella,  ca  nos  la  vimos  el 
otro  dia  ay  venir  dos  vezes,  e  no  ha  mucho» . 
E  quando  Yuan  esto  oyó,  fue  muy  alegre,  e 
fuesse  para  encima  de  la  montaña.  E  quando 
llego  al  árbol,  vio  estar  vn  cauallero  armado 
de  todas  armas  sobre  muy  buen  cauallo,  e 
traya  fasta  treynta  canes  m\iy  fermosos  e 
muy  buenos.  «Amigo,  dixo  Yuan  el  bastar- 
do, ¿saberme  yades  dezir  nueuas  de  vna  bes- 
tia que  aqui  suele  venir,  que  dizen  la  bestia 
ladradora?»  «¿Por  que  lo  dezis  vos?»  dixo  el 
cauallero.  <  Querriala  fallar  de  grado,  ca  la 
ando  buscando  e  no  la  dexare  fasta  que  sepa 

LIBROS    DE    CABALLERÍAS. — 13 


la  verdad  onde  aquellas  bozes  salen» .  «Cierto, 
dixo  Palomades,  vos  soys  bien  loco,  que  en 
tal  cosa  vos  trabajays,  que  tal  demanda  no 
es  para  tal  cauallero  como  vos;  ca  mucho 
mejor  cauallero  era  menester  que  vos;  porque 
yo  so  el  mejor  cauallero  desta  tierra  e  ando 
en  pos  della  mas  ha  de  doze  años  con  tantos 
canes  como  aqui  veys,  e  nunca  la  pude  ma- 
tar ni  prender,  ni  saber  mas  nueuas  de  las 
que  vos  agora  sabedes:  e  vos  soys  vn  caua- 
llero estraño  e  solo  e  cuydaysle  dar  cima. 
Cierto,  gran  locura  pensays».  «Qualquier 
locura  que  sea,  dixo  Yuan,  a  mantener  me 
conuiene,  pues  la  demanda  he  comencado». 
«Estonce,  dixo  el  cauallero,  no  la  manten- 
dreys  mas,  que  yo  os  la  defenderé,  que  cier- 
to vos  no  soys  de  tal  poder  ni  de  tal  bondad 
que  tan  alta  demanda  deuiessedes  deman- 
dar; e  yo,  que  he  sufrido  tantos  trabajos  e 
tantas  cuytas  por  ella,  ¿e  agora  dexarla  a 
vos?  Sabed  que  ante  me  conbatire  con  vos 
fasta  la  muerte,  e  si  me  matar  des,  seguid 
vuestra  caca,  mas  mientra  que  biuo  sea  no 
lo  sufriré  ni  a  vos  ni  a  otro» .  «Esto  no  pode- 
des  vos  vedar,  dixo  Yuan,  que  en  pos  la  bes- 
tia no  vaya  e  que  la  no  mate  si  la  fallare,  o 
fare  ay  mi  poder» .  «E  si  faredes  por  verdad, 
dixo  el  cauallero,  ca  vos  sacare  el  alma  del 
cuerpo  ante  que  mas  ay  fagays» .  «Assi,  dixo 
Y^uan,  sabed  agora  que  la  matare  e  no  la  dexa- 
re por  vos» .  E  dixo  Palomades:  «Si  faredes, 
por  la  mi  cabega» .  Estonce  se  dexo  yr  para  el 
quanto  el  cauallo  lo  pudo  leuar,  e  ñriolo  a  tan 
fieramente,  que  le  falso  el  escudo  e  la  lori- 
ga, e  metióle  el  fierro  de  la  lan^a  por  medio 
de  las  costillas,  mas  avínole  de  tanto  bien, 
que  no  íwe  la  llaga  mortal,  e  dio  con  el  en 
tierra  del  cauallo;  e  al  caer  que  cayo  quebró 
la  langa  e  finco  el  fierro  en  el,  e  desque  lo 
vio  en  tierra,  dixole:  «Señor  cauallero,  se  que 
agora  me  dexareys  mi  ca(,'a,  a  lo  menos  en 
todo  este  mes,  como  yo  cuydo,  no  yreys 
em  pos  della.  E  si  Dios  me  ayude,  si  no 
me  fuesse  por  verguenga,  cortarvos  ya  la 
cabega  de  los  hombros  e  faria  buen  dere- 
cho, porque  comengastes  cosa  que  no  era 
para  vos» . 

Cap.  LXXXA^II. — Como  Ciflete  contó  al  ren 
Artur  imruas  de  la  bestia  ladradora. 

Ellos  assi  estando,  vieron  la  bestia  que 
venia  a  beuer  a  la  fuente ,  e  tanto  que  los 
canes  la  vieron,  fueron  para  ella;  e  quando 
ella  vio  que  alli  no  podia  beuer,  comenco  de 
fuir,  e  Giflete  ('),  que  aula  mucho  andado  em 

(•)  Véanse  Io8  capítulos  CLX  á  CLXVII  del  £a- 
ladro  di'l  sahio  Merlin.  con  ayuda  de  los  cuales 
podrá  comprenderse  la  desconcertada  manera  de  em- 
pezar este. 


194 


LIBROS  DE  CABALLERIAIS 


2)0S  della,  santiguóse  de  la  lijereza  que  le 
vio  fazer.  E  quando  vio  que  no  podia  con  ella, 
tornóse  para  Camaloc,  e  contara  las  nueuas 
al  rey  Artur,  e  dixole:  «Señor,  la  saeta  quan- 
do sale  de  la  ballesta  no  va  tan  ayrada  como 
ella  quando  corre» .  E  quando  vio  la  caca  que 
coment.-ara  a  ñu  r.  comenyo  a  yr  en  pos  della 
e  dar  bozes  a  los  canes;  e  quando  vio  el  caua- 
llero  que  dixera  (^)  de  la  montaña,  no  le  plu- 
go, ca  le  semejo  que  el  queria  toller  su  caga, 
e  dixole:  «Don  cauallero,  tornadvos,  si  no 
muerto  soys» .  E  Griflete  no  se  quiso  tornar 
por  el,  ca  mucho  queria  saber  si  la  caca  po- 
dia escapar  del.  E  quando  el  cauallero  vio 
que  por  el  no  queria  tornar,  semejóle  que  lo 
fazia  por  desden,  y  que  lo  no  preciaua  tanto 
que  por  el  se  quisiesse  tornar;  y  estonce  me- 
tió mano  a  la  espada,  e  dexose  yr  a  el.  Y  el 
cauallero  era  muy  grande  e  fuerte,  y  era 
muy  buen  cauallero  de  armas,  e  firio  a  Gi- 
flete  tan  fieramente  por  cima  del  yelmo,  que 
le  metió  el  espada  por  el,  assi  que  le  tajo  el 
cuero  de  la  cabeca  fasta  el  tiesto,  e  cayo  en 
tierra,  e  dixo:  «Don  cauallero,  agora  dexad 
mi  caga,  que  a  fazer  vos  conuiene,  e  mas  os 
valiera  yr  a  vuestro  conpañero  que  yaze  alli 
suso  en  aquella  montaña»;  y  esto  dezia  el 
porque  cu3'daua  era  de  casa  del  rey  Artur; 
e  desque  esto  dixo,  fuesse  en  pos  su  bestia, 
e  dexo  estar  en  tierra  a  Giflete,  e  assi  se  fue 
el  cauallero  en  pos  su  bestia,  e  bien  mostró 
a  los  dos  caualleros  que  no  queria  que  nin- 
guno fuesse  en  pos  della.  E  quando  Griflete 
se  leuanto,  fuese  para  su  cauallo,  e  subió  en 
el,  e  pensó  de  yr  a  la  montaña  do  yazia  el 
cauallero,  e  fizólo  assi,  e  quando  llego  y  fallo 
a  Yuan  el  bastardo,  que  se  auia  tjuitado  el  fie- 
rro de  la  langa  del  cuerpo,  e  que  auia  ya  per- 
dido gran  sangre,  assi  que  se  marauillo  como 
no  era  muerto,  pero  tanto  (pie  vio  a  Giflete  e 
lo  conoció,  fue  bien  alegre,  y  esforgose  tanto 
que  se  leuanto  muy  ayna  en  pie,  assi  como 
no  sintiese  mal  ninguno,  e  dixole:  «Amigo, 
bien  vengays» .  E  Giflete  descendió  a  el,  e  pre- 
guntóle como  [se]  sentia:  «Muy  mal,  dixo  el, 
ca  bien  cuy  do  que  so  ferido  a  muerte,  ca  so 
llagado  por  los  pechos  de  vua  lauca» .  E  di- 
ziendo  esto,  dexose  caer  en  tierra,  con  la  fla- 
queza de  la  sangre  que  le  salia.  E  quando 
esto  vio  Giflete,  pesóle  mucho  de  coragon,  ca 
bien  sabia  sin  falta  que  Yuan  el  bastardo  era 
vno  de  los  caualleros  ardidos  de  casa  del  rey 
Artur;  si  tan  rezio  fuera  de  cuerpo  como  era 
de  coragon,  a  marauilla  fuera  preciado  caua- 
llero; e  de  aquella  ferida  estuuo  Yuan  el  bas- 
tardo tres  meses  que  no  pudo  tomar  armas  en 
vn  monesterio  de  dueñas  que  era  ay  cerca;  e 

O  Por  «descendiera);. 


Giflete,  que  no  era  tan  mal  herido,  no  estuuo 
mas  de  xv  dias.  E  tanto  que  pudo  caualgar, 
metióse  a  su  demanda  como  ante  andana.  Mas 
agora  dexa  el  cuento  de  fablar  dellos,  e  tor- 
na a  Didonax  el  saluaje,  e  a  Don  Tristan. 

Cap.  LXXX^TII. — Conio  Tristan  se  conba- 
tio  con  Didonax,  e  lo  derribo. 

Agora  dize  el  cuento  que  quando  Dido- 
nax el  saluaje  se  partió  de  Galaz  e  de  Yuan 
el  bastardo,  que  se  fue  em  pos  Tristan  quan- 
to  mas  pudo;  mas  Tristan  yua  sino  su  passo, 
ca  su  cauallo  yua  cansado  del  peso,  que  le- 
uaua  dos  honbres.  E  sabed  que  no  era  el  su 
buen  cauallo  que  solia  traer,  antes  era  otro 
que  auia  ganado,  e  porque  Tristan  yua  a 
passo,  e  Didonax  a  mas  andar,  alcangole  muy 
ayna,  e  quando  llego  a  el  no  lo  conoscio,  ca 
el  auia  en  este  dia  canbiado  su  cauallo,  e  de- 
xolo  en  vn  tendejón  que  era  ay  cerca.  Esto 
fue  porque  lo  el  no  conoscio,  e  diole  bozes: 
«Cauallero,  a  dexar  vos  conuiene  el  caualle- 
ro assi  como  yo  cuydo,  e  si  no  lo  dexays,  fe- 
rirvos  he  con  esta  langa;  e  la  perdida  e  la 
desonrra  toda  sera  vuestra» .  E  quando  Tris- 
tan  vio  lo  que  el  cauallero  dezia,  metió  mano 
a  la  espada  y  embrago  el  escudo,  e  boluio  con- 
tra el;  e  Didonax  fue  contra  el,  e  diole  tal 
langada,  que  le  falso  el  escudo  y  quebró  la 
langa  en  medio  de  los  pechos;  mas  otro  mal 
no  le  hizo,  ni  lo  mouio  de  la  silla;  e  Tristan, 
que  era  muy  arreziado,  diole  tal  golpe  por 
cima  del  yelmo,  que  dio  con  el  en  tierra 
todo  atordido,  que  no  supo  si  era  muerto  ni 
si  biuo,  e  otra  ferida  no  le  fizo;  e  assi  fue 
atordido,  que  la  sangre  le  salió  por  las  nari- 
zes  e  por  la  boca.  E  Tristan  lo  cato,  e  conos- 
ciolo  en  el  escudo,  e  pesóle  mucho  por  lo  que 
auia  fecho,  ca  bien  pensó  que  era  muerto,  e 
si  assi  fuera,  perdiera  por  ay  la  silla  de  la 
Tabla  Redonda,  e  fuera  perjuro.  Estonce  de- 
cendio  a  el,  e  ato  el  cauallo  a  vn  árbol,  e  fue 
a  el,  e  quitóle  el  3- elmo.  E  quando  lo  vio  tan 
mal  trecho,  ouo  ende  gran  pesar;  e  quando 
Didonax  vio  que  no  tenia  su  yelmo,  leuan- 
tose,  e  comengo  a  linpiar  los  ojos  que  tenia 
cubiertos  de  sangre,  e  Tristan  le  dixo:  «De- 
zid,  amigo,  ¿como  os  sentis?»  Y  el  mirólo,  e 
quando  lo  vio  a  pie  conociólo  que  era  el  que 
lo  derribara;  y  estonce  respondió:  «Cauallero, 
siénteme  bien;  mas  vos  ¿por  que  lo  deman- 
days?»  «En])ero  si  me  vos  errastes,  ¡Desame 
mucho» .  «¿E  quien  soys  vos?»  dixo  Didonax. 
«Yo  vuestro  compañero  so  déla  Tabla  Redon- 
da, e  so  Tristan  de  Leonis,  e  pésame  de  cora- 
gon porque  en  vos  meti  mano» .  «Señor,  dixo 
Didonax,  j)ues  vos  soys  Tristan,  yo  vos  perdo- 
no» .  E  Tristan  finco  los  ynojos  ante  el,  e  pi- 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


195 


diole  merced,  e  Didonax  lo  perdono  luego,  e 
yrguiolo  de  tierra  e  tomólo  por  la  mano. 

Cap.  LXXXIX — Como  Tristcm  e  Gariete  se 
conocieron^  e  fueron  por  ello-  ledos. 

Mas  qiiando  acordó  el  otro  cauallero  que 
traya  Tristan  consigo,  que  auia  nonbre  Ga- 
riete el  triste,  que  era  mal  herido,  vio  el  es- 
cudo de  Didonax  e  conosciolo  luego,  e  otrosi 
conoscio  a  Tristan;  e  quando  vio  su  yelmo 
fue  muy  alegre,  porque  eran  ambos  conpa- 
ñeros de  la  Tabla  Redonda.  Estonce  se  le- 
uanto  e  dixole  don  Tristan:  «Yos  me  fezistes 
mal  a  tuerto,  e  no  lo  deuierades  de  fazer»; 
estonce  se  quito  su  yelmo,  e  Didonax  lo  co- 
noscio luego,  e  abracólo,  e  dixole:  «Vos  sea- 
des  bien  Tenido,  amigo  Gariete,  ¿e  como  os 
sentidos?»  «Bien,  dixo  el,  a  mi  pesar,  mas  a 
pocas  me  matara  don  Tristan  que  aqui  esta» . 
E  quando  Tristan  entendió  que  eran  conpa- 
ñeros déla  Tabla  Redonda,  ouo  ende  tan  gran 
pesar  que  no  supo  que  fazer;  y  denostóse 
muclio  e  dixose  catino,  que  jamas  no  auria 
honra  como  deuia  de  auer,  ca  era  perjurado 
y  desleal  contra  los  conjDañeros  de  la  Tabla 
Redonda,  e  subió  en  su  cauallo  e  comeneo  a 
fuyr  quanto  el  cauallo  lo  pudo  leuar,  fazien- 
do  gran  duelo  como  si  tuuiese  delante  muer- 
ta la  cosa  del  mundo  que  el  mas  amasse;  e 
los  otros  dos  que  quedauan  en  vno,  quando 
vieron  que  Tristan  assi  se  yua  faziendo  tan 
gran  duelo,  fablaron  mucho  en  ello,  e  dixo 
Didonax  a  Gariete:  «Agora  podeys  entender 
la  gran  mesura  del  cauallero,  e  bien  podeys 
ver  que  le  pesa  de  vuestro  mal  porque  assi 
os  erro  sin  razón,  que  por  desconocencia  fizo 
el  esto,  e  assi  le  pesa,  que  nunca  vi  nonbre 
yr  con  tan  gran  j)esar;  ¿e  a  do  vos  fallo  el? 
dixo  Didonax  a  Gariete,  o  ¿como  creció  esta 
saña  entre  vos  y  el?»  «Cierto,  por  muy  poca 
cosa,  dixo  Gariete,  e  direvos  por  que;  aqui 
cerca  ay  vn  castillo,  y  esta  en  el  vna  donze- 
11a  que  me  queria  gran  bien,  tienpo  ha,  mas 
yo  amaua  a  otra  mas  alta  dueña  e  mas  rica 
que  a  ella,  e  mas  fermosa;  e  por  ende  no 
queria  yo  fazer  lo  que  ellamandaua,  e  avino 
assi  que  oy  en  este  dia  j)assaua  yo  por  aquel 
castillo,  e  vino  a  mi  vn  cauallero  armado,  e 
dixome  que  entrasse  alia,  que  queria  fablar 
comigo  vna  donzella,  e  yo  no  quise  tornar. 
E  quando  el  esto  vio,  desafióme,  e  conbatio- 
se  comigo,  e  avino  assi  que  le  mate,  e  fue- 
me,  e  vino  asi  que  no  anduue  mucho,  que 
vi  a  don  Tristan,  e  cuyde  que  no  fuera  el 
pleyto  asi  como  fue;  y  el  me  rogo  que  tor- 
nase, mas  yo  no  lo  quise  fazer  su  ruego, 
porque  lo  no  conocia,  e  comencamos  nuestra 
pelea  entre  el  e  mi,  mas  esta  fue  ajaa,  deli- 


brada, ca  no  la  pude  durar  ni  punto,  e  fizó- 
me esto  que  vos  vedes;  e  después  púsome 
ante  si  en  su  cauallo,  e  trayame  como  vos 
vistes,  e  leuauame  ante  la  donzella;  mi  cuy- 
dar  es  sino  porque  vos  llegastes,  e  yo  quisie- 
ra ante  la  muerte  que  yr  ante  ella» .  «¿E  se- 
des mal  llagado?»  dixo  Didonax.  «Si,  cierto, 
dixo  el;  mas  bien  puedo  escapar  si  fuesse  en 
lugar  do  me  pensassen  de  las  llagas» .  Eston- 
ce dixo  Didonax:  «Yo  vos  llenare  aqui  cerca, 
que  ay  vn  mi  amigo  e  pariente  que  vos  fara 
todo  el  bien  que  pudiere  fazer.»  «Pues  traba- 
jemos de  yr  alia»  .  Estonce  caualgaron  amos 
en  el  cauallo  de  Didonax,  e  fueronse  para  la 
casa  del  cauallero;  mas  agora  dexa  el  cuento 
de  fablar  dellos,  e  torna  a  Galaz  e  a  Boores. 

Cap.  XC.—De  como  Galax  e  Boores  yuan 
departiendo  de  su  fazienda,  e  llegaron  tar- 
de al  castillo. 

Pues  dize  el  cuento  que  se  partió  Galaz  de 
Boores  por  yr  a  Galuan,  Boores  canal go  en 
el  cauallo  del  cauallero  que  mato,  e  dexa- 
ronlo  yazer  en  el  camino,  e  fueronse;  e  an- 
dando assi,  dixo  Boores  a  Galaz:  «Mucho  me 
plaze  por  que  os  falle,  ca  mucho  he  desseado 
vuestra  conpañia  en  esta  demanda,  e  no  me 
partiré  de  vos  fasta  que  auentura  nos  parta» ; 
e  Galaz  dixo  que  le  plazia  mucho.  «Señor, 
dixo  Boores,  ¿a  qual  parte  quereys  vos  yr?» 
«Si  Dios  me  ayude,  no  se,  que  oy  por  la  ma- 
ñana eramos  tres  caualleros  de  la  Mesa  Re- 
donda, y  eramos  yo,  e  Yuan  el  bastardo,  e  Di- 
donax el  saluaje,  e  aun  mas  que  llegaron  a 
nos  e  perdimoslos;  e  ya  que  nos  queríamos 
partir,  viniéronnos  tres  auenturas  muy  es- 
trañas»;  e  dixo  quales;  «y  pues  las  fallamos, 
diximos:  tomemos  cada  vno  la  suya;  e  yo 
tome  la  del  cierno  blanco  con  los  leones  que 
lo  guardauan,  e  fueron  contra  esta  parte,  e 
quiero  tornar  contra  ella» .  E  quando  Boores 
esto  oyó,  dixo:  «Cierto,  bien  auenturados 
tuestes,  que  gran  tienpo  ha  no  oy  fablar  que 
a  tres  caualleros  tales  auenturas  viniessen; 
mas  a  vos  aniño  la  mejor  que  nunca  oy;  e 
agora  quisiesse  Dios  que  yo  ende  fuesse 
quando  vos  acabassedes  esto».  «No  se,  dixo 
el,  si  vos  ay  seredes,  mas  no  quedare,  si  otra 
cosa  no  me  lo  estorua,  fasta  que  yo  sepa  ende 
la  verdad» ;  e  assi  anduuieron  fablando  todo 
aquel  dia,  fasta  hora  de  bisperas,  e  ya  que  se 
venia  la  noche,  acontecióles  assi  que  ouieron 
de  llegar  a  vn  castillo  pequeño,  que  estaua 
en  vn  llano,  e  auia  nonbre  este  castillo  Cas- 
tilbriuiel,  por  amor  de  Brices  que  lo  fizo  del 
destruymiento  de  Troya ,  quando  la  destruy- 
cion  fue  fecha  por  los  griegos  por  Elena  la 
fermosa. 


196 


LIBROS  BE  caballerías 


Cap.  XCL — Como  se  enamoro  la  fija  del  rey 
de  Galax. 

Sabed  que  este  castillo  era  muy  apuesto  e 
muy  bien  asseutado,  si  touiera  harta  agua;  y 
el  señor  del  castillo  auia  nonbre  Brucos,  por 
amor  de  aquel  rey  Bricos  que  lo  fiziera;  e 
sabed  que  el  señor  de  aquel  castillo  se  esten- 
dia  gran  tierra,  que  estonce  reynaua  aquel 
Bricos ,  y  era  vno  de  los  buenos  caualleros 
del  mundo,  e  muy  rico,  y  que  auia  mucho 
por  su  persona  conquerido;  e  auia  yna  hija  de 
quinze  años,  y  era  de  las  mas  hermosas  del 
rey  no  de  Londres;  e  aquella  hora  que  los  ca- 
ualleros vinieron  slj,  estaua  el  acostado  a  vna 
finiestra  del  palacio .  E  quando  los  vio  venir 
assi  armados,  conoscio  luego  que  eran  caua- 
lleros andantes,  e  fue  muy  alegre  con  su  ve- 
nida, ca  queria  mucho  sienpre  a  cauaUeria, 
e  a  todos  aquéllos  que  de  caualleria  se  pre- 
ciauan.  Estonce  les  embio  dezir  por  dos  ca- 
ualleros que  viniessen  aluergar  con  el,  que 
no  queria  que  a  otro  lugar  fuessen  a  posar.  E 
quando  Galaz  e  Boores  vieron  el  mandado, 
marauillaronse,  e  tuuieronlo  por  gran  corte- 
sia,  e  que  era  honbre  de  bien,  e  gradecieron- 
selo  mucho  al  rei  e  a  los  de  la  corte,  e  fizieron 
con  ellos  gran  alegría;  e  desque  fueron  den- 
tro e  fueron  desarmados,  el  rey  les  fizo  atanta 
de  honra,  que  los  fizo  assentar  cerca  de  si, 
e  comenroles  a  demandar  de  su  fazienda;  y 
ellos  le  dixeron  vna  partida;  e  la  fija  del  rey 
Bricos,  que  era  muy  fermosa,  desque  vio 
gran  picea  a  Galaz,  semejóle  tan  fermoso  e 
tan  bien  fecho,  que  le  ouo  de  amar  de  gran 
amor,  que  nunca  tanto  amo  a  ssi  ni  a  otre; 
e  cataualo  assi  todavía,  que  nunca  partia 
los  ojos  del;  y  ella  catando  assy,  el  amor  fue 
todavía  creciendo.  Assi  amo  la  donzella  a 
Galaz,  que  nunca  oyera,  ni  viera,  ni  supiera 
que  cosa  era  amor,  e  cataua  a  Galaz,  que  lo 
preciaua  tanto  en  su  corayon  de  beldad  e  de 
todas  cosas,  que  nunca  a  honbre  precio;  e 
por  ende  le  semejo  que  su  muerte  le  yazia 
alli  que  su  voluntad  no  cunpliesse  con  el, 
y  esto  cuy  daña  ella  auer  muy  lijeramen- 
te;  ca  el  cauallero  era  mancebo  e  muy  fer- 
moso ,  e  cuydo  que  de  grado  querría  fazer 
su  voluntad,  porque  era  ella  de  las  fermosas 
donzellas  de  todo  el  reyno;  y  esto  couortaua 
a  la  donzella  ijue  se  pagaria  della ,  porque 
era  fermosa  y  el  era  mancebo,  e  por  esta  ra- 
zón meterla  mas  su  coracon  en  ella,  tanto 
que  lo  ella  q\iisiesse  amar;  y  en  esto  estuuo 
pensando  la  donzella  en  quanto  estaua  el  pa- 
dre fablando  con  los  caualleros,  e  pues  pensó 
tanto  que  no  pudo  mas,  leuantose  e  fuese 
para  su  cámara,  y  echóse  en  su  lecho,  e  co- 
mentóse quexar  c  a  fazer  gran  duelo  como 


si  su  padre  tuuiesse  muerto  ante  si,  pero  no 
daua  bozes,  mas  lloraua  tan  de  coragon,  que 
era  marauiíla;  y  ella  faziendo  su  duelo,  Afeos 
su  ama,  que  la  auia  criado  y  era  dueña  de 
gran  guisa,  e  ouierala  en  guarda  desde  niña 
pequeña,  e  amánala  tanto  como  si  fuesse  su 
fija,  e  quando  vio  a  la  donzella  assi  llorar  tan 
de  coraron,  marauillose  que  auia,  e  dixo: 
«¡Ay  señora!  ¿E  que  auedes?  ¿Fizovos  alguno 
algún  pesar?  Dezidmelo,  e  yo  vos  daré  con- 
sejo en  que  quier  que  yo  pueda,  ca  yo  no 
seré  alegre  mientra  a  vos  viere  triste».  E 
la  donzella,  que  nunca  fuera  retentada  de  tal 
cosa,  no  lo  oso  dezir,  y  ella  comento  a  pen- 
sar, ca  mucho  auia  gran  pesar  de  su  duelo: 
«Señora,  conuienevos  que  me  digades  onde 
vos  viene  este  pesar» ;  y  ella  callóse,  e  dexo 
ya  quanto  de  su  duelo,  e  la  dueña  dixo:  «Se- 
ñora, si  me  vos  no  dezides  lo  que  os  pregun- 
to, sabed  que  lo  yo  diré  a  vuestro  padre,  e 
por  esso  os  sera  mejor  de  lo  dezir  a  mi;  e  si 
fuere  cosa  de  encobrir,  sabed  que  nunca  por 
mi  sera  descubierto» . 

Cap.  XCII. — Como  la  donzella  dixo  a  sit 
ama  que  amana  mucho  a  Galax. 

Quando  la  donzella  oyó  que  la  dueña  lo 
queria  dezir  a  su  padre,  fue  muy  espantada, 
ca  le  tenia  gran  miedo,  e  sabia  que  era  muy 
fuerte  honbre  e  muy  sañudo,  y  que  si  lo  su- 
piesse  seria  muerta;  y  con  este  miedo  dixo: 
«¡  Ay  dueña  señora!  ¡por  Dios  no  se  lo  digays 
e  dezirvos  he  lo  que  me  preguntays!  mas 
ruegoos  por  Dios  que  me  sea  celado,  que  es 
cosa  de  poridad»;  e  dixo  la  dueña:  «Yo  lo 
encobrire,  pues  cosa  es  de  poridad»;  e  que 
no  ouiesse  ningún  miedo,  e  dixo:  «Señora, 
sabed  que  yo  amo  vno  de  los  caualleros  que 
aqui  están  atan  de  coraron ,  que  si  lo  no 
ouiesse  a  mi  voluntad  (*),  nunca  jamas  auria 
bien;  ca  sabed  que  yo  mesma  me  matare  con 
mis  manos» ;  e  quando  el  ama  esto  oyó,  ouo 
muy  gran  pesar,  assi  que  no  supo  después 
consejo,  ca  bien  sabia  que  si  la  donzella 
ouiesse  el  cauallero,  que  no  podia  ser  que  el 
rey  no  lo  supiesse  presto,  y  que,  quando  lo 
supiesse,  que  el  matarla  la  donzella  e  quan- 
tos  en  el  consejo  fuessen;  estonce  dixo  el 
ama  a  la  donzella:  «¡Ay  cosa  mezquina  e 
loca!  ¿y  que  es  esto  que  oyó?  O  has  el  seso 
perdido,  o  eres  encantada,  ca  tu  eres  dueña 
de  gran  guisa,  y  eres  tan  hermosa,  e  tu  co- 
ra9on  has  metido  en  vn  cauallero  estraño  que 
no  sabes  quien  es,  e  oy  vino  e  mañana  se  va, 
e  por  le  dar  tu  padre  toda  su  tierra  morirá 

(')  No  es  de  extrañar  esta  libertad  de  lenguaje.  Re- 
cuérdese el  Ainadis  de  Gavia  (lib.  I,  cap.  1."  y  lib.  1, 
cap.  12). 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


197 


ante  que  fincar  aqui;  e  tu  morirás  por  lo  que 
dizes;  e  no  piensas  en  lo  que  ende  te  podria 
auenir;  pareceme  que  eres  cosa  loca,  e  yo  me 
marauillo  como  estas  en  este  pensar;  e  cierto 
si  tu  padre  lo  supiesse,  todo  el  auer  de  mun- 
do no  te  guareceria  que  no  te  tirasse  la  ca- 
heoa  de  sobre  los  lionbros».  E  quando  la 
donzella  esto  oyó,  fue  muy  mal  espantada, 
assi  que  bien  quisiera  ser  muerta,  que  del 
eauallero  no  podia  quitar  su  coraron  en  nin- 
guna manera  sin  muerte  e  sin  su  voluntad, 
ante  se  trauajaua  en  todos  en  auer  lo  que 
pensaua ;  otrosi  desconortauala  la  gran  bra- 
ueza  de  su  padre;  e  la  donzella  pensaua 
en  estas  cosas,  e  lloraua  muy  fuerte,  e  de- 
zia:  «¡Ay  catiua  e  la  mas  mala  cosa  del 
mundo!  ¡Maldita  sea  la  hora  en  que  nasci!» 
«Agora  me  dezid,  dixo  el  ama,  ¿pareceos 
buen  consejo  el  que  vos  yo  dixe,  que  no  es 
bueno  poner  vuestro  coraoon  en  aquel  eaua- 
llero?» «Si,  dixo  ella,  porque  no  puedo  fazer 
al,  que  no  pueden  fazer  todos  de  su  coraron 
lo  que  quieren»;  «¡Como!  dixo  la  dueña,  ¡no 
lo  fagades  si  escarnida  no  queredes  ser!» 
«Señora,  dixo  la  donzella,  fazerlo  he,  pues 
que  veo  que  al  no  puede  ser» . 

Cap.  XCIII.  —  Co7no  fablo  la  donxella  con  su 
ama  su  poridad. 

Luego  dixo  la  donzella  a  su  ama  por  se 
encobrir,  mas  otra  cosa  tenia  en  su  coracon; 
y  pensó  que  aquella  noche,  quando  los  ca- 
ualleros  se  echassen  y  que  todos  durmiessen, 
que  se  yria  al  lecho  de  Galaz,  e  assi  lo  fizo; 
quando  vido  que  todos  eran  acostados,  despo- 
jóse toda,  saluo  la  camisa,  e  fuesse  para  alia 
muy  vergonQOsa  e  con  gran  pesar,  porque 
veya  que  auia  de  fazer  contra  su  voluntad  lo 
que  el  amor  queria,  ca  toda  su  malauentura 
le  venia  por  donzella  auer  a  demandar  su 
amor  a  honbre;  e  desque  fue  en  la  cáma- 
ra do  yazian  los  caualleros,  entro  dentro,  e 
fue  tan  espantada,  que  no  supo  que  ay  fizies- 
se,  pero  torno  en  su  pensar  como  amor  le 
consejaua,  y  esforzóse  tanto  contra  su  vo- 
luntad, que  se  fue  a  doGralaz  estaua;  dormia 
muy  fieramente,  por  el  trabajo  que  ouiera, 
e  quando  la  donzella  vio  que  assi  dormia,  no 
supo  que  fazer,  que  si  lo  dispertase  e  ge  lo 
dixesse,  que  la  ternian  por  loca,  e  que  cuy- 
daria  que  assi  lo  solia  fazer  con  los  otros  que 
ay  venian,  e  auia  ende  mayor  espanto  e  saña 
que  viesse  que  assi  se  echaua  con  el  sin  rue- 
go, y  estonce  dixo:  «¡Ay  la  catiua  y  escarni- 
da sin  forcadura,  e  jamas  nunca  aure  hon- 
ra de  saina  que  faga,  quando  por  mi  pecado 
e  por  mi  fecho  me  vine  assi  a  echar  con  este 
eauallero  estraño,  que  no  supo  nada  de  mi  ve- 


nida!»; e  después  dixo:  «¡Ay  cosa  loca  e  ne- 
cia! ¿Que  es  esto  que  dizes?  que  no  podrías 
fazer  por  este  eauallero  que  desonrra  te  fues- 
se e  verguenga;  ca  este  eauallero  es  la  mas 
fermosa  cosa  que  tu  nunca  vistes,  y  esto  bien 
lo  puedes  ver» .  Estonce  pensó  de  lo  desper- 
tar muy  manso,  e  contarle  lo  que  tenia  en 
coraron,  e  pues  que  viesse  el  a  ella  no  cuy- 
daria  en  ninguna  guisa  pues  atan  fermosa 
la  viesse,  e  supiesse  que  era  de  tan  gran  lu- 
gar, que  no  seria  atan  villano  que  no  fizies- 
se  su  voluntad.  Estonce  llego  a  el  mas  cerca 
que  ante,  e  puso  la  mano  en  el  muy  passo 
por  lo  despertar,  mas  quando  syntio  la  esta- 
meña que  el  eauallero  vestia,  ca  sin  estame- 
ña el  nunca  yazia  de  noche  ni  de  dia,  ella 
fue  espantada,  e  dixo:  «¡Ay  catiua!  ¿Que  es 
esto  que  veo?  que  no  es  de  los  caualleros  an- 
dantes que  dizen  que  son  enamorados,  que  la 
su  bondad  e  la  su  alegría  no  se  acuesta  del 
mundo?  No  es  este  eauallero  por  que  dueñas 
llenen  afán,  ni  es  nada;  e  si  no  puedo  aca- 
bar lo  que  quiero,  ¿como  creeré  que  este  ea- 
uallero sera  alegre  por  el  parescer,  assi 
como  por  el  martirio  de  la  su  carne  muestra 
que  el  cora(,'on  piensa  a  lo  que  su  carne  de- 
sea? ¡Catiua!  todo  es  perdido  quanto  yo  pen- 
saua, y  este  es  vno  de  los  caualleros  verda- 
deros de  la  demanda  del  sancto  Grial;  en  mal 
punto  fue  tan  hermoso,  que  la  su  beldad  sera 
razón  de  mi  muerte» .  Estonce  comen90  a  llo- 
rar muy  fieramente,  e  muy  de  coraron  fizo 
su  duelo  lo  mas  callado  que  pudo. 

Cap.  xdlY. — Como  la  donzella  vino  a  la 
cama  de  Galaz. 

A  cabo  de  vna  piega,  despertó  Gralaz,  e 
tornóse  contra  la  donzella,  e  quando  la  sin- 
tió, marauillose,  e  abrió  los  ojos,  e  quando 
vido  que  era  donzella,  espantóse  mas,  e  fue 
muy  sañudo  e  fizóse  afuera  de  ella  en  cabo 
del  lecho,  e  santiguóse,  e  dixo:  «¡Ay  donze- 
lla! ¿e  quien  vos  truxo  aqui?  Cierto  mal  con- 
sejo vos  dio,  ca  mas  amaua  vuestra  desonrra 
que  vuestra  honrra,  qiie  ciertamente  yo  cuy- 
daua  que  erades  de  otra  manera  que  no  de 
la  que  sodes,  e  ruego  vos  por  cortesía  e  por 
vuestra  honrra  que  vos  vades;  cierto  el  vues- 
tro pesar  no  catare  yo  si  Dios  quisiere,  que 
mas  deuo  yo  dudar  peligro  de  mi  alma  que 
fazer  plazer  a  vuestra  voluntad» . 

Cap.  XCV. — De  como  Galaz  reprehendió  a 
la  donzella  que  vino  a  su  cama. 

Y  quando  la  donzella  esto  oyó,  ouo  ende 
gran  pesar  e  no  supo  que  fazer,  que  la  res- 
puesta de  Galaz,  que  ella  amaua  sin  razón, 


198 


LIBROS  DE  caballerías 


fizóle  perder  el  seso,  y  le  quito  toda  razón; 
e  aun  le  dixo:  «¡Ay  donzella!  mal  consejada 
fuestes,  e  meted  mientes  en  vuestra  fazienda, 
e  mirad  el  alteza  de  vuestro  linaje  y  de  vues- 
tro padre ,  e  mirad  vuestra  desonra »  .  E 
quando  eUa  esto  oyó,  respondió  como  muger 
que  era  fuera  de  seso,  e  dixo:  «Consejo  no  es 
menester,  pues  que  vos  tan  poco  me  preciays, 
que  en  ninguna  guisa  vos  no  me  quereys 
fazer  plazer:  sabed  que  por  ende  aure  yo 
ayna  la  muerte,  ca  me  matare  con  mis  ma- 
nos, e  no  aureys  ende  menor  pecado  que  si 
por  vuestra  mano  me  matassedes,  ca  vos  soys 
causa  de  mi  muerte  donde  me  podia  yo  qui- 
tar si  vos  quisiessedes» .  E  Gralaz  no  supo  que 
responder,  ca  si  la  donzella  se  matasse  como 
dezia  por  tal  razón,  bien  via  que  era  razón 
de  su  muerte;  e  si  de  otra  parte  fiziesse  lo 
que  ella  queria,  que  quebrantaría  sii_prome^ 
timiento  que  auia  fecho  a  JNuestro  Señor_eii 
el  comiengo  de  sü~cáualleria,  ca  sin  falta  le 
prometiqbue  le  guardaria  yÍEginidad.^n  tq^ 
dos  sus  dras,  y  que  morirla  virgen,.  JÉ  la  don- 
zeila,  que  esfaua  toda  comótollida,  quando 
vio  que  de  Gralaz  no  podia  auer  su  amor, 
dixo:  «¡Como,  cauallero!  ¿Quieres  ser  sien- 
pre  villano  que  me  no  diredes  al?»  «No, 
por  buena  fe»,  dixo  el.  «E  vos  sed  ende  se- 
guro por  buena  fe,  dixo  ella,  que  faredes 
ende  gran  villanía,  e  por  ende  morireys  ante 
que  de  aqui  vayades».  «No  se,  dixo  el, 
como  sera;  mas  si  esto  fuesse,  yo  ante  que- 
rría morir  e  fazer  lealtad,  que  escapar  e  fazer 
traycion» . 

Cap.  XC  S^I.  —  Como  la  donzella  se  mato  por- 
que la  rejyrehendio  Galaz. 

Quando  la  donzella  esto  oyó,  dixo:  «No 
atendere  aqui  mas» ;  e  salióse  luego  del  lecho, 
e  fue  corriendo,  e  tomo  el  espada  de  Galaz 
que  estaua  a  la  entrada  de  la  cámara,  e  sa- 
cóla de  la  vayna,  e  tomóla  con  ambas  manos, 
e  dixo  a  Galaz:  «Señor  cauallero,  vedes  aqui 
el  bien  que  yo  de  los  primeros  amores  oue; 
en  mal  dia  fuestes  vos  nascido  tan  fermoso, 
que  tan  caro  me  costara  vuestra  beldad» ,  E 
quando  Galaz  vio  a  la  donzella  que  tenia  la 
espada  en  la  mano,  que  se  queria  matar  con 
ella,  salió  del  lecho  todo  espantado,  e  dixo: 
«¡Ay  buena  donzella!  sufridvos  vn  jdoco  e  no 
os  mateys  assi,  que  yo  fare  todo  vuestro  pla- 
zer» .  Y  ella,  que  tanto  era  cuytada  de  amor 
que  mas  no  podia  ser,  dixo:  «Sabed,  caua- 
llero señor,  que  tarde  me  lo  dexistes» .  Eston- 
ce aleo  el  espada,  e  firiose  tan  gran  ferida  por 
medio  de  los  pechos,  assi  que  la  espada  passo 
de  la  otra  parte,  e  cayo  muerta  en  tierra,  e 
quando  Galaz  esto  vio,  fue  tan  espantado  que 


era  marauilla,  e  vistióse  lo  mas  ayna  que 
pudo,  e  dixo:  «[Ay  sancta  Maria!  ¿Y  que  es 
esto  que  veo?»  En  tanto  despertó  Boores,  y 
leuantose  del  lecho,  e  dixo:  «Señor ,  ¿que  es 
esto?»  Y  el  dixo:  «Es  la  mayor  marauilla  que 
nunca  oystes,  que  esta  donzella  se  mato  con 
mi  espada».  Y  quando  lo  oyó  Boores,  santi- 
guóse e  dixo:  «Por  Dios,  el  diablo  ge  lo  man- 
do fazer;  agora  no  se  que  fagamos,  que  su 
padre  no  nos  lo  querrá  creer,  ante  dirá  que 
nos  la  auemos  muerto».  «No  os  quexeys, 
dixo  Galaz,  que  Dios  terna  con  nos  y  el  de- 
recho nos  ayudara» .  Y  cerca  de  aquella  cama 
yazian  dos  dueñas  dolientes  en  otra  cáma- 
ra, e  quando  oyeron  lo  que  los  caualleros  de- 
zian,  salieron  de  los  leclios  en  camisa,  e  fue- 
ronse  alia,  e  quando  vieron  la  donzella  muer- 
ta, fizieron  vn  duelo  tan  grande,  que  era  es- 
panto. 

Cap.  XCYII. — Como  dixeron  al  rey  como  su 
fija  estaua  muerta  en  la  cámara  do  yazian 
los  caualleros. 

El  rey,  que  yazia  en  su  cámara,  quando 
oyó  el  ruydo,  leuantose  todo  espantado,  e 
fuesse  para  alia,  e  quando  vio  su  hija  muer- 
ta, fue  muy  sañudo,  e  dixo:  «Ay  Dios  ¿quien 
me  fizo  este  mal?»  «Señor,  dixeron  los  que 
estauan  ay,  no  lo  fizo  sino  estos  caualleros 
que  anoche  aqui  llegaron» .  «¡Aj^  dixo  el  rey, 
que  muerto  me  han  estos  caualleros! ;  pren- 
dámoslos, que  nunca  jamas  seré  alegre  hasta 
que  tome  vengan5a  tal  qual  mi  corte  juzga- 
re» .  E  quando  Boores  esto  oyó,  no  ouo  mie- 
do en  su  coraron,  que  muchas  vezes  se  auia 
visto  en  otro  tanto  como  aquello,  e  fue  a  su 
espada,  e  sacóla  de  la  vayna,  e  dixo  a  Galaz: 
«Señor,  tomad  vuestras  armas,  y  pensemos 
de  defendernos,  que  semejame  que  nos  es 
menester,  e  3^0  vos  defenderé  fasta  que  vos 
seades  armado,  e  Galaz  fue  corriendo  a  sus 
armas  que  estauan  ante  su  lecho,  e  armóse 
presto  lo  mejor  que  pudo,  y  el  rey  dio  bozes 
a  su  conpaña,  e  dixo:  «¡Via  a  ellos!»  E  co- 
men9aron  luego  a  Boores,  e  quisiéronlo  pren- 
der, mas  no  pudieron,  que  se  defendió  muy 
marauillosamente  icon  su  espada,  asi  que  les 
cortaua  las  cabe5as  e  los  bra(;os,  y  echaualos 
vnos  sobre  los  otros,  y  defendió  la  cámara  de 
los  que  le  querían  prender;  assi  que  no  que- 
do en  la  cámara  sino  ellos  anbos  e  la  donze- 
lla muerta,  e  vn  cauallero  que  quedo  muerto, 
e  otro  ferido  que  no  pudo  salir;  y  desque  esto 
ouo  fecho,  fueron  luego  a  vna  puerta  de  la 
cámara,  y  cerráronla,  e  tomaron  sus  armas, 
e  armáronse  muy  bien;  y  desque  fueron  an- 
bos armados,  dixo  Boores  a  Galaz:  «Nuestra 
ventura  fue  de  aquella  donzella  que  assi  se 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


199 


mato,  que  a  poca  de  hora  auemos  de  conprar 
su  muerte  caramente,  pero,  pues  vos  soys  ar- 
mado, no  ajamos  miedo  dellos,  si  Dios  qui- 
siere». Dixo  Galaz:  «Nos  saldremos  de  aqui 
sanos,  ca  no  auemos  culpa  en  la  inuerte  desta 
donzella» .  Estonce  saco  el  espada,  e  limpio- 
la  de  la  sangre  de  la  donzella,  e  fuesse  a  la 
puerta  de  la  cámara  e  dixo:  «No  venimos  aqui 
por  ser  presos» .  E  abrió  la  puerta^  e  fueron- 
se  anbos  al  palacio  do  los  otros  estañan,  que 
eran  ya  armados  para  conbatir  la  cámara;  e 
quando  los  vieron  consigo,  e  que  tan  biua- 
mente  sallan  guisados  para  se  defender,  fue- 
ron espantados,  e  la  lunbre  era  muy  grande 
de  las  espadas  por  el  palacio,  que  todos  de- 
zian  que  eran  hachas  encendidas;  y  el  rey, 
que  estaua  ya  armado  e  vio  aquellos  en  el 
palacio,  y  que  no  eran  mas  de  dos,  y  que 
atendían  golpes  de  todos  los  del  palacio,  que 
eran  mas  de  xl  hombres,  todos  armados, 
espantóse,  y  pensó  que  aquellos  eran  los 
mejores  caualleros  del  mundo  que  el  nun- 
ca viera,  o  los  mas  locos:  y  el  rey  era  muy 
buen  cauallero  e  muy  ardido,  e  dixo  a  su 
conpaña  que  se  no  firiessen  con  afpiellos  ca- 
ualleros. 

Cap.  XC^T^II.  -De  como  se  quexaua  el  rey 
por  su  fíja  a  los  cmialleros. 

Pues  luego  se  metió  el  rey  adelante,  e 
dixo:  «Caualleros,  razón  es  que  me  yo  quexe 
de  vos,  en  vos  yo  rescebir  en  mi  casa  por 
honra  de  caualleria  e  por  vos  fazer  plazer, 
e  vos  matarme  assi  mi  fija;  y  tengome  que 
lo  fezistes  mal,  e  tengome  por  lionbre  de 
fuerte  ventura  si  yo  no  he  de  vos  derecho» . 
Estonce  respondió  Boores,  e  dixo:  «Señor, 
vos  soys  rey,  e  dezis  lo  que  quereys,  que  nos 
no  la  matamos  ni  auemos  culpa  en  su  muer- 
te. Mas  ningún  rey  que  dize  mentira  no  deue 
ser  rey  ni  deuia  traer  corona,  e  cierto,  mu- 
cho vos  deuiades  guardar  de  dezir  tal  cosa 
no  sabiendo  la  verdad».  «No  se,  dixo  el  rey, 
fueras  que  vno  de  vos  la  mato;  e  si  quisier- 
des,  yo  lo  prouare  al  vno  de  vos  o  ambos  a 
qualquier  que  es  assi» .  «Cierto,  dixo  Boores, 
yo  me  defenderé  contra  vos  o  contra  el  me- 
jor cauallero  que  aueys,  si  no  fuesse  por  vna 
cosa» ,  «¿Que  cosa  es  essa?»  dixo  el  rey.  «A^os 
sabedes  que  nos  aluergastes  aqui,  dixo  Boo- 
res, e  nos  fezistes  grande  honra  e  mucha 
merced,  e  pues  vos  tanta  honra  nos  fezistes, 
no  lo  mereciendo,  la  braueza  e  la  maldad 
ternaria  en  nos  si  vos  matásemos»;  e  dixo 
el  rey:  «Este  engaño  no  he  menester;  o  vos 
os  defemiereys  de  mi,  o  en  vno  de  vos  me 
vengare  como  de  caualleros  malos» .  «E  si  yo 
de  vos  me  pudiere  defender,  dixo  Boores, 


¿seremos  seguros  de  todas  vuestras  conpa- 
ñas?» «Cierto  si,  dixo  el  rey,  que  después 
no  fallaredes  quien  vos  mal  faga» .  «Pues  yo 
os  venceré  si  Dios  quisiere»,  dixo  Boores. 

Cap  XCIX.— (7owio  venció  Boores  al  rey  por 
la  muerte  de  la  doncella. 

Después  desta  palabra,  no  ñzieron  al  sino 
dexar  correr  el  vno  al  otro,  e  dieronse  tales 
golpes,  que  era  marauilla,  y  el  rey,  que  era 
fieramente  sañudo  de  la  muerte  de  su  hija, 
que  bien  cuydaua  que  ellos  la  mataran,  cuy- 
dose  vengar  por  si,  ca  se  sentia  muy  faerte 
e  reziado;  mas  aquella  hora  no  se  firieron,_e 
dexaronse  correr  otra  vez,  e  Boores  le  dio 
tal  golpe  al  rey  por  cima  del  yelmo,  que  no 
pudo  ser  mayor.  Mas  no  se  hizo  gran  mal,  ca 
el  yelmo  era  muy  bueno,  mas  enpero  finco 
el  rey  mal  espantado,  e  ouo  de  caer  en  tier- 
rra  de  palmas,  e  cayóse  el  espada  de  las  ma- 
nos, assi  que  no  se  pudo  leuantar,  e  Boores 
torno  otra  vez  en  el,  e  hiriólo  de  tal  golpe, 
que  el  yelmo  le  fizo  bolar  lueñe  de  la  cabeza, 
assi  que  quedo  la  cabeza  del  rey  desarmada 
fuera  de  cofia  de  fierro.  Después  el  rey  se 
leuanto  lo  mas  ayna  que  pudo,  maltrecho  e 
mal  ferido.  Estonce  dixo  Boores:  «¡Ay  rey! 
ya  veys  que,  si  vos  quisiesse  matar,  que  vos 
matarla;  mas  no  quiero  fasta  que  sepa  si  po- 
dremos auer  paz  con  vos,  y  semejame  que 
la  aueys  vos  menester  mas  que  no  guerra, 
ca  bien  vedes  vos  que  sodes  sin  armas,  e  yo 
so  armado,  de  guisa  que  os  podre  matar  si 
yo  quisiesse».  Estonce  respondió  el  rey  e 
dixo:  «Cierto,  cauallero,  yo  conosco  bien  que 
dezides  verdad,  e  veo  que  me  vos  matariades 
si  quisiessedes;  mas  la  vuestra  cortesía  no 
nos  dexa,  e  por  ende  os  do  por  quitos  desta 
demanda  que  contra  vos  auia,  e  hagolo  mas 
por  vuestra  buena  caualleria  que  por  al,  ca 
seria  gran  daño  que  después  de  la  muerte  de 
mi  fija,  que  yo  no  podre  cobrar  por  cosa  que 
faga,  que  fiziesse  matar  a  tan  buenos  caua- 
lleros como  vos.  Mas  ruegovos  por  Dios  e  por 
cortessia  que  me  digays  como  matastes  a  mi 
fija» .  «Señor,  dixo  Boores,  yo  vos  juro  sobre 
mi  creencia,  e  sobre  toda  honra  de  caualle- 
ria, e  por  la  fe  que  deue  a  Dios  e  a  mi  señor 
el  rey  Artur,  que  no  la  matamos  nos  ni  me- 
timos mano  en  ella» .  «¿Pues  como  fue?  dixo 
el  rey,  ca  yo  lo  querría  saber» .  «Señor,  dixo 
Boores,   esto  os  diré  muy  ayna,  que  no  os 
mienta  nada».  Estonce  le  contó  todo  como 
fue.  Y  quando  el  rey  supo  que  su  fija  que  se 
matara  con  sus  manos,   dixo:    «¡Ay  Dios! 
¿Como  fue  esta  mala  ventura  assaz?»  e  dixo 
a  sus  honbres  buenos  que  se  fuessen  a  desar- 
mar. «Ca,  si  Dios  me  salue,  tan  buenos  ca- 


200 


LIBROS  DE  caballerías 


ualleros  como  estos,  que  mal  no  fizieron,  no 
reciban  de  mi  mal  ninguno;  ca  esta  auentu- 
ra  nos  vino  por  nuestros  pecados  malos» . 

Cap.  C.  —  Como  el  rey  mando  a  s^is  caualle- 
ros  que  estuuiessen  enpax. 

Y  los  caualleros  que  estañan  ante  el  rey, 
quando  oyeron  lo  que  su  señor  dezia,  desar- 
máronse luego;  estonce  esclarecía  ya  el  dia, 
y  quando  Galaz  e  Boores  vieron  que  quería 
amanescer  el  dia,  dixeron  al  rey:  «Señor^  si 
os  plaze  de  nos  dar  nuestros  cauallos,  ca  te- 
nemos mucho  que  fazer  en  otro  lugar,  que 
no  podemos  fincar  aqui» ;  y  el  rey  les  mando 
dar  sus  cauallos,  e  caualgaron,  e  despidié- 
ronse luego,  e  metiéronse  al  camino,  y  ca- 
minaron, e  dixeron  que  bien  les  aniño  al 
cabo  según  prouaua  primero.  E  quando  se 
partieron  del  castillo  do  les  ñzieron  tanto 
como  dicho  os  he,  pensando  que  ellos  auian 
muerto  la  fija  del  rey  Brucos.  E  anduuieron 
fasta  a  hora  de  bisperas,  qiie  llegaron  a  vn 
valle  do  vieron  salir  la  bestia  ladradora,  e 
venia  muy  a  passo  e  sola,  ca  venia  muy  can- 
sada a  semejanza,  ca  mucho  la  auian  corrido 
aq\iel  dia.E  Galaz,  que  la  vio,  dixo  a  Boores: 
«Yees  aqui  vna  fermosa  auentura» .  E  contole 
lo  que  ende  viera  el  dia  de  ante,  e  como  Yuan 
el  bastardo  fuera  em  pos  della,  mas  semeja- 
uales  que  la  auia  dexado.  «Señor,  dixo  Boo- 
res, esta  cosa  tan  marauillosa  se  bien  que  no 
es  otorgada  de  saber  todo  honbre,  e  bien  creo 
que  la  verdad  della  nunca  sera  ende  sabida 
si  por  ventura  no  se  sabe  por  nos,  ca  esta 
auentura  no  es  otorgada  sino  a  vos» .  «No  se, 
dixo  Gralaz;  mas  yo  queria  que  Dios  me  la 
otorgasse,  ca  es  cosa  que  queria  saber  de  gra- 
do»; e  mientra  que  ellos  esto  dezian,  yuan 
contra  ella,  y  ella  entendió  que  venian  de  la 
otra  parte,  e  comento  de  yr  tan  apriessa  que 
no  ay  honbre  en  el  mundo  que  la  pudiesse 
alcangar  y  en  poca  de  hora  alongóse  tanto  de- 
llos,  que  no  supieron  della  parte;  e  dixo  Ga- 
laz:   «Miedo  he  que   la   auemos   perdida». 
«Assi  me  semeja,  dixo  Boores,  ca  no  ha  cosa 
en  el  mundo,  por  ligera  que  fuesse,  que  la 
pudiesse  alcanzar,  e,  por  quanto  yo  veo  della 
no  nos  trabajemos  de  la  tomar,  ca  quanto 
de  mi  os  digo  que  nunca  me  trabajare  della, 
ni  la  siguire,  saino  mientra  anduuiera  con 
vos,  si  quisierdes  yr  a  ella» .   «No  os  espan- 
teys,  dixo  Galaz,  ca,  si  Dios  quisiere,  nos 
sabremos  ende  la  verdad» . 

Cap.  CI. — Como  Galax  e  Boores  hallaron  a 
Palomade?,  que  yua  em  pos  la  bestia . 

Ellos,  que  estauan  assi  fablando,  vieron 
Teñir  vn  cauallero  armado  que  traya  vnas 


armas  negras,  j  era  aquel  que  auia  derriba- 
do a  Yuan  el  bastardo  e  a  Giflete,  e  traya 
muy  buen  cauallo  e  fasta,  xxx.  canes  consigo; 
e  llego  a  ellos,  e  no  los  saludo,  e  preguntó- 
les: «Señores,  ¿vistes  por  aqui  passar  la  bes- 
tia ladradora?»  «Si,  dixo  Boores,  mas  ¿por 
que  la  demandays?»  «Porque  es  mi  caca,  dixo 
el,  e  voy  en  pos  della,  e  yre  fasta  que  ven- 
tura me  guiare».  «Pues,  dixo  Boores,  agora 
podeys  yr  con  nos  de  consuno ,  que  assi  co- 
menoamos  nos  de  yr  en  pos  della,  e  no  nos 
partiremos  della  fasta  que  sepamos  donde  es- 
tas bozes  salen» .  «Esta  es  gran  locura ,  dixo 
el  cauallero,  que  tal  demanda  comenyastes 
que  no  vales  nada  en  esta  tierra;  e  si  vn  ca- 
uallero que  aqui  ay  lo  sabe,  os  lo  fare  dexar 
a  vuestra  deshonrra,  porque  anda  en  pos  de- 
lla». Boores,  oyendo  esto,  comentóse  a  rey r, 
e  dixo:  «Yo  no  se  en  el  mundo  cauallero  por 
que  lo  dexasse,  si  de  la  Mesa  Redonda  no 
fuesse».  «Cierto,  yo  nunca  fue  de  la  Mesa 
Redonda,  dixo  el  cauallero,  mas  fue  muchas 
vezes  en  casa  del  rey  Artur,  e  digoos  que  no 
ha  cauallero  en  la  Gran  Bretaña  que  no  lo 
pensasse  vencer  ante  que  el  dia  saliesse». 
«Si  yo  lo  pensasse,  dixo  Boores,  yo  pensaría 
gran  locura,  ca  cierto  en  casa  del  rey  Artur 
ay  mejor  cauallero  que  vos,  e  por  esto  que 
me  dezis,  prometo  a  Dios  ante  Don  Galaz,  que 
aqui  esta,  que  esta  demanda  mantenga  a  todo 
mi  poder  por  saber  si  aquel  cauallero  onde 
vos  tablas  es  tan  sandio  que  me  la  quiera  el 
quitar» .  «Parecerá,  dixo  el  otro,  lo  que  me 
fareys,  ca  bien  vos  digo  que  si  assi  quie- 
res fazer  como  dezis,  que  mal  ende  os  falla- 
redes  mucho  ayna,  que  aunque  no  ouies- 
se  otro  cauallero  en  el  mundo  saino  yo  y  el, 
auriamos  ende  derecho» .  Y"  después  que  esto 
vuo  dicho,  comengose  de  yr  lo  mas  ayna  que 
pudo  por  do  pensó  que  la  bestia  era  y  da, 
e  otrosi  fizieron  Galaz  e  Boores:  e  anduuie- 
ron assi  todo  aquel  dia  fasta  ora  de  bisperas. 
Estonce  les  auino  que  fallaron  ende  vn  caua- 
llero viejo,  solo  e  desarmado,  fuera  de  espa- 
da, e  saludáronle,  y  el  a  ellos;  y  después  pre- 
guntóles donde  eran;  y  ellos  dixeron  que 
eran  de  casa  del  rey  Artur.  «¿E  soys  de  la 
Tabla  Redonda?»  dixo  el.  «Si»,  dixeron 
ellos.  «Pues  bien  seays  venidos» .  Y  ellos  di- 
xeron: «Mucha  honra  ayays».  «Sabed,  dixo 
el  cauallero,  que  soy  mxij  alegre  con  vuestra 
venida  e  demás  con  este  tienpo  de  aluergar; 
ca  oy  mas  me  faredes  conpaña  a  vuestra  mer- 
ced, e  folgareys  comigo  en  mi  fortaleza  fer- 
mosa e  viciosa,  que  es  cerca  de  aqui,  e  sereys 
aluergados  a  vuestra  voluntad,  e  ruegoos  que 
me  lo  otorguedes  de  yr  comigo.  Y  ellos  ge 
lo  otorgaron.  Estonce  fueron  con  el.  E  quando 
llegaron  a  la  fortaleza,  fueron  muy  bien  re- 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRTAL 


201 


cébidos  aquella  tarde,  e  después  sacólos  a  vn 
prado  el  cauallero  por  folgar,  e  preguntóles 
que  andauan  buscando  por  aquella  tierra.  Y 
Boores,  que  era  mayor,  respondió :  «Nos  en- 
tramos nueuamente  en  vna  demanda  de  vna 
bestia  en  que  andamos»  .  Y  el  huésped  dixo: 
«¿De  qual  bestia?»  Y  ellos  ge  lo  dixeron.  Y 
quando  el  cauallero  esto  ojo,  comento  de  llo- 
rar y  pensar  mucho.  Y"  si  ante  era  muy  ale- 
gre, después  torno  muy  triste,  e  Boores,  que 
entendió  que  le  pesaua,  callóse.  Y  el  caua- 
llero, después  qiie  vuo  assi  pensado,  dixo: 
«¡Ay  Dios:  ¡Maldita  sea  la  tierra  do  aquella 
bestia  nascio!  ca  por  ella  es  ya  perdido  el 
mejor  cauallero  que  nunca  truxo  armas  en 
la  Gran  Bretaña» .  E  después  que  esto  dixo, 
tornóse  a  su  pensar  e  a  llorar.  E  ellos  no  fa- 
blaron,  por  miedo  de  le  fazer  pesar.  Y  des- 
pués que  pensó  gran  pie9a,  esforgose  para  les 
fazer  mayor  e  mejor  coragon,  e  dixoles:  «Por 
Dios,  señores,  no  me  culpeys  si  soy  triste,  ca 
yo  no  puedo  mas,  que  las  nueuas  desta  bes- 
tia que  agora  dixistes  me  confunden  cada  vez 
que  las  oyó,  e  direos  por  que,  te  ruedes  esto 
por  marauilla;  e  no  os  lo  diré  porque  ay  va- 
yades,  ca  no  podriades,  mas  porque  os  qui- 
tedes  desta  demanda» . 

Cap.  CII. — Como  contó  Esclabor  a  Galaz  e 
a  Boores  toda  su  faxienda. 

«Verdad  sea,  que  Dios  e  los  honbres  lo 
saben,  que  yo  so  natural  de  Galilea,  e  fue 
pagano  e  cauallero  assaz  bueno,  e  por  saber 
las  bondades  de  la  Gran  Bretaña,  e  por  ga- 
nar caualleria  donde  tan  gran  nonbradia  co- 
rria  por  todo  el  mundo,  vine  a  esta  tierra, 
ante  vn  poco  que  el  rey  Artur  comengasse  a 
reynar,  con  vn  cauallero  que  era  mi  conpa- 
ñero de  armas  mas  de  .xxx.  años;  e  pensaua 
que  yo  era  christiano,  mas  no  lo  era.  Y  el 
rey  Artur,  e  muchos  honbres  buenos  que  me 
conocian,  teníanme  por  buen  cauallero;  e 
aquel  dia  que  os  digo  auino  assi  que  truxo 
vn  cauallero  vna  fermosa  donzella  a  la  corte, 
y  era  fija  de  vn  gigante  que  en  aquel  dia  ma- 
tara en  aquella  montaña;  e  quando  la  dieron 
al  rey,  preguntóle  si  quería  ser  christiana,  e 
que  le  daría  rica  boda  e  buen  cauallero  por 
marido.  Y  ella  dixo  que  ante  queria  morir 
de  qualquier  muerte.  E  por  esta  razón  no 
auia  ay  cauallero  que  la  quisiesse  pedir  al 
rey,  fuera  que  no  era  christiano;  y  el  rey  me 
la  dio  quando  la  pedi,  que  no  queria  ser  chis- 
tiano;  dixe  yo:  «Mas  me  plaze  de  tal  que  no 
si  fuesse  chistiana;  ca  bien  sabed  que  yo  soy 
pagano  como  ella,  y  por  esso  os  la  pido».  Y 
el  rey,  que  bien  me  conocía,  que  muchas  ve- 
zes  me  viera  en  muchos  torneos,  dixome: 


«¿Como?  ¿No  eres  christiano?»    «No  señor», 
dixe  yo.  Dixo  el:  «Por  Dios,  mal  te  conozco, 
e  por  buena  fe  puedes  dezir  que  has  nonbre 
Esclabor  el  no  conocido» .  Y  assi  como  el  rey 
me  llamo  estonces,  assi  me  dixeron  después. 
E  pues  le  pedi  la  donzella,  el  diomela ,  e  di- 
xome: «Agora  sea  tuya,  pues  ambos  sodes  de 
vna  ley;  mas  mucho  mas  os  amarla  si  fuesse- 
des  christianos» ,  Y  desque  vue  la  donzella, 
partime  muy  alegre  de  la  corte,  y  estuue  con 
aquella  donzella  diez  e  seys  años,  e  vue  en 
ella  doze  hijos  varones  muy  ardidos  e  valien- 
tes, assi  que  no  sabia  honbre  en  la  Gran  Bre- 
taña caualleros  de  tan  gran  nonbradia,  e  assi 
me  ñziera  Dios  bien  de  tal  compaña  qual  os 
digo;  empero  todos  sabian  que  eran  paganos, 
y  eran  honrrados  do  quier  que  llegassen  como 
si  fuessen  fijos  del  rey.  E  vn  dia  auino  assi 
que  era  yo  con  mi  muger  e  con  mis  hijos  en 
vn  castillo  que  el  rey  Artur  me  auia  dado, 
e  desque  fue  ora  de  medio  dia,  que  acaba- 
mos de  comer,  ouimos  nueuas  de  aquella 
bestia  ladradora,  que  nos  traxo  vn  mi  escu- 
dero que  passaua  por  ante  la  puerta  de  mi 
castillo.   Estonces  tomamos  nuestras  armas 
yo  y  todos  mis  fijos,  saluo  Palomades,  que 
estaua  doliente,  y  caualgamos  e  fuemos  em 
pos  de  aquella  bestia  maldita,  tanto  que  la 
ouimos  de  fallar  cerca  de  vn  lago  que  no  era 
muy  grande;  y  cercamosla  de  todas  partes, 
assi  que  no  podia  salir  sino  por  vno  de  nos. 
E  quando  ella  se  vido  assi  cercada,  estuuo 
queda  e  fizo  semblante  que  no  se  queria  mo- 
uer,  e  dixe  yo  a  vno  de  mis  fijos  que  la  firies- 
se,  y  el  firiola  de  la  langa  de  la  parte  de  la 
pierna ,  e  dio  ella  vna  boz  tan  dolorida  que 
no  ha  cauallero  en  el  mundo  que  la  oyesse 
que  no  ouiesse  della  pauor;  e  la  boz  fue  tan 
estraña  e  tan  esquina,  que  no  vuo  tal  dellos 
que  se  pudiesse  tener  en  la  silla  ni  yo;  e 
caymos  todos  amortecidos  en  tierra. 

Cap.  Cni. — Como  contó  Esclabor  a  Boores 
e  a  Galax  la  muerte  de  sus  fijos. 

«Yo,  quando  acorde,  fálleme  ferido  tan  mal 
de  vna  langa  por  medio  del  cuerpo,  que  pen- 
se luego  ser  muerto,  e  quando  mire  al  derre- 
dor e  pense  auer  acorro  de  mis  fijos,  e  quan- 
do torne  hállelos  a  todos  muertos.  Assi  que 
fue  sabido  por  toda  la  tierra,  e  ouieron  ende 
todos  muy  gran  pesar.  Y  quando  yo  vi  que 
no  era  ferido  de  muerte,  subi  en  mi  cauallo, 
y  fuy  para  mi  castillo,  e  después  embie  por 
ellos,  e  fizeles  soterrar.  E  aquel  mi  fijo  que 
finco  doliente  en  el  castillo ,  que  era  mayor 
que  todos  los  otros,  quando  oyó  que  esta  des- 
auentura  nos  auino,  vuo  gran  pesar,  e  juro 
que  jamas  no  se  quitaría  de  aquella  deman- 


202 


LIBROS  DE  caballerías 


da,  hasta  que  la  matasse,  o  ella  a  el,  y  en 
tal  guisa  comenQO  mi  fijo  aquella  deman- 
da, e  mantuuola  sienpre  fasta  oy,  e  aun  la 
mantiene» .  «¿Y  que  armas  trae  este  vuestro 
fijo?»  dixo  Boores;  y  el  ge  lo  dixo.  «Por  bue- 
na fe,  nos  lo  vimos  agora» .  «Sabed  que  vistes 
buen  cauallero,  dixo  el  lionbre  bueno,  e  si 
no  fuesse  mi  fijo,  e  no  lo  conociesse  como  lo 
conozco,  yo  diria  que  es  el  mejor  cauallero 
del  mundo  ni  que  nunca  ftie  en  la  Gran  Bre- 
taña, mas  tanto  le  fallece  que  no  es  chris- 
tiano».  «¡Como!  dixo  Boores,  e  vos  ¿soys 
christiano?»  «Si,  dixo  el,  solo  por  vna  de  las 
auenturas  que  nunca  auino  a  pecador,  e 
direos  qual». 


Cap.  CIY. — Como  ronto  Esclabor  la  nucntu- 
ra  del  rayo  que  vtafo  los  siete  caualleros. 

«Assi  vn  dia  auino,  agora  ha  .vm.  años, 
que  venia  yo  por  vna  floresta,  e  siete  caualle- 
ros paganos  comigo,  muy  buenos  caualleros 
de  armas,  e  muy  nonbrados  en  esta  tierra, 
y  era  ya  tarde,  que  nos  anocheció  en  la  flo- 
resta, e  ouimos  ay  de  fincar,  y  posamos  en 
vn  prado  que  era  cerca  del  camino,  en  vna 
choga  que  fallamos,  e  comenconos  de  hazer 
tienpo  tan  fuerte,  como  si  todo  el  mundo  se 
quisiesse  perder;  e  duro  este  peligro  toda  la 
noche.  Y  estonce  cayo  vn  rayo  del  cielo,  que 
mato  todos  aquellos  caualleros  que  comigo 
andauan.  E  yo  quede  amortescido,  mas  otro 
mal  no  me  hizo. 


Cap.  CV.  —  Como  contó  Esclabor  por  qual 
razón  se  torno  cristiano. 

«Yo  assi  estando  amortescido,  vino  a  mi 
vna  boz,  y  dixome:  «Hombre  catiuo  y  pobre, 
yo  te  guarde  de  las  bozes  e  del  peligro  de  la 
muerte,  y  nunca  me  diste  gualardon;  e  si  no 
te  conoces  contra  mi,  yo  echare  en  ti  mi  ven- 
ganza tan  marauillosa,  que  por  todo  el  mun- 
do sera  sabida;  tanto  me  dixo  la  boz,  y  no 
mas.  E  luego  me  conuertio,  porque  sabia  que 
diria  yo  verdad,  que  fue  luego  esse  dia  bap- 
tizado yo  e  toda  mi  conpaña,  saluo  este  mi 
hijo,  que  no  se  quiso  baptizar,  ante  dixo  que 
jamas  no  seria  christiano  fasta  que  supiesse 
la  verdad  de  la  bestia  ladradora .  Y  assi  me 
auino  como  os  digo  con  la  bestia,  que  perdi 
por  ella  mis  hijos,  e  fue  por  ende  tan  triste, 
que  cada  vez  rj^ue  oyó  fablar  desta  maldita 
bestia,  que  no  puede  por  razón  hazer  fermo- 
so  continentes».  «Cierto,  dixeron  ellos,  esta 
fue  fuerte  auentura,  ca  mucho  fue  la  perdi- 
da grande,  mas  como  quier  que  sea,  conuie- 


nenos  que  sigamos  la  bestia,  pues  comenza- 
do lo  auemos,  ca  si  la  dexassemos,  tenernos 
lo  han  a  mal» .  Dixo  el  cauallero:  «Dios  os  de 
ay  consejo,  e  os  de  mejor  ventura  que  a  mi  e 
a  mis  hijos,  que  cierto  nunca  honbre  ay  se 
trabajo  que  no  se  hallasse  ende  mal» .  Y  des- 
pués que  todo  esto  ouieron  fablado,  fueronse 
acostar,  e  de  mañana,  quandose  leuantaron, 
armáronse  y  despidiéronse  del  huésped,  e 
fueronse  su  camino. 

Mas  agora  dexa  el  cuento  de  fablar  dellos, 
e  torna  a  Galuan,  sobrino  del  rey  Artur. 


Cap.  CYI. — Como   Galuan  se  torno  del  pa- 
drón que  estaua  cerca  del  castillo. 

Dize  el  cuento  e  la  historia  del  libro,  que 
pues  Graluan  fue  guarido  de  la  ferida  que  le 
fizo  Galaz,  y  sintió  que  podria  caualgar,  ca- 
Tialgo,  e  metióse  en  su  camino,  ei  anduuo 
por  sus  jornadas,  e  auinole  vn  dia  que  se  fa- 
llo con  Yuan  de  Cinel,  cauallero  ardit,  y  era 
conpañero  de  la  Mesa  Redonda,  e  saludólo 
quando  llego  a  el,  y  el  otro  a  el;  pero  no  se 
conocieron,  que  auian  las  armas  canbiadas 
poco  auia,  e  andando  assi  por  el  camino,  co- 
menzáronse a  preguntar,  e  por  esto  se  cono- 
cieron e  fueron  muy  alegres,  e  acordáronse 
que  no  se  partiessen  vno  de  otro,  pues  Dios 
los  auia  juntado,  hasta  que  ventura  los  par- 
tiesse.  E  aquel  dia  caualgaron  anbos  de  so 
vno,  fablando  de  muchas  cosas,  e  otro  dia 
llegaron  a  vn  castillo  miiy  fuerte  y  fermoso, 
que  estaua  en  vna  ribera,  mas  parecióles  que 
algo  era  yermo,  e  quando  llegaron  a  la  puer- 
ta, fallaron  vn  padrón  en  letras  de  oro  en  pie- 
dra, que  dezian;  «Aquí  yaze  Lamorante,  el 

QUE  mato  (jALUAN,  SOBRINO  DEL  REY  ArTUR». 

E  después  a  ver  lo  que  las  letras  dezian,  e 
por  esto  defendían  los  del  castillo  que  nin- 
guno del  linage  del  rey  Artur  que  no  fuesse 
osado  de  entrar  en  aquel  castillo,  ca  si  en- 
trasse,  todo  el  auer  del  mundo  no  lo  saluaria 
de  muerte.  E  desque  ellos  ouieron  ley  do  las 
letras,  ca  Galuan  sabia  muy  bien  leer,  e  sa- 
bia muy  bien  como  era  todo,  torno  atrás  ro- 
deando el  cauallo,  e  dixo:  «Yuan,  tornemos; 
ca  si  alia  entramos,  muertos  somos» .  E  Yuan 
que  no  dubdaua  muerte  si  le  auiniesse  mo- 
rir, dixo:  «Por  Dios,  señor,  tal  no  auerna,  si 
Dios  quisiere,  que  por  miedo  de  muerte  me 
buelua,  ca  nos  lo  ternian  a  mal  e  por  cobar- 
día». E  Galuan  dixo:  «Tengan  si  quisieren, 
ca  yo  tornarme  quiero,  que  verdaderamen- 
te veo  mi  muerte  si  adelante  vo».  «Pues, 
dixo  Yuan,  acomiendoos  a  Dios,  que  yo 
quiero  entrar  dentro,  e  venga  lo  que  Dios 
quisiere» . 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


203 


Cap.  CA'^n. — Como  Yuan  de  Cinel  entro  cu 
el  castillo  follón. 

Estonce  se  partió  vno  de  otro,  e  Galo  a  n 
se  fue  por  otra  carrera,  e  Yuan  .que  era  tan 
ardit  e  tan  buen  cauallero,  que  pocos  mejo- 
res auia  estonce  en  el  reyno,  y  entro  en  el 
castillo;  e  tanto  que  se  vio  dentro  e  passo  la 
puerta,  dexaron  caer  la  conpuerta  colgadi- 
za, y  el  entendió  luego  que  por  alli  no  podia 
tornar,  mas  enpero  no  se  espanto  por  ello, 
por  el  gran  ardimiento  que  en  si  auia,  qxxe 
lo  coníbrtaua,  y  luego,  en  pos  esto,  oyó  so- 
nar vn  cuerno.  Estonce  vino  a  el  vn  escude- 
ro, e  dixo:  «Cauallero,  dezidme  quien  soys, 
e  no  mintays,  por  la  fe  que  deueys  a  todos 
los  caualleros  del  mundo» .  Y  el  dixo:  «Vos 
me  conjurastes  tanto,  que  por  cosa  del  mun- 
do no  os  mentiré,  y  sabed  que  yo  soy  Yuan 
de  Cinel,  e  soy  de  casa  del  rey  Artur  e  de  su 
linaje».  «Cierto,  dixo  el  escudero,  aun  oy  os 
verna  mucho  pesar,  que  por  amor  de  aquel 
linaje  recebireys  oy  muerte  cuytada».  «No 
se  como  sera,  dixo  el;  mas  morir  me  conuie- 
ne,  yo  me  defenderé  lo  mejor  que  pueda. 

Cap.  CYni. —  Como  los  del  castillo  jjrendie- 
ron  a  Yuan  de  Cinel. 

Estonce  se  partió  el  escudero  del,  e  fuesse 
a  mas  yr  al  alcacar.  E  a  cabo  de  poco  rato 
vio  venir  Yuan  de  Cinel  contra  si  diez  caua- 
lleros armados  de  todas  armas,  e  dixeron  to- 
dos a  vna  boz:  «¡Agora  a  el!»;  e  dexaronse 
correr  a  el,  e  matáronle  el  cauallo;  e  quando 
lo  vieron  a  pie,  cercáronlo  de  todas  partes, 
pero  el  se  defendía  tan  bien,  que  era  mara- 
uilla;  empero  prendiéronlo,  ca  los  otros  eran 
buenos  caualleros,  e  eran  muchos,  e  desar- 
máronle, y  falláronle  diez  feridas  muy  gran- 
des, assi  que  otro  honbre  podia  morir  de  la 
menor.  Después  preguntáronle  como  auia 
nonbre,  y  el  dixo  que  le  dezian  Yuan  de  Ci- 
nel «e  se  bien  que  os  verna  mucho  mal  de 
mi  muerte,  tanto  que  lo  sepa  el  rey  Artur, 
que  sereys  todos  destruydos» .  «No  se  nos  da 
nada,  dixeron  todos,  solo  que  nos  viessemos 
vengado  de  la  muerte  de  Lamorante,  que  era 
nuestro  señor,  e  Galuan  lo  mato  a  gran  tray- 
cion» . 

Cap.  CIX.  —  De  como   Yuan  de  Cinel  fue 
preso  e  muerto  de  los  del  castillo. 

E  después  desto  prendieron  a  Yuan  de  Ci- 
nel, e  leuaronlo  lo  mas  buenamente  que  pu- 
dieron ante  el  alcacar,  e  ay  auia  vna  capilla 
tan  hermosa  e  muy  rica,  do  estaña  Lamoran- 
te, y  estaña  ay  vnaymagen  de  Sancta  Maria, 


e  rogóle  que  ella  rogasse  a  su  fijo  por  el.  Y 
sabed  ipe  la  sepoltura  de  Lamorante  era  tan 
rica  e  tan  poderosa,  e  de  fermosura,  que  a 
duro  podría  fallar  hombre  su  pareja  en  todo 
el  mundo.  E  quando  ellos  entraron  en  la  ca- 
pilla, mandaron  fazer  vna  cueua  de  siete 
palmos  en  ancho  y  en  alto,  e  tomaron  a  Yuan 
de  Cinel,  e  mostráronle  la  sepultura  de  La- 
morante,  e  dixeronle:  «Aqui  yaze  Lamoran- 
te, el  que  mato  tu  pariente  Galuan  a  muy 
gran  traycion,  e  todo  el  mundo  le  de\ie  por 
ende  fazer  mal,  ca  el  nos  mato,  e  nos  confun- 
dió, e  nos  metió  en  pobreza;  e  a  Dios  el  gran 
vengador  nos  de  ende  tal  venganca  qual  nos 
desseamos».  Estonce  comentaron  su  duelo 
atan  grande,  que  no  ha  honbre  en  el  mundo 
que  lo  oyesse  que  no  ouiesse  de  llorar;  a  cabo 
de  vna  gran  pie^a  dixeron:  «Ay  Lamorante, 
buen  cauallero  e  de  gran  coraron,  e  ñjo  de 
rey  e  reyna  y  de  honbres  de  gran  guisa, 
¡como  os  mato  mal  aquel  que  vos  mato!»  E 
después  fueron  de  ynojos  ante  el  monumen- 
to, e  besáronlo,  e  dezian:  «Señor  cauallero, 
¡que  ventura  mala  os  mato  e  a  nos  escarnes- 
cio  quien  a  nos  vos  quito  tan  ayna!»  E  des- 
pués que  ouieron  su  duelo  muy  grande  fecho 
a  marauilla,  sacaron  a  Yuan  de  Cinel  fuera, 
e  atáronle  las  manos,  y  echáronle  en  la  cue- 
ua, e  tomaron  leña  seca  y  echáronla  sobre 
Y^ian  de  Cinel,  e  dieronle  fuego,  e  ardió 
hasta  que  torno  ceniza. 

Cap.  CX.  —  Como  supo  el  rey  Artur  la  muer- 
te de  Yuan  de  Cinel. 

Assi  fue  muerto  Yuan  por  la  muerte  de 
Lamorante;  y  esta  muerte  piidiera  el  escu- 
sar  si  quisiera,  mas  el  coraron  que  auia  de 
no  hazer  couardia  no  ge  lo  consintió.  E  quan- 
do el  rey  esto  supo,  vuo  ende  gran  pesar; 
assi  por  esta  manera  vuo  ende  a  destruyr  el 
castillo,  mas  no  mientra  Personal  fue  biuo. 
Y  sabed  que  desto  fue  muy  profagado  después 
Galuan  e  tenido  por  muy  couarde;  porque 
desamparara  a  Yuan  de  Cinel  por  pauor  de  la 
muerte.  Y  agora  dexa  esto,  e  torna  a  Galuan. 

Cap.  CXI. — Como  Galuan  dixo  a  la  hermana 
de  Yuan  de  Cinel  do  lo  fallar ia. 

Aqui  dize  el  cuento  que  pues  Galuan  se 
partió  del  castillo  do  vio  las  letras  del  pa- 
drón do  Yuan  tomo  la  muerte,  no  se  alongó 
mucho  que  hallo  otro  camino  que  yua  contra 
vna  montaña,  e  tomo  aquella  carrera,  e  fue 
pensando  mucho  con  gran  pesar,  ca  le  pare- 
ció que  era  mal  porque  doxara  assi  a  su  com- 
pañero por  pauor  de  muerte;  e  assi  el  fuyen- 
!  do,  aniñóle  que  hallo  vna  donzella  que  yua 


204 


LIBROS  DE  caballerías 


en  compaña  de  dos  escuderos,  e  tanto  que  la 
donzella  lo  vio.  estuuo  queda,  que  bien  yeya 
que  era  cauallero  andante,  pero  no  conoscia 
que  era  Galuan,  e  dixole:  «Señor  cauallero, 
vos  seavs  bien  venido» .  «Donzella,  dixo  el. 
Dios  os  de  muclia  alegría,  ¿y  quien  soys  o 
que  demandays?»  «Yo  soy,  dixo  ella,  vna 
donzeUa  estraña  que  vine  agora  aqui  poco 
ha  a  esta  tierra,  e  ando  buscando  vno  de  los 
caualleros  de  la  Xesa  Redonda» .  «¿Qual  es?» 
dixo  el.  «Yuan  de  Cinel» ,  dixo  ella.  «Señora 
deste  os  daré  yo  nueuas,  dixo  el,  quales  yo 
se;  e  yd  a  vn  castillo  que  es  aqui  cerca  a  vna 
legua  pequeña,  e  ay  lo  fallareys;  y  esta  ca- 
rrera por  do  ydes  vos  llenara  alia» .  «Bendi- 
to seays  vos,  dixo  eUa,  ca  no  me  podiades 
dezir  nueuas  que  de  tan  gran  plazer  aya 
como  destas.  ifas  agora  os  ruego  por  corte- 
sía que  me  digays  vuestro  nonbre» ;  y  el  ge 
lo  dixo,  y  ella  dixo:  «Yo  vos  amo  mucho,  ca 
soy  vuestra  parienta  bien  cercana» ;  y  el  mi- 
rola  e  conosciola,  que  era  hermana  de  Yuan 
de  Cinel,  e  dixole  que  le  haria  honrra  e  ser- 
uicio  a  todas  las  cosas  que  supiesse. 

Cap.  CXn. — Como  la  hermana  de  Yuan  de 
Cinel  supo  la  muerte  de  su  hermano. 

Y  estonce  se  partieron,  e  Graluan  se  fue 
su  camino  contra  la  montaña  y  la  donzella 
contra  el  castillo,  e  cuy  tose  de  llegar  alia. 
E  quando  llego,  ^io  luego  ante  la  capilla  do 
auian  quemado  a  su  hermano.  Y  quando  ella 
vio  el  fuego  que  aun  estaua  grande,  e  mucha 
gente  en  derredor,  pregunto  a  vn  honbre 
bueno:  «Amigo,  ¿saberme  ya  dezir  nueuas 
de  vn  cauallero  que  agora  poco  ha  entro  en 
este  castillo?»  Y  el  dixo:  «¿Que  armas  traya 
y  por  que  lo  demandays  vos  ? » ,  dixo  el 
honbre  bueno.  «Amigo,  dixo  ella,  que  lo 
queria  mucho  ver,  ca  no  vine  por  al  aqui» . 
«Agora  os  podeys  ya  tornar  de  aqui,  dixo  el, 
sin  mayor  escesso,  ca  jamas  lo  podreys  ver» . 
Estonce  le  dixo  como  le  contesciera.  «E  sa- 
bed que  otro  tanto  fizieran  al  otro  que  lo  dexo 
a  la  entrada  del  castillo,  si  acá  entrara». 

Cap.  CXIII. — Como  la  donzella  se  amorteció 
j)or  su  hermano. 

E  quando  la  donzella  esto  oyó,  ouo  tan 
gran  pesar,  que  cayo  amortecida  del  pala- 
fren  en  tierra  en  que  yua,  y  estuuo  assi  vna 
gran  pie^a,  e  no  ouo  ay  tal  que  no  pensasse 
que  era  muerta;  e  corrieron  todas  las  gentes 
a  ella,  y  el  honbre  bueno  se  marauillo,  e 
pregunto  a  los  escuderos  que  parentesco  auia 
con  aquel  cauallero  que  mataron.  Y  ellos  di- 
xeron  que  era  su  hermano,  e  que  fizieron 


gran  tuerto  de  lo  assi  matar  tan  deslealmen- 
te, y  que  su  muerte  seria  bien  vengada,  tan- 
to que  lo  supiesse  el  rey  Artur,  y  ellos  dixe- 
ron:  «No  auemos  nos  fecho  ningún  mal  al 
linaje  del  rey  Lacat,  por  que  el  traydor  de 
Galuan  nos  confundió».  Y  a  cabo  de  piega 
acordó  la  donzella.  Y  quando  pudo  fablar, 
dixo:  «¡  Ay  mi  señor  hermano  Yuan,  como  he 
oy  gran  perdida  presa,  e  que  mal  me  con- 
fundieron los  que  vos  mataron,  que  tal  pe- 
sar me  pusieron  en  mi  coracon,  que  nunca 
dende  me  saldrá!»  Estonce  caualgo  en  su 
palafrén  con  siis  escuderos,  e  fuesse  para  la 
rey  na,  faziendo  gran  duelo  e  maldizicndo  al 
castillo  y  a  «¡uantos  ay  estañan,  e  que  mal 
rayo  los  firiesse.  E  de  que  fueron  fuera  del 
castillo,  dixo  a  los  escuderos:  «Amigos,  tor- 
némosnos vn  poco  por  do  venimos,  si  podies- 
semos  fallar  al  traydor  de  Galuan,  que  assi 
dexo  a  mi  hermano  morir  por  su  couardia; 
que  nunca  jamas  seré  alegre  fasta  que  sea 
ende  vengada  que  le  faga  mala  muerte  mo- 
rir, ca  bien  lo  meresce» . 

Cap.  CXrV.  —  Como  la  hermana  de  Yuan  se 
hallo  con  Patrides,  y  se  le  querello  de  Gal- 
uan. 

Estonce  se  metieron  al  camino  y  comen- 
caron  de  andar,  ca  la  donzella  desseaua  mu- 
cho alcanr-ar  a  Galuan;  e  anduuieron  assi 
fasta  hora  de  bisperas;  e  la  donzella  todavía 
faziendo  gran  duelo,  e  aniñóle  assi  que  se 
fallo  con  Patrides,  sobrino  del  rey  Yandema- 
gus,  buen  cauallero  y  ardit  de  todas  armas, 
mas  aquella  hora  yua  mal  ferido,  ca  se  con- 
batiera  con  Yuan,  fijo  del  rey  Yrian,  e  tanto 
fizo  ay,  que  a  pocas  lo  venciera  o  lo  matara; 
mas  quiso  Dios  que  se  conoscieron,  e  assi  se 
partió  la  batalla.  Y  sabed  que  traya  malas 
heridas,  e  quando  vido  a  ella  fazer  tan  gran 
duelo,  dixo:  «Por  Dios,  donzella,  por  corte- 
sía que  me  digays  por  que  fazeys  tan  gran 
duelo,  e  yo  os  prometo  que,  podiendo,  que 
os  ponga  ay  consejo».  «Señor,  dixo  ella,  de 
fazer  duelo  mucho  fago  gran  derecho,  ca  por 
todo  el  mundo  no  podria  cobrar  la  perdida 
que  me  ha  venido,  que  perdi  vn  hermano  de 
los  mejores  caualleros  que  auia  en  la  tierra». 
«¿E  quien  era?»  dixo  el.  «Señor  Patrides, 
dixo  ella,  el  era  Yuan  de  Cinel».  «¿El  muer- 
to es  Yuan  de  Cinel?»  dixo  el.  «Si,  por  mala 
ventura» ,  dixo  ella.  «Por  Dios,  dixo  el,  que 
me  digays  quien  lo  mato,  e  assi  Dios  me 
ayude,  yo  lo  vengare  a  todo  mi  poder;  e  si 
no  lo  fiziesse,  todos  los  del  mundo  me  lo  ter- 
nian  a  mal,  ca  fue  gran  tienpo  mi  conpañero 
de  armas».  «Señor,  dixo  ella,  vn  cauallero 
lo  fizo  matar  que  auia  aqui  cerca,  e  si  yo 


i 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


205 


de  aquel  fuesse  vengada,  no  demandaría 
mas  agora».  «¿E  que  armas  trae  esse  cana- 
lleroV»  dixo  Patrides.  Y  ella  le  dixo.  «Por 
Dios,  dixo  el,  yo  lo  falle  alli  do  yua,  e  no 
me  quiso  fablar,  ni  se  si  fue  por  saña,  ni  si 
por  que» .  «Ay  señor,  dixo  ella,  si  nunca  tos 
amastes  a  Yuan  de  Cinel,  vengaldo  deste  ca- 
uallero,  que  por  este  jDrendio  la  muerte». 
«Por  buena  fe,  dixo  el,  yo  fare  ay  todo  mi 
jDoder,  en  guisa  que  el  sea  vengado  bien, 
pero  que  mas  auia  menester  de  folgar  que  de 
lidiar,  que  soy  mal  ferido» .  Estonce  se  cuy- 
to  de  andar,  e  subió  a  la  montaña,  y  fallo  a 
Galuan  en  vna  liermita,  do  quería  apearse 
ay  para  aluergar  aquella  noche,  mas  aun  no 
era  apeado;  y  en  tanto  que  Patrides  lo  vio, 
dixo  a  la  donzella:  «¿Este  es  el  cauallero  que 
vos  auedes  querella?»  «Señor,  dixo  ella,  si,  e 
deste  me  de  Dios  venganza  e  assi  aura  quan 
to  mi  corafon  desea».  Patrides  no  atendió 
mas,  ante  se  fue  para  el,  diziendole:  «Caua- 
llero, guardaos  de  mi,  ca  vos  desafio».  E 
quando  Galuan  esto  oyó,  dexose  correr  con- 
tra el,  e  firieronse  de  tan  grandes  golpes,  que 
las  lauras  bolaron  en  picoas;  y  ellos  cayeron 
en  tierra  muy  mal  trechos  y  mal  heridos.  Y 
Galuan  fue  muy  mal  trecho  de  aquel  golpe, 
ca  le  alcanyo  en  el  costado  siniestro  del  fie- 
rro de  la  lauca  que  le  finco  ay.  E  Patrides 
no  fue  tan  mal  trecho,  ca  este  era  vno  de  los 
caualleros  del  mundo  que  mas  sesudamente 
justaua;  mas  ante  era  tan  mal  ferido,  que 
era  poco  menos  tan  mal  ferido  como  Galuan. 
E  quando  cayeron  en  tierra,  leuantaronse 
muy  presto,  e  no  se  menbrauan  del  mal  que 
tenian,  tanto  estañan  con  saña  que  se  dessea- 
uau  ambos  vengar;  e  metieron  mano  a  las 
espadas,  e  firieronse  de  tal  suerte,  que  fizie- 
ron  salir  fuego  de  los  yelmos.  Y"  Galuan,  que 
mucho  sabia  que  era,  folgo  la  primera  vez,  e 
quito  de  si  el  fierro  que  tenia  en  el  cuerpo. 
E  pues  folgaron  vna  pieca,  Galuan,  que  no 
era  tan  mal  trecho  como  Patrides,  acometió- 
lo otra  vez,  ca  bien  le  parescio  que  lo  ter- 
nian  por  malo  si  no  se  vengasse  de  aquel  que 
tan  em  balde  lo  acometiera;  e  leuanto  la  es- 
pada, e  diole  tal  golpe  por  cima  del  yelmo, 
que  dio  con  el  en  tierra  todo  atordido,  asi 
que  no  supo  si  era  de  dia  o  de  noche.  Y''  tan- 
to que  Galuan  lo  vio  en  tierra,  fue  a  el,  e 
quitóle  el  yelmo  y  el  almófar  por  le  cortar  la 
cabega.  Y  quando  la  donzella  esto  vio,  dexo- 
se caer  en  tierra,  e  fue  dando  tan  grandes 
bozes  como  si  fuesse  muger  loca,  y  diziendo: 
«¡Ay  Galuan  brauo,  e  malo,  e  desleal!  no 
mates  tan  buen  cauallero  como  este,  si  no  tu 
harás  gran  aleue  conocido,  a  lo  menos  por- 
que es  de  la  Mesa  Redonda  como  tu».  Y 
quando  Galuan  esto  oyó,  retuuo  la  espada 


que  no  lo  firio,  ca  pensó  que  era  alguno  de 
sus  parientes,  e  dixo:  «Ay  donzella,  dezid- 
me  quien  es  este  cauallero».  Y  ella  dixo: 
«Este  es  Patrides,  sobrino  del  rey  Bande- 
magus,  tan  buen  cauallero  como  tu  sabes» . 
«Por  Dios,  dixo  el,  no  me  da  nada,  ca  me 
cometió  en  balde,  y  me  ferio  por  ventura  a 
muerte,  e  quando  de  las  manos  me  saliere, 
yo  le  haré  que  jamas  no  acometa  a  honbre 
bueno  sin  razón».  Estonce  corrió  la  espada,  e 
cortóle  la  cabera,  y  echóla  a  la  donzella,  e 
dixo:  «Agora  j)odeys  ver  bien  que  gana  el 
honbre  por  ser  soberuio,  e  por  creer  a  tal 
como  vos». 

Cap.  CXV. —  Como  la  doncella  se  partió  de 
Galuan  liacicndo  nmy  grande  duelo. 

Y  quando  ella  vio  qiie  Galuan  assi  auia 
muerto  a  Patrides,  ouo  tan  gran  pesar,  que 
ella  quisiera  ser  muerta,  e  dixo  con  saña: 
«Ay  Dios,  señor,  ¿por  que  sufrides  tan  ale- 
uoso  cauallero  e  tan  traydor,  que  anda  assi 
matando  los  buenos  caualleros  por  tan  mala 
ventura?  ¡Ay  Galuan!  nunca  tu  traycion  fue 
tan  conocida  como  oy  aqui  es,  e  agora  veo  yo 
que  tu  mataste  a  mi  hermano  e  a  Patrides,  e 
Dios  nos  de  ende  tal  venganga,  por  que  aya- 
mos  ende  plazer  y  por  que  tal  traycion  sea 
ende  conoscida».  E  desque  esto  ouo  dicho, 
subió  en  su  palafrén,  e  dixo  que  con  tal  des- 
leal cauallero  como  Galuan  era  que  no  que- 
darla con  el  por  quanto  auia  en  el  mundo, 
ca  no  podia  quedar  con  el  hombre  ni  muger 
que  auiesses  no  fuesse.  «¿E  sabes  tu,  dixo  a 
Galuan,  por  que  yo  me  voy  tan  ayna  de  aqui? 
Porque  me  yre  muy  triste  para  la  corte  del 
rey  Artur  tu  tio,  e  dezirle  he  a  el  3"  a  todos 
tus  parientes  la  gran  traycion  que  en  ti  vi,  e 
las  malas  obras  que  tu  andas  faziendo  en  esta 
demanda,  E  desque  ouiere  dicho  todas  estas 
tray cienes  al  pueblo,  buscare  tu  muerte,  y 
fare  que  te  hagan  lo  que  tu  feziste  a  este  ca- 
uallero». E  tanto  que  esto  dixo,  comentóse 
de  yr  assi  de  noche  como  era.  E  Galuan  entro 
en  la  hermita,  y  en  la  mañana  partióse  de  ay 
ante  que  oyesse  missa,  ca  no  queria  que  nin- 
guno de  casa  del  rey  Artur  lo  hallasse  ay, 
porque  no  supiesse  lo  (|ue  fiziera. 

Cap.  CXA^I. — Como  Galuan  se  fallo  ron  Es- 
to r  de  Mares,  e  se  conocieron,  e  se  fueron 
juntos. 

Todo  aquel  dia  anduuo  Galuan  muy  acuy- 
tado  de  su  herida,  que  no  folgo  aquella  no- 
che, y  a  hora  de  medio  dia  llego  a  casa  de 
vn  cauallero  que  lo  conocía,  con  quien  estuuo 
vna  semana  cunplida,  e  tanto  pensó  bien 


206 


LIBROS  DE  caballerías 


del,  que  a  cabo  desta  semana  pudo  bien  ea- 
ualgar.  E  quando  el  se  sentio  guarido,  co- 
men90  su  camino  como  ante,  e  tanto  anduuo 
que  se  fallo  con  Estor  de  Xares.  E  desque  se 
conocieron,  hizieron  alegría  entranbos  a  dos, 
ca  tienpo  aula  que  no  se  vieron.  E  Don  Estor 
dixo  a  Galuan:  «¿Como  os  ftie  después  que  de 
vos  me  parti?»  «Bien,  dixo  el,  merced  a  Dios, 
ca  soy  sano  e  alegre;  mas  muchas  auenturas 
me  acaecieron  después,  e  soy  mucho  mara- 
uillado ,  ca  en  la  demanda  del  santo  Grial 
pensaua  de  fallar  mas  auenturas  e  maraui- 
llas  que  otro  honbre» .  «Esso  mismo  os  digo 
de  mi,  dixo  Galuan,  mas  de  vuestro  herma- 
no Langarote  ¿supistes  nueuas  algunas?» 
«No»,  dixo  el.  «Y  de  Galaz,  e  de  Perseual, 
e  de  Boores?».  «Cierto,  no,  dixo  el.  Estos  qua- 
tro  son  assi  perdidos,  que  no  sabe  honbre 
dellos  parte  ni  mandado» .  «Y  de  Tristan , 
¿sabeys  algo?»  «No,  dixo  el,  mas  Dios  los 
guarde  doquier  que  sean »  .  «  Cierto ,  dixo 
Galuan,  si  ellos  a  las  auenturas  del  santo 
Grial  fallecen,  ningunos  de  los  otros  lo  cun- 
pliran,  ca  estos  son  los  mejores  caualleros 
desta  demanda» .  Y  después  desto  dixo  Estor 
a  Galuan:  «¿Yos  fuestes  fasta  agora  sano?» 
«Si»,  dixo  el.  «E  yo  otrosi;  pues  andemos 
en  vno,  e  veremos  si  seremos  mejores  andan- 
tes que  fasta  aqui».  «Bien  dezis,  dixo  Gal- 
uan, e  yo  lo  otorgo  assi;  y  agora  vamos  de 
so  vno,  e  Dios  nos  guie  y  depare  alguna  cosa 
de  lo  que  andamos  buscando-) .  E  dixo  Estor: 
«De  aquella  de  donde  yo  vengo  no  fallare- 
mos nada,  ni  de  donde  vos  venis;  mas  vamos 
por  otro  camino»  .  E  dixo  Galuan  que  le 
plazia. 

Cap.  CXATI. — Como  Estor  a  Galuan  falla - 
rmi  a  Lain  el  blanco  mal  ferido,  que  lo  fe- 
rio Palomades. 

Estonce  entro  Galuan  en  vna  carrera  que 
estaua  en  trauiesso  de  la  floresta,  y  estonce 
miraron  ante  si,  e  vieron  rastro  de  sangre 
fresca,  y  la  carrera  tinta  della.  E  dixo  Gal- 
uan: «Sin  duda  algún  cauallero  de  las  auen- 
turas va  por  aqui  ferido» .  «Por  buena  fe  que 
lo  creo,  dixo  Estor,  y  vamos  en  pos  del,  e 
veremos  quien  es» .  Estonce  se  fueron  por  el 
rastro,  e  no  anduuiecon  mucho  que  alcan9a- 
ron  el  cauallero,  que  yua  solo,  quexandose 
mucho,  diziendo:  «¡Ay  Dios,  que  poco  me 
duro  esta  caualleria!»  Este  era  Lain  el  blan- 
co, fijo  de  Boores,  e  tanto  que  a  el  llegaron, 
conociéronlo  luego,  ca  no  auia  trocado  las 
armas  después  que  entro  en  la  demanda;  e 
dixo  Estor  a  Galuan:  «Yeys  aqui  el  caualle- 
ro de  que  venimos  en  rastro  por  la  sangre,  e 
pareceme  mal  ferido».  «Pésame,  dixo  Gal- 


uan, ca  muy  amigo  nuestro  es» .  Y  tanto  que 
llegaron  a  el,  saludáronlo,  y  el  a  ellos.  Y  des- 
pués les  pregunto  quien  eran,  y  ellos  ge  lo 
dixeron.  «Ay  amigos,  dixo  el,  bien  seays 
venidos».  Y  ellos  dixeron:  «¿Quien  os  ferio 
assi?»  «Por  Dios,  vn  cauallero  que  va  por 
aqui  em  pos  de  quien  vo  si  me  podia  vengar; 
y  si  me  podiessedes  vengar,  no  daria  nada 
por  cosa  que  después  me  auiniesse».  «¿Y 
quien  es  este  cauallero?»  dixo  Estor.  «No  se, 
dixo  el,  sino  que  anda  em  pos  su  caya  de  vna 
bestia  con  muy  gran  pieca  de  canes.  Y  aque- 
lla bestia  que  el  busca  es  la  mas  endiablada 
que  nunca  honbre  vio».  «¿Y  a  qual  parte 
va?»  dixo  Estor.  «Por  esta  carrera»  dixo 
Lain;  e  dixo  Estor  a  Galuan:  «Ruegoos  que 
fjuedes  con  Lain  y  le  fagays  conpañia,  ca  he 
miedo  que  es  ferido  a  muerte,  y  si  no  que- 
dassedes,  podia  venir  gran  daño» .  «Quedare, 
dixo  Galuan,  pues  que  vos  fjlaze».  Estonce 
pregunto  Estor  a  Lain:  «¿Que  armas  trae  el 
cauallero  que  esto  os  fizo?»  «Señor,  dixo  el, 
trae  las  armas  negras  fuertes,  e  trae  en  el 
escudo  vn  león  bermejo» .  Estonce  dixo  Estor 
a  Lain  que  caualgasse  passo,  e  que  folgasse 
en  el  primer  lugar  que  fallasse. 

Cap.  CXVIII. — Codw  Estor  fue  em  pos  de 
Palomades,  e  fallo  la  donzella. 

Estonce  se  fue  Estor  quanto  jjudo  em  pos 
del  cauallero  de  la  bestia  ladradora,  contra 
do  vio  que  mas  ayna  lo  fallarla,  e  anduuo 
tanto  que  fallo  vna  donzella  que  fazia  muy 
gran  duelo:  «Donzella,  dixo  Estor,  ¿vistes  por 
aqui  vn  cauallero  de  la  bestia  ladradora,  que 
trae  vnas  armas  negras?»  «Ay  señor,  si  falle, 
dixo  ella,  mas  en  mal  punto  fue  para  mi» . 
«¿E  como?»  dixo  Estor.  «Porque  me  mato 
agora  vn  mi  hermano  muy  buen  cauallero, 
e  dexolo  alli  estar  ante  vna  fuente» .  «¿E  por 
que  lo  mato?»  dixo  Estor.  «Porque  le  plugo, 
dixo  ella,  que  no  vuo  otra  razón  por  que». 
«Agora  no  vos  cuytedes,  dixo  el,  que  si  Dios 
quisiere,  ayna  sereys  vengada,  ca  no  es  este 
el  primer  tuerto  que  me  ha  fecho;  ¿y  es 
muy  lexos  de  aqui  si  pcnsades?»  (^)  «No, 
por  buena  fe»  dixo  ella.  Estonce  se  metió 
Estor  en  la  carrera  quanto  pudo  yr  a  trecho 
del  cauallero  de  la  bestia  ladradora,  y  estaua 
a  vna  fuente  que  diciera  del  cauallo  por  fol- 
gar,  e  auia  quitado  de  si  el  escudo  e  la  lan^a, 
e  el  yelmo,  e  beuia  del  agua.  E  tanto  que 
Estor  vio  el  escudo  del  cauallero,  conociólo 
que  aquel  era  el  que  el  demandaua ,  e  diole 
bozes,  e  dixole:  «Señor  cauallero,  tomad 
vuestras  armas  e  caualgad  en  vuestro  caua- 
llo, que  a  combatir  vos  conuiene  comigo». 

(')  El  texto  añade:  «dixo  Estor». 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


207 


Cap.  CXIX. — Como  raiomades  y  Eístor  jus- 
tar mi  envno,  e  fue  Estar  derribado. 

Desque  el  cauallero  vio  que  tenia  la  bata- 
lla en  la  mano,  erguiose  muy  brauamente,  e 
tomo  sus  armas,  e  caualgo  muy  ayna,  e  clixo 
a  Estor:  «Señor  cauallero,  si  quisiessedes 
vos  podreys  escusar  agora  esta  batalla,  ca 
bien  cuydo  que  vos  nunca  erre  por  que  me 
deuays  acometer».  E  dixo  Estor:  «Tanto  me 
errastes,  que  no  lia  lionbre  en  el  mundo  que 
tanto  desame  como  a  vos,  e  por  ende  vos 
guardad  de  mi,  que  lo  fare» .  «E,  dixo  el, 
pues  veo  que  me  conuiene  a  fazer» ;  estonce 
se  dexaron  correr  el  vno  contra  el  otro,  e  fi- 
rieronso  a  tan  grandes  golpes,  que  no  ouo 
ya  tal  que  no  fuese  mal  trecho,  assi  que 
amos  fueron  llagados  de  muy  grandes  llagas 
ñeras.  E  Estor  ouo  de  caer  del  cauallo  en 
tierra,  ca  era  de  gran  fueroa  el  otro  cauallero 
mucho  que  el  firio.  E  quando  lo  vio  en  tie- 
rra, dixo:  «Don  cauallero,  vos  me  llagastes 
a  tuerto  e  sin  razón,  e  si  me  no  fuesse  tor- 
nado en  villania,  yo  me  vengarla  de  vos, 
mas  no  lo  fare,  que  lo  quiero  dexar,  mas  por 
cortesía  que  no  por  vos» .  E  desque  esto  ouo 
dicho,  partióse  del,  e  fuesse  assi  llagado  como 
era  quanto  lo  pudo  llenar  el  cauallo.  E  quan- 
do se  vio  Estor  en  tierra,  e  se  sintió  lla- 
gado, dixo  en  su  coracon:  «Se  que  deuo  a 
Dios;  buen  cauallero  es  este  que  se  va;  e 
bien  conosco,  por  quanto  en  el  vi,  que  es 
mejor  cauallero  que  yo  so,  e  por  esto  lo  de- 
xare  esta  vez,  ca  bien  veo  que  no  so  de  tan 
gran  bondad  de  armas  que  con  el  pudiese» ; 
y  estonce  fue  a  su  cauaUo,  e  subió  en  el  assi 
llagado  como  estaua,  e  tornóse  contra  do  cuy- 
do  que  fallarla  mas  ayna  a  Galuan  e  a  Layn 
el  blanco;  mas  agora  dexa  el  cuento  de  fablar 
de  Estor,  e  torna  a  Graluan. 

Cap.  CXX. —  Como  la  hervuDia  de  Yiian  de 
Cinel  reutaua  a  Galuan. 

Agora  dize  el  cuento  que  pues  fueron  en 
vno  Galuan  e  Layn,  que  era  mal  llagado, 
yendo  assi  avínoles  que  fallaron  el  hermana 
de  Yuan  de  Cinel,  e  venia  con  ella  el  rey 
Yandemagus,  e  contole  por  qual  manera  Pa- 
trides  fuera  muerto,  mas  no  le  nenbro  de 
Graluan,  porque  dudaua  que  se  no  conbateria 
con  el  porque  era  de  la  Tabla  Redonda,  e 
todo  esto  fazia  ella  por  amor  de  buscar  la 
muerte  a  Galuan,  e  conociólo.  E  dixo  al  rey 
Bandemagus:  «Señor,  agora  tcneys  tienpo 
de  vengar  la  muerte  de  Pati'ides  vuestro  so- 
brino, ijue  vedes  aqui  el  que  lo  mato;  agora 
veremos  lo  que  ay  fareys,  o  si  sodes  tan  ar- 
dido que  lo  osedes  acometer;»  y  el  vio  que 


era  de  los  caualleros  de  la  Tabla  Redonda,  e 
pregunto  a  la  donzella  qual  de  aquellos  dos 
era  el  que  mato  a  Patrides,  y  ella  dixo: 
«Aquel  del  escudo  blanco  y  el  león  bermejo» . 
«Assi,  dixo  el,  ya  Dios  no  me  dexa  traer  co- 
rona si  lo  no  vengo.  Dios  queriendo,  ca  Pa- 
trides era  la  cosa  del  mundo  que  yo  mas 
amana»;  e  estonce  dio  bozes  a  Galuan,  di- 
ziendo:  «Cauallero,  guardavos  de  mi,  ca  vos 
desafio» .  E  quando  Galuan  oyó  que  lo  desa- 
fiaua,  dexose  yr  a  el,  e  fi riéronse  amos  tan 
de  rezios  golpes,  que  dieron  consigo  en  tiera 
con  los  cauallos,  e  las  langas  bolaron  en  pie- 
gas,  mas  erguieronse  luego  mnj  ayna,  ca 
amos  eran  de  coragon  e  de  muy  gran  fuerga, 
e  desi  metieron  mano  a  las  espadas,  e  co- 
mengaron  entre  si  muy  gran  batalla,  assi 
que  no  ha  honbre  que  los  viesse  que  no  los 
tuuiesse  a  ambos  por  buenos  caualleros,  e 
muy  ayna  podia  honbre  ver  qu"il  dellos  era 
mejor  cauallero,  si  no  fuera  ]ior  auentura 
que  traxo  por  ay  a  Estor  de  .Mares  llagado 
como  os  dixe,  que  el  cauallero  de  la  bestia 
lo  llagara;  e  quando  el  vio  qr.e  amos  los  ca- 
ualleros comengaron  tan  fuertemente  la  ba- 
talla, conoscio  luego  a  Galuan,  mas  no  co- 
noscio  al  rey  Yandemagus,  empero  porque 
lo  vio  atan  bueno  de  armas,  pensó  que  po- 
dría ser  de  la  Tabla  Redonda  el  que  se  con- 
batia  con  Galuan  por  su  desconocencia.  Es- 
tonces se  fue  para  ellos,  e  dixo  [a]  Galuan: 
«Señores,  dexad  esta  batalla  fasta  que  yo  fa- 
ble  con  este  cauallero  que  con  vos  se  comba- 
te» ;  y  el  dixo  que  lo  faria. 

Cap.  CXXI. — Coino  el  rey    Yandemagus  e 
Galuan  se  conocieron^  y  dexaron  la  justa. 

«Señor  cauallero,  dixo  Estor  al  rey  Yan- 
demagus, yo  vos  ruego  por  cortesía  que  me 
digades  quien  soys».  «Yo  vos  lo  diré,  dixo 
el,  yo  soy  el  rey  Yandemagus» .  E  quando 
Galuan  esto  oyó,  que  era  el  rey  Yandema- 
gus con  quien  se  conbatia,  fue  mucho  mara- 
uillado,  e  porque  sintió  que  el  aula  errado 
porque  el  matara  a  Patrides  su  sobrino,  fin- 
co los  ynojos  ante  el,  e  dixo:  «Ay  mi  señor, 
e  yo  me  tengo  por  vencido  desta  batalla, 
pues  vos  soys  el  ray  Yandemagus;  agora  fa- 
zed  de  mi  lo  que  quisierdes,  que  jamas,  si 
Dios  quisiere,  no  me  combatiré  con  vos». 
Estonce  tomo  la  espada  y  tendióla,  y  el  rey 
bien  vio  que  lo  no  hauía  vencido,  e  maraui- 
llose  de  lo  que  dezia,  e  por  saber  quien  era, 
fizóse  vn  poco  afuera,  e  dixo:  «Dezidme 
quien  soys».  Y  el  dixo:  «Señor,  yo  so  Gal- 
uan, sobrino  del  rey  Artur».  «Ay  Galuan, 
dixo  el  rey,  ¿en  verdad  soys  esse?»  «Si,  se- 
ñor» ,  dixo  el.  Y  el  rey,  que  vio  que  era  Gal- 


208 


LIBROS  DE  caballerías 


lian  tal  honbre  en  que  se  no  podía  vengar  a 
su  voluntad,  ouo  tan  gran  pesar,  que  niara- 
uilla  era;  e  tomo  su  espada,  y  echóla  lueñe.  e 
dixo:  ((Vos  me  auedes  muerto  y  escarnido, 
que  me  matastes  a  mi  sobrino  Patrides,  el 
honbre  del  mundo  que  yo  mas  amana;  si  yo 
puedo  o  si  guisasse  que  no  fuessedes  mi  her- 
mano de  la  Tabla  Redonda,  vengarme  ya, 
mas  no  lo  podria  hazer  que  no  perjurasse.  Y 
por  ende  me  (juiero  dexar  agora  deude,  e  seré 
rey  e  mas  leal  que  no  f  uestes  vos  contra  mi  so- 
brino, e  Dios  vos  dexe  ende  aiier  tal  galardón 
qual  vos  distes  a  el».  «Ay  señor,  merced, 
dixo  Galuan,  e  si  lo  supiera  no  lo  fiziera, 
mas  fizelo  por  desconocencia;  por  ende  no 
me  deueys  poner  culpa» .  «Xo  dezis  aj"  bien, 
dixo  el  rey,  ni  vos  escusades  como  deuiades, 
ante  fezistes  como  desleal  e  como  perjurado; 
ca  vos  lo  matastes  a  sabiendas  e  sabiendo 
quien  era».  «Señor,  no  lo  fiz»,  dixo  Graliian. 
«Dexemos  nos  ende,  dixo  el  rey,  ca  si  mal 
fezistes,  mal  galardón  vos  dará  ende  Dios» . 
Estonce  fue  tomar  su  espada  do  la  auia 
echada,  e  subió  en  su  cauallo,  e  Estor  vino  a 
el,  e  dixole:  «Señor,  por  Dios,  perdonad  a 
(raliian,  ca  por  desconocencia  os  erro»;  y  es- 
tonce llego  a  el  la  donzella,  e  dixo:  «Señor, 
¿e  quien  sodes  vos?»  «Yo  so  Estor  de  Mares» , 
dixo  el.  «Señor,  dixo  ella,  bien  seays  vos  ve- 
nido como  es  este  pleyto,  ansi  como  yo  se 
que  no  ha  cosa  en  el  mundo  por  que  lo  dexa- 
sedes  de  matar  por  vuestra  mano ,  ca  este 
es  el  mas  desleal  cauallero  que  nunca  oy  fa- 
blar,  según  que  yo  vi».  «Ay  donzella,  dixo 
Estor,  ¿que  es  esso  que  dezides?  'lue  como 
quier  que  otro  lo  culpase,  vos  lo  deuiades  sa- 
luar,  ca  bien  sabeys  vos  que  este  es  cauallero 
de  las  donzellas» .  «Este  es  el  cauallero  del 
diablo,  dixo  ella,  ca  este  no  es  cauallero  en 
que  Dios  a  parte».  Estonce  le  contó  como 
Yuan  de  Cinel  su  hermano  era  muerto  jior  su 
culpa,  que  lo  desamparara.  E  después  como 
matara  a  Patrides  porque  lo  quisiera  vengar. 
«Ay  señor,  dixo  Galuan,  por  Dios  no  crcays 
esta  donzella,  que  ante  qiieria  auer  la  cabe- 
9a  cortada  que  fazer  tales  cosas  quales  ella 
dize» .  «Señor,  dixo  Estor,  no  lo  creerla  por 
cosa  del  mundo  si  no  lo  viesse,  ca  si  verdad 
es,  no  deuia  ser  llamado  cauallero.  mas  des- 
leal e  traydor» .  Estonce  dixo  el  vej  Yande- 
demagus:  «Avnque  vos  pudiera  matar  Patri- 
des, no  vos  matara  por  nada,  maguer  que 
pudiesse  y  el  ouiesse  poder  de  lo  fazer,  ca  no 
querría  ser  desleal  por  cosa  que  en  el  mundo 
fuesse;  e  si  vos  la  deslealtad  fezistes  que 
esta  donzella  cuenta,  Dios  prendera  ende  la 
su  venganza».  Estonce  se  partió  dellos,  e  no 
quiso  fincar  por  ruego  que  Estor  le  fiziesss,  e 
al  partir,  dixo  la  donzella  a  Gal  van:   «Yos 


me  confondistes,  mas  nunca  jamas  seré  ale- 
gre fasta  que  aya  venganza  de  vos,  y  que 
vos  vea  morir  tan  crudamente  e  tan  mala 
como  Patrides  murió» ;  e  como  esto  dixo,  par- 
tióse dellos,  e  fuesse  para  elrey  Yandemagus. 

Cap.  CXXII. — De  como  los  conpañeros  fa- 
hlauan  de  Palomades,  y  llegaron  a  la  hennita. 

Los  otros  caualleros  entraron  en  su  cami- 
no: Galuan,  y  Estor,  e  Lain;  y  pregunto  Gal- 
uan a  Estor  si  fallara  al  cauallero  que  bus- 
caua  la  bestia  dessemejada,  y  el  dixo  que  si. 
«Y  pues  ¿como  os  partistes  anbos?»  Estonce 
le  contó  todo  como  auiniera,  «e  por  quanto 
yo  ende  vi,  dixo  Estor,  de  su  bondad,  yo  se 
verdaderamente  que  no  ha  en  toda  esta  de- 
manda, fueras  quatro  caualleros,  mejores 
que  el:  estos  son  Galaz,  e  Langarote,  e  Tris- 
tan  e  Boores.  E  por  ende  dexe  la  batalla,  ca 
veya.que  no  me  tenia  pro».  E  quando  Gal- 
uan esto  oyó,  santiguóse,  e  tunólo  por  gran 
marauilla;  assi  andando,  llegaron  a  hora  de 
bisperas  a  vna  yglesia  vieja  antigua,  e  no 
mora  lia  ay  honbre  ni  muger  a  su  semejanga. 
E  aquella  yglesia  estaña  en  medio  de  vn 
gran  llano,  e  muy  yermo,  e  fueronse  para 
alia  por  posar  ay,  ca  era  muy  lueñe  de  todos 
los  castillos  e  de  todas  las  villas,  y  querían 
estar  encubiertos  en  aquella  yglesia  por  qual 
tienpo  fiziesse.  E  quando  ellos  entraron  den- 
tro, quitaron  a  los  cauallos  los  frenos  e  las 
sillas,  e  dexaronlos  pascer,  y  después  entra- 
ron en  la  capilla,  y  desarmáronse,  folga- 
ron,  e  curaron  de  la  llaga  de  Layn,  que 
tenia  muy  mala;  y  el  cuerpo  de  la  yglesia 
era  asaz  grande,  mas  no  osauan  ni  podian 
ay  entrar  ningunos  que  ay  viniesen,  que 
eran  cerradas  con  buenas  redes  de  fierro;  y 
en  medio  de  la  yglesia  estaua  vn  monimen- 
to  assaz  grande;  y  Estor,  que  lo  vio  atan 
rico,  dixo:  «No  me  parece  que  pudiessemos 
entrar  dentro  si  no  quebrantassemos  la  red, 
mas  no  seria  cortesía  ni  buena  estanca,  ca 
hien  semeja  que  los  que  esto  aqiii  fizieron, 
no  quisieron  que  todo  hombre  que  aqui  vi- 
niesse  que  entrasse  dentro.  E  por  esto  seria 
bien  que  lo  dexemos» . 

Cap.  CXXIII. — Como  Layn  vio  la  dueña  de 
la  capilla  salir  del  monumento. 

Tanto  que  fue  noche,  adormeciéronse  am- 
bos, que  mucho  venian  cansados;  mas  Layn 
no  dormia,  con  cuyta  de  su  llaga,  ca  mucho 
era  maltrecho.  E  quando  fue  el  primer  sue- 
ño, auino  que  toda  la  capiUa  comento  a  tre- 
mer, atan  fuerte  como  si  todo  ouiesse  a  caer 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


200 


Y  estonce  vino  vn  gran  sonido  como  de  trne- 
no,  assi  <iue  Layn  no  dotmia;  e  quedo  todo 
atordido;  tras  esto  vino  vna  lunbre,  e  oj^e- 
ron  bozes,  «^ue  todos  dezian:  «Alcgria  e  ho/i- 
ra  e  gradas  dadas  al  señor  de  los  cielos» :  y 
en  sn  venida  ouo  en  la  capilla  tantos  de  bue- 
nos olores,  i¡ue  no  ha  honbre  ijuo  lo  [)udiess(> 
(•ontar.  E  quando  las  bozes  dixeron  assi  mu- 
chas vezes,  marauillose  Layn  que  cosa  podria 
ser:  e  assi  estando,  parescieron  quatro  honbres 
en  semejanca  de  angeles,  tan  hermosos  que 
era  marauilla,  e  vinieron  a  la  laude  del  mo- 
numento, e  tomáronla  a  los  quatro  cantos  y 
erguieronla  bien  vna  lauca  en  alto,  e  tuuieron- 
la  assi  vna  pie^a.  Y  después  que  esto  ouieron 
fecho,  dicio  sobre  el  altar  vn  honbre  que  se- 
mejaua  obispo,  y  estaña  en  vna  cátedra  muy 
rica;  e  después  decendio  de  sobre  el  altar,  e 
dixo,  en  guisa  que  Layn  lo  pudo  bien  enten- 
der: «Bien  andante  eres,  mnger,  que  auras  tu 
pan  cada  dia» .  Y  el  tenia  entre  sus  manos 
vna  ostia,  y  pues  esto  dixo,  salió  del  monu- 
mento onde  erguían  la  c'0ínpaiTS~Vna  muger 
toda  desnuda  e  vieja,  e  lío  cubrió  nada  fuera 
sus  cabellos,  que  eran  tan  luengos  que  le 
daña  por  tierra,  e  tan  blancos  como  la  nieue; 
e  fue  fincar  los  ynojos  ante  aquel  que  estaña 
como  obispo,  e  dixo:  «Señor,  dame  en  que 
l>iua  si  te  plaze» .  Y^  el  se  abaxo  luego,  e  diole 
la  ostia  que  tenia  en  las  manos,  e  dixole: 
«Yes  aqui  el  tu  saluador» .  Y  desque  lo  ouo 
rescebido,  besóle  el  pie,  e  fuesse  meter  en  su 
monimento,  e  la  campana  fue  luego  puesta 
sobre  ella,  e  juntóse  atan  bien,  que  diriades 
que  nunca  fue  de  ante  quitada;  estonce  que- 
daron las  bozes  de  cantar;  e  aquel  que  estaña 
en  la  cátedra  como  obispo,  que  vino  con  la 
gran  claridad,  fuesse  con  ella,  y  quedo  la  ca- 
lí illa  escura  como  antes  estaua. 

Cap.  CXXIV . — Como  Layn  y  Estor  guarcs- 
cieron  de  las  llagas  en  la  capilla. 

Desta  manera  auino  como  os  he  dicho; 
Layn,  que  todo  esto  vej^a,  fue  luego  guarido 
e  sano  de  todas  sus  llagas  e  de  todas  sus  fe- 
ridas,  y  estonce  entendió  que  aquellas  cosas 
eran  todas  espirituales,  e  gradesciolo  mucho 
al  Nuestro  Señor  Dios  el  l»ien  que  le  fiziera, 
que  le  dexara  aquellas  cosas  ver  e  ouiera 
merced  del  pjorque  assi  lo  guaresciera  por  tal 
virtud.  Estonce  despertó  a  los  otros,  y  ellos 
le  dixeron:  «Dezidme,  amigo,  ¿({ue  auedes?> 
«Yo  he.  dixo  el,  atan  gran  alegría  e  atan  gra)i 
plazer,  que  tamaño  nunca  pense  auer  en  todos 
los  mis  diasí> .  «Bendito  sea  Dios,  dixo  Estor, 
e  bien  sabed  que  como  a  vos  auino  famoso 
milagro,  assi  auino  a  mi  otrosi,  que  sabed 
que  yo  so  sano  de  la  llaga  que  me  fizo  el  ea* 

LIBROS   DE   CABALLERÍAS. — 14 


uallero  de  la  bestia  ladradora;  e  bien  se  ver- 
daderamente que  algún  sancto  cuerpo  yaze 
aqui ,  por  que  estos  milagros  vienen  assi» . 
«Verdad  es,  dixo  Layn;  e  si  vos  vierades  lo 
que  yo  vi,  vos  lo  tuuierades  por  la  mayor 
marauilla  del  mundo».  «Ay  Dios,  dixo  Gal- 
uan,  como  ay  aqui  fermosas  marauillas,  y 
verdaderamente  son  demostranf;a  de  Nuestro 
Señor,  e  las  grandes  marauillas  del  sancto 
llrial,  e  las  sanctas  poridades  de  sancta  ygle- 
sia».  «Cierto,  dixo  Estor  a  Galuan,  por  esto 
que  Dios  mostró  a  Layn,  deuemos  nos  enten- 
der que  yazemos  en  pecado  mortal,  y  que  nos 
(quiere  Dios  como  a  el,  e  mas  que  deue  ser 
cauallero  del  sancto  Grial» . 

Cav.  CXXY. —  Como  Galium  y  Estor  e  Layn 
se  partieron  de  en  rao. 

Mucho  fablaron  en  aquello  que  Layn  les 
dixera.  E  otro  dia  por  la  mañana  echáronse 
a  prezes,  e  fizieron  su  oración  que  Nuestro 
Señor  les  consejasse  assi  que  emendassen 
su  vida,  en  tal  guisa  que  pudiessen  ser  dere- 
chos caualleros  de  la  demanda  del  sancto 
Grial.  E  pues  que  cada  vno  estuuo  en  su  ora- 
ción quanto  le  cunplio,  fueron  tomar  sus  ar- 
mas, e  subieron  en  sus  cauallos,  y  entraron 
en  su  cainino,  e  a  hora  de  tercia  llegaron  a 
vna  cruz  do  se  partia  el  camino  en  tres  ca- 
rreras, e  dixo  Galuan:  «Agora  nos  conuiene 
que  nos  partamos,  pues  que  tres  carreras  fa- 
llamos partidas,  e  nos  somos  tres  caualleros» . 
Y  estonce  se  abracaron,  e  acomendáronse  a 
Dios,  e  partiéronse,  e  Galuan  se  fue  a  diestro, 
y  Estor  á  siniestro,  e  Layn  por  la  carrera  de 
medio;  e  no  anduuieron  mucho,  que  el  ca- 
mino por  do  yua  Estor  se  llego  al  de  Galuan, 
e  ouieronse  a  juntar,  e  dixo  Galuan:  «Ami- 
go, vos  seades  íjien  venido,  e  agora  no  quiere 
Nuestro  Señor  que  nos  partamos  de  en  vno, 
quando  tan  ayna  nos  ayuntamos» .  «Assi  me 
paresce» ,  dixo  Estor;  e  assi  f ablando,  andu- 
uieron todo  aquel  dia  sin  auentura  fallar  que 
de  contar  sea;  e  a  la  noche  llegaron  a  casa 
de  vn  infancon,  que  los  aluergo  porque  co- 
noscia  a  Estor,  y  ellos  le  preguntaron:  «Se- 
ñor, en  esta  tierra  ;ay  auentura  o  maraui- 
lla alguna  do  caualleros  se  vayan  prouar?» 
«Ciei-to.  asaz,  e  muchas  marauillas  auienen 
en  esta  tierra» .»  «¿Si?  ¿Do  auienen  las  mas?» 
dixo  Galuan.  «Cierto,  señor,  no  se,  dixo  el, 
mas  aqui  cerca,  en  vna  montaña,  ay  vna  ca- 
pilla ([ue  llaman  la  capilla  ¡¡eligrosa,  e  alli 
van  cauallercs  noche  e  dia,  e  mayormente 
los  de  la  Mesa  Redonda ;  e  sin  falla  nunca 
honbre  alia  fue  que  no  fallasse  auentura 
muy  marauillosa;  assi  que  se  torna  ferido  o 
maltrecho,   o  espantado».    «¿Do  fallaremos 


L'IO 


LIBROS  DE  caballerías 


nos  essa  ciipillaVv  dix'o  Ualuau.  <En  el  ca- 
mino que  va  contra  el  sol,  ay  la  fallarecles 
en  vna  hermita». 

Cap.  CXXYl.—Co7no  la  doncella  dixo  a  Gal- 
lan nuenas  de  su  hermano  Gariete. 

Otro  dia  por  la  mañana  despidiéronse  del 
huésped,  e  fueronse  contra  la  hermita  que  el 
eauallero  les  dixo,  e  llegaran  a.j  mucho 
ayna,  si  no  por  vna  donzella  que  hallaron, 
que  íes  dixo  nuenas  onde  se  no  agradaron 
ellos.  Y  esta  donzella  halláronla  ellos  a  la 
entrada  de  vn  gran  canpo,  e  yua  con  ella 
vn  escudero.  E  quando  Galuan  la  vio,  sainó- 
la luego,  y  ella  a  el.  «Donzella,  dixo  Gral- 
uan,  ¿saberme  vades  dezir  nuenas  de  algún 
cauallero  de  la  Tabla  Redonda?»  «Xo,  dixo 
ella,  saluo  que  vi  anoche  vencer  a  vno,  y  era 
muy  buen  cauallero  de  armas,  e  de  gran 
nonbradia,  e  llamauanle  Grariete» .  «Ay  Dios, 
dixo  Galuan.  ¡como  ay  aqui  fuertes  nueuas!» 
E  con  gran  i)esar  saliéronle  las  lagrimas,  y 
Estor  otrosi  mostró  que  le  pesaua ;  e  dixo 
Galuan  a  la  donzella:  «¿Tistes  vos  la  bata- 
lla?» «Si»,  dixo  eUa.  «¿E  como  fue  partida?» 
dixo  el.  «Pardios,  dixo  ella,  Gariete  finco  en 
el  canpo  niuy  mal  llagado,  assi  ijue  luego 
cuydo  ser  muerto;  mas  nunca  vi  cosa  onde 
tanto  me  marauillase  como  de  aquella  ba- 
talla ,  ca  sin  falta  vi  que  tres  vegadas  tuuo 
Gariete  el  pleyto  por  vencer  contra  el  otro 
cauallero,  ca  se  partió  de  la  batalla  tan  mal 
llagado,  que  si  lo  viesedes,  diriades  que  de- 
nla luego  morir,  e  tornaua  a  poco  tan  sano 
e  tan  guarido  como  si  nunca  tuuiesse  llaga 
ninguna,  e  assi  vino  a  la  batalla  por  tres  ve- 
zes,  e  cada  vez  sano  de  las  llagas  que  Garie- 
te le  fazia,  e  por  esto  sufrió  tanto,  que  a  la 
lin  fue  vencido  Gariete,  asi  que  bien  cuydo 
ques  ya  muerto,  ca  el  sufrió  y  enduro  mas 
que  ningún  honbre  podria  endurar».  «Ay 
Dios,  dixo  Galuan,  ¿quien  fue  aquel  caualle- 
ro que  me  ñzo  esta  ])erdida?»  «  Si  me  ayude 
Dios,  no  se,  dixo  ella,  fueras  que  traya  dos 
vandas  bermejas  en  el  escudo  atraueso.  el 
canpo  del  escudo  era  verde».  «Do  fue  esta 
batalla?»  dixo  Galuan.  «A  la  entrada  de  la 
floresta  de  la  sierpe,  derechamente  ante  el 
castillo  del  gigante».  «Ay  Don  Galuan,  dixo 
Estor,  no  vos  aquexeys,  que  jamas  no  aure 
alegría  fasta  que  sepa  este  pleyto  a  que  se 
puede  dar».  «Ay  Estor,  dixo  Galuan,  muer- 
to y  escarnido  me  ha  el  que  tal  hermano  me 
mato;  ca  este  era  el  mejor  cauallero  de  todo 
mi  linaje» .  Estonce  se  partieron  de  la  don- 
zella con  muy  gran  pesar,  c  fueronse  contra 
do  entendían  que  mas  ayna  fallarían  a  Garie- 
te; mas  no  anduuieron  mucho  que  erraron 


el  camino,  e  anduuieron  de  vna  parte  e  de 
otra  como  la  ventura  los  guiaua. 

Mas  agora  dexa  el  cuento  de  tablar  dellos, 
e  fabla  de  Galuan. 


Cap.  CXXVII. — De  como  finco  Galuan  en  la 
ennita  por  guarecer  de  -sus  llagas  (*;. 

Agora  dize  el  cuento  que  tres  dias  estu- 
uieronenla  hermita  Galuan,  e  Gariete,  eMe- 
rengis,  do  auian  soterrado  al  rey  Vandema- 
gus.  E  al  quarto  dia  salieron  dende  Erec  e 
Merengis,  e  Galuan  finco  ay  por  guarecer  de 
las  llagas,  e  los  otros  dos  anduuieron  dos  dias 
sin  fallar  auentura  que  de  contar  sea,  e  al 
tercer  dia  les  auino  que  fallaron  vna  don- 
zella que  venia  en  vn  palafrén  blanco,  e  quan- 
do llego  a  ellos,  saludos,  y  ellos  a  ella.  «Se- 
ñores, dixo  ella,  saberme  yades  dezir  nue- 
uas de  vn  cauallero  de  Tabla  Redonda  que 
ando  buscando  gran  tienpo  ha?»  «Dezidnos 
como  ha  nonbre,  dixeron  ellos,  e  por  auen- 
tura dezirvos  hemos  algunas  nueuas» .  «Seño- 
res, dixo  ella,  el  a  nonbre  Erec  el  que  no 
miente».  E  dixeron  ellos:  «¿Por  (jue  lo  bus- 
cades  vos?»  Dixo  ella:  «Porque  me  es  tenudo 
de  me  dar  vn  don  qual  yo  le  demandare,  e 
querría  que  me  lo  diesse» .  Y  el  cato  la  don- 
zella, e  quando  la  vio ,  conosciola  que  aque- 
lla era  la  que  lo  leuara  a  la  ysla  del  herma- 
na de  Personal,  e  porque  lo  guiara  alia,  pro- 
metióle el  primer  don  que  le  demandasse. 
Estonce  no  se  pudo  encobrir  contra  ella,  ca 
tenia  que  errarla,  e  dixo:  «Donzella,  yo  so 
esse  que  vos  demandades».  «Bien,  dixo  ella, 
e  si  vos  plaz  quitadvos  el  yelmo  e  vervos 
he,  que  en  otra  guisa  no  vos  diré  nada  de  lo 
que  quiero» .  Y  el  quito  luego  el  yelmo ,  y 
ella  lo  conoscio,  e  dixole:  «Señor,  vos  sea- 
des  bien  venido,  que  mucho. vos  he  busca- 
do, e  gracias  a  Dios  porque  vos  he  hallado; 
e  agora,  Erec,  yd  comigo,  que  mucho  he  me- 
nester vuestra  ayuda».  Y  el  ge  lo  otorgo.  E 
tornóse  la  donzella  con  Erec,  e  fueronse  por 
vna  carrera  que  atrauesaua  el  camino  por 
do  ante  venían,  e  dixo  Merengis:  «Ay,  señor 
Erec,  ruegovos  que,  por  Dios,  que  so  aun  ca- 
uallero nouel,  e  so  aun  de  pequeña  nonbra- 
dia, que  me  dexedes  yr  con  vos  fasta  que 
vea  en  que  se  nos  porna  su  conpaña  desta 
donzella,  quel  coraron  me  dize  que  vos 
verna  ende  alfrun  mal».  «No  lo  fare»,  dixo 


(')  Aquí  se  c^ha  ile  ver  Im  siiprosiíni  de  alguno  ó 
algunort  capítulos,  que  explicasen  el  encuentro  de 
(jalbíín  Clin  Gariete  y  Merengis,  y  las  heridas  del  pri- 
mero. Se  ve  que  el  traductor  cspariol  omitía  buena 
parte  del  original  que  tenía  á  la  vista,  sin  cuidarse  de 
explicar  los  sucesos  intermedios. 


á 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


211 


Erec;  e  clixo  Merengis:  «Yo  vos  ruego  que 
me  dexedes  yr  con  vos» ;  y  el  ge  lo  otorgo 
luego. 

Caí.  CXXVIIÍ. —  Como  la  donxella  lleno  a 
Erce  e  Merengis  al  castillo,  e  le  ])iflio  vn 
don. 

Estonce  tomaron  su  camino  todos  tres,  e  la 
donzella  dixo  a  Erec  ante  Merengis:  «Erec, 
vos  soys  temido  de  me  dar  vn  don  qual  yo 
vos  demandare» .  «Verdad  es» ,  dixo  el:  «¿E 
mentirme  hedes  por  cosa  que  vos  auenga?» 
«No,  dixo  el,  si  Dios  me  ayude,  que  ante 
quería  ser  muerto».  «No  quiero  yo  mas», 
dixo  ella.  «E  vos,  señor  cauallero,  dixo  a 
Merengis,  e  vos,  ¿como  auedes  nonbre?»  Y  el 
se  nonbro,  y  ella  dixo:  «Señor,  vos  seades 
bien  venido,  e  plazeme  porque  estuuistes  a 
este  pleyto,  que  si  por  auentura  ay  algo  fue- 
re, serme  eys  testigo» ,  «No  cuy  do  que  os 
false,  si  Dios  me  ayude,  dixo  Merengis,  que 
se  yo  tanto  del  que  es  vcmj  buen  cauallero  e 
verdadero,  e  no  vos  mentira  en  cosa» .  «No  se, 
dixo  ella,  mas  ayna  lo  podeys  ver»;  e  assi 
anduuieron  todo  aquel  dia  fablando  en  esto, 
e  Erec  todavía  se  temía  de  su  promessa,  mas 
mucho  se  marauillaua  que  cosa  seria  lo  que 
le  quería  demandar. 

Cap.   CXXIX. — Como  la  donzella  y  Erec  e 
Merengis  llegaron  al  castillo. 

Quando  quería  anochecer,  llegaron  a  un 
castillo  muy  hermoso  e  muy  rico,  que  estaña 
sobre  vna  gran  ribera  que  llamauan  Colisa, 
y  el  castillo  auia  nonbre  Celis,  ]Jorque  esta- 
ña sobre  Cesa,  e  aquella  noche  durmieron 
fuera  del  castillo.  E  otro  dia  de  mañana, 
quando  el  alna  quería  quebrar,  llegaron  al 
castillo,  e  la  donzella  dixo  a  Erec:  «¿No  co- 
nocedes  vos  este  castillo?»  X  Erec  cato  el 
castillo,  e  dixo:  «Conofco  que  deste  castillo 
fue  señor  mi  padre  el  rey  Lac,  e  aquí  le  ma- 
taron a  gran  traycion,  e  mío  deue  ser  este 
castillo,  e  aun  son  los  traydores  que  lo  ma- 
taron; e  pues  que  aquí  me  truxo  la  ventura, 
jamas  no  ^Dartire  de  aquí  fasta  que  lo  ven- 
gue; o  ellos  me  mataran,  o  yo  a  ellos» .  Es- 
tonce se  santiguo,  e  dio  consigo  dentro  en  el 
castillo,  e  quando  fue  dentro,  dixo  la  donze- 
lla: «Yo  vos  demando  el  don  que  me  auedes 
de  dar,  e  pidovos  la  cabe9a  de  vna  donzella 
que  en  este  castillo  esta,  que  os  yo  mostrare, 
e  luego  que  me  la  deys  seredes  quito  del 
pleyto  que  entre  vos  e  mi  es» .  Estonce  dixo 
Erec  a  la  donzella:  «Por  Dios,  pedid  al,  que 
no  meteré  mano  en  dueña  ni  en  donzella;  ca 
no  es  costunbre,  ni  sera,  si  íjíos  quisiere;  ca 


esto  seria  la  mayor  villanía  que  nunca  caua- 
llero fizo».  «Conuiene  que  lo  fagades,  pues 
me  lo  prometistes» .  «Pésame,  dixo  el,  mas 
sí  conuiene  a  fazer,  fazerlo  he». 

Cap.  CXXX. — Como  la  dow^ella  y  Erec  e 
Merengis  entraron  dentro  en  el  castillo 

Hablando  ellos  assi,  llegaron  a  vna  puerta 
del  alca9ar  ,  e  quando  llegaron  fallauonla 
abierta,  que  los  de  dentro  avn  no  comían, 
ante  andauan  fablando  por  vn  prado  que  auia 
en  derredor  de  la  torre;  mas  pues  que  este 
libro  no  díze  como  el  rey  Lac  fue  muerto  de 
comien90,  mostrarvoslo  hemos  lo  mas  lige- 
ramente que  f)odamos,  assi  como  la  verdade- 
dadera  hystoria  lo  cuenta.  Es  verdad  que  el 
rey  Lac  e  Dirac  fueron  hermanos  de  j)adre  y 
de  madre,  e  fueron  naturales  de  Grecia,  e 
fueron  hijos  del  rey  Ganan  de  Sanad;  y  el 
rey  Cañan  no  fue  de  linaje  de  reyes,  mas  de 
pobres  caualleros,  pero  tanto  fizo  por  su 
proeza,  que  fue  rey  de  muy  gran  tierra  e 
muy  rica,  [el]  qual  auia  muchas  gentes  que 
lo  querían  mal,  mas  no  ge  lo  osauan  mostrar, 
y  pensauan  como  le  darían  la  muerte,  mas  no 
podían,  que  se  guardaua  muy  bien  d.ellos,  y 
después  aniño  que  adolescío  a  la  entrada  del 
inuierno,  e  vn  día  estaña  envn  prado,  e  pidió 
a  beuer  a  algunos  de  su  casa  que  eran  mas 
priuados  y  que  encubiertamente  lo  querían 
mal;  aparejaron  poncoña,  que  le  dieron  a 
beuer,  pero  no  fueron  tan  osados  que  ge  la 
diessen  ellos,  mas  enbiarongela  con  Dirac 
su  fijo,  y  auia  estonce  .X.  años,  e  díxeronle: 
«El  rey  esta  muerto  de  sed,  toma  este  vino  e 
líeuagelo,  e  dagelo,  que  le  sera  sano,  que  es 
con  muchas  especias  e  serle  ha  prouechoso 
en  su  enfermedad» . 


Cap.  CXXXI. — Como  el  rey  beuio  la  pongo- 
ña  e  luego  fxie  muerto. 

Pues  el  niño,  que  no  se  guardaua  de  aque- 
lla traycion  de  aquel  beuedízo,  fizo  lo  que  le 
mandaron,  y  leuolo  a  su  padre,  e  tantj  que 
lo  beuio  fue  luego  muerto;  assi  como  vos  digo 
que  los  honbres  no  amanan  al  padre,  dixeron 
entre  si:  «Si  estos  niños  binen  e  fueren 
honbres,  querrán  vengar  la  muerte  de  su  pa- 
dre, e  puédenos  ende  venir  mal;  mas  faga- 
mos vna  cosa;  matémoslos  como  matamos  a 
su  padre,  e  assi  no  nos  vendrá  ende  mal»;  e 
a  esto  se  acordaron  todos  los  ricos  honbres; 
e  fizieranlo  assi  si  no  fnei*a  por  vn  su  amo  de 
los  mogos,  que  era  lionbre  bueno  y  leal,  que 
los  tomo  a  la  noche  con  gran  auer,  e  fuyo 
con  ellos  al  mar,  y  entro  en  vna  ñaue  tan  es- 


1^2 


LIBROS  DE  caballerías 


condidameiite.  que  ninguno  lo  supo,  y  el 
viento  ouieron  muy  Ijueno,  e  guiólos  Dios 
assi,  que  aportaron  en  la  gran  Bretaña. 

Cap.  CXXXII. — Como  el  rey  Artiir  tomo  eit 
.su  encoinienda  los  dos  fijos  del  rey  Ganan. 

El  rey  Artur.  que  estonce  era  niño  e  co- 
niengaua  a  reynar  nueuamente,  andana  a 
ca^a  aquel  dia  cerca  de  la  mar,  e  fallo  la 
barca  que  estonce  aportaua  alli,  e  quando 
vio  a  los  niños  que  eran  tan  fermosos,  pin- 
góle mnclio  con  ellos,  ca  le  semejaron  de 
gran  lugar,  e  pregunto  por  su  fazienda.  y  el 
honbre  bueno  que  los  traya  ge  lo  contó  todo, 
e  quando  el  rey  oyó  atal  traj^cion,  pesóle  de 
coracon,  e  tomo  a  los  mocos  e  mandólos  traer, 
e  quando  fueron  grandes,  fizólos  caualleros; 
dioles  tierra  e  después  fizólos  ricos  anbos  a 
dos,  e  ouieron  por  mugeres  dos  hermanas  del 
rey  Pelles;  e  la  muger  del  rey  Dirac  ouo  tres 
fijos  e  vna  fija,  e  quando  fueron  grandes  ca- 
ualleros ouieron  enbidia  de  su  tio  el  rey 
Lac,  porque  era  de  mayor  nonbradia  e  de 
mayor  bondad  que  su  padre,  e  por  esto  les 
crescio  gran  desamor. 

Cap.  CXXXTII.—  Como  los  fijos  del  rey  Di- 
rac (*)  mataron  al  rey  su  tio. 

\n  dia  auino  que  ([uando  Erec  era  caua- 
llero  e  desto  no  sabia  nada,  que  se  partió  de 
su  padre  por  yr  a  la  corte  del  rey  Artur,  e 
ftie  assi  quel  rey  Lac  fue  a  ver  su  lierinano 
al  castillo  que  vos  dixe,  e  los  fijos  del  rey 
üirac,  que  a  su  tio  desamauan,  salieron  con- 
tra el  e  matáronlo,  y  el  rey  Dirac,  que  vio  a 
su  hermano  muerto,  ouo  ende  gran  pesar, 
mas  no  tan  grande  (planto  deuiera ,  e  todos 
los  ricos  onbres  de  la  Grran  Bretaña  lo  tu- 
uieron  por  gran  deslealtad ;  e  vn  poco  ante 
que  la  demanda  del  sancto  Grial  fuesse  co- 
menf;ada,  prendieron  a  la  hermana  de  Erec, 
fija  del  rey  Lac,  y  era  vna  de  las  fermosas 
mugeres  del  mundo,  y  prendiéronla  porque 
bien  cuy  darán  que  si  Erec  ay  viniesse,  que 
lo  sabria,  e  que  si  ay  viniesse,  que  lo  matas- 
sen,  e  assi  anrian  la  tierra  del  rey  Jjac  su 
padre. 

Cap.  CXXXIV.  —  Como  Ercr  c  Merenyis  ma- 
taron a  los  hijos  del  rey  Dirar . 

Assi  como  vos  digo  murió  el  rey  Lac,  e  su 
fija  presa:  y  Erec,  que  bien  auia  oydo  fablar 
de  la  muerte  de  su  padre ,  andana  todavía 
por  vengarle ,  mas  tanto  plazia  con  el  a  la 

(')  El  textu:  Lac. 


conpaña  del  rey  Artur,  ijue  no  podia  conten- 
der sino  en  caualleria,  mas  no  sabia  como  su 
hermana  era  presa,  e  ya  os  dixe  como  la 
donzella  que  le  demando  el  don  a  Erec  le 
metió  en  la  cárcel;  y  Erec  vio  que  Merengis 
le  queria  fazer  conpaña ,  dixo  a  Merengis: 
«Señor,  aqui  a  gran  gente ,  que  muy  ayna 
podran  fazer  gran  mal  a  mejores  caualleros 
que  a  nos,  e  yo  nunca  fize  por  vos  por  qiie 
deuades  entrar  en  peligro  de  muerte  por  mi ; 
1)01  ende  querría,  si  os  pluguiesse,   que  os 
tornasedes,  ca  .si  vos  aqui  muriessedes,  se- 
ria muy  gran  daño,  e  yo  no  ganarla  nada» . 
«Si  Dios  me  aj^ude,  dixo  Merengis,  no  es 
nada  esso  que  dezis,  que  si  Dios  me  vala,  yo 
querría  ante  aqui   morir   con   vos  que   yr 
sano  e  yr  sin  vos» .  « Pues  agora  sea  Dios  en 
nuestra  ayuda» .  Estonce  pregunto  Erec  a  la 
donzella:  «¿Cuydays  vos  que  son  aqui  los  fijos 
del  rey  Dirac?»  «Si,  sin  falta,  dixo  ella,  e  yo 
vos  los  mostrare  muy  ayna» .  «j  Ay  Dios,  dixo 
Erec,  bendito  seas!»  E  tanto  que  llegaron  al 
palacio,  descaualgaron,  que  no  pudieron  alia 
subir  caualgando;  e  tanto  que  fueron  dentro, 
dixo  ella  a  bozes:  «Señores,  salid  acá,  y  ve- 
reys  vuestro  enemigo  Erec,  el  fijo  del  rey  Lac, 
que  os  traygo» .  En  el  palacio  auia  muy  gran 
lunbre,  assi  como  si  fuesse  de  dia,  y  desque 
la  donzella  dio  bozes,  no  tardo  mucho  quel 
palacio  se  hincho  de  gente  y  de  caualleros, 
mas  no  auia  y  ninguno  que  truxesse  armas; 
e  los  tres  hermanos,  que  eran  fijos  del  rey 
Dirac,  quando  vieron  a  Erec  armado,  no  lo 
conocieron,  mas  la  donzella  dio  bozes  otra 
vez,  e  dixo:  «Yeys  aqui  el  que  mucho  auedes 
demandado,  e  aqui  vereys  vuestro  enemigo, 
e  veré  lo  que  y  faredes» ;  y  ellos  que  vieron  a 
Erec  que  estaña  armado,  e  conpañero  Meren- 
gis, fueron  espantados,  ca  ellos  no  tenian  ar- 
mas. Y  estañan  ante  Erec,  que  estaña  armado, 
y  era  su  enemigo,  y  era  muy  buen  cauallero 
de  armas. Y  el,  que  los  desamaua  mortalmen- 
te,  puso  mano  a  su  espada,  e  dixo:  «Traydo- 
res,  ¿por  que  matastes  a  vuestro  tio  como  ma- 
los e  aleuosos? Esta  noche  vos  llegara  la  hora, 
que  aureys  mal  galardón» .  Y  estonce  al^o  el 
espada,  e  hirió  al  ma.yor  de  los  hermanos  tan 
rezio,  (jue  lo  fendio  todo  fasta  en  la  cinta.  Y 
Merengis  dio  tal  cucliillada  al  otro  hermano, 
fjue  lo  corto  todo  e  dio  con  el  muerto  en  tierra . 
Quando  el  tercero  esto  vio,  quiso  fu_yr,  mas 
Merengis  lo  alcance,  e  diole  otro  tal  golpe 
como  a  su  licrmano,  e  cayo  con  los  otros.  Es- 
tonce se  leñante  muchas  bozes  e  la  buelta 
muy  grande  por  el  palacio,  mas  los  dos  con- 
pañeros, que  eran  muy  fuertes,  no  quisieron 
que  se  fuessen  en  saino,  e  firieron  e  mataron 
de  vna  parte  y  de  otra  quantos  quisieron,  e 
muclios  dellos,  con  el  miedo  de  la  muerte,  se 


eoliauan  por  las  finiestras.  K  fizieroii  tanto 
en  poca  de  hora,  que  entre  muertos  j  heri- 
dos fueron  mas  de  quaronta,  e  tanto  fueron 
seguidos,  que  no  quedo  en  el  palacio  sino 
ellos  anbos  que  quedaron  sanos^e  alegres,  e 
la  donzella  con  ellos. 

Cap.  CXXXV.  — Con/o  Erec  e  Mereng>.s  se 
conhaüeroii  con  los  drl  fasHIlo. 

Asi  que  el  ruydo  fue  muy  grande  por  el  pa- 
lacio; los  vnos  dezian:  «¡Armas!»  e  los  otros 
valia,  y  dexaronse  yr  a  ellos  para  conba- 
tirse  con  ellos  que  tanto  mal  les  auian  fecho; 
e  quando  oyeron  que  aquel  era  Erec,  fijo  del 
rey  Lac,  y  que  auia  derecho  de  ser  su  señor, 
perdieron  el  mal  talante,  e  hizieronse  afuera, 
e  los  que  eran  mas  sesudos,  comencaron  a 
dezir  a  las  gentes:  «Señores ,  ¿que  queredes 
fazer?  que  sabed  que  Dios  nos  faze  gran  mi- 
lagro, e  nos  embio  la  mas  íermosa  auentura 
que  nunca  enbio  a  honbres;  nuestro  señor 
natural,  el  que  por  proeza  nos  libra  de  ser- 
uidunbre  en  que  veníamos  y  en  que  nos  te- 
nían por  fuer9a;  e  de  oy  mas  no  auemos  que 
tardar;  vamos  a  Erec,  e  pidámosle  merced, 
e  fagámoslo  señor  de  nos  e  del  castillo  y  de 
toda  esta  tierra,  e  tornársenos  ha  en  honra, 
e  seremos  tenidos  por  leales» . 

Cap,  CXXXVI. — Como  los  del  castillo  reci- 
bieron a  Erec  por  señor. 

En  esto  se  acordaron  todos  los  del  castillo, 
y  amblaron  al  palacio  al  vno  de  los  suyos,  al 
que  vieron  que  lo  mejor  recadaría  e  que  era 
mejor  razonado.  E  aquel  fizo  tanto  en  poca 
de  ora,  que  fablo  con  Erec  e  con  Merengis, 
assi  que  la  paz  fue  fecha.  Y  Erec  pingóle  con 
este  pleytesia,  e  rescibieronlo  por  señor,  y  el 
a  ellos  por  vassallos ,  e  después  fueron  sacar 
los  muertos  del  palacio,  e  fizólos  Merengis 
echar  fuera  del  muro  en  la  carcaua,  e  ca  dixo 
que  traydores  no  auian  de  ser  soterrados  ni 
auer  honrra;  e  después  desto  fue  el  alegría 
tan  grande  entre  ellos,  que  era  gran  maraui- 
11a;  e  los  honbres  buenos ,  quando  conoscie- 
ron  a  Erec,  llorauan  con  el  de  gran  piadad, 
e  dezian:  «¡Bendicto  sea  Dios  que  vos  aqui 
traxo!  que  mayor  plazer  ni  mayor  alegría 
no  nos  podría  venir» .  Estonce  fizieron  venir 
ante  el  a  su  hermana  que  los  traydores  tenían 
presa.  E  a  la  ora  que  ella  vio  a  su  hermano 
e  lo  conoció,  ouo  muy  gran  plazer,  e  muy 
gran  alegría  en  su  coracon.  Assi  que  no  ha 
honbre  que  lo  pudíesse  contar.  E  fazia  muy 
gran  derecho,  que  lo  amaua  mas  que  a  cosa 
del  mundo.  Y  el  bendixo  al  Dios  que  allí  lo 
truxera  por  ver  a  su  hermana. 


LA  DEMANDA   DEL  RANCTO  GRLVL  213 

Cap.  CXXXVIL — Be  como  la  donxella  mala 


demanda   a   Erec   la   cahega   de   su   Iter- 
mann  (*). 

E  fizieron  gran  alegría  todos  en  vno  aque- 
lla noche,  e  fizieron  vn  lecho  a  Erec,  el  mas 
rico  que  pudieron  auer,  e  a  Merengis  otro 
cerca  del,  e  desque  Erec  so  adormeció,  soñó 
vn  sueño  muy  marauilloso,  e  yo  vos  diré 
(pial.  Semejóle  questaua  en  vn  llano  yer- 
mo, en  que  no  auia  yerua,  ni  árbol,  ni  fruto, 
ni  nada  por  que  honbre  jmdiese  beuír,  e 
seyendo  en  aquel  llano  muy  espantado,  vio 
venir  contra  sí  vna  loba,  t^ue  traya  vna  cor- 
dera en  la  boca  e  dezía:  «¡O  Erec!  mata  esta 
cordera,  que  a  íazer  te  conuiene» .  Y  el  ma- 
tauala,  mas  mucho  a  su  pesar,  e  partióse  lue- 
go dende  la  loba,  e  después,  a  poca  de  pieya, 
venía  para  el  vn  lobo  que  lo  acometía  fiera- 
mente, e  hazialo  mas  de  cíen  picoas,  e  dexa- 
ualo  muerto. 

Cap.  CXXXVIII. — Como  los  del  castillo  ro- 
gauaii  a  Merengis  (pie  rogasse  a  Erec  por 
su  hermana. 

Pues,  como  vos  digo  fue  el  sueño  rpie 
Erec  soñó  aquella  noche,  e  ouo  ende  muy 
gran  espanto,  e  del  espanto  despertó,  e  san- 
tiguóse muchas  vezes,  e  fizo  su  oración  a 
Sancta  María  e  a  todos  los  sanctos,  que  le 
guardassen  de  mala  andanca  e  de  mala  ven- 
tura. E  assi  estuuo  toda  aquella  noche  pen- 
sando después  que  despertó,  que  nunca  mas 
dormío,  e  quando  fue  el  día  leuantose  el  e 
Merengis,  e  fueron  oyr  missa  de  Sancto  Spi- 
ritu,  e  después  que  vinieron  de  missa,  posá- 
ronse a  comer,  y  estando  comiendo  a  gran 
Ijlazer,  e  la  donzella  hermana  de  Erec  era 
muy  fermosa,  e  estando  cabo  su  hermano 
Erec,  la  mala  donzella  qne  con  ellos  entro 
dentro  en  el  castillo,  quando  vio  la  donzella 
estar  cerca  de  Erec,  fuesse  a  el,  e  dixole: 
«A^os  me  aiieys  de  dar  qual  don  demandare. 
E  quiero  que  lo  sepan  todos  quantos  arpii  es- 
tan».  «Verdad  es,  dixo  el,  no  vos  mentiré». 
«E,  dixo  ella,  pues  atendere  fasta  que  sea 
tienpo  e  sazón  para  lo  demandar,  e  bien 
quiero  ( ¡[ue  atendays  quanto  vos  pluguiere» . 
«E  si  vos  mintiere  de  lo  que  vos  prometí, 
quiero  que  me  reuteys  por  ello» .  E  assi  lo 
fizo  Erec,  e  fallóse  después  mal,  que  mas 
quisiera  ser  muerto  que  prometerlo.  Y  des- 
que las  mesas  fueron  aleadas,  fue  la  mala 
donzella  ante  Erec,  e  dixole:  «Gauallero,  yo 
te  demando  la  cabega  desta  donzella  que  esta 

(•)  No  corresponde  este  epígrafe  al  contenido  del 
capítulo  cxxxvii,  sino  al  del  siguiente. 


214 


LIBROS  DE  caballerías 


cerca  de  ti» .  T  quando  el  esto  oyó,  fue  tan 
espantado,  que  le  fallescio  el  coracon,  e  dixo: 
«Ay  donzella,  por  Dios,  merced,  e  aiied  pie- 
dad della  e  de  mi ,  e  no  querays  que  yo  a  mi 
hermana  mate;  y  demás  tan  l'ermosa  donze- 
lla como  es;  e  si  no  lo  fazeys  por  mi,  fazeldo 
por  Dios,  e  aued  merced  della  porque  es  tan 
fermosa  donzella» .  «De  su  bondad  e  fermo- 
sura,  dixo  ella,  no  me  da  nada,  que  esta  es 
la  cosa  del  mundo  que  yo  mas  mal  quiero; 
por  esto  quiero  que  me  tenga  des  lo  que  me 
prometistes» . 

Cap,  CXXXTX.  —  Como  Erec  rogaua  a  la 
mala  donzella  por  su  hermana. 

Erec,  quando  esto  oyó,  leuantose  de  tan 
alto  como  estaua,  e  dexose  caer  en  tierra  a 
pies  de  la  donzella,  e  dixole  llorando:  «Ay 
buena  donzella,  aued  merced  de  mi  herma- 
na e  yo  me  tornare  vuestro  vassallo  e  vues- 
tro sieruo.  e  quantos  aqui  están  e  de  mi  tie- 
nen tierra,  e  dexalda,  que  si  assi  muere,  la 
perdida  sera  mia,  e  yo  seré  escarnido,  e  vos, 
amiga,  no  ganades  nada» ;  e  bien  assi  dezian 
quantos  en  el  palacio  estañan,  e  llorauan,  e 
dauan  bozes,  e  dezian:  «¡Ay,  señora,  mer- 
ced!»; y  desta  guisa  fazian  su  ruego,  assi 
que  no  ay  honbre  que  lo  viesse  que  no 
ouiesse  piedad  dellos,  e  dezian  con  lloros: 
«Merced,  donzella  buena,  por  Dios  no  que- 
rays que  muera  tan  fermosa  donzella  como 
esta».  Mas  aquella  falsa,  en  cuyo  coraron  no 
entraña  piedad,  quando  vio  que  le  rogauan 
mucho,  fue  mas  braua,  e  dixo:  «Todo  esto  no 
vos  vale  nada,  que  no  fare  nada  por' vuestro 
ruego,  e  yo  vos  rentare  si  no  me  days  la  ca- 
ber-a desta  donzella,  ca  me  lo  prometistes». 
E  quando  Erec  vidc  que  no  podia  fazer  al 
con  la  donzella,  dixole  llorando:  «Ay  donze- 
lla traydora  e  aleuosa,  tan  en  mal  punto  esta 
promesa  vos  prometí,  que  yo  seré  por  ende 
escarnido  tanto  como  fuere  cauallero,  y  tu 
no  ganaras  ay  nada,  e  morirás  avn  por  ende 
muerte  mala» .  «No  vos  cal  ay,  dixo  ella, 
mas  fazed  lo  que  aueys  de  fazer,  que  de  aqui 
no  me  partiré  hasta  que  me  tengades  lo  que 
me  prometistes» . 

C.\p.  CXL. —  Co7no  la  donzella  rogatta  a  su. 
hermano  que  no  la  quisiesse  matar. 

Estonce  se  leuanto  con  gran  pesar,  que 
mas  quisiera  ser  muerto,  e  dixo  a  su  herma- 
na: «¡Ay  fermosa  criatura!  ¿que  fare  de  vos 
que  no  puede  al  fazer  que  no  vos  mate?  y 
¡maldita  sea  la  ventura  que  aqui  me  traxo  a 
mi  pesar  y  a  mi  muerte!;  y  do  yo  pensaua 
auer  bien  e  honrra!»  E  quando  la  donzella 


esto  oyó,  no  fue  pequeño  el  miedo  que  vno, 
que  dudaua  su  muerte,  e  dexose  caer  a  sus 
pies,  e  dixole  llorando:  «Ay  Erec,  mi  her- 
mano de  padre  y  de  madre,  nunca  yo  te 
mereci  por  que  me  matasses;  e  matasme  sin 
razón  e  menbrarte  deuia  el  deuda  que  entre 
ti  e  mi  ay.  E  si  me  matas,  faras  el  mayor 
pecado  e  villanía  que  nunca  hizo  cauallero; 
e  deueslo  dexar,  porque  soy  tu  hermana  e 
donzella;  e  tal  cauallero  como  tu  no  deue 
meter  mano  en  donzella  por  cosa  que  le  ven- 
ga»; e  los  del  palacio  dixeron  todos  a  vna 
boz:  «Ay,  señor,  aued  merced  de  vuestra 
hermana,  e  no  lo  fagays  mal,  ni  tal  crueldad 
como  esta  donzella  desleal  os  demanda  e  os 
conseja» .  Y  estonce  dixo:  «Señores,  ¿que  es 
esto  que  dezis,  que  no  puede  ser  estoruado 
si  no  me  matays?,  que  mientra  biua  no  sal- 
dré de  lo  que  prometiere;  mas,  si  me  matays, 
quedara  ella;  e  agora  fazed  qual  tuuierdes 
j)or  mejor:  o  me  matad,  o  yo  matare  a  ella, 
que  de  grado  quiero  yo  recebir  la  muerte. 
Otrosi  nunca  jamas  seré  leal  como  después 
que  esta  crueldad  aya  hecha,  ni  valdría  vna 
paja». 

Cap.   CXLI. — Como  Erec  corto  la  eabeQa  a 
su  hermana  e  la  dio  a  la  mala  donzella. 

Los  que  en  el  palacio  estañan  no  sabian 
que  dezir,  ca  a  su  señor  no  matarían  ellos 
por  ninguna  guisa,  ca  lo  tenian  por  buen  ca- 
uallero, e  por  tan  buen  honbre,  y  que  podia 
a  tamaña  honrra  allegar  e  a  mayor  que  la 
donzella.  E  Merengis,  que  auia  ende  tal  pe- 
sar que  no  se  sabia  consejar,  dixo  a  su  con- 
pañero: «Ay  Erec,  sienpre  mientra  bines  se- 
reys  por  ende  escarnido  si  matays  a  vuestra 
hermana  por  vna  donzella  desleal» ;  e  dixo 
Erec:  «¿Pues  que  fare  que  lo  prometí?  E  vos 
matad  a  mi,  o  yo  terne  lo  que  prometí».  Es- 
tonce se  fue  a  vna  cámara,  e  tomo  vna  es- 
pada, e  tornóse  al  palacio  con  gran  pesar, 
que  bien  quisiera  que  del  cielo  descendiesse 
rayo  que  lo  matasse.  Y  quando  llego  a  su 
hermana,  saca  la  espada,  y  ella  todavía  pi- 
diéndole merced^  diziendo:  «Ay  hermano, 
aued  piedad  de  mi,  que  hasta  aqui  nunca  os 
mereci  por  que  me  matassedes;  e  dexame, 
por  Dios  e  por  vuestra  bondad,  e  porque  soy 
donzella  e  fermosa  como  vees  que  so,  loada 
de  bondad  y  beldad  sobre  todas  quantas  don- 
zellas  son  en  la  Gran  Bretaña».  Y  el  dixo 
con  gran  pesar:  «Hermana,  todo  esto  no  os 
vale  nada,  que  morir  os  conuiene;  mas  esto 
que  dezis  me  fara  morir  de  pesar  si  nunca 
cauallero  del  mundo  murió» .  Estonce  firiola 
del  espada,  e  boluio  la  cara  a  otra  parte  como 
aquel  que  no  querría  ver  tan  gran  crueldad. 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


215 


■f  ella,  que  estaiia  toda  atordida,  no  se  pudo 
guardar  del  golpe,  que  le  echo  la  cabera  le- 
xos,  bien  fasta  vna  hasta  de  lanca,  e  cayo  en 
tierra;  e  dixo  luego  a  la  otra  donzella:  «Ay 
mala  y  desleal,  descomulgada  seays  de  Dios, 
ca  vos  soys  donzella  mas  desleal  que  nunca 
subió  en  palafrén.  Agora  tomad  vuestra  pro- 
mesa, e  yd  a  mala  auentura,  y  presto  vos 
dexe  Dios  rescebir  tal  gozo  e  tal  alegría 
como  yo  he  anido  agora».  Y  ella  fue  m.\\j 
presto,  e  tomo  la  cabeca  de  la  donzella,  e 
dixo:  «Agora  he  lo  que  desseaua» .  E  después 
dixo  [a]  Erec  ante  todos:  «Tu  me  pro  facas 
de  traycion,  mas  cierto  no  me  puedes  tanto 
profanar  como  a  ti,  que  tu  no  fuesses  mas 
traydor  e  mas  aleuoso  que  otro  cauallero. 
que  mataras  assi  a  tu  hermana  por  vna  pala- 
bra sola  que  me  prometiste;  tu  feziste  gran 
maldad» .  Y  después  que  esto  vuo  dicho,  sa- 
lió del  palacio  con  la  cabecea  de  la  donzella , 
e  subió  en  su  palafrén.  Mas  nunca  vio  hon- 
bre  tan  grandes  duelos  ni  tan  grandes  bozes 
como  yuan  en  pos  della  quando  vieron  que 
lleuaua  la  donzella  la  cabera  de  su  señora,  e 
si  la  osaran  matar,  no  la  dexaran  por  ningu- 
na guisa  que  no  fiziessen  della  mil  pie(7as; 
mas  en  aquel  tienpo  auia  costunbre  en  la 
Grran  Bretaña  que  ningún  hombre  no  meties- 
se  mano  en  donzella  j^ara  le  fazer  mal,  saluo 
si  quisiesse  perder  honra  para  en  todos  sus 
dias  que  biuiesse,  o  si  fuesse  honbre  loco  o 
endiablado. 

Cap.   CXLIL  —  Como  vino   fuego  del  cielo 
que  mato  la  mala  donzella. 

La  mala  donzella,  fuyendose  por  su  camino 
con  la  cabeca,  vino  vn  fuego  del  cielo  e  la 
quemo  toda  a  ella  e  a  su  palafrén;  y  a  la 
cabera  de  la  donzella  no  llego  punto  del 
fuego.  E  quando  Erec  e  los  del  castillo  oye- 
ron estas  nueuas,  fueronse  para  ella,  e  dixe- 
ron  todos:  «¡Como  es  este  fermoso  milagro  e 
buena  ventura!  e  agora  parece  su  bondad  de 
nuestra  donzella.  Y  desta  aleuosa  traydora 
la  su  traycion» .  Y  estonce  fizieron  muy  gran 
llanto  e  gran  duelo  sobre  la  cabeca,  e  dañan 
gracias  a  Dios  de  la  fermosa  venganca  que 
les  diera  de  la  mala  donzella.  Y  Erec,  que 
hazia  sii  duelo,  dixo  a  Merengis:  «¿Que  os 
parece  desto?»  E  dixo  Merengis:  «Yo  pienso 
bien  que  Nuestro  Señor  no  es  muy  alegre 
deste  hecho;  porque  vuestra  hermana  resci- 
bio  muerte  en  donado,  e  si  a  vos  nó  viene 
algún  mal  por  ende,  nunca  creeré  a  mi  cora- 
Qon  de  cosa  que  me  diga» .  Y  Erec,  que  es- 
taua  con  gran  pesar,  que  no  sabia  que  fazer, 
dixo:  «Cierto,  amigo  Merengis,  si  la  ventura 
de  Nuestro  Señor  viniesse  aqui  tan  presto 


como  mi  cora9on  dessea,  no  tardaría  mucho, 
que,  cierto,  yo  queria  que  viniesse  rayo  que 
me  matasse,  assi  como  fizo  a  la  mala  donze- 
lla, porque  todos  los  del  castillo  viessen  la 
justicia  que  venia  del  cielo  sobre  mi».  Es- 
tonce dixo  Merengis  a  Erec:  «La  muerte  no 
viene  como  honbre  la  dessea,  mas  assi  como 
Dios  quiere».  «¡Ay  catino  e  sin  ventura! 
¡Que  mal  yerro  fize,  c  que  mal  me  confundí, 
e  que  mal  me  mate!»  «Todo  esto  fue  por  vos, 
dixo  ^Merengis,  que  nunca  por  mi  ruego  qui- 
sistes  fazer  nada,  ni  por  los  honbres  buenos 
que  os  lo  rogaron,  e  yo  no  sea  verdadero  en 
ello,  mas  bien  me  da  el  coragon  que  mal  os 
verna  ende» .  «No  me  podra  tanto  venir, 
dixo  Erec,  que  mas  no  merezca» .  Y  estonce 
demando  sus  armas,  e  no  quiso  ay  mas  fin- 
car; e  los  del  castillo  ge  las  dieron  a  su  pesar, 
que  no  querían  que  tan  presto  se  partíessen 
dellos.  E  quando  Merengis  lo  vído  armar, 
dixo  que  por  el  viniera  el  allí,  que  con  el 
queria  yr;  y  armóse,  y  subieron  en  sus  caua- 
llos,  e  partiéronse  del  castillo. 

Cap.  CXLIII.  —  Coirio  Erec  yua  habiendo 
su  dtielo  por  su  hermana  que  auia  muerta. 

Y  assi  como  os  digo  se  partió  Erec  de  su 
castillo  do  mato  a  su  hermana,  y  anduuo 
todo  aquel  dia  faziendo  gran  duelo,  assi  que 
no  ay  honbre  que  lo  viesse  que  no  lo  tuuíesse 
por  loco.  Y  quando  comencé  anochecer,  lle- 
garon a  la  entrada  de  vna  floresta,  y  entra- 
ron dentro,  e  anduuíeron  tanto  que  llegaron 
a  vn  valle  muy  fondo  e  lleno  de  matas,  y 
espesso  de  andar;  e  hallaron  sobre  el  camino 
vna  casa  vieja  e  yerma,  y  lo  mas  della  era 
caj^do.  Y  Erec,  que  andana  con  gran  pesar 
que  no  podia  ser  mayor,  y  dexaua  ya  su 
duelo  por  vna  cosa  que  yua  pensando,  y  era 
como  pudiesse  dexar  a  Merengis:  e  dezia 
que  sí  del  se  pudiesse  partir,  que  andaría 
solo,  e  que  auria  de  morir  por  ayunar,  o  por 
velar,  o  por  fazer  duelo;  e  que  jamas  no  aura 
conpaña  con  el  ni  con  otro,  y  que  esto  le  se- 
ria venganga  de  la  muerte  de  su  hermana. 

Cap.  GXLIV. —  Como  Erec  se  partió  de  Me- 
rengis, e  como  lo  dexo  durmiendo. 

En  esto  pensando,  llegaron  a  la  casa  yer- 
ma, pensando  de  folgar  ay,  e  tanto  que  Me- 
rengis se  adormeció,  pensó  de  yrse  y  que  lo 
dexasse,  e  que  se  alongasse  tanto  que  no  lo 
fallasse  varón  ni  muger  por  buscar  que 
ftziesse,  y  ansí  podría  andar  solo  e  fazer  su 
duelo.  Y  tanto  que  ay  Uegaron,  dixo  Erec: 
«Sabed  que  me  siento  muy  cansado,  e  de 
grado   descendíria   en   casa   e  holgaría  vn 


216 


LTP.T{OS  DE  CABALLERÍAS 


poco,  e  demás  que  es  ya  noche-^> .  Y  ^[erengis 
fue  alegre  y  dixo  que  le  plazia.  E  como  no 
pensaua  lo  que  tenia  Erec  en  el  coracon, 
apeáronse  luego,  e  quitaron  de  si  los  escu- 
dos, e  las  laucas,  e  los  yelmos,  e  después 
folgaron,  e  dexaron  pascer  sus  cauallos  y 
echáronse  ellos  sobre  la  yerna;  y  Erec  no 
dormia,  ca  pensaua  en  al.  E  Merengis  dor- 
miose  luego,  que  no  pensaua  que  Erec  lo 
dexaria.  Y  quando  Erec  vio  que  Merengis 
dormia,  leuantose,  y  enfreno  su  cauallo,  y 
echo  la  silla,  e  tomo  sus  armas,  e  caiialgo 
muy  presto,  e  metióse  por  el  camino  por  do 
vio  que  la  floresta  era  mas  espessa,  ca  no 
quería  que  ninguno  lo  fallasse,  ca  auia  sabor 
de  andar  en  su  cabo,  e  de  hazer  su  duelo  e 
su  llanto  por  su  hermana  que  auia  muerta, 
e  pensó  de  no  comer  e  de  darse  gran  cuyta, 
ca  bien  pensaba  el  que  por  aUi  podria  morir; 
y  esto  faria  el  de  buen  grado,  ca  tenia  que 
j)or  alli  podria  ser  bien  vengado. 

Cap.  CXLV. —  Como  Erec  ller/o  a  la  celda 
de  la  emparedada. 

Y  assi  andando  todo  aquel  dia  de  la  vna 
parte  y  de  la  otra  en  desuiado,  e  a  cabo  de 
los  cinco  dias  llego  assi  como  auentura  lo 
lleuaua  a  casa  de  vna  emparedada  ante  que 
amaneciesse.  Y  el  era  estonce  muy  cansado, 
e  lleno  de  mal  sabor,  e  no  era  marauilla,  que 
dias  auia  que  no  comiera  ni  folgara  andando 
faziendo  su  duelo,  e  su  cauallo  era  tan  can- 
sado, que  a  mala  vez  lo  podia  leuar.  Y  quan- 
do llego  a  la  celda,  no  jDensaua  que  moraua 
ay  honbre  ni  muger.  Pero,  porque  se  temia  e 
se  veya  tan  cansado,  e  veya  que  su  cauallo 
no  lo  podia  licuar,  e  que  le  fálleselo  mucho 
de  comer,  dexolo  yr  pasciendo  por  do  qui- 
siesse,  e  el  quito  su  escudo  e  su  yelmo,  e 
después  echóse  sobre  la  yerua  ante  aquella 
celda  de  la  enparedada,  e  adormecióse,  y  era 
tan  cuytado  de  cansedad,  que  durmió  fasta 
otro  dia  a  ora  de  tercia. 

Cap.  CXLYI, — Como  la  emparedada  dixo 
a  Erec  lo  que  le  anemia,  e  lo  conforto 
tmicJio. 

Contra  hora  de  medio  dia  despertó,  ani- 
ñóle en  miente  de  su  hermana,  a  quien  el  no 
podia  oluidar,  e  comen(;o  de  fazer  su  duelo 
tan  grande,  que  no  ha  honbre  en  el  mundo 
que  lo  viesse  que  no  lo  tuuiesse  a  gran  ma- 
rauilla. Y  la  emparedada,  que  lo  miro  quan- 
do dormia,  e  quando  le  vio  fazer  tan  gran 
duelo,  marauillose  que  podria  ser,  que  bien 
veya  ella  que  ninguno  no  le  ftziera  por  que 
ni  pensar.  Estonce, le  llamo,  e  dixo:   <'¡Ay 


cauallero!  assi  Dios  os  saine,  fablad  comigo, 
e  dezidme  por  que  hazeys  tan  gran  duelo  e 
andays  assi  triste.  E  cierto  si  yo  os  puedo 
poner  consejo,  yo  lo  fare».  Y"  quando  el  la 
oyó  fablar,  marauillose,  que  no  pensaua  que 
ninguno  lo  oyesse,  e  miro  en  rededor  como 
espantado.  E  quando  vio  a  la  emparedada, 
fuesse  a  ella  e  dixole:  «Dueña  ¿que  vos  pla- 
zo?» «Por  Dios,  dixo  ella,  dezidme  alguna 
cosa  de  vuestra  hazienda,  e  por  que  fazeys 
este  duelo,  que  de  grado  lo  queria  saber».  E 
dixo  el:  «Yo  soy  cauallero  assaz  malauentu- 
rado  e  catino,  y  el  [mas]  desleal  que  nunca 
vistes  ni  oystes  fablar;  que  fize  el  mayor  ale- 
ñe que  nunca  fizo  cauallero;»  e  después  con- 
togelo  todo,  e  como  prometiera  [a]  vna  don- 
zella  vn  don,  e  como  matara  a  su  hermana. 
E  después  que  ge  lo  contó  todo,  vuo  la  dueña 
muj"  gran  pesar,  e  dixole:  «Cauallero,  pues 
que  assi  os  auino,  e  vees  que  no  podeys  ay 
al  hazer,  deueys  os  conhortar  lo  mejor  que 
pudierdes,  e  rogar  a  Nuestro  Señor  que  vos 
perdone,  que  cierto  por  hazer  los  duelos  que 
comeuQastes,  no  vos  viene  ende  sino  mal,  ni 
Dios  no  os  lo  gradescera.  ni  hombre  fue  tan 
mal  andante  como  vos  si  moredes  por  esta 
razón  y  en  esta  guisa» . 

Cap.  CXLYIL — Como  la  dueña  dixo  a  Erec 
que  lo  mataría  vn  cauallero  su  compañero. 

Tanto  le  dixo  la  dueña,  e  tanto  le  castigo, 
que  dexo  j^a  quanto  de  su  duelo,  pero  dixo 
a  la  dueña  que  auia  plazer  del  duelo,  e  dixo- 
le: «Señora,  si  esta  mala  andanca  me  auino, 
no  es  marauilla,  que  cierto  la  noche  antes 
que  matasse  a  mi  hermana,  me  vino  vn  tal 
sueño,  que  nunca  oy  tal  hablar,  e  tanto  vue 
gran  espanto,  que  desperté;»  y  estonce  le 
contó  su  sueño.  E  quando  la  dueña  lo  oyó, 
dixo:  «Cierto,  cauallero,  assaz  ay  aqui  estra- 
ño  sueñO;,  e  si  yo  lo  supiesse  soltar  como  los 
otros  lo  saben,  yo  vos  lo  soltarla,  mas  no 
plaze  a  Dios  que  sus  cosas  assi  escondidas 
sean  desciibiertas;  pero  tanto  os  sabré  yo  de- 
zir,  que  vuestra  muerte  sera  presto,  e  por 
ende  os  consejo  que  manifestes  vuestros  pe- 
cados de  todo  coracon,  e  j)idays  perdón  a 
Dios,  que  vuestra  muerte  se  acerca;  e  mata- 
ros ha  vn  cauallero  muy  brauo  e  desleal,  e 
no  tardara  mucho» . 

Cap.  CXLVIII,  —  Como  Erec  demando  a  la 
dueña  si  sabia  quien  lo  auia  de  tnatar. 

Y  cuando  Erec  esto  oyó,  comenfo  mas  a 
pensar  que  ante  que  aquel  que  su  muerte 
desamaua  lo  fizo  espantar,  pero,  a  cabo  de 
pieca,  dixo  a  la  dueña:   «¿Señora  salieys  vos 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GIIIAL 


21; 


el  i|UP  me  lia  de  matar  quien  es?>->  «Cierto, 
dixo  ella,  yo  no  se  mas  de  ([uanto  agora  os 
dixe;>.  «Pues,  dixo  el,  ¡sea  todo  en  la  volun- 
tad de  nuestro  señor  Dios!  pero  mi  muerte 
ha  de  ser  en  armas,  yo  veo  bien;  o  se  que  no 
podria  morir  en  mayor  seruicio  de  Dios  que 
en  la  demanda  del  sancto  Grial;  e  yo  soy 
aquel  que  desde  oy  mas  no  me  partiré  de 
demandar  ni  buscar  las  demandas  del  sancto 
(.frial,  que  si  yo  ay  moriere,  tan  bien  mani- 
festado como  soy  y  con  tan  gran  pesar  de  mis 
pecados  que  lie  fecho  a  Nuestro  Señor,  que 
el  me  aura  mayor  merced  que  si  muriesse 
en  otra  guisa;  e  por  ende  dexare  mi  duelo 
oy  mas  lo  que  pudiere,  y  entrare  en  la  de- 
manda del  sancto  Grrial  con  mis  conpañeros; 
empero  soj^"  cansado,  que  ha  cinco  dias  que 
no  comi,  e  ruégeos  que  me  deys  alguna  cosa 
que  coma»;  y  ella  le  dio  vn  pan  de  ordio 
muy  negro  e  duro,  e  fuerte  de  comer,  e  tal 
lo  qual  era,  lo  comió,  por  que  la  hanbre  lo 
acuytaua  mucho.  T  desque  vuo  comido  el 
pan,  fue  para  su  cauallo,  e  armóse,  e  caual- 
go,  y  encomendó  la  dueña  a  Dios,  y  ella  a 
el;  e  después  entro  por  vna  floresta  muy 
passo  por  el  cauallo,  que  no  sentía  tan  are- 
ziado  como  solia  ser. 

Mas  agora  dexa  el  cuento  de  fablar  de 
Erec,  e  torna  a  Merengis,  como  el  y  Erec 
ouieron  conpañia ,  e  como  fallo  Erec  do  el 
llanto  era. 

Cap.  CXLIX.  —  Como  Merengis  quedo  dor- 
miendo  e  se  fue  Erec. 

E  dize  el  cuento  que  pues  Merengis  que- 
do donde  Erec  lo  dexo  dormiendo,  assi  como 
lo  ha  deuisado  la  historia,  adormecióse  hasta 
otro  dia  de  mañana,  quando  salió  el  sol.  Y 
quando  despertó,  miro  al  derredor  de  si,  mas 
no  vio  a  Erec,  e  leuantose  thuj  ayna,  e  co- 
mento de  andar  de  vna  parte  a  otra;  e  quan- 
do no  lo  pudo  fallar,  pensó  luego  que  se 
aparto  del  por  fazer  su  duelo  en  su  cabo,  e 
por  morir  lexos  de  gente.  Y  quando  esto  vio 
Merengis,  vuo  tan  gran  pesar,  que  no  supo 
que  fazer,  e  comengo  de  fazer  tan  gran  duelo 
e  tan  gran  llanto,  que  marauilla  era,  por  su 
conpañero  Erec,  que  assi  perdiera  la  su  con- 
pañia e  por  la  gran  bondad  que  en  el  vio; 
dixo:  «¡Ay  buen  amigo,  e  buen  conpañero,  e 
cauallero  ardit,  e  bueno  de  armas  e  de  cor- 
tesía; y  enseñado,  e  mesurado,  e  de  mejor 
donayre  que  nunca  fue  cauallero!  Agora  veo 
yo  que  vos  partistes  de  mi  por  liazer  vuestro 
duelo,  e  por  vos  apartar  que  yo  no  viesse 
vuestra  cuyta  e  vuestro  pesar;  ni  por  ver  el 
l)esar  que  yo  con  vos  auría,  e  bien  mostras- 
tes  aquí  vuestra  cortesía» .  Y  assi  estaña  Me- 


rengis consigo  liablando  por  el  gran  pesar 
que  auia  del  partimiento  de  Erec.  Y  assi  le 
pessaua  como  si  fuesse  su  hermano. 

G\v.    CL. —  Cojno  Estor  de  Mares  derribo 
a  Merengis. 

Y  Merengis  estando  assi  en  el  camino  do 
Erec  se  partiera  del,  vio  venir  vn  cauallero 
por  el  llano  armado  de  todas  armas.  Y  este 
era  Estor  de  Mares.  Y  quando  Merengis  lo 
vio  venir  contra  si,  pensando  que  le  venía 
demandar  justa,  e  tomo  su  escudo  e  su  lan(;'a, 
e  subió  en  su  cauallo  lo  mas  presto  que  pudo, 
paróse  en  medio  de  la  carrera,  por  ver  si 
aquel  le  quería  algo  demandar.  Y  quando 
Estor  lo  vido  assi  estar  en  la  carrera,  dixo  en 
su  coragon:  «Este  cauallero  no  demanda  sino 
justa,  y  el  me  terna  por  couarde  si  con  el  no 
justo»;  e  dio  bozes  a  Merengis,  e  dixo:  «Se- 
ñor cauallero  ¿quereys  justar?»  X  Merengis 
se  tenia  por  muy  ardit  e  por  muy  areziado, 
resj)ondíole:  «Señor  cauallero,  pues  que  vos 
justa  me  demandays^  yo  no  os  falleceré  a  mi 
poder» .  Y  estonce  se  dexaron  yr  el  vno  con- 
tra el  otro ,  tan  de  rezio  quanto  los  cauallos 
los  pudieron  leuar,  e  dieronse  tales  golpes, 
que  las  laucas  bolaron  en  piceas,  y  Merengis 
cayo  en  tierra  muy  mala  cayda  e  muy  mal 
quebrantado.  E  Estor  quedo  en  su  cauallo 
que  no  cayo  en  tierra.  E  quando  Merengis 
se  vio  en  tierra,  leuantose  muy  vergoncoso 
desta  demanda,  e  metió  mano  a  la  espada, 
para  demostrarse  el  lo  mejor  que  pudiesse; 
cavia  aquel  que  lo  derribara  assi  a  pie  como 
estaua,  preciólo  mas  que  ante,  ca  pensó  que 
era  de  la  Mesa  Eedonda.  E  por  ende  quiso 
saber  quien  era,  ante  que  mas  ftziesse. 

Cap.  GlA.  —  Como  Estor  e  Merengis  se  cono- 
cieron.,  e  se  fueron  de  consuno. 

Estonce  le  dixo:  «Señor  cauallero,  vos  es- 
tays  a  píe  e  yo  a  cauallo  con  andanca,  ¿que- 
reys batalla?»  Y  el  dixo  que  verdaderamente 
la  quería,  que  otra  guisa  serle  ya  desonra. 
«Assi,  dixo  Estor,  pues  agora  os  ruego,  por 
honra  de  cauallería,  que  me  digades  quien 
soys  o  que  andays  buscando,  e  tal  podeys 
ser  que  me  conbatire  con  vos,  e  tal  que  no». 
«Señor  cauallero,  no  os  lo  sera  negado,  pues 
que  me  demandays,  e  sabed  que  he  nonbre 
Merengis,  e  soy  de  €ornualla.  e  aun  no  he 
fecho  tanto  donde  mi  coracon  sea  pagado,  ni 
he  ganado  ninguna  nonbradia;  empero  acon- 
pañe  un  conpañero  cauallero  poco  lia,  por  la 
gran  bondad  que  en  el  vi» ;  estonce  le  contó 
todo  como  fuera.  «¿E  como  auia  nombre?» 
dixo  Estor;  y  el  ge  lo  dixo.  E  quando  Estor 


218 


LIBROS  DE  caballerías 


esto  ovo,  e  vio  tal  auentura  e  tal  andanca, 
viio  muy  gran  pesar,  que  el  amaua  a  Erec 
de  gran  amor,  y  estonce  dixo  a  Merengis: 
«Amigo,  vos  buscays  lionbre  que  yo  amo  de 
c;ora9on.  E  pues  tanto  lo  amays  como  dezis, 
yo  soy  aqiiel  que  no  me  combatiré  con  vos 
por  ninguna  guisa,  si  no  fuesse  mortal  des- 
amor; por  ende  os  perdono  esta  batalla,  que, 
si  Dios  quisiere,  no  fare  ay  mas,  ante  me  vos 
otorgo  por  vencido  ante  que  faga  ay  mas» .  Y 
estonce  descaualgo,  etendio  su  espada, e  dixo: 
«Tomalda  si  os  plaze,  e  tengome  por  venci- 
do» .  «Señor,  dixo  Merengis,  esto  no  liare  yo, 
si  Dios  quisiere,  que  yo  desto  reciba  la  honra, 
ca  cierto  vos  soys  mejor  cauallero  que  yo» . 
«Agora  me  dezid,  dixoEstor,  ¿quereys  fazer 
vn  pleyto  de  Erec?»  «Señor,  dixo  el,  yo  me 
quiero  de  aqui  j^artir  lo  mas  presto  que  pu- 
diere para  yrlo  a  buscar  fasta  que  lo  falle» . 
«Pues  ruégeos,  dixo  Estor,  que,  si  os  plaze, 
que  os  tenga  compañía  en  esta  demanda,  e 
yo  lo  buscare  fasta  que  lo  falle,  por  le  con- 
hortar desta  mala  andanga  que  le  auino» .  E 
^lerengis  le  dixo  que  de  su  conpaña  era  muy 
alegre,  y  en  buena  guisa  se  aconpaño  con  el. 
E  fueronse  a  buscar  a  Erec  Estor  e  Meren- 
gis. y  Estor  dixo:  «¿Sabes  vos  por  do  fue?» 
«Xo,  dixo  Merengis,  que  no  veo  rastro  del, 
ni  se  quando  se  partió  de  mi» .  «Pues  vamos 
a  auentura,  dixo  Estor,  e  Dios  nos  guie  por- 
que lo  fallemos» .  «Assi  lo  quiero» ,  dixo  Me- 
rengis; e  tomaron  su  camino  anbos  a  dos 
donde  auentura  los  guio. 

^las  agora  dexa  la  historia  de  fablar  dellos, 
e  torna  a  Erec. 

Cap.  CLII.  -  Como  Galuan  prono   a  ver  la 
(lonzeUa  e  la  corona. 

Dize  el  cuento  que  quando  Erec  se  par- 
tió de  la  emparedada,  anduuo  gran  tiempo, 
según  dicho  ha  el  cuento,  sin  auentura  que 
de  contar  sea;  a  la  entrada  del  agosto,  dize 
que  le  auino  que  su  ventura  le  truxo  cerca 
de  vna  floresta,  ante  vn  castillo,  en  vn  llano. 
E  los  del  castillo  tenian  esculco  en  el  cami- 
no, que  paraua  mientes  si  j)assaiian  por  ay 
caualleros  andantes,  que  vn  cauallero  de  ay 
del  castillo  queria  prouar  de  justar  con 
quantos  por  ay  pasassen,  e  que  si  lo  derri- 
bassen  que  le  darian  en  don  vna  corona  de 
oro  tan  rica  como  la  de  su  señor,  e  vna  don- 
zella,  la  mas  liermosa  (fue  hallasse  en  toda 
la  tierra.  E  Galuan  se  acaescio  por  ay  vn  dia 
ante  que  Erec,  e  tanto  que  vio  la  donzella 
que  auia  honbre  de  auer  el  gualardon  aquel 
dia  aquel  que  Dios  diesse  ventura,  pagóse 
muclio  della,  que  mucho  era  de  gran  bon- 
dad, y  entendió  tanto,  que  vn  cauallero  vino 


ay  por  ganar  prez  de  aquel  dia,  y  Galuan 
fue  tan  escondidamente,  como  si  fuesse  vn 
cauallero  pobre  que  ay  hauia  venido  por  ga- 
nar el  prez.  E  los  caualleros,  que  lo  vieron 
assi  hazer,  fueronse  para  el,  e  jjreguntaron- 
le  quien  era,  y  el  ge  lo  dixo.  E  quando  ellos 
oyeron  que  era  Galuan,  vno  de  los  ardidos 
caualleros  del  mundo,  dixeron  que  el  auria 
la  honra,  pues  lo  comencara,  mas  que  se  de- 
fendiesse  de  los  caualleros  que  por  ay  fues- 
sen,  y  dixo  el  que  lo  faria,  saino  si  fuessen 
caualleros  de  la  Mesa  Redonda.  E  assi  esta- 
ña Galuan  cerca  del  castillo,  teniendo  justa 
con  los  que  passauan  por  ay  por  amor  de 
ganar  la  donzella.  Y  quando  vino  vn  dia 
hora  de  nona,  dezian  todos  que  Galuan  auia 
esta  honra,  y  estonce  llego  ay  Erec,  e  venia 
muj^  triste  y  cuytado,  con  pesar  de  su  her- 
mana, como  ya  vos  dixe.  E  Galuan,  que  no 
lo  conoscio,  por  las  armas  que  auia  trocadas, 
demando  luego  justa. 

Cap.  CLIII. — Como  Erec  justo  con  Galuan 
e  fue  vencido  Galuan. 

Quando  Erec  vio  que  justa  le  conuenia, 
dixole:  «Amigo,  no  he  en  que  fazer  agora 
justa,  que  mi  cauallo  es  tan  cansado,  e  yo 
tanbien,  que  no  podria  justar;»  e  Galuan 
dixo:  «No  podedes  por  al  passar».  «Pues 
ante  quiero  justar,  que  no  ¡Dassar  con  ver- 
güenza;» dixo  Erec.  Y'  Galuan  estaua  sobre 
buen  cauallo  grueso  y  fermoso.  Y  Erec  no 
traya  lanca  ninguna,  e  los  del  castilo  le 
dieron  vna.  Estonce  se  dexaron  correr  el 
vno  contra  el  otro,  e  Galuan  firio  a  Erec  tan 
fieramente,  que  la  langa  hizo  piegas,  mas 
otro  mal  no  le  fizo.  Y  Erec,  que  era  de  gran 
fuerza,  flriole  tan  reziamente,  que  dio  con  el 
en  tierra,  mas  no  le  firio,  e  la  langa  bolo  en 
piegas.  E  los  que  estañan  en  el  canpo,  quan- 
do esto  vieron,  comenzaron  a  escarnecer  e  a 
dar  bozes  de  todas  partes,  que  parecía 
truenos.  Y  quando  Erec  vio  a  Galuan,  no  lo 
conoscio,  por  las  armas  que  tenia  trocadas; 
ca  mucho  las  canbiaua  después  que  entro  en 
la  demanda  del  sancto  Grial,  y  fuesse  para 
el  cauallo  de  Galuan,  e  subió  en  el,  e  dexo 
el  suyo  en  que  venia,  que  tenia  poco  pro.  E 
quando  Galuan  vio  que  se  le  yua,  vuo  gran 
verguenga,  e  tan  gran  pesar,  que  no  supo 
que  fazer.  E  vn  cauallero  que  estaua  desar- 
mado, de  aquellos  que  guardauan  el  canpo, 
quando  lo  vio  assi  yr,  dixole:  «Ay  cauallero. 
atended  vn  poco,  si  os  plaze,  fasta  que  yo 
fable  con  vos» .  Y  el  lo  espero.  Y  el  caualle- 
ro le  dixo:  «Señor  ¿por  que  os  ydes?  que 
cierto,  si  vos  suijiessedes  lo  que  aueys  gana- 
do en  esta  floresta,   vos  fincariades  ay  de 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


219 


grado,  e  seriados  ende  muy  alegre  quando 
lo  supiessedes» .  Y  estonce  le  dixo  todo  lo 
que  auia  de  auer  de  gualardon.  E  quando 
Erec  esto  oyó,  dixo:  «Señor,  no  vos  pose  de 
lo  que  yo  diré.  Sabed  que  yo  ño  tomaría 
agora  la  mas  fermosa  donzella  del  mundo 
([ue  me  diessen  de  don,  porque  tanto  de  pes- 
sar  y  de  mal  me  vino  poco  ha,  que  ni  con 
donzella  ni  con  al  no  auria  agora  alegria.  Y 
por  ende  os  encomiendo  a  Dios,  a  vos  e  a 
vuestra  conpaña,  porque  yo  voy  muj  cuyta- 
do,  que  en  otro  lugar  he  de  fazer  mucho» . 
«Y  ¿como?,  dixo  el  cauallero,  ¿assi  dexays 
esta  honra,  e  la  desechas,  que  Dios  os  dio?» 
«Si,  dixo  el,  mas  no  la  desecho  de  todo». 
«Pues  ruegoos,  dixo  el  cauallero,  por  Dios  e 
por  cortesia,  que  me  digays  vuestro  non- 
bre»:  y  el  dixo:  «Yo  soy  Erec,  fijo  del  rey 
Lac».  Y  luego  que  esto  dixo,  partiéronse  el 
vno  del  otro. 

Cap.   CLIV. — Como   Galuan  supo  que  era 
Erec  el  que  lo  venciera. 

Erec  se  fue  quanto  pudo  contra  la  floresta, 
que  de  grado  queria  ya  en  ella  ser,  y  el  ca- 
uallero se  torno  a  su  compaña,  e  contoles  lo 
que  Erec  dezia.  E  quando  Graluan  oyó  que 
aquel  era  Erec,  que  assi  lo  confundiera  ante 
tan  buen  cauallero,  donde  tamaña  vergüen- 
za ouiera,  que  ante  quisiera  ser  muerto  que 
aquello  le  aconteciera,  pensó  que  se  vengarla 
del,  ni  porque  era  de  la  Mesa  fíedonda  no  lo 
dexarig.  de  matar,  e  cogió  con  el  tal  saña, 
que  nunca  le  salió  del  coraron,  y  estuuo 
aquel  dia  en  el  castillo  con  el  mayor  pesar 
que  nunca  ouiera.  Y  otro  dia  de  mañana, 
quando  se  leuanto,  dieronle  vn  buen  cauallo, 
por  el  suyo  que  le  tomara  Erec,  ca  el  de 
Erec  no  era  bueno;  y  desque  fue  armado, 
despidióse  dellos  y  fuesse  para  la  floresta 
por  do  yua  Erec.  Mas  yua  con  pesar,  e  dixo 
que  nunca  seria  alegre  fasta  fallarlo,  y  el 
fuyendo  assi  con  su  pesar,  fallóse  con  Gra- 
uain  su  hermano,  y  ellos  no  se  conocieron, 
por  las  armas  que  tenian  trocadas,  ni  se  de- 
mandaron justa  el  vno  al  otro,  ca  venian 
ambos  pensando;  e  tanto,  que  se  allegaron, 
saludai'onse,  e  pregunto  G-aluan:  «Cauallero, 
¿vistes  anoche  o  oy  vn  cauallero  de  vnas  ar- 
mas blancas  e  vn  león  bermejo?»  E  Agra- 
uain,  quando  oyó  fablar  a  su  hermano  G-al- 
uan, conociólo,  e  dixo:  «Señor,  ¡bien  seays 
venido,  ca  mucho  ha  que  vos  ando  buscan- 
do!»; y  tanto  que  G-aluan  conociólo  que  era 
su  hermano,  abracólo,  e  Agrauain  a  el.  E 
Galuan  le  dixo:  «Amigo  hermano,  ¿e  por 
que  me  buscays?»  «Señor,  dixo  Agrauain, 
porque  me  dixeron  que  erades  herido  en  vna 


abadia» .  «No  es  assi,  dixo  Galuan,  gracias  a 
Dios.  Mas  del  cauallero  que  vos  pregunto, 
¿saberme  yades  dezir  nueuas?»  «Si,  dixo  el. 
e  yo  lo  falle  anteyer  en  mal  punto  para  mi», 
dixo  Agrauain.  «¿E  pur  que?»  dixo  el.  «Que 
me  derribo  tan  brauamente,  que  pense  ser 
muerto».  «¿E  por  do  se  va?»  dixo  Galuan. 
«Señor,  dixo  el,  vase  por  el  gran  camino  de 
la  floresta,  mas,  pues  assi  es  que  vos  lo  bus- 
cays, bien  se  que  no  es  sin  razón,  e  ruegoos 
que  me  lo  digays,  si  os  plaze».  Y  Galuan  ge 
lo  contó  todo.  «Pues  assi  es,  dixo  el,  yo  quie- 
ro tornar  con  vos,  e  tomaremos  ende  tal  ven- 
ganza qual  queremos» ,  y  Galuan  lo  otorgo. 
Estonce  fueronse  anbos  hermanos  en  pos  de 
Erec,  e  Agrauain  pregunto  a  Galuan  que 
como  le  dezian  al  cauallero,  si  sabia;  e  Gal- 
uan dixo  que  era  Erec,  fijo  del  rey  Lac. 
E  quando  esto  oyó  Agrauain,  tuno  la  rienda 
del  cauallo,  y  estuuo  vn  poco,  e  dixo:  «Por 
Dios,  en  pos  deste  cauallero  no  yreys  vos  por 
mi  consejo».  «¿E  por  que?»  dixo  Galuan.  «Si 
assi  es,  dixo  el.  No  se  si  vos  lo  sabeys,  mas 
yo  lo  se  verdaderamente,  que  vos  aueys  de 
morir  por  vn  cauallero,  mas  yo  no  se  su 
nonbre;  mas  es  Langarote  o  Erec,  y  por  esto 
queria  que  os  quitassedes  destos  dos  que  os  he 
dicho.  E  señor,  esto  no  vos  descobriria  yo 
en  ninguna  guisa,  que  vos  avendrá  esto  que 
os  digo  si  destos  honbres  no  os  guardays» . 
«Del  vno,  dixo  Galuan,  no  me  guardare,  que, 
si  menester  fuere,  meteré  mi  cuerpo  por  el 
suyo  sainar;  y  este  es  don  Lancarote  del 
Lago;  y  el  otro  se  yo  que  no  es  tal  cauallero 
que  en  cabo  me  pudiesse  durar,  e  por  esto  no 
he  duda  de  lo  que  me  dezis» .  «Todo  esto  no 
es  que  assi  no  sea».  «Agora  os  dexad  ende, 
que  no  sera  assi»,  dixo  Galuan.  «Mucho  me 
plaze»,  dixo  Agrauain;  e  assi  anduuieron 
todo  aquel  dia,  que  no  fallaron  a  Erec,  ni 
hallaron  quien  les  dixesse  nueuas  del;  e 
ouieron  ende  gran  pesar,  que  mucho  lo  qui- 
sieran fallar  mientra  que  eran  anbos  en  vno. 
E  agora  dexa  el  cuento  de  fablar  dellos,  e 
torna  a  Erec. 

Cap.  CLY. —  Como  Erec  derribo  a  Galuan  e 
no  quiso  la  corona  ni  la  donzella  (*). 

Dyze  el  cuento  que- pues  Erec  se  partió  de 
Galuan,  donde  lo  derribo  ante  todos  los  bue- 
nos honbres  que  ay  estañan,  assi  como  ya  os 
dixe,  que  anduuo  todo  aquel  dia  sin  auentu- 
ra  fallar  cine  de  contar  sea.  Y  aquella  noche 
dormio  el  en  casa  de  vn  cauallero  que  mora- 
ua  en  la  floresta,  que  le  hizo  mucha  honrra 
porque  era  cauallero  andante.  Y  otro  dia  de 

(')  Epígrafe  que  corresponde  al  cap.  CLIII. 


220 


LIBROS  DE  caballerías 


mañana  partióse  dentle.  y  andimo  fasta  hora 
de  medio  dia.  Estonce  le  auino  que  fallo  vna 
fuente  muy  fermosa.  e  cercada  de  arboles 
do  todas  ijartes.  que  no  ha  honbre  que  ay 
entrasse  que  sintiesse  ay  calentura,  tanto 
era  angosta.  Y  Erec,  que  andana  muy  cuy- 
tado  de  calentura,  quando  vio  la  fuente  tan 
fermosa  e  plazentera,  y  el  lugar  tan  bien 
guisado,  descendió  del  cauallo  por  folgar  vn 
poco,  e  quito  el  freno  al  cauallo  e  dexolo 
pascer:  y  después  quitóse  el  escudo  y  el  yel- 
mo, e  la  loriga,  que  era  muy  fermosa,  e  pen- 
só que  folgaria  alli  fasta  que  cayesse  la  siesta; 
y  echóse  sobre  la  yerua  verde,  y  comenco  a 
pensar  muy  fieramente,  y  el  pensando,  bol- 
uiose  los  pechos  ayuso.  Y  quando  se  quiso 
leuantar,  hallóse  atan  mal  trecho,  que  no 
pudo  mecer  pierna  ni  braco,  ni  mienbro  que 
en  si  ouiesse,  e  perdió  la  fabla,  e  marauillo- 
se  que  podia  ser,  que  no  veya  cerca  de  si 
honbre  ni  muger  que  lo  encantasse.  Y  estan- 
do assi  con  gran  cuyta,  vio  venir  contra  la 
fuente  tres  donzellas  e  vna  dueña  rica,  e  ve- 
nían caualleras  sobre  buenos  palafrenes.  Y 
las  donzellas  andauan  assi  guisadas,  como  si 
anduuiessen  a  cagar:  la  vna  traya  vn  cuerno 
muy  fermoso  e  rico:  e  la  otra  traya  vn  arco, 
con  su  aljaua  de  saetas:  e  la  tercera  traya  vn 
cierno  atrauessado  en  el  palafrén;  e  la  due- 
ña mayor  no  traya  nada,  que  era  su  señora. 
Y  tanto  que  llegaron  a  la  fuente,  apeáronse, 
e  ataron  los  palafrenes  a  los  arboles,  e  quita- 
ron de  si  lo  que  trayan  por  folgar.  Y"  quan- 
do vieron  a  Erec,  pensaron  que  dormia.  mas 
la  señora,  que  mas  sabia  que  ellas,  no  lo  pen- 
saua,  e  vio  bien  que  no  dormia.  E  [quien] 
quisiere  saber  por  que  Erec  auia  este  mal, 
yo  ge  lo  contare,  según  que  yo  lo  halle  en 
la  verdadera  historia. 

Cap,  CL YI. — De  como  m'iino  la  aventura  de 
la  virgen. 

Dize  el  cuento  e  la  historia  que  esta  fuente 
le  auino  que  era  llamada  fuenie  de  la  riríjen., 
y  esto  fue  por  vna  muy  fermosa  auentura  de 
vna  virgen  que  alli  vino  en  el  tiempo  del  rey 
Yter  Padragon.  Y'  auia  vn  rey  en  aquella 
tierra  que  auia  por  nonbre  Nacer,  y  era  a 
marauilla  muy  buen  hombre,  e  amaua  a  Dios 
e  temíalo,  e  auia  por  muger  vna  muy  fer- 
mosa dueña  e  muy  buena.  E  auia  vn  fijo  y 
vna  fija.  Y  el  fijo  era  el  mas  fermoso  donzel 
que  honbre  pudiesse  ser  en  toda  la  tierra,  y 
era  de  diez  y  seys  años.  Y  la  fija  era  la  mas 
fermosa  que  nunca  honbre  vio;  e  tanto  era  la 
gran  nonbradia  de  la  su  beldad  cerca  e  lue- 
ñe,  que  la  venían  todos  a  ver;  e  por  la  gran 
lx)ndad  que  en  ella  auia,  la  lamauan  la  yn- 


gluyda;  e  la  donzella  era  fermosa  de  seme- 
janza al  pueblo,  mas  era  de  coragon  y  de 
cuerpo  contra  Dios.  E  quantas  buenas  obras 
podia  fazer  contra  Dios,  fazialas  escondida- 
mente,  y  ninguno  no  podia  auer  tan  gran 
alegría  en  las  riquezas  del  mundo,  como  ella 
auia  plazer  en  las  cosas  de  Dios.  Y  ella  ver- 
dad es  ( [uando  entendía  bien  en  la  diuinidad 
mas  por  gracia  o  por  otorgamiento  de  Nues- 
tro Señor  y  por  enseño  de  sus  maestros.  Di- 
goos  que  si  quantos  maestros  ha  en  Roma, 
do  aquella  sazón  eran  mantenidas  las  clere- 
zias,  que  fueron  mudados  de  gran  tienpo  e 
aun  antes  de  Athenas,  que  assi  metió  Dios 
su  spiritu  en  la  donzella,  que  los  maestros 
que  la  enseñauan  eran  marauillados  del  seso 
que  en  ella  hallauan.  Y"  sabed  que  ella  fa- 
blando  primeramente  la  leyenda  de  los  san- 
tos padres,  que  amostraua  gran  partida  de  la 
Trinidad.  ¿E  que  os  diré?  que  aquella  donze- 
lla fue  semejante  a  Sancta  Catalina  en  scien- 
cia  y  en  bondad,  aquella  cuya  bondad  deue 
ser  contada,  e  podra  ser  exenplo  a  toda  la 
gente.  Y'  la  donzella  que  os  digo,  que  In- 
giuyda  auia  nombre,  quando  llego  a  la  edad 
de  .XIV.  años,  era  tan  fermosa,  que  no  era 
sino  marauilla;  e  de  bondad  era  tal,  como  la 
historia  os  lo  ha  contado,  e  su  hermano,  que 
aun  no  era  cauallero,  mas  auialo  ayna  de  ser, 
caualgo  vn  dia  por  vna  montaña  para  cagar, 
e  perdió  todos  su  «anes  e  los  hombres,  e  no 
supo  dellos  parte.  Y  el  estando  en  medio  de 
la  montaña,  en  vn  lugar  tan  desuiado  que 
era  marauilla,  ca  el  monte  era  tan  espesso,  e 
las  carreras  tan  malas,  que  no  supo  cjual  to- 
mar. E  el  donzel  comenco  de  andar  de  vn 
cabo  a  otro,  buscando  alguna  carrera  que  lo 
lleuasse  al  camino,  mas  en  ninguna  guisa  no 
la  podia  fallar.  Y  assi  anduuo  todo  aquel  dia 
errado  de  la  vna  parte  a  la  otra,  fasta  en  la 
noche,  que  no  comió.  E  la  montaña  era  de 
cuatro  grandes  jornadas  en  ancho  e  en  luen- 
go; e  quando  vino  al  tercero  dia  do  andana 
assi  pensando,  aparecióle  vn  diablo  assi  como 
os  diré. 

Cap.  CLYII. —  Gomo  el  diablo  aparescio  al 
doncel  (pie  estaña  triste. 

Al  tercer  dia,  como  os  digo,  le  auino  que 
aquel,  que  auia  nonbre  Nabor,  que  llego  a 
aquella  fuente  con  gran  hanbre  y  sed,  e  con 
mayor  lazeria  que  solia  auer,  e  fue  tan  can- 
sado, que  a  poco  le  fallesciera  el  coragon;  y 
de  la  otra  parte  andana  con  gran  pesar  por 
sus  honbres  que  nunca  pensaua  fallar .  Es- 
tonce se  apeo  de  su  cauallo,  que  era  tan  can- 
sado de  hambre  que  no  se  podia  mouer,  e 
assentose  sobre  la  fuente,  y  comenco  a  pen- 


LA  DEMAIíDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


221 


sai-  muy  fieramente:  c  estando  assi  pensan- 
do, llego  a  el  vn  diablo  en  semejanva  de  lion- 
brc  sañudo,  e  mostraua  (|ue  tenia  pesar  y 
que  era  triste,  e  no  fizo  semejanza  que  lo  co- 
nocia,  mas  honbre  desconocido,  e  fuesse  para 
la  fuente,  e  fizo  semejan(;a.  que  (preria  beuer, 
mas  no  beuia;  ca  nunca  la  escritura  demues- 
tra que  el  diablo  come  ni  beue.  Mas  empero 
aquel  que  pensaua  sobre  la  fuente,  pensaua 
verdaderamente  que  beuia  el  diablo.  Y  el 
diablo  comenco  de  mirar  al  donzel  que  assi 
miraua  sobre  la  fuente,  y  no  le  fallo,  y  co- 
menro  de  fazer  el  mayor  duelo  del  mundo,  e 
dixo:  «¡Ay  captiuo!  todo  mi  seruicio  lie  jier- 
dido»;  y  el  donzel  dexo  estonce  el  pensar,  e 
miro  al  diablo,  e  dixo:  «¿(^)ue  dezis  vos?  ¿que 
aueys  perdido  vuestro  seruicio? ¿E  quien  soys 
vos?»  Y  el  diablo  respondió  como  aquel  que 
nunca  dize  verdad,  e  dixo:  «Señor,  yo  soy 
de  vna  tierra  estraña,  e  soy  muy  triste  de 
consejo  e  de  ayuda;  y  si  pudiesse  fallar  quien 
me  fiasse  en  esta  tierra,  tenerme  ya  por  rico 
y  honbre  de  buena  ventura,  que  estonce 
auria  yo  quanto  mi  coraron  dessea,  e  seria 
quito  de  cuj' ta  e  tristeza» .  Y''  el  donzel  quan- 
doesto  oyó,  vuo  sabor  de  saber  su  fazienda 
de  arpiel  i[ue  tan  bueno  le  semejaua,  e  dixole: 
«Si  vos  me  mostrades  vuestra  fazienda.  yo 
os  consejare  lo  mejor  que  pudiere».  Y"  el  dia- 
blo dixo:  «Amigo,  no  os  lo  quiero  dezir,  que 
es  muy  gran  cosa,  e  por  auentura  no  lo  faria- 
des».  «Si  haré»,  dixo  el.  «¿E  por  que  lo 
creeré?»  dixo  el  diablo.  «Y'o  te  lo  jurare», 
dixo  el  donzel.  «Pues  júramelo».  E  el  ge  lo 
juro  sobre  la  christiandad  que  rescibiera,  e 
dixole:  «Agora  os  conuiene  que  me  digadcs 
toda  vuestra  bazienda,  e  quien  soys,  e  sobre 
quien  auej's  menester  ayuda,  que  cierto  yo 
vos  conjurare  a  todo  mi  poder».  «Esto  fare 
yo,  dixo  el  diablo,  y  escucha,  yo  te  lo  diré». 


Cap.  CLYIIL — Como  2)ro)iieiio  al  diablo  el 
don:  el  (¡ue  le  tiaeria  a  su  licrmana. 

«E  es  verdad  que  yo  ame  no  ha  mucho  vna 
dueña  rica  desta  tierra  e  ¡poderosa.  Y"  ella 
amana  a  mi  tanto  o  mas,  e  de  aquella  dueña 
avino  assi  que  ouo  de  mi  vna  fija  aquella 
sazón  que  la  reyna  desta  tierra  ouo  otrosi 
otra  fija;  e  la  reyna  fizo  matar  a  su  fija  tanto 
que  nascio,  por  vn  sueño  que  auia  soñado 
que  aquella  fija  auia  de  matar  a  su  madre  e 
a  su  padre;  e  jjues  que  la  mato,  no  supo  que 
fazer,  por  pauor  que  uuo  del  rey  ([ue  auia 
mirado  que  la  matarla  quarido  lo  supiesse; 
después  no  supo  al  que  fazer.  E  tomo  aquella 
dueña,  e  leñóla  ante  el  rey,  e  fizóle  creer 
que  era  arpiella  su  fija,  pero  ante  que  ge  la 


diessemos  prometiónos  que  nos  la  daria  cada 
que  la  pidiessemos.  E  assi  ouo  la  reyna  y  el 
rey  la  mi  fija  en  lugar  de  la  suya.  E  agora 
quando  ge  la  pedimos  no  nos  la  quiso  dar,  o 
negó  todo  el  pleyto,   e  demás  maltraxome 
muy  mal.  E  la  reyna,  que  supo  verdadera- 
mente que  el  rey  no  semeiaria  conoscer  dello, 
dixome  que  si  nunca  en  ello  fablasse  que  me 
faria  matar,  y  este  es  el  gran  pesar  y  el  gran 
quebranto  que  yo  he,  que  mi  fija  que  es  la 
mas  hermosa  criatura  del  mundo,  e  la  mas  se- 
suda, e  puso  tanto  en  locania,  e  agora  te  pido 
consejo  como  fare,  pues  me  lo  prometistes» . 
Y  el  donzel,  quando  esto  oyó,  comem.-o  a  pen- 
sar, e  ouo  muy  gran  pesar  de  su  madre,  que 
cuydo  bien  que  hiziera  aquella  maldad  quel 
diablo  dezia,  e  de  la  otra  parte  pesauale  mu- 
cho de  aquella  donzella  que  tenia  por  herma-   ^.  .^_ 
na,  e  no  auia  con  ella  nada,  y.  el^dialilO-lB-'  *  ■  '' 
dixo_otra  vez:  «¿Que  me  dizes  a  esto  que  te 
digo?»  «Cierto,  dixo  el  donzel,  no  vos  se  con- 
sejar, que  la  reyna  es  tan  poderosa,  que  no 
ge  lo  podríamos  prouar  esto  que  le  aponeys» ; 
y  el  diablo  dixo:  «Tu  me  puedes  ay  ayudar, 
si  quisieres».  E   dixole   el   donzel:    «Pues 
muéstrame  como  a  fazerlo  he  si  pudiere». 
«Y"o  te  lo  diré,  dixo  el  diablo.  Yo  te  llenare 
mañana  a  casa  de  tu  padre,  que  es  bien  lue- 
ñe,  e  ha  por  ti  gran  cuyta  porque  eres  per- 
dido, e  quando  ay  fueres,  di  a  la  donzella 
que  vaya  contigo  a  holgar  por  el  prado  de 
noche  con  la  luna,  y  ella  lo  fara  de  grado, 
porque  te  ama  tanto  como  a  su  coraron  mis- 
mo, e  no  ha  cosa  que  le  demandes  que  ella 
no  lo  faga  luego,  e  si  me  la  truxeres  alli,  tal 
cosa  no  sabrías  pedir  que  yo  no  te  la  cíe» . 
Estonce  respondió  el  donzel,  e  dixo:  «Esso  no 
faria  yo  por  ninguna  cosa,  ca  seria  traycion» . 
í¿No?  dixo  el  diablo,  ¿no  lo  quieres  fazer  en 
ninguna  guisa  rogándotelo  yo?  Agora  sepas 
que  nunca  tan  gran  locura  feziste,  e  dezirte 
he  lo  que  te  verna:  tu  eres  en  esta  montaña 
en  lugar  tan  desuiado  e  tan  lexos  de  pobla- 
do, que  jamas  al  camino  no  yras,  ante  que- 
daras aqui  como  catino  malauenturado  e  mo- 
rirás de  hanbre,  y  bestias  e  aues  te  comerán 
aqui;  mas,   si  tu  quieres  otorgar  lo  f[ue  te 
pido,  ponerte  he  yo  en  saino» . 


Cap.  CLIX. — De  r-ouw  el  diablo  se  partió  del 
donxel  por  le  poner  en  mayor  CHudado. 

Y  el  diablo  se  partió  del  donzel  por  le  me- 
ter en  mayor  cuy  dado.  E  fuesse  por  otro 
camino,  y  el  donzel  quedo  a  la  fuente  mas 
cuytado  que  ante  era,  muy  desconortado  de 
hambre  e  de  lazeria,  que  auia  ya  bien  tres 
dias  ipic  no  comiera  ni  beuiera,  e  no  lo  des- 


LIBROS  DE  caballerías 


conortaua  tanto  el  afán,  como  el  cuydana  que 
pensaua  que  nunca  haUaria  por  do  salir  de 
alli;  8  las  bestias,  tal  hora  que  lo  fallassen 
alli,  que  lo  comerían.  Y  estonces  comengo  a 
llorar,  e  hazer  muy  gran  duelo,  que  no  ha 
honbre  que  no  ouiesse  ende  gran  piedad.  Es- 
tonce torno  otra  vez  el  diablo  a  el  en  la  se- 
mejanca  que  ante,  e  dixole:  «¿Como,  catino 
malauenturado?  agora  reo  lo  que  de  ti  que- 
ría ver,  e  agora  veo  el  t\\  mal  seso,  que  por 
vna  donzella  estraña  te  dexas  aqui  morir  en 
tal  curta  x  en  tal  dolor»:  v  el  donzel,  que 
era  muy  cuytado,  dixole:  «Agora  me  llena 
en  saino,  e  yo  te  prometo  que  yo  te  la  llene 
destos  quatro  dias  do  tu  mandares» .  «Pues 
íazerlo  has  assi» ,  dixo  el  diablo;  y  el  ge  lo 
jirometio  lealmente.  Y  el  diablo  lo  leuo  de 
guisa  que  dio  con  el  en  casa  de  su  padre,  e 
«juando  ay  llego,  hallo  muchos  que  lo  salie- 
ron a  rescebir,  y  que  le  hizieron  mucha  hoii- 
ra  e  fueron  muy  alegres  coa  el;  ca  auian 
anido  vaxij  gran  pesar  por  el,  que  cuydaron 
que  era  perdido:  e  al  tercer  dia  que  el  llego 
a  casa  de  su  padre,  aniño  que  el  rey  Xacer 
su  padre  fue  a  caga  en  aquella  montaña  mis- 
ma en  [la]  qual  auia  estado,  y  leuo  consigo  a 
la  reyna  e  muchas  dueñas  e  donzellas,  por 
yr  mas  vicioso;  e  al  donzel  no  se  le  oluido  lo 
quel  diablo  le  auia  dicho,  e  ante  pensaua 
como  le  podia  dar  cabo,  e  fue  con  el  rei  e  con 
la  re;\Tia  fasta  la  floresta,  y  desi  tornóse  a  su 
hermana,  e  dixole:  «Hermana,  caualgad  e 
vaN'a  con  vos  vno  de  vuestros  maestros,  que 
el  rey  lo  manda  assi» . 


Cap.  CLX.  —  Como  la  donzella  yua  con  s-u 
liermano,  e  la  leuo  do  mando  el  diablo,  y 
le  pidió  .su  amor. 

Y  ella  lo  hizo,  y  el  donzel  yua  pensando 
todavía,  e  assi  andando,  llegaron  a  la  fuen- 
te que  (íezian  de  la  virgen,  e  quando  ay  lle- 
garon, dixo  a  su  hermana:  «Decendamos 
aqui,  e  atendamos  a  los  otros  que  agora  se- 
rán aqui»;  e  decendieron;  y  el  donzel  metió 
mano  a  la  espada  que  traya,  e  dio  gran  golpe 
al  maestro  de  su  hermana  e  dio  con  el  muerto 
Qn  tierra;  e  quando  la  donzella  vio  esto,  fue 
mucho  espantada,  e  dixo:  «Ay  hermano,  ¿por 
que  fezistes  tal  cosa?  Por  Dios,  mal  aueys 
fecho».  Y  el  dixo:  «Yo  no  so  vuestro  her- 
mano, ni  me  llamedes  hermano,  que  con  vos 
no  he  sino  crianza,  ca  deudo  tanto  he  con 
vos  como  con  la  mas  estraña  del  mundo,  e 
])or  aquesto  vos  traxe  acá  tan  lexos  do  esto, 
porque  quiero  dormir  con  vos  ante  que  vos 
otro  aya;  e  si  lo  no  quereys  consentir,  fazer- 
vos  he  lo  que  fize  a  vuestro  maestro» . 


Cap.  CLXI. — Contó  murió  el  donzel  que  se 
quiso  echar  con  su  Jierinana. 

Oyendo  esto  la  donzella  fue  mucho  espan- 
tada, ca  vio  a  su  hermano  estar  con  diablos, 
e  abiuado  para  fazer  mal  su  hazienda;  e  dixo: 
«¡Ay  hermano!  ¡por  Dios  merced!  ¡mien- 
breseos  que  so  vuestra  hermana!»  «Esto  no 
es  nada,  dixo  Xabor,  que  cosa  que  vos  ago- 
ra digays  no  os  tendrá  i^ro» ;  e  fuela  tomar 
muy  brauamente,  y  metióla  debaxo  de  si 
para  yazer  con  ella;  e  quando  la  donzella 
vio  que  estaua  en  hora  de  perder  el  alma  y 
el  cuerpo,  comencé  a  fazer  su  oración,  que 
Dios  por  su  piedad  la  librasse  de  aquella 
malauentura;  e  tanto  que  la  hizo,  cayo  el 
en  tierra  muerto.  E  qiiando  la  donzella  vio  a 
su  hermano  muerto,  ouo  muy  gran  pesar.  Y 
ella  pensando  en  esto  por  qual  ventura  le 
viniera,  dixole  vna  boz  del  cielo:  «Donzella 
buena  y  preciada,  esto  te  fizo  el  diablo  jjor 
te  quitar  la  corona  de  las  virgines  si  lo  pu- 
diesse  hazer» ;  e  dixole  todo  el  pleyto  como 
passara;  e  mientra  la  donzella  en  esto  estaua 
pensando,  heos  vino  el  rey  su  padre  que  an- 
daua  cacando,  quando  perdiera  el  venado 
em  pos  de  que  andana,  e  su  compaña,  y  lle- 
garon a  ella;  e  quando  el  rey  vio  a  su  fija, 
marauillose  quien  la  truxera  alia;  e  dixo  son- 
riendose:  «Hija  amiga,  ¿quien  vos  truxo 
aqui?»  «Padre  señor,  dixo  ella,  el  pecado  me 
truxo  acá,  que  siempre  se  trabaxa  de  confuji- 
dir  al  christiano» .  Y  estonce  le  contó  toda 
aquella  razón  como  fuera,  e  mostróle  a  su 
maestro  e  a  su  hermano  muertos;  y  el  rey 
dixo  con  saña:  «Agora  paresce  que  mi  hijo 
siruio  a  ruyn  señor,  pues  que  mal  galardón 
le  dio;  y  este  vergel  es  malo,  e  no  es  buena 
la  fuente  donde  el  diablo  moro;-  e  avn  sera 
de  aqui  adelante  peor».  Dixo  la  donzella: 
«Xunca  cauallero  aqui  verna  que  no  sea  mar- 
gen, que  no  pierda  el  poder  del  cuerpo  y  de 
todos  los  mienbros  mientra  aqui  fuere,  y  esto 
sera  por  el  pecado  por  que  mi  hermano  fue 
muerto,  e  durara  esta  memoria  de  mi  y  de 
mi  hermano  fasta  que  venga  el  buen  caua- 
llero que  ha  de  dar  cima  a  las  auenturas  del 
reyno  de  Londres,  e  por  mi  sera  llamada  la 
ftiente  de  la  virgen» . 

Cap.  CLXn.  —  Como  fue  llamada  la  fuente 
de  la  virgen. 

Desta  manera  aueys  de  saber,  que,  como 
la  donzella  dixo  que  desde  aquella  hora  se 
llamasse  la  fuente  de  la  virgen,  y  es  aun  y 
sera,  que  nunca  ay  vino  cauallero  que  no 
cuydasse  ay  morir,  saino  (ialaz  e  Perseual, 
que  no  vino  ay  otro  que  no  fuesse  tentado 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTÜ  (ililAL 


220 


de  hiKiiria  oii  alguna  guibu,  (¡ue  por  esta 
auentura  fue  Erec  atan  mal  trecho  quanclo 
ay  vino,  porque  no  era  virgen,  o  agora  vos 
diré  de  las  douzellas  e  de  la  dueña  que  vi- 
nieron a  la  fuente,  e  de  Erec  como  le  con- 
tecio. 

Cap.  CLXIII. — De  como  las  doncellas-  caia- 
uan  a  Eree,  e  como  le  sacaron  de  cabe  In 
fuente. 

Agora  dize  el  cuento  que  después  que  las 
donzellas  llegaron  a  la  fuente  do  yazia  Erec, 
c  quando  lo  vieron,  comentáronlo  a  catar, 
ca  yazia  como  muerto.  «jAy  Dios!  dixo  vna 
donzella  de  aquellas,  la  mas  moca,  ¿que  pue- 
de ser  esto,  o  como  es  este  cauallero  aqui 
venido?»  «Xo  sabemos,  dixeron  las  otras  an- 
bas;»  e  la  mayor  dixo:  «Yo  lo  diré  esto  como 
es;  este  es  Erec,  fijo  del  rey  Lac,  que  nunca 
mintió,  y  el  otro  dia  mato  a  su  hermana  por 
no  ser  tomado  en  mentira» .    «Ay,  dixeron 
ellas,  esto  es  por  essa  mala  ventura,  e  mal 
andanza  le  venga  a  quien  ge  la  fizo  matar;  y 
el  hizo  la  ma^yor  deslealtad  que  nunca  hizo 
cauallero,  de  matar  a  su  hermana,  e  ayna  lo 
lleue  Dios  a  do  so  vida  sea  fenecida» .  «Ay 
Dios,  dixo  la  señora,  que  mal  fezistes  en 
maldezir  el  cauallero,  que  la  venganca  que 
vos  desseades  le  verna  mucho  ayna,  assi  que 
todos  aquellos  que  lo  oj^eren  se  espantaran, 
y  sera  gran  daño  en  morir  tan  ayna,   que 
mejor  cauallero  que  el,  e  mas  leal,  nunca 
vi.    E  cierto,    si   yo  pudiesse   estoruar  su 
muerte  e  alongar  su  vida,  fazerlo  ya  de  gra- 
do, mas  no  lo  podria  liazer,  que  a  Nuestro 
Señor  no  plaze» ;  y  esto  dezia  la  dueña  de 
Erec,  mas  el  no  podia  responder,  e  las  don- 
zellas lo  miraron  gran  piega,  e  tomáronlo  de 
todas  partes,  la  vna  de  acá,  la  otra  de  alia, 
e  alongáronlo  de  la  fuente  quanto  vn  trecho 
de  ballesta.  Desque  tanto  fue  alongado,  torno 
en  su  fuen/a  y  en  su  poder  assi  como  de  an- 
tes, e  quando  acordó,  dixo  a  las  donzellas: 
«Señoras,  fezistesme  gran  merced,  que  me 
sacastes  acá,   que  si  estuuiera  cerca  de  la 
fuente  ajma  fuera  muerto,  mas  por  Dios  vos 
ruego  que  me  perdonedes  el  desamor  que 
comigo  auedes  por  la  muerte  de  mi  hermana, 
que  cierto  lo  que  yo  fize  fizelo  sin  mi  grado, 
e  yo  me  otorgo  por  hombre  sin  ventura  jDor 
ella,  mas  a  fazer  me  conuenia»;  y  ellas  no 
res])ondieron  nada,  mas  fueronle  por  su  ca- 
uallo  e  por  sus  armas  e  dierongelo,  y  el  ge  lo 
grádeselo  mucho,   y  ellas  le  tornaron  a  la 
fuente;  y  el  adereco  su  cauallo,  e  armóse,  e 
caualgo,  e  partióse  de  alli,  e  y  na  maldiziendo 
a  la  fuente  e  quantos  la  fizieron  alli,  que 
nunca  le  aconteció  auentura  de  que  tan  mal- 


trecho ni  tan  vergonv-oso  ouiesse  quedado. 
Assi  como  vos  digo  andana  Erec  pensando 
mucho  de  aquella  ventura,  e,  assi  andando, 
aquel  dia  a  la  noche  llego  a  vn  valle,  y  quedo 
ay  cerca  de  vna  floresta,  e  no  comió  ni  beuio 
ninguna  cosa,  e  fue  mas  cuytado  que  solia 
porque  oyera  dezir  su  muerte,  e  auia  muy 
gran  pesar  por  Merengis  que  perdiera;  ca 
si  Merengis  fuesse  en  su  conpañia,  no  temia 
que  otro  cauallero  lo  matasse  en  armas,  pero 
pensó  tanto  que  si  lo  no  matassen  a  traycion, 
e  lo  matassen  en  armas,  que  mas  seria  por 
el  pleyto  de  su  hermana  que  no  por  maldad 
que  en  el  ouiesse;  ca  pocos  sabian  de  caua- 
lleria  en  el  rey  no  de  Londres  a  quien  el  du- 
dasse  de  caualleria  vno  por  otro.  Pero  toda- 
vía le  dezia  su  coraron  e  afirmaua  que  auia 
mal  andanca  de  muerte,  y  que  seria  por  el 
pleyto  de  su  hermana;  e  aquella  noche  no 
durmió  poco  ni  mucho,  ante  pensó  mucho. 
Y  en  esto  estando,  comentóle  el  corayon  a 
llorar  tan  fuertemente,  que  las  lagrimas  le 
salian  ]3or  los  ojos.  E  quando  el  que  nunca 
su  coracon  fue  espantado  e  lloraua,  e  no  sabia 
por  que,  comenco  a  fazer  su  oración,  e  dixo; 
«¡Ay  sancta  Maria,  inadre  de  piedad  y  de 
misericordia,  acorredme  e  no  me  dexeys  tan 
ayna  morir  si  os  pluguiere  por  el  fecho  que 
fize  de  mi  hermana!;  ¡o  Jesu  Christo,  padre 
de  piedad,  aued  merced  deste  catino  hijo  de 
rey,  ca  os  erre  mas  que  otro  pecador,  e  no 
cates  a  mi  pecado,  que  es  tan  vil  que  todos 
los  angeles  del  cielo  son  espantados;  mas, 
señor,  assi  como  tu  eres  padre  verdadero  e 
guardador  del  mundo,  tu  sey  guiador  deste 
pecador  que  te  llama  de  buen  coracon,  e  tan 
grauemente  nunca  pecara!;  Señor,  si  como 
yo  te  llamo  de  cora9on  e  de  limpia  voluntad 
e  conozco  verdaderamente  que  mi  pecado  me 
mata  y  me  confunde,  si  tu  merced  no  me  val, 
soy  perdido.  ¡Señor,  aue  piedad  deste  catino 
perdido,  de  qualquier  mal  andanca  que  venga 
al  cuerpo!  ¡Ay  bendito  padre!  el  alma  mez- 
quina que  nada  no  erro,  mas  las  malas  obras, 
Señor,  quando  se  partiere  del  cuerpo,  recí- 
bela e  aluergala  en  la  tu  sancta  posada,  do- 
las  buenas  alegrias  son  e  las  buenas  ven- 
turas». 

Cap.    CLXIY.  — De  como   Erec   derribo   a 

Sagramor  dos  vc/xes. 

E  Erec,  desque  fizo  su  oración,  echóse 
tendido  en  cruz  contra  Oriente,  e  hizo  sus 
oraciones,  la'í  mejores  que  supo,  y  estuuo 
assi  hasta  que  fue  el  dia  claro,  y  después 
tomo  su  yelmo  y  enlazólo,  e  tomo  su  escudo 
e  su  lanya,  e  subió  en  su  cauallo,  e  fuesse  su 
camino  por  la  floresta,  e  aquel  dia  le  auino 


224 


LIBROS  DE  CABALLERÍAS 


entre  prima  y  tercia  que  se  hallo  con  Sagra- 
nior,  (jue  venia  armado  de  todas  armas  e 
aparejado  para  justar  si  fallasse  con  quien, 
ca  auia  gran  tienpo  que  no  fiziera  nada  en 
armas,  e  plugole  mucho  quando  vio  a  Erec 
contra  si  venir,  ca  no  lo  conocía,  ni  Erec  a 
el,  e  dixole  en  altas  bozes:  «Señor  caualle- 
ro.  a  justar  vos  conuiene  coniigo,  e  guardad- 
vos  de  mi» .  E  quando  Erec  vio  que  Sagra- 
mor  pedia  justa,  no  la  oso  recelar,  ca  ge  lo 
ternian  a  villanía.  Estonce  se  dexaron  correr 
el  vno  contra  el  otro,  e  dieronse  los  mejores 
golpes  que  nunca  pudieron;  e  Sagra  mor  que- 
bró su  lanoa  en  Erec,  «[ue  era  de  mayor 
fuerza,  como  aquel  que  se  tenia  por  vno  de 
los  caualleros  que  mas  vallan  en  el  reyno 
quanto  de  caualleria;  firio  a  Sagramor  por 
medio  de  los  pechos,  que  dio  con  el  amorte- 
cido en  tierra  por  las  ancas  del  cauallo,  mas 
otra  cosa  no  le  hizo;  después  passo  adelante, 
e  no  le  toco  mas.  E  quando  Sagramor  recor- 
dó y  se  vio  en  tierra,  ouo  muy  gran  ver- 
güenza, y  leuantose  muy  presto  e  subió  en 
su  cauallo,  e  fuesse  em  pos  de  Erec  dando 
muy  grandes  bozes,  diziendo:  «Tornad,  caua- 
llero.  ca  porque  me  derribastes  no  me  ven- 
cistes» .  (^Uiando  Erec,  que  se  yua,  lo  vio,  no 
supo  que  se  hiziesse,  que  si  dexasse  la  bata- 
lla serle  ya  desonrra,  e  metió  mano  a  la  es- 
pada, e  torno  contra  el,  e  dixole:  «Señor  ca- 
uallero,  tuerto  me  fazeys,  que  a  fuerca  me 
fazedes  conbatirme  con  vos,  e  si  vos  mal  vi- 
niere no  aure  ende  culpa» .  Estonce  dexo  yr 
contra  el  la  espada  sacada,  e  diole  atan  gran 
golpe  en  la  carne,  mas  tanto  le  auino  bien  a 
Sagramor,  que  no  fue  la  herida  mortal,  e 
como  la  espada  era  buena  y  el  golpe  muy 
grande,  e  fue  herido  de  gran  fuerca,  assi 
que  fue  ende  Sagramor  atan  mal  trecho,  que 
no  se  pudo  tener  en  la  silla,  e  ouo  de  caer  en 
tierra  atan  atordido,  que  no  supo  sy  era  de 
noche  o  si  de  dia,  e  quando  Erec  lo  vio  en 
tierra,  metió  su  espada  en  la  vayna,  e  fuesse 
su  carrera  muy  cuytada  mas  que  ante,  ca 
asmaua  en  su  coracon  que  este  cauallero 
podría  ser  de  la  Tabla  Redonda. 


Caí'.  CTjXY. — Do  romo  Erer  c  Ywnt.  rl  de  la^ 
hlancas  manos  se  combatieron. 

Después  que  Erec  se  partió  de  Sagramor 
ansi  como  vos  dixe,  no  anduuo  mucho  que 
alcanzo  a  Yuan  de  las  blancas  manos,  e  tanto 
que  los  cauallos  se  sintieron,  comentaron  a 
relinchar.  E  Yuan  cato  em  pos  si,  e  tanto  que 
vio  a  Erec,  conosciolo.  que  el  dia  de  ante 
ge  lo  mostrara  Galuan  que  armas  traya,  e 
querell<we  de  la  dcsonra  a  que  le  ñziera  ante 


tantos  buenes  honbres;  e  Yuan  le  prome- 
tió que  le  vengaría  si  lo  fallasse,  e  tanto 
que  lo  vio.  menbrose  de  lo  <¡ue  prometiera 
a  Galuan,  y  pensó  si  lo  cometiessen  luego  o 
después,  e  todavía  le  dio  el  coraron  que  lo 
acometiesse  luego,  caassi  ge  lo  consejo  el  dia- 
blo e  su  mala  andanza  que  auia  de  auer.  Y 
estonce  torno  la  cabega  del  cauallo,  e  dixo: 
«Ay  Erec,  malo  e  desleal,  guarda  vos  de 
mi,  ca  vos  desafio».  E  quando  Erec  se  oyó 
llamar  malo  e  desleal  marauillose  quien  jjo- 
dria  ser,  e  dixole  assi  sonriendo:  «Cierto, 
don  cauallero,  yo  no  so  tal  qual  deuia  ser, 
mas  no  so  tal  qual  vos  dezides,  e  si  Dios 
quisiere,  contra  vos  defenderé  mi  cuerpo  con- 
tra deslealtad  que  en  mi  no  es»;  e  pues 
esto  dixo ,  dexose  yr  contra  el ,  e  dieronse 
tales  golpes,  que  los  escudos  ni  las  lorigas 
no  los  guardo  que  se  no  metiessen  los  fierros 
por  los  cuerpos  de  las  laucas,  e  ouieronse  de 
caer  los  cauallos  en  tierra  sobre  ellos,  e  fue- 
ron tan  mal  trechos,  que  bien  auian  menes- 
ter maestros,  que  no  auia  tal  que  no  fuesse 
mal  llagado,  e  Yuan  fue  llagado  a  muerte,  y 
el  otro  no  fue  tan  mal  llagado,  e  después 
leuantaronse  muy  ayna,  ca  eran  muy  sañu- 
dos porque  eran  mal  feridos,  e  anbos  auian 
coraron  de  se  vengar,  e  sacaron  después  los 
fierros  de  las  lanyas,  ca  tanto  estañan  encen- 
didos que  no  sentían  el  mal  que  tenían;  y 
después  metieron  mano  a  las  espadas,  e  fue- 
ron el  vno  contra  el  otro  como  vnos  leones, 
e  dieronse  tan  grandes  golpes,  (^ue  era  mara- 
uílla;  e  anduuieron  assi  con  gran  priessa, 
que  no  auia  ninguno  que  no  ouiese  siete 
feridas  ante  que  se  partiessen  la  primera 
vez;  empero  Erec  no  fue  tan  mal  ferido  ni 
tan  maltrecho  como  Yuan,  ca  mucho  era  me- 
jor cauallero,  e  Yuan  passo  gran  afán  en  la 
Tabla  Redonda. 


Cap.  CLXVI. — I)e  como  Erec  jjregunlo  a 
Yuan  que  como  auia  nombre,  e  no  (jc  lo 
quiso  dezir. 

Tanto  anduuieron  en  la  primera  batalla, 
que  bien  auian  menester  de  holgar,  e  tiráron- 
se vn  j)oco  afuera  por  holgar,  y  estando  assi 
catando  el  \no  al  otro,  Eroc,  que  mucho  pre- 
ciaua  a  Y'uan  porque  lo  vía  atan  esforzado  e 
atan  bueno,  pero  que  no  lo  conocía,  fablo  pri- 
meramente contra  Yuan,  porque  temía  t^ue 
podría  ser  de  la  Tabla  Redonda,  ca  después 
que  lo  supíesse,  que  no  ha  por  cosa  que  con 
el  se  conbatíesse  sí  íuerQa  no  ge  lo  fiziesse 
hazer,  o  dixole:  «Señor  cauallero,  yo  me  con- 
bati  con  vos  gran  píe(;a  ha.  assi  que  veo  que 
sodes  vno  de  los  buenos  caualleros  (pie  yo  vi 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRL\L 


gran  tienpo  ha,  e  por  la  bondad  que  en  vos 
Teo.  qno  no  porque  vos  he  miedo,  sino  quanto 
vos  a  mi.  e  por  esso  os  ruego,  por  Dios  y  por 
cortesia ,  que  me  digades  vuestro  nonbre. 
que  atal  podedes  ser,  que  vos  doxare  esta 
batalla  e  me  otorgare  por  vencido,  e  otro 
podej's  ser  que  tare  todo  mi'  ])odor  en  vos 
vencer,  assi  como  quereys  a  my  fazer».  Y  es- 
tonce respondió  Yuan  de  las  blancas  manos, 
e  dixo:  «-Esto  no  podeys  saber  esta  vez  de 
mi,  ca  yo  vos  desamo  tan  mortalmente,  que 
vos  no  descubriré  mi  nonbre  ni  pasareys  por 
al  sino  matare  yo  a  vos  o  vos  a  mi;  e  sabed 
que  esta  batalla  es  sin  razón,  ca  todavía 
conuiene  que  muera  el  vno  de  nos,  e  por 
ende  no  me  pregunteys  mas» .  «Señor,  dixo 
Erec,  bien  entendido  que  dezis  que  desta 
batalla  no  verna  ningún  bien,  empero  lo  que 
vos  yo  dezia,  dezialo  por  cortesia  c  por  buen 
talante,  ca  no  por  miedo  que  vos  yo  ouiese. 
e  mostrarvos  he  yo  bien,  si  Dios  quisiere, 
antes  questa  batalla  se  desparta,  lo  que  yo 
se  hazer.  pues  vos  quereys  que  el  pleyto 
va  va  fasta  la  fin» . 


Cap.  CLXVn. —  Como  Erec  llego  a  YiKut  de 
a  muerte. 

Después  desto  comentaron  otra  vez  la  ba- 
talla atan  esquiuamente,  que  no  aula  ay  tal 
dellos  que  no  ouiesse  perdida  mucha  sangre. 
Y  estonce  comeneo  Yuan  a  empeorar  muy 
fieramente,  e  a  perder  el  í'uelgo,  assi  que  no 
ha  honbre  que  lo  viesse  que  no  dixesse  que 
era  lo  suyo  echo,  y  Erec,  tan  buen  caualle- 
ro  q\ie  su  nombre  corría  cerca  e  lueñe,  e 
fuesse  para  el.  e  no  lo  dexo  folgar,  e  diole 
muchos  golpes  e  mucho  a  menudo,  e  Yuan 
haziase  afuera,  ca  no  podía  endurar.  E  quan- 
do  vio  que  era  ya  del  todo  maltrecho,  aleo 
la  espada  por  lo  ferir  por  cima  de  la  cabeya. 
mas  no  por  lo  matar,  ca  por  su  grado  no  ma- 
tarla a  el  ni  a  otro,  sy  malamente  no  le 
errase;  y  el  golpe  fue  atan  grande  e  atan 
mortal,  que  Yuan  cayo  en  tierra  de  rostro, 
como  aquel  que  sufriera  y  endurara  fasta  la 
muerte.  E  quando  Erec  lo  vio  atan  mal  tre- 
cho, que  bien  cuydo  que  de  ally  nunca  se 
leuantaria,  metió  su  espada  en  la  va^^na  con 
muy  gran  pesar  porque  lo  matara,  e  después 
ubaxose  contra  el,  e  dixole:  «Señor  caualle- 
ro,  yo  vos  ruego,  por  Dios  e  por  cortesia,  qiie 
me  digades  quien  soys,  que  sabed  cierto  que 
de  vuestra  muerte  me  pesa  mucho,  por  la 
gran  bondad  que  en  vos  falle» ;  e  Yuan,  que 
estaua  en  ora  de  muerte,  esforzóse  e  dixole: 
«Ay  Erec,  sabed  que  yo  soy  Yuan  el  de  las 
manos  blancas,  e  so  conpañero  de  la  Tabla 

LIBROS    DE   0ABAI.I.EIÍI.1S.— 15 


Redonda;  e  muchas  vezes  me  vistes  hazer  de 
armas».  E  quando  Erec  oyó  esto,  ouo  atan 
gran  pesar  que  no  supo  que  hazer,  e  dixo  con 
muy  gran  saña:  «Cierto,  don  Y'uan,  vos  he- 
zistes  gran  villanía  porque  assi  vos  encobris- 
tes  de  mi.  E  vos  moristes  por  ello  e  yo  so 
perjurado». 

Cap.  ('LXYIÍL— /.íe  como  murió  Ytutn  el  de 
las  blancas  manos. 

Pues  Erec  ouo  esto  dicho,  comenyo  a  mi- 
rar a  Yuan,  que  se  estendio  con  la  cuyta  de 
la  muerte,  e  vio  que  era  muerto,  subió  en  su 
cauallo,  ca  no  quería  que  ninguno  lo  fallasse 
ay,  ca  si  lo  suplessen  en  casa  del  rey  Artur 
ternian  que  aula  fecho  mal,  e  no  creerían 
como  fue,  e  caualgo,  e  fuesse  de  alli  y  metió- 
se en  la  floresta  bien  con  diez  feridas  o  mas, 
y  eran  tan  grandes,  que  otro  cauallero  de  la 
menor  se  ternia  por  muerto,  y  Erec  el  ma- 
yor mal  que  le  hazla  era  la  mucha  sangre 
que  le  salla,  assi  que  todo  honbre  que  fues- 
se em  pos  del,  lo  fallarla  por  el  rastro  de  la 
sangre. 

Cap,  CLXIX. —  Como  Galuan  fallo  miierío 
a  Yuan  e  fue  en  pos  de  Erec  e  lo  ak'an(;o. 

Erec,  quando  se  partió  donde  Yuan  esta- 
ua muerto,  no  tardo  mucho  que  auentura  tra- 
xo  ay  a  Caluan,  que  andaua  buscando  auen- 
turas,  e  partióse  i;quel  dia  de  Agrauayn  su 
hermano  en  vri  camino  que  se  partía  en  dos 
carreras,  e  tanto  que  llego  do  la  batalla  fue- 
ra, e  vio  a  Yuan  muerto,  conosciolo  luego,  y 
descendió  a  el  con  muy  gran  pesar,  assi  que 
cuydo  perder  el  seso,  e  dixo:  «Ay  Y'uan, 
buen  cauallero,  ¡que  gran  daño  es  perderse 
tan  buen  cauallero!  Cierto  de  vuestra  muer- 
te tendrán  pesar  muchos  caualleros  de  la 
aviesa  Redonda,  ca  se  deuen  quexar  muy  mal, 
e  los  que  son  ende,  bien  inieden  dezir  que 
sobre  todos  erados  buen  cauallero.  Cierto, 
pues  vos  soys  muerto  e  tan  poco  ha,  yo  so 
aquel  que  jamas  no  aure  alegría  fasta  que 
os  vengue,  e  bien  lo  podre  fazer  según  pien- 
so, que  no  va  lexos  el  que  os  esto  fizo». Es- 
tonce caualgo  en  su  cauallo,  e  fuesse  em  pos 
de  Erec  lo  mas  ayna  que  pudo,  y  entendió 
bien  que  por  alli  fuera,  ca  fallo  el  rastro  de 
la  sangre,  e  fue  muy  alegre  de  aquella  auen- 
tura, que  cuydo  que  no  fueron  otros  por  alli 
sino  el  que  mato  a  Yuan;  después  cuy  tose  de 
andar  quanto  pudo,  e  no  anduuo  mucho  que 
fallo  a  Erec,  que  yua  a  pie  muy  passo,  que 
yua  muy  mal  trecho,  e  aula  mas  menester 
de  folgar  que  no  batalla. 


226 


LIBROS  1)E  CABALLERÍAS 


Cap.  CLXX. —  Como  Galuan  no  coinetio  a 
Erecpor  raxon  que  lo  vio  llagado  mal. 

Galuan,  quando  vio  a  Erec,  conociólo  lue- 
go, pero  sabia  que  era  muy  leal  cauallero  e 
mu}'  bueno,  e  no  podia  creer  por  ninguna 
guisa  i]ue  el  ouiesse  muerto  a  Yuan.  Y  eston- 
ce comento  a  pensar  que  faria,  si  lo  acomete- 
ría, o  si  lo  dexaria  para  otra  vez;  e  acordó 
aquella  hora  que  lo  dexasse,  ca  no  hallo  ra- 
zón buena  para  que  lo  acometiesse,  enpero 
que  si  supiesse  en  qual  guisa  lo  matara,  que 
lo  haria  de  muy  buenamente;  e  tanto  que 
llego  a  el,  saluolo  muy  bien,  e  muy  apuesto, 
y  Erec  a  el,  maguer  que  [no]  lo  conoscia, 
mas  preguntóle  quien  era.  «¿Xo  me  conoce- 
des  vos?»  dixo  Galuan.  «Cierto,  señor,  no», 
dixo  Erec.  «Pues  sabed  que  yo  so  Galuan. 
sobrino  del  rey  Artur».  «En  buen  hora,  dixo 
Erec,  vos  seades  bien  venido».  «¿E  quien 
vos   llago  tan  mal?»   dixo  Galuan.  «Señor, 
dixo  Erec,  el  pecado  e  la  mala  andanza,  que 
confunde  muchas  vezes  al  honbre»,   «Pues 
dezid  como  osacaescio»,  dixo  Galuan.  «Yo 
vos  lo  diré,  dixo  Erec,  que  no  vos  mentiré 
nada.  Sabed  que  esto  me  fizo  Yuan  de  las 
blancas    manos» ;    e    contogelo    todo   como 
acaesciera;  «e  bien  vos  juro,  señor,  por  la  fe 
que  deuo  a  Dios  e  a  todos  los  caualleros  de  la 
Tabla  Redonda,  que  si  lo  3-0  conosciera  como 
el  conoscio  a  mi,  que  ante  quisiera  que  me 
diera  vna  lanzada  por  el  coraron  que  yo  me- 
ter mano  en  el;  e  ninguno  no  me  deue  po- 
ner culpa,  ca  su  soberuia  e  su  crueldad  lo 
fizo».  «¿Evos como  os  sentis?»  dixo  Galuan. 
Erec  le  dixo:  «Sabed  que  so  muy  mal  ferido 
y  he  perdido  tanta  sangre  que  es  marauilla, 
empero  si  fuesse  en  lugar  do  folgasse  e  ouies- 
se maestro,  guarecerla» .  «Yo  no  se  como  os 
sentides,  dixo  Galuan,  mas  si  vos  fuessedes 
el  sano  del  mundo  y  el  mas  folgado  que  nun- 
ca fuestes,  no  vos  dexaria  de  desafiar;   ca 
cierto  vos  errastes  tanto,  que  no  lia  auer  en 
el  mundo  por  qtie  vos  dexasse  de  matar,  pues 
vos  matastes  a  Yuan  de  las  blancas  manos;  e 
por  mal  cauallero  me  ternian  si  yo  no  vengas- 
se  al  pariente  tan  carnal;  e  por  ende  vos  de- 
safio, e  guardadvos  de  mi  de  aqui  adelante, 
que  sabed  por  cierto  que  os  matare,  si  puedo 
mas  que  vos» . 

Cap.  CLXXL — iJe  como  Erec  dezia  a  Gal- 
uan que  faxia  mal  en  lo  acometer  estando 
tan  mal  fierido. 

Desque  Erec  03-0  lo  que  Galuan  dezia,  fue 
muy  espantado,  ca  bien  cuydaua  que  le  ama- 
na Galuan  de  todo  coraron,  e  de  la  otra  par- 
te teníalo  por  leal  cauallero,  epor  mucho  que 


le  errasse,  que  no  quería  meter  mano  en  el, 
porque  eran  ambos  de  la  Tabla  Redonda,  e 
dixole:  «¡Ay  don  Galuan!  ¿e  que  es  esto  que 
dezis?  E  mienbrevos  el  juramento  de  la  Ta- 
bla Redonda  donde  somos  compañeros,  e  no 
vos  escarnezcays  ni  vos  confundays  por  vn 
tal  honbre  como  yo,  ca  cierto  si  me  mata- 
des,  sereys  perjuro  e  desleal,  e  jamas  no 
auredes  honrra  si  me  matays  tal  qual  agora 
so.  mas  desonrra  e  vergueni.-a  vos  ende  ver- 
na,  ca  yo  so  llagado  e  ferido,  e  tanta  sangre 
he  perdida,  que  no  lie  poder  en  mi  mas  que 
vn  cauallero  muerto,  e  no  me  deueys  acome- 
ter assi  estando».  «Y  esto  que  vos  dezides  no 
vos  ha  pro,  dixo  Galuan,  que  conbatir  vos 
conuiene  comigo  e  a  defender  vuestro  cuer- 
po; si  no,  sabed  que  vos  matare  como  quier 
pueda».  «¿Como,  señor?  dixo  Erec,  ¿asi  lo 
queredes  fazer?»  «Si,  por  buena  fe»,  dixo 
Galuan.  «Cierto,  dixo  Erec,  pésame  ende 
porque  so  llagado,  que  si  fuesse  sano,  no  osa- 
riades  acometerme,  que  yo  vos  cuydaria  bien 
vencer.  Dios  queriendo,  mas  pues  assi  es.  de- 
fenderme qnanto  pueda». 

Cap.  CÍjXXIL — Como  Galuan  mato  el  ca- 
uallo  a  Erec  por  lo  matar  a  el. 

Y  estonce  metió  mano  ala  espada,  e  dixo: 
«Don  Galuan,    vos  me   acomete3's  a   gran 
tuerto  e  a  tal  hora  que  xejs  que  no  me  puedo 
defender  de  vos,  e  Dios  me  aj^ude  que  ver- 
dad tengo,  e  assi  lo  fara  queriendo  el,  mas 
bien  veo  que  el  es  contra  mi;  ca  yo  seré 
muerto  en  vengan§a  de  la  muerte  de  mi  her- 
mana, e  Dios  sea  ende  loado».  Estonce  aco- 
mendóse a  Xuestro  Señor  mu\^  humildosa- 
mente.  Después  Galuan  le  fue  a  dar  vn  gol- 
pe sobre  el  j^elmo  el  mayor  que  pudo,  assi 
que  Erec  fue  del  golpe  tan  estordido  e  vano, 
j)cro  tuuose  en  la  silla  lo  mejor  que  el  pudo, 
do  esto  fue  a  gran  afán;  ca  tanto  auia  perdi- 
do de  la  sangre,  que  toda  la  fuerya  auia  per- 
dido; empero  defendióse  atan  bien,  que  aque- 
lla fuen.-a  que  auia,  que  no  ha  honbre  que 
supiesse  qnanto  el  que  maltrecho  estaua  q\ie 
lo  no  tuuiesse  a  la  mayor  grande  marauilla 
del  mundo.  E  Galuan,  como  estaua  sano  e 
rezio,  daua  los  maj'ores  golpes  que  podia  por 
doquier  (pie  lo  alcangaua,  y  Erec  a  el  otrosí 
de  aquel  poder  que  auia,  e  mostraua  toda 
aquella  fiierya  e  todo  aquel  poder  que  auia, 
bien  como  aquel  que  veya  que  su  muerte  se 
le  llegaua;  y  esto  le  hazia  a  el  defender  lo 
mas  que  podia;  e  fallo  Galuan  en  el  atan 
gran  defensa,  que  fue  marauilla  que  podía 
ser,  ca  el  no  era  tan  biuo  ni  tanto  ligero,  ni 
lo  feria  tan  a  menudo  que  Erec  no  lo  feria  a 
el  tanto  o  mas;  pero  no  de  tan  grandes  gol- 


LA  DÉMAKDA  DEL  SANCTO  GRLVL 


2á7 


pes  como  solía,  ca  muclio  fieramente  le  yua 
menguando  la  fuerca  e  la  sangre,  e  tanto  se 
defendió  Erec  marauillosamente,  que  no  po- 
día mas,  que  estaña  es(?allentado  de  la  gran 
saña,  y  estaña  ja,  como  dize  el  prouerbío, 
dos  o  quito;  e  Galuan  auía  muy  gran  panor 
que  lo  no  pudíesse  vencer  a  la  cima;  e  la 
verdad  dize,  assí  como  la  verdadera  hj^storia 
lo  certiñca,  que  ya  Galuan  nunca  lo  vencie- 
ra, sino  que  le  mato  el  cauallo,  e  cayo  Erec 
en  tierra  quando  ge  lo  ono  muerto. 

Cap.  CLXXIII. — De  como  Galuan  mato  a 
Erec  muy  malamente  e  con  gran  deslealtad. 

Asi  como  Erec  se  vio  en  tierra,  dixo: 
«¡A^^  Galuan!  cierto  agora  os  vi  vn  ramo  de 
conardia  e  de  gran  maldad,  pues  que  me 
assí  matastes  mi  cauallo,  e  agora,  desque  yo 
sea  muerto,  no  podeys  dezir  que  me  matas- 
tes  lealmente  e  como  deuiades,  antes  me  ma- 
tastes falsamente,  pues  al  cauallo  assi  fezis- 
tes,  mas  no  me  ay  cal  quanto  quier  que  me 
ya  venga  en  esta  batalla,  que  mía  es  la  lion- 
rra  e  vuestra  la  desonrra».  E  Galuan  se 
acuytana  mucho  quando  vio  a  Erec  en  tierra; 
no  hizo  sino  yrse  para  el,  e  diole  gran  golpe 
lie  los  pechos  del  cauallo,  e  dio  con  el  en 
tierra,  y  Erec  cayo  de  rostros,  e  amortecióse 
de  la  gran  cuyta  qne  ouo,  e  cayóle  la  espada 
en  tierra  de  la  mano  y  el  escudo  de  la  otra 
parte.  E  quando  Galuan  lo  vio  assi  yacer, 
decendio,  e  cortóle  la  falda  de  la  loriga,  e 
metióle  la  espada  por  el  cuerpo,  y  Erec  se 
estendio  con  la  cuyta  de  la  muerte. 

Cap.  CLXXIY.  —  Como  Erec  quedo  llagado 
a  muerte,  g  se  partió  Galuan  del. 

Pues  Galuan  entendió  que  lo  auía  muerto, 
fue  muy  alegre,  ca  le  iDarecio  que  era  ya 
bien  vengado,  e  metió  su  espada  en  la  vayna, 
e  snl)ío  en  su  cauallo  lo  mas  ayna  que  pudo, 
e  fuesse  por  otro  camino,  ca  no  quería  que 
en  ninguna  guisa  lo  supíessen  qne  auía 
muerto  a  Erec,  que  bien  sabia  que  si  lo  su- 
píessen qne  seria  malamente  culpado  de  to- 
dos aquellos  qne  ende  oyessen  fablar,  e  dexo 
a  Erec  assi  yazer  que  cuydo  que  era  muerto, 
mas  no  lo  era,  ante  estaña  con  todo  su  seso 
como  primero,  mas  de  la  fuerca  auia  muy 
poca,  y  estaua  assí  como  cayera,  mas  de 
tanto  le  aniño  bien,  porque  el  cuerpo  era 
ferido  e  martirizado,  tanto  tenia  el  coracon 
en  su  S.üuador,  que  no  podía  oluidallo,  antes 
dexaua  todas  las  otras  cosas  por  se  acordar 
del;  e  pidióle  merced  llorando  muy  fuerte- 
mente,, e  dixo  assi  como  mejor  pudo:  «¡Jesu 
Christo,  padre  poderoso  de  tan  buen  talante. 


aue  merced  deste  catino  que  a  esta  cuyta  te 
llama!  ¡Señor,  padre  de  piedad,  a  tí  agradez- 
co esta  muerte  que  me  diste  tal,  ca  cierto  yo 
conozco  bien  que  por  mi  deslealtad  deuia 
morir  de  mas  esquina  muerte  que  esta!  ¡Se- 
ñor guárdame  por  la  tu  piedad  en  este  postre- 
ro día  y  en  esta  mi  postrera  hora  que  verna^ 
que  la  my  alma  desconortada  se  partirá  deste 
catino  cuerpo,  e  no  se  por  do  yra  ai  fuerte 
lugar,  sí  la  tu  merced  no  la  torna!» 

Cap.  CLXXV. — De  como  Estor  y  Merengis 
fallaron  a  Erec-  que  estaua  en  punto  de 

muerte. 

Ouo  pues  Erec  fecho  su  oración,  comengo 
a  lorar  muy  fuerte,  como  aquel  que  auia 
duda  e  pauor  de  su  alma,  que  bien  veya  que 
estaua  cerca  de  la  muerte,  y  el,  que  estaua 
assi  llorando,  ahevos  Estor  e  Merengis  que 
auentura  los  truxo  por  allí.  E  quando  a  Erec 
vieron,  que  yazía  de  bu$as  en  el  suelo,  e  su 
escudo  cerca  de  sí,  e  su  espada,  no  lo  conos- 
cieron,  ca  auia  sus  armas  cambiadas;  enpero 
porque  cuydaron  que  era  cauallero  andante, 
quedaron,  y  dixeron:  «¡Ay  Dios!  ¿e  quien  po- 
dría ser  este  cauallero?»  «Por  buena  fe,  dixo 
Merengis,  sea  quien  quier  que  fuere,  buen 
cauallero  deuia  ser,  que  bien  parece  en  sus 
armas  que  se  defendió  fasta  en  la  muerte» . 
«Jamas  no  me  creays,  dixo  Estor,  si  no  es  al- 
guno de  los  de  la  Tabla  Redonda.  E  sabed  que 
muchos  buenos  hombres  auran  pesar  de  su 
muerte.  E  agora  descendamos  e  veamos  quien 
es;  ca  mi  coraeon  me  dize  que  pesar  ende  nos 
verna,  e  que  es  alguno  de  nuestros  amigos». 

Cap.  CLXXVI. — Gomo  Estor  e  Merengis  co- 
nocieron a  Erec,  y  estaua  llagado  a  muerte. . 

Estonce  dicieron,  e  ataron  sus  cauallos  a 
los  arboles,  y  Estor  se  fue  para  Erec,  e  finco 
los  ynojos  antel,  e  quitóle  el  yelmo  lo  mas 
quedo  que  pudo.  Y  Erec  no  se  boluio  sino 
poco,  ca  la  muerte  lo  cuytaua,  e  Merengis  se 
acerco  lo  mas  que  pudo.  E  assentose,  e  to- 
móle la  caber-a,  e  púsola  sobre  sus  ynojos,  e 
comengole  de  alinpiar  los  ojos,  que  tenia 
llenos  de  sangre,  y  el  rostro,  que  tenia  ya 
demudado  con  la  cuyta,  E  quando  lo  cato, 
fallólo  muy  mal  llagado,  e  ouo  muy  gran 
pesar  e  gran  dolor.  Y  Estor,  que  todavía  lo 
catana,  dixo  a  Merengis:  «Amigo,  ¿que  vos 
semeja  deste  cauallero?»;  «que  aun  es  bino, 
mas  pienso  que  no  vera  la  noche,  que  es  muy 
mal  llagado,  e  se  verdaderamente  que  fue 
buen  cauallero  por  lo  qne  veo  que  sufrió».  «E 
agora  lo  preguntad,  dixo  Estor,  quien  es,  si 
lo  pudiessemos   conoscer».-  E  Merengis  le 


228 


LIBROS  DE  caballerías 


dixo:  «Señor  cauallero,  ¿quien  sodes?  Por 
Dios,  dezidinelo,  si  podeys».  Y  Erec,  que 
bien  entendió  lo  que  le  preguntauan.  dixo, 
assi  como  pudo:  «Yo  so  Erec,  fijo  del  rey 
Lac.  de  la  Tabla  Redonda,  e  matóme  Galuan 
a  gran  deslealtad,  e  saludóme  e  cometióme  a 
gran  soberuia.  E  sabiendo  que  ya  auia  ven- 
cido dos  caualleros,  y  estaua  ferido  e  mny 
maltrecho,  e  no  me  tuno  lealtad  assi  como 
deuiera.  E  conociéndome  que  era  eauaUero 
de  la  Tabla  Redonda:  mas  Dios  lo  perdone, 
que  assi  lo  perdono  yo» . 

Cap.  CLXXVn. — Del  únelo  que  faxianEsior 
e  Merengifi,  de  que  conocieron  a  Erec  que 
estaua  llagado. 

Merengis,  quando  esto  oyó,  dexose  caer 
sobre  el  con  muy  gran  pesar,  que  mas  qui- 
siera ser  muerto  aquella  hora,  ca  muy  de  co- 
raron lo  queria  a  Erec,  e  salió  de  su  seso  y 
estuuo  vna  pie^a  que  no  fablo.  e  quando 
acordó,  dixo:  «¡Ay  catino!  ¡que  daño  e  que 
perdida  me  a  venido;  ¡a}''  G-aluan!  ¡déte 
Dios  mal  andanza  e  mala  perdida  del  cuerpo, 
que  tu  has  muerto  el  mejor  cauallero  que  5^0 
nunca  vi,  y  el  mas  leal.  E  Dios  te  de  por 
ello  mal  galardón»;  e  quando  Estor  vio  que 
aquel  era  Erec  el  cauallero  estraño,  el  que 
el  nunca  mas  amara,  ouo  tamaño  pesar,  que 
pienso  ser  perdido,  e  maldixo  a  Graluan  e 
todo  su  linaje,  e  después  dixo  con  gran  pe- 
sar, que  las  lagrimas  le  sallan  por  los  ojos: 
^-Señor  Erec,  ¿cuydades  guarescer?»  Y"  Erec 
fablo,  assi  como  aquel  que  era  de  gran  cora- 
9on,  e  dixo:  «Señor  cauallero,  ¿e  quien  soys 
vos  que  assi  pregnntays?»  «Yo  so  Estor  de 
Mares,  vuestro  conpañero  e  vuestro  leal 
amigo,  i]ue  he  gran  pesar  de  vuestra  mal 
andanza,  e  jurarla  que  nujica  traerla  armas 
l*or  tal  {ue  esto  no  os  viniesse.  Y  este  otro 
que  os  sufre  en  sus  ynojos  es  Merongis,  que 
os  anda  buscando  assi  como  yo» ;  o  quando 
Erec  oyó  que  eran  sus  amigos,  dixo:  «Ami- 
gos, seays  bien  venidos,  ca  de  vuestra  veni- 
da so  yo  pagado,  e  plazeme  que  estades  a  mi 
muerte,  ca  vos  soys  los  honbres  del  mundo 
que  yo  mas  amo;  enpcro,  ante  que  muera, 
ruegos,  assi  como  amigos  e  conpañeros,  que 
me  leueys  a  casa  del  rey  Artur  mi  cuerpo,  y 
presentaldo  en  la  Mesa  Redonda,  do  Nuestro 
Señor  me  fizo  conpañero,  asi  como  vos  sa- 
beys.  Y  pues  me  pusierdes  en  mi  silla,  faga 
estonce  el  rey  de  mi  lo  que  quisiere,  mas  no 
dexeys  por  ninguna  guisa  que  no  cantedes  la 
deslealtad  que  Gíiluan  fizo  contra  mi» .  «Des- 
to  no  pensedes  dixo  Estor,  que  yo  os  pro- 
meto de  vos  vengar  quanto  pueda,  e  de  hazer 
quanto  desonrra  pueda  en  la  corto  del  rey 


Artur,  que  muchos  buenos  caualleros  fabla 
ran  ende  después  de  vuestra  muerte» . 

Cap.  CLXXYIIL  —  Conio  murió  Erec.  c  del 
duelo  que  haxian  por  el  Estor  e  Merengis. 

Después  desto  dixo  Erec:  «Jesu  Christo. 
padre  de  piedad  e  cumplida  de  misericordia, 
aued  merced  de  mi,  e  no  me  juzgues  según 
mis  pecados,  mas  la  vuestra  piedad  me  vala» ; 
y  pues  dixo  esto,  dezia:  «Señores,  vosotros 
soys  mis  conpañeros  e  amigos:  ruégeos  que 
vos  os  menbreys  de  mi  en  oraciones  e  limos- 
nas, ca  soy  muy  pecador.  E  sin  dubda  por  mi 
pecado  me  vino  esta  mala  andanca» .  E  des- 
que esto  vuo  dicho,  partiosele  el  anima  del 
cuerpo.  Y  Merengis  y  Estor  fizieron  muy 
gran  duelo,  e  dixo  Merengis:  «¡  Ay  Dios!  como 
fuera  mejor  que  Graluan  el  desleal  muriesse 
esta  muerte,  que  no  vos,  que  eras  tan  bueno 
e  tan  leal,  que  vallados  en  bondad  sobre 
todos  los  caualleros  que  yo  nunca  vi.  Gral- 
uan, cauallero  malo  e  desleal,  aun  ruego  a 
Dios  que  me  cayays  en  las  manos,  que  cier- 
to, por  la  tu  cabeca  no  tomarla  el  auer  del 
mundo  maguer  me  lo  diessen.  Dios,  señor, 
¿como  quisistes  que  tal  honbre  como  este 
ouiesse  muerte?»  Assi  estuuieron  ambos  fa- 
ziendo  su  duelo  con  el  gran  pieca,  y  es- 
tando assi,  llego  Crariete,  hermano  de  Gal- 
uan, que  ventura  lo  traxo  ay.  E  quando  los 
vio,  conociólos,  e  fue  espantado  del  duelo 
que  les  vio  fazer.  E  quando  Estor  lo  vido, 
no  pudo  Estor  que  no  dixesse:  «Gariete, 
agora  podeys  ver  la  gran  deslealtad  de  vues- 
tro hermano,  que  mato  agora  a  este  caualle- 
ro que  era  vno  de  los  mejores  que  eran  ou 
casa  del  rey  Artur.  Y  este  era  Erec,  fijo  del 
rey  Lac» .  E  quando  Gariete.  que  era  muy 
leal  cauallero.  03^0  estas  nueuas,  vuo  ende 
gran  pesar,  c  dixo:  «¿Quien  os  lo  dixo?»  «E. 
dixo  Estor,  quien  sabemos  que  nunca  men- 
tio  el  de  cosa  que  dixesse».  «Por  buena  fe. 
dixo  Gariete,  mucho  me  pesa  ende,  y  espan- 
tóme como  esto  fuera;  assi  Dios  me  ayude, 
que  yo  pensaua  que  mi  hermano  era  vno  de 
los  leales  caualleros  que  auia  en  la  deman- 
da, e  aun  lo  pienso,  saluo  por  estas  nueuas 
queme  dezis»;  «Assi  Dios  me  ayude,  dixo 
Estor,  sino  porque  soys  compañero,  yo  faria 
todo  mi  poder  en  vos  e  vengarla  este  caua- 
llero, pues  a  vuestro  hermano  no  hallo».  E 
Graricte  callo,  que  le  pesaua  mucho  deste 
hecho  ('). 

(')  El  episodio  de  Erec  es  nno  de  los  más  sentidos 
y  mejor  escritos  de  la  Dfmau.ln.—Krec  fue  uno  de  los 
primeros  héroes  cantados  por  la  caballería.  Chrétieii 
de  Tro3'eB  escribió  acerca  de  él  un  poema;  Erec,  cuja 
lecha  se  refiere  á  la  década  de  1 150-60. 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


229 


Cap.  CLXXIX.  -  Como  nieticron  el  cuerpo 
(fp  Erec  en  andas,  para  lo  leñar  a  casa  del 
rey  Arinr. 

E  después  clixo  Merengis:  «Toda  honra 
"1  noria  para  Erec;  e  ¿como  podríamos  cum- 
]»lir  lo  que  Erec  nos  mando?»  «Xo  fagamos 
otra  cosa,  dixo  Estor,  sino  guisar  andas,  y 
meter  nuestros  cauallos  en  ellas,  e  yrnos  a 
pie  empos  dellos  fasta  que  Dios  nos  de  ende 
algún  consejo  de  bestias  en  que  lo  leñemos» . 
«-E,  dixo  Estor,  bien  dezis».  E  Grariete  les 
pregunto  do  lo  querian  leuar,  y  Estor  dixo: 
vEn  casa  del  rey  Artur,  e  contarle  la  des- 
lealtad que  vuestro  hermano  fizo,  y  en  qual 
guisa  lo  mato,  que  assi  nos  lo  rogo  en  su 
muerte  que  lo  dixessemos».  E  quando  Ga- 
riete  esto  oyó,  vuo  gran  pesar,  ca  bien  en- 
tendió que  su  hermano  seria  ende  escarnido 
e  pregonado  por  desleal  por  todo  el  miindo, 
después  que  fuesse  sabido  por  la  corte;  e 
lloro  por  ello  mucho.  E  por  el  gran  pesar 
<|ue  vuo  dello,  partióse  dellos  sin  despedi- 
miento  ninguno. 

Cap.    CLXXX.  —  Como  Estor   e   JÍerengis 
llegar 071  al  castillo  con  las  andas. 

Y  quando  Merengis  vio  que  se  yua  Cxario- 
te,  tomo  su  yelmo  y  enlazólo,  e  Estor  le  dixo: 
v.¿Que  quereys  fazer?»  Y  el  dixo:  «Quierome 
yr  en  j>os  de  aquel  cauallero,  e  vengarme  en 
el  el  su  pesar,  pues  que  a  su  hermano  no 
pudo  fallar».  «No  fareys,  dixo  Estor,  que 
oste  no  tiene  culjia  en  la  deslealtad  de  su 
liermano,  e  bien  os  digo  verdad  que  le  pesa 
tanto  como  a  vos,  y  el  es  vno  de  los  leales 
caualleros  que  yo  se,  y  el  mas  cortes;  e  yo  os 
ruego  que  lo  dexeys  yr  en  paz» .  Y  por  esto 
que  Estor  le  dixo,  finco  Merengis  que  no  fue 
em  pos  del.  E  después  que  ouieron  guisado 
como  leuassen  a  Erec,  pusiéronlo  en  las  an- 
das lo  mejor  e  mas  apuesto  que  ellos  pudie- 
ron, y  fueron  a  pie  fasta  vn  castillo  que  era 
cerca  de  ay,  e  allí  les  dieron  cauallos  e  todo 
lo  que  ouieron  menester;  e  alli  guisaron  el 
cuerpo,  de  guisa  que  lo  licuarían  tan  lexos  que 
quisiessen;  edesjnies  partiéronse  del  castillo, 
e  anduuieron  tanto  por  sus  jornadas,  que  lle- 
garon a  Camaloc,  do  era  el  i-ey  Artur  triste  y 
con  pesar,  e  no  fazia  sino  fazer  gran  duelo.  Y 
quien  estonce  fuesse  ay,  e  viesse  el  gran  due- 
lo que  [fazian]  las  dueñas  e  los  que  aten- 
dían sus  amigos  que  fueron  en  la  demanda 
del  sancto  Grial,  mucho  auia  duro  coraron  e 
biuo  si  no  ouíesse  duelo  dellos.  Y  al  rey  acre- 
centaiia  de  dia  en  día  en  tan  gran  pesar,  que 
bien  quisiera  ser  miierto.  E  si  alguno  me 
demandasse  por  que  lo  hazia,  yo  le  respon- 
diera sesrun  la  verdadera  historia  lo  cuenta. 


Cap.  CLXXXL  — Como  el  rey  Artur  //aria 
cada  dia  mirar  la  Mesa  Redonda. 

El  rej''  Artur,  que  sin  falta  tanto  amana  a 
los  de  la  Mesa  Redonda  como  si  fuessen  sus 
hijos,  e  auia  muy  gran  pesar  por  que  se  par- 
tían del.  E  por  esto  auia  gran  sabor  j)or  sa- 
ber como  los  yua,  y  por  esto  yrní  cada  día, 
ante  que  comiesse,  a  las  sillas  de  la  Mesa 
Redonda,  e  contaualos.  E  quando  -aj  llegaua, 
el  veya  en  las  letras  si  era  biuo  el  señor  de- 
11a;  ca  si  era  bino  fallaua  ?íj  su  nombre,  e 
si  era  muerto,  no  hallauan  ay  letra  ninguna; 
e  sin  duda  la  Mesa  Redonda  era  tan  maraui- 
llosa,  que,  en  qualquier  lugar,  quando  algu- 
no cerca  o  lexos  moría,  luego  se  quitauan 
ende  las  letras.  Y  esto  fue  prouado  por  mu- 
chos buenos  cauallei'os. 

Cap.  CLXXXII. —  Gonio  supo  el  rey  Artur 
(pie  era  muerto  el  rey  Vandemagus. 

Assi  como  os  digo  supo  el  rey  Artur  la 
verdad  de  cada  vno  de  los  que  eran  muertos 
de  la  Mesa  Redonda  y  el  dia  mismo  que  mo- 
ría cada  vno.  Y  otrosí  fazian  otros  muchos 
hombres  buenos,  que  bien  andauan  ay  tanto, 
que  no  auia  a  y  atal  dellos  que  no  auia  ay 
algún  ¡ja rí ente.  Y  por  ende  fazian  cada  se- 
mana muy  gran  duelo,  que  pocas  semanas 
auia  que  no  muriessen  vno  o  dos.  E  el  rey 
auia  gran  pesar  de  Yuan  el  bastardo  y  de 
Yuan  de  Cinel,  q\ie  su  hermana  viniera  e  lo 
contara  en  la  corte  ante  quantos  ricos  hon- 
bres  ay  eran,  como  Galuan  lo  dexara  matar 
en  el  castillo;  e  como  mato  a  Patrides,  sobri- 
no del  rey  Yandemagus,  e  que  bien  supiera 
quando  lo  matara  que  era  conpañero  de  la 
^[esa  Re/londa.  Y  el  rey  auia  tan  gran  pesar 
destas  nueuas,  que  no  podía  mayor,  e  dixo  a 
la  donzella:  «Sí  es  assi  como  dezis,  el  mere- 
ce ser  descabeoado,  e  perder  la  silla  de  la 
]\[esa  Redonda»;  e  assi  lo  juzgaron  todos  los 
buenos  que  ay  estañan.  Y  el  rey  vno  gran 
duelo  y  pesar  de  la  muerte  del  rey  Vande- 
magus. e  fvie  sabido  por  toda  la  corte;  e  ouie- 
ron todos  tan  gran  pesar  por  la  muerte  del 
rey  Yandemagus,  que  por  dos  días  no  fue 
mesa  puesta  ante  cauallero;  e  dezían  todos 
que  este  era  daño  muy  grande,  e  malde- 
zian  a  Galuan  por  que  fue  empejada  esta 
demanda:  e  mucho  ouieron  gran  pesar  de 
la  muerte  del  rey  Yandemagus  el  rey  e  to- 
dos los  otros.  ]\[as  quando  fue  sabido  que 
era  muerto  Erec,  el  fijo  del  rey  Lac,  ay  se 
comencé  el  duelo  mayor  que  antes;  y  el  pe- 
sar y  el  duelo  que  las  dueñas  e  los  caualle- 
ros fazian  por  toda  Camaloc,  que  no  podía 
hombre  oyr  el  trueno  por  grande  que  fuesse, 
ca  por  el  gemían  cuerdos  e  locos,  viejos  e 


230 


LIBROS  DE  caballerías 


mancebos.  E  sabed  que  su  muerte  fue  sabida 
en  Camaloc  cinco  dias  ante  que  lo  truxessen. 
E  quando  el  llego,  era  ya  parte  del  duelo 
de:sado. 

Cap.  CLXXXIIL — Como  llegaron  los  dos  ca- 
nnllcros  a  casa  del  Artur  con  el  cuerpo  de  Erec. 

Xn  dia  de  lunes  llegaron  los  dos  caualle- 
ros  a  Camaloc  que  trayan  el  cuerpo  de  Erec, 
y  yuan  con  tan  gran  pesar  e  tan  tristes  por 
1  a  villa .  que  no  lia  hombre  que  los  viesse  que 
aio  ouiesse  pesar  dellos.  E  quando  vinieron 
al  palacio  do  era  la  Mesa  Redonda,  descen- 
dieron las  andas,  e  tomaron  el  cuerpo  de 
Erec  ante  sus  bracos  gemiendo  muy  fuerte- 
mente so  los  yelmos,  e  dezian:  «¡Ay  buen 
cauallero.  que  perdida  e  pesar  es  de  vuestra 
muerte!»  E  truxeronlo  en  la  silla,  e  dixeron 
con  coraQon  triste:  «¡Ay  señor,  e  que  pesar 
por  que  no  soys  tan  sano  como  ya  otra  vez  es- 
tuuistes,  que  todo  el  reyno  de  Londres  valia 
mas  por  vos!»  Y  el  rey  Artur  e  los  otros  ca- 
ualleros  que  aj  eran,  quando  esto  oyeron, 
fueronse  para  alia  por  ver  que  querían  fazer, 
y  ellos  no  conocieron  a  Estor,  por  las  armas 
que  auia  trocado.  E  a  Merengis  no  lo  podían 
conocer,  que  nunca  lo  vieron.  E  a  Erec  no 
lo  conocían .  porque  tenía  rostro  tinto  de  la 
sangre.  Y  el  rey  j)regunto  a  Estor:  «Dezíd, 
amigo,  ¿por  que  pusistes  este  cauallero  muer- 
to en  la  silla?»  «Señor,  dixo  Estor,  el  nos  lo 
rogo  a  su  muerte  que  lo  truxessemos  aquí,  e 
que  lo  assentassemos  en  la  silla,  e  que  nos 
querellassemos  a  vos,  ca  el  no  vos  lo  podría 
dezír,  de  Caluan  vuestro  sobrino,  que  a  des- 
lealtad y  aleueraente  lo  mato,  e  contaros  he- 
mos en  qual  guisa,  ca  en  otra  manera  no 
cunpliremos  bien  lo  que  el  nos  mando» .  Es- 
tonce conmcngo  su  razón  ante  el  rey  e  ante 
todos  los  caualleros  que  eran  ay  assonados, 
como  Galuan  acometiera  a  Erec,  e  que  se 
auia  combatido  con  dos  caualleros,  e  como  le 
matara  estando  herido,  auiendole  saluda- 
do, e  diziendole  que  era  Erec,  e  pidiéndole 
merced. 

Cap.  CLXXXIA".  -  Como  el  rey  Artur  e  sus 
caualleros  ouieron  gran  pesar  por  la  muer- 
te de  Erec. 

Y  quando  aquellos  que  ay  estauan  a  oyr 
este  cuento  y  entendieron  que  aquel  era  Erec, 
hijo  del  rey  Lac,  e  de  tan  luengas  tierras  se 
fiziera  ay  traer,  estonce  se  comencaron  vn 
duelo  tan  grande,  como  si  todos  sus  amigos 
tuuíessen  muertos  ante  sí.  Y  Merengís,  que 
auia  gran  pesar  que  no  podía  ser  mayor,  dí- 
xoles:  «-Señores,  el  no  pudo  venir  bíuo  para 
se  os  querellar,  e  hizose  traer  muerto  para 


se  os  quexar ;  e  agora  fazed  lo  que  deuedes 
fazer  a  fijo  de  rey  «pie  aleue  fue  muerto».  Y 
el  rey,  a  quien  pesaua  tanto  como  sí  fuesse 
su  hijo,  respondió,  e  dixo :  cAIaldíta  sea  la 
ora  en  que  Graluan  fue  cauallero.  porque  tra- 
baja en  fazer  tantas  e  tales  deslealtades,  y 
el  confonde  a  si  c  a  todo  su  linage,  y  sera  por 
ende  escarnido  y  retraydo;  y  sí  assi  es,  deue 
perder  por  ende  la  silla  de  la  ilesa  Redonda» . 

Y  muy  grande  fue  el  duelo  que  todos  fizíe- 
ron  por  Erec.  Y  Merengís  dixo  al  rey:  «Xo 
es  esta  la  primera  deslealtad  que  vuestro  so- 
brino Galuan  ñzo,  ca  en  esta  demanda  ha 
muerto  dos  caualleros  por  quien  no  deue 
honbre  fazer  menos  duelo  que  por  Erec» .  «¿E 
quales?»  dixo  el  rey.  E  ]\Ierengís  dixo:  «A 
Yandemagus  se  yo  verdaderamente  que  lo 
mato  vuestro  sobrino  Galuan ,  y  esta  muerte 
vengara  yo  si  no  por  Erec,  que  sobreuino  e 
me  partió  ende.  E  mato  a  Patrídes,  sobrino 
del  rey  A'andemagus» .  «¡Maldita  sea  la  hora 
que  ay  fue  Erec,  dixo  el  rey,  que  no  lo  ma- 
tastes,  pues  tantas  maldades  faze!»  Y  el  rey 
hizo  tomar  a  Erec  como  a  fijo  de  rey  e  buen 
cauallero  como  era,  e  fizólo  meter  en  vna  rica 
sepoltura,  en  la  yglesía  de  santo  Esteuan, 
do  los  otros  sus  conpañeros  metían.  Mucho 
fue  ijlañído  de  caualleros  e  dueñas ;  e  aquel 
dia  no  fallariades  honbre  ni  muger  en  toda 
la  ciudad  de  Camaloc  que  no  fuesse  triste. 

Y  el  rey,  que  era  de  mayor  corar.on  que  hon- 
bre de  su  corte,  hazia  tan  gran  duelo,  que  era 
marauílla ,  quando  vio  meter  a  Erec  en  el 
monumento. 

Cap.  CLXXXV. —  Como  el  rey  preguntaua 
por  nueuns  a  los  dos  caualleros. 

E  quando  Erec  fue  soterrado ,  y  el  rey  se 
torno  a  su  palacio  e  conoscío  a  Estor,  fizólo 
desarmar  y  abracólo  muchas  vezes,  e  díxole: 
«Fazeros  ya  buen  acogimiento,  mas  la  muer- 
te destos  caualleros  buenos  me  quita  toda  ale- 
gría y  todo  mi  plazer,  empero  ruégeos  que  si 
algunas  nueuas  sabeys  de  Lan9arote  y  de 
Galaz  y  de  vuestro  linaje,  que  me  lo  digays». 
«Señor,  dixo  Estor.  yo  pienso  que  mi  her- 
mano es  alegre,  e  Galaz,  e  todo  nuestro  lina- 
je» .  «¿E  como  han  hecho  en  esta  demanda?- 
dixo  el  rey.  «Señor,  muchas  auenturas  ba- 
ilaron a  que  no  dieron  cabo,  que  no  plaze  a 
Xuestro  Señor,  pero  no  quedo  por  no  ser  ellos 
buenos  caualleros,  assi  como  vos  sabeys». 
«Cierto,  dixo  el  rey,  yo  se  muy  bien  que  son 
muy  buenos  caualleros.  E  si  alguno  ha  de  ha- 
zer  bien  en  esta  demanda,  ellos  han  de  ser 
los  mejores,  ca  de  caualleria  ningún  linage  no 
se  yguala  con  ellos.  Mas  de  Galaz,  que  cum- 
plió la  silla  peligrosa,  ¿que  me  dezis?»  «Cier- 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


231 


to.  señor,  dixo  Estor,  el  es  mejor  cíuiallero 
que  en  todo  el  mundo  aya,  e  yo  vi  tanto  dol, 
que  yo  se  verdaderamente  que  por  bondad 
de  caualleria  no  ([uedara  que  no  de  cima  a 
todas  las  auentnras  del  reyno  de  Londres». 
<.<Dios  sea  en  su  ayude,  dixo  el  rey,  ca  cierto 
a  mi  plazeria  mucho ,  Dios  queriendo ,  que 
yo  lo  viesse  on  mi  casa  como  yo  lo  vi  otra 
vez.  E  a  mi  sobrino  Gariete  ¿visteslo  vos  tien- 
po  ha?»  «Cierto,  dixo  Estor,  con  nos  estuuo 
quando  Erec  murió.  Y  estonce  se  partió  de 
nos,  e  vuo  gran  pesar  de  su  muerte» .  «Cier- 
to, dixo  el  i-ey,  esto  se  yo  que  le  pesarla  de 
toda  deslealtad,  ca  yo  se  bien  que  este  es  el 
mas  leal  cauallero  que  ay  en  mi  linaje»;  e 
pregunto  a  Estor  que  quien  era  aquel  caua- 
llero que  venia  con  el,  y  Estor  dixo:  «Es  vn 
cauallero  (|ue  ftüle  por  auentura  en  esta  de- 
manda, e  aconpañamosnos  anbos  en  vno,  y 
es  muy  buen  cauallero,  e  ardit  a  marauilla; 
mas  nunca  pudo  saber  de  quales  es,  ni  quien 
fue  su  padre  ni  s\i  madre,  y  dixeronle  que 
sabria  la  verdad  en  vuestra  casa;  e  por  esta 
razón  es  venido  al  reyno  de  Londres» .  «Por 
Dios,  marauillas  me  dezis,  de  ser  el  tan  buen 
cauallero  como  vos  dezis,  e  no  saber  de  qual 
linage  es» .  «Assi  es  como  yo  os  digo» ,  dixo 
Estor.  «¿E  do  biuia,  dixo  el  rey,  ante  que 
en  esta  tierra  viniesse?»  «En  Cornualla,  dixo 
Estor,  y  no  ay  dos  años  (|ue  lo  tizieron  caua- 
llero». «¿Y  i|ueria  con  nos  quedar?»  dixo  el 
rey.  Y  Estor  dixo:  «Bien  pienso  que  si,  a  lo 
menos  fasta  que  sepa  la  verdad  de  su  linaje, 
que  aqui  lo  ha  de  saber  según  a  el  dixeron» . 
«E  vos,  ¿fincaredes  comigo,  dixo  el  rey,  pues 
i[ue  nuestro  linage  es  assi  como  perdido?»  Y 
Estor  dixo:  «Fallecería  la  jura  que  fize». 
«Aunque  la  falleciessedes  vn  poco,  deuiades 
(juedar  por  mi  ruego».  «Señor,  dixo  Estor, 
en  al  fazia  yo  por  vuestro  ruego,  mas  de  que- 
dar aqui  por  tal  razón  no  lo  podria  fazer  por 
cosa  del  mundo,  ca  seria  perjurado». 

Cap.  CLXXXVI. —  Como  Merengis  gano  la 
Ito7ira  de  la  Mesa  Redolida. 

Y  quando  el  rey  esto  oyó,  no  quiso  mas  tra- 
uar  con  el:  ca  entendió  que  no  le  auia  pro. 
Y  estonces  se  torno  a  Merengis,  e  dixole: 
«¿Soys  de  Cornualla?»  «Si»,  dixo  el.  Y  el 
rey  le  dixo:  «¿A^inistes  por  íñuir  con  nos?» 
«Señor,  dixo  el,  yo  biuire  con  vos  fasta  que 
Dios  me  conseje  de  aquello  por  que  aqui 
vine».  «Vos  seays  bien  venido,  dixo  el  rey. 
Sabed  que  de  vuestra  venida  me  plaze  mu- 
cho. E  aqui  fallareys  quien  os  faga  honra  e 
todo  plazer,  e  serán  alegres  con  vos;  mas  no 
nos  reutedes  si  no  vos  fazemos  tan  fermoso 
continente  como  deuriamos.  ca  sabed  que 


no  podemos,  tanto  andamos  tristes  e  desma- 
yados por  estas  malas  andan9as  que  nos  vie- 
nen». E  Merengis  ge  lo  gradéelo  mucho  lo 
que  dezia,  y  dixole:  «Señor,  si  vos  auedes 
tristeza  o  pesar,  no  es  marauilla;  ca,  por  las 
buenas  cauallerias  que  vos  auiades,  era  vues- 
tra tierra  temida  e  dudada  fasta  aqui,  y  era 
nonbrada  por  todo  el  mundo».  Estonce  loo 
mucho  Estor  a  Merengis  de  bondad  de  armas, 
e  dezia  mucho  bien  del  a  quantos  le  pregun- 
tauan  aquel  dia.  Y  rogaron  a  Estor  el  rey  e 
la  reyna  que  ñncasse  con  ellos  algunos  dias. 
E  otro  dia,  a  hora  de  medio  dia,  quando  el 
rey  venia  de  missa,  assentoso  en  su  palacio 
e  vino  ante  el  vno  de  los  clérigos  ipie  auia 
de  escriuir  el  libro  de  las  cauallerias  de  los 
caualleros  andantes,  e  finco  los  ynojos  ante 
el  rey,  e  dixole:  «Señor,  si  vos  quisierdes, 
yo  vos  mostrare  vna  cosa  con  que  os  plaze- 
ra».  «Pues  mostrádmela»,  dixo  el  rey.  «Se- 
ñor, dixo  el,  pues  creednos»;  e  fueronse  am- 
bos a  la  Mesa  Redonda,  y  en  la  silla  que  solia 
ser  de  Erec,  fallaron  letras  nueuas,  que  de- 
zian:  «Aquí  deue  ser  Merengis  de  Norgales-». 
E  quando  el  rey  vio  las  letras  e  las  leyó, 
llamo  a  Estor  e  a  otros  muchos  caualleros,  e 
mostrogelas.  e  dixole:  «¿Que  os  parece  desta 
auentura» .  Y  Estor,  que  mucho  amaua  a  Me- 
rengis, fue  muy  alegre  desta  auentura;  fablo 
primero,  e  dixo:  «Pareceme  que  ha  ganado 
la  honra  de  la  Mesa  Redonda  este  mi  conpa- 
ñero; ca  estas  letras  vos  lo  muestran»;  e  el 
rey  dixo:  «¡Jesu  Christo  sea  loado  porque  tan 
presto  puso  consejo  en  la  Mesa  Redonda  de 
tal  honbre  como  es  este!»  Estonce  comen90 
a  fazer  mejor  continente  que  ante,  e  fue  a 
Merengis,  e  tomólo  por  la  mano,  e  dixole: 
«Amigo,  bien  seays  venido,  e  si  nos  no  vos 
conocemos,  conoceos  Dios,  que  vos  faze  mu- 
cho bien,  e  podej^slo  ver  por  la  silla  de  la 
Mesa  Redonda  que  el  uos  ama,  pues  vos  la 
otorga,  e  otrosí  nos  todos  os  la  otorgamos  por 
el.  E  Nuestro  Señor  quiera  por  su  piedad, 
que  vos  seades  tan  buen  hombre  como  aquel 
cuya  era» .  Y  el  dixo  que  assi  lo  mandasse 
Dios;  y  estonce  se  fue  assentar  en  la  silla 
que  fue  de  Erec.  E  todos  lo  tuuieron  por  bien 
e  fizieron  grande  alegría  por  el  palacio,  mas 
no  tan  grande  como  la  fizieran  si  no  tuuies- 
sen  la  cuyta  que  tenían. 

Cap.  CLXXXVII. — De  como  Merengis  supo 
cuyo  hijo  era  e  de  qual  linage  venia. 

Aquel  dia  mismo  que  Merengis  vuo  la 
silla  de  la  Tabla  Redonda,  vino  que  llegaron 
dos  caualleros  armados:  el  vno  de  armas 
blancas,  y  el  otro  de  armas  prietas.  Y  era  el 
vno  Claudin,  hijo  del  rey  Claudes;  e  gran 


232 


LIBROS  DE  CABALLERÍAS 


pie^a  antes  que  Estor  viniesse  a  la  corte,  vi- 
nieron aquellos,  mas  fueron  comen9adas  mu- 
chas cosas,  por  que  tardaron  mas  que  quisie- 
ran. Y  quando  llegaron,  descendieron  y  en- 
traron en  el  palacio  assi  armados  como  esta- 
ñan. Y  quando  fueron  ante  el  rey,  saludá- 
ronlo, eotrosi  a  todos  los  caualleros;  e  después 
preguntaron  si  era  ay  Merengis.  Y'  el  rey 
dixo:  «Que  si,  e  vedeslo  alli  do  esta,  mas 
hazedvos  desarmar».  Y'  después  que  se  des- 
armaron, sacaron  vnas  letras  que  traya  en 
su  seno,  e  diogelas  a  ]\rerengis,  e  dixole: 
«Estas  os  embia  A'na  emparedada  que  yo  falle 
lexos  de  aqui  no  ha  gran  tienpo.  E  aquella 
dueña  es  tia  de  Personal,  e  dixo  que  esta 
carta  vos  haria  cierto  de  las  cosas  del  mundo 
que  mas  desseays  saber:  ca  sabreys  de  vues- 
tro linage  quien  es» .  E  quando  Xerengis  ovo 
estas  nueuas,  fue  tan  alegre,  que  era  mara- 
uilla.  e  tomo  las  letras,  e  dixo:  «Señor,  vos 
me  fezistes  atan  grande  amor,  que  yo  no  os 
podria  gualardonar,  mas  Dios  me  traya  a 
tienpo  que  vos  lo  sirua».  Entonce  tomo  las 
letras,  e  guardólas,  ca  no  las  quiso  leer  ante 
aquellos  buenos  hombres  que  ay  eran.  Y  el 
rey  pregunto  a  Claudin  donde  era.  E  Clau- 
din  lo  dixo  todo.  E  al  [rey]  le  plugo  mucho 
aquello,  ca  mucho  lo  preciaua  de  bondades  de 
caualleria,  según  lo  auia  dicho,  e  liizole  mu- 
cha honra  a  el  y  al  cauallero  de  las  armas 
blancas:  e  pregunto  a  Claudin  como  se  par- 
tiera del  reyno  de  Gaunes,  y  el  dixo  toda  la 
verdad,  assi  como  el  cuento  lo  ha  contado. 

Cap.  CLXXXYin.- Como  Clmidia  e  Artiir 
el  pequeño  ganm'on  la  honra  de  la  Mesa 
Bcdonda. 

Ellos  estando  e  liaziendo  assi  su  alegría  e 
su  fiesta  por  honrra  de  los  caualleros  estra- 
ños,  vna  donzella,  que  era  bien  letrada,  vino 
ante  el  rey  a  hora  de  bisperas,  e  dixole: 
«^Señor,  la  silla  de  Y''uan  de  las  blancas  manos 
las  letras  son  aj*  nueuas  en  ella,  y  pienso 
que  las  sillas  han  cobrado  señores»;  y  el  rey 
fue  muy  mucho  alegre  destas  nueuas,  e  fues- 
se  para  alia,  e  hallo  en  la  silla  del  rey  Van/- 
demagus  el  nombre  de  Claudin;  y  en  la  silla 
de  Yuan  de  las  blancas  manos  hallaron  el 
nombre  de  Artur  el  pequeño;  y  este  era  el 
cauallero  de  las  armas  blancas.  E  sabed  que 
era  hijo  del  rey  Artur.  assi  como  yo  os  diré; 
en  otra  guisa  no  lo  podriades  entender. 

Cap.   CLXXXIX.  —  Como  el  rey  Artur  se 
echo  con  la  donzella  a  la  fuente. 

Yerdad  fue,  y  la  verdadera  historia  lo 
cuenta,  que  el  rey  Artur  fue  a  car-ar  a  la  flo- 
resta de  Broche  poco  tienpo  después  que  la 


reyna  Grinebra  hallo  a  Langarote  con  la  hija 
del  rey  Palas.  E  aquel  dia  que  el  cayana,, 
auinole  assi  que  perdió  el  toda  su  compaña 
y  el  venado  en  pos  de  que  yua.  Y  assi  an- 
dando por  la  floresta  a  vna  parte  y  a  otra, 
assi  le  aniño  lo  que  no  acaesce  muchas  vezes 
en  floresta.  Y  el  andando  como  vos  digo, 
acaescio  que  la  ventura  lo  lleno  a  vna  fuente 
que  estaña  cerca  de  vna  vega.  E  aquella 
fuente  era  uwij  hermosa:  e  hallo  vna  don- 
zella muy  houvradamente  vestida,  que  pen- 
só verdaderamente  que  ei'a  la  hada,  porque 
estaña  assi  sola,  e  apeóse,  e  ato  su  cauallo  a 
vn  árbol,  e  deciño  su  espada,  e  púsola  sobre 
la  yerna,  e  vn  arco  que  traya,  y  sus  saetas, 
que  no  traya  mas  armas.  Y  después  fuesse 
para  la  donzella,  e  saludóla,  y  ella  leuantose 
a  el,  e  saludólo  muy  apuesto.  Y^el  assentose 
cabella,  e  comencaron  de  fablar  en  vno,  y 
fallóla  el  rey  atan  cuerda  e  tan  sossegada  y 
enseñada  en  su  fablar,  que  era  marauilla;  e 
fue  tan  pagado  della,  que  dormio  con  ella 
por  tuerca.  Y"  ella,  que  era  niña,  que  no  sa- 
bia de  tal  cosa,  comenoose  a  quexar  e  a  llo- 
rar mientra  que  dormio  con  ella;  mas  no  le 
vuo  cura,  y  fizo  con  ella  lo  que  quiso,  e  vuo 
en  ella  vn  fijo,  que  le  dixeron  Artur  el  pe- 
queño. Y"  desque  vuo  fecho  con  ella  su  plazer, 
quísola  leñar  consigo,  y  ellos  que  estañan 
assi,  llego  vn  cauallero  de  buena  edad,  que 
salia  de  la  floresta  assi  desarmado  como  el 
rey.  E  sabed  que  era  padre  de  aquella  don- 
zella, y  quando  llego,  e  vio  su  fija  tan  fer- 
mosa  que  estaña  muy  llorosa,  tuno  en  su  co- 
rayon  que  auia  dormido  el  cauallero  con  ella 
por  fueroa,  e  descendió  de  su  cauallo,  e  metió 
mano  a  la  espada,  e  dixo  a  su  fija:  «Tu  me 
dirás  por  que  lloras,  si  no,  yo  te  quitare  la 
cabeca».  E  quando  ella  esto  oyó,  vuo  pauor 
de  la  muerte,  y  dixole  como- el  cauallero  dor- 
miera  con  ella  por  f aerea.  Y  el  padre,  quan- 
do esto  oyó,  tenia  gran  pesar,  e  comenyo  de 
mirar  al  rey,  e  quando  lo  vuo  bien  mirado, 
pensó  que  seria  el  rey  Artur,  mas  no  lo  sabia 
bien,  porque  dubdaua  si  era  assi,  e  dixo: 
«Assi  Dios  os  saine,  cauallero,  que  me  digays 
quien  soys».  «Assi  Dios  me  ayude,  dixo  el 
rey,  nunca  por  miedo  negué  mi  nonbre,  ni 
agora  fare.  Sabed  que  yo  soy  el  rey  Artur» . 
«Assi  Dios  me  ayude,  dixo  el  cauallero,  pe- 
same  ende,  ca,  si  otro  fuessedes,  yo  vengarla 
mi  deshonra;  mas  de  vos  seria  yo  traydor, 
que  soys  mi  señor;  mas  tanto  os  ruego  que 
me  perdonedes,  que  jamas  os  amare,  que  me 
desonrrastes  e  fezistes  villania,  pues  foryas- 
tes  mi  fija» .  Y^  el  rej^,  que  bien  conocía  que 
errara,  dixo:  «Yo  lo  quiero  emendar  a  toda 
vuestra  voluntad  como  vos  mandardes,  e 
quiero  casar  vuestra  hija  de  buena  voluntad 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  ÜRÍAL 


233 


con  vno  de  los  mejores  caualleros  de  mi  casa 
e  de  mejor  guisa».  «Esto  no  quiero  yo  agora, 
dixo  el  cauallero,  e  direos  por  que:  Porque 
dor mistes  con  mi  fija.  E  por  ventura  es  pre- 
ñada de  vos.  E  si  otro  casasse  coii  ella,  aun- 
que el  hijo  fuesse  vuestro,  no  lo  creeriades 
vos  ni  ninguno.  Y  por  ende  lo  quiero  guar- 
dar fasta  que  vea  que  sera  della.  Y  si  no 
f\iere  preñada,  fare  della  lo  que  entienda 
que  es  mas  mi  pro  e  suya» .  Y"  con  esto  par- 
tióse el  rey  de  su  cauallero,  e  fue  a  buscar 
BU  compaña,  fasta  que  la  fallo. 

Cap.    CXC. — Como  el  padre  lleuo  su  hija 
preñada  e  paria  vn  hijo. 

El  cauallero  tomo  su  fija,  y  licuóla  e  fizo- 
la  guardar  muj^  bien.  Y  quando  vio  que  era 
preñada,  fue  ende  muy  pagado,  y  fuelo  de- 
zir  al  rey  en  poridad;  j  plugole  mucho  al 
rey.  E  quando  vio  que  era  sazón  de  parir, 
fuesse  para  el  rej^,  e  dixole:  «Señor,  ¿como 
quereys  que  aya  nombre  mi  nieto  e  vuestro 
fijo?»  Y  el  TQj  dixo:  «Si  fuere  muger,  digan- 
le  Grinebra,  e  si  es  varón,  diganle  Artur  el 
pequeño,  en  remcnbranca  de  mi,  que  soy 
Artur  de  gran  poder.  Y  esto  es  porque  des- 
pués de  mi  no  verna  ningún  Artur  de  mi  po- 
der que  no  deua  ser  llamado  Artur  el  peque- 
ño». Con  tanto  se  fue  el  cauallero,  e  quando 
parió  su  fija,  páreselo  fijo,  e  púsole  nonbre 
como  el  rey  mando.  Y"  el  cauallero  auia  vn 
fijo  muy  buen  cauallero  de  armas,  e  auia 
nonbre  Dañor.  E  tenia  por  mujer  vna  due- 
ña muy  fermosa,  e  tanto  de  buen  donayre, 
que  era  marauilla;  y  enamoróse  el  suegro 
della  tanto,  que  queria  morir  por  ella.  E 
quando  vido  que  no  podia  auer  su  amor  della, 
mato  su  fijo  vna  noche  dormiendo  con  ella. 
E  vuo  de  dormir  con  ella  por  fuerza,  que  no 
osaua  ella  al  fazer,  por  temor  que  no  la  ma- 
tasse.  Y  sabed  i{ue  esto  fue  el  dia  que  Artur 
el  pequeño  fue  baptizado.  Y  quando  la  ma- 
flre  de  Artur  el  pequeño  supo  como  su  padre 
matara  a  su  hermano  della,  no  lo  pudo  ca- 
llar, e  dixole:  «Cierto,  padre,  muy  mal  fe- 
zistes  en  matar  a  mi  hermano,  e  yo  os  fare 
})or  ende  destruyr  y  escarnecer  mu}'  presto» . 
Y  el  vuo  miedo  desta  amenaza,  que  bien  sa- 
bia que  el  rey  Artur  la  preciaua  tanto,  que 
haria  lo  que  le  rogasse;  y  mas  veya  bien  que 
merecia  muerte.  Y  estonce  dixo:  «Fija,  no 
me  faras  morir,  ca  yo  matare  ante  a  ti». 
Estonce  saco  la  espada,  e  cortóle  la  cabeca, 
alli  do  estaua  cerca  de  su  fijo  que  auia  pari- 
do. E  comenco  de  mirar  al  niño,  que  estaua 
enbuelto  en  vn  paño  de  seda,  e  dixo  entre  si: 
«Conuiene  que  tu  mueras,  pues  que  murió 
tu  tio  e  tu  madre,  que  si  yo  te  dexasse  biuir, 


no  podria  ser  que  quando  tu  fuesses  grande 
que  no  supiesses  como  yo  mate  a  tu  tio  e  a 
tu  madre;  ca  no  podria  ser  que  tal  deslealtad 
no  sea  sabida,  e  matarme  has,  e  no  auria  ay 
al.  E  por  ende  conuiene  que  te  mate,  o  te 
lieue  a  algún  lugar  do  te  pierdas  e  no  pa- 
rezcas». Y  estonces  tomo  el  niño,  e  leuolo  a 
vn  monte  esquino  do  auia  vn  lago,  e  dexolo 
a  ribera  de  vn  agua ,  que  lo  comiessen  bestias 
fieras.  Mas  Nuestro  Señor,  a  quien  no  escaes- 
ce,  embio  alli  aquella  dueña  donde  os  ya 
fable,  que  lo  lleuo  de  alli  e  lo  crio  hasta  que 
fue  grande,  e  vino  a  tienpo  fasta  que  lo  fizo 
cauallero  la  dueña  sin  falta.  X  quando  el  ca- 
uallero vio  que  auia  fecho  tan  gran  desleal- 
tad, pensó  que  si  mas  estuuiesse  en  la  tierra, 
e  lo  supiesse  el  rey  Artur,  que  lo  faria  jus- 
ticiar, e  vuo  ende  gran  pesar  del  niño  a  ma- 
rauilla; y  mandólo  buscar,  mas  no  supo  ende 
nada,  saluo  que  Morgayna  enbio  dezir  al 
rey  Artur:  «Rey,  tu  fijo  Artur  el  pequeño  es 
biuo  e  sano,  e  verna  a  tu  corte  el  primero 
año  que  la  demanda  del  sancto  Grrial  sera 
comeuQada» .  Y  esto  conforto  muy  mucho  al 
rey  Artur.  E  agora  os  he  dicho  como  Artur 
el  pequeño  fue  su  hijo,  según  la  historia  lo 
deuisa. 

Cap.  CXCI. —  Como  el  rey  Arlar  .supo  por 
cierto  que  Artur  el  pequeño  era  su  hijo. 

Artur,  quando  vio  las  letras  de  la  silla, 
que  dezian  el  nonbre  de  Artur  su  fijo,  fizóse 
afuera  vn  poco,  espantado  con  el  alegría  que 
ende  vuo;  ca  luego  le  dio  el  coraron  que  era 
su  fijo.  Pero  no  quiso  que  otro  lo  supiesse 
fueras  el,  e  después  que  pensó  en  esto  vna 
gran  piega,  dixo  a  los  otros:  «¿Que  os  seme- 
ja?» ;  e  ellos  dixeron:  «Nos  vimos  bien  que 
Claudin  ha  ganado  esta  silla,  mas  de  Artur 
el  pequeño  nos  no  sabemos  nada»;  y  el  rey 
dixo:  «Y"o  bien  pienso  que  este  otro  caualle- 
ro es».  Estonce  pregunto  al  cauallero:  «Ami- 
go, ¿soys  vos  Artur  el  pequeño?»  Y  el  dixo: 
«Señores,  yo  soy  cauallero,  e  bien  os  digo  que 
no  se  quien  me  soy,  ni  de  qual  lugar,  ni 
como  he  nonbre».  Y  ellos  se  marauillaron 
mucho,  e  dixeron  al  rey:  «Señor,  ¿quedezis 
vos  ay?  ca  a  nos  no  parece  que  deuamos  otor- 
gar la  silla  fasta  que  sepamos  mas  de  su  fa- 
zienda» .  «Yo  os  diré,  dixo  el  rej',  lo  que  ay 
fagamos;  no  ge  la  demos  ni  ge  la  quitemos, 
e  yo  embiare  a  vn  lugar  si  es  este» .  E  a  esto 
se  otorgaron  todos.  E  Artur  el  pequeño  que- 
do ay,  y  el  rey  enbio  vn  mensajero  a  Mor- 
gayna su  hermana,  que  le  embiasse  dezir  y 
fazer  cierto  de  aquel  cauallero.  que  no  podia 
saber  nada.  Ella  dixo:  «Amigo,  este  es  sin 
duda  Artur  el  pequeño;  e  dezid  a  mi  hermar 


234 


LIBROS  DE  caballerías 


no  que  como  el  padre  desconoció  al  fijo,  assi 
el  fijo  desconoce  al  padre  >.  E  con  tanto  se 
partió  jMorgayna  de  la  reyna,  y  el  mensaje- 
ro de  ]\Iorgayua  tornóse  al  rey,  e  contole  lo 
que  Morgayna  le  dixera.  Estonce  supo  por 
cierta  cosa  <|ue  aquel  era  su  fijo,  e  tomólo 
por  la  mano,  e  assentolo  en  la  silla  de  la 
Mesa  Redonda  por  otorgamiento  de  todos  los 
otros.  E  otrosi  fizo  a  Claudin. 


Cap.  CXCII. —  Como  Artur  el  pequeño  .supo 
inieua  quel  rey  Arhir  era  su  padre. 

Y  otro  dia  de  mañana,  dixo  Artur  el  pe- 
queño: «Señor,  pues  mi  nonbre  me  fezistes 
cierto,  ruégeos  que  me  deys  consejo  a  vna 
cosa  que  os  demandare».  Y  el  rey  dixo:  <^¿(^>ue 
cosa  es?»  Y  el  dixo:  «Señor,  que  me  digays 
quien  es  mi  linage,  que  no  ay  cosa  en  el 
mundo  que  tanto  desseo  de  saber» .  «Vos  lo 
Babreys,  dixo  el  rey,  antes  que  de  aqui  par- 
tays».  Estonce  lo  lleno  a  su  cámara  en  pori- 
dad.  e  dixole:  «¿Eres  tu  cauallero?»  «Señor 
si,  dixo,  a  la  merced  de  Dios».  Agora  quiero 
que  me  jures  sobre  los  santos  eYangelios, 
como  leal  cauallero,  que  tu  me  tengas  pori- 
dad  en  esto  que  yo  te  diré,  e  que  no  lo  des- 
cubras a  honbre  ni  a  muger  fasta  en  la  muer- 
te»; y  el  finco  los  ynojos,  e  tendió  las  manos 
contra  vna  capilla,  e  juro  como  el  rey  le 
mando;  y  el  rey  aleólo  de  tierra,  e  dixo: 
«Agora  te  diré  lo  que  preguntas;  sepas  ver- 
daderamente que  3'0  soy  tu  padre,  y  fizete 
en  vna  donzella  fermosa  tanto  tienpo  ha» ;  e 
contogelo  todo  assi  como  la  verdadera  histo- 
ria lo  ha  deuisado;  después  que  le  dixera 
todo  como  le  auiniera,  dixole:  «Tu  has  non- 
bre como  yo:  Artur,  mas  empero  no  quiero 
que  sepan  que  tu  eres  mi  fijo,  y  no  te  amare 
yo  por  esso  menos;  y  esto  hago  yo  portpie  no 
sepa  el  pueblo  mi  pecado;  pues  que  Dios  me 
escogió  en  ponerme  en  tan  grande  alteza, 
por  ende  deuo  encobrir  mi  fazienda  (^)».  X 
quando  Artur  el  pequeño  oyó  esto,  fue  muy 
alegre,  y  dixo:  «Señor,  sabed  que  en  toda 
mi  vida  esto  no  sera  descubierto;  mas  digoos 
que  estas  nueuas  tienen  mi  coraron  en  tan 
gran  esfuerzo,  que  ante  queria  ser  muerto 
que  no  ser  mejor  cauallero  que  mis  conpañe- 
ros de  caualleria;  y  no  ay  cosa  en  el  mun- 
do por  que  ante  p\iedo  yo  ganar  lionra  e  bon- 
ilad  que  por  estas  nueuas;  ca  el  gran  linage 
donde  yo  vengo,  me  fara  cobrar  quanto  mi 
coraron  me  acometiere,  o  moriré»;  y  finco 


(')  En  Amadix  de  Gaula  (lib  III,  c.  4  °)  el  rey  Li- 
puarte  tiene  también  un  hijo  (Norandel)  en  la  infan- 
ta Celinda. 


los  ynojos  ante  su  padre,  y  dixo  llorando: 
«Señor,  de  oy  mas  quiero  parescer  cauallero, 
pues  me  rescebistes  por  fijo»;  y  el  rey  alQO 
la  mano,  e  bendixolo  y  dixo:  «Fijo,  Dios  te 
faga  tal  qual  yo  queria;  mas  ruégete  por  Dios 
e  por  guarda  de  tu  cuerpo,  que  tu  no  buel- 
uas  pelea  por  ninguna  cosa  con  el  linage  del 
rey  Tan  de  Bonoyt,  que  son  muy  buenos  ca- 
ualleros.  E  si  por  ventura  matasses  alguno 
dellos,  e  te  matassen,  yo  puniría  por  te  ven- 
gar. Mas  no  podria  a  ello  dar  cabo  sin  daño 
de  mi  cuerpo;  ca  ellos  son  hiuy  buenos  caua- 
lleros  a  marauilla» ;  y  el  prometió  que  lo  fa- 
ria,  mas  mintió,  que  después  mato  a  Brio- 
beris,  hermano  de  Lanoarote,  e  fue  gran 
daño  de  su  linage  de  su  muerte,  ca  era  muy 
buen  cauallero.  E  Artur  el  pequeño  buen 
cauallero  e  muy  esfor9ado,  e  sabed  que  pare- 
cia  bien  a  su  padre,  e  bien  fue  tan  rezio  e 
tan  bueno  de  armas  como  el. 


Cap.  CXCIIL— X>e  como  Claudin  demando  a 
Artur  si  era  cierto  de  lo  que  le  demandaua. 

Después  (jue  esto  ouieron  Jiablado,  torná- 
ronse al  palacio,  y  Claudin  pregunto  a  Ar- 
tur el  pequeño:  «Soys  cierto  de  lo  que  de-, 
mandáuades?»  Y  el  dixo:  «Yo  supe  agora 
tanto,  por  que  valdré  mas  todos  los  dias  que 
bina».  E  Merengis  le  dixo:  «Seraejame  que 
mucho  os  loays  desta  corte» .  «Cierto,  dixo 
Artur,  tanto  que  lo  queria  auer  por  saber 
por  la  mejor  ciudad  de  Londres,  e  no  que- 
ria ser  por  venir  aqui» .  «Por  buena  fe,  dixo 
Merengis,  esso  mismo  os  digo  de  mi,  que  yo 
soy  cierto  de  lo  que  mas  desseaua  en  el  mun- 
do saber,  que  era  saber  de  mi  linage,  e  fizó- 
me ende  cierto  la  carta  que  me  dio  Claudin. 
E  bendita  sea  esta  casa,  que  nunca  ay  vino 
honbre  desaconsejado  que  aqui  no  ouiesse 
consejo».  Y  en  la  carta  que  le  dio  Claudin 
dezia  como  era  hijo  del  rey  Mares  e  de  su 
sobrina,  e  de  como  la  matara,  e  como  colga- 
ra a  el  del  árbol.  Y  dezialo  todo  assi  como 
el  cuento  lo  ha  deuisado;  e  vuo  ende  muy 
gran  pesar  quando  fallo  en  la  carta  como  el 
rey  INIares  mato  a  su  madre,  y  en  aquella 
ventura  estaña  quando  lo  hallo  el  montañe- 
ro colgado  del  árbol;  e  dezialo  todo,  e  hizo 
hazer  vna  caxeta  de  plata  en  que  truxesse 
aquella  carta,  para  traerla  todavía  consigo. 
Y  cada  que  la  viesse,  que  se  menbrasse  del 
pecado  en  que  nasciera,  y  por  qual  auentura 
guareciera,  e  que  se  emendasse  por  ende  con- 
tra Dios  e  contra  el  mundo;  e  que  seria  por 
ay  mas  sin  soberuia  e  mas  humildoso.  E  por 
esta  razón  traya  la  carta  que  de  su  nasci- 
miento  era  escripta. 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


235 


Cap.  CXCIV.  —  Como  el  rejj  Arlur  supo 
como  eran  reynte  e  vn  cdualleros  miicrtoa 
en  la  demanda. 

Moraron  siete  días  estos  tres  caualleros  en 
casa  flol  rey  Artur,  por  honra  de  la  Mesa 
Redonda  que  Dios  les  auia  dado.  E  Mercn- 
gis  rogo  tanto,  que  pues  fincara  ay  siete  dias. 
por  íimor  suyo  que  ñncasse  fasta  el  ochauo 
y  que  se  yrian  en  vno,  y  el  ge  lo  otor- 
go. Y  a  los  ocho  dias,  el  rey  ñzo  mirar  las 
sillas  de  la  Mesa  Redonda,  por  ver  quantos 
caualleros  eran  dellos  muertos  desde  que  se 
comenr-ara  la  demanda;  e  los  que  lo  auian  a 
mirar  dixeron:  «Señor,  .xxi.  caualleros  ay 
muertos».  «¿E  quales  son?»  dixo  el  rey.  Y 
ellos  dixeron  que  Yuan  el  bastardo,  e  Yuan 
de  las  manos  blancas,  e  Yuan  de  Cinel,  e  Ca- 
lauagan,  e  Patridcs,  e  Osaras,  e  Didonax  su 
hermano,  y  Pellos  el  fuerte.  Y  estos  tres  ma- 
to Galuan  e  Morderec  su  hermano.  Agre- 
cuayn,  e  después  destos  hallaron  que  eran 
muertos  Eraman  de  Camaloc,  e  Lnces,  e  To- 
nadal.  Y""  estos  tres  eran  hermanos,  e  eran 
de  Camaloc,  y  eran  fijos  de  vn  infante;  y 
después  fallaron  que  eran  muertos  Bridón, 
Soladon  e  Malidon,  estos  eran  primos  cor- 
manos,  y  eran  los  mas  lor-anos  de  toda  la 
corte;  e  fallaron  que  eran  muertos  Loe,  e 
Lota  el  pequeño,  Cormori  el  grande  e  Ansa- 
lui  el  2:)obre,  y  Bator.  Estos  fueron  muertos 
en  la  demanda  del  sancto  Grial.  Mas  no  os 
diré  mas  agora,  ca  deuisado  lo  ha  el  cuento 
como  murieron,  e  los  otros  falle  en  francés 
e  no  lo  escreui  en  castellano.  Mas  fabla  la 
gran  historia  de  Clain  de  quanto  yo  cuento. 
E  quando  el  rey  oyó  que  tantos  eran  muer- 
tos, abaxo  la  cabeca,  e  dixo  alto,  que  todos 
lo  oyeron:  «¡O  Galuan!  ¡maldito  tu  seas,  que 
todos  estos  honbres  buenos  son  muertos  por 
ti.  e  no  ha  tan  rica  corte  de  tan  ricos  caua- 
lleros ni  tales  que  no  se  tuuiesse  por  honra- 
da!; y  tu  has  fecho  tan  gran  daño,  que  en 
esta  corte  no  auenga  por  que  nunca  auengas 
ante»,  dixo  el  rey  a  Galuan,  que  mucho  le 
pesaua  de  la  muerte  de  aquellos  caualleros. 
Y  esta  noche  dixeron  de  Artur  el  pequeño  e 
de  Merengis;  e  otro  dia  de  mañana  querían 
[ir]  en  la  demanda,  e  despidiéronse  de  la 
reyna,  e  de  las  dueñas  e  donzeilas;  e  la  rey- 
na  fablo  mucho  aquella  semana  con  Estor,  Y 
diole  vn  anillo  que  diesse  a  Lanc.-arote,  que 
tanto  que  viesse  el  anillo  que  se  viniesse 
para  ella;  y  el  dixo  que  lo  faria,  tanto  que  lo 
fallasse.  E  otro  dia  de  mañana  se  partieron 
todos  quatro  compañeros  de  la  casa  del  rey 
Artur,  y  el  rey  fue  con  ellos  fasta  en  la 
siesta,  e  después  acomendólos  a  Dios,  e  tor- 
nóse,   y   ellos  entraron  en  la    floresta  por 


buscar  las  auenturas,  assi  como  caualleros 
andantes;  e  agora  dexa  el  cuento  de  ha- 
blar dellos,  e  torna  a  contar  de  Tristan  de 
Leonis. 

Cap.  CXCY. — Como  Lanbegns  dixo  a  Tris- 
ian  como  le  drrrihara  ante  las  tiendas. 

Dize  el  cuento  (¡ue  quando  Tristan  se  par- 
tió de  Paloraades,  que  fue  muy  sañudo  por- 
que no  lo  mato,  e  caualgo  quando  pudo,  e 
fuesse,  e  agradeció  mucho  a  Briobcris  porque 
partió  laTablaRedonda,  e  dixo  quege  lo  gua- 
lardonaria  de  grado  si  se  le  guisasse,  e  Brio- 
beris  tomo  camino  para  otra  parte,  e  Tristan 
anduuo  tanto  aquel  dia,  que  le  anochescio  a 
la  puerta  de  vn  castillo  que  estaña  cerca  de 
vna  vega,  e  llamauanle  el  castillo  de  Agra- 
men, e  aquella  noche  yugo  ay  Tristan,  e  fue 
mucho  honrrado  e  seruido  a  todo  su  plazer, 
ca  los  del  castillo  auian  por  costunbre  de 
seruir  quanto  pudiessen  a  los  caualleros  an- 
dantes, porque  su  señor  era  cauallero  an- 
dante. E  a  este  siruieron  mas  que  a  otro  sir- 
uieran,  jiorque  supieron  que  era  Tristan^  de 
que  corria  del  gran  nonbradia  por  el  reyno 
de  Londres;  e  otro  dia  de  mañana  oyó  missa 

ca  auia  andado  fasta  ora  de  medio  dia 

(')  mas  que  cauallero  de  la  Tabla  Redonda, 
armado  de  todas  armas,  e  auia  nonbre  Lam- 
begus,  e  quando  se  vieron,  conociéronse,  e 
comentáronse  de  abracar,  e  fueron  mucho 
alegres.  Dixo  Tristan:  «Don  Lnnbegus:  ¿ay 
nueuas?»  «Muj'  buenas,  dixo  el,  mas  ¿como 
vos  fue  desque  entrastes  en  la  Tabla  Redon- 
da?» «Muy  bien,  dixo  el,  a  la  merced  de 
Dios.  Ca  muchas  aventuras  falle,  buenas  e 
malas;  mas  oy  me  auino  sin  falla  peor  que 
me  auino  tienpo  ha».  «¿Como?»  dixo  Tris- 
tan.  «Y"o  vos  lo  diré,  dixo  el.  Passaua  oy  an- 
te vn  castillo,  que  vos  fallaredes  -aj  si  por 
este  camino  ydes,  e  auia  grandes  gentes  aso- 
nados en  vnas  tiendas,  e  no  se  por  que,  e 
quando  quise  passar  ante  las  tiendas,  vino 
a  mi  vn  cauallero,  armado  de  todas  armas; 
demandauame  justa,  e  yo  no  la  quise  rece- 
lar, porque  es  derecho  de  todo  cauallero  an- 
dante que  no  róscele  de  vn  cauallero  ni  de 
dos,  e  después  derribólo.  E  después  salió 
otro,  e  deribome,  e  dixome  que  me  daria  el 
cauallo  por  su  cortesía,  e  después  caualgue. 
e  demándele  batalla,  y  el  dixome  que  con 
honbre  derribado  no  faria  batalla.  Y  estonce 
me  parti  dol».  «¿E  cuydays  vos,  dixo  Tris- 
tan,  que  si  por  ay  yo  passare,  que  aure  de 
justar?»  «Si,  sin  falta» ,  dixo  el.  «Pues  aco- 
miendovos  a  Dios,  dixo  Tristan,  que  por  tal 

(')  Sin  duda  hay  alguna  laguna  en  el  texto. 


236 


LIBROS  DE  CABALLERÍAS 


amenaza  no  dexaria  mi  camino» .  «Señor, 
dixo  Lanbegus.  de  los  del  linaje  del  rey 
Van,  ¿sabeys  algunas  nueuas?»  «Si,  dixo 
Tristau.  Brioberis  se  partió  antenoche  de  mi 
y  de  Galaz:  de  los  otros  no  se» .  «E  ¿do  cuy- 
days,  dixo  Lanbegus,  que  yo  fallasse  a  Brio- 
beris?» <^Xo  se,  dixo  Tristan,  si  Dios  me  ayu- 
de». Estonce  se  acomendaron  a  Dios,  e  tomo 
cada  vno  su  camino. 

Cap.  CXCA'I. — De  como    Tristan  mato  al 
eauallero  ante  las  tiendas. 

Lambegns  se  fue  a  ^Tia  parte  después  de 
Brioberis,  assi  como  la  ventura  lo  guio,  e 
Tristan  se  fue  para  el  castillo  que  Lambegus 
le  enseño,  e  aquel  castillo  era  muy  rico  e 
muy  hermoso,  y  estaua  sobre  vna  agua  fon- 
da, e  aquel  dia  fazian  muy  gran  fiesta,  jior 
el  fijo  del  rey  que  auia  de  ser  otro  dia  coro- 
nado. Y  estañan  en  la  tienda  veynte  caua- 
Ueros  armados,  que  atendían  la  auentura  que 
viniessen  por  alli  caualleros  de  la  Tabla  Re- 
donda, ca  olios  sabian  que  andauao  en  la  de- 
manda del  sancto  Grial,  e  que  andauan  bus- 
cando auenturas  cerca  o  lexos  por  medio  del 
rej*no  de  Londres;  y  ellos  que  estañan  aten- 
diendo, heos  Tristan  que  llego  ay  solo  pen- 
sando, como  aquel  que  no  podia  oluidar  a 
Palomades,  porque  amaua  a  la  reyna  Yseo, 
e  auentura  no  lo  llenara  tienpo  auia  do  ta- 
maño pesar  ouiesse  como  porque  lo  no  ma- 
tara, y  el  yendo  assi  pensando,  llego  a  las 
tiendas,  e  salió  contra  el  vn  eauallero  arma- 
do, e  dixole:  «Señor,  ¿soys  vos  de  casa  del  rey 
Artur?»  «Si,  por  buena  fe»,  dixo  el.  «Pues 
guardadvos  de  mi,  dixo  el  eauallero,  que  no 
ha  cosa  en  el  mundo  que  tanto  desame  como 
los  de  aquella  casa».  Y  estonce  dixo  Tristan: 
«Vos  comen9astes  loco  pesar,  ca  nunca  vos 
ende  verna  sino  mal; ;  y  dexose  luego  correr 
contra  el,  e  hiriólo  de  tal  golpe  de  la  lan^a, 
que  dio  con  el  en  tierra  herido  de  muerte,  y 
quedo  la  lan^a  sana,  que  bien  cuydo  que  le 
seria  menester. 

Cap.  CXCVIL — De  romo  "Tristan  mato  otro 
eauallero  ante  las  tiendas  del  rey^  e  después 
al  hermano  del  rey. 

Tanto  ([ue  los  de  las  tiendas  vieron  aquel 
yazer  en  tierra,  y  que  no  fazia  semejanr-a 
de  leuantarse,  dixeron:  «¡]\[uerto  es!»  E  uno 
dellos  se  acogió  a  vn  cauallo  muy  bueno 
que  tenia,  e  dexose  yr  para  Tristan,  e  Tris- 
tan,  que  se  yua,  torno  a  el,  e  diole  tal  golpe, 
que  dio  con  el  muerto  en  tierra,  y  el  rey, 
que  otro  dia  auia  de  coronar  a  su  hijo,  estaua 
en  las  tiendas  con  su  compaña.  E  quando  vio 


aquellos  dos  golpes,  dixo  a  los  que  estauan 
armados:  «Dexad  al  eauallero  yr  en  paz,  ca 
bien  se  quito  de  lo  que  deuia,  e  si  Dios  me 
ayude,  el  es  muy  buen  eauallero» .  Estonce 
dixo  a  vn  su  hermano  (jue  estaua  ende  des- 
armado: «Caualgad  muy  presto,  e  yd  em  pos 
del,  e  dezilde  que  le  ruego  me  enbie  dezir  su 
nonbre» .  Y  el  caualgo ,  e  fuesse  luego  para 
Tristan,  e  dixole  quanto  le  mando  el  rey.  E 
Tristan,  que  estaua  vn  poco  sañudo,  respon- 
dióle: «Señor,  yo  so  vn  eauallero  estraño,  e 
no  me  demande^'^s  mas,  que  no  podeys  agora 
mas  saber».  «Assi,  señor,  se  que  no  quere- 
des  fazer  tal  villanía  que  no  enbiedes  a  de- 
zir al  rey  lo  (jue  os  embia  rogar» .  «Esto  no 
haré,  dixo  Tristan,  por  vos  ni  por  otro». 
«Poco  me  preciados,  dixo  el  eauallero;  agora 
veré  lo  que  faredes» .  Estonce  le  tomo  por  el 
freno,  e  dixo:  «Don  eauallero,  agora  creo  que 
soys  en  mi  poder,  y  el  gran  argullo  no  vos 
valdrá  ninguna  cosa  que  me""no  digades  lo 
(|ue  os  pregunto,  o  yo  vos  llenare  preso  a 
vuestro  pesar».  «¡E  que  bien  lo  fablays!  dixo 
Tristan;  ¿e  no  cuydays  quedesta  prisión  sea 
libre  si  quisiere?»  E  teníalo  todavía  del  freno, 
diziendo  que  no  lo  dexaria  fasta  que  le  di- 
xesse  su  nonbre;  y  el  dixo:  «Cauallero,  gran 
locura  fazeys,  e  si  me  Dios  me  ayude,  si  des- 
armado no  fuessedes,  vos  lo  conprariades 
muy  caramente».  Y  estonce  le  comento  a 
tirar  contra  las  riendas,  y  llenarlo  como  por 
fuerga;  e  Tristan  se  ensaño,  e  dixo:  «Señor, 
o  vos  me  dexaredes,  o  yo  vos  matare,  y  sera 
mal  hecho,  porque  soys  loco»;  y  el  cauallero 
le  dixo:  <  Todo  esso  no  vos  vale  nada,  que  do 
yr  auedes  comigo» .  E  dixo  Tristan :  «Avn 
no  veo  aqui  quien  a  fuorca  me  lieue».  <'E 
digoos  C|ue  avn  por  esso  no  yredes  de  aqui; . 
Estonce  Tristan  tiro  la  rienda ,  e  yrguio  la 
lanca,  e  dixo:  «Assi  Dios  me  ayude,  yo  vos 
fare  yr  con  mal  si  me  no  dexades».  Y  el  otro 
dixo  que  lo  no  dexaria;  e  Tristan  dexo  correr 
la  langa,  e  diole  tal  golpe,  que  dio  con  el 
muerto  en  tierra,  e  dixole:  «Agora  me  yre 
a  mal  de  vuestro  grado,  e  vos  queda  redes 
aqui,  si  alguno  no  vos  lieua». 

Cap.  CXCVni. — De  como  Palomades  llrr/o 
do  frayan  mal  a  Tristan. 

El  rey,  quando  vio  a  su  hermano  caer  en 
tierra ,  comongo  a  dar  bozes  a  los  que  con  el 
seyan:  «Agora  yd  em  j)os  del  cauallero  que 
a  my  hermano  a  escarnescido.  e  traédmelo 
preso  o  muerto» .  Estonce  veriades  salir  mas 
de  cient  caualleros  em  pos  de  Tristan,  y  eran 
bien  los  diez  e  ocho  armados,  e  los  otros  no, 
saino  escudos  e  langas.  E  quando  Tristan  se 
vio  que  el  ple3'to  se  yua  mal  parando,  e  que 


LA   DEMANDA   DEL  SANCTO  GlíIAL 


se  a\iia  de  defender  contra  todos  aquellos,  no 
fue  ende  muy  alegre,  empero  era  de  tan  gran- 
de esfuer90  e  de  tan  gran  coracon,  que  nun- 
ca ouo  pauor  de  nada  que  viesse,  e  boluiola 
rienda  del  cauallo  contra  ellos,  e  passo  muy 
fuerte  e  ardido  e  con  mal  talante.  E  quando 
llegaron  a  el,  metióse  entre  ellos,  e  firio  al  pri- 
mero que  alcaneo,  e  dio  con  el  en  tierra  muer- 
to, e  después  al  segundo,  e  al  tercero,  e  al 
quarto,  y  estonce  bolo  la  lanca  en  piega  se  me- 
tió mano  a  la  espada,  como  aquel  que  querría 
vengar  su  muerte,  e  metióse  entre  ellos,  e 
derribo  caualleros,  e  mato  caualleros ,  e  fizo 
tanto  aquella  ora,  (^ue  no  ha  honbre  que  lo 
viesse  que  no  lo  tuuiesse  a  marauilla.  E  me- 
jor se  defendiera,  mas  vn  cauallero  le  mato 
el  cauallo.  E  quando  Tristan  se  vio  apeado 
entre  sus  enemigos,  no  perdió  por  esso  cora- 
con, que  ante  se  defendió  como  puerco  mon- 
tes de  los  canes,  empero  el  era  tan  mal  feri- 
do,  que  tenia  bien  siete  feridas  que  otro  ca- 
uallero por  la  menor  fuera  muerto.  Y  esto 
era  vna  cosa  que  lo  liazia  enflaquescer,  que 
eran  muchos;  y  mas  que  no  auia  ay  tal  que 
no  quisiesse  auerle  la  cabeca  cortada;  e  sabed 
ciertamente  que  el  fuera  muerto  sin  falta, 
ca  no  podia  durar  contra  tanta  gente,  mas  la 
ventura  traxo  por  ay  a  Paloniades  el  pagano, 
e  quando  vio  a  Tristan,  conosciolo.  E  quan- 
do vio  que  se  defendía  atan  marauillosamen- 
te  en  tal  descomunal  batalla,  dixo:  «Don 
Tristan,  agora  veo  yo  que  soys  el  mejor  ca- 
uallero que  nunca  vi,  e  agora  me  tenga  todo 
el  mundo  por  malo  si  no  ftziesse  todo  mi  po- 
der en  vos  qaanto  ¡Dudiesse;  e  yo  no  quiero 
catar  el  gran  desamor  que  comigo  auedes, 
mas  a  la  muy  gran  bondad  que  en  vos  vi,  ca 
todo  el  mundo  valdría  menos  por  la  muerte 
de  tal  hombre  como  vos» . 

Cap.  CXCIX. — De  como  Galax  sohrenino  en 
ayuda  de  Tristan  y  de  Palomades. 

Estonce  se  dexo  correr  Palomades  contra 
ellos  su  espada  en  la  mano ,  e  dio  tal  golpe 
al  primero  que  alcance,  que  dio  con  el  del 
cauallo  muerto  en  tierra .  E  tomo  luego  el 
cauallo,  e  diolo  a  Tristan  e  dixole:  «Subid, 
señor,  en  este  cauallo.  e  pensad  de  os  defen- 
der de  vuestros  enemigos,  ca  me  parece  que 
mucho  os  es  menester»  .  E  Palomades  lo  de- 
fendió mientra  que  el  caualgo.  E  después 
•jue  Palomades  lo  defendió,  el  auiendo  dicho 
que  lo  malaria  e  veyendo  ([ue  le  ftziera  atan 
buena  obra,  tunólo  a  gran  marauilla,  y  pen- 
só que  si  lo  viesse  en  lugar,  que  le  darla 
buen  galardón;  y  entre  tanto  Palomades  le 
dixo:  «Tristan,  meted  mano  en  fazer  bien»; 
y  el  no  respondió  nada,  ca  no  auia  vagar. 


ante  comengo  a  dar  muy  grandes  golpes  de 
su  espada,  e  Palomades  otrosi,  que  derriba ua 
(plantos  ante  si  fallaua,  e  assi  se  defendian 
ambos  los  caualleros  de  tanta  gente  ante  el 
castillo,  que  auia  nonbre  Lespara;  mas  su 
defensa  no  les  valió  nada  a  la  jwstre  que  no 
fuessen  ])resos  o  muertos,  ca  no  podian  du- 
rar contra  tanta  gente;  mas  Dios  e  su  buena 
ventura  truxo  por  ay  al  buen  cauallero  auen- 
turado  Don  Galaz.  E  quando  vio  assi  a  los 
caualleros  encerrados  entre  tanta  gente,  dixo 
que  mal  estavui  su  pleyto  si  Dios  no  los  aco- 
rriesse,  e  dixo  que  los  queria  ayudar.  Y  dexo 
correr  el  cauallo  ftriendolo  de  las  espuelas, 
y  metióse  entre  ellos  tan  ayrado  como  el 
rayo,  e  dio  tal  golpe  al  primero  que  alcango, 
que  no  le  vallo  nada  guarnición  que  truxesse 
que  no  diesse  con  el  muerto  en  tierra,  e  co- 
mento a  ferir  en  ellos  con  su  lanca;  e  fizo 
ante  que  la  quebrasse  tanto,  quanto  honbre 
nunca  fiziera  sino  el.  Y^  después  que  quebró 
la  lanca,  metió  mano  a  la  espada  que  saco 
del  padrón,  e  comenco  a  dar  tales  golpes, 
que  el  que  lo  atendía  no  era  tan  ardid  ni  tan 
biuo  que  lo  no  derribasse  vna  vez  a  todo  su 
malgrado;  e  veyanlo  todos  con  tan  gran  ar- 
dimento,  que  no  podia  ninguno  sofrir  el  gol- 
pe; e  fizo  tanto  en  poca  de  hora  por  los  gran- 
des golpes  que  fazia,  que  los  mejores  caualle- 
ros sentían  su  caualleria,  assi  que  bien  vieron 
que  quantos  ay  eran  que  no  podian  sufrir  sus 
golpes;  e  assi  que  por  su  miedo  los  fizo  salir 
a  todos  del  canpo,  e  comencaron  a  fuyr  a  las 
tiendas.  E  quando  el  vqj  esto  vio,  fue  mucho 
marauillado,  e  preguntóles  por  que  fuyan. 
«Señor,  dixo  vn  cauallero,  sabed  que  esto 
nos  haze  vn  cauallero  que  sobreuino  sobre 
nos,  que  fiere  de  espada  tan  desmesurada- 
mente, que  no  duro  arma  ni  cauallo  contra 
los  sus  golpes;  e  por  yr  contra  el  los  mejores 
caualleros  del  mundo,  el  los  darla  a  todos  ven- 
cidos» . 

C.vp.   ce.  —  De  la  haialía  de   Tristan  y  de. 
Palomades  y  de  Galax  y  de  los  suyos. 

Quando  esto  oyó  el  rey,  dixo:  «Si  Dios  me 
ayude,  esto  no  [tuedo  yo  creer,  a  menos  de 
lo  ver» .  Estonce  caualgo  en  su  cauallo,  e 
tomo  vn  escudo  e  vna  lanca,  e  sii  espada  que 
tenia  ceñida,  e  firio  al  cauallo  de  las  espue- 
las, e  salió  fuera  de  las  tiendas,  e  vio  a  Ga- 
laz que  yua  derribando  de  sus  caualleros 
atan  ligeramente  como  si  no  anduuiessen  en 
sillas.  É  fazia  en  ellos  tan  gran  daño,  que  no 
luí  honbre  que  lo  viesse  que  no  se  espantasse. 
E  quando  el  rey  le  vio  tan  grandes  golpes 
hazer,  dixo:  «Por  cierto,  nosotros  somos  en- 
gañados por  desconocencia,  que  este  es  el 


238 


LIBROS  DE  caballerías 


Cíiuallero  aueuturado  que  ha  ile  dar  cima  a  las 
auenturas  del  sancto  Grial.  E  agora  os  digo 
que  me  no  tengo  por  desonrrado  porque  el  lia 
desbaratado  mi  gente  por  su  bondad  de  ar- 
mas, ca.  si  Dios  me  ayude,  el  es  flor  de  todos 
los  eaualleros  del  mundo».  Estonce  dixo  a 
sus  geiites:  «Dexad  a  los  eaualleros  auentu- 
rados  yr  a  buena  ventura,  ca  Dios  í'aze  por 
ellos,  y  en  los  tener  sera  atan  sin  prouecho» : 
y  ellos  se  tornaron  luego  a  su  señor.  E  los 
otros  eaualleros  fueron  al  agua  e  passaronla: 
y  después  que  la  passaron,  dixo  Tristan  a 
üalaz:  «Señor,  vos  seays  bien  venido,  ca 
vuestra  venida  fue  muy  buena» ,  y  el  buen 
cauallero  Palomades  se  despidió  dellos  e 
fuesse  por  otra  parte,  y  desque  fue  vn  poco 
alongado,  pregunto  Gralaz  a  Tristan  como  le 
yua  de  su  fazienda.  y  el  ge  lo  dixo  quanto 
ende  sabia,  y  que  aquel  era  el  cauallero  de 
la  bestia  ladradora.  «Cierto,  dixo  Clalaz,  el 
os  de  buena  parte,  e  muy  grande  cortesía 
lizo  que  vos  assi  ayudo  contra  tanta  gente, 
sabiendo  que  lo  desamauades  mortalmente; 
e  cierto,  mucho  me  pesa  ponqué  no  es  chris- 
liano» .  «Por  buena  fe,  e  a  mi» ,  dixo  Tristan, 

Cap.  CCI. — Como   Tristan  finco  llagado  en 
la  ahadia, 

Assi  fablando.  anduuieron  todo  aquel  dia 
liasta  que  llegaron  a  vn  castillo  pequeño  que 
estaña  en  la  montaña,  e  alli  fueron  muy 
bien  seruidos,  ca  vna  donzella  muy  hermo- 
sa, hermana  de  Didonax  el  saluaje.  biuia  ay. 
Y  era  señora  de  aquel  castillo,  e  trabajóse  de 
les  íazer  toda  hourra,  porque  eran  conpañe- 
ros de  la  Tabla  Redonda,  e  preguntóles  por 
su  liermano.  y  ellos  le  dixeron  loque  sabian; 
e  aquella  noche  estuuieron  alli  muy  viciosos, 
e  otro  dia  de  mañana  acomendaron  la  don- 
zella a  Dios,  e  partiéronse  dende,  e  anduuie- 
ron tres  dias  de  so  vno  que  no  hallaron  auen- 
tura,  e  Tristan  anduuo  muy  cuytado,  que 
estaua  llagado  muy  mal,  sino  que  era  de  ma- 
yor esfuerco  e  de  mayor  coraron,  que  otro 
liomb're  no  pudiera  sufrir  el  gran  trabajo  que 
jiusso.  e  al  cuarto  dia  ñnco  en  vna  abadia 
muy  siu  su  grado,  e  vn  cauallero  que  ay  auia 
sabia  mucho  de  catar  llagas.  E  quando  vio 
las  llagas  a  Tristan,  dixo:  «Amigo,  sabed 
que  sodes  en  peligro  de  muerte,  porque  no 
hezistes  catar  las  llagas,  enpero  lo  que  yo 
pudiere  fazer,  yo  lo  haré  por  amor  de  Nues- 
tro Señor  e  por  amor  de  vos,  que  me  seme- 
jays  buen  cauallero,  mas  no  vos  asseguro  de 
vos  guarecer,  assi  Dios  me  ayude,  que  vues- 
tras llagas  son  tan  grandes  e  tan  peligrosas, 
e  tanto  las  aueys  traydo  sin  catar,  que  me  yo 
cuydo  e  dudo  mucho.  «Señor,  dixo  Tristan, 


por  Dios  e  por  merced ,  que  quier  que  me 
ende  venga  no  me  dudeys,  e  pensad  de  mi; 
ca  me  dize  mi  coravon  que  no  he  de  morir». 
«Dios  lo  mande»  dixo  el  cauallero. 

Cap.  CCII.  —  Como  Gala:,  llego  al  castillo  de 
Corheric. 

Galaz  aquel  dia  llego,  desque  se  partió  de 
Tristan,  al  castillo  de  Corberic,  y  el  rey  Pe- 
llos seya  en  su  tienda  con  muchos  ricos  hon- 
bres,  y  estañan  a  yantar  m.i\j  viciosos  de  co- 
mer e  de  beuer,  mas  no  por  la  gracia  del 
sancto  vaso  que  llaman  santo  Grial,  que  nun- 
ca salla  de  Corberic  por  mano  de  hombre, 
mas  sin  falla  todos  aquellos  que  comian  en  el 
palacio  auenturoso  eran  ahondados  de  f[uau- 
to  menester  hauian,  tanto  que  orassen  en  su 
venida,  y  el  rey  Pelles  tenia  ante  si  vn  en- 
cantador, que  fazia  atan  grandes  cosas  que 
era  marauilla.  E  quando  los  eaualleros  del 
rey  vieron  venir  a  Galaz  armado,  conoscie- 
ron  que  era  de  los  eaualleros  auenturados  de 
la  casa  del  rey  Artur,  e  fueron  a  pie  contra 
el,  e  tanto  le  rogaron  cortesmente  e  con  hu- 
mildad que  diciesse  a  folgar  con  ellos,  y  el 
fizólo,  e  desarmóse,  e  fuesse  con  los  eaualle- 
ros hasta  en  la  mesa  del  rey  Pelles,  y  estaña 
cerca  del  encantador.  E  quando  vio  a  Galaz, 
no  lo  conoció,  porque  estaua  tynto  de  las  ar- 
mas, e  dixo  al  encantador:  «Faz  alguiio  de 
tus  encantamentos  ante  aqueste  cauallero  es- 
traño.  que  por  auentura  aura  que  contar  en 
casa  del  rey  Artur  quando  alia  fuere» .  Y  el 
encantador  auia  perdido  el  seso  por  la  veni- 
da de  Galaz,  que  era  cosa  sancta,  e  respon- 
día: «Señor,  no  podria  nada  hazer  mientra 
que  aqui  este  cauallero  este» .  «¿Como?  dixo 
el  rey  ¿túlletelo  el  señor?»  «Si»,  dixo  el.  «¿E 
no  es  encantador?»  dixo  el  rey.  «Xo  lo  se, 
señor».  «¿Pues  como  te  lo  podria  el  quitar?» 
«Señor,  esto  no  sabria  yo  dezir».  Y  el  rey  le 
dixo  otra  vez  que  fiziesse  sus  encantamentos, 
y  el  dixo  que  no  podia,  y  el  rey  se  ensaño,  e 
mando  que  le  tajasen  la  cabeca  si  lo  no  qiii- 
siesse  fazer,  e  quando  el  encantador  vio  el 
pleyto  assi  parado,  dixo  que  lo  dexassen,  e 
que  haria  lo  que  pudiesse. 

Cap.  CCIII.  —De  como  el  encantador  dixo  al 
rey  quien  crq,. 

Estonce  tornóse  contra  el  rey,  e  dixole: 
«Agora  te  diré  quien  so,  por  que  no  puedo 
fazer  mis  encantamentos  assi  como  suelo  ha- 
zer ante  que  este  cauallero  viniesse» .  «Pues 
dilo» ,  dixo  el  rey;  e  el  dixo:  «Señor  rey  Pe- 
lles, e  honbre  sancto,  yo  so  natural  de  Lam- 
baria,  e  so  mas  hidalgo  que  tu  no  cuydas. 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


239 


mas  mi  aventura  me  truxo  a  esta  tierra,  e  si 
mas  pobre  fuesse,  menester  me  seria;  e  yo 
ora  pagano,  e  bautizóme  Nacian  el  hermita- 
no,  e  desque  me  bautizo,  comoti  contra  mi 
criador  mas  que  otro  pecador;  e  direos  como: 
vn  dia  caualgara  por  vna  floresta  todo  espan- 
tado con  muy  gran  pobreza  que  auia.  Y  en- 
tonce me  apareció  vn  dial)li)  (pie  auia  nou- 
Itre  Dragón  y  es  vno  de  los  mas  priuados  del 
infierno,  e  aparecióme  en  guisa  de  lionln-e 
mnj"  rico  e  poderoso,  e  preguntóme  ipiien 
era,  e  yo  ge  lo  dixe,  e  dixele  que  seria  su 
liombre  si  me  niostrasse  como  fuesse  rico,  y 
el  me  dixo  que  me  mostrarla  tanto,  que  me 
tuuiesse  por  pagado  ,  e  yo  le  prometí  (pie  se- 
ria suyo,  y  el  me  mostró  luego  toda  fuerza  de 
encantamento  que  honbre  mortal  pueda  sa- 
ber, e  tomóme  tanto  en  su  guarda,  que  nun- 
ca mas  pude  comer,  ni  beuer,  ni  liazer  al  que 
lo  ante  my  no  viesse;  e  si  vos  yo  algunas 
cosas  dixesse  de  las  cosas  que  fueron  fechas 
en  poridad,  no  podria  fazerlo  ni  sabria  mas 
dezir  de  lo  que  el  diablo  me  dizo  que  diga, 
e  agora  me  aniño,  quando  este  canallero  en- 
tro, qne  el  diablo  se  partió  de  mi,  porque  no 
puede  estar  en  lugar  do  tan  sancto  hombre 
atan  amado  de  Dios,  ca  esto  es  atan  sancta 
cosa,  que  no  duerme,  ni  vela,  ni  faze  cosa 
que  siempre  no  este  aconpañado  de  angeles 
que  lo  guian;  e  por  esto  perdi  todo  el  mi  en- 
cantamento qne  fazia» .  «Por  Dios,  dixo  el 
rej^,  yo  veo  bien  qne  el  es  santo  honbre,  mas 
no  tal  qual  tu  me  dizes»  «¿No?  dixo  el,  por 
buena  fe  si  es,  e  si  lo  quereys  prouar,  man- 
dadlo alongar  de  aqni,  e  voredes  que  digo 
verdad» . 

Cap.  CCIV. — De  como  el  encantador  fixo  sus 
encantamentos  quando  Galaz  salió  fuera. 

Y  el  rey  Pelles,  que  auia  sabor  de  saber 
esto  si  era  verdad,  dixo  a  Galaz:  «Señor  ca- 
nallero, por  Dios  e  por  cortesía,  salidvos  vn 
poco  de  aqui,  fasta  que  preñemos  si  es  ver- 
dad esto  qne  este  hombre  dize  de  vos» ;  e  Ga- 
laz ñzo  como  el  rey  le  mando,  porque  lo  no 
tuuiesse  por  orgulloso,  e  fuesse  de  aquella 
tienda  para  otra,  e  luego  aniño  la  maranilla 
que  después  fue  retrayda  por  toda  la  tierra 
del  rey  Artur  e  por  los  otros  reynos;  ca  el 
encantador  comen(;'0  luego  arder  assi  como  si 
fuese  leña  seca,  e  fue  leñado  al  aire,  e  tan 
alto,  que  semejaua  (pie  estaña  con  las  nunas, 
e  leuandolo  assi  los  diablos,  comen(,'o  el  cn- 
cautador  a  dar  bozes,  e  a  dezir:  «¡Ay  Galaz, 
buen  canallero  e  sieruo  de  Jesu  Christo!  ¡rue- 
ga por  mi  a  Dios,  que  aun  auria  yo  merced 
si  tu  quisiesses  rogar  por  mi!»;  e  ansi  los 
diablos  llenaron  al  encantador  a  ojo  del  rey 


Pelle  e  de  todos  los  caualleros  que  ay  estar 
uan.  E  quando  lo  alearon  tanto  qne  lo  no 
pudieron  deuisar,  sinaronse  de  la  gran  ma- 
ranilla que  vieran.  E  leimntaronse  de  las 
mesas,  e  fueronse  para  Galaz,  e  fizieronle 
quanta  hourra  i)udieroii. 

Cap,  CCY. —  Como  los  diablos  llenaron  al  en- 
cantador ardiendo  por  los  ayres. 

Por  lo  que  el  encantador  le  dixera,  el  rey 
Peles,  que  auia  gran  sabor  de  lo  eonoscer, 
fincólos  ynojos  en  el;  tanto  lo  cato,  que  le  se- 
mejo a  sinistro  Galaz;  dixole:  «Señor  cana- 
llero, ruegovos  por  cortesía  que  me  digades 
quien  soys».  «Señor,  dixo  el,  contra  vos  no  me 
encobrire  en  nada.  Sabed  que  yo  so  Galaz, 
vuestro  nieto» .  Y  el  rey,  que  fue  tan  alegre 
que  no  pudo  mas,  dixo:  «Por  cierto,  yo  lo  cuy- 
de  luego.  Y  bendito  sea  Dios  qne  nos  dio  tan 
buen  honbre  en  nuestro  linaje»;  e  comencolo 
de  abracar,  e  a  fazer  tan  gran  alegría,  que  no 
podia  mas,  e  Galaz  dixo:  «Señor,  rnegoos  que 
no  digays  a  ninguno  quien  yo  so» .  «¿Como?, 
dixo  el  rey,  ¿quereysos  encobrir  de  mis  hon- 
bres?»  «Si,  dixo  el,  esta  vez;  mas  quando 
Dios  quisiere  qne  auentura  me  trayga  con 
mis  compañeros  aqui,  no  daré  nada  por  que 
me  conozcan  todos.  ¿E  sabedes  por  que  os  lo 
rnego?  Porqne  si  vuestros  honbres  lo  supie- 
ssen,  no  me  dexarian  salir  de  aqui,  y  esto  no 
querría  yo  por  ninguna  guisa,  ca  me  quiero 
luego  yr» .  «¿E  como?  dixo  el  rey,  ¿agora  ve- 
nistes  e  ya  vos  quereys  yr?»  E  dixo  el:  «Si, 
en  todas  maneras  del  mundo» .  «Pésame  ende, 
dixo  el  rey,  mas,  pues  a  vos  plaze,  acomien- 
dovos  a  Dios» .  «E  yo  vos  ruego,  dixo  Galaz. 
por  aquel  amor  qne  jo  he  con  vos,  que  no 
digays  a  ninguno  quien  so» .  Y  el  rey  ge  lo 
otorgo;  e  Galaz  tomo  sus  armas,  e  subió  en  su 
canallo,  o  partiosse  assi  dellos. 

Cap,   CCYI, — De  como  Elia\er,  fijo  del  rey 
Pelles^  se  armo  para  yr  em  pos  de  Gcda%. 

Luego  que  se  partió  Galaz  del  rey  Pelles, 
los  caualleros  que  vieron  fazer  tan  grande 
alegría  con  el,  preguntaroide  quien  era;  y  el 
dixo  qne  lo  no  podia  saber  de  aquella  vez, 
«y  pésame  mucho  porque  no  puede  dezir  su 
nonbre»;  y  Eliazer,  su  hijo  del  rey  Pelles, 
qne  ay  estaña,  quando  vio  que  su  padre  lo 
conoscia  e  fazia  tau  grande  alegría  con  el, 
espantoso  (piien  podia  ser,  E  fuese  para  su 
padre,  e  rogóle  mucho  que  le  dixesse  quiejí 
era,  y  el  dixole:  «Fijo,  no  te  lo  puedo  dezir, 
ca  prometí  que  lo  no  tlixesse  a  honbre  que 
aqui  fuesse»,  Y  Eliazer,  que  era  buen  cana- 
llero o  mucho  ardido,  vio  quando  su  padre  no 


240 


LIBROS  DE  caballerías 


ge  lo  quería  dezir  lo  que  le  preguntaua.  dixo: 
«Señor,  pues  vos  no  queredes  dezir  lo  que  os 
pregunto,  yo  av  fare  lo  que  entiendo:  de  yr 
em  pos  def:  ca  por  auentura,  si  es  tan  buen 
eauallero,  que  valdré  mas  por  lo  conoscer». 
«No  se.  dixo  el  rey,  ay  que  iaredes,  mas  esta 
vez  no  lo  podedes  saber  de  mi» ;  y  en  tanto 
se  partió  Eliazer  de  su  padre,  e  armóse,  e 
salió  en  su  cauallo,  e  tomo  vn  escudo,  mas  no 
de  sus  armas,  por  tal  que  lo  no  eonociesse 
su  padre  quando  dende  se  partiesse. 

Cap.  CCVII. — De  como  Eliaxer^  hijo  del  rey 
Pelles,  desafio  a  Galax  porque  le  no  qui-w 
dexir  su  nombre. 

Tanto  que  Eliazer  fue  aperejado  como  me- 
nester auia,  partióse  de  su  conpaña,  e  fuesse 
en  pos  de  Galaz,  e  no  anduuo  mucho  que  lo 
alcanco.  Quando  G-alaz  lo  vio,  no  lo  conoscio, 
empero  bien  lo  conosciera  si  el  escudo  llena- 
ra de  sus  armas,  porque  hartas  vezes  lo  auia 
visto.  E  como  llego  a  Galaz,  y  estuuo  en  par 
del,  sainólo,  e  dixole:  «Señor,  déos  Dios  paz» ; 
e  Galaz  lo  saluo  otrosi  muy  bien,  y  Eliazer  le 
dixo:  «Señor  eauallero,  ruegovos  por  cortesía 
que  me  digades  quien  soys».  «Señor,  dixo 
«ialaz,  soy  este  eauallero  que  vedes,  e  no  sa- 
bredes  agora  de  mi  mas».  «Señor,  dixo  Elia- 
zer, se  que  esta  villanía  no  fariades  vos  con- 
tra mi  que  me  no  digades  alguna  cosa  de  vues- 
tra fazienda».  «Xo  os  diré  mas,  dixo  Galaz, 
por  ninguna  cosa;  esto  sabed  cierto» .  Y  enton- 
ce se  ensaño  Eliazer,  e  dixo:  «Cierto,  este  es  el 
mas  argulloso  que  nunca  oy  fablar.  Pues,  si 
Dios  me  ayude,  pues  no  nielo  quereys  dezir, 
yo  lo  sabré,  o  me  conbatire  con  vos  ante  que  lo 
no  sepa.  Por  ende  os  ruego  por  tal  ruego  que 
me  digaj's  vuestro  nonbre,  o  vos  conbatid  co- 
migo,  ca  de  fazer  vos  conuiene».  «Señor, 
dixo  Galaz,  vos  me  pareceys  el  mas  vil  eaua- 
llero que  yo  nunca  vi,  que  por  fuerca  que- 
reys saVjer  mi  nonbre;  pues  digo  que  no  lo 
sabredes.  E  xo  defenderé.  Dios  queriendo, 
mi  cuerpo  de  vos  si  me  acometierdes» .  «Pues 
agora  vos  guardad  de  mi,  dixo  Eliazer,  ca 
en  la  batalla  soys,  ca  nunca  quise  a  eauallero 
tan  mal  como  a  vos». 

(.'ap.  CCVIII. — De  como  Galax  derribo  a  su 
tio  Eliazer,  e  lo  firio. 

Sin  mas  tardar  se  dexaron  correr  el  vno 
em  pos  del  otro  quanto  los  cauallos  los  pu- 
dieron leuar.  Y  Eliazer  lo  firio  primero  tan 
rezio,  que  la  lanr-a  fizo  bolar  en  piezas.  E  Ga- 
laz, que  lo  no  conoscia,  vino  a  el,  e  firiolo 
tan  esquiuamente,  que  le  falso  el  escudo  e  la 
loriga,  e  metióle  el  fierro  de  la  laníja  por  el 
costado  siniofltro.  mas  no  mur-ho:  e  din  onn  el 


en  tierra  del  cauallo.  E  quando  Eliazer  se 
vio  en  tierra  por  mano  de  vn  eauallero  que 
no  conoscio,  ouo  ende  tan  gran  pesar,  ca  se 
tenia  por  tan  buen  eauallero  que  no  cuydaua 
fallar  ninguno  que  a  la  cima  no  lo  cuydaua 
vencer,  e  caualgo  en  su  cauallo  assi  herido 
como  estaña,  y  pensó  que  seria  escarnido  si 
se  no  vengasse. 

Cap.  CCIX.  —  Como  Galax  derribo  a  Eliazer 
del  espada. 

Mas  tanto  que  Eliazer  caualgo,  fuesse  em 
pos  de  Galaz.  dándole  bozes:  «Tornad  don  ea- 
uallero, ca  para  sant  Pedro  no  vos  yredes 
assi,  ea  defender  vos  conuiene  de  mi,  j)ues 
vos  llamo  a  batalla».  Quando  esto  oyó  Galaz, 
torno  a  el,  e  dixo:  «Don  eauallero,  vos  anda- 
des  buscando  vuestro  daño,  que  de  batalla 
me  requerides.  E  sabed  que  no  es  cortesía, 
ca  vos  sodes  folgado  e  vicioso,  e  andays  eno- 
jando los  caualleros  de  la  auentura,  que  noche 
e  dia  andan  trabajando  e  buscando  las  aueii- 
turas,  e  bien  cuydo  que  si  vos  anduuies- 
sedes  en  tal  afán,  no  auriades  sabor  de  bata- 
lla». «Ay  don  eauallero,  dixo  Eliazer,  por 
essa  parlería  que  vos  ha,  no  fincaredes  assi» . 
«Ay  eauallero,  dixo  Galaz,  yo  vos  ruego  que 
me  dexedes  yr  en  paz,  ca  fazedes  villanía  de 
me  acometer  sin  por  que» .  Y  Eliazer  metió 
mano  a  la  espada,  e  dixo:  «Don  eauallero, 
pareceme  que  me  ternedes  todo  el  dia  en  pa- 
labras si  vos  atendiesse» .  Estonce  dexo  correr 
la  espada,  e  diole  tal  golpe  quanto  pudo.  E 
quando  vio  que  se  auia  defender,  dixo:  «De 
oy  mas  no  es  bueno  de  tanto  sufrir,  ca  me 
parece  que  mi  ruego  nóvale  nada».  Estonce 
dexo  correr  la  espada,  e  diole  vn  golpe  atan 
pesado,  que  no  le  valió  nada  el  yelmo  ni  ai- 
mofar  que  lo  no  fendiesse  fasta  el  tiesto;  mas 
de  tanto  le  aniño  bien  quel  golpe  no  fue  mor- 
tal, ca  el  yelmo  era  muy  bueno,  que  retuno 
el  golpe,  e  fue  tan  rezio  e  de  tan  gran  fuerza, 
que  le  fizo  perder  el  seso,  e  ouo  de  caer  en 
tierra  y  estaña  assi  como  muerto;  e  Galaz, 
que  pensó  que  era  muerto,  estuuo  vn  poco 
por  ver  si  se  erguía.  E  a  cabo  de  vna  pleca 
leuantose.  E  quando  Galaz  vio  que  no  era 
muerto,  metió  su  espada  en  la  vayna,  e  dixo: 
«CaUallero,  agora  me  dexareys  yr»;  y  fuesse 
su  camino;  y  Eliazer  metió  su  espada  en  la 
vayna  e  caualgo;  e  quando  vio  que  no  podia 
durar  contra  el  eauallero,  y  que  no  podia 
saber  su  nonbre,  tornóse  contra  las  tiendas 
de  su  padre  con  gran  pesar,  ca  bien  le  páres- 
elo que  jamas  no  auria  honra,  pues  assi  era 
abiltado  por  vn  solo  eauallero  y  que  fasta 
allí  que  era  tenido  por  vno  de  los  buenos  ca- 
uall-^ro!?  do]  mun^l  i. 


LA   DEMANDA   DEL  S ANOTO  GRIAL 


24i 


Cai'.  CCX.  — Como  el  rey  Pellcs  eastigaua  a 
su  hijo  Eliaxer  que  no  fuesse  em  "pon  de 
eaualleros  andantes. 

Pues  que  Eliazer  fue  llegado  ii  las  tien- 
das, violo  su  padre,  mas  no  lo  eonoscio,  por- 
que no  traya  sus  armas.  Y  pregunto  a  los 
eaualleros  quien  era;  y  ellos  ge  lo  negaron, 
porque  lo  auia  el  nuindado  assi.  Y  el  rey 
dixo  que  se  fuesse  para  el,  que  queria  saber 
quien  era:  y  esto  dezia  el  porque  lo  vio  venir 
del  camino  por  do  Galaz  fuera,  y  pensó  que 
lo  derribara  Gralaz,  e  fueron  a  Eliazer,  e  di- 
xeronle  que  enbiaua  su  padre  ])or  el,  que  lo 
queria  ver.  Y  el  dixo  con  gran  pesar  que 
yria  alia,  pues  lo  el  mandaua.  Y  estonce 
fuesse  para  su  padre.  E  quando  su  padre  lo 
vio  tan  mal  ferido.  preguntóle  como  le  con- 
teciera.  y  el  contogelo  todo  como  le  auiniera. 
«Fijo,  dixo  el  rey,  agora  podeys  ver  que 
fallastes  mejor  cauallero  que  vos,  e  de  oy 
mas  no  seades  tan  osado  que  vayades  acome- 
ter cauallero  estraño,  quanto  mas  tal  caua- 
llero como  aquel,  que  todo  es  sancto;  e  mucho 
son  mejores  eaualleros  que  vos  no  cuydades, 
e  si  no  fuessen  mejores  que  otros,  e  mas  su- 
fridores de  cuyta  e  de  lazeria,  no  andarían 
buscando  auenturas  por  las  tierras  estra- 
fias».  «Señor,  dixo  Eliazer,  por  verdad  es.  E 
si  esta  vez  hize  villania,  de  oy  mas  me  guar- 
dare conbatir  con  cauallero  andante;  y  de 
tanto  quanto  yo  fize,  me  pesa  mur-ho,  e  ho 
tanto  por  que  so  ferido,  como  por  la  villania 
que  hize  fallando  tanta  cortesía  e  tanta  hu- 
mildad en  el».  E  assi  quedo  el  rey  con  su 
fijo  muy  alegre  por  la  bondad  que  fallo  en 
Gralaz,  e  catana  maestro  para  lo  sanar:  mas 
agora  dexa  el  cuento  de  fablar  desto,  e  torna 
a  Galaz. 

Cap.  CCXI.  —  Como    Galaz  llego  a  casa  del 
hermitaño,  do  fue  bien  sentido. 

El  cuento  dize  que  después  que  Galaz  se 
partió  de  Eliazer  su  tio,  hermano  de  su  ma- 
dre, caualgo  todo  aquel  dia  sin  aiientura 
fallar;  e  otro  dia  tanbien.  E  al  tercero  dia 
auino  que  auentura  lo  lleno  a  (;asa  de  vn 
hermitaño,  que  lo  recibió  muy  bien,  porque 
vio  que  era  cauallero  andante,  e  desarmólo 
porque  folgase;  e  diole  pan  e  agua,  que  no 
tenia  otra  cosa  que  le  dar,  y  preguntóle  mu- 
cho de  su  hazienda,  e  rogo  que  le  diesse 
confession,  por  quanto  passara  en  la  de- 
manda del  sancto  Grial,  y  el  fizólo,  e  Galaz 
no  encubrió  nada  al  honbre  bueno,  ca  lu 
amaua  mucho  a  marauilla;  y  el  honbre  bue- 
no escriuio  quanto  le  contó  Galaz,  e  dixo: 
fFijo.  tu  partirás  esta  noche  de  mi ,  y   se 

LIBROS    DE   caballerías. — 16 


que  no  te  veré  por  vn  gran  tiempo.  E  rue- 
gote  por  Dios  me  no  oluides,  que  so  muy 
pecador» . 

Cap.  CCXII. — De  como  la  donxella  vino  lla- 
mar a  Galax  a  casa  del  ermitaño. 

Dixo  al  hermitaño  Galaz:  «Señor,  yo  ro- 
gare por  vos,  e  vos  rogad  por  mi,  assi  como 
padre  por  hijo,  que  Nuestro  Señor  me  dexe 
hazer  cosas  en  esta  demanda  que  sean  a  su 
seruicio,  e  que  me  ayan  pro  para  el  cuerpo  e 
para  el  alma,  e  sea  pro  para  toda  la  tierra». 
«Fijo,  dixo  el  honbre  bueno,  assi  te  venga 
como  yo  desseo  e  como  yo  rogare  por  ti». 
E  quando  fue  hora  de  echarse,  echóse  so- 
bre vna  yerna,  e  adormiose;  y  estando  dur- 
miendo, vna  donzella  llamo  a  la  puerta,  e 
dixo:  «Galaz,  leuantate»;  e  llamo  en  alta  boz, 
que  el  hermitaño  lo  oya,  y  leuantose  y  fuesse 
a  la  puerta,  e  pregunto:  «¿Quien  era  que  a 
tal  hora  viene?»  «Ay  señor,  dixo  ella,  yo  soy 
vna  donzella  estraña ,  que  vine  aqui  por  ha- 
blar con  vn  cauallero  que  esta  alia  dentro. 
Despertaldo  mucho  ayna,  que  lo  he  mucho 
menester».  E  Galaz  se  yrguio  luego,  e  dixo- 
le:  «Hijo,  leuantadvos,  que  vna  donzella  vos 
llama  a  la  puerta,  e  dize  que  vos  ha  menes- 
ter» .  Y  Galaz  se  fue  a  la  puerta ,  e  dixole: 
«Donzella,  ¿que  me  queredes?»  «Yo  quiero, 
dixo  ella,  que  tomedes  vuestras  armas  e  su- 
bades  en  vuestro  cauallo,  e  vayades  em  pos 
de  mi  do  yo  vos  quisiere  íeuar;  e  yo  vos  digo 
que  os  mostrare  la  mas  fermosa  auentura  que 
vio  cauallero  en  vuestro  tiempo.  Y  vos  le  da- 
redes  cima,  si  a  vos  pluguiere». 

Cap.  CCXIII.  —  Como  la  donxella   metió  a 
Galaz  en  el  castillo. 

Galaz,  quando  esto  oyó,  tomo  sus  armas,  e 
guisóse  lo  mas  ayna  que  pudo .  Y  el  honbre 
bueno,  que  todavía  le  ayudaua,  dixo:  «Hijo, 
este  es  el  partimiento  que  vos  yo  dezia,  e  yo 
bien  se  que  vos  no  veré  deste  gran  tienpo; 
¡por  Dios!  ¡Mienbrevos  de  mi!»  «Señor,  dixo 
el,  sabed  que  me  no  podedes  escaecer,  que 
vos  soys  vno  de  los  hombres  del  mundo  en 
que  yo  mas  fio».  Después  que  Galaz  se  armo, 
subió  en  su  cauallo,  e  salió  de  ally,  e  fizo  la 
señal  de  la  cruz.  E  acomendóse  a  Nuestro  Se- 
ñor Dios,  e  dixo  a  la  donzella:  «Agora  andad, 
que  yo  vos  siguiere  por  doquier  que  vos  va- 
yades». E  la  donzella  se  torno  luego  quanto 
el  palafrén  la  pudo  leuar.  Y  el  se  fue  en  pos 
della.  E  anduuieron  tanto,  fasta  que  eomen90 
alborecer,  en  vna  floresta  que  duraua  fasta 
en  la  mar,  e  auia  nonbre  aquella  floresta  Ca- 
loise.  E  fueronse  por  el  camino  grande  todo 


lU^ 


LIBROS  DÉ  CABALLÉRIAÍ< 


el  (lia,  que  no  comieron  ni  beuieron  fasta  en 
la  tarde ,  que  llegaron  a  vn  castillo  a  ora  de 
bisperas,  que  estaua  en  vn  valle  muy  fermoso 
e  muy  fuerte.  E  auia  carcauas  muy  fondas;  e 
la  donzella  yua  todavía  delante,  y  entraron 
en  el  castillo,  e  dezianle  todos  los  del  castillo: 
«Señor,  seades  bien  venido»;  e  dezianle: 
«Vos  sodes  el  (\iuallero  que  tanto  auemos 
atendido».  Y  ellos  no  les  quisieron  responder, 
ante  se  fueron  contra  el  alc<K-ar.  E  quando 
los  del  castillo  vieron  que  venían,  salieron 
contra  ellos,  e  recibiéronlos  muy  bien,  e 
aquella  donzella  era  prima  cormana  de  la  se- 
ñora de  aquel  castillo.  Y  ella  les  dixo  qiie 
pensassen  bien  del  cauallero,  «que  bien  sa- 
bed que  este  es  el  mejor  cauallero  que  nunca 
truxo  armas  en  la  Grand  Bretaña  » .  Y  ellos  le 
dixeron  que  nunca  hombre  vieron  a  quien 
tanta  honrra  quisiessen  fazer.  E  quando  des- 
caualgo,  llenáronlo  a  vna  cámara,  e  desar- 
máronlo, e  dLxo  a  la  donzella:  «Señora,  ¿aue- 
mos aqui  de  fincar?»  Y"  ella  dixo:  «No  se  aun 
mas  las  auenturas  (pie  aqui  vernan,  faremos 
vuestra  voluntad».  Estonce  pregunto  ella  a 
vna  donzella:  ¿^li  cormana  es  guarida?»  «No. 
dixo  ella,  antes  le  va  peor  que  suele». 

Cap.  CCXIY. — Como  la  donxella  detnoii in- 
da fue  satM.  por  la  venida  de  Galaz. 

La  donzella  dixo  entonces  a  Gralaz:  «Señor, 
¿sabedes  vos  por  que  os  truxe  aqui?»  «Aun 
no»,  dixo  el.  «Pues  aqui  ha  vna  dueña,  dixo 
la  donzella,  que  es  mi  prima  cormana.  E  no  se 
por  qual  malauentura,  le  aniño  que  se  torno 
loca  bien  ha  dos  años  assi;  que  no  puede  hom- 
bre durar  con  ella,  fasta  que  la  metieron  en 
fierros;  e  muchos  buenos  honbres  se  trabaja- 
ron de  la  guareseer,  e  nunca  ninguno  le  ínuo 
pro.  Y  el  otro  dia  vino  aqui  a  dormir  vna 
dueña ,  que  dixo  «pie  nos  pudiendo  auer  el 
cauallero  anenturado.  que  ha  de  dar  cima  a 
las  auenturas  del  reveno  de  Londres,  que  eJ 
era  tan  bueno  e  tan  de  buen  donayre  contra 
Nuestro  Señor,  que  qual  hora  lo  vea,  sera  lue- 
go sana;  por  aquesta  razón  vos  truxe  aqui,  e 
es  menester  que  vayades  ver  la  dueña,  e  si 
guareciere  sera  gran  bien» .  Entonce  se  fue  Ga- 
laz  ala  cámara  do  la  donzella  estaua,  e  fallo- 
lado  yaziaen  cadenas.  E  tanto  que  ella  vio  a 
Galaz,  fue  sana,  e  dixo:  «¡  Ay  señor  caualle- 
ro de  Jesu  Christo,  ctierpo  bienauenturado, 
spiritu  lleno  de  gracia,  bendito  sea  Dios  (pie 
te  aqui  truxo!  ¡E  bendita  sea  la  hora  en  que 
naciste;  ca  de  tu  venida  so  muy  pagada,  ca 
por  ti  soy  librada  del  mal  (;onpañero  que  he 
anido,  que  ha  tan  gran  tienpo  que  bine  comi- 
go!  Este  es  el  diablo  que  dos  años  me  ha  te- 
rrino e  mas.  e  señor  líbrame  destas  (.-adenas. 


si  te  plaze,  ca  si  Dios  (]u¡siere,  no  me  sera 
menester  que  jamas  me  metan  en  ellas,  gra- 
cias a  Dií.>s  e  a  vos» ;  e  Galaz  lo  gradecio  mu- 
cho a  Dios,  e  dixo  a  la  dueña:  «Yos  a  mi  no  me 
lo  gradezcays,  mas  a  Jesu  Christo,  que  esta 
merced  os  fizo,  (pie  el  es  el  que  ha  duelo  de 
los  pecadores  quando  le  plaze».  Y'^  fizo  en- 
tonce sacar  a  la  dueña  de  las  cadenas.  Y  des- 
])ues  que  ella  stj  vio  sana  e  fuera  de  la  pri- 
sión, echóse  a  los  pies  de  Galaz,  y  besogelos 
queriendo  o  no,  e  lloro,  con  gi-an  alegría  que 
vuo.  E  después  fuesse  a  la  yglesia,  por  dar 
graíñas  a  Nuestro  Señor  de  la  merced  que  le 
tizicra. 


Cap.  CCXV, —  (Jomo  Galax  fallo  aBrioheris 
a  la  entrada  de  la  floresta . 

Quando  las  nueuas  fueron  sabidas  por  el 
castillo,  (|ue  su  señora  era  guarida,  e  cada 
vno  fue  quanto  mas  ayna  pudo  por  ver  si  era 
verdad.  E  quando  supieron  que  era  verdad, 
bendixeron  al  rey  de  los  reyes  y  a  la  hora 
en  que  el  cauallei-o  viniera,  e  yuan  los  gran- 
des e  los  pequeños  por  ver  esta  marauilla.  Y 
alli  fue  Galaz  seruido  mas  que  el  quería;  e 
lizieronle  aípiella  noc-he  tan  rico  lecho,  como 
si  fuesse  en  casa  del  rey  Artur;  y  el  se  echo 
ay,  mas  desque  salieron  de  la  canmra  echóse 
en  tierra,  y  estuuo  en  oración  la  mayor  par- 
te de  la  noche,  rogando  a  Nuestro  Señor  que 
le  fiziesse  fazer  ay  tales  cosas  (p;e  a  el  plu- 
guiessen.  E  otro  dia  de  mañana  fue  a  oyi- 
jnissa  de  Santa  ]\[aria,  y  después  pidió  sus 
annas.  E  quando  los  del  castillo  vieron  qui; 
se  quería  yr,  rogáronle  mucho  que  fincasst* 
cf>n  ellos,  y  el  dixo  ipie  en  ninguna  guisa 
([ue  no  fincarla,  que  auia  mucho  de  fazer  eu 
otro  lugar.  Y  entonce  le  dieron  sus  armas  e 
su  cauallo,  e  caualgo,  e  dixo  a  la  donzella: 
«Señora,  caualgad  e  vamos»;  y  ella  caualgo. 
(!  salieron  del  castillo,  e  fueronse.  E  quandu 
llegai'on  a  la  entrada  de  la  floresta  pequeña, 
hallaron  a  Brioberis,  primo  cormano  de  Lan- 
(.•arote,  e  tanto  que  se  vieron  Galaz  y  el, 
conoscieronse  luego  e  saludáronse,  y  fue- 
ron muy  alfígres,  e  preguntáronse  de  sus. 
haziendas. 


Caw  í'CXYL  —  Como  Senela,  e  Bar  adán,  e 
Bamatal,  desafiaron  a.  Galax. 

Ellos  a.ssi  fablando,  llegaron  cinco  caualle- 
ros  de  la  Mesa  Redonda,  muy  buenos,  ardidos 
a  marauilla,  y  eran  totíos  cinco  primos  cor- 
manos;  e  por  la  buena  caualleria  que  en  si 
sentían,  desamauan  mucho  al  linaje  del  rey 
Yan.  ponijue  amanan  e  (pierian  mas  a  ellos 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


243 


en  L-asa  tlel  rey  Arlur  que  no  a  ellos.  Y  estos 
cinco  cauaileros  auian  uonbre:  Caulac  el  gran- 
de de  la  Desierta;  y  el  otro  Seuela,  y  era  su 
hermano;  y  el  otro  Baradan;  y  el  otro  Damas; 
y  el  otro  Damatal.  E  todos  estos  cauaileros 
eran  de  muy  gran  fecho,  mas  eran  pobres,  e 
])or  esta  razón  les  auian  muy  gran  embidia, 
ca  los  veyan  ricos  e  honrados,  e  parecíales 
que  a  ellos  no  les  fazian  tamaña  honra  ni  ta- 
maño amor  como  a  ellos.  E  quaudo  ellos  vie- 
ron a  Galaz  y  a  Brioberis,  conociéronlos  lue- 
,i;-o,  ca  mucho  oyeron  dellos  fablar  de  que  ar- 
mas trayan.  Y  ¡piando  los  vieron,  dixeron: 
«-Senela,  vees  aqui  de  los  del  linaje  del  rey 
Van;  matémoslos,  ca  por  aquel  linaje  somos 
nos  abiltados.  Y  si  estos  matamos,  para  sien- 
]ire  serán  escarnidos  los  de  su  linage,  y  el 
nuestro  mas  temido».  «¡Ay  hermano,  dixo 
Caulac,  que  vano  consejo  nos  days!  que,  assi 
Dios  me  ay\ide,  por  mi  consejo  no  nos  mata- 
remos con  ellos,  c/a  si  no  fuesse  sino  Gralaz 
solo,  que  el  es  el  mejor  cauallero  del  miindo, 
assi  como  vos  sabeys,  que  el  solo  nos  desbara- 
tarla e  nos  echarla  a  mala  ventura,  demás  que 
trae  a  Brioberis,  ¡pie  es  vno  de  los  buenos  ca- 
uaileros del  mundo» .  «Ay  Don  Caulac,  dixo 
Donas,  nunca  os  vi  espantado  por  ninguna 
cosa,  e  agora  os  veo  espantado  por  estos  dos  ca- 
uaileros, que  nos  somos  cinco,  e  vencerlos  he- 
mos si  los  acometemos;  y  ellos  dixeron  que 
lo  fiziessen;  mas  Caulac  no  lo  tuuo  por  bien, 
e  lo  defendía  quanto  podia.  Y  viendo  Senela 
esto  que  Caulac  lo  defendía,  dixo  a  los  otros: 
«Vamos  nos  a  ellos,  pues  Caulac  no  quiere^,  e 
veres  que  no  falleceredes  fasta  la  muerte,  e 
vencerlos  hemos,  ca  ellos  son  dos  y  nosotros 
quatro,  e  si  quisiere  Caulac  ayudarnos,  fara 
bien,  si  no  no  le  cale  ay  al» .  Y  entonce  dixo: 
«Xos  no  fuemos  amigos  de  vos  ni  de  nos,  ca 
nunca  el  nuestro  linaje  amo  al  vuestro,  ni 
nos  amamos  a  vos».  E  Galaz  pregunto  a  Brio- 
lieris  que:  «¿Quien  eran  estos  cauaileros  que 
tan  de  balde  nos  desafian?»  «Señor,  dixo 
Brioberis,  estos  cinco  cauaileros  son  de  la 
Mesa  Redonda,  e  son  de  la  Desierta,  que  es 
vna  ciudad  del  reyno  de  Londres,  e  de  ay 
son  naturales;  mas  han  saña  todos  los  de 
aquel  linage,  porque  somos  nos  mas  honrados 
que  ellos  e  mas  temidos.  Y  pareceme  que  nos 
quieren  por  ende  buscar  pesai-,  mas  guisemos 
que  no  se  vayan  riendo  de  nos».  «Pésame mu- 
cho, dixo  Galaz,  porque  auremos  a  pelear  con 
ellos,  mas  no  ay  culpa  puesta  a  ninguno  que 
defiende  su  cuerpo,  e  yo  defenderé  el  mió 
a  todo  mi  poder»,  E  Brioberis  dixo  que,  Dios 
queriendo,  que  assi  faria  el  el  suyo,  que  nun- 
ca se  bien  quisieran.  E  dexaronse  yr  los  vnos 
contra  los  otros,  mas  Caulac  estonces  no  quiso 
yr  contra  eUos. 


Cap.  CGXYll.— Como  Galaz  e  Breoberü: 
mataron  a  Senela,  e  a  Donas,  e  a  Bara- 
dan^ e  a  Damatal. 

Y  Galaz  fue  ferir  vno  dellos,  e  diole  tal 
golpe,  que  le  derribo  del  cauallo  en  tierra, 
ca  era  ferido  de  vna  lanzada  grande,  mas 
aun  guaresciera  si  de  aili  pudiera  escapar. 
Y  este  era  Senela,  biien  cauallero  a  maraui- 
11a;  e  Brioberis  firio  a  Donas  de  tan  gran 
lanzada,  que  dio  con  el  muerto  en  tierra; 
después  Galaz  dexose  yr  a  Damatal,  e  firiolo 
tan  brauamente,  que  no  se  pudo  tener  en  la 
silla,  e  cayo  en  tierra  muy  mal  ferido.  E 
(juando  Baradan  esto  vio,  dexose  yr  a  Galaz, 
e  diole  tal  laucada  en  el  escudo,  que  fizo  su 
lanca  bolar  en  piec;as.  E  Galaz  lo  firio  de  tan 
gran  golpe,  que  dio  con  el  en  tierra  ferido 
muy  mal  en  el  costado  siniestro;  y  fue  tan 
mal  trecho  del  golpe  y  de  la  cay  da,  que  no 
se  pudo  mecer  poco  ni  mucho.  E  Brioberis, 
(jue  lo  desamaua  mortalmente,  descendió 
quanto  mas  ayna  pudo,  e  quitóle  el  yelmo,  e 
diole  tal  golpe,  que  lo  derribo  del  cauallo  e 
fue  luego  muerto. 

Cap.   C CX VIII.— 6'o??io   Breoheris  tnato   a 
Caulac. 

Y  quando  Caulac  vio  sus  cormanos  muer- 
tos, vuo  muy  gran  pesar,  assi  que  bien  qui- 
siera ser  muerto  mas  que  biuo,  e  dixo  que 
se  quería  vengar  o  morir.  E  fuesse  para 
Breoberís,  dízíenüole  que  se  guardasse  del, 
(pie  el  quería  mas  morir  que  fincar  que  uo 
tiziesse  su  poder  en  vengar  sus  primos,  e 
dixo:  «Veo  que  fago  mal,  mas  no  puedo  ay  al 
fazer,  e  veo  que  fago  tuerto  en  yr  contra  los 
conpañeros  de  la  Mesa  Redonda,  y  bien  8e 
que  se  me  llega  la  muerte,  que  nunca  he  de 
tornar  a  casa  del  rey  Artur» .  Estonce  se  de- 
xaron  correr  el  vno  contra  el  otro,  e  dieron- 
se  tales  golpes,  que  no  les  touíeron  pro  los 
escudos,  ni  las  lorigas,  que  los  fierros  no  se 
metíessen  por  los  cuerpos.  E  Brioberis  fue 
mal  herido,  mas  era  de  tan  gran  coraron,  que 
no  lo  sentía.  Y  Caulac  vuo  tan  gran  lanzada, 
que  el  fierro  le  pareció  de  la  otra  parte  por 
el  espinazo,  e  vuo  de  caer  en  tierra  muerto; 
y  después  que  Brioberis  esto  vio,  dixo:  «Se- 
ñor, yrnos  podemos  3'a  de  aquí  en  saluo,  ca 
destos  no  ha  que  temer  el  rey  Van».  «¿Que 
sera?  dixo  Galaz,  ¡porque  eran  de  la  Mesa 
Redonda!»  «Assi  Dios  me  ayude,  dixo  Brio- 
beris, mas  me  plaze  de  su  muerte  que  uo  de 
su  vida,  ca  sienpre  nos  ouieron  embidia  e  nos 
quisieron  mal,  desde  que  fuemos  en  casa  del 
rey  Artur»;  e  dixo  Galaz  a  Breoberis:  «De- 
uieramoslos  soterrar,  porque  eran  cauaileros 


'244: 


LIBROS  DE  caballerías 


de  la  Mesa  Redonda;  no  quede  assi  en  tal 
manera,  porque  seria  dicho  por  algunos  ca- 
ualleros  que  no  lo  fezimos  bien  en  lo  dexar 
por  enterrarj^.  Y  dixo  Brioberis:  «Por  Dios, 
quitémosnos  deste  cuvdado,  e  vamos  nuestro 
camino,  que  alguno  verna  que  los  soterrara» . 

Cap.  CCXIX. — Como  Amatín^  e  Agamenor .  e 
Arpian,  dixeron  que  prounrian  a  Galax. 

Estonce  se  partieron  de  av.  e  entraron  en 
la  floresta,  e  anduuieron  fasta  en  la  noche, 
que  llegaron  a  casa  de  vn  cauallero  que  mo- 
raua  en  la  montaña,  y  albergaron  ay  vna 
noche,  e  fallaron  ay  tres  caualleros  de  la 
Mesa  Redonda.  El  vno  auia  nombre  Armatin 
el  buen  justador,  porque  aquella  sazón  era 
de  los  buenos  justadores  del  reyno;  el  otro 
dezian  Agamenor  el  de  la  fermosa  amiga;  y 
el  otro  auia  nonbre  Arpian  de  la  estrecha 
montaña.  E  quando  los  caualleros  se  vieron, 
recibiéronse  muy  bien.  E  sabed  que  fueron 
muy  bien  seruidos  de  qiuinto  el  huésped 
pudo  auer,  porque  lenia  vn  hijo  que  era  ca- 
uallero andante.  E  por  ende  recibía  muy 
bien  a  todos  los  caualleros  andantes.  E  a  aque- 
llos tres  caualleros  que  yo  vos  digo  eran  her- 
manos de  padre  y  de  madre,  y  eran  muy 
buenos  caualleros  de  armas  y  de  todas  las 
otras  bondades,  saino  que  eran  mas  brauos 
que  otros  caualleros.  E  quando  el  mayor 
cauallero  dellos  vio  a  Galaz,  que  no  le  auia 
buen  amor,  pregunto  a  Brioberis  si  era  aquel 
Galaz,  y  quando  ellos  supieron  esto,  pesóles 
mucho,  ca  no  amanan  el  linaje  del  rey  Yan. 
Y  esto  no  era  sino  por  embidia  mala  que 
auian;  e  comentaron  a  hablar  entre  si,  tanto 
que  dixo  Amatin  el  buen  justador:  «Yo  os 
diré  que  hagamos;  nos  somos  tres  hermanos 
muy  buenos  caualleros,  que  por  nuestra  bon- 
dad de  armas  nos  conoscen  por  toda  la  tierra. 
E  quando  Gralaz  se  partiera  de  mañana  de 
Breoberis,  que  el  ha  de  yr  con  esta  donzella, 
salgamosle  al  camino,  e  prouemosle  si  es  tan 
buen  cauallero  como  nos  dizen,  e  si  de  malos 
coracones  no  fuéremos  tres  y  el  solo.  E,  si  nos 
lo  venciéremos,  sienpre  sera  ay  peor  su  lina- 
ge  e  afondado».  Y  ellos  dixeron  que  bien 
dezia. 

Cap.   CCXX. —  Como  la  doncella  dixo  que 
auia  de  guarescer  con  la  estameña  de  Galax. 

Assi  fablaron  los  tres  liermanos  sobre  Ga- 
laz,  por  embidia  que  auian,  e  por  ay  les  ani- 
ño después  mala  ventura.  É  alli  do  aluerga- 
ron  auia  vna  donzella  fija  del  huésped,  y 
era  muy  fermosa,  mas  no  se  por  que  mala 
ventura  enflaquesciessej  e  la  hermana  dePer- 


seual.  que  andana  con  Galaz,  quando  oyó  de- 
zir  que  tal  donzella  auia  en  el  castillo,  fuela 
ver  a  vna  cámara  apartada,  e  preguntóle 
quanto  tienpo  auia  que  era  doliente  de  aquel 
mal.  y  ella  dixo  que  auia  bien  diez  años.  «¿E 
pensaj's  de  guarescer  ende?»  dixo  la  donzella 
que  }nia  con  Gralaz.  «Cierto,  no  se,  dixo  ella, 
que  todo  es  en  Dios;  empero  no  ay  siete  años 
que  vinoaqui  vn  hermitaño,  muy  buen  hom- 
bre desta  vida  e  me  dixo:  Xo  tengays  cuy- 
dado,  que  tu  guarecerás  quando  viniere  el 
buen  cauallero  aucutui-ado  a  dar  cima  a  las 
auentnras  del  reyno  de  Londres,  e  dezirtehe 
como:  Quando  a(jui  viniere,  ruégale  en  non- 
bre de  a(|uel  cuyo  semiente  es,  que  te  de  a 
vestir  aquella  vestidura  que  el  viste,  e  darte- 
la  ha.  E  quando  la  vestieres,  seras  guarida 
de  tu  mal.  Y  assi  dixo  el  hermitaño  como  os 
digo,  mas  no  entiendo  como  puede  ser  de  ha- 
llar aquel  cauallero,  e  aunque  lo  hallasse,  por 
auentura  no  queria  hazer  el  mi  ruego» . 

Cap.  CCXXI.  —De  como  la  donxclla  guares- 
ció  ron  la  resümcnta  de  (ialax. 

Quando  elJa  esto  oyó,  dixo  a  la  donzella: 
«Agora  sed  alegre,  (pie  buen  dia  os  es  veni- 
do, que  esse  cauallero  que  vos  dczis  es  aqui 
en  este  castillo,  e  agora  le  rogad  que  piense 
de  vos» .  Y  quando  la  donzella  doliente  esto 
oyó,  tendió  las  manos  contra  el  cielo,  e  dixo: 
«¡Ay  Señor  Jesu  Christo,  padre  de  piedad, 
aued  merced  de  mi,  e  plegavos  (jue  jo  gua- 
resca!»  Y  estonce  embio  por  su  ])adre,  y  di- 
xole:  «Ay  señor  padre,  aqui  es  el  buen  ca- 
uallero auenturado,  por  quien  yo  he  de  gua- 
recer; e,  por  Dios,  yd  por  el  e  traédmelo,  cu 
yo  no  osarla  parecer  ante  essos  caualleros* , 
r.Fija,  dixo  el  padre,  ¿como  sabeys  vos  que  es 
aíjui  el  cauallero  por  que  vos  aueys  de  guare- 
cer?» «Yo  lo  se,  dixo  ella,  que  esta  donzella 
lo  dixo»;  y  dixo  el  huésped:  «Por  Dios,  mos- 
trádmelo». «De  buen  grado»,  dixo  ella.  Es- 
tonce se  lo  fue  mostrar,  j  el  hombre  bueno, 
(piando  lo  vio,  finco  1(W  ynojos  ante),  e  di- 
xole:  «Ay  señor,  por  Dios,  andad  acá  vn  poco, 
ca  a  vos  auemos  menister».  Y  G-alaz  se  le 
uanto,  e  dixo  qne  yria  de  buen  grado.  Y  el 
honbre  bueno  lo  leuo  a  la  cámara  do  su  fija 
estaua,  y  mostrogela  tan  doliente  que  no  po- 
día mas;  e  qual  hora  ella  lo  vio,  dexose  caer 
a  sus  pies,  e  pidióle  por  merced  llorando 
fuertemente  que  por  Dios,  cuyo  sieruo  el  eia, 
que  le  diesse  vn  don,  y  el  ge  lo  otorgo  muy 
de  grado,  siendo  don  que  el  pudiesse  dar  sin 
mal  de  si  y  ejla  ge  lo  gradéelo  mucho.  Es- 
tonce le  tíixo:  «Señor,  que  me  diessedes 
aquesta  vestimenta  que  traeys  vestida  a  co- 
rona». Y  el  vno  gran  verguen9a.  ca  no  que- 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


245 


ria  que  ninguno  lo  supiesse  que  el  vestía  es- 
tameña, saluo  solo'su  coufessor,  mas,  pues  lo 
auia  prometido  a  la  donzella,  no  quiso  tirar- 
pe  afuera,  e  dixo:  «Yos  la  aureys  quando 
quisierdes.  uias  quiero  que  no  lo  sepa  otro 
sino  vos» .  «Plazeme  de  grado»  ,  dixo  ella;  y 
el  hizo  salir  a  los  otros  de  la  cámara,  e  el  des- 
nudóse, e  rogóla  ]»or  Dios  que  no  lo  dixesse  a 
ninguno,  e  que  le  tuuiesse  poridad  que  el 
estameña  vestia.  Y  ella  ge  lo  otorgo;  e  Galaz 
se  saJio  de  la  cámara,  e  fuesse  para  los  eaua- 
lleros,  que  no  queria  que  ninguno  supiesse 
entle  nada,  e  la  donzella  finco  en  la  cámara,  e 
vestiose  la  estameña  de  Gralaz.  E  qual  hora  la 
vestio,  fue  tan  sana  como  nunca  mejor  fuera. 

Cap.  CCXXIL  —Como  Galax  ro¡jü  a  la  don- 
\ella  que  le  iouiesse  poridad. 

E  (juando  ella  vio  que  Dios  tal  miragro 
auia  fecho  contra  ella,  enbio  luego  por  Gralaz. 
E  quando  el  entro  en  la  cámara,  cerro  ella  la 
puerta,  y  et -lióse  de  ynojos  antel,  e  (plisóle 
besar  los  pies,  mas  el  no  quiso,  y  ella  dixo: 
«¡Muy  santo  cauallero  e  bienauenturado!  ¡El 
bien  e  la  merced  que  Dios  me  ha  fecho  en 
vuestra  venida,  que  yo  sana  soy  de  quan- 
to  mal  auia!»  «Agradesceldo  a  aquel  que  os 
guareció,  dixo  Galaz,  ca  yo  no  lo  faria,  que 
soy  muy  pecador  e  soy  hombre  como  otro,  e 
yo  os  ruego,  por  aquel  que  tan  fermoso  mi- 
raglo  fizo  sobre  vos,  que  vos  no  descubra- 
des  esto  mientra  yo  aqui  fuere,  ca  no  que- 
ría que  estos  eaualleros  lo  supiessen;  mas 
después  que  yo  aqui  no  fuere,  podeys  vos 
bien  dezir  la  merced  que  Dios  os  fizo» .  Y  ella 
le  dixo  que  lo  faria  de  grado.  Y  después 
tomo  su  estameña,  e  vestiosela,  e  tornóse  pai-a 
los  eaualleros,  e  quando  fue  hora  de  dormir, 
echóse  cada  vno  en  su  lecho,  sino  Galaz,  que 
no  solia  dormir  mucho  a  menudo,  ca  las  mas 
vezes  estaña  en  tierra  faziendo  su  oración 
que  Dios  le  dexasse  hazer  tales  cosas,  que  le 
fuessen  prouechosas  para  el  (nierpo  y  para  el 
anima,  e  a  pro  de  la  tierra. 

Cap.  CCXXIII.  —  Como  Galaz  derribo  a  Aga- 
menor  e  Amaiin. 

(Jtro  (lia  armáronse  los  tres  eaualleros,  e 
Galaz  e  la  donzella  se  fueron  su  camino,  e 
Breoberis  se  partió  dellos,  e  se  fue  para  oti-a 
parte;  e  los  otros  tres  hermanos  salieron  del 
castillo,  e  fueron  em  pos  fie  Galaz,  como 
aquellos  <[ne  auian  sabor  de  hazerle  mal  si 
pudiessen;  mas  Dios  no  queria  que  le  em- 
peciessen,  e  desque  ouieron  andado  quanto 
vna  legua,  entraron  en  vn  llano,  e  fallaron  a 
Galaz  que  se  yua  con  su  donzella,  e  quando 


le  \Ti6ron,  comentáronle  a  dar  bozes:  «¡A  vos 
desafiamos!»  E  Galaz,  quando  esto  oyó,  torno 
la  cabeca  e  violos,  e  marauillose  que  podia 
ser,  ca  los  conocía  que  eran  de  la  Mesa  Re- 
donda, e  dixoles:  «Ay  Dios,  señores,  que  soy 
de  la  Mesa  Redonda;  e  somos  conpañeros,  y 
nunca  a  mi  entendimiento  os  fize  pesar  por 
que  me  deuiessedes  desamar;  e  ruegoos,  por 
Dios  e  por  vuestra  l)ondad,  q^ne  me  dexes  yr 
mi  camino  en  paz:  ca  yo  no  os  demando  nada, 
ni  os  quiero  fazer  mal  ninguno» .  Y  quando 
ellos  esto  oyeron ,  pensaron  que  lo  fazia  por 
miedo  que  les  auia,  e  dixeron:  «Todas  vues- 
tras palabras  no  vos  valdrán  nada,  que  a  de- 
fenderos conviene,  e  fazeldo,  si  no  mata- 
taros  hemos».  E  quanto  esto  oyó,  dixo:  «Por 
buena  fe,  señores,  esso  no  sufrirla  yo  por  nin- 
guna cosa,  (pie  vos  me  mateys;  e  yo  no  me 
(jueria  tomar  con  mis  conpañeros  de  la  Mesa 
Redonda,  mas  pues  assi  es,  yo  defenderé  mi 
cuerpo».  Estonce  se  dexo  correr  a  Amatin  el 
buen  justador,  e  firiolo  tan  brauamente,  que 
no  le  apresto  el  escudo  ni  loriga ;  e  metióle  el 
fierro  de  la  lan(;'a  por  medio  del  escudo  e  por 
el  bra^o;  e  dio  con  el  e  con  el  cauallo  en  tie- 
rra; e  al  tirar  de  la  lancea,  quedo  amortecido: 
e  los  dos  hermanos  que  esto  vieron,  fueronse 
para  Galaz,  e  quebrantaron  sus  lauQas  en  el, 
mas  no  lo  mouieron  de  la  silla  poco  ni  mucho; 
y  el  fue  a  topar  con  ambos  a  dos  del  escudo 
e  del  cuerpo,  e  dio  con  anbos  en  tierra,  donde 
no  se  pudieron  leuantar,  ca  eran  mal  que- 
brantados; y  estuuieron  amortecidos  vna  gran 
pie(;*a.  Y  quando  Galaz  vio  que  assi  era  li- 
brado dellos,  no  los  miro  mas,  e  tornóse  a  la 
donzella,  que  era  muy  alegre  de  aquella  ven- 
tura, e  dixo:  «Don  Galaz,  agora  podeys  ver 
la  embidia  de  los  de  la  Tabla  Redonda,  que 
esto  cometieron  ellos  por  embidia,  e  auino 
ende  guerra  e  daño».  «Assi  Dios  me  ayude, 
dixo  Galaz,  pésame  que  trabajaron  ende,  por 
que  vue  de  meter  mano  en  ellos;  pues  assi  es, 
vamos,  ca  he  tan  gran  pesar  que  vernan  em 
pos  de  nos  para  se  vengar  si  pudieren,  e  qui- 
ca  les  auerna  peor  que  agora  les  auino» . 

Cap.  CCXXIY.  —  Como  Ágamsnor  e  Ayna- 
tin,  e  Arpian  desafiaron  a  Corante  y  a 
Danuhro. 

Assi  se  fue  Galaz  (planto  pudo  con  la  don- 
zella, porque  no  fuessen  en  pos  del  los  tres 
hermanos,  porque  lo  farian  errar  malamente. 
Y  quando  los  hermanos  acordaron  e  se  vieron 
tan  escarnidos  por  vn  cauallero,  ouieron  tan 
gran  pesar,  que  mas  quisieran  ser  muertos, 
e  dixeron  a  Amatin  que  como  se  sentia.  Y  el 
dixo  que  no  se  sentia  de  ninguna  cosa,  saino 
que  sentia  consigo  gran  saña,  e  dixo:  «Caual- 


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LIBROS  DE  caballerías 


•gamos  e  vamos  en  pos  de  Galaz,  e  que-  no  se 
nos  escape,  si  no  que  somos  para  sienpre 
afrontados».  Y  leuantose,  y  no  miro  su  llaga, 
tanto  estaua  sañudo  e  de  mal  talante.  Y  su- 
bieron en  sus  cauallos.  e  querian  yr  en  piDs  de 
Galaz,  e  vieron  venir  contra  si  dos  caualle- 
ros  de  la  Tabla  Redonda;  el  vno  auia  nombre 
Acorante  el  alberguero,  y  el  otroDanubro  el 
corajudo,  y  eran  hermanos  de  padre  y  de 
madre,  y  eran  del  linage  del  rey  Van,  E 
quando  los  tres  hermanos  vieron  venir  es- 
tos dos  caualleros,  conociéronlos  luego,  e  di- 
xeron  entre  si:  «Vedes  aqui  dos  caualleros 
del  linaje  del  rey  Van  (^ue  nos  tanto  des- 
amamos; e  agora  nos  podemos  vengar  en 
estos  lo  que  nos  fizo  Cfalaz» .  Y  estonce  dixe- 
ron:  «Guardad vos  de  nos,  ca  vos  desafiamos.; . 
Y  quando  los  dos  hermanos  esto  oyeron,  ma- 
rauillaronse,  que  bien  sabian  que  eran  de  la 
Tabla  Redonda. 

Cap.   CCXXV. — Como  Agamenor,  e  Ama- 
tin^  e  Arpian,  mataron  a  Danubro. 

Estonce  dixo  Danubro:  «Señores,  si  nos 
acometeys  sereys  perjurados  e  desleales,  ca 
somos  de  la  Tabla  Redonda  como  vos,  y  por 
ende  no  deueys  meter  mano  en  nos  por  nin- 
guna guisa».  «Todo  esto  no  vos  vale  nada, 
dixeron  ellos,  ca  a  batallar  auremos  con  vos» . 
«Mucho  me  pesa  ende,  dixo  Danubro,  mas, 
pues  assi  es,  defenderemos  nuestros  cuerpos 
lo  mejor  que  pudiéremos» .  Estonce  se  dexa- 
ron  yr  los  vnos  contra  los  otros.  E  Danubro 
dio  vna  tan  gran  lancada  a  Amatin,  que  dio 
con  el  en  tierra.  Y"  Arpian  metió  mano  a  la 
espada,  e  fuesse  para  Acorante,  e  diole  tal 
golpe  por  cima  del  yelmo,  que  le  hendió  la 
cabeq-a  fasta  los  dientes,  e  dio  con  el  muerto 
en  tierra.  Y  (juando  Danubro  vio  a  su  her- 
mano muerto,  metió  mano  a  la  espada,  e  fi- 
rio  a  Arpian  atan  sañudo,  que  le  fizo  bolar 
la  cabeca  de  los  honbros  lueñe,  y  dixo:  «Ar- 
pian, tu  me  mataste  a  mi  hermano  e  no  ga- 
naste ay  nada» .  E  dixo  a  Agamenor:  «Caiia- 
llero  desleal  e  perjurado,  agora  podeys  ver 
que  por  vuestra  deslealtad  vuestros  hermanos 
son  muertos,  e  yo  no  gane  nada,  que  me  ma- 
tastes  a  mi  hermano.  Mas  esta  muerte  yo  la 
vengare,  si  Dios  quisiere» .  «¿Vengar?  dixo 
Agamenor,  e  bien  tienes  tu  tan  cerca  tu 
muerte  como  el» .  Estonce  le  dio  vn  tal  golpe 
del  espada,  que  le  entro  fasta  los  mellos,  e 
Danubro  cayo  en  tierra  ferido  a  muerte:  e 
Agamenor  descendió  a  el,  y  comencole  a  des- 
fazer  el  yelmo  por  le  cortar  la  caberla;  e  Da- 
nubro, que  bien  entendió  que  lo  queria  ma- 
tar, auia  voluntad  de  vengar  su  muerte;  quan- 
do vio  que  se  contendía  por  le  cortar  la  ca- 


bcQa,  fuele  leuantando  la  halda  de  la  loriga, 
e  metióle  la  espada  por  medio  del  cuerpo,  e 
dio  con  el  muerto  en  tierra.  E  quando  Danu- 
bro lo  vio  estar  cerca  de  si,  dixo:  «Agame- 
nor, no  ganastes  mucho  en  esto  que  fezistes, 
ca  vosotros  soys  muertos,  e  nos  otrosi,  y  el 
linage  del  rey  Van  no  sera  por  aqui  mas  des- 
onrado,  ca  nos  no  somos  mas  de  dos,  e  vos- 
otros tres,  e  muei-tos  tanbien  como  nos» .  E 
quando  esto  vno  dicho,  estendiose  con  la 
cuyta  de  la  m\ierte,  y  salióle  el  anima  del 
cuerpo.  E  sabed  que  estos  dos  hermanos  fue- 
ron los  dos  primeros  caualleros  que  murie- 
ron en  la  demanda  del  linage  del  rey  Van. 
E  agora  dexa  el  cuento  de  hablar  destos.  e 
torna  a  Galaz  e  a  la  clonzella,  hermana  d^ 
Perscual  (•). 

Cap.  CCXXVI. — Conio  Galax^,  c  sus  compa- 
ñeros, e  la  donxeUa,  vieron  a  Cay  fas  en  la 
Pe  fia. 

Dize  el  cuento,  que  quando  Galaz  se  par- 
tió de  donde  derribo  los  tres  hermanos,  an- 
duuieron  tanto  el  y  la  donzella,  que  llegaron 
a  la  mar,  e  fallaron  a  Perseual  e  a  Boores  en 
la  barca,  y  enti-aron  con  ellos,  candando  por 
el  mar  fallaron  la  nao  de  Somon,  y"entraron 
en  ella:  mas  agora  no  dize  aqui  ninguna 
cosa  de  la  fechura  de  la  nao,  ni  de  las  letras, 
ni  de  la  espada  de  la  estraña  cinta,  ni  del 
lecho  que  fallaron  en  la  nao,  ni  de  como  Ga- 
laz acabo  las  auenturas  que  en  ella  eran,  y 
no  lo  dixo  aqui,  porque  lo  auemos  escrito  en 
el  libro  de  Galaz]  Y  ellos  andando  assi  por  la 
mar  en  la  nao,  fablando  de  muchas  cosas,  vn 
dia,  quando  queria  alborecer,  falláronse  en  la 
ribera  del  mar,  cabe  vna  peña  estrecha,  y 
era  tanto  alta  e  aguda  que  semejaua  que  te- 
nia con  las  nuues,  e  auia  en  aquella  peña 
muchos  arboles.  Quando  ellos  vieron  la  peña 
tan  estrecha  e  alta,  dixeron  que  nunca  tal 
vieran.  Y  ellos  que  la  estañan  assi  mirando, 
vieron  en  ella  quanto  dos  astas  de  langas  so- 
bre mar  estar  vn  honbre  viejo,  que  no  ay 
honbre  que  no  dixesse  que  en  el  mundo  nn 
auia  honbre  tan  viejo;  e  auia  la  cabera  tan 
blanca  como  la  nieuo;  e  los  cabellos  tan  luen- 
gos, que  le  dañan  por  tierra;  c  auia  gran 
tienpo  morada  en  aquella  peña,  que  no  auia 
otro  vestido  de  que  cubrirse  sus  carnes  saino 
de  los  cabellos.  E  quando  lo  vieron,  maraui- 
llaronse  que  podia  ser.  Pero  bien  conoscie- 
ron  que  era  varón,  e  no  muger;  edixo  Galaz 
a  los  otros:  «Vamos  ver  quien  es,  e  si  ha 
menester  nuestra  ayuda,  ayudémosle,  po)-- 

(M  El  comienzo  del  capítulo  siguiente  supone  co- 
nocidap  particularidftdes  omitidag  antes. 


LA  DEMAÍíDA  DEL  SANCTO  ORLVL 


247 


que  es  criatura  de  Dios  como  nos,  e  halo 
mucho  menester  según  mi  creencia,  y  creo 
que  moro  mas  en  esta  peña  que  no  queria» ; 
e  los  otros  se  acordaron  a  esto,  ca  tenian  que 
dezia  bien. 

Cip.  CCXXYII .  —  Como  Cai/fas  dizo  su 
nombre  e  su  har.icnda  a  Galax  e  a  sus  com- 
pañeros. 

Estonce  salieron  todos  tres  de  la  nao, .  e 
dexaron  a  la  donzella  en  la  nao,  e  fuoronse 
para  la  peña,  y  el  estaua  entre  dos  arboles,  e 
fonoscieron  que  era  honbre.  mas  tanto  era 
de  viejo  que  no  pensaua  que  tanto  pudiesse 
biuir  que  llegasse  a  aquella  vejez.  Y  el  quan- 
do  los  vio  cerc-a  de  si,  quísose  leuantar,  mas 
no  pudo,  e  Galaz  le  dixo:  «Amigo,  ¿(luien 
eres  tuV  Yo  te  ruego  que  me  digas  la  verdad 
de  tu  fazienda  e  de  tu  edad,  e  que  auentura 
te  traxo  aqui,  y  en  qual  guisa  bines,  e  si  ay 
mucho  que  soys  aqui».  Estonce  i-espondio  el, 
con  tan  flaca  boz  que  a  mala  vez  ge  la  oyan, 
como  aquel  (]ue  era  de  gran  vejez,  ca  biuin 
solo,  e  auia  passado  mucha  cuyta  e  lazeria. 
e  poco  bien:  «Señores,  yo  os  diré  qual  fue 
mi  ventura.  Yo  he  nonbre  Cayfas,  efuetien- 
po  que  era  de  Jerusalen  quando  era  Vespasia- 
no  emperador  de  Roma,  mas  por  vn  hecho 
que  fizieron  los  judios  a  vn  profeta  que  auia 
nonbre  Jesu,  fuemos  todos  perdidos  e  destruy- 
dos,  e  yo  se  verdaderamente  que  no  auia  ta- 
maña culpa  como  los  oti'os.  Titus,  fijo  de 
Vespasiano,  vuo  mayor  merced  de  mi,  que 
no  me  quiso  matar  como  a  ellos;  fizóme  me- 
ter en  vna  barca  solo,  sin  vela  ni  remos,  e 
fizóme  echar  en  la  mar,  porque  recibiesse 
qual  muerte  Dios  me  quisiesse  dar,  e  desque 
fue  en  la  mar,  anduue  dozientos  años  que  no 
comi  ni  bebi,  ni  nunca  falle  gente  que  me 
quisiesse  acoger  en  su  conpañia,  ante  me 
denostauan,  e  maldezianmo  quando  les  con- 
taua  como  me  acontescicra:  e  no  falle  ningu- 
no que  ouiesse  merced  de  mi  ni  m.'  quisiesse 
matar,  ca  de  grado  (piisiei'a  que  me  matasseu 
pues  no  me  querían  acoger  en  su  compañía». 

Cap.  CCXXYIIL  —  Como  Cayfas  dixo  a  Ga- 
lax  e  a  sus  conpañeros  que  auia  andado 
doxienfos  años  ]ior  la  mar. 

«Y  en  tal  manera  como  os  digo  he  andado 
por  la  mar.  que  ni  comi  ni  Iteiii.  mas  de  do- 
zientos años,  ni  falle  merced,  ni  pude  mori)- 
de  hanbre.  E  tanto  anduue  assi ,  hasta  que 
ventura  me  traxo  aqui  a  esta  peña,  laboran- 
do aqui  do  agora  estoy.  E  quando  vine  aqui, 
fue  muy  alegre,   ca  pense  que  moi-aua  aqui 


gente,  y  que  me  farian  algún  bien;  e  audune 
toda  la  peña  a  derredor,  e  no  falle  ay  ningu- 
no, e  tornóme  a  mi  barca,  pensando  que  mas 
presto  fallaría  consejo  en  la  mar  que  en  la 
peña.  E  quando  torne  a  la  barca  ñola  halle, 
([ue  se  era  yda  por  la  mar  adelante,  e  assi  he 
fincado  aqui  gi-an  tienpo,  que  no  comi  ni  beui,- 
ni  vino  aqui  ijuien  me  acorriesse,  e  a  horas 
ay  (]ue  me  quiero  perder  de  hanbre,  mas  por 
esso  no  puedo  morir,  ante  bino  en  tal  lazeria, 
qual  podeys  ver;  ¡assi  fuosse  mi  ventura  que 
jnidiesse  morir  como  otro  pecad(jr!  mas  me 
plazeria,  ca  mucho  peor  me  es  la  vida  que 
la  muei'te». 

Cap.  CCXXIX  .  —  Como  Gala:  e  sus  eon- 
¡jañeros  dexaron  a  Cayfas  en  la  peña  y 
tornáronse  a  la  barca. 

Y  quando  ellos  esto  oyeron,  santiguáronse 
de  la  marauílla  que  oyeron  dezir,  ca  bien 
pensauan  que  ningún  honbre  carnal  que  no 
podiia  biuir  sin  comer,  e  dixo  Perseual:  «Don 
Gralaz,  r,que  faremos  deste  honbreV  Meterlo 
hemos  en  niiestra  conpañia,  e  leñarlo  hemos 
al  reyno  de  Londres,  por  uKStrar  esta  auen- 
tui'a  al  rey  c  a  los  de  su  corte» .  «Esto  no  fa- 
remos, dixo  Galaz,  que  en  esta  nao,  que  es 
significanca  de  santa  yglesía,  no  podría  el 
enti-ar;  ca  no  deue  entrar  sino  aquel  que  es 
complido  de  fe  y  de  creencia;  por  ende  vos 
digo  que  este  no  deue  ay  entrar,  que  no  ay 
en  el  nada  de  todo  esto  ni  lo  vuo  nunca ,  e 
tanto  erro  contra  el  Señor  de  los  señores  en 
la  gran  deslealtad  que  fizo,  que  el  merece 
esto  e  mas;  e  por  ende  os  digo  en  derecho 
consejo  que  lo  dexemos  esta)-  aqui,  ca  Nues- 
tro Señor  quiere  que  el  finque  aqui  e  passe 
esta  lazeria  que  el  quiera,  poi-  la  gran  des- 
lealtad que  el  fizo  contra  el  fijo  de  Dios».  Y 
entonce  dixeron  los  otros  que  Galaz  dezia 
verdad,  e  dixeron  que  si  a  Nuestro  Señor 
plazia  (pie  el  fuesse  saino,  que  el  lo  saluana, 
e  si  el  tenia  por  bien  que  el  fuesse  perdido, 
que,  «¿que  auian  ellos  que  adobar,  que  no  es 
de  nuestra  ley?»  Entonce  lo  dexaron  estar 
assi  entre  los  arboles ,  e  tornaron  a  su  nao, 
e  desque  fueron  dentro,  dixeron  a  la  donze- 
lla hermana  de  Perseual  la  marauílla  que 
vieran.  Y  qiumdo  ella  lo  oyó,  santiguóse,  y 
dixo  que  mucho  se  marauillaria  dello  el  rey 
Artur  quando  lo  oyesse.  Y  assi  estando,  dio 
vn  viento  a  la  nao  que  la  alongó  de  la  ri- 
bera. Mas  agora  dexa  el  cuento  de  fablar 
dellos,  que  no  cuenta  aqui  de  las  auentu- 
ras  que  passaron  entonce,  porque  son  escri- 
tas en  el  libro  de  Galaz,  e  torna  al  rey  Mares, 
como  fue  consejado  quo  fuesse  sobre  el  rey 
Artur.  '  .  ,   ; 


Í4S 


LIBROS  DE  caballerías 


'~'ap.  CCXXX.  —  Como  el  rey  Mares  desa^na- 
ua  a  su  sohrino  Tristón  por  la  rey  na  que 
leuara. 

Aqui  dize  el  cuento  e  la  verdadera  histo- 
ria que  el  rey  Mares  ovo  dezir  que  Tristan 
so  sobrino,  que  se  fuera  para  Cornualla  e  leuo 
dende  a  la  reyna  Yseo.  muger  del  rey  Ma- 
res, e  leuda  a  la  Joyosa  Gruarda  (').  Y  el  rey 
Mares  amaua  a  ia  reyna  Yseo  de  tan  gran 
amor,  que  por  ninguna  cosa  no  la  porlia  olui- 
dar,  ante  era  tan  cuytado  por  ella,  que  no 
sabia  que  fazer,  e  muchas  vezes  «quisiera  em- 
hiar  al  rey  Artur  que  ge  la  ftziesse  enbiar, 
mas  no  se  atreuia,  ca  sabia  (jue  el  amaua  a 
Tristan  de  gran  amor,  que  no  ge  la  querría 
embiar  en  ninguna  guisa,  e  aunque  lo  qui- 
siesse  fazer,  que  no  lo  dexarian  los  del  li- 
naje del  rey  Van,  ca  amauan  a  Tristan  de 
gran  coraron.  Y  assi  biuio  el  rey  Mares  en 
esta  cuyta  y  en  este  dolor  sin  su  muger  bien 
dos  años,  e  desamaua  por  ende  tanto  al  rey 
Artur,  que  no  ha  en  manera  que  le  pudiesse 
hazer  mal.  que  no  ge  lo  hiziesse  de  buen 
grado. 

Cap.  CCXXXI.  —De  como  Alderee  consejo  al 
rey  Mares  que  fícesse  sobre  el  rey  Artur. 

E  quando  la  demanda  del  santo  Grrial  fue 
comenr-ada,  e  los  caualleros  de  la  Mesa  Re- 
donda la  juraron  e  se  partieron  de  casa  del 
rey  Artur.  las  nueuas  fueron  sabidas  por  mu- 
chas tierras  cerca  e  lexos;  e  fueron  ay  mu- 
chos caualleros,  tanbien  de  los  estraños 
como  de  los  de  la  tierra;  e  fueron  al  vq\  Ma- 
res con  las  nueuas,  e  dixeronle  que  Galuan 
era  en  Gaunes  en  la  pequeña  Bretaña  y  en 
Cornualla,  e  que  todos  los  caualleros  de  la 
casa  del  rey  Artur  que  fueron  en  la  deman- 
da, que  eran  muertos;  y  los  de  Gaunes  e  de 
Bonoyt  ouieron  gran  pesar,  porque  querían 
gran  bien  a  Lancarote  e  a  Galaz,  e  a  todos 
los  del  linaje  del  rey  Yan.  E  las  nueuas  del 
duelo  que  hizieron,  súpolo  el  rey  Mares.  Y 
quando  oyó  que  lo  afirmauan  de  verdad, 
dixo:  «Agora  le  pueden  bien  dezir  [al]  rey 
Artur  que  tornado  es  el  viento,  pues  los  ca- 
ualleros de  la  Mesa  Redonda  son  muertos» . 
Estonca  se  consejo  con  Alderee  como  haria. 
r-a  no  auia  hombre  en  el  mundo  a  quien  el 
tan  mal  quisiesse  como  al  rey  Artur,  e  yrle 
ya  a  hazer  todo  mal  de  grado  a  tal  sazón,  si  lo 
pudiesse  acabar.  Y  Alderee  era  bien  lleno  de 
enemiga,  e  dixole:  «Yo  vos  mostrare  como 
lo  podays  destruyr;  como  agora  el  esta  solo, 

(' )  Nombre  de  un  castillo  de  Lanzarote  (la  Joyevse 
Garde).  Pero  aquí  parece  reinar  cierta  confusión 
entre  las  historias  de  Tristan  y  de  Lanzarote. 


e  vos  sabeys  bien  que  los  sansones  son  gran 
gente,  y  poderosos  de  tierra  y  de  amigos,  y 
ellos  desaman  tan  mortalmente  al  rey  Artur. 
que  le  harían  todo  mal  si  pudiessen,  que  le 
quitarían  el  reyno,  e  nunca  mejor  dia  verian 
pudiéndolo  hazer,  embiadles  dezir  que  el  rey 
Artur  ha  perdido  los  caualleros  de  la  Mesa 
Redonda  en  la  demanda  del  sancto  Grial,  y 
embiadles  dezir  que  si  quisieren  venir,  que 
en  tal  estado  es  venido  el  reyno  de  Londres, 
que  rezmente  lo  podran  conquerir  si  quisie- 
ren: y  sabed  que  vernan  ay  de  muy  buen 
grado,  tanto  que  vuestro  mandado  oyan;  e 
hazeldes  saber  que  seré  y  s  ay  con  ellos  en  su 
ayuda  con  quanto  poder  ouierdes,  e  ponedles 
vn  dia  señalada  a  que  vengan,  que  luego  se- 
rán con  vos» . 

Cap.  CCXXXII. — De  como  el  rey  Mares  des- 
truyo Ja  Joyosa.  Guarda,  e  leuo  ende  la  rey- 
na Yseo. 

Bien  assi  como  Alderee  le  consejo,  bien 
assi  lo  fizo  el  rey,  y  enbioles  dezir  aquellas 
nueuas  a  los  de  Sansaño  lo  mejor  e  mas 
apuesto  que  pudo,  e  los  sansones,  que  des- 
amauan  al  rey  Artur  de  mortal  desamor,  oye- 
ron estas  nueuas,  e  fueron  ende  muy  alegres, 
e  assonaron  todo  su  poder,  e  metiéronse  en 
las  ñaues  y  en  galeas,  e  passaron  a  la  Gran 
Bretaña  e  aportaron  en  Auini.  Y  el  rey  Ma- 
res, que  esta  maldad  basteciera,  tomo  toda 
su  gente,  y  fuesse  para  ellos  para  aquel  lu- 
gar que  auian  puesto,  e  fueron  muy  alegi'es 
vnos  con  otros;  aquel  dia  posaron  en  vna 
floresta  que  era  cerca  del  mar,  e  aguijaron 
lo  mas  escondido  que  ellos  pufíieron  poi-  no 
ser  descubiertos.  E  quando  vino  la  noche, 
metiéronse  al  llano,  e  comentaron  de  andar 
contra  la  ciudad  de  Camaloc,  ca  la  luna  fa- 
zia  muy  clara,  e  alli  pensauan  fallar  al  rey 
Artur,  porque  moraua  ay  mas  que  en  otro 
lugar.  E  assi  anduuieron  los  sansones  fol- 
gando  de  dia  e  andando  de  noche,  fasta  que 
vinieron  a  la  Joyosa  Guarda.  E  el  rey  Mares, 
(pie  bien  sabia  que  ay  era  la  reyna  Yseo, 
tomo  de  sansones  bien  fasta  (piinientos  caua- 
lleros, todos  muy  bien  armados,  e  dixoles: 
«Yamos  a  aquel  castillo  lo  mas  passo  que 
])udieremos»;  y  ellos  lo  hizieron  assi  como 
les  enseño.  E  los  del  castillo,  que  no  se  te- 
mían de  ninguna  cosa,  gran  tienpo  auia 
ante  tenían  las  puertas  abiertas  de  noche  y 
de  dia;  llego  el  rey  Mares,  y  entro  dentro 
o/m  toda  su  conpafla;  y  sabed  que  juan  es- 
tonce todos  a  pie,  ca  si  fueran  a  caballo  fizie- 
ran  ruydo.  e  oyeranlo  los  de  dentro  y  cerra- 
ran las  puertas  ante  ijue  ellos  entrassen,  ca 
el  castillo  era  fuerte  en  demasía.  Y  el  rey 


LA  DEMANPA  T>EL  SANCTO  GRTAL 


249 


Xares  se  fue  derecho  para  su  cámara  de  la 
reyna  su  muger,  e  tomóla  de  do  estaua  dor- 
micndo  con  sus  dueñas  mal  a  su  pesar,  e 
mandola  guardar.  T  después  niando  poner 
fuego  en  la  villa,  e  hizo  tan  gran  mortan- 
dad en  los  de  dentro,  que  pocos  eran  los  que 
quedar<m  biuos.  E  desque  ouieron  las  gen- 
tes muertas,  e  la  villa  quemada,  e  todo  el 
auer  tomado,  salieron  dende,  y  fueronse  muy 
alegres  e  pagados  con  gran  ganancia  que 
auian  fecha.  Mas  sabed  que  el  rey  Mares  no 
quiso  dello  tomar  parte,  pues  que  tuuo  a  su 
muger  en  su  poder,  e  dixo:  «Amigos,  pensa 
de  caualgar,  e  vamos  do  esta  el  rey  Artur; 
e  si  ymos  sesudamente,  hallarlo  hemos  con 
poca  compaña,  assi  que  no  nos  podra  dudar». 
T  ellos  dixeron  que  lo  harían  assi. 

Cap.  CCXXXIII.  —  Como  el  rey  Artur  supo 
mieuas  que  el  rey  Mares  entraua  en  su  tierra. 

Y  assi  como  os  digo  pensó  el  rey  Mares 
prender  sin  sospecha  al  rey  Artur.  Y  el  rey 
Artur  estaua  muy  triste,  que  ya  sabia  ver- 
daderamente que  eran  muchos  caualleros  de 
la  Mesa  Kedonda  muertos  en  la  demanda  del 
santo  Grial,  y  maldezia  a  la  demanda  y  aquel 
por  quien  fuera  comen(,'ada.  Y  estando  assi 
triste,  vino  ante  el  vn  escudero  de  la  Joyosa 
Guarda,  que  auia  dende  escapado,  e  dixo:  «Se- 
ñor rey,  yo  os  traygo  fuertes  nueuas» .  «Por 
Dios,  dixo  el  rey,  si  buenas  me  las  traxerdes, 
sera  marauilla,  que  gran  tienpo  ha  que  no 
las  oy  por  mi  fuerte  ventura  sino  malas;  y 
assi  pienso  que  es  agora;  pero,  malas  o  bue- 
nas, dimelas» .  «Yo  os  digo,  dixo  el  escude- 
ro, que  el  rey  Mares  de  Cornualla  con  todo  su 
poder  e  todos  los  de  Sansoña,  son  entrados 
en  vuestro  rey  no,  e  han  os  destruydo  quanto 
delante  hallaron,  e  mataron  muchos  hon- 
bres,  e  el  castillo  de  la  Joyosa  Guarda,  que 
no  temia  nada,  es  todo  destruydo  e  quemado. 
E  sabed  que  serán  con  vos  antes  de  tres 
dias».  Y  el  rej^  dixo:  «¿Es  verdad  esto?» 
«Si,  sin  duda»,  dixo  el  escudero.  Estonce 
comento  el  rey  a  pensar.  Y  después  que  pen- 
só vna  pieca,  dixo:  «¡Ay  casa  de  Camaloc! 
¡como  eras  temida  e  dudada  en  quanto  los 
caualleros  de  la  ]\Iesa  Redonda  eran;  e  agora 
paresce  que  estos  que  esta  guerra  me  mue- 
uen,  de  duro  lo  prouarian  si  supiessen  que 
aquellos  eran  biuos!»  Y  estonce  se  leuanto 
en  pie  vn  cauallero  de  Irlanda,  que  era  muy 
buen  cauallero  de  armas  e  muy  ardit,  y  era 
hermano  de  los  de  la  Mesa  Redonda,  que 
auia  nombre  Didonax  de  Carloc,  e  dixo  al 
rey  Artur:  «Señor,  vos  fuestes  hasta  aqui  el 
mas  dubdado  rey  del  mundo,  y  el  mas  non- 
brado,  e  aun  lo  soys,  e  si  los  de  la  Mesa  Re- 


donda son  perdidos  de  vos,  por  esso  no  finca 
vuestra  casa  tan  sola  como  cuydays,  ca  avn 
auedes  de  los  mejores  caualleros  del  mundo, 
ca  cierto  tantos  ha  de  hombres  buenos,  mu- 
cha sera  la  gente  grande  a  quien  vos  no  he- 
cheys  del  campo,  tanto  que  Dios  no  vos  quie- 
ra mal,  e  por  esto  vos  digo  que  vos  no  espan- 
tedes  destas  nueuas,  ca  fuestes  hasta  aqui 
tenido  por  vno  de  los  buenos  honbres  del 
mundo.  E  agora  fallesce  vuestro  loor  de  las 
peores  del  mundo,  y  embiad  por  vuestros 
caualleros  e  por  vuestros  honbres,  que  aue- 
des muchos  por  rededor  de  Camaloc,  e  yd 
seguramente  contra  vuestros  enemigos,  e 
cierto,  si  vos  esforzadamente  vos  mantuuier- 
des,  ventura  que  los  ardidos  mantienen.  Dios 
vos  ayudara,  e  otrosy  vos  nos  deueys  mucho 
de  confortar,  porque  el  derecho  que  teneys 
vos  ayudara». 

Cap.  CCXKXIV.—  Conio  el  rey  Mares  vino 
sobre  el  rey  Artur. 

Tanto  dixo  el  cauallero  al  rey,  que  el  rey 
se  conforto  mucho,  y  embio  por  toda  su  tie- 
rra lo  mas  ayna  que  pudo  a  todos  aquellos 
que  del  tenian  tierra,  (¡ue  viniessen  acorrer 
atan  gran  quexa  como  tenia,  y  ellos  lo  hi- 
zieron  quanto  mas  pudieron,  ca  lo  amauan 
mucho;  e  asonáronse  en  Camaloc  mas  de  dos 
mil  caualleros  de  armas  e  de  otros  muy  gran 
compaña.  E  al  quarto  dia,  a  ora  de  prima, 
do  estaua  el  rey  en  su  missa,  vinieron  a  el 
dos  caualleros  armados,  que  le  dixeron:  «Se- 
ñor, he  aqui  vuestros  enemigos  do  vienen,  e 
ya  son  salidos  mas  de  diez  mil  caualleros» . 
«Id  alia,  dixo  el  rey,  e  hazed  diez  hazes  de 
mis  hombres  y  estad  fuera  en  el  canpo,  que 
no  (|ueria  que  nuestros  enemigos  nos  fallas- 
sen  encerrados,  mas,  sobre  todas  las  cosas 
del  mundo,  guardadvos  que  no  derrameys. 
si  no  sodes  muertos,  ca  yo  vos  acorreré». 

Cap.  CCXXXV. — De  como  el  rey  Mares  llago 
al  rey  Artur  e  lo  derribo  del  cauallo. 

Asi  como  el  rey  mando,  assi  lo  fizieron: 
ca  fizieron  de  gentes  diez  hazes,  en  que  auia 
muchos  buenos  caualleros,  mas  no  eran  nada 
contra  los  otros,  ca  los  otros  eran  muchos 
ademas ,  e  por  ende  recibieron  aquel  dia 
atal  daño  e  tan  gran  afrenta ,  que  no  lo 
quisiera  el  rej  Artuí-  por  la  meatad  de  su 
reyno,  ¿e  que  vos  diré?;  pues  el  rey  oyó  su 
missa,  salióse  de  la  capilla,  e  fizóse  armar  lo 
mejor  que  pudo;  después  subió  en  su  caua- 
llo, en  el  que  mas  se  fiaua,  e  salieron  con  el 
hasta  dozientos  caualleros  muy  buenos  para 
que  quier.  E  después  que  fueron  fuera,  ha- 


250 


LTBEOS  DE  CABALLERÍAS 


lkroi>  a  los  otros  que  lidiaiían  a  gran  pries- 
sa.  mas  tantos  eran  miichos  los  otros,  que 
los  suyos  no  pudieron  adurar  contra  ellos,  e 
mataron  ally  muchos  buenos  caualleros  del 
rey  Artur.  que  no  querían  dexar  el  campo 
por  ninguna  manera.  E  quando  el  rey  vio  a 
STis  hombres  en  tan  grande  euyta,  comenco 
a  sospirar  por  los  de  la  Tabla  Redonda  que 
no  eran  ay,  e  firio  al  cauallo  de  las  espuelas. 
e  fuelos  ferir  con  muy  gran  saña,  ca  auia 
muy  gran  dessoo  de  vengar  a  sus  hombres 
que  veya  matar  ante  si,  e  yéndose  poi-  me- 
dio de  la  batalla,  hallóse  con  vn  pariente  del 
rey  Mares,  e  diole  tal  lancada  por  los  pechos, 
que  dio  con  el  jnuerto  en  tierra  a  sus  pies,  e 
las  bozes  fueron*  estonce  muy  grandes,  ca 
los  de  Cornualla  conocieron  que  aquel  era  el 
rey  Artur,  e  dexaronse  yr  para  el  mas  de 
veynte  caualleros.  E  quando  esto  vio,  metió 
mano  a  la  espada,  que  era  muy  buena,  y  el 
era  muy  arreziado  e  muy  ardid,  e  defendió- 
se tan  bien  e  atan  brauamente ,  que  bien 
dezian  quantos  le  veyan  que  aquel  era  el  rey 
Artur,  e  sus  enemigos  mismos  lo  loauan  d^ 
''■aualleria  porque  tam  bien  fazia  de  armas: 
r-a  se  defendía  mucho  bien,  e,  por  buena  fe. 
fazia  de  armas  el  rey  Artur,  pero  que  a  su 
conpafla  ;\iia  muy  mal ,  e  a  sus  honbres . 
que  eran  atan  pocos,  que  no  parescian  nada 
ante  los  otros.  Y  el  rey  Mares,  que  lo  des- 
amaua  mortalmente,  conosciolo,  e  fuesse 
para  el.  e  diole  tal  laucada  en  la  espalda  si- 
niestra, que  el  escudo  ni  la  loriga  no  le  valió 
que  el  fierro  de  la  lanca  no  le  [>areciesse;  y 
el  rey  Mares  era  de  muy  gran  fiier§a,  assi 
que  dio  con  el  cauallo  en  tierra;  e  al  caei- 
que  cayo,  quebró  la  lanf-a.  y  quedo  e]  asta 
con  el  fierro  dentro. 

Cap.  CCXXXVI.  —  Como  el  reij  Mares:  cerco 
rtl  rey  Artur. 

Los  vassallos  del  rey,  quando  esto  vieron 
que  su  señor  era  en  tierra,  ouieron  ende 
gran  pesar,  assi  que  metieron  toda  su  ha- 
zienda  en  auentura.  Estonce  veriades  los 
buenos  e  los  leales  como  mostrauan  también 
el  amor  que  con  el  auian:  y  allí  yazia  mal- 
trecho en  tierra,  que  se  no  podía  leuantar; 
metiéronse  entre  sus  enemigos,  e  llegaron 
por  fuerca  a  el,  e  pusiéronlo  en  el  cauallo 
y  llenáronlo  a  Camaloc  a  mal  ])esar  del 
rey  e  de  quantos  ay  eran;  mas  sabed  que  de- 
xaron  en  el  campo  tantos  de  sus  amigos 
muertos,  que  fue  ende  la  perdida  muy  gran- 
de, mas  de  sansones  y  de  cornualleses  no  ouo 
ay  tantos  muertos,  porque  no  dauan  por  ellos 
nada,  pues  auian  vencido  e  auian  al  rey  Ar- 
tur herido,  e  cuydauan  que  no  podían  biuií- 


tres  días,  e  bendezian  al  rey  Mares  que  tal 
golpe  fiziera,  e  dezian  que  bien  deuia  traer 
corona  real,  que  tam  bien  se  sabia  defender 
de  sus  enemigos,  e  avn  dezian  los  sansones 
entre  si:  «Ya  no  se  nos  puede  defender  el 
reyno  de  Londres  que  lo  no  conquiramos 
después  de  la  muerte  del  rey  Artur,  ni  falla- 
remos honbre  qiie  nos  lo  pueda  defender» .  Y 
estonce  mandaron  hincar  las  tiendas  e  los 
tendejones  en  derredor  de  la  cibdad,  e  dixe- 
ron  que  jamas  no  se  tirarían  dende  fasta  que 
lo  (Miiessen  conquistado;  e  mucho  fue  grande 
el  duelo  que  hizieron  en  Camaloc  por  su  se- 
ñor el  rey  Artur,  ca  bien  cuydaron  que  era 
llagado  a  muerte;  e  la  reyna  e  las  donzellas 
hazian  muy  gran  duelo,  mas  desque  cata- 
ron la  llaga,  confortáronse,  ca  no  era  mortal: 
e  dixo  el  maestro  (pie  lo  daría  sano  muy 
presto.  Agora  dexa  el  cuento  de  fablar  de- 
llos,  e  torna  a  Galaz. 

Cai".  CCXXXYir.— Cowío  Galaz  fallo  a  Ar- 
tur el  pequeño  lidiando  con  Palomades. 

Dize  el  cuento  que  después  que  Galaz  se 
[lartio  de  Perseual,  anduuo  todo  aquel  día 
(jue  no  fallo  auentura  que  de  contar  sea,  e  al 
tercero  día  le  auino  que,  a  hora  de  medio 
dia,  hallo  dos  caualleros  que  se  combatían  a 
píe,  e  sus  cauallos  estañan  atados  a  dos  arbo- 
les; y  estaña  ante  ellos  vn  cauallero  armado 
que  veya  la  batalla,  e  los  que  se  combatían 
eran  Artur  el  pequeño  e  Palomades,  y  el  otro 
Esclabor  el  desconocido,  padre  de  Paloma- 
des:  e  aquella  sazón  que  llego  Gralaz  a  ellos, 
auino  que  ambos  los  caualleros  dexaron  la 
batalla  por  amor  de  holgar,  ca  estañan  am- 
Vios  lassos  e  cansados,  e  no  lo  podían  sofrír. 
e  Palomades,  que  vio  el  escudo  blanco  con  la 
cruz  bermeja,  conoscio  luego  que  aquel  era 
Gralaz  el  buen  cauallei'o.  E  quando  lo  vio, 
dixo  a  Artur:  «Cíei'to,  cauallero,  agora  pue- 
do dezir  yo  ipie  sí  tanta  bondad  de  cauallería 
ouiesse  en  mi  como  en  aquel  cauallero  que 
yo  veo  ay,  vos  cuy  daría  vencer  muy  presto, 
e  avnque  ouiesse  en  vos  poder  de  muchos 
caualleros»,  e  Artur  el  pequeño  ftie  mucho 
espaíitado  quando  lo  oyó,  ca  no  podía  pensar 
(pie  en  cauallero  del  mundo  pudiesse  auer 
tan  gran  fortaleza  como  el  dezia;  e  dixo: 
<-,:Qual  es  essc  cauallero  que  dezis?»  Y  el 
ge  lo  mostró.  «Mala  ventura  aya  yo,  dixo  Ar- 
tur el  pequeño,  si  el  pudiesse  vencer  tales 
dos  como  yo».  «Cierto,  dixo  Palomades,  si 
haría  a  tales  cinco  como  vos».  «Sí  Dios  me 
ayude,  dixo  Artur,  esto  no  creeré  si  no  lo 
viesse».  «Pues  yo  diré,  dixo  Palomades,  que 
fagays  ende:  Yos  me  acometistes  por  ver  si 
erades  mejor  cauallero  que  yo,  e  avn  auino^- 


vos-assi  que  no  auedes  ay  meyoria  ninguna, 
antes  por  ventura  auredesporay  peoría;  de- 
xad  esta  batalla  si  os  plaze,  e  ydvos  a  to- 
mar con  el,  e  si  no  lo  fallardes  mejor  que 
vos  yo  digo,  no  me  tengades  por  cauallero» . 
«Yo  lo  otorgo,  dixo  el.  mas  nú  quiero  que 
por  esso  quede  nuestra  batalla,  mas  que  tor- 
nemos a  ella;  e  si  os  partiordes  agora  de 
aqui.  que  lio  quier  <|U0  vos  halle  ipio  vos  lla- 
me a  batalla» .  E  assi  so  partió  la  contienda 
de  Artur  el  pequeño  e  de  Palomades.  E  quan- 
do  vio  Grala/.  que  assi  se  partia  la  batalla  e 
no  fazia  ay  mas,  })artiose  dende  e  coment.-ose 
a  yr  sti  camino  muy  presto,  ca  mucho  se 
tardaua  de  yr  a  Cama  loo:  e  Artur  el  peque- 
ño, tanto  que  caualgo,  comento  de  ir  em  pos 
del.  E  dixo  a  Palomades:  «Nos  nos  partimos, 
e  vos  bien  sabedes  el  pleyto  que  auemos» . 
«Desto  no  habledes,  dixo  Palomades,  ca  si 
yo  nunca  conosci  el  cauallero  del  escudo 
blanco  e  la  cruz  bermeja,  el  me  vengara  des- 
pués de  vos,  e  desfara  ligeramente  el  vuestro 
orgullo» . 


Cap.  CCXXXVlU.—Cowo  Galax.  drrribo  a 
Artur  el  pequeño  de  la  Innra. 

Artur  el  pequeño  no  le  quiso  responder  a 
nada,  ante  se  yua  quanto  podia  en  pos  de 
Galaz,  que  ya  quanto  era  alongado.  É  Palo- 
mades subió  en  su  cauallo,  e  dixo  a  su  pa- 
dre: «Vayamos  en  pos  dellos,  e  veremos  el 
orgullo  deste  cauallero  en  que  se  ha  de  po- 
ner». «¿Como?  dixo  el  padre.  ¿Sabedes  vos 
que  el  cauallero  que  se  va  es  el  mejor  caua- 
llero del  mundo?  Esto  querría  ver  de  grado» . 
E  Artur  el  pe(^ueño,  que  se  adelanto  ante 
que  ellos,  alcanr.'o  a  Galaz,  e  dixole:  «Señor 
cauallero,  guarda  vos  de  mi,  que  a  justar  vos 
conuiene  comigo» .  Y  estonce  torno  la  cabera 
O-alaz,  e  vio  a  Artur  el  pequeño,  e  no  lo 
conoció.  E  vio  que  le  demandaua  justa,  bol- 
uio  el  cauallo  contra  el,  e  firiolo  tan  braua- 
mente,  que  dio  con  el  en  tierra.  E  Artur 
fue  mas  quebrantado  de  la  cayda,  que  fue 
muy  grande,  empero  que  era  de  tan  gran 
fuer9a,  erguiose  luego,  e  subió  en  su  ca- 
uallo, con  muy  gran  pesar  que  auia.  E  Gfa- 
laz,  que  lo  no  cato  mas  mientra  el  caual- 
gaua,  alongóse  del  bien  tres  trechos  de  ba- 
llesta. E  Palomades  alcanr-o  Artur  el  peque- 
ño, e  dixole:  «Señor,  agora  sabeys  como  jus- 
ta el  cauallero .  E  si  no  queredes  morii"  o 
recebir  mas  desonrra  desta,  quitavos  de  su 
enxeco,  ca,  cierto,  contra  el  no  pí^ledes  du- 
rar poco  ni  mas.  E  si  el  quisiera,  el  vos  ma- 
tara, mas  dexovos  por  su  bondad,  que  por 
la  vuestra  no». 


LA   DEMANDA   DEL  S ANOTO  GRIAL  251 

Cap.  CCXXX.lX.-C'ü»?o    Grdax  derribo  o 
Artur  el  pequeño  de  la  espada. 


Artur  el  pe(i[ueño,  que  ouo  gran  saña  e 
gran  pesar  por  lo  que  Palomades  le  dixo: 
«Señor  cauallero,  dixo  el,  sy  el  es  mejor  ca- 
uallero que  yo.  esto  vos  mostrare  yo  muy 
bien  al  ferir  del  espada.  E  yo  y  re  agora  en 
pos  el,  e  veré  quien  es».  «E  cierto,  dixo  Pa- 
lomades, vos  no  sodes  atan  cortes  como  de- 
uiades,  e  direvos  por  que:  vos  sodes  buen  ca- 
uallero sin  falla,  e  con  vuestra  caualleria 
deueriades  de  ser  cortes  e  mesurado,  e  soys 
follón  e  ayrado  e  ilesdeñoso.  E  por  enbidia 
que  aueys  a  los  buenos  cauallei'os  andantes, 
los  acometiendo  como  no  deuedes.  E  sabed 
que  no  es  cortesía;  cierto,  si  aquel  que  es 
agora  el  mejor  cauallero  del  mundo  ouiesse 
la  vuestra  manera,  menos  ende  valdría  que 
vale».  E  a  esto  respondió  Artur,  e  dixo:  «Por 
buena  fe,  señor,  vos  no  me  deueys  reptar  si 
yo  ando  acometiendo  a  vos  e  a  los  buenos 
caualleros,  ca  yo  so  mo(,io,  e  so  cauallero  no- 
uel,  y  he  menester  de  ganar  prez  e  honra. 
E  sy  agora  no  la  ganare,  no  se  quando  la 
gane,  ca  ningún  cauallero  moco  no  deue  fol- 
gar,  mas  de  acometer  e  fazer  cosas  por  qup 
sea  loado  quando  fuere  viejo» .  «Yos  dezides 
gran  verdad,  dixo  Palomades,  mas  todavía 
no  deue  fazer  villanía  después  que  fuere  ca- 
uallero». E  después  desto  non  quiso  tardar 
Artur  con  Palomades,  e  fuesse  en  pos  Galaz. 
e  tanto  que  lo  alcance,  metió  mano  a  la  es- 
pada, e  dixo:  «Guardavos  de  mi,  señor  caua- 
llero, ca  vos  no  podedes  assi  partir  de  mi» . 
E  quando  Galaz  vio  que  lo  tenia  assi,  e  afin- 
caua  que  se  combatiesse  con  el,  acostó  la 
lanc.a  a  vn  árbol,  e  metió  mano  a  la  espada 
de  la  estraña  cinta.  E  quando  vino  al  ferir 
dixo:  «Sí  Dios  uiq  ayude,  cauallero,  no  sodes 
cortes  couio  deuiades,  que  ydes  deteniendo 
los  caualleros  de  la  aventura  que  andan  ado- 
bando su  fazienda  e  por  auer  paz.  E  sí  daño 
vos  ende  viniere,  no  deue  auer  ningún  duelo 
de  vos».  Estonce  se  dexo  correr  a  el,  e  diole 
vn  tal  golpe  por  cima  del  yelmo,  que  se  no 
pudo  tener  en  la  silla  e  ouo  de  yr  a  tierra;  e 
fue  tan  atordido,  que  no  supo  si  era  noche  ni 
día.  E  Galaz  que  lo  vio,  metió  su  espada  en 
la  vayna,  e  tomo  su  lanca.  e  fue  su  camino. 

Cap.    CCXL. —  Como  Artur  el  pequeño  fué 
con  Palomades  para  Camaloc. 

j^iloinades  que  esto  vio,  tomo  el  cauallo.  o 
ti-axolo  a  Artur  el  ¡pequeño,  e  dixole:  «Agora 
podedes  eaualgar»;  y  el  caualgo.  «Agora  rae 
dezid,  dixo  Palomades,  ¿podervos  yades  otor- 
gar en  lo  que  os  dixe  que  este  es  el  mejor 


252 


LIBROS   DE  caballerías 


rauallero  del  mundo?».  «Cierto,  dixo  Artur. 
no.  ca  ya  mejores  que  no  es  el  ay.  Y  el  no 
sera  tan  osado  de  dezir  de  si  lo  que  vos  dezi- 
des» .  «Verdad  dezides  en  esso,  dixo  Paloma- 
des,  ca  si  lo  el  assi  dixesse,  seria  muy  villa- 
no, mas  por  el  no  lo  dezir  no  dexa  de  lo  ser 
el  mejor  cauallero  del  mundo,  e  sin  falta  assi 
lo  es».  «Ya  Dios  no  me  ayude,  dixo  Artur. 
si  lo  nunca  digo,  fasta  que  yo  sepa  del  mas 
que  fasta  agora».  «Y''©  vos  digo,  dixo  Palo- 
raades,  que  vos  lo  veredes,  solo  que  vos  quera- 
des  yr  con  nos» .  «¿E  a  que  lugar  ydes  vos?» 
dixo  Artur.  «Cierto,  dixo  Palomades,  yo  oy 
dezir  que  el  rey  Mares  con  el  poder  de  San- 
soña  tiene  cercado  al  rey  Artur  en  Camaloc, 
e  yo  lo  amo  tanto,  que  lo  quiero  a\'udar  con 
mi  cuerpo.  E  yo  se  bien  que  este  cauallero 
que  con  vos  conhatio  va  alia,  por  destruyr  a 
los  sansones  e  por  ayudar  al  rey  Artur.  E  si 
vos  aquel  dia  que  el  allegasse  estuuiessedes 
ay  ante  la  cilnlad  de  Camaloc,  no  me  terne- 
des  por  mentiroso  de  lo  que  vos  dixe  de  su 
bondad,  c-a  yo  se  que  el  solo  querrá  acometer 
a  todos  los  de  la  hueste,  e  yo  se  que  ay  fara 
las  mayores  marauillas  de  armas  que  nunca 
cauallero  fizo».  «Pues  assi  es,  dixo  Artur  el 
pequeño,  que  vos  ys  a  Camaloc  por  ayudar 
al  vej  Artur,  entre  mi  e  vos  no  puede  mas 
auer,  por  ende  me  quiero  yr  en  vuestra  con- 
paña, si  vos  pluguiere».  Y  ellos  dixeron  que 
íes  plazia. 

Cap.  CCXLI. —  Como  Galax  fallo  Areiel^  que 
se  matara  con  -m  hermano. 

Asi  aconpañaron  quatro  caualleros  y  se 
fueron  em  pos  Galaz,  fablando  todavía  de  su 
bondad,  e  assi  anduuieron  fasta  que  llegaron 
al  abadia  do  Somatón  yazia  en  el  fuego;  mas 
fomo  Galaz  acabo  essa  auentura,  no  lo  escre- 
uimos  aqui,  porque  es  scripto  en  el  libro  de 
G^alaz.  E  quando  Gralaz  se  partió  del  moni- 
mento,  fuesse  quanto  pudo  su  camino,  e  di- 
xeron Palomades  e  sus  conpañei-os  que  se 
fuessen  em  pos  del,  que  no  perdiessen  su 
c/)npaña;  e  anduuieron  tanto  que  lo  alcanca- 
ron,  e  fueronse  assi  en  vno  fasta  hora  de 
nona,  que  llegaron  a  vna  fuente  que  nacia  al 
pie  de  vn  árbol  que  se  dezia  Sicomor.  E 
quando  llegaron  a  la  fuente,  fallaron  ay  vn 
cauallero  armado  de  todas  armas,  saluo  es- 
r-udo  e  yelmo,  que  le  tenia  cabo  si.  Y  tenia 
avn  el  espada  en  la  mano,  y  era  ferido  en  la 
cabera  que  se  queria  morir;  e  quando  los 
quatro  conpaíleros  esto  vieron,  dixeronle,  por 
ver  si  lo  conocian,  e  ouieron  miedo  que  era 
de  la  Tabla  Redonda.  E  Gralaz  se  allego  a  el, 
e  dixole:  «Cauallero,  ¿quien  soys?»  Y  el  no 
respondió,  que  no  podia;  pero  tantas  vezes 


ge  lo  pregunto  Galaz.  que  le  dixo  assi  como 
pudo:  «Señor,  yo  so  vn  cauallero  pecador  e 
mal  auenturado  por  mi  pecado;  e  sin  falta 
me  vino  esta  mala  andanca;  e  yo  he  nonbr^ 
Arciel,  e  so  conpañero  de  la  Tabla  Redonda, 
e  aniñóme  oy,  por  mi  mal  auentura.  que  yo 
e  mi  hermano  Sanades  fallamos  vna  donze- 
11a,  e  yo  quisela  auer,  y  el  otrosi;  e  conba- 
timonos  con  gran  saña  por  ella,  como  si  fué- 
ramos enemigos  mortales;  e  a  la  cima  mate 
yo  a  el,  e  tájele  la  cabega,  y  el  me  fizo  a  mi 
esta  llaga  mortal,  pero  no  pen.se  que  era' de 
muerte  quando  del  me  parti.  Y  desque  lo 
mate,  traxe  la  donzella  fasta  aqui.  Y  desque 
vi  que  era  ferido  a  muerte,  que  no  podia  mas 
andar,  descendí  a  esta  fuente,  e  dixe  a  la 
donzella:  «Pues  yo  mate  a  mi  hermano  e  so 
yo  muerto,  no  quiero  que  mas  biuays,  ni 
otros  caualleros  se  maten  por  vos»;  e  meti 
mano  a  la  espada,  e  quisele  tajar  la  cabera, 
mas  ella  tuyo  lo  mas  presto  que  pudo,  e  yo 
no  pude  yr  em  pos  della» ;  y  desque  el  caua- 
llero esto  dixo,  estendiose  con  la  cuyta  de  la 
muerte  e  salióle  el  alma  del  cuerpo;  e  quan- 
do Galaz  vio  muerto  el  cauallero,  tomólo  ante 
si  en  el  cauallo,  y  leuolo  a  vna  casa  de  orden 
que  auia  ay  cerca,  e  fizóle  soterrar,  porque 
era  de  la  Tabla  Redonda.  E  fizo  escreuir  so- 
bre la  tunba  como  el  matara  a  su  hermano 
Senados,  e  como  el  quedara  herido  a  muerte. 

Cap.  CCXLLI. — Como  Galaz.,  y  Esdauor.  e 
Palomades,  e  Artur  el  pequeño,  mataron 
los  caualleros  que  salían  de  la  corte. 

Los- quatro  caualleros  aquel  dia  quedaron 
alli  por  soterrar  a  Arziel.  E  otro  dia  salieron 
dende,  y  entraron  en  su  camino,  e  anduuie- 
ron tanto,  que  llegaron  a  seys  leguas  de  Ca- 
maloc. Y  ellos  yendo  por  su  camino  de  la 
floresta,  estonces  les  auino  que  fallaron  vn 
cauallero  del  rey  Mares  que  yua  por  medio 
de  la  floresta,  e  yua  en  conpaña  de  quatro 
caualleros;  e  yuan  bien  armados.  E  Artur  el 
])equeño  dixo  a  sus  conpañeros:  «Yeys  aqui 
de  los  vuestros  enemigos  que  tienen  al  rey 
Artur  cercado» .  E  agora  vayamos  a  ellos,  que 
nos  somos  quatro  y  ellos  son  cinco,  e  cada 
vno  derribe  el  suyo  e  yo  derribare  los  dos»; 
y  ellos  lo  otorgaron  assi.  Estonces  les  dieron 
bozes  que  se  guardassen  dellos,  e  Artur  el 
pequeño  dio  de  las  espuelas  y  llego  fasta 
ellos,  e  dio  tal  lanr-ada  al  primero,  que  dio 
con  el  muerto  en  tieira.  E  Palomades  no 
menos  al  suyo,  ca  se  cayo  luego  de  la  silla.  E 
por  ende  escapo  de  muerte.  Y  este  era  el 
cauallero  del  rey  Mares.  E  pues  que  cada 
vno  derribo  el  suyo,  Artur  el  pequeño  metió 
mano  a  la  espada  por  tener  su  promisión,  e 


LA   DEMANDA   DEL  8ANCT0  ÜULVL 


dexose  yr  ení  pos  el  quinto  que  quería  fuyr, 
e  firiole  atan  brauamente ,  que  le  echo  la 
cabera  a  parte.  E  quanclo  Palomades  vio  este 
golpe,  dixo:  «Artur  el  pequeño,  por  buena 
fe.  bien  tuuistes  vuestra  proniessa».  «Ay 
Dios,  dixo  Artm-,  como  me  plazeria  si  fuesse 
alguno  dellos  biuo,  e  sabríamos  nueuas  de 
los  de  la  hueste  e  de  los  de  dentro». 

Cap.  CCXLni. — Como  Oala.z  e  sus  compa- 
ñeros supieron  de  la  hueste. 

Ellos  assi  fablando,  cataron  e  vieron  el  ca- 
uallero  del  rey  Mares  (¡ue  Palomades  derri- 
bo ,   que  se  leuantaua .    e  querriase  acoger 
al  cauallo  para  fuyr.  E  tanto  que  Artur  lo 
vio,  dexose  yr  a  el,  e  dixole:  «Atan  ayna  no 
vos  podedes  yr,  que  vos  qiüero  matar  aqui» . 
El,  con  pauor  de  muerte,  tendió  el  espada, 
diola  a  Artur,  e  dixole  que  le  no  matasse;  e 
Artur  le  dixo:  «Agora  me  di  quien  eres,  e 
como  el  rey  Artur  se  mantiene,  e  como  los 
de  fuera  han  fecho  desque  cercaron  a  Cama- 
loe».    «Esto  vos  diré  yo  muy  bien,  dixo  el 
cauallero,    mas  que  me  segurados  que  no 
muera  aqui» .  «Yo  te  lo  aseguro» ,  dixo  Artur. 
«Agora  vos  lo  diré  lo  que  me  demandados, 
dixo  el.  Yo  so  vn  cauallero  del  rey  Mares  e  de 
su  casa,  y  el  cerco  a  Camaloc  con  muy  gran 
poder  de  Corniialla  e  de  Sansoña.  E  no  puede 
ser  por  ninguna  guisa  que  la  no  tome,  si  al 
rey  Artur  no  viene  acorro  de  alguna  parte, 
e  muy  gran  acorro  puede  ser  por  que  el  rey 
Mares  se  aya  a  leuantar  de  sobre  ella.  Y  el 
rey  Artur  yaze  cercado,  y  esta  mal  herido, 
que  le  firio  el  rey  Mares  quando  lo  derribo 
la  primera  vez  que  se  ayuntaron» .  «¿E  que 
fazen  los  de  dentro?»   dixo  Galaz.    «¿Salen 
alguna  vez  fuera  para  se  conbatir  con  sus 
enemigos?»  «Si  salen,  dixo  el  cauallero,  mas 
no  a  menudo,  ca  son  tan  pocos  contra  los 
otros,  que  los  no  pueden  sofrir;  e  por  ende 
pierden  cada  vez  i^ue  con  ellos  se  toman;  e 
por  ende  no  osan  salir  a  ellos.  E  sabed  que 
mañana  saldrán  fuera  por  se  conbatir  con  los 
nuestros,  como  quier  que  les  quede  venga, 
ca  oy  les  vino  ayudar  Carides  el  del  pequeño 
bra«;o  con  pie^a  de  gente.  E  por  esso  nos  en- 
biaron  dezir  que  mañana  aurian  con  nos  la 
batalla.  Y  es  puesto  para  de  mañana».  «¿E 
cuydays  vos,  dixo  Gralaz,  que  los  de  dentro 
se  pueden  tener  contra  los  de  fuera?»    «E, 
dixo  el  cauallero,  esto  no  podria  ser  en  nin- 
guna guisa,  ca  los  de  dentro  son  tan  pocos, 
que  se  no  pueden  mantener  contra  loa  de 
fuera» .  E  Palomades  se  allego  a  el,  e  dixole: 
'^.De  mi  señora  Yseo,  ¿sabeys  vos  algunas  nue- 
uas?» «Señor,,  dixo  el  cauallero,  sabed  que 
ella  es  en  Cornualla,  ca  el  rey  Mares  la  tomo 


de  la  Joyosa  Guarda,  e  la  embio  con  gran 
gente  ha  bien  vn  mes» .  E  quando  oyó  estas 
nueuas,  ouo  ende  muy  gran  pesar,  assi  que 
bien  quisiera  ser  muerto,  ca  bien  vio  que 
su  amor  no  podria  auer  cima  si  no  fuess* 
alia 

Cap.  CCXLIY.  —  Como  Galaz  se  consejo  con 
sus  compañeros  como  faria  contra  los  de 
la  hueste. 

Artur  el  pequeño  dixo  al  cauallero:  «Vos 
sodes  hombre  del  mundo  que  yo  peor  quiero, 
pero  no  quiero  matar  vos,  pues  lo  prometí, 
mas  caualgad,  e  yd  por  do  quisierdes» .  Y  el 
caualgo,  e  fue  muy  alegre,  ca  mucho  ouo 
pauor  de  muerte,  e  fuesse  para  el  rey  Mares, 
e  contogelo  todo  como  le  auiniera,  e  como 
los  otros  caualleros  eran  muertos;  e  fizieron 
mucho  gran  d\ielo  por  ellos,  ca  mucho  eran 
ricos  de  linaje.  E  aquella  noche  durmieron 
los  quatro  en  vna  hermita  que  auia  ay  cerca 
la  floresta.  Y^  era  aquella  hermita  atan  cerca 
de  la  hueste,  que  poco  mas  auia  de  media  le- 
gua. E  aquella  noche  fablaron  de   muchas 
cosas  que  les  avinieran,  e  consejáronse  como 
fiziessen.  Y  en  la  mañana,  Galaz  les  dixo: 
«Amigos,  yo  tendría  por  bien,  si  quisiesse- 
des,  que  atendiessemos  fasta  que  los  de  la 
cibdad  salgan  fuera  e  la  batalla  sea  ya  co- 
mencada ;   estonce  saldremos  en  celada ,   e 
feriremos  en  ellos,  e  si  Dios  quisiere  que  los 
desbaratemos,  mucho  sera  andanza  buena» . 
E  los  otros  lo  otorgaron  assi,  e  aquella  noche 
rogo  mucho  Galaz  de  buen  coraron  a  Nuestro 
Señor  que  pusíesse  consejo  a  la  gran  cuyta 
del  rey  no  de  Londres,  ca  bien  entendía  el 
que  sí  el  rey  Mares  díesse  cima  a  lo  que  auia 
comencado.  que  los  del  reyno  de  Londres 
serían  destruydos  e  aforcados,  e  bien  sabia 
el  que  en  aquel  tienpo  no  era  sancta  yglesia 
tan  honrada  ni  tan  aleada  en  ningún  lugar 
como  en  la  Gran  Bretaña,  ni  en  todo  el  mun- 
do no  auia.  E  por  ende  le  semejaua  que  sería 
gran  cuyta  sí  a  tan  alto  reyno  e  tan  preciado 
tornasso.  por  alguna  mala  ventura,  destruy- 
miento  e  confusión. 

Cap.  CCXLY. — Como  Palomades  se  partió 
de  sus  conpañeros  entrante  la  batalla. 

Mucho  pensó  Galaz  toda  aquella  noche  en 
esto,  e  otro  día,  quando  el  sol  fue  salido,  ar- 
máronse todos,  e  fueron  a  oyr  missa  (');  y 
después  caualgaron  y  fueronse  por  el  gran 

(•)  lis  de  suponer  que  falomades  uo  la  oiría,  coma 
pagaao  que  era. 


254 


LIBROS  DE  CABALLERÍAS 


camino,  fasta  que  salieron  de  la  floresta.  E 
tanto  que  fueron  en  el  llano,  vieron  a  Cama- 
l<ic,  e  vieron  tiendas  y  tendejones  aderredor 
e  chocas  que  era  niarauilla,  e  los  de  dentro 
eran  ya  fuera  para  auer  la  batalla,  e  tenian 
sus  hazes  paradas,  y  eran  ayuntados  con  sus 
enemigos,  mas  eran  pocos,  y  estañan  en  gran 
peligro  y  en  gran  auenturn,  si  Dios  no  los 
aeorriesse.  Y  el  rey  Carides,  que  yua  por  se- 
hór  e  por  guiador  de  los  de  dentro,  lo  fazia 
tan  bien,  que  no  ha  honbrc  que  lo  viesse  que 
no  lo  tuuiesse  por  muy  buen  cauallero  de  ar- 
iiias;  e  traya  consig<i  muchos  buenos  honbres 
que  lo  ayudauan  sin  engaño,  mas  eran  tan 
pocos  contra  sus  enemigos,  que  era  marauilla 
como  los  podian  atender.  E  quando  los  qnatro 
caualleros  llegaron  cerca  do  era  la  batalla, 
encontraron  vn  cauallero  que  se  partia  de  In 
batalla  muy  inal  ferido,  e  Artur  el  pequeño 
se  fue  para  el.  y  preguntóle  quien  era,  y  el 
vuo  miedo  e  quiso  fuyr,  e  Artur  le  tomo  por 
el  freno,  e  dixole:  «Tu  eres  muerto  si  no  me 
dizes  quien  eres».  «Yo  soy,  dixo  el,  de  Ca- 
inaloc.  y  recebi  tantas  feridas  e  tantos  gol- 
l)es  en  esta  batalla,  que  no  pude  mas  sufrir. 
é  salgóme  por  yr  a  morir  algún  lugar  sagra- 
do, ca  se  bien  que  yo  soy  ferido  de  muerte» . 
«¿É  quales  han  la  peoría?»  dixo  Gralaz.  «Essa 
no  es  pregunta,  dixo  el  cauallero,  calos  de 
dentro  son  tan  pocos  e  los  otros  son  tantos, 
que  no  los  pueden  sofrir».  «Agora  te  ve  a 
buena  ventura,  dixo  Galaz,  que  asaz  nos  has 
dicho».   Y  el   se  fue  su  camino,  e  los  ca- 
ualleros se  fueron  contra  la  batalla,  y  lle- 
garon ay  a  tal  sazón,  que  ya  en  poco  estaua 
de  ser  desbaratados  los  de  dentro;  e  Gralaz 
que  los  vio,  dixo  a  sus  conpañeros:  «Señores 
¿que  os  parece  dcsta  auentiu-a?»  «Cierto,  dixo 
Palomades,  los  del  rey  Artur  son  muy  mal 
cuytados,   y  serán  desbaratados  si  no  han 
socorro».  «Agora  lo  fagamos  bien,  dixo  Ga- 
laz,  nos  no  somos  mas  de  tres.  Nuestro  Señor 
sea  el  quarto  si  le  pluguiere,  que  valdrá  mas 
que  cient  mili  cauallos» .  «¿Como?  dixo  Pa- 
lomades ¿nos  no  somos  quatro?»  «No,  dixo, 
«pie  vos  no  soys  de  nuestra  conpaña,  pues 
no  soys  de  nuestra  ley  ni  soys  christiano». 
v¿No?»  dixo  el.  «Pues  buscad  quien  vos  ayu- 
de, que  yo  soy  aquel  que  os  fare  (juanto  estor- 
uo  pudiere  aqui,  pues  me  echays  de  vuestra 
conpaña.  Y  desde  aqui  vos  desafio  a  vos  e  a 
todos  lf)S  de  la  Tabla  Redonda»;  e  dixo  [a] 
Oalaz:  «Por  Dios,  señor  cauallero,  poco  me 
preciados  quando  vos  no  me  (pieredes  contar 
por  cauallero;  e  assi  Dios  me  ayude,  antes 
querría  yo  ser  muerto,  que  vos  mostrasse  en 
esta  batalla  si  yo  soj^  cauallero  o  no» .  Es- 
tonce ñrio  al  cauallo  de  las  espuelas  e  fuesse 
para  el  rey  Mares. 


Cap.  CCXLYI.  —  Como  Galax,  y  Esclauory 
e  Artur  el  pequeño  fueron  ferir  en  la  hues- 
te del  rey  Mares. 

Palonuules  se  partió  de  sus  compañeros 
alli  do  mas  menester  les  era,  e  Gralaz  dixo  a 
los  otros:  «Señores,  nos  somos  pocos,  mas  no 
desconfijrtedes  por  esso,  ca  bien  creed  que 
Nuestro  Señor  nos  acorrerá  si  ouieremos 
nuestra  esperanza  en  el».  Y"  Esclauor  le 
dixo:  «Señor,  ydlos  ferir,  ca  vos  no  lallecere 
fasta  en  la  muerte».  Estonce  se  dexo  correr 
Gralaz,  e  metiosse  do  la  mayor  priessa  vio  de 
los  caualleros  del  rey  Mares,  e  firio  al  pri- 
mero de  tal  golpe,  que  dio  con  el  e  con  el 
eauallo  en  tierra,  e  después  aguijo  contra 
los  otros.  E  fizo  tanto  con  aquella  lan^a,  que 
derribo  bien  siete  dellos  ante  que  la  que- 
brase, e  Artur  el  pequeño  lo  fazia  tan  bien, 
que  no  ha  honbre  nacido  en  que  le  trauar. 

Y  Esclauor  el  desconocido  otrosi  lo  fizo  mu- 
cho bien,  e  fizieríju  tanto  todos  tres  de  la 
¡jrimera  entrada,  que  los  rescibieron  mas  de 
dos  mil  caualleros.  Y  el  rey  Mares,  que  es- 
taua ay,  dixo  a  los  suyos:  «Agora  podeys  ver 
cosa  que  han  fecho  aquellos  tres  caualleros. 

Y  sabed  que  estos  son  de  la  Tabla  Redonda, 
de  la  demanda  del  santo  Grrial,  que  auentura 
los  truxo  aqui.  E  si  ellos  mucho  duran  aqui, 
mucho  mal  nos  faran,  mas  agora  vayamos  a 
ellos  sin  mas  tardar». 

Cap.  CCXLVII. —  Coiuo  el  rey  Mares  e  su 
rompaha  fueron  en  priessa  con  Galaz  e 
sus  compañeros. 

Quando  Esclauor,  que  juas  cerca  del  rey 
estaua,  oyó  lo  que  dezia,  dexose  yr  para  el, 
e  heriole  atan  brauamente,  que  le  falso  el  es- 
cudo e  la  loriga,  e  metióle  la  lan(;,a  por  el 
espalda  siniestra.  E  la  llaga  era  grande,  mas 
no  mortal,  y  el  rey,  que  era  de  gran  coraron, 
ferio  a  Esclauor  de  tan  gran  fuerza,  que  dio 
con  el  en  tierra  del  cauallo.  E  quando  Palo- 
mades vio  a  su  padre  en  tierra,  dixo  al  rey: 
«Yo  te  queria  seruir,  e  disteme  mal  galardón, 
e  yo  te  fare  otro  tal» .  Estonce  boluio  contra 
el  entre  sus  honbres,  e  firiolo  tan  braua- 
mente, que  lo  derribo  del  cauallo  en  tierra, 
mas  otro  mal  no  le  fizo,  ca  tenia  muy  bue- 
nas armas,  y  el  rey  fue  maltrecho  de  la  cay- 
da.  E  quando  los  caualleros  del  rey  Mares 
vieron  a  su  señor  en  tierra,  no  ouo  ay  tal 
que  no  fuesse  espantado;  estonce  firieron  en 
Palomades  mas  de  diez  caualleros,  e  matá- 
ronle el  cauallo  e  firieron  a  el  de  muchas  fe- 
ridas, e  tomáronle  a  pie  que  no  se  podia  de- 
fender; mas  Galaz  el  buen  cauallero,  que 
preciaua  mucho  su  caualleria,  vio  como  era 


LA  DEMANDA  DJEL  SANCTO  GIíTAL 


251 


de  su  parte,  y  dexose  correr  por  medio  de- 
llos  por  lo  librar  de  aquella  auentura,  y  me- 
tió mano  a  la  espada  de  la  estraña  cinta,  e 
comenoo  a  dar  tan  grandes  golpes,  que  de- 
rribaua  caualleros  e  cauallos,  e  fazia  tan 
gran  daño  por  do  yua,  que  no  auia  ay  nin- 
guno que  lo  osase  atender,  e  auian  gran  es- 
panto de  las  maraiiillas  que  le  veyan  hazer. 
que  sin  falla  no  fallaua  cauallero,  por  arma- 
do que  fuesse,  que  no  diesse  con  el  muerto 
en  tierra  o  llagado.  E  todos  se  desuiauan  del 
quanto  le  fueron  conosciendo.  tan  de  lueñe. 
que  no  ouo  ay  cauallero  en  el  campo  que  en 
poca  de  ora  no  ouiesse  de  fuyr,  ca  liazia  las 
mayores  ma ranillas  de  armas  que  nunca 
fueron  fechas  en  el  rey  no  de  Londres.  E  otra 
marauilla  fazia  Galaz,  que  daua  gran  espanto 
a  sus  enemigo-:,  que  jamas  no  estaua  en  vn 
lugar,  antes  lo  veriades  oras  aqui,  oras  acu- 
llá, e  oras  lueñe,  e  oras  cerca;  e  a  ora  a  dies- 
tro, e  a  ora  a  siniestro.  E  assi  yua  cercando 
las  hazes  tan  marauillosamente,  que  a  duro 
le  escapaua  lionbre  que  con  el  se  ñillasse.  E 
quando  los  caualleros  del  rey  Mares  vieron 
esta  marauilla,  y  que  no  alcancaua  hombre 
con  su  espada  que  le  pudiesse  durar,  hizie- 
ronse  afuera  con  la  mayor  contenencia  que 
pudieron.  E  ya  no  pensauan  de  ferir,  sino 
de  guardar  sus  cuerpos,  porque  no  auia  ay 
ninguno  que  no  ouiesse  pauor  de  muerte  o 
de  rescebir  toda  afrenta.  E  Artur  el  pequeño, 
quando  vio  las  marauillas  que  Galaz  fazia, 
dixo:  «Ay  Dios,  ¿que  podria  desde  honbre 
dezir?  que  por  buena  fe  no  se  cauallero  mor- 
tal que  tales  cosas  pudiesse  fazer  como  el 
haze.  E  no  se  honbre  que  se  apartasse  contra 
este;  ca  si  todos  los  caualleros  del  mundo 
fuessen  contra  este,  yo  creo  bien  que  el  los 
vencerla  todos,  e  no  podrían  durar  contra  el. 
ca  no  me  semeja  por  lo  que  ay  veo  que  el 
pudiesse  ser  lasso  e  cansado  de  ferir  en  quan 
maño  el  dia  fuesse.  E  agora  aya  mal  andanca 
si  desde  oy  mas  no  le  tengo  por  el  mejor  ca- 
uallero del  mundo  y  de  todos  aquellos  que 
nunca  truxeron  armas,  ca  bien  veo  que  lo 
meresce» . 

Cap.  GCXhYIll. —  Coi/to  el  rey  Mares  e  su 
compaña  ftíeron  desbaratados  e  fuyeron. 

Estaua  diziendo  assi  Artur  el  pequeño,  e  ma- 
rauillauase  de  las  cosas  que  le  veya  fazer,  e 
dezia  que  bieu  cuydaua  el  que  los  mejores 
diez  caualleros  del  mundo  no  podian  hazer 
lo  que  el  fazia;  e  Galaz,  que  no  era  mas  can- 
sado t[ue  quando  ay  entro,  e  traya  atan  mal 
u  los  de  Sansoña  e  a  los  de  Cornualla  con  el 
espada,  que  bien  entendieron  que  si  ay  du- 
rassen  no  fincarla  ninguno  dellos.  E  por  ende 


ouieron  a  dcxar  el  campo  a  mal  su  pesar.  E 
acogiéronse  a  las  tiendas  lo  mas  sesudamen- 
te que  pudieron;  mas  todo  esso  no  les  valia 
nada,  ca  pues  los  del  rey  Artur  vieron  que 
se  yuan  contra  las  tiendas,  echaron  em  pos 
dellos.  Y  ellos  comencaron  a  fuyr,  e  derribar 
tiendas  e  tendejones.  E  comentaron  a  fazer 
tan  gran  destruy miento  e  tan  gran  mortan- 
dad de  gente,  que  murieron  ay  mas  de  diez 
mili  caualle.Tos,  sin  los  llagados  e  feridos,  ca 
no  auia  ay  cuenta,  ca  sin  falla  grande  era  el 
pueblo  que  sobre  la  cibdad  j'azia;  y  en  tal 
guisa  como  vos  digo  fueron  muertos  e  des- 
tiuydos  caualleros  e  ricos  honbres,  e  gentes 
de  sansones  e  de  Cornualla.  Y  el  rey  Carides 
dixo  a  los  suyos:  «Catad  que  vos  no  finque 
ninguno  por  aiier  ni  por  al,  que  todos  no  sean 
muertos» .  Y  ellos  fizieron  bien  su  mandado, 
ca  assi  como  cada  vno  alean^aua  al  suyo,  assi 
le  tajaua  luego  la  cabeca,  e  todos  los  mataron 
sin  falla  sino  por  la  floresta  que  estaua  cer- 
ca, y  metiéronse  en  ella,  e  por  ende  escapa- 
ron muchos  que  no  murieron. 

Cap.  CCXLIX. —  Conio  Galax  se  partió  déla 
batalla  e  de  ws  rompañeros,  y  se  fue  su  ca- 
mino. 

Y  el  desbarata  fue  tan  grande  e  la  mortan- 
dad, que  nunca  en  el  reyno  de  Londres  ouo 
mayor,  ca  mas  ouo  ay  aquel  dia  entre  muer- 
tos e  llagados  de  cincuenta  mil  honbres;  y  el 
rey  Mares,  e  Alderec  que  lo  consejo,  fuyeron 
y  metiéronse  por  la  floresta  do  vieron  que  era 
mas  espessa.  E  assi  escaparon  de  muerte.  E 
quando  Galaz  vio  que  todos  eran  desbarata- 
dos y  que  no  aiiian  que  temer  dellos,  fuesse 
(juanto  pudo  a  otra  parte  de  la  floresta.  Y  el 
rey  Carides,  que  bien  vio  aquel  dia  las  ma- 
rauillas que  Galaz  fazia  de  armas,  e  bien  en- 
tendía que  por  el  fuera  vencida  la  batalla  de 
sus  enemigos,  (piando  lo  vio  assi  yr,  cogió  em 
puS  del  por  lo  tornar  si  pudiera  o  por  saber 
su  nombre,  e  por  lo  contar  a  los  altos  hon- 
bres del  reyno  de  Londres  las  marauillas  que 
el  fazia.  E  tanto  que  lo  alcance  a  la  entrada 
de  la  floresta,  sainólo,  e  dixolo:  «Señor  caua- 
llero, no  vos  pese  de  lo  que  os  quiero  dezir». 
«No  me  pesa,  dixo  Galaz,  dezid  lo  que  os 
plaze»;  y  el  conociólo  que  era  el  rey  Cari- 
des,  e  dixo:  «Es  gran  pecado  porque  assi  vos 
partides  de  nos  sin  fablar  con  mi  señor  el 
rey  Artur;  por  Dios,  quando  el  supiesse  que 
vos  de  aqui  partistes,  aura  gran  pesar  dello, 
e  yo  no  se  como  lo  pueda  confortar.  E  por  ende 
vos  ruego,  por  Dios  e  por  cortesía  que  en  vos 
ha,  que  vos  tornedes  comigo  por  ver  el  rey 
Artur.  que  es  el  mejor  honbre  del  mundo; 
esto  sabedes  vos.  E  cierto,  si  lo  no  fazedeSj 


¿OG 


LIBROS  DE  CABALLERÍAS 


vos  faredes  ende  gran  villanía» .  «Ay  señor, 
merced,  dixo  Galaz,  no  me  lo  digades,  que 
sabed  que  lo  no  faria  por  ninguna  cosa  del 
mundo,  ea  he  tanto  de  fazer  en  otro  lugar, 
que  no  rae  podría  detener  por  ninguna  ma- 
nera. E  ruegovos  que  me  perdonedes» .  «Cier- 
to, dixo  el  rey,  dessas  nueuas  me  pesa  de 
coraron.  E  assi  fara  al  rey  Artur  quando  lo 
supiere,  pero,  pues  no  queredes  fincar  por 
mi  ruego,  ruegovos  que  me  digades  vuestro 
nombre» ;  e  dixo  el:  «Yo  he  nonbre  Galaz>) . 
«¿ComoV  dixo  el  rey,  ¿vos  soj'S  el  que  distes 
cima  a  la  auentura  de  la  silla  peligrosa?»  «Si 
señor»,  dixo  el.  «Por  buena  fe,  vos  ouistes 
el  mas  fermoso  comien<.-o  de  r-aualleria  que 
nunca  ouo  cauallero.  E,  si  Dios  me  vala,  que 
vos  mantenedes  bien  en  lo  que  comencastes, 
y  semeja  que  el  linaje  del  rey  Yandemagus 
es  de  los  mejores  caualleros  del  mundo.  E 
paresceme  que  se  no  abiltara  por  vos.  E  ago- 
ra vos  yd  en  buena  ventura,  pues  jtvos  que- 
redes; e  Nuestro  Señor  vos  guie  e  vos  de  po- 
der de  acabar  las  auenturas  del  reyno  de 
Londres,  assi  como  vos  codiciades» .  Y  el  res- 
pondió e  dixo:  «Dios  ay  faga  su  plazer» . 

Cap.  CCL. — Como  el  rey  Artur  supo  que  por 
Galaz  fue  vencida  la  batalla. 

Después  desto  partiéronse  entre  ambos.  E 
Galaz  se  fue  por  ei  camino  por  do  vio  que  la 
tloresta  era  mas  espessa,  ca  no  queria  que 
ninguno  fuesse  em  pos  el  que  compañía  le 
ñziesse;  ca  el  queria  desde  alli  adelante  fa- 
zer sus  cauallerias  tan  encubiertamente,  (pie 
ninguno  no  ge  lo  supiesse.  Y  el  rey  Carides, 
quando  se  partió  de  Galaz,  fuesse  para  su 
L-onpafla,  que  auian  fecho  atan  gran  daño  en 
el  auer  del  rey  Mares  y  de  los  sansones,  por 
que  fueron  ricos  para  siempre  jamas.  E  la 
cibdad  quedo  mas  rica  que  ante  era.  Y''  las 
nueuas  fueron  al  rey  Artur  alli  do  yazia  lla- 
gado, que  los  del  rey  Mares  eran  vencid(xs  y 
desbaratados,  assi  que  pocos  ende  escaparon 
biuos.  Y  el  rey  fue  mucho  alegre  destas  nue- 
uas, e  dixo:  «Ay  Dios  ¿como  podria  esto  ser, 
que  los  nuestros  eran  tan  pocos  contra  los  su- 
yos, que  me  marauillo  como  los  osaron  aten- 
iler  en  (;anpo?»  «Por  Dios,  señor,  dixeron 
los  que  las  nueuas  le  trayan,  vn  cauallero 
solo  los  desbarato,  que  auentura  traxo  ay 
quando  entraron  en  la  batalla.  E  venian  con 
el  otros  caualleros,  e  sabed  por  cierto  que 
nunca  tal  cauallero  vuo  en  el  reyno  de  Lon- 
dres, quel  hazia  marauillas  quales  nunca 
honbre  vio,  ca  por  su  mano  sola  derribo  e 
mato  mas  de  setecientos  honbres».  Estonce 
el  rey  se  santiguo  de  la  marauilla  que  oyó,  e 
dixo:  «Bandito  sea  Dios  que  tal  merced  nos 


fizo,  y  verdaderamente  este  reyno  es  llama- 
do de  derecho  auenturoso;  ca  tan  grandes 
auenturas  ni  tan  grandes  marauillas  no  vie- 
nen en  otros  rey  nos  como  en  este;  e  porque 
Dios  nos  acorrió  en  tal  tienpo,  e  nos  guardo 
los  cuerpos  de  peligro  y  de  muerte,  esto  le 
deuemos  mucho  agradescer  en  nuestros  dias» . 
E  después  pregunto  quien  fuera  el  cauallero 
que  las  auenturas  e  marauillas  fazia;  y  ellos 
dixeron:  «Xos  le  dexamos  en  el  canpo,  y  el 
rey  Carides  lo  traerá,  que  fue  em  pos  del». 
«¡Ay  Dios,  dixo  el  rey,  como  so  muerto  si  no 
viene  acá!»  Y  ellos  fablando  en  esto,  entro  el 
rey  Carides  muy  alegre  de  la  buena  andanca 
que  ouiera,  e  tanto  que  lo  vio  el  rey  Artur, 
pregunto:  «¿Do  es  el  buen  cauallero  que  asi 
os  acorrió?»  «Señor,  dixo  el  rei  Carides,  assi 
Dios  me  ayude  no  quiso  quedar  eomigo  por 
ruego  que  le  fize,  ante  se  partió  de  nos  tanto 
que  la  batalla  fue  acabada;  e  después  fue  en 
pos  del  por  lo  tornar,  mas  nunca  con  el  pude, 
ca  dezia  que  auia  de  fazer  tanto  en  otro  lu- 
gar, que  no  podria  venir  eomigo,  e  luego 
se  fue  su  camino» .  «E  agora  me  dezid,  dixo  el 
rey,  ¿sabedes  como  ha  nombre?»  «Señor,  si, 
dixo  el,  el  es  Galaz,  el  buen  cauallero  auentu- 
rado  que  dio  cima  a  las  auenturas  de  la  silla 
peligrosa».  «Por  Dios,  dixo  el  rey  Artur,  ago- 
ra creo  yo  bien  que  aquel  es  el  cauallero  que 
ha  de  ser  mejor  de  los  caualleros  mejores,  ca 
mucho  me  pesa  porcjue  no  le  vi,  por  le  pre- 
guntar por  Langarote  su  padre  y  por  los  otros 
caualleros  del  rey  Yandemagus.  Agora  vos 
ruego  que  me  digades  del  rey  Mares,  si  es 
preso  o  muerto».  «Señor,  dixo  el,  no,  que 
fuyo  de  la  batalla».  «Mucho  rae  pesa,  dixo 
el  rey,  que  mas  quisiera  a  el  que  a  todos  los 
otros,  que  yo  fiziera  del  tal  justicia,  qual 
deue  ser  feclia  de  traydor»;  e  mucho  vuo  eJ 
rey  gran  pesar  porque  el  rey  Mares  ansi  es- 
capo, e  de  la  otra  parte  era  mucho  alegre  por 
la  buena  andanca  que  Dios  les  fiziera.  Y  es- 
tonce comencaron  a  fazer  gTan  fiesta  e  gran 
alegría,  como  sí  Jesu  Chrísto  decendiesse  del 
cíelo.  Y  el  rey  pregunto  sí  viniera  solo  a  la 
batalla  o  con  conpaña:  «Señor,  dixeron  ellos, 
tres  caualleros  vinieron  con  el,  que  fueron 
muy  buenos  e  passaron  mucho  afán».  «¿E 
por  do  fueron?»  dixo  el  rey  Artur.  «Señor, 
dixo  el  rey  Carides,  esso  vos  diré  yo  muy 
bien.  Sabed  que  yo  los  traxe  aquí  assi  como 
a  fuerca,  e  fizelos  leuar  a  vna  posada  por  los 
desarmar,  e  agora  serán  aquí» .  «Mucho  me 
plaze  desto,  dixo  el  rey,  ca  agora  auremos 
nueuas  de  los  caualleros  de  la  deraanda  del 
sancto  Grial» ;  y  ellos  entraron  por  el  pala- 
cio muy  ricamente  vestidos.  E  quando  el  rey- 
vio  a  su  fijo,  conociólo  luego,  e  dixole:  «Ar- 
tur. vos  seades  bien  venido».  E  Artur  finco 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


257 


los  hinojos  ante  el,  j  besóle  el  pie.  Y  el  rey 
rescibio  a  los  otros  eaualleros  muy  honrada- 
mente, j  después  assentaronse  cerca  del.  Y 
el  rey,  que  bien  conocía  a  Esclauor  el  des- 
conocido, dixole  que  mucho  fuesse  bien  veni- 
do, e  plugole  con  el,  e  dixole  que  le  pesaua 
mucho  de  la  perdida  de  sus  fijos.  «Señor, 
dixo  el,  asi  plugo  a  Nuestro  Señor  Jesu 
Christo,  mas  pues  a  el  plugo,  confortóme  con 
vn  fijo  que  me  quedo,  que  me  tengo  por  mu- 
cho contento  con  el,  ca  por  su  bondad  de  ca- 
ualleria  gana  prez,  y  es  loado  por  muchas 
partes  por  muy  buen  cauallero,  merced  aya 
Dios».  Y  el  rey  le  pregunto  por  el.  «Señor, 
dixo  el,  vedeslo  aqui  comigo».  Y  el  miro  a 
Palomades,  e  violo  tan  apuesto  e  tan  bien 
fecho,  que  era  marauilla,  e  paresciole  bien 
en  todo,  e  preguntóle  como  auia  nonbre,  y 
el  dixo  que  le  dezian  Palomades.  «Ay  Palo- 
mades, dixo  el  rey,  mucho  vos  oy  loar  de 
caualleria,  e  que  erades  mucho  buen  caua- 
llero, e  por  buena  fe  assi  lo  parescedes,  e  yo 
vos  do  la  honra  de  caualleria  sobre  todos 
aquellos  que  no  creen  en  Dios,  e  no  se  en 
ninguna  cosa  en  que  vos  aya  honbre  que  reb- 
tar,  saluo  que  no  soys  christiano,  e  por  Dios 
e  por  saluamiento  de  vos,  e  por  amor  de  mi, 
que  vos  recibays  babtismo» ;  y  el  respondió  e 
dixo:  «Señor,  no  vine  yo  acá  por  esso,  ni  esto 
no  haria  yo  agora  por  ninguna  cosa  a  la  vo- 
luntad que  agora  tengo;  mas  sabed  que  si  yo 
lo  ouiesse  de  fazer  por  honbre,  que  lo  faria 
por  vos,  ca  vos  soys  el  honbre  del  mundo  por 
.quien  yo  mas  deuia  fazer».  Y  el  í*ey  le  dixo 
otra  vez:  «Sabed  que  yo  vos  lo  ruego,  e  dar- 
vos  he  esta  cibdad  de  Camaloc,  que  es  la  cib- 
dad  de  mi  reyno  que  yo  mas  precio» .  «Se- 
ñor, por  amor  de  Dios,  dixo  Palomades,  que 
no  me  roguedes  ende,  ca  no  ha  cosa  porque 
agora  lo  hiziesse,  ca  no  me  lo  da  mi  coraron» . 
Y  el  rey  no  fablo  ende  mas,  pues  que  vio  que 
no  le  plazia,  e  después  comenco  a  demandar 
nueuas  por  los  de  la  Tabla  Redonda,  y  ellos  le 
dixeron  lo  que  ende  sabian;  e  pregunto  como 
fiziera  armas  Artur  el  pequeño,  e  dixo  el  rey 
Carides  e  los  otros  que  nunca  vieron  honbre 
que  mejor  lo  fiziesse  que  tan  poco  ouiesse 
que  fuera  cauallero.  Y  el  rey  fue  muy  alegre 
destas  nueuas,  e  dixo:  «Artur,  vos  pensad  de 
ser  bueno,  ca  vos  no  podeys  fallescer  de  vn 
rico  reyno  sy  yo  biuiere,  ca  me  parece  que 
sera  bien  enpleado  en  vos» .  Y  el  ge  lo  gradé- 
elo mucho. 

Cap.  CCLI. —  Co7no  Paloinades  se  metió  en 
la  demanda  de  la  bestia  ladradora. 

En  aquel  dia  fizieron  gran  alegría  en  Ca- 
maloc, y  el  rey  se  fue  para  el  palacio  e  los 

LIBROS    DE   CABALLERÍAS. — 17 


hombres  buenos  que  fueron  en  la  batalla,  e 
mucho  pregunto  aquel  dia  el  rey  e  la  reyna 
por  Langarote,  mas  ellos  no  supieron  ende 
nada  dezir,  e  assi  duraron  seys  dias  los  ea- 
ualleros en  casa  del  rey  Artur  y  en  Cama- 
loe,  e  después  partiéronse  dende.  Mucho  fue 
Palomades  alli  rogado  de  muchos  buenos 
hombres  que  fuesse  christiano,  mas  no  quiso, 
ante  se  fue  su  camino,  e  dixo  que  queria 
entrar  en  la  demanda  de  la  bestia  ladrado- 
ra, y  que  jamas  no  se  i)artiria  dende,  saluo 
por  muerte  o  por  conpaña  onde  le  rogassen, 
fasta  que  diesse  cima  aquella  auentura  de  la 
bestia  ladradora.  Estonce  se  partió  de  su 
padre  y  de  Artur  el  pequeño,  y  entro  en  su 
demanda. 

Mas  agora  dexa  el  cuento  de  fablar  dellos, 
e  torna  a  Galaz. 

Cap.  CCLII.  —  Como  Galaz  fallo  a  Bren  el 
negro  en  el  ahadia. 

Dyze  agora  el  cuento,  que  pues  se  partió 
del  rey  Carides,  anduuo  tanto  quanto  duro 
el  dia,  e  a  la  tarde  lego  a  vna  casa  de  orden 
de  frayles  blancos,  que  era  en  vn  valle,  e 
tanto  que  ay  llego,  los  frayles  le  rescibieron 
muy  bien  e  pensaron  del  lo  mejor  que  pu- 
dieron, e  después  preguntáronle  que  de  don- 
de venia,  y  el  dixo  que  de  Camaloc.  «Por 
Dios,  dixeron  ellos,  ¿como  va  al  rey  Artur? 
¿Puédese  tener  contra  sus  enemigos?»  «Des- 
to  vos  diré  yo,  dixo  Gralaz,  lo  que  dende  se. 
Sabe  que  el  rey  Mares  que  lo  cerco  es  desba- 
ratado el  e  toda  su  gente,  e  la  cibdad  es  des- 
cercada, e  no  pienso  que  hombre  vio  en  el 
reyno  de  Londres  tan  gran  mortandad  como 
alli  ouo,  e  vos  podeys  oyr  las  nueuas  dende 
si  a  mi  no  creedes» . 

Cap.  CCTíTTT. — De  como  los  frayles  ouieron 
gran  alegría  de  las  nueuas  que  dixo  Galaz. 

Y  ellos,  quando  oyeron  esto,  al9aron  las 
manos  contra  Nuestro  Señor,  e  dieronle  gra- 
cias por  tal  merced  que  fiziera  al  reyno  de 
Londres.  Y  después  preguntáronle  que  por 
quien  pensaua  el  que  fueron  desbaratados;  y 
el  dixo  que  por  quatro  eaualleros  que  vinie- 
ron en  ayuda  del  rey  Artur.  «¡Essa  es  gran 
marauilla!»  dixeron  ellos.  «Pues  assi  es», 
dixo  el;  e  dixeronle:  «Señor,  si  soys  de  la 
conpaña  del  rey  Mares,  ydvos  de  aqui». 
«Cierto,  señores,  ellos  quisieran  alguna  hora 
que  yo  fuera  de  su  parte,  mas  nunca  lo  fue, 
antes  les  fize  mas  de  estoruo  que  ayuda;  e 
sabed  que  yo  soy  cauallero  andante,  e  soy 
conpañero  de  la  Tabla  Redonda».  Estonce 
dixeron  ellos:   «Agora  podeys  aqui  mandar 


258 


LIBROS  DE  caballerías 


como  en  casa  del  rey  Artur,  que  sabed  que 
TOS  haremos  todo  aquel  seruicio  que  nos  pu- 
diéremos fazer» .  E  &alaz  ge  lo  agradescio 
mucho.  E  ansí  finco  Galaz  con  aquellos  fray- 
Íes,  e  a  cabo  de  vna  pie^a  llego  ay  rn  caua- 
llero  que  era  conpañero  de  la  Tabla  Redon- 
da e  auia  nonbre  Bren  el  negro,  y  era  del 
linaje  del  rey  Lac,  y  era  buen  cauallero,  e 
yuase  a  Camaloc  para  ayudar  al  rey  Artur. 

Cap.  CCLIV.  —De  como  Bren  pregunto  al 
buen  Galaz  si  fuera  en  el  desbarato  del 
rey  Mares. 

Los  frayles,  quando  supieron  que  era  ca- 
uallero andante  e  que  era  de  la  Tabla  Redon- 
da, dixeronle  las  nueuas  que  Galaz  les  dixe- 
ra  del  rey  alares.  E  quando  el  lo  oyó,  fue 
mucho  alegre,  e  dixoles:  «¿Quien  vos  dixo  es- 
tas nueuas?»  Dixeron  ellos:  «Verdad  es,  e 
avn  aqui  es  el  cauallero  que  fue  en  la  batalla 
do  el  rey  Mares  fue  desbaratado  con  toda  su 
conpaña» .  «Ay  señores,  por  Dios,  mostrád- 
melo, ca  si  el  de  casa  del  rey  Artur  fuere, 
yo  lo  conoceré  luego» .  Estonce  lo  llenaron  a 
la  cámara  do  estaña  Gralaz,  y  estaña  cansado 
del  muy  gran  afán  que  llenara  aquel  dia.  E 
quando  Bren  el  negro  entro,  leuantose  Galaz 
a  el,  ca  bien  lo  conocia  que  era  cauallero  an- 
dante, e  assentolo  cerca  de  si.  «Señor,  dixo 
el  cauallero,  dezidme  si  f uestes  en  el  desba- 
rato del  rey  Mares».  «Si,  cierto,  dixo  Galaz. 
Yo  lo  vi  oy  en  este  dia  desbaratar  a  el  e  a  toda 
su  conpaña;  e  sabed  que  los  del  rey  Artur 
que  ganaron  gran  honra  e  gran  riqueza.» 
«¿Y  el  rey  Mares  es  muerto?»  dixo  Bren. 
«Cierto  no,  dixo  Galaz,  que  fuj'o  a  la  flores- 
ta e  yo  no  estuue  ay,  mas  después  vi  que 
eran  desbaratados» .  «¿E  quien  soys  vos?»  dixo 
Bren.  «Yo  soy  vn  cauallero  andante,  e  soj^de 
casa  del  rey  Artur,  mas  de  mi  nonbre  no 
podeys  agora  saber  mas» .  Y  Bren  no  le  pre- 
guntó ende  mas,  pero  todavía  paro  mientes 
en  que  le  jDarescia  que  lo  viera  otra  vez, 
mas  no  se  podia  nenbrar  quando  ni  donde 
lo  viera;  ni  Galaz  no  le  pregunto  nada  de  su 
fazienda,  porque  no  preguntasse  el  de  la 
suya. 

Cap.  CCLY. — Como  el  rey  Mares  llego  al 
abadía  do  era  Galaz  y  Bren  el  negro. 

Ellos  assi  fablando  en  esto,  estaña  muy 
alegre,  llego  el  rey  Mares,  con  .x.  caualleros 
que  escaparon  del  desbarato,  llagados  y  mal- 
trechos, que  lo  alcauQaron  en  la  floresta  e 
lo  agardaron  quanto  mejor  pudieron,  e  para 
ayudarlo  si  alguno  lo  acometiesse  por  auen- 
tura.  Y  quando  el  rey  Mares  se  apeo,  pre- 


guntaron los  frayles  a  su  conpaña  del  rey: 
«Señores,  ¿donde  soys  vos?»  Y  ellos  dixeron: 
«Señores,  nos  somos  del  reyno  de  Londres, 
e  venimos  de  Camaloc».  «¿E  que  nueuas 
traeys?  dixeron  ellos.  ¿Es  verdad  que  el  rey 
Mares  fue  desbaratado?»  «Si,  dixeron  ellos, 
verdaderamente  lo  sabed» .  « ¡  Bien  seays  vos 
venidos,  dixeron  los  frayles,  e  benditas  sean 
tales  nueuas!»  E  después  descendieron,  e 
leñáronlos  a  vna  cámara  por  los  desarmar  e 
pensar  de  las  llagas;  e  después  los  leñaron  a 
otra  cámara,  mas  no  do  estaña  Galaz  e  su  con- 
pañero. E  quando  ellos  oyeron  dezir  que  alli 
auia  caualleros  de  casa  del  rey  Artur,  ouie- 
ron  ¡Dauor  de  ser  conoscidos.  E  por  ende  se 
encubrieron  lo  mejor  que  pudieron.  E  quan- 
do comeuQO  a  anochescer.  aniño  que  el  rey 
Mares  passo  ante  la  cámara  do  estaña  Galaz 
e  su  conpañero,  e  paro  mientes  contra  den- 
tro, e  vio  el  escudo  de  Galaz  colgado  de  vn 
estelo.  E  quando  vio  el  escudo  blanco  e  la  cruz 
bermeja,  conoscio  que  aquel  era  el  escudo 
que  fuera  mucho  temido  en  la  batalla,  y  des- 
pués mostrólo  a  sus  conpañeros,  e  dixoles: 
«¿Conosceys  vos  aquel  escudo?»  «Si,  ¡íor  bue- 
na fe,  dixeron  ellos,  e  maldito  sea  el  caua- 
llero que  le  trae,  ca  el  solo  nos  venció». 
«Agora  me  dezid  lo  que  podríamos  ay  fazer, 
que  no  ha  cosa  en  el  mundo  a  quien  de  me- 
jor mente  fiziesse  matar,  ca  quantos  en  el 
mundo  son  nunca  me  fizieron  tanto  mal 
como  el  solo  oy  me  fizo ,  y  se  que  es  el  vno 
de  aquellos  anlDos,  mas  no  se  qual» .  «Señor, 
dixeron  ellos,  no  vos  podeys  ende  vengar 
tan  bien  como  agora,  ca  si  nos  tomamos  nues- 
tras armas  e  ymos  a  ellos,  agora  que  son 
desarmados,  matarlos  hemos».  «No  assi,  di- 
xo el  rey,  ca  seria  gran  mal  estanca  de  nos, 
mas  yo  me  vengare  bien  en  otra  manera  de- 
llos,  tal  hora  que  sepa  qual  es.  Agora  vaya  el 
vno  de  vos  y  pregunte  qual  es  el  señor  de 
aquel  escudo  blanco  e  la  cruz  bermeja».  Vn 
cauallero  fue  luego,  y  entro  en  la  cámara  do 
estaña  y  pregunto  como  el  rey  mando;  es- 
tonce respondió  Galaz:  «Señor  cauallero, 
mió  es  el  escudo,  e  lo  traeré,  ¿por  que  lo  pre- 
guntays?»  «Porque  os  querría  conoscer,  dixo 
el  cauallero,  ca,  si  Dios  me  ayude,  por  cono- 
cer honbre  tal  cauallero  como  vos,  sienpre 
valdrá  mas  por  ende.  Ca,  ansi  Dios  me  ayu- 
de, vos  soys  el  mejor  cauallero  del  mundo». 
E  Galaz  vno  gran  vergüenza  quando  vio  que 
assi  lo  loaua,  e  callosse,  que  no  le  dixo  mas. 
Y  el  cauallero  se  torno  contra  su  señor,  e 
contogelo  todo.  «Agora  vos  callad,  dixo  el 
rey,  ca  yo  vos  vengare,  e  le  fare  muerte 
mala  morir.  Mas  la  venganza  no  sera  tan 
grande  como  el  meresce,  ca  confundió  a  mi 
e  todos  los  honbres  buenos  que  ay  se  acer- 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


259 


taron,  e  si  cient  caualleros  tales  como  el 
fuessen  por  esto  muertos,  no  podría  ser  ven- 
gado». E  assi  dixo  el  rey  Mares,  e  assi  lo 
pensó  fazer,  mas  no  quiso  Dios.  E  Galaz  era 
llagado  do  muchas  lanyadas  grandes  e  pe- 
queñas, mas  ninguna  no  auia  ay  mortal.  E  su 
conpañero  Bren,  mal  llagado  de  vna  batalla 
en  que  fuera;  e  por  ende  vino  el  rej^  Mares 
a  ellos,  e  dixo  a  Galaz:  «Señor  cauallero, 
¿vos  soys  mal  llagado?»  «No  soy,  dixo  el, 
merced  a  Dios,  que  no  he  mal  por  que  dexe 
de  hazer  mi  jornada  e  avn  de  manparar  mi 
cuerpo  si  menester  fiziere» .  «Yo  por  vuestro 
bien  vos  lo  digo,  dixo  el  rey  Mares,  y  que 
vos  verna  bien  de  mi  venida  si  vos  quisier- 
des,  ca  traygo  vna  tal  melezina,  que  no  ha 
hombre  en  el  mundo,  que  no  sea  de  muerte, 
que,  si  la  beuiere.  que  no  sea  ende  sano  lue- 
go a  cabo  de  tercero  dia ;  y  esta  vos  daré  si 
os  plaze,  a  vos  e  a  vuestro  conpañero ,  que 
tanto  vos  oy  loar  de  caualleria,  que  seria 
deslealtad  todo  aquel  que  no  quisiesse  vues- 
tro bien  e  vuestra  salud»;  e  Galaz,  que  bien 
pensó  que  ge  lo  dezia  por  su  pro,  agradecio- 
gelo  mucho. 

Cap.  CCLAT;. —  Como  Galaz  se  armo^  y  fue 
a  jveguntar  que  qual  era  el  rey  Mares. 

G-alaz,  quando  lo  ouo  bien  beuido,  echóse, 
e  fizo  sus  oraciones,  e  durmióse  luego;  y  el 
estando  assi  durmiendo,  vino  a  el  vn  honbre 
tan  fermoso  que  era  marauilla,  e  dixole: 
«Galaz,  fijo  de  sancta  yglesia  y  verdadero 
cauallero  de  Jesu  Christo,  porque  tu  sirues  tan 
bien  e  tan  lealmente  aquel  que  te  fizo  el  me- 
jor cauallero  e  de  mejor  donayre  que  a  otro 
ninguno  que  honbre  sepa,  por  ende  te  auino 
tan  bien  que  no  ha  honbre  en  el  mundo  que 
beuiesse  lo  que  tu  beuiste  que  no  muriesse» . 
«Señor,  dixo  Galaz,  ¿como  puede  esto  ser?» 
«Yo  te  lo  diré,  dixo  el.  Sepas  que  el  rey  Ma- 
res te  dio  anoche  mortal  ponQoña  a  ti  e  a  tu 
conpañero  en  lugar  de  melezina ,  e  pareció 
en  tu  conpafiero,  mas  no  en  ti,  por  la  santa 
vida  que  tu  fazes,  e  tu  lo  hallaras  assi,  e  a  tu 
escapaste  por  el  alto  maestro  que  te  fallo  a 
buena  vida» .  Y  esto  dezia  el  honbre  bueno  a 
Galaz  durmiendo,  e  no  despertó  por  ende, 
ante  durmió  fasta  la  boz  que  lo  despertó,  y 
encomendóse  a  Dios,  e  fizo  sus  oraciones 
e  sus  preces.  E  después  fuesse  a  Bren  por  ver 
si  era  verdad  lo  que  la  boz  le  dixera.  E  quan- 
do llego  a  el,  quísolo  despertar,  mas  esto  no 
podia  ser,  ca  era  muerto  pieca  auia,  e  dixo 
con  gran  pesar:  «¡Ay  sancta  Maria,  que  gran 
traycion  e  aleuosia  ha  fecho  el  rey  Mares! 
¡Ay  quantas  malas  obras  has  fechas  e  comen- 
tadas!» Estonce  tomo  sus  armas  el  solo  lo 


mejor  que  pudo,  y  tomo  su  espada  de  la  es- 
traña  cinta,  e  después  abrió  las  puertas  e  vio 
que  era  bien  de  dia;  tornóse  a  Bren,  e  fallólo 
amarillo  e  negro,  e  tan  finchado  que  era  ma- 
rauilla, e  dixo:  «¡Ay  Dios,  como  ha  fecho 
gran  maldad  quien  tal  muerte  vos  ha  fecho 
morir!»  Y  desque  esto  ouo  dicho  salió  de  la 
cámara  e  fuesse  para  do  estaua  el  rey  Mares, 
e  fallólo  que  se  leuantaua  el  e  sus  conpañe- 
ros, que  se  querían  armar,  e  Galaz,  que  no 
conoció  al  rey,  saco  el  espada,  e  dixo:  «¡De- 
zidme  qual  de  vosotros  es  el  rey  Mares,  si 
no  yo  juro  a  Dios  que  no  escape  ninguno  de 
vosotros!»  Y  ellos,  que  vieron  que  aquel  era 
el  buen  cauallero  que  en  la  batalla  fiziera  las 
marauillas  grandes,  ouieron  pauor  de  muer- 
te, ca  bien  sabian  que  por  ser  dos  tantos  que 
los  venciera,  y  que  no  se  podrían  defender 
del;  e  por  esto  todos  dixeron  que  no  querían 
muerte  de  su  señor,  e  dixeron:  «Señor  caua- 
llero, no  sabemos  nada  del  rey  Mares,  que 
sabed  que  no  es  aquí».  «Esto  no  es  nada, 
dixo  Galaz,  que  dezír  os  conuiene,  si  no  to- 
dos soys  muertos» .  Y  después  dexose  correr 
a  ellos,  e  díole  tal  golpe  de  trauíesso  al  vno 
dellos,  que  lo  fizo  caer  en  tierra  todo  atordi- 
do;  e  dixo:  «Dezid  ayna  qual  de  vosotros  es 
el  rey  Mares,  si  no  yo  fare  de  vosotros  como 
deste» . 

Cap.  CCLYIT. — Gomo  Galaz  amenazo  al  rey 
Mares.,  y  le  dixo  que  fiziera  traycion . 

Yno  dellos,  quu  no  amaua  al  rey  Mares, 
quando  vio  este  golpe,  vuo  pauor  de  muerte, 
e  dixo:  «Señor  cauallero,  desque  vos  dixere 
qual  es  ¿aure  pauor  de  muerte?»  «Cierto,  di- 
gote  que  no  temas  de  mi ,  e  yo  te  asseguro» ; 
e  después  dixole  luego  qual  era.  E  Galaz  se 
fue  para  el,  su  espada  sacada,  e  dixole:  «¡Ay 
rey  Mares,  falso  e  traydor!  ¿Que  te  fizo  mi 
compañero,  por  que  lo  mataste,  e  a  mi  diste 
la  ponzoña  por  me  matar  anoche?  Por  esta 
razón  falsa  que  tu  as  comentada  eres  muerto, 
que  si  no  Dios  no  te  puede  al  guarecer  de 
muerte,  si  no  te  otorgas  ante  estos  tus  hon- 
bres  e  ante  estos  frayles  que  fezíste  traycion, 
e  aleuosia» .  E  después  alQO  la  espada,  e  fizo 
senblante  que  le  quería  tajar  la  cabera.  Y  el 
rey  Mares,  que  verdaderamente  pensó  ser 
muerto,  echóse  de  hinojos  ante  el,  e  dixole: 
«¡Ay  señor,  merced,  e  no  me  mateys,  que  no 
ay  cosa  que  yo  no  faga  por  vos  emendar  el 
yerro  que  vos  hize!»  «Cierto,  dixo  Galaz,  esto 
no  es  nada,  que  a  dezír  vos  conuiene  la  des- 
lealtad que  fezístes,  e  sí  fallare  en  mi  coragon 
que  vos  dexe,  dexarvos  he,  e  si  no,  darvos 
he  el  galardón  de  la  aleuosia  que  fezístes» .  E 
quando  el  rey  Mares  vio  que  le  conuenia  de- 


260 


LIBROS  DE  caballerías 


zir,  dixo:  «¡Ay  buen  caiiallero,  merced,  que 
yo  me  meto  ea  vuestras  manos,  e  fazed  de 
mi  lo  que  vos  quisierdes,  ca  yo  fare  quanto 
mandardes!»  Estonce  embio  Galaz  por  los 
frayles,  e  desque  fueron  ayuntados,  dixoles: 
«Señores,  veys  aqui  el  rey  Mares  que  vos  aqui 
anoche  albergastes,  e  vos  no  lo  sabedes  que 
vos  falsaron,  ca  dixeronque  eran  del  reyno  de 
Londres;  y  este  que  vos  auedes,  fizo  anoche 
vna  gran  traycion,  que  mato  vn  cauallero  que 
era  conpañero  de  la  Tabla  Redonda,  e  quiso 
matar  a  mi,  sino  que  no  quiso  Dios;  e  yo 
quiero  que  os  diga  como  lo  fizo.  Y  después  si 
fallare  en  corar-on  que  lo  mate,  fazerlo  he,  e 
si  no,  no» .  E  quando  los  caualleros  e  los  fray- 
les esto  vieron,  marauillaronse,  ca  no  pensa- 
uan  que  tal  hombre  como  el  rey  Mares  matas- 
se  a  ningún  hombre  a  traición. 

Cap.  CCLViil.  —  Como  el  rey  Mares  conoció 
que  quería  matar  a  Galaz  con  ponzoña. 

Galaz  dixo  estonce:  «Rey  Mares,  dezid  ago- 
ra como  fue,  e  no  mintays  nada,  ca  bien  sa- 
bed que,  si  mentierdes,  vos  soys  muerto» .  Y 
el,  con  gran  pauor  de  muerte,  comen90  a  de- 
zir  todo  como  le  conteciera  e  como  el  cuento 
lo  ha  deuisado,  e  dixo:  «Nunca  de  cosa  del 
mundo  tanto  me  marauillo  como  no  moristes 
asi  como  vuestro  conpañero,  que  no  pense 
que  cosa  del  mundo  vos  pudiesse  escapar  de 
muerte».  E  después  que  lo  vuo  todo  dicho, 
dixo  Galaz:  «Yo  nunca  quise  matar  a  lionbre 
a  mi  grado;  enpero,  nunca  vi  ni  pense  que 
honbre  viesse  a  honbre  que  mejor  meresciesse 
la  muerte  que  vos;  maguer  yo  no  vos  mata- 
re, ni  dexare  por  duelo,  ni  por  amor  de  vos, 
mas  dexovos  por  amor  de  Nuestro  Señor  Jhesu 
Christo,  que  deste  peligro  e  de  otros  muchos 
me  a  guardado  su  merced.  Mas,  maguer  que 
yo  vos  dexe  agora,  no  se  oluidara  esta  tray- 
cion a  Nuestro  Señor  Dios,  antes  vos  dará  el 
galardón,  como  ha  aquel  que  haze  traycion; 
e  agora  vos  yd  por  do  quisierdes  con  vuestros 
hombres,  que  yo  no  quiero  mirar  a  vuestra 
deslealtad,  e  demás  que  yo  no  deuo  meter 
mano  en  rey  fueras  para  defender  mi  cuerpo 
o  a  mi  señor  natural,  ca  avnque  tu  eres  des- 
leal, no  queda  por  esso  que  no  seas  rey,  y 
esto  es  muy  grande  verguen9a  para  ti  e  para 
todos  quantos  reyes  ay  en  el  mundo» . 

Cap,  CCLIX. — De  como  el  escudero  deman- 
do sus  armas  a  Galaz  y  que  ge  las  lleuaria. 

Y  quando  el  rey  Mares  oyó  estas  nueuas, 
fue  muy  alegi-e,  e  tomo  luego  sus  armas,  e 
armóse,  e  fuesse  con  sus  hombres.  Y  desque 
se  partió  de  alli,  metióse  por  la  floresta  por 
do  vio  que  era  mas  espessa,  ca  gran  miedo 


auia  que  se  toparla  con  algunos  caualleros 
de  los  de  la  demanda  del  sancto  Grial  que  le 
farian  algún  mal.  E  Galaz,  que  quedo  con 
los  frayles,  muy  sañudo  porque  muriera  su 
conpañero,  maldixo  al  rey  Mares  e  a  toda  su 
compaña,  e  dixo  que  le  diera  Dios  el  galar- 
dón que  merescia  por  su  gran  deslealtad.  Y 
después  tomo  a  su  compañero,  e  fizólo  sote- 
rrar- lo  mas  honradamente  que  pudo,  e  fizo 
fazer  sobre  la  tumba  vnas  letras  que  dezian 
como  le  matara  el  rey  Mares  a  traycion.  E 
sabed  que  los  frayles  touieron  esto  por  fer- 
moso  miraglo,  porque  entonce  vuo  mudado 
el  abadia  de  Yter  Padragon  porque  la  hiziera 
el,  y  después  que  ouo  cobrado  el  nonbre  que 
le  dixeron  la  marauilla  de  Galaz,  e  avn  assi 
es  llamada  e  sera  siempre  jamas.  E  todo 
aquel  dia  estuuo  alli  Galaz,  e  otro  dia  por  la 
mañana  salió  dende,  e  metióse  por  el  gran 
camino,  e  anduuo  todo  aquel  dia  sin  auen- 
tura  faÚar  que  de  contar  sea,  saluo  que  con- 
tra la  tarde  le  auino  que  le  alcanqo  vn  escu- 
dero e  saluolo,  e  Galaz  a  el.  E  dixo  el  escu- 
dero: «Señor  cauallero ,  la  calentura  faze 
muy  grande,  e  vos  andays  muy  cargado  de 
armas,  e  yo  vos  ruego,  si  a  vos  plaze,  que 
tomeys  de  mi  seruicio,  e  que  me  deys  vues- 
tro escudo  e  vuestra  lanca  que  vos  traedes, 
e  vuestro  yelmo,  e  leuarvoslo  he,  e  andare- 
des  mejor,  sy  vos  plaze».  E  Galaz  ge  lo  dio, 
porque  le  cuytaua  mucho  la  siesta. 

Cap.  CCLX.  —  Como  el  escudero  maltruxo  a 
Galaz  i^orque  no  quiso  justar  con  el  ca- 
uallero. 

Desque  le  ouo  dado  sus  armas,  fueronse 
por  su  camino  andando  e  fablando  de  mu- 
chas cosas.  E  Galaz  le  pregunto  donde  era; 
el  le  dixo:  «Señor,  yo  soy  fijo  de  Froyla, 
principe  de  Alemana,  que  tenia  a  Gauna  por 
mandado  de  los  romanos,  e  matólo  el  rey 
Artur  ante  la  cibdad  de  Paris,  quando  lo 
cerco,  y  estonce  naci  yo,  e  fuy  en  aquella 
tierra  fasta  agora;  y  el  otro  dia  por  pasciia 
vue  sabor  de  venir  acá,  porque  esta  tierra 
es  nonbrada  de  caualleria  mas  que  otra;  y 
pense  en  mi  coraQon  que  siruiria  algún  hon- 
bre bueno  que  me  fiziesse  cauallero,  ca  tan 
alta  orden  como  caualleria  no  la  querría 
tomar  sino  de  mano  de  honbre  bueno». 
E  Galaz  se  callo  entonce,  e  anduuieron  am- 
bos fasta  hora  de  vísperas,  que  llegaron  a  vn 
castillo  muy  fermoso  que  estaua  en  vn  llano, 
e  Galaz  tomo  su  yelmo  y  enlazólo,  e  fueron- 
se llegando  al  castillo,  y  ellos  que  estañan 
cerca,  vieron  de  la  otra  parte  tres  caualleros 
que  venian  ay  aluergar  al  castillo.  E  sabed 
que  estos  eran  hermanos  de  Galuan,  y  el  es- 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


261 


cudcro  que  los  vio,  dixo  a  Galaz:  «Señor 
cauallero,  aqui  vienen  tres  caualleros  muy 
buenos».  «¿Y  que  sabes  tu?»  dixo  Gralaz.  «Yo 
lo  se,  dixo  el  escudero,  ca  son  hermanos  de 
Galuan»  ;  e  nonbrolos,  que  era  el  vno  Ga- 
riete,  y  el  otro  Agrauayn,  y  el"  otro  Morde- 
rec.  «Bien  lo  pienso,  dixo  Galaz,  que  son 
buenos  caualleros».  Y  ellos  assi  fablando, 
Agrauayn,  que  era  muy  orgulloso,  dio  bozes 
a  Galaz,  e  dixo:  «Señor  cauallero,  guardad- 
vos  de  mi,  que  a  justar  os  conuiene  comigo» . 
«Señor,  dixo  el  escudero  a  Galaz,  guardad- 
vos».  «No  plega  a  Dios,  dixo  Galaz,  que  yo 
tome  armas  contra  el».  «¿Como?  dixo  el 
escudero,  ¿no  defeuderedes  vuestro  cuerpo?» 
«No» ,  dixo  el.  «Agora  me  de  Dios  mala  ven- 
tura, dixo  el  escudero,  si  yo  nunca  oy  dezir 
de  tan  couarde  lionbre  como  vos,  e  muy  mal 
defendedes  a  mi  si  me  acaeciesse,  como  a 
vos  no  defendedes;  e  por  la  gran  maldad 
que  en  vos  veo  no  vos  quiero  mas  fazer  ser- 
uicio,  y  de  quanto  vos  he  fecho  me  tengo  por 
mal  andante» .  Y  estonce  echo  la  lanca  y  el 
escudo  en  tierra,  e  dixo  con  gran  saña:  «Ca- 
uallero, agora  vos  yd  a  lo  mejor  que  pudier- 
des,  ca  assi  Dios  me  ayude,  nunca  a  tan  mal 
cauallero  serui,  e  nunca  seruire  de  oy  mas  a 
cauallero  fasta  que  vea  su  bondad  o  su  mal- 
dad». Estonces  aguijo  su  cauallo,  e  partióse 
del ,  e  fuesse  para  Agrauayn ,  diziendole: 
«Tornad vos,  señor  cauallero,  e  no  deys  nada 
por  el,  que  el  se  conosce  agora  que  no  vos  osa- 
ra atender  ajusta»;  e  Agrauayn  estuuo  que- 
do, e  dixo:  «Pues  el  dexa  de  justar  por  co- 
uardia,  yo  no  lo  acometeré  por  ninguna  ma- 
nera». Y  estonce  se  torno  a  sus  hermanos,  e 
contoles  como  le  auiniera,  y  ellos  se  comen- 
Qaron  a  reyr  dello,  e  dixeron:  «Atendámoslo 
aqui  y  veremos  quien  es» .  Estonce  le  aten- 
dieron fasta  que  llego  a  ellos,  e  sainólos,  y 
ellos  a  el,  e  dixeron  que  do  quería  albergar 
aquella  noche.  «En  este  castillo,  dixo  el,  si 
fallare  posada,  e  mañana  tomare  mi  cami- 
no»; y  el  escudero  dixo:  «Cierto,  señor  caua- 
llero, vosandades  pobremente,  pues  aueys  de 
traer  vuestro  escudo  e  vuestra  langa,  que  no 
lo  hazen  assi  los  caualleros  de  pro» ;  y  el  dixo: 
«Amigo,  no  es  cauallero  andante  quien  de 
grado  no  anda  sin  conpaña» .  E  Gariete,  que 
era  muy  cortes,  dixo  a  sus  hermanos:  «Vaya- 
mos juntos,  eno  nos  riamos  deste  cauallero, 
ca  por  ventura  es  mejor  que  nos  pensamos». 

Cap.  CCLXI. — Como  Agrauayn,  e  Gariete, 
e  Morderec,  despreciaron  a  Galaz. 

En  tanto  llegaron  a  la  entrada  del  castillo, 
y  ellos  que  querían  entrar  dentro,  vieron 
salir  del  castillo  quatro  caualleros  armados. 


que  les  dixeron:  «Caualleros,  a  justar  vos 
conuiene ,  si  aqui  queredes  albergar»  .  E 
quando  Gariete  oyó  esto,  fue  ferir  al  vno  tal 
golpe,  que  dio  con  el  en  tierra,  e  Agrauayn 
al  suyo,  e  Morderec  al  tercero,  e  fueron  tan 
mal  llagados,  que  no  se  pudieron  leuantar. 
E  Galaz,  que  esto  vio,  pensó  que  eran  muer- 
tos, e  vuo  ende  muy  gran  j)esar,  e  vuo  mie- 
do qiie  si  el  fuesse  herir  al  quarto  que  lo 
matarla;  e  porque  el  no  auia  sabor  de  matar 
a  ninguno,  dixole:  «Señor  cauallero,  vos 
vedes  bien  como  va  a  vuestros  conpañeros, 
e  si  fizierdes  como  sesudo,  dexai-oys  la  jus- 
ta»; e  aquel  era  buen  cauallero,  e  dixo:  «Se- 
ñor, yo  justar  querría,  mas  maguer  que  lo 
he  a  coracon,  si  vos  queredes,  dexare  la 
justa».  «Dexarvos  quiero,  dixo  Galaz,  ca  yo 
pienso  bien  que  desta  justa  no  verna  bien  a 
vos  ni  a  mi» .  Y  el  cauallero  dexo  la  langa  e 
comentóse  a  sonrreyr,  ca  bien  pensó  que  de- 
xara  la  justa  por  couardia.  Estonce  comen- 
garon  a  reyr  los  tres  hermanos  e  a  fazer 
escarnio  del,  e  dixeron  que  ciertamente  quel 
era  el  mas  couarde  cauallero  que  nunca  tru- 
xera  armas,  y  entraron  en  el  castillo,  e  a  la 
entrada  fue  todavía  nonbrado  su  nonbre.  E 
quando  Morderec  oyó  dezir  que  aquel  que 
con  ellos  yua  auia  nonbre  Galaz,  santiguóse 
de  la  marauilla  que  ende  vuo,  e  dixo  a  sus 
hermanos:  «El  buen  cauallero  que  ha  de  dar 
cima  a  las  auenturas  del  rey  no  de  Londres, 
ha  este  nonbre,  Galaz,  e  trae  el  escudo  como 
este,  y  es  desta  edad,  e  avn  puede  ser  que 
es  este» .  Estonce  dixo  Agrauain:  «Verdade- 
ramente creo  que  no  es  este,  que  muchos 
caualleros  han  nonbre  Galaz  e  traen  sus 
armas  de  vnas  señales» ;  e  los  dos  se  otorga- 
ron con  el.  Y  assi  fablando  se  fueron,  fasta 
que  llegaron  a  la  mayor  fortaleza,  e  descen- 
dieron ay;  e  sabed  que  fueron  ay  bien  resci- 
bidos  los  tres  hermanos  quando  supieron  de 
qual  linage  eran,  mas  sabed  que  Galaz  fue 
ay  muy  poco  honrrado  e  mal  seruido,  e  no 
vuo  ay  tal  que  no  lo  despreciasse,  e  que  no 
pensasse  que  dexaria  la  justa  por  couardia; 
empero,  tanto  como  lo  vieron  como  era  bien 
fecho  e  fermoso,  dixeron  que  mucho  era  gui- 
sado, e  que  gran  pecado  íiziera  Dios  en  me- 
ter en  tan  guisado  cuerpo  tanta  couardia,  e 
que  mas  deuiera  ser  llamado  el  guisado  co- 
uarde, que  no  Galaz,  como  el  mejor  caualle- 
ro del  mundo.  Y  Agrauain  dixo:  «Si  es  lla- 
mado Galaz ,  no  os  marauilledes ,  ca  assi 
muchas  maneras  son  llamadas  vnas  como 
otras;  e  no  puede  ser  que  alguna  no  aya  ay 
mala;  ca  muchos  caTialleros  son  llamados 
Galaz,  e  ay  buenos  e  malos.  Y"  bien  assi  como 
Galaz,  el  que  ha  de  dar  cima  a  las  auen- 
turas del  reyno  de  Londres,  es  el  mejor  ca- 


262 


líbeos  de  caballerías 


uallero  del  mundo,  assi  es  este  Gralaz  el 
peor  y  el  mas  couarde  de  quantos  han  nom- 
bre Galaz». 

Cap.  CCLXII. — Como  la  donxella  del  castillo 
maliraya  a  Galaz. 

Destas  palabras  comenQaron  todos  a  reyr, 
saluo  Galaz,  que  los  tenia  por  aleuosos  y  en- 
bidiosos,  e  dixeron  todos  que  muy  bien  di- 
xera  Agrauayn.  Y  aquella  tarde,  desque 
se  assentaron  a  comer,  paróse  vna  donzeUa, 
e  comencolo  de  mirar,  e  desque  lo  vuo  mira- 
do, dixo:  «Cauallero,  ¡quanto  os  deue  pesar 
porque  soys  tan  fermoso  e  tan  malo,  y  mal- 
dita sea  la  beldad  que  en  tan  mal  cuerpo 
como  el  vuestro  fue  a  entrar!»  E  Galaz  se 
comenco  a  sonre^T  ya  quanto  sañudo,  e  di- 
xole:  «Por  buena  fe,  donzella,  no  me  paresce 
que  vos  aueys  buena  razón  por  esto  dezir, 
que  aun  no  creo  que  vos  vistes  nunca  en  mi 
cosa  por  que  me  deuiessedes  tan  mal  traer» . 
Y  ella  dixo:  «Cierto,  verdad  es  que  yo  no 
vi  en  vos  ninguna  cosa  por  que  os  deuiesse  de 
desalabar,  mas  quantos  aqui  son  dizen  tanto 
mal  de  vos,  qi;e  yo  no  puedo  sufrir  que  no 
os  lo  diga».  «Donzella,  dixo  el,  assi  Dios  os 
ayude,  dezirme  vna  cosa:  ¿Si  yo  fuesse  tan 
buen  cauallero  como  S03"  hermoso,  que  diria- 
des  vos  ay?»  «Assi  Dios  me  ayude,  dixo  ella, 
yo  diria  que  vos  soys  el  mejor  cauallero  del 
mundo,  ca  sin  falta  vos  soys  el  mas  fermoso 
que  yo  nunca  vi,  e  pues  contra  esto  soys  mas 
que  malo,  no  vos  fagays  despreciar  e  confun- 
dir» .  Y  el  se  callo  muy  vergonzoso  de  lo  que 
la  donzella  le  dezia. 

Cap.  CCLXin. — Cotno  Gariete,  e  Agrauayn, 
e  Morderec,  supiero7i  por  Gálax  que  el  rey 
Artur  era  descercado. 

Mucho  fablaron  los  vnos  e  los  otros  de  Ga- 
laz, mas  no  de  su  honra  ni  de  su  bien;  y  el 
sufriólo  todo  muy  bien,  que  no  quiso  respon- 
der a  nada,  ca  el  era  mas  sofrido  e  mas  me- 
surado que  otro  cauallero  alguno  que  hombre 
supiesse,  e  demás  que  no  se  queria  tomar 
con  ellos,  porque  eran  conpañeros  de  la  Mesa 
Redonda,  ca  si  lo  fiziesse  a  su  voluntad,  sino 
por  defender  su  cuerpo,  seria  perjurado,  e 
quebrantarla  su  omenaje.  Y  por  esso  se  su- 
frió aquella  noche  tan  bien,  que  no  quiso  res- 
ponder a  ninguna  cosa  que  le  dixessen.  Y 
pues  le  ouieron  hecho  su  lecho,  e  tan  bueno 
como  el  de  los  otros,  mato  el  las  candelas,  que 
no  auia  por  costunbre  de  se  echar  ante  que 
hiziesse  su  oración,  y  estuuo  la  mayor  parte 
de  la  noche  de  ynojos  faziendo  su  oración, 
que  Nuestro  Señor  Dios  le  dexasse  fazcr  ta- 


les cosas  en  aquella  demanda,  que  fuessen  a 
honra  de  Dios  e  saluamiento  de  su  anima,  e 
pro  del  reyno  de  Londres.  Y  otro  dia  de  ma- 
ñana, leuantose  y  fuesse  a  vna  capilla  que 
estaua  ay  cerca,  e  oyó  missa  de  Santa  Maria, 
e  después  tornóse  al  palacio,  e  tomo  sus  ar- 
mas, e  fallo  a  los  otros  que  se  armauan  para 
yr,  e  desque  todos  fueron  armados,  despidié- 
ronse de  los  del  castillo,  e  salieron  por  la 
puerta  por  do  entraron,  e  fueronse  su  cami- 
no. E  Galaz  les  pregunto  a  los  otros  a  qual 
parte  querían  yr.  «Para  Camaloc,  dixeron 
ellos,  al  rey  Artur,  que  nos  dixeron  que  lo 
tiene  cercado  el  rey  Mares» .  «No  vos  cale  de 
yr  alia,  dixo  Galaz,  por  essa  razón,  ca  sabed 
que  el  rey  Mares,  con  todos  los  de  Sansoña, 
es  desbaratado,  e  toda  su  gente  muerta,  y  el 
rey  Artur  descercado;  e  yo  mismo  fue  en  el 
desbarato,  e  le  fize  mas  estoruo  que  ayuda». 

Y  quando  ellos  oyeron  estas  nueuas,  ouieron 
tan  gran  alegría,  que  no  lo  pudieron  creer; 
e  después  preguntáronle  quando  fuera  aquel 
desbarato,  y  el  dixoles  el  dia  que  fuera,  y 
ellos  dixeron:  «Ay  señor,  por  Dios,  que  no 
nos  lo  fagays  creer  si  no  es  verdad,  ca  nos 
confundiriades  malamente  por  ay».  «Yo  os 
juro  sobre  mi  fe  que  vi  al  rey  Mares  desba- 
ratado, e  al  su  j)ueblo  muerto  ante  la  ciudad 
de  Camaloc,  e  vos  lo  creeys  o  no,  no  os  po- 
dría ay  al  fazer» .  Y  quando  ellos  esto  oye- 
ron, bendixeron  a  Dios,  e  dixeron:  «Pues  assi 
es,  nos  a  Camaloc  no  auemos  a  que  yr,  ca  no 
auemos  fecho  nada  en  esta  demanda» .  «Cier- 
to, dixo  Morderec,  verdad  dezis,  e  por  ende 
os  ruego  que  vos  torneys  a  vuestra  demanda» ; 
e  los  otros  lo  otorgaron  assi. 

Cap.  CCLXIY.  —  Como   Galaz  se  partió  de 
los  tres  hermanos  c  se  fne  su  camino. 

Y  estonce  preguntaron  ellos  a;  Galaz:  «Se- 
ñor cauallero,  ¿a  qual  parte  quereys  yr?»  «Yo 
querría  yr,  dixo  Galaz,  hazia  al  reyno  de 
tierra  de  Soraña» .  «E  nos  otrosí  alia  quere- 
mos yr,  ca  bien  sabemos  que  en  esta  tierra 
es  el  rey  tollido,  e  vamos  de  so  vno  hasta  que 
ventura  nos  parta  de  andar  todos  quatro» ;  e 
fueronse  por  el  gran  camino,  e  anduuieron 
fasta  que  vinieron  a  vna  floresta  pequeña,  o 
no  anduuieron  mucno  por  ella  que  fallaron 
que  se  partía  el  camino  en  quatro  carreras.  E 
dixo  Galaz:  «Amigos,  agora  nos  conuiene  par- 
tir, ca  estas  quatro  carreras  nos  lo  muestran» . 

Y  ellos,  que  poco  preciauan  su  conpaña,  dixe- 
ronle:  «Yd  por  do  vos  quisierdes,  que  aun  nos 
no  nos  queremos  partir»;  e  Galaz  se  fue  por 
la  carrera  que  fue  mas  estrecha.  Y  ellos  por 
la  mayor,  fablando  del,  diziendo  que  nunca 
tan  medroso  cauallero  vieron .   « ¡  Ay  Dios, 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


263 


dixo  Agrauayn,  quanto  ha  entre  este  Galaz 
y  el  nuestro!»  «Cierto,  dixo  Morderec,  mu- 
cho fuemos  malos  que  no  le  tomamos  el  es- 
cudo que  traya;  ca  tan  mal  cauallero  no  es 
bueno  de  lo  sufrir  que  traja  tal  escudo  como 
el  mejor  cauallero  del  mundo,  ca  es  vergüen- 
za y  afruenta  a  todos  los  caualleros»;  e  los 
otros  se  otorgaron  en  ello,  e  dixeron  que  si 
lo  fallassen  que  ge  lo  quitassen,  e  que  le  fizies- 
sen  prometer  que  nunca  tal  escudo  truxesse, 
y  esto  les  era  graue  cosa  de  hazer. 

Cap.  CCLXY. —  Como  los  tres  hermanos  ha- 
llnron  a  Galuan,  e  a  Quea,  y  a  Blandalis. 

rabiando  en  esto,  caualgaron  los  tres  her- 
manos, e  a  hora  de  tercia  les  aniño  que  halla- 
ron a  Don  Galuan,  e  a  Don  Quea,  mayordo- 
mo del  rey  Artur,  e  con  el,  Blandalis.  Y  estos 
tres  caualleros  se  yuan  mucho  apriessa  a  Ca- 
maloc,  ca  oj^eron  dezir  que  el  Artur  era  cer- 
cado, y  por  ende  yuan  a  muy  grandes  jorna- 
das; e  tanto  que  se  conoscieron  fueron  muy 
alegres,  que  auia  gran,  tienpo  que  no  se  vie- 
ran. E  Gariete  les  pregunto  do  yuan,  y  ellos 
dixeron  que  se  yuan  para  Camaloc,  que  les 
auian  dicho  que  estaua  cercado  el  rey  Artur. 
«Bien  os  podeys  tornar,  dixo  Gariete,  que  el 
rey  Mares  es  desbaratado,  y  toda  su  gente 
muerta  y  destruyda,  y  el  rey  Artur  es  des- 
cercado. Y  esto  supimos  nos  por  vn  caualle- 
ro que  se  acaescio  ay».  E  quando  ellos  esto 
oyeron,  alearon  las  manos  contra  el  cielo,  e 
dixeron:  «¡Bendito  sea  Dios,  que  tanta  mer- 
ced fizo  al  reyno  de  Londres!»  E  dixo  Galuan 
a  Blandalis:  «¿A  que  yremos  a  Camaloc,  pues 
el  rey  Artur  es  descercado?  Pabor  he,  dixo 
Galuan,  que  es  mentira».  «No  es,  dixo  Blan- 
dalis, que  ayer  vi  vn  cauallero  que  venia  de 
alia,  e  porque  aun  no  lo  creya,  no  os  lo  osa- 
ua  decir» .  «Pues  tornemos  a  nuestra  deman- 
da, dixo  Galuan,  que  aun  no  auemos  hecho 
por  que  valgamos  mas» .  Estonce  se  tornaron 
todos  seys  los  compañeros,  e  dixo  Gariete  a 
Galuan:  «¿Sauedes  algunas  nueuas  de  Lan- 
garote?» «No,  dixo  el,  que  bien  ha  medio  año 
que  no  lo  vi,  mas  mucho  oy  fablar  del,  que 
avn  no  ha  dos  meses  que  lo  dexe  sano  e  ale- 
gre ante  la  torre  de  las  donzellas,  e  pregun- 
tóme por  Galaz,  e  no  le  dixe  nada,  ca  no  lo 
sabia» . 

Cap.  CCLXYI. — Como  Galuan,  c  Blanda- 
lis,  e  Quea,  dixeron  que  tomarían  el  escu- 
do a  Galaz. 

Morderec,  quando  oyó  dezir  de  Galaz, 
dixo  a  Blandalis  e  a  Quea:  «Anoche  nos  con- 
tescio  la  mas  hermosa  auentura  del  mundo» ; 


e  después  comentóles  a  contar  lo  que  les 
auiniera  con  Galaz  el  malo,  e  dixo  que  nun- 
ca tan  mal  cauallero  traxo  escudo  ni  armas. 
E  quando  Galuan  estas  nueuas  oyó,  ouo  gran 
despecho  que  tan  mal  cauallero  traya  tal  es- 
cudo como  el  mejor  cauallero  del  mundo,  e 
no  se  pudo  callar  que  no  dixesse:  «Cierto, 
mal  fezistes,  quando  vos  vistes  assi  su  mal- 
dad, que  no  le  tomastes  el  escudo,  e  yo  no 
se  quien  es  el  cauallero,  mas,  si  auentura 
me  ayunta  con  el,  yo  le  prometo  que  no  lieue 
el  escudo  consigo;  e  avn  vos  digo  mas:  que 
si  no  me  promete  como  cauallero  que  nunca 
traya  tal  escudo,  yo  le  fare  el  cuerpo  sin 
alma».  Esso  mesmo  dixeron  Quea  e  Blan- 
dalis. 

Cap.  CCLXYII.  —  Como  Galaz,  derribo  a 
Quea,  e  a  Blandalis,  e  a  Galuan,  e  a  Ga- 
riete, e  a  Agraiiain. 

Todos  seys  anduuieron  aquel  dia  assi  fa- 
blando  fasta  hora  de  nona,  e  andando  assi, 
vieron  ante  si  venir  a  Galaz.  E  quando  los 
primeros  tres  caualleros  lo  vieron,  dixeron 
a  los  otros  tres:  «Agora  podeys  ver  al  caua- 
llero que  oy  todo  el  dia  andauades  fablando 
del» ;  e  Quea  quando  lo  vio,  dexosse  yr  para 
el,  e  dixole:  «Don  cauallero,  dexad  el  escu- 
do» .  E  quando  Galaz  esto  oyó,  torno  la  ca- 
bcQa  del  cauallo  contra  el,  e  dixo:  «Esso  no 
fare  yo,  en  quanto  fuere  biuo  e  lo  pudiere 
defender».  E  Quea  le  dixo  otra  vez:  «Caua- 
llero, dexar  ei  escudo  vos  conuiene».  E 
quando  G-alaz  esto  oyó,  fuelo  ferir  atan  bra- 
Tiamen<e,  que  dio  con  el  en  tierra  del  cauallo 
muy  mal  llagado,  y  después  saco  la  langa 
del.  E  quando  Galuan  vio  este  golpe,  dixo: 
«Para  sancta  Maria,  no  es  este  cauallero  tan 
couarde  como  vos  dezides».  E  Blandalis,  que 
ouo  gran  pesar  porque  assi  fuera  Quea  de- 
rribado, dexosse  yr  para  G-alaz,  que  no  lo 
conoscio,  e  Galaz  lo  firio  tan  brauamente, 
que  dio  con  el  e  con  el  cauallo  en  tierra  tan 
gran  cayda,  que  no  supo  de  si  parte.  E  Gal- 
uan, que  vuo  miedo  que  era  llagado  a  muer- 
te, dixo  a  sus  hermanos:  «Ay,  que  mal  so- 
mos escarnidos,  e  mal  fezistes  que  tanto  mal 
fezistes  e  dexistes  del;  y  este  cauallero  es 
mejor  que  otro,  ca  si  no  fuesse  de  gran  bon- 
dad, no  pudiera  derribar  a  Blandalis» .  «Se- 
ñor, dixeron  ellos,  no  deys  por  el  nada,  ca 
vos  vengaremos  este  golpe  mucho  ayna». 
Estonce  se  dexo  Morderec  yr  para  G-alaz,  y 
el  recibiólo  atan  bien,  que  dio  con  el  en  tie- 
rra por  cima  del  cauallo  al  caer  del,  e  des- 
pués fuesse  para  Gariete,  e  dio  con  el  en 
tierra,  e  Agrauain  esso  mismo.  E  quando 
Galuan  esto  vio,  vuo  tan  gran  pesar,  que  no 


264 


LIBROS  DE  caballerías 


supo  que  fiziesse,  sino  que  dixo:  «Sancta 
Maria,  ¿que  es  esto?  Que  por  buena  fe  no  es 
este  cauallero  tan  couarde  como  dizen;  mas 
yo  quiero  mas  ser  muerto  o  derribado,  que 
estar  que  no  faga  todo  mi  poder  en  vengar 
mis  conpañeros;»  e  Gralaz  se  yiia,  que  no 
queria  mas  justar.  E  Graluan  corrió  tras  el, 
e  comentóle  a  dar  bozes:  «Don  cauaUero, 
tornad  a  justar  comigo,  pues  mis  conpañe- 
ros aueys  derribado».  E  Galaz,  que  vio  que 
auia  de  justar  queriendo  o  no,  dixo:  «Santa 
Maria,  ¿que  es  esto,  cauallero,  que  no  me 
dexades  yr  mi  camino  no  faziendo  por  que? 
E  nunca  vos  erre,  ni  vos  fize  pesar,  e  aco- 
metedesme  em  balde:  en  buena  fe  que  lo  fa- 
zeys  mal;  mas,  pues  assi  es,  anpararme  he 
de  vos».  E  boluio  para  Galuan,  e  diole  tal 
lanzada,  que  le  puso  en  tierra  con  los  otros, 
e  quando  esto  vuo  fecho,  dixo:  «Amigos, 
este  es  Gralaz  el  couarde,  de  quien  vosotros 
faziays  escarnio,  e  pienso  que  lo  aueys  con- 
prado». E  G-aluan  fue  atan  mal  llagado  en 
la  espalda  siniestra,  que  pensó  ser  tollido 
para  sienpre.  T  quando  vio  Gralaz  que  no 
auia  de  que  se  temer  dellos,  entro  en  su  ca- 
mino, e  ftiesse  quanto  pudo,  e  no  por  su  mie- 
do, mas  porque  se  quería  tirar  de  su  exces- 
so,  que  pensó  que  eran  de  casa  del  rey  Ar- 
tur;  e  tanto  que  Blandalis  vio  a  ssi  e  a  los 
otros  en  tierra,  leuantose  quanto  pudo,  e 
dixo  a  los  otros:  «¿Como  somos  escarnidos  y 
engañados?  Que  este  no  es  Galaz  el  couarde, 
antes  es  Galaz  el  esforcado,  y  este  es  Galaz, 
fijo  de  Lancarote;  y  este  es  el  que  cunplio 
la  silla  peligrosa;  e  caualguemos,  e  vayamos 
em  pos  del,  e  pidámosle  merced  nos  perdo- 
ne porque  le  acometimos  y  le  erramos  sin 
razón;  e  vayamos  em  pos  del,  e  pidámosle 
merced  que  nos  diga  si  es  Galaz,  fijo  de  Lan- 
garote» ;  e  dixeron  ellos  que  fuessen  em  pos 
del,  e  fizieronlo  assi.  E  Galuan,  que  era  peor 
ferido,  como  era  de  gran  coracon,  leuantose 
lo  mas  ayna  que  el  pudo,  e  dixo  a  los  otros: 
«Por  sancta  Maria,  malamente  erramos  que 
assi  lo  acometimos  por  nuestra  soberuia,  e 
agora  se  puede  bien  reyr  de  nos  y  de  nues- 
tro escarnio,  e  todos  los  que  lo  oyeren  fa- 
blar» . 

Cap.  CCLXVni.  -  Como  Estor  desafio  a  Gal- 
uan por  la  muerte  de  Erec. 

Estonce  caualgaron  todos  seys  los  conpa- 
fieros  assi  como  mejor  pudieron,  e  fueron  en 
pos  de  Galaz,  e  alcan9aronlo,  e  pidiéronle 
merced  que  los  perdonasse  porque  lo  acome- 
tieran sin  razón;  e  mucho  se  tuuieron  por 
mal  andantes  los  tres  hermanos  por  quanto 
auian  dicho  del,  y  después  perdonólos.  E 


quando  Estor  vio  a  Galaz,  conosciolo,  que 
llego  ay  quando  se  querían  despedir,  y  Me- 
rengis  de  Norgales  conoscio  a  Galaz,  e  a  Es- 
tor de  Mares,  e  fuero nse  a  abracar,  e  fueron 
mucho  alegres,  e  dixeron  que  mucho  eran 
desseosos  de  se  ver;  e  porque  auia  mucho 
que  no  se  vieron,  e  Galaz  le  pregunto  por 
Merengis  que  era  del,  y  el  dixo:  «Yeyslo 
aqui».  E  Galaz  lo  rescibio  muy  bien,  porque 
oyó  dezir  de  su  caualleria  en  muchos  luga- 
res. Y  Merengis  se  humillo  mucho  contra  el 
quando  lo  conoscio,  ca  bien  oyera  dezir  que 
aquel  era  el  mejor  cauallero  del  mundo;  e 
mucho  fueron  alegres  los  tres  caualleros  en- 
tre si.  Y  Merengis,  que  era  mas  fablado  que 
Estor,  pregunto  a  Galaz:  «Señor,  ¿quien  son 
estos  caualleros?»  E  dixo  Galaz:  «Ellos  son 
todos  seys  nuestros  compañeros  de  la  Tabla 
Redonda»;  e  después  nonbrolos  a  todos.  E 
quando  Merengis  oyó  dezir  qiie  alli  venia 
Galuan,  dixo:  «Ay  Señor  Dios,  bendito  sea- 
des  vos,  que  quesistes  qiie  yo  fallasse  al  tray- 
dor  de  Galuan.  Cierto  si  Erec  no  ñiera  agora 
vengado,  jamas  no  quiero  traer  armas».  Y 
Estor  dixo  esso  mesmo,  e  fuesse  luego  para 
Galuan,  e  dixo:  «Guardad vos  de  mi,  que  vos 
desafio,  que  vos  matastes  a  aleue  e  traycion 
a  Erec,  fijo  del  rey  Loe,  el  mas  leal  caualle- 
ro del  mundo  y  que  yo  mas  amaua,  e  por 
vuestro  mal  lo  matastes  a  traycion,  que  yo 
vos  matare  a  gran  derecho» . 

Cap.  CCLXIX. — Como  Galax-,yEstor,  y  Me- 
rengis fallaron  a  la  donxella,  que  les  dixo 
que  no  fuessen  al  castillo  (i). 

Quando  Galuan  esto  oyó,  no  supo  que  res- 
ponder, ca  bien  sabia  que  dezia  verdad,  e  fue 
muy  mal  espantado,  ca  sabia  que  Estor  era 
buen  cauallero,  e  vio  a  Galaz  e  a  Merengis 
que  eran  de  su  parte  y  el  era  mal  llagado,  e 
fizosele  de  mal,  e  todas  estas  cosas  le  fazian 
espantar,  e  no  era  marauilla,  e  Merengis  le 
dixo:  «¿Y  como,  don  Galuan,  no  vos  quere- 
des  defender  de  traycion  donde  Estor  vos 
repta?»  E  dixo  Galuan:  «No  ha  en  el  mundo 
tan  buen  cauallero  que  me  reptasse.  que  yo 
no  me  le  defendiesse  lo  mejor  que  x>udiesse, 
mas  yo  veo  y  se  que  no  puede  auer  batalla 
entre  mi  e  don  Estor,  por  la  conpañia  de  la 
Tabla  Redonda  que  ha  entre  nos,  y  demás 
que  lo  sabe  el  tan  bien  como  yo.  E  por  ende 
me  marauillo  desto  que  quiere  fazer,  ca  no 
puede  mano  meter  en  mi  que  no  sea  perju- 
rado y  que  no  passe  su  omenaje.  E  otrosi, 
avnque  yo  quisiesse  esta  batalla,  no  la  deuia 


(')  Este  epígrafe  corresponde  más    bien  a!  capí- 
tulo CCLXXI. 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


265 


el  querer,  ca  ninguna  honra  no  le  cabe  ay; 
ca  el  es  sano  e  yo  soy  llagado;  mas  yo  le  diré 
que  no  ¡jodra  ay  fazer  a  mayor  su  honra,  que 
me  dexe  agora  y  repteuie  en  casa  del  rey 
Artur,  do  ha  muchos  buenos  honbres,  e  yo 
allí  me  defenderé,  e  si  no  me  lo  defendiere, 
muera  como  traycíor.  E  si  yo  le  venciere,  le 
fare  quedar  como  aleuoso».  «Ay  cauallero 
desleal,  dixo  Estor.  e  no  vos  vale  esso  nada, 
e  conuienevos  a  defender  aqui  entre  vuestros 
hermanos,  ca  os  matare  o  vos  fare  dezir  la 
traycion  que  fezistes  de  la  muerte  de  Erec» . 
E  Graluan  respondió  e  dixo:  «Esto  no  puede 
ser,  ca  no  me  podedes  aqui  fazer  fuerza  des- 
ta  batalla,  pues  que  vos  sodes  sano  e  yo  soy 
ferido,  e  vos  tanpoco  no  me  jíodedes  tanto 
acuytar  en  este  pleyto,  ca  yo  deuo  auer  pla- 
zo de  quarenta  dias.  Y  estonces  puede  ser  la 
batalla  donde  quier  que  me  fallardes,  siquie- 
ra armado  o  siquiera  desarmado.  E  si  yo  a 
vos  non  fuere,  podedesme  acometer,  e  assi 
podeys  fazer  porque  no  os  ayan  en  que  tra- 
uar,  e  tal  es  la  costunbre  de  los  caualleros 
del  reyno  de  Londres;  e  si  sobre  esto  que- 
reys  meter  mano  en  mi,  yo  vos  repto  por 
desleal  e  perjurado.  E  de  oy  en  quinze  dias 
me  responded  en  casa  de  mi  tio,  e  yo  vos 
preñare  que  deueys  por  ay  perder  la  conpa- 
ñia  de  la  Tabla  Redonda,  e  digovoslo  aqui 
ante  don  Galaz» . 

Cap.  CCLXK. —  Coiuo  Galax,y  Estor,  e  Me- 
rengis,  se  partieron  de  Galiian  e  de  sus 
compañeros. 

Estor,  quandoesto  oyó,  no  supo  que  fizies- 
se,  saluo  que  dixo:  «Ay  don  Galuan  el  malo, 
salaedes  mucho  de  mal,  e  mucha  es  la  vues- 
tra traycion  escondida  y  encubierta.  E  bien 
veo  que  esta  batalla  que  finca  agora,  ca  seria 
perjurado  contra  la  conpañia  de  la  Tabla  Re- 
donda; mas  si  Dios  me  lieua  a  casa  del  rey 
Artur  e  yo  ay  vos  hallo,  yo  vos  fare  conoscer 
que  nunca  matastes  honbre  cuya  muerte  vos 
sera  tan  vengada  como  la  de  Erec» .  Estonce 
se  torno  a  Galaz  e  dixole:  «Señor,  dexad  la 
conpaña  de  tan  desleal  cauallero  como  este, 
ca  ningiin  cauallero  no  podia  cabe  el  estar 
que  no  enpeciesse  su  fazienda» .  E  Gralaz  dixo 
a  Estor:  «Esto  no  digades  a  don  Galuan,  ca 
si  el  erro  contra  algunos  de  sus  conpañeros 
por  desconocencia  o  por  mal  talante,  guar- 
darse a  otra  vez  de  no  lo  fazer.  Cierto,  yo 
nunca  oy  dezir  a  ningún  honbre  tanto  mal 
del  como  a  vos,  e  por  ende  no  se  que  vos  ay 
crea,  fasta  que  mas  vea  del».  Tostonee  dixo 
Merengis:  «Don  G-aluan,  malo  e  desleal,  sa- 
bedes  vos  bien  que  no  le  valió  nada  a  Erec, 
que  vos  matastes,  la  conpaña  de  la  Tabla  Re- 


donda, ni  que  andana  mal  llagado,  ni  que  lo 
no  conosciades,  ni  que  lo  no  saluastes  e  ma- 
tastesle  el  cauallo.  E  después  que  cayo  en 
tierra  ma'astes  a  el,  e  agora  vos  ys  assi  qui- 
to, e  no  queredes  saluarvos  del  repto  que 
Estor  vos  faze.  Sabed  vna  cosa:  que  si  no 
estuuiesse  aqui  Galaz,  yo  vos  pensaría  pre- 
ñar la  gran  traycion  que  Estor  vos  repta,  mas 
nunca  en  lugar  vos  fallare  que  no  vos  lo 
prueue» .  Y  en  tanto  se  partieron  de  allí  Ga- 
laz, y  Estor,  e  Merengis.  E  los  otros  se  fue- 
ron a  otra  parte.  Y  estonce  dixo  Galaz:  «¿A 
qual  lugar  quereys  yr?»  «Señor,  dixo  Estor, 
queremos  yr  a  Camaloc,  que  nos  dixeron  que 
el  rey  Artur  estaua  cercado» .  «Tornadvos, 
dixo  Galaz,  que  desto  vos  diré  yo  buenas 
nueuas» .  Estonce  les  contó  todo  como  fuera. 
E  quando  ellos  lo  oyeron,  gradecieronlo  mu- 
cho a  Nuestro  Señor  Dios.  Estonce  dixeron 
ellos:  «Señor  Galaz,  evos,  ¿a  qual  parte  que- 
redes yr?»  «Yo  querría  yr,  dixo  el,  al  reyno 
de  Francia,  ca  alli  oy  dezir  que  auia muchas 
auenturas» .  «Abordad  es,  dixo  Estor,  que  yo 
oy  fablar  dello  a  muchos  buenos  hombres,  e 
yo  se  muy  bien  aquel  camino» .  «Pues  agora 
Nuestro  Señor  nos  guie  alia,  dixo  Galaz,  en 
guisa  que  sea  a  salud  de  nuestras  almas  e  a 
pro  de  nuestros  cuerpos» . 

Cap.   CCLXXI. — Como  Estor,  e   Galaz,  e 
Merengis,  llegaron  al  castillo  follón. 

Y  estonce  se  fueron  por  el  gran  camino.  E 
anduuieron  quatro  dias  que  no  fallaron  auen- 
turas ningunas,  e  sabed  que  en  aquellos 
quatro  dias  se  alongaron  gran  tierra  de  Ca- 
maloc, ca  dormían  poco  de  noche,  e  fazian 
grandes  jornadas,  e  canbiauan  bestias  a  me- 
nudo. E  al  quinto  día  les  auíno  que  llegaron 
a  vn  castillo  que  auia  nombre  castillo  follón, 
y  era  aquel  castillo,  de  los  de  la  tierra  ade- 
rredor  de  sí,  quanto  vna  gran  jornada  des- 
poblado a  todas  partes;  e  assi  yendo,  falla- 
ron vna  donzella  muy  fermosa  e  muy  bien 
vestida,  e  traya  vn  gauilan  en  su  mano.  E 
andana  con  ella  vn  donzel.  E  la  donzella  an- 
dana a  píe  folgando  por  vna  ribera  de  vn 
agua.  E  quando  ellos  llegaron  a  ella,  dixoles: 
«Señores  caualleros,  tornadvos,  que  ydes 
muy  locamente,  ca  vos  no  podeys  partir  del 
castillo  sin  j)erdida  de  vuestros  cuerpos  si 
mas  adelante  ydes,  ca  este  es  el  castillo  fo- 
llón, donde  ningún  cauallero  ni  donzella  que 
ay  entra  no  sale,  ante  quedan  ay  todos  en 
prisión».  «Por  buena  fe,  dixo  Galaz,  malas 
costunbres  son,  e  malditos  sean  aquellos  que 
ay  las  pusieron  e  quantos  agora  las  mantie- 
nen, ca  si  assi  es,  muchos  buenos  honbres  e 
buenas  donzellas  caen  en  mala  ventura.  Mas 


266 


LIBROS  DE  caballerías 


sabed  que  no  lia  por  cosa  que  nos  detenga- 
mos fasta  que  sepamos  mas  las  costunbres 
del  castillo,  ca  por  al  no  venimos  aqui  sino 
por  prouar  las  marauillas  del  reyno  de  Lon- 
dres» .  Estonce  se  partieron  de  la  donzella  y 
llegaron  fasta  la  entrada  de  la  puerta. 

Cap.  CCLXXII. — De  co?no  se  tornaron  los 
del  castillo  cJirisiianos,  e  fue  llamado  casti- 
llo folloyi. 

Sabed  que  este  castillo  era  atan  ftierte,  que 
no  temia  nada,  e  aquel  castillo  fiziera  Gama- 
nassar,  vn  pariente  de  Prianio  el  rey  de  Tro- 
ya, después  del  destruyniiento  de  la  ciudad 
de  Troya.  E  Ganianassar  era  buen  cauallero, 
e  ouo  fijos  muy  buenos  caualleros  que  tuuie- 
ron  la  tierra  después  del  muy  en  paz,  e  no 
OTiieron  vezino  que  los  osasse  guerrear.  E 
aquella  tierra  tuuo  su  linaje  de  pariente  en 
pariente  muy  gran  tiempo  fasta  que  vinieron 
christianos.  E  nunca  el  rey  Modrain,  que 
fue  buen  cliristiano,  desque  se  torno  a  la  ley, 
ni  Nacian  su  cuñado,  quando  vinieron  a  la 
Gran  Bretaña,  les  pudieron  nozer.  Ni  Joseplí 
Abarimatia.  ni  Josefes  su  fijo  nunca  los  pu- 
dieron tornar  christianos;  ni  sant  Augustin, 
que  aquella  sazón  ñie  en  Inglaterra ,  no  le 
quisieron  creer,  ante  le  fizieron  mucho  es- 
carnio, e  fueron  follones;  e  nunca  le  quisie- 
ron creer;  e  púsole  nombre  Sant  Augustin  el 
castillo  follón.,  e  nunca  después  perdió  su 
nombre. 

Cap.  CCLXXni. — De  como  Arpian,  el  señor 
del  castillo,  puso  las  letras  en  el  padrón. 

Assi  moraron  los  paganos  en  aquel  castillo 
follón,  e  toda  la  tierra  en  derredor  era  tor- 
nada a  la  fe  de  Jesu  Christo.  E  quando  Yter 
Padragon  reyno,  fue  cercado  el  castillo  y  es- 
tuuo  sobre  el  gran  tiempo.  E  assi  ftie  de  pa- 
ganos desde  el  destruymiento  de  Troya  fasta 
en  tiempo  del  rey  Artur,  que  llego  ay  Galaz 
e  sus  conpañeros  que  lo  destruyeron,  y  ellos 
nunca  fueron  de  tan  gran  nonbradia  ante  del 
tiempo  del  rey  Artur,  ca  biuian  en  essa  tie- 
n-a,  mas  quando  supieron  la  verdad  de  la 
Tabla  Redonda,  e  por  quamaño  orgullo  fuera 
leuantada,  e  aquellos  que  della  eran  como 
auian  de  andar  por  la  tierra  buscando  las 
auenturas  e  las  marauillas  del  mundo,  e  vie- 
ron que  el  rey  Artur  que  era  mas  poderoso 
que  otro  christiano,  pensó  el  señor  del  casti- 
llo como  lo  podria  confonder  a  el  e  a  su  gente, 
e  fizo  fazer  en  vn  Uano  al  pie  del  castillo  vn 
padrón,  e  sobre  el  vn  marmol  muj"  fermoso. 
E  fizo  fazer  en  el  letras  que  dezian:  ¡O  tu, 

CATTALLERO     ANDAÍfTE    QUE     ANDAS     BUSCANDO 


AUEXTUEAS,  SI  ÜSASSES  SUBIR  ALLÁ  SUSO  AL 
CASTILLO.  E  DIESES  CIMA  A  TjN'A  AUE3ÍTURA  QUE 
ALLÁ  HA,  COSA  JVO  DEIIAXDAKAS  QUE  NO  LA 
atas!  ¡o  tu,  DONZELLA  DESACONSEJADA,  QUE 
ANDAS  BUSCANDO  AL  CAUALLERO  AUENTUROSO, 
SI  TU  SUBIESSES  ALLÁ  SUSO  AL  CASTILLO,  NO  TE 
PARTIRÍAS  DENDE  QUE  NO  FUESSES  BIEN  ACON- 
SEJADA A  TODA  TU  voluntad! 

Cap.  CCLXXIV. — De  como  los  caualleros  e 
las  donzellas  estarían  captiuos. 

Desta  manera  dezian  las  letras  del  padrón, 
que  fueron  hechas  por  engañar  los  caualleros 
e  las  donzellas  que  por  ende  passassen.  E  bien 
eran  engañados,  que  tanto  que  por  ay  passas- 
sen e  subian  arriba,  metíanlos  todos  en  pri- 
sión, y  estauan  ay  fasta  que  morian;  e  las 
donzellas  teníanlas  por  barraganas.  Y  desque 
eran  ensañados  dellas,  fazianlas  aprender  a 
labrar  seda,  e  assi  las  tenian  por  catiuas  para 
sienpre.  Y  por  tal  razón  como  vos  digo,  fizo 
fazer  las  letras  en  el  padrón  el  señor  del  cas- 
tillo, donde  auino  que  muchos  buenos  hon- 
bres  murieron  por  ende,  e  mas  de  quinientas 
donzellas  fueron  ay  captiuas.  Y  era  assi  que 
aquel  mal  era  en  aquel  castillo,  e  no  lo  sa- 
bían en  el  rejnio  de  Londres.  E  los  de  la  for- 
taleza no  querían  dezirlo  porque  no  se  per- 
diessen.  E  los  caualleros  que  ay  venían,  mo- 
rian todos,  e  todas  las  donzellas  eran  guar- 
dadas, e  no  podían  dende  saKr. 

Cap.  CCLXXY.  —  Como  Galaxe  sus  compa- 
ñeros fueron  bien  rescebidos  en  el  castillo 
follón . 

E  assi  pensó  Arpian,  señor  del  castillo, 
auer  todos  los  caualleros  del  reyno  de  Lon- 
dres del  rey  Artur,  mas  no  pudo,  que  no  plu- 
go a  Dios  Nuestro  Señor  que  siempre  durasso 
aquella  traycion,  e  quiso  que  viniesse  por  ay 
el  buen  cauallero  auenturado,  y  que  cessasse 
aquel  mal  por  su  venida.  E  quando  aquellos 
tres  caualleros  llegaron,  no  vieron  el  pa- 
drón, ca  no  fueron  por  essa  carrera;  e  su- 
bieron a  la  montaña,  e  después  llegaron  a 
la  puerta,  e  no  fallaron  quien  les  vedasse  la 
entrada.  Mas  tanto  que  fueron  dentro,  dexo- 
se  caer  vna  puerta  colgadiza  de  fierro,  e  dio 
tan  gran  golpe,  como  si  todo  el  castillo  cayes- 
se.  Y  ellos  miraron  estonce  en  pos  de  si,  e 
vieron  la  puerta  cerrada,  e  dixeron:  «Por 
cierto,  mala  gente  ay  aqui,  que  pienso  que  nos 
han  preso».  «No  os  espanteys,  dixo  Galaz, 
ca  Nuestro  Señor  nos  acorrerá» .  Y  estonce  se 
fueron  por  medio  del  castillo  fasta  el  alcagar, 
e  quando  llegaron  ay,  oyeron  fablar  todos 
los  del  castillo  en  lenguaje  pagano.  «Por  cier- 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


267 


to,  dixo  Cralaz,  estos  no  son  de  nuestro  lina- 
je, e  agora  pensemos  de  bien  fazer,  ca  nos 
no  podemos  partir  de  aqui  sii).  excesso» .  E  di- 
xeron  los  otros:  «No  auemos  miedo  mientra 
que  con  vos  somos».  E  quando-llegaron  al 
corral  mayor,  los  del  castillo  los  recibieron 
muy  bien  al  parecer,  mas  al  tenian  en  su  co- 
racon;  y  después  fueronles  a  las  estriberas, 
o  ayudáronlos  a  descaualgar,  e  mostráronles 
muy  grande  amor. 

Cap.  CCLXXVI. — Como  Galaz  e  sus  compa- 
ñeros fueron  presos  en  el  castillo  follón. 

Después  leñáronlos  para  el  gran  palacio, 
e  fizieron  con  ellos  atan  gran  alegria ,  que 
ellos  mismos  dezian  que  en  buen  punto  alli 
entraran.  Después  fizieronlos  desarmar,  e  di- 
xeron:  «Pues  de  casa  del  rey  sodes,  e  vos 
seays  bien  venidos,  e  (dixeron)  mucho  mas 
os  amamos  por  ende» .  E  después  que  fueron 
desarmados,  vino  a  ellos  vn  cauallero  viejo, 
e  dixoles:  «Andad  comigo ,  e  mostrarvos  he 
caualleros  de  la  Tabla  Redonda  que  están 
aqui  dolientes».  «Vayamos,  dixeron  ellos, 
que  de  grado  los  queríamos  ver» ,  y  el  se  fue 
adelante,  e  leudos  fasta  la  torre,  e  fue  a  vna 
puerta  de  fierro,  e  abrióla,  e  dixoles:  «En- 
trad, e  atendedme  alia  dentro,  e  mostrar- 
vos he  los  caualleros».  Y  ellos,  que  no  se 
guardauan  de  aquella  traycion,  entraron  den- 
tro; y  el  cerro  la  puerta  luego,  y  dixoles: 
«Caualleros,  agora  fazed  a  lo  mejor  que  pu- 
dierdes,  que  nunca  jamas  de  aqui  saldreys 
sino  muertos;  y  esta  es  la  vuestra  postrera 
ventura  » . 

Caf.  CCLXX"\TT.  —  De  como  el  ángel  dixo  a 
Galaz  en  sueños  que  ayna  serian  sueltos 
de  la  prisión. 

Tanto  que  ellos  vieron  que  eran  ansi  en- 
cerrados, dixeron  entre  si:  «¡Ay  Dios!  ¡Como 
ay  aqui  gran  traycion  sin  sospecha!  e  nunca 
de  aqui  saldremos  si  no  nos  saca  quien  nos 
metió  aqui».  «No  vos  espantedes,  dixo  Gra- 
laz,  ni  se  nos  faga  de  mal.  E  sabed  que  si  nos 
auemos  seruido  a  Nuestro  Señor  en  esta  de- 
manda, que  el  no  nos  oluidara,  ante  nos  sa- 
cara de  aqui,  a  su  pesar  de  quantos  en  este 
castillo  son,  ca  de  derecho  el  es  pastor  e  li- 
brador de  todo  peligro  a  sus  ouejas» .  E  dixo 
Merengis:  «Assi  como  el  nos  puede  librar, 
assi  nos  libre,  ca  mucho  nos  es  menester  la 
su  ayuda».  «¡Ay  señor  Dios,  dixo  Estor,  no 
nos  oluides!»  E  assi  estuuieron  fa blando  de 
su  auentura,  e  dixeron:  «Con  gran  derecho 
era  llamado  castillo  follón,  ca  verdaderamente 
aqui  ha  la  mas  desleal  gente  que  nunca  hon- 


bre  vio» .  E  ansi  fa  blando,  adormieronse  Estor 
y  Merengis,  que  estañan  muj^  cansados,  pen- 
sando en  al.  E  Galaz  estuuo  toda  la  mayor 
parte  de  la  noche  en  oración,  los  ynojos  fin- 
cados, rogando  a  Nuestro  Señor  con  lagrimas 
e  con  suspiros  (jue  el  por  su  sancta  piedad  los 
acorriesse  en  aquella  cuyta,  ca  er  otra  ma- 
nera no  podian  de  alli  salir.  Y  desque  ouo 
fecho  su  oración  a  Nuestro  Señor,  adormiosse. 
E  quando  fue  adormido,  vino  a  el  vn  onbre 
muy  fermoso,  en  tal  seniejanga  como  otra  vez 
le  aparesciera,  e  dixole:  «Gralaz,  sieruo  de 
Jesu  Christo,  sey  seguro,  e  no  ayas  ningún 
pauor,  ca  mañana  de  mañana  seras  libre;  ca 
el  alto  maestro  recibió  tu  oración;  mas  quan- 
do ñieres  libre,  destruye  este  castillo  e  quan- 
tos fallares  en  el,  saluo  los  caualleros  e  las 
donzellas  que  están  en  prisión,  que  los  libres 
e  los  guardes,  ca  no  quiere  Dios  que  mas  su- 
fran aquella  prisión  que  fasta  agora  sufrie- 
ron». Y  todo  esto  fue  dicho  a  Galaz  dur- 
miendo, de  que  se  nembro  bien  desque  des- 
pertó. 

Cap.  CCLXXYni. — Co7?io  Galaz  con fortaua 
a  sus  conpañeros  que  ayna  serian  libres. 

Otro  dia  de  mañana  quando  despertó,  era 
ya  el  sol  salido.  E  dixo  Estor:  «¡Ay  padre 
poderoso  Jesu  Christo,  no  nos  oluides,  antes 
nos  acorre  si  te  plaze!»  Y  Merengis  dixo  esso 
mesmo,  e  Galaz  los  conforto,  e  dixo:  «Ami- 
gos, no  ayades  pauor,  ca  Nuestro  Señor  nos 
acorrerá  muy  ayna».  «Ay,  dixeron  ellos, 
¿como  puede  esto  ser?  ca  nos  somos  encerra- 
dos entre  nuestros  enemigos  mortales,  en  tal 
castillo  donde  honbre  no  nos  puede  sacar  por 
fuerca,  y  demás  que  ninguno  no  sabe  do  nos- 
otros somos» .  Y  ellos  assi  fablando  entre  si 
de  su  auentura,  vieron  que  el  tienpo  se  re- 
boluia,  e  comencaua  a  escurecer  como  si 
fuesse  de  noche;  y  después  comenQo  a  fazer 
truenos  y  relámpagos,  e  auer  pedrisco  por 
el  castillo  a  todas  partes  tan  ásperamente, 
que  no  ha  honbre  que  lo  viesse  que  no  ouies- 
se  gran  pauor;  e  dixo  Estor:  «Ay  padre  Jesu 
Christo,  aued  merced  de  nos,  e  no  nos  fa  ga- 
dos comprar  la  gran  deslealtad  desta  tan  fal- 
sa gente» ;  e  Galaz  los  conforto  todavía  quan- 
to  pudo,  mas  nada  no  les  valia,  tanto  auian 
miedo. 

Cap.  CCLXXIX. —  Como  el  rayo  hendió  la 
torre  por  medio,  do  estaña  Galaz  e  sus 
compañeros. 

Duro  aquel  mal  tienpe  desde  hora  de  pri- 
ma fasta  hora  de  tercia;  estonce  auino  vna 
gran  marauilla:  o   bien  deue  ser  puesta  en 


268 


LIBROS  DE  caballerías 


escripto,  ca  sin  falta  fue  vno  de  los  fermosos 
miraglos  que  nunca  contecio  en  el  reyno  de 
Londres  en  el  tienpo  de  las  aiientnras;  ca  la 
torre  era  muy  fuerte,  vino  vn  rayo  e  partió-' 
la  por  medio,  de  encima  fasta  fondón,  e  cayo 
la  vna  mitad  a  la  vna  parte  e  la  otra  a  la 
otra,  e  m^to  mucha  de  aquella  gente  mala, 
mas  a  los  otros  caualleros  que  estañan  en 
ella  no  les  fizo  mal  ninguno,  ni  pesar,  saino 
que  fincaron  amortecidos  del  trueno  e  del 
rayo.  Y  desque  acordaron,  vieron  que  no 
auian  ningún  mal,  e  vieron  que  podian  de 
alli  salir  en  saino,  fincaron  los  ynojos  en  tie- 
rra e  tendieron  las  manos  contra  el  cielo,  e 
gradecieronlo  mucho  de  coraron  a  Nuestro 
Señor  Jesu  Christo;  e  Galaz  les  dixo:  «Ami- 
gos, via  suso,  e  tome  cada  vno  sus  armas,  e 
armémonos  e  matemos  a  quantos  fallaremos 
en  este  castillo,  e  saquemos  las  doncellas  que 
son  presas  en  el,  que  assi  lo  quiere  Nuestro 
Señor» . 

Cap.  CCLXXX. — De  como  'Jalaz  e  sus  com- 
pañeros mataron  a  iodos  los  del  castillo. 

Bien  assi  como  Galaz  les  dixo,  assi  lo  fizie- 
ron  los  otros,  ca  salieron  de  alli  sanos  e  ale- 
gres, e  fueronse  para  el  palacio  do  auian  de- 
xado  sus  armas.  E  quando  alli  llegaron,  fa- 
llaron todos  los  caualleros  e  los  honbres 
muertos,  e  dellos  biuos  que  estauan  maltre- 
chos del  gran  pauor  que  ouieron,  e  Galaz  no 
fallaua  su  espada,  e  dixo:  «¡Ay  Dios!  ¿que 
fare  de  espada?  ¡Ay  Jesu  Christo,  padre 
de  mesura,  plega  a  vos  que  yo  la  aya!»  Y  el 
esto  diziendo,  vino  a  el  vna  donzella  muy 
fermosa,  que  le  dixo:  «Señor  Galaz,  vos  sea- 
des  mucho  bien  venido,  e  bendito  sea  Dios 
que  aqui  vos  truxo,  ca  por  vos  serán  libres 
las  donzellas  que  aqui  eran  afrontadas  e  cati- 
uas  de  los  traydores  deste  castillo» ;  y  eston- 
ce le  dixo:  «Señor,  vedes  aqui  vuestra  espa- 
da, e  guardadla  bien  de  oy  mas».  Y  el  tomo 
su  espada,  e  gradeciolo  mucho  a  la  donzella 
e  dixole:  «Señor,  ¿sabeys  do  son  vuestras  ar- 
mas?» Y  ellos  dixeron  que  no.  Y  ella  los  Heno 
a  vna  cámara  donde  eran;  e  armáronse,  e  fue- 
ronse para  el  palacio  donde  los  otros  se  le- 
uantauan,  e  comencaron  a  ferir  en  ellos  e  a 
derribar  honbres,  e  cortar  cabecas  de  quan- 
tos alcancauan,  que  no  fincauan  por  do- 
nes ni  por  promessas.  E  fizieron  atan  gran 
mortandad,  que  no  quedo  ay  ninguno  de  los 
del  castillo  que  fasta  la  noche  biuiesse.  Y 
desque  fueron  assi  delibrados  de  los  traydo- 
res, fueronse  para  la  villa,  e  pusieron  fuego 
de  todas  partes,  assi  que  fasta  hora  de  bis- 
peras  fue  todo  quemado,  e  los  honbres  des- 
truydos.  Y  en  medio  del  castillo  auia  vna  to- 


rre muy  grande  do  las  donzellas  estauan  pre- 
sas, e  fincaron  todas  en  saluo  que  no  recibie- 
ron ningún  mal,  ca  plugo  a  Nuestro  Señor 
que  [no]  muriessen.  E  quando  Galaz  vio  que 
todas  las  cosas  del  castillo  eran  destruydas, 
fuesse  a  la  torre  de  las  donzellas,  e  dixo  a 
sus  compañeros:  «Vayamos  aquella  torre, 
y  veamos  que  esta  ay» ;  e  los  otros  dixeron 
que  les  plazia,  e  después  fueronse  para  alia, 
e  fallaron  en  el  palacio  de  la  torre  bien  qua- 
trocientas  donzellas  que  estauan  amortecidas 
con  pauor  del  fuerte  tiempo  que  fiziera,  e 
acordáronlas  todas,  e  dixeron  que  no  ouies- 
sen  pauor,  ca  el  tiempo  malo  era  passado  y 
ellas  eran  libres;  e  después  dixeron  ellas 
quien  eran  e  por  que  vinieran  alli,  e  después 
fueronse  para  otro  palacio,  e  fallaron  bien 
trczientas  donzellas  biuas,  e  dellas  amorte- 
cidas; e  acordaron  las  biuas  e  confortaron  las 
otras. 

Cap.  CCLXXXI. —  Como  las  donzellas  dixe- 
ron que  auian  de  ser  libres  por  la  venida 
de  Galaz. 

Y  quando  ellas  oyeron  estas  nueuas,  nun- 
ca tan  gran  plazer  ouieron,  e  dixeron:  «Don 
Galaz,  bien  sabemos  nos  que  [por]  otro  no 
podemos  nos  ser  libres  sino  por  JDios  e  por  el» . 
E  Merengis  ge  lo  mostró,  y  ellas  se  fueron 
.  para  el,  e  fincaron  los  ynojos  antel,  e  dixeron: 
«Señor,  vos  seades  bien  venido,  e  bendito  sea 
Dios  que  vos  aqui  truxo,  ca  agora  sabemos 
bien  que  seremos  libres  de  la  gran  cuyta  e 
lazeria  en  que  eramos» ;  e  leuantolas  de  tie- 
rra, e  dixoles:  «Señoras,  gradeceldo  a  Nues- 
tro Señor  Jesu  Cliristo,  e  a  otro  no  dedes 
grado»;  e  después  dixoles:  «Catad  quantas 
son  las  donzellas  muertas,  y  ellas  miráronlo 
e  fallaron  que  eran  cincuenta  las  muertas. 
E  después  tornáronse  al  palacio  de  antes,  y 
entraron  las  otras  faziendo  muy  grande  ale- 
gría, ca  jn  supieron  como  era  alli  Galaz  y 
que  eran  ya  libres  de  la  fuerte  auentura,  e 
por  ende  eran  tan  alegres,  que  les  parecía 
que  cada  vna  era  rey  na. 

Cap.  CCLXXXII. — Coino  Galaz  pregunto  a 
las  donzellas  como  sahian  que  por  el  auian 
de  ser  libres. 

Fue  la  fiesta  grande,  e  la  alegría  e  la  hon- 
rra  que  fazian  a  Galaz  las  donzellas,  e  pre- 
guntóles: «¿Como  supistes  vos  de  mi?»  «Se- 
ñor, dixeron  ellas,  por  vna  donzella  fija  del 
rey  de  Miranda,  que  ogaño  fue  aqui  en  pri- 
sión con  nos,  e  adoleció,  e  murió.  E,  quando 
quería  morir,  dixonos:  Donzellas  que  soys 
aqui  en  prisión,  no  vos  desconfortedes,  mas 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


269 


sed  alegres,  ca  yo  vos  traygo  buenas  nueuas 
de  Don  Galaz,  el  canallcro  bueno  que  ha  de 
dar  cima  a  las  auenturas  del  reyno  de  Lon- 
dres, e  yerna  aqui,  e  tanto  que  el  venga,  vos 
seredes  libres  de  la  prisión  en  que  soys,  y 
este  castillo  sera  por  el  destruydo  e  despo- 
blado para  siempre» . 

Cap.  CCLXXXin. —  Gomo  Galaz  dixo  a  las 
donxellas  que  le  saliidassen  al  rey  Artur  e 
a  toda  su  compaña. 

Esto  nos  dixo  la  donzella  de  vos,  e  assi 
auino,  a  Dios  gracias.  E  todo  aquel  dia  estu- 
uieron  las  donzellas  en  gran  alegria,  e  a  la 
noche  dixoles  Gralaz:  «Señoras,  ¿como  que- 
reys  fozer?  Ca  nos  no  podemos  aqui  fincar» . 
«Nos  fincaremos  aqui,  dixeron  ellas,  hasta 
que  podemos  lleimr  a  nuestras  conpañeras 
que  son  muertas,  e  soterrar  a  algún  lugar 
sagrado  cerca  o  lexos.  E  después  que  esto 
ouieremos  fecho,  y  remos  a  casa  del  rey  Ar- 
tur, por  contar  las  marauillas  que  Nuestro 
Señor  fizo  aqui  j)or  vos» .  Y  ellas  sabian  como 
era  la  torre  ya  cayda,  e  como  ellos  eran  ya 
en  saino  e  sin  peligro,  e  dixo  Gralaz:  «Si  vos 
fuerdes  a  casa  del  rey  Artur,  saludádmelo 
mucho  a  el  e  a  toda  su  conpaña,  e  dezilde 
que,  si  Dios  quisiere  que  yo  torne  alia,  que 
seré  mucho  alegre,  que  nunca  fiiy  en  con- 
paña do  tanto  me  pluguiesse» .  Y  ellas  dixe- 
ron que  lo  farian,  si  Dios  alia  las  leuasse. 

Cap.  CCLXXXIY.  -  Como  las  donxellas  lle- 
garon a  casa  del  rey  Artur. 

Aquella  noche  fueron  muy  seruidos  los 
caualleros  todos  tres  de  aquellas  donzellas, 
mas  sobre  todos  Gralaz ,  e  otio  dia  de  ma- 
ñana partiéronse  dende  Gralaz  e  sus  conpa- 
ñeros, e  anduuieron  muchas  jornadas  sin 
auenturas  fallar  que  de  contar  sean,  e  fizie- 
ron  saber  por  la  tierra  la  destrucion  del  cas- 
tillo follón,  que  era  destruydo,  e  muertos  los 
de  dentro,  y  el  castillo  despoblado.  Estas  nue- 
uas fueron  sabidas  por  toda  la  tierra,  e  venian 
ay  todos  por  saber  si  era  verdad.  E  quan- 
do  vieron  la  marauilla  que  viniera  del  casti- 
llo e  de  la  torre,  los  que  no  lo  querían  creer, 
creyéronlo  e  batizaronse  luego,  e  dezian  que 
fiziera  Dios  bien  que  alli  fiziera  su  vengan- 
za, E  las  donzellas  que  finaron,  hizieronlas 
leuar  sus  conpañeras  a  sagrado,  e  fizieronlas 
soterrar  lo  mas  honrradamente  que  pudie- 
ron, e  fueronse  a  pie  para  casa  del  Artur. 
Y  eran  .cccl.  donzellas;  e  fallaron  ul  rey  que 
era  ya  guarido  de  sus  llagas,  e  contáronle 
como  les  auiniera  a  los  del  castillo  follón,  e 
como  era  destruydo,  e  como  ellas  escaparon. 


E  quando  el  rey  lo  oyó,  dixo  que  era  vno  de 
los  fermosos  miraglos  que  nunca  oyera  ni 
viera. 

Cap.  CCLXXXY. — De  como  Dios  no  quiso 
que  el  castillo  fuesse  poblado. 

Y  estonce  embio  el  rey  a  las  donzellas 
cada  vna  a  su  tierra  todas  bien  guisadas 
como  cada  vna  quiso,  e  las  otras  que  quisie- 
ron quedar  con  la  rey  na,  fueron  muy  bien 
seruidas  e  muy  bien  casadas  j)or  amor  de 
Gralaz,  e  partiosse  el  rey  estonce  de  Cama- 
loe  con  muy  gran  gente,  e  fuesse  para  el  cas- 
tillo follón,  e  subió  encima  del,  e  vio  el  cas- 
tillo como  era  destruydo,  e  como  la  torre  se 
partió  por  medio,  e  dixo:  «Esto  fue  vengan- 
ga  de  Nuestro  Señor,  e  miraglo  bien  conosci- 
do» ;  y  embio  por  tocia  la  tierra  por  quantos 
maestros  ay  auia  que  supiessen  fazer  torre 
e  castillo,  e  dixo  que  pues  aquellas  gentes 
malas  eran  dende  salidas,  que  el  faria  po- 
blar el  castillo  de  buena  gente  e  creyente,  si 
a  Dios  pluguiese;  e  por  esto  fizo  ay  venir 
tanta  de  gente  para  lo  poblar,  que  fue  gran 
cosa:  mas  no  plugo  a  Dios  Nuestro  Señor  que 
fuesse  poblado,  ca  fallaron  vna  mañana 
muertos  de  muerte  supitaña  bien  dos  mil  e 
cincuenta  honbres,  e  los  que  quedaron  bi- 
uos,  quando  esto  vieron,  fuyeron. 

Cap.  CCLXXXVI.— De  como  el  rey  Artur 
quiso  fazer  la  torre.,  e  non  quiso  Dios. 

Y  el  rey,  que  vio  que  los  del  castillo  que 
el  mandara  quedar  eran  muertos,  parecióle 
que  no  plazeria  a  Nuestro  Señor  que  fuesse 
pol3lado,  e  por  ende  lo  dexo  yermo,  mas 
dixo  que  queria  liazer  la  torre,  e  Dios  fizo 
gran  miraglo,  que  quanto  fizo  en  quinze 
dias  todo  cayo  en  vna  noche;  y  el  rey  vuo 
gran  pesar,  e  dixo  con  saña:  «Esto  no  ha 
menester»;  e  fizóla  comencar  otra  vez,  e 
quando  tuuo  fecho  muy  gran  partida,  cayo 
todo  en  tierra.  E  quando  el  rey  esto  vio, 
dixo:  «Bien  veo  que  no  quiere  Nuestro  Se- 
ñor que  esta  torre  sea  fecha  por  mi,  masavn 
la  prouare  otra  vez»;  e  fizóla  comengar. 

Cap.  CCLXXXVII.- (7omo  la  hoz  dixo  al 
rey  Artur  que  Carlos  auia  de  fazer  la  torre. 

Vna  noche,  estando  el  rey  Artur  en  su 
lecho,  pensando  en  la  torre  que  le  cayera 
tantas  vezí^s.  E  assi  estando,  dixole  vna  voz: 
«Artur,  no  te  trabajes  mas  en  fazer  la  torre, 
ya  que  no  plaze  a  Dios  que  sea  fecha  por 
tan  pecador  onbre  como  tu  eres,  ni  jamas 
por  ti  no  sera  fecha,  ni  por  otre,  fasta  que 


270 


LIBROS  DE  caballerías 


ay  venga  vn  rey  de  Graula  que  aura  nonbre 
Carlos,  e  aquel  tornara  a  la  fe  de  Jesu  Cliris- 
to  mayor  pueblo  que  tu  no  feziste,  e  no  sera 
tan  honrado,  ni  tan  poderoso,  ni  aura  tan 
buena  caualleria  como  tu,  mas  sera  mejor 
christiano,  e  mas  leal  de  la  sancta  yglesia,  e 
aquel  meterá  todo  el  reyno  de  Londres  en 
su  señorío,  e  muchos  otros  rey  nos,  e  aquel 
rey  verna  del  linaje  del  rey  Yan,  e  parece- 
rá de  linaje  de  cauallero  a  esse  linaje». 

Cap.  CGLXXXVin.—  Como  el  rey  Carlos 
puso  ¡a  ymajeii  en  la  torre  a  honrra  de 
Galax. 

Todo  esto  que  vos  digo  dixo  la  boz  al  rey 
Artur,  estando  pensando  en  la  torre  que  le 
cayera;  y  en  la  mañana,  ante  que  se  leuan- 
tasse,  llegaron  mensajeros  que  le  dixeron: 
«Señor,  la  torre  es  cayda,  e  no  vos  trabajeys 
mas  en  la  fazer,  ca  no  le  podeys  dar  cabo» . 
«Verdad  dezides,  dixo  el  rey,  ca  yo  se  ende 
mas  nueuas  verdaderas  que  jamas  en  nues- 
tro tienpo  no  sera  fecha,  e  por  ende  lo  quie- 
ro dexar.»  E  assi  se  partió  el  rey  Artur  del 
castillo  follón.  E  quando  llego  a  Camaloc, 
fizo  meter  en  escrito  el  nonbre  del  rey  Car- 
los, e  quanto  la  boz  le  dixo,  fizólo  meter  en 
vn  almario  del  Thesoro  de  la  silla  de  Cama- 
loe,  e  fue  guardado  fasta  la  venida  de  Carlos 
Maynes,  que  conquirio  a  Inglaterra  e  a  otros 
muchos  reynos,  de  como  la  verdadera  historia 
lo  cuenta,  e  bien  assi  como  el  rey  lo  fizo  es- 
creuir,  bien  assi  auino  todo  después;  ca  aui- 
no,  quando  el  rey  Carlos  lo  conquirio,  que 
oyó  dezir  de  aquella  torre  del  castillo  follón 
que  Nuestro  Señor  partiera  por  medio  por 
librar  a  Galaz  e  a  sus  conpañeros,  e  fuesse 
para  alia,  e  dixo  que  queria  fazer  aquella 
torre  por  amor  del  buen  cauallero,  si  a  Dios 
pluguiesse,  e  después  fizóla,  e  no  fallan  que 
otra  torre  fiziesse  en  toda  Inglaterra.  E  des- 
pués que  la  vuo  fecho,  mando  fazer  vn  ca- 
uallero de  oro,  el  mejor  obrado  e  labrado  que 
pudieron,  e  fizo  fazer  otro  tal  escudo  e  otras 
tales  armas  como  las  de  Galaz,  e  fizo  fazer 
vna  silla  de  oro,  tan  fermosa  e  tan  rica,  que 
marauilla  era.  E  después  que  todo  fecho,  fizo 
poner  la  silla  encima  de  la  torre,  e  fizo  assen- 
tar  en  ella  el  cauallero,  que  era  fecho  a  hon- 
rra de  Galaz,  e  fizo  sobre  el  vn  cerco  de  pie- 
dra que  la  lluuia  no  pudiesse  dar  en  el  de 
ninguna  parte,  e  aquella  figura  estaua  en 
aquella  silla  que  no  podia  caer  si  por  fuerza 
no  la  derribassen;  e  tenia  en  su  mano  dies- 
tra vna  mangana  de  oro,  en  significan9a  que 
el  fuera  el  mejor  cauallero  del  mundo.  E 
avn  auia  otra  riqueza  en  aquella  y m agen, 
que  tenia  en  medio  de  los  pechos  vna  piedra 


atan  luziente,  que  por  el  escuro  tienpo  que 
fiziesse  podria  honbre  por  ella  ver  por  do 
andana  mas  de  media  legua^  tanto  luzia  la 
piedra.  E  assi  fizo  Carlos  Maynes  la  ymagcn 
de  Galaz,  y  estuuo  alli  aquella  ymagen  bien 
dozientos  años,  e  después  *^\q  tomada  por 
los  jnalos  honbres  de  Inglaterra,  que  tor- 
naron a  pobreza  por  falta  miento  de  caualle- 
ria; mas  agora  dexa  el  cuento  todo  esto,  e 
torna  a  Galaz,  e  a  Estor,  e  a  Merengis. 

Cap.  CCLXXXIX.— Como  Galaz  dixo  a 
Tristan  que  el  rey  Mares  fuera  desbaratado. 

El  cuento  dize  que  después  que  Galaz  e 
sus  conpañeros  se  partieron  del  castillo  fo- 
llón, anduuieron  muchos  dias  sin  auentura 
fallar;  e  assi  que  auentura  los  leuo  do  Tris- 
tan  estaua  llagado  de  las  llagas  que  vuo  do 
lo  libraron  Galaz  e  Palomades,  assi  como  el 
cuento  lo  ha  deuisado.  E  quando  ellos  falla- 
ron a  Tristan,  ouieron  gran  plazer  con  el,  y 
el  con  ellos;  e  preguntóles  nueuas  si  sabian, 
e  Galaz  le  dixo  como  el  rey  llares,  con  todo 
su  poder  e  con  el  poder  de  Sansoña  e  de  Cor- 
nualla,  que  cercaran  al  rey  Artur  en  Cama- 
loe,  porque  oyeran  dezir  que  todos  los  de  la 
Tabla  Redonda  eran  muertos  en  la  demanda 
del  sancto  Grial;  m.as  no  era  assi  ni  se  le 
fizo  assi  como  el  pensó,  ca  fue  tan  mal  des- 
baratado, que  nunca  jamas  cobrara  la  j)er- 
dida  que  ay  vuo,  que  pocos  quedaron  de  sus 
conpañeros  que  no  fueron  muertos  o  presos, 
e  al  cabo  ñie  el  tanbien,  quando  escapo  e 
fuyo  con  pocos  honbres,  e  metiosse  en  la 
montaña.  «¿Como?,  dixo  Tristan,  ¿es  verdad 
que  ansi  auino  a  mi  tio  el  rey»?  «Si,  por  bue- 
na fe,  dixo  Galaz.  ca  yofuy  en  la  batalla». 
«¿E  sabeys  algunas  nueuas  de  mi  señora  la 
reyna  Yseo»?  «Si,  dixo  Galaz,  que  le  va 
muy  bien,  sino  que  el  rey  Mares  fue  a  la  Jo- 
yosa Guarda,  y  entro  dentro  de  noche,  e  fizo 
ay  muy  gran  daño,  que  quemo  quanto  fallo, 
e  traxola  consigo  a  la  reyna  y  enbiola  a 
Cornualla  antes  que  faesse  cercar  a  Camaloc; 
e  tanto  se  cierto,  e  no  mas,  sino  que  pienso 
que  Yseo  esta  en  Camaloo . 

Cap.  CCXC. — De  como  Tristan  ouo  muy  gran 
pesar  de  las  nueuas  que  le  dixo  Galaz. 

Quando  Tristan  oyó  estas  nueuas,  si  ouo 
gran  pesar,  no  me  lo  pregunte  ninguno,  e 
con  el  gran  pesar  que  vuo.  estendiosse  todo 
e  quebrantáronle  todas  las  Uagas  y  el  era  ya 
guarido,  e  amorteciosse  assi  como  si  fuesse 
muerto,  e  los  otros  fueron  a  el,  e  hallaron 
alli  do  estaua  que  era  todo  cubierto  de  san- 
gre, y  dixeron:  «¡Ay  don  Galaz,  que  mal  fe- 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GEIAL 


271 


zistes  que  tales  nueiias  le  dixistes,  que  esso 
ha  muerto  a  Tristan!»  «AssiDios  me  ayude, 
dixo  Galaz,  mucho  me  pesa  porque  ge  las 
dixe,  mas  por  ende  no  moriría,  bien  lo  sa- 
bed». Estonce  lo  tomaron,  e  leñáronlo  a  vn 
lecho,  e  desnudáronlo,  y  falláronlo  las  llagas 
todas  remojadas  de  sangre,  e  restrañaronge- 
la  lo  mas  ayna  que  pudieron. 

Cap.  C0XCI.  —  Co7no  Galaz  se  partió  de  Es- 
tor  e  de  Merengis. 

Assi  estuuo  Tristan  amortecido  gran  pie- 
5a.  E  quando  acordó  y  pudo  fablar,  dixo: 
«¡Ay  catino,  como  soy  muerto!  Todo  mi  bien 
he  perdido,  pues  a  mi  señora  me  han  leuado. 
¡Ay  ventura  maldita  y  cosa  tan  desleal,  que 
fuiste  tan  auiessa  a  tal  sazón,  ca  me  mataste 
e  confundiste  con  tales  nueuas  como  estas 
que  yo  oy  de  mi  señora!»  Estonce  le  mouio 
vna  gran  enfermedad,  que  estuuo  enfermo 
bien  medio  año  o  mas,  assi  que  no  pudo  ca- 
ualgar,  e  los  tres  conpañeros  estuuieron  ay 
quatro  dias.  E  después  partiéronse  de  en 
Tno  y  anduuieron  muchas  jornadas  sin  auen- 
turas  fallar  que  de  contar  sea.  E  pues  vieron 
que  no  fallauan  nada  en  vno  partiéronse 
cada  vno  por  su  camino,  e  Galaz  anduuo 
mucho  que  no  fallo  nada;  e  a  la  tarde  vio 
vna  hermita  vieja  que  se  quería  caer;  y  el 
honbre  le  dixo  que  se  fuese  al  mar,  como 
se  fue  para  alia,  e  fallo  a  su  padre;  mas  no 
escreuimos  aquí  nada  desto  porque  es  escri- 
to en  el  otro  libro. 

Cap.  CCXCII. — Como  Galaz  llego  a  casa  de 
la  buena  dueña,  que  le  fizo  mucJia  honra. 

Pues  agora  dize  el  ciiento  que  quando  Ga- 
laz se  partió  de  su  padre,  que  entro  en  la  flo- 
resta, ca  pensaua  fallar  al  cauallero  de  las 
armas  blancas  que  le  auia  dicho  las  nueuas 
de  su  padre,  e  anduuo  por  la  floresta  fasta 
hora  de  bisperas,  que  acaescio  en  casa  de  vn 
hermitaño,  do  albergo  aquella  noche,  e  fablo 
mucho  con  el  de  confesión  e  salud  de  su  anima , 
6  otro  dia  de  mañana  partióse  dende,  desque 
oyó  missa  de  Sancta  María,  e  anduuo  todo 
aquel  dia  sin  auentura  fallar  que  de  contar 
sea;  e  a  la  noche  fue  albergar  en  casa  de  vna 
biuda  de  muy  buen  linaje  y  de  buena  vida, 
e  fizóle  mucha  honra  y  seruicio.  E  quando 
fue  hora  de  comer,  no  quiso  comer  ninguna 
cosa  sino  pan  e  agua,  e  la  dueña  muy  fermo- 
sa  estaña  comiendo;  y  tenia  dos  fijos  cabe  si 
pequeños  y  estañan  pensando  e  sospirando, 
e  salíanle  las  lagrimas  por  los  ojos,  e  yuanle 
por  la  cara,  e  hazia  todo  continente  de  mu- 
ger  muy  triste. 


Cap.  CCXCni.  —  Co?;zo  la  buena  dueña  mos- 
tró su  hazienda  a  Galaz. 

Galaz,  estando  assi  a  la  mesa,  paro  mien- 
tes contra  la  dueña,  e  viola  triste  e  llorosa, 
e  ouo  muy  gran  duelo  della,  porque  le  páres- 
elo buena  dueña.  Y  estonce  comencé  a  pen- 
sar assi  como  la  dueña,  y  esteno  assi  quedo 
fasta  que  la  mesa  fue  leuantada,  y  estonce 
le  dixo:  «Señora  dueña,  yo  soy  vuestro  hués- 
ped, e  soy  cauallero  andante,  e  vos  soys 
dueña  de  gran  guisa;  esto  se  yo  bien,  e  de 
los  caualleros  andantes  es  tal  costunbre,  e 
bien  lo  deuedes  vos  saber,  que  deuen  poner 
consejo  a  los  tuertos  délas  biudas,  e  dueñas, 
e  donzellas;  e  sí  alguno  les  haze  algún  tuer- 
to, los  caualleros  andantes  deuense  trabajar 
de  fazerles  derecho  sí  ouieren;  e  todo  esto 
vos  digo  porque  me  ¡Darece  que  auedes  cuyta 
e  tristeza;  e  si  es  cosa  a  que  yo  pueda  poner 
consejo,  ruégeos  que  me  lo  digays,  ca  assi 
Dios  me  vala,  yo  me  trabajare  a  todo  mi  po- 
der en  vos  quitar  este  pesar,  por  amor  de 
Jesu  Christo,  e  por  vos,  que  me  parecedes 
buena  dueña» .  Estonce  comencé  la  dueña  a 
llorar  muy  fuerte,  e  quanto  pudo  fablar, 
dixo:  «Cierto,  señor  cauallero,  si  yo  he  pe- 
sar no  es  mar  anilla,  ca  mucho  es  gran  razón; 
e  direos  como,  mas  no  puedo  yo  creer  que 
vos  me  pudiessedes  ay  i^oner  consejo,  mas, 
porque  lo  preguntastes,  vos  lo  quiero  dezir. 
Sabed  que  el  pesar  que  yo  he  me  viene  de 
vn  hermano  que  yo  he,  que  me  deseredo  y 
me  torno  pobre  por  su  fuerza,  e  no  me  pesa 
tanto  del  deseredamíento  (|ue  me  fizo,  como 
de  dos  mis  fijos  caualleros  queme  mato,  que 
eran  sus  sobrinos,  que  si  ellos  fuessen  biuos 
no  me  harían  tan  gran  tuerto  ni  tan  gran 
desonrra  como  faze;  enpero  avn  me  sofríria 
yo  lo  mejor  que  pudiesse  de  aquella  muerte 
y  de  mi  deseredamíento,  sime  quisiesse  estos 
dos  hijos  dexar;  mas,  a  lo  mas  ayna  que  el 
pudiere,  matármelos  ha,  por  amor  de  auer 
dellos  y  de  mí  la  tierra».  «Por  buena  fe,  dixo 
Galaz,  gran  cosa  dezis  de  la  maldad  de  vues- 
tro hermano  que  tales  cosas  faze;  y  dezidme 
¿vos,  de  quien  tenedes  tierra?»  «Del  rey  Ar- 
tur,  dixo  ella,  y  el  otrosí  la  suya».  «Pues 
ydvos  querellar  al  reí,  e  fazervos  ha  dere- 
cho». «Señor,  tienpo  ha  que  fuera  a  el,  mas 
no  ose  de  aquí  salir,  que  se  verdaderamente 
que  si  me  ouiesse  a  la  mano,  que  auría  toda 
la  tierra  e  mataría  a  mí  e  a  mis  fijos».  «¿Y 
que  quereys  mas  que  yo  faga  en  ello?  que  no 
ha  cosa  en  el  mundo  a  que  honbre  se  trabaje 
fazer  que  yo  no  lo  faga  por  Dios  e  por  vos 
quitar  desta  cuyta».  «Señor,  dixo  ella,  la 
vuestra  merced;  mas  vos  digo  bien  que  no 
ha  vn  cauallero  en  el  mundo  a  que  esto  pu- 


272 


LIBROS  DE  caballerías 


diesse  dar  cima,  ca  mi  hermano  es  conde,  e 
a  muy  gran  gente  a  mandar» .  «¿E  como  ha 
nonbre?»  dixo  Gralaz.  «Señor,  dixo  ella,  el 
ha  nonbre  el  conde  Bedayn,  y  es  muy  buen 
cauallero  a  marauilla».  «¿E  do  lo  fallarla, 
dixo  Gralaz,  si  lo  fuesse  buscar?»  «Señor, 
dixo  ella,  en  vn  castillo  de  la  Marca,  que  esta 
sobre  la  ribera  de  la  torre» .  «Sabed ,  dixo 
Galaz,  que  nunca  seré  alegre  fasta  que  yo  os 
lo  faga  cobrar»,  «iluchas  mercedes  por  lo 
que  dezis,  mas  cierto,  tan  gran  cosa  como 
esta  no  podria  yo  cobrar  por  vn  cauallero 
solo,  que  mucho  auia  menester  mayor  gente 
que  vos  pensays»;  e  assi  fablando  en  esto 
passaronse  al  sereno  de  la  mar. 

Cap.  CCXCIV. —  Como  la  donzella  mostró 
a  Galaz  do  liallaria  al  conde  Bedayn. 

Desta  manera  estuuieron  muy  grande  ple- 
ca hablando,  mas  nunca  la  dueña  le  pregun- 
to quien  era,  ni  de  qual  tierra.  E  quando  ouie- 
ron  assi  estado,  fizieron  rico  lecho  a  Galaz, 
e  otro  dia  fuesse  oyr  missa  a  vna  capilla  que 
auia  ay  cerca;  y  después  encomendó  la  dueña 
a  Dios,  e  a  toda  su  conpaña,  e  fuesse  su  via, 
y  demando  por  do  yria  mas  derecho  al  casti- 
llo, y  enseñaronselo  desde  alli,  tan  bien  lo  sa- 
bían; e  anduuo  tanto,  que  a  medio  dia  llego 
al  castillo  de  la  Marca .  e  a  la  entrada  del 
castillo  fallo  vna  donzella  que  yua  en  un  pa- 
lafrén, e  sainóla  y  ella  a  el;  y  preguntóle  si 
era  ay  el  conde  Bedayn  en  el  castillo.  «Si, 
dixo  ella,  e  fallarlo  hedes  en  el  palacio  suyo, 
do  esta  jugando  al  axedrez  con  la  donzella 
de  los  cabellos  de  oro» .  «Agora  vos  yd  con 
Dios,  dixo  Galaz,  que  bien  me  aueys  mos- 
trado lo  que  yo  andana  buscando» .  Estonce 
se  partieron  el  vno  del  otro,  e  la  donzella  se 
fue  su  camino,  e  Galaz  entro  en  el  castillo 
do  estaña  el  conde  Bedavn. 


Cap.   CCXCY, 


-  Como   Gala:^ 
Bedayn . 


amenazo  a 


Quando  Galaz  fue  en  el  corral  e  los  del  cas- 
tillo lo  vieron  armado,  luego  conoscieron  que 
era  cauallero  andante,  e  íueronse  a  la  estri- 
bera, ca  tal  era  la  costumbre  de  los  del  casti- 
llo, de  seruir  e  de  honrrar  a  los  caualleros 
andantes ,  porque  andauan  alia  muchos  pa- 
rientes del  conde,  e  demás  por  Didonax  el 
saluaje,  que  era  cauaUero  andante  y  era  pa- 
riente cercano  del  conde ;  e  después  que  Ga- 
laz decendio,  tomaron  la  lan^a  y  el  escudo, 
e  leñáronlo  a  vna  cámara,  e  dixo  Galaz  a  vn 
donzel  que  estaña  delante  del:  «¡Ay  amigo! 
¿do  es  el  conde  Berlayn?»  «Aqui  esta  en 
su  palacio»,   dixo  el.  «Lieuame  para  alia, 


dixo  Galaz,  que  lo  querría  mucho  ver».  «Esto 
fare  yo  de  grado»,  dixo  el  donzel.  Estonces  se 
fue  Galaz  para  alia,  su  yelmo  en  la  cabera  e 
su'  espada  ceñida.  E  quando  entro  en  el  pa- 
lacio, dixo  el  donzel  a  Galaz:  «Yedes  alli  el 
conde,  aquel  que  esta  vestido  de  xamete  ber- 
mejo». E  Galaz  que  lo  vio,  fuesse  para  el,  e 
no  lo  saluo,  e  dixole:  «Cierto,  conde  Bedayn, 
no  te  quiero  sainar,  ca  no  se  como  he  de 
partir  de  vos,  si  en  amor  o  si  en  desamor; 
mas  quiérete  dezir  por  lo  que  soy  aqui  ve- 
nido: Tu  tienes  deseredada  a  tu  ermana  a 
tuerto  e  sin  derecho ,  e  fazes  gran  maldad  e 
gran  pecado;  e  si  le  quieres  dar  su  tierra,  por 
el  mi  ruego,  gradecertelo  he  mucho;  e  si  no 
ge  la  das,  ^''o  juro  que  mientra  que  yo  trayga 
escudo ,  que  nunca  te  faltara  guerra  ni  ex- 
cesso,  ni  nunca  seras  en  paz  tu,  ni  tus  hom- 
bres, ni  tus  caualleros  no  osaran  salir  de 
aqui  ni  cerca  ni  lexos,  ca  todavía  fallaran 
quien  les  fara  mucho  pesar  e  mucha  deson- 
rra;  e  si  tu  sales  de  aqueste  castillo ,  yo  te 
prometo  que  tu  no  te  escaparas  de  muerto  e 
preso» . 

Cap  .  CCXCYI .  —  Coino  Perseual  y  Boores 
llegaron  a  la  choga  do  estaua  Galaz. 

El  conde,  quando  vio  que  aquel  cauallero 
fablaua  tan  osadas  palabras,  estando  solo  y 
entre  sus  caualleros,  espantóse,  e  dixo  que 
era  loco  o  poco  menos,  y  después  dixole: 
«Don  cauallero,  ydvos  a  buena  ventura, 
que  no  haré  mas  por  vos  que  si  no  viniera- 
des  aqui,  e  sy  no  porque  a,ndades  solo  y  me 
seria  tenido  a  mal,  yo  vos  faria  vn  tal  escar- 
nio, que  se  vos  nombrasse  todos  tiempos;  e  si 
todos  los  caualleros  andantes  me  rogassen  por 
vna  cosa  de  que  yo  no  me  pagasse ,  no  faria 
por  ellos  valia  de  vn  dinero;  y  demás  en  esto» . 
«¿Xo?  dixo  Galaz,  para  Santa  Maria  vos  fa- 
zedes  mal,  e  cierto  vos  fallareys  fuera  deste 
castillo  alguno,  que  vos  no  pensays,  que  vos 
haga  pesar,  e  yo  vos  desafio  de  parte  de  los 
de  la  Tabla  Redonda  y  de  parte  de  todos  los 
caualleros  andantes,  y  sabed  que  ende  vos 
verna  mal» .  «No  darla  nada  por  quanto  vos 
dezides,  dixo  el  conde,  pues  solo  soy s,  mas  si 
ouiossecíes  conpaña,  vos  os  hallariades  mal  por 
quanto  auedes  dicho» .  Estonce  se  partió  Ga- 
laz delante  del  conde ,  y  tomo  su  cauaUo  y 
caualgo;  e  tomo  su  escudo  e  su  lan^a,  e  sallo 
del  castillo,  e  fuesse  por  vn  monte  pequeño 
que  estaua  cerca  del  castillo,  y  descendió,  e 
metióse  en  vna  cho^a  que  fallo ,  e  colgó  su 
escudo  de  vn  árbol,  que  quería  alli  morar 
fasta  que  a  la  dueña  ñziesse  cobrar  su  ereda- 
miento,  e  fasta  que  la  soberuia  del  conde 
fuesse  quebrantada,  e  no  estuuo  mucho  que 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


273 


vio  contra  el  castillo  dos  caualleros  armados 
de  todas  armas  para  aluergar  en  el  castillo. 
Y  sabed  que  el  vno  era  Boores  de  Gaunes  y 
el  otro  Perseual ,  que  auentura  ayuntara  de 
so  vno. 

Cap.  CCXCSTI. —  Como  Perseual  e  Boores 
quedaron  con  Galaz  a  faxerle  compaña  e 
ayuda. 

Mas  ellos,  quando  vieron  el  escudo  de  Ga- 
laz colgado  ante  la  choQa,  conociéronlo  lue- 
go y  detuuieronse  vn  poco,  e  dixo  Boores  a 
Perseual:  «¿No  es  aquel  el  escudo  de  GalazV» 
«Si  es,  sin  falta»  ,  dixo  Perseual .  Estonce 
se  ftieron  contra  la  choca,  e  fallaron  a  Galaz 
que  se  qucria  acoger  al  cauallo  por  yrlos 
ferir,  porque  pensaua  que  eran  del  casti- 
llo, ca  los  no  conocía,  porque  auian  can- 
biado  las  armas;  e  Galaz,  quando  oyó  que 
aquellos  eran  Perseual  e  Boores,  quitóse  su 
yelmo,  y  ellos  los  suyos,  y  recibiéronse  muy 
bien  e  fizieron  muy  gran  alegría.  «Señor,  di- 
xeron  ellos,  ¿que  fazedes  aqui?»  Y  el  ge  lo 
contó  todo  assi  como  le  acaesciera,  e  dixo: 
«Atiendo  aqui  a  los  qiie  saldrán  del  castillo, 
ca  jamas  saldrá  dende  cauallero  ni  otro  que 
lo  no  mate,  fasta  que  el  conde  faga  paz  con 
su  hermana  a  toda  sii  voluntad» .  «En  el  non- 
bre  de  Dios,  dixeron  ellos,  pues  assi  es,  nos 
quedaremos  con  vos,  e  si  no  vengaremos  la 
Tabla  Redonda  que  el  desonrro,  nunca  jamas 
ayamos  dende  compaña» . 

Cap.  CCXCYin. —  Como  Galaz  prometió  a 
Samaliel  que  lo  faria  cauallero. 

Los  tres  conpañeros  cercaron  el  castillo  de 
la  Marca,  do  auia  mas  de  trezientos  caualle- 
ros e  hombres  armados  que  pensauan  desto 
muy  poco,  ca  no  pensauan  que  por  ninguna 
cosa  tres  caualleros  osassen  acometer  ^tan 
gran  fecho.  E  los  dos  caualleros  que  fazian 
otra  choca  do  se  acogiessen,  llego  vn  escude- 
ro ay,  e  venia  sobre  vn  rocin,  e  tanto  que  vio 
a  Galaz,  conociólo,  e  finco  los  ynojos  ante  el, 
e  besóle  los  pies,  e  dixole:  «¡Ay  buen  caua- 
llero! por  Dios  e  por  merced  que  me  deys  vn 
don»;  e  dixole  que  le  plazia,  e  Galaz  conos- 
ciolo,  que  era  el  hijo  de  Frueía,  el  que  el  otro 
dia  le  echara  el  escudo  e  la  lanca  en  tierra 
porque  no  quiso  justar,  e  respondióle,  e  di- 
xole: «Amigo,  yo  te  otorgo  lo  que  me  deman- 
dares, si  es  cosa  que  te  pueda  dar  sin  daño 
e  sin  afrenta  de  mi,  ca  me  abiltaste  contra 
mi,  e  me  echaste  mis  armas  en  tierra,  como 
sabes  que  te  di  que  me  leuasses» .  «Ay  señor, 
perdonadme,  dixo  el  escudero,  ca  os  erre  por 
mi  gran  maldad,  no  sabiendo  la  vuestra  gran 

LIBKÜS    DE   caballerías, — 18 


bondad» .  «Yo  te  perdono» ,  dixo  Galaz,  e  fizó- 
lo leuantar  de  tierra,  e  dixole:  «Di  lo  que 
quieres».  «Señor,  dixo  el,  querría  que  me 
fiziessedes  cauallero» .  «Yo  te  lo  otorgo,  dixo 
Galaz,  mas  atiende  fasta  que  podamos  auer 
cauallo  e  armas» .  E  assi  quedo  el  alli ,  espe- 
rando que  le  fiziesse  Galaz  cauallero. 

Cap.    CCXCIX.  —  Como    Galaz  y  Perseual 
otorgaron  la  batalla  de  los  caualleros. 

Asi  estando,  vieron  salir  del  castillo  tres 
caualleros  armados,  e  yuanse  a  folgar  a  vna 
floresta,  mas  no  yuan  armados  por  miedo 
que  ouiessen,  mas  en  aquel  tiempo  tenian 
por  villano  el  cauallero  que  caualgasse  sin 
armas;  e  Boores  que  los  vio,  dixo  a  Galaz: 
«Conpañeros,  aqui  vienen  tres  caualleros  de 
los  del  castillo,  e  por  amor  de  Dios  otorga d- 
me  yr  a  ellos,  ca  vos  digo  que  no  me  dura- 
ran ni  punto  ni  mas» ;  y  ellos  ge  lo  otorga- 
ron, por  pleyto  que  lo  ayudasen  si  menester 
fuesse. 

Cap.  CCC. — Co7no  Samaliel  tomo  el  cauallo 
e  las  armas  de  vn  cauallero  dellos. 

Estonce  se  dexo  correr  Boores  a  los  otros 
caualleros,  e  dixoles:  «Guardadvos  de  mi, 
que  yo  vos  desafio» .  E  quando  ellos  lo  vie- 
ron solo,  e  vieron  que  los  desafiaua,  touie- 
ronlo  por  marauilla,  e  si  no  porque  lo  ter- 
nian  a  mal,  todos  tres  fueran  a  el;  e  adelan- 
tóse el  vno  solo,  e  fuese  para  el,  e  Boores 
que  lo  vio,  saliólo  a  recebir,  e  diole  tan  gran 
laucada,  que  dio  con  el  en  tierra,  mas  otro 
mal  no  le  fizo,  ca  la  loriga  era  buena,  e  des- 
pués dexose  yr  contra  el  otro,  e  firiole  tan 
braua mente,  que  dio  con  el  en  tierra,  y  el 
cauallo  sobrel,  y  el  cauallero  quedo  amorte- 
cido de  la  cay  da.  E  quando  el  tercero  esto 
vio,  quiso  fiiyr,  ca  auia  pauor  de  muerte  o 
de  perder  el  cuerpo  si  ateadiesse  el  golpe  de 
aquel  cauallero,  e  por  ende  se  torno  luyendo 
quanto  el  cauallo  lo  podia  leuar  para  el  cas- 
tillo; e  Boores,  que  lo  vio  assi  yr,  no  quiso 
yr  em  pos  del,  e  tornóse  a  los  otros  que  esta- 
ñan en  tierra.  E  Samaliel  fue  corriendo  para 
el,  e  dixo:  «Señor  Boores,  otorgad  me  que 
tome  las  armas  e  los  cauallos  destos  dos  ca- 
ualleros, con  que  sea  cauallero» .  «Yo  te  lo 
otorgo»,  dixo  Boores.  E  Samaliel  se  fue  para 
vno  de  los  caualleros,  e  desenlazóle  el  yelmo 
e  deciñole  el  espada.  Y  el  cauallero,  que  vuo 
pauor  de  muerte,  pidióle  merced.  «Conuiene- 
te,  dixo  Boores,  si  no  quieres  morir,  que  de- 
xes  tus  armas  e  tu  cauallo  a  este  escudero» . 
Y  el  dixo  que  le  plazia;  e  quando  vio  que 
por  tan  poco  escapaua,  agradeciólo  mucho  a 


274 


LIBROS  DE  caballerías 


Boores.  Y  el  escudero  lo  desarmo,  e  fuesse 
con  su  cauallo  e  con  sus  armas  para  Galaz 
que  lo  fizisse  cauallero,  e  Gralaz  le  dixo  que 
lo  faria  de  grado,  mas  que  era  ya  tarde,  que 
otro  dia  de  mañana  lo  faria  de  buenamente; 
y  el  ge  lo  grádeselo  mucho.  E  quando  Boores 
se  quiso  partir  de  los  caualleros,  dixoles: 
«Xo  vos  liare  esta  vez  mas  de  quanto  lia  pa- 
sado. Mas  ydvos,  e  dezid  a  vuestro  señor 
quen  mal  punto  vio  el  deseredamientu  que 
fizo  a  su  hermana,  que  avn  el  sera  desere- 
dado  por  ende,  e  tornara  a  proueza  e  mez- 
quindad, e  jamas  no  saldrá  del  castillo  a  nin- 
guna parte  que  no  sea  preso  o  desonrrado. 

Cap.   CCCI. —  Como  los  caualleros  dixeron 
a  Bedain  de  los  tres  eonpañeros. 

Boores  se  partió  estonces  de  los  caualle- 
ros. e  tornóse  a  sus  conpañeros,  y  ellos  lo 
salieron  a  reeebir,  e  dixeron:  «Para  santa 
Maria,  bien  lo  fezistes  e  bueno  fue  vuestro 
empiece,  e  Dios  quiera  que  sea  buena  la 
cima»;  y  después  ñzieronle  luego  desarmar. 
E  los  dos  caualleros  que  fueron  derribados, 
caualgaron  ambos  en  el  cauallo  del  vno,  e 
fueronse  para  el  castillo,  e  dixeron  a  su  se- 
ñor lo  que  Boores  les  fiziera.  E  quando  el 
conde  oyó  de  Boores,  no  fue  tan  seguro  como 
ante,  ca  oyera  dezir  a  muchos  caualleros 
que  Boores  era  el  mejor  cauallero  del  mun- 
do; no  supo  que  ñziesse,  ca  sabia  que  si  Boo- 
res alli  fuesse  muerto,  que  el  rey  Artur  ver- 
nia  ay  por  vengar  su  muerte,  e  todos  los  del 
linaje  del  rey  Van  que  le  destruyrian.  Y 
preguntóles  donde  saliera  Boores  de  Gaunes 
quando  a  ellos  saliera;  y  ellos  dixeron:  «Se- 
ñor, de  vna  cho9a  que  esta  a  la  entrada  de 
aquel  mato,  y  estauan  con  el  dos  caualleros 
armados,  e  vn  escudero  que  nos  tomo  las  ar- 
mas y  el  cauallo» .  «Agora  dexad  estar,  dixo 
el  conde,  que  yo  vos  vengare  mUcho  ayna». 

Cap.  CCCn. —  Como  el  donxel  vino  por  es- 
cucJuí  a  los  tres  compañeros. 

Y  esto  dixo  el  conde,  mas  al  pensaua,  que 
dezia  que  el  rey  aula  alli  enbiado  por  co- 
mienco  de  guerra,  e  llamo  a  vn  donzel  que 
era  su  pariente,  y  era  muy  biuo,  e  dixole: 
«Ye  aquellos  caualleros  andantes,  e  sabe 
quantos  son,  o  si  es  mayor  conpaña  que 
aquella;  e  si  te  preguntaren  cuyo  eres,  no  lo 
digas,  que  he  pauor  que  te  fagan  mal» .  Y"  el 
donzel  se  partió  alende  de  noche  e  a  pie,  e 
fuese  a  las  chogas,  e  fallo  a  los  caualleros 
que  se  estauan  al  ayre  que  fazia  muy  bue- 
no, e  fablauan  de  muchas  cosas  y  de  muchas 
auentnras.  rpip  confortauanse  en   esto  por- 


que no  tenian  que  comer,  ni  auia  ninguno 
dellos  que  en  todo  aquel  dia  ouiesse  comido 
ni  beuiílo.  E  sabed  que  muchos  dias  tales 
ouieron  en  aqucUa  demanda,  e  mucho  a  me- 
nudo. E  quando  el  donzel  llego  a  ellos,  sa- 
ludos lo  mas  apuesto  que  pudo.  Y  ellos  le 
preguntaron  de  donde  era.  Y  el  dixo  que  era 
del  reyno  de  Londres  y  de  casa  del  rey  Ar- 
tur. cBien  seades  venido,  dixeron  ellos;  ¿y 
que  andades  buscando»?  «Esto  no  vos  diré 
yo  en  ninguna  manera  sy  ante  no  supiesse 
vuestros  nonbres,  y  tales  podeys  ser,  que 
vos  diré  mi  fazienda,  e  tales  que  no».  E  los 
caualleros,  por  el  gran  sabor  que  auian  de 
saber  nueuas  de  casa  del  vqj  Artur,  nonbra- 
ronse,  y  el  les  pregunto,  assi  como  si  no  su- 
piesse nada:  «E  vos  ¿que  atendeys  aqui»?  Y 
ellos  ge  lo  contaron,  assi  como  el  cuento  lo 
ha  deuisado.  «¿E  sodes  mas  de  tres»?  «No, 
por  buena  fe»,  dixeron  ellos.  «Yos  soys  lo- 
cos, dixo  el  donzel,  que  no  seyendo  mas  de 
tres  caualleros  comencays  tal  cosa,  que  en 
este  castillo  ay  fasta  quatrocientos  honbres 
de  armas  o  mas;  e  marauillado  me  fago  como 
lo  osays  acometer;  e  qual  hora  ellos  vos  qui- 
sieren matar,  lo  pueden  fazer» .  «Desto  no 
te  cale,  dixo  Gralaz,  mas  dinos  lo  que  te  pre- 
guntamos: ¿do  dexaste  al  rey  Artur,  o  que 
andas  buscando»?  X  el  dixo:  «No  a  vn  mes 
que  dexe  al  rey  Artur  en  Camaloc  con  gran 
con^Daña  de  ricos  honbres  e  de  caualleros,  e 
partime  yo  dende  por  su  mandado,  por  bus- 
car a  Sagramor  donde  quier  que  le  falle,  ca 
el  rey  le  embia  a  mandar  por  mi  que  se  vaya 
tanto  que  oya  las  nueuas  que  trayo.  E  por 
ende  vos  ruego  que  si  sabedes  algunas  nue- 
uas, que  me  las  digades,  ca  no  puedo  yr  a  la 
corte  fasta  que  lo  falle» .  Y  ellos  dixeron  que 
no  sabian  ende  nada.  «Mucho  me  pesa», 
dixo  el  donzel;  y  estonce  se  partió  dellos.  E 
Galaz  le  pregunto  do  yua  a  aluergar,  que 
era, tarde,  y  el  dixo  que  no  se  le  daua  nada 
do  quier  que  fuesse,  pues  que  supiesse  nue- 
uas de  lo  que  andana  buscando;  y  después 
fuesse  para  el  castillo  y  quedaron  alli  los 
caualleros,  que  no  se  guardauan  de  aquello. 

Cap.  CCCIII. — Como  el  conde  Bedayn  fue 
de  noche  con  dos  caualleros  por  matar  a 
Galaz. 

El  donzel,  quando  llego  a  su  señor,  con- 
tole todo  lo  que  supo.  E  quando  el  conde 
oyó  dezir  que  Galaz  que  era  tan  buen  caua- 
llero, que  apenas  podria  ser  desbaratado  por 
ninguna  gente,  e  Boores  y  Perseual  eran 
buenos  caualleros,  fue  tan  desconfortado, 
que  no  supo  que  fazer,  saluo  que  dixo:  «Ca- 
lla, cata  que  no  lo  sepa  ninguno».  Y^  en  tan- 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


275 


to  fuesse  a  echar  en  vna  cámara  solo,  ca  no 
quiso  que  ninguno  lo  supicsse,  e  comenco  a 
pensar  muy  fieramente,  como  aquel  que  no 
sabia  que  fiziesse  en  tal  pleyto,  ca  el  oyera 
dezir  tan  grandes  marauillas  de  Galaz,  que 
sabia  verdaderamente  que  no  auia  ninguna 
gente  en  el  mundo  por  que  pudiesse  ser  des- 
baratado, que  por  bondad  de  su  caualleria, 
que  por  los  buenos  caualleros  que  eran  con 
el;  e  pues  que  pensó  gran  pie^a,  leuantosse 
en  su  lecho,  e  llamo  a  su  repostero,  e  vistió- 
se, e  pidió  sus  armas,  e  no  quiso  que  nin- 
guno supiesse  lo  que  el  pensaua  fazer  sino 
dos  caualleros  que  eran  sus  primos  corma- 
nos,  e  dixoles  que  fuessen  con  el  a  vu  lugar 
que  el  auia  menester.  Y  ellos  lo  fizieron  de 
grado,  ca  lo  amanan  de  todo  coracon,  e  ca- 
ualgaron,  e  salieron  por  vna  puerta  pequeña 
del  alcacar;  e  defendió  el  conde  al  repostero 
que  no  dixesse  nada.  E  desque  fueron  fuera 
del  castillo,  dixo  el  conde  a  sus  caualleros: 
«Yos  soys  mis  amigos  e  mis  cor  manos,  e  por 
ende  no  vos  encubriré  nada  que  quiera  fa- 
zer. E  assi  es  que  ante  nos  están  tres  caua- 
lleros andantes  de  casa  del  rey  Artur,  que 
nos  han  fecho  gran  desonrra,  e  avn  nos  fa- 
ran  mas  si  ge  lo  sufrimos;  mas  quiero  que 
por  malos  nos  tengan  si  los  otros  caualleros 
assi  nos  confundiessen,  e  por  el  rey  Artur 
no  me  querer  mal,  por  su  miedo  no  me  des- 
onrraran;  por  ende  quiero  que  los  matemos 
encubiertamente,  que  ninguno  no  lo  sepa 
saino  nos  todos  tres» .  «Señor,  dixeron  ellos, 
vos  dezid,  e  nos  faremos» .  «Pues  vayamos 
a  las  chocas  donde  son,  dixo  el,  ca  ay  los 
fallaremos  desarmados;  matémoslos,  e  ascen- 
dámoslos en  la  floresta»;  y  ellos  otorgaron 
en  ello. 

Cap.  CCCIV.  —  Corno  Galaz  derribo  al  conde 
Bedayn  e  a  los  que  vetiian  con  el. 

Assi  como  vos  digo  venia  el  conde  Bedayn 
a  las  choQas  a  hora  de  media  noche;  e  Boo- 
res  e  Personal  dormían,  mas  Gralaz  no  dor- 
mía, ca  mas  estaua  en  preces  y  en  oraciones, 
e  mas  pensaua  en  Nuestro  Señor  que  los 
otros.  E  quando  Gralaz  vio  venir  los  tres  ca- 
ualleros contra  las  chocas,  pensó  en  su  cora- 
ron aquello  por  que  ellos  venían,  e  tomo-  su 
yelmo  y  enlazólo  lo  mas  ayna  que  pudo;  y 
el,  que  estaua  armado  de  todas  sus  armas, 
saino  de  escudo  y  de  lanc;a,  subió  en  su  ca- 
uallo  e  no  quiso  esperar  a  los  otros.  Y  quan- 
do lo  vio  el  conde  assi  estar,  fizóse  vn  poco 
afuera,  e  dixo  a  los  otros»:  «¿Que  faremos, 
que  despiertos  son?  Y  ellos  son  muy  buenos 
caualleros,  e  temóme  que  sj  con  ellos  nos 
ayuntamos,  que  auremos  lo    peor».  E  los 


otros,  que  eran  muy  arreziados  caualleros, 
dixeron:  «Señor,  no  ayades  du<1a,  que  no  son 
ellos  mas  que  nos;  e  feridlos  seguramente, 
ca  nos  los  desbarataremos».  Y  el  conde  se 
dexo  correr  a  Galaz  quando  vio  que  tan  bien 
lo  confortauan  sus  caualleros,  e  firiolo  tan  bra- 
ua  mente,  que  le  quebranto  la  lan9a  en  los 
pechos,  mas  otro  mal  no  le  fizo,  e  aquel  que 
los  grandes  golpes  solia  dar,  que  tomo  su  es- 
cudo e  su  lan^a,  firiole  tan  de  rezio,  que  le 
metió  el  fierro  de  la  lauQa  por  los  pechos  e 
dio  con  el  del  cauallo  en  tierra,  e  al  tirar  de 
la  lan^a  el  conde  se  amorteció;  e  no  lo  miro 
mas,  ante  se  dexo  correr  a  los  dos  caualleros 
que  venian  con  el,  e  fue  tan  rezio  contra 
ellos,  que  dio  tal  golpe  de  los  pechos  del  ca- 
uallo al  vno,  e  al  otro  con  la  lanca,  que  dio 
con  anbos  en  tierra.  Y  el  vno  fue  tan  mal 
ferido  por  los  pechos,  que  pensó  ser  muerto, 
y  el  otro  ouo  tal  golpe  de  la  cay  da,  que  ni 
supo  si  era  dia  ni  si  noche. 

Cap.  CCCY. — Como  Galaz  prendió  al  conde 
Bedan,  e  lo  dio  a  Boores  e  a  Perseual. 

Pues  ouo  fecho  esto,  tornóse  a  las  choQas 
y  descaualgo  del  cauallo,  e  atólo  porque  no  se 
le  fuesse,  y  dexo  ay  la  lanca,  e  tornóse  do 
dexara  los  caualleros  por  saber  quien  eran;  e 
quando  llego  al  conde,  quitóle  el  yelmo,  e 
comencole  a  dar  grandes  golpes  con  la  man- 
gana del  espada.  E  quando  el  conde  vio  esto, 
pensó  ser  muerto,  e  pidióle  merced,  e  dixo- 
le:  «Señor  cauallero,  por  Dios,  que  no  me 
mateys,  ca  en  mi  muerte  no  ganados  vos 
nada;  mas  dexadme  biuir,  e  yo  os  prometo 
que  pro  e  honra  os  vendrá  ende» .  E  quando 
Galaz  esto  oyó,  entendió  por  lo  que  le  pro- 
metiera que  era  alto  honbre,  e  por  saber 
ende  mas  la  verdad,  dixole:  «Dime  tu  non- 
bre,  si  no  tu  eres  muerto» .  «Señor,  dixo  el, 
yo  vos  lo  diré,  por  tal  pleyto  que  no  reciba 
mal».  «A  dezir  vos  conuiene,  dixo  Galaz, 
que  querades  o  no».  «Ay  señor,  merced, 
dixo  el  conde,  que  yo  soy  el  conde  Bedain» .  E 
quando  Galaz  oyó  dezir  que  era  el  conde,  ñie 
mucho  alegre  a  marauilla,  ca  luego  vio  que 
la  guerra  de  la  dueña  era  ya  acabada,  e 
Galaz  fizo  semblante  de  honbre  mucho  sa- 
ñudo, e  dixo:  «Yo  no  vos  dexare  a  ninguna 
guisa  del  mundo  biuir,  ante  te  cuenta  por 
muerto».  Y  el  conde  que  esto  oyo^  junto 
las  manos  contra  el,  e  dixo:  «¡Ay  buen  ca- 
uallero, por  Dios  no  me  mateys,  e  aued 
merced  de  mi,  ca  yo  fare  todo  lo  que  vos 
mandardes!» .  «Pues  afiadme;  dixo  Galaz,  si 
mis  conpañeros  se  otorgaren,  dexarvos  he 
biuir,  e  si  no,  mataros  he» .  Y  el  conde  que- 
do tan  espantado,  que  no  supo  que  fazer. 


276 


LIBROS  DE  caballerías 


«Agora  vos  yd  comigo»,   dixo  Galaz,  j  el 
fizólo  con  gran  pesar.  E  quando  los  dos  ca- 
ualleros  que  con  el  vinieron  lo  vieron,  no 
lo  osaron  socorrer,  que  bien  sabian  que  no 
les  valdría  nada,  ni  al  castillo  no  osauan 
tornar,  ca  bien  sabian  que  los  del  castillo 
los  matarían  quando  los  viessen  tornar  sin  su 
señor.  E  por  ende  se  fueron  al  monte  assi 
como  mejor  pudieron.  E  quando  Galaz  llego 
a  las  tiendas,  despertó  a  los  otros,  e  dixoles: 
«Leuantadvos,  e  vereys  que  fermosa  auen- 
tura  nos  ha  Dios  dado» .  Y  ellos  se  leuanta- 
ron,  y  preguntaron  que  fuera:  «Yedesaqui  al 
conde  Bedain  que  vos  traygo,  e  a  Dios  mu- 
chas gracias,   ya  auemos  acabado  nuestra 
guerra;  e  agora  caualguemos,  y  llenémoslo 
a  su  hermana,  y  metámoslo  en  sus  manos;  e 
faga  del  lo  que  quisiere» .  «Ay  señor,  mer- 
ced, dixo  el  conde,  que  mas  quiero  que  me 
matedes  aqui  que  no  que  me  leuedes  a  ella, 
ca  ella  me  desama  de  mortal  desamor;  y  se 
bien  que  me  fara  morir  de  mala  muerte,  qual 
nunca  honbre  murió».  «Cierto,  dixo  Galaz, 
a  yr  vos  conuiene,  que  querades  o  no,  e  su- 
frir lo  que  ella  quisiere  fazer» .  E  quando  el 
vio  que  no  jjodia  al  fazer,  caualgo  en  vno  de 
los  cauallos  de  los  caualleros  que  se  fueron, 
e  los  otros  otrosi  caualgaron,  e  fueronse;  y 
el  escudero  con  ellos;  e  anduuieron  assi  fas- 
ta que  fue  de  dia.  E  Gralaz  dixo  a  sus  com- 
pañeros: «Licuad  a  este  conde  a  su  herma- 
na»; e  mostróles  donde  la  fallarían,  e  dixo- 
les: «Yo  vos  ruego  que  seades  con  ella  fasta 
que  sea  entregada  de  toda  su  tierra;  y  que 
la  emiende  a  toda  su  voluntad  el  yerro  que 
le  fizo  según  lo  que  el  pudiere  e  vosotros 
vierdes  que  es  razón;  e  yo  yre  esta  noche  de 
aqui  a  algún  lugar  donde  faga  este  escudero 
cauallero,  assi  como  ge  lo  prometí».  E  assi  se 
partieron  los  caualleros  y  el  conde  Bedain;  e 
se  fueron  para  casa  de  su  hermana. 

Cap.  CCCYI. — Como  Galaz  Jdzo  a  Sama- 
liel  cauallero  en  la  hermita^  como  le  auia 
prometido. 

Galaz  y  el  escudero  se  fueron  a  vna  lier- 
mita  que  auia  zy  cerca,  e  rogo  al  hermitaño 
que  les  dixesse  missa,  y  el  hermitaño  lo  fizo. 
E  despiies  que  oyeron  missa,  fizo  a  Samaliel 
cauallero.  E  después,  quísole  Dios  assi  fazer, 
que  no  auia  tan  gran  cauallero  en  casa  del 
rey  Artur;  e  assi  como  era  fermoso,  assi  le 
fizo  Dios  buen  cauallero  de  armas,  y  era  muy 
ardid,  assi  que  dezian  que  era  vno  de  los 
buenos  caualleros  del  mundo.  E  quando  Ga- 
laz vuo  fecho  a  Samaliel  cauallero,  ansi 
como  era  costunbre  del  reyno  de  Londres, 
dixole:  «Amigo,  faz  como  seas  bueno,  e  que 


aya  honrra  tu  linaje,  e  que  no  prendan  abil- 
tanga  por  vos  en  vuestra  caualleria» .  «Señor 
don  Galaz,  dixo  Samaliel,  yo  deuo  ser  muy 
alegre.  E  yo  vos  diré  por  que:  porque  soy  de 
buen  linaje,  e  tome  orden  de  caualleria  de 
tan  buen  cauallero  como  vos  soys,  e  pues 
que  Dios  quiso  que  tan  gran  honra  recibiesse 
de  mano  del  mejor  cauallero  que  nunca  tra- 
xo  armas,  yo  prometo  a  Dios  que  jamas  no 
folgare  fasta  que  yo  sepa  si  pareceré  en  ca- 
ualleria a  vos.  E  si  en  este  año  no  fago  cosas 
por  que  me  tengan  por  buen  cauallero  en  el 
reyno  de  Londres,  que  Dios  muchos  dias  no 
me  dexe  traer  escudo  ni  langa» .  E  Galaz  le 
dixo:  «Por  buena  fe  tu  as  dicho  mucho,  e 
Dios  te  lo  dexe  cumplir  y  te  faga  tan  buen 
cauallero  como  yo  querría» . 

Cap.  CCCYII. — Como  Samaliel  se  partió  de 

Galaz. 

Esta  promessa  que  vos  digo  dixo  Samaliel 
a  Galaz  el  dia  que  lo  fizo  cauallero,  e  des- 
pués dixole:  «Señor  Galaz,  con  vuestra  gra- 
cia que  me  quiero  yr» .  «Dios  te  guie» ,  dixo 
Galaz.  Estonce  se  partió  el  vno  del  otro,  e 
Galaz  se  fue  buscar  las  auenturas,  que  assi 
lo  auia  a  fazer,  e  anduuo  todo  aquel  dia  que 
no  fallo  auentura;  e  otro  dia  le  auino  que 
entro  en  vn  valle,  e  fallo  ay  a  Samaliel  muy 
mal  llagado  de  muchas  llagas,  e  su  cauallo 
atan  cansado,  que  a  mala  ves  se  podia  tener 
en  las  piernas.  Y  tanto  que  se  vieron,  cono- 
ciéronse, e  saináronse.  «¿E  quien  vos  llago?» 
dixo  Galaz.  «Señor,  dixo  el,  vn  cauallero  de 
la  Tabla  Redonda  que  dizen  Yuan,  fijo  del 
rey  Y'uan,  y  el  me  acometió  agora  alli  suso 
en  aquella  carrera,  no  le  mereciendo  por 
que;  mas  no  pienso  que  gano  ay  nada,  ca  lo 
dexe  tendido  en  tierra,  e  no  se  si  lo  he  lla- 
gado a  muerte  o  si  podra  ende  guarecer». 
«¿E  vos,  [do]  ydes  a  tan  gran  priessa?»  «Yo 
os  diré,  dixo  Samaliel  a  Galaz.  Yo  yua  en  pos 
vna  donzella  que  me  1  enana  vna  espada  que 
fue  de  mi  padre  Fruela,  quando  Yuan  me 
acometió.  Y  ella  tomóla  espada  mientra  nos 
conbatimos.  e  fuesse  con  ella,  e  voy  em  pos 
della,  que  no  la  querría  perder  por  ninguna 
guisa.  Y  por  ende  me  conuiene  de  yr  en  pos  j 
della.  Y  encomiendoos  a  Dios».  «Cf'n  Dios 
vays,  dixo  Galaz,  mas  guardaos  de  andar 
mucho,  ca  os  seria  gran  peligro» .  «Asi  fare» , 
dixo  Samaliel,  e  partiéronse  el  vno  del  otro. 

Cap.  CCCYTTT. —  Como  Galaz  fallo  a  Yuan 
muy  mal  llagado. 

Galaz  fue  contra  do  dixo  Samaliel  que  es- 
taña Yuan,  e  no  anduuo  mucho  que  lo  fallo, 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


277 


y  estaría  tal  e  tan  maltreclio,  que  no  auia 
poder  (le  se  leuantar;  e  descendió  del  caua- 
11o  por  ver  como  le  yna,  quitóle  el  yelmo 
por  que  se  espaciasse*  e  Yuan,  que  estaua  tan 
mal  cuytado  e  tenia  muchas  llagas  grandes 
e  peligrosas,  e  abrió  los  ojos,  é  dixo  a  Ga- 
laz:  «Señor  cauallero,  ¿quien  sodes  vos?» 
«Yo  soy  Galaz,  vn  cauallero  a  quien  pesa 
mucho  de  la  vuestra  mal  andanza».  «Ay  se- 
ñor Galaz,  mucho  seades  vos  bien  venido,  ca 
mucho  vos  desseo  ver,  por  mucho  bien  que 
oy  dezir  de  vos;  e  a  vos  puedo  dezir  bien  mi 
fazienda  mas  seguramente  que  a  otro.  Yo  he 
tantas  llagas  pequeñas  e  grandes,  que  no 
pienso  ende  escapar ,  e  ruegovos  por  Dios 
que  me  ayudeys  a  caualgar  en  mi  cauallo,  e 
yrme  he  a  vnaabadia  que  es  aqui  cerca,  e  yre 
alia  morir  o  biuir» ,  E  Galaz  le  fue  buscar  el 
cauallo,  e  diogelo,  e  ayudólo  a  caualgar,  e 
fue  con  el  fasta  el  abadia,  e  después  apeóle,  e 
fizóle  mirar  las  llagas  a  vn  cauallero  viejo 
<[\ie  era  ay  frayle,  que  lo  asseguro  que  no 
moriría  de  aquellas  feridas,  e  que  seria  ayna 
sano.  Assi  fallo  Yuan  consejo  de  sus  llagas 
que  Samaliel  le  ñziera,  y  estuuo  ay  Galaz 
quatro  dias  por  amor  del.  E  al  quarto  dia  pre- 
guntóle por  que  ouieran  aquella  batalla  el 
e  Samaliel.  «Cierto,  dixo  Yuan,  esto  fue  que 
Lucan  el  copero,  que  el  derribo  e  le  fizo  vna 
gran  llaga,  e  yo  fue  em  pos  del  por  lo  ven- 
gar. E  auinome  como  vos  vedes;  mas  digo- 
vos  tanto  del  cauallero,  que  a  mi  parecer  es 
vno  de  los  buenos  caualleros  del  mundo,  y 
que  bien  fiere  de  espada» .  E  al  quinto  dia 
partióse  Galaz  de  Yuan  y  metióse  al  camino 
por  buscar  las  auenturas. 

Agora  dexa  el  cuento  a  Yuan  e  a  el,  e  tor- 
na a  Samaliel. 


Cap.   CCCIX. — De  como  Samaliel  tomo  la 
espada  a  la  donzella. 

El  cuento  dize  que  pues  Samaliel  se  par- 
tiera de  Galaz  assi  llegado  e  mal  trecho 
como  era,  anduuo  tanto  que  fallo  a  la  don- 
zella que  le  lleuaua  el  espada,  e  tomogela  y 
echóla  al  arzón  de  la  silla,  y  ella  le  dixo: 
«Señor  cauallero,  vos  me  tomastes  mi  es- 
pada a  fuerca;  pues  sabed  que  si  Dios  me 
trae  a  tiempo,  que  ayn  a  vuestro  pesar  sera 
mia,  e  yo  os  fare  esta  desonra  caramente 
conprar».  E  Samaliel  no  quiso  recudir  a 
nada  que  le  dixesse;  y  después  partióse  de- 
Ua.  E  a  la  tarde  le  auino  (pie  llego  a  vna 
(jasa  do  Quea  el  mayordomo  del  rey  Artur 
aluergaua,  e  quando  Quea  le  vio  dos  espa- 
das, marauillose,  r-a  en  aquel  tienpo  no  era 
costunbre  en  el  reyno  de  Londres  de  nin- 


gún cauallero  traer  dos  espadas,  si  no  fuesse 
por  promessa  o  por  jura  que  fiziesse.  E  si 
alguno  fuesse  osado  de  traer  dos  espadas  por 
costunbre,  no  podia  recelar  de  dos  caualle- 
ros que  lo  llamassen  a  batalla.  E  por  esto  se 
marauillaua  Quea  de  aquel  que  traya  dos 
espadas;  y  el  callóse,  fasta  que  viesse  que 
tenia  tienpo  de  ge  lo  dezir  y  de  ge  lo  de- 
mandar por  que  las  traya.  E  aquella  tarde 
miro  mucho  Quea  a  Samaliel  mientra  estu- 
uieron  a  la  mesa,  porque  le  páresela  mucho 
buen  cauallero.  E  quando  ouieron  comido,  e 
vio  que  tenia  buena  hora  de  ge  lo  preguntar 
de  su  fazienda,  dixole:  «Señor  cauallero;  yo 
querría  rogar  que  por  vuestra  cortesía  que 
me  dixessedes  q\iien  soys»;  y  el  respondió, 
e  dixole:  «Señor,  yo  soy  vn  cauallero  estra- 
ño,  e  ha  poco  que  vine  al  reyno  de  Londres, 
e  avn  no  soy  de  ninguna  nonbradia,  e  no  he 
fecho  avn  cosa  por  que  me  conozcan,  e  no  me 
deuen  culpar,  porque  ha  poco  tienpo  que 
soy  cauallero» .  «¿Pues  como  soys  osado  de 
traer  dos  espadas?  ¿E  no  sabeys  la  costunbre 
de  los  que  traen  dos  espadas?»  «Dezidmela, 
dixo  Samaliel,  que  yo  no  la  se»;  y  Quea  ge 
lo  contó  assi  como  os  dixe.  «Cierto,  dixo 
Samaliel,  nunca  tal  oy  fablar,  mas  traygo  la 
vna  porque  fue  de  mi  padre,  e  la  otra  por  vn 
cauallero  que  me  la  ciñera;  e  ambas  las  amo 
tanto,  que  no  puedo  dexar  ninguna  dellas. 
Y  pues  assi  me  auino  que  las  traygo  hasta 
agora  no  sabiendo  que  me  fazia,  yo  prometí 
a  Dios  que  sienpre  las  trayga  desta  guisa 
mientra  mantuviere  caualleria».  «Cierto, 
dixo  Quea,  gran  cosa  auedes  dicho;  y  he 
miedo  que  os  verna  ende  excesso».  «Sera 
como  Dios  quisiere,  dixo  Samaliel,  que  todo 
lo  pongo  en  el» ;  y  estonce  le  pregunto  Sama- 
liel: «Amigo,  ruegovos,  por  Dios  e  por  cor- 
tesía, que  me  digades  quien  soys» .  «Cierto, 
dixo  el,  yo  he  nonbre  Quea,  e  soy  mayordo- 
mo del  rey  Artur,  e  soy  compañero  de  Ta- 
bla Redonda» .  E  quando  Samaliel  oyó  fablar 
del  rey  Artur,  abaxo  la  cabe(?a  e  comeuí^o  a 
pensar,  assi  que  no  pensó  Quea  por  aquel 
pensar  que  el  pensaua  de  las  nueuas  que  le 
dixera.  E  a  cabo  de  vna  piega,  dixo  Sama- 
liel: «Por  buena  fe,  señor,  vos  soys  el  honbre 
del  mundo  que  yo  peor  quiero,  ca  me  mato 
a  mi  padre  y  me  fizo  tanto  de  mal  aquel  dia, 
que  de  gran  bien  que  auia  me  torno  a  po- 
breza e  a  mala  andauíja,  onde  he  duelo  avn 
en  mi  corar-on,  e  aure  mientra  bina» .  «¿E 
quien  fue  vuestro  padre?»  dixo  Quea.  «Fue 
Frriela,  e^  principe  de  Alemana,  y  fue  rey 
de  Francia,  e  matólo  el  rey  Artur  ante  la 
cibdad  de  París.  E  por  esto  no  lo  querré 
mientra  biuiere». 


278 
Cap.  CCCX. 


LIBROS   DE  caballerías 


-De  como  SamaHel  derribo  a 
Don  Quea. 


Quando  Quea  esto  oyó,  no  se  pudo  tener 
que  no  dixesse:  «Señor  cauallero,  yo  soy 
honbre  del  rey  Ártur,  e  tan  su  natural,  que 
seria  desleal  si  no  lo  vengasse  contra  aque- 
llos que  mal  quisiessen  contra  el;  e  ¡Dor  amor 
del  TOS  digo  que  en  el  mundo  no  auedes  mas 
mortal  enemigo  que  a  mi,  mas  aqui  no  aya- 
des  ningún  pauor,  pues  que  comimos  en 
vno».  E  Samaliel  le  dixo:  «Señor  cauallero, 
quando  me  acometierdes.  yo  me  defenderé 
de  vos  lo  mejor  que  pueda»;  e  con  tanto  que- 
daron aquella  noche.  E  sabed  que  desque 
Samaliel  fue  cauallero,  que  pocas  vezes  co- 
mió sino  pan  e  agua,  si  no  fuesse  por  compa- 
ña de  alguno,  e  teníase  con  Dios  quanto  el 
podia;  ni  nunca  auia  sabor  de  matar  honbre 
si  por  defender  su  cuerpo  no  fuesse.  E  otro 
dia  mañana  tomo  sus  armas,  e  metióse  al 
camino  por  demandar  auenturas  como  los 
otros  fazian;  e  no  anduuo  mucho  que  fallo  a 
Quea  que  saliera  ante  que  el  de  la  posada 
por  tenerle  el  camino  para  lo  matar.  E  quan- 
do lo  vio  Quea,  comen90  a  dar  bozes,  dizien- 
dole:  «Don  cauallero,  guardadvos  de  mi,  que 
vos  quiero  ferir  sin  desafiamiento,  e  quiero 
fazer  al  rey  Artur  sin  vn  enemigo» .  E  Sa- 
maliel, que  era  muy  ardid  y  de  buen  cora- 
9on,  se  arremetió  a  el,  e  diole  tan  gran  gol- 
pe, que  dio  con  el  en  tierra,  e  cayo  el  caua- 
11o  sobre  el,  mas  otro  mal  no  le  hizo,  ca  la 
loriga  era  muy  buena;  pero  fue  muy  mal 
quebrantado,  porque  cayo  el  cauallo  sobre 
el.  Y  desque  Samaliel  lo  vuo  derribado,  no 
lo  miro  mas,  ante  passo  al  otro  cabo,  e  fue  su 
carrera,  e  dexo  alli  a  Quea,  e  caualgaua  a 
muy  gran  afán,  que  le  salía  mucha  sangre 
por  sus  llagas,  que  no  auia  sanas  sino  poco; 
y  esto  era  vna  cosa  que  lo  vencia  tanto,  que 
si  no  fuese  de  gran  coraron,  que  no  lo  po- 
dia sufrir  por  ninguna  cosa. 

Cap.   CCCXI.  —  De  como   Giflete  desafio  a 
Satnaliel. 

Caualgo  Samaliel  assi  como  vos  digo  todo 
aquel  dia  a  muy  gran  afán,  e  a  la  tarde  al- 
uergo  a  la  entrada  de  vna  floresta  en  casa 
de  vn  montanero;  y  estuuo  alli  vn  mes;  y 
desque  fue  sano  de  las  llagas,  en  guisa  que 
pudo  caualgar,  partióse  dende,  y  metióse  a 
buscar  las  auenturas  como  ante.  E  vn  dia 
siendo  assi,  fallo  a  Grariete  e  a  Griflete,  e 
quando  le  vieron  traer  dos  espadas,  estuuie- 
ronlo  mirando,  e  dixo  Giñete:  «Agora  veo 
lo  que  gran  tiempo  ha  que  no  vi;  ¿vedes 
aquel  cauallero  que  trae  dos  espadas?  No  creo 


que  es  de  los  mas  couardes  del  mundo,  e  yo 
creo  que  si  el  no  fuesse  mejor  que  otro,  no 
acometerla  tal  cosa  de  traer  dos  espadas;  e 
agora  vayamos  a  el  assi  como  el  nuestro  fue- 
ro manda,  ca  nos  somos  dos  e  no  nos  puede 
rehusar  batalla,  pues  trae  dos  espadas  según 
la  costumbre  de  aqui».  «No  plega  a  Dios, 
dixo  Gariete,  que  en  ayuda  de  otro  lo  aco- 
meta yo,  pues  el  es  solo.  E  si  el  fizo  su 
comiengo  alto  mucho,  yo  no  lo  deuo  culpar: 
mas  si  gran  comiengo  fizo,  alguno  ge  lo  con- 
sejo; mas  si  vos  auedes  voluntad  de  justar 
con  el,  yd  a  el,  e  si  os  derribare,  yo  vos  ven- 
gare ende  a  todo  mi  poder» . 

Cap.  CCCXII.  — jDe  como  Samaliel  derribo 
a  Giflete  e  a  Don  Gariete. 

Estonce  dio  bozes  Giflete  a  Samaliel,  e  di- 
xole:  «Señor  cauallero,  a  justar  os  conniene 
comigo,  e  guardadvos  de  mi».  E  quando  Sa- 
maliel vio  que  no  se  podia  partir  menos  de 
justar,  dexose  yr  para  el  quanto  el  cauallo 
lo  pudo  leuar,  e  firiolo  tan  brauamente,  que 
escudo  ni  loriga  no  le  presto  que  no  le  fizies- 
se  vna  gran  llaga;  mas  no  era  mortal,  e  dio 
con  el  del  cauallo  en  tierra;  e  al  tirar  de  la 
lanca,  dio  Giflete  vna  boz  muy  dolorida,  ca 
mucho  se  sintió  mal  trecho.  E  quando  Garie- 
te esto  vio,  dixo  con  gran  pesar:  «Giflete,  en 
gran  pleyto  nos  metiste,  ca  yo  pienso  que 
no  saldremos  dende  con  honra;  mas,  como 
quier  que  ende  me  auenga,  ensayare  si  vos 
pudiere  vengar».  Estonce  se  dexo  correr  a 
Samaliel,  e  dixole:  «Guadaos  de  mi,  don  ca- 
uallero». E  Samaliel,  que  vio  que  de  fazer 
le  conuenia,  boluio  contra  el,  e  Gariete  le 
dio  tan  gran  golpe,  que  le  fizo  vna  gran  lla- 
ga en  los  pechos,  mas  no  lo  pudo  mouer  de 
la  silla,  e  la  langa  bolo  en  piegas.  E  Samaliel, 
que  era  de  gran  fuerga,  alcáncelo  mejor,  ca 
lo  firio  de  tan  gran  golpe,  que  dio  con  el  e 
con  el  cauallo  en  tierra,  mas  no  lo  llago,  que 
la  loriga  era  buena;  y  después  passose  a  la 
otra  parte,  pero  quando  se  sintió  ferido,  quí- 
sose tornar  a  Gariete  para  lo  matar,  mas 
después  repintiose,  e  dixo  que  seria  gran  vi- 
llanía si  lo  matasse  desque  lo  ouiesse  derri- 
bado, si  el  cauallero  no  lo  llamasse  a  batalla, 
e  por  esso  se  fue,  que  no  quise  tornar  a  el. 
E  quando  Giflete  lo  vio,  leuantose  e  fuesse 
para  Gariete,  que  ya  se  queria  leuantar,  e 
dixole:  «Don  cauallero,  vayamos  em  pos  del, 
ca  malos  seriamos  si  nos  assi  escapa» .  «Don 
Giflete,  dixo  Gariete,  vos  fareys  vuestra  vo- 
luntad, mas  yo  vos  digo  que  esta  vez  no  yre 
en  pos  del,  ca  tan  bien  somos  quitos  de  lo 
que  nos  deuia,  que  seria  gran  villanía  de  lo 
yr  buscar,  mas  yo  os  digo  que  si  otra  vez  lo 


LA    DEMANDA  DEL  SANCTO  GRTAL 


279 


fallo,  que  yo  faga  ay  todo  poder.  Mas  esta 
vez  no  fare  ay  mas» ;  e  assi  quedaron  los  dos 
hermanos. 

Cap.  CCCXIII. —  Como  Samatiel  fallo  dur- 
miendo al  rey  Artur. 

Samaliel  se  fue,  e  anduuo  de  vna  parte  a 
otra  demandando  auentui'as,  e  tanto  fizo  en 
tan  poco  tienpo,  que  su  nonbradia  fue  non- 
brada  assi  en  casa  del  rey  Artur  como  en 
otras  tierras,  e  dezian  todos  aquellos  que  lo 
veyan  que  si  el  fijo  del  rey  Fruela  biuiesse, 
que  seria  vno  de  los  buenos  caiialleros  del 
mundo,  y  el  rey  Artur  oyó  como  lo  loauan, 
dixo:  «Si  fuere  buen  cauallero,  no  sera  ma- 
rauilla,  ca  su  padre  era  buen  cauallero».  E 
Samaliel  andando  assi  buscando  auenturas, 
vn  dia  le  aniño  que  yua  por  la  floresta  de 
Camaloc  solo;  esto  era  a  la  entrada  del  in- 
uierno.  Y  el  rey  fue  aquel  dia  aquella  flores- 
ta a  ca^ar,  e  partiosse  de  todos  sus  hombres, 
sino  de  vn  escudero  que  fuera  con  el.  E  tan- 
to anduuo  por  la  floresta,  que  canso  y  echó- 
se a  do:  mir  ante  vna  fuente.  Y  el  escudero 
le  guardo  el  cauallo,  y  trayalo  de  vna  parte 
a  otra  por  no  lo  aguar.  Y  el  rey,  que  estaua 
durmiendo,  auino  que  llego  alli  Samaliel  ar- 
mado, e  assi  como  vio  estar  al  rey  durmien- 
do, Samaliel  no  lo  conoscia,  e  j)regunto  al 
escudero  que  quien  era  aquel  cauallero  que 
ally  dormia,  y  el,  que  de  tal  caso  como  en- 
trellos  auia  no  sabia  nada,  dixo:  «Este  es  el 
rey  Artur».  «Assi,  dixo  Samaliel,  benditas 
sean  tales  nueuas,  que  yo  aya  mala  ventura 
si  no  vengo  a  mi  padre  que  el  mato» .  E 
quando  el  escudero  esto  oyó,  vuo  gran  pauor 
por  su  señor,  por  el  cauallero  que  vio  que 
estaua  assi  armado,  e  diole  bozes:  «¡Ay  se- 
ñor, leuantadvos,  ca  este  cauallero  vos  quie- 
re matar!»  Y  el  rey  dormia  tan  fuertemente, 
que  no  despertó.  E  quando  vio  Samaliel  que 
el  escudero  daua  bozes,  metió  mano  a  la  es- 
pada, e  fizo  semblante  que  le  quería  tajar  la 
cabe9a,  y  el,  que  vuo  pauor  de  muerte,  junto 
las  manos  contra  el,  e  dixole:  «Ay  señor, 
merced  e  no  me  mateys,  que  yo  callare;  e 
assi  fara  todo  el  mundo  quando  este  honbre 
ouieres  muerto,  e  después  de  su  muerte  no 
auran  que  fazer  todos  los  buenos  caualleros 
del  mundo.  E  si  este  onbre  muere,  son  to- 
dos asolados  los  buenos,  que  nunca  en  gran 
precio  de  ganar».  E  (juando  Samaliel  esto 
oyó,  fue  tan  espantado,  que  marauilla  era; 
dezia  en  su  corar-on  que  dezia  verdad  el  es- 
cudero, ca  el  rey  Artur  era  de  los  mejores 
honbres  del  mundo,  e  acogía  en  su  conpaña 
a  todos  los  que  a  el  venían,  e  después  decen- 
dio,  e  ato  su  cauallo  a  vn  árbol,  y  tenia  la 


espada  que  fuera  de  su  padre  ceñida  y  des- 
nuda, e  paróse  sobre  el  rey;  y  estuuo  assi 
vna  piega  catándolo;  desque  lo  vio  atan  gran- 
de e  atan  bien  fecho,  dixo:  «Cierto,  si  este 
honbre  no  fuesse  bueno,  seria  gran  tuerto, 
ca  de  quantos  reyes  yo  vi,  este  me  parece  el 
mas  guisado  para  pro  bueno»;  y  estonce  co- 
mento a  pensar  si  lo  mataría  o  no,  edixo  en 
su  coracon:  «El  me  mato  a  mi  padre,  e  si  yo 
su  muerte  no  vengo,  pues  lo  tengo  guisado, 
todo  el  mundo  me  ternia  por  malo;  e  de  otra 
parte,  si  yo  matare  el  rey  Artur,  que  es  el 
mejor  honbre  del  mundo  y  que  sienpre  me- 
jor e  mas  honradamente  mantuuo  caualleria, 
esta  seria  la  mas  mala  ventura  que  nunca 
honbre  vio,  y  el  mayor  pecado».  E  assi  pen- 
saiui  Samaliel  en  estas  dos  cosas;  e  assi  como 
tenia  la  espada  en  la  mano  e  quería  vengar 
la  muerte  de  su  padre,  comedio  que  seria 
gran  daño  para  toda  la  caualleria;  y  esto  le 
fazia  dende  tirar.  Estonce  llamo  al  escudero 
e  dixole:  «¿Sabes  tu  quien  soy  yo?»  «No,  se- 
ñor», dixo  el.  «Agora  sabed  que  yo  soy  Sa- 
maliel, ,ñjo  de  Fruela,  que  fue  rey  de  Gau- 
la,  el  que  el  rey  Artur  mato  ante  la  cibdad 
de  París;  e  yo  quisiera  vengar  la  muerte  de 
mi  padre.  E  auia  ende  gran  sabor  quando 
aqui  lo  vi;  mas  agora,  el  gran  bien  que  di- 
zen  deste  rey  Artur^  me  quito  ende  la  volun- 
tad. E  por  ende  lo  quiero  avn  dexar  biuir,  e 
porque  sepan  la  gran  bondad  e  la  gran  cor- 
tesía que  yo  contra  el  fago,  le  quiero  tomar 
su  espada  e  dalle  esta  que  yo  traygo  que  fue 
de  mi  padre» .  Estonce  le  tomo  el  espada,  e 
dexole  la  suya,  e  tomo  su  cauallo,  e  fue  su 
camino. 

Cap.  CCCXIV,  —  Como  el  rey  conoció  que  no 
era  su  espada,  e  supo  la  auentura. 

Desque  el  rey  despertó,  pidió  su  cauallo 
al  escudero,  y  el  ge  lo  dio,  e  después  caualgo. 
E  quando  vino  al  ceñir  del  espada,  vio  que 
no  era  la  suya,  e  dixo  el  escudero:  «¡Ay 
señor,  no  sabedes  qual  auentura  vos  vino 
agora  en  dormiendo,  e  nunca  a  mi  pensar 
tal  auentura  auino  a  hombre  del  mundo 
como  a  vos!»  Y  estonce  le  contó  todo,  como 
Samaliel  lo  quisiera  matar,  e  como  lo  dexara 
por  su  mesura.  E  como  le  tomara  el  espada 
e  le  dexara  la  suya.  «Cierto,  dixo  el  rey,  si 
el  me  matara,  fiziera  gran  derecho  estando 
despierto,  ca  sin  falta  yo  mate  a  su  padre; 
mas  por  aquella  mesura  e  gran  bondad  que 
fizo  contra  mi,  Je  daré  yo  de  grado  gran 
galardón  si  Dios  ora  lo  trae  que  me  aya  me- 
nester, y  en  remembranga  de  su  mesura  trae- 
re  yo  sienpre  esta  espada  que  el  me  dexo,  si 
cuvta  no  me  la  fazo  dexar.   Y  esta  su  bon- 


280 


LIBROS  DE  CABALLEIIIA8 


dad  sera  contada  por  toda  la  tierra» .  Mucho 
fue  alegre  el  rey  desta  auentura,  e  maraui- 
llose  en  siendo  el  tan  pequeño  auer  en  el 
tanto  seso  e  tan  gran  cortesía,  e  mucho 
pensó  aquel  dia  el  rey  Artur  en  esto.  E 
quando  llego  a  Camaloc,  contolo  todo  en  su 
corte,  e  quantos  lo  oyan,  dezian  que  nunca 
faltaría  de  buen  honbre.  T  el  rey  fizo  meter 
en  escrito  todo  esto  como  le  auiniera,  en  el 
libro  de  las  auenturas. 

Mas  agora  dexa  el  cuento  de  hablar  desto, 
[e]  torna  a  Lan5arote  del  Lago. 

Cap.  CCCXY.  —  Como  Langarote  llego  al 
castillo  de  Corheric  y  entro  en  el  palacio. 

Dize  el  cuento  que  después  que  Lan9a- 
rote  anduuo  mucho  por  el  mar  en  su  barca, 
que  Tua  noche  le  aniño  que  arribo  la  barca 
ante  el  castillo  de  Corberic  en  la  ribera,  a 
la  entrada  de  la  Puerta.  E  desque  Langa- 
rote vio  el  castillo,  conociólo  que  era  Cor- 
beric, e  gradeciolo  mucho  a  Nuestro  Señor 
Dios  de  aquella  auentura,  ca  entendió  que 
alli  acabarla  su  demanda  e  acabarla  sus 
honrras;  e  después  tomo  sus  armas  y  en- 
comendóse a  Dios,  e  sallo  de  la  barca,  e 
fuesse  a  la  puente.  E  tanto  que  vio  la 
puente,  vio  yr  la  barca  tan  ayrada  como  la 
saeta  y  estuuo  alli  fasta  que  no  la  pudo  ver, 
e  después  fuesse  por  la  puente  a  pie  e  sin 
cauallo,  y  entro  en  el  castillo  por  vna  puerta 
pequeña;  e  después  fuesse  para  el  gran 
palacio,  e  no  fallo  ninguno  que  ninguna 
cosa  le  fiziesse  ni  le  dixesse,  ca  era  bien 
media  noche  passada.  E  quando  llego  al 
palacio  que  dezian  palacio  auenturoso,  fallo 
la  puerta  abierta,  y  encomendóse  a  Dios  y 
entro  dentro,  e  gradeciolo  mucho  a  Dios  que 
le  truxera  alli. 

Cap.  CCCXYI. — Como  Atanabos  encanto  el 
castillo  de  Corheric. 

Si  algimo  me  demandasse  por  que  los  ca- 
ualleros  andantes  yuan  a  Corberic  que  nunca 
se  mouia,  yo  vos  lo  diré.  Sabed  que  Ata- 
nabos  el  encantador,  que  fue  ante  que  Yter 
Padragon,  que  era  el  mas  sesudo  de  nin- 
guno que  fuesse  en  el  rejno  de  Londres 
sino  Merlin,  y  encanto  el  castillo  en  tal 
guisa,  que  ningún  cauallero  estraño  que  lo 
demandasse  que  no  lo  podría  fallar  si  auen- 
tura no  le  leuasse  por  ay,  e  por  ser  ay  on- 
bre  cient  vezes,  no  sabría  por  esso  mas 
ayna  yr  alia;  e  maguer  que  alguno  lo  su- 
piesse  e  quisiesse  leuar  algún  cauallero 
estraño  alia,  nunca  el  castillo  fallara,  por- 
que era  encantado.  E  todo  esto  fizo  Atana- 
bos por  vna   su  muger,  que  era  muy  fer- 


mosa,  que  la  amaua  vn  cauallero  que  ende 
auino,  que  después  que  este  encantador  fizo 
su  encantamento,  el  cauallero  nunca  supo 
por  do  yr  a  la  dueña,  ni  ella  a  el;  e  por  ende 
murieron  ambos  quando  vieron  que  no  se  po- 
dían ver.  T  este  encantamento  duro  desde 
antes  que  reynasseTter  Padragon,  fasta  que 
vino  el  rey  Carlos  el  grande,  que  conquirio 
a  Bretaña,  que  lo  fizo  destruyr,  y  después 
nunca  fue  fecho,  e  fasta  agora  no  lo  sabían 
algunos,  e  agora  vos  tornare  a  mi  razón. 

Cap.  CCCXYII. — Como  Langarote  quiso  ver 
el  sancto  Grial  a  fuerza. 

Lan(;'arote ,  quando  entro  en  el  palacio 
auenturoso,  anduuo  por  el  fasta  que  llego  a 
vna  cámara  do  estaua  gran  lunbre,  y  entro 
dentro  por  saber  de  que  era  aquella  lunbre; 
e  no  fallo  sino  dos  candelas  gruessas  que 
ardían,  e  fue  de  cámara  en  cámara  fasta 
que  llego  do  estaua  el  sancto  Grrial,  e  alli 
vio  tan  gran  lunbre,  como  si  fuera  medio 
dia;  e  miro  la  cámara,  e  viola  tan  fermosa  e 
tan  rica,  que  nunca  vio  cosa  que  assi  le 
pareciesse;  y  en  medio  de  la  cámara  estaua 
vna  mesa  de  plata  asi  como  altar,  y  el  sanc- 
to Grial  encima,  cubierto  tan  ricamente 
como  en  el  tienpo  que  Josefes  el  primero 
obispo  canto  missa.  Y  desque  Langarote  vio 
el  lugar  do  el  sancto  Grrial  estaua,  dixo: 
«¡Ay,  Señor  Dios!  ¡como  sera  auenturado 
quien  pudiesse  ver  el  sancto  vaso  que  alli 
esta  cubierto,  por  quien  tan  grandes  mara- 
uillas  vienen  en  el  reyno  de  Londres!»  Es- 
tonce miro  a  todas  partes  por  ver  si  verla 
alguno  que  lo  estoruasse  de  entrar  alia,  ca 
el  queria  llegar  fasta  en  la  santa  messa,  e 
ver  el  santo  Grrial,  por  ver  que  estaua  ay;  y 
en  esto  estando,  oyó  una  boz  que  le  dixo: 
«Langarote,  no  entres  dentro,  ca  no  te  es 
otorgado  del  alto  maestro» ;  mas  venia  tan 
desseoso  de  lo  ver,  porque  tantos  honbres 
buenos  se  trabajauan  de  lo  saber,  dexosse 
lanzar  dentro  lo  mas  presto  que  pudo,  mas 
no  entro  mucho  que  sintió  todos  los  males 
del  mundo  que  lo  tomaron  al  cuerpo  e  a  los 
bragos;  parecióle  que  le  tomaron  por  los 
cabellos,  e  sacáronlo  fuera,  e  dieron  con  el 
tal  cayda  en  tierra,  que  pmso  que  era 
muerto;  }'■  estuuo  alli  amortecido  fasta  otro 
dia  que  lo  fallaron. 

Cap.  CCCXYni.— De  como  fallaron  a  Lan- 
garote amortecido  en  la  cámara^  e  no  lo 
conoscio  sino  la  hija  del  rey  Pelles. 

Otro  dia  de  mañana,  quando  entraron  los 
caualleros  dentro  y  hallaron  aquel  cauallero 
armado  que   estaua   ante   la   puerta  de  la 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


281 


cámara  del  santo  Grial,  allegáronse  todos 
por  ver  si  lo  podrían  conoscer,  e  llegaron  a 
el,  e  falláronlo  tan  mal  trecho,  que  no  mo- 
uia  pie  ni  mano,  e  después  desarmáronlo,  e 
leñáronlo  al  palacio  del  rey  Pelles,  mas  no 
Yuo  ay  quien  lo  pudiesse  conocer,  ni  el  rey 
Pelles,  maguer  muchas  vezes  lo  auia  visto; 
mas  tanto  vieron  que  avn  no  era  muerto, 
mas  bien  pensauan  que  morirla  ayna,  que 
no  auia  ninguno  de  sus  miembros  sanos;  y 
el  rey  fizólo  guardar  todo  el  dia,  y  contra 
la  noche  vino  ay  la  fermosa  donzella  hija 
del  rey  Pelles,  e  vuo  de  ver  a  Lancarote;  e 
desque  lo  vio,  conosciolo,  e  dixo  que  aquel 
era  Langarote  del  Lago,  el  honbre  del 
mundo  que  ella  mas  quería,  que  auia  en  ella 
fecho  a  Gralaz,  el  buen  cauallero,  por  que 
todo  su  linaje  era  honrrado  y  ensal9ado.  E 
quande  ella  lo  vio  atan  cuytado,  vuo  atan 
gran  pesar,  que  no  supo  que  fiziesse,  e  dixo: 
«Cierto,  señor,  sí  vos  morides,  esto  sera 
gran  daño  e  gran  perdida  del  mundo»;  e 
desque  esto  dixo,  fuese.  E  los  que  ay  que- 
daron vieron  que  lo  conosciera;  e  desque 
fue  en  su  cámara,  comento  a  fazer  el  mayor 
duelo  del  mundo.  E  las  nueuas  fueron  al 
rey  Pelles  como  s\i  fija  conociera  al  caua- 
llero, e  como  fazia  duelo  por  el,  y  el  rey 
fizo  embiar  por  ella.  E  quando  vino  antel, 
dixole  que  le  dixesse  quien  era  aquel  caua- 
llero, y  ella  dixo:  «Por  buena  fe,  señor,  que 
me  pesa  mucho  de  su  mal,  que  sabed  que 
este  es  Langarote».  T  estonce  le  fizo  leuar  a 
vna  cámara,  y  desnudáronlo.  E  sabed  que 
le  fallaron  estameña  vestida,  de  que  se  ma- 
rauillaron  mucho,  ca  porque  sabian  la  vicio- 
sa vida  que  Langarote  fazia,  no  podian  creer 
que  el  truxesse  estameña  vestida,  y  desque 
lo  ouieron  desnudado,  echáronlo  lexos  de  la 
gente  en  vna  cámara;  e  fizólo  el  rey  guar- 
dar ay  a  las  dueñas  e  a  las  donzellas,  y  el 
quedo  alli,  porque  pensó  que  luego  seria  alli 
muerto. 

Cap.  CCCXDC. — De  como  acordó  Langarote^ 
e  supo  que  era  en  Corberic. 

En  tal  manera  como  os  digo  estuuo  Lan- 
Qarote  amortecido  veynte  e  cinco  dias,  que 
no  comió  ni  beuio,  ni  ninguno  no  lo  vio 
fazer  señal  por  que  pensassen  que  no  mori- 
rla; e  a  cabo  de  los  veynte  e  cinco  dias,  vino 
ay  vn  hermitaño  de  muy  santa  vida,  a  quien 
Nuestro  Señor  quiso  mostrar  muchas  de  sus 
poridades.  E  quando  el  rey  Pelles  lo  vio 
entrar,  fuesse  contra  el  por  le  fazer  honrra. 
E  desque  fablaron  vna  piega  en  vno,  dixo  el 
rey:  «Vayamos  ver  vna  marauilla  que  vos 
quiero  mostrar».  Y  el  hermitaño  dixo:  «¿Este 


es  Langarote  a  quien  vos  me  quereys  mos- 
trar?» y  el  dixo:  «Señor,  verdad  es,  e  por 
Dios,  si  vos  sabeys  por  que  esta  en  tan  gran 
cuyta,  dezidmelo».  «Sabed,  dixo  el  hermi- 
taño, que  esto  meresce  el  muy  bien,  e  oy 
a  veynte  e  cinco  dias  que  esta  assi,  e  sig- 
nifica veynte  e  cinco  años  que  fue  vassallo 
del  diablo  alli  do  deuiera  ser  de  sancta  ygle- 
sia;  e  si  no  fuesse  por  vn  pecado  en  que 
esta  gran  tienpo  ha,  no  fallecería  que  no 
ouiesse  loor  y  honrra  en  esta  demanda». 
Esto  dixo  el  hermitaño  de  Langaiote,  e 
dezia  verdad;  e  otro  dia,  a  hora  de  prima, 
acordó  Langarote,  e  pregunto  en  qual  lugar 
era,  ca  el  no  lo  sabia;  y  el  rey,  que  estaua 
ante  el,  dixole:   «Vos  estades  en  Corberic». 

Y  estonce  le  nenbro  de  la  cámara  do  estuuie- 
ra  do  vio  el  sancto  Grial,  e  lo  que  dixera  la 
boz,  y  el  rey  le  dixo:  «¿Como  vos  sentides?» 

Y  el  dixo:  «Yo  me  sintiria  bien  si  morasse 
sienpre  en  el  plazer  y  en  el  alegría  que  vi, 
mas  mucho  me  pesa  porque  me  quitaron  den- 
de».  «¿Y  pensades  guarecer?»  dixo  el  rey. 
«Guarido  soy,  dixo  el,  que  no  siento  ningún 
mal».  Entonces  se  fizo  vestir,  y  pesóle  mucho 
por  el  estameña  que  le  vieron  y  que  ge  la 
tomaron  con  el  vestido,  e  no  la  oso  pedir,  de 
verguenga  que  vuo;  e  las  nueuas  fueron  so- 
nadas por  el  castillo  que  el  cauallero  que  tan 
luengo  tiempo  estuuo  amortecido  que  era 
sano,  e  fueronlo  todos  a  ver  a  marauilla, 
mas  no  auia  ende  ninguno  que  lo  conociesse. 
sino  el  rey  y  el  hermitaño  e  la  donzella,  e 
al  tercero  dia  lo  supieron  mas,  e  fizieronle 
mas  honra  que  antes. 

Cap.  CCCXX.  —De  como  contó  el  rey  Peles 
a  Langarote  lo  del  palacio  auenturoso. 

Y  el  tercero  dia  auino  que  el  rey  Pelles 
estaua  comiendo  en  el  palacio  auenturoso,  y 
eran  todos  seruidos  de  la  gracia  del  santo 
Grial,  y  ellos  alli  estando,  comengaron  las 
finiestras  del  palacio  abrir  e  cerrar,  e  no 
las  teniendo  ninguno,  e  blandeauanse  assi 
como  si  fiziesse  los  mayores  vientos  del  mun- 
do. E  Langarote,  que  estaua  cerca  del  rey, 
dixo:  «Señor,  ¿que  es  esto»?  «Esto  vos  diré 
yo,  dixo  el  rey.  Esta  es  vna  demostranga 
que  Nuestro  Señor  faze  mucho  a  menudo 
por  los  caualleros  de  la  Tabla  Redonda  que 
se  meten  en  la  demanda  del  santo  Grial,  a 
los  que  no  andan  manifestados  de  los  sus  pe- 
cados, e  fazense  semientes  de  la  sancta  ygle- 
sia  e  no  lo  son,  e  muéstralo  Nuestro  Señor 
aqui,  pues  aqui  vienen,  e  quieren  entrar  en 
este  palacio  auenturoso,  e  todas  las  finies- 
tras e  las  puertas  se  banbalean  e  se  cierran. 
E  por  esta  señal  se  yo  verdaderamente  que 


282 


LIBROS  DE  caballerías 


esta  algún  caiiallero  de  anentura  a  la  puer- 
ta, e  no  puede  entrar» . 

Cap.  CCCXXI.  —  Como  Estor   llamo   a   la 
puerta  del  palacio  e  no  le  quisieron  abrir. 

Ellos  en  esto  fablando,  oyeron  vn  caualle- 
ro  herir  a  la  puerta,  diziendo:  «¡Abrid, 
abrid!»  Y  el  rey  dixo  a  Langarote:  «Agora 
podeys  ver  que  es  verdad  lo  que  yo  vos  de- 
zia,  y  este  es  algún  cauallero  de  la  Tabla 
Redonda».  «¡Ay  señor,  dixo  Langarote, 
mandadlo  aqui  entrar'»  «Esso  no  faria  yo, 
dixo  el  rey,  en  ninguna  guisa» .  Estonce 
llamo  vn  su  cauallero,  e  dixo:  «Id  a  aquel 
cauallero  que  esta  fuera,  e  dezilde  que  vaya 
su  via,  ca  no  puede  acá  entrar»;  y  el  caua- 
llero se  paro  a  vna  finiestra,  e  abrióla,  e  vio 
en  el  corral  estar  a  Estor  de  Mares  sobre  vn 
cauallo  grande  a  marauilla,  e  dixole:  «Se- 
ñor cauallero,  ydvos  a  buena  ventura,  ca 
no  podeys  acá  entrar,  ca  en  muy  alto  subis- 
tes» ;  y  esto  le  dezia  el  cauallero  por  escar- 
nio; y  Estor,  que  oyó  esto,  luego  le  menbro 
del  sueño  que  soñara,  e  como  el  honbre  bue- 
no ge  lo  soltó,  e  vuo  ende  tan  gran  pesar, 
que  mas  quisiera  ser  muerto,  ca  bien  veya 
que  por  cosa  que  el  ouiesse  fecho  en  la  de- 
manda del  santo  Grial,  el  no  auria  honrra 
ni  prez  quando  tornasse  a  la  corte,  mas  que 
auria  verguenr-a  e  desonrra;  y  el  cauallero 
le  pregunto  como  auia  nonbre;  y  el  dixole: 
«Yo  he  nonbre  Estor  de  Mares,  que  en  mal 
punto  tome  escudo  e  lanca  para  mi;  ca  yo 
soy  mal  andante  esta  vez,  que  jamas  no 
aure  bien  ni  honra».  Y  estonce  se  torno,  e 
comengo  a  llorar  muy  fuerte,  e  fuesse  por 
las  rúas  del  castillo  faziendo  gran  duelo,  e 
diziendo:  «¡Ay  captiuo  e  honbre  de  mala 
ventura!  ¿Por  que  nací?»  Y  el  cauallero  se 
torno  para  el  rey  Pelles,  e  dixole  como  el 
cauallero  yua  llorando  e  faziendo  duelo,  e 
que  le  dezian  Estor  de  Mares. 

Cap.  CCCXXII. — Corno  Estor  se  fue^   y  el 
rey  embio  por  el  e  no  quiso  tornar. 

Y  quando  el  rey  oyó  que  aquel  era  Estor, 
hermano  de  Langarote,  dixo  a  sus  caualle- 
ros:  «Yia  echad  en  pos  del,  ca  por  no  entrar 
en  el  palacio,  no  le  dexare  por  esso  de  fazer 
quanta  honrra  j)udiere» .  Estonce  caualgaron 
gran  pier;a  de  caualleros,  e  fueron  en  pos  de 
Estor,  e  alcanzáronlo  saliendo  del  castillo,  e 
dixeronle  que  el  rey  Pelles  enbiaua  por  el; 
y  el  dixo  que  no  tornarla  alia  por  ninguna 
cosa;  y  ellos  le  dixeron:  «Fazedlo  por  amor 
de  Lancarote  vuestro  hermano,  que  vos  lo 
enbia  dezir».   «¿Como?,  dixo  el.  ¿es  ay  mi 


señor  Lancarote»?  «Si,  por  buena  fe»,  dixe- 
ron ellos:  y  el  vuo  gran  pesar  destas  nue- 
uas,  e  dixo:  «Agora  no  quiero  mas  traer  ar- 
mas, ni  a  Dios  plega  que  yo  aya  ende  poder 
de  ay  entrar,  e  jamas  no  aure  ende  honra 
por  cosa  que  faga  e  fazer  pueda,  quando  mi 
hermano  sabe  la  desonrra  que  me  auino». 
Estonce  se  partió  dellos,  e  fuesse  quanto  el 
cauallo  lo  pudo  leuar,  maldiziendo  la  hora 
en  que  fuera  nascido  e  que  fuera  cauallero  e 
traxera  armas^  ca  en  su  linaje  auia  los  me- 
jores caualleros  del  mundo,  e  :iue  jamas  no 
aurian  honrra  por  el,  mas  afrente  e  abiltan- 
ca.  Y  assi  se  fue  Estor  faziendo  su  duelo,  e 
no  anduuo  mucho  que  fallo  a  Galuan,  e  a 
G-ariete;  e  saináronlo,  ca  lo  conocieron  muy 
bien  de  lexos.  Y  el  los  saluo  muy  triste- 
mente, como  aquel  que  auia  muy  gran  pe- 
sar, y  quando  Graluan  lo  vio  que  estaua  tris- 
te e  ansi  los  saluaua,  pensó  que  era  por  la 
muerte  de  Erec  donde  le  rebto,  e  paróse  al 
otro  cabo.  E  Grariete,  que  amaua  mucho  a 
Estor,  stuuo  quedo,  e  rogóle,  por  la  fe  e  por 
la  conpañia  que  entre  ellos  auia,  que  le  di- 
xesse  la  verdad  de  lo  que  le  auiniera,  «e 
bien  se,  dixo  Grariete,  que  algunas  nueuas 
ouistes,  o  fallastes  alguna  cosa  por  que  aue- 
des  este  pesar» .  Y  Estor  le  contó  quanto  le 
auiniera  en  Corberic,  «e  no  me  pesa  tanto 
como  de  mi  hermano  que  era  ay,  que  lo 
sabe,  que  vio  la  mi  mala  ventura»;  e  Grarie- 
te, que  lo  amaua  mucho,  lo  conforto  quanto 
pudo,  e  dixole:  «Don  Estor,  no  deueys  tan 
gran  pesar  vos  auer,  que.  sabe  que  mucho 
peores  auenturas  auinieron  en  aquesta  de- 
manda a  muchos  buenos  honbres  de  la  Tabla 
Redonda,  y  pues  vos  tan  buenos  conpañeros 
aueys  perdido  en  la  mal  andanca,  deueysos 
confortar» ;  y  el  dixo  que  assi  lo  haria,  mas 
que  auia  gran  pesar.  «E  agora  vos  ruego, 
dixo  Gariete,  que  os  \ajajs  a  posar  a  vn 
castillo  de  vna  mi  parienta  que  es  aqui  cer- 
ca, e  atended  me  ay  fasta  que  torne  de  Corbe- 
ric, e  sabed  que  me  tornare  para  vos,  e  lo  que 
me  auiniere  a  mi  e  a  mi  hermano,  contarvos- 
lo  he»;  y  el  dixo  que  lo  atenderla  dos  dias. 

Cap.  CCGXXIJI.— Como   Galuan  e  Gariete 
se  fueron  al  palacio  auenturoso. 

Asi  se  partieron  Estor  e  Gariete,  y  Estor 
se  fue  para  do  le  mostró  Gariete,  y  el  se  fue 
em  pos  de  su  hermano,  e  desque  lo  alcango, 
comengaron  de  andar  contra  Corberic,  e  no 
anduuieron  mucho  que  vieron  el  castillo,  e 
dixo  Galuan:  «¡Ay  Señor  Dios!,  si  vos  plu- 
guiere, dexadme  entrar  en  el  palacio, ffu^n- 
turoso,  e  salir  dende  con  mayor  honra  que 
otra  vez  sali».  «¿Como,  dixo  Gariete,  deson- 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


283 


rrado  salistes  cíe  aquí?»  v--Si,  dixo  el,  nunca 
mas  lo  fuy  en  vn  lugar  ni  tanto  como  aqui». 
«E  agora  no  vos  ay  cale,  dixo  Gariete,  ca  si 
aquella  vez  no  ouistes  buen  andanca,  agora 
la  auredes».  Entonce  entraron  en  el  casti- 
llo, e  fueronse  para  el  alcacar.  E  quando 
fueron  al  palacio  auenturoso,  no  pudieron 
entrar  dentro,  ca  se  cerraron  las  puertas  e 
las  finiestras.  E  quando  Gariete  esto  vio, 
luego  entendió  lo  que  le  dixo  Estor,  que  era 
verdad  que  no  pudiera  entrar  dentro,  e  ouo 
gran  pesar,  que  bien  quisiera  ser  muerto;  e 
Galuan  conienco  a  dar  bozes  que  le  abries- 
sen,  e  a  cabo  de  pie^a  vino  vna  donzella  que 
le  dixo:  «Señor  cauallero,  ¿quien  soys  vos 
que  acá  queredes  entrar?»  Y  el  se  nonbro, 
y  ella  le  dixo:  «Don  Galuan ,  yd  vuestra 
via,  que  no  podedes  acá  entrar  vos  ni  vues- 
tro conpañero;  mas,  si  vos  pluguiere  de  al- 
uergar  en  esta  posada,  fazervos  han  mu- 
cha honrra».  «¿Como?  dixo  Gariete,  ¿no 
podemos  alia  entrar?»  «íío,  por  buena  fe, 
dixo  ella,  ca  no  plaze  a  Nuestro  Señor,  e 
por  esto  deueys  pensar  que  no  lo  seruis  bien 
en  esta  demanda  como  deueys» ;  y  el  respon- 
dió con  gran  pesar:  «Donzella,  mucho  me 
pesa»;  e  dixo  Gariete:  «Hermano,  tornémo- 
nos, ca  no  estarla  aqui  mas,  pues  dentro  no 
entramos».  Entonce  se  tornaron,  e  la  don- 
zella pregunto  a  Gariete  como  auia  nombre, 
y  el  dixo:  «Yo  se  que  me  lo  pregnntays  por 
mi  desonrra,  pero  dezirvoslo  he:  Yo  he  non- 
bre  Gariete»;  e  fuesse  en  pos  de  su  herma- 
no, e  fallauan  muchos  por  las  rúas  que  fa- 
zian  escarnio  dellos  e  toda  burla;  e  reyanse 
porque  se  tornauan  tan  ayna  del  palacio 
auenturoso.  Y  desque  Galuan  salió  del  cas- 
tillo, comentólo  a  maldezir,  e  a  quantos  en  el 
morauan.  E  dixo  que  lo  firiesse  tal  pedrisco 
que  fuesse  destruydo.  «¡Ay  señor,  dixo  Ga- 
riete, mal  dezides,  que  vos  sabedes  que  el 
sancto  Grial  es  aqui,  por  que  Dios  tantas  vir- 
tudes faze  por  el  mundo»;  y  el  dixo:  «Al 
santo  Grial  no  digo  yo  sino  bien  e  honra, 
e  no  mal,  mas  el  castillo  querría  que  fuesse 
destruydo  de  mal  pedrisco,  que  nunca  vi  la 
hora  que  no  me  partiesse  del  con  desonrra 
e  con  pesar».  «¡Ay  Señor,  dixo  Gariete,  no 
deueys  reptar  al  (tastillo  ni  al  palacio,  mas  a 
nos  mismos,  que  fazemos  malas  obras,  por 
que  no  podemos  ay  entrar» . 

Cap.  CCCXXIV. — De  como  Galuan  se  que- 
ría tornar  a  la  corte  sino  por  Gariete^  y  lo 
denostaua  la  donzella. 

«Agora  me  dezid,  dixo  Galuan,  que  fare- 
mos.  ca  me  parece  que  en  balde  seguiremos 
de  oy  mas  la  demanda  del  santo  Grial,  ca 


yo  veo  que  somos  encima  de  quanta  honra 
dende  aucmos  de  auer,  e  por  ende  me  pare- 
ce mas  guisado  que  nos  tornemos  a  Cama- 
loe».  «Señor,  dixo  Gariete,  esso  no  seria 
vuestra  honra,  ca  ninguno  de  los  caualleros 
de  la  demanda  no  es  ydo,  e  si  nos  fuése- 
mos los  primeros,  sienpre  seria  afrenta  y 
verguenca» .  «¿Pues  que  faremos»?  dixo  Gal- 
iian.  «Señor,  dixo  Gariete,  va;s'amos  a  bus- 
car auenturas  como  fasta  aqui  fezimos,  e  an- 
demos ay  vn  añoo  dos.  E  quando  supiére- 
mos que  algunos  de  nuestros  conpañeros  son 
en  la  corte,  estonce  podremonos  yr  sin  cul- 
pa»; y  ellos  assi  fablando,  vna  donzella  vino 
a  ellos,  e  dixo:  «¡Ay  don  Galuan  malo  y  des- 
leal!, agora  i^arecen  vuestras  maldades  e 
vuestras  malas  obras,  y  el  mucho  mal  que 
aueys  fecho  en  esta  demanda,  y  en  mal  plin- 
to en  ella  entrastes,  ca  mucho  buen  caualle- 
ro auedes  muerto  a  traycion;  e  cierto,  si 
aquellos  del  castillo  supieran  las  vuestras 
nueuas  y  desleales  cosas  que  aueys  fecho 
desque  entrastes  en  la  demanda,  nunca  os 
fizieran  sino  morir  de  mala  muerte.  E  sabed 
que  Perseual,  el  cauallero  leal  a  quien  vos 
matastes  el  padre,  entrara  en  el  palacio  ma- 
yor e  a  mayor  honra  que  vos,  e  parecerle  ha 
mucho  su  bondad  mejor  que  a  vos  la  vues- 
tra, ca  vos  encobrides  vuestra  maldad  lo 
mas  que  podeys,  e  la  bondad  e  la  buena  vida 
de  aquel  no  se  podra  encobrir  que  Nuestro 
Señor  no  lo  faga  conoscer» .  Y  esta  donzella 
era  hermana  de  Yuan  de  Cinel,  que  le  anda- 
na rebtando  por  la  muerte  de  su  hermano. 

Cap.  CCCXXA^.  —  Como  Galuan  se  escusaua 
de  la  muerte  de  Erec. 

No  respondió  Galuan  a  nada  que  la  don- 
zella le  dixesse,  ca  sentiasse  por  culpado  de 
quanto  ella  dezia,  e  dixo  Gariete :  «Herma- 
no, vamonos» .  E  Gariete  se  torno,  e  no  podia 
creer  que  su  hermano  ouiese  fecho  tan  gran- 
des males  en  la  demanda  como  la  donze- 
lla dezia;  y  ella  se  torno  para  el  castillo,  y 
ellos  anduuieron  todo  el  dia,  e  llegaron  a  do 
Estor  los  atendía;  e  dixo  Gariete:  «Galuan, 
conuiene  que  vayamos  do  Estor  nos  atiende» . 
«Yo  no  lo  veré,  dixo  Galuan,  ca  me  desama 
por  la  muerte  de  Erec,  e  ansi  Dios  me  vala, 
no  he  tanta  culpa  como  el  me  pone;  mas  vos 
yd  si  quisierdes».  Estonce  se  partieron  vno 
de  otro,  e  fue  Galuan  a  vna  parte,  e  Gariete 
entro  en  el  castillo,  e  fuesse  para  Estor  que 
lo  atendía.  E  quando  Estor  lo  vio,  recibiólo 
mejor  quel  pudo,  e  después  preguntóle  como 
le  fuera  en  el  castillo  de  Corberic.  y  el  ge  lo 
contó  todo  como  les  auiniera,  y  Estor  se  con- 
forto ya  quanto  mas  pudo,  e  dixo:  «Agora  no 


284 


LIBROS  DE  caballerías 


puedo  ser  solo  yo  en  esta  auentura,  ca  a  tos 
vue  por  conpañero»  :  y  ellos  ansi  estando,  llego 
Langarote  ay,  y  era  noche,  y  los  del  castillo 
eran  assi  acostunbrados  de  seruir  e  honrrar 
quanto  podían  a  los  caualleros  andantes,  y 
leñáronlos  a  la  posada  y  desarmáronlos.  E 
quando  ellos  vieron  a  Lanr-arote,  pingóles 
mucho,  y  preguntáronle  como  le  yua,  e  dixo 
G-ariete:  «Ay  Don  Lancarote,  nunca  vi  onbre 
tan  lleno  de  pesar  como  oy  vi  vuestro  herma- 
no, por  la  auentura  del  palacio,  que  no  pudo 
entrar  dentro  seyendo  vos  alia;  mas  no  le  deue 
pesar,  que  bien  assi  auino  a  mi  e  a  Don  Galuan 
mi  hermano» ,  e  dixo  Lanr-arote:  «Xo  me  par- 
tiera oy  de  Corberic,  sino  por  alr-ancarlo  para 
confortarlo,  ca  yo  sabia  bien  lo  que  ende 
auria,  y  que  quiero  que  se  conforte  y  que  no 
de  por  ende  nada,  ca  muchos  buenos  honbres 
fallecen  y  que  no  pudieron  entrar  desque  esta 
demanda  se  comenr-o,  e  yo  los  ternia  por  bue- 
nos caualleros  como  a  el».  Y  Estor  le  dixo: 
«Sabed,  hermano,  que  yo  no  ouiera  tan  gran 
pesar  por  entrar  alia,  como  por  la  vuestra 
verguenca,  que  pensaua  que  me  terniades 
por  malo».  Y  Langarote  le  dixo:  «Y'o  no  os 
pongo  culpa,  ca  pocos  son  los  caualleros  de 
la  demanda  que  ay  pueden  entrar» .  Estonce 
se  conforto  Estor  mucho  de  su  pesar,  pues 
que  vio  que  su  hermano  tan  bien  lo  con- 
fortaua . 

Cap.  CCCXXYI.  —  Como  Palomades  derribo 
a  Estar  e  a  Gariete. 

Otro  dia  de  mañana  quisiera  fablar  Garie- 
te de  la  paz  de  Estor  e  de  Galuan,  mas  no 
oso  aquel  dia;  e  después  partiéronse  de  alli, 
e  a  ora  de  medio  dia  les  auino  que  llegaron 
a  vna  floresta,  e  fuendo  assi ,  vieron  salir  de 
vn  valle  la  bestia  ladradora,  e  venian  em  pos 
della  fasta  quarenta  canes,  entre  sabuesos,  e 
alanos,  e  galgos,  ladrando  muy  brauamente 
en  pos  della,  que  todo  el  valle  reteñían.  «Ago- 
ra vayamos  en  pos  della,  dixo  Lanr-arote,  e 
mal  aya  quien  no  la  matare  a  todo  su  poder» . 
Y  estonce  dieron  de  las  espuelas  a  los  caua- 
llos,  e  fueron  em  pos  della.  Y  ellos  assi  fuen- 
do, oyeron  que  venia  em  pos  della  Paloma- 
des,  el  buen  cauallero  pagano,  dando  muy 
grandes  bozes,  diziendo:  «Tornadvos,  caua- 
lleros señores,  e  no  vaj'ades  em  pos  de  my 
car-a.  ca  ningún  bien  no  vos  puede  dende  ve- 
nir.. E  Gariete  torno  la  caber-a,  e  vio  a  Pa- 
lomades, e  mostrólo  a  Lanr-arote  e  a  Estor,  e 
dixo:  «¡Ay  Dios  como  aqui  viene  buen  caua- 
llerol»  «¿E  quien  es?»  dixo  Lanr-arote.  «Este 
es  Palomades  el  pagano,  de  los  buenos  caua- 
lleros del  mundo,  y  este  ha  mantenida  la 
demanda  de  la  bestia  ladradora ,  e  ha  bien 


catorze  años» .  Y  Estor  le  dixo:  «Señor  caua- 
llero ¿r¿ueredes  justar?»  «Si,  dixo  Palomades, 
si  vos  queredes» .  Estonce  se  dexaron  yr  vno 
contra  otro  quanto  los  cauallos  los  pudieron 
leuar,  e  firieronse  tan  brauamente,  que  no 
ouo  ninguno  dellos  que  no  fuesse  ferido;  mas 
Estor  fue  peor  ferido,  e  ouo  de  caer  en  tierra, 
y  el  cauallo  sobre  el,  e  Gariete  se  dexo  correr 
contra  el.  E  Palomades  lo  recibió  tan  bien, 
de  guisa  que  dio  con  el  en  tierra,  e  fue  mas 
maltrecho  de  la  cayda  que  no  Estor.  E  quan- 
do Langarote  vio  tales  golpes,  dixo  en  su  co- 
racon  que  verdad  dezia  Gariete ,  que  era  vno 
de  los  buenos  caualleros  del  mundo  «e  yo 
nunca  lo  creyera  si  no  lo  viera,  e  no  se  lo  que 
ende  me  auerna,  mas  quiero  justar  con  el, 
pero  que  hago  villanía,  por  tales  dos  golpes 
como  agora  fizo,  se  deue  yr  en  saluo.  Mas 
otrosi  seria  mal  estanca  si  no  tornasse  por 
mis  compañeros» . 

Cap.  CCCXXYH.— Como  se  partió  la  bata- 
lla entre  Palomades  y  Langarote. 

Y  estonce  dio  bozes  al  cauallero,  dizien- 
do: «Guardadvos  de  mi,  que  a  justar  os  con- 
uiene,  pues  mis  compañeros  derribastes» ;  e 
Palomades  le  dixo:  «Señor,  no  he  que  fazer 
de  mas  justar  agora,  que  he  asaz  fecho  si  no 
me  quereys  forgar,  y  no  os  lo  ternia  a  bien» . 
«No  es  esso  nada,  dixo  Lanr-arote;  aunque 
sea  villanía,  a  justar  os  conuiene,  que  que- 
rays  o  no».  «Mucho  me  pesa,  dixo  Paloma- 
des,  mas,  pues  que  assi  es,  conuiene  defen- 
der mi  cuerpo» ;  y  dexaronse  yr  el  vno  con- 
tra el  otro,  e  hiriéronse  tan  brauamente,  que 
escudos  ni  lorigas  no  les  presto  nada  que  no 
metiessen  los  fierros  de  las  laucas  el  vno  al 
otro;  y  puxaronse  tan  rezio,  que  quebraron 
las  lanr-as  e  ouieron  de  caer  anbos  en  tierra,  e 
cuydaron  ser  muertos.  Assi  fueron  quebranta- 
dos, mas  anbos  eran  de  gran  fuerca  e  de  gran 
coracon.  e  leuantaronse  muy  presto,  e  Palo- 
mades fue  a  su  cauallo,  y  dixo  a  Langarote: 
«Señor,  yo  me  quito  con  honra  e  con  bien 
de  vos,  por  cortesía  que  me  dexes  yr  mi  ca- 
mino em  pos  mi  car-a» .  «¿Y  como  os  sentís?» 
dixo  Lanr-arote.  Y  el  dixo:  «Vos  e  vuestro 
conpañero  me  Uagastes  malamente».  «Agora 
os  podeys  yr  en  saluo,  dixo  Lanr-arote,  pues 
assi  es  que  yo  so  ferido.  E  si  tornassemos  a 
la  batalla  de  las  espadas,  seria  villanía»;  e 
Palomades  se  fue  luego  en  pos  la  bestia,  e 
Lanr-arote  caualgo,  e  los  otros  tanbien.  E 
dixo  Gariete:  «Señor,  ¿que  vos  semeja  deste 
cauallero?»  «No  me  semeja  sino  bien,  dixo 
Langarote,  ca  sin  duda  el  es  el  mejor  caualle- 
ro r^ue  yo  nunca  vi,  saluo  mi  fijo  Galaz  e 
Tristan,  e  cierto,  si  no  fuero  tan  mal  ferido 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


285 


como  es,  e  no  me  lo  tuuiesse  a  mal,  uo  lo  de- 
xaria  assi  fasta  que  de  las  espadas  nos  con- 
batiessemos ;  mas  por  esto  no  quiero,  ca  si 
Dios  me  vale,  el  lo  fizo  muy  bien,  e  Dios  le 
guie,  que  nunca  he  de  dezir  sino  bien  del». 

Cap.  CCCXXYIII.  — Cowo  Galuan  desafio  a 
Paloviades. 

Y  assi  como  os  digo  alabaua  Lanoarote  a 
Palomades,  e  pues  Palomades  se  partió  de- 
llos,  e  se  fue  em  pos  su  ca^a,  e  assi  yendo, 
fallo  a  Galuan  que  se  yua  a  gran  poder  em 
pos  la  bestia;  e  tanto  que  lo  alcanzo,  dixo: 
«Señor,  ¿que  cuyta  os  liaze  yr  tan  apriessa?» 
«Señor,  dixo  el,  yo  vo  en  pos  de  vna  bestia 
dessemejada  que  va  por  alli,  que  me  entro 
en  el  coracon  de  no  me  partir  della  fasta 
que  sepa  la  verdad  donde  aquellas  bozes  sa- 
len». «Agora  oyó  marauillas,  dixo  Paloma- 
des,  e'nunca  oy  dezir  de  casa  donde  tan  bue- 
nos caualleros  saliessen  como  de  la  casa  del 
rey  Artur,  ni  tan  sesudos,  ni  otrosi  tan  lo- 
cos ,  ni  tan  sandios :  e  como  los  buenos  e 
los  sesudos  del  mundo,  assi  los  locos  e  san- 
dios passan  de  sandiez  a  todos  los  del  mun- 
do». «¿Y  por  que  lo  dezis?»  dixo  don  Gal- 
uan. «Por  vos  lo  digo,  dixo  Palomades.  e 
por  los  otros  sandios  que  ay  son  que  aueys 
comenQado  la  demanda  del  sancto  Grial,  e 
ninguno  de  vos  no  la  aueys  acabada,  sino 
tonta  e  vergüenza;  e  aquella  demanda  que 
comeuQastes  no  aueys  dado  cima,  ni  ganas- 
tes  por  do  ayays  honrra,  ¿por  que  comengas- 
tes  otra  demanda?  ¿No  es  esta  gran  sandiez? 
No  puede  ser  mayor;  y  es  gran  soberuia  de- 
xar  lo  que  comen^astes,  e  meteros  en  de- 
mandar lo  que  los  caualleros  estraños  man- 
tienen gran  tienpo  ha;  e  si  esta  demanda 
tomasse  tal  como  Galaz,  que  ha  acabadas 
tantas  auenturas,  no  seria  de  reptar.  Mas 
vos,  que  nunca  acabastes  cosa  por  que  mas 
vales,  esto  me  semeja  locura».  Y  Galuan 
dixo:  «¿Soys  vos  el  cauallero  estraño  que  ha 
mantenido  la  demanda  de  la  bestia?»  «Si, 
dixo  el,  e  verdaderamente  so  yo».  «E  vos  no 
preciados  vuestra  honra,  dixo  el,  mas  vues- 
tra desonra ,  quando  dezis  que  tan  gran 
tiempo  ha  que  mantenedes  esta  demanda 
desta  bestia,  que  cierto,  si  vos  fuessedes  tan 
buen  cauallero,  tienpo  ha  que  deuierades 
dar  cima».  Y  el  respondió:  «Don  cauallero, 
no  puede  honbre  tan  presto  acabar  lo  que 
quiere».  «Cierto,  dixo  Galuan,  no  ay  hon- 
bre en  casa  del  rey  Artur,  ni  otro  tan  mal 
cauallero,  que  de  tamaño  tienpo  acá  no  le 
ouiesse  dado  cima».  «Si,  dixo  Palomades, 
muchos  la  han  comentada,  e  no  la  han  aca- 
bada, ni  la  acabaran  en  sus  dias.  E  si  vos 


mismo  ouiessedes  andado  em  pos  della  tanto 
tienpo  como  yo,  vos  no  la  auriades  acabado, 
porque  yo.  a  mi  cuydar,  pienso  que  no  soys 
mejor  cauallero  que  yo.  y  he  trabajado  gran 
tienpo,  e  no  he  hecho  nada».  «¿Como?  dixo 
Galuan,.¿cuj'days  vos  que  soys  mejor  caua- 
llero que  yo?»  «Si»,  dixo  Palomades.  «Guar- 
dados de  mi.  dixo  Galuan,  que  agora  lo  ve- 
reys;  si  soys  mejor  cauallero  que  yo,  dexar- 
vos  he  la  ca9a,  si  no,  no».  «Cierto,  dixo  Pa- 
lomades, yo  no  recelarla  esta  justa,  saluo 
porque  soy  muy  mal  herido,  e  por  ende  os 
ruego  que  me  dexes  yr,  ca  porque  vos 
ouiessedes  la  mejoria  de  la  justa  no  os  eaya 
honrra  ninguna,  pues  que  yo  soy  llagado,  e 
vos  sano» . 

Cap.  CCCXXIX. —  Co7)io  Palomades  el  paga- 
no derribo  a  Galuan  del  cauallo. 

Estonce  dixo  Galuan:  «Por  buena  fe  esto 
no  puede  ser;  pues  vos  alabastes  que  erades 
mejor  cauallero  que  yo,  o  vos  justareys  co- 
migo,  o  yo  os  matare» .  «Cierto,  dixo  Paloma- 
des,  justar  con  vos  agora  no  me  era  menester 
a  esta  sazón,  pero  por  sainar  mi  cuerpo,  fare 
lo  que  puedo» .  Estonce  se  dexaron  correr  el 
vno  contra  el  otro,  e  hiriéronse  de  toda  fuer- 
9a,  e  Galuan,  que  no  era  de  la  bondad  de 
Palomades,  0110  de  yr  en  tierra  mal  ferido,  e 
Palomades  passosse  a  la  otra  parte  que  no  lo 
cato  mas,  que  se  fuesse  em  pos  de  su  bestia, 
aunque  era  ferido. 

Cap.  CCCXXX.— Como  Galax  hallo  a  Gal- 
uan herido,  e  se  le  querello  de  Palomades. 

Galuan,  que  cayo  en  tierra,  ouo  ende  tan 
gran  pesar,  que  bien  quisiera  ser  muerto,  e 
llamóse  «catino  y  astroso  y  mal  auenturado 
como  soy  perdido» ;  y  estando  assi,  vido  ve- 
nir a  Galaz,  que  por  ventura  vino  por  ay.  E 
quando  vio  a  Galuan,  conociólo  por  las  armas 
que  auia  hechas  nueuas  a  sus  señales,  e  fue 
espantado  quando  lo  vio  fazer  su  duelo,  ca 
bien  sabia  que  no  lo  fazia  sin  razón;  e  quan- 
do Galuan  lo  vio,  conociólo  por  el  escudo, 
que  era  deuisado,  que  no  auia  en  el  rey  no 
quien  otro  tal  escudo  truxiesse;  y  pingóle 
mucho  con  el,  ca  bien  pienso  que  por  el  ven- 
gado del  cauallero  que  aquel  duelo  le  fiziera 
fazer,  e  tanto  que  Galaz  llego,  dixo:  «Dios 
os  saine,  don  Galuan;  ¿e  como  os  va?»  «Se- 
ñor, dixo  el,  muy  mal.  que  vn  cauallero 
brauo  e  desleal  me  derribo  a  gran  desonra, 
e  no  me  pesa  tanto  de  lo  mió,  como  de  vn 
cauallero  de  la  Mesa  Redonda  que  agora 
mato  ay,  que  era  vno  de  los  mejores  amigos 
que  vistes  en  casa  del  rey  Artur» .  «¿E  como 


286 


LIBROS  DE  caballerías 


ha  nonbre?»  dixo  Galaz.  «Liou,  lierinano  de 
Boores»,  dixo  Galuan.  Y  esto  dixo  el  por 
meter  mal  entre  Palomades  e  Galaz;  e  Ga- 
laz. que  bien  pensó  que  dezia  verdad,  ouo 
gran  pesar  destas  nueuas  que  Galuan  le 
dixo.  E  dixole  todas  las  señales  del  caualle- 
ro,  e  Galaz  entendió  bien  que  era  Paloma- 
des;  e  Galaz  pregunto  por  do  yua  el  eaualle- 
ro,  y  el  ge  lo  mostró;  e  Galaz  le  dixo:  «El 
me  hizo  perdida  de  vn  cauallero  que  yo  mu- 
cho amaua,  mas  no  cuydo  que  se  halle  ende 
bien  desto  que  ha  hecho» . 

Cap.  CCCXXXI. —  Como   Galaz  desafio  a 
Palomades  por  lo  de  Galuan. 

Estonce  se  partió  de  Galuan,  e  fuesse  em 
pos  de  Palomades,  e  no  anduuo  mucho  que 
lo  hallo  ante  de  vna  fuente,  do  estaua  apea- 
do por  atar  sus  feridas;  e  tanto  que  vio  ve- 
nir a  Galaz,  pensó  que  no  venia  por  su  bien, 
e  canbiose  el  seso  y  el  coraron,  ca  bien  sabia 
que  no  podria  el  durar  punto  contra  la  su 
buena  caualleria  maguer  que  fuesse  sano, 
demás  (•)  que  estaua  ferido  e  maltrecho.  Y 
Galaz  le  dixo:  «Don  cauallero,  guardados  de 
mi,  ca  vos  desafio  ¡jorque  matastes  vno  de 
los  mejores  amigos  que  3^0  auia  e  que  mas 
amana;  por  esso  sed  seguro  que  yo  os  haré 
otro  tal  si  vos  de  mi  no  pudierdes  defender; 
e  eaualgad  ayna  en  vuestro  cauallo,  que  a 
conbatir  vos  conuiene  comigo» . 

Cap.  CCCXXXn.-  Como  Galaz  e  Paloma- 
des  pusieron  plazo  para  auer  su  batalla. 

Quando  Palomades  esto  vio,  no  supo  que 
hazer,  ca  sabia  que  librado  le  ha  el  pleyto 
entre  el  e  Galaz  si  a  la  batalla  viniesse,  y 
por  ende  respondió  a  lo  mejor  que  el  supo,  e 
dixo:  «Ay  don  Galaz,  señor,  merced,  que 
nunca  os  erre  ni  a  mi  pensar  nunca  mate 
honbre  de  vuestro  linage;  e  aunque  lo  ma- 
tasse,  vos  deuiades  catar  tienpo  e  sazón  para 
lidiar  comigo,  porijue  vos  fuessedes  honra- 
do, e  que,  si  me  matassedes  e  venciessedes, 
que  no  vos  ouiessen  en  que  trauar  ni  fuesse- 
des culpado;  e  sabed  que  si  agora  me  fazeys 
conbatir  con  vos,  <pie  mucho  menos  cabades 
de  vuestra  fazienda  e  de  v\iestra  honra  e 
bondad;  ca  vos  soys  bien  sano,  e  yo  mal  he- 
rido a  marauilla,  e  mas  que  nunca  os  me- 
resci  por  que,  y  soy  tan  mal  cuytado  por  la 
mucha  sangre  que  he  perdido,  que  no  me 
puedo  mandar» .  «Todo  esso  no  es  nada,  dixo 
Galaz,  que  a  conbatir  os  conuiene».   «Esto 

(*)  El  texto:  «dexad». 


no  puedo  yo  fazer,  dixo  Palomades,  que  ma- 
g  ler  que  ouiesse  ende  voluntad,  no  he  el 
poder.  E  bien  os  digo  que  bien  me  podeys 
matar  si  quisierdes.  que  agora  no  os  tornare 
mano».  «¿Pues  que  haredes?  dixo  Galaz; 
¿dar vos  hes  por  vencido  sin  golpe,  siendo  tan 
buen  cauallero  como  soys?»  «Por  vencido  no 
me  daré,  dixo  Palomades,  mientre  yo  el 
alma  tuuiere  en  el  cuerpo,  mas  pues  assi  es 
que  atan  a  coraron  lo  aueys  de  vos  conbatir 
comigo,  dadme  plazo  hasta  que  sea  guarido 
de  mis  llagas,  e  pongamos  el  dia  e  lugar  do 
nos  ayuntemos,  e  quien  ay  no  viniere,  que 
sea  desleal  por  ello;  e  si  estonce  me  vencier- 
des,  ganareys  honra  e  prez» . 

Cap.  CCCXXXm. —  Como  se  partió  Galaz 
de  Palomades  el  pagano. 

«Cierto,  dixo  Galaz^  pues  vos  soys  tan  mal 
ferido  como  dezis,  yo  vos  daria  el  plazo  si 
supiesse  que  verniades  a  el» .  X  Palomades 
dixo:  «Yo  os  lo  prometo  como  cauallero,  que 
venga  al  plazo» .  «Agora  os  digo,  dixo  Galaz, 
que  de  oy  en  veynte  dias  que  seays  a  esta 
fuente  a  ora  de  prima.  E  si  aquella  hora  yo 
no  llegare  aqui,  atendedme  aqui  todo  el  dia, 
e  venid  guisado  para  vos  defender  contra 
mi».  E  Palomades  lo  prometió  que  assi  lo 
faria.  E  pues  pusieron  esto,  Galaz  se  fue  a 
buscar  las  auenturas,  e  Palomades  caualgo  e 
fuesse  para  casa  de  su  padre,  e  descendióse 
del  cauallo  e  fizóse  desarmar.  E  quando  el 
padre  lo  vio  tan  mal  herido,  ouo  del  gran 
duelo,  tanto  que  comento  a  llorar,  e  dixole: 
«Fijo,  por  vuestro  mal  vistes  vuestra  buena 
caualleria,  ca  moriredes  por  ende  ante  de 
vuestros  dias».  E  Palomades  no  dixo  nada 
de  lo  que  su  padre  dixesse,  y  fuesse  a  echar 
en  vna  cama,  e  hizo  catar  las  llagas  a  su 
padre,  que  sabia  mucho  ende;  pues  el  padre, 
quando  les  vuo  catado,  dixole:  «Fijo,  no  vos 
temays  destas  feridas,  que  no  ay  ninguna 
mortal,  e  bien  guarireys  ende»;  e  callo  e  no 
dixo  nada,  porque  estaua  pensando  en  la 
batalla  qiie  auia  de  fazer  con  Galaz,  ca  bien 
sabia  que  no  tenia  ya  al  sino  muerte  o  des- 
onra,  y  era  en  la  mayor  cuyta  que  nunca 
fuera,  e  dos  días  estuuo  sin  comer  e  sin  be- 
uer,  e  nunca  le  ¡judieron  sacar  palabra  por 
que  lo  fazia,  e  su  padre,  que  bien  conocía 
que  el  no  auia  aquel  pesar  de  dolor  que 
ouiesse  de  sus  feridas  ni  de  la  muerte  que 
temiesse,  dixole:  «Fijo  ¿que  pensays,  que 
nunca  os  vi  tan  triste,  y  sicnpre  os  vi  mas 
alegre  que  otro  cauallero,  e  agora  os  veo  tan 
triste  e  con  tanto  pesar  que  es  marauilla?  E 
yo  os  ruego  por  Dios  que  me  digades  donde 
vos  auiene  esto» . 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


287 


Cap.  CGCXXXIV.— Como  dixo  Falomades 
a  su  padre  que  se  auia  de  conbatir  con  (Jalax. 

Palomades,  que  mucho  amaua  a  su  padre, 
qiiando  lo  vio  tan  cuytado  por  su  pensar  e 
por  saber  donde  le  venia,  dixole:  «Señor,  si 
yo  pienso  no  es  marauilla,  ca,  desque  fue 
cauallero,  nunca  comente  cosa  que  no  le 
diesse  buena  cima  e  a  mi  honrra,  saluo  la 
demanda  de  la  bestia  ladradora,  que  nunca 
pudo  aun  dar  cima,  e  bien  veo  que  tal  ven- 
tura no  se  ha  de  acabar  por  mi.  Y  agora  de 
nueuo  me  auino  otra  aueutura  muy  grande, 
en  que  temo  muerte  o  desonra  si  por  gran 
ventura  no  me  fuere».  «¿E  que  cosa  es?» 
dixo  el  padre.  «Yo  vos  lo  diré,  dixo  el  hijo; 
yo  he  de  auer  batalla  con  el  mejor  cauallero 
del  mundo.  E  no  se  que  consejo  prenda».  Y 
el  padre,  quando  esto  oyó,  cayo  muerto  en 
tierra  amortescido,  con  gran  pesar  que  ouo. 
Y  quando  acordó,  dixo:  «¡Ay  fijo,  como  me 
temo  ende  bien!»;  dixo  Palomades:  «Sera 
gran  marauilla  si  nunca  ende  bien  me  vinie- 
re, pero  no  me  puedo  ende  tirar  afuera  por 
ninguna  manera,  ca  ge  lo  prometí,  y  el  a 
mi».  «Hijo,  dixo  el  ¡jadre,  Jesu  Christo,  que 
es  padre  de  piedad  e  de  misericordia,  te  fue 
fasta  aqui  amigo,  e  tu  le  fueste  sieupre  ene- 
migo; y  el  te  dio  tan  fermosa  gracia  de  caua- 
lleria  e  tan  buena  andan^.a  que,  según  el  pe- 
cado en  que  estañas,  nunca  vi  tal  cauallero 
que  yo  supiesse,  ca  el  te  mostró  atan  hermoso 
amor,  e  atan  buen  talante,  como  no  mostró  a 
otro  pecador,  ca  sienpre  te  libro  de  todos  los 
peligros  e  a  tu  honra.  Y  el  fizo  atanto,  que 
fue  mucho,  e  tu  nunca  nada  feziste  por  el,  y 
mostrarte  he  esta  razón  como  sera  alli  do 
ouieres  mas  menester  su  ayuda  y  la  su  mer- 
ced; e  si  te  fallesciere,  morirás  en  esta  bata- 
lla mal  y  desonradamente,  y  quanto  bien 
sienpre  feziste,  sera  muerto  e  tornado  a 
nada» . 


Cap.  CCCXXXV.  -  Cotno  jjrometio  Paloma- 
des  de  se  tornar  christiano  si  escapasse  de 
la  batalla. 

Y  quando  Palomades  esto  oyó,  se  fue  todo 
espantado,  e  dixo:  «Señor,  vos  dezis  ver- 
dad, mas  ¿que  consejo  me  dades  a  esto,  ca 
batalla  no  se  puede  partir  si  no  muere  el  ante 
del  plazo?»  Y  el  padre  le  dixo:  «Fijo,  yo  te 
consejarla  bien  si  lo  tomasses;  si  tu  quisies- 
ses  recebir  baptismo  e  tornar  a  la  ley  de  los 
christianos,  yo  se  bien  que  Jesu  Christo  te 
porna  buen  consejo  en  la  tu  cuyta.  Y  te  par- 
1  i  I-as  desta  batalla  con  gran  honra  e  con  amor 
de  Galaz.  Y  sepas  que  si  assi  no  lo  hazes, 


que  tu  morirás  en  esta  batalla  desonrrada- 
niente.  E  yo,  que  soy  tu  padre,  que  te  amo 
mas  q\ie  a  mi,  morive  con  tus  pesares,  ca 
después  que  de  mi  fueres  partido,  no  podría 
yo  auer  alegría» .  «¿E  como?  dixo  Palomades; 
¿dezisme  nueuas  que  si  yo  baptismo  quisiere 
recebir  que  me  partiré  desta  batalla  con  hon- 
ra?» «Si,  por  buena  fe,  dixo  el  padre,  yo  te 
lo  digo  como  a  fijo».  «E  yo  prometo  agora, 
dixo  Palomades,  a  Jesu  Christo,  que  si  desta 
batalla  me  dexa  salir  con  honra  e  con  bien, 
que  luego  reciba  baptismo,  y  deudo  adelante 
que  sienpre  sea  leal  cauallero  de  la  santa 
yglesia» .  «Fijo,  dixo  el  padre,  assi  es  de  las 
cosas  mortales,  que  si  tu  oy  eres  sano  e  biuo, 
no  sabes  si  lo  seras  de  mañana,  e  por  ende 
te  ruego,  e  por  pro  de  tu  alma,  e  por  honra 
de  tu  cuerpo,  que  te  fagas  baptizar  lo  mas 
ayna  que  tu  pudierdes,  ca  la  carne  mortal 
no  plaze  de  su  vida».  Y  el  dixo  que  assi 
como  lo  prometiera  a  Dios,  que  assi  lo  haria 
desque  de  la  batalla  saliesse. 


Cap.  CCCXXXYI.— Cb???.o  Palomades  pro- 
no sus  armas  nueuas. 

El  j)adre,  que  amaua  al  fijo  de  muy  gran 
amor,  no  lo  osaua  maldezir  contra  su  volun- 
tad, mas  confortaualo  quanto  mejor  podia.  Y 
desi  dixole:  «Hijo,  no  ayays  pauor,  ca  la 
promesa  que  hezistes  a  Nuestro  Señor  te  tara 
partir  sano  desta  batalla,  y  alegre  con  hon- 
rra». «Dios  lo  quiera,  dixo  el,  si  le  plaze»; 
assi  hinco  Palomades  con  su  padre  en  aquel 
plazo,  pensando  todavía  muy  triste.  E  aui- 
nole  muy  bien,  que  ante  de  los  .xx.  dias  fue 
bien  sano  de  las  llagas,  e  alegre,  e  muy  po- 
deroso de  traer  armas.  Y''  desi  hizo  hazer  sus 
armas  nueuas  e  frescas,  las  mejores  que  los 
de  aquella  tierra  supieran  fazer.  Y"  las  cober- 
turas eran  todas  prietas.  Y  el  dia  ante  que  la 
batalla  ouiesse  a  ser,  fizóse  armar  delante  de 
su  padre,  que  viesse  si  le  fazian  mal,  o  si 
auia  alguna  cosa  menester  que  le  fallescies- 
sen.  Y  sabed  que  las  armas  eran  tales,  que 
a  duro  podria  honbre  mejores  de  aquellas 
fallar.  E  quando  el  padre  e  los  de  casa  vie- 
ron que  no  le  fallecía  nada,  dixeron  que  «se- 
guramente las  podeys  vestir,  ca  por  las  ar- 
mas no  menoscabareys  nada,  solo  que  ven- 
tura ayays».  Y  el  dixo  asaz  triste:  «Aquel 
Señor  a  quien  fize  la  promesa  de  le  tener 
derecha  creencia  me  val  a  a  esta  sazón,  ca 
bien  creo  qi^e  mas  podria  el  valer  a  mi  cuyta 
que  todas  mis  armas  qiie  traygo»  .  Y  esto 
dixo  Palomades,  como  aquel  que  auia  ya 
tornado  a  la  fe  y  creencia  derecha  de  Jesu 
Christo. 


288 


LIBROS  DE  caballerías 


Cap.  CCCXXXYn.  —  Coyno  Esclabor  dio  su 
bendición  a  ^u  hijo  Palomades,  e  dixole 
que  le  iornasse  a  ver. 

Aquella  noche  fue  Esclabor  muy  triste  j 
muy  cuTtado  de  su  hijo,  ca  bien  sabia  que  el 
no  era  tan  buen  cauallero  como  Galaz.  E  otro 
dia  por  la  mañana,  Palomades  se  leuanto  y 
fizóse  armar.  E  pues  que  fue  armado,  caual- 
go  en  su  cauallo  el  mejor  que  el  pudo  auer,  e 
desi  partióse  de  su  padre.  Y  al  partir  violo 
llorar,  e  dixole:  «Padre,  señor,  ¿porque  11o- 
rays?  Agora  me  semeja  que  no  aueys  buena 
creencia  en  Christo,  ca  si  vos  lo  tuuiessedes 
firmemente,  no  auriades  de  mi  duda,  pues  yo 
tal  promesa  ( ' )  le  fize  de  buen  coraoon» .  «Fijo, 
dixo  el,  muy  bien  dixiste,  e  agora  te  ve  e  que 
el  sea  en  tu  ayuda,  que  te  puede  librar  de 
todo  peligro» ;  y  desi  hizo  la  señal  de  la  cruz 
sobre  el,  y  encomendólo  a  Dios,  e  dixole: 
«Fijo,  yo  te  mando,  como  padre  puede  man- 
dar a  fijo,  que  si  pudieres,  que  me  vengas 
oy  en  este  dia,  ca  no  aure  bien  ni  alegría 
fasta  que  te  vea» :  y  el  ge  lo  otorgo  que  assi 
lo  haria. 


Cap.  CCCXXXYin.— Cowzo  Palomades  fallo 
a  Galuan,  e  como  Galuan  desafio  a  Palo- 
mades. 

Después  desto,  sin  mas  tardar,  partióse  de 
su  padre,  y  fuesse  contra  do  auia  de  ser  la 
batalla,  e  no  anduuo  mucho  que  fallo  a  Gal- 
uan. E  quando  vio  a  Palomades,  no  lo  cono- 
ció, por  las  armas  que  auia  canbiadas,  mas 
Palomades  le  conoció  luego,  y  Galuan  le  dixo: 
«Señor  cauallero,  a  justar  os  conuiene  comi- 
go».  Y  el  no  respondió  nada.  E  Galuan  le 
tuuo  a  desden,  y  dixo:  «¿Que  es  esso,  caua- 
llero? ¿no  oydes  lo  que  os  digo?»  Y  Paloma- 
des  lo  oyó,  y  no  quiso  responder,  ante  se  co- 
mento a  yr.  Y  estonce  se  fue  Galuan  muy 
sañudo,  ca  semejo  que  lo  faria  por  algún  des- 
den, e  salióle  adelante,  e  tragóle  por  el  freno, 
e  dixole:  «Yo  vos  prendo ,  cauallero;  o  vos 
justareys  comigo,  o  vos  otorgareys  por  ven- 
cido». E  Palomares  le  dixo:  «Cauallero,  de- 
xadme  yr  e  no  me  fagays  fuerza ,  pues  que 
no  he  sabor  de  justar.  Y  sabed  que  no  justa- 
reys oy  comigo».  «¿Por  que?»  dixo  Galuan. 
«Porque  no  me  plaze,  dixo  Palomades.  e  a 
mi  fuerza  se  que  no  me  la  fareys».  «Yerdad 
es,  dixo  Galuan,  mas  pues  soys  cauallero  an- 
dante como  yo,  e  me  de  justa  fallescedes, 
tengo  que  lo  fazeys  por  couardia  o  por  mal- 
dad», «ilas  dezid  vuestra  voluntad,  dixo  Pa- 

(')  El  texto:  «persona». 


lomades,  e  no  es  cortesía  dezir  cosa  al  caua- 
llero estraño  que  no  conosceys  que  le  venga 
pesar;  mas  como  quier  que  yo  sea  malo  e  co- 
uarde,  si  vos  ouiessedes  a  fazer  tanto  en  este 
dia  de  oy  como  yo,  e  tanto  vuestro  peligro, 
cierto  no  seriades  tan  ardid  que  ay  osasse- 
des  yr ,  ni  auriades  coraron  ni  esfuergo  ni 
bondad  por  que  pudiessedes  ende  escapar  sin 
perdida  del  cuerpo.  Y  esto  os  digo  por  la  vi- 
llanía que  en  vos  halle» . 

Cap.  CCCXXXIX.  —  Como  Palomades  derri- 
bo a  Galuan  del  cauallo  en  tierra. 

Galuan,  que  fue  muy  sañudo  deste  pleyto, 
respondió:  «Cauallero,  por  Dios,  mucho  me 
despreciays,  e  pésame,  que  cuy  do  que  nunca 
oystes  por  que;  pero,  como  quier  que  yo  sea 
atan  malo  como  vos  dezis,  ruegoos,  por  la  fe 
que  vos  deueys  a  toda  la  caualleria,  que  jus- 
teys  vna  vez  comigo,  e  no  os  demandare 
mas».  «Tanto  me  rogays,  dixo  Palomades, 
que  lo  fare,  pero  no  me  era  agora  menester, 
porque  tengo  que  fazer  mucho  en  otro  lu- 
gar» .  Y  estonce  se  fueron  a  ferir  tan  de  rezio, 
que  dio  Palomades  con  el  e  con  su  cauallo  en 
tierra;  e  fue  a  el,  e  tomóle  la  langa,  porque 
la  suya  auia  ya  quebrada,  ca  sin  langa  no 
queria  yr  do  yua.  E  desi  fuesse,  que  no  lo 
cato  mas.  E  Galuan  se  leuanto,  e  subió  en  su 
cauallo.  e  fue  em  pos  del,  e  dixo  que  el  mori- 
rla o  el  le  faria  algún  escarnio.  E  quando  lo 
alcango.  dixole:  «lornad,  cauallero,  que  no 
vos  yreys  assi,  ca  no  es  gran  bondad  de  ar- 
mas de  vn  cauallero  derribar,  mas  al  ferir  de 
las  espadas  se  conoscen  los  buenos  caualle- 
ros».  Y  Palomades  le  respondió  con  muy 
gran  saña,  e  dixo:  «Don  Galuan,  ¿por  que 
soys  tan  villano  e  tan  enbidioso?  E  vos 
aueys  nonbradia  de  los  buenos  caualleros  del 
mundo,  e  assi  Dios  me  vale,  mucho  me  nia- 
rauillo  ende.  ¿E  sabeys  el  pleyto  que  po- 
sistes  agora  comigo  e  llamaysme  a  batalla? 
Assi  Dios  me  vale,  no  hazeys  cortesía;  mas 
ruegoos  que  me  dexes  yr  en  paz,  e  hare- 
des  bien  y  mesura,  y  la  primera  vez  que  vos 
me  hallardes,  llamadme  a  batalla  si  vierdes 
vuestra  pro,  ca  yo  os  prometo  que  no  os  fa- 
llezca della».  «E  siyocuydasse,  dixo  Galuan, 
que  no  me  fallesceriades  la  primera  vez  que 
yo  vos  hallasse,  dexarvos  ya  agora» .  «Yo  os 
lo  prometo,  dixo  Palomades,  que  lo  haga». 
«Pues  agora  me  dezid  vuestro  nonbre» ,  dixo 
Galuan,  y  el  se  nonbro.  «Por  Santa  Maria, 
dixo  Galuan,  vos  soys  vno  de  los  honbres  del 
mundo  que  yo  peor  quiero,  ca  me  escarnis- 
tes  a  mi  e  a  mis  parientes  y  amigos,  por  que 
sed  seguro  que  prendere  vengan9a  tanto  que 
yo  vea  sazón». 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


289 


Cap.  CCCXL. — Como  Ualuan  I  tallo  a  -su  her- 
mano Gariete-i  y  se  le  querello  de  Palomades. 

Palomades  no  respondió  a  natía.  Estonce 
se  partieron  amos,  e  fue  cada  vno  a  su  par- 
te. E  Galuan  no  anduuo  muclu)  que  fallo  a 
su  lierniano  Gariete,  y  recibiéronse  muy  bien, 
e  íizicron  gran  alegría,  e  contole  como  le  aui- 
niera  con  Palomades .  -.<Ay  señor,  dixo  Ga- 
riete ¿que  es  esto  que  andays  faziendoV  (Tuar- 
dadvos  assi  como  amades  el  cuerpo,  que  vos 
no  os  tomeys  con  Palomades ,  ca  sabed  que 
es  mejor  cauallero  que  vos;>.  «No  me  cale, 
ilixo  Galuan,  ca  tanto  me  erro,  que  lo  no  de- 
xaria  por  el  reyno  de  Londres  que  no  lo  faga 
morir  de  mala  muerte;> .  «Dios  ende  me  guar- 
de, dixo  Gariete,  de  matar  tan  buen  caua- 
llero, ca  sabed  que  seria  gran  daño;  ca  si 
Dios  me  ayude,  no  ay  tan  follón  ni  tan  brauo 
cauallero  en  el  mundo ,  sabiendo  su  caualle- 
ria  como  yo  se.  que  ouiesse  voluntad  de  le 
fazer  enojo,  si  no  fuesse  mas  desleal  que  otro 
cauallero  ninguno;> .  «Y  el  me  fizo,  dixo  Gal- 
uan, tanta  afrenta,  que  yo  le  daré  el  giialar- 
don» .  E  assi  como  os  digo  hablan  ambos  her- 
manos en  hazienda  de  Palomades. 

Cap.  CCCXU. —  Como  Palomades  espero  a 
la  fuente  a  Galaz,  do  ouieron  su  batalla. 

Y  quando  Palomades  se  partió  de  Galuan, 
anduuo  tanto,  que  llego  a  la  fuente  ante  de 
tercer  dia,  do  auia  de  ser  la  batalla,  e  no 
fallo  ay  a  Galaz.  E  dicio  de  su  cauallo,  e  qui- 
to de  si  el  yelmo  y  su  escudo  y  su  lanca,  e 
folgo;  e  pues  estuuo  assi  vna  pieca,  enlazo  su 
yelmo,  e  cato  contra  el  camino ,  e  vio  venir 
a  Galaz.  Y  quando  Palomades  lo  vio,  no  fue 
muy  seguro,  ca  el  sabia  verdaderamente  qiie 
Galaz  era  el  mejor  cauallero  del  mundo,  e  no 
era  marauilla  si  auia  pauor.  Y  estonce  subió 
en  su  cauallo  e  atendió  fasta  que  llego  Galaz, 
y  quando  Galaz  llego,  dixo  [a]  Palomades: 
«A  mi  flzieron  entender  que  matarades  vn  pa- 
riente que  yo  mucho  amaua.  E  quando  vos 
lo  dixe,  no  puse  ende  venganca,   antes  os 
partistes  de  mi  sobre  tal  pleyto  como  vos  sa- 
beys,  e  por  ende  venimos  a  la  batalla,  e  agora 
veremos  como  ay  faredes» .  E  el  dixo  que  de 
la  batalla  que  el  era  aguisado,  pues  por  al  no 
se  podia  partir.  Estonce  se  dexaron  correr  el 
vno  contra  el  otro,  e  firieronse  a  toda  fuerza, 
mas  Palomades,  que  no  se  aparejaua  con  la 
bondad  de  Galaz,  vuo  de  yr  a  tierra  muy 
mal  ferido,  e  tanto  que  Galaz  lo  vio  en  tierra, 
dicio,  e  ato  su  cauallo  a  vn  árbol,  e  metió 
mano  a  la  espada,  e  fuesse  para  Palomades 
muy  ayrado,  que  se  erguía  ya  e  auia  sacado 
su  espada.  E  quando  Palomades  vio  venir 
assi  a  Galaz,  y  la  rica  espada  en  la  mano, 

LIBROS   DE   CABALLERÍAS.  — 10 


dixo,  con  pauor  que  vuo:  v<¡Ay  Jesu  Christo, 
padre  de  piedad,  no  me  dexes  aqui  morir, 
mas  fazeme  de  aqui  salir  con  honra!  ;>  Y  Ga- 
laz se  llego  a  el,  e  diole  tal  golpe  por  cima 
del  yelmo,  que  no  se  pudo  tener  en  pie,  e 
vuo  de  fincar  anbos  los  ynojos  en  tierra,  y  si 
el  yelmo  no  fuera  de  tan  gran  bondad,  fen- 
dieralo  fasta  en  las  espaldas.  Y  Palomades  se 
sintió  assi  ferido,  erguiose  muy  ligero,  como 
aquel  que  era  de  buen  coraron.  Y''  puso  el  es- 
cvido  sobre  la  cabe(;a,  y  defendióse  asaz  bien, 
mas  esto  no  podia  durar  mucho  contra  Galaz, 
ca  su  bondad  no  se  acostaua  a  ninguna  caua- 
lleria;  empero  Palomades  sufria  y  enduraua 
quanto  podia,  mas  tanta  auia  perdida  de  san- 
gre, assi  que  no  atendía  al  sino  la  muerte. 
Empero  todavía  sufria  y  enduraua,  y  daua 
golpes  y  recibía,  mas  le  no  valia  nada. 

Cap.  CCCXLIl. — Como  Gala:,  rogo  a  Palo- 
mades que  se  tornassc  christlano,  c  que  le 
ayudaría  en  iodo  lugar. 

Quando  Galaz  vio  que  Palomades  no  tenia 
poder  para  se  defender  del,  vuo  piedad,  por 
la  buena  caualleria  i^ue  en  el  auia,  e  por  la 
gran  bondad  que  en  el  vio.  Estonce  pensó 
que  si  lo  pudiesse  tornar  christiano,   que 
seria  gran  honra  e  merced,  e  le  seria  buena 
ventura.  Estonce  se  fue  para  el,  y  tomóle 
del  yelmo,  c  tirogelo  atan  de  rezio,  que  ge  lo 
echo  fuera  de  la  caber/a.  E  dio  con  el  en 
tierra  atal  cay  da,  (jue  fue  todo  estordido.  E 
Galaz  se  paro  sobre  el,  e  dixole:    «Señor 
cauallero,  vos  soys  muerto  si  no  os  otorgays 
por  vencido» ;  e  aquel,  que  nunca  en  caualle- 
ria que  fiziesse  fuera  vencido,  ni  fizo  cosa 
que  a  villanía  le  fuesse  tenida,  e  que  era  de 
gran  bondad  e  de  gran  coracon,  e  por  las 
buenas  andan(;as  que  sienpre  vuiera,  aque- 
lla hora  respondió,  e  dixo:   «¡Ay  don  Galaz! 
¿que  es  esto  que  me  dezisV  que  sabed  que 
esto  no  oyredes  de  mi  que  con  pauor  do 
muerte  diga  cosa  en  (jue  ayan  que  trauar  e 
que  me  ayan  de  llamar  couarde;  mas  esto 
no  puedo  yo  dezir,  que  vos  no  soys  mejor 
cauallero   o   de    mejor    andanca,    e   mejor 
que  todos  a([uellos  que  nunca  truxeron  ar- 
mas. E  por  ende  a  mi  no  me  cale  de  morir 
de  vuestra  mano,  ca  assi  no  me  podrían 
dezir  que  peor  cauallero  que  yo  me  mato» . 
«Esso  no  es  nada,  dixo  Galaz,  ca  vos  con- 
uiene  dezir  i^ue   soys  vencido».    «Esto  es 
foUia  e  quebrantamiento  de  coracon.  dixo 
Palomades,  que  con  pauor  de  muerte  diga 
cosa  que  me  ayan  a  retraer,  ca  vos  teneys 
buena  espada  e  tajadora,  e  matadme  si  qui- 
sierdes,  que  mas  me  valdrá   que  biuir  con 
retraymiento» .  E  Galaz,   que  siempre  fue 


1-JU 


LIBROS  DE  caballerías 


piadoóo  6  de  gran  mesura  contra  todos,  e 
que  oya  lo  que  dezia,  ca  de  la  vna  parte  lo 
deeamaua  mortalmente,  e  de  la  otra  parte 
por  la  homezillu  que  auia  dicho  Galuan,  e 
de  la  otra  jjarte  lo  preciaua  de  uiarauilla, 
tanto  que  bien  vej'a  que  si  lo  matasse  que 
seria  gran  daño  e  menoscabo  de  toda  la 
caualleria,  estonce  le  dixo:  «Don  Paloma- 
des,  bien  vedes  que  soys  muerto  si  yo  qui- 
siere.> ;  y  el  dixo:  «Esto  no  es  vergueuca 
para  mi,  que  todos  aquellos  que  os  conocen 
saben  verdaderamente  que  soys  mejor  caua- 
llero  que  yo.  E  que  soys  flor  de  todos  los 
eaualleros,  e  vencistes  a  otros  mejores  que 
yo;  e  por  esso  no  es  a  mi  verguenr-a  ningu- 
na». «Si  yo  soy  buen  cauallero,  dixo  &a- 
laz,  tanto  peor  para  vos,  ca  yo  os  matare  si 
quisiere» .  «Si  vos  me  matardes,  dixo  Palo- 
mades,  a  mi  no  cae  desourra,  e  a  vos  si,  o 
auer  vos  que  retraer;  dirán  que  matastes  a 
tal  cauallero  como  yo,  nunca  vos  auiendo 
merecido  por  que,  e  yo  soy  sin  culpa  lo  que 
vos  me  aponedes».  Estonce  le  dixo  Gralaz: 
«Palomades,  ruégeos  que  hagays  vna  cosa 
que  os  quiero  rogar  por  vuestra  pro  e  por 
vuestra  honra.  E  por  que  sea  yo  vuestro 
amigo  e  vuestro  compañero,  e  que  os  perdone 
para  quanto  biuaj's».  «Cierto,  dixo  Palome- 
des,  por  amor  e  por  ser  yo  vuestro  amigo  e 
vuestro  compañero  e  auer  el  vuestro  amor, 
no  ay  cosa  en  el  mundo  que  me  mandays 
que  yo  no  haga,  no  siendo  daño  de  mi  cuer- 
po, ca  me  tengo  por  bien  auenturado  en 
auer  vuestra  compañía,  y  dezidme  lo  que 
quisierdes,  e  hazerlo  he».  «Yo  os  lo  diré, 
dixo  Galaz,  que  si  vos  quisierdes  dexar 
vuestra  ley,  e  recebir  bautismo,  yo  os  per- 
donare, y  os  terne  lo  que  vos  prometi,  e  tor- 
narme he  vuestro  vassallo  quito,  assi  que  en 
todos  lugares  que  de  aqui  adelante  me  fallar- 
des,  me  podreys  auer  en  toda  cosa  que  me- 
nester me  ayays,  para  vos  ayudar  e  para 
vuestro  scruicio».  E  quando  Palomades  esto 
oyó,  dixo:  «Yo  lo  quiero  fazer  de  buena- 
mente lo  que  me  mandades,  por  la  cono- 
cencia que  me  auedes  hecha.  E  sabed  que 
nunca  vue  atan  gran  voluntad  do  cosa  del 
mundo,  como  agora  de  recebir  bautismo  e 
creer  en  la  sancta  ley  do  Jesu  Christo.  pri- 
meramente porque  lo  prometi,  c  desi  por 
vuestro  ruego» . 

Cap.  CCCXLIU.  —  Como  Gala:,  e  Paloma- 
des  se  partieron  por  amigos  e  fueron  a  casa 
del  padre  de  Palomades. 

Y  assi  se  partieron  por  amigos  entramos 
a  dos,  e  del  desamor  que  en  vno  auian  e  de- 
si  otorgáronse  amos  de  atenerse  lo  que  pro- 


metieron. E  Gralaz  lo  erguio  de  tierra,  e  di- 
xole  que  sy  podria  caualgar.  Y  el  dixo  que 
si,  ca  no  se  sentía  atan  mal  trecho.  E  Gralaz 
le  fue  por  el  cauallo.  E  Palomades  caualgo. 
e  dixo  a  Gralaz:  «Señor,  ¿que  vos  plaze  que 
hagamos?»  «Yo  querría,  dixo  Galaz,  que 
íuessemos  a  algún  lugar  que  vos  batizasse- 
des».  «Señor,  dixo  el,  pues  vayamos  a  casa 
de  mi  padre» ;  e  Galaz  le  dixo  que  le  plazia. 
Desi  caualgo  Gralaz,  e  anduuieron  tanto  que 
llegaron  a  casa  de  Asclauor  el  desconoscido, 
padre  de  Palomades.  E  quando  lo  vio  atan 
mal  llagado,  comencé  a  llorar,  e  dixo:  «Ay 
hijo,  atan  fuerte  punto  te  vi,  que  por  ti  aure 
de  morir»,  e  desi  preguntóle  como  se  sentia, 
o  si  podria  guarecer.  Y  el  dixole  que  no 
ouiesse  que  temer,  ca  bien  se  sentia.  E  des- 
pués i^regunto  Esclauor  a  Galaz  como  se  par- 
tiera la  batalla.  Y  el  ge  lo  dixo  assi  como  el 
cuento  lo  hadeuisado.  Y  el  padre,  quando  lo 
oyó,  tendió  las  manos  contra  el  cielo,  e  co- 
meneo  a  llorar  con  gran  plazer  que  ende 
auia^  e  dixo:  «Agora  son  todos  los  mis  des- 
seos cunijlidos,  pues  mi  hijo  es  acordado  de 
rescebir  bautismo». 


Cap.    CCCXLIV.  —  6^o;mo   Palomades    fue 
christiano,  c  sano  luego  de  sus  llagas. 

Por  tal  manera  e  sazón  como  vos  digo  fue 
Palomades  christiano  y  se  hizo  baptizar,  e 
fue  llamado  en  el  baptismo  por  aquel  noii- 
bre  que  se  auia,  y  estando  en  el  santa  agiia 
de  baptismo,  le  auino  muy  fermoso  milagro, 
que  tuuieron  a  gran  marauilla.  E  aun  ha- 
blan del  por  la  tierra.  Y  el  milagro  fue  atal, 
que  de  quantas  llagas  auia  recebidas,  la  ora 
que  entro  en  la  santa  agua  fue  atan  sano 
como  antes  que  las  rescibiesse;  e  don  Galaz, 
e  vn  obispo,  e  su  padre,  e  otros  machos  que 
ay  estañan,  <|ue  le  vieron  entrar  llagado  e  lo 
vieron  salir  sano,  dieron  gracias  a  Dios.  E 
fue  este  milagro  prouado  por  todo  el  reyno 
de  Londres.  Y  tanto  que  el  rey  Artur  lo  supo, 
hizolo  escreuir  en  el  libro  de  las  auenturas. 
E  tres  dias  moro  Galaz  en  casa  de  Esclauor, 
e  al  quarto  dia  dixo  a  don  Palomades:  «Yo 
more  aqui  mas  que  deuiera^  e  yo  me  quie- 
ro yr,  que  lie  a  hazer  mucho  en  otro  lugar, 
mas  esta  tardanya  fize  j'o  aqui  por  el  vues- 
tro amor  e  poi-  la  honrra  que  Dios  os  ñzo.  E 
agora  me  quiero  yr» .  «Señor,  dixo  Paloma- 
des,  vámosnos  quando  quisierdes»  «¿Como?, 
dixo  Galaz,  ¿quereys  vos  yr  comigo?»  «Ay 
señor,  dixo  Palomades,  ¿e  no  me  prometis- 
tes  vuestra  compaña?»  «Si,  por  buena  fe, 
dixo  Galaz,  que  si  Dios  me  ayude,  yo  precio 
tanto  vuestra  compañía,  como  vos  la  mía,  ca 


LA  DEMx^NDA  DEL  SANCTO  GRLAL 


•jn 


bien  se  la  vuestra  caualleria  e  la  vuestra 
bondad.  E  guisad  como  nos  vayamos  eras 
mañana» .  Y  el  dixo  que  todo  era  guisado. 

Cap.  CCCXLV.  —  Como  Palo madea  b-e  partió 
de  Gokiri  c  ae  fue  a  la  corte,  y  (¡ano  la  silla 
de  la  Tabla  Jiedonda. 

Aqiiella  tarde  se  desi)edio  Palomades  de 
su  padre  y  de  los  otros  de  su  casa,  e  dixo 
que  se  queria  yr  de  mañana  en  compaña  de 
Galaz,  e  su  padre  le  dixo  que  de  aquella 
compañía  era  el  muy  contento.  E  otro  dia 
fizóse  armar  Palomades  de  vnas  armas  muy 
rezias,  y  Gralaz  otrosi,  e  desi  tomaron  su  ca- 
mino. E  dixo  Palomades  a  Gralaz:  «Señor,  de 
nueuo  hombre,  nueuas  obras;  yo  fasta  aqui 
no  era  sieruo  de  Jesu  Christo,  ni  hazia  las 
sus  obras.  E  yo  me  quiero  meter  a  su  serui- 
cio  en  la  demanda  del  sancto  Grrial,  si  me  lo 
consejades»;  e  Galaz  le  dixo:    «No  podeys 
entrar  en  la  demanda  derechamente  si  pri- 
mero no  soj's  de  la  Tabla  Redonda.  E  por 
ende  os  ruego  que  vos  vayays  a  Camaloc,  que 
si  vos  agora  aj'  fuessedes,  vos  auriades  ayna 
honra,  que  cada  dia  mueren  agora  en  esta 
demanda  caualleros  de  la  Tabla  Redonda, 
onde  las  sillas  son  vazias,  e  bien  cuy  do  que 
si  vos  fuessedes  ay,  Nuestro  Señor  os  faria 
tan  gran  honra,  que  alcanvariades  alguna  de 
las  sillas.  Y  estonce  podredes  entrar  en  la 
demanda  seguramente».   «Pues,  Galaz,  vos 
me  lo  mandays,  yo  lo  quiero  hazer» ,  dixo  el. 
Estonce  se  abracaron,  e  desi  se  ¡partieron,  e 
fue  cada  vno  su  camino.  E  Palomades  se  fue 
para  Camaloc,  muy  alegre  porque  era  chris- 
tiano,  que  era  marauilla.  E  no  hallaua  her- 
mitaño  a  quien  no  se  confesasse,  ni  a  hon- 
bre  ordenado  a  quien  no  pedia  consejo  de  su 
vida;  e  fallaua  muchos  que  le  dezian  que  de 
alli  adelante  no  truxesse  armas,  que  a  me- 
nudo podria  caer  en  pecado  mortal  por  ellas. 
Y  el  dixo:  >.^No  me  lo  digays,  ca  no  lo  podria 
quitar  en  ninguna  guisa,  mas  de  todo  lo  al 
me  podria  bien  sufrirv .  Y"  mandáronle  que 
pues  assi  era  que  no  lo  ¡iodia  escusar,  que 
las  truxesse,  mas  que  se  guardasse  de  no  ha- 
zer cosa  que  a  Dios  fiziesse  pesar.  Y  Paloma- 
des  llego  a  Camaloc,  y  sabian  ya  en  la  corte 
como  el  era  christiano  e  como  le  auiniera  con 
Galaz,  e  la  marauilla  que  le  auiniera  de  sus 
llagas.  Y"  tanto  que  llego  ay,  fallo  quien  le 
hizo  gran  honra,  ca  mucho  preciauan  a  el  e 
a  su  caualleria,  porque  era  muy  cortes.  Es- 
tonce le  auino  vna  gran  marauilla,  que  alli 
do  se  yua  a  comer  con  los  otros  caualleros 
que  no  eran  de  la  Tabla  Redonda,  vino  al 
rey  Artur  vn  mensajero  que  dixo:   «Señor, 
seamos  todos  alegres,  que  ay  aqui  vn  cana- 


nero donde  deuemos  ser  alegres» .  «Bendito 
sea  Dios,  dixo  el  rey,  e  nonbradmelo» .  «Se- 
ñor, dixo  el,  este  es  don  Palomades,  e  yo  le 
falle  agora  su  nonbre  escrito  en  vna  de  las 
sillas» .  Y  el  rey  fue  muy  alegre  destas  nue- 
uas, y  mando  a  Palomades  que  se  leuantasse 
donde  estaña  e  que  se  fuesse  para  la  silla  de 
la  Tabla  Redonda.  Y  Palomades  lo  fizo,  c 
fue  muy  alegre  desta  auentura,  e  gradesciolo 
mucho  a  Dios. 

(."ap.  CCCXLA'L — Como  Palomades  se  par- 
tió de  la  corte  e  fallo  a  Cala::,. 

En  tal  manera  y  en  tal  guisa  como  vos 
cuento  vuo  Palomades  la  silla  de  la  Tabla 
Redonda.  E  moro  ay  cinco  dias.  X  el  rey 
auia  gran  sabor  de  saber  nueuas  de  Galaz  e 
de  los  otros  caualleros  de  la  demanda;  y  el 
contole  lo  que  ende  sabia,  Y  al  sesto  dia  par- 
tióse de  la  corte,  e  metióse  a  la  demanda  del 
santo  Grial  con  los  otros,  y  anduuo  assi  bien 
vn  año  que  no  fallo  a  Galaz.  E  vn  dia  le  aui- 
no que  auentura  lo  leuo  a  la  abadia  donde  el 
rey  Mordrain  estaña  llagado  e  ciego,  e  aten- 
día a  Galaz,  e  alli  lo  atendia  assi  bien  del 
tienpo  de  Josep  Abarimatia,  y  supo  nueuas 
en  el  abadia  como  auia  de  ser  sano  en  la  ve- 
nida de  Galaz ,  e  que  cobrarla  la  lunbre; 
mas  assi  fablauan,  que  luego  seria  muerto 
quel  ora  fuesse  sano,  y  que  lo  soterrarían  en 
aquella  abadia,  mas  como  esto  fue  no  dize 
agora;  y  desque  Palomades  se  partió  de  la 
abadia,  anduuo  tanto  que  fallo  a  Galaz  que 
estaña  ante  vna  fuente. 

Cap.  CCCXLYII. — Codio  ouo  gran  plazer 
Palomades  con-  Calax  jíorque  lo  fallara,  y 
otrosí  Galax,  con  el. 

Quando  Palomades  fallo  a  Galaz,  esto  era 
a  la  entrada  de  mayo,  e  Galaz  decendio  a 
aquella  fuente  por  folgar.  Y"  esta  fueiite  era 
cerca  de  vna  torre.  E  quando  Palomades 
vio  a  Galaz,  descendió  del  cauallo,  e  puso 
el  escudo  en  tierra  e  la  lanoa,  e  fue  corrien- 
do y  abracólo,  e  Galaz  a  el,  e  Palomades  le 
dixo:  «Señor  Galaz,  ¿como  fue  a  vos  desqvie 
me  parti?»  «Bien,  dixo  el,  a  la  merced  de 
Dios;  e  muchas  auenturas  falle  después  a 
que  Dios  me  dio  ventura  de  acabar;  mas 
Dios  me  fizo  gran  bien  y  gran  alegría  que 
vos  falle;  y  soy  mucho  alegre  con  vos,  e  pla- 
zeme  que  soys  de  la  Tabla  Redonda,  assi 
como  a  mi  dixeron» .  E  después  que  anbos 
los  conpañeros  ouieron  fablado  de  muchas 
cosas,  pregunto  Galaz  a  Palomades  si  oyera 
algunas  nueuas  de  Lancarote,  su  padre;  c 
Palomades  le  dixo  que  lo  vido  muchas  vezes 


292 


LIBROS  DE  caballerías 


en  casa  del  rey  justar,  mas  que  auia  ensaya- 
do vna  auentura  y  que  no  la  acabara,  mas 
no  quedo  por  que  no  fizo  el  todo  su  poder 
como  buen  cauallero;  mas  Xuestro  Señor  no 
quiso,  e  después  que  dixeron  de  muchas  co- 
sas, caualguaron,  e  auduuieron  tanto,  que 
llegaron  a  la  tloresta  de  las  serpientes;  e  dur- 
mieron aquella  noche  en  vna  casa  de  orden 
que  estaña  en  vn  vaUe  quel  rey  Yandema- 
gus  auia  fecho  quando  era  mancebo;  e  aque- 
lla tarde,  quando  ouieron  descaualgado  e 
tolgado,  pregunto  Galaz  j)or  la  carrera  del 
castillo  de  don  Tuan,  pero  no  era  castillo, 
mas  torre;  mas  porque  la  torre  era  muy  rica 
e  moraua  ay  mucha  gente  en  derredor  e  fi- 
zierala  don  Yuan;  e  quando  los  frayles  oye- 
ron preguntar  por  el  castillo,  dixeron  a  Ga- 
laz:  cSeñor.  ¿quereys  conbatir  con  algún  ca- 
uallero de  la  fuente  que  mora  ay?  o  ¿por  que 
lo  demandays?»  E  Galaz  dixo:  «Porque  oy 
tablar  muchas  vezes  desse  cauallero,  e  que- 
rrialo  ver;> .  Y  ellos  le  mostraron  la  carrera,  y 
después  dixeronle:  «Señor  cauallero.  si  vos 
amades  vuestro  cuerpo  e  vuestra  honra,  del 
cauallero  de  la  fuente  vos  guardad;  si  os  con 
el  quereys  conbatir,  esto  seria  gran  locura, 
ca  nunca  honbre  con  el  se  tomo  que  no  se 
parta  del  con  desonrra  e  con  vergnenca» . 
«Bien  puede  ser,  dixo  Gralaz.  mas  como  quier 
que  sea,  queremoslo  yr  a  ver».  E  quando 
ouieron  assi  fablado,  fueronse  a  echar. 

Cap.  CCCXLYIII. —  Couio  Galaz  otorgo  la 
batalla  con  el  cauallero  de  la  fuente  a  Pa- 
lomrxdes,  y  le  dixo  su  arte. 

Mas  sabed  que  a  Palomades  no  se  le  acaes- 
cio  la  gran  caualleria  que  auia  en  el  caua- 
llero de  la  fuente,  e  pensó  que  si  Dios  alia 
los  leuasse,  que  rogaria  a  Clalaz  ijue  le  otor- 
gasse  aquella  batalla,  e  otro  dia  [de]  mañana 
leuantaronse.  e  fueronse  a  oyr  missa,  e  des- 
pués armáronse  e  saliéronse  de  la  abadia.  E 
anduuieron  tanto  que  allegaron  a  la  torre 
aquella  mañana  o  al  castillo  de  Nacian.  y 
Gralaz,  tanto  que  vio  la  torre,  conosciola,  e 
dixo:  «Don  Palomades,  veys  la  torre  que  yo 
buscaua:  agora  podedes  ser  seguro  que  ve- 
reys  las  mayores  marauillas  que  nunca  vi» . 
«;E  que  marauillas?»  dixo  Palomades.  «Yo 
vos  lo  diré,  dixo  (jalaz,  si  vos  con  el  caua- 
llero vos  conbatides,  sed  cierto,  por  vuestra 
caualleria,  que  lo  vencereys.  e  partirse  ha 
tan  maltrecho  e  atan  mal  llagado  de  vos. 
que  no  pienso  que  por  vn  gran  tiempo  pu- 
diesse  traer  armas,  estonce  lo  vereys  tornar 
a  vos  tan  sano  e  tan  alegre  como  nunca  fue; 
e  assi  cobrara  tantas  vezes  su  fuerga,  que 
serán  muchas:  e  al  cabo  vencervos  ha,  si  no 


vos  guardades  de  la  su  gran  arteria» .  «¡Por 
buena  fe,  dixo  Palomades.  esta  es  la  mayor 
marauilla  que  yo  nunca  vi,  e  pues  tan  cerca 
somos  del,  ruegovos  que  me  otorguedes  esta 
batalla!»;  y  Galaz  dixo  que  le  plazia.  E  des- 
pués que  llegaron  a  la  torre,  entraron,  e  no 
fallaron  al  cauallero,  o  Galaz  dixo:  «No  se 
donde  podamos  fallar  al  cauallero  de  aquí, 
pues  que  aqui  no  esta».  «No  os  quexedes, 
dixo  Palomades,  que  si  aijui  fuere,  el  saldrá 
quanto  sepa  que  estamos  aqui» . 

Cap.  CCCXLIX. — Como  se  conbatio  Palo- 
mades con  el  cauallero  de  la  fuente. 

Ellos  assi  fablando,  vieron  salir  vn  escu- 
dero que  vino  a  ellos,  y  dixoles:  «Señores, 
¿soys  caualleros  andantes?»  «Si,  dixeron 
ellos;  mas  vos  ¿por  que  lo  preguutades?» 
Porque  [si]  quereys  justar,  que  lo  auredes 
aqui»,  dixo  el  escudero.  «¿E  de  quien?»  dixo 
Palomades.  «Del  señor  de  la  torre» ,  dixo  el 
escudero.  «Pues  dezid  que  salga  acá»,  dixo 
Palomades.  Y  el  escudero  sonó  luego  vn 
cuerno,  e  a  ¡wca  de  piega  vieron  salir  de  la 
torre  vn  cauallero,  y  venia  muy  bien  arma- 
do, e  traya  vn  escudo  verde  y  vandas  berme- 
jas en  el.  E  Palomades  dixo:  «Es  este  el  ca- 
uallero que  venció  a  Gariete,  que  es  vno  de 
los  buenos  caualleros  de  la  Tabla  Redonda, 
e  yo  soy  su  conpañero  de  la  Tabla  Redonda; 
quiérelo  vencer  si  pudiere» .  Estonce  boluio 
la  cabeca  del  cauallo  y  fue  contra  el,  y  el 
cauallero,  que  lo  vio  ansi  venir,  dixo:  «Don 
cauallero,  dexa  estar,  que  no  justareys  aqui 
comigo,  mas  vayamos  aqui  cerca  a  vn  prado, 
que  ay  lugar  de  justar  para  dos  caualleros». 
Y  esto  dezia  el  por  amor  que  llegasse  cerca 
de  la  fuente  de  guarizon,  e  nacia  entre  vnos 
arboles  tan  espessos,  que  los  del  prado  no  lo 
podian  deuisar.  E  sabed  que  arguella  fuente 
era  de  gran  virtud,  que  ya  ningún  hombre 
no  seria  tan  mal  ferido  ni  tan  maltrecho 
que  de  aquella  agua  beuiesse,  que  luego  no 
fuesse  sano  e  alegre;  mas  esto  no  sabian  los 
caualleros  estraños  que  por  alli  venian, 
donde  auenia  que  el  cauallero  de  la  torre, 
quando  era  ferido  y  cerca  de  vencido,  pedia 
plazo  que  le  dexasse  beuer,  y  beuia  de 
aquella  agua,  y  era  luego  sano  e  buelto  en 
su  fuer(;a  como  de  primero;  y  esto  fazia  el 
quantas  veces  queria ,  e  los  que  con  el  se 
conbatian  no  sabian  desto.  E  por  esta  razón 
vencía  a  quantos  con  el  se  tomauan;  e  la 
virtud  desta  fuente  e  como  lo  ouiera  deui- 
sado,  es  alli  do  dize  las  marauillas  de  la 
bestia  ladradora  y  de  la  dueña  de  la  capilla 
que  Layn  el  blanco  vio  venir  del  pan  de  los 
angeles  y  de  la  bestia  ladradora,  cuya  hija 


LA  DELIANDA  DEL  SAXCTO  GRIAL 


29; 


fue,  e  como  nació,  e  la  virtud  destas  dos 
cosas  deuiso  el  rey  tollido  a  Galaz  que  fue 
en  Corberic  con  Boores  e  con  Perseual,  quan- 
do  vieron  el  santo  G-rial,  lo  que  lionbre  mor- 
tal no  podia  ver.  E  alli  deuisa  como  estas 
tres  auenturas  fueron  y  en  ([ual  guisa. 

Mas  agora  quiero  dexar  esto  e  tornar  a  la 
batalla  de  Palomades  y  del  cauallero  de  la 
torre. 

Cap.  CCCL.  —  Como  el  cauallero  de  la  fuente 
robraua  su  fuerra,  quando  beuía  del  agtia. 

Bien  assi  fueron  anbos  los  caualleros  en 
el  canpo  como  vos  dixe  que  era  cerca  de  la 
fuente,  dexaronse  yr  el  vno  contra  el  otro, 
e  firieronse  anbos  tan  fuertemente,  que  en- 
tranbas  langas  bolaron  en  pier-as;  y  el  caua- 
llero de  la  torre,  que  no  era  de  la  bondad  de 
Palomades,  ouo  de  caer  del  cauallo  en  tierra, 
mas  lenantose  mucho  ayna,  ca  era  mucho 
ardid  y  de  gran  coracon,  e  fue  mucho  sañudo 
de  aquella  cay  da.  y  metió  mano  a  la  espada 
y  dexose  yr  a  Palomades  que  estaña  encima 
de  su  cauallo.  E  quando  lo  vio  venir  assi, 
fizóse  afuera,  e  dixole:  «Don  cauallero,  ycí 
\T.iestra  via,  que  no  puede  ser  que  yo  meta 
mano  en  vos  a  espada,  vos  seyendo  a  pie  e  yo 
a  cauallo;  y  el  cauallero  caualgo,  e  Paloma- 
des  le  fue  a  dar  vn  golpe  por  cima  del 
yelmo  quanto  pudo,  e  luego  otro,  mas  el 
cauallero  era  de  miiy  gran  fueD.-a  e  de  buen 
corar-on,  e  defendiase  muy  bien  e  a  gran 
marauilla;  mas  ante  que  faltasse,  fue  tan 
mal  trecho  de  las  llagas  e  de  la  sangre,  que 
no  se  podia  tener  en  pie,  ca  sin  falta  Palo- 
mades era  de  mayor  bondad  que  el.  E  quando 
el  cauallero  de  la  fuente  vio  que  lo  no  podia 
durar,  fizóse  afuera  e  pidió  plazo  para  folgar, 
e  que  le  dexasse  beuer  del  agua:  e  Paloma- 
des  lo  otorgo,  e  después  fuesse  para  la  fuente 
e  beuio  del  agua  ,  e  fue  luego  tan  sano  e 
tan  ligero  como  ante  era,  e  tornóse  para 
Palomades,  e  llamólo  que  viniesse  a  Va  bata- 
lla, e  comenco  a  dar  muy  mayores  golpes 
que  en  el  comienoo. 

Cap.   CCCLT.  —  Como    Cala:-,    e  Palomades 
sacaron  a  Galnan  e  a  Car  ¡efe  do  la  iJrision. 

Palomades,  quando  esto  vio.  fue  mucho 
marauillado,  e  dixo  en  su  corai.-on:  cEsto  no 
puede  ser;  este  cauallero  era  ante  coino  ven- 
cido, e  agora  veolo  tan  rezio  e  tan  ardido, 
como  nunca  mejor  fuera,  y  esto  tengo  por 
rezia  cosa,  e  no  puede  ser  que  yo  no  me 
combata  con  el  quan  rezio  yo  pudiere:> ;  y  el 
cauallero  comencolo  a  mirar  e  a  darle  nuiy 
grandes  golpes  ]ior  cima  del  yelmo  e  mucho 


a  menudo;  mas  aquel,  que  era  de  gran  bon- 
dad e  mucho  ligero,  no  podia  ser  vencido, 
torno  sobre  si  y  fuele  dar  tales  golpes,  que 
le  fazia  atordir,  e  fizo  tanto  Palomades,  que 
le  tuuo  cinco  vezes  en  vencida,  e  tantas  fue 
a  la  fuente  y  tornaua  a  la  batalla  sano  o  con 
fuen/a,  y  a  Ja  i(uinta  vegada  sufrió  Paloma- 
des  tan  gran  afán  de  armas,  que  dixo  Galaz 
en  su  coraron  que  tanto  sufriera  Palomades, 
que  no  pensaua  que  cauallero  del  mundo 
pudiera  fazer  tanto,  ni  que  ge  lo  dixera  todo 
el  mundo ,  no  lo  creyera  -  que  Palomades 
fuesse  tan  buen  cauallero;  e  auino  que  el 
cauallero  que  auia  tantas  vezes  encima  de 
vencido,  a  las  cinco  vezes  torno  a  la  batalla 
sano  e  con  toda  fufrca,  e  comenco  a  ferir  a 
Palomades  tan  reziamente  como  en  la  pri- 
mera vez,  e  Palomades,  que  se  auia  conba- 
tido  con  el,  auia  rescebido  tantas  feridas  y 
perdido  tanta  sangre,  que  se  espantaua  Gra- 
laz  como  no  era  muerto.  E  qmmdo  vio  venir 
al  cauallero  tan  rezio  contra  el,  dixo:  ^^Agora 
quiero  meter  toda  mi  fazienda  en  auentura; 
o  yo  moriré,  o  este  cauallero  no  se  me  yra 
assi»;  e  comenr-o  de  yr  contra  el,  e  darle 
golpes  a  diestro  e  a  siniestro,  e  fizo  tanto, 
que  lo  puso  en  vencida.  E  quando  el  caua- 
llero se  vio  tan  mal  trecho,  e  veya  que  no  lo 
podia  durar,  quiso  yr  a  la  fuente;  estonces 
se  le  nombro  a  Palomades  lo  que  dixera  Gra- 
laz.  que  el  cauallero  se  tornarla  en  su  fuerca 
quantas  vezes  beuiesse  del  agua  de  la  fuente, 
e  ante  que  el  cauallero  llegasse  a  la  fuente, 
Palomades  le  echo  mano  del  yelmo,  e  dixole: 
«Don  cauallero,  vos  me  auedes  muchas  vezes 
engañado  por  las  ydas  que  auedes  fecho  a  la 
fuente:  e,  por  cierto,  no  me  yredes  assi  con 
esso,  ca  ya  mas  no  os  partireys  de  mi  fasta 
que  vos  quedeys  mal  de  la  batalla» ;  y  es- 
tonce le  tiro  del  yelmo  tan  rezio,  que  dio 
con  el  cauallero  en  tierra,  y  dexose  caer  en 
tierra  sobre  el.  e  dixo:  «Para  Santa  Maria, 
don  cauallero,  esta  vez  no  os  yredes  a  refres- 
car a  la  fuente  como  de  primero,  e  por 
buena  fe  nunca  escapareys  de  mis  manos 
fasta  que  os  deys  por  vencido  e  que  me 
digays  donde  esta  marauilla  vos  viene» .  Y 
estonce  le  (juito  el  yelmo  y  echólo  bien 
lexos,  y  fizo  la  semejanca  que  lo  queria  cor- 
tar la  cabeca,  y  el  cauallero,  que  ouo  jíauor 
de  muerte,  pidióle  merced  que  no  le  matasse, 
e  que  se  otorgarla  por  vencido» .  «Xo  lo  fare, 
dixo  Palomades,  fasta  que  me  digaj^s  lo  que 
vos  |)regunte».  «Yo  vos  lo  diré,  dixo  el 
cauallero,  pues  veo  que  no  puedo  escusarlo; 
agora  me  dexad  e  dezirvoslo  he;  mas  ruego- 
vos  que  me  digays  vuestro  nonbre»;  y  el 
dixo  que  auia  nonbre  Palomades.  «Ay  Palo- 
mades. dixo  el  cauallero.  vo  ov  dezir  mu- 


294 


LIBROS  DE  CABALLERÍAS 


chas  vezes  de  vuestra  caualleria,  e  tos  oy 
contar  por  cauallero  de  gran  bondad,  e  pues 
yo  soy  vencido,  tengome  jior  bien  andante 
que  m?  venció  tan  buen  cauallero  como  vos. 
o  agora  vos  diré  lo  que  me  demandays.  Sa- 
bed que  yo  he  nonbre  Achauias.  el  cauallero 
de  la  fuente  de  guarizon:  porque  yo  guardo 
aquí  vna  fuente  muy  gran  tienpe  ha:  y  esta 
fuente  es  de  muy  gran  virtud,  que  no  ha 
honbre  en  el  niundo,  por  llagado  que  sea  e 
mal  trecho,  que  luego  que  della  beua  que 
luego  en  esse  punto  es  sano,  e  tornado  en  su 
fuerca  asvsi  como  ante» .  «Ay  señor,  por  Dios, 
dixo  Palomades.  mostradmc  essa  fuente» .  Es- 
tonce se  leuanto  Achauias,  e  tomo  a  Palo- 
mades por  la  mano;  leuolo  a  la  fuente,  que 
nascia  a  pie  de  vn  árbol  que  auia  nonbre 
sagrado,  e  salia  por  vn  bacin  de  plata  muy 
ricamente  obrado,  e  salia  del  bacin  por  vn 
caño  de  plomo;  y  el  cauallero  lo  lauo  todo 
con  aquella  agua ,  e  Palomades  beuio  de 
aquella  agua,  y  el  cauallero  otrosi,  e  fue- 
ron ambos  tan  sanos  como  primero  eran.  Es- 
tonce vio  Palomades  la  mengua  de  Acha- 
uias. Y  «Don  Cialaz,  dixo  Palomades.  agora 
podemos  bien  dezir  que  tanto  auemos  an- 
dado por  el  rey  no  de  Londres,  que  fallamos 
la  fuente  auenturosa.  e  veysla  aqui»;  e  fia- 
laz  le  dixo:  «Muchas  vezes  oy  fablar  della. 
e  bendito  sea  Dios  que  nos  la  quiso  mostrar  > . 
Estonce  pregunto  Achauias  si  sabia  donde 
venia  aquella  virtud.  «Ansi  Dios  me  ayudo, 
dixo  el,  no  se;  ca  nunca  pude  fallar  quien 
me  lo  dixesse.  saluo  que  vna  muger  me  fizo 
entender  que  me  traxo  a  esta  fuente  que 
ninguno  no  podria  saber  la  virtud  desta 
fuente  sino  vn  cauallero  que  ha  de  dar 
cima  a  las  auenturas  del  rey  no  de  Londres: 
y  este  lo  sabrá  por  la  boca  del  rey  Pelles» . 

Cap.  CCCIAL.—  Como  Galax,  ¡h(]o  a  la 
fuente  que  hernia  (*). 

Dixo  Palomades  a  Galaz:  «Señor,  asaz 
aueys  oydo  desta  auentura  que  vuestra  auia 
de  ser ,  e  vos  quedareys  aqui  como  quisier- 
des  fazer/.  «Si.  dixo  el,  e  guardare  esta 
fuente  fasta  que  pueda  ferir  de  espada»;  e 
dixo  Galaz  a  Palomades:  'No  nos  yremos 
fasta  que  veamos  esta  torre  si  están  ay  pre- 
sos algunos  de  los  conpañeros  de  la  Tabla 
Redonda,  ca  dixeron  muchos  buenos  hon- 
bres  que,  pues  este  cauallero  los  venció, 
que  los  metió  en  prisión».  «Bien  dezis», 
dixo  Palomades.  E  dixo  Achauias:  «Si  yo 
tengo  presos  en  mi  casa,  no  aueys  vos  ay 

(•J  Este  epígrafe  corresponde  más  liien  al  capítu- 
1©  t/CCLiI  \  , 


que  ver,  e  ruegoos  que  no  me  fagays  tuet- 
to» .  Dixo  Palomades :  «  Conuieneos  dexar- 
los  por  fuerr-a.  si  presos  teneys».  E  Acha- 
uias le  dixo:  «Señor,  vos  e  vuestra  ventura 
me  truxo  a  lo  que  ninguno  me  pudo  traer, 
por  ende  fare  por  vos  lo  que  no  faria  por  otro, 
e  agora  id  comigo» .  Estonce  se  fueron  a  la 
torre,  e  quando  ay  entraron,  assaz  fallaron 
quien  les  fiziesse  honra,  que  assi  auia  man- 
dado Achauias;  y  ellos  le  dixeron  que  si  al- 
gunos tenia  presos,  que  los  truxesse  alli  de- 
lante, y  el  dixo:  «Aqui  ay  vnos  de  la  Tabla 
Redonda  que  yo  quisiera  matar  en  mi  pri- 
sión, e  yo  les  di  muy  mala  prisión  porque 
me  erraron  mucho,  ca  avn  no  puedo  cobrar 
la  fuerr-a» .  «Sea  dicho,  dixo  Palomades;  fa- 
zeldos  aqui  venir ,  que  nos  pornemos  a  esse 
consejo».  Estonce  enbio  Achauias  por  ellos: 
e  traxeronlos  tan  mal  trechos,  que  a  penas 
los  podria  honbre  conocer,  y  eran  quatro  ca- 
ualleros  de  gran  nonbradia:  el  vno  era  Gal- 
uan,  y  el  otro  Crariete  su  hermano,  e  Bleobe- 
ris,  e  Sagramor.  Estos  auian  vencidos  e  meti- 
dos en  prisión  Achauias,  y  esto  no  era  mara- 
uilla,  ca  el  cobra  ua  su  poder  e  sanaua  sus 
llagas  quando  queria,  como  ya  dixe.  E  quan- 
do Galaz  e  Palomades  vieron  los  caualleros 
tan  mal  trechos,  comencaron  a  llorar,  ca 
auiah  gran  duelo  dellos,  y  quando  Galaz  vio 
a  Galuan,  conociólo  luego,  e  Galuan  a  el,  e 
dixo  Galuan:  «Ay,  señor  Don  Galaz,  vos  sea- 
des  bien  venido,  ca  sienpre  lo  dixe  que  nun- 
ca podíamos  salir  desta  prisión  si  por  vos  no 
fuesse.  Bendito  sea  Dios  que  aqui  os  truxo»; 
e  Galaz  dixo:  «Gradezeldo  a  Palomades,  que 
el  es  el  que  venció  el  cauallero  por  quien 
soys  libres»;  e  dixoles  que  como  se  sentían, 
e  si  podrían  guarecer.  «Si.  dixeron  ellos,  que 
el  plazer  que  auemos  de  que  somos  libres, 
nos  fara  guarecer»,  e  moraron  ay  tanto  Galaz 
e  Palomades,  fasta  que  los  caualleros  pudie- 
ron caualgar:  estonces  se  partieron  todos  seys 
de  la  torre  assaz  bien  guaridos,  que  Acha- 
uias les  dio  quanto  menester  ouieron;  e  an- 
duuieron  dos  dias  juntos,  e  al  tercero  dia 
partiéronse  e  tomo  cada  vno  su  camino. 

Mas  agora  dexa  el  cuento  de  fablar  destos, 
e  torna  a  Galaz. 

Cap.  CCCLni. —  Como  la  donxella  fue  muer- 
ta en  la  fuente  ('). 

Y  dize  el  cuento  que  Galaz  se  partió  de 
sus  conpañeros;  anduuo  gran  tienpo  assi  solo 
buscando  las  auenturas  del  reyno  de  Lon- 
dres, e  asi  andando,  aniñóle  que  auentura 


O  Este  epígrafe  no  correspomle  al  contenido  del 
capítulo. 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


295 


lo  leuo  a  la  floresta  de  Armantes ,  do  era  el 
passo  peligroso,  e  assi  fallo  el  monumento  de 
Moyses,  el  fijo  de  Simeón,  que  sienpre  ardia 
assi  como  el  cuento  lo  ha  deuisado,  e  bien 
asi  como  Simeón  liie  librado  úe  la  pena  por 
la  venida  de  Galaz,  assi  fue  iloyses  su  fijo 
por  aquella  mesma  auentura.  y  este  miraglo 
íue  metido  en  escrito  en  la  silla  peligrosa  de 
Camaloc,  e  pues  el  acabo  esta  auentura ,  an- 
duuo  tanto  por  sus  jornadas,  fasta  que  ven- 
tura lo  leuo  a  la  floresta  peligrosa,  e  alli  fallo 
la  fuente  que  feruia.  do  Langarote  se  conba- 
tia  con  los  que  guardauan  el  monumento, 
como  la  gran  historia  lo  deuisa :  la  auentura 
desta  fuente  que  lieruia  acabo  Galaz ,  e  yo 
vos  diré  como. 


Cap.  CCCLIY. —  Gomo  GaJax  acabo  la  anen- 
tnra  de  la  fiienfr  qne  feruia . 

Vn  dia  le  auino.  que  fuendo  Galaz  por  la 
floresta  peligrosa,  alcam/o  vn  cauallero,  e  vn 
escudero,  e  vna  donzella,  e  sainólos,  y  ellos 
a  el,  y  estuuieron  quedos,  y  preguntáronle 
donde  era,  y  el  les  dixo  que  era  de  casa  del 
rey  Artur ,  y  ellos  lo  recibieron  muy  bien;  e 
fazia  la  calentura  muy  grande,  e  dixo  el  ca- 
uallero: «Señor,  ¿quereys  folgar  aqui  vn 
poco?»  El  dixo  quel  plazia;  ansí  estando, 
dixo  la  donzella  al  escudero  que  auia  sed,  e 
que  mirasse  si  fallarla  agua,  y  el  escudero 
se  partió  dende,  anduuo  de  vna  parte  en  otra, 
y  fallo  vna  fuente  que  feruia  y  no  miro  si  era 
caliente  o  no,  y  tornóse  a  la  donzella,  e  di- 
xole  que  fallara  la  mejor  fuente  que  nunca 
fuera  ni  viera,  y  ella,  que  auia  gran  sed, 
fuesse  para  la  fuente  e  abaxosse  a  beuer  y 
cayo  dentro;  y  el  agua  era  tan  caliento,  que 
feruia,  y  mato  luego  a  la  donzella;  y  quando 
ouo  de  morir  dio  vna  tan  gran  boz,  que  lo 
oyeron  los  caualleros.  e  fueronse  para  alia,  y 
fallaron  el  escudero  sobre  la  fuente,  y  no  osa- 
ua  meter  la  mano  dentro  porque  feruia. 


Cap.  CCCLY.  —  Como  Lanraroie  y  Paloma- 
des  ouieron  la  haíalla  ('). 

E  preguntóle:  «¿Do  es  tu  señora?»  Y  el 
dixo:  «En  esta  fuente  esta,  mas  el  agua  es 
tan  caliente,  que  no  oso  en  ella  meter  la 
mano  para  la  sacar».  Y  el  cauallero,  con  pe- 
sar de  la  donzella,  metió  la  máncenla  fuen- 
te e  quísola  sacar,  mas  no  pudo,  que  lo  que- 
mnua  el  agua  caliente,  e  dixo:  «Ay  Dios, 


Cj  No  corresponde  este  epígraíe  al  conteaiclo  del 
capitulo. 


¡como  soy  perdido!»  Y  dixo  Galaz:  «Señor 
cauallero,  ¿que  aueys?»  «¿Que?  dixo  el  caua- 
llero, sabed  que  he  quemada  la  mano,  que 
esta  fuente  es  tan  caliente  como  si  todo  el 
fuego  del  mundo  la  calcntasse».  «Ay  Dios, 
dixo  Galaz,  esta  es  la  fuente  que  fieme,  de 
que  muchas  vezes  oy  fablar».  Estonce  se  san- 
tiguo, y  encomendóse  a  Nuestro  Señor,  o 
dixo:  «¡Ay  padre  Jesu  Christo!  si  pluguiere  a 
vos,  fazed  que  la  calentura  desta  fuente  aya 
cima  en  mi  venida,  y  que  deste  feruir  que 
esta  fuente  faze».  E  quando  Galaz  vuo  fecho 
su  oración  a  Nuestro  Señor,  tornóse  a  la  fuen- 
te, y  el  cauallero,  que  vio  esta  marauilla, 
fue  mucho  spantado,  ca  no  pensó  que  fuera 
por  la  bondad  de  Galaz;  e  Galaz  dio  gracias 
a  Jesu  Christo,  y  sacaron  la  donzella  de  la 
fuente ,  e  pues  la  ouieron  sacada ,  Galaz  se 
despidió  del  cauallero  y  fuesse  su  camino;  y 
el  cauallero  tomo  la  donzella  e  fizóla  sote- 
rrar, y  fuesse  para  casa  del  rey  Artur,  y 
contó  en  la  corte  que  la  donzella  cayera  en 
la  fuente  y  como  se  acabara  la  auentura  della 
por  vn  cauallero  de  vn  escudo  blanco  y  vna 
cruz  bermeja;  y  luego  entendieron  todos  que 
este  cauallero  era  Galaz,  y  dixeron  que  aqiie- 
11o  no  fuera  por  ingenio,  mas  por  gracia  y 
amor  de  Dios  que  auia  con  el,  e  fizo  el  escre- 
uir  esta  auentura  con  los  otros;  e  después  que 
Galaz  se  partió  del  cauallero,  anduuo  muchas 
jornadas  por  do  Dios  le  guiaua,  de  que  no 
vos  cuento  aqui;  que  sabed  que  es  gran  cosa 
si  todas  las  auenturas  de  Galaz  contasse,  y 
mas  la  postrera  parte  deste  libro  de  mayor 
pieca  que  las  primeras;  mas  lo  que  dexo  en 
esta  partida  postrimera  deste  libro  esta  todo 
en  el  cuento  del  Baladro  (M- 


Cap.  CCCLYI. — Conw  Palomades  contó  las 
mieuas  a  LanQarote  y  a  Estoi\  de  Galaz  y 
de  loft  oíros  (-). 

Asi  anduuo  Galaz  gran  tiempo,  como  vos 
digo,  por  el  reyno  de  Londres;  fizo  tantas 
cosas,  que  aqui  no  dize  agora,  assi  como  fue 
sonado  por  todo  el  reyno,  e  aniñóle  vn  dia 
que,  yendo  por  la  floresta,  que  fallo  la  bestia 
ladradora,  e  yuan  em  pos  della  fasta  veynte 
canes;  e  la  bestia  fuese  muy  ayna;  e  assi 
como  la  vio  passar  ante  si,  dixo  en  su  cora- 
con:  «Agora  seria  yo  malo  si  esta  ventura 
dexasse  assi  menos  de  no  fazer  ay  todo  mi 
poder,  pues  tantos  honbres  buenos  trabajaron 


(')  ( )  el  autor  se  equivoca  ó  el  Baladro  á  que  alu- 
de no  es  el  misir.o  que  nosotros  conoceir.os,  porque  no 
constan  en  él  aventuras  de  Galaz. 

(')  Este  epígrafe  y  los  dos  siguientes  corresponden 
al  contenido  del  capítulo  CCCLVIII. 


296 


LIBROS  DE  CABALLERÍAS 


e  no  pueden  ay  nada  fazer^.  Estonce  se  co- 
mento a  yr  en  pos  della  quanto  pndo,  e  no 
anduuo  mucho  que  vio  venir  eni  pos  della 
dos  caualleros  quanto  mas  ayna  podian:  y  el 
vno  era  Palomades  el  su  calador,  que  axiia 
gran  tienpo  que  le  seguia,  y  el  otro  era  Per- 
seual  de  Oaunes.  E  quando  ellos  vieron  a 
(ralaz,  conociéronlo  por  el  escudo,  mas  el  no 
conoscio  a  ellos,  porque  auia  dias  que  no  los 
vio,  y  mas  que  auian  canbiado  las  armas;  e 
tanto  que  llegaron  a  el,  saluaronlo  e  fizie- 
ronse  conoscer,  e  fizieron  gran  alegría  todos 
tres,  y  ellos  le  dixeron:  «Señor  G-alaz  ¿como 
os  fue  después  que  nos  partimos  de  en  vno?» 
Y  el  dixo:  «Bien  a  la  merced  de  Dios,  y 
falle  muchas  auenturas;  e  no  falle,  loado 
sea  Dios,  auentura  fasta  aqui,  a  que  no 
diesse  cima,  sino  esta  bestia  ladradora;  esta 
fue  la  primera  que  falle,  y  aun  no  le  di 
cima,  auiendola  fallado  muchas  vezes,  e  por 
esta  razón  auria,  si  a  Dios  plugaiesse,  saber 
alguna  cosa,  donde  venia  em  pos  della,  e 
parecióme  que  venia  cansada  mas  que  solia» . 
«Por  cierto,  dixeron  ellos,  mas  ha  de  vn  mes 
que  andamos  en  pos  della,  mas  empero,  pues 
della  aueys  vos  sabor,  dexarla  hemos,  si  os 
plaze».  «Xo  fareys,  dixo  Galaz,  ante  quiero 
que  me  fagays  conpañia,  e  vamos  en  vno 
buscarla» .  Y  estonce  prometieron  que  nunca 
se  partirían  de  aquella  demanda  mientra 
pudiessen,  o  que  supiessen  la  verdad  donde 
aquellas  bozes  salían. 


T'ap,  CCCLYII. — De  como  Gnlitan  e  Agra- 
iiai/)i  mataron  a  Paloínades  (*). 

E,  assi  como  os  digo,  fueron  los  tres  com- 
pañeros conpaña  sobre  la  bestia  ladradora,  e 
fueronse  em  pos  della  por  do  vieron  (jue 
yua,  mas  en  todo  aquel  dia  no  la  pudieron 
fallar,  tanto  se  les  alongó,  y  estuuieron 
aquella  noche  en  la  floresta,  e  no  comieron 
ni  beuieron,  ca  no  le  tenian  ni  lo  podian 
uuer,  y,  assi  como  pudieron,  passaron  aque- 
lla noche  ellos  e  sus  cauallos.  E  otro  dia  de 
mañana  caualgaron,  e  comentaron  de  andar, 
e  dixo  Galaz  a  los  otros:  «Bien  pienso  que 
oy  dareys  cima  a  esta  auentura».  «Señor, 
dixeron  ellos,  ;,en  que  lo  sabeys  vos?»  Y  el 
dixo:  cPorque  me  lo  da  el  coraron»;  e  andu- 
uieron  assi  fasta  ora  de  medio  dia;  estonce 
fallaron  los  .xx.  canes  muertos  que  yuan  em 
pos  della,  e  ouieron  gran  pesar,  e  dixo  Ga- 
laz:  «Amigos,  por  aqui  va  la  bestia,  y  ella 
mato  estos  canes»;  y  ellos  assi  fablando  fa- 


(')  No  corresponde  tampoco  este  epígrafe  al  conte- 
nido del  capítulo. 


liaron  vn  escudero  que  yua  a  pie.  e  pregun- 
táronle si  viera  la  bestia  ladradora,  y  el 
dixo:  «Yila  en  mal  punto  para  mi,  ca  me 
mato  al  cauallo  e  fazeme  yr  a  pie» .  «¿E  por 
do  va?»  dixo  Gralaz;  y  el  ge  lo  mostró,  y  el 
fuesse  em  pos  della. 

Cap.  CCCLA^III. — Como  Laiifarote  y  Estor 
llegaron  a.  la  muerte  de  Palomades. 

Tanto  anduuieron,  que  entraron  en  vn 
valle,  e  auia  ay  vn  lago  pequeño  y  era  muy 
fondo,  y  en  aquel  lago  estaña  la  bestia,  que 
quería  beuer,  ca  auia  gran  sed,  y  en  la  ri- 
bera estañan  bien  .xx.  galgos  que  auian  ve- 
nido con  Palomades,  que  se  adelantaron,  e 
quando  vieron  la  bestia,  cercáronla  de  todas 
partes,  e  comentaron  a  ladrar  tan  fuerte, 
que  lo  oyeron  los  caualleros  que  la  busca- 
uan,  e  dixo  Gralaz  a  Personal:  «¿Oys  vos 
aquellos  ladridos?»  «Si»,  dixo  el,  «,\lli  esta 
la  bestia,  vamos  alia».  Estonce  fueron  quan- 
to pudieron,  e  desque  llegaron  al  lago  vieron 
la  bestia  dentro  e  los  galgos  aderredor  la- 
drando; y  no  estaña  tan  lexos  de  la  ribera 
que  no  la  pudiessen  bien  ferir  a  su  voluntad 
de  lanoa,  tirandogela.  E  quando  ellos  assi  la 
vieron  cercáronse  bien,  e  Palomades,  que 
era  su  enemigo  porque  le  matara  los  .xi. 
hermanos,  e  lo  auia  mucho  a  coraron  por  el 
gran  afán  que  passara  por  ella  gran  tienpo 
auia,  dexose  laucar  en  el  lago  assi  a  cauallo, 
y  dexo  correr  la  lanr-a,  e  diole  tan  gran  gol- 
pe por  los  costados,  que  la  lanr-a  le  salió  de 
la  otra  parte  bien  vn  palmo,  y  ella,  que  se 
sintió  ferida,  dio  vn  bramido  tan  doloroso, 
que  se  espanto  el  cauallo  de  Palomades  e  los 
otros,  de  guisa  que  no  los  podian  tener;  e  la 
bestia,  que  era  ferida  de  muerte,  metióse  so 
el  agua,  y  enpe^o  a  fazer  gran  tenpestad 
por  el  lago,  e  dar  bozes  e  ladridos,  que  pa- 
recía que  todos  los  diablos  del  infierno  anda- 
uan  dentro;  y  el  lago  comenr-o  a  feruir  den- 
tro e  a  echar  llamas,  assi  que  no  ha  honbre 
que  lo  viesse  que  no  lo  tuuiesse  por  la  mayor 
marauilla  de  todo  el  mundo;  mas  aquellas 
llamas  no  duraron  mucho,  mas  el  feruor  e  la 
calentura  del  lago  nunca  después  quedo,  e 
aun  dura,  e  durara  para  sienpre,  y  assi 
como  los  honbres  piensan,  por  esta  calentu- 
ra aquel  lago  ha  nonbre  el  lago  de  la  bestia 
ladradora;  e  pues  los  tres  caualleros  estuuie- 
ron gran  pieQa  mirando  la  marauilla  e  que 
la  bestia  no  parecía,  dixeron:  «Esta  bestia 
es  de  gran  marauilla»;  dixo  Galaz:  «Este 
lago  os  canbiado,  ca  ante  estaña  frío  e  agora 
esta  caliente,  e  sabed  que  nunca  quedara  de 
feruir  en  el  nuestro  tienpo,  e  agora  nos  pode- 
mos bien  yr.  qup  sin  Falta  psta  auentura  es 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


!97 


acabada,  e  jamas  esta  bestia  no  vera  hombre 
del  mundo  mas  que  nos  vimos;  e  vos,  don 
Palomades,  deueys  auer  la  lionrra  y  el  prez 
desta  auentura,  e  nos  ser  testigos  dello»;  e 
Palomades  ge  lo  gradéelo  mucho  porque  el 
tan  bien  dezia,  e  dixeron:  «Agora  deuemos 
gradecer  a  Dios  la  buena  andanza  que  nos 
dio».  Después  partiéronse  del  lago,  e  lueron- 
se  a  vna  hermita,  que  fallaron  lo  que  menes- 
ter ouieron,  e  folgaron  ay  aquella  noche; 
otro  dia  de  mañana  caualgaron  e  fizieronse 
armar,  e  anduuieron  mucho  de  so  vno,  e  la 
liaron  muchas  auenturas  que  dieron  cima, 
de  que  aqui  no  cuenta  mas;  quien  las  quisie- 
re saber  tome  el  libro  del  Baladro  (M-  E  an- 
duuieron tanto  por  las  tierras,  que  fallaron 
a  Boores  de  Gaunes,  e  después  fueronse  para 
Corberic.  mas  como  entraron  en  el  palacio 
auenturoso,  e  de  como  llegaron  los  veynte 
caualleros,  e  de  como  fueron  todos  ahonda- 
dos del  santo  comer,  e  de  como  el  rey  Pellos 
fue  guarido,  e  como  se  partieron  dende,  no 
lo  escreuimos  aqui,  porque  esta  escrito  en  el 
libro  de  Galaz;  mas  porque  los  caualleros 
qne  fueron  posados  al  sancto  comer  e  fueron 
ahondados  de  todos  los  bienes,  no  dezia  alia 
quales  fueron,  e  quierovoslo  aqui  dezir:  El 
vno  fue  Gralaz;  y  el  otro  Perseual;  el  .iii. 
Boores;  el  .iiii.  Palomades;  el  .v.  Melegas 
de  la  Marcha,  a  quien  Gralaz  fizo  cauallero, 
e  de  las  sus  buenas  cauallerias  no  vos  conté 
aqui,  por  el  libro  que  se  ñzo  grande,  mas 
quien  las  quisiere  saber,  tome  el  libro  del 
Baladro,  que  ay  las  fallara.  Y  el  .vi.  auia 
nonbre  Layn  el  blanco;  y  el  .vii.  Artur  el 
pequeño;  el  .viir.  Claudin,  fijo  del  rey  Cla- 
dis,  muy  buen  cauallero  e  de  buena  vida. 
El  .nc.  era  vn  cauallero  viejo  de  saneta  vida; 
el  .X.  Permebel;  el  .xi.  Persides  de  Gfalaz: 
el  .XII.  Merengis;  e  agora  os  dexare  todos 
estos;  e  deziros  he  de  Palomades  que  fue  del 
desque  se  partió  de  sus  conpañeros,  lloran- 
do porque  se  partia  de  Gralaz,  e  diziendo: 
«Señor  don  Gfalaz,  saneta  cosa  e  santo  cuer- 
po, este  apartamiento  que  fago  de  vos  me 
mata,  y  he  miedo  que  no  plazera  a  Dios  que 
mas  os  vea;  e  si  assi  fuere,  ruegoos  que  se  os 
mienbre  de  mi,  ca  vos  me  quitastes  de  toda 
cuyta  y  de  toda  lazeria,  y  me  posistes  en  la 
buena  ventura.  E  quanto  bien  he.  todo  lo  he 
auido  por  vos.  Por  ende  os  ruego  que  pidays 
a  Dios  merced  por  mi,  que  el  no  me  oluide, 
y  que  me  dexe  fazer  tales  obras,  por  que  me 
aya  el  anima  quando  me  saliere  del  cuerpo» ; 
e  Galaz  le  dixo  que  assi  lo  faria.  Estonce  se 
partieron,  e  fue  cada  vno  por  do  Dios  lo 
guio.  Agora  no  dize  aqui  de  las  auenturas  que 

(•)  Véase  la  nota  final  del  cap.  CCCLV. 


los  otros  passaron  y  como  les  fue;  que  todo 
esta  en  el  libro  del  Baladro,  mas  cuenta  de 
Palomades  como  se  oonbatio  con  Lancarote. 
Dize  el  cuento  que  Palomades  se  partió 
de  Galaz  e  de  los  otros  caualleros  que  salie- 
ron de  Corberic;   anduuo  gran  tienpo  sin 
auenturafallar,  o  fallo  vna  fuente,  e  descen- 
dió a  ella  del  cauallo,  e  beuio  del  agua,  e 
pues  vuo  beuido,  sentóse  por  folgar;  y  el  ansi 
estando,  auentura  traxo  por  alli  aLancarote, 
e  a  Estor  su  hermano.   Lancarote,  que  lo 
vio,  conoció  el  escudo  de  Palomades,  e  dixo 
a  su  hermano:  «Vedes  alli  vno  de  los  bue- 
nos caualleros  del  mundo,  e  no  a  mucho  que 
lo  proue  de  lanoa  e  no  fue  ninguna  mejor 
sobre  el,  e  por  ende  lo  querría  prouar  de  la 
espada,   por   ver  si  es  tan  buen  cauallero 
como  de  lanoa;  mas  esto  no  quiero  yo  si  a  el 
no  pluguiere;  e  agora  yd  a  el,  dixo  a  Estor, 
e  dezilde  que  lo  llamo  a  la  batalla  de  las  es- 
padas. Mas  de  guisa  ge  lo  dezid,  que  no  se 
ensañe» .  «¿E  como  ha  nonbre?»  dixo  Estor. 
«Yo  vos  lo  diré  otra  vez»,  dixo  Langarote. 
Estonce  se  fue  Estor  a  Palomades,  e  dixole: 
«Señor,  veys  alli  vn  cauallero  estraño  que 
demanda  batalla,  guardaos  del» .  «v.Y  quien 
es?»  dixo  Palomades.   «No  lo  podeys  agora 
saber» ,  dixo  Estor.  «¿E  como  me  llama  a  ba- 
talla, dixo  el,  que  yo'  pienso  que  nunca  le 
erre?»  «Pareceme  que  assi  es» ,  dixo  Estor. 
Y  estonce  tomo  su  cauallo  e  caualgo,  y  quan- 
do Lancarote  le  vio,  metió  mano  a  la  espada, 
o  fuesse  contra  el,  e  Palomades  otrosí.  Es- 
tonce comencaron  la  batalla,   tan  braua  e 
tan  espantosa,  que  bien  parecía  a  Estor  que 
no  auia  tales  dos  caualleros  en  el  mundo,  y 
sus  espadas  eran  tan  buenas,  que  sus  armas 
no  las  podian  anparar  que  no  se  cortasen  en 
los  cuerpos,  e  que  no  se  fiziessen  muchas  lla- 
gas grandes  y  per[ueñas.  E  tanto  les  duro  la 
batalla,  que  anbos  auian  sabor  de  folgar;  ca 
ambos  auian  mucho  menoscabado  de  su  fuer- 
ca,  e  auian  perdida  mucha  sangre;  mas  Lan- 
garote auia  ya  quanto  de  mejoría  de  la  bata- 
lla, mas  no"  mucho,  ca  era  de  gran  bondad 
de  armas  Palomades,  e  eonbatieronse  tanto. 
(|ue  no  lo  podian  sofrir,  ouieron  de  folgar,  e 
fizieronse   afuera.    E   Palomades  miraua   a 
Langarote,  e  quando  lo  vio  tan  grande  y  for- 
móse, e  lo  fallo  de  tan  gran  bondad,  diole  el 
coragon  que  era  algún  cauallero  de  la  Tabla 
Redonda,  y  que  si  mas  con  el  se  conbatia. 
que  seria  perjuro,  e  dixole:  «Señor  caualle- 
ro, tanto  me  conbati  con  vos,  que  no  pude 
mas;  e  tan  gran  bondad  he  fallado  en  vos, 
que  os  desseo  mucho  conocer;  por  ende  os 
ruego,  si  os  plaze,  cpie  me  digays  vuestro 
nombre,  ante  que  mas  fagays,  e  si  por  ven- 
tura os  erre  en  alguna  cosa,  emendarvoslo 


298 


LIBROS   I>E  caballerías 


he».  «Cierto,  don  Palomailes,  dixo  Lanca- 
rote,  nunca  me  errastes  ni  os  desamo,  ni 
esta  batalla  cometí  ¡lor  desamor  que  con  vos 
auia;  antes  lo  fize  por  saber  si  erades  tan 
buen  cauallero  de  espada  como  de  lanca;  e 
yo  he  visto  en  vos  que  sojs  vno  de  los  me- 
jores caualleros  del  mundo;  porque  os  llame 
a  batalla  no  lo  auiendo  merescido.  tengo  que 
os  erre  malamente,  e  quiero  vos  lo  emendar 
a  vuestra  voluntad:  e  si  os  plaze  que  la  ba- 
talla se  parta,  a  mi  plaze,  que  yo  conozco 
mejor  vuestra  bondad  que  vos  la  mia--). 
«¿Como?  dixo  Palomades;  ¿por  esso  comen- 
bastes  la  batalla  y  no  por  al?»  «Xo.  por  bue- 
na fe»,  dixo  el.  E  Palomades  dixo:  «Esta  es 
gran  marauilla;  mas  agora  me  dezid  vuestro 
nombre» :  y  el  dixo  que  le  dezian  Lanoarote. 
E  quando  Palomades  vio  que  aquel  era  Lan- 
oarote, el  mas  nonbrado  cauallero  del  mun- 
do fuera  su  hijo  Gralaz,  echo  el  escudo  en 
tierra,  e  dixo:  «Ay  señor,  merced,  que  yo 
me  doy  por  vencido,  e  por  Dios,  si  os  erre  en 
algo,  que  me  perdoneys» .  E  Lanoarote  le  dixo 
que  perdonasse  y  que  el  le  perdonaría.  Y 
después  se  assentaron  por  folgar  e  por  fablar 
algunas  cosas  de  sus  auenturas.  E  Lancarote 
pregunto  a  Palomades  como  se  sentia,  y  el 
dixo  que  mucho  mal,  «ca  me  errastes  siendo 
de  la  Tabla  Redonda,  que  no  deuiades  meter 
mano  en  mi  en  ninguna  guisa»:  e  contole 
como  le  auiniera  en  la  silla  fie  la  Tabla  Re- 
donda. <'Bien  veo,  dixo  Lanoarote.  que  os 
erre,  mas  ruégeos  que  me  perdoneys»;  y 
el  perdonóle  de  grado,  y  fueron  anbos  ami- 
gos. «Agora,  dixo  Lanoarote.  ¿de  Galaz  sa- 
beys  algunas  nueuas?»  Y  el  contóle  como 
fuera  con  los  .xn.  que  comieron  a  la  sancta 
mesa,  do  el  sancto  comer  fue  enbiado,  en 
casa  del  rey  Pelles.  e  todas  las  auenturas; 
e  como  después  se  partieron  de  Corberic;  e 
sabed  que  mientra  esto  dezia  Palomades. 
Lancarote  lloraua  de  alegría,  de  las  nueuas 
que  oyó  de  Galaz,  y  desque  lo  ouo  contado, 
desarmóse  e  fizóse  catar  las  ferídas  lo  mejor 
que  pudo,  e  tanbien  Langarote  era  malferí- 
do:  y  después  caualgaron,  e  fueronse  todos 
tres,  e  no  anduuieron  mucho  que  fallaron 
tres  carreras,  e  partiéronse  de  en  vno,  e 
Palomades  tomo  a  siniestro,  que  yua  mal 
ferido  e  perdía  mucha  sangre,  e  no  se  podia 
tener  en  la  silla,  e  por  su  fuerte  ventura 
ouo  de  fallar  a  Galnan  e  Agrauayn  su  her- 
mano, que  lo  desamauan  mortalmente,  y 
ellos  andauan  sanos  e  bien  andantes;  ca 
pieoa  auia  que  no  fallaron  auentura  por  que 
gran  afán  sufríessen;  e  Galuan,  que  vio  a 
Palomades,  conociólo,  e  porque  lo  vio  caual- 
gar  tan  flacamente,  entendió  que  era  ferido, 
e  mostrólo  a  su  hermano  Aerauavn.  e  diio- 


le:  «Yeys  aquí  vn  cauallero,  el  honbre  del 
mundo  que  yo  peor  quiero  e  que  mas  me 
erro».  «Bien  vos  digo,  dixo  Agrauayn,  que 
esso  mismo  fizo  contra  mi,  e  no  se  que  faga- 
mos, que  yo  se  qne  es  vno  de  los  buenos  ca- 
ualleros del  mundo  e  que  mejor  se  defiende 
si  lo  acometen,  e  agora  catad  lo  que  quereys 
fazer.  ca  no  es  pequeña  cosa  de  acometer  ni 
cauallero  que  es  de  gran  bondad  mucho». 
«Seguramente  lo  podemos  acometer,  dixo 
Galuan.  ca  me  parece  que  anda  mal  ferido». 
«Estonce,  dixo  Agrauayn,  no  se  lo  que  ende 
me  auerna.  mas  pues  lo  quereys,  yo  lo  aco- 
meteré». Estonce  le  dixo:  «Don  Palomades, 
guardaos  de  mi,  ca  vos  desafio»;  y  esso  mis- 
mo le  dixo  Galuan.  Quando  Palomades  vio 
venir  anbos  hermanos  assi  contra  el,  cono- 
ciólos, e  no  supo  que  fazer,  e  dixo:  «Si  yo 
meto  mano  en  ellos,  seré  perjurado,  pues  son 
oonpañeros  de  la  Tabla  Redonda  como  yo». 
Estonce  dixo  Agrauayn:  «Cauallero,  veni 
acá.  que  quiero  vn  poco  fablar  con  vos»;  y 
el  fizólo,  e  Palomades  le  dixo:  «¿Soys  vos  de 
la  Tabla  Redonda?»  «Si»,  dixo  Agrauayn. 
<:Pues  los  conpañeros  de  la  Tabla  Redonda 
no  se  pueden  conbatir  en  vno,  por  mal  ta- 
lante que  ayan,  que  no  sean  perjurados». 
«¿No?  dixo  Agrauayn,  pues  este  pleyto  es 
partido >.  E  Palomades  dixo:  «Yo  soy  de  la 
Tabla  Redonda»;  e  paróse  ante  Galuan  ('),  y 
el  dixo:  «Palomades,  todo  esso  es  nada,  que 
cierto  vos  soys  muerto,  ca  si  no  Dios,  no  a 
cosa  que  os  defienda».  «Ay  don  Galuan,  dixo 
Palomades,  tal  tuerto  y  tan  villanía  no  que- 
rays  fazer,  pues  no  vos  merecí  muerte,  de- 
mas  que  so  vuestro  conpañero  de  la  Tabla 
Redondas ;  e  Galuan  le  dixo:  «Si  quereys, 
defendervos.  si  no  dexaos  matar,  ca  sin  falta 
en  esto  soys».  E  Palomades  les  dixo:  «Por 
buena  fe,  vos  fazeys  mal,  ca  si  estuuiesse 
como  oy  en  la  mañana  estaua,  no  me  fariays 
esto,  que  soy  mal  llagado,  que  batalle  con 
Lanoarote:  y  si  me  matays  agora,  no  gana- 
reys  al,  sino  mal  j  desonra.  ca  no  ay  en  mi 
defensa  ninguna ;  enpero  defenderme  he 
quanto  pudiere,  e  si  muriere,  moriré  a  tuer- 
to; e  como  quier  que  sea.  Dios  me  ayudara,  y 
el  aya  merced  al  anima,  que  la  carne  en  peli- 
gro es»,  y  metió  mano  a  la  espada,  e  dixo: 
«Agora  venga  el  primero  que  querrá  ser  per- 
jurado y  desleal».  E  Galuan  se  fue  para  el, 
e  dixo:  «Todo  esso  no  es  nada»;  e  fuele 
dar  vn  golpe  por  cima  del  yelmo  quanto 
pudo,  e  Agrauain  salió  de  la  otra  parte,  e 
diole  vn  gran  golpe;  e  comentáronse  a  dar 
grandes  golpes  en  quanto  podían.  Y  el  se 
defendía  tan  bien,  según  el  poder  que  auia, 

(*)  £1  texto  diee  aAgranaiiu). 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRLVL 


¿iii> 


que  no  ha  honbre  que  lo  viesse  que  no  fli- 
xesse  que  era  buen  cauallero;  y  defendién- 
dose, se  le  quebraron  las  llagas,  assi  que  en 
poca  de  hora  fue  el  canpo  lleno  do  sangre 
que  salia  del;  e  por  esto  vuo  de-  perder  toda 
su  fiierca  y  el  coracon:  e  sus  mienbros  le 
faltaron,  e  todavía,  dando  golpes  en  el,  ouie- 
ronlo  a  derribar,  e  cayóle  el  espada  de  la 
mano  y  el  cayo  en  tierra  como  muerto,  y 
Galuan  que  lo  vio  caydo,  decendio  del  cauallo 
e  quísole  tajar  la  cabeoa,  e  Agrauain  se  fue 
para  el,  e  díxole:  «Por  Dios,  merced  herma- 
no, e  no  fagays  tal  crueldad  ni  le  fagays  mas 
mal,  ca  sabed  que  es  muerto,  e  no  le  que- 
reys  tajar  la  cabeca  a  tan  buen  cauallero 
como  este;  pero  vamonos,  ca  mucho  auemos 
hecho»;  e  Galuan  le  dixo:  «Si  vos  lo  qiiere- 
des,  no  ge  la  cortare,  mas  no  me  escapara» . 
E  metióle  la  espada  por  medio  del  cuerpo;  y 
Palomades,  que  se  sintió  ferido  de  muerte, 
dio  vna  boz,  diziendo:  «¡Ay  Dios,  aued  mer- 
ced de  mi,  e  no  cates  a  mi  pecado,  ca  por 
mis  pecados  merece  yo  tal  muerte!»  Estonce 
se  estendio  con  la  cuyta  de  la  muerte,  e  Glal- 
uan  e  Agrauain  que  esto  vieron,  dixeron: 
«Vamonos»;  e  Cfaluan  dixo:  «Yamos,  ca  este 
nunca  nos  fai-a  deshonra»;  e  Agrauain  dixo: 
«Si  Dios  me   vala,  mucho  me  pesa  porque 
tanto  fezimos,  ca  mucho  era  honbre  de  gran 
caualleria,  e  tal  daño  molo  sera  de  cobrar». 


Cap.  CCCLIX.  —  Como  Esclahor  se  nmio por 
duelo  ffe  su  hijo  Palomades  (•). 

Estonce  se  fueron  ambos  hermanos,  e  de- 
xaron  a  Palomades  assi  como  os  digo;  e  Gal- 
uan  fue  muy  alegre  porque  assi  lo  hiziera;  e 
Agrauain  no  tanto,  ca  mucho  le  preciaua  de 
caualleria,  e  no  eran  aun  alargados,  que  vi- 
nieron ay  Lancarote  y  Estor  su  hermano,  y 
fallaron  a  Palomades  de  rostro  en  tierra  so- 
bre su  escudo;  e  tanto  que  lo  vieron,  cono- 
ciéronlo por  el  escudo,  e  dicieron  a  el.  y  er- 
guiose  el  yelmo  y  el  almófar,  y  quando  vie- 
ron que  era  tan  mal  ferido.  dexaronse  caer 
sobre  el,  e  fazian  tan  gran  duelo  que  era 
marauilla,  e  dixeron:  «Esto  es  gran  daño  e 
menoscabo  para  los  conpañeros  de  la  ilesa 
Redonda,  e  maldito  sea  de  Dios  quien  tan 
buen  cauallero  mato»;  y  ellos  assi  fablando, 
vieron  a  Palomades  que  aun  no  era  muerto, 
y  oya  el  duelo  que  fazian  sobre  el;  y  el  en- 
tendió bien  que  no  era  Galuan  ni  su  herma- 
no el  que  fazia  el  duelo,  y  esforzóse  quanto 
pudo,  assi  que  abrió  los  ojos,   e  católos;  e 


(')    Este  epígrafe  corresponde  má-;   bien   al  capí- 
tulo CeGL^I. 


quando  los  conoscio,  comenyo  a  llorar  porque 
dexaua  tal  conpaña  como  aquellos  caualleros, 
e  a  cabo  do  tienpo  dixo:  «¡Ay  mi  señor  Lan- 
garote, yo  soy  muerto;  por  Dios,  menbreos 
de  mi,  ca  vos  soys  el  lionbre  del  mundo  que 
yo  mas  quiero,  fueras  don  Galaz,  y  no  me 
oluides  despiies  de  mi  muerte;  e  vos,  don  Es- 
tor, si  nunca  me  amastes  en  vida,  menbra- 
sevos  quando  fuere  muerto» .  «Ay  don  Palo- 
mades, dixo  Langarote,  por  Dios,   dezidme 
¿quien  os  fizo  esto?»  «Señor,  dixo  el,  esto  me 
fizo  (jaluan,  y  sin  razón,  e  Dios  se  le  perdo- 
ne, ca  yo  le  perdone,  e  Agrauain  su  herma- 
no le  ayudo,  e  mas  le  peso  a  el  que  le  plu- 
go». «¿E  vos  pensays  que  podays  sanar?» 
dixo  Lancarote.    «No,   dixo  el,  ca   yo  soy 
muerto  sin  falta,  mas  ruegoos  que  quando 
fuerdes  a  la  corte,  que  me  saludes  al  rey  Ar- 
tur  y  a  todos  los  caualleros  de  la  Mesa  Re- 
donda, e  quando  esto  vuo  dicho,  ferióse  en 
los  pechos  llamando  su  culpa  e  repentiendose 
de  sus  pecados,  e  dixo:  «Ay  Dios,  padre  de 
piedad,  aued  misericordia  de  mi  según  tu 
sabes  que  yo  serui  lealmente  e  de  buena  vo- 
luntad desque  yo  recebi  tu  creencia,  assi 
aued  agora  merced  de  mi  alma,  ca  a  esta  sa- 
zón no  he  al  menester  si  no  la  tu  merced» . 
Estonce  callo  vna  pie^a,  e  después  dixo:  «Ay 
muerte,  si  tu  quisiesses,  aun  yo  seria  honbre 
bueno  a  Dios  e  al  mundo»;  e  junto  sus  ma- 
nos contra  el  cielo  e  dixo:  «Padre  de  piedad, 
en  tus  manos  meto  mi  anima,  e  no  cates  a 
mi  pecado» ;  estonce  puso  las  manos  en  cruz 
sobre  si,  e  salióle  el  ahna  del  cuerpo.  Y  Es- 
tor e  Langarote  fizieron  gran  duelo  sobre  el 
toda  la  noche,  ca  era  ya  tarde  quando  fino, 
e  no  comieron  ni  beuieron,  sino  fazer  duelo, 
e  Langarote  dixo:  «¡Ay  Dios,  que  gran  daño 
e  menoscabo  ay  aqui,  e  quien  podra  cobrar 
el  daño  e  lafperdida  que  aqui  viene!»  «Cier- 
to, ninguno,  dixo  Estor,  ca  en  el  mundo  no 
fue  mejor  cauallero  saluo  Gralaz»  .  E  assi 
como  os  digo  fazian  gran  duelo  ambos  her- 
manos,  ca  apreciauan  mucho  la  bondad  e 
caualleria  de  Palomades. 

Otro  dia  de  mañana,  el  sol  salido,  vino  ay 
Esclabor^su  padre,  e  pregunto  a  Lancarote 
e  a  su  hermano  que  por  quien  fazian  tan 
gran  duelo;  y  ellos  dixeron  que  por  Palo- 
mades el  buen  cauallero.  Y  quando  oyó  que 
era  su  fijo,  no  vuo  poder  de  tablar,  tanto 
tenia  gran  ansia  en  el  coragon,  e  dexose 
caer  del  cauallo  en  tierra.  Y  ellos  que  lo 
conocieron,  fueronse  para  el,  e  quitáronle 
el  yelmo,  e  falláronlo  amortecido  que  no  se 
mudaua  poco  ni  mucho.  E  yogo  assi  vna 
gran  piega.  E  quando  acordó,  dio  grandes 
bozes,  diziendo:  «¡Ay  mi  fijo,  muy  que- 
I  rido  de  todos!    ¡Como  ay  aqui  muy  malas 


300 


líbeos  de  caballerías 


nueuas  para  mi!»  Y  estonce  se  dexo  caer  so- 
bre el,  e  comentólo  de  besar  eu  la  cara,  que 
tenia  llena  de  sangre  e  de  poluo.  Y  quando 
los  hermanos  esto  uieron  ('),  conocieron  que 
era  su  padre  Esclabor,  e  comencaron  a  fazer 
mayor  duelo  que  ante:  assi  estuuieron  lia- 
ziendo  su  duelo  todos  fasta  ora  de  nona,  y 
después  dixo  Esclabor:  «Señores,  yo  soy 
muerto,  e  jamas  no  aure  bien  ni  alegria; 
porque  sabed  que  quien  vio  morir  onze  fijos 
ante  si  como  yo,  no  se  como  puede  ningún 
bien  auer:  e  auiame  agora  fincado  tal  fijo  ca- 
uallero  como  este,  por  quien  yo  e  todo  su 
linage  era  temido  y  honrado.  E  agora  lo  veo 
muerto  ante  mi  de  tan  cruel  muerte;  no  se 
como  yo  puedo  biuir,  sino  que  me  quiero 
morir,  pero  antes  que  me  muera,  os  pido 
por  merced  que  me  ayudes  a  leuar  a  mi 
fijo  a  vna  abadia  que  es  aqui  cerca,  do  lo 
soterremos;  ca  yo  soy  tan  viejo,  que  no  lo 
podria  alia  leuar,  e  quiero  que  yaga  alli  so- 
terrado, porque  yo  la  fize» .  Y"  ellos  dixeron 
que  lo  farian  de  grado;  e  después  caualgaron 
en  sus  cauallos,  e  Langarote  tomo  a  Paloma- 
des  ante  si,  e  fuesse  con  el  al  abadia;  y  el 
padre  de  Palomades  con  ellos,  faziendo  gran 
duelo. 


Cap.  CCCLX. —  Como  fue  enterrado  Palo- 
mades en  el  abadia^  e  hazian  duelo  2'>or  el. 

Y  quando  vinieron  al  abadia  fizieronle 
todo  su  misterio  como  christiano  auia  de 
auer,  y  enterráronlo;  y  quando  esto  vuieron 
fecho  los  hermanos,  dixoles  Esclabor  quien 
matara  a  Palomades;  e  partiéronse  de  ay  e 
fueron  su  carrera.  Y  el  padre  finco  ay,  o  fizo 
fazer  vn  monimento  muy  rico,  e  fizólo  cu- 
brir de  plata,  que  no  fallauan  otro  mejor  en 
todo  el  reyno  de  Londres:  e  cada  dia  salia 
alli  Esclabor,  faziendo  gran  duelo  por  su  fijo 
Palomades.  Y  los  frayles,  que  sabian  bien 
fiue  Palomades  fuera  vno  de  los  caualleros 
del  mundo,  oyeran  dezir  como  lo  mataran 
Graluan  e  su  hermano  Agrauain,  dixeron  que 
fiziessen  fazer  letras  sobre  el  monimento  que 
dixessen  su  bondad  e  su  muerte.  Y  el  padre 
les  dixo  de  que  serian  las  letras.  Y  ellos  di- 
xeron que  de  oro.  X  el  dixo:  «Pues  esto  que- 
reys  fazer,  yo  os  ruego  que  me  dedes  vn 
don»;  y  ellos  se  lo  otorgaron.  «Y"o  os  ruego, 
dixo  el,  que  fagays  las  letras  dé  lo  que  yo 
os  embiare  de  mañana» ;  y  ellos  dixeron  que 
eran  contentos;  estonce  se  partió  con  gran 
duelo,  e  fuesse,  e  leuo  consigo  vn  escudero 
que  truxesse  lo  que  Esclabor  le  queria  dar 

(')     El  original:  ííestuuierorn). 


para  fazer  las  letras,  e  anduuieron  tanto  que 
anochecieron  en  vna  montaña  entre  vnas  pe- 
ñas, e  yoguieron  ay  aquella  noche. 

Cap.  CCCLXI. — De  la  euyta  qtie  haxia  Ef<- 
clahor  el  desconoscido  por  la  miierte  de  Pa- 
lomades su  hijo. 

Otro  dia,  quando  el  sol  salió,  leuantose 
Esclabor,  e  saco  su  espada,  e  tomo  su  yelmo 
ante  si,  e  diose  con  su  espada  por  el  cuerpo, 
e  paro  su  yelmo  por  do  salia  la  sangre,  e 
finchólo  della,  e  desi  dixo  al  escudero: 
«Amigo,  toma  este  yelmo  con  esta  sangre, 
e  leualo  al  abadia,  e  dezid  a  los  frayles  de 
mi  parte  que  fagan  las  letras  sobre  mi  fijo 
como  me  i^rometieron;  assi  que  por  aquellas 
podran  ver  la  remenbranca  del  fijo  de  Es- 
clabor e  de  su  padre  como  murió  con  gran 
pesar,  ca  después  de  la  muerte  de  mi  fijo 
no  podria  biuir  yo,  e  por  ende  me  vale 
mas  la  muerte  que  la  vida;  e  ruégete  a 
ti,  escudero,  que  fagas  echar  mi  cuerpo  cerca 
de  mi  fijo,  pero  no  con  el,  ca  no  soy  tal  que 
deua  yazer  con  tan  buen  cauallero  como  el 
fue»;  e  tomo  su  yelmo  con  su  sangre,  e  diolo 
al  escudero,  e  dixo:  «Amigo,  faze  lo  que  te 
ruego»;  e  quando  esto  vuo  dicho,  tomo  su 
espada,  e  diose  por  los  pechos,  e  cayo  muerto 
en  tierra.  Y^  el  escudero,  que  esto  vio,  fue 
espantado,  e  dixo  que  aquellas  nueuas  íeua- 
ria  a  los  frayles,  e  partióse  y  fuesse  para  el 
abadia  con  su  j^elmo  lleno  de  sangre,  e  diolo 
a  los  frayles,  e  contó  todo  lo  que  auia  visto; 
e  oyendo  esto,  ouieron  gran  pesar:  e  fizie- 
ronle assi  como  el  mando.  E  las  letras  fueron 
fechas  sobre  su  moni  miento  de  Palomades,  o 
dezian  que  le  mataron  Galuan  e  su  hermano 
Agrauain  con  maldad,  siendo  su  conpañero 
y  estando  íerido.  E  como  su  padre  Esclabor 
se  matara  por  si.  E  que  las  letras  eran  de  su 
sangre,  e  muchos  vuieron  gran  pesar  de  su 
muerte,  porque  lo  preciauan  mucho  por  su 
caualleria  e  de  su  gran  bondad.  E  quando  el 
rey  Artur  lo  supo,  vuo  gran  pesar,  e  dixo 
que  de  muerte  de  vn  honbre  no  vino  en  el 
reyno  de  Londres  tan  gran  daño  tienpo  auia. 
E  dixo  que  maldito  fuesse  Galuan  de  Dios,  e 
que  malas  nueiias  viniessen  del  a  la  corte 
porque  tanto  tanto  mal  auia  fecho  en  aquesta 
demanda,  e  que  Dios  le  deparasse  quien  le 
matasso.  E  vuieron  gran  pesar  en  la  corte,  e 
muy  gran  duelo  de  Esclabor  que  assi  se  ma- 
tara. E  los  frayles  fizieron  leuar  su  cuerpo  al 
abadia,  e  fizieronlo  soterrar  cerca  su  hijo.  ^' 
assi  como  os  digo,  morieron  padre  e  hijo, 
que  fueron  buenos  christianos  desque  reci- 
bieron baptismo. 

E  agora  finca  este  cuento,  e  torna  a  Galaz. 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


301 


Cap.  CCCLXIL — Como  Galaz,  c  Perseual^ 
6  Boorcs^  fueron  en  Corheric. 

Dize  el  cuento  que  pues  Galaz,  e  Perseual, 
e  Boores,  fueron  en  Corberic  de  sus  conpa- 
ñeros, como  ya  os  dixe.  anduuieron  gran 
tienpo  como  auentura  los  guiaua.  Y  ellos 
assi  andando,  que  cuydauan  que  andauan 
por  el  mar,  falláronse  cerca  de  Corberic,  en 
aquella  hermita  do  el  rey  Pelles  se  metió 
liermitaño.  Y  quando  el  rey  vio  a  Galaz,  fue 
muy  alegre,  e  recibió  muy  bien  a  el  e  sus 
conpañeros,  e,  porque  era  tarde,  fincaron 
con  el  aquella  noche,  e  quando  vuieron  ce- 
nado de  lo  que  el  rey  les  dio,  dixo  Galaz  al 
rey:  «Señor,  queria  vos  demandar  vna  cosa, 
si  vos  pluguiera  de  la  dezir,  que  la  querría 
mucho  saber,  e  bien  creo  que  no  lo  puede 
saber  si  por  vos  no  > .  Y  el  dixo  que  las  diria 
de  grado,  sabiéndolas,  e  que  dixesse  quales 
eran,  e  Galaz  dixo:  «¡Señor,  yo  vi  en  esta 
tierra  tres  marauillas  muy  grandes!  La  vna 
fue  de  la  bestia  ladradora,  que  Palomades 
mato  en  el  otro  dia;  y  la  otra  de  la  fuente 
de  guaricion;  e  la  tercera  de  vna  dueña  de 
vna  capilla»;  e  deuisole  como  la  viera.  «¡Ay 
Galaz,  dixo  el  rey,  estas  son  las  grandes 
marauillas  del  reyno  de  Londres,  e  tienpo 
ay  que  acaeció!  E  yo  os  diré  como,  e  deziros 
he  de  la  bestia  ladradora,  porque  la  mentas- 
tes  primeramente  que  las  otras». 

Cap.  CCCLXm. — Como  la  hija  del  rey  Ypo- 
mcnos  amo  jwr  su  mal  a  su  hermano. 

«Abordad  es  que  fuesse  sazón  que  en  esta 
tierra  auia  vn  rey  que  tenia  nombre  Ypome- 
nos.  y  este  rey  auia  vna  fija,  la  mas  fermosa 
que  fallauan  en  el  reyno  de  Londres,  e  auia 
vn  hermano  niño,  muy  apuesto  e  de  santa 
vida,  y  era  de  tan  gran  bondad,  e  tan  sesu- 
do, e  hermoso,  e  humildoso,  que  quantos  lo 
veyan  se  marauillauan  y  se  enamorauan 
del;  mas  la  donzella,  muy  mas  que  el  de 
gran  sapiencia,  que  auia  los  mejores  maes- 
tros consigo  que  auia  en  toda  la  tierra,  que 
le  amostrauan  las  sus  artes  riuanto  mas  ellos 
podian,  e  quando  la  donzella  llego  a  edad 
de  .XX,  años,  fue  tan  entendida  e  tan  sabido- 
ra,  que  todos  se  marauillauan,  e  no  le  sabian 
preguntar  cosa  de  clerezia  que  ella  no  diesse 
cabo,  mas  no  estudiaua  en  ninguna  arte 
tanto  de  coracon  como  en  nigromancia;  e  no 
auia  mayor  sabor  al  mundo  de  cosa  como  a 
Dios,  e  desi  comento  de  amar  a  su  hermano 
el  amor  que  le  deuia.  Y  el  era  virgen,  e  lo 
queria  ser  todos  los  dias  de  su  vida,  e  dessea- 
ua  de  seruir  a  Dios;  y  ella  demandóle  su 
amor,  y  el  vuo  ende  gran  pesar,  e  dixo  a  su 


hermana  por  meterle  miedo:  «Ve  tu  via, 
malauenturada,  e  no  me  lo  digas  mas,  si  no, 
yo  te  fare  quemar  biua».  Y  ella  vuo  ende 
gran  vcrguení^'a  e  pesar  de  su  mal  andanga, 
e  fue  toda  tollida  e  loca;  mas,  maguer  que 
su  hermano  lo  maltraxo,  no  lo  amo  menos 
que  antes,  mas  mucho  mas.  Y  ella  prouole 
en  todas  las  guisas  que  pudo,  tanbien  en  el 
eregia  como  en  al,  si  lo  podria  auer;  mas 
nunca  con  el  pudo.  Y^  quando  ella  esto  vio, 
dixo  que  mas  le  valdría  morir  que  biuir 
aquella  vida.» 

Cai'.  CCCLXR^. —  Como  el  diablo  enqaíio  la 
donxella,  que  se  queria  matar. 

«Y  estonce  tomo  vn  cuchillo  que  tenia  en 
su  arca,  e  apartóse  de  sus  donzellas,  e  fuesse 
a  vna  venta  de  su  padre,  a  vna  fuente  que 
ay  auia,  do  se  querría  matar  por  salir  de  su 
cuyta  en  que  biuia:  e  assi  estando,  apares- 
cióle  el  diablo  en  semejanza  de  lionbre  muy 
hermoso,  e  bien  hecho  a  ma ranilla.  E  quan- 
do vio  que  se  queria  matar,  dixole:  «Donze- 
lla, no  vos  mateys,  e  atended  vn  poco  fasta 
que  fable  con  vos»;  y  ella,  que  esto  oyó,  fue 
toda  espantada  e  tuno  el  golpe  que  no  se 
firiesse.  Y  ella  dixo:  «¿Quien  soys  vos?» 
«Soj'',  dixo  el,  un  hombre  que  vos  precio  e 
vos  amo  sobre  quantas  donzellas  en  el  mun- 
do son.  E  pésame  mucho  porque  no  aueys  lo 
que  desseays».  Y  ella,  oyendo  esto,  fue  es- 
pantada, e  dixo:  «Y  os  ¿que  sabeys  que  es  lo 
que  yo  desseo  e  no  lo  puedo  auer?»  Y  el 
dixo:  «Yo  se  bien  esto,  e  deziroslo  he,  si 
supiesse  que  no  os  pesarla».  «Dezidmelo», 
dixo  ella.  «Yo  os  lo  diré,  dixo  el,  pues  lo 
quereys  saber;  vos  amays  a  vuestro  hermano 
tanto,  que  a  pocas  no  morides  por  el.  E  por 
ende  vine  yo  aqui;  si  vos  quisierdes  fazer  lo 
que  yo  vos  dixere,  e  yo  os  lo  haré  auer  a 
vuestra  voluntad  muy  ayna».  E  quando  la 
donzella  esto  oyó,  dixo:  «Yo  se  bien  que  si 
esto  es  verdad,  que  vos  sabeys  lo  que  hon- 
bre  ninguno  nunca  supo,  saino  yo  o  mi  her- 
mano. E  por  esso  se  yo  bien  que  dareys  cima 
a  lo  que  prometedes,  e  por  ende  vos  otorgo 
de  fazer  lo  que  me  mandardes,  por  pleyto  que 
me  atengays  lo  que  dezis» ;  y  el  ge  lo  prome- 
tió, y  ella  dixo  que  demandasse.  «Señora, 
dixo  el,  yo  pido  en  gualardon  que  me  deys 
vuestro  amor» .  «Ay  señor,  dixo  ella,  ¿y  como 
haria  yo  esto,  que  amo  tanto  a  mi  hermano 
que  muero  por  el?  E,  si  lo  vuiere  a  mi  volun- 
tad, como  vos  dezis,  e  no  fuere  virgen,  ¿que 
sera  de  mi?»  «Yo  os  porne  consejo  a  esso», 
dixo  el,  y  ella  dixo  que  no  osarla  hazer.  Y  el 
dixo:  «O  vos  fareys  lo  que  me  prometistes,  o 
vos  sereys  perjurada  e  nunca  aureys  lo  que 


302 


LIBROS  DE  CABALLERÍAS 


desseays»,  y  aquella,  que  era  llena  de  peca- 
do y  ei  diablo  la  auia  encantada,  acordó  de 
se  lo  otorgar,  pero  muy  a  miedo,  y  aun  fazia 
mas  porque  le  pareció  muy  fermoso  e  apues- 
to, e  después  otorgogelo.» 

Cap.  CCCLXV. —  Covio  otorgo   la   don\eUa 
su  amor  al  diablo. 

«E  assi  como  os  digo  otorgo  la  donzella  su 
amor  al  diablo,  e  después  yogo  con  ella,  assi 
como  el  padre  de  Merlin.  Y  quando  yogo  con 
ella,  Tuo  ella  tan  gran  sabor,  e  tomo  con  el 
tanta  querencia ,  que  vuo  de  oluidar  a  su 
liermano,  e  comento  a  desamarle  de  tan 
mortal  desamor,  que  no  auia  cosa  en  este 
mundo  que  peor  quisiesse,  e  dixo  que  le  bus- 
caria  su  muerte,  si  pudiesse.  Y  después, 
quando  ouieron  acabado  su  mal,  comencé  a 
pensar  muy  fuerte  como  podria  matar  a  su 
hermano;  y  el  diablo  dixo:  «Dezid.  señora, 
¿que  pensaysV.>  Y  ella  dixo:  «Yo  pienso  en 
vna  cosa,  que  no  la  diria  a  vos  ni  a  otre».  Y 
el  dixo:  «Yo  se  bien  que  pensays  en  matar  a 
vuestro  liermano».  «Dezis  verdad,  dixo  ella, 
e  agora  veo  bien  que  vqs  soys  el  mas  sabio 
lionbre  deste  mundo;  e  pues  vos  sabes  mi 
voluntad,  no  vos  encobrire  cosa;  e  sabed  que 
desque  yogue  con  vos,  yo  lo  desamo,  e  no  ha 
cosa  por  que  no  le  busque  su  muerte,  en 
ijuantas  guisas  yo  pudiere.  E  yo  os  ruego, 
por  el  amor  que  comigo  aueys,  que  vos  me 
consejes  como  lo  mate,  e  yo  seré  vuestra  para 
sienpre,  e  haré  vuestro  mandado;  e  sabe 
que  no  ha  cosa  en  el  mundo  que  yo  peor 
quiero  que  a  el».  «Yo  vos  consejare,  dixo  el, 
pues  coraron  teneys  de  matarlo,  como  lo  aca- 
bedes;  embiad  por  vuestro  hermano,  e  dezid 
que  quereys  con  el  fablar  en  vna  cámara,  e 
quando  fuerdes  dentro  con  el,  cerrad  la 
puerta  em  pos  vos,  e  demandalde  su  amor, 
y  el  no  lo  querrá  fazer;  e  vos  traued  del  e 
teneldo  bien,  y  ensañarse  ha  assi,  que  os 
ferira,  mas  no  mal;  e  vos  dad  grandes  bozes; 
todos  los  caualleros  e  los  otros  vernan  ay,  y 
el  rey  vuestro  padre.  Estonce  dezid  tos  que 
os  forco,  y  el  vey  lo  liara  luego  prender,  e 
hará  del  justicia  qual  vos  querays,  e  assi 
acabareys  lo  que  quereys.» 

Cap.  CCCLXVL  —  Como  la  donzella  einhio 
por  su  hermano,  por  auer  con  el  su  amor. 

«Bien  assi  cora.o  el  diablo  le  consejo,  assi 
lo  fizo,  ca  cuydo  que  bien  le  auia  consejado; 
después  fuesse  para  su  cámara,  e  fizo  embiar 
por  su  hermano,  y  el  vino  luego;  y  ella  le 
demando  su  amor,  y  el  alQO  la  mano  e  diole 
vn  golpe  en  el  rostro,  assi  que  toda  la  cubrió 


de  sangre.  Estonce  comeiico  ella  a  dar  bo- 
zes: «¡valia!  ¡valia!»  Assi  que  lo  oyó  el  rey 
e  los  caualleros  que  estañan  en  el  palacio,  y 
fueron  alia  corriendo  e  abrieron  la  puerta. 
E  quando  entraron  dentro,  fallo  el  rey  su 
fija  sangrienta,  y  preguntóle  que  quien  assi 
la  auia  ferido,  y  ella  le  dixo:  « Señor,  esto 
me  fizo  mi  hermano,  que  me  escarneció». 
«;Y  como?  dixo  el  rey  ¿yogo  contigo?»  «Si, 
dixo  ella,  a  mal  de  mi  grado».  Y  el  rey  fizo 
luego  prender  a  su  fijo,  e  fizólo  meter  en  la 
prisión,  e  dixo  a  su  fija:  «¿Yogo  oy  coutigoV» 
«No,  dixo  ella,  mas  gran  tienjio  ha  que  yogo 
comigo,  e  nunca  vos  lo  ose  decir  de  miedo 
que  me  matariades.  Y  agora,  porque  no  quise 
consentir,  me  fizo  esto  que  veys» .  Esto  dezia 
ella  porque  se  sentia  preñada,  y  que  cuydas- 
sen  que  era  de  su  hermano.  Assi  como  os 
digo  metió  el  rey  Y'pomenos  a  su  fijo  en 
prisión  por  la  deslealtad  de  su  fija,  y  el  don- 
zel  so  desculpaua  asaz  del,  y  dezia  la  des- 
lealtad que  ella  fiziera,  mas  no  le  valió  nada, 
ca  todos  cuydauan  que  era  assi  como  ella 
dezia.» 

Cap.  CCCLXYII. — Como  el  re>j  ayunto  toda 
su  corte  sobre  el  hecho  de  su  fijo  e  de  sit  fija. 

«El  rey  vuo  tan  gran  pesar  deste  hecho, 
que  allego  toda  su  corte,  e  que  le  juzgassen 
por  derecho  juyzio  si  merecía  muerte  su  fijo, 
y  ellos  juzgaron  que,  según  ellos  oyan  y  la 
donzella  dezia,  que  deuia  morir.  Y  el  rey 
pregunto  a  su  fija  que  muerte  queria  que 
diessen  a  su  hermano.  «Yo  quiero,  dixo  ella, 
que  lo  mandeys  echar  a  canes  que  ay  siete 
dias  que  no  coman»;  y  assi  lo  hizieron.  Y  el 
donzel,  que  era  tan  fermoso  e  tan  mesurado, 
e  que  era  tan  bueno  con  Dios  e  con  los  hon- 
bres,  fue  traj'^do  a  los  canes  que  morian  de 
hanbre.  Y  quando  vio  que  le  juzgauan  a 
muerte,  y  que  no  podia  escapar,  dixo:  «¡Ay 
hermana,  tu  sabes  que  me  fazes  morir  a  gran 
tuerto!»  Y  esto  oyera  el  rey  e  quantos  ay 
estauan,  e  dixo:  «Hermana,  sabes  que  no 
era  yo  culpado  en  esta  muerte  de  (¿ue  tu  me 
fazes  morir,  e  no  me  pesa  tanto  de  mi  muer- 
te como  de  los  que  lo  oyeran;  y  tu  me  fazes 
sufrir  venguenf,-a,  e  morir  sin  merecimiento; 
mas  aquel  me  vengara  que  sabe  tomar  ven- 
ganza de  las  grandes  deslealtades  del  mun- 
do, e  aquel  te  dará  el  gualardon,  y  esto  sera 
bien  presto.  Aquel  que  traes  en  el  vientre 
parecerá  que  no  es  de  mi,  que  del  vientre 
saldrá  tan  espantosa  vista,  qual  nunca  vio 
honbre  ni  muger;  y  el  diablo  yogo  contigo 
como  tu  sabes,  y  el  diablo  traes  en  tu  vien- 
tre; e  al  tienpo  del  parto  saldrá  de  ti  en  guisa 
de  bestia,  la  mas  dessemejada  que  nunca  na- 


LA  DEMAJMÜA  DLL  tíA^sUlU  ÜLIAL 


;J(! 


cío  ni  honbre  ha  de  ver.  y  fara  mucho  mal  en 
la  tierra,  e  matai-a  muchos  honbres,  e  ponqué 
tu  me  hazes  dar  a  canes,  aura  en  su  cuerpo 
canes  que  sienpre  andarán  ladrando  e  dando 
bozes,  en  remcubranc^-a  e  en  afirmamiento  de 
rai  muerte  que  yo  recibo  sin  razón;  e  nunca 
quedaran  de  ladrar  e  de  fazer  mal,  fasta  que 
venga  vn  cauallero  auenturado  que  ha  nonbre 
Galaz,  e  como  venga,  aquel  yra  en  su  caQa. 
E  por  aquel  morirá  el  doloroso  fruto  que  de 
tu  vientre  saldrá».  Esto  dixo  a  su  liermana, 
mas  no  lo  crej^eron,  mas  echáronlo  a  los  ca- 
nes, que  lo  comieron.  E  después  el  rey  fizo 
guardar  su  fija  hasta  que  pariesse,  y  quando 
vino  su  tienpo,  las  dueñas  que  estuuieron  al 
parto,  cuydaron  fallar  fijo,  e  fallaron  la  mas 
desfigurada  bestia  que  nunca  nació,  ela  mas 
dessemejada  que  oystes:  e  las  dueñas,  vien- 
do tan  maldita  cosa ,  de  pauor  que  ouieron 
cayeron  todas  muertas,  que  no  finco  ay  nin- 
guno sino  ella  e  vna  diieña ;  e  la  bestia  salió 
tan  aja-ada,  e  fuesse  assi,  que  no  vuo  en  el 
castillo  quien  la  pudiesse  tomar,  e  yua  dando 
tan  grandes  ladrides  e  bozes ,  que  semejaua 
que  quautos  lionbres  auia  en  la  tierra  yuan 
en  su  cuerpo.  Quando  el  rey  lo  supo,  enten- 
dió que  era  verdad  lo  que  su  fijo  dezia  a  su 
hermana,  e  acuyto  de  guisa  a  su  hija,  que  le 
vuo  a  dezir  toda  la  verdad  de  su  fazienda, 
como  fizo  matar  a  su  hermano,  e  yoguiera 
con  ella  el  diablo  cuydando  que  era  honbre; 
estonce  mando  prender  a  su  fija,  e  fizóla  mo- 
rir peor  muerte  que  su  hermano;  en  tal  gui- 
sa como  vos  digo,  don  Gralaz,  fue  hecha  la 
bestia  ladradora,  y  porque  fue  hija  del  diablo, 
vinieron  tantas  malas  venturas  en  esta  tie- 
rra, e  fueron  tantos  honbres  y  caualleros 
muertos  como  ya  oystes.  E  agora  os  diré  de 
la  fuente  de  la  guaricion  que  demandastes.» 


Cap.  CCCLXVIII.  —  Como  el  rey   Gainalax 
feneio  al  re;/  2[ordralii. 

«Yerdad  e  testimonio  dan  los  honbres 
buenos,  que,  en  el  tienpo  de  Joseph  Abari- 
matia,  vino  en  esta  tierra  el  rey  Mordrain  e 
Nacian  su  cuñado,  e  Nacian  temia  mucho  a 
Dios,  e  faziale  seruicio  sobre  todas  las  cosas 
del  mundo.  Y  quando  vino  a  Camaloc  el  y 
el  rey  Mordrain,  y  el  rey  Gamalaz,  (^ue 
hizo  la  ciudad  de  Camaloc,  salió  a  ellos,  e 
lidio  con  ellos  en  el  campo,  e  venció  al  rey 
Mordrain  e  Nacían  con  todos  los  christia- 
nos,  e  duro  el  alcance  bien  vna  jornada,  e 
vuelos  alcancar  ante  la  torre  del  Gigante,  y 
encerrólos  en  tal  guisa,  que  no  pudieron  yr 
a  ningún  cabo.  E  el  rey  Gamalaz  era  muy 
buen  cauallero  de  armas,  e  sabia  mas  que 


Nacían,  [y]  era  el  mas  nonbrado  caua- 
llero del  mundo,  y  embiole  a  dezir  con  su 
honbre  que  se  conbateria  con  el  vno  por 
otro,  por  pleyto  que,  si  lo  venciesse,  que 
Nacían  se  tornasse  suyo  con  toda  su  coupa- 
ña,  e  sí  Nacían  venciesse  a  Gamalaz,  otros- 
sí  que  se  tornasse  suyo  con  toda  su  con- 
paña. E  Gamalaz  demando  esta  batalla  a 
Nacían,  ca  semejo  que  mas  valdría  el  vno 
dellos  morir,  que  se  perder  tantas  gentes 
como  allí  eran  asonados.  E  Nacían,  aquella 
hora  que  fuera  la  batalla,  fue  tan  mal  ferido, 
que  a  duro  podía  caiuilgar.  E  por  esso  no 
supo  que  hizíesse,  no  por  pauor  de  si,  mas 
de  su  gente,  que  bien  sabía  que  Gamalaz 
era  lunj  buen  cauallero;  e  los  que  ay  esta- 
ñan dixeronle:  «Nacían  ¿que  hareys  vos  a 
esto?»  «Cierto,  dixo  Nacían,  en  la  batalla 
pedir  yo  no  me  otorgaría,  mas,  pues  me  la 
demanda,  pararme  a  ella  lo  mejor  que  puede, 
con  la  merced  de  Jesu  Christo,  por  este 
pueblo  sainar».  Estonce  dixo  al  honbre  que 
le  traxo  el  mensage:  «Amigo,  yd  a  vuestro 
señor,  e  dezílde  que  mañana  ha  ora  de 
prima  me  hallara  guisado  ante  esta  torre 
para  auer  la  batalla  sobre  tal  pleyto  como 
vos  dozides» .  Estonce  se  torno  el  escudero 
para  su  señor  Gamalaz .  e  dixo  lo  que  le 
dixera  Nascían.» 


Cap.  CCCLXIX. —  Como  fue  puesta  la  hatalla 
entre  Oamalax  y  Nascian. 

«E  assi  como  os  digo,  fue  puesta  la  batalla 
entre  Nascian  e  Gamalaz  ante  la  torre  del 
Gigante.  Y  aquella  noche  pensó  Nascian 
como  era  tan  mal  ferido,  e  como  se  auia  de 
eonbatir  con  tan  buen  cauallero,  e  que  si 
por  mala  ventura  fuesse  accancado,  que 
todo  el  pueblo  de  Jesu  Christo  seria  estra- 
gado y  confundido,  e  metido  en  seruidun- 
bre;  estas  cosas  le  metieron  en  tan  gran 
pensar,  que  nunca  en  tamaño  fuera.  Y  el 
que  yazia  en  esto  ]3ensando,  dixole  vna  boz: 
«Nascian,  no  te  espantes,  ca  Nuestro  Señor 
te  acorrerá,  e  yo  te  mostrare  como  seras 
guarido  de  tus  heridas;  finca  tu  lanc/a  en 
tierra,  do  quisieres,  que  sea  la  batalla,  e  al  sa- 
car de  la  lauQa,  nascera  ay  vna  fuente,  y  sera 
de  tan  gran  virtud,  que  todo  honbre.  por  rauy 
herido  que  sea,  y  della  bcuiere,  sera  luego 
sano,  porque  saldrá  vna  fuente  donde  tu  seras 
sano,  e  aura  esta  virtud  por  esso,  e  llamarla 
han  fuente  de  la  guaricion» .  E  quando  Nas- 
cían esto  oyó,  fue  muy  alegre,  e  dio  gracias 
a  Dios  que  tal  conorte  le  diera  a  su  quexa. 
Después  fizólo  como  le  fue  mandado,  e  gua- 
reció de  sus  ferídas,  e  venció  a  Gamalaz  que 


301 


LIBROS  DE  caballerías 


no  creya  en  Dios,  e  hizolo  boluer  cliristiano 
a  el  y  a  toda  su  conpaña;  assi  como  os  digo 
fue  fecha  la  fuente  de  la  guaricion,  que  aun 
dura;  mas  desde  aqui  adelante  no  durara, 
ca  no  quiere  Nuestro  Señor.» 

Cap.  CCCLXX. — De  la  dueña  de  la  capilla. 

«E  aquella  dueña  que  vos  digo  fue  llamada 
reyna  de  Gauia.  Y  era  señora  de  gran  tie- 
rra. Y  hazia  tan  buena  vida  e  tan  gloriosa 
entre  sus  gentes,  que  Nuestro  Señor  la  que- 
rria  mucho,  e  assi  ge  lo  mostró  en  muchas 
cosas.  E  sabed  que  fue  del  linage  de  don 
Perseual,  que  aqui  es.  Y  esta  dueña  tenia 
quatro  hijos,  e  vna  hija  muy  hermosa,  y 
esta  su  hija  querría  mucho  a  vn  cauallero 
de  su  padre;  tanto  lo  querría,  que  no  lo 
pudo  encobrir,  e  dixolo  a  su  padre  e  rogóle 
que  ge  lo  diesse  por  marido,  y  el  padre  no 
ge  lo  quiso  otorgar,  ca  no  era  tan  fidalgo 
que  ouiesse  de  casar  con  su  hija,  e  dixole: 
«Fija,  por  buena  fe,  tu  eres  mas  loca  que 
yo  pensaua,  e  jamas  no  piensas  ay  en  toda 
la  mi  vida;  si  no,  sepas  que  te  liare  quemar, 
ca  no  quiero  por  ti  abaxar  mi  linage» ;  y  ella, 
que  auia  miedo  a  su  padre,  no  dixo  nada; 
pero  no  amo  al  cauallero  menos  que  antes, 
mas  mucho  mas.  E  vn  dia  estauan  solos  el 
cauallero  e  la  donzella,  y  el  cauallero  dixo: 
«Señora  ¿como  haremos  de  nuestro  amor?» 
E  ella  dixo:  «Por  muger  no  me  auredes,  ni 
acabaredes  mi  amor  mientra  mi  padre  bi- 
uiere;  mas  si  el  moriesse,  casariades  comi- 
go,  ca  es  contenta  mi  m.adre  y  mis  herma- 
nos; mas  mi  padre  no» .  «¿Como  noV»  dixo  el 
«¿no  vos  podre  auer  sino  por  muerte  de 
vuestro  padre?»  «Cierto,  no»,  dixo  ella. 
«Pues  yo  trabajare  mucho  por  lo  nuitar», 
dixo  el  cauallero.» 


Cap.  CCCLXXL 


—  Como  mato  el  cauallero 
al  rey. 


«Y  después  desto,  vn  dia  auino  que  el  rey 
3-azia  dormiendo  en  su  cama  con  su  muger, 
y  el  cauallero  entro  a  la  cámara,  assi  como 
aquel  que  era  mas  priuado  de  casa,  y  fuesse 
para  la  cama,  e  vido  que  dormia,  e  tomo 
vna  espada,  e  metiogela  por  el  cora9on,  assi 
que  luego  fue  muerto,  que  no  sintió  punto, 
ni  la  reyna  despertó.  E  el  cauallero  fue  tan 
espantado  del  lecho,  que  le  cayo  el  espada 
de  la  mano,  e  cayo  sobre  la  reyna;  y  quando 
esto  vuo  hecho,  salióse  de  la  cámara,  que  no 
lo  vio  ninguno  sino  la  donzella.  Y  quando 
ella  vio  que  su  padre  era  muerto,  dio  vna 
gran  boz,  que  lo  oj^eron  todos  quantos  esta- 


uan en  derredor;  e  los  hijos  del  rey  vinieron 
e  vieron  a  su  padre  muerto,  e  a  la  reyna 
dormiendo  cerca  del;  e  al  ruydo  despertó,  e 
vido  la  espada  sobre  si,  e  fue  vawj  espan- 
tada. E  quando  esto  vieron  todos,  no  vuo  ay 
ninguno  que  no  dixesse  que  la  reyna  lo  auia 
muerto;  e  por  ende  la  tomaron,  e  soterrá- 
ronla biua,  e  pusieron  sobre  ella  vna  piedra 
tal  qual  el  cuento  lo  ha  deuisado.» 

Cap.  CCCLXXII.  —  Como  cuydaron  matar 
los  hijos  a  su  madre. 

«Assi  como  os  digo  cuydaron  los  lijos 
matar  a  su  madre,  mas  Nuestro  Señor,  a 
quien  ella  seruia  de  todo  coraron,  no  se  le 
oluido  alli  do  ella  yazia  biua  en  aquella  pri- 
sión, ante  comen90  a  fazer  por  ella  tantos 
milagros  e  fermosas  virtudes,  que  de  todas 
las  partes  del  reyno  de  Londres  venian  ay; 
e  no  venia  ay  ninguno  tan  maltrecho  ni  tan 
enfermo,  que  no  se  partiesse  dende  sano  e 
alegre;  y  mantuuola  Dios  assi  del  pan  celes- 
tial, desse  tienpo  fasta  que  llegasse  a  Cor- 
beric;  mas,  si  ella  es  agora  muerta  o  biua, 
esso  no  se  yo,  ca  mientra  yo  fue  en  la  cá- 
mara del  santo  Crial,  supe  yo  las  marauillas 
del  reyno  de  Londres,  ca  la  sanctu  boz  me 
lo  descubría.  Y  desque  de  ay  me  parti,  no 
supe  mas  que  otro  lionbre,  y  agora  os  he 
difho  las  tres  cosas  que  me  preguntastes» . 
«Cierto,  dixeron  ellos,  muy  bien  e  a  mi 
plazer  nos  lo  departistes.»  Y  aquella  noche 
folgaron  ay  con  el  rey,  y.  otro  dia  de  ma- 
ñana se  partieron  dende,  y,  quando  ouieron 
03KI0  la  uiissa,  anduuieron  mas  de  tres  años 
por  yermos  e  ¡jor  poblados^,  ante  que  tornas- 
sen  ay  otra  vez.  Y  en  estos  tres  años  fue 
Perseual  conpañero  de  Calaz.  Y  a  cabo  de 
los  tres  años,  fueron  acabadas  todas  las  auen- 
turas  del  santo  Grial.  Y  ellos  anbos  no  fue- 
ron en  batalla  ni  en  torneo,  que  ellos  no 
ouiessen  sienpre  la  mejoría  e  honrra. 

Cap.   CCCLXXm.— 6'o»¿o  Galax  e  Perseual 
se  metieron  en  el  torneo. 

Ellos  assi  andando,  vn  dia  les  auino  que 
yuan  por  vna  floresta,  e  vinieron  a  vn  llano 
cerca  de  vna  torre  muy  fuerte  y  fermosa.  Y 
cerca  de  aquella  torre  auia  vn  castillo  vcixxx 
bien  cercado,  e  al  pie  del  auia  vn  torneo 
muy  grande,  y  los  vnos  auien  tales  parados  a 
los  otros,  que  cerca  eran  de  vencidos.  E  dellos 
auia  ay  que  se  sallan  del  castillo  del  torneo. 
Y  quando  Galaz  e  Perseual  esto  vieron,  de- 
xaronse  meter  en  el  torneo,  e  comen9aron  a 
ferir  e  a  desmallar  a  diestro  e  a  siniestro,  e 


LA  DEMAÍS^DA  DEL  SANCTO  GRIAL 


305 


a  derribar  CcUialleros,  y  quebrantar  yelmos 
y  escudos;  e  fizieron  tanto  en  poca  de  tien- 
po,  que  fueron  vencidos  bis  que  ante  auian 
la  mejoría;  y  no  pudieron  sufrir  la  gran  bon- 
dad de  Galaz  e  de  Perseual.  E  los  otros  ouie- 
ronse  de  encerrar  en  el  castillo.  E  quando 
esto  ouieron  lieclio,  metiéronse  por  la  flores- 
ta, assi  que  los  caualleros  a  (piien  acorrieron 
no  supieron  (|ue  so  liizieron,  y  fueron  por 
olio  muy  sañosos,  porque  los  acorrieron  a 
tal  priessa  e  no  les  podían  hazer  ninguna 
lionra  assi  como  quisieran.  E  quando  los 
dos  conpañeros  fueron  en  la  floresta,  andu- 
uieron  fasta  la  noche.  E  assi  andando,'  en- 
contraron a  Boores  de  Gaunes.  E  quando  lo 
conoscieron,  fizieron  muy  gran  alegría  todos 
en  yho,  y  dieron  gracias  a  Dios  porque  assi 
los  ayunto.  E  Galaz  demando  a  Boores  como 
le  fuera  desque  se  partió  dellos.  Y  el  dixo: 
«Por  buena  fe,  señores,  bien  lia  vn  año  y 
medio  que  no  albergue  en  poblado,  ni  en  vi- 
lla, ni  en  castillo,  sino  diez  noches,  antes  he 
yazído  en  los  yermos,  y  por  las  florestas  e 
por  lugares  saluajes;  e  vuiera  de  ser  muerto 
de  hanbre  y  de  mal  andanca,  si  no  fuera  por 
la  merced  de  Jesu  Christo,  que  me  cumplió 
todos  los  días  de  su  gracia» .  «¿E  fallastes  los 
caualleros  por  quien  vos  partistes  de  nos?» 
«Cierto,  no,  dixo  Boores,  m.as  Dios  nos  dexe 
hallar  lo  que  buscamos,  si  a  el  plaze» .  «Bien 
sabed,  dixo  Galaz,  que,  desque  todos  tres 
somos  en  vno,  que  fallaremos  lo  que  tanto 
desseamos  ante  que  nos  partamos» ;  dixeron 
ellos:  «Dios  lo  mande,  que  gran  pro  nos  se- 
ria para  los  cuerpos  e  las  almas» .  Y  Perse- 
ual dixo:  «Bien  sabed  que,  desque  assi  so- 
mos fallados.  Dios  nos  dará  todo  bien»;  e 
assi  anduuieron  todos  tres  en  vno  gran  tien- 
pO;,  e  fallaron  muchas  auenturas  a  que  die- 
ron cima;  y  son  en  el  libro  del  Baladro  es- 
critas. Y  assi  andando,  auentura  los  truxo 
vna  vez  a  casa  del  rey  Peles,  su  abuelo  de 
Galaz,  do  fueron  muy  honi'rados  e  seruidos 
del  rey  e  de  todos  los  suyos  a  toda  su  volun- 
tad. Pues  el  rey  Peles,  que  era  ay,  vínose 
para  ellos,  porque  nunca  tan  gran  sazón  le 
auino.  e  fizo  mucha  honrra  a  todos,  mas  so- 
bre todos  a  Galaz  su  nieto,  e  fuelo  abracar 
e  besar  muchas  vezes;  e  todos  los  suyos  ha- 
zian  muy  grande  alegría  con  el,  ea  bien  en- 
tendían que  por  el  se  acabai'ian  las  auentu- 
ras de  ay,  e  assi  fueron  sonadas  las  nueuas 
por  el  castillo  e  por  toda  essa  tierra,  que  su 
nieto  del  rey  que  era  ay  venido;  e  venían 
todos  a  le  ver,  e  hazianle  muy  gran  honra  e 
gran  alegría,  e  dañan  gracias  a  Jesu  Christo 
que  lo  ay  fiziera  venir;  y  el  rey  lo  hizo  des- 
armar, y  le  hizo  lauar  sus  manos,  e  su  cara, 
y  el  cuello,  que  traya  tinta  de  las  armas. 

LIBROS    DE    CABALÍ.ERIAH. — '¿O 


Cap.  CCCLXXIA'. — Como  EUaxer,  hijo  del 
rey  Felles^  traya  La  esjmda. 

E  assi  estando,  vino  delante  ellos  Eliazer, 
fijo  del  rey  Pelles,  e  traya  en  su  mano  vna 
espada  (jucbrada,  y  era  la  que  ouiera  ya  he- 
rido a  .loseph  de  Abarimatia  por  las  piernas, 
e  sacóla  de  la  vayna,  e  diola  a  Boores;  e 
tomóla  Boores,  por  ver  si  era  quebrada,  e 
dixo  el  rey  Peles:  «Sabed  quo  nos  hallamos 
en  esta,  que  ha  de  ser  soldada  por  el  mejor 
cauallero  del  mundo» ;  e  Boores  dixo  al  rey 
e  a  los  otros  señores:  «No  me  sea  tomado  en 
soberuía,  que  agora  la  ensayare  yo».  Y  de- 
si  puso  la  vna  meytad  con  la  otra,  mas  no 
pudo  juntar.  E  diola  a  Galaz,  e  Galaz  la 
tomo,  e  junto  la  vna  parte  con  la  otra,  e 
luego  sóido  el  azero  lo  vno  con  lo  otro,  assi 
que  no  conocieron  por  do  fuera  quebra- 
da (1).  Y  quando  los  del  castillo  vieron  esto, 
fueron  espantados,  e  dixeron  que  el  acaba- 
ría las  auenturas  del  castillo,  pues  que  aque- 
lla auia  acabada  atan  raez.  Y  quando  el  es- 
pada fue  soldada,  Eliazer  la  metió  en  la  vay- 
na e  diola  a  su  padre,  y  el  rey  la  dio  a  Boo- 
res, e  dixo:  «Esta  espada  sea  vuestra»;  e 
Boores  la  precio,  e  diole  muchas  gracias  por 
ella,  e  dixole  que  la  preciaua  mas  que  la  me- 
jor ciudad  de  la  tierra,  y  estando  assi  fablan- 
do,  truxeronles  a  todos  tres  muy  ricas  vestí- 
duras  nueuas.  E  sabed  que  quando  fueron 
vestidos,  que  parescian  muy  nobles  e  her- 
mosos caualleros.  Y"  después  el  rey  los  leuo 
a  vna  cámara^  e  hablo  con  ellos  gran  píeca. 
E  quando  vino  a  ora  de  medio  día,  salieron 
dende  e  vinieron  al  palacio.  E  ellos  assi  es- 
tando, comenco  el  tienpo  a  esciirescer  muy 
fuerte.  E  comento  a  tronar  e  a  relanpaguear, 
y  entro  por  el  palacio  vn  viento  tan  caliente, 
que  quantos  dentro  estañan  cuydaron  ser 
quemados,  e  cayeron  amortecidos;  e  comen- 
to el  palacio  a  tremer,  e  luego  les  vino  vna 

(')  Este  incidente  recuer.la  la  i'«.mosa  espada  de 
iSigñ-edo,  el  híroedc  la  II  Parte  de  la  colosal  Tetra- 
logía de  Ricardo  Wagner,  JSl  anillo  del  Nihclungo. 
AYugner  hii  sabido  hacer  de  la  escena  de  la  forja  una 
de  las  mái  admirables  creaciones  artísticas.  Los  frag- 
mentos (le  acero  que  Sigfredo  logra  moldar,  en  el 
poema  de  Wagner,  son  los  de  la  espada  que  una  in- 
tervención divina  proporcionó  á  Sigmundo  (su  padre) 
cuando  habia  de  luchar  con  el  feroz  Hundingo  (Cons., 
Brumas  musicales  de  WLiri>i.(r.  Barcelona,  Biblioteca 
Arte  ¡I  Letras.  T.  II.  p.  '18  y  ss.).  Wagner  aprove- 
chó para  su  leyenda,  además  de  los  Edda.s  y  de  los 
yiheluni/0-1,  el  poemita  Humen  Seyfrid  {Si(//redu  el 
córneo),  posterior  á  los  Nibeluntioa,  pero  quC;  como 
hace  notar  Bossert,  remonta  á  los  tiempos  heroicos 
por  las  tradiciones  que  encierra. 

En  los  Eddas,  la  e.'^pada  de  Sigurdo  (el  Sigfredo 
escandinavo)  se  llama  Graní,  y  le  fue  forjada  por  el 
enano  lieginno  (el  Mime  de  ÁV.igner),  que  dio  á  Si- 
gurdo  educación  y  sabe  (Cons.,  Los  Eddas,  trad.  por 
D.  A.  de  los  Ríos.  Madrid,  1856,  p.  3-54  y  ss.). 


5CG 


LIBROS  DE  caballerías 


boz  que  dixo:  «Todos  AQrELLOs  que  xo  de- 

ZTy  SER  A  I..V  MESA  DE  JeSU  CKRISTO,  SALGA>' 
FUERA,  POr.i-.rS  AGOKA  SERAX  CTXPLIDOS  LOS 
VERDADEROS  CAÜALLEROS  DE  LA  GRACIA  DEL 

Espíritu  Saxto»;  e  luego  salieron  todos  del 
palacio,  assi  que  no  quedaron  dellos  sino  los 
tres  conpañeros  y  el  rey  Pelles,  que  era  de 
muy  santa  vida,  y  Eliazer  su  fijo,  e  vna  sanc- 
ta  donzella,  que  era  la  mas  fermosa  y  de  mas 
sancta  vida  que  lionbre  supiesse;  y  era  de 
orden,  y  era  virgen  de  eorat.-on  y  de  obra;  e 
assi  fincaron  todos  estos  en  el  palacio,  para 
saber  que  demostranr-a  les  haria  Jesu  Christo. 
Y  assi  estando,  vieron  entrar  por  la  puerta 
del  palacio  nueuos  caualleros  armados  de  to- 
das armas,  saluo  de  langas  e  escudos;  y  en- 
traron en  vna  cámara,  y  con  ellos  entraron 
escuderos  para  desarmarlos.  Y  quando  fue- 
ron desarmados,  dieronles  buenos  vestidos.  E 
quando  fueron  guisados,  vinieron  ante  Ga- 
laz,  e  humilláronse,  y  después  al  rey  Peles. 
E  dixeron:  «Señor,  sabed  que  nos  somos  ve- 
nidos aqui  por  ser  a  la  santa  mesa,  do  el  santo 
comer  sera».  Y  el  rey  les  dixo  que  bien  fues- 
sen  venidos  e  que  a  buen  onra  vinieron,  e 
Perseual  les  demando  donde  eran.  E  los  tres 
dixeron  que  eran  del  rey  no  de  Galaz,  e  los 
otros  tres  que  eran  de  las  Marcas.  Y"  estando 
assi  fablando,  vieron  salir  de  vna  cámara  vn 
lecho  muy  rico,  bien  adobado,  e  trayanlo 
quatro  donzellas,  e  yazia  ay  vn  honbre  en- 
fermo, e  quexauase  mucho;  e  tenia  en  su 
cabeca  vna  corona  de  oro  con  muchas  pie- 
dras preciosas,  e  pusiéronle  en  medio  del 
palacio,  e  quitáronle  el  cobertor  que  tenia 
encima,  e  quando  vio  a  Galaz,  dixo:  «Se- 
ñor, sabed  que  mucho  he  desseado  vuestra 
venida,  e  bien  seays  venido  que  en  buen 
punto  entrastes  en  este  castillo;  e  sabed  que 
no  es  en  el  mundo  quien  pudiesse  sofrir  el 
mal  y  dolor  que  yo  sufro  gran  tienpo  ha, 
mas  agora  aura  cabo,  si  Dios  quisiere,  la 
gran  quexa  y  mi  gran  dolor,  e  yo  so  cierto 
que  ayna  passare  deste  siglo»  (•). 

Cap.  CCCLXXV. — Gotno  la  boz  dixo  a  los 
de  la  Tabla  Itcdoiida. 

Y  mientra  assi  fablauan,  vino  vna  boz 
que  les  dixo:  «Todos  los  que  xo  soys  coxpa- 

(')  Este  hombre  enfermo  es  el  AmfortaR  del  Par- 
nifíil  de  Wagner,  inspirado  en  el  Pnrciral,  largo  poe- 
ma de  2.T.00IJ  versos,  cumpuesto  por  Wolfram  Ton  Es- 
thenbach  (siglo  XIII). 

Anifortas.  rey  del  Grial,  padece  crueles  dolores,  á 
constcuencia  de  una  herida  envenenada,  que  recibió 
¡lor  hal:er  olvidado  su  nii.iión  y  entretcnidose  en  aven- 
tuniH  profanas.  Xo  podrá  curar  hasta  que  halle  un 
sucesor  más  digno  que  él.  Cuando  llegue  la  hora  de 
m  muerte,  «era  preciso  apartar  de  él  6l  banto  Grial, 
tuya  vista  impide  morir. 


XEROS  DE  LA  DE3IAKDA  DEL  SAXCTO  GrIAL,  SAL- 
GAN FUERA,  QUE  ASSI  LO  MAXDA  EL  ALTO  MAES- 
TRO» .  E  quando  el  rey  Peles  esto  oyó,  salió- 
se del  palacio,  e  con  el  su  fijo  e  la  santa  don- 
zella e  todos  los  otros,  e  hincaron  los  doze 
compañeros,  e  semejóles  que  venia  vn  hon- 
bre  todq_reuestido  comg,  obispo  que  qiiiere 
dezirmissa.  '^  traya  vna  corona  de  oro  en  su 
cabeca,  muy  rica.  Y  en  sus  manos  muy  ricos 
guantes,  e  trayanlo  quatro  angeles  en  vna 
catreda  de  oro;  y  a  la  siniestra  parte  estaua 
vna  mesa  de  plata,  en  que  estaua^  el  santo 
y.Grial,  cubierto  de  xamete  bermejo,  e  assi  lo 
¡Dusieron  los  angeles,  sobre  la  cátedra,  e  te- 
nia en  la  frente  letras  que  dezian:  Yo  soy 
Josephes,  el  primero  obispo  del  inundo,  y  el 
que  primero  entro  en  la  cibdad  de  Sarras.  E 
quando  los  doze  compañeros  vieron  fazer 
mención  de  Josephes,  porque  ellos  sabian 
bien  que  auia  mas  de  dozientos  años  que  era 
finado,  e  Josephes  les  dixo:  «.Caualleros  sier- 
uos  de  Jesu  Christo,  no  vos  marauilleys  por- 
que yo  vengo  anire  vos  assi  vestido,  que  dias 
ha  que  fuy  ordenado,  porque  yo  fui  hombre 
terenal,  y  agora  soy  spiritual» .  E  quando  esto 
vuo  dicho,  hinco  los  hinojos  ante  la  mesa  del 
santo  Grial.  E  quando  vuo  assi  estado  vna 
gran  pie^a,  ellos  oyeron  abrir  la  puerta  de 
vna  cámara,  y  vieron  salir  dende  seys  ange- 
les; los  dos  trayan  dos  candeleros  de  plata 
mucho  hermosos,  en  que  estañan  dos  can- 
delas ardiendo,  y  los  otros  trayan  dos  in- 
censarios, y  el  quinto  traya  xamete  bermejo 
vestido,  y  el  sesto  traya  vnalanjaque  corria 
toda  sangre,  e  auia  en  vna  buxeta  de  cristal 
que  el  ángel  tenia  en  la  mano  diestra.  E  los 
que  tenian  los  dos  cirios,  pusiéronlos  en  la 
Tabla,  delante  al  santo  Grial,  y  el  que  tenia 
el  primer  xamete,  tendiólo  delante  de  la 
Mesa.  Y  el  que  tenia  la  lan9a,  púsola  sobre 
el  santo  vaso,  en  manera  que  la  sangre  caya 
dentro,  e  los  otros  dos  de  los  encensarios  en- 
censauan  delante  del  santo  Grial.  E  quando 
esto  ouieron  fecho,  Josephes  se  leuanto,  e 
tomo  vna  touaja  pequeña  que  estaua  sobre 
el  altar,  e  cubrió  el  sancto  vaso,  que  no  lo 
pudieron  ver.  Y  después  parecióles  que  Jo- 
sephes estaua  en  sacrificio  de  la  missa,  y 
descobria  el  sancto  vaso,  e  sacaua  vna  oblea 
pequeña  en  scmejanya  de  pan,  e  aleóla  con- 
tra arriba  con  anbas  manos  sobre  la  cabera, 
assi  que  la  vieron  todos,  y  ellos  miraron,  e 
vieron  venir  vn  niño  del  cielo  y  metióse  den- 
tro en  aquel  pan,  e  vieron  que  el  pan  se  tor- 
no como  honbre  carnal.  E  quando  esto  ouie- 
ron fecho.  Josephes  lo  abaxo,  e  púsolo  con 
el  sancto  Grial,  e  abriólo  como  ante  estaua,  e 
fizo  en  el  por  de  suso  el  signo  de  la  cruz  tres 
vezes.  E  quando  ouo  fecho  el  oficio  como  mi- 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


307 


ssacantano,  boluiose,  e  clixo  a  Galaz  que  die- 
sse  a  los  otros  conpañeros  y  hermanos  paz.  Y 
el  fizólo  assi.  Y  después  desto  Josephes  puso 
su  corona  sobre  su  cabera,  e  sus  guantes  en 
sus  manos,  e  boluiose  contra  los-  otros  caua- 
lleros,  e  dixoles:  «Amigos,  yo  se  bien  que  vos 
sodes  penados  e  lazerados  en  seruicio  de  Dios 
Nuestro  Señor,  ¡wr  saber  jmrtida  del  sancto 
Grial;  agora  posadvos  todos  delante  esta  me- 
sa» ;  y  ellos  lo  fizierou  assi  como  el  les  mando, 
e  Josefes  les  dixo:  «Agora  sabed  que  por  el 
buen  seruicio  que  le  aueys  fecho,  que  aureys 
agora  tal  galardón,  que  sereys  ahondados  de 
la  mas  dulce  vianda  e  de  la  mas  espiritual 
que  nunca  onbre  carnal  vuo  en  toda  su  vida, 
e  recebirlo  edes  de  mano  de  Jesu  Christo;  y 
esto  deueys  creer  en  todos  tienpos  que  en 
este  mundo  seays,  porque  el  misacantano  es 
semejado  e  conparado  a  semejanca  del  Salua- 
dor,  porque  el  se  quiso  dar  la  su  preciosa 
sangre  e  carne,  por  pecador  que  sea  e  por 
grandes  pecados  que  aya  fecho,  repintiendo- 
se  de  buen  cora9on,  e  llamando  merced  a 
Jesu  Christo,  e  siendo  bien  confessado. 
Nuestro  Señor  le  aura  merced,  y  le  dará 
aquel  mesmo  poder  que  dio  a  Sant  Pedro: 
que  lo  que  soltasse  en  la  tierra  fuesse  ab- 
suelto  en  el  cielo,  e  lo  que  ligasse  en  la 
tierra  fuesse  ligado  en  el  cielo.  Que  quiere 
dezir:  Que  aquel  que  soltasse  de  los  pecados 
que  ouiere  fecho,  sera  absuelto  en  la  gracia 
de  Nuestro  Señor  Jesu  Christo,  que  el  dio 
primeramente  a  Sant  Pedro.  Y  después  la  dio 
a  nos,  los  que  somos  en  seruicio  de  Dios  e 
de  sus  cosas.  Y  desque  aqui  aureys  para 
sienpre  la  gracia  y  el  amor  de  Jesu  Christo, 
guardalda  bien  todos  en  vno,  porque  oy  re- 
cebireys  el  mejor  galardón  que  caualleros 
deste  mundo  nunca  rescibieron,  ni  rescebi- 
ran  desde  aqui  por  seruicio  que  ellos  fagan» . 

Cap.  CCCLXXYI. — De  como  se  partió  Jose- 
phes el  obispo  de  Galaz  y  de  Perseual. 

Quando  Josephes  el  obispo  vuo  dicho  estas 
palabras,  partióse  dellos,  assi  que  no  supie- 
ron a  qual  parte  se  fue.  Y  estonce  dixo  Per- 
seual a  Gralaz:  «ilucho  me  ha  alegrado  lo  que 
este  honbre  nos  ha  dicho,  e  bien  sabed  que 
es  honbre  si^iritual,  e  mucho  dio  Dios  gran 
poder  al  clérigo,  por  pecador  que  sea,  quan- 
do su  precioso  cuerpo  fia  en  sus  manos.  Y 
después  le  perdona  llamándole,  pidiéndole 
merced  e  repentiendose^> .  «Señor,  dixo  vn  ca- 
uallero  del  reyno  de  Gralaz;  muy  grande  es 
la  misericordia  de  Dios  quando  assi  quiere 
perdonar  a  su  enemigo,  que  es  lleno  de  lixo 
y  de  suziedad,  y  de  pecado  mortal,  repin- 
tiendose  e  pidiéndole  merced,  e  agora  podeys 


bien  sabex4»«  este  es  el  sancto  vaso  e  la  sanc- 
ta  Tabla  do  nos  somos  posados,  e  tanto  aue- 
mos  buscado  por  muchos  lugares,  que  somos 
venidos  do  desseamos» .  E  luego  que  el  caua- 
llero  de  Galaz  esto  ouo  dicho,  passaron  con 
gran  alegría  e  con  gran  deuocion  a  la  sancta 
Mesa,  llorando  e  gimiendo  con  gran  gozo,  e 
rogando  a  Dios  que  por  su  gran  piedad  que 
no  tuuiesse  mientes  a  las  sus  faltas,  e  que 
los  viniesse  a  visitar  por  su  noubre  sanc- 
to: e  comencaron  a  llorar  todos  muy  rezio, 
assi  que  las  caras  tenian  mojadas  de  lagri- 
mas, que  gran  piedad  auia  dellos  qualquier 
que  los  viesse  assi  llorar.  E  qnaudo  ouicron 
assi  estado  vna  pieya,  oyeron  vna  conpa- 
ña de  gente  que  venia  cantando  a  grandes 
bozes,  e  muy  alto  e  muy  claro,  e  bendezian 
a  Jesu  Christo.  Y  después  oyeron  vn  trueno 
muy  terrible,  e  tan  grande  que  todos  pensa- 
ron ser  muertos  y  aquel  afirmamiento  caye- 
ra sobre  ellos,  e  después  vino  vn  rayo  tan 
espantoso,  que  bien  pensaron  que  el  cielo  se 
fazia  dos  partes:  y  assi  fueron  espantados, 
que  pensaron  que  el  espantoso  dia  del  juyzio 
era  venido;  y  después  vineles  vn  viento  tan 
grande,  e  tan  espantoso,  e  tan  caliente,  que 
todos  pensaron  ser  qu»_nnados,  e  fizo  vn  tan 
gran  trueno,  que  bien  pensaron  que  el  pala- 
cio era  caydo,   e  que  Jesu  Christo  los  auia 
desamparados,  e  que  ya  no  verian  mas  de 
SOS"  secretos;  mas  el  lo  fazia  por  prouar  si 
eran  de  firme  creencia.   B  Galaz  comengo 
de  confortar  sus  conpañeros,  e  dixoles:  «Se- 
ñores, no  vos  desconfortej^s  ni  tomedes  por 
esto  clubda,  que  Nuestro  Señor  nos  demues- 
tra que  lo  faze  por  mostrarnos  quanto  es  el 
su  poderlo,  e  si  a  el  plaze,  el  nos  embiara 
socorro  muy  ayna,  que  el  es  aquel  que  co- 
norta  aquellos  que  en  el  han  firme  creen- 
cia». E  quando  Galaz  vuo  dicho  esto,  toda 
la  tenpestad  fue  passada  e  la  oscuridad,  e 
vínoles  atan  grande  la  claridad,  que  todo  el 
palacio  fue  alunbrado,  y  ellos  fueron  en  tan 
gran  dulzor  y  en  tan  gran  vicio,  que  coracon 
de  honbre  no  lo  podria  pensar,  e  luego  entro 
por  vna  finiestra  vn  viento  que  descubrió  el 
vaso  del  xamete  bermejo,  que  estaua  cubier- 
to, e  miraron  la  mesa  do  ellos  estañan  posa-        y' 
dos.  E  quando  ellos  vieron,  miraron  coutra^^/ 
el  santo  Grial,  e  vieron  salir  deude  vn  hon- 
bre todo  despojado,  sino  vn  paño  de  seda  en- 
cima de  la  espalda  siniestra,  y  era  todo  ber- 
mejo como  sangre,  y  tenia  cal(;ados  vnos  pa- 
ños de  lino:  tenia  los  bracos,  e  las  manos,  e 
las  piernas,  e  los  pies,  e  todo  el  cuerpo  san- 
griento, corriendo  sangre  cpie  salla  de  vna 
llaga  quetenia  en  ei  costado,  e  tenia  el  cuer- 
po e  ios  otros  lugares  llenos  de  llagas  y  de 
ajotes,  assi  que  ninguno  no  lo  veria  que  no 


308 


LIBROS  DE  caballerías 


ouiesse  piedad  del.  Y  este  lionbre  i|ue  os 
digo  dixo:  «Mis  fijos  y  leales  eaualleros  j 
leales  sieruos.  que  tanto  aueys  lazereado  e 
trabajado  por  mi,  assi  q\ic  de  mortales  que 
erades  soys  spirituales,  e  mucho  aueys  bien 
canbiada.  'lue  distes  muerte  por  vida;  y  tan- 
to auedes  fecho  por  mi,  que  bien  deueys  ver 
los  mis  secretos  e  dignos  donde  soys,  e  aue- 
des ganado  la  corona  celestial;  e  por  ende 
sodes  assentados  a  la  Tabla  do  nunca  se 
assento  honbre  terrenal,  del  tienpo  de  Jo- 
seplí  Abarimatia  acá;  e  algunos  que  ay  se 
assentaron,  no  fueron  tan  conplidos  como 
vos  soys,  ante  estañan  ay  como  sieruos,  assi 
como  algunos  deste  castillo  y  de  otros  luga- 
res han  estado  abondados  e  hartos  muchas 
vezes  por  la  gracia  del  Es])iritu  Sancto  y  des- 
te  vaso;  mas  no  eran  complidos  de  la  alta 
vianda  celestial  assi  como  vos,  que  la  auedes 
tamaño  tienpo  desseado,  por  que  tanto  aue- 
des lazerado» . 

Cap.  CCCLXXVn.  —  Como  el  Nuestro  Señor 
abolido  ¡a  sania  mesa  del  santo  vaso. 

Y  estonce  tomo  el  Señor  de  los  señores  y 
el  Rey  de  los  reyes  y  el  Principe  de  los 
principes,  vna  pieca  chiquita  del  pan  del 
santo  vaso,  asi  como  oblea  pequeña.  E  quan- 
do  la  tuno  en  sus  manos,  dixo  a  Gralaz:  «¿Sa- 
bes tu  que  tengo  aqui  yo?»  «Señor,  yo  no  lo 
se,  dixo  Galaz,  si  vos  no  me  lo  dezides». 
< Agora  te  do  yo,  dixo  el  Señor  de  los  seño- 
res, la  mas  alta  cosa  que  yo  te  puedo  dar, 
porque  te  doy  el  mi  cuerpo  mismo;  e  tu 
lo  puedes  muy  bien  recebir  dignamente;  y 
sepas  que  quien  dignamente  me  recibe,  yo 
seré  todos  tienpos  con  el,  y  en  el  lugar  do 
el  fuere»;  e  luego  se  hiimillo  Galaz,  e  finco 
los  ynojos,  y  el  Saluador  le  dio  su  cuerpo;  e 
(jralaz  reciltiolo  muy  dignamente  e  con  gran 
deuocion,  y  el  le  dixo:  «¿Sabes  por  que  yo 
te  lo  doy  en  semejanza  de  i^anV  Porque  es 
cosa  mas  ligera  de  vsar;  mas  bien  sepas  que 
toda  la  mi  preciosa  carne  que  yo  no  recebi 
en  el  vientre  de  mi  madre  menos  de  toda 
corru))cion,  qnc  toda  te  la  do  conplidamen- 
tev>.  E  (piando  Galaz  ouo  rescel)ido  el  cuerpo 
del  verdadero  Señor,  el  precioso  Señor  se 
fue  para  Perseual,  e  dixole  assi  como  a  Ga- 
laz;  y  después  a  Boores,  y  después  a  los 
otros;  e  todos  lo  recibieron  con  muy  gran 
deuocion,  los  ynojos  hincados  en  tierra  e  las 
manos  juntas  contra  Jesu  Christo.  E  quan- 
do  Xuestro  Señor  Jesu  Christo  los  ouo  ale- 
grado de  la  su  preciosa  sangre  del  santo 
vaso  que  estaña  sobre  la  tabla,  dixoles:  «Yo 
vos  he  dado  la  mi  carne,  agora  vos  daré  la 
mi  preciosa  sangre» ,  e  fizóles  ende  beuer  a 


todos.  Y'  después  puso  el  santo  vaso  sobre 
la  tabla;  e  a4uella  hora  fueron  los  .xii.  con- 
pañeros llenos  de  la  gracia  del  Spiritu  Santo, 
e  parecióles  que  todas  las  cosas  que  auia 
honbre  de  comer',  auian  comido  a  su  plazer, 
que  el  que  los  auia  assi  conplido  a  su  volun- 
tad; e  dixo:  «Galaz  fijo,  cata  qu.e  seas  bien  aca- 
bado de  aqui  delante  como  hasta  aqui,  e  no 
ensuzies  de  ningún  mal  vino  el  santo  vaso» . 
E  dixo:  «Gralaz  ¿sabes  tu  que  tengo  yo  aqui?» 
«Yo  no  lo  se»,  dixo  Galaz.   «Pues  yo  quiero 
que  sepas  que  esta  es  la  escudilla  en  que  yo, 
el  jueues  de  la  cena,  con  mis  discipulos,  fue 
seruido  e  abondado  a  todos  aquellos  que  de 
buenaniente  me  siruieron ,    e   mantuuieron 
fe  a  gran  nobleza,  e  por  esso  es  llamado  el 
smito  Grial,  lo  que  tanto  desseauan  los  eaua- 
lleros, e  sepas  tu  esto  ciertamente  que  esto 
sera  quando  a  la  ciudaddeSarras  te  vayas 
l^ara  hazer  lo 'tanto  desseadoTyessa  noche 
se  partiera  del  reyno  de  Londres  por  donde 
le  guiara  hu  ventura,  e  peligro  ninguno  no 
les  vuo  venido  por  aquellos  que  lo  tienen,  e 
no  lo  guardaron  linpi amenté  como  desque 
son  tornados  en  perdición  de  los  cuerpos  e 
muerte  de  las  animas ;  e  assi  han   buena 
gracia  del  Espíritu  Santo  e  del  santo  Grial 
tantos  años;  c  porcpie  tan  mal  lo  fizieron, 
e  por  esto  los  despojare  yo  de  la  gran  gracia 
e  gran  bien;  e  por  esto  quiero  que  vajeas  a 
la  mar,   e  alia    fallaras    aquella  ñaue  que 
lleua  la  espada  con  la  cstraña  cinta.  Y  Per- 
seual, e  Boores,   e   tu,    yras   alia,  porque 
quiero  que  tu  la  guarnezcas»;  e  luego  res- 
pondió Galaz,   e  dixo:    «Señor,  ruego  a  la 
vuestra   santa  jiiadad  que  vos  me  demos- 
treys  como  la  guarneceré» .  E  dixole:  «Sepas 
tu  verdaderamente  que  la  lanpa  ipie  tu  viste 
llena  de  sangre^  que  es  la  misma  con  que 
el  my  costado  fue  abierto,  por  el  pecado 
que  Adán  hizo,  el  i)rimor  padre.  Tu  tomaras 
esta  sangre,  e  vntarla  has^,  e  luego  sera  sano 
e  guarido».    «¡Ay  señor!   dixo  Galaz,  ¿por 
que   no   quereys  que  todos  mis  eaualleros 
vayan  alia?»  «Yo  te  lo  diré,   dixo  Nuestro 
Señor;   porque  quiero  que  vayas  en  seme- 
janza de  los  apostóles  que  (comieron  comigo 
el  jueues  de  la  cena,  e  assi  ei'an  ellos  doze, 
e  comigo  el  trezeno».  E  después  que  esto 
vuo  dicho,  vieron  angeles  que  lo  rescibieron 
e  licuaron  con  muy  muchos  cantos  e  muy 
fermosamente. 

Cap.  CCCLXXVni.  —  Como  tomo  la  lanf-a 
que  estaua  en  la  tabla,  e  tomo  de  la  sangre, 
e  vnto  con  ella  al  rey. 

Galaz  vino  luego  para  la  langa  que  estaua 
sobre  la  tabla,  e  tomo  la  sangre,  e  fuesse 


LA  DEMAiíDA  DEL  SAXCIO  GUÍAL 


309 


para  el  rey  ^ue  estaña  en  sarra,  e  vntole 
con  la  sangre  qne  della  salió  el  cuerpo  do 
auia  el  dolor;  o  sabed  (pie  gres  tanto  quiere 
dezir  como  iollido,  y  qnaiquicr  que  fnere 
vntado,  luego  sera  sano  como  todos.  Y  luego 
salió  del  lecho,  e  dio  gracias  a  Jesu  Cliristo 
jiorqne  tal  socorro  le  enlñara;  y  le  truxeron 
muy  nobles  paños,  e  ouo  muy  gran  alegría, 
e  otro  dia  de  mañana  metióse  en  el  monos- 
terio  do  seruia  a  Jesu  Cliristo;  e  aquella 
noche  les  vino  vna  boz,  que  les  dixo:  «Fijos 
e  amigos,  salid  de  aqni,  e  yd  do  auentura 
os  llenare»;  e  luego  dixeron  a  altas  bozes: 
«Padre  Señor,  bendito  seays,  que  por  fijos 
nos  teneys,  e  agora  vemos  que  auremos 
galardón  de  nuestra  lazeria» .  E  luego  se 
aparejaron  los  .xii,  conpañeros,  e  caualga- 
ron,  e  salieron  del  castillo,  y  demando  Ga- 
laz  a  cada  vno  dellos  como  auia  nonbre,  y 
el  vno  dixo  que  era  de  Cralaz,  y  el  otro  fijo 
del  rey  Claudis,  e  auia  nonbre  Claudin;  e 
G-alaz  e  sus  conpañeros  fizieronle  muy  gran 
honrra,  porque  eran  de  gran  lugar;  e  cada 
vno  dellos  se  nonbro  por  su  nonbre. 


Cap.  CCCLXXIX.  —  Como  Galaz  rogo  a  los 
caualleros  que  le  sahidasscn  al  rey  Artur, 
y  a  la  reyna,  e  a  todos  los  raiinlleros. 

Después  quitáronse  los  yelmos  y  besáronse 
llorando  como  hermanos,  e  Galaz  les  dixo: 
«Señores,  ruego  vos  a  cada  vno  de  vos  que, 
sy  Dios  quisiere  que  vayays  a  casa  del  rey 
Artur,  que  me  saludedes  a  mi  señor  don 
Langarote  del  Lago  y  al  rey  Artur,  e  a  la 
reina,  e  a  todos  los  conpañeros  de  la  Tabla 
Redonda»;  y  ellos  le  dixeron  que  lo  farian, 
e  hiego  se  partieron  los  tres  conpañeros  de 
los  nueue,  e  Galaz  e  sus  conpañeros  andu- 
uieron  tanto,  que  al  tercero  dia  llegaron  al 
mar,  e  fallaron  la  ñaue  de  Galaz,  saino  la 
espada  de  la  estraña  cinta ,~y~TaIIa7f5Trlétr as 
que  dezian:  Ninguno  no  entrnsse  ay  si  no^ 
fuesse  de  buena  creencia;'^  santiguáronse"  y 
entraron  dentro,  o  fallaron  ay  vn  lecho  muy 
noble  en  que  estaña  muerta  la  hermana  de 
Perseual;  e  fallaron  delante  del  lecho  la 
tabla  de  argente  que  ellos  auian  dexada  en 
el  principal  palacio  con  el  rey  Maynes^  y  el 
sancto  Grialestaua_.spbré  la  talóla,  cubierto 
de  vn  paño  de  seclar~"bermejo.  e  la  tabla' 
cubierta  dé  vn  paño  de  liñóTíIanco  y  estaua 
encorporada  de  muy  ricos  i)años.  Y  quando 
ellos  vieron  tan  fermosa  auentura,  dieron 
gracias  a  Jesu  Christo,  e  fincaron  los  ynojos, 
e  fizieron  sus  oraciones,  e  luego  lirio  el 
viento  en  la  nane,  e  fizóla  partir  de  la 
ribera  y  metióla  en  alta  mar,  e  assi  andu- 


nieron  gran  ticnpo  que  no  saldan  a  qual 
parte  andauan,  e  toda  via  fazian  sus  oracio- 
nes a  Jesu  Christo. 

Cap.  CCCLXXX. — Coíno  Perseual  e  Boorrs 
oitieron  alegría  de  lacuyta  que  ouicron. 

Asi  ellos  le  perdonaron  de  grado,  des- 
pués que  vian  que  se  arrepentían,  y  luego 
se  passo  dcste  siglo  (').  E  quando  el  rey 
Estoruante  fue  finado,  los  de  la  cibdad  fue- 
ron en  gran  qnexa,  que  no  sabian  a  quien 
fiziessen  rey,  porque  del  rey  no  quedaua 
heredero,  e  fizieron  consejo;  e  mientra  que 
estauan  en  consejo  a  quien  farian  rey,  vino 
vna  boz  que  les  dixo:  «Tomad  vn  cauallero 
de  los  mas  jouenes,  a  quien  el  rey  fizo  gran 
crueldad,  e  agora  recebira  gran  galardón,  e 
fazeldo  rey,  porque  a  mejor  no  podemos 
fazer  rey»;  y  ellos  fueron  espantados,  y 
demás  que  no  sabian  como  auia  nonbre,  e 
la  boz  les  dixo  otra  vez:  «No  seaj^s  spanta- 
tados;  tomad  el  jouen  que  ha  nonbre  Ga- 
laz, e  aquel  vos  gouernara  e  vos  terna  a 
derecho  mejor  que  otro  ninguno  que  vos 
podays  auer,  e  terna  vuestra  tierra  en  paz» ; 
y  elk;s  fizieron  lo  que  la  boz  les  mando,  qiie 
no  osaron  mas  tardar,  e  luego  tomaron  ív 
Galaz,  e  aleáronlo  vej,  que  quiso  o  que  no, 
y  posáronlo  en  la  cátedra  real,  e  pusiéronle 
corona  de  oro  en  la  cabega,  donde  el  fue 
muy  pesante,  mas  que  ellos  ge  lo  fizieron 
fazer  a  gran  tuerca,  porque  ellos  lo  mataran 
si  no  lo  otorgara;  mas,  como  quier  que  a 
Galaz  pesaua,  plazia  a  Perseual  e  a  Boores, 
e  auian  por  ello  gran  alegría,  porque  Dios 
tanto  bien  les  auia  dado  de  su  lazeria,  e  tan 
buena  honra,  e  todo  el  enojo  de  la  prisión 
oluidaron  por  ende. 

Cap.  CCCLXXXI. — Como  fue  rey  Galaz,  e 
fue  sagrado  e  crismado. 

Ene  rey  sagrado  Galaz ,  e  crismado ,  e 
pensó  mucho  en  su  coracon  por  qual  guisa 
podria  honrrar  mejor  el  sancto  Grial,  e  tomo 
mucho  oro  e  mucha  plata,  e  hizo  fazer  vn 
arca  rica  con  muchas  piedras  preciosas,  e 
metió  el  sancto  vaso,  por  tal  que  lo  no 
pudiessen  todos  ver.  Y  quando  el  rey  Galaz 
vuo  esto  fecho,  ouo  tan  gran  deuocion  en  el 
sancto  Grial,  que  cada  mañana  venia  antel 
e  fazia  oración,  y  Perseual  e  Boores  lo  mes- 
mo.  E  assi  reyno  muy  bien  e  dignamente,  e 

(')  Estas  palabras  se  reñeren  al  rey  Estorbante 
(Amiortasl.  Indican  que  hay  una  solución  de  conti- 
nuidad entre  este  capitulo  y  el  precedente.  Lo  mismo 
el  texto  de  la  Bcmancla  que  el  del  Baladro  están 
niuv  alterados. 


310 


LIBKOS  DE  caballerías 


fue  muy  amado  e  honrado  de  todas  sus 
gentes,  i»orque  les  yuardaua  todos  sus  fue- 
ros, e  a  cabo  de  vn  año,  en  aquel  dia  mismo 
que  auia  tomado  corona,  se  leuanto  de  ma- 
ñana, e  sus  conpañeros  tanbien.  y  entra- 
ron en  el  ])alacio  s]jiritual  delante  el  sancto 
Grial,  e  quando  fueron  dentro,  vieron  del 
sancto  Grial  salir  vn  honbre  vestido  en  guisa 
de  missacantano  asi  como  obispo,  y  estañan 
los  ynojos  fincados  delante  del  sancto  Grial, 
y  ferian  en  sus  pechos;  y  cerca  del  estañan 
gran  conpaña  de  angeles  muy  resplande- 
cientes. Y  dende  vna  piega  leuantose,  y 
llego  a  la  tabla  de  plata,  e  abrió  la  casa  do 
estaua  el  sancto  Grial,  y  desque  esto  ouo 
fecho,  comenoo  la  missa  de  la  Gloriosa  A^ir- 
gen  Maria.  E  quando  fue  al  sacrificio,  des- 
cubrió el  sancto  vaso,  e  llamo  al  rey  Galaz, 
e  dixole:  «Sieruo  de  Jesu  Christo,  ven  ade- 
lante, y  veras  lo  que  tantos  dias  has  dessea- 
do» ;  e  quando  el  rey  Galaz  esto  oyó,  finóse  por 
la  cara,  e  asi  como  los  ojos  mortales  catauan 
dentre  en  el  sancto  Grial  las  cosas  spiritua- 
les,  luego  el  rey  Galaz  tendió  las  manos 
contra  el  cielo,  e  dixo:  «¡Padre  verdadero, 
Jesu  Christo,  bendito  seades  vos  que  me 
aueys  mostrado  lo  que  tanto  he  desseado 
ver,  que  agora  he  visto  Jo  que  hombre  mor- 
tal no  lo  podia  contar  ni  dezir,  porque  aqui 
veo  la  marauiJIa  de  las  otras  marauillas!  Se- 
ñor Padre,  Jesu  Christo,  pues  que  assi  es 
que  vos  me  dexastes  ver  lo  que  yo  lie  tanto 
desseado  y  I  azorado,  ¡agora  vos  ruego.  Se- 
ñor, e  vos  ijido  por  merced  y  por  miraglo, 
que  vos  en  este  punto  y  en  esta  alegría  en 
que  agora  soy,  quereys  e  vos  plega  que 
passe  yo  deste  terrenal  siglo,  e  que  vaya  al 
celestial,  porque  yo  no  he  conplido  todo  mi 
desseo!» 

Cap.  CCCLXXXII. —  Coino  el  rey  Galaxj  se 
echo  en  oración  a  Jesu  Cristo  nuestro  señor. 

Tanto  que  el  rey  Galaz  fizo  sus  ruegos  a 
Jesu  Christo.  Y  el  honbre  que  estaua  como 
obispo,  tomo  el  cuerpo  de  Jesu  Christo,  e  diolo 
al  rey  Galaz  y  el  lo  recibió  con  muy  gran 
deuocion,  y  el  dixo:  «¿Sabes  quien  so?»  Y  el 
rey  Galaz  dixo:  «Señor,  yo  no  lo  se» .  «Pues 
yo  quiero  que  sepas  que  yo  so  Josephes,  fijo 
de  J^)a2A<^¿anmatia.  Y  el^verdadero  padre 
me  enbio  atTpoPte.Jazef'cóíTpfina,' Vt^es 
por  queV  Porque  me  semejas  en  muchas  co- 
sas mas  que  otro  ninguno,  qiie  passamos  de 
bondad  e  de  caualleria  e  de  nobleza  a  todos 
los  caualleros  terrenales,  porque  ningún  ca- 
uaDero  terrenal  nunca  vio  lo  que  yo  e  tu 
vimos,  porque  tu  no  eres  fallido  ni  ensuziado 
enjiingun  pecado;  c  por  esto  te  digo  que 


desde  aqui  te  partirás  deste  terrenal  siglo,  e 
leñaran  los  angeles  tu  anima  al  tu  maestro; 
ca  mucho  has  estado  en  este  terrenal  siglo, 
mas  Jesu  Christo,  rey  de  los  reyes,  te  dexo, 
y  tanto  j)or  confortar  e  dar  esfuergo  a  los 
buenos  por  la  buena  creencia  que  el  puso  en 
ti,  e  por  esto  jDareces  tu  a  mi  en  dos  cosas 
que  yo  te  diré:  la  vna,  que  tu  eres  virgen 
assi  como  yo;  la  otrá7que  tu  has  seguido  las' 
honras  del  sancto  Grial,  e  has  creydo  firme- 
mente assi  como  yo,  que  me  fueron  otorga- 
das las  sus  honras  spi_ritiialmejitñ_iior  la  obe- 
diencia que  tu  has  visto  en  Jesu  Christo  assi 
como  yo;  porque  la  virginidad  deue  fa;;er 
conpaña  a  la  virginidad» .      .-•''" 

Cap.  CCCLXXXIII.— De  como  Perseual  e 
Boores  o i ¡eran  las  palabi^as  qne  el  obispo 
dexia  al  rey  Galaz. 

Quando  Perseual  e  Boores  oyeron  las  pa- 
labras que  el  obispo  dezia  al  rey  Galaz,  sa- 
liéronse del  palacio  llorando  muy  fuerte,  e 
faziendo  gran  duelo,  fasta  que  el  rey  Galaz 
fue  a  ellos.  E  después  el  obispo  dixo  al  rey 
Galaz  si  querie  fablar  con  sus  conpañeros,  y 
el  dixo  que  si;  e  luego  vino  el  xqj  Galaz  a 
sus  conpañeros,  y  besólos  anbos,  llorando 
muy  fuertemente,  e  dixo  a  Perseual:  «Ami- 
go y  conpañero,  agora  sabed  que  me  partiré 
de  vos  oy  en  este  dia,  e  yo  <iuiero  que  fin- 
queys  en  esta  cibdad  en  lugar  de  mi  assi 
como  vos  pertenece,  porcjue  yo  jamas  nunca 
fablare  con  vos  solo  que  agora  de  vos  me 
parta».  E  después  dixo  a  Boores:  «Vos  yreys 
a  Camaloc,  e  saludarme  eys  a  mi  señor  don 
Lancarote  del  Lago,  e  dezilde  que  yo  le  ruego 
que  no  se  desconorte  por  mi  muerte,  que 
jamas  no  me  vera;  mas  yo  se  bien  que  el 
nunca  aura  tan  gran  pesar  como  quando 
o\'^ere  fablar  de  mi  muerte;  e  yo  vos  ruego 
que  me  saludeys  a  todos  los  conpañeros  de 
la  Tabla  Redonda,  e  al  rey  Artur  e  a  la  rey- 
na;  estas  nueuas  vos  ruego  que  digays  de  mi, 
porque  bien  se  que  mi  señor  don  Langarote, 
e  mi  señor  el  rey,  e  la  rey  na.  que  nunca  mas 
me  verán;  e  rogaldes  de  mi  parte  que  rue- 
guen  a  Dios  por  mi» . 

Cap.  CCCLXXXA^. —  Como  Boores  entendió 
que  ayna  seria  la  muerte  de  Galaz. 

Boores,  quando  entendió  que  tan  ayna  se- 
ria la  muerte  de  Galaz,  e  que  entendió  que 
jamas  no  entrarla  ni  tornarla  Perseual  a  la 
corte  ni  al  reyno  de  Londres,  e  que  solo  auia 
de  yr  a  Camaloc,  comengo  de  fazer  tan  gran 
duelo,  e  a  llorar  tan  fuertemente,  que  no  ha 
honbre  que  lo  viesse  que  no  quebrasse'  el 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRtAL 


311 


coragon.  Y  esso  mismo  hazia  Gralaz,  e  Per- 
seual;  e  fazian  muy  gran  duelo,  y  esto  fazian 
por  la  muerte  del  buen  rey  Galaz,  e  por  el 
partimiento  de  todos  tres.  E  i^uando  ouieron 
assi  estado  en  vno  vna  gran  pioQa,  Boores 
dixo   a  sus   conpañeros  que   tales   nueuas 
como  aquellas  el  no  leuaria  a  la  corte  por 
cosa  del  mundo  ante  que  viesse  la  muerte 
del  rey  Galaz,  «e  no  la  denunciare  yo  ante 
que  la  vea».  «Por  buena  fe,  dixo  Galaz,  vos 
vereys  muy  presto.»  E  quando  esto  ouo  dicho, 
tomo  paz  de   sus  conpañeros,    e  besáronle 
llorando  muy  fuertemente  y  echando  gran- 
des sospiros  con  gran  dolor;  y  el  rey  Galaz 
vino  delante  del  santo  Grial,.do  lo  atendía 
el  obispo  Josefes,  y'fizo  sus  oraziones  quanto 
mejor  pudo,  rogando  muy  afincadamente  a 
Jesu  Christo  que  le  sacasse  de  la  terrenal 
vida,  e  quando  el  rey  Galaz  vuo  fechas  sus 
oraciones  e  ruegos,  no  tardo  mucho  que  no 
cayo  en  tierra  en  medio  del  palacio  delante 
el  obispo  Josefes,  e  luego  se  partió  el  anima 
del  cuerpo,  e  leñáronla  los  angeles  a  la  corte 
celestial  con  gran  alegria  cantando  muy  al- 
tamente, e  leñáronla  al  cielo.  E  quando  los 
angeles  la  ouieron  sobido  al  cielo,  aniño  en 
esse  lugar  vna  gran  marauilla,  assi  que  Per- 
seual  e  Boores  la  vieron  muj^  bien,  ca  vieron 
venir  del  cielo  vna  mano  que  tomo  el  sancto 
Grial  de  sobre  la  Tabla  Eedonda,  e  no  ¡aare- 
cio  sino  la  mano  tan  solamente,  e  assi  como 
lo  tomo,  subiólo  al  cielo.  E  quando  la  mano 
vino,  traxo  vna  tan  gran  claridad,  que  todos 
fueron  espantados,  e  cerca  de  la  mano  venian 
muchos  angeles  que  trayan  candelas  e  cirios 
ardiendo,  e  incensarios  muy  ricos,  e  auian 
tan  buenos  olores,  que  les  semejaua  que  es- 
tauan  dentro  en  parayso,  assi  que  oluidaron 
el  duelo  que  fazian,  e  assi  como  el  sancto 
Grial  salió,  assi  vieron  que  la  mano  que  le- 
uaua,  que  lo  dio  a  vn  honbre  que  tenia  en  su 
eabe(;'a  vna  corona  de  oro,  e  auia  la  cara  tan 
colorada  como  sangre,  que  les  pareció  que  era 
llama  de  fuego,  e  no  podian  deuisar  la  cara. 
E  quando  ouorecebido  ePsancto  Grial,  leuan- 
tose  de  su  catedrfTTlB  oro  e  de  plata,  y  beso 
el  sancto  vaso,  e  púsolo  sobre  vna  tabla  de 
oro  y  de  plata,  e  descubriólo  del  xamete  ber- 
mejo que  tenia  de  suso:  e  salió  dende  vn 
honbre  todo  desnudo,  y  tenia  en  sus  manos 
dos  niños  de  gran  fermosura,  e  con  el  eran 
tres;  e  quando  estuuieron  assi  gran  pieoa, 
fincaron  todos  los  ynojos  en  tierra  antel,  e 
luego  vieron  que  estos  tres  honbres  se  torna- 
ron vno,  e  tenia  los  pií^s  e  las  manos  san- 
grientos, y  el  costado  abierto  e  sangriento, 
e  la  sangre  que  del  salia  caya  en  el  sancto 
Grial,  e  tomaua  la  langa  que  corria  sangre, 
e  leuantauala  fazia  arriba. 


Cap.  CCCLXXXV.— Cowo  el  rey  Cialax  oyó 
lo  que  la  ho%  le  dixo. 

Desque  ouo  assi  estado,  llamo  al  rey  Ga- 
laz, e  dixole:  «Hijo  Galaz,  oy  eres  entrado 
en  la  mi  gloria,  y  ven  adelante  y  recibe  la 
corona» ;  e  luego  lo  tomaron  los  angeles,  e 
truxerongelo  delante,  y  el  tomólo  por  el  bra- 
co siniestro,  y  besólo  en  la  cara  y  en  la  boca; 
y  después  vntole  todo  con  la  sangre  que  sa- 
lla de  la  lanQa,  assi  que  todo  estaña  bermejo. 
Y  después  vistióle  vnos  paños  todos  de  oro, 
y  tenia  el  vna  corona  de  oro  en  la  cabega, 
con  muchas  piedras  preciosas,  e  púsole  en  la 
mano  diestra  vna  sortija  de  oro  con  muchas 
piedras  preciosas;  e  después  fizólo  posar  en 
par  de  los  otros  reyes,  y  diole  su  bendición. 
Assi  como  es  dicho  fue  leuado  el  Santo 
Grial  al  cielo,  que  después  no  fue  vido  en 
tierra,  ni  vieron  después  por  el  ningu- 
na auentura,  según  lo  dize  maestre  Gual- 
ter  (^).  E  quando  el  señor  corono  a  Galaz  en 
el  cielo,  quiso  que  lo  viessen  Personal  e  Boo- 
res quantahonrra  le  dio.  E  assi  como  os  digo, 
honro  Nuestro  Señor  a  Galaz  por  su  bondad 
en  vida  y  en  muerte;  e  luego  embio  Nuestro 
Señor  vn  ruydo  de  viento  entre  ellos,  tan 
caliente,  que  pensaron  todos  ser  quemados, 
assi  que  anbos  cayeron  en  tierra;  e  quando 
acordaron,  vieron  el  cuerpo  del  rey  Galaz, 
comenoaron  a  fazer  muy  gran  duelo  a  mara- 
uilla, y  estuuieron  assi  fasta  que  lo  supieron 
por  toda  la  villa. 

Cap.   CCCLXXXVI.  —  Co»^o    supieron   las 
hozes  que  daua  por  gracia  del  Señor. 

Quando  lo  supieron,  fueron  tan  dolientes 
e  fizieron  tan  gran  duelo,  que  coraron  de 
hombre  no  lo  podria  pensar  ni  dezir,  porque 
perdían  tal  señor  que  nunca  les  fizo  sino 
bien  a  chicos  e  a  grandes,  e  todos  Uorauan  e 
fazian  grande  duelo,  como  si  cada  vno  tu- 
uiesse  su  padre  muerto,  e  dauan  con  sus 
cabecas  a  las  paredes,  e  ronpian  sus  paños,  e 
mesauan  sus  cabellos,  e  rascauan  sus  caras, 
e  dexauanse  echar  en  tierra  con  duelo,  e 
llamauan:  «¡Ay  Señor  Galaz!,  ¿a  quien  nos 
dexays?  ¿o  que  sera  de  nos?»  Y  estuuieron 
en  este  duelo  bien  .ix.  dias  por  toda  la  cib- 
dad  e  por  toda  la  tierra.  Y  esto  fazian  por 
el  gran  amor  que  con  el  auian,  ca  nunca 
ouieron  tan  buen  rey,  de  Jesu  Christo  acá. 
Mas  sobre  todos  eran  los  duelos  que  Perso- 
nal e  Búcres  fazian,  ca  lo  amauan  de  todo 
coracon.  E  todos  fazian  tan  grandes  duelos, 

{')  Esta  candorosa  cita  presta  mayor  encanto  aún 
á  la  simbólica  j  maravillosa  narración  que  precede. 
El  Gualterá  que  alude  es  el  clérigo  Walter  de  Oxford. 


31Í 


LIBROS  DE  caballerías 


/ 


que  pensaron  perder  el  seso,  e  dezian:  «Se- 
ñor Galaz  ¿'iuieu  vos  mato?»  E  otros  dezian 
que  alsrunos  lo  auian  emponcoñado,  ca  sano 
e  alegre  lo  auian  visto  en  el  jDalacio.  Mas  si 
ellos  supieran  la  verdad  de  su  muerte,  no 
podrían  assi  fincar.  E  a  cabo  de  los  ocho  dias, 
Perseual  e  Boores  flzieronlo  balsamar  el 
cuerpo,  e  pusiéronlo  en  vn  lecho  muy  fer- 
moso  e  bien  rico,  que  eran  los  pies  de  oro  e 
los  bancos  de  plata,  e  las  mancanas  de  mar- 
fil; e  después  lo  vistieron  de  blanco,  e  pusié- 
ronle de  suso  vn  paño  de  xa  mete  bermejo 
bien  rico;  e  pusiéronle  cerca  su  seña  caudal, 
e  su  corona  en  la  cabeea,  e  tuuieronlo  fasta 
otro  dia,  y  el  obispo  don  Galaz  canto  la  mis- 
sa.  Y  quando  la  vuo  cantado,  tomaron  el 
cuerpo  del  rey  Galaz  e  pusiéronlo  en  vna 
tabla  de  plomo  cubierta  de  plata,  y  entei-ra- 
ronlo  muy  lionradamente  faziendo  grandes 
duelos,  e  pusiéronle  de  suso  vna  acitara  muy 
rica,  e  labrada  de  oro  y  de  plata  e  de  muchas 
piedras  preciosas;  e  fizieron  fazer  vn  rey  de 
oro  e  de  plata  a  semejanca  de  Galaz:  e  pu- 
siéronlo sobre  el  acitara,  e  fizieron  delante 
las  figuras  de  Perseual  y  de  Boores  como  es- 
tauan  faziendo  muy  gran  duelo,  e  sobre  la 
tunba  fizieron  vn  petafio  escrito,  como  esta- 
ña el  cuerpo  del  rei  Galaz,  que  auia  aca- 
tado todas  las  auenturas  que  auia  fallado 
desque  fuera  cauallero:  e  nonbraua  ay  todas 
las  auenturas,  e  las  cauallerias  que  auia  fe- 
cho. Y  después  fizieron  vna  ymagen  de  pla- 
ta, tragetada  a  semejanca  de  Lancarote  del 
Lago,  padre  del  buen  rey  Galaz,  e  como  y  en 
qual  manera  le  auia  hecho  cauallero,  y  tenia 
cubierto  vn  manto  de  xamete  bermejo  con 
peñas  de  armiños. 

Y  desque  aqui  dexa  de  fablar  de  Galaz  y 
de  Perseual  e  de  Boores,  y  de  las  auenturas 
del  sancto  Grial,  saino  que  JUze  yñ' poco 
como  Boores  torno  a  la  corte,  e  contó  las 
nueuas  al  rei  Artur  (^). 

Cap.   CCCLXXXVn.  —  Como   el   buen  reij 
Galax  fino  y  fue  enterrado  {^). 

Agora  dize  el  cuento  que  quando  óalaa  el 
buen  rey  fue  finado  y  enterrado  en  el  pala- 

(')  Todo  este  final  de  !a  Demanda,  está  lleno  de  nna 
mística  y  profunda  melancolía.  La  mayor  parte  de  los 
caballeros  de  la  Mesa  Redonda  ha  muerto:  <^Alft$  (á 
qaien  el  autor  castellano  atribuye  las  proezas  y.  la  re- 

g-esentación  4e  Parsital  en  el  poema  de  Wolfram  von 
schenbach),  el  puro  y  bienaventurado  Galaz,  mucre 
también,  y  con  £1  huye  al  cielo  el  Sancto  Grial.  La 
Demanda  ha  terminado,  y  la  buena  edad  del  mundo 
también;  nadie  volverá  á  ver  la  sagrada  maravilla 
(nunca  lo  rieron  enla  tierra  dende  que  Gulaz  mnrió). 
C)  El  epígrafe,  como  buena  parte  de  los  del  libro, 
no  corresponde  con  exactitud  al  contenido  del  «a- 
pítulo. 


ció  spirutual.  otro  dia  se  partieron  Perseual 
y  Boores  llorando  muy  fuerte,  y  rogóle  que 
le  saludase  al  rey,  y  a  todos  los  compañeros 
de  la  Tabla  Redonda  e  sobre  todos  a  Langa- 
rote del  Lago  su  hermano,  el  mejor  amigo 
quel  auia,  y  que  le  contasse  todo  como  les 
auia  contecido.  y  Boores  dixo  que  lo  faria 
de  grado,  si  Dios  le  llegasse  a  Camaloc  en 
buena  ventura,  e  dixo  Perseual:  «Cierto  se 
que  sera  sabido  por  toda  la  tierra  desque  en 
la  corte  lo  sepan,  y  se  yo  bien  que  quando 
sepa  de  honra  de  su  fijo,  que  morirá  luego 
con  pesar,  si  Jesu  Cbristo  no  lo  acorre  luego; 
e  no  sera  marauilla,  que  agora  ha  perdido 
vn  fijo  el  mejor  cauallero  que  nunca  truxo 
armas» .  «Por  cierto,  dixo  Boores,  yo  me 
guardare  que  por  mi  no  lo  sepa» .  E  quando 
Perseual  e  Boores  ouieron  assi  fablado  muy 
gran  pieca,  despidiéronse  el  vno  del  otro 
para  sienpre,  llorando  de  sus  ojos.  E  Boores 
se  armo,  e  truxeronle  el  cauallo  de  Galaz,  e 
caualgo,  e  anduuo  por  las  florestas  e  por 
yermos  muchos  dias. 

Cap.  CCCLXXXYin.  -  Que  se  metió  Perse- 
ual en  la  mongia  quando  fino  Galaz. 

Desque  Perseual  se  vido  assi  solo  e  sin  con- 
pañia  y  en  tan  luengas  tierras  e  tan  estra- 
ñas,  metióse  luego  en  vn  monesterio  de 
monges  blancos,  porque  mucho  se  via  solo  e 
sin  amigos,  e  aquella  cibdad  de  Sarras  esta- 
ña cerca,  la  mayor  de  las  tierras  de  Babi- 
lonia. 

^.        '.       C 
Cap.  CGCLXXXI^,  — Q¿/g  tiempo  duro  Per- 
seual en  la  nionrfiá  después  que  fino   Galaz. 

Estuuo  assi  Perseual  en  la  mongia  siruien- 
do  a  Jesu  Christo  vn  año  y  vn  mes,  y  a  cabo 
deste  tienpo  passose  deste  siglo;  y  los  mon- 
jes lo  enterraron  en  el  palacio  spiritual  cer- 
ca de  su  hermana  e  cerca  del  buen  rey  Ga- 
laz, ca  assi  auia  el  mandado.  E  ansi  como 
vos  digo  se  passaron  deste  siglo  Galaz,  y  Per- 
seual, y  su  hermana.  Y  Boores  anduuo  tanto 
por  sus  jornadas,  fasta  que  vino  al  mar  e  fallo 
ay  vna  ñaue  q\ie  queria  yr  al  rey  no  de  Lon- 
dres, j  entro  dentro  en  ella,  y  anduuo  tanto 
que  llego  al  reyno  de  Londres. 

Cap.  CCCXC.  —  Que  Boares  salió  de  la  ñaue, 
y  llego  a  Camaloc. 

Salió  Boores  de  la  nao,  y  anduuo  tanto  que 
llego  a  Camaloc,  do  era  el  vej  Artur,  y  sabed 
que  nunca  vio  tan  gran  alegría,  que  a  todos 
plazia  con  la  venida  de  Boores,  ca  pensauan 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


ai; 


que  era  perdido  para  sienpre,  porque  auia 
muy  gran  tiempo  que  del  no  supieron.  E 
quando  el  re}^  Artur  vio  a  Boores,  fuelo  a 
abracar  e  a  besar  mas  do  cient  veces,  e  11o- 
raua  con  gran  alegría;  y  después  vinieron  a 
el  todos  los  caualleros  de  la  corte ,  e  flzieron 
con  el  gran  gozo.  Y  quando  la  reyna  lo  supo, 
vínose  para  el,  e  í'uelo  abrac.-ar  ante  las  due- 
ñas e  donzellas,  y  ellos  assi  mismo  fazian 
gran  alegría  con  el,  ca  les  plazia  mucho  con 
su  venida,  e  fizieron  poner  las  mesas,  e  co- 
mieron con  alegría.  E  quando  ouieron  comi- 
do, las  mesas  se  leuantaron,  y  el  vej  mando 
posar  todos  los  caualleros  ante  si,  e  después 
dixo  a  Boores  que,  para  la  jura  que  fiziera, 
le  contasse  todas  las  auenturas  que  auia 
visto,  e  las  que  a  el  auinieran  desque  entra- 
ra en  la  demanda. 

^l 

Cap.    CCCXCI.  —  Como   contó   Boores   las 
auenturas  que  acaerderoii  a  Galaz. 

«Señor,  .dixo  Boores.  Inuy  de  grado.  Agora 
escuchad» ;  e  luegoComenQO  a  contar  todas  las 
auenturas  que  auia  visto  e  que  le  acaescieran 
de  cabo  a  cabo  del  e  de  sus  conpañeros,  e  de 
como  auia  estado  en  casa  del  rey  Xaynes,  el, 
y  Perseual,  e  Galas;  e  como  lo  guareciera  Ga- 
laz.  Después  contóles  como  fuera  rey  Galaz, 
e  como  muriera ,  e  como  que"(íaf a'"Tefseuál. 
E  quandoe^o^oyo  el  rey  e  la  reyna  e  los  de 
la  corte,  alli  fue  tan  grande  el  llanto  y  el 
duelo,  que  no  a  ombre  que  vos  lo  pudiesse 
contar;  y  el  rey  se  amórteselo  con  gran  cuy- 
ta,  assi  que  todos  pensaron  que  era  passado 
deste  siglo,  e  quando  acordó,  dixo:  «¡Ay  Ta- 
bla Redonda,  como  eres  ya  sola  e  yerma  de 
los  mejores  caualleros  que  en  el  mundo 
auia!»  E  corríanle  las  lagrimas  por  la  faz 
ayuso,  e  todos  fazian  gran  duelo  que  no  po- 
dían mayor,  e  otro  día  fizo  cantar  missas  por 
los  defuntos;  e  assi  quedaron  los  tristes  e  do- 
loridos. Agora, dexa,  el  cuento  de  fablar  del 
sancto  Gríal  (que  nunca  lo  vieron  en  la  tierra 
desde jque  G:aIaz-5iurio ) ,  d"e~  Perseual ,  e  de 
Boores,  e  de  las  auenturas  del  reyno  de  Lon- 
dres, e  torna  a  Agrauain,  como  descubrió  a 
Lancarote  con  la  reyna. ^    - 

5.6  el  cuento  que  vn  dia  se  apartaron  los 
lermanos  en  vna  cámara  del  rey,  e  comen- 
Qaron  a  fablar  malamente  el  lAeyto  de  la 
rej^na  e  de  Langarote:  e  Galuan,  que  era  mas 
seguro  que  los  otros,  dixo:  «Hermanos,  ca- 
llad vos,  ca  no  ha  menester  que  este  píeyto 
¿ea  descubierto,  que  si  al  rey  lo  dixeremos, 
tal  guerra  podra  ende  venir .  que  morirán 
mas  de  quarenta  mili  honbres.  e  con  todo  esto 
no  sera  nuestra  deshonrra  vengada:  ca  mu- 


cho es  de  gran  bondad  el  linage  del  rey  Van, 
e  Dios  los  puso  en  tan  alto  lugar  de  honra  e 
de  poder,  que  no  pienso  que  pudiessen  ende 
ser  derriljados  por  honbre.  E  por  esta  razón 
nos  dexemos  ende,  ca  gran  malauentura  po- 
dría dende  venir,  e  no  digo  yo  esto  porque 
no  quiero  peor  el  linage  del  rey  Van  que  vos 
pensays ,  e,  auíendo  poder ,  veríades  lo  que 
ay  faría» . 


Cap.  CCCXCn. 


-Que  rrsjjo lidio  o  que  dixo 
Gariete. 


Después  desto  respondió  Gariete,  e  dixo: 
«Como  quier  que  vos  dígades  entre  vos,  lo 
que  quisierdes,  en  esto  no  me  otorgo  yo:  ni 
nos  a  ellos  no  los  podemos  traer  mal,  ca  ellos 
son  todos  muy  buenos  caualleros,  e  siquier 
porque  el  rey  nuestro  señor  los  ama  tanto, 
que  los  puso  en  gran  honrra,  como  vos  sabe- 
des,  donde  no  pueden  ellos  ser  decendídos; 
porque  os  ruego  como  a  hermanos,  que  no 
querades  mouer  guerra  con  ellos,  ca  son  bue- 
nos caualleros,  e  han  tantos  de  amigos,  que 
ayna  vos  puede  venir  gran  desonra;  e  por 
ventura  el  reyno  de  Londres  podría  jfOr  ende 
ser  destruydo» ;  y  en  esto  se  otorgaron  Gal- 
uan e  Gariete.  Mas  los  otros  tres  no  lo  qui- 
sieron creer,  ante  dixeron  que  lo  farían  sa- 
bsr  al  rey  Artur,  que  ante  querían  ser  muer- 
tos que  sufrir  atal  deshonrra  de  su  señor,  e 
suya.  «Por  Dios,  dixo  Gariete,  no  lo  fagades 
assi,  ca  si  lo  fazedes  vos  cobrareys  por  ay 
vuestra  muerte  e  vuestra  desonra;  e  catad 
agora  que  no  podedes  fallar  vn  cauallero  en 
el  linage  del  rey  Van  que  no  valga  tanto 
como  diez  caualleros  de  los  otros.  E  son  tan 
amados,  que  si  oy  se  ensañasen  e  se  quisies- 
sen  de  aquí  partir,  vos  veríades  mas  de  la 
meatad  de  los  caualleros  de  la  Tabla  Redon- 
da que  serían  en  cuyta  del  e  yrian  do  el  qui- 
síesse^  e  no  es  ruego  que  Dios  les  dio,  ante 
es  gran  marauilla  como  no  meten  todo  el 
mundo  so  su  poder,  e  fazerlo  an  sin  falta  sí 
luengo  tienpo  binen;  e  por  ende  vos  ruego, 
por  Dios  e  por  vuestra  honrra,  que  vos  guar- 
deys.  Y  esto  te  neldo  en  poridad,  como  amays 
los  cuerpos» .  Mas  ellos  no  se  otorgaron 
en  ello. 

Cap.  CCCXCin. — Como  entro  el  rey  Artur 
en  la  cámara  do  estañan  sus  sobrinos  ha- 
blando de  Langarote  e  de  la  reyna. 

Ellos  assi  estando,  entro  el  rey  por  la  cá- 
mara, e  entendió  bien  lo  que  dezía  Galuan 
e  Gariete  e  sus  hermanos,  e  oyó  como  dezía 
Agrauayn,  entrando  el  rey:  «Por  Dios,  señor 


3U 


LIBROS  DE  caballerías 


Galuan,  no  lo  encobrire,  ante  lo  diré  a  mi 
tio  el  rey» .  Y  el  rey,  oyendo  esto,  dixo  a 
Agrauayn:  «¿Que  es  lo  que  dezis?»  «Señor, 
dixo  Galuan,  no  es  nada  ni  es  contra  vos» ;  e 
todavía  diziendo  el  rey  que  lo  queria  saber, 
dixo  Gariete:  «Xo  vos  ay  cal  ya,  que  por  mi 
consejo  no  sabres  ende  mas,  ca  de  lo  saber 
honbre,  nunca  puede  bien  venir  a  vos  ni  a 
otre.  E  sabed  que  Agrauain  dize  la  mayor 
mentira  del  mundo».  «Por  santa  ]klaria,  dixo 
el  rey,  saberlo  quiero.  E  yo  os  digo,  por  el 
juramento  e  omenage  que  me  auedes  fecho, 
que  me  lo  digades».  «Señor,  dixo  Galuan, 
marauilla  es  de  vos  assi  de  auer  sabor  de  sa- 
ber nueuas.  Y  sabed  que  no  lo  sab redes  por 
mi  ni  por  Gariete.  E  si  alguno  os  lo  dixere, 
uerna  ende  mal  a  el,  e  a  vos  peor».  «Y  assi, 
dixo  el  rey,  por  esta  mi  cabeca  yo  lo  sabré». 
«En  buen  ora,  dixo  Galuan,  mas  no  lo  sabres 
de  mi;  ca  nunca  vernia  ende  pro  a  mi  ni  a 
otre,  e  sin  duda  a  la  fin  uerna  vuestro  mal 
e  vuestra  desonrra;  assi  que  me  queriades 
peor  que  otro  honbre;  assi  auiene  en  tales 
cosas» .  Estonce  salió  de  la  cámara  Galuan  e 
Gariete,  anbos  con  gran  pesar,  e  dixeron 
que  «en  mal  punto  fue  aquella  palabra  co- 
mentada, ca  si  lo  sabe  el  rey,  b  se  toma  con 
Langarote,  saña  auernia  que  el  rey  de  Lon- 
dres seria  por  ay  destruydo,  e  al  no  j)ue- 
de  ser» . 

Y  el  rey  finco  con  sus  tres  sobrinos  en  la 
cámara,  e  cerráronla  muy  bien,  e  tornóse  a 
ellos,  e  dixoles:  «Dezid  lo  que  antes  fablaua- 
des».  «Si  Dios  me  vala,  dixo  Agrauain,  yo 
no  os  lo  diré».  «¡Por  santa  Maria,  dixo  el 
rey,  si  fareys!»  «Ciertas,  dixo  Galuan  ('),  es 
el  mejor  honbre  e  mejor  cauallero  que  vos». 
Dixo  el  rey:  «Idvos  de  aqui,  ca  jamas  no  me 
fiare  de  vos;  ca  mucho  me  andays  mal,  e 
desleal,  e  traydor» .  «Señor,  dixo  Galuan,  vos 
direys  lo  que  vos  plaze,  mas  de  traycion 
nunca  me  lo  prouastes  vos.  E  si  yo  traycion 
fize  a  vos  ni  a  vuestro  daño».  Y'  estonce  se 
salió  de  la  cámara,  e  dixo  Agrauain:  «Vos 
no  dedes  por  esto  nada,  mas  aun  mucho  mal 
por  ende  os  ver  na  a  vos  e  a  otro,  e  muchos 
buenos  honbres  que  no  lo  mereseen  morirán 
por  ende».  «Agora  conuenga,  dixo  Gariete,  al 
rey  e  a  los  hermanos  que  si  ay  son,  mas  no 
me  trabajare  en  este  pleyto,  ca  se  verdadera- 
mente que  nunca  hombre  se  tomara  con  el 
linage  del  rey  Van  que  a  buena  cima  pueda 
venir».  «Por  buena  fe,  dixo  Galuan,  no  ha 
hombre  peor  en  el  mundo  que  yo  peor  quie- 
ro; mas  son  tantos  tan  buenos,  que  les  nue- 


(')  Todo  este  pasaje  está  muy  oscuro  ea  el  texto. 
Galbán  había  salido  de  la  habitación.  Ahora  parece 
estar  todavía  en  ella 


ze  muy  poco  mi  desamor,  e  por  ende  los 
dexo  fasta  que  vea  mi  poder» . 

Cap.   CCCXCIV.  — Coí«o  salieron  de  la  cá- 
mara, e  de  lo  que  ellos  dixeron. 

Bien  en  tanto  que  salieron  de  la  cámara, 
e  fueronse  a  la  posada  de  Gariete,  e  yéndose 
por  la  rúa,  fallaron  a  Langarote,  e  a  Boo- 
res,  e  a  Leonel,  e  a  Brioberis,  con  muy  gran 
conpaña  de  eaualleros;  e  recibiéronse  bien 
con  alegría,  e  dixo  Gariete  a  Estor:  «Yo  os 
ruego  que  esta  noche  que  folgades  en  mi  po- 
sada. Y  sabed  que  os  lo  digo  por  vuestra  pro 
e  honrra».  Y  el  ge  lo  otorgo.  Y  estonce  se 
tornaron,  e  fueronse  con  Gariete  j)ara  su  po- 
sada, e  desarmáronse  luego.  E  a  la  tarde 
fueronse  para  el  rey.  Y"  el  rey  estando  a  la. 
mesa,  dixo  a  los  eaualleros  qne  en  la  mañana 
querría  yr  a  la  capa,  e  Langarote  le  dixo: 
«Señor,  yo  vos  fare  conpaña  si  vos  plaze» . 
«No,  dixo  el  rey,  que  vos  auedes  menester 
de  folgar  mas  que  de  yr  a  ca(;-a,  ca  llegastes 
oy  cansado  del  torneo,  e  por  ende  quiero  que 
vos  finquedes»;  e  por  no  passar  mandado 
del  rey,  dixo  que  fincarla,  mas  bien  enten- 
día que  no  le  hazla  el  rey  semblante  de  amor; 
ni  tan  buen  continente  como  solia;  e  mara- 
nillauase  que  era,  ca  no  cuy  do  que  era  des- 
cubierto. Y  a  la  noche,  quando  tornaron  a  la 
posada,  Lan(;arote  dixo  a  Boores:  «¿Vistes 
que  mal  continente  nos  mostró  el  rey?  e  no 
creo,  por  cosa  que  rae  digan,  sino  que  me 
han  mezclado  con  el» .  «Sabed,  dixo  Boores, 
verdad  que  ha  priso  nueuas,  e  de  la  reyna,  e 
agora  catad  lo  que  oy  fareys,  ca  nos  somos 
en  guerra  que  no  fallezca  por  gran  tiempo;  e 
Dios  lo  haga  bien  acabar,  ca  mucho  es  el 
rey  Artur  dubdado» .  «¡ Ay  Dios!  dixo  Lan- 
yarote,  ¿quien  fue  tan  osado  que  dixo  estas 
nueuas  al  rey  Artur?»  «Si  fue  cauallero,  dixo 
Boores,  fue  Agrauain.  E  si  fue  muger,  fue 
Morgayna,  que  vos  desama  de  mortal  des- 
amor como  vos  sabedes;  que  ningún  otro  lo 
osarla  dezir»;  e  dixo  Galuan  a  Lancarote: 
«Yo  e  Gariete ,  con  estos  tres  eaualleros, 
queremos  yr  a  caga,  ¿queredes  vos  yr  alia?» 
«No,  dixo,  esta  vez,  ca  no  he  sabor  de  yr». 
Y  estonce  se  fue  en  pos  del  rey,  e  Langarote 
finco. 

Cap.  CCCXCV. — Qomo  el  rey  e  sus  eaualle- 
ros fueron  y  dos  a  caga. 

E  tanto  que  el  rey  e  sus  eaualleros  fueron 
y  dos  a  caga,  embio  la  reyna  por  Langarote, 
que  se  fuesse  luego  para  ella,  e  no  fiziesse  al 
por  ninguna  cosa.  Y  el  fue  muy  alegre,  e 
dixo  que  queria  yr  lo  mas  escondidamente 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


ai  5 


que  pudiesse,  e  después  consejóse  con  Boo- 
rescomo  liaría.  «¡Ay  señor,  dixo  el,  por  Dios 
no  queraj^s  yr  alia,  que  sabed  que  si  alia 
ydes,  por  vuestro  pesar  sera,  ca  mi  coraron 
me  lo  dize!»  Y  el  dixo  que  no  lo  dexaria  por 
ninguna  guisa.  «Señor,  dixo  eí,  pues  no  os 
queredes  hincar,  e  a  coraron  lo  auedes  de 
yr,  yo  os  mostrare  como  vayades  escondida- 
mente;  vej^s  aqui  vna  huerta,  que  yredes 
por  ella  hasta  en  su  cámara  de  la  reyna,  que 
no  vos  vea  honbre  nascido;  mas  todauia  le- 
ñad con  vos  vuestra  espada,  ca  no  sabe  hon- 
bre lo  que  le  auiene»,  Y  el  lo  hizo  assi,  y 
fuesse  para  la  cámara  de  la  reyna;  mas  sa- 
bed que  bien  entendió  que  Morderec  e  sus 
hermanos  le  tenian  la  puerta  con  pief;a  de 
caualleros.  E  tanto  que  entro  en  la  cámara, 
cerro  la  puerta,  e  después  echóse  con  la  rey- 
na en  vna  muy  rica  cama.  Y"  ellos  assi  ya- 
ziendo,  comenoaron  a  dar  grandes  golpes  a 
la  puerta  e  quisieron  entrar,  e  halláronla 
bien  cerrada,  y  dixeron:  «¿Que  haremos?»  E 
Agrauain  dixo :  «Quebrantémosla»  ;  e  assi 
eomengaron  a  ferir  por  la  quebrantar;  e  oyó- 
lo la  reyna,  e  leuantose  toda  tollida,  e  dixo: 
«¡Ay  amigo  Lancarote,  como  somos  muer- 
tos!» «¿Como?  dixo  el,  ¿e  que  es  esto?»  Y  es- 
cucho, e  oyó  a  la  puerta  gran  rebuelta  de 
caualleros,  e  querían  quebrantar  la  puerta  e 
no  podian.  «Ay  amigo,  dixo  ella,  agora  sa- 
brá el  rey  de  mi  fazienda  e  la  vuestra,  e  todo 
esto  nos  ha  boluido  Agrauain» .  «Si  Dios  me 
ayude,  dixo  el,  yo  ordire  su  muerte» .  Y  es- 
tonce se  yrguio  de  la  cama,  e  dixo:  <-<\á.j  se- 
ñora! ¿aqui  no  ay  ninguna  loriga? «  «No,  dixo 
ella,  ca  semejame  que  plaze  a  Dios  que  mu- 
ramos aqui  ambos;  empero,  si  pluguiesse  a 
Dios  que  escapassedes  vos  sano,  no  ay  aqui 
tal  que  me  osasse  matar  sabiendo  que  vos 
eras  biuo;  mas  cuydo  que  nuestros  pecados 
nos  alcan9an  agora» .  Y  estonce  tomo  su  es- 
pada, e  abraco  el  manto,  e  fuesse  para  la 
puerta,  e  abrióla,  e  comenQO  a  dar  bozes  a 
los  que  estañan  fuera,  diziendo:  «Caualleros 
malos  e  couardes,  atended,  que  yo  os  abriré 
la  puerta,  e  uere  cual  sera  el  mas  ardido  que 
entrara  primero» .  E  después  paróse  en  me- 
dio de  la  puerta,  su  espada  en  la  mano.  E  vn 
cauallero  que  auia  nombre  Cinagis,  que  des- 
amaua  a  Lancarote,  dexose  correr  por  la 
puerta.  E  Lang-arote  yrguio  la  espada ,  e 
firiole  de  tan  gran  fuerca,  que  no  le  presto 
yelmo  que  truxiesse.  E  fendiolo  fasta  en  las 
espaldas,  e  dio  con  el  muerto  en  tierra.  E 
quando  los  otros  vieron  este  golpe;  no  vuo  ay 
tan  ardido  que  osasse  entrar  dentro,  ante  se 
hizieron  afuera,  en  tal  guisa  que  la  entrada 
hinco  libre.  Quando  el  esto  vio,  dixo  a  la 
reyna:   «Señora,  esta  guerra  es  acabada;  e 


quando  os  plaze,  yrme  he».  Y  ella  dixo:  «Si 
vos  fuerdes  en  saino,  yo  no  aure  pauor  de 
mi» .  Y"  estonce  tiro  Lan9arote  al  cauallero 
que  matara  contra  dentro,  e  cerro  bien  la 
puerta  porque  no  entrassen  dentro  los  otros, 
e  después  quitóle  todas  sus  armas,  e  armóse 
mny  bien,  e  dixo  a  la  reyna:  «Señora,  agora 
me  puedo  yr  en  saluo,  ca  de  quantos  aqui  me 
aguardan  me  defenderé  muy  bien».  «Pues 
ydvos,  dixo  ella,  e  pensad  de  mi,  ca  bien  se 
que  presto  aure  menester  vuestra  ayuda». 
«Mas,  si  os  plaze,  dixo  el,  leñaros  he  comigo, 
ca  no  hay  hombre  aqui  por  quien  yo  os  de- 
xare  de  leñar».  «Esto  no  quiero  yo,  dixo 
ella,  mas  Dios  lo  ordenara  en  otra  guisa».  Y'' 
estonce  abrió  Lanr-arote  la  puerta,  e  fuesse, 
e  firio  al  primero  que  fallo  de  vn  tal  golpe, 
que  dio  con  el  en  tierra.  E  los  otros  se  fizie- 
ron  afuera,  e  no  vuo  ay  tan  ardido  que  no  le 
dexasse  yr  su  camino;  e  Langarote  se  salió 
de  si,  e  fuesse  para  la  huerta,  e  de  la  huerta 
a  su  posada;  e  hallo  a  Boores  en  vna  cámara, 
ca  auia  pauor  de  no  venir  della  a  su  volun- 
tad; e  bien  le  dezia  el  coragon  que  los  del 
linage  del  rey  Artur  le  prenderían  con  la  rey- 
na, si  pudiessen. 

Cap.  CCCXCVI. — Como  Boores  vio  a  Lan- 
garote armado. 

Y  quando  Boores  vio  venir  a  su  señor 
Lancarote  armado,  que  fuera  desarmado,  en- 
tendió que  fuera  algún  enxeco,  e  preguntóle 
como  le  fuera,  y  el  ge  lo  contó  todo,  como 
Agrauain,  e  Morderec,  e  Gruareches,  le  qui- 
sieran prender  con  la  reyna  con  gran  con- 
paña de  caualleros,  mas  que  se  defendiera 
de  guisa  que  no  le  pudieron  prender.  «E 
señor,  dixo  Boores,  agora  va  mal  el  pleyto, 
que  toda  vuestra  fazienda  e  de  la  reyna  es 
descubierta.  E  agora  se  comencara  la  guerra 
que  nunca  aura  fin,  ca  de  quanto  os  amo  el 
rey  fasta  aqui,  tanto  os  desamara  agora  por 
el  tuerto  que  le  hazes  con  su  muger.  E  agora 
catad  lo  que  ay  podamos  fazer,  ca  bien  se 
que  desde  oy  mas  nos  sera  el  rey  mortal 
enemigo;  mas  de  la  reyna,  ¿que  haremos 
que  sera  por  vos  juzgada  a  muerte?  Mucho 
queria  que  pussiessemos  ?ij  algún  consejo 
como  escapasse» ;  e  desto  sobreuino  Estor,  e 
pesóle  mucho  que  quando  supo  la  barata 
como  fuera,  e  dixo:  «Señor,  pues  assi  es, 
vayamos  a  aquella  floresta  a  ascendámosnos 
ay.  E  quando  la  reyna  sera  juzgada  para 
matar,  sacarla  han  fuera  de  la  ciudad  para 
quemar.  Y  estonce  saldremos  nos  e  librarla 
hemos,  e  leuarla  hemos  a  Benoit  o  a  Gaunes, 
o  a  la  Joyosa  Guarda;  después  temeremos  nos 
al  rey». 


31G 


LIBROS  DE  Cx\.BALLERIAS 


Cap.   CCCXCVII.  —  Como  videi-on  consejo 
todos  con  los  caiialleros. 

A  este  consejo  se  acordaron  todos,  e  des- 
pués caualgarou,  e  fueronse  con  veynte  e 
ocho  caualleros  de  su  linage  muy  buenos  e 
ardidos,  e  después  partiéronse  de  la  posada, 
e  fueronse  para  la  floresta,  e  metiéronse  en 
ella  a  la  orilla,  do  vieron  que  era  mas  espe- 
sa, e  estuuieron  ay  hasta  en  la  noche.  Es- 
tonce llamo  Lancarote  vn  su  hombre  y  em- 
itiólo a  Camaloc  que  supiesse  que  querían 
hacer  de  la  reyna.  E  el  donzel  se  partió  de- 
llos,  e  caualgo  en  su  rocín,  e  fuesse  para 
Camaloc;  mas  agora  dexa  el  cuento  al  donzel 
e  a  Lancarote,  e  torna  a  los  tres  hermanos 
donde  Langarote  se  partió. 

Cap.  CCCXCXin.— Como  el  cuento  dlxo  de 
Langarote  como  escapo  de  aquellos. 

Dize  el  cuento  que  pues  Lancarote  escapo 
de  aquellos  que  le  tenian  la  puerta  e  que  le 
cuydaron  prender  con  la  reyna,  e  quando  no 
pudieron  auer  a  Lancarote,  prendieron  a  la 
reyna,  e  fizieronla  mucha  desonrra  e  pesar 
e  dixeronle  que  era  su  aleue  privado,  e  que 
morirla  por  ello;  y  ella  lloraua  muy  fuerte- 
mente, e  no  vuieron  della  piedad,  mas  antes 
la  querían  mucho  mal,  e  a  hora  de  nona  vino 
el  rey  de  caca,  e  descendiendo  de  cauallo,  le 
dixerou  nueuas  de  la  reyna,  como  la  fallaron 
con  Lancarote  e  que  era  presa,  e  quando  esto 
oyó  el  rey,  vuo  gran  pesar,  e  pregunto  si  era 
preso  Lancarote.  Y  ellos  dixeron  que  no,  ca 
se  defendió  tan  fuertemente,  que  nunca  hom- 
bre se  defendió  mejor;  y  el  rey  dixo:  «Pues 
¿donde  esta?  ¿No  esta  en  su  posada?  Haced 
armar  ciertos  caualleros,  e  vayan  a  prender- 
lo e  traemelo  aqui,  e  fare  del  e  de  la  reyna 
justicia».  Estonce  se  fueron  a  armar  bien 
sesenta  caualleros,  no  de  su  grado,  mas  por- 
que lo  mando  el  rey.  E  desque  fueron  arma- 
dos, fueronse  para  la  posada  de  Lancarote, 
mas  no  le  fallaron  ay,  e  no  vuo  ay  tal  de- 
llos  que  no  fuesse  alegre  porque  no  lo  falla- 
ron, ca  sabian  bien  que  algunos  auria  ay 
derribados  si  prenderlo  quisiessen.  E  pues 
no  le  fallaron,  tornaron  al  rej^,  e  dixeronge- 
lo;  y  el  dixo  que  le  pesaua  de  coraron,  pero, 
<pues  que  no  me  puedo  vengar  de  Langarote, 
vengarme  he  de  la  reyna»,  e  yendo  assi,  le 
dixo  el  rey  Van:  «Señor,  ¿que  quereys  ay 
fazer?»  «Quiero,  dixo  el  rey,  por  esta  des- 
lealtad fazer  justicia  della,  que  todas  las  que 
la  oyan  sean  castigadas.  E  yo  mando  a  vos, 
rey,  primeramente,  y  a  los  otros  que  aqui 
son,  e  ruegovos  por  aquella  fe  que  me  deue- 
des.  que  vos  catedes  de  qual  muerte   deue 


morir,  ca  sin  muerte  no  puede  escapar,  e 
aunque  vos  no  lo  juzgueys,  ella  morirá». 
«Señor,  dixo  el  rey  Yandemagus,  no  es  cos- 
tumbre de  ninguna  tierra  do  dar  juyzio  des- 
pués de  yantar,  e  mas  de  muerte  de  hombre 
o  de  mugei,  e  demás  a  tan  alta  dueña  como 
es  la  reyna;  si,  maguer  que  vos  la  mandasse- 
des  matar,  no  ganareys  ay  sino  desonrra  o 
vos  no  sereys  vengado  ni  las  otras  no  escar- 
mentaran por  ella,  mas  pues  que  a  coracon 
lo  aueys,  de  mañana  faremos  lo  que  man- 
dardes» .  X  estonces  se  dexaron  dello,  e  vuo 
el  rey  tan  gran  2^esar,  que  todo  aquel  dia  no 
comió  ni  beuio,  ni  quiso  que  la  reyna  vi- 
niesse  autel. 

Cap.  CCCXCIX.  —  Como  el  rey  mando  a 
Grauain  e  a  Morderec  que  era  Lo  que  man- 
dauan  se  hiziesse  de  la  reyna. 

Y  otro  dia  de  mañana,  a  ora  de  prima, 
tanto  que  los  hombres  buenos  fueron  llega- 
dos, mando  el  rey  a  Morderec  e  Agrauain  que 
dixessen  que  muerte  deuia  morir  la  reyna 
por  derecho  juyzio.  Y"  ellos  salieron  a  fablar, 
e  dixeron:  «Este  es  el  derecho  juyzio,  e  al 
no  ay:  que  deue  ser  quemada,  pues  tal  cosa 
fizo  sobre  tan  alto  rey  como  vos» .  Y  a  esto 
se  acordaron  todos,  que  por  grado,  que  por 
fuerza.  X  quando  Glaluan  vio  que  Agrauain 
tal  juyzio  dio,  dixo:  «Si  Dios  me  ayude, 
nunca  quedare  ni  estare  en  lugar  do  muerto 
vea  de  la  dueña  que  del  mundo  es  mas  no- 
ble, e  demás  que  Lancarote  querrá  deman- 
dar este  juyzio,  e  algunos  se  fallaran  ende 
mal»;  e  fuesse  para  el  rey,  e  dixo:  «Señor, 
yo  vos  dexo  quanto  de  vos  tengo,  y  jamas 
mientra  bina  nunca  os  siruire» .  Y  el  rey  no 
le  respondió  nada,  ca  estaña  con  mal  sabor, 
e  Galuan  se  partió  del,  e  fuesse  para  su  po- 
sada faziendo  gran  duelo.  Y  el  rey  mando 
fazer  gran  fuego  fuera  de  la  villa  en  el  can- 
po.  E  los  llantos  fueron  grandes  por  la  villa, 
como  si  la  reyna  madre  fuesse  de  todos.  Y  (;1 
rey  enbio  por  la  reyna  que  viniesse  ante  el . 
Y"  ella  vino  muy  cuytada.  E  vino  vestida  do 
vnos  paños  de  cendal,  y  era  tan  fermosa,  (jue 
en  el  mundo  no  hallarían  su  par.  E  quando 
el  rey  la  vio,  vuo  della  muy  gran  duelo, 
assi  que  no  la  pudo  catar,  e  mando  que  la 
quitassen  delante. 

Cap.  CCCC. —  Como  leuauan  a  quemar  a  In 
reyna  Ginebra. 

E  tanto  que  sacaron  la  reyna  del  palacio 
para  leuar  a  quemar  por  las  rúas  de  la  vi- 
lla, veriades  de  todas  partes  salir  viejos  e 
mancebos,  ricos  y  pobres,  e  yr  em  pos  della 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRÍAL 


317 


dando  gritos  e  liaziendo  el  mayor  duelo  del 
mundo,  e  dezian  todos  a  vna  boz:  «¡Ay  bue- 
na señora  e  de  buen  donarlo,  e  mas  cortes, 
y  enseñada,  e  de  mayor  beldad  que  otra 
dueña!  ¿Do  fallaran  oy  mas  los- pobres  e  los 
menguados  consejo?  ¡Ay  rey  Artur,  como 
fazes  mal,  o  que  mal  te  consejaron  los  que 
el  consejo  te  dieron;  e  presto  te  verna  ende 
mal,  e  sera  tu  rey  no  destruydo  por  ende,  e 
los  tray dores  que  lo  fazen  hacer,  mueren 
ayna  mala  muerte!»  ;  e  assi  hazian  duelo 
aquellos  que  lo  veyan,  e  después  yuan  tras 
ella  dando  bozes,  como  si  fuessen  fuera  do 
seso.  E  el  rey  mando  a  Crrauain  que  tomassc 
ochenta  caualleros  aruia'dos,  para  guardar  el 
campo  do  el  fuego  era,  assi  que  si  Langaro- 
te viniesse,  que  no  pudiesse  leuar  la  rey  na. 
«Señor,  dixo  el,  si  vos  quereys  que  yo  ay 
vaj'^a,  mandad  a  mi  hermano  Gariete  que 
venga  comigo?/:  y  el  rey  le  mando  yr.  E 
Gariete  dixo  que  no  lo  haria,  pero  tanto  se 
lo  mando  el  rey,  que  dixo  que  lo  haria,  e 
armóse  e  todos  los  otros  que  Agrauain  esco- 
gió, e  fueron  se  con  la  rey  na. 

Cap.  CCCCI. —  Que  fueron  armados  c  sali- 
dos de  kt  villa. 

Pues  que  fueron  armados  e  salidos  de  la 
villa,  dixo  Gariete  a  Grauain:  «¿Pensays 
que  vine  yo  aqui  por  me  tomar  con  Lan(,-a- 
rote  si  acorrer  quisiere  a  la  reyna?  Sabed 
que  yo  ende  no  me  trabajare,  si  Dios  qui- 
siere; ca  assi  Dios  me  vala,  que  querría  mas 
que  ella  tuuiesse  toda  su  vida,  que  no  que 
moriesse  aqui» .  E  assi  fablando  llegaron  al 
fuego,  e  Lanyarote,  que  yazia  escondido  en 
la  floresta  con  sus  caualleros,  tanto  que  vio 
a  su  donzel.  preguntóle:  «¿Que  nueuas  traes 
de  mi  señora  la  reyna?»  Y  el  dixo:  «Señor, 
muy  malas,  ca  la  llenan  a  quemar,  e  ya  esta 
al  fuego,  bien  lo  podeys  ver».  E  el  salió  vn 
poco  de  la  floresta,  e  violo,  e  dixo  a  sus  ca- 
ualleros: «Señores,  agora  sed  buenos,  e  aco- 
rramos a  mi  señora  la  reyna.  E  si  Dios  qui- 
siere, tal  euyta  no  matara  a  ella,  que  morirá 
el.  e  plega  a  Dios  e  a  santa  Maria  que  si 
nunca  oyeron  a  j^ecador,  que  oyan  a  mi  que 
yo  falle  ay  a  Grauain  que  todo  esto  ha  he- 
cho; e  si  Dios  quisiere  que  me  halle  con  el, 
yo  le  prometo  que  nunca  vea  la  muerte  de 
la  reyna».  Y  en  tanto  salieron  do  la  floresta, 
e  fueronse  contra  el  luego  quanto  los  caua- 
llos  los  pudieron  leuar  ;  e  yuan  faziendo 
tan  gran  ruydo,  como  si  fuessen  cincuenta 
caualleros,  E  quando  los  que  la  reyna  guar- 
dauan  los  vieron  venir  tan  ayrados  contra 
si,  comencaron  a  dar  bozes  los  vnos  a  los 
otros,  diziendo:   «¡Fuyd,  fuyd,  que  he  aqui 


a  Langarote  que  viene  acorrer  a  la  reyna!» 
E  Langarote  venia  como  león  ante  todos  los 
otros,  que  auia  talante  de  acorrer  a  la  reyna; 
dexosse  correr  a  ellos,  e  fallóse  luego  con 
Agrauain,  e  conociólo  luego  por  las  armas, 
8  fuelo  a  ferir  tan  brauamente,  que  no  le 
valió  escudo  ni  loriga  que  no  le  metiesse  la 
lauca  por  los  pechos,  assi  que  el  fierro  pare- 
cía de  la  otra  parte,  e  dio  con  el  en  tierra; 
e  al  caer  que  cayo,  quebró  la  lanr/a  en  el,  e 
finco  el  fierro  en  el  con  vn  troQO  del  asta; 
después  dexosse  yr  Boores  a  Guareches,  e 
diole  vn  tal  langada,  que  dio  con  el  del  caua- 
11o  en  tierra,  e  fue  tan  mal  ferido,  que  no 
vuo  menester  maestro;  e  los  que  con  Lanca- 
rote  vinieron  no  se  vuieron  en  balde,  mas 
fueron  herir  en  los  otros  que  teniana  la  rey- 
na, assi  que  derribaron  dellos  vna  gran  par- 
tida antes  que  quebrassen  sus  langas.  E  des- 
pués metieron  mano  a  las  espadas,  e  comen- 
caron a  ferir  muy  brauamente;  mas  quando 
vio  Gariete  que  sus  hermanos  eran  muertos 
e  yazian  en  tierra,  dexosse  correr  para  Me- 
liadux  el  negro,  que  se  trabajaua  quanto 
podia  de  ayudar  a  Langarote  e  de  uengar  la 
afrenta  de  la  reyna,,  e  diole  tal  lan(,'ada,  que 
dio  con  el  en  medio  del  fuego,  e  quebró  su 
lauQa,  e  metió  mano  a  la  espada,  e  ferio  a 
otro  a  tal  golpe,  que  dio  con  el  a  pies  de 
Langarote  muerto.  E  quando  Estor,  que  mu- 
cho metió  mientes  en  Gariete,  vio  que  fa- 
zia  tales  golpes^  dixo:  «Para  sancta  Maria, 
si  este  hombre  duro  mucho,  hazernos  ha 
daño;  e  por  ende  valdrá  mas  matarlo  si  puede 
ser,  que  nos  faze  tan  gran  daño» ;  pero  era 
vno  de  los  caualleros  de  la  corte  que  mas 
amana  el  linage  del  rey  Yan;  estonce  le  fue 
ferir  de  vn  golpe  del  espada,  que  le  fizo  caer 
en  tierra  el  yelmo  de  la  cabega.  E  quando 
vio  su  cabe(,'a  desarmada,  fue  todo  espantado. 
Y  Lancarote,  que  andana  de  los  vnos  a  los 
otros  guisando  su  gente,  diziendoles  que  su- 
friessen  afán,  e  no  couoscia  a  Gariete,  ñriole 
tan  brauamente  ¡íor  cima  de  la  cabeca,  que 
le  feudio  fasta  en  los  dientes  e  cayo  en  tie- 
rra. Y  esto  fue  gran  daño,  porque  era  mu- 
cho buen  cauallero,  e  que  amana  sienijire  a 
Langarote  mas  que  a  otro  cauallero  que  el 
nunca  viesso.  E  por  este  golpe  fueron  todos 
los  del  rey  desbaratados;  assi  que  de  los 
ochenta  que  eran  no  escaparon  sino  tres,  que 
fuyeron  a  la  ciudad.  Y  el  vno  fue  Morderec, 
e  los  dos  de  la  Mesa  Redonda.  Y  quando 
Lan(;arote  vio  esto  fuesse  para  la  reyna,  e 
dixole:  «Señora,  ¿que  quereys  que  haga- 
mos?» Y  ella  respondió  muy  leda,  porque 
escapasse  de  aquel  peligro,  y  dixo:  «Amigo, 
yo  queria  que  me  Ueuassedes  a  lugar  do  el 
rey  no  me  pudiesse  fazer  mal» .  «Señora,  dixo 


¡IS 


LIBROS  DE  caballerías 


el,  caualgad  e  vayamos  en  aquella  floresta,  e 
alli  tomaremos  consejo  como  hagamos»;  y 
ella  lo  otorgo.  Estonce  la  pusieron  en  vn  ca- 
uallo,  que  auia  ay  asaz  sin  señores,  e  después 
fueronse  para  la  floresta,  e  metiéronse  den- 
tro, do  la  fallaron  mas  espessa.  E  contaron 
su  conpaña,  e  no  hallaron  mas  de  tres  me- 
nos, e  pregunto  Lancarote  que  era  dellos.  y 
Estor  dixo:  «Yo  vi  a  Gariete  que  mato  dos 
dellos,  e  del  otro  no  se» .  «¿Comoy  dixo  Lan- 
carote,  ¿aqui  vino  G-ariete?»  «¿E  que  es  esto 
que  dezis?  dixo  Estor,  ;no  lo  matastes  vos?» 
«Por  buena  fe,  dixo  Lam.-arote,  no  lo  se; 
mas  si  esso  es  verdad,  bien  podemos  dezir 
que  jamas  auremos  paz  con  el  rey  Artur  ni 
con  don  Galuan,  por  la  muerte  de  Gariete; 
sabe  Dios  que  me  pesa  de  su  muerte;  e  agora 
coraenQara  la  guerra,  que  no  aura  fin  en 
todos  sus  dias» . 

Cap.  CCCCn. —  Que  Langarote  vuo  ¡lesar  de 
la  muerte  de  Gariete. 

Mucho  vuo  gran  pesar  Lanoarote  de  la 
muerte  de  Gariete,  ca  era  vno  de  los  caua- 
Ueros  del  mundo  que  el  mas  preciaua  e  ama- 
ua,  e  dixo  Boores  a  Lanr-arote:  «Señor,  me- 
nester es  de  poner  la  reyna  en  saluo  y  en  lu- 
gar que  no  aya  que  temer  al  rey» .  E  Lanr-a- 
rote dixo:  «Vn  castillo  conqueri  yo,  e  alli 
puede  ella  estar,  ca  el  castillo  es  muy  fuerte, 
y  esta  en  lugar  que  no  podria  ser  cercado.  E 
pues  que  alli  fuessemos  e  vuiessemos  bastes- 
cido  nuestro  castillo,  embiare  a  pedir  ayuda 
a  mis  amigos  e  a  mis  caualleros  que  yo  ayu- 
de muchas  veces,  ca  muchos  conquiste,  que 
si  fuessen  en  nuestra  ayuda  e  si  fuessemos 
en  aquel  castillo,  ligeramente  podremos  gue- 
rrear con  honbre  de  gran  poder» .  «¿E  do  es 
este  castillo?»  dixo  Boores.  «Cerca  es,  dixo 
el,  del  castillo  de  Luengueron,  y  ha  nonbre 
el  castillo  de  la  Joyosa  Guarda;  mas  quando 
yo  lo  conquiste,  ha  buen  tienpo  y  quando 
fuy  cauallero  nouel,  auia  nonbre  la  Doloro-m 
Gitarda».  «Ay  Dios,  dixo  la  reyna.  agora  nos 
fuessemos  ay .  ca  verdaderamente  no  ternia 
mas  que  temer,  tanto  es  fuerte  lugar».  Y  a 
esto  acordaron  todos,  y  entraron  en  el  cami- 
no, y  anduuieron  tanto  que  vinieron  a  vn 
castillo  que  estaña  en  medio  de  vna  monta- 
ña e  auia  nonbre  Colee;  y  era  señor  della  vn 
conde  muy  buen  cauallerro  e  de  gran  poder, 
e  amaua  mucho  a  Lancarote.  Y  quando  supo 
que  venia,  fue  muy  alegre  e  recibiólo  muy 
bien,  c  fizóle  todo  seruicio  e  honra  que  pudo; 
e  prometióle  que  le  ayudarla  contra  todos  los 
honbres  del  mundo,  e  contra  el  rey  si  me- 
nester fuesse;  y  Lancarote  ge  lo  agradeció, 
e  dixo  que  a  otro  lugar  se  quería  yr. 


Cap.  CCCCin. — Que  Lancarote  se  fue  para 
la  Joyosa  Guarda. 

Otro  dia  de  mañana  partióse  del  conde  de 
Angis,  que  le  dio  buenos  .xl.  caualleros,  e 
fizóles  jurar  que  le  ayudassen  como  ayuda- 
uan  a  el:  e  tanto  partiese  del  castillo.  E  quan- 
do los  de  la  Joyosa  Guarda  supieron  que  Lan- 
carote venia,  saliéronlo  a  recebir,  faziendo 
gran  alegría  con  el  como  si  fuesse  Dios.  E 
quando  supieron  que  venia  a  morar  con  ellos, 
juraron  que  le  ayudarían  contra  todo  el  mun- 
do. Estonce  se  esforro  mucho,  y  enbio  luego 
por  los  caualleros  de  la  tierra,  e  vinieron 
luego,  e  fueron  muy  alegres,  e  hizieron  bas- 
tescer  su  castillo  muy  bien;  mas  agora  dexa 
el  cuento  de  hablar  dellos  e  torna  a  hablar 
del  rey  Artur. 


Cap.  CCCCrV". — Como  el  rey  Artur  vio  venir 
huyendo  a  los  suyos  del  canpo. 

Y  dize  el  cuento  que  quando  el  rey  Ar- 
tur vio  venir  fuyeudo  a  los  suyos ,  que  tan 
gran  gente  que  alia  enuiara  e  no  le  venian 
mas  de  tres,  hizose  marauillado,  e  pregunto 
que  era  aquello,  e  vn  donzel,  que  viera  la 
batalla,  dixole:  «Señor,  yo  os  lo  diré,  que  pe- 
sara a  vos  e  a  otros:  sabed  que  quantos  ca- 
ualleros enbiastes  al  fuego  con  la  reyna,  son 
todos  muertos,  e  no  escaparon  sino  aquellos 
tres  que  vienen  como  veys;  e  destos  tres  es 
el  vno  Morderec,  e  los  otros  dos  no  se  quales 
se  son».  «Ay  Dios,  dixo  el  rey,  ¿pues  ay  fue 
Langarote?»  «Si,  por  buena  fe,  dixo  el  don- 
zel, e  fizo  mas,  que  los  venció,  e  llenóse  a  la 
reyna,  e  metióse  en  la  floresta  con  ella».  E 
quando  el  rey  estas  nueuas  oyó,  vuo  tan  gran 
pesar,  que  no  supo  que  hazer,  y  el  assi  es- 
tando, llego  ilorderec,  que  dixo  al  rey:  «Se- 
ñor, mucho  os  va  mal,  que  Lanoarote  ha 
muertos  todos  vuestros  hombres  e  llenase  la 
reyna»,  «Tamos  em  pos  del,  dixo  el  rey,  que 
no  se  nos  yra  si  yo  puedo» .  Estonce  fizo  ar- 
mar muchos  caualleros  e  semientes ,  e  todos 
aquellos  que  con  el  estañan.  E  desi  caualga- 
ron  lo  mas  presto  que  pudieron ,  e  fueronse 
para  la  floresta;  e  catáronlo  de  la  vna  parte 
y  de  la  otra,  mas  no  hallaron  nada;  y  eston- 
ce mando  el  rey  que  pusiessen  por  muchos 
puertos  si  los  pudiessen  fallar,  y  el  rey  Ca- 
rides  le  dixo:  «Señor,  esto  no  me  semeja 
nada,  ca  si  se  partieren,  e  Langarote  los 
falla,  vno  a  vno  matara  quantos  fallare;  ca 
el  trae  buena  conpaña  e  buenos  caualleros» . 
«¿Pues  que  faremos?»  dixo  el  rey.  «Señor, 
dixo  el;  yo  os  lo  diré.  Enbiad  vuestros  hom- 
bres con  vuestras  cartas  a  todos  los  puertos 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GllIAL 


319 


destas  tierras,  e  defended  que  no  sean  osados 
de  dexar  jiassar  a  Langarote  ni  a  su  conpa- 
ña; e  assi  aura  de  fincar  en  la  tierra,  e  quan- 
do  sabremos  do  es,  yreinos  sobre  el ,  e  pren- 
derlo hemos  de  ligeramente ,  e  vengarnos 
hemos  del.  Y  esto  sera  muy  mejor,  si  a  vos 
os  parece»;  y  el  rey  acordó  en  ello. 


Cap.  CCCCY. —  Gomo  mundo  }uix,er  el  rey 
las  cartas  para  embiar  por  todas  jja^tes  de 
su  rey  no. 

Estonce  mando  fazer  sus  cartas  el  rey,  y 
embiolas  a  todas  partes  del  rey  no  de  Londres. 
E  pues  embio  los  mensajeros  con  las  cartas, 
assi  como  el  rey  Carides  le  consejo,  e  torno 
con  su  gente  a  do  el  desbarato  fue.  Y  quando 
ay  fue,  cato  a  diestro,  e  vio  yazer  Agrauayn 
muerto,  que  Langarote  matara,  e  tenia  el 
taracen  de  la  lanoa  por  los  pechos,  que  pá- 
reselo el  fierro  de  la  otra  parte,  e  ouo  tan 
gran  pesar,  que  no  se  pudo  tener  en  la  silla 
e  cayo  sobre  el  amortecido ;  j  estuuo  assi 
gran  pieca,  e  quando  acordó  dixo:  «¡Ay  buen 
sobrino,  que  deslealmente  vos  amaua  quien 
assi  vos  firio  que  tan  gran  duelo  metió  en  mi 
coracon,  por  que  vn  cauallero  como  [vos] 
tollio  de  mi  linage!»  E  tiróle  el  yelmo;  e 
besóle  en  los  ojos  y  en  la  boca,  e  fizóle  leuar 
a  la  ciudad,  e  desi  fue  mas  adelante  entre 
los  muertos,  e  fallo  a  Gruareches,  que  Boores 
matara,  y  tenia  la  lanca  metida  por  los  pe- 
chos. Y  estonce  fazia  muy  gran  duelo, 
diziendo:  «¡Ay  viejo  catino,  que  mucho 
biuistes  quando  vees  ante  ti  muertos  los 
honbres  que  en  el  mundo  mas  amauades,  y 
que  tal  pesar  ante  ti  vedes!»  E  desi  hizo 
leuar  a  Guereches  en  vn  escudo,  e  fue  ade- 
lante ,  e  cato  a  siniestro,  e  vio  Gariete  que 
LauQ-arote  mato,  y  este  era  su  sobrino  que  el 
mas  queria,  fuera  Galuan.  E  quando  lo  vio 
assi,  fue  mucho  mayor  su  duelo  que  antes, 
e  fuesse  para  el,  e  abracólo  e  amortecióse 
cerca  del,  assi  que  los  que  ay  estañan  cuy- 
daron  que  era  muerto.  E  yogo  tanto,  que 
andarla  honbre  bien  media  legua.  í  desque 
acordó,  dixo:  «¡Ay  muerte!  ¿por  que  no  vie- 
nes por  mi?  E  si  nunca  hombre  murió  con 
duelo,  yo  me  moriré  oy  por  duelo  destos 
hombres,  ca  nunca  vi  muerte  de  quien  tanto 
pesar  vuiesse;  ¡ay  sobrino,  como  fue  fecha 
en  mal  punto  la  espada  que  tal  golpe  os  dio! 
Y'  maldito  sea  el  bra^o  que  assi  os  hirió,  ca 
mal  confundió  a  mi  y  a  mi  linage» ;  y  besóle 
en  el  su  rostro,  assi  como  lo  tenia  sangrien- 
to, y  hizo  tal  duelo,  que  todos  se  marauilla- 
ron,  y  todos  hazian  duelo,  ca  lo  amanan 
mucho  porque  era  buen  cauallero. 


Cap.  CCCCYI. —  Como  fax,ian  grandes  due- 
los por  la  muerte  de  Garieie. 

E  grandes  eran  los  duelos  e  bozas  que  die- 
ron los  vnos  por  sus  parientes  e  los  otros  por 
sus  amigos,  y  desi  tomaron  a  Gariete  en  vn 
escudo,  e  leñáronlo  a  la  villa .  Y  quando  los 
de  la  villa  supieron  la  gran  mortandad  que 
fuera  y  de  los  buenos  caualleros,  ¡alli  veria- 
des  el  duelo  grande!  e  cada  vno  tomaua  a  su 
amigo  e  leuaualo  al  palacio;  e  a  estas  ibozes 
salió  Galuau  de  su  posada,  que  bien  cuydo 
que  era  ya  la  reyna  muerta  e  que  por  esto 
fazian  tal  duelo.  Y  estando  en  la  rúa  pregun- 
tando, dixeronle:  «Ay  Galuan,  si  queredes 
ver  vuestro  pesar  y  el  gran  derramamiento 
de  vuestro  linage,  yd  al  palacio,  e  alli  vereys 
el  mayor  pesar  que  nunca  vistes  de  vuestros 
ojos»;  y  el  vuo  destas  nueuas  gran  pesar, 
mas  cuydo  que  era  por  la  reyna,  e  abaxo 
la  cabeca,  e  comenQO  de  yr  muy  triste  con- 
tra el  palacio,  e  catana  contra  el  vn  cabo 
e  contra  el  otro  por  do  yua,  e  veya  a  todas 
las  gentes  llorar,  diziendo:  «¡Ay  Galuan,  yd 
a  ver  vuestro  gran  destruymiento  de  vuestro 
linage!»  E  quando  esto  oyó,  no  entendió  por 
que  ge  lo  dezian,  pero  crecióle  nluy  mayor 
pesar  que  antes  e  fuesse  assi  fasta  el  pala- 
cio, e  quando  entro  dentro,  vio  a  todos  fazer 
tan  gran  duelo,  como  si  todos  los  principes 
del  mundo  tuuiessen  muertos  ante  si.  E  quan- 
do el  rey  vio  a  Galuan,  dixole  ha  altas  bozes: 
«Don  Galuan,  vedes  aqui  vuestro  quebranto 
e  mió,  e  vees  aqui  donde  yaze  muerto  Ga- 
rlóte vuestro  hermano,  el  mas  preciado  ca- 
uallero de  vuestro  linage» ;  e  mostrogelo  todo 
sangriento,  como  lo  tenia  apartado  a  su  cos- 
tado. E  Galuan,  quando  esto  oyó,  no  vuo  po- 
der que  pudiesse  decir  nada  ni  se  pudiesse 
tener  en  pie,  y  fallecióle  el  coracon  y  el  po- 
der del  cuerpo,  e  cayo  en  medio  del  palacio, 
e  yugo  ay  muy  granpieoa  amortecido,  e  los 
ricos  hombres  que  ay  estañan  con  gran  pesar, 
ca  jamas  no  cuydauan  hauer  plazer,  quando 
vieron  a  Galuan  yazer,  fueronse  para  el,  e 
tomáronlo,  e  fuñiéronlo  en  sus  brayos  lloran- 
do muy  de  coracon ,  e  dixeron:  « ¡  Ay  Dios 
como  ay  aqui  gran  daño  ademas  de  todas 
partes!»  E  pues  Galuan  yogo  assi  gran  pieca, 
yrguiose  e  corrió  a  Gariete  que  yazia  muer- 
to, e  tomólo,  e  comencolo  de  abrazar  e  besar 
como  si  fuesse  bino;  y  tomóle  tan  gran  dolor 
al  coracon,  que  cayo  en  tierra  con  Gariete, 
e  yugo  assi  gran  pieca  antes  que  acordó,  e 
después  comencé  a  hazer  su  duelo  muy  ma- 
rauilloso.  E  quando  vio  a  Gariete  que  tenia 
tan  gran  golpe  dixo:  «¡Ay  hermano!  ¡Maldi- 
to sea  el  braco  que  tal  golpe  vos  dio,  que  mal 
mato  a  mi  e  a  todo  mi  linage,  e  no  vale  por 


320 


líbeos  de  caballerías 


ay  mas,  ca  cierto  de  ningún  hombre  matara 
tal  cauaUero  como  vos  no  podría  por  ay  mas 
Taler ;  ca  vos  nunca  merecistes  a  ninguno 
jjorqne  tal  muerte  os  diesse!  ¡A}^  hermano, 
mortíilmente  vos  desama  quien  tal  golpe  os 
dio!  ¡Ay  hermano!  como  vuo  el  coraoon  crudo 
contra  vos  de  matar  cauallero  tan  humildoso 
e  tan  sofrido  como  vos.  ¡Ay  hermano!  de  bon- 
dad e  caualleria  passauadeslos  vuestros  con- 
pañeros. Y  este  es  el  duelo  de  vuestro  lina- 
ge.  Señor  hermano,  ¿do  merecistes  vos  tal 
muerte?  ¡Ay  hermano  Gariete!  como  Nuestro 
Señor  nos  ficiera  tal  que  vos  cunpliera  de 
todas  bondades  que  honbre  bueno  deuia  ha- 
uer,  que  si  todo  el  reyno  de  Londres  fuesse 
vuestro,  fuera  bien  empleado  en  vos.  ¡Ay 
Dios!  ¡Como  vuo  poco  duelo  de  vos  quien  assi 
os  mato,  seyendo  vos  tan  abondado  de  todo 
bien  e  de  todas  buenas  bondades!  ¡Ay  her- 
mano que  yo  amaua  sobre  todos  los  hombres 
del  mundo,  e  no  tan  solamente  por  las  bue- 
nas mañas  que  en  vos  auia!,  e  la  ventura 
¿como  quiso  e  pudo  sufrir  vuestra  muerte 
atal,  e  atan  cruda,  e  atan  dolorosa  para  vues- 
tros amigos?  Y  ella,  que  vos  solia  ser  amiga, 
es  vos  tornada  enemiga,  y  ella,  que  vos  puso 
en  tan  gran  honrra,  ella  vos  derribo  tan  bra- 
uamente.  Mas  esto  no  fizo  ella  sino  por  matar 
a  mi,  e  por  me  fazer  morir  con  pesar.  Y  cier- 
to, sera  gran  derecho  de  por  vos  morir,  y  en 
ello  me  acuerdo,  ca  pues  que  vuestra  muer- 
te uino  por  tan  mala  ventura  como  esta,  yo 
soy  aquel  que  jamas  no  quiero  biuir  fuera 
tanto  que  vos  pudiesse  vengar  del  traydor 
que  esto  os  hizo» . 

Cai'.  CCCCXIl.—Como  faxia  duelo  Galuan 
por  Garictc  su  hermano. 

Tal  duelo  como  vos  digo  hazia  Cialuan,  e 
aun  lo  hiziera  mayor,  mas  el  corar-on  se  le 
cerro  con  pesar,  en  guisa  que  no  pudo  nada 
dezir  sino  tarde;  y  pues  callo  gran  pie<,-a, 
cato  a  diestro,  e  vio  yazer  muertos  a  Grauain 
y  a  Guereches  sus  hermanos,  e  yazia  cada 
vno  dellos  sobre  el  escudo,  assi  como  los  tru- 
xeron.  Y  quando  los  conoció,  fue  su  duelo 
doblado,  e  dixo:  «Ay  catiuo  e  sin  ventura, 
¿por  que  biuo  tanto  viendo  mis  hermanos 
muertos  tan  mala  muerte?»  Y  estonce  se  fue 
para  ellos,  y  católos,  e  violes  todos  sangrien- 
tos; dexose  caer  sobre  ellos,  assi  que  los  altos 
liombres  que  ay  eran  vieron  que  morirla  en- 
tre sus  hermanos  con  pesar. 

Cap.  CCCCYÜI. —  Como  el  rey  se  cuytaua 
mucho  por  la  muerte  de  los  caualleros. 

El  rey,  que  era  tan  cuytado  que  no  sabia 
mas  que  fazer  ni  que  dezir",  pregunto  a  los 


honbres  buenos:  «¿Que  furemos  destos  hom- 
bres, que  si  mucho  están  aqui  yo  cftj^do  que 
Galuan  morirá  con  duelo?»  «Señor,  dixeron 
ellos,  nos  temíamos  por  bien  que  los  leuas- 
semos  de  aquí,  e  que  los  metiessemos  en  vna 
cámara  fasta  que  los  soterrassemos,  ca  sin 
falta  morirá  Galuan  con  pesar  si  aqui  están, 
e  sera  daño  doblado» .  Y  el  rey  se  acordó  a 
este,  e  leñaron  a  Galuan  los  honbres  buenos, 
assi  amortecido  como  estaua,  e  yugo  ay  todo 
aqiiel  dia  [sin]  hablar;  y  todo  aquel  día  fue 
el  duelo  en  el  palacio  e  por  la  villa  muy 
grande;  e  otro  dia  de  mañana  desarmáron- 
los, e  fizólos  el  rey  soterrar  muy  honrada- 
mente, cada  vno  según  lo  merecía,  e  a  Gua- 
reches  y  Agrauaín  fizóles  fazer  tan  ricos 
monumentos  como  a  fijos  de  rey  conuiene;  e 
fizólos  ambos  poner  en  par,  y  esto  fue  vn 
monesterio  de  Sant  Esteuan  de  Camaloc,  e 
contra  las  caberas  destos  dos  fizo  poner  otro 
monimento  muy  mas  rico  e  mas  fermoso  que 
ninguno  destos,  e  fizo  meter  ay  a  Gariete,  e 
por  Gariete  veriades  estonce  fazer  duelo  a 
todas  partes,  de  obispos,  e  argobispos,  e  de 
muchos  buenos  perlados  de  la  tierra,  que 
vinieran  ay,  e  de  muchos  altos  hombres  que 
ay  eran,  e  tantos  auia,  que  no  podían  llegar 
a  Id  sepultura;  e  fizieron  a  los  muertos  tanta 
honra  quanto  pudieron,  mas  mayor  a  Ga- 
riete, que  era  mejor  que  los  otros;  e  fizieron 
mayor  e  mas  honrado  su  monumento  que  de 
los  otros;  y  fizieron  ay  letras  que  deziau: 
«Aqui  yaze  Gariete,  sobrino  del  rey  Artur^ 
que  Langarote  del  Lago  mato» ;  e  otrosí  fizie- 
ron escreuir  sobre  los  otros  sus  nonbres,  e 
qiTÍen  los  matara. 

Cap.  CCCCIX.  —  Que  el  rey  flxo  sus  cumpli- 
mientos a  los  cauMleros  que  murieron  en 
la  batalla. 

Pues  los  arzobispos,  e  obispos,  e  la  otra 
clerezía  fizieron  su  conplímiento  assi  como 
deuian,  tornóse  el  rey  al  palacio,  e  assentose 
entre  sus  ricos  hombres  con  gran  pesar  e 
tristeza,  tanto  que  no  lo  seria  mas  por  perder 
la  meatad  de  su  reyno;  e  los  otros,  todos 
eran  tristes  que  no  j)odian  mas;  ay  estaiuiu 
todos  en  el  palacio  callaiido,  que  no  deziau 
nada;  y  el  rey  estaua  encima  del  palacio;  e 
pues  estuuo  assi  vna  gran  pie9a,  dixo  alto, 
que  todos  lo  oyeron:  «¡Que  luengo  tienpo  me 
sofrístes,  e  me  mantuuistes  en  gran  honrra 
y  alteza,  e  agora  en  poca  sazón  tan  abíltado 
e  abaxado,  por  mi  desuentura  mala!;  y  nunca 
hombre  tanto  perdió  como  yo  perdí;  ca  esta 
es  perdida  sobre  todas  las  perdidas;  ca  sí 
honbre  perdiera  tierra  o  aueres,  pudierale 
cobrar  en  algún  tienpo,  mas  perdiendo  pa- 


LA   DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


321 


riente  o  amigo,  nunca  se  puede  cobrar  cu 
ninguna  guisa;  e  señores  e  amigos,  esta  per- 
dida no  recebi  yo  por  Dios,  ni  con  moros,  ni 
en  lugar  onde  bien  nio  viniesse,  si  no,  su- 
frieralo  a  lo  mejor  que  iludiera;  mas  esto  no 
auino  a  mi  assi  como  vos  sabeys,  e  no  porque 
lo  ouiera  merecido,  mas  por  la  soberuia  de 
Lancarote  del  Lago,  el  que  yo  puse  en  el 
mas  alto  lugar  do  honra  que  halle,  e  a  quien 
5'0  recebi  en  mi  tierra  tan  honrradamente 
como  si  fuesse  mi  hijo,  y  quien  erede  en 
reyno  tan  honrrado  como  es  el  de  Gauna  y 
aquel  nos  a  fecho  este  daño,  y  esta  gran  des- 
onrra;  e  vos,  que  teneys  toda  tierra  de  mi  e 
sodes  mis  vassallos,  e  me  aueys  fecho  ome- 
naje  e  juramento,  por  esto  os  ruego,  e  por  el 
derecho  que  aueys  de  fazer,  que  vos  me  con- 
sejeys  como  vasallos  deuen  consejar  a  señor, 
en  guisa  que  mi  desonrra  sea  uengada,  y 
que  vos  ayades  honrra  en  uengar,  o  en  que- 
brantarla e  en  confundir  aquellos  que  esta 
soberuia  me  fizieron.» 

Cap.  CCCCX.  —  Que  el  rey  Artur  anta  con- 
sejo con  su)i-  ricos  honbres. 

Y  el  rey,  quando  esto  vuo  dicho,  callóse, 
e  atendió  fasta  que  sus  ricos  honbres  fablas- 
sen;  y  pues  estuuieron  gran  piega  callando, 
leuantose  el  rey  Rion,  e  dixo  al  rey:  «Señor, 
yo  soy  vuestro  vassallo,  e  vos  deuo  consejar 
según  que  mejor  pueda  e  sea  vuestra  honrra 
e  pro  del  reyno;  si  se  los  que  ay  son ,  e  vues- 
tra honrra  es  sin  falta  de  vengarvos  a  vues- 
tro poder;  mas  ciertamente  quien  en  la  jiro 
del  reyno  e  vuestra  quisiere  mirar,  no  creo 
que  vos  mandara  tomar  guerra  contra  el  li- 
nage  del  rey  Yan  de  Bonoyt,  porque  bien 
vemos  que  Nuestro  Señor  los  aleo  a  todos  so- 
bre todos  los  otros  linages  que  hombre  sepa 
en  poder  de  gentes,  y  en  buena  caualleria  y 
en  poder  de  tierra.  Y.  señor,  por  esta  razón 
vos  Icaria  que  no  comengasemos  guerra  con- 
tra ellos  si  no  viessedes  que  lo  podiades  bien 
acabar,  ca  cierto,  a  mi  pesar,  malos  serian 
de  desbaratar» . 

Cap.  CCCCXI. — Que  auia  gran  rebuelta  en 
el  x>alacio  del  rey  Artur  por  la  rey  na. 

La  buelta  se  comengo  por  el  palacio  muy 
grande,  a  grandes  bozes  dizieudo  que  no  de- 
zia  nada  el  rey  Rion,  e  aquello  que  dezia  que 
lo  dezia  con  miedo;  el  respondió  estonce,  e 
dixo:  «Cierto,  yo  no  lo  digo  esto  por  jjauor 
que  aya,  mas  que  vno  de  vos;  mas  ¿jorque  se 
verdaderamente  bien  que  pues  la  guerra 
fuere  comengada,  si  nos  fuéremos  a  su  tie- 
rra, preciarnos  han  muy  poco;  e  cierto,  si 

LIBROS    DK   caballerías.— 21 


yo  nunca  supe  conosccr  a  Langarote  e  a 
Boores,  ellos  os  vernan  a  ver  mas  a  menudo 
que  pensays».  «Cierto,  dixo  Morderec,  nun- 
ca de  tan  bueno  como  vos  salió  tan  mal  con- 
sejo; mas,  si  me  creyere  el  re^^,  no  dexara 
en  ninguna  guisa  de  yrlos  buscar  do  quier 
que  sean,  e  lléneos  consigo  por  ver  lo  que 
fareys  e  avn  que  vos  no  plega» ;  el  rey  Rion 
dixo:  «Yo  yre  mas  de  grado  que  vos;  e  avn 
seré  ende  tan  bueno  como  vos,  e  mueua  el 
rey  quando  quisiere,  que  yo  yre  de  grado  con 
el».  Estonce  so  leuanto  Amador  el  de  la 
puerta,  e  dixo:  «Morderec,  no  nos  afronteys, 
ca  si  vos  la  guerra  codiciays,  mucho  la  fa- 
llareys  cerca  con  Langarote  e  con  su  conpa- 
ña, que  son  en  el  castillo  de  la  Joyosa  Guar- 
da que  Langarote  gano  en  el  comien90  de  su 
caualleria,  quando  se  metió  primeramente  a 
las  auenturas  del  reyno  de  Londres;  aquel 
castillo  se  yo  bien  do  esta,  e  deuolo  saber 
por  derecho,  ca  estuue  ende  gran  tienpo 
preso,  e  auia  pauor  de  muerte  quando  me  li- 
bro Langarote  a  mi  e  a  otros  caualleros  que 
estañan  presos».  «Cierto,  dixo  el  rey,  bien 
se  esse  castillo;  mas  ¿sabej^s  si  esta  ende  la 
reyna  con  el?»  «Señor,  dixo  Amador  de  la 
puerta,  yo  os  digo  verdaderamente  que  la 
reyna  es  alli,  e  Ijancarote  con  todos  sus  pa- 
rientes, assi  como  aqui  era;  e  yo  os  consejo 
qiie  no  vays  alia  por  les  fazer  mal,  ca  el  cas- 
tillo es  tan  fuerte,  que  nóteme  cerco  ningu- 
no de  onbre  que  sea ;  e  ellos  son  tan  buenos 
caualleros,  que  no  duraran  de  nos  vencer  si 
pudieren» . 

Cap.  CCCCXII.  —  Que  co)isejaron  al  rey  que 
fuesse  sobre  Lan^.arote. 

El  rey,  quando  esto  oyó,  dixo:  «Por  buena 
fe.  Amador,  verdad  me  dezides  del  castillo 
que  es  fuerte,  si  dellos  que  faran  desonrra 
podiendo,  mas  vos  bien  sabeys,  e  quantos 
aqui  son,  que  desque  fue  rey,  no  comencé  a 
que  no  diesse  cima  a  mi  honra  e  dg  mi  reyno, 
e  por  dende  vos  digo  que  yo  no  dexaria  en 
ninguna  guisa  que  no  comencasse  esta  gue- 
rra contra  aquellos  que  esta  traycion  y  esta 
perdida  me  han  fecho,  e  ruego  vos  p)rimera- 
mente  a  quantos  aqui  estays,  que  me  ayu- 
deys  assi  como  en  vos  fio;  e  avn  enbiare  a 
decir  e  a  rogar  a  los  que  mas  lexos  son  de 
mi  tierra  que  le  vengan  luego  do  quier  que 
yo  sea,  e  pues  fuere  nuestro  poder  aj untado, 
p)uede  esto  ser  fasta  diez  dias,  e  moueremos 
estonce;  e  porque  yo  quiero  que  me  agays 
omenaje,  vos  que. me  manternedes  esta  gue- 
rra, con  toda  vuestra  gente,  fasta  que  esta 
nuestra  desonrra  sea  vengada,  quiero  que  me 
jureys  sobre  los  sanctos  euangelios»;  e  fizo- 


322 


LIBROS  DE  caballerías 


les  jurar,  e  tomóles  omenaje;  e  después  del 
juramento,  enbio  por  toda  su  tierra  por  to- 
dos los  caualleros  que  tenían  del  tierra,  que 
^'i^Liessen  a  el:  e  púsoles  dia  señalado  en  ¿ue 
ftiessen  con  el  con  toda  su  gente  en  la  Joyosa 
Guarda;  e  a  esto  se  acordaron  todos.  Y  quan- 
do  fueron  llegados,  fueronse  para  alia,  que 
pensauan  acabar  ligeramente. 

Cat.  CCCCXm. — Qice  se  fixo  la  guerra  en- 
tre el  rey  Artur  c  Lanr aróte. 

¥\ie  la  guerra assi  comentada,  que  después 
torno  a  daño  e  a  mala  ventura  del  rey  Artur 
e  de  su  linage,  e  como  quier  que  el  eomienco 
ouiesse  mejor,  mas  fueron  después  desbara- 
tados; mas  tan  ayna  que  fue  esto  puesto,  vn 
doncel  que  quedara  en  la  corte  de  Estor. 
llego  a  Estor,  e  dixole  que  la  guerra  era  co- 
mencada.  «¿Como?  dixo  Boores,  ¿assi  es  el 
pleyto?»  «Señor  si,  dixo  el.  Agora  sera  aqui 
el  rey  Artur  con  todo  su  poder» .  «Par  Dios, 
el  nunca  comenr-o  cosa  de  que  tan  mal  se 
falle» .  E  quando  Langarote  oyó  estas  nueuas, 
enbio  al  reyno  de  Bonoyt,  e  al  de  Graunes,  e 
a  los  ricos  honbres  que  tenian  tierra,  de  que 
basteciessen  sus  castillos,  si  por  auentura 
auiniesse  partiessen  de  la  Gran  Bretaña  e 
ouiessen  de  yr  a  Gaula,  que  touiessen  sus 
castillos  bien  guardados,  e  bastecidos  contra 
el  rey  Artur ;  e  después  enbio  al  reyno  de 
Seroloys,  e  a  todos  los  caualleros  que  le  ayu- 
dasen contra  el  rey  Artur,  que  lo  venia  a 
cercar;  e  porque  el  era  el  cauallero  del  mun- 
do que  mas  honrra  e  mas  fiziera  sienpre  ca- 
uallero, e  por  ruego  de  aquellos  a  quien  el 
enbiaua  rogar,  ouo  tantos  en  su  ayuda,  como 
si  fuera  rey  Lancarote,  y  fue  gran  cosa  jun- 
tar tan  gran  caualleria  como  junto  en  la  Jo- 
yosa Guarda.  E  agora  dexa  el  cuento  de  ta- 
blar dellos,  e  torna  al  rey  Artur. 

Cap.  CCCCXIY. — Que  el  rey  Artur  jm-so  jda- 
xo  a  sus  gentes  que  viniessen  a  su  mandado. 

Mas  dize  el  cuento  qu>^  aquol  dia  que  el 
rey  Artur  puso  plazo  a  sus  honbres  que  fues- 
sen  assonados  en  Camaloc,  que  lo  fueron,  y 
fue  tan  gran  gente  asonada,  que  auia  tienpo 
que  no  se  allegara  tanta  gente  en  vn  lugar; 
y  en  tanto  fue  guarido  Galuan,  que  ouiera 
con  pesar  gran  enfermedad  por  sus  herma- 
nos que  le  mataron,  assi  que  aquel  dia  que 
fueron  allegados  dixo  Galuan  al  rey:  «Se- 
ñor, ante  que  partays  de  aqui,  tenia  por 
bien,  assi  como  a  mi  parece,  que  destos 
lijosdalgo  quo  aqui  son,  que  escogiessedes  los 
de  la  Tabla  Redonda  en  lugar  fie  los  que  mu- 
rieron, assi  que  el  cuento  de  los  .cl.  caua- 


lleros fuesse  conplido ;  e  digovos  que  assi  lo 
fagays,  e  vuestra  conpaña  sera  mas  duda- 
da» .  El  rey  se  otorgo  en  esto,  e  dixo  que  era 
bien;  e  llamo  sus  ricos  honbres,  e  mandóles 
que  por  el  juramento  e  omenaje  que  le  auian 
fecho,  que  escogiessen  los  mejores  de  bondad 
y  de  buenas  mañas  que  mas  fallassen,  y  que 
no  lo  dexassen  por  pobreza  ni  por  no  ser  de 
linage,  y  que  los  metiessen  en  la  Tabla  Re- 
donda .  Y  estonce  salieron  a  parte  en  cima 
del  palacio,  e  pusieron  primeramente  quan- 
tos  eran  los  caualleros  que  faltauan,  e  vieron 
que  faltauan  .lxxii.  caualleros,  y  escogieron 
otros  tantos  que  metieron  ay,  mas  sin  falta, 
en  la  silla  mayor  de  la  Tabla  Redonda,  que 
llaman  la  silla  peligrosa.,  no  ouo  tan  osado 
que  ay  osasse  ser;  y  en  la  silla  de  LauQarote 
se  assento  vn  cauallero  que  auia  nonbre  Her- 
manes, y  era  el  mejor  y  el  mas  nonbrado  de 
Irlanda,  y  era  fijo  del  rey  Pelinor;  e  aquel 
era  sin  falta  buen  cauallero;  y  en  la  silla  de 
Estor  se  sentó  otro  cauallero  de  Escocia,  que 
era  muy  buen  cauallero  de  armas ;  y  en  la 
silla  de  Boores  se  assento  otro  cauallero  hijo 
del  rey  de  las  Estrañas  Isolas,  y  era  muy  po- 
deroso de  armas,  e  bien  quisto  de  amigos,  y 
era  muy  rezio  de  cuerpo  e  grande ,  e  auia 
nonbre  Domaches  el  negro;  y  era  de  muy 
gran  guisa ,  mas  era  tan  brauo  e  tan  inbidio- 
sc,  que  no  se  honbre  su  par,  y  en  lugar  de 
Gariete  se  assento  vn  cauallero  que  auia  non- 
bre Garis  de  Xorgales,  y  era  bien  moco  y 
buen  cauallero,  y  era  de  buen  talante  a  ma- 
rauilla,  assi  que  bien  parecía  que  merecía  la 
silla  de  la  Tabla  Redonda.  E  después  de  los 
otros  caualleros  metieron  en  las  sillas  que 
estauan  vazias. 

Cap.  CCCCXV.  —  Que  comieron  a  la  mesa 
del  rey  Artur  siete  reyes. 

Tanto  «pie  esto  ouieron  fecho,  las  mesas 
fueron  puestas,  o  assentaronse  a  comer ,  y 
cstuuieron  aquel  dia  a  la  mesa  del  rey  Artur 
siete  reyes  que  eran  sus  vassallos,  e  aquel 
dia  guisaron  sus  cosas  como  mouiessen  otro 
dia  do  mañana;  e  oyeron  missa,  e  mouie- 
rouse  dende,  y  llegaron  a  vn  castillo  «pie 
auia  nombre  Lanbor;  e  otro  dia  salieron 
dende,  e  anduuieron  tanto  que  llegaron  a 
media  legua  de  la  Joyosa  Guarda,  e  quando 
vieron  el  castillo  tan  fuerte  que  no  temia 
fuerca  de  gente  ni  que  i)odia  ser  cercado  si- 
no de  lexos,  e  luego  pusieron  caualleros  ar- 
mados que  guardasson,  si  saliessen  algunos 
del  castillo,  ijuo  los  fuossen  recobir  tan  bien 
como  hombre  deue  recebir  sus  enemigos.  Mas 
los  del  castillo,  (jue  eran  buenos  caualleros  e 
muy  sesudos,  embiar(jn  gran  piega  de  cana- 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


323 


lleros  que  se  eseondiessen  en  la  floresta  y 
que  saliesseu  ferir  en  los  de  la  hueste  quan- 
do  les  ftziessen  señas  del  castillo,  y  (¡ue  fues- 
sen  acometidos  de  los  del  castillo  y  de  los 
de  la  íloresta;  e  no  quisieron  dar  niula  por  su 
cerco,  ante  los  dexaron  posar  por  do  quisieron 
a  toda  su  guisa,  e  dixeron  que  otro  día  que 
los  cometerían. 

Cap.  CCCCXVL  —  Como pusierotí  celada  del 
castillo  a  los  del  rey  Artur. 

Assi  como  vos  digo  [)Usieron  los  del  casti- 
llo los  caualleros  en  la  floresta,  y  eran  do- 
zientos  caualleros,  todos  muy  bien  armados, 
e  Boores  y  Estor  eran  caudillos;  e  los  del 
castillo  pusieron  con  ellos  qUe  en  la  maña- 
na, quando  viessen  encima  del  castillo  vna 
seña  bermeja,  que  saliesen  luego  ferir  en  la 
hueste,  ca  ellos  luego  saldrían,  assi  que  los  de 
la  hueste  fuessen  acometidos  de  anbas  par- 
tes: y  ellos  ñzieronlo  assi.  E  i]uando  los  de 
la  hueste  TÍeron  que  assi  los  dexaban  en  paz, 
fueron  muy  seguros,  y  dixo  vno  dellos  que 
si  Lanvarote  estuuiere  ay,  que  saldría  a  aco- 
meter a  los  de  la  hueste,  que  no  era  caualle- 
ro  que  sufriesse  que  su  enemigo  le  fiziesse 
demasía.   E  quando  vio  que  él  rey  Artur  lo 
tenia  cercado,  el  hombre  del  mundo  que  el 
mas  amara  e  mas  honrra  ñziere,   ouo  gran 
pesar,  e  no  supo  que  ñzíesse,  enpero  no  por 
pauor  que  ouíesse ,   mas  porque  lo  amara 
sienpre  sobre  todos  los  de  su  corte.  Estonce 
mando  llamar  a  vna  donzella ,  y  ella  vino 
luego,  y  entraron  en  una  cámara  ambos,  e 
díxole:  «Donzella,  vos  jT.'eys  al  rey  Artur,  y 
dezirle  heys  de  m.j  parte  que  üie  marauíllo 
mucho  por  que  quiso  comenear  esta  guerra 
contra  mi;  ca  no  pienso  que  le  erre  por  que 
lo  deuia  facer;  e  sí  os  díxese  que  lo  faze  por 
la  reyna.  que  le  faze  tuerto  como  algunos  di- 
zen,   dezilde  que  la  reyna  tomaua  por  mi 
a(¡uella  muerte,  y  que  no  fazia  tuerto  en  es- 
capalla.  E  si  os  díxese  que  no,  dezilde  que 
faze  mal  como  no  deuia,  y  Cjue  me  defenderé 
de  los  Caualleros  que  son  en  su  corte,  y  que 
he  derecho  desta  culpa;  mas  dezilde  que  aure 
honra  e  yo  defenderé  la  falsa  apostura  que 
me  pusieron  en  el  juycio  de  su  corte  si  le 
pluguiere;  y  sí  os  díxere  que  esta  guerra 
comonf;o  por  la  muerte  de  sus  sobrinos,  de- 
zilde que  de  aquella  muerte  no  so  yo  tan  cul- 
pado porque  el  me  deuiesse  tan  mortalmente 
desamar,  y  que  no  vue  culpa  de  su  muerte; 
y  esto  os  digo  que  lo  dígades  al  rey  Artur, 
que  no  me  siento  tan  culjiado  como  dize.  E 
si  no  le  ¡tluguiere  de  otorgar  ninguna  do  es- 
tas cosas  i|ue  le  enbio  dezir,  que  sofrire  su 
ftterr-a  con  gran  pesar,  mayor  qUe  no  el  ni 


otro,  y  sepa  que  quando  la  guerra  se  comien- 
ce, que  todo  el  mal  que  pudiese  fazer  a  los 
suyos,  que  ge  lo  fare;  e  no  a  él,  porque  lo 
tengo  por  amigo  verdaderamente,  y  dezilde 
que  le  asseguro  yo  que  no  se  guarde  de  mi, 
antes  lo  guardare  yo  sienpre  e  aquellos  que 
por  mi  ñzíeren.  Agora.os  yd  con  este  mensa- 
je al  rey  Artur  mí  señor»;  y  ella  dixo  que 
recaudaría  aquél  mandado  tan  bien,  que  hon- 
bre  del  mundo  no  tuuiesé  que  dezir. 

Cap.  CCCCXVII,  —  Que  la  donxella  fue  con 
su,  mensaje  al  rey  Artur. 

La  donzella  se  partió  del  e  fuesse  para  el 
rey  Artur,  y  era  ya  ora  de  bisperas,  y  el  rey 
estaña  cenando  y  los  r-aualleros  i^ue  ay  esta- 
ñan, e  quando  vieron  que  era  mensajera,  re- 
cibiéronla muy  bien ,  e  después  llenáronla 
ante  el.  E  quando  la  donzella  vio  al  rey,  cono- 
ciólo, e  llegóse  a  el,  e  dixole  quanto  Lancarote 
le  mando;  e  Graluan,  que  estaña  cerca  del  rey, 
oyó  (¡tianto  ella  dixo,  y  fablo  ante  que  otro 
ninguno,  é  dixo:  «Señor,  vos estedeseii buena 
hora:  ya  sabeys  el  gran  daño  que  vuo  en  la 
corte  de  vuestros  sobrinos  por  don  Langarote, 
e  no  aüíades  poder  y  fuerca,  e  lo  que  tenia- 
des  en  coracon  quando  salistes  de  Camaloc 
por  confundir  e  tornar  a  nada  el  línage  del 
rey  Yan;  por  su  soberuia  e  por  su  desmesura 
vos  fizieron  tan  gran  daño  e  tan  gran  mal, 
que  jamas  no  podría  ser  cobrado  si  por  Dios 
no  fuese;  y  esto  vos  digo  que  si  agora  hazeys 
paz  estando  en  hora  de  vos  vengar,  para 
sienpre  ende  menos  valdreys  vos  e  vuestro 
línage».   «Galuan,  dixo  el  rey,  el  plej^^to  es 
ya  assi,  que,  mientra  yo  bina,  por  cosa  que 
Lancarote  pueda  fazer  ni  dezir,  jamas  no 
aura  paz  comigo,  empero  que  el  es  el  honbre 
del  mundo  que  yo  mas  ayna  deuía  perdonar 
sil  gran  yerro,  ca  sin  falta  el  fizo  mas  por 
mi  que  nunca  hizo  eauallero,  mas  a  la  cima 
pusonielo  tan  mal,  ijue  yo  prometo  como  rey 
que  no  aya  comigo  tan  ayna  })az» . 

Cap.  CCCCXVni.  —  Como  la  doncella  se 
torno  con  el  mensaje  a  su  señen'  don  Lan- 
garote. 

Estonce  se  torno  a  la  donzella,  e  dixo: 
«Donzella,  id  a  vuestro  señor  don  Lancarote, 
que  de  quanto  me  enbia  a  dezir,  que  no  quie- 
ro facer  cosa,  ni  jamas  mientra  que  yo  biiu) 
que  no  aura  paz».  «Cierto,  dixo  la  donzella, 
esto  es  gran  daño,  e  no  vos  conseja  bien 
([uien  esto  vos  manda  frtzer;  e  sabed  que  esto 
(^s  gran  daño,  e  mas  para  vos  que  para  otro; 
ca  vos,  que  soys  el  mas  poderoso  honbre  del 
mundo,  e  el  tnas   nonbrado.  sereys  por  ay 


324 


LIBROS  DE  caballerías 


destruydo.  e  vuestro  reyno  echado  a  mal,  e 
los  sesudos  hombres  que  fablan  mucho  de 
%-uestra  fiu  no  fueron  engañados;  ca  esto  es 
duda,  cu  los  sesudos  demandadores  que  fue- 
ron en  otro  tiempo^  e  que  sabían  mucho  de 
las  cosas  que  auian  de  venir,  dixeron  que 
auian  de  traer  mal  el  linaje  del  rey  Yan,  e 
destruyr  e  de  enseñorearse  de  sus  enemigos. 
E  vos,  don  Galuan,  que  deuiades  de  ser  se- 
sudo, soys  mas  sandio  que  otro  hombre,  e 
vos  buscades  vuestra  muerte  como  vuestros 
hermanos,  e  ayna  lo  podreys  ver  si  con  don 
Lanr-arote  vos  topardes» .  Y  estonce  se  partió 
la  doncella  del  rey,  e  fuesse  para  su  señor 
don  Lanoarote.  e  contole  como  el  rey  le  dixo, 
y  el  vuo  gran  pesar. 

Cap.    CCCCXIX.  —  Que  Lancarote  fixo  le- 
iw.ntai'  la  seña  en  la  torre. 

Otro  dia  de  la  mañana  fizo  Lancarote  le- 
lantar  la  seña  en  la  torre,  e  los  de  la  floresta 
vieronla  luego  e  salieron  mucho  ayna.  E  Lan- 
carote salió  del  castillo,  e  cometieron  la  hues- 
te muy  de  rezio  de  amas  partes.  Y  en  aque- 
lla batalla  perdió  el  rey  muchos  caualleros, 
e  los  del  linaje  del  rey  Yan  eran  de  tan  gran 
bondad  de  armas,  que  el  rey  ni  sus  gentes  no 
podian  guardarse  que  no  fuessen  mal  traydos 
cada  vez  que  se  juntauan,  e  a  la  cima  per- 
dieranse  ay  todas  sus  gentes  sino  por  el  obis- 
po de  Conturbel  que  ay  fue.  y  era  parte  de 
la  reyna,  e  descomulgo  todo  el  reyno  de  Lon- 
dres porque  el  rey  no  queria  tomar  su  muger. 
E  quand<j  el  rey  vio  que  la  sancta  yglesia  assi 
lo  constreñía,  vuo  de  tomar  la  reyna,  e  fue 
ende  muy  alegre,  que  no  fazia  semblante,  ca 
el  amaba  a  la  reyna  sobre  todas  las  cosas  del 
mundo.  E  sabed  que  Lancarote  )nmca  ge  la 
diera  sino  por  las  gentes  que  entendían  que 
era  verdad  lo  que  dezian.  Y  desto  se  escusaua 
el  mucho  ante  muchos  hombres  muchas  ve- 
zes.  Y  pues  Lancarote  dio  la  i-eyna  al  rey, 
salióse  de  todo  el  reyno  de  Londres  con  todo 
su  linaje;  e  después  passo  la  mar,  e  fuesse 
para  Gaunes,  e  fizo  reyes  de  sus  cormanos 
Boores  e  Lionel,  y  al  vno  dio  el  reyno  de  Be- 
nonia  e  toda  G-aula,  assi  como  el  rey  Artur 
ge  la  diera.  En  aquel  tienpo  podian  bien  de- 
zir  los  del  reyno  de  Graula  que  eran  ricos  de 
buen  señor  e  de  buena  caualleria,  que  tenían 
la  tierra  en  paz  y  el  reyno.  Mas  aquella  paz 
no  duro  gran  tiempo,  ca  el  rey  Artur  vino  ay 
con  toda  su  gente  por  vengar  la  muerto  de 
sus  sobrinos.  E  esto  fue  por  consejo  de  Gal- 
uan.  Y  cerco  la  ciudad  de  Graunes  con  todo 
su  poder,  porque  estaua  ay  don  Lancarote 
con  su  gente.  Y  pues  que  la  vuo  cercado,  per- 
dio  ay  mas  que  gano,  ca  mucho  auía  ay  den- 


tro muy  buena  conpaña.  Y  si  Lancarote  qui- 
siera, vencíeralos  muchas  vezes  e  prendiera- 
los  a  mala  afrenta  dellos.  Mas  no  quiso,  ca 
amana  al  rey  sobre  cuantos  liombres  en  el 
mundo  eran. 

Cap.  CCCCXX. — De  como  el  rey  Artur  se 
quexaba  mucho  jwrqiie  cercaron  a  Langarote. 

i^)uando  el  rey  vio  que  no  podía  al  hazer 
ni  cosa  [que]  por  su  honra  fuesse,  dixo  a  Gal- 
nan:  «Sobrino,  matasteme  que  me  fezistes 
aquí  venir,  ca  los  de  dentro  no  dan  nada  por 
nos».  Y  quando  Galuan  esto  oyó,  vuo  gran 
pesar,  y  enbio  a  dezír  a  Lancarote  assi:  «Lan- 
carote. si  tu  eres  tal  ijual  tu  dizes,  que  tu  no 
matastes  a  mis  hermanos  aleñe,  yo  prouare 
que  sí».  Y  Lancarote,  quando  esto  oyó,  vuo 
muy  gran  pesar,  e  dixo  que  ge  lo  defendería 
a  lo  mejor  que  el  pudiesse;  e  fue  puesta  la 
batalla  ante  la  cibdad  de  Cxaunes.  E  quando 
fueron  metidos  en  el  campo,  fue  Galuan  pro- 
meter a  su  tío  el  rey  Artur  que  si  Langaro- 
te venciesse  ,  que  decercasse  a  Gaunes  e 
que  diesse  a  Langarote  quito  de  toda  quexa 
que  del  auía;  e  que  si  Galuan  lo  venciesse, 
que  todos  fuessen  vassallos  quitos  del  rey, 
saluo  el  rey  Boores  y  el  rey  Rion,  y  estos 
dos  fueron  quitos  desta  promesa  porque  eran 
reyes.  E  pues  que  esto  oaieron  puesto,  de- 
xaronse  correr  el  vno  contra  el  otro,  e  die- 
r(jnse  tales  golpes,  que  era  marauilla,  e 
duróles  la  batalla  gran  pícea,  mas  a  la  cima 
fue  mal  trecho  Galuan,  que  no  pudo  mas  fa- 
zer  de  armas,  e  mataralo  Lancarote  sí  no 
fuera  por  amor  de  su  tío  e  de  los  ricos  lion- 
bres  del  reyno  de  Londres.  E  sabed  que  en 
la  batalla  vuo  Galuan  vn  tal  golpe,  que  nun- 
ca después  fue  bien  sano  del  cuerpo,  e  assi 
que  aquella  llaga  lo  llego  a  muerte.  E  quando 
la  batalla  fue  partida,  el  rey  dio  por  quito  a 
Lancarote  c  a  todo  su  linaje  de  quanta  inju- 
ria dellos  auia  recebido. 

Agora  dexa  el  cuento  de  fablar  desto,  c 
torna  al  rey  Artur,  como  vuo  la  batalla  con 
el  emperador  de  Roma  e  con  los  romanos. 

Cap.  CCCCXXI. — Co}no  el  rey  Artur  e  Lan- 
r-arote fixieron  su  auenencia. 

Y  en  esta  parte  dize  el  cuento  que  pues  el 
rey  Artur  é  Lancarote  (juieron  su  auenencia, 
llegaron  otras  nueuas  del  rey  Artur  con  gran 
pesar  e  do  muy  gran  saña;  ca  le  dixeron  que 
el  emperador  de  Roma  que  era  en  Borgoña 
con  gran  conpaña  de  gente,  y  que  queria  to- 
mar a  Gaula,  e  después  quería  yr  al  reyno 
de  Londres  e  conquistarlo;  e  el  rey  auia  mu- 
chos honbres  feridos.  estuuo  tanto  fasta  que 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


325 


fueron  sanos.  E  quaudo  supo  que  Graluan  o 
los  otros  caualleros  eran  sanos,  fuesse  para 
el,  e  venciólo  e  matólo,  y  prendió  muchos  de 
los  mejores  de  los  romanos;  e  despidiólos,  e 
dioles  el  cuerpo  del  emperador  e  dixoles: 
«Dezid  de  mi  parte  a  los  romanos  que  esta 
es  la  renta  que  yo  les  deuia». 

Cap.  CCCCXXII. — Como  los  romanos  fue- 
ron vencidos. 

ilas  el  dia  que  los  romanos  fueron  venci- 
dos, vinieron  al  rey  muy  malas  nueuas,  «j^ue 
vn  escudero  le  dixo:  «Señor,  vos  aueys  per- 
dido el  rey  no  de  Londres.  ^Morderec,  vuestro 
sobrino,  se  aleo  con  todos  los  hombres  bue- 
nos de  vuestra  corte,  y  es  ya  coronado  rej^ 
de  toda  la  tierra,  e  cerco  la  reyna  Ginebra 
en  el  alcagar  de  Londres,  e  amenazóla  que  la 
matarla  porque  no  lo  queria  tomar  por  ma- 
rido». E  assi  era  como  el  escudero  dezia.  E 
quierovos  contar  como.  Digoos  que  después 
que  se  partió  el  rey  Artur  del  reyno  de  Lon- 
dres por  venir  sobre  Lancarote,  encomendó  su 
reyno  a  ]\Iorderec  su  sobrino,  e  fizóles  jurar 
sobre  los  euangelios  que  fiziessen  por  Mor- 
derec  como  ¡Dor  su  persona  misma.  E  quando 
Morderec  vio  que  la  tierra  estaua  toda  en  su 
poder,  luego  pensó  como  fiziesse  traycion,  y 
que  faria  que  su  tio  que  no  ouiesse  nada:  y 
el  amaua  a  la  reyna  tanto  y  mas  que  no  Lan- 
carote,  e  fizo  estonce  fazer  vnas  letras  falsas, 
e  fizólas  traer  como  de  camino,  e  fizólas  leer 
ante  los  ricohonbres  que  ay  estauan  assen- 
tados.  E  las  letras  dezian  que  el  rey  murió 
en  Gaunes  y  que  mando  a  los  ricos  honbres 
de  Londres  que  fiziessen  rey  a  Morderec,  y 
que  le  diessen  a  la  reyna  Ginebra  por  mu- 
ger.  Y  los  de  Londres,  que  pensaron  que  era 
verdad  assi  como  las  letras  dezian,  flzieron 
rey  a  Morderec.  E  quando  le  ijuisieron  dar 
la  reyna  j)or  muger,  no  quiso  ella,  ca  lo  des- 
amaua  mortalmente,  y  metióse  en  el  alcaQar 
de  Londres  con  gran  gente  de  su  linaje;  e 
Morderec  fizo  conbatir  el  alcacar,  mas  no  le 
pudo  tomar,  ca  los  que  estauan  dentro  eran 
muy  buenos,  e  defendiéronse  muy  bien;  y 
esta  traycion  fizo  Morderec  a  su  tio  el  rey 
Artur,  onde  vino  que  por  esta  razón  vuo 
gran  pesar  quando  oyó  las  nueuas,  e  dixo: 
«Caualguemos,  (pie  nunca  folgare  fasta  que 
sea  en  Londres».  E  don  Quea,  su  mayordo- 
mo, lo  fizo  tan  bien  aquel  dia,  que  fue  lla- 
gado a  muerte,  e  otrosí  Galuan,  e  otros  mu- 
chos caualleros  buenos.  E  quando  vio  Quea 
que  no  pudo  yr  en  la  hueste,  fizóse  leuar  a 
Ñormandia,  e  alli  murió,  e  fizieron  los  del 
linaje  del  rey  Yan  alli  vna  villa  por  amor 
del,  que  auia  nonbre  Yan. 


Ca.p.  CCCCXXni. — Que  el  rey  Artur  passo 
la  mar  con  gran  gente. 

El  rey  se  vino  a  la  mar,  e  passo  con  quan- 
ta  gente  traya,  e  Galuan,  tanto  que  llego  a 
tierra,  murió  luego,  e  leñáronlo  al  castillo  de 
Coyf.  E  Morderec,  que  supo  nueuas  que  el 
rey  Artur  nenia  sobre  el,  fizóse  armar,  e  di- 
xeronle  sus  ricos  honbres:  «Señor,  no  aya- 
des  pauor,  caualgad  e  defended  lo  que  os 
dimos,  ca  nos  auemos  coragon  de  defender 
nuestra  tierra,  avnque  tomemos  muerte  por 
vuestra  honra».  E  Morderec  fizo  armar  su 
gente,  e  partióse  de  Londres  do  tenia  la  rey- 
na cercada,  e  como  dende  se  partió,  metióse 
la  reyna  en  vn  monesterio  de  dueñas,  e  pen- 
só en  su  coraron  que  si  Morderec  venciesse 
e  tornasse,  que  no  seria  tan  malo  quB  de  alli 
la  sacasse,  e  que  si  fuesse  vencido,  ({ue  so 
yria  para  el  rey.  E  quando  Morderec  fue 
guisado,  caualgo  con  toda  su  conpaña,  o 
vino  al  canpo  de  Salaberos,  e  fallo  ende  al 
rey  Artur  con  gran  conpaña  de  gente.  E  ante 
que  llegassen  vnos  a  otros,  assaz  se  dixo  de 
la  vna  parte  e  de  la  otra  porque  ouiessen 
paz:  y  el  rey  no  quiso  consentir.  E  todas  las 
cosas  que  aqui  conuienen  estar  que  vos  aqui 
no  cuento,  lo  fallareys  en  el  libro  del  Bala- 
dro; ca  no  me  entremetí  yo  de  deuisar  con- 
plidamente  las  grandes  batallas  que  ouo  en- 
tre el  linaje  del  rey  Yan  y  el  rey  Artur, 
porque  las  tres  partes  de  mi  libro  fuessen 
yguales. 

Cap.  CCCCXXR^— De  la  batalla  que  fue  en 
los  campos  de  Salaberes,  e  murió  alli  gran 
gente. 

Las  huestes,  quando  fueron  assonadas  en 
los  oanpos  de  Salaberos.  assaz  podría  alli 
honbre  ver  muchos  buenos  caualleros  de  la 
vna  e  de  la  otra,  donde  aniño  tanto,  que  se 
firieron  de  las  laucas  e  se  mezclaron  las  feri- 
das;  alli  veriades  tantos  muertos  e  feridos, 
que  no  auia  ay  cuento.  Y  en  aquella  batalla 
dolorosa,  que  en  mal  punto  fue  comentada 
para  ambas  las  partes,  que  murieron  ay  tan- 
tos hombres  buenos  e  tantos  caualleros  pre- 
ciados, que  finco  el  reyno  de  Londres  pobre 
para  sienpre  jamas.  Y  en  aquella  batalla 
fueron  muertos  siete  reyes.  Y  en  el  libro  del 
Baladro  dirá  quales:  e  alli  murió  Quea  Des- 
tragos, e  Didonax  el  saluaje,  e  Blandiles,  e 
bien  veynte  de  los  de  la  Tabla  Redonda, 
[que]  el  que  menos  valia  era  tenido  por  buen 
cauallero  a  marauilla.  Y  en  aquella  batalla 
fizo  Morderec  de  armas  tanto,  e  se  defendió 
tan  bien,  que  no  lo  vio  hombre  que  no  lo 
ouiesse  a  marauilla  e  por  buen  cauallero  de 


326 


LIBROS  PE  caballerías 


armas.  E  sabed  que  dize  la  historia  que  en 
toda  su  vida  no  fizo  tanto  como  aquel  dia 
solo,  ca  dize  que  el  mato  siete  compañeros  de 
la  Tabla  Redonda,  que  el  libro  del  Baladro 
dize  sus  nombres,  e  los  fechos  que  fizieron. 
Y  el  vey  Artur  lo  fizo  tan  bien  aquel  dia, 
que  todos  los  suyos  tomaron  esfueryo,  ca 
jamas  eansauqn  de  ferir  de  lan^a  e  de  espa- 
da. E  Lucan,  que  ay  cerca  estaua  e  via  las 
proezas  que  fazian,  dixo  a  Giflete:  «Don  Gi- 
ílete,  seamos  seguros  que  yenceremos  esta 
batalla,  ca  uedes  aqui  el  rey  Artur  con  tan 
buen  semblante,  como  nos  muestra  en  matar 
e  confundir  sus  eueraigos» .  Y  en  esto  miro  el 
rey  Artur  como  Hleoberis  auia  muerto  a 
^Morderec,  j  que  traya  su  cabera  arrastrando 
em  pos  de  si,  mas  el  cuerpo  era  todo  des- 
pedazado. Y  el  rey  pregunto  a  Breoberis: 
«¿Fincovos  algo  del  traydor  que  assi  nos  con- 
fundió tan  mal?»  ^  Señor,  dixo  el,  he  aqui  la 
cabeca».  «!Mucho  me  plaze.  dixo  el  rey,  que 
la  faremos  poner  en  lugar  do  la  puedan  bien 
uer  quantos  quisieren,  e  vos  y  el  arzobispo 
fincaredes  aqui  en  este  canpo,  e  fareys  vna 
torre  en  que  echeys  las  cabecas  de  los  muer- 
tos que  aqui  fincaren;  y  atad  la  cabeca  de 
Morderee  encima  de  la  torre  de  una  gran 
cadena,  y  fazed  screuir  vuas  letras,  como  el 
gran  duelo  deste  canpo  vino  por  el;  assi  que 
aquellos  que  después  de  nos  vinieren,  que 
sepan  por  el  escrito  el  gran  mal  (^ue  por  el 
auino,  y  que  digan  que  mal  siglo  aya  su 
anima;  e  de  mi,  que  fasta  aqui  fuy  rey  auen- 
turoso,  ruego  al  mi  señor  .Jesu  Christo,  e  pi- 
dole  merced  en  esta  postrimera  de  mi  vida, 
que  el  nunca  le  perdone  este  pecado  que  ha 
fecho  a  todo  el  reyno  de  Londres,  mas  sien- 
pre  este  en  el  infierno,  mientra  Dios  fuere 
en  la  perdurable  vida  del  santo  parayso. 
Amen». 

Cap.  CCCCXXY.-  Co^ho  fizieron  vna  torre 
en  el  campo  do  fue  la  dolorosa  batalla. 

Assi  como  el  rey  mando,  assi  lo  fizieron  el 
ar(,'obisiJO  e  Bleoberis,  ca  fizieron  fazer  en  el 
canpio  vna  muy  gran  torre,  e  pusiéronle  non- 
bre  la  torre  de  los  Alaros.  E  colgaron  la  ca- 
bega  de  Morderee  encima  della.  Y  estuuo 
allí  fasta  que  el  rey  Carlos  passo  a  Inglate- 
rra e  fue  a  ver  la  torre.  E  quando  Gabaron 
el  traydor,  que  fizo  tanto  mal  como  ya  algu- 
nas vezes  oystes  dezir,  tomo  la  cabeca  de 
Morderee  que  estaua  colgada  alli,  por  tal 
cosa  que  le  pareció  que  era  por  falso  y  de- 
nuesto do  los  traydores  del  mundo;  y  el  que 
se  sentia  por  tal,  fuesse  vna  noche  para  alia 
e  tomóla:  e  púsola  en  lugar  que  nunca  su- 
pieron della  mas;  e  la  torre  quedo  assi,  que 


nunca  fue  derribada;  e  avn  agora  están  ay 
dos  muros  della;  e  han  nonbre  los  muros  de 
la  torre  de  los  muertos^  y  es  en  el  llano  de 
Salaberos. 

M^s  agora  dexa  el  cuento  de  fablar  des- 
to,  e  torna  al  rey  Artur. 

Cap.   CCCCXXYI.  -  C'owío  el  rey  Artur  se 
partió  de  la  batnUa. 

El  cuento  dize  (]ue  j)ues  el  rey  Artur  se 
partió  de  Salaberos,  do  la  batalla  fue  mortal 
e  dolorida,  que  se  fue,  e  fueron  con  el  Lucan 
e  Giflete,  e  anduuo  tanto  que  llego  a  vna  ca- 
pilla. E  auia  nonbre  la  capilla  vera,  mas  de 
la  manera  que  vuo  este  nonbre  el  libro  del 
Baladro  lo  deuisa,  que  mas  faze  a  sii  cuento 
que  a  este;  y  ellos  entraron  en  la  capilla.  Y  el 
rey,  como  se  sentia  maltrecho,  descendió  de 
su  cauallo,  e  los  otros  otrosi,  e  ataron  los  ca- 
uallos  de  fuera  porque  los  fallassen;  y  des- 
pués entraron  dentro,  y  el  rey  finco  los  yno- 
jos  ante  el  altar;  e  Lucan,  que  estaua  a  sus 
espaldas,  los  ynojos  fincados,  paro  mientes, 
e  vio  el  estrado  todo  lleno  de  sangre  en  de- 
rredor del  rey.  Estonce  entendió  primera- 
mente que  el  rey  era  llagado  a  muerte,  e  que 
no  podia  escapar,  e  no  se  pudo  tener  que  no 
dixesse  llorando:  «¡Ay  rey  Artur,  como  es 
gran  daño  de  vuestra  muerte!»  Y"  el  rey  fue 
mal  espantado  desta  palabra,  como  honbre 
que  se  espanta  quando  oye  fablar  de  su 
muerte;  respondió  e  dixo:  «El  daño  no  sera 
tan  solamente  mió,  mas  mucho  buen  honbre 
sera  por  ende  perdido» .  Estonce  se  dexo  caer 
sobre  el,  con  la  gran  flaqueza  de  la  cabera 
que  tenia  atordida ,  y  era  muy  pesada  por 
las  armas  que  tenia;  e  tomodebaxo  a  Lucan, 
que  era  ya  desarmado,  y  estendiosse  sobre  el, 
que  lo  apretó  tanto,  que  le  vuo  a  matar,  no 
por  quexa  ni  por  mal  querencia  que  con  el 
ouiesse,  mas  por  la  gran  cuyta  que  sentia  de 
la  muerte. 

Cap.  CCCCXXYII. — Como  el  rey  Arty^r  n^nto 
a  Jjiican  el  copero  por  wo  poder  nías. 

Pues  que  el  rey  estuuo  assi  gran  pieQa, 
leuantose,  inas  no  pensó  que  auia  muerte  a 
Lucan;  e  Giflete,  que  lo  vio,  dixolo  al  rey,  e 
al  rej  peso  de  coraron,  e  dixo,  como  hoiíibre 
ijuo  tenia  pesar:  «Giflete,  yo  no  soy  el  rey 
Artur,  que  solian  llamar  rey  auenturado  por 
las  buenas  andan(,-as  que  Dios  me  daua,  mas 
quien  agora  me  quisiesse  nonbrar  por  mi  de- 
recho nonbre,  llamarme  ha  el  rey  desuentu- 
rado  e  niexquino,  a  quien  Dios  ha  puesto  en 
mal  andanza.  Y  esto  me  haze  ventura,  que 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


li27 


me  68  contraria  y  enemiga  in-iuada,  e  al  Se- 
ñor, qne  plaze  que  bina  yo  en  dolor  y  en 
tristeza  esso  poco  que  lie  de  binir;  e  assi 
muesti'a  que  assi  como  el  fue  })oderoso  de  me 
ayudar  en  muchas  auenturas  sin  ser  mere- 
cedor, bien  assi  es  poderoso  de  me  derribar 
por  auenturas  feas  e  malas,  por  mi  mereci- 
miento e  pecado» .  Assi  dixo  el  rey,  quando 
vio  que  auia  muerto  a  Lucan.  Y  estuuo  assi 
aquella  noche  con  gran  pesar  e  tan  cu^tiiado, 
que  bien  entendía  (]ue  pecado  seria  de  su 
vida.  E  quando  vino  el  dia,  dixo  a  Griflete; 
«Caualguemos,  e  vamos  derechamente  contra 
el  mar,  que  tanta  mala  ventura  ouo  desta 
vez,  que  no  quiero  yr  a  morir  a  Londres;  e 
bien  assi  como  mi  vida  anduuo  sienpre  en 
anentura,  assi  sera  de  mi  muerte,  e  sera  en 
duda  a  todas  las  gentes,  e  ninguno  no  se  po- 
dra loar  que  sabe  ciertamente  la  verdad  de 
mi» .  Estonce  caualgaron  e  salieron  de  la  ca- 
pilla, e  fueronse  derechamente  al  mar. 

Mas  agora  dexa  el  cuento  a  ellos,  e  torna 
al  arzobispo  de  Couturbel  e  a  Bleoberis. 

Cap.    CCCCXXYIII.  —  Q^íe  el  areohLspo  e 
Bleoberis  fixieron  la  torre. 

Dize  el  cuento  que  pues  el  arcobispo  e 
Bleoberis  vieron  fecha  la  torre  assi  como  vos 
dixe,  que  se  partió  dende;  e  Bleoberis  dixo 
al  ar9obispo:  «Señor,  ¿que  quereys  fazer 
vos?»  «Cierto,  dixo  el  argobispo,  después  que 
nos  comencamos  esta  torre  que  ya  dimos 
cima,  yo  oy  dezir  muchas  vezes,  a  muchos 
honbres  buenos  que  son  de  creer,  que  el  rey 
Artur  que  era  muerto  o  perdido,  en  guisa 
que  no  saben  del  parte  ni  mandado.  E  pues 
que  yo  oy  dezir  ciertamente  que  jamas  no 
aure  conpaña  con  tan  buen  señor,  no  quiero 
mas  biuir  ni  seguir  al  siglo  desde  aqui,  »pie 
pues  tal  honbre  como  este  es  muerto  o  per- 
dido; ca  este  era  castillo  del  mundo  e  honrra 
de  los  caualleros,  e  pues  el  es  perdido,  yo 
me  naetere  hermitaño  en  alguna  hermita,  e 
rogare  a  Nuestro  Señor  por  su  anima,  e  por 
las  de  los  buenos  caualleros  leales  que  mu- 
rieron en  la  dolorosa  batalla  de  Salabres». 
Entonces  dixo  Bleoberis:  «A  esto  no  so  j^o 
aconsejado,  ca  oy  dezir  que  mí  señor  don 
Langarote  ha  de  passar  ayna  acá  con  gran 
gente  a  tomar  esta  tierra,  donde  anbos  los 
lijos  de  Morderec  se  van  ya  entregando». 
•íPues  encomiendoos  a  Dios,  dixo  el  arzobis- 
po, ca  me  quiero  yr  aquella  hermita»;  e  di- 
xole  do  la  hermita  era.  «Yo  la  se  bien  essa 
hermita,  dixo  Bleoberis,  cayo  fuy  en  ella.  E 
sabed  que  si  auentura  alguna  me  trae  por 
ay,  que  vos  yre  a  ver».  E  assi  se  partieron 
el  arzobispo  e  Blioberis. 


Cap.  CCCCXXIX.  —  Como  el  arzobispo  se 
fue  para  la  hermita,  e  Bleoberis  do  la  r en- 
tura lo  leuo. 

Fuese  el  arcobispo  a  la  hermita,  e  Bleo- 
beris se  fue  do  la  ventura  lo  leuo  jjor  el  rey- 
no  de  Londres  adelante,  assi  guisado  de  todas 
armas  como  eauallero  andante  auia  de  auer.  E 
vn  dia  assi  andando,  vuo  de  topar  con  Artur 
el  pequeño,  e  quando  se  vieron  no  se  cono- 
cieron, ca  auian  canbiadas  sus  armas  cada 
vno,  pero  bien  pensó  cada  vno  que  eran  ca- 
ualleros andantes;  e  tanto  que  se  allegaron, 
estuuieron  quedos;  e  cada  vno  andana  con 
tal  pesar,  que  por  vna  gran  pieca  no  se  fabla- 
ron,  nombrándoles  de  los  buenos  caualleros 
andantes  del  reyno  de  Londres  que  eran 
muertos,  e  como  era  ya  el  reyno  tornado  a 
pobreza.  E  desque  assi  estuuieron  gran  ple- 
ca, que  no  se  podían  fablar,  dixo  Bleoberis: 
«Amigo,  ruegovos  que  me  digays  vuestro 
nombre  e  donde  soys;  ca  mucho  lo  querría 
saber,  porque  pienso  que  soys  de  los  caua- 
lleros andantes  del  rey  Artur,  que  eran  an- 
dantes». Y  el  respondió  a  mucho  gran  afán, 
ca  mucho  auia  gran  pesar,  e  dixo  llorando 
muy  fuerte:  «Yo  he  no  ubre  Artur  el  peque- 
ño, e  muchas  vezes  fui  en  la  corte  del  rey 
Artur,  e  tanto  estuue  ay,  que  quiso  Dios  que 
ouiesse  la  conpaña  de  la  Tabla  Redonda.  E 
pues  yo  vos  dixe  quien  soy,  agora  me  dezid 
vos  quien  soys» .  «Yo  soy  Bleoberis,  dixo  el, 
e  bien  me  deidades  conocer,  ca  soy  de  la 
Tabla  Redonda  como  vos» .  Quando  esto  oyó 
Artur  el  pequeño,  dixo:  «Vos  soys  enemigo 
del  rey  Artur  e  de  aquellos  qne  son  contra 
el,  ca  soys  del  linaje  del  rey  Van,  e  por 
aquel  linaje  son  muertos  e  destruydos  todos 
los  del  reyno  de  Londres;  e  por  este  fecho 
soy  vuestro  enemigo  mortal;  e  guardaos  de 
mi,  ca  os  desafio,  e  no  ay  al  sino  muerte 
para  el  vno  o  para  el  otro». 

Cap.  CCCGXX.X.  — Que  Artur  el  pequeño  e 
Bleoberis  combatieron. 

E  quando  esto  oyó  Bleoberis,  dixo:  «¡Ay 
Artur!  se  que  esto  no  fa redes  voSj  si  Dios 
quisiere,  ca  bien  sabedes  que  seriades  per- 
jurado y  desleal,  e  demás  que  nunca  vos 
erre».  «Esteno  es  nada,  dixo  Artur;  defen- 
deos si  quisierdes,  si  no  fallarvos  eys  mal». 
E  quando  Bleoberis  vio  que  no  se  podia  del 
partir,  dixo:  «En  Dios  lo  dexo» .  Y  dexaronse 
correr  el  vno  contra  el  otro,  e  firieronse  tan 
de  rezio  de  las  langas,  que  ambos  ouieron  de 
caer  en  tierra,  e  los  cauallos  sobrellos,  e 
fueron  ambos  muy  mal  feridos.  Mas  como 
eran  anbos  do  gran  fuerca  y  de  grandes  co- 
razones, leuantaronse  lo  mas  ayna  que  pu- 


328 


LIBROS  DE  caballerías 


dieron,  e  metieron  mano  a  las  espadas,  e 
dexaronse  yr  el  vno  contra  el  otro,  e  dieron- 
se  tantos  golpes  ([ue  se  pararon  tales  los  es- 
cudos o  las  lorigas  que  vallan  muy  poco, 
assi  que  qualquier  que  los  viera  dixera  que 
ambos  ferian  muy  bien  de  espada;  ¿e  que 
vos  diré?  ante  que  ellos  de  aijuella  batalla 
escapassen,  fueron  tales  parados,  que  el  mas 
sano  dellus  tenia  cinco  golpes,  que  otro  ca- 
uallero  seria  mal  trecho  ende;  mas  ellos  auian 
los  coracones  tan  grandes,  e  la  saña  tan  en- 
cendida, que  no  lo  sentían  si  eran  mal  tre- 
chos si  poco;  e  pues  fueron  ambos  cansados, 
folgaron  vn  poco  por  cobrar  fuerca.  Pues  fol- 
garon,  dixo  Bleoberis:  «Don  Artur,  vos  me 
comctistes  en  balde:  conbatistes  vos  comigo 
granpiega  e  avn  no  ganastes  ay  nada,  ni  yo 
menos.  E  ruegovos.  por  Dios  e  jjor  c<u'tesia, 
que  querays  dexar  esta  batalla.  E  yo  vos  do 
por  quito  de  (juanto  yerro  me  aueys  fecho»  .Y 
el  dixo  i|ue  no  lo  faria  fasta  que  el  vno  dellos 
ftiesse  muerto,  e  Bleoberis  dixo:  «E  si  me  ma- 
tays,  ¿que  bien  os  verna  ende?  ca  ya,  quien 
lo  supiere,  tenervos  han  por  perjurado  e  por 
desleal.  E  vos  sabedes  muy  bien  que  nunca 
muerte  vos  mereei».  «Si  merecistes,  dixo 
Artur,  e  dezirvos  he  como:  bien  sabeys  que 
tal  es  costunbre  de  los  caualleros  andantes, 
([ue  si  algún  cauallero  es  traydor  a  su  señor 
natural,  e  honbre  lo  ayudase  contra  aquel 
señor,  sabeys  que  es  traydor» .  «Yerdad  es» , 
dixo  Bleoberis.  «Pues  vos  bien  sabeys,  dixo 
Artur,  que  vos  ayudastes  a  Lancarotc,  ca  era 
traydor  a  su  señor,  ca  el  fue  fallado  con  la 
reyna  Ginebra.  E  ayudasteslo  en  toda  la 
guerra  que  comencé;  y  pues  no  os  teneys 
por  traydor  en  ayudarlo  contra  vuestro  se- 
ñor, sabed  que  lo  soys;  e  porque  matastes 
ante  la  Jo^'osa  Guarda  el  cauallero  del  mun- 
do que  yo  mas  amana;  e  agora  fálleos  aqui, 
e  quierovos  ende  dar  el  galardón» .  «Cierto, 
dixo  Bleoberis,  vos  entendedes  mal  consejo; 
e  pues  yo  veo  que  no  piiedo  fazer  paz,  <li- 
govos  vna  cosa,  e  no  por  me  alabar;  que  se 
verdaderameute  que  soy  tan  buen  cauallero 
como  vos,  y  mejor,  e  yo  vos  lo  mostrare  ante 
í[uo  nos  partamos  que  es  verdad  lo  que  digo; 
ca  si  Dios  quisiere,  .vo  vos  matare  o  vos  ven- 
ceré; empero  que  me  pesa,  assi  Dios  me  vala; 
mas  no  puedo  fazer  al,  e  liare  mi  poder,  que 
mas  quiero  yo  que  vos  murays  a  mis  manos 
que  yo  a  las  vuestras» . 

Cap.  CCCCXXXI.  — De  la  haialla  que  ouie- 
ron  Artur  el  pequeño  e  Bleoberis. 

Sin  mas  tardar  se  dexaron  estonce  correr 
el  vno  contra  el  otro,  e  dieronse  de  las  espa- 
das los  mayores  golpes  que  pudieron,  e  duro 


aquella  batalla  en  tal  guisa,  que  no  vuo  ay 
tal  que  no  ouiesse  pauor  de  muerte.  Mas  mu- 
cho peor  era  maltrecho  Artur  el  pequeño 
que  Bleoberis,  ansi  que  bien  vej^a  que  no 
podia  escapar,  ca  tenia  bien  doze  llagas  que 
la  menor  dellas  era  mortal.  E  quando  vio 
que  no  podia  mas  sufrir  la  batalla,  fizóse  vn 
poco  afuera'  e  dixo  a  Bleoberis:  «¿Como  vos 
sentidos?»  «Bien,  a  la  merced  de  Dios,  según 
el  tienpo  en  que  estamos;  empero  soy  mal 
llagado» .  «¿No  a  muerte?»  dixo  Artur.  «Por 
buena  fe,  no» .  «Digovos  de  mi  que  me  sien- 
to llagado  a  muerte  poi-  mi  locura,  e  no  me 
pesa  tanto  de  mi  muerte  como  que  no  me 
vengue».  E  pues  esto  dixo,  dexose  caer  en 
tierra,  mas  no  a  su  poder.  E  Bleoberis,  que 
ouo  gran  pesar,  metió  el  espada  en  su  vayna, 
que  no  le  quería  mal  fazer;  e  por  lo  que  anía 
fecho  se  arrepentía.  Y"  después  fuesse  para 
el,  e  quitóle  el  yelmo  porque  lo  diesse  el 
viento,  e  Artur,  que  lo  sintió,  pensó  que  ge 
lo  quitaua  por  le  cortar  la  cabeca,  e  díxole: 
«¡Ay  señor  Bleoberis,  merced,  que  me  aueys 
muerto;  y  esto  tengo  yo  por  mi  soberuia;  e 
si  yo  vos  erre,  bien  vos  vengastes;  sufrídvos 
sí  vos  pluguiere,  y  dexadme  estar,  e  no  mi- 
rey  s  a  mi  que  fuy  tan  malo  contra  vos!» 
«Assi  Dios  me  vala,  dixo  Bleoberis,  no  he 
voluntad  de  os  fazer  pesar,  ante  me  pesa  do 
cora(;on  ])or  (juanto  vos  fize».  «Por  buena  fe, 
dixo  Artur,  vos  no  deueys  ser  reptado,  que 
esto  me  vino  por  mi  soberuia,  mas  vna  cosa 
que  no  os  dixe  os  quiero  dezir,  y  es  esto, 
l)orqi;e  veo  que  soy  muerto,  e  quiero  que 
todo  el  mundo  lo  sepa,  y  es  esto:  Sabed  que 
el  rey  Artur  fue  mí  padre,  e  por  ende  vue  yo 
nonbre  Artur  el  pequeño;  y  esto,  si  os  plu- 
guiere, fazed  escreuir  sobre  mí  sepultura».  E 
diziendo  esto  desta  manera  cayo  muerto.  E 
Bleoberis  lo  tomo  en  su  cauallo,  y  leuolo  a  vna 
abadía,  e  fizólo  aj»" soterrar  m.\\y  honradamen  • 
te,  e  fizo  escriuir  sobre  su  monumento  lo  que 
le  rogo,  e  partióse  dende.  E  agora  dexa  el 
cuentr)  de  fablar  dellos,  e  torna  al  re^'  Artur. 

Cap.  CCCCXXXII. — (Jomo  el  rey  Artur  ller/o 
al  mar  e  saco  la  espada. 

Dize  el  cuento  que  quando  el  vej  Artur 
llego  al  mar,  esto  era  hora  de  medio  día,  e 
tomo  la  espada,  e  sacóla  de  la  vayna,  e  viola 
estar  tinta  de  la  sangre  de  aquellos  que  ma- 
tara. E  desque  la  miro  gran  pieca,  sospi  "an- 
do dixo:  «¡Ay  espada  buena  e  rica,  e  la  me- 
jor que  nunca  entro  en  el  rey  no  de  Londres 
sino  la  de  la  estraña  cinta!  Agora  perderás 
tu  señor,  mas  ¿do  fallaras  jamas  hombre 
en  que  tan  bien  seas  empleada  como  en  mi 
eres,  sí  a  mano  de  Lam.arote  no  vienes?  ¡Ay 


LA  DE^FxVXBA  DEL  SANCTO  GRIAL 


?>2'd 


Lancarote!  ¡El  mejor  lionbre  y  el  mejor  ea- 
nallero  que  yo  nunca  vi  saluo  Galaz  tu  fijo, 
que  fue  mejor  de  los  mejores!  Agora  plu- 
guiesse  a  Dios  que  tu  mi  espada  tuviesses  c 
supiesselo  yo,  ca  cierto  mi  anima  seria  mas 
viciosa  para  siempre--'- .  Estonce  llamo  a  Gi- 
tlete,  e  dixole:  «Tomad  esta  espada,  o  já 
alli,  suso  aquel  otero,  e  fallareys  vn  lago,  y 
echadla  alli,  ca  no  quiero  que  los  malos  que 
después  de  nos  vinieren  que  no  la  ayan» .  «Se- 
ñor, dixo  Giflete,  yo  fare  vuestro  mandado, 
mas  ante  querría,  si  vos  pluguiesse,  que  me 
la  diesses».  «No  lo  fare,  dixo  el  rey,  ca  no 
seria  enpleada  en  ti  mi  voluntad,  ca  no  has 
mucho  de  biuir».  Estonce  tomo  Giflete  la 
espada,  e  fuesse  para  el  otero,  e  fallo  el  lago 
assi  como  el  rey  dixera,  e  después  saco  la 
espada,  e  viola  tan  buena  e  tan  rica,  que  le 
])arecio  que  seria  gran  daño  mucho  de  la 
echar  en  el  lago,  ca  assi  seria  j^erdida,  e 
paresciole  que  mejor  seria  de  echar  ay  la 
suya  e  tener  aquella  para  si,  e  que  dixesse 
al  rey  que  la  echara  en  el  lago,  y  escondió 
la  del  rey  entre  la  yerna,  e  torno  al  rej",  e 
dixole  que  la  echara  en  el  lago.  «Pues  ¿que 
viste  della?»  dixo  el  vey.  «Señor,  di.co  el,  no 
vi  nada».  «Ay  amigo,  dixo  el  rey,  échala  alia, 
ca  avn  no  la  echaste»;  y  el  torno  alia,  e  miro 
la  spada,  e  fizo  gran  diielo,  e  dixo  que  seria 
gran  daño  si  assi  fuesse  perdida;  e  pensó  de 
echar  la  vayna,  y  echóla  en  el  lago,  e  torno 
al  rey,  e  dixole  que  la  echara,  y  el  rey  dixo 
que  viera  della.  ^'Señor,  dixo  el,  no  vi  nada, 
¿e  que  auia  de  ver?  «¿Que  aulas  de  ver?  dixo 
el  rey,  se  yo  que  no  la  echaste,  y  avn  ¿por 
que  me  fazes  tanto  mal  e  tanto  pesar?  ve 
échala,  si  no  nunca  auras  mi  gracia.  E  si  la 
echas,  tu  veras  alguna  cosa,  ca  sin  gran  ma- 
rauilla  no  puede  ella  ser  ¡perdida» .  E  quando 
el  vio  que  fazer  le  conuenia,  torno  al  lago,  e 
tomo  la  espada,  e  dixo:  «¡Ay  espada  buena 
e  rica,  como  es  gran  daño  que  algún  onbre 
bueno  no  te  coge  en  mano!»  Estonce  lauco  la 
espada  en  el  lago  lo  mas  que  pudo.  E  quan- 
do el  espada  fue  cerca  del  agua,  vio  salir 
vna  mano  del  agua  que  páreselo  fasta  el 
codo,  mas  del  cuerpo  cuya  era  la  mano  no 
se  veya  nada,  e  tomo  la  espada  por  la  eupu- 
ñadura,  y  esgrimióla.  Y  después  que  la  es- 
grimió, metióse  so  el  agua  con  el  espada;  y 
el  atendió  gran  j)ie(;'a  por  ver  si  mostrarla 
mas,  e  nunca  después  vio  nada. 

Cap.  CCCCXXXin.  —  C'o;»o  el  rey  Artur  fi^o 
echar  la  espada  en  el  lago  a  Gi flete  ('). 

Pues  vio  que  no  se  mostraua  mas,  partió- 
se del  lago  e  tornóse  al  rey,  e  dixole  como 

(*)  Epígrafe  que  corresponde  al  capítulo  anterior. 


echara  el  espada  e  lo  que  della  vio.  «Por 
Dios,  dixo  el  rey,  todo  esto  sabia  yo  que 
auernia  ende;  e  agora  se  yo  bien  que  mi 
muerte  se  allega  mucho  acerca» .  E  quando 
el  esto  dixo,  viniéronlo  las  lagrimas  a  los 
ojos,  e  después  estuuo  gran  piec^a,  e  dixo 
a  G-iflete:  «Luengo  tionpo  me  seruiste  e  me 
tullíste  compaña,  mas  agora  llego  el  tiempo 
que  nos  conuiene  apartar,  e  bien  os  podeys 
alabar  que  vos  soys  el  conpañero  de  la  Ta- 
bla Redonda  que  mas  luengamente  me  tuuo 
conpaña.  E  agora  vos  yd,  que  no  quiero  que 
desde  oy  me  tengas  conpaña,  ni  finquedes 
mas  comigo.  ca  la  mi  fin  se  allega,  y  no  es 
cosa  puesto  que  ninguno  sepa  la  verdad  de 
la  mi  muerte,  ca  bien  assi  como  yo  fuy  rey 
por  auentura,  ca  ninguno  no  se  podra  loar 
de  aqui  adelante  que  sepa  cierta  cosa  de  mi 
muerte.  E  por  esta  razón  quiero  que  vos  va- 
yays,  e  pues  que  fuerdes  de  mi  partido,  si 
vos  preguntasen  nueuas  de  mi,  responderle 
heys  que  el  rey  Artur  vino  por  auentura  e 
por  auentura  se  fue.  Y  el  solo  fue  rey  auen- 
turoso,  en  tal  hora  que  después  del  no  aura 
en  ninguna  tierra  rey  assi  auenturoso» . 
«¡Ay  señor,  merced,  dixo  Giflete,  por  Dios, 
sufridme  que  vos  faga  conpaña  fasta  que  vea 
que  fin  faredes!».  «Esto  no  puede  ser,  dixo  el 
rey,  que  a  yr  vos  conuiene,  e  yo  vos  mando, 
sobre  la  fe  que  me  deuedes,  e  si  esto  no  fa- 
zedes,  nunca  vos  amare;  demás  fagovos  sa- 
ber que  vos  vendrá  ende  mal» .  «Ay  señor, 
dixo  Giflete,  fazerlo  he,  pues  a  vos  plaze. 
Mas  bien  sabed  q"ie  nunca  fize  cosa  donde 
tanto  pesar  ouiesse  como  en  jmrtirme  de 
vos,  ca  yo  vos  ame  sienpre,  e  vos  amo  sobre 
todos  los  honbres  del  mundo;  mas  por  Diose 
por  vuestra  bondad,  tanto  me  dezid,  si  vos 
pluguiere,  si  vos  veré  nunca  después  que 
agora  de  vos  me  parta».  «Cierto  no»,  dixo  el 
rey.  Estonce  respondió  Giflete:  «Tanto  es  mi 
pesar  mayor» .  Estonce  caualgo,  e  dixo,  llo- 
rando muy  fuertemente:  «Señor,  encomien- 
do vos  a  Dios».  -Dios  vos  guie»,  dixo  el  rey. 
Estonce  se  partió  Giflete  del  rey,  y  luego 
comeuQO  a  escurecer  e  a  fazer  muy  fuerte 
tienpo;  e  fue  Gitlete  contra  vn  otero  quanto 
mas  pudo,  ca  pensó  que  si  en  aquel  otero 
subiesse,  que  como  era  alto  que  jiodria  bien 
ver  por  do  yua  el  rey  Artur,  y  aquel  otero 
era  media  legua  pequeña  del  mar. 

Cap.  CCCCXXXIV.— C'owo  Giflete  fue  a  do 
el  rey  le  mando. 

Quando  Giflete  vino  al  otero,  estuuo  que- 
do so  vn  árbol  fasta  que  fue  la  lluuia  passa- 
da,  e  comencé  a  llorar  fuertemente  y  a  catar 
contra  aquella  parte  do  dexauaal  rey;  e  assi 


Ó-ÓO 


LIBROS  DE  caballerías 


estando,  vio  venir  por  medio  del  mar  vna  bar- 
ca en  que  venían  muchas  dueñas;  e  la  barca 
aporto  do  el  rey  estaua;  e  saliéronse  las  due- 
ñas e  fueronse  para  el  rey;  e  entre  aquellas 
dueñas  andana  Morgayna  la  encantadora., 
liermana  del  rey,  e  luesse  para  el  rey  con 
todas  las  dueñas  que  traya,  e  rogóle  que  en- 
trasse  en  la  barca,  e  el  entro  dentro,  y  estan- 
do denti'o,  ftzo  ay  meter  su  cauaílo  e  sus 
armas;  e  después  comento  la  barca  de  yr 
por  la  mar  con  la  compaña  que  os  dixe;  y 
en  tal  hora,  que  nunca  vuo  después  caualle- 
ro  ni  otro  en  el  reyno  de  Londres  que  lo 
viesse.  E  quando  Giílete  esto  vio,  que  entra- 
ña el  rey  con  las  dueñas  en  la  barca,  descen- 
dió del  otero  quanto  pudo,  e  fuesse  contra 
alia  quanto  el  cauallo  lo  pudo  llenar,  ca  pen- 
só que  si  con  tienpo  ay  llegasse,  que  se  me- 
terla con  su  señor  en  la  barca,  e  que  no  se 
partirla  del  por  cosa  que  le  auiniesse.  E 
quando  llego  la  barca  era  yda,  mas  empero 
viola  por  do  yua,  e  vio  al  re}-  entre  las  due- 
ñas, e  conoció  a  el  e  a  Morga^'na  la  fada,  ca 
la  viera  muchas  vezes,  y  la  barca  yua  alonga- 
da de  la  ribera  quanto  vn  tiro  de  ballesta.  Y 
quando  Giflete  vio  que  assi  perdió  a  su  señor, 
comento  a  fazer  gran  duelo,  e  finco  ay  todo 
aquel  dia  e  aquella  noche,  e  no  comió  en 
esse  dia ,  ni  en  el  dia  ante  no  auia  comido. 

Cap.  CCCCXXXV  .  —  Que  Gifleie  fue  a  la 
Jiermita  do  el  rey  le  mando. 

Otro  dia  de  mañana,  quando  salió  el  sol, 
caualgo  Giflete,  e  partióse  de  ay  muy  cuyta- 
do,  e  anduuo  todo  aquel  dia  fasta  que  llego 
a  vn  mato  pequeño  que  era  cerca  de  vn  her- 
mita.  E  raoraua  ay  vn  hermitaño  que  era 
mucho  su  conocido;  e  fue  a  el,  e  moro  con  el 
dos  dias,  jjorque  sentíase  maltrecho  del  pesar 
ijuo  vuo;  e  contole  todo  lo  que  viera  del  rey 
Artur,  e  como  lo  vio  entrar  en  el  mar  con 
las  dueñas;  e  al  tercer  dia  se  partió  dende,  y 
fuesse  para  la  capilla,  e  ato  su  cauallo  a  vn 
árbol,  y  entro  tlentro,  e  fallo  dos  monimen- 
tos  muy  ricos  ante  el  altar;  mas  el  vno  dallos 
era  muy  mas  fermoso  que  el  otro;  e  sobre 
este  mommento  mas  rico  auia  letras  que  de- 
zian:  Agrí  vaze  el  rey  Arttjr,  que  por  bon- 
dad E  CAUALLEBIA    CONQUISTO  DOZE  REy>-OS,  O 

sobre  el  otro  monumento  auia  letras  que  de- 
zian:  Aquí  yaze  Lucan  el  copero,  que  el 
REV  Artur  mato  so  si. 

Cap.  CCCCXXXVI. — Que  Giflete  se  amorte- 
ció sobre  el  monumento. 

E  quando  leyó  aquella  escriptura,  amorte- 
cióse sobrel  monimento.  Y  quando  acordó, 
besóle  muchas  veces,  llorando  de  gran  dolor 


que  tenia;  y  estuuo  ay  hasta  en  la  tarde,  que 
vino  ay  vn  honbre  bueno  qixe  seruia  al  altar 
de  la  capilla;  e  quando  Giflete  lo  vio,  pregun- 
tóle: «Señor,  ¿es  verdad  que  yaze  aqui  el  rey 
Artur?»  «Cierto,  dixo  el  buen  honbre,  creo 
que  si;  ca  poco  ha  que  vinieron  aqui  piega  de 
dueñas,  que  trayan  en  vn  lecho  vn  cuerpo 
de  vn  cauallero  faciendo  gran  duelo ;  dixe- 
roume  que  por  el  rey  Artur;  e  metiéronlo  en 
este  monumento,  e  fueronse  contra  la  mar,  e 
no  tornaron  mas  acá» .  Estonce  asmo  Giflete 
que  eran  las  dueñas  que  metieran  al  rey  en 
la  barca,  jjero  dixo  en  su  coraron  que  toda 
via  queria  saber  si  era  aquel  el  rey  Artur  que 
j'^azia  en  el  monumento. 

Cap.  CCCCXXXVIL—  Como  Giflete  fue  al 
monumento  por  ver  si  era  aquel  el  rey  Artur. 

Estando  Giflete  y  el  honbre  bueno  delante, 
e  pensó  que  yrguiesse  la  tumba  del  moni- 
miento  y  que  catasse  si  yazia  ay,  e  después 
yrguiola.  E  (piando  cato  dentro,  no  fallo  sino 
el  yelmo  que  traxo  en  la  dolorosa  batalla.  E 
quando  vio  que  el  cuerpo  del  rey  no  yazia 
aj,  mostró  el  monumento  vazio  al  honbre 
bueno,  e  dixo:  «Aqui  no  yaze  mi  señor  el 
rey» ,  e  torno  la  tunba  sobre  el  monimento 
como  antes  estaua;  e  pregunto  otra  vez  al 
honbre  bueno:  «¿Vistes  vos  meter  aqui  el 
cuerpo  del  rey?»  «Por  Dios,  dixo  el  honbre 
Inieno,  nos  metimos  ay  vn  cuerpo,  e  las  due- 
ñas me  hicieron  entender  que  era  el  rey  Ar- 
tur; e  otra  cosa  no  os  sabria  yo  decir» .  «Por 
buena  fe,  dixo  Giflete,  que  en  vano  me  traba- 
jarla de  preguntar  como  el  rey  mi  señor  mu- 
rio,  e  que  fue  del;  ca  verdatleramente  este 
fue  el  rey  auenturado,  a  quien  la  su  muerte 
ningún  honbre  no  sabrá,  e  bien  me  dixo  a 
mi  verdad,  (pie  bien  assi  como  el  viniera  al 
reyno  por  auentura,  assi  se  yria  dende;  mas 
pues  que  yo  veo  que  no  me  ha  pro  de  lo  bus- 
car, e  aqui  no  lo  íallo^  e  pues  assi  es,  yo  so 
aquel  que  jamas  no  biuiro  en  este  siglo,  mas 
quiero  fincar  aqui  en  esta  hermita,  e  biuire 
fasta  que  muera,  pues  aqui  failu  las  postreras 
nueuas  del»;  e  rogo  al  honbre  bueno  que  por 
Dios  que  le  acogiesse  en  su  conpaña;  y  el 
dixo  (.1  ue  le  plazia ;  e  assi  finco  Giflete  en  la 
capilla  vera  siruiendo  a  Jesu  Cliristo,  e  no 
biuio  luengo  tienpo,  que  a  cabo  de  tres  meses 
murió.  E  agora  dexa  el  cuento  de  tablar  des- 
to,  e  torna  a  los  fijos  de  Morder ec. 

Cap.  CCCCXXXVm.— Como  los  hijos  de 
Morderec  supieron  nueuas  que  el  rey  Artur 
era  perdido. 

Y  dize  la  historia,  que  pues  los  hijos  de 
Morderec  supieron  que  el  rey  era  perdido  e 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRTAL 


O  Oí 


Sil  i^adre  muerto,  fincaron  en  Genuisto  por 
guardar  la  villa;  e  fiíerou  desconortados 
quando  supieron  que  la  batalla  fuera  tan 
mortal;  j  ellos,  que  eran  buenos  eaualleros 
de  armas,  e  sabia n  mucho  mal  como  su  pa- 
dre, prometieron  tanto  e  dieron  a  los  de  Ge- 
nuiste,  que  los  reseiuieron  con  quanta  gente 
puilieron  auer,  e  fueronse  enseñoreando  por 
la  tierra;  e  podianlo  fazer  muy  ligeramente, 
ca  los  buenos  eaualleros  eran  muertos  en  la 


demanda  del  sant^to  Giiiüy  en  la  batalla  do- 
lorosa;  assi  que^aulíTay  pocos  _que  ge  lojle" 
tendiessénjWJtír-"  ~ 

Cap.  CCCCXXXIX. —  Como  la  reyna  Gine- 
bra supo  como  murieron  todos  en  la  batalla. 

Quando  la  reyna  Ginebra  supo  como  mu- 
rieron todos  en  la  batalla,  e  como  el  rey  su 
marido  era  perdido,  e  que  los  hijos  de  Mor- 
derec  se  enseñoreauan  de  la  tierra ,  vuo  tan 
gran  pesar,  que  cuydo  ser  muerta,  e  vuo  pa- 
liar que  si  los  fijos  de.Morderec  la  fallassen, 
que  le  farian  alguna  f renta,  e  tomo  paños 
prietos,  e  metióse  en  la  orden  de  las  mon- 
jas. Y  quando  esto  fue,  vinieron  uueuas  que 
Langarote  era  en  Gaunes  con  gran  conpaña 
de  honbres  buenos,  e  como  el  rey  Artur  era 
perdido  e  Morderec  muerto,  e  la  batalla  que 
fue  tan  braua,  e  los  fijos  de  Morderec  que  se 
enseñoreauan  en  la  tierra;  quando  Lancarote 
esto  oyó,  ouo  gran  pesar  por  el  rey  Artur,  ca 
no  auia  honbre  en  el  mundo  quel  mas  amas- 
se,  y  pregunto  por  nueuas  de  la  reyna,  mas 
no  lo  supieron  ende  dezir  nada,  ca  pocos  auia 
en  la  tierra  que  supiesen  della,  ca  sindubda 
ella  cuydaua  de  se  esconder  lo  mas  que  podia 
con  miedo  de  su  muerte,  e  vuo  gran  pesar 
Langarote  destas  nueuas,  e  tomo  consejo  con 
sus  hermanos  Boores  e  Lionel  como  faria,  ca 
no  auia  cosa  que  peor  quisiesse  que  a  Morde- 
rec e  a  sus  cosas. 

Cap.    CCCCXL  .  -  Que  Boores  respondió 
e  consejo  al  rey  que  pasasse  ¡a  mar. 

Boores  le  respondió:  «Señor,  yo  teriiia  por 
bien  de  assonarnos  e  de  passar  la  mar  a  la 
Gran  Bretaña,  e  si  nos  atendieren,  peleare- 
mos con  ellos;  e  si  los  venciereuios,  fagámos- 
los morir  de  alguna  muerte  estraña ;  ca  no 
v$o  yo  de  que  otra  guisa  nos  podamos  mejor 
vengar»  ;  e  Lanvarote  se  otorgo  en  esto.  Y 
estonce  enbiaron  al  reyno  de  Benoyt,  e  al 
reyno  de  Gaunes,  e  al  de  Gauna;  e  assonaron- 
se  en  la  ciudad  de  Gaunes  mas  de  .xx.  mil 
honbres  a  pie  e  a  caualio.  Y  pues  fueron  aso- 
nados, Langarote,  e  Boores,  e  Lionel,  y  Es- 
tor,  con  toda  su  conpaña,  partiéronse  de  Gau- 


nes, e  anduuieron  tanto  que  llegaron  a  la 
mar,  e  fallaron  las  naos  guisadas,  y  entraron 
dentro,  e  vuieron  buen  tienpo,  que  esse  dia 
mismo  vinieron  en  la  Gran  Bretaña  e  posaron 
por  la  ribera  del  mar;  e  otro  dia  supieron  las 
nueuas  los  fijos  de  Morderec,  que  Lancarote 
era  en  la  tierra  con  gran  gente  de  su  linaje. 

Y  cuando  ellos  esto  oyeron,  fueron  espanta- 
dos, e  ouieron  su  consejo  de  se  assonar  e  de  yr 
sobrellüs.  E  quien  ouiesse  la  mejoría,  que  la 
lleuasse;  e  a  esto  acordaron  los  fijos  de  Mor- 
derec, porque  tenian  mas  gente  [que]  Lan- 
garote; e  assi  como  lo  dixeron,  assi  lo  íizieron; 
ca  assonaronse  en  Guncestre;  y  por  promesa 
que  todos  los  buenos  honbres  del  reyno  de 
Londres  les  fizieron  omenaje  de  los  ayu- 
dar; e  siendo  assonados  en  Guncestre,  vn 
lunes  de  mañana  vineles  vn  mensajero  cpie 
les  dixo:  «Muertos  soys  e  destruydos,  que 
Lancarote  viene  sobre  vos  con  gran  gente  y 
esta  de  aqui  a  seys  leguas  muy  pequeñas;  e 
sed  seguros  que  aures  la  batalla  eras  a  esta 
hora» .  Y  quando  ellos  esto  oyeron ,  dixeron 
que  los  atenderían  alli,  e  que  se  conbatirian 
con  ellos;  e  dizieron  por  folgar  ellos  e  sus  ca- 
uallos,  e  assi  fincaron  los  de  Londres  ante 
Guncestre,  e  Langarote  e  su  conpaña  caual- 
garon,  pero  con  muy  gran  pesar,  que  aquel 
dia  vinieron  las  nueuas  que  las  rej^na  Gine- 
bra era  finada,  e  aqui  no  dize  como  ello  fue, 
mas  passaremos  por  ello  lo  mas  ligeramente 
que  podamos. 

Cap.  CCCCXLI. — Como  la  reyna  se  metió  en 
la  orden  por  jMUor  de  los  hijos  de  Morderer. 

Agora  dize  el  cuento  que  pues  la  reyna 
fue  entrada  en  la  orden  con  pauor  de  los  hi- 
jos de  Morderec,  ella  fue  en  la  orden  muy 
viciosa  y  honradamente,  no  tanto  como  quan- 
do era  reyna,  e  dize  que  como  no  era  ducha 
de  la  premia  ni  de  la  lazeria  de  la  orden,  y 
con  la  cuyta  de  las  malas  nueuas  queoyacada 
dia,  le  vino  vna  gran  enfermedad,  que  aque- 
llos que  la  veyan  auian  mayor  esperanza  en 
su  muerte  que  en  su  vida;  e  auia  consejo  con 
vna  donzella  que  fuera  entendedera  de  Gifle- 
te,  el  fijo  del  duque,  e  porque  la  reyna  oya 
dezir  que  Giílete  era  el  que  vuo  mas  luenga- 
mente coupaña  al  rey  que  otro  ninguno, 
amana  la  reyíia  tanto  aqiiella  donzella  e  a 
su  conpaña,  que  era  marauilla,  e  conforta- 
uanse  an])as  entre  si  lo  mejor  que  podian;  e 
llorauan  mucho  a  menudo  gran  pieva  quando 
les  nenbraua  los  grandes  seruicios  e  la  gran 
alteza  en  (jue  fueran,  y  el  poder  que  auian. 

Y  agora  eran  metidas  en  orden  con  pauor  de 
muerte;  y  la  reyna,  como  quier  que  no  fazia 
al  sino  llorar  por  Lancarote,   dezia  algunas 


LIBROS  DE  caballerías 


vezes:  «¡Ay  señor  Lanrarote!  ¿e  como  os 
escaecio?  que  yo  no  cuyde  que  vos  me  de- 
xassedes  tan  luengamente  en  seruidunbre, 
ni  tan  desmanparada  como  me  dexes.  E  si 
vos  eatassedes  a  la  vuestra  bondad  e  al  vues- 
tro plazer  que  eomigo  vuistes,  y  el  gran  po- 
der que  Dios  os  dio,  menbrar  os  yades  de  mi 
alguna  vez,  e  vengariades  la  muerte  del  rey 
Aitur,  e  conqueriades  el  reyno  de  Londres, 
e  saeariades  a  mi  desta  cuyta,  que  temo  con 
l)auor  de  mi  muerte» ;  e  assi  dezia  la  reyna 
Ginebra  de  Langarote,  do  yazia  doliente;  e 
la  douzella  la  confortaua  ijuanto  podia,  e  de- 
ziale  que  no  vuiesse  pauor,  ea  bien  supiesse 
verdaderamente  <|ue  Langarote  no  tardarla 
mucho  que  no  viniesse  a  la  Gran  Bretaña 
[que]  ya  oyera  ella  nueuas,  e  la  reyna  res- 
pondió: «Señora,  sera  esso  tarde». 

Cap.  CCCCXLn. —  Como  en  la  abadía  aula 
nía  monja  que  nmaua  mucho  a  Lanrarofc. 

En  aquella  abadia  auia  vna  monja  (jue  en- 
trara ay  porque  amaua  a  Lanr-arote  y  Langa- 
rote no  la  quiso,  e  desama ua  a  la  reyna  por 
ende,  y  dezia  que  por  ella  no  le  amara  Lan- 
carote  «y  pues  que  no  puede  vengar  mi  saña 
de  Lancarote,  yo  me  vengare  de  la  reyna»; 
e  vn  dia  aniño  que  dixo  a  la  entendedera  de 
Giflete  qiie  se  aconpañaua  con  la  reyna,  e 
fizo  semblante  que  no  queria  que  lo  oyesse 
la  reyna:  «¡Ay  donzella,  que  malas  nueuas 
vos  trago  de  Langarote!  que  venia  con  gran 
conpaña  de  gente  para  conquerir  el  reyno  de 
Londres,  e  perdiéronse  en  la  mar».-  «Por 
Dios,  dixo  la  amiga  de  Giflete,  gran  perdida 
es  essa;  mas  ¿como  sabeys  vos  que  esso  es 
verdad?»  «Yo  lo  se  xawy  bien,  dixo  ella,  por 
aquel  que  lo  vio»;  e  la  reyna,  que  yazia  do- 
liente, quando  esto  oyó,  dezia:  «¡Ay  mar 
amargosa  e  maldita!  tanto  mal  me  has  he- 
cho, que  me  has  muerto  e  me  tolliste  el  mas 
leal  amador  de  todos  los  amadores».  E  dicho 
esto  callóse  con  gran  pesar,  que  no  pudo  des- 
pués comer  ni  beuer;  e  yugo  assi  tres  dias, 
e  al  quarto  dia  viniéronle  nueuas  que  Lan- 
garote auia  aportado  en  la  Gran  Bretaña  con 
fiera  caualleria,  assi  que  no  ha  hombre  en  el 
reyno  que  lo  osasse  atender  en  el  campo. 

Cap.  CCCCXLIII.  —  Que  la  donzella  dixo 
nueuas  que  Langarote  era  en  la  Gran 
Bretaña. 

Y  la  donzella  que  la  reyna  guardaua,  fue 
muy  alegre  quando  oyó  estas  nueuas,  e  fue 
corriendo  para  la  reyna,  e  dixole:  «Señora, 
mucho  os  traygo  buenas  nueuas;  sabed  bien 


ciertamente  que  Langarote  es  en  la  Gran 
Bretaña  con  muy  gran  gente,  ya  poca  de 
sazón  la  conqneria» ;  y  la  reyna,  que  estaña 
cerca  de  la  muerte,  quando  oyó  estas  nue- 
uas, respondió  a  gran  afán  e  dixo:  «Donze- 
lla, muy  tarde  me  lo  dixistes,  ca  ya  no  vale 
nada  toda  su  venida,  que  jo  soy  cierta  de  la 
muerte:  mas  pero  por  mi  señor  Lancarote, 
que  es  el  honbre  del  mundo  que  yo  mas  amo 
e  mas  ame,  ruégeos  que  hagays  por  mi  vna 
cosa,  e  por  amor  del»;  y  ella  ge  lo  prometió 
que  lo  faria  a  su  poder.  «Pues  agora  os  lo 
diré,  dixo  la  reyna.  Xo  bien  veo  que  so 
muerta,  que  no  he  de  llegar  a  mañana,  i- 
bien  os  digo  que  nunca  fue  tan  alegre  dn 
nueuas  que  oyesse  como  destas;  c  de  la  otra 
parte,  pésame  sobejamente  porque  no  lo  pue- 
do ver  ante  que  muera;  e  bien  me  semeja 
que  si  lo  viesse ,  que  mi  alma  seria  ende 
mas  alegre;  e  porque  yo  quiero  que  sepa  que 
de  su  vida  me  plaze,  e  que  muero  con  su  pe- 
sar, e  que  de  grado  lo  yria  ver  si  jjudiesse, 
por  ende  os  ruego  que  tanto  que  yo  m^^era, 
que  me  saques  el  coraQon,  e  que  ge  lo  leues 
en  este  yelmo  que  fiae  suyo,  e  que  le  digays 
que  en  remenbranga  de  nuestro  amor,  que 
le  embio  el  coragon  a  quien  nunca  escaecio» : 
e  aquel  dia  que  esto  dixo  se  fino  la  reyna,  e 
la  donzella  fizo  su  mandado,  pero  no  fallo  a 
Lancarote,  e  por  esso  no  acabo  lo  que  la  rey- 
na le  auia  mandado. 

Mas  agora  dexa  el  cuento  desto,  e  tornara 
a  Lancarote  e  a  los  hijos  de  Morderec. 

Cap.  CCCCXLW.  —  Como  Langarote  oyó 
nueuas  de  la  reyna,  e  r^uo  con  ellas  gran 
pesar. 

Bien  dize  el  cuento  que  pues  Langarote 
oyó  las  nueuas  de  la  reyna,  cayo  en  tan  gran 
pesar,  que  anduuo  todo  aquel  dia  con  esto 
cuy  dar  el  e  su  conpaña,  e  assi  andando  llega- 
ron cerca  de  Guncestre,  e  los  otros  que  los 
atendían  ay,  quando  los  vieron,  canalgaron 
e  ayuntáronse  con  ellos,  e  aquel  ayuntar  fue- 
ron muchos  feridos;  ca  mucho  auia  entie 
anbas  las  partes  gran  desamor.  Y  pues  qui' 
vuieron  quebrado  sus  langas,  metieron  mano 
a  las  espadas,  e  comenQaronse  a  ferir  muy 
reziamente,  assi  que  veriades  de  la  vna  parte 
e  de  la  otra  muchos  muertos  e  heridos;  e 
duro  la  batalla  fasta  hora  de  nona,  que  aniño 
Meliel  el  mayor,  fijo  de  Morderec,  que  se 
fallo  con  el  rey  Lionel  e  dexose  correr  con- 
tra el;  e  diole  tal  golpe  de  vna  lanQa  que  <e- 
nia,  que  escudo  ni  loriga  no  le  tuno  pro  que 
no  le  X->assasse  la  lan^a  de  la  otra  parte,  e  dio 
con  el  cauallo  en  tierra.  E  al  caer  quebró  la 
lauca.  E  quedo  della  fasta  vn  pedazo  por  el 


LA  DEMANDA  DEL  SANCTO  GRIAL 


333 


cuerpo.  Y  este  golpe  vio  su  hermano  el  rey 
Boores,  e  eonociolo  bien  que  su  hermano 
era  herido  a  muerto,  e  vuo  ende  tan  gran 
pesar,  que  mas  quisiera  ser  muerto. 

Cap.  CCCCXLA". —  Que  ruicron  la  batalla  el 
rey  Boorcí^  e  Meliel. 

Estonce  se  dexo  correr  Boores  hazia.  Me- 
liel, e  diole  tal  golpe,  assi  que  le  tajo  el  yel- 
mo y  el  almófar,  y  hendióle  fasta  los  dientes. 
Y  quando  tiro  la  espada  contra  si,  cayo  Me- 
liel muerto  en  tierra.  E  quando  lo  vio  en 
tierra  dixo:  ¡  «Ay  traydor,  (¡ue  j)equeño  co- 
bro que  yo  he  oy  en  esto!  ca  tu  mataste  a  mi 
hermano,  que  era  tan  buen  honbre.  Y  cierto 
tu  metiste  en  mi  coragon  tal  duelo,  que  ja- 
mas ende  no  me  saldrá;  ca  esta  muerte  no 
me  podra  escaecer.  Y  estonce  se  dexo  correr 
a  los  otros,  do  vio  la  mayor  priessa,  e  co- 
mencé a  derribar  e  a  matar  quantos  ante  si 
fallaua,  que  no  ay  honbre  que  lo  viesse  que 
no  se  marauillasse  de  las  cosas  (]uc  fazia.  Y 
(guando  los  caualleros  vieron  caer  al  rey  Lio- 
nel,  dicieron,  e  sacáronlo  de  la  batalla  y 
echáronlo  so  vn  árbol;  e  maguer  lo  vieron 
tan  mal  ferido ,  no  quisieron  fazer  duelo, 
porque  sus  enemigos  no  vuiessen  ende  pla- 
zer,  e  dexaronlo  alli  e  tornaron  a  la  batalla. 
Y'  esto  ante  Guncestre.  Y  era  la  batalla  tan 
dolorida  cosa,  que  veyan  gran  marauilla  e 
manzilla  sus  amigos;  e  assi  duro  la  batalla 
fasta  ora  de  nona,  assi  que  no  podia  honbre 
conocer  quales  auian  la  mejoría.  E  después 
de  ora  de  nona.  Langarote  topo  con  el  hijo 
menor  de  Morderec,  y  era  muy  buen  caua- 
llero,  e  Lanr.-arote  lo  conoció  por  las  armas 
que  traya,  tales  como  su  padre  solia  traer; 
dexose  correr  contra  el  con  la  espada  en  la 
mano,  y  el  otro  no  lo  recelo,  antes  yrguio  el 
escudo  contra  el  cuello  por  recebir  el  golpe, 
e  Langarote,  que  no  lo  amaua,  firiolo  tan 
brauamente,  que  le  fendio  el  escudo  fasta  el 
brapo,  assi  que  le  cayo  el  puño  con  lo  que 
tenia  con  el.  E  quando  sintió  que  auia  la 
mano  perdida,  i^uiso  fuyr,  que  bien  sabia  que 
no  podia  durar  contra  Lanvarote;  mas  Lan- 
carote  lo  tuuo  en  tan  gran  i)riessa,  que  se  no 
pudo  escapar,  e  diole  tan  gran  golpe,  que  le 
corto  la  cabeca;  e  quando  los  suyos  vieron  a 
su  señor  muerto,  no  supieron  que  hazer,  e 
comentaron  a  fuyr  contra  vna  -floresta  que 
era  cerca  de  ay,  e  Lancarote  e  los  suyos  co- 
mencaron  de  ir  en  pos  dellos,  matando  e  de- 
ri-ibando  quantos  fallauan;  o  Lancarote,  que 
yua  delante  todos,  en  el  alcance  mataua  e 
derribaua  e  hazia  gran  mortandad;  e  assi 
que  por  el  rastro  de  la  sangre  yuan  los  otros, 
e  tanto  fue  en  el  alcance,  se  fallo  con  el  du- 


que de  Gorra,  que  sania  que  era  traydor  e 
desleal,  e  auia  hecho  muchas  veces  pesar  al 
linaje  del  rey  Yan. 

Cav.  CCCCXLYI.  —  Que  Lan^-arote  ainena- 
^aua  al  duqtte,  y  el  vuo  viiedo  que  lo  mataría. 

Quando  Langarote  lo  alcance  c  lo  conoció, 
dixole:  «Don  traydor  aleuoso,  cierto  soys 
muerto,  que  no  hay  cosa  que  vos  guarezca 
sino  Dios» .  Y  el  duque,  que  cato  em  pos  si  e 
vio  que  Langarote  assi  lo  amena(,'aua,  vuo 
jjauor,  ca  sabia  bien  que  era  mejor  cauallero 
que  el,  e  bien  veya  que  era  muerto  si  lo  al- 
cancase,  e  comenQo  a  fuyr  quanto  el  cauallo 
lo  podia  llenar  contra  vna  montaña;  e  andana 
en  vn  buen  cauallo,  y  otrosi  el  de  Langarote 
era  muy  malo,  y  echo  tras  el,  e  corrieron 
assi  bien  dos  leguas;  estonce  canso  el  cauallo 
del  duque  assi  que  de  cansado  cayo  muerto, 
y  el  duque  vuo  de  caer.  E  qiumdo  Lancarote 
lo  vio  en  tierra,  fuesse  para  el  assi  como  es- 
taña de  cauallo,  e  diole  vn  golpe  del  espada 
por  cima  del  yelmo,  que  le  entro  fasta  los 
dientes.  E  no  cato  mas  pior  el,  sino  fuesse 
quanto  pudo.  E  quando  el  mas  se  cuydaua 
cercar,  tanto  mas  se  alongaua,  e  tanto  andu- 
uo  Lancarote  assi  desmayado,  que  llego  a  vn 
valle  n\uy  hondo.  Estonce  fallo  vn  escudero 
que  venia  de  contra  Guncestre,  e  preguntóle 
de  donde  venia,  y  el  dixo  que  del  canpo  do 
fuera  la  dolorosa  batalla,  ce  yo  cuydo  que  no 
finco  ay  otro  fueras  vos»  (y  esto  dezia  por- 
que cuydaua  que  Lancarote  era  del  reyno 
de  Londres);  «pero  tanto  os  digo,  el  que  los 
otros  han  gran  pesar  del  rey  Lionel,  que 
perdieron  en  la  batalla» .  «¿Como?  dixo  Lan- 
carote, ¿el  rey  Lionel  muerto  es'?»  «Si, 
cierto,  dixo  el  escudero,  e  nunca  vistes  tan 
gran  duelo  como  los  suyos  por  el  fazian» . 
«Cierto,  dixo  Lancarote,  aqui  ha  gran  daño, 
e  Nuestro  Señor  le  aya  merced  el  alma». 
Estonces  comencé  a  llorar  muy  fuerte,  y 
el  escudero  le  dixo:  «Señor,  ¿do  cuydades 
albergar  esta  noche?»  «No  se,  dixo  el,  ca  no 
do  nada  por  posada,  tanto  he  de  gran  pesar» ; 
y  el  escudero  le  pregunto  como  auia  nonbre. 
«Lancarote» ,  dixo  el.  Y  el  escudero,  que  esto 
oyó,  comencé  a  fuir,  ca  vuo  miedo  que  lo 
mataria.  E  Lancarote  se  fue  el  val  yuso  muy 
triste  e  cuytado,  e  anduuo  todo  aquel  día  c 
aquella  noche  que  no  comió  ni  beuio  el  ni  su 
cauallo;  o  otro  dia  de  mañana,  auentura  lo 
leuo  a  la  herinita  do  el  arcobispo  e  Brioberis 
eran  herniHaños,  e  (]uando  ay  llego  e  los  vio, 
í'uc  mucho  alegre,  y  ellos  otrosi  con  el;  e  re- 
cibiéronlo muy  bien  e  desarmáronlo;  e  tanto 
que  fue  desarmado,  fuesse  para  un  altar  de 
Sancta  Maria  que  ay  estaña,  e  finco  los  yno 


LIBROS  UE  caballerías 


JOS  antel  e  juro  por  Dios  e  por  Sancta  Maria 
de  nunca  de  partir  de  alli,  y  que  fincaria  ay 
toda  su  vida  para  seruir  a  Dios.  E  assi  como 
lo  juro,  assi  lo  fizo;  ca  ay  murió  en  seruicio 
de  Dios.  Y  agora  dexa  el  cuento  de  fablar 
del,  e  torna  al  rey  Boores. 

Cap.  CCCCXL'^T[. — Que  fue  la  ¡/van  batalla 
en  Guncestre. 

E  dize  el  cuento  que  pues  que  los  de  Grau- 
nes  ouieron  su  liatalla  vencida  e  los  otros  des- 
liaratados,  en  Guncestre  vuieron gran  alegría, 
o  otrosi  ouieron  pesai-  por  el  rey  Lionel,  que 
alli  murió;  e  vnieron  de  tomar  consejo  entre 
si  como  farian.  «Cierto,  dixo  el  rey  Boores, 
yo  he  tanto  perdido  en  el  reyno  de  Londres, 
pues  que  perdi  a  mi  hermano,  que  no  he  ta- 
lante de  ay  mas  biuir,  antes  me  quiero  luego 
yr»;  mas  el  no  sabia  que  Langarote  avn  era 
perdido  dellos;  e  mando  meter  a  su  hermano 
en  vn  rico  lecho,  e  partióse  del  canpo,  e  an- 
duuo  tanto  que  llego  a  la  mar,  e  quiso  passar, 
mas  dixeronle  los  suyos:  «Señor,  mal  aueys 
fecho,  ca  ya  auedes  andado  dos  dias  sin  Lan- 
carote,  onde  no  sabemos  recaudo  ninguno» . 
«Y  esto  es  muy  mal,  dixo  el  rey  Boores,  mas 
tanto  me  conforta,  que  no  aure  pau.or  de  hon- 
bre  que  en  esta  tierra  sea;  mas  la  meatad  de 
nuestra  gente  finque  aqui  a  buscarlo.  E  la 
otra  meatad  quede  comigo,  ca  no  hay  cosa 
en  el  mundo  por  que  yo  flncasse  en  el  reyno 
de  Londres,  ca  nunca  tanto  ame  esta  tierra, 
que  agora  no  la  desamo  por  mi  herínano  que 
perdi» . 

Cap.  CCCCXLVIII  .  —  Qmc   onando   el  rey 
Boores  buscar  a  Langarote. 

Assi  como  el  rey  Boores  les  mando,  assi  lo 
fizieron  ello,  ca  fincaron  la  meatad  para  bus- 
car a  Lancarote,  e  la  otra  meatad  se  fue  con 
el,  e  los  que  hincaron,  estuuieron  en  el  cas- 
tillo bien  quatro  dias,  que  auia  nonbre  An- 
benis,  y  estañan  ay  por  saber  algunas  nue- 
uas  de  Langarote;  y  Estor  finco  ay  con  ellos, 
con  gran  pesar  de  su  hermano  que  no  le 
fa llana;  y  eDos  assi  atendiendo,  ahevos  vn 
hermitaño,  e  dixo  a  Estor:  «Por  (lemas  aten- 
des  aqui  a  vuestro  hermano,  que  no  ha  cora- 
f.-on  de  venir  acá,  ca  se  metió  hermitaño,  do 
sil-ve  a  Dios  como  lo  prometió  con  el  ari/obis- 
po  de  Conturbel  otrosi» .  «¿E  do  son?  dixo  Es- 
tor; ¿poderlos  ya  fallar?»  «Esto  no  os  diré», 
dixo  el  hermitaño.  «Si  no  me  lo  quisierdes 
dezir,  ilixo  Estor,  no  fincare  por  ende  que  no 
jos  vaya  a  buscaí-  do  (juier  <[Uo  los  falle»;  es- 
tonce fizo  venir  ante  si  toda  la  conpaña,  e 
fizólos  jurar  que  fiziessen  su  mandado;  é  pues 


juraron,  dixoles:  «Agora  os  mando  que  os 
vayas  luego  deste  reyno  para  vuestras  tie- 
rras» .  «E  vos¿  que  fareys?»  dixeron  ellos.  «Yo 
fincare,  dixo  el,  hasta  que  sepa  de  mi  herma- 
no, e  después  si  me  viniere  a  voluntad,  jvme 
he  en  pos  de  vos» .  Y"  ellos  lo  ficieron  assi^  ca 
se  metieron  en  el  mar  e  se  fueron  para  Gan- 
nes.  Y  dize  la  verdadera  historia  i|ue  si  los 
del  linaje  del  rey  Yan  quisieran  aquella  vez 
mantener  la  guerra,  que  compieriran  toda  la 
tierra  de  Londres  muy  ligeramente,  ca  no 
auia  ay  honbres  que  la  defendiessen;  y  quan- 
do  Estor  se  partió  de  su  conpaña,  anduuo 
tanto  de  la  vna  parte  e  de  la  otra,  do  sabia 
que  auia  hermitas,  que  auentura  lo  leño  do 
era  su  hermano  e  los  otros  que  os  dixe. 

Cap.  CCCCXLIX. —  Como  Estor  e  Langarote 
se  faHaron  e  conocieron. 

Tanto  que  los  hermanos  se  vieron,  comen- 
taron a  llorar  con  alegría  que  vuieron,  ca 
mucho  se  amanan.  Y  Estor  dixo  a  Lancarote: 
«Señor,  pues  yo  os  fallo  en,  sernidunbre  de 
Jesu  Christo,  fincare  yo  con  vos  si  os  plaze, 
para  nunca  toe  partir  de  vos» .  Y"  quando  los 
otros  esto  oyeron,  fueron  alegres  porque  tan 
buen  cauallero  entraña  en  su  conpaña  para 
seruicio  de  Dios,  e  recibiéronlo  nrnj  de  grado, 
e  dieron  gracias  a  Dios.  E  assi  fincaron  anbos 
hermanos  con  sus  conpañeros  en  la  hermita. 
E  después  trabajaron  quanto  pudieron  de  ser- 
uir a  Dios;  tres  años  e  mas  biuio  en  la  hermi- 
ta, assi  no  podria  honbre  del  mundo  mas  de 
afán  sufrir,  quel  sufria  en  oraciones  y  ayu- 
nos., y  en  apremiar  su  carne  en  quantas  guisas 
el  podia.  E  al  quarto  año  se  ñno  Estor,  e  soterrá- 
ronlo en  la  hermita.  E  al  quarto  año,  a  .xv. 
dias  después  que  murió  Estor,  dio  una  enfer- 
medad a  Lancarote,  tal  que  bien  que  no  podia 
ende  escapar.  E  rogo  al  arcobispo  e  a  Brio- 
bei'is  que,  tanto  que  finasse,  que  lo  leuasse  a 
la  Joyosa  Guarda,  e  que  lo  soterrassen  en  el 
monimento  do  yazia  el  rey  Galeote,  señor  de 
las  Estrañas  Insolas,  y  ellos  ge  lo  prometie- 
ron que  lo  farian  assi,  que  quatro  dias  des- 
pués deste  murió  Lancarote.  Mas  aquella 
ora  que  fino  no  estaña  ay  el  arcobispo  ni 
Brioberis,  ca  dormían  fuera  so  vn  olmo.  E 
aniño  assi  que  Brioberis  despertó  primero,  y 
en  dormiendo  yazia  riendo,  e  fazia  el  me- 
jor senblante  de  alogria  que  nunca  honbre 
vio,  e  dezia:  «¡Ay  Dios,  bendito  vos  seays, 
que  agora  veo  yo  quanto  desseaua  ver!»  E 
quando  Brioberis  vio  que  assi  dormia,  e  oya 
lo  que  dezia,  maranillose  e  vuo  gran  pauor 
de  ser  el  diablo  que  entrara  en  el,  e  desper- 
tólo, e  dixo:  «¡Ay  señor,  que  me  quitaste  del 
alegría  en  que  estaña!»  «¿Y  eñ  que  alegtia 


LA  DEMANDA    DEL  SAXCTO  GlUAL 


estauades  vos?»  clixo  Brioberis.  «Yo  era, 
dixo,  en  tan  gran  fiesta,  y  en  tan  gran  con- 
paña de  angeles,  que  nunca  vide  gente  tan 
gran  asonada;  e  leuaron  con  gran  alegría  e 
fiesta  el  anima  de  Lanoarote  como  os  digo  al 
cielo.  E  agora  vayamos  ver  si  es  muerto». 
Y  después  fueronse  para  alia  do  lo  dexaron 
a  Lancarote,  e  fallaron  que  le  era  salida  el 
anima  del  cuerpo.  « ¡Ay  señor,  dixo  el  arzo- 
bispo, bendito  seas  vos!  Agora  se  yo  verda- 
deramente que  aquella  fiesta  e  aquella  gran 
alegría  que  los  angeles  fazian ,  que  le  fa/ian 
con  el  anima  deste ;  agora  puedo  yo  bien  sa- 
ber que  penitencia  vale  sobre  todas  las  cosas 
del  mundo;  oy  mas,  mientras  yo  bina,  no  me 
partiré  de  penitencia».  «Agora  conuiene, 
dixo  Brioberis,  que  lo  llenemos  a  la  Joj^osa 
G-uarda,  como  ge  lo  prometimos».  «Verdad 
es» ,  dixo  el  arzobispo.  Estonce  guisaron  vnas 
andas,  e  metieron  el  cuerpo  de  Langarote  en 
ellas,  e  tomo  el  vno  de  la  vna  parte  y  el  otro 
de  la  otra,  y  partiéronse  del  liermita,  e  an- 
duuieron  tanto  por  sus  jornadas,  que  llega- 
ron a  la  Joyosa  Guarda;  mas  sabed  que  les 
fue  muy  gran  afán  e  muy  gran  trabajo  ante 
que  ay  fuessen. 

Cap.  CCCCL.  —  Que  leuaucín  muerto  a  Lan- 
garote, e  faxicm  por  el  duelo. 

Quando  los  del  castillo  que  ay  eran  supie- 
ron que  trayan  a  Laugarote,  saliéronlo  a  rece- 
bir  faziendo  gran  llanto,  como  si  tuuiessen 
todo  su  linaje  matado;  e  leñáronlo  a  la  ygle- 
sia  mayor,  e  fizieronlo  tanta  honra  quauto 
deuian  hazer;  e  aquel  dia  mismo  vino  ay 
Boores  muy  pobremente  aconpañado,  ca  no 
traya  consigo  sino  vn  cauallero  e  vn  escu- 
dero. E  quando  supo  quel  cuerpo  de  Lan- 
garote era  en  la  yglesia,  fuesse  para  alia,  e 
üzolo  descubrir,  e  tanto  lo  cato  y  lo  mesu- 
ro, que  bien  conoció  que  era  su  señor  Lan- 
r-arote,  e  tanto  r|ue  lo  conoció  cayo  amorte- 
cido sobrel;  e  quando  acordó  comenoo  a  ha- 
zer gran  duelo,  e  lloro  muy  fieramente  todo 
aquel  dia,  e  fue  muy  grande  el  duelo  en 
el  castillo.  Y  el  otro  dia  abrieron  el  monu- 
mento del  rey  Graleote,  que  era  muy  rico,  e 
metiéronle  dentro,  e  después  fizieron  sobre  la 
tumba  entretallar  letras  que  dezian:   Aguí 

YACE  EL  REY  CtALEOTE,  EL  JIEJOR  CAUALLERO 
QTTE    KUNCA    TRAXO     ARMAS,     DE     LAS    INSOLAS 

LUENGAS,   [e  Langarote],  el  mejor  caua- 

I-LERO    DEL    MUNDO    SALUO    SU   FIJO    GrALAZ.    E 

después  que  lo  ouieron  metido  en  el  moni- 
mePito,  voriades  mas  de  mil  en  derredor  del, 
e  faziendo  duelo.  Y  el  argobispo  pregunto  a 
Boores  como  le  auiniera  porque  assi  viniera 
al  soterramiento  de   Langarote.    «Y  sepas, 


señor,  dixo  el  vej  Boores,  que  vn  hermitii¿o._ 
de  sanctavida  me  dixo  poco  ay  que  si  a  este 
"tTtia  pudiesse  llegar  a  este  castillo,  que  falla- 
ría a  mi  señor  Langarote  muerto  o  biuo;  e 
auínome  assi  como  el  me  dixo;  mas,  por 
Dios,  sí  sabeys  do  moro  fasta  agora,  dezid- 
melo,  ca  mucho  lo  desseo  saber».  Y  el  argo- 
bispo le  dixo  como  Langarote  entrara  hermí- 
taflo,  e  que  sienjire  seruiera  a  Dios  desque 
ay  entrara,  y  otrosí  le  contó  la  hermosa 
auentura  e  la  buena  fin  que  fizieran  en  su 
passamiento,  e  quanto  ende  vio. 

Cap.  CCCCLI. —  Como  el  arcobispo  e  Briobe- 
ris contaron  toda  la  vida  de  Lancarote  al 
rey  Boores. 

E  quando  el  rey  Boores,  que  muy  de  gra- 
do escuchaua  lo  quel  arcobispo  dezia,  oyó 
toda  la  vida  de  Langarote,  respondió:  «Se- 
ñor, pues  Langarote  biuío  con  vos  fasta  en 
fin,  so  yo  aquel  que  vos  quiero  tener  conpa- 
ña en  su  lugar,  si  os  plaze,  e  mientra  bina 
jamas  no  me  partiré  de  penitencia,  ante  me 
quiero  yr  con  vos,  e  biuír  en  vuestra  conpa- 
ña en  todos  mis  días».  Y  el  arcobispo  e  Brio- 
beris ge  lo  agradecieron  mucho.  E  otro  día 
partiéronse  del  castillo  de  la  Joyosa  G-uarda. 

Y  el  rey  Boores  embio  su  cauallo  e  su  escu- 
dero, y  enbio  dezir  a  los  de  Gaula  e  a  los  de 
Gaunes  que  fiziessen  rey  a  quien  quisiessen, 
ca  jamas  no  tornaría  el  alia;  e  después  fues- 
se con  el  argobispo  e  con  Brioberis  a  j:)íe_ 
muy  jjobremente.  e  quien  bien  cataSs'e  su 
alteza,  como  era  de  gran  guisa  e  rey  de  tan 
rico  reyno,  bien  podía  entender  que  tenia 
buena  voluntad  con  Dios  en  lo  seruir;  e  yén- 
dose juntos  para  la  hermita,  fallaron  a  Me- 
rengis  de  Norgales  todo  armado.  Y  quando 
vio  los  tres  honbres  buenos,  no  los  conoció, 
empero  vno  dellos  piedad,  porque  los  veya  yr 
descalgos  y  pobremente  vestidos,  ca  bien  se- 
mejo que  eran  honbres  honrados;  estonce  se 
llego  a  ellos  assi  de  cauallo  como  estaña,  e 
dixoles:  «Señores,  ¿quien  soys?»  Y  eljir(,iíu- 

Jjispo  le  dixo:  «Somos  honbres_pecadores  que 
-ítizei)aos_jL)eJiiteflcia  de  nuestros  pecados,^  . 
bien  nos  anemia  si  por  poca  lazeria  que  aqui 
sufrimos  fuessemos  sainos».  E  Merengis  lo 
fato,  e  semejóle  que  lo  viera  otra  vez,  mas 
no  lo  podia  conocer,  e  por  ende  le  dixo:  «Yo 
vos  ruego,  por  aquella  fe  que  deiies  aquel 
que  os  fizo,  que  me  digas  quien  soys» .  Y"  el 
se  lo  dixo:  «Señor,  yo  so  hermitaño,  mas  ya 
fue  tienpo  que  fue  ar(;obispo  de  Conturbel. 

Y  aun  aquel  dia  que  fue  la  dolorosa  batalla 
en  el  caiipo  de  Salabras,  ay  era  yo,  porque 
el  reyno  de  Londres  fue  destruydo  por  ello, 
e  por  aquel  dia  malo  viendo,  estonce  entre 


LIBROS  DE  CABALLERIZAS 


en  esta  herinita,  e  more  aij^ni  fasta  agora,  e 
morare  fasta  que  mora».  «¿E  quien  son  estos 
otros?  dixo  Merengis;  ¡lor  Dios,  no  me  los 
encobres».  Y  el  ge  los  nonbro.  E  quanrlo 
Merengis  esto  oye,  fue  todo  espantado  de  la 
gran  marauilla  que  ende  vuo,  ea  no  asmo 
que  por  cosa  del  mundo  honbre  de  tal  guisa 
e  tan  buenos  caualleros  entrassen  liermita- 
ños.  E  descendió  presto  de  su  cauallo,  e  di- 
xoles  si  era  aquello  verdad,  j  ellos  dixeron 
que  buena  fe  si,  y  el  les  dixo:  «Señores,  pvies 
assi  es.  e  yo  veo  que  dexastes  vuestra  hon- 
ra, e  la  gran  caualleria,  e  los  bienes  en  (jue 
erades,  por  seruir  a  Dios,  yo  lo  dexo  otrosi, 
e  me  quiero  fincar  si  os  plaze  con  vos,  ca 
bien  he  menester  tanto  consejo  de  mi  alma 
como  vos,  e  jamas  armas  tomare  si  gran 
cuyta  no  me  lo  faze  fazer» .  Estonce  se  ñzo 
desarmar,  e  dexo  todas  sus  armas  y  el  caua- 
llo enmedio  del  camino,  e  fuesse  con  ellos. 
E  quando  los  otros  esto  vieron,  fizieron  gran 
alegria,  e  pingóles  con  el.  E  gradecieronlo 
mucho  a  Dios;  c  después  comencaron  de  an- 
dar su  camino  de  so  vno  fasta  llegaron  a  su 
hermita;  e  Merengis  les  pregunto  si  sabían 
algunas  nueuas  de  Langarote.  Y  ellos  le  di- 
xeron quanto  ende  sabian,  e  como  fuera  her- 
mitaño  con  ellos,  e  como  fincara  en  seruicio 
de  Dios;  y  el  tuuolo  por  gran  marauilla,  ca 
no  cuydaua  que  tal  cauallero  como  Lanca- 
rote  e  tan  vicioso  se  fuesse  hermitaño.  Y 
agora  dexaremp^-de  tablar  dellos,  e  torna- 
remos al  rey /Mares  >  cpmo  murió,  ca  esto  no 
podemos  dexa'i^j__agí>ra  ipie  es  esta  la  postrera 
razón  de  nuestro  libro.  Y"  contaros  hemos 
luego  como  jjasso  a  Bretaña,  e  como  quemo 
el  cuerpo  de  Lancarote,  e  como  destruyo  la 
Mesa  Redonda. 

Cap.  CCCCLII.  —  Que  fue  sabida  la  muerte 
de  Lancarote. 

Agora  dize  el  cuento  como  fue  sabida  la 
muerte  de  Langarote  verdaderamente  por 
todo  el  reyno  de  Londres,  vuieron  muchos 
honbres  buenos  gran  pesar,  ca  sin  duda  era 
vno  de  los  ama<los  caualleros  del  mundo, 
destraños  e  de  suyos,  tanto  era  de  buen  do- 
narlo e  de  caualleria;  assi  que  fue  sonada 
su  muerte  por  toda  la  tierra  e  por  todo  el 
reyno  de  Londres,  e  por  la  Gran  Bretaña,  e 
por  la  tierra  fie  Craula  e  Gaunes.  e  por  Be- 
noyt.  E  por  la  pequeña  Bretaña,  e  por  Es- 
cocia, e  por  Irlanda,  e  por  Cornualla,  e  que 
ol  rey  ufares  ^'a  ,aun  bmq._c_taJL_yͧP5  ^ 
aquel  tieupo  no  auia  rey  de  su  hedad,  mas 
por  esso  era  muy  esforzado,  e  tenia  su  tierra 
que  no  auia  vezino  a  quien  vuiesse  pauor; 
e  mas  de  tanto  era  su  linaje  abaxado,  por- 


que su  sobrino  Tristan  era  ya  muerto  mas 
auia  de  vn  año,  e  otrosi  la  reyna  Iseo  su  mu- 
ger.  E  por  ende  andana  muy  triste,  ca  la 
r[ueria  mucho;  mas  de  la  muerte  de  su  so- 
brino no  era  muy  triste,  antes  era  muy  ale- 
gre. Y  estonce  dixo:  «De  oy  mas  no  veo 
quien  me  defienda  que  no  aya  todo  el  reyno 
de  Londres  a  mi  plazer,  pues  el  linaje  del 
rey  Van  ya  es  muerto.  É  aunque  todos  estos 
os  fuessen  biuos,  la  muerte  deste  solo  me  lo 
daria.  Mas  este  hiñiendo,  no  ha  honbre  en  el 
mundo  que  lo  pudiesse  acabar» .  E  pues  vio 
que  no  auia  quien  ge  lo  defendiesse,  ayunto 
quanta  gente  pudo  auer,  que  passassen  el 
mar  e  que  se  fuessen  a  la  Gran  Bretaña  a 
conquerir;  e  assi  lo  fizieron,  e  pues  salieron 
de  las  naos  e  sacaron  lo  que  auian  de  sacar, 
dixo  el  rey  Mares:  «Agora  so  en  tierra  do 
mas  daño  recebi  que  en  lugar  ninguno  que 
fuesse.  E  no  quiero  que  me  tenga  por  rey  si 
del  no  me  vengare» .  Estonce  mando  fazer 
vna  gran  crueldad,  qual  nunca  rey  chris- 
tiano  fizo,  que  nunca  fallassen  muger  ni  va- 
ron  en  todo  el  reyno  de  Londres  que  todos 
no  los  matassen,  que  no  queria  que  fincasse 
ninguna  cosa  de  quanto  el  rey  Artur  tizo; 
mas  que  todas  las  yglesias  e  monesterios,  e 
toda  la  tierra,  todo  fuesse  destruydo.  «E  no 
puedes  fazer  tanto  mal  que  no  lo  tengo  en 
plazer;  ca  este  destruymiento  fago  porijuc 
quiero  que  desj^ues  do  mi  muerte  no  parezca 
en  este  rej^no  ninguna  cosa  quanto  el  rey 
Artur  hizo>:>."'|E  assi_coino_vos  jligo  mando  el 
£a_v  Mares  a  suTriioubres  que  hiziessen.^nóíído 
auino  (|ue  eTTeyno  de  Londres  fue  cercado  e 
destruydo  i)or  endeJ 

Cap.  CCCCLIII. — Que  el  rey  Mares  entro  en 
la  tierra  del  rey  Artur. 

Pues  el  rey  Mares  esto  vuo  mandado,  co- 
men(,'o  a  yr  estragando  toda  la  tierra.  E  tanto 
anduuo  assi  por  la  tierra,  (pie  llego  con  su 
conpaña  vna  noche  a  la  Joyosa  Guarda,  y 
entro  dentro  y  4c§truyola  toda-.  E  después 
supo  como  el  cuerpo  do  Lancarote  yazia  ay, 
c  fue  a  ver  el  monumento  do  yazia,  e  quan- 
do lo  vio  tan  formosn  o  tan  rico,  dixo:  «¡Ay 
Lancarote!.  tanto  mal  e  desonra  me  feziste  tu 
o  tu  linage,  e  nunca  me  ])U(le  vengar  ende; 
mas  agora  me  vengare  a  mi  voluntad» ;  os- 
t(j]ice  hizo  quebrar  el  monumento,  que  era 
tan  rico  como  os  dixe,  e  fiz(do  echar  fuera  de 
la  yglesia,  en  vn  lago  do  nunca  honbre  en  el 
se  pudiesse  meter.  Y  después  fizo  quemar 
los  huessos  y  el  cuerpo  de  Lancarote,  que  aun 
estaña  entero;  y  mando  hazer  gran  fuego,  e 
mandóle  ay  echar  a  el  e  a  los  huessos  del 
rey  Galeote,  el  señor  de  las  luengas  insolas,  e 


LA  DEMANDA  DEL  8ANCTU  GKIAL 


dixu:  «Ay  ardereys  fasta  que  se«des  ceniza» ; 
e  bien  vos  digo  que  ay  estañan  muchos  bue- 
nas lionbres  a  quien  pesaua  de  coraeon  por- 
que a  Lanrarote  liziera  tal  crueza.  Y  después 
que  el  rey  Mares  esto  vuo  fecho,  fuesso  para 
Camaloc,  e  los  do  Camaloc,  que  eran  muy 
poderosos  contra  los  suyos,  e  que  eran  de 
grandes  coracones  e  siempre  buenos,  dixeron 
que  no  se  dexarian  cercar;  e  salieron  todos 
fuera  de  la  ciudad,  e  conbatieronse  con  el, 
mas  eran  tan  pocos,  que  fueron  todos  muer- 
tos, assi  que  ninguno  no  escapo.  E  sin  falta 
esto  les  fizo  morir,  porque  eran  de  gran  cora- 
f/ón  e  no  quisieron  salir  del  canpo.  Y  el  rey 
Mares,  quando  esto  vuo  fecho,  entro  en  la 
ciudad  e  destruyóla.  E  (juando  fue  a  la  Ta- 
bla Redonda  e  vio  el  lugar  de  Galaz  mas  alto 
que  los  otros,  dixo:  «Este  lugar  es  de  aquel 
que  en  vn  dia  destruyo  a  mi  e  a  mi  conpaña 
e  a  todos  los  de  Sansoña.  E  yo  destruj^re  lá 
Mesa  Kedonda  o  primeramente  el  su  lugar. 
E  después  todos  los  otros»  ¡jij^ssilohizo,  ea. 
lo  fizo  destruyr,  que  no  quedo  nada  della.^ 

Cap.  CCCCLIY. —  Como  consejaron  al  rey 
Mares  que  matasse  al  rey  Boores  e  Brioherts. 

Y  aquella  hora  que  el  rey  Mares  esto  fizo, 
vino  a  el  vn  cauallero  de  Cornualla  que  sien- 
pre  desamara  al  rey  Artur  y  al  linaje  del  rey 
Yan,  e  dixo:  «Señor,  nunca  en  vos  ouo  seso 
ni  acuerdo,  (p.ie  fiziessedes  matar  al  rey  Boo- 
res, e  al  arcobispo  de  Conturbel,  e  a  Meren- 
gis,  que  fueron  conpañeros  de  la  Tabla  Ee- 
ílonda,  e  son  en  esta  tierra;  e  si  ellos  esca- 
}ian,  buscaran  gente  con  (jue  vos  fagan  mal».Y 
Y  el  rey  le  pregunto  como  auian  entrados  en  ^ 
la  tierra,  y  el  contole  todo  como  eran  her- 
mitaños  todos  quatro.  «Y  esto  no  ha  menes- 
ter, dixo  el  rey,  que  aquellos  assi  finquen 
que  no  vengue  en  ellos  mi  saña» .  E  agora 
vamos  a  buscarlos,  y  quaLjuier  que  ay  me 
llene,  yo  le  daré  tales  riguezas^,^ que  se  ten- 
ga  por  bien  paga(.ro>>'|'E  por  a(|uella  prome- 
sa fueron  muchcfsTíirualleros  por  las  hermitas 
buscándolos,  e  del  linage  del  rey  Mares  fue- 
ron (puitro  caualleros  armados,  y  eran  her- 
manos. E  vn  dia  les  auino  i]ue  llegaron  cerca 
de  la  hermita  do  los  quatro  conpañeros  eran, 
c  fallaron  a  vna  fuente  a  Merengis  dormiendo 
muy  pobremente  vestido,  e  magro,  e  amari- 
llo, e  muy  canbiado  de  como  solia  ser;  ca 
mucho  sofria  gran  lazeria,  e  des^Dertaronlo 
por  preguntalle  lo  que  buscauan;  y  el  dixo- 
les:  «Yo  so  el  vno  de  los  que  vos  buscays». 
«Pues  leuadvos  alia»,  dixeron  ellos,  y  el  fizó- 
lo assi.  Y  quando  ellos  vieron  los  dos  caua- 
lleros, que  fueron  tan  buenos  conpañeros  de 
armas  e  tan  poderosos  en  todo,  que  se  metic- 

LIBKOS    DK   CABALLEIUAS. — 22 


ron  en  seruicio  do  Dios,  ouiorou  dellos  muy 
gran  duelo;  e  saliéronse  de  la  hermita,  c  di- 
xeron entre  si:  «¿Que  farcmos?  ¿Ma^tarlos  he- 
mos o  no?»  E  a  postre  acordaron   que  los 
dexassen,  e  que  se  fuessen  al  rey  e  que  so 
lo  dixessen;  o  después  tornaron  al  rey,  e  di- 
xeronlo  como  los  fallaron.  «Pues  tales  nue- 
uas  tracdes,  seades  bien  venidos,  ca  me  erra- 
ron muchas  vezes,  e  yo  me  vengare  dellos» ; 
entonce  dixo  al  vno  de  los  quatro  caualleros 
que  lo  truxesse  alia,  y  ([ue  no  le  leuasse  mas 
conpaña,  que  asaz  podrian  auer  para  ellos, 
pues  no  tenian  armas ;  e  fueronse  todos  en 
conpaña  que  ninguno  no  lo  supo,  e  no  aula 
cosa  que  el  tanto  desamasse  como  era  a(|ue- 
llos  quatro  compañeros,  y  que  el  queria  con 
sus  manos  matarlos.  E  quando  entro  a  la 
hermita,  fallo  dentro  vn  cauallero  del  linaje 
del  rey  Yan  que  auia  entonces  ay  venido  y 
estaña  avn  armado.  E  los  quatro  conpañeros 
estañan  aderredpr  del  haziendo  muy  gran 
alegría,  e  gran  lionrra  quanto  ellos  podían. 
Y  el  cauallero  buscaua  aquella  hermita  dos 
años  auia  o  mas;  e  buscauala  por  que  oya 
dezir  que  eran  alli  aquellos  quatro  conpañe- 
ros. Y  ellos  assi  estando,  llego  el  rey  Mares, 
y  entro  dentro  a  pie  e  no  los  saino,  e  pre- 
gunto quales  eran  Boores  e  Bleoberis,  y  ellos 
se  yrguieron  luego,  e  dixeron:  «Nos  somos 
y  ¿que  os  plaze?»    «Plazeme,  dixo  el,  vna 
cosa  que  tornara  en  vuestro  daño.  E  sabed 
que  yo  so  el  rey  Mares  de  Cornualla,  que 
vine  aquí  por  me  vengar» . 

Cap.  CCCCLV.  —  Como  el  rey  Mares  maio 
al  arcobisjjo  de  ConturheL 

Estonce  metió  mano  a  la  espada.  E  quan- 
do el  arzobispo  vio  que  los  queria  matar, 
metióse  antel  golpe,  e  diole  el  rey  tan  gran 
f crida,  que  lo  echo  muerto  en  tierra.  Y  quan- 
do Paulos  que  ay  estaña  esto  vio,  yrguiose 
en  pie,  e  dixo:  «¡E  rey  Mares  falso  e  desleal! 
Tu  heziste  a  mi  tal  traycion  qual  nunca  otro 
rey  fizo.  Y  has  hecho  tan  gran  maldad  do 
matar  a  tal  hombre  como  este:  mas,  si  Dios 
quisiere,  tu  te  fallaras  ende  mal  si  yo  puedo» . 
Estonce  metió  mano  Paulos  al  espada,  e  de- 
xose  yr  contra  el  rey  Mares,  e  como  estaña 
con  gran  saña  y  era  de  gran  fuerca,  firiolo 
tan  brauamente,  qiie  no  le  valió  nada  el  al- 
mófar ni  el  ganbax  que  no  le  metiesse  el 
espada  fasta  los  puños.  Y  dio  con  el  muerto 
en  tierra.  E  quando  el  cauallero  que  vino 
con  el  vio  ebto,  pidióle  por  merced  que  por 
Dios  no  lo  matasse;  e  Paulos  le  dixo:  «Yo  te 
digo  que  deste  muerto  no  digas  a  ninguno 
nada» .  Y  el  ge  lo  prometió,  que  nunca  lo  diria 
I  a  ninguno.  Y  luego  se  partió  deude  y  fuesse, 


338 


mas  no  a  la  compaña  del  rey  Mares;  o  los 
hermitaños  tomaron  el  cuerpo  del  rey  Mares, 
e  soterráronlo  en  el  sagrado,  ca  lo  tenían  por 
vno  de  los  guerreadores  reyes  que  nunca 
vieran;  e  assi  como  os  diggjnurñ)  el  revMa- 
res^  e  sus  hombres  anduuieroiilo  buscando, 
e  nunca  supieron  que  fuera  del;  e  los  hermi- 
taños i^uedaron  en  la  hermita  seruiendo  a 


LIBROS  DE  caballerías 

Dios  e  a  sancta  Maria.  E  ouieron  buenos 


acabamientos  en  este  mundo.  E  después  fue- 
ron las  animas  ante  la  faz  de  Nuestro  Seflor 
Jesu  Christo,  do  el  e  su  santa  madre  biue; 
onde  a  todos  nos  dexe  entrar;  por  su  santa 
merced,  e  piedad,  e  merescimientos,  seamos 
en  la  gloria,  donde  los  justos  e  los  buenos 
para  siempre  moraran.  Amen. 


A  DIOS  GRACIAS 


Aquí  se  acabe  el  pkdiero  y  el  segundo  libro  de  la  demanda  del  sancto  Grial, 

CON  EL  BALADRO  DEL  FAMOSISSIMO  POETA   E   NIGROMANTE    MeRLIN   CON   SUS   PROFECÍAS. 
Ay,    POR    CONSIGUIENTE,    TODO    EL  LIBRO    DE    LA    DEMANDA    DEL  SANCTO    GrIAL, 
EN  EL  QUE  SE   CONTIENE  EL    PRINCIPIO    E    PIN   DE   LA    MeSA    ReDONDA,  E 
ACABAMIENTO  E  VIDAS  DE  CIENTO  E  CINQUENTA  CAUALLEROS    CON- 
PAÑEROS DELL  A.  El  QUAL  FUE  IMPRESSO  EN  LA  MUY  NOBLE 
I  f  Y  LEAL  CIUDAD  DE    SeUILLA;   Y  ACABÓSE   EN   EL  AÑO 

de  la  encarnación  de  nuestro  redemptor 

Jesu  Christo  de  mil  e  quinientos  e 

treyntae  cinco  años.  a  doce  días 

del  mes  de  octubre. 

M.  D.  XXXV. 


O.  >^  O. 


Uíb:o  ocl  c(To:ca 
Docaaatícroodtn 
ftan  oe  leonís  y  oc 
ftt9gráDC8becí?08 
enarmaa 


UBBOS    BF   CtOALLRRÍAS.  — PJG.    ^Sl> 


LIBRO  DEL  Wmm  CiMLlERO  M  TRlSIi  M  LEOIS 


Y  DE  SUS  GRANDES  HECHOS  EN  ARMAS 


EL  PROHEMIO 

Por  quanto  la  memoria  es  poca  y  muy 
caediza,  y  la  natura  humana  por  su  fragili- 
dad es  muy  mudable,  fue  assi  ordenado  que 
las  razones  en  que  se  concluyen  los  dichos 
y  autoridades  de  los  santos  e  sabios  nues- 
tros predecessores,  e  no  menos  las  historias 
y  exenplos  dignos  de  memoria,  fuessen  as- 
sentados  j)or  escriptura,  por  que  fuessen  los 
por  venir  sabidores  de  aquellos,  y  les  fues- 
sen las  tales  obras  exemplo  para  bien  biuir, 
e,  finalmente,  camino  real  j)ara  la  saluacion 
de  sus  almas.  Otrosi,  como  sea  cosa  conosci- 
da  que  muchas  e  diuersas  escripturas,  las 
quales  nos  eran  ocultas  y  muy  caras  de  al- 
canzar, sean  agora  a  todo  el  mundo  por  la 
ingeniosa  e  muy  frutifera  arte  del  emprenta 
muy  patentes  y  publicas  y  por  pequeño  pre- 
cio otorgadas,  algunos  discretos  han  traba- 
jado el  boluer  de  latin  en  común  hablar  al- 
gunos libros,  assi  de  theologia  e  fllosoña 
como  de  otras  sciencias  y  artes,  reuelando  y 
publicando  las  virtudes  y  prouechosas  ope- 
raciones de  nuestros  antecessores.  E,  ¡jor 
consiguiente,  las  historias  de  los  grandes 
principes  animosos  y  esforzados  señores  e 
caualleros  pregonan  sus  marauillosas  haza- 
ñas, dignas  de  loable  memoria,  porque  pu- 
diessemos  regir  y  reglar  nuestras  vidas  e 
apartar  del  vicio,  floresciendo  en  virtudes 
en  exeniplode  aquellos.  Entre  las  quales  hys-¡ 
torias  fue  hallada  vna  en  las  crónicas  del' 
reyno  de  Inglaterra,  que  se  dize  La  lástoria  \ 
de  don  Tristan  de  Leonis,  hijo  del  rey  Me- 
liadux.  El  qual,  por  sus  grandes  virtudes, 
y  por  ser  inclinado  mas  a  lionrra  que  a  los 
transitorios  j^lazeres,  passo  grandes  y  diuer- 
sas y  marauillosas  fortunas,  de  las  quales 
todas  por  su  ñel  amor,  caridad  y  lealtad, 
alcauQü  buena  salida,  dexando  señalada  me- 
moria de  sus  grandes  hazañas  y  proezas. 
E  fue  la  dicha  liystoria  por  excelencia  leña- 
da en  el  reyno  de  Francia  e  venida  en  po- 
der del  generoso  y   famoso   cauallero  don 


Juan  de  Cerey,  señor  de  Chumay,  el  qual, 
desseoso  del  bien  común,  la  mando  boluer  en 
común  vulgar  francés,  por  que  las  infinitas 
virtudes  del  dicho  cauallero  Tristan^Títe' Leo- 
nis fuessen  a  todos  manifiestas  e  conoci- 
das. E  la  traslado  el  honrrado  varón  Phelipe 
Camus,  licenciado  en  vtroque.  E,  como  vi- 
niesse  a  noticia  de  algunos  castellanos  dis- 
cretos y  desseosos  de  oyr  las  grandes  caua- 
llerias  y  cosas  hazañosas  deste  cauallero 
susodicho,  preguntaron  y  trabajaron  con 
mucha  diligencia  por  ella.  A  cuyo  ruego,  y 
por  el  passatiemi)o^  fue  trasladada  de  fran-l 
ees  en  romance  castellano  y  emprimida  con/ 
mucha  diligencia',  e  puesta  de  capitulo  en 
capitulo  su  hystoria  por  qué  fuesse  mas  fru- 
tuosa  e  aplazible  a  los  lectores  e  oy dores. 


COMIENCA  LA  OBRA 


En  Cornualla  y  en  Leonis  ouo  vn  rey  que 
ouo  nonbre  Felipe,  e  ouo  tres  hijos  e  dos 
hijas,  de  las  quales  la  presente  hystoria  no 
fara  mención;  y  el  vno  de  los  hijos  ouo 
nombre  Mares,  y  el  otro  Meliadux_,  y  el  otro 
Pernan.  E  quando  vino  a  tienpo  que  el 
rey  Felipe,  por  edad  de  senetud,  enfermo, 
quiso  repartir  sus  tierras,  e  dio  a  su  hijo 
Meliadux  el  reyno  de  Leonis,  que  fuesse 
dende  rey  e  señor.  E  dio  a  Mares  su  hijo  el 
reyno  de  Cornualla,  que  fuesse  otrosi  rey  e 
señor.  E  a  Pernan,  que  era  menor  de  los 
hermanos,  mando  que  quedasse  con  el  rey 
Mares,  que  era  el  mayor.  E  las  gentes  de 
ambos  los  reynos  fueron  contentos  de  la 
partición  que  el  rey  Felipe  hiziera  a  sus 
fijos.  E  assi  partidos  los  reynos,  y  rccebidos 
cada  vno  en  sus  ciudades,  villas  e  castillos 
por  rey  y  señor,  passaron  algún  tienpo  en 
paz  e  sossiego,  e  mucha  justicia,  y  la  va- 
riada fortuna,  que  nunca  esta  en  sossiego, 


340 


LIBROS  DE  caballerías 


que  sienpre   liaze   nmdaiK.-as  eu   los  cora- 
cones  humanos,  puso  en  coracon  y  en  su 
determinada  voluntad  a  Morlot  de  Yrlanda, 
de  venir  en  aquella  tierra  de  Cornualla  que 
el  rey  Mares  a  la  sazón  jDOseya,  e  darle  cruel 
guerra  o  tener  forma  como  algún  tributo 
cada  año  del  pudiesse  adquirir.  E  mando 
luego  aparejar  muchas  naos,  e  gran  armada, 
e  armas,  e  prouisiones,  e  todas  las  cosas  ne- 
cessarias  que  para  en  seguramiento  de  su 
viaje   le  hazian   menester.  E,   con   seguro 
tienpo,  aleadas  las  ancoras  y  tendidas  las 
velas,  se  metió  con  toda  su  compaña  a  los 
piélagos  hondos  del  mar,  e  dioles  Dios  tan 
prospero  tienpo,  que  en  pocos  dias  llega- 
ron con  su  ilota  al  rey  no  de  Cornualla,  e 
salidos  en  tierra  con  mucha  animosidad  y 
esfuerco  que  en  su  poderoso  braco  traya. 
Morlot  de  Yrlanda  embio  a  dezir  al  rey  Ma- 
res que  le  diesse  tributo,  si  no,  que  le  faria 
perder  toda  su  tierra.  Y  el  rey,  sin  mas  de- 
liberación ni  consejo  que   con   sus  gentes 
ouiesse.  como  supo  la  gran  fiota  y  esforcada 
gente  que  venia,  el  se  acordó  de  dar  el  tri- 
buto. E  Fernán  su  hermano  fablo,  e  dixo 
con  saña  al  rey  que  no  conuenia  a  ningún 
rey  que  con  miedo  fiziesse  tributo  a  otro,  que 
fuesse  rey  ni  de  mayor  estado  e  poder.  Y"  el 
rey  fue  ayrado  destas  palabras  que  su  her- 
mano le  dezia,  e  dixo  que  le  daria  el  tribu- 
to queriendo  el  o  no.  Entonce  dixo  Fernán 
que  si  el  no  quisiesse  conbatirse  por  defen- 
der su  tierra  e  reyno,  que  dexasse  la  coro- 
na del  reyno,  que  bien  auria  cauallero  que 
la  defendiesse.  Y  el  rey  dixo  que  no  queria, 
e  que  haria  en  esto  y  en  todo  su  voluntad, 
queriendo  el  o  no.  Y  Fernán  hizo  gran  amo- 
nestación al  rey,  diziendo  quan  dura  y  tra- 
bajosa cosa  era  los  libres  hazerse  subditos  e 
sieruos,  que  menos  duro  era  agora  de  lo  de- 
fender e  morir  por  ello,  que  en  lo  sofrir  des- 
pués; e  nada  desto  a  Fernán  no  le  fue  oydo. 
Assi  dio  el  tributo  a  Morlot  de  Yrlanda  por 
siete  años,  y  propuso  en  su  voluntad  el  rej^ 
Mares  que  el  auria  venganza  de  Fernán  su 
hermano  a  todo  su  poder.  Y  dende  a  poco 
tiemi)0,  el  rey  Mares  fue  a  caca  y  lleuo  con- 
sigo a  su  hermano  Fernán,   e  fueron  a  la 
fuente  del  León,  e  alli  mato  a  su  hermano 
Fernán.  E  assi  fue  muerto  enceladamente, 
que  ninguno  no  lo  supo  hasta  que  lo  descu- 
brioAIerliíi. 

Agora'dexa  la  hystoria  de  contar  desto, 
por  dezir  de  lo  que  acónteselo  al  rey  Melia- 
dux,  que  fue  padre  de  Tristan^  porque  haze 
mas  a  nuestro  libro,  pues  que  la  hystoria  de 
don  Tristíin  ha  de  ser  recitada  en  el.  Y  el 
rey  Mares  quedara  para  en  su  lugar,  e  con- 
tara de  lo  que  a  la  historia  fara. 


II 


De  como  el  rey  Meliadux  salió  vii  día  a  capa 
con  sus  f/enics,  y  se  perdió  en  la  floresta 
2)eligrosa. 

Agora  os  diremos  del  rey  Meliadux,  que 
fue  buen  cauallero  de  armas,  e  auia  en  el 
mas  cortesía  que  en  otro  rey;  y  estuuo  vn 
tienpo  en  Leonis,  e  ouo  por  muger  vna  noble 
dueña  que  auia  nonbre  doña  Y'sabel.  e  plugo 
a  Dios  que  la  rej^na  fue  preñada  de  vn  in- 
fante, y  quando  se  sintió  preñada,  dixo  al 
rey:    «Señor,   sabe  que  soy  preñada».   E 
quando  el  rey  lo  supo,  fue  alegre,  e  dixo  que 
por  amor  de  la  reyna  que  e  ra  en  cinta,  que 
queria  yr  a  caga;  e  salió  fuera  de  la  cibdad, 
e  con  el  gran  conpaña  de  caualleros  con  gran 
alegría,  e  fueron  a  caga  a  la  ñoresta  peligro- 
sa, e  vna  donzella  encantadora  lo  espero  en 
el  camino,  e  dixole:   «Señor,  si  soys  buen 
cauallero,  seguime,  y  lleuarvos  he  a  la  mejor 
auentura  e  mas  fermosa  que  jamas  vistes,  ni 
ningún  cauallero  vio».  Y  el  rey  dixo:   «Se- 
ñora, ruegoos  por  cortesía  que  me  lleueys 
alia  donde  es  essa  auentura  que  dezis» ;  e  la 
donzella  dixo:  «Bien  meplaze».  E  caualgoy 
fuesse  quanto  pudo  contra  donde  la  donzella 
lo  lleuo,  y  lleudo  a  la  torre  peligrosa,   e 
tanto  que  entro  dentro,  luego  lo  ouo  encan- 
tado. Assi  que  al  rey  no  se  le  vino  mientes  de 
la  reyna,  ni  reyno.  ni  del  mundo,  sino  tan 
solamente  de  la  donzella  que  lo  auia  encan- 
tado alli.  Y  estuuo  assi  encantado  en  la  torre/\ 
siete  meses.  E  quando  la  reyna  vio  que  el  rey 
su  marido  no  venia  de  caga,  fue  muy  triste  e 
muy  cuytada,  e  todos  los  del  reyno  lo  fueron 
mucho,  e  fazian  por  el  gran  duelo,  e  la  reyna 
embio  caualleros  por  todas  partes  de  la  flores- 
ta que  lo  fuessen  a  buscar,  e  buscáronlo  gran 
tienpo,  e  quando  vieron  ya  que  no  lo  podían 
hallar,  tornáronse,  e  contaron  estas  nueuas  a 
la  reyna.  E  quando  la  reyna  entendió  que  a  su 
señor  el  rey  no  lo  liallauan,  comengo  fuerte- 
mente a  llorar  e  hazer  muy  gran  llanto,  e 
todos  los  de  la  cibdad  con  ella,    e  touieron 
este  llanto  con  ella  quinze  dias.  e  tomo  en 
coragon  la  reyna  de  yr  a  buscar  al  rey  su  se- 
ñor. E  quando  vino  otro  dia,  ella  se  aderezo 
de  lo  que  ouo  menester,  y  lleuo  consigo  vna 
donzella  e  no  mas,  e  dixole:  «Amiga,  pues 
que  los  caualleros  no  pudieron  hallar  al  rey, 
vámoslo  a  buscar  vos  e  yo».  Y  luego  caualg, 
la  reyna  en  vn  palafrén,  e  la  donzella  en  otro- 
e  assi  salieron  de  la  corte  ascondidamente 
que  ninguno  lo  supo,  y  fueronse' para  la  floo 
resta  a  buscar  al  rey  su  señor,  e  buscáronlo 
vn  gran  tiempo  con  gran  afali  e  con  grandes 
lloros  y  sospiros.  Y  anduuieron  tanto,  hasta 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


:U1 


que  llegaron  a  vn  Talle,  y  encontraron  con 
vn  honbre,  e  la  rej^na  le  dixo:  «Hombre 
bneno,  vos  ¿saberme  yades  dezir  de  vn  ca- 
nallero  que  se  llama  el  rey  Meliadux?»  En- 
tonce hablo  el  hombre,  que  auia  nombre 
Merlin,  e  dixole:  «Cosa  perdida  no  se  jiuede 
jamas  hallar,  y  el  rey  Meliadux  no  es  per- 
dido, mas  vos  nunca  lo  vereys  de  vuestros 
ojos» .  Entonce  se  partió  Merlin  de  la  reyna, 
e  fuese  por  su  camino,  e  la  reyna  no  pensó 
en  cosa  ninguna  de  lo  que  Merlin  le  dixera, 
e  tomóle  luego  el  dolor  del  parto,  e  caualga- 
ron  ambas  a  dos  en  sus  palafrenes  por  vna 
gran  montaña  entre  vnas  peñas  muy  altas, 
y  el  dolor  del  iDarto  le  aquexo  tan  fuertemen- 
te, que  no  lo  pudo  mas  suffrir,  y  entonce  dixo 
a  la  donzella:  «Tanto  me  aquexa  este  dolor, 
que  nunca  pienso  de  aqui  salir».  La  donzella 
le  dixo:  «Señora,  ¿no  podeys  andar  fasta 
tanto  que  seamos  en  alguna  villa  o  castillo, 
que  son  muy  cerca  de  aqui?»  Y  la  reyna  le 
dixo:  «En  ninguna  manera  puedo  ni  podria 
mas  andar» .  Entonce  echóse  sobre  su  manto, 
e  parió  vn  hijo  varón.  E  quando  ella  ouo  pa- 
rido, dixo  a  la  donzella  que  le  pusiesse  su 
fijo  en  los  bracos;  la  donzella  hizolo  assi.  E 
quando  ella  le  tomo  y  le  vio  tan  apuesto, 
dixo:  «¡O  mi  ñjo!,  ¡como  tu  eres  nascido  en 
gran  tristeza  y  en  gran  dolor!  Ca  después 
que  t^^  fueste  engendrado^jDerdi  a  tu  padre,  j 
agora  eres  nascido  en  gran  tristeza;  yo 
quiero  que  ayas  nonbre  Tristan,  e  seas 
bendito  de  Dios  e  de  mi.  E  ruego  a  Dios  que 
las  mis  bendiciones  delante  de  Dios  se  pre- 
senten, e  seas  assi  buen  cauallero,  que  nin- 
guna auentura  no  venga  de  cauallero,  ni  de 
dueña,  ni  de  donzella,  que  tu  no  la  lieves  a 
buen  fin.  e  que  sienpre  sea  la  tu  honrra 
adelante,  e  no  te  vea  dueña  ny  cauallero  que 
no  dessee  el  tu  amor  e  la  tu  compañía,  e 
ayas  loor  e  ventaja  mas  que  ningún  caua- 
llero». Y  después  besóle  tres  vezes  en  la 
boca,  y  bendixole,  e  santiguóle,  e  diole  luego 
a  la  donzella.  Y  la  reyna  se  boluio  a  la  otra 
parte,  por  el  gran  dolor  que  sentia  e  auia 
por  su  señor  que  no  auia  hallado;  y  passose 
luego  deste  mundo  al  otro.  E  quando  la  don- 
zella vio  que  su  señora  la  reyna  era  muerta, 
comento  muy  fuertemente  a  llorar  e  a  dezir: 
«¡Ay  la  mi  señora!,  ¿e  como  me  dexays  assi 
sola?»  Ella  estando  assi  faziendo  muy  gran- 
des llantos  e  ansias,  dos  caualleros  de  su 
casa  passaron  por  la  floresta,  e  oyeron  dar 
grandes  bozes  a  la  donzella,  e  llorar  e  gritar. 
E  los  caualleros  fueron  alia  donde  gritaua,  e 
quando  la  vieron,  conoscieronla,  e  dixeron: 
«Donzella  ¿que  aueys  o  por  que  llorays?»  Y 
ella  les  contó  todo  el  fecho,  e  como  les  con- 
tesciera  a  su  señora  la  reyna  e  a  ella,  y  con- 


togelo  punto  por  punto.  E  ella  assi  estando, 
los  dos  caualleros  se  tornaron  a  vna  parte,  e 
dixo  el  vno  al  otro:  «Matemos  a  este  infante 
y  seremos  señores  del  reyno,  ca  nos  somos 
])arientes  del  rey,  e  diremos  que  hallamos  a 
la  reyna  muerta» .  Y  quaiido  la  donzella  en- 
tendió estas  palabras,  dixo  a  los  caualleros: 
«Señores,  non  mateys  este  infante,  que  yo 
me  yre  a  tal  parte  que  en  ningún  tiempo 
oyays  nueuas  del  ni  de  mi» .  A  esto  se  acorda- 
ron los  caiialleros  y  ella  se  fue  con  el  infante. 
E  los  caualleros  pusieron  atrauessada  a  la 
rejnia  en  vn  palafrén  suyo,  y  leñáronla  a  la 
ciudad  con  mucho  trabajo  e  afán.  E  quando 
la  gente  de  la  ciudad  vieron  a  su  señora  la 
reyna  muerta,  luego  entendieron  que  auia 
parido,  que  sabian  que  yua  preñada,  e  dixe- 
ron a  los  caualleros:  «\' arenes,  ¿que  es  de  la 
criatura  que  parió  la  reyna  nuestra  señora?» 
Ellos  dixeron  que  no  sabian,  que  assi  la 
auian  hallado  muerta.  Ellos  estando  hablan- 
do, llego  Merlin,  e  dixo  a  los  de  la  ciudad: 
«Señores,  prended  a  estos  dos  caualleros 
malos  e  falsos;  que  ellos  hallaron  la  reyna 
muerta  e  la  criatura  bina  en  los  bracos  de  la 
donzella,  e  quisieron  ser  señores  del  reyno, 
e  la  donzella  entendióles  sus  falsos  pensa- 
mientos que  ambos  a  dos  pensauan,  y  pi- 
dióles por  merced  que  no  matassen  el  infante , 
que  ella  lo  Jleuaria  a  lugar  donde  nunca  lo 
viessen  en  el  reyno  de  Leonis.  Y  ellos,  por 
esta  razón,  dixeron  y  pensaron  ser  señores 
del  reyno.  Y^  sabed  que  el  infante  es  biuo, 
sera  muy  buen  cixuallero  y  muy  venturoso, 
y  llegaran  a  fin  los  sus  dias» . 

Luego  los  de  la  ciudad  prendieron  los  ca- 
ualleros, e  rogaron  a  Merlin  que  les  dixesse 
nueuas  del  rey  Meliadux;  el  dixo:  «Sabed 
que  es  biuo,  mas  esta  en  la  torre  peligrosa, 
que  lo  tiene  en  cadenas  la  donzella  peligro- 
sa, en  tal  guisa,  que  no  se  le  miembra  de 
reyno  ni  del  mundo,  tanto  es  puesto  su 
amor  con  la  donzella,  por  encantamiento  que 
le  hizo».  E  dixeron:  «Pues  que  el  es  biuo, 
por  amor  del  vos  rogamos  que  nos  mostreys 
esta  torre  peligrosa,  y  librarlo  hemos  desta 
auentura» .  Y"  Merlin  dixo:  «Bien  me  plaze. 
Dadme  compañía  de  diez  caualleros,  que  yo 
vos  lo  fare  auer» . 

Y  la  gente  fue  muy  alegre,  e  dieronle 
diez  caualleros.  Y  Merlin  e  los  diez  caua- 
lleros partiéronse  liiego  de  la  ciudad,  e  fue- 
ron en  deinanda  del  rey  Meliadux  su  se- 
ñor, y  licuólos  a  la  peligrosa  torre  donde 
el  rey  su  ¿eñor  estaua.  Y  quando  los  caua- 
lleros llegaron  en  demanda  del  rey  su  señor, 
Merlin  dixo  a  los  diez  caualleros:  «Entrad 
todos  muy  de  presto  en  la  torre  e  matad 
la  donzella,   y  el   rey  vuestro   señor  sera 


342 


LIBROS  DE  caballerías 


Ubraclo.  T  mirad  muy  bien  que  si  la  dexays 
biua,  por  ventura  le  encantara  otra  vez».  Y 
los  eaualleros  entraron  en  la  torre  con  gran 
astucia,  y  ansi  mataron  la  donzella.  E  des- 
pués de  muerta  tomaron  al  rey  con  gran- 
de alegría,  como  a  aquellos  que  auian  saca- 
do a  su  señor  de  captiuidad.  E  ansi  ya  to- 
mado, sacáronle  luego  de  la  torre  e  torná- 
ronse a  la  cibdad  muy  alegres.  E  salieron 
de  la  cibdad  a  pie  e  a  cauallo  a  rescebir  a 
su  señor  con  gran  alegría,  y  llenáronlo  al 
palacio.  E  quando  el  rey  fue  en  el  palacio, 
demando  por  la  reyna.  E  los  eaualleros  le 
dixeron  que  era  muerta  en  la  floresta  por 
buscar  a  el.  E  como  aula  llenado  consigo 
vna  donzella,  la  qiial  aula  estado  a  su  fina- 
miento, y  tenia  consigo  al  infante  que  aula 
parido.  E  fue  ventura  i^ue  en  aquella  sazón 
auian  llegado  alli  do  la  reyna  estaña  muer- 
ta dos  eaualleros  de  su  casa,  e  hallaron  assi 
la  reyna,  e  a  la  donzella,  e  al  infante,  y 
ellos  preguntaron  a  la  donzella  como  aula 
sido  aqiiella  auentura,  la  qual  les  contó  to- 
das las  cosas  que  le  auian  acaescido.  E  los 
falsos  eaualleros,  como  malos  y  desleales, 
querían  matar  al  infante,  por  quedar  ellos 
en  el  rey  no  por  señores.  La  donzella  conos- 
cio  sus  malas  intenciones,  e  rogóles  que  no 
liiziessen  tal  cosa,  que  ella  se  jrin  con  el  don- 
de jamas  fuesse  vista,  la  qual  lo  hizo  assi.  «E 
nos  no  sabemos  della,  y  tenemos,  señor,  aqui 
estos  eaualleros  para  hazer  de  ellos  justicia, 
la  qual  podeys,  señor,  vos  hazer.  E  todo  lo 
que  auemos  dicho  lo  sabemos  ptu-  boca  de 
Merlin,  al  qual  podeys  preguntarlo,  que  os 
lo  dirá  mas  por  estenso.  E  creemos  que  tam- 
bién sabrá  del  infante  donde  esta», 

Quando  el  rey  oyó  esto,  fue  muy  aja-ado  e 
triste,  e  hizo  muy  grande  duelo,  y  metióse 
en  vna  cámara,  y  estuuo  alli  aquel  día  e 
aquella  noche,  que  ninguno  no  lo  podia  conor- 
tar.  E  quando  vino  otro  dia,  mando  que  los 
eaualleros  fuessen  justiciados  de  muchas 
justicias.  E  ansi  fue  hecho. 

III 

De  como  el  sabio  Mcrlhi  dixo  al  [rey  Melia- 
dux  que  le  traería  a  su  Jdjo  don  Tristan. 

Entonce  vino  el  rey  Meliadux  a  llamar  a 
Merlln,  e  dixole:  «Mi  buen  amigo,  vos  me 
auedes  seruido  lealmente,  e  por  esto  quiero 
siempre  vuestra  compañía  y  que  hagays  de 
mi  reyno  lo  que  os  pluguiere.  Ruegovos,  mi 
buen  amigo,  que  vos  rne  busqueys  al  infan- 
te, y  que  le  trayays» .  É  Merlin  dixo:  «A  mi 
plaze,  dadme  ama  que  le  de  a  mamar,  e  ea- 
ualleros que  le  acompañen,  qiie  yo  se  donde 


esta» .  Entonce  fue  el  rey  muy  alegre,  e  di- 
xole: «El  mi  buen  amigo  leal,  muchas  gra- 
cias a  vos  por  tan  señalados  seruiclos  como 
me  hazeys». 

Entonces  aparejo  diez  eaualleros,  e  a  Gor- 
ualan,  que  le  dio  por  ayo,  y  despidióse  del 
rey,  e  fueronse  su  camino,  e  yuan  hablando 
de  la  grande  traycion  que  los  eaualleros 
querían  fazer,  y  que  muy  bien  auian  meres- 
cido  la  cruda  muerte  que  se  les  aula  dado. 
Quando  llegaron  a  la  fuente  del  León,  Mer- 
lin  llamo  a  Gorualan,  e  dixole  que  si  sabia 
leer.  Gorualan  dixo  que  si.  «Pues  aqui  en 
estas  letras  dize  que  aqui  mato  el  rey  Mares 
a  Fernán  su  hermano.  E  digovos  que  después 
que  vino  Dios  en  nuestra  Señora,  nunca  fue 
hecha  traycion  como  fue  esta,  y  fue  el  ma- 
yor agrauio  que  nunca  hermano  hizo- a  otro. 
Que  si  el  rey  IMares  ouiera  creydo  lo  que 
Pernan  le  dezia,  creed  que  fuera  mas  su 
honrra  que  auer  hecho  tal  traycion,  e  tiem- 
po verna  que  lo  qiie  no  quiso  creer  a  Per- 
nan no  le  ouiera  hecho  daño,  y  le  pesara  de 
sil  miierte» .  Entonces  le  dixo  que  tres  eaua- 
lleros auian  de  ser  los  mejores  del  mundo. 
«E  sera  el  vno  Tristan,  y  el  otro  Lancarote, 
y  el  otro  Galaz^  e  tu,  Gorualan,  ternas  el 
vno  destos  en  guarda,  e  puedeste  llamar 
bienauenturado».  E  desde  alli  fueron  a  vna 
cueua  donde  la  donzella  estaña  con  el  infan- 
te. E  la  donzella,  quando  los  vio,  ovio  gran 
miedo,  y  tenia  la  teta  en  la  boca  del  infante 
porque  non  llorasse,  y  ella  no  aula  leche.  E 
comenr-o  de  huyr  quanto  ¡Dudo,  e  dixo:  «Se- 
ñores eaualleros,  yo  demando  en  merced 
que  no  me  niateys  este  infante,  porque  es 
de  tal  linaje,  que  si  lo  conociessedes  le  fa- 
rlades  toda  honrra» .  Y  Merlin  le  dixo:  «Don- 
zella ,  no  ayays  miedo» .  Y  ella  se  fue  para 
el,  e  Merlin  dixo  a  los  eaualleros:  «¿Que  os 
parece  de  los  eaualleros  malos,  que  tal  in- 
fante como  este  querían  matar?»  «Por  Dios, 
dixeron  ellos,  mal  seso  auian  pensado.»  E 
]\Ierlin  tomo  el  infante,  e  dlole  al  ama  que 
le  diesse  a  mamar,  que  gran  menester  lo 
aula.  E  dixo  a  la  donzella:  «Sobid  en  vues- 
tro palafrén  y  llenemos  el  infante  al  rey 
]\Ieliadux  su  padre,  que  os  dará  buen  ga- 
lardón por  el  sei'uicio  que  le  aueys  fecho». 
La  donzella  dixo:  «¿Do  es  el  rey  mi  señor?» 
Merlin  dixo:  «En  la  ciudad».  Quando  03^0 
estas  nueuas,  fue  muy  alegre,  e  comenco  de 
llorar,  e  dixo:  «¡Ay  mi  señora,  que  fuerte 
ventura  es  la  mia!,  porque  5^0  torno  sin  vos, 
¿que  me  dirá  el  rey  mi  señor,  e  con  qual  ra- 
zón yre  ante  el  rey  e  ante  los  de  su  corte?  E 
pluguiesse  a  ti,  señor,  que  yo  no  fuesse  biua». 
Estas  e  otras  cosas  dezia  la  donzella,  que 
ci-a  lastima  de  oyr.  E  los  eaualleros  la  con- 


DON  TRISTAN  DE  LEÜXIS 


343 


solaron  quanto  pudieron,  Y  luego  caualga- 
ron  todos,  e  anduuieron  tanto  que  llegaron 
a  la  corte  y  entraron  por  el  palacio,  y  ^[er- 
lin  tomo  el  infante  a  la  doncella,  y  presen- 
tole  al  rey.  Quando  el  rey  vio  al  infante  tan 
hermoso,  ouo  gran  plazer,  e  dixó  a  la  don- 
zella:  «Xi  leal  donzella,  tomad  el  infante  y 
tenedlo  en  guarda,  que,  después  de  Dios,  a 
TOS  lo  deuemos  agKuloscer» .  E  después  lle- 
góse el  rey  a  JÍIerliflJ  y  echóle  el  braco  al 
cuello,  e  dixole:  «Mi  leal  amigo,  ¿que  deue 
ser  deste  infante?»  Y  Merlin  dixo:  «Deste  fijo 
vuestro  sera  todo  bien,  que  tres  caualleros 
serán  en  el  mundo,  y  sera  el  vno  dellos» . 

Y  desto  fue  el  vej  muy  alegre,  e  hizole  lue- 
go baptizar,  e  púsole  nombre  Tristan,  assi 
como  la  donzella  dixo  que  le  auia  puesto  su 
madre,  e  hizo  a  Merlin  mucha  honrra,  e 
dixo  que  tomasse  lo  que  quisiesse. 

Después  el  rey  llamo  a  Grorualan,  e  dixo: 
«Yo  vos  do  en  encomienda  al  infante  mi  hijo, 
y  que  vos  seays  guarda  del,  y  que  le  ense- 
ñeys  todos  buenos  enseñamientos  y  costum- 
bres que  pertenecen  a  hijo  de  rey».  Grorua- 
lan dixo  (jue  assi  lo  faria,  con  toda  la  mejor 
guarda  que  el  pudiesse.  Y  assi  estando  el  rey 
en  su  reynado  hasta  dos  años  biudo,  al  cab(^ 
destos  dos  años  tomo  por  muger  a  vna  dueña 
de  alto  linaje.  Y  estuuo  con  ella  vn  tienpo 
que  no  pudo  auer  hijos  en  ella,  y  pensó  la 
reyna  que,  si  el  rey  muriesse,  que  Tristan 
seria  rey  y  señor  del  reyno,  e  que  ella  sal- 
dría del  reyno,  pues  que  no  podia  auer  fijos. 

Y  busco  manera  como  matasse  a  Tristan,  e 
tomo  arsénico,  y  destemplólo  con  el  vino,  y 
metiólo  en  vn  barril  de  plata  muy  secreto,  e 
púsolo  a  vna  finiestra  a  la  cabecera  de  Tris- 
tan,  e  dixo  entre  si  mesma:  «Quando  Tristan 
óuiere  sed,  no  aura  entendimiento,  y  beuera 
deste  vino  e  morirá» .  E  Tristan  era  assi  cas- 
tigado, que  no  osaua  comer  ni  beuer  sino  por 
mano  de  Jornalan.  Y  estando  assi,  el  rey  se 
fue  auer  plazer  con  Tristan,  porque  el  rey 
auia  grande  plazer  quando  le  veya  assi  fer- 
moso.  E  al  rey  tomóle  sed,  e  paro  mientes  a 
la  finiestra,  e  vio  el  barril  a  la  cabecera  de 
Tristan,  e  dixo  entre  si  mesmo:  «Este  vino 
ha  aqui  puesto  Gorualan  para  que  beua  el  in- 
fante»; e  dixo:  «Hijo,  dadme  a  bexier  deste 
vino» .  E  Tristan  se  leuanto  en  pie,  y  lleno 
vna  copa  de  oro,  e  hinchóla  de  aquel  vino,  e 
diola  al  rey.  E  teniéndola  en  la  mano  llenán- 
dola a  la  boca  para  beuer,  violo  la  reyna,  e 
comengo  a  dar  bozes  e  gritos,  o  dixo  al  rey: 
«¡Non  beuays!»  Y  el  rey,  quando  lo  oyó, 
dixo:  «¿Que  es  esto,  reyna?,  ¿por  que  no  be- 
uere  deste  vino?»  Respondió:  «Por(]ue  no  es 
buen  breuajepara  vos»;  e  llamo  a  su  can,  y 
diole  a  beuer,  y  el  can  fue  luego  muerto.  Y 


quando  el  rey  vio  esto,  fue  muy  ayrado  e 
sañudo,  e  dixo:  «Yo  quiero  saber  quien  me- 
tió este  breuaje  en  este  barril».  Y  fuese  lue- 
go a  la  reyna,  la  espada  sacada  por  la  ma- 
tar. Y  la  reyna  ouo  temor  que  la  matarla, 
e  dixo:  «Señor,  merced,  que  yo  lo  puse  ay 
por  dar  muerte  a  Tristan» .  Y  el  rey  mando 
luego  (juemar  a  la  reyna. 

Tristan  era  entonce  de  hedad  de  siete 
años,  y  andana  por  la  corte,  e  paro  mientes 
e  vio  que  todos  los  de  la  corte  andana n  muy 
tristes,  e  llamo  a  vn  caballero,  e  dixole: 
«Amigo,  .dezidme:  ¿que  ha  esta  gente?,  ¿por 
que  anda  tan  triste?»  E  dixo  el:  «Señor,  por- 
que manda  vuestro  padre  quemar  a  la  reyna» . 
Tristan  dixo:  «Por  buena  fe,  mi  señor  padre 
ha  pensado  gran  crueldad,  y  desto  no  liara 
el  nada  si  yo  puedo».  Y  luego  sin  mas  tardar 
fuese  para  el  rey,  e  hinco  los  ynojos  ante  el, 
e  dixole:  «Señor,  pidoos  por  merced  que  me 
deys  vn  don» .  Dixo  el  rey:  «Demandad  vos, 
hijo,  todo  lo  que  vos  quisierdes,  que  otorga- 
do vos  sera» .  E  Tristan  dixo:  «Señor,  yo  vos 
demando  en  merced  a  la  reyna,  que  no  mue- 
ra». El  rey,  quando  esto  oyó,  fue  muy  sañu- 
do e  muy  marauillado,  e  dixole:  «Hijo,  de- 
zidme quien  vos  lo  ha  consejado» ;  e  dixole: 
«Señor,  no  ninguno,  mas  yo  se  bien  que,  si 
la  matassedes,  que  seria  gran  mal  e  gran 
desacuerdo».  Y  el  rey  dixo:  «Hijo,  ¡bendito 
seas  tu  de  Dios,  que  das  a  entender  la  buena 
naturaleza  donde  vienes!»  Y  la  gente  e  los 
caualleros  pidieron  este  don  que  non  mu- 
riesse. El  rey,  viruta  la  petición  de  Tristan  y 
de  los  caualleros,  que  tan  ahincadamente  la 
pidian,  dixo  que,  avnque  le  era  muy  caro 
mudar  su  proposito,  pero  que  lo  queria  acep- 
tar. Y  desde  allí  adelante  tomo  el  rey  a  la 
reyna,  y  empreñóla  de  vn  hijo.  E  quando  el 
infante  fue  nascido  e  criado,  la  reyna  j)enso 
en  si  mesma  que,  si  Tristan  biuia,  que  su 
hijo  no  heredarla  cosa  del  reyno  y  que  siem- 
pre seria  subdito  de  Tristan,  y  que  nunca 
ternian  bien  paz  ni  concordia;  y  pensó  en  si 
mesma  (pie  seria  bien  de  dar  la  muerte  a 
Tristan,  ponpie  el  hijo  della  quedasse  por 
rey  después  de  la  muerte  del  rey.  Y  luego 
tomo  del  mismo  arsénico  que  de  antes,  y 
mezclólo  con  el  vino,  y  metiólo  en  vn  barril 
de  plata,  e  púsolo  otra  vez  a  la  cabecera  de 
Tristan.  Y  vino  vn  dia  el  ama  del  infante  su 
fijo,  y  entro  en  la  cámara  de  Tristan  con  el 
infante,  e  fiazia  calura,  e  demandóle  de  be- 
uer, y  el  ama  vio  el  barril,  e  fue  a  dar  a 
beuer  al  infante,  y  luego  el  infante  cayo 
muerto  en  los  bracos  del  ama.  E  luego  que 
el  ama  vio  que  el  infante  era  muerto,  co- 
mento a  (\av  bozes  y  a  jlorar  fuertemente,  y 
en  que  la  reyna  oyó  estas  bozes,  vino  mnj 


344 


LIBROS  DE  caballerías 


corriendo,  e  dixo:  «¡Ay  traydora,  turne  has 
muerto  mi  fijo!»  Ella  dixo:  «Por  buena  fe 
yo  no  lo  he  muerto,  antes  lo  mato  aquella 
j)ersona  que  metió  el  breuaje  en  aquel  ba- 
rril»; e  llego  alli  el  rey  luego,  e  dixo:  «¿Por 
que  me  has  muerto  a  mi  fijo?»  E  dixo  ella: 
«Señor,  sed  cierto  que  yo  no  merezco  ma], 
mas  aquel  o  aquella  que  metió  el  breuaje  en 
el  barril,  aquel  lo  mato» ;  o  dixo:  «Por  buena 
fe,  esto  fizo  la  reyna,  que  me  pensó  hazer 
mal  y  que  ella  no  ouiesse  parte;  ella  pensaua 
matar  a  mi  fijo,  c  tan  locamente  ha  muerto 
al  suyo,  mas  en  esto  no  j^uedo  mas  hazer, 
que  tan  buena  parte  ha  ella  como  yo  del  mal 
que  lia  hecho» . 

lY 

De  como  mataron  ni  rey  Meliadux,  e  como 
Tristan  se  fue  a  la  corte  del  rey  Feremondo. 

Dize  la  historia  que  después  que  esto  passo, 
el  rey  fue  vn  dia  a  caca  y  lleno  en  sii  conpa- 
ñia  a  Tristan,  e  a  Gorualan,  e  a  otros  eaua- 
lleros  de  su  corte.  E  quando  ellos  fueron  a  la 
ftiente  del  León,  hallaron  ende  ocho  caualleros 
armados,  e  fueronsse  para  vn  cauallero  que 
auia  nombre  Cornualla,  e  dixeronle:  «¿Viene 
aqui  Tristan?»  y  el  dixo  que  no,  que  en  la 
corte  quedaua.  E  preguntaron  que  qual  era 
el  rey,  e  dixoles:  «Aquel  que  caualgaua  en  el 
cauallo  blanco».  Entonce  se  dexaron  yr  los 
cauaUeros  contra  el  rey,  e  derribáronlo  del 
cauallo.  E  matáronlo,  que  nunca  hombres 
los  conocieron.  Y  quando  Gorualan  vio  esto, 
comenco  de  huyr  con  Tristan  derechamente 
a  la  cibdad.  E  desque  los  de  la  ciudad  su- 
])ioron  que  el  rey  era  muerto,  comentaron  de 
hazer  gran  llanto,  e  fueron  para  alia,  e  tru- 
xeronlo  muy  honrradamente,  y  enterráronlo 
muy  honoi-ablemente  en  vna  abadía  do  mon- 
jes, e  Tristan  quedo  por  rey  del  reyno  de 
Leouis.  Y  la  reyna  su  madrastra  quedo  en 
la  ciudad  en  el  reyno  de  Leonis  por  su  vida. 
Y  estando  assi  la  i-eyna,  pensó  de  combidar 
a  Tristan,  y  que  el  no  se  guardarla,  y([Uole 
daria  pon9oña  con  que  muriesse.  Y  la  reyna 
hizo  el  combite  muy  rico  e  muy  honrrado.  E 
Gorualan  tenia  castigado  a  Tristan  en  tal 
manera,  que  el  no  comia  sino  por  su  mano. 
E  Gorualan  dixo  a  Tristan:  «Pues  que  la 
reyna  vos  ha  conbidado,  quiero,  si  a  vospla- 
ze,  que  vays  alia,  que  si  alia  no  fuessedcs 
seria  gran  villanía  de  nuestra  parte.  Mas 
tanto  vos  mando  que  no  comays  ninguna 
vianda  que  venga  a  ia  tabla,  sino  de  aquello 
que  yo  vos  mandare*;  o  Tristan  dixo:  «Yo 
haré  lo  que  vos  mandardes».  E  a  la  mañana 
fueronse  Tristan  e  Gcrualan  al  ¡^alacio  de  la 


reyna.  E  quando  las  tablas  fueron  puestas, 
todos  los  altos  hombres  e  caualleros  y  escu- 
deros, se  assentaron  a  las  mesas,  y  los  man- 
jares fueron  traydos  a  cada  vno.  E  la  reyna 
mando  embiar  a  Tristan  muchos  manjares, 
mas  el  no  quiso  comer  de  ninguno  dellos, 
fasta  que  Gorualan  hizo  traer  su  vianda.  Y 
entonces  comenQO  a  comer,  y  de  ninguna 
vianda  que  la  reyna  embiasse  no  quiso  comer, 
pov  lo  qual  era  la  reyna  muy  triste.  E  des- 
pués (]ue  fueron  contentos,  e  vieron  la  inten- 
ción que  la  reyna  tenia  del  co  mbite,  Gorua- 

.  an  dixo  a  Tristan:  «Esta  vuestra  madrastra 
vos  quiere  gran  mal,  e  no  busca  sino  como 
vos  pueda  matar.  Por  ende  me  paresceria 
bien  que  nos  partiessemos  del  reyno  de  Leo- 
nis, pues  que  el  rey  es  muerto,  y  que  nos 
vayamos  a  la  corte  del  rey  Feremondo  de// 
Gaula,  que  alli  podeys  ajDrender  todo  aquello 
que  a  cauallero  haze  rnenester.  Y  esto  digo, 
porqtre  j^a  querría  que  fuessedes^cauajiero»^-^ 
Y  Tristan  le  dixo:  «Gorualan,  yo  soy  bien 
presto  de  hazer  todo  aquello  que  me  man- 
days».  Entonces  tomo  Gorualan  aquellos  (pie 
fueron  menester  que  fuessen  con  el,  e  apare- 
jólos muy  bien  a  todos  de  cauallos  e  atauíos,  -- 
e  dio  vn  cauallo  hermoso  a  Tristan.  Y  en  la 
mañana  caualgaron,  e  fueronse  enculíierta- 
mente,  que  ningunos  lo  supieron,  saino  los 
que  yuan  con  ellos,  e  anduuieron  tanto  por 
sus  jornadas,  que  llegaron  a  la  corte  del  rey  I 
Egremonxlo.^í^^^unhi^'"  ellos,  quando  fueron 
entrados  dentro  en  la  ciudad,  fueronse  para 
el  rey,  e  Tristan  dixo:  «Señor,  yo  soy  aqui 
venido  ¡Dor  os  seruir  e  fazer  todo  aquello  que 
vuestra  merced  mandare,  e  yo  recebire  mer- 
ced que  me  recil)a  por  suyo».  Y  el  rey  luego 
le  recibió  muy  bien,  e  hizole  mucha  honrra. 
Preguntóle  de  que  tierra  o  de  que  linaje  era, 
e  Tristan  dixo:  «Señor,  yo  so}-  de  luenga 
tierra,  e  noy  de  tal  linaje,  que  estoy  de  gana 
do  os  seruir».  Y^  el  rey  conoscio  que  se  que- 
ría encobrir,  y  no  le  pregunto  mas,  saino  que 
le  rccebia  por  suyo,  y  que  faria  por  el  todo 
lo  que  fuesse  su  honrra.  Entonce  comen{.ío 
Tristan  de  servir  al  rey  muy  bien  e  mesura- 
damente en  todas  las  cosas,  que  todos  quau- 
tos  le  yeyan  se  marauillauan  de  su  granher- 
mosui-a.  Y  dezian  que  nunca  vieraii  tan 
a])uesta  ni  tan  cortes  criatura,  ni  tan  bien 
acostumbrada  en  todas  las  cosas.  Y  Tristan  ii 
comencaua  a  caiialgar_a  cauallo,  o  jugar  de¡ 

[lanr-a,  e  saltaua y ecHaua^ai-ra ,"6  hazia  todas 
las  cosas  que  pertenecían  a>íu  "hedad,  y  es-^ 
gremía  con  los  otros  donzelos;  e  tan  sotílera 
e  ingenioso,  que  inuentana  muchas  cosas  e 
maneras  de  juegos,  que  todos  quantos  en  la 
corte  eran,  folgaiíanlle  le  ver  cm  todas  las 
cosas,  tanto  que  todos  hablauan  del.  Y  ])as- 


DON  TRISTxVN  DE  LEONIS 


345 


saiulo  assi  estas  cosas,  on  la  corte  estañan  en 
nmclia  alegría. 

Yn  día  acaescio  que  vino  a  la  corte  del  rey 
Feremondo  el  bnen  canallero  Morlot  de  Yi-- 
landa,  con  gran  conpaña  de  caualleros  del 
reyno  de  Londres,  el  qual  venia  por  ver  al 
rey  que  era  de  su  sangre.  Y  quando  el  rey 
fue  cierto  que  venia  Morlot,  ouo  muy  gran 
plazer  de  su  venida,  porque  era  su  pariente, 
e  salióle  a  recebir  muy  honrradamente^  e 
holgó  en  la  corte  algunos  días.  E  vn  dia,  el 
rey  e  Morlot  estañan  a  la  tabla,  y  seruialos 
Tristan,  y  Morlot  paro  mientes  a  Tristan,  e 
dixo  al  rey:  «Este  es  el  mas  fermoso  donzel, 
y  el  mas  enseñado  que  yo  nunca  vi» .  Y"  el  rey 
dixo:  «Cierto  sed  que  de  dos  años  acá  es  en 
mi  corte,  y  en  verdad  os  juro  que  no  se  quien 
es,  ni  de  donde  viene;  y  creo  que,  según  sus 
mañas  y  enseñamientos,  que  de  gran  linaje 
viene,  e  a  gran  hecho  querrá  venir».  Enton- 
ces dixo  Morlot:  «Dios  le  faga  buen  honbre, 
que  quanto  la  apostura,  no  es  en  el  falle- 
cida» .  Y  vn  enano  que  entonces  era  ay,  dixo 
a  Morlot:  «La  su  apostura  avn  te  costara 
caro»;  e  Morlot  comenco  a  reyr  e  a  hazer  es- 
carnio, y  el  rey  le  dixo:  «No  hagays  escarnio 
de  lo  que  dize  el  enano,  que  el  otro  dia  llego 
aqui  vn  canallero,  y  comiendo  a  la  tabla, 
dio  vna  pierna  de  capón  a  este  enano,  e  dixo: 
«Por  esto  como  yo  esta  pierna  de  capón,  por- 
que nunca  otra  darás  a  otro»;  e  a  la  mañana, 
quando  el  canallero  fue  leuantado,  estándose 
lañando  las  manos,  vino  a  el  vna  donzella,  e 
dixole:  «Canallero,  dadme  un  don» ;  y  el  dixo: 
«Demandad  lo  que  vos  quereys» ;  ela  donzella 
le  dixo:  «Dadme  vuestra  espada»;  y  el  canalle- 
ro se  la  dio,  e  la  donzella  tomo  la  espada  e 
corto  la  cabeca  al  cauallero.  Y''  de  muchas 
cosas  que  ha  dicho  el  enano,  son  ciertas,  e 
por  esto  os  digo  que  o*  guardeys  del  donzél» . 
E  Morlot  comento  a  fazer  escarnio,  e  quan- 
do vino  la  mañana,  Morlot  partió  dende  con 
toda  su  gente.  Y^  el  rey  salió  con  el  fuera  de 
la  cibdad,  e  dixo  a  Morlot:  «Catad  no  pon- 
gays  en  burla  lo  qué  el  enano  ha  dicho» .  En- 
tonce se  torno  el  rey  ¡¡ara  su  palacio,  e  Mor- 
lot se  fue  por  su  camino. 


De  como  fuñieron  a  don  Tristan  lyara  cortar 
la  cabeQa^  jjorque  no  quería  amar  a  Beli- 
senda,  hija  del  rey  Fereinondo. 

Dize  la  hystoria  que  Belisenda,  hija  del 
rey  Feremondo,  como  via  a  Tristan  assi 
apuesto  donzel,  que  era  mucho  enamorada 
del,  y  dezia:  «Acaezca  de  mi  lo  que  acaes- 


cer  i)udiere,  que  yo  auro  en  mi  poder  e  a  mi 
voluntad  a  Tristan».  E  vn  dia,  estando  Be- 
lisenda en  el  palacio,  vio  por  ay  a  Gornalan, 
e  dixole:  «Crorualan,  quiero  descobrir  a  vos 
mi  coraron,  e  quiero  que  digays  a  Tristan 
de  mi  parte  que  el  sea  donzel  de  mi  amor, 
porque  yo  no  amo  a  mi  ni  a  otro  tanto  como 
a  el» .  E  Grornalan  le  dixo  que  lo  haria  mu}'  de 
buenamente,  y  pensó  en  si  mesmo  que  del  tal 
amornon  rescibiria Tristan  ningún  beneñcio, 
e  no  sabia  si  lo  dixesse  o  no,  e  al  fln  no  oso 
estar  sin  lo  dezir,  e  quísole  pronar,  y  luego 
fue  Gorualan  a  Tristan,  e  dixole:  «Bien  vos 
deueys  tener  por  bien  auentnrado  donzel,  e 
yo  assi  lo  tengo  cierto  que  Dios  e  la  buena 
dicha  nos  ha  traydo  a  esta  corte,  porque 
este  dia  la  infanta  Belisenda  me  llamo,  e 
con  muy  ansiosas  querellas  me  ha  recontado 
la  mucha  afición  e  gana  de  vuestros  amores 
que  tiene,  e  non  supo  a  quien  mejor  lo  des- 
cobrir que  a  mi,  e  quiere  que  le  deys  el 
vuestro  amor,  que  ella  quiere  ser  donzella 
del  vuestro,  e  vos  que  seays  donzel  del 
suyo» . 

E  Tristan  dixo  a  Cforualan:  «¿Consejarme 
yades  que  yo  amasse  a  la  liija  del  rey  mi 
señor?  Cierto  sed  que  yo  no  la  amarla  en  tal 
manera,  porque  yo  no  haga  desonrra  a 
aquel  que  me  faze  honrra».  «¿Como?,  dixo 
Gorualan,  ¿en  tal  manera  huydes  vos  el  amor 
de  la  donzella,  que  no  la  ameys  assi  como 
hombre  deue  amar  a  su  señora?»  «Si,  dixo 
Tristan,  mas  no  porque  la  ame  por  amores». 
Estas  palabras  dezia  Grornalan  a  Tristan  por 
ver  su  seso,  e  fue  mucho  alegre  por  las  pa- 
labras que  Tristan  auia  dicho,  e  fuese 
para  la  infanta,  e  dixo:  «Señora,  sabed  que 
el  donzel  vos  embia  mucho  a  saludar,  y 
tieneos  por  señora,  assi  como  hija  de  su 
señor.  E  dize  que  os  quiere  seruir  en  todas 
cosas  assi  como  a  hija  de  su  señor.  Mas  en 
en  esto  que  vos  demandays,  dize  que  no 
liara  nada  por  cosa  del  mundo».  Ella, 
desque  esto  oyó,  fue  mucho  triste,  e  dixo 
entre  si  misma:  «ü  yo  moriré,  o  lo  aure 
en  mi  poder» .  E  acaescio  que  vn  dia  Tris- 
tan  e  otros  caualleros  saltauan  y  esgrimían, 
assi  que  la  hija  del  vej  estaña  donde  lo  via 
bien,  y  estaña  encendida  por  su  amor,  y  de- 
zia entre  si:  «¡Aj^  Dios,  e  agora  toniesse  Tris- 
tan  comigo  en  mi  cámara!»  E  después  que 
Tristan  se  partió  del  juego,  e  Belisenda  lo 
vio  yr,  fuesse  a  parar  entre  dos  cámaras  a 
vn  lugar  escuro,  e  Tristan  passaua  por  alli, 
e  la  donzella,  quando  lo  vio,  fuese  para  el, 
y  echóle  los  bracos  al  cuello,  e  comencolo  de 
abracar  como  mnger  que  estaña  salida  de 
seso  por  su  amor.  E  teníalo  en  tal  manera, 
que  non  se  podia  jiartir  della.  diziendo:    «¡O 


U6 


LIBROS  DE  caballerías 


amigo,  ruegovos  que  me  deys  vuestro  amor!» 
Tristan  dixo:  «Donzella,  en  ninguna  manera 
lo  haré,  porque  me  seria  mal  contado  y  pues- 
to a  gran  traycion;  mas,  si  quereys,  seruiros 
he  como  a  hija  de  mi  señor.  Pero,  cierto, 
otra  cosa  de  mi  no  se  podra  auer  por  cosa  del 
mundo».  Belisenda  respondió,  e  dixo:  «Por 
Dios  e  i)or  su  clemencia,  os  ruego  que  no 
vseys  comigo  de  tanta  crueldad  como  debaxo 
(le  vuestra  mano  me  teneys,  porque  si  assi 
se  ñziosse,  el  fin  de  mis  dias  seria  presto,  e 
si  vos  a  mis  ruegos  y  ansias  no  proueys,  yo 
vos  haré  morir  de  mala  muerte».  E  fuele 
abracar  tan  brauamente,  que  ayna  lo  matara, 
e  requiriólo  otra  vez  de  amor,  y  el  dixo  que 
no  lo  faria.  E  quando  ella  vido  que  el  no 
queria  su  amor,  fue  muy  triste;  assi,  como 
se  vio  que  estaua  fuera  de  entendimiento,  dio 
vn  gran  grito,  e  dixo:  «¡  Acorredme,  caualle- 
ros!»  Esto  hazia  como  aquella  que  no  estaua 
en  su  seso.  E  quando  los  caualleros  que  esta- 
ñan en  la  sala  oyeron  aquella  boz  que  la  in- 
fanta dio,  ellos  fueron  alli  muy  presto,  e  vie- 
ron como  tenia  abracado  a  Tristan  muy  fuer- 
temente. E  de  verguenea  que  la  infanta  ouo 
quando  vio  a  los  caualleros,  dixo:  «Señores, 
este  mal  clonzel  me  queria  hazer  vna  gran 
villanía».  Los  caualleros  le  dixeron:  «¿Como, 
Thrrrze+f  reseibiendo  vos  tanta  honrra  y  mer- 
ced del  rey,  vos  le  andays  buscando  des- 
onrraV  Cierto  que  vos  os  arrepentireys» .  E 
quando  el  rey  lo  supo,  mando  que  fuesse 
metido  en  prisión,  e  Cforualan  fue  muy  tris- 
te. E  quando  andana  por  la  corte,  dezianle 
todos:  «¿Como?  ¿tan  bien  teniades  castigado 
a  este  vuestro  criado,  que  faziendole  el  rey 
tan  gran  honrra,  queria  cometer  tal  villa- 
nía?» E  dixo  entre  su  coracon  que  si  Tris- 
tan  tomasse  muerte,  que  el  no  seria  para  bi- 
uir  en  este  mundo.  E  fuese  luego  Grorualan 
jjara  el  rey,  e  tomólo  por  la  mano  y  apar- 
tolo  a  vna  parte,  y  pidióle  por  merced  (pie  lo 
escuchase,  y  que  le  daria  cuenta  de  la  culpa 
que  Tristan  tenia.  «Señor,  dixo  Gorualan, 
sabed  que  Belisenda  vuestra  hija  me  llamo 
el  otro  dia,  y  dixome  que  fuesse  su  mensaje- 
ro a  mi  criado  ('),  e  le  dixesse  en  com.o  ella 
le  amana  mas  que  a  ssi  mesma,  y  que  queria 
ser  donzella  del  su  amor  y  que  ella  queria 
que  fuese  del  suyo.  E  yo  dixelo  a  el,  por 
prouar  de  que  seso  era.  E  la  respuesta  que 
el  me  dio,  fue  esta:  que  la  tenia  por  su  seño- 
ra y  assi  como  hija  de  su  señor,  y  que  haria 
jjor  ella  todo  aquello  que  honrra  le  fuesse; 
mas  de  aquella  razón,  que  el  no  faria  nada». 


(')  Esta  palabra  se  toma  aquí  en  sn  sentido  literal 
y  propio;  es  decir,  en  el  de  persona  criada  ó  educada 
P'ir  otro,  como  el  ahimnnx  latino  (de  rt7<»=al¡mentar). 


Y  el  rey  dixo:  «Si  aquesto  es  verdad,  yo  lo 
sabré  de  mi  fija,  e  yo  la  preñare  en  tal  ma- 
nera, que  vos  digays  que  yo  mantengo  dere- 
cho»; e  partióse  G-ornalan  del  rey  e  fuese 
para  su  cámara.  E  fue  assi  que  en  aquella 
sazón  tenia  vn  primo  de  Belisenda  su  hijo 
preso,  el  qual  auia  muerto  vn  cauallero  en 
la  corte,  por  que  el  auia  de  ser  miierto.  E  el 
rey  tomo  a  su  hija  por  la  mano,  e  llenóla  a 
vna  cámara,  e  dixole:  «Hija,  vos  soys  de  he- 
dad  que  vos  deuo  de  hazer  plazer  e  honrra; 
yo  vos  quiero  dar  vn  don  sin  que  me  le 
pidays.  Ya  sabeys  que  este  vuestro  primo 
ha  de  morir  por  la  muerte  que  ha  hecho,  y 
este  donzel  deue  morir  porque  quiso  fazer 
deshonrra  de  vos;  el  vno  destos  querria  que 
escapasse,  y  el  otro  que  muera;  esto  quiero 
que  determineys  vos» .  E  Belisenda  pensó  vn 
poco,  e  dixo  en  su  coracon:  «Si  yo  tomo  este 
donzel,  e  muere  mi  primo,  todos  me  teman 
por  falsa,  e  dirán  las  gentes  que  yo  lo  he 
hecho  matar»;  e  dixo:  «Si  muere  el  donzel, 
no  podre  biuir  sin  el»;  y  estando  assi  en. 
gran  pensamiento,  que  no  sabia  que  se  dezir, 
el  rey  dixo:  «¿Como  estays?  dezidme  qual 
quereys,  o  qual  no»;  y  ella  dixo:  «A  mi  pri- 
mo» .  El  rey  mando  que  cortassen  la  cabe- 
ra al  donzel.  E  luego  le  fue  echado  vn  paño 
l)or  los  ojos,  para  le  cortar  la  cabera.  Ella, 
como  vio  que  querían  cortar  la  cabeca,  dixo: 
«Ay,  padre  o  señor,  por  Dios;  no  muera,  ca 
yo  me  arre] viento  mucho  de  como  escogí, 
ca  este  donzel  quise  yo  tomar».  El  rey  dixo: 
«El  que  escogistes  de  primero,  este  conuie- 
ne  que  ayays,  e  conuiene  que  corte  la  cabega 
a  este  otro».  E  dixo  Belisenda:  «¿Como?, 
señor,  ¿no  me  lo  quereys  dar?»  El  rey  dixo: 
«No  os  lo  daré  en  ninguna  manera».  E  pues 
dixo  ella:  «Dadme  vn  don  que  os  quiero  de- 
mandar»; y  el  rey  dixo:  «Demandad  lo  que 
vos  quisierdes,  que  yo  os  lo  daro,  en  tal  que 
no  sea  el  donzel».  Y  ella  dixo:  «Dadme  el 
espada  con  que  han  de  matar  el  donzel» .  El 
rey  ge  la  hizo  dar.  E  la  infanta  tomo  la  es- 
])ada,  e  jjuso  la  mancana  della  en  tierra,  e 
la  punta  derecho  del  coracon,  e  dixo:  «Señor 
rey,  si  no  me  days  el  donzel,  conuiene  que 
yo  muera  luego  sin  mas  tardar,  que  yo  mas 
quiero  morir  que  no  ver  cortar  la  cabega  al 
donzel,  e  assi  muririen  ambos».  Y  quando 
el  rey  vio  esto,  conoscio  que  el  donzel  no 
tenia  culpa,  y  perdonóle,  e  hizo  cortar  la 
cabeca  a  su  primo  de  Belisenda,  e  torno 
Tristan  en  gracia  de  todos  como  de  primero. 
Dosto  fueron  todos  muy  alegres,  y  seruio 
al  roy  con  diligencia  como  solia.  Y  Belisen- 
ila  dixo  a  G-orualan:  «Pues  vuestro  criado  no 
me  quiere  dar  el  su  amor,  de  oy  mas'  guár- 
dese de  mi.  que  yo  haré  que  muera» .  Y  Cor- 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


347 


ualan  se  fue  a  Tristan,  o  dixole:  «Hijo,  ya 
vistes  como  el  otro  dia  llegastes  al  punto  de 
la  muerte;  sabed  que  la  infanta  vos  tiene 
muy  mala  voluntad,  y  es  menester  que  to- 
memos consejo  antes  quo  acaezca  .otro  tal  ye- 
rro como  el  otro» .  Entonces  dixo  Tristan: 
«Pues  ¿que  quereys  quo  yo  haga?»  Grorualan 
dixo:  «Yo  quiero  que  nos  ])artamos  desta  cor- 
te e  no  estemos  a(¡ui  mas» .  E  fueronse  luego 
delante  del  rey,  e  Tristan  hablo  e  dixo:  «Se- 
ñor rey,  nosotros  hemos  estado  en  vuestra 
corte  i30r  seruir  a  vuestra  real  excelencia. 
Pero  agora  queremos  tornar  a  nuestra  tie- 
rra, e  buscar  nuestra  auentura,  e  pidos  por 
merced  que  nos  deys  licencia,  y  recibiremos 
señalada  merced».  El  rey  dixo:  «No  vos 
daré  tal  mandamiento  si  no  me  dezis  vuestro 
nombre  y  de  que  parto  soys».  «Señor,  dixo 
Tristan,  vos  ¿prometeysme  como  rey  que 
no  nos  deterneys  aqui?»  El  rey  ge  lo  otor- 
go, e  Tristan  dixo:  «Señor,  yo  soy  llama- 
do Tristan  de  Leonis,  hijo  del  rey  Melia- 
dux» .  Desto  fue  el  rey  muy  alegre,  porque 
del  rey  Meliadux  auia  salido  tan  hermoso 
hijo;  e  de  la  otra  parte  era  triste,  porque  no 
le  auia  hecho  mas  honrra,  e  porque  se  queria 
yr».  E  el  rey  Je  dixo:  «Sabed,  Tristan,  que 
vos  soys  mi  pariente,  e  por  esto  no  querría 
que  vos  partiéssedes  de  mi  reyno» .  Tristan 
dixo:  «Señor,  conuieneme  hazer  lo  que  yo 
quiero:  tornarme  en  mi  reyno».  Y  luego  el 
rey  le  dio  gran  auer  e  caualleros,  e  tomaron 
su  camino  contra  la  corte  del  rey  Mares  de 
Cornualla.  E  quando  Belisenda  supo  como 
el  rey  auia  dado  licencia  a  don  Tristan  y  que 
era  ydo,  metióse  en  vna  cámara  a  llorar  muy 
fuertemente,  y  llamo  vn  escudero  su  criado, 
y  dixole:  «Amigo,  ¿prometesme  que  faras 
mi  mandado?»  El  dixo  qué  si  faria.  Dixo 
ella:  «Traeme  tinta  e  papel» ;  e  el  truxogelo 
luego.  Ella  comenQO  de  escriuir  vna  carta 
que  dezia:  O  Tristan  desconocido,  bien  tenia 
creydo  que  en  quitarte  la  muerte  y  darla  aquel 
que  en  generación  me  tocmia,  que  algún  galar- 
dón meresciera.  E por  dar  yo  a  ti  la  vida,  dis- 
te tu  a  mi  agora  la  mortcil  rauia  con  dolor 
sin  medicina.  No  se  con  quales  palabras  co- 
mience a  recontar  tus  culpas,  pues  das  lugar 
que  muera  la  fama  de  tu  disposición  con  obras 
a  ella  mal  conformadas.  ¿Quien  podría  mi- 
rarte, que  crea  auer  en  ti  tantos  males  quan- 
tos  Belisenda  pregonar  puede?  Ni  se  como 
podiste  ser  tan  enemigo  tuyo,  que  quien  tal 
como  a  m,i  tuuiera  por  suya,  de  ninguna 
prospei-idad  pudiera  ser  desseoso.  YHos  que 
discreto  conoscer  tienen,  juzgando  la  tu  crue- 
za, te  culparan  de  no  claro  conosci miento,  e 
parescerles  Im  que  la  perfecion  del  mundo  es 
a  la  tu  condición  contraria,  y  lo  imperfeto 


te  dio  plaxer.  E  no  se  como  podiste  acabar 
contigo  de  querer  que  peresciesse  por  la  cruda 
muerte  aquella  que  tan  sin  merecer  fue  de  ti 
desamparada.  E  si  la  muerte  sobreuiniera, 
no  fuera  razón  de  te  fazer  ageno  de  mis  alfé- 
rez dcsfauorescer  (').  Eyo  vi  tales  cosas  en  ti, 
que  no  se  por  de  que  calidad  te  juzgue,  quel 
estado  y  merecer  de  Belisenda  ¿quando  me- 
reció la  pena  que  le  diste?  Assi  que  qual- 
quiera  mudo  buscara  lengua  prestada  para 
recontar  los  disfauores  que  fasta  la  muerte 
me  diste;  y  la  crueldad  que  comigo  mesma 
tuue  es  tan  grande,  que  ocupara,  los  oydos  de 
los  biuientes.  ¡O!  /quanto  j^or  el  inundo  bo- 
tara, claro  sera  de  conoscer  que  tan  crescido 
fue  tu  desconocimiento.'  E  si  no  pudieras  te- 
nerme verdadero  amor,  a.  lo  únenos  cauteloso 
lo  deuieras  mostrar,  por  no  dar  ocasión  a  la 
mi  tan  rauiosa  muerte.  Y  bien  se  e  conozco 
que  entre  Ices  gentes  no  atira.  otro  razonar  sino 
■mi  yerro.  Consuelome  que  tanta  culpa  se  dará 
a  tu  desconoscimiento  como  a  mi  yerro.  Y  si 
algún  disfauor  a  los  amadores  de  oy  mas  les 
viniere,  de  ti  se  podra  dezir  que  les  emano.  E 
avnque  tu  merescer  no  sea  tal  como  mi  condi- 
ción, no  puedo  acabar  de  no  te  embiar  algo 
que  de  mi  tengas  en  la  muerte,  jnces  en  la  vida, 
no  lo  quisiste,  y  embiote  esta  espcída,  que  en 
virtud  traspassa  a  todas  las  que  oy  son,  con 
la  qual  yo  mesma  me  he  dado  la  muerte;  y 
embiote  este  cauallo,  que  ha  tal  virtud  que 
jamas  no  cansa,  e  encomdendote  este  escudero, 
que  siempre  sea  en  tu  conpañia,  y  que  le  fagas 
mercedes  por  que  llegue  a  buen  estado.— -Kq^- 
bada  de  escreuir  la  carta,  Belisenda  hizo  ju- 
rar al  escudero  que  hiziesse  su  mandado,  y 
el  escudero  lo  prometió  bien  y  lealmente,  e 
tomo  luego  la  espada,  e  púsola  derecha  con- 
tra el  coracon,  e  la  mancana  en  tierra,  e  cargo 
fuertemente  sobre  ella,  assi  que  le  passo  de  la 
otra  parte.  E  luego  el  escudero  fue  muy  es- 
pantado quando  vio  hazer  la  crueza  a  tan 
virtuosa  señora,  y  el  escudero  no  quisiera 
auerlo  visto,  y  tomo  la  espada,  e  caualgo,  e 
fue  por  aquel  camino  mesmo  que  yua  Tris- 
tan.  E  quando  el  rey  Feremondo  supo  que  su 
hija  era  muerta  en  tal  forma,  fue  triste,  e 
dixo:  «En  mal  punto  vino  Tristan  a  mi  cor- 
te para  mi»;  e  luego  fizo  tomar  su  fija,  o 
fizóla  enteri'ar  honrradamente  en  vna  rica 
sepultura,  e  hizo  escreuir  letras  en  que  dezia: 
Aquí  yaze  Belisenda,  fija  del  rey  Fere- 
mondo, LA  QITAL  se  MATO  POR  AMORES  DE  TrIS- 

TAN  DE  Leonis;  O  todos  los  del  reyno  hizie- 
ron  muy  gran  llanto.  E  después  desto,  yendo 
Tristan  por  su  camino,  dixo  Grorualan:  «Se- 
ñor, vu  escudero  veo  venir  detras  de  nos  a 

(')   l''.l  texto  ofrece  aquí  obscuridad. 


348 


LIBROS  UE  caballerías 


gran  correr»;  e  Tristan dixo:  «Dexalde  venir, 
veamos  que  embaxada  trae» .  Y  en  tanto  llego 
a  ellos  el  escudero,  e  dixo:  «Señor,  mensajero 
soy  deBelisenda,  la  fija  del  rey  Feremondo»; 
y  Tristan  dixo:  «Vos  seays  bien  venido»;  y 
el  escudero  púsole  la  carta  en  la  mano,  e 
(luando  vio  que  la  donzella  era  muerta  por.su 
amor,  fue  muy  triste  e  no  quisiera  ser  nas- 
cido  para  que  })or  el  ouiesse  acaescido  tal  des- 
auentura,  y  rescibio  la  espada  y  el  cauallo; 
y  el  escudero  dixo:  «Señor,  ruegoos  que  sea 
vuestro  para  os  seruir,  que  no  osasse  tornar  a 
la  corte  del  rey  Feremondo  en  ninguna  ma- 
nera»; y  Tristan  dixo  al  escudero:  «Si  tu 
quieres  yr  en  mi  conpañia,  a  mi  j)laze,  mas 
con  vna  condición:  que  has  de  jurar  quel  mi 
nonbre  no  digas  en  ninguna  parte» .  Y  el  es- 
cudero dixo  que  le  plazia  de  buena  voluntad 
de  lo  assi  fazer,  e  assi  lo  prometió  en  manos 
de  Tristan.  Y  después  desto  passado,  comen- 
(■ar(m  a  andar  por  el  camino  de  Cornualla 
quanto  podian,  e  yuan  hablando  en  la  muer- 
te de  la  donzella  fija  del  rey  Feremondo,  y 
espantauaso  de  la  gran  crueza  que  Belisen- 
da  consigo  mesma  auia  tenido;  y  assi  cami- 
naron fasta  que  llegaron  a  la  cibdad.  Agora 
dexemoslos  yr  por  el  camino  de  Cornualla 
que  siguieron  fasta  la  cibdad. 


TI 

De  como  Tristan  llego  a  la  corte  del  rey  Ma- 
res de  Cornualla,  e  de  lo  quel  enano  dixo 
ante  quel  viniessc. 

En  aquella  sazón  el  rey  Mares  tenia  en  su 
corto  vn  enano  que  se  pagana  de  adouinar, 
y  este  enano  era  hijo  de  vn  rey,  y  era  de 
tan  mala  figura  5^  tan  nescio,  que  \o  ouieron 
de  echar  fuera  de  la  corte  de  su  padre,  y  vn 
dia  dixo  aquel  enano  al  rey  ilares:  «Señor, 
sabed  que  oy  entrara  en  vuestra  corte  el  mas 
noble  cauallero  del  mundo» .  Y  el  rey  dixo: 
«¿Sera  cauallero  que  me  fara  honrra?»  Y  el 
dixo:  «Si,  quanto  a  la  corona,  mas  en  otras 
cosas  os  fara  desonrra  y  verguenca» .  «Pues 
a  la  corona  me  ha  de  hazer  honrra,  no  me  do 
nada,  el  sea  bien  venido». 

Y  luego  entro  Tristan  por  el  ])alac¡o,  e 
omillose  delante  del  rey  Mares,  e  dixole  que 
le  quería  seruir,  e  el  rey  Mares  lo  recibió,  E 
preguntóle  que  de  qual  tierra  era,  o  como  se 
ílamaua.  Tristan  respondió:  «Señor,  de  que 
tierra  soy  e  mi  nonbre  saberlo  heys  algún 
tieniio.  que  soy  de  luenga  tierra» .  Y  el  rey 
vio  quf  se  queria  encubrir,  e  no  le  pregunto 
mas;  y  Tristan  le  comento  a  seruir  e  tratar- 
se en  las  armas  lo  mejor  que  podia,  y  apren- 


dió de  langar  al  tablado,  y  de  justar;  e  auia 
mas  honrra  que  ninguno  de  los  caualleros,  e 
era  amado  de  todos,  y  a  poco  tienpo  se  mo- 
uio  Morlot  de  Irlanda  con  gran  flota  de  naos 
y  galeas  contra  el  rey  Mares  de  Cornualla. 


YH 

Como  Morlot  de  Yrlanda  armo  gran  flota 
para  contra  el  rey  Mares  de  Cornualla. 

Acaescio  assi  que-vn(lia  Morlot  fue  llega- 
do al  puerto  de  Tintoyl  aE  quando  la  gente 
del  rey  Mares  vrefonlamaña  flota,  fueron 
muy  tristes,  e  comenr-aron  de  dolerse  del 
mal  y  daño  y  escarnio  que  esperauan  auer, 
y  Tristan  oyó  el  roydo,  y  pregunto  que  por 
que  fazian  aquel  duelo,  y  ellos  respondieron: 
«Porque  aquella  flota  viene  por  destrnyr  este 
reyno» ,  y  Tristan  dixo:   «Bien  jiareceys  ca- 
tiua  gente,  e  ¿como?  ¿entre  vosotros  no  a  y 
ningún  buen  caudillo  o  cauallero  que  os  de- 
fienda tiesta  gente  por  fuerca  de  armas?» ;  y 
ellos  dixeron  que  no.  Entonces  Morlot  des- 
cendió a  tierra  con  su  gente,  y  pusieron  tien- 
das riberas  de  la  mar,  y  desque  assentados 
con  todo  lo  que  auian  menester,  Morlot  hizo 
llamar  a  los  caualleros  e  ricos  hombres  que 
venían  en  su  conjoañía;  e  quando  fueron  jun- 
tados, acordaron  que  se  deuiessen  embiar  al 
rey  Mares  dos  caualleros,  e  que  si  por  vía 
de  y  guala  se  pudiesse  algo  fazer,  que  esto 
era  lo  mas  necesario;  y  assi  se  acordó.  Morlot 
luego  emliio  dos  caualleros  al  rey  Mares,  que 
le  demandassen  el  tributo  de  s\i  parte,  e  los 
caualleros  fueron  al  rey  Mares,  e  dixeronle: 
«Señor,  ]\[orlot  de  Yrlanda  vos  embia  dezir 
que  le  embiej^s  el  tributo  de  siete  años  que 
ge  lo  deueys,  e  si  no,  que  os  aparejeys  para 
la  batalla» .  Y  el  rey  abaxo  la  cabeca,  e  esta- 
ña pensando  y  no  respondía  cosa  alguna,  ni 
ningún  cauallero  de  su  casa,  e  Tristan  se  le- 
ñante, e  dixo  a  los  caualleros:  «Tornad  a  Mor- 
lot, que  a  la  mañana  aureys  la  respuesta  de 
mi  señor» ;  y  los  caualleros  dixeron:  «Señor, 
esto  donzel  ¿liabla  ])or  vos?»  Y"  el  dixo:  «Si» . 
E  los  caualleros  se  tornaron  para  su  señor;  e 
después  de  oydos  los  mensajeros,  Tristan 
dixo  al  rey:  «Señor,  yo  he  estado  poco  tien- 
po en  vuestra  corte,  que  avn  no  me  conuie- 
ne  de  demandar  ningún  don,  mas  empero 
quiero  os  lo  demandar,  con  confianca  que  de 
vuestra,  virtud  tengo,  e  tanbien  porque  otor- 
gar el  don  no  desliara  vuestra  lionrra» .  Y  el 
dixo:  «Demandad  todo  aquello  que  os  plu- 
guiere, que  no  os  fallecerá».  Y  el  dixo:  «Se- 
ñor, yo  os  pido  merced,  que  vos  me  fagays 
cauallero»;  y  el  rey  dixo  que  le  ])lazia  de  vo- 


DON  TRISTAN   DE  LEONIS 


340 


luntad,  porque  el  via  que  mcrescia  bien  serlo, 
y  tenia  del  uiudio  contentamiento,  «Mas  si 
vos  quereys  atender  para  otro  tienpo.  yo  lo 
hai'ia  con  mayor  lionrra  e  alegria,  como  vos 
lo  meresceys»;  e  respondió  Tristan:  «Señor, 
a  crescidos  seruicios  me  obliga  tan  g-ran  mer- 
ced, y  el  tienpo  no  lo  haga  inconueniente, 
porque,  avnque  agora  parezca  ocasión  para 
tristura,  plazera  a  Dios  que  sea  causa  para 
mas  gloria»!  Viendo  el  i-ey  el  animoso  ra- 
zonar de  Tristan,  llamo  a  su  mayordomo,  e 
dixole:  «Aparejad  las  cosas  que  menester 
sean  para  armar  cauallero» ;  y  el  respondió 
que  lo  faria.  Y  esso  mesmo  Tristan  e  Gor- 
ualan  velaron  aquella  noche  en  la  yglesia, 
las  rodillas  fincadas  antel  altar,  y  Tristan 
ei'a  de  hedad  de  catorze  años  en  aquel  tien- 
1)0.  Y  quando  vino  la  mañana,  el  rey  le  fizo 
cauallero,  con  gran  alegría  e  fiesta  por  toda 
la  corte.  Y  estando  en  este  solaz,  los  caua- 
lleros  de  MorJot  llegaron  al  rey,  e  dixeronle: 
«Rey,  Morlot  os  enbia  dezir  que  acuerdo 
aueys  auido  de  lo  que  os  embio  a  dezir  i)or 
nos» .  E  el  rey  abaxo  la  cabeca,  e  no  respon- 
dió nada,  y  los  mensajeros  dixeron:  «Se- 
ñor, ¿que  respondeys?»  E  no  respondió  nada, 
ni  cauallero  que  ay  estaua,  e  luego  Tristan 
se  leñante,  lleno  de  malenconia  porque  el 
rey  estaua  assi,  y  dixo  a  los  caualleros:  «Dezi 
a  Morlot  que  si  el  ha  auido  el  tributo  fasta 
aqui,  que  lo  ha  tomado  mal  e  falsamente,  y 
de  aqui  adelante  no  le  darán  nada,  que  aqui 
ay  cauallero  que  ge  lo  defenderá  a  fuerca  de 
armas».  Los  caualleros  dixeron:  «Rey,  esto 
que  dize  este  donzel  ¿sera  assi?»  Y  el  rey 
dixo:  «No  es  donzel,  mas  es  cauallero».  Y 
ellos  dixeron:  «Si  no  es  donzel  o  si  es  caua- 
llero, sealo  en  buen  hora,  mas  ¿si  fabla  por 
vos?»  Y  el  rey  dixo  que  si;  y  ellos  se  torna- 
ron a  Morlot,  e  dixeronle:  «Señor,  el  rey 
Mares  os  enbia  a  dezir  que  quiere  defender 
el  tributo  a  fuerca  de  armas,  e  sabed  que  vn 
cauallero  joven  se  quiere  conbatir  con  vos» . 
E  entonces  respondió  Morlot:  «¿Vos  aueys 
puesto  el  dia  de  la  Ijatalla?  ¿en  que  lugar?» 
Y  ellos  dixeron  que  no.  E  Morlot  dixo:  «Tor- 
nad alia,  e  sabed  si  es  fijo  do  rey  o  si  es  otro 
cauallero,  que  en  otra  manera  no  me  conba- 
tire  con  el».  E  los  caualleros  fueron  antel 
rey,  e  dixeronle:  «Señor,  el  rey  Morlot  os 
embiaa  dezir  que  aquel  cauallero  que  se  ha 
do  combatir  con  el,  si  es  hij(j  do  rey  o  caua- 
llero, ca  en  otra  manera  no  se  conbatira  con 
el» .  Y  Tristan  respondió:  «Dezid  a  vuestro 
señor  que  .si  el  es  cauallero,  yo  soy  caua- 
Ih^ro;  e  si  es  fijo  de  rey,  yo  soj'  fijo  de  rey. 
E  por  esso  me  quiero  conbatir  con  el» . 

E  pusieron  el  dia  de  la  batalla,  y  i^ue 
fuesse  en  la  ysla  sin  ventura;  e  los  caualle- 


ros se  tornaron  a  su  señor,  y  le  contaron 
como  era  fijo  de  rey  c  cauallero,  e  se  auia  de 
combatir  con  el  dende  en  tercero  dia  en  la 
ysla  sin  ventura.  Y  ellos  dixeron  que  seria 
uioco  de  catorze  o  quinze  años,  e  parescia 
poderoso  y  bien  valiente,  «porque  os  supli- 
camos, si  a  vos  pluguiere,  cpie  esta  batalla 
quede» .  E  Morlot  dixo  con  saña:  «Mucho  me 
pareccys  catiua  gente  e  sin  esfuerce,  que  por 
un  nueuo  cauallero  tic  catorze  años  dexe  la 
batalla,  que,  según  mis  fuercas,  lo  matare  o 
le  echare  del  campo» . 


VIII 

De  como  don  Tristan  se  conhatio  con  Morlot, 
&  lo  venció  6  mato. 


Venido  era  el  dia  de  la  batalla,  e  Morlot 
canalgo  en  su  cauallo,  e  j)usose  en  la  ysla 
sin  ventura.  E  Tristan  subió  en  su  cauallo, 
aparejado  de  todas  sus  armas,  y  dixole  el 
rey:  «Cauallero,  ruégeos  que,  si  quereys  fa- 
zer  esta  batalla  por  mi,  que  me  digays  vues- 
tro nonbre».  Y  Tristan  dixo:  «Mucho  me 
tardo  en  fazervoslo  saber  que  lo  sepays;  sa- 
bed que  soy  vuestro  sobrino,  fijo  del  re}"  Me- 
liadux,  y  he  nombre  Tristan».  Y  el  rey,  en 
que  lo  supo,  fue  alegre,  y  de  la  otra  parte 
triste  porque  la  batalla  se  auia  de  hazer,  y 
dixole:  «Pues  vos  soys  mi  sobrino,  quiero 
que  esta  batalla  quede,  que  mas  quiero  pa- 
gar el  tributo  que  no  [que]  se  faga  la  batalla, 
que  Morlot  es  mas  fuerte  cauallero,  que  vos 
soys  moco  y  no  soys  para  fazer  batalla;  por 
ende  (quiero  antes  pagar  el  tributo».  Y  Tris- 
tan  dixo  que  no  dexaria  la  batalla  con  Mor- 
lot, «que  creo  que  ayudara  Dios  al  derecho» ; 
e  luego  caualgo  con  gran  caualleria,  y  fue- 
ronse  Tristan  y  el  rey  a  Morlot,  y  Tristan  en- 
tro en  la  barca,  y  Gorualan  le  metió  el  caua- 
llo, y  dixole:  «Hijo,  si  por  mi  voluntad  fues- 
se, esta  batalla  no  se  faria,  empero,  pues  que 
assi  quereys,  es  menester  que  fagays  en  ma- 
nera que  honrreys  vuestro  linaje».  E  dixo 
Tristan:  «No  se  puede  escusat,  que  mas 
amo  morir  con  lionrra  que  biuir  con  deson- 
rra  entro  caualleros  de  Corniialla».  Y  entro 
en  la  ysla.  E  (juando  fue  en  ella,  saco  su 
cauallo  e  dio  del  pie  a  la  barca  por  fuerera, 
que  la  desuio  lexos,  e  subió  en  su  cauallo 
apuestamente.  E  Morlot  le  dixo:  «¿Que  has 
fecho,  cauallero?  ¿Por  que  has  embiado  tu 
barca?  Y^  agora  ¿en  que  tornaras?»  Y  el  dixo: 
«Qualquier  de  nos  eonuiene  aqui  morir,  e 
qualquier  que  quedare ,  assaz  basta  esta 
vuestra».  Y'^  ]\[orlot  dixo:  «Aquesto  hazes 
con  mocedad  e  poco  seso».  Y  dixole:  «Ca- 


350 


LIBROS  DE  caballerías 


uallero,  vos  soys  mucho  iiiovo.  porque  os 
consejo  que  dexeis  esta  batalla» ,  Y  Tristan 
dixo:  «Cauallero,  plazenie.  con  vna  cosa: 
que  me  deys  vuestro  cauallo  y  armas,  y  de- 
xeys  el  tributo  para  siempre,  y  lo  que  aueys 
lleuado  lo  restituyays» .  Y  a  esto  respondió 
Morlot  que  no  faria  ninguna  cosa  de  aquello 
que  le  dezia,  y  dixo:  «Esto  os  digo,  caualle- 
ro,  por  piedad,  que  os  veo  tan  mo(,'o».  Y 
Tristan  dixo:  «Dexemos  la  fabla  y  comence- 
mos la  batalla,  que  no  se  ha  de  librar  por 
razones».  Luego  se  arredraron  el  vno  del 
otro,  y  aquellos  que  estañan  mirando  roga- 
uan  a  Dios  cada  vno  por  su  cauaUero;  y  los 
caualleros  se  cubrieron  de  los  escudos,  y 
abaxadas  las  lam.-as,  se  fueron  íerir  el  vno 
al  otro,  y  tan  grandes  golpes  se  dieron,  que 
cayeron  en  tierra  amortecidos,  (|ue  todos 
cuydauan  que  eran  muertos.  E  a  cabo  de 
vna  pieca,  leuantaronse  en  pie,  e  pusieron 
mano  a  las  espadas  y  fueronse  ierir  el  vno 
al  otro  brauamente,  y  desta  primera  batalla 
se  dieron  grandes  golpes.  Dixo  ilorlot  entre 
si:  «Este  no  da  golpes  de  mogo,  antos  los  da 
como  honbre  de  fuerca  y  de  gran  coraQon» . 
Y"  quando  fueron  enojados,  tiráronse  afuera 
por  descansar  y  por  cobrar  huelgo  y  fuerca. 
E  a  cabo  de  vna  pieca,  tornaron  a  su  bata- 
lla, y  fueronse  a  dar  grandes  golpes,  que 
todos  se  marauillauan  de  los  ver,  que  de  las 
espadas  e  yelmos  fazian  salir  fuego.  Assi 
que  Tristan  se  conbatio  tan  mortalmente, 
que  Morlot  dezia  en  su  coraron  que  si  ver- 
güenza no  le  ftiesse,  quel  dexaria  el  tributo. 
E  quando  fueron  combatidos,  tiráronse  afue- 
ra el  vno  del  otro  por  cobrar  ñierca,  y  quan- 
do ellos  ouieron  folgado  vna  gran  pieca, 
tornáronse  a  ferir  de  la  tercera  batalla,  con 
gran  saña  y  yra  que  auian  el  vno  del  otro, 
e  conbatieronse  fuertemente,  de  manera  que 
a  Morlot  le  menguaua  la  fuerca.  E  Tristan 
echo  su  escudo  al  cuello,  e  tomo  su  espada 
con  anbas  manos,  e  fue  a  dar  a  ilorlot  vn 
gran  golpe  encima  de  la  cabeca  quel  yel- 
mo le  corto.  E  metióle  el  espada  por  la  ca- 
beca, y  al  tirar  que  tiro  la  espada,  desgrano 
vna  gran  desgranadura,  e  fue  luego  en  tie- 
rra, y  quedo  la  desgranadura  en  la  cabeca, 
e  Morlot  quedo  mal  ferido.  E  Trio.iwi  fue 
luego  encima  del,  e  dixole:  «¿Que  es  esto, 
cauallero?,  ¿quereys  mas  conbatir?»  E  Mor- 
lot  dixo:  «Cauallero,  aya  merced,  que  ya 
me  tengo  por  vencido,  e  ruegoos  que  no  me 
mateys,  mas  me  ayudeys  yr  a  la  mi  barca». 
Y"  quando  llego  a  la  barca,  Morlot  acordóse 
de  vn  arco  que  tenia  en  la  barca,  e  tiróle 
vna  flecha  con  yerna  e  dio  a  Tristan  en  la 
pierna  vna  gran  ferida,  e  Tristan,  que  se 
sintió  ferido,  dixo:  «Cauallero,  ¿por  que  me 


aueys  fecho  esto,  que  ha  sido  villanía?»  Y"  el 
dixo:  «Assi  me  conuiene  hazer,  porque  con 
mi  condición  no  pude  otra  cosa  acabar. 
Pero  fazed  de  mi  todo  aquello  que  vos  que- 
rreys».  Tristan  dixo:  «Por  Dios,  vos  aueys 
fecho  gran  traycion  e  falsedad,  mas  yo  no 
faria  a  vos  mal,  saluo  cortesía  y  mesura,  e 
ydvos  a  buena  ventura»  .Y"  luego  vinieron  sus 
caualleros  a  Morlot  con  barcas  para  lo  llenar 
a  su  flota,  e  recogiéronse  desonrradamente,  e 
alearon  vela  y  singlaron  por  la  mar,  y  dioles 
Dios  prospero  viento,  e  fueronse  a  Yrlanda, 
y  assi  quedo  Tristan  en  el  canpo  con  mucha 
lionrra.  E  vino  el  rey  Mares  a  recebirlo  lion- 
rradamente,  y  tornaron  a  la  cibdad.  e  fizie- 
ron  gran  fiesta,  e  pusieron  en  obra  de  curar 
a  Tristan. 

IK 

De  como  Morlot  arribo  con  su  flota 
en  Yrlanda. 

Como  Morlot  fue  arribado  en  Yrlanda,  lue- 
go fue  afistolada  la  llaga  y  murió  a  cabo  de 
nueue  dias,  que  no  le  tuno  prouecho  ningu- 
no maestro  ni  medecina  que  le  fiziessen,  ni 
le  aprouecho  su  hermana,  que  era  la  mejor 
'maestra  del  mundo.  E  quando  ella  lo  vio 
muerto,  e  vio  que  no  le  auia  podido  guare- 
cer, dixo:  «Por  buena  fe,  yo  veré  de  que 
murió  mi  hermano,  que  nunca  vino  a  mi 
honbre  que  yo  curasse  ijue  muriesse.  Por- 
que me  tengo  por  la  mas  desdichada  e  sin 
ventura  de  las  que  en  él  mundo  son;  mas 
cierto,  avnque  es  cosa  de  crueldad,  que  yo 
veré  que  cosa  fue  esta  por  que  murió».  Y 
tomóle  y  abrióle  la  llaga  y  llorando  de  sus 
ojos  que  páresela  fuente;  y  después  que  ge 
la  ouo  abierto  y  bien  buscada  la  llaga,  falló- 
le en  la  cabeca  la  desgranadura  de  la  espa- 
da de  Tristan,  y  dixo  entonce:  «Esto  ha 
muerto  mi  liei  mano» .  Y  tomo  la  desgrana- 
dura  y  guardóla  en  vna  arca,  y  después  des- 
to  fecho,  fueron  a  soterrar  a  Morlot  con 
grandes  lloros,  que  era  lastima  de  lo  ver, 
que  nunca  tal  fue  fecho  en  Yrlanda,  y  en 
especial  la  reyna  su  hermana,  la  qual,  con 
sentibles  e  lastimosas  palabras  de  oyr,  de- 
zia: «¡Ay  mi  buen  hermano  Morlot,  cabo  de 
alabaní;'a  de  caualleria;  y  qual  fue  la  des- 
uentura  que  tal  sentencia  dio,  y  como  aba- 
xaron  la  gran  fortaleca,  e  como  cayo  el  te- 
mido escudo,  y  como  pereció  la  no  vencida 
espada!  ¡E  que  ceguedad  fue  la  mia,  o  como 
perdi  el  sentido  de  no  ver  la  desgranadura 
que  tenias!  ¡  Ay  mi  bien,  que  mas  me  valdría 
morir!  ¡Ay  esfuergo  mió,  que  si  yo  conos- 
ciera  la  tu  ferida.  la  cruda  muerte  no  te 


DON  TRISTAN  DE  LEÜNIS 


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traspassara» .  Todas  estas  palabras  cíczia  la 
reyna  consigo  mesma,  que  llorar  no  podía, 
que  estaña  tan  traspassada.  Y  fue  enterrado 
Morlot  con  lagrimas  e  sospiros  por  todos  los 
de  la  cibdad. 

E  agora  tornemos  a  contar  de  Tristan, 
como  estaña  muy  mal  doliente  de  la  llaga 
que  le  auia  fecho  Morlot  con  la  saeta  de  yer- 
na, que,  quando  pcnsaua  que  estaña  sano, 
entonce  se  le  refrescaua  la  llaga,  y  estaña  en 
gran  pena  porque  no  podía  sanar.  Y  estnuo 
assi  emponzoñada  bien  dos  años  en  vna  cá- 
mara. Y"  dixo  vn  día  que  lo  lleuassen  a  las 
finíestras,  y  el  rey  mando  que  no  lo  lleuasse 
ninguno  alia,  por  qnanto  era  honbre  des- 
esperado y  enojado  de  su  vida,  por  la  ferida 
que  tenia,  y  se  podría  echar  ile  la  finíestra 
por  el  gran  dolor  que  tenía.  Y  vn  día  estan- 
do assi,  vino  vn  juglar  a  Tristan  por  lo  co- 
nortar,  y  díxole:  «No  os  desconorteys  mas; 
pues  que  no  podeys  fallar  consejo  ninguno, 
yos  a  otra  tierra,  por  ventura  fallareys  algu- 
na persona  que  os  sane» ;  y  en  esto  acordó 
Tristan,  e  fizo  llamar  al  rey,  y  díxole:  «Se- 
ñor, ya  vuestra  merced  sabe  que  tanto  tien- 
po  ha  que  jjadezco  infinitos  dolores  en  esta 
enfermedad,  y  he  prouado  tantos  maestros,  y 
ninguno  no  me  ha  puesto  remedio,  y  esto  ago- 
ra peor  quel  jirímer  día,  y  viendo  esto,  he 
acordado  de  yr  a  prouar  si  aure  algún  reme- 
dio en  alguna  parte;  y  yo  he  ojalo  dezir  que 
en  otra  tierra  ay  maestros,  e  por  ventura, 
o  moriré  del  todo,  o  sanare.  E  por  esto  que 
he  pensado,  o^  pido  por  merced  que  me  fa- 
gays  aderecar  vna  nao  en  que  pueda  llenar 
vianda  para  dos  años,  si  caso  ñiere  que  no 
llegare  a  j)uerto».  Y  el  rey  dixo:  «Sobrino, 
no  querría  que  assi  enfermo  entrassedes  en 
la  mar,  que  a  los  sanos  y  buenos  faze  mal, 
qnanto  mas  a  los  que  están  como  vos.  Mas, 
pues  a  vos  plaze  y  lo  auej^s  a  voluntad,  esto 
fare  de  buena  gana».  Y  mando  que  fuesse 
bastecida  la  nao  de  vituallas,  y  fue  fecho  e 
bastecida  bien  de  viandas  y  de  todas  las  cosas 
que  eran  menester,  y  aparejada,  Tristan 
entro  en  ella,  y  lleuo  a  Gorualan  consigo  y 
gi'an  tesoro,  y  bien  aparejados  de  lO  (pie 
auian  menester;  y  quedaron  en  Cornualla  fa- 
ziendo  gran  duelo  por  la  partida  de  Tristan, 
e  dezian  todos:  «Dios  traya  sano  a  Tristan, 
que  en  harta  auentura  de  la  vida  va,  e  gran 
marauilla  sera  si  torna  sano,  porque  la  mar 
luego  le  estragara  la  ferida  y  se  la  afistolara 
mas».  E  con  este  pensamiento  que  todos 
tenían  de  ser  mas  cierta  la  muerte  para  el 
que  no  la  vida,  por  la  llaga  que  tenia  muy 
mortal  y  incurable,  rescebian  mayor  dolor 
en  sus  personas  que  ellos  mostrauan,  y  assi 
le  despidieron  con  la  gracia  de  Dios. 


X 


De  como  Tristan  fue  a  buscar  por  la  mar  sus 
auenturas  do  guareciesse,  y  como  llego  al 
reyno  de  Yrlanda. 

Yenido  era  aquel  agradable  tiempo  del  ve- 
rano, quando  el  plazcntero  mes  de  mayo  mos- 
traua  los  campos  alegres  vestidos  de  hojas  y 
ñores,  que  presentauan  los  cercanos  frutos 
que  por  venir  eran,  quando  Tristan  entro  en 
los  hondos  lagos  del  mar,  que  anduuo  nauc- 
gando  oras  a  vna  parte,  oras  a  otra,  donde 
la  ventura  lo  Ueuaua.  Y  andouieron  assi  nue-_ 
ue  meses  con  infinitos  dolores  y  trabajos.  E 
acaeseíoles,  por  la  voluntad  de  Dios,  que  vna 
noche  llegaron  al  puerto  de  Yrlanda,  y  (guan- 
do fueron  en  el  puerto,  dixo  Tristan  a  Gor- 
ualan:  «Bendito  sea  Dios,  que  somos  llega- 
dos a  vn  puerto  donde  ay  guarida» ,  e  aleo  las 
manos  al  cielo  e  dio  muchas  gracias  a  Dios 
«porque  a  este  lugar  nos  ha  traydo,  que  ya 
si  mas  tienj)o  en  la  mar  nos  detuuieramos, 
no  pudiera  ser  que  no  muriera;  y  bendita  sea 
la  madre  de  Dios  que  prouee  a  los  que  están 
en  necessidad;  avnque  indignos,  hale  plazido 
a  nosotros  ¡iroueer».  Y  dicho  esto,  demando 
laharpaj  que  era  vn  instrumento  quel  sabia 
Ijién  tañer  y  con  que  passana  tienpo  para  en 
remedio  de  la  cuyta  que  auia,  y  con  dolores 
comenco  de  la  templar  y  hazer.  dulce  son.  Y 
el  rey  Languines  (')  de  Yrlanda,  _Que  estalla 
en  "vha  cámara  ele  vn  palacio  que  estaña  so- 
bre el  mar,  quandc  oyó  tañer  aquel  son,  ouo 
gran  plazer,  eleuantose  de  la  cámara,  y  fues- 
se a  vna  finíestra  qnanto  mas  pudo.  Y  Tris- 
tan  dexo  de  tañer  la  harpa,  y  dio  vn  gran 
sospiro,  dizíendo:  «¡  Ay  cauallero  catino  y  sin 
ventura,  y  como  mueres  de  gran  dolor!»  Y 
esto  dezia  el  por  el  gran  dolor  que  sentía  de 
la  llaga,  que  el  anima  le  traspassaiia.  Y"  el 
rey,  de  que  oyó  esto,  quitóse  de  la  finíestra  e 
fuesse  acostaren  su  lecho,  y  a  cabo  ijiie  passo 
vn  poco,  Tristan  demando  la  harpa,  e  comen- 
co a  tañer  dulcemente,  y  el  rey  escucha- 
ualo,  (|iie  auia  gran  plazer,  y  marauillauase 
mucho  del  cauallero,  y  púsose  a  la  finíestra 
otra  vez  por  escuchar  aquel  tañer.  Y  quando 
Tristan  ouo  tañido  vna  gran  pieca,  puso  la 
harpa,  y  dio  vn  gran  grito,  sospirando  assi 
como  ante  auia  hecho;  y  el  rey  se  marauillo 
mucho,  y  dixo  entre  si  mesmo:  «No  puede 
ser  (jue  este  cauallero  no  sea  de  gran  valor»  .Y 
mando  a  sus  escuderos  que  fuessen  abaxo  al 
puerto  y  dixcssen  aipiel  cauallero  que  vínies- 
se  a  su  palacio  y  que  tomase  del  merced;  y 

(')  En  el  Amadis  da  Gaulij  se  habla  repetidas  ve- 
ces del  rey  de  ^ifcíícz/riia&gaines,  padre  de  Agrá  jes. 


LIBKOS  DE  caballerías 


]i).s  escuderos  se  ñieion  al  bordo  de  la  nao,  y 
ilixeron:  «Caiiallero,  embiaos  rogar  el  rey, 
señor  desta  tierra,  que  por  cortesía  que  os 
vayays  a  su  ]ialaeio,  y  que  reeibireys  mer- 
ced del» .  E  Tristan  dixo  que  le  plazia  de  vo- 
luntad, y  pregunto  a  los  escuderos  (jue  hon- 
bre  era  el  rey  y  como  se  llamaua,  y  si  auia 
en  su  C()rte  algún  maestro,  o  dueña,  o  donze- 
]la.  que  supiesse  curar  heridas  o  enferme- 
datlos.  Los  escuderos  dixeron  que  si,  que  la 
re^^^a  y  su  fija  eran  grandes  maestras. 
Quando  Tristan  esto  supo,  fue  alegre.  E 
aparejóse  luego  de  yr,  y  Gornalan  con  el. 


XI 

De  como  don  Tristan  fue  a  haxcr  reuerenria 
al  rey,  y  fue  sano  de  la  herida  que  le  dio 
Morlot  de  Yrlanda  con  el  arco. 


]\[uy  alegres  se  fueron  Tristan  y  Grorualan 
al  palacio  del  rey,  y  dexaron  la  nao  a  los 
marineros  y  dixeronles  que  no  dixessen  sus 
nombres  a  persona  del  mundo.  Y  quando  en- 
traron i)or  el  i)alacio  y  vieron  al  rey,  salu- 
dáronlo muy  humilmente  y  muy  cortesmen- 
te.  Y  el  rey  los  rescibio  muy  bien,  y  pin- 
góle mucho  con  su  venida.  E  dixoles:  «Y"os- 
otros,  señores  caualleros,  seays  bien  veni- 
dos». E  Tristan  se  omillo  cortesmente  al  rey. 
y  el  rey  les  hizo  dar  bien  de  cenar,  y  quando 
ouieron  cenado,  fueronse  acostaren  vna  cama 
que  el  rey  les  hizo  dar.  E  (piando  el  dia  fue 
bien  claro,  el  rey  se  leuanto  y  se  vino  luego 
a  Tristan,  y  dixole:  «Señor  eauallero,  Dios 
os  de  buena  ventura» .  E  Tristan  le  torno  las 
saludes  con  buena  gracia,  y  el  rey  comenco 
a  demandar  de  qual  tierra  era  y  de  que  lu- 
gar, e  como  auia  nonbre;  y  el  le  dixo:  «Nos 
somos  caualleros  estraños  y  de  luenga  tierra, 
mas  nuestros  nonbres  no  os  diremos  agoi-a, 
pero  tienpo  verna  que  los  sabreys».  Y  el 
rey  entendió  que  ei'an  caualleros  que  se  que- 
rían encoVirir,  y  dexolos,  que  no  les  quiso  mas 
preguntar;  y  Tristan  dixo:  «Señor,  la  causa 
de  mi  venida  a  vuestra  corte  ha  sido  por  vei- 
si  podre  hallar  algún  remedio  para  guarecer 
de  vna  herida  em])oncoñada  que  en  la  jñerna 
tengo,  c  ha  grají  tienpo  que  padezco  infinitos 
dolores  della  que  mi  anima  traspassan.  Por 
lo  qual,  señor,  si  vuestra  excelencia  en  algo 
me  i>uede  proueer,  señalada  merced  recibi- 
ré» .  El  rey  resjiondio:  «Por  cierto,  yo  fare 
todo  lo  qiie  podre,  y  si  llaga  es  que  puede 
auer  remedio,  vos  soj's  venido  a  lugar  que  os 
la  curaran». 

El  rey,  como  vio  que  estaua  Tristan  lla- 
gado e  mal  tratado,  enbio  por  la  reyna,  y 


dixole:  «Ruegoos  que  cure3''s  deste  eaualle- 
ro lo  mejor  que  podreys,  que  por  Dios  creo 
([ue  es  (le  linaje,  según  su  ¡carecer» .  Y  ella 
(lixo:  «Pues  (pie  a  mi  henmmo  Morlot  no 
pude  guarescer  por  saber  que  supe,  no  he 
mas  gana  de  guarescer  ningún  otro  eaualle- 
ro; euibiad  por  vuestra  hija  Y'seo,  que  sabe 
mas  que  yo,  y  ella  lo  podra  guarescer».  Y  el 
rey  embio  por  su  lija,  y  vino  luego,  y  el  rey 
dixo:  «Hija,  ruego  vos  que,  por  amor  mió,  a 
este  eauallero  que  os  pongo  en  encomienda 
que  me  lo  torneys  sano  lo  mas  ayna  que 
pueda  ser».  Y  la  infanta  respondió:  «Señor, 
ya  vuestra  merced  sabe  como  después  que  al 
señor  mi  tio  no  pudimos  yo  ni  la  rej^na  cu- 
rar, que  esto  jjropuesta  en  voluntad  de  no 
curar  a  persona  del  mundo,  y  si  desto  que 
agora  me  manda  no  ouiesse  enojo,  no  me 
querría  poner  en  ello».  El  rey  dixo:  «Hija, 
yo  quiero  ipie  esto  hagays  por  mi  amor,  por- 
que este  eauallero  me  parece  que  es  persona 
mucho  de  pro» .  La  infanta,  visto  el  proposi- 
to del  rey,  aceptólo,  e  tomo  por  la  mano  a. 
Tristan,  e  llenólo  a  vna  cámara,  e  católe  la 
llaga,  y  viola  mala  y  de  mala  guisa;  e  púso- 
le tales  vnguentos  e  medicinas,  ([ue  dende  en 
rquinze  días  fue  sano;  e  luego  que  fue  sano, 
la  infanta  le  dixo:  «Caualloro,  prouad  a  sal- 
tar»; e  Tristan  salto  treynta  y  dü§_pies  en 
dos  saltos,  y  al  saltar  que  salto,  rebentole  la 
llaga  por  do  éra~  empon(^oñada ,  e'l;ornose 
como  de  primero,  y  la  infanta  dixo:  «Cieit>, 
que  sí  la  llaga  no  es  empon(,'oñada,  (|ue  vos 
soys  en  condición  de  muerte,  e  si  es  enpon- 
(.'oñada,  tened  por  cierto  que  myn  guarítlo» . 
Y  hizíjlo  llenar  al  sol  y  mostrar  la  llaga,  y  el 
sol  entro  en  ella,  y  pareció  en  ella  la  ponco- 
ña,  y  comenco  a  bullir,  y  ella  dixo:  «Caua- 
llero,  agora  vos  deueys  tener  por  guarido» ; 
e  púsole  vn  tal  vnguento,  que  a  los  quinze 
días  fue  bien  sano,  e  la  infanta  le  hizo  saltar 
muchas  vezes,  y  no  i-ebonto  la  llaga.  E  Tris- 
tan  se  touo  por  bien  guarido,  e  fue  alegre,  y 
esso  mesmo  Grorualan,  y  dixeron:  «Muchas 
gracias  aya  Dios,  (]ue  tan  señalada  merced 
nos  ha  hecho».  Gornalan  dixo  a  Tristan: 
«En  buen  punto  a  esta  corto  fuystes  llegado, 
y  bien  tencys  que  agradecer  al  rey  y  a  la'in- 
fanta,  por  que  yo  (pierria  que  mucho  los  sir- 
uiessedes,  que  gran  bien  e  honrra  aueys  re- 
cebid(j».  Tristan  dixo  que  assi  lo  entendía 
hazer  en  qiuinto  el  pudiesse;  y  la  infanta  so 
fue  al  rey  su  padre,  y  dixole:  «Señor,  tomad 
el  eauallero  sano,  loado  sea  Dios».  Y  el  rey 
dixo:  «Hija,  de  Dios  y  de  mi  seays  bendita, 
y  de  Dios  aureys  el  galardón».  Después  que 
Tristan  fue  sano,  el  rey  de  Escocia,  y  el  rey 
de  los  cient  caualleros,  y  otros  reyes  corona- 
(.los  y  caualleros,  bastecieron  vu  torneo,  y  el 


DON  TRISTxVX  DE  LEONIS 


353 


rey  Languines  tenia  la  parte  del  rey  de  Es- 
cocia, y  quando  vino  el  tienpo  que  quiso  yr 
al  torneo,  hizo  llamar  todos  sus  caualleros  e 
ricos  honbres  de  todo  el  reyno,  y  mando 
aparejar  todas  las  cosas  que  ouo  menester, 
assi  de  armas,  cavallos,  e  viandas  y  cenada, 
y  todos  los  atauios  que  a  justa  conuenian; 
y  pensó  en  si  mesmo  (]ue  seria  bien  de  dezir 
a  Tristan  si  queria  yr  alia,  y  mandóle  lla- 
mar, y  Tristan  vino  ante  el,  y  el  rey  dixo: 
«¿Quereys  vos  yr  al  torneo?»;  y  el  dixo: 
«Señor,  de  voluntad  yria,  mas  avn  no  osarla 
traer  armas,  que  avn  no  so  bien  sano  del 
mal  que  he  passado,  y  suplico  a  vuestra  mer- 
ced que  me  perdone,  que  en  otra  cosa  se  po- 
dra seruir  de  mi,  avnque  agora  en  esto  no  lo 
sea» .  Y  el  rey,  como  lo  vio  que  no  tenia  gana 
de  yr,  no  le  dixo  mas,  y  luego  el  y  su  ca- 
ualleria  caualgaron,  y  anduuieron  tanto  por 
sus  jornadas,  hasta  que  llegaron  en  Escocia. 
Y  desque  ñieron  llegados  fueron  bien  rece- 
bidos,  y  luego  que  fueron  ayuntados  todos, 
concertaron  que  el  torneo  fuesse  luego  ade- 
rezado, e  que  acetassen  en  el  lugar  que  se 
auia  de  hazer,  e  ftie  luego  fecho  e  armadas 
tiendas,  e  tablados,  y  miradores  para  las 
dueñas  y  damas  e  para  otras  gentes. 


xn 

Tjp.como  se  liixo  el  torneo^  y  de  como  Tris- 
tan  fue  conoscido  o  puesto  a  peligro  de 
muerte  por  la  muerte  que  el  auia  dado  a 
Morlot. 

El  torneo  era  grande  y  rico,  e  fue  comen- 
cado  de  los  caualleros  de  vna  parte  y  otra 
muy  áspera  y  duramente.  Assi  que  el  rey 
de  Escocia  lo  hizo  bien,  mas  mejor  lo  hizo 
el  rey  de  los  cient  caualleros.  Assi  que  los 
trayan  a  todos  en  condición;  y  en  tanto  llego 
vn  cauallero  con  vnas  armas  negras,  y  traya 
dos  espadas,  e  hirió  en  la  parte  de  los  cient 
caualleros,  e  hizo  tanto  de  armas,  que  en 
poca  de  ora  no  hallo  cauallero  que  se  le  osas- 
se  parar  delante,  que  assi  huyan  ante  el 
como  las  ouejas  del  lobo,  tan  duros  eran  sus 
golpes.  Assi  que  fue  vencido  el  vej  de  los 
cient  caualleros  y  toda  la  otra  gente,  e  fue 
partido  el  torneo,  e  cada  vno  se  torno  a  su 
lugar;  e  el  rey  Languines  y  el  rey  de  Escocia 
fueron  alegres.  Y  dixo  el  rey  de  Escocia: 
diey  Languines,  mucho  querría  saber  quien 
fue  el  cauallero  que  venció  el  torneo».  Y  el 
rey  Languines  respondió:  «Señor,  pareceme 
que  seria  trabajo  de  lo  saber,  que  creo  que 
ninguno  le  ha  conoscido» .  El  rey  de  Esco- 
cia dixo:  «Buena  manera  es  de  buscar  para 

LIBROS  DE   CABALLEPáAS. — 26 


esto  conoscer,  e  pareceme  que  se  bastezca 
otro  torneo;  assi  se  podra  saber  quien  fue  el 
cauallero» .  E  ambos  acetaron  que  era  buen 
acuerdo.  E  luego  el  rey  Languines  se  torno 
a  su  reyno,  e  hallo  en  el  camino  el  cauallero 
de  las  armas  negras  e  de  las  dos  espadas.  E 
luego  el  rey  fue  a  el  alegremente,  y  echóle  el 
braco  al  cuello,  e  dixole:  «Cauallero,  yo  vos 
ruego  que  vos  vays  comigo  a  mi  corte,  e 
hazerme  hezeys  honrra  y  añeros  he  que 
agradecer».  Y  el  dixo  (pie  haria  su  manda- 
do. E  luego  se  fueron  el  rey  y  los  caualle- 
ros, y  el  cauallero  negro  con  ellos,  e  quando 
fueron  en  la  corte,  luego  fue  aparejado  de 
comer,  y  el  rey  hizo  honrra  al  cauallero,  e 
durmieron  aquella  noche  en  solaz;  e  asi  es- 
tuuo  el  cauallero  en  la  corte  diez  dias.  Y  vn 
dia,  estando  assi,  la  infanta  Yseo,  e  vna  su 
donzella  que  auia  nonbre  Bran^el,  dixo  a 
Yseo:  «¿Qual  de  los  dos  caualleros  amariades 
vos  ante,  al  cauallero  de  las  dos,espadas,  o  al 
cauallero  que  vos  sanastes  de  su  llaga?»  E 
los  caualleros  estañan  donde  oyan  estas  co- 
sas, e  Y^'seo  dixo:  «Si  el  cauallero  que  sane 
fuesse  tal  cauallero  como  el  de  las  dos  espa- 
das, yo  le  amarla  mas  que  a  tales  quatro  ca- 
ualleros». Y  en  esto,  Tristan  y  el  cauallero 
se  catauan  mala  voluntad  assi  como  morta- 
les enemigos,  e  el  cauallero  negro  la  requi- 
rió de  amores  mientra  estaña  en  la  corte, 
que  queria  ser  su  cauallero,  y  que  le  diesse 
vna  su  joya.  E  ella  dixo  que  no  le  darla 
ninguna.  E  vn  dia  se  partió  el  cauallero  ne- 
gro de  la  corte  con  gracia  del  rey,  e  fues- 
se por  su  camino.  En  tanto  que  esto  passo, 
llegóse  el  tienpo  de  los  veynte  dias  del  tor- 
neo que  se  auia  de  fazer,  y  el  rey  dixo  a 
Tristan:  «Yos  ¿quereys  yr  al  torneo?»  E 
Tristan  dixo:  «Avn  me  siento  flaco,  e  non 
podria  traer  armas,  mas  yd  vos  con  la  buena 
ventura» .  E  luego  el  rey  se  fue  con  su  caua- 
lleria,  y  Tristan  quedo  en  la  corte,  y  estaña 
pensando  en  que  manera  podria  yr  al  torneo 
encubiertamente  si  tuuiesse  armas  e  cauallo; 
y  Y'seo  e  Brangel  se  fueron  a  el,  y  le  dixe- 
ron:  «Cauallero,  ¿como  andays  assi  pensan- 
do?» E  Tristan  dixo:  «Brangel,  ¿que  me 
valdría  a  mi  avnque  os  lo  dixesse?»  Y"  ella 
dixo:  «Quica  que  si».  E  Tristan  le  dixo: 
«Vos  ¿prometeysme  consejo  cierto?»  Dixo 
ella:  «Si  daré,  si  puedo».  E  Tristan  dixo: 
«Sabed  que  esto  pensóse  porque  no  vo  a 
este  torneo,  ni  he  amiga  ni  donzella  (^ue  me 
de  su  joya  porque  fuesse  su  cauallero» .  (Ca 
en  aquel  tionpo  era  costunbre  que  todo  ca- 
uallero auia  amiga  de  ipic  traya  joya,  e  por 
aquella  hazia  cauallerias  e  ardimientos).  Y 
ella  dixo:  «Por  buena  fe  no  quedareys  vos 
assi,  si  yo  puedo».  E   fuese  para  Y^seo,  e 


354 


LIBROS  DE  caballerías 


coutole  toda  la  razón.  E  dixo  ella:  «Para  la 
mi  fe,  no  quedara  con  esto,  que  yo  quiero 
quel  sea  mi  cauallero,  e  quiero  ser  su  don- 
zella».  T  enbiole  su  aniUo,  y  hizole  dar  ca- 
uallo  y  armas,  y  Srangel  le  dixo  en  como 
la  fija'^del  rey  queria  ser  su  donzella  y  que 
le  eubiaua  su  joya  y  aquellas  armas  y  aquel 
cauallo;  y  el  fíie  alegre,  e  dixo  que  mucho 
eran  buenas  armas.  «Por  Dios,  dixo  Bran- 
gel,  jamas  las  truxo  ninguno,  que  aques- 
tas fueron  de  Morlot  el  buen  cauallero,  her- 
mano de  mi  señora  la  reyna,  el  que  Tristan 
mato».  E  quando  esto  Tristan  oyó,  mudose- 
le  la  color,  e  armóse,  y  subió  en  su  cauallo, 
e  fizóle  prometer  que  no  dixesse  nada  a  nin- 
gún hombre.  E  Yseo  diole  dos  hermanos  de 
Brangel  que  fucssen  con  el,  porque  viessen 
lo  que  hazia  e  fuessen  sus  escuderos.  E  ca- 
ualgaron  todos  tres,  y  fueron  su  camino 
adonde  se  fazia  el  torneo;  e  quando  ellos 
fueron  llegados  al  torneo,  se  comen(,-aua  re- 
ziamente.  E  don  Tristan  fue  a  posar  de  yuso 
de  vn  pino  encubiertamente,  e  quando  el 
torneo  fue  bien  mezclado,  e  que  vio  como  lo 
fazia  bien  el  rey  de  los  cient  caualleros, 
mas  mejor  lo  hazian  de  la  parte  de  los  dos 
reyes.  Y  en  tanto  llego  el  cauallero  negro  de 
las  dos  espadas  orgulloso,  el  qiiaTcáuallero 
se  ilumaua  Pálomades.  ('J^_e_firioen  la  ma- 
yor presa  de  los  caualleros.'  E  hizo  tanto 
daño  en  poca  de  ora,  que  no  hallo  cauallero 
que  se  le  parasse  delante,  tan  grandes  gol- 
pes daua.  E  Tristan,  que  paraua  mientes 
aquella  parte  e  conosciolo  bien,  enderezo  su 
cauallo  contra  el,  y  diole  tal  golpe,  que  lo 
echo  en  tierra  del  cauallo  amortecido.  E  des- 
pués el  metió  mano  por  los  otros  caualleros 
e  hizo  tanto  daño,  que  en  poca  de  ora  no 
hallo  cauallero  que  contra  el  padiesse  durar, 
de  los  grandes  golpes  que  el  daua.  Y  en  tanto 
Pálomades  se  leuanto,  e  caualgo  en  su  ca- 
uallo, e  comengo  de  yr  su  camino.  E  Tris- 
tan,  desque  lo  vio  yr  assi.  llamólo,  e  dixo; 
«Cauallero,  no  vos  vayays  assi,  que  agora 
sabreys  qual  es  mas  digno  de  auer  de  Y'seo, 
vos  o  yo» .  E  diziendo  estas  palabras  Tristan, 
se  fue  para  el,  e  diole  vn  gran  golpe  por  en- 
cima del  yelmo,  que  dio  con  el  del  cauallo 
en  tierrra.  E  Tristan  se  salió  del  torneo,  e 
fuesse  a  sus  escuderos,  e  tornóse  a  Yrlanda; 
e  Pálomades  subió  en  su  cauallo  lo  mejor 
quel  pudo,  doliéndose  fuertemente,  y  dizien- 
do: «Ay  mezquino,  ¿que  sera  de  mi  que  yo 
no  se  quien  me  ha  derribado?  Mucho  soy 
deshonrrado,  que  agora  me  conuiene  de- 
xar  la  vna  de  las  dos  espadas,  pues  halle 
cauallero  que  me  derribasse  a  tierra».  E 

(•)  Aparece  en  la  Demanda  del  »a/ncto  Grial. 


Tristan,  yendo  su  camino,  encontró  vna 
donzella,  e  dixole:  «Cauallero,  ¿venís  del 
torneo?»  «Si» ,  dixo  Tristan.  Dixo  la  donze- 
lla: «Pues  dezidme  quien  venció  el  torneo; 
¿vencióle  el  cauallero  de  las  dos  espadas?»  Y 
el  dixo:  «No  de  aquesta  vez».  E  dixo  ella 
«Pues  ¿quien  le  venció?»  Y"  el  dixo  que  no 
sabia.  Y  ella  dixo:  «Pues  agora,  cauallero, 
ruégeos  que  alceys  la  visera,  porque  os  vea 
la  cara».  Y  el  leuantola,  y  ella  le  miro,  e 
dixole:  «Si  vos  soys  tal  cauallero  de  armas 
como  soys  fermoso,  deueyslo  agradecer  a 
Dios».  E  partióse  el  vno  del  otro,  e  la  don- 
zella fue  su  via,  y  encontró  con  don  Gal- 
uan  O,  sobrino  del  rey  Artur,  e  quando  ella 
lo  conoscio,  demandóle  nueuas  del  torneo,  y 
el  dixo:  «Halo  vencido  vn  cauallero  que  trae 
vnas  armas  blancas,  y  creo  sea  Langarote,  e 
por  esso  vo  en  [¡os  del» .  Y  ella  dixo:  «Tor- 
nadvos,  que  aquel  cauallero  de  las  armas 
blancas  no  es  Langarote,  que  yo  le  he  visto 
la  cara» .  ■- '  - 

E  tornóse  Tristan  a  la  cibdad  encubierta- 
mente con  sus  escuderos,  que  ninguno  no  le 
conoció.  E  Yseo  e  Brangel,  estando  a  las 
finiestras,  vieronlo  venir,  e  Brangel  fue  lue- 
go a  el,  e  quando  entro  saludólo  cortesmente, 
y  ella  le  ayudo  a  desarmar,  e  dixole:  «Buen 
cauallero,  ¿quien  venció  el  torneo?»  El  dixo 
que  no  sauia.  Y"  ella  dixo:  «¿Yenciolo  el  ca- 
uallero de  las  dos  espadas?»  Y  el  dixo:  «No, 
esta  vez» .  E  Brangel  no  le  quiso  mas  dezir; 
pero  bien  pensó  que  el  lo  habia  vencido.  E 
fuesse  para  sus  hermanos,  e  demandóles 
quien  auia  vencido  el  torneo,  y  ellos  dixe- 
ron  que  no  dirían  nada,  que  jurado  lo  auian; 
y  ellos  auian  voluntad  de  lo  dezir.  E  Bran- 
gel les  dixo:  «Yo  vos  digo  e  vos  conjuro  como 
a  hermanos  que  me  lo  digays  luego» .  E  di- 
xeron  ellos:  «Sabed  que  este  cauallero  lo  ha 
vencido».  E  quando  Brangel  esto  oyó,  fue 
alegre,  y  tornóse  a  la  cámara  de  la  infanta, 
o  contoselo  todo,  y  ellas  hizieron  a  Tristan 
gran  lionrra.  E  desque  el  torneo  fue  acaba- 
do, el  rey  Languínes  se  torno  a  su  tierra,  e 
hizieron  gran  fiesta  y  alegría  por  la  cibdad, 
e  jjusose  el  rey  a  cenar,  e  mientra  estaña  a 
la  tabla,  ouieron  en  mientes  el  torneo,  e  dixo 
el  rey  a  los  caualleros  que  mas  amaría  saber 
(juien  venció  el  torneo  que  no  ganar  aque- 
lla cíl^dad  en  que  estaña.  E  Brangel,  quando 
oyó,  llegóse  ante  el  rey,  e  quísolo  dezir,  e 
Tristan  la  entendió,  e  hizole  señas  que  ca- 
llasse,  e  ella  retornóse,  y  el  rey  entendióla 
bien. 


(»)  Víase  la  Demanda  del  Sancto  Grial,  donde 
Galbán  desempeña  importantísimo  papel. 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


355 


xm 


De  como  el  rey  fizo  venir  ante  si  a  Brangel, 
y  le  declaro  como  Triatan  era  el  que  reii- 
cio  el  torneo. 

Asi  que,  qnando  la  mañana  vino,  el  rey 
hizo  venir  delante  si  a  Brangel,  y  dixole: 
«Di,  Brangel,  ¿que  es  lo  que  tu  me  querías 
dezir  a  la  noche  a  la  tabla,  y  después  te  arre- 
pentiste?» Dixo  ella:  «Señor,  no  lo  osarla  de- 
zir», Y  el  rey  le  dixo:  «Brangel,  conuienete 
dezirlo,  tu  quieras  o  no».  Y  luego  dixo  ella: 
«Señor,  vos  dexistes  anoche  a  vuestra  tabla 
que  queriades  saber  antes  quien  venció  el 
torneo  que  auer  otra  tal  ciudad  como  esta» . 
Y  el  rey  le  dixo:  «Verdad  dizes».  Y  Brangel 
le  dixo:  «Señor,  sabed  que  el  que  venció  el 
torneo  es  cauallero  que  esta  en  vuestra  cor- 
te, y  es  aquel  que  vuestra  hija  sano».  «Non 
puede  ser»,  dixo  el  rey.  Y  Brangel  dixo: 
«Señor,  verdaderamente  assi  es,  e  avn  por 
mas  cierto  yo  le  di  cavallo  y  armas  y,  si  vos 
las  muestro,  ¿conoscerlas  heys»?  «Si  conos- 
cere»,  dixo  el  rey.  E  fue  por  ellas  y,  mostro- 
selas,  y  el  rey  las  conoció,  e  dixo:  «Agora 
vos  digo  que  es  verdad,  y  por  nuestra  seño- 
ra, que  no  creyera  que  tan  buen  cauallero 
fuesse  este».  Y  Brangel  dixo  como  sus  her- 
manos auian  ydo  con  el  por  sus  escuderos, 
de  los  quales  el  rey  mucho  se  informo,  assi 
que  fue  dello  muy  cierto  y  supo  toda  la  ver- 
dad por  entero. 

Y  luego  mando  el  rey  por  toda  su  corte  a 
pregonar  que  fuessen  todos  ayuntados  en  su 
palacio,  y  alli  ñieron  lodos  ayuntados,  du- 
ques, condes,  caualleros,  e  dueñas,  e  donze- 
llas.  Y  alli  ante  todos,  el  rey  hizo  llamar  a 
Tristan,  e  dixole:  «Cauallero,  yo  vos  ruego 
que,  por  amor  de  mi,  e  por  honrra  de  mi 
corte,  e  por  la  sanidad  que  mi  hija  Y'seo  en 
vuestra  persona  puso,  que  me  digays  vues- 
tro nombre,  y  de  que  tierra  soys,  y  de  que 
linaje,  e  otro  si  vos  vencistes  el  torneo  de 
Escocia».  Tristan  dixo:  «Señor,  mi  nonbre, 
ni  de  que  linaje  yo  soy,  poco  haze  a  vuestra 
merced  ni  a  los  de  su  corte  saberlo;  en  lo 
que  dize  si  yo  venci  el  torneo  de  Escocia, 
es  cierto,  que  de  mi  condición  es  mucho 
apartado  que  las  tales  cosas,  quanéo  por  mi 
ouiessen  sido  hechas,  nunca  a  ninguno  ma- 
nifestarlas. Pero,  pues  por  vuestra  merced 
con  tan  afectuosas  palabras  me  ha  manda- 
do este  torneo  le  dixese  si  yo  le  aula  ven- 
cido, avnque  con  harta  vergüenza,  digo  que 
si,  y  aueysme  hecho  dezirlo,  que  no  pen- 
se, ante  toda  \^iestra  corte».  Y  entonces  fue 
el  rey  muy  alegre,  c  hizo  tañer  tronpetas  e 
atabales,  e  muchos  instrumentos  y  señaladas 


fiestas  para  festejar  a  Tristan,  ca  no  creyera 
que  en  su  corte  pudiesse  auer  cauallero  por 
quien  tanta  honrra  e  prez  alcancase,  como 
por  don  Tristan  en  aquel  torneo  alcancaua; 
y  que,  pues  la  honrra  de  tal  torneo  por  su 
causa  alcauQaua,  razón  era  todos  honrrarlo 
en  aquella  fiesta.  Y  duro  la  fiesta  y  alegrías 
quinze  dias,  j  estando  todos  en  estas  ale- 
grías, ¿quien  podra  contar  las  cosas  que  en 
sus  pensamientos  Yseo  y  Brangel  trastorna-     i, 
uan?  que  cada  vna  dellas  y  ambas  juntas  fa- 
blauan  en  la  nobleza  y  bondad  del  cauallero. 
Y  assi  passauan  su  vida  esperando  en  que 
pararla  su  fazienda  de  Tristan.  Y  estando  vn 
dia  Tristan  hablando  con  el  rey,  entro  vn  es- 
cudero por  medio  del  palacio  del  rey,  y  aques- 
te escudero  era  el  que  lleno  el  cauallo  e  la 
esj)ada  a  Tristan  de  parte  de  Beliseuda,  y 
fue  para  Tristan,  e  oniillose,  e  quísole  besar 
las  manos.  E  Tristan  fizo  señas  que  no  diesse 
a  entender  que  le  conoscia,  y  el  escudero 
mudo  las  nueuas,  e  d'ixo:  «Señor  cauallero, 
yo  querría  ser  cauallero  por  mano  de  mi  se- 
ñor el  rey,  mas  yo  os  ruego  sea  hecho  caua- 
llero por  vuestra  mano,  porque  vos  aueys 
vencido  el  torneo,  y  serme  ya  gran  honrra, 
si  a  vos  pluguiesse» ;  e  Tristan  dixo:  «No  lo 
faria  fasta  que  aya  gracia  de  mi  señor  el  rey» 
e  dixole:  «Señor,  yo  vos  pido  por  merced  que 
querays  que  me  arme  cauallero  este  cauallero 
que  venció  el  torneo».  El  rey  dixo:    «Bien 
me  plaze  quel  aya  esta  honrra»;  e  mando  el 
rey  tener  cortes,  e  hazer  grandes  alegrías,  e 
Tristan  lo  fizo  cauallero  ante  toda  la  compa- 
ña, porque  lo  conosciessen  que  era  de  honiTa- 
do  lugar.  Y  estando  vn  dia  Tristan  con  el 
cauallero  noble  en  los  baños  que  eran  dentro 
en  el  palacio,  y  la  cámara  de  Tristan  quedo 
abierta,   fue  ventura  que  la  rey  na  passaua 
por  la  puerta  de  la  cámara,  y  viola  abierta, 
y  paro  mientes  contra  el  lecho  y  vio  la  espa- 
da de  Tristan  a  la  cabecera,  e  parecióle  her- 
mosa, de  oro  y  de  plata  bien  guarnida,  e  dixo 
la  reyna:  «Yo  pensaua  que  este  cauallero  no 
aula  tal  espada  ni  tan  rica» ;  y  metió  mano  a 
la  espada,  y  vio  la  espada  desgranada  y  pen- 
só como  su  hermano  Morlot  do  Yrlanda  mu- 
riera de  vna  desgranadura  como  aquella,  la 
q\ial  le   auia  ella   sacado   de  la  cabe(,'a,  y 
juntóla  con  la  espada,  y  vino  muy  justa.  E 
luego  pensó  la  reyna  que  aquella  era  la  es- 
pada con  que  auian  muerto  a  su  hermano 
Morlot  de  Y"rlanda,  y  por  esto,  y  por  el  non- 
bre que  no  quería  dezir  el  cauallero  cuya  era 
la  espada,  entendió  que  aquel  era  don  Tris- 
tan  (})  el  que  auia  muerto  a  su  hermano  Mor- 

(I)  En  los  fragmentos  de  Godofredo  de  Estrasbur- 
go, la  misma  leeo  es  quiea  hace  este  descubrimiento. 


356 


LIBROS  DE  caballerías 


lot.  E  tomo  la  espada,  e  comenco  a  gritar  y 
adar  grandes  bozes,  y  dezir:  «¡Muera  el  tray- 
dor  que  mato  a  mi  hermano!»  Y  corrió  contra 
el  baño  a  gran  priessa,  diziendo  a  los  caualle- 
ros:  «Salid,  salid  fuera,  caualleros,  que  aqui 
esto  el  traydor  de  don  Tristan,  que  yo  mes- 
ma  quiero  tomar  venganza  del  con  esta  es- 
pada con  que  mato  á  mi  hermano!»  A  estas 
palabras  llego  el  rey,  y  dixo:  «Rey na,  tirad- 
vos  afuera,  y  dexad  hazer  a  nos  aquello  que 
razón  sea;-;  y  ella  tiro  la  espada  de  la  mano. 
Y  en  tanto  ^^stiose  Tristan,  y  salió  del  ba- 
ño, y  Gorualan  salió  en  la  sazón,  y  dixo: 
«Tristan,  esta  venida  a  esta  tierra,  mejor 
fuera  estar  por  fazer,  avnque  en  ella  aueys 
recibido  sanidad  de  vuestra  llaga.  Pero,  des- 
pués de  sano,  quisiera  yo  que  fuerades  ydo 
desta  corte,  que  otros  lugares  ouiera  donde 
pudiera  des  ganar  tanta  honra  y  prez  como 
aqui».  E  púsole  la  espada  en  la  mano,  con 
que  se  defendiesse.  Y'  Tristan  pensaua  entre 
si  mesmo  que  consejo  tomarla,  y  al  fin  acor- 
do  que  era  mejor  ponerse  en  la  mano  del  rey, 
que  era  justiciero,  e  fuesse  para  el,  y  hinco 
las  rodillas  delante  del,  diziendo:  «Señor, 
verdad  es  que  no  puedo  negar  que  no  soy 
Tristan,  y  es  cierto  que  yo  mate  a  Morlot, 
mas  non  le  mate  a  traycion,  mas  lealmente, 
como  hombre  que  defiende  su  derecho  e  difien- 
de  su  persona.  Mas,  vos  digo  ciertamente, 
que  después  que  lo  oue  vencido  e  derribado 
en  tierra,  que  no  le  fize  villania  ni  deshonrra 
ninguna,  antes  le  fize  mucha  cortesía  e  hon- 
rra,  e  metile  en  su  barca,  e  quando  el  fue  en 
la  barca,  vso  de  villania,  y  fizóme  esta  llaga, 
la  qual  me  aueys  fecho  sanar.  Mas  por  todo 
esto  yo  no  lo  quise  hazer  descortesía  ningu- 
na, lo  qual  el  no  guardo  coniigo,  mas  ante 
le  dexe  yr  a  la  buena  uentnra».  Respondió  el 
rey  e  dixo:  «Tristan,  vos  esperays  por  tres 
cosas  ser  libre:  La  vna  porque  venistes  a  mi 
corte  a  punto  de  muerte,  e  avn  yo  vos  digo 
que  mi  hija  Yseo  me  dixo  muchas  vezes  que 
vuestra  vida  estaua  bien  cercana  a  la  muerte 
mas  que  a  guarecer;  e  agora,  si  vos  matasse, 
seria  muy  mal  exemplo,  y  la  otra  porque  vos 
soys  buen  cauallero,  e  cortes,  y  de  buen  li- 
naje. La  tercera,  portpie,  si  vos  matastes  a 
Morlot  en  defensa  de  vuestra  persona  e  tie- 
rra, hezisteslo  por  le  quitar  yugo  de  scrui- 
dumbre  e  tributo.  Por  lo  qual  toda  honrra  se 
le  dono  al  que  haze  libres  los  ])Cchcros,  y  yo 
quiero  que  vos  seays  señor  de  vos  yr  donde 
vos  quisierdes  a  toda  vuestra  voluntad».  E 
Tristan  respondió  y  dixo:  «Muy  grandes  mer- 
cedes; Dios  me  allegue  a  tiempo  que  os  lo 
pueda  seruir  tanto  bien  y  tanta  honrra  como 
me  mostrays» .  E  assi  escapo  Tristan  de  la 
muerte,  y  el  rey  le  fazia  muy  gran  honrra. 


Mas  la  reyna  le  queria  muy  gran  mal,  e 
don  Tristan  entendió  que  no  lo  fazia  bien 
estar  en  la  corte,  porque  esperaua  mengua 
en  estar  mas  que  honrra  resceblr.  E  con 
gracia  del  rey  e  de  toda  la  corte,  y  de  la 
reyna  Yseo,  de  la  que  era  cauallero,  se  par- 
tió, jlon  Tristan  de_  Yrlanda,  e  aco"gÍósé  a 
su  ñaue  el  e  Gorualan,  e  fueronse  a  Cornua- 
11a,  e  dioles  Dios  tal  tienpo,  que  en  pocos 
dias  llegaron  al  puerto  de  Tintoyl,  e  Gorua- 
lan salió  en  tierra,  e  fallo  vn  donzel  de  la 
corte  del  rey  Mares  de  Cornualla,  e  dixole: 
«Donzel,  yo  querría  que  jior  mi  amor  vos 
quisiesedes  ser  mensajero».  E  el  dixo  que 
si  faria  de  buena  voluntad.  E  Gorualan  le 
dixo:  «Yo  vos  ruego  que  os  vays  al  rey  Ma- 
res de  Cornualla  mi  señor,  y  le  digays  que 
don  Tristan  es  llegado  al  puerto,  y  que  es 
bien  sano  de  su  llaga» .  E  quando  el  donzel 
oyó  esto,  fue  alegre  con  las  nueuas  que  auia 
dicho  Gorualan  de  don  Tristan.  E  dixo  que 
a  toda  la  ciudad  plazeria  con  su  venida. 


XIV 

De  como  Tristan  llego  a  Cornualla,  e  como 
la  dueña  del  lago  del  Esjoina  le  cabio  a  dezir 
que  se  fuesse  a  ver  con  ella. 

El  donzel  se  fue  a  la  corte  del  rey  Mares  e 
dixo  al  rey:  «Mensajero  soy  de  don  Tristan, 
e  sabed  que  es  bien  sano  e  alegre  e  guarido 
de  su  llaga» .  E  el  rey  ouo  muy  gran  plazer  con 
estas  nueuas  e  con  su  venida  de  don  Tristan, 
o  mando  el  rey  luego  pregonar  por  toda  su 
corte  que  todos  sus  caualleros  e  toda  la  otra 
gente  fuessen  a  la  mar,  qual  a  pie,  qual  a 
caiiallo,  para  recebir  a  don  Tristan.  Luego  el 
rey  salió  de  la  ciudad  a  recebir  a  Tristan 
con  gran  honrra  e  con  gran  alegría,  e 
quando  el  rey  vio  a  Tristan,  coraencole  a 
dezir  con  muy  dulces  palabras:  «Tristan 
el  mi  sobrino,  vos  seays  bien  venido,  e  ben- 
dito sea  el  soberano  Dios  que  vos  traxo 
sano».  E  Tristan  le  torno  las  saludes  muy 
cortesmente,  e  con  grande  humildad  o  muy 
dulces  palabras,  e  Tristan  y  Gorualan  caual- 
garon  en  muy  buenos  cauallos  que  el  rey  les 
hizo  dar.  E  el  rey  se  torno  con  d(m  Tristan 
a  su  palacio,  haziendo  muy  grandes  alegrías 
por  la  tornada  de  Tristan,  e  fizieron  muy 
gran  fiesta  a  Tristan,  que  duro  quinze  dias. 

E  luego  el  rey  Mares  fizo  asscntar  vn  tor- 
neo por  amor  de  Tristan,  e  justaron;  y  esto 
fazia  el  por  mas  festejar  a  don  Tristan  y  por 
amor  de  la  dueña  del  lago  del  espina ,  e  por- 
que la  pudiesse  auer,  porque  la  amana  mas 
que  a  cosa  del  mundo.  E  hizo  mandamiento 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


3§< 


que  todas  las  dueñas  y  donzellas  de  toda  la 
tierra  viuiessen  al  torneo,  porque  la  dueña 
ouiesse  razón  de  venir  alli  (¡uando  la  corte 
fuese  ayuntada.  Assi  que  el  solaz  e  alegría 
fue  grande  a  niarauilJa  (jue  no  -fue  visto  en 
gran  tierra  mayor,  e  la_  dueña  del  lago  del 
Espina  vino  ende  niuy  ponposa  á~maraíiilla, 
e  ^axaüáTñiTentes  a  Tristañ,  é  Tristan  a  ella; 
y  en  esto  todo  paraua  mientes  el  rey,  e 
quando  fue  venida  la  noche  y  el  solaz  fue 
partido,  mando  el  rej  que  cada  vno  se  tor- 
nasse  a  i-u  lugar,  e  fue  hecho  su  mandado 
assi  como  el  lo  mando.  E  la  dueña  del  lago 
del  Espina,  como  aquella  que  en  heruor  y 
cobdicia  que  tenia  del  amor  de  don  Tristan 
estaña  inflamada,  mando  a  vn  su  enano  que 
fuesse  a  don  Tristan,  que  le  dixesse  de  su 
parte  que  le  rogaua  que,  quando  la  noche  vi- 
niesse,  que  fuesse  para  do  ella  posaua,  que 
quería  hablar  con  el  cosas  de  qi;e  el  mucho 
folgaria.  y  que  lleuasse  todas  sus  armas,  que 
no  sabe  hombre  que  va  por  el  camino  lo  que 
le  puede  acontecer.  E  el  enano  se  fue  para 
Tristan,  e  dixole:  «Señor,  mensajero  soy  de 
mi  señora  la  dueña  del  lago  del  Espina,  e 
mandavos  dezir  por  mi  que  vayays  esta  no- 
che a  su  posada  e  hablareys  con  ella.  E  dize 
que  lleueys  vuestras  armas  todas,  que  no 
sabe  honbre  quien  va  o  quien  no  por  el  ca- 
mino» .  E  dixo  Tristan:  «Bien  me  plaze» .  Y 
el  rey  era  entonces  en  lugar  donde  oya  to- 
das estas  cosas,  e  fizo  venir  el  enano  ante  si, 
e  dixole:  «¿Que  poridad  es  aqiiella  que  has 
traydo  e  hablado  con  Tristan  mi  sobrino?» 
«Por  buena  fe,  dixo  el  enano,  esso  no  os  lo 
diré» .  Luego  dixo  el  rey:  «Yo  te  digo  que  tu 
le  has  dicho  alguna  cosa,  e  tu  me  lo  dirás, 
sí  no  yo  te  cortare  la  cabeca»;  y  el  rey,  por 
le  meter  miedo,  puso  mano  a  la  espada.  El 
enano  dixo  con  miedo:  «Señor,  no  me  hagays 
mal,  que  yo  os  diré  la  verdad» .  El  rey  dixo: 
«Enano,  sabe  que  yo  quiero  tanto  de  bien  a 
esta,  que  no  puedo  ver  ni  oyr  a  otra  dueña, 
saluo  a  ella.  E  agora  veo  que  ando  angañado 
con  ella,  e  que  ella  escogió  lo  peor».  «¿Como? 
dixo  el  enano,  ¿escogió  lo  peor?  ¿Como? 
¿Yos  no  sabeys  que  Tristan  es  el  mejor  ca- 
uallero  del  mundo?»  «Cierto,  dixo  el  rey, 
que  es  mesurado  e  buen  cauallero».  «Por 
Dios,  dixo  el  enano,  mejor  que  non  vos».  Y 
desto  fue  el  rey  muy  sañudo,  y  echo  mano  a 
la  espada  e  amagóle  con  ella  por  le  dar  en 
la  cabera,  e  dixo  al  enano:  «¿Como,  falso 
traydor,  el  es  tan  buen  cauaDero  como  yo?» 
E  dixo  el  enano:  «Cierto,  no  es  tan  buen 
cauallero  como  vos».  E  dixo  el  rey:  «Enano, 
agora  quiero  que  me  llenes  en  lugar  de  mi 
sobrino,  e  yo  te  prometo  mi  fe  real,  como 
quien  soy,  de  te  guardar  secreto  que  ningu- 


no jamas  lo  sabrá,  y  te  prometo  de  fazer  se- 
ñaladas mercedes».  Y  el  enano  dixo:  «Señor, 
vuestra  alteza  bien  conosce  sí  es  razón  que 
tal  traycion  yo  fiziesse  a  mi  señora.  E  avn- 
que  5^0  lo  quissiese,  vos,  señor,  era  razón 
me  lo  mandassedes  al  contrarío» .  Y  el  rey 
dixo:  «Enano,  hazerlo  te  conuiene  que  yo 
vaya  a  la  posada,  que  quieras  o  no».  E  dixo 
el  enano:  «Esto  faria  yo  de  buena  voluntad  si 
no  fuesse  llamado  traydor» .  Y  el  rey  le  dixo: 
«Haz  tu,  que  yo  liare  en  manera  que  no  seas 
traydor» .  «¿Como?»  dixo  el  enano.  El  rey 
respondió:  «Haz  tu  desta  manera.  Tu  yras 
con  Tristan  según  que  tienes  concertado,  e 
yo  yre  sobre  mi  cauallo,  e  yre  armado  de 
todas  armas,  e  yrme  he  yo  al  passo  del  lago 
del  Espina,  e  alli  esperare  yo  a  Tristan  hasta 
que  venga,  y  después  derribarlo  he  del  ca- 
uallo en  tierra;  y  des  que  lo  ouiere  derriba- 
do, yo  quiero  que  tu  me  metas  en  el  lecho 
con  la  dueña  en  lugar  de  Tristan».  Y  el 
enano  dixo:  «¿Como  sabeys  vos  que  os  po- 
dreys  librar  de  Tristan,  e  solamente  porque 
dizen  los  hombres  que  es  el  mejor  cauallero 
del  mundo?  Por  que  vos  consejo  que  no  me- 
tays  vuestro  cuerpo  en  auentura,  porque  no 
ayays  de  recebir  muerte» . 

Y  entonce  no  dixeron  mas  el  enano  ni  el 
rey.  Y  el  enano  fuesse,  e  salió  fuera  del  pa- 
lacio prestamente,  e  quando  lo  vio  don  Tris- 
tan,  dixole:  «Enano,  sábete  que  soy  apare- 
jado, ¿es  hora  que  vamos?»  Y  el  enano  le 
dixo  que  avn  no  era  hora,  que  esperasse 
fasta  que  la  noche  fuesse  venida.  Y  el  rey 
llamo  vn  escudero,  e  dixole:  «Aparejadme 
las  armas  y  ensilladme  el  cauallo,  e  sacád- 
melo fuera  de  la  ciudad,  que  quiero  esta  no- 
che caualgar» ;  y  el  escudero  hizolo  como  el 
rey  lo  mando.  El  rey  caualgo  en  su  cauallo 
bien  armado  de  sus  armas,  e  fuese  al  passo 
del  lago  del  Espina,  y  el  rey  leuo  consigo 
al  escudero,  y  estuuo  atendiendo  quando 
Tristan  ver  nía;  e  después  que  fue  noche, 
Tristan  caualgo  armado  de  todas  armas.  El 
enano  no  quiso  yr  con  el,  e  dixole  que  se 
fuesse,  quel  quería  quedar  aquella  noche  en 
la  cibdad.  Mas  Tristan  no  sabia  de  lo  quel 
rey  fazia,  e  fuesse  por  su  camino. 


XV 

De  como  el  rey  se  combatió  con  Tristan 
de  Leonis. 


Quando  el  rey  sintió  venir  a  Tristan.  por 
la  claridad  de  la  luna,  demando  la  lauca  al 
escudero,  y  el  escudero  le  dixo:  «¿Como,  se- 
ñor, recaudador  soys  vos  fecho  de  aquella 


358 


LIBROS  DE  caballerías 


Tiiestra  tierra,  que  salteays  los  caualleros 
i^ue  buscan  sus  auenturas?  Por  buena  fe,  se- 
ñor, que  fleseortosia  fazeys,  e  las  gentes  que 
lo  supieren  a  mal  vos  lo  contaran,  e  deshaze 
mucho  en  vuestro  honor».  Y  el  rey  callo  e 
no  dixo  naila,  antes  caualgo  en  su  cauallo,  e 
fuesse  i»ara  Tristan.  E  Tristan,  quando  lo  vio 
venir,  hizo  la  señal  de  la  cruz  en  la  frente, 
]iensando  que  era  diablo  que  le  queria  enga- 
ñar, e  cubrióse  de  su  escudo,  e  fuese  para 
el  rey.  E  el  rey  hirió  a  Tristan  de  manera 
que  le  passo  el  escudo  y  metióle  la  lanca  en 
el  cuerpo.  E  Tristan  firio  al  rey  en  manera 
([ue  le  passo  escudo,  y  metióle  la  lauca  por 
la  carne  e  lo  echo  en  tierra  del  cauallo  amor- 
tescido,  e  si  el  golpe  fuera  mas  baxo,  muerto 
fuera  el  rey  sin  falta.  E  Tristan  tomo  su  ca- 
mino para  la  posada  de  la  dueña  del  lago  del 
Espinaré  fallo  alli  el  enano  avnque  le  auia 
dicho  que  en  la  cibdad  se  quedaría;  e  dixolo 
por  no  yr  con  el  por  no  ver  lo  que  entre  el 
rey  y  el  auia  de  passar.  E  Tristan  le  dixo: 
«Ve  a  la  dueña  e  dile  que  vengo  mal  herido, 
([ue  si  quiere  que  suba,  o  si  descendira  acá». 
Y  el  enano  subió  prestamente  e  dixole  aque- 
llo que  le  auia  mandado  Tristan,  y  ella  dixo: 
«Yd  a  el  y  fazedle  subir» .  Y  el  enano  fuesse 
para  Tristan  su  señor,  e  dixole  que  subiesse 
arriba,  e  Tristan  descaualgo  so  vn  pino,  e 
subió  arriba.  E  fallo  a  la  dueña  del  lago  del 
Espina,  que  se  vestia  vn  ropón  de  seda  muy 
rico,  e  Tristan,  quando  la  vio  tan  apuest¡i 
assi  en  el  atauio,  ouo  gran  plazer.  E  assi 
quando  ella  vio  a  don  Tristan,  fue  muy 
alegre  con  su  venida,  e  la  dueña  le  dixo: 
«ili  señor  Tristan  ¿quien  vos  ha  llagado?  a 
mala  dicha  tengo  que,  por  venir  a  ver  a  mi, 
ayays  rescebido  esta  ferida» .  «Por  Dios,  dixo 
Tristan,  yo,  señora,  creo  no  fuesse  hombre 
carnal,  mas  algún  diablo,  porque  ha  salido 
tan  de  traues  e  sin  dezir  cosa  alguna,  que 
no  creo  fuesse  cauallero  bien  andante».  E 
ella  lo  hizo  desarmar,  e  católe  la  llaga  que  el 
rey  le  auia  fecho,  e  viogela  bien,  c  hallo  que 
la  llaga  no  era  de  peligro,  e  dixo:  «Mi  señor 
Tristan,  esforcadvos,  que  la  llaga,  con  ayuda 
de  Nuestro  Señor,  no  es  cosa,  antes  es  ligera 
de  sanar;  e  ya  pluguiera  a  Nuestra  Señora 
que  yo  no  os  ouiera  mandado  llamar,  que 
mas  quisiera  auer  yo  padescido  el  detrimen- 
to quel  vuestro  amor  me  pudiera  dar,  que  no 
verlo  pader^r  a  vuestra  ]jersona» .  ÍE  fueron 
a  cenar,  e  luego,.que  ouieron  cenado  fueron- 
se  acostar  en  vna  rica  cama,  e  alli  comen9a- 
ron  vna  tal  obra,  'que  Tristan  no  auiá'TgCho 
en  toda  su  vida,  ni  sabia  que  cosa  era  amor 
de  mugor;  o  mucho  le  dañaua  la  herida  que 
tenia.  E  assi  estouieron  en  gran  solaz  y  ale- 
gría fasta  la  media  noche,  y  estando  en  aquel 


solaz,  llamo  a  la  puerta  del  castillo  su  marido 
de  aquella  dueña  del  lago  del  Espina.  E 
quando  la  dueña  lo  sintió,  llamo  con  gran 
priessa  a  Tristan,  e  dixole:  «Tristan,  Tris- 
tan,  leuantadvos,  que  viene  mi  marido» .  E 
Tristan  leuantose  a  priessa  quanto  pudo,  e 
armóse  bien  y  descendió  fuera,  en  tal  mane- 
ra (jue  se  fue  por  su  camino  adelante.  E  el 
marido  de  la  dueña  entro  por  la  puerta  del 
castillo,  y  desque  ouo  descaualgado,  entro  en 
su  cámara  e  vio  la  dueña  echada  en  la  cama, 
y  preguntóle:  «¿Como  estays?»  Y  ella  dixo: 
«¡Ay,  mi  buen  señor,  que  muy  mala  he  es- 
tado esta  noche,  que  mucha  sangre  me  ha 
salido  de  las  narizes!»;  y  el  cauallero  aleóla 
ropa  de  la  cama  e  vio  la  sangre,  e  dixo: 
«¿Que  sangre  es  esta?  que  por  cierto  no  es 
de  las  vuestras  narizes».  Luego  con  gran 
enojo  puso  mano  a  la  espada,  e  dixo: 
«¿Quien  durmió  esta  noche  aqui  con  vos? 
Dezidmelo,  si  no  yo  os  matare» .  La  dueña, 
con  miedo  que  ouo  del  marido,  dixo:  «Señor, 
merced;  fazed  de  mi  todo  lo  que  quisierdes  e 
fuere  vuestra  voluntad,  que  esta  sangre  que 
aqui  esta  es  de  Tristan» .  E  contole  toda  la 
razón  e  manera  por  estenso.  E  el  cauallero 
tomo  con  la  mayor  priessa  quel  pudo  las  ar- 
mas e  el  su  cauallo,  e  su  lan^a  y  escudo,  ean- 
duuo  tanto  que  en  poca  de  ora  lo  alcanzo,  e 
llamóle  a  grandes  bozes,  e  dixole:  «Tornad- 
vos,  que  caro  os  costara  el  mal  e  la  gran  des- 
honrra  e  adulterio  que  me  aueys  fecho».  E 
Tristan,  en  que  lo  vio  venir,  boluio  su  cauallo 
a  el,  y  el  cauallero  fuesse  contra  el,  e  diole  tal 
golpe  de  la  lanca,  que  le  metió  el  hierro  por  la 
carne.  E  Tristan  le  dio  vn  tan  gran  golpe  del 
espada,  que  la  metió  por  el  yelmo  que  le  llego 
a  la  cabera,  en  manera  que  dio  con  el  en 
tierra;  y  al  caer  que  cayo  el  cauallero,  no  res- 
pondió, e  Tristan  pensó  que  ei'a  muerto,  e  di- 
xole: «Cauallero,  ¿por  que  me  feristes?  por- 
que yo  pienso  que  no  vos  podreys  dende 
alauar» .  E  luego  se  partió  Tristan  del  caua- 
llero, que  no  hizo  mas  mención  del.  El  qual 
cauallero  auia  nombre  Lambague.s.  E  assi 
que  don  Tristan  se  torno  muy  malo  para  su 
palacio;  mas  quando  Gorualan  vio  a  Tristan 
malamente  ferido,  escomen90  a  fazer  muy 
gran  llanto,  y  dezia:  «¡Ay  mezquino,  que 
mala  ganancia  me  vino,  e  mala  guarda  he 
fecho  en  vos  quando  vos  soys  tan  malamente 
herido!»  Y  Tristan  le  dixo:  «No  temays  nin- 
guna cosa,  que  no  tengo  herida  que  no  me 
guarezca  muy  ligeramente»;  e  luego  Gorua- 
lan fizo  que  fuessen  muy  presto  a  llamar  a 
los  maestros,  e  luego  vinieron  e  catáronle  las 
llagas,  e  hallaron  que  la  llaga  que  auia  res- 
cebido después  de  la  del  rey  era  mas  peli- 
grosa que  la  primera.  E  después  que  el  rey 


u 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


359 


Mares  supo  como  Tristan  estaña  en  la  cama 
de  su  íerida,  dixo  al  escudero  que  lo  ania 
ai'ompañado:  «Tu  piensas  (pie  yo  oue  lo  peor 
de  la  batalla,  mas  yo  puedo  bien  dezir  que 
oue  lo  mejor,  qne  yo  he  }>()der  de-yr  o  de  ve- 
nir, e  Tristan  no  se  puede  leuantar;  mas  yo 
quiero  yr  a  ver  como  esta» .  Y  el  rey  luego 
fue  a  la  cámara  de  Tristan  e  dixole:  «So- 
brino, ¿como  os  va?»  El  dixo:  «Mejor  que 
querrian  algunas  personas» .  Y  el  dixo:  «Tris- 
tan,  agora  podeys  ver  que  en  este  rey  no  ay 
assaz  de  buenos  caualleros  como  vos  soys. 
¿Sabeys  quien  vos  firio?»  E  Tristan  dixo: 
«Si  no  lo  se,  saberlo  lie  adelante»;  e  quando 
el  rej  oyó  aquello  que  Tristan  dezia,  bien 
pensó  que  lo  dezia  por  el,  e  partióse  del 
luego,  e  tornóse  para  su  palacio.  E  Tristan 
estuvo  XX.  dias  que  no  pudo  traer  armas, 
porque  las  llagas  que  tenia  eran  en  tal  lugar 
que  estauan  malas  de  curar,  e  tanbien  por 
no  auer  en  la  sazón  ningún  buen  maestro  en 
la  cibdad.  Mas  al  fin  Tristan  fue  muy  bien 
guarido,  y  el  rey  Mares  mando  pregonar  j)or 
todo  su  reyno  que  todos  los  caualleros  vi- 
niessen  a  la  corte  cada  vno  con  su  dueña  e 
donzella,  so  pena  de  ser  tray dores.  Y  esto 
hazia  el  por  amor  de  la  dueña  del  lago  de  la 
Espina.  E  quando  Laribagues,  marido  de 
aquesta  dueña,  suj)o  "él  pregón,  ouo  gran 
miedo  de  Tristan,  e  la  dueña  le  dixo:  «No 
tomeys  miedo  de  yr,  que  de  don  Tristan  yo 
os  seguro» ;  e  luego  se  fne  el  cauallero  con  su 
dueña  a  la  corte  del  rey  Mares,  y  el  liizole 
muy  gran  honrra  por  amor  de  la  dueña  del 
lago  del  Espina,  a  la  qual  el  amaua  de  todo 
su  coraron,  e  nunca  pensaua  en  otro  sino 
como  buscaría  maneras  para  della  se  seruir  e 
aprouechar;  e  luego  mando  el  rey  que  fuessen 
puestas  cinco  tiendas  ribera  del  mar,  ca  se 
queria  jv  a  deportar.  E  luego  se  fue  el  rey  e 
sus  altos  hombres  e  caualleros  con  las  due- 
ñas y  donzellas,  e  assentaronse  a  comer,  e 
comieron  con  gran  alegría.  Y  ellos  estando 
assi  comiendo,  acaso  de  vna  ventura  vino  vn 
cauallero  armado  de  todas  armas  e  muy 
apuesto  a  marauilla,  el  qual  yua  a  buscar  sus 
auenturas,  e  vinose  derechamente  a  las  tien- 
das del  rey  Mares,  e  paro  mientes  en  los  ca- 
ualleros por  ver  quien  era  el  rey,  e  quando 
lo  conoscio,  dixo:  «Rey  Mares,  yo  so  vn  ca- 
uallero andante  que  ando  buscando  mis  auen- 
turas por  muchas  partes,  e  so  cauallero  noble 
y  de  buena  sangre,  e  no  he  demandado  nin- 
gún don  a  cauallero  ni  a  ningún  rey,  e  ten- 
gome  por  de  buena  ventura  que  seays  vos  el 
primero  a  quien  yo  algo  pido,  porque  he 
oydo  de  vuestra  nobleza  ser  grande,  y  creo 
que  a  mi  no  fallecerá  mas  que  a  los  otros  ha 
fallecido,  y  es  de  su  condición.  E  por  esto, 


muy  virtuoso  señor,  os  quiero  pedir  por  mer- 
ced que  me  otorgeys  vn  don,  el  qual  sera  tal, 
que  me  lo  deys  que  lo  pueda  leuar  comigo» . 
Y  el  rey  dixo:  «Cauallero,  demandad  aque- 
llo que  vos  quisierdes».  E  el  cauallero  dixo; 
«Yo  os  demando  la  dueña  del  lago  del  Espi- 
na» .  Y  el  rey  se  la  dio,  y  el  cauallei-o  tomo 
la  dueña,  e  subióla  en  vn  palafrén,  c  fue  su 
camino. 

XYI 

De  como  Lanbagues^  marido  de  la  dueña 
del  lago  del  Espina,  vio  que  se  yua  el  caua- 
llero con  ella,  fue  en  pos  del  e  combatióse 
con  el,  c  Lanhagues  fue  herido,  y  el  caua- 
ro  lleuo  a  la  dueña. 

Mas  agora  dize  la  hystoria  que  Lanbagues, 
marido  de  la  dueña  del  lago  del  Espina,  vido 
en  como  el  cauallero  era  ydo  con  la  dueña, 
tomo  sus  armas  e  su  cauallo,  e  tanto  andu- 
llo que  en  poca  de  hora  alcango  al  cauallero 
en  vn  prado.  Luego  Lanbagues,  que  vio  yr 
al  cauallero,  comengo  a  priessa  a  dar  gran- 
des bozes,  e  dixole:  «¡Cauallero,  guardaos 
de  mi  desafio!»  E  quando  el  cauallero  que 
lleuaua  la  dueña  oyó  las  bozes,  boluio  e  vio 
venir  a  Lanbagues  que  lo  llamaua  a  la  ba- 
talla; fueron  el  vno  contra  el  otro,  e  abasa- 
ron las  langas,  e  fueronse  a  ferir  tan  fuer- 
temente, que  las  langas  fizieron  bolar  en 
piezas;  mas  el  cauallero  que  lleuaua  la  due- 
ña, firio  a  Lanbagues  tan  mal,  que  le  echo 
en  tierra,  e  tomo  su  dueña.  E  si  alguno  me 
preguntase  quien  era  el  cauallero,  yo  le  di- 
ría quel  era  Brioberis,  con  el  que  Tristan 
se  fuera  de  buena  gana  a  combatir  porque 
lleuaua  la  dueña^  sino  por  miedo  del  rey 
Mares,  que  sabia  que  la  amaua  mucho  de 
coracon,  e  por  esto  no  fue  Tristan  a  se  con- 
batir  con  el.  E  ellos  estando  assi,  passaron 
dos  caualleros  delante  de  las  tiendas  arma- 
dos de  todas  armas,  e  yuan  por  el  camino 
del  desierto  do  Fecilate  e  no  saludaron  al 
rey  ni  a  ninguno  de  su  corte,  e  luego  dixo 
el  a  Echidcs:  «Ye  en  pos  de  aquellos  caua- 
lleros, y  diles  de  mi  parte  y  de  los  de  mi 
corte  que  tornen  acá  y  me  digan  nueuas  a 
mi  y  a  los  de  mi  corte  del  rey  Artur  y  de  la 
reyna  Grinebra,  e  como  les  va  a  los  buenos 
caualleros  de  la  Tabla  Redonda,  e  sabremos 
dellos  si  ay  algunas  auenturas  de  nueuo  en- 
tre los  caualleros  de  la  Tabla  Redonda» .  Y^ 
Echides  dixo  al  ve^'.  «Señor,  esto  fare  yo  de 
voluntad».  E  luego  subió  Echides  encima 
de  vn  cauallo,  e  fue  en  pos  de  los  caualleros 
con  la  mayor  priessa  que  pudo,  c  tanto  an- 
duuo,   fasta   que  los  alcango  en  vn  valle. 


360 


LIBROS  DE  caballerías 


Echides  llamo  de  lexos,  e  los  canaUeros 
atendieron  por  ver  que  los  quería.  E  quan- 
do  Eehides  llego  a  ellos,  dixoles:  «Señores 
caualleros,  el  rey  ]\Iares  os  embia  a  dezir 
por  mi,  que  os  torneys  para  el,  que  os  quie- 
re preguntar  por  nueuas».  E  los  caualleros 
le  dixeron:  «Dezid  al  rey  que  nos  quiera 
perdonar,  e  rogamosvos  que  nos  escuseys 
del,  ca  nos  no  podemos  tornar  a  el,  porque 
ymos  agora  en  vna  auentura,  mas  a  la  tor- 
nada que  tornaremos,  passaremos  por  aqui 
y  verlo  liemos  mucho  de  grado» .  Y  Echides 
dixo:  «Essa  villanía  no  fareys  vos  de  no  tor- 
nar a  el,  porque  el  os  lo  embia  dezir  por 
mi» .  E  los  caualleros  dixeron:  «No  tornare- 
mos en  ninguna  guisa».  Echides  dixo:  «Si 
fareys,  por  mi  fe,  e  no  os  reyreys».  Assi 
traxo  al  vno  por  la  rienda  e  quísole  volver, 
y  el  dixo:  «Non  soys  cauallero  mesurado 
quando  por  fuerga  me  cuydays  leuar;  ¿no 
saueys  que,  quando  yo  quisiere,  me  puedo 
bien  librar  de  vos?»  Luego  el  cauallero  echo 
mano  a  la  espada  e  dixo:  «Ahora  me  dexad, 
cauallero».  Y  Echides  no  respondió  nada, 
antes  se  lleuaua  el  cauallero.  El  cauallero 
aleo  la  espada,  e  dio  a  Echides  de  llano  en 
la  cabeca  que  lo  derriuo  del  cauallo.  E  luego 
se  fueron  los  cavalleros  ambos  por  su  cami- 
no, y  Echides  se  leuanto  lo  mas  ayna  que 
pudo,  e  tornóse  a  las  tiendas  del  rey  Mares 
de  Cornualla.  E  quando  la  dueña  ñie  yda, 
e  vio  que  Tristan  no  le  venia  a  socorrer  ni 
a  tornar  del  cauallero  que  la  lleuaua,  embio 
vna  donzella  que  le  dixesse  y  estrañasse  la 
descortesía  que  auia  fecho  contra  ella.  E 
después  que  la  donzella  fue  llegada  a  las 
tiendas  del  rey  Mares,  que  estaña  con  sus 
altos  honbres  e  caualleros,  comenco  a  mi- 
rar al  rey  e  a  los  caualleros,  sin  mirar  a 
ninguno  dellos.  E  el  rey  dixo  a  la  donzella: 
«Mucho  aueys  parado  mientes  sin  dezir  nin- 
guna cosa»,  Dixo  la  donzella:  «Porque  yo 
no  veo  el  cauallero  que  busco».  Y  el  dixo: 
«¿Qual  es  este  cauallero?  Yo  vos  lo  haré 
venir  aqui,  si  puede  ser  auído  o  si  es  en 
mí  corte» .  E  la  donzella  dixo:  «Yo  demando 
por  Trisían  vuestro  sobrino,  que  aquí  le  te- 
neys  por  bnen  cauallero,  [e]  el  es  mas  couar- 
de  cauallero  que  puede  ser  auído» .  El  rey, 
quando  oyó  palabras  tan  desaguisadas,  fizo 
llamar  a  Tristan.  E  quando  la  donzella  vio 
a  Tristan,  como  aquella  que  venia  mucho 
indignada  de  su  señora,  dixole:  «Cauallero, 
vos  seays  muy  mal  venido,  asi  como  el  mas 
falso  cauallero  y  el  mas  desleal  que  yo  nun- 
ca pudiesse  fallar  en  tierra  del  mundo,  e  por 
la  vuestra  deslealtad  sereys  perdido.  E  si 
el  rey  e  los  altos  honbres  que  aqui  son  vos 
conosciessen  la'  vuestra  gran  deslealtad,  assi 


como  yo  la  conozco,  ellos  no  vos  amarían 
vn  día  tan  solamente,  e  miicho  son  ellos 
desonrrados  en  estar  vos  con  ellos  tanto 
tienpo.  E  yo  vos  he  dicho  estas  palabras 
que  me  aueys  oído,  j^orque  me  fueron  enco- 
mendadas por  mi  señora.  E  agora  me  tor- 
nare para  ella,  pues  que  he  echo  su  man- 
damiento que  me  fue  mandado».  Y  el  rey 
dixo:  «Donzella,  dezidme,  ¿en  que  vos  ha 
desseruido  mi  sobrino,  por  que  le  aueys  di- 
cho tantas  descortesías?»  E  la  donzella  no  le 
respondió  a  lo  que  el  rey  le  dixo,  antes  se 
partió  de  las  tiendas  e  fuesse  por  su  camino, 
e  tanto  anduuo  que  alcanzo  a  la  dueña  del 
lago  del  Espina.  Mas  Tristan,  que  estaua 
en  la  tienda  con  su  tío,  fue  triste  e  ouo  gran 
pesar  de  las  palabras  que  la  donzella  le  auia 
dicho,  e  dixo  que  se  quería  meter  en  auen- 
tura por  yr  buscar  a  la  donzella.  E  luego 
tomo  sus  armas  e  su  cauallo,  e  Gorualan  fue 
con  el,  y  leuole  el  escudo  e  la  lan^a,  e  par- 
tiéronse de  las  tiendas.  E  Grorualan  dixo  a 
Tristan:  «Vos  soys  metido  en  gran  vergüen- 
za por  las  palabras  que  vos  dixo  la  donze- 
lla, y  metedos  en  auentura  por  saber  quien 
es  la  donzella  que  vos  ha  dicho  la  villanía 
delante  del  rey  e  sus  caualleros».  Y  ellos 
yendo  assi  hablando,  encontró  a  Echides 
que  estaua  todo  lleno  de  sangre,  e  dixo 
Tristan:  «Echides,  ¿quien  te  ha  herido?»  Y 
el  dixo:  «Dos  caualleros  andantes» .  E  dixo 
Grorualan:  «Para  la  mi  fe,  Echides,  yo  se 
que  ningunos  caualleros  andantes  no  te  fa- 
rían  pesar  sí  tu  no  les  fiziesses  por  que» .  E 
dixo  Echides:  «Bien  fue  verdad,  que  el  rey 
me  embio  em  pos  de  dos  caualleros,  que  les 
dixesse  de  su  parte  que  tornassen  a  el;  e  yo 
dixelo  a  ellos,  e  dixeron  que  no  querían  tor- 
nar por  mi,  e  yo  tome  el  vno  dellos  por  el 
freno  e  trayalo  comigo.  e  porque  no  le  que- 
ría soltar,  por  esta  razón  me  firieron  los  ca- 
ualleros» .  E  G-orualan  dixo:  «Por  buena  fe, 
Echides,  tu  no  eres  cauallero  cuerdo,  quando 
por  fuer(,'a  piensas  tomar  al  cauallero  andan- 
te. E  por  esto,  Tristan,  consejóos  que  no  os 
conbatays  con  los  caualleros,  que  si  con  ellos 
os  combatís,  no  podeys  escusar  peligro» .  E 
yendo  por  el  camino,  vio  Tristan  los  caua- 
lleros, e  dio  de  espuelas  al  cauallo  e  alcan- 
zólos, e  dixoles:  «Caualleros,  aparejadvos, 
que  yo  os  desafio» .  E  abaxo  la  lanca  el  vno 
ele  los  dos  caualleros  e  fue  a  ferir  a  Tristan, 
que  le  quebró  la  lan^a  en  el  escudo  e  otro 
mal  no  le  fizo.  E  Tristan  fue  contra  el  tan 
furiosamente,  que  le  dio  tan  gran  golpe  que 
le  COSÍO  el  escudo  con  los  pechos  y  echólo  en 
tierra  del  cauallo,  e  saco  la  espada  e  fues- 
se para  el  otro  cauallero,  y  el  otro,  desque 
lo  vio  venir,  abaxo  la  lanza  e  diole  tal  gol- 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


361 


pe  sobrel  escudo,  que  quebró  la  lanca.  E 
Tristan  le  dio  con  la  espada  por  encima  del 
yelmo  en  la  cabera,  que  le  derribo  en  tie- 
rra del  cauallo.  E  don  Tristan  fue  a  Echi- 
des,  que  lo  estaua  esperando;  e  dixole; 
«Ycívos  para  las  tiendas  y  no  digays  nada 
desto».  Y  el  dixo  que  assi  faria.  Echides  se 
fue  para  la  corte  del  rey,  y  el,  quando  lo 
vio  venir,  preguntóle  que  quien  lo  auia  feri- 
do,  y  el  dixo:  «Señor,  el  vno  de  aquellos  ca- 
uaíleros  que  vos  mandastes  tornar,  mas  para 
la  mi  fe,  que  yo  soy  bien  vengado».  Y  el  rey 
dixo:  «¿Que  venganza  has  auido?»  Y  el  le 
dixo:  «Señor,  Tristan  mi  primo  me  ha  ven- 
gado, que  ambos  los  caiialleros  derribo  ma- 
lamente feridos» .  Y  el  rey  se  marauillo  de 
los  fechos  de  Tristan,  e  todavía  rogaua  a  Dios 
que  nunca  lo  tornasse  a  su  corte,  que  gran 
miedo  le  hazia  auer  su  lan^a,  por  aquello 
que  le  contescio  la  noche  quando  le  estaua 
aguardando  en  el  passo  de  la  dueña  del  lago 
del  Espina,  para  matarlo  si  el  pudiera. 


XYn 

De  como  don  Tristan  se  partió  de  la  corte 
del  rey  Mares  de  Cornualla  su  tio,  en  bus- 
ca de  la  do7ixella  que  le  auia  vltrajado  de- 
lante del  rey  e  de  los  caualleros  de  su  corte; 
y  de  la  dueña  del  lago  del  Espina  que  lle- 
uaua  el  cauallero. 

Después  que  don  Tristan  se  partió  de  los 
dos  caualleros  y  de  Echides,  comenco  lo  mas 
ayna  que  pudo  andar  por  vna  floresta,  e  a  la 
descendida  de  la  floresta,  don  Tristan  vio  a 
Brioberis  que  se  entraña  con  la  dueña  en  vn 
castillo.  E  quando  Tristan  vio  esto,  ouo  gran 
pesar,  e  dixo:  «¡Ay  catino  de  mi!  ¿Que  liare, 
que  ya  se  entra  el  cauallero  en  el  castillo  con 
la  dueña  del  lago  del  Espina  e  no  me  podre 
esta  noche  combatir  con  el?  Por  que  soy  muy 
triste,  que  no  se  que  haga».  «E  ¿como?  dixo 
Gorualan,  ¿no  podreys  esperar  fasta  la  ma- 
ñana?» E  dixo:  «¿No  veys  vos  que  terna  el 
cauallero  la  dueña  esta  noche  a  su  voluntad, 
y  la  dueña  puede  dezir  que  la  donzella  me 
ílamaua  desleal  cavallero  con  razón  e  con 
derecho?»  Assi  anduuieron  hasta  que  llega- 
ron al  lugar,  e  tomaron  posada  en  casa  de 
vna  biuda,  e  alli  descaualgaron.  E  la  dueña 
de  casa  tenia  vn  hijo,  e  conoció  a  Tristan,  e 
dixo:  «Señor,  ¿no  soys  vos  don  Tristan,  el 
que  venció  el  torneo  de  Escocia  y  derribastes 
el  cauallero  de  las  des  espadas?»  Y  Tristan 
dixo  que  nunca  fuera  en  aquella  tierra,  ni 
era  el  Tristan;  y  el  donzel  vio  que  se  queria 
encobrir,  e  callóse;  e  dieronle  de  cenar,  e 


durmieron  alli  aquella  noche;  e  quando  vino 
la  mañana,  Tristan  se  leuanto,  o  armóse  e 
subió  en  su  cauallo,  e  paróse  en  el  camino  a 
esperar  al  cauallero,  e  en  tanto  quel  sol  salia 
por  todas  partes,  Brioberis  salió  con  su  dueña 
fuera.  E  Tristan,  quando  lo  vio  venir,  abaxo 
el  escudo,  e  dixo:  «Cauallero,  combatir  vos 
conuiene  o  dexar  la  dueña» .  Brioberis  puso  la 
dueña  en  tierra  e  fuese  furiosamente  para 
Tristan,  e  Tristan  contra  el,  e  fueronse  a  fe- 
rir  de  mortales  golpes,  en  manera  que  caye- 
ron en  tierra,  que  ellos  ni  los  cauallos  no  se 
pudieron  leuantar  dende  a  gran  pier-a,  quel 
ver  y  el  oyr  se  les  quito  a  ambos  a  dos.  E  des- 
pués que  fueron  tornados  en  su  acuerdo,  le- 
uantaronsemuy  brauamente,  e  pusieron  ma- 
no a  las  espadas,  e  fueronse  a  ferir  e  a  dar 
grandes  golpes,  que  esto  era  marauilla  de  ver 
que  de  las  espadas  salia  fuego.  E  tanto  se  con- 
batieron,  que  a  mal  de  su  grado  se  ouieron  de 
tirar  afuera  el  vno  del  otro  por  cobrar  fuerza, 
y  estuuieron  vn  poco,  e  después  tornaron  a 
su  pelear.  E  dieronse  tantos  y  tan  grandes 
golpes,  que  los  pedamos  de  los  escudos  y  de 
las  laucas  cayan  en  tierra.  E  tanto  se  conba- 
tieron  los  caualleros  ambos,  que  les  hizo  me- 
nester folgar,  e  entonces  se  arredraron  el  vno 
del  otro  otra  vez,  e  después  que  ouieron  hol- 
gado, comencaron  su  batalla  como  de  prime- 
ro. Mas  siempre  la  ventura  lo  ordena  quel 
mas  fuerte  va  sienpre  mejorando  y  el  flaco 
empeorando;  e  assi  contecio  a  Brioberis.  Y 
dezia  entre  si  mesmo:  «Y^o  me  combatí  con 
don  Langarote  del  Lago  mi  pariente  y  con 
otros  muchos  caualleros,  mas  nunca  halle 
quien  tan  ftiertes  golpes  me  diesse,  e  bien 
creo  que  no  le  podre  sofrir  los  golpes  que 
este  cauallero  me  da.  Cauallero,  ¿quien  soys 
vos  que  tan  grandes  golpes  me  days?»  Dixo 
Tristan:  «A^os  mi  nombre  no  podeys  saber 
fasta  que  me  digays  el  vuestro».  Y  el  dixo: 
«Y'o  he  nonbre  Brioberis  de  Graones» .  E  Tris- 
tan  dixo  que  auia  nonbre  Tristan  de  Leonis, 
«a  cuyas  manos  aueys  de  morir» .  Y  el  dixo 
assi:  «Tristan,  yo  quiero  que  esta  batalla 
quede  entre  vos  e  mi.  E  yo  he  oydo  la  vuestra 
caualleria  e  bondad,  e  por  esto  quiero  yo  de- 
xar esta  batalla.»  E  Tristan  dixo:  «Antes  me  ( 
dareys  vos  esta  dueña,  e  si  no  me  la  days,  f 
Brioiaeris,  yo  os  llamo  a  la  batalla,  pues  della  J 
librar  no  vos  podeys».  E  Brioberis  dixo: 
«Tristan,  yo  os  ruego  que  vamos  vos  e  yo  a 
la  dueña,  y  ella  tome  qual  de  nos  quisiere,  y 
el  otro  que  se  vaya  a  buena  ventura» .  E  dixo 
Tristan:  «Deso  me  plaze» .  E  entonces  fueron 
ambos  a  la  dueña,  e  dixeronle:  «Dueña,  la 
paz  es  fecha  entre  nos  ambos,  y  en  tal  ma- 
nera que  tomeys  qual  de  nos  quisierdes,  y 
el  otro  que  se  vaya  a  la  buena  ventura.  E  la 


362 


LIBKOS  DE  caballerías 


dueña  dixo:  «Pues  assi  es  y  en  tal  manera, 
y  digo  que  vos,  Tiistan,  fuestes  el  mas  desleal 
cauallero  del  mundo,  que^me  dexastes  llenar 
de  la  corte  a  vn  solo  cauallero;  por  esto  quiero 
yo  que  ayay.s  esta  verguenra,  porque  se  vos 
acuerde  por  toda  vuestra  vida,  e  tornaos,  que 
yo  me  quiero  yr  con  Brioberis,  por  desonrra 
vuestra  y  de  la  corte  del  rey  Mares».  E  Tris- 
tan  subió  en  su  cauallo  y  encomendólos  a 
Dios,  e  fuesse  vergoncoso  por  su  camino  con- 
tra la  corte,  e  Brioberis  se  ñie  con  su  dueña. 
E  agora  tornemos  a  Tristan,  a  contar  de  sus 
altos  hechos. 

XYin 

De  como  don  Tristan  se  torno  a  la  corte  y 
peso  al  rey  Mares  con  el;  y  de  como  le  em- 
hio  a  Yrlanda  por  Yseo  la  hmmdcLr-por  que 
lo  matassen  alia.  Por  quanto  la  rey  na., 
miiger  del  rey  Languines,  lo  quería  nial 
porque  mato  a  su  hermano  Morlot;  e  la 
truxo  consigo  por  su  buena  caualleria. 

3Iuy  triste  fue  el  rey  quando  Tristan  fue 
en  la  corte,  que  antes  quisiera  que  fuera 
muerto.  E  pensó  de  lo  enbiar  a  lugar  do 
nunca  jamas  tornasse;  y  después  que  el  solaz 
e  la  fiesta  fue  passada,  vn  dia  el  rey  hizo 
llamara  Tristan  a  su  cámara,  edixole:  «So- 
brino, a  mi  ha  venido  voluntad  de  tomar 
muger,  e,  si  vos  quisierdes,  yo  la  aure,  ca 
yo  la  quiero  tomar  de  Adiestra  mano» .  Tris- 
tan  dixo:  «Señor,  yo  haré  de  buenamen- 
te todo  lo  que  vos  mandardes» .  Y  el  le  dixo: 
«¿Prometeyslo  vos  como  leal  cauallero?»  Y  el 
dixo  que  si  prometía.  E  luego  el  rey  dixo: 

V  «Yo  soy  enamoradodeYseo  la  brunda,  fija 
'  del  rey  Languines  de  Yrlanda,  porque  he 

¿^  oydo  loar  su  hermosura;  por  que  os  ruego  que 
vos~vays  alia,  e  yo  daros  he  conpaña  de  ca- 
ualleros  quantos  vos  quisierdes».  E  Tristan 
bien  entendió  que  no  lo  embiaua  sino  porque 
muriesse  alia.  E  Tristan  dixo:  «Señor,  yo 
haré  todo  lo  que  mandardes  e  conplire  vues- 
tro mandado;  mas,, dadme  eaualleros  que  me 
aconpañen».  Y  el  mando  hazer  sus  fus- 
tas, e  hizo  fazer, grandes  aparejos  para  los 
eaualleros.  E  quando  los  eaualleros  que  auian 
de  yr  con  Tristan  supieron  que  auian  de  yr 
a  Yrlanda,  fueron  tristes,  e  pensaron  morir. 
E  desque  las  naos  fueron  bastecidas  de  lo  que 
auian  menester,  e  puestos  los  eaualleros  en 
ellas,  don  Tristan  e  Gorualan  se  despidieron 
del  rey  e  de  la  corte,  e  alearon  vela  contra 
Yrlanda,  y  ouieron  mal  tiempo  quinzo  dias. 
E  assi  aportaron  en  el  rej-no  de  Londres, 
y  quando ;,  ellos  fueron '  al 'puerto  llegados, 
Tristan  dixo  al  maestro   de  la  nao:    «¿En 


qual  parte  somos  arribados?»  Y  el  dixo  que 
en  el  reyno  de  Londres;  e  Tristan  mando 
que   sacassen   su  cauallo  en  tierra,  e  vna 
tienda,  e  todas  sus  armas,  e  dixo  que  quería 
estar  alli  vn  poco,  que  mucho  era  enojado 
de  la  mar.  E  luego  fue  hecho  su  mandado;  e 
mando  poner  a  la  puerta  de  la  tienda  su  es- 
cudo, e  salieron  fuera  los  eaualleros,  e  dixe- 
ron  a  don  Tristan:  «Señor,  no  se  deue  poner 
escudo  fuera  de  la  tienda,  porque  si  por  aqui 
passare  algún  cauallero  andante,  demanda- 
ra luego  justa,  e  nos  no  ymos  por  tal  razón» . 
E   Tristan   dixo:    «¡Por   Dios,  por  aquesta 
razón  quiero  yo  que  el  escudo  este  fuera 
de  la  tienda!»  E  mientra  ellos  estañan  en 
la  tienda,  fue  ventura  de  dos  eaualleros  de 
Londres  que  passauan  por  alli,  y  el  vno  de- 
llos  era  nueuo  cauallero.  E  luego  demanda- 
ron justa,    y   los  eaualleros   despertaron  a 
Tristan,  que  estaña  durmiendo.   E  Tristan 
despertó,  y  tomo  su  cauallo  e  armas,  e  fuese 
contra  los  eaualleros.  E  aquel  que  era  vsado 
primeramente  en  armas,  fuese  para  Tristan, 
e  diole  tal  golpe  por  medio  del  escudo,  que 
la  lanoa  le  paso  íi  la  otra  parte.  Mas  no  le 
jíudo  saltar  las  armas,  e  Tristan  le  fue  a  he- 
rir de  tal  fuerza,  que  lo  echo  en  tierra  del 
cauallo  malamente  herido,  e  tiro  la  lan^a  e 
fuese  para  el  otro  cauallero;  y  el,   en  que 
vio  a  su  conpafiero  caydo  en  tierra,  boluio 
contra  Tristan,  e  diole  tal  golpe  en  el  yelmo, 
que  la  lanca  quebró  e  otro  mal  no  le  fizo;  e 
Tristan  le  dio  en  tal  manera,  que  la  lauca  le 
metió  en  el  escudo  y  salió  por  el  costado,  e 
dio  con  el  del  cauallo  en  tierra.  E  los  eaua- 
lleros dixeron:  «Merced,  señor,  no  muramos, 
y  rogamosos  que  nos  digays  vuestro  nombre, 
que  mucho  nos  marauillamos  en  couio  puede 
ser  assi  nos  auer  derribado» .  E  Tristan  dixo: 
«Sabed  que  vos  ha  derribado  cauallero  de 
Cornualla».  Y  ellos,  quando  esto  oyeron,  di- 
xeron que  qual  diablo  truxera  alli  cauallero 
de   Cornualla,  que  no  solian  ellos  derribar 
los  eaualleros  de  Londres.   «E  por  la  mi  fe, 
dixo  el  vno  de  los  eaualleros,  que  yo  no  to- 
mare mas  armas»,  e  fizo  gran  duelo;  y  el 
otro  cauallero  fuese  por  su  camino.  E  sabed 
que  de  los  dos  eaualleros,  el  vno  auia  nom- 
bre Leonel  y  el  otro  Bores  (^),   e  fueronse 
su  camino  hasta  la  corte  del  rey  Artur  para 
contar  aquellas  nueuas. 

E  don  Tristan  se  torno  para  las  tiendas,  e 
los  eaualleros  de  Cornualla,  quando  vieron 
que  Tristan  fazia  tan  grandes  cauallerias, 
ellos  se  marauillauan  del,  y  fueron  alegres  y 
pagados.  Dizo  la  historia  que  mientra  Tris- 


('  I  Sus  nombres  figuran  en  La  Bemanda  del  Saneto 
Orial. 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


36í 


tan  y  los  caualleros  estañan  en  aqnella  ale- 
gría, allegóse  en  aqnel  puerto  vna  nao  qne 
venia  de  Yrlamla,  e  en  ai¡uella  venia  el  rey 
Languines  de  Yrlanda,  e  traya  ende  su  con- 
pañia,  y  venia  a  Cainalot  al  reyArtur,  por 
escnsarse  de  viiTf  culpa  (píe  le'áuialeuantado 
de  trayeion,  Brauor,  sijbrino  de  Langarote 
del  Lago,  que  auia  muerto  a  trayeion  en  su 
corte  a  vn  su  sobrino.  E  luego,  desque  ouie- 
ron  amarrado  su  nao,  el  vey  Languines  pre- 
gunto de  quien  era  aquella  nao  y  aquella 
tienda,  e  los  marineros  dixeron  que  era  de 
don  Tristan,  y  el  rey,  quando  lo  supo,  fue 
muy  alegre,  e  dixo:  «Señor  Dios,  si  yo  pu- 
diesse  acabar  con  Tristan  que  hiziesse  la  ba- 
talla por  mi,  todos  tienpos  seria  muy  alegre, 
que  yo  no  podria  durar  contra  Brauor,  que 
es  mucho  mejor  cauallero  ^ue  no  yo».  E 
quando  el  rey  fue  fuera,  demando  luego  por 
Tristan,  e  los  caualleros  dixeron  a  Tristan 
que  vn  rey  lo  demandaua.  E  luego  salió 
Tristan  fuera  de  la  tienda,  e  como  vio  al  rey, 
luego  lo  conoció,  y  fuelo  a  abracar  e  hizole 
muy  gran  lionrra,  assi  como  a  rey  pertene- 
cía; y  entráronse  en  la  tienda.  E  desque  el 
rey  e  Tristan  fueron  assentados,  Tristan  de- 
mando al  rey  de  su  hazienda,  e  qual  ventu- 
ra lo  auia  alli  traydo,  y  el  rey  dixo:  «Tris- 
tan,  sabed  que  muy  malas  nueuas  os  jjuedo 
dezir,  e  jamas  en  ningún  tienpo  fui  tan  triste 
como  agora,  e  he  seydo  de  poco  tienpo  acá»; 
e  Tristan  le  demando  ipie  en  que  manera. 
«Sabed  que  Brauor,  sobrino  de  Lancarote, 
me  ha  acusado  de  trayeion  en  la  corte  del 
rey  Artur,  por  vn  cauallero  que  vino  a  mi 
corte,  e  hize  pensar  del  de  todo  aquello  qne 
le  fue  necessario,  efue  ventura  que  murió,  e 
Brauor  dize  que  yo  lo  mate  a  trayeion,  e  por 
esto  me  vo  a  desculpar;  pero  quiéreos  rogar 
assi  como  aquel  que  mucho  amo,  que  fagays 
esta  batalla  por  mi  con  Brauor,  porque  el  es 
mas  valiente  que  yo,  e  hazeros  he  juramen- 
to como  rey  que  no  soy  en  culpa  desta 
muerte».  E  Tristan  dixo:  «Si  vos  me  lo  ju- 
rays,  yo  haré  la  batalla  por  vos,  si  vos  me 
prometeys  vu  don,  qual  vos  le  yo  demanda- 
re» .  Y  el  rey  ge  lo  otorgo.  E  luego  las  tablas 
fueron  puestas  e  assentaronse  a  comer,  e 
quando  ouieron  comido,  el  rey  y  Tristan  se 
fueron  a  dormir.  E  quando  vino  la  mañana, 
Tristan  se  fue  a  ca^a,  e  en  el  camino  se  en- 
contró vna  donzella  que  traya  vn  escudo,  y 
en  el  eran  figurados  vn  cauallero  y  vna  don- 
zella, y  el  escudo  era  hendido  desde  en- 
cima hasta  las  bocas  del  cauallero  y  de  la 
donzella.  E  quando  Tristan  vio  el  escudo, 
saludo  a  la  donzella,  e  dixo:  «Donzella  ¿de 
quien  es  este  escudo?»  Y  olla  dixo:  «Señor, 
licuóle  a  Camalot  vn  cauallero  que  ama  vna 


donzella  de  gran  amor,  y  el  ni  ella  no 
fazen  amor  carnal,  sino  assi  como  los  veys 
pintados  en  este  escudo,  e  piensan  que  nin- 
guno sepa  de  su  amor  sino  ellos,  e  por  esto 
que  vna  dueña  sabe  toda  su  fazienda,  les 
embia  este  escudo.  E  luego  que  ellos  ayan 
hecho  amor  carnal  en  vno,  luego  el  escudo 
sera  cerrado».  E  encomendáronse  a  Dios, 
e  fuese  cada  vno  por  su  camino.  Y  entran- 
do la  donzella  en  la  floresta,  topo  con  vn 
cauallero  y  demandóle  el  escudo,  e  ella  dixo 
que  non  queria,  e  luego  el  cauallero  ge 
lo  tomo,  e  hirióla  con  el  cuento  de  la  lan^a, 
E  la  donzella  se  torno  para  las  tiendas  dando 
bozes  a  Tristan,  y  quando  la  vio  venir,  di- 
xo: «Donzella,  ¿que  has?»  «Señor,  tope  con 
vn  cauallero  que  me  ha  tomado  el  escudo, 
por  que  os  ruego  que  me  ayudeys  a  cobrarle» . 
E  Tristan  llamo  a  Gorualan,  qne  le  truxiesse 
armas  e  cauallo  porque  acorriesse  a  la  donze- 
lla. «Por  Dios,  dixo  Grorualan.  a  mi  parece 
locura  en  querer  prouar  todas  las  auenturas» . 
Dixo  Tristan:  «No  seria  cortesía  que  esta 
donzella  quedasse  desonrrada,  e  esta  bata- 
lla de  mi  y  del  cauallero  no  se  puede  escusar 
si  le  hallo».  E  armóse  e  subió  en  su  cauallo, 
e  fue  donde  la  donzella  lo  lleno,  y  anduuo 
hasta  que  alcance  al  cauallero,  y  llamólo  a 
alta  boz,  e  dixo:  «Cauallero,  dexad  el  escu- 
do, si  no,  aparejaos  a  la  batalla».  Y  el  caua- 
llero se  boluio,  y  abaxo  la  lanca,  e  fue  a 
herir  a  Tristan  de  tal  poder,  que  la  hizo  pe- 
dacos,  e  Tristan  le  dio  tal  golpe  con  el  cuen- 
to de  la  lanca,  que  dio  con  el  en  tierra.  E 
esto  hizo  por  no  quebrar  el  escudo,  e  diole  a 
la  donzella,  y  ella  le  dio  gracias  por  ello.  E 
Tristan  saco  la  espada  por  le  cortar  la  cabe- 
ca,  y  el  pidióle  merced.  E  Tristan  le  dixo 
que  no  lo  haria  si  no  le  dixesse  su  nombre; 
y  el  dixo:  «Yo  soy  Brines  sin  piedad.  Eue- 
goos,  por  Dios,  que  no  muera».  Tristan, 
quando  lo  supo,  fue  triste  por  no  le  auer 
muerto,  e  dixo  Tristan:  «No  ayas  miedo,  que 
no  te  matare,  mas  yo  vos  con]  uro  por  la  lionrra 
de  la  caualleria  y  vos  mando  que  vayays  de- 
lante Graluan,  luego  derechamente,  y  empre- 
sentarvos  heys  a  el  de  mi  parte» .  Y  Brines 
ge  lo  otorgo;  mas  antes  quisiera  el  que  Tris- 
tan  le  cortara  vno  de  sus  miembros,  que  fazer 
aquello.  E  luego  se  partieron  el  vno  del 
otro.  E  la  donzella  dixo  a  Tristan:  «Señor, 
nueuas  vos  diré  del  rey  Artur  e  del  rey  de  los 
cien  caualleros  y  del  rey  de  Escocia,  e  qua- 
tro  reyes  son  en  Camalot  contra  el  rey  Lan- 
guines, e  Brauor,  sobrino  de  Langarote».  E 
Tristan  se  fue  a  las  tiendas,  e  dixo  al  rey  lo 
que  auia  dicho  la  donzella,  edixole:  «Señor, 
partamosiKJS  luego  para  alia» ;  e  fueronse  a  la 
cibdad  de  Camalot. 


364 


LIBROS  DE  caballerías 


XJX 


De  como  Tristan  entro  en  canpo  coii  Brauor, 
sobrino  de  Langarote ^  ^  lo  mato,  por  escu- 
sar  al  rey  Langiiines  de  vna  traycion  que 
le  acusauan. 

Muy  ricas  tiendas  y  armas  y  ricos  apare- 
jos hizieron  Ueuar  luego;  y  el  rey  \Tia  ves- 
tido de  ricos  paños,  e  Tristan  yua  armado 
bien  de  todas  armas,  encima  de  su  cauallo, 
por  tal  manera  que  ninguno  no  lo  conocies- 
se;  e  vn  cauallero  le  lleuaua  la  lanca,  e  otro 
el  escudo.  E  anduuieron  tanto,  fasta  que  lle- 
garon a  Camalot,  e  alli  fueron  ellos  bien  re- 
cibidos; e  luego  el  rey  Languines  se  fue  al 
palacio  del  rey  Artur,  e  dixo:  «Rey  Artur, 
yo  soy  venido  aqui  a  vuestra  corte  por  me 
escusar  de  la  traycion  que  Brauor  me  ha 
opuesto,  e  por  esto  me  quiero  yo  defender 
que  aquello  que  el  dize  no  es  verdad;  e  por 
esto  quiero  yo  que  este  cauallero  se  conbata 
por  mi.  que  yo,  en  la  muerte  de  aquel  caua- 
llero, no  merezco  mal» .  E  luego  Brauor,  que 
estaua  presente,  se  leuanto  en  pie,  e  fuese 
a  Tristan,  e  diole  el  gaje  de  la  batalla.  E 
Tristan  lo  recibió;  e  otro  dia  fueronse  los 
quatro  reyes  al  campo  por  guardar  derecho, 
e  Tristan  aparejóse  muy  bien  y  espero  al  ca- 
uallero a  la  batalla,  e  luego  vino  Brauor  e 
vinieron  con  el  Leonel  e  Bores  de  Gaones, 
sus  primos,  e  tiráronse  a  vna  parte,  e  dixe- 
ron  a  Brauor:  «Agora  es  tienpo  de  fazer 
como  valiente  cauallero,  porque  no  venga 
desonrra  a  vuestro  linaje,  que  nos  vemijs  al 
cauallero  encaualgado  en  buen  cauallo,  e 
auemos  miedo  que  no  le  podreys  sofrir  ni 
endurar» .  E  Brauor  dixo:  «Vos  vereys  que  yo 
haré  tanto  de  armas,  que,  avnque  fuesen 
tales  diez  caualleros  como  el,  yo  les  meteré 
so  tierra».  E  pusiéronse  dentro  en  el  canpo 
y  desafiaronsse  los  caualleros,  e  fueronse  a 
herir  de  tal  poder,  que  los  cauallos  e  caualle- 
ros cayeron  en  tierra,  que  todo  honbre  pen- 
saua  que  fuessen  muertos;  e  luego  los  caua- 
lleros pusieron  mano  a  las  espadas,  e  fue- 
ronse a  ferir  de  tales  golpes,  que  era  mara- 
uilla;  e  conbatieronse  muy  fuertemente  de 
la  primera  batalla,  que  todos  los  que  los  vian 
se  marauillauan.  E  tirauanse  afuera  los  ca- 
uallei'os  el  vno  del  otro  por  cobrar  fuerca;  e 
no  estuuieron  mucho  posados,  que  luego  se 
leuantaron  el  vno  contra  el  otro,  e  fueronse 
a  ferir  de  las  espadas  tan  mortalmente,  que 
fuego  salia  dellas.  E  tantos  golpes  se  dieron, 
que  las  pie(,-as  de  los  escudos  y  de  las  lorigas 
andauan  por  el  suelo;  e  fueronse  muy  eno- 
jados de  los  golpes  que  se  dauan,  assi  que  a 
Brauor  le  yua  ya  menguando  la  fuer(;'a  y  el 


poder.  Tleuantaronse  donde  estaitan  mirando 
Bores  y  Leonel,  que  no  (juisieron  ver  morir 
a  su  primo  a  tal  muerte,  e  fueronse  por  su 
camino.  E  los  dos  caualleros  tanto  se  conba- 
tieron  e  tantos  golpes  so  dieron,  assi  que 
Brauor  dixo:  «Cauallero,  mucho  querría  sa- 
ber vuestro  nombre,  por  tal  que  supiesse 
quien  me  mata  o  a  quien  mato».  E  dixo 
Tristan:  «Yo  no  vos  diré  mi  nombre  fasta 
que  me  digays  vos  el  vuestro».  Y  el  dixo: 
«Cauallero,  yo  he  nombre  Brauor,  sobrino 
de  don  Langarote  del  Lago».  E  Tristan  dixo: 
Yo  he  nonbre  don  Tristan  de  Leonis,  sobri- 
no del  rey  Mares  de  Cornualla».  E  luego  aleo 
el  espada,  e  diole  tan  gran  golpe  etan  pode- 
roso, que  el  braco  con  el  escudo  le  hecho  en 
tierra,  e  cayo  muerto.  E  Tristan,  desque  lo 
vio  muerto,  sacólo  del  canpo,  e  subió  en  su 
cauallo,  e  fuese  a  ios  quatro  reyes,  e  dixoles: 
«Señores,  aquel  cauallero  lo  ha  tan  mal  fe- 
cho, que  no  podria  peor,  e  por  esso  querría  yo 
que  metiessedes  paz  entre  el  rey  Languines 
con  sus  parientes,  e  que  nos  fagays  vuestra 
carta  como  auemos  hecho  lealmente  nuestra 
batalla,  e  como  el  rey  Languines  sea  librado 
y  desculpado  deste  fecho» .  Luego  los  quatro 
reyes  dixeron:  «Cierto,  este  cauallero  es  el 
mas  cortes  que  nunca  fue  en  el  mundo,  que 
ha  muerto  el  cauallero  y  demanda  paz»;  e 
luego  los  reyes  dixeron:  «Yos  y  el  rey  libra- 
dos soys,  y  podeys  yr  sanos  a  vuestra  volun- 
tad; que  vos  fezist.es  lo  que  deuiades  y  sal- 
uastesvos  a  derecho» .  E  quando  Tristan  oyó 
esto,  luego  salió  del  canpo,  e  dio  despuelas 
al  cauallo  e  fizóle  dar  grandes  saltos;  e  yua 
tan  buen  cauallero  y  de  tan  buen  gesto,  que 
toda  la  gente  se  marauillaua  del,  y  dezia  que 
era  de  gran  poder,  que  parecía  que  nunca  se 
auia  conbatído,  según  las  cosas  lazia  encima 
de  su  cauallo,  Luego  el  rey  Languines  salió, 
e  dixo  a  los  reyes:  «Señores,  pues  el  mi  ca- 
uallero se  va,  yo  me  quiero  yr,  porque  vos 
ruego  que  me  deys  licencia,  que  me  quiero 
tornar  para  mi  tierra,  pues  que  Dios  me  ha 
ayudado  en  este  pleyto».  E  los  reyes  le  di- 
xeron que  primero  les  diría  el  nonbre  del 
cauallero,  que  en  otra  manera  no  le  dexarian 
yr.  Y"  el  dixo:  «Sabed  que  es  Tristan,  hijo 
del  rey  Meliadux  e  sobrino  del  rey  Mares» . 
E  quando  ellos  esto  oyeron,  marauillaronse 
mucho  como  Tristan  era  en  aquellas  partes. 
E  luego  dieron  licencia  al  rey,  y  el  rey  Lan- 
guines caualgo  e  fuese  con  su  compaña  con- 
tra la  mar,  e  anduuieron  tanto  hasta  que  lle- 
garon a  Tristan.  E  Tristan,  quando  les  vio 
venir,  fue  contento  de  su  tornada,  y  estuuie- 
ron en  gran  solaz  en  sus  tiendas  hasta  que 
vieron  el  tiempo  aderezado  para  entrar  en 
sus  naos,  y  el  rey  dixo  a  Tristan:   «Señor 


J 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


365 


Tristaii,  ¿que  sera  de  vos?  ruego  vos  que  me 
íagays  coupañia  hasta  mi  tierra,  e  fazerme 
eys  señalada  honrra» .  E  Tristan  le  dixo:  «Yo 
tengo  de  fazer  mi  viaje  lexos,  mas  por  vues- 
tra honrra  yo  me  yre  con  vos  hasta  Yrlanda, 
e  alia  vos  contare  mi  hazienda» .  Y  el  rey  e 
los  caualleros  fueron  muy  alegres,  y  reco- 
gieron todos  sus  cauallos  e  armas  a  las  naos, 
e  alfaron  velas,  e  singlaron  por  la  mar.  E 
assi  fueron  su  viaje  muy  alegres,  e  paga- 
dos en  conseruacion  la  vna  nao  de  la  otra; 
c  Tristan  dixo  a  sus  caualleros:  «Agora  ten- 
gamos pora  cabado  aquello  por  que  veníamos. 
I'or  ende,  de  oy  mas  no  os  cale  auer  miedo 
de  yr  a  Y^rlanda,  que  mucho  les  he  hecho 
gran  honrra,  por  que  es  menester  que  vaya- 
mos con  el  rey  Langtiines» .  Y  ellos  hizieron 
gran  alegría;  e  ouieron  tal  tiempo,  que  en 
pocos  dias  fueron  al  puerto  de  Yrlanda,  e 
qnando  las  naos  fueron  llegadas  y  los  del 
reyno  vieron  los  pendones  y  señas  del  rey, 
e  oyeron  las  trompetas  y  añafiles  y  el  plazer 
que  mostrauan,  fueron  alegres  por  su  veni- 
da, ca  bien  cuydauan  que  nunca  tornarla  su 
señor,  e  assi  fuera  sino  por  Tristan. 


XX 

De  como  el  rey  Languines  de  Yrlanda  e  don 
Tristan  llegaron  al  puerto  de  Yrlanda.  e 
de  como  le  salieron  a  recehir  la  reyna  e  su 
hija  Ysco  la  hrnnda. 

ISÍo  era  bien  llegado  el  rey  al  puerto,  qnan- 
do fueron  las  nueuas  a  la  reyna.  E  toda  la 
corte  se  ayunto,  e  fneronse  con  gran  alegría 
a  la  mar,  qual  a  pie,  qual  a  cauallo,  ¡Dará  re- 
cebir  a  su  señor.  E  la  reyna  e  su  hija^Yseo 
la  brunda  fueronse  derechamente  p)ara  do  eí 
rey  auia  salido,  e  estaña  Tristan  con  el  rey. 
E  la  reyna  e  su  hija  fueron  a  abracar  al  rey, 
e  hizieron  grandes  alegrías  con  el,  ca  mucho 
lo  auian  desseado,  e  dixeronle:  «Señor,  vos 
seays  muy  bien  venido,  que  agora  somos 
alegres,  pues  Dios  vos  ha  traydo  sano  e  con 
honrra» .  E  luego  L^s  altos  hombres,  e  caua- 
llei'os,  e  dueñas  y  donzellas,  le  fueron  a  be- 
sar la  mano,  y  el  ge  lo  tono  en  gran  seruicio, 
e  dixo  el  rey;  «Dueñas  e  caualleros,  fazed 
gran  honrra  y  reuerencia  a  este  cauallero,  el 
qual  es  Tristan,  que  ha  heclio  la  batalla  por 
mi,  que  si  no  por  el,  yo  no  fuera  tornado  a 
esta  tierra  ni  con  tan  gran  honrra» .  E  la 
reyna,  ([uando  supo  esto, hizo  grande  honrra 
a  Tristan,  e  tanto  auia  el  plazer  con  el  e  ale- 
gría, que  no  se  le  nembraua  de  su  hermano 
Moriot  que)  matara;  e  Y^seo  su  hija  la  infan- 
ta fue  muy  alegre  por  la  su  venida  de  Tris- 


tan,  porque  el  era  su  cauallero  y  ella  lo  auia 
guarido.  E  toda  la  gente  hazia  grande  hon- 
rra a  Tristan.  E  luego  caualgaron  e  fueronse 
para  el  palacio  del  rey,  e  ouieron  gran  pla- 
zer e  alegría.  E  las  tablas  fueron  puestas,  e 
assentaronse  a  comer,  e  holgaron  aquella 
noche;  e  otro  dia  de  mañana,  en  leuantan- 
dose  el  rey,  toda  su  corte  se  ayunto  en  el  pa- 
lacio, e  fueronse  a  oyr  missa;  e  aquella  ale- 
gría íes  duro  quinze  dias.  E  Tristan  estouo 
gran  tiempo  en  la  corte  e  ganaua  las  volun- 
tades de  los  de  Yrlanda,  e  hazían  cada  dia 
justas  e  torneos;  assi  que  en  todas  las  cosas 
íleuaua  Tristan  el  prez  y  el  loor  de  toda  la 
gente,  assi  que  toda  la  gente  de  la  tierra  le 
auian  gran  amor,  e  le  fazian  grandes  serui- 
cios  quanto  podían.  E  auia  ya  passado  gran 
tienpo  que  Tristan  estaña  en  la  corte,  e 
siempre  aguardaua  tiempo  oportuno  para  pe- 
dir al  rey  el  don  que  le  tenía  prometido,  e 
vn  dia  fue  Tristan  delante  del  rey  e  dixo: 
«Señor,  vuestra  merced  me  oya;  yo  querría 
que  me  diessedes  el  don  que  me  prometistes 
qnando  yo  ñze  la  batalla  por  vos».  El  rey 
dixo:  «Demandad  lo  que  vos  plazera,  que 
dado  vos  sera».  Dixo  Tristan:  «Yo  vine  a 
vuestra  corte  por  mandado  de  mi  señor  el 
rey  Mares,  por  que  leuasse  vuestrahija  Yseo  . 
que  quiero  por  muger,  e  quiere  ser  vuestro 
amigo.  Catad  aquí  sus  cartas» .  El  rey  tomo- 
las  e  leyólas,  e  respondió  a  Tristan  e  dixo: 
«Mucho  me  tengo  por  honrrado  si  el  rey 
vuestro  tío  quiere'  mi  fija  por  muger;  pero 
yo  querría  que  vos  la  tomassedes  y  me  ter- 
nia  por  mas  honrrado  por  ello» .  «Señor,  dixo 
Tristan,  muchas  mercedes;  esto  no  faria  yo 
por  ninguna  cosa,  mas  ruégeos  que  me  la 
deys  por  que  yo  la  lieue  para  mí  tío  el  rey 
Mares,  que  yo  ge  la  prometí  bien  y  lealmen- 
te».  El  rey  dixo:  «Pues  ge  la  prometistes,  a 
mi  plaze  de  buenamente  que  la  leueys,  que 
le  sea  dada  por  muger  por  amor  de  vos» .  E 
luego  el  rey  fizo  ayuntar  su  corte,  e  delante 
todos  díole  a  Tristan  su  hija,  diziendo: 
«Tristan,  yo  vos  do  mi  fija  Yseo  en  presen- 
cia de  todos  los  de  mi  corte,  y  dovosla  assi 
como  a  buen  cauallero,  e  ruegovos  que  le  fa- 
gays  buena  guarda» .  E  Tristan  la  recibió 
assi.  E  Yseo  beso  las  manos  al  rey  e  a  la 
reyna  su  madre,  que  ende  estaua,  assi  como 
hija,  y  se  despidió  de  toda  la  corte;  e  todos 
ouieron  gran  plazer  e  alegría,  e  loauan  a 
Dios,  y  dezian:  «Agora  auremos  paz  con 
nuestros  enem.ígos  mortales  de  Cornualla»;  e 
luego  se  acogieron  todos  en  su  nao.  E  la 
reyna  dio  a  su  hija  Yseo  muchas  joj^as  e 
buenas,  e  Grorualan  y  Brangel,  la  dQuzella 
de  Yseo,  leuauan  todas  las  joyas.  E  dio  la 
reyna  a  Brangel  vn  breuaje  amoroso,  e  di-/ 


3G6 


LIBROS  DE  caballerías 


xole:  «Amiga  Brangel  ('),  aqueste  breuaje  da- 

reys  tos  a  mi  hija  y  al  rey  Mares  la  primera 
¡  noche  que  en  vno  durmieren,  e  lo  que  queda- 
/  re  derramaldo  en  tierra,  e  guardadlo  bien 
i  que  ninguno  no  beua  dello  saluo  ambos  a 
'  dos» :  y  ella  dixo  que  le  plazia  de  lo  fazer.  E 

luego  se  despidieron  vnos  de  otros,  e  la  reyna 
louedo  triste  quando  della  se  partió,  e  hazien- 

üo  gran  duelo. 


De  como  don  Tristan  e  Yseo  partieron  de  Yr- 
landa,  e  de  como  los  echo  la  tormenia  en 
la  ysla  del  Gigante,  e  como  los  ¡Ji'endieron 
los  de  la  ysla. 

Después  que  Tristan  e  Tseo  fueron  dentro 
en  la  nao,  el  tienpo  les  hizo  bueno,  e  alearon 
velas  la  via  de  Cornualla;  y  ellos  yendo  assi, 
vn  dia  don  Tristan  e  Yseo,  jugando  al  axe- 
dres,  hazian  gran  fiesta,  e  no  auia  entre 
ellos  ningún  pensamiento  de  amor  carnal,  y 
ellos  auían1mry~gfan  sed.  E  Tristan  dixo  a 
Gorualan  que  les  diesse  a  beuer,  e  dixo  Gror- 
ualan  a  Brangel  que  les  diesse  a  beuer  a 
Tristan  e  a  Yseo;  y  ella  tenia  las  llaues  del 
vino  j  de  los  letuarios.  E  Brangel  estaua 
amodorrida  de  la  mar,  e  Gorualan  tomo  las 
llaues  de  la  cámara  que  tenia  el  vino  y  el 
breuaje  amoroso,  y  pensó  que  era  vino  e  dio 
a  beuer  a  Tristan  y  a  Yseo  dello,  e  torno  la 
redoma  en  su  lugar  (2);  e  torno  las  llaues  a 
Brangel,  e  a  Brangel  vinosele  mientes  del 
breuaje  amoroso,  y  leuantose  e  ñiesse  a  la 
cámara,  e  hallo  por  la  vista  de  las  redomas 
que  les  auia  dado  a  beuer  del  breuaje,  e  fue 
triste  e  muy  cu}i:ada  por  que  tan  mala  guarda 
auia  fecho  en  lo  que  su  señora  la  reyna  le 
pusiera  en  guarda.  E  como  quier  que  ella  se 
touiesse  por  culpada  e  se  arrepentiesse,  en- 
cubriólo, e  no  quiso  dezir  cosa,  ni  dar  a 
entender  nada.  E  luego  que  Tristan  e  Yseo 
ouieron  beuido  el  breuaje,  fueron  assi  en- 
amorados el  vno  del  otro,  que  mas  no  podia 
ser,  e  dexaron  el  juego  del  axedrez,  e  su- 
biéronse arriba  en  vna  cama,  e  comencaron 
de  hazer  vna  tal  obra,  que  después  en  su 
vida  no  se  les  oluido,  ni  les  salió  del  corason 
por  miedo  de  la  muerte,  ni  de  otro  peligro 
que  les  acaescer  pudiesse.  Por  lo  qual  se 


(')  Esta  doncella  se  llama  Brcnfiicfíin  en  el  Sir 
Trixtrem  iTiglés.  y  Brttigvii'n  en  los  textos  franceses. 

{')  En  el  Sir  Trhtrcm ,  publicado  por  Waltcr 
Scott,  hay  un  episodio  de  conmovedora  delicadeza:  un 
perro,  favorito  de  Tristan,  llamado  Ilodain,  lame  las 
últimas  gotas  del  brebaje,  y  su  suerte  queda  indisolu- 
blemente anida  á  la  de  sus  amos. 


vieron   en   grandes  peligros   y   vergüenzas 
fasta  la  muerte. 

E  después  que  ouieron  acabado  su  volun- 
tad el  vno  del  otro,  tornaron  a  acabar  el 
juego  del  axedrez  que  tenian  comencado.  E 
quando  ouieron  acabado,  tomóles  vna  tor- 
menta en  la  mar,  la  qual  les  duro  quinze 
dias,  e  ouieron  por  fuerza  de  correr  en  popa, 
y  el  viento  era  tan  fuerte,  quel  mastel  e  los 
timones  y  velas  dio  con  todo  en  el  fondo,  e 
la  tormenta  los  echo  en  la  ysla  del  Gigante. 
E  quando  ellos  fueron  al  puerto,  Tristan 
l^regunto  que  en  que  ysla  eran  arribados.  El 
maestre  le  dixo:  «Cierto,  en  mal  lugar,  que 
esta  es  la  ysla  del  Gigante,  e  todo  honbre 
que  aqui  es  arribado,  esta  en  peligro  de 
muerte  o  de  prisión;  e  a  nos  assi  conuiene 
aqui  morar,  que  la  nao  es  aqui  rendida» .  E 
luego  que  fueron  ay  llegados,  todos  los  de 
la  ysla  se  leuantaron  e  tomaron  armas.  Y  el 
señor  de  la  ysla  tenia  costunbre  que  todo 
honbre  que  alli  Uegasse  fuesse  muerto  o 
preso;  luego  llegáronse  diez  caualleros  e  di- 
xeron  a  los  de  la  nao:  «Sali  ñiera,  si  no,  se- 
reys  todos  muertos» .  E  quando  los  de  la  nao 
aquello  oyeron,  comengaron  rezio  a  sospi- 
rar,  e  Yseo  lloraua,  e  dixo:  «Señor  don  Tris- 
tan,  vos  me  aueys  traydo  en  este  lugar,  don- 
de ninguno  de  quantos  aqui  están  no  podra 
escapar  de  prisión  e  yo  de  ser  desonrrada». 
E  dixole  Tristan:  «Señora,  no  desmayeys, 
que  mientra  yo  fuere  biuo  y  esta  gente  a  mi 
quisieren  creer,  verdaderamente  yo  vos  de- 
fenderé; e  bien  sabeys  vos  que  fortuna  nos 
ha  aqui  traydo,  e  como  a  Dios  ha  plazido». 
E  los  marineros  dezian  que  mejor  era  ren- 
dirse que  no  morir  en  la  mar.  E  los  caua- 
lleros de  la  ysla  tomaron  las  armas  de  todos 
los  caualleros,  saluo  la  espada  de  Tristan, 
que  metió  Y'sec  so  las  faldas  y  teníala  escon- 
dida. E  luego  fueron  metidos  en  prisión,  e 
al  tienpo  de  las  vísperas,  vinieron  los  diez 
caualleros,  e  Tristan  les  dixo:  «Señores  ca- 
ualleros, bien  sabeys  que  esta  cortesia  de  ca- 
ualleros, en  esj)ecial  a  los  que  están  en  pri- 
sión e  fuera  de  su  tierra  como  yo,  dezir  si 
en  alguna  manera  si  podríamos  salir  desta 
prisión».  E  los  caualleros  le  dixeron:  «No,  y 
dezirvos  hemos  por  qual  razón.  Sabed  quel 
que  fizo  este  castillo  auia  nonbre  don  Edon, 
y  era  gigante,  e  auia  doze  fijos,  y  esto  era 
en  el  tienpo  que  Joseph  Abarimatia  vino  en 
esta  ysla  por  predicar  la  fe  de  Christo,  e  con- 
uertio  gran  parte  de  las  gentes,  ca  bien  las 
dos  partes  eran  conuertidas  a  Jesuchristo;  e 
por  esto  fue  el  muy  triste,  e  fizo  prender  a 
Joseph  Abarimathia  e  hizole  cortar  la  cabe- 
ra a  el  e  a  onze  de  sus  fijos,  que  eran  con- 
uertidos  a  la  fe  de  Christo;  e  no  le  quedo 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


367 


saluo  vn  hijo.  E  cjuando  todos  los  ouo  muer- 
to, hizolos  ct^har  en  la  plar-a,  por  dar  enxem- 
plo  e  castigo  a  aquellos  que  eran  conuertidos 
a  la  fe  de  Cliristo,  e  hizo  venir  a  todas  sus 
gentes,  e  dixoles:  «Si  alguno  de  vosotros  no 
quisiere  vsar  mi  ley  complida,  esso  mes- 
mo  liare  que  fize  de  mis  fijos».  E  luego  fizo 
tomar  los  huessos  de  sus  fijos  y  de  Joseplí 
Abarimathia.  e  fizo  hazer  el  cimiento  de 
aqueste  castillo  sobre  los  huessos  de  aquella 
gente  que  tomo  entonces  martyrio  por  Jesu 
Christo,  y  esto  fizo  el  por  escarmentar  la 
gente  estraña,  que  le  fazian  gran  daño;  e 
por  esto,  de  entonces  acá,  es  esta  vsanga  y 
esta  costunbre:  que  todo  honbre  estraño  que 
aqui  aportare,  que  sea  muerto  o  preso,  o  me- 
tido en  tal  prisión  que  jamas  dende  salga 
por  ninguna  auentura,  si  no  ay  entrellos 
algún  cauallero  que  se  conbata  con  el  señor 
de  la  ysla  por  fuerya  de  armas,  e  si  el  caua- 
llero lo  venciere,  que  quede  por  señor  de  la 
ysla;  e  si  el  cauallero  trae  consigo  alguna 
dueña,  el  que  venciere  el  canpo  ha  de  to- 
mar la  mas  fermosa,  e  la  otra  que  le  corte 
la  cabeca.  E  agora  vos  auemos  contado  la 
verdad  e  la  ventura  deste  castillo,  e  dende 
entonces  acá  es  llamado  el  castillo  del  Flo- 
to». E  dixeron:  «Agora  vos  acordad  si  po- 
deys  fazer  aquesto,  e  assi  saldreys  de  aques- 
ta prisión,  e  si  no,  ni  saldreys  vos,  ni  los 
vuestros  de  aqui  jamas». 


xxn 

De  como  Tristan  se  conhatio  con  Brauor  el 
gigante  ('),  señor  de  la  ysla,  e  como  lo  ven- 
do e  mato,  e  Tristan  e  Yseo  fueron  sefwres 
de  la  ysla. 

Desque  Tristan  houo  entendido  aquello  que 
los  caualleros  le  dezian,  ono  muy  gran  pe- 
sar, y  mas  porque  Yseo  era  ¡iresa,  e  dixo 
entre  si  mesmo:  «Tristan,  conuienete  de  ha- 
zer por  sacar  de  prisión  a  tu  señora  Yseo  y  a 
toda  esta  compañía» ;  e  con  osadia  e  animo- 
sidad respondió  a  l,os  caualleros:  «Señores  ca- 
ualleros, aqui  entre  nos  ay  vn  cauallero  que 
se  combatirá  con  esse  vuestro  señor» .  Y  ellos 
dixeron:  «¿Qual  es?»  E  Tristan  dixo:  «Yo 
^^J^^ ;  J  ellos  dixeron:  «Seria  gran  marauilla 
si  vos  osassedcs  combatir  con  el;  que  non  ay 
cauallero  en  el  mundo  que  osasse  esperar  sus 
golpes,  si  no  fuesse  Lancarote  del  Lago  o  don 
Tristan  de  Leonis».   «Assi  me  ayude  Dios, 


(')  En  AmadU  de  Gaula  se  llama  Bravor  al  hijo 
del  gigante  Balan,  señor  de  \&\\&m&A& insola  del  Gi- 
gante (Lib,  IV.  c.  47). 


dixo  Tristan,  por  ambos  essos  caualleros  no 
daria  valia  de  vn  dinero,  e  agora  me  anejas 
fecho  dezir  villania».  Y  quando  los  caualle- 
ros oyeron  esto,  fueron  marauillados,  e  di- 
xeronle:  «Cauallero,  ¿traeys  alguna  dueña 
con  vos?»  E  don  Tristan  dixo  que  si;  y  ellos 
fueronla  ver,  e  dixeron  que  mucho  era  mas 
hermosa  que  la  dueña  de  la  ysla.  E  los  caua- 
lleros se  tornaron  a  su  señor,  e  dixeronle: 
«Sabed  que  entre  aquella  gente  que  nos  pren- 
dimos ay  vn  cauallero  que  dize  que  se  (]uie- 
re  conbatir  con  vos  a  la  vsanya  de  la  ysla, 
e  trae  consigo  vna  dueña  la  mas  fermosa  del 
mundo» .  E  quando  el  señor  de  la  ysla  oyó 
esto,  dixo  a  los  caualleros:  «Mando vos  que 
me  lo  trayays  delante,  e  yo  quiero  fazer  la 
batalla  de  la  manera  quel  quisiere» .  Y  luego 
los  caualleros  se  tornaron  por  Tristan  e  Y''seo, 
e  dixeronles  que  leuassen  consigo  vn  escu- 
dero e  vna  donzella;  e  tornáronles  todo  aque- 
llo que  les  auian  tomado;  e  dieronles  vna  cá- 
mara mu3"  fermosa  en  que  estuuiessen,  e  ata- 
uiaronles  vna  cama  muy  rica  en  que  se  acos- 
tassen,  e  dieronles  todo  aquello  que  menes- 
ter ouierón,  y  estouieron  en  aquella  cámara 
diez  dias.  E  los  caualleros  ordenaron  la  ma- 
nera en  que  lugar  seria  la  batalla,  e  como  se 
auian  de  conbatir.  E  quando  vino  el  dia  en 
que  la  batalla  se  auia  de  fazer,  Tristan  se 
aparejo  de  todo  aquello  que  le  era  menester, 
e  salió  primero,  e  después  leñaron  a  la  in- 
fanta Yseo,  e  pusiéronla  en  vn  alto  miradero, 
y  leñaron  otrosí  a  la  dueña  muger  del  caua- 
llero señor  de  la  ysla,  cerca  de  Yseo.  E  fue- 
ron dezir  al  cauallero  Brauor  como  estaua  el 
cauallero  en  el  canpo.  E  dixo  Brauor:  «Bien 
me  plaze;  ¿aueys  leñado  mi  dueña  cerca  de 
^la  suya?»  Y  ellos  dixeron  que  si.  E  la  dueña 
era  fermosa,  mas  no  era  de  ygualar  con  Yseo, 
e  toda  la  color  se  le  auia  mudado  con  temor 
de  la  muerte,  asi  que  toda  la  gente  dezia  que 
mas  fermosa  era  Yseo,  avnque  toda  la  color  se 
le  liauia  mudado.  Brauor  llego  luego  bien 
aparejado,  e  púsose  en  medio  del  campo  como 
buen  cauallero,  e  dixo  a  Tristan:  «Caualle- 
ro, yo  vos  desafio  a  la  muerte».  E  Tristan  le 
dixo  que  esso  mesmo  fazia  el  a  el.  X  fueronse 
ferir  los  caualleros,  e  dieronse  tan  grandes 
golpes,  que  los  caualleros  e  cauallos  cayeron 
en  tierra  de  tan  gran  poder,  que  las  gentes 
pensaron  que  eran  muertos.  Y  luego  se  le- 
uantaron  en  pie  muy  brauamente,  e  pusie- 
ron mano  a  las  espadas,  y  fueronse  ferir  el 
vno  contra  el  otro  de  gran  poder,  e  tan  gran- 
des golpes  se  dañan,  (pie  muchas  vezes  so  fa- 
zian abaxar  las  caberas  de  gran  poder.  Y 
quando  Yseo  veya  abaxar  la  cabera  a  Tris- 
tau,  por  los  golpes  que  lo  daua  Brauor,  era 
muy  triste,  e  quando  Tristan  auia  lo  mejor 


368 


LIBROS  DE  caballerías 


de^la  batalla,  luego  le  venia  vna  color  como 
rosa.  Los  caualleros  se  tiraron  afuera  por 
cobrar  fuerca  e  holgar,  que  eran  muy  can- 
sados. E  quando  ouieron  folgado  vna  pieg-a, 
Tristan  se  leuanto  primero  con  el  espada 
en  la  mano,  que  era  marauilla  los  golpes 
que  daua  a  Brauor  y  Brauor  a  el,  que 
muchas  astillas  de  los  escudos  y  de  las  lori- 
gas andauan  por  el  suelo,  y  tan  grandes  gol- 
pes se  dauan,  que  se  pasauan  las  armas  fasta 
la  carne,  y  salia  mucha  sangre  dellas.  E 
como  estañan  cansados,  tiráronse  afuera,  e 
no  estuuieron  mucho  que  no  se  leuantaron,  c 
fueronse  a  ferir  de  mortales  golpes.  E  Brauor 
al^o  el  espada  y  quiso  ferir  a  Tristan,  y  Tris- 
tan  desuio  el  cuerpo,  e  dio  tal  golpe  en  tie- 
rra, que  la  espada  fizo  dos  pedamos,  y  quan- 
do Tristan  vio  esto,  fue  muy  alegre,  y  dixo: 
«Gracias  a  Dios  porque  de  tal  golpe  me  ha 
escapado» .  E  el  le  daua  tan  espessos  y  gran- 
des golpes  de  la  vna  parte  y  de  la  otra,  que 
lo  traya  a  su  voluntad.  E  Tristan  aleo  la  es- 
pada, y  di  ole  tan  gran  golpe,  que  le  corto  el 
brago,  e  Brauor  cayo  en  tierra  muerto;  y 
quando  Tristan  lo  vio  assi  en  tierra  muerto, 
ouo  gran  plazer,  porque  el  estaua  fatigado  de 
los  grandes  golpes  que  auia  auido;  e  dixo 
Tristan:  «¿Que  es  esso,  cauallero,  assi  me 
dexays  solo  en  el  campo?» 

Brauor  no  respondió,  ca  era  muerto. 


xxm 

De  como  don  Tristan,  por  la  costumbre  de 
la  tierra  e  de  la  ysla,  fizo  cortar  la  cabera 
a  la  dueña  ^  de  que  ouo  gran  pesar,  y  hizo- 
lo  con  mas  no  poder. 

Muy  presto  se  fue  Tristan  a  las  guardas 
de  la  ysla,  e  dixoles:  «Señores,  yo  he  conpli- 
do  lo  que  de  razón  deuia  deste  cauallero; 
¿<]ue  mandays  que  haga?»  Y  ellos  dixeron: 
«Queremos  que  nos  digays  vuestro  nombre» . 
Y  el  dixo:  «He  nombre  Tristan  de  Leonis, 
sobrino  del  rey  Mares  de  Cornualla» .  Y'^  ellos 
dixeron:  «Conuiene  de  cortar  la  cabeca  a  la 
dueña  de  la  ysla» .  El  dixo  que  no  haria  tal 
villanía;  y  ellos  dixeron  que  assi  conuenia 
liazer  por  la  costumbre  de  la  j'sla.  Y  Tris- 
tan  dixo:  «Señor  Dios,  todos  tiempos  seré 
yo  triste  i)or  esta  dueña».  E  mando  a  vno 
de  aquellos  que  le  cortasse  la  cabeca.  E  lue- 
go los  caualleros  tornaron  a  Tristan  y  a  Yseo 
y  llf'uaronlos  con  gran  honrra  al  palacio,  e 
hizieronlos  señores  de  la  j^sla  del  Floto.  E 
Tristan  mando  sacar  de  la  prisión  a  sus  ma- 
rineros y  caualleros,  que  se  fuessen  por  la 
ysla  donde  fuesse  su  voluntad,  e  Tristan  e 


Yseo  e  los  caualleros  estouieron  assi  en  el 
castillo  mucho  a  su  plazer,  e  estañan  muj'- 
viciosos,  tanto  que  no  seles  venia  en  mientes 
de  parientes  nin  de  amigos,  ni  de  otra  cosa 
del  mundo. 

Estouieron  en  este  plazer  y  alegría  dos 
años.  "' """"" 

XXIY 

De  como  la  fija  de  Brauor  el  gigante  tomo  el 
cuerpo  de  su  padre  e  la  cabera  de  su  ma- 
dre, y  se  metió  en  vna  ñaue  para  yr  a  bus- 
car a  Galeote  su  hermano,  a  le  contar  el 
daño  que  don  Tristan  de  Leonis  le  auia 
fecho. 

Hauia  vna  hija  Brauor,  'y  tomo  el  cuerpo 
de  su  padre  e  la  cabera  de  su  madre,  e  me- 
tiólos en  vna  nao  de  armada  que  iua  hazia 
Cornualla,  e  pososse  en  tierra  firme.  E  des- 
pués que  fue  passada,  ñzo  fazer  vna  carreta 
para  llenarlos,  e  anduuo  tanto  por  los  reynos 
e  por  muchas  partes  buscando  a  su  hermano 
Galeote  el  brauo,  señor  de  las  Luengas  Inso- 
las. E  a  cabo  de  vn  gran  tiempo,  la  ventura 
la  lleno  a  vn  castillo,  el  qual  era  llamado  el 
castillo  de  la  Encantadora.  E  andando  ella 
assi  con  su  compaña,  encontró  a  vn  caualle- 
ro armado  de  todas  sus  armas,  y  ella  le  sa- 
ludo, y  el  le  torno  las  saludes,  y  ella  le  dixo: 
«Señor  cauallero,  ¿sabreysme  dezir  de  vn 
cauallero  que  ha  nombre  Galeote,  señor  de 
las  Luengas  Insolas?»  E  el  dixo:  «Donzella, 
¿por  que  lo  demandays?»  Dixo  ella:  «Yo  le 
querría  dezir  nueuas  de  vn  mal  y  daño  que 
ha  hecho  don  Tristan» .  «¿Que  daño?» ,  dixo  el. 
«Por  Dios,  señor,  dixo  eUa,  el  daño  es  este, 
que  el  ha  muerto  su  padre  e  su  madre» .  Y 
el  dixo:  «Donzella,  ¿donde  lo  sabeys  vos?» 
«Por  esto  lo  se  yo,  dixo  ella,  porque  soy  su 
hija,  y  trayo  el  cuerpo  de  mi  padre  y  la  ca- 
be9a  de  mi  madre».  El  cauallero  dixo:  «Rue- 
govos  que  me  lo  mostreys» .  Dixo  ella:  «Esso 
no  fare  yo  hasta  que  me  digays  vuestro  nom- 
bre». Luego  el  cauallero  al^o  la  visera  del 
yelmo  e  comencé  de  llorar  fuertemente.  E 
ella  lo  conoscio  que  era  su  hermano,  y  torno 
contra  el  y  fuelo  a  abra(,'ar.  E  alli  fizieron 
muy  gran  duelo  y  llanto.  E  allego  luego  al 
llanto  el  rey  de  los  cient  caualleros,  que  ve- 
nia de  caca,  e  quando  los  el  vio  llorar,  co- 
noscio a  Galeote,  e  marauillose  porque  11o- 
raua,  e  preguntóle  que  auia  o  i)or  que  fazia 
aquel  duelo;  e  Galeote  so  fizo  conocer  a  el,  e 
contole  la  razón  como  le  era  venido  aquel 
mensaje.  E  entonce  el  rey  de  los  cient  caua- 
lleros comentólos  de  confortar,  y  llenólos  a 
vn  su  castillo,  c  alli  los  fizo  enterrar  muy 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


369 


honrradamente,  e  iDusieron  en  que  manera 
eran  muertos,  y  escriuieron  encima  del  mo- 
numento: Aquí  yaze  Brauor,  de  linaje  de 

LOS  GIGANTES,  SEÑOR  QUE  ERA  DE  LA  INSOLA  DEL 
CASTILLO  DEL  PlOTO,  E  LA  CABERA  DE  SU  MU- 
JER.   Los  QUE    LES    MATO,  TrISTAN    DE  LeONIS, 

POR  SU  AUENTURA.  Estamlo  assi.  Galeote  dixo 
que  buscaría  a  Tristan  por  se  conbatir  con  el 
e  por  vengar  aquesta  desonrra  que  le  fizie- 
ra,  e  rogo  al  rey  de  los  cient  caualleros  que 
fuesse  con  el,  y  el  dixo  que  auia  de  yr  a  la 
corte  del  rey  Artur  por  algunas  cosas  que 
auia  de  ver  con  don  Lancarote.  «E  luego 
que  esto  aja  fecho,  yo  vos  prometo  lealmente 
que  yo  os  seguiré,  e  rogare  a  don  Langarote 
que  vaya  ende  con  vos;  después  podremos 
contra  el,  e  prouaremos  con  aquel  que  dize 
que  es  tan  buen  cauallero;  e  vos  atendernos 
lieys».  E  Graleote  dixo  que  no  atenderla  por 
cosa  ninguna.    «E  ante  quiero  alia  passar 
con  vn  escudero  solo».  Y  el  rey  le  rogo  mu- 
cho que  lo   quisiesse  atender,  y  el  jamas 
quiso.  Y  el  rey  le  dixo  que  le  ¡prometía  quel 
y  Lancarote  passarian  alia  con  caualleria  a 
lo  ayudar.   «E  podremos  con  Tristan,  e  por 
ventura  que  seremos  alia  el  e  yo  ante  que 
vos».  Luego  se  partieron  el  vno  del  otro.  Y'^ 
el  rey  se  fue  para  la  corte  del  rey  Artur  a  li- 
brar con  don  Langarote  e  passar  en  la  insola; 
e  Galeote  se  fue  con  su  escudero  para  la  mar; 
e  fallo  Galeote  vna  nao  que  jua,  a  Yrlanda,  e 
metióse  dentro  en  ella.  E  quando  el  fue  lue- 
ñe  de  tierra,  el  dixo  al  maestre  de  la  nao  que 
fiziesse  la   via  de  la  ysla  del  Gigante.  El 
maestre  le  dixo:  «Bien  soys  vos  loco,  caua- 
llero, que  quereys  que  seamos  todos  muer- 
tos o  presos.  Sabed  que  no  ha  persona  que 
alia  vaya  que  escape  de  la  muerte» .  E  Ga- 
leote le  dixo:  «Por  aquesta  razón  quiero  yr 
alia».  «Señor,  dixo  el  maestre,  no  podeys  yr 
en  aquesta  nao» .  E  Galeote,  quando  vio  que 
no  queria  yr  esta  via,  saco  la  espada,  e  diole 
tal  golpe,  (|ue  la  cabe§a  le  corto;  e  tornóse 
contra  los  marineros  y  dixoles:  «Si  no  fazeys 
lo  que  vos  mando,  esto  fare  de  vosotros  que 
hize  al  maestro».  Y"  ellos,  con  miedo,  dixe- 
ron  que  farian  su  mandado.  E  anduuieron  por 
mar  fasta  que  llegaron  a  la  ysla  del  Gigante. 
E  (piando  ellos  fueron  llegados,  las  guardas 
vinieron  contra  ellos,   e  dixeronles:   «Vos- 
otros salid  de  la  nao  fuera,  si  no,  todos  se- 
reys  uiucrtos».  E  Galeote  dixo:  «A  niy  pla- 
zo de  salir  fuera  de  la  nao  en  tierra,  ca  por 
esso  so  aqui  venido,   por  me  conbatir  con 
vuestro  señor» .  Y^  luego  salió  fuera,  y  me- 
tióse en  poder  dellos.  y  ellos  leñáronlo  al 
castillo  del  Ploto,  y  fueron  a  Tristan  e  con- 
táronle toda  la  razón  como  el  cauallero  se 
queria  conbatir  con  el.  Y  quando  Tristan 
r.iBRos  DE  caballerías.— 24 


oyó  esto,  marauillose  quien  era  el  cauallero, 
y  pensó  si  era  Lancarote;  e  Y'seo  e  Gorualan 
pensauan  quien  podria  ser  el  cauallero;  e 
Tristan  dixo  que  qualquier  cauallero  que 
fuese  de  la  corte  del  rey  Artur,  que  no  le 
diria  de  no.  E  dixo  a  los  guardas  quel  faria 
aipiella  batalla,  y  que  mientras  mejor  fuesse 
el  cauallero,  mas  honrra  alcanzarla;  y  ellos 
tornáronlo  a  dezir  a  Galeote.  Y  otro  dia  de 
mañana  leuantose  Tristan,  y  armóse  bien  lo 
mejor  que  pudo. 


XXY 

De  como  don  Tristan  peleo  con  Galeote^  hijo 
de  Brauor'  el  gigante ^  señor  de  la  insola,  que 
mato  Tristan. 

A  Yseo  fizo  vestir  Tristan  los  mejores  pa- 
ños que  ella  tenia,  e  hizola  caualgar  en  vn 
palafrén  porque  viesse  la  batalla.  E  el  caua- 
llero estaua  ya  en  el  campo;  e  Tristan  caual- 
go  en  su  cauallo  y  fuesse  para  el  campo,  don- 
de mucho  auia  que  lo  esperaua  el  cauallero, 
y  lleuaua  consigo  a  Gorualan  e  a  otros,  e 
preguntóles:  «Yos  ¿saberme  yades  dezir  su 
nombre?»  E  dixeron  que  no;  y  fueronse  al 
campo,  y  dixo  a  Gorualan:  «Yd  al  cauallero 
y  saludaldo  de  mi  parte,  e  dezilde  que  me 
diga  su  nombre» .  E  Gorualan  se  fue  para  el 
cauallero,  e  dixole:  «Tristan  vos  embia  dezir 
que  le  digays  vuestro  nombre» .  Y  quando  el 
lo  oyó,  fue  muy  ayrado,  porque  pensó  que  ge 
lo  embiaua  dezir  ¡íor  escarnio,  e  dixo:  «Mu- 
cho me  ha  desonrrado  esse  vuestro  señor, 
mas  vos  me  lo  saludad  como  a  enemigo  mor- 
tal que  yo  tengo,  e  dezidle  que  yo  so  Galeo- 
te, el  señor  desta  ysla,  y  so  venido  por  le 
matar  y  vengar  la  muerte  de  mi  padre  e 
madre».  E  Gorualan  se  torno  a  Tristan,  y 
contole  lo  que  Galeote  le  dixera.  Y  quando 
Tristan  lo  oyó,  fue  alegre  y  dixo:  «Señor 
Dios,  gracias  vos  do  ¡wrque  yo  soy  en  campo 
con  tan  honrrado  cauallero» .  Luego  se  des- 
afiaron, y  fueronse  ferir  tan  mortalmente, 
que  los  caualleros  y  cauallos  cayeron  en  tie- 
rra, y  por  el  gran  ardimiento  que  era  en 
ellos,  luego  se  leuantaron  en  pie,  e  pusieron 
mano  a  las  espadas,  y  fueronse  ferir  tan 
mortalmente,  que  dellas  fazian  salir  fuego,  e 
dieronse  tantos  golpes  el  vno  al  otro,  que 
mal  de  su  grado  se  unieron  de  tirar  afuera, 
por  cobrar  fuerga;  y  a  poca  de  ora  se  leuan- 
taron en  ¡jie,  y  fueronse  ferir  de  buena  gana. 
E  mientra  ellos  se  conbatian,  vieron  venir 
vn  cauallero  armado  aquellos  que  guardauan 
el  canpo,  e  dixeron:  «¿Que  cauallero  es  aquel 
que  viene  a  entrar  en  el  canpo?»  Y  fueronse 


370 


LIBROS  DE  CABALLERÍAS 


para  el,  y  demandaron  quien  era  e  como.ania 
nonbre.  El  dixo:  «Yo  soy  rey  de  cient  cana- 
lleros,  e  agora  llegue  al  puerto,  e  vengo 
ayudar  a  Galeote».  T  el  roydo  se  leuanto 
entre  ellos  grande,  diziendo:  «Muerto  es 
Tristan,  que  no  puede  escapar» .  Y  el  rey  de 
los  cient  caualleros  venia  armado,  e  Tristan, 
quando  sintió  esto,  boluio  contra  aquella 
parte,  e  vio  venir  cient  caualleros,  los  quales 
eran  venidos  con  el  rey.  E  todas  las  gentes 
comencaron  a  fuyr.  E  los  caualleros  de  Tris- 
tan  comencaron  de  armarse,  que  bien  enten- 
dieron que  seria  menester,  según  la  gente 
recrecía.  E  Graleote  dixo  a  Tristan:  «Agora 
soys  vos  venido  al  punto  de  la  muerte,  e  po- 
dreys  pagar  los  tuertos  e  agrauios  que  teneys 
fechos  a  los  señores  de  la  ysla  que  son  de- 
funtos.  que  ved  aqui  el  manifico  rey  de  los 
cient  caualleros  do  viene,  e  no  podreys  es- 
capar de  mis  manos» .  E  Tristan  dixo:  «Yos 
no  me  dezis  esto  sino  por  me  espantar,  mas 
yo  bien  se  que  tan  alto  principe  como  vos 
soys  no  querriades  que  la  batalla  ñiesse  em- 
pegada de  vuestra  mano  e  que  se  acabasse 
por  mano  de  otro,  mientra  que  vos  fuesse- 
des  biuo;  y  aquesta  batalla  comencamos  vos 
e  yo,  ambos  conuiene  la  llenemos  a  fin,  por- 
que yo  no  me  guarde  de  otro  mientra  vos 
seays  biuo;  y  vos  muerto,  después  venga 
otro  qualquiera,  que  yo  me  conbatire  con 
el».  Y  en  estas  palabras  diziendo,  llego  el 
rey  de  los  cient  caualleros  con  vna  lanea  en 
la  mano  y  ñiesse  para  Tristan  para  lo  ferir, 
e  Tristan  dio  vn  salto  contra  Galeote,  e  dixo: 
«Esto  no  es  cortesía,  ni  lionrra  de  caualle- 
ria» .  E  Galeote  hablo  al  rey  de  los  cient  ca- 
ualleros, e  dixole:  «Señor,  vos  sereys  mal 
andante  si  vos  eonbatis  con  Tristan  mientra 
que  yo  fuere  biuo,  porque  os  ruego  que  os 
tireys  afuera  y  dexadme  conbatir  con  el,  ca 
bien  sabeys  vos  que  la  batalla  fue  comengada 
por  mi,  e  quiero  que  se  acabe  por  mi,  que 
yo  haré  todo  mi  poder  hasta  la  muerte,  y  des- 
pués que  yo  fuere  muerto,  fazed  como  buen 
cauallero,  que  menester  os  sera».  Y  luego  los 
caualleros  se  retiraron  afuera.  E  quando  don 
Tristan  vio  la  cortesía  que  Galeote  dezia, 
pensó  en  si  mesmo  el  daño  que  le  auia  he- 
cho de  su  padre  y  madre,  que  avnquel  de- 
xasse  esta  batalla  que  no  le  seria  desonrra 
alguna,  e  que  peor  seria  si  lo  el  matasse, 
que  todos  los  caualleros  de  la  Tabla  Redon- 
da, y  el  rey  Artur  y  Lancarote,  le  querrían 
gran  mal.  Luego  Tristan  tomo  el  espada  por 
la  punta,  e  finco  las  rodillas  delante  de  Ga- 
leote, e  dixole:  «Galeote,  yo  vos  he  oydo  de- 
zir  mucha  cortesía,  e  conozco  que  vos  tengo 
gran  tuerto,  sin  culpa,  que  yo  no  he,  de  vues- 
tro padre  ni  madre,  y  vengo  a  vuestra  mer- 


ced, e  do  vos  esta  mi  espada  para  que  hagays 
de  mi  toda  vuestra  voluntad,  que  yo  auia  lo 
peor  de  la  batalla  e  vos  auiades  lo  mejor». 
E  Galeote  dixo:  «Señor  Tristan,  gran  corte- 
sía hallo  en  vos  porque  aueys  fecho  esto,  e 
yo  os  he  mucho  que  agradecer,  que  bien  sa- 
bia yo  que  contra  vos  no  lo  pudiera  sofrir, 
que  yo  auia  lo  peor  de  la  batalla,  e  avn  po- 
neysme  el  espada  en  la  mano  y  demandays- 
me  perdón;  y  pues  assi  es,  yo  os  perdono 
todo  mi  mal  querer,  como  quiera  que  non  era 
ligero  de  perdonar;  y  perdonóos  por  tres  co- 
sas: La  vna  porque  se  que  no  matastes  a  mi 
padre  a  traycion,  antes  como  honbre  que  se 
quiere  librar  de  prisión,  que  no  os  calla  ha- 
zer  otrar  cosa,  por  la  mala  vsanca  desta  ys- 
la. E  la  otra  porijue  soys  vno  de  los  mejores 
caualleros  del  mundo.  E  la  otra  jjorque  yo 
he  voluntad  de  os  llenar  a  Langarote,  que  es 
gran  amigo  mió  y  ha  gran  desseo  de  os  ver 
e  hauer  vuestra  conpañia,  por  las  bondades 
que  de  vos  dizen,  y  entonces  seré  yo  el  mas 
alto  principe  del  mundo  quando  tales  dos 
caualleros  que  tanto  valen  touiere  por  ami- 
gos; y  ruego  vos  que  vays  comigo  a  la  corte 
del  rey  Artur» .  E  Tristan  dixo  que  haria 
toda  su  voluntad.  Y  echaron  los  escudos  y 
fueronse  a  abracar  con  gran  amor.  E  quando 
Y'^seo  e  la  otra  gente,  que  eran  tristes,  vieron 
la  paz  hecha,  fueron  alegres  e  abrieron  las 
puertas  del  castillo,  (^  Y§22.Jy-^^6  P'^^"^  ^^^ 
caualleros,  G  hizolos  desarmar,  ygatoles  las 
llagas,  yJiallola^jmiSj2eligtos£^^ 
que  a  Tristan,  y  luego  que  los  ouo  catado, 
dixoles:  «Caualleros,  sed  seguros  destas  lla- 
gas, que  no  aureys  que  temer,  loado  sea 
Dios».  E  Tristan  guáreselo  en  quinze  dias, 
y  Galeote  en  dos  meses.  Y  quando  fueron 
bien  sanos,  ouieron  gran  plazer  ellos  y  toda 
la  gente  de  la  tierra,  y  entonce  demandaron 
Galeote  y  el  rey  de  los  cient  caualleros  que 
quien  era  aquella  dueña,  e  Tristan  dixo 
como  era  hija  del  rey  Langnines  de  Yrlan- 
da,  e  que  la  leuaua  al  rey  Mares  do  Cornua- 
11a  su  tio,  que  la  quería  tomar  por  muger;  y 
quando  ellos  oyeron  estas  palabras,  fueron 
tristes,  por  quanto  don  Tristan  no  podia  yr  a 
la  corte  del  rey  Artur  con  ellos.  E  dixeron: 
«Pues  assi  es  que  vos  es  encomendada  la  don- 
zella  ,  no  podeys  yr  a  la  corte  del  rey  Artur, 
que  no  seria  cortesía  que  ella  quedasse  aqui; 
mas  ydvos  con  Dios.  Empero  rogamosvos 
que  luego  que  la  ayays  presentado  al  rey 
Mares,  que  vays  a  Camalot».  E  Tristan  pro- 
metiogelo  bien  y  lealmento.  E  cierto  fuera, 
sino  que  a  poco  tiempo  murió  Galeote,  por 
lo  (jual  fue  muy  triste;  y  ellos  estando  en  es- 
to, desfizieron  el  castillo  del  Floto  fasta  los 
cimientos  y  desfizieron  la  mala  vsanga  de  la 


DOÍí  TRISTAN  TE  LEONTS 


371 


isla,  e  Tristan  hizo  aparejar  vna  nao  para  si 
e  para  su  compañía,  j  despidiéronse  de  Ga- 
leote y  del  rey  de  los  cient  caiialleros  y  de 
la  otra  gente,  y  recogiéronse  en  la  nao,  c 
fiieronse  para  Cornnalla;  e  Galeote  finco  en 
la  ysla  por  señor  della,  y  escriuio  vnas  car- 
tas al  rey  Artur,  y  enfermo  alli  e  murió.  E 
las  cartas  que  embio  dezian  assi:  «A  vos,  se- 
ñor rey  Artur,  e  reyna  Ginebra,  e  Langaro- 
te del  Lago,  e  a  todos  los  otros  caualleros  y 
dueñas  de  la  corte,  yo.  Galeote,  señor  do  las 
Luengas  Insolas,  vos  quiero  confessar  la  ver- 
dad. Sabed  que  después  que  salí  de  vuestra 
corte,  yo  he  hauido  muchas  auenturas,  entre 
las  quales  oue  vna  la  mas  dura  y  peligrosa 
que  jamas  cauallero  del  mundo  pudiesse  ha- 
llar. Sabed  que  Tristan  de  Leonis,  sobrino 
del  rey  Mares  de  Cornnalla,  allego  en  la  ys- 
la del  Gigante  con  quarenta  caualleros  y  con 
Yseo  la  brunda,  fija  del  rey  Languines  de 
Yrlanda;  assi  que  le  conuenia  hazer  la  mala 
vsan^a  de  la  ysla,  e  si  no,  conueniale  ser 
preso  el  e  toda  su  compaña,  e  por  esto  ouose 
de  combatir  con  mi  padre  vno  por  vno,  assi 
como  van  las  auenturas  del  mundo.  E  por- 
que Tristan  es  buen  cauallero,  e  hizo  tanto 
por  fuerca  de  armas  que  mato  a  mi  padre,  e 
corto  la  caber-a  a  mi  madre.  E  quedo  el  por 
señor  de  la  ysla  vn  tiempo;  y  no  ha  mucho 
que  yo  supe  esto,  e  passe  en  la  ysla,  e  con- 
batime  con  Tristan,  jiersona  con  persona,  e 
halle  en  el  tanta  de  cortesia  y  de  bondad  de 
armas,  que  a  la  tercera  batalla  yo  le  perdo- 
ne mi  mala  voluntad  que  le  auia,  e  hize  con 
el  paz,  e  prometióme  de  ser  en  Camelot  por 
ver  a  don  Langarote,  luego  que  la  reyna  aya 
presentado  al  rey  Mares.  E  digo  vos  que  en  el 
mundo  no  ay  sino  dos  caualleros  e  dos  due- 
ñas: el  vno  Lancarote  del  Lago,  el  otro  don 
Tristan  de  Leonis.  E  dueñas,  la  vna  es  la 
reyna  Ginebra,  e  la  otra  es  la  reyna  Tseo  la 
brunda.  Y  en  aquestas  quatro  personas  son 
las  bondades  y  las  cortesías  del  mundo.  E  sa- 
bed que  yo  he  desfecho  el  castillo  del  Floto  e 
la  mala  vsanca  de  la  ysla,   y  vernos  hemos 
ayna,  si  a  Dios  plaze» .  E  quando  el  rey  Ar- 
tur e  la  corte  vieron  aquellas  cartas,  ouieron 
muy  grande  alegría,  e  hizieron  muy  grande 
fiesta.  En  aquella  sazon^_non  era  Langarote 
en  la  corte. 

XXYI 

De  romo  don  Tristan  e  Yseo  nauejaron  fasta 
que  llefjaron  a  Tintoyl. 

Dize  la  historia  que,  andando  don  Tristan 
nauegando  a  vn  cabo  y  a  otro  por  la  mar, 
fue  voluntad  de  Dios  que  llegaron  al  puerto 


de  Tintoyl,  y  salto  fuera  don  Tristan,  y  em- 
bio quatro  caualleros  al  rey  Mares  por  que  le 
contasscn  las  nueuas.  E  el  rey,  quando  esto 
oyó,  fue  marauillado,  porque  el  pensaua  (|ue 
fuesse  muerto,  e  cierto  no  fue  alegre  por  su 
venida.  Empero  hizo  semblante  que  le  plazia 
con  su  venida.  E  luego  mando  pregonar  por 
la  cibdad  que  todos  saliessen  fuera  a  rccebir 
a  Tristan  e  Yseo  la  brunda.  E  caualgo  el  rey 
con  toda  su  caualleria,  y  fuesse  para  la  mar, 
y  fallaron  a  Tristan  y  a  Y'"seo  ya  salidos  en 
tierra  con  toda  su  compaña;  e  Tristan,  luego 
que  vio  al  rey,  hinco  los  ynojos  ante  el,  y 
dixole:  «Señor  rey,  yo  vos  traygo  a  mi  seño- 
ra Yseo,  e  pongovosla  en  vuestras  manos  para 
que  sea  vuestra  legitima  muger».  El  dixo: 
«Mi  amado  sobrino  Tristan,  vos  seays  muy 
bien  venido,  assi  como  el  nías  leal  cauallero  . 
del  mundo» .  Y  el  rey,  quando  vio  a  Yseo,  la 
mas  hermosa  que  jamas  vio,  pingóle  mucho, 
y  comencola  con  gran  alegría  a  abrapar  y  be- 
sar, y  estuuieron  aquel  dia  y  aquella  noche 
haziendo  grandes  alegrías  ribera  de  la  mar. 
E  luego  al  alna  del  dia  ellos  se  aparejaron  y 
fueronse  para  la  cibdad,  e  Yseo  yua  mucho 
ricamente  atauiada,  como  conuenia  a  noble 
donzella;  e  todos  los  que  la  vian  se  agrada- 
uan  mucho  della,  y  dezian  que  bendito  fuesse 
el  soberano  Dios  que  tan  noble  señora  les 
auia  dado.  E  fueron  recebidos  por  todos  los 
de  la  cibdad  con  grande  honrra  y  alegría  por 
la  venida  de  Tristan  y  de  Yseo.  En  vn  do- 
mingo hizo  el  rey  mandamiento  que  todos 
los  caualleros  viniessen  a  la  corte,  porque 
quería  tomar  a  Y'seo  por  muger  delante  to- 
dos, y  esto  fue  luego  hecho,  y  toda  la  gente 
de  la  tierra  vino  ende  aquel  día.  E  el  rey  en 
presencia  de  todos  tomóla  por  muger,  e  oye- 
ron missa  con  gran  alegría  e  con  juegos,  y 
después  fueronse  para  el  palacio,  e  tuuieron 
muy  nobles  cortes,  y  qiuando  vino  la  noche, 
que  el  rey  auia  de  dormir  con  la   reyna, 
Tristan  llamo  a  Gorualan  e  dixole:  «Amo, 
vos  sabeys  bien  la  manera  que  es  entre  mi  e 
Yseo,  porque  es  menester  que  tomemos  con- 
sejo que  el  rey  no  lo  sienta».  E  Gorualan 
díxo:  «Esto,  mi  señor,  dexadlo  a  mi,  que  3^0 
/  porne  remedio  en  ello,  en  manera  que  el  rey 
no  lo  sienta» ;  e  contole  como  lo  haría  j  en 
que  manera.  E  luego  Gorualan  se  fue  para 
Brangel,  e  dixole:  «Mi  buena  amiga  Bran- 
gel,  esto  que  díre  sea  en  poridad»;  y  ella 
dixo:  «Djzíd  todo  aquello  que  os  plazera». 
E  Gorualan  le  dixo:  «Bien  sabeys   vos   la 
razón  que  es  entre  Tristan  e  Yseo,  porque 
es  menester  que  tomemos  consejo  sobro  ello 
por  que  ellos  ni  nosotros  no  ayanios  mal,  e 
vos  podeys  poner  remedio  si  quisierdes» .  E 
'  Brangel  dixo:  «Y"o  haré  toda  uosa  que  cum- 


372 


LIBROS  DE  caballerías 


pía  a  lionrra  e  pro  de  mi  señora  Yseo  y  de 
Tristan  mi  señor» .  E  Gonialan  le  dixo:  «Vos, 
Brangel,  es  menester  qiie  os  acosteys  esta 
noche  con  el  rey,  e  anra  vuestra  virginidad, 
e  quando  fuere  hecho,  Tristan  e  yo  pornemos 
a  la  rey  na  en  la  cama,  e  vos  saldreys  ñiera, 
,j  y  esto  haremos  nos  sin  lumbre,  y  hazeros  he 
>■  liazer  tanto  bien  e  honrra,  que  vos  sereys 
alegre,  e  darvos  hemos  a  beuer  tal  breuaje 
que  no  podays  auer  fruto  del  rey» .  E  Bran- 
gel le  dixo:  «Por  Dios,  Gorualan,  dura  cosa 
me  paresce  hazer  tal  cosa,  pero  yo  fare  todo 
esto  por  my  señora  por  que  no  cayga  en  ver- 
guen(;'a».  E  quando  vino  la  noche,  el  rey  se 
fue  a  su  cámara  con  Tristan,  y  fallaron  a  la 
reyna  acostada  en  la  cama,  e  Brangel  estaña 
debaxo  de  la  cama  desnuda,  e  no  quedo  otro 
con  el  rey  sino  Tristan;  e  quando  el  rey  vio 
a  la  reyna  en  la  cama,  comentóse  de  despo- 
jar, e  mientra  el  se  despojaua,  salió  la  reyna 
de  la  cama  y  entro  Brangel.  E  desque  fue 
despojado  el  rey,  entro  en  la  cama,  e  Tristan 
mato  las  hachas,  y  el  rey  dixo  que  por  que 
las  auia  matado.  E  Tristan  dixo:  «Assi  es 
costumbre  de  Yrlanda,  y  es  gran  cortesía, 
porque  la  primera  noche  son  las  dueñas  ver- 
gonzosas de  sus  maridos,  y  después  que  han 
fecho  su  conplimiento  traben  la  lunbre,  por 
tal  que  vea  el  marido  como  la  ha  anido  virgen; 
e  yo  lo  he  hecho  por  que  la  reyna  su  madre 
me  lo  rogo  por  cortesía;  pero,  señor,  de  aqui 
adelante  hazed  aquello  que  vos  plazera». 
«Assi  me  salue  Dios,  dixo  el  rey,  como 
aipiesta  es  buena  costumbre» .  E  liiego  Tris- 
tan  salió  de  la  cámara,  e  el  rey  hizo  su  ta- 
lante con  Brangel,  y  después  que  lo  ouo  he- 
cho llamo  a  Tristan,  y  el  vino,  e  dixo  que 
(pieria  lunbre,  e  Tristan  traxo  vna  liacha  de 
cera  encendida,  e  mientra  que  el  rey  salió 
de  la  cama  entro  Yseo,  y  entre  tanto  llego 
la  lunbre,  y  el  rey  paro  mientes  a  la  cama 
■é  vio  que  la  auia  anido  virgen,  e  dixo  entre 
I  /si:  «Por  cierto,  Tristan  es  el  mas  leal  caua- 
^  llero  del  mundo» .  E  Tristan  salió  de  la  cá- 
mara, y  el  rey  quedo  con  la  reyna  en  su  so- 
laz, y  quando  el  dia  fue  venido  y  toda  la 
corte  fue  ayuntada,  fueronse  al  palacio,  y  el 
rey  tomo  a  Tristan  por  la  mano  c  dixole: 
«Dios  te  de  vida,  e  honrra,  c  salud,  j  ensal- 
ce tu  [>ersona,  assi  como  el  mas  h^al  cauallo- 
ro  del  mundo,  e  yo  te  do  este  don  delante  do 
todos:  que  mandes  en  mi  reyno  asi  conio  yo 
propriamente  faria,  e  valga  todo  aquello  (]ue 
fizieres  e  dixicres  y  mandares».  E  a  esto 
Tristan  respondió  e  dixo:  «Señor,  grandes 
mercedes»;  e  toda  la  corte  dixo  a  vna  boz: 
«Bendito  sea  Dios,  <iue  tal  don  como  este  per- 
tenesce  a  Tristan,  ca  el  lo  merece  bien,  ca  por 
el  tenemos  paz  con  nuestros  enemigos  los  de 


Yrlanda,  j  por  el  somos  libres  e  no  tenemos 
miedo  mientra  el  biuiere,  antes  seremos  te- 
midos en  todo  tienpo  y  lionrrados,  e  todo  por 
su  caualleria  y  esfuer(;'0» .  E  assi  passo  Tris- 
tan  gran  tienpo  en  la  corte. 


xxYn 

Dg  como  la  reyna  Yseo  mando  a  dos  escuderos 
que  leuassen  a  vna  floresta  a  Brangel  y  la 
■maiassen  alia. 


Asi  estando  el  rey  e  la  reyna  y  don  Tris- 
tan  y  toda  la  corte  en  gran  solaz  bien  dos  años, 
acontescio  vn  dia  que  el  rey  e  Brangel  esta- 
ñan burlando,  y  el  rey  hablaua  muchas  ve- 
zes  con  Brangel,  e  la  reyna,  que  vio  esto, 
ouo  grandes  celos,  e  dixo:  «Por  la  mi  fe,  yo 
te  mandare  matar».  Y  en  la  mañana  la  rey- 
na mando  venir  dos  escuderos,  los  quales 
eran  venidos  con  ella  de  Yrlanda;  hizoles  ju- 
rar que  hiziessen  su  mandado,  y  ellos  ge  lo 
prometieron,  e  la  reyna  les  dixo:  «Vosotros 
yreys  de  mañana  a  la  floresta,  e  direys  que 
ys  por  yernas  para  hazer  baño  a  mi,  y  quan- 
do fuerdes  en  el  monte,  vosotros  matareys  a 
Brangel,  que  yra  con  vosotros».  E  los  escu- 
deros dixeron  que  harian  su  mandado,  em- 
pero que  eran  tristes  por  ello;  e  luego  la  reyna 
hizo  llamar  a  Brangel,  e  dixole:  «Aparejaos 
para  jt  de  mañana  con  estos  escuderos  en 
vuestro  palafrén,  e  yreys  al  monte  a  traer  de 
las  yernas  para  el  baño»;  y  ella  dixo:  «Se- 
ñora, de  buenamente». 

E  quando  vino  la  mañana,  ellos caualgaron 
en  sus  cauallos  e  salieron  fuera  de  la  villa 
por  yr  donde  la  reyna  les  auia  mandado,  y 
quando  fueron  en  el  monte,  Brangel  quiso  yr 
por  vna  floresta;  los  escuderos  dixeron  que 
no  era  aquel  buen  camino,  y  llenáronla  a  lo 
mas  espesso  de  la  floresta,  e  apeáronla  ma- 
lamente, e  Brangel  dixo:  «¡Como!  malos  ca- 
ualleros,  ¿quereysme  desonrrar,  o  por  que 
me  apeays  tan  malamente?» 

Ellos  le  dixeron:  «No  os  queremos  des- 
onrrar, mas  porque  aueys  aqui  de  morir,  de 
la  quaí  cosa  somos  tristes,  mas  la  reyna  nos 
lo  manda,  e  non  podemos  al  hazer». 

Brangel,  quando  esto  oyó,  comenco  a  llo- 
rar, e  dixoles:  «Amigos  ('}  yo,  os  quiero  de- 

(')  La  novela  en  prosa  francesa,  dice  asi:  «Qnand 
madame  Yseult  se  partit  d'Irland,  elle  avoit  nne  fieur 
de  liz  qu'elle  devoit  porter  au  roy  Marc;  et  une  de  ses 
demci.selles  en  avoit  une  aultre.  Madame  perdit  la 
sienne,  dont  enst  esté  mal  baille:  quaiid  la  demoiselle 
lui  presenta  par  moi  la  sienne  dont  elle  f  ut  saulvée  et 
cuide  que  pour  celle  bonté  me  fait-elle  mourir;  car  ' 
je  ne  sais  aultre  achoisonj;. 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


373 


mandar  vn  don,  pues  tenf^o  de  morir,  que 
digaj'S  a  mi  señora  la  reyna  quejlos^donze- 
llas  partieron  de  su  tierra  ¡lara  yr  a  otra  tie- 
rra, e  cada  vna  dellas  llouaua  vna  flor,  e  la 
vna  dellas  perdió  su  flor  por  mala- guarda,  e 
la  otra  diole  la  suya  por  cortesía,  porque  ella 
no  houiese  daño;  y  por  esto  que  fizo,  vino  en 
muerte».  E  comento  Brangel  a  dezir:  «So- 
ñor  Dios,  pues  tu  clemencia  sabequanta  leal- 
tad yo  en  esto  por  que  muero  he  tenido  a 
mi  señora,  humilmente  te  suplico  de  mi  ani- 
ma aj^as  piedad,  pues  ya  del  cuerpo  no  la 
touieron,  e  pues  yo  tengo  ya  de  padecer,  no 
sea  desonrrada  por  estos  escuderos  que  con 
tanta  crueldad   me  han  traydo  fasta  aqui, 
pues  ellos  sabian  a  lo  que  venian,  mas  que 
diga  yo  agora  que  ellos  no  tienen  culpa,  que 
liazen  el  mandado  de  su  señora,   como  yo 
mezquina  le  hize,  por  que  soy  venida  en  esto 
que  tengo» .  Estas  y  otras  muchas  cosas  de- 
zia  Braugel,  que  no  auia  persona  humana 
que  las  oyesse  que  lastima  no  le  hiziesse.  E 
los  escuderos  ouieron  gran  piedad,  e  dixo  el 
vno  al  otro  que  seria  mal  en  matarla;  y  lue- 
go desnudáronle  sus  mejores  vestiduras,  e 
atáronla  a  vn  árbol,  y  ensangrentaron  las 
vestiduras  en  sangre  de  vn  cabrón  que  ellos 
mataron,  e  ataron  su  palafrén  cerca  della,  e 
dixeron:  «Mas  vale  que  la  coman  las  bestias 
que  no  que  la  matemos  nos» .  E  ¡lartieronse 
della,  y  fueronse  para  la  reyna,  y  quando  la 
reyna  vio  los  escuderos,  llamólos  a  vna  cá- 
mara, e  dixoles  si  la  auian  muerto,  e  dixe- 
ron ellos  que  si;  y  ved  aqui  sus  vestiduras 
sangrientas,  y  nuestras  espadas  también.  Y 
ella  les  pregunto  si  les  dixera  alguna  cosa, 
e  ellos  dixeron  que  si.  «¿Que?»  dixo  la  rey- 
na. «Que  dos  donzellas  partieron  de  su  tie- 
rra para  yr  a  otra  tierra,  y  que  cada  vna 
dellas  lleuaua  vna  flor;  que  la  vna  perdió  su 
flor  por  mala  guarda,  e  la  otra  jjor  cortesía 
que  le  diera  la  suya,  y  que  i^orque  ella  ge  la 
dio,  padescia  muerte» .  Quando  la  reyna  esto 
oyó,  comenf.-o  fuertemente  a  llorar,  e  dixo: 
«Ay  la  mi  buena  donzella,  como  yo  os  fa- 
llesci  deslealmente»;  e  dixo  a  los  escuderos: 
«Tornad  alia  e  traedme  sii  cuerpo  ascondi- 
daraente,  e  pues  que  en  la  vida  le  fallesci, 
en  la  muerte  hazerle  he  honrra».  E  los  escu- 
deros se  fueron  luego,  e  anduuieron  mucho 
buscando  por  la  floresta,  e  nunca  pudieron 
hallar  el  lugar  donde  la  auian  dexado;  e  des- 
que vieron  que  ya  era  noche,  tornáronse 
para  la  corte.  E  Brangel,  quando  vio  la  noche, 
comonr-o  fuertemente  a  llorar,  y  dezia:  «¡Sanc- 
ta  Maria,  guárdame,  que  en  gran  cuyta  soy!» 
Y  touo  aqueste  llorar  hasta  la  media  noche; 
e  mientra  ella  assi  llora ua,  fue  ventura  de 
vn  cauallero  andante  que  passaua  por  la  flo- 


resta e  oyó  aquel  llanto,  e  ouolo  a  gran  ma- 
rauilla,  y  boluio  su  cauallo  contra  aquella 
])arte,  e  hallo  vna  gran  espesura  de  monte, 
y  en  aquel  lugar  no  podia  entrar  con  el  ca- 
uallo; y  dcscaualgo,  e  saco  la  espada  o  co- 
menco  a  cortar  de  las  ramas,  por  hazer  lugar 
por  (iondo  entrasse.  Y  ella  de  miedo  estaña 
rogando  a  Dios  que  la  guardasse,  ea  ella  cuy- 
daua  que  fuesse  alguna  bestia  que  la  yua  a 
comer.  Y  el  cauallero,  quando  la  vio,  ouo 
pauor,  e  dio  vna  gran  boz,  e  dixo:  «¿Que 
cosa  eres  tu,  eres  cosa  encantada,  o  eres  mal 
spiritu,  o  como  eres  metida  en  tal  lugar?» 
Brangel  dixo:  «Y'o  soy  donzella  carnal,  que 
esto  atada  a  este  árbol  por  manos  de  dos  es- 
cuderos que  me  querían  desonrrar,  por  que 
os  ruego,  señor  cauallero,  por  amor  de  Dios 
e  por  vuestra  bondad,  que  me  libreys  deste 
mal».  El  cauallero  ouo  della  piedad,  y  cor- 
tole  las  cuerdas  con  que  estaua  atada,  e  sa- 
cóla de  la  floresta,  y  preguntóle  si  tenia  ca- 
uallo. Ella  dixo  que  si  y  que  cerca  deuia 
estar,  que  los  escuderos  ge  lo  dixeron,  e  fue- 
ron hazla  aquella  parte,  y  halláronlo  e  ca- 
ualgaron  cada  vno  en  su  cauallo,  e  salieron 
de  la  floresta  e  fueronse  por  su  camino,  e 
yendo  assi  pregunto  de  qual  parte  eran  los 
escuderos  o  por  qual  razón  la  auian  alia  ata- 
do; e  Brangel  le  contó  como  dos  escuderos  la 
auian  alli  dexado  de  casa  de  su  padre,  que  le 
auian  muerto  a  su  padre  y  que  a  ella  pusie- 
ran alli  por  tal  que  muriesse.  Mas  no  dixo 
ella  nada  de  la  reyna,  que  muy  oculto  lo  tuuo, 
y  el  cauallero  le  dixo:  «Señora,  en  qual  par- 
te quereys  vos  yr,  que  yo  os  llenare  alia  de 
buena  voluntad».  «Señor,  dixo  ella,  yo  no 
se  donde  vaya,  mas  ruégeos  que  me  Ueueys 
a  algún  monesterio  de  monjas,  donde  pueda 
seruir  a  Dios  e  a  mi  señora  Sancta  Maria, 
que  tanta  merced  me  ha  fecho  en  este  punto 
porque  me  ha  librado  de  muerte;  e  do  dello 
gracias  a  Dios  e  a  vos» .  Estonce  dixo  el  ca- 
uallero: «Donzella,  yo  os  llenare  a  vn  mones- 
terio real,  en  el  qual  están  hijas  de  reyes  e 
condes  y  de  otros  grandes  caualleros,  en  que 
podreys  estar  e  saluareys  vuestra  anima;  e 
yo  quiero  buscar  aquellos  escuderos  que  han 
muerto  a  vuestro  padre  e  a  vos  assi  han  des- 
onrrado;  e  yo  os  vengare,  si  a  Dios  plaze,  e 
tornaros  he  en  vuestra  heredad,  e  cierto  quie- 
ro morir  por  vos  tornar  en  lo  vuestro» .  La 
donzella  le  dixo:  «Señor,  muchas  gracias, 
ante  yo  vos  ruego  que  no  lo  fagays,  que  mas 
amo  yo  seruir  a  Dios  que  no  dañar  a  nadie  e 
poneros  en  auentura».  E  anduuieron  fasta 
que  llegaron  a  vn  monesterio,  e  llamaron  a 
la  puerta,  y  entraron  dentro  y  descaualga- 
ron,  e  ouieron  mucho  plazer  e  alegría  las 
monjas,  y  ellas  fizieronles  mucha  honrra  y 


374 


LIBROS  DE  caballerías 


dieronles  bien  de  cenar,  y  el  cauallero  les 
dixo:  v<Señoras,  yo  os  traygo  aqui  esta  don- 
zella.  que  quiere  estar  j  seruir  a  Dios» .  Ellas 
le  respondieron  que  de  donde  era  la  donzella 
o  que  ventura  la  ania  allí  traydo;  y  el  les 
contó  como  la  ania  fallado  en  la  floresta,  e 
contoles  el  caso;  e  quando  les  ouo  contado 
todo  esto,  rogóles  que  la  ouiessen  en  su  en- 
comienda, y  ellas  fueron  alegres  dello,  e  di- 
xeronle:  «Señor  cauallero,  nos  la  tememos, 
y  le  haremos  toda  honrra  y  plazer  por  amor 
de  vos.  que  cierto  nos  paresce  ser  la  donze- 
lla, según  su  apariencia,  de  algún  buen  li- 
naje». El  cauallero  les  dixo  que,  en  lo  que 
della  auia  conocido  y  según  el  padre  cuya 
hija  ella  le  auia  dicho  era,  (pie  assi  lo  tuuies- 
sen;  y  encomendólas  a  Dios.  E  luego  se 
armo  y  caualgo  en  su  cauallo,  y  encomendó 
a  Brangel  a  Dios,  y  fuesse  a  buscar  aquellos 
que  le  auian  deshonrrado;  y  el  pensaua  que 
era  assi  como  ella  le  auia  dicho. 


xxYin 

De  como  Palomadcí^  dexo  a  Brangel  en  el  ino- 
nesterio~y''fue  en  Fusca  de  los  caualleros 
que  la  auian  atado  en  la  floresta  j)or  la 
rengar,  y  de  lo  que  alli  les  acontescio. 

Y  luego  caualgo  el  cauallero  y  anduuo  por 
su  camino,  y  acontesciole  que,  cerrada  la 
noche,  con  la  gran  escuridad,  se  leuanto  tal 
viento  y  tempestad,  que  hizo  venir  a  su  ca- 
uallo con  el  en  tierra.  Entonce  dezia  el  caua- 
llero: «No  puede  ser  que  aquella  donzella 
que  desate  de  la  gran  espessura  del  monte 
fuesse  donzella,  sino  alguna  diabólica  o  mu- 
ger  encantadoi-a,  pues  que  tal  pago  me  da 
agora  por  la  honrra  que  le  hizo» .  Esto  todo 
dezia  el  cauallero  creyendo  que  del  infortu- 
nio en  que  se  veya  fuesse  la  causa  la  donze- 
lla e  no  Dios,  que  mueue  los  tiempos  según 
su  querer.  Passado  ya  el  cauallero  de  aqueste 
tiempo  mal  sossegado,  siguió  su  caminar 
tanto  fasta  que  llego  a  Tintoyl.  E  quando 
llego,  vio  a  cerca  de  la  mar  vnas  tiendas  muy 
bien  armadas,  donde  el  rey  alares  y  la  reyna 
Yseo  e  su  compaña  eran  assentados;  y  estañan 
en  gran  solaz  en  vn  prado,  y  la  reyna  dexo  el 
solaz,  y  apartóse  de  las  dueñas  e  donzollas,  y 
fuesse  a  vn  lugar  apartado,  y  comenco  a  llo- 
rar y  fazer  su  duelo  por  la  muerte  de  Bran- 
gel. Y  en  esto  el  cauallero  passaua  por  ende, 
e  entendió  aquello  que  la  i-eyna  dezia  de 
Brangel.  Estando  en  esto,  los  escuderos  que 
la  auian  Ueuado  al  monte  vinieron  ante  ella, 
e  dixeronle:  «Señora,  sabed  que  nos  auemos 
buscado  por  toda  la  floresta  y  no  podemos 


hallar  el  lugar  donde  dexamos  a  Brangel» . 
La  reyna  dixo:  «¿Como  puede  ser?  Yosotros 
dexistes  i]ue  la  auiades  muerto,  por  que  a  mi 
pesaua  mucho,  y  agora  dezis  que  no  la  j)o- 
deys  fallar;  jior  la  mi  fe,  que  si  vosotros  no 
me  dezis  la  verdad,  que  yo  os  haré  matar 
luego».  Y  quando  ellos  esto  oyeron,  dixeron: 
«Señora,  nos  vos  diremos  la  verdad  de  la 
donzella.  Sabed  que  nos  la  metimos  en  la  es- 
pessura del  monte  para  la  matar,  y  por  aque- 
llo que  vos  embio  a  dezir  ouimos  gran  pie- 
dad della,  y  nos  acordamos  de  la  no  matar, 
y  atamosla  a  vn  árbol,  y  su  palafrén  cerca 
della,  y  tornárnosla  a  buscar  en  aquel  lugar, 
y  no  la  podemos  liallar  a  ella  ni  a  su  caua- 
llo». Y  quando  la  reyna  entendió  que  era 
bina,  fue  alegre,  y  dixo  a  los  escuderos: 
«Tiradvos  de  ante  mi  y  no  vengays  jamas 
do  yo  este  por  ningún  tiempo,  fasta  que  me 
traygays  a  Brangel  biua  o  muerta».  Luego 
los  escuderos  caualgaron  y  fueronse  para  la 
floresta  a  buscar  a  Brangel,  y  la  reyna  Yseo 
fazia  gran  llanto  entre  si  mesnia,  y  dezia :  « ¡  Ay 
mezquina,  quanto  de  mal  he  passado  des- 
pués que  no  vi  a  la  mi  buena  donzella  Bran- 
gel!» Y  el  cauallero,  quando  oyó  esto,  cono- 
ció que  era  la  reyna  Yseo  quel  tanto  amaua 
e  por  ella  se  auia  alexado  de  su  tierra,  e  yua 
a  buscar  donde  ella  fuesse  por  ver  si  la  po- 
dría axier  en  alguna  manera,  que  la  amaua 
mas  que  a  cosa  del  mundo.  E  luego  creyó 
ijue  aquella  donzella  era  suya  quel  auia  Ue- 
uado al  monesterio,  y  descaualgo,  y  fuesse 
para  ella,  y  dixole:  «Señora,  quien  vos  tru- 
xesse  a  Brangel,  ¿que  le  dariades?»  Y  quando 
la  reyna  oyó  tlezir  esto,  fue  muy  alegre,  y  di- 
xole: «Cauallero,  si  vos  me  truxessedes  a  la 
mi  donzella,  no  ay  cosa  en  este  mundo  que 
yo  no  haga  jjor  vos» .  El  cauallero  dixo:  «Se- 
ñora reyna  Yseo,  yo  vos  prometo  bien  e 
lealmente  que  vos  la  trayga  aqui  delante 
vos  de  aqui  a  quatro  dias».  Y  ella  dixo:  «Yos, 
cauallero,  ¿quien  soys  que  tal  cosa  me  ¡iro- 
meteys?  É  si  lo  vos  asi  fazeys,  yo  conplire 
lo  que  he  dicho».  Y  el  cauallero  le  dixo: 
«Señora,  quien  yo  so,  dezirlo  he  quando 
tiempo  oportuno  me  viniere;  crea  que  soy  vn 
cauallero  andante  desseoso  de  vuestro  serui- 
cio» .  Luego  caualgo  en  su  cauallo  e  se  des- 
pidió de  la  reyna,  e  yua  pensando  como  la 
auia  conocido,  saluo  que  no  creyesse  ser  ella, 
porque  el  sania  que  Brangel  tanto  la  ama- 
ua Yseo,  que  no  seria  possible  que  contra  ella 
tal  cosa  Yseo  ouiesso  cometido.  El  cauallero, 
yendo  por  su  camino  considerando  esto, 
apressuraua  su  cauallo  tanto,  hasta  que  llego 
al  monesterio. 

Y  dexemoslo  en  el  monesterio  e  tornemos 
a  la  reyna,  que  se  lauo  su  cara  e  tornóse 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


375 


para  sii  tienda  con  sus  donzellas.  E  a  la  ma- 
ñana el  rey  Mares^  e  Tristan,  e  toda  la  gente, 
comieron  en  gran  solaz  e  con  gran  alegría. 

Y  dexemoslos  estar  e  tornemos  al  canallero, 
que  estaña  en  el  monesterio  donde  auia  de- 
xado  la  donzella;  e  llegado  al  monesterio 
entro  dentro,  e  saludo  a  todas  las  dueñas  e 
donzellas  que  ende  estañan.  Y  ellas  torná- 
ronle las  saludes,  e  el  demando  luego  por  la 
donzella  que  auia  dexado  alli,  e  uino  luego, 
e  hizole  gran  reuerencia,  j  el  canallero  le 
dixo:  «Señora  donzella,  caualgad  en  vuestro 
palafrén  e  y  dos  comigo,  e  yo  os  llenare  de- 
lante vuestra  señora  Yseo,  que  bien  he  saui- 
do  toda  la  razón  entre  vos  y  ella,  avnque  a 
mi  no  deseubristes  la  verdad;  y  olla  os  per- 
dona todo  su  enojo  e  os  dessea  mucho  ver». 
E  la  donzella  dixo:  «Ay  honrrado  eauallero, 
yo  fare  todo  aquello  que  vos  plazera,  que 
mas  amo  el  mal  que  mi  señora  me  liara,  que 
no  el  bien  que  otro  me  pueda  fazer» .  E  luego 
caualgaron  en  sus  cauallos,  e  anduuieron 
tanto  fasta  que  llegaron  a  Tintoyl ,  e  fueronse 
para  el  palacio  delante  de  la  reyna.  Y  el  ea- 
uallero saluo  a  la  reyna,  e  ella  le  torno  las 
saludes,  y  el  canallero  le  dixo:  «Señora 
Yseo,  veys  aqui  vuestra  donzella  sana  e  sin 
ningún  daño».  E  la  reyna  le  dixo:  «Canalle- 
ro, vos  y  ella  seays  bien  venidos» ;  e  dixo: 
«Ay  la  mi  buena  donzella,  vos  seays  muy 
bien  venida,  assi  como  aquella  que  yo  amo 
en  mi  coraeon,  e  vos  ruego  que  me  querays 
perdonar  el  mal  que  aueys  soffrido  por  mi» . 
E  la  donzella  le  beso  las  manos  y  se  omillo 
a  sus  pies,  e  la  reyna  la  hizo  leuantar,  e  la 
comenQO  a  abrar-ar  y.  besar  con  el  gran  amor 
que  le  tenia.  Y  el  canallero  le  dixo:  «Seño- 
ra, dadme  el  don  que  me  prometistes  bien  e 
lealmente,  e  quiero  quel  don  que  me  aueys 
de  dar  sea  bueno  e  firme,  e  fagays  al  rey 
que  lo  otorgue» .  Ella  dixo:  «Bien  me  plaze». 

Y  luego  el  eauallero  se  fue  ante  el  rey  e 
dixole:  «Señor,  yo  soy  eauallero  estraño  de 
luenga  tierra,  y  he  buscado  muchas  auentu- 
ras,  e  agora  yo  he  fallado  aquello  que  buscaua 
en  vuestra  corte,  e  yo  he  fecho  vn  gran  ser- 
nicio  a  mi  señora  la  reyna,  por  el  qual  ser- 
uicio  me  ha  prometido  vn  don  qual  quisiere 
demandar,  e  ella  me  parece  que  sin  vos  no 
le  puede  dar;  e  por  esto  yo  quiero  que  vos  le 
conñrmeys».  Y  el  rey  dixo:  «Por  buena  fe, 
eauallero ,  no  me  demandareys  cosa  del 
mundo,  si  ella  os  lo  prometió,  que  no  vos 
sera  dado» .  Y  el  rey  fizo  luego  venir  ante  si 
a  la  reyna,  e  preguntóle  si  era  verdad  aque- 
llo quel  canallero  dezia:  respondió  que  si  y 
dixo:  «Ruegovos  que  le  sea  dado  de  vuestra 
parte».  E  dixo  el  rey:  «Canallero,  deman- 
dad todo  aquello  que  a  vos  pluguiere,  que 


yo  vos  otorgo  el  don  bien  e  lealmente  sobre 
mi  corona».  E  el  eauallero  dixo:  «Yo  de- 
mando a  la  reyna  Iseo,  que  la  quiero  leñar 
a  mi  tierra» .  Y  el  rey  e  todos  los  que  ende 
estañan  fueron  muy  tristes;  y  el  rey  dixm 
«Canallero,  ¿assi  quereys  deshonrrar  mi  co- 
rona?» Y"  el  dixo:  «Si,  señor,  que  por  esso 
vine  a  esta  tierra».  Y  el  rey  preguntóle 
que  quien  era.  El  dixo:  «Soy  Palomades  el 
pagano».  Y  el  rey  se  marauillo  e  dixo:  «Que 
qual  ventura  lo  auia  alli  traydo» ;  y  el  dixo 
quel  don  no  se  lo  podia  ya  negar,  pues  quel 
se  lo  auia  prometido  sobre  su  corona.  E  dixo 
el  rey:  «Yo  os  do  a  la  reyna  en  esta  mane- 
ra: que  si  ouiere  eauallero  que  vos  la  pueda 
tirar  por  fueroa  de  armas,  (piel  don  no  aya 
valor,  e  que  en  todo  mi  reyno  no  ayays  con 
ella  que  ver  ni  sea  de  vos  tocada» .  E  dixo 
Palomades:  «Plazeme  de  voluntad».  E  luego 
tomo  a  la  reyna  dolante  de  todos,  e  subióla 
en  el  palafrén  de  Brangel,  e  fueronse  por  su 
camino.  ^>^-' 

Dexeníos  a:g'ora  de  contar  desto,  e  torne- 
mos a  contar  de  Palomades  de  que  linaje 
era.  Sabed  que  Palomades  (*)  era  hijo  de  vn 
eauallero  que  era  de  linaje  del  rey  Ebalato, 
el  qual  era  ydolatra,  e  no  creya  firmemente 
en  Dios,  e  no  era  obediente  a  la  corona  del 
imperio  del  rey  Artur.  E  aquel  rey  Ebalato 
fue  corrido  o  echado  de  su  tierra  por  el  rey 
Meridiantes  su  vezino.  Assi  que  fue  ventura 
que  viniessen  en  hueste  y  en  batalla  ambos 
a  dos;  e  aqueste  rey  Ebalato  traya  vn  es- 
cudo con  vna  cruz  bermeja,  el  qual  fue  de 
Josoph  Abarimathia,  que  con(|UÍrio  mucha 
tierra  y  ensalce  la  christiandad.  En  aquel 
punto  fue  la  batalla  del  rey  Meridiantes  y 
de  Ebalato,  que  por  poco  no  fue  vencido;  e 
Ebalato,  andando  assi  en  la  batalla  muy  mal 
tratado  e  con  mucho  trabajo,  por  ver  su 
gente  perecer,  conoscio  vn  misterio,  que  el 
escudo  que  traya,  que  por  golpes  que  en  el 
le  diessen  no  le  fazian  mal  ninguno,  e  dixo 
en  su  coraron  que  aquel  escudo  era  de  Jo- 
soph Abarimathia,  que  fue  gran  amigo  de 
Dios  e  de  la  sancta  fe.  Y  quando  vio  que  su 
hecho  yua  tan  mal  y  que  no  lleuaua  otro 
remedio,  propuso  en  su  voluntad  que,  si 
Dios  le  quisiesse  ayudar  e  socorrer  en  aque- 
lla afrenta  en  que  estaña,  que  se  ternaria 
christiano  e  recebiria  baptismo.  E  luego  es- 
forQO,  e  torno  sus  gentes,  e  cobraron  fueroa 
e  coracon,  e  ñieron  contra  Meridiantes.  E 
quando  el  fue  en  la  gran  batalla,  e  vio  que 
todas  las  f«jridas  que  dañan  en  el  escudo 
corrían  sangre,  entonces  ouo  la  creencia  en 
Dios  conplida.  E  fizo  tanto,   que  su  gente 

(')  Véamela  Demanda  del  Sancto  Griah 


376 


LIBROS  DE  caballerías 


desbarato  a  Meridiaiites,  e  lleuo  la  honrra 
del  campo,  e  tornóse  a  su  tierra,  e  baptizóse 
el  e  mucha  gente  escondidamente,  por  tal 
quel  pueblo  no  lo  supiesse,  ni  le  matassen, 
ni  le  echassen  fuera  de  su  rey  no.  Y  el  man- 
teniendo la  fe  de  los  christianos,  su  pueblo 
vino  sobre  el,  e  pusiéronle  en  grandes  cárce- 
les, e  no  le  dauan  a  comer  ni  a  beuer.  antes 
le  venia  de  la  gracia  del  Espíritu  Sancto, 
según  lo  quenta  en  el  libro  de  Merlin;  e 
prendieron  a  su  muger,  que  era  christiana, 
fija  del  rey  Palomades,  e  no  la  quissieron 
matar  porque  estaña  preñada,  e  dixeron  que 
la  dexarian  parir,  e  farian  crear  el  infante, 
que,  si  el  quisiesse  mantener  su  seta,  si  no, 
que  le  echarían  de  la  tierra.  Assi  que  Eba- 
lato  murió,  e  su  muger  parió  dos  hijos,  e 
desque  fueron  criados  tuuieron  la  ley  de  los 
christianos,  y  todo  el  pueblo  los  echo  de  la 
tierra.  T  deste  linaje  fue  Palomades  el  paga- 
no; e  la  causa  porque  no  fue  baptizado,  fue 
porque  el  tornasse  en  la  tierra  de  su  padre, 
e  por  engaño  de  su  madre,  que  no  le  dixo 
verdad  quel  seria  señor  de  aquella  tierra  y 
que  auia  de  cobrar  y  ganar  grandes  tierras  y 
ser  valiente  cauallero,  e,  si  se  baptizara,  que 
no  auria  señorio  ninguno  sobre  aquellas 
gentes;  e  por  esta  razón  Palomades  el  paga- 
no no  era  christiano,  ni  quería  tomar  baptis- 
mo,  por  aquella  causa  que  su  madre  le  auia 
dicho.  Mas  en  parte  el  era  buen  creyente 
en  la  matli-e  sancta  j^glesia,  y  entraña  a  oyr 
el  sacrificio  de  Dios,  que  cierto  esperaua  ser 
señor  de  aquellas  gentes,  e,  si  se  baptizaua, 
que  auia  miedo  que  lo  matassen;  e  yuase 
por  las  cortes  de  los  buenos  reyes  e  prouaua 
su  persona,  ca  era  valiente  cauallero  e  fazia 
buenas  cauallerias.  Y  entonce  el  dixo  (|ue 
serya  a  lugar  donde  el  pudiesse  auer  la  rey- 
na  Yseo  la  brunda,  fija  del  rey  Languines  de 
Yrlanda,  la  qual  el  auia  amado  todo  tien}»o; 
e  por  ella  vino  en  aquellas  partes,  e  por  pro- 
uar  su  cuerpo  con  don  Tristan. 

E  tornemos  agora  a  contar  como  el  se  yua 
con  la  rey  na  Iseo. 


XXIX 

De  como  Sagramor  siguió  a  Palomades,  por 
quitnlle  la  reyíia  que  lleuaua  contra  su  vo- 
haii¿ML¿  de  toda  la  corte. 

Palomades/ quando  ouo  sacado  a  la  reyna 
de  lajieííe  del  rey  Mares  su  marido,  el 
rey  eloda  la  gente  fueron  muy  tristes  por 
aquello,  y  en  toda  la  corte  no  auia  cauallero 
que  osasse  tomar  armas  contra  Palomades;  e 
Palomades  se  yua  con  la  reyna  ribera  del 


mar,  e  la  reyna  no  fazia  sino  llorar  por  el 
prometimiento  del  rey  su  señor,  e  dezia:  «Ay 
el  mi  caro  amigo  Tristan,  ¿dondo  soys  vos? 
agora  os  topasse  yo  por  este  camino,  por  tal 
que  me  tirassedes  deste  mal  cauallero.  Ay, 
agora  fuesse  yo  muerta» .  E  quando  Paloma- 
des  saco  la  reyna  de  la  corte,  Tristan  no  era 
ende,  que  era  ydo  a  ca^a  por  la  mañana.  En 
aquel  tiempo  era  venido  en  la  corte  vn  ca- 
uallero, el  qual  era  ferido  de  vna  laucada,  e 
venia  a  la  reyna  que  lo  guareciesse;  e  aquel 
cauallero  auia  nombre  Sagramor,  e  demando 
que  por  qual  razón  eran  todos  tristes,  y  ellos 
le  contaron  como  Palomades  lleuaua  a  la 
reyna,  e  luego  dixo  a  vn  escudero:  «Yd  al 
palacio,  e  ved  si  ay  algún  cauallero  que  tome 
armas  para  yr  em  pos  de  Palomades».  E  el 
escudero  paro  mientes  por  todas  partes,  e  no 
vio  que  ninguno  tomasse  armas,  saino  que 
todos  llorauan  e  fazian  gran  duelo.  Luego 
Sagramor  dixo:  «Dadme  el  mi  escudo  e  la 
la  lanca,  que  no  descaualgare  de  mi  cauallo, 
avnque  muriesse,  íasta  que  halle  el  cauallero 
que  lleuaua  la  reyna,  que,  assi  como  assi, 
muerto  so,  e,  si  a  Dios  pluguiere,  ella  me  sa- 
nara, y  seré  preciado  y  amado  entre  los  caua- 
llero?, que,  por  la  mi  fe,  el  no  la  llenara  sin 
batalla--) .  El  escudero  dixo  a  su  señor:  «¿Como? 
¿tan  aborrido  soys  que  vos  quereys  matar  y 
meter  en  peligro  de  muerte,  que  avn  no 
soys  sano?»  «Por  mi  fe,  dixo  Sagramor,  mas 
quiero  morir  a  manos  de  buen  cauallero,  que 
no  biuir  entre  los  cobardes  caualleros  de 
Cornualla,  que  no  osan  defender  a  su  señora 
de  vn  solo  cauallero» ;  e  el  cauallero  salió  de 
la  corte,  y  anduuo  tanto,  fasta  que  alcanco 
al  cauallero  que  llenara  la  reyna,  e  llamólo, 
e  dixolo:  «Esperad,  cauallero,  que  conbatir 
os  conuiene,  o  dexareys  la  reyna  que  lleuays 
falsamente».  E  Palomades  se  torno,  e  des- 
mintióle, e  dixole:  «Por  cierto,  la  reyna  vos 
no  la  podeys  llevar  sin  batalla» .  E  volvióse 
el  vno  contra  el  otro,  e  dieronse  tan  grandes 
golpes,  que  la  reyna  pensaua  que  eran  muer- 
tos, según  la  gran  cayda  que  dieron;  e  al 
caer  que  cayo  Sagramor,  reuentole  la  llaga 
que  traya,  e  corríale  mucha  sangre.  Mas 
tanto  era  el  de  buen  cauallero,  que  no  lo  sin- 
tió, antes  se  leuanto  en  pie  con  gran  esfuer- 
QO,  e  pussieron  mano  a  las  espadas,  e  die- 
ronse grandes  golpes  que  fuego  salia  de  las 
espadas  muy  alto.  E  Palomades  pensaua  que 
era  Tristan,  por  los  grandes  gol^^es  que  le 
daua  Sagramor.  E  mientras  ellos  se  conba- 
tian,  la  reyna  se  metió  por  la  floresta,  e  fues- 
se lo  mas  apriessa  que  ellaprníüirvn  char- 
co de  agua,  por  se  ahogar  antes  que  la  lle- 
uasse  Palomades,  porque  era  gran  enemigo 
de  Tristan;  que  bien  sabia  ella  que  no  era 


DON  TRISTAN  DE  LEOís^IS 


don  Tristan  aquel  eauallero,  que  en  las  ar- 
mas y  en  el  cauallo  lo  conosoio.  E  quando 
ella  se  jT'ua  al  charco,  encontró  con  vn  cibda- 
danoqiie  yiia  a  caca ;  e  luego  conoció  que  era  la 
reyna,  e  corrió  contra  ella,  e  dixole:   «Seño- 
ra, por  Dios  no  vos  aliogeys  en  esse  mal  lu- 
gar; ¿que  es  de  vos  o  como  soys  aqui  venida?» 
Y  ella  le  contó  toda  la  razón  punto  por  pun- 
to, que  no  le  mintió  nada,  e  dixo  como  se 
queria  ahogar  en  aquel  charco  antes  que  nin- 
guno la  o\iiesse,  saluo  el  rey  su  señor.  Y  el 
cibdadano  dixo:  «Plazeme  que  os  he  hallado, 
que  JO  vos  llenare  aqui  cerca  a  vna  mi  torre, 
que  ninguno  no  vos  aura  sino  el  rey,  e  se- 
reys  bien  seruida  de  todo  mi  poder,  porque 
os  ruego,  señora,  que  no  me  diga  y  s  de  no» . 
E  la  reyna  fue  alegre,  e  dixo  que  le  plazia 
de  se  yr  con  el.  El  cibdadano  la  lleuo  de- 
lante si,  y  anduuieron  fasta  que  llegaron  a 
la  torre  e  allí  descaualgaron,  e  metióse  den- 
tro de  la  toire  e  fue  bien  seruida  de  grandes  ' 
e  pequeños.  E  agora  dexemos  la  reyna  con 
la  muger  del  cibdadano,  e  el  tomo  su  escudo 
y  su  lanca,  e  dixo  que  queria  yr  a  ayudar  a 
Sagramor,  mas  el  fue  alia  por  mal  de  si.  E 
salió  de  la  torre,  e  hallo  a  los  caualleros  que  se 
conbatian  en  eli)radopor  ani£»rde  Yseo.  Los 
caualleros  se  combatían  mortalmente  de  la 
primera  batalla,  porque  por  fuerca  les  con- 
uenia  de  se  tirar  afuera,  por  holgar  vn  poco; 
assi   Palomades  conoció   que  no  era  aquel 
Tristan,   que  mucho  le  menguaua  la  fuerza; 
e  a  poco  de  hora  se  leuantaron,  e  fueronse  a 
ferir  mortalmente,   e  a  Sagramor  le   salia 
mucha  sangre  de  la  llaga  de  primero  que  le 
auia  reuentado,  mas  con  el  ardimiento  que 
en  el  auia,  no  sentia  nada.  E  quando  Pa- 
lomades vio  que  le  corria  tanta  sangre,  di- 
xole:   «Cauallero,   venid  a  merced,  que  ya 
veys  quanta  sangre  vos  sale,  e  soys  ya  cerca 
de  muerte».  E  Sagramor  dixo:  «Cauallero, 
para  mientes  en  vos  mesmo,  que  soys  mas 
cerca  de  muerto».  E  Palomades  dixo:   «No 
so  yo  tan  cerca  de  la  muerte  como  vos,  e  ¿no 
veys  la  sangre  que  esta  en  tierra?»  E  Sagra- 
mor paro  mientes  en  tierra,  e  quando  vio  la 
sangre  mucha  que  le  salia,  desmayo,  e  Palo- 
mades le  dio  vn  gran  golpe  por  encima  de  la 
cabera  a  traycion,  que  dio  con  el  en  tierra. 
E  Palomades  pensó  que  le  auia  muerto,  e  ca- 
nalgo  en  su  cauallo  lo  mas  ayna  que  pudo,  e 
fue  apriessa  para  donde  auia  dexado  a  la 
reyna  Yseo,   e  miro  a  todas  partes  e  no  la 
pudo  fallar;  e  fue  muy  triste,  e  comenco  de 
hazer  gran   duelo,   e  dezia  asi:   «Ay   mez- 
quino ¿que  sera  de  mi  que  assi  he  perdido  a 
mi  señora  la  reyna  Yseo  e  no  se  quien  me  la 
ha  llenado?»  Y  entróse  por  la  floresta  assaz 
triste,   e  andándola  buscando,  topo  con  el 


cibdadano  que  la  auia  llenado,  e  dixole: 
«Dezid,  señor,  ¿no  vistes  vna  dueña  que  ca- 
ualga  en  va  palafrén  blanco?»  Y"  el  cibdada- 
no dixo:  «Cauallero,  cierto,  yo  la  tengo  en 
vna  torre  mia,  ¡Dorque  ella  se  me  encomendó 
que  yo  la  amparasse,  e  de  aqui  adelante 
no  podeys  vos  verla  ni  auer  ningún  señorío 
sobrella».  E  Palomades  fue  triste  e  dixo: 
«¿Como?  ¿vos  soys  aquel  diablo  que  me  ha 
puesto  tamaña  tristeza  en  mi  coraron?  ¡por  la 
mi  fe  yo  vos  castigare,  que  jamas  fareys  otro 
pesar  a  ningún  cauallero!»  E  saco  la  espada 
e  diole  tan  gran  golpe  por  encima  de  la  cabe- 
ca,  que  lo  abrió  por  medio  e  lo  echo  muerto 
en  tierra.  E  caualgo,  e  fuesse  por  su  camino 
hasta  que  fue  llegado  a  la  torre  que  alli  esta- 
ña la  reyna,  y  ella  estaña  a  las  finiestras,  mas 
la  puerta  estaña  bien  cerrada;  y  el  dixo: 
«Señora,  lazedme  abrir  la  puerta,  si  a  vos 
plaze,  que  bien  y  lealmcnte  vos  he  ganado». 
E  la  reyna  dixo:  «Assi  me  guarde  Dios  que 
es  verdad  que  vos  demandastes  el  don  falsa- 
mente e  con  gran  engaño,  e  como  mal  caua- 
llero; e  consejovos  que  vos  partays  de  aqui, 
si  no,  si  don  Tristan  vos  alcanga,  no  querriades 
ser  nacido» .  Y  el  dixo:  «No  me  partiré  de  aqui 
mientra  que  vos  aqui  esteys,  ca  bien  creo  yo 
que  Tristan  no  me  tirara  aquello  que  leal- 
mcnte yo  he  ganado».  E  luego  la  reyna  tiró- 
se de  las  finiestras,  e  Palomades  tiro  el  freno 
a  su  cauallo,  y  echólo  a  pacer  por  el  prado  y 
el  echóse  a  dormir,  con  proposito  de  non  se 
quitar  de  alli  hasta  llenar  a  la  reyna  Y'seo  o 
morir  sobre  la  demanda.  E  assi  estuuo  alli 
fasta  que  don  Tristan  vino  en  busca  del,  e  lo 
fallo  el  y  Gorualan. 

E  agora  tornemos  a  don  Tristan,  que  era 
venido  de  caca. 


XXX 

De  como  don  Tristan  fue  en  busca  de  Palo- 
mades, que  Ueuaua  a  la  reyna  Yseo,  y  se 
combatió  con  el. 

Dize  la  historia  que  quando  Tristan  fue 
venido  de  car-a,  era  ya  noche,  e  quando  fue 
en  el  palacio,  hallo  todos  los  caualleros  tris- 
tes e  desconortados,  por  su  señora  que  auian 
perdido,  e  Tristan  se  maranillo,  e  dixo:  «Se- 
ñores, ¿como  estays  assi  desconortados,  ca 
yo  vos  dexe  muy  alegres,  e  agora  soys  en 
tristeza?»  E  ninguno  no  ge  lo  oso  dezir;  y  el 
se  fue  delante  del  rey,  e  dixole:  «Señor, 
¿como  estays  todos  tristes?»  Y  el  dio  vn  gran 
sospiro,  e  dixo:  «Sobrino,  después  que  vos 
de  aqui  partistes,  vino  aqui  vn  cauallero,  e 
dixo  que  auia  fecho  vn  gran  seruicio  a  la 


378 


LIBROS  DE  caballerías 


reyna.  y  que  ella,  por  aquel  seruicio  que  tan 
señalado  le  hizo,  que  le  prometiera  vn  don 
qual  el  demandasse,  y  el  caualiero  quiso  que 
le  confirmasse  yo,  e  yo  confírmelo,  no  cre- 
yendo que  tal  don  fuesse,  e  el  demando  a  la 
reyna,  e  yo  desto  fue  triste,  e  digela  con  esta 
condición:  que  en  todo  mi  re^'no  del  no  fues- 
se tocada,  e  si  algún  cauaUero  ge  la  tirasse 
por  fuerr-a  de  armas,  que  el  don  no  fuesse  va- 
ledero; y  el  otorgólo  assi,  y  el  cauaUero  lia 
nonbre  Palomades  el  pagano,  e  bien  se  yo 
que  el  es  vuestro  amigo.  Y  en  toda  mi  corte 
no  ouo  caualiero  que  contra  el  osasse  tomar 
armas,  saluo  vn  caualiero  estraño,  bueno  e 
cortes,  que  estaña  mal  ferido,  que  venia  a  la 
reyna  que  lo  guaresciesse;  e  desque  vio  <pie 
la  reyna  no  era  en  la  corte,  que  la  auia  lle- 
nado Palomades,  fue  em  pos  dellos,  e  no  sa- 
bemos que  contescio  del» .  E  quando  Tristan 
oyó  esto,  dixo:  «¡O  couardes  caualleros,  e 
como  soys  desonrrados  por  vn  solo  caualie- 
ro, que  no  meresciades  todos  quantos  caua- 
lleros soys  en  Cornualla  biuir  tan  solamente 
vna  hora,  ca  si  en  mi  mano  fuesse  como  en 
la  de  mi  señor  el  rey,  yo  vos  mandaría  cor- 
tar las  eabe9as  a  todos  porque  desastes  lic- 
uar la  reyna  de  la  corte  sin  ninguna  resis- 
tencia que  ninguno  le  fizicsse!»  Luego  Tris- 
tan  demando  sus  armas  e  cauallo,  e  Grorua- 
lan  le  dixo:  «Señor  Tristan,  a  mi  paresce- 
ria,  si  a  vos  pluguiesse,  que  esta  noche  quo- 
dassedes  aqui,  que  es  tarde,  que  a  gran  pena 
podremos  ver  quien  va  o  quien  viene  por  el 
camino» .  Y  el  dixo:  «Por  Dios,  amo,  no  queda- 
re ni  dormiré  aqui,  ni  passare  ningún  tienpo 
en  esta  corte  hasta  que  sepa  o  aya  cobrado  al- 
gunas nueuas  de  mi  señora  Yseo» .  Y  en  esto 
llego  el  rey,  e  dixo  a  Tristan:  «Señor  sobrino, 
yo  querría  que  esta  noche  quedassedes  aqui» . 
E  Tristan  dixo:  «Por  Dios,  señor,  no  me  lo 
mandays,  que  no  lo  liare  por  cosa  del  mun- 
do, e  marauillome  de  vuestra  discreción  en 
poneros  a  vos  e  toda  la  corte  a  recebir  men- 
gua de  vn  solo  caualiero  con  tales  promessas 
e  mercedes» .  E  mando  Tristan  que  diessen 
cenada  a  su  cauallo,  e  quando  el  ouo  comi- 
do, armóse  bien  e  subió  en  su  cauallo,  e  fue 
Gorualan  con  el  y  fueronse  a  la  floresta  con 
gran  trabajo  a  causa  de  la  mucha  espessura 
de  la  floresta  y  por  la  escuridad  de  la  noche; 
e  andando  buscando  por  todas  las  partes  de  la 
floresta  a  la  reyna  o  a  Palomades,  passo  toda 
la  noche;  e  quando  vino  la  mañana,  que  el 
sol  fue  salido,  ellos  vieron  lexos  a  Sagramor 
que  estaña  ferido  caydo  en  tierra,  e  dixo 
Tristan  a  Gorualan:  «Amo,  descaualgad  e 
vereys  aquel  cauaUero  si  esta  muerto  o  biuo, 
que  aquesto  ha  fecho  Palomades» .  Y  Gorua- 
lan fue  contra  el,  e  Sagramor,  en  que  lo  vio 


venir,  aleo  la  cabera  e  dixo:  «Señor  caualie- 
ro, por  Dios  os  ruego  que  me  ayudeys  a  le- 
uantar» .  En  esto  allego  Tristan,  e  demando 
al  caualiero  quien  le  auia  feclio  aquellas  he- 
ridas, e  Sagramor  respondió:  «Señores  caua- 
lleros, por  Dios,  líamelas  fecho  dellas  Palo- 
mades e  dellas  otra  auentura  que  me  auia 
venido,  e  si  ouiesse  alguna  buena  ayuda,  yo 
fio  en  Dios  que  presto  guaresceria» .  Ellos  lo 
leuantaron  de  aquel  lugar  e  pusiéronlo  en 
su  cauallo,  e  leñáronlo  consigo  fasta  vn  mo- 
nesterio  de  frayles,  para  que  lo  guarescies- 
sen  y  lo  ouiessen  en  su  encomienda.  Y  quan- 
do llegaron  al  monesterio,  Tristan  dixo  que 
llamassen  al  prior,  el  qual  era  el  mas  reue- 
rendo  que  auia  en  la  tierra;  e  quando  vino. 
Tristan  le  fizo  gran  reuerencia,  y  dixole: 
«Reuerendo  padre,  yo  os  pido  por  merced  y 
por  Nuestro  Señor  que  mandeys  tomar  aquel 
caualiero  e  le  fagays  curar,  e  yo  boluere  por 
aqui  y  lo  leñare,  e  lo  regradescere  a  vuestra 
reuerencia» .  Y  el  prior  dixo  que  faria  todo 
lo  que  Tristan  le  rogaua  de  buenamente;  e 
Tristan  le  dixo  que  si  ante  quel  viniesse 
guarecía,  que  lo  lleuassen  ante  el  rey  Ma- 
res. E  los  frayles  dixeron  que  les  plazia  de 
grado.  E  Tristan  se  despidió  dellos,  e  fue- 
ronse el  e  Gorualan,  e  hallaron  dos  caminos, 
e  dixo:  «Amo,  yd  vos  por  este  camino  del 
piélago  e  yo  y  re  por  este  otro  de  la  floresta, 
e  andemos  tanto  fasta  que  sepamos  nueuas, 
e  qualquier  que  antes  lo  hallare,  torjie  aqui» . 
E  Gorualan  dixo  que  le  plazia,  e  cada  vno 
fue  su  camino.  E  Gorualan  passo  vn  rio, 
e  paro  mientes,  e  vio  vna  torre,  e  fue  para 
ella  e  vio  estar  a  la  finiestra  a  la  reyna,  e 
quando  la  vio,  saludóla  cortesmente  y  ella  le 
torno  las  saludes.  E  Gorualan  le  dixo:  «Se- 
ñora, ¿como  estay s  aqui  encerrada?»  Y  ella 
dixo:  «¿No  veys  ay  delante  de  vos  a  Palo- 
mades, que  me  tiene  encerrada,  y  dize  que 
no  puedo  escapar  que  no  haga  comigo  su  vo- 
luntad?» E  Gorualan  miro  e  vio  a  Paloma- 
de  que  dormía,  o  fuese  para  el,  e  comenfole 
de  llamar  fuertemente,  e  no  le  podia  des- 
pertar, porque  el  soñaua  vn  sueño  que  esta- 
lui  con  su  señora  Yseo  conpliendo  su  volun- 
tad e  todo  su  amor  carnal,  e  Gorualan  no 
dexo  de  lo  llamar  fasta  que  algo  la  cabera,  e 
dixo:  «¿Quien  eres  tu,  diablo,  que  me  has 
quitado  del  mi  dulce  holgar  en  que  yo  esta- 
ña? Que  yo  soñaua  que  tenia  en  mis  bragos 
a  la  reyna  mi  señora;  por  cierto,  si  tu  fues- 
scs  caualiero  armado,  yo  te  castigarla  por 
ello,  mas  ruégete  que  te  vayas  tu  camino,  e 
doxame  dormir  y  fazer  mi  dulce  sueño».  E 
Gorualan  le  dixo:  «Por  Dios,  caualiero,  el  tu 
dormir  no  valdrá  nada,  que  si  {mv  ventura 
Tristan  te  alcanga,  no  te  escaparas  sin  bata- 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


379 


lia».  «Por  mi  fe,  dixo  Palomades,  el  no  me 
tirara  a(iuello  que  yo  lealinente  lie  ganado» . 
E  tornóse  a  dormir,  e  comento  a  fazer  aquel 
mesmo  sueño  que  antes  auia  hecho. 

E  Gorualan  se  torno  contra  ia  floresta,  y 
fallo  a  Tristan,  e  contole  todo  aquello  que  la 
reyna  le  auia  dicho  e  do  como  despertara  a 
Palomades,  e  la  respuesta  que  le  diera  y  el 
sueño  que  liazia.  Quaudo  Tristan  supo  esto, 
fue  muy  alegre  por  que  los  auian  hallado,  e 
dixo:  «Caualguemos  y  vamos  contra  ellos»; 
e  yendo  assi  fallaron  el  cibdadano  muerto, 
e  luego  pensaron  que  Palomades  lo  aiiia 
fecho;  y  anduuieron  tanto  que  llegaron  a  la 
torre  e  vieron  estar  a  la  reyna  a  las  ñnies- 
tras.  E  quando  ella  vio  a  Tristan,  conocióle, 
y  comencé  a  dar  grandes  bozes,  en  manera 
que  Tristan  la  oyó,  e  dixo:  «Ay  mi  señor, 
¿j  no  veys  como  estoy  encerrada  por  miedo 
de  Palomades?»  E  Tristan  fue  alegre  de 
aquello  que  dixo  la  rejnia,  e  dixo  a  Grorua- 
lan:  «Yd  al  cauallero  e  dezilde  que  se  apare- 
je para  la  batalla» .  E  Grorualan  se  fue  para 
Palomades  que  dormia,  e  abaxose  tanto,  que 
le  echo  mano  por  la  visera  del  yelmo,  que  le 
hizo  despertar  a  mal  de  su  grado;  e  quando 
el  fue  despierto,  dixo:  «¿Quien  eres  tu,  dia- 
blo, qiie  dos  vezes  me  has  despertado  de  mi 
dulce  sueño?  Por  la  mi  fe,  tu  lo  pagaras». 
«Cauallero,  dixo  Grorualan,  leuantadvos  que 
ved  aqui  a  Tristan  que  vos  espera  a  la  bata- 
lla». E  Palomades  alQO  la  cabera,  y  vio  a 
Tristan  que  estaña  aparejado  a  la  batalla,  e 
fue  para  su  cauallo,  e  púsole  el  freno  y  ca- 
ualgo,  e  tomo  su  escudo  e  su  lanr-a.  y  fuese 
para  Tristan,  e  saludáronse.  E  Tristan  le 
dixo:  «Palomades,  ¿quel  ventura  vos  traxo 
en  aquesta  tierra,  o  por  que  aueys  hecho  tan 
gran  villanía  al  rey  mi  señor?»  E  Palomades 
le  contó  todo  el  fecho  assi  como  le  era  acon- 
tecido. 

E  Tristan  le  dixo:  «Palomades,  otras  ve- 
zes me  aueys  fecho  desonrra,  ruegovos  que 
os  vayays  vuestro  camino  e  dexeys  a  la 
reyna  mi  señora».  '<Cierto,  dixo  Palomades, 
no  la  dexare  sin  batalla,  que  yo  la  he  ganado 
lealmente» .  E  Tristan  vio  que  la  batalla  no 
la  podia  escusar;  dixo:  «Yos  ¿aueys  yanta- 
do?» El  dixo  que  no,  antes  auia  ayunado 
dos  dias.  Y  Tristan  dixo  a  la  reyna  que  le 
flziesse  traer  viandas,  que  querian  comer, 
que  mucho  lo  auian  menester.  E  desque 
aquello  fue  fecho,  assentaronse  a  comer  en 
el  prado,  e  Grorualan  servia  a  Tristan  e  vna 
donzella  de  la  torre  servia  a  Palomades.  E 
quando  ouieron  comido,  dixo  Tristan  a  Pa- 
lomades que  se  apare jasse  a  la  batalla,  e 
fueron  ambos  caualleros  en  sus  cauallos  a 
ferirse  de  gran  poder,  e  Palomades  cayo  en 


tierra,  y  a  Tristan  fallecióle  la  cincha  e  ono 
de  venir  a  tierra;  y  ellos  se  leuantaron  lo 
mejor  que  pudieron,  y  Palomades  tenia  la 
pierna  debaxo  del  cauallo,  e  Tristan  lo  cule- 
ra muerto  si  quisiera,  lo  qual  Palomades  ge 
lo  tuno  en  gran  cortesía.  E  quando  el  fue  le- 
uantado  f  aérense  a  herir  de  mortales  golpes 
de  sus  espadas,  que  sus  escudos  y  armas 
rompían,  e  tanto  fueron  combatidos,  que  ya 
estañan  cansados,  e  tiráronse  a  fuera  el  vno 
del  otro  por  cobrar  fuerca,  e  a  poca  de  ora 
leuantaronse  a  ferir  de  tal  poder,   que  era 
marauilla.  Palomades  conoscio  bien  quel  era 
venido  al  tiempo  de  la  muerte,  quel  auia  lo 
peor  de  la  batalla  e  Tristan  lo  mejor;  e  Gror- 
ualan. en  que  los  vio  assi  combatir  tan  mor- 
talmente,  fue  para  la  reyna  e  dixole:  «Se- 
ñora, en  esta  batalla  son  los  dos  mejores  ca- 
ualleros del  mundo,  e  seria  gran  daño  si  ellos 
muriessen,  porque  os  pido  por  merced  que 
por  vuestra  honrra  que  vayays  alia  y  que 
pongays  paz  entre  ellos» .  E  quando  la  reyna 
esto  oyó,  descendió  de  la  torre  e  fuese  a  ellos, 
e  dixoles:  «Caualleros,  yo  os  ruego  que  por 
amor  de  mi  e  por  honrra  de  caualleria  quede 
por  esta  noche,  que  agora  ya  es  tarde  e  soys 
cansados.  E  quando  los  caualleros  oyeron  esto, 
dexaronse  de  combatir  e  tornáronse  todos  a 
la  torre.  E  quando  fueron  dentro,  la  reyna 
dixo  a  Palomades:  «Cauallero,  yo  os  ruego 
que  por  amor  de  mi  que  me  fagays  vn  men- 
saje al  rey  Artur» .  Y  el  dixo  que  lo  haria  de 
buenamente.  Y  la  reyna  dixo:   «Yo  quiero 
que  me  leueys  vnas  cartas  al  rey  Artur_e  a 
la   reyna  Ginebra,   e  saludadmelóTTÍe  mi 
parte,  e  dezidles  ciue  dos  caualleros,  que  son 
los  mejores  que  ay  en  el  mundo,  en  los 
quales  ay  todas  las  bondades  e  cortesías  e 
fuerr-as» .  Equando  Palomades  oyó  esto,  pensó 
que  la  reyna  lo  fazia  por  que  no  muriesen 
entranbos^,  que  no  por  las  cartas,  e  dixo  Pa- 
lomades: «Señor  Tristan,  todo  esto  que  yo 
he  fecho  fue  por  tal  que  prouasse  mi  perso- 
na con  vos,  e  conozco  que  soys  el  mejor  ca- 
uallero con  quien  yo  nunca  me  conbatiesse; 
y  vos,  señora  Yseo,  bien  veo  que  este  mensaje 
que  me  mandays  que  faga  que  es  por  que 
nuestra  batalla  no  aya  fin;  verdad  es  que  con 
justo  titulo  yo  os  tenia  ganada,  pero  porque 
yo  precio  mucho  no  os  desseruir,  me  quiero 
partir  de  la  batalla  e  fazer  vuestro  manda- 
do». E  tomo  las  cartas,  que  dezian  assi:  «A 
la  corte  del  rey  Artur.  Yo  la  reyna  Yseo., 
muger  del  rey  Mares,  me  presento  a  vosotros 
e  os  fago  saber  que  fue  ventura  que  Paloma- 
des  el  2^'^g'^no  me  saco  de  la  corte  del  rey 
Mares  por  vn  don  que  le  fue  otorgado  por  mi 
por  .seruicio  que  me  auia  fecho,  y  con  consen- 
timiento del  rey  e  de  toda  la  corte,  con  tal 


380 


LIBROS  DE  caballerías 


condición  que  me  no  fixiesse  desonrra  en 
todo  el  reyno,  e  que  si  cauallcro  alguno  melé 
tirafi!>-e  por  fuer(^a  de  armas,  qnel  don  fue^ssc 
ninguno.  E  cierto  las  bondades  de  Tristan 
son  valerosas,  y  el  me  tiro  de  manos  de  Pa- 
lomades,  el  qual  ayna  fuera  muerto,  mas  yo 
le  hixe perdonar  todo  el  mal  querer  que  Tris- 
tan  le  auia.  E  agora  Paloniades  se  va  a  cssa 
corte  por  daros  cuenta  de  lo  passado,  e  dile 
estas  cay-tas  que  letmsse».  E  Tristan  e  la 
reyna  se  retruxeron  a  cenar,  e  la  mañana 
tomo  su  camino  Palomades,  e  tanto  anduiio, 
que  llego  a  la  corte  del  rey  Artur,  e  dio  las 
cartas  al  rey,  e  a  la  reyna,  y  a  todos  los  de 
la  corte  plugo  por  que  la  reyna  era  libre  a 
su  lionra.  E  agora  tornemos  a  Tristan. 


XXXI 

De  como  do-n  Tristan  e  Gorualan  e  la  reyna 
Yseo  partieron  de  la  torre  e  fueron  a  la  cor- 
te del  rey  Mares. 

Quedaron  muy  alegres  en  la  torre  Tris- 
tan  e  la  reyna  e  Gorualan,  que  ninguno  no 
les  fízo  enojo,  y  quando  el  dia  fue  venido, 
los  dos  amados  se  leuantaron,  e  Tristan 
quisso  prouar  a  la  reyna,  e  dixole:  «Señora, 
vos  sabeys  el  gran  amor  que  es  entre  vos 
e  mi,  que  vos  no  podeys  estar  de  yr  a  mi 
y  yo  de  yr  a  vos,  por  que  he  gran  miedo 
que  nuestro  het-lio  sea  descubierto,  e  por 
esto  querría  yo,  agora  que  auemos  tiempo, 
que  nos  fuessemos  al  mi  reyno  de  Leonis,  e 
yo  Icuantarme  he  por  rey,  e  no  aure  miedo 
que  ninguna  persona  me  haga  enojo» .  E  la 
reyna  respondió:  «Señor  Tristan,  eso  que 
vos  dezis  se  podria  bien  hazer,  mas  vos  se- 
riades  llamado  falso  rey  y  yo  falsa  reyna,  y 
seriamos  rentados  por  todos  los  reynos  e  por 
todo  el  mundo;  mas  yo  os  diré  mejor:  nos 
estaremos  en  la  corte  e  tememos  encubierto 
nuestro  fecho,  y  de  aquesta  tornada  aureys 
vos  gran  estima  y  honrra,  e  prouecho  del 
reyno  e  de  la  gente;  y  el  rey  e  todos  vos  ter- 
nan  por  muy  buen  cauallero».  E  Tristan 
touo  que  aquello  era  lo  mejor,  e  encomen- 
daron a  Dios  aquellos  de  la  torre,  e  metié- 
ronse en  el  camino  e  fueronse  para  la  corte 
del  rey  Mares;  e  aquellos  de  la  torre  tr\ixe- 
ron  del  campo  a  su  señor  muy  honradamen- 
te. E  quando  la  reyna  e  Tristan  llegaron  a  la 
puerta  de  la  cibdad,  todas  las  gentes  los  res- 
cibieron  con  gran  alegría,  y  dezian  quel  rey- 
no  no  valdria  nada  sin  Tristan,  e  que  por  el 
en  todo  lugar  eran  honrrados,  e  siguiéronlos 
fasta  el  palacio,  e  Tristan  tomo  la  reyna  por 
la  mano,  e  llenóla  delante  del  vej,  e  dixole: 


«Señor,  tomad  vuestra  muger,  que  yo  la  he 
socorrido  a  Inien  tiempo  por  fuei-ca  de  ar- 
mas, e  guardadvos  que  otra  vez  non  fagays 
tan  desygual  merced,  que  prometovos  en 
buena  fe  que  mas  fuerte  cosa  es  el  adquirir 
que  no  el  dar» .  «Por  Dios,  dixo  el  rey,  bien 
es  verdad,  mas  prometovos  de  aqui  adelante 
non  faga  ningún  don  que  a  la  reyna  no  saque 
dende».  Y  estando  en  aquestas  palabras, 
llego  Sagramor,  aquel  cauallero  que  Palo- 
mades auia  derribado,  y  el  rey  e  la  rejma  le 
dieron  gracias  e  le  fizieron  honrra  por  aque- 
llo que  fiziera,  y  el  rey  le  dio  vn  buen  cas- 
tillo que  estaña  delante  de  la  cibdad  y  era  de 
gran  renta;  e  de  alli  adelante  fue  su  caua- 
llero e  de  su  corte,  e  la  reyna  lo  lleno  a  vna 
cámara,  e  fizólo  desarmar,  e  cato  las  feri- 
das,  que  auian  sido  mal  curadas,  e  púsole 
tales  vnguentos,  que  a  poco  de  tienpo  fue 
bien  sano,  e  fizieronle  todos  gran  honrra. 


XXXII 

De  como  don  Tristan  se  combatió  con  Lama- 
rad  e  con  su  jnimo,  e  como  los  venció. 

La  historia  dize  que  vn  dia  de  gran  fiesta 
el  rey  hizo  llenar  fuera  de  la  cibdad  seys 
tiendas,  que  queria  yr  a  folgar  con  la  reyna 
e  con  don  Tristan  e  con  toda  la  corte.  E 
mientra  ellos  estañan  assi,  vieron  venir  dos 
caualloros  estraños:  el  vno  era  Lamarad  de 
Gaones,  y  el  otro  era  vn.su  primo;  e  fueron 
derechos  para  las  tiendas,  o  descaualgaron  e 
entraron  dentro  e  saludaron  al  rey  muy  cor- 
tesmente,  y  el  rey  a  ellos,  e  quando  ouieron 
estado  vna  gran  pieca,  demandaron  por  la 
reyna,  y  el  rey  les  dixo:  «Yedla  en  aquella 
tienda,  do  juega  al  axedrez  con  Tristan».  E 
los  caualleros  se  fueron  a  aquella  tienda  e 
hallaron  la  reyna,  e  saludáronla  eortesmen- 
te,  y  ella  los  rescibio  bien;  e  dixo  Lamarad: 
«Esta  es  la  mas  fermosa  dueña  del  mundo, 
verdad  dixo  el  que  me  la  loo,  mas  mas  fer- 
mosa es  la  reyna  de  Orgadia» .  E  respondió 
su  primo  e  dixo:  «Cierto  es  bien  fermosa, 
mas  Palomades  deue  de  saber  si  ella  es  fer- 
mosa e  buena,  y  esto  es  gran  verguenca  de 
todos  los  de  Cornualla,  que  no  saben  defen- 
der su  señora» .  «Cierto,  dixo  Lamarad,  estos 
caualleros  son  malos  e  falsos,  e  no  passaran 
assi  en  la  corte  de  Tragonía» .  E  la  reyna, 
finando  oyó  estas  palabras,  boluiose  contra 
Lamarad  y  su  primo,  e  dixoles:  «Caualleros, 
vosotros,  ¿soj'S  hijos  de  reyes,  o  soys  caua- 
lleros andantes,  que  dezis  mal  de  las  due- 
ñas?» «Cierto,  dixo  Lamarad,  entre  nosotros 
ay  fijo  de  rey,  e  somos  caualleros  andantes» . 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


381 


Eespondio  la  reyua:  «Quanrlo  delante  de 
dueñas  dezis,  ¿que  liareys  detras?»  Dixo  La- 
niarad:  «Señora,  yo  no  digo  mal  de  dueñas, 
e  si  algún  mal  he  dicho  de  vos,  ruegoos  que 
me  perdoneys,  mas  digo  e  diré  que  aquestos 
caualleros  de  Cornualla  son  malos  e  deslea- 
les, e  que  se  lo  prouare  por  fuerza  de  armas». 
Y  de  aquestas  palabras  peso  a  Tristan,  mas 
dio  a  entender  que  no  paraua  mientes  en 
ello,  antes  comenoo  a  íaV)lar  con  vn  caualle- 
ro.  E  Lamarad  encomendó  a  la  reyna  a  Dios, 
c  dixo:  «Señora,  si  yo  dixe  cosa  contra  vos, 
yo  os  ruego  que  me  perdoneys».  Y  ella  dixo: 
«Yo  os  perdono  todo  mi  enojo,  con  tal  que 
no  digays  mal  de  dueñas» .  E  luego  se  fue- 
i'on  su  camino,  e  quando  fueron  apartados 
vn  poco  ellos,  fallaron  vn  donzel  que  traya 
vn  gauilan  e  venia  de  ca§a,  e  dixeronle: 
«Amigo,  dezid  al  rey  Mares  que  nos  deman- 
damos justa» .  T  el  donzel  fuesse  para  el  rey, 
y  dixole  como  aquellos  caualleros  demanda- 
uan  justa.  Y  el  rey  pregunto  que  por  qual 
razón  la  demandauan,  e  Tristan  le  contó 
toda  la  razón.  E  luego  el  fizo  armar  dos  ca- 
ualleros, e  enbiolos  alia,  e  su  primo  de  La- 
marad quiso  auer  la  primera  batalla,  porque 
fuera  cauallero  primero  que  Lamarad,  e  La- 
marad se  lo  otorgo;  e  los  caualleros  se  fueron 
a  ferir  ardidmente  dos  por  dos.  A  los  pri- 
meros golpes  los  caualleros  de  Cornualla  ca- 
yeron en  tierra,  e  luego  fueron  leuantados 
e  pusieron  mano  a  las  espadas  e  fueronse 
para  ellos;  e  los  otros  les  dixeron:  «Caual- 
gad  en  vuestros  cauallos  e  ydvos,  e  dezid  al 
rey  Mares  que  avn  queremos  justa  con  los 
caualleros  malos  de  su  corte» .  Y  ellos  caual- 
garon  lo  mejor  que  pudieron,  e  fueronse 
para  el  rey,  e  contáronle  como  les  auia  con- 
tescido  e  como  demandauan  justa.  E  el  rey 
e  todos  los  otros  fueron  ayrados  e  sañudos,  e 
embiaron  alia  quatro  caualleros,  e  todos  los 
que  mirauan  a  los  quatro  caualleros  dezian: 
«Agora  morirán  los  dos» .  E  quando  los  dos 
caualleros  los  vieron  yr,  bolnieronse  los  vnos 
contra  los  otros,  e  dieronse  tan  grandes  gol- 
pes, que  derribaron  a  los  quatro  caualleros, 
e  demandaron  merced,  e  Lamarad  dixo: 
«Yo  aure  merced  de  vosotros,  si  vosotros  ca- 
ualgays  en  vuestros  cauallos  e  vays  al  rey 
a  dezirle  que  nos  queremos  justa».  Y  ellos 
caualgaron  lo  mejor  <pie  ¡judieron  e  fueron- 
se delante  el  rey,  e  todos  fueron  tristes.  E 
quando  vieron  que  por  dos  caualleros  eran 
assi  deshonrrados,  armáronse  diez  caualle- 
ros, e  dixoles  el  re}'':  «Si  no  los  traeys  muer- 
tos, la  mi  merced  aureys  perdida» .  E  dixe- 
ron que  asi  lo  farian,  c  fueronse  a  los  dos 
caualleros.  Quando  los  vieron  yr,  fueronse 
a  meter  en  medio  e  coraengaronlos  a  ferir, 


assi  que  aquella  batalla  era  a  marauilla,  e 
tanto' lo  fizieron  de  bien  aquellos  dos  caua- 
lleros, que  los  diez  caualleros  comencaron  a 
ñiir,  e  quedaron  muertos  en  el  canpo  quatro, 
e  los  dos  primeros  tomaron  de  las  lan(;'as  de 
los  muertos,  e  los  otros  fueron  delante  el 
rey,  dellos  feridos  e  dellos  maltratados.  Y 
el  rey,  quando  vio  esto,  fue  triste,  e  dixeron 
que  aquellos  no  eran  caualleros,  mas  diablos, 
«ca  mucho  nos  han  desonrrado  a  Cornualla 
por  todos  tienpos» ;  e  armáronse  treynta  ca- 
ualleros, y  el  rey  les  dixor  «Yo  os  juro  por 
la  mi  corona,  que  si  vosotros  soys  vencidos, 
que  a  todos  vos  cortare  las  caberas» .  E  los 
caualleros  comentaron  a  correr,  que  no  al- 
can^auan  el  vno  al  otro.  E  Lamarad  e  su  pri- 
mo, en  que  vieron  esto,  dixeron:  «Agora  es 
tiempo  y  es  menester  que  muramos  como 
buenos,  que  toda  la  caualleria  viene  sobre 
nos,  e  antes  que  todos  lleguen,  fagamos 
nuestro  poder,  e  si  muriésemos,  moriremos 
con  honrra,  e  si  los  desbaratamos,  podremos 
dezir  que  auemos  abaxado  a  toda  Cornualla, 
e  seremos  tenidos  por  valientes  caualleros;  y 
boluamos  los  cauallos  a  ellos».  E  fueronlos  a 
ferir  tan  mortalmente,  que  ante  que  fuessen 
ayuntados,  assi  como  venian  los  desbarata- 
ron, dellos  muertos  y  dellos  feridos,  e  los 
vnos  comencaron  a  fuyr,  e  los  otros  a  de- 
mandar merced.  Y  ellos  dixeron:  «Merced 
aureys  en  tal  que  vos  vayays  delante  el  rey 
e  que  le  digays  que  queremos  justa».  Y"  ellos 
fueronse  delante  el  rey,  e  dixeronle:  «Señor, 
nos  e  vos  somos  todos  muertos,  que  dizen 
aquellos  caualleros  que  no  partirán  de  alli 
mientra  que  caualleros  vean  en  pie» .  El  rey 
fue  muy  sañudo,  que  antes  quissiera  ser 
muerto,  e  fizo  llamar  a  Tristan,  e  dixole: 
«Wi  buen  sobrino,  ruego  vos  que  vayaj^s  alia 
si  a  vos  plaze,  si  no,  todos  tiempos  sera  des- 
preciada mi  corona».  E  Tristaii  dixo:  «Mu- 
cho me  sera  gran  vergüenza,  que  ellos  lo 
han  bien  fecho;  que,  si  los  yo  venciesse,  no 
les  seria  desonrra  ninguna  ni  yo  aure  hon- 
rra, que  ellos  están  ya  cansados» .  E  tanto  le 
rogaron  el  rej  e  la  reyna,  que  lo  ouo  de  fa- 
zer;  y  el  se  armo,  e  subió  en  su  cauallo,  e 
fuesse  para  los  dos  caualleros.  E  quando  La- 
marad y  su  primo  lo  vieron  venir,  luego  lo 
conoscieron  en  el  caualgar  que  aquel  era  el 
l)uen  cauallero  don  Tristan  de  Leonis,  de 
quien  ellos  se  recelauan  de  ser  muertos  o 
venzidos,  e  dezian  que  si  aquel  cauallero  po- 
diessen  derribar,  que  auian  vencido  a  toda 
Cornualla.  E  luego  Lamarad  demando  a  su 
¡jrimo  la  primera  justa;  e  fuesse  para  Tris- 
tan,  e  ñieronse  a  ferir  reziamente.  E  Lama- 
rad firio  a  Tristan  sobre  el  escudo  e  ron- 
pioselo  con  la  lanca;  e  Tristan  le  dio  tan 


382 
gran  golpe,  que  le  metió  la  laura  por  la  car- 
ne e  derribólo  del  caiiallo.  E  tiro  la  langa 
del,  e  fuesse  para  el  otro,  e  diole  tan  gran 
golpe  por  medio  del  arzón  de  la  silla,  que 
quebró  la  lanca  e  lirio  el  cauall^ro,  e  diole 
tan  gran  golpe,  que  el  petral  e  las  cinclias 
quebró,  e  dio  con  el  cauallero  en  tierra.  E 
Tristan  boluio  su  cauallo  para  se  tornar  a 
las  tiendas,  e  Lamarad  lo  llamo,  e  dixole: 
«Buen  cauallero,  bien  vemos  que  soys  me- 
jor cauallero  de  la  langa  que  nos,  e  yo  que- 
rría que  nos  prouassemos  de  las  espadas» .  E 
Tristan  dixo  que  quien  era;  y  el  dixo:  «Yo 
soy  Lamarad  de  Graones».   Y  Tristan  dixo: 
«Vos  aueys  fecho  tanto  de  armas  oy,  que 
para   todos  tiempos   aueys   ganado  prez  e 
lionrra,  e  si  yo  peleasse  con  vosotros  de  las 
espadas,  serme  ya  gran  vcrguenya,  que  soys 
cansados  en  vuestra  caualleria,  que  esto  que 
yo  he  fecho,  por  fuerca  e  (-ontra  mi  voluntad 
e  por  ruego  del  rey  Mares  mi  tio  lo  he  fe- 
cho; porque  os  ruego  que,  si  a  vos  plaze, 
que  caualgueys  en  vuestro  ca\iallo  e  vengays 
en  la  corte  comigo,  e  yo  fare  mucha  honrra 
a  vuestras  personas,  como  a  buenos  caualle- 
ros  que  soys».  Y  Lamarad  dixo  a  Tristan: 
«No  quiero  yo  vuestro  servicio,  mas  ruego- 
vos  que  juguemos  de  las  espadas» .  E  Tris- 
tan  dixo  que  no  faria  en  aquella  sazón,  e 
Lamarad  dixo:  «Si  vos,  Tristan,  non  que- 
reys  conbatir  comigo,  yo  me  querellare  de 
vos  en  todo  lugar» .  E  Tristan  dixo  que  no 
faria  ninguna  cosa  por  cortesia,  porque  esta- 
uan  cansados,  >[ue  no  por  miedo  que  dellos 
ouiesse.  Partióse  dellos  e  fuesse  para  el  rey 
Mares,  que  lo  recibió  honrradamente.  E  La- 
marad e  su  primo  caualgaron  en  sus  eaua- 
•  líos,  e  dixo  Lamarad  en  su  coracon  que  bus- 
caria  a  Tristan  el  daño  que  pudiese.  E  fue 
Tristan  bien  seruido  e  honrrado  de  todos  los 
de  la  corte.  E  el  rey  le  pregunto  por  que  no  se 
auia  combatido  con  el  de  las  espadas,  e  Tris- 
tan  le  dixo  como  era  Lamarad  e  su  primo,  e 
que  le  fuera  vergüenza  porque  estañan  cansa- 
dos, e  que  por  esto  no  se  conbatiera  con  ellos 
de  las  espadas,  e  que  a  ellos  no  vernia  dcs- 
onrra  ninguna,  tanto  auian  fecho  de  armas. 
Y  agora  dexemos  estar  a  Tristan  en  la 
corte,  e  tornemos  a  Lamarad. 

xxxin 


LIBROS  DE  CABALLERÍAS 

marfil,  muy  bien  guarnido  de  oro  e  plata  con 
vn  cordón  de  seda^  e  yua  con  el  cauallero  vna 
donzella  que  lleuaua  el  cuerno;  e  La^narad, 
quando  lo  vio,  pregunto  al  cauallero  donde 
yua,  y  el  les  dixo  que  a  la  corte  del  rey  Ar- 
tur,  «e  la  hada  Morgana  embia  este  cuerno  al 
rey  Artur» .  E  Lamarad  les  rogo  que  le  dixes- 
sen  que  virtud  auia  aquel  cuerno.  «Yo  os 
lo  diré,  dixo  la  donzella.  Este  cuerno,  si  al- 
guno ha  duda  que  su  muger  le  haga  maldad, 
hínchalo  de  vino  e  hágale  beuer  con  el;  y  si 
esta  beuiere  con  el,  es  casta  y  buena,  e  si 
ha  fecho  algún  mal,  el  vino  se  le  derramara 
por  los  pechos  que  no  podra  beuer  con  el»  (*). 
E  quando  Lamarad  lo  oyó,  el  se  marauillo, 
e  dixo:  «Por  Dios,  este  cuerno  no  yra  a  la 
corte  del  rey  Artur,  antes  yra  a  la  corte  del 
rey  Mares» .  «Cierto,  dixo  el  cauallero,  no  yra 
a  la  corte  del  rej  Mares,  ca  no  auemos  man- 
dami' uto  para  ello».  Dixo  Lamarad:  «Pues 
aparejaos  para  la  batalla».  «Plazeme,  dixo 
el  cauallero,  ca  por  esso  me  fue  encomendada 
esta  donzella».  E  luego  se  arredraron  vno 
de  otro,  e  dieronse  tan  mortales  golpes,  que 
el  cauallero  de  la  donzella  cayo,  e  Lamarad 
puso  mano  a  la  espada  para  le  cortar  la  ca- 
beca,  y  el  cauallero  le  dixo:  «¡Merced!»  «No 
puedes  auerla  si  no  me  prometes  de  llenar  el 
cuerno  a  la  corte  del  rey  Mares» .   «Señor, 
dixo  el  cauallero,  yo  os  lo  prometo,  sobre  or- 
den de  cauallero,  que  haré  todo  aquello  que 
vos  mandardes» .  Dixo  Lamarad:  «Leuantad- 
vos» .  Y  el  se  leuanto,  e  snbio  en  su  cauallo, 
e  Lamarad  le  dixo:  «Yos  le  presentareys  al 
rey  Mares,  de  parte  de  Lamarad  de  Graones» . 
E  luego  se  fue  por  su  camino,  e  anduuo  tan- 
to hasta  que  llego  a  la  corte  del  rey  Mares,  e 
hallaron  al  rey  en  la  silla,  e  toda  la  gente 
de  su  corte  estaña  ende.  E  quando  el  rey  e 
la  gente  vieron  el  cuerno,   marauillaronse 
mucho,  e  dixo  el  cauallero:  «Señor  rey  Ma- 
res, Lamarad  de  Gaones  vos  embia  m.iicho  a 
saludar,  e  os  embia  este  cuerno  encantado, 
el  qual  ha  esta  virtud,  que  si  algún  cauallero 
quisiere  prouar  a  su  muger  de  adulterio,  que 
le  do  a  beuer  con  este  cuerno,  e  si  ella  es  en 
culpa  a  su  señor,  no  podra  beuer  con  el» .  E 
contó  como  lo  lleuaua  a  la  corte  del  rey  Ar- 
tur y  como  Lamarad  lo  auia  conquerido  por 
fuerza  de  armas  y  quel  lo  quiso  enbiar  a  su  cor- 


lee como  Lamarad  se  eonbaiio  con  vn  caua- 
llero que  aconpañaua  a  vna  donzella  que 
Lleuaua  vn  cuerno  encantado. 

Mientra  Lamarad  de  Gaones  e  su  ¡jrimo  se 
yuan  i)or  su  camino  a  sus  auenturas,  toparon 
con  vn  cauallero  que  lleuaua  vn  cuerno  de 


(')  Este  episodio  fae  imitarlo  por  el  Ariosto  en  el 
canto  XLIII  del  Orlando  Fariuso: 

oDisse  Melissa:  ¡o  ti  daró  un  vasallo 
Falto  fia  ber,  di  virtii  rara  e  strana; 
Qual  huí,  per  fare  accorlo  il  suo  fratello 
Del  fallo  di  Giiievra,  l'é'  Morgana. 
Clii  la  nioglle  lii  púdica,  bee  con  quello; 
Ma  non  vi  puó  gia  ber  chi  l'ha  puttana; 
Clie'l  vin,  quando  lo  credo  in  bocea  porro, 
Tutto  si  sparge,  e  fuor  nel  petto  scorre.» 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


383 


te.  T  el  ver  se  maranillo,  e  dixo  quol  quería 
prouar  aquel  cuerno,  e  hizolo  lienchir  de  vino, 
e  fizo  dar  a  la  rejaia,  que  beuiese  ella  e  las 
otras  diieñas,  e  la  reyua  dixo  que  no  beueria 
con  el  cuerno,  que  era  encantado,  e  que  no 
quería  ser  auíltada  por  tal  razón.  «Por  la  mi 
fe,  dixo  el  rey,  a  vos  conuiene  liazer,  que- 
rays  o  no;  e  luego  en  pos  de  vos,  todas  las 
otras  dueñas» .  E  tunando  la  reyna  vio  que  no 
se  podía  escusar  de  beuer  con  el  cuerno,  qui- 
so beuer,  mas  antes  que  ella  lleuasse  el  vino 
a  la  boca,  la  mano  le  tenblo  tan  fuerte,  que 
todo  se  le  derramo  por  los  pechos,  e  desto 
Tristan  y  el  rey  fueron  tristes,  e  mando  el 
rey  que  todas  beuiessen  con  el  cuerno,  pues 
que  la  reyna  auia  beuído.  E  desto  todos  los 
caualleros  de  la  corte  fueron  descontentos, 
porque  las  dueñas  auian  de  beuer  con  el  cuer- 
no como  la  reyna,  que  podría  por  ventura 
caer  en  vergueni;a,  e  cierto  que  de  trezien- 
tas  ochenta  dueñas  que  eran  a  la  sazón  en  la 
corte,  no  ouo  sino  veynte  y  vna  que  con  el 
cuerno  pudiessen  bien  beuer;  y  el  rey  fizo 
mandamiento  que  todas  juntamente  fiiessen 
quemadas.  Y  entonce  se  leuanto  vn  cauallero 
en  pie,  e  dixo:  «Señor  rey,  si  vos  matar  e 
quemar  quereys  a  la  reyna  por  vn  cuerno 
encantado  que  es  aquí  embiado  por  mal  que- 
rencia, vos  lo  podeys  fazer,  mas  la  mía  ten- 
go por  buena  e  vos  no  le  hareys  mal»  .Y  esso 
mesmo  dixeron  todos  los  otros  de  la  corte;  e 
quando  el  rey  03^0  esto,  dixo:  «Por  Dios,  si 
vosotros  las  teneys  por  buenas  e  leales,  assi 
fago  yo  la  mía,  e  avn  por  mejor,  e  porque  ella 
es  de  alto  linaje» .  Y  el  rey  perdono  a  la  reyna 
ea  las  otras  dueñas,  e  hizo  quebrar  el  cuerno 
delante  de  todos.  Assi  que  del  cuerno  salió 
vn  fumo  que  subió  al  rezio  ayre,  de  la  qual 
cosa  fueron  todos  espantados;  e  Tristan  fue 
desta  auentura  muy  triste,  e  dixo  entre  si 
mesmo:  «Assi  Dios  me  ayude,  mucho  es  bien 
empleado  en  mi:  todo  esto  me  ha  venido  ¡mor- 
que yo  dexe  a  Lamarad  por  mi  cortesía,  que 
no  me  quise  conbatir  con  el  de  la  espada,  e 
por  esta  razón  ha  el  desonrrado  a  mi  señor 
el  rey  Mares,  e  a  mi  señora  la  reyna,  e  a 
toda  la  corte,  e  por  desonrra  de  mi  lo  ha 
embiado.  Por  ende  yo  prometo  a  orden  de 
caualleria  que  si  topo  yo  con  el  en  algunas  par- 
tes, que  yo  le  daré  la  muerte  si  fazerlo  puedo, 
e  no  valdrá  su  encantamiento  ni  su  cuerno» . 
E  passado  esto,  vino  vn  día  a  la  corte  del 
rey  vna  donzella  por  seruir  y  estar  con  la 
reyna  en  su  corte.  E  estando  assi  vn  gran 
tiempo,  ella  se  enamoro  de  Tristan  porque 
era  buen  cauallero,  e  dixo  que  daria  a  el  su 
cuerpo  para  fazer  toda  su  voluntad;  e  busco 
vn  día  como  hablasse  con  el  en  lugar  que 
ninguno  los  viesse,  e  llamólo,  e  dixole:  «Ca- 


uallero, sabe  que  yo  soy  mucho  enamorada 
de  vos,  e  no  ay  cosa  en  el  mundo  que  yo 
mas  ame  ni  tanto  como  a  vos,  j^or  que  os  ruego 
que  seays  señor  de  mi  amor».  Y  Tristan. 
quando  oyó  estas  palabras,  dixole:  «Donzella, 
¿como  dezis  estas  palabras?  Yo  promoto  a  or- 
den de  caualleria  que  si  mas  me  tornays  a 
dezir  esto,  yo  os  haré  quemar» .  E  la  donze- 
lla, quando  vio  que  Tristan  la  denostaua,  tor- 
nóse con  mala  voluntad,  e  dixo  que  ella  le 
buscaría  su  daño.  E  al  cabo  de  dos  días  la 
donzella  se  fue  para  AldareL  el  qual  era  pri- 
niode_Tristany  sobrino  del  rey.  E  dixo:  «Al- 
daret,  yo  vos  amo  mas  que  a  cosa  del  mundo, 
porque  os  ruego  que  seays  donzel  de  mi  amor, 
e  yo  seré  donzella  del  vuestro» .  Y  Aldaret, 
dixo:  «Bien  me  plaze,yovos  otorgo  el  mi 
amor» .  Y  assi  estouieron  ambos  en  grandes 
amores.  E  acontescío  que  vn  día  Tristan  e  la 
reyna  estañan  hablando  en  vno  y  estañan  ju- 
gando con  gran  amor,  y  la  donzella  estaña 
en  lugar  que  lo  vio,  e  pensó  en  todo  mal,  e 
fiiesse  para  Aldaret,  e  dixo:  «Sabed  que  Tris- 
tan  e  la  reyna  se  aman  de  amor».  «Callad, 
dixo  Aldaret,  que  Tristan  no  fana  tal  cosa» . 
Y  ella  dixo:  «Yo  os  lo  fare  ver  por  vuestros 
ojos;  venid  comigo».  E  Aldaret  (')  fue  con 
ella,  e  vio  a  Tristan  e  a  la  reyna  en  la  cama 
a  su  plazer,  y  Aldaret  se  fue  ante  el  rey  e 
dixole  lo  que  auia  visto,  y  el  rey  dixo:  «Cosa 
es  que  non  puedo  creer,  que  Tristan  haga 
tamaña  maldad  a  mí» .  Dixo  Aldaret:  «Yo  vos 
lo  fare  ver;  e  seguidme» .  El  re}^  dixo  que  no 
quería.  Dixo  Aldaret:  «Por  la  mi  fe,  yo  haré 
cosa  como  sepays  que  se  aman  de  gran  amor» . 
E  quando  vino  la  noche,  el  tomo  dos  hoces,  e 
púsolas  por  tal  arte  en  la  cama  de  la  reyna, 
para  que  si  alguno  alli  entrasse,  se  cortasse 
las  piernas;  e  quando  vino  la  noche,  Tristan 
entro  por  vna  finiestra  que  auia  en  la  cámara 
de  la  reyna,  y  estouieron  fasta  medía  noche,  / 
e  tenían  assi  tiem2Do  aparejado,  porque  el  rey^^ 
estaña  mal,  e  no  dormía  con  su  muger  por 
qiie]n^le"dañasse._E  quando  Tristan  ouo  fol- 
gado  con  la  reyna,  vistióse  vna  ropa  de  seda 
e  quísose  yr,  e  topo  vn  gran  golpe  en  las 
hoces  e  salió  del  mucha  sangre,  e  conoscio 
que  hombre  las  auia  alli  puesto  ascondida- 
mente,  e  dixo  a  la  reyna:  «Señora,  sabed  que 
somos  descubiertos  de  nuestro  fecho,  y  yo 
soy  ferido  malamente,  que  quien  puso  estas 
hoces  aquí  no  las  puso  sino  por  mi».  E  la 
reyna  leuantose  muy  triste  e  atole  las  llagas, 
e  dixole  que  se  fuesse  escondídamente,  que 
ella  pornia  en  ello  consejo.  Y  quando  Tristan,/^ 


O  En  el  Sir  Trixtrcm  inoflés,  en  vez  de  Aldeiet, 
se  habla  de  un  caballero  de  CornuaJla,  llamado  Me- 
riadoc. 


384 


LIBROS  DE  caballerías 


fue  partido,  ella  se  dio  grandes  golpes  en  las 
piernas  con  las  hoces,  assi  que  salió  mucha 
sangre,  e  dezia:  «¡O  Santa  Maria,  muerta 
so1»"Y  rey  e  quantos  la  ovan  leuantaronse,  e 
fueronse  a  la  cámara  de  la  rey  na  econ  gran- 
des lumbres,  e  halláronla  malamente  ferida, 
y  el  fue  desto  triste,  e  dixo  a  Tristan:  «Tos 
soys  culpante  deste  hecho  y  en  aqueste  mal, 
(pie  ninguno  no  entro  en  la  cámara  de  la  rey- 
ua  sino  vos».  E  dixo  Tristan  con  gran  saña, 
que  todo  hombre  qne  lo  dezia,  sainando  su 
corona,  que  mentía  falsamente  «y  yo  en- 
trare en  el  campo  con  el» .  Y  el  rey  dixo:  «De- 
xenios  esto,  que  ayna  lo  sabremos».  E  dixo 
la  reyna  que  todo  hombre  se  tornasso  a  su 
cama,  que  por  cierto  aquello  auia  fecho  el 
traydor  de  Aldaret.  que  le  queria  dar  la 
muerte,  no  se  lo  meresciendo,  «e  no  ayays 
duda  que  lo  hizo  otro  sino  el».  E  luego  se  ato 
las  llagas  ella  y  echóse  en  la  cama.  Y  el  rey 
se  quedo  con  ella,  don  Tristan  e  todos  los 
otros  se  tornaron  todos  para  sus  cámaras.  E 
no  passo  mucho  tiempo  que  Tristan  e  la  rey- 
na fueron  bien  sanos,  e  tornáronse  a  hazer 
su  hecho  como  solian.  E  aconteció  vn  dia  que 
Tristan  e  la  reyna  estañan  en  vna  cámara,  e 
la  mala  donzella  velaua  por  hazer  mala  obra 
a  Tristan,  e  paro  mientes  por  vna  fendedura 
que  estaña  so  la  puerta  e  por  alli  los  vio  es- 
tar; e  luego  se  fue  para  Aldaret,  e  dixole: 
«Agora  podreys  ver  a  Tristan  con  la  reyna 
en  solaz» .  E  quando  Aldaret  lo  oyó  y  lo  vio 
assi  como  la  donzella  le  auia  dicho,  luego  se 
fue  el  vellaco  para  el  rey,  dixole:  «Señor, 
agora  podeys  ver  a  Tristan  con  la  reyna  en 
la  cama»;  e  dixo:  «Esso  (juieroyo  yr  a  ver  si 
es  verdad».  E  vieron,  por  la  fendedura  déla 
l)uerta,  que  era  ya  leuantado  y  estaña  acos- 
tado a  la  cama  e  posado  en  el  estrado,  e  tenia 
cubierto  su  manto.  E  quando  el  rey  los  vio, 
dixo:  «Aldaret,  assi  ellos  estando,  no  hazen 
semblante  de  ningún  mal» .  E  Aldaret  e  la 
donzella  juraron  e  affirmaron  que  otras  vezes 
e  noches  los  auian  visto  estar  en  vno.  Y  el 
rey  dixo:  «Agora  vos  aparejad,  y  sea  presto» . 
Y''  Aldaret  fue  luego,  e  llamo  diez  caualleros, 
e  dixoles:  «Armaos,  y  faremos  que  jjrenda- 
mos  a  Tristan» .  y  luego  ftieron  todos  arma- 
dos delante  la  cámara,  y  el  rey  con  ellos. 
E  comonr-aron  a  fazer  gran  ruydo,  y  dezian: 
«¡Muera  el  traidor  de  Tristan!»  E  Ti-istan, 
quando  lo  oyó,  abrió  la  puerta  de  la  cámara 
e  puso  mano  a  la  espada  con  el  manto  en  el 
braf.o,  y  en  saliendo  dio  al  rey  vn  gran  golpe 
de  llano  que  lo  derribo  en  tierra,  e  dixo:  «Fal- 
sos caualleros,  ¿como  me  aueis  salteado,  que 
me  quereys  dar  la  muerte'?  Yo  os  castigare» . 
E  fue  herir  en  ellos  mortalmente  con  la  es- 
l^ada,  que  quatro  caualleros  echo  en  tierra,  y 


escapo  el  de  los  seys  caualleros,  que  no  le  fizie- 
ron  mal.  E  no  fallo  cauallero  que  lo  osasse 
esperar,  y  en  saliendo  del  palacio  encontró 
con  Grorualan  que  venia,  e  pidióle  su  cauallo, 
e  caiialgo  en  el  e  fuese  su  camino.  E  a  cabo 
de  vna  pieca  el  rey  acordó,  y  leuantose,  e 
dixo:  «Aldaret,  ¿do  es  Tristan?  ¿que  lo  aue- 
mos  fecho?».  E  Aldaret  dixo:  «Xo  lo  pedi- 
mos prender,  antes  vos  ha  ferido  quatro  ca- 
ualleros, y  el  nunca  ouo  mal,  e  fuesse».  Y  el 
rey  fue  muy  ayrado,  e  dixo:  «O  Aldaret, 
Dios  te  destruya,  que  por  tu  locura  yo  soy 
desonrrado  y  la  reyna,  y  me  has  fecho  yr 
de  mi  corte  el  mas  valiente  cauallero  que 
nunca  truxo  armas» .  E  agora  dexemos  esto, 
e  tornemos  a  Tristan. 


XXSIY 

De  como  don  Tristan  derribo  los  dos  caualle- 
ros e  los  embio  al  rey  Mares;  e  le  enibio  a 
dezir  que  le  embiasse  sus  armas,  si  no  que 
'assi  faria  a  todos  quantos  caualleros  ha- 
liasse  de  Cornualla. 

Dize  la  historia  que  Tristan  caualgo  e  fue 
para  el  passo  de  Tintoyl,  y  estando  ay  vio 
venir  vn  cauallero  armado,  que  el  rey  lo 
embiaua,  e  quando  don  Tristan  le  vio,  dixo- 
le: «Cauallero,  aparejaos,  que  en  mal  punto 
venistes  acá» .  E  el  cauallero  abaxo  la  lanca, 
e  Tristan  le  fue  a  ferir,  e  diole  tan  gran  gol- 
pe del  espada,  que  cayo  [e]  quebrantóse  las 
costillas.  E  luego  vino  otro  cauallero.  e  Tris- 
tan,  en  que  lo  vio  venir,  tomo  la  lanca  del 
cauallero  que  auia  derribado,  y  encontrólo 
por  metad  de  los  pechos  que  lo  derribo  en 
tierra,  y  quedóle  el  vn  tror-o  de  la  lanca  en 
el  cuerpo.  E  Tristan  quísole  cortar  la  cabeca, 
e  el  cauallero,  quando  lo  vio,  pidióle  mer- 
ced. E  Tristan  le  dixo:  «Si  tu  quieres  merced, 
toma  este  cauallero  e  ponió  en  este  cauallo, 
e  tu  mesmo,  con  esse  peda(;'0  de  lan(;'a  que 
tienes  en  el  cuerpo,  ydvos  para  el  rey,  e  de- 
zilde  que  si  no  me  embia  todas  mis  armas, 
que  a  todos  quantos  caualleros  hallare  de 
Cornualla  fare  esto  mismo  que  he  fecho  a 
vosotros».  E  prometioselo  que  lo  faria.  E 
luego  ellos  caualgaron  en  sus  cauallos  e  fue- 
ronse pai'a  el  rey  su  señor,  e  mostráronle  las 
heridas.  E  ellos  estandoselas  mostrando,  el 
cauallero  que  fue  herido  de  la  espada  murió, 
y  el  rey  e  toda  la  gente  se  marauillaron,  y 
el  otro  cauallero  dixo:  «Señor,  Tristan  vos 
embia  a  dezir  por  mi  que  le  embieys  sus  ar- 
mas, si  no,  qiie  a  quantos  caualleros  tomare 
de  vuestro  reyno  esso  les  fara  que  fizo  a 
nosotros» ;  y  el  rey  ouo  muy  gran  dolor  del 


DON  TRISTAN  UE  LEONIS 


muerto,  e  ouo  miedo  de  Tristan  que  le  auia 
de  matar,  e  dixo  ante  todos:  «Esto  me  ha  ve- 
nido por  Aldaret,  maldito  sea  el» .  E  luego 
mando  a  vn  donzel  que  lleuasse  las  armas  a 
Tristan  al  passo  de  Tintoyl;  y  el  donzel  tomo 
las  armas,  e  púsolas  en  su  cauallo,  e  fuese 
para  Tristan  e  diogelas.  E  Tristan  ouo  gran 
plazer,  e  luego  se  armo.  E  quando  Sagramor/ 
el  qual  era  muy  intimo  amigo  de  Tristan, 
siipo^'üStüT'értíi'elnuy  triste,  y  leuantose  en 
pie  como  aquel  que  era  descontento  de  su 
nial,  e  dixo:  «Señor  rey,  la  guerra  de  Tris- 
tan  y  de  vos  no  es  buena,  e  luego  podeys 
ver  que  es  lo  qne.vos  lia  hecho  e  í'ara,  e  vos 
sabeys  que  en  toda  nuestra  tierra  no  ay  ca- 
uallero  que  tanto  aya  fecho  por  vos  e  por 
vuestro  seruicio  como  Tristan.  Por  que  se- 
reys  honrrado  todos  tienpos,  e  vos  sabeys 
bien  que,  si  el  vos  quisiera  tirar  a  la  rey  na, 
que  bien  lo  pudiera  auer  fecho,  quel  la  ouie- 
ra  leuado  consigo  a  su  tierra  quando  os  la 
traxo  de  Yrlanda,  e  quando  la  batalla  con 
Palomades;  y  perded  todo  vuestro  mal  ta- 
lante, e  fazed  con  el  que  torne  en  vuestra 
corte  como  solia» .  Y  desto  fue  el  rey  muy 
alegre,  e  dixo:  «Sagra mor,  assi  Dios  me  sai- 
ne, yo  me  tengo  por  bien  consejado  de  vos, 
y  ruégeos  que  vos  seays  mensajero  entre  mi 
y  Tristan,  y  que  le  digaj's  que  yo  le  perdono 
todo  mi  mal  talante  y  se  venga  en  mi  corte 
en  buena  ventura,  que  no  le  cale  auer  miedo 
de  ninguna  cosa» .  E  Sagramor  dixo  que  le 
plazia  de  buena  voluntad.   E  Sagramor  se 
partió  de  la  corte  con  su  embaxada,  e  fuesse 
para  don  Tristan.  E  quando  lo  vio,  fueronse 
a  abracar  con  muy  gran  amor  e  hizieron 
muy  gran  alegria,  e  dixo  Sagramor  a  Tris- 
tan:  «Bien  parece  que  soys  guardador  desta 
tierra».  E  Tristan  le  dixo  que  fuesse  bien 
venido,  y  quel  podia  bien  passar  y  estar  de 
la  manera  que  a  el  pluguiesse,  e  que  era 
muy  alegre  de  su  venida.  E  Sagramor  le  dio 
muchas  gracias,  e  dixole:  «Señor  Tristan, 
ruégeos  que  nos  partamos  de  aqui,  e  nos  va- 
mos para  el  castillo  y  daremos  folgura  a 
nuestras  personas,  y  alia,  señor,  vos  diré  por 
qual   razón  soy  venido».   E  Tristan  dixo: 
«Señor,  por  amor  de  vos  fare  yo  todo  aque- 
llo que  me  mandeys,  e  digovos  verdad  que 
si  venieran  diez  caualleros  los  mejores  de  la 
corte  a  mi,  que  no  ouieran  acauado  esto  co- 
migo».  E  Sagramor  se  lo  tono  en  señalada 
merced,  e  dixo  que  faria  toda  su  honrra.  E 
caualgaron,  eanduuieron  tanto  (jue  llegaron 
al  castillo  que  esta  delante  de  la  cibdad,  e 
descaualgaron  e  asentáronse  a  comer,  e  dor- 
mieron  alli  aquella  noche;  e  quando  el  dia 
fue  venido,  se  leuantaron  e  fueronse  a  sentar 
en  vn  estrado,  e  Sagramor  comento  de  fa- 

LIBROS    DE    CABALLERÍAS. — 25 


blar,  e  dixo:  «Señor  Tristan,  a  mi  pesa  mu- 
cho del  mal  querer  que  esta  entre  vos  y  el 
rey,  e  cierto  es  muy  despagado  de  lo  que  ha 
passado  entre  vos  y  el.  Porque  os  ruego  que 
vos  me  deys  vn  don» .  E  Tristan  se  lo  otor- 
go, e  Sagramor  le  contó  como  los  dos  caua- 
lleros eran  para  morir,  «e  yo  he  tratado  e  fe- 
cho quel  rey  os  pei'done  su  mal  talante.  Por 
ende  yo  os  ruego,  señor  Tristan,  que  vos 
torneys  para  la  corte,  e  si  vos  lo  hazeys  yo 
valdré  mas  por  ello,  que  sabed  que  el  rey  me 
embia  a  vos».  E  Tristan  le  dixo:  «Señor  Sa- 
gramor, a  mi  place  mucho  que  vos  valgays 
mas  por  mi;  e  por  amor  de  vos  a  mi  place 
de  yr  alia  y  de  tornar  en  la  corte,  e  digovos 
que,  si  no  fuera  por  vos,  yo  me  fiziera  co- 
nocer a  los  caualleros  de  Cornualla» .  E  Sa- 
gramor le  hizo  muchas  gracias,  e  estuuieron 
tres  dias  en  aquel  lugar  con  gran  alegria,  e 
al  tercero  dia  Sagramor  embio  vna  donzella 
a  la  corte  que  dixesse  al  rey  Mares  e  a  toda 
la  corte  que  la  paz  era  fecha  entre  el  rey  e 
Tristan.  E  la  donzella  se  fue  al  rey  e  dixole 
toda  la  razón  que  Sagramor  le  auia  dicho.  E 
de  aquestas  nueuas  fueron  todos  muy  ale- 
gres, saino  41tlaret,  que  era  mucho  triste.  E 
dixo  el  rey  aTSTíonzella:  «Tornadvos  para 
Tristan  e  para  Sagramor,  y  dezildes  (jue 
vengan  seguros,  y  que  yo  les  perdono  todo 
mi  mal  talante» .  Y  la  donzella  se  torno  para 
Tristan  e  Sagramor,  y  contoles  todo  lo  que 
el  rey  le  auia  dicho  j  como  les  perdonaua,  y 
ellos  fueron  desto  alegres  y  pagados,  e  ca- 
ualgaron en  sus  cauallos,  e  fueron  para  la 
corte,  e  hincaron  las  rodillas  delante  el  rey, 
y  entonces  el  rey  dixo:  «Yo  vos  perdono  todo 
mi  mal  talante,  assi  como  aquel  que  yo  amo 
e  tengo  por  bueno  y  por  leal,  que  quiero  que 
seays  señor  de  mi  corte  assi  como  lo  erades 
ante,  para  fazer  y  dezir  a  toda  via  voluntad» . 
E  todos  los  caualleros  le  hizieron  gran  hon- 
rra y  fueron  mucho  alegres  por  la  paz  que 
era  fecha. ¿^  assi  estando  Tristan  vn  gran 
tiempo  en  la  corte,  vn  dia  hablo  con  la  rey  na 
e  dixo  que  queria  verse  con  ella  aquella  no- 
che, ca  ya  tornaua  a  fazer  su  voluntad;  e  fue 
ventura  que  la  mala  donzella  estaña  en  lu- 
gar que  oya  toda  su  poridad;  e  quando  vino 
la  noche,   Tristan  se  fue  a  dormir  con  la 
reyna,  e  la  donzella  estaua  en  lugar  donde 
los  veya  ambos  en  la  cama,  e  ijuando  vio  que 
ellos  eran  dormidos,  ñiesse  ])ara  Aldaret  e 
dixole:    «Leuantate  e  anda   acá,   y  veras  a 
Tristan  y  a  la  reyna  estar  en  la  cama,  quo 
agora  son  ya  dormidos» .  E  luego  AkUiret  fue 
a  los  ver,  y  entro  por  vna  ñniesfra^^^Tá  cá- 
mara e  tomo  el  espada  de  Tristan  quel  no  lo 
sentio,  por  tal  que  no  se  podiesse  defender,  e 
fuesse  para  el  rey  e  dixole:  «Señor,  agora 


386 


LIBROS  DE  caballerías 


podeys  vos  ver  a  Tristan,  quo  duerme  con  la 
reyna  mi  señora» .  Y  el  rey  se  vistió  y  se  fue 
con  Aldaret,  por(]ue  le  mostró  el  espada  de 
Tristan  que  la  auia  tomado,  e  violes  que  es- 
tañan dormiendo,  y  el  rey  dixo:  «Aldaret, 
haz  agora  en  manera  que   sea   preso».   E 
quando  esto  Alderct  oyó,  fuesse  para  los  pa- 
rientes de  los  quatro  caualleros  que  Tristan 
auia  herido  la  otra  vez,  e  dixoles:  «Varones, 
tomad  vuestras  armas  e  armad  vos  bien,  que 
agora  podreys  tomar  venganza  de  todo  aque- 
llo que  Tristan  vos  ha  hecho,  porquel  esta 
en  la  cama  con  la  reyna,  e  cat<ad  aqui  su  es- 
pada» .  Vista  por  ellos  la  espada,  fueron  luego 
armados  treynta  caualleros,  e  vanse  para  la 
cámara  a  donde  Tristan  e  la  reyna  dormian, 
y  entraron  dentro  e  prendieron  a  don  Tris- 
tan  sin  ninguna  defensa,  e  atáronlo  fuerte- 
mente; e  Aldaret  se  fue  para  el  rey,  e  dixole: 
«Señor,  Tristan  es  preso  y  recaudado,  e  ago- 
ra podreys  vos  ver  lo  que  j'O  dezia  si  era 
verdad».  E  el  rey  fue  muy  triste,  e  dixo: 
«Tristan,  Tristan,  no  pcnssaua  yo  que  assi 
eras  contra  mi;  mas  j)or  la  mi  fe,  yo  me  ven- 
gare de  la  reyna  y  de  vos».  E  mando  que 
fuesse  bien  guardado  hasta  el  dia,  y  ellos  di- 
xeron  que  lo  farian  de  voluntad.  E  (piando 
Gorualíin  supo  que  Tristan  era  preso,  cuydo 
ser  muerto  de  pesar,  e  luego  se  fue  para  Sa- 
granior,  e  para  Lambagues,  e  Adricion,  e 
Anic'oran,  que  eran  todos  grandes  amigos  de 
Tristan,  e  contoles  todo  aquello  que  a  Tris- 
tan  auia  contecido;  de  la  qual  cosa  ellos  fue- 
ron muy  tristes,  e  Gorualan  les  dixo:   «Se- 
ñores, agora  es  tienpo  que  ayudeys  a  vuestro 
amigo  Tristan,  que  los  caualleros  lo  tienen 
preso  hasta  mañana  que   la  sentencia  sea 
dada  por  el  rey,  e  veremos  que  mandara». 
y  estuuieron  asi  aquella  noche,  c,  quando 
el  dia  ftie  venido,  el  rey  fizo  ayuntar  toda  la 
corte,   porque  oj^essen  la  sentencia  contra 
don  Tristan  e  contra  la  reyna,  e  luego  se  los 
truxeron  las  manos  atadas.  El  rey,  quando 
los  vio,  dixo:  «O  falso  traydor,  tu  no  puedes 
esconder  que  esíoT^Ó"  es  verdad,  porqíie'TD 
quiero  que  tu  seas  enhorcado,  e  quiero  que 
la  reyna  sea  puesta  en  mano  de  los  malatos, 
que  hagan  della  toda  su  voluntad»,  E  quan- 
do Sagramor  e  sus  compañeros  oyeron   la 
sentencia,  fueron  muy  tristes  e  salieron  fue- 
ra de  la  cibdad;  e  Gorualan  salió  do  la  corte 
escondidamente,  porque  ninguno  non  sopies- 
se  nada,  e  a  pintar  onsse  todos  los  cinco  ca- 
ualleros, e  ouieron  su  acuerdo  que  fuessen 
al  paso  de  Tintoyl  e  todos  armados,  e  que 
tirassen  a  don  Tristan  e  a  la  reyna  de  las 
manos  de  los  caualleros  que  por  alli  auian  de 
passar.  Y  ellos  estando  assi',  vieron  venir  a 
Tristan,  que  lo  trayan  los  caualleros  a  en- 


forcar,  e  vieron  salir  otros  caualleros  que 
lleuauan  a  la  reyna  a  la  casa  de  los  malatos; 
e  Tristan  yua  cauallero  en  vna  muía,  y  en 
camisa  y  en  pañetes,  e  quando  los  cinco  ca- 
ualleros vieron  esto,  acordaron  que  ayudas- 
sen  ante  a  la  reyna  por  tal  que  no  fuesse 
desonrrada,   que  Tristan  tenia  avn  de  an- 
dar mas  camino,  e  dixeron:  «Antes  que  ellos 
lleguen  alia  seremos  nos  con  ellos».  E  los 
caualleros  llenaron  a  la  reyna  a  casa  de  los 
(nialato^,  e  dexaron  a  ella  en  poder  dellos;  e 
ranTírronse  en  la  corte.  E  los  cinco  caualle- 
ros fueron  por  otro  camino,   e  hallax'on  a  la 
reyna  que  se  defendía  reziamente  con  vna 
cinta  de  plata,  e  k>s  caualleros  entraron  den- 
tro las  espadas  sacadas,  y  ellos,  con  miedo, 
escondiéronse.  E  tomaron  a  la  reyna  los  ca- 
ualleros, e  llenáronla  en  vna  gran  verdura, 
por  tal  que  ninguno  la  conosciesse.  E  Gorua- 
lan dixo  a  los  caualleros:  «Señores,  acorra- 
mos a  Tristan,  que,  mal  pecado,  ayna  ha  de 
ser  enforcado» .  E  luego  fueron  alia.  E  quan- 
do Tristan  vio  la  forca  delante  si,  fue  muy 
triste,  e  dixo  entre  si:  «Pues  tu.  Señor,  sa- 
bes quantas  lides  y  batallas  y  afanes  yo  he 
passado,  e  no  has  dado  lugar  que  yo  fuesse 
muerto  en  ninguna  dellas,  avnque  mucho 
indigno  y  te  he  mucho  deseruido,  e  agora, 
sj^  mis  pecados  han  de  permitir  que  yo  sea 
enforcado  e  muerto  tan  vilmente,  suplicóte 
non  lo  consientas» .  Y"  metió  fuerQa  en  los 
bracos,  y  quebró  las  ataduras  que  lleuaua  y 
empece  de  ftiyr,   e  los  que  lo  lleuauan  em 
pos  del,  y  huya  contra  la  mar  a  %Tia  yglesia. 
E  Tristan  se  fue  i)ara  vn  cauallero,  e  abracó- 
se con  el  e  tomóle  la  espiada,  e  fue  herir  en 
los  caualleros  malamente,  e  los  otros  fueron 
sobre  el,  y  el  metióse  dentro  de  la  puerta,  e 
alli  comeiK'O  a  defenderse,  e  hirió  quatro  ca- 
ualleros mortalmente,  y  los  otros  fueron  so- 
bre el,  assi  que  ouo  do  quebrantar  el  espada 
por  medio.  E  quando  vio  que  se  no  podia  de- 
fender, dixo  entre  si  mesmo:   «Mas  quiero 
echarme  en  la  mar  que  ser  enhorcado  en  la 
tierra» .  Y''  fuesse  a  echar  en  la  mar  por  vna 
finiestra  ayuso.  E  quando  los  caualleros  vie- 
ron la  finiestra  tan  alta,  dixeron  que  Tristan 
era  muerto.  E  salieron  de  alli  e  fueronse  a  la 
cibflad,  con  harto  recelo  do  lo  que  el  rey  les 
(liria.  E  (piando  esto  vieron  Gorualan  y  Sa- 
gramor e  los  caualleros,  fueron  para  aquella 
parte  donde  se  auia  echado;  y  cataron  baxo, 
e  no  le  vieron,  e  ouieron  miedo  que  don 
Tristan   fuesse  ahogado,  e   Sagramor  paro 
mientes  por  la  finiestra  ayuso,  e  dixo:  «Por 
la  mi  fe,  yo  no  se  que  sera  del,  que  me  pa- 
resce  (¿ue,  si  yo  saltasse  ayuso,  que  no  cuy- 
daria  morir».  E  Gorualan  paro  mientes,  e 
vio  a  Tristan  en  vna  peña  con  la  media  es- 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


387 


pada  en  la  mano,  e  Tiistan  los  fizo  señal  con 
la  espada,  e  andando  passo  a  ellos,  y  ellos 
fueron  a  el  y  i)i"eguntaronlo  como  estaña,  y 
el  les  dixo:  «No  me  demandoys  nada  de  mi, 
mas  dezidme  nuenas  de  mi  señora  la  reyna 
Ysco».  Y  ellos  le  dixeron:  «La  rej^na  esta 
muy  buena,  e  librada  de  manos  de  los  mala- 
tos».  E  quando  Tristan  oyó  esto,  al^o  las 
manos  contra  el  cielo,  e  dio  gracias  a  Nues- 
tro Señor;  e  Gornalan  dio  su  canallo  a  don 
Tristan,  y  el  eaualgo  en  las  ancas,  e  fueron 
todos  allí  donde  dexaron  a  la  reyna;  y  ella, 
(juando  los  vio  venir,  fuy  muy  alegre.  E  los 
caualleros  partieron  con  don  Tristan  de  sii 
ropa,  e  fueronse  para  la  puente  de  Tintoyl. 


XXXV 

Gomo  vn  mensajero  se  presento  ante  el  rey 
de  parte  de  Tristan. 

Llegado  a  Tintoyl,  hallaron  alli  vn  escu- 
dero, e  Tristan  le  dixo:  «Quiero  que  tu  me 
fagas  vn  mensaje»  e  dixo:  «Agora  te  ve  para 
el  rey  Mares,  e  dile  que  Tristan  qne  lieua 
cinco  caualleros,  e  qne  es  sano  y  saluo,  e  le 
embia  a  dezir  que  le  embie  su  canallo  e  to- 
das sus  armas,  e  si  assi  no  lo  haze,  que  se 
apareje  de  bien  guardar,  que  nosotros  lo  des- 
sañamos  a  el  e  a  qnantos  salieren  con  el  de 
su  corte;  e  qne  a  todos  daremos  la  muerte» . 
Y  el  escndero  dixo  que  le  plazia,  e  partióse 
dellos  e  fuese  al  rey,  e  dixole  todo  aquello 
que  le  embiana  a  dezir  Tristan.  E  quando  el 
rey  le  oyó  esto,  fue  triste  pon^ne  no  era  muer- 
to, y  ouo  gran  miedo  de  sulanca,  e  mandóle 
dar  las  armas  y  el  canallo  y  las  roj)as  de 
Tristan  a  aquel  escudero;  y  el  tomólas  y  lle- 
nólas a  Tristan,  y  el  recibiólas  con  plazer,  y 
el  e  los  otros  tomaron  su  acuerdo  qne  se 
fnessen  al  castillo  de  Sagramor,  e  quando 
ellos  fueron  en  el,'  hizoies  gran  lionrra,  y 
estuuieron  aquella  noche  con  gran  alegría. 
E  qnando  el  dia  fue  venido,  ellos  se  lenan- 
taron  e  subieron  en  sns  cauallos,  y  anduuie- 
ron  todo  aquel  dia  por  la  floresta,  porque 
dellos  no  supiessen  nueuas  en  la  corte,  e 
durmieron  aquella  noche  en  la  floresta  y  con 
mucho  trabajo,  porque  la  reyna  y  na  mala. 
Quando  el  ília  fue  venido,  Sagramor  dixo: 
«Señor  Tristan,  yo  querría  que  nos  fuesse- 
mos  en  la  corte  del  rey  Jlrtur,  y  estaremos 
ende  entre  los  buenos  caualleros,  e  cierto, 
mejor  seria  gastar  nuestro  tiempo  en  tal 
corte  y  entre  tal  gente,  donde  tantas  auen- 
turas  vienen,  c(jmo  vos  saboys,  que  no  estar 
aquí  con  la  gente  de  Cornualla,  que  jamas 
dellos  aurevs  honrra  ni  bien».   E  Tristan 


dixo  que  se  consejarla  con  la  rcj^na  e  Gror- 
nalan;  e  luego  se  apartaron  a  vna  parte  to- 
dos tres,  e  Tristan  contoles  todo  lo  que  dixo 
Sagramor,  e  la  reyna  dixo:  «Y'o  veo  qne  vos, 
Tristan,  dezis  lo  peor,  qne  en  aquella  i)arte 
que  vos  quereys  yr  ay  buenos  caualleros  e 
dueñas,  e  seriados  tenido  por  falso  cauallero, 
e  seria  mejor  que  íiziessemos  otro  camino;  que 
yo  oy  dezir  (¡ue  en  el  tiempo  del  rey  Philip- 
po,  vuestro  abuelo,  que  fue  vn  cauallero  que 
amo  vna  donzella  qne  de  celos  se  moria,  e 
porque  ninguno  no  le  qnitasse  su  amiga, 
hizo  vna  casa  en  la  entrada  del  reyno,  en  el 
mas  fuerte  desierto  qne  hay  fuesse,  e  hizo 
obrarla  tan  bien,  que  pudiessen  estar  en 
gran  holgura  sus  personas,  e  llenóla  a  ella 
alia,  y  assi  estuuieron  en  aquella  casa  vicio- 
samente; e  qnando  ouieron  de  morir,  hizie- 
ronse  soterrar  en  aquel  lugar  mucho  honrra- 
damente,  e  por  esta  razón  es  llamada  aque- 
lla casa  el  Yergel  de  la  Sabia  Donzella,  e  nos 
podemos  alli  estar,  rpie  ninguno  sabrá  de 
nos» .  Y  en  esto  se  acordaron  Tristan  e  Gor- 
ualan,  e  tornaron  a  los  caualleros,  e  dixe- 
ronles: .  «Señores,  nos  auemos  acordado  de  yr 
en  otro  lugar,  e  por  esto  vosotros  ydvos  con 
la  buena  ventura» .  E  los  caualleros  dixeron 
que  farian  sernicio  a  Tristan,  e  la  reyna  les 
hizo  muchas  gracias,  e  despidiéronse  los  vnos 
de  los  otros,  e  los  caualleros  tornáronse  en  la 
corte  del  rey  Mares,  e  tornaron  en  gracia 
del  rey. 

XXXYl 

De  como  don  Tristan,  e  la  reyna  Yseo^  e 
Gorualan,  se  fueron  a  casa  de-  la  sabia 
donzella. 

Dize  la  historia  que  Tristan,  e  la  reyna,  e 
Gorualan,  se  fueron  a  casa  de  la  sabia  don- 
zella, e  qnando  fueron  alia  ellos,  la  fallaron 
bien  aparejada  sin  ninguna  persona,  e  dur- 
mieron aquella  noche  en  vna  buena  cama  sin 
ningún  paño  de  lino,  e  quando  vino  la  ma- 
ñana, Tristan  disperto  y  oyó  cantar  las  aues 
en  el  vergel,  y  desto  fue  mucho  pagado,  e 
dixo:  «Por  la  mi  fe,  señora,  si  esta  casa  se 
llama  de  la  sabia  donzella,  según  dezis,  ella 
fue  bien  sabia  e  súpolo  bien  ordenar,  e  pa- 
rece bien  que  eran  dos  que  se  amauan  de 
buen  coracon».  Y  ellos  estuuieron  alli,  y  en 
las  mañanas,  cuando  ellos  oyan  las  aues  e 
los  ruyseñores  cantar,  ellos  auian  gran  pla- 
zer, e  dixo  Tristan  que  mucho  era  bueno 
aquel  lugar  y  que  bien  le  páresela.  E  dixo 
otrosi  a  Gorualan:  «Y'^o  os  ruego,  por  amor  de 
mi,  que  vayays  al  castillo  de  Sagramor,  e 
dczilde  que  me  embie  ropa  en  que  duerma. 


388 


LIBROS  DE  caballerías 


e  vianda  para  comer,  e  saludádmelo  mucho» . 
E  Gorualan  caualgo  en  su  cauallo,  e  j-eudo 
por  su  camino  encontró  con  vna  donzella  la 
qual  era  Brangel,  y  luego  se  conoscieron  el 
vno  al  otro,  e  fueron  alegres,  e  Grorualan  se 
torno  con  ella  fasta  la  casa  donde  estaua 
Tristan  e  la  reyna.  E  quaudo  la  vieron,  fue- 
ron muy  alegres  de  su  venida,  e  preguntá- 
ronle por  nueuas  de  la  corte,  y  ella  les  contó 
todo  aquello  que  sabia,  e  les  dixo  como  se 
escondiera  que  ninguno  no  la  viera,  e  como 
cuydara  ser  muerta  de  ansia  que  auia  de  su 
vista.  E  luego  Gorualan  se  partió,  e  fuese 
al  castillo  de  Sagramor,  el  qual.  desque  lo 
vio,  fue  muy  alegre,  e  hizole  mucha  honrra 
e  diole  de  comer,  e  desque  ouo  comido,  di- 
xole:  «Señor,  Tristan  vos  enbia  mucho  a 
saludar,  e  me  embia  a  vos,  y  ruega  vos  que 
le  embieys  ropa  para  dormir,  e  viandas 
para  comer,  e  mesas  para  en  que  coma» .  E 
luego  fizo  Sagramor  cargar  tres  azemilas  de 
ropa,  e  viandas,  e  falcones  y  podencos  con 
que  cacasse.  e  despidióse  Grorualan  de  Sa- 
gramor, e  tornóse  a  do  auia  dexado  a  Tris- 
tan.  E  Sagramor  embio  dezir  a  Tristan  que 
le  embiara  todo  aquello  que  ouiesse  menes- 
ter. E  Gorualan  entro  por  casa,  e  quando  lo 
vieron,  fueronlo  ayudar  a  descargar,  e  ha- 
llaron ay  todo  lo  que  auian  menester,  e  fue- 
ron alegres,  y  aparejaron  de  cenar  con  gran 
alegría,  e  folgaron  ai^uella  noche,  e  quando 
el  dia  fue  venido,  Tristan  e  Gorualan  se  fue- 
ron a  caíja  e  tomaron  mucha.  Y  estuuieron 
en  aquel  vicio  ocho  dias;  y  vna  noche  Tris- 
tan  e  la  rey  na  dormían,  e  Tristan  soñaua 
que  corria  vn  ciervo  y  que  le  diera  vn  gran 
golpe,  assi  que  sentiera  gran  dolor;  y  de  aquel 
dolor  comenco  a  dar  bozes  entre  sueños,  e  a 
dezir:  «¡Ay,  ay!»  E  quando  la  rey  na  lo  oyó, 
despertó  e  dixo:  «El  mi  señor  ¿que  aueys  que 
assi  days  bozes?» ,  e  comengolo  de  abracar,  y 
el  contole  el  sueño  que  soñaua,  y  ella  dixo  que 
no  era  sino  todo  vanidades;  e  tornaron  a  dor- 
mir, e  Tristan  comenr.-o  a  fazer  aquel  mesmo 
sueño,  e  comenco  a  dar  mayores  bozes  que  de 
primero,  e  la  reyna  lo  conforto,  e  dixo:  «Ay, 
amigo  Tristan,  no  os  desmayeys» .  E  Tristan 
dixo  como  era  tornado  aquel  mesmo  sueño, 
y  estuuieron  assi.  E  Tristan  se  leuanto,  e 
Gorualan,  e  fueron  a  caca  por  la  floresta,  e 
era  ya  passado  el  medio  dia,  y  no  pudieron 
fallar  caca  ninguna.  E  Tristan  echo  el  fal- 
con  e  fuese  dellos  muy  lueñe,  e  Tristan  e 
Gorualan  buscauan  el  falcon  e  no  lo  podian 
fallar,  e  alexose  el  vno  del  otro,  e  Tristan 
se  metió  por  vna  selua,  y  llego  a  vn  buen 
prado  donde  auia  vna  fuente,  3*  descaualgo 
alli  y  echóse  a  dormir  de  yuso  de  vna  som- 
bra de  vn  árbol  que  estaua  a  cerca  de  la 


fuente,  do  auia  vna  gran  espessura  e  yua  vn 
camino,  e  mientra  dormia,  passo  por  ende 
vn  donzel,  el  qual  auia  nonhre  el  do^izel 
arquero,  e  por  esto  auia  aprendido  a  tirar 
arco:  porque  pudiesse  matar  a  Tristan,  o  por- 
que pudiesse  tomar  el  alguna  venganca  del, 
que  le  a\iia  muerto  a  su  padre  en  vn  torneo 
de  Escocia.  E  quando  el  donzel  lo  vio  e  lo 
conoscio  en  las  señales  de  las  armas,  dixo: 
«Agora  he  hallado  aquello  que  busco» ;  e  puso 
vna  saeta  en  el  arco  para  lo  matar  durmiendo; 
e  dixo  entre  si  mesmo:  «Si  lo  mato  a  tray- 
cion,  todo  hombre  me  terna  por  traydor,  mas 
llamarlo  he,  e  quando  se  leuantare,  tirarle 
he  esta  saeta  emponzoñada» .  E  comencolo  a 
llamar,  y  a  dezir:  «Leuantate,  traydor,  que 
venida  es  tu  fin» .  E  Tristan  alr-o  la  cabe§a, 
y  el  donzel  diole  con  la  saeta.  E  Tristan,  que 
la  vio  venir,  paro  el  brago  delante,  e  firiolo 
muy  malamente  en  el  brago  siniestro;  e 
quando  Tristan  sintió  aquel  golpe,  tomóle 
gran  dolor,  e  con  gran  yra  puso  mano  a  la 
espada,  e  diole  en  las  piernas  vn  tal  golpe, 
que  dio  con  el  en  tierra;  e  Tristan,  quando 
vio  que  no  era  cauallero  armado,  torno  su  es- 
pada en  la  vayna,  y  tomóle  por  el  braco,  e 
diole  tal  tirón,  que  el  brayo  le  saco  del  cuer- 
po, y  después  dio  tal  golpe  con  el  en  vna 
peña,  que  le  fizo  saltar  los  meollos  por  las 
orejas.  E  Tristan  paro  mientes  a  su  braQo,  e 
sentía  gran  dolor  que  lo  sacaua  de  seso,  y 
entretanto  llego  Gorualan,  y  dixole:  «Señor, 
¿como  estays  assi» .  E  Tristan  dixo:  «Sabed 
que  so  malamente  ferido  de  vna  saeta  que 
este  mal  escudero  (jue  aqui  esta  muerto  me 
tiro,  e  yo  creo  que  es  emponzoñada,  y  este 
dolor  me  trae  a  la  muerte» .  Y  Gorualan  lo 
eonorto  lo  mejor  quel  pudo,  y  atole  la  he- 
rida, y  caualgaron,  y  todavía  se  sentía  mas 
del  dolor  de  la  ponzoña,  y  tanto  le  dolía,  que 
cayo  del  cauallo,  e  Gorualan  lo  comeuQO  a 
conortar,  y  dixo:  «Por  Dios,  señor,  conor- 
taos  hasta  que  seamos  en  nuestra  possada, 
que  yo  otras  feridas  os  he  visto  y  no  fazia- 
des  tantas  ansias,  y  mi  señora  catarvos  ha». 
Y  Gorualan  le  lleno  todas  las  armas,  y  fue- 
ronse  poco  a  poco  fasta  la  casa  de  la  sabia 
donzella. 

XXXYH 

De  como  la  reyna  Yseo  fue  tomada  de  la  torre 
a  donde  estaua  y  fue  puesta  en  prisión. 

Dize  la  hystoria  que  el  día  mesmo  que  esto 
a('<mtescio  a  Tristan,  que  el  rey  Mares  salió 
de  la  cíbdad  con  muchos  (aualleros  armados 
por  miedo  de  Tristan,  e  vinieron  aquella  par- 
te a  la  casa  de  la  sabia  donzella.  E  andando 


i 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


389 


assi,  encontraron  vn  pastor,  y  el  rey  hizolo 
venir  delante,  y  dixole  si  auia  visto  por  alli 
passar  vn  escudero  y  vn  cauallero  y  dos  due- 
ñas; e  el  dixo:  «No,  señor,  mas  aqui  cerca 
ay  vna  casa  en  que  ay  vn  cauallero  y  due- 
ñas» .  Y  entendió  el  rey  que  era  Tristan,  o 
fizo  ayuntar  toda  su  caualleria  y  fuese  para 
alia,  y  quando  fueron  llegados,  el  rey  mando 
que  todos  eutrassen  dentro  y  matassen  a  Tris- 
tan,  y  traxessen  a  la  reyna  y  a  la  mala  don- 
zella  presas.  Y  en  esta  casa  auia  vna  torre 
fuerte  y  los  cauallcros  subieron  por  la  esca- 
lera diziendo  palabras  villanas  a  Tristan.  Y 
quando  la  reyna  entendió  el  ruydo  de  los 
canalleros,  comenco  a  decir:  «O  falsos  caua- 
lleros  traydores,  ¿aun  aqui  soys  venidos  por 
dezir  palabras  villanas?  Por  la  mi  fe,  que 
vosotros  lo  pagarej'S» .  Y  comento  a  dar  bo- 
zes,  y  a  dezir:  «Salid,  salid,  Tristan,  fuera, 
y  metedlos  a  todos  por  el  filo  de  la  espada». 
Y  esto  dezia  la  reyna  por  meterles  miedo; 
mas  no  le  valió  nada,  que  fue  presa  ante  el 
rey.  Y  el  rey,  quando  la  vio,  pingóle  mucho, 
6  pregunto  por  Tristan,  y  ella  dixo  que  no 
sabia  del.  Y  luego  el  rey  mando  que  pusies- 
sen  a  la  reyna  en  vn  palafrén  y  a  Brangel 
en  otro,  y  anduuieron  quanto  pudieron"por  taT 
que  Tristan  no  les  alcancasse.  Y'  en  tanto  que 
fue  llegado  a  la  cibdad,  puso  la  reyna  en  pri- 
sión en  vna  torre  alta,  e  no  quiso  que  nin- 
guno tuuiesse  la  Uaue  sino  el,  y  dauanle  a  co- 
mer por  vna  finiestra.  E  después  fizo  prego- 
nar que  ningún  hombre  acogiesse  a  Tristan 
so  pena  de  muerte. 

Entre  tanto  Tristan  e  Grorualan  llegaron  a 
la  torre  con  gran  dolor  que  auia,  e  vieron 
toda  la  yerna  hollada  de  los  pies  de  los  ca- 
uallos,  e  no  vieron  a  nadie  a  las  finiestras. 
Dixo  Tristan:  «¡Como  he  yo  miedo  que  aue- 
mos  recebido  mayor  daño  que  mi  ferida, 
que  creo  que  a  mi  señora  la  reyna  nos  han 
llenado!»  E  luego  Gorualan  entro  en  el  pa- 
lacio e  busco  quanto  auia,  y  no  hallo  dueña 
ni  donzella,  mas  no  hallo  menos  de  las  otras 
cosas.  E  Grorualan  se  torno  para  Tristan, 
y  dixo:  «Señor,  sabed  que  mi  señora  la 
reyna  nos  han  licuado» .  E  Tristan  comenQO 
a  hazer  gran  duelo,  y  cayo  de  cauallo  en  tie- 
rra amortescido,  e  Gorualan  comenco  a  llo- 
rar, que  pensó  que  era  muerto,  e  Gorualan 
comentólo  a  conortar,  e  dixole:  «Señor,  no 
os  conuiene  de  poner  mal  coracon,  antes  os 
conuiene  de  conortar,  que  si  mi  señora  vos 
es  llenada  y  metida  en  prisión,  pensar  de- 
ueys  que  Brangel  os  la  seruira.  E  por  esto 
nos  vamos  a  la  puente  de  Tintoyl,  e  por  al- 
guna persona  embiaremoslo  dezir  a  Bran- 
gel, si  es  en  la  corte,  e  hazerle  hemos  saber 
que  estamos  alli:  e  dezirle  hemos  toda  nues- 


tra hazienda  y  ella  dezirlo  ha  a  la  reyna,  y 
ella  embiara  vnguento  con  que  saneys,  e,  si 
quisierdes,  con  vuestras  gentes  bien  podres 
dar  guerra  al  rey  Mares.  E  esperadvos  que 
venga  alguna  auentura,  que  vos  podres  co- 
brar a  la  reyna  Yseo,  por  que  os  ruego  que  os 
conforteys  e  no  desmayeys».  E  Tristan  dixo: 
«Amo  señor,  sienpre  me  consejastes  e  me 
aueys  dado  buen  consejo,  eyo  liare  todo  aque- 
llo que  vos  quisierdes.  Mas,  cierto,  yo  sufro 
tanta  pena  desta  ferida,  que  jamas  me  pare- 
ce que  sofri» .  E  luego  entraron  en  la  casa,  e 
Gorualan  le  aparejo  la  cama  e  guisóle  de 
comer;  e  Tristan  no  podia  comer  ni  podia  so- 
frir  el  dolor  y  estuuieron  aquella  noche  en 
gran  pena.  E  (piando  la  mañana  fue  venida, 
Gorualan  se  leuanto  e  aparejo  los  cauallos,  e 
fueronse  por  su  camino,  e  Tristan  yua  des- 
armado, que  apenas  se  podia  tener  en  la  si- 
lla, e  Gorualan  le  lleuaua  todas  sus  armas. 
E  ¿uando  fueron  a  la  puente  de  Tintoyl,  des- 
caualgaron,  y  Tristan  se  echo  en  la  yerna,  y 
estando  ellos  alli,  fue  ventura  que  passaua 
vna  donzella  que  era  de  la  corte  y  venia  de 
vn  castillo  que  auia  nonbre  Cornezino,  y  ella 
queria  entrar  en  la  cibdad,  e  Tristan  le  salió 
delante,  e  dixole:  «Donzella,  vos  seays  bien 
venida» ;  y  ella  le  torno  las  saludes;  e  Tristan 
dixo:  «Donzella,  por  amor  de  mi  hazedme  vn 
mensaje,  que  vos  vayays  a  Brangel  a  la  corte 
escondidamente,  e  dezilde  que  yo  estoy  aqui 
malamente  herido,  e  que  me  traya  alguna 
medicina  de  la  reyna,  si  no,  yo  muerto  soy 
de  dolor» .  E  la  donzella  le  ono  piedad  e  dixo: 
«Señor,  yo  lo  haré  de  voluntad,  e  yo  soy 
triste  de  vuestro  daño;  mas  sabed  que  la  rey- 
na es  presa,  e  non  osa  hablar  con  ella  ninguna 
persona,  y  el  rey  mesmo  tiene  las  llaues;  em- 
pero, por  amor  de  vos,  yo  haré  quanto  pu- 
diere» .  E  luego  la  donzella  se  fue  por  su  ca- 
mino para  la  cibdad,  e  Tristan  quedo  triste 
de  aquello  que  oyó,  y  entonce  le  doblo  el  do- 
lor. E  la  donzella,  desque  fue  en  la  cibdad, 
escondidamente,  porque  no  la  viesse  Aldaret, 
aquel  que  los  auia  metido  en  aquel  mal,  ella 
se  fue  en  la  sala  del  rey,  e  tomo  a  Brangel 
por  la  mano,  e  dixole:  «Amiga,  maldita  sea 
la  hora  que  aquella  mala  donzella  vino  en  la 
corte,  que  ha  desonrrado  los  mejores  dop^r 
amantes  que  son  en  el  mundo,  e  sabed  que 
so  mensajera  de  Tristan,  que  esta  a  la  puente 
de  Tintoj'l,  e  contome  como  estaña  malamen- 
te herido  en  el  braco  de  vna  saeta  emponzo- 
ñada, y  embiaos  a  dezir  que  el  es  muerto  si 
no  le  embiays  a  dezir  que  haga,  o  si  no  le 
embiays  alguna  medicina  por  que  el  pueda 
guarecer».  E  Brangel  dixo  que  ella  faria 
todo  su  poder.  Ella  aparejóse  vna  mañana,  e 
caualgo  en   vn  palafrén  escondidamente  e 


á'cíü 


LIBROS  DE  caballerías 


fuesse  para  la  puente  de  Tintoyl,  e  Tristan, 
quamlo  la  vio.  fue  el  mas  alegre  hombre  del 
mundo,  e  Brangel  eomenoo  a  llorar  e  a  dezir: 
«Señor,  muelio  so  triste  de  vuestro  mal»;  e 
Tristan  dixo:  «¿Traesme  algún  vnguento?» 
Ella  dixo:  «Señor,  no,  que  mi  señora  la  rey- 
na  es  presa  en  vna  torre,  e  no  puede  con  ella 
hablar  persona  del  mundo,  saluo  el  rey,  que 
tiene  las  llaues,  e  yo,  señor,  no  soy  maestra 
que  vos  pueda  dar  consejo» .  E  Tristan  eomen- 
oo a  llorar,  y  del  dolor  cayo  en  el  suelo  amor- 
tecido, y  desto  Brangel  ouo  piedad,  e  comen- 
rolo  de  conortar,  e  dixole:  «Señor,  vos  no 
deueys  tener  tan  mal  coraeon  ni  deueys  des- 
mayar, ante  os  deueys  conortar,  e  si  vos 
murierdes.  jamas  estareys  con  la  reyna,  o 
si  guareceys,  avn  por  tienpo  podreys  estar 
con  ella» .  «Cierto,  dixo  Tristan,  yo  confor- 
tarme he  de  voluntad,  mas  no  se  donde  falle 
maestro  «jue  me  guarezca»  .E  Brangel  le  dixo: 
•  «Vos  os  deuriades  yr  por  el  mundo,  y  en 
alguna  tierra  fallareys  quien  vos  de  sano, 
que  yo  he  oydo  muchas  vezes  que  en  la  pe- 
1  quena  Bretaña  ay  vn  rey,  el  qual  ha  vna 
'^ftja  que  es  la  mejor  maestra  del  mundo,  e 
mejor  que^mi  _señora  la  reyna^  e  yo  conseja- 
ros ya  que  fuessedes  para  alia,  é,  si  a  Dios 
plaze,  ella  os  sanara».  Y  en  esto  se  acorda- 
ron Tristan  e  Grorualan,  y  Brangel  rogo  a 
Tristan  que  enbiasse  cartas  a  su  señora  la 
reyna,  e  Brangel  se  torno  a  la  eibdad  con 
cartas  e  con  señales  de  Tristan,  y  a  la  reyna 
pingóle  mucho  con  las  cartas.  E  lleuo  a  Tris- 
tan  gran  auer,  y  encomendólos  a  Dios  lloran- 
do, y  dezia:  «¡Aj-  de  mi,  mezquina,  que  yo 
ftie  culpante  entre  estos  dos  amantes,  porque 
yo  dexe  las  llaues  a  Gorualan  del  breuaje 
amoroso!».  Y  después  desto  deziaj^  «¡O  rey 
Mares^Jüaldito  seas,  que  por  palabras  de  Al- 
daret  h^s  metido  en_desonrra  a  las  mejores 
dos  personas  del  mundoI»7"T^eíla  tornóse 
para  la  corte  muy  pensosa  e  triste..- 


xxxvm 

De  como  don  Tristan  e  Gortialan  se  fueron 
al  puerto  de  Tintoyl,  y  entraron  en  vna 
nao,  y  fueron  a  la  pequeña  Bretaña. 

Dize  la  hystoria  que  don  Tristan  e  Gorua- 
lan caualgaron  en  sus  cauallos  y  fueron  al 
puerto  de  Tintoyl,  e  hallaron  ende  muchas 
naos  e  vna  dellas  yua  a  la  pequeña  Bretaña. 
E  don  Tristan  hablo  con  el  patrón,  e  pro- 
metióle que  le  daria  por  el,  e  por  Gorualan, 
e  por  dos  cauallos,  diez  doblas  de  oro,  y  el 
patrón  se  tuuo  por  muy  bien  contento,  y  re- 
cogiólos en  la  nao,  e  la  nao  hizo  vela,  e  sa- 


lieron del  puerto  de  Tintoyl.  E  quando  don 
Tristan  so  vio  quinze  millas  de  mar.  eo- 
menoo a  pensar  en  el  amor  de  Yseo,  e  lloro 
muy  fuertemente,  e  si  no  le  fuera  verguen(,'a, 
el  ouiera  fecho  tornar  la  nao;  mas  la  nao  ^ 
hizo  su  viaje,  e  diole  Dios  tan  buen  tiempo,  ^ 
que  en  ocho  dias  llegaron  al  puerto  de  la 
pequeña  Bretaña.  E  quando  la  nao  fue  al 
puerto,  Tristan  llamo  al  patrón  e  diole  vna  m 
copa  de  oro,  y  el  patrón  la  tuuo  por  mucho,  " 
e  púsolos  en  tierra  e  a  todas  sus  cosas,  e 
fizieron  ensillar  sus  cauallos  y  caualgaron 
muy  bien  armados,  y  preguntaron  que  tanto 
auia  fasta  la  eibdad,  y  el  patrón  dixo  que 
quinze  millas,  e  dixo  qiie  la  eibdad  auia 
nombre  Corel,  y  el  patrón  fue  con  ellos  hasta 
que  los  puso  en  el  camino,  y  encomendólos 
a  Dios  e  tornóse  para  su  nao.  E  Tristan  y 
Gorualan  se  fueron  para  la  eibdad;  Tristan 
dixo  a  Gorualan:  «Amo,  agora  es  menester 
que  tengays  celado  mi  nonbre».  E  quando 
fueron  llegados,  vieron  toda  la  gente  arma- 
da, assi  como  gente  que  esperaua  batalla,  e 
vieron  gentes  por  los  muros,  e  a  la  puerta 
vieron  gran  caualleria,  e  de  fuera  grand 
hueste,  e  Tristan  fuesse  para  la  caualleria  e 
demando  por  el  rey,  y  ellos  demandaron  que 
cauallero  era.  Dixo  el:  «Yo  soy  cauallero 
estraño  y  de  luenga  tierra» .  E  luego  le  mos- 
traron al  rey,  e  Tristan  se  fue  para  el,  e  hu- 
millóse y  besóle  la  mano,  y  el  rey  le  torno 
las  saludes  e  Tristan  le  dixo:  «Señor,  yo 
so  cauallero  estraño  y  de  luenga  tierra,  y 
soy  herido  en  el  braoo  siniestro,  e  soj'  ve- 
nido en  vuestro  rey  no  a  Dios  e  a  vos,  que 
me  hagays  curar,  que  me  dizen  que  vna 
vuestra  hija  es  gran  maestra».  E  el  rey  le 
dixo  que  caualgase  en  su  cauallo,  e  rogólo 
qiae  algasse  la  visera  del  yelmo,  e  Tristan  la 
leuanto.  El  rey,  quando  lo  vio,  plugole  mu- 
cho con  su  vista  e  dixole:  «Cauallero,  vos 
seays  muy  bien  venido,  e  si  a  Dios  plaze, 
ayna  sereys  sano».  Y  el  rey  hizo  recocer  su 
gente  porque  era  tarde,  y  todos  se  entraron 
en  la  eibdad  y  desarmáronse  y  fueronse  to- 
dos a  cenar.  E  quando  ouieron  cenado,  hizo 
el  rey  venir  delante  si  a  su  hija  e  dixole: 
«Hija,  ruegovos  que  este  cauallero  me  de- 
xeys  sano  e  guarido  lo  mas  ayna  que  pudier- 
des,  porque  en  su  parecer,  persona  de  me- 
recimiento parece» .  Y  la  donzella  recibió  a 
Tristan  e  dixole  que  ella  haria  todo  su  po- 
der; y  lleuo  la  donzella  a  Tristan  e  a  Gorua- 
lan a  vna  cámara,  e  fizo  a  Tristan  desarmar, 
y  católe  la  llaga  e  dixo:  «Cauallero,  avnque 
la  llaga  sea  emponzoñada,  sed  seguro  que 
ayna  sanareys» .  E  púsole  muy  buenos  vn- 
guentos  e  hizole  acostar  en  la  cama,  y  ella 
tornóse  a  sus  donzellas;  e  Tristan  durmió 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


31)1 


aquella  noche  bien,  e  quando  vino  el  (lia, 
que  el  sol  fue  alto,  la  donzella  se  fue  para 
Tristan  o  miróle  la  llaga,  e  alli  conosc-io  que 
era  emponzoñada  e  dixole:  «Cauallero,  con 
la  voluntad  de  Dios  ayna  sereys  sano»;  e 
púsole  tal  medicina,  que  a  los  veynte  dias 
fue  sano,  y  estando  assi,  el  rey  se  aparejo 
para  yr  contra  vn  su  sobrino  que  era  conde 
lie  Egypta ,  y  ordeno  que  vn  su  fijo ,  quo 
auia  nombre  Quedin,  quel  ouiesse  la  delan- 
tera, y  el  rey  su  padre  fuese  en  la  refaga. 
e  hizo  sus  huestes  aparejar  delante  la  cibdad 
y  fuesse  sobre  su  sobrino,  que  era  en  vna 
cibdad  que  auia  nonbre  Egypta,  y  el  puso 
sus  tiendas  e  su  hueste,  y  estando  vn  dia  que 
auian  de  conbatir,  el  conde  hizo  aparejar 
sus  gentes  e  luego  paro  mientes  en  la  hueste 
del  rey,  y  el  conde  mando  pregonar  por 
la  cibdad  que  todo  hombre  de  cauallo  y  de  pie 
tomasse  armas  para  yr  contra  el  vej,  e  luego 
fue  hecho  su  mandado,  e  fueron  todos  sobre 
la  hueste  del  rey.  E  quando  el  rey  vio  al 
conde,  fue  triste  e  ouo  miedo,  e  comentóse  a 
llamar  mezquino  e  catino,  «(|ue  en  mal  punto 
crey  a  mis  caualleros  que  me  han  fecho  estar 
aqui,  e  agora  viene  el  conde  sobre  mi  con 
mucha  gente,  e  bien  se  que  no  me  puedo  par- 
tir de  aqui  sin  gran  daño» .  Y  en  tanto  se  van 
ferir  las  dos  huestes,  y  Quedin  el  hijo  del 
rey  fue  herir  al  conde  y  el  conde  a  el,  e 
dieronse  tan  gran  golpes,  que  los  fierros  de 
las  laucas  entraron  por  las  carnes,  y  de  aque- 
lla vez  cayo  Quedin  en  tierra.  E  el  rey 
quando  vio  a  su  fijo  en  tierra,  fue  alia,  e  fizo 
tanto  por  fuerca  de  armas,  que  fizo  a  su  hijo 
subir  en  su  cauallo;  después  dixo:  «Hijo, 
pensemos  de  recojer  nuestra  gente».  Luego 
Quedin  y  el  rey  e  los  caualleros  comencaron 
de  fnjv. 

XXXIX 

Como  el  conde  venció  al  rey  y  a  toda  su  gente. 

Quando  el  conde  vio  esto,  mando  que  todo 
hombre  lo  siguiese,  y  que  no  escapasse  nin- 
guno, e  comenf'o  de  yr  em  pos  del,  y  fueron 
en  alcance  del  hasta  en  la  cibdad,  e  quando 
fueron  dentro,  el  rey  mando  cerrar  las  puer- 
tas de  la  cibdad,  e  comencose  de  llamar  mez- 
quino y  catino,  por  el  mucho  daño  que  auia 
rescebido;  y  el  conde,  quando  vio  que  el  rey 
era  vencido,  junto  todas  sus  gentes  y  reco- 
gieron el  campo,  e  quando  la  batalla  fue  fe- 
cha, el  rey  se  torno  en  su  palacio  y  entro  en 
la  cámara  de  su  hija,  por  saber  que  seria  la 
herida  de  su  hijo  Quedin,  e  dixo:  «Ay  mi 
fija,  como  soy  desbaratado,  y  he  perdido 
muy  gran  parte  de  mi  gente,  e  vuestro  her- 


mano malamente  ferido,  e  si  el  puede  entrar 
en  la  cñbdad,  todos  somos  puestos  a  ciichi- 
11o,  y  de  vuestras  carnes  faran  gran  justi- 
cia, por  que  yo  querría  ser  antes  muerto  que 
no  biuo».  Y  la  donzella  comenco  de  llorar 
l^or  Quedin,  que  estaua  herido.  Y"  quando 
esto  passaua,  Tristan  estaua  ya  sano,  e  fue 
tal  dicha  que  (lorualan  estaua  en  lugar  don- 
de oya  estas  palabras  y  el  llanto  que  el  i-ey 
fazia,  y  pensó  cosa  que  jamas  en  su  vida 
pensó,  e  fuese  para  el  rey,  e  dixole:  «Señor, 
no  tomeys  pesar,  e  tomad  el  mi  cauallero, 
que  os  defenderá  de  aquesta  auentura» .  El 
rey  se  marauillo,  e  dixo  quien  era  el  caualle- 
ro, y  el  dixo:  «Sabed  quel  que  vuestra  hija 
sano  de  la  ferida  del  braco».  Y  el  rey  paro 
mientes  en  aquellas  palabras,  y  esforr-ose  vn 
poco  del  pensamiento  que  tenia,  e  luego  el 
rey  caualgo  e  fue  por  la  cibdad.  E  hizo  ar- 
mar toda  su  gente,  ponpie  el  conde  se  apa- 
rejaua  para  conbatir  la  cibdad,  e  Grorualan 
se  fue  para  Tristan,  e  dixole:  «Señor,  yo  os 
ruego,  por  amor  de  mi,  i|ue  vos  querays 
auer  piedad  del  rey  e  de  la  donzella  que  os  ha 
guarido,  que  mucho  faze  gran  duelo  por  el 
daño  que  han  recebido,  que  no  piensan  (|ue 
han  de  escapar  sus  personas».  E  contole  la 
fabla.  «E  por  esto,  señor,  vos  ruego  que  fa- 
gays  vuestra  caualleria  en  este  punto,  que 
esta  es  la  ¡primera  cosa  que  os  he  rogado, 
que  gran  duelo  he  dello».  Tristan  dixo: 
«Amo,  mayor  cosa  que  esta  me  deuriades 
vos  rogar,  que  esto  no  lo  he  de  hazer  por 
ruego,  que  honrra  es  mia;  por  ende  tenedme 
aparejadas  las  armas  y  el  cauallo,  que  al 
punto  de  la  batalla  yo  pueda  salir  fuera» .  E 
luego  Tristan  salió  del  palacio,  e  fuese  a 
andar  por  la  cibdad,  e  oyó  el  llanto  que  fa- 
zian  las  gentes  por  las  calles  y  placas;  e  su- 
bióse al  muro  de  la  cibdad  e  vio  fuera  toda 
la  gente  del  conde,  aparejada  para  dar  bata- 
lla. E  Tristan  dixo  entre  si:  «Mal  parece 
que  yo  sea  cercado  en  esto  lugar»  E  tornóse 
para  el  palacio,  e  luego  se  armo  e  subió  en 
su  cauallo.  Grorualan  fue  con  el  fasta  fuera 
de  la  cibdad,  e  fallo  Tristan  al  rey  con  su 
caualleria,  e  dixole:  «Señor,  fazed  armar  a 
grandes  y  pequeños,  e  fazed  subir  a  las 
criaturas  y  los  viejos  altos  en  el  muro,  e  a 
los  otros  cerca  de  vos,  y  dexad  caualleria  a 
la  puerta,  que  oy  faremos  tanto,  si  a  Dios 
plaze,  que  venceremos  aquellas  gentes».  Y 
el  rey  se  marauillo,  e  dixole:  «Señor  caua- 
llero, ya  fuera  racon  de  os  lo  auer  rogado 
que  en  esto  vos  quisiessedes  poner,  pero  re- 
celando como  no  os  ouiesse  en  cosa  honrrado 
des])ues  que  estay s  en  mi  corte,  por  no  auer 
lugar,  no  lo  rogue.  Pero  agora,  pues  en  tan- 
to bien  o  honrra  como  a  mi  desto  viene  os 


392 


LIBROS  DE  caballerías 


poneys ,  tienpo  verna  que  lo  agradeceré ,  e 
yo  fare  todo  lo  inio  nos  qnisiessedes» .  Y  ol 
rey  fizo  assi  como  Tristan  lt>  auia  dicho;  e 
Tristan  dixo:  «Seguidme  y  dadme  acorro,  e 
no  ayays  miedo,  que.  con  la  voluntad  de 
Dios,  serán  oy  vencidos  y  muertos».  Y  en- 
tonce ajunto  toda  la  gente  de  pie  y  a  los  de 
cauallo,  e  tomo  su  lanca,  y  miro  por  el  con- 
de e  toda  su  gente,  e  dixo  el  conde:  <'Aquel 
cauallero  no  es  desta  tierra,  quel  no  saldría 
tanto  adelante,  que  he  miedo  que  sea  por 
nuestro  daño».  Luego  el  conde  boluio  su  ca- 
uallo contra  Tristan,  e  Tristan,  quando  lo 
vio  venir,  abaxo  su  lanca  e  fuesse  para  el,  e 
diole  tal  golpe,  que  la  lanoa  le  metió  jior  los 
pechos  y  dio  con  el  en  tierra  muerto;  e  fue 
ferir  en  el  tropel  de  los  caualleros,  que  ante 
que  quebrase  la  langa  derribo  veynte  caua- 
lleros, y  el  rey  e  sus  caualleros  fueron  a 
ayudarlo;  e  la  gente  del  conde,  quando  vie- 
ron su  señor  muerto,  comencarou  de  fuyr 
para  la  cibdad,  y  el  rey  e  Tristan  fueron 
para  tras  ellos  e  hizieron  gran  mortandad,  e 
aquellos  que  fuyan  yuan  tan  rezio,  que  no 
atendían  vno  a  otro,  y  ellos  los  siguieron 
fasta  la  cibdad  de  Egypta.  E  quando  los  de 
la  cibdad  vieron  su  gente  desbaratada,  fue- 
ron tristes,  y  Tristan  dixo:  «Señor,  mandad 
que  toda  la  gente  este  queda* .  E  luego  fue 
fecho  lo  que  mando  Tristan. 


XL 

De  como  don  Tristan  entro  e  tomo  por  fuerza 
de  armas  la  cibdad  de  Egipta,  que  era  del 
conde. 

Ellos  estando  assi  esperando  y  recogiendo 
toda  la  otra  gente,  aquellos  de  dentro  leuan- 
taron  por  señor  vn  muy  valiente  caiiallero,  e 
aquel  mando  que  presto  se  aparejassen  todos 
muy  bien,  para  salir  fuera  contraía  gente  del 
rey.  E  luego  fueron  todos  fuera  de  la  cibdad 
armados,  e  todos  estañan  como  vassallos  sin 
señor,  que  no  fazian  nada  por  el  cauallero,  e 
Tristan  dixo  al  rey:  «Señor,  por  aquel  ca- 
uallero se  perderá  oy  la  gente  de  la  cibdad» . 
Y  el  dixo:  «Assi  j)lugiesse  a  Dios» .  E  Tris- 
tan  dixo:  «Pues  seguidme,  e  vereys  que  yo 
haré  tanto  de  armas,  que  quebrare  las  ba- 
rreras de  las  puertas,  e  no  las  podran  leuan- 
tar  ni  cerrar,  y  entre  tanto  vosotros  entrad 
en  la  cibdad  e  non  ayays  miedo,  e  seguid- 
me, que  fare  tanto  que  no  escapara  ninguno 
bino».  E  Tristan  tomo  su  escudo,  e  todas 
las  otras  gentes  lo  syguioron,  e  fueron  a  fe- 
rir en  la  gente  de  la  cibdad;  e  Tristan  dio 
tal  golpe  a  su  señor  que  tomaron  nueuo,  que 


la  lanca  le  metió  por  los  pechos  que  cayo 
en  tierra  muerto,  e  tornáronse  atrás,  e  Tris- 
tan  y  los  otros  tornaron  a  la  puerta,  o  alli 
fue  la  batalla  uiarauillosa,  que  las  geiatos 
cayan  en  las  canas  por  entraren  la  cibdad;  e 
Tristan  saco  la  espada,  e  corto  las  cuerdas  de 
la  puente  leuadiza,  e  dixo:  «Adelante,  ade 
lante,  caualleros».  E  alli  veriades  lancar  lan- 
gas e  quebrantar  escudos,  e  caualleros  caer;  e 
Tristan  tomo  la  lanca,  e  vase  para  la  caua- 
lleria  de  la  cibdad,  e  dio  en  ellos,  o  abrió  vn 
portillo,  e  tantos  quantos  alcancaua,  tantos 
derribaua  muertos,  e  tanto  fizieron  aquella 
hora,  que  entraron  en  la  cibdad  por  fuerca 
de  armas,  e  quando  la  cibdad  fue  entrada, 
Tristan  dixo  al  rey  que  mandasse  pregonar 
que  no  matassen  mas  de  los  que  eran  muer- 
tos, e  luego  fue  fecho  su  mandamiento,  e 
quando  la  gente  ovo  aquel  pregón,  agrades- 
cieronlo  mucho  a  Dios  porque  los  auia  esca- 
pado, y  el  rey  y  Tristan  entraron  dentro  de 
la  cibdad,  e  fueronse  al  palacio,  y  estuuie- 
ron  alli  con  gran  allegria  ellos  e  su  gente. 

Dize  la  historia  que  quando  la  hija  del 
rey  oyó  las  cauallerias  que  Tristan  hazla, 
fue  allegre  ella  e  toda  su  gente,  e  dixeron: 
«Bendita  sea  la  ora  que  aquel  cauallero  vino 
a  esta  corte,  que  nos  ha  escapado  de  muer- 
te» .  E  fuese  para  Quedin,  que  estaua  flaco, 
e  fue  alegre  quando  supo  quel  conde  era 
muerto  y  que  auian  tomado  la  cibdad;  dixo: 
«Bendito  sea  aquel  cauallero,  que  todavía 
me  plazia  de  sus  hechos,  e  dentro  de  mi  co  - 
racon  lo  quería  gran  bien» . 

E  dexemoslo  estar  e  tornemos  al  rey  e  a 
don  Tristan,  qiie  vn  dia  dixo  Tristan  al  rey: 
«Señor,  embia  vviestros  mensajeros  por  toda 
esta  tierra  del  conde,  que  os  vengan  a  hazer 
omenaje  sainos  y  seguros,  e  que  vengan  a  fa- 
zer  lo  i^ue  (piisierdes,  so  pena  de  la  vida  e 
hazienda» .  Luego  el  rey  lo  mando  pregonar 
por  toda  la  tierra,  e  las  gentes  fueron  alegres 
por  estas  nueuas,  e  fizieron  su  mandado,  y  el 
rey  ordeno  adelantado  en  la  tierra,  e  ordeno 
lo  mejor  quel  pudo  por  la  tener  pacifica,  y 
estuuo  alli  quinze  dias,  e  partieron  de  alli  el 
rey  e  Tristan  e  toda  la  gente,  e  tornóse  a  su 
tierra,  e  quando  el  rey  ouo  descaualgado, 
fuesse  para  su  hijo  Quedin  y  para  Yseo,  y  el 
rey  los  vio  con  gran  plazer,  e  Quedin  era  ya 
leuantado,  y  recibieron  al  rey  e  a  Tristan 
con  gran  honrra,  e  hizieron  gran  alegría 
por  toda  la  cibdad.  E  vn  dia  el  rey  e  todos 
los  de  la  corte,  estando  en  el  palacio,  dixo  el 
rey  a  Tristan:  «Buen  cauallero,  yo  conozco 
aquí  ante  todos  que  vos  me  aueys  fecho  rey 
e  me  aueys  cobrado  mi  reyno  que  auia  cerca 
de  perdido.  E  por  esto  yo  quiero  que  vos 
seays  señor  de  mi  reyno,  e  tomeys  aquel 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


398 


condado  que  vos  ganastes,  e  yo  confirmarvos- 
lo  he  con  toda  su  gente».  Tristau  le  dixo: 
«Señor,  muchas  gracias  vos  ago  yo,  que  no 
quiero  vuestro  rey  no  ni  vuestra  tierra,  ca  yo 
no  vine  aqui  por  desheredaros,  que  avnque 
me  veys  assi.  en  abito  de  vn  cauallero  an- 
dante,  otras   cosas  auria  si  las  quisiesse». 
«Señor  (muallero,  dixo  el  rey,  yo  quiero  que 
vos  seays  señor  de  aquel  condado  que  ganas- 
tos,  que  mucho  bien  lo  mereceys».  E  Tris- 
tan  dixo  que  lo  reeibia  y  que  se  lo  tenia  en 
merced,  e  todos  se  touieron  por  pagados  con 
el.  Y  el  rey  y  toda  la  gente  le  rogo  que  les 
dixesse  su  nonbre.  «Sabed,  señores,  dixo  el, 
(pie  yo  he  nombre  don  Tristan  de  Leonis,  so- 
brino del  rey  Mares  de  Cornualla» .  E  quando 
el  rey  supo  que  era  don  Tristan  de  Leonis, 
fue  mucho  mas  alegre,  e  hazianle   mucha 
honrra  e  fiesta.  Y  el  rey  e  Tristau  y  Quedin 
fueron  a  holgar  vn  dia  ribera  de  la  mar,  e 
Quedin  y  Tristan  comengaron  a  fablar  en 
fecho  de  amor,  e  Tristan  se  acordó  de  Yseo 
la  brunda,  e  dixo  Quedin:  «Sabed  que  en  la 
corte  era  yo  enamorado  de  vna  dueña  la  mas 
fermosa  del  mundo,  y  es  fija  del  rey,  e  por 
su  amor  he  hecho  muclias  cauallerias  e  hago 
oy  dia»;  e  contole  muchas  cosas  de  lo  que 
auia  passado  por  ella.  Mientra  andana  assi 
sospiro  Tristan,  e  dixíu.  «¡Ay  señora  Yseo, " 
como  muero  por  v^s!»~A-ssi  como  la  nonbro, 
cayo  en  tierra  amortecido;  e  Quedin,  quando 
esto  oyó,  entendió  que  lo  auia  dicho  por  su 
hermana  Yseo,   quel  pensaua  que  no  auia 
otra  Y^'seo  sino  su  hermana,  e  dixo  entre  si 
mesmo:  «Si  Tristan  quiere  a  mi  hermana,  yo 
ge  la  daré  de  voluntad  si  la  quiere  por  mu- 
ger  o  por  amiga,  que  yo  mas  amarla  que  ella 
fuesse  muerta  cient  vezes  que  no  Tristan 
ouiesse  tan  gran  pena» ;  e  descaualgo,  e  co- 
nortolo  tanto,  que  Tristan  acordó  y  torno  en 
su  seso.  Luego  Quedin  dixo:  «Señor  Tristan, 
desto  me  hago  marauilla,  de  que  vos  e  yo 
somos  tan  amigos  e  tenemos  tanta  conuersa- 
cion  en  vno,  e  avn  mas  que  soys  señor  de  la 
corte  e  sofris  tan  gran  mal  por  mi  hermana; 
¿por  que  no  me  lo  deziades?  ca  yo  querría 
que  fuesse  muerta  cient  vezes  ante  que  vos 
passeys  ningún  mal,  e  yo  os  la  doy,   que 
seays  señor  della  a  vuestra  voluntad» ,  E  en 
esto  Tristan  pensó,  e  dixo  entre  si  mesmo: 
«Si  tomo  aquesta  por  muger,  yo  saldría  de 
gran  cuyta;  si  pongo  por  oluido  aquella  due- 
ña, no  perderé  nada,  antes  ganare  honrra  e 
dueña;  e  si  aquella  es  fermosa,  esta  es  fer- 
mosa, e  si  aquella  es  fija  de  rey,  esta  es  fija 
de  rey.  E  assi  la  puedo  yo  bien  oluidar  por 
aquesta»;  y  en  esto  se  acordó  e  dixo:  «Ami- 
go Quedin,  si  vos  me  la  days,  yo  la  tomare 
de  voluntad».  Luego  Quedin  ge  la  prometió, 


e  caualgaron,  e  tornáronse  en  la  corte  e  co- 
mieron con  gran  alegría.  Quedin  se  fue  para 
el  rey,  e  dixole:  «Señor,  yo  fae  a  folgar  con 
Tristan» ,  e  contolo  todo  como  auia  passado, 
«e  por  esto  querría,  si  vos  pluguiesse,  que 
mi  hermana  que  ge  la  diessedes,  que  a  mejor 
cauallero  ni  mas  alto  no  la  podeys  dar»;  y 
desto  fue  el  rey  alegre,  e  dixo  que  le  plazia; 
e  dixo  Quedin:  «Yo  ge  la  he  otorgado,  si 
vuestra  merced  es  contento» .  El  rey  dixo: 
«A  mi  plaze,  e  hago  gracias  a  Dios  de  tama- 
ña merced  como  me  ha  hecho» .  Y  el  rey  se 
fue  para  el  palacio,  e  tomo  a  Tristan  por  la 
mano  e  dixole:  «Tristan,  marauillome  de  vos, 
que  erades  señor  de  mi  corte,  y  erados  ena- 
morado de  mi  hija  Yseo,  e  sofriades  tan  gran 
pena  por  su  amor,  porque  vos  no  me  lo  de- 
ziades»; e  Tristan  dixo:  «Yo  esperaua  tien- 
po  oportuno  para  que  vos  lo  pudiesse  dezir» ; 
y  el  rey  le  dixo:  «Yo  vos  la  do  por  muger» ,  e 
diole  el  guante.  Tristan  lo  recibió  y  ge  lo 
tuuo  en  merced,  e  passada  aquella  noche, 
quando  vino  la  mañana,  se  leuanto,  y  el  rey, 
e  Quedin,  e  toda  la  corte.  El  rey  fizo  venir 
todos  los  caualleros,  e  dueñas,  y  donzellas, 
al  palacio,  y  el  rey  se  leuanto  en  pie,  y  Que- 
din su  hijo,  e  llamaron  a  Tristan,  e  Gorua- 
lan,  al  qual  plazia  mucho  dello,  que  sabia  el 
que  la  vida  de  Tristan  en  aquello  se  ganaua, 
e  fizieron  venir  a  Yseo  ante  ellos,  y  el  la 
tomo  por  la  mano,  e  dixo  a  Tristan:  «Pues  a 
Dios  e  a  vos  plaze  de  querer  mi  hija  por  mu- 
ger, yo  vos  la  do  que  vos  seays  señor  della, 
para  fazer  úell^a  -que  a  vos  pluguiere» .  E 
toda  la  gente  e/ Yseo" fueron  alegres,  e  fizie- 
ron grandes  cortes  por  toda  la  tierra,  y  esta 
fiesta  duro  quinze  dias,  e  quando  vino  la  pri- 
mera noche  que  Tristan  auia  de  dormir  con 
la  infanta,  entróse  en  la  cámara,  e  fallo  ay 
dueñas  e  donzellas  que  se  auian  acostado  en 
la  cama  de  Yseo,  e  salieron  todas  de  la  cá- 
mara, e  Tristan  quedo  con  su  muger,  y  echó- 
se con  ella,  e  comencola  de  abracar  y  besar, 
y  no  le  quiso  fazer  al;  y  el_  querría  passar  a 
ella,   y  el  coracon  le'  fue  luego  a  Yseo  la 
brunda,  e  comentóse  todo  a  estremecer,  e  la 
voluntad  i-e  le  boluio,  e  dixo  entresi:  «Si  yo 
he  que  fazer  con  esta  donzella,  luego  porne 
en  oluido  la  reyna  Yseo  la  brunda,  que  ha 
sofrido  tantas  penas  por  mi,  e  sefe"  tenido 
por  falso  enamorado  de  todos  los  caualleros 
que  tienen  don  de  amor,  e  aquesta  no  cuy- 
dara  que  otro  juego  aya  entre  el  honbre  ela 
muger  sino  de  abracar  y  besar,  y  esta  vida 
quiero  yo  fazer  fasta  que  venga  otra  auentu- 
ra» .  E  Tristan  estuuo  assi  abracándola  y  be- 
sándola, que  otro  juego  no  le  fizo,  e  la  don- 
zella se  tuuo  por  bien  contenta,  porque  ella 
cuydaua  que  no  auia  otra  razón  en  el  honbre 


394 


LIBROS  DE  caballerías 


e  la  muger  ('):  v  eptiiuieron  aquella  noche 
on  solaz,  e  quando  vino  la  mañana.  Tristan 
se  leuanto,  y  el  rey  seleuanto  muy  alei^re,  e 
dixo:  «Cierto,  Tristan,  yo  auia  dos  fijos,  e 
gracias  a  Dios  que  agora  he  tres;  el  vno  soys 
vos,  y  el  otro  es  Qnedin,  e  la  otra  Yseo,  e 
por  esta  me  parece  que  os  pertenece  coro- 
na. E  quiero  que  vos  seays  señor  de  mi  corte 
y  de  toda  mi  tierra,  assi  como  buen  cauallero 
y  de  alto  linaje  que  soys» .  Luego  se  leuanto 
Tristan,  e  dixo  al  rey:  «Muchas  gracias  y 
mercedes,  que  tanto  me  aueys  dado,  que  por 
todos  tiempos  seré  a  vuestro  seruicio,  que 
TOS  soys  de  hedad  de  ser  re^v ,  y  después  de 
vos  vuestro  hijo  Quedin,  que  es  valiente  ca- 
uallero»; y  el  rey  dixo:  «Tristan,  j'^o  quiero 
que  vos  seays  señor  de  mandar  y  de  vedar 
en  todo  mi  rey  no,  como  l)uen  cauallero  que 
soys».  Luego  Tristan  dixo:  «Señor,  muchas 
mercedes  a  vos».  E  todos  los  caualleros 
loaron  las  cortesías  del  rey  e  de  Tristan,  e 
estuuieron  assi  en  gran  plazer,  e  a  cabo  de 
vn  gran  tienpo  vn  cauallero  del  reyno  de 
Londres,  el  qual  auia  nonbre  Lanbrojesin, 
llego  en  aquel  reyno,  y  entro  en  la  corte  del 
rey  y  estuuo  ay  holgando  siete  dias,  e  an- 
dando por  la  ciudad  vn  dia  encontró  con 
Tristan,  e  mirólo  mucho,  e  católe  en  la  cara, 
e  supo  bien  que  aquel  era  Tristan,  e  llamo 
vn  douzel  e  dixole:  «Dezidme,  ¿aijuel  caua- 
llero es  honbre  desta  tierra?»  Y  el  dixo: 
«Xo,  antes  es  cauallero  estraño,  e  ha  nombre 
Tristan,  y  es  el  mejor  cauallero  del  mundo, 
que  por  fuerza  de  armas  mato  al  cqndüjle 
Egypta,  y  es  el  conde  de  su  tierra,  e  ha  to- 
maoo  por  muger  a  Yseo  de  las  blancas  ma- 
nos, hija  del  rey.  E  por  aquel  somos  escapa- 
dos de  muy  cruel  muerte»;  y  el  cauallero  fue 
mucho  marauillado,  e  partióse  luego  de  alli; 
e  fuesse  para  CamaíüLíL  la  corte  del  rey  Ar- 
tur,  por  le  contar  las  buenas  nueuas  de  don 
Tristan  de  Leonis. 

XLI 

De  como  pareció  ante  el  rey  Marea  de  Cor- 
nualla  vn  cauallero,  e  le  dixo  nncuas  en  co- 
mo Tristan  era  casado  con  Yseo  de  las 
blancas  manos. 

Dize  la  historia  que  quando  el  cauallero 
fue  llegado  a  la  corte  del  rey  Artur,  dixo  al 
rey:  «Señor,  nueuas  vos  traygo  de  vno  de  los 

O  La  novela  en  prosa  francesa  dice  así: 
«Tristan  se  coucha  avec  Yseult.  Le  luminaire  ar- 
doit  si  oler,  que  Tri-tan  ponvoit  hien  voir  la  beauté 
dTseult.  Elle  avoit  la  lyiuehe  blanche  et  tendré,  yeux 
verds.  rians.  les  sourcils  bruns  et  bien  assis,  la  face 
clc-re  et  vermeille.  Tri>tan  la  baise  et  accole;  et  qaant 
il  lui  souvient  de  la  reyne  Yseult  de  Cornouailles,  si  a 


mejores  caualleros  del  mundo,  que  es  don 
Tristan,  sobrino  del  rey  Mares.  E  sabed  que 
es  sano  e  biuo,  y  es  en  la  corte  del  rey  Oel 
de  la  pequeña  Bretaña,  e  ha  a  [Yseo  de  las] 
blancas  manos  tomado  por  muger» .  E  quan- 
do el  rey  oyó  aquellas  nueuas,  fue  muy  ale- 
gre porque  supo  que  era  biuo;  e  Langarote 
del  Lago  e  otros  muchos  caualleros  fueron  ale- 
gres, e  de  otra  parte  tristes,  porque  auia  to- 
mado muger,  e  fizieron  cuenta  que  jamas  tor- 
narla a  aquella  tierra;  y  estaña  ende  vn  ca- 
uallero que  auia  nombre  Lambagues,  que 
era  de  Cornualla,  marido  de  la  dueña  del  La- 
go del  Espina,  que  no  quería  bien  a  Tristan. 
E  dixo  entre  si  mesmo:   «Pues  que  Tristan 
ha  tomado  muger,  jamas  tornara  en  Cornua- 
lla, e  por  esto  so  yo  alegre».  E  dixo:  «Estas 
nueuas  quiero  yo  llenar  el  rey  alares,  su  tio» . 
E  luego  partió  de  la  corte  e  llego  a  Cornua- 
lla, e  fuese  ante  el  rey  e  dixole:  «Señor,  nue- 
uas vos  trayo,  las  mejores  que  nunca  oystes» . 
E  el  rey  dixo:  «¿Que  nueuas?»  «Señor,  yo  vos 
trayo  nueuas  de  vuestro  sobrino  Tristan,  que 
es  sano  e  alegre  en  la  corte  del  rey  Oel  de  la 
pequeña  Bretaña.  Mas  creo  que  nunca  lo  ve- 
rey  sT^lñéníáToma  do  por  muger  vna  hija  del 
reyjDd,  que  ha  nonbre  Y'seo  de  las  blancas 
manos» .  El  rey  fue  triste  en  que  supo  que 
era  biuo,  e  fue  muy  alegre  en  que  supo  que 
auia  tomado  muger,  por  la  qual  razón  enten- 
dió que  no  tornarla  mas  en  su  corte;  porque 
la  gente  toda  ipieria  bien  a  Tristan,  el  rey 
hizo  semblante  que  quisiera  que  Tristan  fue- 
se en  su  corte,  mas  no  de  coracon.  E  vn  ena- 
no que  ay  estaña,  como  entendió  esto,  se  fue 
al  pie  de  la  torre  donde  la  reyna  estaña,  e  co- 
mencé a  llamar  en  altas  bozes:  «Señora,  nue- 
uas os  trayo  que  vos  sereys  oy  fuera  de  pri- 
sión; sabed  que  Tristan  no  tornara  mas  en 
aquesta  tierra,  quel  ha  tomado  por  muger  a  la 
fija  del  rey  Oel  de  la  pequeña  Bretaña».  E  la 
reyna  dixo:  «¿Quien  te  ha  dicho  estas  nue- 
uas» .  El  enano  dixo:  «Un  cauallero  que  ha 
nonbre  Lambagues,  que  es  venido  de  la  cor- 
te del  rey  Artur»  .  E  la  reyna  no  lo  quiso 
creer,  porque  ella  sabia  que  Lambagues  no 
queria  bien  a  Tristan.  E  no  tardo  mucho  quel 
rey  no  abrió  la  torre  a  la  reyna,  e  tornóla  a 
la  corte  con  sus  dueñas  e  donzellas,  como 
solia  estar.   E  con  la  reyna  ouieron  todos 
muy  grande  alegría  y  plazer,  e  desto  fue  muy 
alegre  Brangel,  e  de  otra  parte  muy  triste  era 
en  su  corar-on,  porque  entendía  que  no  tor- 

tonte  perdn  la  voullonté  da  surplus  faire.  Ceste 
Yseult  est  devant  luy,  et  l'aatre  est  en  Cornouailles, 
qui  lui  deffend  si  cher  comme  il  ayme  son  corps,  que 
á  ceste  Yseult  ne  face  chose  qui  á  villenie  lui  tourne. 
Ainsi  demeure  Tristan  avec  Yseult  sa  femme;  et  elle, 
qui  dautre  soulas  que  d'aceoUer  et  baiser  ne  savoit 
rien,  s'endort  entre  les  bras  de  Tristan». 


DON  TRISTAN  DE  LKÜNIS 


395 


naria  mas  Tristan  en  Cornualla.  E  a  cabo  de 
pocos  clias,  la  reyna  tomo  por  la  mano  a  Bran- 
f^^el  e  dixo:  «Ya  xejs  que  nueuas  ay  de  Tris- 
tan  e  que  el  ha  tomado  muger,  por  que  el  no 
tornara  mas  en  esta  tierra.  Sabed  que  yo  no 
puedo  creer  tales  nuouas» .  E  dixo:  «¡Ay  mez- 
i|uina!  ¿Como  voy  tan  engañada  que  por  vna 
pena  que  en  la  prisión  sufria,  aquestas  nue- 
uas me  lian  hecho  sufrir  muchas?  ¡Ay  mez- 
(juina!  ¿Por  que  me  alegraua  yo  por  ser  Tris- 
tan  noble  e  virtuoso  e  esforcado  y  de  gesto 
luzido?  Pues  la  su  nobleza  e  caualleria  a  mi 
auia  tanto  de  dañar;  e  si  verdad  es,  yo  mes- 
ma  me  quiero  dar  la  muerte,  e  ruégeos  que 
ayays  merced  e  piedad  de  mi» .  E  Brangel  di- 
xo: «Señora,  yo  soy  aparejada  para  vuestro 
mandado».  E  dixo  la  reyna:  «Pues,  por  amor 
de  mi,  vos  yreys  a  la  pequeña  Bretaña  e  le- 
uareys  de  mi  parte  vna  carta  a  Tristan,  esa- 
bremos si  esto  ijue  se  dize  es  verdad» .  Y  ella 
le  dixo:  «Señora,  de  buena  voluntad  yre». 
E  luego  la  carta  fue  fecha,  e  la  carta  dezia 
assi: 

«Tristan,  hijo  del  rey  ^leliadux:  Y'o,  la  sin 
ventura  Yseo  la  brunda,  a  ti  salud,  si  el  cabo 
de  las  cosas  la  acarrear  puede.  Tristan,  ale- 
gróme e  plazeme  que  todavía  crescen  los  tus 
loores  eni^roeza,  tus  grandes  e  gloriosos  he- 
chos, ilas  yo  soy  triste  e  muy  cuytada  por  oyr 
nueuamente  el  ensuziamiento  del  tan  limpio 
amor,  y  el  perdimiento  del  prez  e  honrra  de 
tu  nonbre  de  amador,  ea  dizen  que  tu,  ven- 
cedor de  todas  las  cosas,  eres  agora  vencido 
de  la  tan  sin  fuerr-as  Yseo  de  las  blancas  ma- 
nos, fija  del  rej  Oel_deJa  pequeña  Bretaña.. 
E  agora  nueuamenle  eres  casado  coiTelTa.  ¿E 
como  ¡Duede  ser  que  Y'seo  la  brunda  sea  assi 
oluidada  e  contada  entre  todas  las  gentes  por 
mi  la  barragana?;  e  si  por  ferniosura  comi- 
go  as  tenido  amores,  mas  fue  mi  daño  que 
no  mi  prouecho,  e  la  fermosura  e  tu  bondad 
de  caualleria  enemigas  fueron  a  mi  muy  crue- 
les, que  me  pusieron  en  oscuras  cárceles  que 
a  mi  no  pudieran  ser  contadas  por  virtudes, 
pues  menos  he  de  bien  por  ellas,  que  veo  que 
todas  las  altas  dueñas  de  los  derechos  de  sus 
aferes  han  tan  singulares  plazeres,  siruiendo 
o  conosciendo  a  sus  amigos.  Mas  yo,  mezqui- 
na, conozco  ansias  e  penas  con  las  falsedades 
de  la  tierra.  Escureeeme  la  voluntad  e  endu- 
réceme el  coragon,  e  quítame  el  temor  de  toda 
esperan9a  de  bien.  E  todas  estas  cosas  no  son 
a  jni  nada  en  comparación  de  lo  que  me  di- 
zen que  eres  tu  ya  casado,  mas  ya  desto  no 
podria  mas  ser  sino  dar  querellas  a  mi  Dios, 
y  sera  testigo  de  los  mis  amargos  dolores,  e 
mostrar  el  mi  cruel  pecho  la  gran  rauia  de  mi 
anima,  e  daré  a  conocer  a  las  gentes  el  tu 
gran  desconocimiento  sin  mesura  ninguna;  ¿e 


piensas  tu  que  no  podían  en  algún  tiempo  to- 
mar de  ti  veiiganca  las  mis  ansiadas  quere- 
llas? Mas  torna  tu,  Tristan,  e  acorre  a  la  tan 
atribulada  reyna  Yseo  la  brunda  porque  no 
acabe  de  perecer,  ca,  por  cierto,  mas  gran 
dolor  e  mal  he  anido  después  de  las  nueuas  e 
salida  de  la  cárcel  quel  rey  me  tenia,  que  en 
dos  años  que  he  estado  dentro;  e  piensa  en  ti, 
Tristan,  que  tan  entrañable  amor  assi  troca- 
do nunca  de  Dios  se  perdono.  E  tu  en  todos 
los  peligros  seras  temeroso,  ca  fara  la  culpa 
en  ti  silla  de  miedo  (');  e  si  pudiesse  dexar 
passar  la  braueca  del  tienpo,  yrme  ya  fazien- 
do  a  la  nueua  tristura,  e  quieres  que,  con  in- 
fernal rauia,  aya  de  hazer  cosa  que,  en  no 
cumpliendo  mi  desseo,  acarree  mi  desastrada 
muerte;  e  vista,  ven  e  sacarasme  de  tanto 
dolor;  e  embiote  a  Brangel  porijue  mas  celado 
fuesse  mi  padescer,  e  saludadme  a  Grorualan 
del  que  soy  enartada» . 

E  desque  la  carta  fue  fecha,  dixole:  «Mi 
amada  donzella,  aparejaos  de  yr  honrrada- 
mente.  E  luego  hizo  aparejar  su  palafrén  bien 
atauiado,  e  aquello  que  auia  menester,  e  hizo- 
le  cobrir  vn  rico  manto  de  seda ,  e  diole  vn 
honbre  que  fuesse  con  ella,  que  era  sordo  e 
mudo  de  su  nascimiento,  e  la  reyna  le  hizo 
castrar,  según  dize  el  historiador,  por  tal  que 
no  fiziesse  cosa  que  en  daño  viniesse  a  la  don- 
zella ni  le  oyesse  cosa  que  ella  dixesse,  ni  la 
dezir  pudiesse;  e  luego  se  despidió  la  donze- 
lla de  la  reyna,  e  fuese  en  su  mensajería  es- 
condidamente.  E  anduuo  tanto  por  sus  jorna- 
das, que  £11  quali'o  meses  llego,  a  la  pequeña 
Bretaña.  E  Brangel  fuese  para  la  cibdad 
donde  Tristan  estaua,  e  quando  fue  dentro, 
pregunto  secretamente  donde  estaña,  e  quan- 
do lo  supo  ella,  se  fue  con  mucha  alegria 
para  el. 

XLII 

De  como  don  Tristan^  e  Qiiedin  su  cuñado, 
se  partieron  con  Brangel  su  viaje  por  la 
mar,  a  causa  de  vna  carta  que  ella  iruxo 
de  la  reyna  Yseo  la  brunda. 

Dize  la  hystoria  que  vna  gran  mañana, 
que  Tristan  y  Quedin  su  hermano  fueron 
ribera  de  la  mar.  E  quando  ellos  fueron  en 
la  playa,  vieron  em  pos  dellos  vna  donze- 
lla ricamente  aparejada ,  e  Tristan  dixo  a 
Quedin.  «¿Quereys  ver  vna  de  las  donze- 
llas  andante-  de  las  que  van  en  nuestra  tie- 
rra? E  agora  la  podeys  ver,  esta  que  vie- 
ne». E  Quedin  dixo:  «Assy  Dios  me  ayude, 
si  todas  van  assy  aparejadas,  bien  van  hon- 

(')  Elocuentísima  expresión. 


396 


LIBROS  DE  caballerías 


rradamente».  Estando  ellos  en  estas  palabras, 
la  donzella  allego,  y  Tristan  se  fue  para  ella, 
e  luego  la  don>;ella  lo  conoscio.  E  Tristan  no 
conoscio  a  ella ,  porque  venia  rebocada ,  e 
Tristan  <lixo:  «Donzella,  vos  seays  bien  ve- 
nida»; y  ella  le  dixo:  «Vos  seays  muy  mal 
fallado ,  assi  como  el  mas  falso  cauallero  del 
mundo.  E  Tristan  di:ío:  «¿Por  que  me  de- 
nostays?»  Y  ella  dixo:  «Porque  vos  anejas  ol- 
uidado  la  mas  hermosa  dueña  del  mundo,  e 
mas  noble» .  Tristan  dixo:  «Donzella ,  ¿como 
lo  sabeys  vos?»  Y  ella  dixo:  «Yo  lo  se  bien, 
e  os  conozco».  E  Tristan  le  dixo:  «Ruegovos, 
por  cortesía,  que  vos  descubrays  la  cara»;  y 
ella  se  descubrió  e  se  comenzó  a  sourreyr,  e 
dio  vn  gran  sospií^o.  E  Tristan,  que  conoscio 
que  era  Brangel,  fuela  abracar,  y  ella  le  beso 
las  manos,  e  le  dio  la  carta.  E  quando  Tris- 
tran  ouo  leydo  lo  que  en  ella  dezia,  cayo  del 
cauallo  amortescido  en  tierra,  e  quando  Que- 
din  lo  vio  assi  en  tierra,  marauillose.  Y  el  y 
Brangel  comencaronlo  a  conortar,  e  quando 
Tristan  fue  tornado  en  su  seso,  Quedin  le 
dixo:  «Señor,  mucho  me  parece  que  es  gran 
desuario  que  por  vna  carta  que  vos  traya 
vna  donzella  tengays  tan  gran  tristura»;  e 
preguntóle  por  que  era  venida  aquella  donze- 
lla; e  Tristan  le  dixo:  «Sabed  que  esta  carta 
es  de  la  dueña  que  vos  dixe  que  amaua  e  so- 
fría tanta  pena,  e  aquesta  es  la  donzella  que 
os  dezia  por  vuestra  hermana  Yseo,  e  vos 
dexistesme  que  me  la  dariades ,  e  yo  tómela 
porque  me  pudiesse  oluidar  esta  dueña,  e  no 
quise  dezir  cosa  ninguna  e  tome  a  vuestra 
hermana  por  muger,  mas  mi  pensamiento  no 
valió  nada  e  yo  no  la  puedo  oluidar;  empero, 
assi  como  vos  me  distes  a  vuestra  hermana, 
casta  e  donzella,  porque  de  mi  no  fue  tocada 
sino  tan  solameiite  de  abracar  y  besar.  Por- 
que mi  voluntad  era  y  es  de  tornar  en  aque- 
lla tierra  por  amor  de  aquella  dueña,  e  rue- 
govos que  me  tengays  secreto,  que  yo  tornare 
ayna,  si  a  Dios  plaze».  E  Quedin  dixo:  «Por 
la  mi  fe,  si  vos  me  otorgays  vn  don,  que  yo 
os  terne  poridad» .  E  Tristan  se  lo  prometió, 
e  Quedin  dixo:  «Yo  quiero  yr  con  vos  por 
ver  essa  dueña,  que  yo  desseoso  soy  de  ver 
las  auenturas  de  los.caualleros3iidantes  que 
hallan  ende  por  essa  tierra».  É  Tristan  dixo: 
«A  mi  plaze  que  vos  e  yo  vayamos  en  con- 
pañia;  mas  ¿que  escusa  pornemos  por  esta 
donzella,  porque  nos*  podamos  partir  della?» 
E  Quedin  dixo:  «Xos  diremos  que  es  de  Leo- 
niS;  e  que  es  venida  por  mensajera  por  el 
vuestro  reyno,  que  se  pierde  por  guerra,  por- 
que es  menester  que  vayamos  alia  por  meter 
paz».  En  esto  se  acordaron  todos  tres,  e  fue- 
ronse  para  la  ciudad.  E  quando  el  rey  vio  la 
donzella,  marauillose  mucho,  e  dixo  que  mu- 


cho era  bien  e  ricamente  atauiada,  e  recibió- 
la mucho  bien  e  fizóle  mucha  honrra;  e  Bran- 
gel allegóse  a  Yseo  de  las  blancas  manos,  y 
ella  preguntóle  donde  venia,  y  ella  dixo  que 
de  Leonis,  y  esso  mismo  pregunto  el  rey  a 
Quedin,  si  sabia  donde  venia,  y  el  le  contó 
como  era  de  la  tierra  de  Tristan,  e  dixole 
todo  el  fecho  según  quedo  entre  ellos ;  y  el 
rey  enibio  por  su  hija,  e  dixole:  «Tomad  esta 
donzella  y  lleualda  a  vuestra  cámara  e  fazel- 
de  mucha  honrra,  que  a  vuestro  marido  es 
venida».  E  quando  ella  la  vio,  comencé  de 
sospirar,  e  dixo  entre  si:  «¡Mezquina!  ¡E  si 
nunca  la  donzella  fuesse  venida  aqui,  que 
yo  bien  pienso  que  ella  me  llenara  a  Tristan 
mi  señor».  Mas  ella,  como  discreta  e  sabia, 
tomóla  por  la  mano  e  llenóla  a  su  cámara,  e 
hizole  mucha  honrra,  e  preguntóle  por  nuenas 
e  por  que  fuera  venida  alli;  e  la  donzella  dixo 
como  era  de  Leonis,  e  contole  todo  como  ellos 
lo  auian  ordenado.  E  Yseo  comencé  a  llorar, 
e  Brangel  la  conorto,  e  dixo:  «Señora,  no 
ayays  miedo,  que,  si  a  Dios  plaze,  luego  tor- 
naremos, quando  Tristan  sea  librado  de  la 
guerra» .  Y  estuuieron  aquella  noche  assi,  e 
quando  vino  otro  dia,  Tristan  fue  ante  el  rey, 
e  dixo:  «Señor,  cierto  que  yo  he  estado  luen- 
go tienpo  en  esta  tierra,  tanto  que  el  my  rey- 
no  se  va  a  perder  por  guerra,  que  no  ay  nin- 
guno que  lo  defienda,  e  por  esto,  señor,  que- 
rría yo  yr  alia,  e  luego  sera  mi  tornada,  si 
a  Dios  plaze».  Y  el  rey  dixo:  «Si  el  vuestro 
reyno  se  va  a  perder,  a  mi  plaze  que  luego 
vayays  alia  por  ponerlo  en  paz,  con  tal  que 
non  sea  otra  cosa.  E  tomad  caualleria  e  com- 
pañía para  conquerir  la  guerra» .  E  Tristan 
dixo:  «Yo  no  quiero  yr  saino  solo,  sin  compa- 
ñía ninguna»;  y  el  rey  dixo  que  hiziesse  de 
manara  que  a  el  visto  fuesse.  E  Tristan  se 
a})arejo  lo  mejor  quel  pudo,  e  a  Gorualan  peso 
mucho  de  la  venida  de  la  donzella  Brangel; 
pero  luego  se  aparejaron  con  todas  sus  ropas 
e  cauallos  e  armas,  e  todo  lo  que  menester 
auian;  e  luego  el  rey  se  fue  para  su  hija,  e 
dixole:  «A  vuestro  marido  es  venida  vna 
mensajera  con  cartas  para  que  vaya  al  su 
reyno  de  Leonis  lo  mas  presto  que  el  pudie- 
re, y  el  no  se  quiere  yr  sin  vuestra  gracia, 
por  que  conuiene  que  ge  la  deys» .  Y  ella  co- 
menco  de  llorar,  e  dixo:  «Bien  sabia  yo  que 
no  era  venida  la  donzella  sino  por  mi  daño, 
y  yo  se  bien  que  quando  Tristan  sea  ydo  des- 
ta  tierra  e  sea  alia,  que  no  querrá  tornar  a 
esta  ni  a  mi,  e  yo  no  he  tanto  poder  para  que 
le  pueda  estoruar  de  aquesta  yda;  por  que 
ruego  a  Dios  humilmente  que  me  lo  guar- 
de e  me  lo  trayga  sano,  e  ruégele  que  se  le 
mienbre  de  mi,  qug,  si  el  no  torna,  luego  yo 
no  biuire».  E  Tristan  la  fue  abracar,  e  di- 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


397 


xole:  «Señora,  yo  me  tornare ,  si  a  Dios  pla- 
ze,  que  yo  lieuo  en  mi  compañia  a  Quedin 
para  me  boliier  con  el,  e  mucho  es  vso  de  ca- 
Tialleros  yr  en  sus  auenturas  e  tornar  en  sus 
tierras».  E  dixo  Yseo  a  la  donzella:  «En  mal 
punto  venistes  a  esta  tierra,  que  me  lleuays 
a  Tristan  mi  señor,  e  dosta  auontura  yo  deuo 
morir».  E  Brangella conortaua,  e  dixo:  «Se- 
ñora ,  ya  no  tomeys  pesar ,  que  la  nuestra 
tornada  sera  muy  presto,  e  la  tierra  en  paz, 
luego  seremos  aqui».  E  la  donzella  dixo:  «Se- 
ñora, a  Dios  os  encomiendo».  E  Tristan  echo 
a(piella  noche  con  su  dueña,  y  ella  toda  aque- 
lla noche  le  tuno  abracado,  e  lloramx  fuerte- 
mente; e  Tristan  la  conortaua  muy  dulce  e 
amorosamente,  e  auia  gran  piedad  della,  mas 
tanto  le  destruyo  el  frenaje  amoroso,  que  no 
p)odia  estar  de  no  yr  allaT^quándo  vino  el 
dia,  Tristan  se  leuanto,  y  el  rey  e  toda  la 
corte,  e  fizieron  ensillar  los  cauallos  para  yr 
hasta  la  mar;  e  Tristan  abraco  y  beso  a  Yseo, 
c  dixo:  «Señora,  yo  os  encomiendo  a  aquel 
que  formo  el  cielo  e  la  tierra» .  Y  ella,  sospi- 
rando,  dixo:  «A  esse  mesmo  vos  encomiendo 
yo  a  vos,  e  ruego  vos,  buen  cauallero,  que  os 
menbreys  de  mi».  E  caualgaron  para  yr  a  la 
mar,  donde  hallaron  nauios  que  yuan  su  via- 
je; e  luego  ella  subió  en  vna  torre,  fasta  que 
las  naos  perdió  de  vista ,  e  del  gran  pesar  que 
ella  tenia,  echóse  a  dormir,  e  soñaua  que  vna 
dueña  que  le  tomaua  su  marido  Tristan. 
Agora  dexemos  a  ella  dormir  sobre  la  torre, 
e  tornemos  a  Tristan  e  a  Quedin,  e  a  todos 
los  otros,  que  encomendaron  a  Dios  al  rey  e 
a  toda  la  gente,  e  recogiéronse  en  la  nao  e 
hizieron  vela. 

Y  el  rey  se  torno  en  la  corte  e  pregunto 
por  su  hija,  e  dixeronle  como  estaua  en  la 
torre.  El  rey  subió  arriba,  e  hallo  que  es- 
taua todavía  durmiendo,  y  despertó  sospi- 
rando,  edixole:  «Hija,  no  deueys  tomar  mal 
coraQon,  antes  os  deueys  conortar  porque 
vuestro  hermano  Quedin  va  con  Tristan,  e 
no  le  dexara  por  cosa  del  mundo,  e  no  de- 
ueys tomar  pesar,  e  si  por  ventura  vos  mo- 
rís, no  tornara  mas  en  esta  tierra,  e  yo  auria 
perdido  tres  hijos  por  vuestra  locura  luego». 
Y  descendieron  de  la  torre,  y  la  dueña  se 
metió  en  su  cámara  y  el  rey  se  fue  con  sus 
caualleros  para  su  palacio. 

Dexemos  agora  estar  la  torre;  tornemos  a 
Tristan  e  a  Quedin  su  cuñado.  Dize  la  histo- 
ria que  Tristan  y  Quedin,  yendo  su  viaje, 
ouieron  tres  dias  buen  tiempo,  e  después 
ouieron  gran  tormenta  quinze  dias  e  llega- 
ron a  vn  puerto  en  el  rey  no  de  Londres,  a 
vn  lugar  que  es  llamado  la  Grasta  Floresta,  y 
quando  la  nao  fue  amarrada,  Tristan  dixo  al 
maestre  de  la  nao  en  que  tierra  eran  llega- 


dos. Y'  el  dixo  que  en  el  rejmo  de  Londres, 
Gasta  Floresta;  e  Tristan  le  pregunto  si  ha- 
llarla alli  auenturas,  y  el  dixo:  «Señor,  si; 
mas  que  en  otro  lugar» .  E  luego  mando  Tris- 
tan  que  le  sacassen  las  armas  y  el  cauallo.  Y 
el  dixo  a  Quedin,  e  a  Gorualan,  eBrangel, 
que  ellos  que  se  fuessen  en  la  nao  al  reyno 
de  Cornualla.  «Por  buena  fe,  dixo  Quedin,  no 
me  partiré  de  vos,  que  sabeys  bien  que  por 
al  no  vine  en  aqueste  viaje  sino  por  ver  e 
por  hallar  auenturas».  Quando  Tristan  vio 
que  Quedin  no  se  queria  partir  del,  dixole 
Tristan:  «Pues  aparejadvos,  e  vamos  ambos» . 
E  mando  a  Gorualan  e  Brangel  que  fuessen 
en  la  nao  para  Tintoyl,  e  (pie  dixessen  que  el 
era  quedado  en  la  Gasta  Floresta  a  sus  auen- 
turas. E  dixo  Brangel:  «Señor,  querría  yo 
que  no  nos  partiessemos  de  aqui  sin  vos,  que' 
yo  se  que  quando  mi  señora  nos  vea  yr  sin 
vos,  aquella  ora  se  le  doblara  la  pena» .  E 
Tristan  dixo:  «Pues  vosotros  esperareys  aqui 
veynte  dias;  e  si  passaren  los  veynte  dias 
que  no  tornaremos,  e  ouierdes  buen  tiempo, 
yd  vuestro  camino  e  no  espereys» .  Gorualan 
dixo  que  los  encomendaua  a  Dios,  porque 
entendió  la  voluntad  de  Tristan,  e  Tristan 
encomendó  a  Dios  a  ellos  e  al  patrón,  e  ca- 
ualgaron en  sus  cauallos  bien  armados,  e  la 
nao  quedo  en  el  puerto.  E  agora  dize  la  his- 
toria que  aquel  dia  anduuieron  tanto  Tristan 
e  Quedin,  fasta  la  noche,  que  no  fallaron 
ninguna  auentura,  ni  hallaron  ningún  lugar 
donde  pudiessen  refrescar,  e  durmieron  aque- 
lla noche  en  el  desierto;  y  otro  dia  ellos  se 
fueron  por  el  camino,  e  anduuieron  fasta  la 
hora  de  nona  que  no  fallaron  refrescamiento 
ninguno.  E  Quedin  dixo:  «Mi  amado  Tristan, 
vos.deziades  que  auia  muchas  auenturas,  mas 
a  mi  parece  que  avn  de  la  agua  no  fallamos 
para  beuer;  ¿como  fallaremos  otras  auentu- 
ras, que  dos  dias  auemos  andado  que  no  ha- 
llamos ninguna  cosa?»  E  Tristan  dixo:  «¿Pues 
parescevos  que  esta  floresta  no  es  de  gran- 
de auentura?  Por  buena  fe,  a  mi  parece  de 
gran  auentura».  E  Quedin  no  dixo  nada,  y 
anduuieron  tanto  que  hallaron  vn  lugar  do 
auia  vna  hermita,  y  estaña  en  ella  vn  Jiermí^ 
taño.  E""coHügüÍó' luego  que  eran  caualleros 
andantes;  e  después  de  cenado,  Tristan  se 
razonaua  con  el  buen  hombre,  e  dixole:  «Se- 
ñor, en  aqueste  desierto  ¿vienen  algunos  ca- 
ualleros andantes?»  Dixo  el  li ermitaño:  «Este 
desierto  es  de  grandes  auenturas  c  muchas, 
que  avn  no  ha  tres  dias  que  passo  por  aqui 
vn  cauallero,  e  dixo  que  el  rey  Artur  era 
perdido  ]jor  esta  floresta,  e  todos  los  caualle- 
ros de  la  Tabla  Redonda  son  en  esta  floresta 
por  buscar  al  rey  Artur  su  señor.  E  por  cier- 
to todos  tienpos  es  esta  floresta  de  muchas 


398 


LIBROS  DE  caballerías 


auenturas  e  muy  estrañas,  e  andan  en  ella 
muy  buenos  caualloros  a  marauilla;,  e  agora 
mas  por  razón  de  la  perdida  del  rey  Artur 
su  señor,  que  no  lo  pueden  fallar».  E  Tristan 
fue  muy  alegre  por  estas  nueuas  que  le  dixo 
el  buen  hombre  hermitaño,  que  auia  cinco 
meses  que  era  perdido,  y  ellos  durmieron 
alli  aquella  noche.  E  a  la  mañana  ellos  se 
leuantaron,  e  oyeron  missa,  e  comieron,  e 
luego  caualgaron  en  sus  cauallos  e  pregun- 
taron al  hermitaño  qual  camino  era  mejor. 
El  les  dixo:  «Quando  fuerdes  en  aquella 
montaña  alta,  fallareys  vna  senda  que  va  a 
la  mano  siniestra,  tomad  aqiiella».  T  enco- 
mendaron el  hermitaño  a  Dios,  e  fueronse 
el  camino  que  les  dixo  el  hermitaño,  e  a  hora 
de  medio  dia  llegaron  a  vn  pra<lo  en  el  qual 
estaua  vna  hermosa  fuente,  y  esta.^a  alUlxíL 
cauallero  de  vnaa-üiiiias  negras,  e  Tristan , 
quando  lo  vio,  dixo  a  Quedin:  «Hermano, 
agora  podeys  ver  los  caualleros  andantes 
como  andan» .  «Señor,  dixo  Que<lin,  el  seme- 
ja buen  cauallero  andante,  mas  todavia  os 
ruego  que  yo  quiero  ¡tronar  si  valdré  alguna 
cosa  contra  el» .  Dixo  Tristan:  «Tos  la  aued, 
mas  catad  que  seays  buen  cauallero»  .E  luego 
Quedin  tomo  su  escudo  delante,  e  abaxo  su 
lan9a,  e  fizo  semblante  de  combatir.  E  quan- 
do el  cauallero  vio  esto,  púsose  el  yelmo  en 
la  cabeca  y  el  escudo  al  cuello,  e  caualgo  en 
su  cauallo,  e  abaxo  la  lanca,  e  fueronse  a 
herir  de  tan  gran  poder,  que  Quedin  cayo 
en  tierra  malamente  ferido.  E  Tristan,  quan- 
do vio  su  cuñado  en  tierra,  dixo:  «A  buena 
fe,  Quedin,  vos  auiades  talante  de  combatir 
con  los  caualleros  andantes,  mas  la  primera 
batalla  non  vos  fue  bien,  mas  yo  vos  venga- 
re» .  E  luego  puso  su  escudo  al  cuello  y  lla- 
mo al  cauallero  a  la  batalla,  y  boluio  el 
cauallero  a  el,  e  dieronse  tan  grandes  en- 
cuentros, que  cayo  el  cauallero  de  las  ar- 
mas negras  en  tierra,  e  dixo  el  cauallero: 
«Yo  me  otorgo  por  vencido  de  la  langa,  por 
falta  del  cauallo,  e  yo  querría  que  jugassemos 
de  las  espadas» .  E  luego  Tristan  dixo  que  le 
plazia,  e  puso  su  escudo  delante,  e  vanse  el 
vno  al  otro,  e  conbatieronse  brauamente  que 
era  marauilla,  tanto  que  a  mal  de  su  grado 
se  ouieron  de  tirar  atrás;  e  luego  tornaron  a 
la  batalla,  e  fueronse  a  dar  tan  mortales  gol- 
pes, que  fuego  fazian  salir  de  las  grmas,  e 
mientra  se  conbatian,  dixo  entre  si  el  ca- 
ballero: «En  ninguna  guisa  no  podria  durar 
contra  el  cauallero  que  le  estaua  delante». 
E  luego  dixo :  «Señor  cauallero,  pareceme 
que  vos  quereys  dar  íin  a  la  batalla,  porque 
yo  querría  que  me  dixessedes  vuestro  nom- 
bre, e  yo  deziros  he  el  mió,  e  si  el  vno  o  el 
otro  muriese,  que  sepa  quien  lo  mato,).  E 


Tristan  dixo:  «Yos  no  sabreys  mi  nombre 
hasta  que  me  digays  el  vuestro».  Y  el  dixo: 
«Yo  soy  Lamarad  de  Gaones».  E  Tristan 
dixo:  <^fLamarad,  tu  eres  venido  a  donde  yo 
quería,  que  agora  te  costara  caro  el  cuerno  en- 
cantado q\ie  enbíaste  a  la  corte  del  rey  Ma- 
res por  desonrra  de  mi,  e  por  tal  que  mu- 
ríesse  la  rey  na  Yseo  mi  señora,  porque  no 
me  quisse  combatir  contigo  de  las  espadas,  e 
no  lo  dexe  yo  por  otra  cosa  sino  por  mi  cor- 
tesía, mas  guárdate  que  a  la  muerte  eres 
venido,  que  yo  soy  Tristan,  tu  mortal  enemi- 
go» .  Y  el,  quando  entendió  que  aquel  era  Tris- 
tan,  dixo:  «Señor,  yo  no  me  quiero  mas  con- 
batir  con  vos,  assi  como  vos  no  vos  quisistes 
combatir  comigo».  E  Tristan,  por  todo  esto, 
no  dexo  de  le  dar  vn  tan  gran  golpe,  que  de 
„ rodilla  le  fizo  dar  en  tierra.  E  Lamarad  dixo: 
«Señor  Tristan,  vos  hazeys  gran  villanía  en 
me  ferir,  pues  yo  no  me  quiero  mas  conbatir 
con  vos,  e  desto  me  puedo  querellar  a  los 
caualleros  andantes  e  tenéroslo  han  a  gran- 
de trayeion;  porque  vos  ruego,  señor,  por 
honrra  de  cauallería,  que  vos  me  querades 
perdonar  el  vuestro  mal  talante» .  E  Tristan 
dixo:  «Lamarad,  vos  escapareys  por  tres  co- 
sas: La  vna  por  los  caualleros  andantes.  E 
la  otra  porque  me  prometeys  que  no  erra- 
reys  contra  mi.  E  la  otra  porque  vos  soys 
buen  cauallero» .  E  Lamarad  tomo  su  espada 
por  la  punta,  e  hinco  las  rodillas  ante  Tris- 
tan  para  que  fiziesse  lo  que  quisiese  del,  e 
tanto  se  rogo  el  vno  al  otro  que  lleuasse  la 
honrra  de  la  batalla,  que  anbos  a  dos  se 
abracaron  e  hizíeron  paz.  E  Tristan  dixo  a 
Lamarad:  «Vos  soysvsadode  aquesta  floresta; 
querría  saber  de  vos  si  sabeys  algún  lugar 
donde  pudiessemos  sanar  de  nuestras  llagas» . 
E  Lamarad  dixo:  «Señor,  aquí  cerca  ay  vna 
abadía  de  monjes  donde  podemos  guarecerá) . 
Luego  se  ataron  las  llagas  lo  mejor  que  ellos 
pudieron,  e  caualgaron,  e  fueronse  para  el 
abadía.  Y  ellos  alli  fueron  muy  bien  recebi- 
dos;  e  alli  auía  vn  abad  que  se  entendía  de 
curar  llagas,  e  católes  las  llagas  e  dixoles: 
«Caualleros,  no  ayays  miedo,  que,  con  la  vo- 
luntad de  Dios,  ayna  sereys  sanos».  E  luego 
les  ato  las  llagas  e  curo  dellos,  e  Lamarad 
fue  sano  a  los  nueue  días,  e  Tristan  al  quin- 
to dia  fue  sano» .  E  dixo  Lamarad:  «Vos 
soj'S  guarido,  bendito  sea  Dios,  porque  yo 
querría  que  nos  armassemos  e  caualgasseraos 
en  nuestros  cauallos  e  nos  pusiessemos  en 
auenturas  por  la  floresta,  e  que  seamos  aquí 
llegados  de  aquí  a  quínze  dias,  y  Quedin  en 
tanto  seria  sano»;  y  en  este  se  acordaron 
Tristan  e  Lamarad,  e  ordenaron  que  tornas- 
sen  alli  dentro  de  quínze  días,  y  encomen- 
daron a  Dios  a  Quedin  e  a  los  abades,  e  ca- 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


399 


iialgaron  en  sus  Ccauallos  e  fueron  por  su  ca- 
mino.   Dize   la  historia  que  ambos   a   dos 
anduuieron  tanto,  fasta  medio  dia,  que  alle- 
garon a  vna  liermosa  fuente  e  alli  descaual- 
garon,  e  comieron,  y  beuieron  del  agua  fres- 
ca. Y  ellos  estando  assi  en  la  fuente,  sintieron 
vn  gran  ruydo  por  el  monte,  que  páresela 
que  el  cielo  se  queria  caer  abaxo.  Dixo  a  La- 
marad:  «¿Que  puede  ser  esto  que  viene  con 
tan  gran  ruydo?»  Y  el  dixo:  «Sabed,  señor^ 
que  esta  es  vna  bestiíUque  ha  nonbre  -GratUT 
ras,  y  es  la  masMiuersa  cosa  de  ver  que  nin- 
guna otra  bestia».  ÍT  dixo  Tristan:  «¿En  que 
manera  es  fecha?»  Y  el  dixo:  «Es  fecha  en 
el  cuerpo  como  sierpe,  e  ha  la  cabera  como 
buey,  e  la  cara  e  los  cauellos  como  muger,  e 
anda  con  treynta  e  dos  pies,  y  ella  es  tan 
grande  en  luengo  como  treynta  pies,  e  los 
pies  son  hechos  como  de  buey,  y  va  tras  ella 
vn  cauallero  armado  con  todas  sus  armas, 
e  son  bermejas,   e  no  puede  honbre  sal)er 
quien  es  el  cauallero».  Y  estando  ellos  asi 
cerca  de  la  fuente,  el  ruydo  se  les  acerco,  e 
los  caualleros  se  aparejaron,  e  canalgaron  en 
sus  cauallos,  e  Lamarad  dixo:   «Señor  Tris- 
tan,  ruégeos  que  yo  aya  la  primera  justa». 
E  dixo  Tristan:   «Vuestra  sea».  Y  en  tanto 
allego  la  bestia  e  fuesse  para  la  fuente,  e 
Tristan,  quando  la  vio,  ouo  gran  miedo,  y  la 
bestia  no  estuuo  j^or  ellos  que  a  la  fuente 
non  llego  a  beuer  de  su  vagar,  e,  quando  ouo 
beuido,  fuese  por  su  camino.  E  luego  Lama- 
rad fuese  para  el  cauallero,  y  el  cauallero 
para  el,  e  dieronse  tan  grandes  goljjes  en  los 
escudos,  que  otro  mal  no  se  fizieron.  E  La- 
marad ouo  de  venir  a  tierra,  y  quando  Tris- 
tan  vio  aquello,  fuese  contra  el  cauallero,  e 
dieronse  muy  grandes  golpes  e  passo  el  vno 
por  el  otro.  E  quando  Tristan  fue  passado 
de  la  otra  parte,  luego  torno  contra  el,  mas 
el  cauallero  fuyo,   que  lo  no  pudo  ver;  e 
Tristan  fue  muy  ayrado,  e  dixo:    «Lamarad 
¿no  sabeys  vos  quien  es  el  cauallero?»  Y  el 
dixo:  «Señor,  no  lo  ayays  a  marauilla  esto 
quel  ha  fecho» .  E  Tristan  dixo  a  Lamarad: 
«Si  no  aueys  daño,  caualgad  en  vuestro  ca- 
uallo,  e  sigámoslo  tanto  fasta  que  lo  halle- 
mos».  Y  el  dixo:    «No  he  mal,   gracias  a 
Nuestro  Señor».  E  canalgaron  luego  en  sus 
cauallos,  e  siguiéronlo  tanto  hasta  la  noche, 
e  hallaron  dos  caminos,  y  el  vno  yua  llano 
y  el  otro  por  la  sierra,  e  Tristan  dixo  a  La- 
marad:   «Aqui  ay  dos  caminos,  porque  es 
menester  que  cada  vno  tome  el  suyo,  e  to- 
mad luego  qual  vos  quisierdes,  e  seamos  tor- 
nados aqui  de  agiii  a  diez  dias,  e  aquel  que 
mas  ayna  vinTere^espere  al  otro.   E  luego 
Lamarad  tomo  el  camino  de  la  montaña,   y 
el  del  llano  tomo  Tristan.  E  aerora   dexe- 


mos  a  Tristan  e  tornemos  a  contar  de  La- 
marad. 

Dize  la  historia  que  Lamarad  anduuo  tan- 
to, fasta  que  fue  noche  escura,  e  allego  a  vna 
yglesia  antigua,  e  tiro  el  freno  a  su  cauallo 
y  echólo  a  pacer  por  el  prado,  e  tiróse  el 
yelmo  de  la  cabera  y  echóse  a  dormir  cabe 
el  altar;  y  estando  el  assi  dormiendo,  llego 
íij  el  buen  Jleliajies,  ñjo  del  rey  Piolonor,  e 
quando  el  vio  la  yglesia,  el  descauálgo^'etito 
el  freno  a  su  cauallo  e  dexol  en  el  prado 
pacer,  y  entro  en  la  yglesia  y  echóse  a  dor- 
mir cerca  de  Lamarad,  y  estando  ellos  assi, 
quel  vno  no  via  al  otro,  quando  Melianes 
ouo  vn  poco  dormido,  despertó  e  dixo: 

«Los  pensamientos  de  amor 
sofridos  de  tal  figura, 
al  triste  que  es  amador 
le  saben  dar  el  dolor 
de  la  vida  sin  Tentara; 
y,  por  mas  manzilla  fuerte 
de  penar  y  de  sofrir, 
que  se  detenga  la  muerte 
de  lastimado  biiiir;». 

E  quando  esto  ouo  dicho,  callo  vn  poco,  e 
torno  a  dezir:  «¡Ay  Dios,  que  yo  sea  amador 
de  mi  señora,  e  que  della  no  puedo  auer  vn 
semblante  de  amor  ni  vn  dulce  fablar,  e  por 
esto  he  fecho  e  fago  que  ningún  cauallero  no 
deue  auer  amor,  e  ruego  a  Dios  que  me  dexe 
auer  della  algún  buen  semblante,  porque  no 
perezca!»  E  quando  el  ouo  dicho  esto,  dixo: 
«¡Ay  mezquino,  como  muero  2>orque  me  ha 
falecido,  que  me  han  fecho  dexar  amor  de  la 
mejor  dueña  e  mas  gentil  que  sea  en  el  mun- 
do, que  soy  el  mas  alto  enamorado  que  en  el 
mundo  ay!»  E  luego  se  torno  a  dormir,  e 
Lamarad  entendió  muy  bien  aquellas  pa- 
labras que  auia  dicho  de  su  señora  la  rey  na 
Ginebra.  E  quando  fue  cerca  el  dia,  Melianes.. 
se  leuanto  primero,  y  el  otro  no  sintió  nin- 
guna cosa,  e  metió  su  freno  al  cauallo  de 
Lamarad  pensando  que  era  el  suyo,  e  caual- 
go  en  el,  e  fuesse  por  su  camino  a  sus  auen- 
turas. 


XLm 

De  como  Lamarad  e  Melianes  se  combatieron^ 
e  lo  que  en  él  conbate  les  aconiescio. 

Leuantose  Lamarad,  y  ensillo  su  cauallo, 
e  caualgo,  e  fuese  en  pos  del  cauallero,  e 
quando  salió  el  sol,  Lamarad  conoció  que  no 
ora  aquel  su  cauallo  en  que  yua,  e  fue  em 
pos  de  Melianes,  e  alcan(;ole  e  dixole:  «Caua- 
llero, Dios  vos  salue» ;  y  el  tornólo  las  salu- 
des, e  Lamarad  dixo:  «Señor  cauallero,  vos 


400 


LIBROS  DE  caballerías 


me  aueys  tomado  mi  cauallo,  e  vos  he  ovdo 
dezir  esta  noche  que  erades  enainorado-de  la 
reyna  Ginebra».  «Por  cierto,  dixo Melianes, 
TOS  soys  mal  cauallero,  que  dezis  que  vos  he 
tomado  vuestro  cauallo,  vos  trayendo  el  mió. 
E  dezis  que  me  aueys  oydo  dezir  assaz  pa- 
labras de  mi  señora  la  reyna  Ginebra,  la  mas 
alta  dueña  del  mundo,  falso  cauallero  y  des- 
leal». Dixo  Lamarad:  «Yo  os  prouare,  por 
luerr-a  de  armas,  que  mi  señora  la  reyna  de 
Organia  es  muy  mas  fermosa» ;  e  respondió 
Melianes:  «Yo  vos  prouare,  por  fuen.-a  de  ar- 
mas, que  ella  no  es  tan  fermosa  ni  tan  gentil 
como  mi  señora  la  reyna  Ginebra,  antes  ossa 
podia  ser  su  sierua».  «E  mal  cauallero,  dixo 
Lamarad  ¿como  hablays  tan  villanamente, 
que  antes  es  mas  fermosa  que  no  ella?;  mas 
dexemos  desto,  e  vamos  aquel  llano  e  comen- 
yernos  la  batalla».  E  luego  se  fueron  a  dar 
tan  grandes  golpes,  que  cada  vno  cayo  de  su 
cauallo  a  tierra,  y  leuantaronse  muy  ligera- 
mente e  pusieron  mano  a  las  espadas,  e  van- 
se  ferir  de  tan  grandes  golpes,  que  porfuer- 
ca  se  ouieron  de  tirar  a  fuera  por  folgar  vn 
poco,  e  luego  se  leuanto  Melianes  el  prime- 
ro ,  e  fuese  para  Lamarad ,  e  dieronse  tan 
grandes  golpes,  que  fuego  fazian  salir  de  las 
arma«,  e  Lamarad  era  marauilloso  esgremi- 
dor^Ias  MeliajQjes_era_mejor  cauallero^-  j  el 
lo  ouiera  muertoaTa~tercera  batalla,  si  no 
fuera  por  vna  auentura.  Que  ellos  estándose 
assi  conbatiendo,  llegaron  ay  dos  caualleros, 
los  quales  como  vieron  combatir  a  los  dos  ca- 
ualleros, ouieron  gran  piedad  dellos,  e  luego 
Brandelis  fuese  para  ellos,  e  dixoles:  «Rue- 
govos  que,  por  honrra  de  Lanr-arote,  que  de- 
xeys  esta  batalla» ;  y  ellos  no  la  quisieron 
^dexar  por  ningún  ruego  que  les  fiziessen,  y 
en  esto  llego  Langarote,  e  dixoles:  «Caualle- 
ros, dexa3~Bstrr'üátalla  por  amor  de  nos,  si 
no,  por  fuerca  os  conuerna  de  la  dexar»,  E 
luego  los  caualleros  se  tiraron  a  fuera,  e  di- 
xo Melianes:  «¿Como  me  podeys  dezir  que  yo 
dexe  esta  batalla,  que  dize  que  mas  hermosa 
es  la  reyna  de  Ci-gania  que  la  reyna  Gine- 
bra mi  señora?  Por  esto  me  llamo  traydor, 
porque  yo  no  quiero  dexar  esta  batalla  por 
ninguna  cosa  fasta  quel  lo  aya  llegado  a  la 
muerte,  o  el  a  mi».  E  Lancarote  les  deman- 
do como  auian  nonbre;  ellos  dixeronselo.  E 
Langarote  dixo:  «Melianes,  dexad  esta  bata- 
lla, que  si  el  ha  dicho  estas  palabras,  yo  le 
haré  que  le  cuesten  caras» .  E  fuese  para 
Lamarad,  e  dixo:  «Tu,  Lamarad,  otras  ve- 
zes  te  he  oydo  dezir  mal  de  dueñas,  e  dizes 
mal  de  mi  señora  la  reyna  Ginebra  y  de  mi, 
por  que  yo  te  prometo,  para  la  orden  de  la 
caualleria,  que  no  escaparas  de  mis  manos, 
6  guárdate  de  mi  e  no  de  otro» :  e  diole  tan 


I  gran  golpe  de  la  langa  por  medio  del  escudo, 
que  lo  derriuo  en  tierra,  e  mientra  el  tirana 
la  lan(.'a,  i]ue  le  querría  dar  otro  golpe,  Bran- 
delis se  metió  delante,  e  dixo:  «Señor  Lan- 
garote, ruegovos  que,  por  amor  de  mi,  le 
perdoneys  todo  vuestro  enojo»;  e  tanto  le 
rogo,  que  lo  perdono  Langarote.  E  dixole: 
«Cata,  Lamarad,  si  puedo  saber  que  tu  dizes 
tales  palabras,  e  yo  te  fallo,  sepas  que  yo  te 
daré  la  muerte».  E  luego  fueron  amigos,  e 
Lanoaróte  e  Brandelis  y  Melianes  fueron  por 
su  camino,  e  Lamarad  por  el  suj'o. 
E  agora  tornemos  a  Tristan. 


XLIV 

De  como  don  Tristan  se  encontró  con  dotí  Queas 

Cuenta  la  hystoria  que  quando  Tristan  fue 
partido  en  la  fuente  de  Lamarad,  el  anduuo 
toda  la  noche,  e  quando  vino  la  mañana, 
encontró  con  vn  cauallero,  e  este  era  don 
^ueas,  el  mayordomo  del  rey  Artur.  E  quan- 
do Tristan  llego  aTélT^saludolb,  y  el  tornóle 
las  saludes.  E  donJ¿uea:^le  pregunto  que  de 
donde  era,  e  Tristan  dixo:  «Señor,  yo  soy 
cauallero  estraño,  del  reyno  de  Cornualla» .  E 
don  Queas  dixo:  «Si  vos  soys  del  reyno  de 
Cornualla,  mucho  soys  mal  cauallero,  flaco 
e  couarde,  e  avn  quantos  de  alia  soys,  que  no 
ay  en  el  mundo  tan  couardes  ni  tan  viles,  de 
ninguna  caualleria  e  ningún  ardimiento  no 
fazen.  Mas  dezidme  ¿que  ventura  os  traxo 
fasta  aqui?»  «Señor,  dixo  Tristan,  vo  bus- 
cando mis  auenturas,  como  es  costunbre  de 
caualleros  andantes».  «Cierto,  dixo  don 
Queas,  vuestra  ventura  aueys  hallado,  e  apa- 
rejaos de  conbatir,  que  tales  auenturas  van 
por  esta  floresta».  «Por  mi  fe,  dixo  Tristan, 
no  he  voluntad  de  me  conbatir  agora,  que 
mi  cauallo  no  es  bien  sano».  Dixo  don  Queas: 
«Creo  que  si  vos  cayessedes  en  tierra  del  ca- 
uallo, que  cuydariades  morir».  Destas  pala- 
bras Tristan  se  comengo  a  reyr,  e  dixo:  «Ca- 
uallero, mejor  lo  podriades  dezir  que  lo  de- 
zis». E  don  Queas  dixo:  «Agora  catad  aqui 
dos  caminos,  e  tomail  qual  que  quisierdes, 
(jue  comigo  vos  no  yreys  por  vn  camino» .  E 
dixo  Tristan:  «Yo  no  tornarla  atrás,  antes 
quiero  yr  adelante,  pues  no  (]uereys  que 
x-dja.  con  vos».  E  yuase  don  Queas  jjor  su 
camino,  e  Tristan  eni  pos  del,  e  todavía  yua 
escarnesciendo  del,  e  llegaron  a  vn  rio,  e 
don  Queas  dixo:  «Cauallero,  consejovos  que 
passeys  el  agua  a  nado,  que  por  la  puente  no 
podeys  passar,  cauallero,  sin  batalla,  que 
veo  (]ue  vos  nos  quereys  conbatir» .  «Señor, 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


401 


dixo  Tristan,  passad  vos  primero,  y  después 
passare  yo  cerca  de  vos».  «Cierto,  dixo  don 
Queas,  no  me  quiero   echar  en  el  rio,  (|ue 
bien  passare  por  la  puente  si  necessario  fue- 
re» ;  y  en  estas  palabras  llegaron  a  la  puen- 
te, e  luego  salió  vn  cauallero,  e  dixo  assi: 
«Por  aqui  no"  puede  passar  ninguno  sin  ba- 
talla»; e  don  Queas  dixo  a  Tristan:  «Caua- 
llero, yd  adelante  a  la  batalla» .  «Señor,  dixo 
Tristan,  yd  tos  primero,  que  soys  mas  va- 
liente cauallero.  que  yo  agora  no  puedo  jus- 
tar». E  don  Queas  dixo:   «En  mal  ora  ven- 
gaysen  mi  conpañia,  que  a  mi  parece  que 
os   aure   de   franquear   el  passaje».   E  don 
Queas  y  el  cauallero  de  la  puente  abaxaron 
las  laucas  e  fueronse  ferir,  e  cayo  el  cauallero 
de  la  puente,  e  don  Queas  dixo  a  Tristan: 
«Bien  podeys  passar  de  oy  mas,  que  nos  cale 
auer  miedo,  que  ya  vos  he  franqueado  el 
passaje».  E  Tristan  le  hizo  muchas  gracias, 
e  passaron  los  dos  caualleros  en  vno  la  puen- 
te, e  Tristan  e  don  Queas  fueron  por  su  ca- 
mino fasta  que  fueron  por  vna   auentura  a 
casa  de  vn  florestero,  y  en  aquel  lugar  esta- 
uan  Bordón,  y  Leonel,  e  Gariet,  e  quando 
vieron  los  tres  caualleros  a  don  Queas  con  su 
conpañero  fueron  alegres,  e  fizieronles  mu- 
cha  honrra ,    e   demandaron    a  don   Queas 
quien  era  aquel  cauallero  que  era  venido  en 
su  conpañia,  y  el  respondió  e  dixo:   tXo  me 
lo  demandeys,  que  en  sus  faciónos  lo  deuria- 
des  conoscer».  E  dixo  Gariet:  «En  susfacio- 
nes  el  deuria  ser  buen  cauallero» ;  e  dixo  don 
Queas:  «Cierto  es  vil  y  flaco  e  couarde,  que 
átales  son  aquellos  caualleros  de  Cornualla, 
quel  otro  dia  lo  encontré  e  no  quiso  conbatir- 
se  comigo,  e  quando  el  e  yo  fuemos  a  la 
puente,  yo  le  di  la  primera  batalla,   mas  el 
fue  tan  sabio  que  no  se  quiso  conbatir  con  el 
cauallero,  ni  echarse  en  el  agua,  antes  me 
conbati  con  el,  e  lo  venci,  y  le  franquee  el 
passaje,  y  es  venido  fasta  aqui».   ¿Que  vos 
diré?  Que  tantas  dixo  de  palabras  villanas, 
que  Gariet  ouo  piedad  del  e  gran  verguenr-a , 
y  el  florestero  lo  tuuo  a  desonrra,  e  fue  sa- 
ñudo, e  don  Queas  dexo  las  palabras,  e  es- 
tuuieron  aquella  noche  en  gran  solaz,  e  fue- 
ron bien  festejados,  e  quando  vino  la   ma- 
ñana, los  caualleros  so  leuantaron  y  enco- 
mendaron a  Dios  al  florestero,  e  fueronse  por 
su  camino,   e  fallaron  dos  caminos,  e  don 
Queas  dixo:  «Cauallero,  no  podeys  con  nos  yr 
en  vn  camino,  que  no  queremos  cauallero 
en  nuestra  conpañia  que  no  se  quiera  con- 
batir; por  esso  ved  aqui  dos  caminos,  tomad 
vno».  E  dixo  Tristan:  «A  mi  plaze»;  e  fue- 
ron sañudos  Gariet  e  los  otros  de  la  petición 
i|ue  auian  fecho,  e  quando  Tristan  fue  parti- 
do dellos,  don  Queas  dixo  a  sus  conpañeros: 

LIBROS    DE   caballerías. — 26 


«¿Quereys  reyr  del  cauallero  andante?  Salgá- 
rnosle delante  y  vereys  como  lo  echare  a 
tierra»;  e  luego  anduuieron  los  caualleros 
quanto  pudieron,  fasta  que  salieron  bien 
adelante  de  Tristan  por  otro  camino,  e  don 
Queas  se  aparejo  a  la  batalla.  E  Tristan, 
quando  lo  vio,  luego  lo  conoció,  e  dixo  entre 
si:  «Por  Dios,  yo  he  mucho  sofrido  a  este 
cauallero,  y  en  sofrir  a  vil  honbre  es  cosa 
perdida»;  e  boluio  su  cauallo  contra  el  de 
mala  voluntad,  e  diole  tan  gran  golpe  por 
medio  del  escudo,  que  la  lan^a  quebró  e  lo 
echo  en  tierra  del  cauallo,  e  al  caer  que 
cayo  le  quebranto  tres  costillas,  e  luego  tomo 
la  lanoa  de  don  Queas,  e  Bordón,  quando  lo 
vio  en  tierra,  plugole  mucho,  e  dixo:  «Por 
Dios,  don  Queas,  vos  hazeys  escarnio  de  los 
caualleros  que  van  buscando  sus  auenturas, 
mas,  si  yo  puedo,  yo  vos  vengare»,  e  fuese 
para  Tristan,  y  el,  quando  lo  vio  venir,  bol- 
uio contra  el,  e  diole  tan  gran  golpe  en  el 
escudo,  que  lo  echo  a  tierra  malamente  feri- 
do.  E  Leonel,  quando  lo  vio  en  tierra,  dixo: 
«Por  Dios,  nuestro  escarnio  nos  costara  oy 
caro» ;  e  fuesse  para  Tristan  de  tan  gran  po- 
der, que  la  lauca  i^uebranto,  e  otro  mal  no  le 
flzo.  Tristan  le  dio  tal  golpe,  que  piernas 
arriba  lo  echo  mal  ferido.  E  quando  Gariet 
vio  los  tres  caualleros  en  tierra  tan  mal  heri- 
dos, dixo:  «Por  mi  fe,  don  Queas,  caro  nos 
cuesta  la  vuestra  locura,  e  si  por  ventura  yo 
pudiesse  dexar  esta  batalla,  yo  lo  dexaria 
de  voluntad» ;  e  boluio  su  cauallo  contra  Tris- 
tan,  e  Tristan,  en  que  lo  vio  venir,  boluio  su 
lauca  e  firiolo  con  el  cuento,  assi  que  lo  echo 
en  tierra  del  cauallo,  e  al  caer  que  cayo,  que- 
brosele  vna  costilla,  e  dixo:  «Don  Queas, 
mal  ayays  vos,  que  por  vuestros  pecados  su- 
frimos todo  esto;  a  mi  pluguiera  mucho  que 
viniera  sobre  vos».  E  Tristan  boluio  la  lauca, 
e  dixo:  «Por  mi  fe,  don  Queas,  los  caualle- 
ros de  Cornualla  son  sabios  y  buenos,  e  lue- 
go podeys  contar  dellos  nueuas» .  E  fues 
por  su  camino.  E  los  caualleros  se  leuanta- 
ron lo  mejor  que  pudiei'on  y  caualgaron  e 
tornáronse  a  la  casa  del  florestero,  e  quando 
el  florestero  los  vio,  demando  (pial  auentura 
los  auia  alli  traydo,  e  dixo  Gariet:  «Don 
Queas  el  mayordomo,  que  va  diziendo  locu- 
ras a  los  caualleros  andantes  que  van  a  su 
auentura,  pero  el  y  nos  traemos  penitencia  por 
su  pecado» .  Y  el  florestero  lo  tuuo  a  ma ra- 
nilla como  assi  los  auia  vencido  vn  solo  caua- 
llero. Dixo  Gariet:  «Sabed,  florestero,  quel 
cauallero  que  durmió  anoche  con  nosotros 
nos  ha  derribado  en  tierra  a  todos» ;  e  dixo 
la  ñja  del  florestero:  «Yo  quisiera  mas  que 
don  Queas  lo  ouiera  todo  conplido» .  Luego 
fueron  desarmados,  y  el  honbre  bueno  flo- 


402 


LIBROS  DE  caballerías 


restero  les  cato  las  llagas,  e  vio  i\\ie  no  eran 
peligrosas,  e  púsoles  tales  vnguentos,  que  a 
pocos  (lias  fueron  guaridos.  Agora  dexemos- 
los  estar  sanando  sus  llagas  en  casa  del  flo- 
restero. 

Dize  la  historia  que  don  Tristan  anduuo 
tanto  por  su  camino,  que  encontró  con  vn  ca- 
uallero  que  auia  nonbre  Briseus,  el  qual  vua 
en  busca  de  vn  enano,  e  quando  Tristan  lo 
vio,  demandóle  que  auia,  j  el  dixo:  «Señor 
cauallero^  yo  voy  en  busca  de  vn  enano  que 
me  lia  desonrrado  mi  castillo,  o  no  lo  puedo 
fallar,  que,  si  yo  lo  fallasse,  yo  le  daria  la 
muerte» ,  y  este  cauallero  le  saludo  muy  cor- 
tesmente,  e  dixole:  «Señor  cauallero,  ruego- 
vos  que  me  digays  de  que  tierra  soys» .  «Por 
la  mi  fe,  dixo  Tristan,  jDues  vos  me  lo  deman- 
days  assi  tan  cortesmente,  yo  vos  lo  diré;  soj" 
de  Cornualla».    «Señor,  dixo  el,  vos  seays 
bien  venido,  que  a  todos  aquellos  de  Cor- 
nualla soy  yo  tenudo  de  les  fazer  toda  hon- 
rra,  por  quanto  el  rey  Mares  me  armo  caua- 
llerO;,  por  que  os  ruego  que  tomeys  de  mi  ser- 
uicio  en  este  mi  castillo» .  E  Tristan  ge  lo 
otorgo  e  fuese  con  el  a  su  castillo,  e  alli  dés- 
caualgo  Tristan  y  desarmóse  y  pensaron  de  su 
cauallo;  o  las  tablas  puestas,  asseníaronse  a 
comer,  y  estuuieron  en  gran  solaz,  y  después 
fueron  a  dormir.  E  quando  el  dia  fue  venido, 
ellos  se  Icuantaron  y  comentaron  a  hablar  en 
fecho  de  armas,  y  el  cauallero  rogo  a  Tristan 
que  no  se  partiesse  de  alli  tan  ayna;  y  el  dixo 
que  no  podia,  porque  tenia  de  yr  en  otra  par- 
te. Y  el  cauallero  le  dixo:  «Ruegovos  que  me 
digays  vuestro  nonbre,  porque  sepa  a  quien 
he  fecho  honrra».  E  Tristan  dixo:  «Caualle- 
ro, si  vos  me  prometeys  que  mi  nonbre  no 
direys,  saluo  donde  yo  vos  mandare,  dezir- 
Toslo  he» .  El  se  lo  prometió  bien  y  lealmente, 
e  luego  se  armaron  e  salieron  del  castillo,  e 
quando  fueron  en  el  camino,  Tristan  dixo: 
«Ruegovos  que  por  amor  de  mi  que  vays  en 
tal  lugar  en  casa  del  florestero,  e  saludaldo 
de  parte  de  Tristan  de  Leonis  a  el  y  a  su 
fija,  y  que  faga  honrra  a  los  caualleros  que 
ay  tiene  feridos» .  Desto  fue  el  cauallero  ale- 
gre, porque  Tristan  era  en  aquella  tierra,  e 
jjartiose  el  cauallero  de  Tristan  c  fuese  a  casa 
del  florestero,  e  dixole:   «Mucho  vos  saluda 
Tristan  de  Leonis  a  vos  e  a  vuestra  ñja,  y 
ruégaos  que  fagays  buena  cura  a  Don  Queas 
e  a  sus  conpañeros,  y  sobre  todos  a  Grariet». 
E  como  oyó  el  florestero  que  aquel  era  Tris- 
tan,  fue  alegre,  e  aluergole  lo  mejor  que 
pudo,  e  dixolo  a  don  Queas  e  a  sus  conpañe- 
ros. Ellos  dixeron:  «En  buena  fe,  con  fuerte 
lanca  nos  queríamos  tomar;  cierto,  el  es  buen 
cauallero».  E  dexemoslos  estar  y  tornemos  a 
Tristan. 


XLV 


De  como  Tristan  derribo  a  Garncon,  hermano 
de  Palomades,  y  de  como  hallo  vna  donze- 
lla  llorando  y  de  como  libro  de  la  tnuerte  al 
rey  Ariur. 

Dize  la  hystoria  que  se  yua  don  Tristan 
l^or  vna  floresta  e  topo  con  Graracon,  hermano 
de  Palomades;  luego  como  ellos  se  vieron, 
vínoles  voluntad  de  se  combatir,  e  pusieron 
sus  escudos  delante  e  dieronse  tales  golpes, 
que  Graracon  caj^o  en  tierra  mal  herido,  e 
Tristan  cuydo  que  el  cauallero  era  muerto,  e 
non  curo  mas  del  y  fuesse  por  su  camino,  y 
no  houo  andado  mucho  que  topo  con  vna  don- 
zella  que  fazia  el  mayor- duelo  del  mundo. 

E  Tristan  quando  la  vio  fuesse  para  ella,  e 
dixole:  «Donzella  ¿que  haueys  o  por  que  11o- 
rays?  dezidmelo,  que  Dios  os  de  buenauentu- 
ra».  E  dixo  la  clonzella:  «Dexadme  yr  e  no 
me  estorueys» .  Tristan  le  dixo:  «Vos  me  lo 
direys,  o  yo  me  yre  em  pos  de  vos  hasta 
tanto  que  me  lo  digays».  E  dixo  ella:  «De- 
xadme yr  por  esta  floresta,  que  en  ella  se 
faze  el  mayor  duelo  que  jamas  fue  ny  sera 
a  todos  los  caualleros  andantes,  que  si  Dios 
]ion  enibia  acorro  al  rey  Artur,  que  es  señor 
de  la  caualleria,  perderá  oj^  la  caber-a,  por- 
que vos  ruego  que  me  dexeys  yr  a  buscar  a 
Lancarote  del  Lago,  si  le  fallare,  que  lo  ven- 
ga a  librar». 

Y  desto  Tristan  se  marauillo,  e  dixo: 
«Donzella,  tornaos  comigo  y  llenadme  a  esse 
lugar  donde  vos  dezis  que  es  el  rey  Artur, 
que,  si  Dios  quisiere,  yo  lo  librare  de  muer- 
te». E  la  donzella  dixo:  «Ruegos,  de  parte 
de  Dios  y  de  los  caualleros  de  la  Tabla  Re- 
donda, que  vos  no  me  detengays,  que  yo  ño 
llenare  ningún  cauallero.  si  no  fuesse  vno  de 
los  cinco  que  yo  diré».  «¿Quales  queriades 
vos?»  dixo  Tristan.  La  donzella  dixo  que 
qucria  a  don  Lancarote  del  Lago,  o  a  Tris- 
tan  de  Leonis,  o  a  Palojna^sclj[jiagano,  o  al 
cauallero  bermejo,  o  al  cauallero  sin  pauor, 
«]jorque  os  ruego  que,  si  no  soys  de  aqiiestos 
cinco,  que  no  me  querades  detener».  «Don- 
zella, dixo  Tristan,  yo  no  digo  que  soy  do 
essos  cinco  caualleros,  mas  tanto  cuydo  valer 
de  mi  cuerpo  como  el  vno  dellos,  e  vos  llé- 
name alia,  que,  con  la- esperanf;a  de  Nuestro 
Señor,  yo  lo  librare». 

Ella  dixo:  «Yeamos,  cauallero,  si  valdrá 
la  vuestra  caualleria;  e  la  donzella  del  arto 
ha  tres  hermanos  buenos  caualleros,  e  han 
cincuenta  hombres  armados  en  su  compaña, 
I)oripie  os  ruego  que  si  vos  entendeys  que  lo 
no  podreys  librar,  que  me  dexeys  yr,  que 
gran  pecado  hareys  si  por  vuestra  culpa  se 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


403 


perdiesse  tal  cauallero  como  es  el  i-ej  Artiir» . 
E  Tristan  dixo:  «Estas  palabras  son  por  de- 
mas;  vamos  donde  anemos  de  yr»,  E  quando 
la  donzella  oyó  esto,  dixo:  «Yamos  alia,  mas 
liaze  como  buen  cauallero» .  E  Tristan  se  fue 
con  su  donzella  hasta  que  llegaron  a  vn  lugar 
en  cabo  del  llano,  e  auia  vn  castillo,  e  la  don- 
zella dixo:  «Señor  cauallero  ¿veys  aquel  cas- 
tillo? alli  es_el_rey  nú  señor^  e  luego  lo  ve-^ 
reys  estar  para  justiciar» .  Y  el  estando  assf 
esperando,  salió  vn  honbre  con  vn  cuerno 
tañendo;  luego  salieron  cinquenta  lionbres 
armados,  y  sacaron  al  rey  y  a  la  donzella, 
que  lo  tenia  por  los  cabellos,  e  sus  hermanos 
a  cauallo  enderredor,  y  después  todos  los 
otros.  La  donzella  dixo:  «Agora  conniene  ser 
buen  cauallero,  porque  ayays  lionrra  entre 
los  caualleros  del  mundo» .  E  quando  fueron 
todos  ayuntados,  la  mala  donzella  dio  vn 
tirón  al  rey  de  los  cabellos  que  dio  con  el  en 
tierra,  e  dixo:  «Rey  Artur,  ¿quieresme  por 
mnger  y  escaparas?»;  y  el  dixo  que  no,  que 
ya  auia  muger.  Y  estando  en  estas  palabras, 
Tristan  llego  en  medio  dellos,  e  dio  al  que  le 
querifTeortar  la  cabeca  vñaTlangada  que  le 
echo  en  tierra  muerto,  e  fue  em  pos  de  los 
otros,  e  dio  tal  golpe  al  primero  ([uc  hallo, 
que  dio  con  el  en  tierra  muerto ;  e  los  otros, 
ijuando  vieron  aquellos  honbres  muertos, 
fueron  todos  sobre  el,  e  firieronlo  rezio,  e 
los  honbres  de  pie  firieronlo  con  lancas,  e 
Tristan  lo  fizo  tan  bien,  que  de  la  primera 
batalla  derribo  los  diez  peones  en  tierra,  y 
los  otros  que  lo  vieron  andar  tan  brauamente 
en  la  pelea,  comentaron  de  fuyr  para  el  cas- 
tillo, y  dexaron  al  rey  en  el  prado  bien  atado 
como  estaña;  e  la  donzella  del  arte,  quando 
lo  vio,  pensó  que  era  diablo  e  fnyo  contra  el 
castillo».  Y  el  rey  dixo:  «Cauallero,  tornad 
a  la  donzella  e  matalda,  que,  si  escapa,  mas 
mal  fara  de  lo  que  ha  hecho» ,  e  Tristan  bol- 
uio  su  cauallo  contra  la  donzella,  e  tomóla  de 
los  cauellos  y  llenóla  delante  el  rey,  y  Tris- 
tan  descaualgo  e  corto  las  cnerdas  con  que 
estaña  atado  el  rey,  e  dixo:  «Señor  rey,  catad 
aqui  la  mala  donzella,  faced  della  lo  que  fuere 
la  vuestra  merced» .  El  rey  tomo  vn  espada 
de  los  que  eran  muertos  y  cortóle  la  cabeca, 
e  los  diablos  la  llenaron  delante  todos.  Luego 
se  encendió  el  castillo,  y  quemóse  el  y  las 
gentes  ([ue  oran  en  el,  3'  dosto  el  rey  y  Tris- 
tan  fueron  marauillados,  y  dezian  que  de 
Dios  auia  venido  aquella  anentura.  E  Tristan 
dixo:  «Señor  rey,  caualga<l  en  my  cauallo,  e 
yo  caualgare  en  vno  destos  que  están  en  este 
prado,  e  tomad  de  las  armas  dessos  caualle- 
ros muertos  y  heridos  las  que  vos  fuereii  me- 
nester». Y  el  rey  hizolo  assi  con  gran  plazer, 
e  la  donzella  del  rev  fue  tomar  la  cabeca  ile 


la  otra  donzella,  e  dixo  que  la  queria  llenar 
con  aquellas  nueuas  a  Camalot  a  la  reyna 
Ginebra;  e  tanto  anduuo,  fasta  que  llego  a  la 
reyna,  e  dixo:  «Señora,  buenas  nueuas  os 
traygo».  «¿Que  nueuas?»  dixo  ella.  «Que 
el  rey  Artur  es  librado».  Dixeron  todos: 
«¿Quien  lo  libro?».  Dixo  la  donzella:  «Vn 
cauallero  que  no  ha  querido  dezir  su  nom- 
bre, mas  catad  aqui  la  cabeza  de  la  don- 
zella del  arte».  E  dixo  la  reyna:  «Aquel  ca- 
uallero sera  Lancai'ote».  «Cierto,  dixo  la 
donzella,  no  es,  ca  bien  lo  ouiera  yo  conos-  .• 
cido» .  E  luego  todos  fizieron  grande  alegría,  ^ 
(juando  suj^ieron  que  el  rey  era  librado. 

E  dexenioslos  estar,  e  tornemos  a  Tristan 
e  al  rey. 

XLYI 

De  como  el  rey  Artur  c  don  Tristan  encon- 
traron con  Galuan  c  con  otros  caualleros,  y 
como  llegaron  tocios  a  casa  ele  vn  florestero. 

El  rey  Artur  e  Tristan  se  partieron  de 
aquel  prado,  e  anduuieron  tanto  por  su  ca- 
mino, que  ellos  encontraron  con  Graluan,  so- 
brino del  rey  Artur,  e  con  otros  muchos  ca- 
ualleros, e  luego  que  ellos  se  vieron,  pusie- 
ron sus  escudos  delante  e  hizieron  semblante 
de  se  conbatir,  e  fue  a  besar  la  mano  don 
Graluan  al  rey,  e  dixo:  «Señor  tio,  gracias  a 
Dios  que  os  he  fallado.  ¿Qual  fue  aquel  bien- 
auenturado  cauallero  que  os  ha  librado  de 
muerte?»  Y  el  rey  dixo:  «Este  cauallero  es- 
traño» ;  e  don  Graluan  hizo  honrra  al  caualle- 
ro, e  canalgo  en  su  cauallo,  y  fueronse  todos 
juntos  por  vna  ribera  del  mar,  y  don  Graluan 
dixo:  «Señor  rey,  la  noche  se  nos  llega  por 
aqui,  porque  a  mi  meparesce  que  seria  bien 
que  fuessemos  aluergar  algún  poblado  y  re- 
frescaremos nos  y  nuestros  cauallos» .  Y  en 
esto  acordaron  el  rey  e  Tristan,  y  fueronse  a 
casa  de  vn  honbre  bueno,  donde  fueron  muy 
bien  rescebidos  con  gran  honrra;  y  estando 
ellos  assi,  fue  ventura  que  Gaines,  y  el  buen 
Meliengas,  y  el  cauallero  sin  pauor,  vinieron 
todos  alegres ,  e  tiráronse  los  yelmos  y  los 
escudos,  y  fueron  besar  la  mano  al  rey.  Y 
Gaynes  le  pregunto:  «Señor,  ¿qual  es  el  ca- 
uallero que  vos  ha  librado  desta  auentiira?»  Y 
el  rey  les  contó  toda  la  razón;  e  luego  los  ca- 
ualleros fizieron  honrra  a  Tristan,  e  fizieron- 
lo  assentar  cerca  del  rey  a  cenar,  y  desque 
ouicron  cenado,  fueron  a  dormir,  y  estuuie- 
ron  aquella  noche  en  gran  alegría.  E  quando 
vino  la  mañana,  el  rey  o  los  caualleros  se  le- 
uantar()n,e  Tristan  dixo:  «Señor  rey,  vos  soys 
acompañado  de  gran  cauallcria  e  de  muy  no- 
bles hombres,  porque  os  ruego  que  me  deys 


404 


LIBROS  DE  caballerías 


vn  clon;  e  el  don  es  este:  que  vos  plega  de 
darme  licencia;  porque  me  quiero  yr,  que  por 
cierto,  señor,  yo  he  de  tornar  a  vn  dia  en  vn 
lugar  señalado,  e  conuieneme  de  tornar  aca- 
llar otra  auentura,  e  vos  ydvos  con  la  gracia 
de  Nuestro  Señor  con  la  vuestra  compaña». 
E  el  rey,  quando  vio  que  auia  voluntad  de  se 
yr,  dixole:  «Señor  cauallero,  sabed  que  yo 
fuere  alegre  si  supiera  el  vuestro  nombre,  e 
quisiera  mucho  que  fuerades  con  nos  a  la 
nuestra  corte,  e  hizieramos  tanta  de  honrra, 
que  el  vuestro  linaje  fuera  honrrado,  mas, 
pues  me  aueys  conjurado,  yo  vos  demando 
que  me  digays  vuestro  nombre» .  E  Tristan 
dixo:  «Yos  hallaredes  de  mañana  por  vuestro 
camino  a  tal  florestero,  que  os  dirá  mi  nom- 
bre; e  preguntadle  por  el  cauallero  de  las  ar- 
mas blancas  que  durmió  ende  con  los  eonpa- 
ñeros  de  don  Queas  vuestro  mayordomo». 
E  luego  el  rey  e  todos  los  otros  caualleros  lo 
encomendaron  a  Dios,  e  pesóles  mucho  de  su 
jDartida.  E  el  fuessepor  su  camino. 


XLYII 

De  como  el  rey  Artur  fue  su  caniino  e  llego 
en  casa  del  florestero^  e  fallo  ende  los  tres 
caualleros  que  don  Tristan  derribo,  e  a  don 
Queas  su  mayordomo. 

Dize  la  hystoria  que  el  rey  e  los  caualleros 
anduuieron  aquel  dia  por  el  camino  de  Ca- 
malot,  e  quando  vino  la  noche,  ellos  fueron 
llegados  a  casa  del  florestero.  E  quando  vino 
el  florestero  e  vio  al  rey,  fue  alegre  e  saluolo, 
e  recibióle  a  el  e  a  toda  su  compaña.  E  quan- 
do el  ouo  descaualgado,  vido  a  los  compañe- 
ros de  don  Queas  malamente  feridos;  ouolo  a 
marauilla,  e  pregunto  que  ventura  fuera  aque- 
lla. Gariet  le  contó  el  escarnio  que  auia  fe- 
cho don  Queas  a  vn  cauallero  andante.  El  rey 
se  comento  a  reyr,  e  demando  al  florestero 
que  quien  era  a(piel  cauallero  de  las  armas 
blancas,  e  el  florestero  dixo:  «Aquel  es  el  buen 
Tristan  de  Leonis,  que  los  derrilio  a  todos». 
E  quando  el  rey  entendió  que  Tristan  lo  auia 
librado,  dio  gracias  a  Nuestro  Señor.  Todos 
fueron  marauillados  desta  auentura  que  a 
Tristan  contesciera,  y  estuuieron  aquella  no- 
che en  gran  alegría,  e  fueron  muy  bien  ser- 
uidos,  e  a  la  mañana  el  rey  e  los  caualleros 
caualgaron  para  se  yr_aja  ciudad  de_Cama;^ 
lotj  e  anduuieron  tanto,  hlTsta  qiie  llegaron  a 
vna  abadia  de  monjes  a  dos  leguas  de  la  ciu- 
dad: e  luego  en  a(]uel  puiito  quel  rey  fue  par- 
tido de  casa  del  florestero^  LaQcarotefuene- 
gado  alli,  y  el  florestero  lo  conoció,  e  dixole:" 
«Vos,  señor,  ¿sabes  algunas  nueuas?»  E  dixo- 


le:  «¿Que  nueuas?»;  y  el  dixole:  «El  rey  Ar- 
tur librado  es  ,  que  poco  ha  que  partió  de 
aqui,  e  librólo  el  bueno  de  don  Tristan».  E 
Langarote,  quando  supo  estas  nueuas,  boluio 
su  cauallo  e  fuese  en  pos  del  rey,  e  tanta 
priessa  dio  a  su  cauallo,  que  lo  alcanzo,  e  be- 
sóle la  mano.  E  el  dixo:  «Vos  seays  bien  ve- 
nido»; e  recibiólo  honrradamente,  e  ouo  con 
el  gran  plazer  con  su  venida;  y  estuuieron 
aquella  noche  en  gran  alegría,  c  a  la  maña- 
na, ora  de  tercia,  la  maj^or  parte  de  los  ca- 
ualleros de  la  Tabla  Redonda  vinieron  alli  a 
recebir  al  rey,  y  los  recibió  honrradamente. 
E  luego  el  rey  embio  sus  mensajeros  en  como 
era  alli  e  que  se  aparejassen  para  lo  rescebir; 
y  ellos  no  auian  andado  mucho,  quando  en- 
contraron con  la  rejma  Ginebra,  que  lo  salió 
a  recebir  con  dueñas  e  donzellas,  e  la  reyna 
abrac.'o  al  rey  con  grande  amor,  e  fue  mucha 
el  alegría  que  ouieron  el  vno  con  el  otro,  e 
assi  entraron  todos  en  la  ciudad  de  Camalot, 
y  el  alegría  e  la  fiesta  que  ñzieron  fue  gran- 
de, que  duro  veynte  días. 

Y  dexemoslos  estar  en  solaz  e  tornemos  a 
Tristan,  que  se  torno  para  la  fuente  donde 
se  auia  partido  Lamarad  de  Gaones,  y  andu- 
llo tanto,  fasta  que  llego  a  la  fuente,  y  alli 
hallo  a  Lamarad,  e  fueron  muy  alegres  am- 
bos a  dos,  e  fablaron  cada  vno  de  las  auen- 
turas  que  les  auian  acaescido.  E  Tristan  le 
contó  en  como  era  el  rey  librado,  e  de  aques- 
ta auentura  Lamarad  fue  alegre ,  y  deman- 
dóle si  lo  auia  librado  Langarote ,  y  el  dixo: 
«No,  según  lo  hoy  contar»;  e  luego  se  par- 
tieron de  la  fuente,  y  anduuieron  tanto  que 
lj^garíffi.al_nu)nesteriajiünde  auia  dexado  a 
Quedin  su  cuñatlo.  Y  los  abades  los  acogie- 
ron bien,  e  hallaron  a  Quedin  que  le  yiia 
bien,  y  estuuieron  allí  tres  dias  folgando  con- 
tando sus  auenturas,  e  de  las  auenturas  del 
rey  Artur,  c  durmieron  aquella  tercera  no- 
che. Quando  vino  la  mañana,  Lamarad  dixo 
a  Tristan  que  si  quería  yr  a  Camalot  al  rej' 
Artur,  e  Tristan  dixo:  «Sabed  que  no  puedo 
yr  alia,  que  viik  ííüentura  tengo  entre  manos 
(]ue  la  no  puedo  por  agora  dexar  fasta  que  la 
aya  acabado  y  llegado  a  fin;  si  no,  yo  yria 
alia  de  voluntad,  por  ver  los  caualleros  de  la 
Tabla  Redonda»;  Lamarad  dixo  que  no  podía 
estar  mas  alli,  que  se  (|ueria  en  todo  caso  par- 
tir, y  encomendó  a  Dios  a  Tristan,  e  a  Que- 
din, e  a  los  abndos.  Y  después  de  comer,  ca- 
ualgo  en  su  cauallo,  y  anduuo  tanto  hasta  que 
llego  a  casa  del  florestero  domle  los  quatro  ca- 
uallero sestau  a  n  feridos,  ydeinando  que  auen- 
tura auian  auído,  y  el  florestero  le  contó  el 
auentura,  assi  como  Tristan  lo  auia  fecho,  y 
Lamarad  dixo:  «Por  Dios,  don  Queas,  vos 
menospreciays  los  caualleros  andantes  (^ue 


DON  TRISTAN   DE  LEONIS 


405 


van  por  sus  auentiiras  e  no  conosceys  sus  vo- 
luntades ni  sus  bondades,  mas  agora  las  sa- 
beys,  e  avn  las  sabreys  si  no  os  guardaj^'s» ; 
e  Grariet  dixo :  «Bien  podeys  dar  gracias  a 
Dios  como  somos  escapados  de  tan  buen  mer- 
cado» .  E  Lamarad  dixo:  «¿(^)ual  fue  el  caua- 
llero  (]U0  libro  al  rey  mi  señor?»  'í  el  flores- 
tero le  dixo:  «Señor,  don  Tristan».  Y  desto 
Lamarad  fue  marauillado  como  no  ge  lo  auia 
desencubierto  Tristan ;  e  diirmio  aquella  no- 
che alli  y  contoles  lo  i|ue  le  acónteselo  con 
Tristan;  e  otro  dia  caualgo  en  su  eauallo  y 
entro  en  su  camino.  E  (¡uando  Lamarad  fue 
entrado  en  Camalot,  presentóse  antel  rey  e 
recontóle  el  auentura  assi  como  le  auia  acon- 
tescido  con  Tristan  e  con  su  cuñado  Quedin, 
fijo  del  rey  Oel  de  la  pequeña  Bretaña;  e 
quando  el  rey  Artur  oyó  dezir  quel  hijo  del 
rey  Oel  era  en  aquella  tierra,  quisieralo  ver 
en  su  corte  mas  que  a  vn  gran  tesoro,  por 
le  ha¿ér  mucha  honrra.  E  agora  dexemos 
estar  al  rey  Artur,  tornemos  a  Tristan  e  a  su 
cuñado  Quedin. 


XLYni 

De  como  Tristan,  y  Quedin,  e  Gorualan,  e 
Brangel  ^  fízieron  su  viaje  y  llegaron  al 
jmerto  de  Tintoyl. 

Cuenta  la  hystoria  que  Tristan  estuno  tan- 
to en  el  abadia,  hasta  que  Quedin  fue  sano,  e 
después  aparejáronse  e  encomendaron  a  Dios 
a  los  abades,  y  caualgaron  e  fueron  por  su 
camino,  fasta  que  llegaron  al  puerto  donde 
auian  dexado  la  nao.  E  hallaron  aj'  a  Bran- 
gel  e  a  Gorualan  que  los  esperauan,  e  hallaron 
todo  aparejado  para  seguir  su  viaje.  E  quan- 
do los  de  la  nao  los  vieron,  fueron  alegres,  y 
metieron  dentro  los  caualleros,  e  aloarwi  vela, 
e  dioles  Dios  tan  buen  tiempo,  que  en  pocos 
dias  llegaron  al  puerto.  Tristan  salió  luego 
fuera,  e  hallo  vn  donzel  que  andana  cagando, 
e  dixole:  «Yo  vos  ruego  que  me  fagays  vn 
mensaje,  que  vayays  al  castillo  de  Sagramor 
escondidamente,  y  dezid  a  Sagramor  que 
Tristan  el  su  amigo  es  llegado  al  puerto  sano 
e  bueno» .  Luego  el  donzel  se  fue  por  su  ca- 
mino, e  llego  a  Sagramor,  e  dixole:  «Mensa- 
jero soy  de  Tristan,  e  hazeos  saber  que  es 
llegado  al  puerto  sano  e  bueno» .  Sagramor, 
en  que  lo  oyó,  fue  mucho  alegre,  y  caualgo 
en  su  eauallo  e  fuese  para  el  puerto,  e  alli 
fallo  a  Tristan,  e  luego  se  fueron  abragar  y 
preguntáronse  de  sus  faziendas,  e  después 
que  se  ouieron  visto,  caualgaron  escondida- 
mente  Quedin  e  Gorualan,  e  Brangel  con 
ellos,  e  fueron  al  castillo  de  Sagramor,  e  es- 


tuuieron  en  folgura;  ante  que  ninguno  dellos 
supiesse  nada,  Sagramor  vn  dia  caualgo  en 
su  eauallo,  e  fuese  a  la  corte  del  rey,  e  dixo- 
le: «Señor,  nueuas  os  trayo  que  son  proue- 
ohosas  para  el  reyno;  pidovos  por  merced 
que  las  pueda  dezir  f^ue  no  a3^a  mal  ningu- 
no». Y  el  rey  dixo:  «Sagramor,  dezid  aquello 
que  os  plazera».  «Sabed  que  Tristan  vuestro 
sobrino  es  llegado  a  viiestra  corte,  y  es  en  su 
conpañia  Quedin,  el  hijo  del  rey  de  la  pe- 
queña Bretaña,  e  si  os  quisiera  fazer  daño, 
vos  lo  pudiera  bien  fazer  después  que  el  es  en 
vuestra  tierra;  e  por  esto,  señor,  a  mi  parece 
que  sera  l)ien,  pues  que  el  es  venido  a  vues- 
tro reyno,  que  le  perdoneys  todo  el  vuestro 
maLtalante» .  E  dixo  el  rey:  «¿Como?  ¿con- 
sejarme yades  vos  que  fiziesse  cosa  que  me 
tornasse  en  desonrra  de  mi  señorío?»  «No 
os  seria  desonrra,  porque  es  vuestro  sobrino 
y  el  mejor  cauallero  que  vos  ayays,  e  aquel 
que  ha  fecho  mas  honrra  a  vuestra  corona,  e 
yo  vos  mostrare  razón  por  que  lo  deueys  per- 
donar, que  saureys  por  verdad  que  ha  libra- 
do al  rey  Artur  y  es  la  nombradla  por  toda 
"la  "fierra,  e  por  honrra  del  rey  Artur  lo  de- 
ueys hazer,  e  ganareys  gran  amistad  con  el 
rey  e  con  todos  los  caualleros  de  la  Tabla 
Redonda».  E  quando  el  supo  que_Insían. 
aaiaJibrad(i.aLrey  Artur  dejiuiexte,  fue  muy 
alegre,  e  dixoT  «Por  la  mi  fe,  Sagramor,  si 
esto  es  verdad  que  el  lo  ha  librado,  yo,  por 
amor  del,  perdonarle  he  e  tornarle  he  en  mi 
corte,  e  fare  con  el  gran  alegría  e  fiesta» .  Y 
estando  ellos  en  estas  palabras,  entro  vna 
donzella  por  la  corte,  la  qual  venia  de  la 
Glosa  Guarda,  y  entro  por  el  palacio,  e  omi- 
llose  al  rey  e  a  toda  la  corte,  e  dixole:  «Se- 
ñor, nueuas  os  trayo  de  vna  auentura;  sabed 
que  Langarote  del  Lago  no  ha  mucho  que 
llego  a  la  Glosa  Guarda  e  dixo  que  el  rey 
Artur  era  librado,  porque  vos  pido  por  mer- 
ced que  yo  pueda  dezir  el  cauallero  que  lo 
ha  librado.  E  dixole  el  rey:  «Dezid,  donze- 
lla, aquello  que  vos  pluguiere».  E  ella  dixo: 
«Sabed,  señor,  que  vuestro  sobrino  Tristan 
lo  ha  librado  por  fuerza  de  armas,  y  este  ha 
gran  prez  e  honrra  entre  los  caualleros  de  la 
Tabla  Redonda».  E  destojfue  el  rey  alegre, 
e  fizo  pregonar  por  toda  la  tierra  quel  perdo- 
naua  a  Tristan,  e  desto  fueron  muy  alegres, 
/'saluo  Lambagues  e  Aldarp¿.  Las. .  nueuas. . 
fueron  a  la  reyna  Yseo",  e  quando  supo  que 
Tristan  era  llegado  e  perdonado,  ella  fue 
alegre  que  no  podia  ¡ser  mas.  E  Sagramor 
dixo  al  rey:  «Señor,  en  la  mañana  seremos 
aqui  el  e  yo» ,  e  luego  Sagramor  se  partió  de 
la  corte  y  fuese  para  el  castillo  muy  alegre, 
y  Tristan  le  salió  a  recebir,  e  demandóle  jior 
nueuas;  el  le  contó  toda  la  razón  como  el  rey 


406 


LIBROS  DE  caballerías 


lo  ania  perdonado  todo  su  mal  talante,  e  assi 
durmieron  aq\iell:i  noche  con  gran  alegría,  e 
qnando  vino  la  mañana,  ellos  se  leuantaron 
e  se  aparejaron  muy  ricamente;  Brangel  ca- 
ualgo  en  su  jialafren  y  fuese  para  la  cibdad; 
Tristan,  e  Qnedin,   e  Gorualan  caualgaron 
en  sus  cauallos.  E  Brangel  se  fue  para  el  rey, 
no  por  quel  supiesse  qiie  ella  venia  de  la  pe- 
queña Bretaña,  e  omillose,  e  dixo:  «Señor, 
5  Tristan  viene  con  su  cuñado  Quedin».  E 
Víiiego  el  rey  mando  que  todos  caualgassen  y 
/Nfuessen  a  recebir  a  Tristan.  E  quando  ellos 
fueron  fuera  de  la  ciudad,   encontraron    a 
Tristan,  y  descaualgo  e  omillose  al  rey  e 
fizóle  grande  reuerencia,  e  el  rey  le  tomo 
por  la  mano,  e  dixole:   «Sobrino,  vos  seays 
bien  venido,  y  seays  perdonado  de  Dios  e  de 
mi  de  todo  aquello  que  me  aueys  fecho,  e 
seays  señor  de  mi  corte  con  tal  que  mireys 
por  mi  honrra  bien  e  lealmente».  E  Tristan 
A  ge  lo  prometió,  e  besóle  las  manos  e  diole 
J-'  '  muchas  gracias,  e  tornáronse  para  la  ciudad, 
e  quando  fueron  en  la  corte,  fizieron  gran  ale- 
gría, que  duro  quinze  dias.  E  luego  que  la 
fiesta  fue  passada,  el  rey  pensó  de  vedar  el 
passo  de  Tintoyl,  y  que  se  estaría  allí  Tris- 
tan,  e  que  defendería  el  j)asso  va  año  com- 
plido,  por  tal  que  ningún  cauallero  no  passas- 
se  por  ay  que  se  no  combatíesse  con  Tristan, 
e  por  esto  pensó  el  rey,  e  dixo  entre  sí:  «Si 
esto  yo  hago,  no  es  possíble  que  no  venga  al- 
gún cauallero  que  de  la  muerte  a  Tristan  por 
fuerca  de  armas». 


XLIX 

De  como  el  rejj  hixo  llamar  a  Tristan  para  le 
mandar  qve  guardasse  el  passo  de  Tintojjl, 
porque  don  Tristan  se  combatiesse  con  los 
caualleros  andantes  de  la  Tabla  Redonda  e 
alguno  lo  matasse. 

Dize  la  hystoria  que  otro  dia  el  rey  hizo 
ayuntar  los  caualleros  en  el  palacio  como  por 
loor  de  Tristan,  e,  assentados,  dixole  ante  to- 
todos:  «Sobrino,  después  que  vos  partistes  de 
aqui,  auentura  no  ha  venido  ninguna  que  a 
buen  cauallero  se  pudíesse  cometer  ni  dar 
loor,  y  en  todas  las  otras  tierras  han  venido 
muchas  auenturas,  e  agora,  por  amor  de  vos, 
yo  quiero  vedar  el  passo  de  Tintoyl,  e  quie- 
ro estar  alia  con  la  reyna  Yseo  e  con  toda  la 
corte  algunos  días,  que  ninguno  no  passe  por 
alli  si  no  se  combatiere  con  vos,  e  assi  veré 
yo  de  vuestras  cauallerias,  que  todos  han  vis- 
to saino  yo».  Luego  Tristan  dixo:  «Señor, 
presto  e  aparejado  soy  para  fazcr  vuestro 
mandado  e  toda  vuestra  honrra».  Mas  tan- 


bieu  conoscío  Tristan  aquella  muestra  que  el 
rey  fazia.  e  daua  a  entender  que  lo  no  sintía, 
e  no  fablo  mas  por  aquello  que  era  passado 
entre  el  rey  e  el.  E  luego  el  rey  mando  que 
fuessen  hincadas  las  tiendas  al  passo  de  Tin- 
toyl ,  e  mando  aparejar  todas  aquellas  co- 
sas que  les  hazían  menester,   e  fue  fecho 
su  mandado ,   e  pusieron  las  tiendas  ribera 
del  mar,  e  fue  el  rey  alia  con  Tristan  e  con 
Yseo  la  brunda  e  muchos  otros  caualleros.  Y 
el  rey  hizo  poner  en  vn  árbol  vna  canpana, 
por  tal  que  sí  cauallero  estraño  passasse,  que 
repicassen  la  canpana,  e  Tristan  se  comba- 
tíesse con  el,  e  hizo  hazer  vnos  altos  mirade- 
ros para  que  el  e  la  reyna  e  todos  pudiessen 
ver  las  batallas.  Estando  ellos  assi  en  esta 
manera,  vieron  venir  vn  cauallero,  el  qual 
auía  nonbre  Arg'^nios.  e  quando  fue  llegado 
a  la  puente,  la  guarda  repico  la  canpana. 
Luego  Tristan  se  armo  lo  mas  presto  que  pu- 
do, e  caualgo  en  su  cauallo  e  fuese  para  el 
cauallero,  e  dixole:  «Cauallero,  no  passareys 
sin  batalla,  o  yreys  a  la  prisión  del  rey  Ma- 
res mí  señor,  que  assi  lo  tiene  agora  de  nue- 
uo  ordenado» .  E  quando  el  cauallero  oyó  esto, 
cubrióse  de  su  escudo,  e  dieronse  tan  grandes 
golpes,  que  Argamos  cayo  en  tierra,  e  pidióle 
merced  a  Tristan;  e  Tristan  dixo;  «Pues  yd- 
vos  delante  el  rey  e  la  reyna» .  E  el  se  leuan- 
to  e  fuese  delante  el,  e  presentóse  por  preso, 
y  el  rey  lo  hizo  meter  en  vna  tienda,  la  qual 
era  señalada  para  los  caualleros  andantes  que 
assi  fuessen  derribados  e  sometidos  a  merced, 
e  fizólo  bien  guardar  e  curar  del.  Estando 
assi,  acaescio  que  llego  ay  el  cauallero  ber- 
mejo, e  quando  la  guarda  lo  vio,  repico  la 
canpana.  E  Tristan  caualgo  en  su  cauallo  e 
fuese  para  el,  e  dixole:   «No  podeys  passar 
sin  batalla,  o  yreys  a  la  prisión  del  rey» ;  e  el 
cauallero  dixo:  «Yo  de  la  batalla  no  fallesce- 
re» .  E  luego  los  caualleros  fueronse  ferir  de 
gran  poder,  e  tan  grandes  fueron  los  encuen- 
tros de  los  caualleros,  que  ambos  cayeron  en 
tierra,  e  luego  fueron  leuantados,  e  metieron 
mano  a  las  espadas  e  comentáronse  a  comba- 
tir muy  fuertemente,  que  las  espadas  metían 
por  los  escudos,  e  atante  se  combatieron  de  la 
primera  batalla,  que  ya  eran  cansados,  e  arre- 
dráronse afuera   por  descansar.  E  quando 
ouieron  vn  poco  folgado,  Tristan  se  leuanto 
primero,  e  fuese  para  el  cauallero,  y  el  ca- 
uallero para  el,  e  dieronse  tan  grandes  golpes 
de  la  segunda  batalla,  que  muchos  pedac/os 
de  las  armas  andauan  por  el  suelo;  e  tanto  se 
conbatieron,  que  por  fuerga  se  ouieron  de  ti- 
rar afuera  por  descansar.  Y  el  cauallero  ber- 
mejo era  buen  cauallero  e  buen  esgremídor, 
mas  todavía  rogaua  a  Dios  que  lo  ayudasse 
contra  aquel  cauallero  que  tenia  delante,  que 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


407 


nunca  hallara  caballero  que  tan  duros  golpes 
le  diesse,  e  conoscio  bieu  que  a  la  fin  no  pu- 
dría durar  contra  el:  e  Tristan  se  leuanto  e 
se  fue  para  el.  E  quando  el  lo  vio  venir,  le- 
uantose,  e  dixo  entre  si  niesmo:  «Yo  veo  quo 
este  cauallero  quiere  llenar  a  ñu  esta  bata- 
lla» ;  e  dixo:  ^sCauallero,  esperad  vn  poco,  yo 
veo  questa  batalla  querej's  llenar  a  ñn,  por 
que  vos  ruego  que  me  digays  vuestro  non- 
bre,  e  yo  deziros  he  el  mió,  por  tal  que  sepa 
cada  vno  quien  lo  venció  e  mato» .  «Mi  non- 
bre,  dixo  Tristan,  vos  no  podeys  saber  fasta 
que  yo  sepa  el  vuestro».  «Señor,  dixo  el,  yo 
soy  el  cauallero  bermejo,  si  lo  oystes  dezir». 
Quando  Tristan  conoció  quien  era,  ouo  muy 
gran  plazer,  e  dixo:  «Señor,  entre  vos  e  mi 
no  ha  razón  por  que  nos  matemos,  y  es  neces- 
sario  que  vos  vayays  comigo  a  las  tiendas  e 
al  rey  Mares  mi  señor».  E  dixo  el  cauallero; 
«¿Quien  soys  vos  que  me  quereys  Ueuar  pre- 
so?» T  el  dixo:  «Yo  so  don  Tristan  de  Leo- 
nis»;  y  el  cauallero  fue  alegre,  e  fizóle  gran 
reuerencia.  Y"  fueronse  abracar,  e  luego  se 
fueron  ambos  a  dos  a  pie,  e  presentólo  al  rey 
por  preso,  y  el  rey  acogiólo  muy  honrrada- 
mente,  e  hizolo  meter  en  la  tienda;  e  Tristan 
fuese  a  desarmar.  E  aniño  que  otro  dia  vino 
don  Galuan,  e  luego,  quando  lo  vido  la  guarda, 
repico  la  campana,  e  Tristan  luego  caualgo 
e  fuesse  al  cauallero,  e  dixole:  «Cauallero, 
no  podeys  yr  sin  batalla,  o  yre^^s  a  la  prisión 
del  rey  Mares  mi  señor» .  E  don  (xaluan  dixo: 
«Bien  mo  paresceys  loco  cauallero,  que  me 
dezis  que  en  prisión  me  vaya  a  meter,  ante 
quiero  bien  la  batalla» .  E  fueronse  ferir  tan 
fuertemente,  que  ambos  a  dos  cayeron  en  tie- 
rra, e  luego  fueron  leuantados,  e  metieron 
manos  a  las  espadas,  e  heríanse  tan  mortal- 
mente,  que  todos  aquellos  que  los  veyan  se 
fazian  marauillados,  y  el  rey  dezia  que  Tris- 
tar  auia  fallado  su  par,  e  heríanse  assi  sin 
folgar  de  tan  mortales  golpes,  que  se  fazian 
abaxar  las  cabecas  el  vno  al  otro,  e  quebra- 
uanse  los  escudos  e  falsauan  sus  armas,  e 
quien  vio  aquella  batalla  no  vio  su  par,  que 
no  les  quedo  de  los  escudos  mas  de  dos  pal- 
mos, e  muertos  fueran  ya  sino  por  las  buenas 
armas  que  trayan;  y  dezia  Tristan  entre  si 
que  aquel  era  diablo,  que  mas  mortales  gol- 
pes daua  los  postreros  que  los  primos,  e  fizo 
su  oración:  «Señor  Dios,  ayúdame  contra 
aqueste  cauallero  que  me  esta  delante» ;  e  de- 
zia consigo  mesmo:  «Este  quiere  llenar  la  ba- 
talla a  fin,  por  que  es  menester  que  faga  como 
valiente  cauallero,  por  tal  que  todo  el  mundo 
no  tenga  que  me  rentar» ;  e  no  se  dexauan  de 
herir  el  vno  al  otro,  en  manera  que  las  espa- 
das hechaban  fuego  muy  alto.  E  cierto,  Oal- 
uan  era  jjoderoso  cauallero  y  ardid,  mas  to- 


davía sentia  mas  la  batalla .  E  rogo  a  Dios  que 
lo  ayudasse  contra  aquel  cauallero,  que  nun- 
ca hallo  quien  tan  grandes  golpes  le  diesse, 
porque  el  conoscio  que  a  la  fin  no  podria  du- 
rar contra  el;  e  tiráronse  afuera  por  holgar,  e 
no  ouieron  estado  mucho,  que  Tristan  no  se 
leuanto  en  pie  para  tornar  a  la  batalla.  E 
quando  el  cauallero  lo  vio  venir,  dixo  entre 
si:  «Este  cauallero  llenar  quiere  esta  batalla 
a  fin»;  e  dixo:  «Cauallero,  esperad  vn  poco, 
e  dezirme  heys  vuestro  nombre,  por  tal  que 
yo  sepa  a  quien  tengo  delante» .  E  Tristan  le 
dixo:  «Vos  no  podeys  saber  mi  nombre  hasta 
que  yo  sepa  el  vuestro»;  e  dixo:  «Sabed  que 
a  mi  dizen  donj^raluan,  si  lo  oystes  dezir».  E 
Tristan  dixo:~«Señor"don  Galuan,  yo,  en  mi 
fe,  con  vos  no  me  conl)atire  mas,  que  entre 
vos  c  mi  non  deue  auor  sino  todo  bien,  mas 
por  amor  de  mi,  que  vos  os  presenteys  de- 
lante el  rey  porpreso».  Yel  dixo:  «¿Quiensoys 
vos  que  me  quereys  llenar  preso?»  Y  el  dixo: 
«Y^o  soj^  Tristan,  vuestro  amigo».  E  don  Gal- 
uan  fue  muy  alegre,  e  dixo:  «Tristan,  pues 
que  a  vos  plaze,  yo  me  quiero  presentar  ante 
el  rey  por  preso» .  E  don  Galuan  fue  con  Tris- 
tan  ante  el  rey,  e  presentólo  por  preso,  e  el 
hizole  meter  con  los  otros  en  la  tienda;  e  mu- 
cho se  marauillo  el  rey  de  las  bondades  y  ca- 
uallerias  de  don  Tristan;  y  passaron  algunos 
dias  que  no  passaron  ningunos  caualleros. 


L 

De  como  don  Tristan  prendió  a  Bordón,  e  a 
Estor  de  Mares,  y  a  Leonel. 

Dende  a  poco  tiempo  llego  Estor  de  Ma- 
res, y  con  el  Bordón  y  Leonel.  E  (guando  lo 
vio  la  guarda,  repico  la  campana,  e  Tristan 
caualgo  en  su  cauallo  y  fuese  para  ellos  e 
dixoles:  «Caualleros,  no  podeys  j^assar  sin 
batalla,  o  yreys  a  la  prisión  del  rey  mi  se- 
ñor». Y  Estor  de  Mares  dixo:  «De  batalla 
no  fallesceremos,  avnque  fuessen  ende  los 
dos  mejores  caualleros  del  mundo:  don  Tris- 
tan  de  Leonis  e  don  Lancarote  del  Lago» . 
E  Tristan  se  comencé  a  reyr,  e  boluieron 
los  cauallos,  e  fueronse  ferir  de  tan  gran 
poder,  que  Estor  de  Mares  caj'-o  en  tierra;  e 
quando  Bordón  vio  a  Estor  de  Mares  en  tie- 
rra, dixo  entre  si:  «Por  cierto,  de  gran 
fuerca  es  el  cauallero»;  e  luego  se  puso  el 
escudo  delante,  e  abaxo  la  langa,  y  fuesse 
para  Tristan,  e  Tristan  para  el;  e  dieronse 
tan  grandes  golpes,  que  Bordón  cayo  en  tie- 
rra piernas  arriba.  Y'^  quando  Leonel  vio  es- 
to, dixo  entro  si:  «Este  no  os  cauallero,  mas 
es  diablo,  que  se  nos  ha  parado  delante  por 


408 


líbeos  de  caballerías 


impedir  v  maltraer  a  los  caualleros  de  la 
aiientura» ;  y  puso  su  escudo  delante  y  aba- 
xo  su  lanca,  e  fuese  para  Tristan,  y  Tristan 
le  dio  tal  golpe,  que  lo  echo  a  tierra  con  los 
otros;  e  quando  todos  los  ouo  derribado,  di- 
xoles:  «Caualleros,  venidvos  a  las  tiendas, 
que  TOS  soys  presos  en  poder  del  rey  mi  se- 
ñor y  de  la  reyna» .  E  los  caualleros  se  le- 
uantaron,  y  fueronse  con  Tristan,  e  presen- 
táronse delante  del  rey,  y  el  los  fizo  poner 
con  los  otros,  e  fizóles  fazer  mucha  honrra. 
¿Que  os  diré  de  aquesta  auentura?,  que  en 
poco  tienpo  tanto  fizo  Tristan  por  ftierca  de 
armas  mientra  estuuo  en  el  passo,  que 
prendió  treynta  y  sej's  caualleros  los  mejo- 
res de  la  Tabla  Redonda,  e  los  mas  del  lina- 
je de  Lancarote  del  Lago,  y  el  fue  ferido 
muchas  vezes,  e  llego  a  peligro  de  muerte. 
Empero  tenia  el  maestro  de  suyo,  e  le  ma- 
taron muchos  cauallos  que  aqui  no  cuenta  la 
historia.  Passando  algunos  dias  que  no  vino 
auentura  ninguna,  [vn  di¿Lyino  vn^cauallero 
por  el  desierto  de  Tintoyl,  e  la  guarda, 
quando  lo  vio,  repico  la  canpana.  E  Tristan 
caualgo  en  su  cauallo,  e  llamo  el  cauallero  a 
la  batalla.  «Por  Dios,  dixo  el  cauallero,  de 
batalla  no  fallescere» ;  e  luego  abaxaron  sus 
lancas,  e  fueronse  a  herir  de  tan  grandes  en- 
cuentros, que  ellos  e  los  cauallos  cayeron  en 
tierra,  assi  que  pensauan  todos  que  fuessen 
muertos;  y  estuuieron  assi  vna  gran  pieca 
fuera  de  su  seso,  e  dezian  que  Tristan  auia 
fallado  su  par.  E  leuantaronse  luego  e  pusie- 
ron mano  a  las  espadas,  e  fueronse  herir  de 
tales  golpes,  que  marauilla  era.  «Por  Dios, 
dixo  Tristan.  de  gran  poder  es  el  cauallero;»  e 
dauanse  tales  golpes,  que  los  pedamos  de  las 
armas  andarían  por  tierra,  y  ellos  eran  can- 
sados, e  arredráronse  el  vno  del  otro  por 
folgar  vn  poco;  e  a  poca  de  pieoa  leuantose 
Tristan,  e  fuesse  para  el  cauallero,  y  el  ca- 
uallero a  el,  e  dieronse  tales  golpes,  que  las 
armas  fazian  pedamos  e  las  espadas  se  metian 
por  las  carnes,  e  todos  dezian:  «Ambos  mo- 
rirán»; e  combatiéronse  mortalmente  vna 
gran  pieca  fasta  que  fueron  cansados,  e 
arredráronse  como  de  cabo  por  descansar,  e 
mientra  estañan  descansando,  el  cauallero  de 
la  auentura  paro  mientes  a  su  escudo,  e  vio 
que  le  auia  quedado  poco  del,  e  dixo  entre 
si  que,  después  que  truxera  armas,  jamas 
hallo  honbre  que  tan  mortales  golpes  le  dies- 
se;  e  dezia:  «Creo  que  este  cauallero  no  es 
cauallero,  mas  diablo  que  se  me  para  delan- 
te, e  ruego  a  Dios  que  me  ayude  contra  el» . 
E  Tristan  dezia  entre  si  las  mismas  pala- 
bras, e  dixo:  «Agora  es  tienpo  qne  yo  sea 
ardid  contra  este,  que  me  esta  delante  con 
gran  saña» ,  e  tomo  su  espada  en  la  mano,  y 


fuesse  para  el.  El  cauallero  le  dixo:  «Espe- 
rad vn  poco,  señor,  que  a  mi  parece  que  vos 
quereys  que  ambos  ayamos  de  morir,  que 
veo  que  esta  batalla  quereys  llenar  a  fin» .  E 
Tristan  dixo:  «Yo  la  quiero  llenar  en  ma- 
nera que  salga  con  honrra  el  rey  Mares  mi 
señor».  Y  el  cauallero  le  dixo:  «Ruegovos 
que  me  digays  vuestro  nonbre,  e  yo  deziros 
he  el  mió» .  «Plazeme,  dixo  Tristan,  si  vos 
me  dezis  el  vuestro» ;  y  el  cauallero  dixo:_«A 
mi  llaman  don  Langarote  del  Lago,  silo  oys- 
tes  dezir  en  algún  tienpo» .  E  quando  Tristan 
entendió  que  aquel  era  don  Langarote,  aquel 
que  el  tanto  desseaug  vgr  rnas  que^  ningún 
cauallero,  luego _echo  su  escudo]^  e'to'mo  su 
"espada  por  la  punta,  "e  finco  las  rodillas  an- 
te el,  e  dixole:  «Señor  cauallero,  ruégeos  que 
me  perdoneys  por  yo  ser  osado  a  me  conba- 
tir  con  vos,  pero  yo  he  auido  lo  peor  de  la 
batalla^  e  por  esso  tomad  vos  mi  espada,  que 
vos  soys  el  vencedor  de  la  batalla» .  E  Lan- 
garote dixo:  «¿Quien  soys  que  tanta  honrra 
me  fazeys?»  Y  el  dixo:  «Y"o  soy  Tristan, 
vuestro  caro  amigo» .  Don  Langarote  echo  el 
escudo,  e  tomo  assimismo  la  espada  jjor  la 
punta,  e  hinco  las  rodillas,  y  dixole:  «Señor 
Tristan,  vos  meresceys  la  honrra  de  la  bata- 
lla» .  e  fueronse  abracar.  E  quando  el  rey  vio 
la  paz  hecha  entre  los  caualleros,  fue  mara- 
uillado,  e  Lancarote  pregunto  a  Tristan  que 
por  qual  razón  era  defendido  aquel  passo  que 
nunca  se  solia  defender;  Tristan  contole  la 
razón  punto  por  punto  por  lo  que  el  rey  lo 
hazia  estar  alli.  E  Lanr-arote  dixo:  «Yo  quie- 
ro que  me  presenteys  jDor  preso  al  rey» ;  e 
Tristan  dixo  que  lo  no  faria  en  ninguna  ma- 
nera. E  Langarote  rogo  a  Tristan  que  no 
dixesse  su  nonbre,  e  Tristan  ge  lo  prometió. 
E  luego  Tristan  e  Langarote  se  fueron  al  rey, 
y  el  rey  pregunto  a  Tristan  que  quien  era  el 
cauallero  e  como  auia  hecho  la  paz,  e  Tris- 
tan  dixo:  «Señor,  es  vno  de  los  mejores  caua- 
lleros del  mundo  y  es  de  lueñe  tierra,  e  rue- 
gos que  lo  encomendeys  a  la  reyna  Yseo, 
que,  por  vuestra  honrra,  que  lo  guarezca  de 
las  llagas» .  Y  el  rey  dixo  que  lo  haiia  de 
buena  gana,  e  luego  embio  por  la  reyna,  e 
dixole:  «Señora,  yo  vos  encomiendo  aqueste 
cauallero,  que  es  muy  amigo  de  Tristan»; 
y  ella  tomo  en  cargo  a  Lancarote,  e  metióle 
dentro  en  la  tienda,  e  católe  las  feridas  a  el 
e  a  Tristan,  e  dixoles:  «Caualleros,  esforgad, 
que,  con  la  ayuda  de  Dios,  ayna  sereys  sa- 
nos de  las  heridas,  que  no  son  peligrosas».  Y 
ella  les  puso  tales  vnguentos  e  medicinas, 
que  Tristan  fue  guarido  en  quinze  dias,  e 
Lancarote  en  treynta  e  cinco.  E  assi  estando 
don  Tristan  e  don  Lanr-arote  en  las  tiendas 
en  gran  solaz,  estuuieron  vn  mes,  que  no 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


400 


passo  por  alli  iiinguu  cauallero;  o  Tristau 
tomo  por  la  mano  a  Langarote,  e  llenóle  a 
las  tiendas  de  los  canalleros  que  estañan 
presos,  e  fueron  de  noche  e  mudados  del 
habito,  porque  no  conosciessen  a  Lancarote, 
e  quaiido  los  vido,  conoscio  entre  ellos  a 
muchos  de  sus  parientes,  e  vio  que  Tristan 
era  de  gran  bondad,  e  Tristan  dixo  que  se 
los  daria  e  soltarla  todos  por  sii  lionrra,  e 
Langarote  dixo  que  los  no  quería  por  tal 
que  no  fuesse  conocido,  e  luego  se  tornaron 
a  su  tienda.  T  estando  ellos  assi,  llego  vna 
donzella,  e  fuese  para  el  rey  Mares,  e  hinco 
las  rodillas  ante  el,  e  pidióle  merced  que  le 
ayudasse  contra  Dinadan  el  roxo.  que  le 
quería  tomar  vn  su  castillo,  diziendo  que  si 
a  ocho  días  no  hallasse  cauallero  que  la  de- 
fendiesse  por  fuerza  de  armas,  que  la  man- 
daría quemar,  porque  le  no  quería  dar  su 
cuerpo  e  por  le  tomar  su  castillo.  E  con- 
tada la  razón  al  rey.  Langarote,  que  en- 
tendió las  palabras,  fuese  luego  delante  del 
rey,  e  dixole:  «Señor,  sí  fuere  la  vuestra 
merced,  yo  tomare  la  batalla  por  la  donze- 
lla». El  rey  se  la  dio,  e  Lanfarote  se  fue  a 
aparejar  de  lo  que  auía  menester  e  vino  antel 
rey  por  se  despedir  del,  y  el  rey  llamo  a 
Tristan,  e  preguntóle  quien  era  aquel  caua- 
llero, e  dixole:  «Señor,  cauallero  es  de  quien 
podeys  fiar  la  batalla  e  dársela».  E  luego 
Langarote  tomo  su  escudo  e  su  langa  que 
Tristan  le  dio,  e  fuese  para  la  reyna  e  en- 
comendóla a  Dios,  y  ella  le  torno  las  saludes; 
e  la  reyna  pregunto  a  Tristan  quien  era  el 
cauallero,  e  Tristan  dixo:  «Señora,  yo  lo  di- 
ré después  que  sea  partido  de  aqui».  E  la 
reyna  no  le  dixo  mas. 


LI 

De  como  Langarote  e  vn  escudero  se  fueron 
con  la  donzella,  e  de  como  se  conhatio 
Langarote  con  Dinadan  el  roxo  e  con  los 
otros  cinco  caualleros. 

Dize  la  historia  que  Langarote  caualgo  en 
su  cauallo,  y  con  el  vn  escudero  que  le  die- 
ron para  conpañía,  e  fuese  con  la  donzella, 
e  anduuieron  hasta  que  llegaron  al  castillo 
de  la  donzella,  e  alli  fue  Langarote  muy  bien 
seruido  e  honrradamente.  E  quando  vino  el 
día  señalado  de  la  batalla,  DÍTindari__e]_j;o-yn 
vino  alli  con  cinco  caualleros,  e  quando  fue- 
ron al  pie  del  castillo,  llamaron  a  la  donzella; 
ella  respondió  por  vna  finiestra,  e  dixo:  «Yo 
soy  venido  aqui,  donzella,  e  no  me  quesistes 
dar  vuestro  amor,  e  agora  no  aureys  merced, 
sino  screys  quemada».   E  Langarote  dixo: 


«Cierto  de  fuego  sera  librada,  ca  ella  fallo 
caualleros  que  la  defendiessen  de  tal  como 
uos» .   E  el  dixo:   «Salga  fuera  al  campo,  e 
veremos  entre  mi  y  el  qual  sera  vengedor» . 
Luego  Lan(;arote  abrió  la  puerta,  e  caualgo, 
e  salió  fuera  al  canpo,  y  Dinadan  el  roxo 
dixo:    «Aparejaos,  que  yo  os  desafio  a  la 
muerte»;  e  quando  esto  Langarote  oyó,  dixo: 
«Señor  cauallero,  a  mi  pesa  porque  entre 
mi  e  vos  sobre  tal  pleyto  aya  batalla,  e  por 
honrra  de  caualleria  os  ruego  que  a  la  don- 
cella dexeys  en  su  castillo,  que  pues  es  suyo, 
no  es  razón  de  se  lo  tomar,  ni  tanpoco,  si  su 
amor  nos  quiere  dar,  por  fuerga  no  lo  deueys 
querer».  Dinadan  respondió:  «No  fare  nada 
de  lo  que  dezis  hasta  que  por  batalla  lo  libre- 
mos». Quando  Langarote  lo  oyó,  boluio  su 
cauallo,  e  abaxo  su  langa,  e  fuele  dar  tan 
gran  golpe,  que  le  passo  el  escudo  e  le  me- 
tió la  langa  por  la  carne  e  derribo  a  tierra;  e 
luego  su  sobrino  se  fue  a  el,  e  quando  lo  vio 
venir,  diole  tal  golpe,  que  le  echo  a  tierra 
muerto;  e  los  otros  fueronle  ferir  todos  en 
vno,  e  dieronle  tantos  golpes,  que  a  pocas  no 
le  echaron  en  tierra  de  la  silla,  y  en  tanto 
Dinadan  caualgo  en  su  cauallo,   y  echo  a 
huyr,  e  los  otros  con  el.  E  quando  Langarote 
esto  vio,  tornóse  al  castillo,  e  la  donzella  lo 
rescibio  honrradamente  e  diole  muchas  gra- 
cias, e  dixole:  «Señor  cauallero,  tanto  aueys 
hecho  de  vuestra  caualleria,  que  me  aueys 
librado  de  muerte,   porque  vos  ruego  que 
seays  cauallero  de  mi  amor,  e  yo  quiero  ser 
donzella  del  vuestro,  e  quiero  que  sea  vues- 
tro este  castillo  con  todo  su  termino».  E  Lan- 
garote le  dixo:  «Señora  donzella,  yo  no  da- 
ria el  mi  amor,  que  yo  le  he  prometido  a  vna 
dueña,  y  esto  que  he  fecho  yo  lo  he  hecho 
por  amor  de  Tristan  e  de  la  reyna  Yseo,  e 
yo  os  lo  tengo  en  merced,  e  a  mi  conuiene  de 
partir  de  aqui  e  tornar  en  mi  tierra».  E  dixo 
la  donzella:  «Pues  yo  queria  yr  a  la  reyna 
Yseo.  e  i^resentarme  he  de  vuestra  parte  a 
ella,  porque  vos  ruego  que  me  digays  vues- 
tro nonbre,  porque  yo  sepa  quien  me  ha  li- 
brado desta  auentura».  E  Langarote    dixo: 
«Donzella,  a  mi  me  plaze  que  vayays  alia,  e 
presentadvos  a  ellos  de  mi  parte,  e  si  vos 
preguntaren  por  mi  nombre  el  rey  o  otro  al- 
guno, dezid  que  lo  pregunten  a  la  reyna,  ca 
ella  lo  sabrá  ya  de  Tristan» .  E  desto  fue  la 
donzella  muy  alegre,  e  don  Langarote  la  en- 
comendó a  Dios  e  fuese  por  su  camino,   e 
tanto  anduuo  por  sus  jornadas,  que  llego  a 
Camalot  al  rey  Artur.  Y  el  rey  lo  rescibio 
honrradamente,  e  preguntóle  de  qual  parte 
venia  que  no  hauia  estado  en  la  corte,  e  el  le 
contó  que  auia   passado  muchas  auenturas 
por  hallar  caualleros  de  su  linaje,  e  dixo  que 


410 


LIBROS  DE  caballerías 


vna  auentura  lo  ania  a  dicha  llenado  a  Cor- 
nualla,  e  como  se  ania  conbatido  con  Tristan, 
y  contole  como  sus  primos  }'  sus  parientes 
estañan  presos  en  vna  tienda  por  mano  de 
Tristan  e  otros  muchos  caualleros:  e  loaua 
mucho  las  bondades  de  Tristan.  Y  el  rey- 
fue  alegre  de  aquellas  nueuas,  e  dixo:  «Por 
mi  fe,  grand  auentura  es  esta  que  acontece 
en  Cornualla» .  Agora  dexemos  al  rey  Artur 
o  a  Lanr-arote.  e  tornemos  a  la  donzella. 


LH 

De  como  la  donzella  se  fue  presentar  al  rey  y 
a  la  reyna  Yseo  de  parte  de  don  Lancarote 
del  Lacjo. 

Dize  la  historia  que  quaudo  Lanr-arote  fue 
partido  de  la  donzella,  ella  se  aparejo  con 
mucha  gente,  y  fuese  con  ella  su  tia  Cleles;:, 
tina  il\.  y  presentáronse  delante  el  rey  Ma- 
res, e  fincaron  las  rodillas,  e  dixole:  «Señor, 
my  sobrina  se  presenta  por  vuestra  donzella, 
de  parte  del  cauallero  que  le  distes  que  la  li- 
brasse  del  huego  a  que  era  juzgada  para  que- 
mar, e  ha  vencido  la  batalla,  e  quando  el  la 
ouo  librado,  se  presento  a  el  porque  el  flzies- 
se  del  la  toda  su  voluntad,  y  el  dixo  que  no 
la  queria  por  suya;  e  rogóle  que  le  dixosse 
su  nonbre,  y  el  le  dixo  que  dixesse  a  vos  de 
su  parte  que  demanda ssedes  su  nonbre  a  la 
reyna,  que  ella  lo  sabria  por  boca  de  Tris- 
tan»,  y  desto  fue  el  rey  muy  alegre,  y  pre- 
gunto a  la  reyna  quien  era,  y  ella  dixo: 
«Lant/arote  del  Lago»,  y  el  rey  fue  desto 
alegre;  e  la  donzella  so  vmillo  ante  la  reyna; 
assi  como  se  auia  presentado  al  rey,  assi  se 
presento  a  la  reyna,  y  ella  la  recibió  muy 
bien,  e  dixo  a  la  donzella:  «Yos  seays  bien 
venida,  y  sed  franca  de  yr  e  de  tornar  a  toda 
vuestra  voluntad  donde  quisierdes,  e  quiero, 
si  vos  quereys,  que  seays  compañera  de 
Brangel,  y  aureys  gran  honrra  en  mi  corte» . 
E  dixo  la  donzella:  «Yo  no  me  quiero  yr  ni 
partir  de  vuestra  corte,  e  quieres  seruir 
como  a  mi  señora» .  Y  la  reyna  fue  muy  ale- 
gre con  estas  palabras,  e  recibióla  con  gran 
amor,  porque  se  podria  muy  bien  ayudar  de 
la  tierra  de  la  donzella  de  cinqucnta  caualle- 
ros y  mas.  Quando  el  rey  oyó  esto,  maraui- 
llose  mucho  de  las  bondades  de  Tristan,  por- 
que se  auia  conbatido  con  Langarote,  y  Que- 

(q  ;  Pensarían  en  este  paso  los  autores  de  la  Co- 
media de  Calisto  y  Melihsa  cuando  la  oscribieron? 
Entiendo  que  es  esta  la  vez  primera  que  el  nombre  de 
mía  Ha  Cclv^tina  sale  á  plaza  en  nuentra  literatura. 
Nótese  (jue  uno  de  los  criados  de  Calixto  se  llama 
'^'frigtün.- 


din,  su  cuñado,  fue  muy  alegre,  e  dixo  de- 
lante todos  los  caualleros:  «Señores,  ya  po- 
deys  ver  las  cauallerias  de  Tristan,  que  por 
fuerra  de  armas  ha  preso  a  vno  de  los  mejores 
caualleros  del  mundo,  e  ha  prendido  a  don 
Galuan  y  al  cauallero  bermejo,  e  tanto  buen 
cauallero  como  esta  en  aquesta  tienda,  los 
qnales  son  del  linaje  de  Langarote  y  de  la 
Tabla  Redonda,  porque  a  mi  me  parece  que  el 
rey  se  deuria  tornar  a  la  corte,  e  quitar  a 
Tristan  desta  conquista  deste  passo,  e  avn 
agora  veys  que  por  su  ocasión  la  reyna  ha 
ganado  vn  castillo,  y  el  seruicio  de  vna  don- 
zella que  es  señora  de  cinquenta  caualleros 
e  mas» .  Los  caualleros  de  Cornualla  fueron 
desto  muy  alegres  por  lo  que  Quedin  dezia, 
e  dixeron  al  rey:  «Señor,  tienpo  es  de  tor- 
nar en  la  ciudad,  que  Tristan  ha  ya  tanto  fe- 
cho de  armas,  que  nadie  podria  fazer  mas». 
El  rey  dixo  que  era  bien,  e  fizo  tirar  las  tien- 
das, e  tornóse  a  la  ciudad;  y  estando  en  el 
palacio,  el  rey  mando  que  truxessen  los  ca- 
ualleros ante  el,  e  hizolos  a  todos  soltar,  e 
dioles  cauallos  e  armas,  e  dixoles:  «Ruégeos 
que  me  perdoneys  porque  yo  he  seydo  contra 
vos»;  y  ellos  dixeron:  «Señor,  a  vos  muchas 
gracias,  que  no  hauemos  auido  sino  honrra  en 
vuestra  corte,  porque  nos  tenemos  por  bien 
contentos» .  E  tomaron  licencia  del  rey  y  de 
la  reyna  y  de  Tristan,  e  fueronse  muy  ale- 
gres por  el  camino,  e  anduuieron  tanto  hasta 
que  llegaron  a  la  corte  del  rey  Artur,  o  con- 
táronle todo  lo  que  alli  auia  contccido,  c 
como  auian  seydo  presos  por  mano  de  Tris- 
tan,  y  con  el  se  auian  conbatido  todos  vno  a 
vno. 

E  agora  dexemoslos  estar  en  la  corte  del 
rej'  Artur,  e  tornemos  a  contar  de  lo  que  don 
Tristan  fizo  después  que  se  tornaron  a  la 
cibdad. 

Lili 

De  como  don  Tristan  enhio  a  Quedin  su  cu- 
ñado e  a  Gorualan  a  su  rey  no  de  Leonis. 

Dize  la  historia  que  el  rey  Mares  estaña 
en  su  cibdad,  e  Tristan  andana  fol gando  con 
la  reyna,  y  hazian  en  vno  aquello  que  so- 
ílian  quando  querían,  tanto  que  todos  lo  en- 
tendían e  hablauan  dellos  en  todas  partes;  e 
Tristan  eTíTFeyna  entendieron  bien""la  habla 
que  andana  en  la  corte^  e  Tristan  vn  día  se 
fue  íalTár  con  Quedin  su  cuñado  e  con  Gor- 
ualan, e  dixoles:  «Ya  veys  quanto  tienpo  he 
gastado  en  esta  corte,  que  ya  soy  enojado  de 
estar  aquí,  e  yo  querría  que  vosotros  fuesse- 
des  a  mi  reyno  de  Leonis  con  cartas  mías  y 
en  habito  de  peregrinos  porque  nos  defien- 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


411 


flan  el  passajo,  e  clareys  a  entender  a  todos 
los  buenos  eauallevos  e  a  toda  la  gente  como 
vos,  Quedin,  soys  mi  cuñado,  y  mandad  por 
mi  el  mi  reyno  tanto  fasta  que  yo  vaya  a  vos- 
otros, ca  yo  quiero  yr  a  buscar -auenturas,  o 
quiéreme  yr  a  la  corte  del  rey  Artur,  e  ju- 
rar la  Tabla  para  entrar  en  la  demanda  del 
sancto  Grial  que  ayna  se  quiere  ya  comen- 
tar, e  prouare  mi-  persona  con  los  caualle- 
ros  de  la  corte,  e  quiero  yr  alia  sin  conpa- 
fiia  ninguna. 

E  Quedin  dixo:  «Señor  Tristan,  yo  no  me 
partiré  de  vos  por  ninguna  cosa» .  E  Tristan 
dixo:  «Hermano  Quedin,  do  hazer  os  conuie- 
ne  assi  como  yo  os  digo,  que  oomigo,  por 
agora,  no  podreysyr».  E  Grorualan  dixo:  «A 
mi  j)aresce  que  seria  mejor  que  fuessedes 
con  nosotros  en  Leonis,  y  después  os  podes 
yr  donde  quisierdes».  E  Tristan  le  dixo: 
«No  se  puede  fazer,  que  os  conuiene  yr  sin 
mi».  Y  ellos,  quando  vieron  la  voluntad  de 
Tristan,  no  quisieron  porfiar  mas  con  el,  e 
vna  mañana  se  aparejaron  en  su  habito  de 
l^eregrinos,  e  fueron  por  su  camino,  e  Tris- 
tan  los  encomendó  a  Dios,  y  ellos  yendo  por 
su  camino,  dixo  Quedin  a  Gorualan:  «¿Que 
os  parece  que  assi  nos  ha  dexado  Tristan?» 
Y  Grorualan  dixo:  «Cierto,  señor,  no  lo  se, 
que  nunca  tal  cosa  vi  fazer  que  el  se  parties- 
se  de  mi  por  ninguna  auentura» .  Y  fueronse 
su  camino,  e  quando  fueron  en  el  reyno  de 
Leonis,  Gorualan  fizo  saber  a  la  madrastra^ 
de  Tristan  y  a  toda  la  gente  que  Ti'istan 
embiaua  alia  a  su,ciiñado  Quedin  y  quesera 
aquel;  e  fueron  recebidós  hónrradamente,  y 
fueles  hecha  honrra.  E  la  madrastra  de  Tris- 
tan,  asi  como  falsa,  pensóles  fazer  onrra, 
mas  no  de  coraron,  e  mostróles  buen  senblan- 
te  e  cara,  mas  no  era  tal  su  camino.  Y  dexe- 
ujoslos  estar,  e  tornemos  a  contar  de  Tristan. 
.'  Quando  Tristan  ouo  estado  vn  tienpo  en  la 
corte  del  rey  Mares,  hizo  plantar  vn  árbol  en 
vn  vergel  delante_la  camaraxlñia_rejiia_^_p0.E- 
tal  quejpudiesse  entrar  en  la  cámara  quando 
quisiesse  por  aquel  árbol,  y  poraquel  entraña 
y  salia  cada  quando  (pie  queria.  Y  desque  asi 
ouo  estado  vn  tienpo  desta  manera,  la  rey  na 
dixo:  «Señor  Tristan,  yo  he  entendido  mu- 
chas vezes  que  se  habla  por  la  corte  nuestro 
hecho,  y  biuimos  en  manera  que  no  podeys 
estar  que  no  vengays  vos  a  mi,  o  yo  no  vaya 
a  vos;  y  esso  mesmo  he  entendido  en  vos,  que 
por  esta  razón  os  quereys  alongar  de  mi,  e  ya 
sabeys,  señor,  que  no  puedo  biuir  sin  vos  vna 
ora,  porque  es  menester  que  yo  vaya  alia  don- 
de quiera  que  fuerdes» .  Esto  dezia  la  reyna 
porque  auia  miedo  que  Tristan  sQ_fernaria 
para  sujoduger  Yseo  de  las  Ijlancas  manos,' y" 
por  esso  se  queria  ella  yr  con  el.  E  Tristan 


dixo:  «Señora,  muchas  vezes  os  ouiera  dicho 
que  nos  fuessemos,  sino  que  pensaua  que  no 
quisierades  yr  comigo».  E  dixo  la  reyna:  «Sa- 
bed i  [no  a  mi  es  venido  en  voluntad  ([ue  nos 
vamos».  E  Tristan  dixo:  «A  mi  me  plazo,  o 
aguardemos  para  esta  noche,  que  ninguno  no 
nos  vea,  que  agora  es  bien  hora  de  tercia,  o 
las  gentes  que  nos  viessen  yr  pensarían  mal, 
e  no  nos  podryamos  partir  do  aqui  sin  lo  sa- 
ber algunos  e  sin  pelea» .  Dixo  la  reyna  que 
era  bien  «e  no  (piiero  que  caualgando  vamos, 
ni  que  tomeys  armas  sino  vuestra  espada,  e 
yrnos  hemos  ambos  a  dos  mano  a  mano  ha- 
blando por  el  vergel,  que  ninguno  pensara 
nada  de  nuestra  yda,  e  assi  saldremos  del 
vergel,  e  yrnos  hemos  para  la  floresta,  e  yo 
tengo  el  anillo  del  rey,  que  ha  tal  virtud, 
que  mientra  lo  truxerdes  no  podeys  ser  ha- 
llado vos  ni  yo;  e  ha  otra  virtud,  que  no  po- 
dreys  ser  vencido,  avnque  ante  de  agora  os 
le  deuiera  auer  dado» .  E  quando  Tristan  vio 
la  voluntad  de  la  reyna,  no  (pliso  dezir  nada 
contra  lo  que  ella  dezia,  e  dixo:  «Señora,  fá- 
gase aquello  que  vos  mandardes,  queyoatjue- 
11o  aure  por  bueno» .  E  después  que  la  fabla 
fue  hecha,  las  tablas  fueron  puestas;  el  voye 
la  gente  se  assentaron  a  cenar,  e  no  plazia 
mucho  a  la  reyna,  tanto  auia  en  coracon  de  se 
yr;  e  quando  la  gente  ouo  cenado,  la  reyna  se 
aparejo,  e  tomo  muchas  joyas,  e  plata  e  dine- 
ros, e  Tristan  tomo  su  manto  e  su  espada,  y 
entraron  en  el  vergel  la  reyna  y  el,  depar- 
tiendo e  riendrTanTbnR-aHsi  como  solian,  e  sa- 
lieron del  vergel  e  fueronse  para  la  floresta 
que  ninguno  no  los  vio,  e  estuuieron  alli  es- 
condidos fasta  que  vino  la  noche.  E  anduuie- 
ron  toda  aquella  noche  y  el  dia,  e  a  la  tarde 
llegaron  cerca  de  vna  puente,  y  de  la  otra 
parte  de  la  puente  aiüa  viLcastillo,  y  el  pas- 
so  de  la  puente  guardaua  vn  cauallero  que 
era  señor  de  aquel  castillo,  y  en  la  puente 
auia  vn  pilar  en  que  estaña  vn  cuerno  de  pla- 
ta, y  en  el  pilar  estañan  escriptas  vnas  letras 
en  que  dezia:  Quien  tocake  el  cueuxo,  no 
PAssAKA  SIN  BATALLA.  Quaudo  Ti'istan  vio  el 
cuerno  y  leo  las  letras,  dixo  a  la  reyna,  que 
las  esso  mesmo  estaña  leyendo:  «Señora,  a 
mi  me  conuiene  de  tañer  el  cuerno,  según 
que  es  el  escrito».  E  la  reyna  dixo:  «Señor, 
¿no  veys  lo  que  dize  el  escrito,  que  quien  lo 
tañere  no  passara  sin  batalla?»  «Por  esto,  di- 
xo Tristan,  quiero  yo  tañerlo».  «¿Gomo,  se- 
ñor, dixo  la  reyna,  quereys  morir  assi,  que  no 
teneys  cauallo  ni  armas,  saino  tan  solamente 
esta  espada,  e  quereysvos  meter  a  peligro  de 
muerte?»  Tristan  dixo:  «Señora,  no  temays, 
que  con  la  merced  do  Dios  bien  me  librare  de 
aquesta  auentura  a  mi  honrra,  e  vos  no  rece- 
biroys  enojo  ninguno,  ca  gran  verguenca  me 


U'2 


LIBROS  DE   CAUALLERIA8 


seria  si  por  recelo  de  la  aiientiira  dexasse  de 
tañer  el  cuerno» .  Y  esto  era  a  tiempo  que  se 
queria  poner  el  sol;  e  la  reyna  le  rogo  mucho 
que  lo  no  niziesse:  el  dixo:  «Yo  os  pido  de 
merced  que  me  lo  consintays  tañer  por  mi 
amor;  e  la  reyna,  como  quiera  que  le  mucho 
pesaua,  mas  en  que  vio  que  Jo  auia  tanto  a 
voluntad,  dixo  que  lo  prouasse,  y  Dios  faesse 
su  guardador  e  defendedor,  e  lo  aumentasse 
en  honrra.  Y  Tristan  tomo  luego  el  cuerno, 
j  tañólo  tan  de  rezio,  que  los  del  castillo  que 
lo  oyeron,  dixeron:  «¡De  gran  fuerca  es  el  ca- 
uallero  que  atan  fuerte  tañe!»  Y  el  cauallero 
que  guardaua  el  passo,  caualgo.  e  bien  apare- 
jado, fiiesse  a  la  puente,  e  dixo  a  Tristan  que 
diablo  le  auia  hecho  tocar  el  cuerno.  «Creo  que 
soys  loco  o  muy  atreuido,  que  assi  aueys  to- 
cado el  cuerno».  Dixo  Tristan:  «Ante  me 
quiero  combatir  con  vos».  Dixo  el  cauallero: 
«¿Con  que  os  combatireys,  pues  que  vos  no 
aueis  armas  para  recebir  los  golpes?  porque 
vos  consejo  que  dexeys  la  dueña  y  os  vayays 
a  la  buena  ventura,  e  a^i  escapareys  vues- 
tra persona» .  Tristan  dixo:  «La  dueña  vos  no 
la  podeys  auer,  mas  antes  me  quiero  conba- 
tir  con  vos  assi  como  esto  yo».  El  cauallero, 
(juando  lo  oyó,  abaxo  la  langa  y  fuesse  para 
Tristin,  y  Tristan,  quando  lo  vio  venir,  re- 
boluio  el  manto  al  braco  y  echo  mano  a  la  es- 
pada; el  cauallero  cuydo  de  le  herir,  mas  Tris- 
tan  dio  vn  salto  al  traues  y  cortóle  de  vn  re- 
nes las  manos  al  cauallo  y  luego  el  cauallero 
cayo  a  tierra,  e  Tristan  fue  sobre  el  e  quiso- 
le  matar,  y  el  pidióle  merced.  Tristan  le  di- 
xo: «Merced  auras  si  me  prometes  que  me 
darás  yn  don  el  qual  te  demandare»;  e  dixo: 
«Señor,  yo  haré  todo  lo  que  vos  mandays,  en 
tal  que  no  sea  mi  muger».  Y"  el  dixo:  «No 
ayas  recelo  de  tu  muger,  que  no  quiero,  sai- 
no que  me  traygas  vn  cauallo  e  vn  palafrén 
para  la  dueña,  e  todas  armas  que  pertenescen 
a  cauallero  armado» .  «Señor,  yo  vos  prometo 
de  os  lo  tr.ier  todo» .  E  Tristan  dexolo  libre- 
mente, y  el  cauallero  fuesse  para  el  castillo, 
e  llamo  a  vn  su  honbre,  e  dixole:  «Toma  mi 
cauallo  e  ármalo,  e  toma  todas  armas  que  per- 
tenescen a  cauallero  armado,  e  toma  vn  pala- 
fren  tal  como  pertenesce  a  dueña,  e  dalo  a  vn 
cauallero  que  esta  a  la  puente,  que  tiene  con- 
sigo v  na  dueña».  E  luego  el^escudero  tomo 
todo  esto  e  llenólo  a  Tristan,  el  cual  lo  resci- 
bio  e  se  touo  por  pagado,  e  hizo  subir  a  la 
reyna  en  el  palafrén,  y  el  se  armo  y  caualgo 
en  su  cauallo;  y  el  cauallero  llego  a  el,  e  di- 
xo: «Señor  cauallero,  a  mi  parece  que  es 
ya  noche,  e  no  podreys  fallar  villa  a  do  dor- 
, /mir,  e  por  cortesía  esta  noche  querays  ser  mi 
y  huésped  ,en  el  mi  castillo,  e.yo  hazeros  he 
**    aquella  honrra  que  pudiere  por  la  cortesía 


que  en  vos  falle  e  por  honrra  de  vuestra  due- 
ña» .  Tristan  se  boluio  a  la  reyna,  e  dixole: 
«Señora,  ¿veys  la  cortesía  que  os  faze  este 
cauallero?»  Y  el  dixo:  «Cauallero,  ¿vos  nos 
prometeys  bien  e  lealmente  como  cauallero 
que  ningún  daño  no  rescibamos  en  vuestro 
castillo?» .  Y'  el  cauallero  les  dixo  (pie  ningún 
mal  les  faria,  saino  toda  honrra  e  seruicio.  E 
Tristan  e  la  reyna  se  fueron  con  el,  e  entra- 
ron en  el  castillo,  e  descaualgaron,  y  el  señor 
del  castillo  dio  vna  cámara  muy  rica  a  Tris- 
tan  e  a  Yseo,  e  allí  fueron  bien  ser  nidos  de 
grandes  e  pequeños ,  e  dixeron  que  Tristan 
auia  consigo  la  mas  hermosa  dueña  del  mun- 
do e  que  ellos  jamas  Ouiessen  vísío;  e  las 
dueñas  e'donzellas  fueron  verla'^~fTziéronle 
toda  honrra.  Luego  las  tablas  faeron  puestas 
e  assentaronse  a  cenar,  e  después  fueronse  a 
dormir;  e  quando  vino  la  mañana,  todos  se 
leuantaron,  e  Tristan  se  armo,  y  encomendó 
a  Dios  al  cauallero,  e  agradesciole  mucho  la 
honrra  que  le  auia  fecho,  e  fueronse  su  ca- 
mino. 

LIV 

De  como  Tristan  e  la  reyna  Yseo  encontra- 
ron con  Dinadan,  e  anduuieron  su  cami- 
no, e  lo  que  les  auino. 

Dize  la  historia  que  los  dos  amados  andu- 
uieron fasta  que  llegaron  a  casa  de  vn  flo- 
restero, e  apeáronse  y  entraron  dentro  e  co- 
mieron; e  desque  ouieron  comido,  fueron  su 
camino  hasta  tanto  que  fue  noche,  que  no 
fallaron  ningún  lugar  para  refrescar;  e  quan- 
do la  noche  fue  venida,  ellos  se  arredraron 
del  camino^  e  apartáronse  al  pie  de  vn  árbol, 
y  ataron  sus  cauallos,  e  dexaronlos  pacer. 
E  Tristan  echo  mano  a  su  barjuleta ,  la 
qual  le  auia  dado  el  señor  del  castillo,  e  saco 
fruta  e  letuario,  e  comieron  ambos  a  dos,  e 
desque  ouieron  comido,  tendieron  los  man- 
tos en  la  yerna  e  durmieron  alli  aquella  no- 
che; e  quando  fue  el  dia,  el  y  ella  desperta- 
ron al  canto  de  las  aues,  e  caualgaron  e  fue- 
ronse su  camino,  y  encontraron  vn  cauallero 
el  qual  auia  nonbre  Dinadan ,  e  Tristan, 
quando  lo  vio,  púsose  el  yelmo,  e  dixole: 
«Cauallero,  a  la  batalla  soys».  Dinadan, 
quando  lo  vio  venir,  con  miedo  de  la  muer- 
te dixo:  «Cauallero,  no  hagays  tal  cosa,  que 
no  so  diablo  que  me  conbatire  con  vos,  que 
yo  no  traygo  dueña  en  mi  compañía».  E 
Tristan  paro  bien  su  cauallo,  e  conoció  al 
cauallero,  que  muchas  veces  lo  auia  visto. 
Tristan  se  boluio  a  la  reyna,  e  dixole:  «Se- 
ñora, sabed  que  anemos  hallado  a  Dinadan, 
aquel  que  yo  os  dezia  muchas  vezes  que  ha- 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


413 


zia  escarnio  de  dueñas,  e  vos  soys  bien  cer-  i 
ca,  fablarle  heys  y  vereys  que  dirá».  Luego  j 
la  reyna  dixo  a  Dinadan:  «Si  Dios  me  salue,   | 
vos  no  soys  enamorado,  porque  no  os  quesis-   i 
tes  conbatir  con  este  cauallero» .  Y  el  dixo:   j 
«Cierto,  yo   no  soy  enamorado,   que,   si  !o  i 
fuesse,  seria  perdido» .  Ella  dixo:  «Deueys  de  ' 
ser  catino  cauallero,  pues  amar  no  quieres».   ! 
«Señora,  dixo  el,  Dios  os  de  mala  ventura, 
que  ya  no  quiero  el  amor,  que  mucho  mal  ha  | 
venido  a  vn  cauallero  que  llam-in  Tristan  de  | 
Leonis,  que  creo  que  el  perderá  el  cuerpo  por 
y  seo,  muger  del  rey  Mares  su  tio» .  E  dixo 
ella :  «¿Como?  ¿no  sabeys  vos  que  todos  los  ca- 
ualleros  de  la  Tabla  Redonda  son  enamora- 
dos?» Y  el  dixo:  «No  soy  yo  enamorado,  mas 
por  esso  no  dexo  de  comer  e  beuer  ni  dormir, 
assi  como  haze  el  mejor  cauallero  del  mundo 
que  es  perdido  por  dueña».   E  dixo  ella: 
«¿Qual  es  el  mejor  cauallero?»  El  dixo:  «Yo 
vos  diré  de  dos  caualleros,  el  vno  es  Tristan 
y  el  otro  es  Lancarote,  e  cada  vno  destos  es 
perdido  por  dueña».  Y  ella  dixo:  «Mal  dezis, 
y  dezislo  porque  no  aueys  señora  ni  amiga, 
mas  nos  andaremos  tanto  en  vno,  si  vos  que- 
reys,   fasta  que  fallemos  alguna    auentura 
para  vos,  e  nos  dárosla  hemos».    «Señora, 
dixo  el.  Dios  os  faga  mal,  que  no  la  he  me- 
nester,   ni    quiero  atal  seriiicio».   ¿Que  os 
diré?  que  tanto  anduuieron  a(|uel  día,  que 
por  dicha  ellos  encontraron  vn  cauallero  que 
traya  vna  dueña,  e  quando  la  reyna  vio  al 
cauallero,  dixo  a  Dinadan:  «Cauallero,  apa- 
rejaos e  tomad  a  la  dueña  por  fuerza  de  ar- 
mas, e  sereys  los  mejores  enamorados   que 
honbre   ser    pueda».   Dixo   Dinadan:    «Y'a 
Dios  os  de  mala   ventura,  que  me  quereys 
meter  en  pelea  y  en  cosas  que  aure  que  fa- 
zer».  Dixo  la  reyna:  «A  fazer  vos  conuiene, 
e  combatios  por  que  vos  aj^ays  dueña,  ca  no 
parece  bien  dos  caualleros   por  el   camino 
con  vna  dueña».  E  dixo  Dinadan:  «Pues  que 
con  el  diablo  vo  hablando,  por  fueroa  me 
haze  de  me  conbatir,  e  yo  lo  liare,  e  Dios  me 
ayude» .  E  puso  su  escudo  delante  e  abaxo 
su  lan<;a,  e  el  cauallero,  quando  lo  vio  venir, 
})Uso  su  escudo  delante,  y  fueronse  a  dar  tan 
grandes  golpes,  que  Dinadan  cayo  en  tierra; 
e  dixo  Dinadan:    «Grracias  a  Dios   que  he 
aprendido  a  bolar,  mal  aya  la  dueña  y  el  que 
la  trae,  que  por  fuerza  me  fazen  justar».  E 
quando  Tristan  oyó  aquestas  palabras,   co- 
mencé a  reyr,  e  abaxo  la  lanya,  e  fuese  para 
el  cauallero,  e  dieronse  tan  grandes  golpes, 
(pie  Tristan  derribo  al  cauallero  en  tierra,  e 
])USO  la  mano  en  la  espada  i)ara  lo  herir,  y 
el  cauallero  pidió  merced.  É  Tristan  dixo: 
«Dezidme  vuestro  nonbre»;  y  el  cauallero 
ilixo:    «Yo   he  nonbre  Sagramor».   Tristan 


callo  porque  no  lo  conosciesse,  que  Sagra- 
mor era  mucho  su  amigo,  y  era  de  la  corte 
del  rey  Mares.  Y  el  no  conoscio  a  Tristan  ni 
a  la  reyna,  porque  venia  desconoscida.  E 
Tristan  dixo  a  Dinadan:  «Cauallero,  tomad 
essa  dueña».  «Señor,  dixo  Dinadan,  Dios  os 
faga  mal  a  vos  e  a  ella,  que  no  la  quiero, 
que  mucho  mal  ha  venido  a  mi  por  ella  e 
aquel  que  la  trae» .  E  Tristan  comencé  a  reyr, 
e  dixo  a  Sagramor:  «Cauallero,  caualgad  en 
vuestro  cauallo  e  tomad  vuestra  dueña,  e 
ydvos  con  ella  vuestro  camino»;  y  el  agra- 
desciogelo,  e  caualgo  en  su  cauallo,  e  tomo 
su  dueña  e  fuese  por  su  camino,  y  Tristan 
e  su  conpaña  anduuieron  tanto,  hasta  que 
fallaron  dos  caminos,  e  Dinadan  dixo:  «Se- 
ñor, ydos  con  la  buena  ventura  con  vuestra 
dueña,  que  yo  no  quiero  yr  en  vuestra  con- 
pañia»;  y  encomendólos  a  Dios  e  fuese  por 
su  camino,  que  nunca  con  el  pudieron  que 
fuese  con  ellos.  E  Dinadan  era  cauallero  sal- 
uaje,  y  era  gran  esgrimidor,  e  grande  de 
cuerpo,  e  gran  truhán,  assi  como  hombre  que 
anda  por  cortes  de  reyes,  e  auia  sido  buen 
cauallero,  y  era  rico  de  moneda  que  le  dauan 
los  reyes  y  los  caualleros,  e  y\m  muchas  ve- 
zes  i)Or  mensajero  de  vna  corte  a  otra,  y  es- 
carnecia  e  burlaua  con  todos,  asi  que  todos 
folgauan  del,  e  auian  plazer  con  sus  pa- 
labras. 

Dexemos   a  Dinadan,   e  tornemos  a  don 
Tristan. 

LV 

De  como  don  Tristan  e  la  reyna  llegaron  al 
castillo  donde  estañan  don  Langarote  del 
Lago  e  la  reyna  Ginebra. 

Dize  la  hystoria  que  Tristan  e  la  reyna 
Yseo  anduuieron  tanto  aquel  dia,  que  a  la 
noche  llegaron  cerca  de  vna  casa  que  era  de 
yuso  de  vn  castillo,  e  alli  posaron,  e  mien- 
tra (pie  apare jauan  de  cenar,  el  señor  del  cas- 
tillo embio  dos  escuderos,  e  dixeron  a  Tris- 
tan:  «Señor  cauallero,  el  señor  del  castillo 
vos  embia  mucho  saludar,  e  ruégaos  que  su- 
bays  a  el  e  aureys  todo  lo  que  ouierdes  de 
menester» .  E  Tristan  dixo:  «¿Quien  es  el  ca- 
uallero del  castillo?»  Y  el  escudero  le  dixo: 
«Su  nombre  no  lo  podeys  saber,  mas  es  un 
cauallero  de  la  corte  del  rey  Artur,  e  tiene 
consigo  vna  dueña,  y  el  castillo  a  nómbrela 
(tíosu  Guarda».  E  Tristan  divo:  «Ydvos  con 
la  buena  ventura,  e  dezilde  que  muchas  gra- 
cias a  el.  que  no  podria  yr  alia,  que  ya  es  no- 
che e  vengo  mucho  fatigado  del  camino» .  E 
los  escuderos  se  tornaron  para  su  señor  e  con- 
táronle todo   lo  que  auian  passado  con  don 


414 


LIBROS  DE  caballerías 


Tristan,  e  como  auia  consigo  vna  muy  her- 
mosa dueña.  E  quando  esto  ovo  el  cauallero. 
dixo:  «Tornad  a  el,  e  dezilde  que  yo  le  rue- 
go por  cortesía  que  suba  acá,  e  que  tomara 
seruicio  de  mi,  si  no  que  me  fara  descendir 
alia» .  E  rogarongelo  tan  cortesmente  de  par- 
te de  su  señor,  que  lo  ouo  de  aceptar.  E  don 
Tristan  encomendó  la  dueña  a  la  huéspeda, 
e  caualgo  en  su  cauallo  e  fuesse  al  castillo, 
y  el  cauaUero  le  salió  a  recebir,  e  fizóle  mu- 
clia  honrra,  e  conoscieronse  el  vno  al  otro; 
mas  pensaua  cada  vno  en  si  que  lo  no  conos- 
cia  el  otro;  e  llenólo  a  vna  cámara,  e  rogóle 
que  se  desarmasse,  e  quando  fue  desarmado, 
el  señor  del  castillo  se  fue  para  su  dueña,   e 
dixole:  «Señora,  sabed  que  este  cauallero  es 
don  Tristan  de  Leonis,  e  creo  que  la  dueña 
que  trae  consigo  es  la  rey  na  Yseo,  que  se 
viene  con  el» ,  Y  desto  fue  ella  muy  alegre; 
e  Langarote  torno  a  don  Tristan,  e  dixole: 
«Señor  cauallero,   ¿conosceysme?»    T  dixo 
don  Tristan:  «Señor,  a  mi  parece  que  vos  he 
visto» .  E  Lanr-arote  dixo:  «Vos,  señor,  soys 
don  Tristan  de  Leonis» .  Dixo  el:    «Verdad 
es,  y  creo  que  vos,  señor,  soys  don  Lanr-aro- 
te el  mi  intimo  amigo» .  E  fútrense  abracar 
con  muy  gran  amor,  e  don  Langarote  hizo 
poner  la  tabla,  c  tomaron  agua  a  manos,  e 
assentaronse  a  comer.  E  don  Tristan  se  puso 
a  la  tabla  por  dar  a  entender  que  no  traya 
dueña  ninguna,  e  comencaron  a  cenar,  mas 
dezia  en  su  coracon  que  auia  gran  gana  de 
ver  a  la  rey  na,  e  no  lo  podia  sofrir,  e  dixo  la 
reyna  Ginebra  a  Tristan:  «Cauallero,  quien 
dixesse  que  erades  enamorado,  no  diria  la  ver- 
dad». Dixo  Lanr-arote:  «Mucho  dezis.>.  Tris- 
tan  dixo:  «Señora,  ¿por  que  lodezis?»  Y  ella 
dixo:  «Porque  no  están  bien  dos  caualleros  a 
vna  mesa  con  vna  dueña,  e  yo  no  creo  que 
el  vuestro  coracon  sea  aqui,  ante  es  alia  de 
yuso  donde  aueys  dexado  la  rejTia  Yseo;  mas, 
cierto,  aqui  no  comeremos  mas  hasta  que 
vos  trayays  a  la  reyna».  E  Lanr-arote  e  Tris- 
tan  comenr-aron  a  reyr,  e  dixo  Lanr-arote  a 
Tristan:  «A  hazer  os  conuiene  lo  rpie  mi  seño- 
ra quiere,  que  no  se  puede  encobrir» .  Luego 
anbos  a  dos  caualgaron,  e  fueron  fuera  del 
castillo  do  estaña  la  reyna,  e  pusiéronla  en 
vn  palafrén  e  licuáronla  al  castillo.  E  las 
rey  ñas,  quando  se  vieron,  comcn(.-aronso  a 
abracar  e  besar:  e  assentaronse  a  la  tabla,  e 
no  se  demandaron  por  nueuas  fasta  que  ouie- 
ron  cenado;  quando  las  candelas  fueron  en- 
cendidas, ellos  se  leuantaron  de  la  tabla,  e 
las  dueñas  se  leuantaron  en  vno,  e  fablauan 
de  muchas  auenturas   que   cada   vna   auia 
passado  con   su  amigo,  e  de  las  canallerias 
que  auian  hecho  y  passado  con  ellos  de  sus 
amores,  e  de  como  eran  corteses  e  graciosos. 


e  muy  hermosos,  e  bien  hechos  e  apuestos.  E 
la  reyna  Ginebra  dixo:  «Por  cierto  vos  digo, 
que  de  fermoso  no  deue  Tristan  nada  a  nin- 
gún cauallero,  saluo  porque  vna  cosa  ge  lo 
impide  ya  quanto».  E  Yseo  dixo:  «Dezid  lo 
que  quisierdes,  que  en  el  miindo  no  ay  cosa 
que  le  desproporcione  de  su  fermosura,  e  si 
algo  tiene,  ruégeos  que  me  lo  digays,  porque 
vea  yo  si  es  assi  lo  que  dezis» .  E  la  reyna 
Ginebra  dixo:  «Señora,  la  cosa  es  que  el  es 
menguado  para  ser  bien  complido  en  hermo- 
sura, es  que  tiene  los  pechos  grandes  y  vn 
poco  altos».  E  la  reyna  Yseo,  quando  lo  oyó, 
dixo:  «Señora,  lo  que  dezis  que  le  pone  feal- 
dad, antes  es  al  contrario,  que  por  esso  es 
mas  apuesto  para  cauallero ;  que  tan  grande 
es  su  corar-on  que  le  faze  pujar  los  pechos,  y 
tan  grande  es  su  ardimiento  y  esfuerce  de 
coraron,  que  soy  marauillada  como  non  quie- 
bra por  medio» .  Y  la  reyna  Ginebra  otorgo 
con  Yseo  que  assi  era  verdad,  segund  las 
grandes  marauillas  que  LauQarote  le  auia 
dicho  de  Tristan,  y  dixo:  «Señora  reyna, 
dexemos  esta  fabla  de  nuestras  haziendas, 
e  hablemos  en  otra  cosa».  Y  mientra  las 
reynas  hablauan  en  lo  r|ue  les  plazia,  los  dos 
amigos  Tristan  e  Langarote  se  fueron  a  vna 
parte,  e  comenr-aronse  de  preguntar  el  vno 
al  otro  de  sus  faziendas,  y  de  sus  canalle- 
rias y  auenturas.  Y  mientra  en  aquestas  pa- 
]aV)ras  estañan  los  dos  amigos  e  las  dos  rey- 
nas, fue  passada  vna  gran  piega  de  la  noche, 
y  fueronse  a  dormir  en  camas  muy  ricas  a 
marauilla  cada  cauallero  con  su  dueña,  y  es- 
tuuieron  aquella  noche  en  solaz  muy  alegres; 
e  quando  vino  el  dia,  leuantaronse  los  caua- 
lleros, y  fueronse  a  ca.qa,.  y  truxeron  mucha 
y  buena,  y  estuuieron  alli  en  grand  solaz  y 
en  esta  buena  vida  los  quatro  amados  vn 
tiempo,  tomando  gran  plazer  y  hablando  en 
aquellas  cosas  que  a  ellos  mas  plazia.  Estan- 
do assi,  acaescio  que  vinieron  mensajeros  a 
Langarote,  de  parte  del  rey  Artur;  y  entra- 
ron por  el  castillo,  y  ellos  fueron  muj^  bien 
rescebidos,  y  después  que  ouieron  comido, 
ellos  dixeron:  «Señor  don  Langarote,  delan- 
te el  señor  don  Tristan  os  rogamos  y  dezimos 
de  parte  del  rey  Artur,  que  vos  nos  querays 
dar  a  la  reyna  Ginebra  jiara  llenar  a  la  cor- 
te, y  el  rey  vos  perdona  todo  su  mal  talante, 
y  ruegavos  que  torneys  en  su  corte  saluo  y 
seguro».  E  tanto  hizieron  los  mensajeros, 
que  Langarote  se  la  dio;  y  la  reyna  encomen- 
rlo  a  Dios  a  Tristan  y  a  la  reyna  Yseo,  y 
fuesse  con  sus  mensajeros,  y  allegaron  con 
ella  a  la  corte  del  rey  Artur,  r^ne  ninguno  no 
supo  (\\ie  la  reyna  era  yda.  E  quando  el  rey 
la  ouo  cobrado,  hizo  pregonar  i)r)r  toda  su 
corte  que  Langarote  pudiesse  entrar  y  salir 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


415 


saino  y  seguro,  e  las  nueuas  fueron  llegadas 
a  Lan9arote  a  la  Giosa  Guarda;  luego  quel 
supo,  encomendó  a  Dios  a  Tristan  y  a  la 
rey  na  Yseo,  y  dioles  aquel  castillo  por  joya, 
(]ue  fuesse  suyo,  y  HanvTTrofo-seTue  aXania- 
lot,  tanto  le  destruyo  el  amor  de  la  reyna  Gi- 
nebra, y  quando  fue  tornado  en  la  corte, 
toda  la  gente  fue  alegre  con  su  venida. 


LYI 

De  como  Gornalan  y  Brangol  llegaron  al  cas- 
tillo do  era  Tristan  e  Yseo,  con  otro  caua- 
llero  andante. 

Estando  Langarote  en  la  corte,  fizo  baste- 
cer vn  torneo,  y  las  nueuas  fueron  por  toda 
la  tierra,  tanto  que  lo  supo  Tristan,  y  fue 
triste  porque  no  tenia  escudero  fiel  a  quien 
encomendasse  a  la  reyna  Yseo,  y  no  sabia  si 
la  dexasse  o  si  la  lleuasse;  y  el  estando  pen- 
sando, fue  assi  que  en  aquel  lugar  allegaron 
dos  escuderos  con  vna  donzella,  y  el  escude- 
ro que  pensaua  del  cauallo  de  Tristan,  vino  a 
el,  y  dixo:  «Señor,  alli  de  yuso  son  llegados 
dos  escuderos  con  vna  donzella» .  Tristan  di- 
xo: «Decendid  alia,  e  conbidadlos  de  mi 
parte;  sabed  quien  son  y  de  qual  parte,  e  si 
demandaren  por  mi,  no  digays  quien  soy,  sai- 
no que  digays  que  soy  cauallero  andante  del 
reyno  de  Cornualla» .  E  descendió  y  pregun- 
tóles por  su  liazienda,  e  dixoles  lo  que  Tris- 
tan  les  auia  mandado.  Ellos  dixeron:  «Ami- 
go, decidnos  quien  es  el  cauallero  y  de  qual 
tierra».  «Señores,  dixo,  el  es  de  Cornualla». 
Y  dixo  Gorualan  entre  si:  «Si  es  el  de  Cor- 
nualla, este  es  Tristan»;  e  fue  a  Brangel  e 
contole  toda  la  razón  e  encomendóla  a  la  hués- 
peda e  dixo  al  otro  cauallero  que  traya  en  con- 
pañia  si  queria  subir  a  la  fortaleza  o  seguir 
su  camino  para  el  torneo  aplazado  por  el  rey 
Artur,  y  el  dixo  que  queria  caminar,  y  en- 
comendáronse a  Dios,  y  el  se  fue  para  el  cas- 
tillo, e  dixo  a  Brangel  quel  tornarla  por  ella 
si  fuesse  Tristan.  E  Tristan,  como  lo  vio,  di- 
xole:  «Gorualan,  vos  sea^'s  bien  venido»;  e 
fizóle  gran  honra,  e  la  reyna  Yseo  esso  mes- 
mo  dixo  (]ual  auentura  lo  auia  alli  traydo  en 
aquel  lugar,  e  Gorualan  les  dixo  en  como 
Brangel  estaña  de  yuso  en  la  casa,  y  luego 
les  contó  como  hauia  ydo  Brangel  a  Leonis  y 
«me  dixo  que  vos  erades  ydo  con  la  rejTia  de 
la  corte  ascondidamente;  c  ([uando  yo  supe 
esto,  partime  de  Leonis  a  buscar  a  vos,  y 
Quedin  quedo  por  señor  en  el  reyno» .  E 
quando  la  reyna  lo  oyó,  fue  muy  alegre,  y 
Gorualan  abaxo  ayuso  por  Brangel,  e  quando 
fue  en  el  castillo,  beso  las  manos  a  la  reyna. 


y  vmillose  a  sus  pies;  e  la  reyna  la  leñante,  e 
abrayola  e  besóla,  e  hizole  gran  honrra,  e  la 
reyna  le  pregunto  mucho  por  estenso  ipie  se 
dezia  en  la  corte  de  su  venida;  y  ella  dixo 
quel  rey  fazia  muy  gran  duelo,  e  que  todos 
creyan  que  fuessen  y  dos  al  reyno  de  Leonis, 
e  por  esto  yo  fue  alia.  E  assi  fablando,  passa- 
ron  gran  parte  del  dia,  e  cenaron  e  folgaron 
aquella  noche,  e  ala  mañana  dixo  Tristan  ala 
reyna:  «Señora,  vn  torneo  es  comentado,  e 
queria  yr  alia,  si  a  vos  plugiesse  quedar 
aqni  con  Brangel» .  E  tanto  le  rogo,  que  ella 
ge  lo  ouo  de  otorgar,  e  dixo:  «Mi  amado  se- 
ñor, avnque  me  es  grane  partirme  de  vues- 
tra conpañia,  yd  con  la  buena  ventura».  E 
aparejóse  de  todo  aquello  que  le  era  menes- 
ter, cenada  e  tienda,  como  a  cauallero  perte- 
nescia;  e  luego  caualgaron,  e  encomendaron 
a  Dios  a  la  reyna  Yseo  y  a  Brangel,  e  fueron- 
se  a  Camalot. 

LVII 

De  como  don  Tristan  derribo  al  rey  Artur  en 
el  torneo,  y  de  como  don  Tristan  e  don  Lan- 
garote se  conhieron. 

Anduuieron  Tristan  j  Gorualan  tanto  por 
sus  jornadas,  que  llegaron  a  Camalot,  y  alli 
j)usieron  su  tienda  arredrada  donde  auia  de 
ser  el  torneo,  e  quando  vino  el  dia  seña- 
lado quel  torneo  se  auia  de  hazer,  comentóse 
grande  e  bueno,  e  Tristan  se  armo,  e  caualgo 
en  su  cauallo,  e  adonde  vio  la  mayor  priesa 
de  los  caualleros,  fue  ferir  en  ellos, ^  fizo 
tanto  por  fuerza  de  armas,  que  no  hallo  caua- 
llero que  le  osasse  esperar  delante:  e  quando 
el  vio  que  auia  desbaratado  el  torneo,  el  se 
partió  dende  a  grandes  saltos  con  el  cauallo, 
e  quando  el  fue  salido,  el  rey  Artur  e  Lan(,'a- 
Qarote  fueron  marauillados  del  cauallero,  e 
dixeron  que  era  cauallero  de  gran  fuerza  que 
tan  esforcado  andana  en  el  torneo,  y  el  rey 
estuuo  con  gran  pensamiento,  e  todos  los  ca- 
ualleros dezian  que  quien  era  o  podia  ser  el 
cauallero.  E  Tristan  se  boluio  para  su  tienda, 
e  folgaron  aquella  noche  con  gran  alegría,  e 
Gorualan  le  fizo  bien  curar  de  su  cauallo; 
e  otro  dia  el  torneo  se  comenco  muy  fuerte,  e 
Tristan,  adonde  vido  la  maj^or  priessa  do  los 
caualleros,  alli  fue  herir,  y  si  bien  lo  hizo  el 
primer  dia ,  mejor  lo  fizo  el  segundo.  E 
quando  el  rey  e  los  caualleros  vieron  esto, 
fueron  marauillados  e  muy  ayrados,  y  el  rey 
dixo  a  LauQarote  que  se  armasse  e  fuesse  al 
cauallero,  e  Lan(,'arote  dixo  al  rey;  «Señor, 
si  al  cauallero  yo  fuesse,  no  me  seria  honrra, 
que  tanto  ha  fecho  oy  de  armas,  que  bien  se 
puede  tener  por  buen  cauallero» ;  y  el  rey. 


416 


LIBROS  DE  caballerías 


quando  vio  que  Langarote  non  quería  yr  alia, 
el  hizo  traer  sus  armas,  e  armóse,  e  caualgo, 
e  fuesse  para  el  eauallero,  e  Tristan,  quando 
lo  vio  venir,  puso  su  escudo  delante,  y  el 
rey  le  dio  tan  gran  golpe  sobre  el  escudo,  que 
quebró  la  langa,  e  otro  mal  no  le  fizo,  e  Tris- 
tan  le  dio  tal  golpe  con  la  espada  por  encima 
del  yelmo,  que  le  hecho  en  tierra  y  abollóle  el 
yelmo  en  la  eabe<,'a,  e  quando  Tristan  dio  el 
golpe,  la  mano  le  reuento  sangre,  e  luego 
Tristan  se  fue  para  su  tienda  e  Langarote  (/) 
se  fue  para  la  suya;  y  fue  desto  Lancarote 
muy  triste,  e  lo  tuuo  a  gran  desonrra,  e  otro 
dia  el  torneo  se  comenco  mas  grande  que  de 
primero.  Y  quando  fue  eomenoado,  Tristan 
se  fue  luego  ende,  e  firio  en  la  mayor  priessa 
de  los  caualleros,  e  hizo  tanto  de  armas,  que 
antes  que  todos  fuessen  llegados  echo  diez  ca- 
ualleros en  tierra.  Quando  Lanoarote  vio 
esto,  conoscio  que  aquel  era  el  eauallero  que 
derribara  al  rey  Artur,  e  luego  tomo  sus  ar- 
mas e  caualgo  en  su  cauallo,  e  fuesse  para  el 
eauallero,  y  el  rey  fue  desto  alegre,  e  dixo: 
«Agora  seré  yo  vengado  del  eauallero».  E 
quando  Langarote  llego  al  eauallero,  abaxo  su 
langa,  e  Tristan  se  fue  para  el,  e  dieronse  tan 
grandes  golpes,  que  ellos  e  loscauallos  caye- 
ron en  tierra,  e  quando  en  su  acuerdo  fueron, 
ellos  se  leuantaron,  e  pusieron  mano  a  las 
espadas,  e  combatiéronse  tan  mortalmente, 
que  el  rey  miraua  la  batalla  e  se  fazia  mara- 
uillado;  e  quando  fueron  combatidos  vna 
gran  piega,  ellos  se  tiraron  afuera,  e  luego  se 
leuantaron,  e  fueron  el  vno  para  el  otro,  e 
conbatieronse  los  caualleros  de  la  segunda 
batalla,  que  las  plecas  de  las  armas  andauan 
I)Or  tierra,  assi  que  todos  dexaron  el  torneo 
por  mirar  la  batalla  de  los  dos  caualleros,  e 
marauillauanse  como  lo  podian  durar  el  vno 
contra  el  otro.  Tanto  se  conbatieron,  que  an- 
dauan muy  cansados,  e  tiráronse  atrás  el  vno 
del  otro  i»or  cobrar  ñierra,  y  luego  se  leuan- 
taron e  fueronse  ferir  de  tan  grand  fuerga  e 
poder,  en  tal  manera  se  dauan  los  golpes  de 
las  espadas,  que  huego  salia  de  los  yelmos,  y 
Lauf-arote  se  arredro  afuera  e  dixo:  «Caua- 
llero,  batalla  de  torneo  no  es  tal  como  de  flo- 
resta; a  mi  paresce  que  la  quereys  llenara 
ñn,  porque  querría  saber  vuestro  nombre,  que 
mucho  Boys  buen  eauallero  en  este  torneo, 
fjorque  si  vos  soys  aquel  que  yo  ])ienso,  mu- 
cho seria  yo  alegre» .  E  Tristan  dixo:  «Señor 
eauallero,  ¿como  pode^'^s  ser  alegre  del  mi  co- 
noscimiento,  que  yo  soy  eauallero  estraño  de 
lueñe  tierra?»  Y  el  dixo:  «Cauallero.  yo  os 
ruego  por  cortesía  que  me  digays  vuestro 
nombre» .Y  el  dixo:    «Cauallero,   pues  (|ue 

(O  ,Artús.' 


tanto  me  aueys  rogado,  sabed  que  yo  he 
nonbre  don  Tristan  de  Leonis» .  Y  el  dixo: 
«Yo  Lancarote,  vuestro  amigo» .  E  luego  pu- 
sieron las  espadas  en  sus  vaynas,  e  fueronse 
abracar  de  buen  coragon,  e  fizieronse  grand 
honrra,  e  demandóse  el  vno  al  otro  de  su 
amiga,  e  las  pazes  fueron  hechas,  y  el  rey 
fue  alegre  e  dixo:  «Plazeme  mucho  porque 
los  dos  caualleros  son  auenidos,  mas  de  grand 
poder  es  el  cauallero,  que  Lancarote  lo  per- 
dona de  voluntad».  Y  Tristan  encomendó  a 
Dios  a  Langarote,  que  no  quiso  quedar  por 
ruego  que  le  hizo;  Tristan  caualgo  en  su  ca- 
uallo e  fuesse  para  su  tienda,  e  Langarote  se 
fue  para  el  rey  Artur  muy  alegre.  Y  el  rey 
le  dixo:  «Langarote,  dezidme  el  nombre  del 
cauallero  que  agora  se  partió  de  vos  con  gran 
honrra  e  amistad»;  y  el  dixo:  «Es  muy  noble 
cauallero;  su  nombre  nos  lo  diré  agora»;  y  el 
rey  le  aquexo  tanto  que  ge  lo  dixesse,  que  ge 
lo  houo  de  dezir  que  era  Tristan  de  Leonis,  y 
el  rey  fue  por  ende  muy  alegre,  e  Langarote 
dixo:  «Señor,  yo  os  mostrare  como  podreys 
verlo  e  fallaros  con  el;  basteced  vn  torneo  de 
aqui  a  veynte  dias  en  aqueste  lugar  mismo, 
y  el  verna» .  Y  luego  el  rey  mando  hazer  pre- 
gonar que  todos  los  caualleros  fuessen  llega- 
dos dentro  de  veynte  dias  en  aquel  lugar,  por 
fazer  otro  torneo.  E  Tristan  supo  de  aquel 
pregón.  E  dexemoslos  agora  estar  al  rey  Ar- 
tur e  a  don  Langarote  del  Lago,  e  tornemos  a 
contar  de  Tristan  e  de  la  rey  na  Yseo. 


LYIIi 

De  como  don  Tristan  c  Gomialan  llenaron  a 
la  reyna  Yseo  al  torneo  a  la  ciudad  de  Ca- 
'tnalot. 

Caualgo  Tristan  en  su  cauallo  e  tornóse 
para  su  castillo,  e  quando  fue  llegado  a  la 
reyna  Yseo,  ella  ouo  muy  gran  plazer,  e  pre- 
guntóle por  el  fecho  del  torneo,  e  Tristan  le 
contó  todo  como  auia  passado,  y  de  como  auia 
de  tornar  alia  otra  vegada,  e  dixo  la  reyna: 
«Señor  Tristan,  si  vos  y  des  alia,  yo  no  que- 
dare aqui,  que  bien  sabeys  vos  que  no  vine 
con  vos  sino  por  ver  vuestras  cauallerias» .  E 
Tristan,  quando  vio  que  la  reyna  lo  auia  a 
voluntad,  dixolo  que  la  lleuaria  alia,  y  estu- 
uieron  en  el  castillo  en  gran  alegría  fasta 
tres  dias  antes  que  fuesse  el  torneo,  e  apare- 
járonse Tristan  e  la  reyna,  y  Gorualan,  e  la 
donzella  Brangel,  y  quando  fue  el  alúa  del 
dia,  ellos  fueron  por  su  camino  liasta  que  lle- 
garon a  aquel  lugar  donde  auia  de  ser  el  tor- 
neo, e  alli  pussieron  su  tienda  al  pie  de  vn 
pino  acerca  de  vn  arroyo  de  muy  buena  agua. 


DON  TRISTAN  DE  LEOMS 


417 


e  quando  el  día  del  torneo  fue  venido,  el  rey 
Artur  hizo  aparejar  todos  los  buenos  caualle- 
ros,  y  fizo  bastecer  el  torneo  grande  y  muy 
rico,  y  comengando  el  torneo ,  Tristan  fue  a 
ferir  en  la  mayor  priessade  los  caualleros,  e 
tanto  fizo  en  poca  de  ora,  que  aquellos  que 
mirauan  el  torneo  dezian  que  aquel  no  era  ca- 
uallero  sino  diablo,  que  no  fallaua  quien  se 
le  parasse  delante .  Luego  el  salió  del  torneo 
escondidamente  (^),  e  quando  el  fue  en  la 
tienda,  descaualgo  y  hallo  la  mesa  puesta,  e 
assentaronse  a  comer,  e  después  de  comido, 
Tristan  se  despojo  y  acostóse  a  dormir,  y  la 
reyna  Yseo  con  el.  E  quando  el  rey  Artur  vio 
yr  del  torneo  al  cauallero,  dixo  a  don  Lan- 
carote:  «¿A^os  vistes  por  donde  ñie  el  caua- 
ílero?»  Y  Langarote  dixo:  «Señor,  bien  lo  he 
visto;  hazed  que  vayan  todos  a  ayantar,  e 
después  yremos  vos  e  yo  aijuella  tienda  a  fa- 
blar  con  el»  .  Luego  el  rey  fizo  poner  tablas, 
e  comieron,  e  desque  ouieron  comido,  el  rey 
tomo  por  la  mano  a  don  Langarote,  e  salie- 
ron muy  encubiertamente  e  fueronse  a  pie  a 
la  tienda  de  don  Tristan.  Y  ellos  andauan  al- 
derredor de  la  tienda  escuchando  si  estaua 
dentro  alguno,  e  Brangel  salió  a  la  puerta  de 
la  tienda  tanto  que  los  sintió,  e  vio  a  los  dos 
caualleros,  e  dixoles:  «De  mala  ventura  soys, 
caualleros,  que  assi  andays  escuchando  en 
derredor  de  la  tienda,  que  si  vos  supiessedes 
quien  es  el  cauallero  que  esta  dentro,  no  po- 
drían escapar  vuestras  personas  si  lo  el  su- 
piesse,  e  no  esta  en  cortesía».  Langarote  le 
dixo:  «Donzella,  dezid  al  cauallero,  por  cor- 
tesía, que  están  aqui  dos  caualleros  que  quie- 
ren hablar  con  el» .  Brangel  fuese  a  la  cama 
de  Triatan,  e  dixole:  «Señor,  leuantadvos, 
que  dos  caualleros  están  a  la  puerta  de  la 
tienda  a  pie,  que  quieren  hablar  con  vos».  E 
Tristan  dixo:  «Sabed  quien  son» .  E  Brangel 
se  torno  a  los  caualleros  y  les  pregunto  sus 
nombres,  y  ellos  dixeron  como  el  vno  era  el 
rey  Artur,  y  el  otro  Langarote  del  Lago;  e 
assi  torno  la  donzella  la  respuesta  a  Tristan. 
Quando  Tristan  oyó  esto,  leuantose,  y  vis- 
tióse vna  ropa  de  seda^,  y  llamo  a  la  reyna,  e 
dixole:  «Señora,  vestidos,  que  catad  aqui  al 
rey  Artur,  que  quiere  fablar  con  vos».  La 
reyna  se  leuanto  muy  alegre,  e  vistióse  muy 
ricamente.  E  Tristan  salió  de  la  tienda,  e 
quando  vio  a  los  dos  caualleros,  dio  a  enten- 
der que  no  conoscia  al  rey,  fue  abragar  a 
don  Langarote,  e  Langarote  dixo:  «Hazed 
honrra  al  rey» .  E  Tristan,  quando  lo  oyó,  hu- 
millóse a  los  pies  del  rey,  e  dixole:  «Señor, 


(•)  Walter  Scott,  en  su  Icanhoe,  imita  con  gran 
acierto  estas  circunstancias  del  torneo  de  Tristan,  al 
describir  el  de  Ashby. 

LIBROS   DE   CABALLERÍAS. — 27 


perdonadme,  que  yo  no  os  conoscia».  Y  el 
rey  comengo  a  reyr,  e  dixo  a  Tristan:  «Vos 
seays  bien  hallado,  e  yo  os  perdono»;  e  en- 
tráronse en  la  tienda.  E  quando  el  rey  vio  a 
la  reyna,  hizole  gran  honra,  y  el  se  assento 
cerca  deUa,  y  rentóla  mucho  la  grand  maldad 
que  fazia  a  su  marido  el  rey  Mares,  y  mucho 
se  le  querello  de  la  gran  maldad  que  la  reyna 
su  muger  le  hazla  con  don  Langarote.  E 
Tristan  e  Langarote  se  assentaron  de  la  otra 
parte,  e  loauan  mucho  sus  auenturas  el  vno 
al  otro,  e  dezian  sus  amores;  e  mientra  que 
estañan  en  esta  fabla,  Gorualan  e  Brangel 
dixeron:  «Estemos  prestos  para  que  después 
de  la  fabla  les  demos  fruta» .  E  quando  ouie- 
ron hablado,  llegáronse  todos  en  vno,  e  co- 
mieron de  la  fruta  e  beuieron  del  vino.  He- 
cha la  colación,  el  rey  e  Langarote  se  despi- 
dieron dellos,  y  mucho  le  rogo  el  rey  a  Tris- 
tan  que  se  fuesse  con  el  a  Camalot;  Tristan 
le  rogo  que  le  perdonasse,  que  otra  vez  yria. 
Assi  se  partieron  dellos,  e  tornáronse  para 
la  corte.  E  dexemoslos  estar,  y  tornemos  a 
don  Tristan  e  a  la  reyna  Yseo,  e  como  Tris- 
tan  e  la  reyna  dieron  el  yelmo  a  Dinadan 
que  lo  lleuasse  por  el  camino  por  su  amor. 


/^ 


LIX 


De  como  Tristan  e  la  reyna  Yseo  fueron  al 
otro  torneo  bien  acompañados  de  caua- 
lleros. 

Mando  Tristan  algar  su  tienda,  y  tornóse 
con  la  reyna  a  la  Griosa  Gruarda,  e  estuuieron 
vn  gran  tiempo  Tristan  e  la  reyna  en  ale- 
gria,  y  el  rey  Artur  pensó  de  bastecer  vn 
torneo  por  amor  de  Tristan  e  de  la  reyna,  el 
mas  grande  y  fermoso  que  ser  pudiesse,  e 
quiso  que  se  fiziesse  en  el  vergel  de  Verce- 
pon,  e  hizo  pregonar  por  toda  la  tierra  que  to- 
dos los  caualleros  se  aparejassen  a  tomar  ar- 
mas al  Vercepon,  que  el  rey  quería  bastecer 
vn  torneo  que  durasse  veynte  dias.  Toda  la 
gente  se  aparejo  a  tomar  lugares  por  ver  el 
torneo,  e  quando  Tristan  oyó  este  pregón, 
fue  alegre  e  fizo  aparejar  a  Brangel  pan  e 
vino  e  cenada,  y  las  otras  cosas  que  menes- 
ter ouiessen;  y  dixo  a  Gorualan  y  a  ella:  «Y^d, 
e  tomad  vn  buen  lugar»;  y  ellos  fueron,  e 
Tristan  e  la  reyna  quedaron  en  el  castillo 
hasta  el  dia  del  torneo.  Y  entretanto  llego 
vn  cauallero  a  la  casa  de  yuso  del  castillo,  e 
quando  Tristan  lo  supo,  embio  luego  vn  men- 
sajero al  cauallero  que  subiesse  a  tomar  ser- 
uicio,  y  tanto  fizo  el  mensajero,  que  lo  lieuo 
consigo,  e  quando  Tristan  lo  vio,  conosciolo 
que  era  Dinadan,  e  la  reyna,  como  lo  vio,  se 


418 


LIBROS  DE  caballerías 


coinenyo  a  reyr  e  lo  requirió  de  amor,  y  el 
dixo:  «Señora,  ruégeos  que  uo  me  metays  en 
pelea,  que  no  quiero  vuestro  amor  ni  vuestra 
amistad  ni  de  otra  jDersona  ninguna».  Ella 
dixo:  «Assi  me  ayude  Dios,  vos  no  soys  cor- 
tes eauallero,  que  dezis  villanía  a  dueña  que 
vos  requiere  de  amor».  Y  estuuieron  alli  en 
gran  solaz  fasta  ora  de  cena,  e  quando  fue- 
ron a  cenar,  Tristan  fizo  gran  lionrra  a  Dina- 
dan, mas  nunca  se  le  ñzo  conoscer;  e  quando 
ouieron  cenado,  la  rey  na  lo  requirió  otra  vez 
de  amor,  e  dixole  que  en  todo  caso  auia  aque- 
lla noche  de  dormir  con  ella;  y  el  dixo  que 
no  queria  a  ella    ni   a  su  amor  ni  a  otra 
dueña,  i^orque  el  mejor  eauallero  del  mundo 
era  perdido  por  dueña,  como  ya  otra  vez  auia 
dicho;  y  ella  dixo  que  qual  era  el  eauallero; 
y  el  dixo  que  avn  antes  eran  dos:  Tristan  de 
Leonis  y  Langarote  del  Lago,  e  otros  muchos; 
y  estuuieron  aquella  noche  en  plazer,  y  es- 
carneciendo e   burlando;  quando  vino  otro 
dia ,  la  dueña  se  metió  en  hablas  con  Dina- 
dan porque  no  se  partiesse  dellos,  e  fizie- 
ron  tanto,  que  ¡jor  sus  buenas  palabras  lo  de- 
tuuieron  fasta  el  dia  que  ouieron  de  andar  al 
torneo.  E  la  reyna  rogo  a  Dinadan  que,  por 
su  amor  della,  le  lleuasse  vn  yelmo  que  tenia 
vna  deiiisa  encima,  el  qual  deuria  traer  el 
mas  alto  enamorado  que  en  la  corte  ouiesse, 
y  el  le  prometió  que  lo  Ueuaria;  e  luego  tomo 
el  yelmo,  e  caualgo  en  su  cauaÚo,  e  fuesse  su 
camino  para  el  torneo,  e  Tristan  e  la  reyna 
caualgaron  e  fueronse  por  camino  de  Cama- 
lot,  e  tanto  anduuieron,  que  salieron  delante 
de  Dinadan,  que  assi  lo  concertó  Yseo  con 
Tristan  para  reyr  con  el.  E  quando  lo  vio 
Tristan,  dixo:  «Cauallero,   dexa  el  yelmo»; 
y  el  dixo:  «No  lo  dexare  por  cosa  del  mun- 
do, que  vna  dueña  me  lo  ha  dado  que  lo  llene 
por  su  seruicio».  Dixo  Tristan:  «O  dexad  el 
yelmo,  o  vos  aparejad  a  la  batalla» .  Dixo  Di- 
nadan: «No  le  dexare,  que  yo  lo  defenderé» ; 
e  dixo:  «Dios  de  mala  ventura  aquella  dueña 
que  me  lo  dio,  que  en  tal  priessa  me  ha 
puesto».   E  fueronse  a  ferir  de  tan  grandes 
golpes,  que  Dinadan  cayo  en  tierra,  e  quan- 
do el  fue  caydo,  dixo:  «¡Gracias  a  Dios  que 
ag(jra  he  aprendido  a  bolar  por  la  primera 
vez  que  yo  defendí  el  yelmo!».  E  Tristan 
dixo:   «Cauallero,  no  quiero  que  dexeys  el 
yelmo,  ante  quiero  que  lo  lleueys  en  nuestra 
compañía».  Y  el  dixo:  «Que  Diosos  faga  mal, 
que  vos  lo  dezis  por  tal  que  si  vos  hallardes 
algún  cauallero  que  os  derribe,  que  yo  os 
vengue  del».  E  Tristan  comen9o  de  reyr; 
quando  lo  vio  Dinadan  reyr,  conosciolo,  e  co- 
noscio  a  Yseo,  avnque  andana  en  habito  des- 
conoscido,  y  el  se  queria  yr  de  enojo,  e  tanto 
lo  rogaron  que  no  se  fuesse,  que  Dinadan  le 


prometió  que  no  se  partirla  dellos,  e  caualgo 
en  su  cauallo,  e  fueronse  todos  por  su  cami- 
no, e  todavía  la  reyna  Yseo  yua  burlando 
con  Dinadan,  rogándole  que  le  tuuiesse  se- 
creto, e  yendo  por  su  camino  encontraron  con 
Estor  de  Mares  que  yua  al  torneo,  e  visto  el 
yelmo,  dixo:  «  Cauallero,  el  yelmo  no  soys 
vos  digno  de  lo  traer».  «Por  la  mi  fe,  dixo 
Dinadan,  si  soy,  que  mi  señora  me  lo  dio, 
por  lo  que  no  lo  dexare  por  ninguna  cosa». 
Estor  de  Mares  dixo:  «Pues  aparejaos  a  la 
batalla» .  E  fueronse  ferir  el  vno  al  otro,  e 
oliéronse  tan  grandes  golpes,  que  Dinadan 
cayo  en  tierra,  e  dixo:  «Agora  he  bolado  dos 
vezes  por  el  diablo  que  me  dio  el  yelmo,  que 
por  otra  cosa  no  me  lo  dio  sino  por  razón  de 
me  hazer  morir».  Y  Estor  de  Mares  dixo: 
«Cauallero,  dadme  el  yelmo».  Dixo  Dinadan: 
«¿Por  que  os  daré  el  yelmo,  que  yo  me  bur- 
laua  con  vos,  que  queria  aprender  a  bolar?» 
Y  el  dixo:  «Cauallero  ¿que  os  faz  vuestro  bo- 
lar? Dadme  el  yelmo,  o  luego  sereys  muerto». 
E  Tristan  dixo:   «No  morirá,  ni  os  dará  el 
yelmo».  «¿Como?  ¿quereyslo  vos  defender?» 
Tristan  dixo  que  si,  e  fueronse  a  herir  el  vno 
al  otro.  Estor  de  Mares  quebró  la  lan9a  en 
Tristan,  e  Tristan  lo  hirió  que  lo  echo  en 
tierra,  e  con  gran  yra  puso  mano  a  la  espada 
e  quísole  dar  con  ella  vn  golpe,  y  Estor  de 
Mares  dixo:  ((Cauallero,  ¿quereys  llenar  esta 
batalla  a  fin?  Vos  no  soys  jurado  de  la  Ta- 
bla, si  no,  vos  no  os  conbatiriades  de  batalla 
mortal,  que  assi  lo  hazen  aquellos  de  la  Ta- 
bla Redonda».  «¿Como  lo  fazen?»  dixo  Tris- 
tan.  «Yo  os  lo  diré:  que  si  se  encontraren 
en  el  camino  e  derribare  el  vno  al  otro  e  de- 
mandaren sus  nombres,  si  son  de  la  Tabla 
aconpañense  si  su  compañía  les  plazei).  «Por 
Dios,   dixo  Tristan,  essa  vsan(,;a  quiero  yo 
mantener  de  aqui  adelante  y  ruégeos  que 
me  digays  vuestro  nonbreo.   Y  el  dixo:  «Sa- 
bed que  me  dizen  Estor  de  Mares » .  Tristan 
fue  alegre,  e  dixole:  «Estor  de  Mares,  ruego- 
vos  que  me  perdoneys,  que  yo  S03'  Tristan 
de  Leonis  el  vuestro  amigo,  y  este  es  Dina- 
dan, que  viene  con  nosotros».  Y  Estor  de 
Mares  fue  alegre,  e  dixo:   «Grracias  a  Dios 
que  yo  soy  combatido  con  vno  de  los  mejores 
caualleros  del  mundo»;  e  aconpañaronle  en 
vno,  e  fueron  por  su  camino  y  encontraron 
al  buen  Meliangas,  e  quando  el  vio  al  caua- 
llero con  el  yelmo,  dixo:  «Si  aqueste  es  mas 
alto  enamorado  que  no  yo,  por  Dios  yo  lo 
quiero  prouar»;  e  dixo:  «Cauallero,  dexad  el 
yelmo,  que  no  soy  digno  de  lo  traer».  Dixo 
Dinadan:  «Dios  os  de  mala  ventura,  que  no 
lo  aureys  sin  batalla,  e  fueronse  a  ferir,  y  al 
primer  golpe  Dinadan  cayo  en  tierra,  e  dixo: 
«No  es  menester  que  perdamos  el  vso  del  bo- 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


419 


lar,  que  ya  he  bolado  tres  vezes  por  la  mala 
puta  que  ine  lo  hizo  traer,  y  este  non  es  yel- 
mo, sino  mi  muerte,  y  Dios  la  meta  en  toda 
contienda  como  a  mi  ha  metido» .  Luego  Me- 
liangas  quiso   tomar   el  yelmo,  Tristan  le 
dixo:   «Cauallero,  uo  tomeys  el  yelmo,  que 
batalla  vos  conuiene  hazer,  que  de  lo  llenar 
no  soys  digno».  Luego  se  fueron  ferirde  gran 
poder  sobre  los  escudos,  e  Meliangas  cayo  en 
tierra,  e  Tristan  vino  sobre  el  con  la  espada 
en  la  mano,  y  dixole:  «Cauallero,  dezidme 
vuestro  nombre».  Y  el  dixo:  «Señor,  a  mi 
llaman  Meliangas»;  y  desto  Tristan  fue  muy 
alegre  porque  assi  se  auia  hallado  con  buenos 
caualleros  para  yr  en  su  conpañia.  Tristan 
se  fizo  conoscer  a  si  y  a  los  otros,  e  fueronse 
por  su  camino  para  el  torneo,  e  toparon  con 
el  buen  amigo  de  Tristan  Grariet,  que  yua  al 
torneo,  e  quando  vio  el  yelmo,  hizose  mara- 
uillado  e  dixo:  «Cauallero,  dexad  el  yelmo, 
que  a  vos  no  portenesce,  ni  soys  merecedor  de 
lo  traer,  que  otro  es  mas  digno  que  no  vos,  e 
quiéreme  conbatir  con  vos».  Dixo  Dinadan: 
«Dios  os  haga  mal  daño  y  a  aquella  que  me 
lo  dio,  que  tanto  este  yelmo  a  todos  esta  so- 
bre el  coragon.  Ca  ella  no  me  lo  dio  sino  por- 
que yo  tomasse  muerte  por  el,  mas  yo  lo 
echare  en  tal  lugar  que  jamas  cauallero  le 
vea,  que  quando  cuy  do  ser  fuera  de  vna  ba- 
talla, luego  hallo  otra  presta».  «Cauallero, 
dixo  Gariet,  dadme  el  yelmo,  o  os  conuiene 
conbatir».   Dixo  Dinadan:    «No  me  quiero 
conbatir  con  vos,  que  yo  veo  que  moriré, 
que  cierto,  ante  que  toques  a  mi,  yo  me  de- 
xare  caer  de  miedo  en  tierra» .  E  Grariet  se 
fue  para  el,  e  antes  que  llegasse  se  dexo 
caer,  e  dixo  Dinadan:  «Agora  veo  que  deuo 
perder  el  yelmo  y  el  cuerpo  por  el,  e  no  le 
ieuare  mas;  antes  lo  echare  donde  jamas  no 
le  vea  honbre,  que  cinco  vezes  me  ha  hecho 
bolar  a  mal  de  mi  grado» .  E  Gariet  quiso  to- 
mar el  yelmo,  y  Estor  de  Mares  dixo:  «Ca- 
uallero, aparejavos  a  la  batalla  e  no  tomeys 
el  yelmo,  que  no  soys  digno  de  lo  traer»;  y 
el  dixo:  «Si  soy,  e  quiero  la  batalla»;  y  fue- 
ronse a  ferir,  y  dieronse  tan  grandes  golpes, 
que  ambos  cayeron  en  tierra,  y  leuantaronse 
lo  mejor  que  pudieron,  e  pusieron  mano  a  las 
espadas,  e  comenyaronse  a  combatir  fuerte- 
mente, que  era  maraiiilla.  E  quando  la  rey- 
na  Yseo  vio  esto,  fue  para  los  caualleros,  y 
metióse  en  medio  y  dixo:  «Señores,  vosotros 
¿por  amor  de  quien  vos  os  combatís?»  Dixo  Ga- 
riet:  «Por  aquel  yelmo  me  conbato,  por  amor 
de  vn  cauallero  que  amo  mas  que  a  mi  mes- 
mo,  que  ha  nonbre  Tristan,  y  no  es  digno 
de  lo  traer  saluo  el,  que  estas  son  armas  de 
su  señora,  y  el  es  el  mas  alto  enamorado  del 
mundo» .  Dixo  el  otro:  «Yo  por  esso  mismo 


me  conbato» .  La  reyna  dixo:  «Caualleros,  no 
cale  que  se  faga  mas  esta  batalla  entre  vos; 
cierto,  es  suyo  de  quien  dezis» ,  e  diose  a  co- 
noscer a  Gariet,  y  ellos  por  ruego  de  la  reyna 
dexarou  la  batalla,  y  aconpañaronse  todos, 
e  fueron  para  el  torneo,  y  ellos  yendo  por 
su  camino,  toparon  con  Palomades,  e  quan- 
do vio  el  yelmo,   dixo:   «Cauallero  ¿quales 
diablos  os  ñzieron  traer  el  yelmo,  que  aqui 
esta  la  deuisa  de  la  dueña  que  tuue  por  mia, 
e  amóla  mas  que  a  todas  las  cosas  y  mucho 
mas  que  a  mi  mesmo?  y,  por  la  mi  fe,  no 
vos  yreys  sin  batalla» ;  y  llamólo  y  dixole: 
«Cauallero,  dexad  el  yelmo,  que  no  perte- 
nesce  a  vos  de  lo  traer,  sino  a  mi» .  E  Dina- 
dan dixo:  «Esta  mala  ventura  si  aura  fin,  e 
mal  haya  aquella  por  quien  lo  tome;  sea 
vuestro,  e  lleualde  con  el  diablo,  que  no 
quiero  morir  por  esta  razón,  que  si  todos  se 
bastecen   de   combatir   comigo,    mi  cuerpo 
seria  como  harnero»;   e  tiróse  el  yelmo  e 
quísole  dar  al  cauallero.  Estor  de  Mares  dixo: 
«Cauallero,  no  tomeys  el  yelmo,  que  no  soys 
digno  de  lo  traer».  «¿Como?,  dixo  Paloma- 
des,  ¿quereyslo  defender?  Pues  conbativos  lo 
mejor  que  pudierdes,  que  venido  soys  a  la 
batalla  e  a  la  muerte,  vos  e  todo  hombre  que 
lo  contrario  dixere» .  Luego  se  fueron  a  dar 
tan  grandes  golpes,  que  Estor  de  Mares  cayo 
en  tierra,  e  Palomades  cuy  do  caer,  e  detuuo- 
sele  el  cauallo.  E  Meliangas  le  salió  delante, 
e  Palomades  boluio  su  cauallo,  e  dieronse 
tan  grandes  golpes,  que  Meliangas  cayo  en 
tierra.  Y  Gariei  boluio  su  cauallo,  e  diole 
tan  gran  golpe,  que  el  escudo  le  passo  y 
entróle  el  fierro  de  la  lan§a  por  la  carne;  e 
Palomades  le  dio  tan  gran  golpe,  que  lo  echo 
en  tierra.  E  Tristan,  quando  vio  esto,  dixo: 
«¡Por  Dios,  de  gran  fuerza  es  el  cauallero 
que  assi  ha  derribado  los  caualleros!»;  e  bol- 
uio su  cauallo,   e  fueronse  a  ferir  de  tan 
grandes  golpes,  que  ambos  cayeron  en  tierra 
piernas  arriba.  E  luego  fueron  leuantados,  e 
metieron  mano  a  las  espadas,  e  comen9aron- 
se  a  conbatir  tan  fuertemente,  que  marauilla 
era.  E  Gariet  vio  que  Palomades  lleuaua  lo 
peor,   e  que   le   menguaua  la   fuerza;   ouo 
miedo  que  Tristan  le  matase,  e  metióse  en 
medio  de  ambos,  e  dixole:  «Cauallero,  tirad- 
vos  vn  poco  atrás,  e  escuchadme,  e  dezidme 
por  que  os  combatís  por  este  yelmo» .  Dixo 
Palomades:  «Porque  tiene  deuisa  de  la  dueña 
que  quiero  e  amo  mas  que  a  todas  las  cosas 
del  mundo,  e  ninguno  no  es  digno  de  lo 
traer,  saluo  don  Tristan  de  Leonis  o  yo». 
Entonces  dixo  Gariet:  «Cauallero  ¿vos  soys 
jurado  de  la  Tabla   Redonda?»   Palomades 
dixo  que  si.  E  Gariet  dixo:   «Por  el  sacra- 
mento que  aueys  fecho  a  la  Tabla  Redonda 


420 


LIBROS  DE  caballerías 


no  vos  conbatays  mas  vos  iii  el,  que  este  es 
Tristan  que  vos  esta  delante,  el  qual  es  mas 
digno  de  lo  traer  que  no  vos,  e  ruegovos  «^ue 
me  digays  vuestro  nombre» .  Y  el  dixo:  «Pla- 
zeme  que  lo  lleue,  mas  no  ay  cauallero  en  el 
mundo  con  que  yo  no  me  conbatiesse  sobre 
el,  e  por  amor  de  vos  yo  no  me  combatiré 
mas.  E  yo  he  nonbre  Palomades  el  pagano» . 
Quando  Gariet  oyó  esto,  rogo  a  Tristan  que 
perdonasse  a  Palomades  todo  el  su  mal  ta- 
lante. Tristan  perdonólo  e  abracóle,  y  fizie- 
ronse  mucha  honrra,  e  pingóle  a  cada  vno  de 
ser  en  vna  conpañia,  e  prometiéronse  todos 
de  ayudar  e  ferir  todos  en  el  torneo  contra 
los  otros  con  vna  mesma  voluntad;  e  caual- 
garon  e  anduuieron  tanto,  hasta  que  llega- 
ron a  vn  castillo,  e  alli  refrescaron,  e  adoba- 
ron sus  armas,  y  herraron  sus  cauallos,  e 
tomaron  muchas  langas,  e  vistiéronse  de  so- 
breuistas  verdes  ellos  e  sus  cauallos ,  por  tal 
que  no  fuessen  conoscidos,  e  partieron  de  alli 
bien  aconpañados;  e  anduuieron  tanto  fasta 
que  llegaron  al  vergel  del  Yercepon.  E 
quando  llegaron,  hallaron  a  Gorualan  e  a 
Brangel  que  auian  assentado  las  tiendas 
cerca  de  vna  fuente,  e  fueron  alegres,  e 
Tristan  dio  aposentamiento  a  cada  vno  por 
si,  e  estañan  esperando  el  dia  del  torneo.  E 
Gorualan  dixo  a  Tristan  como  vn  cauallero 
auia  estado  alli  muchas  vezes,  e  demandaua 
batalla,  e  preguntaua  que  cuyas  eran  las 
tiendas,  e  que  el  no  le  auia  dicho  nada.  E 
Tristan  le  contó  como  auia  encontrado  con 
Dinadan  e  con  los  otros  caualleros,  e  todo  lo 
que  les  auia  contescido,  e  como  auian  jurado 
en  vno  de  ser  con  el  y  de  se  ayudar  bien  e 
lealmente.  En  tanto  la  cena  fue  presta  e  as- 
sentaronse  a  cenar,  y  estauan  alli  esperando 
el  dia  del  torneo. 

LX 

De  como  Palomades  se  conhatio  con  el  caua- 
llero sin  pauor,  e  los  despartió  el  huen 
Tristan  de  Leonis. 

Dize  la  historia  que,  estando  los  caualleros 
assentados  a  la  tabla,  vieron  vn  cauallero  ar- 
mado que  demandaua  justa  a  vsanr-a  de  caua- 
lleros andantes.  Oyda  la  demanda,  Paloma- 
des  se  leuanto,  e  rogo  afetuosamente  a  Tris- 
tan  e  a  todos  los  otros  caualleros  que  le 
diesen  la  primera  batalla;  ellos  se  la  dieron. 
E  luego  fue  armado,  e  caualgo  en  su  cauallo, 
e  fuese  para  el  cauallero,  e  arredráronse  el 
vno  del  otro,  e  dieronse  tan  grandes  golpes, 
que  ambos  a  dos  cayeron  en  tierra,  y  luego 
ftieron  leuantados,  e  pusieron  mano  a  las  es- 
padas, e  ferianse  mortalmente,  e  la  reyna 


dixo:  «Aquellos  caualleros  que  sé  conbaten 
podrían  estoruar  nuestro  solaz  si  ellos  aca- 
bassen  la  batalla».  «Señora,  dixo  Tristan, 
dexaldos,  veamos  que  liaran,  e  quando  vi- 
nieren a  la  fin,  nos  somos  seys,  que  podre- 
mos mas  que  no  aquel» .  E  la  reyna  callo,  e 
los  caualleros,  quando  fueron  bien  conbati- 
dos  de  la  primera  batalla,  ellos  se  tiraron 
cada  vno  atrás  por  cobrar  fuerza,  e  a  j)Oca 
de  hora  leuantaronse  a  conbatir,  tan  braua- 
mente,  que  era  marauilla,  e  quando  Tristan 
los  vio  andar  asi  tan  ayrados  al  vno  e  al 
otro,  metióse  en  medio,  e  dixoles:  «Caualle- 
ros, por  amor  de  mi  os  ruego  que  dexeys  la 
bataUa,  y  escuchadme  por  cortesía»;  y  ellos 
se  tiraron  a  fuera.  Tristan  dixo  al  cauallero: 
«¿Soys  andante,  o  jurado  de  la  Tabla,  o  soys 
cauallero  estraño?»  «Señor,  dixo  el,  ¿por  que 
lo  demandays?»  El  dixo:  «Digolo,  porque  si 
soys  jurado  de  la  Tabla,  no  nos  combati- 
remos mas  con  vos,  e  si  soys  cauallero  es- 
traño, llenaremos  esta  batalla  a  fin».  El 
dixo:  «Sabed  que  soy  de  la  Tabla» .  Tristan 
dixo:  «Yo  soy  alegre.  Dezinos  vuestro  non- 
bre, e  deziruos  hemos  los  nuestros» .  El  dixo: 
«No  por  miedo,  mas  por  cortesía  os  lo  diré. 
A  mi  me  llaman  el  cauallero  sin  pauor» .  E 
quando  Tristan  supo  su  nombre,  ñie  muy 
alegre,  e  dixo:  «De  oy  mas  soy  yo  mas  se- 
guro de  llenar  la  honrra  del  torneo,  porque 
so  acompañado  de  tan  buenos  caualleros» .  E 
Tristan  se  fue  para  Palomades,  e  dixole 
como  era  el  cauallero  sin  pauor,  e  dixeron 
al  cauallero  sus  nombres  de  todos  los  otros, 
e  fueron  todos  muy  alegres,  e  dexaron  la  ba- 
talla, e  Tristan  los  tomo  por  las  manos  y  lle- 
nólos a  las  tiendas.  E  la  reyna  Y'seo  les  fizo 
gran  honrra,  e  todos  estauan  de  buenamente 
el  vno  con  el  otro,  y  estuuieron  en  gran  so- 
laz fasta  el  dia  del  torneo,  e  quando  el  dia 
fue  venido,  ellos  se  aparejaron  ricamente, 
assi  como  aquellos  que  auian  de  entrar  en 
batalla.  E  vna  mañana  ellos  se  partieron  de 
las  tiendas  e  fueron  a  donde  se  auia  de  fazer 
el  torneo,  e  licuaron  consigo  a  la  reina  Yseo, 
e  fallaron  el  torneo  muy  aparejado,  y  hechos 
andamies,  e  cadahalsos,  e  miraderos  donde 
mirauan  las  dueñas  e  donzellas,  e  la  otra 
gente  que  no  tomauan  armas.  Y  estando  ellos 
assi,  comentóse  el  torneo  muy  fuerte,  y  ellos 
se  fueron  de  dos  en  dos  buscando  el  mejor 
lugar  para  poner  a  la  reyna.  Y  quando  las 
gentes  los  vieron,  dezian  los  vnos  a  los  otros: 
«Quien  estos  caualleros  desbaratasse,  bien 
se  podria  tener  por  buen  cauallero»;  y  en 
tanto  ellos  dexaron  a  la  reyna  en  buen  lu- 
gar donde  pudiesse  ver  el  torneo,  y  estauan 
alli  reynas,  dueñas  e  donzellas  muy  hermo- 
sas, mas  la  reyna  Yseo  era  juzgada  por  la 


DON  TRTSTAN  DE  LEONIS 


421 


mas  lermosa  y  mas  ponposa  de  todas  qiian- 
tas  en  el  torneo  estañan.  Tanto  qne  todas 
tenían  que  dezir  de  su  beldad  y  fermosura, 
que  tanto  tenían  que  mirar  en  ella,  que  del 
torneo  no  se  curaiuin. 

Agora  dexemosa  lareyna  Yseo  e  a  las  otras 
dueñas  y  donzellas  que  estañan  mirando  en 
sus  andamies,  e  tornemos  a  los  siete  conpa- 
ñeros que  liazian  por  el  torneo. 


LXI 

De  como  los  déte  compañeros  caualleros  des- 
barataron el  torneo,  y  de  como  el  rey  Ar- 
tur  derribo  a  Tristan  de  Leonis  del  cauallo 
a  tierra  en  el  torneo. 

Después  que  ellos  ouieron  dexado  su  due- 
ña, apartáronse  a  vna  parte,  e  miraron  bien 
el  torneo,  e  a  la  maj^or  priessa  pussieron  sus 
escudos  delante  e  fueronse  a  herir.  E  prime- 
ramente el  cauallero  sin  pauor  dixo  a  Dina- 
dan: «Cauallero,  non  es  este  tiempo  a  donde 
aprenda  hombre  a  bolar.  Todo  hombre  se 
tenga  bien,  que  si  alguno  cayere,  no  le 
ayudare  a  leuantar» .  E  desto  se  comencaron 
a  reyr,  e  firio  el  buen  cauallero  sin  pauor,  e 
fizo  tanto  en  el  torneo,  que  antes  que  que- 
brasse  su  lauQa  derribo  mas  de  vna  dozena 
de  caualleros;  e  luego  firio  Palomades  de  tal 
poder,  que  enibio  doze  caualleros  a  tierra;  e 
los  siete  conpañeros  lo  hizieron  tan  bien,  que 
Dinadan,  que  era  el  menor,  derribo  siete 
caualleros,  e  Tristan  firio  el  mas  postrero; 
antes  que  quebrasse  la  lan^a  derribo  quinze 
caualleros,  dellos  heridos  e  dellos  no;  y  el 
rey  Artiita.  c|ue  miraua  la  batalla,  e  los  que 
con  el  eran,  se  marauillauan  de  los  siete  con- 
pañeros que  tan  bien  lo  fazian,  y  el  rey  lla- 
mo a  sus  caualleros,  e  mandóles  que  firies- 
sen  todos  en  los  siete  caualleros,  assi  que  la 
batalla  firio  contra  ellos.  Alli  veriades  golpes 
de  espadas  y  de  ma9as,  que  muchas  vezes  se 
fazian  abaxar  las  caberas  fasta  los  cuellos 
de  los  cauallos  a  mal  de  su  grado,  y  eran 
tan  grandes  los  golpes,  e  las  bozes,  y  el  ruy- 
do,  que  subia  a  las  altas  nuues;  e  alli  viera- 
des  la  color  de  la  reyna  Yseo  por  muchas 
vezes  muerta  quando  via  que  Tristan  ania  lo 
peor  de  la  batalla,  e  quando  via  que  Tristan 
auia  lo  mejor  de  la  batalla,  era  su  color  tal 
como  la  rosa;  e  tanto  fizieron  los  siete  conpa- 
ñeros, que  la  gente  del  rey  se  yua  retrayendo 
e  yua  menguando.  E  quando  el  rey  Artur  vio 
esto,  luego  fue  armado,  e  salió  en  su  cauallo 
con  gran  saña,  e  dixo:  «Agora  es  tiempo,  ca- 
ualleros, que  veamos  quales  son  mejores,  vos 
o  los  siete  caualleros» .  Y  el  rey  luego  fue  a 


ferir  contra  la  mayor  priessa,  e  dio  vn  golpe 
de  traues  a  Tristan  no  se  guardando  del,  que 
le  echo  a  tierra  del  cauallo.  E  quando  Dina- 
dan vio  a  Tristan  en  tierra,  dixo:  «Por  Dios, 
a  mi  dixeron  que  me  tuuiesse  bien,  que  nin- 
guno no  me  ayudaría,  e  assi  fare  yo  a  vos» .  Y 
desta  palabra  fue  sañudo  Palomades,  e  fuesse 
para  el  rey,  e  diole  tan  gran  golpe  del  espada 
en  la  cabera,  quel  rey  cayo  en  tierra  amorte- 
cido, y  al  caer  que  cayo  en  tierra,  quebróse 
vna  costilla,  e  toda  la  gente  creyó  que  era 
muerto,  e  Tristan  lo  fizo  tan  bien  a  pie,  que 
no  auia  cauallero  tan  esforgado  que  a  el  se 
osasse  allegar;  el  tirana  yelmos  de  caberas, 
e  hazia  golpes  estraños,  y  los  conpañeros 
llegáronle  el  cauallo;  y  el  caualgo,  e  quando 
la  reyna  lo  vio  en  el  cauallo,  fue  alegre,  e 
tan  rezio  se  conbatian  los  siete  conpañeros, 
que  los  caualleros  del  torneo  comentaron  a 
ñiyr,  y  ellos,  quando  vieron  que  ninguno 
osaua  esperar,  fueron  a  tomar  su  dueña  y 
tornáronse  a  sus  tiendas,  e  quando  la  noche 
fue  venida,  el  rey  fue  leuantado  del  campo  y 
llenáronlo  al  palacio,  e  pusiéronlo  en  su  rica 
cama. 

Lxn 

De  como  estando  el  rey  Artur  en  su  cama, 
acompañado  de  médicos  y  perlados^  embio 
for  Langarote. 

Muy  triste  fue  la  corte,  porque  los  médi- 
cos dezian  qne  el  rey  estaña  peligroso,  a 
cuya  causa  el  torneo  no  se  fizo.  E  quando 
supo  el  rey  que  no  se  fazia  el  torneo,  fué 
muy  triste,  e  fizo  llamar  a  Langarote,  e  di- 
xole  que  por  que  no  se  hazia  el  torneo,  y  el 
respondió  que  por  su  ferida  no  se  fazia,  e 
avn  que  toda  la  caualleria  estaña  muy  triste. 
Luego  el  rey  mando  pregonar  que  se  apare- 
jassen  todos  los  caualleros  para  el  torneo  el 
siguiente  dia,  e  assi  fue  fecho,  que  otro  dia  se 
juntaron  todos.  E  caualgaron  luego  los  siete 
compañeros,  e  fueronse  al  torneo,  e  pusie- 
ron su  dueña  con  las  otras  dueñas.  E  después 
fueronse  en  la  mayor  priessa  de  los  caualle- 
ros de  la  parte  del  rey  Artur,  y  comenoaron 
a  pelear  muy  fuertemente.  Assi  que  en  poca 
de  hora  desbarataron  todo  el  torneo.  E  tanto 
hizieron  los  siete  compañeros,  que  no  falla- 
uan  ninguno  que  los  osasse  esperar,  e  don 
La  nf -aróte  fue  mucho  marauillado  en  que  los 
siete  compañeros  aiiian  llenado  el  campo 
aquellos  dos  dias;  e  los  caualleros  llenaron 
su  dueña,  e  fueronse  para  sus  tiendas,  y  el 
canpo  fue  leuantado,  e  cada  vno  se  torno  en 
su  lugar.  ¿Que  vos  diré?,  que  los  siete  con- 
pañeros les  duro  siete  dias  la  compañía  bien 


422 


LIBROS  DE  CABALLEEIAS 


y  lealmente,  que  entre  ellos  no  entro  nin- 
guna traycion  ni  descortesia,  fasta  quePalo- 
mades  la  mouio  por  la  reyna,  que  le  sacaua 
de  su  seso  e  moría  por  ella,  e  dixo  entre  si 
mesmo  que  de  ma  manera  o  de  otra  faria 
mucho  por  auer  la  rey  na,  y  que  si  en  aquel 
tienpo  no  la  auia,  que  jamas  en  ningún 
tienpo  la  podria  auer,  e  acordó  consigo  quel 
primer  dia  que  el  torneo  ftiesse  mezclado, 
que  saldría  en  la  mayor  priessa  fuera  del 
torneo,  e  mudarla  las  armas,  e  vernia  a  sus 
compañeros,  e  si  pudiesse  matar  a  Tristan,  e 
muerto,  el  haría  en  manera  que  la  rey  na 
Yseo  quedasse  en  las  tiendas,  que  no  fuese 
al  torneo.  E  dixo:  «Si  puedo  matar  a  Tris- 
tan,  yo  tomare  la  reyna,  y  llenarla  he  comi- 
go,  que  no  he  miedo  que  ningún  cauallero 
me  la  ose  quitar  por  ftier^a  de  armas».  E 
assi  como  lo  ouo  pensado,  luego  en  aquel 
instante  lo  puso  por  obra,  que  no  lo  quiso 
mas  detardar,  e  quando  vino  el  dia  que  se 
fazia  el  torneo,  el  dixo:  «Señores  caualleros, 
a  mi  paresce  que  hazemos  locura  en  llenar  la 
reyna  cada  dia  con  nosotros,  e  por  esto  jdo- 
driamos  ser  conoscidos,  que  deueys  pensar 
que  asi  ay  buenos  caualleros  como  nos,  e  por 
auentura  podríamos  entrar  en  vna  tan  gran 
priessa,  que  a  nos  no  podríamos  defender  y 
seriamos  desonrrados  todos  tiempos,  e  per- 
deríamos la  dueña,  que  nos  seria  gran  ver- 
guenca.  Porque  a  mi  paresce  que  ella  que- 
dasse aqui  con  Gorualan  e  Brangel» .  Y  en 
esto  se  acordaron  los  siete  caualleros,  e  to- 
uieron  por  bien  que  ella  quedasse  alli,  e 
holgaron  todos  aquella  noche  con  gran  pla- 
cer, e  quando  vino  la  mañana,  ellos  se  le- 
uantaron,  e  caualgaron  en  sus  cauallos  e 
fueronse  al  torneo,  e  hallaron  que  era  ya 
comencado,  y  ellos,  do  vieron  la  mayor 
priessa,  comencaron  a  ferir  valientemente. 
E  quando  la  batalla  fue  mezclada.  Paloma- 
des  salió  fuera,  e  fuese  para  vn  castillo  que 
estaua  cerca  de  alli,  e  mudóse  las  armas,  e 
vistióse  vnas  armas  negras,  y  esto  no  lo  vie- 
ron sus  conpañeros,  saluo  Gariet  que  lo  vio, 
e  quando  ouieron  peleado  vna  gr;;n  pieza, 
luego  el  torno  a  la  batalla,  e  fue  a  ferir  con- 
tra los  seys  (^)  compañeros,  e  ñzo  mucho  por 
les  hazer  daño.  Y  quando  el  vio  que  les  no 
podia  hazer  daño,  salióse  de  la  mayor  priessa, 
e  fuesse  a  la  reyna  Yseo,  e  dixole:  «Señora, 
todos  los  siete  caualleros  mis  conpañeros  son 
muertos,  saluo  yo  solo  que  escape,  e  por  esso 
me  he  vestido  de  armas  negras,  y  en  ningún 
tiempo  me  vestiré  sino  de  negro  hasta  que 
yo  me  haya  vengado  por  mis  manos».  E 
quando  ella  entendió  esto,  comento  a  llorar 

(')  El  texto:  «siete». 


y  sospirar,  e  Brangel  con  ella,  mas  Gorua- 
lan no  pudo  creer  estas  palabras,  y  entendió 
aquello  por  que  Palomades  lo  hazia,  e  dixo: 
«Señora,  no  desmayeys  por  estas  palabras, 
que  esto  no  puede  ser  verdad  en  ninguna 
manera  que  otro  ouiesse  quedado  sino  el,  e 
por  esto  conortadvos  fasta  la  mañana,  que, 
si  por  ventura  a  ellos  ha  venido  alguna  des- 
dicha, no  puede  ser  que  a  la  mañana  no 
venga  aqui  alguno».  E  con  estas  palabras  se 
confoito  la  reyna,  e  Palomades  dixo  que  era 
tienpo  de  hazer  lo  que  pensado  auia,  e  co- 
menoo  a  dezir:  «Señora,  vos  sabeys  bien  la 
pena  que  yo  passo  por  vuestro  amor  tan 
gran  tienpo  ha,  e  pues  agora  tal  dicha  me  a 
venido,  de  merced  os  pido  que  os  vays  co- 
migo,  y  yo  por  vuestro  amor  tomare  baptis- 
mo;  todo  tienpo  os  seruire».  E  la  reyna 
dixo:  «¡O  falso  cauallero,  desleal!  e  ¿como 
osaste  parecer  ante  mi  con  tan  falsas  razo- 
nes? ¿tu  ^io_piensas  jjuel  amor  es  tan  poco 
poderoso _que_  quitar  pueda  "tni  tarTgran  fe 
como  con  Tristan  tengo?  tales  nueuas  y  ma- 
neras mal  pensadas  las  frayas,  e  ¿como 
puede  ser  tantos  buenos  caualleros  e  sobre 
todos  mi  Tristan,  assi  fuessen  vencidos  e  tu 
no?  Apártate  delante  mi,  e  jamas  oses  pare- 
cer do  yo  estuuiere,  que  antes  yo  mesma  me 
daré  la  muerte  que  no  fazer  cosa  de  lo  que 
osaste  dezir,  que  quiero  esperar  a  mi  amigo 
Tristan  muerto  o  biuo».  Dixo  entonces  Pa- 
lomades: «¿Vos  aueys  otro  amigo  sino  al  rey  . 
Mares  de  Cornualla?»  La  reyna  dixo:  «Al_rgy  / 
Mares  yo  tengo  por  mi  señor,  mas  a^rista,n 
tengo  por  señor,^¿,mi"gn;  aqueste  quiero  es- 
perar fasta  que  sepa  la  verdad».  Estando  en 
estas  palabras,  vieron  venir  los  seys  conpa- 
ñeros, e  Gariet,  que  auia  visto  la  maldad  de 
Palomades,  e  le  auia  visto  de  lexos  estar  a 
las  tiendas,  anduuo  quanto  pudo,  e  llamólo, 
e  dixole:  «Cauallero  falso,  esperad,  que 
nunca  mereciste  tanto  la  muerte  como  agora» . 
E  quando  Palomades  lo  vio,  no  respondió 
nada,  e  boluio  su  cauallo  e  fuesse  su  camino, 
e  quando  Tristan  e  los  otros  fueron  llegados, 
la  reyna  Yseo  ñie  alegre,  e  dixo:  «¡O  Tris- 
tan  el  mi  señor,  e  los  otros!  vos  seays  bien 
venidos,  que  oy  en  este  dia  he  sofrido  gran 
pena,  que  Palomades  vino  aqui,  e  dixo  que 
vos  e  los  otros  erades  todos  muertos  en  el 
torneo,  e  por  esso  se  auia  vestido  de  armas 
negras,  e  dixo  que  las  no  dexaria  fasta  que 
ouiesse  vengan9a,  e  yo  creymelo,  e  fuera 
muerta  sino  por  Gorualan  que  me  conorto, 
por  que  vos  ruego  que  de  oy  mas  no  me  de- 
xeis  en  las  tiendas  sola» .  Y  ellos  fueron  muy 
tristes,  e  descaualgaron,  e  desarmáronse,  e 
estuuieron  alli  en  plazer.  E  Tristan  juro  en- 
tonces que  la  primera  vez  (|ue  topasse  con 


DON  TRTSTAN  DE  LEONTS 


423 


Paloniades.  que  lo  ilaria  la  muerte,  y  esso 
mesmo  dixeron  todos  los  otros.  Dixo  Dina- 
dan: «Si  vos,  señora,  os  cubriessedes  la  cara 
quando  Palomades  os  viesse,  que  no  pare- 
ciessedes  tan  hermosa ,  fariadeslo  cuerda- 
mente. E  no  es  marauilla  que  el  es  salido  de 
seso  por  vos,  que  a  mi  mismo  fazeys  lo 
mesmo,  que  seys  vezes  me  aueis  fecho  bolar 
con  vuestro  j^elmo» ,  E  desto  comen(;-aron  a 
reja-.  El  cauallero  sin  pauor  non  fue  cosa 
alegre,  antes  fue  'oiwj  triste,  e  dixo  que 
queria  dexar  el  torneo  e  yr  a  buscar  a  Palo- 
mades para  se  conbatir  con  el  hasta  la  muer- 
te, e  por  las  lionrras  que  mucho  le  auian 
fecho  le  pesaua;  e  Gariet  e  Meliangas  le  ro- 
garon que  quedasse  alli  fasta  quel  torneo 
fuese  aleado,  e  dixo  que  le  plazia.  Estuuie- 
ron  aquella  noche  en  gran  plazer,  e  durmie- 
ron, que  ellos  estañan  cansados  de  los  golpes 
que  auian  dado  e  rescebido. 

Agora  dexemoslos  estar  holgando  en  las 
sus  tiendas,  e  tornemos  a  Palomades. 


Lxrri 

De  como  Palomades  hirió  en  el  torneo  contra 
los  seys  caualleros  sus  conpañeros. 

Palomades  se  ñie  por  la  floresta,  e  no  le 
consintió  el  coracon  folgar,  porque  no  auia 
acabado  aquello  que  queria,  e  llamauase 
mezquino  e  catino  cauallero;  e  toda  la  noche 
anduuo  por  la  floresta,  e  quando  vino  la 
mañana,  los  caualleros  se  aparejaron,  e  pu- 
sieron a  la  reyna  en  su  palafrén,  y  ellos  to- 
maron sus  armas  e  lo  que  ouieron  menester 
como  hombres  de  torneo,  e  caualgaron  en 
sus  cauallos  e  fueronse  para  el  torneo,  e 
pusieron  la  reyna  en  su  miradero  con  las 
dueñas,  e  luego  fue  comentado  el  torneo 
grande  e  bueno;  e  los  caualleros,  donde  vie- 
ron la  maj'or  priessa,  fueron  a  ferir  tan  fuer- 
temente, y  ellos  rescebian  muy  grandissi- 
mos  golpes,  assi  que  muchas  veces  ouieron 
de  desbaratar  el  torneo.  T  entretanto  llego 
Palomades,  que  traya  las  armas  amarülas. 
como  hombre  desesperado,  e_firio.contra  los 
seys  caualleros  sus  conpañeros,  e  dio  un  gol- 
pe a  Dinadan  que  lo  echo  en  tierra.  E  Tristan 
fue  sañudo,  e  dixo:  «No  vos  cale  hacer  es- 
carnio de  mi,  que  dixistes  que  no  me  ayu- 
dariades» ;  y  esto  lo  dixo  por  lo  que  Dinadan 
le  auia  dicho  el  primero  dia,  e  acordosele 
entonces  dello;  «mas  agora  vos  haze  menes- 
ter ayuda».  E  fuessc  contra  el  cauallero,  e 
diole  tan  grande  golpe  en  la  cabera,  que  lo 
amorteció,  y  el  cauallero  dixo  que  si  otro 
tal  golpe  le  diesse,  que  bien  caerla  en  tierra 


y  que  seria  conocido,  e  luego  salió  del  torneo, 
e  non  torno  alli  aquel  dia.  Tristan  fizo  en 
manera  que  Dinadan  caualgo  en  su  cauallo, 
e  fizieron  tanto  los  seys  conpañeros,  que, 
por  fuerza  de  armas,  antes  que  fiíesse  ora  de 
nona  ouieron  vencido  el  torneo,  e  no  halla- 
ron cauallero  que  los  osasse  atender,  e  luego 
salieron  del  canpo,  e  tomaron  su  dueña,  e 
fueronse  a  sus  tiendas  con  gran  alegría.  El 
rey  e  Lancarote  se  marauillauan  mucho  de 
los  seys  caualleros,  e  ellos  estuuieron  aquella 
noche  en  gran  solaz,  y  reyan  mucho  de  Palo- 
mades, el  qual  no  estaña  alegre,  antes  muy 
triste  desmayado  por  aquello  que  auia  fecho, 
e  estuuo  atendiendo  cinco  dias  algún  caualle- 
ro con  quien  el  se  aconpañasse  para  yr  contra 
los  seys  conpañeros,  e  quando  el  vio  que  no 
se  hazia  lo  que  queria,  ouo  de  dexar  el  tor- 
neo, e  pensó  de  yr  a  la  ciudad  de  Tintoyl  al 
rey  Mares  de  Cornualla,  y  quel  haria  tanto 
con  el,  que  le  diesse  caualleria,  e  quel  yria 
a  buscar  a  Tristan  do  quier  que  lo  fallasse, 
e  que  le  haria  en  guisa  que  matarla  a  la  rey- 
na e  a  Tristan.  Mas  de  todo  quel  pensó  no 
fue  ninguna  cosa,  porque  no  lo  quiso  hacer 
el  rey  Mares,  e  porque  no  lo  quiso  creer, 
mas  antes  le  fizo  echar  de  la  corte  muy  de- 
sonrradamente,  por  el  escarnio  que  primera- 
mente le  auia  fecho  quando  le  demando  el 
don  por  el  seruicio  que  auia  fecho  a  la  reyna 
quando  la  saco  de  la  corte. 

E  agora  dexemosle  yr  sus  auenturas  bus- 
cando, e  tornemos  a  los  seys  compañeros. 


LXIY 

De  como  Tristan  e  don  Langarote  del  Lago  se 
combatieron  en  el  torneo. 


Estando  los  seys  caualleros  conpañeros 
para  yr  al  torneo,  a  cabo  de  quinze  dias  quel 
torneo  se  comenco,  el  rey  Artur  se  armo,  e 
rogo  a  Lancarote  que  se  armasse.  E  Lan(;-aro- 
te,  por  honrra  del  rey,  lo  hizo,  e  aparejáronse 
todos  los  caualleros  de  todas  partes,  e  el  tor- 
neo fue  comencado  grande  e  brauo;  luego 
los  seys  conpañeros  pusieron  la  dueña  en  los 
andamies,  e  fueron  herir  en  la  mayor  priesa, 
e  fizieron  tanto  por  fuerca  de  armas,  que  a 
poca  de  ora  no  fallaron  cauallero  que  los 
osasse  atender.  Langarote  fue  en  el  canpo,  e 
fuesse  para  los  seys  caualleros,  y  el  primero 
que  encontró  fue  Estor  de  Mares,  e  diole  tan 
grande  golpe,  que  lo  echo  en  tierra;  e  Tris- 
tan,  quando  lo  vio,  fuesse  para  Lan^arotej^e 
tan  fuertes  encuentros  se  dieron,  que  ambos 
quebraron  las  langas.  E  metieron  mano  a  las 
espadas,  e  los  cinco  caualleros  fizieron  tanto 


4:24: 


LIBROS  DE  caballerías 


por  ftierca  de  armas  a  pesar  de  toda  la  caua- 
Ueria,  que  fizieron  caualgar  a  Estor  de  Ma- 
res, e  metiéronse  en  la  priessa,  y  anian 
tanto  de  liazer,  que  no  se  podían  ayudar  a 
don  Tristan ,  que  se  conbatia  con  don  Lan- 
garote, y  de  sus  ai-mas  salía  fuego  de  los  gol- 
pes que  se  dauan.  Y  el  rey  e  los  otros  caua- 
lleros  que  los  vían  se  marauillauan  de  Tris- 
tan  que  todo  tienpo  conbatia,  e  assi  traya 
muy  malamente  a  Lancarote.  E  la  reyna 
Yseo,  quando  vio  a  su  Tristan  en  tan  gran 
priessa,  e  que  sus  conpañeros  no  le  podían 
ayudar,  ella  auia  gran  dolor  en  su  coraron, 
e  Tristan  que  la  veya,  conoscío  que  ella 
auia  grande  pesar,  e  comenr-o  a  esforzarse 
e  hazer  bien  su  batalla,  antes  quel  fuesse  co- 
nocido ni  la  reyna  Tseo.  E  díxo  entre  sí 
Tristan:  «Agora  es  venido  el  punto  e  la  hora 
de  la  muerte,  ca  tu  estas  con  tan  valiente 
cauallero,  e  tus  compañeros  non  te  pueden 
ayudar,  e  sí  en  este  punto  demuestras  tus 
fuercas,  por  todos  tiempos  seras  preciado  e 
tenido,  que  tu  lidiaras  con  vuo  de  los  mejores 
caualleros  del  mundo;  mas,  porque  tienes  a 
la  reyna  Tseo  delante,  es  menester  que  tu 
te  esfuerces,  y  eres  venido  en  lugar  que,  si 
eres  vencido,  terna  todo  el  mundo  que  qual- 
quier  cauallero  te  podría  quitar  la  dueña,  y 
la  has  perdido  por  couardia ,  y  sera  desou- 
rrada  ella  e  tu;  por  que  conuíene,  Tristan, 
que  hagas  oy  en  este  día» .  E  luego  comengo 
a  dar  tan  grandes  golpes  a  Langarote,  que  lo 
fazia  salir  de  sesO;,  y  esso  mesmo  Lan(;'arote  a 
el.  E  arredráronse  vn  poco  por  folgar,  e  díxo 
Lancarote  entre  si  mesmo,  que  gran  poder 
auia  aquel  cauallero,  y  que,  después  que  el 
traxera  armas,  no  hauía  fallado  cauallero  que 
tan  grandes  golpes  le  diesse,  e  llamólo,  e 
tlixole:  «Cauallero,  querría  saber  que  caua- 
llero andante  soys  vos  que  quereys  llenar  a 
fin  la  batalla,  y  por  esto  querría  saber  vues- 
tro nonbre,  sí  soys  del  mí  parentesco,  del  li- 
naje del  buen  rey  de  Boner,  que,  sí  vos  soys 
de  aquellos,  no  me  combatiré  con  vos».  E 
Tristan  díxo:  «Yo  no  soy  del  vuestro  linaje, 
e  mi  nombre  no  podeys  saber  hasta  que  me 
dígays  el  vuestro».  Y  el  díxo:  «A  mi  dizen 
Langarote  del  Lago,  si  lo  conoceys» .  E  Tris- 
tan  tomo  la  espada  por  la  punta,  e  díxo: 
«Señor  Lancarote,  tomad  mí  espada  y  hazed 
de  mi  aquello  que  vos  quisierdes;  y  ruegovos 
que  me  perdoneys  vuestro  enojo,  que  aueys 
auído  la  honrra  de  la  batalla;  que  yo  so  el 
vuestro  especial  amigo  Tristan  de  Leonis» . 
Quando  Lancarote  oyó  esto,  tomo  gran  pla- 
zer,  como  aquel  que  temía  la  muerte,  e  tomo 
su  espada  por  la  punta,  finco  las  rodillas 
ante  Tristan,  e  dixole  las  mesmas  palabras 
que  Tristan  le  hauía  dicho  a  el,  y  dauale 


la  honrra  de  la  batalla,  y  echaron  ambos  los 
escudos,  y  tornaron  las  espadas  en  sus  vay- 
nas,  y  fueronse  abracar  con  gran  amor,  y 
desto  fue  alegre  e  gozosa  la  reyna  Yseo,  y  el 
rey  Artur  e  toda  la  gente  se  marauíUo,  y  fue- 
ron  muy  alegres;  e  don  Tristan  rogo  a  don 
Lancarote  que  no  dixesse  a  nadie  su  nombre, 
y  luego  caualgaron  en  sus  cauallos,  e  Tristan 
se  fue  a  los  cinco  caualleros  sus  compañeros, 
que  lo  auian  hecho  tan  bien  que  no  los  osa- 
uan  esperar  ningunos,  evlixoles:  «Compañe- 
ros, salgamos  de  aqui,  r*ie  yo  soy  conocido, 
y  tomemos  nuestra  dueña,  y  vámosnos;  e 
los  compañeros  le  rogaron  que  les  dixesse 
el  nombre  del  cauallero  con  quien  se  auia 
conbatido,  e  Tristan  les  dixo:  «Sabed  que  es 
valiente  cauallero,  y  es  don  Langarote  del 
Lago».  E  tomaron  su  dueña,  y  fueronse  a 
sus  tiendas,  e  folgaron  y  estouieron  en  gran- 
de solaz;  e  quando  Lancarote  fue  llegado  al 
rey  Artur,  el  le  pregunto  que  quien  era  el 
cauallero  con  quien  se  auia  conbatido,  que 
assi  se  auian  hallado  amigos,  e  don  Langa- 
rote comencé  a  reyr,  e  díxo:  «Señor,  sabed 
que  es  vuestro  amigo  Tristan  de  Leonis».  Y 
el  rey  fiie  muy  alegre,  e  dixole:  «¿Sabeys 
vos  donde  esta  con  sus  compañeros?»  Y  el 
díxo  que  bien  lo  sabia.  E  Lancarote  se  des- 
armo, e  tomo  al  rey  por  la  mano,  e  sacó- 
lo a  vna  parte,  e  dixole:  «Señor,  vamos  al 
buen  cauallero  don  Tristan  de  liConis  e  a 
sus  conpañeros».  E  caualgaron  y  fueronse 
para  las  tiendas,  e  fallaron  a  Tristan  e  a 
sus  conpañeros  jugando  a  las  tablas,  y  esta- 
ñan en  gran  plazer,  y  Lancarote  entro  den- 
tro e  saludólos  muy  cortesmente,  y  ellos  le 
tornaron  las  saludes,  y  el  les  díxo:  «Señores, 
el  rey  Artur  es  aquí  venido,  e  quiere  hablar 
con  vosotros» .  Luego  Tristan  e  los  otros  se 
leuantaron,  y  dexaron  el  lugar,  e  fueron 
ante  el  rey,  e  omillaronsele.  E  el  les  dixo: 
«Señores  caualleros,  vosotros  seays  bien  ha- 
llados, que  cierto  haueys  mostrado  vuestro 
ardimiento  e  gran  bondad  en  este  torneo, 
porque  vos  ruego  que  vos  vayays  comigo 
para  Camalot,  e  hazerme  heys  grand  hon- 
rra». Y  ellos  dixeron  que  les  plazia,  e  luego 
pusieron  a  la  reyna  Yseo  en  vn  palafrén,  e  a 
Brangel  en  otro  muj^  ricamente  atauíadas,  y 
ellos  caualgaron  en  sus  cauallos,  e  fueronse 
para  la  tienda  del  rey  al  vergel  del  Verce- 
pon,  e  a  esto  se  allegaron  todos  los  caualleros 
de  la  corte,  en  que  supieron  que  aquel  que 
auia  hecho  tantas  cauallerias  e  tantas  bonda- 
des era  Tristan  e  sus  compañeros,  e  dixeron 
que  Tristan  auia  mostrado  bien  toda  su  fuerca 
e  ardimento  con  Lancarote,  e  allí  fizieron 
vnos  con  otros  gran  fiesta;  e  quando  el  tor- 
neo fue  del  todo  fenescído,  el  rey  e  toda  la 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


425 


corte  se  partieron  de  alli  para  yr  a  la  ciudad/ 
de  Camalot,  e  qiiando  ftieron  vna  legua  de 
la  ciudad  a  vn  monesterio,  alli  holgaron 
aquella  noclie,  e  a  la  mañana  caualgaron,  y 
fueron  para  la  ciudad,  e  quando "entraron  en 
la  ciudad,  la  reyna  Yseo  e  la  reyna  Ginebra 
se  apearon,  y  fueron  a  pie  por  la  ciudad  con 
sus  dueñas  e  donzellas.  Y  el  rey,  e  Tristan, 
e  Lanoarote,  con  la  caualleria,  fueron  todos 
a  pie  con  las  rey  ñas  con  muy  gran  lionrra, 
e  todos  dauan  el  loor  de  la  hermosura  a 
Yseo,  e  dezian  que  no  auia  en  el  mundo 
mas  fermosos  dos  enamorados  que  don  Tris- 
tan  e  la  reynairTséo;  y  estouierón  en  gran 
alegría  e  Tolgura  quinze  dias. 

E  agora  dexemoslos  estar,  e  tornemos  a 
contar  del  rey  Mares  de  Cornualla. 


LXY 

De  como  el  rey  Mares  fue  a  Camalot  por 
auer  venganza  de  Tristan,  e  como  el  rey 
Artur  los  conformo  a  Tristan,  e  a  el,  e  a 
la  reyna,  e  los  traxo  consigo  a  Cornualla. 

Dize  la  historia  que  quando  Palomades 
fue  en  la  ciudad  de  Cornualla,  embio  a  dezir 
al  rey  Mares  muchas  palabras  que  el  faria 
contra  Tristan,  y  el  rey  no  le  quiso  creer, 
antes  le  embio  a  dezir  que  no  pareciesse  ante 
el,  como  de  suso  es  dicho,  e  Palomades  fue 
por  su  camino  y  el  rey  quedo  pensando  como 
tomarla  venganza  de  Tristan,  que  assi  por 
reynos  estraños  lo  desonrraua,  y  pensó  de 
yr  a  Camalot,  y  que  el  rey  le  darla  consejo 
e  le  ayudarla  contra  Tristan.  E  luego  se  apa- 
rejo con  veynte  caualleros  de  sus  priuados 
encubiertamente,  e  fuesse  con  ellos  fasta 
que  llego  a  Camalot,  e  fizólo  saber  al  rey 
Artur.  E  el  rey,  quando  supo  estas  nueuas, 
saliólo  a  recebir,  e  fizóle  gran  honrra.  E  a  la 
reyna  e  a  Tristan  peso  mucho,  que  bien  co- 
nocieron que  no  venia  sino  por  ellos,  y  pen- 
saron de  auer  consejo  sobre  ello,  e  Dinadan 
hablo  con  Tristan  en  secreto  que  a  el  dexasse 
poner  remedio,  quel  buscarla  manera  como 
se  conformasse  con  su  tio.  Luego  Dinadan, 
quando  ouo  hablado  esto,  ordeno  con  Grorua- 
lan  que  essa  noche  se  acostasse  Tristan  con 
la  reyna  en  el  lecho,  y  que  pusiessen  en 
medio  de  ambos  la  espada  ('),  e  assi  acorda- 


(')  Este  incidente  se  halla  también  en  el  Sir  Trix- 
tj-em  inglés,  y  en  el  Trixtrán  de  Godofredode  Estras- 
burgo, pero  en  ambos  de  distinta  manera.  En  el  Trin- 
trán  de  Godofredo  de  Estrasburgo,  Tristan  é  Iseo, 
que  moran  en  la  gruta  del  bosque,  temiendo  (}ue  el 
rey  Marcos  les  vea  durante  aiis  cacerías,  se  acuestan 
colocando  la  espada  desenvainada  entre  ambos,  en 


y 


de   lo  fazer,  e  fecho,  Dinadan  se 
para  el  rey  Artur,   e  dixole:    «Señor 


fue 
¿vos 


quereys  ver  el  amor  que  es  entre  Tristan  c 
Yseo?»  Y  el  dixo:  «Si,  de  voluntad»;  eleuolo 
encubiertamente  a  la  cámara  donde  dormían 
Tristan  e  la  reyna,  e  vieron  como  dormían 
arredrados  el  vno  del  otro,  e  allegáronse  a 
ellos,  e  vieron  la  espada  de  Tristan  do  estaua 
en  medio  dellos  desnuda,  e  saliéronse  fuera, 
e  Dinadan  dixo  al  rey  Artur:  «Señor,  agora 
podeys  ver  que  la  reyna  Yseo  no  ha  que  ver 
con  Tristan,  que  no  se  vino  con  el  sino  con 
desseo  de  ver  sus  cauallerias,  e  por  ver  sus 
hechos,  porque  Tristan  es  buen  cauallero  e 
muy  cortes,  e  ella  le  rogo  que  la  Ueuasse  con- 
sigo do  quier  quel  fuese,  y  el  no  le  oso  dezir 
de  no»  .Y  el  rey  dixo  que  lo  creya  que  era  assi 
como  lo  dezia,  e  Dinadan  le  rogo  que  traba- 
jasse  de  conformar  a  Tristan  y  a  la  reyna 
Yseo  con  el  rey  Mares,  y  el  ge  lo  prometió, 
y  el  rey  partióse  de  Dinadan  y  fuesse  para 
el  rey  Mares,  y  comentaron  a  contar  de  sus 
auenturas.  Empero  don  Tristan  nunca  se 
partía  de  don  Langarote,  que  ellos  dos  mucho 
se  amanan,  ni  la  reyna  Yseo  de  la  reyna 
Ginebra.  El  rey  Artur  y  el  rey  Mares  esto- 
uierón en  sus  hablas  todo  aquel  dia,  y  entre 
los  caualleros  del  rey  Mares  era  vn  buen 
amigo  de  Tristan,  que  era  Sagramor.  E  vino 
vn  dia  Sagramor,  e  hablo  con  el  rey  Artur, 
e  dixo:  «Señor,  agora  podeys  meter  paz  entre 
el  rey  Mares  e  Tristan»;  y  el  dixo  que  le 
plazia,  quel  haria  su  poder,  que  ya  lo  auia 
comentado.  Dixo  Sagramor:  «¿En  que  mane- 
ra?» El  rey  dixo:  «Yo  fue  llegado  este  dia 
donde  dormía  don  Tristan  e  la  reyna,  e  vi 
que  su  espada  estaua  desnuda  entre  anbos  a 
dos,  por  que  yo  no  puedo  creer  que  hagan 
maldad» .  E  Sagramor  fue  alegre  destas  pa- 
labras, y  dixo:  «Señor,  esso  creo  yo  bien 
que  es  asi,  por  que  vos  ruego  que  essas  pala- 
bras digays  al  rey  Mares».  Luego  el  rey 


señal  de  respeto.  Marcos,  guiado  por  un  cazador,  entra 
en  la  grata  y  descubre  á  su  sobrino  y  á  Iseo,  quedan- 
do convencido  de  su  inocencia. 

En  el  Sir  Tristrem,  Tristan,  habiendo  matado  un 
gamo  y  llevádolo  á  la  gruta,  se  duerme  junto  á  Iseo, 
y  sin  designio  premeditado,  deja  entre  él  y  su  amada 
el  arma  que  le  sirvió  para  descuartizar  al  animal.  El 
rey  Marcos,  que  andaba  de  cacería,  entra  en  la  gruta 
y  descubre  á  los  amantes,  induciendo,  de  la  circunstan- 
cia de  la  espada,  qne  no  existe  ningún  trato  criminal 
entre  su  sobrino  y  la  reina. 

La  colocación  de  un  arma,  en  señal  de  respeto,  entre 
el  hombre  y  la  mujer  que  duermen  juntos,  es  lugar 
común  de  muchos  cuentos  y  tradiciones  medioevales. 
Se  observa  también  en  la  literatura  oriental,  por  ejem- 
plo, en  el  cuento  de  Lan  mil  y  una  nochea  rotulado: 
Aladdino,  ó  la  lámpara  niararilloxa,  donde  Alad- 
dino  coloca  un  sable  desenvainado  entre  él  y  la  prin- 
cesa Badrulbudur  la  primera  noche  que  con  ella 
duerme. 


426 


LIBROS  DE  caballerías 


ArtTir  ftiesse  para  el  rey  Mares,  e  hablaron 
en  ello,  e  Sapramor  estmio  con  ellos,  y  el 
rey  Artur  dixo  al  rey  Mares:  «Rey,  yo  os 
querría  rogar,  por  vuestra  cortesía,  que  me 
diessedes  vn  don,  el  qual  es  que  hagays  paz 
con  vuestro  sobrino» .  Y  el  rey  dixo:  «Señor, 
;como  me  podeys  rogar  que  le  perdone  ni 
haga  paz  con  el.  que  assi  me  ha  desonrrado. 
no  solo  aqui.  pero  en  todos  los  reynos?»  E  el 
rey  Artiir  dixo:  «Señor,  sabed  que  de  estas 
cosas  que  vos  recelays,  que  no  ay  nada,  que 
os  puedo  tanto  dezir,  que  yo  vue  en  voluntad 
de  prouar  a  Tristan  e  a  la  reynaTseo  si  fazian 
maldad,  e  vna  noche,  mientra  ellos  dormian 
en  el  lecho,  yo  entre  alia,  e  hállelos  arredra- 
dos el  vno  del  otro,  y  estaua  en  medio  dellos 
el  espada  de  Tristan  desnuda,  por  que  os 
digo  que  no  puedo  creer  que  ellos  hagan 
maldad  en  vno» .  Y  el  dixo:  «Pues  ¿por  que 
saco  a  la  reyna  de  la  corte?  E  mucho  me  ma- 
rauillo,  si  es  assi  como  vos  dezis».  Dixo  el 
rey  Artur:  «Cierto  es  assi,  que  yo  lo  vi».  E 
dixo  el  rey  Artur:  «Yo  vos  diré  por  que  lo 
ha  hecho.  Dizen  que,  quando  Tristan  saco  a 
la  reyna  de  la  corte  del  rey  su  padre  para 
llenarla  a  vos  por  muger,  que  le  prometió 
que  si  el  ñiesse  algunas  partes  o  algunos 
torneos,  que  la  llenaría  consigo,  y  el  no  le 
oso  dezir  de  no» .  E  dixo  el  rey  Mares:  «Esso 
puede  bien  ser,  por  que  vos  ruego  que  me 
demandeys  a  don  Tristan  desto  y  del  espada, 
e  yo  lo  quiero  prouar  bien  e  saber  la  verdad» . 
Y  el  rey  Artur  dixo  que  le  plazia.  Luego 
Sagramor  se  ftie  para  Tristan,  e  dixole  toda 
la  habla  que  era  hecha,  e  Tristan  paro  mien- 
tes en  aquestas  palabras,  y  el  rey  Artur  y  el 
rey  Mares  se  partieron  de  en  vno,  y  el  rey 
Artur  demando  por  Tristan,  e  vino  luego  y 
demandólo  el  fecho  de  la  verdad,  y  por  qiie 
traya  la  rejua.  Yseo,  y  por  que  hazia  aquella 
desonrra  a  su  tio,  que  era  muy  mal  hecho. 
E  Tristan  dixo:  «Bien  es  verdad  que  no 
hago  yo  aquesto  sino  por  desonrra  del  rey 
Mares,  que  me  ha  querido  matar  a  gran 
tuerto,  y  en  verdad,  señor,  yo  vos  diré  por 
que  razón  trayo  a  la  reyna  comigo.  Yo  le 
prometí,  al  tiempo  y  ora  que  la  saque  de  la 
corte  del  rey  su  padre,  que  yo  la  llenaría 
donde  ella  quisiesse,  e  porque  ge  lo  prometí, 
no  le  podre  dezir  de  no,  e  no  entendays  que 
lo  he  fecho  por  otra  cosa,  y  esto,  señor, 
puede  creer  por  muy  cierto» .  Y  el  rey  Artur 
lo  creyó.  E  luego  que  la  habla  ftie  hecha, 
partióse  el  rey  Artur  de  Tristan  muy  con- 
tento e  alegre  de  lo  que  le  dio,  e  ftiesse  al 
rey  Mares  por  le  conformar  con  su  sobrino 
Tristan,  e  dixole:  «Señor  rey,  sabed  que  yo 
he  hablado  con  Tristan  mucho  largo,  e  da 
buena  desculpa  de  la  trayda  de  la  reyna,  e 


digovos,  rey  Mares,  e  consejovos,  que  no 
creays  de  oy  adelante  todas  las  cosas  que  os 
dixeren,  que,  por  Dios,  Tristan  es  tan  vir- 
tuoso cauallero.  que  no  siento  ninguno  que 
no  holgasse  de  le  tener  en  su  corte» .  E  el  rey 
Mares  ftie  muy  alegre  e  estouieron  a%si 
aquella  noche,  e  dixo  que  queria  ver  como 
ponian  la  espada  entre  ambos;  e  otro  dia  de 
mañana  ordeno  don  Lancarote  que,  quando 
se  acostasse  Tristan  con  la  reyna  Yseo,  que 
pusiesse  la  espada  entre  ambos  a  dos  otra 
vez,  y  que,  quando  los  reyes  entrassen  en  la 
cámara  de  Tristan  e  llegasen  al  lecho,  fizies- 
sen  el  e  la  rejnia  que  dormian  y  que  no  sen- 
tían nada.  E  quando  vino  la  noche,  los  dos 
reyes  e  Sagramor  entraron  escondidamento 
en  la  cámara  de  Tristan,  e  los  dos  amados 
fingeron  que  dormian  muy  rezio,  e  que  no 
sentían  ninguna  cosa,  y  entonces  el  rey 
Artur  aleo  la  ropa  dencima,  e  vieron  la  es- 
pada de  Tristan  desnuda  en  medio  de  anbos 
a  dos,  e  ellos  fueron  muy  marauillados  e  tor- 
náronse al  palacio,  e  los  dos  amados  queda- 
ron en  vno. 

LXYI 

De  como  el  rey  Artur  fizo  juntar  en  su  jicda- 
do  a  todos  los  caualleros. 

El  rey  Artur  otro  dia  fizo  ayuntar  los  ca- 
ualleros todos  en  su  palacio,  e  dixo  al  rey 
Mares:  «Señor,  yo  os  ruego,  por  cortesía  e 
por  honrra  de  mí  corte,  que  perdoneys  todo 
vuestro  enojo  a  Tristan  e  a  la  reyna  Yseo, 
que,  por  cierto,  su  intención  de  ambos  non 
ha  sido  jamas  en  cosa  de  deseruiros  ni  os 
dar  mengua,  e  tal  ha  parescído».  Y  el  rey 
Mares  dixo:  «Señor,  por  vuestra  honrra,  e 
por  honrra  de  vuestra  corte,  yo  le  perdono 
todo  mí  enojo  que  le  auía,  e  sea  perdonado 
de  Dios  e  de  mi» .  Luego  el  rey  Artur  e  los 
caualleros  de  su  corte  le  dieron  muchas  gra- 
cias, y  embíaron  por  Tristan.  Y  el  vino  lue- 
go con  Lancarote,  y  el  rey  Artur  tomo  a 
Tristan  por  la  mano,  e  dixo:  «Rey  Mares:  yo 
os  presento  a  Tristan  vuestro  sobrino,  e  os 
lo  pongo  en  poder  para  que  fagays  del  toda 
vuestra  voluntad» .  Y  el  rey  Mares  le  resci- 
bio  muy  alegremente.  E  Tristan  hinco  las 
rodillas  a  sus  pies,  y  besóle  la  mano,  e  pi- 
dióle merced  que  le  perdonasse  todo  su  enojo, 
y  el  le  dixo:  «Sobrino,  vos  seays  bien  veni- 
do, e  perdonovos  todo  el  desseruício  que  me 
aneys  fecho,  e  aya  malauentura  Aldaret  e 
aquellos  que  me  han  metido  esta  mal  qíie- 
rencía  entre  vos  e  mi  y  la  reyna,  e  de  aquí 
adelante  non  quiero  que  sea  assi»...  E  luego 
la  reina  Yseo  e  la  reyna  Ginebra  fueron  an- 


DON  TETSTAN  DE  LEONTS 


427 


te  los  reyes,  y  la  reyna  Ginebra  dixo:  «Rey 
Mares,  agora  os  podeys  tener  por  alegre  por 
tal  dueña  y  por  tan  noble  cauallero  como 
Tristan  e  la  reyna  Tseo  que  teneys  en  vues- 
tra compañía  y  en  vuestra  conformidad,  que 
por  ellos  anbos  es  franco  el  reyno  de  Cor- 
nualla,  como  sabeys».  Y  el  rey  Mares  dio 
grandes  gracias  a  la  reyna  Ginebra  de  la 
guarda  y  honrra  que  auia  fecho  a  la  reyna 
Yseo.  la  qual  se  omillo  delante,  e  dixo:  «Se- 
ñor, de  merced  os  pido  que  por  Dios  e  por  la 
honrra  de  la  corte,  que  aqui  presente  esta, 
me  perdoneys,  que  verdaderamente  no  ha 
sido  mi  venida  de  vuestra  corte  por  daros 
mengua,  ni  Dios  tal  quiera,  saino  por  ver 
las  cauallerias  de  Tristan».  T  el  rey  dixo: 
«Reyna,  ya  esta  assi  creydo,  e  yo  os  perdo- 
no todo  mi  deseruicio,  e  de  oy  mas  no  se 
faga  assi  como  fasta  aqui» .  E  todas  las  due- 
ñas y  donzellas  de  la  corte  fueron  alegres 
por  su  concordia,  y  estuuo  el  rey  Mares  en 
Camalot  quanto  le  plugo  en  gran  solaz,  e 
Tristan  lo  seruia  todavía  lo  mejor  quel  podia, 
e  vn  dia  dixo  el  rey  Mares  a  Tristan:  «So- 
brino ¿quereys  vos  yr  comigo  a  Cornualla?» 
Y  Tristan  dixo:  «Señor,  yo  quiero  quedar 
aqui  entre  los  buenos  caualleros  de  la  Ta- 
bla» .  Y  por  esto  el  rey  Mares  fue  muy  ayra- 
do,  e  dixo  entre  su  coraron  quel' le  faria  todo 
daño  quel  pudiese;  e  fuesse  para  el  rey  Ar- 
tur,  e  dixole  toda  la  razón  que  auia  passado 
entre  el  e  Tristan  su  sobrino,  como  quería 
quedar  en  Camalot  e  que  no  queria  yr  con 
el  en  Cornualla.  E  el  rey  Artur  dixo  que  si 
yria,  mas  que  se  temia.  Y  el  rey  Mares  le 
prometió  bien  e  lealmente  sobre  su  corona 
que  no  le  haria  sino  honrra  e  bien,  «por  que 
os  ruego  que  le  rogueys  que  se  vaya  comigo, 
por  tal  que  la  gente  no  pueda  fablar  del 
mal,  e  daré  a  entender  que  yo  le  di  la  rey- 
na porque  la  lleuasse  consigo  por  ver  las  ca- 
uallerias del  mundo» .  E  luego  el  rey  Artiir 
hizo  llamar  a  Tristan,  y  el  vino  con  Lanoa- 
rote,  y  el  rey  le  dixo:  «Yo  os  ruego,  por  el 
amor  mió,  que  os  vays  en  compañía  del  rey 
Mares  vuestro  tio  en  su  tierra,  e  fazerle 
heys  gran  honrra  en  ello».  «Señor,  dixo 
Tristan,  pues  os  plaze,  fazerlo  he  por  vues- 
tra honrra,  mas  que  por  mi  voluntad  yo  no 
yria  alia» .  E  tanto  le  rogo  e  le  dixo  el  rey 
Artur,  que  Tristan  le  prometió  que  yria 
con  el;  e  quando  supieron  que  Tristan  auia 
de  yr  con  el  rey  Mares,  los  caualleros  del  rey 
Artur  fueron  muy  tristes,  e  mucho  mas  Di- 
nadan,  el  qual  dixo  al  rey  Artur:  «No  c^ 
xeys  yr  a  Tristan  a  Cornualla,  quel  rey  Ma- 
res le  dará  la  muerte» .  Y  en  esto  Lanr-arote 
se  fue  al  rey  Mares,  e  dixole  delante  de  la 
corte:  «Rey  Mares,  yo  vos  ruego  que  me  di- 


gays  si  vos  aueys  de  fazer  daño  a  Tristan , 
e  cosa  que  lo  torne  en  desonrra».  Y  el  rey 
Mares  le  prometió  que  le  no  faria  sino  hon- 
rra e  bien,  y  Lanoarote  dixo  al  rey:  «Yo  vos 
digo  delante  todos,  que  si  vos  fazeys  a  Tris- 
tan  algún  enojo,  que  yo  fare  tanto  con  las 
mis  gentes,  que  yre  sobre  vos,  e  os  destruy- 
re  la  tierra  e  vuestras  gentes,  e  vos  matare 
a  vos  si  yo  puedo».  E  prometióle  el  rey 
Mares  al  rey  Artur,  e  a  Lancarote,  e  a  los 
caualleros  de  la  Tabla,  que  le  no  faria  mal 
ni  enojo,  mas  que  a  su  persona  misma. 
Mas  dentro  de  su  coraQon  dezia  que  le  daría 
la  muerte  si  pudiesse,  que  no  folgaria  fasta 
que  ouiesse  tomado  venganza  por  sus  manos 
mismas,  e  tanto  fizo  e  juro,  que  Tristan  se 
ouo  de  yr  con  el  rey  Mares,  y  encomendaron 
a  Dios  al  rey  Artur  e  a  la  reyna  Ginebra,  e 
a  Lancarote,  e  a  toda  su  corte,  e  caualgaron, 
e  fueron  su  camino  para  tornar  en  Cornualla, 
e  anduuieron  tanto  por  sus  jornadas,  fasta 
que  llegaron  a  Tintoyl,  e  alli  ñieron  fechas 
grandes  alegrías  e  gran  fiesta  por  la  tornada 
del  rey  e  de  la  reyna  y  del  bueno  de  don 
Tristan,  e  fallo  alli  Tristan  a  Quedin  su  cu- 
ñado, al  qual  peso  mncho  de  su  venida  a 
Cornualla,  porque  el  rey  celaua  su  muerte, 
e  duro  aquella  alegría  quinze  dias. 


LXVII 

De  como  Tristan  salió  de  la  corte  escondida- 
mente,  e  se  fue  a  buscar  sus  auenturas  y 
se  topo  con  Palomades;  e  como  se  ouieran 
muerto  sino  por  vn  cauallero  que  auia 
nombre  Brandelis. 

Estando  Tristan  en  la  corte  del  rey  Mares 
su  tio  bien  medio  año  o  mas,  vinole  vn  dia 
en  coraron  de  yr  a  buscar  sus  auenturas, 
porque  se  pudiesse  partir  del  mal  de  la 
reyna.  E  llamo  vn  dia  a  Quedin  su  cuñado  o 
a  Gorualan,  e  dixoles  quel  queria  buscar  a 
Palomades,  porque  pudiesse  vengar  vna  des- 
onrra que  le  auia  fecho,  e  mando  a  Quedin 
su  cuñado  e  a  Gorualan  que  se  fuessen  para 
el  reyno  de  Leonis  e  señoreassen  la  tierra. 
Luego  Quedin  e  Gorualan  fizieron  su  man- 
dado, e  Tristan  tomo  luego  sus  armas  e  su 
cauallo,  e  salió  escondidamente  de  la  corte, 
e  fuese  su  camino,  e  anduuo  muchas  jorna- 
das, e  yua  faziendo  muchas  auenturas,  de 
las  quales  la  historia  no  cuenta,  e  anduuo 
tanto,  que  llego  a  la  Gasta  floresta,  y  mien- 
tra el  anduuo  vn  dia  pensando  en  muchas 
cosas,  vio  venir  vn  cauallero,  el  qual  era  Pa- 
lomades el  pagano.  E  Tristan  lo  conoscio,  y 
llamólo,  e  dixole:   «Cauallero  malo,  agora 


428 


LIBROS  DE  caballerías 


eres  venido  donde  yo  quería» .  E  Palomades 
dixo:  «CaiiaUero.  si  soys  Tristan,  mas  me 
plaze  que  a  vos  de  ver  a  mi» .  E  luego  se  des- 
afiaron, y  arredráronse  vno  de  otro.  E  die- 
ronse  tan  grandes  golpes,  que  ambos  a  dos 
cayeron  en  tierra,  e  luego  fueron  en  pie  e 
pusieron  mano  a  las  espadas,  e  dauanse  tan 
grandes  golpes,  que  los  pedamos  de  las  armas 
andauan  por  el  suelo.  Assi  que  por  fuerga 
se  ouieron  de  arredrar  por  descansar,  e  a 
poca  de  hora  leuantaronse,  e  fueronse  a  dar 
tan  grandes  golpes,  que  las  caboQas  se  lia- 
zian  abaxar  contra  la  tierra  el  vno  al  otro. 
E  en  aquel  punto  fuera  vno  de  los  caualleros 
muerto,  si  non  fuera  por  vna  ventura;  que 
estando  ellos  assi  faziendo  su  batalla,  llego 
ay  Brandelis,  fijo  de  Serlachan,  e  vio  como 
ellos  se  conbatian  tan  mortalmente,  e  ouo 
dellos  piedad,  e  metióse  en  medio,  e  rogóles 
por  cortesía  e  por  honrra  de  caualleria  que 
dexassen  aquella  batalla,  y  fizóles  prometer 
que  en  aquel  día  no  se  conbatíessen  mas.  Y 
ellos  ge  lo  prometieron.  Palomades  dixo: 
«Tristan,  muchas  vezes  me  aueys  desonrra- 
do  por  vos  e  por  otros,  e  sí  la  muerte  no,  no 
ay  quien  pueda  poner  paz  entre  vos  e  mi,  e 
yo  se  lugar  donde  nos  conbatamos  que  no 
aura  ninguno  que  nos  desparta,  y  sea  tal  la 
batalla  que  sin  muerte  no  nos  partamos» .  Y 
Tristan  dixo:  «Palomades,  oy  querría  que 
fuesse  esse  día,  por  que  os  ruego  que  me  di- 
gays  en  qual  tierra  es  este  lugar» .  Y  Palo- 
mades dixo:  «Al  Padrón  de  Merlín,  que  en 
vn  año  no  passan  por  allí  tres  caualleros,  e 
allí  no  fallaremos  quien  nos  desparta,  e 
vamos  alia  sin  conj)añía  ninguna».  Tristan 
dixo:  «Asignemos  el  día  de  la  batalla,  e  sí 
quisierdes,  sea  de  oy  en  veynte  días»;  y 
quando  assi  entre  ellos  jurado,  e  partié- 
ronse el  vno  del  otro,  e  fueronse  por  sus  ca- 
minos bjLiscando  sus  auenturas.  E  Tristan  se 
torno  para  vna  abadía  de  monjes  blancos,  y 
fizieronle  gran  honrra  y  le  sanaron  sus 
llagas.  E  Palomades  se  fue  a  vn  castillo 
donde  el  ñie  bien  seruído.  E  Brandelis  se 
fue  a  sus  auenturas.  Tristan  estuuo  en  el 
abadía  fasta  que  ftie  guarido,  e  fizo  que  le 
mostrassen  el  Padrón  de  Merlín,  e  fue  alia 
muchas  vezes,  e  yuan  con  el  dos  frayles 
fasta  que  lo  ouo  aprendido.  E  quando  vino 
el  día  señalado  de  la  batalla,  Tristan  se  le- 
ñante de  buena  mañana,  e  confessose  de  sus 
pecados,  de  aquellos  que  se  sentía  por  cul- 
pado a  Dios,  e  después  oyó  missa  de  Sancti 
Spirítus,  e  recibió  el  cuerpo  de  Nuestro 
señor  Jesu  Christo,  y  encomendó  los  frayles 
a  Dios,  y  caualgo  en  su  cauallo  e  fuesse  al 
Padrón  de  Merlín  el  solo,  y  descaualgo,  e 
tenia  el  cauallo  por  la  rienda,  e  tiróse  el 


yelmo,  e  puso  en  tierra  el  escudo  e  lalanQa, 
e  paraua  mientes  por  todas  partes  ptjr  Palo- 
mades que  lo  no  escarnecíesse. 

E  dexemos  agora  a  Tristan  al  Padrón,  y  tor- 
nemos a  contar  por  que  razón  no  vino  aquel 
día  Palomades  a  la  batalla.  La  hystoria  dize 
quel  día  que  la  batalla  se  auia  de  fazer,  vi- 
niendo Palomades  por  el  camino  estando  en 
vn  castillo,  vínole  vn  muy  gran  dolor  al  cora- 
Qon  que  no  se  podía  tener  en  los  píes,  antes 
yazia  en  la  cama,  que  el  quísiesse  o  no,  por 
el  gran  dolor  que  auia;  porque  aquel  día  no 
podía  hazer  su  batalla  con  Tristan,  y  dezia 
assi:  «Señor  Tristan,  ¡como  me  podeys  vos 
tener  oy  por  tan  couarde  cauallero!  y  yo 
creo  que  pensareys  que  por  couardia  dexo  yo 
esta  batalla,  porque  yo  soy  muy  triste  que 
no  os  lo  puedo  fazer  saber.  ¡Ay  catino  de  mi, 
e  fuera  agora  esta  enfermedad  en  otro  tiem- 
po, e  no  en  tiempo  que  en  tan  gran  falta 
fuese  caydo!»  Estas  cosas  y  otras  muchas 
dezia  Palomades;  e  mientra  Tristan  estaua 
al  Padrón  de  Merlín,  el  vio  venir  vn  caualle- 
ro, y  luego  se  aparejo,  e  subió  en  su  cauallo, 
e  fuese  para  el,  diziendo:  «Defiéndete,  mal 
cauallero,  que  agora  eres  venido  donde  yo 
codicíaua».  Y  el  otro,  quando  lo  vio  venir, 
cubrióse  de  su  escudo,  y  fueronse  ferir,  e 
dieronse  tan  grandes  golpes,  que  ambos  a  dos 
cayeron  en  tierra  amortescídos,  y  estuuíeron 
en  tierra  vna  gran  pie^a  ante  que  se  leuan- 
tassen,  e  quando  ftieron  en  píe  e  tornados  en 
su  acuerdo,  pusieron  mano  a  las  espadas  muy 
brauamente,  y  Tristan,  qne  era  de  gran  co- 
raron, ñiese  para  el  cauallero,  y  dieronse 
tan  grandes  golpes  encima  de  los  yelmos, 
que  las  cabegas  se  fazian  abaxar,  y  el  caua- 
llero dezia  que  nunca  tamaños  golpes  reci- 
biera, mas  no  dio  a  entender  que  se  espan- 
taua,  y  dio  vn  golpe  a  Tristan  que  el  espada 
le  metió  por  el  escudo  fasta  los  brazales.  Y 
Tristan  dixo  que  jamas  recibiera  tan  gran 
golpe  de  Palomades,  y  tanto  se  auian  conba- 
tido,  ijue  andauan  muy  cansados,  y  arredrá- 
ronse vno  de  otro  por  cobrar  fuerga;  y  mien- 
tra estañan  posados,  el  cauallero  que  estaua 
delante  de  Tristan,  dixo:  «¡Señor  poderoso, 
que  tomaste  carne  humana  de  la  virgen 
sancta  María  y  tomaste  muerte  en  la  cruz 
por  nosotros  pecadores  sainar,  ruegote  que 
me  perdones  mis  pecados  y  me  seas  valedor 
contra  este  cauallero,  «jue  yo  creo  que  es  dia- 
blo que  me  quiere  dar  la  muerte!»  Y  Tristan 
dezia:  «¡Ay  gloriosa  sancta  María,  la  qual 
traxiste  en  el  tu  santíssímo  seno  al  redenp- 
tor  del  mundo,  ayúdame  contra  este  caualle- 
ro e  perdóname  mis  pecados,  que  yo  conozco 
bien  que  soy  venido  a  mi  fin,  que  mucho 
I  fallo  a  Palomades  buen  cauallero,  que  mas 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


429 


duros  fallo  sus  golpes  postreros  que  los  pri- 
meros». E  dixo  assi:  «Señora  reyna  Yseo  e 
rey  Mares,  yo  no  os  puoilo  hazer  saber  assi 
como  yo  muero,  por  que  rogueys  a  Dios  por 
mi  anima,  quel  cuerpo  veo  que  se  passa» .  E 
luego  se  leuanto  con  brauo  coragoñ,  e  fuesse 
para  el  cauallero,  y  el  otro  lo  salió  a  recebir, 
e  dieronse  tan  grandes  golpes,  que  en  su  vida 
no  los  dieron  tales  ni  los  recibieron  maj'ores, 
quel  ver  e  el  oyr  se  les  tirana,  y  el  yelmo 
del  cauallero  era  bien  azorado,  que  otramen- 
te muerto  fuera.  E  el  cauallero  dixo:  «Yo 
creo  bien  que  soy  venido  a  la  muerte,  si 
miichos  destos  golpes  recibo».  E  diole  Tris- 
tan  tal  golpe  del  espada,  quel  escudo  le  que- 
branto, e  metióle  el  espada  por  la  carne.  E 
el  cauallero  paro  mientes,  e  vio  el  espada  de 
Tristan  bermeja  de  la  sangre,  e  dixo:  «Como 
so  venido  a  mi  fin,  e  agora  es  menester  que 
yo  faga  como  valiente  cauallero,  e  tome  ven- 
ganga  del» ;  e  luego  se  fueron  a  ferir  de  muy 
grandes  golpes  y  espessos  el  vno  al  otro  de 
la  segunda  batalla,  e  quien  aquella  batalla 
vio,  bien  puede  dezir  que  no  vio  su  par.  Con- 
batieronse  tanto,  que  no  auian  ya  ñier^a  ni 
poder,  e  a  mal  de  su  grado  se  ouieron  de 
tirar  afuera  el  vno  del  otro  por  cobrar  fuer- 
za, e  cada  vno  comencé  a  fazer  su  oración.  E 
dixo  el  cauallero:  «¡Señor  Dios,  que  formas- 
tes  el  cielo  e  la  tierra  e  nos  fezistes  nascer  a 
la  vuestra  semejanza,  aued  merced  de  mi,  e 
quered  perdonar  mi  anima,  que  el  cuerpo 
veo  que  se  va!»  E  Tristan  dixo:  «¡O  gloriosa 
virgen  Maria,  señora,  aued  merced  e  piedad 
de  mi,  que  esta  es  la  mayor  marauilla  del 
mundo,  que  oy  en  este  dia  me  he  combatido 
con  este  cauallero,  e  agora  hallo  sus  golpes 
mas  ñiertes.  E  yo  me  he  combatido  con  el  e 
jamas  sus  golpes  he  hallado  tan  mortales»; 
que  bien  pensaua  que  se  conbatia  con  Paloma- 
des;  «e  aquesta  batalla  conozco  que  es  de 
muerte» .  Y  el  coracon  no  ge  lo  podia  ya  sofrir, 
e  leuantose  lleno  de  maleuconia,  e  ñiese  para 
el  cauallero  y  el  cauallero  para  el,  e  dixo: 
«Este  no  es  honbre,  sino  diablo  que  me 
quiere  matar»;  y  encomendóse  a  Dios,  e 
dixo:  «Señor,  perdona  la  mi  anima,  que  yo 
veo  que  este  cauallero  quiere  Ueuar  esta  bata- 
lla a  fin,  mas,  por  Dios,  yo  veré  quien  me 
ha  muerto».  E  dixo  el  cauallero:  «Esperad 
vn  poco,  que  yo  veo  que  vos  quereys  leuar 
esta  batalla  a  fin,  e  por  esto  querría  saber 
vuestro  nombre,  e  yo  deziros  he  el  mió,  por- 
si  vos  vencierdes,  sabreys  a  quien  aureys 
muerto,  e  yo  de  vos  otro  tal».  E  Tristan, 
quando  esto  le  oyó,  touolo  a  gran  desonrra, 
pensando  que  aquel  era  Palomades,  e  que  lo 
dezia  para  abiltarlo,  e  dixo:  «¡Como!  ¿no  soys 
Palomades  el  mi  mortal  enemigo?»  Y  el  caua- 


llero respondió:  «Por  cierto,  señor  cauallero, 
no  soy  Palomades,  antes  so  Lan9arote  del  La- 
go» .  E  quando  Tristan  supo  que  era  Lan9aro- 
te,  fue  alegre,  y  echo  luego  el  escudo  e  la  espa- 
da, e  fuelo  abracar  con  gran  amor,  e  dixo- 
le:  «Señor,  perdonadme  porque  so  conbatido 
con  vos,  que  sabed  que  soy  Tristan  el  vuestro 
amigo» .  E  dauanse  el  vno  al  otro  la  honrra 
de  la  batalla,  e  Tristan  dixo:  «Señor  Langa- 
rote, nos  somos  feridos  mortalmente,  e  por 
esso  atemos  nuestras  llagas,  e  vayamos  a 
algún  castillo  donde  nos  poclamos  refrescar 
e  guarescer».  E  ellos  se  ataron  lo  mejor  que 
pudieron,  e  ñieronse  a  vn  castillo  de  vn 
hombre  bueno,  el  qual  curo  bien  dellos  e  fizó- 
les mucha  honrra,  e  alli  no  hallaron  maestro 
que  los  catasse,  y  encomendáronlo  a  Dios  e 
fueronse  al  monesterio  donde  Tristan  partió 
el  dia  antes,  e  fueron  bien  recebidos  e  les 
fizieron  honrra;  e  luego  mandaron  que  los 
catasse  el  maestro  e  que  curasse  dellos,  e 
vino  luego  el  frayle  que  se  le  entendia  de 
curar  llagas,  e  hizolos  desarmar,  e  católes, 
e  dixoles  que  no  vuiessen  temor,  que  no 
auia  cosa  de  peligro,  e  dixo  que  mucho  era 
mas  mal  ferido  Langarote  que  no  Tristan;  e 
Tristan  fue  sano  en  veynte  dias,  e  Langarote 
en  mes  y  medio,  e  andando  los  caualleros 
holgando  por  el  monesterio,  Tristan  contó  la 
auentura  a  Langarote  por  que  el  era  venido 
al  Padrón  de  Merlin,  e  dixole  todo  lo  que 
auia  contecido  con  Palomades  desde  el  co- 
mienco  fasta  el  fin,  e  como  los  auia  desparti- 
do Brandelis,  q  La^carote  comencé  a  reyr,  e 
dixo:  «Por  la  mi  fe,  don  Tristan,  señor  e 
amigo,  que  a  poco  me  costara  caro  vuestra 
mal  querencia  con  Palomades».  Estuiüeron 
alli  hasta  que  fueron  bien  sanos.  E  Lancaro- 
te  dixo:  «Señor  Tristan,  paresgeme  que  seria 
bien  que  nos  partiessemos  de  aqui,  por  que 
os  ruego  que  os  vays  comigo  para  la  corte  del 
rey  Artur» .  E  Tristan  dixo  que  liarla  todo  lo 
que  quisiesse,  que  tanbien  tenia  en  voluntad 
de  yr  alia,  por  jurar  la  Tabla.  E  Langarote 
fue  alegre,  e  quando  la  mañana  vino,  ellos 
encomendaron  a  Dios  a  los  frayles,  e  dieron- 
Íes  muchas  gracias,  e  caualgarou  e  fueronse 
por  su  camino. 

Lxvm 

De  como  don   Tristan  desbarato  los  caualle- 
ros de  la  Imda  Morgayna. 

Ellos  yendu  por  su  camino,  llegaron  a  vna 
puente  cerca  de  vn  castillo,  la  qual  guarda- 
uan   cincuenta   caualleros   que   eran  dfi-la- 
hada  Morgayna,  y  ellos  quisieroiT  por  alli 
pausar,  e  ios-caiialleros  les  dixeron:  «No  pas- 


430 


LIBROS  DE  caballerías 


sareys  sin  batalla,  o  dexad  los  cauallos  e  ar- 
mas» .  E  don  Tristan  dixo:  «Señor  Lan(^rote, 
ruegovos  que  me  dexeys  a  my  solo  esta  bata- 
lla». Langarote  ge  la  otorgo,  e  Tristan  puso 
su  escudo  delante,  e  boluio  su  cauallo,.-y 
íuesse  para  los  caualléros,  e  los  caualleros 
vinieron  a  el  e  hiriéronlo  sobre  el  escudo,  e 
Tristan  ñrio  en  ellos  de  tal  manera,  que  an- 
tes que  quebrasse  la  langa,  echo  diez  caua- 
lleros en  tierra  íeridos,  e  quando  ouo  que- 
brado la  langa,  salió  de  la  priessa  e  fuesse 
para  Langarote,  e  rogóle  que  le  prestasse  su 
ian9a,  y  el  ge  la  presto,  e  Tristan  se  í'ue  para 
los  caualleros,  e  hizo  tanto,  que  ante  que 
quebrasse  la  lanya  el  echo  en  tierra  veynte  e 
cinco  caualleros.  E  Langarote  dixo:  «Cierto, 
es  verdad  que  Tristan  es  el  mejor  l'eridor  de 
lan^a  que  ay  en  el  mundo» .  E  luego  Tristan 
echo  mano  a  la  espada,  y  fuesse  para  los  ca- 
ualleros, e  hizo  tanto  de  armas,  que  en  poca 
de  hora  los  desbarato  todos,  y  ellos  comen- 
yaron  a  í'uyr  contra  el  castillo  de  la  hada 
ALorgayna,  y  ella  estaña  alta  en  vna  tiniestra, 
e  quando  vio  yr  assi  a  sus  caballeros  desbara- 
tados, fue  marauillada,  y  ellos  dixeron:  «Se- 
ñora, hazednos  abrir  e  fazed  venir  ayuda, 
que  todos  somos  vencidos,  que  vn  diablo  nos 
es  venido  a  la  puente,  y  creemos  que  sea 
Lanyarote,  si  es  honbre  carnal» .  Y  ella  dixo: 
«  Yd ,  caualleros  malos ,  que  todos  no  va- 
ley  s  vn  dinero,  que  aquel  no  es  diablo  ni 
es  Langarote,  antes  es  cauallero  andante  que 
va  a  jurar  la  Tabla  Redonda».  E  dexemos 
estar  la  dueña  e  los  caualleros,  e  tornemos  a 
Tristan  e  a  Lanyarote,  que  passaron  la  puen- 
te e  fueronse  su  camino,  e  anduuieron  tanto 
f  que  llegaron  a  vn  monesterio  de  dueñas  a 
aos  leguas  de  Camalot,  e  alli  Tileron  bien 
rescebidos.   E   Langarote    embio  luego   vn 
mensajero  al  rey  Artur,  con  vna  carta  que 
dezia  assi:  «Alto  rey  Artur,  padre  de  auen- 
turas  y  señor  de  caualleria,  a  ti  salud.  Yo,, 
Lanyarote  del  Lago,  me  encomiendo  en  la  tu 
real  excelencia  y  te  beso  las  manos,  e  hago 
saber  que  yo  ge  hallado  muchas  auenturas, 
entre  las  quaies  he  topado  con  el  mas  alto 
cauallero  del  mundo,  que  es  Tristan  de  Leo- 
nis,  e  parecelo  bien  en  su  bondad,  que  yo 
me  encontré  con  el  e  auemos  hecho  batalla  al 
ladrón  de  Berlín,  e  fue  ventura  que  nos 
conocimos  e  nos  perdonamos  todo  nuestro 
enojo,  y  después  andouimos  buscando  nues- 
tras auenturas,  tanto  que  llegamos  al  casti- 
llo de  la  hada  Morgayna,  e  fallamos  ay  vna 
puente  e  cincuenta  caualleros  que  la  guar- 
dauan,  e  Tristan  tizo  tanto  de  armas,   que 
los  desbarato,  y  agora  sepa  tu  alteza  que  es- 
tamos en  este  monesterio  de  dueñas,  tijas  de 
reyes  y  de  ricos  hombres,  e  luego  nos  parti- 


mos para  essa  cibdad,  saluo  porque  Tristan 
viene  fatigado  de  la  batalla  que  ouo  con  los 
caualleros  de  la  hada  ya  dicha  al  passo  de  la 
puente» . 

LXIX 

De  como  el  buen  rey  Artur  fue  al  monesterio 
donde  estañan  don  Tristan  de  Leonis  y 
don  Langarote. 

El  rey,  quando  aquellas  nueuas  oyó,  fue 
muy  alegre,  e  mando  que  todo  hombre  ca- 
uaigasse,  e  luego  el  rey,  con  gran  caualle- 
ria ,  caualgo  bien  acompañado  de  añatiles, 
e  fue  al  monesterio  do  estaña  Tristan  y  Lan- 
garote, y  como  ellos  supieron  que  el  rey  ve- 
nia al  monesterio,  caualgaron  en  sus  cauallos 
e  saliéronlos  a  recebir;  e  quando  lo  vieron, 
apeáronse  e  fueron  besar  las  manos  al  rey,  y 
el  los  rescibio  onrradamente  e  ouo  con  ellos 
gran  plazer,  e  dixoles:  «Señores  caualleros, 
vosotros  seays  bien  venidos,  como  aquellos 
que  yo  amo» ;  y  entraron  en  el  monesterio,  e 
las  dueñas  se  aparejaron  para  hazer  honrra 
al  rey  y  a  los  caualleros,  y  luego  fue  adereza- 
do el  yantar  muy  ricamente,  y  el  rey  e  los 
caualleros  se  asentaron  a  la  tabla,  y  seruia- 
los  vn  donzel  que  estaua  entonces  en  el  mo- 
nesterio, el  mas  fermoso  e  cortes  del  mundo, 
y  seruialos  ajiuestamente,  e  aqueste  donzel 
era  criado  del  monesterio.  E  según  dize  la 
hystoria  que  del  cuenta,  era  fijo  de  Langaro- 
te y  de  la  infanta  tija  del  rey  l^escador,  que 
fue  preñada  de  Langarote,  porque  le  fue  fe- 
cho vn  engaño,  que  le  hizieron  creer  que 
aquella  infanta  era  la  rejma  Grinebra,  y  el 
assi  lo  tenia  por  verdad;  e  quando  fue  pas- 
sada  vna  gran  jDarte  de  la  noche  e  vio  que 
era  engañado  y  que  no  era  aquella  la  reyna 
(iinebra,  quiso  matar  la  infanta  sino  por 
duelo  que  ouo  della,  ca  era  muy  fermosa  a 
marauílla,  e  aquella  noche  ouo  en  ella  aquel 
donzel,  el  qual  después  se  llamo  don  Galaz, 
y  todos  dezian  que  mucho  parecía  este  don- 
zel a  don  Lanyarote  del  Lago,  mas  ninguno 
no  sabia  la  verdad,  saino  las  dueñas  del  mo- 
nesterio. E  quando  ouieron  comido,  las  due- 
ñas fueron  delante  del  rey  con  aquel  donzel, 
e  dixeronle:  «Señor,  por  Dios  vos  ruego  que 
l'agays  a  este  donzel  cauallero».  E  luego 
oyeron  vna  boz  que  les  dixo:  aDexad  el  don- 
zel^ que  tienpo  verna  que  sera  cauallero  de  la 
mano  de  su  padre  ^  y  sera  tal^  que  konrrara 
su  linaje,  y  llenara  a  fin  muchas  auenturas» . 
Y  quando  ellos  oyeron  aquello,  fueron  mara- 
uillados,  y  pensaron  mucho  en  el  donzel,  e 
assi  quedo  esto  por  entonce,  e  no  tardo  mu- 
¡  cho    tienpo    que   Langarote   torno   alli   por 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


431 


amonestamiento  de  vna  douzella,  e  ñzolo  el 
cauallei'o  por  Pascua  de  Pentecoste,  assi 
como  adelante  oyreys  (').  El  rey  e  los  caua- 
lleros,  quando  se  quisieron  yr,  encomenda- 
ron a  Dios  a  las  dueñas,  e  caualgaron,  e  fue- 
ronse  a  Oamaiot,  e  quando  la  reyna  üinebra 
supo  que  Tristan  y  Lan(,íarote  venian  a  la 
corte,  caualgo,  e  salió  fuera  de  la  cibdad  a 
los  recebir  con  muchas  dueñas  e  donzellas 
de  su  corte;  y  ellos  le  üzieron  grand  reue- 
rencia,  y  ella  saludo  a  Tristan  y  a  Lan(,'aro- 
te  y  rogóles  que  entrassen  por  la  cibdad  las 
caras  descubiertas,  e  liizieroulo  assi. 

Grande  fue  el  alegría  que  el  rey  y  toda  la 
gente  hazia  por  la  venida  de  Tristan  y  Lan- 
garote, y  dezian:  «Bien  vengan  los  dos  caua- 
üeros  que  son  tlor  y  ensal(,^amiento  de  caua- 
Ileria»;  y  touieron  alegría  en  la  corte  dos 
meses.  E  agora  os  diremos  en  qual  manera 
fue  fecho  don  Tristan  cauallero  de  la  Tabla]' 
Redonda. 

LXX 

De  como  don  Tristan  juro  la  Tabla,  y  fue 
asentado  en  la  silla  que  auia  sido  de  Mor- 
lot  de  Yrlanda. 

Vino  don  Tristan,  en  la  manera  como 
oydo  aueys,  a  la  corte  del  rey  Artur,  e  todos 
los  caualleros  fueron  alegres  de  su  venida,  e 
auia  gran  tienpo  que  vna  silla  de  la  Tabla 
Redonda,  que  fue  de  Morlot  de  Yrlanda,  es- 
taña vacante  desde  aquel  tiempo  que  Morlot 
murió,  e  tan  bien  estañan  vacantes  otras  si- 
llas; e  muchos  caualleros  que  se  quisieron 
en  ellas  assentar,  en  aquel  punto  lo  recele- 
uan,  porque  nunca  fallauan  en  ellas  el  nom- 
bre del  cauallero  para  quien  auia  de  ser  es- 
crito, que  assi  era  costumbre  de  la  Tabla 
Redonda,  que  quando  algún  cauallero  era 
llamado  a  aquella  honrra,  j)or  la  voluntad  de 
Dios  venia  aili  vn  ángel  y  escreuia  el  nom- 
bre del  cauallero,  e  quando  los  de  la  corte  lo 
auian  alli  traydo  la  silla  que  para  el  estaña 
aparejada,  si  ellos  no  haüauan  su  nombre 
escrito  por  derecha  auentura,  el  era  rehusa- 
do, y  dezian  que  no  era  digno  para  ella; 
desta  manera  auia  estado  la  silla  de  Morlot 
e  otras  vazias  desde  el  dia  que  fue  muerto 
hasta  entonces  que  don  Tristan  vino  a  la 
corte  del  rey  Artiir^e  por  esta  razón  auia 
ella  estado  bien  <^ez\  años  e  dos  meses  va- 
cante, e  tanto  tienpo  auia  eutonces  que  don 
Tristan  era  cauallero  y  quel  matara  a  Mor- 
lot de  Yrlanda,  e  la  causa  de  donde  aquesta 
auentura  venia,  en  la  coronica  del  rey  Artur 

('J   \&aAe[&  Demanda  del  Saiictv  Cirial,  c&p.  iW . 


da  dello  mucha  cuenta;  quien  lo  quisiere 
ver  por  estenso  alli  lo  hallara;  porque  no  ha- 
zia a  la  ystoria,  no  se  escriuio  aqui,  saluo  lo 
que  a  nuestro  proposito  haze,  y  es  assi:  que 
duro  aquella  costunbre  hasta  que  Qaiaz 
vino,  que  cumplió  la  silla  peligrosa,  mas 
dende  adelante  falleció  aquella  costunbre. 
E  dixeron  que  em  pos  de  aquel  cauallero  no 
podia  venir  otro  mejor,  ni  tan  bueno  ni  tan 
santo;  e  por  razón  auia  estado  aquel  tiempo 
la  silla  de  Morlot  vazia  diez  años  e  dos 
meses,  como  dicho  es,  ca  mejor  cauallero 
quel  fasta  entonce  no  era  ende  venido. 

E  aquel  dia  que  los  honbres  buenos  de  la 
corte  del  rey  Artur  ouieron  recebido  en  su 
conpañia  a  don  Tristan  y  le  ouieron  otorga- 
do ia  honrra  de  la  Tabla  Redonda,  comen9a- 
ron  de  mirar  por  las  sillas  a  vna  parte  e  a 
/Otra,  por  ver  si  podrían  hallar  letras  nueuas 
en  alguna  de  las  sillas,  e  hallaron  en  la  silla 
que  auia  sido  de  Morlot  el  nonbre  de  Tris- 
tan^  y  ellos  fueron  muy  alegres,  e  dixeron 
al  rey:  «Señor,  recebido  es  Tristan  en  vues- 
tra corte  por  compañero  de  la  Tabla  Redon- 
da e  la  silla  de  Morlot  de  Yrlanda  le  es  otor- 
gada para  el,  e  hallamos  ay  su  nombre  es- 
crito» ;  e  quando  el  rey  oyó  aquello  fue  muy 
alegre,  que  el  desseaua  mucho  que  Tristan 
fuesse  compañero  de  la  Tabla  Redonda» ,  e 
Lanyarote  fue  muy  alegre,  e  toda  la  corte 
llenaron  a  Tristan  a  lo  assentar  en  la  silla, 
assi  como  a  los  otros  caualleros  se  acos- 
tumbraua,  e  juro,  como  los  otros  lo  auian  ju- 
rado, que  al  su  poder  acrescentasse  la  honra 
del  rey  Artur,  y  que  en  tiempo  de  su  vida 
no  fuesse  contra  la  Tabla  Redonda,  si  non 
fuesse  por  desconocimiento,  o  por  torneo  o 
justa;  e  assi  fue  don  Tristan  rescibido  con 
mucha  honra  por  todos  los  de  la  corte,  e 
aquel  dia  fue  la  fiesta  grande  en  la  corte  del 
rey  Artur,  porque  Tristan  era  compañero  de 
la  Tabla  Redonda.  E  al  tercero  dia,  quando 
el  ouo  holgado,  el  rey  Artur  mando  venir 
ante  si  aquellos  que  ponían  en  escrito  las 
cauallerias  de  los  caualleros  de  la  Tabla  Re- 
donda e  las  auenturas  y  hechos  que  ellos  ha- 
zian  en  el  reyno  de  Londres.  E  el  rey  tomo 
jui-amento  a  Tristan  que  dixesse  verdad  de 
todas  las  cauallerias  que  hasta  entonces 
ouiesse  hecho.  E  jui'o  Tristan  quel  diria  ver- 
dad de  todas  sus  cauallerias,  y  que  otra  cosa 
no  diria  sino  aquello  que  auia  contescido. 
Luego  Tristan  comenyo  a  contar  las  caualle- 
rias punto  por  punto  que  auia  hecho  después 
que  era  cauallero  hasta  aquel  dia,  y  esto 
contó  antel  rey  e  ante  los  caualleros  de  la 
Tabla,  e  quando  el  lo  ouo  contado  todo,  callo, 
e  no  dixo  mas.  E  quando  el  rey  ouo  oydo 
aquellas  palabras  e  las  cauallerias  de  Tristan, 


432 


LIBROS  DE  caballerías 


el  dixo  a  Lancarote  e  a  Galuan  riéndose: 
V.Que  os  parece  del  buen  cauallero  Tristan? 
¿Hizo  jamas  cauallero  en  su  edad  tan  gran- 
des hechos  e  cauallerias  de  armas  como  el  ha 
hecho?  Assi  me  ayude  Dios,  no  pudiera  creer 
quel  ouiesse  tanto  hecho,  e  bien  lo  puede 
tener  honbre  por  el  mejor  cauallero  del 
mundo,  ca  ello  es  sin  falta».  E  Langarote 
dixo:  «Assi  me  ayude  Dios,  señor,  vos  dezis 
gran  verdad,  que  yo  mucho  lo  conozco,  e 
ellas  son  todas  verdad,  e  aun  mas  de  lo  que 
ha  dicho»  .\^  en  esta  manera  fueron  sabidas 
las  cauallerias  de  Tristan  en  la  corte  del  rey/t 
Artur,  e  fueron  escritas  en  el  libro  de  las^ 
auentur^  {^)'^  \     "  -"'— — ^~--~->^-— — o     n 

^T]  agora  dexa  la  historia  de  hablar  desto, 
e  torna  a  contar  de  vna  hermosa  auentura 
que  acaeció  en  la  corte  del  buen  rey  Artur 
mientra  Tristan  ende  estuuo,  en  tanto  que 
passauan  estas  fiestas.  Ya  es  dicho  como  el 
rey  Artur  estaua  en  Camalot  con  gran  com- 
paña de  reyes,  e  condes,  e  ricos  honbres, 
que  en  aquella  ora  estañan  ende  catorze 
reyes,  e  muchos  hombres  honrrados,  e  todos 
los  mas  de  la  Tabla  Redonda,  e  aqui  non- 
brare  algunos  dellos.  Eran  alli  el  rey  Caredes 
del  pequeño  braco,  y  el  rey  de  Natubal,  que 
auia  nombre  Yon,  y  el  rey  de  Norgales,  y  el 
rey  de  Norbelade,  y  el  rey  de  la  Marca  de 
Gralone,  y  el  rey  Frayon,  e  tantos  otros  re- 
yes, que  eran  bien  catorze  los  dichos;  e  ca- 
ualleros  de  la  Tabla  Redonda:  don  Langarote 
del  Lago,  mas  estaua  ñaco  en  cama,  e  don 
Tristan  de  Leonis,  e  don  Galuan,  sobrino  del 
rey  Artur,  e  Palomades  el  pagano,  que  aquel 
dia  era  llegado,  e  Lamarad  de  Gaones;  e  fue- 
ron ay  otros  muchos  altos  honbres,  e  fazian 
gran  fiesta  assi  como  les  conuenia  hazer,  por- 
que aquel  dia  era  de  vna  gran  fiesta;  e  quaudo 
ellos  ouieron  comido,  las  tablas  fueron  leuan- 
tadas  y  retruxeronse  cada  vno  do  mas  le 
plugo,  e  vieron  estar  vn  cauallero  delante  el 
palacio,  y  estaua  armado  de  todas  armas,  y 
era  grande  de  cuerpo,  i^ue  parecía  vn  gigan- 
te, e  traya  en  su  conpañia  vna  doníseUa  muy 
fermosa  ricamente  atauiada,  ca  venia  vestida 
de  vn  paño  de  oro  muy  rico  e  caualgaua  en 
vn  palafrén  fernioso;  era  cubierta  de  vna 
ropa  de  grana  hasta  los  pies,  que  no  parecía 
donzella  mortal,  mas  spiritual,  y  el  cauallero 
traya  en  su  conpañia  tres  escuderos,  el  vno 
ti'aya  la  lan^a,  el  otro  el  escudo^  el  otro  el 
yelmo,  el  qual  era  vn  hombre  tan  anciano 
como  el,  e  quando  el  cauallero  fue  antel  pa- 
lacio, según  que  es  dicho,  enbio  el  vno  de  sus 
escuderos  al  rey  Artur  con  vn  mensaje. 


(')  Compárese  la  Demanda  del  Sancto  Grial,  ca- 
pítulos XXI  y  XXU. 


LXXI 


De  como  el  mensajero  del  cauallero  anciai 
llego  antel  rey  Artur  con  el  mensaje  de  .< 
seTior. 


■o  anciano 
su 


El  escudero  se  fue  al  rey  Artur,  como 
aquel  que  lo  conoscia  de  antes,  e  fallóle  re- 
traydo  en  su  cámara,  e  hinco  las  rodillas 
antel,  e  dixo:  «Señor  rey  Artur,  alli  ayuso 
ante  vuestro  palacio  es  venido  vn  cauallero 
que  es  mi  señor,  e  trae  en  su  compañía  vna 
de  las  mas  apuestas  donzellas  del  mundo,  y 
es  aqui  venido,  porque  sabe  cierto  que  son 
aqui  en  vuestra  corte  todos  los  altos  hom- 
bres del  vuestro  rey  no,  y  que  el  trae  consigo 
aquella  donzella  por  razón  quel  se  quiere 
jDronar  con  ellos,  y  embiales  dezir  que  todo 
aquel  que  quisiere  ganar  aquella  donzella, 
que  vaya  a  justar  con  el,  e  aquel  que  lo  de- 
rribare de  su  cauallo  le  auia  ganado  la  don- 
zella, y  el  assi  vos  lo  dize  por  mi».  Y  el 
mensajero  callo,  porque  acabo  su  razón.  E 
quando  el  rey  Artur  e  todos  los  otros  reyes 
e  ricos  honbres  que  en  el  palacio  estañan 
ouieron  sabido  las  palabras  del  mensajero, 
ellos  lo  ouieron  a  gran  marauilla,  e  luego  se 
leuanto  y  el  rey  Artur  e  los  otros  reyes  que  en 
el  palacio  estañan,  e  fueronse  a  poner  a  las 
ventanas,  e  vieron  aquel  cauallero  e  a  la  don- 
zella que  tan  ricamente  estaua  atauiada,  e 
fizieronse  marauillados,  e  dezian:  «Sin  dubda 
el  cauallero  e  la  donzella  son  de  gran  valor» ; 
y  la  reyna  Ginebra,  e  las  otras  dueñas  e  don- 
zellas que  con  ella  estañan,  se  fazian  mara- 
nilladas  de  la  donzella,  que  tan  ricamente 
era  atauiada,  y  estando  assi  todos  mirando 
al  cauallero  e  la  donzella,  Palomades  se  le- 
uanto, e  dixo  al  rey:  «Señor,  yo  amo  mucho 
las  dueñas  e  las  donzellas,  e  por  ende  os 
pido  por  merced  que  me  dexeys  yr  a  ganar 
aquella  donzella,  que  cierto  yre  de  buena 
gana  por  la  ganar».  Entonce  dixo  el  rey: 
«Palomades,  a  mi  plaze  que  vos  vays  alia  y 
que  ganeys  a  la  donzella,  e  que  derribeys  al 
cauallero  si  pudierdes,  que  entienda  la  gran 
osadia  que  nos  embio  a  dezir» .  Luego  se  par- 
tió Palomades  del  rey  Artur,  e  íuesse  armar, 
e  armáronlo  muchos  de  los  altos  honbres  que 
ende  estañan;  e  quando  el  fue  armado,  de- 
cendio  del  palacio,  e  caualgo  en  su  cauallo, 
e  fuese  para  el  cauallero,  e  quando  fue  lle- 
gado, el  le  pregunto  como  auia  nonbre,  y  el 
le  dixo:  «Señor  cauallero,  a  mi  llaman  Palo- 
mades el  pagano» .  Dixo  el  cauallero:  «¿"V  os 
soys  Palomades?  Por  Dios,  de  vos  oy  fablar 
muchas  vezes,  e  nombrado  soys  por  vno  de 
los  mejores  caualleros  que  son  por  el  mundo, 
empero  yo  no  vos  conosco  por  tan  buen  ca- 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


433 


nallero  que  yo  tome  lanea  contra  vos,  mas 
tan  solamente  mi  espada  en  la  mano  vos 
atendere,  e  vos  digo  que  os  arredreys  de  mi 
tanto  como  vos  quisierdes,  eque  me  vengays 
a  ferir  de  toda  vuestra  fuerc/a,  e  si  me  derri- 
bardes  de  mi  cauallo  a  tierra,  aquesta  don- 
zella  sera  vuestra  que  aqui  veys,  e  si  no 
pudierdes  auer  tanto  poder  que  me  derri- 
beys,  no  me  llamareys  después  a  justa  ni 
batalla  ninguna  mas;  y  esto  mesmo  diré  a 
los  otros  caualleros  que  acá  vernan  por  justar 
comigo» .  E  quando  Palomades  le  oyó  fablar 
en  tal  manera,  el  lo  tomo  a  gran  desonrra,  e 
dixole:  «Señor  cauallero,  vos  fablays  larga- 
mente, mas  vos  sereys  ayna  a  la  prueba  de 
la  justa,  e  yo  cuydo  bien  sin  falta  que  vos 
sera  menester  que  tengays  vuestro  escudo  e 
anr-a» ,  e  no  le  dixo  mas. 


LXXII 

De  cmno  Palomades  se  combatió  con  el  caiia- 
">  llero  anciano. 

Palomades  se  dexo  correr  contra  el  caua- 
llero tanto  quanto  el  cauallo  lo  pudo  llenar, 
e  fue  lieryr  en  el  cauallero,  que  estaua  apa- 
rejado de  su  escudo,  e  de  su  yelmo  y  espada, 
e  Palomades  firio  al  cauallero  tan  reziamen- 
te,  que  la  langa  fizo  bolar  en  pie9as  e  fue  a 
topar  en  el  cauallero  con  el  cuerpo  del  caua- 
llo tan  fuertemente,  que  Palomades  cayo  en 
tierra,  e  tan  grande  fue  la  cayda,  que  no 
sabia  si  era  noche  ni  dia,  de  tal  guisa  estaua 
atronado;  y  el  cauallero  anciano  estouo  que- 
do en  su  cauallo,  como  si  fuera  vn  marmol 
que  estuuiesse  fincado  en  tierra.  E  quando 
el  rey  Artur  e  los  otros  reys  e  caualleros 
vieron  como  Palomades  justo  con  el  caualle- 
ro y  el  no  quiso  tomar  lanca  contra  el,  e 
vieron  como  cayo  en  tierra,  ellos  fueron  es- 
pantados, e  dezian  que  aquel  era  cauallero 
mas  fuerte  que  ellos  ouiessen  visto  en  toda 
su  vida;  e  don  Galuan,  quando  vio  a  Palo- 
mades en  tierra,  e  sabia  bien  lo  que  aquel 
cauallero  auia  enbiado  a  dezir  al  rey  Artur, 
el,  muy  sañudo  por  ello,  ouo  gran  pesar,  e 
fizo  traer  sus  armas  muy  ayna,  e  fizóse  ar- 
mar lo  mas  presto  quel  pudo,  e  los  caualle- 
ros que  ende  estañan  lo  armaron,  e  quando 
el  fue  armado,  caualgo  en  su  cauallo,  e  fues- 
se  para  el  cauallero,  e  (]uando  llego  a  el  no 
lo  quiso  saludar,  mas  el  cauallero  pregunto 
quien  era ,  e  Galuan  le  respondió  asi  como 
honbre  sañudo,  e  dixo:  «Cauallero,  aquellos 
que  me  conocen  me  llaman  Galuan,  y  el  rey 
Lodornia  fue  mi  padi-e» ,  e  quando  el  caua- 
llero oyó  que  aqueste  era  don  Galuan,  sobrino 

LIBROfi    DE   caballerías. — 2H 


del  rey  Artur,  le  dixo:  «Señor  don  Galuan, 
todo  el  mundo  vos  tiene  por  buen  cauallero, 
mas  yo  vos  digo  que  soy  vn  cauallero  que 
por  vos  no  tomare  lan9a,  antes  vos  atendere 
en  aquella  mesma  manera  que  atendi  a  Pa- 
lomades, e  si  me  derribardes,  vos  ganareys 
la  donzella».  Entonce  dixo  Galuan:  «Señor 
cauallero,  yo  no  se  de  vuestro  escudo  ni  de 
vuestra  langa,  mas  yo  fare  todo  mi  poder  por 
vos  derribar  a  tierra,  si  puedo».  E  quando 
Galuan  ouo  dicho  esto  al  cauallero,  el  se 
arredro,  e  abaxo  la  langa,  e  firio  al  cauallo 
de  las  espuelas,  e  vino  a  encontrar  con  el  ca- 
uallero de  toda  su  fuerga,  e  quebró  su  langa, 
y  el  cauallero  estuuo  tan  fuerte  como  si  fue- 
ra vn  marmol,  e  Galuan,  que  quiso  o  no,  vi- 
no a  tierra,  e  los  reyes,  en  que  lo  vieron,  fue- 
ron marauillados.  Y  el  tercero  que  fue  a  jus- 
tar con  el  fue  Lamarad  de  Gaones,  que  era 
buen  cauallero  e  ardid  a  gran  marauilla,  e 
pocos  caualleros  eran  en  aquel  tienpo  mejo- 
res que  Lamarad,  y  el  se  fue  para  el  caua- 
llero, e  quebró  su  langa  en  el,  mas  poco  ni 
mucho  no  lo  pudo  mouer  de  la  silla.  El 
quarto  que  justo  con  el  fue  Gariet,  hermano 
de  don  Galuan,  que  era  asi  buen  cauallero,  e 
quebró  su  langa.  El  quinto  que  justo  con  el 
fue  Boores  de  Gaones,  primo  de  don  Langaro- 
te, e  tanbien  quebró  su  langa.  El  sesto  fue 
Brian,  fijo  del  rey  Brian.  El  seteno  ñie  Sa- 
gramor.  El  octauo  fue  Brioberis.  El  noueno 
fue  Separ,  hermano  de  Palomades,  el  mejor 
feridor  de  langa  que  se  podia  fallar  en  aquel 
tienpo.  El  dezeno  Egtor  d^JVfares,  hermano 
de  Langarote,  que  efa~~DtrDsi  muy  fuerte- 
justador.  El  onzeno  fue  Gariet  deMirabelle. 
Todos  estos  onze  fueron  a  ferir  en  el  cauallero 
anciano  a  toda  su  guisa,  e  todos  quebraron 
sus  langas  en  el,  mas  no  le  pudieron  mouer 
poco  ni  mucho,  antes  ca^^eron  de  los  onze 
bien  los  nueue,  e  algunos  ouo  que  se  quebra- 
ron costillas,  otros  piernas  e  bragos,  donde 
auia  muy  gran  ruydo  por  toda  la  corte  e  se 
hazian  dello  todos  marauillados,  e  dezian 
que  aquel  no  era  cauallero,  mas  antes  era 
fantasma,  o  encantamento,  o  diablo. 

Después  que  Tristan  vio  a  todos  sus  con- 
pañeros derribados  por  solo  vn  cauallero,  se- 
ñaladamente aquellos  quel  mas  queria  e  mas 
preciaua  de  caualleria,  el  ouo  gran  pesar  e 
yra,  e  no  se  pudo  mas  detener,  e  dixo: 
«Acaezca  lo  que  acaescer  pudiere,  mas  yo 
y  re  a  justar  con  el  cauallero,  por  vengar  a 
los  caualleros  mis  compañeros,  si  yo  pudie- 
re» .  E  dixo:  «Porque  yo  pueda  ser  segura- 
mente que  este  sea  buen  cauallero  e  mejor 
que  yo,  nunca  oyesse  hablar  en  toda  mi  vida; 
mas  yo  quiero  prouar  lo  que  fare» .  Y  entonce 
se  fizo  armar  presto,  e  armáronlo  algunos  de 


434 


LIBROS  DE  caballerías 


los  reyes  que  en  el  palacio  estauan,  y  el  rey 
Artur  lo  ayudo  a  armar;  e  quando  Tristan 
fue  armado  de  todo  aquello  que  auia  menes- 
ter, decendio  del  palacio,  e  subió  en  su  caua- 
11o,  e  fuesse  contra  el  cauallero.  E  Tristan, 
que  mucho  era  mesurado  cauallero,  saludólo 
cortesmente,  y  el  cauallero  anciano  le  torno 
las  saludes  mesuradamente,  e  preguntóle  que 
quien  era.   «Señor  cauallero,  dixo  Tristan, 
aquellos  que  me  conoscen  me  llaman  don 
Tristan  de  Leonis»,  Y  el  cauallero  anciano 
le  dixo:  «Señor  don  Tristan,  como  al  mejor 
cauallero  del  mundo  que  vos  soys,  e  por  el 
amor  e  conpañia  quel  rey  Meliadux  vuestro 
padre  e  yo  ouimos  al  tienpo  que  andouimos 
prouando  cauallerias,  vos  digo  yo  verdadera- 
mente que  me  lo  podeys  creer  que  yo  dexas- 
se  de  muy  buena  voluntad  la  vuestra  justa, 
por  esto  e  por  el  gran  bien  que  de  vos  he 
oydo  dezir,  pero  aquella  donzella  que  alli 
esta  es  mi  señora,  con  quien  yo  vengo;  hame 
defendido  que  yo  no  rehuse  justa  de  ningún 
cauallero  de  la  corte  del  rey  Artur;  mas  por 
el  vuestro  amor  haré  yo  tanto,  por  la  bondad 
que  en  vos  ay,  i;iue  tomare  mi  lanr-a,  lo  que 
no  fize  contra  los  otros  caualleros  que  comi- 
go  justaron».  E  luego  llamo  a  vn  escudero 
de  aquellos  tres  que  consigo  traya,  e  tomo 
vna  lanr-a  quel  escudero  tenia,  que  era  cor- 
ta e  gruessa;  y  entonces  se  arredraron  el  vno 
del  otro  vu  gran  trecho,  e  quando  el  rey  Ar- 
tur y  los  otros  reyes  e  rey  ñas,  e  caualleros, 
e  dueñas,  e  donzellas,  vieron  arredrados  los 
dos  caualleros  el  vno  del  otro  para  venir  a 
la  justa,  ellos  co menearon  a  dar  bozes,  e  a 
dezir:  «Agora  puede  hombre  ver  fermosa 
justa,  ca  este  es  don  Tristan  de  Leonis  el 
buen  cauallero» .  E  firieron  los  cauallos  de 
las  espuelas,  e  dexaronse  venir  el  vno  con- 
tra el  otro  quanto  los  cauallos  los  podian  lle- 
nar, e  firͣronse  de  las  laucas  sobre  los  escu- 
dos de  toda  su  fuerga,  e  Tristan  quebró  su 
lauca  en  el  cauallero,  y  el  cauallero  lo  firio 
tan  fuertemente,  que  le  passo  el  escudo  e  la 
loriga,  e  metióle  el  hierro  de  la  lauQa  por  el 
cuerpo  por  la  parte  siniestra,  que  le  fizo  muy 
gran  Uaga,  y  el  cauallo  de  Tristan,  lo  vno 
del  golpe,  lo  otro  que  estropcQO  de  las  manos, 
Tristan  cayo  en  tierra  del  cauallo,  en  mane- 
ra que  no  nieneaua  pie  ni  mano,  antes  esta- 
ña como  muerto.  E  quando  todos  aquellos 
que  estauan  a  las  ñniestras  vieron  a  don 
Tristan  como  estaña  assi  en  tierra,  comen- 
taron a  dar  muy  grandes  bozes  con  duelo 
de  Tristan.  E  dize  la  historia  que  quando 
vino  este  cauallero  anciano   a  la  corte  del 
Tej  Artur  a  fazer  estas  justas  con  los  caua- 
lleros de  la  Tabla,  que  don  LauQarote  estaua 
muy  flaco,  tanto  que  no  podia  traer  armas,  e 


quando  el  oyó  las  bozes  y  el  ruydo  tan  gran- 
de y  el  duelo  que  fazian,  demando  a  vn  don- 
zel  que  ende  estaua  que  por  que  fazian  tan 
gran  ruydo  e  tal  duelo,   y  el  donzel  dixo: 
«Sabed,  señor,  por  cierto,  que  vn  cauallero 
es  venido  a  la  corte  del  rey,  e  trae  consigo 
vna  donzella  ricamente  atauiada,  y  embio  a 
dezir  al  rey  e  a  los  caualleros  que  si  alguno 
quería  cobrar  aquella  donzella,  que  era  vna 
de  las  fermosas  del  mundo,  que  fuesse  a  jus- 
tar con  el,  e  si  lo  derribasse,  que  tomasse  la 
donzella  sin  otra  batalla,  e  han  oy  ydo  a  jus- 
tar con  el  onze  caualleros,  los  mejores  de  la 
Tabla,  e  todos  los  espero  a  la  justa,  que  no 
quiso  tomar  lauca  contra  ellos,  e  todos  onze 
quebraron  en  el  sus  laucas,  e  jamas  lo  pu- 
dieron mouer  de  la  silla,  e  destos,  nueue  ca- 
yeron en  tierra»,   y  el  donzel  le  contó  los 
nombres  dellos  quales  eran,  segund  ya  oydo 
aueys.  E  Langarote  dixo:  «Amigo,  ¿que  di- 
zes?,  ¿esto  es  verdad?»  T  el  donzel  le  dixo: 
«Señor,  verdaderamente  assi  es  como  vos 
digo,  e  avn  sabed  por  cierto  que  el  bueno  de 
don  Tristan  vuestro  amigo,  quando  vio  los 
caualleros  assi  derribados,  que  se  armo  e  se 
fue  para  el  cauallero,  y  estuuieron  en  vno 
fablando,  lo  que  no  lo  se,  y  el  cauallero  de 
la  donzella  tomo  vna  lanca  de  vn  escudero 
que  el  traya,  e  arredráronse  el  vno  del  otro 
bien  vn  trecho,  e  fueronse  a  ferir  de  grand 
poder,  e  firieronse  en  tal  manera,  que  Tris- 
tan  cayo  en  tierra,  y  esta  tal  como  muerto, 
e  toda  la  gente,  con  el  duelo,   fazen  este 
ruydo  que  oys» .  E  Langarote  ñie  desto  tris- 
te mas  que  lo  hauia  seydo  en  ningún  tiem- 
po, y  el  quisiera  ser  sano  mas  que  no  ser  se- 
ñor de  vna  gran  tierra  en  aquel  punto,  solo 
por  yr  a  vengar  el  su  buen  amigo  don  Tris- 
tan,   e  assi  estaua  en  su  cama  faziendo  el 
mayor  duelo  del  mundo;  e  dexemoslo  estar, 
e  tornemos  a  la  rey  na  Grinebra,  que,  como 
quier  que  a  la  reyna  Ginebra  pesase  mucho 
por  la  dolencia  de  don  Lancarote,  que  en  este 
punto  que  ella  vio  derribar  al  cauallero  tan- 
tos buenos  caualleros  e  a  don  Tristan,  tomo 
muy  grand  plazer  porque  don  Langarote  es- 
taua doliente  en  aquella  sazón,  ca  tenia  que 
pues  auia  derribado  a  tantos  bueuos  caualle- 
ros, y  en  especial  al  bueno  de  don  Tristan, 
de  quien  todo  el  mundo  fablaua,  e  don  Lau- 
carote  le  auia  dicho  muchas  vezes  que  nun- 
ca fallara  cauallero  que  fuesse  su  ygual  sai- 
no a  don  Tristan,  que  cierto  le  plazia  mucho 
porque  don  Lancarote  no  podia  tomar  armas, 
por  recelo  que  auia  que  no  fuesse  derribado 
por  ventura,  como  lo  fue  Tristan  e  los  otros 
buenos  caualleros. 

E  quando  el  rey  Artur  vio  quel  cauallero 
assi  auia  derribado  a  don  Tristan,  mando 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


435 


traer  sus  armas  e  su  cauallo  mucho  ayna.  E 
quando  la  reyna  Ginebra  vio  que  su  señor  el 
rey  demandara  sus  armas,  para  yr  a  justar 
con  el  cauallero  anciano,  fue  luego  para  el 
rey,  e  dixole  puesta  a  sus  pies:  «¡Señor, 
merced,  por  amor  de  Dios,  e  aued  piedad  de 
vos  mesmo!  E  ¿que  es  esto  que  vos  quereys 
fazer?,  ¿quereysos  yr  a  vuestra  muerte?  no 
veys  vos  mesmo  quantos  buenos  caualleros 
son  derribados  a  tierra  por  aquel  solo  caua- 
llero, e  vos  quereys  yr  a  vuestra  muerte, 
que  yo  vos  digo  en  verdad  que  si  vos  alia 
vays.  que  yo  mesma  me  daré  la  muerte  con 
mis  manos» .  E  el  rey  la  fizo  quitar  delante 
de  si,  e  dixo  que  por  cosa  del  mundo  no  de- 
xaria  quel  no  fuesse  a  justar  con  el  caua- 
llero. E  quando  los  otros  reyes  e  altos  hom- 
bres vieron  como  su  señor  el  rey  Artur  se 
armaua  para  yr  a  justar  con  el  cauallero, 
ellos  le  dixeron  en  vno  todos:  «Señor,  cier- 
to, esto  non  es  para  vos  lo  que  quereys  fa- 
zer, ca  un  tal  hombre  como  vos  soys,  a 
a  quien  tantas  gentes  obedecemos,  non  vos 
conviene  de  meter  en  vna  auentura  de  peli- 
gro como  esta,  ca  ya  vedes  que  tantos  bue- 
nos caualleros  ha  derribado  este  solo  caualle- 
ro, e  puede  acaescer  assi  a  vos,  e  no  es  vues- 
tra honrra».  «Señores,  dixo  el  rey,  cierto, 
sabed  que  no  quedarla  que  alia  no  fuesse  por 
cosa  del  mundo».  E  comento  a  jurar  fuerte- 
mente que  justarla  con  el  cauallero  anciano, 
e  armóse  luego,  e  quando  los  reyes  e  los  altos 
hombres  vieron  armar  a  su  señor  el  rey  Ar- 
tur, luego  todos  ellos  descendieron  del  pala- 
cio e  subieron  en  sus  cauallos,  e  fuesse  luego 
el  rey  Artur  para  el  cauallero,  e  no  quiso 
que  ninguno  fuesse  con  el,  e  fue  el  solo,  y 
quando  las  gentes  todas  vieron  al  rey  su  se- 
ñor en  tan  gran  peligro  como  aquel  de  justar 
con  el  buen  cauallero,  ellos  auian  por  ello 
gran  pesar,  e  rogauan  a  Dios  e  a  su  sancta 
madre  que  lo  librasse  de  peligro  y  de  manos 
de  aquel  cauallero,  e  las  dueñas  e  donzellas 
que  a  las  finiestras  estañan  fazian  esso  mis- 
mo su  oración  a  Dios,  que  lo  librasse.  E  la 
reyna  Ginebra  no  pudo  sofrir  de  estar  a  las 
finiestras,  antes  se  metió  en  vna  cámara  y 
echóse  en  su  cama  muy  desconortadamente, 
e  faziendo  gran  duelo.  E  quando  el  rey  lle- 
go al  cauallero,  dixole  sañudamente:  «Tu  no 
eres  cauallero,  antes  eres  fantasma  encanta- 
da, e  no  veniste  aqui  sino  por  fazer  deshon- 
rra  a  my  corte».  «E  ¿como?;  dixo  el  caualle- 
ro, ¿vos  soys  el  señor  de  la  corte?»  «Si,  ver- 
daderamente, dixo  el  rey,  que  yo  soy  el  rey 
Artur,  que  te  fare  gran  desonrra  si  puedo» . 
E  quando  el  cauallero  supo  que  aquel  era  el 
rey  Artur,  aquel  que  era  tenido  por  el  mas 
alto  rey  del  mundo,  respondióle  mesurada- 


mente, e  dixole:  «Señor,  vos  no  teneys  razón 
contra  mi  por  que  me  deuaj's  hazer  desonrra 
ni  pesar,  assi  como  dezis,  que  sabed  por  ver- 
dad que  yo  ftie  mucho  suyo  del  rey  vuestro 
padre  Vter  Padragon,  e  fize  por  el  algunas 
cosas  que  no  fizo  hombre  de  su  corte,  e  por 
el  amor  de  vuestro  padre,  después  de  lo  que 
vos  mereceys,  vos  amo  mucho,  e  lo  otro  por- 
que vos  soys  rey  sagrado  e  coronado,  el  mas 
alto  del  mundo,  y  el  que  mas  manificamente 
mantiene  caualleria,  e  la  mantiene  en  hon- 
rra y  en  valor;   sed  cierto  que  yo  no  me 
combatiré  con  vos,  e  de  mi  fazed  lo  que  qui- 
sierdes,  lo  que  no  faria  a  otro  ningún  caua- 
llero que  rey  no  fuesse  que  contra  mi  no 
fuesse».  Y  el  rey  le  dixo:  «Cauallero,  apa- 
rejaos a  la  batalla,  que  fazer  vos  conuiene 
de  justar  comigo».   El  cauallero  le  dixo: 
«Por  la  fe  que  deueys  a  Dios,  vos  pido  que 
me  no  querays  fazer  conbatir  con  vos».  E 
quando  el  rey  Artur  vio  e  oyó  esto  fablar  al 
cauallero,  pensó  que  este  era  anciano  caualle- 
ro de  los  del  tiempo  del  rey  su  padre,  e  dixo 
luego  el  rey:    «Señor  cauallero,   vos   me 
aueys  fecho  entender  que  fuestes  mucho  de 
mi  padre,  e  avn  dezis  que  soys  mi  amigo, 
mas  malamente  me  lo  aueys  mostrado,  ca 
soys  aqui  venido  por  desonrrar  mi  corte, 
mas  ruegovos  que  me  digays  vuestro  nombre 
e  quien  soys» .  Dixo  el  cauallero:  «Sabed  por 
verdad  que  la  mi  venida  no  fizo  daño  ni 
desonrra  a  vuestra  corte,  antes  vos  digo  que, 
desque  vos  supierdes  el  fecho  como  es,  vues- 
tra corte  sera  mas  honrrada.  Mas  el  mi  nom- 
bre, ni  quien  soy,  non  lo  podeys  saber  agora; 
mas  yo  vos  juro  que  yo  os  lo  faga  saber  ante 
de  gran  tiempo  pasado,  mas  yo  ruegovos, 
como  podria  rogar  a  vn  mi  señor,  que  no  os 
pese  porque  no  os  digo  mi  nombre  ni  quien 
soy» .  Y  ellos  estando  assi,  salió  del  palacio 
el  rey  Caredes  armado  muy  ricamente,  por 
estar  presto  si  ñiesse  menester,  por  ventura 
que  el  rey  Artur  su  señor  fuesse  derribado, 
e  quando  el  rey  Artur  le  vio  venir,  dixole: 
«Rey  Caredes,  tornaos  e  folgad,  que  no  fa- 
remos  mas  vos  ni  yo  contra  el  cauallero,  que 
asaz  ha  fecho  lo  que  deuia  contra  los  caua- 
lleros, e  comigo  ni  con  otro  rey  sagrado  no 
quiere  hauer  batalla  por  ninguna  guisa»;  e 
mando  el  rey  Artur  al  rey  Caredes  e  a  todos 
los  otros  reyes  que  se  desarmassen,  e  fueron 
desarmados,  e  quando  vio  el  cauallero  que 
el  rey  Artur  se  auia  desarmado  e  todos  los 
otros  reyes  por  su  mandado,  el  se  tiro  el  es- 
cudo, e  diolo  a  vn  escudero  suyo,  y  el  escu- 
do quel  cauallero  traya  era  mayor  la  meytad 
que  los  de  los  otros  caualleros,  y  era  partido 
por  medio,  e  la  vna  meytad  era  blanca,  e  la 
otra  era  negra;  e  luego  el  se  fue  de  ally  do  el 


436 


LIBROS  DE  caballerías 


rey  Artur  estaua  con  los  otros  reyes  e  con  los 
otros  caualleros  que  ay  estañan,  e  dixo  el  ca- 
nallero:  «Sabed  pur  verdad  que  a  quarenta 
años  pasados  e  mas  que  no  trase  armas,  ante 
he  estado  siempre  folgando  en  mi  tierra,  y  he 
passados  de  setenta  años,  e,  cierto,  yo  auia 
gran  desseo  de  ver  vuestros  caualleros  ante 
que  muriesse,  por  razón  que  ellos  han  gran 
nombradla  de  caualleria  por  todo  el  mundo,  e 
oyda  su  fama,  vine  por  saber  cuales  son  me- 
jores caualleros,  los  ancianos  o  los  noueles,  e 
Jironado  lo  he,  loado  sea  Dios,  y  en  verdad  os 
digo  que  yo  conoei  dos  caualleros  ancianos, 
los  quales  son  passados  deste  mundo,  que,  si 
ellos  fuessen  biuos,  quanto  a  diez  destos 
vuestros  ellos  los  licuarían  delante:  e  dezir 
vos  he  quales  fueron  estos  dos  caualleros:  el 
vno  ftie  Héctor  el  Brun,  y  este  ftie  sin  falta 
de  gran  fuerca  e  ardit,  el  mas  que  fue  en  el 
mundo;  y  el  otro  fue  Graleote  el  Brun,  e  fue 
hijo  de  Héctor  el  Brun;  y  este  fue  muy  va- 
liente cauallero,  e  de  gran  valor.  E  de  los 
otros  que  ñieron  antes  no  os  digo  cosa,  que 
fueron  de  los  nobles  y  de  los  mas  ancianos, 
assi  como  Ferrebus,  que  de  alta  caualleria 
passo  a  todos  los  del  mundo,  e  assi  otros  mu- 
chos que  dezir  podria».  Y  callo,  que  no  dixo 
mas.  E  dixo  el  rey  Artur:  «Señor  cauallero, 
nos  auemos  visto  sin  duda  que  vos  soys  el 
mejor  cauallero  y  el  mas  valiente  que  vies- 
semos  en  nuestra  vida,  mas  nos  vos  roga- 
mos por  cortesía,  e  por  honiTa  de  caualleria, 
tpie  nos  digays  vuestro  nombre,  e  quien 
soys,  que  nos  lo  desseamos  saber» .  «Señores, 
dixo  el  cauallero,  yo  vos  pido  por  merced 
que  no  os  pese  por  os  no  dezir  mi  nombre  ni 
quien  soy,  que  lo  no  diña  a  ninguna  persona 
en  vuestra  corte;  mas,  señor,  yo  os  prometo 
mi  fe  que  os  lo  embie  a  dezir  ante  de  muchos 
dias,  y  sed  bien  cierto  que  yo  soy  vuestro  para 
os  seruir  verdaderamente,  e  soy  hombre  que 
os  quiero  bien» .  E  quando  el  rey  e  los  altos 
hombres  que  ay  eran  vieron  la  voluntad  del 
cauallero,  que  no  se  queria  descubrir  ni  dezir 
quien  era,  dixeronle:  «Señor  cauallero,  pues 
vos  assi  lo  quereys,  sea  en  ora  buena,  mas 
fazed  tanto,  por  honrra  del  rey  Artur  y  de 
caualleria,  que  esteys  aqui  tres  dias.  e  mos- 
trarnos heys  quales  fueron  los  mejores  caua- 
lleros ancianos».  «Señores,  dixo  el  caua- 
llero, sabed  verdaderamente  que  no  que- 
daría en  ninguna  guisa  con  vos  desta  vez, 
e  desto  os  ruego  que  no  ayaj's  enojo,  que 
sin  falta  no  puedo  en  ninguna  manera  de- 
tenerme aqui  vn  solo  dia,  mas  yo  os  pro- 
meto bien  e  lealmente,  como  cauallero  del 
linaje  que  vengo,  que  os  fare  saber  ante; 
de  muchos  dias  toda  mi  hazienda».  Y  el  ca 
naUero  encomendó  a  Dios  al  rev  Artur  c  a 


todos  los  otros  reyes  e  altos  hombres  e  caua- 
lleros, e  sobre  todos  al  bueno  de  don  Tristan 
de  Leonis.  E  luego  metióse  al  camino  el  e  su 
donzella  que  con  el  venia,  e  con  sus  tres  es- 
cuderos, e  fueronse  su  camino  contra  la  flo- 
resta de  Camalot. 

Y  dexemos  a  el  con  su  conpañia  yr  a  sus 
auenturas,  e  también  al  rey  Artur  y  a  los 
otros  reyes,  e  ricos  hombres,  e  caualleros,  y 
dueñas  y  donzellas,  e  contarvos  hemos  de 
vna  donzella  que  vino  a  la  corte  del  rey  Ar- 
tur mientra  aquel  cauallero  anciano  estaua 
en  la  cortaT^  '■  "^  '  ' 

Lxxm 

De  como  el  cauallero  anciano,  por  ruego  de 
vna  donzella,  fue  en  socorro  de  vn  su  cas- 
tillo que  le  tenia  cercado  vn  conde,  y  ge  lo 
fizo  descercar. 

Dize  la  hystoria,  que  en  Camalot,  en  la 
corte,  estaua  vna  donzella  que  era  venida  al 
rey  que  le  diesse  ayuda,  y  esta  donzella  era 
hija  de  vna  dueña  que  fue  hermana  de  La- 
marad  de  Liconays,  e  su  madre  la  auia  em- 
biado  al  re}'  Artur  a  le  demandar  ayuda,  por- 
que vn  conde  su  vezino  era  muj-  poderoso  de 
auer  j  de  tierra,  y  porque  la  dueña  no  hauia 
marido  ni  hombre  que  la  defendiesse;  este 
conde  le  hauia  tomado  muchas  de  sus  tierras, 
e  la  tenia  cercada  en  vn  castillo  con  quatro- 
cientos  caualleros,  y  el  conde  auia  jurado  de 
no  leuantarse  de  íxYíj  fasta  que  lo  ouiesse  ga- 
nado, e  por  que  el  rey  Artur  ouiesse  piedad 
della,  embiole  aquella  donzella,  que  era  su 
hija.\E  por  esta  razón  era  venida  al  buen 
r^y -artur  la  donzella,  y  le  auia  por  muchas 
vezes  demandado  aj'uda,  y  el  rey  Artur  tenia 
que  fazer  en  curar  de  las  llagas  de  los  bue- 
nos caualleros,  y  con  el  pesar  que  tenia  no 
le  podia  dar  ayuda  avnque  le  auia  j)rometido 
de  ge  la  dar,  y  estando  en  la  corte,  acóntes- 
elo esta  auentura  del  buen  cauallero  anciano; 
esta  aueys  03'do,  e  la  donzella  auia  visto  la 
gran  caualleria  de  armas  que  auia  hecho  el 
cauallero,  e  vio  en  como  el  se  yua  y  el  re 3^ 
le  daua  mal  cobro  de  lo  que  ella  demandaua; 
llamo  a  vn  escudero  suyo,  e  mandóle  que 
le  truxiesse  su  palafrén  apriessa,  e  luego 
fue  traydo,  e  caualgo,  e  fue  em  pos  del 
cauallero  con  dos  escuderos  que  eran  ve- 
nidos con  ella  por  le  hazer  compañía.  E 
no  se  despidió  del  rey,  antes  se  fue  en 
pos  del  cauallero  fasta  que  lo  alcanzo;  quan- 
do lo  ouo  alcauQado,  ella  descendió  de  su 
palafrén,  e  hinco  las  rodillas  antel,  e  pidióle 
por  merced  que  la  escuchasse.  E  quando  el 
cauaUero  vio  estar  asi  la  donzella,  ouo  della 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


437 


grau  piedad,  e  dixole:  «-Señora,  leuantadvos, 
y  dezid  aquello  que  os  plazera» .  Y  leuantose 
la  donzella  en  pie,  y  dixole:  «Señor  caualle- 
ro,  pidoos  merced  e  por  amor  de  Dios,  que 
ayays  de  mi  piedad  y  de  vna  madre  que 
tengo  vieja,  e  poned  consejo  en  nuestro  fe- 
cho, ca,  señor,  sabreys  por  verdad  que  nos 
somos  las  mas  sin  ventura  mugeres  que  ay 
en  el  mundo,  e  aquellas  a  quien  mayor  sin 
razón  e  tuerto  es  hecho» .  E  quando  el  caua- 
llero  anciano  asi  oyó  hablar  a  la  donzella, 
el  ouo  gran  piedad  della,  que  las  lagrimas  le 
vinieron  a  los  ojos,  e  dixole:  «Señora,  dezid 
como  es  vuestro  fecho».  Luego  comento  la 
donzella  a  contar  su  caso  al  cauallero  ancia- 
no assi  como  era,  e  dixo:  «Señor  cauallero, 
es  cierto  que  he  vna  madre  que  es  dueña  de 
muy  gran  tienpo,  e  fue  hermana  de  Lama- 
rad  de  Liconays,  e  aquel  Lámar ad  fino  al 
tienpo  del  rey  Yter  Padragon,  e  quando 
murió  no  dexo  fijo  ninguno,  e  toda  su  tierra 
quedo  a  mi  padre,  e  agora  vino  en  aquella 
tierra  vn  conde  que  es  mancebo  de  pocos 
dias,  y  es  muy  cruel,  e  comarca  con  nuestra 
tierra,  y  este  conde,  como  cruel  e  honbre 
que  no  ha  en  si  buen  desseo  ni  buen  seso 
como  menester  le  seria,  es  muy  poderoso  de 
tierra  y  de  a  ver,  y  el  vio  que  mi  madre  ni 
yo  no  teníamos  maridos  ny  hombres  que  nos 
defendiessen,  vino  a  cercar  a  nuestra  tierra. 
E  el  nos  ha  tomado  muchas  tierras  e  casti- 
llos, e  vn  solo  castillo  que  nos  ha  quedado  el 
es  uenido  a  el,  e  tienelo  cercado  con  todo  su 
poder,  que  son  bien  trezientos  caualleros,  e 
my  madre  esta  en  el  castillo  con  solos  cient 
caualleros,  e  quando  vio  ella  este  mal  tan 
grande  que  le  hazia  este  cauallero,  ella  me 
embio  al  rey  Artur  por  que  le  embiasse  ayu- 
da, y  el  me  la  auia  prometido  que  el  pornia 
en  este  fech9  buen  cobro,  y  en  tanto  vos  lle- 
gastes  a  la  corte,  e  aueyslos  metido  a  todos  en 
rebuelta,  qual  vos  sabeys,  que  todos  quedan 
feridos  e  quebrantados,  en  tal  manera,  que 
avn  en  si  no  pueden  poner  cobro,  mal  lo  por- 
nan  en  lo  de  mi  madre,  que  a  todos  los  dexo 
«^ue  están  catando  sus  llagas,  que  son  muy 
mal  feridos  los  mas,  y  pense  en  mi  mesma 
que  no  podria  auer  mejor  ayuda  que  la 
vuestra,  e  por  esso  soy  venida  em  pos  de  vos; 
y  bendito  sea  el  mi  señor  Dios  que  os  he  ha- 
llado, porque  vos  pido  por  merced,  y  por 
amor  de  Dios  y  de  sancta  Maria,  que  os  vays 
comigo  por  ayudar  a  mi  madre  contra  aquel 
cruel  honbre;  esta,  señor,  es  toda  mi  enba- 
xada;  por  Dios,  que  a  ella  me  proueays». 
«Donzella,  dixo  el  cauallero,  yo  os  fago  sa- 
ber que  ha  mas  de  quarenta  años  que  no 
tome  armas  sino  oy  tan  solamente,  ni  yo 
auia   voluntad    de  tomarlas.   Enpero    essa 


dueña  que  dezis  que  le  fazen  tan  gran  sin 
razón,  yo  haré  todo  mi  poder,  e  avn  por  La- 
marad,  que  fue  gran  amigo  mió.  E  por  esto 
sed  segura  deste  hecho,  que  yo  lo  quiero 
llenar  sobre  mi,  e  vos  ayudare  con  todo  mi 
poder».  E  dixo  la  donzella:  «Dios,  por  su 
clemencia,  e  santa  Maria,  vos  den  por  ello 
buen  galardón,  como  yo  espero  que  liara». 
E  luego  subió  en  su  palafrén,  e  fueronse  por 
su  camino,  e  anduuieron  aquel  dia  fasta  la 
noche,  e  quando  la  noche  fue  venida,  el  ca- 
uallero fizo  armar  vn  tendejón  en  medio  de 
la  floresta,  e  alli  folgaron  aquella  noche.  E 
otro  dia  de  mañana  leuantaronse,  e  caualga- 
ron  en  sus  cauallos,  y  anduuieron  tanto  por 
sus  jornadas,  que  llegaron  a  tierra  de  fora- 
ña, e  alli  folgaron  tres  dias,  e  al  quarto  ca- 
ualgaron  en  sus  cauallos,  e  a  los  tres  escude- 
ros embiolos  con  la  donzella  suya,  que  no  la 
quiso  llenar  consigo,  y  mando  que  le  aten- 
diessen  en  vn  lugar  que  les  dixo  fasta  que 
el  tornasse,  y  el  cauallero  e  la  donzella  an- 
duuieron hasta  que  llegaron  a  tres  leguas 
del  castillo  de  la  dueña,  y  estuuuieron  alli 
fasta  que  ñie  venida  la  tarde,  y  después  que 
fue  noche,  caualgaron  en  sus  cauallos,  e  an- 
douieron  hasta  que  llegaron  al  castillo,  e  la 
donzella,  que  sabia  bien  las  entradas  del  cas- 
tillo, lleno  al  cauallero  que  los  de  fuera  no 
los  vieron  entrar,  e  luego  que  fueron  dentro, 
decendieron  de  sus  cauallos,  e  quando  la 
dueña  vio  a  su  hija,  ouo  gran  alegría  con 
ella  e  con  el  caualiero  esso  mismo,  e  mando 
atauiar  de  cenar,  y  cenaron  e  folgaron,  e 
mirauan  al  cauallero,  e  marauillauanse  de 
como  era  viejo,  y  que  auia  grandes  miem- 
bros, e  como  era  bien  fecho  a  marauilla;  e, 
como  ouieron  cenado,  tiraron  las  tablas,  e  la 
dueña  llamo  aparte  a  su  hija  e  a  tres  caua- 
lleros, los  mas  cuerdos  que  tenia;  e  quando 
la  dueña  vio  sus  caualleros  en  su  cámara, 
dixo  a  su  fija:  «¿Como?  fija,  ¿este  es  el  caua- 
llero y  el  ayuda  que  el  rey  Artur  nos  embia? 
Por  Dios,  que  el  nos  embia  mal  recaudo,  que 
yo  pensaua  que  traeriades  con  vos  a  don  Lan- 
garote, o  a  don  Tristan,  o  a  don  Palomades, 
o  a  don  Galuan,  o  a  otros  muchos  caualle- 
ros de  la  Tabla  Redonda,  e  vos  aueys  traydo 
con  vos  vn  tan  viejo  cauallero,  que  parece 
que  ha  hedad  de  mas  de  cient  años;  mal 
aueys  recaudado  en  tal  menester  como  este 
en  que  estamos,  qual  vos,  amada  hija,  bien 
sabeys» .  La  donzella  respondió  e  dixo:  «Se- 
ñora, por  amor  de  Dios,  no  os  quexeys  fasta 
que  sepays  la  manera  y  el  fecho  de  la  ver- 
dad como  es.  Señora,  yo  os  digo  verdadera- 
mente que  yo  os  he  traydo  mejor  cobro  que 
SI  vos  ouiesse  traydo  el  mejor  cauallero  del 
mundo  y  el  mas  valiente,  e  digolo  por  lo  que 


438 


LIBROS  DE  caballerías 


yo  misma  le  vi  hazer,  ca  yo  le  vi  hazer  la 
mayor  caualleria  en  armas  que  jamas  caua- 
llero  hizo.  Que  le  vi  derribar  eu  vu  dia  doze 
cauaUeros  los  mejores  de  la  corte,  saluo  que 
no  derribo  a  don  Lanoarote  del  Lago,  que 
era  mal  doliente,  entre  los  quales  derribo  a 
don  Tristan  de  Leonis,  a  Palomades  el  paga- 
no, a  don  Graluan,  sobrino  del  rey  Artur,  e  a 
don  Estor  de  Mares,  e  a  Lamarad  (*)  de  Gao- 
nes,  e  a  otros  buenos  cauaUeros,  que  fueron 
por  todos  doze.  Y  esto,  señora,  vi  yo  mesma 
por  mis  ojos» .  E  quando  la  dueña  e  los  caua- 
Ueros oyeron  estas  buenas  nueuas,  ñieron 
deUo  muy  alegres,  y  luego  todos  fueron  en 
donde  el  cauaUero  estaua.  E  la  dueña  con  su 
fija,  e  los  cauaUeros,  se  omiUaron  a  el,  e 
la  dueña  dixo  al  cauaUero:  «Señor,  pues 
Dios  en  mi  socorro  os  ha  traydo,  a  el  do 
muchas  gracias;  que,  según  lo  que  de  vos 
me  dizen,  y  con  el  derecho  que  tenemos,  es- 
pero que  ayna  auremos  venganga  de  nues- 
tros aduersarios» .  El  cauaUero  diko  que,  con 
la  ayuda  de  Nuestro  Señor,  assi  lo  esperasse. 
La  dueña  dixo  que  todo  lo  que  ella  hauia  era 
para  seruicio  suyo,  e  todos  los  cauaUeros  del 
castillo  le  fazian  gran  honi'ra  y  reuerencia. 
Luego  la  dueña  hizo  llenar  al  cauaUero  a 
vna  cámara  muy  rica,  en  que  estaua  vn 
honrrado  lecho  e  vn  noble  estrado,  e  diole  vn 
escudero  que  lo  siruiesse  muy  honrradamen- 
te,  e  durmió  aqueUa  noche  a  todo  su  plazer. 
Otro  dia  de  mañana,  el  cauaUero  se  leuanto, 
e  fue  a  oyr  missa  de  Sancti  Spiritus.  E  quan- 
do la  missa  ñie  dicha,  la  dueña  hizo  poner 
las  tablas  para  comer,  y  asentáronse  a  comer, 
e  comieron,  y  ouieron  plazer.  Fueron  alli 
todos  los  cauaUeros  del  castillo,  e  la  dueña 
vieja,  e  otras  dueñas  e  donzellas,  e  ninguno 
no  comia  a  la  tabla  del  cauaUero,  por  le  mas 
festejar,  sino  el  solo,  y  todos  le  fazian  gran 
honrra,  e  lo  seruian,  e  los  otros  cauaUeros,  y 
las  otras  dueñas,  e  la  gente  menuda,  comian 
a  otras  tablas;  y  quando  ellos  ouieron  comi- 
do, las  tablas  fueron  leuantadas,  y  el  caua- 
Uero se  leuanto  en  pie,  y  hablo  en  esta  ma- 
nera: «Señora  dueña,  e  señores  cauaUeros, 
yo  soy  aqui  venido  porque  vuestra  fija  me 
ha  hecho  entender  que  este  conde  que  aqui 
fuera  del  castillo  esta  vos  ha  tirado  gran 
parte  de  vuestra  tierra  e  honrra,  e  avn  que 
esto  no  le  ha  bastado,  saluo  que  os  quiere 
tomar  este  castillo  en  que  vos  estays,  e  que 
en  todas  estas  cosas  no  tiene  derecho  nin- 
guno, e  quiérelo  saber  por  vos  e  por  estos 

(')  Aquí  termina  el  fragmento  de  un  Tristán  caste- 
llano (ms.  del  fiiglo  xiv)  que  hemos  dado  á  conocer 
en  nuestros  Anales  de  la  Literatura  Española,  y  que 
comienza  con  las  palabras:  cce  maranillananse  de  com- 
mo  era  yiejo». 


honbres  buenos  que  aqui  son,  este  fecho  si 
es  como  esta  donzeUa  me  ha  contado» .  Ees- 
pondio  la  dueña  e  dixo:  «Señor  cauaUero, 
asi  me  ayude  Dios  e  nuestra  señora  su  ma- 
dre, e  nos  dexe  acabar  este  fecho  a  nuestra 
honrra,  como  ello  es  assi  como  mi  hija  os  ha 
contado,  y  que  no  ha  fallescido  en  cosa  de  lo 
que  ha  dicho,  que  ante  auemos  recebido  mas 
agrauio  e  daño  de  lo  que  aueys,  señor,  oydo» . 
E  dixo  el  cauaUero:  «Pues  assi  es,  agora  me 
conbatire  mas  sin  miedo  con  ellos,  pues  yo 
se  quel  derecho  es  de  vuestra  parte;  que 
cierto,  señora,  quel  que  tiene  derecho,  Nues- 
tro Señor  es  en  su  ayuda,  e  todo  aquel  que 
tiene  tal  señor  en  su  conpañia,  seguramente 
puede  comeuQar  todas  las  cosas  que  quisiere. 
E  por  esto,  señores  cauaUeros,  pues  nos  te- 
nemos el  tal  conpañero,  y  tenemos  el  dere- 
cho de  nuestra  parte,  sin  miedo  podemos  yr 
contra  nuestros  enemigos,  que  sin  duda  sere- 
mos vencedores,  si  plaze  a  Nuestro  Señor,  e 
en  la  mañana  nos  vamos  al  campo  para  ellos» . 
Los  cauaUeros,  quando  assi  oyeron  hablar  al 
cauaUero  viejo  con  tanta  destreza,  ellos  di- 
xeron  entre  si  que  sin  falta  era  cuerdo  caua- 
Uero, y  que  mucho  auia  fablado  bien  e  hon- 
rradamente,  e  dixeron  que  ellos  harian  todo 
aqueUo  que  mandasse,  y  que  no  le  fallecerían 
mientra  que  ouiessen  las  almas  en  los  cuer- 
pos, e  que  en  todo  seguirían  su  mandado.  E 
quando  el  cauaUero  anciano  vio  la  voluntad 
de  los  cauaUeros  de  la  dueña,  el  ouo  gran 
plazer  en  su  coraron,  y  llamo  a  vn  escudero, 
e  dixole:  «Tu  yras  al  conde,  e  dile  de  mi 
parte  que  soy  vn  cauaUero  de  gran  hedad,  y 
que  ha  mas  de  quarenta  años  que  no  tome 
armas,  empero  que,  por  la  gran  desmesura 
e  por  el  tuerto  que  yo  he  oydo  dezir  que  el  ha 
hecho  e  avn  haze  a  estas  señoras,  soy  venido 
aqui.  E  dile  que  le  embio  a  dezir  que  si  el 
quisiere  tornar  su  tierra  a  la  dueña  e  a  su 
hija,  e  si  se  quisiere  quitar  de  sobre  este  cas- 
tiño,  que  a  mi  plazera,  e  si  esto  no  quisiere 
hazer,  dile  que  yo  y  re  mañana  a  conbatirme 
con  el,  por  defender  el  derecho  destas  seño- 
ras» .  E  luego  el  escudero  se  partió  del  caua- 
Uero, e  fuesse  para  el  conde,  y  haUolo  con 
gran  conpaña  de  cauaUeros,  e  saludólo  a  el  e 
a  los  suyos  bien  cortesmente,  y  el  conde  le 
dixo  que  fuesse  bien  venido.  «Señor  conde, 
dixo  el  escudero,  vn  cauaUero,  que  es  mi  se- 
ñor, vos  embia  a  dezir  por  mi,  quel  es  vn  ca- 
uaUero estraño  de  luenga  tierra,  y  que  passa 
de  hedad  de  cient  años  y  que  ha  mas  de  qua- 
renta años  que  el  no  truxo  armas,  saluo  de 
pocos  dias  acá,  y  que,  el  estando  en  su  tierra, 
vna  donzeUa,  fija  de  mi  señora,  le  ha  ydo  a 
buscar  para  ayudarlas  e  fauorescerlas  e  fazer- 
les  dar  lo  suyo.  Mas,  porque  el  ha  entendido 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


439 


el  gran  nial  e  la  gran  desonrra  que  vos  fazeys 
a  estas  sonoras  que  son  en  este  castillo,  vos 
embia  dezir  que,  si  vos  les  quereys  tornar 
toda  su  tierra  que  les  aueys  tomado,  y  que 
vos  leuanteys  deste  castillo,  e  si'assi  lo  i[\\e- 
Toys  hazer,  que  a  el  plazera  mucho,  mas  si  vos 
esto  no  quereys  fazer,  el  os  faze  saber  que  el 
verna  mañana  al  canpo,  para  se  conbatir  con 
vos  e  con  vuestra  gente».  Quando  el  conde 
oyó  esto  que  le  dixo  el  escudero,  el  lo  touo 
a  gran  locura,  e  dixo  al  escudero:  «Ve,  tór- 
nate para  tu  señor,  e  dile  que,  si  el  salió  de 
seso,  que  su  locura  le  podra  hazer  gran 
daño».  Y  el  escudero,  quando  aquello  le  oyó 
dezir,  dexole:  «Señor  conde,  mañana  po- 
dreys  bien  ver  si  mi  señor  es  loco  o  cuerdo 
cauallero» . 

Luego  se  torno  el  escudero  para  su  señor, 
e  no  se  quiso  despedir  del  conde,  ni  el  dixo 
mas,  e  contó  todo  aquello  quel  conde  dixera 
a  su  señor  punto  por  punto ,  Luego  el  caua- 
llero anciano  dixo  a  los  caualleros:  «Señores, 
nos  auemos  hecho  todo  aquello  que  es  de- 
recho de  nuestra  parte;  por  ende  vos  ruego 
que  cada  vno  se  apareje  en  este  dia  y  en  esta 
noche  de  todo  aquello  que  vos  haze  menester, 
en  tal  manera  que  de  mañana  nos  vayamos 
a  prouar  con  nuestros  enemigos,  e  catad  que 
cada  vno  de  vos  sea  buen  cauallero,  e  no  os 
deys  nada  por  la  muerte» .  E  los  caualleros 
dixeron  que  ellos  farian  todo  su  poder.  E 
luego  comení^'aron  los  caualleros  del  castillo 
de  aparejar  todo  aquello  que  les  hazia  me- 
nester para  la  mañana,  e  todos  atendieron 
el  dia  con  gran  miedo  que  auian,  que  ellos 
sabian  que  aquellos  que  estañan  de  fuera 
eran  quatro  para  vno,  e  avn  que  eran  mejo- 
res caualleros  que  ellos. 

Otro  dia,  los  caualleros  se  armaron  todos, 
e  fueron  a  oyr  missa  de  Sancti  Spiritus,  e 
confessaronse  todos,  e  subieron  en  sus  caua- 
llos  e  salieron  fuera  del  castillo;  y  el  caua- 
llero anciano  hizo  fazer  de  los  cient  caualle- 
ros del  castillo  vna  haz,  e  llenaron  su  seña, 
e  diola  que  la  lleuasse  vn  buen  caudillo,  e 
luego  comencaron  a  yrse  contra  sus  enemi- 
gos, e  las  dueñas  y  donzellas,  y  los  que  no 
eran  para  traer  armas,  subiéronse  a  los  an- 
damies del  castillo  por  ver  la  batalla.  E  to- 
dos rogauan  a  Dios  que  los  quisiesse  ayudar^ 
e  quando  el  anciano  cauallero  y  los  otros,  que 
eran  cient  caualleros,  fueron  cerca  del  conde 
quanto  vn  trecho  de  ballesta  de  donde  el 
conde  estaña,  mando  que  no  passassen  mas 
adelante,  y  la  razón  por  que  los  fizo  detener 
fue  por  su  bondad,  quel  via  bien  quel  con- 
de y  sus  gentes  no  eran  prestos,  y  pareciale 
que  faria  vna  gran  maldad  si  assi  peleassen 
con  eUos  estando  desarmados,  y  por  esta  ra- 


zón fizo  detener  su  gente,  porque  el  conde  y 
sus  gentes  so  pudicssen  armar  a  toda  su  gui- 
sa. El  conde  ni  sus  gentes  no  estañan  arma- 
dos, porque  auian  tenido  por  burla  lo  quel 
escudero  le  auia  dicho,  y  (juando  el  conde  y 
su  gente  vieron  venir  las  conpañas  arma- 
das fiel  castillo  assi  ordenadamente,  comen- 
(,"aron  a  dar  grandes  bozes,  y  dezir:  «¡armas! 
¡armas!»,  y  fueron  armados  a  gran  priessa, 
y  hizieronse  dos  hazes,  y  en  cada  haz  hizo 
poner  vn  buen  caudillo,  e  auia  en  cada  haz 
dozientos  caualleros,  y  luego  se  comengaron 
a  yr  contra  la  gente  del  castillo  bien  y  cuer- 
damente la  vna  haz  y  la  otra;  y  el  cauallero 
anciano,  quando  los  vio  venir,  mando  a  sus 
caualleros  que  se  fuessen  reziamante  contra 
sus  enemigos,  y  los  caualleros  no  se  detouie- 
ron,  antes  se  fueron  contra  ellos,  e  abaxa- 
ron  sus  langas,  e  fueronse  ferir  los  vnos  a  los 
otros  de  gran  fuerza,  que  era  marauilla  de 
ver,  y  alli  podriades  ver  caualleros  en  tierra, 
y  cauallos  sueltos  sin  señores,  y  yelmos  sin 
cabecas,  e  cabegas  sin  cuerpos,  y  la  pelea 
que  fazian  y  el  ruydo  era  grande ,  y  avn  el 
conde  no  era  entrado  en  la  batalla,  porque 
queria  que  entrassen  primero  las  dos  hazes 
suyas  en  la  pelea,  que  cierto  el  conde  y  sus 
caualleros  trayan  muy  mal  a  los  caualleros 
del  castillo,  porque  ellos  eran  pocos.  E  quan- 
do el  cauallero  anciano  vio  quel  conde  con 
su  conpañia  trayan  mal  a  los  suyos,  dixo  que 
tienpo  era  de  ayudar  a  sus  caualleros. 


Lxxrv 

De  como  el  cauallero  anciano  salió  a  la  ha- 
talla  e  la  vendo,  y  mato  mucha  gente,  y 
tomo  preso  al  conde. 

Abaxo  la  lan^a  luego  el  cauallero  anciano, 
e  con  gran  yra  firio  al  cauallo  de  las  espue- 
las, e  fue  ferir  en  la  mayor  priessa  que  vio 
de  sus  enemigos,  y  el  firio  al  primero  caua- 
llero que  hallo  tan  fuertemente,  que  le  echo 
del  cauallo  en  tierra.  E  no  se  detono,  e  fue 
herir  a  otro  cauallero  tan  reziamente,  que 
lo  echo  en  tierra  muerto.  Después  firio  al" 
tercero,  e  quarto,  e  al  quinto,  assi  que  derri- 
bo aíjuella  vez,  antes  que  se  le  quebrasse  la 
lanra,  veynte  caualleros;  luego  el  anciano 
viejo  puso  mano  a  la  espada,  e  metióse  entre 
sus  enemigos  assi  brauamente  como  el  lobo 
entre  las  cuajas,  e  comencé  a  dar  grandes 
golpes  a  diestro  e  a  siniestro,  y  el  tirana  yel- 
mos de  caberas  y  escudos  de  cuellos,  e  derri- 
baua  caualleros  de  cauallos  a  tierra;  no  al- 
cancaua  cauallero  que  firiesse  de  toda  su 
fuerga  que  lo  no  echasso  en  tierra  muerto 


440 


LIBROS  DE  caballerías 


o  mal  ferido,  y  el  fazia  tan  gran  maraiülla 
de  armas,  que  todos  aquellos  que  lo  veyan 
se  marauillauan,  assi  amigos  como  enemigos. 
Quando  los  caualleros  del  castillo  vieron 
aquellas  marauillas  que  fazia  el  su  anciano 
cauallero  en  los  enemigos,  ellos  cobraron  co- 
raron e  fuerca,  y  comenQaron  a  ferir  rezia- 
mente  en  los  contrarios  y  ayudar  al  buen 
viejo  cauallero;  y  quando  el  vio  que  sus  ca- 
iialleros  cobrauan  ñierca  e  fazian  gran  daño 
a  sus  enemigos,  ouo  gran  plazer,  y  no  se  de- 
tuuo  poco  ni  mucho,  ante  comen90  a  ferir  en 
la  gente  de  sus  enemigos,  y  a  matar  y  de- 
rribar muchos  dellos,  e  fizo  tanto  en  armas, 
que  era  temido  assy  como  león,  e  andaua 
muy  brauamente  entre  sus  enemigos,  que  no 
parecia  honbre  terrenal ,  antes  páresela  vn 
relaupago.  e  no  auia  cauallero  que  lo  osasse 
esperar,  que  assi  ñiyan  del  como  las  ouejas 
del  lobo.  E  quando  la  gente  del  conde  vieron 
que  no  podian  sofrir  al  anciano  cauallero, 
comengaron  de  ftiyr  lo  mas  que  ellos  podian, 
y  el  cauallero  anciano  y  los  del  castillo, 
quando  vieron  que  sus  enemigos  eran  ven- 
cidos e  fuyan,  ñieron  empos  dellos  bien  dos 
leguas,  e  todavía  yuan  matando  e  derriban- 
do a  tieria.  e  faziendo  gran  daño  en  ellos. 
Y  el  cauallero  anciano  e  sus  caualleros,  que 
eran  ya  cansados,  tornáronse  por  donde 
auian  ydo,  e  prendieron  al  conde  e  bien  cient 
caualleros  de  los  suyos  con  el,  e  llenáronlos 
al  castillo;  e  luego  se  desarmaron  todos,  y 
folgaron,  e  comieron,  que  eran  muy  cansa- 
dos, e  cataron  sus  feridas,  e  catadas,  el  an- 
ciano cauallero  fizo  ayuntar  a  la  dueña  e  a 
los  caualleros  todos,  e  dixoles:  «Señora  y  se- 
ñores: a  mi  parece  que  seria  bien  que  fiziesse- 
des  paz  con  este  conde,  eseays buenos  amigos 
y  buenos  vezinos» .  Dixo  la  dueña  que  todo  lo 
que  el  mandasse  se  faria.  Y  el  cauallero  an- 
ciano dixo:  «Señora,  el  conde,  según  parece, 
no  ha  muger,  y  vos  aueys  esta  hija,  yo  quiero 
y  os  ruego  que  los  caseys  en  vno,  e  assi  aureys 
buena  paz».  Dixeron  todos  que  les  plazia. 
Luego  sacaron  al  conde  de  la  prisión,  y  el 
cuydaua  que  lo  sacauan  a  matar,  e  ouo  miedo. 
E  traydo  al  palacio  ante  todos,  el  cauallero 
anciano  le  dixo:  «Conde,  bien  veys  quantos 
agrauios  a  estas  señoras  teneys  fechos,  e 
tanbien  en  el  estado  que  estay s  agora,  que 
se  yo  que  en  tal  poder  podriades  estar,  que 
luego  os  mandarla  dar  la  muerte,  pero  yo, 
como  os  veo  que  vuestra  hedad  es  tan  bien 
dispuesta  para  biuir,  no  quiero  que  passe 
por  otra  manera,  saino  que,  pues  no  aueys 
muger,  que  os  caseys  con  esta  hija  desta  se- 
ñora, e  que  toda  su  tierra  tengays  como 
vuestra,  e  aureys  siempre  paz;  y  esto  me 
paresce   lo  mejor   e   mas   prouechoso   para 


todos» .  Y  el  cauallero  no  dixo  mas;  el  conde 
respondió:  «Señor  y  señoras:  todo  lo  dicho 
ha  sido  tan  bien  dicho,  que  no  pornia  fabla 
en  ello,  saluo  que  lo  fare  de  buena  gana». 
E  ante  quel  cauallero  anciano  de  alli  par- 
tiesse,  los  desposo,  e  les  hizo  sus  bodas  muy 
honrradas,  y  el  conde  fue  plazentero  dellos, 
e  ouieron  sienpre  buena  paz  e  biuieron  con- 
formes. E  agora  dexemos  de  contar  esto;  tor- 
nemos a  contar  de  como  el  buen  cauallero 
anciano  embio  a  decir  su  nombre  e  quien  era 
a  la  corte  del  rey  Artur.  Quando  el  cauallero 
anciano  ouo  acabado  este  hecho  como  aueys 
oydo,  el  se  despidió  del  conde  e  de  las  seño- 
ras del  castillo,  los  quales  se  despidieron  con 
mucha  alegría  y  plazer,  e  desque  ouo  folga- 
do  algunos  dias  en  su  casa^  vínole  al  coracon 
como  auia  prometido  al  rey  Artur  que  le  em- 
biaria  dezir  su  nombre  y  de  que  linaje  era, 
y  llamo  vn  su  escudero,  e  dixole:  «Tu  yras 
a  la  corte  del  rey  Artur  y  contarle  has  toda 
la  auentura  que  con  la  donzella  e  con  el 
conde  me  ha  venido,  según  y  en  la  forma 
que  lo  has  sabido.  Otrosí  tanbien  le  dirás 
como  me  llamo  y  de  que  linaje  soy,  según 
(jue  lo  tu  sabes,  y  este  seruicio  me  liaras 
con  diligencia  y  lealmente» .  El  escudero  le 
prometió  que  faria  su  mandado  lo  mejor  quel 
supiesse,  y  el  se  partió,  e  anduuo  tanto  fasta 
que  llego  a  Camalot,  e  alli  fallo  al  rey  Artur 
en  la  yglesia  oyendo  missa.  assentado  en  vna 
silla,  con  gran  conpaña  de  altos  honbres  y 
de  caualleros.  en  que  auia  obispos  e  carde- 
nales, que  auian  venido  a  hazer  vna  fiesta 
aqiiel  dia. 

LXXY 

De  como  el  mensajero  llego  a  Camalot  con 
el  mensaje  del  anciano  cauallero  su  señor. 

El  escudero  se  fue  derechamente  para  el 
rey,  e  humillosele  muy  cortesmente.  E  quan- 
do el  rey  lo  vido,  dixole  que  fuesse  muy  bien 
venido.  El  escudero  dixo:  «Señor,  el  caua- 
llero anciano,  aquel  que  justo  con  vuestros 
caiialleros  e  no  quiso  justar  con  vos,  embia 
a  dezir  por  mi  que  lo  no  hizo  por  mal  que  os 
quisiesse  a  vos  ni  a  hombre  de  vuestra  corte, 
mas  que  lo  fizo  por  saber  que  tales  eran  los 
caualleros  deste  tiempo  y  que  poder  auian,  y 
por  conoscer  quales  eran  mejores  caualleros, 
los  ancianos  o  los  noueles,  como  lo  entonces 
dixo,  e  porque  le  rogastes  que  os  embiasse  a 
dezir  su  nombre  e  quien  era,  lo  embia  agora  a 
dezir  por  mi;  e  la  causa  por  que  no  lo  ha  em- 
biado  ante  a  dezir  fue  por  vna  donzella  que 
en  vuestra  corte  estaña  a  la  sazón  quel  aqui 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


441 


fue,  y  pedia  a  vuestra  real  excelencia  ayuda 
para  vn  agrauio  que  le  hazia  vn  conde,  la 
qual  donzella,  como  vio  quel  cauallero  mi 
señor  era  tan  esforzado  en  armas,  luego  que 
de  aqui  partió,  le  siguió  y  le  rogo  que  por 
Dios  la  acorriesse  a  vn  agrauio  que  le  fazia 
vn  conde,  que  le  tomaua  su  tierra,  porque 
su  madre  ni  ella  no  tenian  maridos  que  las 
defendiessen;  y  mi  señor,  vista  su  demanda 
ser  tan  justa,  como  es  de  su  vso  e  costunbre 
en  tales  cosas  vsar  de  piedad,  aceptóle  que 
yria  con  ella,  el  qual  lia  tanto  fecho,  que 
mato  mucha  gente  del  conde  y  firio,  y  a  el 
prendió;  y  de  preso,  porque  vio  que  su  paz 
no  podia  ser  confirmada,  alos  casados  en 
vno  al  conde  e  a  la  donzella,  y  assi  los  dexo 
en  paz  y  sossiego.  Señor,  dicho  he  toda  la 
auentura  que  a  mi  señor  ha  venido  en  este 
caso,  y  helo  dicho  por  las  mas  hreues  pala- 
bras que  he  podido,  e  quiero  dar  a  vuestra 
excelencia  cuenta  como  se  llama  y  de  que 
linaje  es.   El  cauallero  anciano  ha  nombre 
Brauor  el  brun,  e  fue  nieto  de  don  Segura- 
des  el  brun,  que  fue  hermano  de  su  padre  de 
don  Segurados,  e  fue  primo  de  don  Héctor 
el  brun,  que  ftie  en  su  tienpo  vno  de  los 
buenos  caualleros  del  mundo  e  mas  valiente, 
e  no  ouo  ninguno  de  cuerpo  tan  grande  como 
el  ni  de  tan  grandes  mienbros,  e  fue  el  caua- 
llero del  mundo  que  mas  hedad  biuio  en 
aquel  tienpo  y  el  que  mejor  mantuuo  cana- 
lleria  en  la  vejez,  e  ñie  de  linaje  de  los  Bru- 
ñes, como  lo  podeys  saber  por  libros  que  fue- 
ron fechos  en  aquel  tienpo;  e  fueron  de  aquel 
linaje  los  mejores  caualleros  del  mundo,  que 
sabed  que  Febus  ftie  tal  cauallero  como  el 
mundo  da  fe,  e  de  aquel  linaje  es  mi  señor» . 
Y  quando  el  mensajero  ouo  dicho,  e  los  caua- 
lleros e  altos  honbres  que  ay  estañan  ouie- 
ron  oydo  todo  aquello,  fueron  marauillados, 
que  ellos  cuydauan  que  ñiesse  passado  deste 
mundo  el  cauallero,  e  gran  tienpo  auia  que 
ellos  no  auian  oydo  hablar  del,  mas  a  Segu- 
rados su  sobrino  auian  ellos  visto,  e  dixeron: 
«Verdaderamente,  Brauor  el  brun  es  el  me- 
jorcauallero  del  mundo;  e  avn  agora,  assi  an- 
ciano como  es».  ]\Iucho  se  marauillaron  en 
la  corte  desta  auentura,  y  el  rey  dixo  que 
queria  que  fuesse  puesto  en  escrito,  e  mando 
a  vn  clérigo  de  los  de  la  Tabla  que  pusiesse 
el  nombre  del  cauallero  en  el  libro  de  la  Ta- 
bla, e  las  auenturas  que  le  contecieron  desde 
el  dia  que  llego  a  la  corte  hasta  el  dia  que 
torno  a  su  tierra,  según  qiie  de  suso  el  men- 
sajero le  auia  contado.  Y  al  mesmo  caualle- 
ro anciano  acaescio  lo  siguiente,  e  metiéron- 
lo assimesmo  en  el  libro  de  la  Tabla.  Acaes- 
cio que  vn  dia  yua  a  vn  castillo  a  ver   vn 
su  amigo  que  estaña  doliente,  e  yendo  por 


vna  floresta,  e  sus  escuderos  con  el,   encon- 
traron quatro  caualleros  armados  do  todas 
armas,   e  leuauan  vn  cauallero,  las  manos 
atadas  atrás  e  los  pies  atados  so  el  vientre 
del  cauallo,  e  traya  consigo  vna  muy  apues- 
ta dueña,  que  yua  faziendo  el  mayor  duelo 
del  mundo.  E  quando  la  dueña  vio  venir  al 
cauallero  anciano,  ella  le  pidió  merced  por 
Dios  e  por  honrra  de  caualleria  que  acorriesse 
aquel  cauallero,   que  era   su   marido,    que 
aquellos  malos  caualleros  lo  lleuauan  a  la 
muerte;  y  quando  el  cauallero  anciano  oyó 
hablar  a  la  dueña,  e  vio  como  ella  fazia  gran 
duelo,  tanbien  como  lleuauan  al  cauallero 
tan  malamente  preso,  ouo  gran  piedad  della 
e  de  su  marido,  e  dixo  a  los  caualleros:  «Se- 
ñores, ¿por  que  lleuays  assi  este  cauallero?» 
Ellos  respondieron:  «¿Que  aueys  vos  que  ha- 
zer  si  lo  nos  llenamos  bien  o  mal?»  Dixo  el: 
«A  mi  parece  que  deueys  dexar  yr  al  caua- 
llero e  a  la  dueña» .  Y  ellos  le  dixeron:  «Se- 
ñor, yd  vos  con  buena  ventura  vuestro  ca- 
mino, que  por  vos  ni  por  hombre  del  mundo 
no  dexaremos  el  cauallero  ni  la  dueña» .  Dixo 
el  cauallero  anciano:  «Yo  creo  que  por  mi  solo, 
si   quisiere,    le   dexareys».    Dixeron   ellos: 
«¿Como,   cauallero,   vos  pensays  auer  mas 
fuerga  que  nos  quatro?»  Dixo  el  cauallero: 
«¡Agora  lo  vereys!»  Y  tomo  su  escudo  e  la 
lan9a,  e  enlazo  el  yelmo,  e  dixo:  «Señores 
caualleros.  o  dexad  el  preso,  o  os  defended, 
que  a  la  justa  soys  venidos».  E  los  quatro 
caualleros  lotuuioron  por  loco,  y  el  vno  de- 
llos  dixo:  «Señor  cauallero,  pues  ys  buscan- 
do justa,  aueysla  hallado  aqui»;   e  luego  se 
arredraron  el  vno  del  otro,  e  abaxaron  sus 
lauras,  e  dexaronse  venir  el  vno  contra  el 
otro  tanto  como  los  cauallos  los  podian  lle- 
nar, y  el  cauallero  dio  vn  gran  golpe  sobre 
el  escudo  con  su  lan^a  en  el  honbre  bueno, 
y  el  buen  viejo  le  firio  en  tal  manera,  que 
ni  sabia  si  era  noche  si  dia.  E  quando  los 
tres  caualleros  compañeros  vieron  a  su  com- 
pañero en  tierra,  ellos  dixeron:  «Este  caua- 
llero es  de  gran  fuerya,  e  si  nos  andamos 
vno  a  vno  a  justar  con  el,  el  nos  derribara  a 
todos,  mas  vamos  todos  a  ferir  en  el,  e  me- 
támoslo a  muerte.  Y  a  esto  se  acordaron  los 
tres  caualleros,  e  no  se  detuuieron,  mas  an- 
tes abaxaron  sus  laucas  e  fueron  a  ferir  en 
el  cauallero.  E  quando  el  los  vio  venir,  non 
les  recelo,  antes  se  fue  para  ellos,  e  todos 
tres  fueron  a  ferir  al  anciano  viejo  tan  re- 
ziamente,  -^ue  las  lanzas  fizieron  bolar  en 
pedacos.  Y  el  cauallero  hirió  al  vno  dellos, 
ijue  lo  hizo  caer  de  la  silla.  E  los  dos  caua- 
lleros que  eran  quedados  en  sus  cauallos,  me- 
tieron mano  a  las  espadas  e  fueron  a  herir 
contra  el  reziamente;  y  quando  el  cauallero 


442 


LIBROS  DE  caballerías 


los  vio  venir,  dio  la  su  langa  al  escudero,  e 
puso  mano  a  su  espada  e  ñiese  para  ellos 
de  buena  gana.  E  al  primero  que  alcanoo, 
dio  tan  gran  golpe  por  encima  del  yelmo, 
'|ue  le  metió  el  espada  por  la  caber-a,  y  el  se 
sintió  mal  ferido,  e  descaualgo  del  cauallo, 
i|ue  no  podía  estar  en  el.  E  quando  el  ancia- 
no cauallero  ouo  fecho  aquel  golpe,  boluio  su 
cauallo  contra  el  otro,  que  os  diré  verdad 
quel  cauallero  anciano  en  poca  de  hora  los 
derribo  a  todos  en  tierra  mal  feridos,  y  fuesse 
luego  para  el  cauallero  preso,  y  el  fizólo  sol- 
tar de  las  manos  y  de  los  pies,  y  el  cauallero 
e  la  dueña  ouieron  gran  plazer  quando  se 
\'ieron  assi  deliberados,  eagradescieronlo  mu- 
cho a  Dios  y  al  buen  cauallero  anciano;  y  el 
cauallero  les  dixo  que  si  auian  recelo  de  al- 
gún otro  cauallero,  y  el  preso  dixo:  «Señor, 
nos  auemos  miedo,  j  por  ende  vos  rogamos, 
por  amor  de  Dios,  que  nos  Ueueys  en  vues- 
tra guarda  hasta  que  nosotros  seamos  llega- 
dos a  nuestro  lugar,  que  es  cerca  de  aqui». 
«Esto  fare  yo  de^buena  voluntad,  dixo  el  ca- 
uallero anciano.  Pues  agora  caualgad,  e  mé- 
tamenos al  camino,  que  no  os  fallescere  de 
mi  ayuda  a  todo  mi  poder» .  «Grandes  merce- 
des», dixeron  ellos.  Y  ellos  yendo  assi,  el 
cauallero  les  pregunto  que  por  qual  razón 
auian  sido  presos,  e  donde  los  lleuauan.  E  di- 
xeron:  «Señor  cauallero,  esto  os  contaremos. 
Sabed  que  los  dos  de  aquellos  quatro  caualle- 
ros  son  hermanos,  e  auian  otro  hermano,  e 
todos  tres  hermanos  tomaron  a  mi  padre  sin 
razón  e  matáronlo;  e  al  tienpo  que  lo  ellos 
mataron,  yo  era  pequeño,  y  porque  yo  no  pe- 
dia meter  mano  en  caualleria,  seyendo  mogo 
de  pocos  dias,  fueme  a  la  corte  del  rey  Ar- 
tur,  y  hizeme  cauallero  lo  mas  ayna  (¿ue 
pude.  Y  después  que  yo  fue  cauallero,  mate 
el  vno  dellos  en  venganza  de  mi  padre,  e 
después  acá  he  embiado  a  dezir  a  los  dos  her- 
manos que  quedauan  que  ouiessen  paz  e 
buena  amistad  comigo,  y  ellos  no  lo  quisie- 
ron fazer,  antes  me  desafiaron  que  me  sa- 
carían el  alma  donde  quiera  que  me  pudies- 
sen  auer.  Y  yo,  quando]  supe  esto,  guarda- 
uame  lo  mejor  que  podia,  e  oy  me  acaescio 
que  yo  y  esta  dueña  mi  muger  yuamos  por 
asta  floresta  a  ver  su  madre  a  vn  lugar  cerca 
de  aqui,  e  aquellos  caualleros  que  vos  vistes 
saliéronnos  al  camino,  y  lleuauanme  para 
cortar  la  cabega  delante  su  padre,  que  es 
avnbiuo».'E  assi  hablando,  llegaron  a  su 
lugar  del  cauallero  preso,  y  el  cauallero  y  la 
dueñ'a  hospedaron  al  anciano  cauallero,  e  hi- 
zieronle  mucha  honrra,  e  otro  dia  de  maña- 
na se  leuanto  el  cauallero  anciano,  y  tomo 
sus  armas,  e  caualgo  en  su  cauallo,  y  enco- 
mendó a  Dios  al  cauallero  preso  y  a  la  due- 


ña, y  ellos  le  dixeron:  «Señor  cauallero,  vos 
soys  el  honbre  del  mundo  que  nos  mas  ver- 
daderamente auemos  de  amar  y  tener  por 
señor,  que  vos  nos  aueys  dado  la  vida,  e 
quanto  en  el  mundo  auemos  es  todo  a  vues- 
tro mandamiento» .  Y  el  cauallero  les  agra- 
descio  mucho  lo  que  ellos  dezian.  Y  luego  se 
partió  dellos  y  fuesse  por  su. camino,  y  andu- 
uo  tanto  por  sus  jornadas,  sin  auentura  hallar 
que  de  contar  sea,  que  llego  al  castillo  donde 
estaña  su  pariente  doliente,  e  hallo  que  era  le- 
uantado  de  la  dolencia,  e  ouieron  ally  gran  pla- 
zer en  vno.  E  folgo  alli  el  cauallero  anciano 
dos  meses.  E  despidióse  de  su  pariente,  y 
anduuo  tanto  por  sus  jornadas  que  llego  a  su 
casa.  Y  el  dixo  que  era  ya  viejo  para  en 
estas  demandas,  y  que  era  ya  tienpo  de  fol- 
gar  e  de  tirarse  destas  cosas,  y  queria  rogar 
a  Dios  que  del  ouiesse  merced,  y  el  assi  lo 
fizo.  Dada  la  cuenta  desto  todo  para  que  en 
el  libro  de  la  Tabla  se  escriuiesse,  callo  el 
mensajero  que  no  dixo  mas,  y  assi  se  partió 
del  rey  Artur. 

Agora  dexa  de  hablar  desto,  y  torna  a  don 
Tristan,  de  como  se  i)artio  de  la  corte  del 
rey  Artur  para  yr  a  buscar  sus  auenturas,  e 
dixo  a  don  Lancarote  que  se  quedasse  adiós 
y  le  diesse  licencia. 


LXXVI 

De  como  don  Tristan  salió  de  la  corte  del  rey 
Artur  y  fue  a  buscar  auenturas,  y  como 
desbarato  los  cient  caualleros  que  guarda- 
uan  la  hada  Morgayna. 

Quenta  la  historia  que  don  Tristan  estaua 
mu}^  enojado  de  estar  tanto  tienpo  en  la  cor- 
te del  buen  rey  Artur,  y  dixo  a  don  Langa- 
rote: «Señor,  yo  me  quiero  yr  luego  a  bus- 
car mis  auenturas,  por  que  os  ruego  que  me 
dej^'S  licencia,  que,  cierto,  yo  estoy  cansado 
de  estar  aqui  tanto  tienpo  sin  fazer  cosas  que 
de  contar  sean  para  la  honrra  de  la  Tabla» . 
E  quando  don  Lancarote  le  oyó  dezir  aque- 
llo, fue  muy  triste,  e  dixo:  «Señor  don  Tris- 
tan,  mucho  me  pesa  por  vuestra  yda,  ca  qui- 
siera que  vos  aqui  quedarades,  mas,  pues  a 
vos  viene  en  plazer,  yd  mucho  en  hora  buena, 
e  ruegovos  que  vays  a  tomar  licencia  del  rey 
e  de  la  reyna,  (jue  se  que  les  pesara  de  vues- 
tra partida» .  Y  el  se  fue  delante  dellos  e  de- 
mandóles licencia,  y  ellos  ge  la  dieron,  e  ro- 
gáronle mucho  que  tornasse  en  Camalot,  e 
que  les  faria  muy  gran  honrra  e  seruicio.  E 
don  Tristan  fizo  gran  reuerencia  al  rey,  e 
dixole  quel  ternaria  lo  mas  ayna  que  pu- 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


443 


diesse.  E  luego  tomo  sus  armas,  e  eaualgo  eu 
su  cauallo,  y  Lancarute  lo  salió  acompañar 
muy  gran  pie^a,  e  don  Tristan  lo  encomendó 
a  Dios.  Don  Lan(,'arote  dixo  que,  si  el  qui- 
siesse,  que  yria  con  el,  e  don  Tristan  le  dixo: 
«Señor  don  Langarote,  yo  os  ruego  que  vos 
os  quedeys,  que  yo  seria  alegre  con  la  vuestra 
compañia,  mas  este  camino  yo  le  quiero  fa- 
zer  sin  otra  conpañia,  e  yo  vos  prometo  de 
tornar  lo  mas  ayna  que  pudiere » .  E  don 
Tristan  se  fue  por  su  camino,  e  Langarote 
se  torno  para  la  ciudad ,  e  fue  ventura  que 
don  Tristan  llego  a  la  puente  donde  se  auia 
conbatido  con  los  cincuenta  caualleros  de  la 
hada  Morgayna,  y  alio  ay  cient  caualleros. 
E  quando  el  quiso  passar ,  dixeronle :  «  Ca- 
uallero,  muerto  soys» ;  e  viniéronse  para  el 
las  laucas  en  las  manos,  e  dieronle  tan  gran- 
des golpes,  que  por  poco  no  le  echaron  de 
la  silla,  y  ellos  bien  lo  cuydaron  derribar, 
mas  Tristan  se  tuuo  bien,  que  dio  tan  gran- 
des golpes  a  los  caualleros,  que  antes  que 
quebrasse  la  lanya  echo  en  tierra  veynte  e 
dos  caualleros.  E  quando  los  otros  lo  vieron, 
cercáronlo  en  medio,  dieronle  muy  grandes 
golpes,  mas  las  armas  eran  buenas  y  muy 
fuertes,  que  no  las  podian  falsar  a  el  ni  a  su 
cauallo.  E  Tristan  metió  mano  a  la  espada, 
e  fue  ferir  a  vn  cauallero  por  encima  de  la 
cabera,  que  lo  abrió  fasta  los  dientes,  y  quan- 
do los  otros  vieron  aquel  golpe,  dieronle  lar- 
gura, e  comenzaron  a  fuyr  para  el  castillo, 
e  Tristan  passo  la  puente,  e  fuesse  por  su  ca- 
mino fasta  que  llego  a  vna  fuente  en  vn  buen 
prado,  e  descaualgo  por  refrescar  el  e  su  ca- 
uallo, y  hechose  a  dormir,  e  los  caualleros 
se  fueron  para  el  castillo  delante  de  la  due- 
ña, y  ella  les  pregunto  por  nueuas.  Y  dixe- 
ron:  «Todos  somos  desbaratados  e  muertos 
por  mano  de  vn  solo  cauallero,  y  creemos 
que  sea  diablo  antes  que  honbre » .  Y  ella  les 
dixo:  «Antes  es  cauallero  carnal,  mas  vos- 
otros soys  tan  couardes,  que  avnque  ftiesse- 
des  mil  tales  a  todos  vos  echarla  a  mal» .  Y 
ellos  dixeron:  «Pues  vos  sabeys  quien  es,  nos 
os  rogamos  que  nos  lo  digays».  Y  ella  dixo: 
«Según  muestra' el  arte,  es  el  cauallero  del 
otro  dia».  Y  ellos  dixeron:  «Señora,  ¿es  Lan- 
garote?» Dixo  ella:  «No  os,  ante  es  cauallero 
que  viene  de  la  corte  del  rey  Artur  e  ha  nue- 
uamente  jurado  la  Tabla» ;  e  dixo:  «Yd  diez 
caualleros  a  tal  fuente,  que  alli  lo  hallarej' s, 
8  rogadle  de  mi  parte  que  venga  aqui  a  to- 
, mar  seruicio  por  cortesía».  Y  ellos  fizieron 
su  mandado,  e  hallaron  a  Tristan  (¡ue  «^ue- 
ria  caualgar  en  su  cauallo,  y  ellos  de  lexos 
saludáronle,  y  el  les  torno  las  saludes,  y  di- 
xeronle: «Señor  cauallero,  la  señora  del  cas- 
tillo por  do  aueys  passado,  nos  embia  a  vos, 


ruega  vos  por  cortesía  e  por  el  su  amor,  que 
vos  vays  a  su  castillo  e  tomarej's  della  serui- 
cio». E  Tristan  les  demando  que  quien  era 
la  dueña.  Ellos  le  dixeron  en  como  era  la 
dueña  úe  la  hada  Morgay na,^e  Tristan,  vien- 
"do  que '  era  noche7"oíorgoga[o  por  cortesía  o 
por  lionrra  della,  que  era  hermana  del  rey 
Artur,  e  eaualgo  e  fueronse  para  el  castillo. 
E  quando  fueron  dentro,  la  dueña  lo  saludo 
cortesmente,  e  Tristan  le  torno  las  saludes, 
y  ella  le  fizo  tomar  el  cauallo,  e  mando  que 
ge  lo  pensassen,  e  tomo  a  Tristan  por  la 
mano,  y  Ueuolo  a  vna  cámara,  e  dixole: 
«Tristan,  vos  me  haueys  fecho  oy  gran 
daño» ,  y  el,  quando  se  oyó  nombrar,  fue  ma- 
rauillado,  e  dixo:  «Señora,  ¿que  daño  vos  he 
fecho?»  Y  ella  le  dixo:  «Vos  me  aueys  des- 
baratado mis  caualleros  por  dos  vezes ,  e  me 
los  aueys  espantado,  que  de  oy  mas  no  falla- 
re cauallero  que  a  la  puente  ose  estar» .  «Por 
mi  fe,  señora,  dixo  Tristan,  si  yo  os  he  he- 
cho algún  daño,  yo  soy  muy  triste  por  ello, 
mas  yo  no  sabia  que  ellos  fuessen  vuestros, 
e  fizelo  por  defender  mi  persona,  que  no  me 
querían  dexar  passar  la  puente,  mas  ruego- 
vos  que  me  perdoneys  por  vuestra  cortesía» . 
E  ella  le  dixo:  «Señor  don  Tristan,  grande 
seria  el  daño  que  vos  me  ouiessedes  hecho, 
que  yo  no  os  perdonasse  por  la  voluntad  e 
ardimiento  que  en  vos  ay »  .  E  Tristan  le 
dio  muchas  gracias .  E  dixo  ella:  «Señor  don 
Tristan ,  vos  me  aueys  demandado  vn  don 
que  os  perdonasse,  e  por  esto  os  demando  yo 
a  vos  otro  don  que  me  deys» .  E  Tristan  dixo: 
«No  ay  cosa  en  el  mundo  que  vos  me  deman- 
deys,  que  vos  la  no  de».  Y  ella  dixo:  «Yo  os 
ruego  e  demando  en  don  que  durmays  esta 
noche  comigo,  y  que  me  deys  el  vuestro 
amor  e  yo  daros  he  el  mió» .  E  don  Tristan 
dixo:  «Señora,  aqueste  don  no  os  lo  darla, 
que  mucho  seria  tenido  por  mal  cauallero». 
E  dixo  ella:  «¿Por  que?»  Dixo  Tristan:  «Por- 
que lo  he  dado  a  otra  dueña,  e  por  tanto  no 
vos  lo  otorgo,  mas  haré  por  vos  toda  otra 
cosa  que  me  demandeys :  e  avn  lo  dexo  por 
honrra  del  rey  Artur  vuestro  hermano,  e  no 
quiero  ser  reptado  de  los  caualleros  de  la 
Tabla  Redonda» .  E  quando  la  dueña  vio  que 
le  no  quería  otorgar  su  amor,  fue  muy  tris- 
te, e  rogóle  por  cortesía  que  ge  lo  diesse;  y 
el  dixo  que  no  faria.  E  quando  ella  vio  que 
ge  lo  no  quería  otorgar,  fue  muy  sañuda,  e 
dixole:  «Tristan,  pues  no  me  quereys  dar  el 
vuestro  auior,  salid  fuera  del  castillo,  que 
a<]ui  no  podeys  dormir,  e  de  aqui  adelante  no 
parezcays  delante  de  mi»  ;  e  Tristan  dixo 
que  le  diesse  sus  armas  e  su  cauallo,  y  luego 
ge  lo  dieron  todo  y  fuesse  por  su  camino,  e  la 
dueña  quedo  muy  corrida ,  e  dixo  que  ella 


444 


LIBROS  DE  caballerías 


seria  en  su  daño  ijuanto  biuiesse.  E  dexemos 
estar  la  dueña  sañuda  e  triste,  e  tornemos  a 
Tristan  que  se  yua  su  camino,  e  llego  a  vn 
castillo  de  vn  rico  hombre,  el  qual  era  su 
enemigo,  y  el  no  lo  sabia. 


Lxxvn 

De  como  don  Tristan,  andando  buscando  sus 
aiic'iihiras.  acertó  en  vn  castillo  de  vn  su 
enemigo  'no  lo  sabiendo^  y  de  lo  que  allí  le 
acontesdo. 


Dize  la  historia  que  don  Tristan  no  sabia 
que  alli  fiíesse  su  enemigo,  y  entro  en  el 
castillo,  e  el  rico  hombre  lo  rescibio  muy 
honrradamente  e  con  gran  honrra,  y  curaron 
bien  del  e  de  su  cauallo,  y  el  rico  hombre 
no  lo  conoscia,  e  era  seruido  de  grandes  e  de 
pequeños;  y  en  aquel  castillo  auia  vna  don- 
zella,  la  qual  seruia  a  vna  dueña  muger  del 
rico  honbre,  e  conoscia  a  don  Tristan,  mas 
ella  no  dixo  nada  fasta  que  don  Tristan 
dormia,  e  la  donzella  dixo  al  rico  hombre: 
«Señor,  muchas  vezes  os  he  oydo  que  que- 
riades  tomar  venganca  de  Tristan:  sabed  que 
vos  le  teneys  en  vuestro  poder» ;  y  el  dixo 
que  lo  no  creya  quel  fuesse.  E  quando  la 
donzella  le  oyó  dezir  que  lo  no  creya,  dixole: 
«Verdaderamente  que  el  es.»  E  quando  el 
vio  que  lo  porfiaua,  dixo:  «Td  a  la  cama  e 
parad  bien  mientes  si  es  el,  e  dezidme  bien. la 
verdad».  La  donzella  fue  a  Tristan,  y  ella 
lo  conoscio  muy  bien,  e  salióse  de  la  cámara, 
e  hallo  a  su  señor,  e  dixole  en  como  aquel 
era  don  Tristan  cierto;  y  el  rico  honbre  se 
aparejo  con  diez  caualleros  armados,  e  fuesse 
parala  cámara  donde  Tristan  dormia,  e  dixo: 
«¡Sea  preso  el  traydor  de  don  Tristan,  que 
mato  a  mi  fijo  e  a  mi  hermano  en  el  torneo 
del  Yercepon!»  E  como  dormia,  prendiéronle, 
e  ataron  muy  fuertemente  las  manos.  Y  el 
pregunto  que  por  qual  razón  lo  prendían,  y 
contáronle  en  como  deuia  morir  por  tal 
razón;  e  fue  muy  bien  guardado  hasta  la 
mañana.  E  quando  vino  el  dia,  el  rico  hom- 
bre se  leuanto,  j  mando  apregonar  por  todo 
el  castillo  que  todo  hombre  tomasse  armas 
e  fuesse  a  ver  la  justicia  que  se  auia  de  fazer 
del  traydor  de  don  Tristan.  E  la  gente, 
quando  oyeron  esto,  tomaron  sus  armas  e 
fueronse  a  la  puerta  del  castillo,  e  don 
Tristan  yua  bien  atado  encima  de_vMjmila i 
e  salieron  fuera  para  To  cortar  la  ca bc(;a.~Y^ 
estando  en  aquella  priessa,  ellos Yieron  venin. 
vn  cauallero  armado,  y  este  era  el  buen  Pa-j 
t-lfimaxlfia,  y  el  rico  hombre,  quando  le  vkyj 


conosciole,  que  lo  auia  acogido  muchas  vezes 
en  su  castillo,  y  el  rico  hombre  le  dixo: 
«Señor  Palomades,  agora  podej^s  tomar  ven- 
ganza del  vuestro  enemigo  mortal  don  Tris- 
tan  de  Leonis,  que  yo  le  tengo  aqui  y  le 
quiero  cortar  la  cabe(;'a» .  «Y  ¿que  vengan(;a 
aure  yo,  dixo  Palomades,  si  el  muriesse  en 
tal  manera?»  E  dixo  entre  si  que,  si  el  pu- 
diesse,  que  le  ayudarla  que  no  muriesse  tan 
vilmente  en  poder  de  tal  hombre  ni  por  tal 
razón.  E  don  Tristan,  quando  vio  al  caualle- 
ro, dixole:  «Cauallero  andante  de  la  Tabla 
Redonda,  quien  quier  que  seays,  ruegovos 
por  cortesía  que  hagays  saber  en  la  corte  del 
rey  Artur  en  como  Tristan  de  Leonis  es 
muerto  por  mano  deste  rico  hombre  que  me 
prendió  en  su  castillo  a  salua  fe  e  con  gran 
traycion».  E  Palomedes  paro  mientes  en 
aquellas  palabras,  y  abaxo  la  cabera  contra 
tierra  e  no  dixo  nada.  E  dixo  entre  si  mesmo 
que  si  don  Tristan  muriesse  de  tal  manera, 
que  seria  muerto  vno  de  los  mejores  caualle- 
ros del  mundo,  y  que  la  su  muerte  seria  gran 
daño  a  la  Tabla  Redonda,  e  dixo  que  no  era 
menester  que  en  aqiiel  punto  le  falleciesse, 
ni  catasse  a  la  mal  querencia  que  era  entre 
ambos  a  dos,  e  dixo  quel  faria  en  aquel 
punto  quel  tuerto  quel  tenia  hecho  a  Tristan 
que  alli  lo  enmendarla,  pero  quiso  saber  si 
lo  auian  prendido  assi  como  el  dezia,  y  pre- 
gunto al  rico  honbre  si  era  assi,  y  el  dixo 
que  si.  E  Palomades  dixo  al  rico  honbre: 
«A  mi  paresce  que  seria  gran  traycion  si  de 
tal  forma  le  diessedes  muerte» .  «Señor,  dixo 
el  rico  hombre,  el  me  lo  ha  merescido,  que 
me  ha  muerto  mi  hijo  e  mi  hermano  en  vn 
torneo,  e  cierto,  non  escapara  sin  muerte» . 
Y  Palomades  le  dixo  assaz  de  buenas  razo- 
nes, e  le  rogo  que  lo  no  matasse,  que  lo  de- 
xasse  yr  por  amor  del,  que  gran  verguen(;'a 
le  seria  si  lo  el  viesse  morir.  E  dixole  que,  si 
lo  el  quisiesse  soltar,  si  no,  que  lo  ayudarla 
a  todo  su  poder.  «Por  cierto,  dixo  el  rico 
lionbre,  que  el  no  se  escapara  sin  muerte,  e 
yo  no  oyre  vuestros  ruegos,  empero,  si  vos 
lo  ayudardes,  vos  tomareys  muerte  assi  como 
el» .  E  Palomades  fue  desto  sañudo,  e  dixo: 
«¿Como?  ¡vil  honbre!  ¿fareys  de  mi  como 
del?  ¡no  fareys,  a  la  mi  fe!»  E  diole  tal  golpe 
por  los  pechos,  que  lo  echo  en  tierra  muerto. 
E  después  corrió  em  pos  de  los  otros,  e  derri- 
bo e  Ario  veynte  e  cinco  caualleros  antes  que 
quebrasse  la  lanca,  e  toda  la  gente  vino  sobre 
el,  c  dauanle  grandes  golpes,  y  el  saco  la  es- 
pada, e  dio  a  vn  cauallero  que  le  estaua  de- 
lante vn  tal  golpe,  que  le  corto  la  cabega;  e 
los  otros,  quando  vieron  este  golpe,  comen- 
r;aron  a  fuyr,  y  el  torno  a  Tristan,  por  tal 
(jue,  mientra  el  peleaua,  no  le  diessen  algu- 


DON  TRISTAN  DE  LEONTS 


445 


na  ferida  de  ^iie  muriesse,  e  allegóse  a  el,  e 
cortóle  las  cuei'das  de  los  pies  e  de  las  manos 
que  tenia  atadas.  E  Tristan,  quando  so  vio 
suelto,  tomo  vn  escudo  e  vna  langa  e  vn 
yelmo,  e  caualgo  en  vn  canal  lo  de  aquellos 
feridos,  e  ft/áeron  tanto  ambos  a  dos,  que 
ellos  tomaron  las  armas  y  el  espada  de  (.lo)i 
Tristan,  que  las  traya  vn  cauallero  por  des- 
pecho de  don  Tristan,  e  Palomades  dixo  a 
Tristan:  «Señor,  salgamos  de  aqui  e  vamos 
nuestro  camino,  que  harto  se  ha  fecho  de 
armas  en  nos  escapar  de  tantas  gentes» .  E 
luego  salieron  de  la  priessa  y  entraron  en 
la  floresta,  e  Palomades  dixo  a  Tristan:  «Se- 
ñor, ¿conosceysme?»  Dixo:  «No,  mas  ruego- 
vos  que  me  digays  quien  soys,  que  mucho 
vos  he  que  agradescer,  que  de  la  muerte  me 
aueys  escapado» .  «Sabed,  dixo,  que  yo  soy 
Palomades» . 

E  quando  Tristan  oyó  su  nonbre,  luego 
se  tiro  el  yelmo  e  lo  fue  abracar,  e  dixo: 
«Palomades ,  no  merezco  recebir  de  vos  tan- 
ta honrra  como  me  aueys  fecho;  empero  yo 
me  pongo  en  vuestro  poder,  e  faze  de  mi 
aquello  que  quisierdes».  Dixo  Palomades  a 
Tristan:  «Señor,  no  podia  sofrir  que  tan 
buen  cauallero  como  vos  muriesse  en  tal  ma- 
nera en  poder  de  tan  vil  gente,  e  por  esto 
hize  aquello  que  vistes.  Vos  soys  buen  caua- 
llero, ruégeos  que  seays  mi  amigo  e  me  per- 
donej^s,  e  yo  a  vos,  si  os  plaze,  e  si  no,  sea 
como  de  primero  como  lo  querreys» .  E  Tris- 
tan  dixo:  «Ruégeos  que  me  perdoueys,  que 
yo  quiero  entera  paz  y  que  seays  mi  amigo 
verdadero,  e  yo  vuestro,  y  fazer  con  mi  per- 
sona todo  vuestro  querer  jior  tan  gran  bene- 
ficio que  me  aueys  fecho  en  me  librar  de  la 
muerte».  Y  ellos  fizieron  siis  pazes  muy  fir- 
mes, e  abracáronse  con  gran  amor;  e  Palo- 
mades dixo:  «Señor  Tristan,  vamos  en  algún 
lugar  en  que  podamos  folgar  nos  e  nuestros 
cauallos» . 

E  anduuieron  tanto,  fasta  que  llegaron  a 
casa  de  vn  florestero,  e  alli  ouieron  todo  lo 
que  necessario  tenian,  e  folgaron  tres  dias, 
y  enbiaron  al  florestero  a  casa  del  rico  hon- 
bre,  e  dixeronle  que  le  demandasse  el  caua- 
11o  de  don  Tristan,  si  no,  que  se  aparejasse 
de  bien  guardar,  que  ante  de  mucho  tiem- 
po le  costaría  caro,  e  que  se  lo  dixesse  de 
parte  de  Tristan  y  de  Palomades.  Luego  el 
florestero  se  fue  al  castillo,  e  dixole  lo  que  le 
mandaron  los  caualleros,  e  ouo  gran  miedo, 
e  dio  todo  aquello  que  era  de  Tristan;  y  el 
florestero  se  torno  a  su  casa,  e  dio  lo  que 
traya  a  Tristan,  y  estouieron  alli  en  gran 
solaz,  y  a  cabo  de  tres  dias  ellos  encomenda- 
ron a  Dios  el  florestero,  e  caualgaron  e  fue- 
ron su  camino  por  la  floresta. 


Lxx^/m 


Como  se  combatieron  Tristan  e  Palomades 
con  el  santo  Galaz. 

Dize  la  historia  que  vn  dia  que  fazia  gran 
calor,  encontraron  vn  cauallero  que  era  el 
santo  Galaz,  aquel  donzelque  fue  engendra- 
do en  la  fija  del  rey  Pescador,  que  agora 
era  prioresa  en  el  monesterio  que  oystes,  el 
qual  era  fijo  de  don  Langarote  del  Lago;  e 
agora  torna  a  contar  la  presente  historia 
como  fue  armado  cauallero  el  santo  Galaz  (•). 
Quando  Tristan  se  partió  de  la  corte  del  rey 
Artur,  llego  a  la  corte  vna  donzella,  e  vino 
bispera  de  Pascua  de  Pentecoste.  e  dixo  a 
elon  Langarote  que  la  siguiesse,  que  le  era 
mandado  que  viniesse  por  el  e  lo  lleuasse 
consigo,  e  por  cortesía  que  no  dixesse  de 
no.  Langarote,  quando  le  oyó,  por  cortesía 
ge  lo  acepto.  E  fue  con  ella,  e  anduuieron 
tanto,  hasta  que  llegaron  a  vna  abadia  de 
dueñas,  e  alia  hallaron  al  donzel.  E  con 
Langarote  fueron  dos  caualleros  sus  primos, 
al  vno  llamauan  Bores  e  al  otro  Leonel.  E 
rogaron  las  dueñas  a  Lan9arote  que  fiziesse 
cauallero  aquel  donzel,  que  por  esto  le  lla- 
maron, y  el  hizolo  de  buena  gana,  mas  no 
sabia  que  fuesse  su  hijo,  e  luego  que  lo  hizo 
cauallero  tornóse  con  sus  primos  para  la 
corte  del  rey  Artur,  e  aquel  dia,  por  amo- 
2iestamiento  de  la  boz  del  ángel,  e  por  man- 
dado de  Dios,  el  donzel  e  cauallero  nouel  fue 
a  la  corte  del  rey  Artur  armado  e  aparejado 
de  todas  sus  armas,  y  el  cumplió  la  auentura 
de  la  silla  peligrosa  y  el  marmol  donde  esta- 
ña el  espada;  demostróse  alli  ante  todos,  y 
el  sancto  Grrial  que  muchos  hermitaños  auian 
prophetizado,  los  quales  hallauan  que  deuia 
llenar  a  fin  don  Gralaz.  Y  dize  la  hystoria 
que  todos  los  caualleros  de  la  corte  del  rey 
Artur  eran  partidos  en  la  sazón  por  con- 
querir la  conquista,  e  cada  vno  se  fue  por 
su  camino,  e  don  Gralaz  se  yua  para  vn  mo- 
nesterio donde  se  acabo  la  uentura  del  sanc- 
to escudo  con  la  cruz  bermeja,  e  la  cruz  fue  /><^ 
de  la  sangre  de  Jesu  Christo,  y  el  libro  del 
sancto  GriaTíaze  mención  dello  por  menudo, 
e  mientra  Gralaz  se  yua  por  la  floresta,  el 
encontró  a  don  Tristan  e  a  Palomades,  y 
quando  lo  vio  Palomades,  dixo  a  don  Tris- 
tan  que  le  diesse  la  primera  batalla  del  caiia- 
llero  que  venia,  e  Tristan  ge  la  otorgo  por 
cortesía,  y  Palomades  puso  su  escudo  delan- 
te e  abaxo  su  langa,  y  quando  GaJaz  lo  vio, 
el  se  cubrió  de  su  escudo,  e  dixo:   «Santa 


(')  Véase  la  Demanda  del  iSancto  Grial,  cap.  I  y 
sisuientes. 


446 


LIBROS  DE  caballerías 


Maria,  de  quien  yo  soy  cauallero,  no  me  sea 
contado  por  pecado  por  yo  defender  mi  per- 
sona»; y  boluio  su  cauallo,  e  abaxo  su  langa, 
e  ftieronse  a  ferir.  E  Paloraades  le  dio  vn 
golpe,  que  la  lanoa  quebró  e  otro  mal  no  le 
liizo,  e  Galaz  le  dio  tal  golpe  por  el  escudo 
que  lo  hecho  en  tierra  del  cauallo.  e  Galaz  se 
passo  adelante  por  yr  a  cunplir  su  auentura; 
e  quando  Tristan  vio  a  Palomades  en  tierra, 
fue  marauillado,  y  dixo:  «Por  la  mi  fe,  de 
gran  poder  es  el  cauallero  que  assi  ha  derri- 
liado  a  Palomades  tan  ligeramente,  por  que 
conuiene  que  lo  yo  vengue,  si  pudiere».  Y 
luego  don  Tristan  se  cubrió  del  escudo.  E 
Galaz,  quando  lo  vio  venir,  boluio  su  caua- 
llo, e  fueronse  a  dar  grandes  golpes,  e  Tris- 
tan  le  firio  tan  fuertemente,  que  lo  fizo  aba- 
xar  contra  las  ancas  del  cauallo.  E  si  el  gol- 
pe fuera  mas  baxo,  muerto  fuera  Galaz.  E 
Galaz  le  dio  tan  gran  golpe,  que  las  cinchas 
y  el  petral  le  quebró,  e  lo  echo  en  tierra.  E 
don  Galaz  se  comento  de  yr  por  cunplir  su 
auentura,  e  Tristan  le  salió  delante  e  lo  es- 
pero a  pie,  e  dixole:  «Buen  cauallero,  yo  me 
otorgo  por  vencido  de  la  lanca  por  falta  del 
cauallo,  por  que  os  ruego  que  os  combatays 
comigo  de  las  espadas,  por  ver  qual  es  me- 
jor cauallero:  vos  o  yo»;  e  don  Galaz  dixo: 
«Señor  cauallero,  yo  me  quiero  yr  por  cum- 
plir mi  viaje,  e  por  esto  no  me  quiero  con- 
batir  con  vos» .  «Cauallero,  dixo  Tristan,  ¿no 
hareys  cortesía?;  pues  soys  combatido  co- 
migo de  la  lan^a,  fazer  vos  conuiene».  En- 
tonces dixo  Galaz:  «Cauallero,  pareceme  que 
(piereys  fazer  fuerza» .  E  Tristan  dixo:  «No 
vos  faran  fuerga,  mas  es  vsan^a  de  caualle- 
ria  que  todo  honbre  que  se  ha  conbatido 
de  la  langa  que  se  combata  de  la  espada» ;  e 
tanto  le  rogo,  que  Galaz  ouo  de  descaualgar, 
e  pusieron  mano  a  las  espadas,  e  fueronse  a 
ferir  los  caualleros  el  vno  al  otro,  e  dauanse 
mortales  golpes  que  era  marauilla.  y  mien- 
tra que  ellos  se  combatían,  Palomades,  que 
estaña  mirando  la  batalla,  dezia  que  aquella 
era  vna  de  las  mayores  batallas  que  jamas 
ouiesse  visto.  E  quando  fueron  cansados, 
ellos  se  arredraron  el  vno  del  otro  por  des- 
cansar. E  quando  ouieron  cobrado  fuerza, 
leuantaronse  con  las  espadas  en  las  manos, 
e  dieronse  grandes  golpes.  E  Palomades  se 
leuanto  de  donde  estaña  sentado,  e  puso  el 
escudo  delante  y  el  espada  desnuda,  e  me- 
tióse entre  ambos  a  dos,  e  comengose  a  com- 
batir contra  el  cauallero.  Entonce  dixo  Ga- 
laz: «¡O  falsos  caualleros!  e ¿como  os  combatís 
comigo  mala  e  falsamente?,  que  si  vosotros 
vos  conbatis  comigo  assi  como  hazen  bue- 
nos caualleros  de  la  Tabla,  avnque  fuesse- 
des  tales  diez  como  vosotros,  yo  vos  metería 


a  todos  por  el  filo  de  la  espada;  mas  asi 
como  vosotros  os  combatís  comigo,  yo  no 
lo  podria  durar  contra  vos.  Mas,  si  soys  ca- 
ualleros de  valor,  dexadme  combatir  con  el 
vno  fasta  que  sea  acabada  la  batalla,  e  des- 
pués combatirme  he  con  el  otro,  que  no  assi 
como  os  combatís,  traydora  e  falsamente» . 
E  quando  Tristan  assi  oyó  fablar  al  caualle- 
ro, boluiose  contra  Palomades,  e  dixole:  «So- 
ñor  cauallero,  yo  os  ruego  por  cortesía  que 
vos  me  dexeys  llenar  esta  batalla  a  fin,  e  si 
por  ventura  yo  fuere  aqui  muerto,  hazed 
vos  como  buen  cauallero».  Entonces  Palo- 
mades no  dixo  nada,  e  tiróse  afuera,  e  dexo 
la  batalla  a  los  dos  caualleros,  que  se  com- 
batían fuertemente;  e  Palomades  miraua  la 
batalla,  e  no  podia  sofrir  la  vista.  E  quando 
fueron  bien  conbatidos,  eran  cansados,  e  ti- 
ráronse afuera  el  vno  del  otro  por  cobrar 
fuerga.  E  quando  ouieron  holgado,  Tristan 
se  leuanto  primero,  e  puso  mano  a  la  espa- 
da, e  quando  el  cauallero  lo  vio  venir,  le- 
uantose,  e  dixole:  «Señor  cauallero,  esperad 
vn  poco,  que  os  quiero  dezir» .  Dixole  Tris- 
tan:  «Cauallero,  dezid  lo  que  quisierdes».  El 
dixo:  «Yo  os  he  visto  hazer  tales  golpes,  que 
pienso  que  soys  mi  padre,  o  del  mi  linaje,  y 
querría  sal:»er  quien  soys,  que  a  marauilla 
soys  buen  cauallero,  e  dezidme  vuestro 
nonbre,  e  yo  deziros  he  el  mió,  e  si  vos 
soys  de  aquellos  que  yo  creo,  no  me  comba- 
tire  mas  con  vos  en  ninguna  manera».  «Por 
Dios,  dixo  Tristan,  yo  no  se  quien  es  vues- 
tro padre  ni  vuestro  linaje,  mas  mi  nombre 
vos  no  lo  sabrej^s  fasta  que  yo  sepa  el  vues- 
tro». Entonce  dixo  don  Galaz:  «Señor  caua- 
llero, por  honrra  vuestra  os  lo  diré.  Sabed 
que  soy  hijo  de  don  Langarote».  E  quando 
Tristan  supo  que  este  era  don  Galaz,  el  qual 
era  profetizado  que  aula  de  ser  el  mejor  ca- 
uallero del  mundo,  el  fue  alegre  por  tal  que 
se  aula  prouado  con  el  mejor  cauallero  del 
mundo,  e  luego  alQo  la  espada,  e  comengose 
a  combatir  fuertemente;  e  Tristan  dixo  en- 
tre si:  «Agora  soy  con  el  mejor  cauallero 
del  mundo,  e  prouare  mi  fuerza  e  caualleria; 
agora  que  conuiene  que  valga  en  este  lugar 
j  en  aqueste  punto» .  E  crecióle  la  fuerQa  y  el 
poder  con  gran  alegría,  e  dauale  los  golpes 
grandes  e  ásperos,  e  conbatianse  fuertemen- 
te anbos.  Palomades,  que  miraua  la  batalla, 
dezia  que  jamas  viera  su  par  de  batalla  de 
dos  caualleros,  e  dixo  que  mucho  mas  esfor- 
zado era  Tristan,  que  Galaz  menguauale  ya 
la  fuerza.  E  dixo  Galaz  en  alta  boz,  que 
Tristan  e  Palomades  lo  oyeron:  «Sancta  Ma- 
ría, aj'uda  al  tu  cauallero  en  este  punto» ;  e 
dixo:  «Por  Dios,  aqueste  es  el  diablo,  que 
no   me   ha  querido  dezir  su  nombre;   por 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


447 


Dios,  yo  sabré  su  nonbrc,  si  no,  yo  tare  tan- 
to por  fuerza  de  armas,  i]iie  mate  a  el,  o  el 
a  mi»;  e  dixole:  «Canallero,  dezidme  vuestro 
nonbre,  que  yo  vos  he  dicho  el  mió  por  cor- 
tesia,  si  no,  cunple  que  vos  e  yo  muramos 
aqui».  Dixo  don  Tristan:  «Por  Dios,  yo  no 
me  conbatire  mas  con  el  canallero  de  Sanc- 
ta  Maria»;  y  luego  echo  la  espada,  e  pensó 
que  en  aquello  fazia  como  leal  canallero  por 
tres  cosas:  La  primera,  porque  Gralaz  era  hijo 
del  mayor  amigo  que  tenia.  La  segunda, 
porque  el  dixo  primero  su  nonbre.  La  ter- 
cera, por  que  era  ordenado  de  la  Tabla  Re- 
donda, y  era  vsan^a  de  caualleria  que  todo 
caiiallero,  después  que  se  conosciessen,  no  se 
auian  de  conbatir  el  vno  con  el  otro,  e  si 
desta  batalla  viniera  otra  cosa,  seríale  puesta 
traycion;  y  por  estas  razones  don  Tristan  le 
dixo:  «Santo  canallero,  yo  os  visto  hazer  e 
os  he  oydo  dezir  tales  palabras,  que  yo  creo 
bien  que  soys  aquel  que  dizen  los  profetas» . 
Y  echo  el  escudo,  e  tomo  la  espada  por  la 
punta,  e  finco  las  rodillas  delante  el,  e  dixo- 
le: «Cauallero  de  sancta  Maria,  yo  os  ruego 
que  me  perdoneys,  que  yo  he  anido  lo  peor 
de  la  batalla,  e  vos  soys  el  vencedor».  Y 
quando  don  Gralaz  vio  la  honrra  e  la  reueren- 
cia  quel  cauallero  le  fazia,  dixo:  «Señor  ca- 
nallero, yo  vos  ruego  que  me  digays  quien 
soys,  que  tanta  honrra  me  fazeys» .  El  le  dixo: 
«Sabed  que  yo  soy  Tristan  de  Leonis,  sobri- 
no del  rey  Mares  de  Cornualla,  e  vuestro  pa- 
dre es  el  mayor  amigo  que  tengo».  Gralaz 
echo  su  escudo  e  su  espada,  e  dixole:  «Señor 
don  Tristan,  vos  meresceys  la  honrra  de  la 
batalla,  e  yo  no,  e  vos  la  aued» .  E  fuelo  a 
abrayar  de  gran  amor,  e  fizieronse  gran  re- 
uerencia  el  vno  al  otro,  y  tomaron  sus  ar- 
mas, e  fueronse  do  estaña  Palomades,  e  ha- 
zianse  el  vno  al  otro  gran  honrra  e  plazer,  e 
contauan  sus  haziendas.  Y  estando  assi,  dixo 
Palomades:  «Señores  caualleros,  a  mi  plaze 
porque  la  batalla  es  quedada,  loado  sea  Dios, 
e  somos  todos  tres  amigos,  e  somos  conba- 
tidos  y  golpeados,  por  que  yo  querría  que 
fuessemos  algún  lugar  do  pudiessemos  fol- 
gar» .  Y  en  esto  se  acordaron  los  caualleros 
todos  tres,  e  allegaron  a  vna  abadia  de  fray- 
Íes,  e  fizieronles  gran  honrra,  e  curaron  bien 
dellos  e  de  sus  cauallos,  e  yuan  a  vn  frayle 
que  se  entendía  de  curar  llagas,  e  curo  bien 
dellos,  e  púsoles  tales  vnguentos  que  luego 
fueron  sanos,  y  estuuieron  gran  tienpo  en  el 
abadia;  y  estando  en  aquella  manera,  Tris- 
tan  se  comento  a  razonar  con  don  Galaz,  e 
contole  como  ouo  la  batalla  con  Palomades, 
e  como  Brandelis  los  despartiera,  e  como 
pusieron  que  fuesse  la  batalla  al  Padrón  de 
Merlin,  e  de  como  se  encontró  con  su  padre 


e  auian  anido  ambos  a  dos  su  batalla.  E  don 
Galaz  comengo  a  reyr  quando  ge  lo  oyó  con- 
tar, e  dixo:  «Por  mi  fe,  señor  don  Tristan, 
i]ue  por  poco  le  ouiera  de  costar  caro  a  mi 
padre  la  mal  querencia  de  vosotros» .  E  asi 
estonieron  en  gran  alegría^  e  quando  vino  la 
noche,  el  prior  les  dixo  que  fuessen  a  cenar, 
e  tomaron  agua  a  manos  e  assentaronse  a 
la  tabla,  y  mientra  cenauan,  llego  vn  caua- 
llero armado  con  cuyta,  e  auia  nonbre  Pa- 
ñis, o  (juando  fue  en  el  monesterio  e  vio  los 
caualleros  que  cenauan,  saludólos  cortes- 
mente. 

E  ellos  le  tornaron  las  saludes,  e  dixe- 
ronle  que  se  posasse  a  la  tabla.  Y  el  dixo: 
«No  comeré  fasta  que  sepa  si  soys  jurados  de 
la  Tabla  Redonda,  de  la  corte  del  rey  Ar- 
tur,  e  si  no  lo  soj^s,  no  folgare  fasta  que  sea 
en  Camalot  antel  rey,  para  les  contar  malas 
nueuas».  E  Tristan  dixo:  «¿Que  malas  nue- 
uas  son  estas?»  Y  el  dixo:  «No  os  las  diré  si 
no  soys  de  la  Tabla  Redonda» .  E  Tristan 
dixo:  «Nos  somos  de  la  Tabla  Redonda».  E 
Banis  dixo:  «Señores  caualleros,  sabed  que 
Dinadan  el  Roxo,  sobrino  de  Tánica  de  Ro- 
ginto,  ha  prendido  a  Lamarad  de  Gaones  e 
otros  tres  caualleros  con  el  al  passo  de  vn  su 
castillo,  y  en  aquel  castillo  suyo  ay  trezien- 
tos  honbres  armados  muy  buenos.  Y''  los  ca- 
ualleros que  son  presos  con  Lamarad  son  es- 
tos: don  (raluan,  sobrino  del  buen  rey  Artur, 
y  el  otro  Bordón,  aquel  buen  cauallero,  y  el 
otro  es  Leonel,  e  ha  jurado  Dinadan  el  Roxo 
que  a  la  mañana  les  liara  a  fódosqñaffo  cor- 
tar  las  cabecas,  por  deshonrra  del  buen  rey 
Artur» . 

E  quando  ellos  aquello  oyeron ,  fueron 
marauillados,  e  fizieron  posar  consigo  al  ca- 
uallero a  cenar,  e  fizieron  dar  ceuada  a 
sus  caualios,  e  demandáronle  como  sabia  el 
aquellas  nueuas,  e  dixoles:  «Yo  halle  oy 
por  la  mañana  a  sus  escuderos  que  yuan  fu- 
yendo  desbaratados,  e  yuan  contra  la  corte 
del  rey  Artur,  e  dixeronme  las  nueuas,  e 
rogáronme  que  por  amor  de  Dios  que  bus- 
casse  a  don  Tristan  de  Leonis  e  a  don  Lan- 
garote del  Lago,  o  a  otros  de  la  Tabla,  e  yo 
enbielos  a  la  corte  por  vn  camino,  e  yo  ando 
buscando  algún  buen  cauallero  que  los  li- 
brasse»;  y  entonces  dixo  don  Galaz:  «Nos 
cenaremos,  e  daremos  ceuada  a  nuestros  ca- 
uallos, e  caualgaremos,  e  andaremos  toda  la 
noche  fasta  que  lleguemos  al  castillo,  e  con 
la  ayuda  de  Dios  y  de  nuestra  señora,  nos 
acabaremos  esta  auentura» . 

Y  luego  que  ouieron  cenado,  se  armaron, 
e  caiualgaron  en  sus  cauallos,  y  encomenda- 
ron a  Dios  a  los  fray  les,  e  fueronse  por  su  ca- 
mino. 


448 


líbeos  de  caballerías 


LXXIX 


De  como  don  Tristan,  e  don  Galaz,  e  don 
Palomades^  fueron  al  castillo  de  Dinadan 
el  Roxo,  e  libraron  de  la  muerte  a  los 
quatro  caualleros  de  la  Tabla. 

Ellos  yendo  por  su  camino,  dixo  don  Gralaz: 
«Señor  don  Tristan,  sed  vos  caudillo» .  E  don 
Tristan  dixo  que  lo  fuesse  el,  o  Palomades, 
que  era  hecho  antes  cauallero;  e  tanto  flzie- 
ron  vnos  con  otros,  que  a  don  Tristan  dieron 
el  señorío.  E  quando  Banis  vio  que  los  tres 
caualleros  eran  acordados  para  yr  alia,  fue 
muy  alegre,  e  rogóles  que  le  dexassen  yr 
con  ellos,  e  a  ellos  plugo  de  su  conpañia, 
e  dixeronle  sus  nombres.  Mucho  fue  alegre 
Banis  por  que  auia  hallado  tales  caualleros, 
e  no  quedaron  de  andar  fasta  que  llegaron 
al  castillo,  e  pusiéronse  en  celada  en  vn 
vergel,  e  descaualgaron,  e  tiraron  los  frenos 
a  los  cauallos,  e  dexaronlos  pacer  por  el 
prado.  E  quando  el  alúa  fue  clara,  ellos  ca- 
ualgaron  en  sus  cauallos  que  estañan  apare- 
jados. E  Banis  dixo:  «Aparejadvos,  caualle- 
ros, assi  como  aquellos  que  esperan  batalla, 
i|ue  agora  saldrán  fuera  para  justiciar  los  ca- 
ualleros». E  dixo  don  Tristan:  «La  batalla 
sera  como  Dios  quisiere,  mas  nos  aparejados 
somos» .  Y  estando  ellos  assi,  vieron  salir  del 
castillo  cincuenta  caualleros,  que  lleuauan 
a  los  quatro  caualleros  a  justiciar  atados_^(*) 
con  sogas  fuertemente.  Después  salió  Dma- 
dan  el  Roxo  con  dozientos  caualleros.  E 
4uando  ellos  fueron  en  el  prado,  vn  caualle- 
ro que  auia  nonbre  Taulca  fuese  para  los 
nuatro  caualleros,  e  dixoles:  «Caualleros, 
mal  seays  venidos,  que  agora  sereys  muertos 
assi  como  los  otros  que  están  aqui,  que  yo 
os  conozco,  que  soys  de  la  Tabla,  e  de  la  corte 
del  rey  Artur».  «Cierto,  dixo  don  Tristan, 
vos  dezis  muy  gran  verdad,  e  sabed  que 
somos  aqui  venidos  por  librar  aquellos  quatro 
caualleros  que  teneys  presos  falsamente». 
E  Taulca  le  dixo:  «Por  Dios,  cauallero,  rue- 
govos  que  vengays  a  merced  y  descaual- 
gueys,  e  metedvos  en  prisión».  E  Tristan 
dixo:  «Cauallero  malo,  no  me  espanteys 
por  amenazas».  Entonces  dixo  don  Galaz: 
«Mucho  predicamos;  yo  quiero  yr  alia  el 
primero,  si  a  vos,  señor  don  Tristan,  plaze» . 
E  fíiesse  para  el  cauallero,  e  diole  tal  golpe 
por  medio  del  escudo,  quel  fierro  de  la  lanr^a 
lo  metió  por  los  pechos,  y  echólo  en  tierra 
muerto.  E  luego  se  fue  para  los  otros,  e 
ante  que  quebrase  la  lanQa,  derribo  veynte 
caualleros  en  tierra.  E  luego  firio  el  buen 

{')  YA  original:  cea  Todos». 


Palomades,  e  ante  que  quebrasse  la  lan^a 
derribo  onze  caualleros  en  tierra.  Y  em  |pos 
dellos  firio  don  Tristan,  y  derribo  veynte  e 
cinco  caualleros.  E  luego  firio  Vanis,  e  ante 
que  quebrasse  la  langa,  derribo  en  tierra 
ocho  caualleros.  Echaron  mano  a  las  espa- 
das, e  hizierou  tanto  por  fuerza  de  armas, 
que  en  poca  de  hora  los  ouieron  vencidos,  e 
luego  se  allegaron  a  los  caualleros,  e  tirá- 
ronles las  sogas,  e  dixeronles:  «Caualleros, 
tomad  dessas  armas  que  están  en  tierra,  e 
tomad  dessos  cauallos  que  ay  sueltos,  e  ca- 
ualgad  en  ellos».  Y  ellos  fueron  a  donde 
estañan  los  caualleros  muertos,  e  tomaron 
las  armas  que  menester  les  hizieron,  e  ar- 
máronse vnos  a  otros.  Y  eran  ya  ocho  caua- 
lleros. E  hizieron  tanto  de  armas,  que  eran 
los  mas  de  Dinadan  muertos,  e  los  otros  en- 
traron por  el  castillo  fuyendo,  e  cerraron  las 
puertas.  E  los  que  estañan  feridos  en  el 
prado,  demandauan  merced.  E  Tristan  les 
dixo:  «Yosotros  ¿quereys  auer  merced?  de- 
njostradnos  a  Dinadan  el  Roxo  si  es  muerto 
o  bino» .  El  qual  ah/o  la  cabeca,  questaua  en 
tierra  mal  ferido,  e  dixo:  «Señor  cauallero, 
¿por  que  demandays  por  mi?  que  cerca  soy 
de  la  muerte,  e  merced  vos  pido».  E  Tristan 
dixo:  «Si  quereys  auer  merced,  yo  quiero 
que  me  prometays  de  jamas  no  fazer  mal  ni\ 
daño  a  ningún  cauallero  de  la  Tabla  ni  de  la  \ 
corte  del  vej  Artur,  en  toda  vuestra  vida».»-] 
E  Dinadan  el  Roxo  ge  lo  prometió  bien  y 
lealmente,  e  ge  lo  juro  en  vn  libro  en  el  qual 
Tristan  rezaua  sus  oras;  e  después  le  dixo 
don  Tristan  que  fuesse  al  castillo,  e  que  hi- 
ziesse  traer  pan  e  vino,  y  cenada,  e  lo  que 
ouiessen  menester  para  refrescar.  E  Dinadan, 
assi  herido  como  estaua,  caualgo  e  fuesse  al 
castillo  a  traer  a  los  caualleros  todo  lo  que 
menester  auian,  e  todo  aquello  que  le  mando 
don  Tristan.  Estando  assi  Tristan  e  los  caua- 
lleros vnos  con  otros,  ouieron  plazer.  E  los 
quatro  caualleros  dieron  gracias  a  Dios  e 
a  los  tres  caualleros.  E  luego  se  assentaron 
a  comer  en  aquel  prado,  e  desque  ouieron 
comido,  durmieron  alli  aquella  noche,  e 
quando  vino  el  dia  caualgaron,  e  fneronse 
para  el  abadia  donde  eran  partidos,  e  los 
frayles  les  hizieron  gran  honrra,  e  curaron 
bien  dellos;  e  alli  estuuieron  bien  quinze 
dias  a  gran  plazer  vnos  con  otros.  E  vn  dia 
don  Galaz  dixo  a  don  Tristan:  «Señor  Tris- 
tan,  ¿qual  camino  quereys  fazer?  porque  yo 
me  quiero  yr  a  buscar  mi  auentura,  e  por 
conplir  la  sancta  conquista  del  santo  Grial 
en  que  yo  ando» .  Entonce  dixo  don  Tristan: 
«Yo  me  quiero  yr  a  la  corte  del  rey  Mares, 
a  estar  alia  por  algunas  cosas  que  he  de 
hazer,  e  luego  entrare  en  la  conquista  con 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


449 


los  otros  caballeros;  empero  yo  me  quiero  yr 
con  vos  a  qual([uier  auentiira  (¡ue  nos  acon- 
tezca». E  don  Galaz  le  dixo:  «Señor  don 
Tristan,  ruégeos  ({ue  me  perdoneys,  que  a  la 
sazón  de  agora  yo  quiero  yr  solo;,  e  agradez- 
coos  mucho  vuestra  ccnpañia» .  E  don  Galaz 
encomendó  a  Dios  a  don  Tristan  e  a  los  otros 
caualleros,  e  fuesse  por  su  camino  para  yr  a 
la  santa  con(|UÍsta  del  santo  Grial. 

E  don  Tristan  e  don  Palomades  encomen- 
daron a  Dios  a  los  frayles  e  a  los  otros  ca- 
ualleros, e  fueronse  por  su  camino.  E  los 
quatro  caualleros  acordaron  de  yr  en  vno 
fasta  el  castillo  de  la  Encantadora,  e  alli  íbl- 
garon  algunos  dias  con  el  rey  de  los  cient 
caualleros;  e  después  se  fueron  para  la  corte 
del  rey  Artur  a  Camalot,  y  emqiresentaronse 
al  rey  Artur  de  parte  de  don  Tristan,  e  de  don 
Galaz,  y  de  Palomades,  y  de  Banis,  e  dixe- 
ron:  «Aquestos  son  los  caualleros  que  nos 
lian  librado  de  muerte  y  de  poder  de  Dina- 
dan el  Roxo,  que  nos  queria  cortar  las  cabe- 
ras a  todos» .  E  desta  auentura  fueron  el  rey 
e  todos  los  otros  caualleros  alegres,  qnando 
supieron  que  la  paz  era  hecha  entre  el  bueno 
de  don  Tristan  de  Leonis  e  de  Palomades, 
e  pingóles  mucho. 

E  agora  dexemoslos  estar  en  la  corte  del 
rey  Artur  en  gran  solaz;  e  tornemos  a  don 
Tristan  e  a  Palomades.  Después  »|ue  don 
Tristan  e  Palomades  se  partieron  de  los  ca- 
ualleros y  del  monesterio,  anduuieron  mucho 
buscando  sus  auenturas  a  vnas  partes  e  a 
otras,  tanto  que  la  ventura  los  lleno  al  casti- 
llo de  la  Encantadora.  E  alli  holgaron  luengo 
tiempo  con  el  rey  de  los  cient  caualleros,  el 
qual  les  fizo  mucha  honrra,  e  contáronle 
todas  sus  auenturas  e  todo  aquello  que  les 
aula  acaescido.  Y  el  rey  de  los  cient  caua- 
lleros fue  marauillado;  e  auiendo  holgado 
alli  algunos  dias,  vn  dia  don  Tristan  dixo 
que  se  queria  tornar  a  Cornualla.  E  Paloma- 
des  dixo  que  queria  entrar  en  la  demanda 
del  sancto  Grial  con  el  rey  de  los  cient  ca- 
ualleros. E  don  Tristan  los  encomendó  a  Dios, 
y  ellos  a  el;  e  caualgo  Tristan,  e  anduuo 
tanto  por  sus  jornadas,  e  acabo  muclias 
auenturas  a  su  honrra,  las  (juales  el  libro  no 
cuenta,  e  anduuo  tanto,  hasta  que  llego  a 
Tintoyl  al  rey  Mares,  e  alli  se  presento  de- 
lante el  rey  e  de  la  reyna  Yseo,  e  todas  las 
gentes  fueron  muy  alegres  por  la  tornada  de 
don  Tristan,  que  ellos  pensauan  que  ñiesse 
muerto.  E  auian  todos  gran  desseo  de  lo  ver, 
e  fueron  muy  alegres  por  su  tornada.  E  Gor- 
ualan  e  Brangel,  quando  supiéronlas  nueuas 
en  Leonis,  encomendaron  a  Dios  a  Quodin, 
e  dexaronlo  en  Leonis,  e  viniéronse  para 
Cornualla   por   estar   en  conipañia  de  don 

LIOROS   DE   CABALLERÍAS. —"JU 


Tristan.  E  venidos,  don  Tristan  los  rescibio 
muy  bien  y  con  gran  honrra,  e  ouo  con  ellos 
gran  plazer;  c  preguntáronle  de  sus  muchas 
auenturas  e  de  sus  haziendas.  E  Tristan  Íes 
pregunto  por  su  cuñado  Quedin  y  por  ol 
reyno  de  Leonis.  E  assi  esteno  don  Tristan 
en  la  corte  bien  medio  año  en  gran  plazer,  e 
auia  todas  las  cosas  que  el  queria  a  toda  su 
voluntad.  E  todos  le  hazian  gran  honrra  y 
eran  dello  alegres  mucho  por  su  tornada,  que 
por  el  eran  temidos  e  honrados.  Saluo  Al- 
dai;et,  que  le  pesaua  mucho,  que  le  desseaua 
rrrrei' muerte,  y  le  andana  boluiendo  quanto 
mal  le  podia  con  el  rey  Mares,  por  que  le 
diesse  la  muerte. 


LXXX 

De  como  Tristan  csiaua  en  la  cama  folgando 
con  la  reyna  Yseo^  e  le  vino  reuelacion  que 
anta  de  ser  muerto  Tristan. 

Dize  la  hystoria,  que  don  Tristan  estuuo 
en  la  corte  del  rey  Mares  muy  luengo  tiem- 
po, e  vn  dia  Tristan  e  la  reyna  estañan  en 
vna  cámara  sobro  vn  rico  lecho,  e  la  reyna 
cantaua,  e  Tristan  tañia  vna  harpa,  e  esta- 
ña assi  en  gran  plazer,  e  después  que  ouie- 
ron  tañido  e  cantado,  adormieronse.  E  ALáík'^ 
ret,  que  queria  mal  a  don  Tristan,  andana 
por  le  fazer  dar  la  cruda  muerte,  si  el  pu- 
diesse.  Y  el  estaña  en  vn  lugar  donde  los 
podia  bien  ver,  e  veya  todo  lo  que  fazian.  Y 
estando  durmiendo  los  dos  amados,  vino  vna 
boz  del  ángel  encima  la  cama,  e  dixo:  «¡Esta 
noche  morirá  el  buen  canallero!»  E  la  reyna, 
que  esto  oyó,  despertó  espantada,  e  no  sabia 
que  cosa  fuesse,  e  rogaua  a  Dios  que  no 
fuesse  su  Tristan,  y  assi  muy  triste  se  torno 
a  dormir.  Y  luego  Ajilíwef se  fue  para  el  rey 
Mares,  e  dixole  en  como  don  Tristan  dormia 
en  la  cama  con  la  re,yna.  E  quando  el  rey 
Mares  entendió  esto,  ouo  gran  pesar,  y  tomo 
vna  langa  emponcoñada,  e  dixo  que  con 
aquella  daria  la  muerte  a  Tristan;  y  leuan- 
tose,  e  fuesse  a  la  cámara  donde  estaua  Tris- 
tan  con  la  reyna,  e  hallo  las  puertas  cerra- 
das, e  non  oso  tocar  en  ellas  por  miedo  de 
don  Tristan,  y  encima  de  aquella  cámara 
auia  vn  sobrado  hecho  como  cámara,  y  en 
derecho  de  la  cama  de  la  reyna  auia  vna 
como  puerta  de  tablas,  e  el  rey  subió  enci- 
ma y  vio  a  don  Tristan  que  dormia.  Y  el  rey 
lauQO  la  langa  a  Tristan,  e  diole  vn  gran  gol- 
pe que  le  metió  la  langa  por  las  caderas,  y  el 
rey  comenco  de  fiiyr  ])or  ([ue  no  lo  conoscies- 
sen,  y  entróse  en  vna  chamara  con  Aldaret. 
E  quando  Tristan  se  sintió  forido,  presumió 


450 


LIBROS  DE  CABALLERÍAS 


quel  rey  lo  auia  hecho,  e  dio  vn  sospiro  con 
muy;  gran  dolor.  E  la  reyna,  como  le  vio 
assj/  tan  mal  ferido,  luego  se  amórteselo  en 
la /ama.  E  don  Tristan  la  conorto,  diziendo: 
«3So  creavs  vos,  señora,  que  yo  assi  muera» . 

Y  luego  el  metió  mano,  y  sacóse  la  lan9a  del 
ycuerpo,  e  cato  el  hierro,  e  conoscio  que  era 

emponcoñado  y  ^ue  aquel  golpe  era  mortal. 

Y  dixo:  «¡Mi  señora,  no  vos  desmayeys,  y  yo 
US  encomiendo  a  Dios,  que  miedo  he  que 
ya  nunca  mas  me  vereys!»  E  comentóla  de 
abracar  e  besar  con  gran  dolor.  E  luego  ella 
le  metió  vn  pedar-o  de  sanana  por  la  llaga 
adentro.  E  don  Tristan  salió  de  la  cama,  e 
vestiose  vna  ropa  de  seda  e  cal(,'Ose  vnos  ca- 
patos;  e  tomo  su  espada  y  cubrióse  vn  manto, 
y  torno  otra  vez  a  la  reyna,  y  besóla  con 
muy  gran  amor,  y  salió  de  la  cámara  lloran- 
do de  pesar  de  ver  su  muerte  tan  cercana,  y 
caualgo  en  su  cauallo  que  Gorualan  le  tenia 
aparejado,  y  dixole:  «Amo  señor,  sabed  que 
soy  mal  herido,  y  tengo  terrible  dolor  de 
muerte» .  E  quando  Grorualan  lo  vio  assi  de- 
mudada la  color,  y  vio  la  sangre  que  corria 
por  tierra,  estuuo  poco  que  no  perdió  el  seso. 
E  Tristan  le  torno  a  dezir:  «Ay  amo  señor 
¡como  soy  herido  tan  malamente  con  lanca 
emponzoñada,  que  non  podre  escapar!»  E 
Gorualan  le  conforto  lo  mas  quel  pudo.  E  lue- 
go se  fueron  ambos  al  castillo  de  Sagramor, 
el  qual  los  rescibio  muy  alegremente,  e  don 
Tristan  dixo:  «Sagramor  amigo ,  hazedme 
aparejar  vna  cama,  que  yo  malamente  soy 
ferido  de  muerte» .  JS  Sagramor,  quando  esto 
oyó,  con  muy  gran  pesar  que  ouo  tomo  a  Tris- 
tan  en  los  bracos  y  apeólo  muy  passo;  e  acos- 
táronlo en  vna  cama,  e  catáronle  la  llaga  e 
vieron  como  era  mortal;  y  todos  vieron  su 
muerte  y  fueron  muy  tristes;  y  comencaron 
a  fazer  gran  llanto,  assi  como  aquellos  que 
amanan  a  Tristan  de  muy  gran  amor.  E  Tris- 
tan  se  dolia  mucho,  como  aquel  que  era  ve- 
nido al  punto  de  la  muerte.  Y  fizieron  venir 
muchos  maestros  de  todas  partes,  e  ninguno 
no  sabia  dar  buen  consejo,  y  embiaron  es- 
condidamente  por  la  reyna,  y  ella  no  pudo 

^  venir,  que  el  rey  la  tenia  escondida  en  vna 
Aorre,  por  tal  que  don  Tristan  muriesse  y  que 
no  pudiesse  auer  ayuda  della.  Tan  grande 
fue  el  duelo  que  por  el  castillo  se  comenQO  a 
nazer,  que  era  marauilla,  porque  Tristan 
auia  de  morir  de  aquella  herida,  y  no  podia 
escapar  según  que  todos  creyan,  mas  el  rey 
ñie  muy  gradoso  en  su  coracon,  y  Aldaret 
esso  mesmo,  que  el  pensaua  que  en  Cornua- 
11a  que  no  auria  quien  tanto  valiesse  como  el 
después  de  muerto  don  Tristan.  Y  el  rey 
cada  dia  embiaua  al  castillo  por  saber  de  don 
Tristan,  e  quando  le  trayan  nueuas  que  no 


podia  don  Tristan  escapar,  el  era  muy  ale- 
gre. Y  jamas  fue  el  rey  tan  alegre  como  en 
aquella  sazón,  e  esso  mesmo  el  traydor  de 
Aldaret,  mas  todos  los  caualleros  y  dueñas  e 
donzellas,  e  toda  la  otra  gente,  oran  muy 
tristes,  e  mucho  mas  la  reyna  Y'seo.  Quando 
ella  supo  aquellas  nueuas  que  no  i^odia  esca- 
par don  T.iistan,  ni  ella  no  le  podia  acorrer 
a  su  llaga,  rompióse  todas  las  vestiduras,  y 
hazia  tan  gran  duelo,  que  era  marauilla,  y 
non  cessaua  de  llorar,  y  tercia  sus  manos 
y  dezia:  «¡Ay  el  mi  señor  don  Tristan! 
¡Ay  enemiga  crueza,  no  quieras  que  bina 
dias  muertos!  ¡Ay  el  mi  gozo!,  ¿donde  estas 
agora?  ¡Ay  el  mi  señor  Dios!,  ¿por  que  no 
me  das  la  muerte?»  Y  dezia:  «¡Ay  mezquina 
catiua!,  ¿que  vida  sera  la  mia  sin  el  mi  don 
Tristan?  ¡Ay  entendimiento  ciego!,  ¿como  no 
entendiste  la  boz  que  en  la  cama  oyste  para 
que  el  tu  buen  amante  despertaras,  y  des- 
pierto no  muriera?  ¡Ay  rey  Mares,  que  assi 
falsamente  heriste  a  don  Tristan!  ¡Ay  rey 
Mares  desleal,  no  fueras  nascido!,  ¿e  por  que 
tan  malamente  mataste  al  bueno  de  don 
Tristan,  el  mejor  cauallero  del  mundo?  ¡Ay 
mi  señor  don  Tristan,  yo  bien  se  que  non 
biuiras,  pues  que  ante  mis  ojos  no  te  veo!» 
Y  assy  desta  manera  lloraua  la  reyna  Yseo 
a  su  don  Tristan. 


LXXXI 

De  co7no  vino  vn  mensajero  al  rey  Mares  de 
como  don  Tristan  no  podia  escapar  ni  du- 
rar mas  de  tres  dias. 

No  tardo  mucho  que  vn  mensajero  vino  al 
rey  Mares,  e  dixo  que  don  Tristan  se  que- 
ría morir,  e  que  no  podia  escapar  pues  que 
no  auia  ayuda  de  la  reyna.  Y  el  rey,  quando 
lo  supo,  comento  a  pensar,  e  dixo:  «Ay  Tris- 
tan  cuytado  ¿por  que  me  f uestes  tan  desleal, 
que  yo  no  veya  en  vos  ninguna  cosa  de  ta- 
char sino  tan  solamente  que  me  fuestes  des- 
leal? e  bien  veo  que  mi  reyno  y  yo  gran 
perdida  perdemos  en  vuestra  muerte,  mas 
vuestra  deslealtad  no  ha  dado  lugar  que  es- 
capar podays;  e  de  oy  mas  aure  la  reyna  li- 
bre a  mi  mandar,  pues  que  no  podeys  esca- 
par». E  tanbien  auia  el  rey  miedo  que  la 
reyna  se  ecliasse  de  la  torre  ayuso  de  dolor 
de  Tristan,  e  dezia  enfré^srmesmor"«[OAl- 
daret!  maldita  sea  la  hora  que  yo  tome  tu 
consejo,  que  yo  seré  denostado  por  todo  el 
mundo  por  la  muerte  de  don  Tristan».  E 
quando  el  rey  supo  cierto  (juo  Tristan  no 
podia  escapar  según  dezian,  ni  durar  mas  de 
tres  dias,  ouo  mux  gran  pesar.  E  quando 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


451 


la  reyna  lo  supo,  comeiiQO  vii  muy  grande  y 
esquiuo  Hálito,  e  dezia:  «¡Ay  eaptiua  de  mi, 
e  que  tan  gran  pena  me  da  el  desseo  de  ver- 
te! y  ¿que  es  de  ti?  o  ¿donde  estas  alexado 
de  la  mi  esperanza  para  nunca  ;iamas  verte? 
e  ¿como  lo  soffrira  aquella  que  sin  ti  vna  sola 
hora  no  puede  biuir?  ¡o  engañosa  fortuna! 
¿que  otro  mayor  mal  me  pudieras  liazer?» 
Estas  e  otras  muchas  Cíosas  dezia  la  reyna, 
(|ue  por  no  dar  causa  a  prolixidad  no  se  es- 
criuen  aqui;  pero  queden  [)or  escreuir,  por- 
que esta  bueno  de  presumir  el  estremo  o 
grandeza  de  sus  llantos  e  dolorosas  palabras. 
E  rompióse  vn  paño  de  oro  que  tenia  en  la 
cabera,  e  todo  hombre  que  la  viesse  auria 
grande  piedad  della,  e  pensarla  que  en 
aquella  hora  moriría  por  amor  de  don  Tris- 
tan.  E  dezian  las  gentes  que  non  podría  ella 
biuir  sin  el. 

E  quando  don  Trístan  vio  que  se  le  llega- 
ua  la  muerte,  el  hizo  llamar  a  su  amigo 
Sagramor,  e  rogóle  que  truxesse  al  rey  Ma- 
res sil  tío,  e  díxole  que  el  lo  quería  hablar 
antes  que  muríesse,  e  dixo:  «Yo  no  se  si  el 
es  tan  alegre  de  mi  muerte  como  lo  es  Alda- 
ret» .  E  Sagramor  dixo  que  el  faria  su  man- 
dado, e  caualgo  en  su  cauallo,  e  fuesse  para 
el  rey,  e  díxole  que  Trístan  le  rogaua  que  lo 
fuesse  a  ver.  E  comenco  fuertemente  a  llorar, 
e  dezia:  «¡Ay  mezquino  catino,  e  copio  he 
muerto  el  mas  cortes  y  el  mejor  cauallero 
del  mundo,  e  he  hecho  gran  mal  y  perdida 
a  mi  mesmo  e  a  toda  Cornualla!  e  maldito 
sea  Aldaret,  que  primeramente  me  consejo 
esto  que  lo  yo  hizíesse» .  E  luego  el  rey  Mares 
delibero  consigo  de  lo  yr  a  ver,  y  fue  sin  ar- 
ma ninguna,  por  no  poner  sospecha  a  nin- 
guno qiie  el  fuesse  matador  del,  y  lleno  tanta 
gente,  quel  pudíesse  yr  seguro  al  castillo  de 
Sagramor;  e  quando  el  rey  llego  al  castillo, 
fuesse  para  la  cámara  donde  estaua  don  Tris- 
tan,  e  quando  el  rey  lo  vio  assi  desfigiirado, 
ouo  gran  piedad  del.  E  como  don  Tristan 
vio  venir  al  rey  su  tío,  el  se  quiso  leuantar 
e  posar  en  la  cama,  mas  non  pudo,  e  dixo: 
<;Tio  señor,  vos  seays  bien  venido  a  la  mí 
muerte  que  vos  tanto  teneys  desseada,  e 
agora  aues  compiído  vuestros  desseos.  Mas 
yo  vos  digo  que  tienpo  os  verna  que  vos  que- 
riades  auer  partido  la  meytad  de  vuestro  rey- 
no  y  que  yo  fuesse  biuo,  mas  de  oy  mas  no 
se  puede  fazer  sino  morir».  E  quando  don 
Tristan  ouo  dicho  esto,  el  rey  Mares  comen- 
to a  llorar.  Don  Trístan  dixo:  «Non  lloreys, 
señor  tio,  que  ya  veo  que  vuestro  gozo  viene 
ayna,  y  vuestro  lloro  es  de  gran  alegría  y 
plazer.  Mas  yo  vos  ruego  que  me  hagays  vna 
cortesía  si  vos  plaze,  (pie  esta  sera  la  postri- 
mera que  a  mi  hareys;  que  querays  que  la 


reyna  Yseo  venga  a  mi,  no  porque  entendays 
que  la  quiero  que  cure  de  mi,  que  su  cura 
ya  a  mí  no  traería  sanidad,  mas  por  que  la 
yo  vea  antes  que  muera» .  Dixo  el  rey  Ma- 
res: «Solirino,  yo  liare  aquello  que  vos  qui- 
sierdes».  E  mando  que  la  reyna  viníesse 
luego. 

LXXXII 

De  como  la  reyna  Yseo  vino  a  ver 
a  don   Tristan. 


Los  caualleros  traxeron  el  mensaje  a  la 
reyna,  y  ella  vino  luego  con  ellos,  y  venian 
haziendo  gran  duelo  a  marauilla.  E  muchas 
gentes  que  con  ella  venían.  Como  ella  fue 
delante  de  Tristan,  e  lo  vio  assi  tan  desfigu- 
rado, luego  se  amórteselo  en  las  manos  do 
los  caualleros,  y  estuuo  assi  vna  gran  pie^a 
que  non  pudo  hablar.  Y  ella  rogaua  a  Dios 
que  le  diesse  la  muerte,  por  que  pudiesse 
morir  con  su  señor  don  Trístan. 

E  quando  Tristan  vi  do  a  la  reyna  Yseo  v^ 
que  el  tanto  amana,  el  se  quiso  enderecar  en 
la  cama,  mas  no  pudo,  avnque  mucho  lo  por- 
fió, e  díxole:  «¡Ay  señora!  vos  seays  la  muy 
bien  venida,  mas  soys  agora  venida  muy  tar- 
de, por  lo  qual,  señora,  a  mi  haze  estar  como 
estoy,  e  vuestra  venida,  señora,  non  me  pue- 
de ya  valer  desde  oy.  Mas  sabed,  señora,  que 
a  la  fin  es  venido  don  Tristan,  vuestro  leal 
e  caro  amigo,  el  que  siempre  vos  amo  e  vos 
quiso  fasta  el  punto  en  que  esta» .  Y  quando 
ella  oyó  aquellas  palabras,  a  pocas  que  non 
murió.  E  comengo  de  llorar  e  sospirar  muy 
fuertemente,  por  el  grande  dolor  que  auía  e 
por  la  muerte  de  su  señor  don  Trístan  que 
se  le  allegaua,  e  por  la  venida  tan  tardía, 
que  le  no  podía  ayudar  para  guarescerlo  de 
aquella  ferída,  por  lo  qual  tenia  muy  grande 
dolor  e  ansia  en  su  coraron.  E  díxole,  llo- 
rando de  sus  ojos:  «¡Ay  mi  dulce  amigo  e 
señor  don  Tristan!  ¿soys  vos  aquel  que  morir 
vos  conuiene?»  «En  mí  fe,  señora,  dixo  don 
Trístan,  yo  soy  aquel  que  de  morir  me  con- 
uiene; no  puedo  escapar  en  ninguna  mane- 
ra». E  don  Trístan  comenco  a  sospirar,  paro 
mientes  a  si  mesmo  ante  todos,  y  dixo:  «¡Ay 
la  mi  señora  reyna  Yseo!  ¿Que  me  catays? 
Que  yo  soy  don  Trístan,  el  vuestro  leal 
cauallero ,  y  ¿son  aquestos  los  cabellos  que 
vos  soliades  catar?  ¿E  son  aquestos  los  ojos 
que  vos  soliades  mirar?  ¿E  son  estos  los  bra- 
cos (]ue  por  vuestro  scruicio  solían  lidiar?  E 
agora  la  muerte  lo  ha  todo  tornado  de  su  ca- 
lidad y  cojidicion».  E  la  rejma,  quando  estas 
palabras  oyó,  cayo  en  tierra  amortescida.  Y 
luego  la  leuantaron  los  caualleros,  e  dixo: 


452 


LIBROS  DE  caballerías 


«¡Ay  señor  don  Tristan,  el  mi  dulce  amigo, 
que  de  oy  mas  no  lie  tuerca  ni  sentido  para 
poder  dezir  los  tan  dolorosos  y  sentibles  ma- 
les e  quexas!»  Y  comienza  a  dezir  assi:  «¡O 
afortunada  de  ti,  Tseo!  ¿Qual  esperanr-a  te 
sostiene,  pues  a  ninguna  cosa  que  vida  te 
pueda  dar  es  tuya?  ¿Con  que  bines  y  dispen- 
sas bien  en  tal  perdida  como  oy  tienes?  ¿Quien 
dirá  que  eres  tu  causa  de  lloros  a  tus  amigos, 
complido  plazer  a  tus  enemigos?  ¡  O  cruel 
muerte,  entero  bien  de  los  tristes,  ven  a  mi 
con  tu  venida,  y  cierra  las  llagas  que  por 
Tristan  carpidas  en  mis  entrañas  se  encien- 
den! Pues  tu,  vida,  ¿para  que  me  quieres, 
ni  por  (]ue  me  amas  contra  toda  razón?  Ca, 
cierto,  soy  enemiga,  pues  yo  te  di  causa  que 
a(]uel  que  tanto  para  posseer  te  era,  por  la  mi 
cruel  muerte  le  traspassa.  ¡O  sin  ventura  de 
mi,  quanto  la  mengua  de  las  tales  cosas  me 
son  amargas  de  pensar!  ¿Qual  justa  consola- 
ción de  ningunos  bienes  me  pueden  consolar? 
¡  Ay  la  mas  sin  ventura  de  las  nascidas!  ¿Quien 
me  quito  ser  la  que  solia?  Mas  digo  agora  que 
mis  pecados  han  permitido  este  mal  que  me 
esta  agora  presente,  que  Dios  se  venga  de  los 
injustos  como  yo;  ca  de  mi  sera  dicho  por  el 
mundo  con  mucha  razón  (')  que  so  oprobrio  de 
las  famosas  dueñas  y  exemplo  de  toda  mal- 
dad, i:)erdida  de  los  espirituales  bienes,  en- 
tera esperanr-a  de  las  eternales  penas  y  la- 
mentaciones» . 

Estas  jíalabras  y  otras  mas  sentibles  dezia 
Yseo,  tan  en  altas  bozes,  como  persona  fuera 
de  su  sentido.  De  manera  que  todos  los  que 
estañan  presentes  la  oyan ;  y  vinoso  a  poner 
sobre  la  cama  por  proueer  en  la  ferida  de 
Tristan,  y  el,  como  la  vio,  en  altas  bozes  de- 
zia: «¡Ay  señora,  como  se  acerca  mi  muerte! 
¡Ay  mezquino,  y  que  doloroso  golpe  fue  este 
que  me  fue  dado  a  gran  traycion!»  .  E  no 
quedaua  todo  el  dia  de  llorar.  E  la  reyna 
púsole  muchos  emplastos  y  medicinas,  enpe- 
ro  todo  no  valia  nada,  que  la  ponzoña  le  en- 
traua  dentro  en  el  coraron  y  era  ya  medio 
muerto,  y  todos  liazian  gran  duelo  porque  a 
don  Tristan  se  le  apocaua  el  biuir. 

E  otro  dia  de  mañana,  don  Tristan  se  es- 
forco  a  iiablar  fuertemente,  por  la  muerte 
que  se  le  allegaua,  e  conmengo  a  consolar  a 
la  reyna  Yseo  (^uel  mucho  amana,  e  dezia: 
«¡Ay  mi  dulce  señofaj^e'comcrgóy  venido  a 
los  postrimeros  dias  de  la  mi  vida,  que  yo  en 
este  dia  me  conuiene  morir!  E  por  esto,  se- 
ñora, de  merced  os  pido,  j)ues  en  esto  no  ay 
remedio  sino  morir,  que  hagays  cuenta  que 
yo  nunca  fue  nacido,  y  agora  conuiene  que 
mucho  vos  esforceys  contra  la  fortuna  e  con 

O  El  texto:  «razQuií. 


discreto  mirar  combatida  (')  vos  misma,  e 
pensan  ('^)  que  ninguno  de  los  nascidos  mere- 
ce auer  victoria  contra  la  cruda  muerte.  E 
vuestro  magnánimo  coraron  tienda  las  velas 
contra  la  batalla  de  amor  con  los  remos  de 
discreción,  nauegando  en  los  hondos  golfos 
de  sus  mares,  y  aureys  bonanca  de  males  tan 
crecidos.  ¡O  quanto  es  de  loar  quien  contra ^/' 
las  aduersidades  muestra  su  cara  alegre!  E 
pues,  señora,  soys  venida  en  tanta  necessi- 
dad  de  esfuerce,  buscad  como  defenderos  con 
fe  de  fortaleza». 

Estas  y  otras  muchas  cosas  dezia  Tristan, 
por  consolar  a  la  reyna.  Pero  la  flaqueza  le 
mucho  aquexaua,  e  no  podia  fablar  todo  lo 
que  quisiera,  e  boluio  la  cara  a  la  otra  parte, 
e  dixo  a  los  que  estañan  en  derredor  en  alta 
voz:  «¡Ay,  Dios^  señor,  valedme,  que  la  mi 
fin  se  allega!»  E  luego  se  comenQO  el  duelo 
tan  grande,  i^ue  jamas  fue  su  par,  e  no  auia 
alli  cauallero  ni  dueña  que  se  pudiesse  tener 
de  llorar,  y  a  cabo  de  vna  gran  pieca,  don 
Tristan  llamo  a  Sagranior,  e  dixole:  «El  mi 
buen  amigo,  ruegovos  que  me  trayais  el// 
mi  escudo  y  la  mij2Sfiada„_que  lo  vea  antes/ 
que  muera» .  E  Sagramor  ge  lo  truxo  delante, 
y  Tristan  le  rogo  que  sacasse  la  espadallc  la 
vayna,  y  el  sacóla,  e  pusogela  en  la  mano,  e 
Tristan  la  tomo,  e  la  cato,  e  dezia  sospiran- 
do:  «¡Ay  la  mi  buena  espada,  y  como  me  es 
grane  de  os  dexar  tan  ayna!  y  tomóla  Sa- 
gramor, e  tornóla  a  la  vayna,  e  Tristan  co- 
mencé de  llorar,  y  todos  aquellos  que  con  el 
estañan  no  le  iludieron  hablar  dende  a  vna 
granpiega;  e  a  cabo  de  vna  gran  pieca,  dixo 
Tristan  entre  si  mesmo:  «Tristan,  agora  eres 
venido  a  la  muerte,  e  has  hallado  cauallero 
que  te  derribe  en  tierra,  la  (pial  cosa  tu  no 
pudieras  creer  que  assi  auia  de  venir,  ni  jDen- 
sauas  que  tan  buen  cauallero  ouiesse  en  el 
mundo  como  tu» ;  y  en  alta  boz  comenco  a 
dezir:  «¡Ay,  señora  mia  reyna  Yseo,  hermo- 
sa, dulce,  agora  vos  qucdarcys,  que  yo  mue- 
ro!» Y"  la  reyna  Yseo  estaiia  mucho  triste,  que 
apenas  podia  fablar,  e  assi  fazian  todos  los  ea- 
ualleros,  e  dueñas,  e  donzellas  que  alli  esta- 
ñan; e  don  Tristan  comenco  a  fazer  muy 
gran  llanto,  por  las  cauallerias  que  le  con- 
uenian  de  dexar,  e  dixo  en  altas  bozes:  «¡O 
don  Palomades,  agora  quedaran  nuestras  ca- 
uallerias e  nuestras  armas  y  amenagas,  que 
nunca  vos  dareys  golpes  sobre  Tristan,  ni 
Tristan  sobro  vos,  que  ya  la  muerte  lo  parte! 
¡Ay  Diuadan,  el  mi  amigo,  fenecido  es  ya 
nuestro  plazer  y  nuestra  compañía,  e  nues- 
tra caualleria,  (pie  yo  estoy  agora  jjeor  que 


(')  ¿Por:  «combatirla»? 
(')  ¿Por:  «peiisan:)? 


i 


DON  TEISTAN  DE  LEONIS 


453 


vos  no  pensays  ni  poilriadcs  en  ning-nnama- 
jiera  creer!;  yo  so  bien  que  vos  querriadcs  ser 
aquí  couiigo  por  ver  la  mi  muerte»;  e  dixo: 
«¡Ay  Dios,  y  como  muero  sin  batiilía^do  c^i- 
nallero!  ¡Ay  caualTo ros  andantes.. e  como  me 
aiieys  perdido,  o  como  s(\v  triste  porque  mue- 
ro en  la  cama  sin  batalla!». 

Grande  fue  el  llanto  que  don  Tristan  ha- 
zla por  morir  en  aquella  manera  que  murió, 
e  boluiose  contra  Sagramor,  e  dixole:  «Ami- 
go, JO  vos  ruego  que  lleueys  este  escudo  y 
espada  a  la  corte  del  rey  Artur,  e  saludadme 
a  don  Langarote  del  Lago,  el  mi  intimo  ami- 
go, y  avn  os  ruego  como  amigo  (pie,  pues 
yo  no  piiedo  presentar  mi  cuerpo  a  la  corte 
del  rey  Artur,  ni  a  los  caualleros  de  la  Tabla 
Redonda,  que  vos,  de  la  mi  parte,  me  des- 
culpeys  de  todos,  e  os  ruego  (|ue  los  presen- 
teys  la  mi  espada  y  el  mi  escudo  en  remem- 
branca  de  mi,  por  tal  que  se  les  de  mi  miom- 
bre  quando  le  vieren,  assi  como  yo  le  he 
amado  de  coracon,  que  como  yo  le  bus(pie 
toda  honrra  de  mi  parte  a  la  Tabla,  que  se  les 
acuerde  de  mi».  E  quando  Tristan  ouo  dicho 
esto,  comenco  de  sospirar,  e  dixo:  «Ay  amigo 
Sagramor,  allegadme  la  espada  y  el  escudo, 
assi  que  lo  pueda  besar» ;  e  Sagramor  ge  la 
dio,  y  el  la  beso  y  abraco,  e  dixo:  «Mucho 
me  duelo  de  vos»;  e  besóla  otra  vez,  e  dixo: 
«Sagramor,  ruegos  que  las  lleueys  a  la  corte 
del  rey  Artur,  como  dicho  he,  y  las  pongays 
en  tal  lugar  que  todas  las  gentes  las  puedan 
ver,  por  que  aquellos  que  no  me  ouieron visto 
ni  conoscido,  en  qualquier  tiempo  que  las 
vean  se  acuerden  de  mi ,  y  encomiendos  a 
Dios,  que  vos  guarde  e  libre  de  traycion 
mejor  que  a  mi»;  e  assi  callo,  que  no  se  ra- 
zono mas  con  su  buen  amigo  Sagramor. ¿jE 
luego  se  boluio  contra  la  reyna  Yseo,  e  con- 
tra el  rey  Mares  su  tyo,  y  dixo:  «¿Que  vos 
paresce  de  mi,  tyo  señor?  ¿Por  ventura  si 
so  yo  aquel  Tristan  que  vos  tanto  soliades 
querer?  Cierto,  soy  aquel,  y  de  oy  mas  po- 
deys  estar  seguro  que  todas  las  batallas  he 
vencido,  mas  vos  aueys  vencido  a  mi;  emj)e- 
ro  yo  os  perdono» .  Luego  se  boluio  contra  la 
reyna  Yseo,  y  dixole:  «Señora,  yo  soy  ve- 
nido al  punto  de  morir,  que,  cierto,  yo  soy 
combatido  con  la  muerte  tanto  (planto  he 
])odido,  e  de  oy  mas  me  ha  vencido  con  sus 
fuer9as;  y  agora  vos,  señora,  ¿que  harej^s?  Si 
pudiesse  ser  que  vos  fuessedes  comigo,  des- 
to  seria  yo  muy  alegre» .  E  la  reyna  Yseo 
dixo:  «Yo  querría  morir  con  vos,  assi  que 
nuestras  almas  fuessen  ambas  a  vn  lugar,  e 
si  alguna  persona  deue  morir  por  dolor  e  pe- 
sar, yo  deuria  por  cierto  morir,  por  que  rue- 
go a  Dios  que  me  de  la  muerte,  que  yo  no 
deseo  otra  cosa» ,    «  ¡  Ay  señora ,   dixo  don 


Ti'istan,  ¿pues  quereys  vos  morir  comigo?» 
La  reyna  dixo  sospirando:  «¡Ay  el  mi  dulce 
señor,  querría  do  voluntad,  tanto  que  lo  no 
puedo  dezir,  mas,  cierto,  yo  soy  tan  peca- 
dora a  Dios,  que  le  he  mucho  dessoruido,  e 
no  me  (piorra  hazer  tanta  merced  que  con 
vos  me  lleuo» .  Y  assi  la  reyna  callo,  (]Uo  de 
ronca  e  de  pesar  no  pudo  mas  hablar,  e  co- 
menQO  consigo  mesma  a  pensar  que  ya  por 
via  de  medicina  Tristan  no  tenia  remedio 
sino  morir,  y  que  queria  aquella  noche  ve- 
lar en  la  yglesia  para  pedir  a  Dios  que  liouie- 
sse  merced  dolía,  pues  el  era  gurugiano  ver- 
dadero, y  proueyesse  de  salud  a  su  Tristan; 
y  esto  acordó  do  ^hazer,  y  mando  llamar  a 
(iorualan  y  a  su  donzolla  Brangel,  y  venidos, 
dixoles:  «Amados  criados,  bien  veys  en  el 
estado  que  Tristan  esta,  que  físico  ni  curu- 
giano  no  le  puede  poner  remedio;  he  acor- 
dado que  vamos  a  la  yglesia  de  Nuestra  Se- 
ñora, para  que  humilmente  le  supliquemos 
por  la  vida  y  salud  de  Tristan,  como  quiera 
que  yo,  según  los  deseruicios  le  tengo  hechos, 
róscelo  oyda  no  seré,  mas  confiando  su  cle- 
mencia, quiero  que  aparejemos  para  que  se- 
cretamente vamos» .  Gorualari  y  Brangel  di- 
xeron  que  liarían  su  mandado. 


LXXXIII 

De  como  la  reyna  Yseo^  y  Gorualan,  y  Bran- 
gel^ fueron  a  'a  yglesia  a  tener  vigilia  por 
la  salud  de  don  Tí'istan. 


Atenida  la  noche,  la  reyna  y  Gorualan  e 
Brangel  se  fueron  a  la  yglesia,  y  entrados, 
hincados  los  hinojos  deuotamente,  la  reyna 
comenco  sospirando  a  dezir  delante  vn  cru- 
cifixo:  «Ay,  mi  redemptor  Jesu  Christo,  su- 
plicóte humilmente,  no  por  quien  yo  soy, 
mas  por  quien  tu  eres,  ayas  piedad  de  su 
mocedad  de  Tristan,  que,  cierto,  si  el  por 
doseruirte  tu  permites  que  su  muerte  sea  en 
tanto  breue  e  de  tal  manera,  la  culpa  desto 
no  la  merece  el,  mas  yo,  que  he  seydo  la  in- 
citadora de  todos  los  deseruicios  (|Uo  hecho 
te  ha;  mas,  ¿que  digo  yo  agora?  que  tu  bien 
lo  sabes  sin  lo  yo  dezir;  y  pues,  Señor,  vees 
merezco  yo  ser  punida  por  los  yerros  contra 
tu  seruieio  cohnetidos,  ya  permita  tu  real 
clemencia  trasmudar  su  muerte  en  mi  jior- 
sona,  la  mas  sin  merecer  de  las  nacidas;  y. 
Señor,  quien  menguada  de  consejo  e  afUita 
se  falla  viene  a  remediarse  a  ti,  y  la  culpa, 
Señor,  que  mia  conoces  tan  mani  fiesta,  con 
justa  razón  ven  y  toma  la  venganza  de  mi; 
y  si  la  fin  mia  te  satisfazo,  ¡o  quan  dulce  me 


454 


LIBROS  DE  caballerías 


sera  por  tu  mano  rescebirla,  en  respecto  de 
aquella  de  mi  Tristan!.  mas  que  tu,  Señor, 
hagas  mercedes  por  las  offensas  contra  ti  co- 
metidas, cierto,  es  gran  agrauio  a  mi  otorgar 
tanto  de  bien;  mas  en  esto.  Señor,  mire  tu 
clemencia  que  por  la  mayor  parte  los  varones 
con  seso  miran  aquel  reues  que  de  tales  afe- 
res  (')  como  Tristan  comigo  tuuo  acaescer- 
les  puede,  e  rehusan  lo  que  la  voluntad  les 
pide;  lo  qual  tu,  Señor,  sabes  que  por  quan- 
tas  rias  e  maneras  Tristan  este  deseruir  te 
rehuso,  e  la  desuentura  no  dio  lugar  que  de 
mi  apartarse  pudiesse,  e  agora  que  pensaua 
a  mis  yerros  remedio  poner  con  ocultarlos  lo 
mas  que  podiesse,  vino  la  cruda  muerte  y  tu 
preciosa  justicia  pubUcar  por  el  mundo  mis 
tan  crecidas  culpas  en  dar  la  tan  vergon{;'osa 
muerte  al  que  no  la  merecia,  según  la  tu 
voluntad,  muy  celosa  de  tu  seruicio,  lo  qual 
tu,  Señor,  sabes;  e  como  quiera  que  yo,  Se- 
ñor, conozco  que  te  soy  deudora,  tu  clemen- 
cia no  quería  que  la  desonesta  vida  mia  quede 
en  el  mundo  por  testimonio  y  exemplo  a  los 
que  prósperos  su  merecer  les  hará;  pues, 
Señor,  valga  yo  tanto  contigo  que  sea  causa 
por  donde  su  vida  muere  recobre  nueua  sa- 
lud, y  porque  confio  que  ante  tu  gloriosa 
clemencia  mis  p)alabras  en  vano  yran,  me 
muestro  tan  osada  en  mi  dezir,  y  si  larga  y 
enojosa  en  la  mi  propuesta  habla  he  seydo, 
ante  tu  real  majestad  sea  oyda» .  Estas  y  otras 
muchas  cosas  dezia  la  reyna  tan  a  bozes,  que 
Grorualan  e  Brangel  lo  oyan,  y  estauan  como 
trasportados  oyendo  su  tan  polido  dezir;  e 
Gorualan  se  vino  para  la  reyna,  y  dixo:  «Se- 
ñora, tomad  buena  esperanca  y  esforcad  la 
virtud,  que  las  aduersidades  son  prueua  de 
los  flacos  e  fuertes  coracones,  que,  cierto,  yo 
no  pienso,  ni  Dios  lo  querrá,  aquella  muda- 
ble rueda  traer  os  pueda  en  el  numero  de 
las  flacas  y  femeniles  mugeres;  e  pues  Dios 
sabe  que  la  voluntad  vuestra  e  de  Tristan 
fue  siempre  fuyr  del  deseruir  a  Nuestro 
Señor,  el  esto  juzgue  según  las  intenciones 
que  todos  sienpre  en  esto  touimos;  porque 
veo  y  mucho  de  cierto  se  que  mas  es  lo  que 
sabeys  en  consolaros  que  lo  que  puedo  dezi- 
ros,  no  os  quiero  dar  pona  con  mi  dezir» :  y 
assi  callo,  que  no  dixo  mas.  Brangel  dixo  lo 
mesmo,  y  assi  amáneselo,  e  fueron  luego  do 
Tristan  estaua,  que  no  fue  por  ninguno  sa- 
bida la  vigilia  que  la  reyna  auia  fecho,  e 
amanecido,  don  Tristan  demando  confession 
de  sus  pecados  con  gran  arrepentimiento  y 

,  contrición,  e  vn  arzobispo  lo  absoluio.  E 
luego  re.scibio  el  cuerpo  de  Dios  muv  deuo- 

^tamcute,  y  acabado  esto,  el  fizo  vn  llanto,  e 

(*)  El  texto:  «alférez». 


dezia  asi:  «¡Ay  Dios!  e  ¿por  que  quisistes 
que  yo  fuesse  muerto  en  tal  manera,  y  por 
que  no  aueys  querido  que  yo  sea  en  la  santa 
conquista  del  santo  Grrial?;  ¡ay  Dios!  e  ¿como 
quisistes  que  yo  muriesse  sin  batalla?  ¡ay 
Dios!  e  ¿como  muero  tan  jouen,  que  ya  mi 
fin  se  allega?  ¡ay  Dios,  mi  señor,  perdonad- 
me los  mis  pecados!»  Y  dixo  en  alta  boz: 
«¡Ay  don  Langarote  del  Lago,  el  mi  amigo, 
donde  estay s  vos  agora,  que  a  vos  conuiene 
de  doleros  mucho  de  la  mi  muerte!  ¡ay  Ta- 
bla Redonda,  como  me  aueys  perdido!  ¡ay 
Dios,  padre  verdadero,  aued  merced  de  la 
mi  anima!  ¡Ay  virgen  Maria  bienauenturada, 
aued  merced  e  piedad  de  mi,  e  aued  por  en- 
comendada la  mi  anima,  como  quiera  que 
mucho  indigna,  pero  a  tu  clemencia  suplico 
que  no  mires  a  mis  deseruicios  que  tengo 
fechos,  e  que  mi  anima  aya  aquel  reposo  que 
el  cueriw  no  pudo  auer!».  Y  assi  callo  vn 
poco,  y  desimes  se  boluio  Tristan  a  Grorualan 
su  ayo  e  a  Brangel,  e  dixoles:  «¡Ay  el  mi 
padre  y  el  mi  consejero  leal,  e  vos  la  mi 
buena  dohzella  Brangel,  quanto  de  afán  e 
trabajo  aueys  por  mi  pasado!  ¿que  fareys, 
que  yo  me  muero?  ¡Ay  Dios,  e  como  aueys 
padescido  tanto  mal  y  trabajo  por  mi  serui- 
cio, e  quantos  afanes  aueys  por  mi  passado, 
e  pues  en  la  vida  mi  desuentura  no  dio  lugar 
que  yo  vos  lo  pudiesse  galardonar,  agora 
quiero  que  vos,  Gorualan,  os  casej'^s  con  la 
donzella  Brangel,  e  posseed  e  tomad  mi 
reyno,  y  sed  señores  del  para  que  en  mi 
lugar  esteys  e  le  residays,  y  mando  otrosi 
que,  después  de  vosotros,  «juede  el  mi  reyno 
a  la  corona  del  rey  Artur.  E  mando  otrosi 
que  Quedin  mi  cuñado  que  sea  en  par  de 
vos,  Gorualan,  si  el  no  quisiere  tornar  a  su 
tierra».  E  Gorualan  e  Brangel,  quando  oye- 
ron estas  palabras,  lloraron  tanto,  que  todos 
los  que  los  veyan  hauian  piedad  dellos;  e 
assi  callo,  que  no  dixo  mas.  Y  entre  si  mes- 
mo dezia:  «Tristan,  no  ayas  tanto  duelo  como 
deurias  auer,  que  tu  morirás  con  aquella 
dueña  que  has  amado  mas  que  a  ti  mismo» . 
E  luego  le  dieron  vn  cirio  encendido  en  la 
mano,  e  dixo:  «De  oy  mas  ven  tu,  muerte, 
quando  quisieres,  que  cierto  sabia  yo  que, 
pues  era  nacido,  que  auia  de  morir» . 

La  reyna  no  dexaua  de  llorar,  y  assi  fazia 
el  rey  Mares,  y  todos  los  caualloros,  e  dueñas, 
e  donzellas,  y  toda  la  otra  gente  que  ende  es- 
tañan hizieron  muy  gran  llanto  por  todo  el 
castillo.  E  quando  vio  don  Tristan  el  punto 
de  la  muerte,  dixo  al  rey  Mares,  e  a  todos  los 
otros  que  ende  estauan:  «¡Ay,  señores,  per- 
donadme, por  Dios,  y  a  el  vos  encomiendo,  e 
rogadle  por  la  mi  anima  que  la  lleue  al  su 
sancto  rejTio  del  parayso,  pues  el  me  compro 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


455 


por  su  preciosa  sangre  sin  merescerlol»  E 
paro  myentes  a  la  reyna  Yseo,  e  dixole:  «Se- 
ñora, yo  muero,  e  vos  dezis  que  morireys 
coraigo;  agora,  mi  dulce  señora,  abracadnie, 
porque  yo  muera  en  vuestros  bracos» .  Bol- 
uiose  la  reyna  a  el,  y  llegosele  tanto,  que 
don  Tristan  la  tomo,  e  abracóla  entre  sus 
bragos,  y  ella  a  el,  e  tuuola  tan  bien  apre- 
tada, que  duramente  ge  la  pudieron  sacar  de 
los  bracos,  y  don  Tristan  dixo  en  alta  boz: 
«De  oy  mas  venga  la  muerte  quando  quisie- 
re, que  yo  tengo  a  mi  señora  en  los  bracos» ; 
y  alQo  los  ojos  al  cielo,  e  dixo:  «¡O  Dios  y 
señor  mió,  que  heziste  y  criaste  el  mundo  y 
todas  las  cosas  que  son  en  el,  y  veniste  por 
tomar  muerte  e  passion  por  los  pecadores 
sainar,  en  las  tus  muy  benditas  manos  en- 
comiendo la  mí~ánima,  que  la  lieuos  al  tu 
reyno,  y  ruego  a  la  bienauenturada  virgen 
santa  Maria  que  ruegue  al  su  hijo  bendito 
por  la  mi  anima  que  la  saine;  y  a  vosotros, 
señores,  os  ruego  que  pues  en  la  vida  mucho 
me  amastes,  (pie  agora  en  la  muerte  rogueys 
por  mi  a  mi  señor  Jesu  Christo,  por  que  yo 
sea  digno  de  ver  su  majestad  real». 

E  desque  ouo  dicho  estas  palabras,  luego 
beso  a  la  reyna;  y  estando  abracados  boca  con 
boca, le  salió  el  anima  del  cuerpo,  e  la  reyna, 
quando  lo  vio  assi  muerto  en  sus  bracos,  de 
gran  dolor  que  ouo,  le  rebento  el  coraQon  en 
el  cuerpo,  y  murió  alli  en  los  braQos  de  Tris- 
tan;  y  assi  murieron  los  dos  amados,  e  aque- 
llos que  los  veyan  assi  estar,  creyan  que  es- 
tañan amortescklos,  y,  como  los  cataron, 
falláronlos  muertos  ambos  a:  dos.         ' 


E  quando  el  rey  Mares  vio  muertos  a  don 
Tristan  y  a  la  reyna,  en  poco  estuuo  que  no 
murió,  por  el  gran  dolor  que  ouo  de  su  muer- 
te ,  y  comento  a  dezir:  « ¡ Ay  mezquino,  y 
que  gran  perdida  he  yo  anido,  que  he  per- 
dido aquellas  cosas  que  mas  en  el  mundo 
amana,  y  nunca  fue  rey  que  tan  gran  perdi- 
da ouiesse  en  vn  dia  como  yo  he  auido,  e 
mucho  mas  valdría  que  yo  fuesse  muerto 
que  no  ellos!»  Luego  se  comenQO  a  fazer 
gran  llanto  a  marauilla  por  todo  el  castillo, 
y  tan  grande  fue,  que  ninguno  lo  podria 
creer,  y  luego  vinieron  todos  los  grandes 
hombres,  y  los  caualleros  de  Cornualla  y  de 
todo  el  rejmo,  e  todos  comoncaron  a  fazer 
muy  gran  diielo  a  marauilla,  e  a  dezir  entre 
si  mesmos:  «¡  Ay  rey  Mares!  fueras  tu  muer- 
to ante  que  no  don  ^Tristan,  el  mejor  caua- 
llero  del  mundo,  que  mantenía  a  toda  Cor- 
nualla en  paz  j  en  sossiego,  e  nos  saco  de 
subjecion  y  nos  fizo  libres,  y  agora  seremos 
todos  muertos  y  destruydos  ante  que  mucho 


tiempo  venga,  e  agora  nos  conuerna  de  dar 
el  tributo  como  lo  solíamos,  queramos  o  no, 
de  lo  qual  nos  escusaua  el  bueno  de  don 
Tristan  por  sus  cauallerias,  mas  muy  mal  ge 
lo  hemos  galardonado;  y  el  se  combatió  con 
Morlot  de  Yrlanda  por  librar  a  Cornualla, 
que  verdaderamente  el  merescia  mejor  la 
corona  que  el  rey  Mares,  que  el  la  auia  de- 
fendido de  muchos  peligros,  y  eramos  por  el 
temidos  y  honrrados;  ¡ay  mezquinos!  que 
gran  perdida  rescebimos  nos  y  toda  Cornua- 
lla por  la  muerte  de  don  Tristan,  y  agora 
seremos  todos  muertos  j  desonrrados,  y  des- 
pués que  nuestros  enemigos  sepan  que  don 
Tristan  es  muerto,  luego  vernan  sobre  nos,  y 
nos  destruyran  a  todos» ;  y  tanto  como  con  los 
ojos  lo  llorauan,  tanto  con  las  bocas  malde- 
zian  al  rey  Mares  y  Aldaret,  de  manera  que 
dos  tan  plañidos,  ni  dos  tan  denostados,  no 
se  hallan  en  memoria  de  honbres,  porque 
solo  las  señoras  y  damas  se  hallaron  para 
sentir  esta  manzilla  mas  que  las  fijas  de 
Priamo  lloraron  por  Héctor,  ni  menos  Ecuba 
se  mostró  tan  dolorida  quando  el  cruel  fuego 
de  Grrecia  abrasaua  sus  palacios.  Todos  los 
de  Cornualla  eran  muy  tristes  por  la  muerte 
de  don  Tristan,  saino  Alderet,  que  se  ale- 
grana  en  su  voluntad,  por  lo  qual  todos  le 
querían  gran  mal,  y  dezian:  «Avn  verna 
cauallero  que  vengara  la  muerte  de  don 
Tristan,  quel  rey  Artur  y  todos  los  caualle- 
ros de  la  Tabla  Redonda  querían  muy  gran 
bien  a  don  Tristan  mas  que  a  otro  cauallero 
de  la  Tabla,  por  sus  buenas  cauallerias.  Por 
que  nos  creemos  que  algunos  de  aquellos 
vernan  a  vengar  la  su  muerte» :  y  assi  se  fizo 
después;  y  quando  en  toda  Cornualla  se  su- 
po que  don  Tristan  y  la  reyna  Yseo  eran 
muertos,  fueron  muy  tristes,  e  marauillauan- 
se  mucho  y  dezian:  «Todo  el  mundo  fablara 
de  su  amor  tan  sublimado» .  Y  quando  todos 
los  caualleros  fueron  allegados,  e  muchos 
perlados,  e  clérigos,  e  fray  les,  alli  donde  es- 
taña don  Tristan  e  la  reyna  muertos,  el  rey 
fizo  poner  sus  cuerpos,  que  estañan  abraca- 
dos, ambos  en  unas  andas  muy  ricamente, 
con  paños  de  oro,  e  fizólos  llenar  muy  hon- 
rradamente,  rezando  toda  la  clerezia  con 
muchas  cruzes  y  hachas  encendiilas,  a  Tin- 
toyl.  E  quando  entraron  por  la  ciudad,  los 
llantos  fueron  muy  grandes  a  marauilla  de 
grandes  e  de  pequeños,  e  pusiéronlos  en  vna 
cama  que  las  dueñas  auian  hecho,  y  fueron 
sepultados  en  vna  rica  sepultara,  en  la  qual 
escriuioron  letras  que  dezian:  «Este  es  el 

PREMIO   QUE  EL   AMOR   DA   A   SUS   SERUIDORES». 

E  fizo  la  sepultura  cobrir  de  vnas  muy  ver- 
des ondas,  en  medio  do  las  quales  hizo  poner 
vna  pequeña  barca  sin  remos,  cuyo  mastel 


456 


LIBROS  DE  caballerías 


quebrado  tenia,  y  la  vela  acostada,  e  en  ella 
vn  titulo  que  dezia: 

«En  esta  barca  de  amor 
y  mar  de  vana  ecperanya, 
es  el  barquero  vti  dolor, 
que  en  el  aprieto  mayor 
al  mas  peligro  se  lan^'a; 
y  el  árbol,  que  es  la  ventura, 
con  vela  poco  segura, 
en  este  piélago  tal, 
acostado  se  procura 
el  cabo  de  mayor  mal». 

Ya  de  suso  la  hystoria  ha  recontado  como 
por  el  noble  e  virtuoso  eauallero  don  Tristan 
de  Leonis  murieron  tres  hijas  de  reyes.  La 
primera  fue  Belisenda,  hija  del  rey  Fere- 
mondo.  La  segunda  fue  Yseo  la  Brunda.  La 
tercera  fue  Yseo  de  las  blancas  manos.  E  a 
todas  estas  tres  señoras  sobraua  en  fermosu- 
ra  Yseo  la  Brunda,  e  no  fue  marauilla  que 
Tristan  hasta  la  fin  de  sus  dias  siguiesse  sus 
amores,  porque  qual quiera  discreto  que  con 
diligencia  mirar  quisiesse  su  tan  crescida 
hermosura,  se  le  trocara  la  propria condición. 
Lo  qual  assi  hizo  Tristan,  que,  avnque  era 
de  su  propia  condición  toda  lealtad  e  conos- 
cimiento  de  virtudes,  la  tan  sobrada  fermo- 
sura  que  Yseo  tenia  no  dio  lugar  que  pu- 
diesse  apartarse  della.  Las  quales  hermosu- 
ras el  auctor  aqui  recuenta,  como  quiera  que 
por  escriptura  no  se  podia  dezir  tanto  como 
ello  era.  Pero  diré  todo  lo  que  pudiere,  co- 
mencado  desde  la  cabera  como  principal 
miembro,  e  descurido  por  los  otros  miem- 
bros ('). 

La  qual  Yseo  tenia  los  cabellos  que  cierto 
parescian  madexas  de  oro  fino,  y  eran  par- 
tidos en  dos  ygualdades  por  medio  de  la 
cabera,  en  vna  partidura  blanca  que  de  nie- 
ue  semejaua  parecer,  e  los  cabellos  se  ten- 
dian  de  cada  parte  en  gran  longura  e  copia; 
debaxo  de  los  quales  tenia  la  espaciosa  fruen- 
te,  blanca  e  resplamlesciente,  a  manera  de 
vn  fino  cristal;  la  qual  no  era  ni  punto  arru- 
gada, mas  lisa  y  de  gracioso  parecer. 

Tenia  otrosi  tam  bien  puestas  las  cejas,  a 
manera  de  dos  leuantados  arcos  tendidos  por 
la  espaciosa  f rúente,  las  quales  no  eran  muy 
pobladas  de  cabellos,  antes  eran  tan  delicadas 
en  parescer,  que  representauan  dos  hilos 
puestos  en  arco;  debaxo  de  las  quales  estaua 
el  fermoso  espacio  que  departía  los  ojos  de 
las  sobrecejas,  el  qual  parecía  ser  en  su 
blancura  a  modo  de  vna  poca  de  leche  que 
fuesse  alli  congelada. 

Tenia  otrosi  el  gracioso  parescer  y  vista 


(')  Esta  descripción  que  sigue  es  de  los  trozos  más 
bellos  qne  se  han  escrito  en  castellano. 


de  sus  ojos  a  modo  de  dos  resplandescientes 
estrellas,  los  iguales,  tan  amorosos  eran  en 
mirar,  que  bastantes  eran  con  solo  su  aca- 
tar de  ijrender  a  qualquier  que  su  affirmada 
vista  enderecassen,  la  qual  era  muy  suaue 
y  amorosa. 

Tenia  otrosi  gran  hermosura  en  la  su  na- 
riz, ca  non  era  grande  ni  pequeña,  mas 
tam  bien  compassada,  que  páresela  ser  fecha 
por  regla  y  compás;  no  tan  luenga  que  de- 
clinasse  a  entornada,  ni  punto;  e  muy  me- 
nos tan  pequeña,  que  el  labro  de  encima  so 
su  sombra  diesse  de  si  fea  vista;  cuyas  ven- 
tanas eran  bien  compassadas,  que  bien  de- 
mostrauan  auer  auido  sotil  ingenio  en  las 
obrar. 

Tenia  otrosi  amoroso  e  resplandeciente 
gesto  en  la  haz,  que  parescian  en  su  blancu- 
ra ser  leche;  las  mexillas  parescian  rosas  do 
fino  color,  la  qual,  por  ninguna  variación 
ni  mudanca  de  tiempo  jamas  de  su  rostro  se 
partia  vn  poco  de  color  y  de  nieue  entre  las 
mexillas  e  los  1  abrios. 

Otrosi  tenia  muy  amorosa  e  graciosa  y  muy 
pequeña  boca,  cuyos  labrios,  delgados  quanto 
cumplían,  eran  colorados,  que  parescian  do 
color  de  la  resplandesciente  mañana  quando 
el  sol  encomienca  a  salir.  Los  quales  labrios, 
segund  su  apostura,  bien  páresela  no  rehu- 
sar los  dulces  besos.  Mas  parescian  en  gra- 
ciosidad tanto,  que  a  todos  quantos  los  mira- 
uan  combatían  a  besar;  so  guarda  e  cobertu- 
ra de  los  quales  tenia  los  muy  menudos  dien- 
tes, que  parescian  ser  de  fino  marfil,  puestos 
en  orden  no  mas  vno  que  otro,  puestos  affir- 
mados  en  las  muy  coloradas  enzias,  que  pa- 
rescian ser  de  color  de  rosa.  Assi  que  en  todo 
su  rostro  y  filosomia  no  aula  defecto. 

Tenia  otrosi  deleytoso  cuello  e  afiliada 
garganta,  que  i^arescia  ser  vna  pequeña  co- 
lumna de  fino  cristal,  no  encornado,  mas 
derecho.  El  qual  en  su  blancura  no  demos- 
traua  diferencia  de  nieue.  El  qual  demos- 
traua  por  la  espaciosa  garganta  las  delga- 
das venas,  que  bien  se  esmerauan  en  la  blan- 
cura. 

Tenia  otrosi  las  muy  yguales  y  derechas 
espaldas,  e  los  muy  fermosos  y  bien  apues- 
tos bracos,  los  quales  parescian  no  denegar 
los  dulces  abracos.  E  sus  graciosas  manos 
no  eran  ni  punto  villanas,  ni  gruessas,  cu- 
yos dedos  eran  bien  luengos  y  delgados,  y 
las  vñas  parescian  ser  de  marfil.  Los  quales 
bracos,  manos  y  dedos,  parescian  ser  de 
color  de  nieue. 

Tenia  otrosi  muy  espacioso  e  blanco  pecho, 
en  que  eran  dos  tetillas  a  manera  de  dos 
mancanas;  eran  agudas,  que  parescian  rom- 
per  sus   vestiduras,    que   natura   auia   alli 


DON  TRISTAN  DE  LEONIS 


457 


obrado  en  sn  peolio  dos  peqnefias  pelotas.  E 
assy  considerando  con  mucluí  ymaginucion  y 
estudio  todas  las  fayciones  e  su  dei'echa  es- 
tatura de  la  reyna  Yseo,  puédese  della  bien 
dezir  que   a  la  natura    liuinana  no  se  po- 


día pedir  eosa  alguna  que  en  ella  falloeido 
fuesse. 

E  assi  recontadas  por  orden  todas  las  lier- 
mosuras  desta  seiloi-a,  fpüero  dar  fiu  a  mi 
dezir. 


A  DIOS  GRACIAS 


Aquí  se  acaba  el  libro  del  muy  famoso  y  esforzado  cauallero  don  Tristan  de  Leonis. 

Corregido  y  con  mucha  diligencia  enmendado.  Con  vna  tabla  mas  que  en  los 

otros  añadida,  en  la  qual  por  numero  se  haze  mención  de  todas  sus 

NOTABLES  HAZAÑAS.  PaRA  QUE  QUALQUIER  LECTOR  MUY  MAS  FÁCIL- 
MENTE   PUEDA  HALLAR,   POR  EL  CUENTO  DE  LAS  HOJAS,  TODO 
LO  QUE  QUISIERE  BUSCAR.  ImPRESSO  EN  LA  MUY  NOBLE 
E  MUY  LEAL  CIBDAD  DE  SeUILLA.  PoR   JuAN 

Cronberger,  alejian,  a  quatro  días 

del  mes  de  nouienbre,  año  de 

mil  y  quinientos  veynte 

Y  OCHO. 


* 


^^CronicaDcloe 

mutnorablcKaua 

Ucro5  hablante  Dc 

*/f\icainoiuc^T;Dc 

3ofrcbi)ODel 

conde  ^Oí 

nafon. 


UBIOS    DR    CABAIXKKÍU. — PÁG.    459 


CRÓNICA  DE  LOS  MUY  NOTABLES  CAUALLEROS 


rmAm  DE  RICAIIONTE  í  DE  JOFRI 


HIJO  DEL  CONDE  DON  ASON 


Capitulo  I. — Como  Tahlante  de  Ricmnonte 
vino  a  la  corte  del  rey  Arhir  y  se  conhatio 
con  el  conde  don  Müian^  y  lo  venció.,  y  lo 
lleuo  preso  al  castillo  de  Ricainonte,  y  lo 
mundana  acotar  dos  vezes  en  el  año  por 
deshonra  del  rey. 

De  todos  es  salñdo  como  el  rey  Artur  fue 
emperador  entre  los  reyes  de  su  tienpo,  el 
qual,  por  especial  gracia  de  Dios,  alcaiiQO 
que  en  su  tiempo  y  en  su  reyno  se  comen- 
casse  la  demanda  del  sancto  Grial,  según 
mas  largamente  lo  liallareys  en  el  Bala- 
dro (*)  que  dizen  de  Merlin.  Y  en  esta  de- 
manda entraron  muelios  caualleros,  y  el  rey 
Artur  fue  vno  dellos,  y  Langarote  del  Lago. 
y  Tristan,  y  Palomedes,  y  el  cauallero  sin 
pavor  (2),  y  el  cauallero  de  las  dos  espadas, 
y  Sagramor  y  Bramor,  y  otros  muchos,  que, 
si  leej's  sus  historias,  sabreys  las  auenturas 
y  cauallerias  que  en  sus  tienpos  fizieron.  Y 
era  la  costumbre,  que,  en  armando  algún  ca- 
uallero, escriuian  el  dia,  j  quien  era,  y  en 
cuya  demanda  yua;  y  ¡nenian  en  el  libro  de 
las  hazañas  todas  las  auenturas  que  le  acon- 
tecían; y,  cuando  morian,  dexauanalla  su  es- 
cudo y  lan(;'a,  y  al  muerto  leyanse  sus  caua- 
llerias. Y  esto  dexado,  vamos  a  que  estando 
el  rey  Artur  vn  dia  de  pascua  de  Penthecos- 
tes,  y  el  rey,  y  la  reyna,  y  todas  las  dueñas 
y  donzellas  que  acabañan  de  comer,  estando 
todas  a  vnas  ventanas  del  palacio  del  rey 
Artur,  hablando  en  (]U0  hauia  muchos  dias 
que  no  hauia  venido  ninguna  auentura  en 
la  corte,  ni  menos  ningún  cauallero  de  los 
de  la  Tabla  Redonda  estaña  alli.  Y  en  esto 

(')  El  texto:  «Boladro». 

(')  Mencionado  en  el  Tristán  de  Leonis  (cap.  LX). 


vieron  venir  vn  cauallero  a  costunbre  de  ca- 
ualleros andantes,  su  yelmo  puesto  y  su  es- 
cudo embracado,  y  su  lan^a;  y,  como  llego, 
sin  saludar  al  rey  ni  a  la  reyna,  ni  a  nadie, 
dixo  a  los  que  alli  estañan:  «Dezid  al  rey  que 
esta  aqui  vn  cauallero  andante,  que,  desque 
partió  de  su  casa,  no  ha  fallado  ninguna 
auentura,  y  que  dessea  hallar  cauallero  que 
se  combatiesse  con  el,  y  cree  que  no  lo  ha 
fallado  porque  nadie  se  osaua  conbatir  con 
el;  y  dezilde  que  me  tengo  por  el  mejor  ca- 
uallero de  quantos  el  tiene  en  su  reyno,  E 
si  en  su  corte  hay  alguno  que  esto  entienda 
negar  o  demandar,  que  el  estaña  alli  para  lo 
defender  y  que  esperaua  fasta  la  noche  a  ver 
si  alguno  saliere;  y  si  no,  que  nueue  dias 
vendrá  aqui  cada  vn  dia  a  esperar  si  haura 
alguno  que  con  el  se  combata» .  Y  luego  fue- 
ron los  que  alli  estañan  a  dezillo  al  rey,  y  el 
rey  le  embio  a  dezir  que  le  rogaua  que  le 
embiasse  a  dezir  su  nonbre,  por  saber  quien 
era  aquel  cauallero  que  con  tanta  soberuia 
hablaua.  Y  el  le  embio  a  dezir  que  por  en- 
tonces su  nonbre  no  lo  diria.  Y  el  rey  le 
embio  a  dezir  que  se  marauillaua  del,  que 
tan  mal  trataua  los  caualleros  de  la  Tabla 
Redonda;  porque  en  su  corte  hauia  tantos  y 
tan  buenos  caualleros,  que  si  alli  alguno  es- 
tuuiera,  que  le  respondiera.  Y  al  rey  páres- 
ela muy  mal,  y  a  todos  quantos  lo  oyeron;  y 
el  rey  mando  saber  si  por  caso  hauia  venido 
algún  cauallero  de  los  do  la  Tabla  Redonda 
a  su  corte,  para  que  se  coubatiesse  con  el. 
Y  liallaron  que  a  la  sazón  no  hauia  ninguno 
sino  el  conde  don  Milian,  que  era  vn  gran 
señor  y  buen  cauallei'o,  sino  que  estaña  flaco, 
que  hauia  estado  malo,  y  pocos  dias  hauia 
que  se  leuantaua.  Y  el  rey,  quando  supo  que 
no  hauia  nadie,  porque  aquel  cauallero  no 


460 


LIBROS  DE  caballerías 


fiiesse  diziendo  que  en  la  corte  del  rey  no 
haiiia  hallado  cauallero  que  con  el  eonba- 
tiosse,  denianilo  sus  armas  y  quisierase  ar- 
nuir;  y  la  reyna  y  los  que  alli  estauan  uo  se 
io  consintieron,  diziendolc:  «Señor,  no  es  de 
vuestro  estado  salir  a  semejantes  cosas;  por- 
que, si  caso  fuesse  que  aquel  cauallero  ven- 
ciesse,  seria  deshonra  de  vuestra  corona  real; 
y  si  vos.  señor,  lo  venceys,  el  gana  mucho, 
y  vos,  señor,  nada.  Y  deueys,  señor,  ver 
que  ventaja  hay  de  vos,  que  soys  rey,  a 
aquel,  que  es  cauallero,  y  que  no  es  cosa 
justa  poner  el  rey  su  persona  a  peligro  de 
muerte  como  acontece»;  y  tantas  cosas  le 
dixeron,  que  el  rey  liuuo  por  bien  de  quedar 
y  no  salir  alia.  Y  el  cauallero  estuuo  alli 
hasta  bien  tarde;  y  cerca  de  puesto  el  sol,  el 
cauallero  se  fue  a  vna  abadia  de  monjes  que 
estaña  media  legua  de  la  ciudad  de  Camalot, 
que  se  decia  Santa  Maria  del  Real.  Y  los 
frayles.  como  de  aquello  eran  acostumbra- 
dos, recibiéronle  muy  bien,  y  curaron  mucho 
del  y  de  su  cauallo;  y  dieronle  buena  cama 
que  para  aquello  tenian.  Y  otro  dia  de  ma- 
ñana, dixo  al  abad  del  monesterio  que  a  el 
conuenia  estar  alli  ocho  dias,  que  le  rogaua 
que  le  diessen  algo  con  que  viuiesse,  y  que 
yra  a  vna  auentura  que  tenia  comencada,  y 
que  cada  noche  hauia  de  venir  a  ser  su  hués- 
ped. Y  el  abad  le  respondió,  que  vn  dia,  y 
dos,  y  diez,  y  quantos  el  viniesse,  seria  bien 
recebido.  Y"  mandóle  llenar  al  refitorio,  y 
dieronle  muy  bien  de  comer;  y  ensillo  su 
cauallo  y  armóse,  y  fuese  a  la  puerta  del 
palacio,  y  estuuo  alli  fasta  la  noche,  que  no 
salió  nadie  a  el.  Y"  el  rey  ni  la  reyna  no  sa- 
llan de  su  cámara  de  enojados,  y  alli  les 
dezian  missa,  y  en  la  corte  no  hablauan  de 
otra  cosa  sino  de  como  a  la  sazón  no  venia 
ningún  cauallero  de  los  de  la  Tabla  Redonda; 
y  el  rey  no  sabia  que  remedio  tener;  de  ma- 
nera que  se  cumplieron  los  ocho  dias  que 
nadie  salió;  y  el  cada  tarde  salía,  y  cada 
mañana  venia.  Pues,  como  hauia  oydo  que 
alli  no  hauia  nadie  sino  el  conde  don  Milian, 
(pie  estaña  muy  flaco.  Y  el  conde  acordó  de 
dezir  al  rey  que  porque  aquel  no  fuesse  con 
tanta  gloria,  diziendo  que  no  fuesse  a  dezir 
que  hauia  estado  en  la  corte  nueue  dias  que 
no  hauia  osado  salir  a  el  ningún  cauallero, 
<iue  seria  bien  hazer  armas  con  el,  y  que 
plazeria  a  Dios  que  le  ayudaría  contra  el.  Y 
el  rey,  de  vna  parte  vej^a  quan  deshonrada 
quedaua  la  corte,  y  por  otra  parte  temía  la 
ílaqneza  del  conde,  y  mostró  que  lo  queria  es- 
toruar,  pero  al  fin  al  noueno  dia  acordaron 
que  seria  bien  que  se  prouasse.  Y^  el  conde 
oyó  missa,  y  comió,  y  armóse,  y  caualgo  en 
su  cauallo.  y  paresciole  que  podría  sufrir  la 


batalla;  y  embio  a  dezir  al  cauallero  que  se 
detuuíesse  vn  poco,  y  que  le  dixessen  que  a 
el  yria  vn  cauallero  que  le  haría  saber  que  en 
la  corte  del  rey  su  señor  hauia  vn  cauallero 
que  le  contradiría  lo  que  ol  hauia  dicho.  Y 
Tablante,  quando  lo  ovo,  fue  dello  muy  ale- 
gre, y  pensó  que  algunos  caualleros  hauían 
venido  de  nueuo,  que  bien  sabia  que  el  conde 
estaña  ay,  pero  que  estaña  flaco,  y  no  creya 
que  podría  ser  el  conde.  Y  en  esto  llego  el 
conde  adonde  estaua  Tablante  a  la  puerta  del 
palacio,  que  hauia  alli  vna  gran  placa  donde 
torneauan  y  corrían.  Y  alli  estaua  el  rey  y 
la  reyna,  y  dueñas  y  donzellas,  y  mucha  gen- 
te, para  ver  como  se  coml)atian.  Y  Tablante 
embio  a  dezir  al  conde  que  le  pedia  por  mer- 
ced que  le  embíasse  a  dezir  su  nonbre,  para 
saber  con  quien  se  conbatia.  Y"  el  conde  le 
embio  a  dezir  que  le  plazía,  y  que  supiesse 
que  a  el  dezian  el  conde  don  Milían.  Pues, 
quando  Talilante  supo  que  era  el  conde,  y  no 
era  cauallero  rezien  venido,  y  que  por  salir 
alli  le  hazia  perder  tanta  honra,  huno  del 
mil  dio  enojo  en  su  coracon;  y  prometió  que, 
si  con  el  se  combatía  y  lo  vencía,  que  el  to- 
maría del  emienda,  y  embiole  a  dezir  que 
pues  el  sabia  su  nombre,  que  era  razón  em- 
bíalle  a  dezir  el  suyo,  que  le  hazia  saber  que 
si  el  era  conde  don  Milían,  que  el  era  Ta- 
blante, señor  de  Ricamente;  y  que  le  hazia 
saber  que  el  fazia  armas  con  el  de  muy  bue- 
na gana,  porque,  con  el  ayuda  de  Dios,  el 
entendía  tomar  del  la  emienda  de  la  honra 
que  le  hazia  perder  por  salir  allí;  y  que  le 
rogaua  que  no  quisiesse  oonbatirse  con  el,  y 
que,  si  lo  dexaua,  que  el  y  su  tierra  lo  ha- 
llarían y  conoscerian  en  honra  y  prouecho; 
y  que  sí  todavía  porñaua,  que  el  y  su  tierra 
lo  sentirían;  y  desto  no  se  ayro  el  conde,  y 
embiole  a  dezir  que  se  apercibiesse.  Y  en- 
tonces ambos  a  dos  se  apartaron  el  vno  del 
otro,  y  pusieron  las  laucas  de  encuentro,  y 
dexaronse  venir  el  vno  contra  el  otro  quanto 
los  cauallos  los  pudieron  llenar;  y  dieronse 
tan  grandes  encuentros,  que  el  conde  metió 
la  lan^a  a  Tablante  por  medio  del  escudo,  e 
hizolopedacos.  Y  paro  en  la  loriga  el  hierro 
(le  la  lan(;-a  y  firiolo  vn  poco;  y  Tablante  le 
dio  al  conde  en  el  escudo,  y  topo  en  la  ma- 
lla, e  liízolo  boluer  de  lado;  y  con  la  mucha 
fuer(;'a  sacólo  de  la  silla,  y  dio  vn  muy  gran 
golpe  en  el  suelo,  de  cpie  no  se  pudo  leñan - 
tar.  Y  Tablante  salto  de  su  cauallo,  y  saco 
ol  espada  para  lo  matar,  sino  que  le  pidió 
por  merced  que  no  le  matasse,  y  que  el  faría 
todo  lo  que  le  mandasse;  y  el  pensó  que  se- 
ría mejor  dalle  la  vida  jDara  vengarse  del,  y 
dixole  que  no  lo  mataría  si  le  otorgasse  lo 
que  le  pediría.  Y  era  que  le  dixo  que  luego 


TABLANTE  DE  RICAMONTE 


461 


se  ñiesse  a  su  tierra,  y  que  dendc  en  diez 
dias  tomasse  vna  azemila  y  vna  tienda,  y 
vn  moQO  que  lo  acompañasse,  y  que  con  solo 
esto  se  fuesse  a  Eicamonte,  que  allí  harían 
del  lo  que  liazian  de  otros;  y  que"se  otorgas- 
se  por  su  cauallero  fasta  tanto  ipic  algún 
otro  cauallero  lo  deliberasse,  o  le  diese  li- 
cencia que  se  fuesse.  Y  el,  viendo  que  le 
eonuenia  morir  o  otorgar  aijuello,  otorgóle 
todo  quanto  le  demando;  y  luego  Tablante, 
sin  despedirse  del  rey  ni  de  nadie,  caualgo 
en  su  cauallo  y  fuesse  al  abadia,  y  estuuo 
allí  aquella  noche;  y  otro  dia  de  mañana 
despidióse  del  abad  y  de  aquellos  monjes,  y 
fuese  a  su  tierra,  el  qual  en  muy  pocos  dias 
llego  alia,  ptorque  no  se  curo  de  buscar  nin- 
gunas aueuturas,  sino  andar  su  camino.  Y 
llegado  que  fue  en  su  castillo,  estuuo  alli 
seys  dias,  y  dixo  a  los  suyos  que  porque  a 
el  le  eonuenia  yr  a  hablar  algunas  cosas  de 
su  honra,  que  el  se  queria  partir.  Y"  dixoles 
que  alli  vendría  preso  vn  cauallero  de  la  cor- 
te del  rey  Artur,  que  es  el  conde  don  Mi- 
lian,  del  qual  tenia  mucho  enojo;  que  luego 
IDusiessen  su  tienda  cerca  del  castillo,  y  que 
lo  tomassen,  y  que,  encima  de  su  azemila, 
al  derredor  del  castillo  le  diessen  cinquenta 
acotes,  y  al  derredor  de  las  tiendas  le  dies- 
sen ciento;  y  luego  que  esto  se  hiziesse,  se 
fuessen  los  suyos  con  su  azemila  y  cauallo. 
Y  desciendan  del  castillo  dos  mugeres  y  cu- 
ren del;  y  en  acabando  de  sanar,  si  el  se 
tardasse,  que  le  diesen  otros  tantos;  y  esto 
sera  hasta  que  muera.  Y  haueys  de  saber 
que  alli  hauia  cerca  de  trezientos  caualleros 
en  trezienlas  tiendas  que  Tablante  hauia 
preso  combatiéndose  con  ellos  como  con  el 
conde,  y  todos  estañan  a  su  costa  dellos  mis- 
mos; y  el  los  huuiera  soltado  y  embiado  a  sus 
tierras,  sino  que  quisiera  que  algún  caualle- 
ro los  huuiera  librado,  que  no  los  tenia  por 
otra  cosa,  que  el  nunca  estaña  alli.  Dexe- 
mos,  pues,  agora  a  Tablante  que,  desque  lo 
mando  a  los  suyos,  luego  se  fue. 

Boluamos  al  conde,  que,  quando  huuo  he- 
cho su  pleyto  omenaje  a  Tablante,  el  se  fue 
a  su  posada,  y  otro  dia  vio  al  rey;  y  como 
era  muy  gran  señor,  y  era  noble  de  condi- 
ción, de  su  despedimiento  huuieron  todos 
gran  pesar  y  manzilla,  y  no  se  pudo  otra 
cosa  hazer;  y  el,  quancío  se  despidió,  fuese 
a  su  condado,  y  hablo  con  su  mujer  y  vassa- 
llos  y  caualleros  de  su  casa,  y  el  les  dixo  lo 
que  le  hauia  acontoscido,  para  ver  que  acuer- 
do tomauan:  y  después  de  haber  hauido  mu- 
chas palabras,  acordanm  que  por  via  de  ca- 
iialleria  no  hauia  otra  cosa  sino  cumplir  lo 
que  hauia  prometido.  Y  luego  que  huuieron 
hauido  su  acuerdo,  se  despidió  de  su  muger 


y  de  todos,  y  tomo  vna  azemila  y  viui  tien- 
ila,  y  vn  cauallero  y  dos  moeos,  y  partióse 
para  Ricamente;  y  anduuieron  de  tal  mane- 
ra, que  en  diez  y  seys  dias  llegaron  alia.  Y 
quando  llego,  pensando  que  no  hauia  otra 
cosa  sino  estar  preso,  pregunto  si  estaua 
alli  Tablante  de  Eicamonte.  Y  los  suj'^os  di- 
xeron  que  no  estaua  alli,  y  preguntaroide 
que  quien  era  y  su  nombre.  Y  el  dixo  que 
era  el  conde  don  Milian.  Luego  tomaron  su 
tienda  y  assentaronla  como  Tablante  les  ha- 
uia mandado;  y  luego  a  la  hora  lo  desnu- 
daron, y  caualgaronle  eii  su  propia  azemila, 
y  dieronle  los  ciento  y  cinquenta  acotes  co- 
mo Tablante  lo  hauia  mandado,  y  fueron  ta- 
les,, que  lo  dexaron  por  muerto;  y  mandaron 
a  los  suyos  que  se  fuessen  con  aquellas  nue- 
uas  a  su  tierra,  y  dixessen  que,  en  sanando, 
le  liauian  de  dar  otros  tantos.  Y  assi  se  par- 
tieron los  suyos  con  mucho  dolor,  y  quedo 
el  conde  muy  a9otado;  y  curaron  del  las  mu- 
geres del  castillo,  vna  donzella  y  vna  muger 
anciana,  las  quales,  de  manzilla,  le  fazian 
los  mas  regalos  que  ellas  podian. 

Quede  pues  aqui  el  conde,  y  boluamos  a 
los  su3"os,  que  se  fueron  a  la  condessa,  muger 
del  conde  don  Milian,  la  qual,  quando  supo 
de  los  a(,'otes,  hizo  muy  doloroso  llanto,  y 
mostró  gran  sentimiento.  Llamo  a  los  caua- 
lleros de  su  casa,  y  acordaron  de  embiarle 
muy  secretamente  vn  hombre  que  no  supies- 
sen  cuyo  era,  para  que  se  informasse  de  la 
verdad;  el  qual  fu";,  y  hallo  que  era  assi  que 
lo  hauian  acotado,  y  que  estaua  mandado 
que  mientra  viuiesse,  en  sanando  le  hauian 
de  boluer  a  acotar.  Y"  la  condessa  acorde  de 
llamar  a  todos  sus  parientes  y  caualleros,  y 
aun  de  sus  vassallos  los  mas  honrados,  para 
ver  que  consejo  se  deuia  dar  en  aquello;  y 
entre  ellos  vino  vna  sobrina  del  conde,  que 
se  llamaua  Bruniessen,  señora  del  castillo 
de  la  Floi'esta,  y  por  esso  la  llamauan  Bru- 
niessen de  la  Floresta.  Esta  era  la  mas  her- 
mosa y  gentil  donzella  que  hauia  en  todo  el 
reyno,  y  tenia  vn  castillo  y  muchos  vassa- 
llos; y  al  pie  del  castillo  vna  hermosa  huer- 
ta, que  hauia  en  ella  mas  de  dos  leguas  de 
arboledas  y  monte;  y  alli  hauia  puercos,  y 
ossos,  y  venados,  y  otras  muchas  animalias 
de  gran  tiempo,  lo  qual  era  todo  de  vn  her- 
mano del  conde,  y  fálleselo,  y  dexolo  a  su 
hija  Bruniessen  —  que  no  tenia  otra.  Y 
ellos  alli  juntos,  la  condessa  les  dixo  todas 
las  cosas  que  le  hauian  acontescido  al  conde 
su  señor,  y  que  se  lo  hazia  saber,  porque  su 
parestíer  era  qu(!  deuian  juntarse  todos  sus 
parientes  y  amigos,  y  criados  y  vassallos, 
que  podrían  ser  tantos,  y  que  ella  yria  con 
ellos,  (|ue  sin  trabajo  podrían  sacar  al  conde 


462 


LIBROS  DE  caballerías 


de  la  prisión.  Y  con  esta  razón  juntóse  su 
sobrina  Bruniessen,  j  dixo  que  era  bien  que 
assi  se  hiziesse,  j  que  para  esto  ella  daria 
caualleros  y  peones  quantos  le  pidiessen,  y 
que  ella  yria  en  persona  a  ello,  y  alli  dixo 
cada  vno  su  parescer.  Y  dize  el  cuento,  que 
como  alli  hauia  hombres  muy  principales 
parientes,  assi  vassallos  del  conde,  como 
honbres  que  sabian  de  la  orden  de  caualle- 
ria,  vinieron  a  dezir  su  parescer.  Y  dixeron 
que  aquello  qiie  la  condesa  dezia  no  se  deuia 
ni  podia  ser:  porque  esta  ley  de  caualleria 
era  de  la  Tabla  Re<londa;  y  que  ella  era  en 
la  corte  del  rey  Artur,  que  era  emperador 
de  los  reyes  de  aquel  tiempo;  y  que  en  la 
corte  hauia  passado  como  passaua  otras  mu- 
chas cosas,  y  que  aijuello  no  se  deuia  ni  po- 
dia librar  sino  por  orden  de  caualleria;  y 
que  deuian  buscar  algún  cauallero  para  que 
fuesse  a  librarlo,  y  aun  pedir  al  rey  que  le 
diesse  tal  cauallero  q\ie  al  conde  librasse  de 
la  prisión.  Y  que,  en  tanto  que  el  conde  se 
librasse,  que  por  el  daño  que  el  recebia  era 
mucha  razón  mostrar  gran  sentimiento  en 
todo  el  condado,  y  aun  en  todas  las  partes 
donde  viniessen  sus  parientes  y  vassallos, 
por  memoria  de  tan  gran  mal.  Y  en  esto  acor- 
daron todos,  que  ninguno  discrepo  en  ello, 
sino  que  fuesse  assi.  Y  acordaron  que  hi- 
ziessen  gran  llanto  dos  vezes,  vna  en  la  no- 
che, y  otra  antes  del  alúa,  y  que  no  se  cu- 
rassen  de  dar  cuenta  a  nadie  por  que  se  fazia, 
aunque  les  fuesse  preguntado;  mas  antes, 
porque  nadie  no  lo  supiesse,  que  si  acaso 
algún  estranjero  lo  preguntasse,  que  dexas- 
scn  el  llanto  y  que  diessen  tras  el  con  palos 
y  piedras,  y  con  lo  que  mas  a  la  mano  se 
hallassen;  y  que,  si  fuesse  muerto  o  ferido, 
que  fuesse  a  su  causa,  y  ellos  sin  pena.  Y 
esto  assi  ordenado,  pusieron  luto  y  acorda- 
ron de  embiar  al  rey  a  pedirlo  ayuda;  y 
desto  tomo  el  cargo  la  condessa,  y  fuese  cada 
vno  a  su  casa;  Bruniessen  se  fue  a  su  casti- 
llo, Y  queda  agora  que  en  toda  la  tierra  del 
condado  y  de  sus  parientes  hazen  llanto  en 
aijuellas  dos  horas  como  alli  fue  ordenado;  y 
boluamos  a  la  corte. 


Cap.  n. — Como  Jofre  demando  licencia  al 
rey  para  se  yr  de  la  corte  ^  porque  el  rey  no 
lo  quería  armar  cauallero  para  yr  en  busca 
de  Tahlante  por  vengar  al  conde,  y  como  a 
la  postre  la  reyna  lo  hizo  iiazer,  y  lo  fue  a 
btcscar;  y  de  las  auenturas  que  le  acontes- 
cieron  en  el  camino. 

Dize  la  historia  que  desque  la  nueua  del 
daño  del  conde  don  llilian  llego  al  rey  y  a 


la  reyna  y  a  la  corte,  mostraron  gran  senti- 
miento, y  vn  dia  después  de  comer,  el  rey 
dixo  a  la  reyna:  «]\Iirad  que  dicha  fue  la  del 
conde,  que  nunca  en  el  tiempo  que  Tablante 
estuuo  aqui  vino  cauallero  ninguno;  y  si  des- 
pués alguno  ha  venido,  aunque  han  sabido 
de  su  prisión,  nunca  nadie  ha  dicho  que 
queria  yr  a  libraUo» .  Y  en  esto  hablaron  mu- 
cho, y  la  reyna  dixo  que  creya  que  lo  cau- 
saua  que  Tablante  era  gran  caiiallero,  y  era 
hombre  cruel,  y  desta  causa  no  hauia  gana 
nadie  de  yr  a  buscallo;  y  que  también  que 
nunca  estaua  en  su  casa,  sino  buscando  auen- 
turas. Y  estando  ellos  en  esta  habla,  vn  don- 
zel  del  rey,  moco  de  edad  de  diez  y  ocho 
años,  el  qual  era  hijo  del  conde  Donasen, 
que  hauia  sido  vno  de  los  buenos  caualleros 
de  la  Tabla  Redonda  en  su  tiempo;  era  muy 
anciano  y  estaua  en  su  condado,  que  no  cu- 
raua  de  yr  a  la  corte;  y  llamauase  el  donzel 
don  Jofre,  el  qual  hauia  muy  bien  visto  todas 
las  cosas  acontescidas.  Y  oyó  y  sintió  y  vido 
lo  que  el  rey  y  la  reyna  dezian,  y  el  senti- 
miento que  tenian  por  la  prisión  del  conde; 
y  assi  porque  desseaua  mucho  seruir  al  rey 
y  a  la  reyna,  como  porque  era  mancebo,  y 
tenia  pensamiento  de  mostrar  cuyo  hijo  era, 
como  porque  el  conde  tenia  deudo  con  su 
padre,  aunque  era  lexos,  acordó  vn  dia  de 
hablar  al  rey,  y  busco  tiempo  aparejado;  y 
vn  dia  que  el  rey  y  la  reyna  comieron  juntos, 
desque  las  mesas  fueron  aleadas,  Jofre  hinco 
las  rodillas  ante  el  rey,  y  suplicóle  que  le 
hiziesse  vna  merced.  Y  el  rey  y  la  reyna, 
que  querían  bien  a  Jofre,  assi  porque  era  hijo 
del  conde,  que  hauia  sido  vn  muy  buen  ca- 
uallero, como  porque  era  muy  noble  y  muy 
cortes,  el  rey  dixo:  «Jofre,  di  lo  que  quisie- 
res»; y  Jofre  dixo:  «Otorgúemelo  vuestra 
alteza»;  y  la  reyna,  que  hauia  gana  de  ayu- 
dalle,  dixo:  «Jofre,  demanda  lo  que  quisieres, 
que  lo  que  su  merced  viere  que  deua,  otor- 
gártelo ha» .  Pues,  viendo  Jofre  que  no  podia 
al  fazer,  dixo:  «Señor,  la  merced  que  pido 
es  que  vuestra  merced  sea  de  me  armar  ca- 
uallero, y  darme  armas  y  cauallo,  y  licencia 
para  que  yo  pueda  yr  en  demanda  y  busca 
de  Tablante  de  Ricamente,  por  ver  si  pu- 
diesse  yo  tomar  emienda  del  y  de  la  des- 
honra que  a  vuestra  persona  real  y  a  los  ca- 
ualleros de  la  Tabla  Redonda  fizo  en  prender 
al  conde  don  Milian  y  acotalle  como  a  la- 
drón». Y  el  rey,  quando  vido  su  intención 
de  Jofre  tan  buena,  holgóse  mucho,  y  mucho 
mas  la  reyna,  que  tenia  con  el  vn  poco  de 
deudo;  y  la  reyna  lo  hauia  criado  dende 
niño;  y  espero  que  el  rey  le  respondiesse;  y 
el  rey  le  dixo:  «Jofre,  yo  no  dudo  sino  que 
juzgando  tu  intención  por  obra,  buen  fin  se 


TABLANTE  DE  RICAMONTE 


463 


esperaría;  pero  la  obra  ha  de  ser  en  cosa  de 
armas,  las  qiialos  tu  nunca  has  exercitado, 
ni  sabes  en  ello  mas  de  la  platica,  y  lo  que 
te  paresce  agora  liuiano,  parescerte  ya  graue 
si  en  ello  estuuiesses;  y  por  esso,  j  porque 
este  Tablante  es  assi  buen  cauallero  y  diestro 
en  las  armas,  que  tiene  mas  de  trezientos 
caualleros  presos,  yo  no  deuo  darte  la  tal 
licencia.  Porque  yo  deuo  pensar  que,  hasta 
que  yo  te  viesse  en  las  armas  experimentado, 
yo  no  deuo  dar  esta  licencia,  aunque  te  ar- 
masse  cauallero;  porque  yo  no  deuo  darte 
caualleria  hasta  que  edad  y  vso  te  acompañe, 
porque  yo  ni  mi  corona  real  no  recibamos 
deshonra;  ni  deuo  consentir  que  tu  con  tus 
buenas  entrañas  vayas  a  morir  o  recebir 
mengua,  que  me  doleria  mucho,  que  eres  mi 
criado.  Yo  he  plazer  de  saber  tu  desseo,  por- 
que, desque  yo  vea  que  eres  de  edad,  yo  lo 
haré  y  de  muy  buena  gana;  por  esso  dexate 
agora  desso,  y  ruega  a  Dios  por  saber,  que 
tiempo  tienes».  T  la  rey  na,  antes  que  Jotre 
respondiesse,  por  que  no  errasse  y  no  se  eno- 
jasse  el  rey,  dixo:  «Señor,  la  intención  de 
Jofre  es  muy  buena,  ya  vuestra  merced  le 
ha  dicho  lo  que  le  cumple;  yo,  señor,  hablare 
con  Jofre,  por  esso  tu,  Jofre,  agora  no  te 
tengas  por  respondido».  Esto  dixo  la  reyna, 
porque  vna  noche  Jofre  j  otros  donzeles  ha- 
blauan  en  que  queria  pedir  aquello,  y  que, 
si  el  rey  se  lo  negasse,  que  el  se  yria  a  su 
casa  y  no  viuiria  mas  con  el  rey.  T  como  la 
reyna  lo  queria  bien  por  lo  ya  dicho,  de  esta 
causa  se  lo  hablo  a  Jofre;  y  el  entendió  bien 
la  voluntad  de  la  reyna,  y  no  dixo  mas  de 
dezir  al  rey:  «Señor,  yo  he  suplicado  por 
esta  merced,  y  he  visto  lo  que  vuestra  mer- 
ced me  ha  respondido,  y  como  dize  la  reyna 
que  no  la  he  por  respuesta,  que  vuestra  mer- 
ced mirara  en  ello,  y  todo  se  liara  lo  que 
fuere  su  seruicio;  porque  es  cierto  que  yo  no 
tengo  de  dexar  esta  demanda,  o  tengo  de 
morir  en  ella».  T  beso  al  rey  las  manos,  j 
leuantose,  y  fue  a  su  casa  muy  descontento, 
y  en  la  noche  no  vino  a  seruir  la  copa  que 
seruia;  y  la  reyna  miro  en  ello,  y  callo,  que 
no  dixo  nada  al  rey.  Y  pensó  que,  pues  tanta 
gana  lo  hauia,  que  podia  ser  por  bien;  y  otro 
dia,  antes  que  le  dixessen  la  missa  mando 
llamar  a  Jofre,  y  venido  que  fue,  hinco  las 
rodillas  ante  ella,  y  la  reyna  le  dixo:  «Jofre, 
ayer  pediste  al  rey  mi  señor  por  merced  que 
el  te  armasse  cauallero,  que  querías  yr  en 
busca  de  Tablante  de  Ricamente,  y  bien 
viste  su  respuesta,  y,  cierto,  que  deues  con- 
tentarte con  ella.  Cata,  Jofre,  que  el  desseo 
te  engaña,  que  tu  piensas  que  seras  agora 
para  tanto,  que  eres  de  diez  y  ocho  años, 
como  vno  de  treynta,  en  especial  que,  como 


el  rey  mi  señor  ya  te  dixo,  que  esto  destas 
armas  quieren  exercicio  y  vso  mucho.  Y  assi 
como  tu  tienes  desseo  y  linage,  tuuiesses  la 
edad,  cierto  es  que  lo  que  tu  ruegas  te  hauia 
do  rogar  a  ti;  que  me  paresce  que  lo  que  el 
rey  mi  señor  te  dixo,  lo  deues  tu  hauer  por 
bueno,  y  conformarte  con  su  voluntad,  que 
queda  aparejada  para  en  viendo  tiempo  para 
la  obra,  y  no  deues  fazer  otra  cosa»;  ala 
qual  Jofre  le  respondió  y  dixo:  «Señora,  yo 
he  visto  y  oydo  todo  lo  que  el  rey  mi  señor 
dixo;  y  assi  mismo  lo  que  vuestra  merced 
dize  agora;  y  deue  mirar  vuestra  merced  que, 
si  los  caualleros  de  ante  de  mi  miraran  todos 
los  inconuenientes,  assi  edades,  como  co- 
mentar de  nueuo,  como  pensar  de  topar  con 
caualleros  fuertes,  y  estas  tales  cosas  les  pu- 
sieran temor,  nunca  huuiera  caualleros  an- 
dantes; pero  esta  claro  que  han  de  hauer  co- 
mienco  las  cosas.  Vnos  de  pequeña  edad, 
otros  de  mediana,  otros  de  mayor;  cada  vno 
según  tiene  el  desseo  y  le  viene  la  voluntad; 
y,  como  mejor  vuestra  merced  sabe,  esto  de 
las  armas  esta  en  Dios,  y  en  razón,  y  en 
fuerr-a  y  esfuerco.  En  lo  de  Dios  yo  me  en- 
comiendo a  el,  que  soy  su  christiano,  y 
siempre  lo  llamare,  pues  es  muy  justa  ra- 
zón, maj'ormente  en  yr  a  buscar  a  quien 
ofende  a  mi  rey  y  mi  señor;  pues  de  fuerca, 
lo  que  yo  agora  no  hiziere,  no  lo  haré  en  mi 
vida.  Pues,  señora,  acordándome  cuyo  hijo 
soy  y  de  que  linage  vengo,  no  haré  cosa  en 
que  recibir  pueda  vergüenza.  Y  esto  deue 
bastar  al  rey  mi  señor,  que  voy  con  pensa- 
miento de  dalle  cuenta  de  criado  e  hijo  de 
criado,  como  lo  soy,  y  fue  mi  padre  y  mis 
abuelos;  y  Dios,  viendo  mi  buena  intención, 
me  ayudai.*a.  Porque  yo  certifico  a  vuestra 
merced,  que  si  esto  que  pido  al  rey  mi  señor 
no  me  lo  otorga,  que,  dende  agora  que  a 
vuestra  merced  beso  la  mano,  me  despido  y 
me  parto  para  mi  casa.  Porque,  pues  yo  no 
soy  señor  de  mi,  ni  de  hazer  lo  que  quiero, 
que  siendo  libre  yo  lo  pueda  dende  alia  ha- 
zer; que  no  lo  hauia,  saino  por  llenar  la 
honra  de  caualleria,  y  ser  de  la  Tabla  Re- 
donda; pero,  pues  el  rey  mi  señor  no  quiere, 
yo,  como  cauallero  auenturero,  lo  entiendo 
buscar;  e  yrme  he  quexando  del  rey  mi  señor 
por  donde  quier  (jue  fuere».  Y  la  reyna, 
viendo  la  voluntad  de  Jofre,  le  dixo  assi: 
«Yo  quisiera  mucho,  Jofre,  que  tu  siguieras 
la  voluntad  del  rey  mi  señor,  mas  pues  tu 
no  quieres  y  essa  es  tu  voluntad,  hazlo  assi; 
y  después  que  el  rey  haya  comido^  tórnaselo 
a  suplicar,  y  a  causa  tuya  yo  comeré  con  el: 
y  quando  tu  vieres  que  quedamos  solos, 
buelue  a  suplicárselo,  y  entonces  yo  tomare 
el  cargo  de  responder,  y  alli  veras  lo  que 


464 


LIBROS  DE  caballerías 


hago  por  ti»;  y  Jofi-e  simio  a  la  mesa.  Y 
después  que  el  rey  y  la  rey  na  liuuieron  co- 
mido, y  las  mesas  fueron  leuantadas,  luego 
que  Jotre  vido  tiempo,  hinco  las  rodillas  ante 
el  rey  y  besóle  la  mano,  y  dixole:  «Señor, 
ya  vuestra  merced  sabe  lo  que  el  otro  dia  le 
suplique,  y  lo  que  me  dixo;  y  como  yo,  se- 
ñor, no  me  tuue  por  respondido,  porque  crey 
boluer  donde  estoy  agora,  por  que  le  suplico 
y  pido  que  aquella  mesma  merced  y  licen- 
cia que  entonces  pedia  me  sea  otorgada  ago- 
ra». Y  el  rey  mostró  que  se  enojaua;  y  en- 
tonces, sintiéndolo  la  reyna,  dixo  al  rey: 
«Señor,  no  neguemos  agora  a  Jofre,  que  su 
buen  desseo  es  tal,  que  cíeue  ser  agradescido 
y  remunerado:  porque,  señor,  yo  he  hablado 
con  el,  y  dize  bien.  Que  a  los  caualleros  que 
fueron  antes  del,  no  pusieron  ningún  incon- 
ueniente  para  hauer  de  dexar  de  tomar  habito 
de  caualleria.  Y  pues  que  Jofre  tiene  buena 
dispusicion  y  razonable  edad,  y  es  hijo  dalgo, 
según,  señor,  bien  sabeys,  estas  prendas 
bastan  para  no  hazer  verguenQa  a  vuestra 
corona  real;  si  vuestra  merced  le  arma  caua- 
Uero,  y  le  da  armas  y  cauallo,  yo  quiero  que 
dende  entonces  sea  mi  cauallero,  y  que  todas 
las  auenturas  que  le  acontescieren  sean  por 
mi» .  Y  (piando  el  rey  vido  la  voluntad  de  la 
reyna,  y  que  ella  lo  queria,  dixo:  «Señora, 
pues  vos  quereys  que  Jofre  sea  vuestro  ca- 
uallero, yo  digo  desde  agora  que  a  mi  me 
plaze» .  Y  quando  Jofre  lo  oyó,  fue  tan  ale- 
gre como  si  el  rey  le  diera  vna  villa  por  suya; 
y  beso  las  manos  al  rey  y  a  la  reyna,  y  muy 
gozoso  se  salió  de  donde  ellos  estauan,  y  que- 
daron hablando  del,  y  dixo  entonces  la  rey- 
na al  rey:  «Plazera  a  Dios  que  Jofre,  pues 
va  por  mi  cauallero,  hará  tales  cosas  de  que 
vuestra  merced  sea  gozoso  y  vuestra  corona 
real  ensalyada;  e  yo  doy  por  muy  bien  em- 
pleado lo  que  en  este  caso  haya  trabajado». 

Y  acordaron  que,  pues  se  hauia  de  hazer 
para  el  primer  domingo  que  viniesse,  que  Jo- 
fre velasse  las  armas,  y  otro  dia  lo  armasse 
el  rey  cauallero;  y  en  la  tarde  dixo  la  reyna: 
«Jofre,  ya  tu  has  visto  lo  que  por  ti  he  hecho; 
por  tanto  conuiene  que  en  todo  des  tal  cuenta 
de  ti,  que  yo  no  reciba  vergüenza  alguna. 
Para  el  domingo  que  viene  conbida  a  tus 
amigos,  y  vela  tus  armas  como  es  costumbre» . 

Y  el  rey  mandóle  dar  para  ayuda  a  comprar 
lo  que  le  páreselo;  y  el  hizolo  assi  como  la 
reyna  le  hauia  mandado.  Y  otro  dia  lunes  el 
rey  le  armo  cauallero,  y  mando  a  su  cama- 
rero que  le  diesse  vn  cauallo  bueno  de  los 
suyos,  y  vn  escudo  y  vna  lam/a,  y  su  loriga 
como  es  la  costumbre  de  caualleros;  y  el  com- 
bido  a  comer  a  todos  los  donzeles  del  rey,  y 
a  los  caualleros  y  amigos,  a  su  posada.  Y 


quando  Jofre  velo  las  armas,  siempre  estuuo 
de  rodillas  rogando  a  Dios  que  le  ayudasse  a 
todo  lo  que  comenr-asse.  Esto  hecho,  embio  a 
las  dueñas  y  donzellas  de  la  reyna  gran  co- 
lación y  muchos  guantes,  y  otras  cosas  que 
el  vido  que  era  vso  entonces  de  dar.  Y  ca- 
ualgo  en  su  cauallo,  y  armóse,  y  delante  de 
la  puerta  del  palacio  passo  muchas  carreras; 
y  todos  loauan  la  forma  de  su  caualleria,  y  a 
todos  páresela  bien,  y  todos  dezian  que  ha- 
uia de  ser  buen  cauallero.  A  la  noche  se  fue 
a  Palacio,  y  despidióse  del  rey  y  de  la  reyna 
y  de  las  dueñas  y  donzellas,  y  al  despedir 
le  boluio  la  reyna  a  dezir:  «Mira,  Jofre, 
que  a  mi  causa  el  rey  te  armo  cauallero,  e 
yo,  por  te  hazer  merced,  dixe  ipie  hauia  por 
bien  que  fuesses  por  mi  cauallero,  y  que 
assi  te  llamasses;  mira  por  esto,  y  mira  por 
la  orden  de  caualleria,  y  que  la  recebiste  de 
mano  del  rey  mi  señor  y  tuyo» .  Y  dixole 
muchos  exemplos  de  la  honra  que  los  bue- 
nos ganauan,  j  la  deshonra  en  que  los  co- 
uardes  viuian,  y  al  íin  dixole:  «Jofre,  ve  a 
la  buena  ventura».  Y  otro  dia  de  mañana 
busco  vn  clérigo  que  le  dixesse  missa,  y  con 
mucha  deuocion  la  oyó;  y  comió,  e  hizo  en- 
sillar su  cauallo  y  tomo  sus  armas  qiie  el  rey 
le  hauia  dado;  y  caualgo,  y  fue  su  camino  a 
la  buena  ventura. 


Cap.  III. — Como  yendo  Jofre  en  busca  de 
Tablante,  estando  rej^osando,  lo  huuiera 
nnierto  otro  cauallero  jjensando  que  era  su 
enemigo,  jwrque  traya  assi  las  armas;  y 
Jofre  se  libro,  y  se  combatió  con  el,  y  lo 
venció,  y  lo  embio  preso  a  la  corte. 

Dize  la  historia  que  quando  Jofre  se  par- 
tió de  la  corte,  que  a  la  segunda  jornada  dexo 
el  camino  y  metióse  por  vn  monte,  y  en  vnas 
breñas  muy  grandes,  con  desseo  de  topar  con 
alguna  ventura,  que,  como  era  nouel,  pensó 
que  luego  las  hauia  de  fallar,  y  enojauase 
de  no  fallarlas  luego.  Y  salido  de  aquellos 
montes,  entro  por  vna  floresta,  y  anduuo  por 
ella  tres  dias  sin  comer  pan,  ni  beuer  vino, 
sino  agua,  y  avn  no  todas  vezes;  y  perdió  el 
camino  y  metióse  por  vna  gran  espesura,  y 
desque  se  vido  perdido,  quisiera  boluerse 
atrás,  sino  que  no  supo,  y  anduuo  perdido, 
y  era  cerca  de  medio  dia;  e  yua  pensando 
que  hauia  de  ser  del,  que  nunca  en  tal  se 
hauia  visto,  y  acordóse  de  lo  que  el  rey  y  la 
reyna  le  hauian  dicho;  y  en  su  coraron  al- 
guna vez  desscaua  que  nada  de  aquello  hu- 
uiesse  pasado  por  el.  Y  el  yendo  en  aquella 
priessa,  acordó  de  reposar  vn  poco,  porque 
estaua  alli  vn  prado  y  vna  fuente;  y  tiro  el 


TABLANTE  DE  RICAMONTE 


4G5 


freno  a  su  eauallo,  y  tliolc  agua  y  dexolc 
pazcr,  y  tiróse  el  yelmo,  y  púsolo  so  su  ca- 
bera, y  durmióse.  Y  en  esto  su  eauallo  sintió 
venir  otro  eauallo  y  relincho;  y  luego  des- 
pertó Jofre  y  miro  hazia  donde  su  eauallo 
miraua,  y  bien  lexos  vitlo  venir  vn  cauallero 
apriessa  armado.  Y  como  el  hauia  oydo  dezir 
destas  cosas  tales,  apercibióse,  y  tomo  el 
freno  y  enfreno  su  eauallo,  y  puso  el  yelmo 
en  su  cabera  y  caualgo,  Y  en  esto  el  otro 
cauallero  se  llego  mas;  y  era  vn  cauallero 
muy  bueno,  el  rpial  venia  en  rastro  do  Jofre, 
pensando  que  era  Diedes  de  Escocia  el  cruel, 
que  le  haxiia  muerto  vn  hermano  a  traycion; 
porque  Jofre  traya  un  eauallo  de  la  color  del 
otro  que  le  seguía,  y  nenia  de  proposito,  que, 
si  lo  hallara  dormiendo,  assi  lo  matara.  Y 
desque  llego  cerca,  sin  dezille  «apercibios» 
ni  nada,  arremetió  con  Jofre,  y  antes  que  se 
apercibiesse  le  hauia  dado  vn  encuentro,  que 
dio  con  Jofre  del  eauallo  abaxo.  Jofre,  quan- 
do  se   vido   derribado,    congoxose   mucho, 
porque  era  la  primera  justa  que  en  su  vida 
hauia  hauido:  y  leuantose  luego  en  pie  que 
no  perdióla  lauca;  y  puso  el  cuento  della  so 
el  pie  y  abaxola,  y  puso  mano  a  la  espada  y 
espero  al  cauallero,  que  dio  la  buelta  sobre 
Jofre,  y  furtole  el  cuerpo;   y  el  eauallo  del 
otro  metióse  por  la  lauca,  que  venia  desapo- 
derado. Y"  luego  el  cauallero  cayo  en  el  suelo, 
y  Jofre,  como  moco,  estaua  enojado,  salto 
sobre  el  cauallero,  y  con  el  espada  diole  vn 
tan  gran  golpe  encima  del  yelmo,  que  se  lo 
abollo  y  metió  fasta  que  le  toco  en  el  casco; 
y  otro  mal  no  le  hizo  mas  de  que  lo  atordes- 
cio,  que  no  supo  donde  estaua;  y  Jofre  le 
tiro  el  5'elmo  para  lo  matar.  Y'  entrando  en 
su  ftcuerdo,  rogóle  que  huuiesse  merced  del, 
y  no  le  matasse;  y  entonces  dixo  Jofre:  «La 
que  tu  querías  hauer  de  mi  sin  hauerte  ofen- 
dido, que  me  querías  matar.»  Y"  entonces  el 
cauallero  dixo  a  Jofre:  «¿Como,  no  soys  vos 
Diedes  el  cruel,  de  Escocía  natural,  que  me 
matastes  a  mí  hermano  sin  causa  a  traycion?» 
Y^  Jofre  dixo:  «Por  cierto,  no,  que  esta  es  la 
jirimera  auentura  (pie  yo  he  fecho  por  mí». 
Y  boluiole  a  rogar  que  por  Dios  le  perdo- 
nasse;  y  Jofre,  como  le  03^0  dezir  que  pen- 
saua  que  era  el  que  le  hauia  muerto  su  her- 
mano, pensó  que  el  cauallero  tenia  razón  de 
hazer  lo  que  hizo,  según  lo  dixo.  Y  dixo  que 
le  perdonaua,  con  condición  que  le  dixesse 
a  que  parte  era  el  castillo  de  Ricamonte,  y 
que  luego  se  partiesse  a  la  coi'te  del  rey 
Artur,  sin  yr  primero  a  ninguna  parte;  y  so 
presentasse  a  la  reyna  (linobra  su  señora,  y 
le  dixesse  que  su  cauallero  lo  cmbiaua  preso 
alia  a  presentarse.  El  dixo  t[ue  no  sabia  el 
castillo,  mas  que  el  le  pondría  en  vna  abadía 

MUUOS    DE   caballerías, — 30 


de  monjes  que  estaña  a  dos  leguas  de  alli;  y 
que,  como  alli  siempre  van  caualleros,  que 
podría  ser  que  alli  le  diessen  razón  de  lo 
que  el  quería  saber.  Y  en  lo  de  yr  a  Camalot 
a  presentarse  a  la  reyna,  que  el  lo  haría  de 
buen  grado;  y  luego  con  estas  condiciones  le 
perdono.  Y  luego  caualgo  Jofre  en  su  eauallo 
y  el  otro  a  píe;  y  lleudo,  que  sabía  la  tierra, 
por  vna  senda,  y  sacólo  de  aquella  espesura, 
y  llenólo  al  abadía  de  monjes,  y  era  ya 
puesto  el  sol;  y  los  monjes,  que  los  vieron, 
creyeron  que  alguna  auentura  les  hauia 
aeontescído,  y  díeronles  bien  de  cenar,  y  a 
Jofre  fazia  bien  menester.  Y  luego  que  cena- 
ron, el  cauallero  no  (puso  quedar  allí  aquella 
noche,  y  dixole  que  le  cunplía  yr  a  Cama- 
lot y  boluer  a  su  casa,  y  tomar  otro  eauallo  y 
buscar  a  su  enemigo.  Partióse,  y  quedo  Jofre, 
y  díeronle  buena  cama,  y  pensáronle  bien 
su  eauallo,  que  ambos  lo  hauían  menester, 
que  liauía  ocho  días  que  el  ni  el  eauallo  no 
comían. 

Cap.  IA". — Como  el  cauallero  que  Jofre  ven- 
ció se  presento  a  la  reijna  Ginebra. 

Pues,  ydo  el  cauallero,  Jofre  quedo  alli 
quatro  días.  Dexemoslo  allí,  y  vamos  al  ca- 
uallero que  se  partió  para  yr  a  Camalot,  que 
anduuo  tanto  a  píe  con  su  lanva  y  su  escudo 
y  puesto  su  yelmo,  que  llego  a  la  corte  y  pre- 
gunto por  la  reyna:  y  díxeronle  que  la  que- 
ría, y  dixo:  «Soy  mensajero  de  vn  cauallero 
cuyo  nonbre  no  se,  porque  no  me  lo  dixo»; 
y  luego  en  dezir  de  vn  su  cauallero,  vieron 
que  era  Jofre;  y  fueron  a  la  rej^na  y  dixe- 
ronselo  como  estaua  allí  vn  cauallero  a  pie 
con  su  yelmo  y  lauca  y  escudo;  y  dezía  que 
era  de  vn  cauallero  suyo,  y  la  reyna  dixo: 
«De  Jofre  es  el  mensajero» .  Y  juntóse  la  cor- 
te por  ver  y  oyr  lo  (pie  dezía  el  cauallero,  el 
qual  contó  a  la  reyna  quantos  días  lo  siguió, 
y  lo  cpie  con  el  le  acontescío,  y  dixo:  «Señora, 
yo  os  fago  saber  que  del  espada  hasta  hoy  no 
nascio  tal  cauallero  ni  de  tan  gentil  tiento, 
que  según  yo  lo  salte  no  fuera  nada  matallo, 
y  el  fizo  tan  poca  cuenta  de  mí,  qual  veys. 
Y  agora,  señora,  que  yo  me  he  presentado 
ante  vuestra  merced,  soy  libre  para  me  po- 
der yr,  sí  vuestra  merced  mandare;  por- 
(pie  voy  en  busca  de  aquel  traydor  que  me 
mato  a  mí  hernuvno» .  Y  la  reyna  le  dio  li- 
cencia. Y  el  rey  y  ella  y  los  de  la  corte  hu- 
uieron  mucho  pla(;er  [)or  saber  que  la  prime- 
ra auentura  (pie  hauia  hauido, la  huno  buena; 
y  luego  el  rey  mando  escreuírla. 

Dexemos  al  cauallero  t[ue  a  buscar  va  a  bU 
enemigo,  y  boluamos  a  Jofre,  que  quedo  en 
'  el  abadía. 


466 


LIBROS  DE  caballerías 


Cap.  V.—  Como  yendo  Jofre  a  buscar  a  Ta- 
blaiite  iopo  con  vn  Enano,  que  era  hijo  del 
diablo,  y  guardmia  vna  ¡aupa,  que  se  de%ia 
LA  LAN^A  PELIGROSA,  por  vn  caiiallero  que 
era  su  señor:  y  Jofre  se  combatió  con  el 
cauallero,  y  lo  mato,  y  soltó  al  Enano  y  a 
veynte  caualleros  que  estaiian  alli  presos  en 
vn  monesterio,  y  los  embio  a  la  reyna  Gi- 
nebra a  Camalot. 

Después  que  Jofre  se  hallo  rezio  para  ca- 
minar, j  su  cauallo  estaua  ya  descausado, 
despidióse  del  abad  y  de  los  monjes  y  fuese 
su  camino;  y  anduuo  mas  de  ocho  dias  que 
ninguna  cosa  le  acónteselo,  antes  se  perdió  y 
no  sabia  hazia  que  cabo  yua;  y  fallo  vna  flo- 
resta grande,  y  atrauesola,  y  salió  a  tu  cam- 
po llano,  que  a  su  parescer  no  tenia  cabo, 
tan  largo  era  sin  parescer  montes  ni  otra 
cosa,  y  anduuo  por  el  tres  dias  y  tres  noches, 
que  nunca  hallo  lugar  donde  reposar,  ni  co- 
mer ni  beuer;  y  la  sed  lo  fatigaua  a  el  y  a  su 
cauallo,  y  comenQO  a  pensar  en  la  caualleria^ 
y  quan  trabajosa  era,  y  que  creya  que  por 
aipiello  viuian  poco  los  caualleros,  sostenien- 
do tanta  hambre  y  sed,  y  caydas,  y  encuen- 
tros y  malas  camas;  y  membrauasele  de  to- 
das las  cosas  passadas,  y  era  ya  más  de  medio 
dia,  y  como  sienpre  yua  mirando  a  toda  par- 
te, sobre  su  mano  izquierda  vido  assomar  vn 
pino;  y  dixo  que  pues  alli  hauia  pino,  que 
cosa  fresca  hauia  alli;  y  dexo  la  via  que  lle- 
uaua  y  fuese  hazia  alia,  desseando  fallar  lu- 
gar donde  pudiesse  reposar,  y  mientra  mas 
andana,  mas  se  descubría  el  pino  y  otros  pi- 
nos, y  era  ya  hora  de  vísperas  y  fazia  gran 
sol,  que  era  en  verano;  y  yendo  assi,  sobre  la 
mano  derecha  vido  vnas  casas  y  no  supo 
juzgar  que  fuessen,  y  era  vn  monesterio  de 
monjes,  y  como  yua  muerto  tic  hambre  y  de 
sed,  y  cansado,  comen(,'0  a  andar  hazia  las 
casas.  Y  emparejando  con  los  j)inos  boluio 
la  cabera  a  mirarlos,  y  como  el  sol  era  vn 
poco  baxo,  vido  arrimado  al  pino  relumbrar 
vna  cosa  que  páresela  espejo,  y  tuuo  la  rien- 
da al  cauallo  y  pensó  de  yr  alia;  y  miro  que 
si  era  cosa  de  auentura  que  no  estaua  para 
ello,  y  estaua  flaco;  y  tamlñon  pensó  que  era 
couardia,  y  viendo  que  nadie  lo  veya,  no  curo 
sino  de  yr  su  camino  a  do  vio  las  casas.  E 
yendo  en  esto,  dixo  entre  si  (pie  hazia  mal, 
y  que  el  hauia  de  dar  cuenta  principalmen- 
te, assi  que  no  era  cosa  de  cauallero  lo  (jue 
fazia,  y  boluio  la  rienda  al  cauallo,  y  adere- 
zo a  donde  estañan  los  pinos,  y  alli  hauia 
vna  muy  linda  fuente  y  vn  prado.  Y  arrima- 
do al  pino  estaua  vna  lan(,ui  muy  hermosa  y 
muy  luzida,  y  como  la  vido,  cobdiciola,  y 
llego,  y  puso  su  lauca  alli,  y  tomo  la  que  alli 


estaua.  Y  en  la  hora  que  la  tomo,  salió  vn 
Enano  que  estaua  detras  del  pino,  la  cosa  mas 
espantable  del  mundo,  que  dizen  que  tenia 
la  cabera  tamaña  como  vn  harnero,  y  en  los 
ojos  hauia  en  cada  vno  vn  palmo,  y  las  na- 
rizes  grandes  y  cortas,  y  las  ventanas  gran- 
des, que  por  cada  vna  cabla  vna  gran  man- 
cana,  y  los  ojos  como  grandes  esj)ejos,  j  la 
cabeca  hendida  hasta  las  orejas;  y  el  cuerpo 
tan  pequeño,  que  a  mala  ues  medirían  do  la 
cinta  a  las  rodillas  vn  palmo,  y  su  andar  era 
tan  poco,  que  vn  dia  no  andarla  un  quarto 
de  legua;  y  la  voz  tenia  tan  grande,  que  so- 
naua  vna  gran  legua.  X  como  vido  que  Jo- 
fre tomaua  la  langa,  salió  detras  del  pino 
como  lo  solia  fazer,  y  dixole:  «Cauallero,  yo 
no  se  quien  vos  hizo  osado  de  llegar  a  la  hin- 
ca»; y  Jofre,  quando  lo  vido,  espantóse,  y 
Ijarose  a  mirar  su  mala  catadura,  y  dixo: 
«Confunda  Dios  a  padre  que  tal  hijo  engen- 
dro, que  yo  creo  que  tu  eres  hijo  del  diablo, 
¿cuydasmelo  tu  demandar  a  correr?»  Y  el 
Enano  dixo:  «No,  mas  agora  vendrá  quien 
vos  lo  demandara» ;  y  luego  comenco  a  dar 
tan  grandes  vozes.  que  el  valle  todo  hazia 
tronar;  y  Jofre,  espantado  de  ver  tal  prisión, 
miro  hazia  do  el  Enano  mirara,  que  era  ha- 
zia el  abadia,  y  vido  venir  vn  cauallero  ar- 
mado, y  no  muy  do  espacio;  el  qual  venia  por 
las  vozes  (jue  el  Enano  daua,  i^ue  assi  lo  te- 
nia por  vso.  Porque  el  vso  desta  auentura 
era  que  aquel  cauallero  hauia  vej'nte  años 
que  tenia  alli  aquel  Enano  y  aquella  lau- 
ca, y  si  algún  cauallero  passaua  y  la  toma- 
ua, hazla  aquello  mismo,  y  teníala  tan  lim- 
pia, que  de  tres  a  tres  dias  la  acicalaua,  y 
luego  salia  aquel  cauallero  como  entonces 
salió,  y  como  llego,  dixo:  «Cauallero  ¿quien 
vos  hizo  osado  de  llegar  a  essa  lauca  sin  pri- 
mero saber  la  costumbre  desta  auentura?»  Y 
Jofre  dixo  ala  pregunta:  «No  vos,  a  lo  menos; 
pero  quiero  saber  el  vso  desta  auentura» ,  y  el 
cauallero  dixo:  «Yo  os  lo  diré  pues.  Este  es 
el  vso:  Que  si  alguuo  la  toma  (pie  sea  caua- 
llero armado,  ha  do  hazer  vna  destas  cosas: 
Combatirse  comigo,  o  yr  preso  alli  aquella 
abadia;  y  si  se  combate  comigo,  yo  lo  ahor- 
co de  aquellos  arboles;  y  si  va  preso  de  su 
voluntad,  en  aquel  monesterio  hay  muchos; 
alli  el  monesterio  les  da  de  comer,  y  les  be- 
zan  a  texer  y  coser,  y  hazer  capatos,  por 
donde  ganan  lo  que  han  de  comer,  y  si  vos 
esto  quereys,  alli  lo  hallareys» .  Y  Jofre  to- 
mo de  aquesto  mucho  enojo,  y  miro,  y  vido 
uiuchas  sogas  de  hombres  que  alli  hauian 
sido  ahorcados,  y  con  enojo  le  dixo:  «Y^o  no 
se,  cauallero,  quien  soys  vos,  y  no  se  como 
vos  llaman,  pues  que  a  los  caualleros  hazeys 
texedores,  y  capateros,  y  sastres;  y  de  yr 


TABLANTE   DE  RlC AMONTE 


467 


alli  a  los  arboles,  esta  en  la  mano  de  Dios; 
por  esso  apercebios,  que,  cierto,  he  vergüen- 
za de  oyros» .  Y  luego  se  apartaron  el  vno 
contra  el  otro,  y  dexaronse  venir  quan  rezia- 
luente  pudieron  el  vno  contra  el  otro,  y  die- 
ronse  tan  grandes  encuentros,  que  la  lauí.-a 
del  cauallero  se  hizo  pedacos,  y  la  de  Jofre, 
(pie  era  la  (pie  el  Enano  guardaua,  se  doblo 
vn  poco,  pero  al  fin  tan  grande  fue  el  encuen- 
tro que  Jofre  dio  al  otro,  que  lo  boto  ilo  la 
silla  y  lo  firio  malamente,  y  en  tal  manera, 
(]ue  dio  con  el  en  el  suelo;  y  como  Jofre  lo 
vido  en  el  suelo,  apeóse  del  cauallo  y  tiróle 
el  yelmo,  y  tomólo  por  los  cabellos,  y  lleua- 
ualo  arrastrando  hazia  los  arboles.  Y  el  vido 
que  su  muerte  era  cerca,  y  rogauale  que 
huuiesse  piedad  del,  y  Jofre  dixo:  «La  que 
tu  has  hauido  de  los  caualleros  que  aqui  has 
ahorcado,  y  huuieras  de  mi  si  pudieras» ;  y 
corto  vna  soga  de  los  arboles,  y  ahorcólo;  y 
luego  se  fue  para  el  Enano,  y  el,  de  que  vido 
tpie  su  señor  estaña  en  el  passo  de  morir, 
comengo  a  yr  poco  a  poco,  y  como  no  anda- 
na nada,  alcanr-olo  luego,  y  por  asombrallo 
hizo  que  le  quería  herir,  y  el,  de  temor,  de- 
xose  caer  en  el  suelo  a  los  pies  de  Jofre,  di- 
ziendo:  «Señor,  no  me  mateys,  que  no  era 
mas  en  mi  mauo^  que  aquel  cauallero  anda 
en  veynte  años  que  me  tenia  aqui  por  fuerca, 
y  aquella  lanr-a  yo  la  guardaua  y  acicalaua 
dos  veces  cada  semana  por  que  relumbrasse» . 

Y  Jofre  dixo:  «Si  tu  me  prometieres  de  fazer 
lo  que  yo  te  mandare,  yo  te  otorgo  la  vida» ; 
y  el  Enano  dixo:  «Señor,  yo  vos  lo  prometo». 
Entonces  tomo  Jofre  el  Enano,  y  púsolo  en 
el  cauallo  del  cauallero,  y  diole  la  lanya  que 
el  solia  guardar  y  el  escudo.  Y  Jofre  ca- 
ualgo  en  su  cauallo,  y  fueronse  al  abadia;  y 
los  monjes  sabian  que,  quando  el  Enano  daua 
vozes,  que  era  auentura  que  passaua  por 
alli;  salieron  todos  con  el  abad  del  moneste- 
rio  a  ver  que  era,  y  en  esto  conoscieron  que 
el  Enano  venia  en  el  cauallo  de  su  señor,  y 
vieron  que  otro  cauallero  venia  alli;  y  co- 
uosciendo  la  lanca  peligrosa,  entendieron  la 
verdad,  y  en  sus  coraeones  hnuieron  plazer 
j)orque  era  muerto  el  cauallero,  j  salieron  a 
recebir  a  Jofre;  y  el  Enano  les  contó  todo  lo 
que  alli  hauia  passado,  y  ellos  dixeron  a  Jo- 
fre que  en  hora  buena  fuesse  alli  venido,  que 
veinte  años  hauia  que  estaña  alli  aquel  caua- 
llero, y  que  alli  hauia  muerto  mas  de  diez 
caualleros,  y  que  alli  estañan  presos  mas  de 
otros  veynte,  los  quales  luego  a  la  hora  sa- 
lieron alli,  las  baruas  muy  luengas  y  los  ca- 
bellos crescidos,  y  fueronle  a  besar  la  mano 
todos;  y  el  no  se  la  dio,  mas  dixo:  «Dad  loo- 
res a  Dios,  que  os  ha  liln-ado  desta  prisión» . 

Y  entonces  el  abad  mando  curar  bien  del 


y  de  su  cauallo,  que  lo  luiuian  bien  menes- 
ter. Y  otro  dia  de  mañana  Jofre  se  leuanto, 
y  oyó  misa,  y  después  hizo  llamar  al  abad 
del  monesterio,  y  a  los  caualleros,  y  delante 
del  abad  les  dixo:  «Señores,  ya  veys  quíinto 
bien  Dios  vos  ha  hecho  en  esta  deliberación, 
la  qual  el  ñzo  por  mi  mano;  ruégeos  que 
seays  couoscidos  a  el  en  darle  gracias  y  loo- 
res que  lo  fizo.  Y  a  mi  en  poner  en  obra 
vna  pequeña  cosa  (pie  vos  quiero  encomen- 
dar y  rogar  de  parte  de  caualleria,  yes  que 
vays  desde  aqui,  assi  como  estays,  a  la  corte 
dei  rey  Artur,  y  os  presenteys  con  este  Ena- 
no y  esta  lancea  y  este  escudo  de  mi  parte  a 
la  reyna  Ginebra,  y  le  digays:  Señora,  vues- 
tro cauallero  Jofre  os  besa  las  manos,  y  os  haze 
saber  que  es  viuo,  y  nos  mando  que  de  su 
parte  nos  pressentassemos  a  vuestra  merced, 
con  todo  lo  susodicho;  y  el  Enano  le  cuente 
todo  lo  que  ha  passado» .  Y  ellos  se  lo  prome- 
tieron assi,  y  otro  dia  se  partieron  con  mucha 
alegria,  y  se  despidieron  del  abad  y  de  los 
monjes,  y  de  todos  los  del  monesterio,  y  de 
Jofre,  y  se  fueron  a  Camalot,  y  el  quedo  alli. 

Cap.  YI. —  Como  el  Enano  y  los  veynte  caua- 
lleros se  presentaron  en  la  corte  a  la  rey  na 
Ginebra. 

Luego  los  caualleros,  assi  como  estañan 
con  sus  barbas  luengas  y  cabellos,  se  partie- 
ron con  su  Enano;  el  qual  y  na  en  el  cauallo 
del  cauallero  que  hauia  sido  su  amo,  y  con 
su  lan^a  y  su  escudo;  y  anduuieron  tanto, 
que  llegaron  a  Camalot,  e  hizieron  saber  a 
la  reyna  como  estañan  alli,  y  que  venian  de 
parte  de  Jofre  su  cauallero,  la  qual  luego  los 
mando  subir,  y,  entrando,  le  besaron  las 
manos,  y  dixeronle:  «Señora,  lo  primero  vos 
hazemos  saber  que  Jofre  vuestro  cauallero, 
el  qual  es  hoy  dia  el  mejor  cauallero  del 
mundo,  es  viuo,  y  se  encomienda  a  vuestra 
merced,  y  nos  mando  que  nos  presentasse- 
mos  ante  vuestra  merced,  para  que  de  nos- 
otros haga  lo  que  mandare ;  y  que  este  Ena- 
no le  diga  a  vuestra  merced  lo  que  en  esta 
auentura  le  ha  acontescido».  Y  como  vieron 
cosa  tan  monstrua,  llegóse  toda  la  corte;  y 
era  tanta  la  gente,  que  era  marauilla,  el 
qual,  con  vna  voz  gruessa  que  todos  lo  oye- 
ron, dixo  a  la  reyna  todas  las  cosas  que  des- 
ta auentura  haueys  oydo;  y  la  reyna  holgó 
mucho,  y  todos.  Y  mando  la  reyna  que  el 
Enano  y  los  caualleros  fuessen  ante  el  rey,  y 
que  le  dixesscn  que  le  páresela  de  su  Jofre, 
que  la  primera  buena  hauia  sido,  pero  que 
esta  era  mejor.  Y  el  rey  los  recibió  y  holgó 
mucho  de  vellos,  y  mas  al  Enano;  y  estu- 


468 


LIBROS  DE  caballerías 


iiioron  allí  ocho  dias,  que  el  rey  mando  dar 
todo  lo  que  les  cumplía,  y  vistiólos,  y  dioles 
para  el  camino^  y  ñieronse,  y  el  Enano  que- 
do en  la  merced  de  la  reyna,  y  mandaron 
poner  esta  auentura  en  eseripto;  y  dexenios 
esto  assi  v  vamos  a  Jofre. 


Cap.  YII. —  Coyno  salió  Jofre  desia  aitenií'j-a, 
y  yendo  a  buscar  a  Tablante,  topo  con 
Moniesino  el  fuerte,  combatiendo  vna  torre 
por  fuerza  vna  donxella,  y  lo  venció. 

Dize  la  crónica  que  Jofre,  a  ruego  de  los  ca- 
ualleros  que  le  rogaron  quando  partían,  fizo 
descolgar  al  cauallero,  y  enterráronlo  muy 
honradamente,  y  el  se  quisiera  partir,  y  a 
ruego  de  los  monges  quedo,  que  liauian  pla- 
zer  de  estar  el  alli,  porque  Jofre  era  moco  y 
gentil  hombre,  y  bien  criado.  Y  aun  porque 
les  hauia  tirado  de  alli  aquel  carnicero  que  los 
tenia  fatigados,  y  estuuo  alli  Jofre  oclio  dias, 
y  desjuies  despidióse  del  abad  y  monges,  y 
se  fue  su  camino  en  busca  de  Tablante,  y 
anduuo  vn  mes  que  nunca  cosa  que  de  con- 
tar fuesse  hallo,  y  hauia  perdido  el  camino, 
y  no  hauia  hallado  poblado  ni  persona  nin- 
guna tres  dias  hauia,  sino  por  campos  y  por 
montes.  Y  el  andando  en  esta  priessa,  vna 
mañana,  poco  mas  de  salido  el  sol,  vido  le- 
xos  vna  torre  bien  alta,  y,  quando  la  vido, 
holgóse  en  verla,  creyendo  que  alli  hallaría 
algo  de  comer,  porque  era  entonces  la  cosa 
que  el  mas  dcsseaua;  y  anduuo  quanto  pudo. 
Y,  desque  llego  cerca,  vido  cabe  la  torre  vna 
lanca  hincada  en  el  suelo,  y  vn  cauallo 
arrendado  a  la  lanca,  y  vn  escudo  colgado 
del  arzón  de  la  silla,  y  como  lo  vido,  díxo: 
«Yo  creya  hallar  de  comer,  y  creo  que  he 
topado  puñadas»,  y  no  dexo  de  andar.  Y, 
desque  llego  mas  cerca,  vido  vn  cauallero 
que  trabajaua  por  quebrar  la  puerta  de  la 
torre,  el  qual,  con  lo  que  fazia  y  como  tenía 
su  yelmo  puesto,  no  sentía  nada,  y  en  lle- 
gando, salió  vna  donzella  a  vnas  ventanas,  y 
como  vido  a  Jofre,  con  muchas  lagrimas  y 
con  mucha  fatiga  dixo:  «Señor  cauallero, 
por  amor  de  Dios  y  honra  de  caualleria  os 
ruego  que,  si  os  atreueys,  trabajeys  de  li- 
brarme de  las  manos  deste  cauallero  que  rae 
quiere  quebrar  essa  puerta,  como,  señor, veys, 
diziendo  que  me  ha  de  deshonrar,  porque  el 
señor  me  pidió  en  casamiento  y  mi  padre  no 
quiso.  Porque  el  ha  seydo  casado  muchas 
vezes,  y  casase  con  las  donzollas,  y  quando 
las  ha  burlado,  dexalas;  assi  por  esso  mi  pa- 
dre me  anda  escondiendo,  porque  es  muy 
mal  honbre,  y  es  muy  rico  y  emparentado, 
y  es  muy  honbre  por  la  persona,  y  no  osa 


nadie  demandárselo.  Y  agora  ha  ocho  días 
que  est03'  aqiii  escondida,  que  no  lo  sabia, 
saino  esta  mi  ama,  y  el,  sobre  sospecha,  vino 
aquí,  y  yo,  no  pensando  que  a  tal  hora  me 
viera  nadie,  me  pare  a  vna  ventana,  y  el  me 
vido,  y  hame  requirido  que  le  abra,  y  yo  no 
quería;  y  ha  jurado  de  quebrantar  las  puer- 
tas y  deshonrarme.  Por  que  os  ruego  que  me 
líbreys  del,  que  yo  no  esperaua  sino  que  el 
entrasse  por  essa  puerta  para  echarme  yo  por 
esta  ventana  y  morir  honrada,  y  no  viuír 
deshonrada» .  Pues  viendo  Jofre  las  lagrimas 
della,  y  su  congoxa  y  fatiga,  y  viendo  que 
parescia  verdad  lo  que  la  donzella  dezia, 
dixo:  «¿A'^os  hazeysme  cierto  lo  que  dezis, 
que  no  hay  en  ello  otra  cosa?»  Y  ella  dixo 
que  si,  y  que  no  hauia  mas  ni  menos.  Y'^  en- 
tonces Jofre  se  llego  mas  hazia  el  castillo,  y 
díxole:  «Señor  cauallero,  bien  haueys  visto, 
por  las  razones  desta  donzella,  que  mi  veni- 
da no  fue  aquí  para  buscaros;  porque  es  cier- 
to que  mi  camino  era  a  otra  parte  y  por  otra 
necessidad  que  yo  tenia,  y  holgueme  mucho 
ijuando  3^0  vi  la  torre.  Pero  después  que  os 
vi,  por  cierto  me  peso;  y  agora  que  yo  he 
03' do  de  aquella  donzella  lo  que  me  ha  dicho, 
no  quisiera  hauer  venido  aquí  por  vna  villa; 
y  pues  Dios  y  su  buena  ventura  me  truxo,  y 
ella  se  me  ha  encomendado,  no  creays  que 
lo  tengo  de  consentir,  o  me  ha  de  costar  la 
vida» .  Y"  el  cauallero,  quando  esto  oyó,  assi 
lo  que  la  donzella  dixo,  como  lo  que  Jofre 
dixo  a  ella,  como  lo  que  le  dezia  Jofre  a  el, 
enojóse  mucho,  y  dixo:  «Cauallero,  pares- 
cerme  ya  a  mi  que  vos  curassedes  de  yr 
vuestro  camino  y  no  entendíessedes  de  pley- 
to  ageno,  sino  liazcr  el  vuestro».  Y  Jofre 
le  díxo:  «Señor  cauallero,  esto  es  vso  de  ca- 
ualleria, y  deueyslo  vos  hauer  por  bien,  y 
no  por  fuerca  querer  entrar,  que  sabed  que 
vos  lo  tengo  de  defender».  Y  entonces  dixo 
el  cauallero  a  Jofre:  «Si  vos  me  dexays  ca- 
ualgar  en  mi  cauallo,  yo  os  mostrare  si  me 
haueys  vos  de  defender  la  entrada  de  la  to- 
rre». Y  Jofre  le  dixo:  «Caualgad,  que  esso  es 
lo  que  a  mi  conuíene».  Y  luego  caualgo  en 
su  cauallo,  y  embrac/o  su  escudo,  y  tomo  la 
lanca,  y  desuiaronse  el  vno  del  otro,  y  dexa- 
roKse  venir  el  vno  para  el  otro;  y  dieronse 
tan  grandes  encuentros,  que  ambos  junta- 
mente cayeron  en  el  suelo;  y  la  donzella, 
que  estaña  hincada  de  rodillas,  esperando 
do  ser  librada,  quando  los  vido  ambos  junta- 
mente caydos,  recibió  mucha  pena,  creyen- 
do ijue  era  por  mal  de  su  cauallero.  Y' luego 
que  ambos  cayeron,  fuer(ui  en  pie,  y  ])usie- 
ron  mano  a  las  espadas,  y  fueronse  el  vno 
contra  el  otro,  y  comentáronse  a  dar  tan  gran- 
des golpes  que  era  marauilla,  y  cayosele  a 


TABLANTE  DE  RICAMONTE 


409 


Jofre  el  puño  do  In  espada,  y  sintiólo,  y 
porrino  no  lo  faltasse  al  mejor  tiempo,  dio 
vn  salto  y  abracóse  con  el  canallero.  y,  co- 
mo liombrt»  de  gran  esfueivo,  dio  Jofre  con 
el  cauailoro  en  el  suelo,  y  ipierialo  degijllar. 
Y  el,  como  se  vido  perdido,  rogóle  que  hu- 
uiesse  merced  del;  y  el  dixo  que  le  otorgaria 
la  vida  con  dos  condiciones:  «La  vna,  que 
aquella  donzella,  y  su  padre  y  parientes, 
serian  del  muy  honrados,  y  no  la  offende- 
ria  mas.  La  otra,  que  se  fuesse  a  presentar 
de  su  parte  a  la  corte  del  rey  Artur  a  la 
rey  na  Ginebra,  su  señora,  y  le  dixesse  que 
Jofre,  su  cauallero.  le  embiaua  para  su  mer- 
ced, que  fiziesse  del  lo  que  quisiesse,  y  le 
contasse  el  auentura,  por  que  la  pusiessen  en 
escripto».  Al  qual  dixo  el  cauallero  que  le 
plazia  de  lo  cumplir  todo,  y  desta  manera  lo 
dexo.  Y  esto  liedio,  la  donzella  les  abrió  la 
puerta  del  castillo,  y  los  desarmo,  y  curo 
dallos,  que  tenian  algunas  heridas  aunque 
eran  pequeñas,  y  guisóles  bien  de  comer 
ella  y  vna  su  ama  que  alli  estaua,  y  estu- 
uieron  hasta  la  tarde.  Y  Jofre  dixo  al  caua- 
llero que  seria  bien,  por  la  honra  de  la  don- 
zella,  que  aquella  noche  no  quedassen  alli; 
y  que  se  deuian  partir  cada  vno  a  su  auen- 
tura, y  assi  se  hizo,  que  el  cauallero  se  par- 
tió a  la  corte  a  Camalot  y  Jofre  se  despidió 
de  la  donzella  y  de  su  ama,  las  quales  le 
dieron  muchas  gracias  por  la  buena  obra 
que  del  hauian  recebido,  y  le  dixeron  que  si 
alli  queria  quedar  tanto  quanto  fuesse  su 
voluntad,  que  el  seria  dellas  bien  seruido;  y 
el  se  lo  agradescio  mucho  y  se  despidió,  y 
se  fue  su  camino. 

Queda  agora  aquí  que  Jofre  va  a  buscar 
sus  auenturas,  y  boluamos  a  aquel  cauallero 
que  se  fue  a  la  corte. 

Cap.  VIII.  —  Como  Montemnos  se  presento 
en  la  corte  a  la  reyna  Ginebra. 

Desque  el  cauallero  se  despidió  de  Jofre, 
anduuo  tanto,  que  en  quinze  dias  llego  a 
Camalot;  y  entro  en  el  palacio  del  rey,  y 
fizo  saber  a  la  reyna  que  estaua  alli  vn  caua- 
llero prisionero  de  Jofre,  el  qual  venia  a 
dezirle  nueuas  del.  Y'  el  rey  y  la  reyna  hol- 
garon de  lo  saber,  y  mandáronlo  entrar,  y 
apeóse;  y  assi  como  venia  armado,  subió 
arriba,  y  hinco  las  rodillas  ante  el  rey,  y 
besóle  la  mano  assi  como  a  la  reyna,  y  dixo: 
«Señora,  vuestro  cauallero  Jofre  os  besa  las 
manos  y  se  encomienda  en  vuestra  merced, 
y  le  haze  saber  que  es  viuo  y  va  desseoso  de 
fallar  cosas  de  auenturas  en  que  os  sirua,  y 
que  agora  va  de  mejor  gana  en  la  demanda 
que  yua» .  Y  quando  el  xej  y  la  reyna  vieron 


que  era  cauallero,  preguntáronlo  si  era  caua- 
llero do  sus  rey  nos,  y  dixo  que  no,  sino  que 
era  cauallero  andante,  y  natural  do  vn  lugar 
que  era  cerca  de  vna  torre  donde  .lofre  lo 
hallo.  Y"  alli  lo  contó  todo  como  hauia  pas- 
sado,  y  como  era  w\\\j  grande  cauallero 
Jofre;  y  aun  dixo  que  do  la  lauca  lo  hallo 
muy  bueno,  pero  (]ue  mejor  era  de  la  espada, 
porque  tenia  mucha  fuerca  en  los  bracos.  Y 
porque  el  tenia  mucho  que  fazer^,  pidió  licen- 
cia a  la  reyna,  y  la  reyna  se  la  dio,  y  fuese. 
Y"  el  rey  y  la  reyna  quedaron  mucho  ha- 
blando en  las  cosas  de  Jofre,  y  mandaron 
que  esta  auentura  fuesse  puesta  en  escripto, 
de  manera  que  alabassen  a  Jofre  y  a  sus  ca- 
ualleros. 

Cap.  IX.  —  Como  Jofre  topo  vn  cauallero^  que 
le  dixo  todas  las  auenturas  que  hauia  en 
toda,  la  tierra. 

Dize  la  historia  que  desque  Jofre  se  par- 
tió de  la  torre,  que  aquel  dia  anduuo  hasta 
la  noche,  que  no  sabia  por  donde  yua  ni  en 
que  lugar  estaua,  y  hazia  bien  escuro  y 
nublado,  y  de  rato  en  rato  parauase  a  escu- 
char, por  ver  si  oyria  algo  por  do  aquella 
noche  se  remediasse;  y  oyó  cantar  gallos,  y 
hazia  do  los  oyó  boluio  el  cauallo,  y  comento 
de  caminar  hazia  alia,  y  quando  llego,  vido 
que  era  vn  monesterio,  y  como  era  noche, 
estañan  todos  acostados  dormiendo,  y  aun- 
que llamo,  no  le  respondieron.  Y  detras  del 
monesterio  hauia  vn  pradillo,  y  tiróse  el 
yelmo  y  púsolo  a  la  cabecera,  y  dormiose,  y 
acaso  cerca  del  dia,  llego  alli  vn  cauallero 
andante,  y  venia  a  reposar  alli,  que  lo  solia 
assi  fazer,  y  como  llego,  huno  conoscimiento 
de  como  era  cauallero  andante,  Y  Jofre  des- 
pertó, y  como  lo  vio,  leuantose  y  saludólo 
Jofre  muy  cortesmente,  y  el  le  respondió 
muy  bien,  y  Jofre  le  pregunto  que  para  do 
bueno  yua  camino,  y  el  dixo  que  para  alli 
para  aquel  monesterio.  Jofre  le  pregunto  si 
era  cauallero  armado,  y  el  dixo  que  no,  sino 
auenturero.  Y  Jofre  le  rogo  que  le  dixesse 
que  auenturas  hauia  en  aquella  tierra.  Y  el 
dixo  que  muchas  hauia  de  passo  o  por  caso, 
y  otras  que  eran  mas  peligrosas.  Y  Jofre  le 
rogo  que  le  dixesse  quales  eran  las  peligro- 
sas. Y  el  dixo:  «En  tal  parte,  y  entre  la  Flo- 
resta peligrosa  y  los  montes  que  dizen  del 
Auentura,  esta  vna  casa  encantada,  y  en  ella 
vn  malato,  que  dizen  es  fijo  del  diablo;  y 
nunca  cauallero  hasta  hoy  ha  osado  yr  alli, 
porque  danse  muchos  que  han  visto  alli  mu- 
chos a  cauallo,  y  jugar,  y  justar,  y  correr,  y 
son  diablos».  Y  Jofre  le  pregunto  que  por 
do  yuan  alia.  Y  el  dixo:  «No  hay  camino  para 


470 


alia,  pero  quatro  leguas  de  alli  hay  poblados 
donde  vos  informareysr .  Y  Jofre  dixo:  «¿Hay 
mas?»  Dixo:  «Si.  que  entre  Camalot  y  vn  lu- 
gar que  se  dize  la  Eanr-ha,  esta  vna  muy  des- 
astrada auentnra,  que  esta  vn  monesterio,  y 
en  el  vn  canallero  que  tiene  vn  Enano,  que 
es  hijo  del  diablo  según  dizen;  el  .inal  es  her- 
manó del  malato  de  la  casa  encantada,  y  no 
hay  cauallero  que  por  alli  passe  i^ue  de  muer- 
to o  preso  escape» .  Y  Jofre  dixo:  «Este  caua- 
llero, según  lo  que  yo  he  oydo,  muerto  es». 
Y  el  le  pregunto  de  los  caualleros  que  tenia 
presos,  que  se  dezia  dellos,  y  Jofre  dixo: 
«Quien  a  mi  me  dixo  del,  me  dixo  dellos» .  Y 
el  dixo:  «¿Que,  señor,  supistes?»Y  el  dixo  que 
los  vieron  yr  a  la  corte  del  rey  Artur.  Y  el 
dixo:  «Señor,  ¿«juien  supistes  que  venció  esta 
auentnra?»  Ydixole  Jotre  que  vn  cauallero 
de  la  rey  na  Ginebra,   que  ha  poco  que  lo 
armaron  cauallero».  Y  dixo:  «¿Como  le  lla- 
man?» Eespondio:  «¿Por  que  lo  dezis?»  Y  el 
dixo:  «Porque  querría  saber  quien  es,  porque 
alli  libro  vn  hermano  mió,  y  aun  tiro  de 
trabajo,  según  yo  he  oydo,  que  vna  nuestra 
hermana  fue  a  la  corte  a  pedir  al  rey  vn  ca- 
uallero que  nos  librasse»  •,  y  Jofre  dixo:   «Y 
vos  ¿por  que  no  lo  librastes?»  Y  el  dixo: 
«Señor,  este  cauallero  que  lo  tenia  preso,  es 
assi  buen  cauallero,  que  nunca  jamas  con  el 
se  combatió  ninguno  que  no  fuesse  vencido» . 
Entonces  dixo  Jofre:  «Yo  no  sabria  deziros- 
lo;  mas  dezid,  ¿que  avienturas  hay?»  Y  dixo: 
«En  el  castillo  de  Eicamonte  hay  vn  caua- 
llero que  es  assaz  peligroso,  porque  no  solo 
los  que  por  alli  pasean  se  conbaten  con  el, 
mas  el  sale  por  todas  las  tierras  a  buscar 
auenturas  y  caualleros  con  quien  se  combata; 
y  tiene  cerca  de  trezientos  caualleros  presos». 
Jofre  dixo:  «¿Hay  mas?»  Y  el  dixo:  «Si.  que 
en  el  camino  esta  vna  fuente  donde  esta  vna 
visión  de  vna  muger  del  diablo,  y  anda  alli 
vn  su  hijo  que  dizen  q\;e  es  hermano  de  otros 
dos  que  os  he  dicho;  pero  esta,  pocos  la  topan 
sino  por  yerro» .  Y  dixo  Jofre:  «¿Hay  mas?» 
Y  dixo  el  cauallero:  «¿Y  no  teneys  hartas,  si 
todas  las  buscays?»   Y  Jofre  dixo:   «Si  las 
hallasse  yo  todas».  Y  el  dixo:  «Si  mas  que- 
reys  hallar  algo  que  hazer,  yo  vos  llevare 
adonde  vos  hinchan  las  manos,  porque  el 
rey  de   Escocia   bastesce   agora   vn    torneo 
adonde   liaueys   de    saber   que   yran  todos 
los  caualleros  de  toda  la  tierra;  y  vos  y  quien 
quiera  que  tenga  gana  de  hallar  caualleros, 
crea  que  los  hallara  alli;  porque  soy  cierto 
que  de  Yrlanda  siempre  vienen  alli;  y  algu- 
nas vezes   el  rey  viene  alli  secretamente, 
porque  el  rey  de  los  cient. caualleros  jamas 
dexa  torneo  ninguno  de  estos;  porque  es  el 
mejor  y  mas  valiente  cauallero  del  mundo; 


LIBROS  DE  caballerías 

pues  de  los  caballeros  de  la  Tabla  Redonda 


muchas  vezos  solian  venir  alli.  Assi  que  si 
alia  ys,  no  os  faltara  que  hazer,  y  aunque  di- 
gays  que  no  podeys  a  todo,  sino  porque  pá- 
resela que  preguntauades  por  las  auenturas 
de  la  tierra,  yo  no  os  diera  mas  de  aquellas, 
pero  si  a  este  torneo  vos  quereys  yr,  dende 
aqui  vos  fago  saber  que  no  os  podeys  yr  sino 
por  tierra  de  Xormandia,  y  toda  la  tierra 
atrauiessa  vn  rio  tan  grande,  y  en  todo  el  no 
hay  sino  vna  barca,  que  esta  cabe  vn  cas- 
tillo que  se  dize  el  castillo  Normando]  y  no 
hay  otra  passada  para  aquella  tierra  sino  por 
alli;  y  alli  en  aquella  barca  hay  vnas  malas 
condiciones,  que  los  hombres  llanos  y  de  otra 
suerte  pagan  cierta  cantidad  de  dineros  y 
los  caualleros  tienen  otra  condición,  y  es, 
que  como  la  barca  esta  cabe  el  castillo,  si  va 
vno  o  dos  y  demandan  passaje,  no  se  lo  dan 
hasta  que  se  junten  diez  caualleros,  y  desque 
están  juntos  diez,  salen  del  castillo   otros 
diez,  de  veynte  que  alli  están  siempre;  y 
passan  acá  a  nuestra  parte,  y  los  que  van  de 
acá,  hanse  de  conbatir  con  los  del  reyno  y 
en  manera  que  vno  por  vno  se  combaten;  y 
si  los  del  reyno  de  Normandia  vencen  al  vno 
de  los  de  acá,   hanse  de  combatir  con  los 
cinco,  y  si  todos  los  cinco  vencen,  no  les  han 
de  dar  posada  a  los  cinco  ni  a  los  otros  cinco; 
y  si  el  cauallero  que  va  de  los  diez  vence, 
hase  de  combatir  con  todos  los  otros,  y  hasta 
que  todos  diez  los  venca,  no  passara.  Y  si 
por  caso  llegan  cinco  y  piden  passaje,  ha- 
ueys  de  saber  que  son  obligados  a  dezille  si 
saben  la  vsauQ.a  de  la  tierra;  y  agora  digan 
si  o  no,  se  le  han  de  dezir,  y  es  esta:  Que 
passan  diez  caualleros  de  los  del  castillo,  y 
los  cinco  se  han  de  combatir  vno  por  vno  con 
ellos  en  esta  manera:   Que  si  el  vno  dellos, 
el  primero  de  los  diez  vence  al  primero  de 
los  cinco,  no  hay  alli  mas  que  hazer,  sino 
luego  se  bueluen,  que  no  han  de  passar  los 
cinco;  y  si  el  jírimero  de  los  cinco  vence  al 
primero  del  reyno,  ha  de  hazer  armas  con 
todos  diez.  Y  si  al  medio  tiempo  el  del  rej'no 
venciere,  ha  de  entrar  otro  de  los  cinco,  de 
manera  que,  para  passar,  con  todos  diez  se 
ha  de  conbatir.  Pues  los  del  reyno  de  Nor- 
mandia  tienen  alli  sienpre  veynte  caualle- 
ros especiales,  de  manera  que  a  esta  causa 
no  passa  por  alli  cauallero  ninguno;  o  muy 
pocos».  Y  Jofre  dixo:  «Este  torneo,  ¿comien- 
case  ])rosto?»  Y'  dixo  el  cauallero:  «De  hoy 
en  diez  dias».  Pues  como  Jofre  era  moQO,  y 
no  hauia  salido  sino  entonces,  no  sabia  de 
aquellas   cosas   nada,    aunque  hauia   03'do 
dezir,  y  cobdicio  fallarse  alli,  y  dixo  en  su 
coraí.on  que  veynte  dias  mas  o  menos  no 
fazian  al  caso,  y  que  queria  yr  alli,  y  dixo: 


TABLANTE  DE  EICAMÜNTE 


471 


«Veamos,  señor,  ¿no  dexan  passar  menos  de 
cinco?»  Dixo  ol  cauallero:  «No».  «Pues  vea- 
mos, señor,  ¿crecys  que  vendrán  por  aqui 
algunos  caualleros?»  Y  el  dixo:  «Yo,  señor, 
lo  querria».  Y  dixo  entonces  Jofre:  «Según 
esso,  vos,  señor,  ¿alia  vays?»  Y  el  dixo: 
«Cierto,  señor,  si  compañía  fallo,  si  yre».  Y 
Jofre  dixo:  «Yamos  vos  j  yo;»  y  el  cauallero 
boluio  a  dezir:  «No  eureys  de  pensar  en  esto, 
ipio  no  aproueclia  nada;  porque  a  lo  menos 
hemos  de  ser  cinco,  y  aun  señor,  a  la  verdad, 
yo  querria  que  fuessemos  diez» .  Y'  el  caua- 
llero dixo  a  Jofre:  «Si  vos,  señor,  quereys 
esperar,  yo  esperar  tengo  por  fuer(,'a  por 
estas  cosas  que  os  diré:  Lo  vno  porque  soy 
cierto  que  a  este  torneo  ha  de  venir  vn  caua- 
llero que  se  dize  Baliam  el  Brun,  que  es  vno 
de  los  buenos  caualleros  del  mundo;  y  en 
otro  torneo  que  el  rey  de  Escocia  basteció 
otra  vez  me  hizo  vna  afrenta  grande,  porque 
el  vino  alli  con  cinco  compañeros  y  yo  me  ha- 
lle con  diez,  que  passamos  esta  misma  barca 
con  las  condiciones  dichas;  y  porque  vno  de 
los  compañeros  que  comigo  ^1lan  era  su  pa- 
riente, juntóse  con  nosotros,  y  comencado  el 
torneo,  el  los  aparto  algunos  dellos,  y  se 
junto  con  la  parte  contraria  nuestra,  y  nos 
desbarataron.  E  yo,  señor,  voy  agora  deter- 
minado de  serle  contrario;  y  también  voy  a 
ver  si  por  caso  va  alli  algún  hermano  o  her- 
mana mia,  como  se  acostumbra  fazer  en  estos 
torneos».  Y"  Jofre,  viendo  la  gana  deste,  y 
por  prouar  que  cosa  era  torneo,  y  por  ver  lo 
de  la  barca,  dixole:  «Pues,  cauallero,  si  vos 
ys  de  esse  proposito,  assi  por  la  compañía 
deste  poco  tienpo.  como  por  enojo  que  tengo, 
y  de  la  descortesía  que  os  hizo  esse  cauallero 
que  dezis  ha  de  venir,  yo  desseo  yr  alia,  y 
si  me  lo  mostrays,  podría  ser  que  vos  fues- 
sedes  bien  satisfecho,  y  si  hay  aparejo  para 
que  la  barca  passemos».  Y  de  alli  tomaron 
mucha  amistad,  y  acordaron  de  esperar  a 
que  se  juntasen  diez,  como  era  vso  y  cos- 
tumbre, y  dixeron:  «No  es  razón  que  este- 
mos en  este  monesterio  si  hay  adonde» ;  y 
dixo  el  cauallero:  «Señor,  yo  se  no  lexos  de 
aqui  vna  casa  de  vn  florestero,  donde  no 
recibe  sino  caualleros  todos».  Entonces  se 
fueron  de  alli,  despidiéndose  de  los  frayles 
donde  estañan  alli;  y  ellos  alli  en  la  casa 
fueron  muy  bien  recebidos  y  comieron,  y 
después  que  huuieron  comido,  vieron  venir 
vn  cauallero  con  sus  armas,  según  vso  de 
caualleros,  y  antes  que  llegasse,  conosciole 
el  cauallero  comjjañero  de  Jofre,  y  dixo: 
«Yo  cono(,'Co  a  este  cauallero  que  aqui  viene, 
que  es  vn  muy  buen  cauallero,  y  se  llama 
Diomedes,  en  las  armas  y  en  el  cauallo» .  Y 
como  llego,  fabloles  bien,  y  ellos  a  el;  an- 


tes que  se  apeasse  dixo  el  compañero  de  Jo- 
fre: «Señor  Diomedes,  los  torneos  vuestros  y 
para  vos  son»;  y  el  dixo:  «Cierto,  me  holgué 
mucho  con  ellos» .  Y  apeóse,  y  dio  el  cauallo 
al  florestero;  y  el  púsolo  con  los  otros  de  Jo- 
tre y  de  su  compañero,  y  llegóse  a  ellos,  y 
preguntáronle  a  donde  yua,  y  el  dixo:  «Ya, 
señor,  vos  dixistes;  voy,  señores,  a  este  tor- 
neo de  Escocia,  si  acaso  no  lo  estoma  la  bar- 
ca en  vna  de  dos  maneras,  o  que  no  nos 
juntemos  diez  caualleros,  o  que  sea  nuestra 
desdicha  de  quedarnos  acá» ;  y  el  dixo:  «Para 
juntarnos  buen  comien90  hay^  que  somos 
ya  tres,  vos,  y  este  señor,  e  yo» .  Y  entonces 
Diomedes  apartólo,  y  preguntóle  quien  era, 
y  el  dixo  que  no  sabia,  mas  de  quanto  en  el 
monesterio  del  camj)o  se  hauian  juntado,  y 
le  parescia  cauallero  de  buenos  desseos,  aun- 
(|ue  era  mO(.-o.  y  contole  todo,  dende  la  hora 
que  se  juntaron  hasta  entonces,  y  el  dixo: 
«Plazeme  agora  de  hallarnos  aqui  a  ambos: 
plazera  a  Dios  que  vendrán  mas» .  Y  luego 
dieronle  de  comer,  y  comió,  y  esperaron  a 
ver  si  veuian  mas.  Y  otro  dia,  sobre  tarde, 
vieron  venir  dos  caualleros,  los  quales  ve- 
nían con  aquel  mismo  temor  de  no  hallar 
compañía  para  passar,  y  que  no  llegarían 
a  comieupo  del  torneo;  y  como  llegaron  fa- 
blaron  muy  bien,  y  Jofre  y  sus  compañe- 
ros los  recibieron  muy  bien,  y  ellos  dixeron: 
«Señores  caualleros,  ¿haura  donde  nos  aluer- 
giiemos?»  Y  ellos  les  dixeron:  «Si,  señores; 
porque  no  hay  mas  de  nosotros  tres,  y  la 
casa  es  harto  grande».  Y"'  ellos  se  apearon,  y 
llamaron  al  florestero,  y  tomo  los  cauallos;  y 
en  esto  hizose  hora  de  cena  y  cenaron,  y 
desque  huuieron  cenado,  saliéronse  al  cam- 
po. Y  como  a  Jofre  cada  dia  se  le  hazla  vn 
año  por  ver  el  fin  deste  negocio,  y  por  se  yr 
en  la  su  demanda,  ai)artolos  a  todos,  y  dixo- 
les  a  los  caualleros  que  vinieron  a  la  postre: 
«Señores,  estos  caualleros,  y  yo  con  ellos, 
estamos  aqui  por  yr  a  ver  el  torneo  de  Esco- 
cia, y  fuéramos  ya  partidos,  si  no  fuera  por 
vn  vellaco  vso  que  me  dizen  que  hay  en  el 
camino  en  vna  barca,  de  cuya  causa  espera- 
mos compañi  a;  y  si  vosotros,  señores,  vays 
para  este  torneo  y  quereys  nuestra  compañía 
para  alia,  nosotros  queremos  la  vuestra  para 
alia  y  para  la  barca» .  Y  ellos  respondieron 
que  lo  hauian  a  buena  ventura  la  compañía 
nuestra,  mas  (]ue  era  grande  cosa  la  passada 
de  cinco,  y  que  deuian  esperar  hasta  que 
fuessen  diez.  ]\Ias  que,  si  todavia  acordauan 
de  passar  los  cinco,  que  ellos  lo  hauian  por 
bien;  de  manera  que  se  concertaron.  Y"  otro 
dia  de  mañana  se  partieron  de  alli  todos 
cinco,  y  fueron  su  camino,  y  en  seys  dias 
llegaron  a  la  passada  del  rio,  y  era  bien  de 


472 


LIBROS  DE  caballerías 


mañana;  y  los  del  castillo  vieronlos  venir,  y 
dixeron:  «Ciertamente  tenemos  batalla,  que 
cinco  canalleros  vienen»;  y  dixo  vno:  «Qni- 
ca  que  los  querrán  esperar  que  se  junten 
diez».   Y  en  llegando,   apeáronse  en  vnas 
casas  que  alli  estañan,  donde  se  aluergauan 
todos  los  que  alli  yuan,  y  comieron,  y  luego 
caualgaron  y  fueronse  al  rio,  y  dixeron  que 
querían  passaje.  Y  aquel  que  tenia  la  barca 
les  pregunto  si  sabian  el  vso  de  la  barca,  y 
dixo  el  compañero  de  Jofre:  ';Yo  lo  se  ya  por 
mis  peccados,  que  dos  vezes  lie  passado,  y 
dos  vezes  he  quedado  por  muy  ruyn».  Y  Jo- 
fre le  dixo:   «Pues  agora  por  bueno  passa- 
reys,  si  plaze  a  Dios» ;  y  oyólo  el  de  la  barca, 
y  dixo  assi:  «¿Tal  os  sentis'?  Pues  tomadvos 
la  mano,  que  bien  hay  aqui  que  hazer,  y 
aun  que  sobre  para  otro  y  otros».  Y  Jofre 
callo.  Y  assi  como  los  del  castillo  que  los  vie- 
ron, armáronse  diez  dellos  y  luego  vinie- 
ron a  la  barca,  y  passaron  a  donde  estaña 
Jofre  con  todos  sus   compañeros.   Y  como 
quier  que  Jofre  tenia  pensamiento  de  ser  el 
el  que  solo  huuiesse  de  combatir,  dixo:  «Seño- 
res caualleros,  aqui  han  dicho  la  vsanca  de  la 
barca,  y  en  esto  no  hay  que  hablar,  mas,  el 
que  se  diere  por  vencido,  quiero  saber  si  lo 
ha  de  matar  el  que  venciere,  o  como  ha  de 
ser».  Y  ellos  dixeron:  «Pues  si  vos  no  lo  sa- 
beys,  y  lo  saben  essos  otros,  dexaldos  a  ellos. 
pues  ellos  lo  saben» .  Y  el  dixo:  «A  todos  va, 
el  que  quedare  por  parejo;  vamos  al  que  se 
ha  de  combatir,  y  sabrá  que  le  conuiene  ha- 
zer» ;  y  ellos  dixeron:  «La  condición  es  esta: 
(jue  si  derriba  vno  a  otro,  es  vencer;  y  si 
muere,  es  sin  pena  el  vencedor;  y  en  el  lu- 
gar del  muerto  ha  de  entrar  otro,  si  se  otor- 
ga por  vencido,  caualgando,  o  a  i^ie  es  ven- 
cido; y  si  de  feridas  muere,  no  hay  pena;  y 
si  pierde  la  lauca  sin  qucbralla,   es  ven- 
cido; y  si  la  quiebra,  a  de  dar  otra;  y  lo  de- 
mas  de  la  vsanca  ya  sabeys».Y  entonces, 
cada  vno  de  los  cinco  pidió  la  justa  primera, 
y  no  se  concertauan,  y  Jofre  callana.  Y  des- 
que los  vido  assi,  como  era  hombre  de  buena 
crianca,  y  muy  cortes,  con  dulces  palabras 
los  enamoro,  y  pidió  la  justa.  Pues  ellos, 
viendo  que  no  se  podian  concertar,  otorga- 
ronsela;  y  Jofre  dixo  a  los  caualleros  que  se 
apercibiesse  el  que  se  hauia  de  combatir  con 
el.  Y  entonces  vno  dellos  apartóse  como  era 
vso  y  costumbre,  y  fueronse  el  vno  para  el 
otro  quanto  los  cauallos  los  pudieron  llenar, 
y  dieronse  sendos  encuentros;  y  Jofre  saco 
al  cauallero  de  la  silla,  y  dio  con  el  vn  muy 
gran  golpe  en  el  suelo,  y  Jofre  dixo:  «Yo 
vos  digo  que  creo  que  tengo  hazienda  comen- 
Cada,  y  para  algún  rato  harto  que  hazer».  Y 
oyólo  vno  de  los  nueue  caualleros  que  que- 


danan,  y  dixo:  «¿Como,  cauallero,  pensays 
que  con  todos  haucys  de  combatir  assi?  no  lo 
creays,  que  acá  hay  caualleros» ;  y  con  mu- 
cho enojo,  dixo:  «Pues  apercebios»;  y  vino  a 
el  de  manera  que  Jofre  no  se  pudo  aprouechar 
de  su  lauca,  y  diole  vn  encuentro  fuera  del 
escudo  que  le  passo  las  armas,  y  no  le  hirió; 
y  Jofre,  viendo  la  ruyndad  con  que  le  acome- 
tió, desuiose  del,  y  ambos  se  boluieron  a  en- 
contrar y  quebraron  arabos  las  laucas  y  pu- 
sieron mano  a  las  espadas.  Y  comencaronse  a 
dar  muy  grandes  cuchilladas;  y  como  Jofre 
era  mejor  ca\iallero  del  espada  que  no  de  la 
lauca,  comencé  a  dalle  tan  grande  priessa, 
que  el  otro  no  lo  pudo  sufrir,  y  echo  a  huyr 
dándose  por  vencido.  Y  Jofre  boluio  a  los 
otros,  y  vinieron  vno  a  vno  los  dos  dellos,  y 
a  ambos  los  echo  a  bolar  de  los  cauallos  aba- 
xo;  de  manera  que  no  quedauan  sino  seys;  y 
huuieron  su  consejo,  y  dixeron:  «Este  no  es 
honbre,   sino  diablo,  mas,  aunque  mas  lo 
sea,  el  esta  cansado,  y  con  los  otros  bien  nos 
auendremos;  vamos  todos  juntos  a  el  y  en- 
contrémoslo, y  derribarlo  hemos,  y  los  otros 
liuyran»;   y  luego  lo   pusieron  en  obra.  Y 
juntáronse  luego  todos  seys;  vnos  por  acá  y 
otros  por  alia  dieron  en  el;  y  el  tuuo  tan 
buen  tiento,  que  no  le  derribaron.  Y  sus  com- 
pañeros, que  estañan  espantados  de  las  co- 
sas que  Jofre  hazia,  (piando  lo  vieron  assi 
maltratar,  fueron  a  ayudarle,  y  Jofre  dio  a 
vno  vna  lanr.-ada  que  le  passo  de  parte  a 
parte,  que  cayo  luego  muerto;  y  Diomedes 
lo  fizo  tam  bien,  que  derribo  dos  caualleros. 
Ycomo  Jofre  vido  que  se  yuan  recogiendo  a  la 
barca  por  passarse  de  la  otra  parte  [y]  dexa- 
llos  alli,  corrió  y  puso  las  piernas  al  caua- 
11o,   y  salto  dentro,  y  puso  mano  a  la  es- 
pada, y  apeóse,  y  al  primer  golpe  dio  con 
vno  dellos  en  el  agua,  y  fue  tras  de  otro;  y 
en  esto  recogiéronse  sus  compañeros  a  la 
barca  y  botáronlos  a  todos.  Y  los  del  casti- 
llo quando  vieron  el  desbarato,  comentáron- 
se a  armar  todos  diez,  y  vinieron  al  rio  por 
defender  la  salida;  y  Jofre  y  sus  compañeros 
guiaron  la  barca  el  rio  abaxo,  y  dieronse  tal 
priessa,  que,  quando  ellos  llegaron,  ya  ellos 
estañan   fuera;   y  como  no  venian  juntos, 
arremetieron  con  ellos,  y  de  tal  manera  los 
acometieron,  que  los  desbarataron  y  derri- 
baron dos  dellos;  y  fueron  heridos  vnos  tres 
dellos.  Y  Jofre  y  sus  compañeros  andauan 
alli,  y  aipiel  Diomedes  como  vn  león;  pues  a 
Jofre   no  le  vagauan  las  manos,  y  llegaron 
con  ellos  fasta  el  castillo,  y  los  del  adamo 
con  saetas  y  piedras  lo  defendieron,  y  Jofre 
dixo:  «Señores,  a  mi  me  paresce  que  harta 
honra  haueys  ganado  hoy;  por  que  no  deue- 
mos  estar  aqui,  no  se  recrezca  gente  y  nos 


TABLANTE  DE  RICAMONTE 


473 


venga  algún  daño»;  y  olios  dixeron  que  era 
liien.  Y  bohiieronso,  y  tomaron  camino  de 
vn  monesterio  que  Diomedos  sabia,  que  es- 
taña vnas  seys  leguas  do  alli,  y  anduuieron 
toda  la  noche;  y  otro  dia  bien  temprano  lle- 
garon al  monesterio,  y  los  írayles  los  reci- 
bieron bien  y  los  aposentaron,  y  les  dieron 
todo  lo  que  huuieron  menester.  Y  estuuieron 
alli  esse  dia  y  otro,  y  alli  se  concertaron 
para  yr  al  torneo,  y  dixo  Diomedos:  «Para 
el  dia  del  torneo  que  se  ha  de  comení/ar  nos 
quedan  seys  dias;  pues  razón  es  que  nos- 
otros lleguemos  dos  dias  antes,  assi  porque 
reposen  los  cauallos,  como  por  saber  quien 
viene  al  torneo  y  como  lo  conciertan,  como 
por  dar  nuestro  concierto» ;  y  ellos  dixeron 
que  era  bien.  Y  otro  dia  de  mañana  partié- 
ronse para  yr  a  Escocia,  donde  se  hauia  de 
hazer  el  torneo;  y  ellos  alia  buscaron  adonde 
estuuiessen  a  su  plazer  ellos  y  los  cauallos, 
y  alli  esperaron  el  torneo.  Y  el  primero  dia 
caualgaron  en  sus  cauallos  y  fueronse  alia, 
y  miraron  el  lugar  donde  se  hazia;  y  vieron 
como  todo  alrededor  estaña  lleno  de  ca- 
dahalsos do  madera  para  donde  mirassen  las 
dueñas  y  donzellas  y  caualleros.  Y  mas  aba- 
xo  hauia  otros  donde  mirassen  los  pueblos,  y 
vieron  que  hauia  otro  donde  hauia  de  estar 
el  rey  y  la  reyna,  y  los  juezes  que  hauian 
de  juzgar  el  torneo.  Y  aquel  dia  primero  no 
huno  muchos  caualleros,  sino  pocos,  y  con 
todo  anduuo  bien  el  torneo  y  páreselo  bien, 
porque  no  haiüa  parcialidad,  sino  vnos  con 
otros  torueauan.  El  segundo  dia  boluieron 
alia  tanbien  a  mirar  el  torneo,  y  vino  el  rey 
de  los  cient  caualleros,  y  el  en  persona  en- 
tro en  el  torneo,  e  hizolo  tan  bien,  que,  con 
diez  caualleros,  cinco  suyos  y  cinco  que 
se  le  juntaron  de  los  del  dia  antes,  venció  el 
torneo:  y  Jofre  y  sus  compañeros  cada  dia 
venian  alli  a  ver  el  torneo,  y  a  Jofre  le  pa- 
rescia  tan  bien  que  no  veya  la  hora  que  ha- 
llarse en  el.  El  segundo  dia  llego  vn  caua- 
llero,  y  traya  consigo  seys  caualleros,  y  con 
el  se  juntaron  algunos  caualleros;  y  a  la 
otra  parte  entro  el  rey  de  los  cient  caualle- 
ros con  los  cinco  suyos  y  otros  diez  que  con 
el  se  juntaron,  y  comentóse  el  torneo  muy 
grande. 

Pero  al  fin  el  cauallero,  cuyo  nombre  en- 
tonces no  se  sabia,  venció  al  rey  de  los 
cient  caualleros,  y  desbarato  el  torneo;  y  con 
esto  se  fueron.  Y  otro  dia  de  mañana  salie- 
ron todos  cinco  como  solian,  y  preguntaron 
que  quien  era  el  cauallero  que  el  dia  antes 
hauia  desbaratado  el  torneo;  y  dixeron  que 
era  Palian  el  Prun;  y  Jofre,  quando  lo  oyó, 
dixo:  «¿Es  este  vuestro  amigo  el  que  me  di- 
xistes  que  os  hauia  hecho  el  afrenta?»   «Si» , 


dixo  el,  y  dixo:  «Pues  fagamos  assi:  dexe- 
moslos  entraren  la  mayor  priessa,  y  entre- 
mos y  desbai-atemoslo» ;  y  Dioinedes  dixo: 
«Señor,  a  mañana  hay  tienpo».  Y  en  esto 
anduuo  el  torneo,  y  el  dicho  Palian  lleno  lo 
mejor,  y  fueronse.  Y  otro  dia  dixo  Jofre  a 
sus  conpañeros:  «Hoy  es  razón  que  entre- 
mos en  el  torneo,  pero,  porque  yo  no  lo  he 
vsado,  hemos  de  hazer  assi:  «Entrar  cada 
vno  por  si  y  dar  nuestras  bueltas,  y  no 
acostarnos  a  ninguna  parte»;  y  assi  se  fizo. 
Aquel  dia  no  huno  vencimiento  a  vna  parte 
ni  a  otro;  y  otro  dia  llegaron  cinco  caualle- 
ros del  rey  de  Yrlanda,  y  aun  creyan  que  el 
rey  en  persona  yua  alli,  pero  no  porque  de 
cierto  se  supiesse,  y  pusiéronse  a  vn  canto 
del  torneo:  y  luego  el  rey  de  los  cient  caua- 
lleros. con  seys  caualleros,  púsose  a  otro:  y 
luego  Palian  el  Prun  con  seys  caualleros,  y 
púsose  a  otro;  y  Jofre  y  sus  conpañeros  en- 
traron a  la  postre.  Y""  aquel  cauallero  que  era 
su  conpañero,  que  tenia  el  omezillo  con  Pa- 
lian, dixo  a  Jofre:  «Aquel  de  aquellas  vise- 
ras pardillas  es  Palian,  de  aquel  hemos  de 
curar»;  y  luego  se  comencé  el  torneo,  tan 
brauo  que  era  marauilla;  y  aquel  dia  no  te 
Iludieron  vencer  vnos  a  otros,  y  el  torneo  se 
desi^artio,  y  todos  se  fueron  a  sus  posadas. 
Y'  otro  dia  juntáronse  el  rey  de  los  cient  ca- 
ualleros y  Palian  a  vna  parte,  y  con  ellos 
muchos  otros  caualleros,  y  vinieron  de  ma- 
ñana y  entraron  en  su  palenque,  y  luego  vi- 
nieron los  cinco  caualleros  de  Ybernia,  y 
pusiéronse  a  otra  parte;  y  luego  vino  Jofre 
y  sus  compañeros,  y  vieron  que  Palian  bus- 
caua  fauores  y  llamaua  a  los  del  reyno  de 
YYdanda,  y  dixeron:  «Alli  hay  mas  de  veyn- 
te  caualleros,  y  según  paresce  que  todos  son 
contra  nosotros;  y  nosotros  conniene  hoy  que 
todos  diez  hagamos  mas  que  ellos».  Cada 
vno  dellos  dixo  que  lo  que  le  cupiesse 
en  j)arte,  que  el  lo  trabajarla;  y  entraron  en 
su  torneo,  y  Jofre  aderece  luego  a  Palian,  y 
Diomedes  aderezo  al  rey  de  los  cient  caualle- 
ros; y  Jofre,  a  pocos  golpes,  dio  con  el  en  el 
suelo,  y  comencé  a  dar  por  los  otros.  De  ma- 
nera que  todos  diez  desbarataron  el  torneo  y 
se  salieron,  y  los  de  Gralian  tuuieron  harto  que 
hazer  para  ponerle  en  cobro,  que  yua  muy 
atordido  de  la  cabeca  de  los  golpes  q^^e  Jofre 
lo  dio;  y  assi  se  desbarato  el  torneo  y  Jofre 
y  sus  compañeros  se  fueron  a  su  aposenta- 
miento, y  el  rey  y  todos  quedaron  maraui- 
llados  do  Jcfre,  que  tal  anduuo  en  aquella 
lid;  y  el  rey  y  la  reyna  y  los  caualleros  di- 
xeron que  era  razón  saber  quien  era  aquel 
cauallero,  y  pensó  el  rey  que  otro  dia,  si  alli 
boluiesse,  embiaria  tras  del  para  saber  don- 
de era  su  aposentamiento.  Y  otro  dia  Palian 


474 


LIBROS  DE  caballerías 


hablo  con  los  del  rey  ole  Yrlanda  y  rogóles 
que  se  juntassen  con  el  para  encontrar  aquel 
cauallero:  y  ellos  lo  hizieron,  de  manera  que 
quando  fueron  en  el  campo  se  junto  Balian 
el  Brun,  que  estaua  ya  bueno,  con  sus  cana- 
neros, y  vino  el  rey  de  los  cient  caualleros 
y  juntóse  con  el,  y  vinieron  luego  los  de  Yr- 
landa y  juntáronse  con  el.  Y  quando  Jofre 
y  sus  comüañeros  vinieron  y  los  vieron  jun- 
tos, dixeron:  «Esta  es  maldad  formada  con- 
tra nosotros,  porque  ayer  lo  fezimos  bien,  y 
agora  conuiene  que  lo  hagamos  mejor,  espe- 
remos a  ver  si  se  llegaran  algunos,  si  no 
nosotros  conuiene  entrar  en  el  campo» ;  y  en 
esto  juntáronse  otros  quatroo  cinco  con  ellos, 
y  dixo  Jofre:  «Razón  es  que  salgamos»;  y 
salieron  al  campo.  Y  como  el  rey  vido  y  sin- 
tió lo  que  ellos  hazian,  y  como  se  juntauan 
contra  aquel  ca\iallero  que  lo  hauia  hecho 
tan  bien,  mando  a  ciertos  caualleros  que  lo 
tomassen  y  le  ayudassen.  El  torneo  comen- 
oado,  hizieronlo  Jofre  y  sus  compañeros  tan 
bien,  que,  quando  los  del  rey  llegaron,  ya 
no  ¡lauia  hombre  que  osasse  esperar  a  Jofre; 
y  el  torneo  desbaratado,  ellos  se  fueron;  y  el 
rey  embio  a  saber  como  se  dezia  aquel  caua- 
llero, y  no  quiso  dezir  su  nombre.  Y  otro  dia 
vinieron,  y  dixo  el  rey  que  era  razón  partir 
el  canpo  por  medio,  y  Balian  escogiesse  los 
que  quisiesse  y  los  otros  diessen  al  otro  ca- 
uallero, y  Jofre  dixo  que  no  queria,  sino  que 
cada  vno  con  su  auentura;  y  luego  salieron 
al  torneo,  y  Balian  y  el  rey  de  los  cient  ca- 
ualleros se  juntaron,  y  con  ellos  otros  mu- 
chos. Y  los  del  reyno  de  Y'rlanda,  viendo  la 
bondad  de  los  cinco  caualleros  de  Jofre  y  de 
los  suyos,  se  juntaron  con  el,  y  comenr-ose 
el  torneo.  Ellos  eran  diez,  y  juntáronse  con 
ellos  dos  criados  del  rey  de  Escocia,  y  todos 
lo  hizieron  tan  bien,  que  antes  de  medio  dia 
ellos  desbarataron  el  torneo,  de  tal  manera 
que  no  fallauan  Jofre  y  sus  amigos  caualle- 
ros que  les  esperassen;  y  entonces  ellos  se 
fueron,  y  el  rey  mando  a  vn  criado  suyo 
que  los  signiesse  para  saber  su  posada,  y 
desque  los  dexo  aposentados,  boluio,  y  dixo- 
lo  al  rey.  Y  el  rey,  acabando  de  comer,  de- 
manda vn  cauallo,  y  el  solo  y  aquel  moco 
con  el  fueron  alia,  y  en  llegando  conoscie- 
ronlo  los  caualleros,  y  Jofre  no  lo  conoscio. 
Y  ellos  leuantaronse  y  fueronle  a  besar  la 
mano,  y  el  rey  no  se  la  quiso  dar  y  metióse 
en  razones  con  ellos,  y  dixoles  que  les  agra- 
descia  mucho  querer  venir  a  su  torneo,  y 
mas  hauerlo  hecho  como  lo  hauian  hecho;  y 
que  les  rogaua  les  pluguiesse  mostrar  las  ar- 
mas para  ver  los  golpes  que  tenian,  también 
que  le  mostrasse  cada  vno  su  cauallo.  Y  des- 
que Jofre  sintió  que  era  el  rey,  pesóle  dello 


por  no  ser  descubierto,  porque  el  rey  Artur 
su  señor  no  supiera  que  el  hauia  dicho  que 
yua  en  busca  de  Tablante,  que  dexaua  la 
demanda  e  yua  a  buscar  torneos,  e  hizo  que 
no  conoscia  al  rey,  antes  se  estuuo  en  pie,  y 
los  otros  mostraron  al  rey  sus  armas  y  sus 
cauallos;  y  a  cada  vno  pregunto  por  sus  nom- 
bres, y  todos  se  lo  dixeron,  y  de  que  tierra 
eran.  Y  no  se  contento  porque  no  vido  las 
armas  y  el  cauallo  de  Jofre,  porque  aquel 
hauia  vencido  los  torneos  todos,  que  el  rey 
lo  miraua  muy  bien;  y  YÍdo  el  rey  su  caua- 
llo, y  conosciolo,  y  dixo:  «Amigos,  ¿cuyo  es 
este  cauallo?»  Y  ellos  dixeron:  «Señor,  es 
deste  cauallero» .  Y  entonces  Jofre  hinco  la 
rodilla  y  fuele  a  tomar  la  mano;  el  rey  dixo: 
«Primero  que  os  la  de,  me  haueys  de  mos- 
trar vuestras  armas»;  y  entonces  vno  de  sus 
compañeros  las  traxo,  y  quando  las  vido, 
conosciolas,  y  dixo:  «¿Estas  son  vuestras  ar- 
mas, cauallero?»  Y  Jofre  dixo:  «A  seruicio 
de  viiestra  merced,  y  yo  con  ellas»;  y  el  rey 
le  dixo:  «Darvos  he  yo  la  mano  agora,  ca- 
uallero, si  me  la  quereys  besar  por  mió,  que, 
cierto,  yo  holgaría  que  fuessedes  mió,  y  que 
estuuiessedes  en  mi  corte;  por  que  vos  ruego 
que  me  digays  vuestro  noml;)re,  y  de  que 
tierra  soys,  y  si  vos  plaze  lo  que  dixe»;  y 
Jofre  dixo:  «Señor,  vuestra  merced  tendrá 
en  su  corte  tantos  y  tan  buenos  caualleros, 
que  de  mi  haura  poca  necessidad;  pero,  por 
honrarme  vuestra  merced,  me  plaze  de  ser- 
lo, y  assi  lo  tomo  yo.  Yo  soy  ageno  y  no 
soy  mió  para  determinar  de  mi  lo  que  quiero 
hazer;  dezir  mi  tierra  y  mi  nomlu-e  sera 
desta  manera:  Mañana  es  el  postrero  dia  del 
torneo;  si  plaze  a  Dios  nosotros  yremos  alia 
por  honrarlo;  mandad  pregonar  que  todos 
entren  en  el  sin  compañía,  y  mire  vuestra 
merced  al  que  mejor  lo  hiziere  y  dele  las 
gracias,  y  si  yo  lo  hiziere  tam  bien,  que  yo 
sin  verguenr-a  pueda  dezir  mi  nombre  y  tie- 
rra, yo  lo  diré:  y  por  agora  suplico  a  vues- 
tra merced  que  se  quede» .  Y  el  rey  lo  huno 
'  por  bien,  y  le  prometió  de  mandar  hazer  el 
pregón  essa  tarde  y  otro  dia;  y  assi  se  hizo, 
y  el  se  boluio  y  ellos  quedaron.  Y  otro  dia 
acordaron  de  llenar  tales  señales  que  se  pu- 
diessen  conoscer  vnos  a  otros  por  que  se  sai- 
na ssen;  y  entraron  en  el  campo  los  del  rey 
de  los  cient  caualleros,  y  departiéronse  to- 
dos los  de  Yrlanda,  y  los  de  Escocia,  y  los 
de  Balian  el  Brun  también.  Y  Jofre  y  sus 
compañeros  entraron  cada  vno  por  si,  todos 
con  condición  que  se  ayudassen  vnos  á  otros; 
y  comencose  el  ijias  honrado  torneo  que  ha- 
uia sido  en  todos  los  dias  passados;  y  duro 
dende  hora  de  las  nueue  hasta  mas  cíe  medio 
dia,  que  de  cansados  se  hauian  ydo  vno  a  vno 


TABLANTE  DE  RIC AMONTE 


475 


la  metad  do  ellos.  Jofre  traya  enojo  ron  Tía- 
lian  el  Brun,  y  buscólo,  y  en  hallándolo,  co- 
menoo  á  darle  tan  grandes  golpes,  que  era 
marauilln,  tanto  se  desatento,  que  no  sabien- 
do lo  que  hazia.  salió  por  la  puerta  del  cam- 
ino, jior  do  lo  huno  i)erdido;  y  los  suyos  des- 
mayaron; assi  que  el  rey  de  los  cient  caua- 
lleros  no  lo  pudo  tirar  a  Jofre,  y  todos  se  sa- 
llan, que  no  quedo  en  el  campo  sino  Jofre  y 
Diomedes.  y  vn  cauallero  del  rey  de  los  cient 
caualleros;  quevnos  de  atormentados,  y  otros 
de  cansados,  y  otros  de  sed,  assi  que  todos  se 
yuan.  Y  desque  Jofre  vido  que  el  torneo  era 
acabado  y  nadie  no  salia,  el  se  llego  al  ca- 
dahalso donde  estaua  el  rey,  e  hizo  su  me- 
sura, y  dixo  que  por  quien  quedaua  el  cam- 
po: y  el  rey  le  dixo  que  por  el  y  que  el  ha- 
uia  vencido  aquel  torneo.  Y  luego  dixo  á 
todos  que  se  saliessen  del  campo,  y  el  dio 
ciertas  bueltas  al  galope  por  el  campo  do  el 
torneo  se  hazia,  y  desque  vio  que  no  salia 
ninguno  a  el,  fuese,  y  sus  compañeros  con 
el,  y  el  rey  dixo:  «Aquel  cauallero  yrse  ha 
sin  dezirme  su  nombre,  ni  que  en  esta  tie- 
rra sepan  quien  es».  Luego  el  rey  caualgo 
en  vn  cauallo  a  gran  priessa  y  fuese  alia,  y 
ellos  que  se  acabañan  de  apear  y  el  rey  que 
llegaua;  y  ellos,  cuando  lo  vieron,  fueronle 
a  besar  la  mano,  y  el  rey  no  se  qxiiso  apear, 
antes  rogo  a  Jofre  que  le  dixesse  su  nombre 
y  de  c[\\e  rey  no  era.  Y  el  dixo:  «-Si  vuestra 
merced  me  promete  dos  cosas  que  le  pediré, 
yo  lo  haré» .  El  rey  ¡lenso  que  eran  algunas 
grandes  mercedes,  y  le  dixo  que  se  las  pro- 
metía. «La  una  es  que  mi  nonbre  de  aqui 
a  tres  dias  no  lo  digays;  y  la  otra  es  que 
vos,  señor,  embieys  vn  escudero  por  mensa- 
jero a  vn  rey  cuyo  soy» .  Y  el  dixo  que  lo 
haría,  y  que  otra  merced  mayor  quisiera  que 
le  pidiera;  y  entonces  aparto  al  rey,  y  dixo: 
«Señor,  a  mi  me  dizen  Jofre,  hijo  del  conde 
Donason,  cauallero  de  mi  señora  la  reyna 
(rinebra  y  criado  del  rey  Artur  mi  señor;  y 
lo  que  el  mensajero  ha  de  dezir,  es,  señor, 
lo  que  este  cauallero  le  contara  de  lo  que  nos 
ha  acontescido  dende  el  dia  que  en  vn  mo- 
nesterio  nos  juntamos.  Y  porque  yo,  señor, 
no  he  de  hazer  sino  comer  y  partirme,  este 
señor  yra  luego  a  vuestra  merced,  y  se  lo 
contara» .  Y  el  rey  holgó  mucho  de  saber  que 
era  de  la  corte  del  rey  Artur,  y  diole  muchas 
gracias  por  hauer  venido  a  su  torneo;  y  el 
rey  se  fue  a  comer,  y  ellos  quedaron;  y  el 
cauallero  le  prometió  de  yr  a  palacio  para 
dar  orden  en  que  el  rey  hiziesse  mensaiero 
a  Camalot,  y  assi  se  hizo.  Y  quando  el  rey 
Artur  y  la  reyna  supieron  del  auentura  de 
la  barca  y  del  torneo,  holgaron  mucho  dello, 
como  solían  hazer  de  sus  cosas,  y  maraui- 


llauanse   estar   tan  luenga    tierra   de   don- 
do  yua. 

Doxenios  esto,  y  vamos,  que  el  torneo  aca- 
bado, essa  noche  dixo  Jofre  a  sus  compañe- 
ros: «Señores,  yo,  por  ver  este  torneo,  que 
nunca  han  i  a  visto,  dexe  de  yr  en  vna  de- 
manda en  (pie  yua,  que  me  va  en  ello  mucho; 
porque  yo,  señores,  luego  de  mañana  me 
quiero  partir,  y  yo  querría  yr  muy  derecho 
a  vn  lugar  que  se  dize  Ricamente,  y  no  se 
el  camino» ;  y  Diomedes  le  dixo:  «Bien  lexos 
es  de  aquí,  en  especial  que  no  qiiereys  boluer 
por  la  barca  y  no  podreys  yr  sino  por  Celes- 
tin,  que  es  un  castillo  muy  fuerte  y  bien  po- 
blado; y  allí  el  señor  del  castillo  es  vn  hom- 
bre de  plazeres,  y  fue  y  avn  es  muy  buen 
cauallero  de  la  lan(;'a,  y  que  no  passa  por  allí 
nadie  sin  combatirse  con  el,  en  esta  manera: 
el  camino  passa  cerca  del  lugar,  y  esta  vna 
campana  en  vn  árbol  y  vn  moQO  con  ella,  y 
en  passando  vn  cauallero,  dizele:  Señor,  to- 
cad essa  campana.  Y  vnos  adrede  por  ver  a 
que  fin  lo  dize,  otros  pensando  <pie  es  vso  y 
costumbre,  otros  por  no  mirar,  tocanla;  y 
en  tocándola,  luego  salen  del  castillo  cinco  o 
seys  esforcados  caualleros  ,  y  lleuanlo  alia , 
y  dize  que  se  quiere  combatir  con  el;  y  el 
toma  vna  gruessa  lan^a;  y  al  primer  encuen- 
tro caen  todos,  y  riense  dello,  y  hazelos 
aposentar,  y  danles  lo  que  han  menester,  y 
que  se  vayan  quando  quisieren.  Y  como  es 
hombre  muy  honrado  y  metido  en  edad,  na- 
die lo  ha  por  mal,  y  yo  certifico  que  son  po- 
cos los  que  no  derriba»;  y  Jofre  deprendió 
bien  el  negocio  y  despidióse  de  sus  compañe- 
ros y  fuesse  andando  por  sus  jornadas,  y 
llego  a  vna  abadía  dos  leguas  de  Celestin, 
donde  estaua  el  cauallero  anciano  que  le  di- 
xeron,  con  quien  se  liauía  de  combatir.  Y  lle- 
gado al  monesterio,  apeóse,  y  aposentáronle 
bien;  y  el  pregunto  si  hauia  allí  carpintero, 
y  los  frayles  dixeron  que  si,  porque  este  mo- 
nesterio se  edíftcaua  agora.  Y  el  callo  por 
entonces.  Estuuo  allí  aquel  dia,  y  otro  día 
llamo  al  carpintero  y  busco  vn  palo  luengo 
y  derecho,  de  la  longura  de  su  langa,  y  vn 
palmo  mas,  hizolo  asserrar  de  manera  que  se 
pudiesse  bien  dolar  y  acepillar,  y  hizole  ha- 
zer vna  muy  buena  langa  mas  gruessa  dos 
vezes  qvie  la  suya,  y  púsole  su  hierro;  y 
desque  huno  hecho  su  langa,  despidióse  de 
los  frayles  y  fuese  su  camino,  y  en  llegan- 
do a  donde  el  mogo  y  la  campana  estaua, 
dixo  el  mogo:  «Señor,  por  cortesía,  tomad 
esta  soga  y  tañedme  esta  campana» ;  y  Jofre 
le  dixo:  «Hermano,  ¿que  viste  en  mi,  por  que 
me  juzgaste  por  sacristán  que  tañe  campa- 
nas? mas  es  tu  of ficío  que  no  mío» ;  y  passose 
Jofre,  y  el  mogo  tornóle  a  dezír  otra  vez  que 


476 


LIBROS  DE  caballerías 


tocasse  la  campana.  Y  el,  porque  su  pensa- 
miento era  buscar  a  Tablante  de  Ricamonte, 
no  liauia  gana  de  entender  en  otras  cosas.  Y 
el  moco,  desque  vido  (pie  el  ñola  quería  ta- 
ñer, tañóla  el;  y  luego  salieron  seys  caualle- 
ros  armados,  y  como  lo  vieron  yr  ya  desuia- 
do,  pensaron  que  liauia  tañido  y  que  se 
hauia  ydo  liaziendo  burla;  y  alcanvaronlo,  y 
dixeronle:  «Cauallero,  ¿por  que  haueys  hecho 
burla  de  nos?»  Y  el  les  dixo:  «¿En  que  fize 
yo  biirla?»  Y  ellos  dixeron:  «En  que  toeastes 
ía campana  y  vos  ys  riendo».  Y  el  les  dixo: 
«Antes  me  paresce  que  esse  moQO  que  alli  te- 
neys  es  el  que  fizo  la  burla  de  vosotros,  que 
OS  hizo  venir  a  su  son»;  y  ellos  dixeron: 
«Agora  sea  el,  agora  seays  vos,  andad  acá 
ante  mi  señor».  Y  el,  porque  no  le  lleuassen 
por  fuerce,  fue  con  ello?,  y  quando  llego  es- 
taña ya  el  cauallero  armado,  que  queria  ca- 
iialgar:  y  como  vido  a  Jofre,  y  le  vido  la 
lauca  que  era  tan  gruessa  como  la  suya,  nia- 
rauillose,  y  pensó  que  cosa  era  aquella,  que 
no  pensó  lo  que  Jofre  pensó,  y  dixo:  «Caua- 
llero, mas  ha  de  vn  mes  que  por  aqui  no 
passo  ningún  cauallero  con  quien  i^assasse- 
mos  tiempo,  y  riessemos,  y  holgassenios, 
sino  vos,  si  vos  mandays  limpiamente  que 
nos  demos  sendos  encuentros»;  y  Jofre  dixo: 
«Cierto,  señor,  yo  lleuaua  otro  mayor  cuy- 
dado,  de  cuya  causa  yo  no  quisiera  dete- 
nerme, y  quisiera  huyr  el  comience  de  esse 
encuentro  limpio  que  dezis;  pero,  pues  acá 
estoy,  esso  me  da  que  sea  vno  que  diez,  que 
si  orden  de  caualleria  me  guardays,  yo  vos 
digo  que  vno  y  diez,  y  tan  limpios,  que,  si  no 
es  de  sangre,  de  otra  cosa  no  los  hayan  de  lim- 
piar»; y  el  cauallero  dixo:  «No  vos  enojeys, 
señor,  sino  riamos  y  hayamos  plazer»;  y  Jofre 
apartóse  y  el  cauallero  tanbien,  y  dieronse 
sendos  encuentros  muy  buenos;  y  como  las 
laucas  eran  gruessas  no  se  pudieron  quebrar, 
pues  derribar  menos;  y  tornaron  otra  vez 
assi  mismo  como  primero  se  encontraron,  y 
Jofre,  de  enojado,  dixo:  «Sefior,  no  os 
riays,  quiga  que  con  las  laucas  no  os  viene 
la  gracia  de  reyr;  si  quereys,  hayamoslo  a 
las  espadas,  y  quica  reyreys  de  verdad». 
Entonces  el  cauallero  dixo  a  Jofre  que  le 
plazia,  y  dexaron  las  lancás  y  pusieron 
mano  a  las  espadas,  y  comencaronse  a  acu- 
chillar; y  dauansc  tan  grandes  cuchilladas, 
que  era  marauilla,  y  los  suyos  dezian:  ha- 
llado ha  nuestro  señor  quien  le  da  que  hazer, 
y  juzgauan  a  Jofre  por  tan  buen  cauallero 
como  a  su  señor;  y  Jofi'C  yuase  ensañando, 
y  comonco  a  dar  tal  priessa  al  cauallero,  que 
lo  sintió  bien  y  dixo:  «Cauallero,  yo  esto 
aqui  en  este  castillo;  lo  que  hago,  no  es  sino 
por  passar  tiempo  con  los  que  por  aqui  vie- 


nen, que  no  tengo  otro  passatienpo;  y  si  vos 
quereys  llenar  esta  batalla  al  cabo,  yo  haze- 
11o  he,  pero  no  porque  yo  lo  he  gana,  ni  me- 
nos lo  doxo  por  falta  de  fuerca  y  esfuerzo, 
mas  yo  no  estoy  en  edad  de  mas  de  passar 
tienpo,  que  tienpo  fue  que  aunque  vos  lo 
quisierades  dexar  no  quisiera  yo,  y  si  vos 
os  contentays  que  yo  os  dexe  por  tan  bueno 
como  yo,  agradecervoslo  he».  Y"  entonces 
Jofre,  viendo  que  de  alli  ni  se  espera ua  per- 
der ni  ganar,  dixo  que  como  el  mandasse; 
¡Dero  que  le  fazia  saber  que  aquella  lan^a 
hauia  hecho  en  el  camino  para  el,  y  que 
pues  no  era  para  mas.  que  la  mandasse  to- 
mar y  darle  otra.  Y  el  cauallero  le  rogo  que 
se  quedasse  alli  algún  dia,  porque  queria 
conoscerle  para  mas  adelante,  y  el  dixo 
que  no  lo  podia  hazer,  porque  le  yua  mucho 
en  su  partida;  y  viendo  aquello  mandóle  sa- 
car las  laucas  que  tenia  de  gran  tiempo,  que 
escogiesse  vna  entre  ellas;  y  el  assi  lo  hizo, 
que  escogió  vna  muy  buena.  Y  el  cauallero 
le  dixo:  «Lleualda,  y  plazeme,  que  a  mi  ver 
se  emplea  bien  en  vos;  porque  yo  fize  en  este 
mundo   muchas   cosas   buenas    con  ellas». 

Y  Jofre  se  despidió  del,  y  fuese  su  camino. 

Y  dende  a  seys  dias,  yendo  vn  dia  pensando 
en  sus  auenturas  que  le  hauian  recrescido 
buscando  a  Tablante,  y  como  ya  no  quisiera 
hallar  tantas,  por  miedo  de  perder  la  princi- 
pal, que  era  buscar  a  Tablante,  perdiesse. 

Cap.  X.  —  Como  yendo  Jofre  en  busca  de 
Tablante  de  Rieamonte  hallo  vna  donce- 
lla y  vn  cauallero,  y  por  librar  la  donze- 
lla  se  combatió  cotí  el  cauallero  y  lo  venció. 

Dize  el  libro,  que  yendo  Jofre  sin  cnydado 
de  hallar  ninguna  auentura,  y  bien  cansado 
y  muerto  de  hambre  y  de  sed,  y  su  cauallo 
tanbien,  sino  con  pensamiento  de  yr  a  bus- 
car a  Tablante  al  castillo  de  Ricamonte,  y 
yendo  su  camino,  su  cauallo  boluia  de  rato  a 
rato  a  mirar  el  camino  a  mano  derecha,  y 
tantas  vezes  se  lo  vido  hazer,  que  bohiio  la 
cabeca  a  mirar  que  era;  y  vido  venir  por  vna 
senda  que  venia  a  dar  al  camino  vna  donze- 
11a  encima  de  vn  palafrén  a  vso  del  tiempo; 
la  qual  venia  en  busca  de  Jofre;  la  qual  era 
hermana  del  cauallero  que  os  diximos  que 
hauia  dicho  a  Jofre  las  auenturas  que  hauia 
en  aquella  tierra,  y  hermana  de  vno  de  los 
caualleros  que  Jofre  hauia  librado  en  el  aba- 
dia  que  os  contamos  del  Enano.  Y  quando 
ellos  llegaron  a  la  corte,  hauia  tres  dias  que 
esta  donzella  estaña  alli  suplicando  al  rey 
que  lo  hiziesse  justicia  de  aquel  cauallero, 
que  hauia  diez  años  que  le  tenia  alli  aquel  su 
hermano  preso  con  los  otros;  y  porque  no 


TABLANTE  DE  TvlCAMONTE 


lumia  caiiallero  en  la  coi-te,  pstaua  detenida. 
Y  en  este  tienpo  llego  el  Enano  y  los  cana- 
neros, y  ella  eonoscio  a  sn  hermano  y  habló- 
le, y  contole  lo  qne  le  hania  acontescido  a 
Jofre  y  al  otro  cauallcro;  pnes  como  todos 
snpieron  qne  Jofre  los  libro,  la  reyna  diose- 
lo,  y  dixole:  «Quitada  soys,  donzella,  de 
trabajo,  que  mi  eauallero  Jofre  os  quito^>.  Y 
la  donzella  dixo  a  la  reyna,  qne  porque  Jo- 
fre era  eauallero,  y  porijue  le  hania  librado  a 
su  hermano,  y  porque  el  andana  en  aquellas 
auenturas,  y  porque  ella  sabia  curar  de 
aquellas  heridas,  que  ella  quería  yr  a  buscar- 
le y  andarse  con  el;  y  la  reyna  holgó  mucho 
dello,  y  diole  las  sefxas  del.  La  donzella  pro- 
curo de  saberlas  señas  delcauallo  y  armas,  y 
andnno  tanto  hasta  qne  lo  hallo.  Y"  Jofre, 
quando  la  vido,  como  era  cosa  nneua  para  el, 
detuno  la  rienda  al  cauallo  y  esperóla;  y 
ella,  qnando  llego,  humillosele  delante,  y 
hablóle  muy  cortesmente,  y  el  le  torno  las 
saludes  assi  mismo:  y  coino  yua  muy  bien  in- 
íormada  de  las  señas  de  las  armas  y  del 
cauallo,  dixo:  «Este  deue  ser  aquel  eaualle- 
ro que  yo  busco»;  y  dixole:  «Señor  eaualle- 
ro ,  ¿de  donde  os  podemos  dezir'?»  Y"  el  le 
dixo:  «De  la  corte  del  rey  Artur»;  y  dixo 
ella:  «Señor,  ¿soys  vos  Jofre,  hijo  del  conde 
Donasen?»  Y"  el  dixo:  «Donzella,  ¿por  que  lo 
preguntays"?  ¿Conosceysle?»  La  donzella  dixo: 
«No,  mas  querría  conoscerle  por  le  seruir, 
que  le  deuo  mucho  de  yna  buena  obra  que 
me  fizo».  Y'  Jofre  dixo:  «¿Qual  fue'?».  Y  dixo: 
«Señor,  vn  hermano  mío  que  me  soltó  de  vna 
prisión,  que  hania  diez  años  que  estaña  preso 
en  vn  monesterio  de  monjes» .  Y^  Jofre  le  dijo: 
«¿Por  donde  sabeys  vos,  donzella,  que  esse 
Jofre  lo  hizo,  qnica  lo  hizo  otro?»  La  donzella 
dixo:  «Señor,  el  rey  y  la  reyna,  y  toda  la  corte 
lo  dixeron:  porque  yo  estandoles  suplicando 
que.me  diessen  vn  eauallero  qiie  lo  librasse, 
llego  el  y  otros;  y  en  el  cauallo  y  armas  cierto 
soys  vos».  Y"  entonces  Jofre  le  dixo:  «Señora 
no  lo  creays;  qne  yo  conozco  bien  esse  eaua- 
llero que  dezis,  y  no  ha  mucho  que  el  y  yo 
estunimos  en  vno,  y  es  cierto  que  el  cauallo 
suyo  y  el  mío,  y  las  armas,  y  el  escudo  todo 
se  paresce;  y  no  os  marauilleys,  ipie  esto  cada 
dia  acontesce  parescer  vn  cauallo  a  otro,  y 
a  las  vezes  vn  hombre  a  otro;  pero  esse 
eauallero  que  vos  dezis,  el  esta  bien  cerca  de 
Ricamente,  porque  no  llena  otro  cuydado 
sino  acabar  a(piella  demanda  que  comen- 
ce».  La  donzella  dixo:  «Señor,  porque  yo 
quite  esta  duda  y  iletcrmine  de  hazei'lo(|ne 
mejor  me  este,  os  suplico  y  pido  por  merced 
que  os  plega,  tiraros  el  yelmo»  Y'  Jofre  por 
dissimular  dixo:  «Donzella,  yo  haria  de  gra- 
do lo  que  me  mandays,  pero  es  cierto  que 


yo  fizo  juramento  no  üi'allo,  si  no  fuere 
donde  reposare  en  la  posada  para  comer, 
o  cenar,  o  dormir;  porque  en  este  caijaino 
me  hnnieran  muerto,  si  Dios  no  me  soco- 
rriera; y  si  es  vuestro  camino  para  donde 
yo  voy ,  en  la  noche  lo  ¡jodeys  ver» .  Y 
Jofre  clezialo  porque,  í^i  con  ella  fuesse,  por 
la  noche  se  pudiesse  mejor  encubrir;  y  en 
esto  comencaron  a  andar  sn  camino,  y  la 
donzella  yua  delante,  y  como  lleuaua  la  cara 
descubierta,  dixo:  «Señor,  paresce  que  asso- 
ma  vn  caiuülero  por  este  camino»;  y  Jofre 
miro  muy  bien,  y  dixo:  «Assi  me  paresce»; 
y  en  esto  llego  vn  eauallero  armado  a  vso 
de  caualleros,  y  como  llego,  detuuieronse 
y  habláronse  muy  bien;  y  el  eauallero  co- 
meuco  a  mirar  a  la  donzella,  y  dixo  a  Jofre: 
«Dezid,  eauallero,  ¿es  vuestra  essa  donzella?» 

Y  Jofre  le  dixo:  «Canallero,  ¿por  que  lo  pre- 
guntays?» Y  el  dixo:  «Porque  ha  quatro  me- 
ses que  sali  de  mi  casa  que  no  he  hallado 
anentura,  y  si  ella  anduuiera  en  mi  compa- 
ñia,  por  amor  della  hallarala  ya».  Y"  Jofre 
le  dixo:  «Canallero,  sabed  qne  la  donzella  es 
suya,  que  no  tiene  señor,  y  la  hora  que  veys 
nos  fallamos;  ella  me  dize  que  va  en  busca 
de  vn  buen  eauallero,  el  qual  es  muy  grande 
amigo  mió;  y  si  ella  quiere  yr  con  vos,  ella 
lo  puede  bien  hazer,  y  si  no  quiere,  por 
amor  de  aquel  eauallero  que  ella  dize  que 
busca,  yo  vos  la  defenderé».  Y  el  canallero 
le  rogo  mucho  que  se  fuesse  con  el  a  vso  de 
canalleria,  que  el  juraua  de  mirar  por  su 
honra  como  por  la  snj'a.  Y  ella  dixo  que  en 
tal  caso  no  lehablasse,  porque  ella  hania  sa- 
lido de  la  corte  del  rey  Artur  con  proposito 
de  yr  a  buscar  a  Jofre,  hijo  del  conde  Dona- 
son,  y  qne  hania  muchos  tiempos  que  lo  bus- 
cana,  y  que  no  lo  hania  de  dexar  de  buscar. 

Y  entonces  el  canallero  callo,  y  tomo  la  rien- 
da del  palafrén  de  la  donzella,  y  comencé  a 
aguijar  su  camino,  y  Jofre,  qnando  lo  vido, 
huno  enojo  y  puso  mano  a  la  espada,  y,  sin 
sacalla,  dixo:  «Canallero,  no  me  fagays  fazer 
villanía  y  dexad  la  donzella,  y  si  la  haueys 
de  llenar,  haueysla  de  llenar  como  canalle- 
ro» .  Y  entonces  el  canallero  dexo  la  donze- 
lla, y  dixo  a  Jofre:  «Según  esto,  ¿por  la  lau- 
ca la  pensays  defender?»  Y  Jofre  dixo:  «Si 
fare» .  Y  dixo  el  canallero:  «¿Que  pensays 
ganar  en  combatiros  comigo?»;  y  dixo  Jofre: 
«Yo  os  diré  lo  qne  ganare  y  perdereys  vos». 
Entonces  dixo  el  a  Jofre:  «Pues  que  vos, 
canallero,  os  quereys  conbatir  comigo,  sea 
assi:  que  la  donzella  juzgue  do  nos  ([ual  es 
mejor  canallero,  tomándole  jiiramento;  y 
desque  ella  lo  haya  juzgado,  «pie  quede  libre 
para  que  haga  de  si  todo  que  quisiere».  Y 
Jofre  dixo  que  le  plazia  y  (pie  ambos  hnuies- 


478 


LIBROS  DE  caballerías 


sen  por  buena  (lualijiiier  sentencia  que  ella 
diesse;  y  que  ella  estmiiesse  a  vellos  comba- 
tir. Y  la  donzella  assi  como  estaña  caualgan- 
do,    jDusose  en   medio,  j  los   canalleros   se 
arredraron  el  vno  del  otro  quanto  los  caua- 
llos  los  pudieron  traer,  j  dieronse  dos  muy 
grandes  encuentros,  y  trayan  buenas  laucas 
y  no  las  i)udieron  quebrar.  Y  dieron  buelta 
otra  vez,  y  dieronse  otros  sendos  encuentros 
que  ambos  quebraron  las  langas,  y  aun  Jofre 
huuiera  caydo  de  espaldas,  porque  el  otro 
era  vn  muy  gran  cauallero  y  su  lanca  era 
muy  gruessa;  y  como  vieron  las  laucas  que- 
bradas, dixo  Jofre:  «Cauallero,  pues  esta  ba- 
talla se  ha  de  llegar  al  cabo,  ¿acordays  que 
la  fagamos  a  pie,  o  caualgando?»  Y  el  caua- 
llero dixo:  «Señor  cauallero,   esto  sea  como 
vos  mandaredes».   Y  entonces   el  cauallero 
apeóse,  y  luego  Jofre  salto  del  cauallo,  y  pu- 
sieron mano  a  las  espadas,  y  comenr-aron  a 
dar  muy  grandes  cuchilladas  que  saltauan 
rajas  de  los  escudos,  y  aun  se  cortauan  las 
armas  y  en  la  carne.  A  los  primeros  golpes 
el  cauallero  andana  tan  bueno  como  Jofre, 
pero  mientra  mas  andana,  enflaquescian  los 
golpes   del   cauallero,  y  mas  engrandescian 
los  de  Jofre;  y  en  esto  dio  Jofre  al  cauallero 
vn  golpe  que  le  entro  en  el  cuerpo,  en  lugar 
do  yua  mucha  sangre,  aunque  no  era  peligro- 
so. Y  viendo  la  donzella  que  el  cauallero  en- 
ílaquesciaysedesangraua,  huno  manzilla,  en 
especial  que  era  en  su  mano  della,  y  metióse 
en  medio  de  ambos;   y  ellos,  por  cortesía, 
arredráronse  el  vno  del  otro,  y  ella  dixo  en- 
tonces: «Cauallero,  ya  sabeys  el  juramento 
que   me  tomastes,  y   como  vosotros,  como 
canalleros,  prometistes  de  estar  por  lo  que 
yo  de  vosotros  sentenciasse,  y  que  luego  sería 
libre» ;  y  ellos  dixeron:  «Aquello  mismo  de- 
zimos agora».  Dixo  ella:  «Pues,  señores;  yo 
os  juzgo  agora  por  buenos  en  esta  manera: 
al  vno  por  mejor  de  la  lanca,  y  al  otro  por 
mejor  del  espada.  Y  si  no  fuera  porque  este 
cauallero  venia  comigo,   dixo  por  Jofre,   y 
porque  paresciera  ser   afficionada,  algo  de 
ventaja   le  diera,  porque,  cierto,  yo  couosci 
que  si  la  batalla  durara,  que  lo  mejor  licua- 
ra el  della;  pero,  por  el  bien  y  vida  de  vn 
cauallero,  me  quise  atreuer  al  otro,  y  rue- 
govos  que  passe  assi  mi  sentencia  consenti- 
da»; lo  qual   ellos  lo  huuieron  por  bien,  y 
cesso  la  batalla.  La  donzella  se  apeo,  la  qual 
venia  apercebida  para  ello,  y  los  desarmo,  y 
curo  primero  del  otro  que  de  Jofre,  porque 
yua  del  mucha  sangre,  y  después  curo  de 
Jofre,  porque  ella  sabfe.  bien  de  guarescer 
canalleros,  y  dixole:  «Las  feridas  no  son  pe- 
ligi-osas,  pero  conuiene  que  se  contine  la  cura 
diez  o  doze  dias,  y  si  me  mandays  yr  a  al- 


gún lugar,  alli  curare  de  vosotros;  y  pues 
Jofre  no  veya  la  hora  de  partir  a  su  auentu- 
ra  de  Tablante,  dixo:  «Señora,  cada  vno  de 
nosotros  va  por  su  camino  a  su  auentura,  e 
ya  no  nos  conuiene  que  vays  con  nosotros 
porque  no  es  cosa  de  fazer;  porque  yo  os 
digo  que  esse  cauallero  que  dezis  que  vays  a 
buscar,  que  no  lo  hallareys;  porque  el  anda 
de  auentura  en  auentura,  y  porderiades 
tiemj)o,  ni  a  vos  ni  a  el  aprouecha;  pero  a  mi 
hareys  merced  en  vna  cosa  y  es  esta:  Que  vos 
os  boluays  a  la  corte,  y  beseys  las  manos  a 
la  reyna  Grinebra,  y  lo  eonteys  como  fuystes 
librada  a  mi  causa  de  vn  cauallero;  y  le  di- 
gays  todo  lo  que  ha  acontescido;  y  le  digays 
que  os  libro  el  cauallero  que  libro  a  la  don- 
zella de  la  torre» .  Y  entonces  la  donzella , 
viendo  que  el  cauallero  queria  que  le  Ueuasse 
las  nueuas,  y  porque  le  liauia  librado  del 
otro,  y  porque  le  certifico  que  no  lo  hallarla, 
acordó  de  fazerlo,  y  despidióse  del  y  del 
otro  cauallero,  y  fuese  su  camino,  y  dexo- 
los  alli,  la  qual  anduuo  tanto  que  llego  en 
quinze  dias  a  Camalot,  y  quando  la  reyna 
la  vido,  conosciosla,  y  dixole:  «¿Soys  vos  la 
que  fuystes  a  buscar  a  Jofre  mi  cauallero?» 
Y  ella  besóle  la  mano,  y  dixo:  «Si»;  dixo: 
«Pues  ¿fallasteb?»  Dixo :  «Señora,  no» ;  y 
dixole:  «Pues  ¿como  os  boluistes?»  Entonces 
la  donzella  le  contó  todo  como  hauia  passado; 
y  como  hauia  fallado  vn  cauallero,  y  que 
llego  otro  que  la  queria  lleuar,  y  como  la  de- 
fendió, y  todo  como  passo;  y  la  reyna  le 
dixo:  «¿No  supistes  quien  era  esse  caualle- 
ro?» Dixo:  «No  supe  mas  sino  que  me  dixo 
que  el  cauallero  que  libro  la  donzella  de  la 
torre  me  libro» .  Y  la  reyna  le  pregunto  que 
armas  traya,  y  ella  se  lo  dixo,  y  la  reyna  le 
dixo:  «Pues,  donzella.  hagoos  saber  que  este 
cauallero  que  os  libro  era  Jofre ,  el  que 
yuades  a  buscar;  y  pues  el  se  quiso  encu- 
brir, bien  hizistes  de  veniros» .  Y  entonces 
la  donzella  se  sintió  jjor  engañada  de  Jofre; 
y  la  reyna  hizo  saber  al  rey  que  tenia  nueuas 
de  Jofre.  Y  el  rey  vino  alli,  y  la  donzella 
beso  las  manos  al  rey,  y  contole  todo  lo  que 
auia  contado  a  la  reyna,  los  quales  huuieron 
gran  plazer;  y  mandaron  poner  esta  auentura 
en  escripto. 

Dexemos  a  la  corte  y  bohiamos  a  Jofre  y 
al  otro  cauallero,  que  ambos  estuuieron  hasta 
que  la  donzella  traspuso,  y  ellos  se  despidie- 
ron el  vno  del  otro;  y  el  cauallero  fue  a  bus- 
car quien  le  curasse,  y  Jofre  se  fue  su  cami- 
no, porque  eran  pocas  sus  llagas,  y  la  don- 
zella le  dexo  coa  que  el  se  pudiesse  curar;  y 
anduuo  tanto  que  llego  a  vna  abadía  do 
monjes,  y  recibiéronlo  y  curaron  del,  y 
desque  se  vido  bueno,  pregunto  fazia  donde 


i 


TABLANTE  DE  RICAMONTE 


479 


era  el  castillo  de  Ricamonte;  y  los  monjes  le 
dixeroii  fazia  donde  ovan  dezii-  qiie  era.  Y 
el,  despidido  dellos,  se  fue  su  camino  y  an- 
duuo  tres  dias  y  tres  noches  que  no  fallo 
cosa  de  comer  ni  beuer,  y  ya  qxxe  era  cerca 
de  vísperas,  fallo  a  vii  cabo  de  vna  íloresta 
donde  andana  vna  senda  muy  pequeña,  y 
puso  el  cauallo  para  que  el  guiasse  por  do 
ijuisiesse,  y  por  do  el  cauallo  quisiesse  guiar 
dexolo  yr;  y  anduuo  hasta  (jue  anochescio; 
y,  a  dos  horas  de  la  noclie,  oyó  perros  muy 
lexos,  y  gozóse  mucho,  diziendo:  «Donde 
estos  perros  están,  gentes  deue  hauer» .  Y 
auduuo  todavía  por  su  senda  y  bien  peque- 
ña, y  yendo  mas  adelante,  oyó  cantar  ga- 
llos, y  dixo:  «Cierto,  deue  ser  lugar  este»; 
y  siguiendo  su  camino,  el  (jual  yua  a  dar  a 
vna  grande  altura,  y  encima  estaua  el  cas- 
tillo que  os  diximos  de  Bruniossen,  la  sobri- 
na del  conde,  el  qual  castillo  se  dize  de  la 
Floresta,  la  qual  comencaua  de  alli  en  vna 
huerta  que  alli  estaua.  Y  como  llego,  vido 
que  era  muy  noche,  y  huuo  conoscimiento 
que  aquelhi  era  huerta;  y  assi  porque  el 
cauallo  beuiesse,  como  porque  el  no  sabia 
por  donde  subir  al  castillo,  acordó  de  quedar 
aquella  noche  alli,  y  hallo  la  puerta  cerrada 
con  vna  cerradura  de  palo,  y  apeóse,  y  diole 
dos  o  tres  cozes,  y  dio  con  la  puerta  en  el 
suelo.  Derribada  que  fue  la  puerta,  entro  y 
vido  vna  fuente,  y  tiro  el  freno  a  su  cauallo, 
y  diole  agua  y  echóle  a  pacer;  y  el  beuio  del 
agua  y  lauose  el  rostro,  y  comió  de  vnos  be- 
rros muy  lindos  que  tenia  la  fuente,  y  puso 
el  freno  par  de  si,  y  el  yelmo  por  cabecera, 
y  echóse  sobre  su  escudo,  y  junto  consigo  su 
lan^a  y  dormiose. 

Dexemoslo  dormiendo,  y  vamos  al  castillo, 
y  digamos  lo  que  alli  acónteselo. 


Cap.  XI. —  Como  Jofre  llerjo  a  la  puerta  del 
castillo  de  la  Floresta,  donde  fue  preso,  y 
huyo  de  la  prisión. 

Pues  como  Bruniessen  era  la  donzella  que 
diximos,  sobrina  del  conde  don  Milian,  hazia 
llanto  dos  vezes  cada  noche,  como  era  vso  y 
costumbre  en  toda  la  tierra,  y  acabado  el 
llanto,  no  tenia  otro  refrigerio  sino  fazer  abrir 
vna  gran  ventana  que  en  su  sala  tenia,  que 
salla  sobre  la  huerta.  Y  como  la  huerta  era 
grande,  hauia  en  ella  muchas  aues,  y,  si  no 
las  espantauan,  sienpre  las  vuas  o  las  otras 
cantauan,  de  cuya  causa  no  osaua  nadie  de 
noche  entrar  alli;  y  como  Jofro  entro  alli,  al 
ruydo  de  los  gol^jes  que  dio  y  del  cauallo,  no 
cantauan  ninguna.  Y  como  ella  aquella  no- 
che acabo  el  llanto,  luego  hizo  abrir  la  ven- 


tana y  paróse  alli;  y  como  vido  que  no  sonaua 
aue  ninguna,  huuo  enojo,  y  embio  a  saber 
que  podia  ser  aquello.  Y  mando  a  vn  mof,'0 
de  espuelas  que  alli  estaua  que  fuesse,  y  el 
corrió  quanto  pudo,  y  hallo  la  puerta  abier- 
ta, y  vido  al  cauallero  y  al  cauallo;  y  vido 
como  el  cauallero  dormia,  y  callo,  y  boluio- 
se  a  su  señora,  y  dixole  lo  que  hallo;  y  ella 
huuo  grande  enojo  del,  y  comenr-e  a  dezir 
palabras  injuriosas,  y  con  enojo  dixo:  «Vaya 
vn  cauallero  alia,  y  si  lo  pudiere  traer  ¡¡or 
bien,  si  no,  traygalo  por  mal».  Y  estaua  alli 
vn  criado  suyo,  hombre  muy  honrado  j  buen 
cauallero,  el  qual  a  la  .sazón  hauia  venido 
alli  a  ver  a  su  señora,  y  por  seruirla  dixo: 
«Señora,  ¿mandays  que  yo  vaya  alia  y  lo 
trayga?»  Y  ella  le  dixo:  «Si,  yd,  y  traedlo 
aunque  no  quiera» .  Y"  el  hizo  ensillar  su  ca- 
uallo, y  armóse,  y  tomo  su  lan^a  y  su  escu- 
do y  fuese  a  la  huerta;  y  quando  el  llego, 
Jofre  dormia,  y  con  el  cuento  de  la  lauca 
despertólo;  y  como  estaua  soñoliento,  no  po- 
dia entrar  en  acuerdo,  y  a  las  vozes  que  el 
daua  diziendo:  «¿dermis,  cauallero?»  recor- 
dó, y  assentose  sobre  su  escudo,  y  vidolo  a 
cauallo  y  armado,  y  dixole:  «Señor  cauallero, 
¿que  mandáis?  ¿Que  peccado  huuistes  de  me 
despertar,  que  mas  ha  de  tres  noches  que  no 
duermo?»  Y'  el  cauallero  le  dixo:  «Cauallero, 
su  dueña  de  esta  huerta  manda  que  vays 
alia» .  Y"  el  dixo:  «Señor,  por  cortesía  os  ruego 
que  me  desculpeys  y  le  digays  que  estoy  can- 
sado y  muerto  de  sueño;  y  que  le  pido  por 
merced  me  dexe  dormir,  que  yo  le  doy  la  fe 
como  cauallero,  si  me  dexa  dormir,  de  no 
me  partir  sin  yr  a  ver  que  manda.  Y"  si  algún 
desaguisado  he  fecho  en  entrar  en  ella  sin 
su  licencia,  de  se  lo  satisfazer  que  no  se  que- 
xe  de  mi».  Y  entonces  dixo  el  cauallero  a 
Jofre:  «Pues  sabed,  cauallero,  que  no  de  yr 
sin  vos;  por  esso  caualgad  y  tomad  vuestra 
lanca,  y  andad  acá».  Y"  Jofre,  quando  le  03^0 
dezir  que  no  hauia  de  yr  sin  el,  huuo  enojo, 
y  dixole:  «Señor  cauallero,  ¿haueysme  de  lic- 
uar por  fuerca?»  Dixo:  «No,  si  vos  quereys  yr 
de  grado» .  Dixo  Jofre:  «¿Tengo  de  ir  caual- 
gando?»  Dixo  el  cauallero:  «No  espero  otra 
cosa» .  Pues  Jofre  dixo  en  su  coraQon:  «Si 
este  me  dexa  caualgar  en  mi  cauallo,  ¡yo  le 
mostrare  como  se  llenan  los  cauallcros  por 
fuerza!»;  y  tomo  su  freno  y  púsolo  a  su  ca- 
uallo. Y  puso  su  yelmo,  y  tomo  su  escudo,  y 
salto  en  su  cauallo,  y  desque  se  vido  en  su 
cauallo,  dixo:  «Cauallero,  ¿agora  honra  me 
hareys?»  Y''  entonces  dixo  Jofre  al  caualler(K 
«¿Sabeys  como  me  haueys  de  licuar?  por  ca- 
nalleria;  por  esso  apartaos  alia».  Y  el,  quan- 
do a<juello  vido,  embrago  su  escudo  y  apar- 
tose  del,  y  dieronse  sendos  encuentros,  y 


480 


LIBROS  DE  CACALLERIAS 


dio  Jofre  con  ol  otro  piernas  arriba  vn  tan 
gran  golpe  en  ol  suelo,  que  pensó  que  lo  lia- 
uia  muerto;  y  Jofre  hizo  muestra  de  quererlo 
matar,  y  el  dixo  que  le  rogaua  que  mal  no 
le  liiziesse,  porque  el  era  mandado  de  vna 
señora  cuyo  era  aquel  castillo  y  huerta,  y 
(pie  no  le  conuenia  al  liazer.  Y  el  lo  dexo 
por  aquello,  y  porque  el  le  prometió  de  no 
boluer  mas  a  el  y  dexarlo  dormir.  Y  enton- 
ces-dexolo,  y  el  caualgo  en  su  cauallo  y  fue- 
se para  su  señora,  y  dixole:  «Señora,  yo 
halle  en  la  huerta  vn  cauallero,  y  tal  de  su 
lanoa,  que  sabe  bien  defender  su  capa»:  y 
ella  huuo  enojo,  y  dixo:  «Pues  aquel  no  fue 
para  traello,  yd  todos  alia  y  traedlo» .  Y  enton- 
ces dixo  su  mayordomo:  «No  sea  assi,  señora, 
que,  para  vn  caiiallero,  bien  creo  que  vues- 
tra merced  tiene  en  su  casa  quien  lo  trayga» . 
Y''  el  hizo  ensillar  su  cauallo,  y  caualgo  y 
fue  alia,  y  con  gran  furia  le  dixo:  «Caualle- 
ro, leuantaos  de  ay,  que  haueys  de  yr  preso 
ante  mi  señora».  Y  el  callo,  y  con  mucho 
enojo  puso  su  yelmo  y  tomo  su  lanoa;  y  en- 
freno su  cauallo-,  y  caualgo,  y  embraoo  su 
escudo,  y  dixo  al  cauallero:  «Agora  vamos». 

Y  apartóse  Jofre  vn  poco,  y  puso  las  piernas 
al  cauallo  y  fuese  al  cauallero,  y  diole  vn 
encuentro  que  dio  con  el  en  el  suelo,  y  di- 
xole: «Assi  se  llenan  los  caiialleros  presos» . 

Y  fuese  para  el  y  queríalo  matar,  y  el  le  pi- 
dió por  merced  que  no  le  matasse.  Y  el  dixo: 
«¿Tu  no  me  prometiste  de  no  boluer  acá?» 
Dixo  el:  «Señor,  no  era  yo» .  Entonces  Jofre 
dixo:  «Con  tal  condición  vos  dexo,  que  no 
boluays  mas  acá»;  y  el  se  loi^rometio,  y  assi 
lo  dexo  y  fuese  a  su  señora,  y  Jofre  boluiose  a 
dormir,  que  le  hazia  bien  menester.  Y  des- 
que el  otro  llego  a  su  señora,  ella  miro,  y 
vidolo  que  venia  solo,  y  dixo:  «¿Como  no 
traes  preso  aquel  cauallero?»  Y^  el  dixo:  «Se- 
ñora, llagóos  saber  que  es  assi  buen  caualle- 
ro, que  no  se  dexa  prender  de  nadie».  Pues 
ella  pensó  que  podia  ser  algún  cauallero  de 
la  corte  del  rey  Artur,  o  que  podia  ser  Ta- 
blante  su  enemigo,  y  quisicralo  prender,  y 
comengo  a  dezir  que  era  la  mas  desdichada 
criatura  del  mundo,  pues  que  daña  de  comer 
a  tantos  caualleros  y  que  no  eran  para  pren- 
der vno;  y  en  esto  su  maestresala,  que  era 
honbre  de  gran  presunción,  dixo:  «Señora, 
suplico  a  vuestra  merced  no  diga  tal  cosa; 
que,  aunque  essos  dos  caualleros  no  lo  hayan 
traydo,  mientra  el  alli  esta,  si  no  se  va,  bien 
haura  quien  lo  trayga».  Y  llamo  a  su  moco, 
y  mandóle  traer  el  cauallo,  y  el  armóse,  y 
tomo  la  lanr-a  y  escudo,  y  caualgo;  y  el  ma- 
yordomo, (piando  lo  vido,  haziendo  Iturla, 
dixole:  «Señor  maestresala,  traelde  bien, 
que  es  cauallero  (¡ue  lo  meresce» .  Y"  el  dixo: 


«Señor  mayordomo,  no  espero  de  venir  sin 
el,  lo  qual  no  sera  ni  i^lazera  a  Dios».  Salido 
del  castillo,  fuese  adonde  Jofre  estaña,  y 
como  no  le  dexauan  dormir,  tenia  el  cauallo 
enfrenado  y  su  yelmo  puesto,  y  como  lo  vido, 
caualgo  presto,  y  antes  que  el  entrasse,  salió 
Jofre,  y  dixo:  «¿A  do,  buen  cauallero?»  Y  el 
dixo:  «A  buscaros» .  Y"  Jofre  le  dixo:  «¿Que 
mandays?»  Dixo  el:  «Que  vays,  señor,  preso 
ante  mi  señora» .  Dixo  Jofre:  «Esso  sera  si 
yo  quisiere».  Y  el  otro  dixo:  «Aunque  no 
querays».  Y  Jofre  dixo:  «¿Yenis  mas  de  vos 
solo?»  Y"  el  dixo:  «¿Como,  no  creeys  que  bas- 
to yo  para  vos?»  Y''  Jofre  dixo:  «Luego  lo  po- 
deys  ver;  apartaos  alia  para  prouarlo».  Y 
apartáronse  el  vno  del  otro,  y  aunque  el  ca- 
uallo del  maestresala  y  el  venian  holgados, 
fueron  los  encuentros  tales,  que  dio  Jofre 
con  el  y  con  su  cauallo  en  el  suelo,  y  lasti- 
mólo mucho  en  vna  pierna,  y  luego  puso 
mano  a  la  espada  para  lo  matar,  y  hallólo 
debaxo  del  cauallo  que  no  se  podia  mouer, 
y  quando  lo  vido,  dixo:  «Por  veros  tal  os 
dexo,  con  condición  que  acá  no  boluays  mas»; 
assi  lo  dexo.  Y"  ayudóle  a  caualgar  y  se  fue 
ante  su  señora;  y  ella  estaua  callando,  pen- 
sando que  lo  traerla,  o  que  por  defenderse 
lo  matarla;  y  como  lo  vido  venir  solo,  pre- 
guntóle que  que  era  del  cauallero.  Y  el  dixo 
que  lo  dexaua  donde  lo  dexaron  los  que  fue- 
ron antes  del,  y  que  lo  dexarian  todos  c[uan- 
tos  alli  fuessen,  si  vno  a  vno  fnessen,  si  el  no 
se  yua.  Entonces  ella  pensó  que  según  era 
aquel  cauallero,  que  seria  Taldante  de  Ri- 
camonte.  Y  assi  comencé  a  dezir  que  juraua 
que,  si  no  se  lo  trayan  preso,  que  hombre 
de  quantos  con  ella  viuian  no  viuiria  mas, 
cpie  no  sabia  por  que  diesse  ella  de  comer  a 
tantos,  y  que  entre  ellos  no  hnuiesse  vno  que 
l^rendiesse  a  otro.  Entonces  todos  assi  como 
estañan  le  dixeron:  «Señora,  vna  cosa  haueys 
de  saber,  que  aunque  todos  quantos  hay  en  esto 
castillo,  que  vayan  vno  a  vno,  no  lo  traerán. 
Y  si  vuestra  merced  ha  gana  de  prenderle, 
embie  diez  o  doze  honbres  a  pie,  y  esperen 
que  este  dormiendo,  (pie  el  esta  sobre  su  es- 
cudo; álcenlo  en  los  honbros  sin  dezille  nada, 
y  assi  lo  traerán» ,  y  assi  se  acordó,  y  llama- 
ron vños  onze  hombres  y  fueron  alia.  Y  assi 
como  en  el  acuerdo  de  buscar  los  honbres 
se  tardaron,  el  estaua  cansado,  y  acostóse  en 
su  escudo  y  dormiosc;  y  en  esto  llegaron  los 
hombres  a  pie,  y  como  vieron  que  dorraia, 
tomáronle  en  pesso  assi  como  estaua  en 
su  jjaues  y  pusieronselo  en  los  hombros,  y 
sin  dezirle  nada  llenáronlo  a  el  y  a  su  caua- 
llo y  lanca.  Y  el,  como  se  vido  assi  llenar, 
temió,  creyendo  que  aquellos  y  los  otros  to- 
dos eran  diablos  que  en  toda  la  noche  lo  ha- 


TABLANTE  DE  RICAMONTE 


481 


uian  seguido,  y  comento  a  clezir:  «¡Jesús, 
Jesús!»,  y  signa,uase y  santiguauase;  y  ellos 
callar  y  anclar,  hasta  que  lo  pusieron  delan- 
te de  la  señora.  Y  el  conjuraualos  que  le  di- 
xessen  (|ue  era  aquello;  y  ellos  andauan, 
hasta  que  llegaron  donde  ella  estaua,  y  di- 
xeron:  «Señora,  catad  aqui  el  que  vos  ha 
enojado:  vea  vuestra  merced  que  manda  que 
se  haga  del» ;  diziendo  esto  lo  pusieron  en  el 
suelo,  y  ella  tenia  dos  hachas  encendidas. 
Y  como  el  sintió  que  era  dueña  y  que  deuia 
ser  señora  de  aquella  tierra,  huno  gran  ver- 
güenza de  se  ver  assi  maltratado,  y  encendio- 
sele  la  color,  y  leuantose,  e  hizole  vna  muy 
gran  reuerencia;  y  ella,  desque  lo  vido  tan 
moco,  conoscioque  no  eraTablante,  y  (jue  de- 
uia de  ser  algún  cauallero  bueno  andante,  y 
leuantose  a  el,  j'  mandóle  dar  vna  silla  y  pre- 
guntóle por  sunombre,  y  de  donde  era,  y  que 
ventura  lo  hauia  traydo  por  alli.  Y  el  muy 
cortesmente  dixo  que  su  nombre  lo  pedia  por 
merced  que  entonces  no  se  lo  pidiesse,  que 
quando  se  fuesse  lo  diria,  y  que  el  era  caua- 
llero andante,  y  que  era  de  la  corte  del  rey 
Artur:  y  que  buscando  auenturas  hauia  alli 
llegado  aquella  noche ;,  con  necessidad  de 
agua  y  reposo,  y  no  con  gana  de  enojarla;  y 
que  según  lo  que  hauia  conoscido,  que  ella 
hauia  hauido  enojo,  por  lo  qual  le  rogaua 
que  le  perdonasse,  y  no  mirasse  a  su  yerro, 
sino  a  su  intención.  Y"  ella  dixo  que  cierto 
ella  hauia  recebido  mucho  enojo  del,  pero 
que  viendo  que  su  intención  no  era  de  que- 
rerla enojar,  que  ella  le  perdonaua.  Y'^  en  la 
hora  se  enamoro  el  della  y  ella  del;  y  luego 
huuo  nueuo  cuydado  entre  ellos;  y  Brunies- 
sen  llamo  al  maestresala,  y  dixo-.  «Este  caua- 
llero este  a  buen  recaudo,  y  hazelde  dar  bien 
de  cenar  y  buena  cama,  y  curen  bien  de  su 
cauallo,  y  guarden  no  se  vaya,  que  hasta 
aqui  pense  que  era  el  traydor  de  Tablante 
mi  enemigo,  pero  no  lo  es» .  Y  tomaron  vna 
hacha  delante  della,  y  la  otra  quedo  alli,  y 
ella  se  fue  a  dormir,  y  dexolos  todos  con  el; 
y  ellos  dieronle  bien  de  cenar,  y  el  quiso 
ver  pensar  su  cauallo,  y  vido  donde  ponian 
su  lanca,  y  el  tomo  su  escudo  y  el  yelmo,  y 
lleuaronlo  a  vna  cámara  donde  hauia  vna 
muy  buena  cama,  y  pusiéronle  vna  vela,  y 
dexaronlo  y  fueronse  a  dormir.  Jofre  se  des- 
armo y  comencé  a  pensar  en  las  fayciones 
de  Bruniessen,  y  en  su  habla  y  gracia,  y  en 
el  trato  de  la  casa,  y  dixo  entre  si:  «¡Oxala 
le  tocasse  a  esta  señora  lo  de  Tablante,  (^ue 
ella  vcria  lo  que  hazia  por  su  seruicio!»;  y 
en  esto  estuuo  gran  rato,  y  acostóse.  Pues  ya 
haueys  oydo  que  se  hazia  alli  el  llanto,  por- 
que Bruniessen  era  sobrina  del  conde,  y  era 
ya  hecho  vna  vez,  y  llego  la  hora  de  la  otra 

LIBROS   DE   CAUALLEBÍAS, — 31 


y  ellos  comení^-aron  su  llanto  como  solian,  y 
ella  dormia;  y  como  Jofre  oyó  la  grita,  pen- 
só que  le  entrañan  en  el  castillo  algunos  sus 
enemigos,  y  holgóse  diziendo:  «Agora  mos- 
trare yo  a  esta  señora  que  me  truxo  Dios  a 
buen  tiempo,  pai-a  (pie  ella  vea  lo  que  yo 
fago  por  su  seruicio» .  Y  salto  de  la  cama 
presto,  y  vistióse  y  armóse,  y  embrar-o  su  es- 
cudo y  saco  su  espada,  y  salió  diziendo: 
«¿Que  es  esto,  señores,  que  llanto  es  este?» 
Pues  como  la  vsanca  era  lo  que  haueys  oydo, 
que  ninguno  hauia  de  preguntar  por  que  se 
hazia  aquel  llanto,  y  si  lo  preguntaua,  da- 
uanle  con  lo  que  tenian  en  las  manos,  o  con 
lo  que  hallauan  mas  a  la  mano.  Y  en  co- 
menr-ando  Jofre  aquello,  luego  comencaron 
a  dar  en  el  cada  vno  con  lo  que  pudo,  y  vno 
dellos  hallo  la  mesma  lanca  de  Jofre  y  échese- 
la y  diole  con  ella,  y  pensó  que  no  estaua 
armado  y  que  lo  hauia  muerto,  y  callo.  Y 
Jofre  lo  mejor  que  pudo  escondióse,  dizien- 
do: «Y"o  no  puedo  creer  sino  que  esta  es  al- 
guna boca  de  infierno  que  a  mi  se  me  ha 
descubierto;  que  ni  estos  son  hombres,  ni  su 
trato  es  de  hombres,  sino  que  son  diablos» . 
Y'  porque  por  otra  parte  se  le  membrana  de 
Bruniessen  y  en  que  no  sabia  su  nombre,  no 
sabia  ipie  se  juzgar,  ni  que  consejo  otro  to- 
mar sino  callar.  Y  acabado  que  fue  su  llan- 
to, fueronse  a  acostar,  y  el  que  le  tiro  la  lan- 
Ca  pensó  que  le  hauia  muerto,  y  callo,  que 
no  dixo  nada.  Y^el,  desque  los  vido  a  todos 
dormiendo,  miro  por  su  cauallo,  y  muy  que- 
do ensillólo;  y  tomo  su  lanoa  y  sus  armas, 
y  saco  el  cauallo  por  la  rienda,  y  fuese  a  la 
puerta  del  castillo,  la  qual,  con  su  prendi- 
miento, hauia  quedado  abierta,  y  caualgo,  y 
salió  fuera  del  lugar,  y  hallo  vn  camino  y 
siguiólo,  e  yua  mirando  atrás  pensando  que 
yuan  tras  el;  y  desque  se  hallo  en  el  campo 
no  se  trocara  por  nadie,  que  alli  era  señur 
de  si. 

Y  dexemoslo  yr  su  camino  pensando  en 
todo  lo  que  le  hauia  acontescido,  y  mas 
en  la  señora  del  castillo ,  que  le  daua 
mucha  pena  la  partida  tan  presto,  sin  mas 
hauer  tiemjDO  de  poder  hablar  con  ella,  ni 
saber  su  nombre,  ni  dezirle  algo  de  lo  que 
el  en  su  corar-on  sentia;  pero,  por  las  cosas 
acontescidas,  le  conuino  partir>5e. 

Dexemos,  pues,  agora  a  Jofre,  y  boluamos 
a  ella  y  lo  que  le  acónteselo. 

Cap.  XII.  ^Z^c  las  cosas  que  Bruniessen,  se- 
ñora  del  caslillo,  hixo  quando  supo  que 
Jofre  era  suelto  de  la  'prisión. 

Dize  la  historia,  que  Bruniessen  dexo  a 
Jofre  encomendado  a  su  maestresala  y  ma- 


482 


LIBROS  DE  caballerías 


yordomo  para  que  le  tuuiessen  a  buen  recaudo 
y  le  diessen  lo  que  el  y  su  cauallo  liuuiessen 
menester;  y  quando  se  fue  a  dormir,  la  ma- 
yor parte  de  la  noche  gasto  pensando  quien 
j)odria  ser  tan  buen  cauallero,  y  tan  moQO, 
y  tan  gentil  hombre,  y  de  tan  buena  razón, 
y  tal  cauallero  que  a  todos  los  suyos  liauia 
derribado.  Y  pensaua  manera  como  con  justa 
razón  lo  pudiesse  tener  algún  dia  para  saber 
del  cuyo  hijo  era;  porque  si  fuesse  caualle- 
ro según  le  hauia  parescido  bien,  ella  daria 
orden  de  casarse  con  el.  Y  en  esto  y  en  mu- 
chas cosas  estuuo  gran  parte  de  la  noche,  y  a 
las  vezes  boluia  reprehendiéndose  a  si  misma 
porque  assi  se  hauia  captiuado  luego  de  vn 
cauallero  andante  que  no  hauia  conoscido  ni 
visto,  y  aun  que  podria  ser  no  lo  ver  mas  en 
su  vida;  y  con  esto  dormiose,  que  no  oyó  el 
llanto  postrero  como  acostumbraua.  Y  en  des- 
jjertando,  aunque  no  era  bien  de  dia,  no  pudo 
mas  dormir,  antes  embio  a  llamar  al  mayor- 
domo y  al  maestresala;  y  mientras  los  11a- 
maua,  vistióse,  y  ellos  venidos,  riéndose 
dixo:  «¿Pues  como  os  yua  anoche  en  la  huer- 
ta?» Y  ellos  dixeron:  «Bien»;  y  ella  dixo: 
«¿Que  es  del  cauallero?»  Y  ellos  dixeron  que 
no  sabían  del,  mas  que  antes  creyan  que  era 
muerto,  porque  al  segundo  llanto  hauia  sa- 
lido de  la  cámara  donde  estaua.  con  vna  es- 
pada en  la  mano,  preguntando  que  era  aque- 
llo, y  que  le  hauian  echado  piedras  y  palos; 
y  aun  que  no  sabian  quien  fue  que  le  echo 
vna  lan^a,  y  según  el  tenia  armas,  que 
creyan  que  era  muerto;  y  desto  huno  muy 
mucho  enojo  y  pesar,  assi  porque  ya  le  hazia 
guerra,  como  porque  podria  ser  algún  hom- 
bre principal  de  la  corte  del  reyArtur,y  que 
por  su  causa  le  jDodia  venir  algún  daño.  Y^ 
mando  que  luego  fuessen  a  saber  que  cosa 
era,  y  ella  quedo  tan  triste  que  era  maraui- 
11a,  que  no  quisiera  que  lo  huuieran  muerto 
por  cosa  del  mundo,  pensando  en  quaiita  des- 
dicha se  hauia  visto  aquel  cauallero  dizien- 
do  de  si.  Assi  que  no  se  conformaua  la  obra 
dellos  con  el  desseo  della,  porque  le  hauia 
parescido  bien,  y  dauale  cuydado,  tanto,  que 
ella  ya  no  quisiera.  Y  quando  fueron  a  bus- 
carlo, haUaron  que  el  no  estaua  alli,  el  ni  su 
cauallo  ni  sus  armas,  y  que  se  era  ydo,  y 
boluieron  a  la  señora  a  dezirselo;  y  ella  quan- 
do lo  supo,  por  vna  parte  le  plugo  por  ser 
viuo,  y  por  otra  le  peso  por  ser  ydo,  assi  por- 
que creya  que  el  yria  descontento  .  como 
porque  quisiera  saber  del  mas  largamente 
que  era  de  su  vida  y  hablar  con  el,  y  comen- 
co  a  reñir  con  ellos,  diziendo:  «¡O  malos 
criados!  ¿Que  cuenta  me  days  de  vn  caualle- 
ro que  os  encomendé?  Pues  conuiene  que 
vays  tras  el  y  lo  traygays»;  y  luego  todos 


comenc;aron  a  ensillar  y  armarse,  y  caualgar 
y  salir  tras  el,  e  yua  tan  lexos  que  tuuieron 
que  hazer  en  alcanzarlo;  y  en  tanto  ella  que- 
do muy  enojada,  mostrando  que  ella  quisie- 
ra saber  quien  era  y  hazerle  alguna  honra 
13or  el  vltraje  que  le  hauia  hecho  desque  a  su 
castillo  llego,  y  por  que  no  fuesse  quexoso. 
Y  ella  por  otra  parte  ¡jensaua,  y  dezia:  «¿Que 
te  aj^rouecha,  Bruniessen,  tomar  tal  pensa- 
miento de  vn  hombre  que  nunca  viste  sino 
agora,  y  podra  ser  nunca  verle  mas?»  Y  ma- 
rauillauase  como  las  mugeres  algunas  vezes 
se  captiuauan  siendo  libres,  y  paresciale  mal 
su  cuydado,  y  queríalo  desechar,  y  no  podía, 
y  díssimulaua,  diziendo  que  quisiera  saber 
nueuas  de  la  corte,  y  que  no  quisiera  que 
aquel  cauallero  fuera  descontento  de  su  casa. 
Dexemosla  en  esto,  y  vamos  a  Jofre. 

Dize  el  cuento,  que  quando  el  se  vido 
libre  del  castillo,  holgó  mucho,  y  mas  hol- 
gara si  saliera  libre  del  pensamiento  de  la 
donzella;  y  por  otra  parte  sospechaua  que 
todos  eran  encantados,  o  que  aquella  era  boca 
de  infierno,  y  boluio  a  pensar  en  Bruniessen, 
y  paresciale  que  la  veya  sentada  con  la  gra- 
cia que  lo  recibió,  y  por  otra  parte  royase  de 
si  mismo,  diziendo:  «Cata,  Jofre,  que  a  buen 
tiempo  te  enamoraste  de  persona  que  nunca 
viste  en  tu  vida,  y  podria  ser  no  verla  mas. 
Dexa  de  pensar  en  ella,  y  piensa  bien  en 
Tablante,  que  esperas  verte  con  el  en  priessa, 
en  que  podra  ser  que  antes  que  lo  halles  te 
acontezcan  otras  auenturas,  y  en  esso  deues 
pensar» .  Y  yendo  pensando  en  esto,  salióle 
el  sol,  y  de  rato  en  rato  yua  boluiendo  la  ca- 
bera atrás,  por  ver  si  yua  libre  de  los 
diablos  del  castillo;  y  el  yendo  assi,  vido 
venir  vno  a  vno  los  caualleros  que  salieron 
del  castillo,  y  pesóle,  y  dixo  assi:  «Aun  el 
diablo  no  duerme,  qiie  estos  deuen  ser  los 
diablos  de  aquel  castillo  o  boca  do  infierno, 
que  no  deuo  creer  otra  cosa»;  y  dixo:  «Si 
vno  a  vno  viníessen,  con  el  ayuda  de  Dios  yo 
pensaría  defenderme  dellos,  pero  ellos  lo  lia- 
ran mejor,  que  se  juntaran  todos,  y  aquí  me 
tornaran  a  llenar  a  do  purgue  mis  peccados» ; 
y  comenco  a  trotar  y  aguijar,  a  fin  que  ellos 
fiziessen  fila,  y  assi  fue;  que  desque  vieron 
que  el  aguíjaua,  comencaron  de  aguijar,  y 
vno  dellos,  que  traya  mejor  cauallo,  anduuo 
mas  que  ninguno,  y  adelantóse,  y  llego  pri- 
mero. Jofre,  desque  lo  vido,  boluio  a  el  la  lan- 
f/a  de  encuentro,  y  el  otro,  quando  lo  vido, 
echo  la  lauca,  mostrando  que  no  quería  pe- 
lear, y  Jofre  aleo  su  lanca  y  no  le  encontró, 
y  preguntóle  que  querían  el  y  los  otros.  Y  el 
dixo  hablar  con  el,  y  Jofre  le  dixo:  «Yo  no 
me  tengo  de  fiar  de  vosotros,  porque  yo  creo 
que  no  soys  hombres,  sino  diablos,  que  ano- 


TABLANTE  DE  RICAMONTE 


483 


che,  después  de  preso,  sin  por  que  me  que- 
sistes  matar  si  no  fuera  armado;  y  si  comi- 
go  quereys  hablar,  hazed  que  todos  aquellos 
que  alli  vienen  se  detengan,  y  vosotros  sin 
lauras  venid,  que  yo  os  esperare  y  respon- 
deré, y  de  mi  sabreys  lo  que  quisieredes  sa- 
ber». Y  ello  se  hizo  assi;  que  aquel  cauallero 
fue  y  hablo  con  ellos,  y  mandaron  a  vno  que 
fuesse  a  detener  a  los  otros  que  venian.  Y 
dos  dellos  sin  langas  fueron  adonde  Jofre  es- 
taña, y  alli  le  hablaron  como  su  señora  Bru- 
niessen,  la  señora  de  aquel  castillo,  el  qual 
se  dezia  de  la  Floresta,  se  le  encomendaua, 
y  le  embiaua  a  rogar  que  boluiesse  alia  para 
darle  descargo  de  lo  que  con  el  hauia  hecho 
la  noche  passada;  porque  no  hauia  sido  por 
su  mandado  «y  para  saber  de  vos  quien  soys, 
y  como  os  llamays,  y  donde  vays»;  y  el  dixo: 
«¿Queréis  mas  dezir?»  Dixeron  ellos:  «No» . 
«Pues  a  lo  primero  que  dezis  que  essa  seño- 
ra quiere  saber  de  mi  y  que  buelua  alia 
para  dezirme  que  no  fue  en  su  mano  lo  que 
se  me  hizo,  dezilde  que  yo  bien  lo  creo,  y 
que  boluer  yo  no  boluere  alia  si  no  fuere 
muerto.  Y  pues  quiere  saber  quien  soy,  de- 
zilde que  vn  cauallero  andante,  y  mi  nom- 
bre es  Jofre,  hijo  del  conde  Donasen,  y  voy 
en  vna  demanda  de  vn  caso  que  dias  ha 
acontescio  en  la  corte  del  rey  Artur,  mi  se- 
ñor; y  a  lo  que  quiere  saber  cuyo  soy,  de- 
zilde que  bien  y  con  verdad  puedo  yo  dezir 
que  anoche,  aunque  entie  por  fuerga  en  su 
castillo,  era  mió  desque  sali,  aunque  sali  li- 
bre, líbreme  de  los  suyos,  pero  no  della,  que 
mas  suyo  soy  agora  que  mió,  pero  que,  si 
Dios  me  dexa  acabar  esta  demanda  en  que 
voy,  que  yo  entiendo  venir  a  seruirla;  y  esto 
le  podeys  dezir».  Y  dixeron  a  la  señora  todo 
lo  que  el  dezia,  lo  qual  su  mayordomo  fue  a 
dezirselo,  y  los  otros  se  quedaron  alli;   el 
qual  lo  dixo  todo  como  Jofre  se  lo  hauia  dicho. 
Y  como  ella  oyó  dezir  que  dezia  que  era 
suyo,  holgóse  mucho,  y  dixo  assi:  «¿Por  que 
no  lo  hizistes  boluer  acá?»  Y  el  dixo,  que 
porque  vno  a  vno  no  pudieran,  pues  todos 
juntos  no  los  espero;  y  por  no  espantarlo, 
que  quif^a  se  fuera  sin  hablar  con  ella,  acor- 
daron assegurarle.  Y  ella  les  dixo  que  era 
muy  bien  hecho,  y  que  boluiessen  y  le  di- 
xessen  que  pues  el  yua  en  aquella  deman- 
da y  que  no  queria  boluer  alia,  que  le  roga- 
ua  mucho  que  después  que  la  acahasse,  que 
se  viniesse  por  alli,  que  ella  (¡ueria  hablar 
con  el  cosas  de  su  honra  y  prouecho;  y  ellos 
boluieron  con  la  respuesta,  y  en  tanto  el 
supo  de  los  caualleros  quien  era  ella,  y  el 
deudo  que  con  el  conde  don  Milian  tenia,  y 
ellos  ansi,  llego  el  mayordomo  con  la  habla 
della,  y  dixo:  «Dezid  a  la  señora  que  mas 


por  su  merescimiento  y  por  su  recebimiento, 
que  por  ella  tener  deudo  con  el  conde  don 
ililian,  en  cuya  deliberación  yo  voy,  de  mas 
de  la  voluntad  que  yo  lleuaua,  que  por  cau- 
sa suya,  o  yo  lo  librare,  o  moriré  en  la  de- 
manda; y  que,  si  Dios  me  la  dexa  acabar, 
que  de  mi  no  determinare  cosa  ninguna  sin 
primero  venir  a  ver  que  mandn».  Y  assi  se 
partió  Jofre  y  se  fue,  y  ellos  se  boluieron  a 
su  señora,  y  le  dixeron  todo  lo  que  Jofre  les 
dixo  que  le  dixessen.  Y  le  dixeron  como  yua 
en  demanda  de  Tablante  por  librar  al  conde 
don  Milian;  de  lo  qual  ella  huno  plazer  quan- 
do  lo  supo. 

Pues  dexemos  a  Bruniessen,  y  boluamos 
al  que  va  su  camino  buscando  sus  auenturas 
con  el  mismo  cuy  dado  que  ella  quedo. 

Cap.  XIII.—  Como  Jofre  llego  a  vn  onones- 
terio,  y  alli  llegaron  dos  caualleros  que 
dixeron  mal  del  rey  su  señor,  y  se  comba- 
tió con  ellos  y  los  venció. 

El  libro  dize  que  Jofre  se  partió  de  los  ca- 
ualleros de  Bruniessen,  y  que  anduuo  todo 
el  dia,  y  que  no  hallo  cosa  ninguna,  ni  hallo 
persona  que  le  dixesse  hazia  donde  era  aqiiel 
castillo  de  Eicamonte,  y  anduuo  todo  aquel  dia 
por  vn  llano  desierto,  y  ya  que  se  queria  po- 
ner el  sol,  vio  al  cabo  reluzir  vn  chapitel  de 
vna  torre  que  reluzia  mucho ,  porque  el  sol 
yua  baxo  y  dauale  bien  de  claro  en  claro ,  y 
hauia  vna  legua  hista  alia,  y  dexo  el  camino 
y  fue  alia,  y  llego  bien  escurescido;  y  era  vn 
monesterio  que  entonces  se  hazia  alli  de 
monjes.  Y  porque  era  de  noche,  estaña  ce- 
rrado el  monesterio;  y  el,  con  la  sed  y  porque 
el  cauallo  traya  fatigado,  no  curo  sino  lla- 
mar, a  tanto  que  el  abad  le  oyó  y  mando  que 
fuessen  a  ver  que  era.  Y  el  portero  fue  alia. 

Y  pregunto  que  era  aquello  quien  llama ua, 
y  boluio ,  y  dixo  al  padre  que  el  hauia  visto 
vn  cauallero. 

Y^  el  mandóle  que  ñiesse  y  que  le  abriesse, 
diziendo:  «Sienpre  estos  caualleros  andantes 
vienen  con  necessidad»  .  Y  fue  el  portero  y 
abrióle ,  y  el  pensó  su  cauallo  y  diere  ule  de 
cenar.  Y  el  estando  cenando ,  llamaron  a  la 
puerta  del  monesterio ,  y  el  portero  hizolo 
saber  al  abad ,  y  el  dixo :  «Pues  ve  y  sabed 
quien  es» ;  y  el  fue ,  y  hallo  que  eran  dos 
caualleros  andantes;  y  el  dixolo  al  abad. 

Y  el  mando  que  les  abriesse  y  los  aposen- 
tasse;  y  ell^s  entraron^  y  pensaron  sus  ea- 
uallos.  Y  el  portero  llenólos  alli  donde  Jo- 
fre estaua ,  que  acabaña  de  cenar;  y  ellos , 
sin  saludarle ,  entraron  a  cenar ,  y  el  estu- 
uose  quedo;  y  desque  ellos  huuieron  ce- 
nado ,  en  que  lo  vieron  muy  mo^o,  dixo  el 


484 


LIBROS  DE  caballerías 


vno  al  otro:  «Cauallero  nouel  deue  ser  este». 
Dixo  el  otro:  «Que  no  sabe  bolar  de  la  silla 
abaxo».  Y  el  oyólo,  y  callana.  Y  el  vno  de- 
llos  dixo :  «Dezid ,  canallero ,  ¿  de  qne  tierra 
SOYS?»  Pues  el  no  lo  negana,  dixo:  «De  Ca- 
malot».  Y'  dixole:  «¿Ha  dias  qne  soys  cana- 
llero?» Dixo:  «Xo»;  y  dixeron:  «Bien  paresce 
en  ynestra  edad;  y  ann  qnando  los  reyes  de 
aquel  royno  arniauan  canalleros  hombres  de 
edad,  no  estaña  la  corona  real  tan  amengua- 
da ;  que  sabe  el  rey  Artur  que  Tablante  de 
Ricamontele  tiene  preso  al  conde  don  Milian, 
y  se  lo  acota  cada  año,  y  no  tiene  quien  lo  pida; 
y  esto  caúsalo  no  tener  caualleros  como  solia, 
porque  ya  son  muertos  todos  los  buenos  que 
fueron  en  el  tienpo  del  rey  Artur,  padre 
deste;  y  aun  en  tiempo  deste  alcaucaron 
a  ser  algunos ,  pero  pocos ;  porque  desto  se 
yo .  que  viui  vn  tienpo  con  la  reyna  Gine- 
bra, niuger  del  otro;  que  esto  es  assi,  que  los 
reyes  de  Camalot  han  de  llenar  apellido  Ar- 
tur, que  es  propio  nombre ;  y  a  esta  llaman 
Ginebra  acaso  como  llamaron  a  la  otra ;  y 
como  no  hay  caualleros,  viuen  deshonrados» ; 
Pues  Jofre ,  Tiendo  en  quan  poco  tenian  al 
rey  su  señor  y  a  los  caualleros  de  la  su  cor- 
te, no  pudo  tener  que  no  dixesse:  «Caualle- 
ro, cierto,  a  mi  me  pesa  por  hauerme  fallado 
aqui  esta  noche ,  y  por  oyros  lo  que  haueys 
dicho ;  porque  no  estamos  en  lugar  que  yo 
vos  haya  de  responder;  porque  si  os  respon- 
diesse,  hauriamos  enojo;  y  no  estamos  en  lu- 
gar que  se  deua  de  hazer ,  porque  perderla 
otro  algo  por  nosotros :  ]jero  yo  os  diré  que 
sera.  Yo  bien  de  mañana  me  y  re;  aunque  no 
venia  con  esse  proposito,  y  vosotros  seys  dos, 
ydvos  tras  mi,  y  alia  fuera  yo  os  fare  conos- 
cer  que  el  rey  Artur  mi  señor,  y  la  reyna  Gi- 
nebra mi  señora,  son  los  mas  honrados  reyes 
de  toda  la  tierra ,  y  que  tienen  muchos  bue- 
nos caualleros  en  su  casa,  y  que  yo  soy  vno 
dellos,  y  que  me  combatiré  con  ambos,  tan- 
to que  el  vno  llene  la  lanca  y  el  otro  llene  la 
espada:  esta  es  mi  respuesta  para  vuestro  di- 
cho». Y  entonces  Jofre  se  fue  a  dormir  don- 
de le  hauiau  ¡juesto  sus  armas,  y  los  otros 
tanbien  en  otra  cámara,  donde  les  hauian 
mandado  dexar  sus  armas.  Y  aquella  noche 
pensó  Jofre  morir  de  enojo  de  aquel  caualle- 
ro, de  ver  en  quan  poco  tenia  al  rey  y  a  to- 
dos, y  nunca  pudo  dormir.  Y''  otro  dia,  en 
esclaresciendo,  leuantose,  y  hizo  oración,  y 
encomendóse  a  Dios,  y  llego  a  la  cámara  de  los 
otros,  y  dixoles:  «Caualleros,  catad  que  os 
voy  esperando  para  mostraros  lo  que  anoche 
os  dixe./ .  Y"  ellos  dixeron:  «Bien»  ;  y  el  vno 
dixo:  «A'amos,  no  haya  de  dezir  aquel  caua- 
llero que  no  osamos»  ;  y  dixo  el  otro:  «No 
os  cureys  del,  que  desque  vea  que  no  ymos, 


el  se  yra  su  camino»  ;  y  acordaron  de  oyr 
niissa  y  comer,  creyendo  que  el  se  yria ,  en 
que  lo  vieron  mo^o  y  de  poca  edad.  Y  pues 
Jofre.  que  en  toda  la  noche  no  hauia  dormi- 
do esperando  el  dia  para  se  vengar,  vn  rato 
del  monesterio  donde  hallo  vnos  arboles  jdu- 
sose  a  esperar  si  salian  y  hazia  donde  yuan, 
y  de  proposito  que  si  a  hora  de  vísperas  no 
salian,  de  yr  alia  y  llamarlos.  Y  estando  ya 
cerca  de  las  diez  del  dia,  vidoles  salir,  y 
miraron  a  todas  partes ,  y  estuuieron  vn 
poco,  y  comentaron  a  caminar  hazia  do  el 
estaña ,  que  con  los  arboles  no  lo  veyan ,  y 
desque  llegaron  cerca,  salió  a  ellos,  y  dixo- 
les: «Caualleros,  bien  se  os  mienbra  de  lo 
que  anoche  vno  de  vosotros  dixo:  y  lo  que  yo 
respondí,  y  aquello  quiero  hazer  verdad;  por 
esso  dexe  el  vno  la  lanca,  y  el  otro  quede 
con  su  espada,  y  apronechese  de  mi,  y  el 
otro,  y  yo  aprouechenionos  délas  langas». 
Entonces  dixo  el  vno  que  era  razón  que  hi- 
ziesse  armas  con  el  vno,  y  que  si  lo  vencies- 
se  que  no  seria  menester  conbatirse  con  el 
otro,  y  si  el  venciesse  al  otro,  que  fuesse  obli- 
gado el  otro  a  esperallo;  y  el  dixo  que,  i)or 
la  desmesura  suya,  que  no  hauia  de  ser  assi, 
sino  con  ambos.  Y"  desque  vido  que  no  que- 
rían, con  el  enojo  que  dellos  tenia,  dixoles: 
«¡Pues  apercebios  ambos!»;  y  vinieron  para 
el,  y  el  vno  llego  primero  y  dio  Jofre  al  otro 
vn  encuentro,  que  le  eosia  el  escudo  por  los 
pechos  y  se  lo  quebró  y  le  firio  en  el  cuerpo 
y  dio  con  el  en  el  suelo.  Pues  no  era  esto  bien 
acabado,  qnando  llego  el  otro  con  su  encuen- 
tro, y  como  le  tomo  la  lanca baxa,  diole  vn  en- 
cuentro que  le  quebró  la  lanca,  y  lo  huuiera 
echado  de  la  silla ;  y  Jofre  perdió  la  langa  y 
puso  mano  a  la  espada.  Pues  el  cauallero, 
como  vido  que  su  compañero  estaña  en  el 
suelo,  tuno  miedo,  y  en  dando  el  encuentro 
a  Jofre  y  quebrada  la  lauca ,  boto  a  huyr  al 
monesterio,  y  el  fue  tras  el,  y  desque  lo  vido 
encerrado  dexolo,  y  boluioso  al  otro,  que  se 
hauia  hecho  mortezino  mientra  Jofre  esta- 
ña alli ,  y  desque  vido  que  yua  tras  el  otro , 
leuantose  y  tomo  su  canallo ,  y  queria  bol- 
nerse  al  monesterio  para  hazerse  curar;  y 
Jofre  llego  e  yuale  a  dar  vna  cuchillada,  y 
el  dixo:  «Señor,  no  me  mateys,  que  no  ga- 
nareys  nada  en  matarme» ,  Y  el  dixo: 
«r,Soys  vos  el  que  anoche  dixo  aquellas  vi- 
llanías del  rey  y  de  los  caualleros  de  la  cor- 
te?» Dixo:  «Por  Dios ,  señor ,  que  no ;  antes 
no  me  parescierou  bien»  .  Entonces  dixo  Jo- 
fre: «Por  esto,  y  porque  en  sanando  vays  a  la 
corte  del  rey  Artur,  y  en  presencia  de  toda 
la  corte  le  conteys  todo  lo  que  a  acontesci- 
do,  y  le  pidays  perdón,  y  digays  que  tiene 
caualleros  buenos  y  tales  en  su  casa ,  yo  os 


TABLANTE  DE  EICAMONTE 


485 


perdonare»  .  Y  el  cauallero  dixo:  «¿Quien 
diré  que  soys  vos?»  Dixo:  «Dezid  que  Jufre, 
hijo  del  conde  Donasen» .  Y  entonces  el  so  lo 
prometió;  y  el  le  perdono  y  ayudóle  a  caual- 
gar,  e  liizolo  yr  al  nionesterio  a  curar;  el 
qual,  después  de  curado  y  sauo,  el  y  su  coii- 
pañero  fueron  a  la  corte,  y  contaron  al  rej^  y 
a  la  reyna  lo  que  les  hauia  acoutescido,  que 
no  quedo  cosa.  Ellos  huuieron  mucho  plazer 
desta  auentura,  y  la  mandaron  poner  en  es- 
cripto  como  era  vso  y  costumbre . 

Pues  boluamos  a  Jofre,  que  desque  lo  huuo 
embiado,  tomo  su  camino  y  fuese. 

Cap.  XIY. —  Como  yendo  Jofre  en  husca  de 
Tablanfe,  oyó  dar  gritos  a  vna  muger^  la 
qual  lo  lleuo  a  la  casa  encaniada  del  mala- 
io,  y  lo  mato,  y  libro  vna  doncella  y  tre- 
cientos niños  que  tenia  para  degollar,  y 
deshizo  la  casa. 

La  crónica  dize  que,  desque  se  partió  Jo- 
fre de  aquella  abadia  donde  dexo  los  dos  ca- 
ualleros,  anduuo  mas  de  veynte  dias  sin  lle- 
gar a  poblado  sino  horas  en  monesterios, 
horas  en  hermitaS;,  y  otras  vezes  hallaua  ga- 
nados; y  assi  passaua  su  vida  con  desseo  de 
hallar  la  casa  encantada  que  el  cauallero  le 
hauia  dicho,  y  anduuo  por  el  camino,  si- 
guiéndolo tanto  que  fue  a  dar  consigo  en  vn 
monte;  y  era  ya  sobre  tarde,  y  desque  ano- 
checió, perdió  el  camino,  y  dio  por  caso  en 
vna  fuente;  y  desque  vido  que  no  j)odia  de 
alli  partir,  que  no  sabia  donde  yr,  apeóse  del 
cauallo,  y  tiróle  el  freno,  y  diole  agua  y  de- 
xole  pacer,  y  el  se  tiro  el  yelmo,  y  lauose  la 
cara,  y  beuio  del  agua,  y  comió  de  algunas 
yernas  que  conoscia  que  eran  de  comer,  y 
echóse  a  dormir.  Y  antes  del  alúa  despertó, 
y  comencé  a  pensar  en  las  cosas  passadas  y 
en  Bruniessen,  y  alguna  vez  se  reprehendía 
por  no  apartar  aquel  pensamiento;  y  assi 
llego  el  dia,  y  caualgo  en  su  cauallo,  y  co- 
mento de  andar  por  el  monte  donde  su  ven- 
tura lo  guiaua.  Ya  que  era  cerca  de  hora  de 
tercia,  oyó  grandes  gritos  delante  de  si;  y 
como  los  03*0,  púsose  el  yelmo  sobre  el  arzón 
de  la  silla  por  mejor  oyrlos,  y  comencé  a  jv 
hazia  la  parte  que  sonauan,  y  mientras  mas 
andana,  menos  sonauan,  a  tanto  que  llego  a 
que  parescian  gritos  salidos  de  so  la  tierra  y 
cada  vez  parescian  menos,  y  mientra  mas 
achicaua  el  grito,  mas  priessa  se  daua  por 
saber  que  cosa  era.  Y  dize  el  cuento  que  era 
vna  niuger  que  le  lleuauan  vn  hijo  para  ma- 
tar, y  de  cansada  y  ronca  ya  no  podia  gritar, 
y  cayo  en  tierra.  Jofre  no  dexaua  de  seguir 
el  derecho  adonde  hauia  oydo  el  grito;  y 
llego  a  vn  valle  \\\\\y  hondo  y  cubierto  de  ar- 


boles, y  andando  por  el,  llego  a  donde  la  niu- 
ger  estaña,  la  qual,  quando  vio  a  Jofre,  co- 
noscio  que  era  cauallero  andante,  y  gozóse 
mucho,  y  pensó  que  Dios  lo  hauia  traydo 
por  alli  para  su  remedio;  y  esforc/ose  y  le- 
uantose  a  el,  y  desque  la  vido  toda  rasgada 
y  llorosa,  preguntóle  que  hauia,  y  comentó- 
la a  esfor<,'ar,  y  ella  dixo:  «Señor,  grande 
mal,  que  vn  sayón,  criado  de  vn  malato,  ha 
licuado  mas  de  mil  niños  dcste  valle  a  vna 
casa,  y  ha  llenado  agora  vno  mió,  para  de- 
gollarlos todos,  y  se  ha  de  bañar  su  amo  en 
ia  sangre,  porque  luego  ha  de  sanar»;  y  el 
dixo:  «Amiga,  vos  ¿saberme  heys  mostrar 
donde  esta  esse  malato  y  essos  niños?»;  y 
ella  dixo:  «Señor,'  según  lo  que  yo  he  oydo 
dezir,  haura  vna  gran  legua  de  aqui  alia,  y 
creo,  señor,  que  este  valle  abaxo  va  el  cami- 
no, el  qual  va  a  dar  a  vn  campo  donde  dizen 
que  esta  vna  casa  que  dizen  la  casa  encan- 
tada, donde  el  esta;  y  alli  tendrá  los  niños, 
y  yo,  señor,  yre  con  vos».  Y  ella,  por  desseo 
de  su  hijo,  esf oreóse  y  comencé  de  andar  lo 
mejor  que  pudo,  guiando;  y  Jofre  detras 
deíla.  Y  porque  ella  se  esforcasse,  apeóse,  y 
anduuieron  tanto  hasta  que  llegaron  al  cam- 
po; y  era  vn  llano  verde  que  todo  era  verdu- 
ra, y  en  medio  estaña  vna  casa  sola,  y  no 
osaua  nadie  llegar  alli,  porque  sabian  que 
era  encantada  y  assi  se  mostraua;  porque  alli 
veyan  muchas  vezes  caualleros  andantes.  Por- 
que, como  os  diximos,  este  y  el  Enano,  y 
otro  que  la  histoiia  dirá  adelante,  todos  eran 
hijos  del  diablo,  que  lo  huuo  en  vna  mu;;er, 
como  la  historia  dirá.  Y  como  Jofre  vido  la 
casa,  dixo  a  la  muger:  «Señora,  yo  quiero 
aguijar  adelante,  por  ver  si  podre  remediar 
essos  niños  que  dezis;  y  vos  seguidme,  que 
de  vna  cosa  os  asseguro,  que  si  hallo  viuo  a 
vuestro  hijo,  o  yo  moriré,  o  yo  os  lo  daré 
vino» .  Y  caualgo  en  su  cauallo  y  comenco  a 
correr  hazia  la  casa,  y  en  llegando  apeóse,  y 
arrendo  su  cauallo  a  su  lanca,  que  la  hinco 
en  el  suelo,  y  embrace  su  escudo  y  puso 
mano  a  la  espada  y  dio  vna  buelta  a  la  casa, 
y  hallo  vna  puerta  pequeña,  y  entróse  den- 
tro, y  hallo  vna  casa  redonda  armada  sobre 
vn  pilar,  y  al  vn  canto  de  la  casa  vna  cama 
encortinada,  y  vna  banca  cabe  la  cama,  y 
assentado  en  ella  vn  malato  de  altor  de  dos 
honbres,  muy  espantable,  y  todas  sus  fay- 
ciones  conseguían  con  el  altor;  y  estaña  tan 
ferido  de  enfermedad,  que  en  la  mayor  par- 
te de  sus  dientes  tenia  comida  la  carne  y  se 
le  parescian;  y  la  nariz  tenia  casi  comida,  y 
los  dedos  de  aquella  manera.  Y  cabe  si  tenia 
vna  donzella  muy  bien  vestida,  toda  rasgada 
y  messada,  y  mordidos  los  brar-os,  que  ella, 
'  con  gran  rauia,  so  mordía  y  se  hazia  toda 


486 


LIBROS  DE  caballerías 


pedacos.  Y  el  halagauala,  que  la  tenia  para 
burlar  della,  la  qiial  le  hania  traydo  aquel 
maluado  sayón  que  traya  los  niños;  el  qual 
salia  por  los  lugares  solo;  y  como  solo  lo 
veyan,  no  se  guardauan  del,  y  en  tomando 
el  niño,  o  lo  que  el  queria,  luego  a  la  hora 
salian  veynte  o  treynta  de  cauallo.  los  qua- 
les  eran  diablos,  y  con  el  miedo  dexauanle 
hazer  lo  que  queria,  y  assi  truxo  aquella 
donzella;  y  no  esperaua  sino  lañarse  en  la 
sangre  de  los  niños,  jjara,  en  sanando,  ha- 
uerla.  T  hauia  dos  dias  que  ella  estaiia  alli 
sin  comer,  que  no  hazia  sino  llorar,  y  hazia 
cosas  de  gran  manzilla,  y  maldezia  su  pecca- 
do  que  en  tal  jiarte  la  hauia  traydo;  y  quan- 
do  ella  vido  a  Jofre,  alegróse,  creyendo  que 
Dios  la  haiiia  oydo.  Y  el  malato.  quando 
vido  a  Jofre,  marauillose  como  hauia  podido 
ni  osado  llegar  alli;  porque,  demás  de  no 
osar  alli  llegar  nadie,  la  casa  era  assi  encan- 
tada, que  no  podia  hallar  la  puerta  a  la  en- 
trada, y  si  hallaua  la  entrada,  no  hallaua  la 
salida:  y  con  vna  voz  gruessa  ronca,  dixo: 
«Traydor,  ¿quien  te  hizo  osado  de  entrar 
aqni?»  Y  Jofre  le  dixo:  «No  vos,  don  malua- 
do, hijo  del  diablo,  que  aqui  fenesceran  hoy 
vuestros  males;  que  los  niños  y  essa  donzella 
son  causa  de  vuestra  mala  fin» .  Y"  fuese  para 
el  malato  el  espada  sacada;  y  el  malato,  des- 
que lo  vido,  tomo  vna  porra  de  hierro  que  te- 
nia par  de  si,  y  aleóla.  Y  Jofre  llego  rezio,  e 
Alíale  a  dar  vna  gran  cuchillada  en  la  caber-a; 
y  como  el  malato  vido  que  el  espada  le  yua  a 
dar  en  la  cabeca,  desuiola,  y  el  cuerpo  tam- 
bién. Pero  comoestaua  sentado,  y  Jofre  le  si- 
guio  el  golpe  del  espada  hazia  abaxo.  alcáncele 
vna  gran  cuchillada  en  el  muslo,  que  casi  se 
lo  corto.  Y  juntamente  tanbien  el  malato  aleo 
la  porra,  e  yua  a  dar  a  Jofre  vna  porrada,  y 
Jofre  hurto  el  cuerpo,  y  el  malato  metió  la 
porra  por  el  suelo  cerca  de  dos  palmos,  y 
hizo  tremescer  todo  aquello  con  el  golpe;  y 
con  vna  voz  que  dio  quando  le  dio  Jofre  la 
lierida;  y  mientra  el  malato  tirana  la  porra 
del  suelo,  llego  Jofre  con  vu  golpe  al  braco. 
y  como  lo  tenia  tiesto,  tirando,  córteselo  cer- 
cen, Y  el  malato,  que  estaña  ya  en  pie.  des- 
mayo y  cayo;  y  Jofre  no  se  guardando,  el 
malato  con  la  mano  izquierda  tomo  la  po- 
rra y  tirosela;  y  Jofre  desque  vido  yr  la  po- 
rra, escudóse  y  diole  encima  del  escudo  vn 
golpe,  que  Jofre,  y  el  escudo,  y  la  porra, 
todo  cayo  junto  en  el  suelo.  Y  ía  donzella^ 
quando  lo  vido,  pensó  que  era  muerto,  y  fue 
a  el  con  muy  gran  llanto,  y  el  malato  arras- 
trando veníase  a  Jofre  por  matallo  con  la 
mano  izquierda  y  con  los  dientes;  y  la  don- 
zella trauo  de  Jofre  por  lo  desuiar,  y  Jofre 
entro  en  si,  y  ella  le  comenco  a  esforcar,  y 


dar  vozes,  diziendo:  «¡Señor,  esforcad,  que 
es  muerto  el  malato!»  Y  Jofre  abrió  los  ojos, 
y  violo  que  trabajaua  por  llegar  a  el,  y  en- 
tonces dixo  Jofre:  «¿Como,  traydor,  no  eres 
muerto?» ;  y  aleo  el  espada  y  cortóle  la  cabera. 
Jofre,  de  cansado  y  atormentado  del  golpe, 
se  sentó  en  el  suelo,  y  aleo  los  ojos  arriba, 
loando  a  Dios  que  lo  hauia  librado.  La  don- 
zella se  llego  a  el,  y  tiróle  el  yelmo,  y  falló- 
le lleno  de  sangre  que  por  las  narizes  le  salia 
del  golpe  de  la  porra;  y  con  vna  manga  lim- 
pióle el  rostro,  y  el,  por  miedo  de  otro  peli- 
gro, tórneselo  a  poner;  y  luego  se  le  menbro 
de  los  niños,  y  pregunto  a  la  donzella  si  sa- 
bia adonde  estañan,  y  ella  le  dixo:  «Por 
essa  portezica  que  ay  esta  haueys  de  entrar» . 
Y  el,  quando  llego  a  la  puerta,  viola  escura 
y  miro,  y  vido  vnos  escalones  y  abaxo  por 
ellos,  y  hallo  acullá  y  abaxo  vna  gran  bo- 
neda,  que  era  tamaña  a  su  parescer  como 
la  casa  de  arriba,  y  vna  muy  pequeña  lum- 
bre, que  quasi  no  veya,  mas  de  que  a 
mala  ues  vido  el  sayón,  el  qual  se  aparejaua 
para  degollar  los  niños;  y  el  sayón  se  espan- 
to de  ver  a  Jofre,  y  Jofre  aleo  el  espada  y 
diole  con  ella  de  llano,  y  el  de  miedo  cayo 
en  el  suelo,  y  dixo:  «¡O  mezquino  de  mi, 
que  muerto  deue  ser  mi  señor!»;  y  Jofre 
le  dixo:  «Muerto  es  el  traydor,  y  vos  mori- 
reys  también  con  el»;  y  el  sayón  le  dixo: 
«Pues,  señor,  no  me  mateys,  sino  no  saldreys 
desta  casa,  qiie  es  encantada» ;  y  Jofre  temió 
de  quedar  alli,  y  miro  y  vio  los  niños,  y  dixo 
en  su  coracon:  «No  creo  yo  que  Dios,  que 
me  traxo  aqui  a  sacar  estos  niños,  lo  con- 
sienta»; y  dixo  al  sayón:  «Pues  ¿que  haré 
para  salir?»  Y  el  le  dixo;  «Que  boluays  a  sa- 
lir alia  a  la  casa  arriba,  y  hallarla  heys  tan 
escura,  que  es  marauilla;  y  a  tiento  en  el 
pilar  buscad,  y  fallareis  vna  calauerna  de 
hombre,  y  quebralda  en  el  pilar  y  apartad- 
nos a  fuera,  y  escudaos  bien  y  mirad  por 
vos,  qii.e  no  ha  de  quedar  piedra  en  toda 
la  casa  que  no  os  de  encima,  de  manera  que 
si  viuieredes,  quedarej^s  tal  que  tendreys 
que  hazer  en  boluer  en  vos»;  y  el,  quando 
lo  oyó,  pensó  que  era  mentira,  y  el  sayón 
dixo:  «Cierto  hallareys  lo  que  digo».  Y  en- 
tonces Jofre  atole  las  manos  atrás,  y  echóle 
la  boca  ayuso,  y  embrago  su  escudo  y  enco- 
mendóse a  Dios,  y  subió  por  el  escalera,  y 
quando  fue  arriba  no  veya  nada,  y  llamo;  la 
donzella  respondió  que  estaña  assombrada,  y 
el  dixo:  «Yo,  señora,  dexe  esto  claro  y  ha- 
llólo escuro».  Y  la  donzella  dixo:  «Todas  las 
finiestras,  y  las  puertas  por  donde  entrastes, 
se  han  ceri-ado  vna  a  vna».  Y  el,  muy  es- 
pantado, fue.  a  tiento  y  hallo  el  pilar;  y  hallo 
vna  ventanilla  pequeña,  y  en  ella  vna  cala- 


TABLANTE  DE  RICAMONTE 


487 


nema  de  persona  como  el  sayón  le  dixo,  y 
dio  con  ella  al  pilar  e  hizose  pedagos,  y  en- 
comendóse a  Dios;  y  en  la  hora  vino  vna  pie- 
dra y  otra,  y  como  estaña  escuro,  no  se  sabia 
escudar;  y  vna  le  dañan  on  las  piernas,  y 
otras  en  la  cabera  encima  del  yelmo,  y  otras 
en  los  bra(;'OS,  hasta  que  por  arriba  la  coro- 
nilla de  la  boueda  se  fue  deshiziendo  a  que 
huno  lunbre;  y  luego  comencose  a  escudar, 
y  ya  no  le  daua  tanta  pena,  porque  la  rcce- 
bia  en  el  paues;  pero  haueys  de  saber  que  no 
quedo  piedra  en  toda  la  casa  que  no  le  dies- 
se.  Todo  esto  veya  la  donzella  que  estaña 
hincada  de  rodillas  rogando  a  Dios  que  li- 
brasse  al  cauallero  de  aquella  ventura;  assi 
(\\\e  quando  la  casa  fue  acabada  de  deshazer, 
el  quedo  tan  molido,  y  el  escudo  todo  hecho 
pedaQos,  y  el  lleno  de  sangre  y  poluo,  que  era 
manzilla;  porque  no  quedo  piedra  en  toda  la 
boueda  que  no  fuesse  a  dalle,  y  el  quedo  hin- 
cada la  vna  rodilla  en  el  suelo,  y  el  espada 
en  la  mano,  y  encima  de  la  cabeca  el  escudo. 

Y  quando  no  huno  piedra  que  le  viniesse  a 
dar,  miro  por  la  vista  del  yelmo,  el  qual 
todo  estaña  tan  abollado  que  apenas  lo  pudo 
sufrir.  Y  vido  que  no  hauia  cabe  si  sino  la 
donzella  y  los  niños  y  el  sayón,  que,  como  la 
casa  era  encantada,  la  cueua  que  vos  dixi- 
mos,  y  la  boueda  donde  estaua  el  malato, 
todo  era  vno,  aunque  páresela  otra  cosa;  y 
no  hauia  alli  mas  de  vn  prado  verde,  y  el  se 
leuanto,  y  la  donzella  fue  a  el,  y  le  dixo: 
«Señor,  ¿que  sentistes?  Que  gran  mal  ha- 
ueys recebido».  Y  el  dixo:  «Señora,  muy 
grande;  pero  ¿que  es  del  malato  y  su  cama?» 

Y  ella  dixo:  «Señor,  mientra  la  casa  se  des- 
hazla, que  no  quedo  piedra  que  no  os  diesse, 
se  leuanto  vna  grande  oscuridad  y  anduuo 
por  toda  la  casa,  y  con  ella  se  desapareció  el 
malato  y  la  cama ,  que  no  huuo  mas  de  lo  que 
ay  vereys» .  Y  el  se  tiro  el  yelmo,  y  no  vido 
mas  de  la  donzella  y  niños  y  el  sayón  atado, 
y  acullá  la  muger  ([ue  tenia  ya  su  cauallo  por 
la  rienda,  por  do  páreselo  que  aquella  mala 
visión  toda  era  del  diablo  y  que  lo  lleno  todo. 

Y  dio  fe  la  donzella  que  vido  vn  hombre,  y 
alli  fue  el  malato.  y  su  cama  t  todo. 


Cap.  XY. — Como  vn  sayón,  criado  del  ona- 
lato  ('),  lleuo  loft  niños  a  sus  madres,  y 
Jofre  lleuo  la  donzella  que  libro  a  casa  de 
vn  cauallero  su  padre. 

Dize  la  historia  que  después  que  Jofre  no 
vido  sino  la  donzella  y  niños  y  el  sayón,  y 
la  muger  y  su  cauallo,  ([ue  se  esfor(;'0  y  pre- 


(')  El  texto:  aSayon». 


gunto  que  hauia  sido  de  todo;  y  la  muger 
dixo  que  vido  lo  que  la  donzella  hauia  visto, 
según  su  dicho  de  ambas,  y  Jofre  dixo  a  la 
muger:  «Yo  dixe  que  si  a  vuestro  fijo  fa- 
llaua  vino,  que  os  lo  daría,  o  me  costaría  la 
vida».  Y  quando  la  muger  vido  a  su  hijo, 
no  se  hartaua  de  verlo,  y  besarlo  y  abracar- 
lo, y  los  otros  niños  llorauan  con  desseo  de 
sus  madres,  y  ella  vino  con  su  hijo,  y  echóse 
a  los  pies  de  Jofre,  diziendo:  «Señor,  vnos 
hierros  quiero  que  me  echeys,  y  seré  vuestra 
esclaua  por  el  bien  que  de  vos  recebi» ;  y  Jo- 
fre se  rio  de  lo  que  ella  dezia,  y  vido  que  el 
plazer  la  tenia  fuera  de  si,  y  dixo:  «Amiga, 
lo  que  haueys  de  hazer  es,  que  yo  tomare 
juramento  a^  este  sayón  que  vaya  con  vos, 
y  lleueys  los  niños  a  sus  inadres;  y  que  vos 
y  ellas,"^  y  el  con  vosotras,  vays  a  Camalot,  y 
os  presenteys  de  mi  parte  a  la  reyna  Gine- 
bra» ;  y  luego  se  fue  para  donde  estaua  atado 
el  sayón,  e  hizo  semblante  de  matarlo,  y  el 
dixo:  «Señor,  no  me  mateys,  que  no  teneys 
razón,  porque  yo  vos  he  dado  la  vida;  porque, 
cierto,  si  yo  no  os  dixera  el  secreto  de  la 
casa,  vos  quedarades  aqui  encantado  con  estos 
niños  para  siempre» .  Jofre  le  dixo,  que  assi 
por  aquello  que  el  dezia,  porque  era  verdad, 
como  porque  el  jurasse  de  yr  con  aquella 
muger  y  niños  al  valle  donde  hauia  tomado 
aquellos  niños,  y  que  se  les  diesse  a  sus  ma- 
dres; y  que  ella  y  los  niños  y  el  se  fuessen 
juntos  a  la  corte  del  rey  Artur,  y  que  se  pre- 
sentassen  de  su  parte  a  la  reyna  Ginebra, 
que  lo  perdonarla;  y  el  se  lo  prometió  assi 
todo  lo  que  le  demando.  Y"  el  se  fue  con  la 
muger  y  niños  al  valle  donde  los  hauia  to- 
mado dos  a  dos,  y  tres  a  tres.  Ellas,  viendo  a 
sus  hijos,  del  plazer  que  huuieron  otorgaron 
la  yda  a  Camalot,  y  aderezaron  de  partirse  a 
la  corte. 

Dexemos  la  yda  dellos,  y  vamos  a  Jofre, 
que  quedo  con  la  donzella  en  el  prado. 

Cap.  XVI. —  Como  Jofre  lleuo  la  donzella  que 
libro,  y  la  lleuo  a  casa  de  su  padre,  donde 
lo  huuieran  muerto. 

Después  que  Jofre  vido  acabada  aquella 
auentura,  por  vna  parte  quedo  muy  alegre, 
porque  el  hauia  hecho  lo  que  ningún  caua- 
llero hauia  osado  comencar.  y  por  otra  parte 
quedo  tan  atormentado,  que  todo  el  cuerpo 
le  dolia  que  no  sabia  de  si  parte,  y  dio  loores 
a  Dios  por  la  merced  que  le  hauia  hecho, 
y  dixo  a  la  donzella:  «Señora,  yo  vos  querría 
poner  en  saino  en  vuestra  casa,  si  supiesse 
el  camino».  Y  entonces  le  dixo  ella  como 
ella,  andando  a  capa  con  vn  gauilan,  y  yen- 


488 


LIBROS  DE  caballerías 


do  con  ella  ynos  criados  suyos,  que  liauian 
salido  de  vn  castillo  de  su  padre  que  se  11a- 
maua  el  castillo  del  Hierro,  \  que  aquel  sa- 
yón venia  en  su  cabo,  y  no  curaron  del;  y  a 
deshora  vinieron  veynte  de  cauallo,  y  que 
de  miedo  huyeron  los  suyos,  y  que  ella 
quedo:  y  que  no  sabia  mas  sino  que  la  truxe- 
ron,  y  Jofre  dixo:  «Yo.  señora,  querría  pone- 
ros en  saino  en  vuestra  casa;  si  vos  sabeys  al- 
gún aniso  para  que  yo  vos  lleue,  dezidmelo; 
porque  es  ya  mas  de  medio  dia,  y  ante  que 
la  noche  venga  querría  que  estuuiessedes  en 
algún  lugar  a  vuestro  plazer»;  y  ella  dixo: 
«Señor,  lo  que  yo  vos  se  dezir  es  que  el  me 
truxo  por  vna  gran  montaña  y  vn  valle  aba- 
xo,  y  hania  de  vna  parte  y  otra  muy  grandes 
montañas;  y  quando  salimos  de  las  monta- 
ñas, la  primera  cosa  con  que  topamos  fue  el 
sol  qxie  nos  dio  de  cara,  que  hauia  poco  que 
hauia  salido».  Y  el  miro  en  lo  que  ella  dixo, 
y  miro  en  que  derecho  salia  el  sol,  y  al 
contrario  tomo  la  montaña;  y  tomóla  a  las 
ancas  del  cauallo,  y  passo  del  todo  el  prado, 
y  fue  al  monte;  y  en  llegando  al  monte, 
•lixo  la  douzella:  «Señor,  yo  creo  que  este 
valle  es  por  donde  aquel  traydor  me  traxo» ; 
y  entraron  por  el  valle,  el  qual  yua  muy 
encubierto  de  montaña,  j  dixo  ella:  «Señor, 
si  este  es  el  valle,  cerca  de  vna  legua  de 
aqui  va  vn  camino  por  donde  el  me  traya,  y 
lo  dexo,  y  apartóse  por  esta  fondura  por 
donde  agora  vamos» ;  y  ellos  en  esto,  dende 
a  vn  poco  hallaron  el  camino,  y  ella  dixo: 
«Señor,  por  aqui  va  donde  esta  el  castillo  de 
mi  padre,  y  hay  mucho  de  aqui  alia,  que, 
como,  señor,  os  dixe,  yo  salia  a  car-a,  y  aquel 
traydor  me  tomo  de  la  manera  que  os  dixe; 
y  luego  estaña  alli  vn  palafrén  en  que 
me  llenaron,  que  el  mió  dexaronlo,  y  en  lle- 
gando a  la  casa  no  lo  vi  mas»;  y  en  esto  lle- 
garon a  donde  ella  dixo,  y  hallaron  el  cami- 
no, y  ella  conosciolo,  y  dixo:  «Ya,  señor,  no 
podemos  errar  el  camino  ni  el  castillo;  pero 
conuendra  andar  mucho,  porque  este  camino 
se  dexa  alia  adelante,  y  a  tino  del  castillo 
hemos  de  yr».  Assi  que  ellos  anduuieron 
qnanto  pudieron,  y  a  puesta  del  sol  vieron  el 
castillo  buen  rato,  y  anduuieron  quanto  pu- 
dieron, de  manera  que  era  bien  noche  que 
llegaron  al  castillo,  el  qual  era  de  vn  caua- 
llcro  anciano,  criado  del  conde  don  Milian,  y 
bien  pariente  suyo.  Y  como  era  viejo  y 
estaña  lastimado  de  la  perdida  de  la  hija, 
hauia  mandado  cerrar  la  puerta,  y  estaña 
muy  triste,  y  la  muger  llorando:  y  como  lle- 
garon, apeóse  ella  de  las  ancas  del  cauallo,  y 
Jofro  apeóse.  El  castillo  estaña  desuiado  del 
lugar  por  si,  que  tenia  mas  de  dozientos  ve- 
zinos;  y  comento  a  llamar,  y  todos  salieron 


a  ver  que  era;  y  ella  respondió,  y  en  la  ha- 
bla la  conoscieron,  y  fueron  a  pedir  albricias 
al  padre  y  a  la  madre;  y  todos  salieron  con 
mucho  gozo  y  mucha  alegría,  según  deueys 
creer,  y  dixo:  «Señor  y  señora,  de  mi  no 
cureys,  que  Dios  ha  curado  de  mi  que  me 
embio  este  cauallero  que  curasse  de  mi,  mas 
curemos  del,  que  le  haze  bien  menester». 
La  madre  se  abraco  con  ella,  y  no  se  hartaua 
de  besarla  con  muchas  lagrimas;  y  el  padre 
fue  a  abraoar  a  Jofre,  y  queríale  besar  las 
manos  por  lo  que  oyó  a  la  hija,  y  por  lo  que 
creyó  según  era  el  caso.  Y  Jofre  defendióse 
y  dixo  que  el  no  hauia  hecho  nada,  que  Dios 
lo  hauia  hecho;  pero  que  le  rogaua  que  le 
curasse  de  aquel  cauallo,  quo,  le  hazla  bien 
menester.  Y  entonces  el  cauallero  mando  a 
los  suyos  que  curassen  del  mejor  que  del 
suyo;  y  la  donzella  le  dixo:  «Madre,  no  me 
pregunteys  nada,  que  no  vos  lo  puedo  dezir 
sino  de  espacio,  y  bastaos  saber  que  Dios  ha 
querido  guardar  mi  honra^  y  demos  de  ce- 
nar a  este  cauallero,  y  buena  cama,  que  bien 
le  haze  menester,  que  os  digo,  señor,  que 
creo  que  no  trae  liuesso  sano,  según  lo  que 
hoy  le  vi  passar,  sino  que  deue  ser  de  gran 
coraron,  y  como  es  moQO,  puédelo  bien  su- 
frir» .  Assi  que  luego  guisaron  muy  bien  de 
cenar.  Y  ellos  estando  en  esto,  oyeron  gritar 
en  la  villa,  y  era  el  llanto  que  diximos  por 
el  conde,  y  salto  a  la  puerta  a  escuchar,  y 
en  esto  los  del  castillo  comentaron  también  el 
llanto  como  era  costumbre,  y  el  sin  sospecha 
dixo:  «Dezid,  señores,  ¿que  malas  nueuas  vos 
han  venido,  que  tal  llanto  hazeys»?Puescomo 
era  el  vso ,  que  sabeys ,  comentaron  a  yr 
tras  del  con  piedras  y  palos;  y  como  el  no  es- 
taña armado,  no  pudo  tomar  armas,  ni  supo 
otro  remedio  que  echar  a  huyr  por  la  puerta 
del  castillo.  Pues  acabado  el  llanto,  salió  el 
cauallero  a  el  con  mucha  reuerencia,  y  dixo: 
«Señor,  por  la  passion  de  Dios  que  no  me 
culpeys;  que  es  cierto  que,  si  mi  hijo  fuera- 
des,  no  pudiera  liazer  mas  de  lo  que  hize; 
que  es  vso,  y  no  haneys  mas  de  preguntar  ni 
hablar  en  ello» .  Pues  viendo  Jofre  lo  de  alli 
y  lo  del  castillo  de  la  Floresta,  callo  y  dixo: 
«Pues  ya  es  passado,  vamos  a  cenar»;  y  la 
donzella  y  la  madre,  que  vieron  como  lo  ha- 
uian  corrido,  hincáronse  de  rodillas  ante  el 
demandándole  perdón,  y  dixo  la  donzella: 
«Señor,  librastcsme  de  la  muerte,  y  en  ga- 
lardón querían  vos  matar  en  casa  de  mi  pa- 
dre» .  Assi  que  el  las  leuanto  del  suelo,  y  tomo 
la  madre  del  braco,  y  entráronse  a  cenar,  y 
cenaron,  y  fizieronle  buena  cama,  y  echóse,  y 
reposo.  Y  essa  noche  contó  ella  a  su  padre  ya 
su  madre  quanto  le  hauia  acontcscido,  j  como 
la  truxo  tan  a  su  saino  como  si  fuera  su  her- 


TABLANTE  DE  EICAMONTE 


489 


mana,  y  estinüeron  hablando  en  el,  y  en  su 
disposición  y  hermosura  y  buena  erianra,  y 
como  era  tan  fuerte  y  las  cosas  que  hizo  en  el 
malato;  y  acordaron  do  darle  ropa  de  lienco 
que  refrescasse,  y  pusieronsela  a  la  cabecera, 
que  no  despertó  de  cansado  y  atormentado. 
Y  assi  reposaron  aquella  noche;  y  otro  dia 
oyeron  missa  y  comieron,  y  en  la  tarde 
apartólo  el  cauallero,  y  dixole  assi:  «Señor, 
no  ha  hauido  tiempo  para  yo  haueros  de  de- 
zir  en  quanto  cargo  vos  soy  por  la  buena 
obra  que  yo  de  vos  he  recebido,  y  no  se  con 
que  vos  lo  pueda  yo  pagar,  sino  con  deziros 
que  mi  persona  y  casa,  y  muger  y  hijos  es 
vuestro;  y  podeys,  señor,  hazer  de  todo 
como  cosa  vuestra.  Y  haueysme,  señor,  de 
hazer  otra  merced:  que  me  digays  quien 
soys.  y  donde  vays,  y  como  os  llaman;  por- 
que yo  soy  natural  deste  rey  no,  y  fue  yo 
cauallero  de  la  Tabla  Redonda  en  vida  de  su 
padre  deste  rey,  y  por  mi  edad  he  dexado 
la  corte;  y  algunas  vezes  vienen  por  aqui 
caualleros  andantes,  y  yo  los  recibo  y  huel- 
go mucho  con  ellos;  assi  por  el  bien  que  de- 
Uos  he  recebido,  como  por  yo  ser  cauallero, 
huelgo  con  los  caualleros  andantes» .  Y  Jofre, 
viendo  su  ancianidad,  y  que  era  cauallero 
de  merescimiento,  y  que  lo  hauia  menes- 
ter para  estar  alli,  porque  el  no  se  sentia 
para  yr  en  busca  de  Tablante,  según  su  fla- 
queza, dixole  la  verdad  como  hauia  passado 
desde  la  primera  hora;  pero  no  le  dixo  de 
ninguna  auentura  de  las  que  le  hauian  acon- 
tescido.  Y  quando  el  cauallero  supo  que  el 
yua  en  busca  de  Tablante  por  librar  al  con- 
de, holgóse;  y  quisiera  el  que  para  ser  dies- 
tro en  el  combatir,  que  le  huuieran  acontes- 
cido  algunas  auenturas;  pero,  por  lo  que  la 
hija  le  dixo,  pensó  que  bien  podia  ser, 
aunque  fuesse  tan  moco  y  no  vsado  a  las  ar- 
mas, que  fuesse  buen  cauallero,  y  dixole: 
«Señor  Jofre,  no  por  vna  cosa,  mas  por  mu- 
chas deuo  yo  holgar  de  vuestro  hospedalgo, 
y  teneros  en  mi  casa  tanto  quanto  fuere 
vuestra  voluntad;  assi  porque  me  librastes 
mi  hija  de  mayor  peligro  que  morir,  y  por- 
que ella  librada  la  honrastes  mucho,  y  por- 
que soys  de  la  corte  del  rey  Artur  mi  señor, 
y  jurado  de  la  Tabla;  y  porque  ys  en  deman- 
da de  mi  señor  el  conde  don  Milian,  y  por- 
que soys  hijo  del  conde  Donasen,  que  fue  el 
mayor  señor  y  amigo  que  yo  tune  en  la  cor- 
te. Porque  ambos  eramos  a  vna  sazón  caua- 
lleros, y  ambos  salimos  y  dexamos  la  corte 
de  acuerdo;  porque,  señor,  yo  os  ruego  que 
de  aqui  adelante  de  mi  y  de  mi  casa  no  se 
haga  mas  que  se  haria  de  lo  del  conde  vues- 
tro padre;  y,  cierto,  los  parientes  del  conde 
vos  son  en  muy  gran  cargo;  porque   este 


llanto  que  cada  noche  veys,  por  causa  del 
conde  se  haze».  Y  como  Jofre  estaua  muy 
quebrantado,  no  se  osaua  meter  en  camino, 
antes  se  curaua  porque  no  le  viniesse  algún 
daño;  y  al  cabo  de  (piinze  dias,  Jofre  dixo 
al  cauallero  que  el  se  sentia  aliuiado,  y  que 
queria  yr  en  su  demanda;  y  el  cauallero  le 
rogo  que  se  estuuiesse,  y  el  no  quiso  sino  yrse 
y  ver  si  lo  hallarla  alli,  y  si  no  que  se  bol- 
ueria  luego  alli  a  esperarlo.  Y  el  le  informo 
de  quantas  leguas  hauia  al  castillo  do  Rica- 
mente, y  de  la  manera  del  camino,  y  de  vna 
auentura  que  hauia  do  hallar,  si  por  dicha 
la  topasse,  que  era  la  muger  del  diablo, 
y  madre  del  Enano  y  del  malato,  y  de  otro 
hijo  que  alli  tenia.  Y  porque  era  muy  peli- 
grosa, le  auisaua  que  a  la  y  da  se  hauia  de 
guardar  que  no  perdiesse  el  camino  que  ha- 
zla vna  vereda  cabo  vna  fuente  adonde  ella 
estaua.  Y  el  le  dixo  que  si  no  porque  des- 
seaua  acabar  la  de  Tablante,  que  de  otra 
manera  el  yria  a  buscarla,  y  assi  se  partió 
en  acabando  de  comer,  y  antes  que  el  se 
partiesse,  la  donzella  lo  aparto  y  dixo:  «Se- 
ñor Jofre,  bien  paresce  que  yo  haya  recebido 
de  vos  mayor  beneñcio,  pues  que  es  dema- 
siado el  amor,  el  qual  me  ha  fecho  perder  la 
verguenca,  pedirvos  yo  a  vos  lo  que  vos 
hauiades  de  pedir  a  mir.  Yo,  señor,  vos  hago 
saber  que  desque  yo  vi  y  conosci  quantas 
virtudes  en  vos  moran,  yo  soy  tan  vuestra, 
y  estoy  tan  aparejada  para  vuestro  seruicio, 
que  no  hay  en  mi  mas  de  quanto  vos  podeys 
mandar.  Y  pues  yo,  señor,  tengo  edad  y  li- 
naje y  riquezas,  yo,  señor,  desseo  que  vos 
seays  señor  de  todo  ello;  lo  qual  vos,  señor, 
deueys  fazer,  porque  es  cierto,  señor,  que  en 
mas  peligro  esta  agora  mi  vida  que  quando 
estaua  en  poder  del  malato,  que  me  distes  la 
vida.  Esto,  señor,  yo  no  os  lo  dixera  agora, 
sino  que  vos,  señor,  os  vays  a  esta  auentura, 
y  podria  ser  que  no  querreys  boluer  por 
aqui;  y  si  esto  se  hiziesse  assi,  es  cierto  que 
yo  morirla  sin  vos  ser  dello  sabidor;  porque 
vos  pido  por  merced  que,  acabada  la  auentu- 
ra, vos,  señor,  os  vengays  por  aqui,  y  según 
razón,  siendo  yo  muger,  no  deuiera  dezir 
esto,  pero  no  me  culpeys,  sino  pensad  en  el 
remedio».  Jofre  se  hallo  tan  afrentado,  que 
era  marauilla,  que  no  supo  que  responder, 
sino  por  librarse  della  dixo:  «Señora,  yo  en 
esta  demanda  no  se  lo  que  Dios  de  mi  hará; 
si  la  acabo,  vna  cosa  os  certifico:  que  yo  no 
dispondré  de  mi  ninguna  cosa  sin  os  lo  hazer 
saber;  y  si  yo  no  hallo  alli  lo  que  busco,  yo 
boluere  por  aqüi  y  haura  lugar  de  hablar  en 
ello» .  Y  assi  se  despidió  dolía  y  se  fue  en  bus- 
ca de  Tablante,  y  ella  quedo  con  sus  cuy- 
dados. 


490 


LIBROS  DE  caballerías 


Cap.  XVII. —  Como  yendo  Jofre  en  busca  de 
Tablante,  perdió  el  camino,  y  hallo  la  fuen- 
te Peligrosa,  donde  mato  el  malato  del  dia- 
blo que  estalla  alli,  y  la  madre  del  malaio 
y  del  Enano. 

El  cuento  clize  que,  desque  Jofre  se  partió 
del  castillo  del  Hierro,  anduuo  j^or  sus  jor- 
nadas: y  yendo  vn  dia  pensando  en  todas  las 
auenturas  \  en  Bruniessen,  y  en  la  donzella 
donde  hania  partido ,  oluido  el  auentura  de 
la  fuente  Peligrosa,  donde  andmio  el  diablo. 
Y  como  el  cauallo  no  hania  benido  vn  dia  y 
vna  noche,  sintió  el  agua  y  guio  vna  vereda; 
y  al  dar  qne  le  dañan  las  ramas  de  los  arbo- 
les en  el  yelmo,  entro  en  su  acuerdo  y  pensó 
lo  que  era,  y  pesóle,  y  no  oso  boluer  de  ver- 
güenza de  si  mismo;  y  no  tardo  que  luego 
vido  vna  gran  enzina,  y  al  pie  vna  fuente, 
y  cabe  ella  vna  vieja  tan  luenga  como  vna 
íanca,  en  solos  los  hnessos,  y  el  pellejo  muy 
negro,  y  los  cabellos  prietos  y  luengos,  y  los 
pellejos  de  las  tetas  que  le  llegauan  a  la  ro- 
dilla, y  los  ojos  tan  sumidos,  que  apenas  se 
los  podian  ver ,  y  la  boca  muy  sumida ,  sin 
memoria  de  dientes .  y  todas  las  costillas  de 
fuera ,  y  muy  disforme  criatura .  T  el ,  aun- 
que vido  que  era  aquella  el  auentura,  no 
curo  sino  de  dar  agua  a  su  cauallo,  y  ella 
salió  detras  del  enzina ,  y  el  y  el  cauallo  se 
espantaron  de  la  visión;  y  ella,  con  mayores 
vozes  que  su  hijo  el  Enano,  le  dixo  que 
por  que  daua  agua  a  su  cauallo  en  aquella 
fuente;  que  bien  páresela  que  no  sabia  que 
era  la  fuente  Peligrosa:  y  cierto,  Jofre  huno 
gran  miedo,  que  nunca  en  auentura  tal  sin- 
tió, que  el  cabello  de  la  cabe§a  todo  sintió 
que  se  leuanto  hazia  arriba;  y  a  las  vozes  sa- 
lió vna  figura  de  hombre  muy  espantable  y 
con  vn  ramo  de  enzina  en  la  mano,  y  delan- 
te del  venia  vn  viento  tan  rezio ,  que  todos 
los  arboles  boluia.  Y  Jofre,  quando  lo  vio, 
apeóse  y  saco  su  espada  y  embrago  su  escu- 
do, y  la  fantasma  llego  y  dio  vn  palo  con  el 
ramo  sobro  Jofre;  y  plugo  a  Dios  que  otro 
mal  no  le  hizo,  sino  que  como  el  ramo  era 
grande,  quedo  Jofre  entre  las  ramas  y  aba- 
xole.  Y  el  fue  diziendo  que  le  hauia  de  dar 
con  el  espada;  y  quando  miro  estaua  ya  des- 
uiado  de  vna  gran  lanf.-a  en  luengo;  y  al  es- 
truendo que  tra\'an  salió  vn  hermitaño  que 
estaua  en  vna  hermita  junto  cabe  la  fuen- 
te, con  vna  cruz  y  con  agua  bendita;  y  lue- 
go la  fantasma  huyo  y  quedo  la  mala  visión 
do  la  vieja  arrimada  a  la  enzina.  Huno  Jo- 
fre della  tanto  enojo,  que  se  fue  a  ella,  y  con 
el  espada  hizola  toda  pedagos;  y  a  la  hora  vi- 
nieron mas  de  mil  cuernos,  3^  cada  vno  lleno 
su  peda9o;  y  el  hermitaño  dixo  a  Jofre:  «Se- 


ñor cauallero,  si  assi  huuieran  hecho  otros  que 
yo  he  librado,  no  huuieran  sido  muertas  mas 
de  cient  personas  de  muchas  maneras  que  aqui 
peligrauan;  pero  vnos  morian  y  otros  queda- 
ban tan  espantados,  que  tenian  que  en  ser  li- 
brados liazian  harto ,  y  assi  se  estaua  esta 
auentura  aqui.  Porque,  señor,  haueys  de  sa- 
ber que  esta  vieja  era  madre  desta  fantasma 
que  salia  y  madre  de  vn  malato,  y  madre  de 
vn  enano,  que  el  diablo  los  huno  todos  tres 
en  esta  vieja;  y  agora,  señor,  yo  soy  libre  de 
estar  aqui,  y  los  que  passaren  tanbien,  por- 
qite  la  hermita  fue  fecha  a  causa  della,  para 
librar  los  que  alli  morian» .  Y  quando  Jofre 
vido  la  auentura  acabada,  holgóse  mucho,  y 
fueronse  el  y  el  hermitaño  a  pie  al  hermita, 
y  comieron  de  lo  que  tenia,  y  estuuo  alli 
aquella  noche:  y  otro  dia  rogo  al  hermitaño 
que  por  ainor  del  fuesse  a  Camalot,  y  le  con- 
tase aquella  auentura  a  la  reyna;  y  el  her- 
mitaño se  lo  prometió,  y  Jofre  se  partió  a 
buscar  a  Tablante. 

Cap.  XYIII.  —  Como  llego  Jofre  al  castillo  de 
Bicamonte,  y  no  hallo  ay  a  Tablante,  y  los 
suyos  le  mostraron  al  conde  don  Milian  y 
trexientos  caualleros  que  estañan  presos. 

Desque  Jofre  se  despidió  del  hermitaño? 
fuese  por  su  camino  a  Ricamente,  y  los  su- 
yos le  preguntaron  que  quien  era,  y  el  dixo 
que  era  vn  cauallero  su  pariente  que  le  que- 
ría ver.  El  les  rogo  que  le  mostrassen  el  cas- 
tillo, y  las  tiendas,  y  los  presos,  y  ellos  lo 
hizieron  assi;  y  quando  acabo  de  ver  todas  las 
tiendas,  mostráronle  la  del  conde,  el  qual 
estaua  tan  ílaco  y  tan  debilitado,  que  no  lo 
conoscia;  y  Jofre  huuo  muy  gran  duelo  del, 
y  dixo  en  su  voluntad  que,  si  se  combatía 
con  el.  que  conflaua  en  Dios  que  se  lo  paga- 
rla, ya  los  otros  deziales  que  era  su  parien- 
te. Y  desta  via  le  mostraron  todos  los  presos 
y  dixeron  sus  nonbres,  y  quanto  hauia  que 
estañan  alli;  y  hallo  cauallero  que  hauia 
veynte  años  que  estaua  preso,  y  hallo  que 
sin  el  conde  eran  trezientos.  y  cada  vno  es- 
taua a  costa  de  si  mismo,  ellos  y  sus  caua- 
llos,  y  sus  mugeres  les  embiauan  dineros.  Y 
desque  todo  lo  vio,  y  se  informo  que  su  ve- 
nida hauia  de  ser  cierta  a  la  pascua  florida, 
acordó  de  boluer  al  castillo  del  Hierro. 

Cap.  XIX. — Como  Jofre,  bohiiendo  al  casti- 
llo del  Hierro  a  buscar  a  Tablante,  se  con- 
batio  con  vn  cauallero  por  librar  a  vna 
donzella,  y  lo  '¡nato. 

La  historia  cuenta  que  Jofre  se  partió  de 
Ricamente,  y  acordó  de  venir  al  castillo  del 


TABLANTE  DE  RICAMONTE 


491 


Hierro,  y  entro  en  su  camino,  y  anclnuo  seys 
dias  con  sus  noches ,  que  nunca  por  camino 
ni  fuera  del  vido  cosa  de  las  que  hauia  vis- 
to a  la  venida  que  vino  a  Ricamonte.  Y  era 
que,  como  no  sabia  la  tierra,  perdió  el  cami- 
no y  fue  por  otro  que  era  lexos  do  donde  el 
yua.  Y  el  camino  metiólo  por  vna  floresta 
llena  de  arboles  muy  espessos;  y  ya  que  era 
cerca  de  medio  dia,  vio  venir  vna  donzella 
encima  de  vn  palafrén ,  y  con  ella  vn  caua- 
llero  armado  de  todas  armas  defensiuas,  pero 
no  traya  lanca,  ni  espada,  ni  escudo;  y  la 
donzella  venia  haziendo  el  mayor  duelo  del 
mundo.  Y"  como  lo  vio  Jofre,  fue  espantado, 
pensando  que  podia  ser  aquello;  y  llego  a  la 
donzella  y  saludóla,  y  ella  con  muchas  la- 
grimas le  boluio  la  respuesta;  y  Jofre  le 
dixo:  «Donzella,  por  mesura,  deteneos  ,  que 
vos  quiero  preguntar  algo  de  vuestro  proue- 
cho»;  y  ella  se  detuuo,  y  el  cauallero  que 
venia  detras  della  se  detuuo  tanbien,  y  Jo- 
fre dixo:  «Donzella,  vos  me  perdonad  por  lo 
que  hago;  que,  como  yo  no  ha  mucho  que  es- 
toy en  este  habito,  no  daré  fe  de  ver  donze- 
lla caminar,  sino  vna  dias  ha,  y  otra  que  yo 
llene  en  mi  conpañia  vn  dia,  y  cada  vna  de 
su  manera,  y  agora  veo  a  vos;  y  por  esso,  y 
por  veros  hazer  tan  gran  duelo,  estoy  espan- 
tado, y  querria  que  me  dixessedes  que  ha- 
ueys,  por  que  llorays  y  que  querriades»;  y 
ella  dixo:  «Señor  cauallero,  de  os  dezir  yo 
mi  pena,  luego  os  la  diria,  si  supiesse  3^0 
que  erades  vos  Tablante  de  Ricamonte,  o  el 
cauallero  que  dizen  de  la  Lanca  peligrosa; 
j)orque  estos  dos  caualleros  sabemos  que  son 
tales  que  nadie  se  combatió  con  ellos  que  no 
fuesse  vencido;  pero  a  vos,  señor,  que  no  co- 
nozco, no  querria  poner  en  peligro;  en 
especial,  señor,  que  vos  dixistes  que  hauia 
poco  que  andauades  en  este  habito» .  Y  quan- 
do  Jofre  le  oyó  dezir  aquello,  dixo:  «Donze- 
lla, yo  no  dudo  sino  que  essos  caualleros  sean 
buenos  y  tales.  Pero  ya  sabeys  vos  que  dizen 
que  donde  hay  vn  bueno  hay  otro  mejor;  si 
vos  recebis  agrauio,  no  os  lo  digo  porque  yo 
vos  he  de  pouer  cobro;  pero  buen  consejo  es, 
y  no  deueys  dexar  de  dezirlo  a  todos,  y  po- 
dría ser  fallar  assi  el  remedio»  .  Entonces 
dixo  la  donzella:  «Señor,  mi  pena  es  gran- 
de, que  este  cauallero  y  yo  somos  hermanos, 
y  yo  siento  su  pena  y  la  mia,  y  veníamos  am- 
bos por  este  camino  que  dizen  de  la  Puente, 
el  qual  se  llama  assi  porque  hay  vn  rio ,  y 
passanlo  por  vna  puente;  y  nosotros  yua- 
mos  a  la  corte  del  rey  Artur,  por  algunas 
cosas  que  nos  cumplen  a  nuestra' hazienda, 
y  mi  hermano  adoles'-io  en  el  camino.  Esta 
señor  alli  en  la  puente  vn  cauallero,  el  qual 
es  señor  de  la  torre  que  dizen  del  Miradero, 


y  salió  a  nosotros  y  dixo  a  mi  hermano  que 
no  passaria  sin  justa ;  y  como  yua  dolien- 
te dixo  que  no  era  para  ello;  y  el  porfió 
tanto  con  mi  hermano  que,  aunque  le  requi- 
rió con  Dios  y  con  el  rey  y  con  caualleria 
que  nos  dexasse  yr,  no  quisso;  y  por  esto  el 
fue  a  mi  hermano  y  tiróle  el  espada  y  la 
lanca  y  el  esciulo ,  y  dixo  que  lo  mataría  si 
luego  no  juraua  de  me  llenar  alli  a  su  torre, 
que  es  vna  heredad  suya ,  para  hauerme  de 
deshonrar,  y  mi  hermano,  por  no  morir,  juro 
de  me  llenar»  .  Pues  viendo  Jofre  tan  gran 
fuerza,  huno  duelo  de  la  donzella,  y  dixo  a 
su  hermano  que  la  dexasse,  que  bien  podia 
jurar  que  se  la  tomaron;  y  la  donzella  ,  por 
no  ser  deshonrada  del  cauallero,  bien  lo  qui- 
siera, pero  su  hermano  dixo:  «Señor,  el 
quedaua  caualgando  y  luego  vendrá ,  y  yo 
soy  el  que  lo  pagare,  q^ie  a  mi  me  matara;  y 
por  esso,  señor,  no  oso» ;  y  Jofre  dixo:  «¿Como, 
no  creeys  que  hay  quien  vos  libre  de  sus 
manos?»  Y  en  esto  miro  la  donzella  y  vidolo 
venir ,  y  dixo  a  Jofre :  «  Señor  cauallero , 
yduos,  que  vedlo  aqui  do  viene;  y  pues  mi 
desdicha  fue  esta,  no  quiero  poner  en  auen- 
tijra  a  nadie»;  y  luego  la  donzella  comento  a 
yrse.  Y  Jofre,  viendo  que  ñola  podia  tener 
para  esperar  al  cauallero,  echo  la  mano  a  las 
riendas  del  palafrén,  y  por  fuerga  la  detuuo; 
y  el  hermano  mostró  que  quisiera  andar,  y 
comen9o  a  porfiar  con  Jofre;  y  en  esto  llego 
el  cauallero,  y  dixo:  «Dezid,  cauallero,  ¿que 
teneys  vos  que  hazer  con  essa  donzella?»  Y 
Jofre  dixo:  «Cierto,  mas  que  vos;  porque  vos 
le  quereys  hazer  mal,  y  yo  querriale  hazer 
bien»;  y  el  cauallero  dixo  a  Jofre:  «Esso, 
¿como  lo  sabeys  vos?»  Y  Jofre  dixo:  «Porque 
ellos  me  han  dicho  las  cosas  que  han  pasado; 
y  porque  veays  si  es  verdad ,  diganvoslo 
ellos»  ;  y  ellos  dixeron  que  era  verdad  que 
ellos  se  lo  hauian  dicho,  procurando  de  ser 
remediados;  y  Jofre  dixo  al  cauallero  si  era 
assi  verdad,  y  el  dixo  que  si.  Y''  Jofre  dixo, 
que  pues  aquel  cauallero  estaña  malo,  y  no 
estaua  para  pelear ,  que  no  era  razón  hazer 
lo  que  hizo,  ni  embarazarle  su  camino  y  que- 
rer deshonrar  vna  donzella:  en  especial  que 
yuan  a  la  corte  del  rey  Artur  su  señor ;  y 
que  a  el  conuenia  ayuclalles.  Y  el  respondió 
que  el  no  tenia  razón  pai'a  tomar  la  deman- 
da por  ellos,  que  ellos  eran  sus  presos  y  que 
los  dexasse  seguir  sii  camino,  para  que  fues- 
sen  a  cumplir  el  juramento  que  hauian  fe- 
cho. Jofre  dixo  al  hermano  de  la  donzella  si 
antes  que  jurasse  si  le  hauia  requerido  con 
Dios  o  con  el  rey  que  los  dexasse  yr  su  ca- 
mino, y  el  dixo  que  si;  y  Jofre  torno  a  pre- 
guntar al  cauallero.  E  entonces  dixo  Jofre  al 
cauallero:  «Pues  esto  es  asi,  a  vos,  señor  ca- 


492 


LIBROS  DE  caballerías 


uaUero,  conuiene  dexarlos,  o  vos  o  yo  nos 
hemos  de  combatir,  porque,  en  otra  manera, 
yo  recibiría  muy  gran  verguenca  de  ver  y 
consentir  que  vos,  so  habito  de  cauallero,  fa- 
ga y  s  ñierca  a  los  que  van  a  la  corte  del  rey 
mi  señor» .  Y  el  dixo ,  que  por  cierto  el  no 
dexaria  los  presos  por  el  ni  por  diez  tales 
como  el;  y  que,  aunque  fuessen  diez,  que 
vno  a  vno  los  entendía  prender  y  matar ;  y 
Jofre  le  dixo:  «Yo  no  dubdo  sino  que  vos 
seays  buen  cauallero,  desso  me  plaze  a 
mi;  pero  vna  cosa  os  hago  saber:  que  aun- 
que yo  no  sea  diez ,  sino  vno,  los  presos  no 
yran  con  vos» .  Y''  como  aquello  vido  el  ca- 
uallero, dixo  a  Jofre:  «Pues  apartadvos, 
que  yo  os  mostrare  que  huuierades  me- 
nester compañía» .  Y'  entonces  apartáronse  y 
vinoso  para  Jofre,  y  Jofre  se  fue  para  el,  y 
dieronse  sendos  encuentros;  y  el  cauallero 
quebró  la  langa  en  Jofre,  y  Jofre  diole  por 
medio  de  los  pechos  y  passole  el  escudo,  y 
metióle  media  braca  de  langa  de  la  otra  par- 
te. Y  quando  Jofre  vio  su  golpe,  dexo  la  lau- 
ca en  el  cauallero,  y  luego  el  cauallero  cayo 
muerto .  Entonces  Jofre  se  apeo ,  y  saco  su 
langa  y  limpióla,  y  torno  a  caualgar,  y  dixo 
burlando:  «Agora  vengan  los  nueue»;  y  pre- 
gunto a  la  donzella  donde  quedauan  las  ar- 
mas de  su  hermano,  y  ella  dixo:  «Señor,  no 
se  sino  que  alli  a  la  puente  se  las  tiro »  .  Y" 
entonces  todos  tres  boluieron  a  la  puente  y 
hallaron  vnos  hombres  suyos;  y  como  vieron 
la  donzella  y  el  cauallero,  entendieron  que 
aquel  cauallero  se  hauia  conbatido  con  su 
amo,  y  preguntáronle  por  el,  y  Jofre  les 
dixo:  «¿So3'S  vosotros  de  vn  cauallero  que 
prendió  a  esta  donzella  y  a  su  hermano?»  Y 
ellos  dixeron:  «Si».  Y  el  dixo:  «Pues  yd 
alia,  que  bien  vos  haze  menester  que  le  ayu- 
deys  a  yr  a  la  corte» ;  y  ellos  vieron  que  su 
amo  era  muerto  o  herido.  Y''  Jofre  vio  la  lau- 
ca y  el  espada  y  el  escudo  del  cauallero ,  y 
mándeselo  tomar;  y  el  tomo  sus  armas,  y  di- 
xole  Jofre:  «Que  pues  el  los  hauia  librado, 
que  en  buen  hora  se  fuessen  a  la  corte  y  la 
donzella  se  presentasse  a  la  reyna  Ginebra 
y  le  contasse  aquella  auentura»  .  Y"  ellos  lo 
hizieron  assi.  Y  quando  esto  oyó  la  reyna, 
fue  muy  gozosa  y  mandola  poner  en  escrip- 
to,  y  marauillauanse  mucho  de  la  bondad  de 
Jofre,  y  desseauan  que  Jofre  se  hallasse  con 
Tablante. 

Cap.  XX. —  C07710  llego  Jo/re'  al  ¡castillo  del 
Hierro,  y  espero  alli  hasta  qiic  supo  que 
Tablante  era  venido  a  Ricamonie. 

Dize  el  cuento   que  desj^ues  que  Jofre  li- 
bro a  la  donzella  y  a  su  hermano,  y  los  em- 


bio  a  la  corte,  que  anduuo  todo  aquel  dia 
que  no  hallo  poblado  ninguno,  y  que  ya  bien 
noche,  que  alcango  vn  peón,  y  como  Jofre 
llego,  saludólo  y  preguntóle  de  donde  era,  y 
el  dixo  que  era  criado  de  vnos  monjes  de  vn 
monesterio  que  estaña  cerca  de  alli,  y  Jofre 
holgóse  de  oj^rlo,  por  la  necessidad  que  lle- 
uaua,  y  fuele  preguntando  por  muchas  co- 
sas, y  de  todo  le  dio  razón;  y  preguntóle  por 
el  cauallero  de  la  Puente,  y  dixole:  «Alli, 
señor,  esta  vna  auentura,  de  cuya  causa  pas- 
san  por  alli  pocos ;  que  esta  alli  vn  gran 
cauallero  y  de  alli  haze  muchos  agrauios» ;  y 
Jofre  le  dixo  que  ya  no  los  haria.  que  el  se 
hauia  combatido  con  el  y  le  hauia  prometido 
de  no  hazer  ya  mal  a  nadie;  y  preguntóle 
por  el  castillo  del  Hierro,  y  rióse  dello,  di- 
ziendo  que  estaña  muy  lexos  y  por  traues, 
pero  que  de  alli  del  monesterio  yua  vn  ca- 
mino hazia  aquella  tierra,  y  que  no  fallarla 
quien  le  dixesse  como  fuesse  alia ,  pero  que  ha- 
uia camino  de  quatro  dias  y  despoblado  todo; 
y  era  bien  noche  que  llegaron  al  moneste- 
rio, y  quando  llegaron  estañan  las  puertas 
cerradas,  y  el  moco  llamo,  y  abriéronle,  y 
fue  a  dezir  al  padre  que  estaua  alli  vn  caua- 
llero, y  mandóle  abrir,  y  dieronle  bien  de 
cenar  a  el  y  a  su  cauallo,  y  otro  dia  oyó 
missa,  y  comió,  y  partióse,  y  anduuo  por  sus 
jornadas  hasta  que  llego  al  castillo  del  Hier- 
ro, donde  fue  recebido  y  seruido.  Y  como  an- 
duuo de  las  malas  noches  y  peores  dias  fa- 
tigado, acordó  de  estar  alli  arreziando.  hasta 
que  viniesse  el  tiempo  de  yr  a  Ricamonte;  y 
alli  contó  al  cauallero  como  a  la  yda  se  hauia 
perdido,  y  hallo  el  auentura  de  la  fuente 
Peligrosa,  y  como  mato  a  la  vieja;  y  que  a  la 
venida  se  perdió,  y  mato  al  cauallero  de  la 
torre  del  Miradero,  y  estuuo  alli  muchos  dias; 
y  desque  vido  tiempo,  despidióse  de  la  don- 
zella con  las  condiciones  dichas,  y  de  su 
padrO;,  y  metióse  a  andar. 


Cap.  XXL—  Como  Jofre  fue  a  Ricamonte  y 
hallo  alli  a  Tablante;  y  de  las  raxones  que 
entre  ellos  j^^ssaron,  y  como  se  combatió 
con  el  y  lo  rendo,  y  libro  al  conde  don  Mi- 
lian  y  a  los  otros  trecientos  caualleros  que 
tenia  presos  ('). 

La  historia  dize  que  Jofre  yua  por  el  ca- 
mino pensando  en  aquellas  dos  donzellas,  y 
como  ambas  eran  de  buen  linaje,  y  señoras 
de  vassallos,  y  ambas  gentiles,  y  aunque  ha- 
Uaua  que  Brimiessen  era  mas  hermosa,  y  en 


(')  Xo  corresponde  por  completo  este  epígra 
contenido  del  capítu'o. 


ife  al 


TABLANTE  DE  RICAMONTE 


493 


especial  que  le  daña  aquella  guerra,  y  esta 
otra  no,  y  no  sabia  que  forma  se  tener;  y  en 
esto  fue  aquellos  dias,  hasta  que  llego  a  Ri- 
camonte  víspera  de  pascua,  y  en  llegando 
pregunto  por  Tablante,  y  dixeronle  que  era 
venido;  y  el  dixo  que  lo  hiziessen  saber  que 
era  venido  alli  vn  cauallero  de  los  de  la  Ta- 
bla Redonda,  el  qual,liauiendo  oydo  dezir  su 
gran  bondad,  y  que  era  muy  buen  caualle- 
ro, se  venia  a  combatir  con  el,  «poripie  si  el 
me  venciere,  yo  llenare  lionra  de  ser  venci- 
do de  tan  buen  cauallero,  y  si  lo  venciere, 
seré  honrado  en  veucer  vn  buen  cauallero» . 
Y  los  suyos  fueron  a  Tablante,  y  dixeronseJo 
todo  como  el  lo  dixo;  y  el  fue  marauillado, 
¡lorque  el  solia  buscar  a  otros  y  no  otros  a  el, 
y  dixo:  «Yo  quiero  salir  a  verlo» ;  y  quando 
salió  vidolo  gentil  cauallero,  y  buen  cauallo  y 
buenas  armas,  y  bien  lindas,  y  buena  dispu- 
sicion.  Y  miróle  el  escudo  do  los  del  otro 
tiempo,  que  se  lo  hauia  dado  el  cauallero  se- 
ñor del  castillo  del  Hierro,  que  el  suyo  se 
hauia  quebrado  en  la  casa  Encantada;  pares- 
ciole  bien,  y  pensó  que  era  algún  cauallero 
anciano  que  algunas  vezes  acostumbrauan 
salir  a  prouarse  con  los  buenos  caualleros  del 
tiempo,  y  desque  lo  miro,  dixole:  «Señor, 
estos  mios  me  han  dicho  que  dezis  que  ve- 
nís a  conbatiros  conmigo.  Yo  lo  he  por  bien; 
pero  hoy  es  víspera  de  pascua,  y  mañana  es 
el  dia,  y  no  es  razón  entender  en  cosa  de 
armas;  mas  si  os  plazera,  hoy  y  mañana  sed 
mi  combidado.  y  el  lunes  se  podra  hazer  esto 
que  vos  pedis,  y  de  buena  gana» .  Y"  Jofre 
dixo:  «Señor:  si  esto  a  vos  os  plaze,  a  mi 
también,  y  sea  como  vos  lo  niandaredes» .  Y 
Tablante  le  rogo  que  se  apeasse,  y  el  lo  hizo 
luego;  y  los  del  castillo  tomaron  el  cauallo, 
y  Tablante  les  mando  que  lo  curassen  como 
a  los  suyos;  y  Jofre  desarmóse,  y  dio  sus  ar- 
mas a  vno  de  los  del  castillo.  Y  quando  Ta- 
llante lo  vido,  tunóse  por  engañado  en  que  lo 
vido  tan  moco,  y  no  dixo  nada;  y  pensó  que 
era  algún  cauallero  nouel,  y  que  alguna  li- 
uiandad  lo  hauia  mouido  para  venirlo  a  bus- 
car; y  pensó,  que,  si  antes  aquello  supiera, 
«lue  en  llegando  tirara  aquel  cuydado.  Pero^ 
porque  le  hauia  comencado  a  fazer  honra, 
siguióla  todavía  y  dixo  (^ue  les  diessen  de  ce- 
nar, y  cenaron  juntamente;  y  en  la  noche 
aposentáronlo  muy  bien,  y  otro  dia  domingo 
oyeron  missa,  y  en  la  tarde  caualgaron,  y 
hablaron  mucho  en  las  cosas  de  la  caualle- 
ria,  y  en  lo  de  las  armas.  Y  tanto  vido  Ta- 
blante en  Jofre,  assi  en  cortesía,  como  en 
crianza,  como  en  razones,  que  conoscio  que 
era  hijo  de  algún  cauallero;  y  que  con  buen 
desseo  hauia  salido  a  buscarlo,  y  que  como 
no  sabia  que  cosa  era  bolar  de  la  silla,  que 


pensaua  que  no  hauia  mas  de  lo  que  pensaua. 
Todo  esto  passo  a  Tablante  por  pensamiento, 
y  llamóle  y  dixole:  «Señor  cauallero,  quan- 
do aqni  llegastes,  de  vos  pense  vna  cosa,  y 
desque  os  apeastes  pense  otra,  y  después  acá 
esotra;  por  (]ue  yo  ({uerria  (jue  mirassedes  mi 
honra,  y  también  la  vuestra,  y  vos  y  yo  que- 
dassemos  muy  amigos;  y  esto  digolo  mas 
por  piedad  ijue  por  otra  cosa,  y  por  muchas 
cosas  buenas  que  de  vos  he  conoscido.  Por- 
que os  ruego  t]ue  me  digays  ([ue  fue  la  causa 
que  os  mouio  a  me  venir  a  buscar,  y  de  que 
tierra  soys,  y  vuestro  nombre»;  j  Jofre  le 
dixo:  «Señor,  lo  que  vos  pensastes  luego  y 
después  yo  no  lo  se;  pero  hagoos.  señor,  sa- 
ber, que  yo  soy  cauallero  armado  e  hijo  de 
cauallero,  y  soy  de  los  de  la  Tabla  Redonda; 
y  vengóme  a  conbatir  con  vos  por  tomar 
emienda  de  vna  deshonra  (|ue  vos  hazeys  al 
rey  Artur,  mi  señor,  en  prenderle  y  tenerle 
preso  al  conde  don  Milian,  y  deshonrarle  aco- 
tándole como  a  ladrón;  y  esta  es  la  verdad, 
pues  la  quisistes  saber.  De  mi  nombre  no 
cureys,  señor,  del,  por(]ue  yo  soy  cauallero 
de  poco  tiempo  acá  y  no  lo  haueys  oydo,  y 
si  fuere  menester,  dezirse  ha  quando  sea 
tiempo» . 


Cap.  XXH.  —  Como  llego  Tablante  de  Rica- 
monte  a  la  corte  del  rey  Artur  jwr  prisio- 
nero de  Jofre,  y  lleuo  consigo  los  trecien- 
tos caualleros  qut  Jofre  libro. 

Dize  el  libro  que  Tablante  se  marauillo  de 
la  respuesta,  y  que,  aunque  el  cauallero  en 
el  gesto  páresela  mogo,  en  la  respuesta  era 
viejo;  y  Tablante,  porque  desque  a  su  tierra 
llego  siempre  lo  honro,  y  siguió  aquello  en 
todo,  y  dixole:  «Señor,  yo  he  conoscido  tan- 
ta virtud  de  vos,  que  por  ella  no  querría  ve- 
nir en  rompimiento  de  armas;  porque,  señor 
cauallero,  lo  que  yo  agora  vos  quiero  dezir 
no  lo  acostumbro  dezir  a  nadie,  y  es  esto: 
Que  harto  haueys  ganado  de  honra  en  hauer 
venido  a  mi  casa  a  buscarme,  y  que  yo  me 
escuse  de  ser  combatido  con  vos,  y  que  con 
esta  honra  vos  vays;  y  esto  se  haze  por  vues- 
tro merescimiento,  y  porque  paresce  que 
hemos  vos  y  yo  comido  en  vno  como  si  fue- 
ramos  hermanos;  y  os  veo  tan  moco  y  con 
tan  buen  desseo,  que  yo  holgaría  desto,  y 
por  esso  os  lo  digo» ;  y  Jofre  le  respondió,  y 
dixo:  «Señor  Tablante,  cierto,  5^0  agradezco 
vuestra  buena  voluntad;  pero  ya  veys  que  se 
diria  de  mi  en  la  corte  del  rey,  donde  yo 
publií^ue  (pie  venia  a  combatirme  con  vos, 
desque  supiessen  que  lo  hauia  dexado;  saluo 
si  fuesse  en  vna  manera,  que  yo,  señor,  vine 


494 


LIBROS  DE  caballerías 


publicando  que  venia  a  pediros  al  conde  don 
ililian.  no  sabiendo  que  liauia  mas,  j  des- 
pués he  visto  todo  lo  de  vuestra  casa,  y  esto 
de  proposito  de  pediros  también  todos  essos 
otros  caualleros;  mas,  por  la  mucha  honra 
que  yo  en  vuestra  casa  he  recebido,  yo  me 
contentare  con  solo  el  conde,  y  liare  cuenta 
que  os  doy  de  gracia  essos  otros;  y  haueysme 
de  dar  viuo  al  conde,  y  libre  de  qualquier 
omenaje  que  el  vos  haya  hecho».  Y  quando 
Tablante  esto  oyó,  enojóse,  y  dixo:  «Pues 
aun  yo,  señor  cauallero,  mas  honra  os  queria 
hazer:  y  pues  que  assi  es,  recebid  la  volun- 
tad hoy,  y  mañana  recebid  mi  obra» ;  y  en 
esto  hizose  hora  de  cenar,  y  cenaron  y  dor- 
mieron;  y  otro  dia  de  mañana,  dLxo  Jofre 
que  le  llamassen  a  Tablante;  y  el  abaxo  del 
castillo,  y  Jofre  le  dixo:  «Señor,  ya  os  tengo 
dicho  a  lo  que  soy  venido,  y  por  la  mucha 
cortesía  que  en  vos  he  hallado,  yo  querría 
dexar  la  batalla  y  Ueuar  comigo  al  conde;  y 
si  esto  vos  quereys,  yo  jurare  de  no  ser  con- 
tra vos  jamas;  saluo  en  defendimiento  de  mi 
persona  y  bienes,  o  de  la  corona  real»;  y  Ta- 
blante le  dixo:  «Señor  cauallero,  sí  esso  yo 
quisiera,  ya  ñiera  hecho:  y  no  digo  al  conde, 
pero  al  menor  de  quantos  aquí  hay  no  os 
daré  sin  batalla;  y  yo,  señor,  os  embiare 
vuestro  cauallo  y  armas,  y  oyamos  missa,  y 
demos  fin  a  este  negocio».  Y  Jofre  le  dixo 
que  sería  bien  ordenar  condiciones,  y  Ta- 
blante enojóse,  y  dixo:  «¿Que  condiciones? 
sino  que,  el  que  cayere,  que  lo  mate  el  otro» ; 
y  Jofre  le  dixo:  «Señor  Tablante,  pensad 
bien  en  ello,  que  vno  es  agora,  y  otro  sera 
entonces;  pero,  si  vos  mandays,  sea  assi. 
Que  si  vos  me  vencieredes,  que  yo  quede  a 
todo  lo  que  de  mi  (faisieredes  hazer,  o  me 
matar,  o  me  prender;  y  que,  si  yo  os  vencie- 
re a  vos,  que  no  os  pueda  matar,  sino  que 
solamente  hayas  de  ser  mi  prisionero;  y  que, 
aunque  os  pudiesse  matar  después  de  preso, 
no  pueda;  y  esto  a  ley  de  cauallero;  y  siendo 
vos  i^reso,  que  luego  sean  libres  el  conde 
don  Milian  y  todos  los  otros  que  aqui  te- 
neys  presos,  y  esto  que  lo  juremos  vos  y 
yo».  Pues  oyendo  estas  cosas,  por  vna  parte 
se  enojaua,  y  por  otra  le  páresela  bien;  y  te- 
niéndole en  poco,  reyase  de  lo  que  le  oya,  pero 
al  fin.  otorgólo  y  jurólo.  Y  luego  le  truxeron 
su  cauallo  y  armas,  y  mirólas  todas  por  ver 
si  le  hauían  heclio  algún  engaño,  y  miro  las 
riendas  y  la  cincha,  y  vídolo  todo  muy  bue- 
no, y  caualgo  en  su  cauallo,  y  tentólo.  Y 
también  Tablante  de  Rícamonte  subió  en  su 
castillo  y  armóse,  y  caualgo  en  su  cauallo,  y 
vino  adonde  Jofre  estaua,  y  llamaron  a  to- 
dos los  trezientos  caualleros  que  estañan  en 
las  tiendas,  y  pusiéronlos  al  derredor  como 


palenque;  y  delante  de  todos  le  torno  a  re- 
querir Jofre  que  si  le  plazia  darle  sin  bata- 
lla lo  qiie  pedia,  que  el  lo  faria.  Tablante  le 
dixo:  «Cauallero,  catad  que  no  estays  ya  en 
tiempo,  sino  que  cada  vno  trabaje  por  su 
honra,  y  ayude  Dios  al  que  quiera  ayudar» ; 
y  en  esto  apartóse  Tablante  a  vn  cabo  y  Jo- 
fre a  otro,  y  viniéronse  el  vno  para  el  otro, 
y  dieronse  tan  grandes  encuentros,  que  las 
laucas  hizieron  peda(;'Os;  y  luego  pusieron 
mano  a  las  espadas,  y  dauanse  tan  grandes 
golpes,  que  era  marauílla  no  hazerse  peda- 
mos. Y  andándose  hiriendo,  corto  Jofre  vna 
rienda  al  cauallo  de  Tablante,  y  no  se  podia 
valer;  y  Jofre  dixo  que  le  páresela  que  a  pie 
podían  llenar  al  fin  la  batalla,  y  apeáronse,  y 
comencaronse  otra  vez  a  pie  a  combatir;  y 
daua  Jofre  a  Tablante  los  golpes  tan  rezios, 
que  lo  desatentaua;  y  dezia  en  su  coracon 
qiie  jamas  se  hauia  combatido  con  hombre 
(jue  tales  golpes  le  diesse;  y  ambos  andauan 
heridos,  que  se  cortauan.  las  armas  y  la  car- 
ne. Y  Jofre  pensaua  otro  tanto  como  Tablan- 
te, (|ue  nunca  hauia  hallado  cauallero  que 
tales  golpes  le  diesse;  y  andando  en  esto, 
pensó  Jofre  que  podia  ser  que  el  cauallero 
eobrasse  fuerca,  y  que  el  no  recibiría  honra. 

Y  acordosele  cuyo  hijo  era,  y  cuyo  cauallero 
era;  y  embraco  su  escudo,  y  tomo  el  espada 
con  ambas  manos;  y  como  era  mo^o,  dio  vn 
salto  muy  cerca  de  Tablante,  y  diole  vn  tan 
gran  golpe  encima  del  yelmo,  que  se  lo  abo- 
llo y  metió  dentro;  tanto  que  el  golpe  le  hizo 
tocar  en  los  caxcos  de  la  cabera  con  el  yelmo 
y  atordescioselo,  y  Tablante  cayo,  y  Jofre 
salto  sobre  el  y  tiróle  el  yelmo,  y  dixole: 
«Que  buena  liauia  sido  la  condición,  que,  sí 
no  la  huuiera,  bien  pudiera  matarlo,  y  que  so 
otorgasse  ¡Dor  su  preso» ;  y  Tal)lante  dixo  que 
se  otorgaua  como  lo  hauia  jurado,  y  que  el 
daua  por  libres  y  quitos  al  conde  y  a  todos  lo 
otros  trezientos  caualleros  que  alli  estañan. 

Y  entonces  Jofre  le  ayudo  a  leuantar,  y  dixo: 
«Señor  Tablante,  agora  podeys  vos  saber  mí 
nombre:  que  es  Jofre,  hijo  del  conde  Dona- 
son,  cauallero  de  mí  señora  la  reyna  Gine- 
bra» .  Y  luego  salió  del  castillo  vna  donzella 
con  medicinas,  y  en  vna  tienda  de  vn  caua- 
llero de  los  presos  desarmaron  a  Jofre,  y  lo 
curaron;  y  aquella  misma  donzella  curo  de 
Tablante,  y  dixoles  que  mírassen  por  si,  que 
estañan  mal  feridos.  Y  Jofre  llamo  a  Tablan- 
te, y  dixo  <iue  el  se  queria  yr  al  castillo  del 
Hierro;  y  que  lo  rogaua  que  mientra  el  sa- 
nana, (pie  curassen  mucho  del  conde, porque 
estaua  muy  flaco;  y  que  en  sanando,  el  y  el 
conde  y  los  caualleros  se  fuessen  para  el  cas- 
tillo, lo  qual  se  hizo  assi.  Y  dixo  Jofre  a  Ta- 
blante ipie  el  no  estaua  para  licuar  armas, 


TABLANTE  DE  RICAMONTE 


491 


que  le  rogaiia,  si  las  dexasse  alli,  que  el  se 
las  hiziesse  lleuar,  y  Jofre  se  las  dexo,  y  el 
dixo  que  con  las  suyas  yrian.  Jofre  se  despi- 
dió del  conde,  que  lo  íue  a  ver  antes  que  i^ar- 
tiesse,  y  de  los  otros  caualleros;-y  caualgo 
en  su  cauallo,  e  liizose  curar  muy  bien  y  li- 
gar las  heridas,  y  fuese;  y  como  no  yua  bus- 
cando aucnturas,  en  cinco  dias  llego  al  cas- 
tillo del  Hierro.  Y  como  lo  vieron  venir  des- 
armado y  ligado,  pensaron  que  Tablante  lo 
hauia  vencido,  y  huuieron  gran  pesar  todos; 
y  el  se  hizo  curar,  y  dieronle  vna  cama  buena, 
y  con  el  camino  enconáronse  las  heridas,  y 
estuuo  en  gran  peligro;  pero  al  fin  de  quinze 
dias  fue  bien  sano,  y  en  este  tiempo  nunca 
le  osaron  preguntar  nada,  pensando  que  ve- 
nia preso.  Y  vn  dia  llego  vn  mogo  al  castillo 
y  por  caso  fallo  al  cauallero  a  la  puerta,  y 
preguntóle  por  Jofre;  y  el  cauallero  le  dixo 
que  cuyo  era.  Y  el  dixo  que  era  de  vn  caua- 
llero que  se  dezia  Tablante,  señor  de  Rica- 
mente; y  al  cauallero  pesóle  oyr  mentar  su 
nombre,  y  dixo  al  moco  que  donde  estaua,  y 
el  dixo:  «Ay  viene,  V  con  el  trezientos  caua- 
lleros».  Y  el  entonces  pensó  que  venian  a 
cercar  a  Jofre;  y  entro  dentro  y  cerro  la 
puerta  del  castillo,  y  fue  a  Jofre  con  muy 
gran  miedo,  y  dixole:  «Señor,  poned  vos 
gran  cobro  en  el  castillo,  que  yo  voy  a  poner 
cobro  en  la  villa,  que  Tablante  viene  con 
trezientos  caualleros»;  y  Jofre  rióse  mucho 
dello,  y  dixo:  «Pues  vamos  a  dezirlo  a  la  se- 
ñora y  a  vuestra  hija» ;  las  quales,  quando 
oyeron  que  venia  Tablante,  fueron  tan  assom- 
bradas,  que  fue  marauilla;  entonces  dixo 
Jofre:  «Pues  ¿que  os  paresce?»  Dixo  el  caua- 
llero: «Señor,  aqui  hemos  de  estar  a  vuestro 
parescer».  Dixo  entonces  Jofre:  «Si  a  mi  pa- 
rescer  estajes,  es  que  le  abrays  las  puertas, 
y  les  deys  bien  de  cenar  y  buenas  camas 
donde  duerman;  porque  quiero  que  sepays 
que  aqui  viene  el  conde  don  Milian,  y  vie- 
ne suelto,  y  Tablante  viene  preso» .  En  esto 
vieron  que  Jofre.  aunque  ]io  les  hauia  di- 
cho nada,  que  el  hauia  vencido  el  campo,  y 
holgaron  mucho  dello,  y  tanto  que  no  se 
hallauan  de  plazer,  y  luego  ellos  adereca- 
ron  para  el  conde  vna  cámara,  y  para  Ta- 
blante otra;  y  a  los  caualleros  llenáronlos 
aposentar  a  la  villa,  (pie  venian  todos  a  pie, 
y  en  esto  llegaron  todos.  Y  el  cauallero  y  la 
muger  y  la  hija  fueron  a  besar  la  mano  al 
conde,  el  qual  venia  tan  flaco,  que  no  lo  co- 
noscian;  y  todos  estuuieron  alli  ocho  dias, 
I^ensando  que  el  conde  se  concertara  para 
que  fuera  con  Tablante,  y  desque  vieron  que 
no  podia  ser,  llamo  Jofre  a  Tablante  y  a  los 
caualleros  y  dixoles  que  a  el  se  le  hazia  cada 
dia  vn  año;  porque  hauia  de  yr  a  la  corte, 


que  hauia  dias  que  no  hauia  ydo  alia;  y  que 
les  rogaua  que  ellos  se  fuessen  luego  con 
Tablante,  y  que  le  dixessen  de  su  parte  a  la 
reyna  Ginebra,  presentándose  ante  ella, 
toda  el  auentura  como  passo;  y  que  le  dixes- 
sen que  el  quedaua  en  el  castillo  del  Hierro 
con  el  conde,  y  que  el  conde  y  el  quedauan 
flacos;  lo  qual  Tablante  y  los  caualleros  se  lo 
prometieron;  y  quedo  el  conde  y  Jofre  en  el 
castillo. 

Yamos  a  Tablante  y  a  los  trezientos  caua- 
lleros que  se  fueron  a  la  corte. 


Cap.  XXIII. —  Como  Tablante  parí io  del  cas- 
tillo del  Hierro  C07i  los  ire^.icnios  caualle- 
ros; y  como  fue  recehido  del  rey  y  de  la 
reyna;  y  esperaron  alli  hasta  que  vino 
Jofre. 

Después  que  Tablante  fue  encima  de  su 
cauallo  y  armado,  y  los  trezientos  caualleros 
a  pie  se  partieron,  y  anduuieron  por  sus  jor- 
nadas, tanto  que  en  quinze  dias  llegaron  a 
la  corte;  la  qual  a  la  sazón  estaua  toda  llena 
de  caualleros.  Y  quando  vieron  venir  tanta 
gente  tras  vn  cauallero,  fueron  todos  espan- 
tados, y  fueronlo  a  decir  al  rey  y  ala  reyna; 
los  quales  con  todos  los  caualleros  y  dueñas 
que  alli  estañan  salieron  a  ver  a  las  vanta- 
nas  que  cosa  era,  y  la  metad  de  la  ciudad 
también. 

Y  ellos  estando  assi ,  el  rey  embio  a  de- 
zir  al  cauallero  que  le  dixesse  quien  era, 
y  el  dixo:  «Dezid  a  su  merced  que  soy  vn 
cauallero  que  otra  vez  vine  a  su  corte,  y  que 
me  parti  della  con  mas  honra  que  agora  ven- 
go. Y  dezilde  que  soy  Tablante,  señor  de 
Eicamonte,  prisionero  de  Jofre,  el  cauallero 
de  la  reyna».  Y  quando  el  mensajero  subió 
y  dixo  lo  que  Tablante  dezia,  huuieron  mu- 
cho plazer  el  rey  }'  la  reyna  y  toda  la  corte, 
assi  por  la  honra  de  Jofre.  como  por  la  de- 
liberación del  conde  y  de  los  caualleros, 
como  por  la  prisión  de  Tablante.  Y  el  rey  le 
mando  subir  a  el  y  a  todos  los  caualleros;  y 
el  dixo  al  rey  y  a  la  reyna  todo  quanto  con 
el  le  hauia  acontescido,  y  como  pensó  que  era 
algún  cauallero  anciano  de  los  buenos,  y 
como  desque  lo  vido  mo^o  se  hallo  burlado; 
y  de  como  después  no  lo  tenia  en  nada,  y 
como  después  no  lo  podia  sufrir  en  la  batalla. 
Y^  dixo  como  quedauan  el  y  el  conde  muy 
flacos;  y  el  rey  y  la  reyna  y  todos  dieron 
gracias  a  Dios;  y  mandaron  (pie,  hasta  ijue 
Jofre  viniesse,  no  se  fuesse  ninguno  de  la 
corte,  y  assi  se  hizo. 

Pues  dexemoslos  en  la  corte,  y  boina mos 
a  Jofre  al  castillo  del  Hierro. 


496 


LIBROS  T)E  caballerías 


Cap.  XXIV. — Como  llego  el  conde  don  Mi- 
lian  al  castillo  de  la  Floresta^  qtce  era  de 
Bruniessen  sn  sobrina  (i). 

La  crónica  dize  <jue  después  que  Tablan- 
te  y  los  caualleros  se  partieron,  que  Jofre 
dixo  al  conde  que  porque  el  estaua  flaco,  que 
le  parescia  que  el  deuia  estar  alli  otros  seys 
o  siete  dias,  y  estar  en  el  castillo  de  la 
Floresta  otros  tantos,  v  assi  yrse  su  poco  a 
poco  a  la  corte  a  besar  las  manos  al  rey,  y  en 
esto  acordaron  todos;  y  Jofre  acordó  de  se  par- 
tir delante,  por  despacharse  de  la  donzella, 
y  dixole:  «Señora,  ya  deueys  liauer  conocido 
de  mi  que,  por  agora,  fasta  llegar  a  la  corte 
a  besar  las  manos  al  rey,  no  deuo  ni  puedo 
determinar  de  mi  ninguna  cosa,  sino  par- 
tirme luego.  Y  la  palabra  que  os  di,  aque- 
lla os  bueluo  agora  a  dar:  que  es  que  os 
prometo  que  hasta  os  hazer  saber  que  he 
de  determinar  de  mi.  nada  ponga  en  obra,  y 
desto  deueys  ser  bien  cierta»;  y  ella  le  dixo: 
«Señor,  vos  determinad  de  vos  lo  que  man- 
daredes,  que  no  os  tengo  de  dezir  mas  de  lo 
dicho,  y  aun  aquello  es  muy  demasiado,  sien- 
do muger» ;  y  assi  se  despidieron  el  vno  del 
otro,  y  el  tanbien  se  despidió  de  su  padre  y 
de  su  madre,  los  quales  le  ofrescieron  casa  y 
hazienda,  y  hijos;  y  tanbien  se  despidió  del 
conde,  y  se  partió,  y  fuese  con  proposito  de 
yr  a  ver  a  Bruniessen,  la  señora  del  castillo 
de  la  Floresta;  y  el  conde  quedo  alli.  Y  el 
yendo  por  su  camino,  yua  pensando  en  que 
manera  se  pudiesse  librar  de  aquella  donze- 
lla, y  acordó  que  seria  bien  conectarse  con 
Bruniessen,  y  no  hazer  nada  hasta  que  lo 
escriuiesse  a  ella  para  ser  libre  de  la  pala- 
bra; y  anduuo  tanto  por  sus  jornadas,  que 
llego  al  castillo,  y  hizo  saber  a  Bruniessen 
que  estaua  alli  vn  cauallero  andante,  que 
por  caso  hauia  llegado  alli;  y  ella  embio  a 
su  maestresala,  para  saber  si  era  cauallero, 
y  si  venia  adelante,  o  que  nueuas  traya. 
Quando  el  maestresala  llego,  conoscio  que 
era  Jofre  en  el  cauallo  y  armas,  y  en  todo, 
y  dixo:  «Señor,  esperad  vn  poco»;  y  entro  y 
dixo  a  su  señora  que  alli  estaua  Jofre,  el  ca- 
uallero que  hauia  librado  al  conde,  porque 
ya  la  nueua  estaua  por  toda  la  tierra,  y  ha- 
uia ya  cessado  el  llanto,  que  no  se  fazia.  Y 
ella,  quando  lo  oyó,  fue  muy  gozosa,  y  man- 
do aderezar  la  casa,  y  que  le  abriessen;  y 
ella  salió  a  recebirle  fuera  de  su  palacio;  y 

(')  Tampoco  corrcspoiulc  ette  epígrafe  al  contenido 
del  capítulo. 


el,  en  llegando,  apeóse,  y  dio  su  escudo  y 
lanya  y  yelmo  a  los  del  castillo,  y  riendo 
dixo:  «¿Somos  ya  buenos  amigos?  si  no  no 
dexare  las  armas» ;  y  todos  huuieron  con  el 
mucho  plazer.  Y  assi  lo  llenaron  hasta  donde 
ella  solia  estar  assentada,  y  se  assento,  y  le 
hizo  assentar  cabe  ella;  y  alli  estuuieron  vn 
rato  hablando  hasta  hora  de  comer;  y  alli  le 
pregunto  por  las  auenturas  acontescidas,  las 
quales  callo,  que  no  dixo  nada  sino  lo  de 
Tablante,  que  dixo  dello  que  Dios  lo  hauia 
hecho.  Y  luego  pusieron  las  mesas,  y  comie- 
ron, y  dieronle  vna  cámara  muy  aderecada 
donde  dormiesse,  y  assi  estuuo  alli  bien  ocho 
dias;  y  vn  dia  antes  que  se  partiesse,  dixo: 
«Señora,  ya  sabe  vuestra  merced  la  palabra 
que  con  los  vuestros  embie  a  dezir,  de  cuj^a 
causa,  aunque  en  el  camino  algo  se  me  ofres- 
eio,  yo  no  lo  acepte;  porque  no  lo  ¡íudiera 
fazer  sin  mentir  alia  o  acá.  Yuestro  tio  que- 
da en  el  castillo  del  Hierro,  y  ha  de  venir 
aqui,  y  de  aqui  ha  de  yr  a  la  corte  donde  yo 
voy,  y  alia  yo  fablare  con  la  reyna,  que  de 
orden  en  que  vuestro  tio  haya  por  bien  que 
vos,  señora,  y  yo  seamos  señores:  yo  vuestro 
y  de  vuestra  tierra,  y  vos  mia  y  de  toda  mi 
tierra».  Y"  ella  holgó  mucho  dello,  y  Jofre  se 
despidió  y  se  fue  a  la  corte,  y  ella  quedo 
con  mayor  cuydado  que  solia. 

Dexemoslos  assi,  y  boluamos  al  castillo  del 
Hierro  y  al  conde. 


Cap.  XXY. — Como  el  conde  don  Milian  es- 
tuuo en  el  castillo  del  Hierro  algunos  dias, 
y  alli  le  supo  como  Jofre  haiiia  librado  a 
su  sobrina^  y  como  mato  al  malato. 

Después  que  todos  fueron  partidos,  quedo 
alli  el  conde  con  sus  parientes  algunos  dias; 
y  alli  supo  el  conde  de  la  sobrina  como  la 
hauia  librado  de  la  casa  encantada,  y  ha- 
blaron mucho  del,  y  dixo  el  conde:  «Cierto, 
yo  quisiera  tener  vna  hija  con  quien  lo  ca- 
sara, y  le  dar  todo  quanto  tengo» ;  y  loáronlo 
mucho;  y  vn  dia  dixo  el  conde  que  ya  se 
sentia  ííueno,  y  que  se  queria  partir,  y  ade- 
rezaron y  partióse,  y  fuese  al  castillo  de  la 
Floresta.  Y  quando  Bruniessen  supo  de  su 
venida,  salió  mas  de  vna  legua  con  todos  los 
suyos  a  recebirlo,  y  fueron  grandes  las  ale- 
grías que  con  el  se  hizieron;  y  estuuo  alli 
algunos  dias  como  se  ha  dicho,  y  partióse  a 
la  corte;  y  quando  el  fue,  ya  Jofre  estaua  en 
la  corte. 

Dexemoslo  en  el  camino  y  vamos  a  Jofre. 


J 


TABLANTE  DE  RIOAMONTE 


497 


Cap.  XXYI. —  Como  Jofre  llego  a  Canialot^ 
a  la  corte  del  rey  Artur;  y  del  recehimicnto 
que  le  hixieron,  y  de  todaft  las  vosas  que 
passaron. 

Después  que  Jofre  se  partió  ilo  Brunies- 
sen,  acordó  do  yr  a  besar  las  manos  al  rey  y 
a  la  rejnia,  y  auduuo  sin  detenerse  en  el  ca- 
mino hasta  qno  llego  a  la  corto,  y  vn  dia  an- 
tes llegaroa  ciertos  vassallos  do  Brunicssen 
que  yuan  a  la  corte ;  los  quales  publicaron 
todo  lo  que  i)assaua,  y  la  Lcyna  embio  por 
vno  dellos,  y  quiso  saber  si  estaña  alli.  Y  el 
dixo  que  otro  dia,  desque  el  se  partió,  hauia 
de  partir  Jofre;  y  como  el  tenia  en  la  corte 
parientes  y  amigos,  y  veyan  las  anenturas 
que  hazia,  }'  sabían  q\ie  la  reyna  lo  quería 
bien,  saliéronlo  a  recebir  muchas  personas, 
assi  caualgando  como  a  pie;  y  con  mucha 
honra  lo  llenaron  a  palacio.  El  rey  y  la  rey- 
na lo  recibieron  bien,  y  el  se  apeo  en  palacio 
y  fue  a  besar  las  manos  al  vej  y  a  la  reyna; 
y  alli  lo  tuuieron  aquel  dia  preguntándolo 
de  las  cosas  acontescidas;  y  el,  con  buen 
tiento,  a  todo  respondió  bien.  Y  la  reyna  le 
pregunto  por  el  conde,  y  el  dixo  adonde  lo 
dexaua,  y  preguntóle  que  era  su  voluntad 
que  se  hizíesse  de  Tablante  y  de  los  caualle- 
ros;  y  el  dixo  que  alli  no  tenia  el  nada,  que 
lo  que  el  hauia  de  hazer  ya  era  fecho,  sino 
que  su  merced  hauia  de  mandar  en  todo;  y 
assi  estuuieron  todas  cosas  por  entonces.  Y 
dize  el  cuento  que,  desque  el  conde  comen- 
to a  caminar  hazia  Camalot,  assi  porque 
hauia  días  que  era  bien  curado,  como  por- 
que venia  a  su  tierra,  y  estaña  a  su  plazer, 
engordo  y  estaña  bueno  y  sano.  Y  qnajido 
la  reyna  supo  que  venia,  mando  a  Tablante 
que  assi  como  entro  la  primera  vez  armado, 
y  con  siis  trezientos  caualleros,  que  assi  sa- 
liesse  a  recebir  al  conde,  el  qual  lo  hizo 
assi.  Y  el  rey  y  la  reyna  lo  recibieron  muy 
bien,  y  holgaron  mucho  de  su  venida;  y 
assi  se  estuuo  en  la  corte  algunos  días.  Pues, 
como  arriba  diximos,  Jofre  no  quiso  en  lo  de 
Tablante  mas  tener  que  entender,  de  solo 
prenderlo  y  entregarlo  a  la  reyna;  y  ella  por 
aquello  hablo  con  el  rey  y  dixo  que  seria  bien 
soltarlo,  y  el  rey  dixo  que  seria  bien.  Y  vn 
día,  estando  Tablante  en  palacio,  el  rey  lo 
mando  llamar;  y  el  vino,  e  hinco  la  rodilla 
ante  el  rey,  y  el  rey  le  dixo:  «Tablante, 
tiempo  es  que  vays  a  ver  vuestra  casa»; 
y  el  dixo:  «Señor,  esto  es  en  las  manos 
de  vuestra  merced»;  y  el  rey  le  dio  licencia, 
con  condición  que  Jamas  no  hizíesse  armas 
contra  ninguna  persona  de  su  reyno:  y  el  se 
lo  prometió  assi,  y  beso  la  mano  al  rey, 
y  después  a  la  reyna,  y  fuese  a  su  posada;  }■ 

LIBHO.S    DE   CABALLERÍAS. — 32 


despidióse  del  conde,  y  demandóle  perdón;  y 
despidióse  do  Jofre  y  de  todos,  y  partióse 
y  fuese.  El  ydo,  dixo  la  reyna  al  rey  que 
también  era  razón  dar  licencia  a  los  caualle- 
ros que  se  fucssen,  y  el  rey  dixo:  «Esso  a 
vos  pertenesce».  Y  ella  hablo  con  ellos  y 
dioles  licencia  que  se  fuessen  a  sus  casas,  y 
vistiólos  de  su  librea,  y  embiolos;  y  ellos  fue- 
ron todos  a  la  posada  de  Jofre  a  despedirse 
del  y  darlo  gracias  de  la  buena  obra  que  les 
hizo,  y  después  se  fueron  todos. 

Y  ya  todos  ydos,  pensó  Jofre  que  sería 
bien  hazer  vn  mensajero  a  la  donzella  que 
os  diximos,  hija  del  cauallero  an(;iano,  para 
quitar  su  palabra.  Y  tomo  vn  criado  suyo, 
y  embiolo  con  cartas  al  padre  y  a  ella;  por 
las  quales  hizo  saber  al  padre  todo  lo  passa- 
do  en  la  corte,  y  a  la  donzella,  a  buelta  de 
otras  cosas  que  le  oscriuia,  fue,  que  ya  ella 
sabia  que  lo  hauia  prometido  de  no  disponer 
do  si  sin  hazerselo  saber;  y  por  aquella  pa- 
labra que  le  hauia  dado,  le  enibiaua  aquel 
mensajero,  por  do  le  hazia  saber  que  la  rey- 
na lo  quería  casar  en  la  corte,  y  que  no  po- 
dría salir  de  su  mandado,  que  le  rogaua  lo 
perdonasse,  que  no  era  mas  en  su  mano. 
Quando  la  donzella  leyó  la  carta,  pensó  mo- 
rir y  dixo:  «Esto  yo  me  lo  tenia  muy  bien 
visto,  pero,  pues  mi  desdicha  assi  lo  quiso, 
yo  no  casare  con  persona  del  mundo,  si  no  en 
mi  voluntad  yo  lo  querré,  porque  la  obra 
que  el  me  hizo  ansí  lo  meresce».  Y  con 
muchas  lagrimas  llamo  a  su  padre  y  madre, 
y  les  contó  lo  que  hauia  dicho  a  Jofre,  y  lo 
que  Jofre  le  hauia  respondido,  y  les  mostró 
la  carta;  y  les  rogo  que  le  hiziessen  vn  mo- 
nesterío  de  monjas  en  el  lugar,  el  qual  fue 
hecho;  y  ella  metió  consigo  muchas  donze- 
llas  que  la  acompañassen  a  seruir  a  Dios. 
La  donzella  detuuo  el  mensajero  mas  de  vn 
mes,  porque  viesse  lo  que  ella  hazia,  y  vn 
día  lo  llamo,  y  le  dixo:  «Yenid  acá,  amigo; 
vos  me  truxistes  vna  carta  de  Jofre;  la  res- 
puesta della  es  que  le  dígays  donde  me  de- 
xays»;  y  assi  se  partió  el  mensajero  de 
Jofre.  Después  de  la  vida  del  padre,  dieron 
el  castillo  al  monesterío,  y  el  lugar  para  que 
se  mantuuiossen  las  monjas,  el  qual  hasta 
hoy  dura. 

Dexemos  a  la  donzella  en  el  monesterio,  y 
vamos  al  mensajero  de  Jofre,  que  dixo  a 
Jofre  que  no  le  traya  carta,  sino  solo  dar  fe 
de  lo  que  hauia  visto.  Y  Jofre,  quando  lo 
oyó,  fue  mu\  triste;  y  si  no  fuera  porque  el 
amor  de  Bruniessen  lo  detenia,  que  el  huuo 
tanta  manzilla  della,  que  la  quisiera  reme- 
diar; pero  al  fin,  como  dize  que  todas  las  co- 
sas crescen  sino  el  dessear,  que  es  siempre 
menos  vn  día  }'  otro,  fue  atloxando,  y  pensó 


498 


LIBROS  DE  caballerías 


en  entender  en  lo  de  Bruniessen;  j  vn  dia 
dixo  Jofre  a  la  reyna  Ginebra:  «Señora,  va 
vuestra  merced  sabe  quantos  seruieios  vos 
he  fecho,  y  es  cosa  justa  que  me  sean  paga- 
dos; por  que  suplico  a  vuestra  merced  me 
otorgue  vna  merced» :  y  la  reyna  Ginebra  le 
dixo:  «Jofre,  tu  has  hecho  al  rey  mi  señor 
y  a  mi  tantos  seruieios  y  tan  buenos,  que  no 
se  con  que  se  te  paguen;  por  esso  mira  tu  lo 
que  el  rey  mi  señor  y  yo  podemos  hazer  por 
ti,  que  luego  se  liara» ;  y  el  dixo:  «La  mer- 
ced que  pido,  señora,  es  que  vuestra  merced 
me  de  en  casamiento  a  Bruniessen,  la  señora 
del  castillo  de  la  Floresta,  sobrina  del  conde 
don  Miliau» ;  y  la  reyna,  quando  lo  oyó, 
rióse  y  dixo:  «Jofre,  según  tus  seruieios, 
mayor  cosa  pense  que  querías  pedir,  porque 
esso  no  es  nada,  y  creo  que  si  hará;  })Orque 
el  rey  mi  señor  lo  mandara,  porque  tu  no 
deues  nada  a  nadie  en  el  reyno,  ni  en  linaje; 
pues,  en  tener,  ftjo  eres  del  conde  Donason;  y 
porque  según  la  buena  obra  ella  y  su  linaje 
de  ti  han  recebido,  ellos  te  hauian  de  pe- 
dir; pero,  por  la  honra  de  las  mugeres,  bien 
es,  y  deueslo  hauer  por  fecho».  Y  luego  la 
reyna  hablo  con  el  rey,  y  le  contó  todo  lo 
que  Jofre  le  hauia  dicho;  y  el  rey  Artur  se 
holgó  mucho,  porque  páresela  que  Jofre  se 
queria  casar,  porque  el  rey  hauia  por  bien 
de  tenerlo  siempre  en  la  corte,  y  dixo  a  la 
reyna  que  ella  deuia  tomar  cargo  de  hazer- 
lo.  Y  que,  si  el  conde  no  quisiesse,  que  ella 
embiasse  por  la  donzella  y  la  diesse  a  Jofre, 
que  a  la  jjostre,  jmos  el  conde  en  su  muger  no 
hauia  hijos,  que  de  Jofre  hauia  de  ser  todo 
lo  del  conde  si  casasse  con  ella;  y  la  reyna 
dixo:  «Yo  creo  que  nada  sera  menester,  por- 
que Jofre  es  buen  cauallero,  y  el  conde  le 
deue  tanto,  que  lo  tendrá  ]jor  bueno;  y  no 
hay  aqui  otra  cosa  sino  saber  la  voluntacl  de 
Bruniessen»;  y  vn  dia  llamo  la  reyna  al 
conde,  y  le  dixo:  «Conde,  bien  se  vos  deue 
acordar  que,  por  seruicio  del  rey  mi  señor,  y 
honra  de  caualleria,  vos  combatistes  con 
Tablante;  pues  la  compañía  que  el  vos  hizo, 
bien  la  sabeys.  Y  pues  que  Jofre,  por  serui- 
cio del  rey  mi  señor,  y  por  compassion  que 
de  vos  huno,  passo  tantas  fortunas  por  libra- 
ros, cosa  justa  es  que  sea  galardonado  y 
c^da  vno  pague  lo  que  deue;  y  yo,  conde, 
por  el  rey  salgo  fiadora.  Pues,  vos  cosa  insta 
es  que  descargueys  vuestra  consciencia  en 
algo,  pues  ponia  su  vida  por  la  vuestra» ;  y 
el  conde  don  Milian  dixo:  «Señora,  yo  deuo 
a  Jofre,  hijo  del  conde  Donason,  tanto,  que, 
con  darle  quanto  tengo,  no  le  haría  pago; 
por  esso  mire  vuestra  merced  lo  que  quiere 
de  mi  condado;  tómelo  y  déselo,  que  bien  lo 
puede  hazer,  que  dello  huelgo  yo  mucho» :  y 


la  reyna  le  dixo:  «Conde,  vos  lo  dezis  muy 
bien  y  como  hombre  de  buen  conoscimiento; 
y  lo  que  haueys  de  partir  con  el  es  que  lo 
casemos,  lo  qual  no  se  puede  hazer  sin  vos»; 
y  el  conde  dixo:  «Señora,  si  no  esta  en  mas 
(le  en  mi ,  yo  lo  doy  por  hecho,  y  vues- 
tra merced  me  diga  quien  es» .  Y  la  reyna 
dixo  que  ella  hauia  pensado  de  casar  a  Jofre 
con  su  sobrina  Bruniessen,  la  señora  del 
castillo  de  la  Floresta;  y  el  huno  mucho  ])la- 
zer  dello,  y  dixo:  «Señora,  vuestra  merced 
se  la  de,  y  la  metad  de  mi  condado» ;  y  la 
reyna  dixo:  «No  es  menester  vuestro  conda- 
do, que  yo  acabare  con  el  que  con  solo  darle  a 
Bruniessen  por  muger  se  contentara» ;  y  el 
conde  dixo:  «Señora,  yo  no  tengo  en  nada 
quanto  pueda  dar  a  Jofre,  porque  el  es  muy 
esforgado  cauallero,  y  hijo  del  conde  Dona- 
son;  y  el  es  de  muy  noble  condición,  que  no 
tiene  par» ;  la  reyna,  desque  lo  tuuo  concer- 
tado con  el  conde,  llamo  a  Jofre,  y  dixole: 
«Jofre,  ya  te  tengo  casado»;  y  el  besóle  la 
mano,  y  dixo:  «Haz  assi:  embia  por  tu  padre 
el  conde,  que  yo  embiare  por  Bruniessen»; 
y  la  reyna  mando  al  conde  que  embiasse  por 
la  condessa,  y  luego  el  conde  embio  por  ella, 
que  no  se  hauian  visto  desque  el  fue  preso; 
la  qual  vino  muy  aderezada,  y  con  todos  sus 
caualleros  y  parientes  y  amigos;  y  quando 
llego  a  la  corte,  fue  muy  bien  recebida  y 
huno  mucho  plazer  de  ver  a  su  marido, 
y  dixo  que  le  mostrassen  a  Jofre,  y  el  conde 
llenólo  vn  dia  a  su  casa,  y  la  condessa  le  dio 
tantas  gracias  ])orque  le  hauia  librado  a  su 
marido,  que  fue  cosa  de  marauilla;  y  en 
tanto  la  reyna  embio  por  Bruniessen.  Y 
Jofre  también  embio  por  el  conde  su  padre, 
y  quando  fue  venido,  el  hijo  y  todos  los  de  la 
corte  lo  salieron  a  recebir,  y  lo  llenaron 
muy  honradamente  a  palacio,  y  el  rey  holgó 
mueho  con  el,  y  estuuieron  todos  alli  en  la 
corte  vn  mes  entendiendo  en  cosas  de  fiestas, 
y  justas,  y  torneos,  y  cosas  de  cauallerias.  Y 
vn  dia  llamo  el  rey  a  palacio  a  todos  los  ca- 
ualleros y  dueñas  y  donzellas  de  la  corte,  y 
en  presencia  do  todos  hizo  el  rey,  a  vno  que 
lo  hauia  por  costumbre,  que  dixesse  todas 
las  hazañas  de  Jofre:  como  hauia  librado  al 
conde,  y  quando  acabo  de  dezirlas,dixo:  «No 
digays  mas  sino  que  el  conde,  en  ])ago  de  su 
trabajo,  lo  casa  con  Bruniessen  su  sobrina»; 
yel  reymismo  le  hizo  luego  tomar  las  manos, 
y  todos  fueron  marauillados.  Y  la  reyna 
mando  que  luego  hiziessen  grandes  fiestas,  y 
mayores  que  las  que  hasta  alli  se  hauian 
hecho;  y,  las  fiestas  acabadas,  la  reyna  dixo 
a  Jofre  que  se  deuian  velar  luego;  y  el  ade- 
rezo todo  lo  que  conuenia,  e  hizo  traer  del 
condado   de   su   jjadre   tantos  bastimentos, 


TABLANTE  DE  RICAMONTE 


499 


que  ocho  dias  dio  de  comer  ala  corte  toda.  Y 
las  bodas  acabadas,  acordaron  que  seria  bien 
por  vn  mes  pedir  licencia  para  se  yr,  y  al 
conde  Donasen  dieronle  tanta  quanta  quisies- 
se,  y  al  conde  don  Milian  por  dos  meses,  y  a 
Jofre  por  vn  mes.  ¡lorqne  el  rey  queria  te- 
neiio  siempre  en  la  corte,  y  fue  a  su  castillo  y 
estuuo  alia  vn  mes  y  vinoso  a  la  corte.  Y  desta 
manera  viuia  Jotre,  que  el  rey  le  daua  de 
quatro  en  quatro  meses  licencia,  y  veya  su 
casa.  En  este  tienpo  murió  el  conde  don  Milian 
y  la  condessa,  e  hizieron  heredero  del  condado 


a  Jofre,  y  después  murió  su  padre  y  heredo 
su  condado.  De  manera  que  quando  vino 
Jofre  a  ser  de  edad  de  reposar,  tenia  dos  hi- 
jos y  dos  condados  para  ellos,  y  dioselos  a 
los  hijos^  y  casólos  muy  honradamente,  y  el 
y  su  muger  retruxeronse  al  castillo  de  la 
Floresta,  que  era  casa  muy  alegre  y  apare- 
jada para  viuir,  y  assi  gastaron  su  tiempo. 
Y  desque  fueron  viejos,  casaron  la  hija,  y 
dieronle  en  casamiento  aquel  castillo;  y  ellos 
t'enescieron  alli  y  fueron  alli  enterrados,  y 
assi  haze  fin  esta  Crónica. 


DEO   GRATIAS 


Fue  impressa  la  presente  Crónica  de  los  nobles  y  ESFORgAnos  caualleros 
Tablante  de  Rigamonte  y  Jofre,  hijo  del  conde  Donason,  en  la 

CIUDAD    de    EsTELLA,    EN    CASA    DE    AdrIAN     DE    AnUERS, 
IMPRESSOR    DE    LIBROS.    En   EL    AÑO    DE    MIL    Y    QUI- 
NIENTOS   Y    SESENTA    Y    QUATRO    AÑOS. 


1^ 


CICLO    CAROLINGIO 


CUENTO    DEL    ENPERADOR 


GARLOS    MAYNES 


E  DE  LA  ENPERATRIS  SEÜILLA 


(Según   el   Códice:   h-j-13  de   la   Biblioteca   del   Escorial). 


{Fol.  124  r.)  Ayui  COMIENZA  vn  noble  cuento 

DEL  I  ENPERADOR  CaRLOS  MaYNES  DE  RrO   | 
MA  E  DE  LA  BUENA  ENPERATRIS  SeUILLA,    |   SU 
MUGER. 


{Fol.  124  V.)  Señores,  agora  ascucliat,  e 
oyredes  vn  cuento  maranilloso,  que  deue  ser 
oydo  asy  como  fallamos  eu  la  estoria,  para 
tomar  ende  orne  fazaña  de  non  creer  tan  ayna 
las  cosas  que  oyeií  fasta  que  sepa  ende  la 
verdat,  e  para  non  dexar  nunca  alto  orne  nin 
alta  dueña  sin  guarda. 

Yn  dia  aueno  quel  grant  enperador  Carlos 
Maynes  fazia  su  grant  fiesta  en  el  monesterio 
rreal  de  Sant  Donis  de  Francia,  e  do  sseya 
en  su  palacio,  e  muchos  altos  ornes  con  el. 
E  la  enperatris  Seuilla  ssu  muger  sseya  cabo 
el,  que  mucho  era  buena  dueña,  córtese  en- 
señada, e  de  marauillosa  beldat. 

Entonre  llego  vn  enano  en  vn  mulo  mucho 
andador,  e  decio  e  entro  por  el  palacio,  e  fue 
ante  el  rrey.  El  enano  era  tal,  que  de  mas 
laida  catadura  non  saberla  orne  fablar.  El 
era  gordo,  e  negro,  e  becudo,  e  auia  la  cata- 
dura muy  mala,  e  los  ojos  pequeños  e  enco- 
nados, e  la  caber-a  muy  grande,  e  las  narizes 
nanas,  e  las  ventanas  dellas  muy  anchas,  e 
las  orejas  pequeñas,  e  los  cabellos  erizados, 
e  los  brar-os  e  las  manos  vellosas  como  osso, 
e  canos,  las  piernas  tuertas,  los  pies  galindos 
e  rresquebrados.  Atal  era  el  enano  como 
oydes,  e  comen(.-o  a  dar  grandes  boces  en  su 
lenguaje;  e  a  dezir:  «¡Dios  salue  el  rrey 
Carlos,  e  la  rrey  na,  o  todos  sus  priuados!». 
«Amigo,  dixo  el  rrey,  Itien  seades  venido; 
mucho  me  plaze  con  vusco  c  fazervos  he 
mucho  bien,  ssy  comigo  quisierdes  fincar,  ca 
me  semejados  muy  estraño  ome».    «Señor, 


dixo  el,  grandes  mercedes,  e  yo  seruirvos  he 
a  toda  vuestra  voluntad» .  Entonce  se  asento 
antelrrey;  mas,  ¡Dios  lo  confonda!  ¡Por  el  fue- 
ron después  muchos  cabellos  mesados,  e  mu- 
chas palmas  batidas,  e  muchos  escudos  que- 
brados, e  muchos  caualleros  muertos  e  tolli- 
dos,  e  la  rreyna  fue  j  uzgada  a  muerte,  e  Fran- 
cia destruida  grant  parte,  asi  como  oiredes, 
por  aquel  enano  traydor,  que  Dios  confonda! 
Toda  aquella  noche  fezieron  grant  fiesta  e 
grant  alegría,  fasta  otro  dia  a  la  mañana; 
espedieronse  los  altos  ornes  del  rrey,  e  los 
caualleros,  e  fueronse  a  sus  logares,  cada 
vno  do  auia  de  yr  e  el  enperador  se  torno  a 
la  f-iudat  de  Paris,  que  es  de  alli  vna  grant 
legua,  [e]  luengamente  estouo  alli  con  su 
muger  que  amaua  mucho. 

II 

(Fol.  125  r.j.  Vn  dia  se  leuanto  el  rrey 
de  su  lecho  grant  mañana,  e  enbio  por  ssus 
monteros,  e  dixoles  que  sse  guisasen  de  yr  a 
cacar,  ca  yr  quería  a  monte  por  auer  sabor 
de  ssy;  e  ellos  fezieron  ssu  mandado,  e  des- 
que metieron  los  canes  en  las  traillas  e  ouie- 
ron  todo  guisado,  el  rrey  caualgo  e  fuese  a 
la  floresta,  e  leuantaron  vn  ^ieruo  e  ssolta- 
ronle  los  canes,  e  el  rrey  cogió  en  pos  del,  e 
corrió  con  el  todo  aquel  dia  por  montes  e  por 
rriberas. 

Agora  dexa  el  cuento  de  fablar  del  rrey  e 
de  su  cara,  e  torna  a  la  rreyna. 

III 

Desque  sse  el  rrey  salió  de  la  cámara, 
finco  la  rreyna  en  ssu  lecho  e  adormegiose, 
o  dormía  tan  fieramente,  que  semejaua  que 
en  toda  la  noche  cosa  non  dormiera.  E  las 


504 


LIBROS  DE  caballerías 


donzeUas  e  las  couigeras  se  salieron  e  dexa- 
ronla  ssola,  e  finco  la  puerta  abierta,  e  fue- 
ronsse  a  vna  fuente  muy  buena  que  naf-ia  en 
la  huerta  a  lauar  sus  manos  e  ssus  rrostros. 
E  desque  lauaron  ssus  manos  e  sus  rrostros, 
e  folgaron  por  ese  vergel,  comenr-aron  de 
coger  flores  e  rrosas  para  ssus  guyrlandas, 
segunt  costunbre  de  aquella  tierra.  E  do  la 
rreyna  dormia  asy  sin  guarda,  alie  aquel 
enano  que  entro,  e  non  vio  ninguno  en  la 
casa,  e  cato  de  vna  parte  e  de  otro,  e  non 
vio  synon  la  rreyna  que  yazia  dormiendo  en 
el  lecho,  (pie  bien  páresela  la  mas  bella  cosa 
del  mundo.  E  el  enano  sse  llego  a  ella  e  co- 
menco  de  le  parar  mientes;  e  desque  la  cato 
grant  pieca,  dixo  <jue  en  buena  ora  nasciera 
quien  della  pudiese  auer  su  plazer,  e  llegóse 
mas  al  lecho,  e  pensó  que  avnque  cuydase 
ser  muerto  o  desnenbrado,  que  la  besarla. 
Entonr-e  sse  fue  contra  ella;  mas  aquella  ora 
despertó  la  rreyna,  que  auia  dormido  assaz. 
e  comenco  de  alinpiar  sus  ojos,  e  cato  a  de- 
rredor de  ssy  por  la  cama,  e  non  vio  ome 
nin  muger,  synon  al  enano  que  vio  junto  al 
lecho,  e  dixole:  <^Enano,  ¿que  demandas  tu 
o  quien  te  mando  aqui  entrar?  ¡Mucho 
(Fol.  125  r.)  eres  osado!»  «¡Señora,  dixo  el 
enano,  por  Dios  aued  mercet  de  mi!  Ca  sy 
vuestro  amor  non  he,  muerto  so,  e  prendavos 
de  mi  piadat,  e  yo  fare  quanto  uos  quesier- 
des».  La  rreyna  lo  ascucho  bien,  pero  que 
toda  la  ssangre  sse  le  boluio  en  el  cuerpo,  e 
cerro  el  puño  e  apretólo  bien,  e  diole  tal  pu- 
ñada en  los  dientes,  que  le  quebró  ende  tres, 
assy  que  ge  los  fizo  caer  en  la  boca:  desy 
puxolo  e  dio  con  el  en  tierra,  e  saltóle  sobre 
el  vientre  ass}^  que  lo  quebró  todo.  E  el 
enano  le  comenco  a  pedir  luercet,  e  quando 
le  pudo  esca]>ar,  comenr-o  de  yr  fuyendo,  e 
fuese  por  la  puerta,  su  mano  en  su  boca,  por 
los  dientes  que  auia  quebrados,  jurando  e 
deziendo  contra  ssy,  que  en  mal  punto  la 
rreyna  aquello  feziera,  ssy  el  pudiesse,  ca 
ella  lo  compraría  caramente.  Contra  ora  de 
viespras  sse  torno  el  rey  de  caga  con  sus  mon- 
teros, e  troxieron  vn  grant  cierno.  E  desque 
sse  asento  a  la  mesa,  pregunto  por  su  enano, 
que  se  feziera  del  que  non  venia  antel  asi 
como  solia.  Entonce  lo  fuei-on  buscar,  e  des- 
({ue  lo  troxieron,  ssentose  dolant  el  rrey,  ssu 
mano  en  las  quexadas  e  la  cabera  baxa: 
«Dime,  dixo  el  rrey,  ¿que  ouiste  o  quien  te 
paro  talV  Xon  sse  quien  te  ferio,  mas  ¡mal  te 
jogol  dime  quien  te  lo  fizo,  e  yo  te  diré  buen 
derecho».  «Señor,  dixo  el  enano,  si  Dios  me 
ayude,  cay  en  vn  andamio,  de  guissa  que  me 
fery  mal  en  el  rostro  e  me  quebró  vn  diente, 
de  que  me  pesa  mucho» .  E  el  rrey  le  dixo: 
«(,;ertas,  enano,  e  a  mi  faz» . 


l\ 


Desque  el  rrey  comió  e  las  mesas  fueron 
aleadas,  quando  la  noche  veno,  el  rrey  se  fue 
a  su  cámara  e  echóse  con  la  rreyna;  mas 
agora  ascucliat  que  fue  a  pensar  el  traidor 
del  enano,  que  Dios  destruya,  que  nunca 
otra  tal  traición  basteció  vn  solo  ome,  como 
el  basteció  a  la  rreyna. 

Tanto  que  la  noche  llego,  entro  ascusa- 
mente  en  la  cámara  e  fuese  meter  tras  la 
cortina,  e  ascendióse  y  e  yogo  quedo,  de 
guisa  que  nunca  ende  ninguno  sopo  parte. 
Después  que  se  el  rrey  echo  con  su  muger, 
salieronsse  aquellas  que  la  cámara  auian  de 
guardar  e  cerraron  bien  las  puertas,  e  el  rrey 
adormeció,  como  estaua  cansado  de  la  caca; 
e  quando  tailieron  los  matines,  despertó  e 
])enso  que  yria  oyr  las  oras  a  la  eglesia  de 
Sancta  Maria,  e  fizo  llamar  diez  caualle- 
ros  que  fuesen  con  el.  Agora  ascuchat  del 
enano,  que  Dios  maldiga,  lo  que  fizo:  después 
{Fol.  126  r.)  que  el  vio  que  el  xvej  era  ydo 
a  la  eglesia,  ssalio  de  tras  la  cortina  muy 
paso  e  fuese  derechamente  al  lecho  de  la 
rreyna,  e  pensó  que  ante  querría  prender 
muerte  que  la  non  escarneciese,  e  aleo  el 
cobertor  e  metióse  en  el  lecho;  mas  aueno 
que  la  rreyna  yazia  tornada  de  la  otra  parte; 
pero  non  la  osaua  tañer,  e  comem.-o  de  pensar 
como  íaria  della  ssu  talante,  e  en  este  pensar 
duro  muclio,  e  dormiose  fasta  que  el  rrey 
torno  de  la  eglesia  con  ssus  caualleros,  e  era 
ya  el  ssol  salido;  e  desque  entro  en  el  pala- 
'.io,  fuese  derechamente  a  la  cámara  solo 
muy  paso,  e  desijue  fue  antel  lecho  de  la 
rreyna,  <|ue  yua  ver  muy  de  buenamente, 
erguyo  el  cobertor  de  que  yazia  cobierta,  e 
vio  el  enano  yazer  cabo  ella.  Quando  esto  vio 
el  e operador,  todo  el  corar;on  le  estremeció  e 
ouo  tan  grant  pessar,  que  non  poderla  ome 
con  verdat  [dubdar]  que  mucho  estaua  de 
mal  talante.  «¡Ay  mosquino!  dixo  el,  ¿como 
me  este  corascon  non  quiebra?  ¡Señor  Dios! 
¿quien  sse  enfiara  jamas  en  muger?  e  por  el 
amor  de  la  mia  jamas  nunca  otro  creeré» . 
Entonce  sse  salió  de  la  cámara  e  llamo  s\i 
conpaña  a  grant  priesa.  Ellos  venieron  muy 
corriendo:  «Vasallos,  dixo  el  enperador,  ved 
que  grant  onta:  ¿quien  cuydara  que  nunca 
mi  muger  esto  pensarla,  que  amase  tal  figu- 
ra, que  nunca  tan  laida  catadura  nar-io  de 
madre?  ¡Maldita  sea  la  ora  en  que  ella  nació!» 
Entonce  sse  fue  al  lecho,  e  ceñio  ssu  espada 
que  y  tenia,  e  dixo  a  ssus  omes  que  sse  lle- 
gasen, e  desque  fueron  llegados,  dixoles  el: 
«Juzgádmela  desta  grant  onta  que  me  fezo, 
como  aya  ende  ssu  gualardon» .  Entonce  es- 


CARLOS  MAYNES 


505 


tauan  y  los  traidores  del  linage  de  Gralalon, 
Aloris  e  Foucans,  Goubaus  de  Piedralada,  e 
Ssanson,  e  Amaguins,  e  Macaire,  el  traidor 
de  la  dulce  palabra  e  de  los  fechos  amargos. 
Estos  andauan  ssieiipre  contra  el'rrey,  ase- 
diando como  l)astirian  encobiertamente  ssu 
mal  e  su  onta;  e  ]\[acaire  el  traidor  adelan- 
tóse ante  los  otros,  e  erguyo  el  cobertor,  e 
quaudo  aquello  vio,  ssignose  de  la  marauilla 
que  ende  ouo,  e  comenco  a  llorar  muy  ñera- 
mente, que  entendiese  el  rrey  que  le  pesaua 
mucho;  e  quando  vio  al  rrey  tan  brauo,  e  con 
talante  de  fazer  matar  la  rreyna,  dio  muy 
grandes  bozes  al  rrey,  e  dixo  que  la  rreyna 
deuia  ser  quemada,  como  muger  que  era 
prouada  en  tal  traición. 

V 

{Fol.  126  V.).  Desque  los  traidores  jud- 
garon  que  la  rreina  fuese  luego  quemada,  el 
rrey  mando  fazer  luego  muy  grant  fuego  en 
el  canpo  de  Paris,  e  desque  fue  fecho,  de 
leña,  e  de  espinas,  e  de  cardos,  e  de  huessos, 
Macaire  e  aquellos  a  quien  fue  mandado,  to- 
maron la  rreina  e  el  enano,  e  sacáronlos  de 
la  villa,  e  leuaroulos  alia;  mas  la  rreina  yua 
con  tal  coita  e  con  tal  pesar,  qual  podedes 
entender.  Entonge  los  traidores  comenoaron 
de  acender  el  fuego,  e  llegaron  y  la  enpera- 
tris  Seuilla,  e  desnudáronla  de  vn  brial  de 
paño  de  oro,  que  fuera  fecho  en  Yltramar. 
Ella  ouo  muy  grant  espanto  del  fuego  que 
vio  fuerte,  e  do  vio  el  rrey,  comen(,'ole  a  dar 
muy  grandes  bozes;  «Señor,  mercet  por 
aquel  Dios  que  se  dexo  prender  muerte  en 
la  veracruz  por  su  pueblo  sainar;  yo  sso  pre- 
ñada de  uos;  esto  non  puede  ser  negado.  Por 
el  amor  de  Dios,  señor,  fazetme  guardar 
fasta  que  sea  libre;  después  maudatme  echar 
en  vn  gran  ¡fuego  o  desmenbrar  toda.  E  asi 
como  Dios  sabe  que  yo  nunca  fize  este  fecho 
de  que  me  vos  fazedes  rretar,  ¡asi  me  libre 
ende  el  del  peligro  en  que  sso!» 

YI 

Después  que  esto  ouo  dicho,  tornóse  con- 
tra Oriente,  e  dio  muy  grandes  bozes  e  dixo; 
«¡Ay  rrica  ciudat  de  Costantinopla!  en  vos 
fuy  criada  a  muy  grant  virio.  ¡Ay  mi  padre 
e  my  madre!  Non  sabedes  vos  oy  nada  desta 
mi  gran  coita.  ¡G^loriosa  Santa  Maria!  e  ¿que 
sera  desta  mes(j[uina  que  a  tal  tuerto  ha  de 
ser  destroida  e  quemadaV  E  como  quier  que 
de  my  sea,  aued  merret  desta  criatura  que 
en  mi  trayo,  que  sse  non  pierda» .  Entonce 
el  rrey  mando  tender  un  tapete  antel  fuego, 
e  mando  leuar  y  la  rreyna,  e  que  la  assen- 


tasen  y  e  la  desnudasen  del  todo  synon  de  la 
camisa,  e  luego  fue  fecho.  Agora  la  guarde 
aquel  Señor  que  nario  de  la  ATirgen  Santa 
Maria  que  non  sea  destruida  nin  dañada.  E 
do  sseya  asi  en  el  tapete  la  mas  bella  rosa 
que  podia  ser,  pero  que  seya  amarilla  por  el 
grant  miedo  que  auia;  ella  cato  la  muy  grant 
gente  que  vio  a  derredor  do  ssy,  de  la  otra 
parte  el  fuego  fiero  e  muy  espantoso,  e  dixo; 
«Señores,  yo  veo  aqui  mi  muerte;  ruegouos, 
por  aquel  Señor  que  todo  el  mundo  tiene  en 
poder,  si  vos  erre  en  alguna  cosa  de  que  mi 
alma  sea  en  culpa,  que  me  perdonedes,  que 
nuestro  Señor,  en  el  dia  del  juizio,  uos  de 
ende  buen  galardón.  Quando  [Fol.  127  r.) 
los  rricos  omes  e  el  pueblo  oyeron  asy  fablar 
la  enperatris,  comencaron  a  fazer  por  ella 
muy  grant  duelo,  e  tirar  cabellos,  e  batir 
palmas,  e  dar  muy  grandes  bozes,  e  llorar 
muy  fieramente  dueñas  e  donzellas  e  toda  la 
otra  gente;  mas  tanto  dubdauan  al  rrey, 
que  ssolameute  non  le  osauan  fablar,  nin 
merr-et  pedir.  E  el  rey  dixo  a  las  guardas: 
«Ora  tomad  esta  dueña,  ca  tal  coita  he  en  el 
co rascón,  que  avn  non  la  puedo  catar».  E 
ellos  trauaron  della,  e  erguyéronla  por  los 
bracos,  e  liáronle  las  manos  tan  tosté,  e 
pusiéronle  vn  paño  ante  los  ojos.  E  ella, 
quando  esto  vio,  comenco  a  llamar  a  muy 
grandes  bozes;  «Santa  Maria,  Virgen  gloriosa 
e  Madre,  que  en  ty  troxiste  tu  fijo  e  tu  padre, 
quando  veno  el  mundo  sainar;  Señora,  ca- 
tadme de  vuestros  piadosos  ojos  e  sainad  mi 
alma,  ca  el  cuerpo  en  grant  peligro  esta». 
A  aquella  ora  llego  el  duque  Almeric,  e  Guy- 
llemer  de  Escocia,  e  Gaufer  de  Yltramar, 
Almerique  de  Narbona,  e  el  muy  buen  don 
Aymes,  e  decieron  en  pie  e  echaronsse  en 
inojos  ante  el  enperador,  e  pediéronle  mer- 
cet  e  dixieron;  «Señor,  derecho  enperador, 
l'azet  agora  asi  como  vos  consejaremos;  fa- 
zetla  echar  de  la  tierra,  ca  ella  es  preñada 
de  uos,  e  cerca  de  su  termino.  Ca  ssi  la  cria- 
tura peresciese,  todo  el  oro  del  mundo  non 
nos  guardarla  que  non  dixiesen  que  nos  die- 
ramos falso  juyzio».  «Qertas,  dixo  el  enpe- 
rador, non  sse  que  y  faga;  mas  fazet  venir 
el  enano,  e  fablare  con  el  ante  vos,  e  sabere- 
des  la  cosa  como  fue  dicha  e  fecha». 

YIÍ 

Entonce  fueron  por  el  enano,  e  traxieron- 
lo  vna  cuerdí.  a  la  garganta  e  las  manos  ata- 
das, e  los  traidores  sse  llegaron  a  el  a  la  ore- 
ja, alia  do  fueron  por  el,  e  consejáronle  que 
todavía  feziese  la  rreina  quemar,  e  que 
ellos  lo  guardarían,  e  lo  farian  rrico  de  oro 
e  de  plata.  E  el  enano  les  otorgo  que  faria 


506 


LIBROS  DE  caballerías 


toda  su  voluntad;  e  quando  llego  antel  rey, 
fue  muy  hardido  e  muy  esforzado.  «Enano, 
dixo  el  rrey,  guárdate  que  me  non  niegues 
nada;  dime  como  te  osaste  echar  con  la  rrey- 
na».  «Señor,  dixo  el  enano,  por  el  cuerpo  de 
{Fol.  127  r.)  Sant  Denis,  yo  non  vos  mentirla 
por  cuydar  de  ser  por  ende  desnenbrado;  ella 
me  fizo  venir  anoche,  e  entrar  en  la  cámara, 
e  yazer  y,  e  tanto  que  uos  fuestes  a  la  egle- 
sia,  mandóme  venir  para  ssy,  e  certas  pe- 
sóme ende,  mas  non  ose  al  fazer» .  «Oid  que 
marauilla» ,  dixo  el  enperador;  e  de  pesar  non 
lo  pudo  mas  oyr,  e  mando  dar  con  el  en  el 
fuego,  que  la  carne  fuese  quemada  e  la  alma 
leuasen  los  diablos.  «Amigos,  dixo  el  rrey  a 
don  Aymes  e  a  los  otros  omes  buenos  que 
por  ella  rrogaran,  fazer  quiero  lo  que  me  rro- 
gastes;  yd  desatar  la  rreyna,  e  vestidla  de 
ssus  rricos  paños,  ca  non  querría  que  fuese 
vergoñosamente».  Quando  esto  oyeron,  to- 
dos ouieron  grant  plazer  et  gradcQierongelo 
mucho. 

A'III 

<-Dueña,  dixo  el  rrey,  para  aijuel  Señor 
que  en  ssy  es  Trinidat,  ¿por  que  me  auedes 
escarnido?  Ssy  avn  ouiesedes  muerto  mi  pa- 
dre e  todo  mi  linage,  non  vos  faria  mal,  tal 
voluntad  me  veno,  mas  agora  luego  vos  salid 
de  mi  tierra.  Ca  si  de  mañana  vos  aqui 
fallo,  para  aquella  xristiandat  que  tengo,  yo 
vos  fare  destruyr,  que  vos  non  guardaran 
ende  quantos  en  el  mundo  biuen.»  «Señor, 
dixo  la  rreyna.  por  Dios  merr-et,  e  ¿do  yra 
esta  catiua,  quando  se  de  uos  partier,  que  yo 
non  se  camino  nin  ssendero?  E  ¿que  seria  de 
mi  cuerpo  catino  e  de  la  criatura  que  trayo 
en  mi?»  «Dueña,  dijo  el  rrey,  yo  non  se  que 
sera;  mas  salir  vos  conviene  de  toda  mi 
tierra,  e  Dios  vos  guiara  e  guardara,  segunt 
como  vos  merecistes.  El  enperador  cato  en 
derredor  de  ssy,  e  vio  vn  cauallero  en  que 
sse  fiaua  mucho,  que  llamauan  Auberi  de 
Mondisder,  que  era  muy  buen  cauallero  de 
armas  e  muy  leal,  e  de  muy  buenas  mane- 
ras. <; Auberi,  dixo  el  rrey,  llegat  vos  acá, 
ca  yr  vos  conviene  con  esta  dueña.  E  guar- 
datla  fasta  fuera  de  la  grant  floresta,  e  desque 
salier  della.  cogersse  lia  por  el  grant  cami- 
no, e  yrse  ha  derechamente  al  Apostoligo  e 
manefestarle  ha  sus  pecados,  e  fara  dellos 
penitencia;  mucho  fue  f;iega  e  astrosa,  quan- 
do echo  al  enano  consigo» .  f<^Señor,  dixo 
Auberi.  yo  fare  vuestro  mandado» .  Entonr-e 
pusieron  la  rreyna  sobre  vna  muía  mucho 
andador,  ensellada  e  enfrenada  de  muy  rrico 
guarnimento^  e  Auberi  de  Mondisder  caualgo 
en  su  cauallo,  e  leuo  consigo  vn  galgo  gran- 


de e  muy  bien  fecho  que  criara  de  pequeño, 
e  que  amaua  mucho  {Fol.  128  r.),  e  nunca 
del  lo  podian  partir;  e  non  seria  tan  grande 
la  priesa,  quando  caualgaua  o  andana  a  mon- 
te, que  lo  sieupre  non  aguardase.  Entonce 
fue  Auberi  a  la  dueña,  e  dixole:  «Señora, 
andat,  pues  que  lo  el  rrey  manda,  e  guyar- 
vos  he» ;  e  ella  dixo,  llorando  mucho  de  los 
ojos  e  del  corasr-on:  «A  fazer  me  lo  convie- 
ne, queriendo  o  non» .  E  el  rrey,  quando  la 
vio  yr,  comenro  a  llorar  de  piadat;  mas  ella, 
quando  le  paro  mientes,  a  pocas  non  cayo  de 
la  muía  en  tierra. 


IX 


Asy  se  yua  la  rreina  e  Auberi  con  ella, 
que  non  leuaua  synon  su  espada  cinta,  e  su 
galgo,  e  andaron  bien  quatro  leguas.  Entonce 
fallaron  vna  muy  fermosa  fuente  en  vn  muy 
buen  prado  entre  vnos  aruoles,  e  muchas 
yernas  a  derredor,  asi  que  el  logar  era  muy 
sabroso.  E  Auberi  decio  alli  la  dueña,  por 
folgar  e  por  beuer  del  agua,  e  el  que  la  vio 
llorar  mucho,  dixole:  «Dueña,  por  Dios,  con- 
fortadnos, ca  nuestro  Señor  vos  puede  bien 
ayudar.  E  quien  en  el  ha  fianca,  su  vida  sera 
saluá».  «Ay  coitada,  dixo  ella,  e  ¿que  sera 
agora  de  mi,  quando  uos  de  mi  partierdes,  o 
para  do  yre?  Ca  yo  non  se  para  do  vaya».  E 
asi  seyan  fablando,  ante  la  fuente,  e  Auberi 
de  Mondisder  auia  della  grant  duelo  e  grant 
piadat;  mas  agora  vos  dexaremos  de  fablar 
de  la  dueña  e  de  Auberi  de  Mondisder,  e 
tornarnos  he  a  fablar  del  Enperador  Carlos. 

X 

Grant  pesar  ouo  el  de  su  muger  que  fizo 
echar  de  la  tierra,  e  otrosi  fezieron  por  ella 
muy  gran  duelo  en  la  c;iudad;  mas,  por  sse 
confortar,  mando  poner  la  mesa  encima  del 
canpo,  por  comer  con  ssus  caualleros  e  con 
ssu  conpaña:  e  desque  el  rrey  se  asento  a 
comer,  Macaire  el  traidor,  de  linage  de  los 
traidores,  que  esto  estaua  aguardando,  quan- 
do aquello  vio,  defurtose  e  salió  del  palaciO;, 
e  fuese  a  su  posada,  e  armóse,  e  mando  en- 
sellar  su  cauallo,  e  caualgo  muy  tosté,  e  fue 
ssu  carrera  en  pos  la  Enperatris,  e  juro  que 
si  le  Auberi  de  Mondisder  ge  la  quesiese 
toller,  que  le  cortaria  la  cabeca,  e  que  faria 
[Fol.  128  V.)  della  su  voluntad.  Assi  se  fue 
el  traidor  a  furto,  como  ladrón,  quanto  mas 
podia  yr,  e  desque  ando  quanta  piega,  vio  yr 
ante  ssy  la  rreyna  e  Auberi,  que  caualgauan 
ya  e  yuan  su  carrera;  e  tanto  que  los  vio, 
luego  los  conoscio,  e  desque  los  fue  alcancan- 
do,  dioles  bozes  e  dixo:  «Estad  quedos» .  E 


CÁELOS  MAYNES 


507 


Auberi,  quando  aquello  vio,  cuydo  que  ve- 
nya  con  algunt  mandado  del  Enperador,  e 
paróse  so  rna  árbol,  por  oyr  lo  que  quería 
dezir;  e  Macaire  el  traydor  pensó  que  mete- 
ría espanto  a  Auberi,   e  que  le  auería  de 
dexar  la  dueña,  e  díxole  tanto  que  a  el  llego: 
«Auberi,  para  aquel  Dios  que  priso  muer- 
te en  cruz,  ssy  me  esta  dueña  non  dexas,  e 
te  non  vas  tu  carrera,  que  tu  prenderas  aqui 
muerte  a  mis  manos,  ca  toda  esta  lanca  me- 
teré por  ty:  mas  dexamela,  e  barataras  bien, 
e  yo  fare  della  mi  plazer» .  Quando  esto  oyó 
Auberi,  toda  la  sangre  se  le  boluio  en  el 
cuerpo,  e  dixo:  «Nuestro  Señor  guarde  ende 
la  rreyna  por  la  su  grant  piadat,  e  la  ponga 
en  saluo.   Macaire,  dixo  el,   ssy  Dios  vos 
vala,  ¿que  es  lo  que  dezides  o  pensados?  ¿Fa- 
riades  vos  onta  al  rrey  de  su  muger,  avn- 
que  pudiesedes?»  E  el  respondió:  «Luego  lo 
veredes,  e  por  ende  vos  digo  que  me  dexedes 
la  rreyna,  ca  mas  non  la  leuaredes,  e  yo  fare 
della  lo  que  me  quesier;  e  si  la  dexar  non 
queredes,  vos  lo  conpraredes  bien» .  «Aube- 
ri, dixo  la  rreyna,  por  Dios  aved  de  mi  pia- 
dat e  defendetme  deste  traidor,  e  por  buena 
fe  ante  lo  yo  querría  ver  rrastrar  a  cola  de 
cauallo,  que  mi  Señor  el  rrey  nunca  por  el 
prender  vergüeña» .  Quando  esto  oyó  Macai- 
re, a  pocas  non  ensande5Ío,  e  firio  el  caua- 
llo de  las  espuelas,  e  blandió  la  lan^a  que 
tenia  del  fierro  muy  agudo,  e  dexose  ir  a 
Auberi,  por  lo  ferir  con  ella.  Quando  lo  Au- 
beri vio  venir  en  tal  guisa,  ssaco  la  espada 
de  la  bayna,  e  desuiose,  e  diole  tal  espadada 
en  la  lanca,  que  le  fizo  della  dos  partes.  E 
Macaire  dexo  caer  lo  que  le  finco  de  la  lanca 
en  tierra,  e  saco  la  espada  de  la  bayna;  el 
estaua  bien  armado,  mas  Auberi  non  auia 
ninguna  armadura;   pero  por  esto  non  se 
dexo  de  defender  quanto  pudo.  E  Macaire  le 
dio  vn  golpe  tal  en  la  espalda  seniestra,  que 
ge  la  derribo,  e  el  golpe  de^io  al  braco,  e 
cortóle  los  neruios  e  las  venas.  E  quando  se 
Auberi  sentio  tan  mal  ferido,  dixo  a  Dios: 
«Señor,  aued  merced  de  mi;  Ssanta  Maria 
Señora,  acerredme  que  non  pierda  mi  alma, 
e  saluat  a  esta  dueña  que  (FoJ.  129  r.)  non 
sea  escarnida  nin  el  rrey  desonrrado». 

XI 

Mucho  fue  coitado  con  grant  pesar  Auberi, 
quando  sse  sentio  llagado,  ca  la  sangre  se  le 
yua  tan  fieramente,  que  todo  ende  era  san- 
griento e  goleaua  en  tierra.  Quando  aquello 
vio  la  rreyna,  dio  vn  grito  con  pauor,  e 
dixo:  «Ssancta  Maria,  Señora,  acerredme»; 
e  dio  de  las  correas  a  la  muía  e  metióse  por 
el  monte,  e  comen90  de  fuyr  quanto  la  muía 


pedia  andar.  Entre  tanto  acá  los  caualleros 
conbatiansse  a  las  espadas,  ca  Auberi  non  se 
quiso  dexar  ven9er  al  otro  fasta  la  muerte; 
ante  sse  defendió  tanto  que  bien  aueria  la 
dueña  andadas  quatro  millas,  al  andar  que 
yua.  Tanto  se  conbatieron  anbos  los  caualle- 
ros, que  Macaire  le  dio  vn  golpe  desgremir 
por  la  anca  que  ge  la  corto  toda  con  la  pierna. 
Quando  Auberi  se  ssentio  tan  mal  llagado, 
dio  vn  baladro  de  muy  grant  dolor;  quando 
lo  el  su  galgo  oyó,  erguyo  la  cabera,  e  fue 
en  grant  coita  quando  vio  a  su  señor  tan 
mal  trecho,  e  de  que  se  le  yua  la  sangre  tan 
fieramente,  e  dexose  yr  muy  ssañudo  a  Ma- 
caire, e  láncese  a  el,  e  trauole  en  el  vientre 
de  la  pierna  con  los  dientes  que  auia  mucho 
agudos,  que  le  non  valió  y  la  brafonera  que 
le  non  pusiese  bien  los  dientes  por  la  pierna, 
que  la  sangre  cayo  ende  en  la  yerna,  e  de 
como  era  grande  e  nenbrudo,  a  pocas  ouiera 
de  dar  con  el  en  tierra.  E  Macaire  cuy  dolé 
dar  con  la  espada;  mas  el  can,  con  miedo 
[del],  abrió  la  (')  boca  e  comencé  de  fuyr,  e 
Macaire  en  pos  el,  e  el  galgo,  con  coita,  me- 
tiese en  el  monte.  Grant  pesar  ouo  el  traidor 
porque  non  matara  el  galgo;  e  Macaire  torno 
a  ferir  a  Auberi  de  tal  golpe  de  la  espada, 
por  cima  de  la  cabcQa,  que  lo  llago  a  muerte 
e  dexolo  caer  en  tierra;  ¡Dios  aya  mer^et  de 
su  alma!   e  alli  do  yazia  dixo  a  Macaire, 
asi  como  pudo:  «Ay  traidor,  maldita  sea  tu 
alma,  ca  a  grant  tuerto  me  as  muerto.  Dios 
prenda  ende  venganga» .  E  dixo  mas:   «Ay 
señor  Dios,    padre  poderoso,   pidones   por 
mer^et  que  ayades  piadat  de  mi  alma»;  e 
luego  se  partió  el  alma  del;  e  el  traidor  de 
Macaire  fuele  al  cauallo  e  matólo,  e  eso  mes- 
mo  feziera  al  galgo  ssy  pudiera,  mas  fuyole 
al  monte,  por  tanto  le  escapo.  Desque  Ma- 
caire ouo  fecho  todo  esto,  non  quiso  mas 
tardar  e  fue  buscar  la  rreyna,  e  pensó  que 
faria  en  ella  toda  su  voluntad,  e  después  que 
le  cortarla  la  cabeca  con  su  espada;  mas  Dios 
non  tono  por  bien  que  la  el  fallase,  ca  mucho 
se  alongara  de  alli  en  quanto  sse  conbatieran; 
mucho  la  busco  el  traidor  de  vna  parte  e  de 
otra;  mas  quando  vio  que  la  non  pedia  fallar 
(Fol.  129  V.),  tal  pesar  ende  ouo,  que  a  pocas 
non  rrauiaua.  E  desque  vio  que  non  pedia 
della  saber  parte,  puño  de  se  tornar  a  la 
giudat  e  llego  y  grant  noche  andada,  e  fuese 
a  su  posada  e  fizóse  desarmar,  mas  nunca 
descobrio  a  ninguno  cosa  de  lo  que  feziera. 
Mas  Auberi,  que  yazia  muerto  cabo  de  la 
fuente,  oyd  del  su  can  lo  que  fizo.  Quando 
vio  su  señor  muerto,  comengo  de  ladrar  e  de 
aullar,  e  de  fazer  la  mayor  coita  por  el  que 

O  El  códice:  adeb. 


508 


LIBROS  DE  caballerías 


minea  fizo  can  por  señor;  e  comen^io  a  cauar 
con  las  vfias,  e  a  fazer  cueua  en  que  lo  me- 
tiese: e  lamíale  las  llagas  muy  piadosamente. 
En  tal  manera  fazia,  que  non  lia  en  el  mundo 
ome  que  lo  viese  a  que  se  ende  grant  duelo 
e  grant  piadat  non  tomase.  Asi  lo  guardaua 
lodo  el  dia  de  las  aues,  e  toda  la  noche  de  las 
bestias  del  monte,  donde  auia  y  muchas,  que 
ge  lo  non  comiesen  nin  tañiesen;  asi  guardo 
el  can  su  señor  toda  la  noche,  que  nunca 
hestia  se  llego  a  el,  nin  aue;  e  quando  veno 
la  mañana,  ouo  muy  gran  fanbre,  mas  por 
amor  de  su  señor  non  quiso  yr  buscar  cosa 
que  comiese.  Agora  vos  dexare  de  fablar  de 
Aiiberi  e  de  su  buen  galgo,  e  tornarvos  he  a 
fablar  de  la  rreyna. 

XII 

Toda  la  noche  caualgo  la  mesquina  por  la 
floresta,  que  nunca  quedo  de  andar,  e  tan 
grant  pauor  auia  de  Macaire,  que  nunca  le 
veno  sueño  al  ojo;  e  yua  dando  a  la  muía 
quanto  podia,  ca  sienpre  cuydaua  del  traidor 
que  forria  en  pos  ella.  Aquesto  era  en  el 
tienjw  de  pascua  de  Rresurerion,  e  quando 
veno  la  mañana,  salió  fuera  del  monte,  e 
desque  se  vio  en  el  llano,  comenco  a  llorar 
mucho  de  los  ojos  e  del  coracon,  e  dixo  con 
muy  grant  coita:  «Ay  Dios,  señor,  e  ¿para  do 
y  re?»  En  esto  que  se  ella  estaua  asi  coitando, 
cato  e  vio  venir  vn  grant  villano  fiero  contra 
ssy  por  vn  camino,  <jue  yua  por  y  en  su  saya 
corta  e  mal  fecha  de  vn  burel,  e  la  cabei/a 
por  lanar,  e  los  cabellos  enrricados,  e  el  vn 
ojo  auia  mas  verde  que  vn  aztor  pollo,  e  el 
otro  mas  negro  que  la  pez;  las  sobre(,'ejas 
auia  muy  luengas;  de  los  dientes  non  es  de 
fablar,  ca  non  eran  sinon  como  de  puerco 
montes;  los  braq-os  e  las  piernas  auia  muy 
luengas,  e  vn  pie  leuaua  calcado  e  otro  des- 
calco, por  yr  mas  ligero,  e  ssy  le  diesen  a 
comer  quanto  el  quesiese,  non  aueria  mas 
fuerte  orne  en  toda  la  tierra,  ni  mas  arrezia- 
do;  e  ante  ssi  traya  vn  asno  cargado  do  leña, 
e  el  leuaua  su  aguyjon  en  la  mano  í Folio 
ISO  r.J  con  que  lo  tañia;  e  quando  cato  e 
vio  la  rreyna,  comenco  de  menear  la  cabeca, 
e  dio  tan  grant  boz  que  toda  la  floresta  ende 
rretemio,  e  dixo:  «Venid  adelante,  ¡Dios! 
¡que  buen  encontrado  falle  para  mi  cuerpo 
ssolazar!»  (^)uando  esto  03-0  la  rreyna,  toda  la 
color  perdió;  pero  esforcose  e  llamólo,  e  di- 
xole  muy  omildosamente:  «Buen  amigo,  Dios 
vos  ssalue,  ¿ooderme  ya  en  vos  fiar?  Ora  me 
dezit,  amigo,  ¿a  que  parte  ydes?»  «Dueña, 
dixo  el  ¿Q  vos  que  auedes  y  de  adobar?  Mas 
¿quales  diablos  vos  fezieron  leuantar  tan  de 
mañana?  Bien  semejados  muger  de  dinero  o 


de  meaja,  quando  asi  ydes  ssola  sin  ome  del 
mundo  pequeño  nin  grande;  e  f-ertas,  seme- 
jame  grant  daño,  ca  de  mas  fermosa  dueña 
que  nos  non  oy  fablar,  nin  avn  de  la  rreyna 
Seuilla,  que  era  tan  fermosa  dueña,  que  el 
rrey  fizo  quemar  anoche  en  el  llano  de 
Ssomon  mártir;  mucho  fizo  y  mal  fecho.  Dios 
lo  maldiga,  ca  mayor  follonia  non  poderla 
fazer» .  (,^»uando  le  esto  oyó  la  rreyna,  comen- 
i;o  a  llorar  muy  fieramente.  «Dueña,  dixo  el 
villano,  par  el  cuerpo  de  Dios,  mucho  fue  y 
villano  el  rrey  Carlos  que  tan  buena  rreyna 
quemo,  e  tan  sabidor  que  fasta  §ima  de 
Oriente  non  auia  otra  tal  a  mi  cuydar;  e  sy 
vos  troxiesedes  convusco  cauallerose  conpa- 
ña, e  non  andasedes  asi  llorosa  e  mal  trecha, 
vos  la  semejariades  muy  bien,  por  buena  fe». 
«Amigo,  dixo  la  rreyna,  desto  non  dubdedes, 
ca  yo  sso  esa  de  que  uos  fablades;  e  verdat 
f>ie  eso  de  que  uos  dezides:  ca  el  rrey  mando 
fazer  grant  fuego,  en  que  me  quemasen,  e 
leuantome  tal  blasmo  de  que  yo  non  auia  cul- 
pa, e  quemada  me  ouiera,  por  el  consejo  de 
Macaire,  que  Dios  destruya,  e  de  otros;  mas 
Dios  me  guardo  ende  por  la  su  santa  piadat, 
que  sabia  que  non  auia  y  culpa,  e  púsole  en 
voluntad  que  lo  non  feziese,  e  mando  que  me 
saliese  de  ssu  tierra  por  tal  condición  que  ssy 
me  después  y  nunca  fallase,  que  me  feziese 
matar,  que  al  y  non  ouiese;  desi  fizóme  guar- 
dar por  la  floresta  a  vn  su  cauallero  bueno, 
e  que  me  guiase,  que  auia  nonbre  Auberi 
de  Moiidisder,  e  que  el  amaua  mucho.  E  Ma- 
caire el  traidor  veno  en  pos  nos,  armado  de 
todas  armas,  en  ssu  cauallo,  e  quesierame 
escarnir,  mas  Auberi  puño  de  me  defender, 
mas  a  la  (.-ima  matólo  Macaire.  E  quando  yo 
vi  quel  pleito  yua  assy,  metyme  por  este 
monte,  e  comente  de  fuyr  quanto  pude;  e 
non  sse  para  do  vaya,  e  sso  muy  coitada,  ca 
ando  preñada;  e  por  Dios,  ome  bueno,  con- 
sejadme oy,  si  uos  plaz  (Fol.  130  v.)  e 
tomad  estos  mis  paños  e  mi  muía,  e  fazet 
dello  vuestra  pro» .  Quando  esto  oyó  el  villa- 
no, ali.-o  la  cabeca  e  feria  los  dientes  vnos 
con  otros,  e  comenco  de  ferir  de  vn  puño  en 
otro,  e  después  dio  de  las  manos  en  su  caber-a 
e  tiro  sus  cabellos,  e  dixo:  «Dueña,  non 
temados;  ca  para  aquel  Dios  que  nació  en 
Betlem  de  la  virgen  Santa  Maria,  por  su 
plazer,  que  ya  non  yredes  sin  mi  vna  legua 
de  tierra  que  yo  non  vaya  con  vusco  a  toda 
vuestra  voluntad;  e  de  aqui  vos  juro  que  non 
vaya  en  pos  este  asno,  nin  torne  veer  a  mi 
muger  nin  a  mis  fijos:  e  leuar  vos  e  dere- 
cliamente  a  la  rrica  ciudat  de  Costantinopla 
al  enperador  Rrichart,  vuestro  padre,  que 
quando  sopier  las  nueuas  de  vos  e  de  vues- 
tro mal,   sse  que  enbiara  en  Francia  ssus 


CARLOS  MAYNES 


509 


gentes  e  su  hueste;  e  si  Carlos  non  quesier 
fazer  su  voluntad  de  uos  rres<,'ebir  por  muger 
asi  como  ante  erades,  sse  que  sera  grant  des- 
troimionto  en  Franria» .  «Ay  Dios,  dixo  la 
rreyna,  que  formaste  a  Adán  é  Eua,  onde 
todos  (lecendemos:  Sseñor,  acórreme  e  écha- 
me desta  tormenta  e  lieuame  a  logar  do  ssea 
eu  saluo». 

XIIT 

Assy  dixo  la  rreyna,  como  vos  oydes,  e  el 
villano  le  dixo:  «Dueña,  non  vos  desmayedes; 
yo  he  mi  mujer  e  mis  fijos  en  vna  (-iudat, 
donde  so  natural,  e  guarecía  por  esto  que  vos 
vedes,  e  desto  gouernaua  mi  conpaña;  mas 
por  vos  quiero  desamparar  la  muger  e  los 
fijos,  por  yr  con  vasco  e  vos  seruir,  e  a  uos 
eonverna  de  yr  por  estrañas  tierras  fasta  que 
seades  libre  de  la  criaturí^que  en  vos  traedes, 
e  darlo  hemos  y  a  criar,  e  quando  fuer  gran- 
de, yrsse  ha  a  Costantinopla,  e.nos  yrnos 
hemos  luego  al  enperador,  vuestro  padre,  a 
Grecia,  donde  es  señor;  e  quando  sopier 
vuestra  fazienda,  se  que  auera  ende  muy 
grant  pesar;  e  desque  el  niño  fuer  de  hedat, 
ssy  fuere  de  buen  corascon,  darle  ha  su 
p)oder,  e  por  auentura  avn  sera  rey  de  Fran- 
Qia,  sy  a  Dios  plaz» .  E  la  rreyna  dixo  que 
Dios  le  diese  ende  buen  grado  de  lo  que  le 
prometía.  «Agora  me  dezit,  amigo,  dixo  ella, 
¿como  auedes  vos  nonbre?».  E  el  respondió: 
<A  mi  dizen  Barroquer» .  «r'ertas,  dixo  la 
rreyna,  el  nonbre  es  muy  estraño;  mas  vos 
me  ssemejades  ome  bueno^,  e  asi  lo  seredes, 
si  Dios  quesier  que  me  vos  tengades  fe  e 
lealtad;  e  como  yo  cuydo,  en  buena  ora  vos 
tuestes  nado,  ca  yo  vos  fare  mu}'  rrico  e  muy 
bien  andante».  «Dueña,  dixo  Barroquer, 
grandes  mercedes.»  «Agora  me  dezit,  ami- 
go, dixo  ella,  ¿sabedes  arerca  de  aqui  vi- 
lla o  castiello  do  pudiésemos  fallar  que 
(Fol.  131  r.)  comiésemos'?  ca  yo  lie  muy 
grant  fanbre,  que  ya  dos  dias  ha  que  non 
comy;  e  daredes  este  mi  manto  por  dineros, 
e  venderedes  la  muía  que  ayamos  que  des- 
pender por  do  fuermos,  ssy  lo  asi  touierdes 
por  bien».  «Dueña,  dixo  Barroquer,  aqui 
ante  nos  ay  vn  hurguete  vinj  bueno,  que 
llaman  Leyn;  vayamos  alia  derechamente  e 
y  comeredes  que  uos  ahonde» .  «Buena  ven- 
tura nos  de  Dios» ,  dixo  la  rreyna.  Asy  se  fue 
la  rreyna,  e  Barroquer  con  ella;  e  la  bestia 
de  Barroquer  sse  torno  para  la  posada,  asi 
como  yua  cargada  de  leña;  mas  quando  la  su 
mugier  vio,  fue  mucho  espantada,  ca  ouo 
pauor  que  alguno  matara  a  Barroquer,  su 
marido,  en  el  monte,  o  que  lo  prendiera  el 
que  guardaua  el  monte,  e  comem.-tj  a  dar 


grandes  baladres  con  su  fijo,  e  a  llorar  mu- 
cho; mas  la  rreyna  o  Barroquer  llegaron  a 
Ltn'n  después  del  medio  dia,  e  entrando  en 
la  villa,  fallaron  muchos  burgueses  que  pre- 
guntaron a  Barroquer  donde  andauan;  mas 
el  abaxaua  la  cabe<;a  e  pasaua  por  ellos,  e  la 
dueña  en  pos  el;  e  tales  y  auia  que  le  dezian: 
«Avillano,  non  lo  niegues,  ¿donde  fallaste  tan 
fermosa  dueña  o  do  la  tomaste?»  E  la  dueña 
les  dezia:  «Señores,  por  Dios,  non  digades 
villanía,  ca  el  es  mi  marido  e  vome  con  el». 
«Por  buena  fe,  dezian  ellos,  asi  fezo  grant 
diablura  quien  a  tal  villano  dio  tan  fermosa 
muger».  Mas  Barroquer  non  dezia  nada,  sy- 
non  baxaua  la  cabera  et  dexaua  a  cada  vno 
dezir  su  villanía;  e  fneronse  a  vna  posada  do 
cabo  de  la  calcada,  e  Barroquer  rogo  mucho 
vn  burgués  que  y  fallo  que  los  albergase 
aquella  noche,  e  fiíria  grant  cortesía;  e  el 
hurgues  respondió  e  dixo  a  la  dueña :  «Amiga, 
yo  non  se  quien  vos  sodes  ni  de  qual  linage; 
mas  he  de  uos  grant  piadat  en  mi  corascon, 
e  por  ende  aueredes  la  posada  a  vuestra  vo- 
luntad, que  vos  non  costara  vna  meaja». 
Quando  Barroquer  esto  oyó,  graderiogelo 
mucho  e  entom.'e  defendieron,  e  el  huésped, 
que  era  sabidor  e  cortes,  guysoles  muy  bien 
de  comer;  e  desque  comieron  quanto  quesie- 
ron,  el  huésped,  que  era  ome  bueno  e  de 
buena  parte,  llamo  a  Barroquer  e  preguntóle 
en  poridat  e  dixole:  «Amigo,  por  la  fe  que 
deues  a  Dios,  ¿es  esta  dueña  tu  muger?» 
«Sseñor,  dixo  Ba.-roquer,  yo  no  vos  negare 
la  verdat,  para  aquel  Dios  que  el  mundo  fizo, 
porque  os  tengo  por  ome  bueno  e  leal.  Ella 
non  es  mi  muger,  bien  vos  lo  juro;  ante  es 
vna  dueña  do  luenga  tierra,  e  yo  sso  su  ome 
quito.  E  ymos  nos  a  Rroma;  mas  ymos  muy 
pobres  de  despensa».  «Amigo,  dixo  el  hués- 
ped, non  vos  desmayedes,  ca  Dios  vos  dará 
consejo».  E  (Fol.  131  c.)  fezieron  echar  la 
dueña  en  vna  cama  en  vn  lecho  muj^  bueno, 
do  dormio  aquella  noche  muy  bien  fasta  en 
la  mañana.  EntonQC  llamo  Barroquer  a  la 
puerta  e  despertóla. 

Desque  la  rreyna  despertó  e  sse  bestio  e 
aparejo  e  abrió  la  puerta,  llamo  a  Barro- 
quer, e  dixole;  «Yo  he  grant  pauor  del 
rrey,  e  ssy  el  sopier  que  yo  aqui  sso,  fazer- 
me  ha  matar  por  su  bravura».  «Dueña, 
dixo  Barroq  ler,  non  temades,  ca  si  Carlos 
agora  aqui  llegase,  ante  me  yo  dexaria  ma- 
tar que  uos  dexar  mal  traer,  avnque  cuj'dase 
\  ser  todo  desfecho;  mas  aued  en  Dios  buena 
esperanca,  ca  de  mañana  moueremos  de  aqui 
ssyn  mas  tardar».  «Barroquer,  dixo  la  dueña, 


510 


LIBROS  DE  caballerías 


agora  me  enteadet;  yo  sso  preñada  para  9edo, 
como  YO  cuydo,  e  por  Dios,  fazet  en  manera 
que  nos  vamos  e  dat  esta  mi  muía  con  su 
guarnimento  por  dineros,  que  desijendamos 
por  las  tierras  por  do  fuermos,  e  conpradme 
vn  palafrén  rrefez  en  que  yo  vaya».  «Seño- 
ra, dixo  Barroquer,  como  uos  mandardes» ; 
e  vendió  luego  la  muía  con  aquella  rrica 
silla  que  traya,  e  dieron  el  manto  de  la 
rreyna  por  vn  palafrén,  en  que  ella  fuese;  e 
conprole  vn  tabardo,  e  espedieronsse  del 
huésped,  que  los  comendo  a  Dios  e  caualgo 
con  ellos  vna  piega;  desi  espediose  dellos. 
Ora  los  guye  Nuestro  Señor. 


XV 


Agora  se  va  Barroquer  e  la  rreyna  con  el, 
que  Dios  guarde  de  mal;  mas  de  las  jornadas 
que  fezieron  yo  non  vos  las  sse  contar,  mas 
pasaron  por  Yere  e  desi  por  la  Abadia,  e 
fueronsse  albergar  al  castiello  de  Terrui,  e 
otro  dia  grant  mañana  caualgaron  e  fueron- 
sse a  la  noble  9iudat  de  Renis;  desi  pasaron 
Canpana,  e  pasaron  a  Musa  en  vna  barca, 
después  en  Ardaña,  e  a  ora  de  cunpletas  lle- 
garon a  Bullón,  e  pasaron  la  puente  e  fue- 
ronse  albergar  a  la  abadia  de  Sant  Romacle; 
otro  dia  grant  mañana  salieronsse  dende,  e 
tomaron  su  camino  e  pasaron  el  monte  e  la 
tierra  gasea,  e  fueron  maner  a  Ays  de  la 
Capilla,  e  de  alli  se  fueron  a  la  buena  r-iu- 
dat  de  Coloña,  e  estudieron  y  tres  dias;  desy 
pasaron  el  rrio  que  llaman  Rrin  en  vna  ga- 
lea, e  preguntaron  por  el  camino  de  Vngria, 
e  enseñarongelo  e  fueronse  por  el.  Agora 
vos  dexaremos  de  tablar  de  la  rreyna  e  de 
Barroquer,  e  fablar  vos  hemos  de  Carlos, 
que  ñncara  en  Paris  triste  e  coitado,  el  e 
toda  su  conpaña,  por  rrazon  de  la  rreyna. 


(Fol.  132  r.)  XYI 

El  rrey  que  era  en  Paris  e  muy  grant 
conpaña  de  altos  omes  con  el,  cato  vn 
dia  por  el  palar-io,  e  non  vio  a  Auberi  de 
Mondisder,  e  dixo:  «Por  Dios,  ¿que  se  fizo 
de  Auberi,  que  non  veno?  De  grado  lo  que- 
rria  veer,  por  saber  nueuas  de  la  rreyna 
o  para  do  fue.  Ella  mere^.-io  de  yr  en  tal 
proueza ;  mas  quesiera  auer  perdida  esta 
ciudat  para  sienpre,  que  ella  ouiese  errado 
tan  mal  contra  nos;  mas  a  ssofrir  nos  con- 
viene, pues  que  asi  aueno;  mas  llamad  a 
Auberi  e  sabere  la  verdat  de  la  rreyna  que 
fizo».  Quando  Macaire  esto  entendió,  toda  la 
ssangre  se  le  boluio  en  el  cuerpo,  e  después 


veno  antel  rrey,  e  dixole:  «Señor,  a  mi  di- 
xieron  que  Auberi  erro  mal  contra  uos,  ca 
sse  salió  con  la  rreyna  j^or  fazer  della  su  vo- 
luntad; assy  la  leuaua  como  vna  soldadera» . 
Quando  el  enperador  esto  ovo,  ouo  ende 
grant  pesar:  «Macaire,  dixo  el  enperador, 
dizesme  tu  ende  verdat,  que  Auberi  me  des- 
onrro  assy?»  «Señor,  dixo  el,  jamas  nunca  lo 
veredes  en  toda  vuestra  vida,  par  mi  fe;  e, 
señor,  sabed  que  el  non  ha  talante  de  tornar 
nunca  a  Paris» . 

XYII 

Desto  que  dixo  Macaire  al  enperador  ouo 
el  tan  grant  pesar,  que  juro  para  Dios,  que 
le  feziera  a  su  imagen,  que  ssy  Auberi 
cogiese  en  la  mano  que  lo  faria  morir  de 
muerte  desourrada,  ca  bien  entendía  que  le 
feziera  Auberi  muy  grant  onta,  segunt 
como  dezia  Macaire  el  follón;  mas  el  otro 
yazia  muerto  cabo  de  la  fuente,  que  este 
traidor  matara  que  lo  mezclaua,  e  el  su  galgo 
antel,  que  lo  aguardaua  de  las  aues  e  de  las 
bestias  que  lo  non  comiesen;  mas  comia  el 
cauallo  que  yazia  y  muerto.  Quatro  dias  e 
quatro  noches  guardo  el  can  su  señor,  que 
non  comió  ni  beuio,  e  era  ya  tan  lasso  que 
marauilla;  e  leuantose  a  grant  pena  de  cabo 
su  señor,  e  arranco  de  la  yerua  con  sus  ma- 
nos e  con  los  dientes,  e  cobriolo  con  ella,  e 
tanto  lo  coito  la  fanbre,  que  se  fue  contra 
Paris  por  el  camino  derechamente,  e  llego 
y  a  ora  de  medio  dia,  o  fuese  al  palaylo  de- 
rechamente. E  aueno  asi  quel  rrey  sseya 
yantando,  e  muchos  omes  buenos  con  el,  e 
Macaire  aeostarase  cerca  del  rrey,  e  decíale 
que  muy  mal  le  auia  errado  Auberi,  que  se 
fuera  con  la  rreyna  por  estrañas  tierras. 
«Macaire,  dixO  el  rrey  ( B'ol.  132  v.)^  mucho 
he  dello  grant  pesar,  mas  para  aquel  Señor 
que  priso  muerte  en  cruz,  yo  fare  buscar  por 
cada  lugar  do  supiere  que  se  fueron,  e  si  a 
Dios  plugier  que  lo  fallen,  e  lo  traen  a  mi 
poder,  todo  el  oro  del  mundo  non  lo  guarirá 
que  non  ssea  arrastrado  o  quemado,  que  lo 
non  dexaria  por  cosa  del  mundo» .  A  aquella 
ora  entro  el  galgo  en  el  palacio,  e  las  gentes 
lo  comentaron  a  catar;  mas  el  galgo,  tanto 
que  vio  a  Macaire,  dexose  correr  a  el,  e  tra- 
uole  por  detras  en  la  espalda  seniestra  e 
puso  bien  los  dientes  por  el,  e  rro5''olo  muy 
mal;  e  Macaire  dio  muy  grant  l»aladro  quan- 
do sse  sentio  llagado,  e  el  enperador  e  los 
caualleros  fueron  desto  muy  marauillados, 
e  erguyéronse  algunos  e  dixieron:  «Matad 
aquel  can» ;  e  comenr-aron  de  le  lanzar  palos 
e  de  lo  ferir  muy  mal;  e  el  dexo  a  Macaire  e 
comenyo  a  fuyr  quanto  pudo  por  el  palacio, 


CARLOS  MAYNES 


511 


e  al  salir  echo  la  boca  on  vn  pan  de  la  mesa 
e  fuese  con  el  contra  la  floresta  por  do  venie- 
ra,  a  aquella  parte  do  su  señor  dexara  yazer 
muerto,  con  su  pan  en  la  boca,  e  echóse  cabo 
el,  e  comento  a  comer  su  jian,  que  se  le  fizo 
muy  poco,  ca  mucho  auia  grant  tanbro.  ^las 
mal  eoitado  ñnco  Macaire  de  la  mordedura 
del  can,  ca  mocho  lo  rroyo  mal;  e  el  enpera- 
dor,  (^ue  fue  ende  marauillado,  dixo  contra 
los  caualleros:  «Amigos,  ¿vistes  nunca  tal  ma- 
rauilla?  Este  era  el  buen  galgo  que  Auberi 
de  aquí  leuo  consigo;  yo  non  sse  donde  se 
veno,  nin  a  qual  logar  se  va;  mas  del  querría 
yo  saber  do  es».  «Non  vos  coitedes,  señor, 
dixo  el  duque  don  Aymes,  ca  non  tardara 
mucho  que  lo  non  sepamos  por  este  can 
mesmo,  que  sse  non  puede  encobrir;  mas 
curen  entretanto  de  Macaire,  ca  mal  lo  rroyo 
aquel  can-» . 

xYin 

Agora  oyd  del  galgo  que  yazia  cabo  su 
señor,  lo  que  fizo  otro  dia  de  mañana:  Quan- 
do  lo  coito  la  fanbre,  erguyóse  e  fuese  con- 
tra Paris;  e  desque  paso  la  puente  e  entro 
por  la  villa,  los  burgueses  lo  comentaron  a 
catar,  que  lo  conoscian,  e  dixieron:  «Por 
Dios,  ¿donde  viene  este  can,  ca  este  es  el 
galgo  de  Auberi?»  E  quisiéronlo  tomar,  mas 
non  pedieron,  ca  el  galgo  comenco  de  correr, 
e  fuese  contra  el  palacio,  e  desque  entro 
dentro,  vio  ser  el  rrey  e  Macaire  fablar  en 
poridat;  mas  quando  Macaire  vio  el  galgo, 
ouo  del  muy  grant  miedo,  e  leuantose  e  co- 
menco  (Fol.  133  r.)  de  fiíyr.  Quando  quatro 
de  sus  parientes,  que  y  estañan,  vieron  esto, 
dexarouse  yr  al  can  con  palos  e  con  piedras; 
mas  don  Aymes  que  esto  vio,  dioles  bozes, 
e  dixoles:  «Dexaldo,  dexaldo;  yo  vos  digo  de 
parte  del  rrey  que  le  non  fagades  mal» .  Quan- 
do ellos  esto  oyeron ,  fueron  muy  ssañudos  e 
dixieron:  «Señor,  dexadnos;  este  can  que 
veedes  llago  a  j\Iacaire  muy  mal  en  la  espal- 
da». «Amigos,  dixo  el  Duque,  non  lo  culpe- 
des;  bien  sabe  el  can  donde  viene  este  des- 
amor, o  de  viejo  o  de  nueuo» .  E  el  conde  don 
Aymes  de  Bayuera,  que  era  muy  preciado, 
o  mucho  entendido,  tomo  el  galgo  por  el 
cuello,  e  diolo  a  Groufredo,  que  era  padre 
d'  Ougel,  que  lo  guardase,  e  el  can  estouo 
con  el  de  buena  mente.  Quando  Macaire  esto 
vio,  ouo  muy  grant  pesar,  e  y  estañan  con 
el  estonce  sus  parientes,  que  Dios  maldiga: 
Malyngres,  e  Trui,  e  Baton,  e  Berenguer,  e 
Focaire,  e  Aloris,  e  Bear  i,  e  Brecher,  e  Gri- 
fes de  Altafoila,  e  Alait  de  Monpanter,  que 
quesieran  matar  el  can  de  grado.  Quando  el 
buen  duque  don  Aymes  esto  vio,  comenco  a 


dar  baladres  e  metió  bozes  a  Brechart  de 
Normandia,  e  a  Jufre,  e  a  Ougel,  e  a  Terri 
Lardenois,  e  a  Berare  de  Mondisder,  e  al 
viejo  Simón  de  Pulla,  e  a  Galfer  Despolica. 
cBarones,  dixo  el  Duque,  ruegovos  por  Dios 
que  nos  ayudedes  a  guardar  este  galgo» ;  e 
ellos  respondieron  que  de  todo  en  todo  lo 
forian.  Enton(;e  trauaron  del  can  e  leñáronlo 
antel  enperador,  e  fincaron  los  inojos  antel, 
e  el  duque  don  Aymes  lo  tenia  por  el  cuello, 
e  fablo  primero,  e  dixo:  «Señor  enijerador, 
mucho  me  marauillo  de  las  grandes  bonda- 
des que  en  vos  soliades  auer;  vos  me  soliades 
amar  e  llamar  a  vuestros  grandes  consejos  e 
a  los  grandes  pleitos,  e  en  las  vuestras  gue- 
rras yo  solia  ser  el  primero.  Agora  veo  que 
me  non  amades  nin  preoiades;  yo  non  vos 
lo  quiero  mas  encobrir;  mas  guardatvos  de 
traidores,  que  muy  menester  es».  «Don  Ay- 
mes, dixo  el  enperador,  yo  non  me  puedo 
ende  guardar,  si  me  Dios  non  guarda,  que 
ha  ende  el  poder».  «Yo  le  pido  por  mer9et, 
dixo  don  Aymes,  que  nos  guarde  de  todo 
mal;  mas,  señor,  agora  me  entendet,  sy  vos 
plaze,  por  el  amor  de  Dios:  aquí  non  ha  ca- 
uallero,  nin  escudero,  nin  clérigo,  nin  ser- 
uiente  a  quien  este  galgo  mal  quiera  fazer, 
synon  a  Macaire,  este  vuestro  priuado;  e 
sse  que  Auberi  su  señor,  a  quien  nos  man- 
dastes  guardar  la  rreyna  quando  fue  echada 
de  vuestra  tierra,  que  este  can  fue  con  el, 
que  tanto  mas  ha  de  vn  año,  e  sienpre  andana 
con  el  que  lo  non  podian  del  quitar;  e  se- 
ñor, por  vuestra  mercet  (Fol.  133  v.j,  fazet 
agora  vna  cosa:  que  caualguedes  en  vn  buen 
cauallo.  e  saldremos  con  vusco  fasta  cient 
caualleros,  e  iremos  en  pos  el  galgo,  e  vere- 
mos do  nos  leñara;  e,  asy  me  ayude  Dios, 
que  todo  el  mundo  tiene  en  poder,  como  yo 
cuydo  que  Macaire  ha  muerto  a  Auberi  de 
Mondisder,  el  vuestro  leal  cauallero,  tan 
preciado  e  tan  bueno» .  Quando  esto  oyó  Ma- 
caire, fue  muy  sañudo. 


XIX 

Mucho  peso  a  Macayre  quando  esto  ouo 
dicho  el  duque  don  Aymes,  e  dixole:  «Mejor 
lo  diriades,  señor,  si  vos  qaesiedes;  e  sy  vos 
non  fuesedes  ede  tan  grant  linage  como  sodes, 
yo  daria  luego  agora  mis  galas  contra  vos  que 
nunca  fiz  esto  (pie  me  vos  aponedes  nin  sol 
non  me  veno  a  corascon».  Don  Aymes  dexo 
entonce  el  galgo,  e  el  can  se  fue  luego  para 
el  rrey,  e  asentóse  antel,  e  comento  de  au- 
llar e  de  se  coitar,  asi  que  bien  entendían 
que  se  querellaua,  e  trauo  con  los  dientes 
en  el  manto  del  rrey  que  tenia  cobierto,  e 


512 


LIBROS  DE  caballerías 


tirana  por  el  e  fazia  senblante  que  lo  quería 
leuar  contra  la  floresta  a  aquella  parte  do 
ssu  señor  yazia  muerto.  Quando  el  rrey  esto 
vio,  tomóse  a  llorar  de  piadat,  e  demando 
luego  su  cauallo  e  troxierongelo,  e  el  enpe- 
rador  caualgo  que  non  tardo  mas,  e  el  duque 
don  Aymes  con  el.  e  Dugel  el  senescal,  e 
muchos  omes  buenos;  mas  Macayre  el  trai- 
dor non  quiso  yr  alia,  ante  finco  en  la  ciu- 
dad sañudo  e  con  grant  pesar,  amenazando 
mucho  al  duque  don  Aymes  el  e  todo  su  li- 
nage:  mas  el  duque  non  daria  por  ende  dos 
nupzes. 

XX 

En  tal  guisa  se  fue  el  enperador  e  sus 
omes  buenos  con  el,  e  caualgaron  fasta  en  la 
floresta,  e  el  galgo  yua  delante,  que  fazia 
muy  fiero  senblante  de  los  guyar,  e  de  los 
leuar  a  la  floresta,  que  nunca  se  detono,  e 
fuese  por  el  camino  que  sabia  que  yua  dere- 
cho a  la  fuente  do  su  señor  yazia  muerto. 

E  todos  iban  en  pos  el,  e  desque  llego  a 
su  señor,  descobriolo  de  la  yerna  que  sobre 
el  echara.  Quando  esto  vio  el  enperador  e  los 
que  con  el  andauan,  fueron  esmarridos,  e  el 
decio  primero,  e  quando  conoscio  que  aquel 
era  Auberi  de  Mondisder,  comenco  a  llorar 
e  a  fazer  el  maj'or  duelo  del  mundo:  «Ami- 
gos, dixo  el  enperador,  esto  non  puede  ser 
negado;  vedes  aqui  Auberi  do  yaz  muerto  a 
que  yo  mande  que  guardase  la  rreyna  e  la 
guiase.  Yo  non  sse  della  do  se  fue  (Fo- 
lio 134  r.).  mas  dixieronme  que  Macaire 
fuera  en  pos  ellos  solo,  sin  conpafla,  muy 
ascusamente.  E  yo  cuy  do  que  este  lo  ha 
muerto,  mas,  para  aquel  Señor  que  todo  el 
mundo  fizo,  que  esta  traioion  non  sera  tan 
encubierta  que  la  3^0  non  faga  descobrir;  e 
si  sse  Macayre  ende  non  se  puede  sainar, 
non  escapara  que  por  ende  non  sea  enforca- 
do» .  Entonre  comenr-aron  a  fazer  tan  grant 
duelo  por  Auberi,  que  marauilla  [era],  ea 
mucho  lo  preciauan  todos  de  sseso  o  de  leal- 
tad,  e  de  cortesia. 

XXI 

E  desque  fezieron  i)or  el  muj''  grant  duelo 
quanta  pier-a,  fezieron  fazor  vnas  andas  que 
ocharon  a  dos  cauallos,  e  pusieron  y  Auberi, 
e  leñáronlo  a  la  f.iudat.  E  quando  entraron 
con  el  en  la  villa,  veriades  tan  grant  duelo 
de  dueñas  e  de  burguesas,  e  de  otras  gen- 
tes, que  non  ha  en  el  mundo  onie  de  tan 
duro  coras(.-on  que  por  el  non  llorase.  Asy  lo 
levaron  a  la  eglesia  de  Santa  Maria,  e  des- 
(¡ue  le  dixieron  la  misa,  e  el  cuerpo  fue  (mi- 


terrado,  el  rrey  tomo  el  galgo  e  leuolo  con- 
sigo e  fizólo  muy  bien  guardar ,  e  mandóle 
dar  muy  bien  de  comer;  mas  el  can  sien- 
pre  aullaua  e  fazia  duelo.  El  rrey  fizo  pren- 
der a  Macaire  entre  tanto.  E  otro  dia  mando 
llamar  sus  omes  e  fue  con  ellos  oyr  misa  a 
la  eglesia  de  Santa  Maria;  e  desque  torno  a 
su  palacio  asentóse  triste  con  muy  grant  pe- 
sar, e  dixo  a  sus  priuados:  «Varones,  por 
Dios  vosrruego  que  me  judguedes  que  deuo 
fazer  en  pleito  de  Auberi  de  Mondisder,  a 
quien  yo  di  la  rreyna  que  era  mi  muger  que 
la  guardase  fasta  que  fuese  en  saino,  e  nin- 
guno non  sabe  della  n nenas  do  es  yda.  E 
yo  mande  prender  a  ]\tacaire  por  pleito  del 
galgo  que  sse  non  dexo  yr  a  otro  en  todo  el 
palacio,  do  tantos  estañan,  sy  a  el  solo  non. 
E  por  ende  me  semeja  que  alguna  culpa  y 
ha,  que  el  can  no  quier  a  otro  rroer,  si  aquel 
non» .  «Señor,  dixo  el  duque  don  Aymes,  yo 
nos  consejare  lo  que  y  fagades».  «Par  Dios, 
dixo  el  enperador,  mucho  me  plaz».  En- 
tongo sse  erguyo  el  duque  don  Aymes,  e 
llamo  los  doze  Pares  sso  vn  árbol:  Picharte  _^ 
de  Normandia,  e  .lufre,  e  Ougel,  e  Terrin  ^ 
Lardenois,  e  Berart  de  Mondisder^,  e  Simón 
el  viejo  de  Pulla,  e  (jaufer  Despolir-a,  e  Sa- 
lamon  de  Bretaña,  e  muchos  otros  omes 
buenos;  e  desque  fueron  a  parte,  Galalon  de 
Belcaire  fablo  primero,  que  era  pariente  de 
Macaire,  e  auia  grant  sabor  de  lo  ayudar. 
«Señores,  dixo  el,  mucho  nos  deue  pesar  que 
el  rrey  quier  fazer  juzgar  de  crimen  de 
fFol.  IS4  r.)  muerte  a  Macaire,  ca  diz  que 
el  mato  a  Auberi  de  Mondisder,  mas,  por 
Dios,  ¿como  puede  el  esto  saber?  Mas  bien 
cuj^do  que  non  ha  en  esta  corte  cauallero. 
nin  escudero,  nin  otro  ome  bueno,  que 
contra  Macaire  desto  osase  dar  su  gaje  por 
se  conbatir  con  el.  Ssy  el  can  quiere  rroer 
a  Macaire,  non  es  marauilla,  ca  lo  ferio  el 
muy  mal,  e  por  ende  se  querría  el  can  ven- 
gar; mas  ssy  me  quesierdes  creer,  nos  yre- 
mos  al  rrey,  e  dezirle  hemos  que  dexe  a 
Macaire  estar  en  paz  que  fizo  prender,  e  que  — 
le  non  faga  mal  nin  onta,  ca  el  es  de  alto 
linago,  e  de  muy  buenos  caualleros,  e  muy 
fiero  e  mucho  orgulloso,  e  si  le  tuerto  feziese, 
grant  mal  ende  poderla  venir;  mas  quítelo 
de  todo  e  finque  en  paz;  este  es  el  mejor 
consejo  quel  ome  i>oderia  dar». 


xxn 

Quando  los  rricos  omes  oyeron  asi  fablar 
a  Cralalon,  non  osaron  y  al  dezir,  porque  era 
de  muy  alto  linage,  e  muy  poderoso;  mas  el 
duque   don  Aymes  sse  erguyo   entonce,  e 


CARLOS  MAYNES 


513 


h 


dio  bozes,  e  dixo:  «Varones,  oydme  lo  que  ¡ 
vos  quiero  dexir:  Galalon  sabera  muy  bien 
vn  buen  consejo  dar;  mas  pero  otro  consejo 
auemos  aqui  menester  de  auer,de  guisa  que 
non  Gayamos  en  vergüeña  del  rrey:  vos  bien 
sabedesque,  quaudo  el  rrey  echo  su  mugerde 
su  tierra,  que  la  dio  a  Auberi  de  Mondisder 
que  la  guardase,  onde  aquel  que  lo  mato  ha 
fecha  grant  outa  al  rrey,  e  grant  yerro.  E 
quando  elmouio  de  aqui  con  la  rrey  na,  leuo 
consigo  este  galgo  porque  lo  amaua  mucho. 
]\Iucho  leal  es  el  amor  del  can,  esto  oy  prouar, 
ninguno  non  puede  falsar  lo  que  ende  dixo 

^  Merlin;  ante  es  grant  verdat  lo  que  ende  pro- 
fetizo. Onde  aueno  asy  que  (,'esar  el  enpera- 
dor  de  Rroma  lo  tenia  en  presión;  e  este  fue 
aquel  que  fizo  las  carreras  por  el  monte  Pa- 
nes. Yn  dia  fizo  venir  ante  ssy  a  Merlin  por 
lo  prouar  de  ssu  seso,  e  dixole:  «Merlin,  yo 
te  mando,  asy  como  amas  tu  cuerpo,  que  tu 
trayas  ante  mi  a  mi  corte  tu  joglar,  e  tu 
sieruo,  e  tu  amigo,  e  tu  enemigo» .  «Señor, 
dixo  Merlin,  yo  vos  los  traeré  delante,  sy 
los  yo  puedo  fallar» .  «Señores,  dixo  el  du- 
que don  Aymes,  verdat  fue  quel  enperador 
tiro  de  presión  a  Merlin,  e  el  fuese  a  su 
casa,  e  tomo  su  muger,  e  su  fijo,  e  su  asno, 
e  su  can,  e  troxolos  a  la  corte  ante  el  enpe- 
rador, e  dixole:  Señor,  vedes  aqui  lo  queme 
demandastes:  catad,  esta  es  mi  muger,  que 
tanto  es  fermosa,  e  de  que  me  viene  mi  ale- 
gría, e  mi  solaz,  e  a  quien  digo  todas  mis 
(Fol.  135  r.)  poridades;  mas  pero  si  me  viene 
alguna  enfermedat,  ya  por  ella  non  seré  con- 
fortado; e  si  acaesciese  asi  que  yo  ouiese 
muertos  dos  omes,  porque  deuiese  ser  en- 
forcado,  e  ninguno  non  lo  sóplese  fuera 
ella  solamente,  si  con  ella  ouiesse  alguna 
saña,  e  la  feríese  mal,  luego  me  descobreria: 
e  po.'  esto  digo  que  este  es  mi  enemigo,  ca  tal 
manera  ha  la  muger;  asi  diz  la  otoridat. 
Señor,  vedes  aqui  mi  fijo:  este  es  toda  mi 
vida,  e  mi  alegría  e  mi  salut.  Quando  el 
niño  es  pequeño,  tanto  lo  ama  el  padre,  e 
tanto  se  paga  de  lo  que  diz,  que  non  ha  cosa 
de  que  se  tanto  pague,  ni  de  que  tal  alegria 
aya,  e  por  ende  le  faz  quanto  el  quier;  mas 
después  que  es  ya  grande,  non  da  por  el 
padre  nada,  e  ante  querría  que  fuese  muerto 

'  que  bino,  en  tal  que  le  fincase  todo  su  auer: 
tal  costunbre  ha  el  niño.  Señor,  vedes  aqui 
mi  asno,  que  es  todo  dessouado:  c-ertas 
aqueste  es  mi  sieruo,  ca  tomo  el  palo  e  la 
vara  e  dolé  grandes  feridas,  e  quanto  mas 
do,  tanto  es  mas  obediente:  desi  echo  la  car- 
ga enoima  del  e  licúala  por  ende  mejor;  tal 
costunbre  ha  el  asno:  esta  es  la  verdat.  Se- 
ñor, vedes  aqui  mi  can,  este  es  mi  amigo 
que  non  he  otro  que  me  tanto  ame:  ca  ssy  lo 

LIBROS    DE   CABALLERÍAS. — 33 


fiero  mucho,  avnque  lo  dexe  por  muerto, 
tanto  que  lo  llamo  luego  se  viene  para  mi 
muy  ledo,  e  afalagame  e  esle  ende  bien;  tal 
manera  es  la  del  can.  Ora  sse  verdadera- 
mente, dixo  (,!esar,  que  sabedes  mucho,  e 
por  ende  quiero  seades  quito  de  la  presión,  e 
que  vayades  a  buena  ventura,  ca  bien  lo  me- 
res«;edes;  e  Merlin  ge  lo  grade(;io  mucho  e  fue 
su  via  para  su  tierra.—  Señores,  dixo  el  duque 
don  Aymes,  por  esto  podedes  entender  que 
grant  amor  ha  el  can  a  su  señor  verdadera- 
ment,  e  por  ende  deue  ser  Macaire  rrebtado 
de  trayQion  e  enforcado  si  le  prouado  fuer» . 
Asi  fablo  el  duque  don  Aymes,  como  vos 
conté.  «Yarones,  dixo  el,  ora  oyd  lo  que 
quiero  dezir,  porque  de  parte  de  Auberi  non 
ha  ome  de  su  linage  nin  estraño  que  con- 
tra Macaire  osase  entrar  en  canpo,  porque 
veo  que  el  su  galgo  asi  muere  por  se  lanzar 
en  el,  yo  diré  a  que  lo  dexasemos  con  el, 
en  tal  manera  que  Macaire  este  a  pie  en  vn 
llano  con  el,  e  tenga  vn  escudo  rredondo 
en  el  brago,  e  en  la  mano  vn  palo  de  vn  codo 
de  luengo,  e  conbatase  con  el  lo  mejor  que 
pudier:  e  si  lo  venciere,  por  ende  veremos 
que  non  ha  y  culpa,  e  sera  quito;  e  si  lo  ven- 
^ier  el  can,  yo  digo  ciertament  que  el  mato 
a  Auberi.  Este  es  el  mejor  consejo  que  yo 
y  sse  dar,  que  non  se  otro:  porque  se  tanbien 
pueda  prouar.  E  si  Macaire  fuer  venQido, 
aya  ende  tal  gualardon  como  mereció  de  tal 
fecho,  que  lo  faga  el  rrey  justiciar  como 
deue» .  Quando  esto  entendieron  (Fol.  135  v.) 
los  rricos  omes,  erguyéronse,  e  llegáronse 
a  el,  e  gradeQierongelo,  e  dixieron  que  di- 
xiera  bien,  e  que  Dios  le  diese  buena 
andanza  por  quanto  dezia,  e  que  asi  fuese 
como  el  deuisaua.  Entonce  se  fueron  todos 
antel  rrey,  e  don  Aymes  le  contó  todo  quanto 
dixiera  de  como  se  auian  de  conbatir  el  can 
e  Macaire  en  canpo,  e  el  rrey  lo  otorgo  de 
grado.  Desque  este  pleito  fue  deuisado,  el 
rrey  fizo  tirar  de  presión  a  Macaire,  e  traerlo 
ante  ssy,  e  deuisole  el  juyzio  que  dieran  los 
omes  buenos  de  su  corte  con  don  Aymes. 
Quando  esto  Macaire  oyó,  fue  ende  muy  ledo, 
e  gradeciolo  mucho  al  rrey,  ca  tono  que  por 
alli  seria  libre;  mas  Dios,  que  es  conplido  de 
verdat,  que  nunca  mentio  nin  mentira,  e 
que  da  a  cada  vno  como  mereye,  o  muerte  o 
vida,  non  se  le  oluida  cosa. 

XXIII 

Otro  dia  de  mañana,  tanto  que  se  el  sol 
leuanto,  leuantose  Macaire,  e  fuese  con  pie^a 
de  caualleros  o  de  conpaña  para  el  rrey,  e 
tanto  que  lo  el  rrey  vio,  dixole:  «Macaire, 
vos  bien  sabedes  que  sienpre  uos  amo  mucho, 


514 


LIBROS  DE  caballerías 


por  vos  e  por  vuestro  linage  bueno,  onde 
venides.  E  dmeronme  que  juzgara  mi  corte 
vn  juyzio  que  yo  non  puedo  esquinar:  que 
porque  Auberi  non  ha  cauallero,  nin  otro 
orne   que  se  con  vusco  osase   conbatir  en 
canpo,  que  nos  conviene  conbatir  con  aquel 
su  galgo,  por  tal  condÍ9Íon,  que  vos  tenga- 
des  vn  escudo  rredondo  e  vn  bastón  de  vn 
cobdo,  e  si  vos  vencieredes  el  can,  fincare- 
des  quito  de  aquella  traición  que  vos  aponen 
de  Auberi  de  ^londisder,  que  yo  tanto  ama- 
na,  e  que   de  tan  grant  pesar  he   de   su 
muerte;  mas  si  vos  sodes  vencido,  sabet  ver- 
daderamente que  yo  fare  de  nos  justir-ia  qual 
deue  ser   fecha   de   quien   tal   fecho   faz». 
«Señor,   dize  Macaire,   Dios  lo  sabe  que 
Aulieri  nunca  me  erro,  nin  me  mato  her- 
mano, nin  pariente,  porque  desamor  con  el 
ouiese;  e  desta  batalla  vos  do  ende  grandes 
mercedes;  mas  de  sse  conbatir  con  vn  can 
vn  cauallero  muy  valiente,  non  semeja  gui- 
sado; e  agora  me  dezit  por  Dios^  señor:  ¿non 
semeja   grant  onta  e  gran  villanía  de  sse 
conbatir  con  vn  can  en  canpo?»   «Non,  dixo 
el  enperador,  pues  que  assy  es  juzgado  de 
los  que  han  de  judgar  la  corte  e  el  rreyno; 
mas  yd  vos  guisar».  Quando  Macaire  esto 
entendió,  todo  el  corar-on  le  tremió,  e  que- 
siera  ser  de  grado  alien  mar,  ssi  quier  en  el 
rreyno  de  Ssuria:  e  tanto  gana  quien  faz 
follia  contra  Dios  e  contra  derecho.  Enton- 
9e  se  partió  de  alli  Macaire  con  su  conpaña,  e 
fuese  {Fol.  136  r.)  armar,  asi  como  ñie  deui- 
sado,  de  vn  bastón  de  vn  cobdo,  e  de  vn 
escudo  rredondo   muy  fuerte  e  muy   bien 
fecho:    sus  parientes  le  dixieron    que    se 
non  espantase  de  cosa,  nin  dubdase  al  can 
quanto  vna  paja;    «ssy  se  dexare  correr  a 
nos,  datle  tal  ferida  en  la  oreja  que  dedes 
con  el  muerto  en  tierra,  e  si  nos  por  auen- 
tura  troxier  mal,  luego  vos  acorrerán  de  la 
parte  de  Galaron,  vuestro  tio».  «Bien  dezi- 
des» ,  dixo  Macaire. 

XXIV 

Macaire  fizo  y  venir  los  de  su  izarte,  todos 
muy  bien  guisados  para  lo  acorrer,  ssi  le 
menester  ftiese,  e  andana  y  vn  traidor  de 
muy  grant  nonbradia,  Gonbaut  auia  nonbre 
de  Piedralada;  aquel  llamo  a  Macaire,  e  di- 
xole  en  poridat:  «Amigo  Macaire,  aquesto  es 
bien  sabida  cosa,  que  aquel  galgo  non  podera 
durar  contra  nos,  e  desque  lo  vos  matardes, 
aueremos  todos  grande  alegría,  e  ayuntarnos 
hemos  entonce  todos  a  desora,  e  matemos  a 
Garlón  que  tantas  viltanr-as  nos  ha  fechas  por 
toda  su  tierra,  e  seale  bien  arreferida  la 
muerte  de  Galaron,  que  era  nuestro  pariente, 


que  se  me  nunca  oluidara;  e  la  rreyna  de 
Francia  su  muger,  preñada  la  echo  el  de 
su  tierra,  que  jamas  el  fijo  nunca  y  tornara, 
e  sy  y  entra  perderá  la  cabera;  e  vos  seredes 
señor  de  toda  la  tierra,  que  pese  a  quien 
pesar,  o  que  le  plega» .  «Gonbaut,  dixo  Ma- 
caire, aqui  ha  buena  rrazon,  e  si  yo  bino 
luengamente,  en  buen  punto  lo  cuydastes; 
mas  al  taja  Dios  en  el  cielo» .  Entonce  salió 
el  rey  de  su  palacio,  e  mando  que  la  batalla 
fuese  luego  guysada;  e  fizo  y  meter  a  Macaire, 
e  el  galgo.  «Macaire,  dixo  el  rrey,  peños  ha 
menester  que  me  dedes».   «Señor,  dixo  el, 
esto  non  puedo  esquiuar»;  e  el  traydor  se 
torno,    e  llamo   a   Beringuer,  e   Crieebaut 
Dorion,  e  Foraut,  e  Roger  Sansón,  e  Amagin 
Aston,  e  Berenguer,  que  eran  parientes  de 
Galaron.   «Amigos,  dixo  Macaire,  entrat  en 
peños  por  mi;  este  rrey  vos  quier,  e  yo  nos 
rruego  ende:  yo  so  vuestro  pariente,  e  deue- 
des  me  ayudar,  que  me  non  deuedes  fallecer 
fasta  la  muerte» .  E  ellos  dixeron  que  asy  lo 
farian.  Entonce  fueron  al  rrey  e  dixieronle: 
«Señor,  bien  queremos  entrar  por  el  en  fia- 
doria  de  los  cuerpos  e  de  los  aueres» .  E  el 
rrey  dixo  que  asi  los  rrescibiria.  Entonce  fizo 
traer  el  galgo  a  Ougel,  que  lo  tenia  por  el 
cuerpo;  desi  mando  el  rrey  dar  plegon  que 
non  ouiese  y  tan  ardido  {Fol.  136  v.)  que  sol 
fablase  nin  palabra,  por  cosa  que  oyese,  so 
pena  de  perder  vno  de  los  mienbros;  mas 
bien  poderla  ome  creer,  que  a  dur  finco  en 
Paris  ome  nin  muger,  clérigo,  nin  lego,  nin 
rreligioso,  que  al  canpo  non  saliese  ver  la 
batalla.  E  el  rrey  mando  en  la  placa  estender 
vn  tapete,  e  fizo  y  poner  la  arca  de  las  rreli- 
cas  de  SantEsteuan.  «Macaire,  dixo  el  obisi^o, 
yd  besar  aquellas  santas  rreliquias,  e  asi 
seredes  mas  seguro  de  vuestro  fecho  acabar». 
«Señor,  dixo  Macaire,  por  buena  fe  non  y 
besarla,  nin  ruego  a  Dios  que  contra  vn  can 
me  ayude».  Asi  dixo  el  malandante;  mas 
non  ouo  ome  en  el  canpo  que  lo  oyese  que  se 
non  santiguase,  e  que  non  dixiese  que  mal- 
andante fuese  e  malapreso  escontra  el  galgo, 
asy  como  le  tenia  tuerto.  Entonce  fezieron 
leñar  las  rreliquias  a  la  eglesia,  pues  vieron 
que  Macaire  non  se  les  quesiera  omillar,  nin 
llegarse  a  ellas;  mas  el  metió  bozes  a  las 
guardas  que  le  feziesen  venir  el  can  al  canpo, 
e  si  lo  non  matase  del  primer  golpe,  que  se 
non  preciarla  \n  dinero;  e  Gaufre  le  dixo: 
«Vos  lo  aueredes  tan  tosté».  Entonce  dexo 
yr  el  galgo,  e  comencole  de  gritar,  e  dixo: 
«Ora  te  uee,  e  Dios  que  sofrió  en  su  cuerpo 
la  laucada  e  ser  puesto  en  cruz,  asi  como  te 
tu  conbates  por  tu  señor  derechamente  que 
te  tanto  amana,  asi  te  dexe  el  matar  a  Ma- 
caire, e  vengar  tu  señor». 


CARLOS  MAYNES 


515 


XXV 


^ 

fc 


Assy  fablo  Gaufre,  como  vos  oydes;  mas 
mucho  fue  ledo  el  cau  quando  lo  soltaron,  e 
sacudióse  tres  vezes;  desi  dexose  yr  al  canpo 
a  vista  de  toda  la  gente,  e  do  vio  a  Macaire, 
que  lo  conosrio  bien,  fuese  a  el,  lo  mas  rrezio 
que  pudo  yr.  E  ante  que  el  traydor  se  ouiese 
aparejado,  nin  se  cobriese  del  escudo,  nin 
algase  el  palo  contra  suso,  le  trauo  el  galgo 
en  el  vientre  con  los  dientes,  que  auia  mu- 
chos agudos,  e  mordiólo  mal.  Quando  esto 
vio  el  traidor,  a  pocas  non  fue  sandio,  e  alyo 
su  bastón  que  era  fuerte  e  quadrado,  e  dio 
tal  ferida  al  galgo  entre  la  frente  e  las  nari- 
zes,  que  dio  con  el  tendido  en  el  prado,  asi 
que  la  sangre  salió  del.  Quando  el  galgo  sse 
sentio  tan  mal  ferido,  erguyóse  tosté  e  fue 
muy  sañudo.  Mucho  fue  catada  la  batalla  del 
galgo  e  de  Macaire  de  las  gentes  todas  de  la 
placa,  e  de  los  muros  que  eran  cobiertos;  e 
todos  rrogauan  a  Dios  que  el  mundo  formara 
que  ayudase  al  galgo,  si  derecho  tenia,  e  que 
el  traidor  fuese  enforcado  por  la  garganta.  E 
Macaire  se  dexo  correr  al  galgo,  ca  ferirlo 
cuydara  del  bastón;  mas  el  galgo  le  trauo  en 
la  garganta  de  tal  guisa,  que  dio  con  el  en 
tierra,  e  la  tarja  (FoL  137  r.)  le  cajo  de  la 
mano.  Quando  esto  vieron  las  gentes  que  a 
derredor  estañan,  loaron  mucho  a  Dios.  Asy 
cayo^Macaire  en  tierra;  mas  ssy  tan  tosté  non 
se  leuantara,  pudiera  ser  mal  rroso.  E  el 
galgo  se  asaño  de  que  se  vio  ferido,  e  cato  al 
traidor,  e  arremetióse  a  el,  e  trauole  en  el 
rrostro  asi  que  las  narizes  le  leuo,  e  lo  paro 
mal.  Quando  esto  sentio  el  traidor,  a  pocas 
non  fue  sandio,  e  con  desesperamiento  dio 
bozes  a  sus  parientes  que  lo  acorriesen,  ca  sy 
non  luego  seria  comido.  Desque  ellos  esto  oye- 
ron, dexaronse  correr  con  sus  espadas;  mas  el 
rrey  se  leuanto  e  dioles  bozes,  e  dixo  que  sse 
non  megiesen,  ca  para  aquel  Señor  que 
muerte  prendiera  en  la  vera  cruz,  que  el 
primero  que  diese  al  galgo  que  seria  rras- 
trado.  Quando  aquello  oj^eron  los  traidores, 
tornáronse;  mas  grandes  baladres  daua  Ma- 
caire, ca  mucho  era  mal  tresnado  en  el 
rrostro,  asi  que  toda  la  boca  tenia  llena  de 
ssangre,  de  guisa  que  non  podia  rresollar; 
pero  dexose  correr  al  galgo  con  coita,  mas  el 
galgo  se  desuio  de  la  otra  parte  e  trauole  en 
el  puño,  e  apretogelo  tan  de  rrezio  con  los 
dientes,  (]ue  le  fizo  caer  el  bastón  de  la 
mano. 

XXVI 

Mucho  fue  el  traidor  coitado,  quando  se 
sentio  tan  maltrecho  de  la  mano,  onde  le 
corria  la  sangre,  pero  después  tomo  el  palo. 


e  dio  al  can  grandes  feridas  con  el,  mas 
mucho  estaua  maltrecho  de  la  sangre,  que 
perdia  mucha.  Mas  grant  duelo  fazian  por  el 
los  traidores  de  sus  parientes,  e  Galeraus  de 
Belcaire,  vn  traydor  malo,  llamo  do  los  otros 
do  auia  ciento  o  nuis,  e  dixoles:  «Varones, 
grant  pesar  he  de  nuestro  pariente  Macaire, 
que  veo  tan  malandante,  e  vos  asi  deuiades 
fazer,  e  si  el  fuer  vencido  por  vn  can,  todo 
nuestro  linage  ende  sera  desonrrado;  mas 
ssabedes  lo  que  pense?  Yo  me  armare  tosté, 
e  subiré  en  mi  cauallo,  e  leuare  mi  langa  en 
la  mano,  e  yre  acorrer  a  Macaire:  ca  le  o 
matare  el  galgo  que  nos  ha  escarnidos;  mas 
si  me  el  rrey  pudier  prender,  prometedle 
por  mi  mili  marcos  e  muchos  paños  de  seda, 
e  el  tomarlos  ha  de  buenamente,  e  asi  sera 
Macaire  acorrido,  e  rredemirse  ha,  e  el  galgo 
sera  muerto» .  E  todos  dixieron  que  degia 
bien,  e  gradecierongelo  mucho,  ca  mucho  sse 
dolian  de  Macaire  en  quan  mal  estaua  su 
pleito,  e  dezian  que  en  buen  punto  el  fuera 
nado,  ssi  lo  librase.  Entongo  sse  torno  Gale- 
ran,  e  fizóse  bien  armar,  e  caualgo  en  su 
cauallo,  e  aguyjo  sin  detenencia,  e  paso  por 
la  priesa  de  la  gente  que  {Fol.  137  v.)  fallo 
delante,  e  fazianle  carrera,  e  dexose  correr 
al  can,  e  diole  vna  langada  que  le  paso  la 
langa  por  anbas  las  piernas,  de  guisa  que  la 
langa  ferio  en  tierra,  e  quebró  en  dos  j)artes, 
onde  peso  mucho  a  el,  e  tiro  la  espada  de  la 
bayna  por  matar  el  can;  mas  el  galgo  tomóse 
a  fuyr,  e  metióse  por  entre  la  gente,  por 
guarecer.  Quando  Carlos  vio  esto,  fue  muy 
sañudo,  e  metió  bozes  a  las  guardas  que  si 
aquel  dexasen  yr,  que  los  non  fallase  en 
toda  su  tierra,  ca  ssy  los  y  pediesen  fallar, 
que  los  mandarla  meter  en  presión,  donde 
jamas  non  salir ian,  e  qualquier  que  lo  toma- 
se, e  ge  lo  metiese  en  la  mano,  que  le  daria 
gieut  libras.  Quien  viese  aquella  ora  burgeses 
deger  de  los  muros,  e  la  mesnada  del  rrey 
cogerse  a  los  cauallos,  e  salir  escuderos  e 
semientes  con  armas,  e  con  porras,  e  con 
visarmas,  e  otrossi  los  rribaldos  lanzar  palos 
e  piedras,  bien  entenderla  que  querían  ganar 
los  dineros  que  el  rrey  prometiera  a  quien  lo 
tomase.  Mas  el  traidor  puño  de  aguyjar,  e  de 
sse  salir  quanto  lo  podia  leuar  el  cauallo; 
mas  tantos  corrían  en  pos  el,  e  asy  lo  enbar- 
garon,  e  lo  engorraron  entre  ssy,  que  lo 
presieron.  E  atante  aqui  viene  vn  villano 
grande  e  fiero,  que  traya  en  la  mano  vna 
grant  piedra,  e  dexose  yr  a  el,  e  diole  tal 
ferida  con  ella  en  los  costados  de  trauiesso, 
que  dio  con  el  del  cauallo  en  tierra,  e  mata- 
ralo  ssy  ge  lo  non  tollieran.  A  atante  llego  y 
el  rrey  ante  que  lo  leuantasen  de  tierra,  e 
fizo  luego  dar  el  auer  al  villano,  de  que  des- 


516 


LIBROS  DE  caballerías 


pues  fue  rrico  e  bien  andante.  E  otrossi  lle- 
garon Y  luego  los  del  linage  de  Macaire,  que . 
dixieron  al  rrey:  «Señor,  bien  sabet  que  nos 
nunca  sopinios  parte  de  Graleran,  quando  se 
armo  para  acorrer  a  Macaire  que  uos  tenedes 
preso;  ssy  el  fizo  follia,  señor,  fazer  vos 
vuestra  mercet;  prendet  auer  por  el  e  rrien- 
daseuos».  E  el  enperador  les  defendió  que 
nunca  y  fablasen  jamas;  que  para  aquel 
Señor  que  muerte  preso  en  cruz,  dixo  el, 
que  non  prenderla  por  el  el  mayor  auer  del 
mundo,  que  ante  non  fuese  rrastrado,  e  des- 
pués enforcado  por  la  garganta,  como  ladrón 
e  traidor.  Entonce  mando  que  lo  guardasen 
bien;  dessy  tornóse  al  canpo. 


xxvn 

Mucho  fue  el  traidor  coitado  a  desmesura 
por  el  conde  Galeran  que  era  preso,  que  era 
su  tio;  e  todos  ssus  parientes,  los  grandes  e 
los  pequeños,  estauan  en  el  canpo,  e  las 
guardas  estauan  otrossy  armadas:  e  el  duque 
don  Aymes  tenia  el  galgo  por  el  cuello,  e  las 
guardas  le  dezian  que  lo  ssoltase.  Entonce 
ssolto  el  duque  el  galgo,  e  dixole:  «Yete;  a 
Dios  te  acomiendo,  qne  faga  que  te  vengues 
de  aquel  que  te  tu  señor  mato,  e  que  muestre 
y  su  miraglo  por  la  su  santa  mereet» .  E  el 
galgo  se  dexo  correr  a  Macaire  muy  sañudo, 
ca  mucho  lo  desamaua.  Quando  Macaire  vio 
venir  el  can,  tomo  su  bastón  e  cuy  dolo  {Folio 
138  r.)  ferir;  mas  el  galgo  se  desuio,  e  salió 
en  trauieso,  e  non  lo  pudo  ferir;  e  dio  tal 
ferida  del  bastón  en  tierra,  que  mas  de  vn 
palmo  lo  puso  por  ella:  e  el  galgo  and  ole  a 
derredor  e  asecho  de  qual  parte  lo  poderla 
coger.  E  nuestro  Señor,  por  mostrar  y  su 
miraglo,  lo  quiso  ayudar  que  prendiese  ven- 
ganca  de  Auberi  de  Mondisder  su  señor,  que 
le  el  matara  a  trai§ion  en  el  monte;  e  tanto 
ando  assechando,  que  le  fue  trauar  en  la 
garganta,  ante  que  le  uviase  a  dar  con  el 
bastón,  e  touolo  quedo  como  vn  puerco,  que 
sse  non  pudo  librar  del,  ca  non  era  derecho, 
ca  se  non  oluido  a  Nuestro  Señor  la  traición 
que  el  feziera;  mas  quando  vio  el  traidor  que 
lo  non  podia  mas  durar,  comenr-o  de  llamar 
a  las  giiardas,  e  pedir  mer(;;et  al  rrey  (•). 

A  tanto  aque  el  rrey  do  viene:  e  GuyUemer 

(»)  Véase  como  refiere  el  suceso  la  Chan-soJí  de  Ma- 
caire, según  el  ms.  de  Venecia,  publicado  en  1886  por 
M.  F.  Guessard: 

ffGran  fu  la  meslée  entro  Macharlo  e  11  can; 
Major  non  vi  nesun  homo  vivan. 
Lo  can  li  morde  por  costes  e  por  flan, 
E  cil  le  done  de  li  bastón  sovau 
Forme  la  teste,  si  qe  n'ese  li  san. 


d'  Escocia ,  e  Ougel,  e  Lardenois^  e  Gaufre 
d' Ultramar,  t  Almerique  de  Narbona,  e  el 
bueno  de  don  Aymes,  e  Bernalt  de  Brunbant, 
e  todos  los  doze  Pares  fueron  al  galgo  por  ge 
lo  quitar,  mas  a  muy  grant  pena  lo  podian 
partir  del.  «Señores,  dixo  Macaire,  por  Dios 
fazetme  oyr:  yo  bien  veo  que  so  muerto,  do 
al  non  ha;  mas  si  me  quesiese  el  enperador 
perdonar  este  yerro,  yo  le  diria  toda  la 
verdat,  pues  que  non  puedo  guarir».  «Certas, 
dixo  el  Enperador,  non  lo  faria  por  tu  peso 
de  oro  que  te  non  faga  arrastrar».  «Señor, 
dixo  el  traidor,  bien  veo  que  so  muerto,  e 
que  non  puedo  escapar,  e  quiero  vos  mane- 
f estar  la  verdat.  Quando  vos  distes  a  Aubery 
de  Mondisder  la  rreyna  a  guardar  e  que  la 
guiase,  yo  ftiy  en  j)os  ellos  por  tomar  la 
rreyna,  mas  Aubery  me  la  defendió,  e  lla- 
gúelo muy  mal,  ca  el  era  desarmado,  con 
mi  espada  en  la  espalda.  Quando  lo  vio  la 
rreyna  todo  ssangriento,  comenoo  de  sse  yr 
fuyendo  por  guarir  por  la  floresta,  asy  que 
la  nunca  después  pude  veer  por  quanto  la 
pude  buscar.  Asy  me  ayude  aquel  Señor  quel 
mundo  tiene  en  poder,  que  nunca  y  mas 
ouo.  E  fallóme  mal  de  lo  que  ñze  a  Aubery, 
e  non  es  marauilla  de  lo  conprar.  Señor, 
agora  fazet  de  mi  lo  que  uos  quesierdes». 
«jertas,  dixo  el  enperador,  non  sse  lo  que 
diga;  mas  bien  se  que  de  traición  non  se 
puede  eme  guardar».   Grant  pesar  ouo  el 

Qui  de  Magance  ue  fo  en  gran  torman; 

Voluntera  atrovast  paro  qe  f ust  avenan 

Por  oro  et  avoir  e  diner  e  besan; 

E  li  rois  (;ura  Deo  e  meser  San  Jouan 

Qe  no  li  valira  tuto  lor  qe  fu  an 

Q'el  non  sia  ^u^'és,  sel  vin(;e  li  can, 

Arso  en  fois  o  apeudu  al  van, 

Al  plasir  son  barón  fara  li  yu^-eman. 

Grande  fo  la  batalle  tuto  jor  man  á  man; 

Et  li  levrer  li  va  si  adestan 

Qe  Macario  e  si  laso  están 

No  se  po  aider  ni  de  pe  ni  de  man. 

Por  ira  e  maltalent  li  va  sovra  li  can. 

Entro  le  viso  le  mordi  si  fereman 

Le  pomel  de  la  golta  li  tole  toto  quan. 

E  ]\racariü  si  brait  e  crie  alteman: 

aO  estes  vos  alé,  tot  li  me  paran, 

))Qe  no  me  secorés  encontré  da  un  can?» 

Dist  l'inperer:  «I  te  son  da  luntan. 

);]\Ial  veisi  Albaris  e  madama  euseman, 

))Qe  onceisi  á  dol  e  á  torman». 

Volez  oír,  segnur,  coment  l'a  fe  li  can.' 

Sovra  Macharlo  el  va  por  maltalan, 

A  la  gola  le  prist  sil  ten  si  fereman 

Quelo  l'abati  en  tera  á  li  plan. 

E  cil  cria  merci  por  Deo  e  por  li  san: 

rtO  <;entil  rois,  nobele  e  sovran, 

)>No  me  lazar  morirá  tel  torman! 

»Fa  moi  venir  un  qualche  c;apelan, 

)jQe  voio  conter  tot  li  mon  engan». 

Li  rois  rintende  sin  fo  legro  e  (;oian. 

Labes  da  San  Donis  fa  apeler  mantenan; 

Kt  cil  le  vene  voluntera  por  talan». 

(v.  V.  1099-1156). 


\\ó  cu  T|xUlicp>(>  uott  lo  piiib  f^ 
7\»-.  ^  ^10  Tnl  p^^x  ^cl  b<4Vo 
jai  TiT^v  4*  "**r*  *^Vi  vt^  i>mnw  lo 

tafo  p'*  ~ÜA  :^JÍt  «ai  qrTiigo  Aiíb> 

¿I  mATnpx  A  ríaou  3ít   ni3ñt~^¿|- 
tpiu-^^  civl\j[rt£ipuxTV  Anr^  ^i*i 

i,  JiMwK,u»tí^.^  -t  t>i5ix^  mear  aI^ 

**<íctiipr   A>v,  y  ere»  fn^^  mc^jvv. 
)W  bvov'^,itf  rj  po  uuvcW^  aL 


•y^-Cuv-Ati^  mv^^u\pv_,p^  l<v  pío 
pcfViv    J\jv  ^*^  uucn.  ^^tnjiic^pvvcc 

-iii  iwc'ir»-,  o"  iuTcn  V  »«»«^  *^^*^  *.-j(V 
JTvlL  me  mcriXilo  J"  ín^;?:.  A  AutcLp 
-L  non  .i€.  tiuipuilL SsJo  cviii:v,^c 


tnct^v 


i  jii  mc^cfVc 


^»W>'  ov)Vr*^fW  malo  an.w)ipf« 

vo  A  ^v>0^  p^^l  v>*_rH^ 

re  mcnxfco  -s^llí^  a  macmft  Va  ate» 


FOTOTIPIA  OE  HAUSER  Y   MENET.  ■MADRID 


CUENTO  DEL  ENFERADOR  CARLOS  MAYNE5 
(Folio    138  r.   del  códice  A-y->3  de  la  Biblioteca  del  Escorial) 


CARLOS  MAYNES 


517 


enperador  (luando  le  esto  oyó  contar,  e  el 
duque  don  Aymes  dixo  a  muy  grandes  bozos 
a  guisa  de  bueno:  «¿Oystes  dcste  malo  como 
se  sopo  eucobrir?  (,"ertas,  pues  que  el  mato 
a  Aubeiy  de  Mondisdcr,  bien  meresrepona  do 
traidor».  «¡Ay,  buen  fldalgo,  dixo  el  enpe- 
rador^,  por  qual  vos  prouastos!  Ora  se  puede 
entender  que  de  grant  trai(;ion  vos  acusaua 
este  can».  Entonele  mando  ochar  a  Macaire 
vna  cuerda  a  la  garganta,  e  a  Graleran  ssu 
tío  otrossy,  e  liarlos  a  dos  cauallos  {Folio 
138  V.),  e  fizólos  rrastrar  por  toda  la  r-iudat, 
ca  tal  gualardon  merescen  los  traidores. 
Desy  el  enperador  mando  muy  bien  guardar 
el  galgo  por  amor  do  Aubery,  que  el  amana 
mucho;  mas  el  galgo  se  fue  al  monimento  do 
lo  viera  enterrar,  e  echóse  sobre  el,  e  dexose 
morrer  de  duelo  e  de  pesar.  Alli  veriades 
llorar  mucha  gente  de  piadat,  o  el  rrey  que 
fuera  en  pos  el,  e  muchos  omes  buenos  con 
el,  e  comencaronlo  a  catar,  e  ouierou  ende 
todos  grant  pesar;  desi  mandólo  el  rey  en- 
boluer  en  vn  paño  de  seda  muy  l)ueno,  e 
fizólo  soterrar  en  cabo  del  (;'emiterio,  de 
aquella  parte  do  yazia  su  sei^r.  Ora  vos  de- 
xaremos  de  fablar  del  enperador  e  del  galgo, 
e  fablaruos  he  de  la  rreyna,  que  Dios  ayude, 
que  sse  y ua  derechamente  a  Costantinopla,  e 
Barroquer  con  ella,  sin  mas  de  conpaña. 


XXYIII 

Desque  pasaron  el  rrio  de  Rrin  e  fueron 
de  la  otra  parte,  entraron  en  A^ngria  e  fue- 
ronse  derechamente  a  Vrmesa,  vna  muy 
buena  Qiudat,  e  posaron  en  casa  do  vn  rrico 
burgués  que  auia  ssu  muger  muy  buena  e 
de  buena  vida,  que  fezieron  muy  bien  seruir 
la  rreyna.  Mas  quando  veno  a  la  media  no- 
che, llególe  el  tienpo  de  parir,  e  ella  comenoo 
de  baladrar  e  de  llamar  Señora  Santa  Ma- 
na, que  la  acorriese.  Tanto  baladro  la  rrey- 
na, que  la  dueña  se  esperto  e  fuese  para  ella, 
e  leuo  consigo  tres  mugieres  que  la  ayudasen 
a  su  parto,  e  tanto  trabajo  la  dueña,  fasta 
que  Dios  quiso  que  ouo  vn  niño,  muy  bella 
criatura,  que  fue  después  rrey  de  Francia  asi 
como  cuenta  la  estoria.  E  desijue  la  rreyna 
fue  libre  del  niño,  las  dueñas  lo  enboluie- 
ron  en  vn  paño  de  seda  muy  bien,  e  leñáron- 
lo luego  a  Barroquer,  e  tanto  que  lo  el  vio, 
tomólo  luego  entre  ssus  bragos,  e  comenf-o 
mucho  a  llorar,  e  desenboluiolo  e  fallóle  vna 
cruz  en  las  espaldas,  mas  vermeja  que  rrosa 
de  prado.  «¡Ay  Dios,  dixo  Barroquer,  por 
la  tu  bondad  tu  da  proeza  a  este  niño  que 
tanto  es  pequeña  criatura,  porque  avn  sea 
señor  de  Fran9Ía,  que  es  su  rreyno!»  Quando 


el  dia  aparesí^io  bol  o  claro,  el  Ijurges,  que 
era  ome  bueno,  veno  ver  la  rreyna  e  sainóla 
muy  omildosamente,  e  dixole:  «Dueña,  con- 
viene que  licúen  este  niño  a  la  eglesia,  e  que 
sea  batizado».  «Señor,  dixo  la  rreyna,  ssea 
como  vos  mandardes,  e  Dios  vos  agradesca 
el  bien  e  la  onrra  (jue  me  vos  foziestes». 
E  Barroquer  tomo  el  niño  en  los  bracos, 
{Fol.  lo!)  r.)  c  leuolo  a  la  eglesia,  e  el  hues- 
pet  e  su  muger  con  el.  ^tas  agora  oyt  la  ven- 
tura que  le  Dios  fue  dar.  El  rrey  de  Vngria, 
que  auia  tienpo  que  moraua  en  aquella  (;'iu- 
dat,  leuantarase  de  mañana  poryr  a  caca  con 
su  conpaña,  e  caualgo  e  topo  en  la  rri:a  con 
la  huéspeda  quel  preciaua  mucho,  e  dixole: 
«¿Que  es  eso  que  y  leuades?»  «Sseñor,  dixo 
ella,  vn  niño  que  ha  poco  que  nació,  que  es 
fijo  de  vna  dueña  de  muy  luenga  tierra,  e 
ayer  a  la  noche  la  albergamos  por  el  amor 
de  Dios;  e  demandamos  padrinos  que  lo 
tornen  xristiano».  E  el  rrey  dixo:  «Non 
yredes  mas  por  esto,  ca  yo  quiero  ser  su 
padrino,  e  criarlo  he».  «Señor,  dixo  la  hués- 
peda. Dios  vos  de  ende  buen  grado».  Enton- 
go se  fueron  a  la  eglesia  o  pararonsse  a  derre- 
dor de  la  pila,  e  el  rrey  tomo  el  niño  en  las 
manos,  e  católo,  e  quando  le  vio  la  cruz  en 
las  espaldas,  omillose  contra  la  tierra.  «¡Ay 
Señor  Dios,  dixo  el  rrey,  bien  veo  que  de 
alto  logar  es  este  niño,  e  fijo  es  de  algunt 
buen  rrey  coronado!»  Entonce  llamo  el  rrey 
al  burges,  a  quien  dezian  Joserant,  e  dixo- 
le: «Guardat  bien  e^te  niño,  ca  por  ventura 
avn  por  el  seredes  ensal(;íados:> .  «Señor,  dixo 
el  clérigo,  como  auera  nonbre?»  —  «Loys,  - 
dixo  el  rrey,  le  llamen;  bien  se  que  fijo  es  de 
rrey,  e  por  ende  quiero  que  aya  nonbre 
como  yo,  por  tal  pleito  que  Dios  le  de  onrra 
e  bondat». 

XXIX 

Después  que  el  niño  fue  batizado,  el  rrey 
lo  mando  dar  cient  libras,  e  dixo  al  huésped 
que  quando  el  niño  fuese  tamaño  que  pedie- 
se andar,  que  lo  leñase  a  la  corte,  e  que  lo 
faria  tener  onrradamente,  e  darle  ya  quanto 
ouiese  menester,  paños  e  dineros,  e  palafre- 
nes. Desi  espediose  de  aquella  conpaña,  e  el 
huespede  se  torno  a  su  casa,  e  Barroquer 
contó  a  su  señora  la  rreyna  como  el  rrey  era 
padrino  de  su  fijo,  e  que  el  lo  tomara  con  sus 
manos  en  la  pila.  Quando  esto  la  dueña  en- 
tendió, sospi.o  mucho  e  tomóse  a  llorar,  e 
dixo:  «¡Ay  señor  Dios,  a  (juan  maño  tuerto 
me  echo  nii  señor  el  rrey  de  Fran(;ia,  por  el 
enano  traidor  que  me  cuydara  escarnir!  Mu- 
clio  feziera  nuestro  Señor  bien,  que  es  ssyn 
pecado,  que  feziese  saber  al  rrey  e  a  los 


518 


LIBROS  DE  caballerías 


ornes  buenos  como  rae  traxo  aquel  falso; 
mas  después  que  ouier  muclio  mal  endura- 
do. ssT  plazer  de  Dios  fuer,  el  me  vengara, 
ssy  lo  por  bien  ouier:  en  el  he  yo  mi  espe- 
ranra,  e  darme  ha  después  onrra,  sy  le  plo- 
guyer,  ca  fol  es  quien  se  desespera  por  coita 
que  (Fol.  139  r.)  aya.  Tal  es  rrico  a  la  ma- 
ñana que  a  las  viespras  non  ha  nada,  e  tal 
es  pobre  que  sol  non  lia  nada  nin  vn  pan  que 
coma,  a  que  da  Dios  mas  que  ha  menester; 
assy  va  de  ventura» .  Mucho  auia  la  rreyna 
grant  pesar  de  que  era  echada  en  estraña 
tierra,  do  no  ueya  amigo  nin  pariente,  e 
ementaua  a  Carlos  e  su  franqueza.  «¡Mesqui- 
na,  dixo  la  rreyna,  como  so  echada  en  grant 
j^roueza!  Ssy  yo  de  buena  ventura  fuese,  en 
Paris  deuia  yo  agora  yazer  en  la  mia  muy 
rrica  cámara,  bien  encortinada,  e  en.  el  mió 
muy  rrico  lecho,  e  ser  aguardada  e  aconpa  - 
nada  de  dueñas  e  de  donzellas,  e  auer  caua- 
lleros  e  semientes  que  me  seruiesen.  Mara- 
uillome  como  Dios  non  ha  de  mi  piadat;  mas 
el  faga  de  mi  todo  su  plazer  e  a  el  me  aco- 
miendo  de  todo  mi  coras^on,  e  rruegole  que 
aya  de  mi  mercet,  ca  mucho  so  mal  dolien- 
te». E  de  aquel  parto  que  alli  ouo,  priso 
vna  tal  enfermedat  que  le  duro  diez  años 
que  se  nunca  leuanto  del  lecho;  mucha  sofría 
de  coita  e  de  trabajo,  e  el  huésped  e  su  mu- 
ger  sse  entremetían  de  le  fazerquanto  podian 
fazer;  e  Barroquer  puñaua  en  seruir  al  bur- 
ges  a  su  voluntad,  en  sus  cauallos  e  en  las 
cosas  de  su  casa.  En  grant  dolor  e  en  gran 
coita  yogo  la  rey  na  Seuilla  todo  aquel  plei- 
to, e  el  niño  creció  en  aquel  tienpo  tanto 
que  fue  muy  hermoso  donzel;  e  Barroquer 
le  dixo:  «Fijo,  ¿sabedes  lo  que  vos  digoV  El 
rrey  que  es  desta  tierra  es  vuestro  padrino, 
ca  el  vos  saco  do  ftiente,  e  quando  esto  fue, 
dixonos  que  quando  fuesedes  tal  que  pudie- 
sedes  caualgar,  que  nos  leñásemos  a  su  cor- 
te». «Padre,  dixo  el  donzel,  a  mi  plaze  mu- 
cho si  mi  madre  quesier,  que  es  doliente; 
mas  ya  me  semeja,  padre,  que  guarece, 
loado  a  Dios» .  Desy  fueronlo  dezir  a  la  rrey- 
na, e  quando  lo  ella  oyó,  ouo  ende  grant 
plazer,  e  llamo  á  Joserant  su  huésped,  e  di- 
xole:  «Buen  amigo;  yo  vos  rruego  que  me 
presentedes  mi  fijo  al  rrey,  e  vaya  con  vusco 
Barroquer  que  vos  lo  lieue».  ^^Dueña,  dixo 
el  huésped,  yo  fare  vuestro  mandado  de  bue- 
namente». Entonce  leñaron  el  niño  a  la  cor- 
te, e  desque  fueron  antel  rrey,  omillaronsele 
mucho  e  dixieron:  «Señor  rrey,  aquel  Dios 
que  nos  fizo,  vos  de  vida  e  salut» .  El  rrey 
los  res'.-ebio  muy  bien,  e  preguntóles  a  que 
venian,  e  dixo  a  Toserán:  «¿A  vos  ese  niño 
alguna  cosa?»  «Si,  dixo  el,  es  mi  afijado,  e 
vuestro  otrosi,  e  vedes  aqui  Barroquer  su 


padre,  asi  como  yo  creo,  e  como  el  diz».  E 
el  rrey  cato  a  Barroquer,  ensorreyendose, 
porque  lo  vio  feo  e  de  fuerte  catadura,  e  que 
lo  non  ssemejaua  el  mogo  en  alguna  cosa. 
«Joserante,  dixo  el  rrey,  grandes  gracias  de 
mi  afijado,  que  me  criastes  tan  luengamen- 
te e  tan  bien,  e  vos  aueredes  ende  buen  ga- 
lardón si  yo  bino» .  E  el  rrey  (Fol.  140  r.) 
llamo  entonce  vn  su  ome  mucho  onrrado  que 
auia  nonbre  Elynant,  e  dixole:  «Mandamos 
vos  que  ayades  este  donzel  en  guarda,  e 
que  lo  euseñedes  a  buenas  maneras,  e  a  to- 
das aquellas  cosas  que  a  cauallero  conuiene 
saber,  el  axedrez,  e  tablas».  E  el  dixo  que 
lo  faria  de  grado,  e  asi  lo  fue  después;  ca 
mas  sopo  ende  que  otro  que  sopiesen  en 
ssu  tienpo;  e  el  niño  finco  con  el  e  yua  a 
menudo  ver  a  su  madre,  e  el  burges  e  su 
muger  guardauan  e  seruian  la  dueña  mu- 
cho onrradamente,  e  fazianle  quanto  ella 
quería.  El  burges  auia  dos  fijas  niñas  e 
fermosas,  e  la  mayor  auia  nonbre  Elisant,- 
que  era  mas  bella;  e  esta  amaua  mucho 
al  donzel,  e  deziale  a  menudo  en  poridat: 
«Buen  donzel,  nos  vos  criamos  muy  bien  e 
muy  viciosamente,  e  vos  bien  sabedes  que 
vuestro  padre  Barroquer  traxo  aqui  a  vues- 
tra madre  muy  pobremente,  e  vos  sodes 
muy  poVire  conpaña,  e  si  quesierdes  ser 
sabidor,  non  yredes  de  aqui  adelante;  mas 
tomadme  por  muger,  e  seredes  rrico  para 
sienpre,  que  vos  non  fallegera  cosa;  ca  bien 
sabedes  que  non  ha  cosa  en  el  mundo  que 
tanto  ame  como  a  vos» .  «Dueña,  dixo  Loj'S, 
vos  ssodes  muy  fermosa  a  marauilla  e  muy 
rrica,  e  yo  muy  pobre,  que  non  he  ninguna 
cosa,  nin  mi  madre  otrossy  que  non  ha  nin- 
gunt  consejo,  ssinon  mi  padre  Barroquer 
que  la  sime;  e  vuestro  padre  me  crio  muy 
l)ien  por  su  mesura,  que  nunca  por  mi  ouo 
nada;  mas  ssy  me  Dios  llegase  ende  a  tien- 
po, yo  le  daria  ende  buen  gualardon;  mas 
guardatvos,  amiga,  que  tal  cosa  non  me  di- 
gades  nin  vos  lo  entienda  ninguno» .  Quando 
esto  oyó  la  donzella,  mucho  fue  desmayada, 
e  perdió  la  color,  e  fue  mucho  coitada  de 
amor  del  donzel;  mas  el  donzel,  que  desto 
non  auia  cura,  yuase  para  el  rrey,  e  seruia 
antel,  e  dauale  Dios  tal  donayre  contra  el  e 
contra  todos,  que  lo  amanan  mucho,  e  salió 
tan  bofordador,  e  tan  conpañero,  e  tan  cor- 
tes, que  todos  lo  preciauan  mucho.  E  desque 
Barroquer  vio  la  dueña  guarida,  fue  a  ella 
e  dixole  llorando:  «Señora,  nos  auemos  aqui 
mucho  morado;  por  Dios,  pues  que  sodes 
guarida  a  la  mercet  de  Dios,  e  vuestro 
fijo  es  ya  grande  e  fermoso,  puñemos  de 
nos  yr  de  aqui,  e  sera  bien,  e  llegaremos  a 
Costantinopla  al  enperador  vuestro  padre;  e 


CARLOS  MAYNES 


519 


quiero  fazer  saber  a  vuestro  fijo,  si  lo  por 
bien  touierdes,  que  es  fijo  de  Carlos,  rrey  de 
Francia,  e  sse  que  auera  grant  pesar  de  la 
villania  que  el  rrey  contra  vos  fizo,  que  uos 
echo  de  ssu  tierra  a  tan  grant  tuerto,  por 
mezcla  de  los  traidores  (jue  Dios  maldiga» . 
E  la  dueña  respondió:  «Barroquer,  yo  fare 
lo  que  vos  loados» .  Entonce  llamo  la  dueña 
a  su  fijo  Loys,  e  dixole:  «Amigo  fijo,  ssy 
vos  quesiesedes,  yo  me  querría  yr  de  aquí 
para  Costantinopla,  do  mora  mi  padre  e  mi 
madre,  e  mi  linago,  que  son  {Fol.  140  v.) 
muy  rricos  e  muy  onrrados».  «Señora,  dixo 
el  donzel,  yo  presto  so  para  fazer  lo  t|ue  uos 
mandardes;  ya  agora  querría  que  fuésemos 
fuera  de  aqui» . 

XXX 

Entonce  fezieron  saber  al  liuespet  e  a  la 
huéspeda  que  sse  querían  yr,  e  la  huéspeda 
le  dixo:  «Dueña,  vedes  aipii  vuestro  fijo  que 
es  fermoso  e  bueno;  certas  que  yo  lo  amo 
mucho,  que  es  mi  afijado,  e  bien  cuy  do,  e 
asy  me  lo  diz  el  corascon,  que  avn  deude  me 
verna  bien.  Pues  que  asi  es  que  uos  yr  que- 
redes,  tomad  de  mis  dineros  quantos  menes- 
ter ayades» .  «Dueña,  dixo  Barroquer,  gran- 
des mercedes,  ssy  yo  biuo  luengamente, 
quanto  bien  vos  feziestes  todo  vos  sera  bien 
gualardonado,  ssy  Dios  quesier».  Entonce 
troxieron  a  la  dueña  vna  muleta,  e  el  donzel 
se  fue  al  rrey  e  espediose  del;  desy  tornóse, 
e  fuese  con  su  madre;  e  Barroquer  yua  delan- 
te, ssu  sonbrero  en  la  cabeca,  e  ssu  bordón 
grande  e  bien  ferrado  fieramente;  mucho  era 
grande  el  villano  a  desmesura  e  mucho  arre- 
ziado;  e  de  como  era  grande,  e  fuerte,  e  feo, 
Loys  que  lo  cato,  tomóse  a  rreyr.  Desta  guisa 
entraron  en  su  camino,  e  andaron  tanto  fasta 
que  llegaron  a  vn  monte  que  aula  siete  leguas 
de  ancho  e  otro  tanto  de  luengo,  do  non  auia 
villa  nin  poblado,  mas  de  vna  ermita,  mucho 
metida  en  el  monte;  e  en  el  monte  andauan 
doze  ladrones  que  fazian  grant  mal  e  grant 
muerte  en  los  que  pasauan  por  el  camino;  e 
Barroquer,  que  vio  el  monte  verde  e  las  aues 
cantar  por  los  ramos  a  grant  sabor  de  ssy, 
por  sabor  del  buen  tienpo  e  por  alegrar  a 
ssu  señora,  comenco  de  yr  cantando  a  mu}^ 
grant  voz,  asi  que  el  monte  ende  reteñía  muy 
lueñe.  Quando  los  ladrones  lo  oyeron,  llega- 
ronsse  al  camino,  e  el  mayoral  dellos,  que 
auia  nonbre  Purcenait,  llamo  ssus  conpañe- 
ros, e  dixoles:  «Amigos,  yo  non  sse  quien  es 
aquel  que  canta;  mas  grant  foUia  me  semeja 
que  ha  fecha  quando  tan  cerca  de  nos  se  tomo 
a  cantar,  ca  lo  non  guarirá  todo  el  oro  de 
Fran9ia  que  non  prenda  agora  muerte».  En- 


tonce sse  guisaron  todos,  e  ssacaron  las  espa- 
das de  las  baynas  que  trayan  sobarcadas,  e 
estouieron  asechando;  a  tanto  vieron  venir 
a  Barroquer  o  a  la  rrey  na  e  su  fijo  Loys;  mas 
quando  el  cabdillo  de  los  ladrones  vio  la 
dueña  tan  fermosa,  cobdiciola  mucho,  ca 
bien  le  semejo  la  mas  fermosa  dueña  ipie 
nunca  viera;  e  dixo  passo  a  ssus  conpañeros: 
«Par  Dios,  mucho  nos  aueno  bien,  ca  aque- 
lla auere  yo,  e  después  thirla  he  a  todos,  e  el 
donzel  e  el  villano  matémoslos».  Entonce 
dieron  todos  bozes:  «¡Ay,  don  viejo,  que 
[Fol.  141  r.)  en  mal  punto  vos  tomastes  a 
cantar,  ca  perderedes  por  ende  la  cabega,  e 
uos  faremos  de  la  dueña  nuestro  plazer!». 
Tanto  que  Loys  esto  entendió,  tiro  luego  la 
espada  de  la  bayna,  e  Barroquer  que  esto 
vio,  dixole:  «Fijo,  non  uos  desmaj^edes;  cer- 
tas, yo  non  los  precio  vna  nuez,  ca  non  so 
cosa»;  e  tomo  el  bordón  con  anbas  las  manos, 
e  aleóle,  e  dio  tal  ferida  con  el  al  primero 
que  ante  ssy  cogió  en  la  tiesta,  que  le  fizo 
salir  los  ojos  de  la  cabeca;  desy  ferio  luego 
otro,  que  lo  metió  muerto  en  tierra,  que 
nunca  mas  fablo,  e  dio  muy  grandes  bozes  e 
dixo:  «¡Ladrones,  tray dores,  non  leuaredes 
la  dueña!»  E  Loys  que  lo  catana,  e  tenia  la 
espada  sacada,  dio  tal  ferida  a  vn  ladrón, 
que  lo  fendio  fasta  los  ojos. 


XXXI 

cincho  fue  el  donzel  alli  aspro  e  ardit,  e 
Barroquer  estaua  cabo  el  e  puñaua  de  lo 
ayudar  e  de  matar  los  ladrones;  muchos  co- 
chillos los  laucaron,  e  la  dueña  daua  gran- 
des baladres,  e  dezia:  «¡Ay  Dios,  Señor  ver- 
dadero, ayúdanos!  ¡Gloriosa  Santa  Maria, 
acórrenos  a  esta  coita!»  E  el  mayoral  de  los 
ladrones  tenia  vn  cochillo  grande,  que  era 
muy  tajador,  e  dio  con  el  tal  ferida  a  Barro- 
quer, que  le  corto  la  saya  e  la  camisa,  e  lla- 
gólo; mas  Barroquer,  que  era  mucho  esfor- 
oado,  aleo  el  bordón,  e  dio  tal  golpe  a  Pnr- 
Cenait  en  la  cabeca  que  le  fizo  salir  los  meo- 
llos, e  dio  con  el  muerto  en  tierra.  Desy  dixo- 
le: «¡Ya  y  yazeredes,  ladrón  traidor!».  «¡Ay 
Dios,  dixo  la  rreyna,  ayudat  a  Barroquer  e  a 
mi  fijo  Loys,  que  estos  ladrones  non  les  pue- 
dan nozir!».  Quando  los  ladrones  otros  vieron 
su  señor  muerto,  comoncaron  de  fuyr ;  mas  don 
Barroquer  con  su  bordón  non  les  dio  vagar, 
e  mato  end  los  seys,  e  Loys  los  ciñco  con 
su  espada,  e  el  dozeno  finco  biuo,  que  pedio 
mer(;et  a  Loys  a  manos  juntas  en  inojos  que 
lo  non  matasse,  e  dixole:  «¡Ay  buen  donzel, 
por  Dios  vos  pido  mercet  que  ayades  de  mi 
piadat  e  que  me  non  matedes!  e  sy  me  de- 


520 


LIBROS  DE  caballerías 


Xardes  beuir,  grant  pro  por  ende  vos  verna, 
e  dezir  vos  he  como  non  ha  en  el  mundo 
thesoro  tan  ascendido  nin  tan  guardado  en 
torre  nin  en  cillero  que  vos  lo  yo  non  de 
todo,  nin  cauallo,  nin  palafrén,  nin  muía 
non  sera  tan  encerrada,  que  vos  la  yo  dende 
non  saqiie  e  vos  la  non  de,  ssy  me  con  vus- 
00  leuardes».  Atante  aqui.  viene  Barroquer 
corriendo,  do  fuera  en  pos  los  que  matara, 
e  dio  grandes  bozes,  e  dixo:  «E  ¿que  es  esto, 
Loys?  Señor,  por  Dios,  e  ¿que  estades  fazien- 
do  que  non  niatades  ese  ladrón?»  «Non  lo 
fare,  padre,  dixo  el,  si  fezier  lo  que  me  pro- 
metió. Padre,  ¿oydes  las  marauillas  que  me 
promete?  Diz  que  non  auera  tan  grant  the- 
soro en  ninguna  parte,  nin  tan  guardado,  que 
si  el  quesier,  que  lo  non  saque  e  me  lo  non 
de,  e  otrosi  cauallos,  e  muías,  e  palafrenes». 
«Buen  fijo,  diz  Barroquer,  nunca  te  fies  en 
ladrón,  ca  aquel  que  lo  quita  de  la  forca,  a 
ese  furta  el  mas  tosté,  e  ese  sse  falla  {Folio 
141  V.)  del  peor».  «Non,  dixo  Loys,  mas 
veamos  lo  que  nos  dende  verna;  mas  avn 
creo  que  nos  ayudemos  del,  si  lo  bien  quesier 
fazer».  Entonge  dixo  Barroquer  al  ladrón: 
«¿Como  has  tu  nonbre?  Non  me  lo  nie- 
ges».— «Señor,  dixo  el,  nin  fare;  yo  he  non- 
bre Griomoart».  «¡Ay  Dios,  dixo  Loys,  que 
estrafio  nonbre!». 

XXXII 

«Griomoart,  dixo  Loys,  ssy  Dios  me  vala, 
tu  as  nonbre  de  ladrón;  mas  ssy  andas  bien 
contra  mi,  tu  faras  tu  pro».  «Señor,  dixo 
Griomoart,  asy  me  salue  Dios,  que  me  non 
saberedes  cosa  deuisar,  que  yo  por  uos  non 
faga,  que  non  dexaria  de  lo  fazer  por  cuy  dar 
y  prender  muerte» .  «Amigo,  dixo  el  infante, 
mucho  te  lo  gradesco;  mas  agora  me  dy, 
amigo,  ¿somos  r-ercade  alguna  villa  do  poda- 
mos albergar?  Ca  mi  madre  va  muy  lassa  e 
esle  muy  menester  de  folgar,  ca  ya  es  muy 
tarde».  «Señor,  dixo  el  ladrón,  esta  ñoresta 
dura  mucho,  que  mas  auedes  avn  de  andar, 
ante  que  la  pasedes,  de  quatro  leguas,  que 
non  fallaredes  villa  nin  poblado;  masa  r-erca 
de  aqui  ha  vna  hermita,  do  poderedes  yr  por 
vn  sendero  do  uos  yo  ssabere  guiar,  e  y 
mora  yu  ssanto  hermitaño,  que  es  muy  buen 
clérigo:  muchas  vezes  fuemos  a  el  por  lo  ferir 
o  matar,  mas  asi  lo  guardaua  Dios  de  mal, 
que  ssienpre nos  fazia tornar  atrás,  que  nunca 
podíamos  ar-ercar  en  la  hermita.  E  este  es 
hermano  del  enperador  de  Costantinopla, 
que  ha  nonbre  Rricardo,  que  ha  dos  fijos 
los  mas  fermosos  del  mundo:  el  vno  es  ca- 
uallero  atan  bueno  que  le  non  fallan  par;  el 
otro  es  vna  fija  que  es  la  mas  fermosa  dueña 


que  pueden  saber,  e  tieuela  casada  con  el 
rrey  de  Francia,  a  que  dizen  Carlos» .  Quando 
Barroquer  oyó  fablar  del  hermitaño  e  del 
rrey  Carlos,  cato  a  la  reyna,  e  viola  llorar 
muy  fieramente,  e  dixole:  «Por  Dios,  se- 
ñora, non  lloredes;  ssi  quier  por  amor  de 
Loys  vuestro  fijo,  vos  conuiene  de  lo  enco- 
brir;  mas  pensemos  de  andar  e  llegaremos  a 
vuestro  tio  e  veerlo  hedes»  . 

Entonce  non  sse  detouieron  mas,  e  fue- 
ronse  por  aquel  ssendero  que  ladrón  sabia,  e 
Barroquer  yua  sienpre  delante  la  rreyna;  e 
andaron  tanto,  que  llegaron  a  la  hermita,  e 
vieron  la  morada  del  hermitaño,  que  auia  la 
puerta  muy  pequeña  e  en  la  entrada  estaua 
vna  canpana  colgada  entre  vna  feniestra;  e 
Barroquer  fue  a  ella  e  tañiola,  e  el  hermi- 
taño que  yazia  ante  el  altar  en  oración,  tanto 
que  oyó  el  sson^,  leuantose  e  salió  fuera  de  la 
eglesia:  e  quando  cato  e  vio  la  dueña  e  el 
donzel,  e  Barroquer,  e  el  ladrón,  marauillose 
mucho  e  dixoles:  «Por  Dios,  ¿que  gente 
sodes  o  que  demandados?  Ca  vos  non  leua- 
redes  de  lo  mió  valia  de  {Fol.  142  r.)  vn  di- 
nero; ante  seredes  todos  muertos,  como  yo 
cuydo,  ca  aqui  ^erca  andan  ladrones,  que 
tienen  las  carreras,  que  les  non  puede  esca- 
par grande  nin  pequeño».  «Señor,  dixo  Loys, 
non  dubdedes,  ca  ya  nos  desos  fezimos  jus- 
ti9ia  acá  donde  venimos».  E  el  hermitaño 
respondió:  «Yos  feziestes  y  muy  grant  li- 
mosna; mas  de  vna  cosa  me  marauillo  mu- 
cho, que  bien  ha  treynta  años  pasados  se- 
gunt  yo  cuydo,  que  non  vy  ome  nin  muger 
por  aqui  pasar,  fuera  a  vos  solamente:  mas 
¿quien  es  aquella  dueña  que  tan  fermoso  fijo 
tien,  que  bien  deuia  ser  señor  de  vn  rreyno? 
E  ssemejame  de  la  dueña  que  va  despaga- 
da». «Señor,  dixo  Loj^s,  la  dueña  es  mi  ma- 
dre, non  y  dubdedes,  e  este  es  mi  padre,  que 
ha  nonljre  Barroquer,  muy  buen  ome;  este 
otro  es  nuestro  semiente,  e  albergadnos  e 
faredes  grant  mercet  e  grant  limosna» .  «Se- 
ñor, dixo  el  hermitaño,  para  el  cuerpo  de 
Dios  que  yo  non  he  feno  nin  auena,  nin 
pan,  nin  cenada,  nin  otra  cosa;  e  pésame 
ende ,  synon  vn  pan  de  ordio  solamente 
muy  mal  fecho,  nin  rropa,  nin  cámara,  do 
uos  yo  pueda  albergar» .  «Señor,  dixo  Loys, 
aquel  que  lo  dio  a  Moisen  en  el  desierto, 
nos  dará  del  ssu  bien,  ssy  en  el  ouiermos 
nuestra  esperauQa».  E  el  hermitaño  rres- 
pondio:  «Pues  venit  adelante,  e  tomad  todo 
quanto  yo  tengo» . 

xxxin 

Desque  entraron  en  la  casa,  el  ome  bueno, 
que  era  de  buen  seso  e  de  alto  linage,  Uamo 


CARLOS  MAYNES 


521 


a  Loys  aparte,  e  dixole:  «Buen  donzel,  e 
¿que  comeredes  de  tal  bien  como  yo  daré  a 
vos  e  a  vuestra  conpañaV»  «Señor,  dixo  Loys, 
grandes  mercedes» ,  Eutonr-e  entro  el  hermi- 
taño  en  su  (/clda,  e  ssaco  donde  vn  pan  de 
ordio  e  de  auena,  e  non  lo  quiso  tajar  con 
cochillo,  mas  partiólo  con  las  manos  en  qua- 
tro  partes,  e  dio  a  cada  vno  su  quarto,  E  des- 
que comieron,  Sseuilla  la  rreyna  sse  llego 
al  hermitaño  e  comento  do  fablar  con  el,  e 
dixole:  «Señor,  por  Dios,  consejatme,  ca 
mucho  me  faz  menester» .  E  el  hermitaño  le 
rrespondio  muy  sabrosamente.  «Dueña,  de- 
zitme  donde  sodes  o  de  qual  tierra  andados» . 
«Señor,  dixo  ella,  yo  non  vos  lo  encobrire: 
yo  sso  natural  de  Costantinopla,  e  so  fija 
del  enperador  e  de  su  muger  Ledima,  e  el 
enperador  de  Francia  Carlos  me  demando  a 
mi  padre  por  muger,  e  mi  padre  me  le  enbio 
muy  rricamente,  e  muchos  ornes  buenos  ve- 
nieron  entonce  comigo,  e  leñáronme  aParis;  e 
alli  caso  comigo,  e  touome  vn  año  consigo. 
Non  vos  negare  nada;  e  echóme  de  su  tierra 
por  mezcla  falsa  de  traydores,  por  los  pa- 
rientes de  Calaron.  Señor,  dixo  la  dueña, 
asi  me  salue  Dios  que  todo  esto  fue  verdat 
que  me  {Fol.  142  v.)  oydes  contar:  que  me 
bastegieron  aquellos  traidores  que  mal  apre- 
sos sean,  e  Carlos  me  dio  entonce  a  vn  su 
cauallero  que  me  guiase,  que  llamauan  Au- 
beri  de  Mondisder,  muy  leal  e  muy  cortes,  e 
Macaire  el  traydor  veno  en  pos  de  nos  por 
me  escarnir  si  podiese;  mas  Auberi  puño  de 
me  defender  del  con  su  espada;  mas  el  otro, 
que  andana  armado,  lo  llago  muy  mal.  E 
quando  esto  vi,  metime  por  el  monte,  e  co- 
mencé a  fuyr,  e  asy  ande  fuyeudo  toda  la 
noche,  fasta  el  alna  del  dia,  que  falle  aquel 
ome  bueno  que  alli  vedes,  e  contele  toda  mi 
coita;  e  quando  lo  el  oyó,  tomóse  a  llorar 
con  duelo  de  mi,  e  desanparo  su  muger  e 
ssus  ñjos  e  quanto  auia,  e  venóse  comigo  por 
me  guardar  e  me  seruir.  Non  vos  sse  contar 
todas  nuestras  jornadas,  mas  venimos  nos  a 
Vrmesa,  e  posamos  en  casa  de  vn  buen  ome, 
a  quien  Dios  de  buena  ventura;  e  ally  pary 
en  su  casa  a  Loj'S  que  vos  vedes,  que  es  fijo 
del  enperador  Carlos,  que  es  señor  de  Fran- 
cia, e  nieto  del  enperador  de  Costantinopla». 
Quando  el  hermitaño  oyó  asy  fablar  la 
dueña,  comencé  de  ssospirar  muy  de  coras- 
con  e  a  llorar  mucho  de  los  ojos.  «Dueña, 
dixo  el  hermitaño,  vos  sodes  mi  sobrina,  non 
dubdedes  y,  e  dezirvos  he  que  faredes: 
aqui  nos  conuiene  de  folgar,  e  yo  yre  al 
Apostoligo  fazerle  desto  querella,  e  contarle 
he  vuestra  fazienda,  e  echara  escomunion 
sobre  Carlos,  ssy  vos  non  quesier  rescebir;  e 
después  yrme  he  a  Costantinopla  a  vuestro 


padre,  e  dezirle  he  todo  esto,  e  fazerle  he 
ayuntar  sus  huestes,  e  y  vernan  grisones,  e 
pulieses,  e  lonbardos  por  guerrear  a  Fran- 
cia. E  ssy  Carlos  vos  nos  quesier  resc-ebir, 
non  puede  fallecer  de  la  guerra,  en  guisa 
que  yo  lo  cuydo  echar  de  la  tierra  a  ssu 
desonrra,  e  quiéreme  partir  desta  hermita, 
que  mas  y  non  morare,  e  tornare  al  sieglo  a 
traer  armas,  e  la  lazeria  que  fasta  aqui  sofri 
por  Dios,  quiérela  toda  oluidar,  e  puñar  de 
comer  bien,  e  de  bcuer  bien,  e  de  me  tener 
vicioso».  Assy  dixo  el  hermitaño,  que  Dios 
ssalue,  e  llamo  a  Barroquer,  e  dixole:  «Ami- 
go, conuiene  que  vayades  a  vn  castiello  que 
es  aqui  gerca,  por  conprar  que  comamos». 
«Señor,  dixo  Barroquer,  yo  yre  y  muy  tos- 
te»  .  Quando  la  dueña  oyó  asi  fablar  el  her- 
mitaño, co meneo  a  llorar  de  alegría  que 
ende  ouo. 

XXXIY 

Entonce  se  guiso  Barroquer  de  yr,  que 
ende  auia  grant  sabor,  e  Griomoart  sse  ade- 
lanto e  dixo:  «Señor  (*)  (Fol.  143  r.)...  que 
yo  nos  fare  rricos  e  bien  andantes  para  en 
todos  vuestros  dias».  «Señora,  dixo  Barro- 
quer, grandes  mercados».  Entonce  sse  guiso 
Barroquer  á  guysa  de  penitencial,  e  tomo 
vna  grant  esclauina,  e  vna  esportilla  e  bor- 
dón en  la  mano,  e  vn  capirote  e  ssonbrero 
grande  que  todo  el  rrostro  le  cobria;  mas  con 
todo  esto  no  oluido  el  auer  e  los  paños.  Desy 
espidióse  e  fue  su  carrera,  e  fue  de  alli  ma- 
ner  a  Proyns;  otro  dia  de  mañana  sse  salió 
de  alia  e  fue  maner  a  Emaus  a  la  noche,  e 
desque  entro  por  la  villa,  comencé  de  yr  fin- 
cando ssu  borden,  e  fuese  derechamente  a 
su  casa,  e  llego  a  la  puerta,  e  vio  sseer  a  su 
muger  muy  pobremente  vestida,  e  muy  laz- 
rada,  e  dezia  al  mayor  de  sus  fijos:  «Fijo,  e 
¿por  que  beuimos  tanto,  pues  perdimos  a 
Barroquer,  tu  padre,  que  nos  mantenia  e 
pensaua  de  nos?  Ya  non  auemos  que  comer 
nin  de  que  beuir.  ¡Ay  mosquina  catiual 
¡que  grant  pesar  del  he,  e  que  gran  mengua 
me  faz!»  Assy  dezia  la  dueña  muy  dolorida- 
mente, su  mano  en  su  faz,  e  llorando  mucho. 
Quando  esto  vio  Barroquer,  comencé  a  llorar 
de  piadat,  e  llegóse  mas  a  la  puerta,  e  di- 
xole: «Dueña,  por  Dios,  albergatme  ya  oy, 
e  faredes  grant  limosna» .  E  la  muger,  que 
seya  triste,  quesierase  dende  escusar  a  todo 
ssu  grado  e  dixole:  «Yd  a  Dios,  amigo,  ca 
non  es  guisado  de  albergar  a  uos  nin  a  otro, 
ca  non  tengo  en  que;  Dios  lo  sabe  e  pésame 


O  Falta  algo  en  el  códice,  quizá  el  relato  de  algu- 
na habilidad  de  Griomoart. 


522 


LIBROS  DE  caballerías 


ende;  mas  yd  a  Dios  que  uos  guye».  Asy 
fablo  la  dueña,  que  seya  muy  desconfortada 
por  su  marido  que  le  tardaua  tanto.  «Due- 
ña, dixo  Barroquer,  que  Dios  nos  salue,  al- 
bergatme,  ca  non  se  para  do  vaya».  E  la 
dueña  ouo  del  piadat,  e  otorgólo,  e  dixo: 
«Yenit  adelant» ,  e  comento  mucho  a  llorar, 
e  dixole:  «A^'os  seredes  aqui  albergado;  mas 
ruego  vos  que  roguedes  a  Dios,  que  el  mundo 
fizo  e  formo,  que  el  me  dexe  avn  ver  mi  ma- 
rido Barroquer  que  me  tanto  sabia  amar, 
que  ya  tan  grant  tienpo  lia  que  sse  de  mi 
partió,  e  nunca  lo  después  mas  vy,  e  por 
ende  cuydo  que  es  muerto,  ca  el  desanparo 
su  asno,  por  que  guare9Íamos,  que  sse  veno 
para  mi  casa,  cargado  de  leña,  que  oy  ma- 
ñana leuo  mi  fijo  por  nos  ganar  que  comié- 
semos muy  catiuamente,  de  que  me  pesa 
mucho,  ca  non  he  que  vos  dar».  Quando 
Barroquer  oyó  asi  fablar  a  su  muger,  ouo 
ende  tal  piadat,  que  sse  torno  a  llorar  sso  su 
capirote,  assy  que  todas  las  baruas  e  las 
fa^es  ende  eran  mojadas,  e  dixole:  «Due- 
ña, por  Dios,  ¿como  auedes  nonbre?»  «Señor, 
dixo  ella,  a  mi  dizen  ]\Iaria,  e  fincarome  dos 
fijos  de  mi  marido:  el  mayor  es  ydo  al  monte 
por  de  la  leña  que  carga  en  el  asno  que  su 
padre  dexo;  el  otro  anda  pediendo  las  limos- 
nas por  la  villa».  Entretanto  entro  el  moco 
que  fuera  demandar  las  limosnas,  ssu  pan 
en  ssu  saquete  que  ganara.  {Fol.  143  v.) 
Quando  lo  Barroquer  vio,  todo  el  cor  acón  le 
tremió,  e  metió  mano  a  su  bolsa  e  saco  dine- 
ros, e  dixo  al  moQO :  «Fijo,  ¿saberas  tu  con- 
prar  pan  e  vino  e  carne  que  comamos?»  «Ssy», 
dixo  el.  Entona-e  le  dio  los  dineros;  e  desque 
los  el  moco  tomo,  fuese  a  la  villa,  e  conpro 
todo  quanto  su  padre  le  mando,  e  troxolo,  e 
candelas  otrosi.  Entretanto  Barroquer  fendio 
leña  e  fizo  fuego,  e  en  quanto  se  guisauan 
de  comer,  llego  el  otro  fijo  su  asno  ante  ssy 
cargado  de  leña.  Tanto  que  lo  vio  Barro- 
quer, luego  conoscio  que  era  ssu  fijo,  e  el 
coras^on  le  salto  de  alegría  que  ende  ouo,  e 
dixo  a  muy  alta  boz:  «La  bestia  fara  con- 
tra su  señor  lo  que  non  fezieron  sus  fijos» 
Tanto  que  el  asno  oyó  fablar  a  Barroquer, 
comencé  a  rrebuznar  de  tal  guisa,  que  bien 
entenderla  quien  quier  que  lo  conoscia,  e 
fuese  para  el  que  lo  non  podian  del  quitar. 
Quando  esto  vieron  los  fijos,  marauillaronsse 
ende  mucho,  porque  el  asno  fazia  esto  contra 
su  huésped.  Desi  tomáronlo  e  fueronlo  pren- 
der en  su  peseure;  desi  paráronse  a  la  mesa, 
e  Barroquer  comió  con  su  huéspeda  e  los 
fijos  anbos  de  consuno;  e  desque  comieron 
bien  e  a  su  vagar  quanto  menester  onieron, 
Barroquer,  que  metia  en  ellos  mientes,  era 
ende  muy  ledo  en  su  voluntad.  «¡Ay  Dios, 


dixo  el  fijo  mayor,  como  somos  guaridos! 
¡buen  padre  auemos  fallado!  ¡bendito  sea 
quienlo  crio,ca  bien  nos  auondo  de  comer!  Se- 
ñor palmero,  dixo  el,  por  Dios,  palmero,  non 
vos  vayades  para  ninguna  parte,  e  fincat  con 
ñusco» .  E  Barroquer,  quando  esto  oyó,  to- 
móse a  llorar,  e  la  dueña  se  marauillo  ende. 


XXXY 

Después  de  comer,  leuantaronse  anbos  los 
mancebos,  e  alearon  las  mesas;  desi  pusieron 
de  la  leña  en  el  fuego  por  amor  del  buen 
huésped,  e  desque  anocheció,  Barroquer  lla- 
mo su  huéspeda  e  dixole:  «Dueña,  ¿do  yare 
esta  noche?»  «Palmero,  dixo  ella,  yo  uos  lo 
diré.  Yos  yaredes  cerca  el  fuego,  e  ternedes 
vn  saco  fondón  de  uos,  ca  yo  non  he  chu- 
maco  que  vos  dar».  «Dueña,  dixo  Barro- 
quer, non  sea  asy,  mas  durmamos  de  con- 
suno, ca  yo  non  he  muger  nin  uos  marido,  e 
quiero  uos  dar  por  ende  cient  sueldos». 
Quando  aquesto  oyó  la  muger,  torno  tal  como 
caruon,  e  cato  a  Barroquer  muy  sañuda  e 
de  tal  talante,  e  dixole  a  muy  grandes 
b  zes:  «¡Garzón  lixoso,  fi  de  puta,  salid  de 
mi  casa,  ca  sy  ay  mas  estades,  tantas  palan- 
cadas uos  fare  dar  en  los  costados,  que  todos 
uos  los  quebrantaran;  ca  llamare  agora  a 
todos  mis  vezinos  que  uos  apalanquen!»  Ba- 
rroquer, quando  vio  su  muger  tan  sañuda  e 
porque  la  auia  tan  bien  prouada,  non  se 
quiso  mas  encobrir  contra  ella.  Entonce  des- 
nudo su  esclauina  que  traya  vestida  e  finco 
en  saya  el  muy  buen  vejaz,  e  fue  abracar  a 
su  mugier,  e  ella  lo  cato  e  comencose  a  ma- 
rauillar,  e  desque  lo  cato,  dixole:  «¿Quien 
{Fol.  144  r.)  uos,  buen  señor?  no  me  lo  ne- 
guedes».  «Dueña,  dixo  el,  yo  sso  Barroquer 
vuestro  marido,  que  uos  tanto  soliades  amar; 
vos  non  me  conosciades  ante,  quando  aqui 
llegue  a  la  viespra,  mas  conosciome  el  mi 
asno,  que  tanto  que  me  oyó,  luego  se  tomo  a 
cantar» . 

Quando  la  muger  lo  entendió,  toda  la 
color  se  le  mudo,  e  conos^iolo  luego,  e  fuelo 
abracar  e  besar  muy  de  corasQOn,  e  Barro- 
quer otrosy  a  ella;  e  non  sse  podian  ahondar 
vno  de  otro.  Después  desto,  Barroquer  fue 
abracar  e  besar  a  sus  fijos,  e  comencaron 
todos  a  llorar  de  alegría,  e  los  fijos  dixie- 
ron  a  Barroquer:  «Sseñor,  bien  seades  veni- 
do». Barroquer  sse  asento  con  ssu  muger  a 
fablar,  e  dixole:  «Amiga,  de  oy  mas  ssed 
alegre,  ca  yo  so  muy  rrico:  ca  yo  he  ganado 
tal  auer  e  tal  thesoro,  por  que  seremos  rricos 
e  bien  andantes  para  sienpre» .  Entonge  le 
contó  como    fallara  la   rreyna   de   Fran9Ía 


CARLOS  MAYNES 


523 


desanparada.  e  como  se  fuera  con  ella,  e  la 
guardara,  c  dixole:  «Tomad  este  don  que 
uos  enbia  ella^  e  confortaduos  bien,  ea  a  mi 
conuiene  de  me  partir  oras  de-  mañana,  e 
yrme  derechamente  a  Paris  por  veer  los 
traidores  que  a  mi  señora  la  rrejma  fizieron 
mezclar^  donde  el  enperador  Carlos  fue  mal 
aconsejado».  «Señor,  dixo  la  rauger,  Dios 
uos  guie  e  vos  guarde  de  mal.  e  guardatuos 
de  entrar  en  poder  de  aquellos».  «Ssj^  fare, 
dixo  el,  non  y  dubdedes».  Entonce  sse  fue- 
ron ecliar  a  grant  plazer  de  ssy.  Otro  dia 
mañana  se  leuanto  Barroquer,  que  auia  muy 
a  coracon  su  carrera,  e  bestio  su  csclauina, 
e  tomo  su  bordón  e  su  esportilla^  e  espedio- 
se  de  su  muger,  que  lo  amana  tan  mucho,  que 
non  cuidaua  ver  la  ora  en  que  tornase  a 
Emaus;  e  partióse  de  su  casa,  por  yr  a  Paris. 


XXXVI 

Agora  se  va  Barroquer,  que  Dios  guarde 
de  mal,  su  esclauina  vestida,  e  su  bordón  en 
la  mano.  E  comento  a  trotar,  e  llego  a  Paris 
a  ora  de  yantar,  e  entro  por  la  villa  e  vio  las 
gentes  ayuntar  por  la  ciudat,  e  vio  fincar 
tiendas  fuera  de  la  villa  por  los  canpos. 
Quando  esto  vio  Barroquer,  comenco  mucho 
a  llorar,  e  dixo:  «¡Ay,  señor  lesuxristo,  que 
en  la  vera  cruz  te  dexaste  prender  muerte 
por  los  pecadores  sainar!  ¡tu  faz  a  Carlos 
que  sse  acuerde  e  que  rresciba  la  rreyna  su 
muger  derechamente,  como  dene!»  E  desque 
comió  en  casa  de  vn  orne,  do  poso,  salióse 
fuera  de  la  ciudat,  e  fuese  por  rribera  del  rrio 
de  Ssena,  donde  posauan  muchos  altos  omes 
e  poderosos,  e  y  eran  de  los  traidores.  Mas 
tanto  sabet  todos  que  non  ouo  rrey  en  Fran- 
cia, del  tienpo  de  Merlin  fasta  entonce,  que 
non  ouiese  traidores  que  le  feziesen  muy 
grant  daño;  mas  non  tanto  como  a  este.  Desi 
fuese  contra  la  tienda  del  rrey,  e  violo  ser 
muy  triste,  e  con  el  seya  don  Aymes,  que 
era  muy  buen  orne.  «Don  Aymes,  dixo  el 
enperador,  aconsejarme  deuedes:  yo  ayunte 
aqui  mis  gentes,  asi  como  vos  vedes,  por  de- 
fender mi  tierra,  ¿que  vos  parece  y?»  «Se- 
ñor, dixo  el  duque  don  Aymes  (Fol.  144  v.), 
yo  uos  daré  buen  consejo  si  me  vos  crer  qui- 
sierdes:  yo  oy  dezir,  e  asi  es  verdat,  que 
Lois  vuestro  fijo  es  entrado  en  Chanpayna,  e 
con  el  el  enperador  Ericaldo,  su  abuelo,  señor 
de  Grecia;  e  ya  son  con  vuestro  fijo  acorda- 
dos Almerique  de  Narbona  e  sus  fijos,  que 
sson  tan  poderosos  e  tan  buenos  caualleros, 
e  certas  mucho  faria  conti-a  rrazon  quien 
contra  el  fuese,  e  seria  muy  grant  daño  de 
nuestros  omes;  mas,  señor,  resyebit  vues- 


tra muger,  que  es  tan  buena  dueña,  e  Dios 
e  el  mundo  vos  lo  terna  a  bien».  «Señor, 
dixo  Mancions  (vn  gran  traidor),  aquel  dia 
que  la  uos  toraardcs,  sea  yo  escarnido,  ¡mu- 
ger que  asi  ando  abaldonada  a  quantos  la  que- 
rian  por  la  tierra,  que  non  ouo  garlón  que 
non  feziese  en  ella  ssu  voluntad!»  Quando 
esto  oyó  Barroquer  que  y  paraua  mientes,  a 
pocos  non  fue  ssandio,  e  non  sse  pudo  tener 
que  non  dixiese:  «Qertas,greton  lixoso,  men- 
tidos; e  S3^  non  fuese  porque  estados  ante 
el  enperador,  tal  palancada  uos  daria  deste 
bordón,  que  la  sentiriades  para  sienpre». 
Quando  aquesto  el  enperador  oyó,  tomóse  a 
rreyr,  e  Ougel  otrossy  e  los  otros  omes  bue- 
nos que  y  sseyan,  e  dixieron  entre  ssy  que 
sandio  era  el  palmero.  «Palmero,  dixo  el  rrey, 
¿donde  venidos?»  «Señor,  dixo  el,  yo  uos  lo 
diré:  yo  vengo  de  Jerusalen,  do  Dios  fue 
muerto  e  bino,  e  pase  por  Bregoña,  e  y  fue 
rrobado  de  vna  gente  mala  que  y  falle,  e  era 
tan  grant  caualleria,  que  después  que  el 
mundo  fue  fecho  no  fue  ayuntada  tan  gran- 
de, e  son  ya  en  tierra:  e  esto  faz  el  enperador 
Ericardo,  que  trae  y  su  fija  e  su  nieto,  que  es 
ya  bueno  e  arreziado,  e  todos  dizen  del  niño 
que  es  vuestro  fijo,  e  que  por  fuerza  sera 
rrey  de  Francia,  e  que  porna  a  uos  fuera  de 
la  tierra.  E  por  el  mi  consejo,  vos  non  los 
atenderiades,  ca  el  infante  muy  fuerte  es,  e 
muy  dultadorio,  e  diz  que  ha  derecho  de 
heredar  a  Francia,  e  que  se  quier  entregar 
de  la  tierra  a  quien  quier  que  pese  o  ploga, 
e  que  sera  rrey  coronado;  e  yo  le  oy  jurar 
por  todos  los  santos  de  Dios,  que  ssy  pudiese 
coger  en  la  mano  los  traidores  que  con  vusco 
son,  que  su  madre  trayeron  e  la  fezieron 
echar  tan  viltadamente  de  la  tierra,  que  los 
non  guariría  todo  el  oro  del  mundo  que  los 
non  feziese  quemar.  E  vos  mesmo  podedes  y 
prender  grant  vergüeña,  asi  como  el  dezia. 
Por  lo  qual  vos  3^0  loarla  que  vos  fuesedes  de 
aqui,  ante  que  fuesedes  preso  ni  maltrecho» , 
Quando  esto  oyó  el  enperador,  fue  muy  sa- 
ñudo e  ouo  ende  grant  pesar;  mas  Barroquer 
non  semejaua  orne  que  pauor  ouiese,  ante 
dixo  al  rrey  muchas  cosas  del  infante  Loys 
de  menazas,  e  el  enperador  lo  llamo  e  di- 
xole: «Palmero,  ¿que  dizen  aquellas  gentes? 
¿Yernan  mas  adelante,  o  que  cuy  dan  de  fa- 
zer?»  «Señor,  dixo  Barroquer,  asy  aya  Dios 
parte  en  la  mi  alma,  que  ellos  amenazan  fie- 
ramente los  traidores  de  Francia,  que  ssy  los 
cogen  eñ  poder,  que  los  {Fol.  145  r.)  non 
guarirá  cosa  que  non  sean  destruidos  o  tre- 
nados». «Señor,  dixo  Mancion,  yo  vos  digo 
bien  que  este  palmero  es  esculca:  mandatle 
sacar  los  ojos;  desy  esforquenlo» .  «Non  lo 
fare,   dixo  el  rrey;  ante  quiero  fablar  con 


524 


LIBROS  DE  caballerías 


el  e  oyr  de  ssus  uueuas.  Palmero,  dixo  el 
rrey,  ¿ssabes  algunt  menester?»  «Ssi  señor, 
dixo  el,  sso  tal  mariscal  de  coiiosger  buen 
eauallo,  o  buen  palafrén,  que  en  el  mundo 
non  ha  mejor,  nin  que  lo  mejor  sepa  guare- 
cer de  su  enfermedat,  nin  mejor  afeitar». 
»rertíis,  palmero,  dixo  el  rrey,  tu  deues  ser 
muy  onrrado,  sy  verdat  es  lo  que  dizes;  e 
quiero  que  finques  comigo  e  fazerte  algo, 
ca  yo  lie  vn  eauallo  rucio  muy  preciado,  tan 
fuerte  e  tan  fiero,  que  ninguno  non  se  osa  lle- 
gar a  el  ssynon  yo  e  los  ornes  que  lo  guar- 
dan» .  E  Barroquer  dixo:  «Yeamoslo;  quiga 
yo  uos  daré  y  recabdo» .  «De  grado,  dixo  el 
rrey».  Entonce  embio  por  el  eauallo;  mas 
quatro  mancebos  que  lo  auian  de  guardar 
fueron  a  el  c  enfrenáronlo,  e  tiráronle  las 
cadenas  e  las  presiones  otrosy,  e  leñáronlo 
todos  quatro  al  rrey,  e  descobrieronlo  de  vna 
purpura  de  que  estaua  cobierto;  e  el  eauallo 
aleo  la  cabe§a  e  tomóse  a  relinchar  muy  fie- 
ramente e  a  soplar  mucho.  Era  el  eauallo 
bel,  de  guisa  que  le  non  ssabian  par,  nin 
auia  ome  que  sse  enfadase  de  lo  ver,  e  de- 
zian  todos  e  jurauan  que  nunca  tan  fermoso 
eauallo  vieran.  E  Barroquer,  que  lo  catana, 
comenco  a  pensar,  e  dixo  en  su  coracon: 
«¡Ay  Dios,  Señor!  ¡dame.  Señor,  si  te  plaz, 
que  yo  pueda  leuar  este  eauallo  a  mi  señor! 
mas  sy  en  el  caualgase  ssin  siella.  cuydo 
que  caerla  muy  tosté,  ca  non  sso  acostun- 
brado  de  caualgar  en  eauallo  en  hueso» .  E 
do  el  rrey  estaua  asy  en  rriba  de  Ssena  e 
catando  su  eauallo,  de  que  se  pagana  mucho, 
dixo  contra  don  Aymes.  «Duque,  ¿vistes  des- 
que nacistes  tal  eauallo  como  este?»  E  el 
dixo  que  non.  E  Barroquer  se  adelanto  e 
dixo:  «Señor,  si  el  eauallo  fuese  ensellado, 
por  la  virtud  de  Dios,  yo  cuydaria  prouar  su 
bondat.>.  Quando  esto  oyó  el  rrey,  mandólo 
ensillar  tosté,  e  desque  lo  troxieron,  Barro- 
quer quito  de  ssy  su  esclauina,  e  puso  el  pie 
en  la  estriñera,  e  caualgo  muy  ayna,  e  el  ea- 
uallo comenco  a  tomar  con  el  muy  esquines 
saltos,  e  de  esgremirsse,  en  manera  que  a 
pocas  non  dio  con  el  en  tierra,  e  Barroquer 
echo  mano  a  las  crines,  e  los  caualleros  que 
lo  uieron,  dixieron:  «¡Agora  veredes  el  gri- 
tar fiero  e  el  rroido  quando  el  palmero  ca- 
yer!»  E  Barroquer  que  lo  oyó,  non  daua  por 
ende  nada;  mas  dezia  entre  sus  dientes  que 
no  seria,  si  a  Dios  ploguyese,  ante  sse  te- 
nia bien  en  la  sella;  e  el  metió  el  bordón  so 
el  braco  derecho,  e  con  los  grandes  capatos 
que  tenia  aguyjo  el  eauallo  e  soltóle  la  rrien- 
da,  e  el  eauallo  comenco  de  correr  tan  fiera- 
mente, que  semejaua  que  bolaua.  Assy  lo 
arremetió  por  el  prado;  desy  venóse  contra 
el  enperador,  e  dixole  a  muy  alta  boz:  «Rrey,  | 


yo  sso  Barroquer  de  la  barua  cana;  ssy  yo 
vine  a  vos  por  esculca  {Fol.  145  v.)  agora  me 
tornare  a  Loys,  vuestro  fijo,  el  muy  pre§ia- 
do,  e  a  vuestra  muger  la  reyna  Senilla,  que 
yo  por  mi  cuerpo  guarde  de  mal  e  guye,  e 
serui  a  mal  grado  de  los  traidores  que  la  fe- 
zieron  desterrar  a  tuerto.  E  si  vuestra  mu- 
ger non  rres9Í1iierdes,  sabet  que  Francia  sera 
por  y  destruida;  mas  como  quier  que  auen- 
ga,  este  buen  eauallo  leñare  yo,  e  finqueuos 
la  mi  esclauina,  ca  bien  la  auedes  conprada». 
Entonce  ferio  el  eauallo  de  las  espuelas,  e 
fue  su  carrera,  e  el  enperador  metió  grandes 
bozes:  «Varones,  ydme  en  pos  el,  por  el 
amor  de  Dios,  ca  si  asi  pierdo  mi  eauallo, 
jamas  non  auere  alegría:  e  quien  me  pudier 
prender  el  palmero,  gient  mareos  de  plata  le 
daré  en  aluistras».  Entonge  caualgaron  ca- 
ualleros e  escuderos,  e  semientes  e  priuados, 
e  vnos  y  otros:  e  y  fue  el  duque  don  Aymes, 
e  Ougel  e  Galter  de  Corauina,  e  los  parien- 
tes de  Galaron,  que  Dios  maldiga.  ¿Que  uos 
diré?  Quien  quier  que  buen  eauallo  tienia, 
caualgo  en  el  ssyn  detenencia,  e  el  enpera- 
dor niesmo  y  fue.  Assy  fueron  todos  en  pos 
el;  mas  Barroquer,  que  yua  delante  en  el 
buen  eauallo,  rrogaua  yendo  mucho  a  Dios 
que  lo  guardase  de  caer,  e  asi  corrió  fasta 
Ormel,  que  se  nunca  detono.  Enton9e  cato 
en  pos  sy,  e  vio  muy  grant  gente  venir  en 
pos  el  por  lo  prender;  entonce  aguijo  mas  el 
muy  buen  eauallo  e  ftiese  a  Gornay,  e  paso 
por  y,  que  se  non  detono  cosa,  e  llego  a 
Leni;  mas  non  quiso  y  fincar,  e  yua  tan  rre- 
cio  por  medio  la  placa,  que  semejaua  ten- 
pestad,  de  guisa  que  non  auia  y  tan  ardido 
que  sse  le  osase  parar  delante  nin  preguntar. 


xxxvn 

Assi  se  paso  Barroquer  por  Leni  en  el 
buen  eauallo;  e  desque  fue  fuera  de  la  villa, 
cogióse  por  el  camino  de  Proyns,  e  fuese 
quanto  el  eauallo  lo  podia  leuar,  asi  que 
poco  daña  ¡)or  los  del  rey  Carlos  que  en  pos 
el  corrían.  Entretanto  llego  el  duque  don 
Aymes,  e  Aleni,  e  Ougel,  e  con  ellos  bien 
quatro  mili  franceses,  e  fueron  preguntando 
ssy  vieran  por  y  pasar  vn  villano  en  vn  buen 
eauallo  muy  corredor.  «Ssy,  dixieron  los 
bnrgeses,  que  mal  apreso  vaya  el  alia  do  va; 
por  aqui  paso,  tal  como  el  viento».  A  tanto 
llego  el  rrey,  que  venia  metiendo  bozes: 
«Yarones,  agora  por  Dios  yd  en  pos  el,  ca 
ssy  me  asy  escapa,  jamas  otro  tal  no  auere 
a  mi  cuydar» .  Entonce  caualgaron  todos  los 
de  la  villa,  bnrgeses  e  caualleros  e  semien- 
tes, e  fueron  en  pos  el;  mas  Barroquer,  que 


CARLOS  MAYNES 


525 


yua  adelante  alongado  dellos,  llego  a  vn  mon- 
te a  ora  de  viespras,  que  ora  ^crca  de  Emáus, 
e  fallo  a  su  fijo  en  la  carrera  que  leuaua  su 
asno  cargado  de  leña,  e  conosyiolo  luego,  e 
dixole:  «Fijo,  salúdame  a  tu  madre,  ca  yo 
non  he  vagar  de  fablar  mas  contigo,  ca  bien 
en  ¡ios  de  mi  el  rrey  Carlos  con  muy  grant 
conpaña;  agora  te  ve  a  Dios,  ca  non  he  po- 
der de  mas  contigo  estar» .  Tanto  estouo  ally 
el  fablando  con  su  fijo,  fasta  que  vio  el  rrey 
Carlos,  e  de  tan  lueñe  que  lo  vio,  metióle 
bozes:  «¡Ay  fi  de  puta,  non  me  escaparedes 
que  non  seades  enforcado!»  {Fol.  146  r.).  E 
Barroquer  que  lo  oyó,  le  rrespondio:  «Non 
sera  assy,  si  a  Dios  plaz».  E  comentóle  de 
gritar.  Estonce  aguyjo  el  cauallo  que  se  non 
detono  mas;  e  mas  tosté  se  alongó  dellos  ques 
marauilla,  e  fuese  por  Columersablia,  e  la 
luna  era  muy  clara,  e  llego  a  ora  de  matines 
a  Proins,  e  passo  por  y  sin  enbargo  ninguno; 
e  el  rrey  Carlos  llego  y  al  alúa  del  dia,  e 
Ougel,  e  el  duque  don  Aymes,  e  con  ellos 
bien  trezientos  a  cauallo,  e  fueron  pregun- 
tando a  los  de  la  villa:  «¿Vistes  por  aqui  pa- 
sar vn  villano  encima  de  vn  buen  cauallo?» 
E  ellos  dixieron  que  non  sabian  del  parte. 
E  Barroquer,  que  iba  en  el  buen  caballo  rru- 
r-io,  tanto  ando  de  dia  e  de  noche,  que  llego 
a  tierra  do  fue  muy  bien  rebebido,  mas  tan- 
to cuyto  el  cauallo,  que  era  todo  trassuado; 
e  asi  fue  ante  el  infante  Loys,  e  presento- 
gelo  e  dixole:  «Tomad  este  cauallo,  señor  in- 
fante, que  es  el  mas  marauilloso  que  nunca 
ome  vio,  que  fue  del  rrey  Carlos,  vuestro 
padre».  Entonce  le  contó  como  Carlos  fezie- 
ra  ayuntar  su  hueste  en  Paris  muy  grande, 
e  que  yazia  en  rribera  del  rrio;  «e  quando  el 
rrey  me  violeuar  su  cauallo,  mando  venir  su 
hueste  en  pos  de  mi,  e  el  venia  delante  mas 
brauo  que  vn  león;  e  poderlos  hedes  fallar  a 
siete  leguas  de  aqui  muy  pequeñas».  «Por 
Dios,  dixo  el  infante,  ¿assy  corrió  en  pos  de 
vos  mi  padre  por  su  cauallo?»  «Certas  ssy» , 
dixo  Barroquer.  «Barroquer,  dixo  el  infante, 
¿que  gente  anda  con  el?  non  me  lo  niegues» . 
«Señor,  dixo  el,  bien  sson  treynta  mili;  los 
vnos  vienen  delante,  e  los  otros  detras,  asi 
como  les  aturan  los  cauallos,  mas  bien  los  po- 
dedes  todos  prender,  sy  quesierdes».  Quando 
esto  Loys  oyó,  comen(;*o  a  dezir:  «¡Armas,  ar- 
mas, caualleros!  ca  yo  prenderla  de  grado  a 
mi  padre,  en  tal  que  lo  feziese  otorgar  con  mi 
madre».  Entonge  veriades  griegos,  asi  los  al- 
tos como  los  baxos,  correr  a  armarse,  que 
non  fue  y  tal  que  se  dende  escusar  quesiese, 
e  el  enperador  Rricardo  fue  armado  en  los 
primeros  muy  rricamente,  e  subió  en  su  ca- 
uallo, e  don  Almerique  de  Narl)ona,  e  Guy- 
llemer  el  guerreador,  e  todos  los  otros  de  su 


conpaña,  e  asy  se  ayuntaron  en  vn  punto 
bien  treynta  mili;  e  Barroquer  dezia:  «To- 
dos los  poderedes  prender,  si  quesierdes» . 
Quando  esto  vio  I^oys,  comencé  a  dar  bozes 
que  mouicsen.  Entonce  fueron  su  carrera, 
aguyjando  quanto  podian  contra  los  france- 
ses, e  yendo  asy,  dixo  el  infante:  «¡Ay  Dios, 
Señor,  quel  mundo  formaste  por  tu  grant 
poder,  e  quesiste  que  fuese  poblado  de  gente, 
da  al  rey  mi  padre  coracon  que  rresciba  a 
mi  madre,  asy  como  deue!»  Assy  se  fue  la 
hueste  de  los  griegos  muy  esforzadamente, 
asi  que  de  los  pies  de  los  cauallos  ssalia  tan 
grant  poluo,  que  muy  de  lueñe  páresela. 
Quando  esto  vio  el  enperador  Carlos,  fue 
mucho  esmayado,  e  el  duque  don  Aymes  le 
dixo:  «Señor,  en  barata  somos;  mucho  corri- 
mos, me  semeja,  en  pos  el  penitencial.  Ahe 
aqui  los  griegos  vienen  ae  rrandon  con  Loys, 
vuestro  fijo,  que  es  muy  sañudo  de  su  ma- 
dre que  echastes  de  vuestra  tierra,  e  con  el 
viene  Almerique  de  JSTarbona  e  sus  fijos,  e 
mucha  otra  caualleria,  e  el  enperador  Rricardo 
de  Costantinopla  que  vos  desama  {Fol.  14G  v.) 
mortalmente,  por  su  fija  que  auedes  dexada, 
onde  entongo  creyestes  los  traidores  que  Dios 
maldiga.  Ora  es  por  eso  vuestra  tierra  meti- 
da en  duelo  e  en  tormenta,  e  nos  por  ende 
seremos  todos  presos  ante  del  ssol  puesto;  e 
sera  muy  grant  derecho  para  la  fe  que  deuo 
a  Dios,  desy  que  todos  somos  desarmados,  si- 
non  de  nuestras  espadas,  si  nos  non  uviamos 
acoger  a  algún  castiello;  ¡nunca  tal  perdida 
perdimos  desque  perdimos  Oliuer  e  Roldan, 
como  esta  sera!  ¡nunca  desde  entonce  acá 
oue  tan  grant  pauor  como  agora  he!  ¡Dios 
nos  acorra!» 

XXXVIII 

«Don  Aymes,  dixo  el  enperador,  por  buena 
fe  non  sse  lo  que  y  podamos  fazer;  bien  se 
que  el  enperador  de  Costantinopla  me  des- 
ama mortalmente,  e  ha  razón  por  que:  ca 
eche  su  fija  de  mi  tierra  muy  malamente,  e 
nos  non  auemos  castiello  a  que  nos  acojamos». 
«Señor,  dixo  Salamon,  aqui  non  auemos  que 
tardar,  ca  el  proueruio  diz  que  mejor  es  buen 
foir  que  mal  tornar».  Entonce  sse  asonl)raron 
los  fran9eses  antel  rrey  Carlos,  mas  non 
auia  y  tan  bueno  que  pauor  non  ouiese;  ca 
mucho  dubdauan  los  griegos  que  venian  de 
rrendon.  «Señor,  dixo  el  duque  don  Aymes, 
entendet  lo  que  nos  quiero  dezir:  a  ssiete 
leguas  de  aqui  ha  vn  castiello  en  vna  monta- 
ña, a  que  dizen  Altafoja;  ya  lo  nos  touiestes 
cercado,  quando  yazia  dentro  Grifonet  que 
fizo  la  traif'ion,  quando  vendió  Roldan  al  rey 
Marssil,  e  non  uos  pudo  escapar,  ante  ouo  su 


526 


LIBROS  DE  caballerías 


gualardou  de  la  traición  que  feziera,  ca  fue 
quemado.  Pues  yayamos  a  Altafoja,  e  sy  nos 
y  cercaren,  muy  bien  nos  defenderemos,  si 
Dios  quesier,  e  mal  aya  el  que  non  se  defen- 
diere fasta  su  muerte » .  E  Carlos  dixo : 
«Agora,  ¡via  de  parte  de  Dios!»  Estonce  mo- 
uieron  de  rrendon  contra  Altafoja,  e  el  enpe- 
rador  cato  la  grant  gente  de  los  griegos  que 
en  pos  ellos  yuan  quanto  mas  podian,  assy 
que  ante  que  ftiesen  encima  de  la  montaña 
los  alcancaron  los  griegos.  Alli  podriades  ver 
mucho  golpe  de  espada,  e  delanca  e  de  porra; 
mas  los  franceses  puñaron  de  se  acoger  a  la 
rocha,  ca  bien  veyan  que  los  non  podian 
durar^  e  desque  fueron  en  el  castiello,  cerra- 
ron muy  bien  las  puertas.  Asy  fueron  los 
franceses  encerrados  onde  sse  desmayaron 
mucho,  e  los  griegos  los  ^crearon  a  derredor, 
e  mandaron  tender  tiendas  e  tendejones  en 
que  posasen,  e  fezieron  chocas  de  ramas; 
mas  pero  ante  que  los  franceses  se  acogiesen, 
prendieron  dellos  los  griegos  veynte  e  ^inco. 
E  destos  eran  dos  de  los  traidores  que  Dios 
maldiga:  el  vno  dellos  era  Mansión,  e  el  otro 
Justorte  de  Claurent,  e  por  estos  dos  fuera  la 
reyna  traida  e  echada  a  dolor  e  a  desonrra  de 
ssy.  E  leuaronlos  al  infante  Loys,  a  que 
plogo  con  ellos,  e  dixoles:  «¿Quien  sodes? 
non  me  lo  neguedes».  E  ellos  respondieron: 
«Señor,  nos  ssomos  de  Francia,  e  esto  sabre- 
des  por  verdat,  e  somos  vuestros  presos: 
agora  fazet  de  nos  lo  que  uos  ploguier» .  E 
entretanto  llego  Barroquer  ssañudo  e  de  mal 
talante,  e  cato  los  traidores  muy  sañuda- 
{Fol.  147  r.)  mente,  e  dixo  a  muy  alta  boz: 
«Yo  non  seria  tan  ledo  sy  me  diesen  dozien- 
tos  marauedis  de  plata  como  sso  con  estos 
dos  falsos  que  aqui  veo  presos,  que  non  sse 
peores  en  toda  la  tierra».  «Señor,  dixo  el  al 
infante,  estos  malos  sson  de  contar  por  cul- 
pantes: este  vno  ha  por  nonbre  Mansión,  e  el 
otro  Justorte  de  Monteclaro;  estos  dezian  al 
rrey  que  me  mandase  sacar  los  ojos,  mas 
agora  los  mandat  uos  por  eso  rrastrar  o  en- 
forcar  jior  las  gargantas».  «Yo  lo  otorgo», 
dixo  el  infante.  Entonce  fezieron  traer  dos 
rocines,  e  atáronlos  a  ellos,  e  rrastraronlos  a 
vista  del  rrey,  que  estaua  encima  del  muro 
d'  Altafoja.  «¡Ay  Dios!  dixo  el  rrey,  ¿como 
non  ensadezco  de  pesar,  porque  asi  veo 
arrastrar  mis  omes,  e  los  non  puedo  acorrer? 
el  coraron  me  deuia  por  ende  quebrar». 
Grant  jjesar  auia  por  ellos  el  rrey  Carlos;  e 
después  que  fueron  arrastrados,  mandaron 
erguyr  forcas,  e  pusiéronlos  y,  e  asy  ouieron 
los  traidores  lo  que  merecian  de  la  buena 
dueña  que  trayeron  e  fezieron  desterrar  a 
tuerto.  E  el  infante  Loys,  que  era  de  prestar, 
fizo  traer  ante  ssy  todos  los  otros  presos,  e 


dixoles  su  rra^on  tal:  «Señores,  dixo  el, 
¿sabedes  lo  que  uos  demando?  Quiero  que 
uos  náyades  quitos  para  el  rrey  Carlos,  e 
saludatme  primeramente  a  mi  padre,  e 
desi  a  don  Aymes  e  a  Ougel;  estos  dos  nunca 
yo  vi,  mas  oylos  preciar,  e  dezitles  que,  si 
yo  pudiese,  que  de  grado  me  aconpañaria  a 
ellos,  e  por  Dios,  dezitles  de  mi  parte  que 
rrueguen  al  rrey  que  rres(;'iba  a  mi  madre 
por  muger,  e  que  fara  muy  grant  limosna» . 
E  los  presos  rrespondieron  que  su  mandado 
farian  de  buenamente,  e  dieronle  gragias  e 
mercedes  de  que  los  quitaua,  e  comendaronlo 
a  Dios,  e  espedieronse,  e  partiéronse  del,  e 
fueronse  a  Altafoja;  e  desque  fueron  antel 
rrey,  sainaron  a  el  e  a  toda  su  conpaña,  e 
otrosi  sainaron  a  don  Aymes  e  a  Ougel  de 
parte  del  infante  e  dixieronles  su  mandado. 
«Señor,  dixieron  ellos  al  rrey,  el  buen  Loys, 
vuestro  fijo,  nos  quito,  e  enbiauos  dezir  por 
nos  que  rrescibades  a  su  madre,  e  que  fare- 
des  y  muy  grant  bien  e  muy  grant  limosna; 
e  el  Apostoligo,  que  es  señor  de  la  ley, 
verna  a  uos  a  pie  por  este  pleito  e  esta  aue- 
nencia  traer,  si  uos  qiiesierdes,  e  don  Alme- 
rique  de  Narbona  con  todos  sus  amigos;  e 
sabet  que  Mansión  es  enforcado  e  Justorte  su 
cormano,  ca  el  palmero  que  uos  sabedes  los 
fizo  enforcar,  e  dize  que  otro  tal  fara  de  los 
otros  traidores  que  buscaron  mal  a  la  rreyna, 
bien  ante  vos,  que  los  non  poderedes  ende 
guardar».  «¡Ay  Dios!  dixo  el  rrey,  ¡quantas 
ontas  me  ha  fechas  aquel  maldito  de  palme- 
ro! ¡Non  folgare  si  del  non  fuere  vengado». 
Grant  pesar  ouo  el  rrey  quando  oyó  menazar 
sus  omes.  Entonce  llamo  a  don  Aymes,  e 
Lardenoys,  e  Ougel.  «Amigos,  dixo  el  rrej^, 
consejatme:  ¿que  fare  sobre  esto?»  «Señor, 
dixo  don  Aymes,  yo  vos  lo  diré:  quando 
anochecier,  nos  saliremos  fuera  e  y  remos 
contra  la  hueste,  e  ellos  non  sse  guardaran 
de  nos,  e  feriremos  en  ellos  ssin  sospecha,  e 
mataremos  e  prenderemos  dellos  muchos». 
«Yo  lo  otorgo,  dixo  el  rrey,  ssy  quier  que 
non  prendiesedes  otro  ssynon  el  palmero  que 
leuo  mi  cauallo;  e  pues  esto  dexistes,  ponetlo 
jjor  obra».  Entonce  se  partieron  de  alli  e 
fueronse  guysar,  e  armáronse  de  las  armas 
de  los  burgeses  de  la  villa  lo  mejor  que  po- 
dian; e  desque  fueron  armados  e  la  noche 
veno,  salieron  fuera  del  castiello  e  fueronsse 
deciendo  por  la  montaña,  asi  que  llegaron  al 
llano  do  yazia  la  hueste  de  los  griegos;  asi 
fueron  ascusamente,  que  los  griegos  nunca 
dellos  fueron  apercebidos,  fasta  que  ferieron 
en  ellos  ssin  sospecha  (Fol.  147  v.),e  comen- 
caron  a  ementar  a  altas  bozes:  ¡Monjoya, 
Monjoya!  la  seña  del  rrey  Carlos.  E  los 
griegos,  que  seyan  comiendo  muy  segurada- 


CARLOS  MAYNES 


527 


mente,  salieron  tosté,  que  non  cataron  por 
pan  ni  por  vino,  nin  por  carne;  mas  los 
íraní^-eses  los  cometieron  muy  fieramente. 
El  rroydo  fue  muy  grande  por  la  hueste,  e 
fueron  armados  mas  de  veynte  mili,  e  dexa- 
ronse  correr  a  los  franceses;  mas  los  frange- 
ses,  quando  esto  entendieron,  comenoaronse 
de  allegar  contra  el  castiello,  ca  bien  vieron 
que  ssu  fuerza  non  los  valdría  nada;  e  do  sse 
yban  acogiendo,  fallaron  a  Barroquer,  que 
andana  en  vn  buen  cauallo  de  Alemana  que 
le  diera  el  infante,  e  saliera  con  el  e  con  el 
enperador;  mas  aueno  assy  que  se  espidiera 
dellos,  e  cogióse  por  otra  carrera.  Pero  tanto 
que  Barroquer  a  Ougel  vio,  algo  ssu  bordón 
por  lo  ferir,  mas  Ougel  le  desuio  el  golpe,  ca 
ouo  del  miedo,  e  echóle  mano  e  trauole  en  la 
barua,  que  traya  grande  como  griego,  e  co- 
giólo so  el  braco  e  comencolo  de  apretar,  asy 
que  lo  desapodero;  e  Barroquer  comento  a 
dezir:  «¡Ay,  santa  Maria,  valme!  ca,  ssy  me 
lieua  al  castiello,  yo  muerto  sso» .  E  el  infante 
Loys,  que  ende  la  boz  oyó,  comenQO  de  correr 
contra  aquella  parte;  mas  non  lo  pudieron 
acorrer,  ca  Ougel,  que  non  auia  sabor  de  lo 
dexar,  lo  tenia  todauia,  e  lo  leuaua  suso 
contra  el  castiello.  E  el  infante,  desque  vio 
que  lo  non  podia  auer,  tornóse  a  la  hueste, 
mas  mucho  fazia  grant  duelo  por  Barroquer, 
ca  muy  grant  miedo  auia  que  lo  matasen. 


XXXTX 

El  enperador,  que  seya  en  Altafoja  aten- 
diendo, llego  Ougel  a  la  puerta  e  llamo,  e 
abriéronlo,  e  desque  entro,  lleuo  a  Barroquer 
antel  e  diogelo,  e  los  franceses  se  ayuntaron 
y  e  dixieron:  «¡Buen  vejaz  es  este!»  Entonce 
se  leuanto  en  pie  vn  traidor,  Aloris,  cormano 
deOalaron,  e  dixo  al  rrey:  «Señor  enperador, 
para  el  apóstol  sant  Pedro  vos  juro  que  este 
es  el  palmero  que  vos  fuyo  con  el  vuestro 
buen  cauallo  del  canpo  de  Paris;  fazetle 
agora  por  ende  tirar  los  ojos  de  la  cabeca, 
desi  enforquenlo» . 

Quando  le  esto  oyó  Barroquer,  comencolo 
de  catar  tan  fieramente  que  marauilla  [era] , 
e  enrrugo  la  tiesta  e  apretó  los  dientes,  e 
aleo  el  puño  e  fuese  a  el,  e  diole  tal  puñada 
en  los  dientes,  que  le  quebró  los  becos  e  le 
fizo  saltar  los  dientes,  e  dio  con  el  en  tierra 
a  los  pies  del  rrey  Carlos.  «Tirate  de  aqui, 
dixo  el,  lixoso,  malo,  traidor,  que  por  ty  e 
por  tu  linage  fue  echada  la  rreyna  Seuilla, 
mi  señora,  muger  del  rrey  Carlos,  en  deste- 
rramiento;  mas  ssy  vos  coge  en  la  mano  su 
fijo,  non  vos  puede  guarir  cosa  que  nos  a 
todos  no  enforque  o  non  queme».  Quando 


esto  vio  el  enperador,  como  sseya  de  mal 
talante,  metió  bozes:  «¡Prendetlo,  prendetlo, 
o  ydlo  luego  enforcar!»  Entonge  fue  preso 
Barroquer,  e  atáronle  las  manos,  e  pusiéronle 
el  paño  ante  los  ojos. 

¡Agora  le  vala  Dios,  ssynon  agora  lo  en- 
forcaní 

XL 

Entonce  presieron  a  Barroquer  aquellos  a 
quien  lo  el  rrej^  mando,  e  fezieron  erguj^r  la 
forca  encima  de  la  rrocha,  al  pie  del  castiello, 
asy  que  bien  lo  poderian  de  alli  ver  los 
griegos.  «Agora,  dixo  el  rey,  guardatlo  que 
se  non  vaya:  ca  para  aquel  Dios  que  veno  en 
la  vera  cruz,  non  ha  cosa  que  me  lo  quitase 
de  manos  que  lo  non  enforcase;  ¡en  mal 
punto  para  ssy  me  leuo  el  mi  buen  cauallo!» 
Desque  las  torcas  fueron  aleadas,  los  traido- 
res fezieron  alia  leuar  a  Barroquer.  Desque 
se  el  vio  en  tal  peligro,  comenco  mucho  a 
plañer  e  dixo:  «¡A  Dios,  Señor,  que  muerte 
prendieste  en  la  vera  {Fol.  148  r.)  cruz  por 
los  pecadores  sainar!  ¡aue  mercet  de  mi 
alma,  ca  el  cuerpo  llegado  es  a  ssu  fin!  ¡Ay 
infante  Lois,  Dios  te  guarde  de  mal,  ca  yo  ja- 
mas nunca  te  veré!  ¡Dios  ponga  paz  entre  ty 
e  tu  padre,  e  que  uos  acordedes  de  consuno!» 
En  todo  esto,  los  traidores  fezieron  erguyr 
vna  escalera,  por  que  lo  sobiesen  suso;  enton- 
ge  le  echaron  vna  soga  a  la  garganta.  «¡Ay 
vejancón,  dixo  Aloris,  venida  es  vuestra  fin, 
assy  que  Dios,  nin  ome,  nin  muger  non  uos 
pueden  guardar  que  non  seades  colgado!» 
Quando  esto  Barroquer  oyó,  tomóse  mucho  a 
llorar;  desi  comenco  a  rrogar  aquel  Señor, 
que  ende  ha  el  poder,  que  le  guardase  el 
alma  que  non  fuese  perdida;  e  desque  le 
ataron  la  cuerda  a  la  garganta,  aquellos  que 
Dios  confonda,  le  echaron  el  paño  ante  los 
ojos.  A  atanto  llego  y  el  duque  don  Aymes, 
e  Ougel  con  el  e  toda  su  conpaña,  e  desque 
y  ftieron,  el  duque  dixo:  «Palmero,  mucho 
feziestes  grant  follia  quando  uos  leuastes  el 
muy  buen  cauallo  del  rrey;  ora  seredes  por 
ende  enforcado  a  vista  de  todos  los  de  la 
hueste» .  «Señor,  dixo  Barroquer,  por  Dios, 
fi  de  santa  Maria,  auet  mercet  de  mi  que  me 
non  enforquen,  e  yo  uos  diré  verdat;  yo  he 
nonbre  Barroquer,  e  sso  natural  de  Emaus, 
e  por  guardar  la  rreyna,  quando  fue  echada 
a  tuerto,  dere  mi  muger  e  mis  fijos,  tanto 
oue  della  grant  duelo,  quando  la  falle  sola 
en  el  monte,  muy  triste  e  muy  esmayada, 
aquel  tienpo  que  Macaire  fizo  la  grant  trai- 
ción, quando  mato  a  Auberi  de  Mondisder, 
que  la  andana  buscando  por  la  escarnecer; 


528 


LIBROS  DE  caballerías 


mas  a  Dios  non  plogo  que  la  el  fallase,  mas 
yo  la  falle  en  aquella  ora  mny  grant  mañana, 
en  saliendo  de  vn  monte;  desy  gnyela  e  fuyme 
con  ella,  e  andamos  tanto  que  llegamos  a 
vna  villa  que  dizen  Yrmesa,  e  y  encae(;-io  de 
vn  fijo  que  es  muy  buen  infante,  a  quien 
puso  nonbre  el  rey  de  Yngria  Loys,  quando 
lo  tiro  de  fuentes;  e  yo  lo  crie  sieni:)re,  e  agora 
he  por  ende  tal  gualardon  de  su  padre  que 
prendere  por  ende  muerte.  ¡Ay  enperador  de 
Francia!  ¡Dios  te  lo  demande!  ¡ca  tu  echaste 
de  tierra  la  buena  rreyna  tu  muger,  e  Dios 
no  haya  parte  en  la  tu  alma,  ssy  la  non  rres- 
9ibieres;  e  estas  por  ende  en  ora  de  j^erder  la 
vida!»  Quando  esto  oyó  don  Aymes,  fue  ende 
muy  ledo,  e  llamo  a  Ougel  e  dixole:  «Agora 
non  ha  cosa  en  el  mundo  por  que  dexase  de 
ser  vengado  de  los  traidores  que  a  tan  grant 
tuerto  fezieron  echar  la  rreyna»;  desi  dixo 
al  palmero:  «Amigo,  dime  verdat  e  non  me 
niegues  cosa:  ¿El  infante  que  tu  dizes  es  acá 
yuso  en  aquella  hueste,  e  su  madre  la  rreyna 
Seuilla,  mugier  del  rrey  Carlos?  Ssy  fue 
verdat,  asi  como  tu  dizes,  que  la  guareciste, 
certas  que  tu  deues  por  ende  auer  muy  grant 
onrra,  e  por  buena  fe  que  la  yria  ver  de 
buena  mente,  e  que  todo  quanto  ouiese  pu- 
siese en  ssu  seruicio  e  en  su  ayuda».  «Señor, 
dixo  Barroquer,  bien  vos  lo  juro  para  la  fe 
que  deuo  a  Dios,  que  yo  la  guarde  sienpre, 
e  que  y  es» .  Quando  esto  oyó  el  duque  don 
Aymes,  ssaco  su  espada  de  la  bayna,  e  dixo 
a  aquellos  que  lo  tenian  que  dexasen,  ssy 
non  que  les  tajaría  las  caber-as.  Entonce  lo 
ñzo  desliar  e  quitarle  el  paño  delante  los 
ojos.  E  los  traidores  sse  fueron  quexar  al 
enperador  del  duque  don  Aymes  e  del  bueno 
de  don  Ougel,  e  de  Lardenois^  que  les  qui- 
taran el  palmero;  e  el  enperador  enbio  por 
ellos,  e  ellos  venieron.  «Don  Aymes,  dixo  el 
enperador,  por  Dios,  ¿por  que  non  dexastes 
enforcar  aquel  ladrón?»  «Señor,  dixo  don 
Aymes,  yo  vos  lo  diré» ,  «Non  vos  lo  quiero 
03'r  mas,  dixo  el  enperador;  oy  este  ya  asy, 
mas  de  mañana  non  me  puede  escapar». 
Entonce  llamo  a  Focart,  e  Gonbaut,  e  Guy- 
nemer  (estos  eran  de  los  traidores),  e  ñzogelo 
dar,  e  dixoles  que  lo  guardassen  que  se  les 
non  fuese,  ssynon  que  los  enforcaria  {Folio 
148  V.)  por  ende,  que  por  al  non  pasarían;  e 
ellos  dixieron  que  bien  lo  sabrían  guardar. 
E  los  de  la  hueste  sse  asentaron  a  comer, 
mas  el  infante  Loys  non  comia,  ante  comenco 
a  fazer  el  mayor  duelo  del  mundo  por  Barro- 
quer, e  a  llorar,  e  el  enperador  su  auuelo 
que  lo  sopo,  e  el  Apostoligo,  lo  fueron  con- 
fortar, e  dixieronle:  «Amigo  infante,  agora 
dexat  vuestro  duelo,  ca  Dios  lo  puede  muy 
bien  guardar» . 


XLI 


«Señores,  dixo  él,  ssi  lo  mi  padre  mata, 
yo  jamas  non  auere  alegria  en  quanto  viua». 
Atante  aqui  viene  Griomoart  antel,  e  quando 
lo  cato  como  lloraua,  ouo  ende  muy  grant 
pesar,  e  dixole  a  muy  altas  bozes:  «E  ¿que 
auedes,  muy  buen  señor?  Non  me  lo  negue- 
des:  ca  so  el  cielo  non  ha  cosa  que  uos  que- 
rades,  que  uos  lo  yo  non  vaya  demandar  e 
vos  lo  traya».  «Amigo,  dixo  el  infante,  yo 
uos  amo  mucho,  e  por  ende  vos  lo  diré:  Ba- 
rroquer, que  uos  sabedes,  leñáronlo  preso  al 
castiello,  de  que  me  pesa  tanto  que  uos  lo 
non  se  dezir;  e  bien  cuydo  que  non  ha  cosa 
que  lo  guarezca,  que  mi  padre  non  lo  faga 
enforcar» .  «Señor,  dize  Griomoart,  non  uos 
desmayedes,  ca  yo  vos  lo  cuydo  dar  ante  del 
medio  dia  sano  e  saluo,  ca  yo  sse  vn  tal  en- 
cantamento, por  que  lo  quitare  dende  e  uos 
lo  traeré  sin  ningunt  dapuo».  «Amigo,  dixo 
el  infante,  ssy  uos  esto  fazedes,  non  ha  cosa 
que  me  demandedes  que  uos  lo  yo  non  de». 
Entonge  fazia  vn  poco  oscuro,  e  Griomoart 
se  aparejó,  e  comenoo  a  dezir  sus  conjura- 
r-iones, e  a  fazer  ssus  carántulas  que  sabia 
muy  bien  fazer.  Entonce  se  comento  a  can- 
biar  en  colores  de  muchas  guisas,  indio  e 
jalne  e  varnizado;  e  los  omes  buenos  que  lo 
catauan,  sse  marauillauan  ende  mucho.  «Se- 
ñores, dixo  Griomoart,  non  vos  desmayados, 
ca  ante  que  yo  torne,  auere  muertos  dellos 
bien  catorze».  «Amigo,  dixo  el  Apostoligo, 
non  fagas,  ca  tal  orne  y  poderla  morrer,  que 
tu  non  conosQcrias,  de  que  seria  grant  daño 
e  nar-eria  ende  grant  guerra;  mas  piensa  de 
nos  traer  a  Barroquer  ayna;  e  sy  fezieres  al- 
guna cosa  de  que  ayas  pecado,  perdonado  te 
sea  de  Dios  e  de  mi» .  Entonce  se  salió  Grio- 
moart de  la  tienda  e  fue  su  carrera  contra 
la  montaña,  e  tanto  ando  que  llego  a  la 
puerta  del  grant  alcar-ar,  e  encima  del  muro 
estaua  vn  velador  que  tañia  su  cuerno,  e 
quando  vio  a  Griomoart,  dio  muy  grandes 
bozes  e  dixo:  «¿Quien  anda  y?  ¿Quien  anda 
y?  ¡euar  piedra,  vay!»  Quando  esto  oyó  Grio- 
moart, ouo  pauor  e  comenr-o  luego  a  fazer  su 
encantamento  e  a  dezir  sus  conjuraciones, 
en  tal  guisa  que  el  velador  adormeció;  e 
Griomoart  se  fue  a  la  puerta  e  metió  mano 
a  su  bolsa,  e  tyro  vn  poco  do  engrudo,  que 
auia  tan  grant  fuerca,  que  tanto  que  tañiocon 
el  las  cerraduras,  luego  cayeron  en  tierra.  E 
desque  entro  fuese  al  palacio,  e  sol  que  puso 
la  mano  en  la  puerta,  comengo  a  dezir  sus 
conjuraciones,  e  el  portal,  que  era  alto  e  lun- 
broso,  fue  luego  escuro,  e  Griomoart  entro 
muy  seguramente,  e  a  la  i)uerta  del  pala9Ío 


CARLOS  MAYNES 


529 


fallo  diez  ornes  armados,  que  tenían  sus  es- 
padas muy  buenas,  e  Griomoart  que  lo  en- 
tendió, fizo  su  encantamento,  o  adormecié- 
ronse luego  de  tal  guisa,   que  se  dexaron 
caer  estendidos  vnos  cabo  otros,  átales  como 
muertos,  (finando  esto  vio  (Iriomoart,  entro 
luego  en  el  palacio  e  fallólos  ,todos  dormien- 
do,  e  paso  por  ellos  todavía  echando  su  en- 
cantamento, e  tanto  que  fue  fecho  asi,  ador- 
mecieron todos  [los]  caualleros,  e  vnos  e  otros 
que  les  tajarían  las  [Fol.  149  r.)  cabecas  e 
non  acordarían.  E  Barroquer  mesmo,   que 
alia  dentro  yazia  preso  en  la  cámara,  ador- 
meciera tan  fieramente  que   marauilla,   e 
bien  otrosí  el  enperador  Carlos,  e  don  Ay- 
mes,  e  Ougel  e  los  otros  altos  omes,  yazian 
asi  dormiendo,  que  nunca  pudieron  acordar. 
E  en  el  palai/io  ardian  quatro  cirios  que  da- 
ñan muy  grant  lunbre,  e  Griomoart,   que 
dentro  estaua,  en  su  mano  vn  bastón^  catana 
a  cada  parte,  si  verla  a  Barroquer,  e  dixo: 
«¡Ay  Dios,  señor!  E  ¿a  qual  parte  yaz  Barro- 
quer? yo  juro  a  Dios  que  sy  lo  fallar  non 
puedo,  que  3^0  porne  fuego  al  palacio  e  a 
todo  el  alcázar».  E  comengo  de  andar  bus- 
cando de  cámara  en  cámara,   assy  que  lo 
fallo  preso  a  vna  estaca,  e  vnos  fierros  en  los 
*pies,  dormiendo  muy  fieramente.   E   Grio- 
moart lo  despertó,  e  soltóle  los  fierros  e  las 
liaduras  por  su  encantamento,  e  Barroquer 
fue  muy  espantado  quando  vio  a  Griomoart. 
«Yia  suso,  dixo  Griomoart,  muy  tosté,  ca  tu 
eres  libre  si  a  Dios  plaz».  «Señor,  dixo  el, 
fablat  mas  paso  que  sse  non  espierteu  estos 
que  me  guardan,  ca  nos  matarían  tosté,  que 
cosa  non  nos  guarirá».    «Barroquer,   dixo 
el  ladrón,  en  mal  punto  te  espantaras,  ca 
sse  non  despertaran  fasta  la  luz» .  Entonce 
se  comencaron  de  salir,  e  Barroquer  yua 
delante,  e  dixo  al  ladrón:  «Amigo,  vayamos 
nos  tosté,  ca  el  corascon  me  tríeme,  de  guisa 
que  a  pocas  non  muero  de  miedo» .   «Barro- 
quer. dixo  el,  ¿por  que  te  espantas  tu?  Yo 
sseñero  entre  aqui;  mas  vayamos  ver  a  Car- 
los como  le.va» .   «Calíate,  dixo  Barroquer, 
grant  follia  dizes.  Par  sant  Donis,  dixo  el, 
yo  non  yre  a  el  por  lo  ver,  ca  mucho  es 
fuerte  orne,  mas  vayamos  nuestra  carrera;  a 
diablos  lo  encomiendo».  E  Griomoart  non 
demoro  mas,  e  dexo  a  Barroquer  estar  cabo 
de  vn  pilar,  e  fuese  contra  el  lecho  de  Car- 
los e  descobriole  el  rrostro  por  lo  ver  mejor, 
e  desque  lo  cato,  dixo:   «¡Ay  Dios,  como  es 
dultadorio  el  rrey   Carlos!    ¡m.al   venga   a 
quien  le  fizo  que  echase  su  muger!  Esto  fe- 
zieron  los  traidores,  que  Dios  confonda;  non 
puede  ser,  si  se  junta  la  hueste  de  los  grie- 
gos e  la  deste,  que  y  non  aya  muy  grant 
daño  de  anbas  las  partes,  ca  este  non   se 

LIBROS   DE   CARALLERÍAS. — 34 


querrá  dexar  vencer.  Nunca  tan  fuerte  rros- 
tro vi  de  orne».  Entonce  llamo  a  Barroquer 
por  le  mostrar  el  rrey  Carlos;  mas  el  otro 
non  fuera  alia  por  cosa  del  mundo.  Después 
desto  Griomoart  comento  de  catar  de  vna 
parte  e  de  otra,  e  vio  estar  a  la  cabesi;era 
del  enperador  la  su  buena  esi)ada  que  llama- 
uan  «joliosa»,  a  que  non  sabian  par,  sj^nou 
era  «duradans» ,  e  tomóla  luego,  e  dixo  que 
la  leñarla  al  infante  Loys.  Atanto  se  torno, 
e  fallo  a  Barroquer  estar  tras  el  pilar  muy 
callado,  que  rrogaua  mucho  a  Dios  que  se 
non  despertasen  los  de  dentro  nin  lo  fallasen 
ssuso.  «Conpañero,  dixo  el,  ora  pensar  de 
andar;  bien  me  semeja  que  si  me  alguno 
quesiese  mal  fazer,  que  me  non  acorreria- 
des.  Non  me  semejades  mucho  ardido;  ¡nun- 
ca peor  conpañero  vy  para  escodruñar  cas- 
tiello!».  «Por  Dios,  dixo  Barroquer,  dexat 
estar,  e  vayamos  tosté,  e  pensemos  nos  de 
acoger» .  Entonce  se  fueron  a  la  puerta  del 
castiello,  e  salieron  fuera,  e  fueronse  quanto 
mas  podian  yr  contra  la  hueste.  E  aueno 
que  aquella  noche  rondana  el  buen  enpera- 
dor de  Gre(,-ia,  e  el  infante  Loys  ssu  nieto  con 
el;  e  quando  los  vio  venir,  aguyjo  el  cauallo 
contra  ellos;  mas  quando  conoscio  a  Barro- 
quer, abrai.'olo  mas  de  cient  vezes,  e  besóle 
los  ojos  e  las  faces,  e  fizo  con  ellos  anbos  la 
mayor  alegría  del  mundo;  e  el  ladrón  pre- 
sento la  buena  espada  al  infante,  e  dixole: 
«Tomad,  señor,  la  espada  de  vuestro  padre, 
que  llaman   «joliosa» ,  que  es  preciada  tan 
mucho» ;  e  el  la  tomo,  e  fue  el  mas  ledo  del 
mundo  con  ella,  e  dixole:   «Amigo,  non  ha 
en  el  mundo  dos  cosas  {Fol.  149  v.)  de  que 
tan  ledo  pudiese  ser,  como  de  Barroquer  e 
de  esta  buena  espada:  e  de  la  vna  e  de  la 
otra  auredes  ende  buen  gualardon,  si  Dios 
quesier.» 

xLn 

Entonce  los  leuo  el  infante  a  la  hueste,  e 
fezieron  por  ende  todos  muy  grant  alegría; 
mas  la  alegría  de  la  rreyna  esta  non  aula 
par,  quando  vio  a  Barroquer.  Mas  del  enpe- 
rador Carlos  vos  fablare  e  de  su  conpaña.  El 
velador  adormeció,  que  nunca  despertó  fasta 
la  mañana,  e  quando  acordó,  dixo  que  le 
dolía  mal  la  cabeca,  e  cato  a  derredor  do  ssy 
e  vio  la  puerta  avierta  del  castiello,  e  fuele 
mal,  e  metió  vozes:  «¡Ora  suso,  varones, 
traídos  somo"!»  A  estas  vozes  acordó  el  en- 
perador e  todos  ssus  altos  omes  que  alberga- 
uan  en  el  palai;io  con  el,  que  cuydauan  aner 
perdido  quanto  auian.  Mas  quando  el  enpe- 
rador cuydo  tomar  su  espada,  que  cuydaua 
que  tenia  cabo  ssy,  e  la  non  fallo,  a  pocas 


530 


LIBROS  DE  caballerías 


non  perdió  el  sseso,  e  do  vio  a  don  Aymes  e 
don  Ougel  cabo  ssy,  llamólos  e  dixoles:  «Va- 
rones, ¿que  se  fizo  de  mi  espada  «joliosa»? 
Non  me  lo  neguedes,  si  sabedes  do  es» .  «Se- 
ñor, diz  el  duque  don  Aymes,  non  sabemos 
ende  mas  que  uos».  «Par  Dios,  dixo  el  en- 
perador,  asaz  la  busque  do  la  tenia  a  la  ca- 
becera, e  nunca  la  pude  fallar;  mas  bien 
fue  que  es  furtada  e  que  yo  sso  encantado, 
e  ssy  esto  fizo  el  palmero,  sea  luego  enfor- 
cado» .  Entonce  fueron  buscar  a  Barroquer 
aquellos  que  lo  auian  de  guardar,  e  quando 
lo  non  fallaron,  comencaron  a  llorar  porque 
les  fuyera.  Entonce  se  tornaron  al  rey  e  di- 
xieronle:  «Señor,  Barroquer  nos  escapo  e 
fuese  a  la  hueste;  asy  nos  encanto  a  todos, 
que  non  dio  por  nos  cosa;  mas  si  lo  otra  vez 
pudierraos  coger  en  la  mano,  luego  sea  en- 
forcado;  non  aya  y  al».  «¡Traidores!  dixo  el 
rrey.  e  ¿que  es  lo  que  dizides?  Después  que 
el  caualío  es  perdido,  cerrades  bien  la  esta- 
blia;  mas  ¡en  mal  punto  vos  fuyo,  ca  vos  lo 
conpraredes  bien!» 


XLin 

Grant  pesar  ouo  el  enperador,  quando  le 
mostraron  los  fierros  e  las  cadenas  que  tenia 
Barroquer  que  alli  fincaran.  «Por  Dios,  diz 
el  enperador,  ¿asi  vos  escapo  aquel  que  tanto 
mal  me  ha  fecho?  ¡Ay!  e  ¡como  me  ha  traido 
aquel  viejo  malo,  que  ]a  mi  buena  espada  me 
tomo  por  la  leuar  al  infante  Lois!  Nunca, 
desque  naci,  fuy  asi  dormiente  como  esta 
noche;  mas,  para  la  fe  que  deuo  a  Dios ,  li- 
xosos  malos,  en  mal  punto  dexastes  yr  a  Ba- 
rroquer, aquel  ladrón  malo».  Entonce  llamo 
a  don  Aymes  e  a  Ougel  de  las  Marchas,  e 
dixoles:  «Prendetme  aquellos  dos  falsos  ma- 
los, que  auian  de  guardar  el  palmero» .  «Sse- 
ñor,  dixeron  ellos,  fecho  sea» .  Por  estos  dos 
fueron  presos  aquellos  traidores,  e  enforca- 
dos,  que  los  non  detouieron  mas.  E  el  enpe- 
rador dixo  entonce:  «¡Ay,  Dios!  e  ¿qual  ca- 
uallero  sera  agora,  que  me  leñara  my  man- 
dado a  Paris  que  me  acorran,  ca  muy  grant 
menester  me  faz?» 

Entonce  se  leuanto  luego  Ougel  e  fuese 
luego  a  armar.  E  desque  caualgo  en  su  buen 
cauallo  «Broyefort»,  veno  antel  enperador, 
e  dixole:  «Señor,  ¿como  mandados?»  «Id  vos, 
dixo  el,  quanto  pudierdes,  e  dezit  que  me 
acorran» .  Entonce  sse  fue  el  defiendo  por  la 
montaña,  e  desque  llego  al  llano,  comencé  de 
aguyjar;  mas  grisones  que  lo  vieron,  corrie- 
ron en  pos  el  a  poder  de  cauallos,  baladran- 
do e  gritando:  «Preso  sodes;  non  vos  y  re- 
des» .  Mas  el  bueno  de  don  Ougel  non  rres- 


pondio  a  cosa  que  ellos  dixiesen;  mas  quando 
vio  logar  e  tienpo,  enbraco  el  escudo  e  torno 
la  cabeca  del  cauallo,  e  metió  la  lanca  so  el 
braco  e  fue  ferir  a  aquel  que  lo  mas  alcan- 
Caua  de  tal  laucada,  que  lo  metió  muerto  en 
tierra  del  cauallo;  desy  el  {Fol.  150  r.)  bol- 
uiose  e  comenco  cíe  yr  quanto  pudo,  ca  muy 
cerca  venian  del  bien  quatrocientos  griegos 
que  lo  alcancauan  fieramente;  mas  el,  que 
vio  esto,  cogióse  a  vn  monte  e  fuese  f>or  el 
quanto  pudo  e  alli  lo  perdieron.  E  desque  le 
non  pudieron  fallar,  tornáronse;  mas  Ougel 
se  fue  quanto  se  pudo  yr,  e  de  las  jornadas 
que  fizo,  nin  por  do  fue,  non  uos  se  contar; 
mas  llego  a  Paris  vn  dia  martes,  e  desque 
entro  por  la  villa,  fue  metiendo  por  la  placa 
muy  grandes  boces:  «¡Agora,  via  todos,  varo- 
nes, pequeños  e  grandes,  al  rrey  Carlos,  que 
es  gercado  en  Altafoja,  do  lo  cercaron  grie- 
gos, e  moros,  e  persianos,  e  si  lo  non  aco- 
r redes  tosté,  puede  ser  perdido!» 


XLIY 

Assy  llego  don  Ougel  a  Paris  a  vna  alna 
de  dia,  e  fizo  'a  grant  priesa  ayuntar  las 
gentes  por  la  villa ,  assi  que  en  otro  dia 
auian  de  mouer  por  acorrer  a  su  señor;  mas 
don  Ougel  les  dixo:  «Amigos,  non  uos  cuy- 
tedes,  e  dexat  yr  a  my  a  Normandia  por 
traer  ende  al  duque  con  todo  ssu  poder» .  E 
ellos  respondieron  que  bien  lo  farian;  des- 
pués dosto  fuese  el  sin  detenencia  a  Qua- 
rren  ',  e  fallo  y  a  Rechart,  el  buen  duque, 
que  lo  rrescebio  muy  bien,  e  preguntóle  a 
que  veniera;  e  el  le  contó  de  como  el  enpe- 
rador de  Grecia  tenia  cercado  al  rrey  Carlos 
en  Altafoja  con  muy  grant  gente  a  maraui- 
11a,  «e  conuiene  que  vos  aguj^sedes  de  lo  aco- 
rrer», Quando  el  duque  esto  oyó,  comenco 
mucho  a  llorar,  e  después  dixole:  «Don  Ou- 
gel, mucho  es  en  este  fecho  culpado  el  rrey 
Carlos  porque  asi  echo  la  rreyna  de  su  tie- 
rra, e  dixieronme  que  auia  della  vn  muy 
buen  fijo,  a  que  dizen  Loys;  mas  ¿quien  cuy- 
dades  que  se  quiera  yr  matar  con  su  fijo? 
Por  Dios,  dezitme  lo  que  vedes  y,  ca  yo  non 
ayuntare  mi  gente  contra  el;  ante  le  quiero 
yr  pedir  mercet,  e  non  me  mandara  ya  cosa 
que  yo  por  el  non  faga,  ca  es  mi  señor  na- 
tural». «Señor,  dixo  Ougel,  por  cosa  del 
mundo  uos  non  dexedes  de  acorrer  a  vuestro 
señor  e  de  lo  ayudar  en  toda  guisa.  E  des- 
que a  el  llegardes,  tanto  le  rrogaremos  que 
rresciba  su  muger,  que  lo  fara» .  «Don  Ou- 

>  «La  via  de  Rúen»  (¡...!)  leyó  D.  José  Amador  de 
los  Ríos. 


CARLOS  MAYNES 


531 


i^el,  dixo  el  duque,  al  infante  non  lo  falle- 
rere  todavía  eu  quauto  biuier» .  Entonre  eii- 
hio  por  toda  Normandia  e  fizo  ayuntar  sus 
caualleros,  que  fueron  bien  catorze  mili  de 
muy  buenos.  Euton9e  se  partieron  do  Rruen, 
e  andaron  tanto  por  sus  jornadas,  que  llega- 
ron a  Taris.  Enton(,^e  sse  yuntaron  todos  los 
de  Paris  e  los  de  Normandia,  e  mouieron  de 
y  por  yr  a  Altafoja,  e,  desque  y  llegaron, 
pasaron  dcnde  vna  legua,  e  í'ezieronlo  saber 
a  ssu  señor  el  rrey  Carlos.  Quando  el  ende 
oyó  las  nueiias,  fue  muy  ledo  a  marauilla,  e 
ssalio  del  castiello  e  fuelos  ver;  mas  quando 
ellos  vieron  al  rrey  sano  e  ledo,  ouieron  ende 
gran  plazer.  Entonoe  llego  mandado  a  la 
liueste  de  los  griegos  como  venia  el  poder 
muy  grande  del  rrey  Carlos.  Quando  esto 
entendió  el  infante  Loys^  comen9o  a  meter 
bozes:  «¡Armas,  armas!  ¡Agora  vayamos  con- 
tra el  rrey  Carlos  !».E  el  rroido  fue  muy  gran- 
de por  la  hueste,  e  fueron  todos  armados 
muy  ayna,  e  mouieron  contra  el  rrey  Carlos, 
e  asi  fezieron  los  otros  contra  estos.  E  al 
juntar  fueron  los  baladros  muy  grandes  e 
el  sson  de  las  armas  e  de  los  golpes  que  se 
ferian,  e  ouo  mucha  gente  muerta  de  vna 
e  de  otra  parte,  e  si  mucho  en  esto  demora- 
ra, ouiera  y  muy  grant  dapno  fiero;  mas  lle- 
góles la  noche  que  los  fizo  partir,  e  el  Apos- 
toligo  veno  y,  que  les  ssermono  que  dexasen 
la  batalla  fasta  otro  dia,  e  fueron  dadas  tre- 
guas de  la  vna  parte  e  de  la  otra,  fasta  la  ma- 
ñana a  tienpo  de  misas  dichas. 


XLV 

Entonos  se  partieron,  e  el  enperador  Car- 
los se  fue  posar  a  ssus  {Fol.  150  v.)  tiendas; 
mas  Barroquer  que  lo  vio  yr  lo  conosr-io, 
mostrólo  al  infante  Loys,  e  dixole:  «Señor, 
vedes  alli  do  va  el  bueno  de  vuestro  padre, 
que  tanto  es  de  preciar,  que  fizo  a  vuestra 
madre  echar  de  la  tierra» .  Quando  esto  oyó  el 
infante,  aguyjo  tosté  contento  alia,  e  deoio, 
e  fue  fincar  los  iuojos  antel,  pediendole  mer- 
cet.  «¡Señor  enperador,  dixo  el,  jjor  amor  de 
aquel  Señor  que  fizo  el  r-ielo  e  la  tierra,  rres- 
yebit  a  mi  madre  por  muger,  asi  como  deue- 

[-des,  sy  quier  non  ha  tan  buena  dueña  nin 
tan  bella  en  ninguna  tierra!» 

Quando  el  rey  vio  ante  ssy  su  fijo  estar  en 
inojos  e  pedirle  meroed  de  piadat,  tomóse  a 
llorar,  de  guysa  que  le  non  pudo  fablar  nin 
veruo;  desy  fuese  a  su  tienda  para  su  mes- 
nada, e  el  infanta  Loys  fuese  a  su  hueste. 
Aquella  noche  yoguyeron  anbas  las  huestes 
muy  quedas  e  en  paz.  Otro  dia,  muy  grant 

[   mañana,  sse  leuanto  el  Apostoligo,  e  desque 


canto  la  missa  en  su  tienda  con  su  olerezia> 
fizo  llamar  al  enperador,  e  la  reyna  Sonillaj 
e  el  infante  Loys,  e  desque  fueron  ayunta- 
dos, el  apostoligo  les  comento  a  dezir:  «Ami- 
gos, el  enperador  Carlos  es  muy  buen  orne  e 
que  ha  grant  señorío;  por  el  amor  do  Dios  e 
de  Santa  Maria  su  madre,  que  fagamos  ago- 
ra vna  cosa  que  nos  non  sera  villanía,  mas 
omildat,  e  seso,  e  cortesía:  vayamos  todos  a 
el  por  ante  todos  sus  omes,  que  non  finque 
ninguno  de  nuestra  conpaña,  nin  dueña, 
nin  donzella,  e  los  omes  vayan  todos  desnu- 
dos en  paños  menores,  e  las  mugieres  des- 
nudas fasta  las  yintas,  asi  yredes  contra  el 
rrey;  e  quando  v'.ere  que  le  asi  le  pedides 
meryet,  mucho  añera  el  corar-on  duro  ssy  se 
le  nonamollantar».  Quando  los  altos  omes 
esto  oyeron,  touieronlo  por  bien  e  otorgá- 
ronlo. 

Estonoe  dixo  el  Apostoligo  al  infante  Loys 
que  feziese  dar  pregón  por  la  hueste  qiie 
non  fincase  ome  nin  muger,  que  todos  non 
fuesen  pedir  meryet  al  rrey  Carlos  en  tal 
guysa  como  era  deuisado.  Mas  quien  viera  a 
Barroquer  messar  la  barua  e  sus  cabellos 
canos  de  la  caber/a,  quando  vio  desnudar  a 
su  señora  la  rrejna  fasta  la  yinta,  piedat 
ende  aueria,  edezian:  «¡Ay  Dios!  ¡Que  buen 
vejaz  e  que  leal!»  Los  rricos  omes  e  los  ca- 
ualleros todos  fueron  en  pánicos  desnudos, 
como  bestias;  asi  yuan  vnos  ante  otros  por 
pedir  meryet,  mas  quando  los  asi  vio  venir 
el  rrey,  marauillore,  e  dixo:  «¡Ay  Dios!  e 
¿que  piensa  aquella  que  veo  venir  en  tal  ma- 
nera?» «Señor,  dixo  el  duque  don  Aymes, 
derecho  auedes  de  los  amar,  ca  me  semeja 
que  viene  y  el  infante  Loys  vuestro  fijo,  por 
uos  pedir  meryet,  e  el  enperador  de  Creoia, 
e  el  Apostoligo,  que  sson  tan  altas  dos  per- 
sonas» .  E  desque  fueron  antel,  dixieron  todos 
a  vna  boz:  «Señor,  derecho  enperador,  pe- 
dimos vos  merget,  por  Dios,  que  rrescibades 
la  rreyna  Seuilla,  vuestra  muger,  que  es  la 
mas  fermosa  dueña  del  mundo  e  la  mejor». 
Quando  esto  entendió  el  rrey  Carlos,  comen- 
00  a  pensar;  desy  tomo  el  rrico  manto  que  co- 
bria  de  paño  de  seda,  e  cobriola  del,  e  ergu- 
yóla de  inojos  en  que  estaña  antel,  e  comen- 
yola  de  besar  los  ojos  e  las  fayes.  Quando 
esto  los  omes  buenos  vieron^  dieron  ende 
graoias  a  nuestro  Señor,  e  después  que  el 
rrey  Carlos  beso  su  muger  e  la  rresoibio  a 
grant  plazer,  llamo  a  Loys  su  fijo,  e  abra- 
rolo  e  besólo;  después  cato  e  vio  a  Barroquer 
ante  ssy  estar,  e  llamo  a  su  fijo  Loys,  e  di- 
xole sonrreyentlose:  «Fijo  amigo,  por  Dios 
(jue  me  digades  quien  es  aquel  viejo  malo 
cano  que  me  tanto  pesar  ha  fecho» .  «Señor, 
dixo  el  infante,  asi  me  vala  Dios  que  este  es 


532 


LIBROS  DE  caballerías 


el  que  fallo  mi  madre  en  el  {Fol.  151  r.)  mon- 
te, qiiando  fue  echada  tan  mesquinamente,  e 
seruiola  sienpre  muy  bien,  e  crio  a  mi  desde 
pequeño;  nunca  en  su  dolencia  ouo  otro 
maestre.  Este  nos  buscaua  que  comiésemos 
e  que  beuiesemos:  asy  que  ssy  por  el  non 
fuera,  a  mi  euydar  muertos  fuéramos  de 
fanbre  e  de  lazeria».  (:Juando  entendió  el 
rrey  Carlos,  erguyóse  corriendo  e  fue  a  Ba- 
rroquer,  e  abracólo,  e  besólo,  e  perdonóle 
todo  su  mal  talante.  «Señor,  dixo  Barroquer, 
¡cient  mili  gracias!»  Entonce  llamo  el  rey  a 
Ougel,  e  a  don  Aymes  de  Bayuera,  e  Gralter 
deTolosa.  «Ora  yd  todos  corriendo,  dixo  el, 
e  prendet  los  traidores  parientes  de  Gralaron, 
que  toda  esta  onta  buscaron,  e  fazetlos  trey- 
nar  a  colas  de  cauallos;;  e  ellos  dixieron 
que  todo  su  mandado  farian.  Entonce  se  fue- 
ron, mas  non  fallaron  ende  mas  de  cingo, 
que  prendieron,  ca  todos  los  otros  fuyeran 
ya.  E  fue  luego  dellos  fecha  justicia  qual  el 
rrey  mando.  Después  desto  fue  el  pleito  bien 
allanado,  e  fezieron  muy  grant  alegría.  Assy 
ouo  rescebida  su  muger  Carlos,  como  oydes. 
Entonce  caualgaron  todos  los  griegos,  e  el 
Apostoligo,  e  el  rrey  Carlos,  e  los  franceses, 
e  todos  los  altos  omes,  faziendo  grant  fiesta 
e  grant  alegría,  e  fueronse  contra  Paris,  e 
llegaron  y  vn  martes  a  ora  de  viespras.  E 
quando  los  de  la  villa  sopieron  que  venian, 
encortinaron  todas  las  rruas  (')  de  muy 
rricos  paños  de  seda,  e  echaron  juncos  por 
las  calles,  e  saliéronlos  a  rrescebir  grandes 
e  pequeños  con  muy  grant  fiesta;  e  rresce- 
bieron  la  rreyna  con  muy  grant  alegría  a 
ella  e  a  su  fijo,  e  al  buen  enperador,  señor  de 
Grecia,  ca  assy  lo  aula  mandado  el  rrey  Car- 
los; e  non  finco  obispo,  nin  abat  bendito, 
nin  clérigos,  que  alia  non  saliesen  con  muy 
grant  procesión,  e  con  las  arcas  de  las  reli- 
cas,  e  con  todas  las  cruzes  de  la  i.-iudat;  mu- 
chos rricos  dones  presentaron  aquel  dia  al 
infante  Loys,  e  a  la  rreyna  su  madre  otrosi. 


XLVI 

Mucho  fue  grande  la  corte  que  el  rrey 
Carlos  fizo  en  Paris  en  aquel  tienpo.  Alli 
fueron  ayuntados  todos  los  rricos  omes  que 
del  tenian  tierras;  y  fue  Salamon  de  Breta- 
ña, e  el  duque  de  Longes,  e  don  Almerique 
de  Xarbona,  e  el  duque  don  Aymes,  e  Cran- 
crer,  e  el  muy  bueno  Buemont,  e  el  conde 
don  Mourant,  e  Guillem  d'Ourenga,  e  los 
buenos  dos  marqueses,  e  el  vno  auia  nonbre 
Bernalt,  e  el  otro  Ougel  de  Buenamarcha; 

(')  «Casas»,  leyó  D.  José  Amador  de  lo>  Eios. 


alli  fue  fecho  el  casamiento  del  infante  Loys 
e  de  la  fija  de  don  Almerique  de  Narbona,  a 
que  dezian  Blanchaflor,  donde  enbiaron  lue- 
go por  ella;  e  alli  en  aquella  ciudat  fueron 
fechas  las  bodas  rricas  e  buenas.  Aquel  dia 
tomo  Loys  a  Barroquer  por  la  mano,  e  fuelo 
enpresentar  antel  enperador  su  padre:  «Se- 
ñor, yo  vos  do  este  ome,  por  tal  pleito  que 
uos  le  dedes  en  vuestra  casa  tal  cosa  que  uos 
gradescamos,  ca  mucho  nos  seruio  bien  en 
estrañas  tierras,  que  asy  bien  merecía  por 
ende  ducado  o  condado  por  tierra».  «Buen 
fijo,  dixo  el  rrey,  yo  fare  lo  que  uos  quesier- 
des;  dolé  el  mayordomadgo  de  mi  corte  e 
el  castiello  de  Menlent  por  heredat,  e  entre- 
gogello  luego».  E  Barroquer  fue  besar  las 
manos  al  rrey,  e  dixole:  «Señor,  grandes 
mercedes;  agora  me  auedes  fecho,  de  pobre, 
rrico  para  sienpre  jamas  a  mi  e  a  mis  fijos; 
ya  nunca  tornare  a  andar  en  pos  el  asno» . 
Entretanto  llego  el  buen  enperador  Rricardo, 
e  dixole  por  buen  talante:  «Erey  Carlos  en- 
perador, si  vos  quisierdes,  yo  fare  cauallero 
a  Barroquer».  «Bien,  dixo  el  rrey  Carlos, 
como  touieredes  por  bien» .  Entonce  mando 
llamar  el  (')  enjjerador  su  mayordomo,  e 
mandóle  que  guysasen  muy  rricamente  a 
Barroquer  de  paños  e  de  cauallo  e  {Folio 
151  V.)  de  armas,  e  de  todo  quanto  menester 
ouiese,  e  asi  fue  todo  fecho.  Otro  dia  fizo  el 
enperador  cauallero  a  Barroquer,  e  púsole 
cinquenta  mili  marauedis  de  rrenta,  e  luego 
que  le  dio  ende  grandes  gracias,  desy  fizóle 
enbiar  por  su  muger  e  por  sus  fijos,  que  ve- 
niesen  con  ella  a  Paris.  E  desque  y  fueron, 
rrescebiolos  muy  bien,  e  fizóles  muclia  on- 
rra;  e  desde  alli  adelante  non  ouieron  men- 
gua de  auer,  nin  de  paños  nin  de  donas. 
Assy  faze  nuestro  Señor  a  quien  quier;  de 
pobre  faze  rrico  e  ahondado,  e  el  que  se  a  el 
tiene,  jamas  non  sera  pobre. 

Después  desto  llamo  el  infante  Loys  a 
Grriomoart,  e  dixole:  «Amigo,  tu  me  seruiste 
muy  bien,  e  quierote  por  ende  que  seas  mi 
copero  mayor» .  E  casólo  muy  bien  en  la  ciu- 
dat de  Paris,  e  por  esto  es  verdat  lo  que 
dizen:  «quien  a  buen  señor  sirue,  non  pier- 
de su  tienpo»,  que  asi  fue  a  Barroquer  e 
Griomoart,  que  ouieron  buen  gualardon  de 
sus  seruicios,  e  de  la  rreyna  ouieron  assy 
grant  bien.  Assy  faze  Dios  a  quien  se  paga, 
donde  fue  por  ende  fecha  muy  grant  alegría. 
E  la  rreyna,  a  quien  sse  non  oluidara  el 
mucho  bien  que  le  feziera  el  su  huespet  e  la 
su  huéspeda  de  Yrmesa,  enbioles  luego  vn 
mandadero  con  ssu  carta,  e  el  mandadero  se 
fue  quanto  se  pudo  yr,  e  de  las  jornadas  que 

(')  El  códice,  aal». 


CARLOS  MAYNES 


533 


fizo  non  nos  sse  contar,  mas  tanto  ando  qne 
llego  a  A'nnesa  e  pregunto  por  la  casa  del 
orne  bueno  Tocaran,  e  mostrarongcla,  e  des- 
que entro,  ssaluo  el  huésped  e  la  huéspeda, 
de  parte  de  la  dueña  e  de  su  fijo  que  fueran 
tan  luengo  tienpo  en  su  casa.  El  huésped  fue 
marauillado  de  quien  fablaua,  e  el  manda- 
dero, que  era  ensseñado,  les  dixo:  «A'"uestro 
afijado  vos  enbia  mucho  saludar,  aquel  a  que 
pusistes  nonbre  Loys,  que  era  fijo  del  enpe- 
rador  Carlos,  e  agora  es  ya  rresoebido  por 
rrey  de  Francia,  e  la  dueña  que  vistes  su 
madre,  era  rreyna  de  Franyia,  qne  aqni  to- 
uistes  en  vuestra  casa  tan  luengo  tienpo  e 
qne  andana  tan  pobremente.  E  Barroquer 
que  andana  con  ella,  que  la  seruia  e  la  guar- 
dana,  vos  saluda  mucho,  e  enbiavos  estas 
letras  la  rreyna».  E  el  huésped  rreribiolas 
con  muy  grant^alegria  e  abriólas,  e  fallo  y  que 
la  rreyna  le  enbiana  dezir  que  el  e  su  mu- 
ger,  con  toda  su  conpaña,  se  fuesen  a  Eran- 
(,'ia  derechamente  a  la  oindat  de  Paris,  e  que 
verian  y  a  aquel  que  criaran  por  amor  de 
Dios,  Loys  el  infante,  que  era  ya  rresr-ebido 
por  rrey  de  Franvia,  e  que  auerian  grandes 
r riquezas  e  grandes  aueres  a  sus  boluntades. 
(^•uando  esto  oyeron  el  burgos  e  su  muger, 
comenQaron  de  llorar  de  alegría  que  ende 
ouieron,  e  fezieron  mucha  onrra  al  deman- 
dadero, e  pusiéronle  la  mesa,  e  dieronle 
muy  bien  de  comer,  e  mandaron  pensar  muy 
bien.  Entonce  el  burgos  fue  ver  el  rvej  que 
ora  en  la  villa,  e  dixole  las  saludes  de  su 
afijado  Loys,  que  era  ya  rrescebido  por  rrey 
de  Francia,  aquel  que  el  sacara  de  fuentes  e 
quel  mandara  que  lo  criase.  Quando  el  rrey 
esto  entendió,  tomóse  a  llorar  de  plazer  que 
ende  ouo;  después  desto  el  burges  dixo  al 
rrey:  «Señor,  vuestro  afijado  me  enbio  dezir 
que  fuese  a  el  a  Francia,  e  yo  yria  alia  de 
lirado,  ssy  a  vos  ploguyese».  «Joceran,  dixo 
el  rrey,  a  mi  plaz  ende  mucho,  e  yd  a  la 
gracia  de  Dios,  e  saludatme  mucho  a  mi 
afijado  e  a  todo  su  linage,  e  dezit  al  infante 
que  Dios  le  déla  mi  bendición;  otrossi  me  sa- 
ludat  mucho  a  mi  comadre  o  a  Barroqiier  el 
vejancón».  «Señor,  dixo  Jocaran,  todo  fare 
i¿uanto  vos  mandardes».  Entonce  le  beso  el 


pie,  e  espidióse  del,  e  tornóse  a  su  posada,  e 
aguyso  su  fazcienda;  assy  que  otro  dia  de 
mañana  sse  metieron  al  camino,  sin  mas 
tardar,  e  leño  consigo  su  muger  e  sus  dos 
fijas,  e  ssus  omes  que  le  seruiesen  en  la  ca- 
rrera. E  tanto  andaron  que  llegaron  a  la  ciu- 
dat  de  Paris,  e  fueron  posar  cerca  del  pala- 
cio, e,  desque  decieron,  el  burges  sse  vestio 
e  se  guyso  muy  bien,  e  fuese  con  su  mensa- 
gero  {Fol.  152  r.)  al  palacio;  e  quando  lo 
sopo  el  infante,  sallio  a  el,  e  rrescebiolo  muy 
bien  e  a  grant  alegría.  E  desque  lo  abra90 
mucho  ]3or  muy  grant  amistad,  dixole:  «Pa- 
drino, por  Dios,  ¿dezitme  como  uos  ua?» 
«Tortas,  afijado,  dixo  el,  muy  bien,  pues 
que  uos  veo  a  la  mercet  de  Dios» .  Entonele 
lo  tomo  por  la  mano  e  fuese  con  el,  e  leuolo 
antel  rrey,  e  contole  como  lo  criara,  e  como 
touiera  a  el  e  a  su  madre  en  su  casa  grant 
tienpo.  Otrossy  lo  mostró  a  la  rreyna,  que 
fue  muy  leda  con  el  a  marauilla.  Después 
Loys  mostrólo  a  los  altos  omes,  e  dixoles 
como  lo  criara,  e  como  mantouiera  a  el  e  a 
su  madre  en  su  proueza,  e  como  yoguyera 
la  rreyna  doliente  en  su  casa  bien  diez  años. 
E  quando  los  rricos  omes  oyan  como  lo  con- 
taua,  llorauan  fieramente  de  piedat  que  ende 
auian.  «Fijo,  dixo  el  enperador,  el  auera 
ende  buen  gualardon,  e  fagolo  por  ende  mi 
rrepostero,  e  pongole  cient  marcos  de  rrenta 
en  esta  r;iudad,  para  ei  e  para  quantos  del 
venieren» .  E  Joceran  ge  lo  gradéelo  mucho, 
e  fue  luego  entregado  del  rreposte  e  del  he- 
radamiento,  e  la  rreyna  caso  muy  bien  las 
fijas,  e  muy  altamente.  Después  que  todo 
esto  fue  fecho  e  acabado,  partióse  la  corte,  e 
los  rricos  omes  sse  espedieron  e  fueronse  a 
ssus  tierras,  e  el  enperador  Kricardo  se  espe- 
dio  del  enperador  Carlos,  e  beso  a  su  fija  e 
a  ssu  nieto  muy  amorosamente,  e  comendo- 
los  todos  a  Dios. 

Otrossy  el  apostoligo  de  Rroma  sse  espe- 
dio  de  Carlos,  e  encomendó  a  el  e  ssu  enperio 
a  Dios  e  a  Santa  Maria,  e  el  par[tio]  ('). 


{*)  Suplimos,  como  D.  José  Amador  de  los  Ríos, 
esta  sílaba  final,  que  no  consta  en  el  códice,  cuyas  úl- 
timas páginas  resultan  extremadamente  confusas. 


ÍNDICE  GENERAL  DE  LA  PRIMERA  PARTE  '" 


pXsmis 

Ciclo  Artúrico 1 

El  Baladro  del  sabio  Merlin 3 

I.  De  como  fablaron  los  diablos  entre  si.       3 

II.  De  como  dixeron  del  nascimiento  de 
Jesu  Cliristo 3 

III.  De  como  trabaron  los  diablos  hom- 
bre que  razonasse  su  engaño 4 

IV.  De  como  engaño  el  diablo  a  su  abue- 
la de  Merlin 4 

V.  De  como  fue  presa  esta  muger 4 

VI.  Como  castigaua  el  hombre  bueno  a 

su  madre  de  Merlin 5 

VII.  Como  la  alcahueta  aconsejaua  a  su 
madre  e  a  su  tia  de  Merlin 5 

VIII.  De  las  razones  quel  alcahueta  de- 

zia  a  su  tia  de  Merlin 5 

IX.  Como  la  tia  de  Merlin  creyó  los  ma- 
los consejos  del  diablo 5 

X.  Como  la  tia  de  Merlin  dio  su  cuerpo 
a  los  garfones  e  los  lleuo  a  casa  de  su 
hermana 5 

XI.  De  como  el  diablo  quiso  engañar  á 
la  madre  de  Merlin  porque  la  vio  sa- 
ñuda        G 

XII.  De  como  la  madre  de  Merlin  se'sin- 
tio  corrupta,  e  fue  tomar  consejo  con 

el  hombre  bueno 6 

XIII.  Como  la  madre  de  Merlin  se  sintió 
preñada,  y  de  lo  que  le  dezian  los  que 
con  ella  fablauan 7 

XIV.  Como  los  juezes  mandaron  pren- 
der a  su  madre  de  Merlin,  y  ella  embio 

por  el  hombre  bueno 7 

XV.  Como  la  madre  de  Merlin  estuuo 
encerrada  en  la  torre  ocho  meses..  ,  .       7 

XVI.  De  como  Merlin,  seyendo  bien 
niño,  fablo  con  su  madre  y  ella  fue 
muy  espantada;  y  se  le  cayo  el  niño 

de  los  bracos >i 

XVII.  De  como  Merlin  fablo  delante  las 
mugeres  que  estauan  con  su  madre.   .       8 


PÁGI!»AS 

XVIII.  Como  Merlin  dixo  a  su  madre 
que,  mientra  el  biuiesse,  no  seria  hom- 
bre que  la  osasse  matar 8 

XIX.  De  como  los  juezes  juzgaron  que 
fuesse  hecha  justicia  de  la  madre  de 
Merlin 8 

XX.  De  como  Merlin  dixo  a  los  juezes 
que  su  madre  no  merescia  muerte,  y 
de  otras  palabras  que  dixo  por  que  la 
escuso  della 9 

XXI.  Como  Merlin  entro  en  vna  cámara 
con  el  alcalde  y  le  dixo  nueuas  de  su 
padre 9 

XXII.  De  como  Merlin  dixo  al  alcalde 
quien  era  su  padre  y  de  como  el  era 
hijo  del  diablo 9 

XXIII.  De  como  Merlin  dixo  al  juez  que 

su  padre  se  yria  ahogar  en  vn  rio.  .  .     10 

XXIV.  Como  Merlin  hablaua  con  Blay- 

sen  su  maestro 10 

XXV.  De  como  Merlin  contó  a  Blaysen 

del  sancto  Grial 10 

XXVI.  Como  Merlin  dixo  a  Blaysen  que 

lo  venian  a  buscar  de  contra  Oriente.     11 

XXVII.  De  como  Veringuer  fálleselo  a 

su  señor  el  rey  Constantenes 11 

XXVIII.  Como  Veringuer  dixo  pues, 
mientra  que  fuesse  biuo  Constantenes, 
que  el  no  podria  ser  rey 11 

XXIX.  De  como  fue  muerto  el  rey  May- 

nes  e  fuyeron  los  que  lo  mataron.  .  .     11 

XXX.  Como  fuyeron  Padragon  e  Vter 

su  hermano  por  miedo  de  Veringuer.     12 

XXXI.  Como  el  rey  Veringuer  hir.o  ma- 
tar a  los  que  mataron  al  rey  Maines.     12 

XXXII.  Como  Veringuer  embio  por  los 
sansones,  e  caso  con  la  hija  de  An- 
guis 12 

XXXIII.  Como  cayo  tres  vezes  la  torre 

que  hazia  Veringuer 12 

XXXIV.  Como  los  sabios  pidieron  plazo 


(<)  El  Glosario,  las  Rectificaciones  y  el  Índice  alfabélico  se  insertarán  al  final  de  la  segunda  parte. 


536 


índice  general  de 


a  Veringer  para  le  responder  sobre  la 
torre  que  cay  a 13 

XXXV.  Del  consejo  que  los  sabios  die- 
ron al  rey  sobro  la  torro 13 

XXXVI.  De  como  los  sabios  dixeron  al 
rey  que  la  torre  se  ternia  con  la  san- 

£^re  del  niño  que  nascio  sin  padre.  .   .     13 

XXXVII.  Como  los  mensajeros  del  rey 
Veringuer  bailaron  a  Merlin 13 

XXXVIII.  Como  Merlin  consejaua  a 
Blaysen  que  se  fuessecon  el  a  la  Gran 
Bretaña 14 

XXXIX.  Como  Merlin  se  despidió  de  su 
maestro 14 

XL.  Como  Merlin  se  fue  con  los  mensa- 
jeros de  Veringuer,  e  lo  que  le  acaes- 
cio  con  el 15 

XLI.  Como  Merlin  dixo  que  el  clérigo 
era  padre  del  niño  que  lleuaua  a  so- 
terrar      15 

XLII.  Como  los  mensajeros  del  rey  le 

fueron  a  dezir  como  bailaron  a  Merlin.     15 

XLIIT.  Como  los  mandaderos  se  fueron  a 

Veringuer  y  le  asseguraron  de  Merlin.     15 

XLIV.  De  como  Merlin  llego  al  rey  Ve- 
ringuer, e  de  lo  que  le  dixo 16 

XLV.  De  como  Merlin  dixo  al  rey  que 
los  sus  sabios  lo  querian  hazer  matar 
por  escusar  su  muerte 1(3 

XLVI.  Como  Merlin  dixo  al  Rey  por 
que  caya  su  torre 16 

XLVII.  Como  Merlin  dixo  de  los  dra- 
gones al  Rey,  e  porque  caya  la  torre.     17 

XLVIII.  De  como  mando  llamar  el  Rey 

a  sus  priuados 17 

XLIX.  De  la  batalla  de  los  dragones,  e 

de  la  muerte  del  bermejo  dragón..  .  .     17 

L.  De  como  el  rey  Veringuer  mando  fa- 
zer  su  torre 18 

LI.  De  como  el  rey  pregunto  a  Merlin  de 
la  significan^a  de  los  dragones 18 

LII.  De  como  Merlin  dixo  al  rey  Verin- 
guer lo  que  significauan  los  dragones.     18 

Profecías  de  Merlin 19 

LIÍI.   Como  Merlin  dixo  al  rey  que  los 

bijos  de  Costautenes  lo  quemarían. .  .     22 

LIV.  Ciuuo  Merlin  se  despidió  de  Verin- 
guer y  se  fue  para  Biuerlanda,  e  vinie- 
ron los  hijos  de  Costantenes  e  mata- 
ron a  Veringuer 23 

LV.  Como  el  rey  Padragon  fue  elegido 
por  rey  e  señor,  y  como  cerco  a  An- 
guis  en  vn  castillo 23 

LVI.  De  como  el  rey  Padragon  embio  a 

buscar  a  Merlin 24 

LVII.  Como  el  rey  Padragon  fue  a  bus- 
car a  Merlin  por  las  montañas 24 

LVII  I.  Como  el  rey  Padragon  hallo  a 
Merlin  e  fablo  con  el 24 


liA    PRIMERA    PARTE 

LIX.  Como  Merlin  dixo  al  rey  la  muerte 

de  Anguis 25 

LX.  De  como  Merlin  fablo  con  el  rey  en 

vna  de  sus  villas 25 

LXI.  De  como  Merlin  descubrió  al  rey 

que  queria  ser  su  amigo 25 

LXÍI.  Como  Merlin  dixo  al  rey  la  ma- 
nera de  la  muerte  de  Anguys 26 

LXIII.  Como  Merlin  dixo  al  rey  que 
Vter  no  sabia  quien  le  auia  dado  el 
consejo 26 

LXIV.  De  como  Merlin  se  despidió  del 
señor  rey  Padragon,  y  de  Vter  su  her- 
mano, y  se  fue  a  Blaysen 26 

LXV.  Como  Padragon  fablaua  con  su 
hermano  Vter 26 

LXVI.  Como  Merlin  vino  a  fablar  con 

Vter  en  figura  de  mo^o 27 

LX  VII.  Como  Merlin  en  su  derecha  for- 
ma se  hizo  conoscer  al  rey  e  a  su  her- 
mano      27 

LXVIII.  Como  el  Rey  dixo  a  su  herma- 
no que  Merlin  se  podia  mudar  en  otra 
forma 27 

LXIX.  Como  Merlin  quedo  con  el  rey  e 
con  su  hermano,  e  fue  su  priuado.  .  .     28 

LXX.  Como  el  rey  rescibio  a  Merlin  y  le 

hizo  mucha  honrra 28 

LXXI.  Como  Merlin  aconsejo  al  rey  que 
auria  el  castillo 29 

LXXII.  De  como  los  del  castillo  fizieron 
pleytesia  con  el  rey;  y  se  fueron  y  de- 
xaron  el  castillo 29 

LXXIII.  Como  vn  rico  onbre  que  que- 
ria mal  a  Merlin  lo  andana  prouando.     29 

LXXIV.  Como  Merlin  dixo  al  honbre 

bueno  su  muerte  en  ciertas  maneras.     30 

LXXV.  De  la  muerte  del  rico  honbre  en 

la  manera  que  dixo  Merlin 30 

LXXVI.  Como  Merlin  vino  a  la  corte  e 
le  contaron  la  muerte  del  rico  onbre.     31 

LXXVII.  De  como  Merlin  dixo  al  rey  e 
a  su  hermano  como  venian  los  san- 
sones      31 

LXXVIII.  Como  Merhn  hablaua  con  el 
rey  e  con  su  hermano 31 

LXXIX.  De  como  Merlin  departió  al 
rey  e  a  su  hermano  que  vno  de  ellos 
auia  de  morir 32 

LXXX.  De  como  supo  el  rey  que  ver- 
nian  los  sansones  sobre  el 32 

LXXXL  Como  Merlin  se  Ipartio  del  rey 

e  de  Vter  su  hermano 32 

LXXXII.  Como  fueron  desvaratados  los 
sansones  de  Padragon  e  de  Vter  su 
hermano 32 

LXXXIII.  Como  Vter  fue  llamado  Vter 

Padragon  por  consejo  de  Merlin..  .  .     33 

LXXXIV.  De  como  Merlin  embio  a  Ir- 


ÍNDICE    GENERAL    DE 

landa  por  las  piedras  para  fazer  las  se- 
pultaras      33 

LXXXV.  Como  fueron  puestas  las  pie- 
dras en  el  cementerio  de  Salabres.  .   .     34 

LXXXVI.  Como  Merlin  fablo  con  el  rey 

Vter  sobre  fazer  la  Tabla  Redonda.   .     34 

LXXXVII.  Como  Merlin  ordeno  que  se 

fiziesse  la  Tabla  Redonda 34 

LXXXVIII.   Como   Merlin    ordeno   en 

que  luííar  se  fiziesse  la  tabla  redonda.     35 

LXXXIX.  De  como  fue  fecha  e  puesta 

la  tabla  redonda 35 

XC.  Como  los  caualleros  dixeron  al  rey 

que  prouasse  la  silla  peligrosa 35 

XCI.  Como  fue  prouada  la  silla  milagro- 
sa por  vn  cauallero,  e  murió 35 

XCII.  Como  Merlin  vino  a  fablar  con  el 
rey  e  le  consejo  que  fiziesse 3G 

XCIII.   Como  el  rey  Vter  se  enamoro  de 

Iguerna 36 

XCIV.  De  como  el  rey  Vter  Padragon 
dio  donas  a  todas  las  dueñas  por  amor 
de  Iguerna 37 

XCV.  Como  Vlser  consejaua  al  rey  so- 
bre los  amores  de  Iguerna 37 

XCVI.  Como  Vlser  hablo  con  Iguerna 

por  mandado  del  rey 37 

XCVII.  Como  el  rey  enbio  vna  copa  de 
oro  a  Iguerna  que  el  mucho  queria..   .     38 

XCVIII.  Como  el  duque  fallo  triste   a 

Iguerna  su  muger 38 

XCIX.  De  como  Iguerna  dixo  al  duque 

que  el  rey  la  amana 38 

C.  De  como  el  duque  se  fue  con  Iguerna 
su  muger 39 

CI.  Como  el  rey  entro  en  consejo  sobre 
la  yda  del  duque 39 

CII.  De  como  el  duque  ouo  consejo  con 
sus  vassallos  sobre  el  hecho  de  su 
muger 39 

CIII.  Como  el  rey  embio  a  desafiar  al  du- 
que, y  el  duque  puso  su  muger  en  Ti- 
tuguel 39 

CIV.  Como  el  rey  fue  a  cercar  al  duque 
en  su  castillo 39 

CV.  Como  Vlser  consejo  al  Rey  que  en- 

biasse  a  buscar  a  Merlin 40 

CVI.  Como  Vlser  encontró  i.'on  Merlin, 

e  fablo  con  el  e  no  lo  conoscio 40 

CVII.  De  como  Merlin  hablo  con  el  Rey 
en  forma  de  honbre  viejo,  e  lo  conos- 
cio      40 

CVIII.  Como  Merlin  vino  al  rey  en  su 
forma  derecha 41 

CIX.  De  como  Merlin  hablo  con  el  rey 
de  sus  conortes 41 

CX.  De  como  Merlin  Ileuo  al  rey  adonde 
estaua  Iguerna,  e  lo  mando  en  senie- 
jan9a  del  duque 41 


LA    PRIMERA    PARTE  537 

CXI.  Como  el  rey  entro  en  el  castillo  de 

Iguerna  y  se  acostó  en  su  lecho.  ...     42 

CXII.  De  como  el  rey  Vter  Padragon 
yugo  con  Iguerna  e  fue  engendrado  el 
rey  Artur 42 

CXIII.  De  como  torno  el  rey  a  su  real, 

e  fallo  que  era  muerto  el  duque.   ...     42 

CXIV.  De  como  el  rey  Vter  ouo  consejo 
con  los  suyos  sobre  la  muerte  del  du- 
que      42 

CXV.  De  como  Merlin  fablo  con  el  rey 

en  poridad  y  le  dixo  de  su  fijo  Artur.     43 

CXVI.  De  como  los  parientes  del  duque 

ouieron  consejo  sobre  la  emienda..  .  .     43 

CXVII.  Del  consejo  que  se  ouo  sobre  la 

enmienda  de  la  muerte  del  duque.   .  .     44 

CXVIII.  Como  fue  otorgado  el  casa- 
miento del  rey  con  la  duquesa 44 

CXIX.  Como  el  rey  Vter  tomo  por  mu- 
ger a  la  duquesa  Iguerna 44 

CXX.  Como  el  rey  dixo  a  Iguerna  que 
no  podria  ser  preñada  del  ni  del  duque 
tampoco 45 

CXXI.  Como  el  rey  encomendó  a  Autor 
que  criasse  vn  niño  que  le  el  daria. .   .     45 

CXXII.  De  como  el  rey  mando  a  Iguer- 
na que  diesse  el  hijo  que  pariesse  al 
primero  que  viniesse  a  la  puerta.  ...     45 

CXXIII.  De  como  la  dueña,  por  man- 
dado de  la  reyna,  dio  a  Artur  a  Merlin.     46 

CXXIV.  De  como  las  gentes  del  rey 
Vter  fueron  desbaratadas  de  sus  ene- 
migos estando  el  rey  flaco 46 

CXXV.  Como  fino  el  rey  Vter  Padragon.     46 

CXXVI.  Como  Merlin  dio  consejo  para 
la  elección  del  rey 47 

CXXVII.  Como  el  arzobispo  mando  ha- 
zer  ayunos  e  oraciones  para  la  elecion 
del  rey 47 

CXX VIII.  Como  apáreselo  vn  padrón 
en  el  rio,  en  que  estaua  metida  vna 
espada 48 

CXXIX.  Como  Artur  saco  la  espada  del 

padrón,  e  fue  rey 48 

CXXX.  De  como  Artur  prometió  a  Au- 
tor que  haria  a  Quexa  su  mayordomo.     49 

CXXXI.  Como  fue  priuada  la  espada,  e 
la  no  pudo  sacar  otro  sino  Artur..  .  .     49 

CXXXII.  Como  fue  suspendida  la  sali- 
cion  fasta  sancta  Maria  Candelaria.  .     49 

CX XXIII.  Como  el  rey  Artur  respon- 
dió a  la  prueua  que  le  hizieran,  e  fue 
eleto 50 

CXXXIV.  Como  fue  dado  el  plazo  al 

sagramiento  de  Artur 50 

CXXXV.  Como  el   rey  Artur  repartió 

sus  dones  a  sus  caualleros 50 

CXXXVI.  De  como  fue  sagrado  el  rey 
Artur 51 


538 


ÍNDICE    GENERAL    DE    LA    PRIMERA    PARTE 


CXXXVII.  Como  Merlia  dixo  a  Blay- 
sen  que  haría  conoscer  al  rey  Artur.  ,     51 

CXXXYIII.  De  como  Merlin  soñó  vn 
sueño 51 

ex XXIX.  Como  contó  la  visión  que 
viera  a  Blaysen 51 

CXL.  Como  Merlin  dixo  a  Blaysen  que 

viera  su  muerte  en  la  visión 52 

CXLI.  Como  Merlin  dixo  a  Blaysen  la 

nascencia  de  Lancarote 52 

CXLII.  Como  Merlin  dixo  a  Blaysen 
que  abria  cabo  su  libro 52 

CXLIII.  Como  el  rey  Artur  durmió  con 
Elena  su  hermana,  muger  del  rey 
Loe 53 

CXLIV.  Del  fuerte  sueño  que  soñó  el 
rey  Artur 53 

CXLV.  De  como  el  rey  Artur,  andando 

a  la  ca9a,  vido  la  Bestia  ladradora.  .  .     53 

CXLVI.  De  como  el  rey  Artur  desafio 

al  cauallero  de  la  Bestia  ladradora. .   .     54 

CXLVII.  Como  estando  el  rey  pensan- 
do vino  a  el  Merlin  en  semejanpa  de 
niño 55 

CXLVIII.   Como  Merlin  dixo  al  rey  que 

su  hermana  era  del  preñada 55 

CXLIX.  Como  Merlin  dixo  al  rey  Artur 
cuyo  fijo  era  e  de  que  linaje 55 

CL.  Como  Merlin  fablo  coa  el  rey  en  se- 
mejanza de  honbre  viejo 56 

CLI.  Como  Merlin  dixo  al  rey  que  mejor 
honbre  que  el  le  diria  verdad  de  la 
bestia 57 

CLII.  Como  Merlin  dixo  al  rey  como 
fuera  hecha  la  bestia  ladradora 57 

CLIII.  Como  el  rey  Artur  e  Merlin  vi- 
nieron de  las  montañas  a  Cardoil,  fa- 
blando  en  que  manera  seria  conocido 
por  hijo  del  rey  Vter  Padragon.  ...     58 

CLIV.  Como  la  reyna  Iguerua  dixo 
como  Merlin  auia  llenado  el  niño.   .  .     59 

CLV.  Como  Merlin  respondió  a  todo  lo 
que  dezia  la  reyna  Iguerna 60 

CLVI.  De  como  prono  Merlin  por  testi- 
gos que  el  rey  Artur  era  hijo  del  rey 
Vter  Padragon 60 

CLVII.  Como  fue  conocido  el  rey  Artur 
por  fijo  del  rey  Padragon 61 

CLVIII.  Del  alegría  que  se  hizo  por  co- 
noscer al  rey  Artur  por  hijo  de  Vter 
Padragon 61 

CLIX.  De  como  vino  a  la  corte  del  rey 
vn  cauallero  llagado 61 

CLX,  Del  consejo  que  dio  Merlin  al  rey 

sobre  la  muerte  de  aquel  cauallero.  .  .     62 

CLXI.  Como  Merlin  consejo  al  rey  sobre 

el  hecho  de  Giflete 62 

CLXII.  Como  Merlin  consejo  al  rey  que 
deiuandasse  el  primer  don  a  Gifiete.  .     62 


CLXIII.  De  como  Giflete  otorgo  al  rey 

Artur  el  primer  don  que  le  demando.     63 

CLXIV.  De  como  los  mensajeros  del  em- 
perador demandaron  el  tributo  al  rey 
Artur,  e  lo  desafiaron 63 

CLXV,  De  como  Giflete  desafio  al  caua- 
llero del  tendejón • 63 

CLXVI.  De  como  Giflete  justo  con  el 
cauallero  del  tendejón  e  fue  derribado 
e  llagado 64 

CLXVII.  De  como  Giflete  se  fue  llaga- 
do e  llego  a  la  corte 64 

CLXVIII.  Como  el  rey  Artur  se  fue  a 
conbatir  con  el  cauallero  del  tendejón.     64 

CLXIX.  Como  Merlin  dixo  al  rey  Artur 
la  razón  por  que  corrían  tras  del  los 
villanos 65 

CLXX.  De  como  el  rey  Artur  desafio  al 

cauallero  del  tendejón 65 

CLXXI.  De  como  el  rey  Artur  justo  con 
el  cauallero  del  tendejón  e  fue  derro- 
tado      66 

CLXXII.  De  la  batalla  del  rey  Artur  e 
del  cauallero  del  tendejón 66 

CLXXIII.  Como  quebró  la  espada  al  rey 
Artur  en  la  batalla  del  cauallero..   .   .     67 

CLXXIY.  Como  ouo  fin  la  batalla  del 
rey  Artur  e  del  cauallero  del  tendejón.     67 

CLXXV.  De  como  Merlin  dixo  al  rey 
Artur  que  aurie  la  espada 68 

CLXXVI.  Como  Merlin  dixo  a  la  don- 
zella  que  diesse  el  espada  al  rey  Artur.     68 

CLXXVíI.  Como  la  donzella  dio  al  rey 
Artur  la  espada  con  su  vayna  Esca- 
libor 68 

CLXXVIII.  De  como  el  rey  Artur  en- 
contró al  cauallero  del  tendejón.  ...     69 

CLXXIX.  Como  Artur  se  torno  a  su 
corte,  y  Merlin  con  el 69 

CLXXX.  De  como  caso  Morgayna  con 
el  rey  Orian 69 

CLXXXI.  Como  el  rey  Rion  embio  des- 
afiar al  rey  Artur 69 

CLXXXII.  Como  el  rey  Artur  mando 
pregonar  que  le  truxessen  los  niños.  .     70 

CLXXXIII.  Como  Morderec  escapo  en 

la  cuna  del  peligro  de  la  mar 70 

CLXXXIV.  De  como  fue  criado  Morde- 
rec en  casa  del  duque  Nabor,  padre 
de  Sagramor 71 

CLX XXV.  Como  el  rey  Artur  pensaua 
en  el  hecho  de  los  niños 71 

CLXXXVI.  De  como  apareció  al  rey  en 
sueños  un  grande  hombre 71 

CLXXXVII.  Como  el  rey  Artur  fizo  po- 
ner los  niños  en  vna  nao  por  la  mar. .     71 

CLXXXVIII.  Como  aportaron  los  ni- 
ños en  saluo,  e  fueron  bien  criados.   .     72 

CLXXXIX.  Como  se  ensañaron  los  ri- 


INDICB    GENEHAL    DE 

eos  onbres  contra  el  rey  por  los  niños.     72 
CXC.  Como  supo  el  rey  Artur  que  el  rey 

Rion  le  entraua  la  tierra 72 

CXCI.  Como  el  rey  e  los  caiialleros  pro- 

uaron  la  espada  que  traya  la  donzella.     7P) 
CXCII.  Como  Baalin  el  saluaje  acabo  la 
aventura  del  espada  que  traya  la  don- 

zella 7;5 

CXCIII.  Como  el  cauallero  hinco  los 
ynojos  ante  el,  e  le  pidió  por  Dios  le 

perdonasse,  e  el  rey  no  quiso 75 

CXC IV.  De  como  el  rey  Artur  se  que- 

xaua  del  cauallero  de  las  dos  espadas.     76 
CXCV.  Como   el   cauallero  de   Irlanda 
dixo  que  vengaría  la  desonrra  que  hizo 
el  cauallero  de  las  dos  espadas.    ...     76 
CXC VI.  De  como  Merlin  dixo  mucho 
mal  de  la  donzella  que  traxo  el  espada 

a  la  corte 76 

CXCVII.  De  como  Merlin  dixo  al  rey 
quien  era  el  cauallero  de  las  espadas, 

y  que  perdiese  el  enojo 76 

CXCVIII.  De  como  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  justo  con  el  cauallero  de 

Irlanda  e  lo  mato 77 

CXCIX.  Como  Baalin  se  fallo  con  Baa- 

lan  su  hermano  e  se  conoscieron.    .   .     77 
ce.  Como  el  rey  Mares  hizo  enterrar  los 
cuerpos  del  cauallero  de  Irlanda  e  de 

su  amiga 78 

CCI.  Como  Merlin  escriuio  letras  sobre 
la  batalla  de  Tristan  e  Lancarote  so- 
bre el  monimento 78 

CCII.  De  como  Merlin  dixo  al  cauallero 
de  las  dos  espadas  que  daria  el  dolo- 
roso golpe 78 

CCIII.  De  como  Merlin  hablo  a  Blaysen 

e  le  dixo  lo  que  auia  de  fazer 79 

CCIV.  Como  Merlin  dixo  a  Baalin  e  a 
su  hermano  como  farian  servicio  al  rey 

Artur 79 

CCV.  De  como  Merlin  dixo  a  los  caua- 

lleros  nueuas  del  rey  Eion 79 

CCVI.  Como  Merlin  estaua  con  el  caua- 
llero de  las  dos  espadas  e  con  su  her- 
mano atendiendo  al  rey  Rion 80 

CCVII.  Como  el  cauallero  de  las  dos  es- 
padas e  su  hermano  prendieron  al  rey 

Rion  e  a  sus  caualleros 80 

CCVIII.  Como  los  caualleros  embiaron 

preso  al  rey  Rion  al  rey  Artur.  ...     81 
CCIX.   Como  los  dos   hermanos  embia- 
ron preso  al  rey  Rion  e  a  sus  caualle- 
ros al  castillo  de  Carabel 81 

CCX.  Como  el  rey  Artur  supo  que  era 

preso  el  rey  Rion 82 

CCXI.  Como  el  rey  Artur  recibió  preso 

al  rey  Rion 82 

CCXII.  Como  Merlin  dixo  al  rey  Artur 


LA    PRIMERA    PARTE 


539 


83 


84 


85 


86 


que  el  rey  Loe  seria  contra  el  en  la 
batalla 82 

CCXIIT.  Como  el  rey  Artur  emhio  al 
rey  Loe  que  le  emendarla  qualquier 
tuerto  que  le  auia  hecho 83 

CCXIV.  De  como  el  rey  Loe  dixo  a  los 
mensajeros  del  rey  Artur  que  no  auria 
paz  con  el 

CCXV.  De  como  Merlin  esforcaua  al  rey 

Artur  en  el  hecho  de  la  batalla 83 

CCXVI.  Como  el  rey  Artur  ordeno  sus 

caualleros  para  la  batalla 84 

CCXVII.  Como  Ñero,  hermano  del  rey 
Rion,  esforjaua  los  caualleros  para  la 
batalla 84 

CCXVIll.  Como  se  comen90  la  batalla 
entre  el  rey  Artur  e  las  gentes  del  rey 
Rion 

CCXIX.  De  las  marauillas  que  hizo  el 
cauallero  de  las  dos  espadas  en  la  ba- 
talla  

CCXX.  Como  Merlin  hablaua  con  el  rey 
Loe,  deteniéndole  por  que  no  fuesse  a 
la  batalla 85 

CCXXI.  Como  el  rey  Loe  peleo  en  ba- 
talla con  el  rey  Artur,  e  el  rey  Peli- 
nor  mato  en  lid  al  rey  Loe 

CCXXII.  De  como  el  rey  Artur  hizo  en- 
terrar al  rey  Loe  e  a  los  otros  que  mu- 
rieron en  la  lid 87 

CCXXIII.  Como  Galuan  hazia  duelo 
por  el  rey  su  padre,  e  de  las  razones 
que  dixo 87 

CCXXIV.  Como  el  rey  Artur  hizo  fazer 
ymagines  a  su  seraejanya  e  de  los  tre- 
ze  reyes  que  el  matara  en  la  batalla.   .     88 

CCXXV.  Como  Merlin  dixo  al  rey  Ar- 
tur que  no  moririan  las  candelas  fasta 
que  el  muriesse 88 

CCXXVI.  De  como  Merlin  dixo  al  rey 
Artur  que  guardasse  la  vayna  del  es- 
pada      88 

CCXXVII.  Como  Merlin  se  enamoro  de 

Gayna,  y  ella  lo  desecho  de  si 88 

CCXXVIII.  De  como  Morgayna  pro- 
metió a  su  amigo  que  le  daria  la  espa- 
da Escalíbor 89 

CCXXIX.  Como  Morgayna  dio  la  espa- 
da a  su  amigo,  e  fue  engañado  con  ella. 
CCXXX.  De  como   el   amigo  de   Mor- 
gayna dixo  al  rey  Artur  que  su  her- 
mana lo  desamaua 

CCXXXI.  Como  Meríin  dixo  a  Mor- 
gayna que  el  rey  la  mataría  si  la  ha- 

llasse  alli 90 

CCXXXII.   De  como  el  rey  Artur  mato 

al  amigo  de  Morgayna 90 

CCXXXIII.  De  como  Merlin  dixo  que 
Bandemagus  seria  muerto  por  Galuan.     90 


89 


89 


540 


ÍNDICE    GENERAL    DE    LA    PRIMERA    PARTE 


94 


94 


CCXXXIY.  Como  Merlin  dixo  a  Na- 
bor  que  Morderec  lo  auia  de  matar  con 

vna  lanca 91 

CCXXXV.   Como  el  rey  Artur  rogo  al 
cauallero  de  las  dos  espadas  que  fuesse 

en  pos  del  cauallero 91 

CCXXXVl.  De  como  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  traya  al  otro  cauallero  en 

su  guarda 92 

CCXXXYII.  Como  fue  muerto  el  caua- 
llero que  venia  en  guarda  del  de  las 

dos  espadas 92 

CCXXX  VIII.  Como  Merlin  dezia  al  rey 
que   hiziesse    enterrar   al    cauallero 

muerto 92 

CCXXXIX.  De  como  el  rey  prometió  a 
la  muger  de  Ebron  el  follón  que  baria 

cauallero  a  Brius  su  hijo 93 

CCXL.  De  como  el  rey  Artur  fizo  caua- 
llero a  Brius  sin  piadad 93 

CCXLI.  De  como  Bandemagns  fue  pre- 
so en  el  castillo  de  su  padre  de  Orian.     93 
CCXLII.  De  como  la  donzella  prometió 

a  Bandemagus  que  le  librarla 94 

CCXLIIi.  Como  fue  dada  sentencia  con- 
tra Bandemagus  que  fuesse  descabe- 

cado 

CCXLI  V.  Como  la  donzella  libro  a  Ban- 
demagus de  la  prisión  a  donde  estaua. 
CCXLV.  Como  Bandemagus  e  la  don- 
zella llegaron  cerca  de  la  floresta  de 

Armantes 95 

CCX  L  VI .  De  como  Bandemagus  aluergo 

en  la  hermita  e  supo  nueuas  de  Merlin.     95 
CCXLVII.  Como    Bandemagus    supo 

nueuas  de  Merlin 95 

CCXLVIII.  Como  Bandemagus  hallo 
otro  cauallero  en  la  tienda,  que  le  des- 
afio  

CCXLIX.  Como  el  cauallero  dixo  a 
Bandemagus  la  razón  por  que  lo  co- 
metía  

CCL.  Como  el  cauallero  justo  con  Ban- 
demagus, e  de  la  batalla  que  ouieron. 
CCLl.  De  como  hizieron  paz  el  cauallero 
e  Bandemagus  de  la  justa  que  ouieron. 
CCLII.  Como  Bandemagus  e  su  donzella 

fueron  con  el  cauallero 97 

CCLIII.  Como  el  cauallero  contó  a  Ban- 
demagus como  cometiera  la  donzella 

que  lleuaua  Merlin 97 

CCLIV.  Como  Morloc  derribo  a  Bande- 
magus e  le  tomo  la  donzella 98 

CCLV.  Como  la  donzella  de  Bandema- 
fue  muy  cuytada  desque  supo  que  era 

en  poder  de  Morloc 

CCLVI.  Como  los  caualleros  embiaron 
rogar  a  Morloc  que  fuesse  albergar  a 
los  tendejones 99 


96 


96 


96 


97 


98 


CCLVII.  Como  los  caualleros  de  los 
tendejones  rogaron  a  Morloc  por  la 
donzella,  y  el  no  quiso 99 

CCLVIII.  Como  Morloc  derribo  seys 
caualleros  de  los  tendejones,  y  el  fue 
herido 99 

CCLIX.  Como  Morloc  se  partió  de  los 
caualleros,  e  dixo  que  se  sentia  mal 
llagado 100 

CCLX.  Como  Bandsmagus  cobro  su 
donzella,  que  la  leuaua  Morloc,  e  se 
fue  con  ella 100 

CCLXI.  De   como   Bandemagus  e  su 
donzella  llegaron  al  ralle  donde  po-    ■ 
saua  Merlin  e  su  donzella 100 

CCLXII.  Agora  dexa  el  cuento  aqui 
de  hablar  de  Merlin  e  de  la  donzella 
del  lago,  e  habla  del  cauallero  de  las 
dos  espadas 101 

CCLXIII.  Del  duelo  grande  que  el  ca- 
uallero de  las  dos  espadas  fazia  por 
el  cauallero  que  murió  en  su  guarda, 
e  como  la  señora  de  la  fortaleza  enbio 
por  la  donzella 101 

CCLXIV.  Como  el  cauallero  que  venia 
de  caca  pregunto  al  cauallero  de  las 
dos  espadas  por  que  hazia  tan  gran 
duelo,  y  el  no  se  lo  quiso  dezir.   .   .     101 

CCLXV.  De  como  el  cauallero  que  ve- 
nia de  caca  se  fue  armar  e  torno  al 
cauallero  de  las  dos  espadas,  e  dixo 
que  sabria  del  por  que  hazia  aquel 
duelo 102 

CCLXVI.  Como  el  cauallero  que  venia 
de  caca  justo  con  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  e  fue  derribado,  e  se 
quería  conbatir  con  el,  y  le  dixo  por 
que  hazia  el  duelo 102 

CCLXVII.  Como  el  cauallero  que  ve- 
nia de  ca«a  prometió  al  cauallero  de 
las  dos  espadas  que  le  seria  comjja- 

ñero  en  la  mesma  demanda 103 

CCLXVIII.  Como  Merlin  dixo  al  ca- 
uallero de  las  dos  espadas  que  parti- 
ría ayna  en  conpañia  de  ambos,  e 
como  auia  nonbre  el  que  matara  al 

cauallero  antel  rey  Artur 103 

CCLXIX.  Como  mataron  al  cauallero 
compañero  del  cauallero  de  las  dos 
espadas  e  no  vieron  quien  lo  mato,  y 

del  duelo  que  con  el  hazian 104 

CCLXX.  Como  el  hermitaño  conforto 
al  cauallero  de  las  dos  espadas,  e  le 
dezia  que  no  hiziesse  tanto  duelo  .  .  104 
CCLXXI.  Como  el  escudero  hablo  con 
el  hermitaño  e  con  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  de  parte  de  Merlin.  .  .  105 
CCLX XII.  Como  la  donzella  prometió 
a  la  donzella  e  a  los  dos  caualleros 


ÍNDICE    GENEKAL    DE 

que  faria  todo  lo  que  ellos  mandas - 

sen 105 

CCLXXIII.  De  COITO  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  salto  del  muro  e  fue 
a  socorrer  a  su  donzella.  ..."...      105 

CCLXXIV.  Como  salieron  los  dos  ca- 
ualleros  del  castillo,  e  dieron  el  ca- 
uallo  al  cauallero  de  las  dos  espadas, 
e  dixeron  a  la  donzella  que  hinchesse 
la  escudilla  de  sangre 106 

CCLXXY.  Como  dixeron  á  la  donze- 
lla que  andaua  con  el  cauallero  de  las 
dos  espadas,  que  le  auian  de  sacar 
vna  escudilla  de  sangre,  que  tal  era 
la  costumbre  del  castillo 106 

CCLXXVI.  De  como  las  seys  donze- 
Uas  sacaron  la  escudilla  llena  de  san- 
gre a  la  donzella!  que  andaua  con  el 
cauallero  de  las  dos  espadas 106 

CCLXXVII.  Como  el  cauallero  da  las 
dos  espadas  fue  ver  su  donzella  e  la 
sangre  della 107 

CCLXXVIII.  Como  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  partió  del  castillo  con  su 
donzella 107 

CCLXXIX.  Como  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  e  su  donzella  aluergo  con 
vn  infanzón  viejo  que  le  dixo  a  do 
fallarla  el  cauallero  que  matara  al  otro 
cauallero  ante  las  tiendas  del  rey  Ar- 
tur,  e  como  fue  con  el  por  auer  de  su 
sangre  para  guarescer  a  su  fijo  que  lo 
auia  llagado 107 

CCLXXX.  Como  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  llego  a  la  corte  del  rey 
Pelean 108 

CCLXXXI.  Como  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  pregunto  al  otro  caualle- 
ro quien  ei'a  Garlan 108 

CCLXXXII.  Como  Garlan  dio  vna 
palmada  al  cauallero  de  las  dos  es- 
padas y  el  lo  mato  ante  el  rey  su  her- 
mano e  ante  quantos  estañan.   .   ,   .      109 

CCLXXXIII.  Como  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  firio  al  rey  Pelean 
con  la  lan^a  vengadora,  e  de  las  ma- 
rauillas  que  por  aquel  golpe  vinieron.     109 

CCLXXXIV.  Como  Merlin  fizo  sacar 
de  la  cámara  do  estaña  la  lan9a  ven- 
gadora al  rey  Pellean  e  al  cauallero 
de  las  dos  espadas 110 

CCLXXXV.  Como  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  se  partió  del  castillo  do 
ferio  al  rey  Pelean,  e  como  hallara 
la  tierra  por  do  yua  destrnyda.  ...     111 

CCLXXXVI.  De  como  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  fallo  al  pie  de  vna  to- 
rre vn  cauallero  que  pensaua  mucho, 
e  lo  saluo 112 


LA    PRIMERA    PAUTE  541 

CCLXXXVII.  Como  el  cauallero  de 
las  dos  espadas  no  dexo  al  cauallero 
que  se  matasse,  y  el  le  prometió  que 
le  entregaria  a  aquella  por  quien  tan- 
to pensaua 112 

CCLXXXVIII.  Como  el  cauallero  que 
pensaua  contó  al  cauallero  de  las  dos 
espadas  toda  su  hazienda 113 

CCLXXXIX.  Como  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  fue  con  el  cauallero  que 
pensaua,  por  le  entregar  aquella  por 
quien  pensaua  atanto 113 

CCXC.  Como  el  cauallero  de  las  dos 
espadas  fallo  a  la  donzella  por  que  el 
otro  cauallero  pensaua  estar  con  vn 
cauallero  en  la  huerta 114 

CCXCl.  Como  el  cauallero  que  pensaua 
mato  al  cauallero  que  yazia  con  su 
amiga,  e  a  ella  también 115 

CCXCIl.  Como  el  cauallero  de  las  dos 
espadas  se  partió  de  alli,  e  contó  a  vn 
escudero  como  aquellos  murieron.  .  .     115 

CCXCIII.  Del  buen  acogimiento  que 
las  donzellas  e  los  caualleros  hizieron 
al  cauallero  de  las  dos  espadas,  e  de 
las  nueuas  que  le  dixo  la  donzella  de 
parte  de  Merlin 115 

CCXCIV.  De  como  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  passo  a  la  insola  por  jus- 
tar con  el  cauallero  que  ay  estaua..  .     116 

CCXCV.  De  como  el  cauallero  de  las 
dos  espadas  justo  e  se  conbatio  con 
el  cauallero  de  Li  insola 117 

CCXCVI.  Como  el  cauallero  de  la  in- 
sola cuydo  que  era  su  hermano  el  que 
con  el  se  conbatia,  e  se  llagaron  muy 
mal 118 

CCXCVII.  Como  el  cauallero  de  la  in- 
sola rogo  a  la  dueña  de  la  insola  que 
los  soterrassen  en  aquel  lugar  do  se 
conbatieron 119 

CCXCVIII.  De  como  los  dos  herma- 
nos murieron,  e  fueron  enterrados  en 
vn  monimento,  assi  como  la  dueña  lo 
prometió  al  cauallero 119 

CCXCIX.  De  los  encantamentos  que 
Merlin  fizo  en  esta  insola  do  los  dos 
hermanos  murieron 120 

CCC.  Como  Merlin  llego  a  la  corte  del 
rey  Artur,  y  el  dixo  que  queria  auer 
por  mugel'  a  la  hija  del  rey  Leodo- 
gan 121 

CCCI.  De  como  Merlin  fue  al  rey  Leo- 
dogan  a  ¡o  pedir  su  fija  por  muger 
para  el  rey  Artur 121 

CCCII.  Como  el  rey  Leodogan  embio 
su  hija  al  rey  Artur,  e  la  su  Mesa  Re- 
donda, e  cient  caualleros  que  ay  auia, 
e  como  dixo  Merlin  al  rey  Artur  que 


542 


ÍNDICE    GENERAL    DE    LA    PRIMERA    PARTE 


anian  de  ser  ciento  e  cincuenta  caua- 
Ueros 122 

CCCIII.  Como  Merlin  puso  en  la  Mesa 
Kedonda  quarenta  e  ocho  caualleros 
con  el  rey  Artur,  e  se  afincaron  vnos 
a  otros,  assi  que  fueron  por  todos 
quarenta  y  ocho  caualleros 122 

CCCIV.  Como  Galuan  pidió  al  rey  su 
tio  que  lo  fiziesse  cauallero  el  dia  de 
sus  bodas,  y  el  ge  lo  prometió.   .  .  .     124 

CCCV.  Como  Dares  el  villano  pidió  al 
rey  Artur  que  fiziesse  cauallero  a  Tor 
su  fijo  primero  que  a  Galuan  su  so- 
brino      124 

CCCVI.  Como  el  rey  Artur  hizo  caua- 
llero a  Tor,  e  después  a  Galuan,  e  de 
como  el  rey  Pelinor  vino  a  casa  del 
rey  Artur,  e  le  fizo  omenaje  por  su 
tierra 124 

CCC  VII.  Como  el  rey  Pelinor  fue  pues- 
to en  la  Tabla  Redonda 126 

CCC  VIII.  Como  dixo  Merlin  al  rey  Ar- 
tur que  auria  alli  tres  auenturas,  e 
como  las  dio  a  tres  caualleros  que  ay 
estauan 126 

CCCIX.  Como  vn  cauallero  tomo  a  la 
donzella  ca9adora,  do  se  estaua  que- 
jando al  rey  Artur  de  sus  canes  e  de  su 
cieruo  que  perdió  en  su  casa 127 

CCCX.  Como  Galuan  se  combatió  con 
el  cauallero  por  los  canes  que  el  mato 
e  conquirio,  e  lo  embio  preso  a  la  rey- 
na  Ginebra,  e  como  mato  la  donzella 
por  desauentura 128 

CCCXI.  De  como  los  quatro  caualleros 
se  combatieron  con  Galuan  por  la 
donzella  que  mato,  e  lo  firio  el  arque- 
ro en  el  bra^o,  e  Gariete  mato  al  ar- 
quero      129 

CCCXII.  Como  los  quatro  caualleros 
prendieron  a  Galuan  e  a  su  hermano, 
por  mandado  de  la  dueña  señora  de 
aquel  lugar 130 

CCCXI II.  Como  Galuan  afio  a  la  due- 
ña que  haria  todo  lo  mandado.  Y  ella 
lo  hizo  sacar  de  la  prisión 130 

CCCXIV.  Como  Galuan  vino  a  la  cor- 
te de  la  guisa  que  la  daeña  le  mando, 
e  como  fizo  Merlin  llamar  a  la  reyna 
e  a  sus  donzellas  que  lo  viessen.   .    .     131 

CCCXV.  De  las  cosas  que  Merlin  dixo 

al  rey  Artur  que  auernian  en  su  casa.     132 

CCCXVI.  De  la  penitencia  que  la  rey- 
na e  sus  donzellas  dieron  a  Galuan 
por  la  donzella  que  mato 132 

CCCXVII.  De  como  Tor  uencio  los 
dos  caualleros  de  los  tendejones  e  los 
enbio  presos  para  el  rey  Artur. ...     133 

CCCXVIII.  Como  Tor  llego  a  las  tien- 


das, e  tomo  el  sabueso  que  staua  en 
la  cadena,  e  lo  lleuo;  y  fue  a  posar  a 

vna  hermita 134 

CCCXIX.  De  como  Tor  se  combatió 
con  el  cauallero  que  auia  llenado  el 

sabueso,  e  lo  mato 135 

CCCXX.  Como  Tor  corto  la  cabepa  al 
cauallero  con  quien  se  conbatia  poi 
dalla  en  don  a  vna  donzella  que  se  la 
pidió 136 

CCCXXI.  De  como  el  rey  Pelinor  tomo 
a  la  donzella,  e  la  traxo  ante  el  rey 
Artur 137 

CCCXXII.  De  como  el  rey  Pelinor  lle- 
go a  la  corte  del  rey  Artur,  e  le  contó 
lo  q«e  le  acaescio  en  su  auentura,  e 
como  el  cauallero  traya  la  redoma  de 
agua  para  con  que  muriese 141 

CCCXXIII.  Como  Merlin  contó  al  rey 
Artur  quien  era  la  donzella  que  el 
rey  Pelinor  auia  dexado  morir.  .   .   .     144 

CCCXXIV.  Agora  comienza  a  contar 
de  como  Merlin  acompaño  con  la 
donzella  del  Lago,  e  de  lo  que  del 
aprendido 146 

CCCXXV.  Como  Merlin  contó  a  la 
donzella  del  Lago  en  que  manera  fue 
fecha  la  cueua  en  que  era  la  cámara.     147 

CCCXXVI.  Como  el  infante  e  su  ami- 
ga biuieron  en  la  peña  e  los  vino  a 
buscar  el  rey  su  padre 147 

CCCXXVII.  Como  el  rey  mato  la  don- 
zella amiga  de  su  hijo  y  se  fue..   .   •     148 

CCCXXVIII.  Como  stis  hombres  dixe- 
ron  al  rey  que  fiziera  mal  en  matar 
la  donzella 148 

CCCXXIX.  De  como  el  infante  fallo 
muerta  a  su  amiga,  y  del  duelo  que 
fizo  sobrella 148 

CCCXXX.  Como  el  infante  se  mato 
por  su  amiga,  e  fueron  ambos  ente- 
rrados en  la  cámara 149 

CCCXXXI.  Como  la  donzella  del  La- 
go dixo  a  Merlin  que  queria  folgar 
en  la  cámara  de  los  dos  amadores 
aquella  noche 149 

CCCXXXII.  Como  Merlin  fue  bino 
metido  en  el  monumento  de  los  dos 
amadores 149 

CCCXXXIII.  Como  Bandemagus  fue 
a  la  cámara  donde  estaua  Merlin  me- 
tido en  el  monumento 150 

CCCXXXIV.  Como  Bandemagus  fue 
espantado  quando  oyó  la  boz  que  sa- 
lía del  monumento 150 

CCCXXXV.  Como  Merlin  fablo  a 
Bandemagus,  e  le  dixo  que  no  ouie- 
sse  miedo 151 

CCCXXXVI.  Como  Bandemagus  fa- 


índice  general  de 

blo  con  Merlin,  que  estaña  encerra- 
do en  el  monumento,  e  de  las  mu- 
chas razones  que  fablaron 151 

CCCXXX  VII.  De  las  espantosas  pala- 
bras que  dezia  Merlin  ante  de  su 
muerte 153 

CCCXXXVIII.  Del  gran  baladro  que 

dio  Merlin,  e  de  como  murió 153 

CCCXXXIX.  Como  Bandemagus  se 
leuanto  e  salió  de  la  cámara  muy  es- 
pantado      154 

CCCXL.  De  como  Bandemagus  fallo 
muerta  a  su  donzella,  e  del  grande  es- 
panto que  ouo 154 

CCCXLI.  De  algunas  profecias  que  el 

sabio  Merlin  dixo  antes  de  su  muerte.     154 

Aqui  comien<;-an  las  Profecias  del  sabio 

Merlin,  profeta  dignissimo 155 

La  demanda  del  sancto  Grial,  con  \^ 

LOS  MARAUILL0808   FECHOS  DE  LaN- ^ 
TARÓTE   Y  DE  GaLAZ  8D  HIJO 163 

I.  Como  la  donzella  vino  a  llamar  a 
Lan9arote,  que  fuesse  a  Badiar.    .   .     163 

II.  Como  Lancarote  se  fue  con  la  don- 
zella.  .  .  .' 163 

III.  Como  Langarote  quedo  en  el  aba- 

dia  e  hizo  a  Galaz  tener  vigilia.   .   .     164 

IV.  Como  Langarote  fizo  cauallero  a  su 

fijo  Galaz 164 

V.  Como  Lan9arote  castigaua  a  Galaz 

su  fijo 165 

VI.  De  como  Lan9arote  se  torno  de  la 
abadia  a  la  corte  del  rey  Artur..   .   .     165 

VII.  Como  cayo  de  la  finiestra  el  caua- 
llero de  Irlanda,  e  fue  muerto  y  que- 
mado      165 

VIII.  Como  vn   escudero  traxo   al    rei 

las  nueuas  del  espada  del  padrón. .    .     166 

IX.  Como  vino  el  padrón  con  la  espada 
que  encanto  Merlin,  e  la  prono  Lan- 
9arote  e  no  la  saco 166 

X.  Como  Galuan  prono  el  espada  del 
Padrón,  e  no  fizo  ay  nada 166 

XI.  Como  fallaron  en  las  sillas  los  nom- 
bres de  los  que  las  auian  de  cobrar.  .     167 

XII.  Como  los  clérigos  dixeron  al  rey 

de  las  sillas 167 

XIII.  Como  todas  las  sillas  eran  com- 
plidas  saino  dos 167 

XIV.  Como  Galaz  vino  a  la  corte   del 

rey  Artur  al  palacio  auenturoso.   .   .     168 

XV.  Como  Galaz  se  assento  en  la  silla 
peligrosa 168 

XVI.  Como  al  rey  pesaua  que  no  venia 
Tristan,  e  como  vino  luego 168 

XVII.  Como  el  rey  e  los  caualleros  fue- 
ron espantados  del    trueno    quando 

vino  Galaz 169 


LA    PRIMERA    PARTE  543 

XVIII.  Como  la  donzella  dixo  a  Lan- 
garote que  el  su  nombre  era  trocado.     169 

XIX.  Como  el  rey  Artur  mando  fazer 

el  torneo  en  el  campo  de  Camaloc.   .     170 

XX.  Como  mando  Langarote  a  Galaz 

que  truxesse  armas  de  su  linaje.   .   .     170 

XXI.  Como  vino  Tristan  después  del 
torneo 170 

XXII.  Como  los  caualleros  ouieron  mu- 
cho plazer  con  la  venida  de  don  Tris- 
tan 170 

XXIII.  Como  todos  los  caualleros  de 

la  Mesa  Redonda  fueron  ayuntados.     171 

XXIV.  Como  prometió  Galuan  al  rey 
Artur,  su  tin,  que  entraria  en  la  de- 
manda del  santo  Grial 171 

XXV.  Como  todos  los  caualleros  de  la 
Mesa  Redonda  dixeron  que  andarian 

en  la  demanda 171 

XXVI.  Como  peso  mucho  al  rey  Artur 
por  la  demanda,  e  reptaua  mucho  a 
Galuan 171 

XXVII.  Como  vino  al  rey  vna  donze- 
lla que  traya  vna  espada,  e  vino  ante 
toda  la  corte 172 

XXVIII.  Como  la  donzella  dio  la  es- 
pada al  rey  e  dixo  que  la  prouasse.  .     172 

XXIX.  Como  la  donzella  dixo  que  Gal- 
uan era  desleal  cauallero 172 

XXX.  Como  la  reyna  Ginebra  pregun- 
to al  donzel  si  auian  jurado  Langa- 
rote e  Galuan  de  andar  en  la  deman- 
da del  sancto  Grial 173 

XXXI.  Como  supieron  en  la  corte  que 
Galaz  era  fijo  de  Lancarote 173 

XXXII.  De  como  el  rey  Artur  fizo  mu- 
cha honra  a  Galaz 174 

XXXIII.  Como  el  rey  Artur  hazia  due- 
lo por  sus  caualleros  que  se  partían 

^    del 174 

XXXIV.  Como  los  de  la  Mesa  Redon- 
da fizieron  juramento  de  mantener  la 
demanda 174 

XXXV.  De  como  se  partió  Galuan  de 

la  corte  e  no  fizo  juramento 175 

XXXVI.  De  los  nombres  de  los  ciento 
6  cincuenta  caualleros  de  la  Mesa  Re- 
donda       175 

XXXVII.  Como  los  caualleros  de  la 
demanda  se  partieron  del  rey  Ar- 
tur      176 

XXXVIII.  Como  se  partió  Langarote 

de  la  reyna  con  gran  pesar 176 

XXXIX.  Como  fazian  todos  duelo  por 
los  caualleros  de  la  demanda  que  se 
partían 176 

XL.  Como  se  torno  el  rey  Artur  de  des- 
pedir los  caualleros  de  la  demanda.  .     176 
XLI.  Como  la  donzella  dixo  el  mal  que 


544 


ÍNDICE    GENERAL    DE    LA    PRIMERA    PARTE 


(Í78 


179 


179 


aucrnia  por  la  demanda  del  sancto 

Grial ' 

XLII.  Como  vil  cauallero  pidió  a  Galaz 

que  le  cortasse  la  cabera 177 

XLlIl.  Como  el  cauallero  prouo  a  Ga- 
laz, e  le  dixo  que  lo  matasse 177 

XLIV,  Como  los  caualleros  de  la  de- 
manda se  partieron  vnos  de  otros..  . 
XLV.  Como  Galaz  fallo  en  el  moneste- 

rio  al  rey  Van  de  magus 178 

XLVI.  Como  el  rey  prouo  el  escudo  de 

la  abadia  e  no  se  fallo  bien 178 

XLVII.  De  como  el  rey  Van  lleuo  el 
escudo,  e  ge  lo  tomo  vn  cauallero..  . 
XLVIII.  De  como  el  rey  Van  de  ma- 
gus fue  ferido  por  el  escudo  que  tomo. 
XLIX.  Como  Galaz  tomo  el  escudo  e 

acabo  la  auentura  del 180 

L.  Como  el  escudero  rogo  a  Galaz  que 
lo  recibiesse  en  su  compañía,  y  que  lo 

siruiria  en  todo 180 

LI.  Como  Galaz   yrguio  la  tunba  del 

monumento  do  yazia  el  pagano. .  .  .     180 
LII.  De  como  Galaz  armo  cauallero  al 

escudero  en  el  abadia 181 

Lili.  Como  Mellan  se  partió  de  Galaz, 

e  tomo  la  carrera  a  siniestro 182 

LIV.  Como  Melian  llego  a  la  ribera  a 

do  estañan  las  cho9as 182 

hV .  Como  Melian  tomo  la   corona  de 

oro  al  hombre  bueno 182 

JjXÍ.  Como   Melian    hallo   la  donzella 

que  fazia  gran  duelo 182 

LVII.  Como  el  cauallero  cortaua  la  ca- 
bera a  la  donzella 183 

LYIIl.   Como  Galaz  poso  en  casa  de  la 
biuda  deseredada  y  le  prometió  que 

le  haria  tornar  lo  suyo 183 

LIX.  Como  Galaz  se  fue  con  la  don- 
zella      183 

LX.  De  como  Galaz  defendió  a  Melian, 

que  lo  querían  matar 184 

LXl.  Como  el  padre  de  Dalides  hospe- 
do a  Galaz  e  a.  Yuan  el  basterdo.  .  .     184 
LXII.  Como  Dalides  torno  del  torneo, 
e   trayan  preso   a   Dinodax   el    sal- 

uaje 185 

LXIII.  Como  Didonax  mostró  a  Dali- 
des e  a  Galaz 185 

LXIV.  Como  Galaz  e  Yuan  se  partie- 
ron del  padre  de  Dalidet. 186 

LXV.  Como  fue  Dalides  en  pos  de  Ga- 
laz e  sus  compañeros 186 

LXVl.  Como  Galaz  derribo  a  Dalides 

de  la  lan^a 186 

LXVII.   Como  Galaz  derribo  a  Dalides 

de  la  espada 187 

LXVIII.  Como   Dalides   se   leuanto  e 

fallo  su  conpañero  ferido 187 


LXIX.  Como  Dalides  se  mato  porque 

lo  derribo  Galaz 

LXX.  Como  el  padre  hallo  el  hijo  muer- 
to, e  se  mato  por  el 

LXXI,  Como  Galuan   fue  em  pos   de 

Galaz  por  vengar  a  Dalides 

LXXII.  Como  Galaz,  e  Yuan  el  bas- 
tardo, e  Didonax  el  saluaje,  fallaron 

líi  bestia  ladradora 

LXXI II.  De  [como]  la  auentura  de  la 
bestia  ladradora  fue  otorgada  a  Yuan 

el  bastardo 

LXXIV.  Como  la  auentura  de  los  leo- 
nes e  del  cieruo  fue  otorgada  a  Galaz. 
LXXV.  Como  la  auentura  del  caualle- 
ro fue  otorgada  a  Didonax 

LXXVI.  Como  Galaz,  e  Didonax,  e 
Yuan  se  partieron  cada  vno  por  su 

auentura 

LXXVII.  Como  Galuan  fue  en  pos 
Galaz,  e  como  derribo  Galaz  a  Gal- 
uan  

LXXYIII.  Como  Boores  de  Gaunes 
hallo  en  el  camino  a  Galuan,  que  lo 

derribo  Galaz 

LXXIX.  Como  Boores  alcan90  a  Ga- 
laz,   e  le   forco  que   se  conbatiesse 

con  el 

LXXX.  Como  Galaz  se  conbatio  con 
Boores,  e  quedo  Boores  mal  espan- 
tado  

LXXXI.  Como  Boores  y  Galaz  se  co- 

noscieron 

LXXXII.  Como  Quea  mato  el  caualle- 
ro ante  Boores  e  Galaz 

LXXXIII.  Como  dixo  Quea  por  qual 

razón  mato  aquel  cauallero 

LXXXIV.  Como  Yuan  el  bastardo  po- 
so en  casa  de  su  padre  de  Palomades, 

y  le  contó  de  la  bestia 

LXXXV.  Como  el  honbre  bueno  dixo 

a  Yuan  que  no  fuesse  tras  la  bestia. 

LXXXVI.  Como  Palomades  derribo  a 

Yuan  porque  yua  em  pos  de  la  bestia 

ladradora 

LXXXVII.  Como  Giflete  contó  al  rey 
Artur  nueuas  de  la  bestia  ladra- 
dora.   

LXXXVIII.  Como  Tristan  se  conba- 
tio con  Didonax,  e  lo  derribo  .... 
LXXXIX.  Como  Tristan  e  Gariete  se 
conocieron,  e  fueron  por  ello  ledos.   . 
XC.   De  como  Gahz  e  Boores  yuan  de- 
partiendo de  su  /''zienda,  e  llegaron 

tarde  al  castillo 

XCI.  Como  se  enamoro  h  fija  del  rey 

de  Galaz 

XCII.  Como  la  donzella  dixo  a  su  ama 
que  amaua  mucho  a  Gal?.z 


187 
188 
188 

188 

189 
189 
189 

189 

189 

190 

190 

190 
191 
191 
191 

192 
193 

193 

193 
194 
195 

195 
196 
196 


ÍNDICE    GENERAL    DE 

XCIII.  Como  fabld  la  douzella  con  su 

ama  su  poridad 197 

XCIV.  Como  la  donzella  vino  a  la  cama 

de  Galaz 197 

XCV.  De  como  Galaz  reprehendió' a  la 

donzella  que  vino  a  su  cania 197 

XCVI.  Como  la  donzella  se  mato  por- 
que la  reprehendió  Galaz 198 

XCVII.  Como  dixeron  al  rey  como  su 
tija  estaua  muerta  en  la  cámara  do 
yazian  los  caualleros 198 

XCVIII.   De  como  se  quexaua   el  rey 

por  su  fija  a  los  caualleros 199 

XCIX.   Como  venció  Boores  al  rey  por 

la  muerte  de  la  donzella 199 

C.  Como  el  rey  mando  a  sus  caualleros 

que  estuuiessen  en  paz 200 

CI.  Como   Galaz   e   Boores   hallaron  a 

Palomades  que  yua  em  pos  la  bestia.     200 

CII.   Como  contó  Esclabor  a  Galaz  e  a 

Boores  toda  su  fazienda 201 

CII  I.  Como  contó  Esclabor  a  Boores  e 

a  Galaz  la  muerte  de  sus  fijos.  .  .   .     201 

CIV.  Como  contó  Esclabor  la  auentura 
del  rayo  que  mato  los  siete  caualle- 
ros      202 

C  V .  Como  contó  Esclabor  por  qual  razón 

se  torno  cristiano 202 

CVI.  Como  Galuan  se  torno  del  padrón 

que  estaua  cerca  del  castillo 202 

CVI  I.  Como  Yuan  de  Cinel  entro  en  el 

castillo  follón 203 

CVIII.  Como  los  del  castillo  prendieron 

a  Yuan  de  Cinel 203 

CIX.  De  como  Yuan  de  Cinel  fue  preso 

e  muerto  de  los  del  castillo 203 

ex.  Como  supo  el  rey  Artur  la  muerte 

de  Yuan  de  Cinel 203 

CXI.  Como  Galuan  dixo  a  la  hermana 

de  Yuan  de  Cinel  do  lo  fallarla..  .   .     203 

CXII.  Como  la   hermana  de  Yuan  de 

Cinel  supo  la  muerte  de  su  hermano.     204 

CXIII.  Como  la  donzella  se  amorteció 

por  su  hermano 204 

CXIV.  Como  la  hermana  de  Yuan  se 
hallo  con  Patrides,  y  se  le  querello 
de  Galuan. 204 

CXV.  Como  la   donzella   se  partió  de 

Galuan  haciendo  muy  grande  duelo.     205 

(JXVI.  Como  Galuan  se  fallo  con  Estor 
de  Mares,  e  se  conocieron,  e  se  fue- 
ron juntos 205 

CXVII.  Como  Estor  e  Galuan  fallaron 
a  Lain  el  blanco  mal  ferido,  que  lo 
ferio  Palomades 206 

CXVIII.  Como  Estor  fue   em   pos  de 

Palomades,  e  fallo  la  donzella.   .  .  .     206 

CXIX.  Como  Palomades  y  Estor  jus- 
taron en  vno,  e  fue  Estor  derribado.     207 

LIBROS    DE    CARALLERÍAS. — 35 


LA    PRIMERA    PARTE  545 

CXX.   Como  la   hermana  de  Yuan  de 

Cinel  reutaua  a  Galuan 207 

ex  XI.  Como  el  rey  Vandemagus  e 
Galuan  se  conocieron,  y  dexaron  la 
justa 207 

ex XII.  De  como  los  compañeros  fa- 
blauan  de  Palomades,  v  llegaron  a  la 
hermita ." 208 

ex  XI II.  Como  Layn  vio  la  dueña  de 

la  capilla  salir  del  monumento.   .   .   .     208 

CXXLV.  Como  Layn  y  Estor  guares- 

cieron  de  las  llagas  en  la  capilla.    .   .     209 

CXXV.   Como  Galuan  y  Estor  e  Layn 

se  partieron  de  en  vno 2U9 

CXXVI.  Como  la  donzella  dixo  a  Gal- 
uan nueuas  de  su  hermano  Gariete. .     210 

CXXVII.  De  como  finco  Galuan  en  la 

ermita  por  guarecer  de  sus  llagas. .   .     210 

CXX VIII.  Como  la  donzella  lleuo  a 
Erec  e  Merengis  al  castillo,  e  le  pidió 
vn  don 211 

CXXIX.  Como   la   donzella  y  Erec  e 

Merengis  llegaron  al  castillo 211 

CXXX.  Como  la  donzella  y  Erec  e  Me- 
rengis entraron  dentro  en  el  castillo.     211 

CXXXI.  Como  el  rey  beuio  la  pon9oña 

e  luego  fue  muerto 211 

CXXXII.  Como  el  rey  Artur  tomo  en 
su  encomienda  los  dos  fijos  del  rey 
Cañan 212 

CXXXIIl.   Como  los  fijos  del  rey  Di- 

rac  mataron  al  rey  su  tio 212 

CXXXIV.  Como  Erec  e  Merengis  ma- 
taron a  los  hijos  del  rey  Dirac.   ...     212 

CXXXV.  Como  Erec  e  Merengis  se 

conbatieron  con  los  del  castillo.  ...     213 

CXX XVI.  Como  los  del  castillo  reci- 
bieron a  Erec  por  señor 213 

CXXXVII.  De  como  la  donzella  mala 
demanda  a  Erec  la  cabe5a  de  su  her- 
mana      213 

eXXXVIII.  Como  los  del  castillo  ro- 
gauan  a  Merengis  que  rogasse  a  Erec 
por  su  hermana 213 

CXXXTX.  Como    Erec    rogaua    a    la 

mala  donzella  por  su  hermana.    ...     214 

CXL.  Como  la  donzella  rogaua  a  su  her- 
mano que  no  la  quisiesse  matar..   .  .     214 

eXLI.  Como  Erec  corto  la  cabeca  a  su 

hermana  e  la  dio  a  la  mala  donzella.     214 

CXLII.  Como  vino  fuego  del  cielo  que 

mato  la  mala  donzella 215 

CXLIII.  Como  Erec  yua  haziendo  su 

duelo  por  sr  hermana  que  auia  muerta.     215 

CXLIV.  Como  Erec  se  partió  de  Me- 
rengis, e  como  lo  dexo  dormiendo.   .     215 

CXLV.  Como  Erec  llego  a  la  celda  de 

la  emparedada 216 

CXL VI.  Como  la  emparedada  dixo  a 


546 


índice  general  de 


Erec  lo  que  le  auernia,  e  lo  conforto 
mucho 216 

ex  L VII.  Como  la  dueña  dixo  a  Erec 
que  lo  mataria  vn  cauallero  su  com- 
pañero      216 

CXLVIII.  Como  Erec  demando  a  la 
dueña  si  sabia  quien  lo  auia  de  ma- 
tar      216 

CXLIX.  Como    Merengis   quedo   dor- 

miendo  e  se  fue  Erec 217 

CL.  Como   Estor   de  Mares  derril>o  a 

Merengis 217 

CLI.  Como  Estor  e  Merengis  se  cono- 
cieron, e  se  fueron  de  consuno.   ...     217 

CLII.  Como  Galuan  prouo  a  ver  la  don- 

zella  e  la  corona 21H 

CLI II.  Como  Erec  justo  con  Galuan  e 

fue  vencido  Galuan 21.'-< 

CLIV.  Como  Galuan  supo  que  era  Erec 

el  que  lo  venciera 219 

CLV.  Como  Erec  derribo  a  Galuan  e 

no  quiso  la  corona  ni  la  donzella.  .  .     219 

CLVI.  De  como  auino  la  auentura  de 

la  virgen 220 

CLVII.  Como   el    diablo    aparescio    al 

donzel  que  estaua  triste 220 

CLVIII.  Como  prometió    al   diablo  el 

donzel  que  le  traeria  a  su  hermana.     221 

CLIX.  De  como  el  diablo  se  partió  del 
donzel  por  le  poner  en  mayor  cuv- 
dado '  .     221 

CLX.  Como  la  donzella  yua  con  su  her- 
mano, e  la  leuo  do  mando  el  diablo, 
y  le  pidió  su  amor 222 

CLXI.  Como   murió  el  donzel   que  se 

quiso  echar  con  su  hermana 222 

CLXII.  Como  fue  llamada  la  fuente  de 

la  virgen 222 

CLXIII.  De  como  las  donzellas  cata- 
uan  a  Erec,  e  como  le  sacaron  de  cabe 
la  fuente 223 

CLXIV.  De  como  Erec  derribo  a  Sa- 

gramor  dos  vezes 223 

CLXV.  De  como  Erec  e  Yuan  el  de  las 

blancas  manos  se  combatieron.    .   .  .     224 

CLXVI.  De  como  Erec  pregunto  a 
Yuan  que  como  auia  nombre,  e  no  ge 
lo  quiso  dezir 224 

CLXVII.  Como  Erec  llago  a  Yuan  de 

a  muerte 225 

CLXVIII.  De  como  murió  Yuan  el  de 

las  blancas  manos 225 

CLXIX.  Como  Galuan  fallo  mueilo  a 
Yuan  e  fue  en  pos  de  Erec  e  lo  al- 
canQO 225 

CLXX.  Como  Galuan  no  cometió  a 
Erec  por  razón  que  lo  vio  llagado 
mal 226 

CLX XI.  De  como  Erec  dezia  a  Galuan 


LA    PRIMERA    PARTE 

que  fazia  mal  en  lo  acometer  estando 

tan  mal  herido 226 

CLX XII.  Como  Galuan  mato  el  caua- 

11o  a  Erec  por  lo  matar  a  el 226 

CLX  XIII.  De  como  Galuan  mato  a 
Erec  muy  malamente  e  con  gran  des  • 
lealtad 227 

CLXXTV.  Como  Erec  quedo  llagado  a 

muerte,  y  se  partió  Galuan  del.  .  .  .     227 

CLXXV.  De  como  Estor  y  Merengis 
fallaron  a  Erec  que  estaua  en  punto 
de  muerte 227 

CLX  XVI.  Como  Estor  e  Merengis  co- 
nocieron a  Erec,  y  estaua  llagado  a 
muerte 227 

CLXX  VII.  Del  duelo  que  fazian  Estor 
e  Merengis,  de  que  conocieron  a  Erec 
que  estaua  llagado 228 

CLXX VIII.  Como  murió  Erec,  e  del 
duelo  que  hazian  por  el  Estor  e  Me- 
rengis      228 

CLXXIX.  Como  metieron  el  cuerpo 
de  Erec  en  andas,  para  lo  leuar  a 
casa  del  rey  Artur 229 

CLX XX.  Como  Estor  e  Merengis  lle- 
garon al  castillo  con  las  andas.   .  .  .     229 

CLXXXI.   Como  el   rey   Artur  hazia 

cada  dia  mirar  la  Mesa  Redonda.  .  .     229 

CLXXXII.  Como  supo  el  rey  Artur 
que  era  muerto  el  rey  Vandema- 
gus 229 

CLXXXIII.  Como  llegaron  los  dos  ca- 
ualleros  a  casa  del  Artur  con  el  cuer- 
po de  Erec 230 

CLX XXIV.  Como  el  rey  Artur  e  sus 
caualleros  ouieron  gran  pesar  por  la 
muerte  de  Erec 230 

CLXXXV.  Como    el    rey    preguntaua 

por  nueuas  a  los  dos  caualleros.  ...     230 

CLX  XXVI.  Como   Merengis  gano  la 

honra  de  la  Mesa  Redonda 231 

CLX  XXVII.  De  como  Merengis  supo 

cnvo  hijo  era  e  de  qual  liuage  venia.     231 

CLXXXVIII.  Como  Claudin  e  Artur 
el  pequeño  ganaron  la  honra  de  la 
Mesa  Redonda 2'^2 

CLX XX IX.  Como    el    rey    Artur    se 

echo  con  la  donzella  a  la  fuente..  .   .     232 

CXC.  Como  el  padre  lleuo  su  hija  pre- 
ñada e  parió  vn  hijo 238 

CXCI.  Como  el  rey  Artur  supo  por 
cierto  que  Artur  el  pequeño  era  su 
hijo 233 

CXCII.  Como  Artur  el  pequeño  supo 

nueua  quel  rey  Artur  era  su  padre.  .     234 

CXCIII.  De  como  Claudin  demando  a 
Artur  si  era  cierto  de  lo  que  le  de- 
mandaua 234 

CXCIV.  Como  el  rey  Artur  supo  como 


ÍNDICK    OENKRAL    DE 

eran  veynte  e  vn  caualleros  muertos 

en  la  demanda. 235 

CXCV.  Como  Lanbeg^us  dixo  a  Tristan 

como  le  derribara  ante  las  tiendas  .  .     235 
CXCVI.  De  como  Tristan  mato  al  ca- 

uallero  ante  las  tiendas 236 

CXCVII.   De  como  Tristan  mato  otro 
caualleio  ante  las  tiendas  del  rey,  e 

después  al  hermano  del  rey 236 

CXCVIII.  De  como  Palomades  llego 

do  trayan  inal  a  Tristan 236 

CXCIX.  De  como  Galaz  sobreuino  en 

ayuda  de  Tristan  y  de  Palomades.   .     237 
ce.   De  la  batalla  de  Tristan  y  de  Pa- 
lomades y  de  Galaz  y  de  los  suyos.  .     237 
CCI.  Como  Tristan  finco  llagado  en  la 

abadia 238 

CCII.  Como  Gala/,  llego  al  castillo  de 

Corberic 288 

ce  I II.  De  como  el  encantador  dixo  al 

rey  quien  era 238 

ce IV.  De  como  el  encantador  fizo  sus 
encantamentos    quando   Galaz  salió 

fuera 239 

CCV.  Como  los  diablos  lleuaron  al  en- 
cantador ardiendo  por  los  ayres..   .  .     239 
ce  VI.  De  como  Eliazer,  fijo  del  rey 
Pelles,  se  armo  para  yr  em  pos  de 

Galaz 239 

CeVlI.  De  como  Eliazer,  hijo  del  rey 
Pelles,  desafio  a  Galaz  porque  le  no 

quiso  dezir  su  nombre 240 

CCVin.  De  como  Galaz  derribo  a  su 

tio  Eliazer,  e  lo  firio 240 

CCíX.  Como  Galaz  derribo  a  Eliazer 

del  espada 240 

CCX.  Como  el  rey  Pelles  castigaua  a 
su  hijo  Eliazer  que  no  fuesse  em  pos 

de  caualleros  andantes 241 

CCXI.  Como   Galaz    llego   a  casa   del 

hermitaño,  do  fue  bien  seruido.  ...     241 
CCXII.  De  como  la  donzella  vino  lla- 
mar a  Galaz  a  casa  del  ermitaño.  .  .     241 
CCXIII.  Como  la  donzella  metió  a  Ga- 
laz en  el  castillo 241 

CCXIV.  Como  la  donzella  demoniada 

fue  sana  por  la  venida  de  Galaz.    .  .     242 
CCXV.  Como  Galaz  fallo  a  Brioberis  a 

la  entrada  de  la  floresta 242 

CCX VI.   Como   Senda,   e  Baradan,   e 

Damatal,  desafiaron  a  Galaz 242 

CCX  VII.  Como  Galaz  e  Breoberis  ma- 
taron a  Senela,  e  a  Donas,  e  a  Bara- 
dan, e  a  Damatal 243 

CCXVIll.    Como    Breoberis    mato    a 

Caulac 243 

CCXIX.  Como  Amatin,  e  Agameuor, 
e  Arpian,  dixeron  que  prouarian  a 
Galaz 244 


LA     PRIMERA    PARTE  547 

CCXX  .    Como    la    donzella   dixo   que 
auia  de  guarescer  con  la  estameña  de 

Galaz 244 

CCXXl.  De  como  la  donzella  guare.s- 

cio  con  la  vestimenta  de  Galaz   .   .  .     244 
CCX  XII.  Como  Galaz  rogo  a  la  don- 
zella que  le  touiesse  poridad 245 

CCXXIII.  Como  Galaz  derribo  a  Aga- 
meuor e  Amatin 245 

CCXX IV.  Como  Agamenor,  e  Amatin, 
e  Arpian,  desafiaron  a  Corante  y  a 

Danubro 245 

CCXXV.  Como  Agamenor,  e  Amatin, 

e  Arpian,  mataron  a  Danubro.   .  .  .     246 
CCXXVI.  Como  Galaz,  e  sus  compa- 
ñeros, e  la  donzella,  vieron  a  Cayfas 

en  la  Peña 246 

CCXX  VII.  Como  Cayfas  dixo  su  nom- 
bre e  su  hazienda  a  Galaz  e  a  sus 

compañeros 247 

CCX XVIII.  Como  Cayfas  dixo  a  Ga- 
laz e  a  sus  conpañeros  que  auia  an- 
dado dozientos  años  por  la  mar..   .   .     247 
CCX XIX.  Como  Galaz  e  sus  coupa- 
ñeros  dexaron  a  Cayfas  en  la  peña  y 

tornáronse  a  la  barca 247 

CCXXX.  Como  el  rey  Mares  desama- 
ua  a  su  sobrino  Tristan  por  la  reyna 

que  leuara 248 

CCXXXI.  De  como  Alderec  consejo  al 
rey   Mares  que  fuesse  sobre  el  rey 

Artur 248 

CCXXXII.  De  como  el  rey  Mares  des- 
truyo la  Joyosa  Guarda,  e  leuo  ende 

la  reyna  Yseo 248 

CCXX XIII.  Como  el  rey  Artur  supo 
nueuas  que  el  rey  Mares  entraña  en 

su  tierra 249 

CCX XXIV.  Como  el  rey  Mares  vino 

sobre  el  rey  Artur 249 

CCXXXV.  De  como  el  rey  Mares  llago 

al  rey  Artur  e  lo  derribo  del  cauallo.     249 
CCXX XVI.  Como  el  rey  Mares  cerco 

al  rey  Artur 250 

CCXX  XVII.  Como  Galaz  fallo  a  Ar- 
tur el  pequeño  lidiando  con  Paloma- 
des 250 

CCXXXVIII.  Como  Galaz  derribo  a 

Artur  el  pequeño  de  la  lan(?a 251 

CCXXX  [X.  Como  Galaz  derribo  a  Ar- 
tur el  pequeño  de  la  espada 251 

CCXL.   Como  Artur  el  pequeño  fue  con 

Palomades  para  Camaloc 251 

CCXLI.  Como  Galaz  fallo  Arciel.  que 

se  matara  con  su  hermano 252 

CCXLII.  Como  Galaz,  y  Esclauor,  e 
Palomades,  e  Artur  el  pequeño,  ma- 
taron los  caualleros  que  salian  de  la 
corte 252 


548 


índice  oeneral  de  la   primera  parte 


CCXLIII.  Como  Galaz  e  sus  compa- 
ñeros supieron  de  la  hueste 253 

CCXLIV.  Como  Galaz  se  consejo  con 
sus  compañeros  como  í'aria  contra  los 
de  la  hueste 253 

CCXLV.  Como  Palomades  se  partió  de 

sus  conpañeros  entrante  la  batalla.   .     25:5 

CCXLVI.  Como  Galaz,  y  Esclauor,  e 
Artur  el  pequeño  fueron  ferir  en  la 
hueste  del  rey  Mares 254 

CCXLVIl.  Como  el  rey  Mares  e  su 
compaña  fueron  en  priessa  con  Ga- 
laz e  sus  compañeros 254 

CCXLVIII.  Como  el  rey  Mares  e  su 
compaña  fueron  desbaratados  e  fu- 
yeron 255 

CCXLIX.  Como  Galaz  se  partió  de  la 
batalla  e  de  sus  compañeros,  y  se  fue 
su  camino 255 

CCL.  Como  el  rey  Artur  supo  que  por 

Galaz  fue  vencida  la  batalla 256 

CCLI.  Como  Palomades  se  metió  en  la 

demanda  de  la  bestia  ladradora.  .  .  .     257 

CCLII.  Como   Galaz    fallo   a   Bren  el 

negro  en  el  abadia 257 

CCLIII.  De  como  los  frayles  ouieron 
gran  alegría  de  las  nueuas  que  dixo 
Galaz 257 

CCLIV.  De  como  Bren  pregunto  al 
buen  Galaz  si  fuera  en  el  desbarato 
del  rey  Mares 258 

CCLV.  Como  el  rey  Mares  llego  al  aba- 
dia do  era  Galaz  y  Bren  el  negro..  .     258 

CCLVI.  Como  Galaz  se  armo,  y  fue  a 

preguntar  que  qual  era  el  rey  Mares.     259 

CCL VII.  Como  Galaz  amenazo  al  rey 

Mares,  y  le  dixo  fiziera  traycion.    .   .     259 

CCL VIII.  Como  el  rey  Mares  conoció 
que  quería  matar  a  Galaz  con  pon- 
90ña 260 

CCLIX.  De  como  el  escudero  demando 
sus  armas  a  Galaz  y  que  ge  las  lle- 
uaria 260 

CCLX.  Como  el  escudero  maltruxo  a 
Galaz  porque  no  quiso  justar  con  el 
cauallero 260 

CCLXI.   Como  Agraiiayn,  e  Gariete,  e 

Morderec,  despreciaron  a  Galaz  .  .   .     261 

CCLXII.  Como  la  donzella  del  castillo 

raaltraya  a  Galaz 262 

CCLXIII.  Como  Gariete,  e  Agrauayn, 
e  Morderec,  supieron  por  Galaz  que 
el  rey  Artur  era  descercado 262 

CCLXIV.  Como  Galaz  se  partió  de  los 

tres  hermanos  e  se  fue  su  camino..  .     262 

CCLXV.  Como  los  tres  hermanos  ha- 
llaron a  Galuan,  e  a  Quea,  y  a  Blan- 
dalis 263 

CCLXVI.  Conio  Galnan,  e  Blandalis, 


e  Quea,  dixeron  que  tomarían  el  es- 
cudo a  Galaz 26Í5 

CCLX VI I.  Como  Galaz  derribo  a 
Quea,  e  a  Blandalis,  e  a  Galuan,  e  a 
Gariete.  e  a  Agrauain 263 

CCLXVIII  ComoEstor  desafio  a  Gal- 
uan por  la  muerte  de  Erec 264 

CCLXIX.  Como  Galaz,  y  Estor,  y  Me- 
rengis  fallaron  a  la  donzella,  que  les 
dixo  que  no  fuessen  al  castillo.   .  .  .     264 

CCLXX.  Como  Galaz,  y  Estor,  e  Me- 
rengís,  se  partieron  de  Galuan  e  de 
sus  compañeros 265 

CCLXXI.  Como  Estor,  e  Galaz,  e  Me- 

rengis,  llegaron  al  castillo  follón.  .  .     265 

CCLXXII.  De  como  se  tornaron  los 
del  castillo  christianos,  e  fue  llamado 
castillo  follón 266 

CCLXXIII.  De  como  Arpian,  el  señor 
del  castillo,  puso  las  letras  en  el  pa- 
drón      266 

CCLXXIV.  De  como  los  caualleros  e 

las  donzellas  estauaTi  captíuos .   .   .  .     266 

CCLXXV.  Como  Galaz  e  sus  compa- 
ñeros fueron  bien  rescebidos  en  el 
castillo  follón 266 

CCLXXVI.  Como  Galaz  e  sus  compa- 
ñeros fueron  presos  en  el  castillo  fo- 
llón      267 

CCLXX  VIL  De  como  el  ángel  dixo  a 
Galaz  en  sueños  que  ayna  serían  suel- 
tos de  la  prisión 267 

CCLXXVIII.  Como  Galaz  confortaua 
a  sus  conpañeros  que  ayna  serian  li- 
bres      267 

CCLXXIX.  Como  el  rayo  hendió  la 
torre  por  medio,  do  estaua  Galaz  e 
sus  compañeros 267 

CCLXXX.  De  como  Galaz  e  sus  com- 
pañeros mataron  a  todos  los  del  cas- 
tillo      268 

CCLXXXI.  Como  las  donzellas  dixe- 
ron que  auian  de  ser  libres  por  la  ve- 
nida de  Galaz 268 

CCLXXXTI.  Como  Galaz  pregunto  a 
las  donzellas  como  sabían  que  por  el 
auian  de  ser  libres 268 

CCLXXXIII.  Como  Galaz  dixo  a  las 
donzellas  que  le  saludassen  al  rey  Ar- 
tur e  a  toda  su  compaña 269 

CCLX XXIV.  Como  las  donzellas  lle- 
garon a  casa  del  rey  Artur 269 

CCLXXX V.  De  como  Dios  no  quiso 

que  el  castillo  fuesse  poblado 269 

CCLXXXVI.  De  como  el  rey  Artur 

quiso  fazer  la  torre,  e  non  quiso  Dios.     269 

CCLXXXVII.  Como  la  boz  dixo  al 
rey  Artur  que  Carlos  auia  de  fazer 
la  torre 269 


ÍNDICE    GENERAL    DE 

CCLXXXVIII.  Como  el  rey  Carlos 
puso  la  y  majen  en  la  torre  a  honrra 
de  Galaz 270 

CCLXXXIX.  Como  Galaz  dixo  a 
Tristan  que  el  rey  Mares  fuera  des- 
baratado      270 

CCXC.  De  como  Tristan  ouo  muy  gran 
pesar  de  las  nueuas  que  le  dixo  Ga- 
laz      270 

CCXCI.  Como  Galaz  se  partió  de  Es- 

tor  e  de  Merengis 271 

CCXCII.  Como  Galaz  llego  a  casa  de 
la  buena  dueña,  que  le  fizo  mucha 
honra 271 

CCXCIII.  Como  la  buena  dueña  mos- 
tró su  hazienda  a  Galaz 271 

CCXCIV.  Como  la  donzella  mostró  a 

Galaz  do  hallaria  al  conde  Bedayn.  .     272 

CCXCV.  Como  Galaz  amenazo  a  Be- 
dayn      272 

CCXC  VI.    Como    Perseual    y    Boores 

llegaron  a  la  choca  do  estaua  Galaz.     272 

CCXCVÍI.  Como  Perseual  e  Boores 
quedaron  con  Galaz  a  fazerle  compa- 
ña e  ayuda 273 

CCXCVIIí.  Como    Galaz   prometió  a 

Samaliel  que  lo  faria  cauallero.  ...     273 

CCXCIX.  Como    Galaz    y    Perseual 

otorgaron  la  batalla  de  los  caualleros.     273 

CCC.  CoiQo  Samaliel  tomo  el  cauallo  e 

las  armas  de  vn  cauallero  dellos.   .   .     273 

CCCI.  Como   los   caualleros  dixeron  a 

Bedain  de  los  tres  compañeros. .   .    .     274 

CCCII.  Como  el  donzel  vino  por  escu- 
cha a  los  tres  compañeros 274 

CCCIII.  Como  el  conde  Bedayn  fue  de 
noche  con  dos  caualleros  por  matar  a 
Galaz 274 

CCCIV.  Como  Galaz  derribo  al  conde 

Bedayn  e  a  los  que  venian  con  el..   .     275 

CCCV.  Como  Galaz  prendió  al  conde 

Bedan,  e  lo  dio  a  Boores  e  a  Perseual.     275 

CCCVI.  Como  Galaz  hizo  a  Samaliel 
cauallero  en  la  hermita,  como  le  auia 
prometido 276 

CCCVII.  Como  Samaliel  se  partió  de 

Galaz 276 

CCCVIII.  Como   Galaz  fallo  a  Yuan 

muy  mal  llagado 276 

CCCIX.  De  como  Samaliel  tomo  la  es- 
pada a  la  donzella 277 

CCCX.  De   como    Samaliel   derribo    a 

Don  Quea 278 

CCCXI.  De  como  Giflete  desafio  a  Sa- 
maliel      278 

CCCXII.   De  como  Samaliel  derribo  a 

Giflete  e  a  Don  Gariete 278 

CCCXIII.  Como  Samaliel  fallo  dur- 
miendo al  rey  Artur 279 

LIBROi    DE    CABALLERÍAS. — 35  ^' 


LA    PRIMERA    PARTE  549 

CCCXIV.  Como  el  rey  conoció  que  no 

era  su  espada,  e  supo  la  auentura.   .     279 

CCCXV.  Como  Lanparote  llego  al  cas- 
tillo de  Corberic  y  entro  en  el  pala- 
cio      280 

CCCXVI.  Como  Atanabos  encanto  el 

castillo  de  Corberic 280 

CCCXVII.  Como  Lan9arote  quiso  ver 

el  sancto  Grial  a  fuerza 280 

CCCXVIII.  De  como  fallaron  a  Lan- 
garote amortecido  en  la  cámara,  e  no 
lo  conoscio  sino  la  hija  del  rey  Pe- 
lles ■ 280 

CCCXIX.   De  como  acordó  Langarote, 

e  supo  que  era  en  Corberic 281 

CCCXX.  De  como  contó  el  rey  Peles 
a  Lancarote  lo  del  palacio  auentu- 
roso 281 

CCCXXL  Como  Estor  llamo  a  la  puer- 
ta del  palacio,  e  no  le  quisieron  abrir.     282 

CCCXXII.  Como  Estor  se  fue,  y  el  rey 

embio  por  el  e  no  quiso  tornar.  .    .    .     282 

CCCXX III.  Como  Galuan  e  Gariete  se 

fueron  al  palacio  auenturoso 282 

CCCXXIV.  De  como  Galuan  se  queria 
tornar  a  la  corte  sino  por  Gariete,  y 
lo  denostaua  la  donzella 283 

CCCXXV.  Como  Galuan  se  escusaua 

de  la  muerte  de  Erec 283 

CCCXX VI.  Como  Paloraades  derribo 

a  Estor  e'  a  Gariete 284 

CCCXX VII.  Como  se  partió  la  bata- 
lla entre  Paloniades  y  Langarote..   .     284 

CCCXXVIII.  Como  Galuan  desafio  a 

Palomades 285 

CCCXXIX.  Como  Palomades  el  pa- 
gano derribo  a  Galuan  del  cauallo.  .     285 

CCCXXX.  Como  Galaz  hallo  a  Gal- 
uan herido,  e  se  le  querello  de  Palo- 
mades   i   .   .  .   .     285 

CCCXXXI.  Como  Galaz  desafio  a  Pa- 
lomades por  lo  de  Galuan 286 

CCCXXXII.  Como  Galaz  e  Paloma- 
des  pusieron  plazo  para  auer  su  ba- 
talla  286 

CCCXXXIII.  Como  se   partió   Galaz 

de  Palomades  el  pagano 286 

CCCXXXIV.  Como  dixo  Palomades 
a  su  padre  que  se  auia  de  conbatir 
con  Galaz 287 

CCCXXXV.  Como  prometió  Paloma- 
des  de  se  tornar  christiano  si  esca- 
passe  de  la  batalla 287 

CCCXXXVI.  Como  Palomades  prouo 

sus  armas  nueuas 287 

CCCXXXVII.  Como  Esclabor  dio  su 
bendición  a  su  hijo  Palomades,  e  di- 
xole  que  le  tornasse  a  ver 288 

CCCXXX  VIII.  Como  Palomades  fallo 


550 


índice  general  de  la  primera  parte 


a  Galuaa,  e  como  Galuan  desafio  a 
Palomades 288 

CCCXXXIX.  Como  Palomades  derri- 
bo a  Galuan  del  cauallo  en  tierra..   .     288 

CCCXL.  Como  Galuan  hallo  a  su  her- 
mano Gariete,  y  se  le  querello  de  Pa- 
lomades      289 

CCCXLI.  Como  Palomades  espero  a 
la  fuente  a  Galaz,  do  ouieron  su  ba- 
talla      289 

CCCXLII.  Como  Galaz  rogo  a  Paloma- 
des  que  se  tornasse  christiano,  e  que 
le  ayudarla  en  todo  lugar 289 

CCCXLIII.  Como  Galaz  e  Palomades 
se  partieron  por  amigos  e  fueron  a 
casa  del  padre  de  Palomades 290 

CCCXLÍV.  Como  Palomades  fue  chris- 
tiano, e  sano  luego  de  sus  llagas.  .   .     290 

CCCXLV.  Como  Palomades  se  partió 
de  Galaz  e  se  fue  a  la  corte,  y  gano 
la  silla  de  la  Tabla  Redonda 291 

CCCXLVI.  Como  Palomades  se  partió 

de  la  corte  e  fallo  a  Galaz 291 

CCCXLYII.  Como  ouo  gran plazer Pa- 
lomades con  Galaz  porque  lo  fallara, 
y  otrosi  Galaz  con  el 291 

CCCXL VIII.  Como  Galaz  otorgo  la 
batalla  con  el  cauallero  de  la  fuente  a 
Palomades,  y  le  dixo  su  arte 292 

CCCXLIX.  Como  se  conbatio  Palo- 
mades con  el  cauallero  de  la  fuente.     292 

CCCL.  Como  el  cauallero  de  la  fuente 
cobraua  su  fuerza  quando  beuia  del 
agua 293 

CCCLI.  Como  Galaz  e  Palomades  sa- 
caron a  Galuan  e  a  Gariete  de  la  pri- 
sión       293 

CCCLI  í.  Como  Galaz  llego  a  la  fuente 

que  hernia 294 

CCCLIII.  Como  la  donzella  fue  muer- 
ta en  la  fuente 294 

CCCLIV.  Como  Galaz  acabo  la  auen- 

tura  de  la  fuente  que  feruia 295 

CCCLV.  Como  Lan9arote  y  Palomades 

ouieron  la  batalla 295 

CCCLVI.  Como  Palomades  contó  las 
nueuas  a  Lan9arote  y  a  Estor,  de 
Galaz  y  de  los  otros 295 

CCCL VII.  De  como  Galuan  e  Agra- 

uayn  mataron  a  Palomades 296 

CCCLVIII.  Como  Lanfarote  y  Estor 

llegaron  a  la  muerte  de   Palomades.     296 

CCCLIX.  Como  Esclabor  se  mato  por 

duelo  de  su  hijo  Palomades 299 

CCCLX.  Como  fue  enterrado  Paloma- 
des  en  el  abadia,  e  hazian  duelo  por  el.     300 

CCCLXI.  De  la  cuyta  que  hazia  Es- 
clabor el  desconoscido  por  la  muerte 
de  Palomades  su  hijo 300 


CCCLXII.  Como  Galaz,  e  Perseual,  e 
Boores,  fueron  en  Corberic 

CCCLXIII.  Como  la  hija  del  rey  Ypo- 
raenos  amo  por  su  mal  a  su  her- 
mano  

CCCLXIV.  Como  el  diablo  engaño  la 
donzella,  que  se  queria  matar.    .   .    . 

CCCLXV.  Como  otorgo  la  donzella  su 
amor  al  diablo 

CCCLX VI.  Como  la  donzella  embio 
por  su  hermano,  por  auer  con  el  su 
amor 

CCCLX  VIL  Como  el  rey  ayunto  toda 
su  corte  sobre  el  hecho  de  su  fijo  e  de 
su  fija 

CCCLXVIII.  Como  el  rey  Gamalaz 
venció  al  rey  Mordrain 

CCCLXIX.  Como  fue  puesta  la  batalla 
entre  Gamalaz  y  Nascian 

CCCLXX.  De  la  dueña  de  la  capilla. 

CCCLXXI.   Como  mato  el  cauallero  al 


rey. 


CCCLXXII.  Como  cuydaron  matar 
los  hijos  a  su  madre 

CCCLX'XIII.  Como  Galaz  e  Perseual 
se  metieron  en  el  torneo 

CCCLXXIV.  Como  Eliazer,  hijo  del 
rey  Pelles,  traya  la  espada 

CCCLXXV.  Como  la  boz  dixo  a  los  de 
la  Tabla  Redonda 

CCCLXXVI.  De  como  se  partió  Jose- 
phes  el  obispo  de  Galaz  y  de  Perse- 
ual  

CCCLXXVII.  Como  el  Nuestro  Señor 
ahondo  la  santa  mesa  del  santo  vaso. 

CCCLXXVIII.  Como  tomo  la  lan9a 
que  estaua  en  la  tabla,  e  tomo  de  la 
sangre,  e  vnto  con  ella  al  rey 

CCCLXXIX.  Como  Galaz  rogo  a  los 
caualleros  que  le  saludassen  al  rey 
Artur,  y  a  la  reyna,  e  a  todos  los  ca- 
ualleros  

CCCLXXX.  Como  Perseual  e  Boores 
ouieron  alegría  de  la  cuyta  que  ouie- 
ron  

CCCLXXXI.  Como  fue  rey  Galaz,  e 
fue  sagrado  e  crismado 

CCCLXXXII.  Como  el  rey  Galaz  se 
echo  en  oración  a  Jesu  Cristo  nues- 
tro señor 

CCCLXXXIII.  De  como  Perseual  e 
Boores  oyeran  las  palabras  que  el 
obispo  dezia  al  rey  Galaz 

CCCLXXXIV.  Como  Boores  entendió 
que  ayna  seria  la  muerte  de  Galaz.  . 

CCCLX XXV.  Como  el  rey  Galaz  oyó 
lo  que  la  boz  le  dixo 

CCCLXXXVI.  Como  supieron  las  bo- 
zes  que  daua  por  gracia  del  Señor.  . 


301 

301 
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302 

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303 

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304 

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307 
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309 

3ioy 

310 
310 
311 
311 


ÍNDICE    GENERAL    DE    LA    PRIMERA    PARTE 


551 


CCCLXXXVn.  Como  el  buen  rey  Ga- 

laz  fino  y  fue  enterrado 312 

CCCLXXXVIII.  Que  se  metió  Perse- 
ual  en  la  mongia  quando  fino  Ga- 
laz 312 

CCCLXXXIX.  Que  tiempo  duro  Per- 
seual  en  la  mongia  después  que  fino 
Galaz 312 

CCCXC.  Que  Boores  salió  de  la  ñaue, 

y  llego  a  Camaloc 312 

CCCXCI.  Como  contó  Boores  las  auen- 

turas  que  acaecieron  a  Galaz 313 

CCCXCII.  Que   respondió  o  que   dixo  '"^ 
Gariete 313 

CCCXCin.  Como  entro  el  rey  Artur 
en  la  cámara  do  estañan  sus  sobrinos 
hablando  de  Langarote  e  de  la  reyna.     313 

CCCXCrV".  Como  salieron  de  la  cáma- 
ra, e  de  lo  que  ellos  dixeron 314 

CGCXCY.  Como  el  rey  e  sus  caualle- 

ros  fueron  y  dos  a  caca 314 

CCCXCVI.  Como  Boores  vio  a  Lan9a- 

rote  armado 315 

CCCXCYn.  Como  vuieron  consejo  to- 
dos con  los  caualleros 316 

CCCXCYin.  Como  el  cuento  dixo  de 

Langarote  como  escapo  de  aquellos.     316 

CCCXCEX.  Como  el  rey  mando  a  Gra- 
uain  e  a  Morderec  que  era  lo  que 
mandauan  se  hiziesse  de  la  reyna. .  .     316 

CCCC.  Como  leuauan   a   quemar   a    la 

reyna  Ginebra 316 

CCCCI.  Que  fueron  armados  e  salidos 

de  la  villa 317 

CCCCn.  Que  Lancarote  vuo  pesar  de 

la  muerte  de  Gariete 318 

CCCCrn.  Que  Lancarote  se   fue  para 

la  Joyosa  Guarda 318 

CCCCIY.  Como  el  rey  Artur  vio  venir 

huyendo  a  los  suyos  del  canpo.  .   .   .     318 

CCCCV.  Como  mando  hazer  el  rey  las 
cartas  para  embiar  por  todas  partes 
de  su  reyno 319 

CCCCYI:  Como  fazian  grandes  duelos 

por  la  muerte  de  Gariete 319 

CCCCYn.  Como  fazia  duelo  Galuan  por 

Gariete  su  hermano 320 

CCCCYm.  Como  el  rey  se  cuytaua 
mucho  por  la  muerte  de  los  caualle- 
ros      320 

CÓCCIX.  Que  el  rey  fizo  sus  cumpli- 
mientos a  los  caualleros  que  murie- 
ron en  la  batalla 320 

CCCCX.  Que  el  rey  Artur  auia  conse- 
jo con  sus  ricos  honbres 321 

CCCCXI.  Que  auia  gran  rebuelta  en  el 

palacio  del  i-ey  Artur  por  la  reyna.  .     321 

CCCCXII.  Que  consejaron   al   rey  que 

fuesse  sobre  Lan9arote 321 


CCCCXIII.  Que  se  fizo  la  guerra  entre 

el  rey  Artur  e  Lan9arote 322 

CCCCXIY.  Que  el  rey  Artur  puso  pla- 
zo a  sus  gentes  que  viniessen  a  su 
mandado 322 

CCCCXY.  Que  comieron  a  la  mesa  del 

rey  Artur  siete  reyes 322 

CCCCXYI.  Como  pusieron    celada  del 

castillo  a  los  del  rey  Artur 323 

CCCCXYII.  Que  la  donzella  fue  con  su 

mensaje  al  rey  Artur 323 

CCCCXYÍII.  Como  la  donzella  se  tor- 
no con  el  mensaje  a  su  señor  don 
Langarote 323 

CCCCXIX.  Que  Langarote  fizo  leuan- 

tar  la  seña  en  la  torre 324 

CCCCXX.  De  como  el  rey  Artur  se  que- 
xaba  mucho  porque  cercaron  a  Lan- 
garote      324 

CCCCXXI.  Como  el  rey  Artur  e  Lan- 
garote fizieron  su  auenencia 324 

CCCCXXn.  Como  los  romanos  fueron 

vencidos 325 

CCCCXXm.  Que  el  rey  Artur  passo 

la  mar  con  gran  gente 325 

CCCCXXIY.  De  la  batalla  que  fue  en 
los  campos  de  Salaberes,  e  murió  alli 
gran  gente 325 

CCCCXXY.  Como  fizieron  vna  torre 
en  el  campo  do  fue  la  dolorosa  ba- 
talla      326 

CCCCXXYI.  Como  el  rey  Artur  se  par- 
tió de  la  batalla 326 

CCCCXXYn.  Como  el  rey  Artur  mato 
a  Lucan  el  copero  por  no  poder 
mas 326 

CCCCXXYin.  Que  el  argobispo  e  Bleo- 

beris  fizieron  la  torre 327 

CCCCXXIX.  Como  el  argobispo  se  fue 
para  la  hermita,  e  Bleoberis  do  la 
ventura  lo  leuo 327 

CCCCXXX.  Que  Artur  el  pequeño   e 

Bleoberis  combatieron 327 

CCCCXXXI.  De  la  batalla  que  ouieron 

Artur  el  pequeño  e  Bleoberis 328 

CCCCXXXn.  Como  el  rey  Artur  llego 

al  mar  e  saco  la  espada 328 

CCCCXXXm.  Como  el  rey  Artur  fizo 
echar  la  espada  en  el  lago  a  Gi- 
£g¿g 229 

CCCCXXx'lY.ComoGiflete  fue  a  do 

el  rey  le  mando 329 

CCCCXXXY.  Que  Giflete  fue  a  la  her- 
mita do  e>  rey  le  mando 330 

CCCCXXXYI.  Que  Giflete  se  amorte- 
ció sobre  el  monumento 330 

CCCCXXXYn.  Como  Giflete  fue  al 
monumento  por  ver  si  era  aquel  el 
rey  Artur 330 


552 


índice  general  de  la  primera  parte 


CCCCXXXVIII.  Como  los  hijos  de 
Morderec  supieron  nueuas  que  el  rey 
Artur  era  perdido 330 

CCCCXXXIX.  Como  la  reyna  Gine- 
bra snpi>  como  murieron  todos  en  la 
batalla 331 

CCCCXL.  Que  B cores  respondió  e 
consejo  al  rey  que  pasasse  la 
mar 331 

CCCCXLI.  Como  la  reyna  se  metió 
en  la  orden  por  pauor  de  los  hijos  de 
Morderec 331 

CCCCXLII.  Como  en  la  abadia  auia 
vna  monja  que  amaua  mucho  a  Lan- 
Qarote 332 

CCCCXLIII.  Que  la  donzella  dixo 
nueuas  que  Langarote  era  en  la  Gran 
Bretaña 332 

CCCCXLIV.  Como  Langarote  oyó 
nueuas  de  la  reyna^  e  vuo  con  ellas 
gran  pesar 332 

CCCCXLV.  Que  vuieron  la  batalla  el 

rey  Boores  e  Meliel 333 

CCCCXLVI.  Que  Lan9arote  amena- 
9aua  al  duque,  y  el  vuo  miedo  que 
lo  mataría 333 

CCCCXLVII.  Que  fue  la  gran  batalla 

en  Guncestre 334 

CCCCXLVIII.  Que  mando  el  rey  Boo- 
res buscar  a  Langarote 334 

CCCCXLIX.  Como  Estor  e  Langaro- 
te se  fallaron  e  conocieron 334 

CCCCL.  Que  leuauan  muerto  a  Langa- 
rote, e  fazian  por  el  duelo 335 

CCCCLl.  Como  el  arzobispo  e  Briobe- 
ris  contaron  toda  la  vida  de  Langa- 
rote al  rey  Boores 335 

CCCCLII.  Que  fue  sabida  la  muerte 

de  Langarote 336 

CCCCLIII.  Que  el  rey  Mares  entro  en 

la  tierra  del  rey  Artur 336 

CCCCLIV.  Como  consejaron  al  rey 
Mares  que  matasse  al  rey  Boores  e 
Brioberís 337 

CCCCLV.  Como  el  rey  Mares  mato  al 

argobispo  de  Conturbel 337 

Libro  del  esforcado  caoallero  don 
Tristan  de  Leonis  y  de  SÜ8  gran- 
des HECHOS  en  ARMAS 339 

El  Prohemio 339 

Comienga  la  obra. — 1 339 

II.  De  como  el  rey  Meliadux  salió  vn 
dia  a  caga  con  sus  gentes,  y  se  per- 
dio  en  la  floresta  peligrosa 340 

III.  De  como  el  sabio  Merlin  dixo  al 
rey  Meliadux  que  le  traería  a  su  hijo 

don  Trístan 342 

IV.  De  como  mataron  al  rey  Meliadux, 


e  como  Tristan  se  fue  a  la  corte  del 

Rey  Feremondo 344 

V.  De  como  tuuieron  a  don  Tristan 
para  cortar  la  cabega,  porque  noque- 
ria  amar  a  Belisenda,  hija  del  rey 
Feremondo 345 

VI.  De  como  Tristan  llego  a  la  corte 
del  rey  Mares  de  Cornualla,  e  de  lo 
quel  enano  dixo  ante  quel  viniesse.  .     348 

VII.  Como  Morlot  de  Yrlanda  armo 
gran  flota  para  contra  el  rey  Mares 

de  Cornualla 348 

VIII.  De  como  don  Tristan  se  conba- 

tio  con  Morlot,  e  lo  venció  e  mato.  .     349 

IX.  De  como  Morlot  arribo  con  su  flota 

en  Yrlanda 350 

X.  De  como  Tristan  fue  a  buscar  por  la 
mar  sus  auenturas  do  guareciesse,  y 
como  llego  al  reyno  de  Yrlanda.  .  .     351 

XI.  De  como  don  Tristan  fue  a  hazer 
reuerencia  al  rey,  y  fue  sano  de  la 
herida  que  le  dio  Morlot  de  Yrlanda 

con  el  arco 352 

XII.  De  como  se  hizo  el  torneo,  y  de 
como  Tristan  fue  conoscido  e  puesto 
a  peligro  de  muerte  por  la  muerte 

que  el  auia  dado  a  Morlot 353 

XIII.  De  como  el  rey  fizo  venir  ante  si 
a  Brangel,  y  le  declaro  como  Tristan 

era  el  que  venció  el  torneo 355 

XIV.  De  como  Tristan  llego  a  Cornua- 
lla, e  como  la  dueña  del  lago  del  Es- 
pina le  enbio  a  dezir  que  se  fuesse  a 

ver  con  ella 356 

XV.  De  como  el  rey  se  combatió  con 
Tristan  de  Leonis 357 

XVI.  De  como  Lanbagues,  marido  de 
la  dueña  del  lago  del  Espina,  vio  que 
se  yua  el  cauallero  con  ella,  fue  en 
pos  del  e  combatióse  con  el,  e  Lan- 
bagues fue  herido,  y  el  cauallero  lleuo 

a  la  dueña 359 

XVII.  De  como  don  Tristan  se  partió 
de  la  corte  del  rey  Mares  de  Cornua- 
lla su  tio,  en  busca  de  la  donzella 
que  le  auia  vltrajado  delante  del  rey 
e  de  los  caualleros  de  su  corte;  y  de 
la  dueña  del  lago  del  Espina  que  lle- 
uaua  el  cauallero 361 

XVIII.  De  como  don  Tristan  se  torno 
a  la  corte  y  peso  al  rey  Mares  con  el; 
y  de  como  le  embio  a  Yrlanda  por 
Yseo  la  brunda,  por  que  lo  matassen 
alia.  Por  cuanto  la  reyna,  muger  del 
rey  Languines,  lo  queria  mal  porque 
mato  a  su  hermano  Morlot;  e  la  tru- 

xo  consigo  por  su  buena  caualleria.     362 

XIX.  De  como  Tristan  entro  en  canpo 
con  Brauor,  sobrino  de  Langarote,  y 


INPICE    GENKRAI,     DE 


lo  mato,  por  escusar  al  rey  Langui- 
nes  de  vna  traycion  que  le  acusa- 
ban  

XX.  De  como  el  rey  Languines  de  Yr- 
landa  e  don  Tristau  llegaron  al  puer- 
to de  Yrlanda,  e  de  como  le  salieron 
a  recebir  la  reyna  e  sii  hija  Yseo  la 
brunda 

XXI.  De  como  don  Tristan  e  Yseo  par- 
tieron de  Yrlanda,  e  de  como  los  echo 
la  tormenta  en  la  ysla  del  Gigante, 
e  como  los  prendieron  los  de  la  ysla. 

XXII.  De  como  Tristan  se  conbatio  con 
Brauor  el  gigante,  señor  de  la  ysla, 
e  como  lo  venció  e  mato,  e  Tristan  e 
Yseo  fueron  señores  de  la  ysla   .   .  . 

XXIII.  De  como  don  Tristan,  por  la 
costumbre  de  la  tierra  e  de  la  ysla, 
fizo  cortar  la  cabera  a  la  dueña,  de 
que  ouo  gran  pesar,  y  hizolo  con  mas 
no  poder 

XXIV.  De  como  la  tija  de  Brauor  el 
gigante  tomo  el  cuerpo  de  su  padre 
e  la  cabe9a  de  su  madre,  y  se  metió 
en  vna  uaue  para  yr  a  buscar  a  Ga- 
leote su  hermano,  a  le  contar  el  daño 
que  don  Tristan  de  Leonis  le  auia 
fecho 

XXV.  De  como  don  Tristan  peleo  con 
Galeote,  hijo  de  Brauor  el  gigante, 
señor  de  la  insola,  que  mato  Tristan. 

XXVI.  De  cómo  don  Tristan  e  Yseo 
n anegaron  fasta  que  llegaron  a  Tin- 
toyl 

XX Vil.  De  como  la  reyna  Yseo  man- 
do a  dos  escuderos  que  leuassen  a 
vna  floresta  a  Brangel  y  la  matassen 
alia 

XXVIII.  De  como  Palomades  dexo  a 
Brangel  en  el  monesterio  y  fue  en 
busca  de  los  caualleros  que  la  auian 
atado  en  la  floresta  por  la  vengar,  y 
de  lo  que  alli  les  acónteselo 

XXIX.  De  como  Sagramor  siguió  a 
Pa'omades,  por  quitalle  la  reyna  que 
Ueuaua  contra  su  voluntad  e  de  toda 
la  corte 

XXX.  De  como  don  Tristan  fue  en  bus- 
ca de  Palomades,  que  Ueuaua  a  la 
reyna  Yseo,  y  se  combatió  con  el..   . 

XXXI.  De  como  don  Tristan  e  Gorua- 
lan  e  la  reyna  Yseo  partieron  de  la 
torre  e  fueron  a  la  corte  del  rey  Ma- 
res  

XXXII.  De  como  don  Tristan  se  com- 
batió con  Lamarad  e  con  su  primo,  e 
como  los  venció 

XXXIII.  De  como  Lamarad  se  conba- 
tio con  vn  cauallero  que  aconpañaua 


364 


365 


366 


367 


368 


368 


369 
371 

372 
374 


376 


377 


380 


380 


I, A     PRIMERA     PARTE  553 

a  vna  donzella  que  Ueuaua  vn  cuerno 
encantado 382 

XXXIV.  De  como  don  Tristan  derribo 
los  dos  caualleros  e  los  embio  al  rey 
Mares;  e  le  enihio  a  dezir  que  le  em- 
biasse  sus  armas,  si  no  que  assi  faria 
a  todos  quantos   caualleros  hallasse 

de  Cornualla 384 

XXXV.  Como  vn  mensajero  se  pre- 
sento ante  el  rey  de  parte  de  Tristan.     387 

XXXVI.  De  como  don  Tristan,  e  la 
reyna  Yseo,  e  Gorualan,  se  fueron  a 

casa  de  la  sabia  donzella 387 

XXXVII.  De  como  la  reyna  Yseo  fue 
tomada  de  la  torre  a  donde  estaua  y 

fue  puesta  en  prisión 388 

XXXVIII.  De  como  don  Tristan  e 
Gorualan  se  fueron  al  puerto  de  Tin- 
toyl,  y  entraron  en  vna  nao,  y  fueron 

a  la  pequeña  Bretaña 390 

XXXIX.  Como  el  conde  venció  al  rey 

y  a  toda  su  gente 391 

XL.  De  como  don  Tristan  entro  e  tomo 
por  fuerza  de  armas  la  cibdad  de 
Egipta,  que  era  del  conde 392 

XLI.  De  como  pareció  ante  el  rey  Ma- 
res de  Cornualla  vn  cauallero,  e  le 
dixo  nueuas  en  como  Tristan  era  ca- 
sado con  Yseo  de  las  blancas  manos.     394 

XLII.  De  como  don  Tristan,  e  Quedin 
su  cuñado,  se  partieron  con  Brangel 
su  viaje  por  la  mar,  a  causa  de  vna 
carta  que  ella  truxo  de  la  reyna  Yseo 
la  brunda 395 

XLIII.  De  como  Lamarad  e  Melianes 
se  combatieron,  e  lo  que  en  el  conba- 
te  les  acontescii> 399 

XLIV.  De  como  don  Tristan  se  encon- 
tró con  don  Queas 400 

XL  V.  De  como  Tristan  derribo  a  Gara- 
con,  hermano  de  Palomades,  y  de 
como  hallo  vna  donzella  llorando  y 
de  como  libro  de  la  muerte  al  rey 
Artur 402 

XLVI.  De  como  el  rey  Artur  e  don 
Tristan  encontraron  con  Galuan  e 
con  otros  caualleros,  y  como  llegaron 
todos  a  casa  de  vn  florestero 403 

XLVII.  De  como  el  rey  Artur  fue  su 
camino  e  llego  en  casa  del  florestero,  e 
fallo  ende  los  tres  caualleros  que  don 
Tristan  derribo,  e  a  don  Queas  su 
mayordomo 404 

XLVIII.  De  como  Tristan,  y  Quedin, 
e  Gorualan,  e  Brangel,  fizieron  su 
viaje  y  llegaron  al  puerto  de  Tintoyl.     405 

XLIX.  De  como  el  rey  hizo  llamar  a 
Tristan  para  le  mandar  que  guardas- 
se  el  i)as80  de  Tintoyl,  porque  don 


554 


índice  oeneral  de  la   primera  parte 


Tristan  se  combatiesse  con  los  cana- 
Ueros  andantes  de  la  Tabla  Redonda 

e  alguno  lo  matasse 406 

L.  De  como  don  Tristan  prendió  a  Bor- 
dón, e  a  Estor  de  Mares,  y  a  Leo- 
nel      407 

LI.  De  como  Lan9arote  e  vn  escudero 
se  fueron  con  la  donzella,  e  de  como 
se  conbatio  Langarote  con  Dinadan 
el  roxo  e  con  los  otros  cinco  caualle- 

ros 409 

LII.  De  como  la  donzella  se  fue  presen- 
tar al  rey  y  a  la  reyna  Yseo  de  parte 

de  don  Langarote  del  Lago 410 

LTII.  De  como  don  Tristan  enbio  a 
Quedin  su  cuñado  e  a  Gorualan  a  su 

reyno  de  Leonis 4i0 

LIV.  De  como  Tristan  e  la  reyna  Yseo 
encontraron  con  Dinadan,  e  anduuie- 
ron  su  camino,  e  lo  que  les  auino  .  .  412 
LY.  De  como  don  Tristan  e  la  reyna 
llegaron  al  castillo  donde  estañan 
don  Langarote  del  Lago  e  la  reyna 

Ginebra 413 

LVI.  De  como  Gorualan  y  Brangel  lle- 
garon al  castilo  do  era  Tristan  e  Yseo, 

con  otro  cauallero  andante 415 

LYIL  De  como  don  Tristan  derribo  al 
rey  Artur  en  el  torneo,  y  de  como 
don  Tristan  e  don  Langarote  se  con- 

bieron 415 

LVITI.  De  como  don  Tristan  e  Gorua- 
lan llenaron  a  la  reyna  Yseo  al  tor- 
neo a  la  ciudad  de  Camalot 416 

LIX.  De  como  Tristan  e  la  reyna  Yseo 
fueron  al  otro  torneo  bien  acompa- 
ñados de  caualleros 417 

LX.  De  como  Palomades  se  conbatio 
con  el  cauallero  sin  pauor,  e  los  des- 
partió el  buen  Tristan  de  Leonis.  .  .  420 
LXL  De  como  los  siete  compañeros  ca- 
ualleros desbarataron  el  torneo,  y  de 
como  el  rey  Artur  derribo  a  Tristan 
de  Leonis  del  cauallo  a  tierra  en  el 

torneo 421 

LXIL  De  como  estando  el  rey  Artur 

en  su  cama,  acompañado  de  médicos 

y  perlados,  embio  por  Lancarote.  .  .     421 

LXIII.  De  como  Palomades  hirió  en  el 

torneo  contra  los  seys  caualleros  sus 

conpañeros 423 

LXIV.  De  como  Tristan  e  don  Lan9a- 
rote  del  Lago  se  combatieron  en  el 

torneo 423 

LXV.  De  como  el  rey  Mares  fue  a  Ca- 
malot por  auer  venganza  de  Tristan, 
e  como  el  rey  Artur  los  conformo  a 
Tristan,  e  a  el,  e  a  la  reyna,  e  los 
traxo  consigo  a  Cornualla 425 


LXVL  De  como  el  rey  Artur  fizo  jun- 
tar en  su  palacio  a  todos  los  caua- 
lleros      426 

LXVII.  De  como  Tristan  salió  de  la 
corte  escondidamente,  e  se  fue  a  bus- 
car sus  auenturas  y  se  topo  con  Pa- 
lomades; e  como  se  ouieran  muerto 
sino  por  vn  cauallero  que  auia  nom- 
bre Brandelis 427 

LXVIIL  De  como  don  Tristan  desba- 
rato los  caualleros  de  la  hada  Mor- 

gayna 429 

LXIX.   De  como  el  buen  rey  Artur  fue 
al    monesterio    donde    estañan   don 
Tristan  de  Leonis  y  don  Lanfarote.     430 
LXX.  De  como  don  Tristan  juro  la  Ta- 
bla, y  fue  asentado  en  la  silla  que  auia 

sido  de  Morlot  de  Yrlanda 431 

LXXI.  De  como  el  mensajero  del  caua- 
llero anciano  llego  antel  rey  Artur 

con  el  mensaje  de  su  señor 432 

LXXII.  De  como  Palomades  se  comba 

tio  con  el  cauallero  anciano 433 

LXXIII.  De  como  el  cauallero  anciano, 
por  ruego  de  vna  donzella,  fue  en  so- 
corro de  vn  su  castillo  que  le  tenia 
cercado  vn  conde,  y  ge  lo  fizo  des- 
cercar  , 436 

LXXIV.  De  como  el  cauallero  anciano 

salió  a  la  batalla  e  la  venció,  y  mato 

mucha  gente,  y  tomo  preso  al  conde.     439 

LXXV.  De  como  el  mensajero  llego  a 

Camalot  con  el  mensaje  del  anciano 

cauallero  su  señor.  . 4 10 

LX  XVI.  De  como  don  Tristan  salió  de 
la  corte  del  rey  Artur  y  fue  a  buscar 
auenturas.  y  como  desbarato  los  cient 
caualleros   que    guardauan    la    hada 

Morgayna 442 

LXXVII.  De  como  don  Tristan,  an- 
dando buscando  sus  auenturas,  acer- 
tó en  vn  castillo  de  vn  su  enemigo  no 
lo  sabiendo,  y  de  lo  que  alli  le  acón- 
teselo      444 

LXXVIIL  Como  se  combatieron  Tris- 
tan  e  Palomades  con  el  santo  Galaz.  445 
LXXIX.  De  como  don  Tristan,  e  don 
Galaz,  e  don  Palomades,  fueron  al 
castillo  de  Dinadan  el  Roxo,  e  libra- 
ron de  la  muerte  a  los  quatro  caua- 
lleros de  la  Tabla 448 

LXXX.  De  como  Tristan  estaua  en  la 
cama  folgando  con  la  reyna  Yseo,  e 
le  vino  reuelacion   que   auia  de  ser 

muerto  Tristan 449 

LXXXI.  De  como  vino  vn  mensajero 
al  rey  Mares  de  como  don  Tristan  no 
podia  escapar  ni  durar  mas  de  tres 
dias 4.50 


ÍNDICE    GENERAL    DE 

LXXXII.  De  como  la  royna  Yseovino 

a  ver  a  don  Tristan 451 

LX  XXIII.  De  como  la  royna  Yseo,  y 
Gorualan,  y  Brangel,  Fueron  a  la 
yglesia  a  tener  vigilia  por  la  "salud 
de  don  Tristan 45o 

Crónica  dk  los  muy  notables  caüa- 

LLER08  TaBLANTE  DE  RlCAMONTE, 
Y  DE  JOKRE,  HIJO  DEL  CONDE  Do- 
NABON 459 

I.  Como  Tablante  de  Rioamonte  vino  a 

la  corte  del  rey  Artur  y  se  conbatio 
con  el  conde  don  Milian,  y  lo  Agencio, 
y  lo  lleno  preso  al  castillo  de  Rica- 
monte,  y  lo  mandaua  acj-otar  dos  ve- 
zes  en  el  año  por  deshonra  del  rey.  .     459 

II.  Como  Jotre  demando  licencia  al  rey 
para  se  yr  de  la  corte,  porque  el  rey 
no  lo  qneria  armar  cauallero  para  yr 
en  busca  de  Tablante  por  vei.gar  al 
conde,  y  como  a  la  postre  la  reyna  lo 
hizo  hazer,  y  lo  fue  a  buscar;  y  de 
las  auenturas  que  le  acontescieron  en 

el  camino 462 

III.  Como  yendo  Jofre  en  busca  de  Ta- 
blante, estando  reposando,  lo  hnuiera 
muerto  otro  cauallero  pensando  que 
era  su  enemigo,  porque  traya  assi  las 
armas;  y  Jofre  se  libro,  y  se  comba- 
tió con  el,  y  lo  venció,  y  lo  embio 
preso  a  la  corte 464 

IV.  Como  el  cauallero  que  Jofre  venció 

se  presento  a  la  reyna  Ginebra..  .   .     465 

V.  Como  yendo  Jofre  a  buscar  a  Ta- 
blante topo  con  vn  Enano,  que  era 
hijo  del  diablo,  y  guardaua  vna  lan^a, 
qua  se  dezia  la  lanca  peligrosa, 
por  vn  cauallero  que  era  su  señor;  y 
Jofre  se  combatió  con  el  cauallero  y 
lo  mato,  y  soltó  al  Enano  y  a  veynte 
caualleros  que  estauan  alli  presos  en 
vn  monesterio,  y  los  embio  a  la  rey- 
na Ginebra  a  Camalot 466 

VI.  Como  el  Enano  y  los  veynte  caua- 
lleros se  presentaron  en  la  corte  a  la 
reyna  Ginebra 467 

VIL  Como  salió  Jofre  desta  auentura, 
y  yendo  a  buscar  a  Tablante,  topo 
con  Montesino  el  fuerte,  combatien- 
do vna  torre  por  fuer9a  vna  donze- 
11a,  y  lo  venció 468 

VIII.  Como  Montesinos  se  presento  en 

la  corte  a  la  reyna  Ginebra 469 

IX.  Como  Jofre  topo  vn  cauallero,  que 
le  dixo  todas  las  auenturas  que  hauia 

en  toda  la  tierra 469 

X.  Como  yendo  Jofre  en  busca  de  Ta- 
blante de   Ricamonte  hallo  vna  don- 


LA    PRIMERA    PARTE  555 

/ella  y  vn  cauallero,  y  por  librar  la 
donzeíla  se  combatió  con  el  cauallero 
y  lo  venció 476 

XI.  Como  Jofre  llego  a  la  puerta  del 
castillo  de  la  Floresta,  donde  fue  pre- 
so, y  huyo  de  la  prisión 479 

XII.  De  las  cosas  que  Bruniessen,  se- 
ñora del  castillo,  hizo  quando  supo 

que  Jofre  era  suelto  de  la  prisión..   .     4H1 

XIII.  Como  Jofre  llego  a  vn  moneste- 
rio, y  alli  llegaron  dos  caualleros  que 
dixeron  mal  del  rey  su  señor,  y  se 
combatió  con  ellos  y  los  venció..   .    .     483 

XIV.  Como  yendo  Jofre  en  busca  de 
Tablante,  oyó  dar  gritos  a  vna  muger, 
la  qual  lo  llevo  a  la  casa  encantada 
del  malato,  y  lo  mato,  y  libro  vna 
donzeíla  y  trezientos  niños  que  tenia 
para  degollar,  y  deshizo  la  casa.   .    .     485 

XV.  Como  vn  sayón,  criado  del  malato, 
lleuo  los  niños  a  sus  madres,  y  Jofre 
lleno  la  donzeíla  que  libro  a  casa  de 

vn  cauallero  su  padre 487 

XVI.  Como  Jofre  lleuo  la  donzeíla  que 
libro,  y  la  lleuo  a  casa  de  su  padre, 
donde  lo  huuieran  muerto 487 

XVII.  Como  yendo  Jofre  en  busca  de 
Tablante,  perdió  el  camino,  y  hallo 
la'  fuente  Peligrosa,  donde  mato  el 
malato  del  diablo  que  estaña  alli,  y  la 
madre  del  malato  y  del  Enano. .   .    .     490 

XVIII.  Como  llego  Jofre  al  castillo  de 
Ricamonte,  y  no  hallo  ay  a  Tablante, 
y  los  suyos  le  mostraron  al  conde  don 
Milian  y  trezientos  caualleros  que  es- 
tauan presos 490 

XIX.  Como  Jofre,  boluiendo  al  castillo 
del  Hierro  a  buscar  a  Tablante,  se 
conbatio  con  vn  cauallero  por  librar 

a  vna  donzeíla,  y  lo  mato 490 

XX.  Como  llego  Jofre  al  castillo  del 
Hierro,  y  espero  alli  hasta  que  supo 
que  Tablante  era  venido  a  Rica- 
monte      492 

XXI.  Como  Jofre  fue  a  Ricamonte  y 
hallo  alli  a  Tablante;  y  de  las  razones 
que  entre  ellos  passaron,  y  como  se 
combatió  con  el  y  lo  venció,  y  libro 
al  conde  don  Milian  y  a  los  otros 
trezientos  caualleros  que  tenia  pre- 
sos      492 

XXII.  Como  llego  Tablante  de  Rica-  i 
monte  a  la  corte  del  rey  Artur  por 
prisioner-^  de  Jofre,  y  lleuo  consigo 

los  trezientos  caualleros  que  Jofre 
libro 493 

XXIII.  Como  Tablante  partió  del  cas- 
tillo del  Hierro  con  los  trezientos  ca- 
ualleros; y  como  fue  recebido  del  rey 


556 


índice  general  de  la  primera  parte 


y  de  la  reyna;  y  esperaron  alli  hasta 

que  vino  Jofre 495 

XXI Y.  Como  llego  el  conde  don  Mi- 
lian  al  castillo  de  la  Floresta,  que  era 
de  Bruniessen  su  sobrina 496 

XXV.  Como  el  conde  don  Milian  estu- 
uo  en  el  castillo  del  Hierro  algunos 
dias,  y  alli  le  supo  como  Jofre  hauia 
librado  a  su  sobrina,  y  como  mato  al 
malatu 406 

XXVI.  Como  Jofre  llego  a  Camalot,  a 
la  corte  del  rey  Artur;  y  del  recebi- 
miento   que   le  hizieron,  y  de  todas 

las  cosas  que  passaron 497 


Ciclo  Caroliiigio 

Cuento  del  enperador  Carlos  Mav- 

NE8  E  DE  la    ENPERATR18    SeUILLA. 

I 

II 

III 

IV 

V 

VI 

VII 

VIII 

IX 

X 

XI 

XII 

XIII 

XIV 


501 

503 
503 
503 
503 
504 
505 
505 
505 
506 
506 
506 
507 
508 
509 
509 


XV 510 

XVI 510 

XVII 510 

XVIII 511 

XIX 511 

XX 512 

XXI 512 

XXII 512 

XXIII 513 

XXIV 514 

XXV 515 

XXVI 515 

XXVII 516 

XXVIIÍ 517 

XXIX 517 

XXX : 519 

XXXI 519 

XXXII 520 

XXXIII 520 

XXXIV 521 

XXXV 522 

XXXVI 523 

XXXVII 524 

XXXVIII 525 

XXXIX 527 

XL 527 

XLI 528 

XLII 529 

XLIII 530 

XLIV 530 

XLV 531 

XLVI 532 


Tetuáu  de  Chamartín. — Imp.  de  Bailly-Bailliére  é  hijos. 


O 


BINDING  SECT.  JUM 1 7 1966 


PQ 
6256 
C5B66 
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Bonilla  y  ^an  Martin,  Adolfo 
(ed.) 

Libros  de  caballerías 


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