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AT THE
IWIVERSITY OF
TORO.Vro PRESS
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7iibro0 át Caballería
i2^aas5sí
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Hueva ^Biblioteca t>e '¿\utore0 lEepañoles
ba)o la dirección del
£iccmo* sr. "D, dDarceltno dDenénde^ ^ pelado.
6
Xtbroe ác Caballerías
mera ífoarte
a^íxísu
Ciclo artúrico <^ fficlo carolingío
por
Sdolfo ^Bonilla ^ ^an ^^artín
Catedrático de la universidad Central, <ll>ien)bro de la bispanic Societf
of América (Hetp york). etc.. ctc
^l^adrid
28aíUte^JBdlU(érc é IfeíjoB, Editores
IMasa oe 5anta Bna. núm. lo.
1907
CICLO ARTÚRICO
LIBROS DE CABALLEUÍAS. — 1
EL U\Am DEL SiililO llEilLIN
PKIMERA PARTE
DEMANDA DEL S ANOTO GRIAL
AyUI COmEN^A EL PRIMERO LIBRO DE LA
DEMANDA DEL SANCTO GRIAL; e
PRIMERAMENTE SE DIRÁ DEL NASCIMIENTO
DE MeRLIN (').
En esta presente historia se cuenta como
los diablos fueron mny sañudos quando nues-
tro señor Jesu Cliristo fue a los infiernos e
saco dende a Adán e a Eua, y de los otros
quantos le plugo; e tuuieronío por gran ma-
rá uilla. Ca dixeron: «¿Que hombre podia ser
este que assi nos foroo? que nuestras forta-
lezas no Talen ninguna cosa contra el; ni
cosa que en guarda tengamos no se le puede
defender, ni esconder, que no faga de todo
su plazer, e demás que no pensamos que
honbre que de muger naciesse que no fuesse
nuestro; y este nos destruyo assi como nas-
cio, que no vimos en el mengua de hombre
terrenal, assi como vemos e sabemos de los
otros honbres» ; y estonce respondió vno de-
Uos, y dixo: «Yna cosa nos mato: que pen-
samos nos que ualiessen mas los j)rofetas que
ante dezian que el hijo de Dios vernia en
tierra para sainar los pecadores, aquellos
que saluarse quisiessen; e quando algunos
de los que teniamos en nuestro poder lo
dezian, atormentauamoslos mas que a los
otros; y ellos nos dezian que dañan poco por
nuestros tormentos, e confortauan a los otros
pecadores, e dezianles que aquel nasceria e
los vernia a librar» .
Capítulo I. — De como fablarou los diab'os
entre si.
«Tanto lo dixeron assi, fasta que vino a
que nos tomo lo que teniamos aqui; e assi
(^) El texto empieza: La tlrmandu del soneto Grial,
con los marauiUiixiis fechos de Langarote ij de (¡alai
su hijo, pero este rótulo corresponde más bien al libro
sesuudo.
nos podria tomar los otros que biuos son, si
fuesse sesudo. Pero, ¿como pudo auer lo que
nunca supimos?» «E como! dixo otro, ¿no
sabes tu que les faze lanar en vna agua, e
por su nonbre e por aquella agua se lauan
de todos los pecados, en el nonbre del padre
y del fijo y del spiritu santo, y del pecado
de Adán y de Eua por que nos los deuiamos
auer? e agora los perderemos por esto, e no
auremos ningún poder sobre ellos; e si ellos
no quisiesen, que no se sainen por sus obras
y se nos metan en poder; assi nos ha que-
brantado e abaxado nuestro poder; e mas
fizo: dexo en la tierra a sus seruidores que
los saluaran; ya tantas no faran de las nues-
tras obras, si se confessasen, e se quisiesen
ende quitar, e fiziesen lo que sus maestros
mandaren, que todos no los ayamos perdido.
Ca todos serán sainos por esta manera» .
Cap. IL — De como dixeron del nascimiento
de Jesu Christo.
Después dixo vno: «Muy especial cosa fue
que por sainar el honbre vino en tierra e
quiso nascer do muger e sufrir cuyta; e vino
sin nuestro ser, e sin saber de honbre ni de
muger, a sofrir trabajos; e vimoslo e proua-
moslo en todas las cosas que pedimos; y pues
lo ouimos prouado, e vimos que no fallamos
en el cosa de nuestras obras, quiso morir por
sainar los pecadores. Mucho amo el honbre
quando tan gran cosa quiso fazer por el en
nos lo tirar, e nos mucho deuiamos trabajar
como pudiessemos auer lo que nos tiro. Y el
no nos tiro cosa como desque el nuestro dere-
cho sea; y por esto nos deuiamos trabajar
como pudiessemos hauerlo y tornaren los
oíros a nuestras obras, en tal guisa que no se
pudiessen onde confessar, porque no ayan
perdón a su muerte» . Estonces dixeron todos
de consuno: «Nos lo hauemos todo perdido,
LIBROS DE CABALLERÍAS
pues que el puede perdonar a la muerte si
falla al honbre sin nuestras obras».
Cap, ni. — De como trabaron los diablos
honbre que raxonasse su engaño.
Estonces hablaron todos en vno, e dixeron:
«Lo que peor nos hizo, porque los mas fabla-
uan de su venida, j estos atormentamos mas:
y por esso se aquexaron mucho mas por nos
los venir a tirar de nuestro poder; mas,
¿como podíamos nos auer honbre que habla-
sse por nos, y que mostrasse nuestro saber
e nuestra predicación e nuestra hazienda,
como es grande el nuestro poder, e como
sabemos todas las cosas que fueron e son, e
las fechas, e las dichas? e si nos ouiessemos
vn tal honbre que desto ouiesse poder, y que
fuesse con los otros honbres en tierra, assi
nos podia mucho ayudar y engañarlos; assi
como los profetas engañaron a nos, que de-
zian tales cosas que nunca nos podríamos
pensar que pudiesse ser, assi diria este; las
cosas que fuessen fechas y dichas lexos, de
cerca serán por este cuydadas». «¡Ay, que
bien sera, dixeron todos, que de tal manera
pudiessemos auer honbre!» Y estonces dixo
vno dellos: «Yo no he poder de hazer hijo,
ni de dormir con muger; ca si yo ouiesse el
poder, yo la auria muy guisado; ca yo he vna
muger que haze e dize lo que yo quiero» ; e
los otros dixeron: «Tal ay entre nosotros,
que pueda fazer honbre e dormir con muger;
mas conuiene que lo faga lo mas encubierta-
mente que pudiere». E assi fablaron de
hazer honbre que ejigañasse a los otros.
Cap. IV, — ]Je como cnyafw el diablo a su
abuela de Merlin.
Mucho eran locos quando pensauan que
nuestro señor no sabia su fecho; e assi se
guiso el diablo de fazer honbre que ouiesse
su saber y su engaño para engañar a Jesu
Christo; e assi se partieron con tal consejo.
E aquel que dixo que podria dormir con mu-
ger, no tardo mas, y fuesse a vna su amiga
que fallo mucho a su voluntad, que le diera
el cuerpo y auer, e assi el marido; y aquella
su, amiga era mujer de vn rico honbre; y
aquel rico honbre tenia muchas bestias e
muchas riquezas, e auia un fijo c tres fijas;
6 vn dia dixo el diablo a aquella su vassalla
como podria engañar a su marido, y ella le
dixo: «Si lo ensañardes; y podredeslo bien
ensañar, ca el es de mal talante, y tiralde lo
que a y arderá biuo con saña»; y estonce
fue el diablo a las bestias del rico honbre, e
matóle dellas vna gran pieoa; c los que ías
guardauan vinieronselo a dezir. Y quando el
lo oyó, fue muy sañudo, y preguntóles como
murieron; y ellos dixeron que no sabían; e
quando el diablo vio que se ensañara por tan
poco bien, vio que si mas le tirasse, que mas
lo ensañaría, e mas lo auia a su voluntad, e
torno a diez cauallos muy fermosos e máte-
selos todos. E quando el vio que todo lo suyo
iua assi a mal, dixo vna loca palabra que le
fizo dezir la gran saña, que daua a todos los
diablos quanto en el mundo le quedaua, E
quando el diablo esto oyó, fue muy alegre, e
guisóse de fazer muj' mayor daño; e hizo
que todos sus honbres lo dexassen; e fizólo
apartar de las gentes; y estonces vio que
podria fazer del su talante, e fuele a matar
vn fijo que tenia muy hermoso. Y" quando lo
fallaron muerto, fue el padre tan espantado
e tan desesperado, que perdió mucho de su
creencia. E quando el diablo vio que per-
diera su creencia, fue muy alegre, e torno a
la muger. e fizóla subir en vn arca en vn
lugar alto, y echo vna cuerda a su garganta,
e echóse del arca y enforcose. E quando el
rico honbre supo que su muger y su fijo per-
diera, cayo en el vna tan gran desespera-
ción, donde murió, E assi faze el diablo a los
que el puede engañar. Y después que esto
"STio fecho, pensó como engañaría las tres fijas
de aquel rico honbre; y el diablo auia vn su
amigo grande e fermoso, que obraua mucho a
su voluntad; aquel hizo yr a las donzellas, e
tanto anduuo tras la vna, que la venció; y el
diablo, que no ha cura que los sus fechos sean
encubiertos, ante los descubre por fazer ma-
yor escarnio de los que lo fazen, e fizo en
guisa que este fecho salió a playa , Y eji
aquel tienpo era costumbre que si muger
fuesse fallada en adulterio, si no se diesse
por puta conocida, que hizíessen della justi-
cia; y el diablo, porque ha sabor de hazer
contino escarnio, fizo que fuesse sabido.
Cap. y. — De como fue presa esta viuger.
Pressa fue assi aquella muger e leuada
ante los juezes, que se marauillauan mucho
de tal descuenta que viniera a su padre e a su
madre, e a su hermano, y [a] ella, que poco
auia que ei"a pedida do los mejores honbres
de la tierra; e por amor de su linaje fizieron
della justicia de noche. E assi faze el diablo
a aquellos que hazen su voluntad; y en aque-
lla tierra auia vn hombre bueno e de sanota
vida que oyó tablar desde fecho, e fue a
fablar con las otras dos hermanas, con la
mayor y con la menor, y preguntóles como
aquella mala ventura les viniera assi; y ellas
dixeron: «Señor, no sabemos sino que pen-
BALA DÚO DEL SABIO MERLIX
sanios que Dios nos desama e nos faze esta
cuyta auer» , y el honbre bueno dixo: «No
digades esso; ca no desama Dios a ninguno;
ante le pesa quando el pecador del se aluen-
ga; y sabed joor verdad que esto no es sino
por el diablo, que vos lo hazo dezir y pensar;
y sabedes que vuestra hermana assi fizo,
porque la justiciaron»: e ellas dixeron q\ie
no sabian ende negar cosa; y el honbre bueno
les dixo: «Guardadvos de mal obrar, ca la
mala obra trae al pecador a mala ñn; j el
que no se sufre de mal fecho, a mala ñn
puede venir» .
Cap. YI. — Como castígaua el honbre bueno
a su madre de Merlin.
Mucho las castigo el honbre bueno, mas la
mayor plugo mucho de lo que el honbre
bueno les dixera. y el les enseño bien su
creencia y las virtudes de Jesuchristo a creer
y amar, e dixoles: «Si vos fizierdes lo que yo
vos enseñare, gran bien ende vos verna, e
nunca aureys ende cuyta que yo no vos
ayude y que yo no vos conseje con ayuda de
Dios; y no vos desconforteys, ca nuestro se-'
ñor vos confortara si a el vos encomendardes,
y venir comigo a hablar a menudo, ca cer-
ca moro de aqui».
Cap. YII. — Como la alcahueta aconsejaua a
su madre e a su tía. de Merlin.
Assi aconsejaua el honbre bueno las dos
donzellas: mas la mayor lo creyó y lo amo
por ende. E quando el diablo lo supo, pesóle
mucho, e vuo pauor de las perder, y pensó
como las podría engañar o por honbre o por
muger; dixo que mas ayna las engañarla por
muger, y el auia vna muger que muchas
vezes auia fecho su voluntad, e aquella embio
el diablo a la menor, e sacóla a vna parte y
preguntóle de su fazienda, si la amana su
hermana, o si le plazia con ella; y ella dixo:
«Mi hermana esta triste desta mala ventura
que nos vino, que no ha plazer de mi, ni de
otre»; y la muger le dixo: «En mal dia fue
nascido vuestro hermoso cuerpo; que jamas
no aureys plazer con las otras mugeres en
quanto con ella biuieres; mas si, amiga fer-
mosa, supiessedes qual fauor y qnal plazer
han las otras mugeres con los honbres, vos
no dariades nada por quanto bien nunca
ouistes» .
Cap. YIII. — De las razones quel alcahueta
decía a su ti a de Merlin'.
«Auemos nos tan gran plazer quando
somos con nuestros amigos, que si no ouies-
semos sino vna limosna de pan, mas vicio-
sas seriamos que vos con quanto vicio podria-
des auer sin esto, ca no lia otro plazer sino
de honbre. Y esto digo por vos, que vuestra
hermana es mayor que vos, e querriase gui-
sar lo mejor que pudiere para guarecer bien,
y dará poco por vos»; y ella le respondió:
«¿Como lo pudiera yo fazer, ca mi hermana
fue muerta por tal partido?» Y el alcahueta
le dixo: «Yuestra hermana lo fizo locamente,
e no la supo consejar el que la consejo; mas
si vos me creeys, vos no seredes presa, ni
justiciada». «Yo no se, dixo la donzella,
como pueda esto ser, ni yo osare agora con
vos hablar, mas venid después e fablare con
vos.»
Cap. IX. — Como la tía de Merlin creyó los
malos consejos del di<iblo.
Cuando el diablo lo oyó, fue muy alegre,
ca bien pensó que ya vernia a su voluntad;
e después que el alcahueta della se partió,
pensó la donzella mucho en lo que la dixera;
y después que vino la noche, miro su her-
moso cuerpo e dixo: «Yerdad me dixo aquella
buena muger, que me dixo que yo era fer-
mosa» . E después a vna picQa torno la alca-
hueta a ella, y la donzella le dixo: «Cierto
vos me dixistes verdad, ca bien me parece
que mi ermana no da por mi cosa» . «No vos
lo dezia yo? dixo ella; y aun mas poco por
vos fara adelante. Fermosa amiga, no somos
fechas saluo para auer plazer» ; e la donzella
dixo: «Yo lo faria muy de grado si no ouies-
se pauor de muerte». E dixo el alcahueta:
«Yos enseñare como lo fareys que no toma
vevs peligro de muerte» . La doncella le dixo:
«Dezimelo e yo lo fare»; e la muger le dixo:
«Yos daredes a quantos quisiere, e direys que
no podéis biuir con vuestra hermana, porque
vos fiere e vos dixo mal. E assi fareys plazer
de vuestro hermoso cuerpo y seredes fuera de
justicia, e aim podredes después bien casar
por vuestra riqueza». «¡Ay que bien dezisi,
dixo la donzella, y bendita seades vos que
tan bien me consejades!» Y estonces se fue
de casa de su hermana, e fuesse para quan-
tos la quissieron.
Cap . X . — Como la tía de Merlin dio su
cuerpo a los garlones e los lleno a casa de
su iiermana.
El diablo fue mucho alegre quando aquella
donzella \\^ vencida, e quando la hermana
vio que assi la dexara e fuyera, fue al hon-
bre bueno muy triste e fazieudo gran duelo.
' E cuando el lionbre bueno la vio tal duelo
LIBROS DE caballerías
fazer, ouo muy gran pesar, e dixo: «Sinate
y encomiéndate a Dios»: y ella dixo: «;Ay
señor! yo fago gran derecho de me qiiexar,
ca perdí mi hermana»; y contole estonces
como fuera; e quando el honbre bueno lo
oyó, pesóle mucho, e dixo: «Avn el diablo
anda en derredor de vos, e nunca folgara
fasta que todos vos confunda, si Dios no vos
guarda»: y ella le pregunto: «Señor, ¿como
me podria yo guardar? Ca no hay cosa en el
mundo a que aya tan gran pauor como que
me engañe»: y el honbre bueno le dixo:
«Si tu me creyeres, no te engañara»; y ella
le dixo: «Yo vos creeré quanto dixeredes»;
y el le dixo: «¿Crees tu en el padre, y en eí
fijo, y en el spiritu santo, e que estas tres
personas es vna cosa en Dios y en trinidad:
y que vino nuestro señor en tierra por sal-
uar los pecadores que quieren ser christia-
nos?» «Assi lo creo», dixo ella. «Agora te
ruego, dixo el hombre bueno, que te guardes
de caer en yerro: e cada que te viniere
alguna cuyta, ven a mi, e si fizieres algún
pecado, dimelo, e otórgate por culpada a
Dios e a mi en la hora del; e cada que te
acostares, sinate e faz cruz sobre ti; e alli
do durmieres, ten siempre lumbre, que el
diablo quiere mal la lumbre e todas las cosas
claras» ; e assi enseño el honbre bueno a la
donzella como fiziesse; y ella se torno a su
casa muy denota e amiga de Dios; e sus
vezinos la apremiauan que se casasse y que
auria gran riqueza, y ella dezia: «Dios me
mantenga en tal guisa como viere que me
sera menester». Assi estuuo bien dos años,
que nunca el diablo la pudo engañar; e
pesóle ende mucho, y pensó como le podria
fazer oluidar lo que el honbre bueno le
dixera; y estonces tomo a su hermana, y
leuola vn sábado a ella porque la enseñasse,
y estuuo alia en su casa vna gran pie^a de
la noche con gran conpaña de garcones que
llouaua consigo. E quando la hermana la
vio assi, fue muy sañuda, e dixole: «En
quanto vos tal vida quisierdes fazer, no
deuriades entrar aqui, que me fazedes pe-
sar»; y quando la otra lo oyó, respondió
como quien anda con diablos, e dixole que
peor fazia ella, que dormia con el honbre
bueno hermitaño, e que si las gentes lo
supiessen, que la matarían por ello.
Cap. XI. — De como el diablo quiso engañar a
la madre de Merlin ¡Joi-que la vio sañuda.
Ella, quando vio que su hermana tan
mala cosa le ponia assi, dixole que se fuesse
de su casa; y la otra dixole que no faria, ca
tanbien fuera de su padre como del suyo
della. E quando la donzella vio que no que-
ría salir, tomóla de las espaldas e quísola
echar fuera, e la otra dixo a los garcones
que la tomassen e la ñriessen, e la donzella
fu yo a vna cámara, e cerro la jjuerta empos
de sí y echóse a su lecho e comenco de llo-
rar. E quando el diablo la vio sola y sañuda,
fue muy alegre, e por le fazer mayor pesar
auer, menbrole la muerte del padre y de la
madre y de los hermanos, y de lo que le
dixera su hermana. Y en aquel pesar es-
tando, adormeciosse. Y quando el diablo vio
que dormia y que se le olvido todo lo que el
honbre bueno le enseñara, fue muy alegre,
y que estonce era de toda guarda fuera de
Dios, y estonce pensó como en ella podria
auer su fijo, e dormio con ella estando ella
dormiendo, y ella despertó e dixo: «Sancta
María, e que es esto que agora assi me
catino, ca no soy agora tal como quando
aquí me acosté?» Y estonce leuantose, e
busco aquel que con ella dormiera, e no
fallo nada, e fue a la puerta e hallóla ce-
rrada. Y estonces entendió que fuera el dia-
l)lo aquel que con ella dormiera, e vuo gran
pesar, y encomendóse a Dios.
Cap. XII. — De como la madre de Merlin se
sintió corrupta., e fue tomar consejo con el
honbre bueno.
La hermana e los garcones, quando se
fueron, salió ella de la cámara, dixo a vn su
siruiente que la seruia que le fuesse por dos
mugeres, y el traxoselas; y ella fuesse con
ellas para el hombre bueno; y el, quando la
vio dixo: «Tu as cuyta, ca mucho te veo
triste»; y ella dixo: «A mí auino lo que
nunca auino a muger, e por ende vengo a
vos que me aconsejeys, ca, señor, yo peque
mucho, y sabed que yo soy engañada por el
diablo»; y con tole estonce como le auiníera,
que no le negó ninguna cosa, y dixo: «Señor,
si el cuerpo fuera ¡jerdido, pídeos por mer-
ced que no se pierda el anima». E quando
el honbre bueno lo oyó, marauíllose, y no
la quiso creer de cosa que le dixesse, e dixo
assi: «Tn eres llena de honbre y el diablo
es en ti. ¿Como te daré penitencia, ca se
verdaderamente que mientes? Ca nunca mu-
ger fue corrupta que no supiesse de quien,
y tu quieres me fazer creer tal marauilla
qual nunca fue»; y ella respondió: «¡A}'-
señor! assi Dios me xjerdone y me guarde
de mala cuyta, que os digo verdad»; y el
dixo: «Si verdad es, ayna lo sabremos: y tu
feziste gran pecado e quanto passaste la
obediencia, e tu aj^unaras por ello todos los
viernes mientra biuíeres, por la luxuria; y
BALADRO BEL SABIO MERLIN
caun te dare penitencia si la quieres tener» ;
y ella dixo: «¿Tan grane cosa me manda-
rey s fazer que no la faga?» «¿Prometes-
melo?» dixo el. «Si», dixo ella; «mas ¿que
tare de aquel que a mi vino en durmiendo,
de que no puedo guardarme?» Y el dixo:
«Jesu Christo te guardara». Y estonces le
dio su penitencia y metióla en guarda de
Dios, e tomo del agua bendita y echosela
encima, e diole della a beuer, e dixole:
«Guárdate no se te olvide lo que te mande,
e quando ouieres cuyta, sinate y enco-
miéndate a Dios».
Cap. Xni. — Como la mache de Merlin se
sintió pi'eñada, y de lo que le dexian los
que con ella fablauan.
Tornóse a su casa la buena dueña, e hizo
muy buena vida; e assi biuio fasta que la
criatura que traya no se le pudo encobrir; y
ella engrosaua mucho, assi que las otras
dueñas lo entendieron, e dixeronle que mu-
cho engrosaua, y ella respondió: «Assi lo
hago»; y ellas dixeron: «¡Ay Dios! ¿de que
estay s assi hinchada?» Y ella dixo: «Preñada
sin falta; asi me de Dios buen acabamiento,
que no se de quien» . «¿Y como? dixeron ellas,
dormistes con tantos que no sabeys de quien
soys preñada?» j ella dixo: «Xunca Dios me
libre de mal si nunca honbre vuo comigo tal
fazienda que yo sepa por que esto me auinies-
se»; y ellas, cuanto esto oyeron, sinaronse de
risa, e dixeron: «Nunca tal auino a muger,
mas vos amades tanto aquel que esto os fizo,
que no lo quereys descobrir, y quereys antes
vuestro daño que no el suyo. Sabed que tanto
que los juezes lo supieren, que luego ende
morireys». Y" entonces se partieron della
y fueronse riendo, e dixeron: «Mal para las
vuestras riquezas y para vuestro cuerpo, ca
todo lo aureys perdido» . Y" ella fuesse para
el honbre bueno e contole todo lo que le
auiniera con las mugeres, y el le pregunto
si le auiniera después que le auino la otra
vez; y ella dixo que no. Quando el honbre
bueno esto oyó, marauillose, y escriuio la
noche en que le acaesciera, e dixo: «Sabed
bien que quando esta criatura naciesse, veré
si es assi» ; e dixole: «Sabed que luego que
los juezes lo supieren, vos prenderán; y lue-
go que fuerdes presa, embiadpor mi, y con-
fortarvos he a buen fin» .
Cap. XIV. — Co)no los Juezes mandaron
prender a su madre de Merlin^ y ella enihio
por el honhre bueno.
Y estonces se torno para su casa, y estuuo
vna gran pie9a en paz; mas después que los
juezes lo supieron, mandáronla prender; y
ella, quando fue presa, embio por el honbre
bueno, y el fue alia lo mas ayna que pudo,
e fallóla dehuite dellos; j ellos lo llamaron,
e le dixeron: «¿Pensades vos que esto pueda
ser, que muger ouiesse fijo sin honbre?» Y
el honbre bueno les dixo: «No vos diré que
fue; mas tomad mi consejo y no la justicieys
preñada, ca la criatura no merece muerte ni
culpa en el pecado de su madre»; e los juezes
dixeron: «Nos taremos quanto quisierdes»;
y el dixo: «Yo quiero que la metades en vna
torre, y que metades con ella dos mugeres
que la ayuden al tienpo de su imrto, e, quan-
do el niño naciere. Dios nos fara entender
por alguna manera si es assi como ella dize,
o si es mentira; y entonces faredes della
todo vuestro plazer». Y ellos dixeron que
dezia muy bien.
Assi el honbre bueno lo deuiso, e assi lo
fizieron ellos: y metiéronla en vna torre, y
cerraron la puerta, que no les dexaron sino
vna finiestra por do les diessen de comer.
E assi quedo aquella dueña vn tienpo en
la torre, y ella vuo su fijo como plugo a
Dios nuestro señor.
Cap. XY. — Como la madre de Merlin estuuo
encerrada en la torre ocho meses.
Quando el niño llego a tiempo que vuo el
poder y el seso del diablo, como aquel que
era su hijo, mas el lo hizo locamente en
aquello que Dios r.uestro saluador conprara
por su muerte e passion; e por ende no quiso
Dios que perdiesse el niño cosa de quanto
auia de auer de parte de su padre; ca el dia-
blo lo fiziera por saber todas las cosas que
eran hechas e dichas. E assi quiso nuestro
Señor que todo lo supiesse. E por la santidad
de su madre diole Dios tal gracia que siipies-
se las cosas que auian de venir; e assi el
niño nascio. Y quando las mugeres lo vieron,
no vuo ay ninguna que no ouiesse muy gran
miedo, ca lo vieran mas belloso e de mayor
cabello que otro ninguno que viessen ni oyes-
sen fablar, e mostráronlo a su madre. E
quando ello lo vio, signóse, e dixo: «Espan-
tóme deste niño»; e dixeron las mugeres:
«Tan grande es, que apenas lo podemos tener
en las manos» . Estonce mando la madre que
lo baxassen abaxo e fiziessen baptizar; y ellas
le dixeron: «¿Como le pondremos nombre?»
Y ella dixo: «Merlin, como a mi abuelo».
Y ellas fueron a la finiestra, y metiéronlo en
vna cesta, y descendiéronlo aj^uso por vna
cuerda, e mandaron que lo baptizassen y
que le pusiessen nombre Merlin. E assi fue
baptizado e llamado Merlin, e dieronlo a
LIBROS DE caballerías
criar a su madre fasta que el niño llego a
diez meses; e las mugeres se marauillauan
assi mucho de como era tan belloso, y de
como, sevendo de diez meses, parescia que
aula diez años e mas; y después que llego a
deziocho meses, dixeron las mugeres a la
madre: «Tiempo es que nos vamos nosotras
a nuestras casas». «Por Dios, señoras, dixo
ella, luego que vos fuerdes faran de mi jus-
ticia» . «Por Dios, dixeron ellas, no podemos
estar aqui tanto tienpo encerradas» ; e la ma-
dre del moco comencé de llorar, e a pedirles
por merced que por Dios que estuuiessen vn
poco. Y estonce se fueron las mugeres a
parar a la finiestra de la torre, e la madre
tenia al fijo en los bracos, e assentose e lloro
mucho, e dixo: «Fijo, por vos rescebire yo
muerte; e por buena fe no merezco porque
muera».
Cap. XTI. — De como Merlin, seyendo bien
niño, fahlo con mi madre y ella fue muy
espantada: y se le cayo el niño de los
hraQos.
Diziendo ella esto, miróla el niño e co-
men90 de reyr, e dixole: «No ayades miedo,
ca no moriredes por cosa que ende auenga».
E quando la madre esto oyó, enflaqueciosele
el coraron e fallescieronle los bracos; y el
niño cayo en tierra e comenco de llorar, e
las otras mugeres, quando lo oyeron, fueron
corriendo a ella e dixeron: «¿Como dexastes
el niño assi caer? y ¿quesisteslo matar?» Y
ella respondió, como toda espantada: «Por
buena fe no lo pense hazer ni quisiera, mas
fallescieronme los bracos de vna gran ma-
rauilla, que me dixo mi fijo que no morirla
por el» ; e las mugeres lo tomaron y leuan-
taronlo, e dixeron: «Ayna nos dirá mas»;
e comencaronlo de falagar, mirauan mucho
en ello si fablaria alguna cosa: mas el no les
dixo nada fasta que la madre dixo a las mu-
geres: «Amenazadme e dezidme que seré yo
quemada por mi fijo, e yo lo terne en mis
bracos» .
Cap. XYn. — De como Merlin fablo delante
las mugeres que estañan con su madre.
Estonce lo tomo la madre, que de grado
queria que fablasse ante las mugeres; y ellas
comencaron a dezir: «Mucho sera gran daño
de vuestro cuerpo tan fermoso ser quemado
por tal criatura, e mas valiera que no na-
ciera»; y el niño respondió e dixo: «Yos
mentidos, ca esto vos faze dezir mi madre».
E quando ellas esto oyeron, fueron muy
espantadas, e dixeron: «Este no es niño, mas
es diablo de todo en todo, que assi sabe lo que
nos diximos» ; e ellas le preguntaron después
de muchas guisas, y el no les quiso respon-
der a cosa que le dixessen, sino que les dixo:
«Dexadme estar, que soys sandias: a buena
fe, mas pecadoras sois vos que mi madre».
Quando ellas esto oyeron, marauillaronse
mucho e dixeron: «Esta marauilla no puede
ser encubierta; ca nos lo diremos a todo el
mundo». E fueron luego a las finiestras, e
llamaron a las gentes e dixeron las maraui-
lla s que veyan del niño; e los que lo oyeron
fueron ende marauillados, e fueronlo a dezir
a los jueces; y ellos, quando lo oyeron, tuuie-
ronlo por gran marauilla, e dixeron que ya
tiempo era que fiziessen justicia de su madre,
e dieron plazo que la justiciassen a quarenta
dias, y ella que lo supo, enbio por el honbre
bueno.
Cap. XYIII. — Co77io Merlin dixo a su madre
que mientra el hitdesse no seria honhre que
la osassc matar.
Assi estando fasta que llego el tienpo en
que auia de ser quemada, el niño andana
por la torre, e vio a la madre llorar, y el se
comenco a reyr, e las mugeres le dixeron:
«Poco te pesa agora de la cuyta de tu madre,
que sera quemada esta semana, e maldita
sea la hora en que naciste»; y el dixo a su
madre: «Sabed que no sera honbre, mientra
yo biuiere, que vos ose matar¿. E quando su
madre e las mugeres esto oyeron, marauilla-
ronse e dixeron: «Este niño sera ayna muy
sesudo; e pues que el agOra sabe tanto dezir»;
e assi quedo la dueña hasta el dia <^ue fue
puesto. Estonce fueron sacadas de la torre; e
la dueña lleno a su fijo en los bracos, e las
justicias fablaron con ellas e dixeron si era
verdad que el niño fablaua; y ellas dixeron
que si verdaderamente; y ellos dixeron:
«Mucho sabrá si a su madre librase de
muerte». Y el honbre bueno hermitaño fue
luego ay.
Cap. XIX. — De como los jueces juzgaron
que fuesse hedía justicia de la madre de
Merlin.
Estonces vino vno de los jueces, e dixole:
«Dueña, aparejadvos de tomar martirio»; y
ella dixo: «Y'o fablaria de buen grado con
este honbre bueno en poridad»; e los juezes
otorgaronselo; y ella se fue con el en vna
cámara, y el niño quedo de fuera; e muchos
le preguntauan de muchas cosas; mas el no
respondía nada; y el honbre bueno pregunto
a su madre si era verdad que fablaua el niño;
BALADRO DEL SAP.IO MERLIN
y ella dixo que si. Y después que ouieron
fablado saliéronse de la cámara, e la dueña
yua cubierta con vn manto, y en camisa:
tomo a su hijo entre los bracos y fuesse ante
los juezes, y ellos le preguntaron: «Dueña,
¿quien es padre deste niño? No loneguedes».
«Señores, dixo ella, yo bien veo mi muerte;
mas nunca me aga Dios merced al anima si
nunca padre le vi ni conoci, ni si nunca me
llegue a honbre en tal guisa», y ellos dixe-
ron q\\e nunca tal oyeron dezir; ni que no
podria ser verdad, y que por tanto era mu-
cha razón que fiziessen della justicia.
Cap. XX. — De como Merlhi dixo a los jue-
zes que sit madre no merescia muerte, y de
otras palabras qve dixo j)or que la escuso
della.
Salió estonces Merlin de entre los bracos
de la madre, e dixole: «Madre, no ayades
pauor, ca no merecistes porque ayaj's de re-
cebir muerte»; e dixo a los juezes: «Esto
no puede ser que vos la quemeys, ca no fizo
porque; ca si fiziessen justicia de todos aque-
llos que con otras duermen sino con sus mu-
geres, y las que duermen con otros sino con
sus maridos, las dos partes de quantos aqui
están serian justiciados; ca yo se tan bien
sus vidas como ellos mesmos: e las otras
mugeres han culpa de lo que fazen, e mi
madre no». «E no tiene eso pro, dixo vno de
los juezes, ca conuiene que nos diga quien
fue tu padre, o si no sera quemada.» Merlin
dixo: «Cierto ella no sabe quien es mi padre,
mas yo se mucho mejor quien es mi padre,
que no vos quien es el vuestro; y vuestra
madre sabe mejor quien es vuestro padre
que no mi madre el mió»; e quando el juez
oyó esto, comentóse a ensañar, e dixo: «Si
tu sabes que mi madre tal cosa fizo, prueua-
melo, e yo la justiciare». Y Merlin dixo:
«Yo haré tanto, si a tu madre justiciar
quisieres, que todos verán que meresce
muerte» .
Cap. XXI. — Como Merlin entro en vna cá-
mara con el alcalde y le dixo niieuas de sn
padre.
E quando el juez esto oyó, fue muy sañudo,
e dixo: «Otorgotelo, mas si lo no prouares,
quemare a ti e a tu madre». «Esto no puedo
ser, dixo Merlin, que quemes a ella ni a mi
mientra yo biuiere.» Y estonces embio el
juez por su madre, e sacaron al niño e a
su madre de la prisión; y el juez dixo: «Cata
aqui a mi madre, e agora nos di lo que nos
prometistes a dezir»; y el niño le dixo: «No
soys tan sesudo como pensays, mas tomad a
vuestra madre e a vn amigo de quien fiedes,
j entrad en vna casii apartadamente, e yo
tomare mi madre e mi maestro y entraremos
con vos», y el juez lo otorgo.
Caí*. XXII. — De como Merlin dixo al alcal-
de quien era sít padre y de como el era hijo
del diablo.
Después entraron todos en vna cámara
assi como Merlin lo dixo; y el juez dixo:
«Agora di sobre mi madre lo que quisieres,
por que la tuya deuiera ser quita» ; y el niño
respondió: «Yo no diré cosa porque mi madre
sea quita si es la voluntad de Dios que
muera; mas, si me creyerdes, quitaredes a
mi madre y dexareys de preguntar de la
vuestra». El juez dixo: «No escapareys assi
con vuestra palabra hermosa, a dezir vos
conuiene»; y el niño dixo: «¿Vos me segura-
des que si yo defendiese a mi madre, que
seriamos quitos?» «Verdad es, dixo el juez, e
nos somos aqui ayuntados por 03^r lo que
dirás»; y el niño dixo: «Vos quereys quemar
a mi madre porque ella no sabe dezir quien
es mi padre: mas yo diria mejor quien fue
mi padre que no vos el vuestro, e vuestra
madre podria dezir cuyo hijo vos soys, mejor
que no la mia cuj^o hijo so yo»; y entonce
dixo el juez a su madre: «¿Como, madre, yo
no soy hijo de vuestro marido?» E su madre
le dixo: «Fijo, ¿pues cuyo hijo vos soys sino
de mi señor que buen parayso aya?»; y el
niño respondió estonce, e dixo: «Dueña, con-
uienevos a dezir la verdad, si vuestro hijo
ante no da por quita a mi madre» . «No vos
vale nada», dixo el juez; e Merlin respondió
muy sañudo, e dixo: «¡Ay juez! algo gana-
riades vos agora que fallariades bino a vues-
tro padre por testimonio de vuestra madre»;
e quando los que alli estañan esto oyeron,
marauillaronse mucho , ca ya tiempo auia
que el marido de aquella dueña era ya
muerto; e Merlin dixo: «Dueña, ¿por que tar-
dados? conuienevos que digades a vuestro
hijo quien fue su padre»; e la dueña dixo:
«Ve, diablo Satanás, ¿note lo dixe ya?» E el
niño dixo: «Vos sabedes bien por verdad que
es hijo de vn clérigo de missa, e agora vos
diré las señales: vos sabedes bien que la
primera vez que vos con el dor mistes, que
auiades gran pauor de vos empreñar, y el
vos dixo luego que de tal manera era el,
que nunca muger del empreñarla. Y el
escriuio quantas vezes estuuo con vos; e
aquella sazón era vuestro marido doliente.
Y desque esto fue, no duro mucho que vos
sentistes preñada, e dixisteslo al clérigo.
10
LIBROS DE caballerías
Dueña, ¿es verdad esto que yo digo? E si lo
no quisierdes conoscer, yo vos diré al por-
que lo conosceredes. ¿Verdad es que quando
vos sentistes preñada, que lo dixistes al clé-
rigo, y el clérigo dixo en conftsion a vuestro
marido que yoguiese con vos? Y el hombre
bueno estuuo con vos, e assi le fezistes en-
tender que el hijo era suyo; desde entonces
acá biuiades con el encubiertamente, e avn
esta noche estuuo con vos». E quando la
madre del juez esto oyó, fue muy cuytada,
ca bien vio que le conuenia a dezir la ver-
dad; e dixo el juez: «¡Madre, dezidme si es
assi! Ca yo vuestro fijo so, como fijo os fare».
Y ella dixo: «Ay fijo, por Dios merced, yo
no te lo jmedo encobrir, mas todo es assi
como el dixo». E quando el juez esto oyó.
dixo: «Verdad nos dezia este niño, que mejor
conoscia a su padre que yo al mió, e no es
de derecho que yo de su madre faga justicia
pues la no fiziera de la mia: mas por Dios e
por sainar tu madre, dime ante el pueblo si
te plaze dezir quien fue tu padre» . Y el niño
dixo: «Yo te lo diré, e mas por tu amor que
por tu miedo; e yo quiero que tu creas e
sepas que yo so hijo del diablo que enga-
ño a mi madre, e a nombre Enquibedos, y
es de vna compañía que anda en el ayre,
e Dios quiso que yo vuiesse seso e memoria
e de las cosas hechas, e de las dichas, e de
las por uenir» .
Cap. XX .m. — De como Merlin dixo al juez
que su padre se yria ahogar en vn rio.
Quando esto vuo dicho el niño al juez,
sacólo a parte e dixole en puridad: «Tu ma-
dre yrse ha agora de aqui; e quando el clé-
rigo supiere que lo tu sabes, fiiyra con
miedo de ti, y el diablo, cuyas obras el siem-
pre hizo, llenarlo [ha] a vna agua, e matarse
ha; y por esto puedes prouar si se las cosas
que han de venir». Entonce salieron de la cá-
mara antel pueblo, y el juez dixo: «Agora
vos digo que su madre déste moQO agora es
quita por razón; e yo nunca vi honbre tan
sesudo como es este niño»; e todos dixeron:
«Derecho es que sea saina»; assi fue la ma-
dre del juez en culpa y la de Merlin saina;
e Merlin quedo con el juez. El juez enbio
su madre e ciertos hombres con ella por
saber si era uerdad lo que el niño dixera;
e la madre del juez tanto que llego a casa,
y hablo con el clérigo e contole quanto le
auiniera; y el clérigo vuo atan gran mie-
do del juez, que fuyo de la villa e allego
a un rio, y dixo que mejor era de se matar
y que no que lo matasse el juez de mala
muerte.
Cap. XXIV. - Como Merlin hablaua con
Blaysen de su viaestro.
Asi mata el diablo a los que sus obras
hazen; e quando los hombres del juez esto
vieron, tornaron a el e dixeronle todo assi.
E quando el juez esto oyó, fue marauillado,
e fuelo a dezir a Merlin; e quando Merlin lo
oyó, dixo riendo: «Agora puedes ya creer (')
que te dixe verdad, e ruegote que assi como
te lo dixe, que lo digas a Blaysen» . E aquel
Blaysen era el honbre bueno hermitaño a
quien su madre se manifestaua; y el ju z se
lo contó todo. E Merlin e su madre e Blay-
sen se fueron para do quisieron. E Blaysen,
quando vido que el Xiño no auia mas de
diez y nueue meses e tres semanas, maraui-
llose onde tan gran seso le venia. E Blaysen
comenco a prouar de muchas guisas. E Mer-
lin le dixo: «Quanto me mas prouares, tanto
te mas marauillas; mas haze e cree lo que te
diré, ca yo te enseñare auer el amor de Dios
y el alegría perdurable» . E Blaysen le res-
pondió, e dixo: «Yo te lo oy dezir. Y creo
que eres hijo del diablo, y he pauor que me
engañes»; e Merlin le dixo: «Costumbre es
de todos los malos coraQones, que antes me-
ten mientes en el mal que en el bien; e assi
como tu oyste dezir que era fijo del diablo,
assi oyste dezir que Dios me diera poder de
saber las cosas que auian de venir. E por
esto deuieras tu entender, si fuesses sesudo,
a qual me yo ende atener deuia, a lo que es
mi pro, o a lo que es mi daño. Ca ios dia-
blos cuydaron de liazer su pro por mi, y
esto no puede ser, ca no fueron sesudos.
Porque merescieron en vaso, que no deuia
ser suyo, mas si ellos fueran sesudos, ftzie-
ranrae en my abuela, e assi no pudiera
conocer a Dios, ca ella era muy mala e
renegada; mas cree que te dixere de la fe e
la creencia, e yo te diré tal cosa, que tu
cuydaras que ninguno no te lo podia ende
dezir, e faz ende vn libro, e quantos lo oye-
ren loarte han e guardarse han de pecar».
E Blaysen respondió: «El libro fare yo,
mas yo te conjuro de parte de Dios, que tu
no me puedes engañar ni hazer cosa que a
pesar de Dios sea» .
Cap. XXV. —De como Merlin contó a Blaysen
del sánelo Grial.
Respondió entonce Merlin, e dixo: «Dios
me pueda empecer e nocer si yo te fiziere
cosa que a plazer de Dios no sea»; e Blay-
sen respondió: «Pues agora, di lo que yo faga,
(*) El texto querer.
BALADRO DEL SABIO MEBLIN
11
e fazello he». E Merlin dixo: «Agora busca
pergamino y tinta, e yo te diré cosa que no
ciiydarias que hombre te lo pediese dezir, e
contarte he la muerte de Jesucliristo e la ta-
zienda de Joscph, todo assi como les aniño,
e todo el fecho de Elni y de Perron. E como
Joseph entrego a Clayn el sancto Grial, e
como fino; e como el sancto Grial finco
en el castillo de Corberic en casa del rey
Pescador, y como los diablos tomaron con-
sejo, e se acordaron que fiziessen hombre,
e tu sabes bien por mi madre el trabajo
que ay metieron» .
Cap. XXYI. — Como Merlin dixo a Blaysen
que lo venían a buscar de contra Oriente.
Esta obra asi deuiso Merlin, e fizóla co-
nocer a Blaysen, y el se marauillo de las
marauillas que dezia, e parescieronle buenos
e hermosos. Y Merlin le dixo: «Conuernate
a hazer libro, e a sofrir afán e lazeria, e yo
mayor»; e dixo Merlin a Blaysen: «Por mi
embiaran de contra Oriente; e aquellos que
me vinieren a buscar, juraron a su señor de
leñar la mi sangre y que me mataran, e
quando ellos me viesen e oyesen, no aueran
talante de me matar, e quando yo me fuere
con ellos, tu te y ras para aquellos que tie-
nen el sancto Grial y escriuiras en este libro
quanto me aniño e auiniere de aqui adelan-
te; e otrosi todos los fechos de los grandes
hombres desta tierra, y este libro por siem-
pre sera traydo; e oyrlo han de grado en mu-
chos lugares, e tu leñaras este libro quando
yo me fuere con aquellos que me fueren a
buscar, e ponerlo has con el libro de Joseph;
e quando los libros ambos fueren juntados,
aura entonce vn hermoso libro muy sabroso
de oyr, las ciertas palabras que Jesuchristo
dixo a Joseph Abarimatia»; e sabe por
verdad que la sancta historia del sancto
Grial es llamada assi por tal nombre, por-
que fue de la su preciosa sangre quando
la cogió Joseph en el vaso, y esto lo metió
en su monimento que el tenia para si en
su huerto, en que nunca otro hombre es-
tuuiera, e que esta historia que Blaysen
hizo comentóla, assi como vos yo digo, a
quinientos e quarenta años desiJues de la
passion de Jesuchristo.
Cap. XXVII. — De como Veringuer fallescio
a su señor el rey Constante nes.
E agora dize el cuento, que en e?a sazón
auia en la gran Bretaña vn rey que auia
nombre Constantenes, e auia tres hijos, e el
vno dellos auia nombre Maines, e el otro Pa-
dragon, y el otro Yter; e auia vn vassallo
Veringuer, o era cauallero bueno e sesudo y
engeniosü, e aquel rey Constantenes murió,
e fizieron rey a Maynes, que era hijomaj^or,
y el rey vuo gran guerra con gentes de San-
soña que eran paganos, e Veringuer era su
mayordomo, o cogió assi quanto auer pudo,
y el auia gran poderlo en el reyno, e vio
que el rey era pequeño e que las gentes
eran maltrechas con la guerra, e dixo que
no qneria ayudar al rey rri se entreme-
tiera en su tierra, e hizose afuera; e quan-
do los sansones lo supieron, asonaron gran
hueste e vinieron sobre los christianos; y
el rey vino a Veringuer, e dixole: «Ami-
go, ayudadme a defender la tierra, ca nos
e todos los otros taremos lo que vos qui-
sierdes»; e A^'eringuer respondió, e dixole:
«Señor^, acalden vos los otros, ca muchos ay
en vuestra tierra que me quieren mal i)or-
que tanto vos serui».
Cap. XXVin. — Como Veringuer dixo pues ^
mientra que fuesse hiuo Constantenes^ que
el no podría ser rey.
Y quando el rey e los otros oyeron que
mas del no podrian auer, fueron a lidiar con
los sansones; e los sansones -vencieron, e res-
cibieron gran perdida; e Maynes dixo que
no rescibiera atan gran perdida si fuera con
ellos Veringuer : assi quedo el rey, que era
niño, e no sabia auer las gentes también
como le era menester, e desamauanlo las
gentes; e vinieron a Veringuer e dixeronle:
«Nos somos sin re^^, ca este no vale nada, e,
señor, sed vos rey e manteuedvos; ca no ha
hombre en esta tierra que tan gran derecho
ya aya»; y el dixo: «Yo no lo puedo ser
mientra que mi señor fuere bino»; y ellos
respondieron: «Mas valdría que fuesse muer-
to»; y Veringuer respondió, e dixo: «Si el
fuesse muerto, e vosotros quisierdes, yo se-
ria rey. Mas en quanto el fuere bino, no lo
puedo yo ser», E quando ellos oyeron lo
que Veringuer dezia, pensaron en ello e
despidiéronse del.
Cap. XXIX. — De como fue muerto el rey
Maynes e fuyeron los que lo mataron.
Entonces se tornaron, e hablaron muchos
de [los] ricos hombres en poridad de lo quel
les dezia Veringuer, e acordáronse que lo
mejor que era que matassen a Maynes y que
farian rey a Veringuer; «e pues el supiere
que por nosotros es rey, siempre tara lo que
nosotros quissieremos» ; e guisáronse doze
dellos para que matassen al rey. E los otros
12
LIBROS DE caballerías
quedaron en la villa por que les ayudassen
si les alguno quisiesse fazer algún mal; y
los doze fueron do estaua el rey, e matáron-
lo, y esto fue ayna hecho, ca era niño. E
después tornáronse a Yeringuer, e dixeron-
le: «Agora seredes vey, ca nos matamos a
Maynes». Y quando Yeringuer lo oyó, hizo
infinta que le pesaua de coracon, e dixo en
semblante de sañudo: «Mal feziste que nues-
tro señor matastes, e consejovos que fuya-
des; ca los hombres buenos de la tierra vos
mataran por tan mal fecho, y pésame mucho
porque venistes acá».
Cap. XXX . — Cottio fiiyeron Padragon e
Vter su hermano por miedo de Veritiguer.
Asi fuyeron los traydores que mataron su
señor. E las gentes de la tierra se acordaron
e ouieron su consejo, e fizieron a Yeringuer
rey, que auia los mas de los coracones de los
hombres, como vos ya dixe; e quando este
consejo fue y, estañan ay dos rico-honbres,
que eran de los otros dos niños, de Padragon
y de Yter. Y ellos bien entendieron que esta
muerte fuera por Yeringuer, e dixeron: «Pues
el fizo matar nuestro señor, no puede al ser
sino que nos haga matar estos dos que nos
quedan» . Y entonce se acordaron que fuessen
con ellos contra do vinieron sus abuelos, y
llenáronlos a una cibdad que ha nombre Bur-
gos, mas agora no dize dellos mas.
Cap. XXXI. — Co?»o el rey Veringuer hizo
matar a los que mataron al rey Maines.
Echo rey Yeringuer assi como os dixe,
pues fue rey sagrado, aquellos que mataron
al rey Maines vinieron a el. E quando Ye-
ringuer los vido, fizo enfinta como si nunca
supiera quien eran. Y ellos, en que vieron
que los rescibiera mal, pesáronle, porque el
era rey; ca ellos mataron al rey Maines. E
quando Yeringuer lo oyó, mandólos pren-
der, e dixoles: «Yos dixistes que mataredes
a vuestro señor, otro tal hariades a mi si
pudiesedes; mas yo vos guardare dello». E
quando ellos esto oyeron, fueron muy espan-
tados, y dixeron: «Señor, cuy damos que lo
faziamos por vuestro pro, y que nos amaria-
des por ende». A'eringuer les dixo: «Yo vos
mostrare como hombre deue amar tales hon-
bres». Y estonce les fizo arrastrar a doze
cauallos, en guisa que poco quedo dellos; e
pues esto fue hecho, vinieron sus parientes a
Yeringuer, e dixeronle: «Yos nos fezistes
gran desonrra, que nos matastes a nuestros
parientes de tal vil muerte; e jamas no vos
haremos seruicio de buen coracon». E quan-
do A^eringuer vio que lo amenazauan, dixo:
«Si mas ay hablades, assi haré a vos» . Y ellos
le respondieron muy sañudamente, como
hombres que lo temian poco: «Yeringuer, tu
nos amenazaras quanto quisieres, mas tantos
amigos auemos nos, que te no fallescera gue-
rra; de aqui adelante te desafiamos, ca no eres
nuestro señor natural; ni tu no has la tierra
leal mente; ante la tienes contra Dios e contra
derecho; e aun tu morirás de la muerte, tal
qual murieron nuestros parientes» .
Cap. XXXn. — Como Veringuer embio poi'
los sansones, e caso con la hija de Anguis.
Desque Yeringuer lo oyó dezir, fue muy
sañudo, pero no quiso boluer pelea. Y ellos
fueronse, e comencaron a guerrear e con-
fonder la tierra, e aleóse gran pie(;'a della. E
quando Yeringuer lo oyó, vuo grande pauor
que lo echassen de la tierra. Y embio por los
sansones que le aj^udassen, y ellos fueron ende
muy alegres. E auia ay vno que auia nombre
Anguis, e aquel siruio luengamente a Yerin-
guer, y era muy buen cauallero. E tanto lo
siruio, fasta que Yeringuer tomo su hija por
muger. E los sansones fueron por ello muy
sañudos; ca dixeron que falsara su creencia,
ca esta su muger no creya en la ley de Je-
suchristo. E Yeringuer bien supo que lo no
amaaa su gente, e los hijos de Constantenes
que eran y dos a tierra estraña, y que torna-
rian lo mas ayna que pudiessen.
Cap. XXXni. — Como cayo tres vezes la
forre que Imzia Veringuer.
Después que Yeringuer en tal guisa en-
tendió toda su hazienda, pensó que haria
vna torre que no temiesse a hombre del
mundo. Y entonces embio por los mejores
maestros que le supieron de aquella arte; e
hizo hazer su torre qual el la deuiso. E
quando fue tan alta como tres bracas o qua-
tro, cayo en tierra; e assi cayo tres vezes.
E quando Yeringuer vio que no se podia edi-
ficar, vuo gran pesar, e dixo que jamas no
auria plazer si no sopiesse por que la torre
cay a. Y entonces embio por todos los sabios
de su tierra, e contoles la marauilla de la
torre; y ellos espantados le dixeron: «Esto
no se puede ver sino por astrologia» . Y pre-
gunto: «¿Quales son los que los saben? Esto
no se yo — dixo el rey, mas Ijs que lo conos-
cedes, dezidme quales son; e si me dixessen
esto, yo los haria ricos». Y entonces salieron
los clérigos a vna parte, y preguntaron si
auia ay quien sabia astrologia: assi que ha-
llaron ende siete; y ellos fuei'onse al rey,
e dixeronselo; y el rey les pregunto si sa-
bian dezirle por que la torre cay a, y ellos
le respondieron que si, si por hombre al-
guno puede ser sabido.
BALADllO DEL SABIO MERLIN 13
Cap. XXXYI. — Ve como loa aabios dixeron
al rey que la torre se temía con la sangre
del niño (pie nascio sin jjadre.
Cai'. XXXTV.— Con/o los sabios pidieron
plaxo a VerincjHcr para le res2)oiider sobre
la torre que caya.
Entonces embio el rey a todos los clérigos,
sino los siete que quedaron con el, e traba-
jóse mucho por que la torre caya e como
podria estar. E aquellos siete eran vawj sa-
bios de aquella arte, e mucho se trauajauan
desto, mas no hallaron saluo vna cosa. E
aquella, como les ptarescia^ no hazia su pro a
la torre, y fueron ende muy espantados. Y
el rey les pregunto, y ellos dixeron que era
gran cosa lo que demandaua y que les diesse
plazo para auer su consejo sobre ello; y el
rey dixo que le plazia, e dioles plazo de
tres dias.
Cap. XXXY. — Del consejo que los sabios
dieron al rey sobre la torre.
Desque ouieron pensado, dixoles el maes-
tro mayor: «¿Quereys que os diga lo que
hallo?» «Si», dixeron ellos. «Vos todos me
dexistes vna cosa, e otra me encobristes; e
dixistes que veyades vn niño que era nasei-
do sin padre y que era de siete años; e no
dexistes mas; e yo vos diré cosa de que me
creerades; ca no hay tal de vos que no viesse
mas; ca vistes que por amor de aquel niño
auiades a morir, e yo mesmo lo vi, e otrosi
de mi assi ciertamente. E assi me conosce-
des vna cosa y encubriadesme otra, ca me
encubriades vuestra muerte; e a esto aya-
mos consejo; pues ya nuestras muertes sa-
bemos, seremos todos de vn acuerdo, e dire-
mos que la torre no estara si no ouiere de
aquel niño que nascio sin padre; e si pudiere
de aquella sangre auer, que se meta en la
mezcla del cimiento y que sera la torre
fuerte, e durara j)ara siempre. E assi diga
cada vno por si, porque el rey no entienda
que nos fallamos en vno; e assi nos podre-
mos guardar de aquel niño por quien tanto
mal nos ha de venir; e porque sabemos
ciertamente que por el todos auemos de mo-
rir. E hagamos quel rey no lo vea ni lo oya,
mas los que fuesen, porque el que lo maten
assi como lo fallaren». E a esto se acordaron,
e vinieron ante el rey, e dixeron que no lo
querían dezir sino cada vno por si y que el
escogiesse lo mejor.
Hizieron infinta que el vno no sabia del
seso del otro, e assi lo contó cada uno por si
al rey e a los cinco hombres suyos. Quando
el rey oyó lo que dixeron, marauillose mu-
cho, e dixo que bien podria ser verdad que
hombre naciesse sin padre. E tuno los cléri-
gos por muy sabios, e llamólos todos en vno,
e dixoles: «Vosotros me dexistes vna cosa
cada vno ¡wr si»; y ellos dixeron: «Señor,
si no fuese verdad, hazed de nosotros lo que
quisierdes». Y el rey dixo: «¿Puede ser ver-
dad que hombre naciesse sin padre terrenal?»
Y ellos dixeron: «Si, señor; y este es ya de
ocho años, e avn queremos que nos hagays
guardar hasta que vos traygan la sangre del,
e hagaysla meter en el cimiento , e assi es-
tara la torre firme» . Y el rey les hizo meter
en vna torre, y embio doze mandaderos por
todas las tierras, que anduuiessen de dos en
dos; e hizoles jurar que no se tornassen hasta
que lo hallassen, eque tanto que lo hallassen,
que lo matassen, e que le leuassen de la
sangre.
Cap. XXXVII.— C'o>«o los mensajeros del
rey Veringuer hallaron a Merlin.
Assi embio el rey buscar el niño jjor mu-
chas tierras, e auino assi que dos mandade-
ros se hallaron con otros dos, e anduuieron
en vno todos quatro; e assi auino que passa-
uan por vn campo, e andana ay Merlin y
otros mo(;'Os con el jugando. Y el bien sabia
que lo andauan buscando, e hirió adrede a
vn mogo de aquellos, y el otro dixole que
nasciera sin padre, e ellos fueron alia e pre-
guntaron qual era, y el dixo: «Yo soy aquel
niño que vos buscays, y el por que vos juras-
tes que me matariades, e auedes a llenar mi
sangre al rey Veringuer». E quando ellos
esto oyeron, fueron muy espantados, e dixe-
ronle: «¿Quien te lo dixo?» Y el les dixo:
«Yo lo se bien desque vos lo jurastes» ; y
ellos dixeron: «Cuytas [yr] con nos?» Y el
dixo: «He miedo que me matareys». Y el
dezialo por los prouar, que bien sabia que
ellos no auian tal poder; y el les dixo: «Yo
vos diré por que la torre cayo» . E quando
ellos esto oyeron, marauillaronse c dixeron:
«Este nos dize marauillas, mas mucho nos
las dirá mayores si no lo matamos» . E cada
vno dellos dixo que antes queria ser perjuro
que lo matar. Y estonce les dixo Merlin: «Vos
possaredes con mi madre, ca yo no me po-
dria yr con vos sin despedirme della» , y
14
LIBROS DE caballerías
ellos se lo otorgaron. T Merlin lleno consigo
a los mandaderos a "ma casa do ella se man-
tenía; e desque descaualgaron, el leñólos a
Blaysen, e dLxo: «Maestro, nedes aqui los
que yo vos dezia que me venían a buscar
para me matar, e desque vos no me quería-
des creer»; y el díxo a los mandaderos: «Yo
vos ruego que conozcades la verdad de lo que
yo os diré» . Y ellos dixeron que si conoce-
rían verdaderamente, e Merlin díxo a Blay-
sen: «Agora parad mientes a lo que dire-
mos» . Y el comenco a contar entonces como
cayo la torre tres vezes, e como los clérigos
hallaron sus muertes por el; e como se liizie-
ran de consejo que dixessen que por su san-
gre se auia de tener la torre; e como el rey
embiaua doze mandaderos que lo buscassen,
e como fallaran aquellos quatro, e como pas-
sauan por el campo por donde el jugaua con
los mo90S, e como el hiriera el moQO por tal
ijue lo descubriesse, ca el bien sabia que lo
andauan a buscar aquellos quatro compañe-
ros. E después que el se lo vuo contado punto
jjor punto, díxo: «E agora les preguntad si
esto es verdad o no»; e respondieron ellos:
«Assí Dios nos llene a nuestras tierras sanos
y en paz, como todo es assí como el dize» . Y
el maestro se signo, e díxo: «Ayna sera muy
sesudo si biuiere, e seria gran daño si lo
matassedes» . Y ellos dixeron que antes se-
rian perjuros para toda su vida, «y el, que
sabe bien todas las cosas, sabrá bien sí lo
hauemos a voluntad», e Blaysen díxo: «Si
dezis verdad, yo se lo preguntare ante vos»;
y estonce lo llamaron, ca el se fue por que
Blaysen hiziesse la pregunta; e Blaysen se lo
l^regunto, e Merlin se río, e díxo: «Yo se
bien, merced a Dios, que no han talante de
me matar»: y ellos dixeron: «Buen niño,
pues que verdad dixímos, yr vos has con nos» ,
«Sí, díxo Merlin, sin falta sí me prometeys
que me porncys ante el rey»; y el maestro
díxo: «Agora veo que me quereys dexar,
mas dezídme: ¿que querej's que haga desta
obra que me fezistes comentar?» E Merlin
díxo: «A esto que vos me demandays, yo
vos daré razón».
Cap. XXXVm. — Como Merlin consejaiia a
Blaysen que se fussse con el a la Gran
Bretaña.
«Yos vedes que nuestro señor me dio tanto
de ser, que aquel que me cuydo auer hecho
a su pro, que me perdió; e Dios me dio poder
por que yo pudiesse hazer mala fin, que
ninguno no lo podría hazer sino yo, ca nin-
guno no sabe hazer ni conoscer las cosas que
están por venir, e por esto me conuiene de
yr aquella tierra donde ellos me vienen a
buscar, por muy grandes hechos que ay
auernan; e yo fare tanto, que sea el mas
creydo honbre que nunca fue ni ha de ser,
sino Dios, e vos yreys ay por conplir esta
obra que comenzastes, mas no yredes con-
migo: mas vos preguntaredes por vna tierra
que ha nombre Uberlanda, e ay moraredes,
e yo iré a vos. e daros he todas las cosas que
ouierdes menester para vuestra obra hazer;
e vos deueys ende trabajar, ca buen gualar-
don auredes, e vuestra vida complido plazer,
y en la cima alegría perdurable; e vuestra
obra sea retrayda por sienpre mientra el
mundo fuere, e oyda de grado; y esta gracia
os verna de la tierra que Dios dio a Joseph,
aquel quien Dios fue dado en la Cruz; e vos
sereys tal, que deueys ser con ellos, e yo os
enseñare do son; e vereys la muy hermosa
gloria que vuo Joseph del cuerpo de Jesii
Christo que le fue dada; e yo quiero que
vos lo sepays jDor os fazer mas cierto; ca en
aquella tierra do yo y re, haré trabajar a
muchos hombres buenos, e a muchas buenas
gentes, por vno que sera de aquel linaje que
Dios amara. Y sabed que este trabajo sera
quando ay fuere el quarto Rey, y aquel
haura nonbre Artur; e vos yr vos hedes
para do yo os digo, e yo yre a vos a menudo
e leuaros he quanto vuierdes menester para
vuestro libro. E sabed que aquel vuestro
libro sera muy presto amado de muchas
gentes. Y pues que lo ouierdes fecho, lleuallo
heys a la compaña de los muchos altos hon-
bres; ca no haura honbre bueno ni buena
dueña que no faga meter su vida escrita; e
sabed que nunca vida sera oyda tan de
grado como sera la de aquel que aura nom-
bre Artur e de aquellos que en su corte
auenian. E quando vuestro libro fuere hecho,
e vos e todos los otros de vuestra cela fuer-
des muertos a plazer de Jesu Christo, aura
el vuestro libro el nonbre del Sánete Grial,
e sera de grado oydo. Y poco aura ay feclio
ni dicho, que bueno no sea». Assí díxo Merlin
a su maestro, e mostróle lo que auia de
hazer; y Merlin lo llamaua maestro porque
fue maestro de su madre; e quando eí hom-
bre bueno lo oyó, fue muy alegre.
Cap. XXXEX. — Como Merlin se despidió de
su maestro.
Así guisa Merlin su fazienda; e díxo a
los mandaderos: «Quiero que me veays como
me despediré de mí madre» ; e llenólos do su
madre era, e dixo: «Madre, estos me vinie-
ron a buscar, e yo quiero yr con ellos con
vuestro mandado, ca me conuiene rendir a
BALADRO DEL SABIO MERLIN
15
Jesu Christo el seruicio onde me dio el
poder. Y yo no 8e lo puedo rendir si en
aqnella tierra no fuera do ellos me quieren
leñar; e vuestro maestro sera ay comigo».
E la madre le dixo: «Hijo, a Dios seays ros
encomendado. Mas, si vos pluguiere, yo que-
rría que quedasse Blaysen». E Merlin dixo:
«Esto no puede ser» .
Cap. XL. — Como Merlin se fue con los men-
sajeros de Veringuer, e lo que le acá esc io
con el.
E assi se despidió Merlin de su madre, e
Blaysen se ñie a Uberlanda do Merlin lo
enbiaua; y el fuesse con los mandaderos, e
tanto anduuieron, que passaron vn dia por
vna villa do hazian mercado: e quando fue-
ron fuera de la villa, hallaron vn villano
que conpraua vnos (,'apatos e lleuaua vn
pedaco de cuero para adoballos, ca queria yr
a Roma. E quando Merlin vio al villano
cerca de si, comeuQOse a reyr, e quando los
mandaderos lo vieron reyr, preguntáronle
de que rey a, y el les dixo: «Rióme deste
villano, ca vosotros le preguntays que quiere
hazer de aquel cuero, y el dize que lo quiere
para adobar sus yapatos, e yd empos del, ca
yo os digo que antes que llegue a su casa
sera muerto»: y ellos dixeron que lo preña-
rían, e fueron al villano e dixeronle que
queria hazer del cuero que lleuaua; e el
dixo que queria adobar sus ^apatos quando
fuessen rotos, que queria yr a Roma. Y ellos
dixeron entre si: «Este honbre nos pesara
que esta sano e alegre; e agora vamos los
dos empos del; e los dos queden»; e assi lo
fizieron. Y ante que anduuiessen vna legua,
cayo el villano muerto en tierra con sus
oapatos en sus manos; e quando ellos esto
vieron, atendieron a los otros, e dixeron:
«Sandios eran los clérigos que tan sesudo
niño mandauan matar»; e los otros dixeron
que ante perderían gran perdida en los aue-
res y en los cuerpos, que el prendiesse
muerte; e esto fablarou ellos en su poridad
porque Merlin no lo oyesse, e quando vinie-
ron ante el gradescioles mucho lo que dixe-
ran, y ellos se marauillaron, e dixeron:
«Nos no jiodemos ninguna cosa hazer que
este niño luego no lo sabe» .
Cap. XTjI. — Como Merlin dixo que el clérigo
era padre del niño que lleuaua a soterrar.
Fasta tanto andouieron, que llegaron a
vna tierra de Yeringuer; e vn dia vino que
passauan por vna villa, e vieron lleuar vn
niño a soterrar, e yuan en pos del muchos
hombres e mugeres; e yuan cantando cléri-
gos; e Merlin comen(;'o a reyr, y ellos le pre-
guntaron por que reya, y el dixo: «De vna
marauilla que veo», y ellos le rogaron que
dixesse que era; y el dixo: «¿Yedes aquel
hombre que faze atan gran duelo?» «Si»,
dixeron ellos. «¿Y vedes aquel clérigo que
canta ante aquellos otros? El deuia fazer
aquel duelo que aquel hombre bueno haze,
ca aquel niño es su hijo, e aquel que no ha
con el nada, llora»; e los mandaderos le
preguntaron: «Esto, ¿como lo podríamos nos
saber?» Y Merlin dixo: «Yo vos lo diré; yd
a la muger, y preguntalde por que haze su
marido tan gran duelo, y ella os dirá: por
su hijo; e vos dezid: tan bien sabemos como
vos que no es su hijo, antes es de aquel clé-
rigo, y el nos dixo el tienpo en que lo fizo
con vos».
Cap. XLn. — Como los mensajeros del re// le
fueron a dexir como hallaron a Merlin.
Preguntáronle los mandaderos a la muger,
e dixeronle assi como Merlin les mandara,
e quando la muger los oyó, fue mucho es-
pantada, e dixo: «Señores, por Dios, mer-
ced, e no vos lo encobrire, ca me parecedes
hombres buenos; mas por Dios no lo digades
a mi marido, que me matara»; y entonces
se lo descubrió todo; e quando ellos oyeron
esta marauilla, dixeron que no auia tan buen
niño en el mundo, y entonces caualgaron
vna jornada donde ora A^erenguer, e dixeron
a Merlin: «Agora ha menester que ayamos
consejo como digamos a nuestro señor, ca
dos de nos queremos yr por le dezir lo que
fallamos, e agora nos enseña que quieres que
digamos de ti; ca ñauemos miedo que nos
culpe por que te no matamos» ; y Merlin en-
tendió que querían su pro, dixoles: «Sabed
como yo dixere e no seredes culpados; yd a
Veringuer, y dezilde que me fallastes, e
contalde quanto oystes que os yo conté; e yo
le mostrare por que la torre no puede estar,
y que haga de aquellos maestros lo que ellos
querían que hiziessen de mi, e yo le diré
por que me mandauan matar, y esto vos
mando: que hagades de mi seguramente lo
que vos el mandare» .
Cap. XLm. — Como los ynandadcros se fue-
ron a Veringuer y le asseguraron de Merlin.
Los mandaderos se ftieron a Veringuer, e
quando el rey los vio, fue muy alegre, y pre-
guntóles que auian hecho de su hazienda;
y ellos dixeron: «Señor, lo mejor que pedi-
mos» , y entonces lo sacaron a poridad e con-
16
L1BR08 DE caballerías
taronle quanto les auiniera, y que no halla-
ran a Merlin si el quisiera, y que venia a el
muy de grado, y el rey les dixo: «Y ¿que
me dezides agora de aijuel Merlin que habla-
uades? ¿Xo vos embie yo a buscar el niño
sin padre, y que me traxesedes la sangre
del?» «Señor, dixeron ellos, este es aquel
Merlin que nos vos deziamos; bien sabed que
es el mejor adeuino que nunca fue sino Dios;
y, señor, todo assi como nos fezistes jurar e
nos mandastes, todo nos lo el contó; e dixo
que vuestros clérigos que no sabian por que
la vuestra torre cay a. mas que vos lo dirá e
mostrara a vuestros ojos por que no esta, e
otras grandes marauillas nos dixo muchas;
y embianos a ver si queriades estar con el,
e si esto quisierdes fazer, si no, y rio hemos
a matar, ca nuestros compañeros quedaron
con el que lo guardan^). E quando el rey
esto oyó, dixo: «Si me vos osardes sobre
vuestras vidas prometer que el me mostrara
por que la torre cae, yo no quiero que mue-
ra». «Nos vos lo otorgamos» , dixeron ellos;
y el rey dixo: «Pues yd por el, ca mucho he
gran sabor de con el hablar».
Cap. XLIY. — De como Merlin llego al rey
Veritiguer, e de lo que le dixo.
Entonces se tornaron los mensajeros, y el
rey ñie a recebir a Merlin. Tanto ouo gran
sabor de lo ver por las grandes marauillas
que del le dixeran. E quando Merlin vio los
mensajeros, comen90se a reyr, e dixo: «Vos
me segura stes e fiastes a %'uestro señor so-
bre vuestras vidas»; y ellos dixeron: «Ante
quisimos entrar en auentura que matarvos» ,
e Merlin dixo: «Yo vos haré bien ende es-
capar»; e assi anduuieron contra el rey has-
ta que lo fallaron; y Merlin le hablo, e
dixo Yeringuer: «Habla comigo en pori-
dad»; e sacólo a parte a el e aquellos que lo
truxeron, e dixo: «Señor, tu me feziste bus-
car para tu torre que no se puede tener, e
mandaste me matar por consejo de tus clé-
rigos, que dezian que se no podria tener su
torre sino por mi sangre; mas no supieron
que dixeron en que se deuia tener por mi
sangre, mas fueron engañados, ca deuieran
entender por su sangre, e assi no erraran en
la estremonia: verdad le dixo, mas no lo en-
tendieron ellos bien; mas si tu me prometie-
res que harás dellos lo que ellos dezian que
hiziesse3 de mi, yo te mostrare por que tu
torre cae, y te enseñare, si lo quisieres ha-
zer, por que se terna» ; y Yeringuer dixo:
«Si tu esto fazes, yo fare dellos quanto tu
quisieres», y Merlin dixo: «Si te en alguna
cosa mintiere, faz de mi tu plazer: agora
vayamos, e haz venir los clérigos, e yo les
preguntare por que cae la torre, e tu veras
entonces que no sabrán negar cosa ni que
responder» .
Cap. XLY. — De como Merlin dixo al rey
que los sus sabios lo querían kazer matar
por esmsar su muerte.
Mando el rey llenar a Merlin a la corte
suya, y embio por los sabios, e, quando vinie-
ron, hizo dezir a Merlin e al que fue por ellos
que les dixesse: «Señores clérigos ¿por que
dezides vosotros que esta torre caya?» Y ellos
respondieron: «Nos no sabemos negar cosa
del caer, mas diremos al rey como estarla».
Y el Rey dixo: «Yos me dexistes maraui-
llas, que me mandastes buscar hombre que
naciesse sin padre, e yo no se como puede
ser hallado» . Y Merlin dixo a los clérigos:
«Señores, vos tenedes al rey por nescio, ca
si vos tal hombre fezistes buscar, no lo fezis-
tes buscar por su hazienda, mas por la vues-
tra, ca vos hallastes por vuestras suertes
que aaiades a morir por aquel que nascio
sin padre, e porque ouistes miedo de muerte,
hezistes al rey creer que, si lo matassen y
metiessen su sangre del en el cimiento de la
torre, que se ternia, e assi pensastes que
auiades de fazer matar aquel por que auia-
des de morir» ; e quando ellos oyeron lo que
el niño dezia marauillaronse, ca no cuyda-
uan que ningún hombre supiesse ninguna
cosa de aquello saluo ellos; e fueron mucho
espantados, ca bien supieron que a morir les
conuenia; y Merlin dixo al rey: «Señor,
agora podej^s bien saber, que los clérigos no
me querían hazer matar por vuestra pro,
mas ¡morque lo fallauan en las suertes que
auian de morir por mi; preguntaldes ende,
e tan osados no serán que vos osen mentir
ante mi»; y el Rey les pregunto: «¿Dize ver-
dad?» Y ellos respondieron: «Señor, assi nos
aya Dios merced a las animas como el dize
verdad; mas mucho nos marauillamos por
quien supo todas estas cosas; e rogamosvos,
como a señor, que nos dexedes tanto biuir
hasta que veamos que dirá de la torre, e si
se terna por el»; y Merlin dixo: «No ayades
ningún miedo de muerte, hasta que veades
por que la torre caya»; y ellos se lo agrade-
cieron mucho.
Cap. XLYI.— Cotiio Merlin dixo al Rey ¡Jor
que caya su torre.
Pues entonces dixo Merlin a Yeringuer:
«¿Quieres tu saber por que tu obra cae? Sabe
BALADRO DEL SABIO MERLIN
que so esta tierra ay vna grande agua, e
so aquella agua están dos dragones que no
veen nada; y el vno es bermejo, y el otro es
blanco; e yazen so sendas piedras grandes
el vno del otro; e son muy fuertes, e quando
sienten el agua pesada que se apesga sobre
ellos, rebueluense, y el agua represa, e
quando se suelta lleua gran fuer(,'a, e assi lo
que es sobre el agua fecho cae todo, e assi
cae tu torre jDor estos dos dragones, y hazlo
catar, e si lo assi fallares, serán mis fiadores
quitos, e los clérigos serán culpados que de
todo esto no sabian nada»; y el Rey dixo:
«Si esto es uerdad que tu dizes, tu eres el
mas sesudo hombre del mundo» .
Cap. XLYII. — Como Merlhi dixo de los dra-
gones al Reij, e imr que cana la torre.
Entonces fizo el rey meter obreros que
cauassen, e dioles quanto menester auian,
e las gentes de la tierra lo touieron a gran
marauilla e por locura, e Merlin mando
guardar los clérigos, e los hombres tanto
cauaron, que hallaron el agua e la desco-
brieron, e fizieronlo saber al rey; y el rey
fue alia muy alegre, e lleno consigo a Mer-
lin, e quando vio el agua llamo dos de sus
priuados, e dixoles: «Mucho es este niño
sesudo, que sabia que tan grande agua corria
so tierra, e demás dixo que yazian so ella
dos dragones, mas no me costara tanto que
yo no faga lo que el dixera, fasta que los
saque»; e llamo a Merlin e aixole: «Verdad
dexistes del agua, mas de los dragones no se
si es verdad»; e Merlin dixo: «No lo podre-
des creer fasta que lo veays»; y el Rey
dixo: «¿Como podríamos esta agua tirar?»
E Merlin dixo a Yeringuer: «Nos la fare-
nios correr de aqui lueñe por caños por
• aquellos llanos» . Y estonce hizo hazer cauas
por donde corriesse el agua, e Merlin dixo
a Yeringuer: «Sabe por cierto que los dra-
gones, tanto que se sintieren allegado el
vno al otro, luego se combatirán muy bra-
uamente, assi que para siempre sera sonada
esta marauilla; y embia por tus ricos hom-
bres de la tierra que vengan a uer la batalla,
ca esto sera gran significanca» ; y el Rey
embio por ellos, e contoles quanto Merlin le
dixera, y ellos le dixeron que les plazia
mucho de hazer aquella batalla, e pregun-
tóle si le dixera qual dellos vencerla, y el
Rey dixo que aun no; por quanto el agua
yua assi saliendo, vieron dos piedras en el
fondo, e Merlin dixo al Rey: «So estas pie-
dras yazen los dos dragones, e tanto que se
sintieren sin agua e se allegaren, luego se
LIBROS DK OABALI.EKIAS.— 2
combatirán, tanto que el vno dellos morirá»;
e Yeringuer dixo a Merlin: «¿Sabedes qual
dellos sera muerto o vencido?» E Merlin
dixo: «En su batalla ha gran significación,
e yo vos lo diré de grado emporidad ante
dos otros de vuestros priuados» .
Cap. XLYIII. — De como mando llamar el
Rey a sus jyriuados.
Entonces llamo Yeringuer quatro de sus
priuados, e dixoles lo que Merlin les dezia,
y ellos le dixeron que le preguntassen antes
que lo viessen qual dellos vencerla, e que le
rogasse que le enseñasse como la batalla
pudiesse ser fuera en el campo; entonces
rogo el rey a Merlin que le dixesse qual
vencerla, e que la batalla fuesse fuera, e
Merlin dixo: «¿Estos quatro son bien tus
priuados?» E Yeringuer dixo: «Si, mas que
otro que yo aya»; e Merlin dixo: «Sabe que
el blanco vencerá al bermejo, e sabe que aura
e ante muy gran trabajo, e sera aquella
muerte muy gran significanr-a, mas yo no
te diré mas ante de la batalla».
Cap. XLIX. — De la haialla de los drayones,
e de la muerte del bermejo dragón.
Después que el agua fue libre, ayuntá-
ronse las gentes, e tomaron muchas cuerdas
e cadenas, e sacaron al dragón bermejo assi
como Merlin les enseño, ca de otra manera
nunca podieran sacar dende los dragones; e
quando lo vieron tan espantoso e tan grande,
hizieronse afuera, e desi fueron al otro, e
sacáronlo, e quando vieron fuera, fueron
muy espantados, que ante era muy mayor e
mas espantoso que el otro, e bien páreselo a
Yeringuer que este deuia uencer al otro.
E Merlin dixo al rey: «Agora son mis fiado-
res quitos», y el rey dixo: «A^erdad es», y
estonces mando Merlin juntar los dragones;
assi que se sintieron, e tornaron el vno con-
tra el otro, e tomáronse a dientes e a vñas,
e nunca oystes hablar de dos animalias que
tan crudamente se combatiessen, e assi pe-
learon aquel dia e toda la noche, e otro dia
hasta hora de medio dia, que todas las gen-
tes que lo veyan cuydaron bien que el ber-
mejo vencerla, e do se combatían en tal ma-
nera, salió al blanco fuego e llama por la
boca e por las narizes e ardió al bermejo, e
quando fue muerto, fizóse el blanco presa, e
acostosse, e no biuio mas de tres dias; e los
que esta marauilla vieron, dixeron que nunca
tal viera hombre, e Merlin dixo a Yerin-
18
LIBROS DE caballerías
guer: «Agora puedes hazer tu torre quando
quisieres, ca de oy mas no caerá, pues que
los dragones son fuera».
Cap. L. — De como el rey Veringuer mando
fa^er su torre.
Estonce mando Yeringuer hazer su torre
grande, e tan fuerte que no pudo mas, e pre-
gunto muchas vezes a Merlin que significa-
uan los dragones, e por que el blanco venció
al bermejo, pero el bermejo era mejor ante;
e íklerlin dixo: «Esto es significanra de mu-
chas cosas que fueron e han de ser en esta
tierra, e si tu quisieres que te diga la ver-
dad, tu me seguraras ante los mas priuados
que ouieres, que mal no rescibiere por ti ni
por otro»; e Yeringuer dixo que lo assegu-
raua como el quisiesse. «Agora faz llamar a
tus priuados e los clérigos que me quisieron
hazer matar»; j el Rey lo fizo assi, e Merlin
dixo a los clérigos: «Mucho soys sandios
quando cuydastes obrar por arte que no sa-
biades, e, porque soys malos e ciegos, no
Quistes cosa de lo que demandauades por el
arte de los elementos, mas vistes que yo era
nascido, por lo qual vos vistes que era mala
señal, e f uestes muy cuytados, ca vistes
vuestras muertes; e aquel que me vos amos-
tro, me hizo semblante que deuiades a mo-
rir por mi, no lo hizo sino por pesar e por
duelo que ouo porque me perdió, ca nunca
perderá la manzilla, por quanto yo no digo
ni predico las sus obras, e si quisierdes, me
fizierdes matar, mas yo he tal fuzia en mi
señor Jesu Christo, que me hizo e me ha de
fazer, e tomo muerte e passion en la sancta
vera cruz por me sainar, que el me guardara
bien de su engaño, y el me fara mentiroso,
ca fare que vos no murrades por mi, assi
como el fizo entendiente a vos, si me prome-
tierdes lo que vos yo diré». É quando ellos
oj^'eron que no morirán, dixeron que: «No
auia cosa que nos mandedes que nos no ha-
gamos por escapar de muerte, ca bien vos
dezimos uerdad que vos soys el mas sesudo
sabio que en el mundo aya»; e Merlin dixo:
«Si vos me jurades sobre vuestras almas que
jamas no vos entremeteredes en esta arte, e
por tanto como e hezistes, vos mando que
vos manifestedes bien, e sabed que ninguno
no es manifestado si ante el pecado no dexa,
e meted vuestros cuerpos so tal poder que
las almas no sean perdidas, sino que las
aya aquel bendicto señor jjadre celestial que
las compro por el su precioso cuerpo, e si me
esto prometierdes, no seredes perdidos»; y
ellos se lo gradecieron, e prometieron que
assi lo harían.
Cap. LI. — De como el rey pregunto a Merlin
de la significan^a de los dragones.
Pves assi se libro Merlin de los clérigos que
lo fizieron yr a buscar para lo matar; e to-
dos vieron quan bien se prouo todo esto, e tan
mesurado fuera contra ellos; gradescieron-
selo mucho; y estando assi, seyendo Yerin-
guer señor de los bretones, pregunto A^erin-
guer a Merlin, e dixo que dixesse la signi-
ficanca de muclias cosas de los dragones, y
Merlin dixo: «Esto es significanca de mu-
chas cosas que han de ser en esta tierra, assi
como ya os dixe; e avn cosas vos dixe que
han de ser de aqui lueñe, e han de ser tan
escondidas, que pocos lo entenderán hasta
que fuere j)assado; e agora escuchad e diré» .
Cap. LII. — De como Merlin dixo al rey Ve-
ringuer lo que significauan los dragones.
«El, ca, dixo, huyra el dragón bermejo, ca
su desterramiento se allega, y de las sus co-
sas se entregara el blanco dragón; ca este
dragón blanco significan los sansones que
vos metistes en la tierra; y el dragón ber-
mejo significa los bretones, que son mal tre-
chos del blanco; o puede parescer a ti e a
los hijos de Constantenes, como después te lo
diré; e otrosi, sabe que los montes se ygua-
laran con los valles, e los rios de los valles
cerraran sangre, e las ordenes serán des-
truydas, e a la cima podra mas el apremiado,
y el puerco montes de Cornualla darle ha
ayuda; e por esto yran los brauos e bastos
franceses a entrar en la casa de Roma ante
la cruzada del, e su fin sera dultosa; mas
después del verna el bermejo alemán, y el
predicador enmudecerá, porque el niño que
crece en el vientre; y entonce la mala an-
danza del blanco se allegara, e las villas de
las sus huestes serán destruydas, e los vien-
tres de las madres serán vendidos, e sus ni-
ños saliran sin nascer y serán gran tor-
menta de hombres; y quien estas cosas fara,
vestirá vn hombre de cobre, e por muchos
tienpos guardara las puertas de Londres
sobre cauallo de cobre; y después tornarse
ha el bermejo dragón en sus propias costum-
bres, e trabajarse ha de hazer cruezas en si
mesmo, e sobreuerna vengauf/a de Dios de
mortandad del pueblo; e los que quedaren,
desenpararan su natural tierra; y el Rey
bendito guisara Nauto y sera contado en la
corte entre los benditos, e leuantarse lia de
cabo el dragón blanco, e mudara las motas
peleando; y henchirse han de cabo nuestros
huertos de la leal simiente; y en cabo del
peligro enfermara; y después sera coronado
BALADRO DEL SABIO MERLIN
19
el bermejo de Alemana, y el principe de
cobre sera humilde, ca termino le es puesto
que no pueda bolar; allende ciento e cin-
cuenta años verna en el poder de vn león
trezientos e holgara. El estonces se leuan-
tara contra el alguyon, e tirarían las flores
que lo abrigo e crio. Y los tiempos serán du-
dosos, e agudeza de las espadas no quedara;
alueñe llegara sus cueuas; y el dragón de
Alemana, ca la venganza cíe su traycion so-
breuerna, a la sima enforvarse han poco a
poco; mas la decima de norte nunca le en-
pescera; ca el pueblo verna en madera y en
camisas de fierro que tomaran venganga de
su maldad, e cobraran a los antiguos labra-
dores en sus casas, y la destruycion de los
aleuosos parescera, y el glomo del blanco
dragón sera roydo de vuestras arcas, e, lo que
quedare de su generación, desnudados jubro
traerá perdurable seruiduubre. Y con aba-
das llegaran su mandar, y vernan en pos
del dos dragones, el vno dellos sera afogado
de embidia, y el otro se tornara so sonbra de
su nonbre» .
profecía (>)
Después de estos verna el león de la justicia,
de cuyo ruydo las torres francesas e los drago-
nes de las insolas tremerán; en aquel dia sera
scripto. El otro del libro e de la sortija de pla-
ta mala para los labradores; e los afeytados
vestirán lanas; y el postrimero habito aseñorea-
ran sus entrañas, e los pies de los labradores
serán tajados, e paz auran por pocas humilda-
des; de los tormentos se dolerán; afirmado pre-
cio sera vendido, e la meytad sera redonda, e la
rebata despreziaran los dientes de los
lobos; embotarse han los cachorros del león e
se han en peces mayores, e su águi-
la nido sobre el monte Puneo, y
por la sangre de la madre e a casa de
matara seys hermanos; e la Ínsula sera mojada
con lagrimas lloradas de noche, onde todos se-
rán llamados a todas las cosas; y esJor(¡arse
han los postrimeros a bolar allende de las altas
cosas, mas el otorgamiento de las altas nueuas
sera loado, y quebrantaran la piedad de los
quales, aposearan fasta que renga su padre.
profecía
El puerco montes de los cinco dientes passa-
ra las altezas de lO'< montes, e la sombra del
que tiene el yermo posara, y ensañarse ha vo-
(') Esta, como las demás pVofecias de Merlín (y en
general el texto del Baladro), se halla redactada en
e tilo y lengiuiie indescifrables. Por añadidura, el
ejemplar de la Bibl Nac. que nos firve de original
está ilegible en muchas partes.
mia, e llamara sus atenedores, e atenderá a es-
perar sangre: freno le sera dado a sus quexa-
das, que hecho sera en tierra de Bretaña, y el
alegria de la que criara el tercero niño,
profecía
Serán los llorosos regidores y dexaran los
matos, e auran dentro en los muros de la cibda-
des muerte rara e no pequeña de los que contra
ellos fueron, e tajaran las lenguas de los otros
e cargaran de candelas los pescuezos de regido-
res, y serán renouados los tiempos dellos, e
purgaran en el azeyte; el sexto destruyra los
muros de Bernia, e tornar los bosques, este llano
desuiara de las razones, tornara en vna y de
cabella de león sera tornado; su comien<;o sera
baxo, mas su fin bolara a los de sus sanos, ca
renouara las benditas sellas; por la tierra alon-
garan los pastores en lugares que les conuerna,
e dos cibdades cobrira de dos mantos; e donas
de ver se dará a virgines ; y merescera por ende
el otorgamiento de Dios, y sera abogado entre
los benditos.
profecía
El lobo serual saldrá, que passara todas las
cosas, que parescera destruymiento de su gente,
ca por el se perderán ambas las insolas y sera
de antigua diuinidad; desi tornarse
han los cibdadanos a la isola y descordanqa
de años nascera, y el blanco viejo en
blanco tornara el rio de Perenes, con
verga blanca medirá sobre el niño,
profecía
Llamo Cananura tomo Albania en compañia;
estonce su muerte de los estraños, y estonce co-
rrerán los rios sangre; estonces saldrán los
montones armonitos, y serán coronados de coro-
nas de bruas. Cabria sera llena de alegria, e
los robles de Cornualla reuerdeceran; por nom-
bres de Bretas sera la insola llamada., y el
nombre que los estraños pusieren desparara.
profecías de MERLIN
Descanaum saldrá el puerco montes tallador
que dentro en las bozes francesas vsara la agu-
deza de sus dientes, ca tajaran todos los mejo-
res robres, e guardaran los menores, y tremerán
ante el león de Arabia, e los de África, ca la
reziedumbre de su edad yra a tener la postri-
mera España.
profecía
Verna después desto el cabrón de Castro lu-
xurioso que aura los cuernos de oro e la barua
20
LIBROS DE CABALLERÍAS
de plata, que toda la faz de la insola assom-
hrara; ])asseara en su tiempo, e por- abunda-
miento de tierra acrescentara las miesses, las
mugeres en su andar serpientes e todo su andar
sera lleno de soberuia. Y renouarse han las
fazes de Venus; no quedaran las hazes de lle-
gar a la fuente por agua, e tornarse han sangre,
e dos reí/es pnr la leona de Vano se combatirán;
toda la tierra tornara en luxuria, e hombres e
mugeres no quedaran de fornicar.
profecía
Estos tres siglos verán todas las cosas, pues
serán soterrados en ¡a cibdad de Londres se
mostrar-a; e tornarse ha en cabo hanbre e mor-
tandad; e dolerse han las cibdades del destr-uy-
miento de las cibdades; e sobreuer-na el puerco
montes de cerca, e tornara las grer/es desparti-
das a los perdidos paceres; su pecho sera man-
jar a los hambrientos, la su lengua ser-a beuer
a los sedientes, y de su boca saldrán rios que
regaran las qiii.cadas secas de los horr.bres; e
sobre la tor-re de Londres criara rn árbol en
que ser-a ahondado de tres ramos solos, e sobra-
ra la faz de toda la insola por muchedumbre de
sus foja*; a esta rer-na aduersario agudo, e por
su mal soplo tirara el tercero ramo, e los dos
que quedaran como acachados, hasta que el rno
terna al otro por muchedumbre de sus hojas, y
desi aquel terna el lugar de las dos, e gouer-
nara a las aues de las otras tierras, y sera nu-
cidor para los vencidos del padre, ca por mie-
do de su sombra perderá su libre ver; y después
desto verna el asno de maldad hazedor de oro
mas peligr-oso en la r-ibera de los lobos; aquella
sazón ordenaran las canallas por los boscos; y
en los ramos de las telias nasceran landr-es.
profecía
Y el mar soberano después desto cor-rera por
siete partes, y el rio de Docafire era siete meses;
los sus peces moraran con calentura, e hazerse
han dellos serpientes, y refrescar-an los baños
de Radon, e las sus aguas sar-r-as refrescaran,
engendraran muerte; Londres llor-ara muerte
de reynte mil e Camilia mudarse ha en sangre;
los de las coyundas serán llamados a las bodas,
e los baladros dellos serán oydos en los montes
de los Alpes.
PROFECÍA
Nasceran ti-es fuentes en la cibdad de Ven-
conia, e los sus rios fenderan la insola en tres
partes; quien beuiere del rno biue luengamente,
e si ouiere enfermedad no lo cuytara mucho; y
quien beuiere del otro, desesperara por han-
bre, que le nunca fillescera, e su car-a ser-a
amarilla e áspera; queriéndose guardar de tanta
mala rentur-a, esfori-arse ha a escondella po^-
desuar-iades coberturas, y qui quier que sobre si
eche, tor-narse ha en piedras, e las piedras en
agua, e la leña en ceniza, e las cosas en agua
si las echase sobre otras; a esto de la cibdad de
Camitin y del bosco, saldrá rna niña que jun-
tara guarda a la mencia, que, después que en-
trase en todas las ar-tes, por su sojrlo solo saca-
ra todas las fuereras nozidores; después que se
ahondare de agua sana, tr-aera en la su mano
diestr-a el nombre de Calidon. y en la siniestr-a
los muros de Londres, e por do qider que ande
hará baho de suffr-e, que hará humo por dobla-
da llama; aquel humo nascido los regalara e
gastara el manjar se es marinos, y essa niña
llorar-a lagrimas de duelo, e cunplira la insida
del baladro espantoso; y matara el cierno de
diez ramos, e los quatro de los ramos traerán
coronas de oro, e los seys tornarse han en eneró-
nos de búfanos, que j)or su maldad fumo solo
mouera a las tres insolas de Bretaña; leuan-
tarse han de daño, e Jablando en boz de honbre
llamar-a: aleñante Cabrian, e junta a Cornua-
lla a tu lado, e di a Vicor-niay^; ser-uara la tie-
rr-a, mudar-a la silla del pastor do las naos
apor-taran; e los otr-os miembros vagan en pos
de la cabeqa, que se llega el dia que los cibda-
danos por el pecado el jyregoner-o despecera; la
blanatr-ia de la vara les enpeqo; y el desurla-
miento de la cintura dellos, ca huyo a la jjerju-
rada gente, ca la noble cibdad sera destruyda,
e por tanto gr-an las ñaues y de dos harán vna;
el erizo cargara de mam^anas, e fara andar las
ñaues de todos los arboles, e bolueran en vno, e
añadir-a gr-an cerco de séys cuentas corrientes a
la insola. Y en cada vna ser-a puesto vn señor
de diez mili caua lleras, que dará las leyes a
los que son en su poder; Londres lo mejor: acre-
centarse ha en tres muros. Cor-nualla ha de
cada parte el rio de Materanisa, e las nueuas de
la obra passaran los Alpes y az dentro en ella;
y el erizo con sus man<;anas fara camino por
su tierra; y en su tienpo hablaran las tier-ras y
el mar, por-que van a Francia; en poco tiempo
se llegara de vna ribera a otr-a, se oyr-an los
honhres, e la tier-ra de la insola se leuara, e
mostr-arse han las cosas escondidas que son so
el mar, e Fr-ancia con miedo temblara.
profecía
Saldrá después desto el bosco de Cálete rio;
la Agíala que balara por rededor de la insola,
dos años va ladr-ando de noche, llamar-a a las
rezes, e todo el linage de las aues j untaran assi
a las lauores de los honbres; irán e gastaran
yernas de todas naturas, e seguirse lia ende
hambr-e a pueblo, e con hambr-e mortandad, e
BALADRO DEL
después de tanta cuyta, i/rse ha aquella aue
mala por el valle de Galar, e leuantara el va-
lle en alto, y en toda el alteza del monte plan-
tara vn caruallo, e dentro en sus ramos liara
nido, e tres hueuos poma en su nido, de que sa-
liran raposo, e lobo, e osso; e comerá, la raposa
a su madre, e aura la cabera de asno, e pues
tan desemejada fuere, espantara a sus herma-
nos e hacerlos ha fit'jr a Nonnandia; i¡ ellos
leuantaran el puerco montes de grandes dientes
contra ella, e tornarse han al nido, e lidiaran
con la raposa, y en la batalla estando, harase
ella que es muerta, e mudara la crueza del
puerco, y estando sobre ella, reboluella ha con
la boca en el siniestro pie, assi que le affincara
toda la carne, e desi hará su salto, e del salto
leñarle a la oreja diestra, y el rabo; e yrse ha
a esconder en las cueuas de los montes; y el
puerco escarnido, yra buscar el lobo y el osso,
quel combra en sus miembros que el perdió. E
pues ellos oyeron la razón, prometerle han dos
pies e orejas e rabo,e que de si mesmos le cumpli-
rán miembros de puerco, y el holgara, y entende-
rá que le cumplan su promesa, y entanimientra
decendera la raposa de los montes, e mudarse
ha en lobo. E como auiendo habla con el ca-
brón, llegarse ha arteramente e comerlo ha todo,
o desi tornarse ha al puerco montes sin mien-
bros, e atenderá las animalias; y en tanto que
ellos allegaren, m darlos ha tosté con su diente:
e sera coronado de cabeca de león; en sus días
nascera la sierpe que matara los hombres, e por
su fanbre cercara a Londres, e comerá quantos
por ay passaren. 1' el Rey Motes tomara cabe-
ra de lobo, y emblanquecerá sus dientes en la
fragua de Sauina, e acompañara consigo las
grees del albrauan, e cambera, que reniendo se-
caran a Canisa, e llamarlo ha asno de barua
luenga; e mudara su forma, y enseñarse ha el
puercomontes, ellamara el lobo,ehazerse ha toro
cornudo entre ellos, e pues que soltare su crue-
za, comerles ha las carnes e los huessos; en el
alteza de Vriana sera quemada; las siniestras
de huego mudarse han en sicues que nadaran en
seco, assi como corrió; los peces comerán a los
peces, e los hombres comerán los hombres. E
quando vinieren a la vegez, harán sus luzios
marineros, e harán sendas del mar, cargaran
las ñaues, ayuntaran mucha plata; leuantarse
han dentro las andas, y pues llamaran los re-
yes, passaran las medidas de sus venidas, a las
cibdades razias encenderán, y derribaran los
montes de contra si: ayuntaran a si la fuente,
e cunpliran agallas de engaño y de maldad;
nasceran del dragones que ha-a venir los de Ve-
nedicia a batallar a los robledos, en rno reman,
y de los montes, e comentarse han con los Xer-
xes de los trenuysianos; y el corcho y el miato
serán llamados y cometerán los cuerpos.
sabio merlix
profecía
21
Sobre los muros de Groges nido terna Curma,
e su seno sera criado; el asno criarlo ha la ser-
piente; de mal vema; y metello ha en muchos
engaños, presa la su corona, passara las altas
cosas: en sus dias abaxarun los montes de com-
paña, e las prouincias stran aba.vadas de sus
matos. Ca sobreuerna el bermejo que auia el so-
plo de fuego que soplara , y quemara los arbo-
les, e saldrán del siete leones que auran cabe-
llas de cabrones desemejadas, que por hedor de
sus narizes corronperan las mugeres, e no sabrá
el padre qxden es sufijo, ca arguilleceran como
bestias que sean de muchas mañas, y puesto y
el vino enbeudarse han los honbres, y dexaran
de catar al cielo, e cataran a la tierra; destos
tornaran estrellas los rostros, e confonderan
los lugares por do se an enmendar, y este se
asañara, e arderá las mieses; el amor del cielo
sera denegado, e las rayzes e los ramos mudar-
se an a las vezes, e las estrañezas de las cosas
nueuas serán milagro; y el resplandor del sol
enfermara por el deleyte del martirio, y sera
espantoso a los que lo touieren ojo, e mudarse
ha en escudo de Archadia y el yelmo de Mares,
e gastara la sombra a la saña de Meratrio, e
passara los limites; y el rio que es duro como
fierro, mudara la espada rebes; cuytaran las
nueuas, e salira Júpiter por sus derechas ca-
rreras: y Venus lo dexara por do solia correr;
y el estrella de Saturno caerá, e matara los
mortales con su corona; y el cuento de las doze
cosas y de las estrellas lloraran sus huespedes,
que assi verán yr que perderá por gemido los
abracares que solian, e llamaran los cantores e
las fuentes; e los pastos de la Libra perderán
si esto, fasta que el carnero lo sacuda de sus
cuernos. }' el rabo del scorpion criara relanpa-
gos, y el cancrejo barara con el sol: virgen so-
bira en el espinado del sanctitan dio, e hará
cuerdas e flores de virgines y el curso de la luna
tornara en diaco, e a los priuados comentara a
llorar, y el oficio de junio no tornara ninguno,
mas la puerta cerrara; esconderse ha en las
quebraduras de Diana en la ferida del rayo,
leuantarse han los mares, y el pueblo de las
veeras renouarse an, e conbatirse an los vientos
por brauo soplo, y serán de so rno las estrellas.
profecía
Después desto, rema el puerco montes, e por-
na el pueblo con mal señorío, Claudio cercara
y erguirá el león que por muchas batallas can-
sara el puerco montes, e a la cima barajara el
león con el reyno, e passara por samo las cues-
tas de los altos hombres. E sobreuerna el toro
a la batalla, y sera el león en el diestro pie.
22
LIBROS DE caballerías
mas quebrantara sus cuernos en los muros de
Veina; la raposa deuengara el lean, pues que
Cornelia ka toda con sus dientes a la culebra de
lindo colin; e mostrarse ha a muchos dragones, e
por espantoso poderio despedurarse han mo a
otro. Y el que ouiere boz, traerá mal al otro sin
alas; e fincarle ha en la frente las uñas enpon-
qoñadas, e la rengan(:a auran los otros, e ma-
taran mo a otto. V después rema el quinto
muerto, y quebrantaran lo que fizieren; por en-
gaño de muchas guisas salira en el espinaro de
vno con espada, e partirle ha la cabera del
cuerpo desnudo; salira por el huerto y echara
lueñe el rabo diestro. Y el siniestro traerá mal,
ca vestido no aprouechara cosa; e otros ator-
mentaran por espadas, y echarlos ha al derre-
dor del reyno. E sobreuema el león rugiente,
dubdado por gran crueza, e tornara quinze ra-
zones en vno que su pasto yra al bueno; res-
plandecerá el gigante, con blanca color fara
fruto antel blanco pueblo, las riquezas dejray-
garan los principes, e los de su poder tornarse
han en bestias brauas.
profecía
E nascera entre ellos león finchado con san-
gre de honbres, y meterle han en la miesse se-
gador, que en quanto se trabajase de corai¡on
sera apremiado, y pues echare el señor, sobira
en el carro en que vino,etirara la espada, e ame-
narara a Oriente, y henchirá de sangre los ros-
tros de sus ruedas, Y después sera hecho pozo
en el mar que por si vino; y de serpiente salira,
e yra con su madre; y sera ende tres toros que
después que gastaren los paceres, tornarse han
en arboles, e traerán el primero azótete de ser-
piente, e tornara las espaldas al honbre; y el
se esjoi'cara por tomarle el acote, mas sera cas-
tigado del primero muchas vezes, hasta que
echen el vaso enpon roñado. Y después desto
verna el labrador de Albana, a cuyo espinazo
verna Ice serpiente, y el echara a labrar las tie-
rras, e la tierra emblanquecerá con miesses, e
trabarse han de echar ponroña que las rñas no
llegan a las mieses; y desfallecerá el pueblo
por mortal pestilencia; e los muros de las cib-
dade» serán destruydos; e la cibdad de Claudis
escapara, y en poca sazón sera renouada la
ysla, e desidos verna aqui, e uira el drago cor-
nudo: y verna vno en fierro, e caualgara en la
serpiente bolador; e assentarse desnudo en el
espinazo, y echara la mano diestra en el rabo ,
e por la boz del, mouerse han los mares, e fia-
ran miedo al segundo. Y el segundo aconpa-
ñarse ha con el lobo; mas en su juntamiento
pelearan por entre canbiadas pestilencias, e
traerse han mal canbiadamente, e braueza de
la bestia podra mas. '
profecía
Después deste, verna vna cola duffe, e con
cuchillo, e traerá la crueza del león, auran paz
las generaciones del reyno, y después fuere aho-
gado en su silla, fiaran las esposas, mas tende-
rán las palpas. En Albatian entristecerán las
prouincias de Aguyon, e abrirán las puertas de
los templos; y el alfierez lobo guiara las conpa-
ñas, e abrirá a Cornualla con su rabo; e con-
trastalla ha el cauallero en carro, que muda su
pueblo en puerco montes; y el puerco gastara las
prouincias; y en fiondo de la Saburna esconde-
rá la caberla, e atra(¡ara el hombre al león en
el rayo e claridad de otro; cegaran los ojos de
los que lo cataren, y enflaquecerá la plata en
derredor; e cuytaran los lugares, e sobreuema
el gigante de maldad; e por agudeza de sus ojos
espantara a todos, y leuantarsé ha contra el
drago de Bregoña, y esfior<-arse ha por echallo;
y pues se juntare, sera vencirlo el drago, y sera
premido de vencedor de maldad; ca subirá so-
bre el 01-gullo al drago alto; e leuantai-a el rabo,
e ferira a su nido; y el gigante tomara de cabo
fuerqa, e quebrantara las quijadas con el espa-
da, e a la cama emborujarlo ha el drago so su
rabo, e morirá enponronado.
profecía
Pues Merlin profetizo este e otras cosas
muchas, fue Veringuer maíauillado e quan-
tos ay estauan; e dixole la significan9a de
los dragones, que era saber: «Ca ya de mu-
chas cosas me dixistes verdad, e yo vos ten-
go por el mas sesudo hombre que nunca vi,
e por ende te ruego que me digas lo que te
demando.» E Merlin dixo: «El dragón ber-
mejo, significa a ti, y el blanco a los hijos
de Costantenes» ; e quando Veringuer esto
oyó, ouo muy gran pesar; Merlin lo enten-
dió, e dixo Veringuer: «Quantos ay están
son de iwj consejo, e yo quiero que me digas
la signiñcanga, e ningún pauor no ayas de
mi ni de otro». E Merlin dixo: «Yo te diré
que el bermejo significo a ti, e dezirte he
por que» .
Cap. Lni — Como Merlin dixo al rey que
los hijos de Costantenes lo quemarían.
«Tu sabes muy bien que los fijos de Cos-
tantenes quedaron pequeños después de la
muerte de su padre; e si tu fueras tal qual
deuieras, tu los guardaras e los defendieras
contra todos; e tu bien sabes que de su auer
tomaste atan gran tesoro, por que ganaste
el amor de las gentes del reyno. E quando
tu viste que te amanan, feziste afuera de su
fazienda; porque viste que no te podria es-
cusar; e quando las gentes del reyno vieron
BALADRO DEL SABIO MERLIN
23
a ti, e te dixeron que el rey Maines no era
para rey, ca no auia en el buen seso ni jus-
ticia, e que tu fuesses rey, e tu respondiste
sabiamente, e dexiste que tu no podrías ser
rey mientras Maynes fuesse biuo., e no dexis-
te mas, ca aquellos a quien tu lo dixiste en-
tendieron que tu querías su muerte, e por
ende lo mataron, e pues lo ouieron muerto,
fizieronte rey, e dos hijos que el auia huye-
ron con pauor de ti; agora tienes tu su here-
dad; e quando aquellos que mataron al rey
Maynes vinieron ante ti, fezisteslos matar
por hazer semblante que te pesaua; e avn
agora tienes la tierra, e feziste tu torre para
te guardar de tus enemigos, mas la torre no
te puede guardar ni tu otrosi». E Veringuer
entendió bien lo que Merlin dezia, e supo
que le dezia verdad, e dixo: «Yo veo bien, e
se que eres el mas sesudo honbre del mundo,
e ruégete que me des consejo, e que me
digas si te pluguiere de qual muerte he de
morir». E Merlin dixo: «Si yo no te dixesse
tu muerte, no te diria la significación de
entrambos los dragones». Y el rey le rogo
que no lo encubriese y que se lo agradecerla
mucho, e Merlin dixo: «Sabed que el gran
dragón vermejo en aquello que es bermejo
significa tu mal pesar, y en aquello que es
grande significa tu poder; y el otro que es
grande significa la heredad, que es de los
niños que fuyeron con pauor que los matas-
ses; e desque se conbatieron tan luengamen-
te, significa tu reyno que touiste tan luen-
gamente; e desque el blanco quemo al ber-
mejo de su fuego, significa que los niños te
quemaran con fuego, e no cuy des que fuego
ni fortaleza te ha de guarecer que no mueras
a sus manos». E quando Yeringuer esto oyó,
fue muy espantado e dixo: «¿Do son los ni-
ños?» Dixo Merlin: «Son en el mar, con
gran gente que ganaron, e vienense para su
tierra por fazer justicia de ti, e dize por
verdad que tu feziste matar a su hermano; e
sabe que de oy en tres meses llegaran al
puerto de Ysestre» .
Cap. LIY. — Como Merlin se despidió de Ve-
ringuer y se fue para Biuerlanda, e vinie-
ron los hijos de Costantenes e mataro?i a
Veringuer.
Grande fue el pesar que Yeringuer ouo
destas nueuas, e pregunto a Merlin: «¿Puede i
ser de otra guisa?» E Merlin dixo: «No puede
ser que no mueras de fuego de los hijos de
Costantenes, assi como tu viste que el blanco
dragón quemo al bermejo»; e assi dixo Mer-
lin la significanca de los dragones a Yerin-
guer, e que los niños venian sobre el. En-
tonces hizo Yeringuer asonar toda su gente
lo mas presto qiie pudo, por yr contra ellos
al puerto de Ysestre do auian de aportar, e
quando sus gentes llegaron, no sabia ninguno
a que venian, sino los priuados; e Merlin no
fue ay, ca tan presto que dixo su fazienda a
Yeringuer, luego se despidió del, que bien
lo auia acabado lo que por el embiara; e
Merlin se fue entonce para Biuerlanda, onde
Blaysen era, e con tole todas estas nueuas,
e que las metiesse en su libro. Por su libro
las sabemos nos; e ally estuuo muy gran
tiempo, fasta que los fijos de Costantenes lo
embiaron a buscar.
E desque Yeringuer llego a Ysestre, vie-
ron por la mar las velas de las naos que los
liijos de Costantenes trayan, e mando a sus
gentes armar e defender el puerto; e los
fijos de Costantenes vinieron por aportar.
E quando todos los de la tierra vieron seña-
les del rey, marauillaronse mucho; e la
ñaue en que los hijos de Costantenes ve
nian, aporto al puerto primero; e los de
fuera preguntaron que cuyas eran aque-
llas ñaues que alli aportaron; e los de las
ñaues dixeron que eran de Padragon y de
A^ter su hermano, fijos de Costantenes, que
se tornauan a su tierra, y que Yeringuer
como falso y desleal se la poseya luengo
tiempo; y que les fiziera matar su hermano;
y que venian de hazer justicia; e quando
aquellos que estañan en el puerto vieron que
aquel era su señor Padragon e su hermano
A''ter, y que trayan tan gran gente, y que
vieron que la fuerga era suya, dixeron a
Yeringuer que en ninguna causa se comba-
tirían con su señor. E quando A'eringuer vio
que las gentes le fallescian y se tornauan a
Padragon, mando aquellos que entendió que
no le podrían fallescer, que basteciesse del
castillo, y ellos se lo bastecieron, y las ñaues
aportaron, e los caualleros salieron armados;
e las gentes de la tierra que vieron sus se-
ñores, fueronse para ellos e obedeciéronlos;
y rescibieronlos muy bien como a señores; e
los de parte de A^eringuer entraron con el en
el castillo por se defender, e los de fuera los
combatieron tanto, que Padragon fizo poner
fuego al castillo, y el fuego se encendió e
ardió el castillo, y A^eringuer e muchos de
los suyos fueron assi quemados todos sin
ningún remedio.
Cap. LA"". — Co)no el rey Padragon fue ele-
gido por rey e señor; y como cerco a An-
gnis en vn rastillo.
Tomaron los niños assi tierra, e fizieronlo
saber por todo el reyno; y el pueblo, en que
24
LIBROS DE caballerías
lo supo, Olio gran plazer; e fueron para ellos,
e las gentes fizieron a Padragon rey, porque
era mayor; que los sansones que Yeringuer
metió en la tierra tuuieron sus castillos que
tenian muy fuertes, onde guerreauan muy
fuertemente; e muchas vezes ay perdieron
los christianos e ganaran; e tanto duro la
guerra, que Padragon cerco a Anguis en vn
castillo, e duro la guerra mas de vn año.
E Padragon se consejo con los suj'os como
podria aquel castillo tomar, y en aquel con-
sejo ouo cinco de aquellos que eran con Ye-
ringuer quando Merlin dixo la significan^a
de los dragones y de los niños; e después
apartaron a Padragon e a Yter a vna parte,
e dixeron las marauillas que vieran de Mer-
lin, y que no auia mayor adeuino en el
mundo, «e, si quisiesse, el tos dirá si toma-
redes el castillo ü no» . E quando Padragon
esto oyó, dixo: «¿Adonde podria yo fallar
este adeuino?» ; y ellos dixeron: «No sabemos,
mas tanto sabemos que el sabe quanto del
dize; e, si quisiere, el verna, e sabemos que
es en esta tierra». «¿Pues fallarlo han?»
dixo el rey. «Si señor», dixeron ellos. Y
entonces mando a todos sus hombres que lo
buscassen por toda su tierra y se lo tru-
xessen.
Cap. LYI. — De como el rey Padragon
emhio a buscar a Merlin.
Quando supo Merlin que el rey lo man-
daua buscar, dixolo a Blaysen, e partióse
del; e fuesse a vna villa adonde los mensa-
jeros eran, y el llego ay assi como hombre
que venia de monte, con su cuerda de lana
al cuello, e sus 9apatos calr-ados, e vna saya
pequeña toda despedacada , e los cabellos
rebueltos e la barua grande, assi que bien
parescia vna cosa estraña, e assi entro a
donde los mensajeros comian. E quando lo
vieron, miráronlo, e marauillaronse por el;
y Merlin dixo : « ¿No faredes ya bien el
mando de vuestro señor, que vos mando
buscar al adeuino que ha nombre Merlin?»
E quando ellos esto oyeron, dixeron: «¿Qual
diablo dixo esto a este ouejero?» Y el dixo:
«Si yo lo buscasse como vos, mas ayna lo
fallaria que no vos» ; y ellos se leuantaron
de la mesa, e fueron a el, y preguntáronle
si lo conoscia o si lo viera nunca. Dixo el:
«Si, yo lo vi, y se bien quien es, e do el
esta; sabed bien que vos lo buscades, mas
no lo fallaredes si el no quisiere, mas tanto
vos embia el a dezir por mi, que vosotros
no trabajedes de lo buscar, que avnque lo
halledes, que no se yra con vos; e dezid a
los cinco que dixeron al rey que el buen
adeuino era en esta tierra, que le dixeron
verdad, e dezid al vej que no tomara el cas-
tillo fasta que Anguis muera; e sabed que
de los cinco, que no fallaredes mas de tres;
que si buscassen a Merlin por estas monta-
ñas, que lo fallaran, mas si el rey ay no
viene, no lo fallara hombre que ay venga» ;
e los mensajeros, quando esto oyeron, tor-
náronse; e al tornar perdiéronlo de vista; e
quando no lo vieron, signáronse de todo:
<';Fallamos con el adeuino, ¿que haremos
ahora de lo que nos dixo?» Entonces ouieron
en consejo que se tornassen, e dirian a su
señor aquella marauilla, e sabrian de los dos
si eran muertos.
Cap. LYII. — Como el rey Padragon fiie a
huscar a Merlin 2)or las montañas.
Luego se tornaron los mensajeros a la
hueste, y el rey les pregunto si fallaron
alguna cosa. «Señor, dixeron ellos, nos vi-
mos vna marauilla que vos diremos; y em-
biad por vuestros ricos honbres e por aque-
llos que vos lo mandaron buscar» ; y el rey
lo ñzo assi, e sacólos a vna parte; y ellos le
contaron quanto les auiniera con el ouejero;
e de los dos fallarían muertos; e pregunta-
ron si eran muertos, e dixoles que si; e a
los que Merlin fizieron buscar, marauilla-
ronse de que lo oyeron assi contar, ca no
cuydauan que otra forma pudiere tomar si-
no la suya; pero bien les parecía que nin-
guno no podria dezir aquellas palabras si el
no; e dixeron al rey: «Nos bien a ti damos
por aquellas palabras que aquel es Merlin,
ca no podía adeuinar ninguno la muerte de
aquellos sino el» ; y estonce les preguntaron
do lo fallaran, y ellos dixeron que: «En Bi-
uerlanda vino a nuestra posada» . y entonces
se otorgaron los tres que aquel era Merlin
por que dixeran quel rey lo fuesse a buscar;
dixo el rey que dexaria a su hermano Yter
en la cerca, e que yria a Yerlanda; e assi lo
fizo, e lleuo consigo aquellos tres que cuydo
que conocerían a Merlin; e quando llego a
Yerlanda, preguntaron por nueuas del e no
fallo ende quien nueuas supiesse dezir; e
dixo que lo yria a buscar por los montes.
Cap. LYIII. — Como el rey Padragon hallo
a Merlin e fahlo con el.
Estonces caualgo el rey por las montañas
buscando a Merlin, e auino assi que fallo
vna muy gran cauaña de ganados; e vn
hombre muy raydo e muy desnudo que
guardaua los ganados, y preguntáronle onde
era, y el les dixo que era seruiente de vn
BALADRO DEL SABD) MERLIN
25
hombre de Yiuerlanda, y el le dixo: «¿Yiste
por aqui a Merlin?» Y el les respondió e
dixo: «Yi vn honbre anoche qne dixo que
el rey lo venia aqui a buscar» ; y el rey le
dixo: «Yo lo demando saber, ¿me lo as tu
mostrar?» y el dixo: «Yo diria al Rey tal
cosa que no diria a ti» ; e vno de sus cana-
neros dixo: «Anda comigo e mostrarte he al
rey» ; y el dixo: «Por Dios mal guardaria a
fe mis ganados, ni yo no he de andar con el
rey. mas sy el quisiere venir a mi, yo le
diré como fallara aquel que anda buscando» ;
y el cauallero le dixo: «Yo te lo mostrare»;
y entonce se lo enseño, e dixole: «Este es el
rey, agora le di lo que dixiste que no dirias
a otro.» Y el dixo: «Yo se bien que buscas
a Merlin, mas no lo puedes hallar hasta que
el quisiere, mas vete para vna de tus villas
buenas cerca de aqui, y el sera ay quando
tu tueres» ; y el rey dixo: «¿Como sabré que
me dizes verdad?» ; y el honbre bueno le dixo:
«Si lo tu no crees, que no lo hagas, ca follia
es de hombre creer mal consejo» . Y el rey
dixo: «¿Pues como dizes tuque el consejo que
es malo?» «No, dixo el, mas tu lo dizes, e
sabe que yo te consejo mejor que tu te po-
dras consejar» ; y el rey dixo: «Yo te creeré» .
Cap. LIX. — Como Merlin dixo al rey la
muerte de Anguis.
Fuesse el rey a vna de sus villas que fallo
mas cerca de la montaña, y el estando ay,
auino vn dia que vn hombre bueno vino a
su casa bien vestido e bien calcado, e dixo:
«Leñadme ante el rey», y leuaronlo antel,
e dixole: «Señor, Merlin me embia a ti, y
embiate a dezir quel fue aquel que fallaste
guardando los ganados; date por señal que
el te dixo que el vernia a ti quando el qui-
siese, e dixote verdad, mas no lo as agora
menester; e quando lo ouieres menester, el
verna a ti de grado» ; y el rey le dixo:
«Siempre a tal hombre auria yo menester, e
nunca vue coracon tan grande en amar a
hombre ni de conoscer como a el» ; y el hom-
bre bueno dixo: «Pues tu esto dizes, el te
embia dezir por mi buenas nueuas, que An-
guis es muerto, e matólo Yter tu hermano» ;
e quando el rey esto oyó, fue muy maraui-
llado, e dixo: «¿Es verdad?» Y el dixo: «Em-
biadlo a preguntar, e saberlo heys/^ .
Cap. LX. — De como Merlin fablo ron el rey
en vna de sus villas.
Mando entonces el rey subir dos hombres
en dos cauallos , y embiolos a la hueste ; y
ellos, yéndose alia, falláronse con dos hon-
bres de Huter que trayan nueuas al rey de
la muerte de Anguisys; en este comedio
fuesse el hombre bueno que traya el manda-
do de Merlin; e los mensajeros tornáronse
todos al rey, e los qne venian sacaron al rey
aparte e dixeronle en que manera matara
Huter a Anguys, e quando el rey lo oyó.
defendióles assi como amanan los cuerpos
que no lo dixessen a ninguno. E assi quedo
el pleyto; y el rey se marauillo como Merlin
supo la muerte de Anguys, e atendiólo en
la villa por ver si vernia, que le preguntasse
como muriera Anguys, que avn pocos hom-
bres lo sabian; e vino assi que el rey salien-
do de la ygiesia, vino vn hombre bueno ante
el muy guarnido, e sainólo, e dixole: «Se-
ñor, ¿que atiendes en esta villa?» Y el dixo:
«Atiendo a Merlin» ; y el hombre bueno le
dixo: «Señor, avnque lo veades, no lo cono-
ceredes, mas fazed llamar a estos que lo co-
noscen.» Y el rey llamo aquellos que lo vie-
ran e que lo deuian bien conoscer; y ellos
dixeron que, si lo viessen, que lo conoscerian;
y el hombre bueno que viniera antel, dixo:
«¿Como puede aquel conoscer a otro que a si
mesmo no conoce?» Y" ellos dixeron : «Nos lo
dezimos porque conocemos bien su fazienda.
mas porque lo conoscemos por cara» ; y el
hombre bueno respondió: «No ha honbre en
el mundo que lo pueda bien conoscer» .
Cap. LXI. —De como Merlin descubrió al
rey que queria ser .§??■ amir/o.
Llamo entonces al rey a poridad a vna
cámara, e dixole: «Señor, yo quiero ser
vuestro amigo y de Yter; e sabed que yo soy
aquel Merlin que vos venistes buscar, mas
tales ay que no me conocen y cuydan eonos-
cerme, e no saben nada de mi fazienda; e
mostrarvoslo he; llamad aquellos que dizen
qne me conoscen, e tanto que me vieron co-
noscerme han, pero que me agora ante no
conoscieron» ; y el rey salió fuera e llamólos;
y entretanto mudo Merlin su forma, e tomo
la forma en que ellos le vieron en casa de
Yeringuer, e tanto que ellos lo vieron, dixe-
ron: «Señor, nos vos dezimos verdaderamen-
te que este es Merlin»; y el rey se sonrrio,
e dixo: «Catad si lo conoscedes bien» ; y ellos
dixeron: «Verdaderamente sabemos que este
es Merlin»; y el dixo: «Señor, verdad dizen,
mas agora me dezid lo que quisieredes» . Y
el rey dixo: «Yo querria ser muy vuestro
allegado si Vv,s pluguere, ca a muchos oyó
dezir que soys muy sesudo e de buen conse-
jo» ; e Merlin dixo: «Ya no me demandaredes
consejo ni al, que no vos diga si lo supiere» .
«Agora vos ruego, dixo el rey, que me diga-
26
LIBROS DE caballerías
des si fable con vos después que fuy en esta
villa» ; y el dixo: «Señor, yo soy aquel que
vos dixo de la muerte de Anguvs» .
Cap. LXTT. — Como Merlin dixo al rey la
manera de la muerte de Anguys.
E quando el rey e los que con el estauan
esto oyeron, marauillaronse, y el rei dixo a
los otros: «Mal conoscedes vos a Merlin» ; y
ellos dixeron: «Xunca tal cosa le vimos fazer.
mas bien sabemos que lo fara si quisiere» ;
y estonce pregunto el rey a Merlin como
fuera la muerte de Anguys, y el dixo: «Yo
lo supe quando venistes acá que Anguys
quiso matar a vuestro hermano, e fuy yo a
el, y el creyóme ende, e guardóse, ca yo le
dixe el consejo y el ardimiento de Anguys.
que tomo para venir de noche a matallo a su
tienda solo por medio de la hueste, e creyó-
me ende Uter, e velo toda la noche solo,
que no lo dixo a ninguno, e armóse muy
bien e atendiólo» .
Cap. LXm. — Como Merlin dixo al rey que
Vter »u liermaiu) no sabia quien le auia
dado el consejo.
«Assi guardo vuestro hermano la noche su
tienda, e Anguys vino, e dexolo entrar, e
fue al lecho; e quando no lo fallo, pesóle; e
Vter, que estaua a la puerta, conbatiose con
el, e matólo, ca Yter era armado e Anguys
desarmado» ; e quando el rey esto oyó, mara-
uillose, e dixo a Merlin: «¿Quel forma fablas-
tes con mi hermano, ca me marauillo como
vos creo?» . «Señor, dixo el, yo tome forma de
honbre bueno sesudo e viejo, e fable con el
en poridad, e dixele que si aquella noche no
se guardase, que no auia al sino muertes»;
y el rey le pregunto: «¿Dexisteles quien era-
desV» ; y Merlin dixo: «Aun el no sabe quien
se lo dixo, fasta que vos se lo digades; y por
esto os embie a dezir con vuestros honbres
que no auriades el castillo fasta que Anguys
fuesse muerto». «Amigo, dixo el rey, vos
y redes comigo, ca mucho me es menester
vuestra ayuda». Merlin dixo: «No es hora,
que aun quanto mas ayna me fuesse con vos,
tanto mas ayna se quexarian vuestras gen-
tes quando viese que me creyerdes; mas si
vierdes viiestra pro, no me dexedes ende de
creer, ca yo vos tirare todo vuestro pensar»;
y el rey dixo: «Vos me dexistes e fezistes
que si es verdad de mi hermano que le sal-
uastes de muerte, ca nunca vos dudasse».
«Señor, dixo Merlin, ydvos y preguntad a
vuestro hermano quien- le dixo lo que yo a
vos dixe, e si vos lo supiere dezir, no me
creades desto ni de al, e sabed que yo fablare
con vuestro hermano en aquella forma que
con el fable, mas guardadvos questo no
digades assi como amades a mi a ninguno;
ca si os yo fallasse en esta mentira, nunca os
creerla en esto ni en al»; y el rey lo otorgo,
e dixo que lo queria prouar; y Merlin dixo:
«Yo quiero que me prouedes en todas las
maneras que pudierdes, e yo hablare con
vuestro hermano, del dia que vos con el
fablardes a onze dias» .
Cap. LXn". — De como Merlin se de^j)idio
del señor rey Padragon, y de Vter sti her-
mano, y se fue a Blayscn.
Assi se conoscio Merlin con Padragon, y
despidióse del, e tornóse a su maestro Blaysen
e dixole todas estas cosas, y el púsolas en
scripto, e por el lo sabemos nos agora; e tor-
nóse Padragon a su hermano, e quando llego,
sacólo a parte, e contole la muerte de An-
guys como se lo contara Merlin, y pregun-
tóle si era verdad, e Yter dixo que si; «mas
assi me ayude Dios, vos me dexistes cosa
que yo no pensaua y que otro lo sabia, sino
Dios e vn honbre bueno viejo que me lo dixo,
en poridad. Señor, dezidme ¿quien vos lo
dixo? ca mucho me marauillo como lo podis-
tes saber.» E Padragon le dixo: «Bien lo
podedes saber, mas tanto me dezid, ¿quien
fue aquel honbre viejo que os saino de muer-
te? Ca me paresce que Anguys os matara si
no fuera por el»; e Yter respondió: «Señor,
por la fe que yo deuo a Dios e a vos, que
soys mi hermano e mi señor, que no se quien
fue, mas mucho me paresce honbre bueno y
sesudo, e assi le crey cosa que no le deuiera
creer» .
Cap. LXY. — Como Padragon fablaua con
su hermano Vter.
«Hizo muy grande ardimento el que en
medio de la nuestra hueste en mi tienda me
queria matar»; e Padragon dixo: «¿Conos-
ceriades aquel hombre bueno viejo, si lo vies-
sedes?» E Yter dixo que si muy bien, «Yo
vos fago fianza, dixo Padragon, que de oy a
onze dias fable con vos, mas todo aquel dia
no vos partiredes de mi»; y Merlin, que todo
esto sabia, dixo a Blaysen quanto los herma-
nos fablaron, e como lo queria prouar el rey;
e Blaysen le pregunto: «¿Que queredes
hazer?» Y ^Lerlin le dixo: «Ellos son man-
cebos, e yo quiero les yr a dezir vna pie9a
de su voluntad» .
BALADRO DEL SABIO MERLIN
27
Cap. LXYI. — Como Merlin vino a fahlnr
con Vter en figura de mo(o.
«Yo se, dixo !Merlin, vna dueña que Yter
amana, j llenarle ynas letras que me crea
de su parte; e yo se todas sus poridades, e
quando se las dixere, marauillarse ha mucho,
o assi passaran los onze dias que me verán e
no me conocerán; e otro diade mañana mos-
trarme a anbos de so vno, e agradecérmelo
han» : mas assi como lo dixo, assi lo hizo; e
vino al onzeno dia, e tomo forma de vn sir-
uiente de su amiga de Yter, e fnesse a el, e
dixole: «Señor, mi señora vos embia a salu-
dar, e vos enbia estas letras»; e Yter las
tomo, e ouo ende gran plazer. ca biencuydo
que assi era, e fizólas leer, e fallaron en ellas
que dezia quecreyessen el mandadero, e Mer-
lin le dixo lo que entendió en que mayor sa-
bor auria , e assi estuuo Merlin todo aquel día
con el rey, e quando vino contra la noche,
marauillose el rey e de Merlin que no vinie-
ra alli como pnssiera con el; e todo aquel dia
lo atendió fasta la noche, e toda la noche; e
otro dia de mañana, tomo Merlin aquella
forma con que hablara con Yter, e quando le
vio Yter, pingóle mucho con el, e fue a dezir
al rey que el hombre bueno viniera que le
guardase de muerte, e al rey pingóle mucho
con el, mas estaña en vn gran pleyto, y
pesóle porque ende tan tarde se partía, y
entre tanto fablo Yter con el honbre bueno,
e dixole: «Señor, vos me saluastes de muerte,
mas marauillome como me contó mi herma-
no lo que me vos dexistes e lo que yo hize,
e dixo que auiades de venir a noche a mi, e
rogóme que si hablassedes comigo, que se lo
fiziesse saber, e yo le dixe que ya venistes,
e marauillose porque tardauades tanto^ e yo
mucho me marauillo quien le dixo lo que me
dexistes»; y el honbre bueno dixo: «No lo
supiera yo si alguno no me lo dixesse»; e
Yter fue por el rey, mando a los porteros
que no dexassen entrar a ninguno en aquella
casa donde salían; e como Yter fue fuera,
Merlin tomo forma del simiente que las
letras truxera; e quando ellos tornaron e
fallaron al simiente, fue Yter espantado, e
dixo al rey: «Marauillas veo, ca dexe agora
aquí al honbre bueno que os dixe, e agora
no hallo sino este honbre bueno moQo; aten-
ded vos aquí, e yre a preguntar a los porte-
ros sí vieron alguno de aquí salir, o entrar
este moco acá». E Yter salió fuera, y el rey
quedo, e comento a reyr fieramente; e Yter
pregunto a los porteros si vieron alguno salir
o entrar; e dixeron ellos: «Señor, no a otro
sino al rey e a vos» .
Cap. LXYn.— Como Merlin en su derecha
forma se hixo conoscer al rey e a su her-
mano.
Tornóse entonces el rey a Yter, e dixo:
«Señor, no se que puede ser esto» . Y pre-
gunto al moQo: <:Tu, ¿quando veníste?»
«Por buena fe, aquí era yo quando vos fa-
blastes con el honbre bueno» ; e Yter se san-
tiguo, y dixo: «Por buena fe, nunca a hon-
bre vino lo q\ie a mi» . Y el rey ouo muy
gran plazer, ca bien supo en su coraron que
aquel era Merlin, e dixo: «Hermanó, no
pensaua yo que me míntiessedes» ; y el dixo:
«Señor, yo so tan espantado, que no se que
os diga»; y el rey le pregunto: «¿Quien es
aquel moco?» «Señor, dixo, el que anoche
me dio las letras ante vos» ; y el Rey dixo:
«¿Conoceyslo bien?» «Si señor, dixo el, muy
bien»; y el Rey dixo: «Este me paresce el
hombre bueno por que aquí me fizistes venir» ;
e Yter dixo: «Señor, esto no puede ser»; y
el Rey dixo: «Salgamosnos fuera, e si el
quisiere, bien lo hallaremos»; estonces sa-
lieron, e a cabo de una pieoa dixo el rey a vn
cauallero: «Y'd a ver quien esta alia dentro» ,
y el cauallero entro, e hallo vn honbre bueno
en vn lecho posado, e torno al rey, e dixo-
selo. Quando Yter lo oyó, fue muy espan-
tado, e fueron alia, e dixo el rey: «Yedes aquí
sin falta el hombre bueno que os guáreselo
de muerte»; e quando el lo oyó, ouo gran
plazer, y pregunto: «¿E quereys que diga
vuestro nombre a mi hermano?» Y el hom-
bre bueno dixo: «Quiero»; y el rey, que
bien conocía a Merlin, dixo: «Hermano, ¿do
es el moco que os truxo las letras?» E Yter
dixo: «Agora estaña aquí; ¿que lo quereys?»
Y" el rey y Merlin comenr-aron a reyr; y Mer-
lin dixo al rey en porídad lo que dixera a
Yter de su amiga; y el rey dixo a Yter:
«Hermano, perdistes el moQO que os traxo
las letras»; e Yter se marauillo, e dixo:
«¿Por que lo dezís?» Y el dixo: «Por las bue-
nas nuenas que os traxo de vuestra amiga e
no le distes recaudo» ; e Yter dixo: «¿E vos
que sabeys?» Y el rey dixo: «Yo os diré
quanto ende se ante este honbre bueno» ; e
Yter dixo: «Mucho me plaze» (ca el bien
pensaua que ninguno lo sabia sino aquel que
se lo dixo); y el rey se lo contó todo, assi
como el niño se lo dixo.
Cap. LXYIIL — Como el Rey dixo a su her-
mano que Merlin se pedia mudar en otra
forma.
Yter, quando lo oyó, marauillose mucho, e
dixo: «Por Dios, hermano, dezídme si os
28
LIBROS DE caballerías
plaze ¿como sabedes estas marauillas que me
dezis?» Y el rey dixo: «Dezirvoslo he si
quisiere este hombre bueno», e A'ter dixo:
«Y ¿que ha el honbre bueno que ver?» Y^ el
rey dixo: «Yo no vos puedo cosa dezir si el
no me lo mandara», y estonces cato Vter al
hombre bueno, e dixole: «Señor, yo os ruego
que digades a mi hermano, si vos pluguiere,
que me diga lo que le pregunto» ; y el hon-
bre bueno le dixo: «ilucho me plaze que vos
lo diga» , y estonces dixo el rey: «Hermano
¿no sabeys quien este hombre bueno? sabed
que este es el honbre mas sesudo y mas sa-
bido que yo se ni a^a en el mundo, e que
mas menester auemos; y sabed que ha tal
poder como yo vos diré, ca ningún viejo ni
moco vino a vos sino el, y este es el que vos
dixo vuestras poridades e de vuestra amiga» .
E quando Yter lo oyó, fue ende marauillado,
e dixo: «Señor, ¿como yo podria esto creer?
ca esta es la mayor marauilla del mundo.»
Y el rey dixo: «Assi lo creed como a la cosa
del mundo que mas verdad sea»; y el dixo:
«Esto no podria yo creer si no lo supiesse de
otra guisa» . Entonces rogo el rey a Merlin
que le fiziesse alguna demostranoa, si le plu-
guiesse. porque lo creyesse; y el onbre bueno
les dixo que saliessen fuera, e tanto que
salieron fue el empos dellos en forma de
niño, e llamo a Yter, e dixole que se queria
yr, e que le dixesse que diria a su señora;
y el rey llamo a su hermano, e dixole en
secreto: «Hermano, ¿que vos paresce deste
niño? agora podreys creer que es este el que
con vos fablo». E Yter dixo: «Señor, yo soy
tan spantado, que no se que os diga» . «Her-
mano, dixo el rey, sabed que este es el que
os dixo que Anguys os queria matar, y el
que vos traxo las letras, y el que hablo con
vos en casa, y el que yo fuy a buscar a
Yberlanda; e a tal poder, que sabe todas las
cosas hechas e dichas, e gran pier-a de las
que han de ser; e por esto querriale rogar
que biuiesse con nos e fiziessemos por su
consejo toda nuestra fazienda» . Y Yter res-
pondió: «Si a el pluguiesse, gran bien seria,
ca mucho nos cumpliera tal honbre como
vos dezides» ,
Cap. LXIX. — Como Merlin quedo con el rey
e co-n su hermano, e fue su priuado.
Entonces rogaron ambos los hermanos a
Merlin que quedasse con ellos; e fizieronle
pleyto quel creyese de quanto el les dixesse,
e ilerlin dixo a Yter: «Agora podedes saber
que yo se todas las cosas, que vos dixe de
vuestra muerte e de vuestros amores lo que
cuydauades que ninguno no sabia». E Yter
dixo: «Yos me dixistes de toda verdad, por
ende querria que biuiessedes con mi her-
mano»; y Merlin dixo: «Yo quedare con
el de grado, mas quiero que sepays mi ha-
zienda en poridad; sabed que a mi conuiene
a las vezes por fuerza de natura andar en el
ayre por cima de las gentes; mas en todos
los lugares que yo fuera, me nenbrare de
vuestra fazienda mas que de hazienda de
otro. E quando yo supiere que mi consejo os
es menester, veniros he a consejar, e tanto
os ruego que si me quisierdes auer, que no
os pese quando me fuere; e quando viniere,
recebirme bien ante vuestras gentes, e los
buenos amarme han por ende; e los malos
que a vos desamaren, desamaran a mi; e si
vos buen recebimiento me mostrardes, no lo
osaran prouar, e sabed que no mudare mi
forma de gran tienpo, sino a vos en poridad;
yo me yre agora en esta forma en que estoy,
y después fare parecer que me torno en la
forma en que las gentes me conoscen; e
quando yo viniere a vuestra casa, y me co-
nocieren, yrvos han a dezir: he aqui el
buen adeuino. E vos fazed semblante que
soys alegre por ello. E quando ellos os di-
xeren algo, preguntadme osadamente, e yo
vos daré recaudo a todo» .
Cap. LXX. — Como el rey reseihio a Merlin
y le hixo mucha honrra.
Asi quedo ]\[erlin aquella noche con Pa-
dragon e con Yter; assi se conoscio con ellos;
e la mañana despidióse dellos por infinta de
se yr para su posada, e salióse en semejan9a
del mo^o que traxera las letras; e tanto que
fue fuera de la villa, mudóse en aquella
forma que lo conoscian las gentes, e tornóse
a casa del rey, e quando aquellos que solian
ser priuados de Yeringuer lo vieron, e que
bien lo conoscian, fueron ende bien alegres,
e fueron al rey y dixeron: «He aqui a Mer-
lin» , Y el rey fizo semblante que le plazia
mucho, e fue contra el, e los que yuan con
Merlin dixeronle: «Catad aqui el rey que os
viene a recebir» ; e grande fue el plazer que
Merlin ouo con el rey, y el rey con el, e
leuolo a su posada, e los que lo conocían,
dezian al rey: «Yedes, señor, aqui el mejor
adeuino que en el mundo ay, mas pregun-
talde como tomaremos el castillo, e que os
diga que arma puede auer vuestra guerra e
de los sansones, ca el vos dirá si quisiere»;
y el rey dixo que se lo preguntarla, mas
dexolo por le fazer honra en razón del rece-
bimiento.
BALADRO DEL SABIO MERLIN
21)
Caí*. LXXI. — Como Merliii aconsejo al reí/
que aiiria el castillo.
Cuando fue hora de tercia, fizo el rey lla-
mar sus priuados, e pregunto a Merlin de lo
que le consejaron que le preguntasse. «Ami-
go, dixo el rey, yo oy dezir que soys muy
sesudo e muy buen adeuino; ruégeos que, si
vos quereys que yo haga siempre lo que vos
quisierdes, que me digayscomo podria tomar
el castillo de los sansones qxie son en esta
tierra, si los podre ende sacar» . E dixo Mer-
lin: «Si yo sesudo so, agora lo podedes ver
e prouar; sabed que después que perdieron
a Anguis, que nunca ouieron sabor sino de
dexar la tierra, y enbiad con ellos fablar y
enbiarvos han dezir que os darán por parias
cada año diez caualleros armados, e diez
donzellas, e cient falcones e galgos, e cient
cauallos, e cient palafrenes» ; y el rey enbio
saber por su priuado e por otros dos caualle-
ros; y Merlin le dixo que pidiessen tregua
de parte del rey, e los caualleros fueron
luego al castillo, e pidieron tregua por dos
meses, e los del castillo dixeron que se con-
sejarían; y estonces se tiraron a vna parte e
dixeron: «Nos recebimos gran perdida en la
muerte de Anguis, y demás no auemos que
comer, demos la tregua al rey y enbiemosle
dezir que se vaya, e nos tememos el castillo
e darle hemos en renta diez caualleros ar-
mados, e diez donzellas, e cien falcones, e
cient galgos, e cient cauallos, e cient pala-
frenes»; e a esto se acordaron, e dixeron a
los mensajeros, y ellos se tornaron e dixeron-
lo al rey, e a Merlin, e a los ricos honbres;
e todos fueron ende marauillados por el gran
saber de Merlin; e quando el rey lo oyó,
pregunto a ]\Ierlin que faria, y Merlin dixo:
«No faredes al por mi consejo, ca mucho mal
verna ende después a la tierra; mas agora
les embiad a dezir que sin mas tardar que
se salgan del castillo, ca vos bien sabeys que
no han cosa de comer, e que los foreys mo-
rir mala muerte; e si se quisiere salir, que
los dexareys yr a saluo y les direys en que
vayan»; e quando ellos esto oyeron, nunca
tan gran plazer ouieron, ni otra tregua de-
mandaron; e assi como Merlin lo dixo, asssi
lo fizo el rey.
Cat. LXXIL — /Je Cuino los del casüllo finie-
ron plei/tesift con el reí/; ij se fueron- ¡/ dc-
xaron el castillo.
Otro dia de mañana, enbio el rey sus
mandaderos con esta enbaxada al castillo; e
quando ellos esto oyeron que se podryan yr
en saino, y que se vian sin señor que los
consejasse, dexaron el castillo al rey; y el
los hizo guiar al puerto, e dioles ñaues en
que se fuessen; e assi supo Merlin la fazien-
da de los sansones, e assi fizo Padragon lo
que le el mando, e assi fueron echados los
sansones de la tierra por consejo de Merlin,
sino aquellos que quisieron quedar por cati-
nos del rey, para le dar rentas; e assi quedo
^lerlin señor de los consejos e de las porida-
des del rey, e assi biuio con el gran tienpo
fasta que fablo con el rey vn gran hecho, e
peso a vno de sus ricos hombres, e tanto, que
vn dia vino aquel rico honbre al rey, e dixo-
le: «Señor, marauillome de que creeys a este
honbre que no ha seso sino por el diablo, e
quanto vos dize, por el diablo vos lo dize; e
yo vos lo fare ver si ijuisierdes» , y el rey
dixo: «Quiero, mas de guisa que [no] lo asa-
ñades», y el dixo: «No lo asañare ni le diré
pesar» ; y el rey lo otorgo asi. Y el rico hon-
bre fue alegre, e aquel rico honbre a seme-
janca del mundo era honbre bueno e sesudo,
e sobej amenté rico, e muy vicioso e pode-
roso, e bien emparentado.
Cai". LXXIII. — Como vn rico onbrc que
qucria nial a Merlin lo andaua ¡jrouando.
Assi acaescio que aquel rico honbre vino
a Merlin como alegre, e pidióle consejo ante
el rey apartadamente, assi que no fueron en
la poridad mas de cinco hombres, e dixo ai
rey: «Señor;, vedes aqui a Merlin, que es vno
de los mas sesudos honbres del mundo e de
buen consejo: e oy dezir que dixera que
Yeringuer muriera a vuestro ruego, e assi
fue, e por esto vos ruego, señor, que a quan-
tos aqui soys que le roguedes por mi que so
doliente, que me diga de qual muerte mo-
riré; ca si me lo quiere dezir, bien lo sabe»;
y todos le rogaron a Merlin, e Merlin dixo
que bien entendía lo que le dezia, e como lo
dezia, e su embidia, y el mal coraron que
le auia, e dixo: «Yos me rogastes que dixesse
vuestra muerte; yo os digo que quando ouier-
des a morir, (jue caeredes de vn cauallo e
quebrarvos hedes el pescueoo, e assi mori-
reys aquel dia». E quando el rico honbre
esto oyó, dixo: «Dios me ende guarde». Es-
tonce tiro el rey aparte, e dixo: «Señor,
agora vos miembro desto que el dixo, e yo
yrme he, e después tornalle he a prouar en
otra guisa»; e assi se fue para su tierra,
metióse en otras vestiduras e tornóse do era
el rey e hizose enfermo, y embio por el rey
en gran poridad que leuase consigo a Mer-
lin, en guisa que no su})iesse el que era; y
el rey dixo que y ría, e cíe grado, e ([ue Mer-
lin no sabria por el cosa de su fazienda; e
30
LIBROS DE caballerías
dixo a Merlin: «Vayamos yo e vos a ver vn
enfermo»; e Merlin dixo: «No yre si no
fuere con vos e veynte lionbres buenos» , e
tomaron los que el quiso, e fueron a ver el
enfermo, e tanto que ay llegaron, echóse su
muger por su consejo a los pies del rey, e
dixo: «Señor, fazed aduzir a vuestro ade-
uino, e que diga si mi señor si guarirá deste
mal» : y el rey dixo a Merlin: «¿Podes saber
alguna cosa desto que dize esta muger?» E
Merlin dixo: «Xo morirá deste mal ni en
este lecho» ; y el dixo: «¿Pues de qual muerte
moriré?» : e Merlin dixo: «Aquel dia que mo-
rieres, fallarte han colgado» ; e pues que esto
dixo, salióse Merlin como sañudo, e dexo al
rey en casa, y esto fizo porque el rico honbre
fablase con el; e quando Merlin salió, dixo
el rico honbre al Rey: «Señor, ¿veys como
miente? que me vio dos muertes que una no
paresce a otra, e aun lo quiero prouar la
tercera ante vos, e yo j^rme he para vna
abadia, e fazerme enfermo, y embiarvos he
rogar con el abad, que os dirá que vays a
ver vn monje enfermo, e vos yd alia, y lle-
uad con vos a Merlin» , y el rey dixo que
lo faria.
Cap. LXXIY. — Como Merlin dixo al hotibre
Inieno »u muerte en ciertas maneras.
Assi se partió el vex del, e fuesse el rico
honbre a la abadia. y enbio el abad al rey,
y el rey fue alia con Merlin, y después que
oyó missa, fue el abad con el e XXYI mon-
jes, e rogóle que fuesse a ver vn frayle que
yazia enfermo, y el rey dixo a ]\Ierlin si
yria alia; e Merlin dixo: «Si, de grado, mas
antes quiero con vos hablar, e con Yter
vuestro hermano» ; y estonce los saco a vna
parte ante el altar e dixo: «Aun vosotros,
mientra con vos mas fablo. tanto vos fallo
mas sandios, e ¿cuydades vos que no se yo
de qual muerte ha de morir aquel sandio
que me prueua? si se, se bien, e yo lo diré
ayna onde os marauillareys, mas que de lo
f[ue le dixe las otras dos vezes» ; y el Rey
dixo: «¿Puede ser que muera assi?, ca des-
aguisado paresce»; y Merlin dixo: «Si assi
no fuere verdad, no me creades de cosa que
os diga, ca yo se bien su muerte e la vues-
tra; e sabed que 3^0 veré a vuestro hermano
S'^ter rey ante que del parta» . Y estonce se
fueron assi fablando fasta do estaua el en-
fermo; y el abad dixo al rey: «Señor, por
Dios, fazed dezir a vuestro adeuino si este
enfermo puede guarescer»; y Merlin ñzo
semblante de sañudo e dixo: «Bien se puede
leuantar quando quisiere, que no ha ningún
mal, porque miente y me anda prouando,
ca en aquellas dos guisas le conuerna morir
que le yo dixe; e aun ayua le diré la ter-
cera, mas anisa que aquel dia quel muriere,
quebrársele el pescue(,-o, e colgarse ha, e
morirá en agua, e quien viere su muerte,
todas estas cosas vera que le auernan; y
seguramente me ¡niede prouar, ca yo verdad
le diré, y no traseche jamas, ca yo bien se
todo su coragon» ; j el rico honbre leuantose,
e dixo al rey: «Señor, agora podeys bien
conoscer su locura e no sabe que se dize, e
¿como podra ser verdad de mi, ni de otro
cosa tan desaguisada? e agora catad como
soys sesudo que tal honbre creedes» ; y el
rey dixo: «Yo no creeré fasta que vuestra
muerte vea». Estonce fue el rico honbre
mu}- sañudo quando vio que Merlin no se
partia de la priuanga y del Rey; e assi
quedo el pleyto; y estonces metió cada vno
mientes si jjodria ser verdad lo que Merlin
dixera.
Cap. LXXY, — De la muerte del rico honbre
en la manera que dixo Merlin.
Yn dia después dende a gran tienpo que
esto fue, caualgaua aquel rico honbre con
pocos honbres ¡ior sobre vna ijuente de ma-
dera, y el cauallo en que yua. finco los yno-
jos, y el rico honbre cayo ante el, e dio de
la cabera en guisa que se quebró el pes-
cue(¡'0, e al erguir del cauallo cayo en tal
guisa que lo trauo vn palo en los paños,
assi que las piernas fueron suso y quedo
colgado, e la cabera y las espaldas fueron
so el agua, e assi murió el rico honbre, e
dos honbres buenos que yuan con el, (guando
lo vieron assi caer, dieron bozes, e la gente
de la villa recudieron vnos por la puente e
otros por barcos, e quando lo sacaron dixe-
ron los honbres: «Catad si ha el pescuezo
quebrado» ; e los que lo cataron dixeron que
si, e los honbres buenos fueron marauilla-
dos, e dixeron: «Yerdad dixo Merlin, (|ue
dixo que este honbre que se le quebrarla el
pescuego, e seria colgado, e morirá afogado,
e bien seria sandio quien no creyesse a Mer-
lin de lo que dixesse, que quanto dize todo
es verdad» ; y ellos fizieron estonce al cuerpo
lo que deuian, e quando Merlin esto supo,
dixo a Yter que amana la muerte del rico
honbre assi como fuera, e dixolc que lo
dixese al rey; y el rey, quando esto oyó,
marauiUose , e dixo a Yter: «¿Dixovos esto
Merlin?» e A'ter dixo que si, y el rey le dixo:
«Preguntad ijuando fue» ; e Yter se lo pre-
gunto, e Meilin dixo: «Esta noche, e de oy
BALADRO DEL SABIO MERLIN
31
en seys dias serán aqui los que traen el
mandado; e yo me quiero yr, ca no quiero
aqui estar quando ellos vinieren, ca me
preguntarian los honbres por esto de mu-
chas cosas en que yo no queria responder, e
digovos que de aqui adelante no diré ante
el pueblo cosa sino tan oscuramente, que no
sepan los honbres lo (jue digo sino quando
lo vieren» . Assi dixo Merlin, e Yter lo contó
todo al rey, y el rey cnydo que se le ensa-
ñarla, e pesóle mucho, e preguntóle por do
se fuera: «Señor, dixo Yter. yo no se mas»;
assi quedo el pleyto, e Merlin se fue a Yber-
landa a Braysen, por le contar todas estas
cosas, e jior le dar materia para su libro, e
assi esteno alli fasta los seys dias que los
mandaderos vinieron, que contaron al rey
la marauilla de como el cauallero muriera,
e quantos lo oyeron , dixeron que no auia en
el mundo tan sesudo honbre como Merlin,
ca nunca le oyeron dezir de las cosas que
eran por venir, que no las viessen e las
fiziesse el escreuir; e assi dixeron todos, e
por ende fue comenoado el cuento de las
profecías de Merlin de lo que dixo de los
reyes de Inglaterra e de todas las otras
cosas onde fablo después; mas en este libro
no dize sino lo que dixo claramente, sino vn
poco (jue dixo a Yter.
Cap. LXXYI. — Como Merlin vino a la corte
e le contaron la muerte del rico onbre.
En aquel tienpo era Merlin muy priuado
de Padragon e de Yter, e quando dixeron
que metia en escrito lo que dixesse, dixolo a
Braysen, e Braysen dixo: «¿Faran ellos tal
libro como yo?» «No, dixo Merlin, ca ellos
no meterán en escrito en esa lo que no en-
tendieron fasta que auenga»; y estonce se
torno Mei'lin a la corte, e quando el vino,
contáronle todas las nueuas assi como si el
no supiesse cosa, y estonce comento a dezir
Merlin las escui'as jialabras onde se contiene
en su libro grande e sus profecías, que hon-
bre no puede saber hasta que las vea, e des-
pués dixo Merlin a Padragon e a Yter mu-
cho homildosamente que los amana mucho, e
que queria toda su pro e toda su honra, e
quando ellos vieron assi homillar, marauilla-
ronse mucho, e dixeron que dixesse lo que
quisiesse, e Merlin dixo: «Yo no vos quiero
encobrir cosa que vos deua dezir; miembreso-
vos quando echastes los sansones de la tierra,
e tanto <iue alia llegaron, contaron la muerte
de Anguys a su linage, e Anguys era empa-
rentado de grandes honbres, e suénase ¡lor
venir vengar su muerte e por conquerir esta
tierra» .
Cap. LXXYII. — De como Merlin dixo al
reij e a su hermano como venían los san-
sones.
Quando ellos esto oyeron, marauillaronse
mucho, e dixeron: «¿Donde podran ellos auer
tan gran gente que jiodiessen sofrir la nues-
tra?» Y el dixo: «No es assi, vn honbre bueno
({we vos auedes en armas han ellos dos; e si
lo no fizierdes sesudamente, destruyros han
la tierra»; y ellos dixeron: «Nos no faremos
cosa sin vuestro consejo» ; y preguntaron
quando vernian. y el dixo: «Quinze dias an-
dados de junio; e ninguno no lo sabrá sino
vos en vuestro reyno, e yo os defiendo que lo
no digades a ningún honbre, mas fazed lo
que vos yo dixere: embiad por todos los ricos
honbres, e por todos los honbres buenos, e
fazeldes mucho de algo e mucha honrra, e
gran amor lo mas que pudierdes, y ellos
serán con vos la postrimera semana de junio
en el campo de Salabres, e ayuntad todo
vuestro poder»; y el rey dixo: «¿Como assi
los dexaremos aportar?» Y Merlin dixo: «Si
me creyerdes, alongadvos bien lueñe de la
ribera de la mar, assi que ellos no sepan que
vos lo sabeys ni que vuestras gentes que son
ayuntadas, e pues fueren alongados, enbia-
reys vuestras gentes contra las naos, y faran
semblante que quieren defender el puerto
que no aporten, e quando ellos esto vieren,
espantarse han mucho, e vno de vos yra con
ellos, y el otro quedara, e parar vos hedes
tan cerca dellos, quc los faredes posar en el
llano sobre la ribera de la mar, y pues que
posaren, auran mengua de agua, assi que los
mas ardidos auran gran cuyta, e dos dias los
terneys assi; e al tercero dia os conbatiredes
con ellos, e si lo fizierdes assi, yo os digo
verdaderamente que vuestra gente vencerá» ;
y ellos dixeron: «Por la fe que tu deues a
Dios, Merlin, dinos si moriremos en esta
batalla» .
Cap. LXXYIII. - Como Merlin hablaua con
el rey e con su hermano.
E dixo Merlin: «No ha cosa que aya co-
mienoo que no aya fin, ni honbre se deue
espantar de muerte si la reciñe como deue;
ca todo hombre deue saber que ha de morir,
e (pie ninguna riqueza no te }mede guardar»;
e Padragon dixo: «Tu me dexiste vna vez
que sabias mi muerte, e la de aquel que te
prouaua; por ende te ruego que me digas mi
muerto;; e Merlin dixo: «Yo quiero que
fagays traer las mejores reliquias que teneys,
y que jureys ambos que fareys de los cuer-
pos Y de los aueres lo que yo os dixere que
•Ó2
LIBROS DE caballerías
vuestra pro sea: estonces os diré lo que viere
que sera vuestra pro y que os es menester» ;
e assi como Merlin lo dixo, assi lo fizieron
ellos, y preguntáronle por que los hiziera
jurar.
Cap. LXXIX. — De como Merlin departió al
rey e a. su hermano que v7io de ellos auia
de morir.
Merlin respondió al rey: «Tu me pregun-
taste de tu muerte, e que seria desta batalla;
yo te diré ende tanto, que mas no me deues
preguntar; vos ambos me jurastes que liaria-
des mi mandado a vuestra pro, e jo vos
mando que seades en esta batalla buenos e
leales a Dios e a vos mismos, e yo vos ense-
ñare como seays leales e buenos: primera-
mente manifestadvos bien, ca lo deuedes
fazer agora mas que en otro tienpo, ca vos
aueys a conbatir con vuestros enemigos, e si
lo assi fizierdes, como vos yo digo, sabed que
los venceredes, ca ellos no creen en la Trini-
dad, e vos creedesla, y demás es sobre lo
vuestro, e tomados aquellos que assi mueren
con Jesu Cliristo; e yo quiero que sepays que
desde que la Trinidad fue comenoada en esta
tierra, que nunca fue tal batalla; e vos me
jurastes que fiziessedes vuestra pro e honrra;
e sabed que vno de vos conuiene que muera
ay, y el que quedare de la batalla mandóle
t^ue faga vn cementerio el mas fermoso que
pudiere, e yo ayudare; e tanto quanto la
Trinidad durare, parescera lo que yo fare; e
agora pensad de ser buenos y de fazer bien
con los cuerpos e con los coraoones assi como
os yo mande; y que podays yr ante nuestro
señor honrradamente; e sabed que vno de
vos morirá, e mas no os f[uiero dezir qual,
porque seays ambos buenos, ca mucho vos
es menester; e agora pensad de hazer ale-
gres corar-ones y buenos, y de fazer bien su
hazienda vno contra otro, e assi aureys el
amor de Jesu Christo»; e assi enseño Mer-
lin a los hermanos, y ellos conoscieron (^ue
les aconsejaua bien, e fizieron (juanto les el
mando, y entonces embiaron por sus ricos
liombres, y recibiéronlos muy bien, e dieron-
Íes de sus aueres, e rogáronles que se apa-
rejassen de cauallos e armas; e fizieronlo
saber por toda la tierra, que la postrera se-
mana de junio fuessen todos a la entrada de
los llanos de Salabres, de contra la ribera de
Tamisa; y ellos dixeron que lo farian de
buen grado, e assi passo el termino, e vino el
dia que fue puesto, g los hermanos hizieron
quanto Merlin les mando, e fueron tener su
corte por Pentecoste sobre la ribera de aquel
rio; e alli se ayunto el pueblo, e alli fueron
dados muy grandes aueres, y ellos alli te-
niendo su corte, llegaron las nueuas de las
naiies que eran en el puerto. E quando el
rei lo supo que vinieron en los onze dias de
junio, entendió que dezia verdad Merlin, y
estonce mando a los perlados de la yglesia
que recibiesen los manifestados, e tomassen
la confession. E los de las ñaues descendie-
ron, e tomaron tierra, e holgaron sobre la
ribera de la mar ocho dias, e al noueno diá
arrancaron.
Cap. LXXX. — De como supo el rey que
ver/lian los sansones sobre el.
El rey Padragon, quando supo las nueuas
por las esculcas que con ellos trayan que
mouian ya, dixolo el rey a Merlin, y el le
dixo que era verdad; y el rey le pregunto
como haria; «Vos faredes o embiaredes ay de
mañana a Yter vuestro hermano, con muy
gran gente, e quando viere que son bien
alongados cíe la mar en medio de vos e de
ellos, llegúese a ellos, tanto que los haga
passar por fuerza; e de mañana, quando
quisiere mouer, vaya a ellos, e no aura e tal
que ose caualgar ni mouer; e assi lo faga
dos dias; y el tercero dia, desque el dia fue-
se claro, que vos vieredes vn drago bermejo
correr por ayre entre la tierra y el cielo que
en señal de vuestro nombre, entoce vos po-
dedes combatir seguramente, e sabed que
los vuestros vencerán el campo* .
Cap. LXXXI.-- Como Merlin se partió del
rey e de Vier su hermano.
A esta habla no fueron sino Padragon c
Vter, que fueron ende muy alegres, e Mer-
lin les dixo: «Yo me yre, e sed seguros de
lo que vos dixe, mas pensad de ser buenos
por vuestras manos»; e assi se partieron to-
dos tres; e A^'ter guiso sus gentes para se yr
meter entre mar e la hueste, e Merlin le dixo
en poridad: «Sed mucho ardid, ca tu no ayas
miedo de morir en esta batalla»; e quando
Yter lo oyó, alégresele el cora9on; e Merlin
se fue a Yberlanda a Blaysen, por fazer es-
creuir todo este fecho; e los dos hermanos
fizieron todo como les Merlin mando.
Cap. LXXXU. — Como fueron desvaratados
los sansones de Padragon c de Vter su
hermano.
Metióse A^ter entre las hueste e las naos,
ca los hallo y a lueñe de la ribera en vn llano
sin agua, e acuytolos, de guisa que los fizo
posar; e assi los tuuo Yter apartados dos
BALADRO DEL SABIO MERLTN
dias, e al tercer dia vino el rey Padragon, e
vio los de la hueste que hizieron ya sus hazes
por conbatir con Yter, e quando esto vio,
ñzo fazer sus liazes; y esto fue fecho ayna,
ca bien sabia cada uno con quien auia de
tener; estonce se fueron llegando" vnos con-
tra otros; e quando los sansones vieron las
dos huestes, e vieron que sin lid no se po-
dían tornar a sus ñaues, nieles muy mal; y
estonce pareció el dragón bermejo por el
ayre, e corria por el, y echaua lluego e llama
por la boca e por las narizes; y quando los
sansones lo vieron, ouieron muy gran pauor;
e Padragon e Yter dixeron a sus gentes:
«Agora los vayamos a ferir, ca vencidos son,
que todas las señales vemos que Merlin
dixo» ; y el rey e los suyos se dexaron yr a
ellos quanto los cauallos los pudieron llenar;
e quando Yter vio que el rey yua a ferir, el
fue a ferir de su parte también, o mejor; e
assi se comencé la batalla de Salabres, e yo
no vos quiero dezir quien lo fizo mejor ni
peor; mas después que la batalla fue comen-
9ada, sabed que Padragon fue muerto, e
otros muchos lionbres buenos con el; y el li-
bro cuenta que Yter venció la batalla, y que
murieron muchos de los suyos, e mas de los
sansones no quedo ninguno que todos no
muriessen en la batalla y en la mar; e assi
se acabo la lid del canpo de Salabres, e Yter
quedo en el canpo, e fue señor del rejmo; e
alli hizo todos los cuerpos de los christianos
ajuntar en vn lugar, e cada vno truxo a su
amigo, e Yter hizo ay traer a su hermano,
e fizo ay traer monumentos para todos, e
hizo escreuir sobre cada vno su nonbre; e
hizo hazer el monumento de su hermano
mas alto que los otros, e dixo que no escre-
ueria ende su nombre, ca mucho seria loco
el que lo viesse, que no supiesse que era el
señor de aquellos que ay estaua; y estonce
quedo Yter por señor de la tierra, e fuesse
a Londres con todos los perlados de la sancta
yglesia; e hizose coronar e sagrar; e fue rey
después de la muerte de su hermano. Y de
aquel dia en quinze dias vino Merlin a la cor-
te de Cardoyl.
Cai'. LXXXIIL— 6'6»»/o Vier fue llaiuado
Vier radrntjon por consejo de Merlin.
En gran manera fue alegre el rey Vter
con Merlin, y Merlin dixo: «Yo quiero que
tu digas todas las cosas e todas las señales
a tu pueblo que te yo ante dixe que te
auerna en esta batalla, e como hize jurar a
ti e a tu hermano» ; e como lo Yter conoscio
todo, fuera el Dragón, de que no supo cosa,
ca lo no dixera Merlin sino a Padragon en
LIBROS DIv CABAi.MCRIAS. — 'ó
poridad, pero bien viera el dragón correr por
el ayre; e pues Yter todo esto contó, dixo
Merlin que el dragón viniera a buscar la
muerte del rey «e la tu ventura, e sabed que
Padragon ouiera nonbre de baptismo Prede-
rilicos (ambrosia), masías gentes de tierra de
Londres le pusieron nombre Padragon, por-
que traya en su seña vn dragón, e por ende
le pusieron este nombre, que nunca lo des-
pués perdió, e yo quiero que ayas aquel
nombre por batalla que venciste; e por el
dragón que se te demostró e por amor de tu
hermano; e desde oy mas, sera tu nombre
A^ter Padragon; e manda hazer dos dragones
de oro, y el vno dellos faras poner en la
yglesia de Cardoyl y el otro faras Ueuar en
batalla campal quando fueres».
Cap. LXXXIY. — De romo Merlin enihio a
Irlanda por las- piedras para fazer las se-
piflhiras-.
E fizóse llamar el rey Yter Padrarjoii por
consejo de Merlin, e assi señoreo los ricos
hombres, e la lealtad de Merlin y el buen
consejo que dio a los hermanos, e assi fue
^Merlin prouado por Yter Padragon; y el rey
Padragon estuuo en su reyno, e touolo en
paz; estonce le dixo Merlin: «¡Como! ¿No
faras tu mas a tu hermano que yaze muerto
en Salabres?» E Padragon dixo: «Amigo,
¿que quieres que faga? ca luego sera hecho si
es cosa que pueda ser fecho por honbre» ; e
Merlin dixo: «Conviene que tu quieres tu
juramento, e yo mi palabra, ca yo te dixe
que faria tal cosa por que siempre durarla» ,
e Yter Padragon dixo: «Y'o esto presto para
hazer lo que tu quisieres»; y Merlin dixo:
«Embia por vnas piedras grandes que ay en
Irlanda, e yo las mostrare [a] aquellos que por
ellas fueren» ; estonces aparejo el rey ñaues
y gentes muchas, y enbio alia; y Merlin fue
con ellos, e mostróles vnas piedras luengas
e gruessas; e quando las ellos vieron, to-
uieronlo por gran marauilla, e dixeron que
todos los del mundo no podrían vna boluer,
«ni tales piedras, dixeron ellos, no meteremos
en ñaues sobre mar»; y Merlin dixo: «Si vos
estas no podedes llenar, en vano venistes
acá, ca no lleuaredes ende otras- . Estonces
se tornaron al rey, e dixeronle la gran ma-
rauilla que los mandara hazer, ca les man-
dara traer tales piedras, que cada vna sera
tamaña como vna peña; e llamauan aquel
lugar do las piedras estañan: la corona de los
jayanes^ e por verdad los jayanes las echaron
en otro tienpo ende por cobrir los cuerpos
de los reyes que en la tierra ouiesse, e no
podria ninguno dentro echar si no mouiessen
di
LIBROS DE caballerías
vna piedra de aquellas, que eran atan altas
e tan pesadas, que ninguno no las podia
mouer por fueroa de gente, si por arte no; y
el rey dixo a Merlin lo que su gente dezia,
e Merlin dixo: «Pues que todos me fallescie-
ron. yo cumpliré lo que prometí».
Cap. liXXXX. —Como fueron jmcstas las
])iedra.s- en el cementerio de Salabres.
Estonce hizo Merlin traer las piedras de
Irlanda por arte, aquellas que llamauan la
corona de los jayanes^ que agora son en el
cementerio de Salabres; y el rey las fue ver.
y lleno consigo gran gente que yiessen las
marauillas de las piedras; e quando las vie-
ron, dixeron que todo el mundo no podria
mouer vna piedra, y de mas metellas en
ñaues; mucho se marauillaron como ]\Ierlin
las podria hazer venir; ninguno no lo viera
ni lo supiera. Y Merlin dixo que mejor pare-
cían erguidas que no tendidas, e dixo: <:Agora
vos tirad afuera, que yo las erguiré»; y el
rey dixo: «Esto no podria ninguno hazer,
según es mi pensamiento, sino Dios» ; e Mer-
lin dixo: «Verlo hedes, e assi me quitare de
lo que prometí a vuestro hermano» . Y estonce
cargo Merlin las piedras, que son agora en el
cementerio de Salabres, e serán en quanto el
mundo durare; e assi quedo aquella obra
acabada por el seso e por la sabiduría de
Merlin, y el quedo con el rey, e seruiolo
mucho tiempo, e amoló mucho, tanto que
bien supo Merlin que aula su amor derecha-
mente e que le creya de quanto le dezia.
Cap. LXXX\"I. — Como Merlin fallo con el
rey Vier sobre faxer la Tabla Redonda.
Agora dize el cuento que vn dia aniño que
Merlin saco aparte a Vter Padragon, e di-
xole: «Rey, a mi conuiene que vos descubra
la mayor poridad y el mejor consejo que yo
en el mundo se, e yo veo que esta tierra es
vuestra, e que ningún honbre no puede ser
mas señor de su reyno que vos; e por esto
os quiero dezir vna cosa y que no seades
malo de temer»; e dixo el rey: «Toda cosa
<|ue me digades, yo la creeré e fare todo mi
poder» ; y Merlin dixo: «Señor, si vos qui-
sierdes fazer lo que vos yo mostrare, el prez
e la honrra sera vuestra; que j^o os quiero
enseñar tal cosa a fazer, que poco vos costara;
e por que mas auredes el amor de Dios si la
fazeys» . «Agora, dixo Vter Padragon, dczid,
ca ya cosa tan estraña no direys que por
honbre pueda ser hecha, que la yo no faga»;
y estonces dixo Merlin: «Yo no vos diré cosa
estraña, mas ruego vos que tengaj-s poridad,
ca yo quiero que la pro y el grado de nuestro
señor sera todo vuestro» ; y el rey lo otorgo
que minea lo dirá; y estonce dixo Merlin al
rej": «Señor, vos sabedes bien que yo se todas
las cosas hechas e dichas y pensadas, e quiero
que sepades que esto se yo por natura del
diablo; e nuestro señor Dios me dio seso y
entendimiento que supiesse todas las cosas
que aula de venir, e por esto que vos en tal
guisa mostré, me pidieron los diablos, e
agora podredes saber donde he el poder de
las cosas que hago e digo; e agora te quiero
dezir lo que se» .
Cap. LXXXVII. — Como Merlin ordeno que
se fixiesse la Tabla Redonda.
«Señor, vos deuedes bien saber que nues-
tro señor vino en tierra por sainar el pueblo,
y que en dia de la cena comió con sus discí-
pulos; e acaescio que nuestro Señor tomo
muerte por nos, e vn cauallero le pidió; e
fuele dado el su cuerpo en gualardon de su
soldada; e nuestro señor llamo mucho, que
quiso que le fuessedado; y el cauallero sufrió
después grandes trabajos, y después, a luen-
gos tienpos que nuestro señor fue resuscitado,
aniño que aquel cauallero fue en vna tierra
yerma con gran pier-a de su linage, e vn gran
pueblo con el; e fue assi que les vino vna
gran hambre, y el rogo a nuestro señor que
le mostrasse que por que quería que sufriesse
atan gran lazeria; e nuestro señor mandóle
que fiziesse vna mesa en nonbre de aquella
en que el estuuiera a su cena con sus apos-
tóles, e mandóle que pusiesse en ella vaso
que el traya, y que lo cubriesse de paños
blancos de xamete; e aquel era el sancto
Grial, y el que aquella mesa pusiesse, essa
hora auerian cumplimiento en su corar-on de
todas las cosas; y en aquella mesa aula siem-
pre vn lugar vazio, que significaua el lugar
de Judas, el que comiera a la mesa con nues-
tro señor quando le dixo nuestro señor: co-
mido come e beue el que me traerá^ e aquel
fue partido de la compaña de Jesu Christo,
e su lugar quedo vazio fasta que nuestro
señor assento otro honbre que aula nombro
Matia, por cunplir el cuento de los doze
apostóles, que assi son dos mesas fechas a
plazer de Dios; e si me quisierdes creer, vos
haredes la mesa tercera en nonbre de la
santa Trinidad, e yo vos prometo que, si lo
hizierdes, que gran pro vos ende vorna, e
lionrra al alma e al cuerpo; e tales cosas
ende vernan, de que vos marauillaredes mu-
cho, e sera vna de las cosas del mundo onde
los buenos mas liablaran, ca mucho aura
Dios dado gran gracia aquellos que ay fue-
BALADRO DEL SABIO MERLIN
35
ren; y esta mesa aura nonbre tabla redon-
da; e digovos que las gentes q\ie aquel vaso
guardaron, fueron por voluntad de Dios con-
tra occidente, e, si me quisierdes creer, lia-
redes lo que vos digo e a yna auredes plazer.»
Caí*. LXXXYIII. — Conw Jlciiin ordeno en
que lugar se fixiesse la tabla redonda.
Merlin fablo assi con el rey, e al rey plugo
mucho dello, e dixo: «Yo no quiero que nues-
tro señor pierda cosa que sea a su voluntad,
e (juiero que sepa que yo me meto en tu
poder, e que me no mandes hazer cosa que yo
no haga, si es cosa que pueda»; e assi eciio
el rey el pleyto sobre Merlin, e fue ende
muy alegre, e Merlin le dixo: «Si vos plaze
questo sea hecho ¿do quereys que sea hecho?»
y el re 3^ dixo: «Do tu quisieres, e do entendie-
res que sera mas a plazer de Jesu Christo» .
Merlin dixo: «Nos lo haremos en Cardain o
en Galaz; e alli hazed ayuntar a vuestro i^ue-
blo en dia de Pontéeoste, y vengan caualle-
ros y dueñas, e vos guisaredes como los reci-
bades bien, y como seades muy alegre, e
como dedes grandes dones; e yo yre ante que
vos, e liare la mesa, e vos me da redes gente
que hagan lo que yo mandare. E quando vos
y el pueblo fuerdes ayuntados, yo escogeré
los que ay auian de ser» .
Cap. LXXXIX. — De conw fue fecha e puesta
la tabla redonda.
Fue feclia la tabla redonda en el tienpo de
Vrer Padragou, y el rey dixo a Merlin, des-
pués que sus gentes fueron llegadas: «Vos
deziades verdad, e agora se bien que nues-
tro señor quiere que esta tabla sea fecha,
ftias yo me marauillo del lugar vazio, e que-
riavos rogar que me dixessedes de quien auia
de conplir aquel lugar» ; e Merlin dixo: «Tan-
to vos puedo yo dezir, que no sera conplido
en nuestro tienpo, ende aquel que ha de ser
padre de aquel que el lugar ha de cunplir;
e aun no ha yazido con muger, e conuerna
que aquel que este lugar ha de cunplir, que
cunpla después el lugar de la mesa do es el
sancto Grial, ca los que lo guardan nunca lo
vieron cunplido, ni esto no sera conplido en
vuestro tienpo, mas en el tienpo del rey que
verna después de vos, y ruego vos que en
esta villa hagades vuestra corte tres vezes
en el año»; e dixo que lo faria muy de grado.
E Merlin dixo: «Yo me yre, e no me verc-
des deste gran tienpo» ; y el rey dixo a Mer-
lin: «¡Como! ¿no seredes vos ay cada que yo
hizierc mi corte?»; e dixo el: <.<No, «{ue yo
quiero que los honljres, quando vieren las
cosas que han de venir, que no digan que
las yo hize».
Cap. XC. — Como los caualleros dixerou al
rey que prauasse la silla p)eli(jrosa.
Assi se partió Merlin de Yter Padragon,
e fuesse a Yiuerlanda a Blaysen, e dixole
todas estas cosas e lo (¡ue pasara de lo de la
mesa, e otras muchas cosas que veredes en
su libro; e assi estuuo mas de dos años (][U0
no vino a la corte, e aquellos que no amanan
a el ni al rey, que bien lo mostrauan cada
que podian, vinieron a Cardoil al rey a vna
corte que hizo en dia de nauidad, e dixeron:
«¿Que es esto, o por que no esta algún honbre
bueno en aquel lugar, e assi sera la mesa
conplida?» Y el rey respondió e dixo: «Mer-
lin me dixo de aquel lugar vna gran mara-
uilla; que ningún hombre no podria ser en
mi tiempo, e que aun no era nacido el que
auia de ser» ; y ellos le fablaron falsamente,
ca eran falsos: «E ¿como señor creeys vos
esta marauilla, e cuydades vos que mejores
honbres vernan después de vos que nos
agora somos en vuestra tierra?» Y'' el rey dixo:
«No se y mas, sino Merlin que me dixo esto
que os digo» , y ellos dixeron: «Agora no
ualeys nada si no lo prouades» ; y el rey dixo:
«No lo prouare agora, ca mas paresce que
me seria mal, y que Merlin se enojarla por
ello»; y ellos dixeron: «Nos no dezimos que
lo proueys agora, mas dezis que Merlin sabe
quanto los honbres fazen e dizen, y pues sabe
lo que agora nos del dezimos y de su obra,
verna si es biuo, y entonces j) roñaremos
aquel lugar por la gran mentira que el dixo,
e si lio viniese de aqui a Pentecostés, teño
por bien que nos la preñaremos muy de gra-
do, ca muchos honbres buenos ay en vuestro
reyno, de vuestro linage, que la prouaran
de grado, y vereys como se podra alguno sa-
car»; y el rey dixo: «Si no pensasse que
pesarla a Merlin, no ha cosa en el mundo
que mas de grado fiziesse»; y ellos dixeron:
«Esperad a Merlin, e, si no viniere, cortarlo
hemos nos», y el rey lo otorgo, y estonce
fueron ellos muy alegres, e cuydaron que
pusieran muy bien.
Cap. XCI. — Como fue prouada la silla
milagrosa por rn rauaUcro, e )nuriü.
Quedo este pleyto assi fasta el dia de l'en-
tccoste, y el Rey tizo saber por toda la tie-
rra que viniessen a su corte, y Merlin, que
todas las cosas sabia , dixo a Blaysen que no
yria ay, porque auian a probar el lugar, e
3G
LIBROS DE caballerías
que mas queria que lo prouassen por su mal
seso e por honbre malo, que por el suyo e
de honbre bueno, ca si el fuesse, e dirán lue-
go que no fuera sino por los destoruar, e por
esto no quiso alia yr, e atendió fasta quinze
dias después de Pentecoste. Y el rey, e gran
gente con el. vinieron a Cardoyl. E aquellos
que auian de prouar el lugar, hizieron nue-
nas de suyo que Merlin era muerto, e que
lo mataran villanos en vn monte, e tanto hi-
zieron dezir e dixeron, que el rey mesmo lo
cuydo. e lo mas porque el daña tanto, que
no cuyda\ia que sufriessen que aquel lugar
fuesse iDrouado; y el rey fue en Cardoyl en
bispera de Pentecoste. y pregunto aquellos
que querian prouar el lugar que el queria ser;
e vno que era mas priuado del rey. que co-
mencara este pleyto. dixo: «Señor, no quiero
que otro sea sino yo»: y el era de gran lina-
ge, e rico hombre, e poderoso en la tierra; y
el rey fiziera ay venir caualleros, e clérigos,
e honbres buenos e villanos; tanbien cuida-
ua que Merlin viniesse; después vieron que
no venia Merlin. dixo aquel cauallero que
el queria a y ser, y estonce fue a la mesa do
los caualleros estauan, c dixoles: «Yo vengo
con vos ser por vos hazer conpañia? ; y ellos
no fablaron cosa, ante estuuieron muy calla-
dos e muy humildes; miraron que queria
fazer; y el rey e muchas gentes estauan alli
llamadas; e aquel dia passo por los caualle-
ros, e fuesse a sentar en el lugar vazio. E
tanto que se assento en la silla, hundióse
como si sumiera en agua, que ninguno de
quantos ay estauan no supieron que fuera
del: e quando sus parientes vieron que assi
se edicra, quisieron ay assentar por se per-
der con el jDor el duelo que del auian; y el
rey mando a los honbres buenos que se Ic-
uantassen de la mesa, e assi no sabrían qual
era el lugar: y ellos leuantaronsc ende lue-
go, y el duelo fue muy grande en la corte;
y el rey se tuuo por engañado, e dixo que
ante lo dixera e que no le quisieron ende
creer.
Cap. XCII. — Como Merlin vino n fahlar con
el rc¡) c le consejo que fixiessc.
E assi se escuso el rey, e a los onze dias
de Pentecoste vino Merlin, e el rey fue ende
muy alegre y salió contra el, y tanto que
Merlin vio al rey, dixo: <'Mal fezistes deste
lugar que dexastes prouar aquel cauallero;'/;
y el rey dixo: «El nos pensó engañar, y el
engaño fue sobre el/>. Merlin dixo: «Assi
auiene a muchos, que piensan engañar a
otre y engañan a si, y dezian que villanos
me mataran. .: y el rey dixo que assi lo
dixeran. E Merlin dixo: <sAgora sed bien
castigado, que no prouedes este lugar, ca yo
os digo que os puede venir ende mal; ca el
lugar e la mesa es gran significanr-a e muy
alta, e ay verna della mucho bien a este
reyno» ; e después preguntóle Vter Padragon
que le dixesse, si le plazia dezir, que fuera
de aquel t^ue estuuiera en el lugar, ca mucho
lo tenia por gran marauilla, e Merlin dixo:
«Xo vos tiene pro de preguntar, ni va cosa
que lo sepades. e mas pensad de aquello que
comenr-astes e de lo mantener lo mas honra-
damente <jue podierdes, e hazed algo en esta
villa por amor de la tabla redonda, ca bien
sabedes, por la prueua que vistes, que ha
menester que la honredes; e yo yrme he, e
vos fazed lo que os digo»; y el rey dixo que
todo lo faria assi. E assi se j)artio Merlin del
rey e se fue; y el rey mando fazer en la villa
cosas grandes y fermosas en que tuuiessen
siempre su corte, y fizo saber por toda su
tierra que estas tres fiestas tenia siempre
su Cardoyl: por la nauidad, j el dia de
Pentecoste, y el dia de todos sanctos. E assi
fue vn gran tiempo que tuuo alli su corte,
como en costunbre auia.
Cap, XCIII. — Como el reí) Vter se enamoro
de Ifjuerna.
E assi aniño que el rey Vter Padragon
enbio por sus ricos honbres, y embioles a
dezir que, por su amor e lionrra, que tra-
xessen ay consigo a sus mugeres; e assi
como el rey lo mando, assi lo fizieron ellos;
e sabed que ouo ay gran conpañia de caua-
lleros e de dueñas e donzellas, mas no
deue honbre contar, ni puede, todos los que
ay fueron, mas contarvos e de aquellos
donde mi cuenta fabla. E por ende (]UÍoro
que sepays que el honrado duque de Tintu-
guel fue ay, e lleno su muger Igucrna, e
tanto quanto que Yter Padragon la vio,
amóla mucho, pero no le mostró ende cosa,
sino que la miraua muy de grado, tanto que
ella lo entendió, e se auino al pleyto; e en
aquellos dias vino antel lo menos que pudo,
ca era muy buena dueña y amiga de su ma-
rido; y el rey, por su amor, embio donas a
todas las dueñas; y embio a Iguerna aquellas
que vio de que mas se pagaría, y ella supo
que enbiaria donas a todas; e por esto no
recelo de tomallas, e tanbien entendió rjue
el no enuiara a las otras sino porque las
tomasse ella las suyas. E assi tuuo A''ter Pa-
dragon aquella corte tan cuytado de amor,
que no supo que hiziesse, e rogo a todos los
caualleros que fuessen con el por Pentecoste
y traxessen sus mugeres; assi lo otorgaron.
BALADRO DEL SABIO MERLIN
Cap, XCIV. — De como el retf Vter Pculragon
dio donan a iodaa lan dueñas 2^or amor de
Iguerna.
E assi se fueron, e quando se ouieron de
yr, el rey fue con el duque de Tintuguel
una gran pie^a, e lionrrolo mucho, e al par-
tir dixo a Iguerna: «Señora, tanto quiero
que sepades que leuays el mi coraoon» ; ella
hizo semblante que no lo queria entender, y
el rey despidióse, y el duque se fue con su
muger. y el rey quedo en Cardoil y conforto
los hombres buenos que a la mesa estañan;
mas como quier que al entendiesse, todo su
carar-on era en Iguerna, y assi se sufrió toda
su cuyta fasta Pentecoste; e a este dia los
ricos honbres e las dueñas auian de venir a
la corte, mas mucho fue alegre el rey quando
vido a Iguerna, e dio gracias a Dios, e dio
muchas donas a dueñas e donzellas e a caua-
lleros. E quando quiso comer, fizo sentar
ante si al duque, e fizo tanto, por sus pre-
sentes y por su catar, que ella entendió que
la queria mucho, e pesóle mucho dello, mas
conuinole sufrillo; e assi supo Iguerna que
la amaua el rey. Y el rej fizo en aquella
fiesta mucha honrra a los ricos honbres y a
Iguerna; e quando la fiesta passo, despidié-
ronse, y el rey les rogo que viniessen a su
corte assi como era puesto, y ellos lo otorga-
ron que assi lo farian; e assi se partió la
corte; y el rey sufrió cuyta fasta que lo dixo
a dos sus priuados, y ellos dixeron: «¿Que
queredes vos que fagamos en esso, que cosa
no pediredes que nos ay no fagamos?» Y el
rey dixo: «¿Como la podria yo hauer? mas si
fueredes do ella es, entendervoslo han las
gentes, e seremos ende profa9ados»; y el
rey les pregunto que consejo le dauan; y
ellos le dixeron: «El mejor consejo que nos
sabemos es este: que embiedes dezir a vues-
tros ricos onbres e caualleros que queredes
hazer muy gran corte, y que vengan guisa-
dos de estar ay quinze dias, y que traygan
a sus mugeres. Y assi podeys ver a Iguerna
gran piega a vuestro plazer, e de fablar con
ella vuestro amor» . Mucho pareció derecho
al rey lo que los sus priuados dezian. y embio
a dezir a sus ricos honbres e caualleros que
fuessen todos en Cardoil con el por Pascua
florida, y que truxessen sus mugeres; y que
viniessen guisados de estar quinze dias con
el; e assi lo fizieron como el rey mando.
Cap. XCV. — Como Vlscr ronsejaua al re/j
sobre los aviores de Igiitrna.
Aquella pascua tomo el Eey corona, e dio
muchos dones a sus ricos honbres v caua-
lleros, y a sus dueñas e donzellas, e a todos
aquellos que entendió que seria bien em-
pleado, e fue alegre el rey aquella fiesta, e
hablo con vn escudero suyo en que se fiaua
muclio mas que en los otros e auia nonbre
Vlser, e dixole el grande amor que auia de
Iguerna, que pensaua morir si no ouiesse
algún consejo. E Alser dixo: «Señor, mal
seso es i|ue cuydades por vna muger morir,
ca yo oy dezir que toda muger, si es deman-
dada e seguida, a que honbre pueda íazer
su voluntad, como dar donas e honrrar aque-
llos e aqiiellas que con ella vienen, e a los
que ella ama, e de fazer e dezir toda su
voluntad a cada vno lo mas que pudiere,
nunca oy fablar a muger que contra esto se
pudiesse defender, si honbre pudiesse con
ella hablar cada vez c|ue quisiesse. E vos,
que soys rey, os desconfortays» . Y estonces
dixo el rey a A^'lser: «Bien dizes, e sabes
bien lo que conuiene a tal cosa, e ruégete
que me ayudes en todas guisas que pudie-
res, e toma de my auer lo que quisieres,
e dalo assi como dizes, e cunple a cada vno
su plazer, e fabla con Iguerna como vieres
que mas muestre»; e Ylser dixo: «Agora
dexad, que yo haré ay todo mi poder».
Cap. XCYI. — Cowo Vlser hablo con Ljncrna
por mamlado del rcij.
A'lser dixo al rey, a TJter: «No guarda
derecho ni razón de mesura, e pues assi es,
aued grande amor con el duque , e fazelde
conpaña, e honrraldo en guisa que ayades
su amor lo mas que pudierdes. E yo pensare
de fablar con Iguerna» ; y el rey dixo que
esto bien sabia el fazer; y assi lo fablaron.
Y el rey fizo gran fiesta, y el duque siempre
fue en su conpañia, e fizo e dixo quanto el
quiso, e dio muchas donas, y el e su com-
j)aña; e Alser fablo con Iguerna, e dixole
aquello que el entendió que mas le plazeria:
e traxole por muchas vezes ricas donas, y
ella se defendió ende, e no quiso cosa hablar.
Assi que vn dia aniño que Iguerna saco
aparte a A'lser, e dixo: «AHser ¿por que me
queriades dar estas donas?» ; e Alser respon-
dió: «Por vuestro gran merecer, e por vues-
tra gran bondad, por vuestro gran donayre.
E yo, señora, no vos podria dar ende cosa,
e todo el auer del reyno es vuestro jiara
fazer del toda vuestra voluntad». Y ella
dixo: «¿Como?» Y A'lser dixo: «Porque vos
anejas el coraoon de aquel cuyo el es, y el
su cora(;on es vuestro; e por esta razón todas
las sus cosas son en vuestra merced». E
Iguerna dixo: «¿De qual cora(;on me lo dezi-
des?» E Vlser dixo: «Del rey» ; e ella leuanto
LIBROS DE caballerías
la mano e signóse, e dixo: < ¡Ay Dios, como
son los reyes traidores! ca este faz sen-
blante de mi señor amar por me escreuir; e
agora te digo que jamas te anenga que esto
nunca me digas, ea bien sabe que lo diré a
mi marido: e, si lo sabe, no ay al sino tu
muerte; e yo no lo encobrire mas desta vez» ;
o Vlser dixo: v;Esto seria mi honrra, morir
por mi señor: ca yo nunca vi muger que se
defendiesse de auer rey por amigo, que mas
la amasse que a ssi, ni el, mas cuy da que lo
dezides por infinta; dueña, por Dios, aued
merced del rey vuestro señor e de vos mesma,
que, si assi fuesse, que quedaredes del auer
gran merced: e bien vos verna ende, ca vos
ni el duque no vos podedes defender con-
tra Tohintad del rey » . E Iguerna respon-
dió: «Si Dios quisiesse, yo me defenderé
bien, que jamas no seré en lugar do el me
vea» .
Cap. XCYII. — Como el rey enbio r na copa
de oro a Irjucrna que el mucho qneria.
Partido Ylser de Iguerna, e fuese al rey,
e contole quanto le dixera Iguerna; y el rey
dixo: «Assi deue responder buena dueña, e
no se vencer tan presto» . Y esto fue onze
dias después de Pentecoste, que el rey estaua
a la missa y el duque con el; y el tenia ante
si vna muy rica copa de oro e muy fer-
mosa, e Ylser liinco los hinojos ante el Rey,
e dixo: «Señor, enbiad esta copa a Iguerna,
e dezid al duque que le mande que la tome» ;
y el Rey dixo: «13ien dixistes» ; e Ylser se
leuanto, y el Rey fue muy alegre, e dixo al
duque: «Yedes aquí vna muy hermosa copa,
mandad a Iguerna vuestra muger que la
tome e que beua con ella» ; y el duque res-
pondió assi como aquel que no entendia
ningún mal, e dixole: «Rey señor, grandes
mercedes»; y el la tomo muy de grado, o
llamo a vno do sus caualleros que auia non-
bre Bretel, e dixo: «Tomad esta copa e leuad-
la a vuestra señora de parte del rey» . E Bre-
tel tomo la copa, e fue a la cámara do Iguerna
comia, e hinco los ynojos ante ella, e dixole:
«Señora, ol rey vos enbia esta copa, e mi
señor mandavos que la tomej^s, e que beua-
des con ella por amor del rey» . E quando
ella ovo esto, ouo muy gran pesar, y ember-
mejecióse, e no oso rescelar de tomar la
copa, e tomóla, e beuio con ella por amor
del rey, e ouo muy gran pesar, e la copa
fuera llena do vino; e, desque ouo beuido,
dixo a Bretel que la lleuasse al rey; e Bretel
dixo: «Mi señor vos manda que la tomedes»;
y el rey se lo rogo ende mucho; e quando
ella vio que assi era, tomo la copa, e Bretel
torno al rey e dixo que se lo agradescia
mucho; mas el mentia en esto, que no le
dixo cosa.
Cai'. XCYIII. — Como el duque fallo irisie
a Iguerna su muger.
Timo mucho el rey que vernia gran bien
porque Iguerna tomo la copa, e Ylser fue al
palacio do Iguerna comia con otras dueñas,
por ver el continente que hazia ; e fallóla
muy sañuda e pensando : e desque leuanta-
ron las mesas, llamo a Alser, y dixole; «Por
gran traycion me embio vuestro señor la
copa, mas sabed que no ganara ay nada, ca
3^0 le haré caer eras en gran vergüenza ante
que el dia salga, ca diré a mi señor la tray-
cion con que el e vos andados»; e Ylser res-
pondió: «No soys vos tan sandia (^ue tal cosa
dixessedes a vuestro señor, ca vos guardare-
des ende bien». Y ella dixo: «Mal venga
ende a quien se guardare» . Estonce se partió
Ylser della y se fue para el rey, que se le-
na ntau a de comer, e andana muy alegre; e
tomo al duque por la mano, e dixole: «Va-
jeamos a ver las dueñas»; y el dixo: «Plaze-
me» . Y fueron al ¡^alacio donde Iguerna co-
mia e las otras dueñas, e fueron alia muchos
caualleros por ver las dueñas; mas Iguerna
bien supo que no yua alia el rey sino por
ella, e sufrióse todo aquel dia; e a la noche
fuesse para su posada, e quando el duque
alli fue, fallóla llorando e faziendo gran due-
lo, e marauillose mucho por que lo hazia, e
tomóla en los bra(;os como aquel que la ama-
na mucho, y preguntóle que auia; y ella dixo
que queria ser muerta; y el duque se mara-
uillo y jn-eguntole por que; y ella dixo: «No
vos lo encubriré, ca no es cosa para en-
cubrir» .
Cap. XCIX. — JJe como Iguerna dixo al duque
que el rey la aniaua.
«Sabed que el rey me quiere gran bien, e
todas estas cortes que vos vedes que faze, no
las haze sino por mi, e todas estas dueñas que
faz venir, no es sino ¡lor razón que me tra-
yades, que bien de la otra vez lo se; e siem-
pre me defendí del e de sus donas tomar, e
agora fezistesme vos tomar la copa, y em-
biastesme dezir que beuiesse con ella por
amor del rey, e por esto querría ser muerta.
E porque no me puedo defender del ni de
Vlser su consejero, e por ende me recelaua
que, si vos lo dixesse, que vos no podriades
del partir sino mal; e ruego vos como a mi
señor que me tornedes a Tintugel, ca no
quiero estar mas en esta villa.»
BALADRO DEL SAP.IO MERLIN"
39
Cap. C. — De como el dwpie se fue con
Iguerna su mur/er.
El duque, qu anclo esto 03^0 que el rey ama-
na mucho a su mugor, fue tan sañudo, que
no podía mas, y embio por sus caualleros
encubiertamente, e dixoles: «Aparejadvos en
como canalguemos lo mas escond idamente
que pudiéremos, e no me pregunteys por que
fasta que yo os lo diga; e no lleuedes cosa
de lo vuestro sino dos cauallos e armas; y
llenarlo han de mañana em ¡jos de nos, e yo
quiero que el rey no lo sepa como nos ymos» .
E assi como el duque lo dixo. assi fue todo
hecho; e caualgaron lo mas encubiertamente
que pudieron, e fueronse para su tierra, e a
la mañana fue grande la buelta en la villa
de los que quedaron, e aderecaronse de yr
em i)os dellos.
Cap. CI, — Como el reí/ entro en consejo
sobre la y da del duque.
Otro dia, quando el rey supo que el du-
que se fuera assi, fue muy sañudo, y embio
por sus ricos honbres e dixoles la desonrra
que el duque le fiziera; y ellos se marauilla-
ron mucho por que fiziera tal locura; e nin-
guno dellos no sabia por que el duque lo
fiziera, ni como lo pudiesse entender. Y el
rey les dixo que le consejassen como ouiesse
enmendamiento; e contoles quanta honra e
quanto amor le fiziera, mas que a ninguno
de los otros. Y ellos dixeron que se maraui-
llauan por que lo fiziera, y el rey dixo: «Yo
embiare a el, si os parece, que me venga a
enmendar el tuerto que me fizo, y que se
torne assi como se fue j3or me fazer derecho» ;
e a este consejo se otorgaron todos, y enbio
el rey dos honbres buenos, y ellos fueron al
duque, e dixeronle el mensaje, e cuando el
duque oyó que auia de yr como se fuera,
luego entendió que lo dezia porque lleuasse
a Iguerna, e dixo a los mensajeros: «Seño-
res, decid al rey que yo no tornare a su
corte, que tanto tuerto me fizo, que yo nun-
ca entrare en su poder, mas que pongo a
Dios por juez entre mi y el, que sabe bien
que tanto mal me fizo por que no lo deuo te-
ner jamas jior señor ni amar, e yo no vos
diré agora mas» . E con tal recaudo se par-
tieron los mensajeros del, e dixeronlo assi
al rey.
Cap. CII. — De como el duque ouo consejo con
sus vassallos sobre el hecho de su jnuger.
Luego embio el duque por sus vassallos e
prinados, e dixoles la razón por que partiera
de Candoil e la deslealdad en f(ue el rey an-
dana con su muger; e quando ellos lo oye-
ron, marauillaronse mucho, e dixeron: «Esto
no puede ser, e bien deuia mal recebir quien
tal traycion buscaua». Y el duque les dixo:
«Señores, yo vos ruege por Dios o por vues-
tra honrra, e por lo que deueys fazer, que
me ayudo^'s a defender mi tierra si el rey me
([uisiere hazor guerra». E todos dixeron a
vna ([ue esto harian ellos muy de grado, e
pornian ay los cuerpos o las liaziendas.
Cap. CIII. — Como el rey embio a desafiar
al duque, y el duqtie puso su muyer en
Tituyuel.
Aconsejóse el duque con sus vassallos, y
el rey, quando oyó el mandado, rogo a sus
ricos honbres que le ayudassen a vengar su
gran tuerto e la desonrra de su corte, y ellos
tuuieron al duque por muy malo, que solian
tener por sesudo, e dixeron que lo harian de
grado, mas que lo enbiasse antes a desafiar,
y después, que fuesse sobre el; y el rey lo
hizo, e rogóles que a([uel dia fuessen con el
assonados; y el rey embio a desafiar al du-
que, y el duque dixo que se defenderla; e
los mensajeros tornaron al rey con este men-
saje, y el duque dixo a sus vassallos como
el rey lo mandaua desafiar, y que le ayudas-
sen, y ellos dixeron que lo ayudarían de
muy buen grado; e hablo con ellos, e dixoles
que no auian sino dos castillos en que se pu-
diessen mx\j bien defender, mas aquellos
dos eran tales, que no podría el rey tomallos
mientra bíuiesse, e guisóse, e metió la mu-
ger en Tituguel con dozientos caualleros,
ca bien sabían que aquel castillo que no te-
mía a nada, e metiosse el con su caualleria
en otro castillo que era muy grande, mas no
era tan fuerte, ca bien supo de la otra gran-
de, que no la podría defender, e assi se gui-
so el duque de se defender.
Cap. CIV. — Como el rey fue a cercar
al duque en su castillo.
Pues cuando el reí oyó el mandado, fue
muy sañudo, e junto sus vassallos todos en
la entrada de la floresta que era en cabo de
la tierra del duque, entre el llano e vna gran
ribera, e contoles el orgullo del duque, e
(¡uando supo que se metiera en vn castillo e
la muger en otro fuerte, fue a cercar al du-
que; y el rey dixo a Vlser que podría fazer
de Iguerna; e Vlser dixo: «Si vos pudiesse-
des prender al duque, todo lo al acabaríades.
E f[uíen os dixo que lo cercassedes, diovos
buen consejo, ca si cercaredes a Iguerna,
luego lo entendiera e fueran descubiertos»;
40
LIBROS DE caballerías
e assi cerco al duque en su castillo y ouo
ende ni\icha buena remetida; y el du(|uc se
defendió muy bien, y el rey estuuo gran
tienpo sobre el castillo que no lo pudo to-
mar, e ouo gran pesar e gran cuyta por
Iguerna que no podia auer, que tanto la
amaua.
Cap. CV. — Como Vlscr roiiftejo al lí^j/ (/iie
enbtasse a buscar a jlerliii.
Yn dia vino que el rey estaua en su tien-
da, e comenco a llorar, e quando sus ricos
honbres lo vieron llorar, fueronse e dexa-
ronlo solo: e quando lo supo Vlser, fue a el,
e fallólo llorando^ e pesóle muclio; e pre-
guntóle por que lloraua, y el rey dixo: «Vl-
ser, tu lo deues bien saber, ca tu sabes (jue
muero por Iguerna, y veo que no ay sino
morir, ca pierdo el comer y el beuer e todo
sabor que honbre deue auer; e por Dios dame
consejo» . E Ylser dixo: «Señor, vos soys de
flaco coraron, que por vna muger pensades
morir; y este es mi consejo: Que enbiedes
por Merlin, y este vos dará consejo» . El rey
dixo: «Yo bien se que Merlin sabe toda mi
cuyta, e embiaria por el, mas he miedo que
se ensañe, ca yo bien se que esta sañudo por
la silla de la Tabla Redonda que fue prona-
da, e cuydo que es assi, ca mucho a t|ue no
lo vi; e pienso que le pesa i)or(iue amo a mu-
ger del mi vassallo, e assi Dios me ayude no
puedo mas, ni tengo corac;on, ni me puedo
ende partir. E otrosi Merlin me dixo que no
le embiasse buscar». E Ylser dixo: «Señor,
de vna cosa soy cierto, que si Merlin es sano,
6 vos ama assi como vos creedes e nos cuyda-
mos, que pues el sabe vuestra cuyta, el no
puede tardar que no ayades nueuas del.> .
Cap. CYI. — Como Vlser cnrontro con Jlerl/n,
e fablo con el e no lo conoscio.
Conforto Ylser al rey, e dixole que andu-
uiesse alegre entre sus vassallos. e f[ue no
se apartasse, e assi se quitarla vna pie(;a de
su cuyta, y el rey lo fizo assi como Ylser
dezia. E después fizo el castillo combatir,
mas no lo pudo tomar. E un dia aniño que
Ylser caualgaua por la hueste, e fallo vn
honbre que no conoscia, e aquel honbre le
dixo: <' Vlser, yo fablaria con vos de grado»;
e Vlser dixo: «E yo con vos»; y estonce sa-
lieron de la hueste, el honbre a pie e Vlser
a cauallo; y el honbre era viejo, e Ylser le
pregunto quien era, y el dixo: «Yo soy vn
honbre viejo, y esto podeys vos bien saber;
e yo fui tenido por sesudo quando era man-
cebo, e quiéreos dezir vna poridad, e sabed
que no ha mucho que fui en Tituguel, e vn
hombre bueno viejo me dixo que A^ter Padra-
gou vuestro rey amana a la muger del du-
que, e por ende le destruya su tierra; mas si
vos y el me quisierdes dar buen galardón,
yo conozco vn tal hombre, que fara al rey fa-
blar con Iguerna, y que le por na consejo en
todo su amor»; e quando Vlser lo oyó, ma-
rauillose, e rogóle que le enseñasse qual era
el honbre. Y el hombre bueno dixo: «Antes
veré yo el galardón que me queredes dar» ;
e A'lser dixo: «¿Donde os fallare después e
yre a fablar con el rey?» Y el hombre bueno
dixo: «A'^os me hallaredes mañana en este
camino, entre aqui e la hueste»; y entonces
se encomendaron a Dios; y el buen honbre
se fue, e Vlser se torno al rey e contole lo
que le auiniera.
Cap. CVII. — De como Merlin hablo con
el Rey en forma de honbre viejo, e lo co-
noscio.
El rey, quando oyó lo que Ylser dixo, fue
muy alegre sobejo, e dixo a A'lser: «¿Conoces
tu a este honbre?»; e A'lser dixo: «Conozco
que es vn viejo e muy flaco» ; y el rey le
cíixo: «No fables con el sin mi, y si con el
fablares, prométele de lo mió quanto el qui-
siere» . E assi dexaron el pleyto fasta en la
mañana, e fue el rey muy mas alegre (juo
solia. E otro dia a hora de missa, después
que el rey quiso caualgar e cabalgo Alser, e
saliéronse ambos por medio de la hueste, e
fallaron vn contrecho que no veya nada; y
el rey passo por ante el, y el contrecho dio
bozes e comeuQO a dezir: «Rey, assi Dios te
dexe complir lo que mas desseas, dame vna
cosa donde no te aya grado»; y el rey lo
miro, e dixo a A'lser: «¿Harás tu lo que yo
te mandare?» E dixo A^lser: «Si, señor, sin
falta»; y dixo: «¿Oyste agora lo que aquel
contrecho me pidió, e que mentó a la cosa
que yo mas desseaua? Ye, y esta cabel, e di
que yo se lo doy, e que no hay cosa que yo
ouiesse que no se lo diesse» . E A'lser fue al
contrecho, e quando el contrecho lo vio,
dixo: «¿Que buscades?» E A^lser le dixo: «Se-
ñor, el rey me embia a vos, e quiere que
este con vos aqui»; y el contrecho se rio. e
dixo: «El rey es entendido, e conoce mejor
quevos;e sabed que el honbre bueno que ano-
che vistes me embio a vos, mas no vos diré
cosa de lo que me dixo; mas dezid al rey que
fara gran menoscabo por su voluntad con-
plir, e que le embio a dezir que ayna enten-
dió quien yo era». E Ylser le dixo: «Señor,
no vos osarla de preguntar de vuestra fa-
zienda»; y el contrecho le dixo: «Pregun-
BALADRO DEL SABIO MERLIN
41
tadlo al rey, y el vos lo dirá»: c A'lser caual-
go, e fuesse em pos del rey, e quando llego a
el, dixole el rey: «Ylser ¿como reñiste assi
em pos de mi? ¿No te dixe que estuuiesses
con el contrecho?» E.A^'lser dixo: «El vos em-
bia a dezir que mas ayna le conocistes vos
que yo, e que vos me diredes su fazienda, ea
el no me lo f[uiere dezir mas. Pero el me
dixo que vos me lo diriades» : y quando el
rey esto oyó, tornóse muy ayna para el con-
trecho.
Cap. CVIII. — Como Jlerlin vino al rey en
su forma derecha.
Desque llegaron al lugar donde fallaron al
contrecho, no lo fallaron ay, y el re}^ dixo a
Ylser: «Sabe que el que aqui noche contigo
hablo en semejanoa de honbre bueno viejo.
aquel mesmo es el contrecho que ante ti
viste»; e Ylser dixo: «Señor, ¿podria ser
verdad que ninguno se podria desfigurar?» ;
y el rej^ dixo: «5lerlin es este que tu ves de
todo en todo que se anda assi riendo de nos,
e bien te fara saber, si quisiere, quien es».
E assi dexaron el plej'to estar, e caualgaron
por aquellos canpos, e yendo assi, vino ]Mer-
lin a la tienda del rey en semejanza dere-
cha y pregunto que do era el rey, e vn hon-
bre bueno fue luego corriendo al rey e di-
xole que lo buscaua Merlin. E quando el rey
lo oyó. fue tan alegre que no pudo responder
al mensajero, e fuesse para su tienda, e yen-
do dixo a Ylser: «Agora veras lo que te dixe.
que Merlin verna quando el quisiere, e yo
bien sabia que en vano lo enbiaria a buscar» ;
e Ylser dixo: «Señor, agora veremos como
sabreys hazer honrra e amor, ca este es el
honbre del mundo que mas os puede ayudar
contra Iguerna»; y el rey dixo: «A^'erdad es,
e yo fare quanto el mandare» .
Cap. CIX. — De como Merlin liahlo ron el
rey de sus eonortes.
Fablando el rey assi fasta su tienpo, fallo
a Merlin, e recibiólo muy bien, e abracó-
lo, e dixole: «¿Que os diré? ya tan bien
sabeys vos mi fazienda e lo que me es me-
nester como yo, e nunca me fue tardada
de honbre tan luenga, e ruégeos i^or Dios
que vos dolados de mi» ; y Merlin dixo: «Yo
no vos fablare ay cosa sin Ylser» ; y eston-
ces llamo el rey a A'lser, e saliéronse [los]
tres aparte; y el rey dixo a Merlin: «Yo dixe
a Ylser que vos erados el honbre bueno
viejo con quien el fablo anoche y el contre-
cho que oy vimos». E Ylser lo miro muy
fieramente, e dixo: «Merlin, ¿esto es verdad
quel rey dize?» ; y Merlin dixo: «Yerdad es
sin falta. E tanto que entendi que a mi os
embiaua, luego vi y entendi quien era»; e
Ylser dixo al rey: «Señor, agora deuedes
dezir vuestra fazienda a Merlin, ca no llora-
rej^s como soledes quando estays solo» . E el
rey dixo: «Yo no se que le diga ni avn que
le ruegue, ca el bien sabe mi coracon e toda
mi fazienda, e no le podria dezir cosa que el
no la supiese, e yo le ruego por Dios que
me ayude como pueda auer Iguerna»; y
Merlin se rio, e dixo: «Agora veré que vale
coracon de hombre» . Y" el rey dixo: «Merlin,
vos no pedireys cosa que no vos la de» ; y
Merlin dixo: «¿Como seré ende cierto?» Y el
rey dixo: «Como vos mandardes». E Merlin
dixo: «Señor, jurarlo heys sobre los euange-
lios, e faredes jurar a Ylser que vos manda-
redes lo que yo pidiere mañana, después
que yo fiziere auer a Iguerna». Y el rey
dixo: «Si, muy de grado»; y Merlin dixo
que bien lo jurarla. Ylser dixo que le pesaua
mucho porque no lo auia jurado. '
Cap. CX. -i)c como Merlin lleno al rey
adonde estaua Iguerna, e lo mando en se-
mejanza del duque.
E quando Merlin esto oyó, dixo: «Quando
el juramento fuere fecho, estonce os diré
como podra ser» ; estonce fizo el rey traer sus
reliquias e su libro, e juro el e Ylser como
dixo Merlin; y el rey dixo: «Agora vos ruego
que pensedes de vuestra fazienda»; e Merlin
dixo: «Señor, conuienevos yr en fuerte maña
alli do es Iguerna, ca ella es muy sesuda e
muy buena, e muy amiga de Dios e de su
marido, mas agora veredes qual j^oder aure
yo de la engañar. Y'o mudare a vos en seme-
janca del duque, tan bien, que ya della no
seredes conocido; y el duque a dos caualle-
ros sus vassallos e sus priuados, tanto que
ningún honbre no podria ser mas de otro, y
el vno ha nombre Jordán y el otro Bretel; e
yo tomare la semejan(,'a del Jordán e daré a
Ylser la semejanga de Bretel. e fazervos he
abrir la puerta del castillo do Iguerna es, e
entra rey s con ella en su cámara, e faredes
con ella como su marido; e después conuerna
que nos salgamos muy de mañana eras, e
oyremos estrañas nueuas, e diredes agora a
vuestros ricos honbres que no vaj'a ninguno
hazia el castillo hasta que vos tornedes, e
guardadvos que esta poridad no digades a
ninguno» . Y estonces dixo el rey a sus ricos
honbres lo que Merlin auia mandado; después
caualgaron todos tres solos, hasta que llega-
ron a Tituguel, y estonce dixo Sierlin al
rey: «Señor, quedadvos aqui, e A^lser con
42
LIBROS DE caballerías
vos, e yo yre acá vn poco»: estonce se fue e
tomo vna yerna, e torno al rey, e dixole:
«Pone esta yerna por vnestro rostro e por
las manos»; y el rey la tomo, e apretóla en
las manos, e pnso el ^nmo por el rostro y en-
bolnio ay bien sns manos; e tanto (pie lo ono
fecho, torno verdaderamente en la semejanza
del dnqne, e Merlin dixo al rey: «Agora se
vos mienbre si vistes nnnca a Bretel»; y el
rey dixo: Yo lo conozco muy bien»; e torno
a Vlser, e sacólo aparte, e fignrolo en seme-
janza de Bret-1, e despnes tomólo por el
freno, trnxolo al rey. e Vlser, qnando lo vio
al rey, signóse, e dixo: «¡Dios! señor, ¿como
]juede ser ningnno semejanca de i;onbre mu-
dada en otro?» E Merlin pregunto a Vlser:
«¿Que os parece del rey?» E dixo: «Yo no
veo aqui sin falta sino al dnqne» ; y el rey
dixo a Vlser que verdaderamente parecía
Bretel; y estando assi un poco, vieron a Mer-
lin que les parecía Jordán.
Cap. CXI. — Como el rey entro en el castillo
de Iguerna y se acostó enlsu lerho.
E fablaron de so vno, e a la noche vinie-
ron a la puerta del castillo, e Merlin, que
bien páresela Jordán, llamo a la puerta del
castillo; e los de dentro vinieron al postigo, e
Jordán dixo: «Abrid la puerta, que vedes aqui
el duque», y ellos abrieron la puerta, e vie-
ron al duque e Jordán c Bretel, e dexaron-
los entrar; e desque fueron dentro, dixo
Jordán a los porteros que les defendía que no
dixessen que el duque venia; mas bien ono
quien lo dixo a la duquesa, y ellos andunie-
ron fasta que llegaron al [¡alacio y decendie-
ron, e Merlin dixo al rey en poridad que
fuesse alegre e de buert continente como
señor de casa, e fueron todos tres do la du-
quesa yazia, sin otra buelta, e fizieron des-
calzar a su señor, e acostóse, e fneronse ellos
acostar.
<'ap. CXII. — De como el rey Vtcr Padrayon
yugo con Ignernn. c fue engendrado el rey
Arlur.
Yter Padragon e Iguerna estnuieron aque-
lla noche en vno, y en aqneUa noche fue en-
gendrado el buen rey que ono nonbre Ar-
tur: la dueña vuo gran plazer wn el rey en
lugar del duque, e assi estnuieron aquella,
noche, e, qnando quiso amanecer, vinieron
nueua que era muerto el duque, e su casti-
llo era preso, e qnando Jordán e Bretel que
ya eran leuantados oyeron las nuenas, fue-
ron muy ayna a su señor que avn estaña
dormiendo, e dixeronle que se leuantasse e
se fuesse a su castillo, ca las gentes dezian
que el duque era muerto, y el guisóse, e
dixo: «Xo es marauilla que lo piensen, ca yo
sali del castillo de guisa que ningnno no lo
sn]io qnando yo acá vine»; estonce se partió
de Iguerna e se despidió della, y besóla ante
ellos al partir, e despnes saliéronse del cas-
tillo que no los conoscio ninguno, e desque
fueron fuera, fueron muy alegres, e Merlin
dixo al rey: «Señor, bien vos tune lo que os
prometí, e agora quiero que me tengades lo
que me prometistes» . X el rey dixo: «Vos me
fezistes el mayor plazer que nunca me fizo
honbre, y lo que vos prometi vos terne muy
bien» . «Assi quiero yo, dixo Merlin, e quiero
que sepades que vos auedes vn fijo en Iguer-
na, y este vos ])ido yo que me dedes, ca vos
no lo denedes aner, e fazed meter en escripto
esta noche e vereys si os digo verdad» ; y el
rey dixo: «Y'o vos lo doy, e fare esto que me
dezides» .
Cap. CXIU. — De como torno el rey a su reaL
e fallo que era muerto el duque.
Pues assi fueron hablando fasta la ribera,
y en aquella ribera se lauaron de las yernas,
e luego tornaron en sns semejanzas, e caiial-
garon lo mas presto que pudieron e fneronse
a su hueste, y pregunto el rey que como
fuera la muerte del duque, e dixeronle:
«Ayer de mañana, qnando vos de aqui par-
tistes, yazia la hueste queda y en paz, y el
duque entendió que no erades aqui, e fizo
sns gentes armar, e fizo salir los de pie por
esta puerta, e los de cauallo por aquella
otra, y dexaronse correr fasta la hueste, e
fizieron ay muy gran daño ante que pudies-
sen ser armados; y desque se armo vuestra
gente, fueronlos ferir, y llenáronlos fasta la
puerta, y el duque estuno allí, e fizo mucho
en armas; o matáronle el cauallo vuestros
peones, e matáronlo alli, ca no lo conoscian,
e nos entramos con ellos de buelta dentro e
tomamos el castillo, ca mucho se defendie-
ron mas despnes que el duque fue muerto» .
Y el dixo que le pesaua mucho de la muerte
del duque.
Cap. CXrS^. — De como el rey Vter ouo con-
sejo con los suyos sobre la muerte del
duque.
Luego que el duque fue muerto y el cas-
tillo tomado, el rey dixo a sns ricos hombres
que le pesaua de la muerte del duque, y que
le mostrassen como el lo enmendarla, ca no
desamana al duque porque la muerto le qui-
siesse dar, y estonces dixo Vlser al rey que
BALADRO DEL SABIO MERLIN
43
le parescia muy bien, pues que la cosa era
hecha, que lo enmendase lo mejor que pu-
diesse; e assi dixo a los ricos onbres: «¿Co-
mo cuydades vos que el rey enmendasse
esta muerte a la dueña e a sus parientes?
consejalde ay, que assi le deucdes consejar
como a señor» ; y ellos dixeron que lo farian,
y que rogauan a Ylser que les dixesse lo ({ue
le parescia; e Vlser fablo con ellos a vna
parte^ e dixo: «Yo diré lo que mejor me pa-
resce . e los otros digan lo que supieren» ; y
el dixo: «Yo lo baria que el rey embiasse
por todos los amigos del duque c los fiziesse
juntar en Tintuguel, y el rey fuesse. e fiziesse
tanto a la dueña e a ellos, que después ellos
no quisiessen mayor emienda». E los ricos
honbres dixeron que se tenian [a] aquel con-
sejo, e tornaron con este consejo al rey, mas no
dixeron que Ylser les auia dicho nada, ca les
dixera el que no lo dixessen. Y el rey dixo:
«A este consejo atengo» ; y entonce enbio de-
zir por sus lugares a todos los ¡jarientes del
duque que viniessen a el a Cardoil seguros,
e que les emendarla todas las cosas que del
tuuiessen en fjuerella, y estonce fue el rey a
echar ante Tintuguel, e Merlin dixo al rey
en poridad: «¿Sabedes quien dio este con-
'feejo?» «Si, dixo el rey, mis ricos liombres:> .
Cap. CXY. — De como Merlin fablo con el
rey en poridad y le dixo de su fijo Artiir.
Merlin dixo: «No assi, mas el sesudo, leal
de Ylser, pensó como podiades auer paz
por que auiessedes a Iguerna, e diovos buen
consejo, ca por aqui auredes quanto dessea-
des, e yo quiéreme yr, e vos preguntad a
Ylser como cuydo estar en paz» ; y estonce
llamaron a Ylser, e vino, e dixo Merlin al
rey: «Señor, vos me prometistes que me da-
riades vuestro fijo en galardón de lo que vos
fize; ca no es razón ni derecho que por ay
viniese mal a quien lo no meresce, e seria
mi pecado si yo no ayudasse a su madre
a salir de vergüenza, que podria ser que
ayna se veria en gran vergnen9a, ca maguer
que no puede auer seso en tal cosa, ni se sa-
bría ende encobrir, e quiero que A^lser es-
criua la noche y el dia en que [fue] hecho, e
ruégeos, como a señor, que lo creados, qiie
el no os consejarla cosa sino que sea vuestra
pro e honra; e yo no fablaro con vos de aqui
a seys meses; mas a los seys meses fablare
con Ylser e con vos, e a los nueue meses,
quando Iguerna ouiere de auer su fijo, fa-
blare con Ylser, e lo que os embiare a dezir,
creeldo, e fazed lo que quisierdes que nos
amemos, e si quisierdes saluar vuestra vida
e vuestra lealtad de aqui adelante»; y es-
tonce escriuio Vlser el concebimiento , y
Merlin dixo al rey: «Gruardadvos de Iguer-
na que no sepa que dormistes con ella ni que
concibió de vos; y esto sera la cosa del mun-
do que mas la hará echar a vuestra merceil,
e si le demandardes de quien es preñada y
ella no supiere a vuestra mtiy gran verguen-
ca, y esta es la cosa del mundo por que mas
ayudaredos para ayudalla después» .
Cap. CXA'I. — De como los parientes del du-
que om'eron consejo sobre la emienda..
Despidióse entonce Merlin del rey, e faes-
se a Blaysen a A'berlanda, e contole todas es-
tas cosas, e Blaysen las metió en scripto,
por que las nos agora sabemos. Y el estando
ante Tituguel, llamo sus ricos honbres a con-
sejo, e dixoles que les parecía que flziessen;
y ellos dixeron: «Hazed paz con la duquesa
e con los amigos del duque, e mucho vos
sera grande honra» ; y el rey dixo: «Yd a la
duquesa y dezilde que se no puede contra
mi defender, e si quisiere comigo paz, pla-
zerme ha ende mucho»; e los mensajeros
fueron alia, e dixeronlo a la duquesa e a los
amigos del duque, «e mucho vos sera gran-
de honra»; e dixeronle que el duque murie-
ra por su locura, y que al rey pesaua ende
mucho, y que les quería emendar su muerte,
y que bien veya que se no podrían defender
contra la voluntad del rey; e la dueña y
ellos dixeron: «A'erdad nos dizen estos cana-
neros, mas veamos que emienda nos quiere
liazer. y tal puede ser que la paz sera»; e la
dueña dixo que no saldria de su castillo, y
entonce tornaron a los mandaderos, e dixe-
ronles: «¿Que emienda haria el rey a la due-
ña?» E los mensajeros les dixeron: «Nos no
sabemos la voluntad del rey; emendar vos lo
ha como su corte mandare»; e pusieron es-
tonce plazo que fuessen la dueña e sus ami-
gos, e si se con el no auiniessen, que se tor-
nassen a saluo. E los mandaderos tornaron
el rey, e contáronle que pusieran, e al rey
plugo e otorgólo, e assi quedo el pleyto; y el
rey e A'lser hablaron mucho en aquellos
quinze dias, e, quando vino el plazo, enbio
el rey caualleros a la dueña e a sus amigos
que los truxessen a saluo, e quando ellos vi-
nieron a la corte, llamaron al re}' e sus ri-
cos liombres, y el rey dixo e preguntóles que
le consejauan de aqueste fecho y ellos dixe-
ron: «Señor, en vos es»; y el rey dixo: «Yo
lo dexo en vosotros, que soys mi corte, e
assi no me pueden mas demandar, e dexolo
en vos e hablad en ello». E dixeron: «Señor,
pues vaya con vos Ylser» ; e quando el vio
que pedían a Ylser, dixole: «Alser, yo te
44
LIBKOS DE caballerías
crie e te hize cauallero, e te liize rico onbre,
e se bien que eres sesnclo, ve con ellos e con-
séjales lo mejor que pudieres e supieres». E
Viser dixo que lo liaria pues lo el mandaua;
e assi, ydo Ylser con los ricos hombres, o
hablaron en el pleyto mucho e de muchas
guisas, e Ylser dixo: «A^os bien vedes que el
rey se dexo en vuestro juyzio, e vayamos
saber de la dueña y de sus amigos, si lo quie-
re assi hazer como nos mandaremos, ca el
rey assi lo quiere fazer»; y ellos dixeron:
< Bien dexistes» ; y estonces fueron a la dueña
e a los otros, e dixeronles: «El rey se mete
en nuestro poder, e quiere fazer quanto nos
mandaremos; e vos, ¿queredes assi entrar en
nuestro poder?» E la dueña y ellos dixeron:
«Mucho nos plaze, c no al re\'', mas que nos
haga signo entrar connusco en juyzio de su
corte»; y esto fue bien firmado de la vna
parte y de la otra, y estonce se tiraron a la
vna parte, y pues fablaron mucho en el pley-
to, preguntaron a Ylser que le parescia, e
Ylser dixo: <Yo os diré lo que me parece
guisado».
Cap. CXA'IL — Del consejo que se ouo sobre
la crnnicnda de la muerte del duque.
Ylser dixo: «Xos sabemos que el duque
es muerto por el rey. como quier que fuesse
tuerto o derecho; pero no hizo cosa por que
douiera de morir, e su muger no quedo pre-
ñada, e vos sabedes que el rey destruyo toda
esta tierra, e sabedes que es la mejor dueña
del mundo, e la mas fermosa, e la mas sesu-
da, e sabedes que los parientes del duque
perdieron mucho en su muerte, e por ende
es bien e derecho que ellos cobren sus per-
didas, e que les de algo de lo suyo por auer
su amor; y de otra parte sabedes que el rey
no ha muger, e bien os digo que al mi ayu-
dar que a la dueña no puede tan bien emen-
dar su daño como tomarla por muger. E bien
me paresce que deuia ser cosa guisada y que
lo deuian hazer por auer vuestro amor, e to-
dos los del reyno que esto uieren e oyeren,
tenerla han por mu}^ honrrada emienda; e
de mas hará el rey que su fija mayor sea
casada con el rey de Organia que aqui esta» .
Cap. CXYIII. — Como fue otorgado el casa-
miento del rey con la duquesa.
«Oystes agora mi consejo, dixo Ylser, e
agora podedes tomar otro consejo, si vos a
este no otorgados»; y ellos dixeron: «Y'os
dexistes el mejor consejo que honbre podia
dar, e si lo vos osades dezir al rey y el lo
otorgase, otorgamosnos todos ay»; e A'lser
dixo: <;Xo dezides nada, mas otorgarvos en
el consejo y estonce lo diré al rey, e vedes
aqui al rey de Organia en quien jaz mucho
esta paz»; y el rey de Organia dixo: «Y"o os
prometo que yo, por cosa que a mi atenga,
no quiero que la paz no sea»; e quando los
otros esto oyeron, otorgaron todos en el con-
sejo e tornaron a Iguerna, e dixeronle: «Pues
este pleyto dexades en nos, yd con nos al rey
con nuestros amigos, e diremos a el e a vos
como hagades; estonce se fueron a la tienda
do el rey estaua, y el recibió a la dueña, e
assentola cabe si, e los otros se assentaron
antel, e Ylser estuuo ay e dixo lo que fabla-
ron, e pregunto a los otros que si otorgauan,
y ellos dixeron que si, e después tornóse al
rey e dixole: «Señor, ¿vos otorgados lo que
estos honbres buenos tienen?». «Otorgólo»,
dixo el rey; e A'^lser dixo: «Tienen por bien
que tomeys a Iguerna por muger; y el rey
lioc que tome su hija por muger». «Señor,
dixo el rey Loe, no me dixedes cosa que yo
no faga por vuestro amor, e por vuestro pley-
to que pongades en bien»; y estonce pre-
gunto Ylser ante todos los que fablauan por
la dueña: «E vosotros, señores, ¿otorgades
este consejo?» \ ellos lo dixeron a la dueña
e a los otros que ay eran de su parte, y pre-
guntáronles que les parecia, e ellos dixeron
que nunca señor tan gran emienda fiziera
por su honbre; e después preguntaron a la
dueña: «¿Loays vos esta paz?» E la dueña
callóse, e sus parientes dixeron todos a vna:
«No ay honbre que desdiga esta paz, e nos
loamos, e plazenos ende, ca tenemos al rey
por tan buen señor e por tan leal, que nos
lo dexamos todo en su mano e en su cortesía» .
Cap. CXTX. — Como el rey Vter tomo 'por
mufjcr a la duquesa Iguerna.
La paz fue otorgada de la vna parte e de
la otra, e assi tomo Yter Padragon por mu-
ger a Iguerna, e dio la hija mayor por mu-
ger al rey de Organia, e auia nombre Ele-
na; y esto fue a treze dias después que con
ella durmió primero, e casóle la menor fija
con el rey Orian, e de la fija de Iguerna
que dio al rey Loe salió Galban, e Agra-
uain, e Gariete; e de la que dio al rey Orian,
que auia nonbre Morgair, salió Iban; mas
esse casamiento no fue ante f[ue Artur
fuesse conocido por fijo de Padragon, ni
estonce mas adelante, como Merlin dixo a
Iguerna, e aquella venció después a Merlin
assi como el cuento os lo dirá, ca le enseño
nigromancia y encantamento que fue mara-
uilla, e porque supo tanto fue llamada Mor-
gayna la fada; e todos estos niños amo el
BALADRO DEL SABIO MERLIN
45
rey mucho, e criólos e clioles mucho auer,
assi como os yo diré adehmte, y enriqueció
los parientes del duque.
Cap. CXX. — Como el re// dtxo a Igucnia
que lio ])odrin f<er j^i'cñada del ni del du-
que tampoco.
Assi caso el rey con Iguerna, y ella fue
engrosando assi que parecía su preñez; assi
que vna yez que estaua el rey con ella, puso
la mano en el vientre y preguntóle de quien
era jireñada, ca no podia ser que estuuiesse
preñada del después que la el tomara por
muger, que cada vez que con ella dormia lo
ponia por escripto; y el dixo: «Ni otrosi po-
dedes ser preñada del duque, que muy gran
piega ante que el muriese no durmió con
vos»; e quando el rey esto dixo, ouo ella
muy gran vergüenza e comencé a llorar, e
dixo ella: «Señor, desto que vos sabedes no os
j)uedo yo fazer mentira creer, e yo vos diré
marauilla si me segura des que no me dexe-
des», y el rey se lo otorgo, y ella le contó
como vn dia vino a ella en semejanca de su
marido e venian dos con el a semejanca de
los dos que el su marido mas amaua: «E assi
jugo aquel honbre comigo, cuydando que
era mi marido, e quede assi preñada, e bien
se que estonce fue mi marido muerto, e aun
el honbre que jugo comigo, quando las nue-
uas llegaron, el fue luego»; e pues ella esto
dixo, el rey respondió: «Guardadvos que
ninguno no vos lo sepa, ca os vernia ende
gran mal. E quando el niño nasciere, no
quedara con vos, ante lo daremos a criar a
furto do vos yo mandare»; e la dueña dixo:
«Señor, sea todo como vos quisierdes» ; e des-
pués que se el rey yrguio, [contó] quanto le
auiniera con la rey na a Ylser; dixo: «Agora
podedes saber bien que la reyna es sesuda e
leal, que de tan gran cosa no vos oso men-
tir, e bien fezistes lo que vos Merlin mando,
ca no podia con otra guisa ser tan a j)ro del
niño e a su honrra de la dueña» .
Cap. CXXI.— 6'o»¿o el rcij cncomoido a
Antor que criasse vn niño que le el daría.
Assi quedo el pleyto hasta seys meses (|ue
Merlin dixo a Ylser- que vernia, e vino a
Ylser, e preguntóle las nueuas, e \lser di-
xole lo que supo, e de como fue al rey, e con-
tole el rey como le auiniera con la reyna; e
3lerlin dixo a Ylser: «Ya so quito del peca-
do que liize contra Iguerna, porque aura su
hijo en guisa que no sabrá ninguno tan ayna
cuyo hijo es» ; e Alser dixo: «Vos sodes tan
sesudo, qutí vos quitaredes ende bien» . E
Xerlin dixo: «Conuerna que vos me ayudc-
des, e direvos como aqui ay vn honbre bueno
e vna muger, y el es el mejor del reyno de
bondad, e a vn hijo de agora nascido; y el
honbre bueno no es rico, e hazelde algo por-
que crie el niño un año e no le den otra
leche sino de su dueña, e su hijo dará criar a
otra muger»; e Ylser dixo fjue assi lo haria;
e despidióse del, e fuesse para su maestro
Blaysen; e después Ylser dixo al rey lo que
^lerlin le dixera, e Yter Padragon enbio por
el honbre bueno, e dixo: «Amigo, conuiene
que me descubra contra vos de vna gran ma-
rauilla que me auino,e ruegovos que me ayu-
dedes en lo que vos dixere». «Señor, dixo
el, todo lo fare a mió poder»; estonce dixo
el rey: «Soñaua esta noche que vn honbre
venia a mi, y me dezia que vos erados el
mejor honbre desta tierra en bondad, y que
vuestra muger tenia vn fijo e que buscaua-
des vn ama para el, e al otro niño que yo le
haria dar della la teta e no otra» . «Señor,
dixo el, yo lo liare con mi muger, mas de-
zidme quando aure yo el niño» . «Esto no se» ,
dixo el rey; y el honbre bueno dixo: «Xo
ay cosa que yo no haga por vos» ; estonces le
dio el rey vn don que el honbre bueno se
marauillo. E fuesse a su muger e dixole:
«Amiga, el rey nos haze ricos, e conuiene
que fagamos su mandado, y es que busque-
mos quien crie nuestro fijo, ca, quando no
j)ensardes, el rey nos dará otro que criedes
a vuestra leche»; e la dueña lo otorgo, y el
honbre bueno fue alegre, e la dueña crio su
fijo vn tiempo, e después busco ama que lo
criasse.
C'Ar, CXXII. — De como el rey ciando a
Iguerna que diesse el hijo que pariesse al
primero que viniesse a la puerta.
A"n poco después que la reyna ouo parido
vn hijo, el dia antes vino Merlin muy escon-
didamente, e dixo a Ylser: «Mucho me plaze
¡Dorque el rey tan bien anduuo en lo que le
dixe, y dezid que diga a su muger que a la
media noche esta aura su hijo, y que lo faga
dar al primer honbre que hallare fuera del
palacio»; e Ylser dixo: «¿E como no fablare-
des vos con el?» «Xo, dixo Merlin, esta vez»;
estonce fue Ylser al rey, e dixole lo que
Merlin le dixera. Quando el rey lo oyó, fue
muy alegre, e dixo: «¿Como? ¿e no fablara
comigo antes que se faga?». E Ylser dixo:
«Xo, mas faced lo que os manda»; y estonce
fue a la re^ma, e dixole: «Dueña, direos
vna cosa, y creedme ; a esta media noche
aureys vuestro hijo; e ruégeos que lo faga-
des dar a vna de las vuestras mas priuadas,
46
LIBROS DE caballerías
filie le de al primero rpie tallare a la salida
del palacio, y defended a los que con vos es-
touieren que no digan a lionbre ninguno que
ouistes hijo, cu seria gran vergüenza a vos e
a mi, ca muchos dirán que no era mió ni
parescia por razón». «Señor, dixo ella, esto
es verdad, e yo no se de quien yo lo he; e
yo fare lo que vos me mandardes como aque-
lla que su gran vergüenza desta auentura,
mas mucho me marauillo como supistes quan-
do vernia mi hijo» .
Cap. CXXIII. —De como la dueña, por man-
dado de la rey na, dio a Arhir a Merlin.
Su fable se partió assi, e dieron los dolo-
res a la rey na, y estuuo hasta la ora que el
dixo, e ouo su hijo, e llamo vna de las mas
sus amigas, e dixole: «Tomad este niño, e
dalde al primero honbre que hallardes a la
salida del gran palacio, e parad mientes que
hombre es» ; y ella fizo lo que le mando la
rey na, e tomo el niño con muy ricos paños,
e fue a la puerta, e fallo ay vn honbre muy
flaco e mu}'' viejo a marauilla, e dixole: «¿Que
atondedes vos aqui?> Y el dixo: «Esso que
tu traes»; e ella le pregunto quien era, o que
diria a su señora a quien diera su fijo; y
el dixo: «En esto no has tu que adobar, mas
faz tu lo que mandaron»; y ella le dio el
niño, e tornóse a su señora, e dixole que lo
diera a vn honbre viejo, mas no sabia quien
era; e la reyna lloro con cuyta. Y el que
tomo el niño licuólo al honbre bueno que lo
auia de criar, que auia nonbre Antor, e ha-
llólo cue oya missa, e tomo semejanza de
viejo, e dixole: «Antor, yo quiero contigo fa-
blar» . Antor lo cato e paresciole hombre bue-
no; e dixole: «E yo con vos muy de grado» ;
y el viejo dixo: «Yo te traygo aqui vn niño,
c consejóte que lo cries mejor que a tu hijo,
c sabe que gran bien te verna a ti e a tus
parientes mayor que tu podrías creer»; e
Antor dixo: «¿Este es el niño que el rey me
dixo?» «Si sin falla; e crialdo bien, e ayna
del vos verna bien, e ayna lo amaras tanto
como a tu hijo e mas; e fazlo baptizar, e po-
nele nombre Arturo] e Antor dixo: «¿Quien
diré al rey que me lo dio?» El viejo dixo:
*De mi hazienda no puedes agora mas sa-
ber, mas lo que te consejo faz» .
Cap. CXXIV. — De romo las rjcnten del rcij
Vicr fueron dcsharakulas de sus enemigos
esUindo el reij flaco,
Esionce se partieron, e Antor hizo bapti-
zar el niño, e púsole nonbre Artur, e su
muger lo crio, e dio su fijo a criar a otra
muger, e Vter Padragon touo su tierra en
paz fasta que le dio gota en las piernas y en
las manos. E quando sus enemigos lo vieron
tal, aleáronse con la tierra en muchos luga-
res, y el rey quexose a sus ricos honbres, e
juntáronse todos, e lidiaron con ellos, e fue-
ron vencidos como gente sin señor; el rey
perdió la meatad de su gente, e los sansones
[que] quedaron en la tierra por catinos del
rey, e tenian villas e castillos a que obede-
cían, e les dnuan sus rentas, quando vieron
el rey vencido, aleáronse con los otros, e fue
el poder muy grande contra el rey; e Merlin,
que todas las cosas sabia, vino a Yter Padra-
gon, que era muy flaco de su dolencia, y era
ya viejo, dixo: «Rey, gran pesar teneys». E
el rey, quando lo vio, pingóle con el, e dixo:
«Gran derecho fago, ca mis enemigos me
destruyen mi tierra e me matan mi gente en
lid». «Agora podeys entender, dixo Merlin,
que ninguna gente vale cosa en batalla sin
señor, mas yo os diré que fagays; hazed
ayuntar toda vuestra gente, e fazedvos me^
ter en andas, e yd vos conbatir con vuestros
enemigos, e sabed verdaderamente que los
venceredes, e, después que los vencierdes,
partid por Dios e por vuestra alma vuestros
tesoros, ca ninguna honrra no es sin limos-
na; e sabed que no poderedes biuir luenga-
mente, e vuestra muger Iguerna es oy en
guisa que no puede auer otro eredero, e por
esto es menester que fagades bien por vues-
tra alma, e rogad a Ylser que me crea lo que
yo le dixere, e me ayude a dar testimonio
de vuestro fijo»; y el rey dixo: «Fuerte cosa
me dezides, que podre vencer mis enemigos
en andas, mas ¿como podria esto seruir a
nuestro señor?» E Merlin dixo: «Solamente
por buena fin, e yo me yre ay, e mienbrevos
de la batalla que vos digo»; y el rey dixo:
«¿Do os el niño? querría saber del» . E Mer-
lin dixo: «No me preguntaredes ende, mas
sabed que el niño es grande e fermoso y bien
criado». El rey le pregunto: «¿Yeros he
nunca?» «Si, dixo, vna vez e no mas». Es-
tonce se partió, y el rey fizo aj untar su hues-
te, e hizose anotar en andas, e fue contra
sus enemigos, e lidio con ellos e venciólos; e
desi tornóse a Londres, e tomo sus tesoros,
e partiólos muy bien, assi como los perlados
de sancta yglesia mandaron.
Cap. CXXY. — Como fino el rey Vter
Padragon.
Desta manera partió el rey quanto auia
por su alma por consejo de Merlin; e assi se
fue enfermo gran pier;a, tanto que su enfer-
medad creció, y que su pueblo fue ayuntado
en Londres a su muerte, e duro tres dias
BALADRO DEL SABIO MERLIN
47
que no fablo, y estonce llego Merlin, que
todo lo sabia, e dixeronle que muerto era el
rey, e el dixo: «No puede morir, que buen
fin faze»; y ellos dixeron: «Tres dias ha que
no fabla». E Merlin dixo: «A^'ayamos a el, e
yole haré hablar»; y ellos dixeron: «Esta
sera mayor niarauilla del mundo»; y estonce
fueron con el do el rey estaua, e fizieron
abrir todas las finiestras, y el rey miro a
Merlin, e hizo semblante que lo conoscia; e
Merlin dixo a los honbres de la sancta ygle-
sia e a los otros ricos honbres: «Quien agora
quiere oyr la postrera palabra que el rey
dirá, llegúese mas cerca»; y ellos dixeron:
«¿Como lo jíodredes vos hazer hablar?» Y el
dixo: «Agora lo veredes» ; y estonce se llego
a su oreja, e dixole: «Tu has fecho muy fer-
moso fin, e yo te digo que tu hijo Artur sera
rey después de ti por la merced de Jesu
Christo; y el te dará cima a la Tabla Redon-
da que tu comencaste»; y el rey 03^0 quanto
Merlin dixo, e fablo muy quedo assi como
pudo, e dixo: «¡Ay, Merlin! ¡bendito seas tu
que de tal jílaser me heziste cierto!» E Mer-
lin dixo: «Agora oystes lo que no cuydades,
6 esta es la postrimera palabra»; e luego mu-
rio el rey, e después enterráronlo bien hon-
rradamente.
Cap. CXXA'I. — Como Merlin dio consejo
para la elección del rey.
Pues dize el cuento que, de mañana,
quando fue soterrado el rey, todos los altos
honbres, e los perlados de la sancta yglesia,
e todos los otros honbres buenos del rey no,
se juntaron en una j^glesia, e tomaron con-
sejo como manternian el rej^no; e no se pu-
dieron acordar en vno, e dixeron que lo
farian por consejo de Merlin, que solia ser
consejero del rey. Estonce embiaron a bus-
car a Merlin, e, quando vino, dixeron:
«Nos sabemos bien que vos soys honbre
sesudo, e que sienpre amastes mucho los
reyes desta tierra, e vos vedes bien que la
tierra esta sin heredero, e tierra sin señor
no vale cosa; por ende os rogamos que nos
ayudeys a escoger tal honbre que lo man-
tenga», E Merlin dixo: «Yo ame sienpre
las gentes desta tierra, e si yo os dixesse que
fiziessedes rey alguno, no seria de creer,
mas vna buena ventura nos auino si la qui-
sierdes creer. Sabed que viene la fiesta en
que el Rey señor de los rcj'cs nació; fazed
pregonar por toda la tierra que uengan
todos a esta fiesta, y que fagan oraciones,
ayunos, e que rueguen que assi como Dios
uerdadero quiso nascer en aquel dia, que
uos de tal señor que sea a su seruicio e a su
plazer»; y estonce se preguntaron vnos a
otros que si otorgauan en este consejo, e
dixeron todos que no ha honbre en el mun-
do que esse no otorgasse, y estonce dixeron
a los perlados que enbiassen por todas las
yglesias a los clérigos de missa que prego-
na ssen a los pueblos e fiziessen ayunos e
oraciones, e que rogassen que Dios que
escogiesse por ellos rey, e assi fueron todos
de concierto en el consejo de Merlin; e Mer-
lin despidióse dellos, y ellos le rogaron que
viniesse al día, e Merlin dixo que lo no
faria fasta que fuesse puesto rey; y estonce
se fue Merlin para Blayssen, e dixole que
escriuiesse estas cosas, e los honbres buenos
del reyno fizieron saber esto por toda la tie-
rra, e los perlados de sancta yglesia fizieron
hazer sus oraciones e abstinencias, e pusie-
ron que todos fuessen ayuntados en Londres
el dia del nascimiento para escoger rey.
Cap. CXXYII. — Como el arrobispo mando
IiaAcr aijunos e oraciones 2Mi'(^í ^« clccioio
del rcij.
Y ordenaron entonces"' fasta Pascua, e
Antor, que criara el niño fasta diez y seys
años (era ya bien grande e muy fermoso de
su edad, e nunca ouiera otra leche sino la de
su ama), e su hijo mamaua leche de vna
villana, e no sabia qual amana mas, a el o a
su hijo; e nunca lo llamo sino liijo; e Antor
auino que hizo cauallero a su fijo en dia de
Todos Sanctos antes de Pascua, y el dia de
Pascua vino a Londres como los otros cana-
neros, e truxo consigo sus caualleros anbos
en bispera de Pascua, e fueron todos los
caualleros del rejnio aj untados con ellos, e
clérigos, e aquellos que algo valían hizieron-
les fazer quanto les Merlin mando, e oyeron
la missa de la luz, e algunos dezian que
eran locos porque pensauan que nuestro rey
escogesse rey para ellos, y ellos otrosi estu-
uieron a la missa del dia, e escogieron vno
de los mejores clérigos que la dixesse, e el
arzobispo les fizo su sermón en tal guisa, y
el dixo: «Yos soys aqui ajumtados por tres
cosas de vuestra pro: por saluacion de vues-
tras almas, epor honra de vuestros cuerpos,
e por ver el fermoso milagro que el señor
Dios hará entre nos, ({ue nos dará oy rey
para defender e guardar esta yglesia e para
mantener bien su pueblo, j^ues nos no so-
mos tan sesudos que sepamos escoger qual
nos sera lo mejor; mas reguemos a Nuestro
Señor que el escoga por nos assi verdadera-
mente como el nascio el dia de oy, e diga
cada uno por ende cinco vezes el Paier
noslcr».
48
LIBRíbS DE caballerías
Cap. CXXVni. — Como apáreselo vn padrón
en el rio^ en que estmia metida vna ej<pnda.
Fizieronlo assi como el arzobispo lo man-
do, y el honbre bueno fue cantar su missa,
e, después que offrescieron, tales y ouo que
salieron fuera ante la yglessia [a] vna gran
pla^a llana, e vieron vn padrón quadrado,
mas nunca podieron saber de que piedra
era, pero delloG dixeron que era de marmol;
c sobre aquel padrón auia vna yuele en que
estaua metida una espada fasta la empuña-
dura, e, quando la vieron, espantáronse, e
fueronlo a dezir al arzobispo, e dixeronselo;
e quando el ar9obispo lo oyó, tomo de vna
agua bendita, e reliquias, e fue alia con
todos los clérigos e con todo el pueblo, e
quando vieron el padrón e la espada fizieron
salmos e oraciones y echaron agua bendita:
e miro el ar9obispo la espada, e vio letras
de oro que dezian: (Jiden fuere tal que esta
espada pudiere de aqui sacar, sera re¡j desta
tierra por elecion de Jesii Christo ( *): e, des-
que leo las letras, dixolo al pueblo, e el
padrón fue dado a guardar a diez honbres
buenos, donde eran los cinco legos e los
cinco clérigos, e gradecieron mucho a Xues-
tro Señor lo que les mostrara: y el arcobispo
tornóse a oyr missa, e dixo: «Amigos, Nues-
tro Señor, que nos mostró este, nos mostrara
mas, e ninguno faga contra su voluntad»: e,
la missa dicha, fueronse al padrón, e dixe-
ron quien prouaria aquella espada: e ellos
dixeron que no se prouase saino como man-
dassen los perlados: e aqui ouo gran discor-
dia, que los caualleros poderosos dixeron
que lo prouarian primero. Y el arzobispo
dixo: «Xo soys sabios como yo querria, que
Nuestro Señor ya escogió, e no sabemos
quien, que riqueza ni hidalguía no es me-
nester, sino la voluntad de Dios, e tanto me
fio yo en el, que si el que ha de sacar el
espada ouiesse de nacer, que no seria sacada
fasta que naciesse e la tirasse»: y estonce
dLxeron todos que dezia verdad, e farian
todos su mandado: y el dixo: «Dios quiere
que vos otorguedes en vno, e yo a mi poder
andaré ay a plazer de Jesu Christo e de los
honbres buenos de la tierra^; y esta fabla
fue fecha después de la missa del dia , y el
acuerdo quedo sobre el arzobispo, rjue tuuo
por bien que prouassen la espada ante de
la gran missa, e dixo al pueblo: «Fermosa
O Este epifodio está muy bellamente imitado en
el cap. I de las Sergas did muy e>i/orrndo caiiallcro
Esplundian, hijo del e-rcelente v y Atnadin de GaU'
la. Ks un verdadero lugar común en los libros de
caballerías (cf. el cap. 14, libro II. del Amadis de I
Gaula). '
elecion nos enbio Dios, ca el quiso que jus-
ticia terrenal fuesse por espada, e dio a
cada cauallero en esto comiengo de las tres
ordenes para yglesia guardar, e agora quiso
que por espada fuese nuestra elecion, e
bendito sea el su nonbre, que el bien sabe
a quien ha de dar esta justicia, e no se
cuy ten los altos honbres, ca el Señor no
quiere que por riqueza ni por orgullo sea la
espada tirada, e otrosi no se ensañen los po-
bres si los ricos primero tirasen o pi-ouasen,
ca no ay tal de vos que Dios no sejm qual
es el mejor»; y estonce acordaron que pro-
uassen la espada los que el argobispo man-
dasse, e que tomassen por señor al que la
espada sacase: y estonce tornaron al padrón,
y el argobispo escogió dozientos e cincuenta
de los mejores que el entendía, e aquellos
prouaron todos de la tirar, mas no la pudo
ninguno dellos tirar ni aballar, y estonce
mando que la prouassen todos quantos qui-
siessen, e que parassen bien mientes en el
que la sacasse, e assi quedo el espada e de-
si fueron a la missa de tercia; y el arzobispo
les dixo lo que entendió su pro de sus almas
y de sus cuerpos, y después dixo: «Yo os
dixe que este pleyto era en Dios y que no la
podria sacar sino aquel que entendiesse que
seria nuestra pro, e atended fasta que vea-
des que puede ende auenir» .
Cap. CXXIX. — Como Ariur saco la espada
del padrón, c fue rey.
Quando la missa fue dicha, fueronse todos
a comer a sus posadas, e después de comer
caualgaron los caualleros e fueron a jugar e
a bohordar como solían, e los mas de la villa
salieron alia por ver, e los diez que guarda-
uan el padrón de la espada fueron alia, e
pues que bohordaron dieron sus escudos a
sus escuderos, y entre esto leuantose entre
ellos vná gran pelea, assi que todas las gentes
de la villa fueron, e todos armados, e dellos
desarmados; y el hijo mayor de Antor, que
era su cauallero, llamo a su hermano, c
dixole: «Yeme por mi espada a la fiosada». E
aquel, que era muy bueno e buen escriuien-
te, dio de las espuelas al cauallo, e fue a la
posada por el espada, e no fallo essa ni otra,
ca su madre de quexa la guardara en su
cámara, que fuera a ver la buelta; e quando
vio que no hallaua la suya ni otra, fuese
para ante el padrón, e vio la espada que avn
el no prouara, e pensó que, si pudiese, que
la leuaria a su hermano, e assi de cauallo,
llegóse al padrón e tomóla por el mango, e
sacóla e desi metióla so falda de la garna-
cha, e su hermano, que lo atendía fuera de
BALADRO DEL SABIO MERLIN
49
la villa, pre.^untole si traya la espada, y el
dixo: «Por Dios no la pude hallar, mas tray-
govos la espada del padrón» ; y el tomóla, e
metióla so su manto, llenóla a su padre, e
dixo: «Yo seré rey, y vedes aqui la espada del
l)adron»; e quando el padre la vio, maraui-
llose e preguntóle como la ouiera; y el dixo:
«Tómela del padrón»; e Autor no lo quiso
creer, ante le dixo que mentia, y entonce se
fueron anbos para la yglesia, y el otro niño
en pos dellos; e quando Autor vio el padrón
sin el espada, pregunto a su fijo como la
ouiera ende, e que le no mentiesse en nin-
guna guisa, ca lo sabria el después e que lo
lazeraria; y el hijo dixo: «Cierto, señor, no
vos mentiré; Artur mi hermano me la leuo
quando le enbie por la mia»; e Antor dixo:
«Dámela, fijo, ca no auedes y derecho, e yo
quiero esto prouar como fue» ; estonce se la
dio, e Antor la dio a Artur, e dixole: «Hijo,
tornad la espada donde la sacastes» , y el la
metió e tornóse, e taní bien e tan recio como
ante; e Antor dixo a su fijo que la prouasse,
y el dixo que ja la prono, mas que no la pudo
sacar; y estonce abrago Antor a Artur, e
dixole: «Hijo, si yo pudiesse hazer que
fuessedes rey, ¿que me dariades?».
Cap. CXXX. — De como Artur promcüo a
Antor que haría a Quexa su mayordomo.
E dixo el: «Señor, este bien e otro yo no
lo podria auer onde vos no fuessedes señor
como mi padre»; e Antor dixo: «Vuestro pa-
dre so yo de crianr;a, mas cierto en otra
guisa no se quien es vuestro padre». E quan-
do Artur esto oyó, comenco a llorar, e dixo:
«¿Como podria yo auer atan gran bien,
quando de mi padre no se?». E Antor dixo:
«Como quier que ello sea, Dios vos quiere
dar esta gracia, e yo vos aj^udare a todo mi
poder» ; estonce le contó todo como lo criara.
E después le dixo: «Vos me aueys de dar
buen galardón a mi e a mi hijo si derecho
hizierdes; ca nunca fue honbre mejor criado
que vos f uestes; e agora vos ruego que, si
Dios vos diese este bien, que dedes ende el
galardón a mi hijo»: e Artur dixo: «Señor
padre, ruégeos, por la crianra que en mi
í'ezistes, que no me neguedes que yo so vues-
tro hijo, ca no sabria do yr buscar padre, e,
si Dios me otorga esta gracia, e vos me ayu-
dardes, yo os prometo que vos de lo que me
supierdes pedir» ; e Antor dixo: «Yo no os pe-
diré vuestra tierra, mas esto os judo, que si
Dios quisiere que seades rey, que hagades
a Quexa vuestro mayordomo de toda vuestra
tierra, e por cosa que haga ni siga que lo no
pierda, e que vos no ensañedcs contra el por
LIBUOS DIÍ caballerías.— 4
ninguna cosa; ca si fuere loco o de mala res-
puesta, por vos lo sera e por vos es desnatu-
rado de todo derecho de hombre fidalgo. por
la natura de la leche, que vos mamastes de
su madre y el mamo leche de vna villana; e
por ende no le pongades culpa, e sofrilde mas
que a los otros» .
Cap. CXXXI. — Como fuepriuadala espada.,
c la )io pudo sacar otro sino Artur.
«Ahora vos ruego que me otorguedes esto
que vos pido» . Y el dixo que le daria aquello
a mas como a su hermano, y estonce le hizo
Artur jurar sobre vn altar esta promesa; y
pues lo juro, tornóse arcobispo [a la] pelea,
e la pelea fue partida, e los ricos hombres
entraron todos en la yglesia por oyr bispe-
ras; e Antor llamo a sus amigos, e dixo al
arcobispo: «Señor, vedes aqui vn mi hijo que
aun no es cauallero, que me rogo que le fa-
gades prouar el espada; e llamad los ricos
honbres e vayan con vos»; el arcobispo lo
fizo, y estonce se fueron todos al padrón, e
Antor dixo a Artur: «Ve, toma la espada, e
darla has al arzobispo»; y el lo fizo; y el ar-
zobispo lo tomo entre sus bragos, e comengo
a cantar Te Deum laiidamus, y assi lo leuo a
la yglesia.
Cap. CXXXII. — Como fue suspcndid.a la
salieion fasta sancta María Candelaria.
Los ricos hombres, quando esto oyeron,
fueron muy sañudos, e dixeron: «Esto no
puede ser, que vn rapaz sea nuestro señor» ;
y el arcobispo le peso, e dixo: «Nuestro Se-
ñor sabe de cada vno mejor quien es que no
vos». E Antor, e su linage, e gran pieca de
la otra gente, tenian con Artur, e dezian to-
dos a vna boz: «Si todos los del mundo con-
tra esta elecion quisieren yr, e Dios solo
quisiere, no podria ninguno ser estoruador»;
e dixo Antor: «Y'd, fijo, e tornad la espada
donde la sacastes»; y el lo hizo, e la espada
se tuno como antes. El argobispo dixo: «Ago-
ra, señores, y día a sacar si pudierdes»; y
ellos fueron, mas no la pudieron sacar, aun-
que se preñaran muchos, y el arcobispo dixo:
«Esta es la mas fermosa elecion que honbre
nunca vio; e loco es quien quiere yr contra
la voluntad de Dios»; y ellos dixeron: «Ver-
dad es, mas parecenos mucho estraña cosa,
vn rapaz ser señor de todos nosotros» ; j el
arcobispo dixo: «Nuestro Señor supo que es-
coger, que conosce mejor que vos»; y estonce
le rogaron ellos que dexasse estar el espada
en el padrón fasta el dia de sancta Maria Can-
delaria, e que muchos vernian a prouarla
que aun no vieron ni preñaron.
50
LIBROS DE caballerías
Cap. CXXXIII. — Como el rey Artur resjmn-
dio a lapruena que le hixieran, e fue eleto.
El espada assi quedo fasta aquel dia, e to-
dos los de aquella tierra e de otra se ayun-
taron, e prouaronse en la espada, e desque
se prouaron todos, dixeron al arzobispo: «Se-
ñor, agora sera bien si quisierdes cunplir la
voluntad de Jesu Christo»; y estonce dixo el
argobispo: «Artur, fijo, yd adelante, e si
Dios quisiere que vos seays guardador deste
pueblo, sacad la espada»; e Artur fue a ella,
e sacóla, e diola al arcobispo. E quando los
honbres buenos de la tierra vieron esto, di-
xeron a esto: «¿Ay alguno que contra esta
elecion quiera?» Y los ricos hombres dixe-
ron al arzobispo: «Señor, nos os rogamos que
os sufrays fasta Pascua, e si fasta esto no
viene quien esta espada saque, nos obedece-
mos a este que la saco: e si de otra guisa
queredes fazer, cada vno fara lo mejor que
pudiere»; y el ar^obisjw dixo: «E si yo esto
hago, ¿obedecello heys de grado?» «Si, di-
xeron ellos, e aun faga entre tanto del rey-
no su plazer»; y el arzobispo dixo: «Artur,
torna la espada a su lugar, e tenerse ha assi,
que nunca mejor se terna»; e después, desde
aquel dia fasta Pascua, se prouaron quantos
se quisieron prouar, e nunca ninguno la
pudo sacar si aballar poco ni mucho. Y el ar-
zobispo, que tomara el niño en guarda, dixo-
le: «Seguramente os digo que seredes rey, e
catad: de aqui adelante escoged quales qui-
sierdes por priuados e por consejeros, e dad
e partid tierra e officios de vuestra casa assi
como rey, e sin falla vos lo seredes con el
ayuda de Dios»; e Artur dixo: «Señor, yo
meto a mi e quanto bien me Dios diere en
guarda de sancta yglesia, e de vuestro con-
sejo; e vos escoged por mi quales lionbrcs me
serán mejores, e hazed en guisa que sea a
seruicio de Dios e a su voluntad e a pro del
pueblo; e, si vos pluguiere, llamad e con
vos a mi señor»; y el arzobispo llamo a Au-
tor, e dixole la buena palabra que Artur lo
dixcra, y entonces escogeron quales serán
priuados e quales consejeros, e hizieron a
Queja mayordomo de su corte e de su tierra;
mas las otras tierras, e los otros lugares, e
los otros oficios de casa, quedaron fasta Pas-
cua; y estonce se aj untaron todos en Lon-
dres, bispera de Pascua. Y el argobispo dixo:
«Jesu Christo quiere que este niño sea rej'»;
e los ricos honbres dixeron: «No queremos
nos a Jesu Christo desto contradezir, mas
auemos a marauilla de tan niño, honbre de
tan baxo linage, ser rey o señor de nos; e fa-
zcd vna cosa que plazera a Dios e a todos
nosotros. Vos conoscedes este niño e tene-
deslo por sesudo, e nos no sabemos cosa de
su fazienda, e dexad, ante que sea sagrado,
que prouemos que honbre querrá ser» .
Cap. CXXXrS".— C'owo fue dado el plazo
al sagramiento de Artur.
Respondió estonce el arzobispo: «¿Quereys
vos que le demos plazo a su sagramiento e
la elecion?» «Queremos que sea mañana, di-
xeron ellos, mas el sagramiento que quede
fasta Pentecoste»; y el arzobispo dixo: «E
aun por esto no quedara»; e otro dia, des-
pués de la gran missa, truxeron el niño a la
elecion, e saco la espada como ante, y eston-
ce lo recibieron por señor, mas mandáronle
que tornasse la espada a su lugar; e después
tornaron a la yglesia, y recibiéronlo por se-
ñor, y tiráronlo aparte por hablar con el e
por le prouar, e dixeronle: «Señor, nosotros
bien vemos que Nuestro Señor quiere que
seays nuestro rey. e, pues que el quiere,
queremos nos, e queremos tener de vos nues-
tras tierras assi como vassallos de señor;
mas rogamosvos que vuestro sagramiento
quede hasta Pentecoste, ca ya por esto no se-
redes menos señor del rey no ni de nos, y de
esto queremos saber vuestra voluntad sin
consejo de otro». Y el rey dixo: «De que me
dezis que quereys las tierras de mi, esto yo
no puedo fazer ni deuo hasta que sea bien
señor de mi tierra. E de que dezis que sea
señor del rey no, esto no puede ser hasta que
sea sagrado e que aya la corona e la honrra
del re3^no; mas el plazo que pedistes os otor-
go, ca no quiero sagramiento ni honrra sino
por Dios e por vos » .
Cap. CXXXV. — Como el rey Artur repartió
sus doues a sus caualleros.
Estonce dixeron los ricos honbres que, si
biuiesse, que seria muy sesudo y bien razo-
nado, y que responderla muy bien. Y'' assi
fue el plazo dado hasta Pentecoste, y entre
tanto obedcscieron a Artur assi como el ar-
zobispo mando, e fizieronle traer todos los
thesoros, e todas las cosas preciadas, por pre-
ñarlo si seria codicioso e tomador; y el pre-
gunto [a] aquellos que le dieran por conseje-
ros por cada vno de los ricos honbres y los
otros que honbres eran o que valían, e como
hallo assi hizo, ca a los buenos caualleros dio
los cauallos e las armas, a los mancebos dio
las aues, e a los enamorados dio las dueñas,
e a los sesudos dio los aueres; e tiiuolos en su
compañía, e a los de su tierra dio lo que en-
tendió que les seria mejor; e assi jjartio lo
BALADRO DEL SABIO MEKLIN
51
que le dieron para prouarlo; e quando ellos
esto vieron, recibiéronlo todos mucho en sus
corazones, e dezian aparte que seria de gran
hecho, e que no veyan en el codicia ni mal-
dad, que tan ayna que tomara el auer en la
mano, luego lo empleaua bien e con razón.
Cap. CXXXVI. — De como fue sagrado
el rey Artur.
Preñaron assi al rey, e nunca pudieron
en el mala maña hallar, e quando llego a
Pentecoste, ayuntáronse todos en Londres, e
preñáronse en la espada quantos se quisie-
ron prouar, mas ninguno no la pudo sacar,
y el arzobispo tuno la corona presta y el sa-
cramento en bispera de Pentecoste, y luego
todo adobo de hacer cauallero; y el dia desta
fiesta por la mañana, tomo Artur la espada
de sobre el altar, e ciñóla, y fue cauallero;
y el aryobispo dixo a todos: «A^ees aqui este
hombre que Dios escogió para ser vuestro
rey, e si ay tal que lo quiera contradezir,
digalo»; y todos dixeron a vna boz: «Quere-
mos de parte de Dios que sea nuestro rey,
mas tanto le pedimos de merced que si al-
guno de nos quiere mal porque le contrade-
ziamos su elecion, que nos perdone»; y es-
tonces hincaron todos los ynojos ante el. Y
el rey Artur lloro con piedad, e hinco los
ynojos ante ellos, e dixo: «Yo vos perdono;
e aquel Señor que esta honrra me dio os per-
done»; y estonce se leuantaron todos, e to-
maron a Artur en los bragos e leñáronlo al
altar, y la corona e la vestimenta estaña ay
con que lo auian de sagrar. E vistieronselo,
e, pues fue vestido, el arzobispo se aderego
para cantar la missa, y estonce dixo a Artur:
«Y'd y tomad la espada y la justicia onde
aueys a ser señor, y defended a su yglesia,
y guardad la christiandad en todas maneras
a vuestro poder» ; y estonce fueron todos en
procession al padrón; pues estouieron alrede-
dor todos. E dixo el argobispo: «Artur, si tu
eres atal que quieras prometer a Dios e a
sancta Maria, e a nuestros señores Sant Pe-
dro, e Sanct Pablo, e a todos los sanctos e
sanctas, que tu guardes e defiendas a la
sancta yglesia, e mantengas paz y lealtad
en la tierra, e consejes los desaconsejados, e
tengas la boz de los pobres y de los que no
touieren abogados, e mantengas todo derecho
e toda lealtad, toma aquella espada por que
Nuestro Señor te escogió para ser rey desta
tierra»; y el la tomo, e otorgo todo quanto el
argobispo le dixo; e diole la espada, y des-
pués santiguólo, y fizieronle todas las cosas
que deuian hacer a rey sagrado y coronado.
Y después que la missa fue cantada, fsalieron
con el de la yglesia, e miraron, o no vieron
el padrón, e ouieron gran pesar; e assi fue
Artur rey en Londres, e vuo la tierra en su
l^oder y en paz; e los ricos honbrcs no veyan
en el cosa por que no le deuiessen mucho
preciar, sino tanto que no sabian de que li-
nage era, e marauillaronse como pluguiera
a Nuestro Señor que tan mancebo honbre y
tan desconocido fuesse rey, que ouiesse a
mantener tan gran gente como la de Lon-
dres, y assaz hablaron ay los ricos hombres,
dellos en poridad e dellos en consejo, mas
no ante el, ca muchos lo dudauan, e Ántor
descubría ya no era su hijo, mas que se lo
dieran a criar, e contoles como.
Cap. CXXXVII. — Como 2Ierlin dixo a
Blaysen que haría eonoscer al rey Artur.
Dize aqui el cuento que Merlin moro
gran tienpo con Blaysen, y quando supo
que Artur era rey, dixole: «El hijo de Vter
recibió la corona del reyno de Londres, mas
los ricos honbres e las otras gentes hanlo
contra coragon, porque no saben cuyo hijo
es, e agora conuiene que vaya yo alia y que
les haga saber la verdad, y que sean ende
assi ciertos como son en duda por mi fecho.
Ca en otra guisa sera a mi pecado mortal» ;
e Blaysen le dixo: «Si el no es conoscido
por ti, cata como fagas que no seas ende
blasfemado, ni tu alma en culpa»; e Merlin
dixo: «Yo fare en guisa que, como agora
son en duda de su linage por mi, que assi
sean ciertos por mi».
Cap. CXXXYni. — De como Merlin soñó
vn sueño.
Assi dixo Merlin que yria al reyno de
Londres, e la noche antes que mouiesse, vio
una visión: que estaña en vn gran prado
fermoso e veya vn roble alto y hermoso, e
cabe aquel roble vna pértiga pequeña e de
poca pro, e no tenia ninguna cosa de fruto,
e cabe aquel roble crescia vna pértiga, e
tomóle la corteza e las fojas, e después ma-
rauillauase mucho assi en durmiendo, hasta
que despertó, y estuuo en esto pensando
toda aquella noche, y no fue atan alegre
como ante era.
CxVP. CXXXtX. — Gomo contó la visión que
viera a Blaysen.
De mañana lenantose, e Blaysen dixo la
missa, e oyóla Merlin, e tanto que Blaysen
la ouo dicho, dixo Merlin riendo: «Maestro,
52
LIBROS DE caballerías
vna visión vi esta noche que no es sino sig-
nificanga, agora veré como me direys ende la
verdad»: y estonce le dixo su visión assi
como la viese, e Blaysen dixo: «Merlin,
¿que me preguntas tu por la visión? ca tu
eres este, y sabemos bien que eres el mas
sesudo honbre que ay en el mundo, mas tu
lo hazes por prouar mi seso, mas por buena
fe yo no se mucho de las cosas escondidas, y
por esto no sabria ay dar consejo; mas tu
dime lo que sabes, las cosas que son e que
han de venir» . «Cierto, dixo Merlin, ya no
te marauilles ende poco, e mételo en escripto
assi como yo te dixere» .
Cap. CXL. — Como Merlin dixo a Blaijscn
que riera su muerte en la visión.
«Es verdad que yo en esta visión veo mi
muerte, y assi verna como yo vi, e deziros
he como el roble alto e grande, e de muy
luengas ramas, deues entender a mi seso; e
bien assi como tienen el roble por fuerte
árbol e grande, assi me tienen a mi por
el mas marauilloso honbre e de mejor gracia
que otro honbre, por el gran seso que en mi
ay, e agora podeys conoscer que el árbol
significa a mi; e agora os diré que significa
la pértiga que nascia cabe el árbol: significa
vna donzella manceba e vil que se acompa-
7"iara e conocerá comigo^ e aprenderá tanto
de mi saber e de mi sciencia que Dios me
dio, que ella, por su saber e por su engaño,
me parara en tal manera, que me meterá
biuo so la tierra, y alli me dexara morir, e
no veo cosa que no pueda estoruar desta
auentura, sino Jcsu Christo solo, que verdad
es que hasta aqui fue cierto de las cosas,
mas agora no me auiene desto, que lo no
puedo saber por cosa que fazer pueda, ni
qual es aquella donzella que me ha de ma-
tar, ni en qual tierra es. Mas se que es
grande y fermosa, e bien pienso que Dios
me faze esto desconocer, porque por desco-
nocencia fize pecar a la buena e sancta due-
ña Iguerna; e agora vos diré la significan(;a
de mi muerte: e no vos lo dixere atan
abieitamente, si yo en vos tanto no me fias-
se:^; e Blaysen dixo: «Marauillas me dczis;
¿assi que vos oonoceys las fines de las otras
yentes e de la vuestra no sabeys la verdad?»
«Esto os diré yo muy bien, dixo Merlin;
muchas vezes auiene que el arte aprouccha
a muclios, e no aprouecha al que la sabe,
ante le nuze; y esto vos digo por mi, que
ayude fasta aqui a quantos quise, c agora no
puedo ayudar a mi en esta auentura, ca no
plaze a Nuestro Señor, ante quiere que
muera como otro hombre mortal» .
Cap. CXLI. — Como Merlin dixo a Blaysen
la nasciencia de Lanfaroie.
Cuando Blaysen esto oyó, comencé a pen-
sar fieramente, e dixo a Merlin: «¿Do pen-
saj's vos que es aquella donzella, e por que
vos auedes a tomar muerte?» «E yo os digo,
dixo Merlin, que yo no puedo saber mas,
ca os digo que no plaze a Jesu Christo que
yo la muerte escuse, e por esto se verdade-
ramente que moriré» . «¿Y de las otras cosas
que ende han de venir, soys ende cierto
como soliades?» E Merlin dixo: «Si, de
todo» . «¿Y quando os cuydais yr a la reyna
de Londres?» dixo Blaysen, «No hay que
tardar, dixo Merlin, ca ya muy tarde es.
Mas, ante que alia vaj^a, os diré vna mara-
uilla do no ay al sino verdad, ca es verdad
que si yo luengamente pudiesse biuir, sal-
dría mucho al reyno de Londres, e ayuda-
lio ya a todo mi poder; mas porque mi ayuda
le fallecerá por la muerte, que ha de venir
ayna, pensó Nuestro Señor como padre de
piedad marauillosamente de la tierra. Ca en
aquella hora vi yo en visión mi muerte, en
aquella hora nació, de la muger del rey
Yan, el ochauo de la muger de Nacian, e de
aquel sera el que salira el buen cauallero
que dará cima a las auenturas que por la
marauilla del sancto Grial auernan en el
reyno de Londres; e sera aquel buen caua-
llero y el noueno del linage de Nacian» . «E
aquel cauallero, dixo Blaysen, que vos dezis
que esta noche nascio, ¿podra alguna cosa
valer o ayudar al reyno de Londres?» «Si,
dixo Merlin, ca el sera atan marauilloso
honbre, e de tan gran bondad en armas,
que todos los que lo vieren se marauillaran
del, e todos aquellos que lo vieren lo teme-
rán mucho; tanta gracia le poma Dios e
tanto valdrá, que [valdrá] por bondad de ar-
mas en el reyno de Londres, como valgo por
seso yo» .
Cap. CXLII. — Como Merlin dixo a Blaysen
que ahria cabo su libro.
Merlin dixo a Blaysen: «Agora podeys
ver que Nuestro Señor fizo nascer aquel de
que vos yo fable en lugar de mi; por su bon-
dad c por su caualleria ha de conplir lo que
conpliere por mi seso, mas, assi como mi Se-
ñor me mostró que sera maltrecho y en cuyta
y en verguenca por muger». Y" Blaysen le
pregunto: «¿Como aura nonbre?» «Lanca-
rote del Lago, dixo Merlin, e sabed que este
sera el cauallero mas amado e de mejor gra-
cia que aura en el mundo, saino su hijo Ga-
laz» ; e todo esto que Merlin le dixo a(j[uella
BALADRO DEL SABIO MERLIN
53
vez, púsolo Blaysen en escrito, e dixo a Mer-
lin: «Pues os partís de mi, fazcdme entender
si auedes de morir aj^ia, e otrosi me conse-
jad que podre hazer. Ca vos me consejastes
a fazer escreuir la Jiistoria del sancto irrial,
e me dixistes que me diriades la verdad de
las auenturas que auernian en el rej'no de
Londres; pues, ¿como podre encimar esta
obra quando ende no supiere la verdad? e
comencé mi libro, e no sera acabado, e todo
sera mentira quanto ay hize, pues no ouiere
cima». «Y esto os responderé, dixo Merlin,
no ay cosa que no ha cima; y esta cosa que
vos comenQastes, e de tan alto fecho, e pues,
si yo muriese, e vos moredes, no puede aler
que si algún honbre bueno fallare vuestro
libro, que no lo encime; e bien os digo que
lo fallare, que si no lo hallasse seria gran
daño, e vuestro libro sera gran cosa, si Dios
quiere que aya cima». E Blaysen dixo:
«Aun no dixistes cosa si era encimado».
«Mas después sera bien que en mi vida ni
en la vuestra no sera encimado» , dixo Mer-
lin. ¿«Mas después sera acabado y encima-
do?» «E yo os digo, dixo Merlin, que vos,
que lo encomen(;'astes, seredes ayna bendi-
cho de muchas gentes» . E Blaysen le dixo:
«Agora me dezid, Merlin, pues vos queredes
yr al rey, si os veré nunca»; e Merlin dixo:
«Si vos queredes dar cima a vuestro libro y
verme, yd empos de mi a la gran Bretaña».
«E ¿do vos podria fallar? dixo Blaysen, ca
no me podria agora desta tierra partir».
Dixo Merlin: «Oy en ocho meses, en el pri-
mer dia de mayo, me hallarej^s en la entrada
de la mata de Vadalian, a hora de medio dia,
ante la cruz auenturosa; e alli os diré vna
gran parte de las auenturas del sancto Grrial
e de las sus marauillas, assi que aqui
podreys auer cima de vuestro libro». Assi
dexo Merlin a Blaysen, e partióse luego del,
e fuesse para la gran Bretaña.
Cap. CXLIII. — Como el rey Ariur dunnio
con Elena su herma/na^ viuger del rey Loe.
Agora dize el cuento, que vn poco después
que Artur fue rey, vino a vna gran corte
que el tenia en Cardoil, en Galaz, Elena, mu-
ger del rey Loe de Otornia, hermana del rey
Artur, mas no sabia el que era su hermana,
ni Elena otrosi; e la dueña vino a la corte
del rey muy ricamente, con gran conpaña
de caualleros, e dueñas, e donzellas, e truxo
consigo quatro hijos que auia del rey Loe,
que eran muy fermosos niños, e de tal edad
que no auia el mayor mas de diez años, e
aquel auia nonbre Galuan, y el otro Aganay,
y el otro Gariete, y el otro Gurreches. Y
assi vino la dueña a la corte con sus hi-
jos, que amaua mucho, y era tan fermosa,
que a duro la podria honbre fallar par en
toda la tierra; y era vna de las mas honrra-
das que auia en todo el reyno de Londres y
en su tierra, como era hija del muy honrra-
do duque de Tintuguel; e mucho rescibio
bien el rey a la dueña, e mandóle fazer mu-
cho seruicio. E tanto que la vio, enamoróse
mucho della, e hizola morar en su corte
quince dias, e durmió con ella, e hizo con
ella a Morderec, por que después fue fecho
mucho mal.
Cap, CXLIY. — Del fuerte sueño qne soñó el
rey Artur.
Y assi durmió el hermano con su herma-
na, e fizo ay al que lo traxo después a muer-
te, assi como dirá después encima de la gran
historia de Langarote del Lago. Mas quando
la dueña se torno paia su tierra, la primera
noche después el rey soñó vn sueño, que le
semejaua que estaua en vna cátedra la mas
rica del mundo, e auia ante el atan gran
pueblo de todas edades, que se marauillaua
donde tan gran pueblo viniera. E teniéndo-
los todos en derredor de si, vio que salia del
vna gran sierpe, y tan fuerte semejanza que
nunca oyó fablar de tal, que siempre andana
bolando sobre el reyno de Londres a cada
parte, e por todos los lugares que yua que-
maua todo, assi que no quedaua ciudad, ni
castillo, ni villa, que todo no quemasse y
destruyesse. E assi quemaua todo el reyno
de Londres; y después que esto fazia, venia
a los que estañan con el rey, e cometialos, e
mataualos todos; e después iua al rey, e com-
batíase con el fieramente, mas a la cima ma-
tara el rey a la sierpe, y el quedaua llagado
mortalmente.
Cap. CXLY. — De como el rey Ariur, an-
dando a la ca^a, vido la Bestia ladradora.
El rey ouo gran pauor deste sueño desque
despertó, e fue muy desconortado, e ouo atan
gran pesar, que no se sabia dar consejo,
e pensó ay toda la noche; e de mañana,
quando se leuanto, oyó toda la missa, y des-
pués fuesse a caga con gran compaña de ca-
ualleros y de otros honbres; y el rey yua en
vn muy buen cauallo, e vestido de paños de
calador, e tanto que entraron en la monta-
ña, e fallaron vn gran cierno, e dexaron los
canes ir empos del; y el rey, que andana
bien encaualgado, comengo a seguir el cier-
no, e tanto se acuyto de yr empos del, que
54
LIBROS DE caballerías
en poca de hora dexo su compaña mas de
dos leguas, assi que no supieron del parte:
y el rey tanto fue empos del cierno, que no
lo pudo el cauallo sofrir, e cayo con el; e
quando el rey se vio a pie, no supo que fizies-
se, ca sus honbres eran lexos, y el cierno
yuase tan lexos, que lo perdió de vista, pero
dixo que yria en pos del a pie fasta que sus
honbres llegasson, que le darian cauallo; e
tanto fue el rey a pie en pos del cierno, que
se canso, e posóse cabe vna fuente por fol-
gar; e tanto que se assento, comenco a pen-
sar en el sueño, e pensando oyó vn gran la-
drido de canes, tan grande como si fuessen
treynta o quarenta canes; y pensó que eran
los suyos, e leuanto la cabera e vio venir
vna bestia, e no muy grande, mas era la
mas dessemejada que nunca vio, porque de
su figura era tan estraña e tan dessemejada
era, como el cuento del sancto Grial dize; e
por ende no os diré aqui atan conplidameute
como era, pero de lo mas de las fechuras
diré: Ca ella auia la caheqa. e cuello de ene-
ja, blanco como nieue, e pies e piernas de
can, negras como carbón; e auia el cuerpo
y el alcafar como raposo; e la bestia vino a
la fuente, e comento de beuer, e miróla mu-
cho, e signóse e dixo: «En buena fe, ¡agora
veo la mayor marauilla que nunca vi, ca
bestia tan dessemejada como esta, nunca do-
lía oy fablar, ca estraña de fuera y de den-
tro! Ca oyó bien e conozco que trae dentro
en si hijos biuos, que ladran como canes.
Y nunca en el reyno de Londres vio honbre
tales marauillas como estas desta bestia des-
semejada» .
Cap. CXLYI. — IJe como el rey Artur desafio
al cauallero de la Bestia ladradoi-a.
Assi fablo el rey consigo mismo de la bes-
tia ladradora, e quando comento a hteuer,
las bestias que andauan dentro en ella callá-
ronse, e, desjmes que beuio, comenr-o a la-
drar assi como antes, assi como [si] treynta
canes fuessen empos della, e assi se partió la
bestia de la fuente; y el rey la miro mientra
la vio; quedo tan espantado desta marauilhi,
que no sabia si dormia ni si velaua. y ella
se fue a tan grande andar, que en poca de
ora no la vio, e comenro a pensar mas que
antes, e mientra que assi pensaua, llego a el
vn cauallero, e dixole: «Oyes, tu, cauallero,
¿que piensas? Dime si vistes la dessemejada
bestia que llena en si los ladridos de los ca-
nes». Y el rey dixo: «Yo la vi agora, y aun
no va media legua». «¡Ay Dios, dixo el ca-
uallero, como soy tan desdichado! Ca si
agora no me moriera el cauallo, alcan^alla
ya, e cabaria lo que demando; ca mas ha de
vn año que ando tras ella por saber la ver-
dad della, mas que por al». «¿Como, dixo el
rey, e tanto ha que andas en pos della?»
«Si», dixo el. «E ¿por que? dixo el rey, de-
zidmelo si os plaze». «Cierto, dixo el ca-
uallero, yo os lo diré. Yerdad es, e nos lo
sabemos, que esta bestia ha de morir en esta
tierra por el mejor cauallero de mi linaje; e
porque yo queria saber la verdad si so yo el
mejor cauallero de mi linaje, segui tan
luengamente esta bestia; e no lo digo por me
alabar, mas por saber si soy tal por qual me
tienen». «Cierto, dixo el rey, asaz me aueys
dicho ende, e agora os podeys yr quando a
vos plaze a pie». «Yo no me yre, dixo el
cauallero, si puedo, antes atendere algún
cauallero que Dios trayga por aqui que me
quiera dar bestia»; y ellos en esto fablando,
llego vn escudero en vn fuerte cauallo y
corredor que buscaua al rey, e quando el lo
vio, dixo: «Agora descendid presto, e yre
empos de vna bestia que por aqui va». «¡Ay
señor! dixo el cauallero, no hagays tan gran
villanía que vayas empos de mi bestia, que
he andado tanto tienpo tras ella, mas hazed
como cortes e dadme aquel cauallo. Ca yo
por vos mi fallamiento por vos perdiesse
aquella bestia, la verguenoa seria ende vues-
tra y el daño mió». Y el rey dixo: «Caua-
llero, tanto anduuistes ya empos della, que
bien la deuedes dexar agora, quedad, e yo
la seguiré ende por vos, tanto que Dios me
diere ende la honrra si le pluguiere». «E
como, dixo el otro, don cauallero, ¿assi que-
reys yr a fuerza en pos de lo que yo anduue
fasta aqui a mi gran trabajo e afán?» Y es-
tonce fue el cauallero corriendo al escudero, e
derribólo del cauallo, e caualgo ante que el
rey viiiasse llegar al cauallo, e dixole: «Don
mal cauallero, agora no vos he grado, e voy-
me empos de mi bestia; e sabed que si veo
lugar donde os lo agradezca, que os lo ga-
lardonare, solamente que sepa que queredes
mi demanda cometer; agora os tengo por
sandio e por catiuo cauallero, e no soys para
cometer tan alta cosa»; y el rey le dixo;
«Cauallero, tu me dirás lo que te pluguiere,
e yo escucharte he. Mas sabe que si yo te
hallo oy o mañana, que yo te mostrare mi
esi)ada, ca bien deuo yo por razón cometer
tamaño fecho como tu»; y el cauallero le
dixo: «No tomes ay tan gran trabajo si ha-
llarme quisieres, ca yo siempre ando en esta
montaña empos desta bestia». «Pues promé-
tete, dixo el rey, que no seré alegro fasta
que sepa por derecha prueua, si Dios qui-
siere, qual de nos es el mejor cauallero».
Y el cauallero dixo: «Quando lo quisieres
BALADRO DEL SABIO MERLIN
55
saber, ven a esta fuente, e sabe que si tu
estas ay vn dia, que me fallaras; y como no
ay dia que aj no venga»; y el rey dixo:
«Agora tu puedes yr, ca yo quiero saber
mas de tu hazienda» .
Cap. GXLYU.— Como estando el rey jyeii-
sando vino a el Merlin en semejanza de ni Fio.
Estonce se partió el cauallero de alli, e
fuesse empos de la bestia, y el rey dixo al
escudero que le fuesse por otro cauallo; y el
escudero fuesse contra do pensaua que falla-
ría su conpaña; y el rey quedo pensando en
todas aquellas venturas que viera; e siendo
assi jDensando, vino Merlin a el en semejan-
(^a. de niño de catorze años, e conociólo bien
al rey, tanto que lo vio, e saludo assi como
si no supiesse que era rey; y el rey leuanto
la caber/a e dixole: «Niño, Dios te bendiga» .
E Merlin dixo: «Yo soy vn niño de tierra
estraña, e marauillome mucho por que pien-
sas tanto, ca me parece que ningún hombre
que cosa vala no deue ende pensar en cosa do
puede fallar consejo»; y el rey cato el niño,
e marauillose de lo que dezia, e lo que le
oya assi fablar tan sesudamente. E dixole:
«Como ¡ yo pienso que ningún honbre fuera
de Dios no puede saber lo que yo pienso!»
«Cierto, dixo el niño, no pensades en cosa
que yo no se, ni feziste cosa que yo no su-
piesse, e digoos que os espantados en dona-
do; que vos no vistes cosa en vuestro sueño
que assi no aya de ser; que assi plaze a
Jesu Christo; e si vos vistes vuestra muerte
en sueños, no os deuiades espantar, ca por
ende salimos de tierra por tornar a ella, e
por ende recebimos vida, por recebir muerte» .
Cap. CXLYIII. — Como Merlin dixo al rey
qne su hermana era del preñada,
Quando el rey esto oyó, fue mas espan-
tado que ante, y el niño dixo: «¿De que os
espantays?ca quanto mas me oyeredes fablar,
tanto mas os marauillarej^s. Mas direos lo
que esta noche soñastes». «Por buena fe,
dixo el rey, si lo dezides, por muy gran ma-
rauilla lo terne, e mayor que de quanto oy
ni vi». «Pues yo os lo diré, dixo el niño, e
assi terneys con que pensar»; y estonce le
contó todo su sueño; y el rey se signo, e dixo:
«Tu no eres honbre, mas diablo verdadero,
ca por ser de honbre no podrías tu saber tan
escondidas cosas» . «Por yo vos dezir esto, dixo
el niño, no podes vos dezir por razón que yo
soy diablo e enemigo de Jesu Christo; mas yo
os prouare por derecho que vos soys diablo
egran enemigo de Jesu Christo, y el mas des-
leal cauallero del reyno; ca vos soys sagrado e
vngido en aquel señorío de Jesu Christo; por
la su gracia os puso, e vos fezistes tan gran
traycion, que dormistes con vuestra herma-
na, e muger de vuestro vassallo; y ella es
preñada de vn tal ñjo, q\ie ayna fara mucho
mal en esta tierra» ; y estonces respondió el
rey muy vergonr-osamente, e dixo: «Diablo
eres tu de todo en todo, y esto no puede al
ser, ca yo no he hermana, ca tu ni otro pue-
de saber mas de mi fazienda que yo» .
Cap. CXLIX. — Como Merlin dixo al rey
Artur cuyo fijo era e de que linaje.
El niño dixo: «No dezis verdad, que mas
se yo ende que vos, que yo bien se quien
fue vuestro padre, e conozco bien a vuestra
madre e a vuestras hermanas, pero que ha
gran tienpo que no las vi, mas se bien que
son binas e sanas»; e quando el rey esto oyó,
fue muy confortado, pero pensó que le men-
tía, ca lo tenia por adeuino, e dixole: «Si tu
me dizes cierto de mi padre e madre, e de
mis hermanas, e de qual linaje vengo, no me
demandaras cosa que yo pueda auer que no
te la de»; y el niño dixo: «¿Prometeysmelo
assi como rey? ca si me mentierdes, mayor
mal ende os verna que piensas» . «Prométe-
telo seguramente», dixo el rey; y el niño
dixo: «Pues yo os digo de cierto, que vos
soys de tan gran guisa como aquel que es
fijo de rey e de rey na, e vuestro padre fue
muy buen honbre, e buen cauallero de ar-
mas». «¿Como, dixo el rey, esto es verdad
que yo soy de tan gran guisaV» «Si, sin falta»,
dixo el niño; y el rey dixo: «Si verdad fues-
se, yo no quedarla hasta que metiesse todo
el mundo so mi poder». «Por Dios, dixo el
niño, no vos quede por esto, ca si a vuestro
padre parecierdes, no perdereys de lo vues-
tro, antes ganareys mucho»; y el rey dixo:
«¿Como vuo nombre mi padre?» El niño dixo:
«Vter Padragon, e fue señor deste reyno».
«Pues, dixo el rey, no puedo yo faltar de ser
honbre bueno, que tanto fue el honbre bue-
no, que no podria del salir mal fijo, si no
fuesse por marauilla. Mas a duro lo podrían
agora creer en esta tierra que yo soy su
fijo». El niño dixo: «Yo lo haré creer ante
que este mes passe, assi que bien sabrán por
verdad que f uestes fijo de Yter Padragon e
de la reyna Iguerna» , y el rey dixo: «Mara-
uilla me dezis, e no te lo puedo creer. Ca si
su fijo fuesse, no me criara tal infauQon
como me crio, ni seria mas desconocido como
soy. Ca el me dixo que no sabia quien era
mi padre, e tu, que eres mo^o estraño, dizes
56
LIBROS DE caballerías
que sabes ende la verdad mejor que el, que
me crio hasta aqui > . Y el niño dixo: «Si ver-
dad no digo, no me des lo que me has de dar,
e sabed que no lo digo sino por gran amor
que os he; e del pecado que aueys con vues-
tra hermana, sabed qne os terne ende tan
bien poridad como vos mismo, Y porque yo
os amo, no lo encubro tanto por vuestro
amor, como por amor de vuestro padre, que
me quiso gran bien e yo a el, e fize mucho
por el»: y el rey dixo: «No es verdad, e de
oy mas no te creeré cosa que me digas, que
til no eres de edad que pudiesses ver ni co-
nocer a mi padre si el fue A'ter Padragon, e
por ende te ruego que te vayas daqui, ca
pues tu mentira es tan conocida que me
quieres hazer creer todo esto por verdad, no
quiero tu compañia, ca me pareces cosa
mala» .
Cap. CL. — Co7no Merlin fahlo con el rey
y en semcjanra de honhre viejo.
Dize el cuento que, quando el niño esto
oyó, fizo semblante que ouo ende gran pe-
sar, e partióse del rey e fuesse meter en vna
mata muy espessa, e mudo la presencia del
niño, e torno en semejanoa de viejo de ochen-
ta años, tan flaco a semejanca, que apenas
podia andar; e fue vestido de vn guison, e
assi fue ante el rey, e sainólo como si no lo
conociesse, e dixole: «Dios te salue, señor
cauallero, e os de buena cima de vuestro pen-
sar. Ca me parece que no soys muy alegre» .
El rey dixo: «Honbre bueno. Dios lo faga
assi. Ca, cierto, mucho me era menester, e
venid assentar cabe mi vn poco, si os plaze,
fasta que venga vn escudero mió»; y enton-
ce se assento el viejo a fablar cabe el rey, e
comenr-aron a hablar de muchas cosas, y ha-
llólo el rey tan sesudo en quanto le pregun-
to, que fue ende marauillado; y estonce dixo
el viejo: «Señor cauallero, ¿por que pensados
agora atan miicho? Ca assi me pareció quan-
do a vos allegue». El rey le dixo: «Hombre
bueno, nunca honbre de mi edad vio tantas
maraiiillas como yo vi en vn tiempo, assi en
sueños como en verdad. Y de lo que mas
me marauillo fue de vn niño pequeño que
agora vino a mi, que me dixo cosas que yo
pensaua que no las sabia ninguno sino yo» .
«Señor, dixo el honbre bueno, no os mara-
uilledes ende, ca no ay cosa tan encubierta
que no sea descubierta, e si cosa fuesse he-
cha so tierra, la verdad ende es sabida,
quanto mas sobre la tierra; e por Dios señor,
no seays triste ni penseys tanto, e dezidme
lo que aueys, e yo os sacare de todas las du-
das en que estays». El rey dixo al viejo que
era sesudo, e que seria bien de le dezir vna
picoa de su fazienda. Ca el lo encobriria, y
el le comenoo a contar su sueño, e dixole lo
que viera de la bestia ladradora y del caua-
llero como leñara el cauallo: «Señor, dixo el
viejo, deste sueño os diré yo la verdad: Sa-
bed que vos aureys mucha mala ventura e
mucho pesar por vn cauallero que es en-
gendrado, mas no es nascido. Y todo este
rej^no sera destruydo por el, e los buenos ca-
ualleros que vos veredes en vuestro tiempo,
Assi quedara esta tierra yerma e desierta,
por las malas obras de aquel pecado» , «Cier-
to, dixo el rey, esto sera gran daño, e mu-
cho seria mejor que aquella captiua persona
muriesse tanto que fuesse nascido, que tanto
mal por el viniesse; e pues vos ende tanto
me dixistes, vos sabeys bien de quien; por-
que yo os ruego que me lo digades, e, tanto
que nasciere, hazerlo he quemar», «Cierto,
dixo el viejo, si Dios quisiere, criatura hecha
de nuestro señor no morirá por mi, como
quiera que sea pecador contra su cima, e,
mientra que fuere niño sin pecado, sera
deslealtad de lo matar. E sabed que yo me
ternia por muy gran pecador contra Dios,
Ca DO queria que la criatura que mal no me-
reciesse e recebiesse muerte por consejo des-
to; no me roguedes. ca no haré ay cosa», E
dixo el rey: «Pues a mi parece que desama-
dos este rey no, y mostrároslo he. Yos dezia-
des que por vn cauallero solo sera destruydo
este rey no. e las gentes muertas; mejor sera
que cauallero por quien tanta malauentura
ha de venir, que fuesse muerto solo, que no
muriessen tantos». «Assi es verdad, dixo el
honbre bueno, que mas valdría su muerte
que su vida» . Y' el rey dixo: «Por esso digo
yo que dixessedes de quien nascera o quan-
do, ca por lo descubrir sera la tierra guarda-
da, e por le encobrir lo sera perdida». «Assi
es verdad, dixo Merlin, quien a la parte de
la tierra quisiere catar. Mas si la tierra ay
ganasse, yo ay perderla mucho. Ca perderla
el alma, e por esso no os lo diré, ca mas quie-
ro sainar mi anima que vuestra tierra». Y
el rey dixo: «Pues tanto me j)uedes dezir,
¿quando nascera y en que lugar?» E Merlin
se comenco a reyr, e dixo: «¿Por esto lo pen-
says de fallar? por cierto no fareys, ca a
Nuestro Señor no plaze». «Cierto, dixo el
rey, yo lo hallare, si supiesse la hora de su
nacimiento e la tierra do ha de nascer» . «Yo
vos lo diré, dixo el honbre bueno, mas de
todo falleceredes, E agora sabed que nascera
el primero dia de Mayo en el reyno de Lon-
dres»; y el rey dixo: «Si esto es verdad, yo
no os pregunto mas»; y el honbre bueno
dixo: «Verdad es sin falta».
BALADRO DEL SABIO MERLIN
57
Cap. cía.— Como Merlin dixo al rey que
mejor honbre que el le diría verdad de la
bestia.
«Dczidme, dixo el rey, lo que vos prcg-uu-
tare; dezidme de aq\iella bestia que vi, la
mas dessemejada de que nunca oy fablar, e
traya dentro en si bestias que ladrauan, e
parecíame que era sueño. Ca me parecía que
ninguna criatura no podría boz salir fuera
del vientre de la madre» ; y el honbre bueno
dixo: «Si vos ende marauillades, liazedes
gran derecho. Casin falta esto es marauilla,
assi en lo ver como en lo oyr». Y el rey
dixo: «Agora me dezid que es»; y el honbre
bueno dixo: «Esta es vna marauilla del sancto
Grrial, e nos puedo mas dezir, ca mejor hon-
bre que yo os lo dirá». «E ¿quien es esse?»
dixo el rey. «No es avn engendrado, dixo el
honbre bueno, mas ayna lo sera, y en engen-
drarlo ha aquel cauallero que vistes que yua
en pos de la bestia»; y el rey dixo: «¿Que sa-
beys vos si lo vi?» Y el dixo: «Si se; e aun
se el pleyto que ha entre vos» . E el rey dixo:
«Agora me dezid que cauallero es» ; y el hon-
bre bueno le dixo: «Vos lo sabreys bien, si lo
prouarades a la justa, e no os lo diré al des-
ta vez» .
Cap. CLn. — Como Merlin dixo al rey como
fuera hecha la bestia ladradora.
«E mas os digo de la bestia, que no sabre-
des ende la verdad hasta que de aquel que
deste salira os lo fara conocer, e aura non-
bre Perseual (') de Galaz, porque sera natu-
ral de Gralaz, e sera tan amigo de Nuestro
Señor, que el dará su virginidad tan mara-
uillosa, que. qual saliere del vientre de la
madre, tal entrara so la tierra; y esta verdad
aura este cauallero: que desta bestia el os
dirá la verdad. Mas antes no podeys saber
tan conplidamente la verdad. Pero deziros
he vna parte por vuestro amor. Sabed que
Idomedes, que fue [rey del] rey no de Lon-
dres, que agora ha nombre Inglaterra, ouo
vna fija muy hermosa, que sauia mucho de
las siete artes, e amaua estudiar en el arte
de nigromancia, porque amaua el mundo, e
amo a vn su hermano del fol amor, que era
infante grande y fermoso, e prometiera a
Dios su castidad. Y" este infante aula non-
bre Galaz, e porque no quiso fazer lo que
ella quiso, fizo al padre que lo prendiesse.
Ca le dixo que la f oreara y era del preñada,
y mentía, ca todo se lo mostrara el diablo que
la engaño. Ca le dixo que durmiesse vna vez
(') Percival, Perceval ó Parsifal, el loco casto.
con el, e que faria que la amasse su herma-
no; y ella lo fizo, e durmió con ella, ca le
pareció el en vna fuente de vna huerta de su
padre do ella yua a menudo a estar, y pa-
reciólo en forma de honbre fermoso, y assi
durmió con ella el diablo muchas vezes, e
ella fue preñada de diablos. E quando el pa-
dre la vio preñada, preguntóle que fuera
aquello. Ella dixo, assi como el diablo se lo
enseño: «Señor padre, sabed que me for^o mi
hermano Galaz». El rey Idomenes prendió al
hijo, e pregunto a la fija que justicia quería
quehiziesse del, e dixole que le diesse biuo
a comer a canes; e assi fue Galaz echado a
canes por sentencia de su hermana. E fizo
vna oración a Dios, e dixo que diablos ladras-
sen en su vientre porque mentía, y que
ladrassen como canes. Y después que el fue
justiciado, ella parlo a su tiempo esta bestia
que vos aqui vistes; y fuesse por el monte,
que parescia que mas de cien canes ladrauan
en su vientre ('). E assi andará fasta que
venga el buen cauallero que aura nonbre
Galaz, que la matara. E quando Idomenes
vio que su hijo matara a tuerto, entendió que
Dios oyera la oración que fizo por el testi-
monio que su hermana dixera contra el. E
torno entonces a la hija, e atormentóla en
manera, que le contó como el diablo la enga-
ñara. Entonces hizo el padre justicia braua
e cruda della porque mintiera, e assi perdió
Idomenes sus hijos ambos por su mala ven-
tura». El honbre bueno dixo: «Agora os he
contado vna pa:"te deste negocio, mas que yo
pense». «En nonbre de Dios, dixo el rey,
pues mucho me conuerna atender si fuere
verdad lo que dizes». Y" el honbre bueno
dixo: «Assi sera». «E vos, dixo el rey, ¿soys
cierto de las cosas que han de venir?» «Si,
dixo el honbre bueno, que esta gracia me dio
Dios por su merced» ; el rey dixo: «Pues que
vos soys cierto de las cosas que han de venir,
bien deuiades vos saber las que son en vues-
tro tienpo» . «Cierto, dixo el hombre bueno,
no es cosa fecha en mi tiempo que yo no
sepa»; y el rey dixo: «Pues dezidme vna
cosa que yo deseo mucho saber» . «Y"o os lo
diré, dixo el hombre bueno, ca bien se lo que
me quereys preguntar». Dixo el rey: «Avn
no os lo he dicho, ¿como puede ser esto?» Y'
el honbre bueno dixo: «Agora vereys si lo
que me querej's preguntar es quien fue vues-
tro padre. Ca vos creeys que ninguno lo sabe,
pues que lo vos no sabeys, mas assi es los de
la tierra, otrosí todos son en deuda». Y' el
(•) En Ainadis de Qaula (¡ib. III, cap. 11) el hijo
del í^igante de la insola del Diablo y de su hija es
también un espantoso endriago.
58
LIBROS DE CABALLEEIAS
rey, quando esto ovo, algo la mano, e santi-
guóse, e dixo al lionbre bueno: «Yo me ma-
rauillo de lo que dezis, ca yo no pensaua que
lo sauia esto sino Dios. Ay por Dios plegaos
que vos yo conozca, e dezidme como aueys
nonbre, e, si os pluguiere de quedar en mi
conpañia, no ay cosa que por vos me deman-
deys, que en mi poder sea o en mi reyno,
que negado os sea» . Y el hombre bueno dixo:
«Rey, yo soy ¿lerlin el buen adeuino, de
quien vos muchas vezes oystes fablar» . Quan-
do el rey esto 03^0, ouo mucha alegria a ma-
rauilla, que no podia mas, e abracólo, e di-
xole: «Pues vos soys aíiuel de quien todo el
mundo habla, yo vos creeré de aquí adelante
todo lo que me dixerdes: e, por Dios, si me
quereys hazer plazer, fazedme cierto desto
en que esto en duda». &De grado, dixo ]\[er-
lin, lo haré. Yo os digo en verdad que Yter
Padragon es vuestro padre, e hizoos en Iguer-
na, mas no era avn reyna»; entonces le contó
todo como acaescio. E dixo Merlin: «Quando
yo supe que auiades de nacer, pedios a vues-
tro padre en don, e vuestro padre os me dio
con el gran amor que me tenia e yo a el»; e
contole como lo diera a criar de la leche
donde deuia ser criado. E quando el rey oyó
a Merlin, dixo: «A^os amastes mucho a mi
padre, e el a vos; e tuestes muy leal, e vos
sabeys mi fazienda mas que yo ni honbrc del
mundo; e aconsejadme como pueda encobrir
el pecado de la muger del rey Lot» . E Mer-
lin dixo: «Si yo os enseñasse a encobrir este
pecado, yo pecaria mortalmente, ca tales tres
lo saben que la vos amays mucho, que pri-
meramente te conuernia que muriessen, lo
que vos yo no consejarla; mas, ponjue el pue-
blo sepa que vos soys hijo de Vter Padragon,
desto me trabajare en esta guisa que lo sepan
todos por cierto» . El rey dixo: «No vos en-
grandeceré tanto en el mundo como esta»; y,
en quanto ellos estañan assi fablando, llega-
ron vna pie(,'a de hombres del rey que anda-
uan a ca^ar, e llegaron a do el rey estaua; e
no le vieron, porque estaua Merlin ay tras
vnas peñas muy altas que alli auia, e como
auian andado todo aquel dia a buscar al rey
e no le hallauan, tenian creydo que era
muerto. E vno de aquellos que ay venian. a
quien el rey queria muclio, y el a el assi
mesmo, visto que no hallauan al rey, apeóse,
e hizo a Dios oración q\ie a su rey les mos-
trasse que era fecho del. E luego ipie el rey
e Merlin la gente sintieron, salieron detras
de vnas peñas, e grandissimo fue el plazer
que rescibieron todos; e luego el rey caual-
go en vn buen cauallo, e hizo a Merlin subir
en otro y llegaron a Cardoil, y ^lerlin acon-
sejo e dixo como fiziesse e como sabría que
era fijo de Yter Padragon, e dixole: «Yo
quiero que enbies en derredor desta cibdad
tres jornadas a todos los ricos lionbres e hon-
bres buenos que están en la cibdad, que deste
domingo en ocho dias sean con vos en vues-
tra corte, e traya cada vno a su muger, y en-
biad vos por Iguerna que venga ay, e que
traya consigo a Morgayna, e después que
aqui fueren todos, yo les fablare e les fare
bien saber cuyo fijo soys» . Y el rey se lo grá-
deselo mucho, e Merlin dixo: «¿Quien cuy-
days que fue el niño que oy con vos fablo?»
«No se, dixo el rey, mas por lo que le oy
dezir entiendo ser vos». Dixo Merlin: «Yo
fue; e como oy tuestes engañado, assi fue
vuestra madre. Ca lo hize yo quando durmió
con vuestro padre que le i)arecio su marido,
e assi tuestes vos fecho» .
Cap. CLIII. — Co7no el rey Artur e Merlin
vinieron de las montañas a Cardoil, fa-
blando efi que manera seria conocido por
hijo del rey Vier Padragon.
Y llegando a Cardoil, descendió el rey en
su palacio, e después desto embio por sus
ricos honbres, e por Iguerna, e por Morgay-
na. Quando la reyna esto oyó, pensó que le
querría quitar la tierra, embio por su yerno
el rey Lot por su hija, para, si el rey algún
desafuero le quissiese fazer, que la ayudasse.
E Merlin embio por Ylser que viniesse a la
corte. E quando Ylser supo que Merlin era
alli, fue muy alegre, e vino muy ayna. El
rey enbio luego por Autor, el amo que le
crio, e quando ambos vinieron, sacólos Mer-
lin aparte, e dixo a Ylser: «Yos sabeys que
Yter Padragon que me dio su hijo que fiziesse
del mi voluntad». E Ylser dixo: «Yo se bien
que el dia en que fue nascido os fue dado».
Merlin dixo: «Autor, ¿sabeys quien vos dio
a ArturV» E Autor miro a Merlin, e dixo:
«Cierto, vos me lo distes en tal dia»; e nom-
bro el dia. Entonces acordáronse ambos por
el dia e por la hora, e por lo que Merlin
dixo, entendió que Artur era hijo de Yter
Padragon. Grande fue el plazer que A^lser
e Autor ouieron. Ca Merlin les dixo que los
ricos honbres lo creerían esto. E Merlin dixo:
«Autor, catad como ayays con vos a vuestros
vezinos, aquellos que saben que Artur os fue
dado por testigos». E Autor dixo: «Tales tes-
timonios vos daré, que serán bien de creer».
E assi estuuo Merlin con el rey fasta aquel
dia que vinieron a la corte. E aquel dia llego
ay muy gran gente, e Iguerna vino ay muy
ricamente, con gran conpaña de caualleros,
e sus dueñas e donzellas; e auia muy gran
miedo del rey que le tirasse su tierra, por-
BALADRO DEL SABIO MERLIN
59
que era muger, e no deuia tener tan gran
tierra como tenia. E quando ella vino a la
corte, el rey recibióla muy bien. E mando
que todos sus ricos honbres que le fiziossen
mucho seruicio, mas que a ninguna que ay
fuesse, e assi lo hizieron; mas mucho se ma-
rauillaron por que, e tal auia que sania lo
que el queria fazer, e de la muger del rey
Lot, que cuydauan que esta honrra hazian
a la madre por la liija. Aquel dia podria
honbre ver en el Palacio muchos buenos
caualleros e muy bien vestidos; e muchas
dueñas e donzellas, e muy bien vestidas, e
muy hermosas. E la hija de Iguerna leño la
jjrez de la fermosura, e sin falta era ella
muy hermosa, hasta en aquella sazón que
aprendió encantamientos e caraturas. Mas
después que el diablo entro en ella en si
spiritu de diablo e de luxuria, e perdió todo
su buen parescer, e ninguno no la podia mi-
rar ni tener por fermosa, sino por fea encan-
tada, si no fuesse encantado. E quando las
mesas fueron puestas, e todos estouieron a
ellas, vino Ylser ante el rey, e dixo tan alto
que todos lo pudieron oyr: «Rey Artur, mu-
cho me marauillo de dueña tan desleal e tal
que no deuia tener cosa de su tierra ni de
otra comer a tu mesa. E quien quisiere leuar
tal pleyto e tan adelante como la verdad
muestra, e aun hallara verdaderamente que
ha en ella aleñe e traycion. E pues, señor,
tu eres hombre a quien los honbres tienen
por tan bueno, no deues sufrir tal cosa, e no
te ternian por rey». Y el rey, quando esto
oyó, hizo semblante que era muy sañudo, e
dixo brauamente: «Ylser, guárdate de dezir
cosa que tu honestamente puedes bienprouar.
Ca es cierto te ternian por loco, e demás ve-
nirte ha mucho mal». «Señor, dixo Ylser,
si quisiese negar su aleue e traycion, yo lo
preñare con el mejor cauallero que aqui ay».
«Cierto, dixo el vey, mucho dexistes agora,
pues conuiene que ante todo digays el nom-
bre de esta dueña»; e \lser dixo: «Señor,
esso os diré yo bien; se que ni ella es tan
osada que lo ose negar; esta dueña es la
reyna Iguerna, que alli esta». Entonces hizo
el rey continente que se espantaua desta
marauilla, e dixo a la reyna: «Dueña, vos
veys bien lo que aquel cauallero dize. Agora
mirad lo que fareys en esto, que, si el prueua
lo que dize, jamas no terneys tierra en mi
poder; e si yo quisiesse sofrir deuia por ende
perder la tierra. Ca cierto tal daño como el
dize no deuia quedar sin punición, mas ser
perdida para siempre la tal henbra, o que
la soterrassen vina»; e la reyna quedo espan-
tada por lo que le A'lser dixo, porque sabia
el mucho de su liazieuda. Empero respondió
su consejo de Iguerna, y ella con ellos, e
dixo: «Señor, si el quisiese entrar en campo
para prouar esto que dize, alguno ay aqui
que me defenderá con el ayuda de Dios. Ca
cierto, nunca de tal me entremetí, y esto sabe
Dios bien». E Ylser dixo: «Señor e ricos
hombres del reyno de Londres: verdadera-
mente esta querella que yo do atañe a vos
también como a mi, ca uedes aqui la reyna
Iguerna, que concibió de Yter Padragon, que
fue nuestro señor, de vn hijo la primera vez
que con ella durmió, mas ella, q\\e entendía
el destruymiento del rejmo mas que al pro,
no quisso que y quedasse, ante creo que lo
embio a matar o no se que fizo del, de guisa
que nunca del sopimos». «E ¿como?, dixo el
rey Artur, ¿tal deslealtad, crueza, fizo esta
buena dueña? e assi passo su cora(,'on con
tan gran deslealtad e no tomo manera de
otras mugeres, ca toda madre ama a su hijo
naturalmente». E Ylser respondió: «Si lo
ella quisiese negar, yo se lo cuydo prouar,
mas cuydo que nunca por ende vestiré lo-
riga, ca bien sabe ella que digo verdad pro-
uada» .
Cap. ClAY. — Como la reyna Iguerna dixo
como Merlin auia llenado el niño.
Fizo el rey continente que se marauillaua
mucho, e signóse, e cato a la reyna mucho,
e dixole: «¡Ay, dueña! ¿esto es verdad queste
cauallero dize? ¡Cierto mal hezistes si assi
es!»; y ella ouo atan gran verguenca, que
no supo que responder, ca bien sabia que el
cauallero dezia verdad, e leuantose estonce
en la corte vna tan gran buelta e tan gran
prefación, que fue \n\\y grande, e todos de-
zian que dezia Ylser verdad, que la reyna
deuia muerte recebir, y el rey los fizo a to-
dos callar, e dixo a la reyna: «Dueña, res-
ponded a lo que os este cauallero dize»; y
ella fue tan espantada, porque sabia quien
era, que tremia toda con pauor, e dixo vna
palabra, como muger que ha gran miedo:
«¡Ay^ Merlin, maldito seas! tu me en esta
cuyta metiste, ca tu ouiste el niño e no se
que feziste del». Estonce fablo Merlin e
dixo: «Dueña, ¿por que maldezis vos a Mer-
lin? ca muchas vezes os fue bueno a vos e a
Yter Padragon»; y ella dixo: «Si Merlin nos
fue bueno, caramente lo compramos, pues el
primer hijo que Dios nos dio leuo de nos, e
nunca después lo vimos ni sopimos que se
hizo del, e bien mostró que era fijo del dia-
blo, ca no quiso atender que fuesse cliris-
tiano, e assi lo leuo por baptizar, porque no
queria que Dios ouiesse en el parte» ; e Mer-
00
LIBROS DE CABALLERIxVS
lili dixo: «Yo (liria ende la verdad mejor
que vos, si quisiesse» . «Xo es verdad, dixo
ella, ca lo no sabeys assi como yo». E Mer-
lin dixo al rey: «Señor ¿querer s que os diga
como ]ilerlin lleuo el niño? Como vos dixo la
reyna, lo leuo verdaderamente, e contarvos
he como mas, pero hazed primero a la reyna
jurar que me no desdiga la verdad que yo
dixere» ; y el rey liizo traer los sanctos euan-
gelios, e la reyna dixo a Merlin: «Yo lo ju-
rare, mas quiero que me digays quien soj'-s» .
E jurólo luego en los sanctos euangelios que
no desdiría la verdad, e desi beso el libro,
e yrguiose, e el rey la mando estar en su
lugar, e dixo Merliu: «Dezid lo que comen-
Castes». «Señor, dixo el, de grado». E la
reyna dixo: <;Ante quiero que me digays
quien soys» ; e Merlin se torno en su dere-
cha forma en que lo ella muchas vezes viera,
e respondió: «Assi, dueña, yo os diré mi
nombre si lo no sabeys, mas bien cuy do que
me lueñe conoscedes, ca muchas vezes me
vistes»; y ella lo miro, e conoscio que era
Merlin, e dixo: «¡Ay, MerlinI agora se bien
que vos me fezistes acusar deste pleyto, e
fezistes gran tuerto, ca vos bien sabeys que
lo que yo fiz del niño, que lo fize por mando
de mi señor el rey, e conuiene que vos de-
des el niño o que murados por el, ca si Dios
me ayude e se verdaderamente que a vos lo
dieron, e si lo negardes, yo vos lo liare pro-
iiar, e hazer vos ha hazer tal escarnio, que
todos vuestros encantamentos no vos vale-
ran av cosa» .
Cap. CLY. — Como MerVni respondió a todo
lo que dexia la reyna Iguerna.
Comenr-ose entonce Merlin a sonreyr, e
dixo al rey: «Señor, la dueña dize lo que
quiere, e yo la escuchare porque ella es tal
dueña, mas si pluguire a vos, dezirvos he
como lleue el niño» ; y el rey dixo: «Ante
quiero de vos saber si soys vos Merlin» ; y el
respondió: «Yerdaderamente yo soy Mer
lin»; e muchos ricos hombres, que lo ya
vieran muchas vezes, lo conoscian, e dixe-
ron: «Señor, cierto sed verdaderamente que
este es Merlin» ; y ellos no cuydauan que lo
el rey conocía, y el rey los mando a todos
callar; y el rey dixo a Merlin: «¿Que res-
pondedes a lo que la dueña vos demanda?» ;
e Merlin dixo: «Señor, ¿de que» ; «Del niño
que vos fue dado assi como ella dize»; e la
reyna dixo: «Señor yo le demando el niño que
le fue dado, fazedme dende derecho»; y el
rey dixo: «Merlin, responded, ca a hazer vos
conuiene». «Señor, dixo el. de grado, e sa-
bed que vos no mentiré de ninguna cosa que
os diga» .
Cap. CLY i. — De como prono Merlin ^wr
testigos que el rey Artiir era hijo del rey
Vter Padragon.
«Yerdad es que el niño onde hablamos me
fue dado desde la hora que fue en el vientre
de su madre. E, quando nascio, dieronmelo.
E yo amaua mucho a su padre, e por ende
deuia amar el hijo, e assi fizo, e tanto que
me lo dieron, lo meti en salua mano y en
buena guarda, que lo criaron con tan gran-
de amor o de mayor que a su hijo, e si aquel
a quien yo lo di lo quisiere negar, yo se lo
fare conocer por su boca que ouiera o no» ; y
estonces se torno contra aquella parte do
Antor estaña^ e dixo a Antor: «Yo vos de-
mando lo que vos di, e sabed que aquel niño
porque vos Yter Padragon rogo que crias-
sedes, que es este que me la reyna deman-
da» . E Antor respondió e dixo: «Merlin, yo
no vos daré cosa, ca me no distes ninguna
cosa» ; e Merlin mudóse estopees en aquella
forma [que] lo diera, y el dixo: «Antor, ¿co-
noscedes agora si so yo aquel que vos lo dio?»
«Si, sin falta, dixo el Antor; vos soys el hom-
bre que me lo distes, e yo guárdelo tam bien,
que todos los del reyno me lo deuian grades-
cer» ; e Merlin dixo: «Dádmelo assi como vos
lo di». «Assi, dixo Antor, como meló distes,
no vos lo daré yo. Ca no es comigo, antes yo
soy con el; mostrarvoslo he grande e her-
moso; e vos me lo distes pequeña criatura» .
Y estonces se yrguio Antor, e fuesse al rey,
e dixole: «Señor, no os pese porque allegue
a vos» . Y el rey dixo que le no pesarla; y
estonce lo tomo Antor por la mano, e dixo a
Merlin: «Yedes aqui lo que me distes, guar-
dadlo bien si vedes que es este» . E Merlin
dixo: «No deuedes ende de ser blasfemado,
mas vos no creeré si es este fijo que me lo
hagades mejor conoscer»; e Antor dixo: «Yo
vos lo prona re con todos mis vezinos, que
saben el dia que me fue dado e que lo vieron
después criar, e que lo vieron hazer rey» ; y
estonce se leuantaron todos sus vezinos que
Antor hiziera venir a la cosa, e dixeron en
testimonio que todo aquello que era verdad,
e Merlin dixo: «Todos no dezides verdad,
mas dezidme si sabes el tiempo en que le
fue dado»; y ellos dixeron: «Si, muy bien».
«Pues, ¿cuanto ha?» dixo Merlin. Y ellos
dixeron: «Ayna aura diez y siete años» ; y el
capellán que lo bateo, que aula nombre Ar-
tur, dixo: «Yo lo batee con mi mano, e a
nombre como yo, no por mi, mas porque
fue assi mandado de Antor» .
BALADRO DEL SABIO MERLIN
61
Cap. CLVII. — Como fue conocido el
Artur 2)or fijo del rey Padragon.
rey
Estonces dixo Merliii a los ricos hombres:
«-Señores, ¿son estos testimonios de creer?»
«Si, dixeron ellos, ca son hombres buenos e
leales». «Por Dios, dixo Merlin, pues de oy
mas me quiero escusar de culpa onde me
acusen en esta corte»; e dixo a la dueña:
«Vos rae demandastes vuestro primero hijo
que me fue dado» ; y estonce tomo Artur por
el brai.'O e dixo: «Artur, tu padre te me dio
en galardón de mi seruicio , e de quanto
f ueste mió quitóte, pero ayna te podria lla-
mar por derecho mió; mas yo te digo sobre
mi anima e quanto yo tengo de Dios e de su
crescencia, que la rey na Iguerna que aqui
esta es tu madre, e tu eres su hijo, e que el
rey Yter Padragon te engendro la primera
noche que con ella durmió; e conuiene que
vays a ella e que la recibays por madre y
ella a vos por su hijo»; y estonce se mudo
el en forma qual el la solia ver, e dixo a los
ricos hombres: «Señores del reyno de Lon-
dres, vos fasta aqui despreciastes a vuestro
señor, porque no conociades su linaje; yo
soy Merlin, que por gracia de Dios se las
cosas escondidas y escuras, e las que han
de ser muchas dellas, y esto sabedes vos
bien, e por ende me deuedes creer vos bien
de las cosas que os dixere, e sabedes que
deuedes preciar e amar vuestro señor, pri-
meramente porque lo ouistes por gracia de
Dios e no por otra. E después desto, porque
el es el mas sesudo principe que agora ay
en el reyno de Londres, desi porque es de
gran guisa como ser hijo de Yter Padragon;
e porque vos hasta aqui lo tuuistes por vil en
vuestros coraQones, ca no lo conosciades, e
ruegoos que lo no ayades de aqui adelante
contra vuestro cora9on, mas amaldo e ser-
uildo como a derecho señor.
Cap. CLVIII, — Del alegria que se li izo por
conoscer al rey Artur x>or hijo de Vfer Pa-
dragon.
Después desto se comenco el alegria muy
grande por toda la corte, e el rey se leuan-
to, e fue a la reyna do estaua, e besóla e
abraí^ola como a su madre, j ella otrosi a el,
e llorando ambos con plazer. E quando los
ricos honbres esto vieron, loaron e bendixe-
ron a Dios, e dixeron que nunca Merlin tan
gran bien ni tan gran plazer hiziera auer al
reyno de Londres como en aquella hora. E
dixeron todos: «¡Bendito sea Dios que lo
aqui traxo, e que nos hizo auer conocencia
de nuestro señor natural, ca siempre por
ende valdremos mas nos e la reyna» .
Cap. CLIX. — De como vino a la corte del rey
vn canallero llagado.
La fiesta era grande, según dize el cuen-
to, e bien cunplida; el rey se assento a co-
mer, e dándole el primer manjar, aniño
que vn escudero entro a cauallo en el pala-
cio, e traia ante si vn canallero ferido a
punto de muerte, e era ferido poco auia de
vna lanzada por medio del cuerpo, e avn
traya las canilleras, e la loriga e el escudo; e
descaualgo luego, e puso a su señor en tier-
ra, e dixo al rey Artur: «A ti vine con gran
cuyta, porque he menester tu ayuda, e de-
zirte he como uerdad es que tu eres rey desta
tierra por la gracia de Dios, e quando te fue
entregado el reyno, prometiste a tus pueblos
que enmendarlas los tuertos que fiziessen en
tu tierra; e agora vino ende vn canallero, e
no se quien es, que mato a mi señor en
aquella montaña cerca de aqui, e agora
parescera como vengaras la muerte de mi
señor» . El rey ouo gran pesar destas nue-
uas, e comenfo en ello a pensar, e tan mu-
cho, que le no respondió a ninguna cosa que
el escudero le dixo; e Merlin lo miro vna
piega, e después dixo al rey: «¿Espantaste
destas nueuas? No te espantes, ca mucho
auras de conplir e de hazer; e si te espanta-
ses cada que tales nueuas vinieren a tu cor-
te, y esta es la primera auentura que a tu
corte viene; mas pésame mucho, porque en
tal comiendo la señal es muy mala, y enco-
jóse ('), e faz esta auentura meter en escripto,
e todas las otras que empos desta vinieren;
e sabe que tu, antes que partas deste mun-
do, serán tantos, que el escripto que ende
fuere hecho se liara muy gran libro; e esto
te dixe porque quiero que no te espantes
destas auentaras que te auernan, antes quie-
ro que me mantengas muy esforgadamente
quando vieres que vienen» . Y el respondió
que nunca tales cosas en su tierra vieron
nenian, e que por tanto era mas espantado
que si vinieran a menudo; y estonce pre-
gunto al escudero do era el canallero que lo
mato. «Por Dios, dixo el escudero, quien
alia quisiese yr, fallarlo ha a la entrada de
la montaña en vn llano, y es cerrado de
mata, e tiene vn tendejón que esta cabe vna
fuente, y el tendejón es el mas rico e mas
fermoso que yo nunca vi; y el esta ende no-
che e dia, e tiene dos escuderos, e no mas;
haze ay en vn árbol que esta cabe el tende-
(') Así el texto. Pero quizá deba leerse: «y eucjosa».
62
LIBROS DE caballerías
jon poner lanfas y escudos, e conuiene a
cada cauallero que por ay passare de justar
con el» . «Por Dios, dixo el rey, de gran ma-
rauilla se trauaja esse cauallero, e de gran
cora9on le viene quitar ensañar quantos
caualleros por ay passaron; e agora conuiene
que ayamos consejo sobre tal cosa, ca el
comento cosa onde ninguno no se osara tra-
bajar; e vos, Merlin, que sabeys las cosas
que los hombres han de hazer, ruegovos que
me consejedes». «Cierto, dixo Merlin, esto
haré yo, y en esta manera que os enseñare
agora, seré tenido en toda vuestra vida, mas
después de vos no uerna ninguno tan bueno
en toda esta tierra que mantener pueda la
costumbre, que no valdrán tanto; e agora
escuchad, e dezirvos he como; e vosotros,
caualleros que aqui soys, si os paresce que
digo bien, retraédmelo».
Cap. CLX. — Del consejo que dio Merlin al
rey sobre la muerte de aquel cauallero.
«Pues es verdad que este cauallero comen-
50 primero las auenturas de vn cauallero con
otro, y pues que las oomenco en tal manera,
conuiene que el tuerto que el haze que sea
enmendado por vn cauallero»; e el rey dixo:
«Pues por caualleros desta corte conuiene
que se enmiende, que uaya». «Verdad es».
dixo Merlin. E a estas palabras vino ay vn
escudero que seruia ante el rey, e auia nom-
bre Giflete, hijo de don ('). Amánalo el
rey mucho, porque era bueno y hermoso e
bino, y era del tiempo del rey, assi que no
auia menos que el sino tres dias, e siempre
biuio con el rey. E Giflete vino delante del
rey, e dixole: «Señor, yo vos serui hasta aqui
lo mejor que he podido; ruégeos que me deys
armas e cauallo en galardón de mi seruicio,
y me hagados cauallero, e y re ver aquel ca-
uallero que por su orgullo comento a matar
los hombres que passan por el camino, e si
vuestra corte no fuere vengada por mi, no
me pongan culpa, ca por mi no menguara»;
y el rey dixo: «Amigo Giflete, vos soys muy
niño para comen9ar tan gran cosa, y de mas
contra cauallero escogido. Ca cierto yo se
bien, que quien quiera lo puede bien enten-
der, que si el no fuesse bueno y escogido
que no comentara tan gran hecho; e por ende
vos consejo que os sufrades ende, ca yo em-
biare otro que sea mas vsado en las armas
que vos». «Señor, dixo Giflete, este es el
primer don que os pedi después que os fizie-
ron rey, e si os yo nunca fize cosa, ¿como
vos deuedes escusar de me lo dar?» E finco
(') El nombre no consta en el texto impreso.
los ynojos antel, c rogoselo llorando, y el rey
dixo: «Si Dios me salue, pésame; si bien no
vos fuese, pésame mucho. E agora atended
hasta mañana, e yo haré lo que me rogades,
y estonce podreys yr a vuestro cauallero si
el vuestro coracon loare» ; e Giflete se lo grá-
deselo mucho.
Cap. CLXI. — Coino Merlin consejo al rey
sobre el hecho de Giflete.
Assi quedo esto; y el rey hizo llenar al ca-
uallero llagado a vna cámara, mas no biuio
mas de tres dias; y estonce dixo Merlin al
re}": «Yos amades mucho a Giflete, y es dere-
cho, ca el vos ama de todo su cora9on e fue
criado con vos; yo vos digo que si no auedes
consejo que no tornara biuo de alia, ca sobe-
j amenté es buen cauallero aquel de la mon-
taña, e de gran bondad de armas. E ¿sabedes
quien es?»; y el dixo: «No»; e Merlin dixo:
«Aquel es el cauallero con que el otro dia
hablastes, que yua em pos de la bestia ladra-
dora; e Giflete es muy mancebo e tierno, e,
si fuere, aquel, que es muy fuerte e duro, lo
matara si la batalla mucho durara, e si Gi-
flete muriere en este estado, sera gran daño.
Ca, si bien sera muy buen cauallero e tan
bueno como aquel quealli esta o mejor, digoos
vna cosa que vos veredes que ay auerna, que
este sera el cauallero del mundo que mas
luengamente vos terna eonpaña. E quando
vos dexare, no sera a su culpa ni a su gra-
do, mas al vuestro, e no sera otro cauallero
que después os tenga conpaña en que vos
vea sino en sueños; y este sera el mayor
daño que nunca auino en el reyuo de Lon-
dres» .
Cap. CLXII. — Como Merlin consejo al rey
que deviandasse el jjrimer don a Ui/lete.
Y quando el rey esto oyó, comento a pen-
sar mucho, ca bien entendía le hablaua Mer-
lin en su muerte, e fue todo espantado, e
Merlin dixo: «Rey, ¿en que piensas? assi con-
uiene que las cosas vengan, como las Dios ha
ordenado, e no te espantes. Ca_esto que te
digo no auerna en el mi tiempo, e si tu mu-
rieres, assi morirá cada vno, e si tu supies-
ses quan honr rada mente has de morir, bien
deuias ende ser pagado e alegre; e assi sera
de todo en todo; mas puedes muy bien que
mi muerte es bien partida de la tuya, ca tu
morirás honrradamente e yo desonrrada, de
que seras tu muy ricamente soterrado, e yo
seré biuo metido so tierra, e tal muerte es
vergon90sa» ; y el rey se signo quando aque-
llo oyó, e dixole: «E. ¿como, Merlin, assi
BALADRO DEL SABIO MERLIN
63
moriredes vos tan desonrraclamcnte como
dezicles?» «Si, dixo Merlin, bien creed, e no
veo cosa me ende estorue sino Dios tan sola-
mente» . «Esto es gran marauilla, dixo el
rey, que por tan gran seso como el vuestro
no vos podes giiardar de tan gran mala ven-
tura» . «Agora dexemos de hablar desto, dixo
^lerlin, ca no digo cosa que assi no auenga,
mas de Giflete fablemos, que esta en peligro
de muerte. Ca, si tu no das consejo, verdad
te digo que lo no dexara por hombre del
mundo que no vaya a justar con aquel caua-
llero, que es de gran fuerga, e auerna que el
cauallero lo derribara en tierra de la prime-
ra justa, e quando viniere al ferir de las es-
padas, alli perderá Gfiflete todo el esfuergo, y
el otro fiere mejor de espada que hombre que
sea en esta tierra {'); e agora cata lo que ay
puedes fazer». «Cierto, dixo el rey, no se
yo que te diga» . Dixo Merlin: «Tu lo harás
de mañana cauallero. T desde fuere armado
no puede ser que te no de el primer don que
le pidieres, e tu le pide que tanto q\ie con el
justare, que se torne luego, e desta manera
lo puedes guarecer de muerte» ; e el rey dixo
que este era buen consejo.
Cap. CLXIII. — De como Giflete otorgo al rey
Artur el priyner don que le demando.
Fizo el rey de mañana cauallero a Giflete,
e Giflete era grande e fermoso. Y el rey le
dixo: «Yo os he fecho caualleio, e no os po-
deys agora escusar que me no otorgueys el
primer don que os pidiere» . «Señor, dixo el,
uerdad es, e pedido yo os lo otorgare muy
de grado» . El rey le dixo: «Yo no quiero mas
sino tanto que j ustedes con el cauallero, ora
os auenga bien, ora mal, sino que os torneys
a pie o a cauallo» . El le respondió: «Señor,
pues a vos plaze, a mi tanbien, e lo fare».
Estonce pidió su cauallo e sus armas, e ca-
ualgo , e no quiso que con el fuese cauallero
ni mogo; el rey quedo en su palacio muy
pensatiuo, porque amaua mucho a Giflete.
Cap. CLXIV. — De como los mensajeros del
emperador demandaron el tributo al rey
Ártur, e lo desafiaron.
Assi estando el rey, entraron doze hombres
uestidos de vn xamete blanco, e cada vno
traya en su mano vn ramo verde de oliua,
por significanga de paz, e quando vinieron
ante el rey, saludáronlo, y el a ellos, y el
vno hablo por todos, e dixo: «Rey Artur,
(') Esto le pasa á Angriote de Estravaus eu Amadiit
de Gaula (lib. I, cap. 18).
mandaos dezir el emperador de Roma, a
quien todos los señores temporales deuen obe-
decer, que tu a Roma embies tu renta, qual
esta tierra de render no la tires cuya fue co-
gida, ca muy gran mal uerna a ti e a tus
hombres e a tu tierra, ca sera ende destruy-
da; e agora cata bien que andes tan sesuda-
mente que por este pleyto no te uenga ende
mal ni daño a la tierra; e agora te puedes
guardar de muerte si quisieres»; e quando
esto ouieron ellos dicho, respondió el rey:
«Amigos, yo no tengo cosa de Roma, ni quie-
ro tener, y esto que yo tengo ouelo de Dios
solamente, que me dio el tal gracia, e me
dio este poder a destruymiento de mi alma
si no hiziese lo que deuo hazer e deuo, y el
saluamento es si touiese el pueblo ajusticia;
e aquel señor que me puso en esta alteza,
aquel daré yo renta, e todos los bienes e
honras que el me dio daré mas que a otro
ninguno; ca no soy tenudo de dar a otro,
pues que el me puso ay. Por esto dezid a
vuestro señor que no fue sesudo que tal cosa
me embio a dezir, ca yo so aquel que del cosa
no terne, ni de aqui renta no auera, ante vos
digo bien que si eras entra sse en mi tierra
por me la guerrear, que nunca tornarla a
Roma, si me Dios estoruar no quisiesse, e
guardadvos que otra vez no seades osados de
venir con tales nueuas. Ca mal vos podra
ende venir; e si mandaderos no fuessedes
mandarvos ya facer escarnio» ; e aquel que
hablaua por los otros, dixo al rey: «¿No nos
daredes otra respuesta?» Y el rey dixo: «No» ;
y ellos dixeron: «Agora vos desafiamos nos
por el emperador, e por todos aquellos que
lo obedescen, e dezimos vos bien que nunca
hezistes ni dexistes cosa onde vos tanto mal
venga» . «E agora vos jd de aqui, dixo el rey,
que bien recabastcs vuestro mandado». Y
estonces se fueron los mandaderos, y el rey
se quedo con sus gentes, e comengo a hablar
mucho del emperador. E flixo que no era
muy sesudo que renta le enbiaua a pedir, ca
esto no daria el a hombre del mundo; e ago-
ra dize el cuento que quando Giflete se par-
tió de la corte que caualgo tanto assi armado
que llego al llano do el cauallero era, e vio
la fuente y el tendejón tan hermoso como le
fue dicho.
Cap. CLXY. — De como Giflete desafio al
cauallero del tendejón.
Dize que a la entrada del tendejón vido es-
tar vn cauallo atado grande e fuerte e mas
negro que la pez, e adelanto, en vn árbol pe-
queño, estaua el escudo del cauallero, e
quando el vido esto, fue al escudo y echólo
64
LIBROS DE caballerías
en tierra ('), y el cauallero salió luego, e di-
xole: «¡Ay, señor cauallero! vos no hezistes
como cortes, ca me derribastes mi escudo, e
comigo vos deuiades tomar si vos fiz enojo,
que no con mi escudo que vos no meresce
cosa» ; e Giflete dixo que lo fiziera con despe-
cho del, e que lo emendasse si pudiesse; y
el cauallero le dixo: «Agoi-a me dezid por cor-
tesía cuj'o sodes» ; e Griflete dixo que era del
rey Artur. «Bien, dixo el, e agora me dezid,
por la fe que le deuedes, quanto lia que f ues-
tes cauallero». «Oy», dixo el. «¡Ay, Dios!
dixo el cauallero, ¿tan noucl soys e auedes
vos luego a combatir comigo que so vno de
los caualleros nombrados de mi tierra? e
agora vos yd, que Dios vos haga honbrc, e
cierto vos lo seredes, si Dios quisiere, que
es que tan altamente comenoastes caualleria
como de cauallero; dixo Clitlete: «¿Assi que-
redes que me vaya que no juste con vos? en
ninguna manera esto no puede ser» . «Si sera,
dixo el cauallero, porque si justasse con vos,
e vos llagasse ya mucho, no seria alegre.
Ca he esperan(,-a que ayna seredes buen ca-
uallero». «Todo esto no vos vale nada, dixo
Giflete, e conuiene que justedes comigo, e si
lo recelados, faredesme hazer cosa que me
sera verguenra, ca yo esto de cauallo, e
ferir vos ya assi como estades a pie» .
Cap. CLXVI. — Be como Giflete justo con
el cauallero del tendejón e fue derribado e
llagado.
Quando el cauallero esto oyó, respondió
riendo: «Por Dios, cauallero niño, no comen-
f;aredes a fazer villania por falta de mi»; y
estonces subió en su cauallo, e tomo su escu-
do e su lan9a, e dixolc: «Señor cauallero,
avn vos loarla que dexassedes esta justa»;
e Giflete dixo que en ninguna guisa no la
dexaria assi, y el cauallero dixo que se lo no
rogaria ende mas, e dcxose yr a el, e Giflete
otrosi , lo mas presto que pudieron; e Gifle-
te fizo bolar su lanf;a en piezas, y el caualle-
ro lo encontró por derecho, como aquel que
era auisado de tal menester, e firiolo tan re-
zio, que falso el escudo e la loriga, e metióle
por el costado siniestro el lanf;on, de guisa
que le passo de la otra parte el hierro con
gran pie^a del asta, mas de tanto le vino
bien que la ferida no fue mortal, e puxolo
assi como aquel que era de gran fuerza, e
batiólo en tierra, e al caer quebróle la lan5a
y quedo el tarafon en el; y el cauallero pas-
O Tocar el escudo coa la lanza, ó derribarlo en
tierra, era señal de desafío (cf. Amadü de Gaula,
lib. III. cap. 17, y lib. III. cap. 14).
SO por el, y después que torno, violo estar
que no se podia leuantar, e baxo a el, que bien
pensó que lo matara, e vuo gran pesar, e
dixo que fuera gran daño; ca si luengamen-
te viniera que no podiera faltar de buen ca-
uallero, ca mucho era ardid; y estonce le tiro
el 3^elmo y el auental de la loriga, que le
diesse el viento en el rostro, e después que
estuuo assi vna pie^a, torno como si fuesse
sano; e fue a su cauallo que vn escudero le
tenia, e subió en el, e tomo su escudo y lan-
9a, y enlazo su yelmo, e dixo: «Cierto, don
cauallero, yo no puedo dezir sino que soys
buen hombre, y el mas cortes que yo nunca
vi, e que justays mejor que yo pensaua, e
si me fuese otorgado de mas fazer contra vos,
maguer que yo llagado quedarla, que no os
enseñasse mi espada». El cauallero dixo:
«Cierto, cauallero niño, vos auedes corayon
para comen9ar gran hecho, e Nuestro ¡Señor
os de tal poder como el cora9on auedes, e
assi faredes de los buenos caualleros del
mundo»; e Giflete no respondía a cosa que
el cauallero dixesse, ante se fue a tan gran-
de yr tan mal llagado, que otro hombre que
de tan gran cora9on no se fuesse, no se po-
dría tener en cauallo por todo el mundo.
Cap. CLXYII. — Be como Giflete se fue
llagado e llego a la, corte.
Assi se fue yendo Giflete, y llego a la cor-
te a hora de vísperas, y entro a cauallo en el
joalacio; e quando el rey lo vio assi sangrien-
to, dixo con gran pesar: «Giflete, mejor os
fuera que quedasedes, ca bien os lo dezia yo
que no podiades durar contra aquel caualle-
ro; mas ¿que os parece del?» «Señor, dixo el,
assi Dios me ayude nunca mejor cauallero
ni mas cortes vi, ca mucho justo a miedos
comigo porque me veya tan mo90, c matara-
me si quisiesse, mas no quiso, ante tomo el
cauallo, e dixo que mucho le pesaua porque
me llagara» . «Por Dios, dixo el rey, de buen
cauallero me fablastes, assi de caualleria
como de cortesía, e agora pluguiesse a Dios
que le pareciesse yo». Entonces embiaron
por maestros, e pues que lo miraron, dixe-
ron al rey que no morirla, mas que le darían
presto sano.
Cap. CLXVIII. — Como el rey Artíir .<?e fue
a conbatir con el canallcro del tendejón.
Toda aquel dia e toda aquella noche pensó
el rey en el cauallero de la montaña, e que
si pudiesse yr que no lo supiesse ninguno
de sus gentes, de grado lo haria; e vn poco
BALADRO DEL SABIO MERLIN
65
ante que la luz saliesse, llamo a vn repos-
tero, e dixole: «üe y sácame luego armas e
cauallo, e todo lo que ha menester cauallero,
e sea tan encubiertamente que no lo sepa
ninguno sino tu». «¡Ay, señor!, dixo el, e
¿que quereys liazer?» «No te cures, dixo el
rey, c no ayas miedo, que luego seré aqui
si Dios quisiere a hora de prima»; y el
repostero no oso al fazer, e busco quanto su
señor le mando, e quando torno hallo ya
vestido e calrado, e dixole: «Catad aqui todo
loque demandastes» . El rey dixo: «Mucho
me plaze»; y armóse, e fizo sacar el cauallo
por vna huerta que auia cabe la cámara , e
caualgo en el, e tomo su lanra e su escudo,
e dixo al rej)Ostero: «Yo quiero que me
atiendas sobre este árbol, ca si tornasses e
no me viessen, preguntarían por mi»; y el
repostero quedo, y el rey se fue contra do
era el cauallero, e quando entro en la mon-
taña era ya el dia, e hallo a Merlin que huya
por tres villanos qiic yuan en pos del, e
cada vno traya en su cuello vn gran seguron
con que lo queria matar; e quando el rey
vio a ]\[erlin, marauillose, e dio bozes a vno
de los villanos que lo yuan alcanzando, e
dixo: «Dexa, malo, no le toques, ca te ma-
tare por el» ; e quando el villano vio el caua-
llero armado que lo amena<,'aua, comento a
huyr, e metióse en una mata alli donde
pensó mejor huyr, e otrosi hizieron los otros
dos; y el rey fue a Merlin, e dixole: «A'os
cerca erados de muerte si Dios por aqui no
me truxera esta hora» . «De mi no vos espan-
teys, dixo Merlin, mas sabed que vos soys
mas cerca de vuestra muerte que yo de la
mia». Y el rey le dixo «¿Que sabedes vos
ende?» «Y ¿como? dixo Merlin, ¿no vos
yuades conbatir con el cauallero del tende-
jón?» «Si», dixo el rey. «Agora sabed, dixo
Merlin, que no le podeys durar, j deziros
he: porque es cauallero fuerte y rezio, e
vsado deste oficio, e vos soys mancebo e
tierno, e no aueys aun la meytad de la
fuerca que auedes vos de auer de aqui a
cinco años, ca no soys vos vsado ni aueys
armas que cosa ualan, y el tiene las mejores
de toda esta tierra, e tales que ya por lan(;a
ni por espada que vos ayades no tomara
daño, y el ha vna espada atal, que bien
conuiene a tal cauallero como el es. Ca sin
falta es el mejor cauallero de toda esta tie-
rra, e agora catad como soys guarnido otra
el, e yo no ueo cosa que contra el vos pueda
valer, sino el gran coraron y ardimiento que
aueys, e por ende quiero que os torneys, ca
sobejo sera daño si os quereys yr a tan gran
cosa» ; y el rey dixo a Merlin: «No me podeys
dezir cosa por que me torne, hasta que prueue
Lililíes DE CAUALLEnÍAS. — 5
el cauallero a lanoa y espada». E Merlin
dixo: «Pues que a mi consejo no quereys
creer, yd alia e no me trabajare ay mas».
Cap. CLXIX. — Como Merlin dixo al rey Ar-
tur la ra\oii por que corrian tras del los
villanos.
Estonce dixo el rey a Merlin que por que
corrian los villanos em pos del tan braua-
mente, e Merlin dixo: «Corrian em pos de
mi por vna cosa de uerdad que les dixe» .
«¿E por que?», dixo el rey; e Merlin dixo:
«Yo yua por esta montaña solo assi como
veys, e la ventura me leuo do aquellos villa-
nos estañan cortando robles, e cuytauanse
fieramente de los cortar; yo les dixe: «¿Por
que cuytades agora tanto de los cortar?» Y
ellos dixeron: «Porque los auemos menes-
ter» ; e yo les dixe: «En mal punto vos cuy-
tades tanto de vuestra mala ventura, ca
cierto es locura; ca bien sabed que quanto
mas os cuytades de los leuar para vuestras
casas, tanto masayna moriredes, e dos de vos
serán enforcados destos robles mismos, y el
tercero sera muerto de vuestros segurones.
E quando ellos esto oyeron, fueron muy
sañudos, e corrieron em pos de mi por me
matar, e fizieranme mal si pudieran» . «E
agora me dezid, dixo el rey, si es verdad
assi como deziades» . «E cierto, dixo Merlin,
assi sera de todo en todo. Ca quando de aqui
se partieron, se pelearon por vn roble que
conpraron en la carrera, porque les pareció
bien conprado e cada vno dellos lo queria
para si, y en la pelea, los dos que son her-
manos mataron al tercero que era su primo
dellos; y a esto verna la justicia de la villa,
e fallaran los robles que llenaran de aqui,
porque los fallaran cerca, y enforcallos han
de alli»; y el rey se comenr-o a sonreyr, e
dixo que Merlin no sabia esto por Dios, mas
por el diablo. «No fableys en mi saber, dixo
Merlin, que aun oy os valdrá mas que toda
vuestra bondad» ,
Cap. CLXX. — iJeromo el reij Artur desafio
al raíiallero del tentíejon.
Entonce fueron fablando en tal guisa que
llegaron al llano do estaña el cauallero, e
quando el rey miro por Merlin e no lo vio
cerca ni lexos, e comentóse a sonrreyr, e
dixo: «Por Dios, mucho ha de fazer quien
al diablo quiere guardar» . E quando llego
calje la fuente, fallo al cauallero que estaña
posado en vna silla ante el tendejón, todo
armado, fuera de escudo e de langa, e dixole
sin saluallo: «¿Quien vos mando guardar el
66
LIBROS DE caballerías
puesto de la montaña, assi que ningún caua-
llero natural ni estraño puede passar el
elimino sin justar contigo?» Y el se leuanto,
e dixo: «Cauallero, yo mismo comencé ende
el feclio por mi seso sin grado de otro:>.
«Tuerto fezistes, dixo el rey, que a lo me-
nos no lo hezistes por mi mandado ni por
plazer del señor de la tierra, e yo os mando
de su parte que tireys el tendejón de aqui,
e jamas no seays osado de aqui adelante que
no vos entremetays en tal guisa» . El caua-
llero dixo que no faria cosa por el ni por
liombre que aqui viniesse, fasta que la ven-
tura traxesse por ay tal cauallero que lo
pudiesse conquerir por armas; y el rey dixo:
v;Yno viene aqui que por armas os con-
querira aqui en este canpo, e yo seré aquel,
o seré escarnido o rotraydo; e por esto quiero
que os guardeys de mi, ca yo os desafio, o
sobid ayna en vuestro cauallo, ca en otra
guisa fareysme fazer villanía, ca os ferire
assi como estays a pie» .
Ca.p. CLXXI. — De como el rey Artur justo
con el cauallero del tendejón e fue derro-
tado.
Y quando el cauallero lo oyó assi hablar
tan argullosamente, dixo que poco preciaua
su arguUo, ca bien pensaua cíe le fazer lo
que quisiesse en poca de liora; y estonce su-
bió en su cauallo, e tomo su escudo e su lau-
ca, e pregunto al rey si queria justar, e res-
pondióle que no venia ay por al; e estonce
se alargaron vno do otro quanto vn tiro de
ballesta, e dexaronse assi venir quanto mas
presto Iludieron las laucas baxas, e hirié-
ronse tan fieramente, que anbas bolaron en
piegas, e toparon los cuerpos de los caualleros
tan fieranrentc, que ambos fueron atordidos;
mas ningiino dellos no cayo de aquella vez,
ante se passaron vno por otro muy mal tre-
chos; e pues folgaron vn poco, y el rey metió
mano a su espada, e quiso yr al cauallero,
mas el le dixo: «¡Ay, cauallero! si os plazo
no comencemos tan ayna la batalla de las
espadas, mas deziros he que fagamos, e seria
gran cortesia. Nosauemos aqui muchas bue-
nas langas e fuertes, comencemos a justar
fasta que vno de nos caya en tierra»; y el
rey dixo que le plazia; y entonce tomo el
cauallero dos laucas, e la vna dio al rey e
la otra t<ímo para si; estonce justaron otra
vez, e quebraron las lauQas; y estonce dixo el
cauallero al rey: «Assi Dios me ayude, caua-
llero, yo no se quien soys, mas digoos que
.soys el mejor justador que yo nunca vi ni
halle; mas no seays por ende mas orgulloso,
ca no lo digo por amor que os aya, mas por
el bien que en vos veo» ; y el rey no respon-
dió a cosa que le dixo; y el cauallero le dixo:
«Yo os ruego que justeys la tercera vez». El
rey dixo que no la faltarla mientra que el se
pudiesse tener en la silla; y el cauallero
tomo vna lauí^-a, y dio al rey otra, y estonce
se dexaron correr muy sañudamente, que
cada vno se preciaua poco porque no derri-
uaua al otro, e tan rezia mente yuan, que
páresela qiie la tierra querían fender con los
caiuxllos, e ñrieronse tan fieramente que me-
tieron los fierros de las laucas por los escudos
e cayo el cauallo del rey sobre el, y el caua-
llero passo por el, e torno luego, e fallo al rey
en pie, mas el cauallo le huyera; e el cauallero
le dixo: «Bien vees que mejor me va de la
justa que a vos, ca vos estados a pie e yo a
cauallo, mas pero, porque soys el mejor jus-
tador que nunca falle, yo os quitaría la bata-
lla si quisiessedes, ca en ninguna guisa no
querría que mal os viniesse do yo fuesse».
El rey dixo: «Ya, si Dios quisiere, pues
mengue en la justa, no dexare mi batalla
que no la siga fasta la cima, e a quien Dios
fiuisiere ende dar la honra, tómela» . Y quan-
do el cauallero esto oyó, dixo: «¿Como os
quereys conbatir comigo que esto a cauallo
e vos a pie, e vees que me va mejor que a
vos?» Y" el rey dixo: «Como quier que sea no
dexare mi batalla, ca jamas no auria honra
por ser yo sano e rezio».
Cap. ChXKll. — De la hatnUa del rey Artur
e del caballero del tendcjou.
E quando el cauallero vio que no podria
ser en otra manera, pensó vna proeza de ar-
mas que aun nunca fuera fecha en el reyno
de Londres, e fue gran cortesia, e después
la fizierou otros muchos buenos honbres; y
el rey tenia su escudo al cuello e su espada
en la mano, e dexose yr a el, que estaua en
el cauallo; e quando lo vio venir, tiróse afue-
ra, e dixole: «Sufridos vn poco, cauallero,
ca, si Dios quisiere, no me conbatire con vos
estando yo a cauallo e vos a pie, ca, si vos
venciesse, no auria honra»; y estonce se
apeo, e ato su cauallo a la entrada del ten-
dejón, y enbraco su escudo, c tiro su espada
de la vayna, e dixo al rey: «Agora me sera
mayor honra si os venciere que de me con-
batir con vos a cauallo, mas avn vos loarla
si dexassedes esta batalla»; y el rey dixo
que no lo faria en ninguna guisa, y el caua-
llero se dexo yr a el e diole vn tan gran
golpe por encima del yelmo, que a duro lo
pudo sofrir; y el rey no fue perezoso, e dio
tal golpe al cauallero, que el cauallero se
tuuo ende por bien encargado, mas el era
BALADRO DEL SABIO MERLIN
67
rezio e vsado de aquel oficio, e sabia mucho
de esgrimir, e tuno al rey en tal cuyta, que
ante que el primer comiendo passasse, ouo
el yey tales dos llagas en el cuerpo, onde
otro honbre se touiera por mal trecho de la
menor, e perdió mucha sangre, ca la espa-
da del cauallero era buena; y el rey, que
era de gran coraoon y ardid, esfor(;'auasse
todavía, e sofria golpes que el otro le daua
a menudo; mas el no lo feria tan poco que no
le sacasse mucha sangre, ca le hizo muchas
llagas; y tanto duro la batalla y en tal guisa,
que ambos sofrieron gran trabajo, e ayudaua
mucho al rey que era mas ligero e biuo que
el otro, e si touiera tan buena espada como
el otro, ouiera la mejoría de la batalla si no
ouiera perdido tanta sangre, ca esto le hizie-
ra perder gran parte de su fuer§a.
Cap.CLXXIII. — Como quebróla espada al rey
Artur en la batalla del cauallero.
Después que esto ouieron fecho, folgaron
vn poco, e después fueronse a la batalla, e
ferieronse, y al ferir toparon las espadas vnas
en otras, e la espada del rey fue cortada
cabe el arias, e quedo al rey la empuñadura
en la mano; e quando el vey tío que auia
perdido la espada vuo gran pauor quando
sin ella se vio, demás que era llagado e muy
cansado, e veya que el otro era mejor caua-
llero sobejo; no supo que hazer, ca se veya
en peligro de muerte e de perder toda su
honra, e por ende nunca fue en tan gran j)e-
ligro; e quando el cauallero lo vio sin espa-
da, pensó que lo meterla en pauor de muerte,
por saber si lo meterla en couardia por al-
guna palabra, ca bien veya derechamente
que era ardid e de gran coraron, y estonce
le comenro a dar golpes muy a menudo, e a
despede^alle el yelmo y el escudo c la loriga,
y el rey se cobria de aquello que le quedara
del escudo, e sofria y enduraba los golpes del
cauallero; y el rey sania tanto de esgrima,
que pocas vezes lo podría ferir, y el caua-
llero se marauillaua como el rey podia tanto
sofrir, ca bien sabia que perdiera mucha
sangre, e pesauale mucho si lo ouiesse de
matar, porque lo fallaua buen cauallero, e
preciaualo mucho sobre todos aquellos que
el nunca hallara; y estonce dixo al rey, por
lo prouar: «Señor cauallero, vos vedes bien
como soys muerto; si vos no os otorgays por
vencido e si vos no os meteys en mi poder,
no aura ende al sino tajaros la cabeca»; e el
rey dixo: «Cierto, cauallero, vos soys sandio
desto que dezis; ca. si Dios quisiere, por
pauor de muerte no diré cosa que se torne a
verguenga, ca mas recelo vergüenza que
muerte». «Esto no ha menester, dixo el ca-
uallero, a dezir vos conuiene, o la muerte es
[con] vos» . El rey dixo: «Quando la muerto
me viniere, recebir me conuerna, mas yo
pienso que aun no esta llegaLhi como vos de-
zis» ; e estonce hecho en tierra quanto tenia
del escudo e del espada, e fue al cauallero, e
abra(;olo, e leuantolo quanto pudo, assi que
bien lo aleo vn i)almo de tierra, e dexolo caer
en manera que lo hecho debaxo de si, e cayo
el cauallero tan gran cayda, que fue todo ator-
dido; y el rey tomólo por el yelmo tan rezio,
que le quebró las correas, e léñeselo de la
cabeca, e si echólo a lexos, e si tuuiera con
que le matar, acabada fuera la batalla.
Cap. CLXXIA^. — Co7uo ouo fin la batalla del
rey Artur e del cauallero del tendejón .
Quando el cauallero vio que lo echaua de-
baxo si, e que le tirara el yelmo, ouo miedo
que le tomasse la espada que le cayera de la
mano quando lo derribara, que caj^era cerca
del, e que lo matarla; con este pauor de
muerte esfor9ose, e tomo al rey de toda su
fuerea, e apretóle con sus bragos a sus pe-
chos tan fuertemente, que sentía el rey que
moría e perdió el poder e la fuerea, tanto
lo apretó; e quando el cauallero vio que en-
flaquecía el rey, boluiolo e pasóle debaxo de
si. E auia tan gran pesar del trabajo que so-
friera e del miedo, que se le oluido todo el
buen talante que ante auia, e guisóse cortar
al rey la cabega, e el le quiso cortar los lazos
del yelmo, e en esto estando, hevos Merlin
que estaña presente que veya toda la batalla,
e quando vio al rey en peligro de muerte,
corrió alia, hallólo que el cauallero le tenia
el yelmo, e dixo al cauallero: «No lo ma-
tes, ca hazes perder el rey no de Londres tan
buen señor». «E como, dixo el cauallero,
¿este es el rey?» «Si, cierto», dixo Merlin;
e el cauallero, que estaua sañudo, dixo: «No
lo dexaria por ende» ; e aleo la espada por lo
ferir. E quando Merlin esto oyó, fizo su en-
cantamiento en tal guisa, que fizo luego al
cauallero dormir sobre los pechos del rey, e
Merlin dixo: «Agora podeys ver que mas os
valió mi saber que vuestra buena caualleria,
e oy de mañana vos dixe que assi vos auer-
nia» . Y el rey se leuanto muy ayna, e vio
al cauallero que no se reuoluia y pensó que
lo matara Merlin por su encantamento, y
dixo: «¡Ay, Merlin! mal fezistesque tal hom-
bre matastes, e no sera jamas este daño co-
brado, ca este era al mi pensar el mejor ca-
uallero del mundo, e assi me ayude Dios
como ante querría perder el mejor castillo
que he que el fuesse muerto» . E Merlin dixo:
68
LIBROS DE caballerías
«¿E pensades que es muerto?» «Assi me pa-
rece», dixo el rey. «No es muerto, dixo Mer-
lin, mas duerme, y no despertara fasta que
vos quieres»; y el rey dixo: «¡Como ouiera
de ser ante escarnido por la espada que me
falleció!» «¿No os lo dixe yo, dixo Merlin,
que os falleceria? E sabed que yo no se en
toda esta tierra mas de vna buena espada, e
aquella es [en] vn lago do moran hadas, e
si vos aquella podiessedes auer, aquella os
duraria siempre» . Y el rey dixo: ',<Ay, mi
amigo bueno, ¿podcysmelo hazer auer?» «Yo
os llenare do ella es. dixo Merlin, mas jior
mi no la podcdes auer, ca no he ende el
poder, mas pero se que la auredes en tal ma-
nera que vos marauillaredes ende mucho».
Cap. CLXXY. — De como Merlin dixo al
rey Ariur que anrie la espada.
«Agora nos vayamos, dixo Merlin, a casa
de vn hermitaño (pie es cerca de aqui, e fol-
gareys ay esta noche, e pensar os han de las
llagas, e mañana, si quisierdes caualgar,
y ros he mostrar del espada do esta» . El rey
dixo que no auia llaga por que dexasse de ca-
ualgar; y estonce caualgo el rey en el caua-
11o del cauallero, c Merlin en el suyo, y se
fueron ambos para la casa del hermitaño que
era en la montaña; y el hermitaño era hom-
bre bueno e de santa vida, e fuera muy buen
cauallero de armas, e sabia mucho de llagas.
E quando el rey baxo en casa del hermitaño,
desarmáronlo, y el hermitaño le miro las
llagas, e dixo que no auia llaga peligrosa. E
aquel dia estouieron alli; e otrodia de maña-
na caualgaron, tanto que llegaron a la mar,
c tornaron contra vna montaña, e hallaron
vn lago, e Merlin dixo al rey: «¿Que vos pa-
resce desta agua?» «Pareceme, dixo el rej',
muy honda, y que no ay hombre que por
ay entrasse que no se perdiesse» . «A'erdad
es, dixo Merlin, que no hay hombre que ay
entrasse sin mandado de las hadas cuyo es,
que luego no fuesse muerto. E sabed que
alli es la buena espada que os dixe»; y el
rey dixo: «¿Como la podremos auer?» E ]\ter-
lin dixo: «Agora ayna la podreys auer si
Dios quisiere» .
Cap. CLXXYI. — Como Merlin dixo a la
donxella q/íe dic.s.se el espada al re// Ariur.
En quanto ellos esto hablauan, vieron pa-
recer en medio del lago vn espada por sobre
el agua, e vna mano, e vn brar-o que parecia
fasta el codo; y era vestido el braf;o de xa-
mete blanco, y en la mano tenia la espada
toda fuera del agua. E Merlin dixo: «Agora
podeys ver la espada onde yo vos hable que
leuaredes». «Ay, Dios, dixo el rey ¿como la
podremos auer? Ca en este lago no podria
ninguno entrar que no moriesse»; e Merlin
dixo: «Dios nos enbiara algún consejo, e
agora atendamos vn poco» ; ellos en esto fa-
blando, vieron vna donzella que venia en vn
muy buen palafrén, y, quanclo llego a ellos,
sainólos, y ellos a ella, e dixoles: «Bien se
que atendcys aqui. Ca vos estays atendiendo
que ayades aquella espada; en ninguna gui-
sa esto no puede ser sino por mi» . «Cierto,
dixo Merlin, esto se yo bien, que si no la
pudiesse auer. por vos, 5^0 la auria. i\[as vos
encantastes este lago, en guisa que mi en-
tendimiento no puede valer ninguna cosa, e
por ende os ruego que vayays por ella, e que
la deys a mi señor el rey, ca bien sabeys
que agora no ha hombre en quien tam bien
sea onpleada •> . «Esto se yo, dixo ella, e por
esto me acuyte yo tanto de caualgar e de lle-
gar ayna a vos, e digo vos que si el me otor-
gase el primer don que yo le pidiere, que yo
se lo daré» . Y el rey le prometió que so lo
daria, si fuesse don que se lo pudiesse dar.
«Esto os pido», dixo ella.
Cap. CLXXYII. — Como la donxella dio al
rey Artnr la espada con su vayna Esca-
lihor.
Y estonce se metió a pie por sobre el agua,
en guisa que se le no mojaron los pies ni al,
e fue a la espada, e tomóla, e la mano que la
tenia escondióse so el agua, de guisa que no
parescia mas de aquella vez; e la donzella
vino al rey, e dixole: «Señor, aqui la espa-
da, e sabed de verdad ca, según yo creo, no
ha tan buenas dos espadas en el mundo; e si
yo no pensasse que esta espada sera bien
empleada, vos no la auriades. Ca mas rico
thesoro ay en ella que vos pensays» ; y el rey
tomo la espada,' y agradesciolo mucho a la
donzella; y ella dixo: «Quierome yr, ca mu-
cho he lueñc que hazer, e miembrevos lo que
me prometistes, ca por auentura ayna os lo
diré que vos pensades» : y el rey dixo:
«Quando vos quisierdes» ; y el miro la espa-
do, e vio que la vayna della era muy rica.
E precióla mucho, y después saco la espada .
e miróla, e viola tan hermosa e tan buena,
que bien le páreselo que no auia tal en todo
el mundo. E Merlin dixo: «¿Que os parescc
desta espada?» «Yo la i^recio, dixo el rey,
tanto, que no ha castillo por que la diesse, y
no creo que ay arma en el mundo que le pu-
diesse durar teniéndola lionbre bueno en la
mano». «Agora me dezid, dixo Merlin, ¿qual
preciades mas, la vayna o el espada?» Y el
BALADRO DEL SxVBIO MERLIN
(¡i)
rey dixo: «Mas jirecio el espada que tales
cinco vaynas, porque esta es la mas hermosa
e la mas rica que nunca vi ni cu^'do que en
el mundo aj^^--. «Cierto, dixo Merlin, agora
pienso que conocedes poco el bien que la dou-
zella os fizo. E agora sabed que la vayna
vale mas que tales siete espadas; ca es de vn
cuerno que a tal virtud, que hombre que la
traxere no jDerdera sangre ni recebira llaga
mortal tanto que sea armado a razón» ; y esto
dixo Merlin de la vayna e de la espada, e
dezia verdad; mas como esta verdad fue pre-
ñada no lo dirá el cuento, mas cuéntalo en la
batalla del rey Artur y del hermano del rej"
Rion, e quando contare que Morgayna su
hermana la tomo e la dio a su amigo Cornion
que matasse con ella al rey Artur; e por esta
espada el rey Artur ouiera a perder la ca-
bera si no fuera por la donzella del lago que
fizo ay venir a Merlin, e fasta alli atended el
cuento, que os dirá de la vayna la verdad, e
de su virtud della (^).
Cap. CLXXYIII. — De como el rey Artur
encontró al can alie r o del tendejón.
E quando el rey oyó que Merlin loaua la
vayna, pregunto si era verdad, y Merlin
dixo: «Xo lo sabreys fasta que la proueys e
la perdays» . «¿Como, dixo el rey, a perdella
he?» «Tomada os sera, dixo Merlin, e no me
pregunteys ende mas, ca no os lo diré». Y
estonce se partieron del lago, e ciñóse el rej^
su espada, e fue muy alegre porque auia atan
rica cosa; e tanto anduuieron, fasta que lle-
garon do el rey se conbatiera, e vieron el
tendejón, mas no vieron el cauallero; y el
rey dixo a Merlin: «¿Sabeys vos que fue del
cauallero de aqui?» E dixo Merlin: «Si, e
deziroslo he; anoche, quando de aqui par-
timos, yo lo desencante, e pensó de sus lla-
gas e folgo, e agora enantes aniño que la ven-
tura traxo por aqui vn cauallero de vuestra
corte que llaman Iglan, y es natural de Ca-
maloc, e tanto que se vieron, dexaronse
correr assi, e tanto duro la batalla que Iglan
huyo como aquel que auia pauor de muerte
e que no podia ya mas durar, y el cauallero
es ydo tras del a Cardo^d. e yo os digo que
vos lo fallareys cerca de la ciudad» ; y el rey
dixo: «Yo os digo que no le puede faltar ba-
talla de mi parte, que si el no hallare algu-
no que lo venca, que jamas no dexara passar
a ninguno por ante su tendejón sin batalla» .
«Cierto, dixo Merlin, por mi consejo nunca
(') Virtiul extraordinnria tiene también la vaina
de la espada que el caballero extraño lleva a la corte
del rey Lisuarte, en el cap. l?>, lib. II de Ainudú de
Gaulu.
os juntaredes esta vez con el, ca no aureys
aj'" honrra ninguna, porque vos estays rezio
e folgado, y el esta lazio e cansado» . Y el rey
dixo: «Pues quiérelo dexar esta vez»; y el
rey pregunto a [Merlin como podia ser que la
donzella andana sobre el agua q\ie no se mo-
jaua, e Merlin comenvo a reyr, e dixo: «Se-
ñor, no es assi como os paresce, mas yo os
diré como es, ca yo lo se bien todo» .
Cap. CLXXIX. — Como Artur se torno a su
corte, y Merlin con el.
«Verdad es que alli ay vn muy gran lago,
y es mu}^ hondo, y en medio aj vna peña en
que hay cosas muy ricas e muy fermosas e
grandes, mas son assi encantadas, q\ie no las
puede ninguno ver acá de fuera si de dentro
no entrare ('); e por do la donzella y na, no
auia vn ¡Minto de agua, ante yua por vna
puente de madera que todo honbre no puede
ver, e por alli salen y entran lo que dentro
moran, ca aquellos la ven e no otro; y assi
lo creed, dixo Merlin, ca en otra guisa no
podria passar tan ayna» . E assi fueron hol-
gando e hablando desto e de al, fasta que lle-
garon a la ciudad, e fallaron al cauallero del
tendejón e no le fablaron cosa; e passaron
vnos por otros, e fuesse el rey a la ciudad,
mas nunca tan gran alegría vistes como
fizieron sus ricos honbres quando lo vieron,
ca mucho auian gran pauor de lo perder.
Cap. CLXXX. — De como caso Moryayna
con el rey Orlan.
Aquel dia que Artur torno con el espada
del lago, pidió el rey Orian a Morgayna su
hermana por muger, y el rey Artur se la dio
muy de grado, ca la no podria mejor casar
con honbre de su reino, e diole vn castillo
que auia nonbre Tarugie, que estaña sobre
la mar, y era el mas fuerte que hombre vio.
Y" el rey Orian de Grarloc fizo grandes bodas
a marauilla, e mucho fue alegre porque tan
altamente casare. E la primera noche que
con ella durmió liizo en ella vn hijo que lla-
maron Y'uan, hijo del vej Orian.
Cap. CLXXXI. — Como el rey Rion emhio
desafiar al rey Artur.
El rey se partió de las bodas e fuesse a
Cardoyl, e vn dia estaña comiendo, e vino a
(') Este es otro lugar común de los libros de caba-
llerías. Tiene su precedente en el famoso tesoro que
guarda el enano Audvare en el interior de un to-
rrente. (Vóa'^c el poema de Sigurdo, en la segunda
parte del Fdda de Saemuudoel Sabio.)
¡o
LIBROS DE caballerías
el rn cauaUero muy bien vestido, y era
estraño,edixole: «ReyArtur: mándate desa-
fiar el rey Rion, señor de Xorgales, que ya
conquisto seys reyes, e todos son a su serui-
eio, y en remembranza desta vitoria tomo a
cada Yno la barba, e orlo dellos vn manto:
mas porque te precia mas que los otros que
conquisto, mándate dezir que vayas a el; si
quisieres del tener tu tierra y fazerle ome-
naje, recíbela del; mas con el comiendo en-
biale tu barua, y liazerla ha meter en los
texillos de su manto, porque te precia mas
que a los otros, y tu haz lo que te manda, ca
en otra guisa tu no puedes escapar que no te
quite la tierra, ca contra su poder tu no pue-
des mucho durar». El rey Artur, quando
esto oyó, comencé a reyr, e dixole: «Amigo,
pareceme que no soy yo a quien el rey te
enbia. ca yo nunca vue barba, ante soy muy
niño, y si la ouiesse no se la enbiaria, ante
quería dar la cabera, y de lo que enbia
dezir, yo lo tengo por el mas loco rey que
nunca oy fablar; y dile de mi parte que si en
mi tierra entrasse por me fazer mal, que
nunca tornara a la suya»; y el cauallero
dixo que lo diria assi a su señor, y assi se
fuy y el rey fablo ay muy mucho, e dixo que
nunca auia oydo demanda tan sin guisa ni
de tanta soberuia, e dixo a los suyos: «¿Ay
alguno de vosotros que conozca al rey Rion?»
«Señor, dixo vn cauallero que auia nombre
Nazan, tiempo lia que lo conozco; e sabed
que es vno de los buenos caualleros del
mundo, e tan venturoso en quantas guerras
comienca, que a todas da cima a su honrra.
E por esto he miedo que os traerá mal de la
guerra»; y el rey dixo que quier le auiniesse
que queria la guerra.
Cap. CLXXXIL— Co7«o el rey Artur mando
prrfjonar qne le triixcssen los niños.
Mucho fablaron en este pleyto; y el rey
dixo vn dia a Merlin: «¿Llegara ayna el
tiempo que vos dixistes por que ha de ser este
rey no destruydo?» ; e dixo Merlin: «En aquel
tienpo que yo os dixe» . «E agora sabed, dixo
el rey, que j'a niño no nascera en aquel mes
en todo el reyno que no faga tomar e meter
en vna torre, o en dos, o en mas, si tantos
fuessen, e fazerlos he criar fasta que aya
consejo de lo que me dezides». «Rey, dixo
Merlin, en vano lo prouareys, ca sabed que
no lo fallareys, ante auerna como yo dixe»;
y el rey dixo que todauia lo prouaria; y assi
entendió el rey, e Jiizo luego apregonar que
quantos niños de alli adelante nasciessen,
que todos se los traxessen, e assi fue hecho,
que pensauan todos que por bien fuera e no
por lo que el hazia; e cierto el rey lo dezia
por escusar el gran daño que Merlin le di-
xera que auia de venir en la tierra por aquel
niño que nascicra. o aquel tienpo, e tantos le
traxeran ante nasciesse Morderec, que me-
tían en vna torre quinientos c cinquenta; y
el mayor era de tres semanas. Y el rey Lot,
que sabia que su muger era preñada y que
ayna auia de auer su fijo, pregunto muchas
vezes al rey que queria fazer de aquellos
niños: y el rey encubriólo muy bien. E
quando el rey Lot supo que su muger auia
fijo, hizolo baptizar, ca assi fazian todos
ante que los enbiassen, e ouo nombre en el
baptismo Morderec; e dixo a su muger: «En-
biemos a nuestro fijo al rey vuestro herma-
no, ca assi hazen todos»; y ella dixo: «Pla-
zeme, señor, pues que a vos plaze».
Cap. CLXXXIII. — Couio Morderec escajw en
la cuna del peligro de la mar.
Y estonce hizo el rey meter el niño en vna
cuna muy rica e muy hermosa, cubierta con
ricos paños, e quando su madre metió el
niño en la cuna, firiose el niño en vn palo
de la cobertura, assi que ouo una llaga en el
rostro que siempre le pareció después: y al
rey peso mucho de la llaga, e no quedo por
ende que no lo embiasse. E después metié-
ronlo en vna ñaue con gran conpañia de ca-
ualleros e de dueñas, e dixoles que lo llenas-
sen a su tio; y ellos dixeron que assi lo farian,
si Dios lo sacasse a puerto, y estonce se par-
tieron de la ciudad de Ortania, y el viento
dio en las velas, en guisa que en poco de
tiempo no vieron tierra, e ouieron buen
tiempo aquel dia y aquella noche, e la ma-
ñana mudóse, y leuantose vna gran tempes-
tad, que todos ouieron pauor de muerte, y
llamauan a Jesu Christo e a los santos o san-
tas que los acorriessen e ouiessen dellos duelo
y de aquella criaiara tan pequeña. Mas el
viento fue tan empeorado, que dio con la nao
en la peña, e quebróla toda, y fueron todos
muertos sino Morderec tan solamente, que
estaña en su cuna, e la cuna andaua nadando
cerca la ribera, e a esto vino vn pescador en
su barco do querría pescar, ca el viento era
xa manso, y fallo la cuna y el niño, y con
ello fue muj'- alegre, y tomólo en su brazo, e
quando vio que el niño era assi guarnido,
que andaua metido en paños de seda y en
otras riquezas, luego entendió que era de
gran guisa, e fue mas alegre que ante; tomo
la cuna con el niño, e tornóse luego para la
villa do moraua, y fuesse para vn lugar dos-
uiado para sacallo de guisa que no lo enten-
diessen, y mostrólo a su muger. «Cierto,
BALADRO DEL SABIO MERLIN
71
dixo ella, Dios nos quiere fazer bien, ca [de]
la riqueza desta cuna podemos nos solamente
biuir bien veynte años; y Dios lo fizo porque
sabia que nos era menester, o agora ya no
auremos cuyta» .
Cap. CLXXXIV. — De como fue criado Mor-
derec en casa del duque Nahor^ padre de
Sagramor.
«Dueña, dixo el pescador, este niño es de
gran guisa, e conuiene que lo criemos lo
mejor que pudiéremos, y si Dios qnisiere
que lo supieron aquellos donde viene, mu-
cho nos puede ende bien uenir otra cosa» .
«¡Ha! dixo ella, que lo aria ende, este niño
no puede ser que no sea muy ayna conocido;
llenémoslo al señor de la tierra assi como lo
fallamos, ca si después supiessen que lo
fallamos y lo no llenamos, destruyrnos ha» .
«Por ende, si me ayude Dios, dixo el pesca-
dor, este es el mejor consejo que ha». Y
estonce llenaron el niño al señor de la tie-
rra, que auia nonbre Nabor el rachador, e
auia vn fijo, que fasta dos años auria, que
auia nombre Sagramor, y este fue designes
de la compaña de la Tabla Redonda e caua-
Ilero marauilloso, que fizo después muchas
buenas cauallerias; e fue amigo de Tristan
el buen canallero, e vuo nombre Sagramor
el rachador, assi como el Cuento del sancto
Grial lo cuenta y mas largamente; y mucho
fue Nabor alegre quando el niño vio, ca
bien le pareció de gran guisa en los buenos
guarnimientos que le vio, e dio grande auer
al pescador que lo traxera de guarnimien-
tos, de guisa que se tuno ende por bien
pagado, e fizo el niño criar con su hijo en
vno, y dixo que si los dos llegassen a edad
de ser caualleros, que los haria ambos en
vno caualleros. Assi escapo Morderec de
peligro, y todos los otros que con el venian
se perdieron, que assi fue su ventura; y el
duque Nabor fizo guarecer al niño de la
llaga que auia en la cabera. Y fallo vn
escrito en la cuna que aula nonbre Morde-
rec, mas no fallo de su fazienda.
Cap. CLXXXA". — Couio el reij 'Artur
pensaua en el hecho de los tiiños.
Y dize el cuento que el rey Artur fizo
ayuntar todos los niños en sus torres quan-
tos en Londres nascian, assi como el cuento
ya nos mostró. E quando el tienpo passo
que Merlin dixera, pensó el rey que los
matarla, ca bien ¡jenso que aquel onde el
gran mal auia de venir que era en aquel ki
compaña;
Cap. CLXXXVL — De como apareció al rey
en sueños vn grande honbre.
Yna noche, estando el rey assi pensando,
adormiose, y parecióle que venia a el vn
lionbro el mayor que nunca vio, e que le
trayan cuatro bestias, mas no pudo conocer
que bestias eran; y el hombre dixole al rey:
«¿Por que te guisas de liazer tan gran mal
que quieres matar estas criaturas que son
sin pecado y limpias de toda maldad del
mundo? E mucho mas valdría que el Criador
del cielo e de la tierra que no te diera esta
tierra que te dio; y el te puso por pastor
destas sus ouejas, e tu eres tornado lobo.
Y ¿que tuerto te fizieron estas criaturas
sanctas que quieres matar? Cierto, si lo
fazes, el alto maestro que te puso en este
señorío en que eres tomara de ti venganga
tal, que para sienpre ende fablaran». E el
rey miro al hombre bueno, e marauillose de
lo que le dezia, e comengo a pensar, y el
honbre bueno le dixo: «Yo te diré que harás
de que te ternas por bien pagado: Fazerlos
meter en vna ñaue sin maestro e sin remos,
sin gouernalle, e fazeles tender la vela. Y''
estonce vayan por esse mar a qual parte los
leñase el viento, e si escajjaren de peligro,
bien mostrara Dios que los ama e que no
quiere su muerte, e bien te deue esto plazer
si no eres el mas desleal y el peor que nunca
fue en esta tierra» ; y el rey dixo: «Maraui-
llosa venganoa me enseñaste, e ya en otra
guisa yo no fare sino assi como dezides»; y
el lionbre bueno dixo: «Esto no es venganga
que tu tomaras, ca ellos nunca lo merecie-
ron a ti ni a otro, mas esto es porque cun-
plas tu voluntad, ca tu cuydas que por esto
estoruaras el destrnymiento del reyno de
Londres, mas no lo faras, ca todo assi uerna
como el hijo del diablo te enseño».
Cap. CLXXXVJL— Co«?o el re>j Artur fizo
jyoncr los niños en vna nao por la mar.
Despertó entonces el rey, e bien le páres-
elo que aun el hombre bueno estaba antel.
E quando vio que era sueño, santiguóse y
encomendóse a Dios, e dixo que haria de los
niños lo que el honbre bueno le dixera. E
aquel dia hizo el vej aderecar vna nave
grande, e no supo ninguno para que era, e
quando fue noche, mando meter ende todos
los niños, que eran por cuenta setecientos e
diez y nueue. E después hizo tender la vela
a la ñaue, e el viento dio en ella, assi que
en poca de ora dio con ella en alta mar; e assi
fueron los niños en auentnra de muerte, mas
no plugo a Dios, ca no merescieron por que,
79
e fizo apartar la ñaue cabe vii castillo que
auia nombre Aemelin, y era fuerte e bien
labrado, y era señor de aquel castillo vn rey
que fue gran tiempo pagano e auia poco que
se tornara cristiano, e amaua e temia mucho
a Nuestro Señor, e auia nombre Tauor; e
nasciole vn fijo de su muger poco auia; mas
después le fue este nonbre quitado en casa
del rey Artur. y este Tauor fue después
buen cauallero e muy ardid: mas porque era
negro y feo como su padre, llamauanle todos
el laido ardido, e la historia fabla del mu-
chas vezes en la Donnnda del santo Grial.
E quando la ñaue aporto en la ribera, cabe
el castillo que os dixe, el rey estaua fuera
con gran conpaña de caualleros e otra g^ente,
e vino assi por auentura que passo por ante
el puerto, e quando vio la ñaue mando que
entrassen dentro, e que viessen que andana
ay, e los que entraron dentro dixe ron que
andauan muchos niños; y el rey entro den-
tro, e quando los vio, marauiÜose, e santi-
guóse e dixo: «Señor Dios ¿quien pudo tan-
tos niños ayuntar? ¡Yo pienso que tantos
niños no av en el mundo!:>
Cap. CLXXXVIII. — Cotno aportaron los
niños en saluo, e fueron bien criados.
Luego dixo vn cauallero: «Yo os diré que
sea esto: El otro dia me aniño que por auen-
tura fue al reyno de Londres, e vi que el
rey Artur hizo aj untar todos los niños del
reyno assi como nacian, e ñzolos poner en
sus torres, e no sabia ninguno ])or (|ue lo
fazia, e agora creo bien que los hizo meter
en la mar, porque algún mal le ha de venir
por ellos, por quanto los ricos lio ubres no
consentían que los matassen assi entre ellos,
e quisieron antes que los echassen en la
mar a su auentura. e bien puede ver quien
quiera que si tanto amaran su vida como su
muerte, que los no metieran en la ñaue sin
gouernador e sin gouernalle» . Y el rey dixo:
«Por buena fe, dezis verdad, e bien me i)si-
resce que assi es. e agora catemos que hare-
mos de los niños, ca, pues Dios nos los em-
bio, queria que fuessen en lugar do lo
supiessen pocos; y pues el rey Artur ([uiso
su muerte, e supiessen que los yo tenia, des-
amarme ya, e su desamor no lo querría yo,
ca me vernia ende mal a mi e a mi tierra» .
«Señor, dixo el cauallero, meted en esta ñaue
honbres que los llenen a vna de vuestras in-
solas apartadas, e alli serán que nunca el
rey Artur sabrá nada; e todo lo hizo el rey
assi como el cauallero dixo, e hizolos llenar
a vna insola, e fizo ay hazer vn castillo muy
LIBROS DE caballerías
bueno e muy fuerte, e tan hermoso que
nunca lo hombre vio mejor, en que los me-
tió, y les dio quanto ouieron menester, que
no les falto ninguna cosa; y después que el
castillo fue fecho, púsole nombre el rastillo de
los Desheredados^ que nunca después aquel
nonbre perdió.
Cap. CLXXXIX. — Como se ensañaron los
ricos onhres contra el rey por los niños.
Pues dize la historia que, quando los ricos
honbres del reyno supieron que el rey les
enbiara los hijos assi, ouieron tan gran pe-
sar, que no pudieron mayor, e vinieron a
]ilerlin, porque sauian que lo amaua el rey,
e dixeron: «¿Que faremos por tan gran des-
lealtad como este rey ha fecho, e nunca tal
fizo hombre?» «Ay, señores, dixo Merlin, por
Dios no vos asañedes atan mucho, ca esto
que el haze, por pro del reyno lo haze, ca
sabed verdaderamente que en este reyno
que agora se nos nascio vn niño en esta
tierra, por cuyo hecho el reyno de Londres
sera destruydo e todos los honbres buenos
muertos, assi sera esta tierra sin buen señor
e sin buenos caualleros; e porque el rey
queria que esto no auiniesse a el ni a vos,
hizo esto a los niños». E quando los ricos
honbres esto oyeron , dixeron a Merlin :
«¿Esto es verdad que lo fizo el rey por esta
cosa?» «Assi es, si Dios me saine, dixo Mer-
lin, e digo mas de los niños verdaderamen-
te: que todos son biuos e sanos, ca no quiso
Niiestro Señor que se perdiesse en la mar, e
ante que sean diez años los aureys con vos
sanos e alegres»; e quando ellos esto oyeron,
fueron muy ledos, ca bien creyan a Merlin,
e quanto les dezia . e dieron al rey por
quito e quanto ay hiziera. Assi metió Merlin
paz entre el rej^ e sus ricos honbres, e, si lo
no fiziera. gran mal pudiera ende venir a la
tierra.
Cap. CXC. — Como supo el rey Artur que el
rey liion le eatraua la tierra.
Yn dia, estaua el rey comiendo a su mesa,
e comiera ya dos manjares. E los caualleros
auian sabor de hablar, e, do estañan hablan-
do, entro por el palacio vn cauallero todo
armado, e andaua llagado de tres lanzadas,
e su cauallo era tan cansado del correr que
hiziera, que cayo con el tanto que entro en
el palacio; y el cauallero era ligero y biuo,
e leuantose luego e dixo al rey: «Señor, tra-
yovos malas nueuas, ca el rey Rion entro
en vuestra tierra con la mayor gente que
BALADRO DEL SABIO MERLIN
73
nunca vistes; y quema e destruye quanto
halla, e mata a los lionbres; e ya tomo e
quemo no se quantos castillos, e, si no ane-
cies consejo, ayna os tirara quanto auecles> .
E quando el rey esto oyó, dixole: «¿Donde
dexastes al rey Rion?» «Señor, dixo el, yo
lo dexe sobre vn vuestro castillo que llaman
Carabel, con la mayor gente que yo nunca
vi» . «Agora dexad, dixo el rey, que yo se lo
tare dexar, si Dios quisiere, a su desonra».
Y estonce mando pensar del cauallero, e de-
si fizo hazer sus cartas para todas sus gentes
que fuessen todos con el en Cálamete, e ante
q\ie fuessen diez dias fueron todos asonados
con el treynta mil caualleros, que el mas
couarde dellos se tenia por muy ardid.
Cap. CXGI. — Co)}io el rey e los caualleros
pi'ouaron la espada que traya la donxella.
Aquel día que el rey Artur ouo de mouer,
vino a el vna donzella que le dixo: «Rey
Artur, a ti me enbia vna dueña rica y her-
mosa, que es mi señora , e llamanla dueña
de la insola de Auelon, y embiame a ti por
hallar ayuda e acorro en tu corte de vna
cosa en que ando en gran cuyta, y de que
nunca cuydo ser libre sino en tu corte» ; y
entonce echo en tierra vn manto que traya
cubierto, e dixo al re^: «Señor, veys aqui
vna espada que trayo ceñida, e no la puedo
sacar de la vayna ni desceñilla. Ca no ha
cauallero que la pueda sacar si no fuere ver-
daderamente el mejor cauallero de su tierra,
y el mas leal, que no haya en el cosa de
engaño; e que, si tal fuere, puédeme dece-
ñir e quitar las correas. Ca sabed que por
correas se ciñe e libra a mi, e leñara la es-
pada, e librara a mi desta cuyta en que
ando, que en quanto la traxere nunca aure
bien ni holganza sino poca» . «Cierto, dixo el
rey, marauilla es la que dezides, ca me pa-
rece que quien quiera os la podria deceñir» .
«Sabed, dixo ella, que no es assi como vos
dezides, ni como vos cuydades, ca me la no
podria ninguno deceñir si no fuere tal como
os digo». Y el rey dixo: «Todo cauallero
deue esto prouar, ca muy gran honra puede
y acabar; ca se mostrara por el mejor caua-
llero desta tierra, e aura tantas buenas ma-
neras como dezis; e porque yo so señor do la
tierra e dellos, quiero prouar primero, no
porque soy mejor cauallero, mas porque lo
prueuen ellos mas de grado» ; y estonce fue
a la donzella, e quísole desnudar las correas
del espada, mas no pudo, e comonco a tirar
por ellas, assi que [si] tales fueran como las
otras, [las] quebrara; e la donzella dixo al
rey: «No ha menester tan gran fueroa el que a
esk espada dará cima, ni tomara en ello tan
grande atan» ; y estonce se fue el rey assen-
tar, e dixo a los otros: «Esta auentura no es
mia, ydvos a prouar. e a quien Dios qui-
siere dar la honra, tómela»; y estonce fueron
todos los altos honbres, vnos en pos de otros,
mas no fue y tal que la pudiesse desnudar
las correas, pero que lo preñaron todos, sino
vn pobre cauallero que era natural de Yber-
landa, el qual cauallero era ayrado por un
pariente del rey de Yberlanda que matara, e
touieralo en ])rision el rey medio año. e
saliera de la prisión poco auia, e por esto
era pobre á marauilla, mas, avnque era pobre
de auer, era tan rico de coraron y de fuerza
e ardimento, que no auia en el rey no de
Londres en aquel tiempo mejor cauallero que
el; mas porque parecía pobre no le hazian
los otros ninguna honra, ni fablauan del al
rey, ca nunca los ricos hablan de los pobres,
ni grande honra dellos toman, mas, como los
veen, assi les hazen.
Cap. CXCII . — Como Baalin el saluaje
acabo la auentura del espada que traya
la donzella.
Y pues todos los del palacio, pobres e ricos,
preñaron la espada, el rey, que bien cuy-
daua que todos fueran ay, dixo a la donze-
lla: «Conuieneos que os náyades alueñe si
quisierdes ser libre, ca me paresce que no
ay aqui quien os libre, y pésame ende inn-
cho, ca me fuera grande honra». «¡Ay, Dios!
dixo ella, e ¿assi me y re desamparada desta
corte de tanto honbre bueno e tanto caua-
llero? Por cierto, agora no se do vaya, pues
assi aqui falto. E ya fue a la corte del rey
Rion, e tanto remedio falle como agora aqui»;
y el rey dixo: «Donzella, no podemos dar
remedio, pues que a Dios no plaze». «¡Ay!
dixo ella, agora me conuerna sufrir mayor
pena e gran martyrio, e no lo merezco» . Y
estonce comento mucho a cuytarse, e dixo
que se yria; y estonces fablo al rey e a su
conpaña: «Señores, a Dios seays». E quando
el cauallero vio que se yua, salió dentro los
otros señores con pesar, porque no le man-
dara el rey que se prouasse, como mandara
a los otros, e dixole: «Vos, donzella, por cor-
tesía, atendedme vn poco fasta que prueue
esta espada assi como los otros» ; e como lo
vio tan p -^brómente, no se pudo tener que
le no dixesse: «Cierto, por nada tengo que
lo proueys, ca no jjodria creer tan ligera-
mente que vos soys el mejor cauallero deste
palacio, do ay tantos honbres buenos >. Y el
74
L115R(3S DE caballerías
dixo: «Donzella, no me desdeñedes por mi
pobreza, ca yo fue mas pobre que agora e no
ay [en] esta corte cauallero a quien yo uoda-
sse mi escudo»; y estonce tomo las correas
del espada, e trauo de los nudos, e desfizolos
todos, e tomo la espada, e dixo a la donzella:
«Agora vos podeys yr quando os pluguiere,
mas la espada a nii quedara, ca me paresce
que la gane>^: estonce la saco de la vayna. e
la donzella le dixo: «Señor, vos me libras-
tes, gracias aya Dios, e aueys ganado gran-
de honra, ca bien se muestra por este hecho
que vos soys el mejor cauallero desta corte:
mas, pues me librastes, no fue en este pleyto
que vos la espada quedasse; por ende os
ruego que me la deys, assi como en vos deue
auer cortesía». Y el jiixo que se la no daria
aunque supiesse que todos los de la corte lo
tuuiessen por villano. Y ella dixo: «Yo vos
digo que, si la leuades, que os verna ende
mal. E sabed que el primero que con ella
matardes que sera el honbre en el mundo
que vos mas amays, que sera Balaan vuestro
hermano»; e el dixo que de todo en todo
leuaria la espada, aunque cuidasse que con
ella auia de morir. «Agora sea assi, dixo
ella, pues que os plaze, mas sabed que ante
de dos meses vos auredes ende mal. E avn
os diré otra cosa, e sabed que auerna assi
como vos yo dixere, que ante que este año
passe, vos conbatirej's con vn cauallero que
os matara con esta misma espada, e vos a el;
e porque yo querría que tan gran mala ven-
tura no auiniesse a tan buen cauallero como
vos soys, querría leuar la espada; ca si esta
espada fuesse en lugar que hombre no la
pudiesse auer, vos no moririades con armas;
agora leualda pues que os plazé, ca cierto
sed que leuades con ella vuestra muerte».
Y el dixo que si su muerte en ella leuaua,
que la no dexaria por ende, tanto la ve^'a do
buena e fermosa. Estonce dixo a vn su escu-
dero: «Ve, e traeme mis armas e mi cauallo.
Ca yo so aquel que mas no biuire en esta
corte, ca mucho mostraron ay que pobreza
haze tener a todo hombro en vil» ; y el escu-
dero se partió del palacio, e se fue a la po-
sada por mandado de su señor; y el rey que
esto vio, auia gran verguenca de lo que oye-
ra dezir al cauallero, vino a el, e dixole:
«Ay, cauallero, por Dios no os pese porque
fue descortes contra vos, e yo os lo qiiiero
emendar a vuestra voluntad; y esto fue por
vos no conocer, e yo vos ruego que queda-
des, e prometoos que no seades pobre, e que
no me demandareys cosa que vos no de, en
tal que seays de mi mesnada» ; y el cauallero
dixo que no quedaría con el por ruego que
le fiziesse ni por cosa que le diessé; e el rey
dixo que le pesaua mucho, ca mucho auia
que no viera cauallero cuya compañía antes
quisiera ('). E mucho hablauan todos de
aquel cauallero que diera cima a la auentura
de la espada, do todos los otros faltaran, e
dixeron que tales ay ouo que hiziera por en-
gaño de algún encatamento que sabia; e con
esto estaua mas vfano que por bondad que en
el ouiesse En quanto ellos assi hablauan,
vino aj'' vna donzella encima de vn palafrén,
y entro ante el rey, e dixole: «Rey, tu me
deues dar vn don qual yo te pidiere»; y el
rey la cato, e vio que era aquella la donzella
que le diera la espada del Lago. E dixole:
«Cierto, donzella, verdad es, e j'O vos lo daré
a mi poder. Mas, si os pluguiere, dezidme
vna cosa que vos preguntare, e ¿como ha
nombre la espada que me distes?» E ella
dixo: «Ha nombre Escaliber (-)». «E pues,
pedid, dixo el rej', lo que os pluguiere». Y
ella dixo: «Yo vos pido la caber-a deste caua-
llero que se va, o de la donzella que vino
con el. E ¿sabeys por que os demando atan
gran don? Porque este cauallero mato vn
mi hermano, vn buen cauallero. E esta don-
zella hizo matar a mi padre. E por ende
me querría vengar del o della». E quando el
rey esto oj^o, fue muy espantado. E dixo:
«¡Ay, donzella! por Dios os ruego que me
demandes al, ca tal don no vos podría dar
sin mi desonra, ca no ha hombre que lo
sepa que lo no tuuiesse por muy gran mal,
e por muy gran desafuero matar ninguno
destos que mal no me hizieron» .
E quando el cauallero vio que la donzella
pedia su cabec-a, fue contra ella, e dixole:
«Donzella, mas ha de tres años que vos
ando buscando, tanto que no sossegue jamas.
Ca vos matastes a mí j)adre con poní.-oña. E
porque vos no podía fallar, mate a vuestro
hermano. E pues vos hallo aquí, yo no vos
iré buscar lueñe» . Entonces saco la espada
de la vayna. E quando ella la vio, quiso fuyr
fuera del palacio por escapar, y el cauallero
le dixo: «No es menester, ca en lugar de mí
cabeza que pediste al rey, le daré j^o la vues-
(') Una escena análoga ocurre en AinadU de Gaula
(lib H. cap. 14).
(') Kra co.stumbre, entre los caballeros de la Edad
Media, poner nombres á sus espadas favoritas.
tDnruos e dos espaiUis; a '"oiada c a Tizo.ii;
hie.n lo snhvdcn uon f¡ue las r/nne a (juisn de. varón,).
(Poema del Cid. v. 2',:.') 6.)
Y, en uno de los romances de Roldan (Duran: Rn-
iiianccru general, t. 1. p. 2J0), se lee:
«l.lrf/ó el. valiente fíoldán \l de todas armas armado,
lin el fuerte briador, \\ su poderoso eabullo,
V tu fuerte Di'bli.ioi.ia || muij hien ecñida á su lado..>
BALADRO DEL SABIO MERLIN
tra». Entonces le dio vn tal golpe, que le
eolio la cabera en tierra, e tomóla, e dixo al
rey: «Señor, sabed (jne esta es la cabera de
la mas aleuosa donzella que nunca entro en
vuestra corte. E si mucho con .vuestra mer-
ced viniera, gran daño por vos ende viniera,
e yo vos digo que tan gran alegría nunca fue
fecha como sera en el royno de A^berlanda
qiiando supieren que esta donzella es muer-
ta». Quando el rey esto oyó, fue sañudo, e
dixo: «Cauallero, cierto vos hezistes la mayor
villania que yo nunca vi a tal cauallero como
creya que vos erades. Que cierto es que nin-
gún cauallero estraño ni conoscido me tan
gran desonrra ftziera, ca mayor desonrra no
me podia hombre hazer que matar donzella
después que ante mi estouiesse o en mi corte;
aunque ouiera hecho mal, no deuiera mal
recebir, que atal es la costunbre de mi corte.
E vos fuystes el primero que la quebrantas-
tes por vuestra soberuia, e yo digo que si mi
hermano fnessedes, que os matarla por ello,
e agora os yd de mi casa e no parezcays ante
mi, que cierto no seré alegre fasta que esta
soberuia sea vengada» .
Cap. CXCIII. — Como el cauallero hinco los
ynojos ante el, e le pidió por Dios le per-
donasse, e el rey no quiso.
Quando el cauallero vio que el rey era tan
sañudo, entendió que era tan gran mal por-
que matara la donzella en su presencia. Fin-
co los ynojos antel rey, e dixo: «Señor, por
Dios, merced, que cierto bien conozco que
erre malamente, e por Dios perdonadme».
El rey dixo que lo no haria. «¿No? dixo el;
pues a lo menos, porque vine a vuestra corte,
que me guardados de los vuestros» . «Cierto,
dixo el rey, esto no haré en ninguna guisa,
antes les ruego que venguen esta desonrra,
ca tan desonrrados son ellos como yo. Ca por
mi ni por ellos no lo quisistes vos dexar,
tanto nos preciastes poco, e ydvos de aqui,
que no hallaredes de mi al agora». E quando
el caiiallero vio que no hallaua merced de
su yerro, fuesse a su posada. E leuo la cabe-
9a de la donzella a su casa, e mostróla á su
escudero, e dixo: «Cata la cabera de la don-
zella que yo tan luengamente andana bus-
cando». «¿Do la hallastes?» dixo el escudero.
El cauallero le contó todo quanto le auiniera.
Entonces comento el escudero a llorar, e dixo
al señor: «Mal hezistes, ca por ende perdis-
tes la compaña de todos los de la corte y el
allegamiento del rey, y en mal dia fue esta
donzella nacida» . «No te pese, dixo el caua-
llero, ca si le erre, ayna fare que se pague
de mi, ca todo honbre de gran guisa se deue
pagar de cauallero, e de bondad que en el
aya». El escudero dixo: «Vos ¿que haredes?»
El cauallero dixo: «Yo le traeré la cabeya
del mas mortal enemigo que el ha e que el
mas d\ida; o yo se la daré muerto o bino en
prisión» . Y el escudero dixo: «¿Quien es este
su enemigo?» «Este es el rey Rion, dixo el, el
mas poderoso honbre que agora ay en el
mundo, enpero el es poderoso, e yo cuydo,
con ayuda de Dios, hazerlo venir ayña a la
merced del rey Artur, e assi me perdonara» .
«Dios vos dende el poder» , dixo el escudero.
«E agora te diré, dixo el cauallero, que ha-
gas: vete al rey de Yberlanua, e llena esta
cabega de la donzella; muéstrala a mis ami-
gos, e diles que me vengue del aleuosa que
me mato a mi padre, y en tal lugar do auia
muchos de los caualleros mejores del mun-
do»; y el escudero hizolo assi, mas pregun-
tóle do lo hallarla quando tornasse, y el caua-
llero dixo: «Yo cuydo que me hallaredes en
la corte del rey Artur, ca yo cuydo, si Dios
quiere, que ante que tu vengas seré yo su
amigo» . Y estonce tomo el cauallero sus ar-
mas, e subió en su cauallo, e ciño la espada
de la donzella con la otra suya que traya,
assi que leuo ende dos espadas ceñidas, e desi
tomo su escudo e su langa, e fuesse contra
do cuydo que fallarla al rey Rion con su
hueste, e quando fueron fuera de la villa, el
escudero se despidió del, e fuesse con sus
dos espadas, e por estas dos espadas que traxo
mientra que fue bino, perdió el su primero
nombre, que le llamauan Baalin el saluaje,
e vn su hermano que era tan buen cauallero
como el, llamauanle Baalan el saluaje, e de
aquel Baalan nascio Didonax el saluaje, que
fue conpañero de la Tabla Redonda, e muy
nonbrado e de grandes hechos; mas aquel
Baalin perdió su nombre por dos espadas.
Ca no se nombraua Baalin, mas el cauallero
de las dos espadas, e por este nombre fue
conoscido mientra biuio, e si mucho biuiera,
fuera nombrado sobre todos los que armas
tomaron en el rey no de Londres, mas no
plugo a Dios que mucho durasse y el mesmo
fue ocasión por razón de su muerte. Ca el
quiso dar cima de tan grandes fechos jjor
amor del rey, que no dexo lueñe ni cerca
que no fuesse a buscar auenturas e que se ay
no prouasse, e hizo ay tanto en el primero
año, que para sienpre fablaran, porque no
recelaua a ninguno que topasse. Ca topo con
su hermano, con quien se conbatio, e matá-
ronse ambos porque no se conoscian, y esto
fue gran daño, ca anbos eran muy buenos
caualleros y que en todo el reyno de Londres
no auia tan buenos dos hermanos.
<o
LIBROS ÜE caballerías
Cap. CXCiy- — De como el rci/ Artur se qnc-
xnua del caunllero de las dos espadas.
Dize agora el cuento que quando el caua-
llero se partió del palacio del rey, quedo
muv aquexado por la gran desonrra que le
auia hecho, e pregunto a sus ricos hombres
que haria ay derecho del fuero de su corte
que era quebrantado; ca no cuydaua que tan
sandio hombre en el mundo ouiesse que la
osasse cometer en fazer tal cosa en su pre-
sencia, ni ante tanto hombre bueno como ay
estaña, ni ha en el mundo cosa tan amada
por que lo deuiessen sofrir a ningún hombre.
Cap. CXCV. — Como el rauallero de Irlanda
dixo que rengaria la desonrra que Iñxo el
canallero de las dos espadas.
Entonces se yrguio vn cauallero de Irlan-
da, que se tenia por vno de los mejores de
todo el mundo, e assi era, mas no era atan
bueno como pensaua; y este auia gran embi-
dia del cauallero de las dos espadas porque
acabara la ventura e porque el faltara, e
cuydaua que fuera por alguna barata; e no
podia creer que el otro era mejor que el, e
dixo al rey: «Señor, si os pluguiere, yo ven-
gare a vos e a vuestra corte de la desonrra
que aquel cauallero fizo» . El rey dixo que le
plazia onde mucho, e que se lo agradescia,
e que lo fiziesse, «ca yo quiero, dixo el, que
todos ayan esta costumbre»; e el cauallero
se lo grádeselo mucho, e fuesse a su posada,
e armóse lo mejor que pudo, e subió en su
cauallo, e tomo su escudo e su lan^a, e fuesse
lo mas ayna que pudo em pos de Baalin.
Cap. CXCVL— i'e como Merlin dixo mucho
mal de, la donxella que traxo el espada a la
corte.
Pues cuenta la historia que después que
el cauallero de Irlanda se partió de la corte
para yr empos de Baalin, mando el rey tomar
la donzeUa y meterla en vna cámara, e que
le fiziessen'los oficios de la sancta yglesia
que le conuenian, e aquella ora entro .Merlin
en la corte, e tanto que vio la donzella que
el espada truxera, dixo: «¡Ay, donzella:,
¡Maldita sea aquella que vos acá embio, e
maldita seades vos que acá venistes, ca de
vuestra venida empeoro mucho la corte!»; e
después tornóse al rey, e dixole: «Rey Artur,
agora sabe verdaderamente que esta donzella
es la mas desleal que tienpo ha que entro
en tu corte, e mostrarte he por que; ella ouo
vn hermano mucho buen cauallero e ardid,
y es mas niño que ella, y ella amana vn ca-
uallero, el mas cruel y el peor del reyno de
Londres; e auino, no ha vn año, que se fallo
por auentura con aquel cauallero que ella
amana, e conbatieronse ambos, e fue ansí
que el hermano le mato el amigo, y ella ouo
atan gran pesar, que juro que nunca holgaría
fasta que le fiziesse matar; y ella es mucho
amiga de la dueña de la insola de Yollon. e
rogóle que vengasse a su hermano que le
mato el amigo, y ella dixo que lo faria, e
ciñóle aquella espada que era ya aqui, e
dixo: «Conuiene que aquel que esta espada
te deciñiere, que sera el mejor cauallero de
su tierra e mas leal e sin toda tacha, agora
lo demanda do quier que lo hallares, e sabe
que aquel que te la deciñere que matara a
tu hermano por fuerza de caualleria, e assi
te vengaras de aqueste gran pesar que assi
has recebido» ; e assi tomo esta donzella ale-
uosa el esjjada, porque su hermano recibiera
muerte; e assi sera que ayna recebira muer-
te. E no verna desta espada este mal solo, ca
morirán por ella tales dos que verdadera-
mente son los mejores dos honbres e mas
ardides del reyno. Pues ved quanta mala
ventura verna por su pleyto; cierto, bien es
verdad que mas merecía ella muerte que
este que murió». «Si me vala Dios, dixo el
rey, otorgóme ay», e quando la donzella vio
que el rey otorgaua con Merlin, partióse de-
lante lo mas ayna que pudo (').
Cai'. CXCVII. — De como Merlin dixo al rey
quien era el cauallero de las espadas, y que
perdiesse el enojo.
El rey dixo a Merlin: «¿Que podemos fa-
zer de aquel cauallero que tan poco precio a
mi e a mi corte, que mato aquella donzella
ante nos todos?» «Señor, dixo Merlin, no ha-
bladas ay mas. Ca esto seria gran daño si el
muriesse por tal cosa; ca a marauilla es hon-
bre bueno, e bu^n cauallero, y en estos diez
años no morirá cauallero en esta tierra de
cuya muerte tan gran pesar ayades, e por
esto vos ruego por Dios, señor, que este yerro
le perdoneys, ca tal honbre es que bien lo
deuia honbre perdonar vn gran yerro si lo
hiziesse, e si lo vos conociessedes tan bien
como yo, mucho terniades que os fuera gran
mal solamente de lo que dixistes; e vos, se-
ñores ricos honbres, ruegovos que lo no que-
rades mal, ca sed cierto que el lo enmendara
tan altamente este yerro a la corte, que bien
mostrara que deue auer la espada mas que
(') El texto se halla viciado en este lugar, como en
otros muchos. La doncella no podía ver ni partirse,
porque Baalin le había cortado la cabeza.
BALADRO DEL SABIO MERLIN
hombre que aquí binia>->; y el rey cliso: «¡Ay
Merlin! por Dios, doziclme quien es, ca me
paresce que lo no conocedes» . E ^[erlin dixo:
«Yo TOS digo que ha nonbre Raalin el salua-
je, e digoos que es el mejor cauallero que
ay en el mundo, e por ende ho" pesar de su
muerte, que le verna mas ayna que seria me-
nester al reyno de Londres» . (^)uando los ricos
honbres esto oyeron, suf friéronse de su mal
talante que le ante auian, e rogaron a Dios
que lo guardasse de mal. Y el rey no le fue
de tan mal talante como le antes era. Ca
bien creya a Merlin quanto le dezia, e dixole
que le pesaua de que le hablara tan braua-
mente: e Merlin dixo: «¡Ay, señor! tarde os
acordastes; saber que |muy poco biuiera con
uos»; assi fablauan los vnos e los otros del
cauallero; y el rey dixo a Merlin: «¿(^)ue me
dezides del rey Éion? ¿poderme ha mal fa-
zer?:> «Señor, dixo Merlin, caualgad segura-
mente, ca Xuestro Señor os fara mas honra
que vos cuydais, y el que os puso en gran
honra, no os derribara tan ayna; ca el os
ayudara en todo lugar si no quedare por
TOS», e assi lo foryo Merlin al rej^ e casti-
gólo de lo del cauallero; e el rey dixo que
mucho le pesara de lo que le dixera.
Cap. CXCVIII. — De como el cauallero de las
dos espadas justo con el cauallero de Irlanda
e lo mato.
El cuento dize agora que, quando el caua-
llero de Irlanda se fue en pos de Baalin, que
al salir de la cibdad fallo el rastro del, mas
no sabia si era suyo; mas la ventura lo lleuo
por aquel mesmo camino por do el otro yua;
e anduuo tanto, fasta que lo alcauí^-o al pie
de la montaña, e diole bozes de tan lueñe
como entendió que le podria oyr, e dixole:
«Cauallero, tornad acá esse escudo, si no
ferirTos he como y des, e falla rvos hedes
ende peor». E quando Baalin esto oyó, torno,
ca bien entendió que a justar conuenia, e
dixole: «Cauallero, antes que conmigo jus-
tedes. dezidme cuyo soys;» e el dixo: «So de
casa del rey Artur, que me embia por Tues-
tro mal, e yo te desafio». «Cierto, dixo Baa-
lin, mucho me pesa porque sodes de su casa;
ca, si os matare, aura otro yerro sobre mi» .
Estonce endereco a el su cauallo, e junto su
escudo al pecho e abaxo su lanza, y el otro
assi mesmo, e passole el escudó e quebran-
tóle la lauQa en el pecho, mas no le liizo
otro mal ni lo mouio tan solamente; e Baa-
lin lo firio tan fieramente, que le falso el
escudo e la loriga, e metióle la lanya en el
pecho, de manera que le passo de la otra
parte con gran pieca del asta, e púsolo en
tierra por cima de las ancas del cauallo; e
al sacar de su lanya estendiose el otro con
cuyta de muerte y el salió por el, y desi
torno presto, e saco la espada, ca pensó que
era biuo; e, quando se acerco, tío que era
muerto, e pesóle mucho, jjor ser de casa del
rey Artur, e pensó que faria, ca de grado le
faria alguna honra si pudiesse; y estando
assi pensando, tío Teñir Tna donzella quanto
mas podia Teñir, e quando llego do yazia el
cauallero dicio luego, ca no cuydo que era
muerto, e quando le TÍdo muerto, hizo tan
gran duelo, que el cauallero que la catana
dixo que nunca tal Tiera, y el morescia e
acordaua, e quando pudo acordar, dixo a
Baalin «;Ay señor cauallero!, dos corar-ones
e dos cuerpos matastes en Tno. e dos almas
faredes perder» . Estonce tomo la espada del
cauallero, e sacóla de la Tayna e dixo:
«Añiigo, en pos de tos me conuiene yr, e
pareceme que mucho tardo, e si la muerte
fuesse atan sabrosa como sera a mi, nunca
desmorran a tan gran sabor;» y estonce se
dio del espada por medio de los pechos, e
Baalin, al tirar el espada, no se pudo tanto
acuytar que se della no firiesse.
Cap. CXCIX. — Co))w Baalin se faHo cotv
Baalan su hermano e se conoscieron.
Baalin, quando tío esta auentura, no supo
que dezir, ca nunca tío cosa de que tanto se
marauillasse, e dixo que lealmente lo amaua
la donzella, e di?':o que cuydaua que muger
no amaua tan Terdadera mente; y en quanto
el estaua catando e j)ensando mucho en esta
auentura, e cuydando que podria fazer de
ambos, cato contra la montaña, e tío salir a
Baalan su hermano armado de todas armas
e Tn escudo con el; e quando lo tío Teñir,
salió contra el, e dixole que bien fuesse
Tenido; e el otro, que le conoció en las armas,
tiro su yelmo e fue a el, e abrar/olo, e lloro
con el de alegría, e dixo: «Hermano, nunca
TOS cuyde uer, e por Dios dezidme como
salistes de la mala prisión» ; y el dixo: «La
hija del rey de Yberlanda, que me tenía
preso, me libro, e si por ella no fuera, avn
agora no seria salido; pues dezidme que
auentura os truxo» , [dixo] Baalin. «Cierto,
dixo Baalan, dixeronme en el castillo de las
quatro pedreras que erades libre, y que os
vieron en casa del rey Artur, e por esto
nenia ay apríessa sí vos pudiera fallar, mas
dezidme si fuestes» : e Baalin dixo; «Agora
me parto dende». «E ¿por que, dixo Baalan,
vos partistes dende?» E Baalin le contó todo
quanto passara, assi como vos ya conté, que
de grado quedara do tantos buenos honbres
78
LIBROS DE CABALLERÍAS
eran si esto no fuera, y que después que se
de alia partiera, que matara aquel cauallero,
e como aquella donzella se matara por el; y
estonee dixo Baalan que leal mente lo amaua
ella, e que, por la lealtad de aquella, que
jamas nunca fallesciera a dueña ni a don-
zella que su ayuda ouiesse menester: e Baa-
lin dixo: «Hermano, ¿que podemos hacer
destos cuerpos?» «Cierto, dixo Baalan, no se
ay dax consejo»: y ellos estando en esto
hablando, llego vn enano que saliera de la
cibdad, e nenia quanto vn rocin lo podia
traer, e quando ally llego e vio los cuerpos
e los conoscio, comenoo a hazer su duelo
grande, e batir sus palmas e a tirar sus
cabellos, e pues vna pieca fizo su dcelo, dixo
a los caualleros: «Dezidme, ¿qual de vos
mato este cauallero?» e Baalin dixo: «¿Por
que lo preguntades?» Y el enano dixo: «Por-
que lo queria saber»: e Baalin dixo: «Yo lo
mate, mas esto fue en defendimiento, pues
si Dios me ayude, pésame ende» ('); y el
enano dixo: «Pues desta donzella me dezid
la uerdad, pues la del cauallero me dexis-
tes». Y el le contó como se matara por amor
del cauallero. «Cierto, dixo el enano, no es
gran marauilla. Ca el cauallero era vno de
los preciados del mundo, y es fijo del rey de
Irlanda, e sabed que en su muerte buscastes
la vuestra, ca es de tan buen linaje e de
tales caualleros, que, si Dios no, otre no vos
guardar de muerte tanto que los de su linaje
lo sepan, ca tales son que por todo el mundo
vos buscaran»; e Baalin dixo: «Yo no se lo
(pie ende verna, mas pésame ende mucho de
su muerte, e no por miedo de su linaje, mas
por amor del rey Artur. cuyo era» .
Cap. CC— Como el rey Mares hixo enterrar
los cuerpos del cauallero de Irlanda e de su
amiga.
(guando los caualleros hablauan en esto
con aquel enano, s-ilio de la montaña el rey
Mares, que después caso con Yseo, la que
auia los cabellos como oro, assi como este
cuento adelante vos dirá, ca mucho conuiene
qne lo ayuntemos aj^ por vna auentura del
sancto Grial. y el rey Mares auia poco que
fuera rey, e era de edad de diez e siete años
e no mas, e yua al rey Artur por le ayudar
a su guerra que auia con el rey Rion, ca
toda su tierra obedecía al rey no de Londres;
e quando el rey Mares llego a do los cuerpos
yazian e que sopiera la uerdad assi como los
caualleros se lo contaron, dixo que nunca
(*) El texto añade: dixj Baalin.
oyera hablar de dueña que tan lealmente
amasse, e que por lealdad della faria honrra
a ambos.
Cap. CCI. — Como Merlin escriuio letras
sobre la batalla de Tristan e Langarote
sobre el monimenio.
Estonce mando el rey Mares a sus hom-
bres que le fuessen buscando vn moni-
mento, el mas hermoso que pudiessen ha-
llar, e que se lo truxessen alli; e dixo
que se no partiría de alli hasta que ftiessen
soterrados en aquel lugar do fueron muer-
tos, e mando estonce ay armar su tienda,
e sus hombres fueron buscar vn moni-
mento, e falláronlo en vna yglesia, e leñá-
ronlo al rey; y el rey fizo aj" meter los cuer-
pos ambos, e fizo entallar letras a los pies
del monimento, que dezian: «xiqui ya^ie Sal-
nador., Itijo del rey de Irlanda, e cahel yaxe
Calaniesa. su amiya, que por duelo del se
mato quando lo vido muerto-». Y el rey hizo
poner a la cabera del monimento vna cruz
muy hermosa e rica e que auia muchas pie-
dras preciosas, e pues esto fue fecho, el rey
se queria partir de alli, e Merlin, en figura
de montañero, comenco de escreuir en la
cabera del monimento letras de oro que
dezian: «En este llano se ajuntara la pelea
de los dos amigos que se mas amaran en su
tienpo, e sera aquella ¡wlea estremada, mas
que iiwira los que ante fueron que ellos ni
después sin muerte de honbre»; e desque esto
ouo hecho, cato bien lo que escriuiera, e
escriuio en medio del sepvilcro dos nombres:
el vno dezia: Laníakote, y el otro: Tristan;
e, quando esto ouo fecho, cato el rey la sepul-
tura por ver lo que fiziera, e marauillose
del poder fazer tal cosa; e pregunto ¿quien
seria rey? «Esto no te diré, ni lo sabrás
hasta que Tristan el leal amador sera preso
con su amigo; estonce dirá de mi tales nue-
uas que te pesara» .
Cap. CCII. — De como Merlin dixo al caua-
llero de las dos espadas que daria el dolo-
roso golpe.
Estonce dixo [áj Baalin: «¡Ay, cauallero!
acuytate de tu dolor grande y marauilloso,
porque Sufriste que esta dueña se matasse» ;
y el dixo: «Nunca me pudo tanto acuytar,
que la espada la ouiese ante a tirar de la
mano». «E tu no seras, dixo Merlin, tan pe-
rezoso como aqui fueste quando darás el do-
loroso golpe, por que los tres rey nos serán
en pobrera y en cuyta veynte y dos años; e
sabe que minea tan malo ni tan feo golpe fue
dado por honbre, ca muchos dolores e mu-
chas mezquindades ende vernan, e pareceme
que cobramos en ti a Eua primera madre,
que bien assi como por fazer obras vino en
g-ran dolor e mezquindad, que nos todos con-
pramos e lazeramos de dia en dia, e assi se-
rán estos reynos pobres y estregados por el
golpe que faras; e no auerna esta enjuta por-
que tu seas el mejor cauallero que agora ay
en el mundo, mas porque passaras el man-
dado que otro hombre ninguno no passara,
ca tiraras por aquel golpe el mejor honbre
del mundo ni mas amigo de Dios; e si tu su-
piesses quanto sera aquel dolor e tan cara-
mente sera conprado, tu dirás que por vn
honbre tan gran mal vino en la tierra e tal
hora sera [en que] mas querías tu ser muerto
que tal golpe auer fecho» . Estonce el caua-
llero preguntóle quien era que assi contaua
de las cosas por venir, e Herlin dixo: «Tu no
lo sabrás esta vez, mas todo assi te verna como
yo digo». Y Baalin dixo: «Dios no querrá
que tanto mal sea fecho ni verdad como esto
que tu dizes, e si yo jiensasse que tan mal
auenturado golpe auia de venir por mi, ante
me matarla por te hazer ende mentiroso, e
gran derecho seria, que mas valdría mi
muerte que mi vida» .
Cap. CCin. — De como Merlm hablo a Blay-
sen e le dixo lo que auia de faxer.
Después que aquello dixo Merlin, partióse
dellos, en guisa que quando el rej^ ílares e
los otros lo miraron e no vieron cosa, e no
anduuo mucho que fallo a Blaysen, eBlaysen
lo rescibio muy bien, e ^lerlin a el, e dixole:
«Agora me quitare de lo que vos prometí en
Yiberlanda, ca después pense como podria-
des dar cima a vuestro libro, e agora vos yd
a Camaloc, e atondedme ay, e quando me
tornare de la mala andanga del rey Eion e
de Vter el astroso cauallero, como se pro-
iiara en esta marauillosa batalla, estonce me
tornare a vos» ; e fuesse cada vno a su parte.
Mas quando Xerlin se partió del rey Mares
e de los dos hermanos, los dos hermanos se
tornaron en vno para se yr a la hueste del
rey Rion; y el rey Mares se fue a la ciudad,
mas al partir pregunto mucho como auia
nombre Baalin, mas Baalan no quiso que su
hermano fuesse conocido, porque era ene-
mistado; dixo: «Las espadas que trae dan
demostranca de su nonbre, ca el ha nombre
el cauallero de las dos e-opadas»; y el rey
dixo que era derecho, pues que dos espadas
traya.
BALADRO DEL SABIO MERLIN 79
Cap. CCIV. — Como Merlin dixo a Baalin e
a su hermano como farian seruieio al rey
Artur.
Partiéronse assi los vnos de los otros, e los
dos caualleros fueronse a la hueste del rey
Rion, e no anduuieron mucho [que] hallaron
a Merlin que yua por el camino, mas en otra
semejan(;a yua que quando con ellos fablaua;
e quando lo alcanyaron estuuo quedo , e
dixoles: «¿A que lugar ydes?» «¿Y a ti que
te haze? dixo Baalin, ¿que nos da a nos de te
lo dezir?» «Tanteos valdrá, dixo Merlin, que
si osaredes cometer vna cosa que yo vos
diré, nunca a dos caualleros tanta honra
aniño como a vos verna ante que sea maña-
na, ca podeys dar cima a lo por que andays,
y ganaredes ende tan grande honra, que
sienpre ende hablaran». E Baalin le pre-
gunto por lo prouar: «¿E que sabes tu por lo
que andamos?» «Yo se bien que andays bus-
cando a todo vuestro poder daño del rey
Rion; mas quanto vos pensays fazer no os
valdrá tanto como lo que os enseñare j'o, si
vos ouieredes ardimiento de lo hazer; e sa-
bed que ligeramente lo podeys acabar por
vuestra buena caualleria, si los corazones ay
no os fallescieren» . E quando ellos esto oye-
ron, marauillaronse, e dixeronle: «Agora
nos enseña como podremos acabar e ganar
tan grande honra, e si viéremos que puede
ser, hazerlo hemos» ; e Merlin dixo: «Yo vos
diré como» .
Cap. CCV. — De como Merlin dixo a los
caualleros nueuas del rey Rion.
«Sabed agora que el rey Rion es cerca de
aqui, onde el albergo con toda su hueste; e
ha puesto de yr esta noche a la muger del
duque de les Baes , e sabed que se partirá
de su hueste por yr al castillo do la dueña
es tanto que fuere noche; vernan con el
quarenta caualleros, dellos armados, dellos
desarmados, y el verna por cima de aquel
otero armado de vnas armas bermejas e so-
bre el mejor cauallo de su conpaña; y esto
os descobri, porque si vos aueys corazones e
ardimiento de lo acometer para desbaratallo,
yo vos conozco a ambos por tan buenos caua-
lleros de armas, que auedes ende el poder,
si los corazones ouierdes, e nunca ende tan
gran honra ouistes ni aniño a dos caualleros
como a vos verna, ca lo podrej's prender
e dallo al rey Artur o a quien vos quisier
des» (*).
(') Merlin, como se ve, repre>'enta siempre en el
Baladro e\ papel de Dtun ex machina.
80
LIBROS DE caballerías
Cap. CCVT. — Cotiio McrUn eMaiia con el
cauallcro de las dos espadas e con sti her-
mano atendiendo al rey Rmi.
Y quando ellos esto oyeron, fueron mas
alegres que antes, e dixeron: «¿Como te cree-
remos? ca si nos supiessemos que verdad
era, no dexariamos de yv alia por este rey-
no». E Merlin les dixo: «Yo os diré como
hareys: yo me yre con vosotros hasta que os
meta en la carrera por do el rey ha de ve-
nir, e por ende sereys mas seguros de mi, e
yo os liare y estare con vos tanto fasta que
os muestre al re}'' e a su conpaña» : y ellos
dixeron que en tal guisa yrian con el, que
si los quisiesse engañar ni meter en peligro,
que el seria el primero que ende so fallarla
mal. y el primero que morirla. «No dudeys.
dixo Merlin, ca, si Dios me conseja, por mi
no ende mal a vos ni a cauallero que ayu-
dare al rey Artur; ca sin duda este es el
mejor honbre del mundo a quien yo quería
mejor andanza» . E desque esto oyeron, di-
xeron: «Pues que tu con nos quieres yr, nos
yremos contigo do mandares, e seremos a
todo nuestro poder en lo que tu nos manda-
res e consejares. Mas si fuere assi que el rey
no viniere e que nos mientas, matarte he-
mos» . E Merlin dixo: «Yo no quiero que me
matedes si el rey no fuere ay, mas si vos
lo perdierdes por vuestra maldad, no he yo
por ende que lazerar» . «Agora vamos» , di-
xeron ellos; e fueron assi los dos caualleros
y el a pie, e bien le dieran cauallo si lo qui-
siera, mas el dixo que no lo queria aquella
vez; e anduuieron tanto, fasta que entraron
en vna gran montaña y espessa de arboles, e
Merlin los metió entre los arboles cerca de
la carrera, e dixoles: «Ay estays fasta que
venga el rey, e folgaran vuestros cauallos e
vos.» Y ellos se apearon, e dcxaron pazer
sus cauallos; mas ellos no tuuieron que co-
mer ni que beuer aquella noche, c assi aten-
dieron so aquellos arboles fasta que la noche
vino, e Merlin les dezia, por los confortar,
buenas consejas de grandes fechos; y ellos
le preguntaron quien era, y el les dixo:
«¿Que pro vos tiene hasta que os haga ver lo
que os prometí?» Y ellos dixeron que no se lo
preguntarían mas, e Balaan dixo: «No me
parece que eres honbre bueno, pues no te
quieres nonbrar» ; e Merlin dixo: «Qualquier
que yo sea, yo os digo que mas fablaran de
mi saber después de vuestras muertes e de
vuestra buena caualleria: e soj's agora vno
de los mejores e mas ardidos caualleros del
mundo» . E assi fablaron todos tres fasta que
el alúa salió clara e hermosa, e Merlin dixo:
< Agora vos guisa, ca el rey Rion llega.v , e
Merlin esto diziendo, passo ante ellos vn es-
cudero en vn gran cauallo quanto mas yr se
podría, e Baalan pregunto a Merlin: «¿Sabes
tu quien es este que tan ayna va?» «Si, dixo
Merlin, este es mensajero del rej'", que va
adelante por dezir a la muger del duque
que el rey viene»; e Merlin dixo: «G-uisad-
vos, ca el rey agora sera aqui, e, por Dios,
si alguna sazón fuestes buenos, agora lo mos-
trad esta vez, ca agora podreys hallar honra
que nunca os fallecerá, e si fueres couardes,
no ha cosa (|ue os guarezca de muerte, ca
los qiie vienen con el rey no son tan nescios
que no os conozcan si ualedes algo. Esto os
digo porque esta hora podeys meter paz en
el reyno de Londres, e uengar al rey Artur
del hombre del mundo que peor le quiere e
que mas mal pueda fazer, e si fallecedes,
jamas honra nunca anreys» «No ayays pa-
uor, dixeron ellos, ca, si Dios quisiere, nos
lo acabaremos bien». Estonce subieron en
sus cauallos, e tomaron sus escudos e sus
lan9as, y ellos estañan entre los arboles, en
guisa que los que passauan por el camino
no los veyan.
Cap. CCVII. — Como el cauallero de las dos
espadas e su hermano prendieron al rejj
Rion e a sus caualleros.
Después que estuuieron assi vn poco, oye-
ron estruendo de cauallos que sobian ya en
el otero e parescian ya en el llano de la
montaña, y el llano duraua de aciuella parte
ocho millas en ancho e doze en luengo; y en
el llano de la montaña auia vna gran mata
muy fermosa e grande, e assi atendieron vn
poco, e después que vieron los primeros que
venian con el rey, y ellos venian pocos a
pocos, ca el camino desde la hueste hasta la
montaña era muy estrecho, e no podían yr
por el dos caualleros a par; e tanto que pa-
recieron en la montaña hasta diez do caua-
llo, los dos caualleros hermanos quisieron
yr a ellos, ca mucho desseaiían de se juntar
con ellos. Y Merlin les dixo: «Atended \n
poco fasta que el rey Rion suba en la mon-
taña, y estonce y redes a ellos»; y ellos dixe-
ron que no querían mas atender. E Merlin
dixo: «Por Dios no fagays sobre mi, que yo
os mostrare ende lo mejor». Y ellos se su-
frieron, e a cabo de vna pie^a fjue eran ya
encima de la montaña fasta veynte y dos
caualleros, dixo Merlin: «Mienbrevos de lo
que os dixe porque conociessedes al rey,
vecslo, aquel es. Agora parecerá lo que ay
faredes, ca desde oy podedes aguisar». A
esta palabra no atendieron mas los caualle-
ros e dexaronse yr al rey; c Baalin, que yua
BALADRO DEL 8AIU0 MEKLIN
81
delante, diole bozes: «Rey, ¡guárdate!»; e
feriólo tan fuertemente, que le falso la lori-
ga, ca no traya escudo, e metióle la lan(;a
por el costado; y el fierro de la lanya ¡Dasso,
assi que le pa recia a la otra parte, mas no
fue la llaga mortal; como venia de lexos, de-
rribólo tan brauamente, que fue todo que-
brantado de la cayda, y esmoreció con gran
cnyta que sintió; e bien pensó luego morir.
E Baalan, que seguia su alcance, fue herir
do vio la mayor priessa; e aniño que llego
primeramente vn sobrino del rey, e firiolo
tan rezio, que le metió el fierro de la lam^a
por medio del cuerpo, e derribólo en tierra
que no se pudo leuantar. E cada vno de los
dos hermanos fizieron sus golpes de las lan-
gas, e metieron mano a las espadas, e co-
mencaron a dar golpes de la vna jiarte y de
la otra, e a derribar caualleros, e los otros
se marauillauan de lo que les veyan hazer,
assi que les parecía que eran ínas de ciento,
e pensaron que no les podrían turar, tan
muchos les parescian, e veyan caer muchos
caualleros. E quando los otros (pie venian
empos dellos subieron en la montaña assi
como venian vnos empos de otros, e vieron
la pelea comen9ada e los suj'os huyr, e de-
llos estar en tierra muertos e heridos, pen-
saron que toda la hueste del rey Artur es-
taña en celada, e comentaron a huyr cada
vno lo mas que podia, e desarmauanse de la
montaña, que assi pensauan escapar de
muerte; mas el valle por que huyan era tan
poderoso e tan hondo, que dexauan la dudosa
muerte por tomarlos de cerca, assi (pie se
dexauan caer, i3orque no podian escapar que
no moriessen.
Cap. CCVIII. — Como los caualleros embia-
ron preso al rey Eion al rey Artur.
Assi fueron desbaratados los honbres del
rey Eion por estos dos hermanos, de guisa
que de los quarenta no quedaron mas de
doze, y el rey e ellos eran tan maltrechos,
que no auia ay tal que se pudiesse leuantar;
c quando los dos hermanos los vieron desba-
ratados, tornaron al rey, por ver si era
muerto, e tiráronle el yelmo e porque co-
giesse fuelgo, e después que estuuo assi vna
pier-a, dio vn gran sospiro como esmorecido
e abrió los ojos, y ellos le dixeron: «Tu eres
muerto si no juras prisión»; e algaron las
espadas e hizieron infinta que le querían
cortar la cabeza; e quando vio las espadas
sobre si, uno pauor de muerte, y dixoles:
«Ya. buenos caualleros, no me mateys. Ca
mas podreys ganar en mi vida que no en mi
muerte, que en la mi muerte no os puede
LlHP.OS DE CARAIJ.KRIAÍ?. — 6
ningún pro venir, mas por mi vida saluar
no ay cosa que yo no faga». Y ellos dixe-
ron: «Pues prometednos que hareys lo que
nos vos diremos»; y el lo prometió, y ellos
lo asseguraron que mas mal no le harian, e
después fueron a los otros , e hizieronles
otro tal.
Cap. CCIX. — Como los dos liermanos cm-
hiaroii preso al rey RIon c a sus caualleros
al castillo de Carabel.
Y en quanto en esto hablauan, vino a ellos
]\Ierlin, e dixoles: «Quiero con vos fablar vn
poco, e salid acá»; y ellos salieron con el, y
el les dixo: «Mucho f uestes bien andantes, e
Dios os fizo gran honra quando por vuestra
buena caualleria prendistes tan alto honbrc
como el rey Rion; agora os diré que hagades
si quisierdes cobrar amor del rey Artur:
moued luego de aqui, y leuad al castillo de
Carabel estos presos y fallareys el rey Artur
que viene ay aluergar esta noche con gran
pier-a de su hueste; e digoos que atiende
mañana la batalla del rey Rion e ha muy
gran pauor, ca le dixeron que es verdad que
ha mucha gente, mas que el no ha tan ardid
en su casa que no aj^a gran pauor; e por-
que el rey e su compaña son agora tan des-
confortados, e digoos que nunca podreys
hazer mayor honra, ni a tal tiempo, ni ma-
yor plazer» . «Agora^ dixeron ellos ¿es verdad
que lo hallaremos ay?» «Si, sin falta, dixo
Merlin, e si no andouieredes ayna, lo halla-
redes por acostar», «¡Ay, dixeron ellos, que
bien seria si nos pudiessemos con el hablar
ante que viniesse la luz;» e Merlin dixo:
«Si vos acuytedes tanto como yo os digo,
vos sereys con el ante de lo que ya os digo;»
y ellos dixeron que ante pensauan ay ser
que no el; «Pues agora, andad, dixo Mer-
lin, que yo seré ayna». E partióse luego
dellos, e los caualleros se tornaron al rey e a
los otros, e dixeronles: «Nosotros os manda-
mos, por aquel omenaje que nos fezistes,
que vos vayades al castillo de Carabel e os
metays en poder del rey Artur de ¡Darte de
nos amos, mas que digays del cauallero de
las dos espadas» . El rey Rion dixo: «Yo vos
juro por el omenaje que os lie fecho que en
ninguna manera del mundo no podria caual-
gar e que ante no fuesse muerto que alia
llegasse; agora ved lo que ay haredes;» y
estonce fizieron ellos ayna vnas andas, e
pusiéronlo sobre dos palafrenes, e pusieron
ay al rey, e pusieron a los otros presos en
sendas bestias, e descendiéronlos assi todos
al llano; e cuytaronse tanto do andar assi
que llegaron al castillo do Carabel, e llama-
82
LIBROS DE caballerías
ron al portero, e dixeron: «Cata aquí presos
que traemos al rey Artur, e leñádselos, e
cata que no pierdas ninguno dellos; ca bien
te dezimos que tu señor nunca tan gran
plazer vio como este--> .
Cap. CCX. — Como el rey Artur supo (¡ite era
jyreso el rey Rian.
Dixo el ]3ortero que assi lo liarla, e Merlin
llego adelante que ellos e hallo que aun no
dormía, antes fablaua con el rey Mares e
con otros quatro ricos honbres, con que
tomaua consejo de guerra, mas no sabia ay
auer buen consejo, ca recelaua de se juntar
con el rey Rion, tanto oyera dezir que traya
gran poder; e Morlin dixo al rej" «Señor,
buenas nueuas os traygo, e a todos los ^de tu
tierra; sabe que el mas poderoso enemigo
que tu auias es preso, e viene a tu merced;
e fue preso por la mas fermosa auentura que
nunca oystes fablar;» y el rey leuanto la
cabera, e vio que era Merlin el que estas
nueuas traya, e preguntóle: «Dezid, mi
amigo Merlin, ¿quien es aquel enemigo?» E
Merlin dixo: «El rey Rion, que es preso e
viene a tu merced, assi que agora lo veras
en tu palacio» . El rey fue todo espantado,
que no lo podia creer, e dixo: «Merlin, ¿es
uerdad lo que dizes?» É dixo Merlin: «Verlo
has ante que vn cauallo pueda andar vna
legua pequeña; e sale tu y estos señores, e
yd bien fermosamente, que agora sera aqui
el rey Rion» . E quando el rey Artur esto oyó
fue muy marauillado, e dixo: «¡Ay, Dios!
¡bendito seays vos, que tan gran honra fezis-
tes sin merecimiento!» .
Cap, CCXT. — Como el rey Artur recibió
preso al rey Rion.
Estonce embio el rey a las posadas a gran
priessa ]»or los ricos honbres, e vinieron
todos, e no tardo mucho que entraron con el
portero doze caualleros que trayan al rey
Rion en andas, que assi les mando Baaliu
que lo leuassenanto el rey. E después que en-
traron, pusieron sus andas en tierra lloran-
do e haziendo gran duelo. E quando el rey
Rion se vio ante el rey Artur, leuantosse assi
f«mo pudo, ca era mucho lierido, e pregunto
quien era el rey Artur, e mostraronselo; y
estonce fue ante el, y hinco los ynojos, e
dixole: «Rey Artur, a vos me embia e a
vuestra prisión el cauallero de las dos espa-
das, que me prendió por la mayor marauilla
que nunca hombre vio ni oyó fablar, con
ayuda do otro cauallero solo; c traya yo
quarenta caualleros, e los mas armados, e
aUi los mataron fuera estos doze que aqiii
vedes, e a mi; y estos mataran ellos si no
les fizieramos omenaje que viniessemos a
entrar en la vuestra prisión; y nos assi lo
fazemos agora, e podeys hazer de nos lo que
quisierdes» . E Artur los rescibio muy bien,
e agradecióle mucho a Nuestro Señor quanto
bien le fiziera; y el rey Rion le dixo: «Señor,
si vos no quereys mi muerte, hazed de mi
pensar, ca mucho soy herido, e perdi mucha
sangre» . El rey mando luego meter a el e a
los doze en vn palacio, y embio por vn maes-
tro que los guareciesse. E toda cosa fue
techa por que entendieron que sanarían;
estonce dixo el rey a Merlin: «¿Sabeys vos
quien es aquel que esto me fizo?» «Si, dixo
Merlin, e deziroslo he agora si quisierdes;»
y el rey dixo: «Mucho me tardo de lo saber,
tanto lo desseo» . «Agora sabed, dixo Merlin,
que en vuestra corte, ante vos e ante vues-
tros ricos honbres, os hizo la gran desonra
quando mato la donzella, e por ende lo fezis-
tes salir de vuestra corte» . «Mucho me pesa,
dixo el rey, por que lo ende assi eche, ca
bien me emendo el tuerto que me fizo estonce;
e plazeriame agora que viniesse; e si cosa le
dixe por que le pesasse, enmendárselo ya do
buenamente, ca el ha fecho por mi mas que
yo pensaua qne ningún cauallei'o hiziesse;»
e Merlin dixo: «¡O rey!, dexadvos agora
ende, ca tarde lo comedistes, ca no lo uere-
des desta piega en vuestra compaña, e por
ventura nunca; dexad de al, que vos es mu-
cho menester» . El rey dixo: «¿De que? que
no haré cosa sin vuestro consejo;» e Merlin
dixo: «Yo os ¡pregunto si vos juntaredes
mañana con las gentes del rey Rion» . «¿Co-
mo? dixo el rey, ¿osarme han atender pues
tengo a su señor preso?» «Si, dixo Merlin.
ca no ha cosa j)or que puedan crear que el
rey Rion es preso. Y de la otra parte ha el
rey Rion vn hermano rico e poderoso, que
llaman Tiero, e aquel tiene la liueste, por-
que no ha cosa por que con vos se dexe
de juntar, como quier que le entreuenga; e
\)0v ende deue\'S auer consejo de vuestra
fazienda, porque no os puede mal traer».
El rey dixo: No quiero fazer cosa sin vues-
tro consejo» .
Cap. CCXU. — Como Merlin dixo al rey
Artur que el rey Loe seria contra el en la
batalla.
Merlin dixo: «Yo os quiero dezir vna cosa
que no pensades, y es cosa ])or que podeys
ser deseredado si Dios no os pone consejo.
E vos aueis iuaña[na] a juntar con hombres
BALADRO DEL SABIO MERLIN
83
muy temerosos. Primeramente son gentes
del rey Rion, que es mayor que la vuestra,
mas sin falta en estos no ha gran peligro,
ca muy poco de ardimiento aura en ellos
quando saben que su señor es perdido, e por
esto serán desbaratados luego;- mas ponga-
mos que sea assi que los venoais: algo os
nascera luego que os puede tanto o mas en-
pecer. Sabed que el rey Loe de Ortania,
vuestro cuñado, que es el mejor cauallero
del rey no que rey sea, e quiéreos mal mor-
talmente por amor de los niños que ouistes
ayuntados, ca aquel tienpo os enbio vn su
fijo que vuo estonce en vuestra hermana, e
piensa que os lo truxeron e que vos lo ma-
tastes con los otros, porque el e vuestra her-
mana os quiere gran mal; fizieron ayuntar
todos sus ricos honbres, e todos los caualle-
ros del rey Rion, ñzolos venir a Camaloc, e
los de Oramia, assi como en vuestra ayuda,
mas no es assi, que antes viene por vuestro
destoruo, ca vos veredes mañana, quando
fue redes a la batalla contra los del rey Rion,
que el rey Loe os ferira en las espaldas
quando los otros os ferieren delante, y esto
sera en vna hora. Agora catad lo que a.j ha-
redes, ca, assi Dios me ayude, assi sera como
yo digo, si Dios ay no da otro consejo» . Y
quando el rey esto oyó, fue mucho espantado.
Cap. CCXTTL — Como el rey Artur embio al
rey Loe que le emendaría qvalquier tuerto
que le auia hecho.
Ca (') el rey Loco era el mejor cauallero
de la tierra y el que mas dudaua, e dixo a
ilerlin: «No se que ay diga, pues que el rey
Loe me quiere mal. Ca este es el hombre de
mi tierra de que yo mas fiaua». «Assi sera,
dixo ]Merlin, como yo os digo»; y el rey
dixo: «Pues dezidme ¿que fare? ca si ellos
vienen en las espaldas, e los otros delante,
en auentura sera el reyno de Londres de
parte de mi honra» . Y Merlin dixo: «Agora
vos diré que hareys. El rey Loe es un buen
cauallero, e deueyslo mucho de dudar por
muchas cosas, y embialde dezir que aya con
vos amor, e que ayude al reyno de Londres
assi como deue, e que aya piedad de la coro-
na del reyno e de su honra, no fallezca por
fallecimiento del rey; e fazelde saber que
vos quereys que el mantenga la primera
haz, e que faga ay leuar la vuestra seña, e
(') La manera de comenzar este capítulo indica que
debió formar parte del anterior en algún estado prece-
dente. Una cosa así ocurre en los fragmentos del Irü-
tán que damos á luz en nuestros Atuiles de la litera-
tura es])añola.
la mantenga a honra del reyno, assi como
leal honbre la deue mantener e ayudar a
honra de su señor; e que, si vos le fezistes
algún yerro, que se lo enmendaredes como
vuestros ricos hombres tuuieren por bien.
Todo esto le mandad dezir luego; e después
aureys consejo á lo que os embiare dezir->.
El rey dixo: «¿Do pensays que lo hallaran?»
E Merlin dixo: vA dos leguas de aqui, con
toda su hueste; e no atiende sino que vos
ayuntedes con los honbres del rey Rion. Ca
assi os piensa el desbaratar ligeramente, e
agora vos trabajad por embiar, que no aueys
que tardar, que ayna sera de dia» .
Cap. CCXrV. —De como el rey Loe dixo a los
mensajeros del rey Artur que no auria pax,
con el.
Estonce llamo el rey dos caualleros, e di-
xoles como disessen al rey Loe, e que se
fuessen ayna; y ellos se fueron al rey, y sa-
ludáronlo de parte del rey Artur e dixeronle
su mensaje; e quando el rey Loe lo oyó, res-
pondió: «Dezid a nuestro señor que mi ayu-
da no aura, ni cosa bien que yo pueda fazer,
e mostrárselo he bien ayna, porque no le
deuo ayudar, mas estoruar quanto pudiere» .
E los mensajeros dixeron: «Señor^, ¿sereys
vos en su mal?» «Si, dixo el, en tal guisa
que fare todo mi poder, e le tirare su tierra
e su corona de la cabera, que bien lo merece.
Ca honbre tan desleal como el es, no deue
traer corona, pues fizo tan gran deslealtad
como en matar los niños de su reyno. E si
sus ricos honbres del reyno fuessen tan bue-
nos como deuian, no lo deuian tener por
señor, ante lo deuian destruyr e matar, assi
como deuian de fazer a rey desleal e malo.
E ydvos de aqui, e dezilde qiie no aura co-
migo paz ni amor fasta que yo aya vengan-
za de mi hijo, la pequeña criatura que el
deuia de amar como a ssi; e fizólo matar sin
merescimiento, porque (') yo lo destruyre
si pudiere y si Dios quisiere; y esto os digo
que le digays» ; y ellos dixeron que lo ha-
rían, mas que mucho les pesaua porque no
f allanan en el mejor recaudo.
Cap. CCXV. — iJe como Merlin esfor^-aua al
rey Artur en el hedió de la batalla.
Los mensajeros se partieron del rey Loe y
tornáronse a su señor, y contáronle todo el
recaudo que en el hallaran; y el rey ouo
(') En vez de: apor lo cuab. Equivale al francés:
i cest pourquoi.
84
LIBROS DE CABALLEEIAS
ende gran pesar, e Merlin le dixo: «Rey, no
te desconfortes, ca Nuestro Señor te acorrerá,
ca bien sabe que no te ha el puesto en tan
gran señorío para te lo ende tirar tan ayna,
si tu mucho no le errares. Y agora caualga
seguramente, e faz tus hazes lo mejor que
supieres, e yo te digo que Dios te fara la
mayor honi'a que dias ha hizo a pecador, e
yo quiero que te manifiestes todas las cosas
en que seas en culpa a Dios; y cree que esta
es vna de las cosas del mundo que mas te
podría ayudar».
Cxv. CCXYI. — Como el rey Arti/r ordeno
sus caualleros para la batalla.
Assi como Merlin consejo al rey, assi lo
hizo, e tanto que fue de maña[na] , contó
sus caualleros, e fallo que auia cinquenta
mil caualleros, sin honbres de pie, e fizo
ende diez hazes, e pregunto a sus caualle-
ros e ricos honbres si yria a ellos o los aten-
dería en aquel llano, e dixeronle que los
atendiesse ay, i)or no cansar los caualleros;
assi hizo el rey sus hazes, e atendió a sus
enemigos. E rogo e castigo a sus vassallos
que se trabajas.sen de fazer todo bien, assi
que la honra del reyno de Londres no fuesse
aquel dia confundida por fallecimiento de-
llos; y respondieron que antes moririan que
de recebir ninguna desonra.
Cai'. CCXVIL — Como Xero, hermano del
rea Jí-ioii, e.sf órgano los caualleros para la
batalla.
E dize el cuento aqui que pues los dos
hermanos dieron los presos al portero, que
luego se partieron del curable, e anduuieron
tanto, que llegaron a vna hermita que era
de alli vna legua jDequeña, y el cauallero de
las dos espadas era amigo del hermitaño, e
llamo a la puerta, e tanto que los conoscio,
abriólos luego, e recibiólos muy bien, e
dioles de buenamente de lo que tuvo, pan y
agua, ca no tenia otra cosa, y estouieron ay
aquella noche, e pensaron de si, y dormie-
ron fasta en la mañana. Y. quando fue el sol
salido, leuantaronse e armáronse, y fizieron
armar sus escuderos, e do estañan armán-
dose llego un niño, pariente del hermitaño,
que les dixo: <-Xueuas os traygo buenasj en
este dia sera vna batalla, la mayor que nun-
ca fue en el reyno de Londres, ca las gentes
del rey Artur e del rey Rion han de auer
lid canpal:>. E los caualleros dixeron: «¿Sa-
beyslo por verdad?» «Si, dixo el. ca yo vi
las hazes e las señas rendidas . <A2:ora.
dixeron ellos, sea Dios en aj^uda del rey
Artur, ca mucho daño seria si fuese venci-
do», y estonce salieron aparte y ouieron
consejo que farian, y Baalan dixo a su her-
mano: «Como vos quisierdes» : e Baalin dixo:
«Yo quiero que vayamos alia, e quando vié-
remos que el hermano del rey Rion entra en
la batalla, vayamoslo ferii', e si Dios qui-
siere que nos con el justemos, yo pienso que
no nos escapara tan ligeramente que no aya-
mos del qual pleyto quisiéremos; e si Dios
nos quisiesse fazer tan bien andantes que
lo podiessemos meter en mano del rey Ar-
tur, yo pienso que me perdonasse. y que me
quisiesse tan gran bien como me queria ante
que matasse la donzella:> . Estonce se acorda-
ron a esto, y se partieron del hermitaño, y
fueronse al canpo, que estaua lleno de caua-
lleros armados, e las hazes prestas, e las
señas aleadas y tendidas de ambas partes,
e pendones ricos e fermosos de muchas colo-
res; e Xero, hermano del rey Rion, sania ya
nueuas de como era preso, mas encobriolo
tan bien de todos los de la corte, que no lo
sania ninguno, fueras vn criado que le con-
tase ende las nueuas. E aquella mañana que
los ricos honbres preguntaron por el rey do
era, dixoles Xero: «Caualgad seguramente,
ca yo y el yremos en la primera y postrimera
haz, e agora os confortad del, ca no ferireys
ay golpe sin el» .
Ca]'. CCXA^in. — Como se comento la batalla
entre el rey Artur c las gentes del rey Rion.
En tal guisa castigo Ñero a su conpaña,
que fizo diez hazes assi como eJ rey Artur, y
en cada vna dellas mucha mas gente que en
ninguna de las del Rey Artur; e después
que las hazes vuo partidas lo mejor que supo,
fizo yr tres hazes de caualleros en ia delan-
tera, e alli podia honbre ver al juntar que-
brar laucas, e correr a todas partes cauallos
sin señores, ca no auia ninguno que los to-
masse, ca mucho auian en al que hazer; mas
aquellos que eran de la parte del rey Artur
sofrieron mucho en el comienr-o, e si tan
buenos caualleros no fueran, ligeramente
podieran ser desbaratados. Mas ellos eran
biuos, ligeros e los mas dellos mancebos y
de buena edad, e prestos de muerte recebir
o uencer ante que perder honra en la bata-
lla. Esto les fizo sofrir tanto aquel dia, que
muchos dellos vuo muertos e feridos, e des-
pués que las laucas ouieron quebradas, me-
tieron mano a las espadas de cada parte, y
comentaron la batalla tan peligrosa e tan
mortal, que en ])oca de hora podria honbre
BALADRO DEL SABIO MERLIN
85
ver el campo lleno de muertos e de feridos;
mas todavía, por esfuerQO, ganaron los del
rey Artur el canpo. Assi que por fuer(;'a ani-
ño a las primeras tres liazes de Ñero boluer
las espaldas, j los del rey Artur fueron he-
rir a los otros que los venian ayudar, que
eran otras tres liazes; y en aquella yda fue-
ron muchos de los del rey Artur derribados
e feridos e maltrechos, ca eran muy pocos
contra los otros, y todos fueran muertos si no
por el rej'' Artur, que les enbio otras quatro
hazes; estonces estouieron igualmente, pero
que muchos eran los otros mas que los del
rey Artur. En tal guisa se juntaron de am-
bas las partes, assi que si mal auian los
vnos, luego los otros de su conpaña los aco-
rrían, e quando los dos hermanos vieron que
el rey Artur entraua en la batalla, dixeron:
«Mucho atendemos; agora vayamos ferir
nuestros enemigos»; y estonce firieron en
la ¡postrimera haz, en que yua Xero, e topa-
ron primerainente con dos caualleros, e me-
tiéronles las lancas por los cuerpos, que es-
cudos ni lorigas no les prestaron, e pusié-
ronlos en tierra tales, que no ouieron mas
menester maestros; y al caer quebraron las
lancas en ellos, e los dos hermanos metieron
mano a las espadas, e comentaron a dar
vnos a otros muy grandes golpes, e derribar
yelmos de cabezas, e llagar, e matar, e tan-
to fazian anbos grandes marauillas de armas,
veyendolo sus enemigos, e quantos lo veyan
eran ende espantados. É si alguno me pre-
guntasse con qual espada Baalin firia, yo le
diría que de la suya, ca no de aquella que
tomo a la donzella, ca de aquella nunca firio
hasta el dia que entro en canpo con Baalan
su hermano e lo mato por desconocimiento.
E otrosí fizo Baalan en el con su misma
espada, como adelante os lo contara el Se-
gundo libro del santo firial.
Cap. CCXIX. — De las marauillas q^ie hizo el
cauallero de las dos espadas en la batalla.
Assi fue la batalla en el canpo de Carabel ;
e fue ay muy buen cauallero el rey Artur,
ca muchos mato e llago aquel día por su
mano, e bien mostró a sus enemigos la bon-
dad de su espada Escalíbor, e muchos con-
praron caramente el su bien tajar, ca ante
que la batalla fuese partida, mato e ferio por
su mano mas de dozíentos caualleros, e Quea
su mayordomo lo hizo tan bien aquel dia,
que gano tan buena prez, que le duro tan-
bien buen tienpo; e Oruís de Reynel, que
era tan buen cauallero mancebo, lo fazia
otrosí muy bien, mas ningún bien que el ni
otro hiziesse no era tan loado como era el
cauallero de las dos espadas, ca aquel fazia
vnas marauillas atan conoscidas do llegaua,
que todos lo tenían por marauílla, e no de-
zían que era cauallero mortal, mas alguna
fantasma o algún diablo que su mala ven-
tura ay auia traydo; y el rey Artur, quando
le vio, miro las marauillas que hazia, e díxo
que aquel que no era cauallero como otro,
mas honbre nascido sobre tierra para des-
truyr gente, y esto díxo el a Ctí flete que fue
después en muchos lugares retraydo.
Cap. CCXX. — Co7no Merlin hablaua con el
rey Loe, deteniéndole por que no fuesse a
la batalla.
E assi fue la batalla comengada e mezcla-
da de la vna parte y de la otra, e Merlin fue
al rey Loe, e fallólo que se guísaua para
venir sobre el rey Artur, e dixole: «¡Ay rey
Loe! tu fueste fasta aqui muy leal contra tu
señor; e agora eres tal como aquel que entra
en la muerte si se faze a fuera de bien fazer;
tu fueste fasta aqui muy leal, ¿e agora que
eres cerca de tu muerte, quieres ser tray-
dor? E agora cata como quieres fazer tan
gran traycion como fallecer a tu señor e a
tu cuñado e tu amigo; ha tan gran cuyta de
se conbatir por ti e por su pueblo, e mete
su cuerpo en auentura de muerte por tirar a
tí e a los tuyos de seruidunbre de malas
gentes estrañas, e tu, sobre este peligro, le
buscas otro, e quieres yr sobre el, ca allí do
el es, mete el cuerpo por te defender de tus
enemigos, e tu guisas de lo matar a tu poder
seyendo tu su vassallo; agora cata sí es esto
traycion e gran crueza». El rey Loe díxo:
«Al rey sí yo lo desamo, no es marauílla, ca
el fizo agora de nueuo la mayor traycion,
que nunca rey fizo tan gran daño a los ricos
hombres de su rey no. E otrosí que a mí que
me tiro vn fijo que Dios me diera; e no me
duelo porque era el mas poderoso honbre de
su reyno, ni porque era su amigo y cuñado
y fijo de su hermana; agora catad sí esta
guerra fue mas que traycion». «Agora, díxo
Merlin, ¿pensays que tu fijo es muerto?»
«Si, díxo el, ca nunca aura comígo amor;
yo lo se verdaderamente que lo metió sobre
mar con los otros niños, e por esto nunca
aura comígo amor ni paz , mas guerra en
todos los días de mi vida»; y Merlin díxo:
«Tuerto fazes, ca no sabes que tanta es tu
vida, e no deurias dezír cosa sino toda ver-
dad; e ag:ra sabe verdaderamente que Mor-
derec es bíuo, y si desto te quisieres dexar,
yo te lo mostrare antes de dos meses» . «Esto
no creería yo, dixo el rey, si yo no lo vics-
se» . «¿Pues que quieres fazer?» dixo Merlin.
80
LIBROS DE caballerías
Y el rey dixo que, «si Dios no lo parte, yo
no me partiré sin batalla, e assi me venga-
re si la muerte no me lo estoruare». «Yo te
digo, dixo Mei'lin, que si a la batalla vas,
que seras vencido tu, e todos los mas de los
tuyos muertos: e bien deuias creerme de lo
que te digo, cíi tu sabes por verdad que
nunca me fallastes en mentira de cosa que
me oyesses dezir, y tu te fallaras ende mal
si no me crees ^ . Y el rey dixo que no dexa-
ria por ninguna cosa de tomar venganca; e
Merlin dixo: < Agora, pues, sabe que te falla-
ras ende mal, a tal hora que no lo podras
mejorar»; y, en quanto el Rey hablaua con
Merlin, dize que sus hombres se otorgaron
ay. e dezian: «Señor, fazed lo que Merlin os
manda e vos ruega, ende su consejo no vos
verna mal a vos ni a otro»; e Merlin sania
que se conbatia el rey Artur aquella ora, e
que si el rey Loe viniesso aquel tienpo, que
el rey Artur seria vencido, e detenia al rey
Loe en palabras quanto podia, ca Merlin no
quería de plazo sino que el rey Artur ven-
ciesse a los del rey Rion, ca si esta lid ven-
ciesse, bien sania que consejo anria contra el
rey Loe, e por esto lo detuuo quanto pudo
en palabras fasta hora de tercia; y estonces
fazia el su encantamento, ca después que
supo que la lid era vencida, bien quiso que
fuesse el rey Loe, por que muriesse ante que
el rey Artur, ca bien sabia que vno dellos
auia de morir aquel dia. Y después de hora
de tercia ('), vino vn honbre al rey Loe, que
le dixo: «Señor, nueuas os traygo maraui-
Uosas: sabed que el rey Artur %'encio la ba-
talla contra el rey Rion, ca nunca vio hon-
bre tan gran mala ventura, ca muchos ay
muertos de vna parte e otra, e presos de la
parte del rey Rion muchos honbres buenos».
E quando el rey esto oyó, fue espantado, e
miro si viera a Merlin, que le tajaría la
cabeca porque lo detuuiera. Entonces dixo
a sus honbres: «Merlin nos ha muerto, ca si
3'0 desde oy de mañana anduuiera, desbara-
tara al rey Artur y me vengara, e agora so
mas arredrado que nunca fue, e jamas en
que biua no le terne assi como oy de maña-
na lo tomara: e agora no se que haga, ca si
a el vo, fazerme ha como a enemigo porque
no quise anoche cosa fazer por el, e, si me
tornare a mi tierra, yra sobre mi e des-
truyrme ha»: y estonces dixo vn cauallero,
que era su priuado e su primo: «Con el rey
Artur no podremos cosa fazer si no por el
espada, e agora yd seguramente, ca Dios
vos dará la honrra de la batalla». «E vaya-
mos, dixo el rey, ca no me quiero del partir
(') O sea: despaés de las nueve de la mañana.
sin batalla». Y estonce pregunto al manda-
dero: «Di, ¿es gran gente con el rey Artur?»
«Cierto, dixo el, no, e los mas dellos llaga-
dos» «Pues vayamos, dixo el rey, e fazed
todos en guisa que a las primeras feridas
ninguno quede en silla» . Y ellos dixeron que
assi lo farian, pues le tanto plazia; y estonce
fizieron sus hazes, e fueron contra la hueste
del rey Artur.
Cap. CCXXI. — Como el rey Loe jjeleo en
batalla con el rey Artur, e el rey Peliii oí-
mato Oí lid al rey Loe.
Después que fablo Merlin con el rey Loe,
tornóse para Artur, e fallólo herido en mu-
chos lugares de feridas grandes e pequeñas,
e vio que se desarmaua, e dixole: «Rey, no
te desarmes, que avn tienes que fazer, ca
ves al rey Loe de Oromia, con sus ricos on-
bres e con su hueste, viene sobre ti; e cata
las señas en aquella montaña, que vienen
quanto pueden». El re\' dixo: «¡Ay Dios, e
que cuyta tamaña! Todo este mal nos viene
por nuestro pecado, e pienso que los honbres
buenos compraran lo que yo fize contra
Nuestro Señor» . E quando los ricos hombres
esto oyeron, ouieron del gran piedad e gran
duelo en sus cora9ones, e dixeron al rey:
«Señor, no te desconfortes, e caualga segu-
ramente, que Dios te dará honra, e ellos re-
cebiran deshonra» ; estonce dixo vn caualle-
ro de su compaña, aquel que luengamente
anduuo em pos de la bestia ladradora e cuyo
hijo fue Perseual, según este cuento lo dirá
después (y este cauallero fue muy bueno en
la lid, en tal manera que no fue ay otro tal,
sino tan solamente el cauallero de las dos
espadas e su hermano), y el cauallero dixo
al rey: «Señor, vuestra merced que nos
también seguredes, e sabed que mi hazienda
es en vos e en los otros buenos caualleros; e
si todos fuessen lales como vos, poco dura-
rían» ; y el rey dixo: «Agora vos ruego que
me digades quien soys, ca vos no conozco
por razón de las armas» . Y el cauallero dixo:
«No vos lo encobrire; sabed que yo soy aquel
cauallero que vos vistes seguir la bestia dese-
mej,ada, e por gran bondad que en vos vi,
vos vine ayudar, ca no por tierra que de vos
tengo; esto sabedes vos bien» ; e el rey dixo:
«Vos la ternedes quando quisierdes, ca mu-
cho lo merecedes bien». E desi mouieron
sus hazes contra la hueste del rej Loe, c
allí podríades ver, al juntar de las hazes,
muchos caualleros derribar, ca muchos auia
de buenos honbres de la vna parte e de la
otra, que bien mil ay muertos, e esta lid fue
tan dura e tan braua comencada, que desde
BALADRO DEL SABIO MERLIX
87
hora de tercia duro fasta hora de bisperas ('):
e si el rey Loe fuera tan buen cauallero como
eran sus gentes, fueran desbaratados; mas
tanto era lo que el rey Loo sufria empero de
la batalla, e los fazia tornar y esforoar a los
suyos, assi que quantos lo véyan se mara-
uillauan como lo podía sofrir. T el comen-
Qaua todas las proezas, dar los golpes tan
grandes, que no auia a y tal que no ouiesse
gran pauor; e quando el rey Artur tío las
marauillas que hazia el rey Loe, dixo: «¡Ay
Dios, que cuyta e que daño que tal hombre
como este erro tan mal, que tanta es su bon-
dad que deuía ser enperador del mundo!»
E el rey Loe, que no miraua sino como po-
dría matar a Artur, puso mano a la espada,
e fue a do lo vido estar en vna espessura, e
el rey Artur, que estonce no estaua en guisa
para lo rescebir, cobro el freno y escudóse
del golpe, y el rey Loe lo erro, e firio al
cauallo por el argón tan brauamente, que lo
tajo por medio de las espaldas, y el cauallo
cayo muerto, y el rey Artur cayo ante el; y
el cauallero de la desemejada bestia, que
estaua cabe el rey Artur, quando lo vio assi
caer, cuydo que era muerto, ouo gran pesar.
e dixo que era gran daño, ca nunca los de
Londres cobrarían tal señor, e que lo ven-
garía si pudiesse. Y estonce fue ferir al reí
Loe, que le no recelo. Y el cauallero lo firio
tan de rezio, que el yelmo ni la loriga de
fierro no le pudo guarescer que todo no fen-
diesse fasta en las espaldas, e cayo luego
muerto en tierra. E quando los de Orcania
esto vieron , fueron espantados e que se no
supieron consejar, ca veyan muerto aquel en
que toda su esperaní.-a era de vencer aquella
batalla, si vencida ouiesse de ser; e quando
los caualleros del rey Artur vieron aquel
muerto que les tanto mal hazia, esforoaron-
se correr a los de Ortania, e derriliaron, e
mataron, e llagaron ende los mas; y ellos
fueron tan espantados, que dexaron el can-
po, e comenoaron a fuir por guarescer si
pudiessen, e los otros yuan em jios dellos,
que los desamauan mortalmente; e mataron
dellos tanto, que el campo era cubierto de
muertos; e assi fueron desbaratados los de
Ortania. E aquel día recibieron verguenr-a,
que para siempre les fue retrayda, como
fueron vencidos en canpo do fueron contra
(') O sea: desde las nueve de la mañana hasta po-
nerse el sol.
La hora áe prima era á las seis de la mañana; la de
tercia, á las nueve; la de sexta, á las doce; la de nona,
á las tres de la tarde; las rigjieras, hasta ponerse el
sol.
Según la costumbre canónica, después délas víspe-
ras venían las completas. El oficio divino empieza por
los maitines, que suelen cantarse á media noche.
SU señor natural; y en tal guisa mato el rey
Pelinor de Galaz al rey Loe de Ortania, por
que Oaluan su hijo, quando fue cauallero,
desamo mortalmente al rey Pelinor. E de
aquel linaje mato sus hijos: La Morante,
Dreyanes e Agraual, mas este Agraual mato
en la demanda del sancto Orial, como el
cuento lo dirá después.
Cap. CCXXII. — De como el rey Artur hizo
enterrar al rey Loe e a los otros que mii-
Heron en la lid.
Acaescio desta manera que todos los de
Ortania fueron muertos e presos; el rey Ar-
tur mando tomar todos los suyos, e mandó-
los todos echar en vna cueua muy honda, e
fizo de suso vna yglesia, en que cantassen
síenpre missas por sus animas; mas por to-
dos los otros cuerpos no dio cosa, mas fizo
que los soterrasen por essos llanos, e por los
montes do se hazian en la lid del rey Rion,
aniño que los doze reyes a quel rey Rion
conquiriera, fueron todos mtiertos, y el i'ey
Artur fizo leuar todos los cuerpos dellos a
Camaloc, e fizólos meter en vna yglesia de
Sant Agostin, e fizo scriuir sobre cada vno de-
llos su nombre, e al rey Loe, porque lo
amara, fizólo meter en medio de la cibdad,
en vn monumento muy fermoso e muy rico,
e fizo fazer por onra del en aquel lugar vna
yglesia, que fue después muy honrrada, e
sera mientra durare el mundo, e púsole
nonbre la yglesia de Sant Juan.
Cap. CCXXUL — Como Galuan hazia duelo
por el rey su padre, e de las razones que
dixo.
Otro dia, la reyna su mujer e sus quatro
fijos, que eran muy fermosos niños, vinie-
ron al enterramiento del rey, e fue ay fecho
gran duelo; e el rey Vrian vino ay, e su
muger Morgayna, que andaua aun por auer
fijo. Y esta Morgayna era muy maliciosa, e
sabia mucho engaño e otro mal; e quando el
rey Loe fue sepultado, Galuan, su hijo ma-
yor, era muy fermoso niño, que no liauia
entonce mas de onze años, e fizo tan gran
duelo por su padre, que todos los que lo vían
auían del piedad, e desque fizo su duelo, que
hombre de hedad no podía mayor fazer ni
mas puesto, dixo vna palabra que bien fue
oyda. Después no se oluido, e la palabra tal
fue: «¡Ay Dios, señor! ¡como me fizo gran
daño de gran duelo sabidor el rey Pelinor,
que vos mato, e mucho abaxo vuestro linaje
e torno en pobreza por vuestra muerte, y el
88
LIBROS DE caballerías
reyno de Londres ende menguado, mas que
no fara de los mejores siete reyes que ay
han. e ya no plega a Dios, señor, que yo haga
caualleria que sea loada fasta que yo tome
vengan<?a como es derecho, que mate rey
por rey!»: y desta palabra se marauillaron
quantos la oyeron, ca mucho era grande
para dezir tamaño niño. Muchos ouo ay que
dixeron: «Avn este vengara a su padre», e
assi fue, que después mato por ende al rey
Pelinor e a tres fijos suyos.
Cap. CCXXrV. — Como el rey Artur liixo fn-
xer ymagines a su semejanra e de los trcxc
reyes que el matara en la batalla.
El rey Artur era muy alegre de aquel
bien que les Dios hizyera. e dixo que haria
las ochauas de aquella victoria grande; e
mando hazer ymagines de metal, e doraron-
las muy bien, e cada vn rey auia en su ca-
bera vna corona de oro, e su nombre escrip-
to en el pecho; e desi mando hazer vna yma-
gen en forma del rey Loe que le páresela; e
desi hizo hazer vna ymagen, mejor que to-
das las otras, a su semejanoa, e fizo que los
treze reyes touiessen sendos candeleros en
las manos: y el rey Artur tenia en la mano
vna espada desnuda, que parecía que ame-
nafaua a los otros treze. Y desque esto fue
fecho, fizóles poner en la mayor torre de su
alcacar, assi que todos los de la cibdad los
veyan bien; e cada vno de los treze reyes
tenia vna gruessa candela en la mano, y en
medio de todos estaua la del rey Artur, y
ellos yrguian las cabcí^as assi como si le pi-
diessen merced de algún yerro; y pues que
todo esto fue fecho, comentaron su fiesta,
que les duro ocho dias: mas en el primero
dia dixo el rey Artur a Merlin, que estaua
cabel: <' Mucho me paresce esta obra buena,
si estas candelas para sienpre durassen».
«Cierto, dixo Merlin, ¡yo os las liare durar
mas que vos cuydades ! » ; estonce hizo su
encantamento, e después dixo al rey: «Ago-
ra sabed que estas candelas no morirán fas-
ta aquel dia que el alma se me partiere del
cuerpo, y en aquel tiempo que ellas murie-
ren, auernan dos marauillas en esta tierra.
Ca yo seré muerto por engaño de muger, y
el cauallero de las dos espadas dará el dolo-
roso golpe contra defendimiento de Nuestro
Señor, por que las auenturas del sancto Grial
auernan a menudo en el rej^no de Londres, y
estonce comentaran las cuytas e las tenpes-
tades contra la Gran Bretaña, assi que todos
serán ende espantados, e durare esto veynte
e dos años:» .
Cap. CCXXV. — Como Merlin dixo al rey
Artur que no vioririan las candelas fasta
que el muriesse.
Dixo a Merlin el rey: «¿Por esto puedo yo
entender vuestra muerte y el dia en que ha
de ser'?»; e Merlin dixo: «Yerdad es, e otrosi
vereys el dia en que las venturas vernan
primero, ca estonce morirán estas candelas.
y esto sera a hora de medio dia, e verna es-
tonces vna escuridad grande por toda la
tierra, que ninguno no podra ver nada, e
aquella hora yreys a ca^a, e decendiredes
cabe vna fuente por matar vna bestia, y es-
tonce verna la escuridad tan grande^ que no
sabredes parte de vuestra bestia, e bien vos
digo que auredes muy gran miedo» ; y el rey
marauillose, e dixole: «Merlin, ¿vos me po-
deys bien dezir quando sera esto?» «Por
buena fe, dixo Merlin, esto no sabredes vos
ni otro» ; y estonce se dexo el rey de le pre-
guntar, e hablóle en al, e dixole: «Dezidme
do se fueron el rey Pelinor e los dos herma-
nos que tan buenos fueron en las batallas y
en los hechos; [hize] buscar lueñe y cerca, e
no los han podido fallar, ca fizieron tanto por
mi, ca nunca aure plazer fasta',que les de ende
algún galardón». «Yo vos digo, dixo Merlin,
que los dos hermanos nuncív los veredes en vno
tan ayna como pensays, e quando los vierdes
no os plazera cosa, ca vos faran pesar por
desconocer»; y esto dezia Merlin porque se
mataran ambos por desconoscimiento.
Cap. CCXXYI. — De como Merlin dixo al
rey Artur que guardassr la vayna del es-
pada.
Mucho fablaron aquel dia de muchas co-
sas, assi que Merlin dixo al rey Artur: «Yo
no estare aqui mucho, mas vna cosa vos
diré, y creedme, si soys sesudo: que la vaj---
na de vuestra espada, que la guardedes bien.
Ca yo os digo que nunca tal hallaredes si la
perdedes, ni la metays en mano de ninguno
sinoen aquel en quien fiedes mucho, ca si vos
la conociere, nunca mas la aureys, e bien
vistes en las lides quanto valia la vayna, ca
vos fuestes en la batalla llagado de muchas
llagas, e nunca perdistes gota de sangre»; e
el rey dixo: «Yo la guardare a mi poder» .
Cap. CCXXVII. — Coino Merlin se ena-
moro de Gayna ('), y ella lo desecho de si.
Hizo el rey Rion aquel dia omenaje al rey
Artur, e fizo reyes por todas las tierras onde
eran reyes aquellos que morieran en la lid;
(') Morgayna.
BALADRO DEL SABIO MERLIN
89
e aquel clia hablaron mucho los vuos e los
otros de muchas cosas, e de las candelas que
assi ardían, e quando Morgayna lo supo que
Merlin liiziera este encantamento, pensó de
lo conoscer, e que aprendería tanto del que
podría fazer vna píeca de lo qué quísiesse, j
entonce se conoscio con Merlin, e rogóle que
le enseñasse de lo que sabia e quel faría
pleyto que faría por el lo que quísiesse; e
Merlín, que la vio muy hermosa a maraui-
11a, comentóla a querer muy bien, e dixole:
«Señora, no vos lo encobrire, e yo vos amo
tanto, que no ha cosa en el mundo que me
demandedes que yo por vos no haga». «Mu-
chas mercedes, dixo ella, y esto quiero yo
prouar luego; agora os ruego que me ense-
ñedes tanto de encantamiento, que no aya
muger en esta tierra que mas sepa que yo» .
Merlín dixo que esto faría el bien, e mostró-
le onde tanto en poco tienpo, que supo gran
piega de lo que desseaua saber, ca ella era
muy sotíl y enseñosa, e codiciosa de apren-
der, e auia muy gran sabor de ciencia de
nigromancía; e quando el vino el tiempo de
auer su hijo, ouo un hijo varón, a quien lla-
maron en baptismo Juan, e fue después buen
cauallero nombrado, e de gran bondad, e de
tantos hechos, e desque aprendió tanto de
nigromancía, quando quiso alongó a Merlín
después, porque vio quel amana de fol amor,
e dixole que le haría morir sí mas víniesse
a lugar do ella fuesse, e quando Merlín esto
oyó, ouo muy gran pesar, ca la quería mas
que a otra cosa, e por amor del rey Artur
que amaua partióse presto ende.
Cap. CCXXYIIL — De romo Morgayna pro-
metió a. su amigo que le daria la espada
Escal'ihor,
En el reyno auia un cauallero bien fer-
moso e muy apuesto en armas, e amaua
mucho a Morgayna, e ella a el, e tanto an-
duuieron en su amor, que dormieron en vno;
e ella lo amaua sobre todos los hombres del
mundo; y ella estaua en casa del rey^ e pa-
raua mientes en su hazienda, e mantenía la
casa, porque el rey no tenia muger, e fiaua
della mas que de cosa del mundo, e por gran
fiuzia que en ella auia, díole guardar la es-
pada, e dixole: «Guárdamela bien, e mejor
me guarda la vayna, ca es el guarní mentó
del mundo que yo mas quiero e mas precio» ;
e quando ella esto oyó, espantóse, e díxolo al
cauallero que amaua, e el le rogo que pre-
guntasse al rey por que la quería tanto; ella
dixo que lo haría; e vn día pregunto al rey
que por que quería tanto aquella vayna, e el
rey, que muclio quería a su hermana, le
contó la verdad de todo, y ella dixo: «Por
buena fe, ella ya no entrara en mano saino
de la vuestra, desde oy la guardare mejor
que ante»; e aquella noclie vino su amigo a
olla, e contole todo lo que el rey le dixera de
la vayna. «Por Dios, dixo el, pues en ella
ay tan gran virtud, quiérela yo auer»; e ella
dixo: «Assi quiero yo, mas esperad fasta que
faga fazer otra que le parezca, ca si me la el
rey pidiesse e se la no diesse, o otra que le
pareciesse, matarme ya»; y el dixo: «Pues
agora catad que hazeys, ca nunca seré ale-
gre fasta que la aya en mi poder».
Cap. CCXXIX. — Cbwo Morgayna dio la es-
pada a su amigo, e fue engañado ron ella.
Sabed, pues, que embío Morgayna por vno
que era maestro de las obras, e mostróle la
vayna, e dixole que le fiziesse otra tal, y el
maestro dixo que la haría, en tal que touies-
se la otra delante, e Morgayna lo metió en
su cámara, por que no se perdiesse la vayna,
e hizo otra tal, que tanto se páresela, que
no auia hombre que la supíesse conoscer
qual era la vna ni la otra. E quando Mor-
gayna vio que se tan bien parescian, ouo
miedo que lo descobríria el maestro que la
fiziera; mandóle cortar la cabega e echarla
en la mar; estonce embío por su amigo, y
ellos estando ambos catando la vayna, vino
el rey Artur de su caga, y ellos ouieron
miedo que si el rey assi los fallasse solos,
que pensaría alfíun mal, e fuyeron cada vno
dellos a su parte, e dexaron las vaynas en
vn lecho vna sobre otra, e la espada en vn
alfamar. El rey se fue a su cámara, e fallo
a Morgayna, y estouo vn poco con el, e tor-
nóse a su lecho onde se partiera, e cato las
vaynas, e no las pudo conoscer cada vna
qual era, ca se parescian mucho, e fue es-
pantado, e auino como Dios quiso, e tomo la
vayna, e metió ay la espada, mas no cuy-
daua ella assi, e dio la otra a su amigo y
pensó que era la mejor; e aniñóle assi que
aquella mesma semana se conbatio con vn
cauallero e fue mal ferido, e la vayna en que
se fiaua no le valió cosa, que tanta sangre le
salió que apenas se podía tener en la silla,
e por ende cuydo que Morgayna se la cam-
biara adrede, e dixo que se vengaría della;
e fuesse a su posada e curo de sus feridas.
Cap. CCXXX. — De romo el amigo de Mor-
gayna dixo al rey Artur que su herma7ia
lo desaniaua.
Vn día auino que el rey fue a caga e
aquel cauallero pensó de lo aguardar, e aui-
90
LIBROS DE caballerías
nole assi que se desarredro de su compaña
fuera aquel cauallero, e pues caco quanto se
pago, tornóse, e vínose fa blando con aquel
cauallero de muchas cosas, assi que el caua-
Uero le dixo: «Señor, dezirvos he vna cosa,
sino que he pauor. e sabed que lo no digo
sino por vuestra pro» ; y el rey dixo: «Dezid.
ca vos no verna ende mal. mas gran bien si
veo que es mi pro». Y el cauallero dixo: «Se-
ñor, pidovos de merced de vna cosa que qui-
siera fazer a vuestro daño, e dezirvos he qual.
Sabed que Morga^Tia vos desama, e no se por
que, mas tanto mortalmente vos desama, que
vos busca muerte, e por ende enbio el otro
dia por my, e hizome jurar qiie hiziesse
lo que ella me mandasse, e después que lo
jure, dixo: «Quiero que me venguedes de
Artur, que me mato a mi sobrino e a mi
cuñado, e quiero que lo mates por ende» ; e
yo dixele: ^Señora, esto no podría yo hazer,
ca he miedo que me mate el»; e dixo ella:
• Desto no hayas miedo, ca yo te daré vn tal
guarnimiento que , mientra lo truxeres, no
perderás vna gota de sangre ni recibirás fe-
rida mortal. Estonce me dio vna vayna de
vna espada, e dixome que aijuella auía tal
virtud, que me haría rico para sienpre si os
matasse; mas yo no lo quise fazer, porque so
vuestro natural, e porque no he derecho en
vuestro mal querer, e por esto vos descobrí
esto hecho, e ruego vos que os guardedes
della» .
Cap. CCXXXI. — Como Merlin. dixo n Mor-
gayiia que el rey la mataría si la kallasse
allí.
El rey, quando esto oyó, santiguóse por
la marauilla que ende oyó, e dixole que le
mostrasse la vayna, y el cauallero se la mos-
tró, 6 el rey la tono por la suya verdadera-
mente, e dixo al cauallero: «Dádmela, e yo
me vengare de la gran traycion»; y el caua-
llero se la dio, que cuydo que fiziera bien su
hazienda, e el rey se torno para do dexara a
su hermana; mas Merlin, que por ciencia
sabia quanto dixera el cauallero al rey, e
porque vio que el rey yua tan sañudo, e vio
que mataría a Morgaj^na si otro consejo no
ouiesse ay, fue a ella, e dixole todo el con-
sejo del rey e del cauallero, e esta guarda
le fizo porque le amaua mas que a otra cosa,
e no paro mientes como le partiera después
tan abiltadamente. E quando ella esto oyó,
ouo muy gran miedo, e hinco los ynojos ante
Merlin, e dixo: «Aued de mi merced e ayú-
dame, sí no, muerta soy, e bien sabes tu que
yo nunca aquello dixe al cauallero». «E
¿como vos podría yo a^nidar?», dixo Merlin.
«Esto vos diré yo, dixo ella; tu quedaras
aquí, eyo sobire en mi palafrén, e salírme he
fuera de la villa, e fare infinta que me quie-
ro yr, e quando el rey viniere e preguntare
por mi, dile que me furtaron la vayna del
espada e que me fue con miedo; e sí assi
esto dizes, yo aure amor del rey, e el caua-
llero sera escarnido»; e Merlin dixo: «Yo lo
haré por vuestro amor -> : e Morgayna escon-
dió la vayna que tenia que la no pudíesse
hallar el rey, e después caualgo, e fuesse.
A cabo de vn poco llego el rey, e pregunto
por su hermana, e Merlin le dixo: «Señor,
mal le va, ca huyo, e fuesse para su rey no».
«E ¿porque?» dixo el rey: «Señor, dixo Mer-
lin, porque le furtaron la vayna que le dis-
tes a guardar, e huyo por miedo de vos» .
Cap. CCXXXII. — De como el rey Artur
mato al amigo de Morgayna.
Quando el rey esto oyó, luego pensó de al
de lo que ante pensaua, ca bien pensó que
el cauallero furtara la vayna, e que dixera
aquello por algún desamor que auía a su her-
mana; y estonce cato al cauallero muy sañu-
damente, e dixo: «A pocas ouiera a hazer la
mayor desmesura que nunca rey hizo, ca
ouiera de matar a mi hermana por vuestra
mésela» ; y estonce metió mano a la espada ,
e dixo: «Yodes aquí el galardón de vuestra
mentira» ; e díole tal golpe, que le echo la
cabera a lueñe, e dixo a Merlin: «¿Do cuy-
dades que hallare a mi hermana?» Y el dixo
donde estaua, y el enbio luego por ella, e
falláronla en vn monesterio de dueñas, e
quando ella vino al rey, díole el la vayna,
e dixole: «Guardádmela mejor que la otra
vez guardastes, ca por gran ventura la oue,
e si vos nqui fallara, caramente la compra-
redes»; y el dezíale esto, porque cuydaua
que aquella era su vayna, la que le diera
con el espada. Assi hizo Morgayna paz con
su hermano, a quien buscaua la muerte
quanto podía, mas el rey no entendió que le
quería su mal, e por ende la tenía consigo.
Cap. CCXXXIIT. — De como Merlin dixo que
Bandcmagus seria muerto por Galuan.
Viuío mucho el rey Orian con el rey Ar-
tur, por amor de su muger que le regia su
casa, e porque ella era sabidora de muchas
cosas; amánala mucho el rey Artur, mas
después la desamo mortalmente, e con dere-
cho, ca la ouiera de fazer matar; e después
el rey Orian auía vn sobrino muy hermoso, e
atreuído, e sesudo por ser de su edad, tanto
que todos se marauíllauan, e no auía niño en
BALADRO DEL SABIO MERLIN
91
el rey no de tan buen donayre, y era de edad
de diez años; y el rey Orian no amana cosa
tanto como a el, e nombrauase Bandemagus,
e amana mas conpaña de Galuan e de Grarie-
te que otro, e auia sobre Graluan seys años;
e aniño assi que sernia antel rey, e después
que ouo comido tomáronse por manos todos
tres, e yuan assi por el palacio, e Bandema-
gus jnia en medio, e tenia el bra^o diestro
sobre Galuan y el siniestro sobre (rariete, e
l^assaron ante Merlin, e Merlin dixo como
sañudo: «¡Ay, Bandemagus! a tu diestro es
por quien te perderás, y esto sera gran
daño, ca en tu tienpo no morirá mas prin-
cipe que tu». Esta palabra oyeron muchos
e no la entendieron, e el rey le rogo que la
dixesse otra Tez , e no quiso; e dixeron al
rey lo que dixera, mas nunca entendió aque-
lla profecia como el dixo, ca assi fue, que
mato Q-aluan a Bandemagus.
Cap. CCXXXrV.— C'o?»o 2IeHm dixo a Na-
hor que Morderee lo avia de. matar con
vna lan^a.
Todos fablaron mucho en la corte de Ban-
demagus, y en aquel dia vino assi que Na-
bor, padre de Sagramor, aquel que a Morde-
ree criaua, seya cabe el rey Orian, e nenia
aquel dia a la corte, e dixera al rey Orian:
«Señor, mucho deuedes ser alegre en tan
buena crianga como hezistes en Bandema-
gus, e cierto yo no se agora en esta tierra
con que tanto deuiesse aplazer, e agora plu-
guiesse a Dios que ouiesse yo otro tal fijo, e
si Dios me ayudare, yo lo amare e preciare
mucho» . «Si Dios me uala. dixo el vej Orian,
yo lo amo tanto como si fuesse mi hijo, e
amoló mas por el bien que en el veo que
por el linaje que comigo hay». Y ellos
diziendo esto, yrguiose Merlin, e dixo al
padre de Sagramor: «El rey Orian puede
ser mas alegre de su crianza que vos de la
vuestra; ca el vera su crianga yr para bien,
e vos veredes que la vuestra vos matara con
vna langa, y el vno'destos dos que aqui esta
matara al otro; e assi podredes bien dezir que
metistes el lobo con el cordero, ca assi como
el lobo es alegre con la muerte del cordero,
assi sera alegre el vno con la muerte del
otro; y esto sera en el dia que la mortal
batalla sera en los llanos de Salabres, quando
la noble caualleria del reyno de Londres
sera muerta destruyda» . Desto fueron mara-
uillados quantos lo oyeron, e hablaron ay
mucho, e dixeronlo al rey, y el rey dixo:
«Esta es de las profecías de Merlin»; e
mandola escreuir con las otras, y estonce
dixo el rey a Merlin: «Tanto dezid si estas
cosas que dezides ante mi auernau en mi
tiempo». «Si, dixo Merlin, verdaderamente,
e yo no digo cosa que vos no veades ante de
viiestra muerte» . «Mucho me ende plaze» ,
dixo el rey.
Cap. CCXXXY. — Co/ho el rey Artur rogo
al cauallero de las dos espadas que fuesse
cu pos del cauallero.
Otro dia, a hora de medio dia, aniño que
el rey fizo armar sus tiendas fuera del cas-
tillo, en vn prado sobre el camino, e sin-
tióse ya quanto pesado de dolor, e acostóse
en su lecho; e mando cerrar la tienda, e que
le no entra s?en si no fuessen simientes; y
el assi estando, comengo a pensar en vna
cosa que le mucho desplazia; y el estando
assi, oyó vn gran sonido de cauallo que
venia por el camino, e leuantose e salió
fuera por ver que era, e hallo a sus siruien-
tes dormiendo; e vio venir de fazia el cas-
tillo de Camaloc vn cauallero armado, que
fazia el mayor duelo del mundo, e dezia:
«¡Ay Dios! ¿do te meresci lo que me con-
niene a fazer, tan gran mal e tan gran des-
lealtad, ca no era yo vssado, Señor, de fazer
tan gran traycion»; y desque esto dixo, co-
mengo a fazer su duelo mayor que ante,
e quando al rey junto, dixole: «Cauallero,
ruégeos por mesura que me digades por que
fazeys este duelo» . «Señor, dixo el, no vos
lo diré, ca no soys poderoso de me poner ay
consejo»; e después fuesse, que le no dixo
mas, y desto ouo el rey gran pesar, e cato
el cauallero mientra lo pudo ver; y estando
assi, vio venir de trauiesso del camino el
cauallero de las dos espadas, el hombre del
mundo que el mas preciaua, e venia dere-
chamente a el, e quando lo el rey vio venir
fue contra el, e dixole: «Amigo, bien ven-
gados» ; y el dicio luego que conoció al rey,
e fue muy humildosamente contra el, e
dixole: «Señor, todo mi coragon en vos es,
para os hazer seruicio en todas las cosas
que en el mundo pudiere»; y el rey dixo:
«Vos me lo mostrastes asaz de gran bien no
ha mucho, mas avn vos ruego que fagades
por mi vna cosa que vos no sera muy gra-
ne» . «Fazerla he yo si pudiere, pues me lo
vos rogades»; y el rey dixo: «Yo vos ruego
que vayades em pos de vn cauallero que va
por aqui, e hazed que por amor o por al que
venga a mi; sabed que lo no digo por su
mal, mas porque querría saber por que yua
haziendo tan gran duelo». «Señor, dixo el
cauallero, muchas mercedes porque esto me
mandastes, e yo yre muy de grado, e traer-
vos he si Dios quiere» .
92
LIBROS DE caballerías
Cap. CCXXXVI. — De romo el cauaUero de
las dos espadas traya al otro cauaUero en
su guarda.
Estonce subió en su canallo, e fuese em
pos del cauaUero, assi que lo alcanzo, e
traya las armas e las coberturas blancas; y
el cauaUero de las dos espadas se aquexo
tanto, que se acerco a el cabe vna montaña;
y estaua con el vna donzella, que le dezia:
<y.Por que fazeys tal duelo?» E deziale:
«Creed que, avnque os esto digo, que lo
faria yo si lo vos no fiziessedes» . Y el dixo:
< Yo querría passado ha diez años que fuesse
muerto, ante que seguir esta auentura»; y
estonces dixo el cauaUero de las dos espadas:
«Dios vos saine» . Y el le dixo: «Dios vos
bendiga, amigo». «Señor, dixo el de las
espadas, yo vos ruego, por Dios e por honra
de caualleria, que tornedes vn poco al rey
Artur, que embia por vos» ; y el cauaUero
dixo: «Señor, no os pese, que no ha cosa en
el mundo por que ay pudiesse tornar esta
vez; e por Dios vos ruego que me lo no ten-
gay s a mal . que yo lo haria si pudiesse» . Y
el de las dos espadas dixo: «Ay, señor, no lo
digays por Dios, ca me aueys muerto e con-
fondido; ca prometí al rey que os no dexaria
en toda guisa^> ; e el dixo que no podia ende
tornar, ca si tornassc con el, que le vendría
ende muy gran mal. El de las dos espadas
le dixo: «Tornad, si no luego sereys en bata-
lla, e pesarme ya mucho, si Dios me ayude,
ca me parecedes hombre bueno; no os querría
hazer enojo». «E ¿como? dixo el, ¿assi me
conuiene conbatir con vos si no tornare?»
«Si, sin falta, dixo el de las dos espadas, e
pésame mucho, mas afazer me conuiene, ca
lo prometí al rey» . «Por buena fe, dixo el
otro, mal me verna; en alguna manera con-
uerna dexar esta demanda en qué entre, e
si la yo dexare ¿quien sera aquel que la
tomara?» «Yo, dixo el de las dos espadas, que
nunca la dexare sino por muerte, si esto me
prometedes»; y estonce dixo el cauaUero:
«Yo me yre con vos, mas leuadme a saluo
en vuestra guarda, assi que si me ende mal
viniere, que la culpa sea vuestra» ; y el de
las dos espadas dixo que assi lo queria.
Cap. CCXXXYII. — C'oiiio fue muerto el
cauaUero que venia en guarda del de las
dos espadas.
Assi torno el cauaUero de las dos espadas
y el otro con el, e dixole; «Yd adelante, ca
yo os seguiré» : e fueron assi fasta cerca de
las tiendas del rey, quanto vna echadura de
ballesta; y estonce el cauaUero que yua em
pos del otro dio grandes bozes, e dixo: «¡Ay!
cauaUero de las dos espadas, muerto so; la
guarda e la desonrra es vuestra, y el daño
es mió» . Estonce miro el de las espadas, e
violo en tierra, do cayera del cauallo, e
dicio presto, e violo íerido de vna lan9a por
medio del cuerpo, assi que el fierro parecía
de la otra parte; e ouo tan gran pesar, que
nunca lo ouo hombre ma3''or de cosa que le
viníesse: «¡Ay Dios!, escarnido so en ser
este cauallero assi muerto en mi guarda» . Y
el cauallero le dixo a grande afán: «Señor
cauallero, muerto so e la culpa es vuestra;
agora os conuerna entrar en la demanda
que yo comencé. Acabalda a todo vuestro
poder, e sobid en mi cauallo, que es mejor
que no el vuestro, e yd em pos de la don-
zella que estaua comigo, y ella vos mostrara
donde yo auia de yr, e os mostrara aquel
que me mato, c agora parescera como me
vengaredes». E diziendo esto fue muerto;
mas el rey que ay vino ante que muriesse,
oyó gran pie^a de lo que dixera, e dixole el
de las dos espadas: «Señor, escarnido so
que tan buen hombre como vos miirio en mi
guarda;. . «Cierto [dixo] el rey, nunca tan
gran cosa vi, ca lo vi ferir e no vi quien».
Estonce tomo el de las dos espadas la langa
con que firieran al cauallero, e sacóla del, e
después dixo al rey: «Señor, yo me vo, y
encomíendome a vos; e bien os digo que
nunca aure plazer hasta que vengue esta
muerte y que acabe lo que el comengo a
buscar»; y entonce subió en el cauallo del
muerto, e tomo su escudo, e fuesse em pos
de la donzella, y el rey quedo con el caua-
llero muerto, tan espantado que no po-
dia mas.
Cap. CCXXXYIII.— 6'o;«o Merlin dezia al
rey que hiziesse enterrar al cauallero muerto.
Mas estando el rey assi mirando al caua-
llero, vinieron sus ricos hombres, e pregun-
táronle quien matara aquel cauallero. y el
VQy dixo que no sabia; y estando en esto ha-
blando, vino Merlin, e dixo al rey: «No te
espantes desta ventura, ca ayna auras mu-
chas más marauillosas, mas faz fazer aqui vn
monimento rico e muy fermoso, e mete den-
tro al cauallero, e faz escrebir sobre el mo-
nimento: Af^UI YAZE EL CAUALLERO DESCONO-
CIDO; e sabed que aquel dia que sabrás su
nombre, aura tan grande alegría en tu corte,
que ante ni después no la aura ay tan gran-
de, e ante no lo sabrás»; y el rey hizo todo
lo que Merlin dixo.
BALADRO DEL SABIO MERLIN
93
Cap. CCXXXIX. — Ve como el rey ¡Jromcüo
a la mnger de Ehron el follón que haría
cauallero a Briiis su hijo.
Pues clize el cuento que jiues el rey Ar-
tur tajo la cabefa a Ebron el follón porque
el dixera de Morgayna su hermana, e cuj^-
dando que se lo leuantara, e su muger de
Ebron vino a el, e dixole: «Señor, ruegoos
que la tierra que mi marido tenia de vos,
que me la dexedes tener e que me defendays
con ella contra quien me quisiere fazer mal»;
y el rey dixo: «Pluzeme», e otorgoselo. «Se-
ñor, dixo ella, muchas mercedes; mas aun
os demando al»; e dixo el rej'^: xDezid lo que
([uisierdes, que si es cosa que vos yo pueda
dar, auerla heys». «Yo os pido, dixo ella, en
galardón de todos los seruicios que vos yo
pudiere fazer, que vn fijo que yo he, bien
fermoso donzel, que me lo fagays cauallero
ante que de aqui vajeados, ca Dios vos dio tan
buena gracia e tan gran bondad, ca me pa-
resce que no podria ser cauallero sino por
vuestra mano que todauia no fuesse bueno, e
por esto quiero que dedes a mi fijo la honra
de la caualleria, ca su padre era atan buen
cauallero, como vos sabedes, que no podria
el fijo errar en lo ser». Y el rey dixo: «Bien
puede ser, e yo quiero fazer lo que me vos
rogays». «Muchas mercedes, dixo ella, e
agora emendastes ya quanto de la gran per-
dida que fezistes de mi marido»; y estonce
fizo la dueña venir a su fijo antel rey, que
auia nombre Brius y era bien fermoso don-
zel, pero auia el gesto brauo como su padre.
Y el rey le pregunto: «¿Tu quieres ser caua-
llero?» «Señor, dixo el, no ha cosa en todo
el mundo onde tan gran sabor aya» . «Tu lo
seras, por ruego de tu madre, dixo el rey, e
Dios quiera que sea en ti bien empleada la
caualleria». «Amen», dixo la madre.
Cap. CCXL. — De como el reij Artur fho
cauallero a Brius sin piadad.
Y aquella noche mando el rey al escudero
tener vigilia en vna capilla que auia ay; e
otro dia fizólo el rey cauallero, e partióse
dende con su conpaña; y el cauallero nouel
quedo con su madre, e tanto que el rey de
alli partió, hizo Brius vna promesa a su ma-
dre, onde mucho pesar e daños vino a mu-
chas dueñas e donzellas; y el prometió que
pues su padre perdió la cabega por razón de
Morgayna, que jamas nunca hallaria dueña
ni donzella a quien no fiziesse quanto mal
pudiesse el fazer; e esta promesa touo toda
su vida, ca muchas buenas dueñas mato el
después por sus manos, e las desonrro. Y'' si
su padre fue malo, e brauo, e de gran crue-
za, no fue el fijo mejor, mas peor; y el rey
Artur tornóse a Camaloc, e fallo ay al rey
Orian e Morgayna; e los de la corte eran
muy desconortados porque no sabian del rey
ningunas nueuas, e muchos hombres buenos
lo fueron a buscar a muchas partes, mas
quando lo vieron venir, fueron muy conorta-
dos y alegres. Y el les contó como matara a
Ebron el follón, e todos dixeron que bien era
fecho del rey, e fizieronlo escreuir en el libro
de las auenturas, que en aquel tiempo era
comencado de nueuo, y los caualleros de la
Tabla Redonda auian puesto, por mandado de
Merlin, que metiessen- en escrito todas las
auenturas e cauallerias que en aquel tiempo
auiniessen en la (rran Bretaña en tiempo del
rey Artur.
Cap. COXLI. — De como Bamlemagiis fue
preso en el castillo de su padre de Orian.
Quenta la historia agora que Bandemagus
fue preso en el castillo del padre de Orian^ y
estuuo preso aquel dia que lo mato, e ningu-
no no miro por el, e la prisión en que estaua
era vna cámara muy fermosa, e auia ay vna
donzella, hija del señor del castillo, que vuo
gran piedad de Bandemagus, porque veya
que era mancebo y fermoso, y dixo que seria
limosna qiiien tal cauallero pudiesse de peli-
gro librar. Y aquella donzella tenia la llaue
de la cámara donde Bandemagus estaua pre-
so, e tanto i|ue vuo vagar de fablar con el,
fue a el, e preguntóle quien era; y el le contó
toda la fazienda, que no le menguo ende nada;
y después dixo el: «E vo«:, señora ¿quien soys
que me preguntas de mi fazienda?» Dixo
ella: «Soy, señor, fija del señor deste castillo,
y el cauallero que vos matastes por defender
vuestra vida era mi hermano (•). Mas porque
yo se bien que lo matastes por defender vues-
tra vida, e no por vuestra voluntad, e por-
que veo que soys niño, os tengo duelo; ca yo
se bien que oy o eras sera la vuestra muer-
te, ca mi padre y todos quantos ay vos desa-
man. Catad agora lo que fareys». «Cierto,
señora, no se; en Dios pongo mi esperanza,
ca si Dios quiere que muera, no me puede
ninguno guardar, e si Dios quiere que esca-
pe, no me puede ninguno estoruar; assi van
las cosas del mundo, como Dios quiere:->.
«Assi Dios me vala, dixo la donzella, yo he
duelo de vos e de vuestra muerte» . Y"" el dixo:
(') Hay nqiií lagunas que prueban lo corrompido
del texto del Baladro que poseemos. No se ha habla-
do de semejante batalla de Bandemagus, así como sólo
se hizo antes una ligerisima referencia á la muerte de
Ebrón el follón por el rey Artur.
94
LIBROS DE caballerías
«Por Dios, señora, si de mi muerte tienes
duelo, bien me lo podrías mostrar, ca se que
me podeys sacar de aqui» . Y ella dixo: «Si
yo os sacasse de aqui ¿como me lo agradece-
riades?» «Por Dios, dixo el, como vos qui-
sierdes que yo hazer pueda a honra de mi,
lo al faria por ser libre, ca bien se que de
otra guisa no puedo yo escapar de aqui, por-
que todos me ijuieren mal, e Dios sabe que
de la muerte del cauallero me pesa como si
fuesse mi hermano, ni yo lo matara si no lo
ouiera de hazer, ca, si no lo matara, matara
el a mi».
Cap. CCXLíI. — De como la donxella 2»'o-
metio a Bandcmagu.s que le libraría.
«Yo os librare, dixo ella, si me dieres vn
don» . «Cierto, dixo el, si vos de aqui me li-
brays, yo os daré lo que me pidierdes, si
fuere cosa que yo pueda e deua dar» ; e ella
dixo: «Sabed que no os pediré cosa sin ra-
zón». «Pues, dixo el, yo os lo prometo, como
leal cauallero, que fare lo que me mandar-
des». «Y assi lo recibo, dixo ella, e quiero-
vos librar, e deziros he como tanto que fue-
re noche sacaros he de aqui, y fare poner
dos cauallos cabe el castillo, e después que
vos fuerdes armado, caualgaremos vos e yo,
e yremos a la carrera; e desque fuéremos
fuera de la tierra de mi i^adre, estonce os
quiero pedir muchas gracias». Dixo el: «Si
assi lo fizierdes, yo seré para sienpre vues-
tro cauallero». «E agora sed ende seguro,
dixo ella, si Dios no me quiere estoruar».
Cap. CCXLIII. — Coino fue dada sentencia
contra Batidemagiis que fuesse descabezado .
Acordáronse en esto ambos, e Bandema-
gus fue conhortado mucho, y ella partióse del,
e dixole que se esforgasse bien, e que se tra-
bajasse mucho de lo librar; ca tanto se pagara
del, e tanto metiera en el su coraron, que lo
amaua a desmesura, e aquel dia se consejo
el señor del castillo con sus vasallos que
faria de aquel que matara a su fijo, que
queria tanto como a si, e que le dixessen
que muerte le faria morir, «ca yo quiero,
dixo el, que los de la Tabla Redonda sepan
la alta vengan(^a que yo del tomare; assi que
los que lo oyeren se castiguen por onde
anduuieren demandando auentura por el
rey no de Londres como suelen. E quiero que
por este fecho se espanten los caualleros
andantes que andan demandando justas e ba-
tallas por la firan Bretaña». E pues el este
consejo demando, leuantose vn cauallero, e
dixo: «Señor, el mejor consejo que se es este:
Que corteys la cabe§a, e la embieys al rey
Artur en presente, y que le enbieys dezir
que por venganza de vuestro fijo, que Bande-
magus mato, hazeys tal justicia de todos los
caualleros andantes que en vuestra tierra
vienen; y estas nueuas espantaran a los ca-
ualleros andantes, que jamas no uerna nin-
guno por aqui». El señor del castillo dixo:
«Esto tengo yo por bien, y esto quiero yo
hazer de todo en todo» .
Cap. CCXLIV. — Como la donxella libro a
Bandemagus de la 2)riüion a donde estaua.
La donzella, quando esto ouo, vuo gran
pesar, e fue luego a Bandemagus, e contoselo
todo, y el respondió espantado e dixo: «Se-
ñora ¿que fare?, ca bien veo que soy muerto
si vos de mi no aueys merced, e por Dios
pensad de me librar» . «Si Dios me ajmde,
dixo ella, fazerlo he»; e después que la no-
che vino, la donzella, que pensó mucho aquel
dia como librarla a Bandemagus, fue a la
cámara 8 abrióla, e tomo a Bandemagus por
la mano, e sacólo del castillo tan sesuda-
mente que no lo entendió ninguno, e llenólo
a vn árbol do tenia dos cauallos atados, e sus
armas, que no le menguo ende cosa, e dixo
a Bandemagus: «Agora vos armad ayna, e
salgamos ayna de aqui, ca después que fue-
remos fuera de aqui de la tierra de mi padre,
no auremos miedo ninguno» ; y el se armo lue-
gO;, y ella le ayudo lo mejor que supo, e ca-
ualgaron luego por el gran camino que falla-
ron, e anduuieron fasta media noche, e
Bandemagus dixo a la donzella: «Agora me
paresce que podremos folgar, que estamos
fuera de la tierra de vuestro padre»; y ella
dixo: «Yo he miedo que mi padre venga e
que nos alcance, y si nos alcanza seriamos
en peligro de muerte, e quanto fasta aqui
hezimos seria perdido; e por esto tengo por
bien que andemos quanto la noche durare.
Y quando fuere de dia, podremos fallar
algún castillo do nos acojamos e do estemos
seguros». Y el dixo: «Vos dezis bien, e fagá-
moslo assi; jiero esto dezia yo por vos, que
pensaua que erados cansada del camino»; e
comentaron de andar lo mas ayna que pudie-
ron, e quando fue de dia, que el sol salia,
dixo Bandemagus a la donzella: «Amiga,
¿sabéis donde vamosV que yo se nada desta
tierra». «Si Dios me vala, ni hago yo, dixo
ella, ca nunca fuy aqui, mas tanto se bien
que auemos andado gran carrera, e que
somos muy lexos del castillo de my padre».
«Bien lo creo» , dixo el.
BALADRO DEL SABIO MERLIN
95
Cap. CCXLY . — Coitw Bandemagiis e la
doncella llegaron cerca de la floresta de
Armantes.
Estando ellos assi fablando, miraron a su
diestro, e vieron vna hermita xnwj antigua
que estaua cabe vnas matas sobre yna peña.
Bandemagus dixo: «Donzella, atendedme
aqui, e y re yo a aquella hermita a saber
nueuas desta tierra do somos» ; y ella dixo:
«Yd, mas venid luego». E Bandemagus
fue a la hermita, e hallo que era casa de
orden, e dixo a los fray les: «¿A3' aqui cerca
algún castillo o lugar do podíamos folgar
yo e vna donzella que viene comigo?» «No,
dixeron ellos, mas a cinco leguas de aqui ay
otras casas de orden, pero si quereys aluer-
gar aqui con nosotros, nos vos f a remos quanto
seruicio que podemos» . «Mercedes» . dixo el;
y ellos assi hablando, vio Bandemagus enci-
ma de vna peña vna floresta muy espesa, y
esto podia ser a quatro leguas de ay, e dixo:
«Agora dezidme, señores, ¿qual es aquella
floresta que veo acullá?» «Señor, dixeron
ellos, es la floresta de Armantes, vna de las
grandes florestas que ay en la Gran Bretaña,
e de las mas desuiadas, e que do fallan los
hombres mas auenturas» . «Por Dios, dixo el,
de la floresta de Armantes oy hartas vezes
fablar, mas agora dezidme como yria yo mas
derechamente contra la montaña de San-
guit». Y ellos dixeron: «De essa montaña
no sabemos nos cosa, e nunca della oymos
fablar» . «¡Ay Dios! dixo el, y esto ¿que puede
ser? ca yo pensaua que era ende cerca; e
agora soy tan lueñe. que los honbres desta
tierra no saben della parte; agora no se que
haga» . Estonce se torno a la donzella, e dixole
estas nueuas. Y ella dixo: «Pues nos somos
tan cerca de la floresta de Armantes , bien
anduuimos esta noche quatro jornadas»; y el
dixo: «¿Que os plaze que hagamos?» «Por
Dios, dixo ella, plazerme ya que folgassemos
aqui, ca mucho soy cansada»: y el dixo:
«Pues vayamos a aluergar a aquella capilla,
e alli ha buen lugar do aluergan los caua-
lleros andantes; e tomaremos consejo do
vayamos eras». «Señor, dixo ella, mucho
dezis bien».
Cap. CCXLYI. — De como Bandemagus
alnergo en la hermita e supo mieuas de
Merlin .
Estonces se fueron a la hermita a aluergar
con el hermitaño. y el los rescibio muy
bien, e toda aquel dia folgaron alli, que
estañan muy cansados. E después que fue
noche, pregunto Bandemagus al hermitaño si
auia mucho que vinieran por alli algunos ca-
ualleros de casa del rey Artur. El dixo que
poco auia que ¡lassara por alli Nabor de
(iaunes, conpañero de la Tabla Redonda, e
que le dixeran sus caualleros que era vno
de los buenos caualleros de la Tabla Re-
donda, de casa del rey Artur. Y el hermi-
taño dixo: «Aun mas vos diré; no ha mucho
que passopor aqui Merlin el profeta, e leuaua
consigo vna donzella déla pequeña Bretaña,
e yuase a la floresta de Armantes ha holgar,
e después supimos ([ue mora alli agora.
Estas nueuas nos dixeron en casa del rey
Artur». Dixo Bandemagus: «Pues assi es
que soy tan cerca del, quiérelo yraver».
Entonces dixo Bandemagus a la donzella:
«Pues hauej's hecho tanto por mi que yo
deuo ser vuestro cauallero, e assi lo fare,
ca librasteme de muerte, y esto que yo biuo
es por vos. Y esto vos digo porque os tengo
de dar vn don, qual vos me pidierdes que
yo pueda dar». «Señor, dixo ella, verdad es.
e yo os lo pediré quando fuere tiempo e
lugar» ; e Bandemagus se callo desto. E des-
pués dixo a la donzella: «¿Que os plaze que
fagamos de mañana?» Y ella dixo: «No an-
daré yo con vos fasta que sea tiempo de pe-
diros el don». «Todo sea a vuestro plazei"»,
dixo el. Y ella dixo: «¿Contra qual parte
yreys vos eras?» Y el dixo: «Yo quiero yr
contra la floresta de Armantes a buscar a
Merlin el profeta, que dizen que es ay, e yo
quería fablar con el muy de grado, por le
preguntar de mi fazienda». «Y amos, dixo
ella, ca yo no me partiré de vos»; e a esto
se acordaron.
Cap. CCXLVII. — Como Bandemagus supo
nueuas de Merlin.
Y de mañana oyeron missa, e despidié-
ronse de la hermita, e anduuieron fasta
medio dia, y a esta hora aniñóles que ha-
llaron so vn árbol vn cauallero que estaua
dormiendo en vn prado, e tenia su escudo,
e su lauQa, y su yelmo cabe si. Y cerca de
si su cana lio a vn árbol atado. Y tanto que
los cauallos se vieron, comentaron de relin-
char. El cauallero que dormia despertó, e
leuantose luego, y enlazo su yelmo, e Ban-
demagus le dixo: «Cauallero, no temays, ni
por miedo de mi no os armeys, mas holgad
en paz, que no vine yo aqui por me conba-
tir con vos». «Ni yo con vos, dixo el otro,
pues no quereys vos; mas verme a mi arma-
do, que no quiero que me tomeys desarma-
do». Estonce se echo el escudo al cuello, e
tomo su lanpa, e después que fue atauiado,
dixo: ;:Agora queria, señor cauallero, si os
96
LIBROS DE CABALLERÍAS
pluguiesse, saber quien soys, e a quel lugar
ys, e a que venistes a esta floresta tan solo» ,
y Bandemagus dixo: «Pues vos mi fazienda
quereys saber, yo os diré vna parte. Sabed
que yo soy vu cauallero de la corte del rey
Artur, pero no soy de los de la Tabla Re-
donda, e sali acá nueuamente por buscar
auenturas; agora es assi que mi camino me
traxo a esta floresta, no porque querría ve-
nir, mas por la auentura que aqui me truxo,
e i)ues assi auino, queria buscar a Merlin,
que me dixeron que era aqui, ca mucho he
gran necesidad de tablar con el». «Cierto,
dixo el cauallero, agora ha vn año o njas
que esto aqui solo, e nunca de aqui sali ni
puedo hallar lo que yo demando» . «Y ¿que
es lo que demandas?» Dixo el cauallero:
«Esto no es cosa que deuo encobrir de vos
ni de otro. Yo ando buscando vn cauallero
que mato a mi padre a trajxion, e si lo
pudiesse fallar e no fiziesse mi poder por lo
vengar, yo no me deueria tener por caua-
llero»." E dixo Bandemagus: «¿E como sabes
vos que es en esta floresta?» «Yo lo se, dixo
el, ca vilo muchas vezes». «Pues ¿por que
no os conbatistes con el?» dixo Bandemagus.
«Mucho lo faria yo de grado si pudiesse,
mas cada que lo hallo huyeme, e por mi
mala ventura nunca tanto me llego a el que
no escape». «Esso no es marauilla, dixo
Bandemagus, que muchas vezes suele acaes-
cer». E assi se dexaron desta fabla. Bande-
magus dixo: «Dezidme si sabeys nueuas de
Merlin» . «Cierto, dixo el cauallero, ha seys
dias que lo vi, e andana con el vna donzella
muy fermosa, e con otra conpaña grande».
«Si Dios me ayude, dixo Bandemagus, mu-
cho lo desseo ver». E dixo el cauallero:
«Dios os lo dexe ver e a mi lo que ando bus-
cando» .
Cap. CCXLVIII. — Como Bandonagns Judio
otro cauallero en la üenda, que le desafio.
Estonce se partió del cauallero Bandema-
gus e su donzella, e anduuieron por el ca-
mino de la floresta hasta hora de nona ('), e
fueron muy cansados por el trabajo grande
que tomaron y por la gran calentura que
lazia, e porque no comiera en todo el dia, e
miraron ante si, e vieron vn castillo pequeño
que estaña sobre vna peña, y era fuerte y
fermoso, e que estaña cerca del camino; e al
pie del castillo, en vn llano, estaña vna
tienda muj' fermosa armada. Mas no era
grande, e cerca della estaña vn cauallo atado
a vn árbol por la rienda, y en el árbol estaua
(q Ias tres de la tarde.
colgado vn escudo por el tiracol, e tenia
entallado vn león de plata, y en otro árbol
estañan acostadas bien veynte langas, e tanto
que el cauallo que estaua atado vio a los
otros, comen90 a relinchar, e no tardo mucho
que salió vn cauallero de la tienda, armado
de todas armas. E quando vio a Bandema-
gus, subió en su cauallo, e tomo su escudo e
lan^a, e fuesse parar en el camino. E quando
la donzella esto vio, dixo: «Bandemagus, pa-
resceme que en batalla soys, ¿que podeys ay
fazer?» «No vos vale, dixo Bandemagus, ca
si yo me pudiere partir de la batalla, hazerlo
he, si no, conbatirme he. ca, por duda de vn
cauallero, no haré yo sino lo que deuo» .
Cap. CCXLIX. — Como el cmiallero dixo a
Bandemagus la raTiOiipor que lo cometía.
Y estando ellos assi fablando, dio vozes el
cauallero de la tienda, diziendo: «A^os, caua-
llero, ¿soys de casa del rey Artur?» «Si soy,
dixo, sin falta; mas ¿por que lo preguntays
vos?» dixo Bandemagus. «Porque lo quiero
saber, dixo el, y pues que soys de su casa,
quiero con vos justar». «¿E por que razón?»
dixo Bandemagus. «Cierto, dixo el caua-
llero, yo no he gran razón, mas auria sabor
de quebrantar la soberuia de casa de vuestro
rey Artur, do ay mas que en todo el mundo» .
«Y ¿que soberuia ay, dixo Bandemagus, o
que orgullo?» E el cauallero dixo: «¿E do
podria auer mayor soberuia en el mundo
que en casa del rey Artur, pues que es de
justa y de batalla contra la buena caualleria
del mundo, e para este orgullo quebrantar,
sojuzgando muchos caualleros en esta tierra,
e yo soy vno dellos; e porque ellos andan
assi por el mundo, por ende fize yo armar
aqui esta tienda, porque si alguno de vos
por aqui viniesse, que no se partiesse sin
justa, e pues que vos por aqiii venistes, en
justa vendrás conmigo» . E Bandemagus dixo:
«¿Puedo ay al fazer con vos?» «No, dixo el
cauallero, sino tanto que si mas pudierdes
que yo, yredes quito a buena ventura; si no,
auer os hedes yr por otro camino, ca cierto
yo os defenderé este» . E Bandemagus dixo:
«Cierto de la justa no he do sabor, ca tengo
de yr a lueñe, mas pues assi es, comence-
mosla luego, e a quien ende Dios diere la
honrra, que se la tome».
Cap. CCL. — Como el cauallero justo con
Bandemagus, e de la batalla que ouieron.
Dexaronse estonce yr quanto los cauallos
les podían leñar, e firieronse en tal manera,
que se derribaron de los cauallos, de tales
BALADRO DEL SABIO MERLIN
97
caydas que fueron tan atordidos, que no
sabían si era noche ni dia; e assi se comento
la justa de los caualleros; y el cauallero de
la tienda dexose yr a Bandemagus, e diole
la maj^or ferida que pudo encima del yelmo;
e Bandemagus le dio aj'na el- galardón, ca
era muy rezio e ardid, por ser de su edad.
E assi se comenc^o la justa de ambos que no
se auergon(;'aron cosa, ante se mostraron que
eran mortales enemigos, e assi mantuuieron
su justa braua y fuerte; e fue tan grande el
reteñir de las espadas sobre los yelmos e
sobre los escudos, que lo oj^eron los del cas-
tillo, e fueron alia por ver la justa, e mucho
lo mirauan de grado, porque nunca ay vie-
ron sino otra, ca sin falta aquella sazón se
comentaron las justas e las batallas de los
caualleros andantes, que duraron luengos
tiempos, assi como la historia del santo Grial
e otras historias muchas lo cuentan (•). Y este
Bandemagus fue de los primeros que las
auenturas e marauillas del reyno de Londres
comencaron, y esta vida mantuuo lo mas de
su tiempo.
Cap. CCLI. — De como hizieron jmz el ca-
uallero e Bandemagus de la justa que
ouieron.
Ambos los caualleros, assi como vos ya
cuento, se conbatieron ante la tienda, e tanto
mantouieron el primer comien90, que fue-
ron tan cansados que no pedieron mas
hazer, e queriendo o no ouieronse de hazer
afuera vno de otro, e assentaronse jDor fol-
gar, mas de tanto vino bien a Bandemagus,
que no era ferido sino poco. Mas el cauallero
de la tienda auia dos grandes feridas, de que
auia perdido mucha sangre, y esto lo fazia
auer gran miedo de recebir ay verguenca, e
después que folgaron ay ya quanto, Bandema-
gus vio que el otro cauallero era muy feri-
do, ca vio toda la tierra en derredor del llena
de sangre, e dixo al cauallero: «Asaz nos
conbatimos, e querría, si vos pluguiesse, que
se partiesse nuestra justa^ ca bien vees vos
que hasta agora yo he lo mejor, e vos bien
vedes que por vuestra fuerza no me vedare-
des el camino, e si Dios me ayude, esto digo
yo por vuestra pro, ca mejor seria que dexas-
sedes yr, que no que tornassemos a la justa,
e de oy mas yo e vos tomaremos daño; e por
ende vos ruego que rae dexes yr, e yo os per-
done todo mi mal talante, e quieroos hazer
tanta honra: por auer con vos paz, otorgo
que soys mejor cauallero que yo».
(') Nótese esta referencia, que se repite ea otros
capítulos del Baladro.
LIBROS DE CABALLERÍAS. — 7
Cap. CCLII. — Como Bandemagus e su don-
cella fueron con el cauallero.
Y quando el cauallero esto oyó, miro a
Bandemagus. e dixo: «Cauallero, vos soys
mas cortes que yo pensaua, e vuestra corte-
sía me vale agora mucho, ca bien os digo (|ue
yo auia agora lo peor de la justa. Y'' pues
vos, por vuestra cortesía, me rogados lo que
yo deuia a vos rogar, yo os lo agradezco
quanto puedo, e yd a buena ventura». «Mu-
chas mercedes» , dixo Bandemagus. Estonce
metió su espada en la vayna, e fue a buscar
su eauallo, y do quiso caualgar, vino el
cauallero a el e rogóle que le dixesse su nom-
bre, y el dixo: «Señor, yo he nonbre Bande-
magus» , y el cauallero le dixo: «Seays bien
venido, e mucho me plaze con vos, ca soys
mi primo cormano» . E Bandemagus le dixo:
«E vos, ¿como aueys nonbre?» Y el caua-
llero le dixo que auia nonbre Anchises de
Magus; e tiro luego su yelmo, por su honra
e por lo abrazar e por le mostrar plazer; y
Anchises fizo otro tanto, e ouieron ambos
gran plazer, y Anchises dixo: «Bandemagus
amigo, ruégeos que quedes oy comigo e eras
todo el dia» . «Oy quedare con vos, dixo el,
mas eras no puedo, ca tengo mucho de ha-
zer» . Estonce entraron en la tienda, e a An-
chises, por amor de Bandemagus, se le ohii-
daron las feridas, e fizóse desarmar e pensar
dellas, y el manjar fue luego fecho grande
y rico e comieron a muy gran sabor de si. Y
Bandemagus le contó como se partiera de la
corte e como fuera preso, e como lo librara
aquella donzella do era juzgado para que lue-
go le cortassen la cabeoa, e como viniera a
aquella ñoresta por buscar a Merlin; e An-
chises dixo: «No ha seys dias que passo por
aqui^ e fizele yo muy gran pesar» . Y Bande-
magus le dixo: «¿Como le podriades vos fazer
pesar?» «Y'o os lo diré, dixo Anchises; el traya
consigo vna muy hermosa donzella del lago,
y assi me lo dixeron después, y en su con-
paña venian muchas dueñas e donzellas e
bien doze caualleros» .
Cap. CCLIII. — Como el cauallero contó a
Bandemagus como cometiera la donxella
que lleuaiia Merlin.
«Y' quando yo vi la donzella, fize sem-
blante de mostrar caualleria por le dar hon-
rra e prez; efue luego a ella e tómela por el
freno, e dixele que la prenderla por la cos-
tunbre que es en el reyno de Londres e que
los de la Tabla Redonda lo pusieran, e que
la costunbre era tal que si la donzella fuesse
en guarda de algún cauallero o más, e otro
98
LIBROS DE caballerías
cauaUero la pudiesse conquerir, que la podia
auer por razón, e por esto me meti en auen-
tura contra los doze caualleros, mas no
porque pensasse que me auiniesse tan bien
como me auino; mas fizelo por ganar honrra
e loor e no por otra intención. Y quando
los doze caualleros esto vieron, salió vno
ante los otros por me la defender, e assi co-
mencamos nuestras justas, e auinome tan
bien [que derribe] todos doze, vnos ampos
de otros, e pues todos los vue derribados,
tome la donzella por el freno, e dixe que
la leuaria comigo al castillo, pues la auia
conquistado, e Merlin salió contra mi e dixo
sañudo: «Señor cauaUero, dexad la douQe-
11a, ca la no podreys leuar»; e yo, que no
sauia de qiiien era, dixele que la leuaria, y
el me dixo otra vez que la dexasse, e yo
cálleme: e desque el vio que la lleuaua fizo
luego su encantamento, e parecióme que la
donzeUa que leuara que se me tornara león,
y era el mas brauo que nunca honbre vio, e
quede tan espantado quando vi aquella ma-
rauilla, que dexe luego la rienda e comencé
a fuyr por este campo quanto el cauallo me
podia leuar, tan espantado que pense ser
muerto. Y quando esto vio Merlin, tomo su
donzella e comengo a ínjv por su camino con
la donzella e su conpañera; y esto me auino
con ellos». Y Bandemagus dixo: «Mucho os
auino bien, en quanto os partistes tan sin
pesar del» .
Cap. CCLrV. — Como Morloc derribo a Ban-
demagus e le tomo la donzella.
Assi estouieron fablando de Merlin e de
otras cosas en solaz, e después que fue hora
de acostar, acostáronse y durmieron, e otro
dia de mañana entraron Bandemagus e su
donzella en el camino, e dixo que jamas no
quedarla de andar fasta que fallasse a Mer-
lin; y assi andouieronen pequeño passo hasta
hora de medio dia, e estonce fallaron vn ca-
uaUero, armado de todas armas, que yua
muy apostadamente, assi que bien páresela
en su caualgar buen cauaUero de armas, y el
cauallo era grande e bien hecho; quando el
vio la donzella, dixo que la queria, e llegóse
a ella, e saluola, e no saluo a Bandemagus, e
tomóla por el freno, e dixo: «Yo os leuare»;
e Bandemagus dixo: «No lleuareys, ca yo la
defenderé si pudiere». «¿Como, dixo el ca-
uaUero, tan gran sabor vos aueys de com-
batir comigo por defender esta donzella?»
E Bandemagus dixo: «¿E como soys atan
loco cauaUero que pensades que la tengo de
dexar assi? Esto no deuria fazer el mas co-
uarde cauaUero del mundo; e agora dexad
la donzella, ca vos fallareys mayor defensa
en mi que pensays»; e assi se comenpo el
desamor entre ellos, y estonce ñzieron assi
afuera uno de otro, e dexaron los cauallos
correr, e firieronse de los mejores golpes que
pudieron; mas Bandemagus fue herido, en
guisa que no pi;do estar mas en silla, e fue
tan mal trecho de la cayda, que estuuo ende
como muerto, y el cauaUero no atendió mas,
e fue a la donzella, e dixole: «Donzella. vos
soys mia por la costumbre desta tierra, pues
vuestro cauaUero no os pudo defender» ; e la
donzella comento a llorar con cuyta, e no
sabia que hiziesse; y el cauaUero le dixo:
«Caualgad e venid comigo»; e la donzella
comengo a temblar con miedo, y el cauaUero
le dixo otra vez: «Caualgad, donzella»; y
ella dixo llorando: «¡No fue donzella tan as-
trosa como yo!» e los escuderos la tomaron
por mandado de su señor, y pusiéronla en
su palafrén, y ella comengo a llorar y a mal-
dezir la hora en que nasciera; y el cauaUero
dixo: «¿Quien era aquel que os traya en
guarda?» Y ella respondió como pudo: «Se-
ñor, era vn cauaUero de casa del rey Artur,
y es noble cauaUero, y es sobrino del rey
Orian, e ha nombre Bandemagus». «Por
Dios, dixo el, yo conozco bien a Bandema-
gus, e si ante lo conociera no me conba-
tiera con el; ca poco ha que sus parientes e
amigos me ñzieron mucha honra, e mucho
me pesa que lo derribe» . Y quando la don-
zella esto oyó, confortóse ya quanto mas que
ante, y por saber si podia conocer al caua-
Uero, dixole: «Por Dios, dezidme como aueys
nombre» . Y el dixo: «Sabed que yo he non-
bre Morloc de Irlanda» .
Cap. CCLV. — Como la donzella de Bande-
magus fue muy cuytada desque supo que
era en poder de Morloc.
La donzella, quando esto oyó, fue muy
cuytada, que a duro se pudo tener en .el pa-
lafrén; e no era marauilla que fuesse mucho
espantada de Morloc de Irlanda, pero era
muy buen cauaUero de armas a marauilla,
no fue menos dulcado de dueñas e donzellas
que lo fue Brius sin piedad, aquel que les
fizo tanto mal, como cuentan muchos libros
e historias, sino tanto que Brius las mataua
a todas con su manos, e Morloc embiaualas
todas a Irlanda, e fazialas todas meter en vn
castillo donde no podian salir después; y esto
hazia el por su padre e por dos sus herma-
nos, que eran buenos caualloros, que fueran
muertos en vn torneo por juyzio de dueñas
e donzellas que dieron en el rey no de Lon-
dres. E por este hecho fue en Londres diez
BALADRO DEL SABIO MERLIN
99
años, que [no] liazia otra vida sino tal. Assi
que todas las dueñas e donzellas que podia
tomar, liazialas meter en prisión en Irlanda,
y esto le touieran por la mayor crueza del
mundo; y el era conpañero de la Tabla Re-
donda, e fizieralo conpañero Merlin, porque
era buen cauallero, e sin falta en aquel
tiempo no auia tan buen cauallero en la Ta-
bla Redonda como el, e aun mas digo: que a
duro podria hombre hallar en todo el mundo.
Y sabed que de todas aquellas dueñas e don-
zellas que en prisión metia, nunca salia nin-
guna biua fasta que aquel tiempo que Tris-
tan el buen cauallero, hermoso e cortes, que
tantas cauallerias fizo por todo el mundo,
que fue a Irlanda, e libro las que ende fallo
biuas; mas este cuento no dize nada del.
Cap. CCLYI. — Como los caualleros enibia-
ron rogar a Morloc que fuesse albergar a
los tendejones.
Y quando la donzella vio que era en po-
der de Morloc, e que la leuaua, fue muy
cuytada, mas Morloc metió poco mientes en
ella, e anduuieron tanto que llegaron a vna
muy fermosa ribera, sobre que estaua vn
castillo fuerte y fermoso en vna peña. Y
el castillo era grande, y fuerte, y rico, e
auia nonbre Auelon, e cerca de la ribera
auia vn fermoso llano, y en aquel llano,
cerca los arboles, auia dos tiendas arma-
das, porque los del castillo e de la tierra en
derredor, estañan alli ayuntados, que fazian
honra e fiesta a su señor, que viniera nue-
uamente en casa del rey Artur que lo fiziera
entonces cauallero, e auia nombre aquel ca-
uallero Presides, que fue después de grandes
fechos de armas, e conpañero de la Tabla
Redonda; e Morloc, q\ie venia por el camino
cerca de la ribera, e dize el cuento que Mor-
loc que se fue, e Bandemagus se leuanto
luego, e caualgo en su cauallo, e yua em pos
del quanto podia. E dixo que no leuaria assi
la donzella quita si no la ganasse ante por el
espada. E Morloc, que yua delante, llego a
las tiendas quanto vn tiro de ballesta, tomo
otro camino, e no quiso entrar entrellos, por-
que no le hiziessen ay quedar. E vn caua-
llero, que lo vio desuiar, salió a el, e dixo:
«Señor cauallero, el señor deste castillo es
nouel cauallero, e quantos con el son os em-
bian a rogar que vayades ver su fiesta, e gra-
deceroslo han, e haredes cortesía». «Señor,
dixo Morloc, dezid que se lo gradezco mucho,
y que de grado yria alia, mas que he tales
cosas de hazer lueñe, que no puedo este rue-
go hazer; e salúdame a este cauallero e a los
que están con el, e dezid que no les pese».
Cap. CCLYII.— Como los caualleros délos
tendejones rogaron a Morloc por la donze-
lla^ y el no quiso.
La donzeUa, que esto oyó, porque enten-
diessen los caualleros de las tiendas que ella
yua presa en poder de Morloc, e que auerian
della piedad, e que no sofririan que fuesse
presa, dixo al cauallero de la tienda: «¡Ay,
cauallero! ¡merced! yo soy vna donzella es-
traña, pobre y cuytada, e desconsejada, e
menguada de amigos, e mis pecados me tra-
xeron a esta tierra, e agora me lleua este
cauallero presa, que me conquirio de otro
con quien venia, e por vuestra merced dezid
aquellos caualleros que ayan de mi piedad,
e que me libren de la prisión de Morloc, que
es hombre de gran quexa contra mugeres,
como todos sabeys». Y quando el cauallero
esto oyó, dixo a Morloc: «Señor cauallero,
yo vos ruego, por vuestra cortesía e bondad,
que embieys esta donzella al señor del cas-
tillo» . E Morloc dixo: «Señor, sabed que la
donzella no dexare en ninguna guisa, mien-
tra yo la pudiere defender». «Cierto, dixo el
cauallero, picQa ha que no vi en cauallero
mas poca cortesía que en vos ha, que por mi
ruego no queredes dar vna persona, mas aun
por vuestra auentura la dariades, queriendo
o no» . Y estonce se partieron, e la donzella
se yua deteniendo lo mas que podia.
Cap. CCLYín. — Como Morloc derribo seys
caualleros de los tendejones^ y el fue herido.
Y quando Morloc de Irlanda llego al rio,
e vio el agua tan fondo que no podia passar,
dixo a sus escuderos: «¿Que os parece, que
otra passada no hallamos? ¿que auremos
aqui de quedar?» «Señor, dixeron ellos, ni
por otra parte no podremos passar sino por
la puente» . Y estonce tomo vn escudo e su
lanQa, ca bien veya cierto que sin batalla no
se podia de alli partir, e fuesse por la ribera
contra la puente, y no anduuo mucho que
vio vn cauallero salir del castillo, armado de
todas armas, e quando llego a Morloc dixo:
«Señor cauallero, yo os ruego, de parte de
los caualleros de las tiendas, que a esta don-
zella [que] leuays presa, que por amor de-
llos, e por vuestra cortesía, que la solteys, e
la embieys do ella quisiere yr, e gradeceroslo
han, e si no lo quisiesedes hazer, sabed que
no os partiredes de aqui sin vuestro daño» .
«Agora s.:bed, dixo Morloc, que no lo dexa-
re por vos ni por otro en quanto yo la pudie-
re defender» . Y el cauallero de las tiendas
dixo: «Pues de oy mas en la batalla soys;
agora os guardad de mi y de todos aqueUos
100
LIBROS DE caballerías
otros, ca todavía queremos que la donzella
sea quita, pues a nos se encomienda». Y es-
tonce se dexo correr a el quanto el cauallo
lo podia leuar, e Morloc a el otrosi, efiriolo
tan reziamente, que lo derribo del cauallo
en tierra muy gran cay da; e fizo contra el
cauallero muy gran viUania, ca no se tuuo
por pagado del que lo derribo, e truxo el ca-
iiallo sobre el dos Teces, e truxolo tan mal,
que el cauallero esmoreció; e por esto fueron
muy grandes las bozes e la buelta entre los
caualleros e las gentes de las tiendas, quan-
do vieron la braueza que ^lorloc ñziera al
cauallero que derribaua; armáronse diez ca-
ualleros, e dixeron que vengarían aquella
villanía sí pudiessen, e fueronse derecho a
el, e dixeronle: «Cierto, Morloc, bien parece
vuestra braueza y el mal talante que en vos
lia; dexad el cauallero, que asaz auedes he-
cho gran villanía». Y quando Morloc esto
oyó, dexose yr a vno dellos, e firíolo en la
garganta, e dio con el en tierra gran cayda;
e fiíe a los otros, e derribo seys caualleros
dellos, e tanto hizo de armas, que vno dellos
lo llago en la garganta muy mal, assi que
no pudo fazer armas; e quando se vio tan
mal llagado, ftie a vno sus escuderos, e diole
el escudo e la lanca. Y" quando los caualle-
ros esto vieron, entendieron que no quería
mas justar porque era llagado, e vno dellos
dixo a Morloc: «¿Como, cauallero, no que-
reys mas justar?» Y Morloc dixo: «¿Como,
no os parece que ñze asaz en derribar seys
caualleros? Cierto no vinieran ay tantos que
yo no los derribara, sino por este cauallero,
que me llago tan mal, que jamas no pienso
tomar armas»; y el cauallero [dixo]: «Pues
assi es ¿menester no es que quede aquí la
donzella?» «No es cosa lo que dezídes, dixo
Morloc, ca de oy mas no la podeys auer, mas
yo soy tan mal herido que no puedo fazer
mas de armas, e por razón vos no me podeys
hazer fuerca, e si vos quereys conbatir co-
mí go. todo el mundo os lo terna a mal sí
fuer9a me fizierdes» .
Cap, CCLIX. — Como Morloc se partió de los
caualleros^ c dixo que se sentía mal lla-
gado.
Los caualleros, quando esto oyeron, en-
tendieron que era derecho e razón lo que
Morloc dezia, e díxole que se fuesse con su
donzella; e quando Morloc se vio libre, dixo
a sus escuderos: «Caualguemos adelante, e
busquemos do folguemos». E a esto llegaron
a vna fuente, e después que passaron, hol-
garon vn poco, e pregunto Morloc a sus es-
cuderos si sabían ellos algún lugar do po-
diessen allegar. E vno destos escuderos dixo
que cerca de allí moraua vna su tía: «E si
allí pudiesedes yr, farianvos mucho serui-
cío»; e Morloc dixo: «Pues vayamos alia, ca
mucho me siento mal llagado, e se me va
mucha sangre» .
Cap. CCLX. — Como Bandemagus cobro su
donzella, qiie la leuaua Morloc, e se fue
con ella.
Asi hablando ellos, llego Bandemagus con
muy gran pesar de su donzella que le Mor-
loc lleuaua, con que el cuydaua ser alegre,
ca el bien sabia que Morloc era aquel que la
lleuaua. e los escuderos dixeron a Morloc:
«Vedes aquí el cauallero que hoy tomastes la
donzella ¿agora que faredes, que en la bata-
lla soys?» «No vos temays, dixo Morloc, que
yo me librare bien deste cauallero»; estonce
llego Bandemagus, e dixo a Morloc: «Señor,
vos sabeys que yo traya esta donzella en mi
guarda; por esto me cometistes e me derri-
bastes; conuieneme sofrirlo, mas lo de la
donzella no puedo yo soffrir, no sofriria, e
quiérela tomar; ca vos sabedes bien que a
sin razón me la tomastes, pues me la quesis-
tes tomar a fuerga de armas, que, aunque
me derribastes, no me vencistes, ca sin falta
a tuerto la leuades, e quiero vos la yo to-
mar, e si la quísierdes defender, mucho me
plaze» . E Morloc dixo: «Bandemagus, si vos
tomades esta donzella e me della for^ades,
a mí sera gran verguenga fecha, e no tarda-
ra mucho e otra cosa vos diré. Sabed que
ningún hoinbre no me deuía acometer se-
yendo yo tan mal llagado como so» ; e Ban-
demagus dixo: «Yo no vos cometo, mas quie-
ro tomar esta donzella, que es mia, que me
vos leuaís a gran tuerto; mas, si otra vez
me vencierdes, leñádmela» . E Morloc dixo:
«Bandemagus, yo suffro esta desonrra que
me hazedes»; e Bandemagus tomo la donze-
lla, e Morloc dixo: «Vos me desonrrades, e
míenbresevos, ca yo cuydo que seré ven-
gado do vos yo primeramente hallare, tanto
que yo sea sano» .
Cap. CCLXI — De como Bandemagus e su
donzella llegaron al valle donde posaua
Merlin e su donzella.
Dize el cuento que pues Bandemagus tomo
su donzella, que no respondió a Morloc a lo
que le dezia, ante se fue con la donzella por
la montaña onde vinieron, que era muy es-
pessa, e fue alegre porque la auia assi co-
brado, e anduuieron esse día fasta bispe-
BALADRO DEL SABIO MERLIN
101
ras (^) sin comer e sin auer, e llegaron a vn
valle muy grande e fondo, y enojóse de an-
dar, ca de la vna parte e de la otra era peña
biua, y era todo enpedrado e lleno de pie-
dras, y entraron en el, e vieron que auian
ay andado paciendo algunos cauallos, e yen-
do adelante vio de la otra parte dos chocas
grandes e bien hechas de nueuo, e sabed
que aquellas choyas fueron de la conpaña de
Merlin e de la dueña del lago que estouiera
ay ante dia, y entraran ay en vna cueua, e
aquella cueua era ay en el valle, y esta donze-
11a del lago encerrara ay, en vn monumento
de marmol bermejo que ay estaua, a Mer-
lin, e metióle dentro, de guisa que [por] sus
encantamentos, que le el mostrara, que no
pudo dende salir hasta que morio, e porque
esta ystoria no vos lo puede en otra manera
hazer entender tan bien por esta guisa, por
ende vos la quiere fazer entender mas llana-
mente, e contarvos he todo el fecho de Mer-
lin e de la donzella del lago; enpero esto no
declara en el libro del sancto Grial, e assi
no podria saber como la donzella del lago
soterró biuo a Merlin en el comience de los
amadores, y en que manera, e quierovos
contar la verdad deste hecho, en qual mane-
ra passo, e como Merlin murió, mas no agora,
porque torna a hablar del cauallero de las
dos espadas.
Cap. CCLXII. — Agora dexa el cuento aqui
de hablar de Merlin e de la donzella del
lago, e habla del cauallero de las dos es-
padas.
Dize la historia que quando el cauallero
de las dos espadas se partió del rey Artur,
caualgo con gran pesar quel auia, pesando
mucho e llorando, e anduuo tanto, que llego
a la donzella, e tanto que lo ella vido, dixole:
«¡Ay, cauallero! mal feziste que dexaste
matar en vuestra guarda el mejor cauallero
que nunca fue en el mundo; cierto, mal cam-
bio auemos por el, ni ya peor, ni bien nos
verna por vos, que assi como era yo segura
que el acabarla lo que comentara, bien assi
lo so verdaderamente que vos no aureys
poder de le dar cima, ante morireys como
cauallero malo e couarde assi como a mi
semeja; ca mucho fuera mejor vuestra
muerte que no la suya» ; y el cauallero ouo
gran pesar, que no supo que se dixesse,
fuera que dixo: «Donzella, como quier que
auenga, la verguenga es mia, mas no veo
por la do piteda vengar, e ruégeos que vaya-
mos en vno, que bien podeys saber que no
Cj Hasta ponerse el sol.
quedare por fuerga ni por afán que no de
cima a esta demanda, mientra fuere biuo e
sano». «Plazeme», dixo ella. Y después fue-
ronse luego ambos.
Cap. CCLXIII. — Del duelo grande que el
cauallero de las dos espadas fazia por el
cauallero que murió en su guarda, e como
la señora de la fortaleza enbio por la don-
zella.
Ninguna auentura en aquel dia que andu-
uieron ambos hallaron que de contar sea.
E otro dia yua el cauallero de las dos espa-
das faziendo el mayor duelo del mundo, e
aquella noche dormieron en casa de vn lior-
mitaño, que se traba jaua mucho de lo conor-
tar al cauallero, mas esto no lo podia el
hazer que el dexasse su duelo; e a la mañana
leuantaronse e fueron su camino, e tanto
anduuieron, que llegaron cerca de vn cas-
tillo muy fuerte e muy bien labrado. E vino
del castillo vn escudero a ellos, que dixo a
la donzella: «Donzella, la señora del castillo
embia por vos, que quiere con vos fablar de
lo que vos sabedes» . «De grado» , dixo ella.
Estonce dixo al cauallero de las dos espadas:
«Yd vos e yo ^''re a hablar con aquella dueña,
e salirvos he a vna carrera, a vna cruz que
esta ay adelante que hallaredes, e si llegar-
des primero, atender vos he». «Plazeme» , dixo
el cauallero, e luego se partió de so vno.
Cap. CCLXrV. — Como el cauallero que venia
de caga pregmito al cauallero de las dos
espadas por que haxia tan gran duelo, y el
no se lo quiso dezir.
Assi se fue el cauallero por su parte, e la
donzella se fue suso a la montaña para el
castillo, y el de las dos espadas, a la entrada
del monte, topo vn cauallero desarmado,
fueras de espada, que venia de caga e traya
sus galgos con que cacaua, e quando se topa-
ron, saludáronse, y el cauallero desarmado
vio al de las espadas hazer tal duelo; estando
quedo, dixo que se ternia por malo si no
supiesse la razón del duelo que fazia, e dixo-
le: «¡Ay, cauallero señor' ruegovos, por Dios
e por cortesía, que me digades por que haze-
des tan gran duelo, ca me semeja que no es
sin gran razón» . «Ay por que lo haga, dixo el
cauallero de las dos espadas, ca so escarnido
para siempre, jamas nunca tan grande hon-
rra ganare como es la desonrra que he rece-
bido, e por esto hago tan gran duelo» . «j Ay,
buen cauallero! dixo el otro, pues q\ie la
desonrra es tamaña que la honrra no podria
102
LIBROS DE caballerías
igualar, ruegOTOS por cortesía que me diga-
des que desonrra es e como contecio, e pro-
metoTOS como cauallero que de aqui ade-
lante vos seré conpañero en vengar vuestra
desonrra, de tal guisa que me de vos no
partiré, si por muerte no fuere, a mi buen
grado, fasta que esta desonrra sea rengada.
E cierto mas querría morir que della ven-
ganza no ouiessedes» . T el cauallero de las
dos espadas se marauillo de lo que aquel
cauallero prometía, ca nunca le auia el
fecho cosa por que esto lo prometiesse. Y el
no le quiso descobrir como le aquella mala
ventura auiniera. Y el le dixo: «Cierto, esta
es la cosa del mundo que vos yo no diría» . «Si
diredes, dixo el cauallero, que yo vos lo rue-
go por la cosa del mundo que vos mas amades
que me lo digades». «E por la fe que yo
deuo, dixo el cauallero de las dos espadas,
a la cosa del mundo que yo mas amo, que
vos lo no diré; cierto no soys tan cortes
como yo cuydaua, que me preguntades lo
que me no plaze dezir» ; y estonce el otro
cauallero ouo tan gran pesar e fue tan
sañudo, que cuydo perder el seso, e dixo:
«Cierto yo ante querría morir que lo no
saber»; y estonce lo prendió por el freno, e
dixole: «Vos sodes preso, e par Dios no
me saldreys assi de la mano fasta que yo
sepa lo que os pregunto» . Y estonce dixo el
cauallero de las dos espadas su duelo ('). E
comenzóse de sonrreyr. E dixo: «¡Por Dios!
agora veo el mas sandio cauallero que nunca
vi ni halle, que tan ligeramente me qui-
siesse prender» ; y el otro cauallero le dixo
todavía que era preso, e dixo: «Desta pri-
sión saldré yo muy ayna quando yo qui-
siere» , y estonce metió mano a su espada el
cauallero de las dos espadas, por prouar al
otro, ca no porque auia voluntad de le ferir,
6 dixole: «Cauallero, sí no tirays dende la
mano, yrvos mal delío, ca os ferire, e hazer-
me hedes fazer villanía, porque soys des-
armado» ; e quando el otro esto vido, tiro la
mano, e dixo: «¿Que es esto, mal cauallero?
que Dios os de mala ventura, mas de la que
auedes, ¿cuydaysme matar o ferir assi des-
armado?» «E si os firíesse, dixo el cauallero
de las dos espadas, esto no seria gran villa-
nía, ca vos soys el mas enojoso honbre que
nunca vi, que a fuerga quereys saber la
hazienda de los honbres» ; y estonce dixo el
otro cauallero: «Nunca cosa dessee tanto
saber como esta, pero pues que de grado no
me la quereys dezir, aurelo de saber por
O Esto es ana errata del texto, ó un olvido del
autor, porque el caballero de las dos espadas no le
cuenta ahora nada al curioso. Tal vez adixo» esté por
cdexo».
fuerza, aunque no querades» . «No se que me
auerna, dixo el cauallero de las dos espadas,
mas por fuerga no lo diré» .
Cap. CCLXY. — De cmno el cauallero que
venia de ca^a se fue armar e tomo al
cauallero de las dos espadas, e dixo que
sobria del por qite hazia aquel duelo.
Estonce se fue el cauallero desarmado, e
tanto anduuo que fue a vna su torre fuerte
e alta, que estaua en vn campo ancho, donde
tenía a su conpaña, e quando dentro entro,
pidió sus armas presto, e díeronselas, e
armóse ayna, e subió en su cauallo, e no
ouo y tal que se le osasse preguntar donde
quería yr. e desque fue bien armado subió
en su cauallo, e tomo vna lanza e vn escudo,
e defendió que no fuessen em pos del; e
después fuesse em pos del cauallero, fasta
que lo alcaufo en vn prado, e tanto que lo
vido, diole bozes: «Don cauallero, agora
sabré lo que os pregunte, o vos soys en la
pelea» . «¿E como? dixo el de las dos espa-
das, ¿assi me conuíene pelear con vos o vos
dezir de mí grado lo que no diría a hombre
del mundo?» «Assi es, dixo el otro; agora
escoged qual quisierdes, que sin vna destas
dos cosas no os podedes de mi partir» . «Pues
agora sabed, dixo el de las dos espadas, que
vos lo no diré, ni a otro ninguno». «E pues
no SLj al, dixo el cauallero, en la pelea soys» ;
e dixo el de las dos espadas: «Mas quiero
yo la pelea que vos lo assi dezir» .
Ci.p . CCLXVI . — Como el cauallero que
venia de ca^a justo con el cauallero de las
dos espadas e fue derribado, e se quería
conbatir con el, y le dixo por que hazia el
duelo.
Luego, sin otra detenencia, se arredraron
el vno del otro, y metieron las langas so los
sobacos e pusieron los escudos ante los pe-
chos, e dexaronse correr el vno contra el otro
tan rezío, que era espanto, y el cauallero
quebró su lanza en el de las dos espadas,
mas no lo pudo mouer de la silla, e dio con
el tal cay da en tierra, que por poco se no
quebró el pescuezo y el brazo de la cayda;
mas el otro cauallero era muy bíuo, e leuan-
tose muy ayna, y metió mano a su espada
como aquel que quería batalla, y el de las
dos espadas le dixo: «¿Como? señor cauallero,
¿avn mas quereys?» «Sí, dixo el otro, ca no
vos partireys assi de mi fasta que sepa lo que
os pregunte» . «¿E como? dixo el de las dos
BALADKO DEL SABIO MERLIN
108
espadas, ¿assi os quereys meter en auentura
de muerte por cosa en que no os va nada
avnque lo sepades? Por buena fe, yo nunca
vi tan gran locura» ; y el otro cauallero dixo:
«Antes yo quería morir que lo no saber» (').
Entonces se comento el cauallero de las dos
espadas a sonreyrse, e santiguóse de la ma-
rauilla que ende ouo, e dixole: «Agora ca-
ualgad, e yd comigo, e contarvos lie mi mala
ventura, ca mas vos lo quiero dezir, que no
meterme en auentura de os matar, o vos a
mi; ca vos tengo por buen cauallero e por
hombre bueno»; y el se lo grádeselo mucho,
e subió en su cauallo; y el de las dos espadas
se lo contó assi como ya oystes, «e porque
fue assi muerto en mi guarda hago este due-
lo tal como vedes, que jamas mientra biua no
seré alegre fasta que lo aya vengado, si pu-
diere ser, que por afán que yo aya ni por
trabajo no me quedara» .
Cap. C CLX Vil — Cowio el cauallero que ve-
nia de ca^a prometió al cauallero de las
dos espadas que le seria compañero en la
mesma demanda.
«Agora vos conté la razón del mi duelo,
mas bien sabed que el cauallero no puede
ser vengado sino con el tara9on de la lan^a
con que fue ferido» . «E pues ¿como vos pode-
des vos vengar dixo el otro cauallero, quan-
do el tararon de la lan^a no tenedes?» . «Yo
lo aure, dixo el cauallero de las dos espadas,
que vna donzella lo lleua» . «Y ¿do es, dixo
el otro cauallero, essa donzella, que no va
aqui con vos?» «Ella se partió de mi a la en-
trada de la montaña, e mañana sera con nos
a vna cruz que esta acá en medio desta mon-
taña». «E agora me dezid, dixo el cauallero,
¿como auedes de fallar aquel que vos esta des-
onrra fizo quando estonce no lo vistes ni lo
conocistes?» «No se, dixo el, como lo he de ha-
llar, mas comencé esta demanda, e nunca la
he de dexar fasta que le de yo cima a mi
honra o a mi desonrra» . «E Nuestro Señor
vos de ay consejo, dixo el cauallero; assi Dios
me salue, estraña cosa auedes ay comentado
e de gran afán, e pues me dexistes la ver-
dad, quiero ser vuestro compañero en esta
demanda, e fizo promessa a Dios, e a sancta
Maria, e a toda caualleria, que mientra biua
nunca me quite desta demanda, fasta que
aya cima, o por mi, o por vos, o por otre; e
ruegovos, por vuestro buen talante e por
vuestra cortesía, que me Ueueys con vos»; y
(') La verdad es que la curiosidad del de los galgos
no puede ser más estupenda.
el cauallero de las dos espades ge lo otorgo, e
juráronse ambos que se manternian leal-
mente conpañia mientra fuessen de so vno (').
Cap. CCLXVIII. — Como Merlin dixo al ca-
uallero de las dos espadas que partiría ayna
en conpañia de ambos., e como auia non-
hre el que matara al cauallero aniel rey
Artur.
Mas estonce se fueron al camino anbos los
caualleros, e no anduuieron mucho que ha-
llaron a Merlin, que bien sabia quanto ellos
dezian, e andana vestido de paños blancos
por ser desconocido, e tanto que llego a
ellos e saludos, y ellos a el, y el les dixo:
«Esta conpañia que auedes comentado no
durara mucho assi como cuydades, ante sera
mucho ayna partida» . «E ¿que sabedes vos,
amigo?» dixo el cauallero de las dos espadas.
«Tanto vos digo, dixo Merlin, que assi sera,
e mas dende no sabredes por mi esta vez,
mas de vna cosa que vos mucho deseades
vos quiero fazer cierto. Sabed que aquel que
ys vos buscar, que mato el cauallero delante
de las tiendas del rey Artur, que ha nombre
Galuan, y es hermano del rey Pelean de Lis-
cones» . «E por Dios, dixo el cauallero de las
dos espadas, al rey Pelean de Liscones co-
nozco yo bien, mas a Galuan no conozco, e
pues el nonbre le se, no puede ser que lo no
falle, si por buscar puede ser fallado» . E dixo
Merlin al cauallero de las dos espadas: «Yo
vos consejo que dexedes esta demanda, ca
cierto, si la vos encimades, vos fareys vn
golpe donde verna gran mal en el reyno de
Londres, e tan gran mala uentura, que nun-
ca tan grande vino por golpe que ouiessen
fecho; e no ay aun mucho entre el rey Ver-
ían y el rey Lanbor, que auran por el golpe
de la langa vengadora, y esto no podeys des-
pués auenir, ni otro de los que agora son,
ante sera por ende echado en pobreza y en
perdición y en destruy miento, e otros mu-
chos duraran tanto esta cuyta, fasta que ve-
rán aquel que ha de dar cima a las auentu-
ras de la Gran Bretaña, e vos mesmo que
fareys, y esta mala ventura aura de uenir;
que querades o no, moriredes por gran mala
ventura». «E cierto, dixo a Merlin el caua-
llero de las dos espadas, si yo cuy dase morir
la mas vil muerte que nunca murió hombre,
no dexara de seguir esta demanda a todo mi
(• ) Esta , ompnñia ó hermandad de armas, tan fre-
cuente en los libros de caballerías, tiene sus preceden-
tes en la fraternidad escandinava y en el comitatus
germánico, de que habla Tácito (Cf. nuestro artículo:
Gérmenes del feudalismo en España, en la Revista
Contemporánea de 15 septiembre de 1898).
104
LIBROS DE CABALLERÍAS
poder, e darla he cima, avnque sea por mi
muerte o mi vida; e si toda la mala ventura
del mundo me ouiesse de venir, no dexaria
yo de vengar aquel que fue muerto eñ mi
guarda». «E agora sabed, dixo Merlin, que
lo vengareys, mas después querriades ser
muerto ante que no bino» ; e luego se partie-
ron ambos caualleros de Merlin, j entraron
en su camino, e Merlin se fue em pos dellos
alexado, como aquel que queria uer como
le auenia.
Cap. CCLXTX. — Cojiio mataron al cauallero
compamro del cauallero de las dos espadas,
e no vieron quien lo mato, y del duelo que
con el haxian.
Tanto anduuieron de so vno, que llegaron
a vn hermita, e auia vn cementerio, e por
medio de aquel cementerio yua el cauallero
de las dos espadas delante, cuydando mucho
en lo que Merlin dixera, mas el no cuydaua
que era Merlin, e quando fue en medio del
cementerio, el cauallero que yua em pos
del dio vna'boz muy dolorida como de honbre
mal llagado, e dixo: «¡ Ay cauallero! ¡muerto
so, e muerto me han porque tanto anduue
en vuestra conpañia!» Y el cauallero de las
dos espadas, quando esto oyó, fue muy espan-
tado, e torno la cabeca, e vidolo estar en
tierra, pero no cuydo que era muerto, e dicio
luego e fue a el, e fallólo llagado de vna
lanca por el cuerpo muy rezio, e la langa
estaña en el entera, e tiróle el yelmo, e fa-
llólo ya muerto, e cato si ueria a quien lo
mato e no vido ninguno, e fue muy mara-
uillado. e dixo:«¡Ay Dios' ¡que malaventura,
que no puedo uer aquel que tamaña dessonra
me faze!» y estonce comenQO su duelo muy
mayor que no de ante, e dixo que era el mas
mal auenturado cauallero y el mas catiiio
que ninguno de quantos traxeron armas, e
que veya bien que la ventura le era mas
auiesa que a otro ninguno.
Cap. LCLXX. — Como el hermitaño conforto
al cauallero de las dos espadas, e le dezia
que no hixiesse tanto duelo.
Pues estando haziendo su duelo, vino el
hermitaño que moraua en aquella hermita,
e quando le vio tal duelo fazer comengolo de
castigar, e dixole que no era aquello para
hombre bueno ni para otro fazer tal duelo, y
demás a cauallero, si no fuesse por sus
pecados; por esto deuia honbre llorar, e no
por al; e dixo el cauallero: «¡Ay señor! si yo
lloro hago muj' gran derecho, ca me veo el
mas malauenturado cauallero del mundo»;
e contole quanto le acaesciera, assi del vn
cauallero como del otro, e avn dixo que le
faria conorte si viesse aquel que los assi ma-
taua, «mas pareceme que lo no puedo ver, e
desto me desconorto muy mas » . Estonce
dixo el hermitaño: «Tales son las auenturas
del mundo, que vnas son buenas e otras son
malas; mas destos dos no me marauillo que
assi son muertos, pero no me parecedes
hombre que assi se deuia doler de cosa que
le auiniesse, mas conortarse y esforgarse el
coraron y el ardimento, ca no deue honbre
de gran coraron, por mal que le venga, des-
conortarse ni fazer tal duelo como vos faze-
des» . Tanto dixo el hermitaño al cauallero,
que se conorto, e fizólo entrar en su casa y
desarmar; y después torno al cauallero e sa-
cóle la langa del cuerpo, y desqiie le ouo
fecho vn conplimicnto de la yglesia, sote-
rrólo armado assi como estaua. E sabed que
costumbre era en aquel tienpo, que quando
soterrauan algún cauallero, que lo soterra-
uan armado como estaua, e desque lo sote-
rraron pusieron sobre el vna gran piedra en
lugar de monumento; e todo aquel dia estuuo
el cauallero de las dos espadas con el hermi-
taño que lo castigaua e lo consolaua, mas
tanto que otro dia el sol fue salido, el hermi-
taño canto su missa al cauallero de las dos
espadas, e armóse, e subió en su cauallo, e
fue ver el lugar do su conpañero yazia, que
no lo podia oluidar; e quando allego el her-
mitaño, miro la piedra e vieron letras escrip-
ias en la cabecera, y el cauallero de las dos
espadas pregunto al hermitaño: «¿Que os
parece desto?» «Paresceme, dixo el honbre
bueno, que de quantas letras aqui ay, que
no auia aqui anoche ninguna». «Por Dios,
dixo el cauallero, no». «Agora sabed, dixo
el hermitaño, que esta es vna de las auentu-
ras estrañas, mas catemos que quiere dezir,
ca sin falta no es esto sin gran señal»; y
estonce comento el hombre bueno a leer las
letras, e dezian: En este caiuno vengara
Galuan al rey Loe, e tajara la cabera al
REY PeLINOR; en los PRIJIEROS DIEZ AÑOS
AQUEL REY RECEBIRA ORDEN DE CAUALLERIA.
E assi dezian las letras como os digo. E quan-
do el cauallero de las dos espadas esto oyó
que assi dezian, dixo: «jAy Dios, que daño
si assi viene como ay dizel» E dixo al hermi-
taño: «Señor, ¿sabedes vos quien es el rey
Pelinor?» «No», dixo el hermitaño. E dixole
el: «Señor, sabed quel es agora el mejor
cauallero del mundo, e vino de los mejores
honbres, porque deue ahora honbre maldezir
la ventura que lo assi juzgo a morir por tal
hombre, que al mi saber nunca el valdrá la
meytad de lo que agora este uale; e cierto
BALADRO DEL SABIO MERLTN
105
si yo a esto no fuesse que agora vo, yo estor-
Tiaria esta muerte a mi poder, que ante
querria matar en esta sazón a Galuan, que
matar después aquel cauallero de que venia
avn mayor daño que no de Graluan liaría
agora.
Cap. CCLXXI. — Como el escudero luihlo
con el hermitaño e con el cauallero de las
dos espadas de parte de Merlin.
Hablando estonce en esto, lie vos vn escu-
dero do vino muy ayna a ellos de parte de
Merlin, e sainólos, e dixoles: «Merlin vos
embia dezir que el escriuio estas letras de
noche, e no vos marauilleys de lo que dizen,
ca todo assi verna como esta escrito». «E
cierto, dixo el cauallero de las dos espadas,
cierto es gran mal, ca menos perdería lion-
bre en la muerte de Galuan que no en la
muerte del rey Felino r». «E no faran, dixo
el escudero, ca Merlin me dixo que vos
dixesse que mejor cauallero sera Galuan,
quando allegare a la su derecha edad, que
no el rey Pelinor; e por esto no deuedes mas
querer la muerte del vno que la del otro» .
E tanto que el escudero esto dixo, partióse
dellos, y el cauallero de las dos espadas,
desque lo no vido, despidióse del hermitaño,
e rogóle que rogasse a Dios por el. T el her-
mitaño dixo que lo faria, e finco en el
cementerio, y el cauallero de las dos espa-
das entro en la montaña, e quando llego a
encruzijada, fallo a la donzella que llegara
ya, e decendio del palafrén por folgar ay;
ella le dixo: «Cauallero, mas tardastes que
yo; ¿hallastes alguna cosa por que vos detu-
uistes e deuiessedes ser destoruado?» «Si,
dixo el, e me auino después que me parti de
vos vna auentura donde he muy gran pesar» ;
e después contoselo todo, e quando esto oyó,
sospiro e dixo: «¡Ay, mezquina, que en tal
guisa fue mi amigo muerto, el mas cortes y
el mejor cauallero que ya sera en el mundo!;
y estas auenturas son las peores e las mas
astrosas del mundo, porque los hombres bue-
nos assi mueren». «E sobid, dixo el, en
vuestro palafrén, que no auedes por que tar-
dar» . Estonce subió ella, e anduuieron por
la montaña fasta ora de bisperas.
Cap. CCLXXn. — Como la dotizella p-omc-
tio a la donzella e a los dos caualleros que
faria todo lo que ellos mandassen.
Y a hora de bisperas llegaron a vn casti-
llo, que estaua en vn valle muy fermoso e
muy abundoso de muchas cosas, y el caua-
llero yua delante, y era cercado de buen
muro e buenas cauas en todo enderredor; e
como el cauallero yua delante e la donzella
detras mas de dos astas de lanca, e tanto que
el cauallero entro dentro, los que suso esta-
ñan sobre las puertas, dexaron caer vna
puerta echadiza, assi que el cauallero quedo
dentro e la donzella tuera no supo que fazer,
ca no podia el salir ni la donzella entrar si
los de dentro no quisiessen; y estando cuy-
dando que podria hazer, oyó que la donzella
daua bozes, e dezia: «¡Ay, buen cauallero
de las dos espadas, acórreme, que muerta
so, que sabed que es aqui la donzella del
mundo que peor me quiere, e quiéreme fazer
cortar la cabeoa sin merecimiento; e si vn
poco tardados, muerta seré yo!»; e quando
el esto oyó. no supo que fiziesse, e quisiera
ser muerto, ca no veya como de alli saliesse
si no saltasse del muro ayusso, e si ella assi
fuesse muerta, veniendo en su compañi a,
que el nunca auria lionrra, y estonce dicio
del cauallo, e subió suso, e fallo la puerta de
la torre abierta, y entro dentro, e hallo ay
fasta doze villanos que guardauan la puerta,
y estañan aquella hora todos desarmados, y
el metió luego la mano a la espada e dixo
que muertos eran si corriendo no le abrian
la puerta; e quando ellos lo vieron armado
e la espada en la mano, ouieron muy gran
pauor, e fueronse los vnos a la vna parte e
los otros a la otra, e el fue a las finiestras
de la torre por ver que auia la donzella, e
vido cerca della estar vna donzella e dos
caualleros, e de2.iaiile los caualleros: «Si vos
no hazedes lo que vos dixeremos, muerta
sodes, ca luego agora vos tajaremos la cabe-
ra, que sabed que nunca donzella aqui vino
que lo no haga»; y ella, que se vido en tal
cuyta, pregunto que que era lo que querían.
«Bien vos lo diremos, dixeron ellos, si pro-
metedes que lo haredes, e sabed que no es
vuestra desonrra» ; y ella, que no cuy daua
auer acorro de ninguno, prometiogelo, y el
cauallero de las dos espadas vido que la
tenian en gran cuyta, e ouo gran pesar
sobejo, en que vido que no podria yr a do
ella estaua si no saltasse de la torre.
Cap. CCLXXIII. — De como el cauallero de
las dos espadas salto del muro e fue a soco-
rrer a su donzella.
Dixo estonces el cauallero: «Mas querria
la muerte que la no socorrer» . E santiguóse
apriessa, y encomendóse a nuestro señor
Dios, e colgóse con las manos de la torre, e
dexose caer abaxo; y el fue tan bien auen-
turado, que se no fizo matar; e leuantose e
fue a do la donzella estaua, e puso mano a
106
LIBROS DE caballerías
la espada e dixo a los caualleros: «En mal
punto fezistes esto», j ellos, que vieron el
salto que el cauallero hiziera, marauillaron-
se, e dexaron la donzella, y el tomóla por la
mano, e dixole: «Amiga, ¿por que dauades
bozes?» Y ella dixo: «Porque me querian
matar si no otorgasse que hiziesse la cos-
tumbre del castillo, por pleyto que mi des-
onrra [no] fuesse» . «Mucho me pesa, dixo el,
por que lo prometistes, ca he miedo que nos
digan que lo hagades; agora no se que me
haga de cauallo, ca dexo el mió dentro en el
castillo» .
Cap. CCLXXTV. — Cofjw sailíeron los dos ca-
ualleros del castillo, e dieron el cauallo al
cauallero de las dos espadas, e dixeron a
la donzella que hincliesse la escudilla de
sangre.
Hablando con la donzella, oyó abrir el
castillo, e salieron dos caualleros armados, e
trayan su cauallo, e dierongelo, e dixeronle:
«Tomad vuestro cauallo, ca no queremos
cosa de lo vuestro»; y el fue mucho alegre,
e tomólo, e dixeron los caualleros a la don-
zella: «Quitadvos de lo que prometistes, ca
si lo no fizierdes, seredes desleal y perjura» .
«Cierto, dixo ella, de grado lo fare si es cosa
que pueda hazer»; y estonce dixeron ambos:
«Donzella, vos auedes de hinchir esta escu-
dilla de vuestra sangre, ca tal es la costum-
bre deste castillo; y en otra guisa no se
puede yr de aqui donzella que por aqui
passe, e si lo hizierdes del vuestro buen
talante, gradecervoslo han; e si no, hazerlo
hedes aunque os pese, ca de otra manera no
se puede de aqui partir donzella estraña» . E
quando esto oyó la donzella, fue mucho es-
pantada, e dixo: «Yo querria de grado saber,
antes que me metiesse en tal auentura de
muerte, por quai razón queredes tanta de
mi sangre, ca si por alguna se puede della
tomar, mucho me plaze, e si no [no] ay cosa
por que lo no prouasse, ca veo ay mi muer-
te». «Yo vos lo diré, dixo la otra donzella,
8 cuj'do que lo haredes mas de grado» .
Cap. CCLXXV. — Como dixeron a la donze-
lla que andana con el cauallero de las dos
espadas, que le auian de sacar vna escudi-
lla de sangre, que tal era la costumbre del
castillo.
«Sabed por verdad que la señora deste
castillo enfermo poco tiempo ha de vna en-
fermedad muy mala e lixosa como de gafe-
dad, y en tal cuyta biue, que es marauilla,
e mucho nos trabajamos como guareciesse,
mas no podemos ay fallar consejo, saluo que
nos dixo vn honbre bueno viejo: Yo vos
enseñare como guarescera: si vos pudierdes
auer vna escudilla llena de sangre de don-
zella virgen en fecho y en voluntad, fija de
rey e de rey na, e vntardes con la sangre a
vuestra señora, luego sera sana; ca assi nos
enseño el hombre bueno, e por guarecerla
juramos luego que jamas no vernia por aqui
donzella que esta escudilla no hinchesse de
la su sangre e porque vos esforcedes assi
como otras han fecho» . Y estonce respondió
la donzella: «Cierto es mala costumbre e
villanía, mas pues que otras donzellas lo
fizieron, yo lo fare, e cuydo que por ende es
llegada la mi muerte, que no ay donzella en
el mundo tan rezia que esta escudilla per-
diera de sangre que no muera luego» . Y el
cauallero de las dos espadas le dixo: «Don-
zella, ruegoos que lo no fagades, que no
podreys escapar sin muerte, e si vos murier-
des no tendré yo quien guie para acabar lo
que comencé, e no le puedo yo dar cabo sin
vuestro consejo» ; e la donzella le dixo: «Cier-
to, mi cora9on me dize que no moriré, e
quiérelo ende fazer» . Y el cauallero de las
dos espadas fue ende sañudo, mas no la pudo
dende esto ruar.
Cap. CCLXXVI. — De como las seys donze-
llas sacaron la escudilla llena de sangre a
la donzella que andana con el cauallero de
las dos espadas.
Estonce llenaron al cauallero e a la don-
zella para el castillo, e desque fueron en el
palacio desarmaron al cauallero, pero no
quisiera ay quedar; mas ella le rogo tanto,
que lo hizo quedar por uer que podria ser
della. Y estonce vinieron seys donzellas que
dixeron a la donzella: «Desuiad los bracos e
sacarvos hemos quanto deuemos de sangre»;
y ella lo fizo, y ellas tomaron vna lanceta e
fi rieron! a con ella en anbos los bracos, e
sacáronla quanta sangre quisieron, e la don-
zella amortecióse, e llenáronla a vna cámara
donde holgase, e aquella noche fue muy cuy-
tada e el cauallero de las dos espadas por la
donzella, que auia gran miedo de su muerte,
e si muriesse, que no auria por do diesse
cima a lo que buscaua, ca no sabia donde
fuesse a buscar aquel cauallero que matara
a los otros que yuan en su guarda; e supiera
el tanto de la fazienda de aquel cauallero
que auia el poder de se encobrir quando
querria, assi que lo no podian uer quando
caiialgaua, e mas esto no po/lia el hazer sina
quando estaua armado.
BALADRO DEL SABIO MERLIN
107
Cu». CCLXXYn. — Como el cauallero de
las dos espadas fue ver su doncella e la
sangre della.
Mucho pensó aquella noche el cauallero de
las dos espadas en la donzella, ca mucho
auia miedo de su muerte. E quando vino la
mañana, ante que fuesse oyr missa ni se
armasse, fue do estaua la donzella e pregun-
tóle como le yua, y ella le dixo que no sen-
tía ningún mal, gracias a Dios; mas luego
que caualgaron, le dixo: «Dezid, la señora
deste castillo, ¿es guarida?» «Cierto, dixo
ella, no he miedo ay mas, e ya no plega a
Dios que emiende ni guaresca, mas quémala
ventura aya, y esto sera gran bien, ca nunca
por guarimiento de dueña fue puesta tan
mala costumbre, ca mas de mil donzellas
pueden por ende morir». «¡Ay, donzella,
dixo el, no (}) por que de tardar, e pensemos
como caualguemos» , «ya agora fuésemos fue-
ra, dixo ella, que nunca fue en lugar que
me tanto enojasse»; estonce se fue el caua-
llero armar, e los otros le dixeron: «¿Como
vos va? e ¿como vos yredes de aqui ante
que oyades missa?» «Si, dixo el cauallero,
que tanto me enojo este castillo, que me pesa
porque y entre» ; y luego caualgaron el e la
donzella, mas la donzella yua muy flaca e
muy cansada a marauilla de la sangre que
perdiera, e partiéronse assi del castillo e
acomendaron el castillo e a quantos en el
morauan a los diablos todos del inñerno.
Cap. CCLXXYIII. — Como el cauallero de
las dos espadas partió del castillo con su
donzella.
Pues assi conpro la donzella la costumbre
del castillo, que no murió, e vinole ende me-
jor que no a otras que después ay vinieron,
que todas fueron ay muertas, e duro después
aquella astrosa costumbre muy luengo tiem-
po, que nunca la señora del castillo pudo
guarecer hasta que la preciada donzella, her-
mana de Perceual de Galaz, cunplio la auen-
tura de aquel castillo, que de su sangre
fue la dueña vntada e garescio luego, assi
como la historia lo mostrara en la gran De-
manda del sancto Grial. Y el cauallero de
las dos espadas caual^o tanto e la donzella
con el, e anduuieron quatro dias que no
fallaron auentura que de contar sea, y en
tal guisa anduuieron tanto, fasta que se alon-
garon mucho de Camaloc, assi que ellos mu-
daron lenguaje, tanto que los no entendían
ni punto por alli por do yuan» .
(') El texto no ofrece sentido en este lugar. Quizá
deba leerse ano hay».
Cap. CCLXXEX. — Como el cauallero de las
dos espadas e su donzella aluergo con vn
infanzón viejo que le dixo a do fallaria el
cauallero que matara al otro cauallero ante
las tiendas del rey Artur, e como fue con
el por auer de su sangre para guarescer a
su fijo que lo auia llagado.
Y vn dia les auino que llegaron a la en-
trada de vna floresta a casa de vn infangon,
muy buen hombre, que los rescibio muy
bien, y ellos seyendo a la mesa, oyó el ca-
uallero en vna cámara boz de honbre que
auia gran cuyta e gran duelo, e duro aquel
duelo en quanto estouieron comiendo, e mas
después de comer; dixo el cauallero de las
dos espadas al huésped: «Señor, preguntar-
vos querría vna cosa, si vos no pesasse, que
queria saber quien es aquel que faze aquel
duelo en aquella cámara» «Sabed, dixo el,
que aquel es mi hijo, que es muy cuytado
de vna llaga que le hizieron, e no sabe quien
ge la dio, empero que era ya ora de medio
dia, e no auia ay árbol ni pared que le qui-
tasse vista, e no se que pudo esto ser, o si es
encantamento». Y el cauallero de las dos
espadas dixo al huésped: «Esto no es encan-
tamento, antes es vn cauallero que ha tal
poder que ninguno no lo puede ver mientra
estuuiere armado y el quisiere; mas mucho
hizo a mi peor que a vuestro fijo, que me
mato a vn cauallero que andana en mi guar-
da, do me pesa mas que a vuestro fijo»; y es-
tonce lo contó todo como fuera, assi del vn
cauallero como del otro que tomo por com-
pañero por lo yr a buscar, como lo matara
otrosi. «E sabed que aquel que lo mato ha
nonbre Garlan, y es hermano del rey Pelean
de Lisconis». É quando esto oyó el huésped,
santiguóse y dixo: «Bien lo creo, que bien
conozco aquel Garlan, e no ay vn año que
me dixo vna palabra, porque yo se bien que
me llago mi hijo, e assi vino que fuemos a
vn torneo e derríbelo yo dos vezes aquel dia
ante todos. E quando el vido que era honbre
mas alto que no yo e que no se podia ven-
gar, dixome que me faria pesar del mejor
amigo que yo tenia ante que passasse vn
año. E semejame que lo tuuo muy bien lo
que me prometió, que me ferio mi fijo a
muerte, que era el honbre del mundo que yo
mas queria». «¡Ay Dios! dixo [el] cauallero
de las dos espadas, ¿como lo podria yo fallar?
que no ay honbre en el mundo que yo mas
quisiesse ver». «Cierto, dixo el huésped, yo
os lo enseñare» ; y el dixo que no lo dexaria
de buscar por cosa que ouiesse, ni por tra-
bajo qae el tomasse. «Agora os digo, dixo el
huésped, como lo podreys fallar. Sabed que
108
LIBROS DE caballerías
el rey Pelean de Lisconis terna muy gran
corte este domingo en ocho dias en el casti-
llo del palacio peligroso, e seruira ay Garlan,
6 muchos otros honbres buenos de muchos
reynos serán ay en aquella fiesta. E si vos
podeys ay llegar aquel dia, se que lo falla-
reys». Y quando el cauallero de las dos es-
padas esto oyó, fue muy lelo, e dixo: «¡Ay
huésped, bendito sea Dios que aqui me apor-
to! E por esto que me dezis, podre dar cima
a lo que busco, si nunca cima proue de fa-
zer». Y estonce dixo la donzella al huésped:
«¿Pensays vos que vuestro hijo puede sanar?»
«Cierto, dixo el, no se, ca muy mal es fe-
rido, pero vn honbre bueno viejo, que al-
bergo comigo, me dixo que guarecerla, pero
no fasta que la ferida fuesse vntada con la
sangre del cauallero que la ferio; y yo le
pregunte que quien le enseñara aquello que
el dezia, y dixo que: Merlin, el sesudo adeui-
nador, me mando que vos lo dixesse, que no
podria guarecer en otra guisa». Y estonce
respondió el cauallero de las dos espadas, e
dixo: «Huésped, si vuestro hijo ha de gua-
recer por sangre de aquel, sabed que el sera
guarido si vos quisierdes yr comigo o enbiar;
6 si auiniere que lo pueda auer, nunca
sangre fue tan fuertemente esparzida como
la snja. sera do quier que yo le falle, aun-
que luego yo supiesse morir» ; y el huésped
dixo: «Yo os prometo que yo vaya con vos,
que no ha cosa que tanto desseo como salud
de mi fijo, y aun os prometo que os guie
ay derechamente» ; y el ge lo agradeció
mucho.
Cap. CCLXXX. — Coího el cauallero de las
dos espadan llego a la corte del rey Pelean.
Y aquella noche fue muy vicioso el caua-
llero de las dos espadas, e bien albergado;
6 fue muy alegre de las nueuas que oyó, e
tanto que fue de dia oyó missa en vna ca-
pilla pequeña que ay estaua, e después ar-
móse y caualgo, e acogióse a su camino, e la
donzella e su huésped con el. Y assi andu-
uieron toda aquella semana, sin fallar auen-
tura que de contar sea. Y tanto anduuieron,
que llegaron al castillo del rey Pelean, donde
el tenia su corte; y entraron ay a hora de
prima, y la corte era fecha en tal manera,
que ningún cauallero podia entrar si no tru-
xere su muger consigo o su amiga; y el ca-
uallero de las dos espadas entro dentro con
su dueña; y el huésped no entro porque no
traya dueña ni donzella; e mucho le peso a
8u conpañero; e tanto que el cauallero de
las dos espadas entro, fallo dentro tan gran
conpaña de caualleros, como si todos los del
rey no de Londres ay fuessen assonados. Y''
tanto que lo vieron entrar armado, salieron
los del palacio a el, e recibiéronlo muy bien,
e fizieronlo dezir, e leñáronlo a vna cámara,
e desarmáronlo, e truxeronle ricos paños
que se vestiesse, e leñáronlo al palacio, y
assentaronlo con los otros caualleros, mas
nunca pudieron con el que deciñesse su es-
pada, e dixo que era la costunbre de su
tierra, que ningún cauallero comiesseen es-
traño lugar que deciñesse su espada; e dixo,
si no le quisieren sufrir la costumbre de su
tierra, que ante se tornarla para donde vi-
niera; y por esto se lo sufrieron.
Cap. CCLXXXI. — Como el cauallero de las
dos espadas jyreffunto al otro cauallero quien
era Garlan.
Grande fue la caualleria que el rey Pe-
lean vuo allegada en su corte. E quando fue
hora de yantar, las mesas fueron puestas, e
todos fueron assentados a ellas, sino los que
auian de seruir; e la costumbre de la corte
era tal, que cada vno comiesse con su amiga:
y el cauallero de las dos espadas pregunto a
vn cauallero que era cabe el a su diestro:
«Dezidme ¿qual es Garlan?» Y el gelo mos-
tró, e dixo: «¿Uees aquel gran cauallero ru-
bio, de aquellos cabellos amarillos? Aquel es
que anda siruiendo el mismo, y es el mas
marauilloso cauallero del mundo». «¿E de
que es marauilloso?» dixo el cauallero de las
dos espadas, assi como el no lo supiesse. Mas
esto preguntaua el por saber la verdad. Dixo
el otro cauallero: «Quando auiene que esta
armado, ninguno no lo puede ver en quanto
el q\iisiere» . «Por Dios, dixo el cauallero de
las dos espadas, marauillas me dezis, e no
creo que es verdad». «Assi es verdadera-
mente», dixo el cauallero. «Agora medezid,
dixo el cauallero de las dos espadas, si el
vos fiziesse tal tuerto por que muerte me-
reciesse ¿como os vengariades del? Pues que
el fuesse armado, perderlo yades, y no os po-
driades del vengar» . «Por Dios, dixo el otro,
matarlo ya do quier que le fallasse, si quier
fuesse armado o desarmado» . «E no, dixo el,
ca no le podrías fallar sino desarmado, y el
desarmado, e vos en el mano metiessedes,
todo el mundo os le ternia a villanía, e a vos
por mal cauallero, y en alguna manera se
deue honbre vengar del»; «mas de mi os
digo lo que haria, ca en otra guisa no puede
honbre hazello» .
BALADRO DEL
Cap, CCLXXXn. — Como Garlan dio vna
palmada al cauallero de las dos espadas y
el lo mato ante el rey su hermano e ante
quantos estauan.
Estonces coinenyo el cauallero de las dos
espadas a pensar, e después que pensó vna
gran pieca, e miro a Garlan, e vuo dende
gran pesar, e dixo entre si que si le esca-
passe aquella vez, no lo pensarla jamas auer,
e si lo matasse ante el rey en tan grande
asonada de caualleros, no veya como el pu-
diesse escapar que no fiziessen del pie9as,
aunque fuesse el mejor cauallero de armas
que los seys mejores caualleros del mundo,
y desto no sabia el consejo que tomasse; y
estas dos cosas le liazian desacordar mucho,
e auer tan gran cuy dado, que no comia ni
beuia. y estuuo assi fasta que todos los man-
jares fueron dados, assi que bien podia en-
tender qualquier que ay le assentasse por
parte de comer, que el que estaua pensando;
en esto comedio paro bien mientes Garlan el
rubio, que seruia a las mesas, e tuuolo por
gran abiltamiento, que bien pensó que lo fa-
zia por algún despecho, e llego a el, e diole
vn gran golpe en la faz que se le paro ber-
meja, e dixole: «Leuantad la cabera y comed
como los otros, que el mayordomo lo manda,
e mala ventura aya quien os fizo sentar a
mesa de honbre bueno, pues no fazeys al sino
pensar/). E quando el cauallero de las dos
espadas vido que assi le firiera, ouo gran
pesar, que perdió el e toda mesura, e dixo:
«Garlan, no es este el primer pesar que me
fezistes»; y Garlan dixo: «Véngate si pu-
dieres». «Si fare, dixo el cauallero de las dos
espadas, mas ayna que tu osaras j)ensar» . E
metió mano a la espada, e dixo: «Garlan,
vees aqui el cauallero al que tu feziste la
desonrra quando le mataste el cauallero que
se metió en su guarda ante las tiendas del
rey Artur, e jamas a honbre del mundo no
faras desonra, ni mataras a traycion a caua-
llero ninguno» ; y estonce le firio por medio
de la cabega con su espada, que lo hendió
hasta los dientes. E dio bozes a su hués-
ped, e dixo: «Agora podeys tomar de la san-
gre de Garlan, e guareceredes a vuestro
hijo»; después dixo a la donzella: «Dadme
el tararon de la lanca con que el cauallero
ha de ser vengado que fue con ella ferido» ;
y ella ge lo dio, que lo traya consigo; y el lo
tomo e salió de la mesa, e ferio con el a
Garlan, que estaua en tierra, tan rezio, que
le passo ambos los costados, e dixo, tan re-
zio que todos lo oyeron: «No me ay cale que
quier que de mi sea, pues que tam bien aca-
be lo que demanda ua».
SABIO MERLIN 109
Cap. CCLXXXIII. — Como el cauallero de las
dos espadas firio al rey Pelean con la langa
vengadora , c de las marauillas que jwr
aquel goljye vinieron.
Estonce fue el ruydo grande por la corte
vnos con otros, e dauan bozes, e dezian:
«¡iomaldo!»; y el rey fue fuera de su seso,
porque perdia su hermano e lo matara de-
lante del, e dio bozes, e dixo: «Prendeldo,
e guarda no lo mateys!» Y el cauallero de
las dos espadas respondió: «Rey, no man-
deys a essos que me tomen, mas venid vos
a tomarme, que bien lo podedes fazer, ca yo
os tengo por vno de los mejores honbres del
mundo» . Y el rey era por cierto vno de los
mejores honbres del mundo, e tan antiguo
de dias, que no sabian en aquel tiempo en
toda la Gran Bretaña ningún principe que
tanto amado fuesse de Dios Nuestro Señor,
e fue lleno de saña e de mal talante por la
muerte de su hermano e por las palabras
del cauallero; e dixo que verdaderamente lo
vengarla si pudiesse; y estonce salió de la
mesa e dixo a todos los otros: «Guardadlo
bien, que ninguno de vosotros no meta mano
en el cauallero, que yo le pienso dar cima a
este fecho» . Estonce tomo vn gran palo que
estaua en medio del palacio, e aleólo, e fue
contra el cauallero de las dos espadas, que
tenia su espada sacada, mas no era aquella
la que deciñera a la donzella, que essa
dexaua el en la cámara do se vestiera, que
no le quisieron cousentir que con dos espa-
das estuuiesse a la mesa; e quando el caua-
llero vido venir contra si el palo aleado,
enderece la espada, y el rey le dio a tra-
uiesso, e diole en la espada vn tan gran
golpe, que la quebró, assi que la cuchilla
con el arias cayo en tierra, e finco al caua-
llero la mangana en el puño. E quando el
cauallero de las dos espadas vido esta auen-
tura, fue muy espantado, y fuesse a vna
cámara por ver si hallaría ay alguna arma
con que se defendiesse, mas no fallo ay cosa,
y estonce fue mas espantado, ca vio que el
rey lo seguia todavía con su palo en la
mano, e fuesse a vna cámara e no fallo que
cosa fuera, tanto que vido bien que las cama-
ras eran las mas fermosas e ricas que nunca
auia visto; e miro por todo e vido otra cámara
abierta, y entro dentro, pensando de ay
fallar alguna cosa con que se defendiesse, y
el rey, que lo seguia muy ayna, quando
quiso entrar oyó vna boz que le dixo: «Por
tu mal ay entraras, que no eres tal que
deuas entrar en tan alto lugar santo», y
entendió bien la boz, mas no dexo de entrar;
e vido la cámara tan hermosa e rica, que no
lio
LIBROS DE caballerías
pensó que en el mundo no pudiesse auer su
par; e la cámara era muy grande j qua-
drada, de muy buen olor, assi como si todas
las buenas especies del mundo ay fuessen,
y en medio de aquella cámara auia vna
gran mesa e de plata por razón, puesta en
quatro pies de plata; e sobre aquella mesa
auia vn gran bacin de oro, e dentro en aquel
bacin estaua vna lauca derecha, la punta
ayuso, y quien arriba la mirasse, maraui-
Darse ya, ca no estaua fincada, ni acostada,
ni assentada a ninguna parte. Y el cauallero
de las dos espadas vido la lan^a, mas no la
miro bien, e el fue por la tomar, e dixole
vna boz: «;No la tomes, peccador!», mas no
dexo de tomarla por esso con anbas manos,
e ñrio con ella a Pelean, que contra el venia,
tan rezio, que le passo anbas las cuxas, y
el rey se sintió mal ferido, cayo en tierra;
y el cauallero torno la langa do la tomara, e
tan ayna como la puso se tuuo como antes.
E quando todo esto vuo fecho, touose que se
vengaria muy bien, e quiso tornar al pala-
cio muy tosté, mas ante que se pudiesse
comencar a tornar, comentaron a tremer
todas las cámaras, y el palacio, e los muros
todos del castillo, y de se leuantar tan fiera-
mente como si se quisiessen caer, e los que
en el palacio estañan fueron muy espanta-
dos de aquella marauilla. Y no ouo ay tal
que se pudiesse tener, ante comenoaron a
caer los vnos de la vna parte y los otros de
otra, assi como si fuessen muertos, porque
vieron el palacio tremer assi. pensaron que
el mundo se queria perecer', y que todos
muriessen ay luego; y estonces les dixo vna
boz gruessa, assi como si fuesse de cuerpo:
«Agora, cojíiex^an las auen i uras del reyno
atjenturado, que jamas ítunca fallecerá,
fasta que sea caramente conprado el fecho
de aquel que la santa laní^a tomo con sus
manos ldcosas e viles, con que llago al
mejor honbre de los principes, y el gran
maestro tomara dende vengan9a, assi que
lacereran por ende de los que lo meres-
ciEREN (*)» ; esta boz fue oyda por todo el
castillo, e fueron todos tan espantados, que
los del palacio e los del castillo se amorte-
cieron todos. E dize la verdadera historia
que estuuieron a muerte dos dias e dos
noches, e bien murieron de los del palacio
la mitad, tanto ouieron gran pauor, e los
otros del castillo fueron muchos feridos e
muertos, e otros que no ouieron ningún mal;
mas sin falta no fue tan osado en toda la
viUa que en los primeros dos dias osasse
(') Aquí se anuncia ya la demanda del Saneto
Orial.
entrar en el palacio, ni entraran ay, si no
fuera por Merlin, que vino al castiUo por
ver el gran duelo e la gran cuyta que vuie-
ron todos, los pobres e ricos; y el bien sabia
que sin gran marauilla no podia ser dado el
golpe de la langa vengadora. E quando
entro en el castillo, fallólos todos muy mal-
trechos, e tan desconhortados, que no podian
valer el padre al fijo, ni el fijo al padre, de
aquellos que mas sanos eran; e no auia ay
ninguno tan osado que osasse entrar en el
palacio, ca bien pensaua que todos los del
palacio eran muertos. E quando Merlin fue
entre ellos, pregunto que fazian los de la
cámara del alcafar. Y ellos dixeron: «Señor,
no lo sabemos nos ninguna cosa, que no osa-
mos entrar dentro , porque tenemos por
aquella cámara del alcagar nos vino este
mal». «¡Ay Dios^ dixo Merlin, vos soys la
peor gente y mas couarde que nunca vi,
que no osays yr a la cámara por ver como
va a vuestro señor el rey Pellean, si es
muerto o bino, e yd en pos de mi, e yo yre
delante, e vereys como le va» ; y ellos dixe-
ron: «Nos yremos en pos de vos».
Cap. CCLXXXrV. — Como Merlin fizo sacar
de la cámara do estaua la langa vengadora
al rey Pellean e al cauallero de las dos es-
j)adas.
Estonce fue Merlin e los del alcafar a la
cámara, e a la entrada hallaron al portero
muerto, e a otras gentes muertas, que mata-
ra vna piega de las almenas del alcafar que
cayera sobre ellos, e Merlin dixo: «Estos po-
dedes soterrar, que son muertos» . E Merlin
se fue al palacio, e fallo ay de caualleros,
dueñas, donzellas, escuderos e semientes,
bien dozientos muertos, que del miedo, que
de piedras, que de maderos que cayeron so-
bre ellos; e los otros estañan amortescidos,
que bien pensauan que aquella mala ventura
que nunca quedasse; e Merlin fizo leuantar
a los que eran biuos, e confortólos mucho, e
dixoles que no ouiessen pauor, que ya que-
dada era aquella mala ventura. Y estonce se
leuantaron los que se pudieron leuantar, e
los otros leñáronlos a la villa por sanarlos.
E Merlin se fue de cámara en cámara hasta
que llego a la puerta de la cámara do la
sancta langa estaua y el santo vaso que lla-
man el santo Grial, e fingo los ynojos luego,
e dixo a los otros que cabe el estañan: «¡Ay
Dios! ¡como fizo vil ardimiento el pecador
mal auenturado, que con estas manos lixosas,
e vntadas de lixo, e de pongoña, e de luxu-
ria, tomo tan alto fuste y tan precioso como
este, y es llagado tan saneto hombre e tan
BALADRO DEL SABIO MERLIN
111
alto como lo es el rey Pelean e lo era!; ¡ay
Dios! ¡como sera tan caramente conprada
esta gran locura y este gran yerro, e como lo
compraran caramente muchos que no lo me-
recen, e quanta cuyta e trabajo sofriran den-
de los buenos caualleros e los buenos honbres
del reyno de Londres, e quantas marauillas
e auenturas peligrosas vernan dende por este
doloroso zelo!» Esto dixo Merlin llorando de
sus ojos muy de coragon, e después que yuo
fecha su oración, leuantose, e dixo a los que
estañan cabe si: «¡Ay Dios, ay Dios! ¿ay
aqui ningim clérigo de missa?» «Si, dixeron
ellos, aqui es vn monje blanco» ; e Merlin lo
llamo, e dixo: «Señor, si soys de Jesu Chris-
to, reuestidvos y entrad en esta cámara, do
ninguno no deue entrar, tanto es santo lugar,
si no traxere las armas de Jesu Christo» . T
el hombre bueno, que entendió lo que Merlin
le dezia, y fizo lo que le mando. E después
que fue vestido de las armas de Jesu Christo,
como para cantar missa, dixole Merlin: «Se-
ñor, agora podeys entrar en el sancto lugar,
y entrad dentro; e sacad vn cauallero que ay
fallareys, e al rey Pelean, e sacaldos fuera
assi como pudierdes» . T luego fizo como Mer-
lin le mando, y entro dentro, e saco al caua-
llero, que avn estaua amortecido, e diolo a
Merlin, e Merlin lo llamo por su derecho
nombre, e dixole: «Baalin, leuantate» ; y el
recordó quando oyó nonbrar su nonbre, e
abrió los ojos, e dixo: «¡Ay Dios! ¿donde es-
toy?» «Tu estas, dixo Merlin, cabe el rey Pe-
lean, a quien tu feziste tuerto, assi que todos
los honbres del mundo que te conoscieron te
desamaran» . Y el no respondió a cosa nin-
guna que le dixera, ca mucho se temiera de
lo que Merlin le dixera, mas preguntóle
como podia ay salir, pues auia fecho su ye-
rro; e dixo Merlin: «Yen em pos de mi hasta
que te saque de aqui; ca si te conociessen
no ha cosa que te guaresciesse de muerte» .
«E de la donzella que yo comigo traya ¿sa-
beys vos nueuas?» «Si, dixo el, alia la po-
deys ver muerta en aquel palacio, e tanto
gano en la vuestra guarda» .
Cap. CCLXXXY. — Como el cauallero de
las dos espadas se partió del castillo do fe-
rio al rey Pelean^ e como hallara la tierra
por do yua destruyda.
El cauallero, quando esto oyó, ouo gran
pesar, que bien sabia que el dezia verdad, e
dixo que lo sacasse fuera de ay, que no tenia
ay que hazer, pues la donzella era muerta.
«Cierto, dixo Merlin, yo te sacare aunque
no me lo rogasses, que tan a y na no querría
yo tu muerte»; e lleudo de ay, e, quando
llegaron al palacio, vieron los muertos e los
maltrechos. E dixole Merlin: «Todo este mal
has hecho tu»; e dixo el cauallero: «No pue-
de ser que yo no aya mala andanca por esso» .
«Yerdad es» , dixo Merlin; y estonce fueron
a la cámara do lo desarmaron, e armóse de
todas sus armas, fueras de la vna espada,
que se quebró como 03'stes. Y desque salió
del castillo con Merlin, le dixo: «Yos ¿per-
distes vuestro cauaUo?» «Si, dixo el, e con-
uiene que me vaya a pie, según como me se-
meja». «No yreys, dixo Merlin, mas aten-
ded» ; e entro en el castillo, e tomo vn caua-
11o muy bueno, e dioselo, e Merlin le dixo:
«¿Sabeys por que vos hago este bien? Cierto
no por vos, mas por amor del rey Artur,
cuyo cauallero vos soys. Yo soy Merlin, dixo,
el adeuinador aquel donde fablan: no se si
lo creystes o si oystes ende fablar» ; estonce
se humillo mucho contra Merlin, e dixo:
«Señor, no os conocía, e bien puede ser que
vos viesse algunas vezes, mas sabed que to-
davía seré vuestro cauallero donde quier que
yo sea». «Bien se, dixo Merlin, lo que vos
por mi faredes si yo os lo rogare, mas yd con
Dios, que os guie e vos guarde do quier que
vos vayades» , y estonce se partieron, e Mer-
lin se torno al castillo, y el cauallero se fue
por su cabo fuera de la villa, e fallo su hués-
ped muerto de vna almena que cayo sobrel,
y estonce ouo mayor pesar que ante, que
mas conocía su yerro desde entonce que ante
no fazia, e después que lo miro vna pieca
tornóse al camino; assi como yua por la ca-
rrera, hallaua los arboles quebrantados, e las
yernas e los panes destruydos, e todas las
cosas assi gastadas, como si pedrisco ouiesse
corrido por todo. E sin duda assi fue, que ya
fiziera en muchos lugares, mas no en todos,
e hallo por medio de las villas muchos caua-
lleros e mercaderes muertos, e por las carre-
ras labradores ¿que os diré? assi hallaua el
reyno de Lisconis destruydo, que después
fue nombrado el reyno de 1 1 tierra foraña e
de la tierra yerma, porque tornara toda la
tierra assi gastada y estregada; e assi como
passaua perlas uillas, assi lo llamauan: «¡Ay
cauallero! ¡tu nos metistes en pobreza e nos
hechaste en confusión, donde nunca saldre-
mos a nuestro pesar, e Dios os eche en lugar
donde seays confundido e destruydo de ma-
las armas, que tu nos feziste tanto de mal,
quanto el mundo no lo podria ygualar ni nos
no nos podríamos de tí vengar!; mas Dios
nos de ende venganza el, que es gran uen-
gador, que tü de mala ventura, donde todos
seamos ledos» . E assi lo maldezian por todos
los lugares donde yua. E auían dende tan
gran pesar, que mucho quisiera que corrisco
112
LIBROS DE caballerías
lo firiesse assi que lo matasse, que ya tanto
conocía su mal, que nunca cuydaua estar en
el estado que estaña ante. E assi anduuo el
cauallero de las dos espadas cinco dias, que
no fallo tierra que no fuesse gastada e des-
truyda. Y el no osaua ya estar en villa nin-
guna, mas ante albergaua cada dia en yer-
mo, e por los montes. E cada vno de los her-
mitaños que lo recibían, dezian: «Xo vos aco-
j criamos si no fuesse por amor de Dios y por
honrra de la caualleria, ca no por vos, que
nos hecliastes sin merecimiento en pobrega
y en cuyta, donde nunca saldremos por vos»;
e quando los honbres buenos esto dezian, no
sabia lo que les responder, ca bien conoscia
que le dezian verdad, e auia dende muy gran
pesar. E assi andana a muy grandes jorna-
das, ca mucho desseaua de salir de aquella
tierra donde tanto mal obrara; e quando Dios
quiso, dende sacollo, e llego a la hermosa
tierra, folgo ay nueue dias, y anduuo por ay
tanto, sin auentura hallar que de contar sea.
Cap. CCLXXXYI. — De como el cauallero
de las dos esjyadas fallo al 2ne de vna torre
vn cauallero qitepensatia mucho, e lo saluo.
A los diez dias le auino que la ventura lo
metió en vna montaña grande e muy espessa
de arboles, e tanto anduuo por vn sendero
que yua por la montaña, que entro en vn
valle, do auia vna torre; e quando fue cerca
la torre, vido vn gran cauallo preso a vn ár-
bol, y estuuo quedo por ver cuyo era, ca
bien pensó que no era sin señor; e pues que
miro al rededor de si, e vido al pie de vna
torre vn cauallero grande e muy fermoso, e
bien hecho de cuerpo, mas que el mejor
nunca viera, y estaña sentado en la yerua,
e pensando tanto que no podia mas. Y el
cauallero de las dos espadas, en que lo vido
assi pensar, estuuo quedo, por ver que po-
dría ser, o si estarla mucho en aquel pensar;
e a cabo de vna gran pieya, dio el cauallero
vn gran sospiro, diziendo: «¡Ay Dios, mucho
se me tarda mi alegría!»; y estonce pensó el
cauallero de las dos espadas que si aquel ca-
uallero tan luengamente pensasse, y que no
viniesse lo que el atendía, e pues assi esta-
ua, que le podria algún mal venir, que el
diablo se allega a los que están solos, que no
a otros; y estonce se llego, e dixo al caualle-
ro muy manso: «Dios os salue, cauallero».
Y el cauallero acordó, e fue muy sañudo
porque lo tiro de su pensar, e respondió con
gran saña, e dixo: «Huyd de aqui, don caua-
llero, que me matastes, porque me tirastes
de mi pensar, que nunca ay pienso tornar
jamas tanto a mi sabor como ante estaua; e
maldita sea la hora en que venistes»; y es-
tonce comenfo el cauallero a pensar tan es-
trañamente como de ante. E quando el caua-
llero de las dos espadas esto vido, hizose
afuera, ca mucho le pesara por que le fabla-
ra, porque mucho le fizo gran enojo; esto
veya bien; y estando quedo, por ver que
cima auria de su pensar, en que auia gran
sabor, e assi atendió fasta hora de nona, que
nunca el otro dexo de su pesar. E quando
fue hora de nona, dio vn sospiro maj^or que
ante, e dixo: «¡Ay señora! muerto me aue-
des, que tanto tardays, e no me ve rey s si
muerto no». Y pues que esto dixo, callóse;
y estonce conoció el cauallero de las dos es-
padas que todo el su pesar era en dueña o
en donzella, e pesóle mucho, e dixo qiie
atenderla fasta la noche por ver si veria
aquello por que el cauallero tenia tan gran
cuyta.
Cap. CCLXXXYH. - Como el cauallero de
las dos espadas no dexo al cauallero que se
matasse, y el le prometió que le entregaría
a aquella por quien tanto pensaría.
Después de hora de bisperas, dixo el caua-
llero: «¡Ay señora! morir me faran vuestras
promessas falsas, e agora no puedo mas aten-
der»; y luego tiro la espada de la vayna, e
dixo: «Señora, vos me distes la muerte
quando me distes esta espada, que yo me
matare luego con eUa, ca no puedo mas so-
frir esta gran cuyta en que soy por vos no-
che y dia» . Y quando el cauallero de las dos
espadas esto vido, leuantose de so vn árbol
donde estaua, después que vido que n^ auia
mas que tardar, ca bien vio que se mataría
si la espada no le tirasse de la mano, e fue
luego a el, e trauole el puño del espada, e
dixole: «¡Ay, señor cauallero, aued duelo e
verguenga de vos, que vos quereys vuestro
cuerpo destruyr, e perder vuestra alma!» Y
el le miro, como hombre que auia gran pe-
sar porque no fiziera lo que pensaua, assi
que bien quisiera ser muerto, e dixole: «Si
espada no me dexades de vuestro buen ta-
lante, yo vos la tomare a vuestro mal grado,
y matare a vos primero, e después a mi. E
assi sera el daño mayor que desseo. Empero
yo os ruego que me la dexedes» . «Yo os la
daré, dixo el cauallero de las dos espadas,
por pleyto que me digays, ante que mas
hagays, quien soys e quien es aquella que
tanto amays, e yo os prometo como caualle-
ro, que, si me lo descobris, nunca dormiré
fasta que yo os entregue de aquella por quien
tan gran duelo tienes, si yo la puedo auer
por afán o por trabajo que yo ay tome; e sa-
BALADRO DEL SABIO MERLIN
113
bed que nunca cosa fize tan de grado en tal
que TOS hiziesse ledo, que nunca vi caualle-
ro tan cuytado»; y quando el esto oyó, par-
tiosele vn poco de su saña que tenia, e dixo:
«¿Quien soys vos, que tan gran cosa me pro-
meteys? Yo os ruego que no me encubrays
vuestro nombre, que tal podej^s ser que de-
xare mi locura por vuestro amor, e tal po-
deys ser que no dexare cosa, que mas ([we-
rria morir que luengamente solrir tal cuyta
como sufro, que no ay tal cuyta que a esta
se llegue» . «Cierto, dixo el cauallero de las
dos espadas, no os encobrire cosa que me
pregunteys. Yo he nombre de baptismo Baa-
lin; mas muchos me llaman el cauallero de
las dos espadas» ; e quando el otro esto oyó,
estendio su mano, y dixo: «Señor, tomad
esta espada, yo vos entrego della, mas no
fare cosa donde pesar aj^ays, que yo os ten-
go por tan buen cauallero, que podreys dar
cima a esto que me prometeys, si bondad de
vn cauallero me puede valer; e sabed que
mejor os conozco que vos pensays, e vos
soys aquel que libro la donzella del espada
que traya ceñida donde otro no la pudo li-
brar sino vos»; y el le dixo que assi era:
«Mas ruégeos que me digays vuestra fazien-
da». «Yo os la diré, dixo el otro cauallero,
por el primero don que me tengays que me
prometistes» . «Y el primero don que os pro
nieti, dixo el cauallero de las dos espadas,
no temades que yo dende no me quitare, si
Dios quisiere, en tal guisa, donde vos seie-
des ledo». Estonce comento el cauallero a
contar su hazienda.
Cap. CCLXXXYIII. — Como el cauallero que
pensaua contó al cauallero de las dos espa-
das toda su haxieuda.
«Yo, señor Baalin, soy natural desta tierra
de Francia, e de bancas gentes, mas por mi
bondad a la merced de Dios, después que
fui cauallero conqueri grandes tierras e se-
ñoríos, e conqueri tres castillos muy fermo-
sos e ricos, que son cerca de aqui, del duque
de Ruel, que comarca con vna tierra de con-
tra Seleroys, e atanto fize, que es sonado en
esta tierra y en otras, por mi buena ventura
e caualleria; e tanto lie hecho por mi buena
caualleria, que la fija del duque que os digo,
que es la mas fermosa henbra que honbre
sabia en ninguna tierra, me dio su amor, e
seguróme dende, assi que yo me tengo por
rico e por bienauenturado; ¿que os diré? que
no ay cosa en el mundo que tanto ame como
a ella. Y" bien se yo verdaderamente que no
podria biuir sin ella, ca si ella quisiere, yo
moriré luego, e si quisiere, biuire. E assi
LIBROS DE CADAIJ-EÜIAS.— 8
soy todo en su merced, que no he bien sino
por ella, e assi ha bien cinco dias que estaua
en vn mato pequeño, cabe casa de su padre,
do ella era, e yo atendi mi mensajero que a
ella enbíara, y enbiome vna donzella con
paños de dueña, ([ue me vestiesse dellos, e
llenóme por ante todas las dueñas a vna cá-
mara do ella estaua; y folgue ay dos dias, e
quando della me parti, ledo e de buena ven-
tura, me dixo que se partirla de su padre
escondidamente, e que se yria comigo oy
a hora de medio dia ante esta torre, por tal
pleyto que la tomasse por muger quando lle-
gassemos a vno de nuestros castillos. Y esto
me prometió la donzella, y es mi amiga, que
es la cosa del mundo que yo mas quiero, o
pareceme que me mentio, que yo atendi mas
que ella conmigo puso, e aun no vino. Y
esta es la cosa del mundo que mas me haze
cuytar, y mas me quebranta el coraron, e
no aure plazer fasta que sepa por que tarda,
e que yo se bien que ella vernia si su padre
no la tuitiesse, que otra razón ay no puede
fallar. Agora os dixe toda la verdad de mi
fazienda, e lo que pensaua. E agora os ruego
que me tengays lo que vos prometistes, e
que me la dedes en qualquier guisa que vos'
pudierdes» . «Cierto, dixo el cauallero de las
dos espadas, de grado poneré ay todo mi po-
der, por vos y por ella. E pues assi es, vos
haueysme de llenar al castillo do ella es,
que en otra guisa errarla, que no se la ca-
rrera». «Bien dezis, dixo el otro cauallero,
e yo os guiare alia». «E ¿quanto es de aqui?»
dixo el cauallero de las dos espadas. «Assi
Dios me ayude, dixo el otro cauallero, no es
de aqui sino seys leguas pequeñas, e ayna
podríamos ayser». «Pues caualgamos, que
ayna sera noche» .
Cap. CCLXXXIX {^).— Como el cauallero de
las dos espadas fue con el cauallero que
pensaua, por le entregar aquella por quien,
pensaua atanto.
Estonce caualgaron anbos e fueron tra-
uessando la montaña, assi como el cauallero
yua, que bien sabia la montaña, e tanto
anduuieron, que salieron fuera la montaña e
hallaron vn valle en que estaua vna granja
cercada de vna caua muy fuerte sin agua, c
de la otra parte vn gran muro, y estonce
decendieron e ataron los cauallos a dos arbo-
les, que se les no fuessen, y el cauallero de
las dos espadas dixo al otro: «¿Fincaredes
aqui?» «No, dixo el otro; ante yre con vos
(') Dr aquí en adelante el estilo del Baladro es
más ameno y la narración más animada que antes.
114
LIBROS DE caballerías
e vos guiare por tal lugar por do podeys en-
trar fasta la puerta de la cámara de la don-
zella». «¡E no demando yo mas!» dixo el; y
estonce se fueron anbos e anduuieron tanto
por enderredor de la caua. que llegaron a
vn madero que estaua sobre ella por puente,
por do a las vezes entraña el por allí a la
donzella a su huerta; e mas auia ay otro
madero par del, y el que auia de passar lle-
uaua en la mano vn palo luengo con que se
sofria, ca el madero era estrecho y el pas-
saje peligroso si alli no juntasse; e quando
ellos ay llegaron al madero, el cauallero de
las dos espadas pregunto si era por alli el
passaje. «Xo hay otro, dixo el cauallero,
sino la puerta grande»; «Por Dios, dixo el
cauallero de las dos espadas, este es vno de
los peores passajes que yo vi, pero no fin-
care por ende que yo allende no passe; mas
dezidme: ¿donde fallare a vuestra amiga?»
cSeñor, dixo el, a la primera entrada que
fallardes a siniestra es la puerta de su cáma-
ra»; «y ¿en que la conoscere?» dixo el. «Ella
ha, dixo el otro cauallero, los cabellos cres-
pos, e no son sino oro» . «Agora bien» , dixo el
cauallero de las dos espadas; y echo estonce
su espada al cuello y echo su lanca allende
en la huerta, e canalgo en la viga, ca de otra
guisa no podia ser, y era tan bien armado
que no le fallecía cosa. E desque fue allende,
dixo el otro: «Atendedme alia, que yo os
traeré nueuas quales querays e desseays».
«Id a Dios, dixo el otro, que mucho me es
tarde que dende vos viesse fuera» ; y estonce
se fue por medio de la huerta, que era muy
fermosa e grande, y el alúa era muy luzia e
clara, assi que el vido bien la carrera, e
tanto anduuo, que llego a la puerta de la
cámara e fallóla abierta, e fue muy alegre,
que bien pensó que ay fallarla a la donzella ,
y entro dentro lo mas passo que ser pudo,
que no le oyessen las armas, e el vido bien
que auia dentro dos candelas encendidas que
daban gran lumbre, e vido iin lecho rico, e
fue para ella, que bien pensaua ay fallar la
donzella durmiendo; e quando dentro entro
no hallo ay cosa, mas hallo a los pies del
lecho los paños de la donzella e de su hon-
bre, e fue todo espantado, que bien pensó
que algún cauallero dormiera con ella, e
pensó bien sin falta que estaua en el prado,
e alia fuera durmian por auer ayre e por
esso fallo la puerta abierta, e dixo: «¡Ay,
mujer, mucho es hombre escarnido quien
por ti fia!; e aquel cauallero que tanto te
ama es engañado e muj»^ cuytado por amor
della, e mucho la ama de verdadero amor,
mas que no ella a el, e bien se que ella
duerme cerca. E cierto, si puedo, no aures
tan gran cuyta por ella, que yo vos mos-
trare su deslealtad e traycion solo que sea
de dia» .
Cap. CCXC. — Como el cminUero de las dos
espadas fallo a la doncella por qxie el otro
cauallero pensaua^ estar con vn cauallero
en la huerta.
Estonce salió de la cámara muy sañudo,
e anduuo tanto por la huerta que topo con
la donzella so vn rosal, dormieudo so vn
xamete en vn prado, y el xamete era ber-
mejo, e tenia entre sus bra90s vn cauallero
muy bien llegado a si, e mucha de la yerba
so sus caberas en lugar de coxines. E dor-
mían anbos tan fieramente como si ouiera vn
año que no dormían, y el cauallero miro a
la donzella a la luna que hazia muy buena,
e vidola muy fermosa, e miro al cauallero,
e vido muy feo e lerdo, e dixo: «¡Ay Dios,
que desaguisado ayuntamiento a y aqui! e
por gran desonra lo tengo de vna donzella
tan fermosa, tomar a tal diablo tan feo, e
cierto bien fazes como mujer. Dios me mal-
diga si no paresce muerto aquel a otro» ; e
dixole al otro: «Passad e vereys marauillas»;
e quando el otro esto ovo, fue muy espanta-
do, e dixo: «¿Que me mostrareys?» . «Bien lo
vereys, dixo el cauallero de las dos espadas,
e venid em pos de mi muy passo, que duerme
vuestra amiga» . Estonce fuesse para do es-
tauan los otros, e mostróle su amiga, e dixo:
«Yees aqui la señora que amays tan verda-
deramente; agora vees como soys sesudo
porque os queriades matar porque vos tar-
daua atante, e agora sabed que mas se paga
de aquel que de vos. pero soys vos mas fer-
moso y mas guisado que aquel» . Y el caua-
llero, quando esto vio, fue muy sañudo, e
tomo tan gran pesar, que pensó perder el
seso, e dixo: «¡Ay mezquino! ¿que es esto
que veo?» Y después cayo en tierra tan gran
cayda, que la sangre se le quebranto por las
narizes e por la boca y estuuo vna gran pie5a
amortecido; y el cauallero de las dos espa-
das vuo ende tan gran pesar porque ge lo
mostrara, que bien entendió que le pesara,
e quajido el cauallero acordó, dixo: «¡Ay
cauallero!, vos me auedes muerto, que me
mostrastes tan conocidamente mi mortal
pesar; cierto si no fuessedes tan armado, el
mundo no vos guaresceria que vos no ma-
tasse por galardojí, que cierto vos lo meres-
cedes muy bien, que hezistes la mayor villa-
nía que nunca honbre fizo, e Dios os faga
por ende mal. E vos de tal pesar qual yo de
aqui adelante aure, e como va a honbre que
de derecho amor tal pesar vee» .
BALADRO DEL SABIO MERLIN
115
Cap. CCXCI. — Como el cauallero que pen-
saua mato al cauallero que yaxia con su
amiga, e a ella también.
Estonce saco la espada, y echóles las cabe-
9as liieñe de vii golpe, e fue luego vn poco
mas alegre que no de antes; mas después que
entendió que mato a su amiga, la cosa del
mundo que el mas queria, pesóle por ello, e
dixo atan sañudo: «¡Ay catino! ¿que tengo
lecho? ¡que mate mi cora9on e mi señora, la
cosa del mundo que yo mas queria, que
aquella era donde todo bien e toda alegría
me venia della! ¡Ay malauenturado! ¿hizo
nunca falso ni traydor tamaña traycion ni
tan gran falsedad? Cierto no». Estonce se
comenco a maldezir e a hazer tal duelo, que
era el mayor del mundo; y el cauallero de
las dos espadas comencole de couortar. y el
dixole que no trabajasse de lo conortar, que
consejo del mundo no auia menester, ni
mientra biuiesse que no auria alegría; e
quando el cauallero de las dos espadas esto
vido, ouo dende gran pesar, que no quisiera
en ninguna guisa demostrarle su amiga en
tal manera, y después que el cauallero fizo
su duelo muy gran plepa, dixo al cauallero
de las dos espadas: «Agora podreys ver que
ganastes en me mostrar tan gran pesar» ; e
luego tomo la espada por el puño, e diose
con ella por medio del coragon, assi que cayo
luego muerto en tierra. E quando el cauallero
de las dos espadas vido esta auentura, dixo
que nunca mayor cosa viera, e fue muy
espantado, assi que no supo que hiziesse ni
que dixesse, y el bien sabia que si el alli
atendiesse fasta el dia, e lo viessen a el
armado e los otros desarmados, que dirian
verdaderamente que el los matara, e no
podria ser al sino que mal le viniesse por
ello.
Cap. CCXCII. — Como el cauallero de las dos
espadas se partió de alli, e contó a vn escu-
dero como aquellos murieron.
Tornóse estonces jjara el madero, e passo
allende, e signóse muchas vezes de la cosa
que viera, e touose por culpado e por astroso,
porque aquella malauentura viniera por el,
e no por al dixo: «Yo so el mas malauentu-
rado cauallero del mundo, e bien lo veo agora
aqui y en otros lugares» ; y entonces subió
en su cauallo, y era ya contra el alúa, e las
aues pequeñas cantauan ya, e comentóse de
yr assi como la ventura lo guio, que el no
sabia por do yua, e assi que quando salió del
valle fallo vn escudero que se yua derecha-
mente a la floresta de donde el saliera, y
preguntólo si yua alia: «Señor, dixo el, si vo
¿por que me lo preguntays?» «Porque, dixo
el, fallaredes ay vna cosa donde no la sabe
ninguno sino Dios e yo; por que sepan los de
la villa la verdad, querría vos la contar como
fue, que ge lo digades vos». Estonce ge lo
contó todo como fue. E quando el escudero
esto oyó, signóse mas de veynte vezes, e
dixo que nunca tal cosa viera: «¿Sabes tu,
dixo el cauallero, por que te lo conté? Por-
que quiero que lo fagas escreuir, que des-
pués de nuestras muertes de grado querrá
ser oydo, que mucho es estraña cosa» . Eston-
ce se partió del escudero, e fuese para la for-
taleza, e quando ay llego, fallo haziendo
muy gran llanto sobrellos, e muchos, que no
sabían como fuera, fablauan de muchas gui-
sas; y el escudero dixo ante todos como fuera,
que vn cauallero ge lo auia contado todo como
fuera aquella auentura, y después desto fa-
blaron todos en el cauallero de las dos espa-
das por toda la tierra, de lo que flziera en
aquella auentura.
Cap. CCXCIII. —Del htwn acogimiento que
^^las donzellas e los caualleros liixieron al
cauallero de las dos espadas, e de las nue-
uas que le dixo la donxella de parte de
Merlin.
Pues dize la historia que después que el
cauallero de las dos espadas se partió del
escudero, que fue acá e acullá do la ventura
lo guiaua, e vn dia le auino que, a hora de
prima ('), llego a vn castillo que estaña en
vna montaña, y era el castillo a diestro cerca
del mar, e a siniestro de vn agua dulce, e
fuerte e rezio, y era tan bien labrado, que
no auia en toda la tierra mas fermoso; e
quando llego a media legua del castillo, fallo
ay vn cementerio grande, e auia ay muchos
monimentos viejos e nueuos, y encima del
cementerio, contra el castillo, auia vna cruz
toda negra, y en aquella cruz auia letras
que dezian: «Oyste tu, cauallero, acuér-
date, E antes cata de otras auenturas,
QUE YO te defiendo QUE NO VAYAS CONTRA EL
CASTILLO, SI NO QUIERES PAGAR LA COSTUNBRE
DEL CASTILLO, E SABE QUE ES LIGERO DE PAGAR
A VN CAUALLERO». Y dcsquc cl Icyo ks letras,
entendió lo que dezian, e comengo a mirar
el castillo, e violo tan fermoso, e dixo en su
coragon: «No me ayude Dios, si me torno
fasta que vea el castillo de dentro, que por
malo e couarde me ternia si me tornasse por
letras»; y estonce passo las letras, e fuesse
contra el castillo, e no anduuo mucho que
(') o sea á la!; seis de la mafiana.
116
LIBROS DE caballerías
fallo vn infancon viejo, que le clixo: «Vos
passastes el muro, agora no podedes tornar»;
y el cauallero dixo: «Avn vre adelante, e
seré mas ledo [que] de tornar» . «¿Assi?» dixo
el honbre bueno. «Si, cierto», dixo el caua-
llero; e fuesse mas adelante quanto tres tre-
chos de ballesta , o oyó tocar vn cuerno de la
mayor torre ('), assi como de priessa a
puerco montes o de cierno; e quando el esto
oyó, comeuQO a reyr, e dixo: «¿E como? ¿tie-
nenme por preso que tañen de prisión?»; e
quando esto ouo fecho, vido salir del castillo
mas de cient donzellas, que venían haziondo
dancas e cantando, e faziendo la mayor ale-
gría del mundo contra el cauallero estraño;
o quando llego a ellas, dixeron todas a vna
boz: «¡Bien venga el cauallero, que del su
vestir hará ayuda oy e alegres todas las due-
ñas e las donzellas!»; y el las saluo, e ben-
dixolas todas, y ellas fueron derredor del
haziendo la mayor alegría del mundo, e assy
fue que fue tan marauíllado de la alegría
que hazían, que no sabía que dixesse; y ellas
fueron todavía delante del baylando e dan-
(.•ando, e quando fue cerca del castillo, vido
salir de fasta veynte caualleros, muy bien
vestidos y en buenos cauallos. e saináronlo
a el, y el les dixo: «Bien vengays, señores» ,
c agradecióles mucho aquel buen acogimien-
to, y el mayordomo del castillo se metió a
par del, e fuelo guiando contra el castillo, y
el cauallero le dixo: «Señor, yo vos ruego
que me digaj^s por que estas donzellas fazen
tan gran fiesta». «Señor, dixo el, por el pla-
zer que auran que vos verán justar con el
cauallero de la Torre»; e mostróle la torre
que estaña en la insola; e la insola era muy
fermosa, e la torre muy bien fecha, c muy
bien puesta, y estaua en medio de la insola.
Y el cauallero de las dos espadas dixo al
mayordomo: «Nunca cortes gente puso esta
costunbre, que asaz es mala e villana, por-
que si algún cauallero andante viene de al-
gunas tierras lasso e cansado del trabajo de
sus gi'andes jornadas que fizo, o de las auen-
turas que traxo ¿cuydades que sera guisado
de su conbatir luego con el cauallero de la
torre, que no faze sino holgar? Cierto si el
que viníesse fuesse el mejor y el mas gui-
sado honbre del mundo, se con el assi con-
batiesse, no sería marauílla si fuesse ven-
cido, y esto no digo yo por mi, ca sabed que
no so tan cansado, e ante me plazo de me
conbatir con el como de folgar; mas digolo
por la costumbre, que es la peor que yo
nunca vi en lugar que fuesse». Y estonce
(') Eata es costumbre muy citada en libros de caba-
llería*, y de que se burla Cervantes al principio de
la I parte de Don Quijote.
dixo el mayordomo: «Assi la pusieron nues-
tros antecesores, e no se quitara en nuestro
tiempo, según que yo cuydo»; e assi fueron
hablando por medio del castillo, e las don-
zellas con el haziendo tan gran alegría como
comentaron, ca fallaron la barca guisada en
que el cauallero auía de passar. «Señor,
dixo el mayordomo, el vuestro escudo no me
semeja bueno, e, sí queredes, darvos he otro
mejor». «Quiero», dixo el. Estonce dio su
escudo a vn donzel, y el donzel fue luego al
castillo, e tomo otro, e truxoselo e dixo:
«Tomad este, que me parece mejor que no
el vuestro» ; y el lo tomo, y echólo al cuello,
y entro en ía barca con su cauallo armado,
que le no faltaua nada; e los marineros esta-
ñan aparejados de lo passar a la otra parte,
y vino vna donzella que dixo al cauallero:
«¡Que tuerto grande has fecho que canbías-
tes vuestro escudo, que si lo truxerades no
murierades! Ca vos conosciera vuestro ami-
go, e vos a el, mas esta desauentura vos
embio Dios en lugar de vengauQa de lo que
aueys hecho en casa del rey Pelean; mas no
es la venganoa tamaña como es el hecho; y
esto os embia dezir Merlin por mi» .
Cap. CCXCIY. — De como el cauallero de la-'i
dos espadas passo a la insola por- justar
ron el cauallero (pie ay estaua.
Quando el cauallero de las dos espadas
oyó lo que la donzella le dezia, fue muy
espantado, porque entendió que era verdad
vna pieQa de lo que ella dezia, e mas lo
espantaua lo que Merlin le embiaua dezir
que era vengan9a de su j-erro, e que todo el
mundo daría si fuesse suyo que no ouiesse
entrado en aquel castillo, e aquella ora ouo
pauor primeramente, que ante nunca entro
en su coracon pauor de muerte. E mas, por
confortarse, confortauase mucho, que se
sentía sano e arreziado, e ligero, e muy
ardid en armas, e pensó que ante querría
morir que no fazer cosa que le touiessen a
couardia; e aun auía gran esfuerzo en que
le dezian que se no auía de guardar sino de
vn cauallero solo, y el sentíase e cuydaua
bien ([ue no auía en ninguna guisa caua-
llero en el mundo (|ue lo matasse ni ven-
cíosso, c aquel otro tal no le hiziese, y en
tal pensar fue fasta que aporto la barca a la
insola, y el pensaua avn mucho en lo que la
donzella le dixera, mas los marineros echá-
ronlo fuera de la barca, e dixeronle: «Señor
cauallero, ¿que pensados?; vuestro pensar no
vos vale cosa, que por la batalla vos con-
uíene de passar», y el se torno luego a ellos,
e dixoles que por la batalla no pensaua, e
BALADRO DEL SABIO MERLIN
]17
luego se signo, e salió de la barca, e al salir
paro mientes si le parecía que le fallccia
alguna cosa de sus armas o a su cauallo, e
tomo su escudo e su lanya, e subió en su
cauallo, e cato contra el castillo, e vido las
almenas llenas de dueñas e doncellas, que
subieron por ver la batalla, y el cauallero
maldixolas a todas, e quantos en el castillo
morauan, e quantos aquella costumbre pu-
sieron, e quantos la mantenían, ca era la
peor que el nunca viera ni della nunca oyera
hablar: «Assi Dios me ayude, e si yo desta
batalla escapo e biuo, yo haré destruyr el
castillo e quantos en el moran»; assi fablo el
cauallero.
Cap. CCXCY. — De como el cauallero de las
dos espadas justo e se conhatio con el caua-
llero de la insola.
Assy hablaua el cauallero consigo, mas por
tanto no daua cosa porque era en la batalla,
e no atendió mucho que vido salir de la torre
vn cauallero muy fermoso e armado de vnas
armas bermejas, e su lanca, e su pendón,
e las sobreseñales bermejas; mas el cauallo
era mas blanco que la nieue, y el salió en
pequeño passo assi guisado, que le no falle-
cía cosa que a cauallero hazia menester, e
quando vido el cauallero, echo el escudo al
cuello muy hermosamente; e (guando el ca-
uallero de las dos espadas lo vido venir tan
hermosamente e de tan buen continente,
menbrose de su hermano, que era muy her-
moso e muy guisado de justa, y el lo sabia
mejor hazer que honbre del mundo, e assi le
dezia su coraron verdaderas nueuas de su
hermano, e bien se conocieran si las armas
no cambiaran, y en tal manera vinieran con-
tra si los amigos leales de cora9on e herma-
nos buenos, como si fueran enemigos morta-
les, tan reziamente quanto los cauallos los
pudo leuar, e las lan9as baxas, e firieronse
tan brauamente, que se despedagaron los
escudos, mas las lorigas eran tan buenas
que se las no pudieron falsar; y ellos ambos
eran de muy gran fuerza, e bolaron las lan-
gas en piegas, e después empuxaronse tan
brauamente de los cuerpos j de los escudos,
que se derribaron en tierra tan maltrechos
que no auia ay tal que se leuantar pudiesse
por vna gran pieca, ante yazian atordidos
como si fuessen muertos; e a cabo de vna
piega leuantaronse. E primero se leuanto el
cauallero de la torre, que menos era herido
que el otro, y metió mano a la espada como
aquel que quería batalla, e guisóse de yr
a su hermano; e quando el otro lo vio venir
no asseguro, e esfor(;'Ose con miedo de la
muerte y leuantose muy ligeramente, lo qual
otro no haria, y metió mano a la espada y
eclio su escudo sobre la cabega; y el otro
cauallero venia contra el [e] le dio vn tal
golpe assi que le derribo vna piega del es-
cudo en tierra, y el golpe decendio tanto que
le tajo de la loriga e de la halda quanto le
alcango; assi que derribo sobre la yerua mas
de la tercia parte del escudo; y el cauallero de
las dos espadas no le dubdo cosa, ante le dio
vn tal golpe por cima del yelmo, que el yel-
mo no fue tan duro que le no fiziesse entrar
la espada bien dos dedos, assi que fue todo
estordido del golpe; e assi comengaron los
hermanos entre si la batalla grande e mara-
uillosa, e ferianse muy a menudo, y ellos
eran de tan gran orgullo e sentíase cada uno
de tan gran bondad de caualleria, que el
vno no preciaua nada al otro; pero tanto se
dudauan, que era cosa de espanto, e pronto
no auia tal dellos que dexasse de dar golpes,
antes se conbatian e se cobrian cada vno lo
mejor que podia; pero si el cauallero de las
dos espadas se sintiera tanto sano como en
primero, ayna ouiera fin su batalla, e no
dudara cosa al otro; mas porque se sentia
ferido e maltrecho de la caida, guardauase
mas e sofría tanto fasta qua viniesse a otra
cima; y el cauallero de la torre, que era mas
mancebo que el e maj^or de cuerpo e mas
ligero, dauale muy grandes golpes; y el otro
que le no dudaua mucho de cosa que le aui-
niesse, dauale muy grandes cuchilladas, assi
que el otro era enojado de las recebir; tanto
duro el primer comiendo, que ninguno dellos
no hizo semblante de folgar para cobrar
huelgo. E no auia ay honbre que no viesse
su menester, ca los yelmos eran abollados e
rotos, e los escudos quebrados y despedaza-
dos por todas partes, e las lorigas rotas y des-
fechas sobre los bracos, e sobre los cuerpos,
e sobre las piernas, e los cuerpos de los caua-
llos eran maltrechos y heridos malamente, e
de mayor valor que de ante; assi que la san-
gre les salla de los cuerpos por muchos luga-
res; e tales los hazian las espadas tajadoras,
que el mas sano dellos auia menester de
curar de sus feridas, que auia mas de siete
feridas adonde otro cauallero cuydaria mo-
rir; y el canpo do se conbatian era todo
cubierto de sangre, e de las mallas de sus
lorigas e de las piezas de sus escudos; e por
esto se auian gran desamor e grande sabor
de se vencer y de se matar, que muclio
auian laroriado, queriendo o no, e mal de su
grado les conuino a tomar fuelgo, e por ende
se tiro el vno a fuera del otro e pusieron los
escudos ante si, e sufriéronse encima, e nin-
guno no dixo cosa, antes se iniraua el vno al
118
LIBROS DE caballerías
otro espantados, r el cauallero de la torre se
espantaiia, e dezia que nunca viera caua-
llero tan bueno y que no cuydaua que en el
reyno ouiesse tan buen cauallero que tan
bien lo podiesse sofrir e tan luengamente en
batalla, tantos le diera de golpes grandes, y
el otro se marauillaua otrosi, que no cuy-
daua que aquel de la torre pudiesse durar
lo quel fiziera, que de los golpes que le diera
cuydaua que muriesse el mayor gigante del
mundo: por esto preciaua el vno al otro que
no podia mas. Después que folgaron vn poco
tomaron ya quanto de fuerga, e tomaron sus
escudos e sus espadas e comengaron en bata-
lla tan mortal, e tan espantosa, e tan peli-
grosa, que no ha honbre que la viesse que no
ouiesse dellos duelo, tanto eran buenos caua-
lleros, e Baalin dio vna cuchillada a Balan
por encima del yelmo con tan gran saña, que
le metió la meytad de la espada por los ties-
tos e por los sesos de la cabega; y esta fue la
ferida que lo llago a muerte mas que quan-
tas otras recibiera, e si ante se llagauan y
enpeorauan sus cuerpos, mucho se fizieron
esta vez peor, e porque las lorigas eran des-
malladas e rotas, e los yelmos hendidos, e
los escudos quebrados en tal guisa que los
fendian, e ya no se ferian en cubierto, mas
en las carnes, e si tal fuerga ouieran como en
el comiendo, ayna ouiera su pelea fin, mas
tanto auian pequeña fuerga, que se no podian
ferir e que grande afán sofrían, que ya los
escudos e las espadas se les reboluian en las
manos, y ellos cayeron en tierra, assi que la
espada de Balin cayo ante Balan, e la de
Balan ante Balin, e pues que holgaron vn
poco tomo cada vno la espada que era mas
cerca después, e comengaron su batalla, e
Balan dio a Balin tal golpe por encima de la
eabega, (jue le metió la meytad de la espada
por el meollo; después firieronse tanto anbos,
que no auian poder destar ni de se dar golpe
que cosa fuesse. Y esto no era marauilla,
que tanto fizieron con las espadas tajadoras,
firiendose de acá e de alia, assi que auia y
tal que no ouiesse tales tres golpes que en el
cuerpo, que en la eabega, que otro honbre
ouiesse a morir luego, e i)or esto dexaron
muy ayna la batalla.
Cap. CCXCVI, — Como el cauallero de la in-
sola cuydo rpie era su liermano el que can
el se conhaüa, e se llagarotí muy mal.
Tanto duro la batalla de ambos los herma-
nos, como vos digo, fasta que no pudieron
mas sufrir, y el primero que se hizo afuera
tal parado, que no podia tener su espada en
la mano, e dixo al otro: «¡Ay señor caualle-
ro, matastesme, mas no podeys dezir que me
vencistes!» (') 3' el cauallero de las dos espa-
das dixo: «Señor, otro tal vos digo, que me
matastes, mas no me vencistes, e mucho ha
gran daño de las nuestras muertes; e cierto
vos soys el mejor cauallero que yo nunca fa-
lle, mas bien podeys dezir que en mal punto
vistes este loor, que vos haze que sodes
muerto; e yo bien vos puedo dezir que por
mi mal os vi, que por vuestra bondad de ar-
mas me mato. Por Dios vos ruego que me
digades antes que muera vuestro nonbre,
por que sepa quien me mato». «Cierto, dixo
el otro cauallero, yo lo diré de grado: Sabed
que yo he nonbre Baalan, hermano de Baa-
lin, el mejor cauallero que agora honbre sabe
en el mundo, y es el cauallero de las dos es-
padas, e aura gran pesar de mi muerte quan-
do lo sepa». E quando el entendió que aquel
era su hermano que ante el estaua, ouo tan
gran pesar, que se amorteció por la gran
cuyta qu3 ouo en su coragon, e cayo todo es-
tendido atrás. Y el otro que lo vido caer,
cuydo que era muerto, e fuesse rastrando a
el, que no auia poder de se leuantar, e des-
enlazóle el yelmo, e tirogelo de la eabega e
tiróle el almófar, e fallóle tres feridas en la
eabega tan grandes, que no auian de menes-
ter maestro, que cierto eran mortales. E mi-
rolo, mas no lo pudo conoscer, que tenia en
el rostro tanta de sangre y de sudor, e los
ojos gordos e hinchados, e la boca llena de
sangre y de spuma sangrienta; e quando lo
bien cato, dixo: «¡Ay hermano, señor, que
tan gran malauentura ay aqui!» Y"^ el caua-
llero de las dos espadas acordó, e dixo: «¡Ay
Dios! ¿que malauentura fue estaque nos me-
tió en desconocencia? Otrosi fue muy mala-
uentura que vos me matastes e yo a vos; e
maldita sea la costunbre de aquel castillo y
de cada vno de los que la pusieron e la man-
tienen, aunque nos conuione por ende a mo-
rir ante de nuestros dias» ; e quando el otro
entendió que aquel era su hermano, el hon-
bre del mundo que el mus queria, ouo tan
gran pesar, que esto fue espanto, y respon-
dió, e dixole: «Señor, pues os mate por des-
conocencia, ninguno me deue culpar, ni a
vos otrosi, que sin falta no vos podia conos-
cer, ni vos a mi, por las armas que auiamo»
trocado; e bien podeys dezir que nunca tan
gran malauentura auino a dos hermanos
como a nos, pero tan conortados deuemos
(') «Que no es vencido aquel que, sobre «a defendi-
miento, no mostrando cobardía, face todo lo que pue-
de fasta que la fuerza y el aliento le falta y cae a los
pies de su enemigo; que el vencido es aquel que deja
de obrar lo que facer podria por falta de corazón.»
(Ainailis de Gaula, II 12.)
BALADRO DEL SABIO MERLIN
119
ser que nos conocemos cerca de nuestra
muerte, que assi como salimos de vn vaso,
assi seremos metidos en vn vaso en este lu-
gar donde agora somos; e assi que después
de nuestra muerte nos vernan ver los hon-
bres e los buenos caualleros, q\]e auran due-
lo de la nuestra desauentura, por la buena
caualleria e por los buenos fechos que oyran
contar de nos» ; j estonce comentaron de llo-
rar ambos muy piadosamente, e dixeron:
«¡Ay Dios! ¿por que sofristes que tan gran
malauentura nos auiniesse?»
Cap. CCXCVn. — Codio el cauallero de la
insola rogo a la dueña de la insola que los
soterrassen en aquel lugar do se conha-
tieroa.
En quanto ellos hablauan en su muerte y
en su malauentura, vino a ellos vna dueña de
buena edad, que era señora del castillo y de
la torre y de toda la tierra en derredor, e
moraua ella en la insola dentro en la torre,
assi que nunca salia de la insola, e no auia
en su conpañia mas de siete simientes e siete
donzellas que la seruian, e vn cauallero tan
solamente; y encerróla ay vn cauallero muy
esfor9ado, que se deleytaua con ella. E quan-
do la encerró ende, preguntóle ella: «Señor,
¿por que me encerrades aqui?» «¿Por que?
dixo el, porque querria que ninguno no vos
viesse fueras yo». «E pues, ¿dudedes en mi?»
dixo ella. «Si», dixo el. «Pues yo liare, dixo
ella, que no dudedes, si fizierdes aquello que
os yo dixere». «Si fare», dixo el. «Pues pro-
metedme, le dixo ella, lo que vos yo diré».
«Si prometo», dixo el. «Que jamas, mientra
biuiere, que vos no partades desta torre, e
ante me ternedes conpañia sienpre» ; y el ca-
uallero, que la queria mucho, dixo que le
plazia; e assi quedo el cauallero en la torre
con la dueña; y pues moro ay vn año, eno-
jóse, y pesóle mucho por que dexo sus armas,
donde se solia exercitar. Y estonce hizo ve-
nir los honbres del castillo, e hizolos jurar
sobre los sanctos euangelios que no passasse
hombre por el castillo que lo no fiziessen pa-
ssar a la insola, que fuesse cauallero andan-
te, por se conbatir con el, e si fallassen algún
cauallero que por armas lo pudiesse conque
rir, o vencer, o matar, que quedasse a el la
dueña e la torre; y pues tal costunbre fue
puesta, que jamas no saliesse de la insola; y
el cauallero fizólo assi jurar a los de la villa,
que mantuuiessen esta costumbre después de
su muerte, e assi duro después ('). E quando
(') Episodio semejante i éste es el combate de Don
Galaor y su hermano Don Florestan en Ainadis de
Gaula (I, 41).
la dueña vido los caualleros tan maltrechos,
espantóse, e Baalan dixo: «Por Dios, dueña,
dadme vn don que os no sera muy grane» ;
y ella le dixo que lo haria e lo daria de gra-
do, y el ge lo grádeselo mucho; pues dixole:
«Dueña, vos me dexistes que en esta tierra
do agora somos nos fariades soterrar nues-
tros cuerpos bien e honradamente desque
fuéramos muertos, assi que ambos estemos
en vn monimento, porque ambos salimos de
vn vaso, que sabed que este es mi hermano,
e yo su3^o» . E quando la dueña esto oyó, ouo
muy gran pesar, que bien vido que ambos
eran buenos caualleros, e otorgogelo muy de
grado, e lloro con gran duelo que dellos ouo;
y estonce llamo su conpaña, que estaua de la
otra parte de la ribera, e dixoles que desar-
massen los caualleros e los leuassen a la torre,
y que les fiziessen quanto plazer pudiessen;
y ellos desarmáronlos luego, e quando Baalin
fue desarmado, dixo a la dueña: «Dueña, ro-
gamosvos que nos fagades de aqui llenar;
mas enbiad presto por vn capellán que tray-
ga consigo a nuestro saluador Jesu Christo,
que muerto soy» ; el otro hermano dixo esto
mismo. Y estonce llamo la dueña a sus hon-
bres, que estañan de la otra parte de la ribera,
e dixoles que fuessen a llamar a vn capellán
para fazer su derecho aquellos caualleros que
morían; e los honbres fueron por el capellán,
e passaron a la insola ajiarejado lo que los
caualleros demandaron; e pues les fizo su
derecho según costunbre de christianos, y
ellos ouieron pedido merced a su saluador de
sus peccados e de sus yerros, dixeron a la
dueña: » Dueña, haced lo que nos prometis-
tes, que nos somos muertos, e soterradnos
aqui, e no en otro lugar»; y ella respondió
que assi lo faria.
Cap. CCXCYIII. —De como los dos herma-
nos murieron^ e fueron enterrados en vn
monimento, assi como la dueña lo ^n'ome-
tio al cauallero.
Y después desto perdieron ambos los dos
hermanos la habla, pero biuieron fasta bis-
peras, e a hora de bisperas passosse el me
ñor ante, el mayor después, e assi murie-
ron ambos con vna espada, assi como Merlin
profetizo quando Baalin no quiso dexar la
espada a la donzella que ge la deciño, e los
mas de la insola passaron al castillo por los
ver, e quando supieron que eran hermanos,
pesóles dende mas, e dixeron: «¡Ay Dios!
¡([ue cuyta e que duelo de tan buenos dos
caualleros que se assi se mataron!» Estonce
demandaron el monimento el mas rico, el
120
LIBROS DE caballerías
mas hermoso que pudieron hallar en toda la
tierra, e metieron anbos los dos hermanos
em par en aquel lugar mismo donde se ma-
taron, e fizieron escreuir el nonbre del me-
nor sobre la canpana, mas el nonbre del
cauallero de las dos espadas no lo escriuie-
ron. ca lo no sabian. y ellos assi pregun-
tando que no sabian cosa, vino ay Merlin,
q\ie les dixo: «Dexad, que no conuiene a
vos de lo hazer, pues bien hezistes lo que
vos conuenia fazer». Estonce se tiraron ellos
afuera, por ver lo que haria aquel que tan
osadamente hablaua, e Merlin fue derecha-
mente a la campana, a las cabeceras, e fizo
letras de oro en vna piedra, que dezian:
<.Avri YAZE Baalix, el cauallero de las
DOS espadas, que fizo COX la LANr;A VEXGA-
DOKA EL GOLPE DOLOROSO, POR QUE EL REVXO
DE LlSCOXIS ES TORNADO EJí CUl'TA Y EIS" DES-
TRUY3UEXT0 » ; c quaudo Merlin esto ouo
fecho, moro en la insola vn mes; e hizo
encantamentos muy estraños, e hizo cabe el
monimento vn lecho muy estraño, e que
ninguno no podia yazer que no perdiesse el
seso e la memoria, y en tal guisa, que le no
menbraua cosa que ouiesse fecho después
que en el lecho se echaua, e mientra moro
en la insola; e duro este monimento hasta
que Langarote, fijo del rey Ban de Bonot y
que ay auino, y estonce fue el encanta-
miento dessecho, no por Lancarote, mas por
vn anillo que traya, que desfazia todos los
encantamentos; e aquel anillo le dio la don-
zella del Lago, assi como la historia de Lan-
varote lo deuisa: aquella historia deue ser
auida e partida de mi libro, no porque le no
pertenesca e no sea dende sacada, mas por-
que todas partes de mi libro sean yguales, la
vna tan grande como la otra, e si juntassen
af|uella tan grande historia que dize de los
hechos de Lanr-arote, e de su nacencia, e de
los nueuos linajes de nación, assi como lo
deuisa la alta historia del santo Grial; e no
diré cosa que no deua, ante diré menos asas
que no es escrito en la grande estoria de
latin; y el libro torna en su razón.
Cap. CCXCIX. — De los encantamentos que
Merlin fizo en esta insola do los dos her-
manos murieron.
Quando Merlin ouo fecho el lecho e otras
marauillas que vos aqui no puedo deuisar,
que bien vos lo puedo contar después quando
lugar e tienpo fuesse, tomo el espada de
Baalin, e tiro el adobo del mango, e metió
ay otro mejor. E después que esto ouo fecho,
dixo a vn cauallero que ante del estaña:
«Agora prouad si vos cabera esta espada en
el puño; y el la prono, e fallecióle gran
pieca» . E Merlin comenyo a reyr, y el caua-
llero le pregunto por que rey a, e Merlin
dixo: «Yo me rio porque cuydes que vos
cupiesse en la mano» . «¿Como? dixo el, ¿es
ma ranilla si en la mano me fiziesse?» «Si,
dixo Merlin. que no ha cauallero en el
mundo agora a quien pudiesse caber, ni
verna nunca a esta insola honbre a que
pueda caber en la mano, sino a vno solo, e
aura nonbre Langarote; e llenara de aqui
esta espada, e matara con ella al cauallero
estraño que mas en el mundo amara». E
después desto escriuio letras en la mangana
de la espada, que dezian: «Cox esta espada
MORIRÁ Galuax» ; y estas letras que el escri-
uio fallo después Grariete, hermano de Galuan,
e quando lo leyó, touolo por mentira, mas no
fue assi, ca después mato Langarote a Gal-
uan, assi como la verdadera historia cuenta,
e a la cima de nuestro libro; y en tal ma-
nera fizo Merlin en aquella insola grr.n par-
tida de sus encantamentos; assi, muchos
caualleros que después aquel lugar vinieron,
e quisieron ay prouar por su fuerga e por
su bondad, e se tuuieron por escarnidos e
por engañados; e quando Merlin ouo fecho
gran piega de sus encantamentos e de su
plazer en la insola, hizo vna puente de fie-
rro, en que auia en ancho mas de medio
pie, e tan luenga que llegaua de la ribera a
la otra parte, e dixo que iwr alli podría
honbre conocer los ardimentos de los caua-
lleros, que ninguno, si no fuesse sobeja-
mente ardid, no osarla passar sobre aquella
puente; y encima de la puente, contra el
castillo, alli do era el passaje^ fizo poner vn
padrón de marmol, e dentro en el padrón
luego metió Merlin vna espada encantada,
con encantamento, e cabe la espada puso la
vayna, en tal guisa que vos semejaría que
no se tenia a cosa, e que la podría hombre
tirar dende muy ligeramente, mas no era
ello assi; y después hizo en ellas letras ber-
mejas, que dezian assi: «Aquel que pro-
UARE PRIMERO DE SACAR ESTA ESPADA, NO LA
SACARA, Y SERA CON ELLA FERIDO» ; 6 aSSÍ fuS
como el dixo; ca después, el buen cauallero
Galaz vino a la corte del rey Artur, y el
primero que se prono ay fue Galuan por
ruego de su tío. y después fue con ella
ferido, assi como la historia os lo contara
adelante; y después escriuio ay letras que
assi dezian: «Jamas esta espada no sera de
aquí sacada sino por mano DEL MEJOR CAUA-
LLERO DEL MUNDO ; E NINGUNO NO TRABAJE
ENDE SI NO SE SINTIERE POR EL MEJOR CAUA-
LLERO DE LOS MEJORES QUE NUNCA TRUXO
BALADRO DEL SABIO MERLIN
121
ARMAS, CA LE YERNA DENDE MAL»; eStonce
echo el padrón en el agua, y encantólo de
guisa, que anduuo nadando gran pie^a e
muy gran tienpo. assi que fue en muchas
tierras, e andando tanto de lugar en lugar,
que llego a Canialoc gran tienpo después,
en aquel dia que primeramente vino Gfalaz
a la corte.
Cap. CCC. — Gomo Merliu llego a la corte
del rey Artur, y el dixo que quería auer
por muger a la ¡tija del rey Leodogan.
Merlin, quando ouo fecho esto e otras
cosas muy marauillosas, e otros cuentos que
aqui no podría contar, que Jio es tienpo ni
lugar, partióse dende, e dixo a los del cas-
tillo que quería que se nonbrase a aquella
insola, desde allí adelante, la insola de Mer-
lin, y desque esto dixo, anduuo tanto, que
llego a Cardoyl, y el vej Artur era con mu-
cha gente ay, que hazia estonce a Bande-
magus cauallero, e fazían por ende mucha
alegría todos en la corte, que este era el
mas querido mancebo y el mas preciado de
seso y de cortesía que auía en toda la corte;
e quando Merlin llego a la corte, fallo ay
muchos que lo recibieron muy bien, e a
todos plazia con el e por su venida. Y el
rey le dixo: «Merlin ¿que haré, que mis
ricos onbres me afincan cada día e me traen
mal porque no tomo muger? ¿que me conse-
jays vos? que sin vuestro consejo no fare yo
nada, ante quiero mi fazíenda traer por
vuestro consejo, assi como mi padre» . «Se-
ñor, dixo Merlin, olios fazen derecho, que
bien es de oy mas que vos tomeys muger,
mas dozídme si sabeys vos alguna que os
plega; mas ay otra que tal honbre como vos
e tan poderoso no deue tomar muger, saluo
a su plazer» . «Si se, dixo el vej, ca yo se
vna, que me plaze mucho della, e la amo de
cora(;'on; e si aquella no he. [no] aure otra
muger» . «En el nombre de Dios, dixo Mer-
lin, ¿que quereys que sea? Agora me dezíd
quien es e yrvos he luego por ella, mas
que me deys conpaña» . «Esta es, dixo el
rey, Grinebra, la fija del rey Leodogan de
Tremileda, el que tiene en su casa la Tabla
Redonda, aquella que fezístes vos e mí
padre Vter Padragon; e aquesta Ginebra es
aquesta sazón la mas preciada donzeUa, e la
mas fermosa, e la mas loada de quantas
honbres sepan en las insolas de la mar; e por
aquesto la quiero tomar por muger, e sí la
no he, no aure otra muger» .
Cap. CCCL — X>c como Merlin fue al rey
Leodogan a le pedir su fija p)or muger para
el rey Artur.
Estonce dixo Merlin: «De su hermosura
dezirvos he verdad, que esta es la mas her-
mosa que agora lionbre sabe en todo el mun-
do; ay mas, si la vos no amassedes tanto, yo
vos haría tomar otra, mas no es de tan gran
beldad de hermosura como ella, e bien vos
puede nozer alguna vez. Empero vn dia sera
aun, que su beldad de fermosura vos ayu-
dara tanto, que cobraredes vuestra tierra,
aquella ora que la vos cuydareys perdella
toda»; y esto dczia el por Galeoter, que se
torno su vassallo, e le dio su tierra que auía
del ganado; e todo esto hizo el por amor de
Lancarote, que es ramo de la historia del
sancto Grial. que anda por su parte, lo díze;
e Merlin dixo al rey: «Señor, pues a Gine-
bra vos plaze tanto, no vos fallesce al syno
que me deys compaña, e yrvos he por Gine-
bra a Tremileda»; y el rey dixo que le daría
tanto como el quisíesse; y estonce escogió
el rey caualleros, e donzellas, y escuderos,
e siruíentes los que el quiso, e anduuo tanto,
que por mar, que por tierra, [que] allego al
rey Leodogan, e pidióle su fija que ge la dies-
se al rey Artur por muger; y el rey Leodogan
fue muy alegre destas nueuas, y respondió
luego a Merlin pero que lo no conoscía, e
dixo: «Assi Dios de honra al rey Artur, que
la haze a raí hija tan grande, que solo no
osaría ay hablar; e puede tomar a mí fija, o
a mí, e a todo mi rey no, para fazer del a su
voluntad, que, si Dios me ayude, nunca oy
nueuas con que tanto plazer tomasse, ni
tanto me pluguíesse; mi tierra le daré yo si
la quisiere, mas se que la no querrá ni la ha
menester, tanto ha de muchas, gracias a
Dios; mas la cosa que mas amo le enbíare,
la mí Tabla Redonda assi como esta, que es
ay toda , que no le falta sino cinquenta caua-
lleros, que después fueron muertos que su
padre el rey Yter Padragon murió; e yo qui-
siera ay meter los cinquenta caualleros en
lugar de los otros cinquenta, mas vn honbre
bueno hermitaño me dixo que me no traba-
jasse ende, que muy presto caería en manos
de vn tal honbre e tan poderoso, que la man-
ternia mejor que yo; e si no fuera por el,
tomara yo de toda mi tierra los mejores que
ay fallara, y metieralos ay; y esta palabra
me dixo el hermitaño; por ende lo dexe en
tal maner? que no ay en ella mas de cient
caualleros, de los ciento e cinquenta que en
ella auian de ser por cuenta» . Entonces dixo
el sabio Merlin: «¿Tantos deuen de ser? E
ayna serán quando Dios quisiere, terna e
122
LIBROS DE caballerías
meterá en mano de quien la marca agora
en mejor poder y en mayor honrra que nun-
ca fue, y en tan grand bondad que la me-
terá antes que muera, que desde el no aura
quien la ose prouar, ni lionbre atan osado
de la mantener» . «Dios ge la haga mantener,
dixo el rey Leodogan. a su pro e a su hon-
rra» . Estonce enbio por cient caualleros de la
Tabla Redonda, e desque vinieron ante el,
dixoles: «Amigos, de vuestra compaña men-
gua cinquenta caualleros, e pésame porque
no so de tan gran poder que los ouiesse de
poner; mas porque vos amo como a hijos,
quiero que vuestra honrra cresca, ca vos
quiero enbiar a tal honbre que bien vos
podra mantener. E yo lo se muy bien que lo
hará muy de grado, e que vos amara atanto
como padre ama a hijos, e tantos honbres
buenos ha en s\i casa, e tantos honbres vie-
nen a su casa e a su corte, que el podra a su
plazer meter cincuenta caualleros escogidos
en vuestra compaña, assi que el derecho de la
Mesa Redonda, que deuen ser ciento e cin-
cuenta caualleros, sera conplida en su casa,
lo que yo no podria complir en toda esta
tierra». «Señor, dixeron ellos, ¿quien es
aquel que tanto nos loades, que es tan pode-
roso?» «Este es, dixo, el rey Artur»; y ellos
tendieron las manos contra el cielo, e dixe-
ron: <¡Ay Dios! ¡bendito seas que tal padre
quisiste que ouiessemos! e aquel nos sera
verdaderamente buen padre, e nos mantorna
como a sus fijos; y de oy mas nos vos roga-
mos que nos tengays en sus manos» . «Agora
entrareys, si Dios quisiere, dixo el rey, e
Dios le de fuerza e manera que os mantenga
a su honra e a la vuestra» .
Cap. CCCII. — Como el rey Leodogan emhio
MU hija al rey Artur, e la su Mesa Redon-
da, e cient raualleros que ay auia, e como
dixo Merlin al rey Artur que auian de ser
ciento e cincueyíta caualleros.
Tres dias fue Merlin allí con el rey e su
conpaña, e quando se ouieron de partir, lloro
el rey mas por los caualleros de la Mesa Re-
donda que no por su hija; e vinieron luego
ellos, e su fija, e quantas buenas dueñas
vuo en su casa e todas las buenas dueñas
que de plazer fuessen. Sabed que todas las
dueñas enbio con su hija al rey Artur; y
estonce se partieron del rey los mensajeros
del rey Artur, e llenaron la donzella a la
Mesa Redonda, e los caualleros della; e fue-
ronse al rey no de Londres, e ouieron nueuas
que el rey Artur era en Londres, e quando
fueron cerca, embio Merlin a dezir al rey
como aquella compaña yua, e que los saliesse
a recebir muy prestamente e con muy gran
honrra. E quando el rey Artur esto oyó, que
los compañeros de la Mesa Redonda venian
por biuir con el, fue dende muy ledo, ca no
auia otro desseo sino de los auer en su con-
paña. Estonce salió de Londres con muy
gran conpaña, e fue contra ellos, e recibió-
los con tan gran honra e con tan grande ale-
gría, que se tenian por bienauenturados, e
otrosi el guisamiento de las bodas fue puesto
y hecho, y el complimiento de los caualleros
que fallecian que se auia de conplir la Me-
sa Redonda, fue assignado para el dia de
las sus bodas, de lo hazer con muy gran
¡jlazer; e assi fue la nonbrada del. E Merlin
dixo al rey que escogiesse los mejores cin-
cuenta caualleros de su corte, e si supiesse
de cauallero de buena vida, que no lo de-
xasse de poner ay por toda su pobreza. «E
si algún cauallero fijo dalgo o de otra guisa
ay quisiere entrar, e no fuere de buena vida
o buen cauallero, guárdate no entre aj^. Ca si
después no fuesse tal como deuia, se confon-
deria e abiltaria toda la otra conpaña» . Y el
rey dixo a Merlin: «Bien dezis vos, e mas
mejor conosceys vos los buenos e los malos
caualleros que no yo, e vos, que los conos-
ceys, escogeldos los que entendierdes que ay
deuen ser». «Agora, dixo Merlin, pues que
en mi lo dexays, yo lo acabare en tal mane-
ra que no sea culpado. E escogiólos assi que
serán puestos el dia de vuestras bodas, y en
tal guisa sera la honrada fiesta acabada» .
Cap. CCCm. — Como Merlin puso en la Me-
sa Redonda quarenta e ocJio caualleros con
el rey Artur, e se afincaron vnos a otros,
assi que fueron por todos quarenta y ocho
caualleros.
Estonce embio el rey Artur por todos sus
ricos hombres, e por quantos del tierra y
aueres tenian, que viniessen el dia cierto a
Camaloc a sus bodas. Y ellos vinieron lo
mejor guisados que pudieron. E quando fue-
ron ayuntados todos, dixo el rey a Merlin:
«Pensad de la Mesa Redonda». «Si fare», di-
xo el. Y estonce comen9o de escoger los ca-
ualleros que el entendió que eran mejores.
E desque escogió fasta quarenta e ocho caua-
lleros, metiólos a vna parte, e dixo: «Con-
uiene que de oy mas que vos ameys todos, e
os honreys assi como hermanos, por el sa-
bor desta Mesa donde os aueys de assentar;
e donde vos crescera en vuestros corazones
vna tan grande alegría e vn tan gran cora-
ron, que dexareys a vuestras mugeres e a
vuestros hijos; e todo lo al vos crescera con
sabor de vos ver vnos con otros todos de con-
BALADRO DEL SABIO MERLIN
123
suno; pero vuestra Mesa no sera del todo
complida hasta que en este lugar se verna
assentar el buen cauallero e el mejor de to-
dos los buenos; e aquel dará cima a todas las
auenturas peligrosas del reyno de Londres,
do todos los otros falleceran>'> . Y estonce vino
a las ciento e cincuenta sillas de tablas, que
el rey Artur fiziera hazer nueuamente, e
vino a la silla que estaña en medio, e mos-
trólo al rey e a todos aquellos caualleros
que ay eran, e dixoles: «¿Yees aquella silla
peligrosa? Mienbrevos bien después de mi
muerte que yo assi la llamo» . Y el rey pre-
gunto a Merlin e dixo: «¿Por que la llamas-
tes peligrosa?» «Señor, dixo Merlin, porque
ay tan gran peligro, que ya cauallero no se
assentara ay que no muera [o] que no sea
tollido, hasta que el cauallero muy bueno
venga ay, que acabara las marauillas de las
auenturas del reyno de Londres; e aquel se
assentara ay, e folgara ay, e sera ante de
mucho tiempo» . «¿Como aura nonbre? dixo
el rey». «Esto no vos diré yo, dixo Merlin,
que no ganays ay cosa de lo saber, mas tan-
to os diré que aquel donde el ha de venir no
ha mas de dos años de edad». «Pues no sera
desta piepa, dixo el rey, que el cauallero
venga a esta Tabla que la ha de complir» .
<Yerdad es, dixo Merlin, e bien vos digo por
mi que me ternia por bienauenturado si pu-
diesse aquel dia ver que sera conplida, que
en esta tierra aura estonce tan gran plazer,
que ante ni después no lo aura tal, y entre
aquel dia e otro que aura nueuas del vuestro
gran pesar, auerna termino, mas después de
aquel dia que o» dixe, no biuieredes mas,
que la gran serpiente que en vuestro sueño
vistes, os matara en muy gran destruymien-
to»; y estonce dixo el rey Artur: «La mi
gran alegría que me comengastes de contar,
¿assi me la encimastes en mi gran pesar?»
«Yo lo fago, dixo Merlin, por que en todas
vuestras grandes alegrías vos mienbre aque-
lla dolorosa jornada, e sereys por ende a
mas tenido al vuestro saluador, que os puso
en esta alteza en que agora soys. E mas lo
duraredes e menos pecareys». Assi dixo
Merlin al rey Artur. Y despu s que vuo es-
cogido los quarenta y ocho caualleros, lla-
mólos e a los otros ciento, e dixoles: «Acedes
aqui vuestros hermanos, que escogió nuestro
señor; el meta paz e concordia entre vos
como entre los sus apostóles» . E fizólos a to-
dos besar, e fizo venir a los arzobispos e
obispos de la tierra, e dixoles: «Agora con-
uiene que los bendigays e los santigaays, ca
es muy gran derecho, ca muchos caualleros
e de alta guisa e de buena vida, gloria a
Dios y al mundo se acrescentara en esta
Mesa desta caualleria, e por esto es gran de-
recho que los bendigays, e tanbien el lugar,
ca Nuestro Señor por la su gracia, si los qui-
siere, el los santiguara». Estonce hizo a los
caualleros a cada vno posar en su lugar, e
hizo poner delante dellos la Mesa Redonda.
E el arzobispo de Concurbel hizo sobre ellos
la señal de la cruz, e dixo sobre ellos la ben-
dición con mucha clerezia que ay eran, e hi-
zieron oración a Nuestro Señor que los man-
tuuiesse en buena paz y en mucha concor-
dia, assi como a buenos hermanos deuian
ser. E quando la clerezia esto vuo fecho,
Merlin hizo leuantar a todos los caualleros,
e dixo: «Conuieneos que hagays omenaje al
rey Artur, que es vuestro compañero en esta
Mesa en el cuento de los ciento e quarenta e
ocho caualleros; e después que vos le hizier-
des omenaje, el os jurara que vos manten-
drá de aqui adelante en bien y en honrra.
en quanto el pudiera en toda su vida» . Y
ellos respondieron: «Que nos plaze mucho» ;
estonce se leuantaron, e fueron contra el
rey, por le fazer omenaje, e desque se leuan-
taron, las cathedras hincaron vazias, e miro
Merlin de acá y de alia, e vio que en cada
vna de aquellas sillas el nombre de cada vno
que en ella estaua assentado, e dezian assi
las letras: «Aquí ha de ser aquel», e assi el
otro, e assi en cada vno; y en la de medio y
en la del cabo no dezian cosa, que estonce
no auia seydo ninguno en ellas; e quando
Merlin vido las letras, dixo a los que en la
corte eran: «Por Dios, señores, marauillas
podeys veer, que bien plaze a Nuestro Señor
según aqui parece que assi sean estos hon-
bres buenos en sus sillas como los possimos,
y en cada vna de las sillas ay escrito su
nombre de aquel que ay deue estar; e ben-
dita sea la hora en que esta obra fue comen-
tada, que no nos puede de ay venir sino
bien». E quando los otros oyeron estas nue-
uas, corrieron de acá e de alia a las sillas,
por ver si era verdad, e quando vieron que
era verdad, dixeron: «Que Nuestro Señor
era contento desta compañía, y es muy gran
bien que dende verna. E bendito sea por
cuyo consejo fue comengada, que todo este
reyno de Londres por ende sera tenido e
dudado mientra ellos quisieren ser de acuer-
do»; y esto touieron todos por gran marauilla,
e todos los honbres sesudos dixeron que si
desto a Nuestro Señor no pluguiesse, tal ma-
rauilla no mostrarla. Y estonces vinieron los
conpañeros de la Mesa Redonda ante el rey
Artur, e hizieronle omenaje, y el los reci-
bió assi como a sus naturales e como a sus
compañeros de la Mesa Redonda, ca assi era
el compañero como los otros. Ca Merlin lo
124
LIBROS DE caballerías
metiera ay por la gran bondad de canalleria
que en el sentía, e assentolo en el somedio
de la tabla.
Cap. CCCIV. — Como Galuan pidió al rey
su tic (pie lo ftxiease caiiaUero el dia de aus
bodas, y el ye lo prometió.
Quando esto assi fue, Galuan, que era
muy fermoso donzel, vino al rey Artur su
tio. e dixo: «Señor, yo vos pido vn don que
me deys por Dios» ; y el rey ge lo otorgo, si
era cosa que pudiesse íazer: «Muchas merce-
des, dixo Galuan, que mucho aueys fecho
de lo que a mi me plaze; e sabed que es que
me hagays cauallero el dia de vuestra fiesta,
en que vos tomaredes por muger a la muy
preciada Ginebra»; y respondió que era con-
tento. E en esta noclie tuuo vigilia Galuan
en la yglesia de Sant Esteuan, que era cerca
de Camaloc, e dos donzeles con el, que el
rey auia de hazer caualleros por amor de
Galuan su sobrino. Y de mañana miro que el
rey se leuantasse, e los ricos honbres co-
mentaron a assentarse en el palacio, hevos
aqui vn villano sobre vn rozin magro, e can-
sado, e trotado, e traya consigo vn moco de
edad de quinze años, sobre vna yegua muy
flaca; y entro por medio de la corte assi como
andana, e metióse entre los ricos honbres,
que no auia quien lo destorbasse; e comenco
de preguntar quien era el rey Artur, e vino
vn mochadlo a el e mostrogelo, e fue con su
hijo delante del, e dixo assi, que todos bien
lo podian oyr:
Cap. CCCV. — Conio Dares el t Ulano pidió
al rey Artur que fixiesse cauallero a Tor su
¡lio primero que a Gakiau, su sobrino.
«Rey Artur, a ti vengo, e a tu muy alta e
muy noble nonbradia, que de ti corre muy
lexos e muy cerca, assi que todos dizen co-
munmente que ninguno viene a ti tan des-
aconsejado que tu no acoges, ni ninguno no
es tan osado de te demandar vn don, que tu
no seas tan osado de ge lo dar, si es cosa que
puedas auer; y por estas nueuas que oy con-
tar de ti, vine agora ante ti, e yo vine a ti
que me des vn don que no te puede hazer
mal». Y el rey Artur que vido al villano tan
osadamente fablar, marauillose que le queria
pedir. Y el villano dixo: «Rey Artur, ¿darme
has lo que a ti vine?» . «Si, cierto, dixo el rey,
si lo pudiere auer». Y el villano descendió
del rocin, e beso el pie al rej-, e su hijo otro-
sí, e gradescieronlo mucho ünbos en vno el
don que el rey les auia otorgado, y el villa-
no dixo: «Señor, sabed que don os demando:
que fagays oy, en este dia, cauallero a mi
fijo, e le cíñades la espada ante que a vues-
tro sobrino Galuan»; y el rey ge lo otorgo, e
dixo: «Bien te do este don, mas ruégete que
me digas quien te dio este consejo, que tu
me pareces que no me deues demandar tan
alta cosa como es caualleria, ni se deue den-
de tu fijo trabajar». «Cierto, señor, dixo
el, assi me semeja otrosí a mi; mas mi fijo
me faze fablar que quiera o que no, que por
mi grado no fablaria en tan gran cosa como
esta, donde deuía ser labrador como su pa-
dre e sus parientes; no lo quiere ser, por
gran marauilla de cosa que le diga, sino ser
cauallero» . Y el rey Artur lo touo por gran
marauilla, e dixo: «Dime toda tu hazienda,
e quantos hijos has»; e el respondió, e dixo:
«Señor, sabed que soy vn villano labrador,
que por labrar tierra gano por que binan mis
hijos e yo». «¿E quantos fijos has?» dixo el
rey. «Señor, dixo el labrador, he treze, e to-
dos son labradores como yo, mas este diabro
no se quiere acordar en ninguna guisa, ante
dize que no sera sino cauallero, e no so don-
de este coracon le puede venir» . E quando
esto oyeron los de enderredor, comen9aronse
a reyr. Y el rey, que era muy sesudo, e que
no tuuo esto en poco, dixo al mo^o: «Amigo
¿tu quieres ser cauallero?» Y el respondió:
«Señor , no ay cosa en el mundo que yo
tanto deseo, como ser cauallero de la vuestra
mano, e ser compañero de la Mesa Redonda» .
«E agora te haga Dios ser honbre bueno,
porque prueuas la mayor cosa que todos tus
hermanos; j cierto, no me demandaras cosa
que no te haga merced, que bien creo que si
de sangre no te viniesse de alguna parte, ya
tu cora9on no te traería a tan alta cosa como
es caualleria; y esta quiera Dios que sea en
ti bien empleada, que no fare oy aquí caua-
llero ante que a ti» . Y el moQO ge lo gradéelo
mucho.
Cap. CCCVI. — Como el rey Artur hizo ca-
uallero a Tor., e después a Galuan., e de
como el rey Pelinor vino a casa del rey
Artur ^ e le fizo omenaje por su tierra.
E ellos en esto estando, llego Galuan e sus
compañeros, e quando el rey los vido, llamó-
los e fizólos venir ante si, e hizolos vestir de
armas, e al mo90 ante, y después a Galuan,
e después a los otros. E sabed que en aquel
tienpo era tal costunbre en la Gran Bretaña,
que quando hazian cauallero nouel, que le
vestían saya de xamete blanco, e después
loriga, e después poníanle la espada en la
mano, y en tal manera yua a oyr la gran
missa e qualquier lugar que fuesse, e des-
BALADRO DEL SABIO MERLIN
125
pues que oyan la missa ceñíale la espada
aquel que lo auia de fazer cauallero, y en
tal guisa como estonce era cost\imbre; e fue-
ron guisados los caualleros noueles. E aquel
dia era en que el rey Artur auia de auer las
bendiciones con su muger, j el dia que los
caualleros de la Mesa Redonda se auian de
afincar e de jurar que jamas se fallesciessen
Tnos a otros, ante se touiessen leal conpa-
ñia mientra biuiessen; y el rey e la rey na
fueron guisados, e otrosí los caualleros no-
ueles, y fueronse a la mayor yglesía de la
ciudad con muy grande alegría e con muy
gran fiesta, que vos no sabría hablar de ma-
yor; y en aquella fiesta ouo reyes, e duques,
e condes, e tantos otros, que no fue sino ma-
rauíUa. Y en aquel dia fue la re}' na Grínebra
sagraaa con el rey Artur; e en aquel tienpo
touieron ambos a dos coronas; y en aquel
tiempo era la mas fermosa donzella que hon-
bre supiesse en todo el mundo. E quando la
missa fue dicha y se tornaron al palacio, el
rey pregunto al villano como auia nonbre,
y el dixo: «Dares el Barquito, y mi fijo ha
nonbre Tor». «E agora, dixo el rey, aura
nonbre Tor, el fijo de Dares»; y esto dixo
el rey en tal hora que nunca después per-
dio el nonbre; y estonce tomo la espada quel
mo90 traya, e diole vna palmada. E sepan
todos quantos esta estoria 03'eren, que el pri-
mero que dio palmada a cauallero nouel fue
el rey Artur; e después diole la espada, e
ciñogela, e dixo: «Nuestro Señor te haga
hombre bueno, e mucho me plazeria, assi
Dios me ayude». E Merlin dixo: «Señor,
honbre bueno sera, e buen cauallero, que
bien lo deue ser por linaje, ca cierto es hijo
de rey, e de tales, que es rno de los buenos
caualleros del mundo». E después dixo al
villano: «Muclio soys loco que piensas que
es tu hijo; cierto no lo es, ca si el fuesse tu
hijo, no lo hallarla la fidalguia mas que a
sus hermanos lo hallaron, e ante seria de-
recho villano como su natura ge lo daría; mas
si no que rey s dezir al rey cuyo hijo es, yo
ge lo diré, ca bien lo se assi como tu lo sabes» .
E quando el villano vido a Merlin que habla-
ua tan osadamente, fiiy tan espantado, que
no supo que dixesse, e Merlin le aquexo,
e dixo: «Tu dirás cuyo hijo es». E estonce
hablo Tor, hijo de Dares, e dixo: «Señor
Merlin, si yo soy su hijo o no, ¿a vos que se
os haze dende? E si lo soy plazeme desso, e
si no lo soy, ¿por que denostades a mi ma-
dre». «Amigo, dixo Merlin, cierto ella no
puede ser denostada por lo que yo digo, que
aqiiel donde yo hablo es rey sagrado, e con
todo esto es vno de los buenos caualleros
que pie5a ha que armas truxo aqui en esta
tierra». «E quien quier que sea, dixo el,
queria que vos callassedes dende esta vez,
si os pluguiesse». «Yo lo haré» dixo Merlin,
y estonce hizo el rey Artur a su sobrino Gal-
úa n cauallero, e a los otros después por su
honrra .
E después comento la alegría e la fiesta
tan grande, que no fue sino marauilla, e al-
gunos dixeron de Galuan porque lo vieron
fermoso o biuo: «Aun este uengara la muerte
de su padre, si bine luengamente, de aquel
que lo mato»; e aquel dia estuuieron a la
Mesa Redonda aquellos que eran compañe-
ros della, e las sillas eran todas llenas saluo
la peligrosa e la de en cabo. E quando co-
menr-aron de seruir por las mesas, el rey
dixo a Merlin: «Aun no lo auej^s todo hecho,
que aquel lagar ])Ostrimero es aun vazio».
«Atended, dixo Merlin, no porque aqui ay
muchos e buenos caualleros, mas porque se
deue encimar como se comento; ca se co-
mento en rey y en rey se deue acabar; e vos
soys re}" e buen cauallero, y estays en el
comiengo en el primer lugar, e yo meteré
en el postrimero otro tan bueno como el me-
jor, e que sea rey coronado como vos. E assi
comentara en buena persona e acabara en
buena persona, assi como deue ser en tan
alto lugar como es la Mesa Redonda»; y el
rey Artur dixo: «¡Mucho a gran cosa en esto
que Merlin deuisa!»; e assi se sofrieron todo
aquel dia de aquel lugar, e fizieron tan gran-
de alegría e tan gran fiesta en la ciudad de
Camaloc, a fin que los pobres ni los ricos no
entendían sino de fazer grande fiesta e ale-
gría; e otro día de mañana, ante vn poco de
la gran missa, llego a la corte el rey Pelinor,
e descendió en vna cámara de las cámaras
del rey Artur, e después fuesse a vno de los
palacios muy ricamente vestido, e fuesse a
do vido el rey Artur, e finco los ynojos ante
el, e dixo: «Rey Artur, yo vine acá por ver
tu fiesta e tu gran alegría, y sabe verdade-
ramente que yo te precio sobre todos los re-
yes christíanos que agora se en el mundo; e,
cierto, si tu no hiziesses por que fuesses loa-
do y preciado. Nuestro Señor no te pusiera
en tan grande honra como te puso; mas el
sabe bien que tu passaras a todos los reyes
de valor y de cortesía. Y porque yo conozco
verdaderamente que tu ores el mejor y el
mas preciado rey de todos los christíanos que
en tu tiempo fueron, vine a tu corte por te
fazer honra; e sepas por verdad que de mi
e de mi tier'^a te quiero fazer omenaje, y ser
tu vassallo aqui ante estos ricos honbrrs,
por que te fies de aq\ii adelante mas de mi e
sea tu priuado»; e tendió luego la alaue del
manto, e diogela; ca sabed que tal costumbre
126
LIBROS DE caballerías
era entonces en aquella tierra. Y estonces
vino Merlin ante ellos, e dixo al rey Artur:
«¡Ay señor! recebildo e agradecelde esta hon-
ra que os haze, que el no os faria si no quis-
siesse, e sabed el es de gran guisa como vos,
y es rey como vos». Y el rey Artur le rendio
luego, e leuantose contra el, e agradecióle
quanto contra el fiziera. Estonce fablo Mer-
lin atan alto que todos lo oyeron, e dixo:
«Ay, señores compañeros de la Tabla He-
donda, agora sed alegres, ca en este dia de
oy sera vuestra Mesa Redonda complida,
saluo la silla peligrosa»; y ellos liendixeron
todos el nonbre de Dios por ende. Mas no
sabian aun a quien querría poner ay, ca mu-
chos auia ay en la corte de reyes, e por esto
no sabian por qual dezia.
Cap. CCCVil. — Como el rey Pelinor fue
puesto en la Tabla Redonda.
A hora de yantar, quando las mesas fue-
ron puestas, Merlin vino al rey, e dixole:
«Venid em pos de mi»; y el leuantose, y fue
en pos del, e Merlin lo leuo derechamente a
la postrimera silla de la Tabla Redonda, y
dixole: «Sentaos aqui en este lugar, que es
vuestro; y sabed que no lo hago por amor
que os aya, mas porque os conozco por tan
buen cauallero e jjor tan leal, como vos lo
soys». Estonce lo sentaron en la silla. E
quando el rey Artur lo vido. dixo a Merlin:
«Verdaderamente, amigo, sera la flor quien
sobre vos quisiere trabar de tan alta cosa,
que ninguno no la podria hazer tan sesuda-
mente ni tan bien como vos; e ya Dios no
me ayude si aqui ay honbre ante nos que
mas vale aqui en este lugar que el». X en
esto se otorgaron todos quantos ay estañan,
y a todos los plugo, saluo a Graluan, y aquel
le peso verdaderamente. E tanto que se poso
el rey Pelinor en la silla, y le menbro como
matara al rey Loe su padre, dixo a Gariete
su hermano: «Gran pesar deuej^s auer quan-
do vees en tan gran honra y en tan gran al-
teza al que nos mato a nuestro padre». E
Gariete dixo: «¿Que quereys que yo haga en
esso, qne soy aun escudero, e no deuo aijn
meter mano en cauallero por cosa que auen-
ga? Pero si vos me lo loades, yo le yre a ma-
tar alli do esta ante todos, ca estoy ende
bien guisado, ca tengo vna espada que el
otro dia me traxeron <le mi tierra, la mas
tajadora e la mas mejor que piega ay auia,
e cierto yo lo matare con ella presto si vos
acordays, ca no ay que tanto desame como
a el». «Xo lo hagays, hermano, dixo Galuan,
ca si metierdes en el mano siendo escudero,
perderiades por ende honra de caualleria;
mas a mi, que &oy cauallero, dexadme tomar
dende vengan(;'a, e yo os digo bien que la
tomare tan grande, como fijo de rey la deue
tomar de quien le mato el padre» . «Y ¿como
lo quereys vos hazer?» dixo Gariete. «Yo
quiero atender aqui tanto, dixo Galuan, fas-
ta que sea partido desta corte, e después
que el de aqui se parta, yo yrme en pos del,
e tanto que le halle solo, assi que no aya ay
otro sino el e yo; e si fuere armado, matarlo
he, e si no fuere armado, fazello he armar;
e yo me siento tan sano, e tan ligero, e tan
rezio, que no pienso que pueda dar mucho
contra mi; e si pluguiesse a Dios que lo ven-
ciesse, no lo dexaria por todo el oro del mun-
do que no le cortasse la cabe9a assi como el
la corto a mi padre, assi como a mi dixeron» .
E Gariete dixo: «Yo no lo dexare en ningu-
na guisa que no le mate luego, si no me pro-
meteys que no y redes sin mi, assi que pue-
da yo ver la batalla de anbos»; e el ge lo pro-
metió como a hermano. Y estonces se dexa-
ron de hablar en ello mas.
Cap. CCCVni. — Como dixo Merlin al rey
Artur que auria alli tres aiienturas, e como
las dio a tres caualleros que ay estauan.
Estonce fue grande el alegria e la fiesta
que los ricos honbres del reyno de Londres
fizieron en la ciudad de Camaloc; y el gran
palacio do el rey Artur tenia sus bodaá era
en tal manera obrado y assentado, que esta-
ña contra en medio de la ciudad contra la
gran floresta, cerca de vn monte a dos tre-
chos de ballesta, e sabed que floresta dezian
por vna gran tierra espessa de arboles sin
fruto de comer en que no ay cosa de monte,
y por tal tierra adonde no ha monte, llamo
yo en mi lenguaje floresta como el francés. Y
el palacio era en derredor cercado de grandes
huertas espessas, como si fuesse floresta. Y
estando el rey comiendo, e assi como sobre
mesa, dixo Merlin: «Señores que aqui sodes
ayuntados, no os espanteys por cosa que
veades venir; e yo os digo que vereys aqui
tres cosas, las mayores que nunca vistes; e
porque ninguna dellas aqui no se acabara,
do el don a tres caualleros deste palacio que
las acabaran. E Galuan aya la primera, e
Tor, hijo de Dares, la segunda, y el rey Pe-
linor el tercero; y sabed que cada vno bien
dará cima a la suya» . Y desto que Merlin
dixo, se espantaron todos los del palacio. Y
estando assi fa blando, vieron venir por la
huerta vn cierno a grandes saltos, e vn sa-
bueso en pos del, e tras ellos vna dueña con
treinta canes sueltos, e yuan ladrando e co-
rriendo en pos del cieruo; y el cierno era
BALADRO DEL SABIO MERLO
127
todo blanco, y el sabueso blanco, e los canes
negros. Mas de la donzella os puedo dezir
bien que era vna de las mas fermosas donze-
llas que nunca entrara en la corte del rey
Artur, e andana vestida de vn paño verde,
e tenia vn cuerno de marfil colgado al cuello,
e tenia vn arco en su mano e vna saeta, e
andana muy guisada como calador, e venia
quanto el palafrén la pedia traer; tan gran
buelta fazia, que marauilla era. E quando el
cierno entro en la corte, no dexo por ningu-
no de entrar dentro, y el sabueso en pos del,
y el cierno y el metiéronse entre los caualle-
ros que estañan a las mesas; y el can fue em
pos del e tomólo por la pierna, e tiro del
tan de rezio, que leuo del vn pedapo. E
quando el cierno se sintió herido, salto de la
otra parte por encima de las mesas. Y es-
tonce leuantose vn cauallero que ay comia,
e tomo el sabueso, e acogióse al cauallo que
tenia a la puerta, e fue a tan gran yr, como
si todo el mundo fuesse em pos del^ e yua
diziendo en su coraron que mucho acabara
bien por lo que el fuera a la corte. E la don-
zella que em pos del cierno venia, quando
vio su can leñar, dixo a aquel que lo leuaua:
«Señor cauallero, mas os valdría de lo dexar
que no de lo leñar, que presto lo dexareys
mal de vuestro grado» . Y el no respondió a
cosa que le dixese, ante se fue quanto pudo.
E la donzella entro dentro en el palacio en-
tre los caualleros, que se marauillauan del
cieruo que passaua entre ellos, e de los gal-
gos que yuan em pos del, e como salieron
sobre ellos assi que yuan ya de la otra parte
del palacio e que comen5auan su caca, e quan-
do ella entro, e no vio su cieruo ni sus ca-
nes, quedo como espantada, e echo su arco e
sus saetas en tierra, e pregunto qual era el
rey, e mostrogelo vn cauallero, y ella des-
cendió, y fue ante el, e dixo: «Rey, yo no
me quexo malamente de ti e de tu casa, por-
que perdi primeramente mi sabueso que mu-
cho amana, e soy destorbada de seguir mi
caya, e mis galgos en pos de que yua, e ago-
ra no se a qual parte fue; todo este daño me
vino por tu casa. E por ende te me quexo, e
agora parecerá como me lo cobraras e me lo
faras cobrar».
Cap. CCCIX. — Como vn cauallero tonto a la
donzella caladora, do se estaña (¡nejando
al rey Artur de sus canes e de su cieruo
que perdió en su casa.
Estonce vino Merlin, e dixo: «Señora, so-
fridvos agora vn poco , que asaz aueys di-
cho, c yo vos digo que aqui no perderedes
cosa que bien no sea cobrada» . E dixo ella:
«Pues mueuanse algunos caualleros, que va-
yan en pos del sabueso e em pos del cierno,
ca me semeja que no he por que lo de tar-
dar, si alcauQarla quisiere». «Ay señora, di-
xo Merlin, no aquexedes tanto a los caualle-
ros, que ninguna cuyta no vos puede valer
ay cosa, e de oy mas tal costunbre ay en
esta casa, que, por anentura que ay venga,
si por peligro mortal no fuere, a la ora que
comieren no se puede lenantar. Mas quando
las mesas fueren aleadas, estonce siga su
auentnra aquel a quien fuere juzgada; e yo
ruego al rey Artur que assi sea, e se tenga
esta costumbre mientra que biuiere». Y el
rey Artur assi lo otorgo ante sus ricos hon-
bres que lo manternia; estonce dixo Merlin
a Galuan: «La anentura deste cieruo es
vuestra; tan presto que comades, tomad
vuestras armas e subid en vuestro cauallo, e
seguid al cieruo, e catad que lo ayades pres-
to, y traed del la cabega, y catad que no vos
finque ninguno de los galgos e que los tra-
yedes aqui si no muriesen en la ca9a, ca en
otra guisa no seria vuestra anentura acaba-
da»; y el respondió que mas no seria alegre
hasta que fuesse en la carrera. Y estonce
dixo a Tor: «Tomad vuestras armas, e tanto
que las mesas sean alidadas, yd em pos del
cauallero que el sabueso leuo. Y guardadvos
que no vos quededes jamas fasta que ayays
el cauallero, muerto o bino» . Y el respondió
que aquel mandado fazer que era muy ledo.
E estonce dixeron todos los otros honbres:
«Cierto, es muy gran pecado que a estos ca-
ualleros tan pequeños meteys tan presto en
peligro de muerte». «Señores, dixo el, nun-
ca ayades pauor, ca mejor los conozco que
no vos, e sabed que a cada vno dellos le
auerna bien, e dará cima a su auentnra con
la ayuda de Dios» . Y ellos en esto fablando^
hevos aqui vn cauallero armado de todas sus
armas, sobre vn cauallo blanco, y entro por
medio del palacio, y donde vicio la donze-
lla, fue a ella, e no la fablo, e púsola ante
si, y ella defendióse quanto podia, y después
que la puso ante si, fuesse del palacio. Y
ella que se vio assi que la leuaua, dio bozes,
e dixo: «¡Ay rey Artur, yo soy muerta y es-
carnida por la seguranga que tenia en ti, y
en tu corte, si tu hazes tanto que yo sea fue-
ra del poder deste cauallero!» E assi se fue
el cauallero, y ella dando bozes al rey Artur
que la acorriesse. Entonces dixo Merlin a los
ricos honbres: «¿Pareceos que os dixe verdad
de las tres auenturas que aqui auian de ve-
nir oy en este dia?» E respondieron: «Ver-
dad es esto, y otras cosas que de vos ya oy-
mos . . Merlin dixo al rey Pelinor: «¿Que os
128
LIBROS DE caballerías
parece desta postrimera auentura? Sabed
que esta es \iiestra; caualgad presto, e yd
em. pos de aquel cauallero y tornad la donze-
11a, y hazed tanto que la honrra sea vuestra» .
E agradóse mucho desto, e dixo que se me-
tería en el camino bien breue. Desta manera
comen9aron a venir las auenturas en la corte
del rey Artur. E quando las mesas fueron
al9adas, Galuan se partió de su tio el rey e
de sus hermanos, y encomendáronse a Dios
todos gemiendo, y después Gariete rogo a su
hermano que lo dexasse yr consigo, e que lo
seruiria como escudero, y ge lo otorgo. Y
Tor tomo sus armas, e despidióse del re^^ y
de aquel que tenia por padre, e de los otros
señores. E el rey Pelinor fizo otro tanto. E
partiéronse todos tres juntos de la corte del
rey Artur, e (jaluan se fue luego em pos del
cierno lo mas derechamente que supo. E
Tor se fue em pos del cauallero y del sabue-
so, y Pelinor en i)OS del cauallero que la
donzella leuaua.
Cap. CCCX. — Como Galuan se combatió
con el cauallero por los canes que el mato
e conquirio, e lo eutbio preso a la rerjna
(iinebra, e como mato la danzella por des-
auentura.
Y tanto anduuieron, que vieron ante si
los canes y el cierno que era cansado, que
los mas de los canes auian dcxado de correr;
pero no auia tal que no fuesse lo mejor que
pudiesse. X Graluan, en que lo vido que yua
muy cansado, comen9ole a dar bozes, e arre-
ziar los perros: e comengo el ladrido y la
buelta muy grande, y el cierno se arremetió
a saltar lo mas que pudo, e pensó de huyr
como aquel que no era seguro, e tanto fue
el cierno fuyendo, e los canes alcancandolo,
e Galuan e Gariete feriendo de las espuelas
a los cauallos, que salieron del monte contra
diestro; entonce vieron ante si vn llano, e
vna fortaleza bien apostada cercada de muro
e de carca \ia; y el cierno se fue contra la
fortaleza quanto pudo, c los canes tras el, y
el cierno vido la puerta abierta e metióse
dentro; e los canes, que lo aquexauan mu-
cho, prendiéronlo e derriba rronlo en medio
del palacio; e tantos vinieron aj^ de los
canes, que lo mataron luego muy presto, y
echáronse en derredor del como por lo guar-
dar; e mientras ellos estauan assi en el pala-
cio, vino vn cauallero de dentro todo armado,
saluo el escudo e lan9a. E quando vio el
cieruo muerto e los canes enderredor del,
fizo gran duelo sobre ellos, e dixo: «¡Ay
señor! ¡que mala ventura! lo que me mando
mi señor guardar ¡que mal lo guarde!» Es-
tonce saco su espada, e comento a echar los
canes fuera del palacio, e mato a los que
pudo alcanzar, y esto haziendo, vino Gal-
uan e su hermano, e quando vido al caua-
llero que andana feriendo los canes, diole
bozes: «Ay cauallero malo, e no los firades,
que Dios vos de mala ventura»; que el
no pensó que matara ninguno. Y'^ el dixo
que por el no los dexaria de ferir e de
los matar, ca le fizieron muy gran pesar,
que mataron dentro en su casa la cosa que
el en este mundo mas amana e mas queria.
Y dixo Galuan: «Ellos fizieron lo que deuian;
mas vos no hazedeslo que deueys, ante fazeys
como cauallero vil e malo como soys» . «¿E
como, dixo el cauallero ¿tal soys vos que
con todo el pesar que yo he me dezis mal
e descortesía en mi casa? Por la mi cabeza
sera bien conprada si yo puedo, e bien os
seguro que por poder que vos ayades no
leuaredes el cieruo, ante fincara a({ui, e vos
con el e todos vuestros canes ay morirán* .
«No se lo tiue ay farej^s vos, dixo Galuan,
que vuestras amenazas tengo yo en poco» .
Y descendió luego, e fue al cieruo, e tajóle
la cabera, e dixo que aquella leuaria el a la
corte, aunque a el pesasse. Y assi diziendo,
entro por el palacio, e vio dos galgos muer-
tos, y estonce fue muy sañudo, e dixo: «Que
bien serian aquellos \engados, si yo puedo» .
Estonce salió el cauallero con quien ha-
blaua, todo armado. Mas tanto le fállesela ,
que no tenia cauallo. E tanto que vido a
Galuan, que sus canes ataua que estauan
feridos, dixole: «Don cauallero, yo os desa-
fio, e guardadnos de mi, que bien sabed que
nunca cauallero entro en mi casa con que
tanto me pese como con vos» . «Ni yo, dixo
Galuan, tanto desame a honbre como a vos,
por mis canes que me matastes» ; y estonces
se dexaron correr el vno al otro las espadas
sacadas, e dieronse los mayores golpes que
ellos pudieron, e tajáronse los escudos de
todas partes, e desjjedagauanse los yelmos
malamente, e mas luengamente no pudo
durar la batalla , que mucho era Galuan
mas ligero e mas recio e bino que no el otro
cauallero, e mucho daua pesados golpes e
mas a menudo que el otro. Y de tal guisa
traxo al cauallero, que no pudo mas sofrir,
antes se vuo de abaxar e de reboluer contra
la espada. E Galuan, que lo desamaua mu-
cho, e lo traya de heridas en heridas, vna
hora acá, otra alia, y tuuolo en tan gran
ciiyta, que no podia mas. Assi que lo hizo
salir mucha sangre con la espada tajadora;
y el cauallero, como aquel que bien vido
que era en auentura de muerte si merced
BALADRO DEL SABIO MERLIN
129
no pidiesse, (¿ue bien entendió que a la cima
que no lo podría durar, vuo tan gran pesar,
que bien quisiera ser muerto ante que dezir
cosa que fuesse contra su lionrra. E Graluan,
que mucho lo desamaua e lo traya de feridas
en feridas, e tanto lo truxo assi, que el otro
cauallero no lo pudo mas sufrir ni durar,
que cierto auia perdido mucha sangre, e ya
era tal tornado, que a duro podia ya estar
en el canpo, e por donde andana era todo el
suelo cubierto de sangre, ca muchas e muy
grandes feridas auia; e tanto sofrió el caua-
llero, que no pudo mas sofrir, e vuo de caer
en tieri-a de rostros. E Galuan fue a el, e tra-
uole del yelmo, e tirogelo tan reziameute,
que le quebró las correas y echogelo muy
alexos, e tiróle el almófar por le cortar la
cabera. E quando el cauallero se vido en tan
gran cuyta que no podia mas, quando vio
su cabera assi estar desarmada, ouo pauor
de muerte, e pidióle merced, e dixo: «¡Ay
buen cauallero I yo te pido por merced que
me no mates, que me tengo por vencido
desde aqui adelante; si en mi metes mano,
harás villanía y cosa que te estara mal, ca
todo cauallero que merced pide, la deue
fallar si la deue auer, si no fuere caso de
traycion» ; e Galuan le dixo: «Yo no aure
de ti merced, por el gran pesar que me
fezistes, de mis canes que me mataste». «E
si yo en ti no fallo merced, dixo el caua-
llero, pues que te la pido, sabe verdadera-
mente que todos aquellos que lo supieren
te ternan por el mas aleuoso honbre, e por
el mas falso cauallero que nunca traxo
armas;> . «Esto no ha menester, dixo Galuan;
e ya por cosa que me digades no escapare-
des, antes moriredes». «Assi, dixo el, pues
agora mátame, que no te rogare mas, pues
merced en ti no puedo fallar»; e Galuan
aleo la espada por le cortar la caber-a, y
heos aqui vna donzella que era amiga del
cauallero. E quando vio que lo tenia en tal
manera Galuan a su amigo, e que le queria
tajar la cabeoa, pensó que mas queria morir
que no libra a su amigo de muerte, y me-
tióse ante el golpe, y dexose caer sobre su
amigo; e Galuan que tenia la espada al(;íada
por dar a su amigo, alcango a la donzella
por el cuello, e laucóle la cabe5a lexos. E
quando Gariete esto vido, dixo: «,Ay her-
mano' ¿que auedes fecho, que matastes esta
donzella? Cierto, ya cauallero no deuiera
fazer tal villanía por saña ni por desamor
que ouiesse»; e quando el cauallero que de
yuso yazia vido que el cauallero matara a
su amiga, dixo a Galuan: «¡Ay cauallero
malo! cierto vos me auedes agora mostrado
vuestro fallimiento e la vuestra maldad,
LIBROS DE CABALLERÍAS. — 9
que matastes esta donzella. Cierto agora no
daré nada por mi muerte, fueras que moriré
por mano del peor cauallero e mas falso que
nunca falle». E quando Galuan vido que
cortara la cabo9a a la donzella, por tan gran
mala ventura, ouo dende gran pesar, e dixo
al cauallero: «No te matare, pues te tienes
por vencido, mas conuiene que tu me pro-
metas que vayas a la corte del rey Artur, y
que te metas en prisión de mi señora la
rey na Ginebra, de parte de aquel que ouo el
don e la aventura del cierno; e por saber la
razón de vuestra batalla conuiene que tu
llenes estos dos galgos que tu matastes el
uno ante ti y el otro em pos de ti; e quiero
que te cuy tes de caualgar luego, assi que
mañana seas en la corte antes que el rey
vaya a la yglesia». «¡Ay señor! dixo el
cauallero, sabed que no he menester de
caualgar; que muy malo estoy, e lasso, e
cansado, e mucha sangre he perdido, e con-
uername quedar en el camino» . «Conuiene,
dixo Galuan, que lo fagades assi y que me
lo prometays»; y el prometiogelo luego,
pues que vido que al no podia hazer. Y des-
pués hizo su duelo sobre la donzella; y des-
que lo ouo fecho vna gran pieca, subió en
vn cauallo que vn donzel le truxo, e tomo
los galgos, e puso el vno ante si y el otro
em pos de si, de tal guisa que se le no caye-
ssen. E después tomo de alli para se yr, muy
cuytado e con gran dolor.
Cap. CCCXI. — De como los quatro caualle-
ros se eonihaiieron con Galuan jwr la don-
xclla que mato, e lo firio el arquero en el
hra^o, e Gariete mato al arquero.
Gariete estaña veyendo a la donzella, e
pregunto a su hermano: «¿Señor? ¿que hare-
moS;, que es tarde? ¿fincaremos, e quedare-
mos aqui, o yrnos hemos?» «Finquemos, dixo
Galuan, e de mañana nos y remos para la
corte, que me semeja que bien acabe mi
demanda». «Buen grado aya Dius; pues fin-
quemos, dixo Gariete, pues vos plaze; mas
mucho me pesa desta donzella que matastes» ;
y el dixo: «Bien tanto o mas me pesa a mi,
mas mucho me marauillo que tan hermosa e
tan rica es esta casa, e no fallemos aqui nin-
guna gente» . «Quipa son en alguna de aques-
tas torres, dixo Gariete, o de los palacios
que son acá dentro; ca sin gente no podria
estar tan rica morada como esta». «E bien
puede ser», dixo Galuan. Y en quanto esto
hablauan, e Gariete queria ya desarmar a su
hermano, y entraron en el alcafar, e oyeron
sonar vn cuerno atan altamente, que bien lo
130
LIBROS DE caballerías
podrían oyr a vna media legua; y estonce
dixo Gariete: «No me creades, si no sodes en
la batalla por la donzella o por el cierno que
matastes; agora vos guisad de vos defender,
'jue bien cuydo que vos es mucho menester» ;
e tan presto como esta palabra dixo, vieron
entrar dentro en el palacio por vna puerta
pequeña de vna cámara quatro caualleros
armados, e dixeron a Galuan: «Cauallero
loco y desleal, cierto por vuestro mal ma-
tastes la donzella, que presto morireys por
ella, e bien lo merecedes; e agora os aguar-
dad, que no podeys escapar de muerte». E
quando Galuan los vio venir assi, no fue
muy seguro, que era lasso e cansado y ellos
venían frescos e holgados, e de mas que eran
quatro, y el vno solo; mas no fue mucho
espantado, ca era muy esforcado, e que por
esto no le podrían fazer mal. E luego puso
las espaldas en el muro, e puso el escudo
encima de la cabet.a, e saco la espada, e
todos los quatro fueron a el, e cometiéronlo
de todas partes; el que se podía allegar a el
mas, se allegaua, mas el se defendía tan
bien, e se cubría tan sesudamente, que esto
no fue sino marauílla; e ellos que lo des-
amauan mortalmente e lo tenían en la mayor
cuyta que podían, e díeronle muy grandes
golpes sobre el escudo, pero el bien se pu-
diera defender contra ellos vna gran pie(;a,
sí no fuera por vn ballestero que vino a la
batalla con vn arco tendido en la mano e
vna saeta puesta en la cuerda, e vio a Ga-
luan que hazia su derecho en se d ofender
contra aquellos que lo acometían, e tiro la
saeta, e firiolo tan de rezio que la loriga no
le presto que no le metiese por el brapo dies-
tro el fierro de la saeta con toda el asta; mas
de tanto le auino que no lo passo por los
costados, e aniñóle mal, que la saeta era
enpongoñada, do después sufrió e recibió
Galuan mucha cuyta e mucho dolor, e tanto
que se sintió ferido, dio vna boz muy dolo-
rida, e dixo: «¡Ay! ¡muerto soy!» E dolióse
tanto del bra^o, que no lo pudo al(^'ar mien-
tra assi estaua, ni tener el espada, e cayóle
en tierra. E quando Gariete esto vido, tomo
vna lan(;-a, e fue corriendo al ballestero, e
díole vna tal lanzada por meytad de los pe-
chos, assi que le salió de la otra parte; y el,
que se sintió llagado a muerte, cayo en tie-
rra. E los otros caualleros tenían a Galuan
en tierra, e quitáronle el yelmo por le tajar
la caber-a, y heos aquí vna donzella que les
eomen9o a dar bozes: «No lo matedes, mas
prendeldo, por que sepamos quien es, que tal
puede ser, que por todo el oro del mundo no
guarescera que no le hagamos morir mala
muerte, e tal que no muera».
Cap. CCCXU. - Como los quatro caualleros
prendieron a Galuan e a su herma no, por
mandado de la dueña señora de aquel lugar.
Quando los caualleros oyeron aquesto de
la dueña, metieron las espadas en las vay-
nas, e desarmaron a Galuan, e metiéronlo
en la prisión en vna cámara so tierra que
era cabe vna huerta, e Gariete con el, e toda
la noche estuuíeron assi anbos los hermanos,
que no comieron ni beuíeron ninguna cosa,
ni Galuan lo auia talante, que mucho so
sentía maltrecho, e nunca aquella noche
quedo de dar bozes e de fazer duelo, ni dur-
mió, tanto se sentía mal; e quando vino la
luz, vido su braqio mas negro e mas hincha-
do que su pierna, e vno estonce muy gran
pauor, e mostróle a Gariete e dixole: «Her-
mano, muerto soy de cuyta e de dolor, e
agora podeys entender que la saeta con que
fuy ferido que cierto era emponQoñada, e si
ajnia no he consejo, non puedo escapar de
muerte». Estonce comenco Gariete a llorar
con gran pesar en que vido a su hermano en
tal peligro de muerte, e dixole: «Hermano, vos
ouistes mal consejo porque quedastes aquí,
pues que la donzella auíades muerto». «Ya
fecho es, dixo Galuan, que, sí Dios quisiere
que muera, no jiuedo escaparen ninguna gui-
sa de andar aquella carrera que todos hemos
de passar. Mas ya, para tan poco hazer de ca-
uallería comofize, Dios no me ayude si querría
ser cauallero» . E mientras ellos assi hablan-
do, heos aquí la señora del castillo que vino
a vna finíestra do pudo bien tablar con ellos,
e quando ella entendió que el cauallero fazia
tal duelo, vuo muy gran píadad, porque los
vido mogos e de poca hedad, e porque se
preciaua de caualleria, y que era tan mo(;'0
y era tan buen cauallero sobre aquellos que
viera piega auia, y estonce fablo con ellos, e
dixoles: «Señores, vos soys en mi prisión, e
bien sabej^s que me errastes tanto, que si
mírasse a vuestro yerro, que vos faria matar
por derecho, mas sí vos fuestes locos e villa-
nos, y hezistes villanía en mí casa muy so-
berbiamente, yo ay seré mas cortes, e vos
saldreys de la prisión, y enbíarvos he si
quisierdes fazer lo que vos dixere; e sabed
que vos no diré cosa que se vos a gran ver-
güenza torne, ni cosa que no podades hazer» .
Caí». CCCXIII . — Como Galuan afio a la
ducha que liaría todo lo mandado. Y ella
lo hixo sacar de la jjrision.
Quando Galuan vido que la dueña fablaua
tan piadosamente, dixo: <:Señora, vos me pa-
receys muy cortes, por ende quiero fazer
BALADRO DEL SABIO MERLIN
131
vuestra voluntad, como quier que me auen-
ga lleude mal». «Cierto, dixo ella, no vos
puede venir mal». «Pues, dixo el, prometo-
voslo, e tiendo la mano» ; y ella le tomo la
fianoa, e quando Gariete vino^Dor fazer otrosí,
preguntóle la dueña: «¿Soys vos cauallero?»
y el dixo: «No»; y ella dixo: «Señor, yo no
tomare vuestra fianza, pues vos soys escude-
ro, ca faria villanía»; y estonce fizo abrir la
puerta de la cámara, y ellos salieron, e fue-
ron contra la douzella, y ella les comem.-o a
catar muy hermosamente. E pregunto a Gal-
uan quantos años auia, y el dixo: «Diez e
seys años» . Y ella le dixo: «Asaz sodes man-
cebo, e, si vos podeys biuir luengamente, yo
creo que seades vno de los caualleros del
mundo; mas agora me dezid quien sodes». Y
el dixo: «Señora, el rey Loe de Ortania fue
mi padre». «¿E como? dixo ella, ¿vos sodes
sobrino del rey Artur y este es vuestro her-
mano?» «Verdad es», dixo el. «Cierto, dixo
ella, yo conozco atante de vuestra fazienda,
que se verdaderamente que no podeys falle-
cer de ser buen cauallero si beuides luenga-
mente, e mas porque errastes sobejosamente
de la donzella que matastes, que ningún
hombre de gran guisa como lo vos sodes
no lo deuiera fazer, e quiero que hayays
dende lugar de penitencia lo que vos yo di-
xere; e mandovoslo sobre vuestra fe». «Due-
ña, dixo el, ¿que cosa es? que yo la haré,
que sea mi honrra, quier mi desonrra». Y"
ella mando luego a sus honbres que le tra-
xessen sus armas; e hizole armar muy bien,
e subió en su cauallo, e fizóle dar la cabega
del cierno. E porque muy bien querría ella
los de la corte supiessen bien que acabar su
demanda, y el la dio a Gariete; y ella le pre-
gunto como auia nombre, y el le dixo: «Gal-
uan». «Galuan, dixo ella, agora conuiene
que Ueuedes el cuerpo desta donzella que
matastes ante vos sobre el cuello de vuestro
cauallo a la corte» ; y el dixo que lo haria,
pues ella queria; e tomólo, e púsolo ante si,
y ella fizo tomar la cabega de la donzella, e
fizogela colgar al cuello, por los cabellos que
traya trangados^ y el sufriólo todo de grado
quanto le hazian, por su fe quitar. E quando
lo ouieron guisado, dixo la donzella: «Gal-
uan, vos yreys en tal manera e assi guisado
como estades, a la corte de vuestro tio. E
quando ay fuerdes, embiareys por todas las
dueñas e donzellas, e después que vinieren,
contadles todo quanto vos auino, e como ma-
tastes la donzella, e la crueza que hezistes
contra el cauallero que vos pedia merced e
vos no ge la quisistes escuchar, e la peniten-
cia que vos dieren por emienda deste yerro,
yo vos mando so fe vuestra que la hagades» .
«Ay dueña, dixo el, yo vos prometo como
cauallero, que lo hago bien assi como vos
mandays». Estonce dixo Gariete a Galuan:
«Hermano, ¿como podremos Ueuar nuestros
galgos a la corte? que sy fuessemos sin ellos,
dezirnos yan que no es vuestra demanda» .
«E yo vos lo diré, dixo la donzella; yo he
aqui muchos mogos que vos los llenaran. E
sabed que no ay ninguno perdido, saluo los
dos muertos que lleno el cauallero a la corte» .
Y' estonce hizo tomar los galgos, e ponellos
en cadenas de dos en dos, e tanto que metió
Gariete los dos primeros, dixo a la donzella:
«Donzella, no embiedes mogos ningunos, que
yo licuare estos dos, e los otros todos los se-
guirán muy de grado». «Esto se yo muy
bien; agora finque, dixo ella, ca veo que vos
no plaze que vayan con vos, ca yo los em-
biaua muy bien de buenamente» .
Cap. CCCXTV. — Como Galuan vino a la
corte de la guisa que la dueña le mando, e
como fixo Merlin llamar a la reyna e a sus
donzellas que lo viessen.
Estonce se partió Galuan de la donzella, e
torno con su hermano para Camaloc, e nunca
descaualgaron fasta que fueron en medio
del palacio; y estonce descendió Gariete, e
puso en tierra el escudo de su hermano, y
embio la cabega del cierno al rey. Y" el rey,
e Merlin, e los otros, fueron a Galuan, e
mando el rey qu3 le tomassen la donzella;
e dixo Merlin: «Señor, hazed ante llamar a
la reyna Ginebra e a sus donzellas e a sus
dueñas todas, e oyran quien embio assi a
Galuan, e por que trae assi el cuerpo de la
donzella e la cabega, como es sin razón» . Y'
el rey enbio luego por la reyna, y ella vino
luego, con gran conpaña de dueñas e don-
zellas. E quando vieron a Galuan assi estar,
marauillaronse; y estonce mando Merlin que
le tomassen el cuerpo de la donzella, e que
le desatassen la cabega, que tenia colgada
del cuello por los cabellos, e que lo desar-
massen; e desque fue desarmado, e le vieron
el brago diestro tan hinchado, ouieron todos
muy gran pesar. E Merlin dixo: «No vos
pese de cosa que veades, que si Galuan es
ferido, el guarescera, e yo vos digo que lo
fizo mejor que no cuydades, y el acabo bien
su demanda; e sabed que esta auentura
podedes vos tener por vna de las auenturas
del Santo Gvial, y desde oy mas veredes
venir muchas auenturas a menudo, y de
mas de cada dia, e mas braua que esta es»;
y después dixo al rey Artur, en tal guisa
que todos lo oyeron quantos ay estañan:
132
LIBROS DE caballerías
Cap. CCCXY. — De Ins cosas que Merliu dixo
al rey Arinr que auernian en su casa.
«Rey Artur auenturado, que fiiyste nas-
cido por auentura e por marauilloso pleyto,
e veniste entre tu gente tan marauillosa-
mente, que te no podían conoscer ni fazer
honra como deuian si supieran tu fazienda.
E quando fuiste de hedad que podías ser
pastor, e conociste muy mejor que tus natu-
rales a ííuestro Señor, e tomóte por su gra-
cia, aseñoreote de todos como lo prometió
e como era derecho; e como tu fuyste hecho
yo lo se bien, y se que por auentura te quiso
Dios guardar assi que acorrió a la su casa de
Bretaña por muy estraña auentura. Y deues
muy bien saber vna cosa, que deues parar
mientes en estas marauillas e aueuturas que
quiso Dios que viniessen en tu tiempo por
muy gran demostranca. E miembresete de
las que ay vinieron e han de venir en tu casa
y en otro lugar. ¡Ay buen rey Artur, por
ende quiero que seas llamado rey auentura-
do, e al tu rey no otrosí! E sabed bien que
assi como por auentura ganaste este reyno,
assi por auentura saldrás del. E agora emien-
date por que te digo esto, ca no ha en el
mundo honbre que tanto sepa como yo desto,
y de las auenturas que bien se que en esta
tierra han de venir y en otro cabo; mas como
quier, rey Artur, que otro cabo auenga, en
esta tu casa, sera por esto siempre nonbrada
por ellos; e muchos tomaron afán e trabajo en
las demandar. E las tierras por otros luga-
res a muchos a menudo verna mal a los que
yran a demandar, ca andarán cansados y
trabajados de grande afán, e plazerles ha
de folgar, e venirles ha a las vezes de comen-
car su batalla con tales, que serán frescos e
folgados de todo afán, y serán por ende mal-
trechos y vencidos. Y pues que assi es, que
muchos se meterán a buscar las auenturas,
es menester que fagades vna cosa, porque se-
pades conoscer a los buenos e a los malos, e
para fazer honra a cada vno tal como la me-
resciere; e porque no tomeys en esto yerro,
fazed tanto que el cauallero que entrare a
demandar auenturas tomad del gran jura
que le auenga siquiera su bien, siquiera sea
su mal, que vos la cuente, que no vos niegue
dende cosa ninguna, e assi podredes saber
la verdad de lo que les auiniere, que no
mientan por cosa ni se perjuraran» . Y el rey
Artur dixo estonce a Merlin: «Bien es, e
mucho me plaze desta costumbre»; e prome-
tió de la tener mientra bíuiesse; e luego
dixo: «Galuan, quiero que jures luego aquí,
ame quautos aquí son, que ninguna cosa no
negareys de quanto aUa pasgastes en las
auenturas que buscastes, e a que fuystes
embiado; no lo dexedes por pesar, ni por pla-
zer que dende ayades» ; e Don Gfaluan assi
lo juro todo como le fue mandado; e luego
contó sus auenturas como passo, assi como
el cuento lo ha deuísado, que no negó ni
encubrió cosa por honra ni por desonrra que
dende le auiniesse.
Cap. CCCXA'I. — De la penitencia que la
rey na e sus doncellas dieron a Galuan por
la doncella que mato.
Después que lo ouo contado, dixo Merlin:
«Cierto, Galuan, ay cosa no mentistes, e
mucho fue comiendo fermoso de vuestra ca-
ualleria sí no errarades tan sandiamente en
dos cosas: e la donzella que acá os enbio fue
muy sesuda e muy cortes, e ruego primera-
mente a mi señora la rey na, e a las dueñas e a
las donzellas que con ella son, que vos den tal
penitencia de la donzella que matastes, qual
ellas fallaren que sea guisada, e que vos la
tengays e seades tenudo de la tener. E ruego
a mi señor el rey Artur, que aquí es, que
les ruegue luego dende e que lo mande». Y
el rey les rogo luego que lo hizíessen, por-
que vido que Merlin dezia lo mejor. Y ellas
salieron luego a parte, e tornaron por recab-
do. E quando tornaron con la fabla, fablo
vna de ellas ante todas, e dixo: «Galuan,
porque metiste mano en donzella tan cruda-
mente, assi que la matastes, tenemos por
bien entre nos que juredes agora sobre los
santos euangelios, que jamas mientra biuades
no metades mano en donzella por cosa que
vos diga ni faga, si no auredes peligro de
muerte. E aun queremos que si donzella vos
demandare ayuda o acorro, que le ayudedes
e le acorrays, assi que no se de tan estraño
lugar ni tan desaconsejado, si no fuere con-
tra vuestra voluntad e contra vuestra hon-
rra», y el juro luego todo esto e tuuolo todo
muy bien toda su vida, que nunca des-
pués donzella le pidió ayuda que le falle-
ciesse, y a tan estraña no fue ni de tan
luenga vida e tierra. Assi en la corte como
en otro lugar fue llamado el cauallero de
las don-^cllas^ porque las ayudaua, e nunca
este nonbre perdió mientra pudo traer ar-
mas. E después que esta jura ouo fecho de-
lante Merlin y el rey Artur e sus ricos hom-
bres, dixo Merlin ante todos: «Galuan, yo
vos diré buena cosa donde deueys ser mas
seguro e de mejor talante entre todos aque-
llos que conocierdes; yo vos seguro que sí
luengamente biuides, que seredes vno de los
mejores caualleros del mundo e vno de los
BALADRO DEL SABIO MERLIN
133
mas nombrados; que nunca fallareys caua-
llero que vos pueda en batalla maltraer, que
vos no lo traygades mal, fueras vno solo, y
esta batalla no sera en mi tiempo verdadera-
mente. Pero si vos en esta batalla vos nades
e por segurado della vos combatieredes sola-
mente, bien podedes vos por ende morir ante
de vuestros dias, que aqui no aj ninguna
dubda que cada vno no pueda bien curar su
muerte si le pluguiere. Mas por la villania
que hezistes del cauallero que vos pedia mer-
ced e vos no ge la quesistes dar, jurareys
que jamas cauallero no vos pida merced que
ge la no dedes, no os auiendo tanto hecho que
ge la no deuays de dar. E sabed bien que si
lo assi fizierdes, que vos teman dende por
muy cortes e por de buen talante, e por buen
fidalgo, e seredes mas preciado en todo
lugar». E Graluan finco los ynojos e juro que
assi lo faria en toda su vida. E Merlin dixo
al rey Artur: «Señor, agora vos diré que
fagades, e sabed que yo no biuire mucho con
vos desde aqui adelante, en el tiempo que yo
mas con vos quisiera biuir, por ver las gran-
des marauillas e muy marauillosas auentu-
ras que auerna muchas en el mundo; e por-
que vos no hallaredes tan ayna quien vos
aconseje, si la gracia del Espíritu Santo no
fuere, e también quiero que desde agora ade-
lante que fagades poner en escrito todas las
auenturas que vos contaren en vuestra corte,
la verdad por esto, e porque después de las
nuestras muertes puedan los que después
vinieren, pobre e ricos, contar las muy gran-
des marauillas que auernan en el nuestro
tiempo. Assi que, señor rey muy auentu-
rado, aued con vos cincuenta clérigos que no
entiendan en otra cosa ni hagan sino escre-
uir las auenturas de la corte, assi como
vinieren conoscidas y estrañas». Y el rey
Artur otorgo que assi lo faria.
Cap. CCCXVn. — De como Tor uencio los
dos eaualleros de los tendejones e los enbio
presos para el rey Artur.
El cuento dize que quando Tor, ñjo de
Dares, se partió de la corte, que caualgo
tanto por alcangar al que lleuaua el sabueso,
que entro en la floresta, e no anduuo media
legua, que vido cabe el camino dos tendejo-
nes armados, e ante cada vno de los tende-
jones a la puerta estaña vn escudo puesto e
vna langa; e Tor miro los tendejones e los
escudos, mas el no quiso alia yr, ante se fue
por su camino, porque veya muy fresco el
rastro del cauallero en pos de quien yua. E
quando passo por los tendejones quanto vn
trecho de ballesta , vido venir contra si vn
enano que traya en la mano vna vara. E
quando llego a el, diole vna tal ferida en el
rostro del cauallo, que le fizo boluer atrás
mas de vna langa, assi que a pocas no cayo
el cauallo y el cauallero, e marauillose por-
que lo fazia e dixole mu}^ sañudo: «Ay, ena-
no, ¿que te hizo mi cauallo? ayna te de Dios
mala uentura». «Bien, dixo el enano, don
cauallero catino, e fallido, e retraydo, ¿e
ydes os assi? ¿e como no justarades con vno
de los eaualleros de los tendejones?» «Ay,
enano, dixo Tor, no me eramenester de jus-
tar, que he gran cuyta de yr em pos de vn
cauallero que lleua vn sabueso» . «Yo se bien,
dixo el enano, quien es el cauallero, ca no ha
mucho que lo vi, mas no y redes de aqui fasta
que sepamos como ferides de langa; y vedes
en aquellos dos tendejones estar dos eaualle-
ros noueles, que por ver como los de la corte
del rey Artur saben justar vinieron acá;
agora tornad contra ellos por vna justa, e
cierto, si vos esto recelades, no me parece
que seades cauallero para que en demanda
deua entrar». E quando el esto oyó, no lo
oso recelar, y respondió, e dixo: «Pues, ena-
no, ellos ay vinieron por justar, por mi no
fallecerá; pero mejor me fuera de me yr mi
camino que no de tornar, que no se do falle
lo que demando» . «No vos pese, dixo el ena-
no, que el bien no lo puede honbre perder
por alongamiento que aya, e mas podedes
aqui ganar en prouar si podedes vos valer
alguna cosa». E quando el enano esto dixo,
tomo vn cuerno que traya a su cuello, e ta-
ñólo; e no tardo mucho que vio salir vn ca-
uallero todo armado de los tendejones sobre
vn cauallo, e su yelmo enlagado y el escudo
al cuello, e la lan^a en la mano, e dixo a Tor
que se guardasse del. E Tor torno a el assi
como la natura del linaje ge lo enseño, ca no
porque el pensasse que venia sino de natura
de villanos, e diole vn tal golpe en los pe-
chos, assi que lo derribo en tierra del caua-
llo tan brauamente, que a pocas no le que-
bró el bra(,'o; passo por el, que no le dixo
ninguna cosa ni avn le miro, e tomo el caua-
llo por el freno e dixo al enano: «Toma,
enano, este cauallo, ca este comiengo de
caualleria es»; e tanto que esto dixo, vido
salir del otro tendejón otro cauallero bien
guisado de justa como el otro; no dixo cosa,
fueras que se dexo correr a el, o Tor torno a
el, y el otro le firio de rezio, assi que la langa
le quebró en los pechos, mas otro mal no le
hizo. Y Tor, que le tomo tanto quanto baxo,
diole tal langada, que le falso el escudo e la
loriga y le metió el fierro de la langa por el
costado siniestro, mas no fue en tal lugar que
184
LIBROS DE CABALLERÍAS
no pudiesse dende guarescer, e púsole, assi
como aquel que era bueno y rezio, en tierra,
e al caer quebró la lanca e quedóle el fierro
en los costados del cauallero; e quando Tor
vido en tierra anbos los caualleros, metió
mano a la espada, porque queria que se otor-
gassen por vencidos, e fue al primero que ya
se leuantaua e diole por medio del yelmo vn
tan gran golpe, assi que lo atordecio y le fizo
fincar las manos en tierra; y después diole
de los pechos del cauallo e derribólo en tie-
rra, e truxo tanto el cauallo sobre el, que se
esmoreció de la cuyta que sufría, e Tor se
apeo, que no se quiso detener, e no se tenia
por pagado fasta que le pidiessen merced; e
ato su cauallo a vn árbol e fuesse para aquel
que atrepellara e tiróle el yelmo, e dixole
que le mataria si no se otorgasse por venci-
do; y el acordó en que se vido en peligro de
muerte, e pidióle merced, que bien vido que
en otra guisa no podia escapar: «Agora me
afiad, dixo Tor, que te meterás en la prisión
donde yo te embiare»; y el lo afio, e Tor lo
dexo luego e corrió al otro que era todo que-
brantado de la cayda, e diole por medio del
yelmo de la espada con ambas las manos vn
tal golpe, assi que le fizo echar lagrimas de
los ojos, e cayo en tierra de rostro, assi que
no se pudo leuantar; e Tor le tiro del yelmo,
mas no ge lo pudo quitar, que las correas
eran fuertes, e tajólas con el espada. E quan-
do el cauallero vido su cabera desarmada
fueras de la cofia de fierro, ouo pauor de
muerte e pidióle merced. E Tor le dixo: «Tu
no fallaras en mi merced, si no me fias que
vayas preso do yo te embiare» ; e el cauallero
lo afio. E Tor dixo a aquel cauallero e al
otro: «¿Vos soy s mis presos?» «Verdades»,
dixeron ellos. «Agora vos mando, dixo Tor,
que vayades a Camaloc e vos rindades por
presos al rey Artur, de parte de Tor, el fijo
de Dares»; y ellos assi lo fizieron.
Cap. CCCXVIU. — Como Tor llego a las tien-
das^ e tomo el sabueso que staua en la ca-
dena^ e lo lleuo; y fue a posar a vna her-
mita.
Estonce subió Tor en su cauallo, e pidió
su escudo, e demando vna langa al enano, y
el enano ge la dio muy buena, de las que
estauan en el tendejón; y después encomen-
dó a Dios a los caualleros, e fuesse, e dixo
el enano: «Ay buen cauallero, yo te ruego,
por la fe que deues a buena caualleria, que
me des vn don, donde te ver na mayor pro
que no daño;» e Tor respondió: «Yo te lo
otorgo, que este es el primer don que hon-
bre me pidió dende que ñiy cauallero; agora
di lo que te pluguiere» . «Yo te ruego, dixo
el enano, que me dexes yr contigo en lugar
de escudero, e yo te prometo que te valga
mas en esta carrera y mejor te sirva que el
mejor escudero de la corte del rey Artur; e
¿sabedes por que quiero mas biuir contigo?
porque no quiero mas biuir con estos caua-
lleros malos, que no me verna dellos honra
ninguna». É Tor dixo: «Yo te lo otorgo,
pues te plaze» . Y el enano subió en el caua-
llo que le dio Tor, e dixole: «Señor, agora
podedes yr para do quisierdes, que yo vos
siguire». E Tor entro luego en su camino
alegre e de buena ventura, qual Dios ge la
diere en su comiengo de caualleria. E quanto
se alongaron de los tendejones vn poco, dixo
al enano: «¿Viste acá al otro cauallero?;»
dixo el: «Si» . «¿E sabes como ha nombre?»
Y el dixo: «E ha nombre Abalin, y es vno
de los mejores caualleros que hombre sepa en
esta tierra, y es el mas soberuio que yo nun-
ca vi». «Cierto, dixo Tor, no fue cortes
quando lo tomo, e si lo yo puedo hallar, yo
pienso que lo rendirá» . Y el enano dixo: «Yo
os llenare alia derechamente do el cauallero
esta» , «Pues vayamos, dixo Tor. que mucho
me es menester de llegar ay» . E assi ftieron
hablando, fasta que llegaron a vna ribera,
donde auia muchas tiendas armadas m.uy
hermosas e muy ricas; y en cada tienda auia
vn escudo colgado^ e todos los escudos eran
bermejos, saluo vno que era blanco, e aquel
escudo blanco estaua colgado ante la mas
hermosa e mas rica. Entonces dixo el enano
a Tor: «Señor, en aquella tienda donde
aquel escudo blanco esta, hallaredes vos el
vuestro sabueso, e también el cauallero que
lo traxo con el, según que yo creo. E sabed
que es el señor de todos aquellos que en las
tiendas están» . E Tor dixo que el no deman-
daua mas sino que fallasse el sabueso. Y el
se apeo entonces, ca no podia entrar en la
tienda a cauallo, e dio la langa y el cauallo
al enano, y entro alli donde pensaua fallar
lo que buscaua, e quando entro Tor en la
tienda, vio estar en vna cama muy rica vna
dueña sola e durmiendo, y el sabueso cabe-
lla, que ella echara ante si, e dormían am-
bos. E quando el sabueso sintió que venia el
cauallero contra el, salió luego del lecho, e
comengole de ladrar muy fuertemente, cano
lo conoscia. E la dueña despertó a la buelta
que hazia el sabueso. E quando vido el ca-
uallero armado, fue muy espantada, e salió
luego fuera de la tienda. Y Tor conoscio
muy bien que aquel era el sabueso que el
buscaua, e tomólo luego, e salió con el de la
tienda, e diolo al enano, e dixole: «Veys
BALADRO DEL SABIO MERLIN
135
aqui el sabueso por quien yo sali de la corte;
venga quien quisiera a demandarlo, ca yo no
lo daré a ninguno, mientra lo pudiere de-
fender, fasta que a la corte llegue». Y el
enano lo tomo, e Tor subió en su eauallo, e
queríase yr, e salia vna donzella de vna
tienda, e dixole: «Ay, señor cauallero, no
leuedes nuestro sabueso, ca fareys muy
gran villanía, e sabed por verdad que vos
fallareys mal, y el cauallero cuyo es no
vos lo dexara assy leuar, que el yra em
pos de vos, e vos lo tomara a mal de vues-
tro grado, ca assi lo fizo ante el rey Ar-
tur mesmo» . «Donzella, dixo Tor, el sabue-
so fue tomado por soberbia e por tuerto
que fue fecho en la corte del rey Artur mi
señor; e yo vine hasta aqui por su mandado,
e llenarlo he por derecho, e si en algo al ca-
uallero que lo truxo pesare, vaya en pos de
mi para me lo tomar». «¿Como? dixo ella,
¿assi lo tomays a nos que somos dueñas, e
que no fallays defensa alguna?» Respondió
el: «Tomo lo que es mió». «Sea, dixo la don-
zella, pues a vos plaze; mas yo no creo que
vos lo leuareys hasta Camaloc sin embar-
go» . E dixo Tor: «Yo lo leñare a pesar de
quien pesare». Estonce se fueron derecha-
mente contra Camaloc, e antes que andu-
uiessen media legua, fue noche tan escura,
que no supieron yr por el camino. E Tor pre-
gunto al enano a quel lugar podrían yr a
dormir, ca era ya tarde e no podian yr a
Camaloc. «Cierto, dixo el enano, no se, se-
ñor, si fuésemos aqui a vn hermitaño que
mora en esta montaña, e yo vos guiare si os
pluguiere». «Pues ve delante, dixo Tor, e
yo y re en pos de ti, ca ya querría ser alia» .
Estonces se fue el enano delante, e guiólo a
la hermita, que estaua en lugar muy estre-
cho, en vn valle fondo y lleno de piedras y
peñas, e ante que alia llegassen, salió la
luna muy clara, que bien vian la hermita
que estaua muy cerca; e vieron que era vna
casa muy pequeña e pobre. Y el enano, que
ya otra vez auia alli estado, fue derecha-
mente a la puerta, e llamo; y el hermitaño
salió a vna finiestra pequeña, e abrióla, e
quando vio el cauallero armado, entendió
que quería quedar alli, e fue a la puerta, e
abrióla, e rescibiolos muy bien. Y el caua-
llero se desarmo, y el enano pensó de los ca-
uallos lo mejor que pudo, e dioles yerna, que
venian muy cansados; y en la mañana oyó
missa que el hermitaño dixo, e armóse e
subió en su eauallo, e rogo al hermitaño que
rogasse a Dios por el , y el honbre bueno ge lo
otorgo de lo assi fazer.
Cap. CCCXIX. — De como Tor se combatió
con el cauallero que auia llenado el sabueso^
e lo mato.
Entonces se partió Tor del hermitaño, y
metióse en su camino, e no anduuo quanto
media legua, quando vio venir en pos de si
vn estruendo de caualleros, e atendió por
ver que cosa era; e vio venir vn cauallero a
gran andar, como si la muerte viniesse en
pos del, y venia solo e bien armado, que no
le faltaua cosa: «Ay señor, dixo el enano,
vos no podeys yr sin batalla; e ¿sabeys quien
es este?» «Si, dixo Tor, ca este es el que yo
buscaua, el que tomo el sabueso en la corte» .
Entonces tomo su escudo e su langa quel
enano le traya, y enderezo al cauallero en
medio del camino. Y el otro le dixo, a las
mayores bozes que pudo: «Cauallero, cierto
por vuestro mal tomastes a las señoras el
sabueso, ca vos lo daredes a vuestra deson-
rra;» e Tor no respondió cosa alguna a lo que
dixo, antes enderepo la caber-a del eauallo
contra el; y ellos vinieron el vno contra el
otro, e no a gran priessa, avnque trayan
buenos cauallos; mas firieronse tan rezia-
mente, que las langas bolaron en plecas, y
ellos encontráronse de los cauallos tan bra-
uamente, que ambos cayeron en tierra, e
atrauessados, que ninguno no falto que los
yelmos no fuessen en poluo enbueltos; mas
ellos eran biuos e ligeros y de gran fuerya,
leuantaronse lo mas ayna que pudieron y
metieron mano a las espadas, e comengaron-
se a conbatir; e veriades a los primeros gol-
pes los escudos fender y despedagar, e los
yelmos abollar, e las armas romper y desfa-
zer, ca ambos eran de gran bondad y fuerga,
e biuos en gran manera; e conbatianse tan
de fecho, que se liazian menos valer las ar-
mas que antes, e la sangre les salia de todas
partes, que duro la batalla de ambos desde
hora de prima fasta hora de tercia. Y estonce
fueron lassos e cansados, ca mucho auian
cada vno perdido de sangre; mas era Abalin
muy cuytado mas que Tor, porque su espada
no era tan buena, e la de Torera estremada.
Esta fue vna cosa que mucho le valió aquel
dia, que mucho mal fizo al otro. E vn poco
ante de hora de tercia comencé a enñaque-
cer, que en breue perdia mucha sangre, e no
pudo tan grandes golpes dar como antes
daua, ni tan a menudo como antes fazia. Y
Tor entendió bien como era lasso, e comen-
tóle a dar muy grandes golpes del espada,
que le fizo salir la sangre por mas de diez
lugares, y el sufrió muy bien, e no juido tan
ayna enmendar su voluntad; e Tor lo traya
de acá y de alia, vna vez fazia delante, e
136
LIBROS DE caballerías
otra vez atrás, a qual parte quería; e quando
vio que lo tenia casi suyo, dixole: «Cauallero,
tu eres muerto si yo quisiere, ca no lias po-
der de te defender; mas, porque eres buen
cauallero, fazerte he vn buen amor que tu no
me farias a mi si fuesses tan bien andante
sobre mi como yo sobre ti» . «Agora dezid,
dixo Abalin. que cosa puede ser, que vos lo
mucho agradeceré, e tal puede ser que no» .
«Si te quieres tener por vencido e yr a la
prisión que yo te enbiare, sera saina tu vida,
e yo te daré por quito, y te y ras por do qui-
sieres, mas que el sabueso quede a mi» . E
Abalin lo miro en trauiesso, e dixo: «Mala
ventura aya quien lo fiziere mientra biuiere
e tuuiore el alma en el cuerpo. Ca después
que yo conociere mi couardia, jamas no
auria honra, assi Dios me ayude querría
cient vezes morir si cient vezes pudiesse mo-
rir, y que no vna cosa fazer que se me tor-
nasse a couardia e a retraymiento» . «¿Como?
dixo Tor, ¿queredes morir mas que no fazer
lo que vos dixe?» «Si, dixo Abalin, por la
buena fe» . «Pues la muerte contigo es, dixo
Tor. y dexose correr a el luego, e firioío por
cima del yelmo de tan gran goli)e con la es-
pada, que le fizo caer en tierra todo atordido;
y echóse luego sobre el, e tiróle el yelmo y
echogelo a lexos, e diole con la mangana de la
espada tan grandes golpes, assi que le metió
de las mallas del almófar por la cabera, e
diole bozes que se otorgasse por vencido si
no que lo matarla. E Abalin respondió con
muy gran desden, e dixo: «No me otorgare
por vencido por poder que ayas; agora faz
de mi lo que te plazera, que ya por pauor de
muerte no daré cosa ni diré que se me torne
a vergüenza;» e Tor dixo: «O tu lo dirás, o
yo te tajare la cabeca;» e diole tan gran gol-
pe de la man9ana del espada en el rostro, que
le fizo correr la sangre por la faz; e ni por
esto no quiso Abalin dezir cosa que le man-
dasse Tor,
Cap. CCCXX. — Co)no Tor corto la cabera al
cauallero con quien ,se conbatia por dalla en
don a vna dom.ella que se la indio.
Quando Tor lo tenia de tal guisa, he vos
aqui vna donzella que venia sobre vn pala-
fren blanco pequeño a muy grande andar, e
quando llego alli e vido a Tor que tenia
aquel cauallero assi, descendió del palafrén
e finco los ynojos antel, e dixole: <Ay buen
cauallero, por la fe que deues a caualleria,
dadme vn don, e cierto tu eres el primer
cauallero a quien yo nunca demande ni pedi
don:^; e otrosi dixo el: «Digovos que vos
sodes la primera donzella que nunca don me
pidió, e por esto no ha cosa en el mundo por-
que vos lo no diesse si lo pudiesse auer por
afán o por trabajo que yo aya». «Muchas
mercedes, dixo ella, señor; agora me dad vos
la cabeca desse cauallero que debaxo vos tene-
des». «¿Como? dixo el; ¿queredes vos que se
la corte?» «Si, dixo ella; que no os demando
al». «Mucho me pesa, dixo el, porque es el
tan buen cauallero». «No vos duela de su
caualleria, que sabed por verdad que este es
el mas desleal cauallero y el mas soberuio
que vuo en la Gran Bretaña»; e quando el
cauallero entendió [lo] que la donzella dezia,
dixo a Tor: «Ay buen cauallero, por Dios no
la creados ni me matej-s por su ruego, que
bien sabed que esta es la donzella mas des-
leal que nunca vistes; mas dexadme, que yo
me tengo por vencido e afiarte he que me
rinda por preso a quien tu quisieres» . «Ay
cauallero, dixo Tor, mucho fue esso tarde,
que el don que di a la donzella, si no ge
lo diesse, poderme ya por ende reptar».
E quando el cauallero esto oyó, tendió la
mano contra la donzella e pidióle merced, e
dixo: «Buena señora, por Dios, aued de mi
merced que me no fagades matar, que vos
en mi muerte no ganareys cosa, mas en mi
vida podeys ganar vn tal cauallero como yo
so, e jamas en quanto biua no seruire sino a
vos ni fare cosa que contra vuestra voluntad
sea». «Ay donzella, dixo Tor, por Dios, si
este cauallero no vos erro tanto que merezca
la muerte, aued del merced e faredes gran
cortesia» . «Ya nunca Dios me ayude e me
aya merced, dixo ella, al anima, si la yo
ouiere del que me mato a vn m.i hermano,
donde nunca me quiso escuchar mi ruego do
estaua llorando delante del de ynojos; e agora
fazed lo que me auedes prometido, si vos
pluguiere». Y el dixo que le plazia, pues al
no podia hazer. Y el otro cauallero, que se
sintió ya quanto aliuiado, quando esto oyó,
leuantose presto e comento de fuyr, mas
Tor no le dexo, que le dio vn tal golpe en el
pescueoo con el espada, que le fizo bolar la
cabega a lexos del cuerpo; e la donzella fue
corriendo a la tomar con muy gran alegría
e agradeciogelo mucho a Tor, e dixole: «Ami-
go, este don os sera bien galardonado, si yo
puedo». Estonce dixo Tor al enano: «Yo me
siento cansado, que mucha sangre he perdi-
do; si supiesse donde folgar, ya yo folgaria» .
«Cierto, dixo la donzella, si lo quiere, ay
aqui esta en esta floresta vna mi quintana,
muy fermosa e rica; podeys ay folgar e ser
muy vicioso oy, e mas si mas quisierdes; e
cierto querría que fueseys ay, que mas val-
dría yo e mi casa». «Pues caualguemos, dixo
Tor, que ya queria ay estar, tanto me siento
BALADRO DEL SABIO MERLIN
137
de maltrecho» ; y estonce caualgaron e fue-
ronse a la quintana, que estaua sobre vn
estrango, e la clonzella fue a la quintana que
estaua fermosa e fuerte, e llamo, e vn donzel
vino a la puerta pequeña de entre las gran-
des, j ella le dixo: «Abre y entrara este
cauallero». Y el donzel abrió la puerta y
ellos entraron, e nunca vistes tan gran ale-
gría fecha con cauallero estraño, como fizie-
ron con Tor quando vieron que la cabeza
traya la donzella; e dezian todos a vna boz:
«Bendita sea la ora en que fuestes cauallero
e quien acá vos traxo, que vos nos metistes
en paz y en alegría para sienpre, porque
nos matastes nuestro mortal enemigo y el
honbre del mundo que nos peor fazia, e que
nos no dexaua vn dia de folgar ni de bien».
Aquella noche fue Tor muy bien seruido e
abondado de todas aquellas cosas que los de
dentro podían auer, que mucho eran ahon-
dados de todas las cosas; y en la mañana,
después que oyó missa en vna capilla que ay
auia, tomo sus armas e cabalgo, e despidióse
de la donzella e de todos los otros; y ellos
encomendáronle a Dios e rogáronle mucho
que, si por auentura por alli pasasse, que
posasse con ellos, que aquella posada era
suya. Y el lo agradeció mucho a la donzella
y a ellos todos, e partiosse dellos, e anduuo
tanto que llego a Camaloc, e hallo a Galuan
que llego vn dia antes que el; mas el rey
Pelinor no llegara avn. E quando los de la
Tabla Eedonda vieron a Tor, fueron muy
alegres, que sabian nueuas del por los caua-
lleros de los tendejones que enbiara, y el rey
Artur lo recibió muy bien e muy alegre-
mente, e preguntóle como acabara su deman-
da; y el respondió: «Señor, vedes aqui», y
demostróle el sabueso que el cauallero leuara
em pos de quien el fue. «E del cauallero, dixo
el rey, ¿que nueuas ay, fallastelo?» «Si», dixo
el; y el rey fizo traer los sanctos Euangelios,
e fizólo jurar que dixesse verdad de todas
aquellas cosas que le auinieran en aquella
demanda, y que no lo dexasse de dezir por
honrrani por desonrra; y ello juro e comenQO
luego a contar ante todos los de la Tabla
Eedonda quanto le auiniera, assi como el
cuento lo ha deuisado; y después que lo ouo
contado, los clérigos lo metieron en escrito,
e por aquel scrito e por los otros sabemos
nos la verdad de todo. E dixo el rey Artur:
«Agora no nos falta saino el rey Pelinor» .
«No se os de nada, dixo Merlin, que ante
que sea noche sera aqui. Mas ¿que os parece,
dixo Merlin, del nuestro cauallero Tor e de
su caualleria? ¡E vos pensauades que era fijo
de Barquito!» «Cierto, dixo el rey Artur, si
el fuesse fijo de Barquito, no comentara tan
bien como comengo, e pareceme que si fuera
fijo de villano no comentara assi.» «Pues
sabed, dixo Merlin, que natura de linaje y
derecha fidalguia lo fizo assi e lo enseño en
tan poco tienpo como vedes». «Ay Merlin,
dixo el rey Artur, vos lo conoceys mejor que
el mismo se conosce». «Verdad es, dixo Mer-
lin, que el no sabe quien es su padre, e yo
selo». «¿E quien es? dixo el rey Artur, que
esto me podeys vos bien dezir, si os pluguie-
re». Y estonce le dixo Merlin ala oreja muy
quedo: «Qnando vos vierdes al rey Pelinor
en par del, bien podeys vos bien dezir que
el vno es el padre y el otro es el hijo; e sabed
que el rey Pelinor lo fizo en la muger de
Barquito e vuo la escusa, y estonce fizo a
Tor, mas porque el villano la ouo por muger
la semana que la vuo Pelinor, pensó verda-
deramente que Tor era su hijo, mas no es,
ante es como os digo». Y el rey Artur co-
mento a reyr, e dixo: «Cierto, yo bien creo
que assi es, pero dezidme si la dueña es
fijadalgo» . «No, dixo el; ante es una pajosa
villana que guardaua vn ganado en vn pra-
do, mas era tan fermosa, que la cobdicio el
rey Pelinor; y estonce durmió con ella e hizo
a Tor» . Y estonce se santiguo el rey Artur
e se marauillo, e dixo: «Por cierto, aqui ay
vna fermosa auentura, e jamas no seré ale-
gre fasta que los tenga a todos tres delante
de mi, al rey Pelinor, e a Tor, e a su madre,
e que los faga ciertos deste fecho». «Pues
enbiad por la madre, dixo Merlin, e a Tor
teneys aqui, y el rey Pelinor sera oy con
vos». «Mas vos, dixo el rey, enbiad por ella,
que sabes della do es» . E Merlin enbio luego
por ella.
Cap. CCCXXI. — De como el rey Pelinor
tomo a la donxella^ e la traxo ante el rey
Artur.
Dize el cuento, que el rey Pelinor caualgo
a gran priesa, por yr en pos del cauallero
que lleuaua la donzella, e pesóle mucho por-
que tanto tardara, e quando fue cerca de la
floresta, hallo vn donzel que venia encima
de un rocin magro e lasso, e preguntóle si
fallara vn cauallero que leuaua vna donze-
lla. «Si, dixo el, mas ya va muy lexos, y
tanto vos digo, que nunca tan gran duelo vi
fazer a donzella porque la leuaua» . «E ¿por
qual camino va?» dixo el vej. «Señor, dixo
el donzel, el se va derechamente para Baac,
por el gran camino» . Y estonce se partió el
rey del, e fuesse por el gran camino por
donde yua, e fallo luego el rastro del caua-
11o, e cuytose de andar, e después que andu-
í uo las dos leguas, fallo vna donzella muy
138
LIBROS DE caballerías
fermosa cabe vna fuente, e tenia cabe si a su
amigo ferido. e hazia muy gran duelo e muy
de coragon: e passo cabe ella, assi como aquel
que no auia sabor de tardar. E quando ella
lo vido passar. diole bozes, e dixole: «Ay
buen cauallero, por Dios, tornad, e fazed vn
poco de amor con que tomeys vn poco de
afán»; y el entendió muy bien a la donzella,
e no quiso tornar, que le semejaua que auia
mucho de hazer. E quando la donzella vido
que no queria tornar, comenco de fazer ma-
yor duelo que antes: después dixo: «Ay caua-
llero malo e soberuioso; Dios te faga tanto
biuir, que ayas tan gran menester ayuda
como yo la he menester agora , e que ruegues
([uando te menester fuere, e no falles aynda
mas de quanta yo he de ti» . Y después que
esto dixo, cayo amortescida, mas por esteno
quiso tornar, que mucho le semejaua que
tardaua para alcangar al cauallero que lleua-
ua la donzella. E quando ella acordó, e no
vido sino a si e a su amigo, y que era ya
muerto de vna ferida que tenia en medio de
los pechos, llamóse muger cuytada, e cati-
na. e astrosa, mas que todas las otras donze-
llas; e dixo que pues su amigo era muerto
por mengua de aynda, y que ella no podia
auer socxDrro sino de Dios y de los hombres,
que no queria mas biuir, e fallo la espada de
su amigo, e firiose con ella por los pechos assi
que la punta le salió de la otra parte, e cayo
muerta. Y el rey Pelinor no paro ay mien-
tes, e fuesse quanto podia, e quando vino
hora de vísperas, el rey fallo vn villano que
lleuaua vn hace de leña, y preguntóle: «¿Vis-
te vn cauallero que lleua vna donzella?»
«Por Dios, dixo el villano, si vi, e vinole
agora que passaua por vn llano, e salió vn
cauallero de vn tendejón, e dixole que no
llenarla la donzella, que era su prima cor-
mana, y que antes se conbatiria con el, pri-
mero que la lleuasse el en paz; y el caualle-
ro puso luego la donzella en tierra, e dixo
que bien queria la batalla, mas que ella fues-
se metida en tal guarda, y el que venciesse
aquella ouiesse; y ella se metió luego en vn
tendejón, en guarda de dos escuderos y de
dos dueñas, y ellos comentaron su batalla
luego tan cruda, que era marauilla, y que
ninguno no la dexaria fasta que se encimas-
se, e vos ay los fallaredes si vos pensades de
andar*. Quando el rey Pelinor oyó estas
nueuas, ftie muy alegre, e partióse del villa-
no, e aguijo quanto el pudo, como pensaua
ay llegar con tienpo. E no anduuo mucho
que llego al tendejón do la donzella era que
el buscaua. Y ella salió fuera sobre vnas
yernas con otras dueñas e con los escuderos,
e Uoraua mucho; e los caualleros se conba-
tian muy a menudo, y eran tales parados,
que ambos tenian muchas feridas pequeñas
e grandes; e tanta perdieron ya de la sangre,
que el mas rezio no atendía sino su muerte,
ca mucho eran buenos e de buenos corago-
nes. Y el rey Pelinor no cato sino a la bata-
lla, que poco le daña, que tanto le daua que
muriesse como que biuiesse; mas fue a la
donzella, e dixole: «Donzella, vos fuestes
leuada a tuerto de la corte del rey Artur, e
yo os tornare ay a derecho, ca por esto me
enbio aqui el rey Artur, en cuya casa fti es-
tes tomada» . Y" estonce la quiso tomar por
los bracos, e los escuderos e las dueñas se
leuantaron, e dixeron: «Ay señor, tal villa-
nía no fagaj^s que nos tomades la donzella
que tenemos en guarda, mas hazed bien;
vedes aquellos dos caualleros que nos la die-
ron en guarda, e fazed que vos la manden
dar, e darvosla hemos.» «Yo no demando y
mas, dixo el rey, a vuestro pesar no la quie-
ro a vos tomar» . Y estonce se fue a los caua-
lleros, e dixoles: «Señores, estad quedos fas-
ta que hable vn poco con vos» ; y ellos estu-
uieron quedos luego, y el les dixo: «Señores,
esta donzella fue tomada a tuerto de la c rte
de mi señor el rey Artur, e yo vine aqui em
pos della que la torne a derecho donde ella
fue tomada». Y ellos respondieron: «Esto no
puede ser agora»; e dixo el rey Pelinor a vno:
«¿E por que razón la queredes vos auer?»
«Porque es mi prima corm.ana, dixo el, e
quiérela llenar a sus amigos e a sus parien-
tes, que la dessean mucho, porque ha gran
piega que no la vieron». «E vos, dixo al
otro ¿por que la demanda y s?» «Porque la
conqueri por mi bondad, e la tome ante el
rey Artur e ante la compaña, e la truxe fasta
aqui, e por esto me paresce que la deuia yo
auer ante que otro ninguno» . Y el rey Peli-
nor dixo: «Agora vos deuedes tener por lo-
cos porque vos combatistes por ella, que nin-
guno de vos no la ama; bien vos asseguro
dende que yo la llenare a casa del rey Artur,
donde ella fue tomada». «Yerdad es, dixeron
ellos, si pudierdes, que ante nos daríamos
por quitos e conbatirnos yamos con vos».
«La batalla, dixo el rey Pelinor, yo no vos
la puedo negar ni deno; mas la donzella yo
la llenare, como quier que vos lo digades».
«Assi, dixeron ellos, agora lo veredes» . Y es-
tonces se dieron por quitos de la batalla, e
afiaronse que se ayudassen fasta la muerte,
o quando el vido que se apare] auan de lo aco-
meter, dixoles: «¿Como? ¿avn sabor aueys de
la batalla?» «Bien lo veredes» , dixeron ellos;
y dexaronse venir a el las espadas en las
manos, y el vno le dio en la espalda del ca-
' uallo, assi que lo mato, y el rey Pelinor cayo,
BALADRO DEL SABIO MERLIN
139
mas el era muy ligero, e salto do la otra
parte e dixo a aquel: «Grran villanía aiieys
heclio, e gran maldad, en matar mi cauallo>^ :
e ouo muy gran pesar, e algo el brago, e
firiolo con la espada tan rezio, que lo hendió
fasta la cinta, e cayo luego muerto; y este era
el que lleuaua la donzella. E quando el otro
esto vido, no fue seguro, ca estaua solo e
cansado e mal llagado, tiróse afuera del rey
e dexolo solo, e dixo: «Señor cauallero, co-
mencé contra vos esta batalla por locura, ca
bien se que vos no venistes acá por desonra
de mi cormana, mas por su honrra e por su
pro, e por vengalla de aquel que la truxo a
fuerza, e dexovosla, que no pienso mucho
ganar en esta batalla; mas ruego vos por
Dios que la guardedes como a fija de rey
deue ser guardada, que bien sabed que es
fija de rey e de reyna de gran guisa, mas
tanto le plaze la caga de monte, e tomo ay
tan gran plazer, que no le plaze de amar
amigo ni marido, ante quiere mal a quien le
tabla dello» . Y el rey Pelinor dixo: «Sabed
que no fallara quien le haga pesar mientra
yo la pudiere hablar e guardar; e agradezco-
vos la batalla que me quitastes, mas de ca-
uallo, si os pluguiere, me poned consejo».
Y el cauallero le dixo: «Yo vos lo daré bue-
no, mas conuiene que finquedes comigo esta
noche, que es muy tarde, e no podredes fa-
llar do albergar»; y el rey ge lo otorgo, que
vido que dezia verdad; aquella noche estuuo
el rey Pelinor en el tendejón, en conpaña
del cauallero; y en la mañana, después que
se vistió, tomo sus armas, y el huésped le
dio vn buen cauallo, e dieron a la donzella
vn buen palafrén, e caualgaron anbos, y el
cauallero fue con ellos vna gran piega y des-
pués tornóse. Y desque anduuieron vna pie-
9a, hasta hora de prima, que entraron en vn
valle muy malo de caualgar y de andar a
pie, ca todo era lleno de piedras y peñas, y
el palafrén de la donzella, que no se supo
guardar, cayo sobre vna piedra, e la donzella
cayo vna tan gran cayda sobre el brago si-
niestro, que bien pensó que ouiera la espal-
da fuera de su lugar, e fue tan grande la
cayda que se amórteselo, y desque acordó
dixo: «¡Ay cauallero, muerta soy!» Y el rey
decendio, e puso en tierra el escudo e la
langa, e ñie a ella, e fallóla amortecida, e
tomóla entre sus bragos, e quando acordó,
preguntóle como se sentia, y ella dixo toda
tremiendo: «Nunca vue mayor cuyta, que
bien pienso que el brago e la espalda tengo
quebrado», mas no era, a Dios gracias. «E
¿como vos sentidos?» dixo el rey. «Bien, dixo
ella, mas no j)odre agora caualgar fasta que
fuelgue vn poco»; y el rey dixo: «Avnque
folguemos hasta hora de bisperas, bien pode-
mos llegar con hora a Camaloc»; e tomóla y
echóla so vn árbol, e tomo de la yerua e pu-
sogela debaxo de la cabega, e dixole que dor-
miesse vn poco, que mucho le aprouecharia,
e después el rey desarmóse, e pensó de las
bestias, e tirolés los frenos e las sillas, e de-
xolas pacer y echóse a dormir cabe la don-
zella, e durmieron fasta en la noche, e quan-
do la noche llego, el ayre comengo a enfriar,
y entonces despertaron ambos, e hallaron
que era ya noche escura, e dixo el rey Peli-
nor: «Por Dios, mucho dormimos, ¿que ha-
remos?». «Señor, dixo ella, conuiene que fin-
quemos fasta en la mañana, que, si nos qui-
siessemos yr, no sabemos la carrera, e quan-
do pensemos yr adelante, tornaríamos atrás» .
«Pues quedemos, dixo el; ¿e como vos senti-
dos?» Y ella dixo: «Muy bien, gracias a Dios,
¡mas el cansancio nos fizo tanto dormir!» Y'"
en quanto esto fablauan, oyeron caualleros
venir por el monte, que venian por el cami-
no por delante dellos, y el rey dixo: «Agora
vos callad, que alguno viene aqui de quien
oyremos nueuas». «Si haré», dixo ella. E tan
presto que dixeron esto, vieron dos caua-
lleros armados: el vno venia de Camaloc, y
el otro yua alia, e toparon en vno derecha-
mente do ellos yazian. E los caualleros se
conoscieron, e hablaron el vno con el otro, e
dixo aquel que venia para Camaloc: «¿Que
nueuas traedes?» «No vos traygo ningunas,
dixo el, con que me plega, que el rey Artur
es poderoso de amigos y de caualleros, e assi
ha consigo los coragones de los honbres; e es
tan amado y de tan buena parte, e tan des-
pendendor y de tan buen donayre, assi que
todos los reyes de las insolas viniessen sobre
el, con esto no los preciarla en dos hauas. E
por esto me torno a mi señor, y dezirle he
que desta habla que comengo, que la dexe,
que no la puede acauar, e no ha en el mun-
do gente por que el rey Artur pueda ser des-
baratado ni echado de su tierra; e mas podria
el rey Artur nozir a el, que el al rey Artur;
e tales son las nueuas que yo trayo a mi se-
ñor el rey. E vos ¿do ydes?» dixo al otro.
«Yo voy, dixo el, alia donde vos venidos: a
casa del rey Artur, e pienso q\ie esta guerra
sera muy ayna acabada, tan presto que yo
ay llegue» . «¿E como puede esto ser?» dixo
el otro. «Esto vos diré yo muy bien. Yo
traigo aqui vna redoma llena de pongoña,
tan marauillosa, que no [hay] honbre en el
mundo que tan presto que la guste, que luego
no muera; e ay en la corte del rey Artur vn
cauallero que el mucho ama y es mucho su
priuado, que prometió a mi señor que le da-
rla esta ponzoña tan presto que ge la yo lie-
uo
LIBROS DE caballerías
uasse, e yo lleuogela, e agora veremos que
fara el» . «Agora vos guardad, dixo el otro
cauallero, que no os lo entiendan, ca pues
honbre lia de liazer traycion, conuiene que
la faga tan sesudamente e tan encubierta,
que ninguno no la pueda entender fuera de
aquellos que la han de fazer». «Xo os pese,
dixo el otro, que nos lo faremos tan sesuda-
mente, que ninguno no lo sepa fasta que sea
fecho, e si Dios quisiere, vos oy redes dende
tales nueuas, que toda nuestra tierra sera
dende loada». «No se, dixo el otro, como vos
dende auerna; ca si yo fuesse que vos, ende
no me entremeterla, ca no puede ser que vos
lo no entiendan y que no seades ende escar-
nido, e por esto vos loarla mas de os tornar
que no de yr alia» . Y el dixo que no tornnria,
(]ue el pensaua bien e ligeramente acabar lo
que auia comentado. <Agora os encomiendo
a xjíos, dixo el otro, quando no queredes por
mi consejo creer; e no me pongades por ende
culpa si os ende mal viniere» . «E no ayades
miedo», dixo el; e partiéronse el vno del
otro, y el que venia de Camaloc fuesse por
el camino de la montaña, y el otro para Ca-
maloc. E quando ellos fueron alongados vn
poco, dixo la donzella al re3'Pelinor: «¿Aueys
oydo todo lo que aquellos dixeron?» Y el
dixo: «Ay donzella, ¿03'stes vos estos manda-
deros?» <Si», dixo ella. «Bien sabed, dixo el,
que Nuestro Señor Jesu Christo quiso que
dormiessemos aqui para oyr estas nueuas, e
dezirlas hemos al rey Artur; assi que no
plaze a Dios que assi muera, demás por tan
grande deslealtad; assy me ayude Dios, dixo
el rey Pelinor, mucho fue esta fermosa aven-
tura. Mucho me plaze que ya oy esto, que,
si Dios quisiere, yo lo diré al rey Artur,
porque este no le pueda nozir jDor tan gran
traycion». «E agora, dixo ella, no es menes-
ter de tardar, porque vamos, que seamos ay
ante de la hora del yantar, que se verdade-
ramente que este es desleal cauallero e que-
rría hazer esta traj^cion quando fuere guisa-
do»; y el rey pensó vn poco, e después res-
pondió: «Ya no ayays dubda ni pesar, que
Merlin el sesudo profeta es en la corte, e no
sofrira en ninguna guisa que el rey fuesse
assi traydo, ca lo ama de coraron». «¿Como?,
dixo la donzella, ¿el sesudo Merlin es en la
corte?» «Si», dixo el. «E, dixo ella, pues
no ha el rey que temer, que sabe el quanto
se faze de dentro e de fuera del reyno, e por
esto pienso verdaderamente que fallaremos
este muerto y el otro que fablo con el tanto
que lleguemos a la corte». «Yo lo assi pien-
so», dixo el rey. Y estonces dexaronel fablar
e tornáronse a dormir otra vez, e durmieron
hasta en la mañana; y estonces despertaron.
y el rey Pelinor se leuanto luego y enfreno
y ensillo las bestias, e armóse, e hizo sobir á
la donzella en su palafrén, y después tomo
su escudo e su lauca, e subió en su cauallo,
y entraron ambos en su camino; estonce an-
duuieron tanto, que hallo a la fuente donde
estaña la donzella que le dixera e rogara
mucho que tornasse, e que fablaria con el, e
fallo el cauallero muerto e la donzella; y es-
taña comida de bestias y de aues, saluo la
cabega e los huessos. E quando el rey Peli-
nor esto vido, ouo muy gran pesar, e dixo:
«Ay Dios, esta donzella murió por falta de
mi ayuda, e si yo tornara quando ella me
llamo que la acorriesse, no muriera ella assi;
por Dios yo me siento por ende por pecador,
y esta malauentura me contecio por mi pe-
cado, y esta donzella y este cauallero fueron
muertos por mi» . Estonce comencé de fazer
su duelo muy grande, y pesóle dende mu-
cho, assi que bien quisiera ser muerto, y lla-
móse catiuo e malauenturado mas que todos
los otros caualleros, e la donzella, que esto
vio, ouo dende gran pesar, que preciaua al
rey de seso e de cortesía y de ensañamiento
y de caualleria sobre todos los caualleros que
nunca viera; e bien era preciado en aquel
tienpo, que no auia en el mundo mejor ca-
uallero. E la donzella. en que le vio tal
duelo hazer, a quien preciaua mucho, dixole:
«¡Ay señor! ¿que es esto que fazedes, que
nunca vi honbre de tan pequeño coraron
como vos soys, que llorays por muerte de
vna donzella? No lo fagays, que no es bien,
e, cierto, honbre bueno no lo oyra que no vos
tenga por malo»; y el respondió con gran
pesar: «Cierto donzella, si yo fago duelo no
es gran marauilla, que yo conozco verdadera-
mente que esto me vino por mi pecado» . «E
por vos matar, dixo ella, ya fecho es, e bien
podedes pensar que es lo que dende hagades,
que del duelo no vos viene sino mal» . «Ver-
dad es, dixo el, mas pésame porque me
siento dende por culpado: mas consejadme
que ay faga». «Vos, dixo ella, lleuaredes la
cabeca de la donzella fasta en la corte, que
sepan esta marauilla, do sera soterrada», e
mostróle la hermita do estaña cerca de la
la peña. Y el dixo: «Este es el mejor con-
sejo que yo veo», e dio la cabega a la donze-
lla, que la lleuasse ante si colgada en el
arzón de la silla, y el tomo el cauallero, e
púsolo ante si, y llenólo a la hermita, e fallo
que el hermitaño no auia cantado missa; y el
rey Pelinor decendio ante aquel pequeño
lugar de la capilla, e metió ay luego dentro
el cauallero, mas no sabian en qual guisa
fuesse muerto; e rogóle que le fiziesse aque-
llo que entendía que era derecho. Y el hon-
BALADRO DEL SABIO MERLíN
Ul
bre bueno vino, e dixo que después que can-
tasse la missa que lo soterraría en la capilla,
assi que le no podvia mayor lionrra tazer. E
dixole el rey: «Mucho dezides bien»: e todo
assi como el hermitaño lo dixo, assi lo hizo,
e desque lo ouo fecho, agradeciogelo mucho
el rey. e partióse dende con su donzella, e
fueron fablando en lo que les plazia, hasta
que llegaron a Camaloc a hora de bisperas.
E quando los de la corte los vieron venir, el
sano e alegre con la donzella, recibiéronlos
honradamente, y el rey Artur fue contra el,
que mucho lo amaua; e desque fue desarma-
do, tomo a la donzella por la mano, e dixo al
rey Artur: «Yeys aqui mi demanda» . «Cier-
to, dixo el rey, Dios sea loado por ende, que
nunca oy de honbres que tan bien auiniesse
como a vos todos tres que de aqui salistes,
que no ay tal, a Dios gracias, que no tornas
se sano e ledo, e no acabasse su demanda a
su voluntad» .
Cap. CCCXXn. — De como el rey Pelinor
llego a la corte del rey Artur, e le contó lo
que le acaescio en su auentura, e como el
cauallero traya la redoma de aguapara con
que muriessc.
Estonces truxeron los sancto^ euangelios,
e juro el rey Pelinor como los otros. Y el
rey Artur le dixo que contasse como le aui-
niera en su demanda; y el rey Pelinor lo
contó todo quanto le auiniera, e como oyó
fablar de su muerte. «Por Dios, dixo el rey
Artur, ya mas bien estamos por Merlin, que
nos lo descubrió todo, y están quemados
aquellos que tal traycion querían fazer» . E
assi contó al rey Artur el rey Pelinor que
passara según el cuento lo ha deuísado; e
mostróle la cabeca de la donzella que lo lla-
mara, e como la hallara muerta a la venida,
y el pesar que por ella ouiera. «Cierto, dixo
el rey Artur, derecho es que mucho sodes
culpado, que bien creo verdaderamente que
si vos entonces tornaredes, que no fuera
muerta la donzella, que hallara algún con-
sejo en vos». Y el rey esto diziendo, llego
Merlin, e dixo al rey Pelinor: «¿Sabedes
vos quien es la donzella?» «Cierto, dixo el,
no; y es la cosa que mas de grado querría
saber, si ser pudiesse;» e Merlin comento
a pensar, e dixo: «Cierto, señor, este es gran
daño, que vjs soys tan desauenturado a las
vezes, que, assi Dios me ayude, no se en la
casa del rey Artur tan buen honbre como a
vos, ni en quien fallassen que menester fues-
se tan gran lealtad como en vos. Esto no
pienso que es por vuestras obras, mas sien-
pre Nuestro Señor es de tal costunbre, que
mas enbia a los honbres buenos e a los dere-
chos señores pesar en este mundo, que non
a los malos; y esto vos deue confortar en esta
mala ventura que vos aniño». «Cierto, Mer-
lin, dixo el rey Artur, dezides verdad; j este
consejo es bueno e leal, que sienpre assi
auiene como vos dezides». E dixo el rey Pe •
linor a Merlín: «Señor, por Dios, vos, que
sabedes todas las cosas, dezidme lo que vos
pluguiere desta auentura; e si me hazeys
ende cierto, mucho me hareysel coraoon
mas alegre de quanto lo agora es». «Yo se,
dixo Merlín, lo que me queredes preguntar;
sofridvos, que yo os lo diré; mas dezirvoslo
he tan escuramente, que lo no entenderedes
esta vez, pero todo lo entendereys después.
Yos quereys que vos diga cuya es la cabeea
que vos truxistes; yo vos lo diré, mas no vos
diré su nonbre, ni su madre, mas dezirvos
he vna palabra por que las podades conocer
si fuerdes sesudo. Miembresevos que erades
agora dos años en Mentor, vna vuestra cib-
dad, e teniades ay corte muy rica e mara-
uillosa, e vino ay gran caualleria de lexos y
de cerca». «Bien me miembro, dixo el rey
Pelinor; nunca fue mas alegre como aquel
dia». «Bien puede ser, dixo Merlin; e vna
vez os diré, dixo Merlin, por lo que vos esto
dixe quando estauades a vuestra mesa ves-
tido de vuestros ricos paños e vuestra corona
en la cabeca, y que vos dieron todos los man-
jares, e vino ante vos vn loco que os dixo:
Rey, quita essa corona de la cabeca, que no
te esta bien, e si no la tirares, bien te la tirara
el hijo del rey muerto, e assi la ¡lerderas, e
no sera gran marauilla que por tu maldad e
por tu perexa dexaras tu carne a los leones
comer; assi que tu mismo seras metido en
poder de oiré, c por ay lo sabreys vos y el. E
assi os dixo el loco la significación, y el no
sabia mas de lo que le venia a la boca».
«Cierto, dixo el rey Pelinor, todo esso me
dixo, e bien conozco vna i)ieca de verdad de
lo que me dixo que entraría en poder de otre,
que soy en poder y en conpañia de mi señor
el rey Artur. mas de lo que dixo que daría
mi carne a comer a los leones, esto no se que
se es, si vos no lo sabeys». «Agora, dixo Mer-
lin, saberlo hedes. No vos dixo cosa que assi
no vos auerna. E dixovos que el fijo del rey
muerto vos quitara la corona; si no vos aui-
niere míentevos ; e cierto , quando esto a\ii-
niere, sera gran daño en el reyno de Lon-
dres». «A mi no me dezides, dixo el rey, lo
que os pregunto: ¿Quien fue la donzcílaV»
«Y'o vos dixe dende tanto, dixo Merlin, como
puedo; e bien sabed que quando lo supierdes,
que nunca tanto pesar ouistes; e avn que vos
diré mas si no vos pesare^^ . Y el rey Pelinor
142
LIBROS DE caballerías
auia gran sabor de lo saber, e rogóle por
Dios que ge lo dixesse. «Bien sabedes vos,
dixo [a] Merlin, que no ha cosa por que me
ensañe, que bien se que no me dezides cosa
por mi mal» . «Cierto, verdad es, e quiero vos
lo dezir, pues tanto me lo rogays; ¿Oystesvos
lo que la donzella vos dixo ij[uando passaua-
des? y ella vos dixo: Ay cauaUero malo soher-
uio-so, Dios te faga tanto hiuir, que ayas tan
gran menester e ayuda como yo agora la lie;
e que ayas tun gran pesar como agora lo he,
6 ruc^ues quando menester te fuere, e no
fallex ayuda mas de ([uanta yo la falle en ti;
y estoves dixo ella». «Cierto, verdad es»,
dixo el rey Pelinor. «E agora sabed, dixo
Merlin, que aquella era tan buena donzella,
e tan digna e virgen, que Nuestro Señor oyó
su ruego, e assi todo vos auerna como a ella
fizo; y estonce conplira vna palabra que os
fue dicha el dia que tomastes corona, e dezir
os he qual; e se que os membrara quando
vuestros ar9obispos vos coronaron, e oystes
missa, e fuystes ante el altar, e rogastes a
Nuestro Señor con lagrimas que os defen-
diesse que moriessedes por fallecimiento, y
estonce vino a vos vno que os reuelo, e fue
respuesta de Dios, e dixoos assi: Rey Pelinor,
a my fue dicha esta palabra» . «E sienpre ay
])ense, cada que me membrana, que no puedo
entender que es, e por ende rogarla a vos,
que lo sabeys, que me lo dixessedes», «Esto
no os diré yo, dixo Merlin, en ninguna guisa,
ca no a cosa por que descubriese la cosa que
el alto maestro puso a su voluntad de fazer;
e sabed que ningún honbre que en el mundo
biua no vos lo puede dezir, saino yo, o por
esto no lo sabredes tan bien como yo» . «Ago-
ra sera, dixo el rey Pelinor, de mi vida o de
mi muerte a la voluntad del que esto liaze,
que si el quisiere, perdonarme ha, e si qui-
siere, escaparme ha de todo peligro». E lue-
go le contó, e le comentaron a salir las lagri-
mas de los ojos, e Merlin le dixo: «Señor, no
ha menester de os desconortar, que no puede
ser que la voluntad de Dios no sea compli-
da». «Agora nos dexemos desto, dixo el rey
Artur, e fablemos de al e no vos pese por
muerte, que por aquella carrera nos conver-
na que passemos viejos e mancebos, que nin-
guno no escapara». Estonce dixo Merlin al
rey Artur: «Señor, fazed venir ante vos la
madre de Tor, vereys si es verdad lo que yo
digo; y el rey embio por ella, e tomóla de la
mano, e metióla en su cámara; e fizo ay en-
trar consigo al rey Pelinor, e a Tor, e a doze
de los mejores de su casa. Y después que se
asentaron, dixo Merlin a la dueña: «Vedes
aqui al rey Artur, que es nuestro señor, e vos
ruega que le fagades conoscer el padre deste
cauallero»; e demostróle a Tor. Y ella res-
j)ondio: «Señor, su padre conosce el bien, ca
es vn pobre labrador de tierra, que pienso
que ya alguna vez lo vido quando lo truxo
aqui a Tor para lo fazer cauallero». «Dueña,
dixo Merlin, no vos demandamos nos de
aquel que lo crio, mas del que lo engendro,
que bien sabemos nos por verdad que el no
salió de fijo de villano, mas de fijodalgo que
conozco yo mejor que no vos; e se bien la
hora y el termino en que el fue engendrado,
y dezirlo he al rey e a estos señores si vos
no lo quereys dezir» . Y estonces fue la dueña
muy sañuda e muy espantada, y enberme-
jeciose con vergüenza, e dixo: «¿Como aue-
des nonbre, señor, que vos loades de dezir
la verdad de mi fazienda?» «Ay dueña, dixo
el, yo he nonbre Merlin, e quanto mas me
vierdes, tanto menos me conoceredes» . «Cier-
to, dixo ella, yo os creo ende bien, quel dia-
blo ha tal poder de se mostrar en todas gui-
sas e formas y en tantas maneras, que no
ha honbre tan osado que no engañe a las
vezes; e yo se bien assi como rae dizen que
vos f uestes fijo del diablo; por esto no sera
marauilla que yo no os conociesse luego,
quel diablo ha esta costunbre: que se encu-
bre lo mas que el puede» . Y" estonce se co-
men9aron a reyr quantos ay estañan, e a ba-
tir sus palmas. E dixo Merlin: «¿Que dezis
desta dueña? Y''o no puedo dende cosa dezir
sino que es buena dueña, e dize verdad, mas a.
no quiere conocer lo que digo, pero yo le
diré que lo oya ella;» y ella respondió, e
dixo: «Agora veo, Merlin, que no soys de
natura de los otros diablos, y esto sabemos
nos bien, e dezirvos he por qual razón: que
el diablo quiere quel pecado de cada vno sea
bien encubierto, assi que no salga por boca
del peccador si no fuere por escarnio o j)or
prefacio, e vos queredes que vos descubra el
mió, e yo descubrirlo he, mas sabed que por
ende no vos dará Dios grado, ca lo no haze-
des por amor deí, ni por emendar a mi, sino
por mostrar vuestro saber». Y estonces dixe-
ron los ricos lionbres; «No nos semeja esta
dueña sesuda» . «Si ella no fuesse tan sesuda,
dixo Merlin, e tan buena dueña como es, no
le sufriría que me dixesse lo que me dize» .
Estonce dixo la dueña al rey Artur: «Cierto,
señor, no mentiré, ante vos lo diré todo,
pues a dezir me conuiene. Sabed que Tor mi
fijo no es de mi marido, ante lo fizo vn ca-
uallero aquella semana mesma que yo fui
casada, que yugo comigo en vn prado mal
de mi grado; esto sabe Dios que nunca supe
quien fue el cauallero, ni oy nueuas del, e
sabed que me vno virgen, e no auia mas de
quince años». A esto dixo el rey Artur:
BALADRO DEL SABIO MERLIN
143
«Dueña, por esto que tos dezides, no me pa-
rece que vos sabedes quien fue su padre de
Tor». «Cierto, dixo ella, no». Estonce co-
men90 Merlin a rejv, e dixo: «Si vos lo mos-
trasse, ¿conocerlo yades?» «No, dixo ella,
como yo pienso que lo nunca vi sino vna vez,
j esto ha gran tienpo que fue» . E Merlin le
dixo: «Sabed que esta ante vos». E tomo al
rey Pelinor por la mano, e dixole: «Yedeslo
aqui».yella se embermejeció, y el otrosi
con vergüenza. E Merlin les dixo: «Nunca
mas dudedes que assi es; e yo vos diré, dixo
al rey Pelinor, nueuas e señas por que co-
noscereys qiie es assy verdad; que vos la
fallasteys cabe vn mato pequeño, y estaua
cabe della vn galgo e vn mastin, e vos fizie-
rades yr a vuestra conpaña delante vos. por-
que fuerades a fablar de consuno con vn
hermitaño, y esto fue a tres trechos de ba-
llesta de vn castillo que ha nombre Amiat.
E quando la vistes tan fermosa, apeasteos, e
distesle el cauallo a tener hasta que os desar-
mastes, e dormistes con ella dos vegadas,
faziendo ella muy gran duelo; e después que
fezistes con ella vuestro plazer. dexistesle:
Yo lyicnso que quedays ¡jrcñada; después
armastesvos, e subistes en vuestro cauallo, e
quesistesla con vos llenar, mas ella no quiso,
antes comen90 de fuyr como pudo, maldi-
ziendovos mucho. E quando vistes que no
queria yr con vos, tomastesle el galgo, que
era todo blanco, y leuastesgelo, e dexistele
que lo guardariades por amor della; e assi
vos auino. Agora sabed que os digo la ver-
dad». Cierto, dixo el rey Pelinor, no men-
tistes en cosa de todo; assi contescio». Y en-
tonces dixo Merlin a la dueña: «¿Pareceos
que os digo verdad?» Y ella dixo: «Si vos no
dixessedes verdad, mentirían los honbres
que dan testimonio que vos dezides verdad
en todas las cosas» . «¿E conosceys ya este
honbre?» dixo Merlin; y ella dixo: «Si, por
aquella señal que tiene en la siniestra faz,
de que estonce sanara nueuamente» . E Mer-
lin dixo: «¿Creedes vos agora muy bien si
este es el padre de Tor?» «Si, dixo ella, ver-
daderamente lo se» . Y estonce dixo Merlin a
Tor: «Agora podedes ver y conoscer que no
soys fijo de villano, mas cierto, dixo el, si
fuerades de natura de villano, no ouierades
talante de caualleria, e mas no puede ser
que fidalguia no se demuestre ya tan ence-
rrada no sera» . Y estonce dixo Merlin al rey
Pelinor: «Agora auedes tanto ganado como
perdistes, ca vos cobrastes vno por otro;» y
el rey Pelinor rogo a Merlin que ge lo fiziesse
mejor entender. «Yo no vos lo diré, dixo
Merlin, ni vos no ganariades nada si agora
vos lo dixesse, mas tanto vos digo bien que
este es vuestro hijo, e amaldo e honraldo,
que bien sabed que se mostrara por vuestro
fijo en caualleria, assi que, si luengamente
bine, no aura en esta casa sino pocos mejores
eaualleros que el» . El alegria fue muy gran-
de entre quantos ay cstauan, y el rey Peli-
nor se fue a Tor, e Tor a el, y beso el hijo
al padre, y el padre al hijo; e dixo Tor que
se tenia por bienauenturado en que el rey
era su padre; y el rey dixo que se tenia por
rico en que Tor era su fijo y que todo bien
auia en s\i comiendo, que bien sabia que no
faltarla de ser honbre bueno si luengamente
biuiesse; e la dueña, que esto vido (jue assi
era, despidiosse del rey Artur, e después que
bendixo a su fijo, dixole: «Vos tuestes naci-
do en pobreza. Nuestro Señor vos ama tanto
que os quiere poner en alteza y en buena
andanya; nunca vos oluidedes a el, que bien
sabedes que si vos a el oluidades, como el es
poderoso de vos al§ar, assi es poderoso de
vos abaxar e tornar a nada. Y esto deueys
vos bien mirar; que el vos dio esta anima a
guardar, e si ge la vos dierdes tal qual vos la
el dio, tenervos he por bueno e por su ca-
uallero, e si la metierdes en poder de otro,
e la dierdes al diablo, cierto mas os valdría
ser pobre labrador como vno de vuestros her-
manos» . Y Tor respondió: «Señora, yo pen-
sare bien della, si Dios quisiere;» y ella se
partió de la corte, e fueron con ella muchos
honbres buenos; y el rey Pelinor le fizo des-
pués mucho bien. Mas agora dexa el cuento
desto, e torna a la donzella, que mucho ha
dende que fablai .
Dize la historia que. quando la madre de
Tor se partió de la corte, que pregunto el
rey Artur a la donzella ca9adora, tan presto
que le dio los galgos y el sabueso e la cabera
del cierno, dixole a la donzella: «¿Somos
quitos bien de vos?» «Cierto, dixo ella, no
pienso que tan bien lo pudiessedes ser que
no me faltassedes cosa de quanto aqui truxe,
e quierome de vos despedir, e yrme he a mi
tierra». «Ay donzella, dixo el rey, antes
folgaredes aqui con las dueñas e con las don-
zellas de la rey na, y yo vos digo que seredes
seruida e honrada tanto mas que la mas alta
dueña que aqui ay; e assi Dios me ayude
vos lo deueys ser bien» . «Assi Dios me ayu-
de, dixo Merlin, que vos ay faredes derecho
si vos supiessedes quien es como lo yo se»;
y estonce se llego Merlin al rey e dixole
como era muy buena donzella, e muy sesuda,
y que era fija de rey e de rey na; «e yo os
digo que sjreys de todo el mundo loado si lo
fizierdes bien». Y el rey Artur dixo que toda
honra e todo amor le faria. E luego rogo a la
reyna que la tomasse consigo y le fiziesse
lU
LIBROS DE caballerías
honra s'"^" ^ todas las de su casa; e la reyna
dixo ñuc assi lo faria muy de grado. Y tanto
le rogaron, que ella otorgo que quedaría vna
partida de tiempo. E la reyna le pregunto
como auia nonbre de baptismo. Y ella dixo
que Xemina, e que era hija de un alto hcn-
bre de la pequeña Bretaña, mas no quiso
dezir que era fija de rey. Y sepan todos los
que esta hystoria oyeren, que esta donzella
fue llamada la donzella del Lago, aquella
que crio a Lancarote gran tienpo despiies, y
que por ende ouo nonbre después Lanraroic
del Lago, assi como la grande historia de
Langarote lo deuisa; mas esta historia del
sancto Grial no fabla del mucho ante según
otra carrera.
Cap. CCCXXm. — Como McrUti contó al re¡)
Artur quien era In donzella que el rey Pc-
linor aiiia dexado morir.
En la gran mañana, después que el rey
hizo quedar a la donzella en casa, llamo a
Merlin a vna parte, e dixole: «Ruegovos que
me digades quien fue la donzella donde el
rey Pelinor traxo la cabera». <;Ay señor,
dixo el, direoslo, que bien se que no me
descubriredes» . «No, dixo el rey Artur, sin
falta» , «Agora, dixo ]\Ierlin, sabed que aque-
lla donzella era su hija, que venia de su
corte por fablar con el. E aquel cauallero
que ante ella estaua. era su primo cormano,
e partiera de su tierra con ella por la guar-
dar fasta aqui, e por esto le dixe yo que auia
tanto ganado como perdido, cobrara fijo por
fija;» y el rey Artur se santiguo desta mara-
uilla, e dixo que era gran malauentura.
<Mas agora me dezid, dixo el rey Artur a
Merlin, si os plaze, ¿que quiere dezir lo que
le dexistes? Como tu fallesceras a tu carne,
assi tu carne fallescera a ti, y esto sera por-
que morirás mas ayna-¡>. «Ay señor, si os
dixesse quanto, dende mucho mal seria, que
vos soys mancebo, e no lo sabriades encu-
brir». «Cierto, dixo el rey, cosa no me diria-
des que vos descubra, e si enterdierdes que
vos descubriré, no me lo digades». «No, di-
xo Merlin, mientra yo cstuuiere con vos,
mas quando me partiere de vos, e no me
vierdes ni me eonocierdes qual amigo aueys
en mi perdido, estonces vos oluidareys muy
presto; mas después verna tiempo que vos
querriades auer perdido toda la mitad de
vuestro reyno que me touiessedes cabe vos» .
cVerdad es, dixo el rey, esto se yo muy
bien, que quando vos murierdes, que jamas
no morara sesudo hombre en el mundo ni
que tanta pro faga. Mas agora me dezid
esto que os pregunto». «Yo vos lo diré, dixo
Merlin, mas por pleyto que nunca me des-
cubrades fasta que sea fecho». «Bien vos
lo prometo», dixo el rey; e Merlin dixo: «La
palabra fue tal: Assi como tu fallesceras a tu
carne, assi tallecerá tu carne a ti. A so carne
fálleselo; esso sabedes muy bien por lo que
yo vos conté dende, ca falleció a su fija, y
verna vn dia, ante de doze años, que en-
trara en vna demanda e fallara en vna ño-
resta el fijo del rey muerto, y sera aquella
hora llagado de muchas llagas, assi que el
fijo del rey muerto lo fallara tan mal trecho
e tan cansado, conbatirse ha con el, y de-
xarlo ha en el camino medio muerto, e yra
desmayado desde medio dia fasta hora de
bisperas. Y" después que assi cstuuiere tanto
desmayado, abrirá los ojos; estonce vera ve-
nir contra si dos caualleros armados, el vno
sera Quean, vuestro mayordomo, y el otro
Tor, y Quean yra seyendo ante Tor, e Tor
yra em pos del. E quando el rey Pelinor
viere su hijo, darle ha bozes: Tor, buelue,
fijo, no vayas em pos del cauallero, mas tor-
na agora, que te he menester; e Tor lo oyra
muy bien, e lo entenderá, mas no pensara
que sea su padre, ante pensara que ge lo de-
zia por escarnio, e passara por el que solo no
lo mirara. Y el rey Pelinor quedara que no
se podra tener; e quando viniere la noche,
tornara por ay el fijo del rey muerto, e assi
como las malas andanzas suelen venir a4os
honbres, e conocerá al rey Pelinor, e tajarle
ha la caber-a, que otra merced y no aura».
«Cierto, dixo el rey, esto sera gran daño, e
si yo lo pudiesse est ornar, estoruarlo ya sin
lo dezir a ninguno» . «Tanto lo podeys estor-
uar, dixo Merlin, quanto podeys estoruar
el niño que no biuiesse e que no suliesse a
saluo del peligro de la mar, por quien esta
tierra ha de ser destruyda». «¡Como! dixo
el rey Artur, ¿no es muerto?» «No en ver-
dad, dixo Merlin, ante lo cria vn vuestro rico
hombre con vn su hijo, e guárdalo muy bien,
e son los niños de vna edad, e avn vos digo
mas: sabed que aquel niño de que os fable,
matara aquel niño con quien es criado, e
agora mirad que crueza;» y el rey santiguó-
se, e dixo: «Maldita sea la hora en que aquel
niño fue engendrado, que en toda guisa se ha
de fazer malo mas que los otros niños;» e
dixo el rey: «Metidos fueron en la mar,
¿como dezis vos que son biuos?» E Merlin
dixo que eran biuos, y que no peligraron
«ca los fallo vn rico onbre, e metiólos en
vna su torre, e fizólos muy bien criar e amo-
Ios mucho;» e dixo el rey: «¿Es cerca de
aquiV» «No, dixo Merlin, antes es lexos».
Mucho fablaron en muchas cosas aquella
tardé cutre el rey e Merlin. E después fue-
BALADRO DEL SABIO MERLIN
Wi
ronse acostar, Merliii oii vna cámara, y el
rey en otra con la rey na. E Blaysen era en
Camaloc. E Merlin le dixo de las auenturas
como aninieron, e gran pieca de las que anian
de venir. Assi que el bien ordeno su libro,
assi que fue licuado arriba ante que Merlin
partiesse de la (xran Bretaña. E Merlin se
llego muy de grado a la conpaña de la don-
zella caeadora, que llamauan Nemina, e
tanto se fue aconpañando con ella, que la amo
muy mucho, que sabed que era muy fermo-
sa, e no auia mas de quinze años, y era muy
sesuda para ser de su liedad; y ella entendió
que Merlin la amana, e fue dende muy span-
tada, que ella no auia sino gran miedo que
la escarneceria por su encantamento y de
dormir con ella por su sueño, lo qual no auia
muy gran talante, que no auia cosa en el
mundo por que el fiziesse cosa que a ella pe-
sasse ni ouiesse saña. Y en tal guisa fue la
douzella en la corte del rey Artur bien quatro
meses. E Merlin la yua a ver cada dia, como
aquel que la amana muy de coracon. E quan-
do ella lo vio muy cuy dado por si, dixole:
«No vos amare en ninguna guisa, si no me
prometeys que me enseñareys, de los encan-
tamentos que vos sabeys, los que yo quisie-
re;» e Merlin comento a reyr, e dixo: «No ha
cosa en el mundo que yo supiesse que no os
la enseñase, porque no ha cosa en el mundo
que tanto cobdiciase como a vos». «E, pues
tanto me amays, dixo ella, yo quiero que
me juredes con la vuestra mano diestra, que
no fareys cosa por encantamento, ni por al,
donde vos cuydays que me sea pesar ni
saña». Assi acompaño la donzella con Mer-
lin, empero no en tal guisa que ella ouiesse
cosa con el, mas el atendía que ella lo fizies-
se por su grado e que el ouiesse su virgini-
dad, que el bien sabia que era virgen. E co-
mencola de enseñar tanta de nigromancia e
de encantamentos tanto, que supo dende asaz.
Y en este comedio aniño quel rey de Tuber-
landa, vn rey no que comarca con la pequeña
Bretaña, enbio al rey Artur sus cartas, que
dezian assi: «Rey Artur, yo, assi como ami-
go vos ruego, e por amor, qiie me enbieys
ha Nemina mi hija con estos caualleros
que os enbio, e gradecervoslo lie mucho, e
quanto bien e quanto amor le aueys fecho».
E quando el rey Artur vido las cartas, fue
a la donzella e dixole: «A^uestro padre enbia
por vos, ¿quereys yr o fincar?» «Ay señor,
dixo ella, quiéreme yr, pues <pie por mi
bien enbia». «Mucho dezides bien, dixo el
rey, e si no fuesse por vuestro padre, mas
me plazeria que fincassedes que no de os
yr, que mucho me pago de vuestra com-
pañía». «Ay señor, dixo ella, Dios vos lo
LIBROS VE CABALLERÍAS. — 10
gradezca, c sabed que si yo quisiera fin-
car fuera de casa de mi padre, no ay casa en
el mundo do mas de grado fincasse que en la
vuestra; e cierto, mucho ha ay gran razón
por que lo faga, mas pues que mi señor e mi
padre quiere que me vaya jjara el, yrme he
})or cumplir su voluntad». «Esso es lo me-
jor, dixo el rey Artur, mas mucho vos amo
e precio». Assi acaescio que se partió Nemi-
na de la corte del rey Artur, para yr a su
tierra. E bien vos digo que peso mucho a la
reyna e a las donzellas, e a todas se fazia
ella amar. E aquella tarde vino Merlin a
ella, e dixola: «Amiga, ¿queredes vos yr?»
«Si, dixo ella; e vos ¿que faredes?, ¿quere-
des vos yr comigo?» Y esto dezia ella, por-
que pensó que en ninguna guisa no querría
yr con ella. «Cierto, dixo Merlin, sin mi no
podedes yv que yo no vaya con vos a vues-
tra tierra, y estonce, si vos pluguiere c[ue
finque con vos, fincare, si no, tornarme he,
que no ha cosa en el mundo que a vos plu-
guiesse que yo recelasse». E quando ella
oyó que quería yr con ella, pesóle mucho,
que ella lo desamaua de cora(;on, mas no lo
osaua mostrar, antes fazia que le plazia, e
agradecióle mucho por que dezia que queria
yr con ella; e otro dia de mañana la donze-
lla oyó misa, e caualgo con ella Merlin, mas
no se despidió, que bien sabia que no lo de-
xaria yr el rey. E quando se partió de Ca-
maloc, anduuieron tanto por sus jornadas,
que allegaron a la mar, e allegaron a la pe-
queña Bretaña, e salieron en tierra, e pas-
saron por la tierra del rey Ban de Benoin,
que si no fuera por Merlin, que yua con
ella, ouiera muy gran miedo, que era eston-
ce la guerra muy grande entre el rey Ban
de Benoin y el rey Claudeon de la Desierta.
Assi que ninguno no osaua por ay andar se-
guro. E aquel dia fue la donzella e la virgen
a vn castillo del rey Ban de Benoin, que es-
taña en vna peña muy alta e muy maraui-
llosa; y era aquel castillo vno de los mas
fuertes que hombre sabia en toda aquella
tierra, e dezian que el rey Ban que no era
en el castillo, ante era en otro cerca de alli,
donde mantenía la guerra contra el rey Clan-
des; mas la reyna su muger, que llamauan
Elena, ora alli, y esta era la mas fermosa due-
ña y [do] mejor donayre y mejor a Dios e al
mundo que honbre sabia en la Cran Bretaña,
e mas leal a su marido; e no auian mas de vn
hijo, que auia vn año e no mas de su edad; y
era la mas fermosa criatura del mundo. E
llamauanlo los de la casa, por amor. Langa-
rote, mas el auia [por] nonbre de baptismo
Gralaz. La reyna Elena, tanto que conoscio
a la donzella de Nontuberlanda, pingóle mu-
310 (
146
líbeos de caballerías
cho con ella y recibióla muy bien, (mas,
vosotros que este cuento oydes, no creays
que este Nontuberlanda donde tos fablo es
la que esta aqui entre el reyno de Londres
y de Gosra, mas esta Nontuberlanda esta en-
tre Bretaña la pequeña e la otra grande); e
mucho plugo a la reyna Elena con la donze-
11a, como vos ya dixe. Y desinies que ouieron
comido, hizo traer su hijo, que lo viesse la
donzella. E quando la donzella lo vio, dixo:
«Cierto, fermosa criatura es», e dixo: «Si tu
puedes biuir tanto que vengas a edad de
veynte años, tu seras el que no auras entre
las otras hermosas» ; e a esta palabra se rio
Merlin e los otros todos. Y Merlin se llego a
la donzella, e dixole: «El biuira mas de cin-
cuenta años, mas en algún tienpo no sera
tan loado de hermosura como de caualleria,
tanto que lo no cuydades ni lo podiades
cuydar que ante del ni después fuesse atan
buen cauallero como el sera;» y ella dixo:
«Bendito sea Dios que me dexo ver tan bue-
na criatura»; y besólo mas de cient vezes, e
las que lo criauan tomáronlo y leñáronlo
para su cámara, e la reyna dixo a la donze-
lla: «Cierto, mucho nos sera menester (j^ue mi
liijo fuesse mayor de lo que es, que siempre
auemos guerra con vn nuestro vezino (|ue
nos faze guerra cada que puede» . «Ay due-
ña, dixo la donzella, ¿como ha nonbre?» Y
ella dLxo: <Claudes de la Desierta, el mas
desleal honbre que en el mundo aya, e Dios
me de del tal venganza quel mi coraron sea
vengado e alegre; que nunca tanto desame
a honbre». <;Ay dueña, dixo Merlin, no vos
desmayedes, que vos veredes, en la hora
ante que Lan5arote muera, que Claudes no
aura vn palmo de heredad en esta tierra, e
ante se partirá dende pobre, ca sera vencido
en campo fuera para otro reyno» . «Ay Dios,
dixo la reyna. si yo aquel dia viesse, no
querría mas bien en el mundo, que no ay
cosa que tanto desame, e hago derecho, que
ha tornado toda esta tierra pobre» . «Dueña ,
dixo ^Merlin, no vos desconortedes, que todo
esto assi verna como vos digo» . «Dios lo haga
assi, dixo ella, qiie assi seria yo alegre». Si
dixo Merlin de Claudes, e todo assi aniño
después, e lo vido la reyna Elena. Y la reyna
nunca pregunto quien era; que no cuydaua
que jamas viniesse Merlin [a] aquel castillo
con su conpaña; e tanto anduuieron, que
llegaron a vna deuisa pequeña, mas era la
mas fermosa cosa e la mas sabrosa que auia
en toda Francia y en la Bretaña, y llama-
uanla deiiisa del ralle, porque en medio de-
11a estaña vn valle. E quando llegaron a
la deuisa, dixo Merlin: «Vedes aqui el lago
de la dueña, do muchas vezes oystes fablar».
«Si. dixo ella, e mucho me plazeria de ver
la casa de la dueña, porque amo toda su
vida el sabor del monte y de la ca(,'a como yo
agora». «Vayamos, dixo el, que yo vos lle-
nare»; y estonces se fueron por el valle,
atante que llegaron a vn valle muy alto e
bien grande, e Merlin le dixo: «Vedes aqui
el lago de la dueña;» y estonces passaron
adelante, tanto que vieron vn padrón, e cabo
el padrón auia vn monemento de marmol.
«Donzella, dixo Merlin, en este monumento
yace Fanos, el amigo de la dueña, la qual el
amaua de tan soberano amor; y ella fue tan
villana, que lo hizo morir por la mayor des-
lealtad del mundo, e tal galardón le dio del
grande amor que le auia». «¿Y" es verdad,
dixo la donzella, que assi mato la dueña a su
amigo?» «Verdad es. dixo Merlin, sin falta».
«Agora me lo contad, dixo ella, como fue».
«De grado, dixo Merlin. Bien sabedes que
Diana rejmo en tienpo de Vergilio, vna
pieoa ante que Jesu Christo viniesse a la
tierra por los pecadores saluar, y ella amo
sobre todas las cosas el sabor de la ca9a del
monte; j desque anduuo cacando por todas
las tierras e por las montañas de Francia y
Bretaña, no fallo en ningún lugar que tanto
le pluguiesse como este , y quando aqui
[llego], e fizo sobre este lago fazer *sas, e
de dia yua a caoar, e de noche tornauan aqui;
en tal guisa biuio en esto vn grand tiempo,
que no fazia al sino caí,-ar e tomar venados, e
assi aniño que vn hijo de vn rey tenia esta
tierra en poder, e aniñóle que la amo por la
gran beldad que en ella vido, e porque era
tan buena e tan bina, e tan ligera, e tan su-
fridera de afán, que ningún honbre no po-
dría tanto afán sufrir de ca9a como ella; y
el no era aun cauallero, mas era muy fer-
moso e despierto, e amánalo tanto, que ella
se otorgo a su amor, e por tal pleyto que se
partiesse de su padre, e que otra conpaña
no quisiesse sino la suya. Y ella ge lo pro-
metió, e finco alli con ella» .
Cap. CCCXXIV. — A<jora comienza a contar
de como Merlin acompaño con la donx>eUa
del Lago, e de lo que del aprendido.
N'erdad es que ^lerlin fue fecho del dia-
blo, e bien se otorgan y todas las historias
antiguas que el fue el mas sesudo honbre y
el que mas supo en el mundo de las cosas
que auian de venir, saino Dios, e ninguno
no sabe hombre que tan marauillosamente
hablasse de las cosas pasadas e de las cosas
que auian de venir; reyes ni principes no
fueron en su tiempo^ ni cosa del mundo, que
BALADRO DEL SABIO MEIILIN
147
el no adeuinaua, e a cada vno qual fin auria,
mas sin falla por el gran ver que auia, fablo
tan oscuramente, que le no podría hombre
entender lo que dezia, porque dixo el en el
libro del sancto Grial que las sus profecías
no serian sabidas fasta que fuessen passa-
dos; ¿que vos diré? ¡tanto dexo de las cosas
que auian de venir, que fue llamado porplieta
de los yngleses! E aun agora assi lo llaman,
ca mucho sapo después, e de otre, e de su
muerte, e dixo el que muger lo matarla, y el
guáreselo de muerte a muchos hombres bue-
nos e a ssi mismo no pudo guarescer, j el
assi lo dixo; y esto auino en muchos luga-
res, e acaescio que los que son maestros e
sabios, que dan consejo a otros e profetan
al mundo, e a ssi no saben dar consejo ni
profetar lo que les aproueche a su muerte;
e assi acaescio a Merlin , que consejaua a
todo el mundo , y era mas sesudo, e a ssi
mesmo no pudo consejar ni profetizar, ca el
amo por su pecado a la donzella del lago, que
aquel tiempo era vna de las mas fermosas
del mundo; y era rica dueña e auia gran tie-
rra, y era natural de la pequeña Bretaña, e
de baptismo auia nonbre Nemina, e crio mu-
chos hombres buenos e buenas dueñas a que
fizo mucho bien. E quando ella vio que
a Merlin amana por su desonrra, comencé
aprender del todos los encantamentos que
sabia, e haziale gran infinta que lo amana
mucho lo qvie ella amauapoco; ¿que vos diré?
tanto hizo, que aprendió del tanto de aque-
lla sciencia, que sabia mas que hombre ni
muger que fuesse aquel tiempo, saluo Mer-
lin, que sabia mas, e sabia profetizar lo que
Merlin no sabia mostrar a otre y el la amana
de todo su coracon. T ella lo desamaua
quanto podia, que nunca m.uger desamo a
otro hombre tanto, e bien lo mostró en la
cima, pero con todo esto tanto le mostraua
ella de amor, que el creya que lo amana
mucho, e assi anduuieron vn gran tiempo, y
ella todavía aprendiendo del hasta que alle-
garon [a] aquel valle donde Bandemagus
allego después a las chocas que ellos hizie-
ran ('), y estando ally después, dixo la
donzella del Lago a Merlin: «¿Parescevos
este lugar bien estraño?», <^Si, dixo Mer-
lin; pero no es tan estraño que vos yo ay
no mostré la mas rica cámara e la mas her-
mosa que nunca vistes». «Ay Dios, dixo
ella, ¿quien podria hazer en tan estraño lu-
gar tan hermosa cámara como vos dezides?;>
«Cierto, dixo Merlin, yo vos diré como fue
ay fecha».
(') Véase el capítulo CCLXI, donde quedó inte-
rrumpida la narración hanta el presente.
Cap. CCCXXV. — Como Merlin contó a la
donxella del Lago en <¡ue nianera fue fecha
la cneua en que era la cámara.
Dyze el cuento, que dixo Merlin a la don-
zella del Lago:
«En esta tierra ouo vn rey poderoso que
auia vn hijo cauallero grande e hermoso,
que era de edad de quinze años en aquel
tiempo, e auia en esta tierra vn cauallero
l)obre que auia vna hija muy hermosa, e
amauala tanto aquel hijo del rey, que quiso
casar con ella e tomóla por muger. E quando
lo supo el rey, e fue muy sañudo, e dixo al
hijo: «Rapaz malo, loco, ¿assi quieres des-
onrrar e abaxar nuestro linaje? Cierto, si te
no partes desta locura, yo te haré tal escar-
nio que nunca seas de ver al mundo, ca ella
no es para ser tu muger qua,l tu deues auer,
e no ha cosa en el mundo por que querría que
lo fizíesses, ca a mí me seria muy gran
desonra y mengua; e porque se que en ello
pensaste, la fare matar» . Y el hijo fue tan
espantado, que no supo dar consejo; por tan
gran saña que auia con su padre, pensó mas
de guardar la donzella, que cuydo por esto
que la perdería; y pensó de se esconder con
ella, e tomo quanto auer pudo, que pensó que
ahondaría a el e a ella, e a dos escuderos,
e a vna donzella de quien fiaua, e sus cana-
neros, e sus canes; e viniéronse con ella para
aquí, porque sabía el que aquí adelante auia
vna gran peña que dizen Alpío, y en aquesta
peña auia vna gran ciieua e ninguno no en-
traña ay sino por ventura, e no andana ay
al sino bestias fieras. E dixo en su coraron
que assi se escondería con su donzella, e assi
como lo pensó, assi lo hizo, y después tomo
maestros de hazer casas lo mas escondida-
mente que pudo, e hizo fazer vna cámara en
aquella cueua, tan rica e tan fermosa que no
ay tal en el rey no de Londres, e fue toda
fecha a picos, e a escoplos de fierro en la
peña bina; y después fizóla pintar con oro e
azul e otras pinturas, tan apuestamente, que
era muy hermosa cosa de ver (').
Cap. CCCXXVI. — Como el infante e su
amiga hiuieron en la peña e los vino a
buscar el rey su padre.
«El cuento dize que después (jue aquel
infante ouo fecho su cámara, metió ay su
donzella, e dixo que fíimas no partiría de allí
mientra su padre biuiesse, y que ante que-
(') Hay un cuento en Las mil y uiui noches, el del
primer Kalenda, hijo de rey, que tiene singular ana-
logia con éste del Baladro.
US
LIBROS DE caballerías
ria perder quanto auia, que aquella donze-
11a; e assi biuieron en aquella cueua tres
años, que no salieron de aquella montaña;
assi, por la gran morada que alli fizo, saliendo
a las vezes a monte que los vieron algtmos,
dixeronlo a su padre. E qnando lo supo su
padre, llamo tres de sus caualleros, de quien
fiaua mucho, e fuelo a buscar aquella mon-
taña, e dixo [a] aquellos tres caualleros que se
no partiría de alli fasta que lo fallasse; e gran
tiempo lo anduuieron buscando e no pudie-
ron del saber nada, y desto no sabia el hijo
parte, e andauan vn dia a caca con canes e
con sus escuderos, e por ventura dixo el rey
[a] aquellos sus escuderos que fiiessen cada
vno por su parte, que mas ayna lo podrían
fallar que andando assi juntos. E dixo que a
la noche todos fuessen a vn castillo que ha
nonbre Arrechadera, porque estaua encima
de A'na fuente y peña, e los caualleros ñzieron
lo que el rey mando; y el rey se fue solo por
la montaña e atrauessola. y el assi andando
fallo vn sabueso en vn valle, que andana tras
vn cierno que leuantara su hijo; y el can
conoció al rey, y el rey nonbrole, que fuera
suyo y que lo leñara su hijo, porque era muy
bueno, y el rey llamólo, y el can, que lo
conocía de crianza, fue a el haziendo su ale-
gría, y el rey entendió por el can que vio
que su hijo no era muy lueñe de alli, y que
lo podria fallar por do el can fuesse; estonce
lo dexo yr, y el can, porque conocía al rey,
tuno que era libre de su ca(;a, e dexola, e
fuesse por el camino derecho para la posada
del infante y el rey em pos del.
Cap. CCCXXYII. — Como el reij mato la don-
cella amiíja de su hijo y se fue.
«(^Kiando el rey llego, el infante no era
alli, antes andana a caga como antes os dixe,
e quando el vio la morada de la cueua, e la
vio tan hermosa e tan rica, luego entendió
que su fijo moraua ay con su amiga, y de-
cendio, e ato su cauallo a vn árbol, e paróse
a la puerta con la espada ante si, ca otras
armas no traya, e vio vna donzella que salia
fuera por el ruydo del cauallo, ca bien cuydo
que era el infante; tornóse a su cámara , e
salió luego fuera. E quando vido el rey a la
donzella, que la viera muchas vezes, y ella
conoció a el bien; mas quando vio que no era
el infante^ tornóse a la cámara mucho espan-
tada, y el rey entro tras ella muy enojado
con pesar, porque cuydaua que por ella auia
perdido a su hijo; y el entro dentro e no
fallo sino aquella donzella amiga de su hijo
e la otra donzella que estaua con ella. Y el
rey pregunto quien estaua dentro, y ellas
fueron tan espantadas, e dixeron: «Señor, no
ay acá otre sino nosotras;» y el rey dixo:
«¿Do es el fijo del rey que aqui mora?» Y
ellas dixeron: «De mañana salió a caQa;» y
estonce se torno el rey contra aquella donze-
lla, e dixole: «]\Iucho mal e mucho pesar me
auedes fecho; de mi fijo me tirastes, mas yo
vos daré ende el galardón qual merecedes» .
Estonce metió mano a la espada , e diole vn
tal golpe a la dueña, que le corto la cabera,
ca bien pensó que si ella fuesse muerta, que
por ay cobrarla a su hijo.
Cav. CCCXXYIII. - (.b>«o sus honbres di-
xeron al rey que fíxiera mal en matar la
doncella.
«El rey, desque mato a la donzella, por que
entendiesse su fijo que la matara el, dexo su
espada con que la mato , e tomo otra que el
diera a su fijo; y después salió de la cámara,
e caualgo, e anduuo tanto que llego a su cas-
tillo, e ayuntóse con sus caualleros a la no-
che; y después que ay fueron todos, contoles
como le acaesciera, e dixoles: «Tornemos
alia, e consolaremos a mi fijo». E a esto se
acordaron todos, pero dixeronle que fiziera
mal en matar la donzella, y que no fuera
fecho de rey, mas de cauallero brauo y des-
leal, e fue assaz profanado de lo que fiziera.
Cap. CCCXXrX. — De como el infante fallo
muerta a su amiga, y del duelo que fixo
sob relia.
«Dize la historia, que, después desto, a
hora de vísperas, que llego el infante de caga
a su posada , e tanto que el cauallo vio la po-
sada, comengo a relinchar; e luego lo solía
salir a recebir su amiga, e quando el llego,
e la no vio, marauillose. E sabed que quan-
do el rey la mato e se fue, que se fueron to-
das las otras donzellas cada vna por su parte
como locas e con gran espanto. E quando el
infante llego e hallo a su amiga muerta, que
amana mas que a si, dio vna boz e cayo en
tierra, y estuuo vna gran piega amortecido,
e quando sus escuderos entraron, vieron es-
tar a su señor amortecido, fizieron muy gran
duelo, e dieron muy grandes bozes. Y el in-
fante acordó, e dixo: «¡Ay Dios! ¿quien me
fizo tan gran perdida que me assi mato? Ami-
gos, ¿vedes quien me fizo esto?» ; e los escude-
ros dixeron llorando : «No sabemos ende cosa
quien fue tan malo que mato esta dueña, que
tal atreuimiento fizo». «E vino aqui por me
fazer perder mi coragon, y el cuerpo, y el
anima, e quanto auia.y
BALADRO DEL SABIO MERLIN
149
Cap. CCCXXX, — Como el infante se mato
por su amiga, e fueron ambos enterrados
en la cámara.
«Después quel infante esto vuo dicho,
tomo la espada con que su padre matara la
dueña, e dixo contra los escuderos: «Ami-
gos, TOS me seruistes bien e lealmente tien-
po ha, e mi padre pensó que matando esta
dueña me cobraría, e por la su muerte me
perdió; conuiene que con esta espada que
ella por mi murió, que con esta misma
muera yo por ella , e dezid a mi padre
quando viniere, que le pido por merced que
faga fazer tu monumento alli en aquella
cámara do esta dueña e yo ouimos muchas
vezes plazer, que nos haga enterrar en vno.
E que faga a tos bien y merced por quanto
seruicio me fezistes, y esto ge lo pido en ga-
lardón e de quanto bien me auia de fazer» . E
después que esto y otras cosas muchas dixo,
tomo la espada por la cruz, e firiose con ella
por los pechos, que pareció la punta a las
espaldas. E después que todo esto fizo, dio
vna gran boz, y comenoo a dar en tierra con
los pies y con las manos, con cuyta de muer-
te, y a poca de hora salióle el anima del
cuerpo. E quando los escuderos esto Tieron,
ouieron mayor pesar que ante auian e fizie-
ron toda la noche gran duelo. E otro dia de
mañana, el sol salido, llego el rey por con-
fortar su hijo y leñarlo de alli. E quando lo
fallo muerto y le diseron los escuderos
como se matara, dixo: «Yo mate y confundi
a mi y a mi hijo. Agora soy mezquino y
catino». E assi fizo su duelo muy grande, y
sus escuderos contaron al rey todas las
cosas que el infante dixera ante que mu-
riesse, e como les dixo que rogassen a su pa-
dre que lo soterrasse alli con su amiga, y que
hiziesse merced [a] aquellos escuderos por
quanto seruizio le fizieran, y rogaron al rey
que lo fiziesse; y el rey dixo que cumplirla
todo quanto su fijo dixera, y assi lo fizo, y
soterrólo en la cámara en Tn monumento de
marmol bermejo muy ricamente obrado de
oro e con plata y con piedras preciosas, qual
agora podremos Ter si alia quisiéremos yr;
y quando el rey esto ouo fecho, fuesse den-
de, e nunca jamas ay torno». «Por Dios,
dixo la donzella del lago, essa cámara quiero
yr a ver, que dezides que es bien fecha y en
tan estraño lugar» . Y esto era ya tarde a la
noche, e Merlin fizo encender muchas cande-
las, y fueronse con ella a la cueua, caualle-
ros, donzellas que yuan con ellos; y dexaron
la otra compañía en la posada do tenían sus
bestias. E quando llegaron a la puerta, e
fallaron la puerta de fierro, que parecía que
auia muchos años que no era abierta, e
abriéronla, y entraron dentro, e fallaron
aquel lugar tan rico e tan fermoso que lo
no podría honbre contar después, fueron a
la cámara y fallaron otra puerta de fierro e
abriéronla, y entraron dentro, e fallaron aUi
aquel monumento cubierto de tu xamete
bermejo, e contra los pies estauan letras que
dezian: Agrí vazex los dos amadores.
Cap. CCCXXXI.— Como la donxella del Lago
dixo a Merlin que queria folgar en la cá-
mara de los dos amadores aquella noche.
La donzella del Lago miro la cámara toda,
e los cuerpos de los amadores que yazían
dentro muertos: dixo en su coracon que,
pues aquella noche era tan apartada y en
tan estraño lugar, que pensaua que nunca
honbre ay TÍniera, que era bien que que-
dasse allí Merlin para síenpre. «Cierto, dixo
[a] Merlin, muy sabrosa TÍda [la de] los dos
amadores que se bien querían, e marauillo-
samente se amaron estos, que dexaron el
mundo por auer plazer de sus amores». Y
Merlin dixo: «Señora, como estos dexaron el
mundo todo por sus amores, assi lo dexaría
yo por Tuestro amor: ca bien sabedes como
agora yo soy señor de la Clran Bretaña e de
la pequeña,' e señor del rey Artur y de su
hazíenda. Quanta honra me fazian las gen-
tes e creyanse por lo que yo dezia, e guia-
uanse por mi todos e por mi consejo: e todo
lo dexo por Tuestro amor». E la donzella
dixo: «Merlin, esto se yo bien, e assi fare yo
por tos: e cierto de aquella sabrosa TÍda que
fizieron aquellos dos amadores me toma tan
grande embidía, que quiero que yagamos
aquí esta noche, y pensemos de tos, e aya-
mos plazer». E Merlin dixo: «Señora, aga-
mos como tos quisierdes». Y estonce mando
ella Teñir sus hombres, e díxoles que le
truxessen alli su cama e bien de cenar. E
Merlin mando traer la suya; e luego a poca
de hora, torno Merlin triste a fazer muy mal
continente, e la donzella le dixo que auia, y
el dixo: «Cierto, señora, todo el cuerpo me
duele, e todos los mienbros: e falleceme la
fuerza y el coragon, e tómame tanto espanto
que no se que pueda ser de mi»; e la donzella
le dixo: «Xo ayades miedo, y esforcadTOS» .
Cap. CCCXXXIT.-Co?»o Merlin fue bino me-
tido en el monumenfo de los dos amadores.
Pues dize el cuento, que después que esto
dixo Merlin e ouieron cenado, que Merlin
se fue a acostar, e durmióse luego como
aquel que auia sueño de muerte. E quando
150
LIBROS DE caballerías
la donzella lo vio dormiendo, fizo sobre el su
encantamento que Xerlin le mostrara, j en-
cantólo tan fuerte, que no sentía cosa que le
fiziessen. Y después llamo de aquellos de su
conpaña de que mas se fiaua, e dixoles: «To-
mad agora a Merlin, e desnudaldo, e traeldo
por esta casa por los cabellos e por los bra-
cos, Y veredes si acordara:» y ellos assi lo
fizieron, mas por mal que le fiziessen nunca
pudo recordar. T después que esto ouo fecho,
dixo [a] aquellos que lo arrastrauan: «Amigos,
¿que os parece de mi y de mi saber? ¿parece-
vos si ha sido buen encantamento este que
solia a todos los otros encantar? «Cierto, si» .
dixeron ellos. «Amigos, dixo ella, este hom-
bre que aqui uedes, sabed que es fijo del dia-
blo, e sus obras fazia. E andana en pos de
mi por me fazer escarnio y desonra si pudies-
se, ca el pensaua auer de mi la mi virginidad,
la qual 3^0 he ofrecido a Dios y otre nunca
la aura sino el que todas las cosas fizo e
a mi, e bien escapara el hijo del diablo en
me desonrrar si pudiera, sino por Dios, que
me quiso del defender, que sabia el la mi in-
tención e la suya; pues el assi me quería es-
carnir, mejor es que escarnezca yo a el, e
acortare su vida por lo que el pensaua de mi
hazer» . Y estonce lo mando tomar a los sus
hombres assi como ante estaua; y después
fizo, encima del monumento que estaua abier-
to, metello, e fizo su encantamento con letras
e con carateres qual le mostrara, que jamas
no vernia tan arreziado hombre que pudiesse
abrir ni leuantarel cobertor del monumento,
ni tirarlo de sobre el, fasta q\ie llegue Tris-
tan el buen cauallero e muy fermoso, que la
leñante. Este encantamento fizo ella en esta
guisa: que pues j^azia sobre los dos amado-
res^ que se mouiesse aquella virtud sobre
Merlin que amara de todo su coracon, que no
ouiesse ni pudiesse ser aquella cobertura le-
uantada , fasta que ay viniesse aquel que
hauía de amar mas lealmente que todos los
que amaron; e quando el cauallero de los
dos amadores viniesse e viesse aquel monu-
mento, e las letras que en el estañan, y el
nombre de Merlin, desfazer ha el encanta-
mento, e aura de abrir la canpana por ver
los güesos de los dos amadores, e assi como
ella fizo el encantamento como Merlin le mos-
trara, assi vino e duro después gran tiempo
fasta que Trístan vino, como adelante oy redes.
Cap. CCCXXXIII. — Conw Bandemagus fue
ala cámara donde estaua Merlin metido
en el monumento.
En tal guisa como yo vos cuento, fue Mer-
lin metido en aquel monumento, pero que
el fue muy sabio e gran profeta de las cosas
que auian de venir. Dios, que es sabidor e
poderoso en todas las cosas, no quiso que Mer-
lin esto supiesse, ni que se supiesse guardar
ende. E assi fue soterrado bino, y engañado
l)or muger virgen, assi como el profetizo e
mostró por los encantamentos mismos que el
mostró a la donzella. Y en la mañana caualgo
con su gente, e fuesse para do quiso, e al ter-
cero dia, como ya vos dixe, llego ay Bande-
magus, e quando hallo las chocas e las rama-
das, dixo a la donzella que traya consigo:
«Donzella, holguemos aqui en estas chocas ya
oy, si fallaremos a quien conozcamos, e si
pudiéremos saber quien las fizo en tan estra-
ño lugar». Y estonce se fueron alia, e no ha-
llaron honbre ni miiger; e aniñóles tan bien,
que hallaron en vna de las chocas quanto
ouieron menester para si e para sus bestias,
que la compaña de la donzella del Lago ay
dexaran, porque no lo podian cargar a su
plazer. Y ellos fueron alegres desta auentura,
ca lo auian mucho menester; e apeáronse, e
dixeron que pues les auiniera tan buena
auentura, que querían holgar alli aquella
noche; e assi lo fizieron; otro di^ de mañana
Bandemagus se leuanto, e armóse de la loriga
e de las brafoneras, e la donzella dormia, ca
era muy cansada de las jornadas que hizie-
ran. Y Bandemagus salió de las chogas, e
miro de vna parte e de otra si veria caualle-
ros andantes, que después que se leuantauan
e se armauan, e yuan a oyr missa ante que
entrasen en el camino, si fuesse en lugar que
pudiessen fallar clérigo de missa, e demás
que los de la Tabla Redonda lo auian de fazer
cíe todo en todo por mandado de la corte e
por juramento, e los otros cavialleros lo ha-
zian de costunbre.
Cap. CCCXXXIV. — Como Bandemagus fue
espantado quando oyó la hoz que salía del
moiunnento.
Dize el cuento que estando assi Bande-
magus, parando mientes si veria alguna
yglesia do yria a oyr missa, que vio vna
carrera por do la donzella del Lago e su con-
paña fueron a la cueua do Merlin quedo so-
terrado e bino, y entro en aquella carrera, e
fue por el rastro fasta que entro en la cueua
e fallo la puerta de fierro que vos dixe, y
estonce entro e miro a todas partes, e dixo:
«¡Santa Maria! ¡Que buena casa e que her-
mosa es!!» Y el esto diziendo, oyó vna boz
tan espantosa e tan fea, como de honbre que
yaze so tierra, e miro a derredor de si, e no
vio cosa, e marauillose mucho, fue tan es-
pantado e dixo: «Ni por miedo no dexare de
BALADRO DEL SABIO MERLIN
151
yer do viene esta boz» ; e asmo que en aque-
lla cueua era donde la boz salia , e fue a otra
puerta de fierro, e su espada en la mano, e
abrióla, e quando entro dentro e vido aque-
lla cosa atan buena, e dixo en su coracon
que era paraj-so aquella cámara, pero vuo
miedo de ser encantado, porque vio tan fer-
mosa cosa en tan estraño lugar. E quando
vio el monumento marauillose mas, que nun-
ca otro tan fermoso viera e tan rico; en la
cámara auia vna gran lumbre, e tenia tres
finiestras de suso muy buenas, e desque vido
el monumento fue contra los pies del e vio
en la canpana vnas letras que dezian: «Aquí
TAZEN LOS DOS AMADORES» . Y el peusando en
esto quien podrían ser los dos amadores, oyo
vna boz que dezia: «¡Ay catino! ¿Por que
nazi?» E desta boz fue el espantado, que no
sabia que fiziesse ni que dezir, ca bien vio
que aquella boz salia del monumento, e
quísose yr, pero dixo el: «Gran verguenoa
me seria estar en tal lugar do tal cosa oyesse
e viesse, si no supiesse donde sale esta boz
e que cosa es» . Estando assi pensando de lo
que veya, y estando espantado, oyo otra boz
dentro en el monumento, que dezia passo:
Cap. CCCXXSY. - Como Merlin fahlo a
Bandemagus, e le dixo que no oiiiesse
miedo.
«Bandemagus, no ayas miedo de mi, ca
no te verna ende mal.» E quando este oyo
esso. esforcose mas e hablo atreuidamente,
e dixo: «¿Quien eres tu que me conoces e
sabes mi nonbre e tal duelo fazes? ¿Eres
muerto o biuo? Cierto mucho me marauillo
de ti, e por Dios dime tu nonbre e fazme
cierto de tu fazienda que cosa eres» . Des-
pués salió del monimento vna gran boz muy
dolorida e mucho espantosa de oyr, e fablo
muy caramente, e dixo: «¡Ay Bandemagus!
Sabed que yo soy el mas desuenturado hom-
bre del mundo, e verdaderamente assi es,
quando yo por mi seso hize que muriesse tan
crudamente; ca yo me mate e me confundí,
que fize y enseñe a la mas mortal enemiga
que yo auia en el mundo por que me pudiesse
ella matar; pues ¿pareceos si fue esta gran
mala ventura? Cierto si, quando yo enseñe
maña de mi muerte e yo me mate» . E des-
pués que esto dixo, dio otro balido doloroso;
y estonce se aseguro mas Bandemagus, e
dixo assi: «Pues eres hombre, ¿como fuyste
encerrado en este monumento?» Y el dixo:
«Yna donzella, fiando yo en ella, en que
nunca falleció deslealtad, a quien yo fize
mucho bien e mucha ayuda, la que yo mas
amaua que a otra cosa, me encerró assi; ca
por su seto ni por su saber no lo pudiera
ella saber; mas yo la enseñe por que ella me
truxo a muerte» . E Bandemagus dixo: «Ago-
ra me dezid como auedes nombre, ¿quien
soys?» «Ay Bandemagus, dixo la boz; tu me
viste ya muchas vezes en gran honrra e muy
preciado, ca el mundo me tenia en parte por
señor, e creyan todo lo que yo dezia assi como
si Dios lo dixesse, mas a ti no me quiero
encobrir, que yo soy Merlin, el que tu mu-
chas vezes viste en casa del rey Artur, e
todos los que me veyan me tenian por el mas
sesudo honbre del mundo; mas cierto yo fuy
ende el mas loco y el mas alongado honbre
de seso que en el mundo nació, ca yo enseñe
e mostré a mi enemiga como me pudiesse
matar, e por esto fuy yo el mas loco honbre
del mundo, que yo mismo me mate por el
mal recaudo mió, e yo mostraua a los otros
como se guardassen y el mi mal no supe
entender ni guardarme del. ni quiso Dios
que lo supiesse; e cierto, bien podreys dezir
al rey Artur que en la mi muerte perdió vno
de los mejores amigos que el auia en el
mundo; e cierto el rey no de Londres me
fallara mucho menos quando le seré gran
menester, ca si yo aquel tienpo llegasse, no
seria destruydo el reyno de Londres como lo
ha de ser.»
Cap. CCCXXXYL— Como Bandemagus fa-
blo con Merlin, que estaua encerrado en el
momnnento, e de las muchas razones que
fahlnron .
Quando Bandemagus esto oyo, fue muy
mucho espantado, e dixo: «¿Como? ¿vos soys
aquel sesudo Merlin que teníamos por profe-
ta?» «Yo soy, dixo, Merlin, que teniades por
el mas sesvulo que otro honbre, mas yo no
tenia tanto seso como vos pensauades, ca yo
diré por que e ya vos lo dixe: Yo mismo me
truxe e me mate» . Bandemagus dixo a Mer-
lin: «Agora no vos desconortedes, que yo
abriré el monumento e vos sacare dende, si
vos al no tiene, ca si vos assi morides, seria
gran daño;» e Merlin dixo: «En vano vos
trabajays ende en este monumento, ca es
cerrado"^ por encantamento tan fuerte, e por
fuerga de palabras que son de tal natura,
que no ha hombre en el mundo que lo pu-
diesse abrir. E por esto me conuiene de mo-
rir aqui, ca en el mundo no ha honbre mor-
tal que me pudiesse dar vida, y esta campa-
na no se mouera, ansi es encantada, por ca-
uallero que ay venga, hasta que Tristan el
buen cauallero venga aqui, que me ha de
sacar de aqui». E Bandemagus le dixo:
«Agora me dezid, si vos pluguiere, quien es
152
LIBROS DE caballerías
aquel Tristan, e y rio he yo a buscar por vos
librar desta muerte, si el es cerca de aqui» .
E Merlin dixo: «Por agora no puede ser,
que el es tan niño, que aun no ha tres años
conplidos, e juga con la teta; e desque sea
de edad, aquel verna aqui por. ver los mis
huessos e por ver esta mi sepoltura, e por
llorar mi muerte: aquel abrirá este monu-
mento, e fasta aquel tiempo que este verna,
no sera abierto. E aquel sera tan buen caua-
llero. que la su buen caualleria, e sus bue-
nos fechos, e la su fermosura, e la su corte-
sia, alegrara todo el mundo. Y esto sin falta;
mas no lo veré yo, e pésame mucho, e por
bien auenturado me ternia que folgassen
mis ojos en ver tan buen cauallero que el
sera, e todo honbre deuia desear de lo ver».
«Ay Merlin, dixo Bandemagus, pues me de-
zides que tan buen cauallero sera aquel
Tristan, e por su bondad e por su caualleria
sera todo el mundo en alegría y en plazer,
por Dios, dezidme tanto, si os jilaze, que lo
puedo yo conocer quando fuere cauallero».
E Merlin dixo: cAssi como se conosce el lu-
/ero entre las estrellas, que es mucho mayor
e de mayor lumbre que ellas, y es mas clara
que las otras lumbres que son de noche, assi
parescera Tristan sobre todos los otros caua-
lleros. Mas tanto sabed verdaderamente que
el aura dos caualleros en caualleria, y el vno
sera poco mayor que el e sera su par; y el
otro sera mejor que el. Pero Tristan, en el
mundo de los caualleros estraños en bondad
y en toda caualleria, no sera tal como el.
saino estos dos, mas todos los passara Tris-
tan en bondades». Bandemagus dixo a Mer-
lin: «Pues vos dezis que estos tres serán tan
buenos caualleros que passaran toda bondad
e caualleria a todos los otros, e puesdixistes
el nonbre del vno, dezidme el nombre de los
dos». «No fare», dixo Merlin. E después
que esto dixo, dio vn baladro de gran dolor e
gran cuyta; e Bandemagus vuo del gran
duelo, e si lo pudiera acorrer, de grado lo
ñziera. E Merlin íazia su duelo muy grande
dentro. E Bandemagus le pregunto: «Ay
Merlin, buen cauallero amigo, tanto me de-
zid, si os plaze: La Tabla Redonda, que se
fize por vuestro consejo, ¿que sera della?»
Merlin dixo: «Ella entro en muy gran hon-
ra y en gran alegria y en tal alteza, e sera
de tan gran poder, que auran las gentes que
fablar para sienpre; e todos los buenos caua-
lleros del mundo que se preciaren la ver-
nan a ver, y el que ende fuere conpañero,
se terna por bien andante. Y quando fuere
en la mayor honra y en el mayor poder, es-
tonce comentara su verguenf;a, e verna su
abaxamiento, e comentarse han todos los
hombres buenos a perder; y en aquel tiempo
se llamara el rey Artur, rey catino luengo
tiempo, e deseara su muerte; y en aqxiel
tienpo fallecerá toda la flor de la caualleria
de todo el mundo. E los rey nos de Londres,
que tu presto veras conplidos de toda buena
ventura sobre todos los reynos del mundo,
tornaran estonce a gran dolor e cuyta, e a
gran tristeza; e las madres lloraran los fijos,
que morirán con gran dolor, e toda tristeza
verna estonce. Mas sabe que aquel tienpo no
vera^ tu; ca aquel que no ha miedo ni ver-
güenza a ninguno, enbiara por ti». «Ay
^[erlin, dixo Bandemagus, e del rey Artur
¿que dezis?, ¿podra re3niar luengo tienpo?»
«Si, dixo ]\[erlin, e sera muy menester al
mundo de reynar mucho, ca todo este mun-
do valdrá poco sin el, ca el en su vida vsai\a
luego de alegria e de buena ventura, e mu-
chas buenas cosas y estrañas que le acaesoe-
ran; mas encima nascera fuente de lagri-
mas; su termino sera en el doloroso dia en
que los que quedaran de la Tabla Redonda
aui'an fin: e aquel dia sera bueno de sangre,
e de tristeza, e de mortal j)esar. Aquel dia
entrara saña e dolor, e rej^'nara ventura
mala por sienpre. Y aquel dia verna la ven-
tura sañuda, e aquel dia serán los ojos ata-
dos con paños, que no verán. E aquel dia
sera la ventura madrastra al mundo. E tcdos
en aquel tienpo serán baptizados en sangre
de honbres; alli se mataran hermanos vnos a
otros, y parientes a parientes, y el padre al
hijo y el hijo al padre. E no se temerán ni
auran verguenca el vno al otro. E alli no
auran sino cuyta, e después (jue el padre
diere el golpe al hijo malo e mal fecho, feri-
ra luego el padre; después do aquel golpe
morirá la ñor de la caualleria, e todo a([uel
dia sera en duelo é en muy gran pesar, tanto
que no lo podría pensar hombre ninguno; y
el mundo todo deuia de rogar a Dios omni-
potente que no viniesse tan triste y tan
amargo dia. Aquel dia serán tiniebras e no-
che escura; mas todavía assi aura de ser; y
este daño verna en las tierras por ocasión de
la reyna Ginebra, e por la maldición de la
maldita sierpe que al rey parecía en visión» .
E después que Merlin esto e otras cosas dixo,
callóse. E a cabo de vna ])ier'a torno a hazer
su duelo muy fuerte. E después (¡ue lo dexo
de hazer, Bandemagus le dixo: «Yo me ten-
go de combatir con Cliades el arreziado; ¿que
me dezis dello? ¿poderlo he vencer?» «Ño,
dixo Merlin, ca el es mayor e mejor caua'
llero que vos, y mucho mas arreziado. E sa-
bed que si vos os combatis con el en esta
edad que agora estay s, que vos matara» ; e
Bandemagus dixo: «Pues ¿que haré? ca toda-
BALADRO DEL SABIO MERLIN
153
via me tengo de conbatir con el, queriendo o
no». Merlin dixo: «Bandemagus, 3^0 vos diré
como íagays, e si en otra guisa lo fazeys,
sereys muerto . Yos andays demandando
Cliades por lidiar con el, e otrosi lo busca
Morloc do Irlanda fasta que ló falle; e vos
l)unad de auer amor e compaña de Morloc, e
buscaldo hasta que lo lialleys; y desque to-
ma rdes con el conpañia e vos fallardes con
Cliades, dexad tomar la batalla a Morloc
antes que vos con el os tomeys; e 'sabed que
Morloc ha de matar a Cliades. Y assi sera
vuestra demanda acabada, y en tanto os po-
deys tornar a la corte del re}'' Artur sin ver-
güenza deste pleyto quando quisierdes. Mas
si assi no lo hizierdes, andays buscando
vuestra desonrra. Por ende vos consejo que
lo tagajos, que no lo podeys hazer en otra
guisa sin recebir muerte» . Y Bandemagus
dixo que assi lo faria. Y Merlin dixo: «Ban-
demagus, si te fueres a la corte del rej Ar-
tur, dile de mi parte que es preso su sobri-
no Galuan, e que no puede ser libre sino por
su hermano Gariete. Y agora mire como
haga presto cauallero a Cariete si quisiere
auer a daluau»; e después que Merlin esto
dixo, callóse, e a cabo de vna pieca pregunto
Bandemagus: «Merlin, ¿quien fue aquella
que vos aqui enterro tan fuerte, que no os
puede hombre dar consejo?» E Merlin dixo:
«A^na donzella que yo vi en mal dia para
mi; y ha nonbre Nemina, y es natural de la
pequeña Bretaña. Mas llamanle la donzella
del Lago, que yo en mal punto conoci para
mi e para muchos hombres buenos, a quien
hace gran mengua, y en tal (') hora vi su
conpaña, ca ella me faze morir a gran dolor
y cuyta» . E desque esta palabra dixo, calló-
se, assi que ninguna cosa que Bandemagus le
pregunto no respondió. Y Bandemagus es-
tuuo ay fasta medio dia; e a esta hora vino
vn gran tronido con reíanpagos e piedra y
agua, y escuridad tan grande, que parecía
noche escura. Y Bandemagus cayo en tierra,
e perdió gran pieya de su entendimiento.
Cap. CCCXXXVII. — Z)e te espantosas
palabras que dexia Merlin ante de su
muerte.
Yn poco después de horade nona, dio Mer-
lin vn baladro grande e vn gemido tan es-
pantoso, que Bandemagus vuo muy gran
miedo, e a cabo de vna pie(;'a hablo muy es-
pantosamente, e no en boz de honbre, mas
de diablo, e dixo: «¡Ay mala criatura, enga-
(') Quizá: «mal».
ñosa e vil, e fea, e maldita, y espantosa de
ver e de oyr en tal auonturado e de mal son,
que ya tueste flor de beldad e tueste en la
bendita silla y en la yglesia celestial con
toda alegría e con todo bien conplidamonte!
¡criatura maldita, e de mala parte, e desco-
nocida e soberuia, que por tu orgullo quiso
esto ser en lugar de Dios, e por ende tueste
derribado con catiua e mezquina conpaña! ¡e
quanto te [mudo] del lugar de alegria e de
plazer por tu culpa y mérito en tinieblas y en
cuyta, que nunca le fallecerá en ningún tien-
po! Y esto has tu ganado por tu orgullo e so-
bernia, cosa maldita e mala criatura, que me
feziste contra razón, pues que ves que assi
me oluido Dios e de mi no quieres parte de
tus semientes, e fazesme mala fin auer, ca
yo soy tu carne; ven e tómame, ca de ti vine
por mi mala ventura, e a ti me quiero tor-
nar; e soy tuyo desdel comiengo, ca sienpre
fiz tus obras, ca yo no quiero ni amo pino a
ti, e a ti ruego que no me dexes. ¡Ay infier-
no, c;ue siempre estas abierto para mi e para
otros, alégrate, que Tvierlin entrara en ti. e
a ti me vo derechamente!»
Cap. CCGXXXYIII.— De/ r/ran baladro que
dio Merlin^ e de como murió.
Quando Bandemagus esto ovo. fue tan es-
pantado, que no supo qne hazer; santiguóse
muchas vezes de las grandes marauillas que
oya, e dixo: «De^de oy mas, mas me quiero
yr de aqui; con todo no quiero, sino q\iiero es-
perar, por ver en qual guisa finara Merlin».
Y el assi estando delante del monimento,
vino tan grande tronido e pedrisco, e tan
gran ruydo y tan espantoso, y tan gran os-
curidad, que no veya ninguna cosa mas que
si fuesse de noche escura, maguer que era
vn poco ante de nona. Y oyó en la casa
buelta e alboroto tan grande, como si esto-
uiessen ay mil honbres que diessen todos las
mayores bozes del mundo. E auia muchas
bozes feas y espantosas, de que Bandemagus
vuo tan gran miedo, que no se pudo tener
en los pies, e paresciole que le fallecía el
cora(;'on , e toda la tuerca del cuerpo le men-
guaua, e pensó luego ser muerto, tan gran
miedo vuo. E assi estando en tierra, 05^0 vn
baladro grande, como si mil bozes fuessen de
so vno, las mayores que pudiessen ser, y
auian vna boz entre ollas atan grande, que
páresela entre las otras (|ue allegaua al cielo,
y dezia mucho abiertamente: «¡Ay mezqui-
no! ¿por que nasci, pues mi fin fue de tal
manera e con gran dolor?; Ay mezquino ]\Ier-
lin! ¿do vas tu a perderte?» Y estas palabras
154
LIBROS DE caballerías
e otras muchas que dixo sobre esto acabadas,
callo, e alli murió assi.
E sepan todos los que esta historia vieren,
assi los ricos como las otras gentes, que aquel
baladro que dio Merlin, que fue ordo sobre
las otras bozes. que sonó tres leguas a todas
partes, e oy dia están y los padrones que
hombres buenos ay pusieron en aquel tienpo,
y estaran ay por siempre, por que sea sabido
por do ftie la boz, e fasta do lego el sonido
della: ca sin falta esto fue gran marauilla, e
las candelas que el fiziera sienpre arder de
luengo tienpo que tenian los reyes treze que
mato el rey Artur quando venció a Ñero,
hermano del rey Rion, amatáronse; otras
muchas cosas que acaecieron aquel dia quel
murió, que tuuieron los honbres por mara-
uilla grande. E por esto llaman este libro en
romance: el BALADRO dk MERLI^^ que sera
de grado oydo de todos caualleros e honbres
buenos que del oyeron fablar, ca los buenos
caualleros de aquel tienpo nunca fazian vi-
llanía ni la dirían si lo entendiessen, pero
que todos no guarda uan esto, mas mucho os
contare de grandes noblezas e de grandes
bondades de caualleria e ardijniento, e cosas
estrañas que fizieron los buenos caualleros de
la Tabla Redonda e muchos otros, que hon-
bre nopodria contar de quanto ellos fizieron.
e esto deuisa bien la hystoria del sancto
Grial. que es de creer e uerdaderamente lo
que viere que es de poner en este libro, esto
porne, e assi como los grandes caualleros
fizieron, e las grandes proezas de Tristan. e
de Lancarote, 6 de Galaz, y de los otros ca-
ualleros de la Tabla Redonda; e los buenos
caualleros escucharan de grado este libro,
por muchas cosas y fermosas e buenas que
oyran del palacio e de cortesía, que los bue-
nos caualleros fizieron en aquel tienpo; e los
buenos que se nonbrar quisieren de las proe-
zas y de las cortesías que aqueste libro habla,
tirarse han afuera de hazer villanía, ni de
hazer cosa que le mal este; mas esto digo de
los buenos, mas no de los enbidiosos e ma-
los, e brauos, e profa9andores e maldizientes,
y de mala verdad e mentirosos, e cjue meten
discordia y desamor entre los grandes seño-
res e los sus vasallos; onde los grandes se-
ñores se tienen por engañados muchas vezes;
e para estos caualleros tales, no fue este
libro fecho, ni hizo dellos mincion, ca val-
dría ])or ende menos, saluo a lugares que
dize de algunos forcadamente, mas los al-
tos y buenos lo verán e loaran lo que con-
uiene, que guardaran en sus coracones cor-
tesía e verdad, e mesura, e bien hazer e
seruir a Dios, y meterán todas estas cosas en
obra.
Cap. CCCXXXIX. — Como Bandemagus se
leiianto e salió de la cámara muy espan-
tado.
Quenta la hystoria que se esmoreció alli
Bandemagus del gran baladro que oyó, que
anduuiera tres leguas mientra el assi es-
tuuo. E quando acordó e fue en su seso,
abrió los ojos, e vio toda la escuridad yda, e
las bozes no sonauan, mas la cámara olla
muy mal, que no podia peor. E yrguiose, e
salió de la cámara a gran passo muy espan-
tado, que nunca ouiera miedo que le a esto
acostasse.
Cap. CCCXL. — De como Bandemagus fallo
m^ierta a su donxella, e del gra'nde espanto
que ouo.
Luego que Bandemagus salió de la cáma-
ra, fnesse para do dexara a su donzella. E
quando la vio, hallo que estaua muerta, y
que muriera por miedo de los baladres; e
Bandemagus cuydaua que estaua amorteci-
da, y desque vio que era muerta, ouo dello
muy gran pesar, e dixo: «¡Ay Dios, que
malauentura es esta! ¿Quien vio nunca tan
gran marauilla?» E cato e vio vno de sus
caualleros muertos, e dixo: «¡Dios señor,
como he gran cuyta e gran pesar desta don-
zella, que assi se murió por tan malauentu-
ra!»; y desi partióse de alli, e fuesse para
la corte del rey Artur, e contole todo lo
acaescido de la muerte de Merlin, y el man-
dólo poner en scripto.
Cap. CCCXLI. ~De algunas profecías que el
sabio Merlin dixo antes de su muerte (•).
Desde diez e nueue fasta en veynte vno e
tres dias del mas del millar e los trezientos
cinquenta años de mas de la era de Jesu
Christo, en estos tienpos, en los canpos de
Italia, en la cabana de Romulo el pastor,
sera tornado el león muy cruel, e no se far-
tara, e romperá las greyes de sus ouejas por
quatro partes, e los sus dientes ensangren-
taran, e la su lengua emponcoñara, e con
cuyta el can passariño ladrara todos los
montes Perineos; e allende en las baxuras
de los mares, en la conquista del sancto
Grial, espantaran de la cabana el ganado, y
echarle ha fuera a su razón, assi estonce
¿que faran, que no fallaran agua en la fuente
de piadad?, y en este tienpo passara la lu-
(') El capítulo no pnede ser más oscuro, pero creo
ver en él ciertas alusiones á la minoría de Alonso XI
de Castilla, que sucedió á su padre Fernando IV
en 1312, y de quien fue tutora doiía Maria de Molina.
BALADRO DEL SABIO MERLIN
155
cencía menor en los bracos del cangrejo de
la mar, y el dragón tirara su lumbre, y en
estas oras las alas sin cuerpo bolaran sobre
las montañas de Lucencia, e vn lobo se
leuantara, e comerá el fijo del león corona-
do 5\aziendo durmiendo , e vria mala bestia
cruel matara el fijo de la loba rabiosa, dur-
miendo en la fuente de vino, e fara gran
mengua en los canijos; y en pos desto uer-
nan muchas lagrimas; en la conquista del
sancto Grial, los lobos comerán las ouejas, y
el can sera en ayuda de los lobos, mas no
durara mucho su poder; y estonce las crue-
les bestias saliran de sus cueuas, e persegui-
rán los ganados y el verdugo del brago no
sera rayz, ca sera seco e sin fruto; la leona
de molina dará lugar en la puebla, e los
verdugos fracines saliran sobre la tierra, el
primero con muchos ramos e con mucho
fruto, mas luego se saliran, e sera podado
de las bestias, e fazellas ha fuyr allende los
mares; estonce las ouejas fuydas tornaran a
sus pastos, e no temerán lobo ni león; pero
en el tienpo de vejante e vno, en la primera
cufar, serán dos cuerpos susañes ayuntados
en la tierra, gran pecadora de sus daños
decira, e no serán mostrados fasta el segun-
do tienj^o, que se morderán los canes fasta
que la tierra cubierta de sangre, que sera
estonce de las cibdades, que su poder sera
tornado en fenbras, pueblo sin consolación,
arboles sin fruto, piedras secas e duras, e
no creerán en las yglesias; ¡e alead vuestras
manos al muy alto señor! ¡E conosced vues-
tras durezas con fuentes de lagramas e
questiones malas! ¡Dad abstinencia a vues-
tros cuerpos, e amargad vuestros sabores, e
hazed vuestras oraciones a la sancta vir-
gen, ante que ueades los tormentos destos
tiempos!
Aqui se acaba el primero libro de la demanda
del Sancto Grial.
Aquí comencan las PROFECÍAS (M
DEL SABIO MeRLIN, PROFETA DIGNISSIMO.
Estando Jlerlin vn día en el palacio del rey
Artu?', e muchos grandes con el, Merlin di.ro al
reij: «.Señor, yo quiero descobrirles algunos
secretos de cosas que están por reñir, e por que
todos ayan parte de lo que dixere a vuestra
{') Coní5ideramos estas sibilíticas Prnfeeiax como
cosa interpolada posteriormente á la composición del
Baladro. Las reproducimos, sin embargo, siguiendo
la edición de 1535.
excelencia, suplico me mande poner rna silla
en el canpo, porque alli, a manera de sermón,
declarare a todos lo que por inspiración diuina,
estando en la Gran Bretaña, cerca la cihdad
de Londres, me aidno. E aunque no os parezca
tan bien coino podria, no lo tenga vuestra e.rce-
lencia por malo, que cierto se que no le pares-
cera mal. Xo porque ello en si no es muy bueno,
mas porque nofabla de las cosas destos reynos,
no le parescera tal. Pero fablare de España la
fértil, porque sera tierra en que mas conqídstas
e variaciones de jmncipes aura, e assimesmo de
pueblos, porque las gentes de España serán
feroces y esjorcados. E assimesmo fablare de
algunos otros reynos e protuncias. E todo lo
que di.cere crea vuestra e.i-celencia que sera assi
certissimo, que cosa mas cierta no aura; e por-
que todo lo que dixere, el justo juez vniuersal
sobre todos lo goiuerna e ordena, como ordena
la recta justicia, me manda que lo notifique y
declare con vna espada en la mano, porque,
assi como con espada se fazen las justicias, assi
con espada se executara lo mas de lo que decla-
rare-». Estas e otras cosas muchas declara
Merlin al rey Artur e a los grandes de su corte.
El rey, oydo lo que Meidin dixo, respondió que
faria todo lo que dezia, para poner en obra lo
que prometía dezir, e mandólo concertar para
otro dia; e rogo a Merlin que lo que declarasse
no fuesse oscuro, sino muy a la clara; ccque
todos sientan lo que dixerdesy>. Respondió Mer-
lin que faria lo que mandaua. Pero que las
cosas de profecías no podían ser sino en algo
oscuras. Assi ot'-o dia, ante todo el pueblo que
se junto, fizo sus profecías de las cosas que
estauan por venir.
ce En la Gran Bretaña, cerca de la cibdad
de Londres, estando lauando mis manos e mi
cura en vna fuente que estaua de cara Oriente,
pensando como por la gran sabiduría de mi
padre, e por el otorgamiento del alto señor que
lo derribo del cielo al profundo del abismo, yo
cada fablado algunas cosas de las que auian de
venir en algunas partes del mundo, señalada-
mente en España, fasta la era de mili e quatro-
cientos y sessenta y siete años (^) de la Encar-
nación de Nuestro Señor Jesuchristo.
Menbrandome apartadamente de cómo era
buena tierra y nobles reynos esta España, e
partida mas abondosa, comencé a pensar e auer
cm/dado sobre algunas cosas que en ella auian
de venir. E por ende reueyendome en el alto
señor e poderoso de todo lo que fue ay, es e ha
de ■'<er mas que otro alguno, no podria hazer
mal quel sieruo desvarrado por sienpre catino.
Ca yo alcance del señor, por su merced, lo mas
O Esta fecha de U67 indica la modernidad de las
Profccias; el Baladro es más antiguo.
156
LIBROS DE caballerías
cierto. E los que en a(juel tienpo fuesen nasci-
do8 e biuos, auran por ciertas las palabras de
mi boca, por gran (<abiduria del mayor señor
de todas las que me dio mas que a otro alguno.
Como en mtdio de Kspañi es el mayor cor-
poral e mejor reyno e nobleza de todo lo otro.
Vn noble rey sabidor en muchas cosas, fijo
del sancto no publicado, mas en su rida y en
sus Jechos redemira al su engendrado, como
sera abaxado por sus pecados, y sera corrido e
apartado en la cibdad de los palos, assentada
sobre las aguas, la qual fue poblada del gran
Romano, abondada de todos los bienes, y sera
desconocido e cruelmente apartado y desampa-
rado e robado de su forma e costilla, e carne de
su carne {^). E sus bramidos sonaran por forma
de blasfemia. Su fama sonara dolorosa como
de león llagado en las tierras de L,s fraíleos y
de los paganos: y en las tierras llegadas al
derredor de sus leynos. E su gemido llegara a
la oreja del gran toro bermejo, que en este
tiempo sera muy apoderado en la fe católica, e
no le acorrerá ni tornara jjor el. y le terna fe.
Pero alli morra en gran cuyta desamparado de
todos los fuyos, e mas del que lo mas deuia temer
e honrar. Ca esto le auino por su pecado, e por-
que quiso reprehender el su alto criador Cfue lo
,fizo e lo crio. Por lo qual, sábado a hora de
tercia, este rey don Alonso estara en la dicha
cibdad de los palos, que sera después dicha
Seuilla, Jijo del sancto no publicado, rey don
Fernando, que ganara esta dicha cibdad; des-
pués que ouiere oydo missa entrara en su cámara
a fazer oración ante rna ymagen de sancta
^faria, según que lo aura de costunbre. Y el
estando en oración, reñirle ha a desora rn res-
plandor de muy gran claridad, que le parecerá
de fuego; y en este resplandor aparecerle ha rn
ángel muy fermoso, e luego que el rey lo riere,
sera muy espantado, e dezirle ha: «Conjuróte
de mi señor .Jesu Christo, que me digas que cosa
eres, si eres spiritu bueno o maloi); y el ángel
le dirá: f(Xo temas, ca mensajero soy de Dios,
que rengo a ti»; e dezirle ha assi: «.Miembrate
muy bien que en tal dia como oy, tu estando en
esta dicha cibdad ante muchos, comentaste a
dezir blasfemando, e dexiste que si tu estuideras
con Dios padre quando formo el mundo e todas
las otras cosas que en el son, muchas menguas
sefizieron que se no fizieran; de la qual cosa
peso mucho a Dios padre, e ouo dello muy gran
saña; por esta razón dio luego sentencia contra
ti, que assi como tu desconociste a el que te crio
y te hizo lie nada, y te dio honra e senario, que
assi te fuesse desconocido, e que fuesses cay do e
abasado de la honra que tienes, e que assi aca-
bases tus dias: la qual sentencia assi dada, fue
(') Alude á D. Alfonso el Sabio.
luego reuelada a vn frayle agustino que estaua
en Molina estudiando en su celda para vn ser-
món que auia de fazer otro dia. Y este frayle
di.iolo luego al infante don Manuel, y el vino
luego muy presto en siete dias a la muy noble
cibdad de Seuilla; como aquel que te amaua,
preguntóte si dixeras tal razón, e tu le dixiste
que si dixeras. De lo que ouo don Manuel gran
pesar; e afrontóte que te quitasses dello, y que
demnndasses dello perdón a Dios, e tu no lo
preciaste; epor que conozcas elpoderio de Dios,
que es muy grande, e quando el pecador se
arrepiente, la su sentencia es verdadera e cun-
plida e acabada, e no se puede conti-adezir, assi
como es agora a ti, y sera lo que dixere o fiziere
in sécula seculorum. Amen.
Otrosi: sepas que la maldición que tu diste
a don Sancho tu hijo, por la desonrra y desco-
nocimiento que contra ti hizo, sepas que el alto
señor cpie te ha otorgado a el e a todos los que
decendiran del, que sean echados e abaxados
del su señorio, en guisa que a tienpo uerna que
los que con el fueren querrán mucho que se
ahriesse la tierra e los acogiesse en si. Lo qual
durara fasta la quarta generación que deseen -
dirá de tu Jijo don Sancho; y dende adelante
no aura del árbol derecho de la su liña quien
aya el beneficio del señorio, e sera la gente del
en gran quexa, en gídsa que no se sabrán acon-
sejar ni que honra tomar; lo qual recebircm por
tus pecados. Otrosi mas conplidamente por el
yerro y pecado que tu hijo e los del reyno hizie-
ron contra ti. E aquesto passado. Dios enbia-
rales saluacion de parte de Oriente, muy noble
rey Idóneo acabado, fundado en justicia en
todos los bienes, e bondades, e noblezas que a
rey pertenesce; y sera noble a si e al pueblo, e
a los huessos de los romanos que yazen en los
cimenterios rogaran a Dios por la su vida e
por la su buena uentura. Y el trabajara mucho
por cumplir lo menguado, e para esto cumplir
sera acorrido e amado del alto señor, ca el lo
merecerá mucho; en tal guisa sera, que los sus
pueblos oluidaran los trabajos passados, como
cpüer que llegaran ante desto a muy gran men-
gua. Otrosi sepas por cierto, que por la oración
que tu feziste continuamente a la virgen gloriosa
bienauenturada santa Maria, madre de Dios,
desde que ouiste diez y siete años fasta oy, ella
rogo muy afincadamente al alto señor su hijo
por ti, que te tirasse la vida enuergon<;ada e
trabajosa en que biuias, y el alto señor, por
ruego de la sienpre virgen su madre, tiene por
bien que de oy en treynta dias cunplidos, parta
la. tu alma del cuerpo, que vaya al purgatorio
que es buena esperane^a. Y después, quando el
señor ouiere por bien, yra a la gloria perdura-
ble, en la qual no aura fin.y>
Estas palabras dichas, partirse ha dende el
BALADRO DEL SABIO MERLIN
157
ángel, e no le dirá mas. Y el quedara dende es-
pantado granp¿e(¡a, e yrse ha dende muy aprien-
sa; e abrirá la puerta de la cámara, e hallara
fuera los quatro capellanes suyos que el nunca
los desampara. E aura gran parte con ellos con
todos sus trabajos, y rezara sus horas, e mándate-
les ha tomar tinta y papel, e hazerles ha escricir
todo lo suso dicho; y en todos los dias de la se-
mana se confessara e comidgara de tercer en
tercer dia; en los domingos no camera mas de
tres bocados, cada rn dia no beuera mas de vna
vez de agua, e fara su testamento e cabe<¡aleros.
Y el plazo de los A'A'A' dias cumplidos, saldrá
deste mundo según que el ángel le di.vo.
En aquel tienpo maestre Antonio, profun-
dado en la sanctafe catholica, e muy amador
de Dios, supo como Merlin era en la Gran
Bretaña, e fablaua en los fechos que eran por
venir, e fueronse para aquella tierra donde supo
que era el sabio Merlin, por saber destos fechos
que dezia, si era obra de Dios y del su sancto
fijo; Jue disputar con el por ver y saber si estas
cosas que el dezia si eran ciertas. E otrosi era
muy profundado en la sancta Je catholica y en
las obras de nuestro seTior Dios y del su sancto
fijo. E maestre Antonio disputo con el en todas
las artes, y Merlin lo venció de sabiduria muy
realmente e sin enojo.
Dixi) el sabio Merlin: ((.Maestre Antonio:
Entrémonos aparte, e fablaremos en algunas
cosas que han de contescer en España, y escre-
uidlas en tniesti'o libro, e assi lo fallareys por
verdad: e todas las conquistas de España como
han de ser partidas cada vna sobre si. Contra
la parte de accidente, que era llamada la selua
de la ocerja de las aguas fondas. E de la otra
parte de Setentrion sera llamada Estremadura.
E de la otra parte Oriente sera llamada la
montaña del dragón. E de la otra parte de
Meridian sera dicha la gran fumera e baxura
de los mares montes. Y en el corporal mayor de
E'<paña, es el principadgo mayor de todas estas
cinco ])artidas. E cada vna dellas sera par-
tida sobre si.y> E quando el sabio Merlin Jablo
en los fechos de España, andaua la era de
Jesu Christo en CCC e V años. En aquel
tienpo departió las conquistas de España.
Di.vo el sabio Merlin contra maestre Antonio:
«Sabed ipxe todos los reyes decienden de sillas
apartadas, e vienen todos por cuenta cierta, e
quanto ha de ser su vida de cada vno. Y estos
han de ser juezes puestos de Dios; e quanto
mengua la justicia de Dios en quanto no siruen
a Dios, que ningún pro les venga, e todos los
que se atreuen a Dios a yr contra sus fechos, e
contra las sus justicias, quítales Dios los dias
de la vida. Y todos los que serán buenos en jus-
ticia y en criar todo su ueblo, e ganar las tie-
rras en que biuian, estos tales es su vida cun-
plida, e Dios pagase dellos e de todo su pueblo;
e sabed que los reyes que vinieren en el corporal
mayor de España, auran contiendas con las
gentes bravas.»
Di.'O el gran sabio ^ferlin contra maestre
Antonio: ((Sabed que dos reyes godos descendi-
ran en España de parte de Oriente, que de
Dios serán embiados verdaderamente, e serán
cabera del reynado en el principadgo mayor
de España, y sera dicho León. E todas las
otras conquistas serán subjecion deste poderlo.
Y estos señorearan las partidas de España, y
de aquellos godos descendiran los reyes de las
partidas de España; cada vno por cuento vno
em pos de otro, assi como viene la generación de
padre a fijo, hasta que llegaran a los cinquenta
años de mas de los CCGC años de Jesu Christo.
En aquel tienpo se perderá vn rey de los
godos, que sera rey de España .^ e perderse ha
en aquel tienpo el linaje de los reyes godos. Por
lo qual la nobleza e gran poder e principadgo
mayor de España llegara cd punto de se perder.
Y sera destruyda en aquel tienpo hasta los
jyuertos, de la gente mala e descreyda, e ally
sera fuerte e frme la cuytada de España. E
reterna ally la Je. Y por el su error, morra, este
rey abiltado, e sera comido de la sierpe rabiosa,
que lo sacara del mundo terenal e crianray en-
gendramiento de si mismo i}). Y a los cincuenta
e ocho años de mas de los setecientos años de
nuestro señor Jesu Christo, se ayuntaran las
gentes de las tierras de España e faran rey
entre si, e no sera del linaje de los reyes godos,
e con este rey (^j, e con su linaje e generación,
dejendera esta conquista, e Jasta que de las
montañas salga vn león (^) ([ue cometerá las gen-
tes brauas con el ayuda del señor muy alto, e
partirá las tierras con sus vasallos, e llamarse
ha cabeca de condado. E con este conde e con su
linaje se defenderá esta comiuista de España
fasta que sera cabeca de reynado.
Vn rey aura en esta conqinsta de España (¡ue
casara con la hija del emperador de Alema-
nia, e sera dicha: águila de Alemania {}). Este
sera su numero en Es])aña. Y este tendera tre--<
mantos, e ganara tres cibdades. E a los treynta
e tres años, de mas del millar de los años de
Jesu Christo, sera fecho este casamiento. Y
dexte linaje decendira el enperio sobre el rey de
España. Y este sera llamado escorpión. E a los
ijuarenta e ocho años, de mas del millar de los
años de Christo, este rey sera vencido de las sus
(') Alucie á Don Rodrigo,
(') Se refiere á Don Telayo. Opinan otros que era
de linaje godo.
(■') ¿Alfonso I el Católico, duque de Cantabria? ;0
Alfonso III el Magno, que dividió loa Estados entre
sus hijos.'
(<) ¿Fernando III, casado con Beatriz de Suabia.'
158
LIBROS DE caballerías
gentes brauas, e a cabo de los cinquenta e nueue
años, de vías del millar de los setecientos años
de Christo, serán vencidas las gentes brauas
deste rey escorpion.y>
Dixo el gran sabio Merlin que cinco batallas
serán en España. 1' las dos vencerán rassallos
de Mahomat. Y las tres vencerán uassallos de
Christo, g las (¿uatro serán reges con reges; e la
vna sera conde con reg, e vencerá el conde al
reg. E a los trezientos e vegnte e dos años, de
mas del millar de los años de nuestro señor
Jesu Christo, saldrá este reg Escorpión del
mundo terrenal (*); e después desto forrara el
jabalí a los del reg, e dezirle ha a regnar a las
coiiquistas de España e de Castilla. Y el su
hijo aura nonbre lobo cerual. Este matara el
cauallo de los pies alúas; y el su nieto sera
llamado gauilan del olmo. Y el segundo nieto
sera llamado leoncillo de España. Y el tercero
nieto sera dicho león coronado de España; e
con este se acabara la vida de los cinco reges
del principadgo magor de España. Cada vno
destos reges entrara por cuento cierto.
España, criadora de la seta de Mahomad,
sera destrugda por su pecado e por su gran
maldad; leuantarse han las gentes vnas contra
las otras en locura. E atiran mucho mal e
mucho daño. Las susfembras serán auergon(¡a-
das. E destrugrse han los no merecientes. E los
grandes e mug poderosos esforzarse han en robo
y en mal. E muchas cugtas sufrirán, que todos
vernan en desesperación; ¡que mezquina de
España.' ¡como seras destrugda por .<tostener
entre los enemigos de la santa fe catholica! Los
sostenedores della serán engendradores de des-
trugcion (*). Sera de sus linajes el cruel cuchi-
llo del gran rabi agudo, que taja a dos rabos.
Verna el gran León en el tercero grado deste
rey corrido. E con fuerera del coraron del gran
signo de su nasciencin, e leuara e querrá, leuar
la nobleza de su ragz con la accucia de la loua
parda paridera como puerca; ag comem¡ara la
su ragz de aborr escimiento a los pueblos; sus
grandes ge lo faran fazer. Ca el remediara al
sancto no publicado en algunos de sus fechos;
temido, e loado, e preciado sera de los que le
rieren g oyeren. E la su gran nobleza, muchos
la cobdiciaran ver con plazer de sus fechos.
Noble sera la su vista, sin gra aborrescedera de
sus gentes, mug preciadas e honrradas se gouer-
naran en todas las tierras a do fuere. Gran (^)
(*) Nótese que antes dijo que el rey Escorpión con-
trajo matriiiKjnio en 1033, y ahora tíja la fecha de su
muerte en 1322.
(') ¡Que gran verdad!
(^) Taita algo, aunque la mayor parte de las profe-
cías son, por lo oscuras, ininteligibles. A ratos,
recuerdan las lamentaciones de las Coplas de Mingo
Mevulgo.
manterna. Mug gran conqueridor sera de los
puercos e jabalines.
Después desto, en aquel tienpo se leuantara
el mug gran jabalí, caudillo de muchas gentes,
e passara la mug grande laguna sobre madera.
Acompañado verna de muchos, enseñado sera en
saber en muchas noblezas. El mug alto señor le
consentirá jmsser por su quebranto. E fara sus
enforcaduras fasta, los cañaberales; y el vno de
la su costilla, el mas preciado, niebla rauiosa
lo arrebatara con rabia. Amenazadora sera por
el gran jabalí con rabia; todo el christianismo
quebrantado sera tres vezes ante del su moui-
miento, que a los jigados le calara. Y en muy
poco terna los reyes de León. El qual sera
mouido e quebrantado con los sus puercos. Y
el su gran orgullo sera batido por siempre, g
embadurnados en sangre de sus cuerpos.
El gran León saldrá a el agrado, e gra
acompañado de gente de tres coronas con la
suya. Ca muchas gentes serán llegados a el por
muchas maneras. E hallarlo ha cerca de la
peña del uenado, que corre 7nas que liebre, ni
que cauallo. E fallara el jabalí acompañado de
muchos puercos, e correrlo ha, e quemarlos ha
las algarradas. E mug terriblemente los sacu-
dirá, g embardunarle ha en mucha sangre de
sus puercos, muchos dellos sin cuento. E que-
daran muy destruydos e desanparados, e raydos
de su lana, e la fortaleza del gran león eres-
cera. K la granel nonhradía de su trabajo,
muchos serán los despojos. Nonbrado sera en
las partes del mundo. Todas sus gentes menea-
ran gran orgullo con mug gran ahondamiento
de soberuia con esfuerro. E quando las gentes
cuydaren venir en paz y én sosiego, e abonda-
miento de folgura, fallecerles ha lo mejor. Ca
de otra guisa no se jjodra fazer ni cunplíra mi
dicho, E durara este fasta el cuento de mil e
trezientos e quarenta e nueue años, que lo atra-
para muerte rauiosa, al píe de la peña alta de
la muy gran laguna pauorosa.
El conplidor de lo dicho sera el quatro
pollino, asno de maldad, conplido de toda cruel-
dad, sus ojos e su cora(¡on e suk entrañas ahon-
dados de toda luxuria (*). Toda su tierra robara
con enemiga. Regarla ha con sangre de muchas
gentes; su lengua sera semejante de sierpe enpon-
(¡oñada; abundcin<¡a de su cora<¡on sera con espi-
nas veras enponcoñadas, atrauessaderas de todo
cora<¡on, que la su vida sera en este tienpo con
reniño mortal espantoso fin; cuenta serán sus
Jechos aborrescibles a todos quantos lo oyran, e
mucho mas a los que lo vieren. Destruydor sera
de las tres setas, conparado a los molos crueles,
quales ante de nos nunca fueron fasta este
tienpo. El cabrón luxurioso lo emporna al esco-
(') ¿Aludirá á Don Pedro el Justiciero?
BALADRO DEL SABIO MERLIN
159
mienqo de toda luxaria e maldad. Arrepentirse
querrá e no podra, fallecerle ha en lo mejor, e
honrrada sera la su sepultura; muchedunbre de
espanto sera en la noble tierra. K mucho con
miedo e con gran necessidad atenderán el cuchi-
llo del rabi cruel. K muchas mugeres ahontadas
serán, e desonr radas, e gran mal. E sus aboga-
dos viuiran cabe el penados. Y esto durara
desde el tiempo de la hera de mil e trezientos e
setenta e ocho años de la encarnación de nues-
tro señor Jesu Christo^ fasta el onzeno año.
Vn pollino león se leuantara en este tienpo,
perezoso, adormido, e con grandes llagas ('].
Su aguijón sera el muí/ gran caucdlero cruzado,
buen religioso, e muy esforrado, e sabidor en
todo bien, e muí/ virtuoso en todas las cosas. E
fazerle ha bolar sobre todas las p.^rtidas de
España. E su buelo no f ara sombra negra, mas
clara como cristal. E fjo vera de los cristales;
y el menor de razón e mas claro que el mayoi
cristal y sin maldad, sera abondado de lana,
y encerraimento que muy estremedamente el
jiollino asno de gran maldad. Y el pollino león,
con gran esfueri'o del noble cauallero cruzado,
e acucia del noble cauallero religioso, con a(¡ote
cruel aqotado con filos de seda, justicia de
verdad castigara, e sacudirá el asno de gran
maldad pollino, Jasta que parecerá. Y echai'lo
ha de sus cueuas e del su pueblo ráyelo de su
lana. E maraidllosa cosa sera si le (/vedara
rabo ni orejas, e grandes ayudas e marauillosas
aura al pollino león; e no sabrá por que yra
creciendo la su lana Jasta la cima. Corona muy
preciosa aura mas que los otros pasados. E
rogaran los muertos por su vida; que Dios ge la
prospere con muy gran razón abondosa de
nobleza. Y verdecerán todos los arboles, e los
canpos, que muy gran marauilla sera a los que
lo vieren. Los quedes el asno de gran maldad e
lleno de toda roña, con su solo bramido vuo
sacado e descortezado e del todo dañado e per-
dido como malo e pessimo, e sin ninguna virtud
ni bondad. E todos los que lealmente lo serui-
ran con franco e limpio coraron e nobleza pura
de justicia, estos serán muy abondados e con-
plidos de todos bienes, e J'olgaran e reposaran
sin miedo ninguno. E Dios los acrescentura en
todo e los amara. E nunca los desampara, e a
sus cuytas e necessidades los acorrerá; por suyo
sienpre le teman; e por la piedad e nobleza del
pollino león, muchos desechados, que anclaran
corridos e de todo desanparados, por la crueza
deste asno lleno de gran mal, ayna tornaran sin
miedo a su desechadura, e serán assentados e
con muy grande honrra puestos en su desecha-
dura. Las tres coronas le abrararan Con gran
amor en vno, con el gran assosiego y herman-
(') ¿Enrique IH el Doliente!
dad durable que nunca le fallecerá, y en tal
manera sera este abra<;a)niento destas tres coro-
nas, que quebrantara los colmillos de los gran-
des puercos jabalines, que malinamente le tra-
taran, pensando de le dañar; e dellos aura que
serán sacados para siempre, que nunca ay tor-
naran. Esto por su gran crueza e dureza que
teman en ellos; e muchos dellos ay aura que
arrancaran las sedas rubias de sus espinazos, e
que los embiaran con gran humildad, embueltos
con muy gran miedo, pensando de ser mas daña-
dos de los (/ue las sedas 7-ancaran; e con este
temor e miedo yran, mas tarde tornaran. E Mer-
curio, e Cercites, e Júpiter, renouaraii las sus
fazes, e fuerr^as cobraran e mal procuraran con-
tra los no merecientes.
En las estrechuras de España, de las partes
de Oriente, vna hornea del ala nascera del
mudado enbuelto della. E de la desechada onqa,
por gran milagro e liña muy derecha de justi-
cia, e con grande sosiego e folgura reynara; ca
el león pollino no perderá por ella sujjrez, ante
la cobrara. E la no cobrada della traspassara
los montes Perineos, e las alturas cdabaran e
codiciaran su aduenimiento, e aun no se terna
por peor el i/ue por señor los aura. Los anti-
guos renouaran las sus mexillas, e plazera a
los mancebillos oyr sus palabras de los fechos
passados. Sti nonbre durara por sienpre, cum-
plido sera en todos sus Jechos, ca aura maraui-
lloso entendimiento. Biuira diez años mas qjie
ninguno de los passados; quedara su linaje
desde el tienpo de la encarnación de nuestro
señor Jesu Christ"i de mili y trezientos e cin-
cuenta e cinco años.
Leuantarase el gauilan del olmo, e matara el
león brauo de las montañas. Y este abrifa los
puertos de España, y sera muy buen rey e muy
temido de todas las gentes, e no reynara mas
de treze años, e saldrá del mundo terrenal.
En este tienpo que reynara el león lobo cer-
ual que matara el cauallo de los pies aluos. Su
hijo sera dicho leoncillo de España. Y este
leoncillo aura vn hijo en la verga de la selua,
mas antes aura vna hija. Y este fijo del leon-
cillo sera dicho León coronado de España,
porque nascera quando reynare la estrella que
es dicha Leonisa. Y esta estrella reynara a
cabo de los nouenta años. Y este nascera en el
viernes jyrimero del tercero mes. El que nasciere
el primero dia o en el segundo o en el tercero
dia, sera la su vida nouenta años, y este nas-
cera en el tercero dia en el principadgo mayor
de España. Y este nunca sera vencido en bata-
lla, e nacerá en la villa de Toro; e los padres
saldrán, y el se criara en fuego y sangre; e sera
criado en la cueua del canpo en los ¡ñes de las
montañas; e criarle ha la malina e la Leona de
Molina, e dará lugar a la onqa. E a los qua-
IGO
LlllKOS L>E caballerías
torze años sera este rey en gran peligro y esca-
para, e morirá entonce vno de su reyno muy
poderoso. E a los veynte e quatro años de mas
del millar de los (¡uatroc/entos años de nuestro
señor Jesu Christo, este león sera llamado rey,
e andará por su reyno, e abaxara las cueuas de
los malos, e gozarse ha mucho con el todo su
pueblo e todo su reyno. Este casara en el quinto
año con la oni;a del ala de Oriente. Y este león
querrá i¡ue le conozcan senario jjor torios sus
reynos. E quando este conplire tres sietes, echara
el puerco gordo de Portugal, e fara condes en
su reyno, y entonces sera gran Juego en España
fasta que salga el morciegalo que correrá las
moscas e tragarlas ha; e destruyra los canises
de España, y después holgara en paz. E aqui
se comentara la conquista, e pasxara a Ceuta,
e tomarla ha, e muy gran partida de África, e
dexaran los caualleros en dos casas (').
De parte de Oriente leuantarse ha el lobo
fediendo en el tienpo destas tres sectas, diziendo
que se duele de la christiandad, e i.'e?-na a Es-
paña con solo ramo de malignidad; sus hechos
serán suzios y fedientes a los que los rieren, e
muy mas a los que los oyeren; e tirara las
peñólas al Gallo y cercenarle ha la cresta, y el
León dormirá y perderá las qwitro partes del
reyno; e con este león serán águilas e leones de
parte de Oriente; e nuestro señor Dios lidiara
por el. Y este león despertara y sera muy buen
rey e cobrara todas sus tierras; e passara la
mar, e folgara España con el; c sera la su vida
a par del rey Dauid; e volara sobre la gran
famera e sobre la menor, y quebrantara las tres
sectas. Pero antes desto sera assomhrada Es-
paña del lobo que la robara con los esculcado-
res que serán en su ayuda. Para lo qual caerán
en gran error de la fe. Cafara mu has contra-
rias cosas contra nuestro señor Dios e contra
los pueblos, por muchos errores que serán en su
tienpo con muchas falsas ayudas, e aura de los
malos e de lo.'' falsos traylores familiares acos-
tados al León a lo denegir. EL león d ira bozes
sobre el a!t) pino sin rayz, e matai'lo ha e
tomarlo ha todo linp'o en buena obra, e con
buen loor de las gentef, porque destruyran la
cathedra del lobo cerual.
Después di.ro el sabio ^íerlin que a los diez
de mas del millar de Iok quatrocientos años de
nuestro í^eñor Jesu Christo, ei at¡uel tienpo,
ante de la segunda de tufa, las alas sin cuerpo
botaran sobre las montañas de Lucena y en^ian-
grentara su espada, y después de la segunda de
tufa, dentro de la arca del lobo, el león hará
sangre, y el león cobrara las cuestas del lobo, e
los lobos auran pauor del león. Y el señor de
la fuñera grande enbiara su espada al rey león
(') Alusión clivni á Alt'ou.Sü XI de Castilla.
de Esparta. Este verterá mucha sangre, e ma-
tara, e destruyrse han estas partidas.
Después desto dixo el sabio Merlin que a los
veynte y siete años de mas del millar de los
quatrocientos años de nuestro señor Jesu Chris-
to, dt'sj)ue.s de la primera de tufa, descenderá
este león a las cueuas de Ercoles e requerirá l<t
sierua de xw natura, y despertara la dueña que
yaze durmiendo gran tienpo auia so los cabellos
de Telin, e ponerle ha guirnalda de boz de
honra. Pero ante de aquesto muchos ayunt((-
mientos serán ayuntados en la parte del león
contra las crueles bestias, e saldrán de las sus
cueuas, e perseguirán las gentes del león muy
cruelmente a todo su poder, fasta que ellos
cobraran el poyo alto que ellos mucho amanan.
Y este rey león, quando esto riere, aura muy
grande enojo, e fara muy grandes (lyuntamien-
tos, quantos el pudiere contra las crueles bes.
tias ¡>or les quitar este poyo alto; e verse ha en
muy gran peligro el e torios sus ayuntamientos,
en que serán todos los sus principes y grandes
señores, para yr contra las crueles bestias; e
todos juntos e con muy gran querer ayudarse
han a l(ís batallas. Y esto sera ante las puertas
de Tarfigaila; e ronperse han las hazes muy
cruelmente los rnos a los otros, fasta que la tie-
rra se yra cubriendo de sangre de cada vna de
las partes; e durara la batidla fasta que la
noche lr>s jjaiiira, e assi se despedirán el pri-
mero dia de la batalla; y el segundo dia de la
batalla se aparejaran de cada vna de las par-
tes, e ronperan las hazes los vnos a los otros,
fasto que la tierra sea cubierta de sangre, e las
crueles bestias ronperan los reyes del Lean. Y
esto sera a la hora de nierlio dia; y el león brauo
bramante mouera y derramara mucha sangre
de las crueles bestias, fasta que llegara al rey
que se llamara rey de la fumera grande, e
fuertemente serán afincados de los reyes del león
las crueles bestias; e la noche los departirá, e
assi se despe'leran los dos dias de la batalla.
E al terrero dia enbiara a dezir el rey de la
fuñiera grande al rey de España que esta bata-
lla que este queda, e no se derrame ay mas san-
gre; y que le dará por tributo gran quantia de
auer por sienpre, y que le jtluguiesse que el
quer/asse con el reyno, y que lo ternia j^or el. Y
el rey de E.y)aña dirá contra (a/uellos que tru-
xessen el mensaje que avn se derramara ay mas
sangre. Mas si le pluguiese que con todas sus
gentes le libre el reyno y le desamjiare las tie-
rnis, y (¡ue le dará treze dias de plazo e ayuda
de passaje. El rey de la fumera grande, quando
esto oya, no (¡uerra estar por esta pjostura, e
aparejarle han ca'la vna de las partes lo mejor
que puedan para la batalla, y perecerán muchas
gentes cruzadas. E Dios enbiara en la parte
del león su ayuda; e las crueles bestias le
BALADRO DEL SABIO MERLIN
161
espantaran, e partirse han en tres partes. La
rna se al<¡ara a las montañas, e la otra se verna
para morar con ellos, e la otra se yra a las
a'juas del m-ir. E assi se quedaran las tierras
libres, e cobrarlas ha e-^te rey Leon-de España;
e la su boz sera grande por todos los reijnos del
mundo, e poblarse ha bien todo su rei/nado, y de
gentes buenas.
Dixo el gran sabio Merlin que a los treynta
e dos años, de jnas del millar de los quatro-
cientos años de Nuestro Señor Jesu Christo,
este rey lean aura vaa fija en la onqn del ala, e
nascera en las cueuas de Kercoles. Esta sera
llamada paloma de España; e la yglesia de
Sant Pedro la criara; y esta sera casada con
el fijo del emperador de Grecia, e la yglesia de
señor Sant Pedro Jara este casamiento por el
gran amor que aura con la yglesia de Christo.
Assi que la monada del rey León de España e
la de la y ilesia toda sera vna ley e vna señal, e
serán ayuntados en rno. Y este rey sera alférez
de la yglesia de Sant Pedro, e lidiara contra to-
dos aquellos que fueron contra la sancta yglesia.
E durmiendo este rey, serán destruyelos en este
tienpo los falsos profetas de rayz, aquellos que
se vernan como en vestiduras de corderos. Y
en este tienpo la dueña que ros deximos que
yazia durmiendo, sera esposa de la yglesia de
Nuestro Señor Jesu Christo, e la yglesia de
señor Sant Pedro la poma en su cátedra muy
honrrada, e pjonerle ha corona de piedras pre-
ciosas. En este tiempo aura dos donzellas altas,
de muy gran guisa e de muy gran hermosura en
su cámara; e la guarda destas donzellas es el
poyo alto de Sant Miguel, para ser ensah^ada
la ley, la garganta vieja dende sera guardado,
que si no, si de mano anduuiere, de la hy de
Christo harán en este tienpo e sera en esta tierra
mas ennoblecido que en otro tiempo.
Dixo el sabio Merlin que este rey León de Es-
paña aura vn fijo en la onca del ala. Y este
nascera en vna ciudad cabera deste reyno. Y
esre sera llamado cieruo corredor de la gran
ventura; y este sojuzgara todas las tierras de
África vn reyno en la ysla. Y en este tienjjo
descenderá el Imperio en el reyno de España.
El sabio Merlm dixo que este rey león aura
otro fijo en la onqa del ala. Y este nacerá en
la fumera mayor. Y este sera llamado falcon
bolador de la gran ventura. Y este halara sobre
la gran f amera mayor; y este aura cinco rey na-
dos en la ysla de Asia a su mandar. E su boz
sonara y el su gemido espantable.
A los .XXXIII. años del su nascimiento deste
rey León, dixo el sabio Merlin, aura otro hijo este
rey león de España en la onqa del ala; y este
nascera en la fumera grande, y este sera llamado
osso esforqado de gran ventura; y estos ambos
sojuzgaran a toda África. En aquel tienpo sera
LIBROS DE CABALLF-nÍAS. — 11
este rey León señor de toda España, y sera jlfe-
rez de la yglesia de San Pedro, e sera su de-
fensor e guard 'dor. Y en aquel tienpo aura
mucho amor con la yglesia de' Jesu Christo. Y
en aquel tienpo sera la yglesia de Sant Pedro
mas honrada, e mas ennoblecida, e mas ensal-
mada que en otro tienpo. Ca en este fincara y
estara todo el esfuerzo de toda la Christiandad.
E sera mayor rey en la Christiandad con la
cabeqa de Francia. E sera abatido por el fene-
cimiento de su rey, e le verna gran poderio del
alto señor de los señores.
A los .XXXV. años, de mas del millar de los
.cccc. años de Christo, dixo el sabio Merlin,
aura este rey de España otro hijo en la onqa
del ala. Y este nacerá en el santo alto nombre.
Y este sera llamado h'auo lean, e rey de gran
virtud; e bolara sobre las conquistas de África,
e la su morada sera en la tierra santa de Jeru-
salem; e aura cinco reyvados en la ysla e dis-
pornan el gran Soldán de Persia; y era el su
nido deste apoderado partirá las tierras con el
rey de Capadocia. Y deste rey de Ca adocia
saldrán marauillosas cosas e marauillosos bie-
nes. E casara con la Jija del rey de Capadocia.
E tan fuerte sera en sus hechos, que no aura
su par.
Aqueste rey león de España, aura todos sus
fjos en el principadgo mayor de España, e
serán todos reyes airados fasta cincuenta e cinco
años; y serán todos casados con hijas de reyes;
y el menor destos quatro fijos casara con la hija
del rey de Capadocia mucho a su honra.
Dixo (d sabio Merlin, que a los .xxxvii. años,
de mas del millar de los qncdrocientos años de
Jesu Christo, aura este rey de España vn hijo
en la onca del ala; e nascera en la cabeqa de
Castilla, e sera llamado casa de sapiencia; y
en este quedaran los cinco reynados de España.
Y después del finamiento deste rey león de Es-
paña, la yglesia de Sant Pedro sera honrrada,
fasta que tornara este rey león en sus reynos.
E aura^ vn fijo que heredara los reynos de Es-
paña después del finamiento deste rey león.
Dixo el sabio Merlin que se leuantara este
rey León que nascio en las cueuas de Ercoles
que durmió, e passara el estrecho de España
con la virtud del alto señor, e conquerira las
gentes barbaras, e sojuzgara a toda Ajrica, y
destruyra a Egypto, y dexara las tierras a sus
fijos; y piarerera en todos sus hechos al rey
Dauid en alteza y bondad, e marauillosas co-
sas, e marcmillosos fechos.
El sabio Merlin dixo que a los quarenta
años de mas del millar de los quatrocientos
años de Jesu Christo, comenqaran las hanbres
fuertes en África, e duraran ay siete años, que
serán abaxados todos los soldanes e todos los
reyes, e vernan a gran baxura; e serán todos
162
LIBROS DE caballerías
destruyaos los falsos profetas de rayz; e aquellos
que venían como en vestiduras de corderos; e
vernan como en ayuda desde rey León para con-
querir los moros de África.
Aqueste rey de España sera señor de cinco
reynados en la ysla de Asia, y en aquel tiempo
partirá las tierras con sus fijos; e los dos ma-
yores sojuzgaran todas las tierras de Afi'ica. Y
el menor sera Rey en la tierra sancta de Jeru-
salem, e mandara los cinco reynados, e la ysla
de Asia a todo su mandamiento.
Merlin el sabio dixo que quando passaren
estos reyes la mar, yran los dos mayores casados
con fijas de reyes de España; y el menor sera
casado con la jija del rey de Capadocia. Este
rey semejara al rey Dauid en sus Jechos. Y este
rey de España semejara al rey Alexandre en
sus fechos.
Dixo el sabio Merlin que a los cincuenta
años de mas del millar de los quatro cientos
años de Christo, se tornara este rey de Espa-
ña para su reyno, e quedaran sus afijos en las
conquistas, cada vho dellos en la suya cono-
cido, e cada vno bien quisto. Este rey de Espa-
ña passara la mar, e fallara todos sus reynos
gozosos e con gran alegria para lo rescebir muy
bien aparejados. E la su boz sera grande por
todos los reynos del mundo. Y Dauid, e Salo-
món, e Alexandre , estos tres, que fueron los mas
nobles e los mas preciados del mundo, estos per-
derán sus bozes por la suya deste rey León de
España; e su vida sera depa?-tida en tres mane-
ras: Treynta años sera su afán en las conquis-
tas. Y los otros treynta años biidra en gran
plazer. Y acabados los cient años del millar de
los quatrocientos años, saldrá este rey león del
mundo terrenal, e Dios embiara por el, e assi
sera la su vida .xc. años. E la su boz sera
grande por sienpre; e la su sepoltura sera en
las cueuas de Ercoles con su linaje.
El sabio Merlin dixo, que en estas tres sectas,
que en el tienpo quando las águilas e leones
vernan al principazgo mayor de España, dentro
en la gruessa de España sera abatido el orgullo
de Inglaterra. E dentro, en la puente de Lon-
dres, se desdirá el yngles que no es yngles. E
la casa de Inglaterra no se osara llamar casa
de Inglaterra. Y todo esto les vei-na por dere-
cho de las partidas de España. Y todo esto sera,
porque la estrella que es dicha Leoniza, se le-
uantara sobre ellos por do atiian ellos el es-
fuerzo, e se verna a assentar sobre la gruessa de
España, e durara ay el su assentamiento. .xc.
años. Y en este tienpo nunca los del principazgo
mayor de España serán vencidos en batalla
canpal; que sea de rey a rey.
Dixo el sabio Merlin, que a los (¡uarenta e
ocho años, de mas del millar de los quatro-
cientos años de Christo, la yglesia de San
Pedro los alqara por reyes a todos los tres
fijos deste rey León de España. En la yglesia
de San Pedro fauoresceran estos reyes; y el les
partirá las tierras e las prouincias. Y apare-
jarse han estos tres reyes para yr con este rey
León de España; e passara la mar jwr la estre-
chura de España, e comenqaran las gentes con
el. E ayudarles ha el señor muy alto, e vencerán
a las crueles Bestias, e tomarles han las tierras.
Y en aquel tienpo sera este rey León de España,
señor en las tres partes del mundo, e mandara
los cinco reynos de España, y sojuzgara a todas
las conquistas de África.
FIN DE LAS profecías
uta DcmácfaDel fancto Sríal:
£onloemaraníUofos
'^ tej^ocig^atajítt
LIBIOS DF. CABtLLKKÚS. — PÁ6. 163
ü nmu Mí mm iíriiil
CON LOS MARAVILLOSOS FECHOS DE LANZAROTE Y DE GALAZ SU HIJO
SEGUNDA PARTE
DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
Aquí comiexíja el segundo libro de la
DEilAlíDA DEL SANCTO GRIAL; e de
LOS FECHOS DEL MUY ESFORgADO GrALAZ (*).
En la víspera de peatecostes, acaeció que
fue muy gran gente juntada en Camaloc,
assi que podían ay ver muciios caualleros, e
muchas dueñas muy bien guarnidas; y el
rey, que estaña muy alegre, honrólos mu-
cho, e fizólos mucho bien seruír. E toda cosa
que entendía que por su corte seria mas ale-
gre e mas TÍcÍQS.a^ todo lo hazia; e aquel día
■que'os yo digo, quando querían poner las
mesas (esto era a ora de nona) avino que vna
donzella, muy hermosa e muy bien vestida,
llego, y entro en el palacio de píe, e muchos
ouo y que la recibieron mny bien, porque
entendieron que era mandadera, y ella co-
mencé de catar de vna parte e ele otra por
el palacio, e preguntáronle que que deman-
daua, y ella dezia: «Don Langarote del Lago,
¿es aquí?» Dixo vn cauallero: «Donzella,
vedlo do esta allí en aquella finestra, fablan-
do con Don Galuan» ; y ella fue luego para
el, e sainólo ally do estaña, e tanto que la
vio , conocióla muy bien , e abracóla , ca
aquella era vna de las donzellas con que
moraua en la ínsula de Letuux, que la hija
de Peles amaua mas que donzella de su com-
paña.
^') Aunque se rotula segundo libro, es esta una
obra independiente del 'Baladro. /Este segundo libro
es propiamente la DemanlTa del sancto Grial. No
contiene, como parece dar á entender el título, la
historia de Lanzarote del Lago, sino algunos frag-
mentos de ella.
Tenía razón, pues. Clemencín al afirmar, en sus no-
tas al I/tf/eniíisu Hidaljiti (t. III. p. 457), que existió
un libríTmipreso 'dé^Xauzarote del La^o, distinto de
la Deiiiuuda, y procede de ligero Gayaii^ios {Catálo-
go, p. LXIII) al caer en la cuenta de que el Lanza-
rote y la Demanda <íton una misma obrat.
Capitulo I . — Como la donzella vino a
llamar a Langarote, que fuesse a Badiar.
Langarote dixo: «Donzella, ¿que auentura
vos traxo a3[ui? Ca bien se yo que sin razón
no venístes aquí». «Señor, dixo ella, verdad
es; conuienevos, si vos pluguiere, que vaya-
des comigo [a] aquella floresta de Camaloc. E
sabed que mañana, a hora de comer, sereys
aquí». «Cierto, donzella, dixo el, mucho me
plaze, ca temido so de vos fazer seruicio en
todos lugares que yo pudiere». Entonce
pidió sus armas, e quando el rey vio que se
fazia armar a tan grande príessa, fue a el
con la reyna, e dixole: «¿Como? ¿Dexarnos
queredes a tal fiesta que los caualleros de
todo el mundo vernan a la corte, e mucho
mas por ver a vos que por al, e dellos por
ser en vuestra conpañía?» «Señor, dixo el,
no vo sino a esta floresta con esta donzella
que me rogo, mas bien sabed que mañana
seré aqui a ora de tercia».
Cap. II. — Como Langarote se fue con la
doncella.
Estonce salió Langarote del palacio, e su-
bió en vn cauallo, e la donzella en su pala-
fren, e sabed que ñieron con la donzella dos
caualleros e dos donzellas; e quando ella torno
a ellos, dixo: «Sabed que yo libre muy bien:
por aquello [que] yo vine, don Langarote se
ha de yr con vos»; y entonce se tomaron de
andar y entrar en la floresta, e no anduuie-
ron mucho por ella, que llegaron a casa del
Vherinitaño que solia fablar con Galaz; quan-
do el vio yr la donzella, luego supo que era
por fazer a Galaz cauallero, e salió de su
hermita por ver e yr al monesterio de las
dueñas, ca queria el que [no] se fuesse Ga-
1 laz que el ante no lo viesse, ca bien sabia
164
LIBROS DE caballerías
que después que se partic?sc de a y, que no
tornaría ay, ca el le cguuertio mucho que
fuesse cauallero. efuesse e'ntTar en las aven-
turas en el reyno de Londres, e por esto le
semejaua que lo auria perdido, porque lo no
viera tan a menudo como solia, ca auia en
el gran sabor, porque era sancta cosa e
sancta criatura.
Quando ellos llegaron al abadia, leñaron
a Lanf/arote para vna cámara, e desarmá-
ronlo, e vino la abadesa con .IIII. due-
ñas, e truxeron consigo a Qalaz; y era tan
fermoso, qne era marauilla (TeTo ver, e an-
dana muy bien vestido; e la abadessa que
lloraua mucho con plazer, como vio a Lan-
carote, dixole: «Señor, por Dios, í'azed nues-
tro donzel cauallero, ca no queremos que
sea por otra mano; ca mejor cauallero que
vos no puede ser, que bien tenemos que
sera tan bueno, que os fallaredes ende muy
bien, y que sera vuestra honra de lo armar
cauallero; e avnque vos lo no rogasse, lo
deuiades fazer; ca sabed por cierto que es
vuestro fijo:; e quando Langarote vio a Gra-
laz tan fermoso donzel e tan bien fecho, fue
ende muy alegre, e tomólo en los bragos e
dixole: «Fijo Gralaz, ¿quereys vos ser caua-
llero?», y el respondió muy humilmente:
«Señor, si; si os pluguiesse, bien lo querría
ser, ca no ha cosa en el mundo que tanto
dessee como honra de caualleria y serlo de
vuestra mano, ca de otro no lo querría ser;
ca tanto os oy loar de caualleria, que a nin-
guno que vos armassedes cauallero no sera
couarde; y esta es vna de las cosas del mun-
do que me da mayor esperanca de ser buen
cauallero e buen honbre». «Fijo Galaz, dixo
I angarotc, estrañamente os fizo Dios fermo-
so; por Dios, si vos no cuydades ser buen
cauallero, no vos trabajedes de serlo, e si
Dios me vala, seria gran daño e gran mala-
uentura de no ser vos muy buen cauallero,
ca bien apuesto sodes y fermoso». Y el res-
pondió: «Señor, si Dios me fizo íermoso,
darme ha bondad si a el pluguiere, ca en otra
guisa valdría poco; por ser honbre bueno,
que semeje a mi linaje e aquellos onde yo
vengo, he puesto mi esperanga en Nuestro
Señor, e por esto os ruego que me fagades
cauallero» ; e Langarote respondió: «Fijo,
pues os plaze, yo lo haré, e Nuestro Señor,
que lo puede fazer, os faga tan bueno como
soys fermoso > . A esto respondió el hermita-
ño: «Don Langarote, no dudedes de Gralaz,
que yo os digo que passara de bondad de
caiialleria a los mejores caualleros del mun-
do.!'; e Langarote respondió: «Dios lo faga
assi como yo querría»; estonce comengaron
todos a llorar con plazer quantos ay estañan.
Cap. III. — Como Langarote quedo en el aba-
día e hizo a Galaz tener vigilia.
Aquella noche quedo Langarote alli, e fizo
a Galaz tener vigilia en la yglesia; y el her-
mitaño, que en gran manera amaua a Galaz.
velo toda aquella noche por amor del; y en
toda la noche no fizo sino llorar, porque vio
que se auia de partir del por la mañana; e
dixo a Galaz: «Fijo Galaz, cosa sancta e hon-
rada flor, e loor de todos los caualleros me-
jores del mundo, otorgadme si os plaze que
os faga conpañia en toda mi vida, mientra
vos pudiere seguir, desque os partierdes de la
corte del rey Artur; ca yo se bien que no mo-
raredes ay mas de vn dia, ca la demanda del
sancto Grial se comengara tanto que vos ay
allegardes; e yo te demando tu conpañia
assi como tu oyes; porque yo se mejor de tu
hazienda e de tu bondad que tu, ca no ha
cosa en el mundo que me tanto ayudasse a
confortarme de oy mas, como ver tan sancta
cosa como tu seras e como ver las maraui-
llas a que tu darás cima; ca Dios, qua_tefizo
nacer en tal pecado como sabes ('), por mos-
trar su gran podei^~e~STr viríad, te otorgo por
la su piedad e pov tu buena vida que comen-
gaste desde la mocedad fasta aqui, te dará
poder e fuerca de armas sobre todos los caua-
lleros que nunca traxeron armas en el reyno
de Londres; assi que tu darás cima a todas las
auenturas e marauillas, do todos los otros
fallecerán; e porque quiere a ti e a los tus
fechos que acabaras, que fueste fecho en tal
pecado do los otros no podran biuir que fue-
ron fechos en leales casamientos, te quiero
tener conpañia, ca bien se que en nuestro
tienpo no fizo Nuestro Señor tan fermosos
milagros ni tan conocidos como fara por ti;
esto quiero yo mejor saber por lo ver e por
lo oj^r, ca yo so aquel que de aqui adelante
meteré en escripto todos los fechos que Dios
mostrara en esta demanda por el tu amor; e,
fijo, otórgame lo que te demando, assi Dios
te faga honbre bueno» .
Cap. IY. — Como Langarote fizo cauallero a
su fijo Galaz.
Quando fue ora de prima, la missa dicha,
fizo Langarote cauallero a su fijo Galaz, assi
como era costunbre; e sabed que quantos ay
estañan se pagauan mucho de quaiitole vian,
e no era mucho, ca en aquel tienpo no podia
honbre fallar en todo el reyno de Londres
tan fermoso ni tan bien fecho; j en todo era
tal, que no podia honbre en el po er fíalta,
saino que era muy manso en su cortesía y en
(') Galaz era hijo natural de Lanzarote.
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
165
su continente. E sabed (|ue quando L¡ni(,^a-
rote le fizo cauallero, que se no pudo sotVir
que no llorasse, porque sabia que de todas
partes era de tal guisa, que no podia ser de
me¡or, e veyan tan pobre fiesta e con tan
poca conpaña en caualleria, ni el no podia
cuydar que ay estuuiesse tan gran coro como
después que lo vio, tanto lo vej^a callado en
continente e tan manso.
Cap. V. — Como LatK^arote castigaua a Galaz
su fijo.
Después que Lanyarote ouo hecho quanto
a caualleria conuenia, dixo: «Fijo Galaz,
agora soys cauallero, Dios mande que sea la
caualleria tan bien enpleada en vos como en
vuestro linaje; agora me dezid: ¿Yredes vos
agora a la corte del rey Artur, a do están mu-
chos buenos honbres de todas las partes del
mundo, e todos los caualleros del rejmo de
Londres son llamados a esta fiesta?» Y el res-
pondió: «Señor, yo yre, mas no con vos, ca
otro me guiara» . «E ¿quando sera esso?» , dixo
Langarote. E los caualleros que con el anda-
uan, dixeron: «Señor, pues es ya cauallero,
el yra ay mas ayna que vos cuydays, e si os
pluguiere, podeys aqui quedar o yrvos a la
corte, ca el sera ay muy presto». «Pues,
dixo Langarote, acomiendoos a Dios, ca me
quiero yr a la corte» . Estonces tomo sus ar-
mas e caualgo, e quando quiso salir del mo-
nesterio,vio ante vna cámara a Boores e a
Lionel armados, que querían ya caualgar; e
como lo vieron, fuero nse contra el, y el les
dixo: «¿Que ventura os truxo aqui?, ca yo
pensaua que erades en la corte» . «Señor, di-
xeron ellos, nos partimos dende por pauor
que ouimos de vos, ca pensamos que os no par-
tiades dende sino por alguna cuyta, e por esso
venimos en pos de vos fasta aqui, e nos enco-
brimos lo mejor que podimos; en quanto sopi-
m-os que os queriades tornar a la corte, arma-
mos nos por nos tornar con vos, ca por al no
venimos aqui sino por vos» . «Pues caualgad
e vayamos», dixo el; e yendo por el camino,
preguntóle Boores: «Señor, ¿quien es este
que fezistes cauallero?» «Sabredeslo, dixo
Langarote; dexad agora la pregunta» . «Por
Dios, dixo Leonel, quien quier que el sea, es
el mas fermoso cauallero de su hedad que
yo nunca vi, e si fuere tan bueno como fer-
moso, mucho bien le fara Nuestro Señor».
Cap. Yl.—De como Langarote se torno de
la abadía a la corte del rey Artur.
Fablando assi llegaron a Camaloc, e sabed
que quantos en la corte eran fueron muy
alegres, ca mucho fue la fiesta mejor e mas
que si ellos no fuessen; el rey fue estonce a
oyr la gran missa a la yglesia con gran con-
paña de caualleros, que maraiiilla era de lo
ver; y el traya estonce corona^ e vestio aque-
llos paños con que fuera reynado, e la reyna
otrosi; y este giiarnimento era tan rico, que
no era sino marauilla, e con la reyna yuan
tantas dueñas e donzellas, que era marauilla,
y desque oj^^eron missa, fueronse al palacio,
e auino que entranilo e andando las sillas
de la Tabla Redonda, fallaron: «Aquí deue
SERFüLAN», e «Aquí fulan»; e quando lle-
garon a la silla peligrosa, üillaron y letras
nueuamentéTechas : «^"jccccl.íüj años com-
PLIDOS D •; LA MUERTE DE JeSU-ChrISTO, EÍT DÍA
DE Pextecoste, deue auer esta silla señor.»
«Cierto, dixo la donzella, oy deae auer esta
silla señor. jCa a este Pontéeoste fue la muer-
te de Jesu ülMsto .cocol, e .iiij años; e bien
queria^^si^^ücíiesse ser. que estas~ letras no
viesse ninguno fasta que viniesse aquel que
lo ha de acabar»; e Boores e Leonel dixeron:
«Nos lo guardaremos bien» . Estonce cubrie-
ron la silla de vn paño de seda bermeja, assi
como las otras eran cubiertas; e quando el rey
vino de la yglesia, se fue para su cámara con
toda su conpaña; el rei pregunto si era hora
de comer. «Señor, si, le dixeron, que ya es
cerca de medio dia; mas si vos, la costunbre
que fasta aqui mantouistes en todas las gran-
des fiestas queredes agora mantener, no me
parece que agora podreys comer, e a tan
gran fiesta como esta de oy no vino ninguna
auentura, e ante que la ventura viniesse no
auiades vos de comer en ninguna fiesta gran-
de». «Verdad es, dixo el rey; ca sin falta yo
lo mantuue sienpre desque fue rey, e man-
torne mientra biuiere; e por las grandes ven-
turas que en la corte vienen, me llaman re//
auenturoso; e por esso mantorne las auentu-
ras, ca a la sazón que ellas dexaren de venir,
bien se que a mi señor no plazera que yo mu-
cho reyne de alli adelante; mas como quier que
las grandes auenturas solian venir a las gran-
des fiestas en esta casa, yo se bien que en el
dia no fallecerán, ante vernan las mas fermo-
sas e las mas marauillosas que nunca vinie-
ron, e assi me lo adeuina mi coracon, e por
esto me conuiene que tardemos vn poco, ca
bien se verdaderamente que nuestra fiesta que
no quedara sin auentura; mas oue tan gran
plazer de la venida de Langarote e de sus
conpañeros, que se me acaescio la costunbre» .
Cap. YIl.— Como cayo de la finiestra el caua-
llero de Irlanda, e fue muerto y quemado.
El rey, quando esto dezia. Langarote e mu-
chos caualleros cataron contra vnas finios-
166
LIBROS DE CABALLERÍAS
tras que estauan sobre el agua, e Tieron ay
estar \n gran caiiallero que era natural de
Irlanda, e muy fidalgo, e buen cauallero de
armas, e de gran nonbradia, e el cauallero
estaua muy bien vestido, e estaua pensando
tanto, que ninguno no lo podia acordar de
su pensar, en guisa que no ponia mientes en
la fiesta ni en la corte; e alli do staua pensan-
do, dio bozes: «¡Ay catiuo, muerto so!»; e
dexose caer de la finiestra, e quebróse el pes-
cuego, e los caualleros que ay estauan fueron
, a el por ver que era, ej^ljaíaa que_lesalia
/^porla__boca_e por las narizes tnyi grajQramT
d¿fuggü, c^^^^dnalaaíiTpor bocade~~vir
forno qufi^iesse bien ence^ldüT'e tenia en
'/sus manos vnás letras que cayeran con el
quando cayera, e los caualleros tomaron las
letras, y el rey llego y, e todos los caualle-
ros, por ver aquella marauilla. e porque era
conpañero de la Tabla Redonda, e quando
el rey vio que era ya muerto, mando que lo
lleuassen fuera del palacio, que no quisso
que su corte fuesse y tornada por el; estonce
lo leñaron fuera a muy gran trabajo, ca ar-
dia tan ñeramente, que toda la ropa era ya
tornada en ceniza , e no se podia ya ninguno
a el llegar que se no quemasse; e pues ñie
fuera del palacio, comencaron la alegría
como ante; e mucho auian todos gran pesar
del cauallero, porque era muy preciado en-
tre ellos, e al rey pesauale mucho, mas no lo
osaua mostrar por su corte no ser mas triste,
e desque supo que era ya en la yglesia, dixo
a los caualleros: «Agora podemos ya comer,
ca ya por auentura marauiUosa no lo dexa-
remos» .
Cap. Vm. — Como vn escudero traxo al rei
las nueuas del espada del padrón.
Hablando ellos en esto, vino vn escudero,
que dixo al rey: «Señor, nueuas vos trayo
las mas marauillosas que ha gran tienpo que
nunca oystes fablar» . «¿E que nueuas son?
dixo el rey. Dezidnoslas» . «Señor, aqui so
este vuestro palacio aporto agora vn padrón
de marmol assaz grande, a do esta metida
vna esfjada, e a par della esta vna vayna col-
gada, e letras ostrañas ('); e yo vos digo que
vi el padrón assi venir andando sobre el agua
como si fuesse vn madero»; y el rei, que lo
tenia por chufa, dixo: «¿E podria yo ver esse
padrón?» «Si, dixo el escudero, que ya es-
tan alia mas de cien caualleros de vuestra
(*) De esta espada se ha hablado en el Baladro.
Imitación de este episodio es aquél del cap. I de las
Sfirgnt de H-i/iIfiiidian, en que el hijo de Amadísde
Gaula saca la espada que estaba metida en las pner-
tu de piedra de la peña de la Doncella Encantadora.
compaña por ver aquella marauilla;» y el rey ,
tanto que esto oyó, ftie luego para alia con
gran conpaña de honbres buenos, e Langaro-
te, que supo luego bien que era, fue luego alia
em pos dellos. É Parsiual y Estor, ca aque-
llos que ya otra vez lo vieron, queríanlo ver
alli ante tan gran pueblo como alli era aso-
nado, si auria alli alguno que diesse cima
aquella aventura. E quando el rey llego ala
ribera, e vio el padrón, e la espada ay me-
tida por el encantamento de Merlin, assi
como el cuento lo ha deuisado, e via la vayna
que estaua cerca de la espada e las letras
que Merlin escriuiera, ñie todo espantado, e
dixo: <;Nueuas vos diré agora: sabed que por
esta espada sera comentado el mejor caualle-
ro del mundo, y esta es la prueua por que se
ha de conocer, ca ninguno, si no fuere el me-
jor cauallero del mundo, no podria sacar la
spada deste padrón» .
Cap. IX. — Como vino el padrón con la espa-
da que encanto Merlin, e la j^rouo Lau-
car ote e no la saco.
Quando los caualleros oyeron esto , fizie-
ronse afuera los mas de los caualleros que se
querían prouar para sacarla: Y el rey dixo a
Lancarote: «Don Langarote, tomad el espada,
ca ella es vuestra por testimonio de quantos
aqui están, que vos dan ¡Dor el mejor caualle-
ro del mundo» . «Esta es mi verguenga, ca
cierto yo no so tal que deua el espada auer,
ca mucho mejor cauallero que yo la aura, e
pésame mucho por que no so tan buen honbre
como fasta aqui cuydastes». Desto que dixo
Lancarote ouieron muchos caualleros pesar,
e mas los del linaje del rey Yan, que lo te-
nían pnr el mejor cauallero del mundo; y el
rey, que bien entendió que auía ya quanto de
pesar, dixo: «A lo menos preñarla hedes, e
assi no seredes ende culpado si por la ven-
tura ay failassedes» . «Señor, dixo, salua
vuestra gracia, no me llegare ay, ca, si Dios
me ayude, yo no valgo tanto que deua meter
la mano en el arma de tal hombre como aquel
sera que ha de traer esta espada» .
Cap. X. — Co7no Galuan prono el espada del
padrón, e no fixo ay nada.
Estonces dixo el rey a Galuan: «Sobrino,
pues que Lanr-arote recela el espada, proual-
da. e veremos que verna ende»: «Señor, dixo
el, prouarla he por complir vuestro mando,
mas se yo que no es razón, ca bien sabedes
vos, e quantos aqui están, que a do Don Lan-
carote dexase alguna cosa por mengua de
caualleria, que no lo auria yo jamas; ca el es
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
167
mejor cauallero que yo» . «E todavía, dixo el
rey, prouarla hades, ca assi me plaze». En-
tonce llego G-alnan, e tomo el espada por el
puño, e tiro lo mas rezio que pudo, mas nun-
ca la pudo sacar de la piedra, e dexola; es-
tonce dixo al rey: «Señor, agora podeys bus-
car quien la prueue, ca yo no meteré ay ja-
mas la mano, ca bien veo que Dios no me lo
quiere otorgar» . «Don Graluan, dixo Langa-
rote, el rey fizo su plazer de quantos la man-
do prouar, ca no puede durar mucho que vos
no ayades a fallar mal ende; ca vos recebi-
reys ende vn golpe con ella, onde aureys
miedo de morir». «Amigo, dixo el, no pudo
mas ser, que si agora pense aqui morir, no
dexaria de fazer mandado de mi señor».
«Pues que fecho es, dixo el rey, la culpa es
mia» . Estonce pregunto a los otros: «Ami-
gos, ¿ay aqui tal que quiera prouar la es-
pada?» T ellos callaron todos, e quando el
rey vio que no auia mas, dixo: «Agora va-
mos a comer, que tienpo es, e Dios enbie
quien esta ventura de cima, ca cierto mucho
desseo que viniesse» .
Cap. XI. — Como fallaron en las sillas los
nonbres de los que las auian de cobrar.
Tornaron después desto al palacio, e man-
daron i)or mesas, e los clérigos, que tra-
bajauan de catar a las sillas de la i'abla Re-
donda que lo auian de fazer, comentaron de
catar de vna parte y de otra; fallaron es-
tonce que en dos sillas no auia ningunas le-
tras sino nueuas, assi como si fuessen fechas
estonce; y en vna ^illa-era scrito el nonbre
de Erec. y en la otra el nonbre de Helayn el
blanco; e la silla de Erec era la silla de aquel
cauallero que aquel dia fue muerto del fuego,
assi como el cuento os lo ha deuisado; e la
otra silla fue de vn cauallero d'Escocia que
auia nonbre Danarin, que matara Tristan en
aquella demanda ante la Joyosa Guarda (*),
porque aquel Danarin demandara su amor a
la reyna Iseo; mas esta auentura no dirá la
hystoria del sancto Grrial, ca hq atañe al su
libro, mas la gran hystoria que llaman de
Tristan lo deuisara.
Cap. XH. — Gomo los clérigos dixeron al
rey de las sillas.
Los clérigos, quando vieron las sillas guar-
nidas de nueuos nombres, conocieron luego
que los otros, cuyas ante eran, que eran
(•) Castillo donde Lanzarote se defendió de Artus
cuando éste fue á vengar el adulterio cometido con
su esposa Ginebra.
muertos, e que plazia a Nuestro Señor que
los otros entrassen en su lugar dellos; y es-
tonce fueron al rey, e dixeronle lo que falla-
ron; y el rey fizo oración a Nuestro Señor,
que tan ayna puso consejo en la Tabla Re-
donda. Quando los caualleros oyeron que
Erec auia la silla de la Tabla Redonda y
Helain, fueron todos muy ledos, mas de
Helain ouieron gran plazer los del linaje
del rey Van, ca aquel Helayn era fijo de
Boores de Gaimes, e fizólo aquel dia caua-
llero el rey Artur, que mucho amana a Erec
porque tenia buena fama en oaualleria , e
por lo que del oyera lo queria mas que a
ningún cauallero de su edad; quando vio
que esta honra le viniera, dixo con gran pla-
zer: «Erec mi amigo, el fijo del rey que en
esta corte esta, al que mas deuia honbre pre-
ciar de caualleria, venga a mi, e ponerlo he
en el alteza que Dios le dio». Estonce fueron
por el a la cámara de la reyna, do estaña fa-
blando con las donzellas, y desque lo vio,
tomólo el rey por la mano , y sentólo en la
silla de la Tabla Redonda, do su nonbre era
scripto, e dixole: «Erec. Dios os faga tan
bueno de aqui adelante como fuestes fasta
aqui»; e después fue a Helayn el blanco, e
dixole: «Fijo, soys muy'fermoso, mas de
vuestra bondad no se nada; e Dios, por su
piedad, os faga parecer en caualleria a vues-
tro linaje» . Quando los del linaje de rey A'^an
vieron que Helayn ganara la silla de la Ta-
bla Redonda, fueron ende muy alegres, e
Langarote dixo estonce: «Helayn se porna a
grandes fechos» . Y sepan todos aquellos que
este cuento oyran, que aquel Helayn el blan-
co fue fijo de Boores de Gaunes, e fizólo en
vna fija de la reina de la Gran Bretaña;
pero ante que esto fuera , prometió Boores a
Nuestro Señor de le guardar virginidad, mas
tanto que lo vio, amoló y engañólo por en-
cantamento; yugo con ella e fizo aquella no-
che a Helain, que fue después enperador
de Costantinopla; y Boores quebranto aque-
lla vez lo que prometió, porque lo fizo por el
encantamento de la donzella, e corrigiese
después tan bien, que todos los dias de su
vida mantuuo castidad.
Cap. Xin. — Como todas las sillas eran com-
plidas saluo dos.
Aquel dia que os dixe que Erec y Helain
fueron puestos en las sillas de la Tabla Re-
donda, fizo el rey cobrir las mesas, que ya
era tienpo de comer; el rei se fue assentar
a la alta silla, e después fueron los conpa-
ñeros de la Tabla Redonda cada vno a sen-
tarse en su silla, e los otros que no eran de
168
LIBROS DE caballerías
tan gran nonbre fueronse a sentar a otras
mesas, cada vno do deuia; e ante que diessen
a comer, mando el rei contar quan^os cana-
neros de la Tabla Redonda vinieroíi'^qnella
fiesta, e qnantos faltauan; e los que los con-
taron fallaron que todas las ciento e cincuen-
ta sillas eran conjilidas fuera dos; e dixe-
ronlo al rey, y el rey tendió sus manos con-
tra el cielo, e dixo: «¡Jesu Cliristo, padre y
señor de todas las cosas, bendito seas tu que
me dexaste tanto biuir que viesse la Tabla
Redonda tan cunplida que no faltasse en ella
sino dos!» Estonce dixo a los que auian las
sillas contado: «¿Quales son estos dos que fal-
tan?» «Señor, dixeron ellos; vna es de Tris-
tran, e la silla peligrosa no es conplida».
«No os pese, dixo el rey, ca presto se cun-
plira, ca por al no fize assonar la mi corte de
tanta gente sino por ver las marauillas que
oy auernan en mi casa, ca sera por derecho
mi corte dicha corte auenturofía» .
Cap . XIY . — Como Galaz vino a la corte
del rey Artur al palacio auenturoso .
Ellos en esto estando, vieron que todas las
puertas e finiestras del palacio se cerraron,
pero no escurecio por ende, ca entro vn tal
rayo del sol por toda la casa, que se encendió;
e vino estonce vna gran marauilla, ca no auia
cauallero en el palacio que no perdiesse la
fabla, e mirauanse vnos a otros e no podian
ninguna cosa dezir; e no ouo y tan bueno que
no fuesse espantado, pero no ouo y tal que se
yrguiesse de su silla en quanto esta maraui-
lla duro; auino que entro Cralaz armado de
loriga y de brasumeras e de yelmo, e vnas so-
breseñales de vn paño de xa mete bermejo; y
en pos del vn hermitaño, el que rogo de an-
dar con el, e trayale vn manto a la guarna-
cha de xamete bermejo en el honbro; mas
digoos que no ouo honbre en el palacio que
pudiesse entender por do Galaz entrara, ca
en su venida ni vieron abrir la puerta, ni
finiestra; mas del hermitaño os digo assi,
que lo vieron entrar por la gran puerta; e
Galaz, como fue en medio del palacio, dixo,
assi que todos lo oj'eron: «¡Paz sea con vos!»
Y el honbre bueno piiso luego sobre vn al-
famar los paños que traya, e fue al rey Ar-
tur ('). e dixole: «Rey Artur, yo trayo el
cauallero desseado. aquel que viene del alto
linaje del rey Dauid y de Joseph Abarimatia,
(*) Patil Lacroix, en sa conocida obra: Leu arfs
a>i M"iji-ii A'i'- if ii l'épiíi/iif df In lli'tinixxaiice (2 '
édition, Parii», Didot, 1869), pág. 5. reproduce una
curiosa miniatura francesa el siglo XIV, temida de
un mannícrito de la Bibl. Fmp , de Paris, que repre-
senta la e>ce;ia á que alude el texto.
aquel por quien las auenturas desta tierra e
de las otras auran cima; vedlo aqui». Desto
que el honbre bueno dixo, fue muy ledo el
rey, e dixo: «Si esto es verdad, vos seriades
bien venido; e bien sea venido el cauallero,
ca si este es el que ha de dar cima a las auen-
turas del sancto Grial, nunca con honbre
sera fecha tal alegría como nos faremos; e
yo queria que le viniesse mucho bien, pues
de tan alto linaje viene como vos dezis».
«Señor, dixo el, cedo lo vereys». E comieron;
y estonce fizo desarmar a Gralaz, e fizóle ves-
tir los paños que traya, e dixole: «Fijo, lo
que mucho dessee, agora lo veo; y es quando
veo la silla peligrosa conplida» . E assentado
Galaz en la silla, luego todos los caualleros
fablaron todos a vna boz: «Don Galaz, vos
seades el bien venido» , que ellos sabían ya
su nombre quando lo oyeron nonbrar al hon-
bre bueno.
Cap. XY. — Como Galaz se assento en la silla
peligrosa.
Y el rey, que vio estar en la silla peligro-
sa al cauallero, entendió luego que aquel era
el cauallero donde ilerlin e todos los otros
profetas de la Gran Bretaña fablaron, e bien
supo que aquel era el cauallero perfeto e
acabado que las aventuras del reyno de Lon-
dres auia de dar cima, e fue ende alegre, e
bendixo a Dios, e dixo: «¡Dios, bendicho seas,
que te plugo que tanto biuiesse, que viesse
en la mi casa aquel donde todos los profetas
tanto catan gran tienpo ha! Agora no nos
falle de todos los de la Tabla Redonda, dixo
el, fuera Tristan; ¡maldita sea la beldad de
Iseo, por que lo auemos perdido!; assi que, si
por ella no fuesse, no estarla en ningima
guisa el que no viniesse a esta gran fiesta» .
Cap. XYI. — Como al rey pesaua que no re-
nía Tristan, e como vino luego.
Fablando assi el rey de Tristan con muy
gran pesar que no viniera a la corte, mas los
otros no auian ende pesar, ante eran tan
ledos porque la silla peligrosa auia ya cima,
que no podian mas, e seruian e honrrauan a
Galaz quanto podian, e bien sabian que este
era el que auia a dar cima a las marauillas
del reyno de Londres, e las nueuas fueron
de vna parte e de otra; e assi llegaron a la
reina, ca vna donzella le dixo: «Señora,
marauillas grandes auemos agora en el pala-
cio». «¿Y que marauillas? dixo la reyna, de-
zidmelas». «Señora, dixo ella, la silla peli-
grosa es cunplida, que vn cauallero esta
assentado». «Ay, dixo ella: por Dios, fermo-
LA DEMAÍÍÜA DEL SANCTO GRLVL
169
sa ventura le dio Dios, ca de muchos que
se ay assentaron, nunca ay tal se assento
que no fuesse muerto o tollido. ¿Y de que
edad puede ser? dixo la rey na». «Señora,
dixo ella, de xviii años»; e santiguóse de la
manilla que ende ouo, e dixo: «IMuchas cosas
pueden del acontecer»; y desto nunca supo
cosa; «¿e sabej^s de qual linaje es?» «No, dixo
ella, saino que dizen todos que mas parece del
rey Van que de otro»; y ella comencé a pen-
sar, e dixo en su coraQon que era fijo de Lan-
garote, ca ge lo auia dicho Estor que Galaz era
ya buen donzel, y que presto seria cauallero.
€¿E sabes tu, dixo ella, como ha nonbre?» «Se-
ñora, dixo ella, ha nonbre Cfalaz»; e quan-
do ella oyó el nonbre, supo ciertamente que
era el fijo de Langarote, ca tienpo auia que
sabia como auia nonbre. Estonce dixo a las
dueñas que con ella estañan: «Cierto si el
buen cauallero es, no me marauillo miicho,
ca de todas partes viene de buenos caualleros
que no puede faltar que no sea mejor caua-
llero que otro» . «Señora, dixeron ellas,
¿quien es bien lo sabredes?» «Si, dixo ella,
mas no sera por mi» .
Cap. XYII. — Como el rey e los caualleros
fueron espantados del trueno quando vino
Gala-i'.
Muy grande fue aquel dia el alegría entre-
llos; y el rey mando que le diessen de co-
mer, e tan ayna como comieron, pregunto el
rey a quantos en el palacio eran: «Caualle-
ros y clérigos, ¿que os parece de lo que nos
aniño, si a vos lo que aniño a mi. que tal
hora fue que ante vn poco que viniesse Gra-
laz que no podia fablar?» Y ellos dixeron que
bien assi auiniera a ellos. «Por Dios, dixo el
rey, gran espanto fue este, ¿ca podedes en-
tender porque fue?» «No», dixeron. «Por
Dios, dixo el, mucho me pesa por el». Gran-
de fue el alegría y el plazer que todos oiiie-
ron; y el rey se leuanto de la mesa, e fue a
la silla do estaua Gralaz, e vido ay su nonbre
escripto, e fue ende muy ledo, e dixo a Gal-
uan: «Sobrino, agora podeys ver a Gralaz, el
muy buen cauallero que nos aqui tanto des-
seauamos ver»; e los de la Tabla Redonda
fablaron ay mas a menudo que todos los
otros, e dezian: «Pues Dios nos lo dio, sir-
uamoslo e honrremoslo mientra fuere ante
nos, ca nos librara mucho en la demanda del
sancto G-rial que se comencara. «E si Dios
me ayude, dixo Graluan, bien lo deuemos
fazer, ca Dios nos lo embio por nos librar la
tierra de las grandes marauillas y- estrañas
auenturas que tan a menudo aqui venian e
de tan luengo tienpo»; y estonce vino el rey
a G-alaz, e dixole: «Señor, vos seades bien
venido, ca tienpo ha que os desseauamos ver,
e gracias a Dios e a vos, gradecemos que
quesistes venir». «Señor, dixo el, yo vineca
me conuiene de lo hazer; ca de aqui molie-
ran todos los que la demanda del sancto Grial
querrán yr; bien se yo que todo sera comen-
oado» . «Amigo, dixo el rey, vuestra venida
nos es mucho menester, por muchas auentu-
ras marauillosas que nos no podemos dar
cima, sino vos e no otre; e diganvoslo lue-
go por vna que oy nos auino; e si os plu-
guiere yrlo ver » ; y el dixo que quería
muy de grado. Estonce lo tomo el rey por
la mano, y leuolo del palacio fuera a la
ribera del rio do el padrón estaua; e los del
palacio fueron todos em pos del, por ver que
podría ser; quando la reyna vio que leuauan
a Galaz al padrón, fue alia con gran conpa-
ña de dueñas y donzellas; y el rey dixo a
G-alaz: «A sacar este espada deste padrón, no
se quiere ninguno prouar do quantos aqui
son, que dizen que la ventura no es suya;
agora proualda vos si os pluguiere, ca si lo
vos no fazeys, no fallaremos cauallero tan
bueno que la prueue» . Y estonce tomo Galaz
el espada por el puño, e sacóla tan ligera-
mente como si se no detnuiesse en ninguna
cosa, y después tomo la vayna, y metióla
dentro, e ciñosela luego; y después dixo al
rei: «Señor, agora tengo espada, mas el es-
cudo no tengo». «Amigo, dixo el rey, pues
que Dios e la ventura os dio espada, no se
tardara mucho que no ayades el escudo» .
Cap. XA""!!!. — Como la donxella dixo a Lan-
(^arotc que el su nonbre era trocado.
Ellos en esto fablando, vieron venir vna
donzella por la ribera del rio sobre vn blan-
co palafrén; e quando llego a ellos, pregunto
si era ay Lancarote; y el, que estaua ante
ella, dixo: «Donzella, vedesme aqui; ¿que os
plaze?» «Yo te trayo, dixo ella, las nueuas
mas alegres que oyste tienpo ha, e no de tu
plazer, mas de tu pesar; que sabe que el lu
nonbre es trocado desde oy; de mañana acá,
el que te oy llamasse el mejor cauallero del
mundo, diria verdad; mas agora no es assi,
y esto puedes tu ver muy bien por la priie-
ua del espada, ca tu vees bien que mejor
que tu la gano». «Donzella, dixo el, vos no
dezis nada que yo no lo supe; ca yo vi otra
vez esta espada, e no la ose prouar a tomar-
la». Estonce se boluio la donzella al rey. e
dixole: «Rey, Nacían el hermitaño () te
(') Nasciano se llama también en Amadis de Gaula
(lih. III, c. 4.") el ermitaño que salva y educa á Es-
plandián.
170
líbeos de caballerías
embia dezir que en este dia de oy te verna
la mayor honra qiie nunca vino, e no te
verna por ti, mas por otre»; y ella, dicho
esto, boluio las riendas al palafrén, e tor-
nóse, e muchos auia ende que quisieran mas
saber della, mas ella no quiso quedar por
ningún ruego ni dezir cosa de su fazienda.
Cap. XIX. — Como el rey Artur mando fazer
el torneo en el canjw de Camaloc.
Estonce dixo el rey a los que estañan
cerca del: «Amigos, assi es que ^a demanda
dpi snncto Grial he yo yerdaderamente_SBaaL
que vos yredes ayiia: e porque se'verdade-
ramenteque ya mas no vos veré asonados en
mi casa"T3omo agóía vos veo, yo quiero que
en aquel tienpo que aqui estados , que en
aquel campo de Camaloc sea comencado vn
trebejo tal, que después de mi muerte sea
contado, y ende ayan que retraer nuestros
erederos», y ellos se otorgaron ay todos, e
tornáronse a la cibdad, e tomaron sus armas,
e tornáronse al campo; y el rey no fiziera
esto fazer sino por ver alguna cosa de la
caualleria de Gralaz, ca bien sabia que no
estarla mucho en Camalío^r ' "
Cap. XX. — Como mando Langarote a Galax
que truxesse armas de su linaje.
Rogo aquel dia Langarote a Galaz su fijo
que truxesse armas en aquel trebejo de seña-
les del rey Yan; y el lo fizo muy de grado,
ca no ha cosa que el recelasse que su padre
le mandase, mas empero no quiso traer
escudo; e desque fueron todos en el canpo
de Camaloc, comentáronse a ferir de las lan-
9as, e yereys ay caer,' é muchos estar que
fazián bien; e Gralaz, que entro en el canpo
e comento laucas a quebrantar e a derribar
caualleros, e fazer tantas marauillas . que
todos dezian que nunca vieran tan buen
justador, ca sin falla nunca alcancaua caua-
llero ende fecho, ya tan areziado, ni de
tanta gran bondad no seria, que lo no ba-
tiesse luego en tierra; e fizo y tanto, que
todos aquellos que lo vieron dixeron que
nunca tan altamente comencara cauallero
cauallerias, e bien parecía, en lo que aquel
dia hiziera, que de todos aquellos caualleros
de la Tabla Redonda eran, no fincaron sino
pocos que no derribase; y este trebejo des-
tas justas duro fasta ora de bisperas; y eston-
ce mando el rey que se partiessen, ca se
temia que viniessen a la cima a algún ex-
cesso, e dixoles que se fuessen desarmar; e
fizo tirar a Galaz su yelmo, e diole a Boores
de Gaunes que lo truxesse.
Cap. XXI. -Cowo vino Tristan después
del torneo.
No era aun el pleyto bien partido, quando
vieron venir vn cauallero de fondón de la
ribera, sobre vn cauallo tan bueno, que po-
cos auia en el canpo del mejor; e veniendo
tan corriendo, como si todos los diablos del
infierno viniessen en pos del, e no traya de
todas armas fueras el escudo e la espada, y
el escudo mostrólo a Lancarote que estaua
cabo del, e dixo: «Agora so ledo e he gran
plazer, ca veo aqui venir a Tristan, el sobri-
no del rey Mares, que bien lo conosco, que
nunca lo vi después que me fizo mucho pe-
sar» , e Langarote comento a reyr, e firio el
cauallo de las espuelas, e fue contra el, e di-
xole, de tan lueñe como entendió que lo po-
dría oyr: «¡Don Tristan!» e tanto que llego a
el, conosciolo, e abracólo, e dixole: «Amigo
Lancarote, ¿es verdad que vino Galaz el buen
cauallero a la corte? ¿Aquel que ha de acabar
la silla peligrosa e dar fin a las aventuras del
reyno de Londres?» «Cierto, amigo, dixo Lan-
carote, verdaéertntt6ftíe_el vino a la corte. E
acabo la .silla peligroaa^ e dio cima a la
aueutura del es^^ada del cauallero de la Ta-
bla Redonda, e no ose yo meter mano; mas
¿como supistes vos que auia a este dia de oy
aqui de venir?» «Esto os diré yo bien, dixo
el, mas esto sera otra vez, que no agora»; y
en esto hevos el rey, do salió contra el, ca
mucho era ledo de su venida: «Don Tristan,
vos seades bien venido» . E Tristan sainólo
mucho enseñadamente. Y el rey dixo: «Don
Tristan, yo soy muy ledo de vuestra veni-
da, ca ya no fallecía de la Tabla Redonda
fuera vos solo» .
Cap. XXII. — Como los caualleros ouieron
mucho plazer con la venida de don Tristan.
Y f[uando los caualleros vieron que aq'uel
era don Tristan con que el rey hablaua, fue-
ron alia muy ledos e con gran plazer de su
venida, ca mucho lo preciauan todos de
caualleria e de cortesía; e tanto que vieron
el escudo, dixeron entre si: «Engañados
fuemos este otro dia, ca este era que leuaua
la dueña, e que derribo los caualleros de
aqui O». Grande fue el alegría que ouieron
todos con Tristan; j el rogo al rey que le
mostrasse a Galaz el buen cauallero, y el rey
le dixo que si faria. Estonce se fueron, con
gran conpaña de los del linaje del rey Van,
O De esta aventura no f-e ha hecho mención antes.
Esto, y la manera de comenzar el libro, demuestra
que no es verdadera continuación del Baladro.
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL 171
para la ciudad. «Señor, dixo Tristan, por
Dios fazed que lo vea, ca por al no vine
aqui>> . «De grado» , dixo el rey; e fueron al
palacio, e apeáronse. Y quando entraron
dentro, fallaron a Gralaz que se desarmaua, y
el rey tomo a Tristan por la mano, e leuolo
a el, y dixole: «Amigo, vees aqui a Galaz,
al que vos demandays» . «En el nonbre de
Dios, dixo Tristan, bien sea el venido, ca
de su venida soy mas ledo» . Estonce finco
los ynojos ante el, e besóle el pie, y dixo:
«Señor, bendito fue el dia en que nacistes,
quando os dio Dios tan buen donayre»; e
Galaz no sofrió que estuuiesse assi a sus
pies, antes lo leuanto rauj^ ayna, e besólo en
significan^a de conpañia e hermandad, que
bien oyera ya dezir que aquel era el mejor
cauallero mas nonbrado de la Mesa Eedon-
da, fuera Langarote solo.
Cap. XXm. — Como todos los caualleros de
la Mesa Redonda fueron ayuntados.
Grrande fue el plazer que los caualleros de
la Mesa Redonda ouieron aquel dia quando
se vieron que eran todos de consuno. E
sabed que después que la Mesa Redonda fue
comencada, que nunca ay fueron todos asso-
nados; mas aqiiel dia sin dubda auino que
fueron ay todos, mas después nunca alli fue-
ron; y contra la noche, después de bisperas,
quando se assentaron a las mesas, oyeronvn
tnieMtaj3_^r£mde y tan espantoso, qiie_le£
Ijarecio que todo el palácio^cajM, ' y luego,
desque el trueno, quando eiTET^vna grjin
claridad que ^o^ el palacio dos tanto claro
que ante era; e~quantos en el palacio esta-
ñan, luego fueron cunplidos de la gracia del
Espíritu Santo; e comencaronse a mirar vnos
a otros e vieronsé muy marauillosos de gra-
cia en que estañan; e marauillauanse donde
esto les venia, e no vuo ay tal que pudiesse
tablar por vna gran piega, antes estañan
callados e mirándose vnos a otros. ^X_£]los
estando assi, entro en el palacio Bl^gmtp
Grrial cubierto de vn xamete l^tlnnco,^ mas no
auiaTionbre que viessse~quieínÓtraya; e
tanto que entro fue el palacio tan cunplido
de tal olor, como si todas especias del mundo
ay.fuessen. Y el fue por medio del palacio
de vna parte y de otra, y en derredor de las
.mesas; e por do passaua fueron las mesas
|punplidas como en su coracon desseaua en da
■-'Vno. E después que cada vno vuo lo que ania
mctiester, salióse el ^wto_QjiiLLíaft presto,
que ninguno supo que era del, ni por qual
parte se fue. Y los que ante no podian fa-
blar. fablaron estonce y dieron gracias a
Niiestro Señor, que tanta honra les fizo y
assi los abondara de la gracia del santo vaso.
Mas sobre todos aquellos que muy ledos
eran, mas lo era el rey Artur, porque mayor
merced le mostrara Nuestro Señor que a nin-
gún rey que ante reynasse en Londres. Y"
desto fueron muy ledos quantos ay eran; ca
bien les pareció que se menbraua Dios de-
llos, e fablaron ay mucho; y el rey dixo a los
que cabe el estañan: «Cierto, amigos, ¡como
deuemos ser alegres de que Dios nos mostró
tan gran señal de amor, que a tan alta fiesta
como es la de Pentecoste nos dio de comer
de su santo cellero!»
Cap. XXIV. — Como prometió Galuan al rey
Artur, su tio, que entraría en la demanda
del santo Grial.
Caluan, que seruia ante el, dixole: «Señor,
aun ay al que vos no pensays; sabed que no
ay cauallero en el palacio que no ouiesse de
comer quanto en su coragon pensó; esto
nunca auino en ninguna corte sino en casa
del rey Relies; mas de tanto fuemos todos
engañados, que no lo vimos si cubierto no;
porque quanto en mi es, prometo agora a
Dios ante la caualleria, que mañana sin dete-
nimiento de entrar en la demanda del sancto
Grial, assi que la manterne vn año e dia y
mas; y aun digo mas, que jamas no tornare
a la corte por cosa que auenga, hasta que lo
vea mejor e a mi plazer que agora lo vi; mas
si no pudiere ser, tornarme estonce».
Cap. XXV. — Como todos los caualleros de la
Mesa Redonda dixeron que andarian en la
demanda.
Quando los caualleros de la Mesa Redonda
oyeron lo que dezia Cahuín, sufriéronse fasta
qiie comieron, mas quando las mesas fueron
aleadas, fueron todos ante el rey e fizieron
aquella promesa que fiziera Caluan, e dixe-
ron que jamas quedarían de andar fasta que
estuuiessen a la alta mesa do tan sabrosos
manjares eran guisados, como eran aquellos
que aquel dia comieron, si era cosa que otor-
gada les fuesse por afán e por trabajo que
pudiessen sufrir.
Cap. XXVI. — Como peso muclio al rey Ar-
tur por la demanda, e reptaua mucho a
Galuan.
Quando el rey vio que todos auian fecho
esta promesa, vuo gran pesar e en su cora-
gon; ca vio que no los podia tornar en nin-
guna guisa, e dixo: «¡Graluan, Caluan! vos
me auej^s muerto y escarnido ; ca por esta
172
LIBROS DE caballerías
promesa qwe fezistes, me tollistes la mejor e
mas leal conpaúa que nunca fue en el mun-
do, la eonpaüa de la Mesa Redonda; ca des-
pués que de aquí se partieren, yo bien se
que no tornaran acá todos, antes morirán
muchos dellos en esta demanda, ca no auerna
tan cedo cima como vos pensays; e por esto
me pesa ende mucho, ca sienpre les fize
honra de todo mi poder, e quiselos bien j
quiérelos como si fuessen mis fijos o mis
hermanos; e por esto me es muy graue su
prometimiento; e quando yo, que los solia
ver e auer su conpaña, e no los viere, sotrire
gran cuyta e pesar». E después que el rey
esto dixo, comento a pensar mucho, y pen
sando. le vinieron las lagrimas a los ojos,
assi que todos lo veyan; e a cabo de vna
pie^á, dixo, que todos lo podian oyr: «;Ay
Galuan! tu metiste tan gran pesar en mi
coraron, que jamas no saldrá hasta que yo
vea que fin aura esta demanda; ca mucho íie
miedo que están ay mis amigos» . «Ay señor,
dixo Lancarote, ¡Dor Dios, ¿que es esto que
agora dezis? Tal honbre como vos no deuia
tener miedo, mas esfuer9o e buena esperan-
za; e si nos moriessemos en esta demanda,
mucho mayor honra os sera, ca de morir
auemos ay» . «Lancarote. dixo el rey, el gran
amor que yo sienpre vue a vos me faze
dezir esto; y no es marauilla si he ende pe-
sar, ca nunca rey christiano vuo tantos bue-
nos caualleros ni de buenos honbres a su
mesa, ni aura jamas como yo. Y por esto me
temo que jamas sean posados aqui ni assona-
dos, assi como agora son».
Cap. XXYII. — Co7no riño al rey rna donx.e-
Ua que iraya vna espada, e riño ante toda
la corte.
A esto que el rey dixo no supo Galuan que
responder, ca bien sabia que dezia verdad,
e fizierase de grado afuera si pudiera, mas
no podia por los otros que lo prometían, assi
como el, e de mas que lo sabia ya la reyña,
ejas dueñas, e douzelTas tjjdas, que lailg^
manda del santo Grial que era ya comen-
Qada^e"quaJDS que alia ouiessen de yr se
auian de yr de mañana. Estonce comencaron
las dueñas de fazer su duelo tan grande, que
era marauilla, e quisieran entrar en el pala-
cio como locas, mas el rey lo defendió. A
estas bozes que las dueñas e donzellas hazian
en casa de la reyna, estaua el rey ante sus
ricos honbres con gran pesar, e pensando en
esto, entro en el palacio vna donzella a pie
y traya vna espada que auia la mancana
muy fermosa e muy rica, e la vayna muy
bien labrada, y ella conoció al rey, e fue a el,
e dixole: «Rey, no pienses mas, ca tu pensar
no vale cosa, mas rescibe esto que te traygo,
y después faz lo que yo te diré: e yo te digo
que veras ende venir tal cosa, que lo ternas
por gran marauilla» .
Cap. XX Yin. — Como la donzella dio la
espada al rey e dixo que la prouasse.
Estonce leuanto el rey la cabera e dixo:
«Donzella, ¿que dezis?» «Señor, dixo ella, yo
os digo que tomeys esta espada y que la
hagays sacar de la vayna a cada vno de los
caualleros de la Tabla Redonda, e vereys que
marauilla ende auerna. E después consejar-
vos he lo que ende auedes a fazer»; y el rey
estonce tomo la espada e sacóla de la vayna,
e fallóla muy fermosa. E la donzella dixo:
«Agora la podeys dar a otro, ca no soys vos
el que yo demando» . «Agora dezid, señora,
que puede a ende venir y creeros hemos mas
quando lo viéremos». «Yo os lo diré, dixo
ella, pues aueys sabor de lo saber: Sabed
que esta espada que vees tan fermosa e liu-
pia, sera toda tintada de sangre caliente y
bermeja, tanto que la touiere en la mano
aquel que hará mayor marauilla de matar
caualleros en esta demanda que otro; y esta
espada truxe oy aqui, por que lo conoceredes
e porque fagades fincar: ca sin duda si el ay
va, tanto mal y pesar aura ende, e tantos
matara, que vos os llamareys en su tornada
rey pobre y deseredado de buenos fijosdal-
gos» . Y después que esto dixo, dixo el rey:
«Por Dios, señora, mejor sera que el honbre
por que tanto mal ha de venir, que finque y
que no vaya». «Pues, dixo ella, mostrad
qual es, ca luego podredes conocer por esto
que os digo» . Estonce dio el rey la espada a
Gralaz e dixo que la sacasse de la vayna, y el
la saco, mas no se mudo qual era. E el rey
dixo: «Yos soys quito»; e Galaz la dio a su
padre, y el la tiro e no pareció ninguna se-
ñal; y después la dieron a Tristan e no pare-
ció cosa; después Boores de Gaunes, e Lionel,
y Estor, e Personal de Galaz, y Erec, fijo
del rey Lac, e Gariete. Mas cosa no se mos-
tró a ninguno destos; estonce la tomo Gal-
uan, e tanto que la saco de la vayna, vieronla
toda cubierta de sangre de vna parte y de
otra, tan caliente y bermeja como si eston-
ces la sacasse de cuerpo de honbre o de bestia.
Cap. XXIX. — Como la dojixella dixo que
Galuan era desleal cauallero.
Y quando los caualleros del palacio vieron
esta, dixeron: «Por buena fe esta es vna de las
grandes marauillas que nunca honbre vio» .
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
173
Y el rey pregunto a la donzella: «Señora,
¿pensays que es este aquel que vos buscays?»
«No lo pienso, dixo ella, mas selo verdadera-
mente, e si el ay va fara tan gran daño en
los caualleros que aqui son, que todo su
linaje no lo podra cobrar»; y el rey bien
creya que dezia verdad, dixo a Graluan: «So-
brino, yo vos ruego que finquedes e que no
vayas en esta demandan ; y el, que ouo ende
gran pesar de aquella dueña que ay vino
ante tantos honbres buenos, res])ondio: «Se-
ñor, no deueys creer quanto os dixere; y sa-
bed que todo es encantamento; ¿no vistes dias
ha, quando la reyna Morgayna e toda su
conpaña tornada en piedra?; y no deuedes
creer esta». Estonce dixo ella: «Assi Dios
me ayude, esto no es encantamento, ante es
derecha verdad, e assi Dios me ayude, si
ydes a}', tan gran daño ende verna, que vos
no podays cobrar ni el rey Artur que aqui
esta» . A esto respondió el rey: «Dueña, yo
vi tal señal de la su yda, que, assi Dios me
ayude, yo se verdaderamente que assi verna,
e por ende le defiende como señor faze a su
cauallero, que ay no vaya, mas que finque
en toda guisa». «¡Como, señor 1 dixo Gal-
uan; ¿mas crees vos a ella que no a mi?»
«Yo creo, dixo el rey, lo que veo, e por ende
os defiendo de todo en todo esta carrera».
«Señor, dixo el, pareceme que no mirays aj
mi honra, mas mi mal y verguenga; ca si no
voy, soy perjuro y desleal, e assi no me de-
ueria honbre tener por cauallero» . «No se,
dixo el, que vos ay fareys, mas si ydes, pe-
sarme lia ende mucho» .
Cap. XXX.— Cboío la reyna Ginebra pre-
gunto al donxel si auian jurado Lanrarote
e Galuan de andar en la demanda del sanc-
to Grial.
Desto vno G-aluan gran pesar, y se partió
delante del rey e fuesse para su posada, e la
reyna dixo al douzel que le traya las nueuas
de la demanda: «Agora, di me: ¿f ueste tu do
prometieron de yr a buscar el santo Grial?»
«Si. seiiora, dixo él». «¿Y" Galuan e Langa-
rote eran ay?» «Señora, dixo el, aj^er Gal-
uan lo juro, e después Lancarote, y después
todos los otros de la Mesa Redonda». «Assi,
dixo ella, en mal punto fue comen9ada esta
demanda, ca muchos honbres buenos mori-
rán, por ende se tornara en gran perdida el
reyno de Londres». Estonce ouo tan gran
pesar de Langarote, que las lagrimas de los
ojos le sallan, e dixo otra vez: «Cierto, este
daño es muy grande, ca sin muertes de mu-
chos honbres buenos no sera esta demanda
acabada; e marauillame del rey como lo pudo
sofrir, ca los mejores se partii-an del, y esta
tierra valdrá por ende muy poco»; y estonce
comencé a llorar muy fuertemente, e las due-
ñas e donzellas que ay estañan en el palacio,
quando viera a don Galuan su espada e vio
que se partiera de alli con saña, e dixo al rey:
«Señor, ¿que me dezis de la yda de Galuan?
Sabed que mucho mal ende verna»; y el rey
dixo: «Sabed que no va ay ninguno onde no
me i^ese, mas mucho mas me pesa deste, ca
bien se que mucho mal auerna ende» . «Pues,
señor, ruégeos que lo fagaj^s quedar» . «Yo os
digo, dixo el rey, que no sera tan osado que
lo prueue, que ge lo he defendido, e bien lo
vistes». «Muchas mercedes», dixo ella, y
estonce fuesse con su espada.
Cap. XXXI. — Como supieron en la corte que
Gala", era fijo de Langarote.
Aquella sazón supieron los mas de la casa
del rey Artur que era Galaz fijo de Lan9a-
rote, ca no podia ser que fazienda de tan
gran honbre como Galaz pudiesse ser tan
luengamente encubierta.
Mucho hablaron el rey e la reyna de mu-
chas cosas aquella noche con Galaz e los
honbres que ay eran de su linage, que lo
amanan mucho; e quando la noche vino mas
llegada, acaescio al rey la marauilla que vie-
ra del cauallero que ardiera, e pregunto
quien auia las letras de aquel que cayera,
que tenia en la mano quando cayera. Eston-
ce dixo vn cauallero: «Señor, vees aqui las
letras que el tenia» . Y el rey tomo las letras
e las leyó, e fallo que dezian: «¡Ay arzobis-
po de Conturber, honbre santo e de buena
vida e sesudo, consuélame en mi mala vida
y mala ventura y en mi pecado, assi como
yo te contare! Sabe verdaderamente que yo
lo descubro a Dios e a ti que yo soy mas pe-
cador de los pecadores, que dormi con mi
madre y con mi hermana, y después las mate
anbas en vna hora porque no q\;erian cun-
plir mi voluntad. E después, estandolas mi-
rando do las matara, sobreuino mi padre el
rey de la insola del puerto, e después que
vio aquella muerte, metió mano a su espada,
e yo meti mano a la mia, e mátelo, e do lo
estaña mirando, vino mi hermana y el con-
de de Gonon, e maltruxome, e mátelo. E todo
este mal que yo te digo, he fecho en vn solo
dia; agora me conseja, padre, y me deys pe-
nitencia, que por grane que sea lo conplire» .
E todo esto e.taua en las letras que el caua-
llero tenia quando murió. E desque el rey
leyó las letras, assi que las oyó Galaz e los
altos honbres que con el estañan: «Agora
podemos saber por que este cauallero murió
174
LIBROS DE caballerías
tan crudamente. Sabed que esta marauilla
fue Yenganra de Jesu Christo» ; e los otros
dixeron que bien parecía verdad, según lo
([ue las letras dezian. Y el rey fizo guardar
las letras en rn tesoro de santo Estiano de
Camaloc, e fizo fazer vn rico monumento al
cauallero, y escriuieron encima: «Aquí yaze
rx CArALLERO QUE TN DÍA MATO A SU PADRE Y
3XADRE Y sus HERMAXAS» . EstC CSCritO fuC
fecho después que los de la Mesa Redonda
fueran a la demanda del sancto Grial.
Cap. XXXII. — De como el rey Artur fizo
mucha Jionra a Galaz.
T aquella noche hizo el rey dormir a Ga-
laz en su lecho j en su cámara, ca auia gran
plazer de le fazer honra, e todos los del rey
Yan dormieron en casa del re}'" por amor de
Galaz, e mucho les era cara cosa de se partir
tan ayna, ca todo aquel linaje se amanan
tanto, que mas querían morir de consuno
que no partirse; y sin falta, en casa del rey
auia estonce de aquel linaje xix caualleros,
e todos muy buenos, e todos fueron tan aue-
nidos, que no ouo tal que no fuesse conpa-
ñero de la 3Iesa Redonda; y por esto era esse
linaje tan i)rouado e nonbrado, que no ha-
llauan tantos de otro linaje en el rejmo de
Londres como de aquellos. Aquella noche,
quando el rey Artur vio [que] aquel linaje
del rey Yan, que aquel tienpo era flor de los
caualleros del mundo, fincara en su casa por
amor de Galaz, comencolos a mirar, e pensar
que estos eran los mejores honbres del mundo
que alli mas vezes fueran, e que mejor se ven-
garan de sus enemigos; e quando el pensaua
que se querían yr de mañana a tal lugar
donde el no pensaua que jamas tornassen,
Yuo ende gran pesar, que no sabia que consejo
ay pusiesse; ca este era el linaje del mundo
que el mas amavui, fueras los suyos; e fuesse a
echar en vna cámara, e comenr-o a fazer gran
duelo, e a maldezir a Galuan su sobrino, e
dixo que maldita fuesse la hora en que lo
primero ouiera visto, que el le quitara en vn
golpe todos los buenos caualleros e altos hon-
bres, por lo qual era mas temido que todos
los reyes deste mundo.
Cap. XXXIIL — Como el rey Artur hazia
duelo por sus caualleros que se partían del.
Assi se quexo e fizo duelo el rey por sus
caualleros que se partían, y quando fue de
mañana, se leuanto mas ayna que pudo, ca
tenia gran cuydado de lo que auia de fazer;
mas no se leuanto tan de mañana que no fa-
llase mas de sesenta caualleros, de los que
auian de yr en la demanda, que se armauan
ya las lorigas, e que ceñían las espadas, y
auia ende tan gran pesar, que no auia hon-
bre que lo pudiesse pensar quando los vio es-
tar assi, que tan gran cuyta vuo; e como
vio a Ga ríete, dixo: «¡Ay Gariete, muerto me
ha vuestro hermano, que me quito todos mis
honbres buenos que tenia en mi casa!; e a lo
menos, si fincasse comigo el linaje del rey
Yan, no auria tanto pesar, mas el me escar-
neció todo, que no me fincara desta vez bueno
ni mala» . Quando Gariete esto oyó, no dezia
nada, mas bien entendió que el rey dezia
verdad. Aquel día mando el rey Artur armar
a Galaz, e quando fue armado, fueras del
yelmo y escudo, e fue a oyr misa el y los
otros de su linaje, e después tornáronse al
palacio, e hallaron ay a los otros que auian
de yr a la demanda, que no atendían al sino
a el. e assentaronse en cabo del palacio vnos
cerca de otros. Y estonce leuantose el rey
Bandemagus, e hablo tan alto que todos lo
oyeron:
Cap. XXXIY . — Como los de la Mesa Re-
donda fixieron juramento de maoitener la
demanda {^).
«Señor, dixo al rey Artur, pues que este
pleyto es assi comentado que no puede ya
ser dexadO;, e los que han de yr no atien-
den al sino a vos, e yo lo quería bien que los
santos euangelíos viníessen, y que los caua-
lleros fiziessen tal juramento qual deuían
fazer los que van a la demanda» . «Esto quie-
ro yo bien, dixo el rey, pues que ya al no
puede ser» . Estonce enbiaron por los cléri-
gos, e truxeron el libro sobre que fazian ju-
ramento de la corte; e pusiéronlo ante la alta
silla del, y el rey llamo a Galaz, porque lo
tenia por mejor cauallero que auia, e dixole
assi: «Galaz, vos sojs assi como maestro de
los caualleros de la Mesa Redonda, y el me-
jor; venid ante e fazed el juramento desta
demanda». E Galaz dixo que lo faria de gra-
do, e fue fincar los ynojos ante el libro, e
juro que, si Dios le ayudasse, que el manter-
nia esta demanda vn año e vn dia, e mas si
menester fuesse, e que jamas tornuria a la
corte fasta que supiesse la verdad del santo
Grial, si pudiesse ser que lo pudiesse sabor
en alguna guisa. Y después juro Lancarote,
y Tristan otrosi. E sabed que todos los cien-
to e cincuenta caualleros de la Mesa Redon-
da, no finco ninguno que este juramento no
fiziesse. sino Galuan, que no era ay, ca se
(') El texto: «dueña».
LA DEMANDA DEL S ANOTO GRIAL
175
fue bien de mañana armado, por atender los
otros en la floresta de Camaloc, que bien sa-
bia que si con los otros quisiesse yr, que el
rey lo haria quedar.
Cap. XXXV. — De como se partió Galuan
de la corte e no fizo juramento.
Galuan se partió de la corte de gran ma-
ñana^ porque el auia gran pesar quando el
rey recibió el juramento, e nunca se acordó
de Galuan, tantos eran los otros; mas por-
que la historia deuisa en francés los nonbres
de aquellos que fueron a la demanda del
santo Grial, conuiene que lo deuise yo assi.
Cap. XXXYI. — De los nombres de los ciento
e cincuenta cauallcros de la Mesa Re-
donda (').
De los ciento e cincuenta caualleros que
fueron de la Mesa Redonda, que fizieron el
juramento desta demanda: El primero Ga-
laz; el segundo Lancarote; e después Tris-
tan, e Boores de Gaunes, e Lioner, y Estor
Mares, e Briures, Blamor su hermano, e
Layn el blanco; Bafa, ahijadlo del rey Yama-
gon, buen cauallero a marauilla; Tristan,
Arnel, Canir, Gariendes el negro, Acosan el
grueso (^), Acotan el ligero, Danubré el cora-
joso. Todos estos caualleros, sin Tristan, eran
del linaje del rey Yan, e vinieron a la corte
por amor de Lancarote; e vinierales assi,
que por su buena vida fueron conpañeros de
la Mesa Redonda, y eran preciados de caua-
lleria, e nonbrados sobre todos los caualleros
de casa del rey. E por la bondad destos, que
no eran sino andantes, era el linaje del rey
Yan assi nonbrado como yo os digo; y los
otros que del rey no eran, fueran estos: Aglo-
uan, e Perseul; Tor, fijo de Dares; Madar,
su primo cormano; e Persides de Galaz. E
los otros: Erec, fijo del rey Lac; Gugeran,
su hermano de Guaucho, muy buen caua-
llero de armas, mas tan soberuio, que era
marauilla. E los otros eran: El mayordomo
Sagramor el derranjador, Geltet el fijo de
Dor, Lucan el copero, e Didonax el saluaje,
Calouagas, Yuan, el fijo del rey Yrnan el
bastardo; e Yuan de las manos blancas, e
Yuan de Nesguses de Baybola; Garles el pe-
queño, Garles el negro, Laydo el Ardit, Ta-
nadon su hermano. Mador de la puerta, el
gran cauallero; Caridan de las insolas, el
(') Faltan algunos en esta enunieración para com-
pletar los ciento cincuenta. Si no nos equivocamos en
el cómputo, son solamente 121 ]oscab;ílleros nombra-
dos en esta lista. No ñgura, entre otros, Amador de
Belrepaire, citado en el cap. LIX,
(*) £1 texto: «gruseoí).
rey Bandemagus, Patrides su sobrino, Man-
das su cormano, el donzel de la saya mal
tajada, de que el Cuento del bastardo (') fabla
mucho; Demanda su cormano, el buen caua-
llero del axedrez; Quean, Destraus, Granda-
lis, Granda su hermano, buen cauallero á
marauilla, el que fizo mucho en aquel tien-
po en el reyno de Londres; Tor de la mon-
taña; Clamadayn, que poco auia que ganara
la silla de la Tabla Redonda; Galac el gran-
de; Reymon, Semala su hermano, Damatal,
que era su conpañero. Y sabed que todos
estos .Y. eran tan buenos caualleros, que no
se hallauan mejores en el reyno de Londres,
si no ñiessen los del rey Yan. Estos .Y. que-
rían mal este linaje por enbidia, porque no
fazian tanta honra a ellos como a los otros.
E los otros: Lanbuegues, que fue ayo de
Boores e de Lionel; Signados, Artionel de
Garin, Domain el Ardit, Manasses, Arnalac,
el fermoso cauallero del llano; Angelis de
los vistos, Daradac el manso, que era su
hermano, Morante el bien fecho, el preciado
de Espadrian; Yercolin (■') de los puertos, Mi-
cael el grande escudo, Malaz el luengo, Di-
nas su liermano, Coriac de las luengas ma-
nos, Pinabel de la insola, Danel el caridor,
Gandió el negro, Grandan de la montaña,
que erananbos hermanos; Atamor. Cadin el
pequeño, Yltrabalo, Lanfecen, Cauan el
blanco, Agrauayn el sañudo, Grongan el fijo
de Galuan, de que el Cuento del bastardo ha-
bla; Rinaton el gruesso, Amatin el buen
justador, Canadan el delgado, Canamer el
de la hermosa amiga, Arpian el de la estre-
cha montaña, Sanas, Lunadas, Pollias el
fuerte; este sin falta era natural de Londres.
E los otros andauan: Canadal, Lucas de Ca-
maloc, Perecha, Panderan, Manalan, Jaban,
Caliende, Lajosa, Guardacanales , Mada-
lan, Sordiran, Relian el amarillo, Paflicon
de Cardonil, Belenad de Cardoyl, Cardiel,
Amaderin de Londres, buen cauallero car-
nido; Ardit, Firamente, Leche el pequeño,
Carnuu el grande. Dinadas de Galardian su
hermano, Damac de la gran lanca. Pellas el
pobre, Solían el noble, Calingate el pobre;
estos eran hermanos. Darin, Aues el non-
brado, Arac de la Mota, Benel y Aspalon,
Furan el negro, Candonic el cortes, Mudi-
can, Demndies, Percuray, Lamen su her-
mano; todos estos, que os tengo dicho los
nonbres, eran de la Tabla Redonda, e no
O Algún oci'o libro de caballerías. Probablemente
Yvain ó Iwüin. q\ Clievalicr au Liun. Este segundo
titulo es el del poema de Chrétien de Troves (si-
g o XII ); el primero, el de la traducción alemana de
Hartmann von Aue.
O No está claro este nombre en el texto.
176
LIBROS DE CABALLERÍAS
auia av tal que no fiiesse canallero escogido,
e proi^ado en mnclia buena canalleria; el rey
Artur sin falta era ende ledo, porque se
cum])lio el cuento de los ciento y cincuenta
caualleros.
Cap. XXXVII. — Como los caualleros de la
demanda se partieron del rey Artur.
Pues ouieron seguramente, e comieron en
el palacio, por el rey que ge lo rogara, lan-
9aron sus yelmos en sus cabecas y encomen-
dáronse mucho a Dios e a la reyna, e despi-
diéronse della con lagrimas e lloros. Y ella
00 (lonco vn duelo tan grande como si viesse
tcdo el mundo muerto ante si; e por que no ge
lo entendiessen , tornóse a su cámara, e de-
xose caer en su lecho, e comenco a fazer vn
tan gran duelo, que no ay honbre en el mun-
do que lo viesse que no se marauillasse, e
quando Lancarote fue ya todo guisado, e que
auia pesar de su señora que mayor no podia,
fue a la cámara a do la vio entrar, e 'tanto
que ella le vio, dixo: «Lancarote, muerto me
aueys, que dexays la casa del rey por yr a
las tierras estrañas, donde jamas no torna-
rey s, si por marauilla no» . «Señora, dixo el,
si tornare, si Dios quisiere, muy presto».
«Ay, dixo ella, mi coracon me lo dize, que
me mete en tal pauor y en tal cuyta, como
nunca fue dueña de gran guisa por gran ca-
nallero». «Señora, dixole, con vuestra gra-
cia, quando os pluguiere» . «A mi plazer, dixo
ella, nunca puede ser; mas pues que veo
que lo aueys de hazer, yd con la gracia de
Nuestro Señor, que vos guie e vos torne acá
con salud, e vos de honrra en esta deman-
da». «Señora, dixo el, assi lo guise Dios, si
a el pluguiere» .
Cap. XXXYni. — Como se partió Langarote
de la reyna con gran ])esar.
Estonce se partió Langarote de la reyna,
y fuesse al palacio y hallo que ya caualga-
ron, y que no atendían sino a el; y el fue a
su cauallo, e caualgo. Y el rej, que vio a
Galaz sin escudo, dixole: «Amigo, no me se-
meja que fazeys bien , que no leuays escudo
assi como los otros». «Señor, dixo el, muy
mal faria yo si de aqui lo lleuasse; e sabed
que no traeré escudo fasta que la ventura
me lo de» . «Agora ¡sea en el nombre de
Diosl», dixo el rey.
Cap. XXXIX. — Como faxian todos duelo ¡wr
los caualleros de la demanda que se partían.
Estonce se partieron del palacio, e fueron-
se por la villa, mas nunca vistes tan gran
duelo como fazian los de Camaloc e los otros
caualleros que quedauan; mas los que se
auian de yr no fazian semblante que no da-
ñan por ello nada, antes vos semejarla si los
viessedes, qxie yuan muy ledos e muy ale-
gres, e sin falta assi era.
Cap. XL. — Como se torno el rey Artur de
despedir los caualleros de la demanda.
E quando ellos llegaron a la entrada de la
floresta de contra el castillo de Agan, esto-
uieron todos a vna cruz ; estonce dixo Lan-
carote al rey: «Señor, tornados, ca asaz
venistes con nos» . «Assi Dios me ayude, dixo
el re}", el tornar a mi sera muy grane, ca
mucho me pesa de partirme de vos, amigos
mios; mas porque veo que me conuiene de
10 fazer, tornarme he». Estonce quito Langa-
rote su yelmo, e todos los otros otrosi. E abra-
cólos el rey a todos, e besólos llorando muy
de corafon; e los otros honbres que yuan ay,
fizieron otrosi. E después que sus yelmos
ouieron enlazados, enconmendaronse a Dios
vnos a otros, e lloraron muy de coraron. Es-
tonce se partieron, y el rey se torno a Cama-
loe, y ellos entraron en la floresta y caualga-
ron tanto, que llegaron al castillo de Nagan,
e aquel Nagan era vn honbre de gran edad, e
honbre bueno e de buena vida; e quando
supo que los caualleros de la Mesa Redon-
da yuan a demandar la demanda del sancto
Grial, rescibiolos muy bien en su casa,e tuuo-
se por bien andante que Dios le aduxera tan-
tos buenos honbres por huespedes . Y aque-
lla noche albergaron con Nagan, e fueron tan
seruidos de quanto menester ouieron, que
ellos fueron ende marauillados donde lo pu-
diera auer tan ayna guisado, de fazer a tan-
tos tanto algo a desora. Y" ellos que estañan co-
miendo, llego la donzella alegre, aquella que
os dixe que mostrara a Erec e firiera a Lan-
garote con el freno ('), e vio a Gahuin assen-
tado, e se fue parar ante el, y dixole assi
como por saña: «¡Ay Galuan, Galuan, caua-
11 ero follón e desleal! ¿Como eres atan osado
que en esta demanda quieres yr, quando sa-
bes quanto mal ende auerna, e mayormente
a los de la Mesa Redonda? E si tu quisiesses
menbrar de la muerte de Lamorante e de su
hermano, y de la deslealtad que ay feziste,
tu te deuerias cuytar desso , e quieres agora
hazer mas deslealtad, ca assaz auias fechas en
aquel tienpo que tu sabes bien; e tu quieres
yr a esta demanda como los otros, mas que
te auerna ende; sabe que Don Galaz, que
(') Como antes, el autor supone conocida la historia
de Lanzarote del Lago.
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
177
aqiü esta, que es el mayor eauallero del mun-
do, no fara tanto de bien en esta demanda
como tu faras de mal por tu mano, ca en mal
punto con tu espada mataras xviu, y mas
destos tus conpañeros, de tales que valen
mas de caualleria que tu. Esto auorna por ti
en esta demanda; mira agora como ellos de-
uen maldezir la tu vida» .
CA.p.vXLIl-;-t'o/;iO la donxella dixo el mal
que^ttuernia por la demanda del sancto
Grial.
Galuan vuo vergüenza de aquello que la
donzella le dixo, e respondió: vDonzella, si
yo pensasse que tanto mal por mi vernia en
esta demanda, yo me tornarla : mas porque
se verdaderamente que todo lo que dizen no
auiene, por ende no creo lo ql^e me dezisv.
^'¿No? dixo ella; si agora no me crees, creer-
me has después que tu veras que todo assi
verna; e no he yo cuyta de ti, mas por el mas
sesudo honbre del rey no de Londres, que tu
ay mataras» . Estonce se torno al rey Bande-
magus, e dixole: vEey Bandemagus, yo he
muy gran pesar porque tu vas en esta de-
manda, ca tu cierto morirás, y sera muy gran
daño por dos cosas: la vna, porque eres muy
biien eauallero de armas; la otra, porque
eres el mas sesudo principe de Londres; e
sabe que vn solo eauallero matara a ti e a
Patrides tu sobrino, e a Erec, e a Yuan, e a
tantos destos otros, que maldito fue el dia que
nascio este pecador, que tanto mal hará, que
mas le valdría ser por nascer; ca por sus
obras sera después de su muerte mas de
.Y. años mas de ."V . reynos huérfanos de bue-
nos señores». Estonce torno a Galuan, e di-
xole: «Galuan, entre tu e Morderec tu her-
mano , no fuestes nascidos sino para fazer
malas venturas e dolores; e si los que aqui
están lo supiessen como yo lo se. sacaros han
los cora9ones, ca ayna los hareys morir con
dolor; e aquellos que agora no me creen desto
que yo les digo, retraerlo han a tal hora que
no podran poner ay consejo» .
Cap. XLn. — Como vn eauallero pidió a Ga-
laz qus le cortasse la cahe(^a.
Tn eauallero que vio a Galaz muy grande
y bien hecho, e tanto que lo vio, hinco los
ynojos ante el, y dixole: v¡Ay Galaz bien-
auenturado e eauallero escogido sobre todos
aquellos que nunca truxeron armas en la
Gran Bretaña ! yo te ruego por la fe que
deues a toda caualleria, que me des vn don;
e bien me lo deuias dar, ca este es el pri-
mero don que hombre to pidió de^-ptr^ qn©
LIBROS DE C\EA'-r.ERIA>, — VI
recebistes la orden de caualleria, e si no lo
hiziesses, estrañamente errarías». E Galaz
miro al eauallero que tan de coraron le pidia
e no sabia que responder, porque pensaua
que era gran cosa, e dixole: v<Leuantados,
eauallero, e yo os lo do lo que pedis, si es
cosa que pueda y deua dar» . E dixo el eaua-
llero: «Muchas mercedes, señor. Pues ago-
ra os pido ante estos caualleros que me cor-
tays la cabecj'a con esta espada que traygo.
que nunca dessee cosa tanto como de morir
por mano de buen eauallero como vos soys;
ca bien se que mejor eauallero que vos no me
podria matar. Estonce tiro la espada de la
vayna e púsola en la mesa .
Cap. XLIII. — Como el eauallero prono a
'.kdax, ele dixo que lo mafasse.
«¡Ay señor eauallero I esto no hagades en
comien90 de vuestra caualleria que no me
tengades lo que me prometistes; ca estonce
seriados vos el peor eauallero y el mas men-
tiroso del mundo, si assi comencastes a fazér
de fallescer lo que prometedes» . <:No vos ha
pro, eauallero, dixo Galaz, de tal ruego me
rogar, ca no ha cosa en el mundo por que vos
mate». «¿Xo? dixo el; ¿no me terneys lo que
me prometistes?» vOtra promesa, dixo Ga-
laz, os ternia yo a mi poder, mas esto no
haría yo a poder que pudiesse» . Y estonce
se leuanto e tomo la espada, e dixo: eAgora
vos departiré otro juego; o vos me matad o
yo matare a vos; agora escoged lo que qui-
sierdes» . Galaz se comento a sonreyr, e sig-
nóse, tanto lo vuo a marauilla. e después
dixo: <;Por buena fe, eauallero, vos soys el
mas loco y el mas nescio que yo nunca oy
fablar, que quereys que por fuerría os mate:* .
Dixo el eauallero: ^cSi vos no me matays oy,
de mañana me matara otro, que ninguno
fuera Dios me podra guardar. E aquel es el
honbre del mundo que yo peor quiero e que
menos precio; e por esso querría que me
matassedes vos y que no me hallasse el en
la mañana biuo» . «Como quier que auenga,
dixo Galaz, de vuestra muerte, yo en nin-
guna guisa no os matare» . «Pues, dixo, yo
quiero matar a vos» ; y estonce algo el espada
e hizo que lo queria matar; mas Galaz sola-
mente no se quiso mouer, mas que aquel que
nunca vuo miedo ni dudaua. E quando el
eauallero vio que no lo podia espantar, dixo:
cGalaz, de gran coraí^on eres, e yo veo que tu
acabaras del rey no de Londres, ca te veo
mas esfor9ado que pense ver a hombre; por
esto te dexarc de matar, ca mucho seria gran
daño si a tal sazón muriesses; empero, pues
qtiB yo de mañana he d^ morir , quiero yo
178
LIBROS DE caballerías
cuytar mi muerte». Estonce metió el espada
por si, e con la cuyta de la muerte cayo, y
diso: «;Ay señor Galaz. ruega por mi!», y
luego dixo esto, fue muerto, e quantos en la
casa estañan fueron marauillados. Estonce
vinieron escuderos e sacáronlo fuera del pa-
lacio do comiau. e los caualleros dixeron al
señor del castillo que lo fiziesse enterrar e
preguntasse por su nonbre e su fazfenda, e
que lo fiziesse escreuir sobre su monumento
que los que después viniessen supiessen
aquella marauilla: e aquella noche tomaron
consejo de se partir de mañana y que se
fuesse cada vno por su camino, ca por mal e
couardia les ternian de andar juntos.
Cap. XLr\'. — Como los caualleros de la de-
manda se partieron V710S de otros.
Otro dia de mañana oyeron missa, y des-
pués caualgaron, e comendaronse a Dios, y
despidiéronse de su huésped, e gradecieron-
le mucho la honra que les fíziera; y después
saliéronse del castillo, e tanto que llegaron
a la floresta, partióse cada vno por do fallo
camino o sendero, e lloraron mucho al partir.
Cap. XLV. — Como Galax fallo en el mones-
terio al rey Van de magus.
Agora dize el cuento: que quando Galaz
se partió de su compaña, anduuo tres dias sin
aventura hallar, e no traya escudo, e sabed
que siempre el hermitaño yua em pos del de
pie, que no queria subir en bestia; e al
quarto dia avino que llego a ora de bisperas
a vna abadía de monjes blancos ('), e los
frayles recibiéronlo muy bien, ca lo conocie-
ron por cauallero andante, e fizieronlo des-
cendir, e leñáronlo a vna cámara, e desar-
máronlo, y el cato, e vio dos caualleros de la
Mesa Redonda, el vno era el rey Bandema-
gus, y el otro Yuan el bastardo, e tanto que
los conoció y ellos a el, fueron mwj ledos, e
abracáronse muj' bien; e Lien lo deuian fa-
zer, ca tanto eran como hermanos, pues eran
de la Mesa Redonda aquella sazón. Después
que comieron, saliéronse por vna huerta
(') Los monjes blancos eran cistercienses. Don Al-
fonso el Sabio, en la ley 27, lít. 7. Partida I., escri-
be: «Cifitel es un monesterio onde lieva nombre tuda
la orden que fizo Sant Benito de los monges Mancos:
et esta orden fue comenzada sobre mny grant pobreza
et por e^ta razón les tízo U cglesia de Rima muchas
gracias en darles previliejos et franquezae»
En los libros de calmllerías se suelen citar muy á
menudo los monjes blancos. Así en el cap. 48, lib. IV,
de AnindÍH de tinul", cuiíndo Grasandor hace ora-
ción:-«asi estando de rodillas, vio venir a la iglesia
un monje de los blancos». Tambitn se citan en el Ba-
ladro del »abio Mcrlin.
para folgar, e Galaz les pregunto quien les
aduxera alli, y el rey Bandemagus dixo:
«Nos venimos aqui por ver vna aventura
muy niara uillosa que aqui ha». «¿E que aven-
tura?» dixo Galaz. «Yo os lo diré, dixo el rey
Van; aqui ha vn escudo, que no lo puede
honbre leuar vna jornada de aqui, ni echar-
lo al cuello, que no sea muerto o mal llaga-
do, e don Tuan vino aqui por lo ver, e yo
por lo prouar, e quiérelo leuar fasta que no
pueda mas:>. «Por Dios, dixo Galaz, de gran
marauilla me fablastes, e tengo por bien que
lo proueys, e si lo vos no pudierdes leuar, yo
lo leñare si pudiere; ca otrosi no he escudo».
«Señor, dixo Yandemagus ('), bien se yo
que si vos la ventura prouades primero, que
la acabarej'S, mas dexadme tomar el escudo,
e vereys si es verdad lo que dizen» .
Cap. XLYI. — Como el rey prono el escudo
de la abadía e no se fallo bien.
Los caualleros fueron aquella noche bien
curados de quanto los frayles pudieron auer,
e fizieron mucha honrra a Galaz, por bien que
del oyan dezir [a] aquellos dos caualleros;
y en la mañana, después que oyeron missa,
pregunto el rey Yandemagus a vn frajie que
le dixesse a do era el escudo onde tanto fabla-
uan [en] la tierra, y el frayle le dixo: «¿Por
que lo preguntades vos?» «Quierolo prouar,
dixo el, si lo podre leuar, e veré si a tal vir-
tud como dizen» . «Esto no lo haria yo, dixo
el frayle, ca creo que no ganariades y sino
desonrra». «No vos y cal, dixo el, mostrád-
melo, si vos jjluguiere». «De grado», dixo
el, e leuolo estonce para el altar, e mostróles
el scudo, que estaña tras el altar; y el escu-
do era blanco, e tenia vna cruz bermeja, y el
frayle les dixo: «Yed aqui el escudo que de-
mandauades»; y ellos lo tomaron, e semejo-
Íes que era el mas fermoso y el mas rico que
nunca vieran, e daua tan buen olor como si
todas las especias del mundo y fuessen.
Quando Y'uan el bastardo vio el escudo, dixo:
«Si Dios me ayude, deste escudo digo yo
tanto, que ningún cauallero no lo deuia echar
a su cuello, si no fuesse muy mejor que otro;
e cierto yo so aquel que me no prouare, ca
me no siento por tal que lo deua fazer» . «En
el nonbre de Dios, dixo el rey Yandemagus,
yo lo quiero de aqui sacar, aque quier que
me ende avenga». Estonce tomo el escudo a
su cuello, e salióse de la yglesia, e después
que salió, subió en su cauallo, e dixo: «Ga-
laz, señor, si vos pluguiesse, yo querría que
(') La ortogrufia du este nombre varía en el texto.
Antes dijo alíuudemagusD) como se lee en el Bu'^
ladro..
LA DEMANDA DEL S ANOTO GRIAL
179
TOS me atendiessedes aquí fasta que viesse-
mos que podra acontecer desta auentura; e
si mal me auiniere deste escudo, querría yo
que lo prouassedes vos, ca yo muy bien se
que no fallesceredes vos ende». «E 3^0 os
atendere, dixo Galaz, muy de buenamente»;
e los frayles le dieron vn escudero que fuese
con el en compaña, y que truxesse el escudo
si lo el no pudiesso leuar.
Cap, XLYII. — De como el rey Van lleno el
escudo^ ege lo tomo vn cauallero.
Assi finco estonce Gralaz [con] Yuan; y el
rey Tandemagus se fue, e después que anduuo
quanto seria dos leguas, vieron salir de con-
tra vna liermita vn cauallero armado de bue-
nas armas blancas, e venia quanto el cauallo
lo podia traer, la lan(;'a en la mano. Y el rey
que lo vio venir, boluio a el, e quebranto su
lan^a en el. Y el cauallero, que lo alcanzo
ende, firiolo tan fieramente, que le falso la
loriga, e metióle el fierro de la langa por
cerca de la espalda siniestra, e batiólo en tie-
rra. E después decendio, e tomo el escudo,
e después subió en su cauallo, e dixole: «Mu-
cho fuestes sandio; este escudo tomastes que
no es otorgado sino a un honbre solo, e aquel
conuiene que sea el mejor cauallero del mun-
do, e por el gran yerro que vos fezistes me
enbio acá aquel que las grandes vengancas
tomo, por tomar de vos venganga según el
yerro fezistes» . Desque esto dixo a Yan de
magus, tornóse al escudero, e dixole: «Toma
este escudo, y llénalo al seruidor de Jesu
Christo el qual se llama Gralaz, e dile que el
alto maestre le manda que lo traya, ca sien-
pre sera tan fresco e tan bueno como agora;
esta es vna cosa por que lo deue mucho amar;
e dile de mi parte qne lo saludo» . «Señor,
dixo el escudero, pues vos vuestro nonbre
no me quereys dezir, ruegoos que me di-
gays donde tantas marauillas vienen deste
escudo, e por que; ca nunca vi cauallero que
lo a su cuello echasse, que le mal no vinies-
se» . «Esto no es cosa que tu deues saber, mas
enpero, si Galaz el buen cauallero quisiere
acá venir, yo le dire-la verdad del escudo, e
donde vino, e cuyo fue primero, e quien lo
truxo aqui, y dezirgelo he ante ti; e dile de
mi parte, si quisiere ende saber la verdad,
que venga a fablar comigo; y sepa bien que
aqui me fallara» . Estonce fue el escudero al
rey Yan de magus, e pregunto si era mal
herido. «Yo pienso, dixo el rey, que so feri-
do de muerte» . «¿Podej^s caualgar?» dixo el
escudero. «Prouarlo he,, dixo el rey, ca de
qxiedar aqui no me pqdra venir sino mal» .
Estonce se Ipuanto corno pudo, e caualgo oon
gran trabajo, y el escudero caijalgo tras el
por le tener que no ca^^esse.
Cap. XLYIII.--De como el rey Van de ma-
gus fue ferklo 2)or el escudo que tomo.
Después se partieron de aquel canpo, e
tornáronse al abadia, e los frayles tomaron
al rey Yan de magus, e llenáronlo a vna cá-
mara, e trabajai'onse de le guarecer la he-
rida, que era bien grande. E Gralaz pregunto
a vn frayle: «¿Cuydays que podra guarecer?
Ca cierto, gran daño sera si por tal auentura
muriesse; ca yo lo oy mucho loar de buen
entendimiento y de caualleria» . «Señor, dixo
el frayle, no temades que morirá, pero no de-
uia auer del ninguno duelo, ca ante ge lo di-
ximos que leuasse el escudo que le vendría
ende mal». Estonce vino el escudero a Gralaz,
e dixole ante quantos ay estañan: «Señor,
embiaos saludar el cauallero de las armas
blancas, y embiaos este escudo, e mandaos
que lo trayades, ca no ay agora, como el
dize, honbre en el mundo fueras vos que lo
deua traer; e si vos quisierdes saber onde el
escudo vino, e que tantas marauillas en el
auienen, dixome que vayades a el, y el vos
lo contara; e yo os leñare do vos el atiende».
Quando los frayles esto oyeron, marauilla-
ronse mucho, e humilláronse contra Galaz,
e dixeron: «¡Benditas sean estas nueuas, y
bendito sea Di'^s porque lo aqui traxo! Ca
agora sabemos nos bien que por este serán
acabadas la auenturas marauillosas del reyno
de Londres». E Yuan el bastardo dixo: «Señor
Calaz, echad esse escudo a vuestro cuello, assi
sera ya quanto mi voluntad complida; ca si
Dios me ayude, nunca tanto dessee cosa como
ver el buen cauallero que deste escudo auia
de auer el señorío» . E Galaz dixo que lo fa-
ria, pues que assi ge lo enbiaron dezir, mas
que ante queria auer sus armas, e truxeron-
gelas, y después que fue armado, e subió en
su cauallo, echo el escudo al cuello, e aco-
mendo los frayles a Dios, e fuesse; e Yiian el
bastardo, que estaña ya armado para subir
en su cauallo, dixo que le faria conpañía; y
el dixo que ge lo grádesela, mas no queria
que fuesse con el otro, fueras el escudero y
el hermitaño; sin falla el hermitaño andana
siempre con el, quando cerca, quando lexos;
e contauale cada dia las vidas ele los sanctos
padres e las hystorias antiguas, e contole
donde era y de qual linaje, y de quales caua-
lleros; e contóle de Joseph y de Josofes, y
del rey Mordrayn, e de Nascian, quales hom-
bres fueron, e quales caualleros, e de qual
amor Nuestro Señor los amara-. Esta era la
cosa del mundo que el mas escuchaua y que
180
LIBROS DE caballerías
le mas confortaua; tanto aiiia sabor en lo
oyr, que cosa del mundo no le plazia mas.
Cap. XLIX. — Como Galaz tomo el escudo e
acabo la auentura del.
Tanto que Galaz se partió deTuan, caual-
go tanto, assi como el escudero lo guiaua,
que llego a la hermita do el cauallero blanco
atendió, y el escudero amostrólo a Galaz, e
dixole: «Señor, vedes aqui el cauallero que
vos embio el escudo». E Galaz fue contra el,
e sainólo, y el cauallero otrosi a el. «Señor,
dixo el escudero, agora dezid a Don Galaz la
verdad deste escudo , c por que tantas ma-
rauillas del auienen». Y el cauallero respon-
dió que de grado. Estonce se torno a Galaz, e
dixole: «Oydme, cauallero de Jesu Christo,
el lionbre bueno que contigo anda, te depar-
tió ya todo como era ante que fuesses caua-
llero. Y después alli do te mostró el comien-
§0 de tu linaje e lo que fizieron en esta tie-
rra y en otra. Agora te digo, que si tu su-
piesses qual remenbranca dexo Josofes y el
rey Mordayn después de su muerte, tu sa-
brás estonce onde este scudo vino; ca sin
falta esta cruz que en este escudo esta ber-
meja, fizo Josofes de su sangre rnesma, quan-
do ouo de morir, e duro fasta aqui, e durara
avn mas que honbre no cuyda; e assi como
el te deuiso el fecho de Joseph y de Josofes,
e del rey Mordayn e de Xacian, assi aniño
todo. Y este escudo es el quel rey ]?iIordayn
traxo en la batalla con el rey Tolomer, onde
tu ya oyste el cuento; por la cruz que en este
escudo fue. escapo de peligro de muerte, e
por las marauillas que deste escudo vinieron
estonce, fue tan bien guardado, que ningu-
no lo oso traer, ni fue otorgado a cauallero
que lo traxesse fasta la tu venida; ca el que
es orden; dor de todas las cosas no (luiso que
lo traxesse sino aqui en quien ouiesse mara-
uillas de bien mas que en otro hombre» . Y
estonce le comen(;o a diuisar la hystoria del
escudo assi como el cuento lo ha deuisado e
lo que vos yo ya dixe no vos lo quiero otra
vez contar; e tanto que el cauallero blanco lo
contó todo, no lo vio Galaz, ni supo que fue-
ra del.
Cap. L. — Como el escudero rogo a Galaz que
lo rec¿b¿£ss6 en su compaJiia^ y que lo sír-
uiria en todo.
Quan^lo el escudero que estaua ante Galaz
e que todo aquello oyó, tanto que el caualle-
ro blanco se partió de alli, descendió de su
rocin, e rogóle llorando, por amor de aquel
cruya ¿'eñal trajra en su estlido, que lo reci-
biesse por su escudero, o que lo fiziesse caua-
llero. «Amigo, dixo Galaz, si yo conpaña qui-
siesse, plazerme ya con vos, mas no quiero
conpaña en esta carrera». «¡Señor, dixo el,
fazedme cauallero'» E Galaz lo cato, e violo
llorar tan ñeramente como si viesse el hon-
bre del mundo que el mas amana delante
muerto, e ouo del gran duelo, e otorgogelo.
«Señor, dixo el escudero, pues assi es que
me otorgastes que me fariades cauallero,
ruégeos que me tornedes a la abadia, ca alli
aure cauallo e armas, e no tornedes alia tan-
to por mi, como por ver vna auentura que
la terneys por la mayor cosa que nunca vis-
tes como yo cuydo, y se que la acabaredes;
e nunca fue ay cauallero que viniesse que la
pudiesse acabar» . Y el dixo que ternaria de
grado. Estonce se tornaron al monesterio. e
los fray les salieron contra el, e recibiéronlo
muy bien, y preguntaron al escudero por que
el cauallero tornaua, y el dixo que por le fa-
zer cauallero, e por la auentura que ende
auia. Galaz, tanto que se apeo, pregunto
como podia ver la auentura que ende era.
«Señor, dixo el honbre bueno, bien lopodeys
ver, e nunca tal cosa oystes fablar; e dezir-
vos he como pieca ha que ouo aqui cerca vn
cementerio, a do cuerpos de muchos honbres
buenos sanctos yazian, [e] auino que vn pa-
gano, el mas desleal cauallero que nunca ouo
en la Gran Bretaña, e la mas endiablada cosa
del mundo, fue ay soterrado, e luego que fue
soterrado, quantos en esta abadia están, vie-
ron los diablos sobre su sepultura, e comenQO
ende a salir vna boz tan astrosa que todo
honbre que la oya perdia el poder del cuerpo
por gran tiempo; e por esta marauilla ver.
vinieron muchas vezes muchos honbres bue-
nos, e no ouo ninguno que se mal no fa-
llasse. ca assi como oya la boz, no auia poder
de se leuantar, e tales venian que morianr .
Dixo Galaz: «Essa sepultura querría ver», y
el dixo que se la mostrarla, y leuolo estonce
fuera do la yglesia, e passaron por vn cemen-
terio. E después mostróle en vn gran canpo
yermo vn árbol que estaua ay, e dixole;
«Sabed que so aquel árbol esta la sepultura
onde sale la boz, que todo honbre que la oye
pierde el sentido o queda mal trecho para
sienpre, e si vos queredes yr, Dios quiera
que podays tornar». E taño la canpana, por-
que alguna marauilla grande se fazia.
Cap. LI. — Como Galaz ijrguio la timba del
monumento do yazia el jjagano.
Ya passado esto, no atendió mas Galaz, e
fuesse presto para el monimento, e tanto que
ay llego, ovo luego vna boz de tan gran do-
La dExManda del sancto grtal
181
lor, quo era marauilla, e clezia: «¡Ay Galaz,
sieruo de Jesu Christo! no te llegues mas a
mi, ca me ñivas dexar este lugar eu que í'ue
fasta aqui»; e Gralaz, que esto ovo, no se es-
panto, como aquel que era esforcado mas que
otro cauallero, o fue almonimeuto, e quando
quiso erguir la tumba, salió vn fumo tan ne-
gro como pez, después vna llama, e des-
pués vna figura en semejaní^a de honbre, la
mas fea e la mas estraña que nunca bonbre
vio en el mundo, e semejóle cosa del diablo:
estonce ovo vna boz que le dixo: «¡Ay Galaz,
cosa sancta! yo te veo assi cercado de ange-
les, que no puedo durar so esta compaña, e por
esto te dexo mi lugar, en que ya luenga-
mente folgue». E quando el oyó la boz, gra-
déelo mucho Jesu Cliristo, e signóse, e yrguio
la canpana y echóla en tierra, e vio yazer en
el monimento vu cuerpo de cauallero todo
armado, e vna espada cerca del, quanto auia
menester para cauallero, fuera cauallo e lan-
ga. E quando el esto oyó, llamo los fraylcs,
e dixoles: «Yenid, ved lo que aqui falle, e
dezirme hedes que fare ay, ca yo mas fare
si mas deuo fazer» . E ellos vinieron, e vieron
el cuerpo estaren el monimento, e dixeron:
<^Señor, assaz auedes fecho, e no conuiene
que mas ay fagays, ca ya este cuerpo no
sera jamas de aqui mouido asi como nos cuy-
damos^>. E dixo vn honbre viejo: «Si sera,
conuiene que sea sacado deste cementerio,
ca en tierra bendita e sagrada no deue yazer
tan desleal cuerpo e tan malo como este era;^ .
'-Amigos, dixo Galaz. ¿fize en esta demanda
quanto deuia fazerV» «Si señor, dixeron ellos,
ca jamas la boz no sera ende donde tanto
málvenla». vE que de mostranya, dixo Ga-
laz, podría ser desta auentura? ca sin falla
sin demostranca tal marauilla no podia ser».
«Señor, dixo el honbre bueno, yo vos lo diré,
e bien la deuedes oyr. que mucho es mara-
uilla» .
Cap. Ln. —De como Galax armo cauallero
al escudero en el abadía.
Pues partidos del monumento, tornáronse
al abadía, e Galaz dixo al escudero que tu-
uiesse vigilia en la yglesia aquella noche e
que en la mañana que lo faria cauallero, assi
como era derecho e costunbre; y el escudero
fizólo assi como lo el niando, y el honbre
bueno leuolo a vna cámara, e fizólo desar-
mar, e fizólo assentar en el lecho, e dixole:
«Señor, lo que me vos preguntastes vos diré
yo, que esta auentura auia tres cosas: la tun-
ba y el cuerpo e la boz» ; mas ésto no lo oso
trasladar Euberte de Brucon en francés,
porque taüé a las poridades de sancta ygle-
sia (no las quiere descobrir porque no con-
uiene a honbre lego) ('), e de la otra parte
dudaua que si descobrieseTas i)Ofidades del
sancto Gñal, assi como la verdadera liysto-
riaTdel latin las cuenta, que los houbres que
no saben tanto e las leyessen que no cayes-
sen en yerro, ca por esto podría venir que
su libro seria de fe. que ninguno no le viesse
ni le leyesse, lo que el no quería en ninguna
guisa, e por esto prometi de deuisarla en
tercera parte del libro, que deuisa la de-
manda del sancto Grial. los caualleros e las
proezas que los caualleros de la Mesa Re-
donda fizieron en aquella demanda, e las
marauillas que ay fallaron, e como el sancto
Grial se fuo de Inglaterra a la cibdad de
Qarras; e bien sabían todos que la philoso-
fia que ay conuenia no querría el deuisar,
ca seria echado de sancta yglesia; mas quien
esto quisiere bien saber, trabájese de ver el
libro de latin; aqiielUbro les fara llanamente
entender e saberlas grandes cosas del sanc-
to Grial; que nos deuímos allanar las porida-
des de sancta yglesia, ni yo Joannes Bíuas,
no vos diré ende mas de lo que vos el dize,
ca so frayle, e no quiero mentir.
Después que el honbre bueno deuíso a
Galaz la significan^a de aquella auentura
que el acabara, dixo a Galaz que mucho era
mayor que no cuydaua; e aquella noche le
fizieron los frayles mucho seruicio, ca mu-
cho lo preciauan por lo que en el vían, e de
mañana, ante ora de prima, fizo al escudero
cauallero, assi como era de costunbre en
aquel tienpo. E después preguntóle como
auia nonbre, y el dixo que auia nonbre Me-
lian (•) e que era fijo del rey de Damena-
cha. «Amigo, dixo Galaz, pues que vos sodes
de tan alto linaje, guardad que sea la caua-
lleria tan bien empleada en vos, que la hon-
ra de vuestro linaje sea salua; ca pues fijo
de rey llega a recebir orden de caualleria,
deuese adelantar en bondad y en proeza so-
bre todos los caualleros, assi como faze el
rayo del sol sobre las estrellas» ; y el respon-
dió que la honra de su linaje no se perdería
por el, <:ca yo por esto desseo auer honra de
caualleria». Estonce lidio Galaz las armas
para se yr de allí, e díerongelas e armáron-
lo, e dixole el escudero: «Señor, vos me
fezistes cauallero a la merced de Dios e a la
vuestra, e yo he tan gran plazer en mi cora-
>. o Robert de Borrón, á quien se atribuyen tres tex-
tos caballerescos en pro.<a: Josej^h d'Arunathie, Mcr-
liii y Pcrreviil. Pero estos textos parecen representar
más bien rerMones prof-adas de ¡os poemas originales
de aqael escritor. iCf. Jessie L. Weston: Ihe Lcgend
of Slr Lancelot du Lac. London. Nutt. lOül', pá-
gina 126).
(') Melians de Lile, hijo del rey de Dinamarca.
182
LIBROS DE caballerías
9on, que no lo podría dezir, ca sin falta el
mejor cauallero del mundo me dio armas; e
vos sabedes bien la costunbre de aquel que
faz cauallero nouel, que se no pueda fazer
aftieras que el de el primer don que le de-
mandare, tanto que sea con razón» . «Verdad
es», dixo Galaz. «Señor, dixo el, pues pido-
vos que me dexedes yr con vos en esta de-
manda fasta que la ventura nos parta; e si
la ventura después nos ayuntare, que me no
partades de vuestra compaña» . Estonce pidió
sus armas, e después que fue armado subió
en su cauallo, e acomendaron los frayles a
Dios, e después fueronse e anduuieron aquel
dia e otro sin auentura fallar, ansy que vn
día de lunes les avino que llegaron a vna
cruz grande que partia dos carreras, y es-
taña aquella cruz a la entrada de vn gran
llano, e la cruz era de madera, mas no era
muy vieja, e fallaron ay letras entretalladas
que dezian: «Tu, ca-Callero andante, qxte
vas las auenturas buscar e demandar;
aquí ha dos carreras, vna a diestras e
OTRA A siniestro; aquella de siniestro te
defiendo to, ca sobejo deue ser bueno el
que en ella entrare, ca no podra ende
salir sin irur gran daño de aquella; de
diestro no te digo tanto peligro, mas si at
entrares e no fueres muy bueno, no podras
acabar at cosa» .
Cap. Lm. — Coyno Melian se partió de Ga-
laz, e tomo la carrera a siniestro.
Desque Melian vio las letras, dixo a Galaz:
«Señor, por Dios e por cortesía, dexadme
esta carrera de siniestro, ca por aqui podre
yo prouar si aura en mi loor de caualleria,
si vos pluguiere». Dixo Galaz: «Yo entrare
ay, e cuy do que os verna ende mejor, que a
mi creyente, mas ligeramente passaria yo
por ay que no vos»; y el dixo que todavía
queria yr por ay; y el ge lo otorgo, pues que
vio que tanto lo deseaua; y estonc se abra-
caron, e acomendáronse a Dios, e partiéronse
vno de otro e cada vno hallo su carrera.
Cap. LIY. — Como Melian llego a la ribera a
do estauan las chocas.
El cuento dize que después que Melian se
partió de Galaz, que anduuo tanto, que passo
aquel llano e allego a vna floresta vieja e
amarga, e durara en luengo dos jornadas, e
anduuo tanto por ella, que llego a ora de
medio dia a vna ribera do hallo muchas cho-
cas e ramadas fechas, e dos tendejones arma-
dos e fermosos e bien fechos de paño de seda
bermeja; e entre los tendejones, en medio
del camino, auia vna cathedra. y era muy
fermosa e muy rica; e ante la cathedra vio
mesas cumplidas de todos los buenos manja-
res que no podria pensar; y en aquella cathe-
dra estaua vn honbre viejo, no se si era rey
ni si otro cauallero, mas tenia corona en la
cabe(;'a, tan fermosa e tan rica como si fuesse
fecha para vn emperador; e sabed que el
cauallero dormia tan fieramente como si
nunca ante dormirá, mas no estaua ay caua-
llero ni entro hombre que lo siruiesse sino
los tendejones e las chogas.
Cap. LY. — Como Melian tomo la corona de
oro al hombre bueno.
A la cathedra se llego Melian, assi a caua-
llo como estaua, ca le semejo fermosa e bien
obrada; después cato la corona, que le semejo
la mas fermosa que nunca viera; esta auen-
tura tuuo Melian por estraña cosa, pero no le
tuuo sabor de comer ni de beuer de cosa que
ay viesse, fuera de la corona, que vio tan her-
mosa e tan rica, que dixo que en buen hora
era nascido quien la leuasse para ante algún
pueblo, «ca yo cuy do que nunca fue rey que
la tal tuuiesse» . Estonce le tomo la corona é
metióla en su brajo siniestro, y dexolo dormir
e fuesse para la floresta quanto se yr pudo.
Cap. LYI. — Como Melian hallo la donzella
que faxia gran duelo.
Yendo Melian por la floresta, hallo vna
donzella que lloraua e fazia mucho duelo
sobre vn cauallero que de j)oco era herido,
e la donzella era fermosa, e mucho se pago
della; e preguntóle por que fazia aquel due-
lo. Respondió ella: «Por este cauallero, que
otro lo firio agora de muerte, e no se que
deua ende fazer, ca de aqui mouer no lo
puedo, ni por mi no se do vaya deste lu-
gar». Melian le dixo: «Donzella, pues que
el cauallero es muerto e vos no lo podeys
leuar, mas vale de lo dexar, e yrvos deste
lugar a saluo, que, quedandovos aqui, presto
os podra venir mal de estar sola» . «Señor,
dixo ella, en lo dexar hazerlo he muy a mi
desplazer, ca mucho lo amaua y el a mi; mas
pues veo que de mi quedada no le puede ve-
nir bien a mi ni a el, yo me yria si no cuy-
dasse andar errada por esta floresta» . «Don-
zella, dixo el, yo os guiare e os dexare en
saluo» . «Señor, dixo ella, si yo esso cuydas-
se, yrme ya con vos, ca bien veo que deste
cauallero no puedo auer ayuda». «Bien lo
cuy do, dixo Melian, ca me semeja que esta
cerca de la muerte, pero avn el alma tiene».
Estonca fue la donzella a su palafrén, que
LA OEMANDA DEL SÁÑCTÓ GRIAL
183
atara a vn árbol, e canal go e dexo el cauallo
del cauallero cabo el, que arn lo tenia por la
rienda e tenia cabe si su escudo e su lan^a;
e no era tan mal ferido que avn no pudiesse
guarecer si presto ouiesse ayuda, e sin falta
Boores de Gfaunes lo fiziera tan malamente,
que yazia amortecido, ca la herida no ora
muy grande; y ei cauallero entendió quanto
Melian e la donzella fablaron, e supo que no
era Boores el que con el se auia combatido,
e ouo ende muy gran pesar desque lo dexara
tan presto, antes que supiesse verdadera-
mente que era muerto.
Cap. LYII. — Como el cauallero cortaua la
cabera a la donzella.
Leuantose entonce, e assentose, y deslazo
su yelmo e tirólo de la cabera e alimpio sus
ojos, que eran llenos de sangre, y después
guisóse lo mejor que pudo, como aquel que
era de gran tuerca, e caualgo en su cauallo
e fue en pos de Melian por se vengar, e diole
bozes: «Dexar os coniiiene la donzella que
en mal punto lleuays» . E quando Melian lo
vido venir, puso la corona en vn árbol e tor-
no a el, e firiolo tan fieramente, que metió
la laníja toda por el, y el cauallero, que era
de gran fuerea, lo firio tan reziamente, que
le falso el escudo e la loriga, mas no le ñrio
en la carne, e cayeron en tierra, y el caua-
llero fue herido de muerte, ca mucho era de
gran cora(;'on; e desque vio que era herido de
muerte, metió mano a la espada e fue a la
donzella e dixole: «Yo so muerto por vos,
derecho es que vos murades por mi, ca en
otra manera seria mal llagado por mi muer-
te» ; estonce al(^o el espada e cortóle la cabe-
ra, e después que ouo fecho este golpe, no ouo
tanta de tuerca que pudiesse subir en su caua-
llo. ante cayo muerto en tierra e yugo amor-
tecido como aquel que la muerte le acuy-
taua ñeramente; de la otra parte [Melian]
yazia tan amortecido de la cayda, que se no
podia yrguir; mas después que acordó, irguio-
se, e quando vio la donzella muerta ouo ende
gran pesar, e sin falla muriera el cauallero
si no cuydasse que era muerto; estonce fue
al árbol e tomo su corona, y el yéndose, al-
can5aronlo dos caualleros, que le dixeron:
«Cauallero, dexad la corona»; y el, que vio
que a justar le conuiene, torno a ellos e vno
dellos fue contra el rey. El que lo vio venir
signóse, e dixo: «Jesu- Christo, -padre ¡jode-
roso, guardad de mal vuestro nouel ííaualle-
ro» ; estonce se dexo yr al otro, y el otro lo
firio, assi que le metió la lanca por las costi-
llas, assi que el fierro' con bien piega de la
lanía le' fiüco ay; y el (rtro cauallero, luego
que vio que quería justar, fue al árbol e tomo
dende la corona do Melian la pusiera, que el
cauallero luego que batió en tierra a Melian
no le cato mas, e fuesse con el otro que tenia
la corona para las chocas, e finco Melian tan
mal trecho, que se no pudo leuantar.
Cap. hYlll.— Como Galaz ijoso en cana de
la biuda deseredada y le prometió que le
haría tornar lo suyo (').
Galaz, quando se partió de Melian, andu-
uo todo aquel dia sin auentura fallar, e a la
noche poso en casa de vna dueña biuda, en
medio de la floresta, que lo aluergo muy
bien; aquella noche le contó mucho el her-
mitaño la vida y el fecho de su linaje e como
eran assaz leales a Jesu Christo, y el giandé
amor que Jesu Christo le mostrara por su
seruicio. Y de mañana, quando oyó missa,
despidióse de la dueña e caualgo, e anduuo
fasta medio dia; estonce fallo vna donzella que
andaita en vn palafrén negro, y preguntóle:
«Señor, ¿soys vos cauallero andante?» «Don-
zella, si; mas ¿por que me lo preguntays?»'
«Por vna gran marauilla, dixo ella, que os
quería dezir que agora falle en aquella flo-
resta» . «Y ¿que cosa es?» dixo el. «Yo falle
vn cauallero muerto, e vna donzella que te-
nia la cabeca cortada, e yazían ambos en me-
dio del camino, e si quisierdes yr alia, esté
camino por do vengo os llenara» . «¿Es lexos?»
dixo el. «No, dixo ella, que no ay mas de
dos tiros de ballesta».
Cap. LIX. — Como Galaz se fue con la don-
zeda.
Assi se fue G-alaz contra do la donzella le
dixo, e fallo lo que buscaua. Estonce fue
G-alaz al cauallero, e tiróle el yelmo, ca si
pudiesse quería saber quien era; e después
que le tiro el yelmo y el almófar, abrió el
cauallero los ojos, que eran llenos de sangre
e la vista le era tornada, que de la sangre de
la muerte que le aquexauan ya quanto, e fa-
blo estonce, e dixo a Galaz: «¿Quien soys
vos que el yelmo me tirastes?» «Mas ¿quién
soys vos que en esta donzella fezistes tan gran
crueldad?» «Yo no hize, dixo el cauallero,
tanto como deuiera; ya yo soy muerto por
ella, e de mi muerte auran pesar muchos
lionbres buenos» . «¿E quien soys vos?» dixo
Gralaz. «Yo so, dixo el, de la casa del rey
Artur, e so de la Tabla Redonda, e moni con
los otros que yuan en la demanda del sancto
(>] No corresponde este epígrafe al contenido del
capit.ulii. El texto de k Demuiida es muy desordena-
i do é incorreotü.
164
LIBROS DE caballerías
Grial; mas assi me auino por mi pecado, que
so muerto: e Dios de mejor andanca a los
otros que no dio a mi^. Quando Gralaz oyó
que era de la Tabla Redonda, ouo gran pa-
uor que seria del linaje del rey Tan, e por
ende le pregunto como auia nonbre, y el
dixo que le dezian el Amador de Belrepayre;
e Galaz lo conoscio. ca este fue el cauallero
que postrimero jurara la demanda del sancto
Grial, e pesóle muclio de su muerte, ca
mucho oyera en la corte presciarlo de caua-
lleria e de cortesía, e dixole: «Amador, mu-
cho me pesa de vuestra muerte, ca mucho
erades buen cauallero» ; e Galaz esto dizien-
do, estendiose con la cuyta de la muerte, e
dixo: «¡Ay Jesu Christo, padre de piedad,
no mireys a mis pecados, mas assi como ha
padre piedad de su fijo, assi aued vos mer-
ced de mi como de vuestra criatura y de
vuestro fijo, como quier que yo sea pecador!»
Estonce yugo assi vna piega, e Galaz ouo tan
gran pasar del, que comencé a llorar, e dixo
otra vez: '.:Galaz, muy sancta criatura, rue-
ga por mi al rey de los rej^es, que aya mer-
ced de mi, que so}^ pecador. Cierto, yo se
verdaderamente que si le ruegas que aya
de mi merced, el rescebira tu ruego» : e tanto
que esto dixo, partiosele el alma del cuerpo.
E quando Galaz vio que era muerto, tiro su
yelmo y besólo; y esto fizo porque sabia bien
que era como su hermano e compañero de la
Tabla Redonda; y desque vio que era muer-
to, cortóle la cabega, e fuesse por aquel cami-
no mesmo por do Melian se fuera y se com-
batió con Amador.
Melian estaua herido como vos ya dixe, e
fazia su duelo grande, e fallauasc mal por-
que no fiziera lo que le dixo Galaz, e fa-
ziendo su duelo y quexandose assi, vino Ga-
laz, e quando lo vido assi estar herido, ouo
gran pesar, y preguntóle quien lo firiera.
«Señor, vn cauallero que se acogió [a] aque-
llas chocas»; e Galaz le pregunto que a do
estaua ferido, y el dixo: «Señor, licuadme
a vna abadia que esta aqui cerca, e si ouiere
de morir, mejor moriré ende, que no aqui
en este yermo, e si ouiere de guarecer, mas
presto guareceré ay» ; y estonce lo desarmo
Galaz, e sacóle el fierro de la herida, e áte-
sela lo mejor que supo, y el, por le poner en
la bestia, vino Yuan (*). e fue a el, e sainólo
e preguntóle que quien matara aquella don-
zella e aquel cauallero, y el le contó la verdad
assi como acaescio; y espantóse, e ouo gran
pesar de ambos. E dixo: <;Cierto. mucho
aura grandissimo pesar el rey quando supie-
re la muerte deste cauallero, ca sin falta
\}) Ynan el Bastardo, citado en el cap. XXXVI. '
ninguna era Amador vno de los mas nom-
brados caualleros que auia en casa del rey
Artur, de bondad de armas e cortesía»; e
Galaz dixo: «Agora me pesa mas de su muer-
te que ante, e a todo el mundo deue pesar la
muerte de buen cauallero» .
Cap. LX. — De como Galaz defendió a Me-
lian, que lo querian matar.
Pues diziendo ellos esto, heos dos caualle-
ros que salieron armados de las chocas, e vi-
nieron a ellos, e preguntáronles: «¿Como va
a esse cauallero? ¿Es biuo?» E Galaz dixo:
«Si»; y ellos dixeron: «¿El que nos tanto
mal a fecho no es muerto? ¡Matallo hemos!»
«¿Assi? dixo Galaz, cierto no fareys, ca yo
lo defenderé a mi poder». Estonce metió
mano a la espada, e boluiose contra ellos. Y
ellos, que lo vieron de pie, dixeronle: «Ca-
uallero, no sodes sesudo, que vos queredes
fazer matar a sabiendas, e cuydades alguna
cosa durar contra nos, estando de pie e nos
de cauallo». Y el no respondió cosa a lo que
ellos le dezian, ante firio al primero, que lo
alcance tan fieramente, que le corto la ma-
lla de la cota con toda la pierna, assi que el
cuerpo cayo de la vna parte, e la coxa de la
otra. E quando el otro vio este golpe, no ouo
coraron de atender mas, que lo no veya que
seria locura de atender honbre que assi firies-
se; e Galaz tornosse para Melian, e púsolo
encima de su cauallo, e después caualgo tras
el, e leuolo a vna casa de orden que estaua
en vn valle, que era cercado de vna caua e
de muro por miedo de ladrones, que auia
muchos en aquella floresta, e otrosy Yuan el
bastardo fizo esso mesmo al Amador de Bel-
repayre, que torno por el, e leuolo [a] aquel
lugar por lo fazer soterrar en sagrado, e la
donzella sin falta; llenáronlo, que la no pu-
dieron leuar, ni el cuento no dize mas della
mas desdel cauallero que fue soterrado ay, e
que fue su nonbre escripto sobre su moni-
mento; e Galaz pregunto a los frayles si
auia ay honbre que supiesse alguna cosa de
guarecer llagas. «Señor, dixeron, si; aqui
ha vn hombre viejo que fuera cauallero»; y
el cato la llaga a Melian. e dixo que lo daria
guarido con la ayuda de Dios muy presto,
e Galaz fue ende muy ledo, y estuuo ay dos
dias, e después fuesse.
Cap. LXL — Como el padre de Dalides hospe-
do a Oalax e a Yuan el bastardo.
El cuento dize que pues Galaz fue partido
de Melian, a quien el auia fecho cauallero,
auino que liego a vn castillo que era eu vna
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
185
montaña, e yua el camino por ay, e yuacon
el Yiian el bastardo, e quando entraron por
las rúas del castillo, alíenos vu canallero
viejo que era señor de aquel castillo, e vino
a ellos, e dixoles: «Señores, ¿soys caualleros
andantes?» E dixerou ellos: «¿Por que lo pre-
guntays?:^ «Yo os lo pregunto, dixo el, por
vuestra honra e por vuestra pro, y pues ca-
ualleros andantes soys, yo quiero que seades
mis huespedes; e sabed que sereys honrados
a todo mi poder, assi como si fuessedes en
casa del rey Artur». «Señor, dixeron ellos,
no quedaremos aqui, que no es avn hora de
aluergar,mas acomendamosvos a Dios, e mu-
chas gracias de lo que vos dezis» . «¿E como?
dixo el, ¿assi os cuydays yr tan ligeramente
que no quedarades vna noche comigo? Ya Dios
no me ayude si fuere, ca seria mi verguenca
e mi desonra, e bien mostrays que me pre-
ciades poco si en mi castillo nada no tomar-
des ni quedardes por mi ruego». E quando
ellos vieron que los tenia en aprieto y en tal
ahincamiento. no supieron como le salir de
las manos, e otorgáronle lo que el queria.
Cap. LXII. — Como Dalides torno de' ionip-o.
e trayan j)reso a Dinodax el saluaje.
Leñólos estonces para el castillo y desca-
ualgaron e fizólos desarmar, e tanta les hizo
de honra, que ellos se marauillaron, y des-
pués dixoles: «Señores, si no os fago honra,
no os marauilledes ende, que sabed que yo lo
fago de buen coragon, e bien lo deuo liazer,
que yo fue cauallero andante e oue compaña
en aquel tienpo con Palomedes, que fue el
mejor cauallero que yo supe en aquel tiempo
en el rey no de Londres. Yo he vn fijo que es
cauallero y es el mas preciado y el mejor ca-
uallero que en toda la tierra ha; e por ende me
pago mas de caualleros andantes que de cosa
que en el mundo sea»; y ellos dixeron que
como auia nonbre sn hijo, y el dixo que le
dezian Dalides; e Gralaz dixo que lo no conos-
cia. e Yuan el bastardo dixo que lo conoscio
bien e que lo auia visto en muchos lugares.
«Pues ¿que os parece ende? dixo el padre,
que por buen cauallero lo han en esta tierra» .
«Quien mal ende dixesse, dixo Yuan, diria su
plazer y gran tuerto; que assi Dios me ayude
y me conseje, yo lo tengo por vno de los bue-
nos caualleros que yo se; e noay quien tanto
viesse del como yo vi, que mas bien no di-
xesse del que yo no digo si verdad quisiesse
dezir*. Y el padre fue muy alegre por esto
que oya contar de su fijo, ca sin dubda el
amana tanto aquel fijo, que pienso que no
amo tanto a cosa nascida del mundo; e assi
auino que aquella tarde que se posaron a
comer en vn prado, y el huésped fazia muy
buen continente y alegre; y estando assi
fa blando de aquel cauallero, a aquien (') el
padre no podia oluidar, vieron venir vn niño
do venia de tal cuyta, que bien páresela que
lo auia menester; e tanto que el honbre bueno
lo vio, preguntóle: : Ay amigo, ¿que nneuas
me traes del torneo?» «Señor, dixo el, muy
buenas», Dixo el honbre bueno: «Dimelas
ayna». «Señor, sabed que mi señor, vuestro
fijo, auino assi en el torneo que ha ende todo
plazer de vna parte y de otra». «Bendito seas
con tales nueuas. e bendito sea Dios que tal
hijo me dio, que parece señor de la caualle-
ria». «Señor, dixo Galaz, ¿do fue este tor-
neo?» Dixo el cauallero: «A seys leguas de
aqui, cerca de vn castillo que ha nonbre Es-
calón el escuro, mas este nonbre se le can-
bio por la venida de don Langarote de Lago,
que dio cima a vna auentura de aquel casti-
llo» . Y ellos estando en esto, llego otro escu-
dero que- le dixo: «Señor, vuestro fijo e mi
señor viene con gran conpaña de caualleros
y es ya aqni»; e quando el padre esto oyó,
leuantose luego de la mesa y fuesse para el
palacio, e fallo ay a su fijo con gran pie^a de
caualleros que vinieron con el del torneo. Y
el fijo, quando vio a su padre, fuesse para el
y besóle la mano, e dixo: «Señor, yo os tray-
go a vuestra prisión vn cauallero de la Mesa
Redonda con quien me conbati después que
me partí del torneo» . Y el padre le pregun-
to: «¿Y que excesso vno entre vos?» Y el
dixo: «Vuo entre nos tales palabras, que no
fue ay muy alegre, ca me dixo que en aquel
torneo que no fiziera yo muy gran bondad
de armas, e yo le dixe: «Vos no fariades ay
mas de lo que yo pude fazer» . «Y el me dixo:
«Yo no se que vos fezistes, mas se bien que
conozco vn cauallero que si tales quatro
como vos tuuiesse en vn canpo, que los ven-
ciera todos en vna hora del dia» . Y yo, quan-
do esto oyó, dexeme correr contra el, e fize
tanto por mis manos que lo venci, e jduso
comigo que jamas nunca salga de prisión
fasta que muestre aquel cauallero de quien
me fablo».
Cap. LXm. — Co7no Didonax mostró a Da-
lides e a Galaz.
Y el padre, quando esto oyó, dixo: «Fijo,
dexad este pleyto a mi, y este cauallero yra
comigo alli do tengo dos caualleros de la
Mesa Redonda que quedaron por mis hues-
pedes». «Señor, dixo el hijo, hazed lo que
quisierdes» . Y el padre ge lo agradeció mu-
(') El texto: <tao^6A
186
líbeos de caballerías
cho y el cauallero tanbien: y el padre pre-
gunto al cauallero como auia nonbre: «Señor,
dixo el cauallero, vo he nonbre Didonax el
saluaje». «En buen ora sea, dixo el huésped,
e yo oy fablar muchas vezes de vos, y bien
seays ay venido; yo oy tanto bien dezir de
vos, que no foliareys aqui quien os faga sino
tanto plazer e honra como os farían en casa
del rey Artur»; y el ge lo gradéelo mucho.
Estonce vinieron escuderos de la vna parte
y de la otra, e desarmaron a todos los caua-
lleros que venian del torneo. Y estonce fue
el alegría muy grande en el palacio; y el
señor del castillo los leuo a todos los del cas-
tillo al palacio do dexara a Galaz e a Yuan
el bastardo. E quando ellos vieron a Didonax
el salnaje venir, saliéronlo a recebir muy
honradamente, e tanto que el vio a Gralaz, di-
xole: «Señor, vos seays el bien venido aqui,
que por vos he de ser quito de prisión; ca pro-
metí al hijo deste cauallero que no saldría de
su prisión hasta que os mostrasse» . Y estonce
miro a su siniestro, e vio a Dalides cerca de
si, e dixole: «Dalides, yo he tal pleyto con
vos, que yo sea quito de vos a la hora que yo
os mostrare el cauallero de quien yo os dixe» .
«Esto es verdad» , dixo Dalides. «Pues digo-
os, dixo Didonax, que yo so}' quito de vos
sin duda, ca vees aqui el cauallero de quien
yo os hable»; y mostróle a Galaz. E quando
Dalides esto ojo, comengo a mirar a Galaz, e
violo tan niño e tan simple, que no pudo
creer que aquello fuesse verdad, e dixo: «Sa-
bed, Didonax, que no digo estopor este ca-
uallero despreciar [mas] se bien que el no es
tal». E dixo: «Lo que dezides, bien lo po-
dedes prouar» .
Cap. LXrV. — Como Galaz e Yuan se jjar-
tieron del padre de Dalides.
Y en aquella tarde fue grande el alegría,
que de los del castillo, que de los caualleros
estraños; mas como quier que los otros co-
mían e beuian, Dalides no, sino que miraua
a Galaz, que lo preciaua en bondad sobre
todos los niños que nunca viera; mas no po-
día creer en ninguna guisa que el fuesse tal
cauallero como le dixeran, ca aun no veya en
el tales mienbros ni tal cuerpo, por que le
ouiesse lo que le dezia Didonax, e dixo:
«Assi Dios me ayude, no veo en el tal cosa
por que no lo pensasse vencer muy ligera-
mente»; é assi hablaua Dalides en su cora-
ron, e sin falta el era de los mejores caualle-
ros del mundo, e ninguna mala maña auia
en el, saluo que se preciaua tanto en si, que
no pensaua que en el reyno de Londres
ouiesse mejor cauallero que el. Y otro «iií fue
Galaz con sus conpañeros a oyr missa en
vna capilla que ay auia. e después que oye-
ron missa armáronse y encomendáronse a
Dios e al señor del castillo e a su fijo e a toda
su compaña, y fueronse todos tres los con-
pañeros so vno fasta que ventura los partió.
Cap. LXY. - Como fue Dalides en2)os de Ga-
la^ e sus compañeros.
Después que se partieron del castillo, aun
no eran alongados tres tiros de ballesta,
quando pidió Dalides sus armas, y el padre
le pregunto para que las queria, y el dixo
que las queria para yr se prouar con Galaz,
e que no lo dexaria por ninguna manera que
no lo fuesse ensayar, pues que tanto ge lo
alabaron los otros caualleros, e pensó que lo
dixeran por burla, «e bien se verdaderamen-
te que no podia ser tal cauallero en ninguna
guisa como ellos dezian, e por ende les quie-
ro yr fazer conocer su mentira». «Por Dios,
dixo su padre, aued merced de mi, que soy
viejo e flaco, e quedo aqui; que si mal te
auiniere, yo soy luego muerto, e dexame bi-
uir que vea plazer de ti que tanto te amo».
«Ay padre, dixo Dalides, no ayas duda de
mi contra Galaz, que yo quiero que me corte
la cabeca si no lo venciere ante de poca hora» .
«Fijo, dixo el padre, no conoces tu a Galaz
como yo; ca maguer tu fuesses mejor caua-
llero que el, denlas fincar por ruego de tu
padre, ca mandado de padre ninguna cosa
no deue el fijo passar». «Señor, dijo Dalides
no ha cosa en el mundo por que yo lo dexas-
se, saluo por muerte, y si vos me lo quere-
des estoruar, yo me matare luego». Y quan-
do el padre esto oyó, vuo ende gran pesar, e
dixo assi: «Mi ñjo, mis nueuas son estas: que
temo que ha de venir mal a ti e a mi; mas
pues veo que tan a cora9on lo has, ve e Dios
te guie». Y truxeronle sus armas, e desque
fue armado, partióse de su padre, que quedo
muy triste. E fueron con el dos caualleros e
dos escuderos.
Cap. LXYI. — Como Galaz derribo a Dalides
de la lauQa.
Assi se partieron del castillo, e anduuie-
ron tanto, que alcanzaron a Galaz e a sus.
conpañeros. E quando los vio Dalides, tomo
su escudo e su lanpa que el escudero lleuaua
e dio bozes a Galaz, diziendole: «DonGálaz,
guardados de mi, que de justar aueys cO-
migo» . Y quando Galaz lo oyó, boluio contra
el, e fuelo ferir tan brauamente, que le falso
el escudo e la loriga, e metióle el fierro de'
la lan^a pov las cestiílas, mas íio-fué li^ llaga-
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
187
grande, y dio con el en tierra por entre los
arzones de la silla atan brauamente, quo
todo fue quebrantado de la cayda. Y quando
los dos caualleros que venían en su g-uarda
lo vieron caer en tierra, dexaronse yr para
Galaz, e quebrantaron sus langas en el. Mas
no le ftzieron ningún mal. Y el, que era de
gran fuerza y de mayor coracon que otro
iionbre, fue ferir el vno dellos de tanta fuer-
za, que dio con el en tierra tan malamente
ferido, e la lanca bolo en piegas; e después
metió mano a la espada, e quiso yr contra el
otro, mas quando el vio que tales golpes daña
Gralaz, no quiso mas atender, e comengo de
fuyr quanto pudo; e quando G-alaz esto vio,
no quiso yr em pos del, e tornóse a Dalides,
que era ya subido en su cauallo, e los otros
caualleros que con Gralaz venian no quisieron
meter mano en el, por la honrra que su pa-
dre les hiziera. E quando Dalides vio que sus
caualleros el vno estaua en tierra herido y
el otro era fuydo, vuo muy gran pesar en su
coracon, assi que bien cuydo ser muerto, y
dixo enti'e si que los queria vengar.
Cap. LXYII. — Como Galaz derribo a Dali-
des de la esjjada.
Estonce metió mano a la espada, e dixo:
«Gralaz, assi me vencistes, e por ende os lla-
mo a batalla, e si me fallescedes, no os ter-
ne porhonbre de bien»; y dixo G-alaz: «Este
amor no vale nada por que me llamados a ba-
talla, que no veo yo razón por que, ca nunca
os erre ni vos a mi» . Y" el dixo: «O vos os
defendereys, o vos os ternedes por vencido de
mi, que este pleyto no fincara assi». Estonce
fue [a] Galaz, e diole el mayor golpe que
pudo, mas el yelmo era tan bueno, que no le
eupecio nada. Y Galaz, que bien vio que
no se podia assi partir del, algo el espada, e
flriole tan brauamente, que le fendio todo el
escudo hasta en la boca e la cofia de armar,
e no pudo Dalides sufrir el golpe y cayo en
tierra amortecido, assi que la sangre le salió
por las narizes e por la boca, assi que todo
quedo quebrantado desta cayda postrimera.
E Didouax, quando lo vio assi en tierra, dixo
a Galaz: «Señor ¿que atendeys? Descended
a el, e tajalde la cabera, y libraredes el
mundo del mas soberuio cauallero que nunca
honbre vio». Estonce dixo Galaz: «Si Dios
quisiere, yo no meteré mas mano en el, que
de matar tal cauallero me seria la mayor vi-
llanía del mundo, mas vamos de aqui, que
mas fize que no deuiera fazer». «Por buena
fe, dixo Yuan el bastardo, señor, mucho lo
dezis bien; e cierto, si vos quisieredes creer
a Didouax, no farede* ende bien» . «Si Dios
quisiere, dixo el, no fare mas aqui». Estonce
entraron todos tres en su camino, e siguie-
ron su carrera. E agora dexa el cuento a ellos
e torno a Dalides e a su padre, como acaba-
ron sus vidas.
Cap. LXYIII. — Como Dalides se leuanto e
fallo su conpañero ferido.
Agora dize el cuento que, desque Dalides
se partió de su padre, que lo amaua de gran
amor, como padre deue amar a su fijo, vuo
tan gran pauor del que le vendría alguna
mala cosa, e no lo descubrió a sus honbres
lo que pensaua, porque no lo tuuiessen por
couarde, mas mando a vn honbre que le en-
sillasse vn cauallo, e salió por vn postigo, e
no quiso que ninguno fuesse con el. e fallo el
rastro de los otros, e fuesse para alia; e Da-
lides estuuo amortecido gran piega, e des-
que acordó, leuantose y hallo su conpañero
ferido, y estaua cerca del, y preguntóle como
se sentia: «Señor, dixo el, soy llagado a
muerte». «Assi, dixo Dalides, assi Dios me
ayude, pésame ende, y agora fuesse yo lla-
gado assi, mas soy escarnido para sienpre.
Y por ende queria mas la muerte que la
vida» ; estonce se desarmo, y echo las armas
bien lexos, e juro que jamas traerla armas,
pues que tan desonrado era que no podia
mas ser, ni mayor verguenca no le podia ve-
nir; y comengo a fazer gran duelo que las
lagrimas le sallan, y dixo: «Amigo, yo e vos
somos conpañeros de armas dos años ha, e
mas; verdad es que soy muerto,' mas de pe-
sar, que las feridas no son mortales; maguer
que me pluguiesse de biuir, tanto he de pe-
sar que desseo solo mal cuytado; mas ruége-
os por cortesía que tanto que el anima se me
salga del cuerpo, que me leueys al castillo
estraño, e que lo sepa aquella a quien yo
tanto ame assi como sabeys». Estonce saco
el espada de la vayna. e dixo: «Señora, por
que yo tanto mal sofri e serui sienpre des-
que fue cauallero, ruego a Dios de amor, e
sin falta sabed que assi os do yo el coracon
de vos no escarnecer e vos, que no auredes
otro después de mi muerte, si no fuere tan
buen cauallero como yo, o mejor».
Cap. hXlX.— -Como Dalides se mato porque
lo derribo Galax,.
Y estonce algo la espada, e diose por me-
dio de los pechos, assi que parescio de la otra
parte, e dixo que mas queria assi morir que
jamas perder desonrra por vn cauallero. Es-
tonce se cayo muerto en tierra, e quando el
otro cauallero lo vio, dixo: «¡Ay catiuo, que
lÓS
líbeos de caballerías
pesar y que daño me es venido!:?. Estonce
cayo amortecido.
Cap. LXX. — Como el padre hallo d hijo
muerto, e se mato 2)or el.
Después desto. no tardo mucho que llego
el padre de Dalides, e no traya armas sino
su espada. Y quando vio su fijó muerto, dixo:
cPaes muerto es mi fijo, morir quiero yo»; e
dexose caer del caualío en tierra amortecido
gran pie^a; e quando el otro cauallero lo vio
estar assi. tomo gran pesar, e quito.se su yel-
mo, y esforcose de yr contra el, e quando el
lionbre bueno acordó, e vio a su fijo ante si
muerto y el espada, dixo: <¡Ay fijo amado!
¿Que es esto que veo?- E fueío a besar assi
como estaña cubierto de sangre, e después
dixo: «Mal os guarde, fijo bien fecho, e fermo-
so, e buen cauallero e ardit: vos sodes muerto
por mi, e la culpa es mia,' ca si yo no os lo
otorgara, aun seriades sano e biuo'. e toda esta
tierra valdrá por vos menos, y por vuestra
muerte tornara ella a cuyta e'pobreca, que
no aura quien la m.anterna ni quien la de-
fienda. Cierto, fijo mió, yo, después de vues-
tra muerte, si biuiesse todavía, seria en llo-
ros y pesares. Agora amor e alegría, e des-
pués muerte, y desto no podría yo auer
razón, e si lo hiziesse, todo el mundo me de-
uia por ende querer mal, e apedrearme por
ello; e por ende uale mas, buen fijo, que yo
muera luego después de vos, que biuir luen-
gamente con pesar, que el biuir me seria
enojo e trabajo, y el morir me seria holganca
e conforte: y demás, fijo, si agora muriesse, lio
podria ser que la mi anima no fuesse do la
vuestra, a parayso o al infierno». Estonce
pregunto al cauallero herido: ^ Amigo, dime
como murió mi fijo». «Señor, como quier que
muriesse, vuestro conforte no puede pro tener
a vos ni a el; mas, por Dios, aued merced de
vos, e no mireys al daño que os vino, que no
ganareys nada» . Estonce dixo el honbre bue-
no: «Esto no podria yo fazer, mas. por Dios,
dezidme como murioí.; y el ge lo contó todo
como la hystoria lo ha deuisado, como el se
matara con ),esar porque fallo a Galaz mejor
cauallero que a si; <re bien lo podevs conocer
en el espada que vos le distes no níucho ha>^.
E quando el honbre bueno esto oyó, cavo
amortecido, e quando acordó, dixo: «Ay padre
de los cielos, de vos me vino este pesar, que
ante de mi muerte viesse a [mi] fijo muer-
to» . E después desto dixo: «Fijo, yo fue causa
de vuestra muerte, porque os dexe venir acá
e por el espada que os di. Por ende es razón
que yo muera por vos, e assi fare toda mi
cuyta a vn golpei> . E estonce metió mano a
su espada que su fijo tenia por los pechos, e
sacóla, e quando la vio toda bermeja de san-
gre de la cosa que el mas queria, comento a
mirar la sangre e besarla, y después pensó
gran pieca. e dixo: «;Ay catino! ¿Que atien-
do, pues mi fijo veo muerto ante mi?» Es-
tonces metió mano a la espada, e diose tan
gran golpe, que la espada passo de la otra
parte, y cayo luego muerto.
Cap. LXXI. — Como Galuan fue em pos de
Galaz por venrjar a Dalides.
T quando el cauallero esto vio, dixo: «¡ Ay
Dios! e ¿que es esto que veo? e nunca hon-
bre vio tan mala andan9a de tales dos hon-
bres que assi se matassen con sus manos».
Y el esto diziendo, llego vn cauallero ay ar-
mado de todas armas, y este era Galuan, so-
brino del rey Artur; y quando el vio a padre
y a fijo assi estar muertos, y el cauallero
ferido, marauillose, e pregunto al cauallero
ferido que era aquello, y el ge lo contó todo
como fuera, mas no le quiso dezir que era
Galaz el que derribara a Dalides, ante le
dixo que era vn cauallero que traya vn es-
cudo blanco con vna cruz bermeja; y dixole:
«¿Como auedes nonbre vos que me lo pre-
guntades?;^ Y el dixole su nonbre. El caua-
llero dixo: «Ay Don Galuan, vos lo deuiades
bien vengar, que este es Dalides, vno de los
preciados caualleros del mundo, y el que vos
soliades mas amar según que dezis; y este
otro es su padre, que mucho seruieio os ha
fecho. E cierto si Dalides os fallasse en tal
guisa como vos a el fallays, el queria mas
perder la caliega que no os vengasse a su po-
der; e assi Dios me ayude, era este el caua-
llero del mundo que mas os amana». E quan-
do Galuan lo conoció, vuo ende gran pesar,
que sin duda lo amana de todo coracon; e
pregunto al cauallero por do fuera el caua-
llero que lo derribara, y el ge lo mostró, e
Galuan no tardo, e fuesse em pos del. Mas
agora dexa el cuento destos. e torna a Galaz
e a sus compañeros.
Cap. LXXIL — Como Galax. e Ynan el bas-
tastardo, e Didonax el salvaje, fallaron la
hesita ladradora.
Agora dize el cuento que , desque Galaz e
sus conpañeros se partieron de Dalides que
derribo Galaz, no anduuieron mucho que ha-
llaron vna floresta que ania de luengo vna
jornada, e después anduuieron vn poco e ha-
llaron en la floresta vna cal9ada que se partia
en tres carreras. Estonce estouieron vn poco
por tomar consejo como farian, ca pues que
LA DEMANDA DEL SANCTQ GRIAL
189
fallaron tres carreras, partir les conneiña,
pues que eran conpañeros de la Mesa Re-
donda; yassi fablando en su partimiento, vie-
ron salir de vna montaña la bestia que el rey
Pclinor solía cacar tienpo auia, y era aque-
lla que el rey Artur vio quando estaua pen-
sando cabe la fuente ('), aquella misma que
traya los perillos que ladrauan.
Cap. LXXIII.---Dc [como^ la aucntura de la
bestia ladradora, fue otorgada a Yuan el bas-
tardo.
E quando la bestia llego a los caualleros y
ellos oyeron los ladridos, bien pensaron que
eran canes que venian em pos de alguna bes-
tia. E vieron la bestia e no vieron venir em
pos della can; e assi como se juntaua se jun-
tauan los ladridos e comenQaron de fincarse,
y touieronlo a gran marauilla, ca bien enten-
dían ya que los ladridos salian de su vientre.
Estonce dixo Galaz: «Por Dios, amigos, aqui
ay fermosa aueritura, e agora me parece que
seria bien auenturado quien saber pudiesse
donde salen estas bozes que en esta bestia
están escondidas». «Señor, dixeron ellos,
verdad e^». Y la bestia se passo por ellos, que
venia su ])asso. Estonce dixo Yuan el bastar-
do: «Señor Galaz, yo os ruego, por la fe del
rey Artur. que vos de vuestra parte me otor-
gays la ^entura desta bestia, que jo sepa
donde salen estas bozes. e yo os juro que
no quedare fasta que auentura me parte
ende». Y Galaz y Didonax se lo otorgaron,
quando vieron que tan a coraron lo auia.
Estonce dixo Yuan: «Agora nos conuieno de
partir» .
Cap. hXX.YV. — Como la auentura de los leo-
nes c del cicruo fue otorgada a Galax.
Ellos, que se querían partir vnos de otros.
vieron venir de la vna parte vn cierno blan-
co como 1a nieue. e guardauanlo quatro leo-
nes, dos delante y dos detras. E quando Di-
donax e Yuan esto vieron, dixeron a Galaz:
«Por Dios, bien deuemos esto tener por vna
de las grandes marauillas que nunca honbre
vio, de los leones guardar el cierno, e por
quanto veo y entiendo que si honbre al cier-
no quisiesse, conuernia que matas- e ante los
leones>>. «Si Dios me ayuda, dixo Galaz, no
ay al, e bien es vna de las fcrmosas maraui-
llas del sancto Grial; y esta auentura me
otorgad, si os plazo, que en ella me traba-
jare quanto pudiere, si vos pluguiere de me
(») Véase el
lo OXLV).
li'iladrú rlii sah'io Murrín (capitu-
la otorgar». «Señqr, dixeron ellos, otorga-
mososla de grado, ca bien sabemos que nos
no la podríamos assi acabar como vos» .
Cap. LX3I\ . — Como la auentura del caua-
ller\o fue otorgada a Didotiax.
Desque el cierno entro en vnas montañas
por vn s- ndero estrecho , con tal conjiaña
como ya os diximos, Cialaz se quería ya par-
tir dellos, miraron de la vna parte e vieron
venir vn cauallero armado sobre vn buen
cauallo bien guisado, c traya delante si vn
cauallero armado de loriga e de yelmo, e
muy mal feritlo, y era conpañero de la Mesa
Eedonda, e auia nonbre el triste Esgayre^
natural de Cardoyl, y era buen cauallero de
armas; mas aquel que lo traya era mejor, ca
lo venciera. Y este era Tristan, sobrino del
rey Mares, y esto fizo el porque no lo conocía.
Y quando ellos esto vieron, dixeron: «Por
buena fe andantes somos, que aqui aues otra
ventura y nos somos buenos caualleros y
merced nos haze Dios que embio a cada vno
la suya». E dixo Didonax el saluaje: «Señor,
pues que cada vno de vos ouo la suya, yo
deuo auer esta, y ruegos que me la deye», Y
ellos ge la otorgaron.
Cap. LXXVI. — Como Galaz, e Didonax, c
Yuan se ¡''artieron cada vno por su auentura .
Estonce encomendáronse a Dios, e partié-
ronse cada vno a su parte: Yuan el bastardo
se fue en pos la bestia ladradora por saber
do salian talos bozes; e Galaz en pos el cierno
e los leones; e Didonax en pos Tristan, por
quitarle el cauallero a su poder; mas agora
dexa de tablar de Didonax y de Yuan el bas-
tardo, e cuenta de Galaz e de su auentura.
Cap. LXXYn. — Como Galuan fue en pos
Gala;, e romo derribo Galax a Galuan.
Díze el cuento que (piando Galaz se partió
de sus conpañeros, asi como os dixe, fue em
pos del cieruo lo mas que pudo por lo alcan-
zar si pudiesse. e no auia mucho andado que
oyó como venia vn cauallero em pos del fa-
ziendo gran ruydo, assi que páresela que
venian ay diez rocines; y este era Galuan
que venia a vengar la muerte de Dalides;
mas el no sabia que aquel era Galaz, ca no
se tomara con el por ninguna guisa; e lo mas
que lo fízo desconoscer fue el escudo que
traya Galaz, que aun no ge lo auia visto Gal-
uan, e quando llego a Galaz diole bozes, o
dixo; «¡Ay cauallero desleal e brauo, guar-
dadvoTi d^ mil • . Y quandb Galaz ayo que lo
190
LIBROS DE caballerías
llamaua desleal , marauillose , y de que vio
que no se pedia del partir, a menos de jus-
tar, boluio contra el e fuelo ferir tan rezio,
que no le presto ninguna cosa, ni la loriga
ni escudo, e metióle la lanca por medio de
los pechos, mas desto le aniño bien, que no
fue ferido mortal; e Galaz, que era de gran
cora9on j esfuerzo, puxole con fuerza e dio
con el en tierra, assi que no pudo leuantar-
se»; e a la tirada de la langa cayo Galiian
amortecido, e Galaz no miro mas por el, e
fuesse em pos del cieruo.
Cap. LXXYni. — Como Boores de Gaunes
hallo en el camino a Galuan, que lo derri-
bo Galax.
Galuan estando assi ferido en el camino,
llego Boores de Gaunes, que ventura lo traxo
por alli; e quando vido el escudo de Galuan,
conociólo luego, e vuo gran pesar, ca sienpre
le auia mostrado gran amor. Estonce Boores
echo el escudo de si e puso la lanca en tierra,
e dixo con gran pesar: «Ay catino' ¿E quien
me fizo tal perdida?» E después apeóse de su
cauallo e dixo: «Ay amigo don Galiian,
¿como os sentis? ¿Pensados que podeys gua-
rescer?» Estonce abrió Graluan los ojos, mas
no lo conoscio e pregunto quien era, e dixo
el: «Yn vuestro amigo, que me pesa de vues-
tro mal; e vos, por Dios, dezidme como os
sentis» . «¿E como aueys nonbre?» dixo Gal-
uan. Y el dixo: «Yo he nonbre Boores de
Gauna». «Ay señor Boores, dixo Galuan,
vos seades bien venido, e sabed que yo no
sentirla heridas ni ningún mal si vos me
vengassedes de vn cauallero, el mas brauo y
el mas desleal que honbre vio, e va por esta
carrera adelante, e va tan cerca que lo
podes muy ayna alcangar si vos os acuytays
algún poco de andar, e no lo he tanto por mi
como por vn cauallero que mato oy, que era
sin dubda el mejor cauallero que en esta tie-
rra auia, e auia nonbre Dalides, e yo pienso
que vos lo conociades». «Yerdad es, dixo
Boores; mas si aquel no vengasse, vengaría
a vos del tuerto que vos hizo; mas agora de-
zidme que escudo trae aquel cauallero, que
yo no quedare fasta que lo alcance». Y dixo
Galuan que traya vn escudo blanco e vna
cruz bermeja.
Cap. LXXIX. — Como Boores alcanzo a Ga-
lax^ e le for(}o que se conbatiesse con el.
Mas no atendió Boores, sino tomo su escu-
do e su lan9a, e caualgo en su cauallo, e fues-
se por el camino que le mostró Galuan, e no
anduuo mucho que lo alcanco en 'vn valle
cerca de vna hermita a Galaz, e tanto que lo
vio, conoscio el escudo blanco con la cruz
bermeja, e luego dixo que aquel era el caua-
llero que le dixera Galuan, e diole bozes e
dixo: «Cauallero, guardados de mi, que os
desafio porque tanto me errastes, e vos des-
amo de mortal desamor». E quando Galaz
vio que no se podia partir sin justa, boluio a
el, y diole tal golpe de la lanca, que dio con
el en tierra, y su cauallo sobre el; y quedo
todo quebrantado déla cayda, que el cauallo
le caj'o encima; e pues Galaz esto vuo hecho,
no miro ay mas, ni miro a Boores; e fuesse
en pos su cieruo, e tanto que el cauallo se
leuanto, leuantose luego Boores como honbre
de gran esfuer(;o, e subió luego encima de su,
cauallo, e dixo que no quedarla el pleyto
assi que no vengasse su desonra e la de Gal-
uan, e que si el cauallero lo truxera mal de
la lanca, que se conbatiria con el de la espa-
da, ca el no pensaua que en el rey no de Lon-
dres auia quatro feridores mejores de espada
que el; e subió en su cauallo, e acuytose de
andar quanto pudo por el camino por alcan-
zar a Galaz; e tanto que lo alcanco, dixo:
«Tornad, cauallero, e no digays que me ven-
cistes porque rae derribastes, ca esto sera
loor de honra, e prouame del espada, e veré
que cauallero soys; e si me venceys del espa-
da, seré vencido» .
■'SO
Cap. LXXX. — Como Galax se conbatio con
Boores, c quedo Boores mal espantado.
Y quando Galaz vio que su batalla no se
podia del partir que a mal no ge lo tuuiesse,
boluio el cauallo contra el, e metió mano a
la espada, e dixo: «Don cauallero, tuerto
me hazedes en me conbatir contra mi volun-
tad» . Estonce algo el espada de toda su fuer-
za, e firio a Boores tan fieramente, que le tajo
el escudo por medio y el arzón de la silla
delante, y el cauallo por medio de las espal-
das, asi que la vna meatad (') del cauallo
cayo a la vna parte, y lo al a la otra; e Boo-
res finco en el canpo, que tenia su espada
sacada e la metad del escudo al cuello, e
quando Galaz este golpe vuo hecho, dixo a
Boores: «Cauallero, bien vos ha contecido,
que no soys ferido, e plazeme por ende, assi
Dios me ayude; ca bien pienso que soys
buen cauallero, y agora os ruego que me
querades dexar yr, e quitovos quanta que-
rella de vos he, lo que no baria si qui-
siesse, porque me acometistes vos primera-
mente» .
(1) ¡Golpe de los Tná> fieros qrie registran los anales
caballerescor?!
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
191
Cap-. LXXXI. — Cunto Boores y Galax se co-
noscieron.
Boores, que finco mal espantado de aquel
golpe, e no sabia que dixesse, e conoció ([ue
aquel era el mejor cauallero que en el mun-
ania que el fallasse y el mas dudaua, dixo el:
vcSeñor, yo os acometí locamente, ca bien
conozco e veo que mal e vergüenza me auino
ende, e tanto veo ¡Dor este golpe que soys la
flor de todos los caualleros del mundo; e por
esto os queria rogar por vuestra mesura que
me dixessedes vuestro nonbre. si os plaze.
ca tal podredes ser que vos daria por quito
e tal que no». «Cierto, dixo G-alaz, el amor
fecho es; que mas quiero vuestra paz que
vuestra guerra, e por me partir de vuestro
excesso os diré mi nonbre; a mi dizen Ga-
laz» . E quando Boores oyó el nonbre de Gra-
laz, echo en tierra lo que le quedo del escu-
do, e fuesse para el los ynojos fincados, e
dixo: «Ay señor Galaz, por Dios perdonad-
me, ca vos erre fierameiite por desconocen-
cia». «¿Quien soys vos? dixo Galaz, ¿e tanto
vos pesa porque me errastes?» «Yo soy Boores
de Gaunes, primo coruiano de Langarote del
Lago». E quando Galaz esto oyó, fue muy
alegre, e abaxose a leuantarlo('), e dixo assi:
«Señor Boores, vos seades bien venido, ¿e
que auentura os traxo aqui en pos de mi?»
E Boores le contó como fallara a Galuan fe-
rido, e lo que le dixera de Dalides, e como
viniera en pos del por lo vengar «¿Y como?
dixo Galaz, ¿fize yo mal a Galuan?» «Si»,
dixo Boores. «A muy gran tuerto e soberuia
me acometió, dixo Galaz, empero pésame de
lo que auino, e si lo conociera, recibieralo
mejor; mas agora dezidme, ¿de mi padre sa-
beys algunas nueuas?» E Boores dixo que no
sabia nada.
Cap. LXXXII. — Como Quea mato el caualle-
ro ante Boores e Galaz.
Fablando ellos assi, llego vn cauallero que
venia contra ellos, corriendo quanto el caua-
11o lo podia traer, y quando llego a ellos, y
dixoles: «Señores, por Dios, aued merced de
mi, y defendedme de vn cauallero que me
quiere matar sin razón» . «¿Do es?» dixeron
ellos. «Helo aqui do viene en pos de mi»
«¿Y que armas trae?» dixeron ellos. Y el
dixo: «Trae vn escudo que ha el canpo ne-
gro e vn león pardo de argente» . Y quando
esto oyeron, entendieron que era Quea, el
senescal del rey Artur, e dixeronle que de
aquel ellos no lo podían defender si no fues-
se por su mesura, que era conpañero de la
^') El texto; (ileuQut0lüJv
Mesa Redonda. Y estando assi fablando, lle-
go Quea. Y ellos estañan a pie; quando lo
vieron llegaron a el, e dixeronle: «Ay don
Quea, por Dios e por mesura, dexad este ca-
uallero y no le ñigades mal». Y Quea no res-
pondía nada que dixesse, ante dexo correr
su cauallo entrellos, e ferio al cauallero tan
fieramente, que le falso el escudo y la loriga
assi que la lauQa le passo de otra parte, e
dio con el en tierra atan mal ferido, que no
vuo menester maestro. Y quando Galaz esto
vio, dixo a Boores: «No podemos ay al fazer» ;
y dixo Boores: «Tan mal nos ha escarnido
Quea, que este cauallero mato delante, y es
nuestra afrenta; pero ¿que faremos, que es
cauallero de la Mesa Eedonda, e si mano me-
tiessemos en el por cosa que fuesse, saluo
por peligro de muerte, seriamos perjurados e
desleales, y perderíamos por ello las sillas de
la i\[esa Eedonda? Y por esto nos conuiene que
lo dexemos» . Estonce dixeron ellos a Quea:
«Yos fezistes a nos mayor desonrra que nos
fariamos a vos; que si vos assi rogassedes a
nos como nos rogamos a vos, no lo fariamos
assi»; e Quea conoció el escudo de Boores, e
tanto ^ue lo conoscio, apeóse, e dixole: «Se-
ñor, merced, ca yo vos erre mucho, assi Dios
me ayude, no vos conociendo, y perdonad-
me, por Dios». Y ellos dixeron: «Perdonar-
nos os [hemos], pues no podemos ay al fazer».
Estonce tomo Boores el cauallo del cauallero,
ca el suyo era muerto, que gelo auia muerto
Galaz, como ya os dixe; y después pregunto
a Quea por que matara aquel cauallero.
Cap. LXXXIII. — Como dixo Quea por qual
raxon mato aquel cauallero.
Estonce dixo Quea que lo matara porque
lo fallara en vn valle, donde queria cortar la
cabega a Lucan el copero, «ca sin falta cortara-
gela, ca lo desarmaua ya, sino porque llegue
yo e ge lo quite, y lo derribe como vistes; e
bien vos deuia plazer por ello , ca vos ganas-
tes el cauallo suyo por ello, que no auiades
ninguno» . Estonce miro el golpe que hiziera
Galaz en el escudo y en el cauallo de Boores,
e pregunto quien lo fiziera. E Boores le con-
tó todo como fuera, e Quea se santiguo ende,
e dixo que después que nasciera que nunca
tal golpe viera, e que no seria sesudo quien
tal golpe atendiesse; ni aquel que tal golpe
fazia que no era sino diablo. Estonce pre-
gunto a Boores que quien fuera aquel que
tal golpe fiziera. Y el mostróle a Galaz, e
dixo Quea: «¿E como ha nonbre?» E dixo
Boores: «Es vn cauallero estraño, y no po-
deys agora mas saber». «Señor, dixo el, assi
Dios me áynde, pésame ende; ca vos soys
192
LIBROS DE caballerías
ende el cauaUero del mundo cuya conocencia
yo quería mas auer, por el bien que en vos
veos'. E Gralaz no íe respondió nada, ca es-
taña muy sañudo por el cauallero que ma-
tara ante el, e si no fuera por el gran amor
ijue tenia con Boores, el cauallero fuera mal
venido. Después pregunto Quea: cBoores,
dezid: ¿vistes después algunos caualleros do
la Mesa Redonda, o vistes a Galuan?>> E dixo
Boores: vA Craluan podeys vos hallar cerca
de aqui, e ha mucho menester vuestra ayu-
da-. E mostróle do lo fallarla; estonce subió
Quea en su cauallo, e llego do yazia Galuan;
e hazia gran duelo, e fue a el, e preguntóle
como se sentía, y el dixo que bien, si fuesse
en lugar que pudíesse restañar la sangre,
<Mas vos ¿que fezistes al cauallero que esto
me hizo?:'/ T esto dezia el porque pensaua que
era Boores. Estonce entendió que no lo co-
noscia, e dixole: «Señor, no se por qual ca-
uallero lo dezisí> . Estonce abrió Graluan los
ojos, e quando vio a Quea, dixo: «Yo pensaua
que erades Boores, que se partió de mi para
yrse en pos del cauallero qu.e esto me fizo-^ .
«¿Y que armas traya esse cauallero?» dixo
Quea. E Galuan ge lo dixo. «Ay señor, dixo
Quea, yo los falle cerca de aqui, a Boores e
a esse cauallero; e no atendays agora que
Boores acá vengan . c:¿E sabeys vos quien era
el otro cauallero?-^ cCierto, yo no lo se, dixo
Quea, e mucho lo pregunte, mas no me lo
quiso dezir, ni puede saber nada de su fa-
zienda; pesóme mucho ende, e no por al sino
por vn golpe que dio a Boores; > e con tole
qual. <'Ay, dixo Galuan, ¡como fue enga-
ñado! Que era Lan9arote, o Galaz, o Tristan,
que no ay otro cauallero en el mundo que
tal golpe pudíesse fazer > . Estonce le quito
el yelmo, e desarmólo de la loriga, e apretó-
le la llnga lo mejor que pudo, e caualgole a
muy gran afán. Y anduuieron tanto, que lle-
garon a vn monesterio que el rey Artur hizo
fazer quando comento a rej'nar ; e aquella
hora llegaron al monesterio, salieron los fray-
Ics a recebirlos, e pensaron muy bien de la
llaga a Galuan, Y sabed que estuuo allí cer-
ca de dos meses, que no pudo tomar armas.
Agora dexa el cuento de tablar destos, e tor-
na a Yuan el bastardo.
Cap . LXXXIV. — Como Yuan el bastardo
poso en ca^a de su padre de Palomades ('),
¡j le contó de la bestia.
Pues dize el cuento, que Yuar. el bastardo
68 partió de Galaz e de Didonax, como ya os
(') Parece haber cierta conf usíód entre el epígrafe
correfpotidí^fe á eí^fe carpTtufo y el del ca^. Cíl.
dixo. para yr en pos de la bestia ladradora;
anduuo todo aquel día sin auentura fallar
que de contar sea, e IL go a la noche a vna
hermita, do vuo poco de vino, que no comió
sino yerbas crudas que cogió el honbre bue-
no en su huerto, e del agua de la fuente. Y
después que el honbre bueno le dio a comer
lo mejor que pudo, preguntóle de su fazien-
da, y el dixole la verdad. ■.'¿E qual auentura
vos traxo de tan cstraña tierra e de tan lue-
ñe?» Y el dixole la verdad, e que se no quita-
ría de la bestia fasta que supiesse la verdad
onde aquellas bozes salían. E quando el hon-
bre bueno esto oj'o, meció la cabe9a, e co-
mencaronle a salir las lagrimas de los ojos,
e bien tizo continente que era triste. E des-
pués pensó vna gran pie9a, e dixo: «¡Ay se-
ñor! vos sabed que ydes en pos vuestra
muerte sí [no] vos partidos desta demanda,
que esta bestia que demandays es la bestia
del diablo . E aquella bestia me fizo tanto de
daño, que aure dolor quanto bino; e direvos
qual: yo auia cinco fijos, los mejores caualle-
ros desta tierra, e tanto que vieron esta bes-
tia, assi como la vos vistes, ouieron sabor de
saber ende lo que vos queredes saber, e me-
tiéronse a buscar como vos agora fazedes,
e yo era estonce cauallero andante, assi como
vos agora, e fueme con ellos, e asi que nos
auino vn día questauamos cerca de vn agua .
y estañamos cerca de la bestia de todas par-
tes, assi que no podía escapar por ningún
lugar; y el mayor de mis fijos tenia vna lan-
5a, y estaua mas cerca della que los otros; y
el menor dio bozes: ¡Feridla! ¡feridla, e ve-
remos que trae en el cuerpo onde salen estas
bozes! Y el torno a sus hermanos e a los otros
«lue dezian: ¡Feridla, feridla! e el firiola con
la lanr:a por la coma de la pierna siniestra,
que no le pudo dar por otro lugar. E quando
ella se sintió ferida. dio vna boz atan mará -
uillosa, que no era sino marauilla. E después
de la boz, salió del agua vn honbre negro
mas que la pez, e los ojos bermejos y encen-
didos como el fuego. E aquel honbre peso la
lanQa con que la bestia fuer:, xtjrída, e firio
aquel mi fijo que la firio atan gran ferida,
que dio con el muerto, y después al otro, fasta
el quarto y el quinto; y después tornóse y
metióse en el agua, e nunca después vimos
nada. Y este dolor y esta cuyta que os digo
me auino en vna hora de aquella bestia tras
que vos ydes. Y desque yo vi que assi me
acaescio, y que no podía ay al fazer, fize
traer a mis fijos aquí, e fizelos todos meter
en vn moni mentó, en vna capilla que aqui
esta; y por el su amor quede yo aqui, y dexe
todas las riquezas e los vicios del mundo, o
qni^iT) simipre s'eTuir a Pto's p^ elío'E.-' .
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
193
Cap. LXXXA^. — Como el honbre bueno dlxo
a Yuan que no fuesse tras la bestia.
«Todo esto que vos cuento, clixo el honbre
bueno, passo por mi como vos digo: porque
seria mi consejo que vos quitasedes de yr em
pos della; e si vos entrastes en su demanda
por locura, quitadvos ende por cordiira, cí^
si Dios me conseje, yo entiendo ay mas vues-
tra muerte que vuestra vida; ca es cosa que
no es de Dios, ante es del diablo» . «Cierto,
sabed, señor, dixo Yuan, que pues que la
acometí no rae tirare afuera, porque sabed
que harían de mi escarnio; e sabed que mas
querría morir que dexarlo». «Yos faredes
vuestra voluntad, dixo el hermitaño, mas no
cuydo que vos venga ende bien» .
Toda aquella noche estuuo ende Yuan el
bastardo con muy gran pesar de las nueuas
que le dezia el honbre bueno, ca le fizo mu-
cho espantar, pero bien sabia que si fuesse
a la corte que nunca auria honra si ende se
quitasse; y en la mañana, tanto que oyó
missa, caualgo y acomendo al honbre bueno
a Dios, e rogóle por Dios que le dixesse do
fallarla mas cerca la bestia. «Amigo, dixo
el, esto no faria yo, que vos enseñe vuestra
muerte». «Señor, dixo Y'uan, pues no me lo
quereys dezir, encomieudoos a Dios que os
mantenga a su seruicio» .
Cap. LXXXYI. — Como Palomades derribo
a Yuan porque yua. em pos de la bestia la-
dradora.
Mas estonce se partió del hombre bueno, e
fuesse assi como la ventura lo guio, e como
aquel que sabia que fallaria lo que andana
demandando; e assi anduuo de la vna parte
y de la otra; e auino que fallo honbres que
guardauan nacas, e preguntóles si vieran tal
bestia, e dixoles qual, e dixeron ellos: «Nos
sabemos bien que vos demandades la bestia
ladradora». «Cierto, si», dixo el. Y" ellos di-
xeron: «Y'd encima de aquella montaña e
fallarla hedes en vn llano do esta vn árbol cer-
ca de vna fuente, e [a] aquella fuente viene
mucho a menudo a ella, ca nos la vimos el
otro dia ay venir dos vezes, e no ha mucho» .
E quando Yuan esto oyó, fue muy alegre, e
fuesse para encima de la montaña. E quando
llego al árbol, vio estar vn cauallero armado
de todas armas sobre muy buen cauallo, e
traya fasta treynta canes m\iy fermosos e
muy buenos. «Amigo, dixo Yuan el bastar-
do, ¿saberme yades dezir nueuas de vna bes-
tia que aqui suele venir, que dizen la bestia
ladradora?» «¿Por que lo dezis vos?» dixo el
cauallero. < Querriala fallar de grado, ca la
ando buscando e no la dexare fasta que sepa
LIBROS DE CABALLERÍAS. — 13
la verdad onde aquellas bozes salen» . «Cierto,
dixo Palomades, vos soys bien loco, que en
tal cosa vos trabajays, que tal demanda no
es para tal cauallero como vos; ca mucho
mejor cauallero era menester que vos; porque
yo so el mejor cauallero desta tierra e ando
en pos della mas ha de doze años con tantos
canes como aqui veys, e nunca la pude ma-
tar ni prender, ni saber mas nueuas de las
que vos agora sabedes: e vos soys vn caua-
llero estraño e solo e cuydaysle dar cima.
Cierto, gran locura pensays». «Qualquier
locura que sea, dixo Yuan, a mantener me
conuiene, pues la demanda he comencado».
«Estonce, dixo el cauallero, no la manten-
dreys mas, que yo os la defenderé, que cier-
to vos no soys de tal poder ni de tal bondad
que tan alta demanda deuiessedes deman-
dar; e yo, que he sufrido tantos trabajos e
tantas cuytas por ella, ¿e agora dexarla a
vos? Sabed que ante me conbatire con vos
fasta la muerte, e si me matar des, seguid
vuestra caca, mas mientra que biuo sea no
lo sufriré ni a vos ni a otro» . «Esto no pode-
des vos vedar, dixo Yuan, que en pos la bes-
tia no vaya e que la no mate si la fallare, o
fare ay mi poder» . «E si faredes por verdad,
dixo el cauallero, ca vos sacare el alma del
cuerpo ante que mas ay fagays» . «Assi, dixo
Y^uan, sabed agora que la matare e no la dexa-
re por vos» . E dixo Palomades: «Si faredes,
por la mi cabega» . Estonce se dexo yr para el
quanto el cauallo lo pudo leuar, e ñriolo a tan
fieramente, que le falso el escudo e la lori-
ga, e metióle el fierro de la lan^a por medio
de las costillas, mas avínole de tanto bien,
que no íwe la llaga mortal, e dio con el en
tierra del cauallo; e al caer que cayo quebró
la langa e finco el fierro en el, e desque lo
vio en tierra, dixole: «Señor cauallero, se que
agora me dexareys mi ca(,'a, a lo menos en
todo este mes, como yo cuydo, no yreys
em pos della. E si Dios me ayude, si no
me fuesse por verguenga, cortarvos ya la
cabega de los hombros e faria buen dere-
cho, porque comengastes cosa que no era
para vos» .
Cap. LXXXA^II. — Como Ciflete contó al ren
Artur imruas de la bestia ladradora.
Ellos assi estando, vieron la bestia que
venia a beuer a la fuente , e tanto que los
canes la vieron, fueron para ella; e quando
ella vio que alli no podia beuer, comenco de
fuir, e Giflete ('), que aula mucho andado em
(•) Véanse Io8 capítulos CLX á CLXVII del £a-
ladro di'l sahio Merlin. con ayuda de los cuales
podrá comprenderse la desconcertada manera de em-
pezar este.
194
LIBROS DE CABALLERIAIS
2)0S della, santiguóse de la lijereza que le
vio fazer. E quando vio que no podia con ella,
tornóse para Camaloc, e contara las nueuas
al rey Artur, e dixole: «Señor, la saeta quan-
do sale de la ballesta no va tan ayrada como
ella quando corre» . E quando vio la caca que
coment.-ara a ñu r. comenyo a yr en pos della
e dar bozes a los canes; e quando vio el caua-
llero que dixera (^) de la montaña, no le plu-
go, ca le semejo que el queria toller su caga,
e dixole: «Don cauallero, tornadvos, si no
muerto soys» . E Griflete no se quiso tornar
por el, ca mucho queria saber si la caca po-
dia escapar del. E quando el cauallero vio
que por el no queria tornar, semejóle que lo
fazia por desden, y que lo no preciaua tanto
que por el se quisiesse tornar; y estonce me-
tió mano a la espada, e dexose yr a el. Y el
cauallero era muy grande e fuerte, y era
muy buen cauallero de armas, e firio a Gi-
flete tan fieramente por cima del yelmo, que
le metió el espada por el, assi que le tajo el
cuero de la cabeca fasta el tiesto, e cayo en
tierra, e dixo: «Don cauallero, agora dexad
mi caga, que a fazer vos conuiene, e mas os
valiera yr a vuestro conpañero que yaze alli
suso en aquella montaña»; y esto dezia el
porque cu3'daua era de casa del rey Artur;
e desque esto dixo, fuesse en pos su bestia,
e dexo estar en tierra a Giflete, e assi se fue
el cauallero en pos su bestia, e bien mostró
a los dos caualleros que no queria que nin-
guno fuesse en pos della. E quando Griflete
se leuanto, fuese para su cauallo, e subió en
el, e pensó de yr a la montaña do yazia el
cauallero, e fizólo assi, e quando llego y fallo
a Yuan el bastardo, que se auia tjuitado el fie-
rro de la langa del cuerpo, e que auia ya per-
dido gran sangre, assi que se marauillo como
no era muerto, pero tanto (pie vio a Giflete e
lo conoció, fue bien alegre, y esforgose tanto
que se leuanto muy ayna en pie, assi como
no sintiese mal ninguno, e dixole: «Amigo,
bien vengays» . E Giflete descendió a el, e pre-
guntóle como [se] sentia: «Muy mal, dixo el,
ca bien cuy do que so ferido a muerte, ca so
llagado por los pechos de vua lauca» . E di-
ziendo esto, dexose caer en tierra, con la fla-
queza de la sangre que le salia. E quando
esto vio Giflete, pesóle mucho de coragon, ca
bien sabia sin falta que Yuan el bastardo era
vno de los caualleros ardidos de casa del rey
Artur; si tan rezio fuera de cuerpo como era
de coragon, a marauilla fuera preciado caua-
llero; e de aquella ferida estuuo Yuan el bas-
tardo tres meses que no pudo tomar armas en
vn monesterio de dueñas que era ay cerca; e
O Por «descendiera);.
Giflete, que no era tan mal herido, no estuuo
mas de xv dias. E tanto que pudo caualgar,
metióse a su demanda como ante andana. Mas
agora dexa el cuento de fablar dellos, e tor-
na a Didonax el saluaje, e a Don Tristan.
Cap. LXXX^TII. — Conio Tristan se conba-
tio con Didonax, e lo derribo.
Agora dize el cuento que quando Dido-
nax el saluaje se partió de Galaz e de Yuan
el bastardo, que se fue em pos Tristan quan-
to mas pudo; mas Tristan yua sino su passo,
ca su cauallo yua cansado del peso, que le-
uaua dos honbres. E sabed que no era el su
buen cauallo que solia traer, antes era otro
que auia ganado, e porque Tristan yua a
passo, e Didonax a mas andar, alcangole muy
ayna, e quando llego a el no lo conoscio, ca
el auia en este dia canbiado su cauallo, e de-
xolo en vn tendejón que era ay cerca. Esto
fue porque lo el no conoscio, e diole bozes:
«Cauallero, a dexar vos conuiene el caualle-
ro assi como yo cuydo, e si no lo dexays, fe-
rirvos he con esta langa; e la perdida e la
desonrra toda sera vuestra» . E quando Tris-
tan vio lo que el cauallero dezia, metió mano
a la espada y embrago el escudo, e boluio con-
tra el; e Didonax fue contra el, e diole tal
langada, que le falso el escudo y quebró la
langa en medio de los pechos; mas otro mal
no le hizo, ni lo mouio de la silla; e Tristan,
que era muy arreziado, diole tal golpe por
cima del yelmo, que dio con el en tierra
todo atordido, que no supo si era muerto ni
si biuo, e otra ferida no le fizo; e assi fue
atordido, que la sangre le salió por las nari-
zes e por la boca. E Tristan lo cato, e conos-
ciolo en el escudo, e pesóle mucho por lo que
auia fecho, ca bien pensó que era muerto, e
si assi fuera, perdiera por ay la silla de la
Tabla Redonda, e fuera perjuro. Estonce de-
cendio a el, e ato el cauallo a vn árbol, e fue
a el, e quitóle el 3- elmo. E quando lo vio tan
mal trecho, ouo ende gran pesar; e quando
Didonax vio que no tenia su yelmo, leuan-
tose, e comengo a linpiar los ojos que tenia
cubiertos de sangre, e Tristan le dixo: «De-
zid, amigo, ¿como os sentis?» Y el mirólo, e
quando lo vio a pie conociólo que era el que
lo derribara; y estonce respondió: «Cauallero,
siénteme bien; mas vos ¿por que lo deman-
days?» «En])ero si me vos errastes, ¡Desame
mucho» . «¿E quien soys vos?» dixo Didonax.
«Yo vuestro compañero so déla Tabla Redon-
da, e so Tristan de Leonis, e pésame de cora-
gon porque en vos meti mano» . «Señor, dixo
Didonax, j)ues vos soys Tristan, yo vos perdo-
no» . E Tristan finco los ynojos ante el, e pi-
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
195
diole merced, e Didonax lo perdono luego, e
yrguiolo de tierra e tomólo por la mano.
Cap. LXXXIX — Como Tristcm e Gariete se
conocieron^ e fueron por ello- ledos.
Mas qiiando acordó el otro cauallero que
traya Tristan consigo, que auia nonbre Ga-
riete el triste, que era mal herido, vio el es-
cudo de Didonax e conosciolo luego, e otrosi
conoscio a Tristan; e quando vio su yelmo
fue muy alegre, porque eran ambos conpa-
ñeros de la Tabla Redonda. Estonce se le-
uanto e dixole don Tristan: «Yos me fezistes
mal a tuerto, e no lo deuierades de fazer»;
estonce se quito su yelmo, e Didonax lo co-
noscio luego, e abracólo, e dixole: «Vos sea-
des bien Tenido, amigo Gariete, ¿e como os
sentidos?» «Bien, dixo el, a mi pesar, mas a
pocas me matara don Tristan que aqui esta» .
E quando Tristan entendió que eran conpa-
ñeros déla Tabla Redonda, ouo ende tan gran
pesar que no supo que fazer; y denostóse
muclio e dixose catino, que jamas no auria
honra como deuia de auer, ca era perjurado
y desleal contra los conjDañeros de la Tabla
Redonda, e subió en su cauallo e comeneo a
fuyr quanto el cauallo lo pudo leuar, fazien-
do gran duelo como si tuuiese delante muer-
ta la cosa del mundo que el mas amasse; e
los otros dos que quedauan en vno, quando
vieron que Tristan assi se yua faziendo tan
gran duelo, fablaron mucho en ello, e dixo
Didonax a Gariete: «Agora podeys entender
la gran mesura del cauallero, e bien podeys
ver que le pesa de vuestro mal porque assi
os erro sin razón, que por desconocencia fizo
el esto, e assi le pesa, que nunca vi nonbre
yr con tan gran j)esar; ¿e a do vos fallo el?
dixo Didonax a Gariete, o ¿como creció esta
saña entre vos y el?» «Cierto, por muy poca
cosa, dixo Gariete, e direvos por que; aqui
cerca ay vn castillo, y esta en el vna donze-
11a que me queria gran bien, tienpo ha, mas
yo amaua a otra mas alta dueña e mas rica
que a ella, e mas fermosa; e por ende no
queria yo fazer lo que ellamandaua, e avino
assi que oy en este dia j)assaua yo por aquel
castillo, e vino a mi vn cauallero armado, e
dixome que entrasse alia, que queria fablar
comigo vna donzella, e yo no quise tornar.
E quando el esto vio, desafióme, e conbatio-
se comigo, e avino assi que le mate, e fue-
me, e vino asi que no anduue mucho, que
vi a don Tristan, e cuyde que no fuera el
pleyto asi como fue; y el me rogo que tor-
nase, mas yo no lo quise fazer su ruego,
porque lo no conocia, e comencamos nuestra
pelea entre el e mi, mas esta fue ajaa, deli-
brada, ca no la pude durar ni punto, e fizó-
me esto que vos vedes; e después púsome
ante si en su cauallo, e trayame como vos
vistes, e leuauame ante la donzella; mi cuy-
dar es sino porque vos llegastes, e yo quisie-
ra ante la muerte que yr ante ella» . «¿E se-
des mal llagado?» dixo Didonax. «Si, cierto,
dixo el; mas bien puedo escapar si fuesse en
lugar do me pensassen de las llagas» . Eston-
ce dixo Didonax: «Yo vos llenare aqui cerca,
que ay vn mi amigo e pariente que vos fara
todo el bien que pudiere fazer.» «Pues traba-
jemos de yr alia» . Estonce caualgaron amos
en el cauallo de Didonax, e fueronse para la
casa del cauallero; mas agora dexa el cuento
de fablar dellos, e torna a Galaz e a Boores.
Cap. XC.—De como Galax e Boores yuan
departiendo de su fazienda, e llegaron tar-
de al castillo.
Pues dize el cuento que se partió Galaz de
Boores por yr a Galuan, Boores canal go en
el cauallo del cauallero que mato, e dexa-
ronlo yazer en el camino, e fueronse; e an-
dando assi, dixo Boores a Galaz: «Mucho me
plaze por que os falle, ca mucho he desseado
vuestra conpañia en esta demanda, e no me
partiré de vos fasta que auentura nos parta» ;
e Galaz dixo que le plazia mucho. «Señor,
dixo Boores, ¿a qual parte quereys vos yr?»
«Si Dios me ayude, no se, que oy por la ma-
ñana eramos tres caualleros de la Mesa Re-
donda, y eramos yo, e Yuan el bastardo, e Di-
donax el saluaje, e aun mas que llegaron a
nos e perdimoslos; e ya que nos queríamos
partir, viniéronnos tres auenturas muy es-
trañas»; e dixo quales; «y pues las fallamos,
diximos: tomemos cada vno la suya; e yo
tome la del cierno blanco con los leones que
lo guardauan, e fueron contra esta parte, e
quiero tornar contra ella» . E quando Boores
esto oyó, dixo: «Cierto, bien auenturados
tuestes, que gran tienpo ha no oy fablar que
a tres caualleros tales auenturas viniessen;
mas a vos aniño la mejor que nunca oy; e
agora quisiesse Dios que yo ende fuesse
quando vos acabassedes esto». «No se, dixo
el, si vos ay seredes, mas no quedare, si otra
cosa no me lo estorua, fasta que yo sepa ende
la verdad» ; e assi anduuieron fablando todo
aquel dia, fasta hora de bisperas, e ya que se
venia la noche, acontecióles assi que ouieron
de llegar a vn castillo pequeño, que estaua
en vn llano, e auia nonbre este castillo Cas-
tilbriuiel, por amor de Brices que lo fizo del
destruymiento de Troya , quando la destruy-
cion fue fecha por los griegos por Elena la
fermosa.
196
LIBROS BE caballerías
Cap. XCL — Como se enamoro la fija del rey
de Galax.
Sabed que este castillo era muy apuesto e
muy bien asseutado, si touiera harta agua; y
el señor del castillo auia nonbre Brucos, por
amor de aquel rey Bricos que lo fiziera; e
sabed que el señor de aquel castillo se esten-
dia gran tierra, que estonce reynaua aquel
Bricos , y era vno de los buenos caualleros
del mundo, e muy rico, y que auia mucho
por su persona conquerido; e auia yna hija de
quinze años, y era de las mas hermosas del
rey no de Londres; e aquella hora que los ca-
ualleros vinieron slj, estaua el acostado a vna
finiestra del palacio . E quando los vio venir
assi armados, conoscio luego que eran caua-
lleros andantes, e fue muy alegre con su ve-
nida, ca queria mucho sienpre a cauaUeria,
e a todos aquéllos que de caualleria se pre-
ciauan. Estonce les embio dezir por dos ca-
ualleros que viniessen aluergar con el, que
no queria que a otro lugar fuessen a posar. E
quando Galaz e Boores vieron el mandado,
marauillaronse, e tuuieronlo por gran corte-
sia, e que era honbre de bien, e gradecieron-
selo mucho al rei e a los de la corte, e fizieron
con ellos gran alegría; e desque fueron den-
tro e fueron desarmados, el rey les fizo atanta
de honra, que los fizo assentar cerca de si,
e comenroles a demandar de su fazienda; y
ellos le dixeron vna partida; e la fija del rey
Bricos, que era muy fermosa, desque vio
gran picea a Galaz, semejóle tan fermoso e
tan bien fecho, que le ouo de amar de gran
amor, que nunca tanto amo a ssi ni a otre;
e cataualo assi todavía, que nunca partia
los ojos del; y ella catando assy, el amor fue
todavía creciendo. Assi amo la donzella a
Galaz, que nunca oyera, ni viera, ni supiera
que cosa era amor, e cataua a Galaz, que lo
preciaua tanto en su corayon de beldad e de
todas cosas, que nunca a honbre precio; e
por ende le semejo que su muerte le yazia
alli que su voluntad no cunpliesse con el,
y esto cuy daña ella auer muy lijeramen-
te; ca el cauallero era mancebo e muy fer-
moso , e cuydo que de grado querría fazer
su voluntad, porque era ella de las fermosas
donzellas de todo el reyno; y esto couortaua
a la donzella ijue se pagaria della , porque
era fermosa y el era mancebo, e por esta ra-
zón meterla mas su coracon en ella, tanto
que lo ella q\iisiesse amar; y en esto estuuo
pensando la donzella en quanto estaua el pa-
dre fablando con los caualleros, e pues pensó
tanto que no pudo mas, leuantose e fuese
para su cámara, y echóse en su lecho, e co-
mentóse quexar c a fazer gran duelo como
si su padre tuuiesse muerto ante si, pero no
daua bozes, mas lloraua tan de coragon, que
era marauiíla; y ella faziendo su duelo, Afeos
su ama, que la auia criado y era dueña de
gran guisa, e ouierala en guarda desde niña
pequeña, e amánala tanto como si fuesse su
fija, e quando vio a la donzella assi llorar tan
de coraron, marauillose que auia, e dixo:
«¡Ay señora! ¿E que auedes? ¿Fizovos alguno
algún pesar? Dezidmelo, e yo vos daré con-
sejo en que quier que yo pueda, ca yo no
seré alegre mientra a vos viere triste». E
la donzella, que nunca fuera retentada de tal
cosa, no lo oso dezir, y ella comento a pen-
sar, ca mucho auia gran pesar de su duelo:
«Señora, conuienevos que me digades onde
vos viene este pesar» ; y ella callóse, e dexo
ya quanto de su duelo, e la dueña dixo: «Se-
ñora, si me vos no dezides lo que os pregun-
to, sabed que lo yo diré a vuestro padre, e
por esso os sera mejor de lo dezir a mi; e si
fuere cosa de encobrir, sabed que nunca por
mi sera descubierto» .
Cap. XCII. — Como la donzella dixo a sit
ama que amana mucho a Galax.
Quando la donzella oyó que la dueña lo
queria dezir a su padre, fue muy espantada,
ca le tenia gran miedo, e sabia que era muy
fuerte honbre e muy sañudo, y que si lo su-
piesse seria muerta; y con este miedo dixo:
«¡ Ay dueña señora! ¡por Dios no se lo digays
e dezirvos he lo que me preguntays! mas
ruegoos por Dios que me sea celado, que es
cosa de poridad»; e dixo la dueña: «Yo lo
encobrire, pues cosa es de poridad»; e que
no ouiesse ningún miedo, e dixo: «Señora,
sabed que yo amo vno de los caualleros que
aqui están atan de coraron , que si lo no
ouiesse a mi voluntad (*), nunca jamas auria
bien; ca sabed que yo mesma me matare con
mis manos» ; e quando el ama esto oyó, ouo
muy gran pesar, assi que no supo después
consejo, ca bien sabia que si la donzella
ouiesse el cauallero, que no podia ser que el
rey no lo supiesse presto, y que, quando lo
supiesse, que el matarla la donzella e quan-
tos en el consejo fuessen; estonce dixo el
ama a la donzella: «¡Ay cosa mezquina e
loca! ¿y que es esto que oyó? O has el seso
perdido, o eres encantada, ca tu eres dueña
de gran guisa, y eres tan hermosa, e tu co-
ra9on has metido en vn cauallero estraño que
no sabes quien es, e oy vino e mañana se va,
e por le dar tu padre toda su tierra morirá
(') No es de extrañar esta libertad de lenguaje. Re-
cuérdese el Ainadis de Gavia (lib. I, cap. 1." y lib. 1,
cap. 12).
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
197
ante que fincar aqui; e tu morirás por lo que
dizes; e no piensas en lo que ende te podria
auenir; pareceme que eres cosa loca, e yo me
marauillo como estas en este pensar; e cierto
si tu padre lo supiesse, todo el auer de mun-
do no te guareceria que no te tirasse la ca-
heoa de sobre los lionbros». E quando la
donzella esto oyó, fue muy mal espantada,
assi que bien quisiera ser muerta, que del
eauallero no podia quitar su coraron en nin-
guna manera sin muerte e sin su voluntad,
ante se trauajaua en todos en auer lo que
pensaua ; otrosi desconortauala la gran bra-
ueza de su padre; e la donzella pensaua
en estas cosas, e lloraua muy fuerte, e de-
zia: «¡Ay catiua e la mas mala cosa del
mundo! ¡Maldita sea la hora en que nasci!»
«Agora me dezid, dixo el ama, ¿pareceos
buen consejo el que vos yo dixe, que no es
bueno poner vuestro coraoon en aquel eaua-
llero?» «Si, dixo ella, porque no puedo fazer
al, que no pueden fazer todos de su coraron
lo que quieren»; «¡Como! dixo la dueña, ¡no
lo fagades si escarnida no queredes ser!»
«Señora, dixo la donzella, fazerlo he, pues
que veo que al no puede ser» .
Cap. XCIII. — Co7no fablo la donxella con su
ama su poridad.
Luego dixo la donzella a su ama por se
encobrir, mas otra cosa tenia en su coracon;
y pensó que aquella noche, quando los ca-
ualleros se echassen y que todos durmiessen,
que se yria al lecho de Galaz, e assi lo fizo;
quando vido que todos eran acostados, despo-
jóse toda, saluo la camisa, e fuesse para alia
muy vergonQOsa e con gran pesar, porque
veya que auia de fazer contra su voluntad lo
que el amor queria, ca toda su malauentura
le venia por donzella auer a demandar su
amor a honbre; e desque fue en la cáma-
ra do yazian los caualleros, entro dentro, e
fue tan espantada, que no supo que ay fizies-
se, pero torno en su pensar como amor le
consejaua, y esforzóse tanto contra su vo-
luntad, que se fue a doGralaz estaua; dormia
muy fieramente, por el trabajo que ouiera,
e quando la donzella vio que assi dormia, no
supo que fazer, que si lo dispertase e ge lo
dixesse, que la ternian por loca, e que cuy-
daria que assi lo solia fazer con los otros que
ay venian, e auia ende mayor espanto e saña
que viesse que assi se echaua con el sin rue-
go, y estonce dixo: «¡Ay la catiua y escarni-
da sin forcadura, e jamas nunca aure hon-
ra de saina que faga, quando por mi pecado
e por mi fecho me vine assi a echar con este
eauallero estraño, que no supo nada de mi ve-
nida!»; e después dixo: «¡Ay cosa loca e ne-
cia! ¿Que es esto que dizes? que no podrías
fazer por este eauallero que desonrra te fues-
se e verguenga; ca este eauallero es la mas
fermosa cosa que tu nunca vistes, y esto bien
lo puedes ver» . Estonce pensó de lo desper-
tar muy manso, e contarle lo que tenia en
coraron, e pues que viesse el a ella no cuy-
daria en ninguna guisa pues atan fermosa
la viesse, e supiesse que era de tan gran lu-
gar, que no seria atan villano que no fizies-
se su voluntad. Estonce llego a el mas cerca
que ante, e puso la mano en el muy passo
por lo despertar, mas quando syntio la esta-
meña que el eauallero vestia, ca sin estame-
ña el nunca yazia de noche ni de dia, ella
fue espantada, e dixo: «¡Ay catiua! ¿Que es
esto que veo? que no es de los caualleros an-
dantes que dizen que son enamorados, que la
su bondad e la su alegría no se acuesta del
mundo? No es este eauallero por que dueñas
llenen afán, ni es nada; e si no puedo aca-
bar lo que quiero, ¿como creeré que este ea-
uallero sera alegre por el parescer, assi
como por el martirio de la su carne muestra
que el cora(,'on piensa a lo que su carne de-
sea? ¡Catiua! todo es perdido quanto yo pen-
saua, y este es vno de los caualleros verda-
deros de la demanda del sancto Grial; en mal
punto fue tan hermoso, que la su beldad sera
razón de mi muerte» . Estonce comen90 a llo-
rar muy fieramente, e muy de coraron fizo
su duelo lo mas callado que pudo.
Cap. xdlY. — Como la donzella vino a la
cama de Galaz.
A cabo de vna piega, despertó Gralaz, e
tornóse contra la donzella, e quando la sin-
tió, marauillose, e abrió los ojos, e quando
vido que era donzella, espantóse mas, e fue
muy sañudo e fizóse afuera de ella en cabo
del lecho, e santiguóse, e dixo: «¡Ay donze-
lla! ¿e quien vos truxo aqui? Cierto mal con-
sejo vos dio, ca mas amaua vuestra desonrra
que vuestra honrra, qiie ciertamente yo cuy-
daua que erades de otra manera que no de
la que sodes, e ruego vos por cortesía e por
vuestra honrra que vos vades; cierto el vues-
tro pesar no catare yo si Dios quisiere, que
mas deuo yo dudar peligro de mi alma que
fazer plazer a vuestra voluntad» .
Cap. XCV. — De como Galaz reprehendió a
la donzella que vino a su cama.
Y quando la donzella esto oyó, ouo ende
gran pesar e no supo que fazer, que la res-
puesta de Galaz, que ella amaua sin razón,
198
LIBROS DE caballerías
fizóle perder el seso, y le quito toda razón;
e aun le dixo: «¡Ay donzella! mal consejada
fuestes, e meted mientes en vuestra fazienda,
e mirad el alteza de vuestro linaje y de vues-
tro padre , e mirad vuestra desonra » . E
quando eUa esto oyó, respondió como muger
que era fuera de seso, e dixo: «Consejo no es
menester, pues que vos tan poco me preciays,
que en ninguna guisa vos no me quereys
fazer plazer: sabed que por ende aure yo
ayna la muerte, ca me matare con mis ma-
nos, e no aureys ende menor pecado que si
por vuestra mano me matassedes, ca vos soys
causa de mi muerte donde me podia yo qui-
tar si vos quisiessedes» . E Gralaz no supo que
responder, ca si la donzella se matasse como
dezia por tal razón, bien via que era razón
de su muerte; e si de otra parte fiziesse lo
que ella queria, que quebrantaría sii_prome^
timiento que auia fecho a JNuestro Señor_eii
el comiengo de sü~cáualleria, ca sin falta le
prometiqbue le guardaria yÍEginidad.^n tq^
dos sus dras, y que morirla virgen,. JÉ la don-
zeila, que esfaua toda comótollida, quando
vio que de Gralaz no podia auer su amor,
dixo: «¡Como, cauallero! ¿Quieres ser sien-
pre villano que me no diredes al?» «No,
por buena fe», dixo el. «E vos sed ende se-
guro por buena fe, dixo ella, que faredes
ende gran villanía, e por ende morireys ante
que de aqui vayades». «No se, dixo el,
como sera; mas si esto fuesse, yo ante que-
rría morir e fazer lealtad, que escapar e fazer
traycion» .
Cap. XC S^I. — Como la donzella se mato por-
que la rejyrehendio Galaz.
Quando la donzella esto oyó, dixo: «No
atendere aqui mas» ; e salióse luego del lecho,
e fue corriendo, e tomo el espada de Galaz
que estaua a la entrada de la cámara, e sa-
cóla de la vayna, e tomóla con ambas manos,
e dixo a Galaz: «Señor cauallero, vedes aqui
el bien que yo de los primeros amores oue;
en mal dia fuestes vos nascido tan fermoso,
que tan caro me costara vuestra beldad» , E
quando Galaz vio a la donzella que tenia la
espada en la mano, que se queria matar con
ella, salió del lecho todo espantado, e dixo:
«¡Ay buena donzella! sufridvos vn jdoco e no
os mateys assi, que yo fare todo vuestro pla-
zer» . Y ella, que tanto era cuytada de amor
que mas no podia ser, dixo: «Sabed, caua-
llero señor, que tarde me lo dexistes» . Eston-
ce aleo el espada, e firiose tan gran ferida por
medio de los pechos, assi que la espada passo
de la otra parte, e cayo muerta en tierra, e
quando Galaz esto vio, fue tan espantado que
era marauilla, e vistióse lo mas ayna que
pudo, e dixo: «[Ay sancta Maria! ¿Y que es
esto que veo?» En tanto despertó Boores, y
leuantose del lecho, e dixo: «Señor , ¿que es
esto?» Y el dixo: «Es la mayor marauilla que
nunca oystes, que esta donzella se mato con
mi espada». Y quando lo oyó Boores, santi-
guóse e dixo: «Por Dios, el diablo ge lo man-
do fazer; agora no se que fagamos, que su
padre no nos lo querrá creer, ante dirá que
nos la auemos muerto». «No os quexeys,
dixo Galaz, que Dios terna con nos y el de-
recho nos ayudara» . Y cerca de aquella cama
yazian dos dueñas dolientes en otra cáma-
ra, e quando oyeron lo que los caualleros de-
zian, salieron de los leclios en camisa, e fue-
ronse alia, e quando vieron la donzella muer-
ta, fizieron vn duelo tan grande, que era es-
panto.
Cap. XCYII. — Como dixeron al rey como su
fija estaua muerta en la cámara do yazian
los caualleros.
El rey, que yazia en su cámara, quando
oyó el ruydo, leuantose todo espantado, e
fuesse para alia, e quando vio su hija muer-
ta, fue muy sañudo, e dixo: «Ay Dios ¿quien
me fizo este mal?» «Señor, dixeron los que
estauan ay, no lo fizo sino estos caualleros
que anoche aqui llegaron» . «¡Aj^ dixo el rey,
que muerto me han estos caualleros! ; pren-
dámoslos, que nunca jamas seré alegre hasta
que tome vengan5a tal qual mi corte juzga-
re» . E quando Boores esto oyó, no ouo mie-
do en su coraron, que muchas vezes se auia
visto en otro tanto como aquello, e fue a su
espada, e sacóla de la vayna, e dixo a Galaz:
«Señor, tomad vuestras armas, y pensemos
de defendernos, que semejame que nos es
menester, e 3^0 vos defenderé fasta que vos
seades armado, e Galaz fue corriendo a sus
armas que estauan ante su lecho, e armóse
presto lo mejor que pudo, y el rey dio bozes
a su conpaña, e dixo: «¡Via a ellos!» E co-
men9aron luego a Boores, e quisiéronlo pren-
der, mas no pudieron, que se defendió muy
marauillosamente icon su espada, asi que les
cortaua las cabe5as e los bra(;os, y echaualos
vnos sobre los otros, y defendió la cámara de
los que le querían prender; assi que no que-
do en la cámara sino ellos anbos e la donze-
lla muerta, e vn cauallero que quedo muerto,
e otro ferido que no pudo salir; y desque esto
ouo fecho, fueron luego a vna puerta de la
cámara, y cerráronla, e tomaron sus armas,
e armáronse muy bien; y desque fueron an-
bos armados, dixo Boores a Galaz: «Nuestra
ventura fue de aquella donzella que assi se
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
199
mato, que a poca de hora auemos de conprar
su muerte caramente, pero, pues vos soys ar-
mado, no ajamos miedo dellos, si Dios qui-
siere». Dixo Galaz: «Nos saldremos de aqui
sanos, ca no auemos culpa en la inuerte desta
donzella» . Estonce saco el espada, e limpio-
la de la sangre de la donzella, e fuesse a la
puerta de la cámara e dixo: «No venimos aqui
por ser presos» . E abrió la puerta^ e fueron-
se anbos al palacio do los otros estañan, que
eran ya armados para conbatir la cámara; e
quando los vieron consigo, e que tan biua-
mente sallan guisados para se defender, fue-
ron espantados, e la lunbre era muy grande
de las espadas por el palacio, que todos de-
zian que eran hachas encendidas; y el rey,
que estaua ya armado e vio aquellos en el
palacio, y que no eran mas de dos, y que
atendían golpes de todos los del palacio, que
eran mas de xl hombres, todos armados,
espantóse, y pensó que aquellos eran los
mejores caualleros del mundo que el nun-
ca viera, o los mas locos: y el rey era muy
buen cauallero e muy ardido, e dixo a su
conpaña que se no firiessen con afpiellos ca-
ualleros.
Cap. XC^T^II. -De como se quexaua el rey
por su fíja a los cmialleros.
Pues luego se metió el rey adelante, e
dixo: «Caualleros, razón es que me yo quexe
de vos, en vos yo rescebir en mi casa por
honra de caualleria e por vos fazer plazer,
e vos matarme assi mi fija; y tengome que
lo fezistes mal, e tengome por lionbre de
fuerte ventura si yo no he de vos derecho» .
Estonce respondió Boores, e dixo: «Señor,
vos soys rey, e dezis lo que quereys, que nos
no la matamos ni auemos culpa en su muer-
te. Mas ningún rey que dize mentira no deue
ser rey ni deuia traer corona, e cierto, mu-
cho vos deuiades guardar de dezir tal cosa
no sabiendo la verdad». «No se, dixo el rey,
fueras que vno de vos la mato; e si quisier-
des, yo lo prouare al vno de vos o ambos a
qualquier que es assi» . «Cierto, dixo Boores,
yo me defenderé contra vos o contra el me-
jor cauallero que aueys, si no fuesse por vna
cosa» , «¿Que cosa es essa?» dixo el rey. «A^os
sabedes que nos aluergastes aqui, dixo Boo-
res, e nos fezistes grande honra e mucha
merced, e pues vos tanta honra nos fezistes,
no lo mereciendo, la braueza e la maldad
ternaria en nos si vos matásemos»; e dixo
el rey: «Este engaño no he menester; o vos
os defemiereys de mi, o en vno de vos me
vengare como de caualleros malos» . «E si yo
de vos me pudiere defender, dixo Boores,
¿seremos seguros de todas vuestras conpa-
ñas?» «Cierto si, dixo el rey, que después
no fallaredes quien vos mal faga» . «Pues yo
os venceré si Dios quisiere», dixo Boores.
Cap XCIX.— (7owio venció Boores al rey por
la muerte de la doncella.
Después desta palabra, no ñzieron al sino
dexar correr el vno al otro, e dieronse tales
golpes, que era marauilla, y el rey, que era
fieramente sañudo de la muerte de su hija,
que bien cuydaua que ellos la mataran, cuy-
dose vengar por si, ca se sentia muy faerte
e reziado; mas aquella hora no se firieron,_e
dexaronse correr otra vez, e Boores le dio
tal golpe al rey por cima del yelmo, que no
pudo ser mayor. Mas no se hizo gran mal, ca
el yelmo era muy bueno, mas enpero finco
el rey mal espantado, e ouo de caer en tier-
rra de palmas, e cayóse el espada de las ma-
nos, assi que no se pudo leuantar, e Boores
torno otra vez en el, e hiriólo de tal golpe,
que el yelmo le fizo bolar lueñe de la cabeza,
assi que quedo la cabeza del rey desarmada
fuera de cofia de fierro. Después el rey se
leuanto lo mas ayna que pudo, maltrecho e
mal ferido. Estonce dixo Boores: «¡Ay rey!
ya veys que, si vos quisiesse matar, que vos
matarla; mas no quiero fasta que sepa si po-
dremos auer paz con vos, y semejame que
la aueys vos menester mas que no guerra,
ca bien vedes vos que sodes sin armas, e yo
so armado, de guisa que os podre matar si
yo quisiesse». Estonce respondió el rey e
dixo: «Cierto, cauallero, yo conosco bien que
dezides verdad, e veo que me vos matariades
si quisiessedes; mas la vuestra cortesía no
nos dexa, e por ende os do por quitos desta
demanda que contra vos auia, e hagolo mas
por vuestra buena caualleria que por al, ca
seria gran daño que después de la muerte de
mi fija, que yo no podre cobrar por cosa que
faga, que fiziesse matar a tan buenos caua-
lleros como vos. Mas ruegovos por Dios e por
cortessia que me digays como matastes a mi
fija» . «Señor, dixo Boores, yo vos juro sobre
mi creencia, e sobre toda honra de caualle-
ria, e por la fe que deue a Dios e a mi señor
el rey Artur, que no la matamos nos ni me-
timos mano en ella» . «¿Pues como fue? dixo
el rey, ca yo lo querría saber» . «Señor, dixo
Boores, esto os diré muy ayna, que no os
mienta nada». Estonce le contó todo como
fue. Y quando el rey supo que su fija que se
matara con sus manos, dixo: «¡Ay Dios!
¿Como fue esta mala ventura assaz?» e dixo
a sus honbres buenos que se fuessen a desar-
mar. «Ca, si Dios me salue, tan buenos ca-
200
LIBROS DE caballerías
ualleros como estos, que mal no fizieron, no
reciban de mi mal ninguno; ca esta auentu-
ra nos vino por nuestros pecados malos» .
Cap. C. — Como el rey mando a s^is caualle-
ros que estuuiessen enpax.
Y los caualleros que estañan ante el rey,
quando oyeron lo que su señor dezia, desar-
máronse luego; estonce esclarecía ya el dia,
y quando Galaz e Boores vieron que quería
amanescer el dia, dixeron al rey: «Señor^ si
os plaze de nos dar nuestros cauallos, ca te-
nemos mucho que fazer en otro lugar, que
no podemos fincar aqui» ; y el rey les mando
dar sus cauallos, e caualgaron, e despidié-
ronse luego, e metiéronse al camino, y ca-
minaron, e dixeron que bien les aniño al
cabo según prouaua primero. E quando se
partieron del castillo do les ñzieron tanto
como dicho os he, pensando que ellos auian
muerto la fija del rey Brucos. E anduuieron
fasta a hora de bisperas, qiie llegaron a vn
valle do vieron salir la bestia ladradora, e
venia muy a passo e sola, ca venia muy can-
sada a semejanza, ca mucho la auian corrido
aq\iel dia.E Galaz, que la vio, dixo a Boores:
«Yees aqui vna fermosa auentura» . E contole
lo que ende viera el dia de ante, e como Yuan
el bastardo fuera em pos della, mas semeja-
uales que la auia dexado. «Señor, dixo Boo-
res, esta cosa tan marauillosa se bien que no
es otorgada de saber todo honbre, e bien creo
que la verdad della nunca sera ende sabida
si por ventura no se sabe por nos, ca esta
auentura no es otorgada sino a vos» . «No se,
dixo Gralaz; mas yo queria que Dios me la
otorgasse, ca es cosa que queria saber de gra-
do»; e mientra que ellos esto dezian, yuan
contra ella, y ella entendió que venian de la
otra parte, e comento de yr tan apriessa que
no ay honbre en el mundo que la pudiesse
alcangar y en poca de hora alongóse tanto de-
llos, que no supieron della parte; e dixo Ga-
laz: «Miedo he que la auemos perdida».
«Assi me semeja, dixo Boores, ca no ha cosa
en el mundo, por ligera que fuesse, que la
pudiesse alcanzar, e, por quanto yo veo della
no nos trabajemos de la tomar, ca quanto
de mi os digo que nunca me trabajare della,
ni la siguire, saino mientra anduuiera con
vos, si quisierdes yr a ella» . «No os espan-
teys, dixo Galaz, ca, si Dios quisiere, nos
sabremos ende la verdad» .
Cap. CI. — Como Galax e Boores hallaron a
Palomade?, que yua em pos la bestia .
Ellos, que estauan assi fablando, vieron
Teñir vn cauallero armado que traya vnas
armas negras, j era aquel que auia derriba-
do a Yuan el bastardo e a Giflete, e traya
muy buen cauallo e fasta, xxx. canes consigo;
e llego a ellos, e no los saludo, e preguntó-
les: «Señores, ¿vistes por aqui passar la bes-
tia ladradora?» «Si, dixo Boores, mas ¿por
que la demandays?» «Porque es mi caca, dixo
el, e voy en pos della, e yre fasta que ven-
tura me guiare». «Pues, dixo Boores, agora
podeys yr con nos de consuno , que assi co-
menoamos nos de yr en pos della, e no nos
partiremos della fasta que sepamos donde es-
tas bozes salen» . «Esta es gran locura , dixo
el cauallero, que tal demanda comenyastes
que no vales nada en esta tierra; e si vn ca-
uallero que aqui ay lo sabe, os lo fare dexar
a vuestra deshonrra, porque anda en pos de-
lla». Boores, oyendo esto, comentóse a rey r,
e dixo: «Yo no se en el mundo cauallero por
que lo dexasse, si de la Mesa Redonda no
fuesse». «Cierto, yo nunca fue de la Mesa
Redonda, dixo el cauallero, mas fue muchas
vezes en casa del rey Artur, e digoos que no
ha cauallero en la Gran Bretaña que no lo
pensasse vencer ante que el dia saliesse».
«Si yo lo pensasse, dixo Boores, yo pensaría
gran locura, ca cierto en casa del rey Artur
ay mejor cauallero que vos, e por esto que
me dezis, prometo a Dios ante Don Galaz, que
aqui esta, que esta demanda mantenga a todo
mi poder por saber si aquel cauallero onde
vos tablas es tan sandio que me la quiera el
quitar» . «Parecerá, dixo el otro, lo que me
fareys, ca bien vos digo que si assi quie-
res fazer como dezis, que mal ende os falla-
redes mucho ayna, que aunque no ouies-
se otro cauallero en el mundo saino yo y el,
auriamos ende derecho» . Y" después que esto
vuo dicho, comengose de yr lo mas ayna que
pudo por do pensó que la bestia era y da,
e otrosi fizieron Galaz e Boores: e anduuie-
ron assi todo aquel dia fasta ora de bisperas.
Estonce les auino que fallaron ende vn caua-
llero viejo, solo e desarmado, fuera de espa-
da, e saludáronle, y el a ellos; y después pre-
guntóles donde eran; y ellos dixeron que
eran de casa del rey Artur. «¿E soys de la
Tabla Redonda?» dixo el. «Si», dixeron
ellos. «Pues bien seays venidos» . Y ellos di-
xeron: «Mucha honra ayays». «Sabed, dixo
el cauallero, que soy mxij alegre con vuestra
venida e demás con este tienpo de aluergar;
ca oy mas me faredes conpaña a vuestra mer-
ced, e folgareys comigo en mi fortaleza fer-
mosa e viciosa, que es cerca de aqui, e sereys
aluergados a vuestra voluntad, e ruegoos que
me lo otorguedes de yr comigo. Y ellos ge
lo otorgaron. Estonce fueron con el. E quando
llegaron a la fortaleza, fueron muy bien re-
LA DEMANDA DEL SANCTO GRTAL
201
cébidos aquella tarde, e después sacólos a vn
prado el cauallero por folgar, e preguntóles
que andauan buscando por aquella tierra. Y
Boores, que era mayor, respondió : «Nos en-
tramos nueuamente en vna demanda de vna
bestia en que andamos» . Y el huésped dixo:
«¿De qual bestia?» Y ellos ge lo dixeron. Y
quando el cauallero esto ojo, comento de llo-
rar y pensar mucho. Y" si ante era muy ale-
gre, después torno muy triste, e Boores, que
entendió que le pesaua, callóse. Y el caua-
llero, después qiie vuo assi pensado, dixo:
«¡Ay Dios: ¡Maldita sea la tierra do aquella
bestia nascio! ca por ella es ya perdido el
mejor cauallero que nunca truxo armas en
la Gran Bretaña» . E después que esto dixo,
tornóse a su pensar e a llorar. E ellos no fa-
blaron, por miedo de le fazer pesar. Y des-
pués que pensó gran pie9a, esforgose para les
fazer mayor e mejor coragon, e dixoles: «Por
Dios, señores, no me culpeys si soy triste, ca
yo no puedo mas, que las nueuas desta bes-
tia que agora dixistes me confunden cada vez
que las oyó, e direos por que, te ruedes esto
por marauilla; e no os lo diré porque ay va-
yades, ca no podriades, mas porque os qui-
tedes desta demanda» .
Cap. CII. — Como contó Esclabor a Galaz e
a Boores toda su faxienda.
«Verdad sea, que Dios e los honbres lo
saben, que yo so natural de Galilea, e fue
pagano e cauallero assaz bueno, e por saber
las bondades de la Gran Bretaña, e por ga-
nar caualleria donde tan gran nonbradia co-
rria por todo el mundo, vine a esta tierra,
ante vn poco que el rey Artur comengasse a
reynar, con vn cauallero que era mi conpa-
ñero de armas mas de .xxx. años; e pensaua
que yo era christiano, mas no lo era. Y el
rey Artur, e muchos honbres buenos que me
conocian, teníanme por buen cauallero; e
aquel dia que os digo auino assi que truxo
vn cauallero vna fermosa donzella a la corte,
y era fija de vn gigante que en aquel dia ma-
tara en aquella montaña; e quando la dieron
al rey, preguntóle si quería ser christiana, e
que le daría rica boda e buen cauallero por
marido. Y ella dixo que ante queria morir
de qualquier muerte. E por esta razón no
auia ay cauallero que la quisiesse pedir al
rey, fuera que no era christiano; y el rey me
la dio quando la pedi, que no queria ser chis-
tiano; dixe yo: «Mas me plaze de tal que no
si fuesse chistiana; ca bien sabed que yo soy
pagano como ella, y por esso os la pido». Y
el rey, que bien me conocía, que muchas ve-
zes me viera en muchos torneos, dixome:
«¿Como? ¿No eres christiano?» «No señor»,
dixe yo. Dixo el: «Por Dios, mal te conozco,
e por buena fe puedes dezir que has nonbre
Esclabor el no conocido» . Y assi como el rey
me llamo estonces, assi me dixeron después.
E pues le pedi la donzella, el diomela , e di-
xome: «Agora sea tuya, pues ambos sodes de
vna ley; mas mucho mas os amarla si fuesse-
des christianos» , Y desque vue la donzella,
partime muy alegre de la corte, y estuue con
aquella donzella diez e seys años, e vue en
ella doze hijos varones muy ardidos e valien-
tes, assi que no sabia honbre en la Gran Bre-
taña caualleros de tan gran nonbradia, e assi
me ñziera Dios bien de tal compaña qual os
digo; empero todos sabian que eran paganos,
y eran honrrados do quier que llegassen como
si fuessen fijos del rey. E vn dia auino assi
que era yo con mi muger e con mis hijos en
vn castillo que el rey Artur me auia dado,
e desque fue ora de medio dia, que acaba-
mos de comer, ouimos nueuas de aquella
bestia ladradora, que nos traxo vn mi escu-
dero que passaua por ante la puerta de mi
castillo. Estonces tomamos nuestras armas
yo y todos mis fijos, saluo Palomades, que
estaua doliente, y caualgamos e fuemos em
pos de aquella bestia maldita, tanto que la
ouimos de fallar cerca de vn lago que no era
muy grande; y cercamosla de todas partes,
assi que no podia salir sino por vno de nos.
E quando ella se vido assi cercada, estuuo
queda e fizo semblante que no se queria mo-
uer, e dixe yo a vno de mis fijos que la firies-
se, y el firiola de la langa de la parte de la
pierna , e dio ella vna boz tan dolorida que
no ha cauallero en el mundo que la oyesse
que no ouiesse della pauor; e la boz fue tan
estraña e tan esquina, que no vuo tal dellos
que se pudiesse tener en la silla ni yo; e
caymos todos amortecidos en tierra.
Cap. Cni. — Como contó Esclabor a Boores
e a Galax la muerte de sus fijos.
«Yo, quando acorde, fálleme ferido tan mal
de vna langa por medio del cuerpo, que pen-
se luego ser muerto, e quando mire al derre-
dor e pense auer acorro de mis fijos, e quan-
do torne hállelos a todos muertos. Assi que
fue sabido por toda la tierra, e ouieron ende
todos muy gran pesar. Y quando yo vi que
no era ferido de muerte, subi en mi cauallo,
y fuy para mi castillo, e después embie por
ellos, e fizeles soterrar. E aquel mi fijo que
finco doliente en el castillo , que era mayor
que todos los otros, quando oyó que esta des-
auentura nos auino, vuo gran pesar, e juro
que jamas no se quitaría de aquella deman-
202
LIBROS DE caballerías
da, hasta que la matasse, o ella a el, y en
tal guisa comenQO mi fijo aquella deman-
da, e mantuuola sienpre fasta oy, e aun la
mantiene» . «¿Y que armas trae este vuestro
fijo?» dixo Boores; y el ge lo dixo. «Por bue-
na fe, nos lo vimos agora» . «Sabed que vistes
buen cauallero, dixo el lionbre bueno, e si
no fuesse mi fijo, e no lo conociesse como lo
conozco, yo diria que es el mejor cauallero
del mundo ni que nunca ftie en la Gran Bre-
taña, mas tanto le fallece que no es chris-
tiano». «¡Como! dixo Boores, e vos ¿soys
christiano?» «Si, dixo el, solo por vna de las
auenturas que nunca auino a pecador, e
direos qual».
Cap. CIY. — Como ronto Esclabor la nucntu-
ra del rayo que vtafo los siete caualleros.
«Assi vn dia auino, agora ha .vm. años,
que venia yo por vna floresta, e siete caualle-
ros paganos comigo, muy buenos caualleros
de armas, e muy nonbrados en esta tierra,
y era ya tarde, que nos anocheció en la flo-
resta, e ouimos ay de fincar, y posamos en
vn prado que era cerca del camino, en vna
choga que fallamos, e comenconos de hazer
tienpo tan fuerte, como si todo el mundo se
quisiesse perder; e duro este peligro toda la
noche. Y estonce cayo vn rayo del cielo, que
mato todos aquellos caualleros que comigo
andauan. E yo quede amortescido, mas otro
mal no me hizo.
Cap. CV. — Como contó Esclabor por qual
razón se torno cristiano.
«Yo assi estando amortescido, vino a mi
vna boz, y dixome: «Hombre catiuo y pobre,
yo te guarde de las bozes e del peligro de la
muerte, y nunca me diste gualardon; e si no
te conoces contra mi, yo echare en ti mi ven-
ganza tan marauillosa, que por todo el mun-
do sera sabida; tanto me dixo la boz, y no
mas. E luego me conuertio, porque sabia que
diria yo verdad, que fue luego esse dia bap-
tizado yo e toda mi conpaña, saluo este mi
hijo, que no se quiso baptizar, ante dixo que
jamas no seria christiano fasta que supiesse
la verdad de la bestia ladradora . Y assi me
auino como os digo con la bestia, que perdi
por ella mis hijos, e fue por ende tan triste,
que cada vez rj^ue oyó fablar desta maldita
bestia, que no puede por razón hazer fermo-
so continentes». «Cierto, dixeron ellos, esta
fue fuerte auentura, ca mucho fue la perdi-
da grande, mas como quier que sea, conuie-
nenos que sigamos la bestia, pues comenza-
do lo auemos, ca si la dexassemos, tenernos
lo han a mal» . Dixo el cauallero: «Dios os de
ay consejo, e os de mejor ventura que a mi e
a mis hijos, que cierto nunca honbre ay se
trabajo que no se hallasse ende mal» . Y des-
pués que todo esto ouieron fablado, fueronse
acostar, e de mañana, quandose leuantaron,
armáronse y despidiéronse del huésped, e
fueronse su camino.
Mas agora dexa el cuento de fablar dellos,
e torna a Galuan, sobrino del rey Artur.
Cap. CYI. — Como Galuan se torno del pa-
drón que estaua cerca del castillo.
Dize el cuento e la historia del libro, que
pues Graluan fue guarido de la ferida que le
fizo Galaz, y sintió que podria caualgar, ca-
Tialgo, e metióse en su camino, ei anduuo
por sus jornadas, e auinole vn dia que se fa-
llo con Yuan de Cinel, cauallero ardit, y era
conpañero de la Mesa Redonda, e saludólo
quando llego a el, y el otro a el; pero no se
conocieron, que auian las armas canbiadas
poco auia, e andando assi por el camino, co-
menzáronse a preguntar, e por esto se cono-
cieron e fueron muy alegres, e acordáronse
que no se partiessen vno de otro, pues Dios
los auia juntado, hasta que ventura los par-
tiesse. E aquel dia caualgaron anbos de so
vno, fablando de muchas cosas, e otro dia
llegaron a vn castillo miiy fuerte y fermoso,
que estaua en vna ribera, mas parecióles que
algo era yermo, e quando llegaron a la puer-
ta, fallaron vn padrón en letras de oro en pie-
dra, que dezian; «Aquí yaze Lamorante, el
QUE mato (jALUAN, SOBRINO DEL REY ArTUR».
E después a ver lo que las letras dezian, e
por esto defendían los del castillo que nin-
guno del linage del rey Artur que no fuesse
osado de entrar en aquel castillo, ca si en-
trasse, todo el auer del mundo no lo saluaria
de muerte. E desque ellos ouieron ley do las
letras, ca Galuan sabia muy bien leer, e sa-
bia muy bien como era todo, torno atrás ro-
deando el cauallo, e dixo: «Yuan, tornemos;
ca si alia entramos, muertos somos» . E Yuan
que no dubdaua muerte si le auiniesse mo-
rir, dixo: «Por Dios, señor, tal no auerna, si
Dios quisiere, que por miedo de muerte me
buelua, ca nos lo ternian a mal e por cobar-
día». E Galuan dixo: «Tengan si quisieren,
ca yo tornarme quiero, que verdaderamen-
te veo mi muerte si adelante vo». «Pues,
dixo Yuan, acomiendoos a Dios, que yo
quiero entrar dentro, e venga lo que Dios
quisiere» .
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
203
Cap. CA'^n. — Como Yuan de Cinel entro cu
el castillo follón.
Estonce se partió vno de otro, e Galo a n
se fue por otra carrera, e Yuan .que era tan
ardit e tan buen cauallero, que pocos mejo-
res auia estonce en el reyno, y entro en el
castillo; e tanto que se vio dentro e passo la
puerta, dexaron caer la conpuerta colgadi-
za, y el entendió luego que por alli no podia
tornar, mas enpero no se espanto por ello,
por el gran ardimiento que en si auia, qxxe
lo coníbrtaua, y luego, en pos esto, oyó so-
nar vn cuerno. Estonce vino a el vn escude-
ro, e dixo: «Cauallero, dezidme quien soys,
e no mintays, por la fe que deueys a todos
los caualleros del mundo» . Y el dixo: «Vos
me conjurastes tanto, que por cosa del mun-
do no os mentiré, y sabed que yo soy Yuan
de Cinel, e soy de casa del rey Artur e de su
linaje». «Cierto, dixo el escudero, aun oy os
verna mucho pesar, que por amor de aquel
linaje recebireys oy muerte cuytada». «No
se como sera, dixo el; mas morir me conuie-
ne, yo me defenderé lo mejor que pueda.
Cap. CYni. — Como los del castillo jjrendie-
ron a Yuan de Cinel.
Estonce se partió el escudero del, e fuesse
a mas yr al alcacar. E a cabo de poco rato
vio venir Yuan de Cinel contra si diez caua-
lleros armados de todas armas, e dixeron to-
dos a vna boz: «¡Agora a el!»; e dexaronse
correr a el, e matáronle el cauallo; e quando
lo vieron a pie, cercáronlo de todas partes,
pero el se defendía tan bien, que era mara-
uilla; empero prendiéronlo, ca los otros eran
buenos caualleros, e eran muchos, e desar-
máronle, y falláronle diez feridas muy gran-
des, assi que otro honbre podia morir de la
menor. Después preguntáronle como auia
nonbre, y el dixo que le dezian Yuan de Ci-
nel «e se bien que os verna mucho mal de
mi muerte, tanto que lo sepa el rey Artur,
que sereys todos destruydos» . «No se nos da
nada, dixeron todos, solo que nos viessemos
vengado de la muerte de Lamorante, que era
nuestro señor, e Galuan lo mato a gran tray-
cion» .
Cap. CIX. — De como Yuan de Cinel fue
preso e muerto de los del castillo.
E después desto prendieron a Yuan de Ci-
nel, e leuaronlo lo mas buenamente que pu-
dieron ante el alcacar, e ay auia vna capilla
tan hermosa e muy rica, do estaña Lamoran-
te, y estaña ay vnaymagen de Sancta Maria,
e rogóle que ella rogasse a su fijo por el. Y
sabed ipe la sepoltura de Lamorante era tan
rica e tan poderosa, e de fermosura, que a
duro podría fallar hombre su pareja en todo
el mundo. E quando ellos entraron en la ca-
pilla, mandaron fazer vna cueua de siete
palmos en ancho y en alto, e tomaron a Yuan
de Cinel, e mostráronle la sepultura de La-
morante, e dixeronle: «Aqui yaze Lamoran-
te, el que mato tu pariente Galuan a muy
gran traycion, e todo el mundo le de\ie por
ende fazer mal, ca el nos mato, e nos confun-
dió, e nos metió en pobreza; e a Dios el gran
vengador nos de ende tal venganca qual nos
desseamos». Estonce comentaron su duelo
atan grande, que no ha honbre en el mundo
que lo oyesse que no ouiesse de llorar; a cabo
de vna gran pie^a dixeron: «Ay Lamorante,
buen cauallero e de gran coraron, e ñjo de
rey e reyna y de honbres de gran guisa,
¡como os mato mal aquel que vos mato!» E
después fueron de ynojos ante el monumen-
to, e besáronlo, e dezian: «Señor cauallero,
¡que ventura mala os mato e a nos escarnes-
cio quien a nos vos quito tan ayna!» E des-
pués que ouieron su duelo muy grande fecho
a marauilla, sacaron a Yuan de Cinel fuera,
e atáronle las manos, y echáronle en la cue-
ua, e tomaron leña seca y echáronla sobre
Y^ian de Cinel, e dieronle fuego, e ardió
hasta que torno ceniza.
Cap. CX. — Como supo el rey Artur la muer-
te de Yuan de Cinel.
Assi fue muerto Yuan por la muerte de
Lamorante; y esta muerte piidiera el escu-
sar si quisiera, mas el coraron que auia de
no hazer couardia no ge lo consintió. E quan-
do el rey esto supo, vuo ende gran pesar;
assi por esta manera vuo ende a destruyr el
castillo, mas no mientra Personal fue biuo.
Y sabed que desto fue muy profagado después
Galuan e tenido por muy couarde; porque
desamparara a Yuan de Cinel por pauor de la
muerte. Y agora dexa esto, e torna a Galuan.
Cap. CXI. — Como Galuan dixo a la hermana
de Yuan de Cinel do lo fallar ia.
Aqui dize el cuento que pues Galuan se
partió del castillo do vio las letras del pa-
drón do Yuan tomo la muerte, no se alongó
mucho que hallo otro camino que yua contra
vna montaña, e tomo aquella carrera, e fue
pensando mucho con gran pesar, ca le pare-
ció que era mal porque doxara assi a su com-
pañero por pauor de muerte; e assi el fuyen-
! do, aniñóle que hallo vna donzella que yua
204
LIBROS DE caballerías
en compaña de dos escuderos, e tanto que la
donzella lo vio. estuuo queda, que bien yeya
que era cauallero andante, pero no conoscia
que era Galuan, e dixole: «Señor cauallero,
vos seavs bien venido» . «Donzella, dixo el.
Dios os de muclia alegría, ¿y quien soys o
que demandays?» «Yo soy, dixo ella, vna
donzeUa estraña que vine agora aqui poco
ha a esta tierra, e ando buscando vno de los
caualleros de la Xesa Redonda» . «¿Qual es?»
dixo el. «Yuan de Cinel» , dixo ella. «Señora
deste os daré yo nueuas, dixo el, quales yo
se; e yd a vn castillo que es aqui cerca a vna
legua pequeña, e ay lo fallareys; y esta ca-
rrera por do ydes vos llenara alia» . «Bendi-
to seays vos, dixo eUa, ca no me podiades
dezir nueuas que de tan gran plazer aya
como destas. ifas agora os ruego por corte-
sía que me digays vuestro nonbre» ; y el ge
lo dixo, y ella dixo: «Yo vos amo mucho, ca
soy vuestra parienta bien cercana» ; y el mi-
rola e conosciola, que era hermana de Yuan
de Cinel, e dixole que le haria honrra e ser-
uicio a todas las cosas que supiesse.
Cap. CXn. — Como la hermana de Yuan de
Cinel supo la muerte de su hermano.
Y estonce se partieron, e Graluan se fue
su camino contra la montaña y la donzella
contra el castillo, e cuy tose de llegar alia.
E quando llego, ^io luego ante la capilla do
auian quemado a su hermano. Y quando ella
vio el fuego que aun estaua grande, e mucha
gente en derredor, pregunto a vn honbre
bueno: «Amigo, ¿saberme ya dezir nueuas
de vn cauallero que agora poco ha entro en
este castillo?» Y el dixo: «¿Que armas traya
y por que lo demandays vos ? » , dixo el
honbre bueno. «Amigo, dixo ella, que lo
queria mucho ver, ca no vine por al aqui» .
«Agora os podeys ya tornar de aqui, dixo el,
sin mayor escesso, ca jamas lo podreys ver» .
Estonce le dixo como le contesciera. «E sa-
bed que otro tanto fizieran al otro que lo dexo
a la entrada del castillo, si acá entrara».
Cap. CXIII. — Como la donzella se amorteció
j)or su hermano.
E quando la donzella esto oyó, ouo tan
gran pesar, que cayo amortecida del pala-
fren en tierra en que yua, y estuuo assi vna
gran pie^a, e no ouo ay tal que no pensasse
que era muerta; e corrieron todas las gentes
a ella, y el honbre bueno se marauillo, e
pregunto a los escuderos que parentesco auia
con aquel cauallero que mataron. Y ellos di-
xeron que era su hermano, e que fizieron
gran tuerto de lo assi matar tan deslealmen-
te, y que su muerte seria bien vengada, tan-
to que lo supiesse el rey Artur, y ellos dixe-
ron: «No auemos nos fecho ningún mal al
linaje del rey Lacat, por que el traydor de
Galuan nos confundió». Y a cabo de piega
acordó la donzella. Y quando pudo fablar,
dixo: «¡ Ay mi señor hermano Yuan, como he
oy gran perdida presa, e que mal me con-
fundieron los que vos mataron, que tal pe-
sar me pusieron en mi coracon, que nunca
dende me saldrá!» Estonce caualgo en su
palafrén con siis escuderos, e fuesse para la
rey na, faziendo gran duelo e maldizicndo al
castillo y a «¡uantos ay estañan, e que mal
rayo los firiesse. E de que fueron fuera del
castillo, dixo a los escuderos: «Amigos, tor-
némosnos vn poco por do venimos, si podies-
semos fallar al traydor de Galuan, que assi
dexo a mi hermano morir por su couardia;
que nunca jamas seré alegre fasta que sea
ende vengada que le faga mala muerte mo-
rir, ca bien lo meresce» .
Cap. CXrV. — Como la hermana de Yuan se
hallo con Patrides, y se le querello de Gal-
uan.
Estonce se metieron al camino y comen-
caron de andar, ca la donzella desseaua mu-
cho alcanr-ar a Galuan; e anduuieron assi
fasta hora de bisperas; e la donzella todavía
faziendo gran duelo, e aniñóle assi que se
fallo con Patrides, sobrino del rey Yandema-
gus, buen cauallero y ardit de todas armas,
mas aquella hora yua mal ferido, ca se con-
batiera con Yuan, fijo del rey Yrian, e tanto
fizo ay, que a pocas lo venciera o lo matara;
mas quiso Dios que se conoscieron, e assi se
partió la batalla. Y sabed que traya malas
heridas, e quando vido a ella fazer tan gran
duelo, dixo: «Por Dios, donzella, por corte-
sía que me digays por que fazeys tan gran
duelo, e yo os prometo que, podiendo, que
os ponga ay consejo». «Señor, dixo ella, de
fazer duelo mucho fago gran derecho, ca por
todo el mundo no podria cobrar la perdida
que me ha venido, que perdi vn hermano de
los mejores caualleros que auia en la tierra».
«¿E quien era?» dixo el. «Señor Patrides,
dixo ella, el era Yuan de Cinel». «¿El muer-
to es Yuan de Cinel?» dixo el. «Si, por mala
ventura» , dixo ella. «Por Dios, dixo el, que
me digays quien lo mato, e assi Dios me
ayude, yo lo vengare a todo mi poder; e si
no lo fiziesse, todos los del mundo me lo ter-
nian a mal, ca fue gran tienpo mi conpañero
de armas». «Señor, dixo ella, vn cauallero
lo fizo matar que auia aqui cerca, e si yo
i
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
205
de aquel fuesse vengada, no demandaría
mas agora». «¿E que armas trae esse cana-
lleroV» dixo Patrides. Y ella le dixo. «Por
Dios, dixo el, yo lo falle alli do yua, e no
me quiso fablar, ni se si fue por saña, ni si
por que» . «Ay señor, dixo ella, si nunca tos
amastes a Yuan de Cinel, vengaldo deste ca-
uallero, que por este jDrendio la muerte».
«Por buena fe, dixo el, yo fare ay todo mi
jDoder, en guisa que el sea vengado bien,
pero que mas auia menester de folgar que de
lidiar, que soy mal ferido» . Estonce se cuy-
to de andar, e subió a la montaña, y fallo a
Galuan en vna liermita, do quería apearse
ay para aluergar aquella noche, mas aun no
era apeado; y en tanto que Patrides lo vio,
dixo a la donzella: «¿Este es el cauallero que
vos auedes querella?» «Señor, dixo ella, si, e
deste me de Dios venganza e assi aura quan
to mi corafon desea». Patrides no atendió
mas, ante se fue para el, diziendole: «Caua-
llero, guardaos de mi, ca vos desafio». E
quando Galuan esto oyó, dexose correr con-
tra el, e firieronse de tan grandes golpes, que
las lauras bolaron en picoas; y ellos cayeron
en tierra muy mal trechos y mal heridos. Y
Galuan fue muy mal trecho de aquel golpe,
ca le alcanyo en el costado siniestro del fie-
rro de la lauca que le finco ay. E Patrides
no fue tan mal trecho, ca este era vno de los
caualleros del mundo que mas sesudamente
justaua; mas ante era tan mal ferido, que
era poco menos tan mal ferido como Galuan.
E quando cayeron en tierra, leuantaronse
muy presto, e no se menbrauan del mal que
tenian, tanto estañan con saña que se dessea-
uau ambos vengar; e metieron mano a las
espadas, e firieronse de tal suerte, que fizie-
ron salir fuego de los yelmos. Y" Galuan, que
mucho sabia que era, folgo la primera vez, e
quito de si el fierro que tenia en el cuerpo.
E pues folgaron vna pieca, Galuan, que no
era tan mal trecho como Patrides, acometió-
lo otra vez, ca bien le parescio que lo ter-
nian por malo si no se vengasse de aquel que
tan em balde lo acometiera; e leuanto la es-
pada, e diole tal golpe por cima del yelmo,
que dio con el en tierra todo atordido, asi
que no supo si era de dia o de noche. Y'' tan-
to que Galuan lo vio en tierra, fue a el, e
quitóle el yelmo y el almófar por le cortar la
cabega. Y quando la donzella esto vio, dexo-
se caer en tierra, e fue dando tan grandes
bozes como si fuesse muger loca, y diziendo:
«¡Ay Galuan brauo, e malo, e desleal! no
mates tan buen cauallero como este, si no tu
harás gran aleue conocido, a lo menos por-
que es de la Mesa Redonda como tu». Y
quando Galuan esto oyó, retuuo la espada
que no lo firio, ca pensó que era alguno de
sus parientes, e dixo: «Ay donzella, dezid-
me quien es este cauallero». Y ella dixo:
«Este es Patrides, sobrino del rey Bande-
magus, tan buen cauallero como tu sabes» .
«Por Dios, dixo el, no me da nada, ca me
cometió en balde, y me ferio por ventura a
muerte, e quando de las manos me saliere,
yo le haré que jamas no acometa a honbre
bueno sin razón». Estonce corrió la espada, e
cortóle la cabera, y echóla a la donzella, e
dixo: «Agora j)odeys ver bien que gana el
honbre por ser soberuio, e por creer a tal
como vos».
Cap. CXV. — Como la doncella se partió de
Galuan liacicndo nmy grande duelo.
Y quando ella vio qiie Galuan assi auia
muerto a Patrides, ouo tan gran pesar, que
ella quisiera ser muerta, e dixo con saña:
«Ay Dios, señor, ¿por que sufrides tan ale-
uoso cauallero e tan traydor, que anda assi
matando los buenos caualleros por tan mala
ventura? ¡Ay Galuan! nunca tu traycion fue
tan conocida como oy aqui es, e agora veo yo
que tu mataste a mi hermano e a Patrides, e
Dios nos de ende tal venganga, por que aya-
mos ende plazer y por que tal traycion sea
ende conoscida». E desque esto ouo dicho,
subió en su palafrén, e dixo que con tal des-
leal cauallero como Galuan era que no que-
darla con el por quanto auia en el mundo,
ca no podia quedar con el hombre ni muger
que auiesses no fuesse. «¿E sabes tu, dixo a
Galuan, por que yo me voy tan ayna de aqui?
Porque me yre muy triste para la corte del
rey Artur tu tio, e dezirle he a el 3" a todos
tus parientes la gran traycion que en ti vi, e
las malas obras que tu andas faziendo en esta
demanda, E desque ouiere dicho todas estas
tray cienes al pueblo, buscare tu muerte, y
fare que te hagan lo que tu feziste a este ca-
uallero». E tanto que esto dixo, comentóse
de yr assi de noche como era. E Galuan entro
en la hermita, y en la mañana partióse de ay
ante que oyesse missa, ca no queria que nin-
guno de casa del rey Artur lo hallasse ay,
porque no supiesse lo (|ue fiziera.
Cap. CXA^I. — Como Galuan se fallo ron Es-
to r de Mares, e se conocieron, e se fueron
juntos.
Todo aquel dia anduuo Galuan muy acuy-
tado de su herida, que no folgo aquella no-
che, y a hora de medio dia llego a casa de
vn cauallero que lo conocía, con quien estuuo
vna semana cunplida, e tanto pensó bien
206
LIBROS DE caballerías
del, que a cabo desta semana pudo bien ea-
ualgar. E quando el se sentio guarido, co-
men90 su camino como ante, e tanto anduuo
que se fallo con Estor de Xares. E desque se
conocieron, hizieron alegría entranbos a dos,
ca tienpo aula que no se vieron. E Don Estor
dixo a Galuan: «¿Como os ftie después que de
vos me parti?» «Bien, dixo el, merced a Dios,
ca soy sano e alegre; mas muchas auenturas
me acaecieron después, e soy mucho mara-
uillado , ca en la demanda del santo Grial
pensaua de fallar mas auenturas e maraui-
llas que otro honbre» . «Esso mismo os digo
de mi, dixo Galuan, mas de vuestro herma-
no Langarote ¿supistes nueuas algunas?»
«No», dixo el. «Y de Galaz, e de Perseual,
e de Boores?». «Cierto, no, dixo el. Estos qua-
tro son assi perdidos, que no sabe honbre
dellos parte ni mandado» . «Y de Tristan ,
¿sabeys algo?» «No, dixo el, mas Dios los
guarde doquier que sean » . « Cierto , dixo
Galuan, si ellos a las auenturas del santo
Grial fallecen, ningunos de los otros lo cun-
pliran, ca estos son los mejores caualleros
desta demanda» . Y después desto dixo Estor
a Galuan: «¿Yos fuestes fasta agora sano?»
«Si», dixo el. «E yo otrosi; pues andemos
en vno, e veremos si seremos mejores andan-
tes que fasta aqui». «Bien dezis, dixo Gal-
uan, e yo lo otorgo assi; y agora vamos de
so vno, e Dios nos guie y depare alguna cosa
de lo que andamos buscando-) . E dixo Estor:
«De aquella de donde yo vengo no fallare-
mos nada, ni de donde vos venis; mas vamos
por otro camino» . E dixo Galuan que le
plazia.
Cap. CXATI. — Como Estor a Galuan falla -
rmi a Lain el blanco mal ferido, que lo fe-
rio Palomades.
Estonce entro Galuan en vna carrera que
estaua en trauiesso de la floresta, y estonce
miraron ante si, e vieron rastro de sangre
fresca, y la carrera tinta della. E dixo Gal-
uan: «Sin duda algún cauallero de las auen-
turas va por aqui ferido» . «Por buena fe que
lo creo, dixo Estor, y vamos en pos del, e
veremos quien es» . Estonce se fueron por el
rastro, e no anduuiecon mucho que alcan9a-
ron el cauallero, que yua solo, quexandose
mucho, diziendo: «¡Ay Dios, que poco me
duro esta caualleria!» Este era Lain el blan-
co, fijo de Boores, e tanto que a el llegaron,
conociéronlo luego, ca no auia trocado las
armas después que entro en la demanda; e
dixo Estor a Galuan: «Yeys aqui el caualle-
ro de que venimos en rastro por la sangre, e
pareceme mal ferido». «Pésame, dixo Gal-
uan, ca muy amigo nuestro es» . Y tanto que
llegaron a el, saludáronlo, y el a ellos. Y des-
pués les pregunto quien eran, y ellos ge lo
dixeron. «Ay amigos, dixo el, bien seays
venidos». Y ellos dixeron: «¿Quien os ferio
assi?» «Por Dios, vn cauallero que va por
aqui em pos de quien vo si me podia vengar;
y si me podiessedes vengar, no daria nada
por cosa que después me auiniesse». «¿Y
quien es este cauallero?» dixo Estor. «No se,
dixo el, sino que anda em pos su caya de vna
bestia con muy gran pieca de canes. Y aque-
lla bestia que el busca es la mas endiablada
que nunca honbre vio». «¿Y a qual parte
va?» dixo Estor. «Por esta carrera» dixo
Lain; e dixo Estor a Galuan: «Ruegoos que
fjuedes con Lain y le fagays conpañia, ca he
miedo que es ferido a muerte, y si no que-
dassedes, podia venir gran daño» . «Quedare,
dixo Galuan, pues que vos fjlaze». Estonce
pregunto Estor a Lain: «¿Que armas trae el
cauallero que esto os fizo?» «Señor, dixo el,
trae las armas negras fuertes, e trae en el
escudo vn león bermejo» . Estonce dixo Estor
a Lain que caualgasse passo, e que folgasse
en el primer lugar que fallasse.
Cap. CXVIII. — Codw Estor fue em pos de
Palomades, e fallo la donzella.
Estonce se fue Estor quanto jjudo em pos
del cauallero de la bestia ladradora, contra
do vio que mas ayna lo fallarla, e anduuo
tanto que fallo vna donzella que fazia muy
gran duelo: «Donzella, dixo Estor, ¿vistes por
aqui vn cauallero de la bestia ladradora, que
trae vnas armas negras?» «Ay señor, si falle,
dixo ella, mas en mal punto fue para mi» .
«¿E como?» dixo Estor. «Porque me mato
agora vn mi hermano muy buen cauallero,
e dexolo alli estar ante vna fuente» . «¿E por
que lo mato?» dixo Estor. «Porque le plugo,
dixo ella, que no vuo otra razón por que».
«Agora no vos cuytedes, dixo el, que si Dios
quisiere, ayna sereys vengada, ca no es este
el primer tuerto que me ha fecho; ¿y es
muy lexos de aqui si pcnsades?» (^) «No,
por buena fe» dixo ella. Estonce se metió
Estor en la carrera quanto pudo yr a trecho
del cauallero de la bestia ladradora, y estaua
a vna fuente que diciera del cauallo por fol-
gar, e auia quitado de si el escudo e la lan^a,
e el yelmo, e beuia del agua. E tanto que
Estor vio el escudo del cauallero, conociólo
que aquel era el que el demandaua , e diole
bozes, e dixole: «Señor cauallero, tomad
vuestras armas e caualgad en vuestro caua-
llo, que a combatir vos conuiene comigo».
(') El texto añade: «dixo Estor».
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
207
Cap. CXIX. — Como raiomades y Eístor jus-
tar mi envno, e fue Estar derribado.
Desque el cauallero vio que tenia la bata-
lla en la mano, erguiose muy brauamente, e
tomo sus armas, e caualgo muy ayna, e clixo
a Estor: «Señor cauallero, si quisiessedes
vos podreys escusar agora esta batalla, ca
bien cuydo que vos nunca erre por que me
deuays acometer». E dixo Estor: «Tanto me
errastes, que no lia lionbre en el mundo que
tanto desame como a vos, e por ende vos
guardad de mi, que lo fare» . «E, dixo el,
pues veo que me conuiene a fazer» ; estonce
se dexaron correr el vno contra el otro, e fi-
rieronso a tan grandes golpes, que no ouo
ya tal que no fuese mal trecho, assi que
amos fueron llagados de muy grandes llagas
ñeras. E Estor ouo de caer del cauallo en
tierra, ca era de gran fueroa el otro cauallero
mucho que el firio. E quando lo vio en tie-
rra, dixo: «Don cauallero, vos me llagastes
a tuerto e sin razón, e si me no fuesse tor-
nado en villania, yo me vengarla de vos,
mas no lo fare, que lo quiero dexar, mas por
cortesía que no por vos» . E desque esto ouo
dicho, partióse del, e fuesse assi llagado como
era quanto lo pudo llenar el cauallo. E quan-
do se vio Estor en tierra, e se sintió lla-
gado, dixo en su coracon: «Se que deuo a
Dios; buen cauallero es este que se va; e
bien conosco, por quanto en el vi, que es
mejor cauallero que yo so, e por esto lo de-
xare esta vez, ca bien veo que no so de tan
gran bondad de armas que con el pudiese» ;
y estonce fue a su cauaUo, e subió en el assi
llagado como estaua, e tornóse contra do cuy-
do que fallarla mas ayna a Galuan e a Layn
el blanco; mas agora dexa el cuento de fablar
de Estor, e torna a Graluan.
Cap. CXX. — Como la hervuDia de Yiian de
Cinel reutaua a Galuan.
Agora dize el cuento que pues fueron en
vno Galuan e Layn, que era mal llagado,
yendo assi avínoles que fallaron el hermana
de Yuan de Cinel, e venia con ella el rey
Yandemagus, e contole por qual manera Pa-
trides fuera muerto, mas no le nenbro de
Graluan, porque dudaua que se no conbateria
con el porque era de la Tabla Redonda, e
todo esto fazia ella por amor de buscar la
muerte a Galuan, e conociólo. E dixo al rey
Bandemagus: «Señor, agora tcneys tienpo
de vengar la muerte de Pati'ides vuestro so-
brino, ijue vedes aqui el que lo mato; agora
veremos lo que ay fareys, o si sodes tan ar-
dido que lo osedes acometer;» y el vio que
era de los caualleros de la Tabla Redonda, e
pregunto a la donzella qual de aquellos dos
era el que mato a Patrides, y ella dixo:
«Aquel del escudo blanco y el león bermejo» .
«Assi, dixo el, ya Dios no me dexa traer co-
rona si lo no vengo. Dios queriendo, ca Pa-
trides era la cosa del mundo que yo mas
amana»; e estonce dio bozes a Galuan, di-
ziendo: «Cauallero, guardavos de mi, ca vos
desafio» . E quando Galuan oyó que lo desa-
fiaua, dexose yr a el, e fi riéronse amos tan
de rezios golpes, que dieron consigo en tiera
con los cauallos, e las langas bolaron en pie-
gas, mas erguieronse luego mnj ayna, ca
amos eran de coragon e de muy gran fuerga,
e desi metieron mano a las espadas, e co-
mengaron entre si muy gran batalla, assi
que no ha honbre que los viesse que no los
tuuiesse a ambos por buenos caualleros, e
muy ayna podia honbre ver qu"il dellos era
mejor cauallero, si no fuera ]ior auentura
que traxo por ay a Estor de .Mares llagado
como os dixe, que el cauallero de la bestia
lo llagara; e quando el vio qr.e amos los ca-
ualleros comengaron tan fuertemente la ba-
talla, conoscio luego a Galuan, mas no co-
noscio al rey Yandemagus, empero porque
lo vio atan bueno de armas, pensó que po-
dría ser de la Tabla Redonda el que se con-
batia con Galuan por su desconocencia. Es-
tonces se fue para ellos, e dixo [a] Galuan:
«Señores, dexad esta batalla fasta que yo fa-
ble con este cauallero que con vos se comba-
te» ; y el dixo que lo faria.
Cap. CXXI. — Coino el rey Yandemagus e
Galuan se conocieron^ y dexaron la justa.
«Señor cauallero, dixo Estor al rey Yan-
demagus, yo vos ruego por cortesía que me
digades quien soys». «Yo vos lo diré, dixo
el, yo soy el rey Yandemagus» . E quando
Galuan esto oyó, que era el rey Yandema-
gus con quien se conbatia, fue mucho mara-
uillado, e porque sintió que el aula errado
porque el matara a Patrides su sobrino, fin-
co los ynojos ante el, e dixo: «Ay mi señor,
e yo me tengo por vencido desta batalla,
pues vos soys el ray Yandemagus; agora fa-
zed de mi lo que quisierdes, que jamas, si
Dios quisiere, no me combatiré con vos».
Estonce tomo la espada y tendióla, y el rey
bien vio que lo no hauía vencido, e maraui-
llose de lo que dezia, e por saber quien era,
fizóse vn poco afuera, e dixo: «Dezidme
quien soys». Y el dixo: «Señor, yo so Gal-
uan, sobrino del rey Artur». «Ay Galuan,
dixo el rey, ¿en verdad soys esse?» «Si, se-
ñor» , dixo el. Y el rey, que vio que era Gal-
208
LIBROS DE caballerías
lian tal honbre en que se no podía vengar a
su voluntad, ouo tan gran pesar, que niara-
uilla era; e tomo su espada, y echóla lueñe. e
dixo: ((Vos me auedes muerto y escarnido,
que me matastes a mi sobrino Patrides, el
honbre del mundo que yo mas amana; si yo
puedo o si guisasse que no fuessedes mi her-
mano de la Tabla Redonda, vengarme ya,
mas no lo podria hazer que no perjurasse. Y
por ende me (juiero dexar agora deude, e seré
rey e mas leal que no f uestes vos contra mi so-
brino, e Dios vos dexe ende aiier tal galardón
qual vos distes a el». «Ay señor, merced,
dixo Galuan, e si lo supiera no lo fiziera,
mas fizelo por desconocencia; por ende no
me deueys poner culpa» . «Xo dezis aj" bien,
dixo el rey, ni vos escusades como deuiades,
ante fezistes como desleal e como perjurado;
ca vos lo matastes a sabiendas e sabiendo
quien era». «Señor, no lo fiz», dixo Graliian.
«Dexemos nos ende, dixo el rey, ca si mal
fezistes, mal galardón vos dará ende Dios» .
Estonce fue tomar su espada do la auia
echada, e subió en su cauallo, e Estor vino a
el, e dixole: «Señor, por Dios, perdonad a
(raliian, ca por desconocencia os erro»; y es-
tonce llego a el la donzella, e dixo: «Señor,
¿e quien sodes vos?» «Yo so Estor de Mares» ,
dixo el. «Señor, dixo ella, bien seays vos ve-
nido como es este pleyto, ansi como yo se
que no ha cosa en el mundo por que lo dexa-
sedes de matar por vuestra mano , ca este
es el mas desleal cauallero que nunca oy fa-
blar, según que yo vi». «Ay donzella, dixo
Estor, ¿que es esso que dezides? 'lue como
quier que otro lo culpase, vos lo deuiades sa-
luar, ca bien sabeys vos que este es cauallero
de las donzellas» . «Este es el cauallero del
diablo, dixo ella, ca este no es cauallero en
que Dios a parte». Estonce le contó como
Yuan de Cinel su hermano era muerto jior su
culpa, que lo desamparara. E después como
matara a Patrides porque lo quisiera vengar.
«Ay señor, dixo Galuan, por Dios no crcays
esta donzella, que ante qiieria auer la cabe-
9a cortada que fazer tales cosas quales ella
dize» . «Señor, dixo Estor, no lo creerla por
cosa del mundo si no lo viesse, ca si verdad
es, no deuia ser llamado cauallero. mas des-
leal e traydor» . Estonce dixo el vej Yande-
demagus: «Avnque vos pudiera matar Patri-
des, no vos matara por nada, maguer que
pudiesse y el ouiesse poder de lo fazer, ca no
querría ser desleal por cosa que en el mundo
fuesse; e si vos la deslealtad fezistes que
esta donzella cuenta, Dios prendera ende la
su venganza». Estonce se partió dellos, e no
quiso fincar por ruego que Estor le fiziesss, e
al partir, dixo la donzella a Gal van: «Yos
me confondistes, mas nunca jamas seré ale-
gre fasta que aya venganza de vos, y que
vos vea morir tan crudamente e tan mala
como Patrides murió» ; e como esto dixo, par-
tióse dellos, e fuesse para elrey Yandemagus.
Cap. CXXII. — De como los conpañeros fa-
hlauan de Palomades, y llegaron a la hennita.
Los otros caualleros entraron en su cami-
no: Galuan, y Estor, e Lain; y pregunto Gal-
uan a Estor si fallara al cauallero que bus-
caua la bestia dessemejada, y el dixo que si.
«Y pues ¿como os partistes anbos?» Estonce
le contó todo como auiniera, «e por quanto
yo ende vi, dixo Estor, de su bondad, yo se
verdaderamente que no ha en toda esta de-
manda, fueras quatro caualleros, mejores
que el: estos son Galaz, e Langarote, e Tris-
tan e Boores. E por ende dexe la batalla, ca
veya.que no me tenia pro». E quando Gal-
uan esto oyó, santiguóse, e tunólo por gran
marauilla; assi andando, llegaron a hora de
bisperas a vna yglesia vieja antigua, e no
mora lia ay honbre ni muger a su semejanga.
E aquella yglesia estaña en medio de vn
gran llano, e muy yermo, e fueronse para
alia por posar ay, ca era muy lueñe de todos
los castillos e de todas las villas, y querían
estar encubiertos en aquella yglesia por qual
tienpo fiziesse. E quando ellos entraron den-
tro, quitaron a los cauallos los frenos e las
sillas, e dexaronlos pascer, y después entra-
ron en la capilla, y desarmáronse, folga-
ron, e curaron de la llaga de Layn, que
tenia muy mala; y el cuerpo de la yglesia
era asaz grande, mas no osauan ni podian
ay entrar ningunos que ay viniesen, que
eran cerradas con buenas redes de fierro; y
en medio de la yglesia estaua vn monimen-
to assaz grande; y Estor, que lo vio atan
rico, dixo: «No me parece que pudiessemos
entrar dentro si no quebrantassemos la red,
mas no seria cortesía ni buena estanca, ca
hien semeja que los que esto aqiii fizieron,
no quisieron que todo hombre que aqui vi-
niesse que entrasse dentro. E por esto seria
bien que lo dexemos» .
Cap. CXXIII. — Como Layn vio la dueña de
la capilla salir del monumento.
Tanto que fue noche, adormeciéronse am-
bos, que mucho venian cansados; mas Layn
no dormia, con cuyta de su llaga, ca mucho
era maltrecho. E quando fue el primer sue-
ño, auino que toda la capiUa comento a tre-
mer, atan fuerte como si todo ouiesse a caer
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
200
Y estonce vino vn gran sonido como de trne-
no, assi <iue Layn no dotmia; e quedo todo
atordido; tras esto vino vna lunbre, e oj^e-
ron bozes, «^ue todos dezian: «Alcgria e ho/i-
ra e gradas dadas al señor de los cielos» : y
en sn venida ouo en la capilla tantos de bue-
nos olores, i¡ue no ha honbre ijuo lo [)udiess(>
(•ontar. E quando las bozes dixeron assi mu-
chas vezes, marauillose Layn que cosa podria
ser: e assi estando, parescieron quatro honbres
en semejanca de angeles, tan hermosos que
era marauilla, e vinieron a la laude del mo-
numento, e tomáronla a los quatro cantos y
erguieronla bien vna lauca en alto, e tuuieron-
la assi vna pie^a. Y después que esto ouieron
fecho, dicio sobre el altar vn honbre que se-
mejaua obispo, y estaña en vna cátedra muy
rica; e después decendio de sobre el altar, e
dixo, en guisa que Layn lo pudo bien enten-
der: «Bien andante eres, mnger, que auras tu
pan cada dia» . Y el tenia entre sus manos
vna ostia, y pues esto dixo, salió del monu-
mento onde erguían la c'0ínpaiTS~Vna muger
toda desnuda e vieja, e lío cubrió nada fuera
sus cabellos, que eran tan luengos que le
daña por tierra, e tan blancos como la nieue;
e fue fincar los ynojos ante aquel que estaña
como obispo, e dixo: «Señor, dame en que
l>iua si te plaze» . Y^ el se abaxo luego, e diole
la ostia que tenia en las manos, e dixole:
«Yes aqui el tu saluador» . Y desque lo ouo
rescebido, besóle el pie, e fuesse meter en su
monimento, e la campana fue luego puesta
sobre ella, e juntóse atan bien, que diriades
que nunca fue de ante quitada; estonce que-
daron las bozes de cantar; e aquel que estaña
en la cátedra como obispo, que vino con la
gran claridad, fuesse con ella, y quedo la ca-
lí illa escura como antes estaua.
Cap. CXXIV . — Como Layn y Estor guarcs-
cieron de las llagas en la capilla.
Desta manera auino como os he dicho;
Layn, que todo esto vej^a, fue luego guarido
e sano de todas sus llagas e de todas sus fe-
ridas, y estonce entendió que aquellas cosas
eran todas espirituales, e gradesciolo mucho
al Nuestro Señor Dios el l»ien que le fiziera,
que le dexara aquellas cosas ver e ouiera
merced del pjorque assi lo guaresciera por tal
virtud. Estonce despertó a los otros, y ellos
le dixeron: «Dezidme, amigo, ¿({ue auedes?>
«Yo he. dixo el, atan gran alegría e atan gra)i
plazer, que tamaño nunca pense auer en todos
los mis diasí> . «Bendito sea Dios, dixo Estor,
e bien sabed que como a vos auino famoso
milagro, assi auino a mi otrosi, que sabed
que yo so sano de la llaga que me fizo el ea*
LIBROS DE CABALLERÍAS. — 14
uallero de la bestia ladradora; e bien se ver-
daderamente que algún sancto cuerpo yaze
aqui , por que estos milagros vienen assi» .
«Verdad es, dixo Layn; e si vos vierades lo
que yo vi, vos lo tuuierades por la mayor
marauilla del mundo». «Ay Dios, dixo Gal-
uan, como ay aqui fermosas marauillas, y
verdaderamente son demostranf;a de Nuestro
Señor, e las grandes marauillas del sancto
llrial, e las sanctas poridades de sancta ygle-
sia». «Cierto, dixo Estor a Galuan, por esto
que Dios mostró a Layn, deuemos nos enten-
der que yazemos en pecado mortal, y que nos
(quiere Dios como a el, e mas que deue ser
cauallero del sancto Grial» .
Cav. CXXY. — Como Galium y Estor e Layn
se partieron de en rao.
Mucho fablaron en aquello que Layn les
dixera. E otro dia por la mañana echáronse
a prezes, e fizieron su oración que Nuestro
Señor les consejasse assi que emendassen
su vida, en tal guisa que pudiessen ser dere-
chos caualleros de la demanda del sancto
Grial. E pues que cada vno estuuo en su ora-
ción quanto le cunplio, fueron tomar sus ar-
mas, e subieron en sus cauallos, y entraron
en su cainino, e a hora de tercia llegaron a
vna cruz do se partia el camino en tres ca-
rreras, e dixo Galuan: «Agora nos conuiene
que nos partamos, pues que tres carreras fa-
llamos partidas, e nos somos tres caualleros» .
Y estonce se abracaron, e acomendáronse a
Dios, e partiéronse, e Galuan se fue a diestro,
y Estor á siniestro, e Layn por la carrera de
medio; e no anduuieron mucho, que el ca-
mino por do yua Estor se llego al de Galuan,
e ouieronse a juntar, e dixo Galuan: «Ami-
go, vos seades íjien venido, e agora no quiere
Nuestro Señor que nos partamos de en vno,
quando tan ayna nos ayuntamos» . «Assi me
paresce» , dixo Estor; e assi f ablando, andu-
uieron todo aquel dia sin auentura fallar que
de contar sea; e a la noche llegaron a casa
de vn infancon, que los aluergo porque co-
noscia a Estor, y ellos le preguntaron: «Se-
ñor, en esta tierra ;ay auentura o maraui-
lla alguna do caualleros se vayan prouar?»
«Ciei-to. asaz, e muchas marauillas auienen
en esta tierra» .» «¿Si? ¿Do auienen las mas?»
dixo Galuan. «Cierto, señor, no se, dixo el,
mas aqui cerca, en vna montaña, ay vna ca-
pilla ([ue llaman la capilla ¡¡eligrosa, e alli
van cauallercs noche e dia, e mayormente
los de la Mesa Redonda ; e sin falla nunca
honbre alia fue que no fallasse auentura
muy marauillosa; assi que se torna ferido o
maltrecho, o espantado». «¿Do fallaremos
L'IO
LIBROS DE caballerías
nos essa ciipillaVv dix'o Ualuau. <En el ca-
mino que va contra el sol, ay la fallarecles
en vna hermita».
Cap. CXXYl.—Co7no la doncella dixo a Gal-
lan nuenas de su hermano Gariete.
Otro dia por la mañana despidiéronse del
huésped, e fueronse contra la hermita que el
eauallero les dixo, e llegaran a.j mucho
ayna, si no por vna donzella que hallaron,
que íes dixo nuenas onde se no agradaron
ellos. Y esta donzella halláronla ellos a la
entrada de vn gran canpo, e yua con ella
vn escudero. E quando Galuan la vio, sainó-
la luego, y ella a el. «Donzella, dixo Gral-
uan, ¿saberme vades dezir nuenas de algún
cauallero de la Tabla Redonda?» «Xo, dixo
ella, saluo que vi anoche vencer a vno, y era
muy buen cauallero de armas, e de gran
nonbradia, e llamauanle Grariete» . «Ay Dios,
dixo Galuan. ¡como ay aqui fuertes nueuas!»
E con gran i)esar saliéronle las lagrimas, y
Estor otrosi mostró que le pesaua ; e dixo
Galuan a la donzella: «¿Tistes vos la bata-
lla?» «Si», dixo eUa. «¿E como fue partida?»
dixo el. «Pardios, dixo ella, Gariete finco en
el canpo niuy mal llagado, assi ijue luego
cuydo ser muerto; mas nunca vi cosa onde
tanto me marauillase como de aquella ba-
talla , ca sin falta vi que tres vegadas tuuo
Gariete el pleyto por vencer contra el otro
cauallero, ca se partió de la batalla tan mal
llagado, que si lo viesedes, diriades que de-
nla luego morir, e tornaua a poco tan sano
e tan guarido como si nunca tuuiesse llaga
ninguna, e assi vino a la batalla por tres ve-
zes, e cada vez sano de las llagas que Garie-
te le fazia, e por esto sufrió tanto, que a la
lin fue vencido Gariete, asi que bien cuydo
ques ya muerto, ca el sufrió y enduro mas
que ningún honbre podria endurar». «Ay
Dios, dixo Galuan, ¿quien fue aquel caualle-
ro que me ñzo esta ])erdida?» « Si me ayude
Dios, no se, dixo ella, fueras que traya dos
vandas bermejas en el escudo atraueso. el
canpo del escudo era verde». «Do fue esta
batalla?» dixo Galuan. «A la entrada de la
floresta de la sierpe, derechamente ante el
castillo del gigante». «Ay Don Galuan, dixo
Estor, no vos aquexeys, que jamas no aure
alegría fasta que sepa este pleyto a que se
puede dar». «Ay Estor, dixo Galuan, muer-
to y escarnido me ha el que tal hermano me
mato; ca este era el mejor cauallero de todo
mi linaje» . Estonce se partieron de la don-
zella con muy gran pesar, c fueronse contra
do entendían que mas ayna fallarían a Garie-
te; mas no anduuieron mucho que erraron
el camino, e anduuieron de vna parte e de
otra como la ventura los guiaua.
Mas agora dexa el cuento de tablar dellos,
e fabla de Galuan.
Cap. CXXVII. — De como finco Galuan en la
ennita por guarecer de -sus llagas (*;.
Agora dize el cuento que tres dias estu-
uieronenla hermita Galuan, e Gariete, eMe-
rengis, do auian soterrado al rey Vandema-
gus. E al quarto dia salieron dende Erec e
Merengis, e Galuan finco ay por guarecer de
las llagas, e los otros dos anduuieron dos dias
sin fallar auentura que de contar sea, e al
tercer dia les auino que fallaron vna don-
zella que venia en vn palafrén blanco, e quan-
do llego a ellos, saludos, y ellos a ella. «Se-
ñores, dixo ella, saberme yades dezir nue-
uas de vn cauallero de Tabla Redonda que
ando buscando gran tienpo ha?» «Dezidnos
como ha nonbre, dixeron ellos, e por auen-
tura dezirvos hemos algunas nueuas» . «Seño-
res, dixo ella, el a nonbre Erec el que no
miente». E dixeron ellos: «¿Por (jue lo bus-
cades vos?» Dixo ella: «Porque me es tenudo
de me dar vn don qual yo le demandare, e
querría que me lo diesse» . Y el cato la don-
zella, e quando la vio , conosciola que aque-
lla era la que lo leuara a la ysla del herma-
na de Personal, e porque lo guiara alia, pro-
metióle el primer don que le demandasse.
Estonce no se pudo encobrir contra ella, ca
tenia que errarla, e dixo: «Donzella, yo so
esse que vos demandades». «Bien, dixo ella,
e si vos plaz quitadvos el yelmo e vervos
he, que en otra guisa no vos diré nada de lo
que quiero» . Y el quito luego el yelmo , y
ella lo conoscio, e dixole: «Señor, vos sea-
des bien venido, que mucho. vos he busca-
do, e gracias a Dios porque vos he hallado;
e agora, Erec, yd comigo, que mucho he me-
nester vuestra ayuda». Y el ge lo otorgo. E
tornóse la donzella con Erec, e fueronse por
vna carrera que atrauesaua el camino por
do ante venían, e dixo Merengis: «Ay, señor
Erec, ruegovos que, por Dios, que so aun ca-
uallero nouel, e so aun de pequeña nonbra-
dia, que me dexedes yr con vos fasta que
vea en que se nos porna su conpaña desta
donzella, quel coraron me dize que vos
verna ende alfrun mal». «No lo fare», dixo
(') Aquí se c^ha ile ver Im siiprosiíni de alguno ó
algunort capítulos, que explicasen el encuentro de
(jalbíín Clin Gariete y Merengis, y las heridas del pri-
mero. Se ve que el traductor cspariol omitía buena
parte del original que tenía á la vista, sin cuidarse de
explicar los sucesos intermedios.
á
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
211
Erec; e clixo Merengis: «Yo vos ruego que
me dexedes yr con vos» ; y el ge lo otorgo
luego.
Caí. CXXVIIÍ. — Como la donxella lleno a
Erce e Merengis al castillo, e le ])iflio vn
don.
Estonce tomaron su camino todos tres, e la
donzella dixo a Erec ante Merengis: «Erec,
vos soys temido de me dar vn don qual yo
vos demandare» . «Verdad es» , dixo el: «¿E
mentirme hedes por cosa que vos auenga?»
«No, dixo el, si Dios me ayude, que ante
quería ser muerto». «No quiero yo mas»,
dixo ella. «E vos, señor cauallero, dixo a
Merengis, e vos, ¿como auedes nonbre?» Y el
se nonbro, y ella dixo: «Señor, vos seades
bien venido, e plazeme porque estuuistes a
este pleyto, que si por auentura ay algo fue-
re, serme eys testigo» , «No cuy do que os
false, si Dios me ayude, dixo Merengis, que
se yo tanto del que es vcmj buen cauallero e
verdadero, e no vos mentira en cosa» . «No se,
dixo ella, mas ayna lo podeys ver»; e assi
anduuieron todo aquel dia fablando en esto,
e Erec todavía se temía de su promessa, mas
mucho se marauillaua que cosa seria lo que
le quería demandar.
Cap. CXXIX. — Como la donzella y Erec e
Merengis llegaron al castillo.
Quando quería anochecer, llegaron a un
castillo muy hermoso e muy rico, que estaña
sobre vna gran ribera que llamauan Colisa,
y el castillo auia nonbre Celis, ]Jorque esta-
ña sobre Cesa, e aquella noche durmieron
fuera del castillo. E otro dia de mañana,
quando el alna quería quebrar, llegaron al
castillo, e la donzella dixo a Erec: «¿No co-
nocedes vos este castillo?» X Erec cato el
castillo, e dixo: «Conofco que deste castillo
fue señor mi padre el rey Lac, e aquí le ma-
taron a gran traycion, e mío deue ser este
castillo, e aun son los traydores que lo ma-
taron; e pues que aquí me truxo la ventura,
jamas no ^Dartire de aquí fasta que lo ven-
gue; o ellos me mataran, o yo a ellos» . Es-
tonce se santiguo, e dio consigo dentro en el
castillo, e quando fue dentro, dixo la donze-
lla: «Yo vos demando el don que me auedes
de dar, e pidovos la cabe9a de vna donzella
que en este castillo esta, que os yo mostrare,
e luego que me la deys seredes quito del
pleyto que entre vos e mi es» . Estonce dixo
Erec a la donzella: «Por Dios, pedid al, que
no meteré mano en dueña ni en donzella; ca
no es costunbre, ni sera, si íjíos quisiere; ca
esto seria la mayor villanía que nunca caua-
llero fizo». «Conuiene que lo fagades, pues
me lo prometistes» . «Pésame, dixo el, mas
sí conuiene a fazer, fazerlo he».
Cap. CXXX. — Como la dow^ella y Erec e
Merengis entraron dentro en el castillo
Hablando ellos assi, llegaron a vna puerta
del alca9ar , e quando llegaron fallauonla
abierta, que los de dentro avn no comían,
ante andauan fablando por vn prado que auia
en derredor de la torre; mas pues que este
libro no díze como el rey Lac fue muerto de
comien90, mostrarvoslo hemos lo mas lige-
ramente que f)odamos, assi como la verdade-
dadera hystoria lo cuenta. Es verdad que el
rey Lac e Dirac fueron hermanos de j)adre y
de madre, e fueron naturales de Grecia, e
fueron hijos del rey Ganan de Sanad; y el
rey Cañan no fue de linaje de reyes, mas de
pobres caualleros, pero tanto fizo por su
proeza, que fue rey de muy gran tierra e
muy rica, [el] qual auia muchas gentes que
lo querían mal, mas no ge lo osauan mostrar,
y pensauan como le darían la muerte, mas no
podían, que se guardaua muy bien d.ellos, y
después aniño que adolescío a la entrada del
inuierno, e vn día estaña envn prado, e pidió
a beuer a algunos de su casa que eran mas
priuados y que encubiertamente lo querían
mal; aparejaron poncoña, que le dieron a
beuer, pero no fueron tan osados que ge la
diessen ellos, mas enbiarongela con Dirac
su fijo, y auia estonce .X. años, e díxeronle:
«El rey esta muerto de sed, toma este vino e
líeuagelo, e dagelo, que le sera sano, que es
con muchas especias e serle ha prouechoso
en su enfermedad» .
Cap. CXXXI. — Como el rey beuio la pongo-
ña e luego fxie muerto.
Pues el niño, que no se guardaua de aque-
lla traycion de aquel beuedízo, fizo lo que le
mandaron, y leuolo a su padre, e tantj que
lo beuio fue luego muerto; assi como vos digo
que los honbres no amanan al padre, dixeron
entre si: «Si estos niños binen e fueren
honbres, querrán vengar la muerte de su pa-
dre, e puédenos ende venir mal; mas faga-
mos vna cosa; matémoslos como matamos a
su padre, e assi no nos vendrá ende mal»; e
a esto se acordaron todos los ricos honbres;
e fizieranlo assi si no fnei*a por vn su amo de
los mogos, que era lionbre bueno y leal, que
los tomo a la noche con gran auer, e fuyo
con ellos al mar, y entro en vna ñaue tan es-
1^2
LIBROS DE caballerías
condidameiite. que ninguno lo supo, y el
viento ouieron muy Ijueno, e guiólos Dios
assi, que aportaron en la gran Bretaña.
Cap. CXXXII. — Como el rey Artiir tomo eit
.su encoinienda los dos fijos del rey Ganan.
El rey Artur. que estonce era niño e co-
niengaua a reynar nueuamente, andana a
ca^a aquel dia cerca de la mar, e fallo la
barca que estonce aportaua alli, e quando
vio a los niños que eran tan fermosos, pin-
góle mnclio con ellos, ca le semejaron de
gran lugar, e pregunto por su fazienda. y el
honbre bueno que los traya ge lo contó todo,
e quando el rey oyó atal traj^cion, pesóle de
coracon, e tomo a los mocos e mandólos traer,
e quando fueron grandes, fizólos caualleros;
dioles tierra e después fizólos ricos anbos a
dos, e ouieron por mugeres dos hermanas del
rey Pelles; e la muger del rey Dirac ouo tres
fijos e vna fija, e quando fueron grandes ca-
ualleros ouieron enbidia de su tio el rey
Lac, porque era de mayor nonbradia e de
mayor bondad que su padre, e por esto les
crescio gran desamor.
Cap. CXXXTII.— Como los fijos del rey Di-
rac (*) mataron al rey su tio.
\n dia auino que ([uando Erec era caua-
llero e desto no sabia nada, que se partió de
su padre por yr a la corte del rey Artur, e
ftie assi quel rey Lac fue a ver su lierinano
al castillo que vos dixe, e los fijos del rey
üirac, que a su tio desamauan, salieron con-
tra el e matáronlo, y el rey Dirac, que vio a
su hermano muerto, ouo ende gran pesar,
mas no tan grande (planto deuiera , e todos
los ricos onbres de la Grran Bretaña lo tu-
uieron por gran deslealtad ; e vn poco ante
que la demanda del sancto Grial fuesse co-
menf;ada, prendieron a la hermana de Erec,
fija del rey Lac, y era vna de las fermosas
mugeres del mundo, y prendiéronla porque
bien cuy darán que si Erec ay viniesse, que
lo sabria, e que si ay viniesse, que lo matas-
sen, e assi anrian la tierra del rey Jjac su
padre.
Cap. CXXXIV. — Como Ercr c Merenyis ma-
taron a los hijos del rey Dirar .
Assi como vos digo murió el rey Lac, e su
fija presa: y Erec, que bien auia oydo fablar
de la muerte de su padre , andana todavía
por vengarle , mas tanto plazia con el a la
(') El textu: Lac.
conpaña del rey Artur, ijue no podia conten-
der sino en caualleria, mas no sabia como su
hermana era presa, e ya os dixe como la
donzella que le demando el don a Erec le
metió en la cárcel; y Erec vio que Merengis
le queria fazer conpaña , dixo a Merengis:
«Señor, aqui a gran gente , que muy ayna
podran fazer gran mal a mejores caualleros
que a nos, e yo nunca fize por vos por qiie
deuades entrar en peligro de muerte por mi ;
1)01 ende querría, si os pluguiesse, que os
tornasedes, ca .si vos aqui muriessedes, se-
ria muy gran daño, e yo no ganarla nada» .
«Si Dios me aj^ude, dixo Merengis, no es
nada esso que dezis, que si Dios me vala, yo
querría ante aqui morir con vos que yr
sano e yr sin vos» . « Pues agora sea Dios en
nuestra ayuda» . Estonce pregunto Erec a la
donzella: «¿Cuydays vos que son aqui los fijos
del rey Dirac?» «Si, sin falta, dixo ella, e yo
vos los mostrare muy ayna» . «j Ay Dios, dixo
Erec, bendito seas!» E tanto que llegaron al
palacio, descaualgaron, que no pudieron alia
subir caualgando; e tanto que fueron dentro,
dixo ella a bozes: «Señores, salid acá, y ve-
reys vuestro enemigo Erec, el fijo del rey Lac,
que os traygo» . En el palacio auia muy gran
lunbre, assi como si fuesse de dia, y desque
la donzella dio bozes, no tardo mucho quel
palacio se hincho de gente y de caualleros,
mas no auia y ninguno que truxesse armas;
e los tres hermanos, que eran fijos del rey
Dirac, quando vieron a Erec armado, no lo
conocieron, mas la donzella dio bozes otra
vez, e dixo: «Yeys aqui el que mucho auedes
demandado, e aqui vereys vuestro enemigo,
e veré lo que y faredes» ; y ellos que vieron a
Erec que estaña armado, e conpañero Meren-
gis, fueron espantados, ca ellos no tenian ar-
mas. Y estañan ante Erec, que estaña armado,
y era su enemigo, y era muy buen cauallero
de armas. Y el, que los desamaua mortalmen-
te, puso mano a su espada, e dixo: «Traydo-
res, ¿por que matastes a vuestro tio como ma-
los e aleuosos? Esta noche vos llegara la hora,
que aureys mal galardón» . Y estonce al^o el
espada, e hirió al ma.yor de los hermanos tan
rezio, (jue lo fendio todo fasta en la cinta. Y
Merengis dio tal cucliillada al otro hermano,
fjue lo corto todo e dio con el muerto en tierra .
Quando el tercero esto vio, quiso fu_yr, mas
Merengis lo alcance, e diole otro tal golpe
como a su licrmano, e cayo con los otros. Es-
tonce se leñante muchas bozes e la buelta
muy grande por el palacio, mas los dos con-
pañeros, que eran muy fuertes, no quisieron
que se fuessen en saino, e firieron e mataron
de vna parte y de otra quantos quisieron, e
muclios dellos, con el miedo de la muerte, se
eoliauan por las finiestras. K fizieroii tanto
en poca de hora, que entre muertos j heri-
dos fueron mas de quaronta, e tanto fueron
seguidos, que no quedo en el palacio sino
ellos anbos que quedaron sanos^e alegres, e
la donzella con ellos.
Cap. CXXXV. — Con/o Erec e Mereng>.s se
conhaüeroii con los drl fasHIlo.
Asi que el ruydo fue muy grande por el pa-
lacio; los vnos dezian: «¡Armas!» e los otros
valia, y dexaronse yr a ellos para conba-
tirse con ellos que tanto mal les auian fecho;
e quando oyeron que aquel era Erec, fijo del
rey Lac, y que auia derecho de ser su señor,
perdieron el mal talante, e hizieronse afuera,
e los que eran mas sesudos, comencaron a
dezir a las gentes: «Señores , ¿que queredes
fazer? que sabed que Dios nos faze gran mi-
lagro, e nos embio la mas íermosa auentura
que nunca enbio a honbres; nuestro señor
natural, el que por proeza nos libra de ser-
uidunbre en que veníamos y en que nos te-
nían por fuer9a; e de oy mas no auemos que
tardar; vamos a Erec, e pidámosle merced,
e fagámoslo señor de nos e del castillo y de
toda esta tierra, e tornársenos ha en honra,
e seremos tenidos por leales» .
Cap, CXXXVI. — Como los del castillo reci-
bieron a Erec por señor.
En esto se acordaron todos los del castillo,
y amblaron al palacio al vno de los suyos, al
que vieron que lo mejor recadaría e que era
mejor razonado. E aquel fizo tanto en poca
de ora, que fablo con Erec e con Merengis,
assi que la paz fue fecha. Y Erec pingóle con
este pleytesia, e rescibieronlo por señor, y el
a ellos por vassallos , e después fueron sacar
los muertos del palacio, e fizólos Merengis
echar fuera del muro en la carcaua, e ca dixo
que traydores no auian de ser soterrados ni
auer honrra; e después desto fue el alegría
tan grande entre ellos, que era gran maraui-
11a; e los honbres buenos , quando conoscie-
ron a Erec, llorauan con el de gran piadad,
e dezian: «¡Bendicto sea Dios que vos aqui
traxo! que mayor plazer ni mayor alegría
no nos podría venir» . Estonce fizieron venir
ante el a su hermana que los traydores tenían
presa. E a la ora que ella vio a su hermano
e lo conoció, ouo muy gran plazer, e muy
gran alegría en su coracon. Assi que no ha
honbre que lo pudíesse contar. E fazia muy
gran derecho, que lo amaua mas que a cosa
del mundo. Y el bendixo al Dios que allí lo
truxera por ver a su hermana.
LA DEMANDA DEL RANCTO GRLVL 213
Cap. CXXXVIL — Be como la donxella mala
demanda a Erec la cahega de su Iter-
mann (*).
E fizieron gran alegría todos en vno aque-
lla noche, e fizieron vn lecho a Erec, el mas
rico que pudieron auer, e a Merengis otro
cerca del, e desque Erec so adormeció, soñó
vn sueño muy marauilloso, e yo vos diré
(pial. Semejóle questaua en vn llano yer-
mo, en que no auia yerua, ni árbol, ni fruto,
ni nada por que honbre jmdiese beuír, e
seyendo en aquel llano muy espantado, vio
venir contra sí vna loba, t^ue traya vna cor-
dera en la boca e dezía: «¡O Erec! mata esta
cordera, que a íazer te conuiene» . Y el ma-
tauala, mas mucho a su pesar, e partióse lue-
go dende la loba, e después, a poca de pieya,
venía para el vn lobo que lo acometía fiera-
mente, e hazialo mas de cíen picoas, e dexa-
ualo muerto.
Cap. CXXXVIII. — Como los del castillo ro-
gauaii a Merengis (pie rogasse a Erec por
su hermana.
Pues, como vos digo fue el sueño rpie
Erec soñó aquella noche, e ouo ende muy
gran espanto, e del espanto despertó, e san-
tiguóse muchas vezes, e fizo su oración a
Sancta María e a todos los sanctos, que le
guardassen de mala andanca e de mala ven-
tura. E assi estuuo toda aquella noche pen-
sando después que despertó, que nunca mas
dormío, e quando fue el día leuantose el e
Merengis, e fueron oyr missa de Sancto Spi-
ritu, e después que vinieron de missa, posá-
ronse a comer, y estando comiendo a gran
Ijlazer, e la donzella hermana de Erec era
muy fermosa, e estando cabo su hermano
Erec, la mala donzella qne con ellos entro
dentro en el castillo, quando vio la donzella
estar cerca de Erec, fuesse a el, e dixole:
«A^os me aiieys de dar qual don demandare.
E quiero que lo sepan todos quantos arpii es-
tan». «Verdad es, dixo el, no vos mentiré».
«E, dixo ella, pues atendere fasta que sea
tienpo e sazón para lo demandar, e bien
quiero ( ¡[ue atendays quanto vos pluguiere» .
«E si vos mintiere de lo que vos prometí,
quiero que me reuteys por ello» . E assi lo
fizo Erec, e fallóse después mal, que mas
quisiera ser muerto que prometerlo. Y des-
que las mesas fueron aleadas, fue la mala
donzella ante Erec, e dixole: «Gauallero, yo
te demando la cabega desta donzella que esta
(•) No corresponde este epígrafe al contenido del
capítulo cxxxvii, sino al del siguiente.
214
LIBROS DE caballerías
cerca de ti» . T quando el esto oyó, fue tan
espantado, que le fallescio el coracon, e dixo:
«Ay donzella, por Dios, merced, e aiied pie-
dad della e de mi , e no querays que yo a mi
hermana mate; y demás tan l'ermosa donze-
lla como es; e si no lo fazeys por mi, fazeldo
por Dios, e aued merced della porque es tan
fermosa donzella» . «De su bondad e fermo-
sura, dixo ella, no me da nada, que esta es
la cosa del mundo que yo mas mal quiero;
por esto quiero que me tenga des lo que me
prometistes» .
Cap, CXXXTX. — Como Erec rogaua a la
mala donzella por su hermana.
Erec, quando esto oyó, leuantose de tan
alto como estaua, e dexose caer en tierra a
pies de la donzella, e dixole llorando: «Ay
buena donzella, aued merced de mi herma-
na e yo me tornare vuestro vassallo e vues-
tro sieruo. e quantos aqui están e de mi tie-
nen tierra, e dexalda, que si assi muere, la
perdida sera mia, e yo seré escarnido, e vos,
amiga, no ganades nada» ; e bien assi dezian
quantos en el palacio estañan, e llorauan, e
dauan bozes, e dezian: «¡Ay, señora, mer-
ced!»; y desta guisa fazian su ruego, assi
que no ay honbre que lo viesse que no
ouiesse piedad dellos, e dezian con lloros:
«Merced, donzella buena, por Dios no que-
rays que muera tan fermosa donzella como
esta». Mas aquella falsa, en cuyo coraron no
entraña piedad, quando vio que le rogauan
mucho, fue mas braua, e dixo: «Todo esto no
vos vale nada, que no fare nada por' vuestro
ruego, e yo vos rentare si no me days la ca-
ber-a desta donzella, ca me lo prometistes».
E quando Erec vidc que no podia fazer al
con la donzella, dixole llorando: «Ay donze-
lla traydora e aleuosa, tan en mal punto esta
promesa vos prometí, que yo seré por ende
escarnido tanto como fuere cauallero, y tu
no ganaras ay nada, e morirás avn por ende
muerte mala» . «No vos cal ay, dixo ella,
mas fazed lo que aueys de fazer, que de aqui
no me partiré hasta que me tengades lo que
me prometistes» .
C.\p. CXL. — Co7no la donzella rogatta a su.
hermano que no la quisiesse matar.
Estonce se leuanto con gran pesar, que
mas quisiera ser muerto, e dixo a su herma-
na: «¡Ay fermosa criatura! ¿que fare de vos
que no puede al fazer que no vos mate? y
¡maldita sea la ventura que aqui me traxo a
mi pesar y a mi muerte!; y do yo pensaua
auer bien e honrra!» E quando la donzella
esto oyó, no fue pequeño el miedo que vno,
que dudaua su muerte, e dexose caer a sus
pies, e dixole llorando: «Ay Erec, mi her-
mano de padre y de madre, nunca yo te
mereci por que me matasses; e matasme sin
razón e menbrarte deuia el deuda que entre
ti e mi ay. E si me matas, faras el mayor
pecado e villanía que nunca hizo cauallero;
e deueslo dexar, porque soy tu hermana e
donzella; e tal cauallero como tu no deue
meter mano en donzella por cosa que le ven-
ga»; e los del palacio dixeron todos a vna
boz: «Ay, señor, aued merced de vuestra
hermana, e no lo fagays mal, ni tal crueldad
como esta donzella desleal os demanda e os
conseja» . Y estonce dixo: «Señores, ¿que es
esto que dezis, que no puede ser estoruado
si no me matays?, que mientra biua no sal-
dré de lo que prometiere; mas, si me matays,
quedara ella; e agora fazed qual tuuierdes
j)or mejor: o me matad, o yo matare a ella,
que de grado quiero yo recebir la muerte.
Otrosi nunca jamas seré leal como después
que esta crueldad aya hecha, ni valdría vna
paja».
Cap. CXLI. — Como Erec corto la eabeQa a
su hermana e la dio a la mala donzella.
Los que en el palacio estañan no sabian
que dezir, ca a su señor no matarían ellos
por ninguna guisa, ca lo tenian por buen ca-
uallero, e por tan buen honbre, y que podia
a tamaña honrra allegar e a mayor que la
donzella. E Merengis, que auia ende tal pe-
sar que no se sabia consejar, dixo a su con-
pañero: «Ay Erec, sienpre mientra bines se-
reys por ende escarnido si matays a vuestra
hermana por vna donzella desleal» ; e dixo
Erec: «¿Pues que fare que lo prometí? E vos
matad a mi, o yo terne lo que prometí». Es-
tonce se fue a vna cámara, e tomo vna es-
pada, e tornóse al palacio con gran pesar,
que bien quisiera que del cielo descendiesse
rayo que lo matasse. Y quando llego a su
hermana, saca la espada, y ella todavía pi-
diéndole merced^ diziendo: «Ay hermano,
aued piedad de mi, que hasta aqui nunca os
mereci por que me matassedes; e dexame,
por Dios e por vuestra bondad, e porque soy
donzella e fermosa como vees que so, loada
de bondad y beldad sobre todas quantas don-
zellas son en la Gran Bretaña». Y el dixo
con gran pesar: «Hermana, todo esto no os
vale nada, que morir os conuiene; mas esto
que dezis me fara morir de pesar si nunca
cauallero del mundo murió» . Estonce firiola
del espada, e boluio la cara a otra parte como
aquel que no querría ver tan gran crueldad.
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
215
■f ella, que estaiia toda atordida, no se pudo
guardar del golpe, que le echo la cabera le-
xos, bien fasta vna hasta de lanca, e cayo en
tierra; e dixo luego a la otra donzella: «Ay
mala y desleal, descomulgada seays de Dios,
ca vos soys donzella mas desleal que nunca
subió en palafrén. Agora tomad vuestra pro-
mesa, e yd a mala auentura, y presto vos
dexe Dios rescebir tal gozo e tal alegría
como yo he anido agora». Y ella fue m.\\j
presto, e tomo la cabeca de la donzella, e
dixo: «Agora he lo que desseaua» . E después
dixo [a] Erec ante todos: «Tu me pro facas
de traycion, mas cierto no me puedes tanto
profanar como a ti, que tu no fuesses mas
traydor e mas aleuoso que otro cauallero.
que mataras assi a tu hermana por vna pala-
bra sola que me prometiste; tu feziste gran
maldad» . Y después que esto vuo dicho, sa-
lió del palacio con la cabecea de la donzella ,
e subió en su palafrén. Mas nunca vio hon-
bre tan grandes duelos ni tan grandes bozes
como yuan en pos della quando vieron que
lleuaua la donzella la cabera de su señora, e
si la osaran matar, no la dexaran por ningu-
na guisa que no fiziessen della mil pie(7as;
mas en aquel tienpo auia costunbre en la
Grran Bretaña que ningún hombre no meties-
se mano en donzella j^ara le fazer mal, saluo
si quisiesse perder honra para en todos sus
dias que biuiesse, o si fuesse honbre loco o
endiablado.
Cap. CXLIL — Como vino fuego del cielo
que mato la mala donzella.
La mala donzella, fuyendose por su camino
con la cabeca, vino vn fuego del cielo e la
quemo toda a ella e a su palafrén; y a la
cabera de la donzella no llego punto del
fuego. E quando Erec e los del castillo oye-
ron estas nueuas, fueronse para ella, e dixe-
ron todos: «¡Como es este fermoso milagro e
buena ventura! e agora parece su bondad de
nuestra donzella. Y desta aleuosa traydora
la su traycion» . Y estonce fizieron muy gran
llanto e gran duelo sobre la cabeca, e dañan
gracias a Dios de la fermosa venganca que
les diera de la mala donzella. Y Erec, que
hazia sii duelo, dixo a Merengis: «¿Que os
parece desto?» E dixo Merengis: «Yo pienso
bien que Nuestro Señor no es muy alegre
deste hecho; porque vuestra hermana resci-
bio muerte en donado, e si a vos nó viene
algún mal por ende, nunca creeré a mi cora-
Qon de cosa que me diga» . Y Erec, que es-
taua con gran pesar, que no sabia que fazer,
dixo: «Cierto, amigo Merengis, si la ventura
de Nuestro Señor viniesse aqui tan presto
como mi cora9on dessea, no tardaría mucho,
que, cierto, yo queria que viniesse rayo que
me matasse, assi como fizo a la mala donze-
lla, porque todos los del castillo viessen la
justicia que venia del cielo sobre mi». Es-
tonce dixo Merengis a Erec: «La muerte no
viene como honbre la dessea, mas assi como
Dios quiere». «¡Ay catino e sin ventura!
¡Que mal yerro fize, c que mal me confundí,
e que mal me mate!» «Todo esto fue por vos,
dixo ^Merengis, que nunca por mi ruego qui-
sistes fazer nada, ni por los honbres buenos
que os lo rogaron, e yo no sea verdadero en
ello, mas bien me da el coragon que mal os
verna ende» . «No me podra tanto venir,
dixo Erec, que mas no merezca» . Y estonce
demando sus armas, e no quiso ay mas fin-
car; e los del castillo ge las dieron a su pesar,
que no querían que tan presto se partíessen
dellos. E quando Merengis lo vído armar,
dixo que por el viniera el allí, que con el
queria yr; y armóse, y subieron en sus caua-
llos, e partiéronse del castillo.
Cap. CXLIII. — Coirio Erec yua habiendo
su dtielo por su hermana que auia muerta.
Y assi como os digo se partió Erec de su
castillo do mato a su hermana, y anduuo
todo aquel dia faziendo gran duelo, assi que
no ay honbre que lo viesse que no lo tuuíesse
por loco. Y quando comencé anochecer, lle-
garon a la entrada de vna floresta, y entra-
ron dentro, e anduuíeron tanto que llegaron
a vn valle muy fondo e lleno de matas, y
espesso de andar; e hallaron sobre el camino
vna casa vieja e yerma, y lo mas della era
caj^do. Y Erec, que andana con gran pesar
que no podia ser mayor, y dexaua ya su
duelo por vna cosa que yua pensando, y era
como pudiesse dexar a Merengis: e dezia
que sí del se pudiesse partir, que andaría
solo, e que auria de morir por ayunar, o por
velar, o por fazer duelo; e que jamas no aura
conpaña con el ni con otro, y que esto le se-
ria venganga de la muerte de su hermana.
Cap. GXLIV. — Como Erec se partió de Me-
rengis, e como lo dexo durmiendo.
En esto pensando, llegaron a la casa yer-
ma, pensando de folgar ay, e tanto que Me-
rengis se adormeció, pensó de yrse y que lo
dexasse, e que se alongasse tanto que no lo
fallasse varón ni muger por buscar que
ftziesse, y ansí podría andar solo e fazer su
duelo. Y tanto que ay Uegaron, dixo Erec:
«Sabed que me siento muy cansado, e de
grado descendíria en casa e holgaría vn
216
LTP.T{OS DE CABALLERÍAS
poco, e demás que es ya noche-^> . Y ^[erengis
fue alegre y dixo que le plazia. E como no
pensaua lo que tenia Erec en el coracon,
apeáronse luego, e quitaron de si los escu-
dos, e las laucas, e los yelmos, e después
folgaron, e dexaron pascer sus cauallos y
echáronse ellos sobre la yerna; y Erec no
dormia, ca pensaua en al. E Merengis dor-
miose luego, que no pensaua que Erec lo
dexaria. Y quando Erec vio que Merengis
dormia, leuantose, y enfreno su cauallo, y
echo la silla, e tomo sus armas, e caiialgo
muy presto, e metióse por el camino por do
vio que la floresta era mas espessa, ca no
quería que ninguno lo fallasse, ca auia sabor
de andar en su cabo, e de hazer su duelo e
su llanto por su hermana que auia muerta,
e pensó de no comer e de darse gran cuyta,
ca bien pensaba el que por aUi podria morir;
y esto faria el de buen grado, ca tenia que
j)or alli podria ser bien vengado.
Cap. CXLV. — Como Erec ller/o a la celda
de la emparedada.
Y assi andando todo aquel dia de la vna
parte y de la otra en desuiado, e a cabo de
los cinco dias llego assi como auentura lo
lleuaua a casa de vna emparedada ante que
amaneciesse. Y el era estonce muy cansado,
e lleno de mal sabor, e no era marauilla, que
dias auia que no comiera ni folgara andando
faziendo su duelo, e su cauallo era tan can-
sado, que a mala vez lo podia leuar. Y quan-
do llego a la celda, no jDensaua que moraua
ay honbre ni muger. Pero, porque se temia e
se veya tan cansado, e veya que su cauallo
no lo podia licuar, e que le fálleselo mucho
de comer, dexolo yr pasciendo por do qui-
siesse, e el quito su escudo e su yelmo, e
después echóse sobre la yerua ante aquella
celda de la enparedada, e adormecióse, y era
tan cuytado de cansedad, que durmió fasta
otro dia a ora de tercia.
Cap. CXLYI, — Como la emparedada dixo
a Erec lo que le anemia, e lo conforto
tmicJio.
Contra hora de medio dia despertó, ani-
ñóle en miente de su hermana, a quien el no
podia oluidar, e comen(;o de fazer su duelo
tan grande, que no ha honbre en el mundo
que lo viesse que no lo tuuiesse a gran ma-
rauilla. Y la emparedada, que lo miro quan-
do dormia, e quando le vio fazer tan gran
duelo, marauillose que podria ser, que bien
veya ella que ninguno no le ftziera por que
ni pensar. Estonce, le llamo, e dixo: <'¡Ay
cauallero! assi Dios os saine, fablad comigo,
e dezidme por que hazeys tan gran duelo e
andays assi triste. E cierto si yo os puedo
poner consejo, yo lo fare». Y" quando el la
oyó fablar, marauillose, que no pensaua que
ninguno lo oyesse, e miro en rededor como
espantado. E quando vio a la emparedada,
fuesse a ella e dixole: «Dueña ¿que vos pla-
zo?» «Por Dios, dixo ella, dezidme alguna
cosa de vuestra hazienda, e por que fazeys
este duelo, que de grado lo queria saber». E
dixo el: «Yo soy cauallero assaz malauentu-
rado e catino, y el [mas] desleal que nunca
vistes ni oystes fablar; que fize el mayor ale-
ñe que nunca fizo cauallero;» e después con-
togelo todo, e como prometiera [a] vna don-
zella vn don, e como matara a su hermana.
E después que ge lo contó todo, vuo la dueña
muj" gran pesar, e dixole: «Cauallero, pues
que assi os auino, e vees que no podeys ay
al hazer, deueys os conhortar lo mejor que
pudierdes, e rogar a Nuestro Señor que vos
perdone, que cierto por hazer los duelos que
comeuQastes, no vos viene ende sino mal, ni
Dios no os lo gradescera. ni hombre fue tan
mal andante como vos si moredes por esta
razón y en esta guisa» .
Cap. CXLYIL — Como la dueña dixo a Erec
que lo mataría vn cauallero su compañero.
Tanto le dixo la dueña, e tanto le castigo,
que dexo j^a quanto de su duelo, pero dixo
a la dueña que auia plazer del duelo, e dixo-
le: «Señora, si esta mala andanca me auino,
no es marauilla, que cierto la noche antes
que matasse a mi hermana, me vino vn tal
sueño, que nunca oy tal hablar, e tanto vue
gran espanto, que desperté;» y estonce le
contó su sueño. E quando la dueña lo oyó,
dixo: «Cierto, cauallero, assaz ay aqui estra-
ño sueñO;, e si yo lo supiesse soltar como los
otros lo saben, yo vos lo soltarla, mas no
plaze a Dios que sus cosas assi escondidas
sean desciibiertas; pero tanto os sabré yo de-
zir, que vuestra muerte sera presto, e por
ende os consejo que manifestes vuestros pe-
cados de todo coracon, e j)idays perdón a
Dios, que vuestra muerte se acerca; e mata-
ros ha vn cauallero muy brauo e desleal, e
no tardara mucho» .
Cap. CXLVIII, — Como Erec demando a la
dueña si sabia quien lo auia de tnatar.
Y cuando Erec esto oyó, comenfo mas a
pensar que ante que aquel que su muerte
desamaua lo fizo espantar, pero, a cabo de
pieca, dixo a la dueña: «¿Señora salieys vos
LA DEMANDA DEL SANCTO GIIIAL
21;
el i|UP me lia de matar quien es?>-> «Cierto,
dixo ella, yo no se mas de ([uanto agora os
dixe;>. «Pues, dixo el, ¡sea todo en la volun-
tad de nuestro señor Dios! pero mi muerte
ha de ser en armas, yo veo bien; o se que no
podria morir en mayor seruicio de Dios que
en la demanda del sancto Grial; e yo soy
aquel que desde oy mas no me partiré de
demandar ni buscar las demandas del sancto
(.frial, que si yo ay moriere, tan bien mani-
festado como soy y con tan gran pesar de mis
pecados que lie fecho a Nuestro Señor, que
el me aura mayor merced que si muriesse
en otra guisa; e por ende dexare mi duelo
oy mas lo que pudiere, y entrare en la de-
manda del sancto Grrial con mis conpañeros;
empero soj^" cansado, que ha cinco dias que
no comi, e ruégeos que me deys alguna cosa
que coma»; y ella le dio vn pan de ordio
muy negro e duro, e fuerte de comer, e tal
lo qual era, lo comió, por que la hanbre lo
acuytaua mucho. T desque vuo comido el
pan, fue para su cauallo, e armóse, e caual-
go, y encomendó la dueña a Dios, y ella a
el; e después entro por vna floresta muy
passo por el cauallo, que no sentía tan are-
ziado como solia ser.
Mas agora dexa el cuento de fablar de
Erec, e torna a Merengis, como el y Erec
ouieron conpañia , e como fallo Erec do el
llanto era.
Cap. CXLIX. — Como Merengis quedo dor-
miendo e se fue Erec.
E dize el cuento que pues Merengis que-
do donde Erec lo dexo dormiendo, assi como
lo ha deuisado la historia, adormecióse hasta
otro dia de mañana, quando salió el sol. Y
quando despertó, miro al derredor de si, mas
no vio a Erec, e leuantose thuj ayna, e co-
mento de andar de vna parte a otra; e quan-
do no lo pudo fallar, pensó luego que se
aparto del por fazer su duelo en su cabo, e
por morir lexos de gente. Y quando esto vio
Merengis, vuo tan gran pesar, que no supo
que fazer, e comengo de fazer tan gran duelo
e tan gran llanto, que marauilla era, por su
conpañero Erec, que assi perdiera la su con-
pañia e por la gran bondad que en el vio;
dixo: «¡Ay buen amigo, e buen conpañero, e
cauallero ardit, e bueno de armas e de cor-
tesía; y enseñado, e mesurado, e de mejor
donayre que nunca fue cauallero! Agora veo
yo que vos partistes de mi por liazer vuestro
duelo, e por vos apartar que yo no viesse
vuestra cuyta e vuestro pesar; ni por ver el
l)esar que yo con vos auría, e bien mostras-
tes aquí vuestra cortesía» . Y assi estaña Me-
rengis consigo liablando por el gran pesar
que auia del partimiento de Erec. Y assi le
pessaua como si fuesse su hermano.
G\v. CL. — Cojno Estor de Mares derribo
a Merengis.
Y Merengis estando assi en el camino do
Erec se partiera del, vio venir vn cauallero
por el llano armado de todas armas. Y este
era Estor de Mares. Y quando Merengis lo
vio venir contra si, pensando que le venía
demandar justa, e tomo su escudo e su lan(;'a,
e subió en su cauallo lo mas presto que pudo,
paróse en medio de la carrera, por ver si
aquel le quería algo demandar. Y quando
Estor lo vido assi estar en la carrera, dixo en
su coragon: «Este cauallero no demanda sino
justa, y el me terna por couarde si con el no
justo»; e dio bozes a Merengis, e dixo: «Se-
ñor cauallero ¿quereys justar?» X Merengis
se tenia por muy ardit e por muy areziado,
resj)ondíole: «Señor cauallero, pues que vos
justa me demandays^ yo no os falleceré a mi
poder» . Y estonce se dexaron yr el vno con-
tra el otro , tan de rezio quanto los cauallos
los pudieron leuar, e dieronse tales golpes,
que las laucas bolaron en piceas, y Merengis
cayo en tierra muy mala cayda e muy mal
quebrantado. E Estor quedo en su cauallo
que no cayo en tierra. E quando Merengis
se vio en tierra, leuantose muy vergoncoso
desta demanda, e metió mano a la espada,
para demostrarse el lo mejor que pudiesse;
cavia aquel que lo derribara assi a pie como
estaua, preciólo mas que ante, ca pensó que
era de la Mesa Eedonda. E por ende quiso
saber quien era, ante que mas ftziesse.
Cap. GlA. — Como Estor e Merengis se cono-
cieron., e se fueron de consuno.
Estonce le dixo: «Señor cauallero, vos es-
tays a píe e yo a cauallo con andanca, ¿que-
reys batalla?» Y el dixo que verdaderamente
la quería, que otra guisa serle ya desonra.
«Assi, dixo Estor, pues agora os ruego, por
honra de cauallería, que me digades quien
soys o que andays buscando, e tal podeys
ser que me conbatire con vos, e tal que no».
«Señor cauallero, no os lo sera negado, pues
que me demandays, e sabed que he nonbre
Merengis, e soy de €ornualla. e aun no he
fecho tanto donde mi coracon sea pagado, ni
he ganado ninguna nonbradia; empero acon-
pañe un conpañero cauallero poco lia, por la
gran bondad que en el vi» ; estonce le contó
todo como fuera. «¿E como auia nombre?»
dixo Estor; y el ge lo dixo. E quando Estor
218
LIBROS DE caballerías
esto ovo, e vio tal auentura e tal andanca,
viio muy gran pesar, que el amaua a Erec
de gran amor, y estonce dixo a Merengis:
«Amigo, vos buscays lionbre que yo amo de
c;ora9on. E pues tanto lo amays como dezis,
yo soy aqiiel que no me combatiré con vos
por ninguna guisa, si no fuesse mortal des-
amor; por ende os perdono esta batalla, que,
si Dios quisiere, no fare ay mas, ante me vos
otorgo por vencido ante que faga ay mas» . Y
estonce descaualgo, etendio su espada, e dixo:
«Tomalda si os plaze, e tengome por venci-
do» . «Señor, dixo Merengis, esto no liare yo,
si Dios quisiere, que yo desto reciba la honra,
ca cierto vos soys mejor cauallero que yo» .
«Agora me dezid, dixoEstor, ¿quereys fazer
vn pleyto de Erec?» «Señor, dixo el, yo me
quiero de aqui j^artir lo mas presto que pu-
diere para yrlo a buscar fasta que lo falle» .
«Pues ruégeos, dixo Estor, que, si os plaze,
que os tenga compañía en esta demanda, e
yo lo buscare fasta que lo falle, por le con-
hortar desta mala andanga que le auino» . E
^lerengis le dixo que de su conpaña era muy
alegre, y en buena guisa se aconpaño con el.
E fueronse a buscar a Erec Estor e Meren-
gis. y Estor dixo: «¿Sabes vos por do fue?»
«Xo, dixo Merengis, que no veo rastro del,
ni se quando se partió de mi» . «Pues vamos
a auentura, dixo Estor, e Dios nos guie por-
que lo fallemos» . «Assi lo quiero» , dixo Me-
rengis; e tomaron su camino anbos a dos
donde auentura los guio.
^las agora dexa la historia de fablar dellos,
e torna a Erec.
Cap. CLII. - Como Galuan prono a ver la
(lonzeUa e la corona.
Dize el cuento que quando Erec se par-
tió de la emparedada, anduuo gran tiempo,
según dicho ha el cuento, sin auentura que
de contar sea; a la entrada del agosto, dize
que le auino que su ventura le truxo cerca
de vna floresta, ante vn castillo, en vn llano.
E los del castillo tenian esculco en el cami-
no, que paraua mientes si j)assaiian por ay
caualleros andantes, que vn cauallero de ay
del castillo queria prouar de justar con
quantos por ay pasassen, e que si lo derri-
bassen que le darian en don vna corona de
oro tan rica como la de su señor, e vna don-
zella, la mas liermosa (fue hallasse en toda
la tierra. E Galuan se acaescio por ay vn dia
ante que Erec, e tanto que vio la donzella
que auia honbre de auer el gualardon aquel
dia aquel que Dios diesse ventura, pagóse
muclio della, que mucho era de gran bon-
dad, y entendió tanto, que vn cauallero vino
ay por ganar prez de aquel dia, y Galuan
fue tan escondidamente, como si fuesse vn
cauallero pobre que ay hauia venido por ga-
nar el prez. E los caualleros, que lo vieron
assi hazer, fueronse para el, e jjreguntaron-
le quien era, y el ge lo dixo. E quando ellos
oyeron que era Galuan, vno de los ardidos
caualleros del mundo, dixeron que el auria
la honra, pues lo comencara, mas que se de-
fendiesse de los caualleros que por ay fues-
sen, y dixo el que lo faria, saino si fuessen
caualleros de la Mesa Redonda. E assi esta-
ña Galuan cerca del castillo, teniendo justa
con los que passauan por ay por amor de
ganar la donzella. Y quando vino vn dia
hora de nona, dezian todos que Galuan auia
esta honra, y estonce llego ay Erec, e venia
muj^ triste y cuytado, con pesar de su her-
mana, como ya vos dixe. E Galuan, que no
lo conoscio, por las armas que auia trocadas,
demando luego justa.
Cap. CLIII. — Como Erec justo con Galuan
e fue vencido Galuan.
Quando Erec vio que justa le conuenia,
dixole: «Amigo, no he en que fazer agora
justa, que mi cauallo es tan cansado, e yo
tanbien, que no podria justar;» e Galuan
dixo: «No podedes por al passar». «Pues
ante quiero justar, que no ¡Dassar con ver-
güenza;» dixo Erec. Y' Galuan estaua sobre
buen cauallo grueso y fermoso. Y Erec no
traya lanca ninguna, e los del castilo le
dieron vna. Estonce se dexaron correr el
vno contra el otro, e Galuan firio a Erec tan
fieramente, que la langa hizo piegas, mas
otro mal no le fizo. Y Erec, que era de gran
fuerza, flriole tan reziamente, que dio con el
en tierra, mas no le firio, e la langa bolo en
piegas. E los que estañan en el canpo, quan-
do esto vieron, comenzaron a escarnecer e a
dar bozes de todas partes, que parecía
truenos. Y quando Erec vio a Galuan, no lo
conoscio, por las armas que tenia trocadas;
ca mucho las canbiaua después que entro en
la demanda del sancto Grial, y fuesse para
el cauallo de Galuan, e subió en el, e dexo
el suyo en que venia, que tenia poco pro. E
quando Galuan vio que se le yua, vuo gran
verguenga, e tan gran pesar, que no supo
que fazer. E vn cauallero que estaua desar-
mado, de aquellos que guardauan el canpo,
quando lo vio assi yr, dixole: «Ay cauallero.
atended vn poco, si os plaze, fasta que yo
fable con vos» . Y el lo espero. Y el caualle-
ro le dixo: «Señor ¿por que os ydes? que
cierto, si vos suijiessedes lo que aueys gana-
do en esta floresta, vos fincariades ay de
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
219
grado, e seriados ende muy alegre quando
lo supiessedes» . Y estonce le dixo todo lo
que auia de auer de gualardon. E quando
Erec esto oyó, dixo: «Señor, no vos pose de
lo que yo diré. Sabed que yo ño tomaría
agora la mas fermosa donzella del mundo
([ue me diessen de don, porque tanto de pes-
sar y de mal me vino poco ha, que ni con
donzella ni con al no auria agora alegria. Y
por ende os encomiendo a Dios, a vos e a
vuestra conpaña, porque yo voy muj cuyta-
do, que en otro lugar he de fazer mucho» .
«Y ¿como?, dixo el cauallero, ¿assi dexays
esta honra, e la desechas, que Dios os dio?»
«Si, dixo el, mas no la desecho de todo».
«Pues ruegoos, dixo el cauallero, por Dios e
por cortesia, que me digays vuestro non-
bre»: y el dixo: «Yo soy Erec, fijo del rey
Lac». Y luego que esto dixo, partiéronse el
vno del otro.
Cap. CLIV. — Como Galuan supo que era
Erec el que lo venciera.
Erec se fue quanto pudo contra la floresta,
que de grado queria ya en ella ser, y el ca-
uallero se torno a su compaña, e contoles lo
que Erec dezia. E quando Graluan oyó que
aquel era Erec, que assi lo confundiera ante
tan buen cauallero, donde tamaña vergüen-
za ouiera, que ante quisiera ser muerto que
aquello le aconteciera, pensó que se vengarla
del, ni porque era de la Mesa fíedonda no lo
dexarig. de matar, e cogió con el tal saña,
que nunca le salió del coraron, y estuuo
aquel dia en el castillo con el mayor pesar
que nunca ouiera. Y otro dia de mañana,
quando se leuanto, dieronle vn buen cauallo,
por el suyo que le tomara Erec, ca el de
Erec no era bueno; y desque fue armado,
despidióse dellos y fuesse para la floresta
por do yua Erec. Mas yua con pesar, e dixo
que nunca seria alegre fasta fallarlo, y el
fuyendo assi con su pesar, fallóse con Gra-
uain su hermano, y ellos no se conocieron,
por las armas que tenian trocadas, ni se de-
mandaron justa el vno al otro, ca venian
ambos pensando; e tanto, que se allegaron,
saludai'onse, e pregunto G-aluan: «Cauallero,
¿vistes anoche o oy vn cauallero de vnas ar-
mas blancas e vn león bermejo?» E Agra-
uain, quando oyó fablar a su hermano G-al-
uan, conociólo, e dixo: «Señor, ¡bien seays
venido, ca mucho ha que vos ando buscan-
do!»; y tanto que G-aluan conociólo que era
su hermano, abracólo, e Agrauain a el. E
Galuan le dixo: «Amigo hermano, ¿e por
que me buscays?» «Señor, dixo Agrauain,
porque me dixeron que erades herido en vna
abadia» . «No es assi, dixo Galuan, gracias a
Dios. Mas del cauallero que vos pregunto,
¿saberme yades dezir nueuas?» «Si, dixo el.
e yo lo falle anteyer en mal punto para mi»,
dixo Agrauain. «¿E pur que?» dixo el. «Que
me derribo tan brauamente, que pense ser
muerto». «¿E por do se va?» dixo Galuan.
«Señor, dixo el, vase por el gran camino de
la floresta, mas, pues assi es que vos lo bus-
cays, bien se que no es sin razón, e ruegoos
que me lo digays, si os plaze». Y Galuan ge
lo contó todo. «Pues assi es, dixo el, yo quie-
ro tornar con vos, e tomaremos ende tal ven-
ganza qual queremos» , y Galuan lo otorgo.
Estonce fueronse anbos hermanos en pos de
Erec, e Agrauain pregunto a Galuan que
como le dezian al cauallero, si sabia; e Gal-
uan dixo que era Erec, fijo del rey Lac.
E quando esto oyó Agrauain, tuno la rienda
del cauallo, y estuuo vn poco, e dixo: «Por
Dios, en pos deste cauallero no yreys vos por
mi consejo». «¿E por que?» dixo Galuan. «Si
assi es, dixo el. No se si vos lo sabeys, mas
yo lo se verdaderamente, que vos aueys de
morir por vn cauallero, mas yo no se su
nonbre; mas es Langarote o Erec, y por esto
queria que os quitassedes destos dos que os he
dicho. E señor, esto no vos descobriria yo
en ninguna guisa, que vos avendrá esto que
os digo si destos honbres no os guardays» .
«Del vno, dixo Galuan, no me guardare, que,
si menester fuere, meteré mi cuerpo por el
suyo sainar; y este es don Lancarote del
Lago; y el otro se yo que no es tal cauallero
que en cabo me pudiesse durar, e por esto no
he duda de lo que me dezis» . «Todo esto no
es que assi no sea». «Agora os dexad ende,
que no sera assi», dixo Galuan. «Mucho me
plaze», dixo Agrauain; e assi anduuieron
todo aquel dia, que no fallaron a Erec, ni
hallaron quien les dixesse nueuas del; e
ouieron ende gran pesar, que mucho lo qui-
sieran fallar mientra que eran anbos en vno.
E agora dexa el cuento de fablar dellos, e
torna a Erec.
Cap. CLY. — Como Erec derribo a Galuan e
no quiso la corona ni la donzella (*).
Dyze el cuento que- pues Erec se partió de
Galuan, donde lo derribo ante todos los bue-
nos honbres que ay estañan, assi como ya os
dixe, que anduuo todo aquel dia sin auentu-
ra fallar cine de contar sea. Y aquella noche
dormio el en casa de vn cauallero que mora-
ua en la floresta, que le hizo mucha honrra
porque era cauallero andante. Y otro dia de
(') Epígrafe que corresponde al cap. CLIII.
220
LIBROS DE caballerías
mañana partióse dentle. y andimo fasta hora
de medio dia. Estonce le auino que fallo vna
fuente muy fermosa. e cercada de arboles
do todas ijartes. que no ha honbre que ay
entrasse que sintiesse ay calentura, tanto
era angosta. Y Erec, que andana muy cuy-
tado de calentura, quando vio la fuente tan
fermosa e plazentera, y el lugar tan bien
guisado, descendió del cauallo por folgar vn
poco, e quito el freno al cauallo e dexolo
pascer: y después quitóse el escudo y el yel-
mo, e la loriga, que era muy fermosa, e pen-
só que folgaria alli fasta que cayesse la siesta;
y echóse sobre la yerua verde, y comenco a
pensar muy fieramente, y el pensando, bol-
uiose los pechos ayuso. Y quando se quiso
leuantar, hallóse atan mal trecho, que no
pudo mecer pierna ni braco, ni mienbro que
en si ouiesse, e perdió la fabla, e marauillo-
se que podia ser, que no veya cerca de si
honbre ni muger que lo encantasse. Y estan-
do assi con gran cuyta, vio venir contra la
fuente tres donzellas e vna dueña rica, e ve-
nían caualleras sobre buenos palafrenes. Y
las donzellas andauan assi guisadas, como si
anduuiessen a cagar: la vna traya vn cuerno
muy fermoso e rico: e la otra traya vn arco,
con su aljaua de saetas: e la tercera traya vn
cierno atrauessado en el palafrén; e la due-
ña mayor no traya nada, que era su señora.
Y tanto que llegaron a la fuente, apeáronse,
e ataron los palafrenes a los arboles, e quita-
ron de si lo que trayan por folgar. Y" quan-
do vieron a Erec, pensaron que dormia. mas
la señora, que mas sabia que ellas, no lo pen-
saua, e vio bien que no dormia. E [quien]
quisiere saber por que Erec auia este mal,
yo ge lo contare, según que yo lo halle en
la verdadera historia.
Cap, CL YI. — De como m'iino la aventura de
la virgen.
Dize el cuento e la historia que esta fuente
le auino que era llamada fuenie de la riríjen.,
y esto fue por vna muy fermosa auentura de
vna virgen que alli vino en el tiempo del rey
Yter Padragon. Y' auia vn rey en aquella
tierra que auia por nonbre Nacer, y era a
marauilla muy buen hombre, e amaua a Dios
e temíalo, e auia por muger vna muy fer-
mosa dueña e muy buena. E auia vn fijo y
vna fija. Y el fijo era el mas fermoso donzel
que honbre pudiesse ser en toda la tierra, y
era de diez y seys años. Y la fija era la mas
fermosa que nunca honbre vio; e tanto era la
gran nonbradia de la su beldad cerca e lue-
ñe, que la venían todos a ver; e por la gran
lx)ndad que en ella auia, la lamauan la yn-
gluyda; e la donzella era fermosa de seme-
janza al pueblo, mas era de coragon y de
cuerpo contra Dios. E quantas buenas obras
podia fazer contra Dios, fazialas escondida-
mente, y ninguno no podia auer tan gran
alegría en las riquezas del mundo, como ella
auia plazer en las cosas de Dios. Y ella ver-
dad es ( [uando entendía bien en la diuinidad
mas por gracia o por otorgamiento de Nues-
tro Señor y por enseño de sus maestros. Di-
goos que si quantos maestros ha en Roma,
do aquella sazón eran mantenidas las clere-
zias, que fueron mudados de gran tienpo e
aun antes de Athenas, que assi metió Dios
su spiritu en la donzella, que los maestros
que la enseñauan eran marauillados del seso
que en ella hallauan. Y" sabed que ella fa-
blando primeramente la leyenda de los san-
tos padres, que amostraua gran partida de la
Trinidad. ¿E que os diré? que aquella donze-
lla fue semejante a Sancta Catalina en scien-
cia y en bondad, aquella cuya bondad deue
ser contada, e podra ser exenplo a toda la
gente. Y' la donzella que os digo, que In-
giuyda auia nombre, quando llego a la edad
de .XIV. años, era tan fermosa, que no era
sino marauilla; e de bondad era tal, como la
historia os lo ha contado, e su hermano, que
aun no era cauallero, mas auialo ayna de ser,
caualgo vn dia por vna montaña para cagar,
e perdió todos su «anes e los hombres, e no
supo dellos parte. Y el estando en medio de
la montaña, en vn lugar tan desuiado que
era marauilla, ca el monte era tan espesso, e
las carreras tan malas, que no supo cjual to-
mar. E el donzel comenco de andar de vn
cabo a otro, buscando alguna carrera que lo
lleuasse al camino, mas en ninguna guisa no
la podia fallar. Y assi anduuo todo aquel dia
errado de la vna parte a la otra, fasta en la
noche, que no comió. E la montaña era de
cuatro grandes jornadas en ancho e en luen-
go; e quando vino al tercero dia do andana
assi pensando, aparecióle vn diablo assi como
os diré.
Cap. CLYII. — Gomo el diablo aparescio al
doncel (pie estaña triste.
Al tercer dia, como os digo, le auino que
aquel, que auia nonbre Nabor, que llego a
aquella fuente con gran hanbre y sed, e con
mayor lazeria que solia auer, e fue tan can-
sado, que a poco le fallesciera el coragon; y
de la otra parte andana con gran pesar por
sus honbres que nunca pensaua fallar . Es-
tonce se apeo de su cauallo, que era tan can-
sado de hambre que no se podia mouer, e
assentose sobre la fuente, y comenco a pen-
LA DEMAIíDA DEL SANCTO GRIAL
221
sai- muy fieramente: c estando assi pensan-
do, llego a el vn diablo en semejanva de lion-
brc sañudo, e mostraua (|ue tenia pesar y
que era triste, e no fizo semejanza que lo co-
nocia, mas honbre desconocido, e fuesse para
la fuente, e fizo semejan(;a. que (preria beuer,
mas no beuia; ca nunca la escritura demues-
tra que el diablo come ni beue. Mas empero
aquel que pensaua sobre la fuente, pensaua
verdaderamente que beuia el diablo. Y el
diablo comenco de mirar al donzel que assi
miraua sobre la fuente, y no le fallo, y co-
menro de fazer el mayor duelo del mundo, e
dixo: «¡Ay captiuo! todo mi seruicio lie jier-
dido»; y el donzel dexo estonce el pensar, e
miro al diablo, e dixo: «¿(^)ue dezis vos? ¿que
aueys perdido vuestro seruicio? ¿E quien soys
vos?» Y el diablo respondió como aquel que
nunca dize verdad, e dixo: «Señor, yo soy
de vna tierra estraña, e soy muy triste de
consejo e de ayuda; y si pudiesse fallar quien
me fiasse en esta tierra, tenerme ya por rico
y honbre de buena ventura, que estonce
auria yo quanto mi coraron dessea, e seria
quito de cuj' ta e tristeza» . Y'' el donzel quan-
doesto oyó, vuo sabor de saber su fazienda
de arpiel i[ue tan bueno le semejaua, e dixole:
«Si vos me mostrades vuestra fazienda. yo
os consejare lo mejor que pudiere». Y" el dia-
blo dixo: «Amigo, no os lo quiero dezir, que
es muy gran cosa, e por auentura no lo faria-
des». «Si haré», dixo el. «¿E por que lo
creeré?» dixo el diablo. «Y'o te lo jurare»,
dixo el donzel. «Pues júramelo». E el ge lo
juro sobre la christiandad que rescibiera, e
dixole: «Agora os conuiene que me digadcs
toda vuestra bazienda, e quien soys, e sobre
quien auej's menester ayuda, que cierto yo
vos conjurare a todo mi poder». «Esto fare
yo, dixo el diablo, y escucha, yo te lo diré».
Cap. CLYIIL — Como 2)ro)iieiio al diablo el
don: el (¡ue le tiaeria a su licrmana.
«E es verdad que yo ame no ha mucho vna
dueña rica desta tierra e ¡poderosa. Y" ella
amana a mi tanto o mas, e de aquella dueña
avino assi que ouo de mi vna fija aquella
sazón que la reyna desta tierra ouo otrosi
otra fija; e la reyna fizo matar a su fija tanto
que nascio, por vn sueño que auia soñado
que aquella fija auia de matar a su madre e
a su padre; e jjues que la mato, no supo que
fazer, por pauor que uuo del rey ([ue auia
mirado que la matarla quarido lo supiesse;
después no supo al que fazer. E tomo aquella
dueña, e leñóla ante el rey, e fizóle creer
que era arpiella su fija, pero ante que ge la
diessemos prometiónos que nos la daria cada
que la pidiessemos. E assi ouo la reyna y el
rey la mi fija en lugar de la suya. E agora
quando ge la pedimos no nos la quiso dar, o
negó todo el pleyto, e demás maltraxome
muy mal. E la reyna, que supo verdadera-
mente que el rey no semeiaria conoscer dello,
dixome que si nunca en ello fablasse que me
faria matar, y este es el gran pesar y el gran
quebranto que yo he, que mi fija que es la
mas hermosa criatura del mundo, e la mas se-
suda, e puso tanto en locania, e agora te pido
consejo como fare, pues me lo prometistes» .
Y el donzel, quando esto oyó, comem.-o a pen-
sar, e ouo muy gran pesar de su madre, que
cuydo bien que hiziera aquella maldad quel
diablo dezia, e de la otra parte pesauale mu-
cho de aquella donzella que tenia por herma- ^. .^_
na, e no auia con ella nada, y. el^dialilO-lB-' * ■ ''
dixo_otra vez: «¿Que me dizes a esto que te
digo?» «Cierto, dixo el donzel, no vos se con-
sejar, que la reyna es tan poderosa, que no
ge lo podríamos prouar esto que le aponeys» ;
y el diablo dixo: «Tu me puedes ay ayudar,
si quisieres». E dixole el donzel: «Pues
muéstrame como a fazerlo he si pudiere».
«Y"o te lo diré, dixo el diablo. Yo te llenare
mañana a casa de tu padre, que es bien lue-
ñe, e ha por ti gran cuyta porque eres per-
dido, e quando ay fueres, di a la donzella
que vaya contigo a holgar por el prado de
noche con la luna, y ella lo fara de grado,
porque te ama tanto como a su coraron mis-
mo, e no ha cosa que le demandes que ella
no lo faga luego, e si me la truxeres alli, tal
cosa no sabrías pedir que yo no te la cíe» .
Estonce respondió el donzel, e dixo: «Esso no
faria yo por ninguna cosa, ca seria traycion» .
í¿No? dixo el diablo, ¿no lo quieres fazer en
ninguna guisa rogándotelo yo? Agora sepas
que nunca tan gran locura feziste, e dezirte
he lo que te verna: tu eres en esta montaña
en lugar tan desuiado e tan lexos de pobla-
do, que jamas al camino no yras, ante que-
daras aqui como catino malauenturado e mo-
rirás de hanbre, y bestias e aues te comerán
aqui; mas, si tu quieres otorgar lo f[ue te
pido, ponerte he yo en saino» .
Cap. CLIX. — De r-ouw el diablo se partió del
donxel por le poner en mayor CHudado.
Y el diablo se partió del donzel por le me-
ter en mayor cuy dado. E fuesse por otro
camino, y el donzel quedo a la fuente mas
cuytado que ante era, muy desconortado de
hambre e de lazeria, que auia ya bien tres
dias ipic no comiera ni beuiera, e no lo des-
LIBROS DE caballerías
conortaua tanto el afán, como el cuydana que
pensaua que nunca haUaria por do salir de
alli; 8 las bestias, tal hora que lo fallassen
alli, que lo comerían. Y estonces comengo a
llorar, e hazer muy gran duelo, que no ha
honbre que no ouiesse ende gran piedad. Es-
tonce torno otra vez el diablo a el en la se-
mejanca que ante, e dixole: «¿Como, catino
malauenturado? agora reo lo que de ti que-
ría ver, e agora veo el t\\ mal seso, que por
vna donzella estraña te dexas aqui morir en
tal curta x en tal dolor»: v el donzel, que
era muy cuytado, dixole: «Agora me llena
en saino, e yo te prometo que yo te la llene
destos quatro dias do tu mandares» . «Pues
íazerlo has assi» , dixo el diablo; y el ge lo
jirometio lealmente. Y el diablo lo leuo de
guisa que dio con el en casa de su padre, e
«juando ay llego, hallo muchos que lo salie-
ron a rescebir, y que le hizieron mucha hoii-
ra e fueron muy alegres coa el; ca auian
anido vaxij gran pesar por el, que cuydaron
que era perdido: e al tercer dia que el llego
a casa de su padre, aniño que el rey Xacer
su padre fue a caga en aquella montaña mis-
ma en [la] qual auia estado, y leuo consigo a
la reyna e muchas dueñas e donzellas, por
yr mas vicioso; e al donzel no se le oluido lo
quel diablo le auia dicho, e ante pensaua
como le podia dar cabo, e fue con el rei e con
la re;\Tia fasta la floresta, y desi tornóse a su
hermana, e dixole: «Hermana, caualgad e
vaN'a con vos vno de vuestros maestros, que
el rey lo manda assi» .
Cap. CLX. — Como la donzella yua con s-u
liermano, e la leuo do mando el diablo, y
le pidió .su amor.
Y ella lo hizo, y el donzel yua pensando
todavía, e assi andando, llegaron a la fuen-
te que (íezian de la virgen, e quando ay lle-
garon, dixo a su hermana: «Decendamos
aqui, e atendamos a los otros que agora se-
rán aqui»; e decendieron; y el donzel metió
mano a la espada que traya, e dio gran golpe
al maestro de su hermana e dio con el muerto
Qn tierra; e quando la donzella vio esto, fue
mucho espantada, e dixo: «Ay hermano, ¿por
que fezistes tal cosa? Por Dios, mal aueys
fecho». Y el dixo: «Yo no so vuestro her-
mano, ni me llamedes hermano, que con vos
no he sino crianza, ca deudo tanto he con
vos como con la mas estraña del mundo, e
])or aquesto vos traxe acá tan lexos do esto,
porque quiero dormir con vos ante que vos
otro aya; e si lo no quereys consentir, fazer-
vos he lo que fize a vuestro maestro» .
Cap. CLXI. — Contó murió el donzel que se
quiso echar con su Jierinana.
Oyendo esto la donzella fue mucho espan-
tada, ca vio a su hermano estar con diablos,
e abiuado para fazer mal su hazienda; e dixo:
«¡Ay hermano! ¡por Dios merced! ¡mien-
breseos que so vuestra hermana!» «Esto no
es nada, dixo Xabor, que cosa que vos ago-
ra digays no os tendrá i^ro» ; e fuela tomar
muy brauamente, y metióla debaxo de si
para yazer con ella; e quando la donzella
vio que estaua en hora de perder el alma y
el cuerpo, comencé a fazer su oración, que
Dios por su piedad la librasse de aquella
malauentura; e tanto que la hizo, cayo el
en tierra muerto. E qiiando la donzella vio a
su hermano muerto, ouo muy gran pesar. Y
ella pensando en esto por qual ventura le
viniera, dixole vna boz del cielo: «Donzella
buena y preciada, esto te fizo el diablo jjor
te quitar la corona de las virgines si lo pu-
diesse hazer» ; e dixole todo el pleyto como
passara; e mientra la donzella en esto estaua
pensando, heos vino el rey su padre que an-
daua cacando, quando perdiera el venado
em pos de que andana, e su compaña, y lle-
garon a ella; e quando el rey vio a su fija,
marauillose quien la truxera alia; e dixo son-
riendose: «Hija amiga, ¿quien vos truxo
aqui?» «Padre señor, dixo ella, el pecado me
truxo acá, que siempre se trabaxa de confuji-
dir al christiano» . Y estonce le contó toda
aquella razón como fuera, e mostróle a su
maestro e a su hermano muertos; y el rey
dixo con saña: «Agora paresce que mi hijo
siruio a ruyn señor, pues que mal galardón
le dio; y este vergel es malo, e no es buena
la fuente donde el diablo moro;- e avn sera
de aqui adelante peor». Dixo la donzella:
«Xunca cauallero aqui verna que no sea mar-
gen, que no pierda el poder del cuerpo y de
todos los mienbros mientra aqui fuere, y esto
sera por el pecado por que mi hermano fue
muerto, e durara esta memoria de mi y de
mi hermano fasta que venga el buen caua-
llero que ha de dar cima a las auenturas del
reyno de Londres, e por mi sera llamada la
ftiente de la virgen» .
Cap. CLXn. — Como fue llamada la fuente
de la virgen.
Desta manera aueys de saber, que, como
la donzella dixo que desde aquella hora se
llamasse la fuente de la virgen, y es aun y
sera, que nunca ay vino cauallero que no
cuydasse ay morir, saino (ialaz e Perseual,
que no vino ay otro que no fuesse tentado
LA DEMANDA DEL SANCTÜ (ililAL
220
de hiKiiria oii alguna guibu, (¡ue por esta
auentura fue Erec atan mal trecho quanclo
ay vino, porque no era virgen, o agora vos
diré de las douzellas e de la dueña que vi-
nieron a la fuente, e de Erec como le con-
tecio.
Cap. CLXIII. — De como las doncellas- caia-
uan a Eree, e como le sacaron de cabe In
fuente.
Agora dize el cuento que después que las
donzellas llegaron a la fuente do yazia Erec,
c quando lo vieron, comentáronlo a catar,
ca yazia como muerto. «jAy Dios! dixo vna
donzella de aquellas, la mas moca, ¿que pue-
de ser esto, o como es este cauallero aqui
venido?» «Xo sabemos, dixeron las otras an-
bas;» e la mayor dixo: «Yo lo diré esto como
es; este es Erec, fijo del rey Lac, que nunca
mintió, y el otro dia mato a su hermana por
no ser tomado en mentira» . «Ay, dixeron
ellas, esto es por essa mala ventura, e mal
andanza le venga a quien ge la fizo matar; y
el hizo la ma^yor deslealtad que nunca hizo
cauallero, de matar a su hermana, e ayna lo
lleue Dios a do so vida sea fenecida» . «Ay
Dios, dixo la señora, que mal fezistes en
maldezir el cauallero, que la venganca que
vos desseades le verna mucho ayna, assi que
todos aquellos que lo oj^eren se espantaran,
y sera gran daño en morir tan ayna, que
mejor cauallero que el, e mas leal, nunca
vi. E cierto, si yo pudiesse estoruar su
muerte e alongar su vida, fazerlo ya de gra-
do, mas no lo podria liazer, que a Nuestro
Señor no plaze» ; y esto dezia la dueña de
Erec, mas el no podia responder, e las don-
zellas lo miraron gran piega, e tomáronlo de
todas partes, la vna de acá, la otra de alia,
e alongáronlo de la fuente quanto vn trecho
de ballesta. Desque tanto fue alongado, torno
en su fuen/a y en su poder assi como de an-
tes, e quando acordó, dixo a las donzellas:
«Señoras, fezistesme gran merced, que me
sacastes acá, que si estuuiera cerca de la
fuente ajma fuera muerto, mas por Dios vos
ruego que me perdonedes el desamor que
comigo auedes por la muerte de mi hermana,
que cierto lo que yo fize fizelo sin mi grado,
e yo me otorgo por hombre sin ventura jDor
ella, mas a fazer me conuenia»; y ellas no
res])ondieron nada, mas fueronle por su ca-
uallo e por sus armas e dierongelo, y el ge lo
grádeselo mucho, y ellas le tornaron a la
fuente; y el adereco su cauallo, e armóse, e
caualgo, e partióse de alli, e y na maldiziendo
a la fuente e quantos la fizieron alli, que
nunca le aconteció auentura de que tan mal-
trecho ni tan vergonv-oso ouiesse quedado.
Assi como vos digo andana Erec pensando
mucho de aquella ventura, e, assi andando,
aquel dia a la noche llego a vn valle, y quedo
ay cerca de vna floresta, e no comió ni beuio
ninguna cosa, e fue mas cuytado que solia
porque oyera dezir su muerte, e auia muy
gran pesar por Merengis que perdiera; ca
si Merengis fuesse en su conpañia, no temia
que otro cauallero lo matasse en armas, pero
pensó tanto que si lo no matassen a traycion,
e lo matassen en armas, que mas seria por
el pleyto de su hermana que no por maldad
que en el ouiesse; ca pocos sabian de caua-
lleria en el rey no de Londres a quien el du-
dasse de caualleria vno por otro. Pero toda-
vía le dezia su coraron e afirmaua que auia
mal andanca de muerte, y que seria por el
pleyto de su hermana; e aquella noche no
durmió poco ni mucho, ante pensó mucho.
Y en esto estando, comentóle el corayon a
llorar tan fuertemente, que las lagrimas le
salian ]3or los ojos. E quando el que nunca
su coracon fue espantado e lloraua, e no sabia
por que, comenco a fazer su oración, e dixo;
«¡Ay sancta Maria, inadre de piedad y de
misericordia, acorredme e no me dexeys tan
ayna morir si os pluguiere por el fecho que
fize de mi hermana!; ¡o Jesu Christo, padre
de piedad, aued merced deste catino hijo de
rey, ca os erre mas que otro pecador, e no
cates a mi pecado, que es tan vil que todos
los angeles del cielo son espantados; mas,
señor, assi como tu eres padre verdadero e
guardador del mundo, tu sey guiador deste
pecador que te llama de buen coracon, e tan
grauemente nunca pecara!; Señor, si como
yo te llamo de cora9on e de limpia voluntad
e conozco verdaderamente que mi pecado me
mata y me confunde, si tu merced no me val,
soy perdido. ¡Señor, aue piedad deste catino
perdido, de qualquier mal andanca que venga
al cuerpo! ¡Ay bendito padre! el alma mez-
quina que nada no erro, mas las malas obras,
Señor, quando se partiere del cuerpo, recí-
bela e aluergala en la tu sancta posada, do-
las buenas alegrias son e las buenas ven-
turas».
Cap. CLXIY. — De como Erec derribo a
Sagramor dos vc/xes.
E Erec, desque fizo su oración, echóse
tendido en cruz contra Oriente, e hizo sus
oraciones, la'í mejores que supo, y estuuo
assi hasta que fue el dia claro, y después
tomo su yelmo y enlazólo, e tomo su escudo
e su lanya, e subió en su cauallo, e fuesse su
camino por la floresta, e aquel dia le auino
224
LIBROS DE CABALLERÍAS
entre prima y tercia que se hallo con Sagra-
nior, (jue venia armado de todas armas e
aparejado para justar si fallasse con quien,
ca auia gran tienpo que no fiziera nada en
armas, e plugole mucho quando vio a Erec
contra si venir, ca no lo conocía, ni Erec a
el, e dixole en altas bozes: «Señor caualle-
ro. a justar vos conuiene coniigo, e guardad-
vos de mi» . E quando Erec vio que Sagra-
mor pedia justa, no la oso recelar, ca ge lo
ternian a villanía. Estonce se dexaron correr
el vno contra el otro, e dieronse los mejores
golpes que nunca pudieron; e Sagra mor que-
bró su lanoa en Erec, «[ue era de mayor
fuerza, como aquel que se tenia por vno de
los caualleros que mas vallan en el reyno
quanto de caualleria; firio a Sagramor por
medio de los pechos, que dio con el amorte-
cido en tierra por las ancas del cauallo, mas
otra cosa no le hizo; después passo adelante,
e no le toco mas. E quando Sagramor recor-
dó y se vio en tierra, ouo muy gran ver-
güenza, y leuantose muy presto e subió en
su cauallo, e fuesse em pos de Erec dando
muy grandes bozes, diziendo: «Tornad, caua-
llero. ca porque me derribastes no me ven-
cistes» . (^Uiando Erec, que se yua, lo vio, no
supo que se hiziesse, que si dexasse la bata-
lla serle ya desonrra, e metió mano a la es-
pada, e torno contra el, e dixole: «Señor ca-
uallero, tuerto me fazeys, que a fuerca me
fazedes conbatirme con vos, e si vos mal vi-
niere no aure ende culpa» . Estonce dexo yr
contra el la espada sacada, e diole atan gran
golpe en la carne, mas tanto le auino bien a
Sagramor, que no fue la herida mortal, e
como la espada era buena y el golpe muy
grande, e fue herido de gran fuerca, assi
que fue ende Sagramor atan mal trecho, que
no se pudo tener en la silla, e ouo de caer en
tierra atan atordido, que no supo sy era de
noche o si de dia, e quando Erec lo vio en
tierra, metió su espada en la vayna, e fuesse
su carrera muy cuytada mas que ante, ca
asmaua en su coracon que este cauallero
podría ser de la Tabla Redonda.
Caí'. CTjXY. — Do romo Erer c Ywnt. rl de la^
hlancas manos se combatieron.
Después que Erec se partió de Sagramor
ansi como vos dixe, no anduuo mucho que
alcanzo a Yuan de las blancas manos, e tanto
que los cauallos se sintieron, comentaron a
relinchar. E Yuan cato em pos si, e tanto que
vio a Erec, conosciolo. que el dia de ante
ge lo mostrara Galuan que armas traya, e
querell<we de la dcsonra a que le ñziera ante
tantos buenes honbres; e Yuan le prome-
tió que le vengaría si lo fallasse, e tanto
que lo vio. menbrose de lo <¡ue prometiera
a Galuan, y pensó si lo cometiessen luego o
después, e todavía le dio el coraron que lo
acometiesse luego, caassi ge lo consejo el dia-
blo e su mala andanza que auia de auer. Y
estonce torno la cabega del cauallo, e dixo:
«Ay Erec, malo e desleal, guarda vos de
mi, ca vos desafio». E quando Erec se oyó
llamar malo e desleal marauillose quien jjo-
dria ser, e dixole assi sonriendo: «Cierto,
don cauallero, yo no so tal qual deuia ser,
mas no so tal qual vos dezides, e si Dios
quisiere, contra vos defenderé mi cuerpo con-
tra deslealtad que en mi no es»; e pues
esto dixo , dexose yr contra el , e dieronse
tales golpes, que los escudos ni las lorigas
no los guardo que se no metiessen los fierros
por los cuerpos de las laucas, e ouieronse de
caer los cauallos en tierra sobre ellos, e fue-
ron tan mal trechos, que bien auian menes-
ter maestros, que no auia tal que no fuesse
mal llagado, e Yuan fue llagado a muerte, y
el otro no fue tan mal llagado, e después
leuantaronse muy ayna, ca eran muy sañu-
dos porque eran mal feridos, e anbos auian
coraron de se vengar, e sacaron después los
fierros de las lanyas, ca tanto estañan encen-
didos que no sentían el mal que tenían; y
después metieron mano a las espadas, e fue-
ron el vno contra el otro como vnos leones,
e dieronse tan grandes golpes, (^ue era mara-
uílla; e anduuieron assi con gran priessa,
que no auia ninguno que no ouiese siete
feridas ante que se partiessen la primera
vez; empero Erec no fue tan mal ferido ni
tan maltrecho como Yuan, ca mucho era me-
jor cauallero, e Yuan passo gran afán en la
Tabla Redonda.
Cap. CLXVI. — I)e como Erec jjregunlo a
Yuan que como auia nombre, e no (jc lo
quiso dezir.
Tanto anduuieron en la primera batalla,
que bien auian menester de holgar, e tiráron-
se vn j)oco afuera por holgar, y estando assi
catando el \no al otro, Eroc, que mucho pre-
ciaua a Y'uan porque lo vía atan esforzado e
atan bueno, pero que no lo conocía, fablo pri-
meramente contra Yuan, porque temía t^ue
podría ser de la Tabla Redonda, ca después
que lo supíesse, que no ha por cosa que con
el se conbatíesse sí íuerQa no ge lo fiziesse
hazer, o dixole: «Señor cauallero, yo me con-
bati con vos gran píe(;a ha. assi que veo que
sodes vno de los buenos caualleros (pie yo vi
LA DEMANDA DEL SANCTO GRL\L
gran tienpo ha, e por la bondad que en vos
Teo. qno no porque vos he miedo, sino quanto
vos a mi. e por esso os ruego, por Dios y por
cortesia , que me digades vuestro nonbre.
que atal podedes ser, que vos doxare esta
batalla e me otorgare por vencido, e otro
podej's ser que tare todo mi' ])odor en vos
vencer, assi como quereys a my fazer». Y es-
tonce respondió Yuan de las blancas manos,
e dixo: «-Esto no podeys saber esta vez de
mi, ca yo vos desamo tan mortalmente, que
vos no descubriré mi nonbre ni pasareys por
al sino matare yo a vos o vos a mi; e sabed
que esta batalla es sin razón, ca todavía
conuiene que muera el vno de nos, e por
ende no me pregunteys mas» . «Señor, dixo
Erec, bien entendido que dezis que desta
batalla no verna ningún bien, empero lo que
vos yo dezia, dezialo por cortesia c por buen
talante, ca no por miedo que vos yo ouiese.
e mostrarvos he yo bien, si Dios quisiere,
antes questa batalla se desparta, lo que yo
se hazer. pues vos quereys que el pleyto
va va fasta la fin» .
Cap. CLXVn. — Como Erec llego a YiKut de
a muerte.
Después desto comentaron otra vez la ba-
talla atan esquiuamente, que no aula ay tal
dellos que no ouiesse perdida mucha sangre.
Y estonce comeneo Yuan a empeorar muy
fieramente, e a perder el í'uelgo, assi que no
ha honbre que lo viesse que no dixesse que
era lo suyo echo, y Erec, tan buen caualle-
ro q\ie su nombre corría cerca e lueñe, e
fuesse para el. e no lo dexo folgar, e diole
muchos golpes e mucho a menudo, e Yuan
haziase afuera, ca no podía endurar. E quan-
do vio que era ya del todo maltrecho, aleo
la espada por lo ferir por cima de la cabeya.
mas no por lo matar, ca por su grado no ma-
tarla a el ni a otro, sy malamente no le
errase; y el golpe fue atan grande e atan
mortal, que Yuan cayo en tierra de rostro,
como aquel que sufriera y endurara fasta la
muerte. E quando Erec lo vio atan mal tre-
cho, que bien cuydo que de ally nunca se
leuantaria, metió su espada en la va^^na con
muy gran pesar porque lo matara, e después
ubaxose contra el, e dixole: «Señor caualle-
ro, yo vos ruego, por Dios e por cortesia, qiie
me digades quien soys, que sabed cierto que
de vuestra muerte me pesa mucho, por la
gran bondad que en vos falle» ; e Yuan, que
estaua en ora de muerte, esforzóse e dixole:
«Ay Erec, sabed que yo soy Yuan el de las
manos blancas, e so conpañero de la Tabla
LIBROS DE 0ABAI.I.EIÍI.1S.— 15
Redonda; e muchas vezes me vistes hazer de
armas». E quando Erec oyó esto, ouo atan
gran pesar que no supo que hazer, e dixo con
muy gran saña: «Cierto, don Y'uan, vos he-
zistes gran villanía porque assi vos encobris-
tes de mi. E vos moristes por ello e yo so
perjurado».
Cap. ('LXYIÍL— /.íe como murió Ytutn el de
las blancas manos.
Pues Erec ouo esto dicho, comenyo a mi-
rar a Yuan, que se estendio con la cuyta de
la muerte, e vio que era muerto, subió en su
cauallo, ca no quería que ninguno lo fallasse
ay, ca si lo suplessen en casa del rey Artur
ternian que aula fecho mal, e no creerían
como fue, e caualgo, e fuesse de alli y metió-
se en la floresta bien con diez feridas o mas,
y eran tan grandes, que otro cauallero de la
menor se ternia por muerto, y Erec el ma-
yor mal que le hazla era la mucha sangre
que le salla, assi que todo honbre que fues-
se em pos del, lo fallarla por el rastro de la
sangre.
Cap, CLXIX. — Como Galuan fallo miierío
a Yuan e fue en pos de Erec e lo ak'an(;o.
Erec, quando se partió donde Yuan esta-
ua muerto, no tardo mucho que auentura tra-
xo ay a Caluan, que andaua buscando auen-
turas, e partióse i;quel dia de Agrauayn su
hermano en vri camino que se partía en dos
carreras, e tanto que llego do la batalla fue-
ra, e vio a Yuan muerto, conosciolo luego, y
descendió a el con muy gran pesar, assi que
cuydo perder el seso, e dixo: «Ay Y'uan,
buen cauallero, ¡que gran daño es perderse
tan buen cauallero! Cierto de vuestra muer-
te tendrán pesar muchos caualleros de la
aviesa Redonda, ca se deuen quexar muy mal,
e los que son ende, bien inieden dezir que
sobre todos erados buen cauallero. Cierto,
pues vos soys muerto e tan poco ha, yo so
aquel que jamas no aure alegría fasta que
os vengue, e bien lo podre fazer según pien-
so, que no va lexos el que os esto fizo». Es-
tonce caualgo en su cauallo, e fuesse em pos
de Erec lo mas ayna que pudo, y entendió
bien que por alli fuera, ca fallo el rastro de
la sangre, e fue muy alegre de aquella auen-
tura, que cuydo que no fueron otros por alli
sino el que mato a Yuan; después cuy tose de
andar quanto pudo, e no anduuo mucho que
fallo a Erec, que yua a pie muy passo, que
yua muy mal trecho, e aula mas menester
de folgar que no batalla.
226
LIBROS 1)E CABALLERÍAS
Cap. CLXX. — Como Galuan no coinetio a
Erecpor raxon que lo vio llagado mal.
Galuan, quando vio a Erec, conociólo lue-
go, pero sabia que era muy leal cauallero e
mu}' bueno, e no podia creer por ninguna
guisa i]ue el ouiesse muerto a Yuan. Y eston-
ce comento a pensar que faria, si lo acomete-
ría, o si lo dexaria para otra vez; e acordó
aquella hora que lo dexasse, ca no hallo ra-
zón buena para que lo acometiesse, enpero
que si supiesse en qual guisa lo matara, que
lo haria de muy buenamente; e tanto que
llego a el, saluolo muy bien, e muy apuesto,
y Erec a el, maguer que [no] lo conoscia,
mas preguntóle quien era. «¿Xo me conoce-
des vos?» dixo Galuan. «Cierto, señor, no»,
dixo Erec. «Pues sabed que yo so Galuan.
sobrino del rey Artur». «En buen hora, dixo
Erec, vos seades bien venido». «¿E quien
vos llago tan mal?» dixo Galuan. «Señor,
dixo Erec, el pecado e la mala andanza, que
confunde muchas vezes al honbre», «Pues
dezid como osacaescio», dixo Galuan. «Yo
vos lo diré, dixo Erec, que no vos mentiré
nada. Sabed que esto me fizo Yuan de las
blancas manos» ; e contogelo todo como
acaesciera; «e bien vos juro, señor, por la fe
que deuo a Dios e a todos los caualleros de la
Tabla Redonda, que si lo 3-0 conosciera como
el conoscio a mi, que ante quisiera que me
diera vna lanzada por el coraron que yo me-
ter mano en el; e ninguno no me deue po-
ner culpa, ca su soberuia e su crueldad lo
fizo». «¿Evos como os sentis?» dixo Galuan.
Erec le dixo: «Sabed que so muy mal ferido
y he perdido tanta sangre que es marauilla,
empero si fuesse en lugar do folgasse e ouies-
se maestro, guarecerla» . «Yo no se como os
sentides, dixo Galuan, mas si vos fuessedes
el sano del mundo y el mas folgado que nun-
ca fuestes, no vos dexaria de desafiar; ca
cierto vos errastes tanto, que no lia auer en
el mundo por qtie vos dexasse de matar, pues
vos matastes a Yuan de las blancas manos; e
por mal cauallero me ternian si yo no vengas-
se al pariente tan carnal; e por ende vos de-
safio, e guardadvos de mi de aqui adelante,
que sabed por cierto que os matare, si puedo
mas que vos» .
Cap. CLXXL — iJe como Erec dezia a Gal-
uan que faxia mal en lo acometer estando
tan mal fierido.
Desque Erec 03-0 lo que Galuan dezia, fue
muy espantado, ca bien cuydaua que le ama-
na Galuan de todo coraron, e de la otra par-
te teníalo por leal cauallero, epor mucho que
le errasse, que no quería meter mano en el,
porque eran ambos de la Tabla Redonda, e
dixole: «¡Ay don Galuan! ¿e que es esto que
dezis? E mienbrevos el juramento de la Ta-
bla Redonda donde somos compañeros, e no
vos escarnezcays ni vos confundays por vn
tal honbre como yo, ca cierto si me mata-
des, sereys perjuro e desleal, e jamas no
auredes honrra si me matays tal qual agora
so. mas desonrra e vergueni.-a vos ende ver-
na, ca yo so llagado e ferido, e tanta sangre
he perdida, que no lie poder en mi mas que
vn cauallero muerto, e no me deueys acome-
ter assi estando». «Y esto que vos dezides no
vos ha pro, dixo Galuan, que conbatir vos
conuiene comigo e a defender vuestro cuer-
po; si no, sabed que vos matare como quier
pueda». «¿Como, señor? dixo Erec, ¿asi lo
queredes fazer?» «Si, por buena fe», dixo
Galuan. «Cierto, dixo Erec, pésame ende
porque so llagado, que si fuesse sano, no osa-
riades acometerme, que yo vos cuydaria bien
vencer. Dios queriendo, mas pues assi es. de-
fenderme qnanto pueda».
Cap. CÍjXXIL — Como Galuan mato el ca-
uallo a Erec por lo matar a el.
Y estonce metió mano ala espada, e dixo:
«Don Galuan, vos me acomete3's a gran
tuerto e a tal hora que xejs que no me puedo
defender de vos, e Dios me aj^ude que ver-
dad tengo, e assi lo fara queriendo el, mas
bien veo que el es contra mi; ca yo seré
muerto en vengan§a de la muerte de mi her-
mana, e Dios sea ende loado». Estonce aco-
mendóse a Xuestro Señor mu\^ humildosa-
mente. Después Galuan le fue a dar vn gol-
pe sobre el j^elmo el mayor que pudo, assi
que Erec fue del golpe tan estordido e vano,
j)cro tuuose en la silla lo mejor que el pudo,
do esto fue a gran afán; ca tanto auia perdi-
do de la sangre, que toda la fuerya auia per-
dido; empero defendióse atan bien, que aque-
lla fuen.-a que auia, que no ha honbre que
supiesse qnanto el que maltrecho estaua q\ie
lo no tuuiesse a la mayor grande marauilla
del mundo. E Galuan, como estaua sano e
rezio, daua los maj'ores golpes que podia por
doquier (pie lo alcangaua, y Erec a el otrosí
de aquel poder que auia, e mostraua toda
aquella fiierya e todo aquel poder que auia,
bien como aquel que veya que su muerte se
le llegaua; y esto le hazia a el defender lo
mas que podia; e fallo Galuan en el atan
gran defensa, que fue marauilla que podía
ser, ca el no era tan biuo ni tanto ligero, ni
lo feria tan a menudo que Erec no lo feria a
el tanto o mas; pero no de tan grandes gol-
LA DÉMAKDA DEL SANCTO GRLVL
2á7
pes como solía, ca muclio fieramente le yua
menguando la fuerca e la sangre, e tanto se
defendió Erec marauillosamente, que no po-
día mas, que estaña es(?allentado de la gran
saña, y estaña ja, como dize el prouerbío,
dos o quito; e Galuan auía muy gran panor
que lo no pudíesse vencer a la cima; e la
verdad dize, assí como la verdadera hj^storia
lo certiñca, que ya Galuan nunca lo vencie-
ra, sino que le mato el cauallo, e cayo Erec
en tierra quando ge lo ono muerto.
Cap. CLXXIII. — De como Galuan mato a
Erec muy malamente e con gran deslealtad.
Asi como Erec se vio en tierra, dixo:
«¡A^^ Galuan! cierto agora os vi vn ramo de
conardia e de gran maldad, pues que me
assí matastes mi cauallo, e agora, desque yo
sea muerto, no podeys dezir que me matas-
tes lealmente e como deuiades, antes me ma-
tastes falsamente, pues al cauallo assi fezis-
tes, mas no me ay cal quanto quier que me
ya venga en esta batalla, que mía es la lion-
rra e vuestra la desonrra». E Galuan se
acuytana mucho quando vio a Erec en tierra;
no hizo sino yrse para el, e diole gran golpe
lie los pechos del cauallo, e dio con el en
tierra, y Erec cayo de rostros, e amortecióse
de la gran cuyta qne ouo, e cayóle la espada
en tierra de la mano y el escudo de la otra
parte. E quando Galuan lo vio assi yacer,
decendio, e cortóle la falda de la loriga, e
metióle la espada por el cuerpo, y Erec se
estendio con la cuyta de la muerte.
Cap. CLXXIY. — Como Erec quedo llagado
a muerte, g se partió Galuan del.
Pues Galuan entendió que lo auía muerto,
fue muy alegre, ca le iDarecio que era ya
bien vengado, e metió su espada en la vayna,
e snl)ío en su cauallo lo mas ayna que pudo,
e fuesse por otro camino, ca no quería que
en ninguna guisa lo supíessen qne auía
muerto a Erec, que bien sabia que si lo su-
píessen qne seria malamente culpado de to-
dos aquellos qne ende oyessen fablar, e dexo
a Erec assi yazer que cuydo que era muerto,
mas no lo era, ante estaña con todo su seso
como primero, mas de la fuerca auia muy
poca, y estaua assí como cayera, mas de
tanto le aniño bien, porque el cuerpo era
ferido e martirizado, tanto tenia el coracon
en su S.üuador, que no podía oluidallo, antes
dexaua todas las otras cosas por se acordar
del; e pidióle merced llorando muy fuerte-
mente,, e dixo assi como mejor pudo: «¡Jesu
Christo, padre poderoso de tan buen talante.
aue merced deste catino que a esta cuyta te
llama! ¡Señor, padre de piedad, a tí agradez-
co esta muerte que me diste tal, ca cierto yo
conozco bien que por mi deslealtad deuia
morir de mas esquina muerte que esta! ¡Se-
ñor guárdame por la tu piedad en este postre-
ro día y en esta mi postrera hora que verna^
que la my alma desconortada se partirá deste
catino cuerpo, e no se por do yra ai fuerte
lugar, sí la tu merced no la torna!»
Cap. CLXXV. — De como Estor y Merengis
fallaron a Erec- que estaua en punto de
muerte.
Ouo pues Erec fecho su oración, comengo
a lorar muy fuerte, como aquel que auia
duda e pauor de su alma, que bien veya que
estaua cerca de la muerte, y el, que estaua
assi llorando, ahevos Estor e Merengis que
auentura los truxo por allí. E quando a Erec
vieron, que yazía de bu$as en el suelo, e su
escudo cerca de sí, e su espada, no lo conos-
cieron, ca auia sus armas cambiadas; enpero
porque cuydaron que era cauallero andante,
quedaron, y dixeron: «¡Ay Dios! ¿e quien po-
dría ser este cauallero?» «Por buena fe, dixo
Merengis, sea quien quier que fuere, buen
cauallero deuia ser, que bien parece en sus
armas que se defendió fasta en la muerte» .
«Jamas no me creays, dixo Estor, si no es al-
guno de los de la Tabla Redonda. E sabed que
muchos buenos hombres auran pesar de su
muerte. E agora descendamos e veamos quien
es; ca mi coraeon me dize que pesar ende nos
verna, e que es alguno de nuestros amigos».
Cap. CLXXVI. — Gomo Estor e Merengis co-
nocieron a Erec, y estaua llagado a muerte. .
Estonce dicieron, e ataron sus cauallos a
los arboles, y Estor se fue para Erec, e finco
los ynojos antel, e quitóle el yelmo lo mas
quedo que pudo. Y Erec no se boluio sino
poco, ca la muerte lo cuytaua, e Merengis se
acerco lo mas que pudo. E assentose, e to-
móle la caber-a, e púsola sobre sus ynojos, e
comengole de alinpiar los ojos, que tenia
llenos de sangre, y el rostro, que tenia ya
demudado con la cuyta, E quando lo cato,
fallólo muy mal llagado, e ouo muy gran
pesar e gran dolor. Y Estor, que todavía lo
catana, dixo a Merengis: «Amigo, ¿que vos
semeja deste cauallero?»; «que aun es bino,
mas pienso que no vera la noche, que es muy
mal llagado, e se verdaderamente que fue
buen cauallero por lo qne veo que sufrió». «E
agora lo preguntad, dixo Estor, quien es, si
lo pudiessemos conoscer».- E Merengis le
228
LIBROS DE caballerías
dixo: «Señor cauallero, ¿quien sodes? Por
Dios, dezidinelo, si podeys». Y Erec, que
bien entendió lo que le preguntauan. dixo,
assi como pudo: «Yo so Erec, fijo del rey
Lac. de la Tabla Redonda, e matóme Galuan
a gran deslealtad, e saludóme e cometióme a
gran soberuia. E sabiendo que ya auia ven-
cido dos caualleros, y estaua ferido e mny
maltrecho, e no me tuno lealtad assi como
deuiera. E conociéndome que era eauaUero
de la Tabla Redonda: mas Dios lo perdone,
que assi lo perdono yo» .
Cap. CLXXVn. — Del únelo que faxianEsior
e Merengifi, de que conocieron a Erec que
estaua llagado.
Merengis, quando esto oyó, dexose caer
sobre el con muy gran pesar, que mas qui-
siera ser muerto aquella hora, ca muy de co-
raron lo queria a Erec, e salió de su seso y
estuuo vna pie^a que no fablo. e quando
acordó, dixo: «¡Ay catino! ¡que daño e que
perdida me a venido; ¡a}'' G-aluan! ¡déte
Dios mal andanza e mala perdida del cuerpo,
que tu has muerto el mejor cauallero que 5^0
nunca vi, y el mas leal. E Dios te de por
ello mal galardón»; e quando Estor vio que
aquel era Erec el cauallero estraño, el que
el nunca mas amara, ouo tamaño pesar, que
pienso ser perdido, e maldixo a Graluan e
todo su linaje, e después dixo con gran pe-
sar, que las lagrimas le sallan por los ojos:
^-Señor Erec, ¿cuydades guarescer?» Y" Erec
fablo, assi como aquel que era de gran cora-
9on, e dixo: «Señor cauallero, ¿e quien soys
vos que assi pregnntays?» «Yo so Estor de
Mares, vuestro conpañero e vuestro leal
amigo, i]ue he gran pesar de vuestra mal
andanza, e jurarla que nujica traerla armas
l*or tal {ue esto no os viniesse. Y este otro
que os sufre en sus ynojos es Merongis, que
os anda buscando assi como yo» ; o quando
Erec oyó que eran sus amigos, dixo: «Ami-
gos, seays bien venidos, ca de vuestra veni-
da so yo pagado, e plazeme que estades a mi
muerte, ca vos soys los honbres del mundo
que yo mas amo; enpcro, ante que muera,
ruegos, assi como amigos e conpañeros, que
me leueys a casa del rey Artur mi cuerpo, y
presentaldo en la Mesa Redonda, do Nuestro
Señor me fizo conpañero, asi como vos sa-
beys. Y pues me pusierdes en mi silla, faga
estonce el rey de mi lo que quisiere, mas no
dexeys por ninguna guisa que no cantedes la
deslealtad que Gíiluan fizo contra mi» . «Des-
to no pensedes dixo Estor, que yo os pro-
meto de vos vengar quanto pueda, e de hazer
quanto desonrra pueda en la corto del rey
Artur, que muchos buenos caualleros fabla
ran ende después de vuestra muerte» .
Cap. CLXXYIIL — Conio murió Erec. c del
duelo que haxian por el Estor e Merengis.
Después desto dixo Erec: «Jesu Christo.
padre de piedad e cumplida de misericordia,
aued merced de mi, e no me juzgues según
mis pecados, mas la vuestra piedad me vala» ;
y pues dixo esto, dezia: «Señores, vosotros
soys mis conpañeros e amigos: ruégeos que
vos os menbreys de mi en oraciones e limos-
nas, ca soy muy pecador. E sin dubda por mi
pecado me vino esta mala andanca» . E des-
que esto vuo dicho, partiosele el anima del
cuerpo. Y Merengis y Estor fizieron muy
gran duelo, e dixo Merengis: «¡ Ay Dios! como
fuera mejor que Graluan el desleal muriesse
esta muerte, que no vos, que eras tan bueno
e tan leal, que vallados en bondad sobre
todos los caualleros que yo nunca vi. Gral-
uan, cauallero malo e desleal, aun ruego a
Dios que me cayays en las manos, que cier-
to, por la tu cabeca no tomarla el auer del
mundo maguer me lo diessen. Dios, señor,
¿como quisistes que tal honbre como este
ouiesse muerte?» Assi estuuieron ambos fa-
ziendo su duelo con el gran pieca, y es-
tando assi, llego Crariete, hermano de Gal-
uan, que ventura lo traxo ay. E quando los
vio, conociólos, e fue espantado del duelo
que les vio fazer. E quando Estor lo vido,
no pudo Estor que no dixesse: «Gariete,
agora podeys ver la gran deslealtad de vues-
tro hermano, que mato agora a este caualle-
ro que era vno de los mejores que eran ou
casa del rey Artur. Y este era Erec, fijo del
rey Lac» . E quando Gariete. que era muy
leal cauallero. 03^0 estas nueuas, vuo ende
gran pesar, c dixo: «¿Quien os lo dixo?» «E.
dixo Estor, quien sabemos que nunca men-
tio el de cosa que dixesse». «Por buena fe.
dixo Gariete, mucho me pesa ende, y espan-
tóme como esto fuera; assi Dios me ayude,
que yo pensaua que mi hermano era vno de
los leales caualleros que auia en la deman-
da, e aun lo pienso, saluo por estas nueuas
queme dezis»; «Assi Dios me ayude, dixo
Estor, sino porque soys compañero, yo faria
todo mi poder en vos e vengarla este caua-
llero, pues a vuestro hermano no hallo». E
Graricte callo, que le pesaua mucho deste
hecho (').
(') El episodio de Erec es nno de los más sentidos
y mejor escritos de la Dfmau.ln.—Krec fue uno de los
primeros héroes cantados por la caballería. Chrétieii
de Tro3'eB escribió acerca de él un poema; Erec, cuja
lecha se refiere á la década de 1 150-60.
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
229
Cap. CLXXIX. - Como nieticron el cuerpo
(fp Erec en andas, para lo leñar a casa del
rey Arinr.
E después clixo Merengis: «Toda honra
"1 noria para Erec; e ¿como podríamos cum-
]»lir lo que Erec nos mando?» «Xo fagamos
otra cosa, dixo Estor, sino guisar andas, y
meter nuestros cauallos en ellas, e yrnos a
pie empos dellos fasta que Dios nos de ende
algún consejo de bestias en que lo leñemos» .
«-E, dixo Estor, bien dezis». E Grariete les
pregunto do lo querian leuar, y Estor dixo:
vEn casa del rey Artur, e contarle la des-
lealtad que vuestro hermano fizo, y en qual
guisa lo mato, que assi nos lo rogo en su
muerte que lo dixessemos». E quando Ga-
riete esto oyó, vuo gran pesar, ca bien en-
tendió que su hermano seria ende escarnido
e pregonado por desleal por todo el miindo,
después que fuesse sabido por la corte; e
lloro por ello mucho. E por el gran pesar
<|ue vuo dello, partióse dellos sin despedi-
miento ninguno.
Cap. CLXXX. — Como Estor e JÍerengis
llegar 071 al castillo con las andas.
Y quando Merengis vio que se yua Cxario-
te, tomo su yelmo y enlazólo, e Estor le dixo:
v.¿Que quereys fazer?» Y el dixo: «Quierome
yr en j>os de aquel cauallero, e vengarme en
el el su pesar, pues que a su hermano no
pudo fallar». «No fareys, dixo Estor, que
oste no tiene culjia en la deslealtad de su
liermano, e bien os digo verdad que le pesa
tanto como a vos, y el es vno de los leales
caualleros que yo se, y el mas cortes; e yo os
ruego que lo dexeys yr en paz» . Y por esto
que Estor le dixo, finco Merengis que no fue
em pos del. E después que ouieron guisado
como leuassen a Erec, pusiéronlo en las an-
das lo mejor e mas apuesto que ellos pudie-
ron, y fueron a pie fasta vn castillo que era
cerca de ay, e allí les dieron cauallos e todo
lo que ouieron menester; e alli guisaron el
cuerpo, de guisa que lo licuarían tan lexos que
quisiessen; edesjnies partiéronse del castillo,
e anduuieron tanto por sus jornadas, que lle-
garon a Camaloc, do era el i-ey Artur triste y
con pesar, e no fazia sino fazer gran duelo. Y
quien estonce fuesse ay, e viesse el gran due-
lo que [fazian] las dueñas e los que aten-
dían sus amigos que fueron en la demanda
del sancto Grial, mucho auia duro coraron e
biuo si no ouíesse duelo dellos. Y al rey acre-
centaiia de dia en día en tan gran pesar, que
bien quisiera ser miierto. E si alguno me
demandasse por que lo hazia, yo le respon-
diera sesrun la verdadera historia lo cuenta.
Cap. CLXXXL — Como el rey Artur //aria
cada dia mirar la Mesa Redonda.
El rej'' Artur, que sin falta tanto amana a
los de la Mesa Redonda como si fuessen sus
hijos, e auia muy gran pesar por que se par-
tían del. E por esto auia gran sabor j)or sa-
ber como los yua, y por esto yrní cada día,
ante que comiesse, a las sillas de la Mesa
Redonda, e contaualos. E quando -aj llegaua,
el veya en las letras si era biuo el señor de-
11a; ca si era bino fallaua ?íj su nombre, e
si era muerto, no hallauan ay letra ninguna;
e sin duda la Mesa Redonda era tan maraui-
llosa, que, en qualquier lugar, quando algu-
no cerca o lexos moría, luego se quitauan
ende las letras. Y esto fue prouado por mu-
chos buenos cauallei'os.
Cap. CLXXXII. — Gonio supo el rey Artur
(pie era muerto el rey Vandemagus.
Assi como os digo supo el rey Artur la
verdad de cada vno de los que eran muertos
de la Mesa Redonda y el dia mismo que mo-
ría cada vno. Y otrosí fazian otros muchos
hombres buenos, que bien andauan ay tanto,
que no auia a y atal dellos que no auia ay
algún ¡ja rí ente. Y por ende fazian cada se-
mana muy gran duelo, que pocas semanas
auia que no muriessen vno o dos. E el rey
auia gran pesar de Yuan el bastardo y de
Yuan de Cinel, q\ie su hermana viniera e lo
contara en la corte ante quantos ricos hon-
bres ay eran, como Galuan lo dexara matar
en el castillo; e como mato a Patrides, sobri-
no del rey Yandemagus, e que bien supiera
quando lo matara que era conpañero de la
^[esa Re/londa. Y el rey auia tan gran pesar
destas nueuas, que no podía mayor, e dixo a
la donzella: «Sí es assi como dezis, el mere-
ce ser descabeoado, e perder la silla de la
]\[esa Redonda»; e assi lo juzgaron todos los
buenos que ay estañan. Y el rey vno gran
duelo y pesar de la muerte del rey Vande-
magus. e fvie sabido por toda la corte; e ouie-
ron todos tan gran pesar por la muerte del
rey Yandemagus, que por dos días no fue
mesa puesta ante cauallero; e dezían todos
que este era daño muy grande, e malde-
zian a Galuan por que fue empejada esta
demanda: e mucho ouieron gran pesar de
la muerte del rey Yandemagus el rey e to-
dos los otros. ]\[as quando fue sabido que
era muerto Erec, el fijo del rey Lac, ay se
comencé el duelo mayor que antes; y el pe-
sar y el duelo que las dueñas e los caualle-
ros fazian por toda Camaloc, que no podía
hombre oyr el trueno por grande que fuesse,
ca por el gemían cuerdos e locos, viejos e
230
LIBROS DE caballerías
mancebos. E sabed que su muerte fue sabida
en Camaloc cinco dias ante que lo truxessen.
E quando el llego, era ya parte del duelo
de:sado.
Cap. CLXXXIIL — Como llegaron los dos ca-
nnllcros a casa del Artur con el cuerpo de Erec.
Xn dia de lunes llegaron los dos caualle-
ros a Camaloc que trayan el cuerpo de Erec,
y yuan con tan gran pesar e tan tristes por
1 a villa . que no lia hombre que los viesse que
aio ouiesse pesar dellos. E quando vinieron
al palacio do era la Mesa Redonda, descen-
dieron las andas, e tomaron el cuerpo de
Erec ante sus bracos gemiendo muy fuerte-
mente so los yelmos, e dezian: «¡Ay buen
cauallero. que perdida e pesar es de vuestra
muerte!» E truxeronlo en la silla, e dixeron
con coraQon triste: «¡Ay señor, e que pesar
por que no soys tan sano como ya otra vez es-
tuuistes, que todo el reyno de Londres valia
mas por vos!» Y el rey Artur e los otros ca-
ualleros que aj eran, quando esto oyeron,
fueronse para alia por ver que querían fazer,
y ellos no conocieron a Estor, por las armas
que auia trocado. E a Merengis no lo podían
conocer, que nunca lo vieron. E a Erec no
lo conocían . porque tenía rostro tinto de la
sangre. Y el rey j)regunto a Estor: «Dezíd,
amigo, ¿por que pusistes este cauallero muer-
to en la silla?» «Señor, dixo Estor, el nos lo
rogo a su muerte que lo truxessemos aquí, e
que lo assentassemos en la silla, e que nos
querellassemos a vos, ca el no vos lo podría
dezír, de Caluan vuestro sobrino, que a des-
lealtad y aleueraente lo mato, e contaros he-
mos en qual guisa, ca en otra manera no
cunpliremos bien lo que el nos mando» . Es-
tonce conmcngo su razón ante el rey e ante
todos los caualleros que eran ay assonados,
como Galuan acometiera a Erec, e que se
auia combatido con dos caualleros, e como le
matara estando herido, auiendole saluda-
do, e diziendole que era Erec, e pidiéndole
merced.
Cap. CLXXXIA". - Como el rey Artur e sus
caualleros ouieron gran pesar por la muer-
te de Erec.
Y quando aquellos que ay estauan a oyr
este cuento y entendieron que aquel era Erec,
hijo del rey Lac, e de tan luengas tierras se
fiziera ay traer, estonce se comencaron vn
duelo tan grande, como si todos sus amigos
tuuíessen muertos ante sí. Y Merengís, que
auia gran pesar que no podía ser mayor, dí-
xoles: «-Señores, el no pudo venir bíuo para
se os querellar, e hizose traer muerto para
se os quexar ; e agora fazed lo que deuedes
fazer a fijo de rey «pie aleue fue muerto». Y
el rey, a quien pesaua tanto como sí fuesse
su hijo, respondió, e dixo : cAIaldíta sea la
ora en que Graluan fue cauallero. porque tra-
baja en fazer tantas e tales deslealtades, y
el confonde a si c a todo su linage, y sera por
ende escarnido y retraydo; y sí assi es, deue
perder por ende la silla de la ilesa Redonda» .
Y muy grande fue el duelo que todos fizíe-
ron por Erec. Y Merengís dixo al rey: «Xo
es esta la primera deslealtad que vuestro so-
brino Galuan ñzo, ca en esta demanda ha
muerto dos caualleros por quien no deue
honbre fazer menos duelo que por Erec» . «¿E
quales?» dixo el rey. E ]\Ierengís dixo: «A
Yandemagus se yo verdaderamente que lo
mato vuestro sobrino Galuan , y esta muerte
vengara yo si no por Erec, que sobreuino e
me partió ende. E mato a Patrídes, sobrino
del rey A'andemagus» . «¡Maldita sea la hora
que ay fue Erec, dixo el rey, que no lo ma-
tastes, pues tantas maldades faze!» Y el rey
hizo tomar a Erec como a fijo de rey e buen
cauallero como era, e fizólo meter en vna rica
sepoltura, en la yglesía de santo Esteuan,
do los otros sus conpañeros metían. Mucho
fue ijlañído de caualleros e dueñas ; e aquel
dia no fallariades honbre ni muger en toda
la ciudad de Camaloc que no fuesse triste.
Y el rey, que era de mayor corar.on que hon-
bre de su corte, hazia tan gran duelo, que era
marauílla , quando vio meter a Erec en el
monumento.
Cap. CLXXXV. — Como el rey preguntaua
por nueuns a los dos caualleros.
E quando Erec fue soterrado , y el rey se
torno a su palacio e conoscío a Estor, fizólo
desarmar y abracólo muchas vezes, e díxole:
«Fazeros ya buen acogimiento, mas la muer-
te destos caualleros buenos me quita toda ale-
gría y todo mi plazer, empero ruégeos que si
algunas nueuas sabeys de Lan9arote y de
Galaz y de vuestro linaje, que me lo digays».
«Señor, dixo Estor. yo pienso que mi her-
mano es alegre, e Galaz, e todo nuestro lina-
je» . «¿E como han hecho en esta demanda?-
dixo el rey. «Señor, muchas auenturas ba-
ilaron a que no dieron cabo, que no plaze a
Xuestro Señor, pero no quedo por no ser ellos
buenos caualleros, assi como vos sabeys».
«Cierto, dixo el rey, yo se muy bien que son
muy buenos caualleros. E si alguno ha de ha-
zer bien en esta demanda, ellos han de ser
los mejores, ca de caualleria ningún linage no
se yguala con ellos. Mas de Galaz, que cum-
plió la silla peligrosa, ¿que me dezis?» «Cier-
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
231
to. señor, dixo Estor, el es mejor cíuiallero
que en todo el mundo aya, e yo vi tanto dol,
que yo se verdaderamente que por bondad
de caualleria no ([uedara que no de cima a
todas las auentnras del reyno de Londres».
<.<Dios sea en su ayude, dixo el rey, ca cierto
a mi plazeria mucho , Dios queriendo , que
yo lo viesse on mi casa como yo lo vi otra
vez. E a mi sobrino Gariete ¿visteslo vos tien-
po ha?» «Cierto, dixo Estor, con nos estuuo
quando Erec murió. Y estonce se partió de
nos, e vuo gran pesar de su muerte» . «Cier-
to, dixo el i-ey, esto se yo que le pesarla de
toda deslealtad, ca yo se bien que este es el
mas leal cauallero que ay en mi linaje»; e
pregunto a Estor que quien era aquel caua-
llero que venia con el, y Estor dixo: «Es vn
cauallero (|ue ftüle por auentura en esta de-
manda, e aconpañamosnos anbos en vno, y
es muy buen cauallero, e ardit a marauilla;
mas nunca pudo saber de quales es, ni quien
fue su padre ni s\i madre, y dixeronle que
sabria la verdad en vuestra casa; e por esta
razón es venido al reyno de Londres» . «Por
Dios, marauillas me dezis, de ser el tan buen
cauallero como vos dezis, e no saber de qual
linage es» . «Assi es como yo os digo» , dixo
Estor. «¿E do biuia, dixo el rey, ante que
en esta tierra viniesse?» «En Cornualla, dixo
Estor, y no ay dos años (|ue lo tizieron caua-
llero». «¿Y i|ueria con nos quedar?» dixo el
rey. Y Estor dixo: «Bien pienso que si, a lo
menos fasta que sepa la verdad de su linaje,
que aqui lo ha de saber según a el dixeron» .
«E vos, ¿fincaredes comigo, dixo el rey, pues
i[ue nuestro linage es assi como perdido?» Y
Estor dixo: «Fallecería la jura que fize».
«Aunque la falleciessedes vn poco, deuiades
(juedar por mi ruego». «Señor, dixo Estor,
en al fazia yo por vuestro ruego, mas de que-
dar aqui por tal razón no lo podria fazer por
cosa del mundo, ca seria perjurado».
Cap. CLXXXVI. — Como Merengis gano la
Ito7ira de la Mesa Redolida.
Y quando el rey esto oyó, no quiso mas tra-
uar con el: ca entendió que no le auia pro.
Y estonces se torno a Merengis, e dixole:
«¿Soys de Cornualla?» «Si», dixo el. Y el
rey le dixo: «¿A^inistes por íñuir con nos?»
«Señor, dixo el, yo biuire con vos fasta que
Dios me conseje de aquello por que aqui
vine». «Vos seays bien venido, dixo el rey.
Sabed que de vuestra venida me plaze mu-
cho. E aqui fallareys quien os faga honra e
todo plazer, e serán alegres con vos; mas no
nos reutedes si no vos fazemos tan fermoso
continente como deuriamos. ca sabed que
no podemos, tanto andamos tristes e desma-
yados por estas malas andan9as que nos vie-
nen». E Merengis ge lo gradéelo mucho lo
que dezia, y dixole: «Señor, si vos auedes
tristeza o pesar, no es marauilla; ca, por las
buenas cauallerias que vos auiades, era vues-
tra tierra temida e dudada fasta aqui, y era
nonbrada por todo el mundo». Estonce loo
mucho Estor a Merengis de bondad de armas,
e dezia mucho bien del a quantos le pregun-
tauan aquel dia. Y rogaron a Estor el rey e
la reyna que ñncasse con ellos algunos dias.
E otro dia, a hora de medio dia, quando el
rey venia de missa, assentoso en su palacio
e vino ante el vno de los clérigos ipie auia
de escriuir el libro de las cauallerias de los
caualleros andantes, e finco los ynojos ante
el rey, e dixole: «Señor, si vos quisierdes,
yo vos mostrare vna cosa con que os plaze-
ra». «Pues mostrádmela», dixo el rey. «Se-
ñor, dixo el, pues creednos»; e fueronse am-
bos a la Mesa Redonda, y en la silla que solia
ser de Erec, fallaron letras nueuas, que de-
zian: «Aquí deue ser Merengis de Norgales-».
E quando el rey vio las letras e las leyó,
llamo a Estor e a otros muchos caualleros, e
mostrogelas. e dixole: «¿Que os parece desta
auentura» . Y Estor, que mucho amaua a Me-
rengis, fue muy alegre desta auentura; fablo
primero, e dixo: «Pareceme que ha ganado
la honra de la Mesa Redonda este mi conpa-
ñero; ca estas letras vos lo muestran»; e el
rey dixo: «¡Jesu Christo sea loado porque tan
presto puso consejo en la Mesa Redonda de
tal honbre como es este!» Estonce comen90
a fazer mejor continente que ante, e fue a
Merengis, e tomólo por la mano, e dixole:
«Amigo, bien seays venido, e si nos no vos
conocemos, conoceos Dios, que vos faze mu-
cho bien, e podej^slo ver por la silla de la
Mesa Redonda que el uos ama, pues vos la
otorga, e otrosí nos todos os la otorgamos por
el. E Nuestro Señor quiera por su piedad,
que vos seades tan buen hombre como aquel
cuya era» . Y el dixo que assi lo mandasse
Dios; y estonce se fue assentar en la silla
que fue de Erec. E todos lo tuuieron por bien
e fizieron grande alegría por el palacio, mas
no tan grande como la fizieran si no tuuies-
sen la cuyta que tenían.
Cap. CLXXXVII. — De como Merengis supo
cuyo hijo era e de qual linage venia.
Aquel dia mismo que Merengis vuo la
silla de la Tabla Redonda, vino que llegaron
dos caualleros armados: el vno de armas
blancas, y el otro de armas prietas. Y era el
vno Claudin, hijo del rey Claudes; e gran
232
LIBROS DE CABALLERÍAS
pie^a antes que Estor viniesse a la corte, vi-
nieron aquellos, mas fueron comen9adas mu-
chas cosas, por que tardaron mas que quisie-
ran. Y quando llegaron, descendieron y en-
traron en el palacio assi armados como esta-
ñan. Y quando fueron ante el rey, saludá-
ronlo, eotrosi a todos los caualleros; e después
preguntaron si era ay Merengis. Y' el rey
dixo: «Que si, e vedeslo alli do esta, mas
hazedvos desarmar». Y' después que se des-
armaron, sacaron vnas letras que traya en
su seno, e diogelas a ]\rerengis, e dixole:
«Estas os embia A'na emparedada que yo falle
lexos de aqui no ha gran tienpo. E aquella
dueña es tia de Personal, e dixo que esta
carta vos haria cierto de las cosas del mundo
que mas desseays saber: ca sabreys de vues-
tro linage quien es» . E quando Xerengis ovo
estas nueuas, fue tan alegre, que era mara-
uilla. e tomo las letras, e dixo: «Señor, vos
me fezistes atan grande amor, que yo no os
podria gualardonar, mas Dios me traya a
tienpo que vos lo sirua». Entonce tomo las
letras, e guardólas, ca no las quiso leer ante
aquellos buenos hombres que ay eran. Y el
rey pregunto a Claudin donde era. E Clau-
din lo dixo todo. E al [rey] le plugo mucho
aquello, ca mucho lo preciaua de bondades de
caualleria, según lo auia dicho, e liizole mu-
cha honra a el y al cauallero de las armas
blancas: e pregunto a Claudin como se par-
tiera del reyno de Gaunes, y el dixo toda la
verdad, assi como el cuento lo ha contado.
Cap. CLXXXYin.- Como Clmidia e Artiir
el pequeño ganm'on la honra de la Mesa
Bcdonda.
Ellos estando e liaziendo assi su alegría e
su fiesta por honrra de los caualleros estra-
ños, vna donzella, que era bien letrada, vino
ante el rey a hora de bisperas, e dixole:
«^Señor, la silla de Y''uan de las blancas manos
las letras son aj* nueuas en ella, y pienso
que las sillas han cobrado señores»; y el rey
fue muy mucho alegre destas nueuas, e fues-
se para alia, e hallo en la silla del rey Van/-
demagus el nombre de Claudin; y en la silla
de Yuan de las blancas manos hallaron el
nombre de Artur el pequeño; y este era el
cauallero de las armas blancas. E sabed que
era hijo del rey Artur. assi como yo os diré;
en otra guisa no lo podriades entender.
Cap. CLXXXIX. — Como el rey Artur se
echo con la donzella a la fuente.
Yerdad fue, y la verdadera historia lo
cuenta, que el rey Artur fue a car-ar a la flo-
resta de Broche poco tienpo después que la
reyna Grinebra hallo a Langarote con la hija
del rey Palas. E aquel dia que el cayana,,
auinole assi que perdió el toda su compaña
y el venado en pos de que yua. Y assi an-
dando por la floresta a vna parte y a otra,
assi le aniño lo que no acaesce muchas vezes
en floresta. Y el andando como vos digo,
acaescio que la ventura lo lleno a vna fuente
que estaña cerca de vna vega. E aquella
fuente era uwij hermosa: e hallo vna don-
zella muy houvradamente vestida, que pen-
só verdaderamente que ei'a la hada, porque
estaña assi sola, e apeóse, e ato su cauallo a
vn árbol, e deciño su espada, e púsola sobre
la yerna, e vn arco que traya, y sus saetas,
que no traya mas armas. Y después fuesse
para la donzella, e saludóla, y ella leuantose
a el, e saludólo muy apuesto. Y^el assentose
cabella, e comencaron de fablar en vno, y
fallóla el rey atan cuerda e tan sossegada y
enseñada en su fablar, que era marauilla; e
fue tan pagado della, que dormio con ella
por tuerca. Y" ella, que era niña, que no sa-
bia de tal cosa, comenoose a quexar e a llo-
rar mientra que dormio con ella; mas no le
vuo cura, y fizo con ella lo que quiso, e vuo
en ella vn fijo, que le dixeron Artur el pe-
queño. Y" desque vuo fecho con ella su plazer,
quísola leñar consigo, y ellos que estañan
assi, llego vn cauallero de buena edad, que
salia de la floresta assi desarmado como el
rey. E sabed que era padre de aquella don-
zella, y quando llego, e vio su fija tan fer-
mosa que estaña muy llorosa, tuno en su co-
rayon que auia dormido el cauallero con ella
por fueroa, e descendió de su cauallo, e metió
mano a la espada, e dixo a su fija: «Tu me
dirás por que lloras, si no, yo te quitare la
cabeca». E quando ella esto oyó, vuo pauor
de la muerte, y dixole como- el cauallero dor-
miera con ella por f aerea. Y el padre, quan-
do esto oyó, tenia gran pesar, e comenyo de
mirar al rey, e quando lo vuo bien mirado,
pensó que seria el rey Artur, mas no lo sabia
bien, porque dubdaua si era assi, e dixo:
«Assi Dios os saine, cauallero, que me digays
quien soys». «Assi Dios me ayude, dixo el
rey, nunca por miedo negué mi nonbre, ni
agora fare. Sabed que yo soy el rey Artur» .
«Assi Dios me ayude, dixo el cauallero, pe-
same ende, ca, si otro fuessedes, yo vengarla
mi deshonra; mas de vos seria yo traydor,
que soys mi señor; mas tanto os ruego que
me perdonedes, que jamas os amare, que me
desonrrastes e fezistes villania, pues foryas-
tes mi fija» . Y^ el rej^, que bien conocía que
errara, dixo: «Yo lo quiero emendar a toda
vuestra voluntad como vos mandardes, e
quiero casar vuestra hija de buena voluntad
LA DEMANDA DEL SANCTO ÜRÍAL
233
con vno de los mejores caualleros de mi casa
e de mejor guisa». «Esto no quiero yo agora,
dixo el cauallero, e direos por que: Porque
dor mistes con mi fija. E por ventura es pre-
ñada de vos. E si otro casasse coii ella, aun-
que el hijo fuesse vuestro, no lo creeriades
vos ni ninguno. Y por ende lo quiero guar-
dar fasta que vea que sera della. Y si no
f\iere preñada, fare della lo que entienda
que es mas mi pro e suya» . Y" con esto par-
tióse el rey de su cauallero, e fue a buscar
BU compaña, fasta que la fallo.
Cap. CXC. — Como el padre lleuo su hija
preñada e paria vn hijo.
El cauallero tomo su fija, y licuóla e fizo-
la guardar muj^ bien. Y quando vio que era
preñada, fue ende muy pagado, y fuelo de-
zir al rey en poridad; j plugole mucho al
rey. E quando vio que era sazón de parir,
fuesse para el rej^, e dixole: «Señor, ¿como
quereys que aya nombre mi nieto e vuestro
fijo?» Y el TQj dixo: «Si fuere muger, digan-
le Grinebra, e si es varón, diganle Artur el
pequeño, en remcnbranca de mi, que soy
Artur de gran poder. Y esto es porque des-
pués de mi no verna ningún Artur de mi po-
der que no deua ser llamado Artur el peque-
ño». Con tanto se fue el cauallero, e quando
parió su fija, páreselo fijo, e púsole nonbre
como el rey mando. Y" el cauallero auia vn
fijo muy buen cauallero de armas, e auia
nonbre Dañor. E tenia por mujer vna due-
ña muy fermosa, e tanto de buen donayre,
que era marauilla; y enamoróse el suegro
della tanto, que queria morir por ella. E
quando vido que no podia auer su amor della,
mato su fijo vna noche dormiendo con ella.
E vuo de dormir con ella por fuerza, que no
osaua ella al fazer, por temor que no la ma-
tasse. Y sabed i{ue esto fue el dia que Artur
el pequeño fue baptizado. Y quando la ma-
flre de Artur el pequeño supo como su padre
matara a su hermano della, no lo pudo ca-
llar, e dixole: «Cierto, padre, muy mal fe-
zistes en matar a mi hermano, e yo os fare
})or ende destruyr y escarnecer mu}' presto» .
Y el vuo miedo desta amenaza, que bien sa-
bia que el rey Artur la preciaua tanto, que
haria lo que le rogasse; y mas veya bien que
merecia muerte. Y estonce dixo: «Fija, no
me faras morir, ca yo matare ante a ti».
Estonce saco la espada, e cortóle la cabeca,
alli do estaua cerca de su fijo que auia pari-
do. E comenco de mirar al niño, que estaua
enbuelto en vn paño de seda, e dixo entre si:
«Conuiene que tu mueras, pues que murió
tu tio e tu madre, que si yo te dexasse biuir,
no podria ser que quando tu fuesses grande
que no supiesses como yo mate a tu tio e a
tu madre; ca no podria ser que tal deslealtad
no sea sabida, e matarme has, e no auria ay
al. E por ende conuiene que te mate, o te
lieue a algún lugar do te pierdas e no pa-
rezcas». Y estonces tomo el niño, e leuolo a
vn monte esquino do auia vn lago, e dexolo
a ribera de vn agua , que lo comiessen bestias
fieras. Mas Nuestro Señor, a quien no escaes-
ce, embio alli aquella dueña donde os ya
fable, que lo lleuo de alli e lo crio hasta que
fue grande, e vino a tienpo fasta que lo fizo
cauallero la dueña sin falta. X quando el ca-
uallero vio que auia fecho tan gran desleal-
tad, pensó que si mas estuuiesse en la tierra,
e lo supiesse el rey Artur, que lo faria jus-
ticiar, e vuo ende gran pesar del niño a ma-
rauilla; y mandólo buscar, mas no supo ende
nada, saluo que Morgayna enbio dezir al
rey Artur: «Rey, tu fijo Artur el pequeño es
biuo e sano, e verna a tu corte el primero
año que la demanda del sancto Grrial sera
comeuQada» . Y esto conforto muy mucho al
rey Artur. E agora os he dicho como Artur
el pequeño fue su hijo, según la historia lo
deuisa.
Cap. CXCI. — Como el rey Arlar .supo por
cierto que Artur el pequeño era su hijo.
Artur, quando vio las letras de la silla,
que dezian el nonbre de Artur su fijo, fizóse
afuera vn poco, espantado con el alegría que
ende vuo; ca luego le dio el coraron que era
su fijo. Pero no quiso que otro lo supiesse
fueras el, e después que pensó en esto vna
gran piega, dixo a los otros: «¿Que os seme-
ja?» ; e ellos dixeron: «Nos vimos bien que
Claudin ha ganado esta silla, mas de Artur
el pequeño nos no sabemos nada»; y el rey
dixo: «Y"o bien pienso que este otro caualle-
ro es». Estonce pregunto al cauallero: «Ami-
go, ¿soys vos Artur el pequeño?» Y el dixo:
«Señores, yo soy cauallero, e bien os digo que
no se quien me soy, ni de qual lugar, ni
como he nonbre». Y ellos se marauillaron
mucho, e dixeron al rey: «Señor, ¿quedezis
vos ay? ca a nos no parece que deuamos otor-
gar la silla fasta que sepamos mas de su fa-
zienda» . «Yo os diré, dixo el rej', lo que ay
fagamos; no ge la demos ni ge la quitemos,
e yo embiare a vn lugar si es este» . E a esto
se otorgaron todos. E Artur el pequeño que-
do ay, y el rey enbio vn mensajero a Mor-
gayna su hermana, que le embiasse dezir y
fazer cierto de aquel cauallero. que no podia
saber nada. Ella dixo: «Amigo, este es sin
duda Artur el pequeño; e dezid a mi hermar
234
LIBROS DE caballerías
no que como el padre desconoció al fijo, assi
el fijo desconoce al padre >. E con tanto se
partió jMorgayna de la reyna, y el mensaje-
ro de ]\Iorgayua tornóse al rey, e contole lo
que Morgayna le dixera. Estonce supo por
cierta cosa <|ue aquel era su fijo, e tomólo
por la mano, e assentolo en la silla de la
Mesa Redonda por otorgamiento de todos los
otros. E otrosi fizo a Claudin.
Cap. CXCII. — Como Artur el pequeño .supo
inieua quel rey Arhir era su padre.
Y otro dia de mañana, dixo Artur el pe-
queño: «Señor, pues mi nonbre me fezistes
cierto, ruégeos que me deys consejo a vna
cosa que os demandare». Y el rey dixo: <^¿(^>ue
cosa es?» Y el dixo: «Señor, que me digays
quien es mi linage, que no ay cosa en el
mundo que tanto desseo de saber» . «Vos lo
Babreys, dixo el rey, antes que de aqui par-
tays». Estonce lo lleno a su cámara en pori-
dad. e dixole: «¿Eres tu cauallero?» «Señor
si, dixo, a la merced de Dios». Agora quiero
que me jures sobre los santos eYangelios,
como leal cauallero, que tu me tengas pori-
dad en esto que yo te diré, e que no lo des-
cubras a honbre ni a muger fasta en la muer-
te»; y el finco los ynojos, e tendió las manos
contra vna capilla, e juro como el rey le
mando; y el rey aleólo de tierra, e dixo:
«Agora te diré lo que preguntas; sepas ver-
daderamente que 3'0 soy tu padre, y fizete
en vna donzella fermosa tanto tienpo ha» ; e
contogelo todo assi como la verdadera histo-
ria lo ha deuisado; después que le dixera
todo como le auiniera, dixole: «Tu has non-
bre como yo: Artur, mas empero no quiero
que sepan que tu eres mi fijo, y no te amare
yo por esso menos; y esto hago yo portpie no
sepa el pueblo mi pecado; pues que Dios me
escogió en ponerme en tan grande alteza,
por ende deuo encobrir mi fazienda (^)». X
quando Artur el pequeño oyó esto, fue muy
alegre, y dixo: «Señor, sabed que en toda
mi vida esto no sera descubierto; mas digoos
que estas nueuas tienen mi coraron en tan
gran esfuerzo, que ante queria ser muerto
que no ser mejor cauallero que mis conpañe-
ros de caualleria; y no ay cosa en el mun-
do por que ante p\iedo yo ganar lionra e bon-
ilad que por estas nueuas; ca el gran linage
donde yo vengo, me fara cobrar quanto mi
coraron me acometiere, o moriré»; y finco
(') En Amadix de Gaula (lib III, c. 4 °) el rey Li-
puarte tiene también un hijo (Norandel) en la infan-
ta Celinda.
los ynojos ante su padre, y dixo llorando:
«Señor, de oy mas quiero parescer cauallero,
pues me rescebistes por fijo»; y el rey alQO
la mano, e bendixolo y dixo: «Fijo, Dios te
faga tal qual yo queria; mas ruégete por Dios
e por guarda de tu cuerpo, que tu no buel-
uas pelea por ninguna cosa con el linage del
rey Tan de Bonoyt, que son muy buenos ca-
ualleros. E si por ventura matasses alguno
dellos, e te matassen, yo puniría por te ven-
gar. Mas no podria a ello dar cabo sin daño
de mi cuerpo; ca ellos son hiuy buenos caua-
lleros a marauilla» ; y el prometió que lo fa-
ria, mas mintió, que después mato a Brio-
beris, hermano de Lanoarote, e fue gran
daño de su linage de su muerte, ca era muy
buen cauallero. E Artur el pequeño buen
cauallero e muy esfor9ado, e sabed que pare-
cia bien a su padre, e bien fue tan rezio e
tan bueno de armas como el.
Cap. CXCIIL— X>e como Claudin demando a
Artur si era cierto de lo que le demandaua.
Después (jue esto ouieron Jiablado, torná-
ronse al palacio, y Claudin pregunto a Ar-
tur el pequeño: «Soys cierto de lo que de-,
mandáuades?» Y el dixo: «Yo supe agora
tanto, por que valdré mas todos los dias que
bina». E Merengis le dixo: «Seraejame que
mucho os loays desta corte» . «Cierto, dixo
Artur, tanto que lo queria auer por saber
por la mejor ciudad de Londres, e no que-
ria ser por venir aqui» . «Por buena fe, dixo
Merengis, esso mismo os digo de mi, que yo
soy cierto de lo que mas desseaua en el mun-
do saber, que era saber de mi linage, e fizó-
me ende cierto la carta que me dio Claudin.
E bendita sea esta casa, que nunca ay vino
honbre desaconsejado que aqui no ouiesse
consejo». Y en la carta que le dio Claudin
dezia como era hijo del rey Mares e de su
sobrina, e de como la matara, e como colga-
ra a el del árbol. Y dezialo todo assi como
el cuento lo ha deuisado; e vuo ende muy
gran pesar quando fallo en la carta como el
rey INIares mato a su madre, y en aquella
ventura estaña quando lo hallo el montañe-
ro colgado del árbol; e dezialo todo, e hizo
hazer vna caxeta de plata en que truxesse
aquella carta, para traerla todavía consigo.
Y cada que la viesse, que se menbrasse del
pecado en que nasciera, y por qual auentura
guareciera, e que se emendasse por ende con-
tra Dios e contra el mundo; e que seria por
ay mas sin soberuia e mas humildoso. E por
esta razón traya la carta que de su nasci-
miento era escripta.
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
235
Cap. CXCIV. — Como el rejj Arlur supo
como eran reynte e vn cdualleros miicrtoa
en la demanda.
Moraron siete días estos tres caualleros en
casa flol rey Artur, por honra de la Mesa
Redonda que Dios les auia dado. E Mercn-
gis rogo tanto, que pues fincara ay siete dias.
por íimor suyo que ñncasse fasta el ochauo
y que se yrian en vno, y el ge lo otor-
go. Y a los ocho dias, el rey ñzo mirar las
sillas de la Mesa Redonda, por ver quantos
caualleros eran dellos muertos desde que se
comenr-ara la demanda; e los que lo auian a
mirar dixeron: «Señor, .xxi. caualleros ay
muertos». «¿E quales son?» dixo el rey. Y
ellos dixeron que Yuan el bastardo, e Yuan
de las manos blancas, e Yuan de Cinel, e Ca-
lauagan, e Patridcs, e Osaras, e Didonax su
hermano, y Pellos el fuerte. Y estos tres ma-
to Galuan e Morderec su hermano. Agre-
cuayn, e después destos hallaron que eran
muertos Eraman de Camaloc, e Lnces, e To-
nadal. Y"" estos tres eran hermanos, e eran
de Camaloc, y eran fijos de vn infante; y
después fallaron que eran muertos Bridón,
Soladon e Malidon, estos eran primos cor-
manos, y eran los mas lor-anos de toda la
corte; e fallaron que eran muertos Loe, e
Lota el pequeño, Cormori el grande e Ansa-
lui el 2:)obre, y Bator. Estos fueron muertos
en la demanda del sancto Grial. Mas no os
diré mas agora, ca deuisado lo ha el cuento
como murieron, e los otros falle en francés
e no lo escreui en castellano. Mas fabla la
gran historia de Clain de quanto yo cuento.
E quando el rey oyó que tantos eran muer-
tos, abaxo la cabeca, e dixo alto, que todos
lo oyeron: «¡O Galuan! ¡maldito tu seas, que
todos estos honbres buenos son muertos por
ti. e no ha tan rica corte de tan ricos caua-
lleros ni tales que no se tuuiesse por honra-
da!; y tu has fecho tan gran daño, que en
esta corte no auenga por que nunca auengas
ante», dixo el rey a Galuan, que mucho le
pesaua de la muerte de aquellos caualleros.
Y esta noche dixeron de Artur el pequeño e
de Merengis; e otro dia de mañana querían
[ir] en la demanda, e despidiéronse de la
reyna, e de las dueñas e donzeilas; e la rey-
na fablo mucho aquella semana con Estor, Y
diole vn anillo que diesse a Lanc.-arote, que
tanto que viesse el anillo que se viniesse
para ella; y el dixo que lo faria, tanto que lo
fallasse. E otro dia de mañana se partieron
todos quatro compañeros de la casa del rey
Artur, y el rey fue con ellos fasta en la
siesta, e después acomendólos a Dios, e tor-
nóse, y ellos entraron en la floresta por
buscar las auenturas, assi como caualleros
andantes; e agora dexa el cuento de ha-
blar dellos, e torna a contar de Tristan de
Leonis.
Cap. CXCY. — Como Lanbegns dixo a Tris-
ian como le drrrihara ante las tiendas.
Dize el cuento (¡ue quando Tristan se par-
tió de Paloraades, que fue muy sañudo por-
que no lo mato, e caualgo quando pudo, e
fuesse, e agradeció mucho a Briobcris porque
partió laTablaRedonda, e dixo quege lo gua-
lardonaria de grado si se le guisasse, e Brio-
beris tomo camino para otra parte, e Tristan
anduuo tanto aquel dia, que le anochescio a
la puerta de vn castillo que estaña cerca de
vna vega, e llamauanle el castillo de Agra-
men, e aquella noche yugo ay Tristan, e fue
mucho honrrado e seruido a todo su plazer,
ca los del castillo auian por costunbre de
seruir quanto pudiessen a los caualleros an-
dantes, porque su señor era cauallero an-
dante. E a este siruieron mas que a otro sir-
uieran, jiorque supieron que era Tristan^ de
que corria del gran nonbradia por el reyno
de Londres; e otro dia de mañana oyó missa
ca auia andado fasta ora de medio dia
(') mas que cauallero de la Tabla Redonda,
armado de todas armas, e auia nonbre Lam-
begus, e quando se vieron, conociéronse, e
comentáronse de abracar, e fueron mucho
alegres. Dixo Tristan: «Don Lnnbegus: ¿ay
nueuas?» «Muj' buenas, dixo el, mas ¿como
vos fue desque entrastes en la Tabla Redon-
da?» «Muy bien, dixo el, a la merced de
Dios. Ca muchas aventuras falle, buenas e
malas; mas oy me auino sin falla peor que
me auino tienpo ha». «¿Como?» dixo Tris-
tan. «Y"o vos lo diré, dixo el. Passaua oy an-
te vn castillo, que vos fallaredes -aj si por
este camino ydes, e auia grandes gentes aso-
nados en vnas tiendas, e no se por que, e
quando quise passar ante las tiendas, vino
a mi vn cauallero, armado de todas armas;
demandauame justa, e yo no la quise rece-
lar, porque es derecho de todo cauallero an-
dante que no róscele de vn cauallero ni de
dos, e después derribólo. E después salió
otro, e deribome, e dixome que me daria el
cauallo por su cortesía, e después caualgue.
e demándele batalla, y el dixome que con
honbre derribado no faria batalla. Y estonce
me parti dol». «¿E cuydays vos, dixo Tris-
tan, que si por ay yo passare, que aure de
justar?» «Si, sin falta» , dixo el. «Pues aco-
miendovos a Dios, dixo Tristan, que por tal
(') Sin duda hay alguna laguna en el texto.
236
LIBROS DE CABALLERÍAS
amenaza no dexaria mi camino» . «Señor,
dixo Lanbegus. de los del linaje del rey
Van, ¿sabeys algunas nueuas?» «Si, dixo
Tristau. Brioberis se partió antenoche de mi
y de Galaz: de los otros no se» . «E ¿do cuy-
days, dixo Lanbegus, que yo fallasse a Brio-
beris?» <^Xo se, dixo Tristan, si Dios me ayu-
de». Estonce se acomendaron a Dios, e tomo
cada vno su camino.
Cap. CXCA'I. — De como Tristan mato al
eauallero ante las tiendas.
Lambegns se fue a ^Tia parte después de
Brioberis, assi como la ventura lo guio, e
Tristan se fue para el castillo que Lambegus
le enseño, e aquel castillo era muy rico e
muy hermoso, y estaua sobre vna agua fon-
da, e aquel dia fazian muy gran fiesta, jior
el fijo del rey que auia de ser otro dia coro-
nado. Y estañan en la tienda veynte caua-
Ueros armados, que atendían la auentura que
viniessen por alli caualleros de la Tabla Re-
donda, ca olios sabian que andauao en la de-
manda del sancto Grial, e que andauan bus-
cando auenturas cerca o lexos por medio del
rej*no de Londres; y ellos que estañan aten-
diendo, heos Tristan que llego ay solo pen-
sando, como aquel que no podia oluidar a
Palomades, porque amaua a la reyna Yseo,
e auentura no lo llenara tienpo auia do ta-
maño pesar ouiesse como porque lo no ma-
tara, y el yendo assi pensando, llego a las
tiendas, e salió contra el vn eauallero arma-
do, e dixole: «Señor, ¿soys vos de casa del rey
Artur?» «Si, por buena fe», dixo el. «Pues
guardadvos de mi, dixo el eauallero, que no
ha cosa en el mundo que tanto desame como
los de aquella casa». Y estonce dixo Tristan:
«Vos comen9astes loco pesar, ca nunca vos
ende verna sino mal; ; y dexose luego correr
contra el, e hiriólo de tal golpe de la lan^a,
que dio con el en tierra herido de muerte, y
quedo la lan^a sana, que bien cuydo que le
seria menester.
Cap. CXCVIL — De romo "Tristan mato otro
eauallero ante las tiendas del rey^ e después
al hermano del rey.
Tanto ([ue los de las tiendas vieron aquel
yazer en tierra, y que no fazia semejanr-a
de leuantarse, dixeron: «¡]\[uerto es!» E uno
dellos se acogió a vn cauallo muy bueno
que tenia, e dexose yr para Tristan, e Tris-
tan, que se yua, torno a el, e diole tal golpe,
que dio con el muerto en tierra, y el rey,
que otro dia auia de coronar a su hijo, estaua
en las tiendas con su compaña. E quando vio
aquellos dos golpes, dixo a los que estauan
armados: «Dexad al eauallero yr en paz, ca
bien se quito de lo que deuia, e si Dios me
ayude, el es muy buen eauallero» . Estonce
dixo a vn su hermano (jue estaua ende des-
armado: «Caualgad muy presto, e yd em pos
del, e dezilde que le ruego me enbie dezir su
nonbre» . Y el caualgo , e fuesse luego para
Tristan, e dixole quanto le mando el rey. E
Tristan, que estaua vn poco sañudo, respon-
dióle: «Señor, yo so vn eauallero estraño, e
no me demande^'^s mas, que no podeys agora
mas saber». «Assi, señor, se que no quere-
des fazer tal villanía que no enbiedes a de-
zir al rey lo (jue os embia rogar» . «Esto no
haré, dixo Tristan, por vos ni por otro».
«Poco me preciados, dixo el eauallero; agora
veré lo que faredes» . Estonce le tomo por el
freno, e dixo: «Don eauallero, agora creo que
soys en mi poder, y el gran argullo no vos
valdrá ninguna cosa que me""no digades lo
(|ue os pregunto, o yo vos llenare preso a
vuestro pesar». «¡E que bien lo fablays! dixo
Tristan; ¿e no cuydays quedesta prisión sea
libre si quisiere?» E teníalo todavía del freno,
diziendo que no lo dexaria fasta que le di-
xesse su nonbre; y el dixo: «Cauallero, gran
locura fazeys, e si me Dios me ayude, si des-
armado no fuessedes, vos lo conprariades
muy caramente». Y estonce le comento a
tirar contra las riendas, y llenarlo como por
fuerga; e Tristan se ensaño, e dixo: «Señor,
o vos me dexaredes, o yo vos matare, y sera
mal hecho, porque soys loco»; y el cauallero
le dixo: < Todo esso no vos vale nada, que do
yr auedes comigo» . E dixo Tristan : «Avn
no veo aqui quien a fuorca me lieue». <'E
digoos C|ue avn por esso no yredes de aqui; .
Estonce Tristan tiro la rienda , e yrguio la
lanca, e dixo: «Assi Dios me ayude, yo vos
fare yr con mal si me no dexades». Y el otro
dixo que lo no dexaria; e Tristan dexo correr
la langa, e diole tal golpe, que dio con el
muerto en tierra, e dixole: «Agora me yre
a mal de vuestro grado, e vos queda redes
aqui, si alguno no vos lieua».
Cap. CXCVni. — De como Palomades llrr/o
do frayan mal a Tristan.
El rey, quando vio a su hermano caer en
tierra , comongo a dar bozes a los que con el
seyan: «Agora yd em j)os del cauallero que
a my hermano a escarnescido. e traédmelo
preso o muerto» . Estonce veriades salir mas
de cient caualleros em pos de Tristan, y eran
bien los diez e ocho armados, e los otros no,
saino escudos e langas. E quando Tristan se
vio que el ple3'to se yua mal parando, e que
LA DEMANDA DEL SANCTO GlíIAL
se a\iia de defender contra todos aquellos, no
fue ende muy alegre, empero era de tan gran-
de esfuer90 e de tan gran coracon, que nun-
ca ouo pauor de nada que viesse, e boluiola
rienda del cauallo contra ellos, e passo muy
fuerte e ardido e con mal talante. E quando
llegaron a el, metióse entre ellos, e firio al pri-
mero que alcaneo, e dio con el en tierra muer-
to, e después al segundo, e al tercero, e al
quarto, y estonce bolo la lanca en piega se me-
tió mano a la espada, como aquel que querría
vengar su muerte, e metióse entre ellos, e
derribo caualleros, e mato caualleros , e fizo
tanto aquella ora, (^ue no ha honbre que lo
viesse que no lo tuuiesse a marauilla. E me-
jor se defendiera, mas vn cauallero le mato
el cauallo. E quando Tristan se vio apeado
entre sus enemigos, no perdió por esso cora-
con, que ante se defendió como puerco mon-
tes de los canes, empero el era tan mal feri-
do, que tenia bien siete feridas que otro ca-
uallero por la menor fuera muerto. Y esto
era vna cosa que lo liazia enflaquescer, que
eran muchos; y mas que no auia ay tal que
no quisiesse auerle la cabeca cortada; e sabed
ciertamente que el fuera muerto sin falta,
ca no podia durar contra tanta gente, mas la
ventura traxo por ay a Paloniades el pagano,
e quando vio a Tristan, conosciolo. E quan-
do vio que se defendía atan marauillosamen-
te en tal descomunal batalla, dixo: «Don
Tristan, agora veo yo que soys el mejor ca-
uallero que nunca vi, e agora me tenga todo
el mundo por malo si no ftziesse todo mi po-
der en vos qaanto ¡Dudiesse; e yo no quiero
catar el gran desamor que comigo auedes,
mas a la muy gran bondad que en vos vi, ca
todo el mundo valdría menos por la muerte
de tal hombre como vos» .
Cap. CXCIX. — De como Galax sohrenino en
ayuda de Tristan y de Palomades.
Estonce se dexo correr Palomades contra
ellos su espada en la mano , e dio tal golpe
al primero que alcance, que dio con el del
cauallo muerto en tierra . E tomo luego el
cauallo, e diolo a Tristan e dixole: «Subid,
señor, en este cauallo. e pensad de os defen-
der de vuestros enemigos, ca me parece que
mucho os es menester» . E Palomades lo de-
fendió mientra que el caualgo. E después
•jue Palomades lo defendió, el auiendo dicho
que lo malaria e veyendo ([ue le ftziera atan
buena obra, tunólo a gran marauilla, y pen-
só que si lo viesse en lugar, que le darla
buen galardón; y entre tanto Palomades le
dixo: «Tristan, meted mano en fazer bien»;
y el no respondió nada, ca no auia vagar.
ante comengo a dar muy grandes golpes de
su espada, e Palomades otrosi, que derriba ua
(plantos ante si fallaua, e assi se defendian
ambos los caualleros de tanta gente ante el
castillo, que auia nonbre Lespara; mas su
defensa no les valió nada a la jwstre que no
fuessen ])resos o muertos, ca no podian du-
rar contra tanta gente; mas Dios e su buena
ventura truxo por ay al buen cauallero auen-
turado Don Galaz. E quando vio assi a los
caualleros encerrados entre tanta gente, dixo
que mal estavui su pleyto si Dios no los aco-
rriesse, e dixo que los queria ayudar. Y dexo
correr el cauallo ftriendolo de las espuelas,
y metióse entre ellos tan ayrado como el
rayo, e dio tal golpe al primero que alcango,
que no le vallo nada guarnición que truxesse
que no diesse con el muerto en tierra, e co-
mento a ferir en ellos con su lanca; e fizo
ante que la quebrasse tanto, quanto honbre
nunca fiziera sino el. Y^ después que quebró
la lanca, metió mano a la espada que saco
del padrón, e comenco a dar tales golpes,
que el que lo atendía no era tan ardid ni tan
biuo que lo no derribasse vna vez a todo su
malgrado; e veyanlo todos con tan gran ar-
dimento, que no podia ninguno sofrir el gol-
pe; e fizo tanto en poca de hora por los gran-
des golpes que fazia, que los mejores caualle-
ros sentían su caualleria, assi que bien vieron
que quantos ay eran que no podian sufrir sus
golpes; e assi que por su miedo los fizo salir
a todos del canpo, e comencaron a fuyr a las
tiendas. E quando el vqj esto vio, fue mucho
marauillado, e preguntóles por que fuyan.
«Señor, dixo vn cauallero, sabed que esto
nos haze vn cauallero que sobreuino sobre
nos, que fiere de espada tan desmesurada-
mente, que no duro arma ni cauallo contra
los sus golpes; e por yr contra el los mejores
caualleros del mundo, el los darla a todos ven-
cidos» .
C.vp. ce. — De la haialía de Tristan y de.
Palomades y de Galax y de los suyos.
Quando esto oyó el rey, dixo: «Si Dios me
ayude, esto no [tuedo yo creer, a menos de
lo ver» . Estonce caualgo en su cauallo, e
tomo vn escudo e vna lanca, e sii espada que
tenia ceñida, e firio al cauallo de las espue-
las, e salió fuera de las tiendas, e vio a Ga-
laz que yua derribando de sus caualleros
atan ligeramente como si no anduuiessen en
sillas. É fazia en ellos tan gran daño, que no
luí honbre que lo viesse que no se espantasse.
E quando el rey le vio tan grandes golpes
hazer, dixo: «Por cierto, nosotros somos en-
gañados por desconocencia, que este es el
238
LIBROS DE caballerías
Cíiuallero aueuturado que ha ile dar cima a las
auenturas del sancto Grial. E agora os digo
que me no tengo por desonrrado porque el lia
desbaratado mi gente por su bondad de ar-
mas, ca. si Dios me ayude, el es flor de todos
los eaualleros del mundo». Estonce dixo a
sus geiites: «Dexad a los eaualleros auentu-
rados yr a buena ventura, ca Dios í'aze por
ellos, y en los tener sera atan sin prouecho» :
y ellos se tornaron luego a su señor. E los
otros eaualleros fueron al agua e passaronla:
y después que la passaron, dixo Tristan a
üalaz: «Señor, vos seays bien venido, ca
vuestra venida fue muy buena» , y el buen
cauallero Palomades se despidió dellos e
fuesse por otra parte, y desque fue vn poco
alongado, pregunto Gralaz a Tristan como le
yua de su fazienda. y el ge lo dixo quanto
ende sabia, y que aquel era el cauallero de
la bestia ladradora. «Cierto, dixo Clalaz, el
os de buena parte, e muy grande cortesía
lizo que vos assi ayudo contra tanta gente,
sabiendo que lo desamauades mortalmente;
e cierto, mucho me pesa ponqué no es chris-
liano» . «Por buena fe, e a mi» , dixo Tristan,
Cap. CCI. — Como Tristan finco llagado en
la ahadia,
Assi fablando. anduuieron todo aquel dia
liasta que llegaron a vn castillo pequeño que
estaña en la montaña, e alli fueron muy
bien seruidos, ca vna donzella muy hermo-
sa, hermana de Didonax el saluaje. biuia ay.
Y era señora de aquel castillo, e trabajóse de
les íazer toda hourra, porque eran conpañe-
ros de la Tabla Redonda, e preguntóles por
su liermano. y ellos le dixeron loque sabian;
e aquella noche estuuieron alli muy viciosos,
e otro dia de mañana acomendaron la don-
zella a Dios, e partiéronse dende, e anduuie-
ron tres dias de so vno que no hallaron auen-
tura, e Tristan anduuo muy cuytado, que
estaua llagado muy mal, sino que era de ma-
yor esfuerco e de mayor coraron, que otro
liomb're no pudiera sufrir el gran trabajo que
jiusso. e al cuarto dia ñnco en vna abadia
muy siu su grado, e vn cauallero que ay auia
sabia mucho de catar llagas. E quando vio
las llagas a Tristan, dixo: «Amigo, sabed
que sodes en peligro de muerte, porque no
hezistes catar las llagas, enpero lo que yo
pudiere fazer, yo lo haré por amor de Nues-
tro Señor e por amor de vos, que me seme-
jays buen cauallero, mas no vos asseguro de
vos guarecer, assi Dios me ayude, que vues-
tras llagas son tan grandes e tan peligrosas,
e tanto las aueys traydo sin catar, que me yo
cuydo e dudo mucho. «Señor, dixo Tristan,
por Dios e por merced , que quier que me
ende venga no me dudeys, e pensad de mi;
ca me dize mi coravon que no he de morir».
«Dios lo mande» dixo el cauallero.
Cap. CCII. — Como Gala:, llego al castillo de
Corheric.
Galaz aquel dia llego, desque se partió de
Tristan, al castillo de Corberic, y el rey Pe-
llos seya en su tienda con muchos ricos hon-
bres, y estañan a yantar m.i\j viciosos de co-
mer e de beuer, mas no por la gracia del
sancto vaso que llaman santo Grial, que nun-
ca salla de Corberic por mano de hombre,
mas sin falla todos aquellos que comian en el
palacio auenturoso eran ahondados de f[uau-
to menester hauian, tanto que orassen en su
venida, y el rey Pelles tenia ante si vn en-
cantador, que fazia atan grandes cosas que
era marauilla. E quando los eaualleros del
rey vieron venir a Galaz armado, conoscie-
ron que era de los eaualleros auenturados de
la casa del rey Artur, e fueron a pie contra
el, e tanto le rogaron cortesmente e con hu-
mildad que diciesse a folgar con ellos, y el
fizólo, e desarmóse, e fuesse con los eaualle-
ros hasta en la mesa del rey Pelles, y estaña
cerca del encantador. E quando vio a Galaz,
no lo conoció, porque estaua tynto de las ar-
mas, e dixo al encantador: «Faz alguiio de
tus encantamentos ante aqueste cauallero es-
traño. que por auentura aura que contar en
casa del rey Artur quando alia fuere» . Y el
encantador auia perdido el seso por la veni-
da de Galaz, que era cosa sancta, e respon-
día: «Señor, no podria nada hazer mientra
que aqui este cauallero este» . «¿Como? dixo
el rey ¿túlletelo el señor?» «Si», dixo el. «¿E
no es encantador?» dixo el rey. «Xo lo se,
señor». «¿Pues como te lo podria el quitar?»
«Señor, esto no sabria yo dezir». Y el rey le
dixo otra vez que fiziesse sus encantamentos,
y el dixo que no podia, y el rey se ensaño, e
mando que le tajasen la cabeca si lo no qiii-
siesse fazer, e quando el encantador vio el
pleyto assi parado, dixo que lo dexassen, e
que haria lo que pudiesse.
Cap. CCIII. —De como el encantador dixo al
rey quien crq,.
Estonce tornóse contra el rey, e dixole:
«Agora te diré quien so, por que no puedo
fazer mis encantamentos assi como suelo ha-
zer ante que este cauallero viniesse» . «Pues
dilo» , dixo el rey; e el dixo: «Señor rey Pe-
lles, e honbre sancto, yo so natural de Lam-
baria, e so mas hidalgo que tu no cuydas.
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
239
mas mi aventura me truxo a esta tierra, e si
mas pobre fuesse, menester me seria; e yo
ora pagano, e bautizóme Nacian el hermita-
no, e desque me bautizo, comoti contra mi
criador mas que otro pecador; e direos como:
vn dia caualgara por vna floresta todo espan-
tado con muy gran pobreza que auia. Y en-
tonce me apareció vn dial)li) (pie auia nou-
Itre Dragón y es vno de los mas priuados del
infierno, e aparecióme en guisa de lionln-e
mnj" rico e poderoso, e preguntóme ipiien
era, e yo ge lo dixe, e dixele que seria su
liombre si me niostrasse como fuesse rico, y
el me dixo que me mostrarla tanto, que me
tuuiesse por pagado , e yo le prometí (pie se-
ria suyo, y el me mostró luego toda fuerza de
encantamento que honbre mortal pueda sa-
ber, e tomóme tanto en su guarda, que nun-
ca mas pude comer, ni beuer, ni liazer al que
lo ante my no viesse; e si vos yo algunas
cosas dixesse de las cosas que fueron fechas
en poridad, no podria fazerlo ni sabria mas
dezir de lo que el diablo me dizo que diga,
e agora me aniño, quando este canallero en-
tro, qne el diablo se partió de mi, porque no
puede estar en lugar do tan sancto hombre
atan amado de Dios, ca esto es atan sancta
cosa, que no duerme, ni vela, ni faze cosa
que siempre no este aconpañado de angeles
que lo guian; e por esto perdi todo el mi en-
cantamento qne fazia» . «Por Dios, dixo el
rej^, yo veo bien qne el es santo honbre, mas
no tal qual tu me dizes» «¿No? dixo el, por
buena fe si es, e si lo quereys prouar, man-
dadlo alongar de aqni, e voredes que digo
verdad» .
Cap. CCIV. — De como el encantador fixo sus
encantamentos quando Galaz salió fuera.
Y el rey Pelles, que auia sabor de saber
esto si era verdad, dixo a Galaz: «Señor ca-
nallero, por Dios e por cortesía, salidvos vn
poco de aqui, fasta que preñemos si es ver-
dad esto qne este hombre dize de vos» ; e Ga-
laz ñzo como el rey le mando, porque lo no
tuuiesse por orgulloso, e fuesse de aquella
tienda para otra, e luego aniño la maranilla
que después fue retrayda por toda la tierra
del rey Artur e por los otros reynos; ca el
encantador comen(;'0 luego arder assi como si
fuese leña seca, e fue leñado al aire, e tan
alto, que semejaua (pie estaña con las nunas,
e leuandolo assi los diablos, comen(,'o el cn-
cautador a dar bozes, e a dezir: «¡Ay Galaz,
buen canallero e sieruo de Jesu Christo! ¡rue-
ga por mi a Dios, que aun auria yo merced
si tu quisiesses rogar por mi!»; e ansi los
diablos llenaron al encantador a ojo del rey
Pelle e de todos los caualleros que ay estar
uan. E quando lo alearon tanto qne lo no
pudieron deuisar, sinaronse de la gran ma-
ranilla que vieran. E leimntaronse de las
mesas, e fueronse para Galaz, e fizieronle
quanta hourra i)udieroii.
Cap, CCY. — Como los diablos llenaron al en-
cantador ardiendo por los ayres.
Por lo que el encantador le dixera, el rey
Peles, que auia gran sabor de lo eonoscer,
fincólos ynojos en el; tanto lo cato, que le se-
mejo a sinistro Galaz; dixole: «Señor cana-
llero, ruegovos por cortesía que me digades
quien soys». «Señor, dixo el, contra vos no me
encobrire en nada. Sabed que yo so Galaz,
vuestro nieto» . Y el rey, que fue tan alegre
que no pudo mas, dixo: «Por cierto, yo lo cuy-
de luego. Y bendito sea Dios qne nos dio tan
buen honbre en nuestro linaje»; e comencolo
de abracar, e a fazer tan gran alegría, que no
podia mas, e Galaz dixo: «Señor, rnegoos que
no digays a ninguno quien yo so» . «¿Como?,
dixo el rey, ¿quereysos encobrir de mis hon-
bres?» «Si, dixo el, esta vez; mas quando
Dios quisiere qne auentura me trayga con
mis compañeros aqui, no daré nada por que
me conozcan todos. ¿E sabedes por que os lo
rnego? Porqne si vuestros honbres lo supie-
ssen, no me dexarian salir de aqui, y esto no
querría yo por ninguna guisa, ca me quiero
luego yr» . «¿E como? dixo el rey, ¿agora ve-
nistes e ya vos quereys yr?» E dixo el: «Si,
en todas maneras del mundo» . «Pésame ende,
dixo el rey, mas, pues a vos plaze, acomien-
dovos a Dios» . «E yo vos ruego, dixo Galaz.
por aquel amor qne jo he con vos, que no
digays a ninguno quien so» . Y el rey ge lo
otorgo; e Galaz tomo sus armas, e subió en su
canallo, o partiosse assi dellos.
Cap, CCYI, — De como Elia\er, fijo del rey
Pelles^ se armo para yr em pos de Gcda%.
Luego que se partió Galaz del rey Pelles,
los caualleros que vieron fazer tan grande
alegría con el, preguntaroide quien era; y el
dixo qne lo no podia saber de aquella vez,
«y pésame mucho porque no puede dezir su
nonbre»; y Eliazer, su hijo del rey Pelles,
qne ay estaña, quando vio que su padre lo
conoscia e fazia tau grande alegría con el,
espantoso (piien podia ser, E fuese para su
padre, e rogóle mucho que le dixesse quiejí
era, y el dixole: «Fijo, no te lo puedo dezir,
ca prometí que lo no tlixesse a honbre que
aqui fuesse», Y Eliazer, que era buen cana-
llero o mucho ardido, vio quando su padre no
240
LIBROS DE caballerías
ge lo quería dezir lo que le preguntaua. dixo:
«Señor, pues vos no queredes dezir lo que os
pregunto, yo av fare lo que entiendo: de yr
em pos def: ca por auentura, si es tan buen
eauallero, que valdré mas por lo conoscer».
«No se. dixo el rey, ay que iaredes, mas esta
vez no lo podedes saber de mi» ; y en tanto
se partió Eliazer de su padre, e armóse, e
salió en su cauallo, e tomo vn escudo, mas no
de sus armas, por tal que lo no eonociesse
su padre quando dende se partiesse.
Cap. CCVII. — De como Eliaxer^ hijo del rey
Pelles, desafio a Galax porque le no qui-w
dexir su nombre.
Tanto que Eliazer fue aperejado como me-
nester auia, partióse de su conpaña, e fuesse
en pos de Galaz, e no anduuo mucho que lo
alcanco. Quando G-alaz lo vio, no lo conoscio,
empero bien lo conosciera si el escudo llena-
ra de sus armas, porque hartas vezes lo auia
visto. E como llego a Galaz, y estuuo en par
del, sainólo, e dixole: «Señor, déos Dios paz» ;
e Galaz lo saluo otrosi muy bien, y Eliazer le
dixo: «Señor eauallero, ruegovos por cortesía
que me digades quien soys». «Señor, dixo
«ialaz, soy este eauallero que vedes, e no sa-
bredes agora de mi mas». «Señor, dixo Elia-
zer, se que esta villanía no fariades vos con-
tra mi que me no digades alguna cosa de vues-
tra fazienda». «Xo os diré mas, dixo Galaz,
por ninguna cosa; esto sabed cierto» . Y enton-
ce se ensaño Eliazer, e dixo: «Cierto, este es el
mas argulloso que nunca oy fablar. Pues, si
Dios me ayude, pues no nielo quereys dezir,
yo lo sabré, o me conbatire con vos ante que lo
no sepa. Por ende os ruego por tal ruego que
me digaj's vuestro nonbre, o vos conbatid co-
migo, ca de fazer vos conuiene». «Señor,
dixo Galaz, vos me pareceys el mas vil eaua-
llero que yo nunca vi, que por fuerca que-
reys saVjer mi nonbre; pues digo que no lo
sabredes. E xo defenderé. Dios queriendo,
mi cuerpo de vos si me acometierdes» . «Pues
agora vos guardad de mi, dixo Eliazer, ca
en la batalla soys, ca nunca quise a eauallero
tan mal como a vos».
(.'ap. CCVIII. — De como Galax derribo a su
tio Eliazer, e lo firio.
Sin mas tardar se dexaron correr el vno
em pos del otro quanto los cauallos los pu-
dieron leuar. Y Eliazer lo firio primero tan
rezio, que la lanr-a fizo bolar en piezas. E Ga-
laz, que lo no conoscia, vino a el, e firiolo
tan esquiuamente, que le falso el escudo e la
loriga, e metióle el fierro de la laníja por el
costado siniofltro. mas no mur-ho: e din onn el
en tierra del cauallo. E quando Eliazer se
vio en tierra por mano de vn eauallero que
no conoscio, ouo ende tan gran pesar, ca se
tenia por tan buen eauallero que no cuydaua
fallar ninguno que a la cima no lo cuydaua
vencer, e caualgo en su cauallo assi herido
como estaña, y pensó que seria escarnido si
se no vengasse.
Cap. CCIX. — Como Galax derribo a Eliazer
del espada.
Mas tanto que Eliazer caualgo, fuesse em
pos de Galaz. dándole bozes: «Tornad don ea-
uallero, ca para sant Pedro no vos yredes
assi, ea defender vos conuiene de mi, j)ues
vos llamo a batalla». Quando esto oyó Galaz,
torno a el, e dixo: «Don eauallero, vos anda-
des buscando vuestro daño, que de batalla
me requerides. E sabed que no es cortesía,
ca vos sodes folgado e vicioso, e andays eno-
jando los caualleros de la auentura, que noche
e dia andan trabajando e buscando las aueii-
turas, e bien cuydo que si vos anduuies-
sedes en tal afán, no auriades sabor de bata-
lla». «Ay don eauallero, dixo Eliazer, por
essa parlería que vos ha, no fincaredes assi» .
«Ay eauallero, dixo Galaz, yo vos ruego que
me dexedes yr en paz, ca fazedes villanía de
me acometer sin por que» . Y Eliazer metió
mano a la espada, e dixo: «Don eauallero,
pareceme que me ternedes todo el dia en pa-
labras si vos atendiesse» . Estonce dexo correr
la espada, e diole tal golpe quanto pudo. E
quando vio que se auia defender, dixo: «De
oy mas no es bueno de tanto sufrir, ca me
parece que mi ruego nóvale nada». Estonce
dexo correr la espada, e diole vn golpe atan
pesado, que no le valió nada el yelmo ni ai-
mofar que lo no fendiesse fasta el tiesto; mas
de tanto le aniño bien quel golpe no fue mor-
tal, ca el yelmo era muy bueno, que retuno
el golpe, e fue tan rezio e de tan gran fuerza,
que le fizo perder el seso, e ouo de caer en
tierra y estaña assi como muerto; e Galaz,
que pensó que era muerto, estuuo vn poco
por ver si se erguía. E a cabo de vna pleca
leuantose. E quando Galaz vio que no era
muerto, metió su espada en la vayna, e dixo:
«CaUallero, agora me dexareys yr»; y fuesse
su camino; y Eliazer metió su espada en la
vayna e caualgo; e quando vio que no podia
durar contra el eauallero, y que no podia
saber su nonbre, tornóse contra las tiendas
de su padre con gran pesar, ca bien le páres-
elo que jamas no auria honra, pues assi era
abiltado por vn solo eauallero y que fasta
allí que era tenido por vno de los buenos ca-
uall-^ro!? do] mun^l i.
LA DEMANDA DEL S ANOTO GRIAL
24i
Cai'. CCX. — Como el rey Pellcs eastigaua a
su hijo Eliaxer que no fuesse em "pon de
eaualleros andantes.
Pues que Eliazer fue llegado ii las tien-
das, violo su padre, mas no lo eonoscio, por-
que no traya sus armas. Y pregunto a los
eaualleros quien era; y ellos ge lo negaron,
porque lo auia el nuindado assi. Y el rey
dixo que se fuesse para el, que queria saber
quien era: y esto dezia el porque lo vio venir
del camino por do Galaz fuera, y pensó que
lo derribara Gralaz, e fueron a Eliazer, e di-
xeronle que enbiaua su padre ])or el, que lo
queria ver. Y el dixo con gran pesar que
yria alia, pues lo el mandaua. Y estonce
fuesse para su padre. E quando su padre lo
vio tan mal ferido. preguntóle como le con-
teciera. y el contogelo todo como le auiniera.
«Fijo, dixo el rey, agora podeys ver que
fallastes mejor cauallero que vos, e de oy
mas no seades tan osado que vayades acome-
ter cauallero estraño, quanto mas tal caua-
llero como aquel, que todo es sancto; e mucho
son mejores eaualleros que vos no cuydades,
e si no fuessen mejores que otros, e mas su-
fridores de cuyta e de lazeria, no andarían
buscando auenturas por las tierras estra-
fias». «Señor, dixo Eliazer, por verdad es. E
si esta vez hize villania, de oy mas me guar-
dare conbatir con cauallero andante; y de
tanto quanto yo fize, me pesa mur-ho, e ho
tanto por que so ferido, como por la villania
que hize fallando tanta cortesía e tanta hu-
mildad en el». E assi quedo el rey con su
fijo muy alegre por la bondad que fallo en
Gralaz, e catana maestro para lo sanar: mas
agora dexa el cuento de fablar desto, e torna
a Galaz.
Cap. CCXI. — Como Galaz llego a casa del
hermitaño, do fue bien sentido.
El cuento dize que después que Galaz se
partió de Eliazer su tio, hermano de su ma-
dre, caualgo todo aquel dia sin aiientura
fallar; e otro dia tanbien. E al tercero dia
auino que auentura lo lleno a (;asa de vn
hermitaño, que lo recibió muy bien, porque
vio que era cauallero andante, e desarmólo
porque folgase; e diole pan e agua, que no
tenia otra cosa que le dar, y preguntóle mu-
cho de su hazienda, e rogo que le diesse
confession, por quanto passara en la de-
manda del sancto Grial, y el fizólo, e Galaz
no encubrió nada al honbre bueno, ca lu
amaua mucho a marauilla; y el honbre bue-
no escriuio quanto le contó Galaz, e dixo:
fFijo. tu partirás esta noche de mi , y se
LIBROS DE caballerías. — 16
que no te veré por vn gran tiempo. E rue-
gote por Dios me no oluides, que so muy
pecador» .
Cap. CCXII. — De como la donxella vino lla-
mar a Galax a casa del ermitaño.
Dixo al hermitaño Galaz: «Señor, yo ro-
gare por vos, e vos rogad por mi, assi como
padre por hijo, que Nuestro Señor me dexe
hazer cosas en esta demanda que sean a su
seruicio, e que me ayan pro para el cuerpo e
para el alma, e sea pro para toda la tierra».
«Fijo, dixo el honbre bueno, assi te venga
como yo desseo e como yo rogare por ti».
E quando fue hora de echarse, echóse so-
bre vna yerna, e adormiose; y estando dur-
miendo, vna donzella llamo a la puerta, e
dixo: «Galaz, leuantate»; e llamo en alta boz,
que el hermitaño lo oya, y leuantose y fuesse
a la puerta, e pregunto: «¿Quien era que a
tal hora viene?» «Ay señor, dixo ella, yo soy
vna donzella estraña , que vine aqui por ha-
blar con vn cauallero que esta alia dentro.
Despertaldo mucho ayna, que lo he mucho
menester». E Galaz se yrguio luego, e dixo-
le: «Hijo, leuantadvos, que vna donzella vos
llama a la puerta, e dize que vos ha menes-
ter» . Y Galaz se fue a la puerta , e dixole:
«Donzella, ¿que me queredes?» «Yo quiero,
dixo ella, que tomedes vuestras armas e su-
bades en vuestro cauallo, e vayades em pos
de mi do yo vos quisiere íeuar; e yo vos digo
que os mostrare la mas fermosa auentura que
vio cauallero en vuestro tiempo. Y vos le da-
redes cima, si a vos pluguiere».
Cap. CCXIII. — Como la donxella metió a
Galaz en el castillo.
Galaz, quando esto oyó, tomo sus armas, e
guisóse lo mas ayna que pudo . Y el honbre
bueno, que todavía le ayudaua, dixo: «Hijo,
este es el partimiento que vos yo dezia, e yo
bien se que vos no veré deste gran tienpo;
¡por Dios! ¡Mienbrevos de mi!» «Señor, dixo
el, sabed que me no podedes escaecer, que
vos soys vno de los hombres del mundo en
que yo mas fio». Después que Galaz se armo,
subió en su cauallo, e salió de ally, e fizo la
señal de la cruz. E acomendóse a Nuestro Se-
ñor Dios, e dixo a la donzella: «Agora andad,
que yo vos siguiere por doquier que vos va-
yades». E la donzella se torno luego quanto
el palafrén la pudo leuar. Y el se fue en pos
della. E anduuieron tanto, fasta que eomen90
alborecer, en vna floresta que duraua fasta
en la mar, e auia nonbre aquella floresta Ca-
loise. E fueronse por el camino grande todo
lU^
LIBROS DÉ CABALLÉRIAÍ<
el (lia, que no comieron ni beuieron fasta en
la tarde , que llegaron a vn castillo a ora de
bisperas, que estaua en vn valle muy fermoso
e muy fuerte. E auia carcauas muy fondas; e
la donzella yua todavía delante, y entraron
en el castillo, e dezianle todos los del castillo:
«Señor, seades bien venido»; e dezianle:
«Vos sodes el (\iuallero que tanto auemos
atendido». Y ellos no les quisieron responder,
ante se fueron contra el alc<K-ar. E quando
los del castillo vieron que venían, salieron
contra ellos, e recibiéronlos muy bien, e
aquella donzella era prima cormana de la se-
ñora de aquel castillo. Y ella les dixo qiie
pensassen bien del cauallero, «que bien sa-
bed que este es el mejor cauallero que nunca
truxo armas en la Grand Bretaña » . Y ellos le
dixeron que nunca hombre vieron a quien
tanta honrra quisiessen fazer. E quando des-
caualgo, llenáronlo a vna cámara, e desar-
máronlo, e dLxo a la donzella: «Señora, ¿aue-
mos aqui de fincar?» Y" ella dixo: «No se aun
mas las auenturas (pie aqui vernan, faremos
vuestra voluntad». Estonce pregunto ella a
vna donzella: ¿^li cormana es guarida?» «No.
dixo ella, antes le va peor que suele».
Cap. CCXIY. — Como la donxella detnoii in-
da fue satM. por la venida de Galaz.
La donzella dixo entonces a Gralaz: «Señor,
¿sabedes vos por que os truxe aqui?» «Aun
no», dixo el. «Pues aqui ha vna dueña, dixo
la donzella, que es mi prima cormana. E no se
por qual malauentura, le aniño que se torno
loca bien ha dos años assi; que no puede hom-
bre durar con ella, fasta que la metieron en
fierros; e muchos buenos honbres se trabaja-
ron de la guareseer, e nunca ninguno le ínuo
pro. Y el otro dia vino aqui a dormir vna
dueña , que dixo «pie nos pudiendo auer el
cauallero anenturado. que ha de dar cima a
las auenturas del reveno de Londres, que eJ
era tan bueno e tan de buen donayre contra
Nuestro Señor, que qual hora lo vea, sera lue-
go sana; por aquesta razón vos truxe aqui, e
es menester que vayades ver la dueña, e si
guareciere sera gran bien» . Entonce se fue Ga-
laz ala cámara do la donzella estaua, e fallo-
lado yaziaen cadenas. E tanto que ella vio a
Galaz, fue sana, e dixo: «¡ Ay señor caualle-
ro de Jesu Christo, ctierpo bienauenturado,
spiritu lleno de gracia, bendito sea Dios (pie
te aqui truxo! ¡E bendita sea la hora en que
naciste; ca de tu venida so muy pagada, ca
por ti soy librada del mal (;onpañero que he
anido, que ha tan gran tienpo que bine comi-
go! Este es el diablo que dos años me ha te-
rrino e mas. e señor líbrame destas (.-adenas.
si te plaze, ca si Dios (]u¡siere, no me sera
menester que jamas me metan en ellas, gra-
cias a Dií.>s e a vos» ; e Galaz lo gradecio mu-
cho a Dios, e dixo a la dueña: «Yos a mi no me
lo gradezcays, mas a Jesu Christo, que esta
merced os fizo, (pie el es el que ha duelo de
los pecadores quando le plaze». Y'^ fizo en-
tonce sacar a la dueña de las cadenas. Y des-
])ues que ella stj vio sana e fuera de la pri-
sión, echóse a los pies de Galaz, y besogelos
queriendo o no, e lloro, con gi-an alegría que
vuo. E después fuesse a la yglesia, por dar
graíñas a Nuestro Señor de la merced que le
tizicra.
Cap. CCXV, — (Jomo Galax fallo aBrioheris
a la entrada de la floresta .
Quando las nueuas fueron sabidas por el
castillo, (|ue su señora era guarida, e cada
vno fue quanto mas ayna pudo por ver si era
verdad. E quando supieron que era verdad,
bendixeron al rey de los reyes y a la hora
en que el cauallei-o viniera, e yuan los gran-
des e los pequeños por ver esta marauilla. Y
alli fue Galaz seruido mas que el quería; e
lizieronle aípiella noc-he tan rico lecho, como
si fuesse en casa del rey Artur; y el se echo
ay, mas desque salieron de la canmra echóse
en tierra, y estuuo en oración la mayor par-
te de la noche, rogando a Nuestro Señor que
le fiziesse fazer ay tales cosas (p;e a el plu-
guiessen. E otro dia de mañana fue a oyi-
jnissa de Santa ]\[aria, y después pidió sus
annas. E quando los del castillo vieron qui;
se quería yr, rogáronle mucho que fincasst*
cf>n ellos, y el dixo ipie en ninguna guisa
([ue no fincarla, que auia mucho de fazer eu
otro lugar. Y entonce le dieron sus armas e
su cauallo, e caualgo, e dixo a la donzella:
«Señora, caualgad e vamos»; y ella caualgo.
(! salieron del castillo, e fueronse. E quandu
llegai'on a la entrada de la floresta pequeña,
hallaron a Brioberis, primo cormano de Lan-
(.•arote, e tanto que se vieron Galaz y el,
conoscieronse luego e saludáronse, y fue-
ron muy alfígres, e preguntáronse de sus.
haziendas.
Caw í'CXYL — Como Senela, e Bar adán, e
Bamatal, desafiaron a. Galax.
Ellos a.ssi fablando, llegaron cinco caualle-
ros de la Mesa Redonda, muy buenos, ardidos
a marauilla, y eran totíos cinco primos cor-
manos; e por la buena caualleria que en si
sentían, desamauan mucho al linaje del rey
Yan. ponijue amanan e (pierian mas a ellos
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
243
en L-asa tlel rey Arlur que no a ellos. Y estos
cinco cauaileros auian uonbre: Caulac el gran-
de de la Desierta; y el otro Seuela, y era su
hermano; y el otro Baradan; y el otro Damas;
y el otro Damatal. E todos estos cauaileros
eran de muy gran fecho, mas eran pobres, e
])or esta razón les auian muy gran embidia,
ca los veyan ricos e honrados, e parecíales
que a ellos no les fazian tamaña honra ni ta-
maño amor como a ellos. E quaudo ellos vie-
ron a Galaz y a Brioberis, conociéronlos lue-
,i;-o, ca mucho oyeron dellos fablar de que ar-
mas trayan. Y ¡piando los vieron, dixeron:
«-Senela, vees aqui de los del linaje del rey
Van; matémoslos, ca por aquel linaje somos
nos abiltados. Y si estos matamos, para sien-
]ire serán escarnidos los de su linage, y el
nuestro mas temido». «¡Ay hermano, dixo
Caulac, que vano consejo nos days! que, assi
Dios me ay\ide, por mi consejo no nos mata-
remos con ellos, c/a si no fuesse sino Gralaz
solo, que el es el mejor cauallero del miindo,
assi como vos sabeys, que el solo nos desbara-
tarla e nos echarla a mala ventura, demás que
trae a Brioberis, ¡pie es vno de los buenos ca-
uaileros del mundo» . «Ay Don Caulac, dixo
Donas, nunca os vi espantado por ninguna
cosa, e agora os veo espantado por estos dos ca-
uaileros, que nos somos cinco, e vencerlos he-
mos si los acometemos; y ellos dixeron que
lo fiziessen; mas Caulac no lo tuuo por bien,
e lo defendía quanto podia. Y viendo Senela
esto que Caulac lo defendía, dixo a los otros:
«Vamos nos a ellos, pues Caulac no quiere^, e
veres que no falleceredes fasta la muerte, e
vencerlos hemos, ca ellos son dos y nosotros
quatro, e si quisiere Caulac ayudarnos, fara
bien, si no no le cale ay al» . Y entonce dixo:
«Xos no fuemos amigos de vos ni de nos, ca
nunca el nuestro linaje amo al vuestro, ni
nos amamos a vos». E Galaz pregunto a Brio-
lieris que: «¿Quien eran estos cauaileros que
tan de balde nos desafian?» «Señor, dixo
Brioberis, estos cinco cauaileros son de la
Mesa Redonda, e son de la Desierta, que es
vna ciudad del reyno de Londres, e de ay
son naturales; mas han saña todos los de
aquel linage, porque somos nos mas honrados
que ellos e mas temidos. Y pareceme que nos
quieren por ende buscar pesai-, mas guisemos
que no se vayan riendo de nos». «Pésame mu-
cho, dixo Galaz, porque auremos a pelear con
ellos, mas no ay culpa puesta a ninguno que
defiende su cuerpo, e yo defenderé el mió
a todo mi poder», E Brioberis dixo que, Dios
queriendo, que assi faria el el suyo, que nun-
ca se bien quisieran. E dexaronse yr los vnos
contra los otros, mas Caulac estonces no quiso
yr contra eUos.
Cap. CGXYll.— Como Galaz e Breoberü:
mataron a Senela, e a Donas, e a Bara-
dan^ e a Damatal.
Y Galaz fue ferir vno dellos, e diole tal
golpe, que le derribo del cauallo en tierra,
ca era ferido de vna lanzada grande, mas
aun guaresciera si de aili pudiera escapar.
Y este era Senela, biien cauallero a maraui-
11a; e Brioberis firio a Donas de tan gran
lanzada, que dio con el muerto en tierra;
después Galaz dexose yr a Damatal, e firiolo
tan brauamente, que no se pudo tener en la
silla, e cayo en tierra muy mal ferido. E
(juando Baradan esto vio, dexose yr a Galaz,
e diole tal laucada en el escudo, que fizo su
lanca bolar en piec;as. E Galaz lo firio de tan
gran golpe, que dio con el en tierra ferido
muy mal en el costado siniestro; y fue tan
mal trecho del golpe y de la cay da, que no
se pudo mecer poco ni mucho. E Brioberis,
(jue lo desamaua mortalmente, descendió
quanto mas ayna pudo, e quitóle el yelmo, e
diole tal golpe, que lo derribo del cauallo e
fue luego muerto.
Cap. C CX VIII.— 6'o??io Breoheris tnato a
Caulac.
Y quando Caulac vio sus cormanos muer-
tos, vuo muy gran pesar, assi que bien qui-
siera ser muerto mas que biuo, e dixo que
se quería vengar o morir. E fuesse para
Breoberís, dízíenüole que se guardasse del,
(pie el quería mas morir que fincar que uo
tiziesse su poder en vengar sus primos, e
dixo: «Veo que fago mal, mas no puedo ay al
fazer, e veo que fago tuerto en yr contra los
conpañeros de la Mesa Redonda, y bien 8e
que se me llega la muerte, que nunca he de
tornar a casa del rey Artur» . Estonce se de-
xaron correr el vno contra el otro, e dieron-
se tales golpes, que no les touíeron pro los
escudos, ni las lorigas, que los fierros no se
metíessen por los cuerpos. E Brioberis fue
mal herido, mas era de tan gran coraron, que
no lo sentía. Y Caulac vuo tan gran lanzada,
que el fierro le pareció de la otra parte por
el espinazo, e vuo de caer en tierra muerto;
y después que Brioberis esto vio, dixo: «Se-
ñor, yrnos podemos 3'a de aquí en saluo, ca
destos no ha que temer el rey Van». «¿Que
sera? dixo Galaz, ¡porque eran de la Mesa
Redonda!» «Assi Dios me ayude, dixo Brio-
beris, mas me plaze de su muerte que uo de
su vida, ca sienpre nos ouieron embidia e nos
quisieron mal, desde que fuemos en casa del
rey Artur»; e dixo Galaz a Breoberis: «De-
uieramoslos soterrar, porque eran cauaileros
'244:
LIBROS DE caballerías
de la Mesa Redonda; no quede assi en tal
manera, porque seria dicho por algunos ca-
ualleros que no lo fezimos bien en lo dexar
por enterrarj^. Y dixo Brioberis: «Por Dios,
quitémosnos deste cuvdado, e vamos nuestro
camino, que alguno verna que los soterrara» .
Cap. CCXIX. — Como Amatín^ e Agamenor . e
Arpian, dixeron que prounrian a Galax.
Estonce se partieron de av. e entraron en
la floresta, e anduuieron fasta en la noche,
que llegaron a casa de vn cauallero que mo-
raua en la montaña, y albergaron ay vna
noche, e fallaron ay tres caualleros de la
Mesa Redonda. El vno auia nombre Armatin
el buen justador, porque aquella sazón era
de los buenos justadores del reyno; el otro
dezian Agamenor el de la fermosa amiga; y
el otro auia nonbre Arpian de la estrecha
montaña. E quando los caualleros se vieron,
recibiéronse muy bien. E sabed que fueron
muy bien seruidos de qiuinto el huésped
pudo auer, porque lenia vn hijo que era ca-
uallero andante. E por ende recibía muy
bien a todos los caualleros andantes. E a aque-
llos tres caualleros que yo vos digo eran her-
manos de padre y de madre, y eran muy
buenos caualleros de armas y de todas las
otras bondades, saino que eran mas brauos
que otros caualleros. E quando el mayor
cauallero dellos vio a Galaz, que no le auia
buen amor, pregunto a Brioberis si era aquel
Galaz, y quando ellos supieron esto, pesóles
mucho, ca no amanan el linaje del rey Yan.
Y esto no era sino por embidia mala que
auian; e comentaron a hablar entre si, tanto
que dixo Amatin el buen justador: «Yo os
diré que hagamos; nos somos tres hermanos
muy buenos caualleros, que por nuestra bon-
dad de armas nos conoscen por toda la tierra.
E quando Gralaz se partiera de mañana de
Breoberis, que el ha de yr con esta donzella,
salgamosle al camino, e prouemosle si es tan
buen cauallero como nos dizen, e si de malos
coracones no fuéremos tres y el solo. E, si nos
lo venciéremos, sienpre sera ay peor su lina-
ge e afondado». Y ellos dixeron que bien
dezia.
Cap. CCXX. — Como la doncella dixo que
auia de guarescer con la estameña de Galax.
Assi fablaron los tres liermanos sobre Ga-
laz, por embidia que auian, e por ay les ani-
ño después mala ventura. É alli do aluerga-
ron auia vna donzella fija del huésped, y
era muy fermosa, mas no se por que mala
ventura enflaquesciessej e la hermana dePer-
seual. que andana con Galaz, quando oyó de-
zir que tal donzella auia en el castillo, fuela
ver a vna cámara apartada, e preguntóle
quanto tienpo auia que era doliente de aquel
mal. y ella dixo que auia bien diez años. «¿E
pensaj's de guarescer ende?» dixo la donzella
que }nia con Gralaz. «Cierto, no se, dixo ella,
que todo es en Dios; empero no ay siete años
que vinoaqui vn hermitaño, muy buen hom-
bre desta vida e me dixo: Xo tengays cuy-
dado, que tu guarecerás quando viniere el
buen cauallero aucutui-ado a dar cima a las
auentnras del reyno de Londres, e dezirtehe
como: Quando a(jui viniere, ruégale en non-
bre de a(|uel cuyo semiente es, que te de a
vestir aquella vestidura que el viste, e darte-
la ha. E quando la vestieres, seras guarida
de tu mal. Y assi dixo el hermitaño como os
digo, mas no entiendo como puede ser de ha-
llar aquel cauallero, e aunque lo hallasse, por
auentura no queria hazer el mi ruego» .
Cap. CCXXI. —De como la donxclla guares-
ció ron la resümcnta de (ialax.
Quando elJa esto oyó, dixo a la donzella:
«Agora sed alegre, (pie buen dia os es veni-
do, que esse cauallero que vos dczis es aqui
en este castillo, e agora le rogad que piense
de vos» . Y quando la donzella doliente esto
oyó, tendió las manos contra el cielo, e dixo:
«¡Ay Señor Jesu Christo, padre de piedad,
aued merced de mi, e plegavos (jue jo gua-
resca!» Y estonce embio por su ])adre, y di-
xole: «Ay señor padre, aqui es el buen ca-
uallero auenturado, por quien yo he de gua-
recer; e, por Dios, yd por el e traédmelo, cu
yo no osarla parecer ante essos caualleros* ,
r.Fija, dixo el padre, ¿como sabeys vos que es
aíjui el cauallero por que vos aueys de guare-
cer?» «Yo lo se, dixo ella, que esta donzella
lo dixo»; y dixo el huésped: «Por Dios, mos-
trádmelo». «De buen grado», dixo ella. Es-
tonce se lo fue mostrar, j el hombre bueno,
(piando lo vio, finco 1(W ynojos ante), e di-
xole: «Ay señor, por Dios, andad acá vn poco,
ca a vos auemos menister». Y G-alaz se le
uanto, e dixo qne yria de buen grado. Y el
honbre bueno lo leuo a la cámara do su fija
estaua, y mostrogela tan doliente que no po-
día mas; e qual hora ella lo vio, dexose caer
a sus pies, e pidióle por merced llorando
fuertemente que por Dios, cuyo sieruo el eia,
que le diesse vn don, y el ge lo otorgo muy
de grado, siendo don que el pudiesse dar sin
mal de si y ejla ge lo gradéelo mucho. Es-
tonce le tíixo: «Señor, que me diessedes
aquesta vestimenta que traeys vestida a co-
rona». Y el vno gran verguen9a. ca no que-
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
245
ria que ninguno lo supiesse que el vestía es-
tameña, saluo solo'su coufessor, mas, pues lo
auia prometido a la donzella, no quiso tirar-
pe afuera, e dixo: «Yos la aureys quando
quisierdes. uias quiero que no lo sepa otro
sino vos» . «Plazeme de grado» , dixo ella; y
el hizo salir a los otros de la cámara, e el des-
nudóse, e rogóla ]»or Dios que no lo dixesse a
ninguno, e que le tuuiesse poridad que el
estameña vestia. Y ella ge lo otorgo; e Galaz
se saJio de la cámara, e fuesse para los eaua-
lleros, que no queria que ninguno supiesse
entle nada, e la donzella finco en la cámara, e
vestiose la estameña de Gralaz. E qual hora la
vestio, fue tan sana como nunca mejor fuera.
Cap. CCXXIL —Como Galax ro¡jü a la don-
\ella que le iouiesse poridad.
E (juando ella vio que Dios tal miragro
auia fecho contra ella, enbio luego por Gralaz.
E quando el entro en la cámara, cerro ella la
puerta, y et -lióse de ynojos antel, e (plisóle
besar los pies, mas el no quiso, y ella dixo:
«¡Muy santo cauallero e bienauenturado! ¡El
bien e la merced que Dios me ha fecho en
vuestra venida, que yo sana soy de quan-
to mal auia!» «Agradesceldo a aquel que os
guareció, dixo Galaz, ca yo no lo faria, que
soy muy pecador e soy hombre como otro, e
yo os ruego, por aquel que tan fermoso mi-
raglo fizo sobre vos, que vos no descubra-
des esto mientra yo aqui fuere, ca no que-
ría que estos eaualleros lo supiessen; mas
después que yo aqui no fuere, podeys vos
bien dezir la merced que Dios os fizo» . Y ella
le dixo que lo faria de grado. Y después
tomo su estameña, e vestiosela, e tornóse pai-a
los eaualleros, e quando fue hora de dormir,
echóse cada vno en su lecho, sino Galaz, que
no solia dormir mucho a menudo, ca las mas
vezes estaña en tierra faziendo su oración
que Dios le dexasse hazer tales cosas, que le
fuessen prouechosas para el (nierpo y para el
anima, e a pro de la tierra.
Cap. CCXXIII. — Como Galaz derribo a Aga-
menor e Amaiin.
(Jtro (lia armáronse los tres eaualleros, e
Galaz e la donzella se fueron su camino, e
Breoberis se partió dellos, e se fue para oti-a
parte; e los otros tres hermanos salieron del
castillo, e fueron em pos fie Galaz, como
aquellos <[ne auian sabor de hazerle mal si
pudiessen; mas Dios no queria que le em-
peciessen, e desque ouieron andado quanto
vna legua, entraron en vn llano, e fallaron a
Galaz que se yua con su donzella, e quando
le \Ti6ron, comentáronle a dar bozes: «¡A vos
desafiamos!» E Galaz, quando esto oyó, torno
la cabeca e violos, e marauillose que podia
ser, ca los conocía que eran de la Mesa Re-
donda, e dixoles: «Ay Dios, señores, que soy
de la Mesa Redonda; e somos conpañeros, y
nunca a mi entendimiento os fize pesar por
que me deuiessedes desamar; e ruegoos, por
Dios e por vuestra l)ondad, q^ne me dexes yr
mi camino en paz: ca yo no os demando nada,
ni os quiero fazer mal ninguno» . Y quando
ellos esto oyeron , pensaron que lo fazia por
miedo que les auia, e dixeron: «Todas vues-
tras palabras no vos valdrán nada, que a de-
fenderos conviene, e fazeldo, si no mata-
taros hemos». E quanto esto oyó, dixo: «Por
buena fe, señores, esso no sufrirla yo por nin-
guna cosa, (pie vos me mateys; e yo no me
(jueria tomar con mis conpañeros de la Mesa
Redonda, mas pues assi es, yo defenderé mi
cuerpo». Estonce se dexo correr a Amatin el
buen justador, e firiolo tan brauamente, que
no le apresto el escudo ni loriga ; e metióle el
fierro de la lan(;'a por medio del escudo e por
el bra^o; e dio con el e con el cauallo en tie-
rra; e al tirar de la lancea, quedo amortecido:
e los dos hermanos que esto vieron, fueronse
para Galaz, e quebrantaron sus lauQas en el,
mas no lo mouieron de la silla poco ni mucho;
y el fue a topar con ambos a dos del escudo
e del cuerpo, e dio con anbos en tierra, donde
no se pudieron leuantar, ca eran mal que-
brantados; y estuuieron amortecidos vna gran
pie(;*a. Y quando Galaz vio que assi era li-
brado dellos, no los miro mas, e tornóse a la
donzella, que era muy alegre de aquella ven-
tura, e dixo: «Don Galaz, agora podeys ver
la embidia de los de la Tabla Redonda, que
esto cometieron ellos por embidia, e auino
ende guerra e daño». «Assi Dios me ayude,
dixo Galaz, pésame que trabajaron ende, por
que vue de meter mano en ellos; pues assi es,
vamos, ca he tan gran pesar que vernan em
pos de nos para se vengar si pudieren, e qui-
ca les auerna peor que agora les auino» .
Cap. CCXXIY. — Como Ágamsnor e Ayna-
tin, e Arpian desafiaron a Corante y a
Danuhro.
Assi se fue Galaz (planto pudo con la don-
zella, porque no fuessen en pos del los tres
hermanos, porque lo farian errar malamente.
Y quando los hermanos acordaron e se vieron
tan escarnidos por vn cauallero, ouieron tan
gran pesar, que mas quisieran ser muertos,
e dixeron a Amatin que como se sentia. Y el
dixo que no se sentia de ninguna cosa, saino
que sentia consigo gran saña, e dixo: «Caual-
^46
LIBROS DE caballerías
•gamos e vamos en pos de Galaz, e que- no se
nos escape, si no que somos para sienpre
afrontados». Y leuantose, y no miro su llaga,
tanto estaua sañudo e de mal talante. Y su-
bieron en sus cauallos. e querian yr en piDs de
Galaz, e vieron venir contra si dos caualle-
ros de la Tabla Redonda; el vno auia nombre
Acorante el alberguero, y el otroDanubro el
corajudo, y eran hermanos de padre y de
madre, y eran del linage del rey Van, E
quando los tres hermanos vieron venir es-
tos dos caualleros, conociéronlos luego, e di-
xeron entre si: «Vedes aqui dos caualleros
del linaje del rey Van (^ue nos tanto des-
amamos; e agora nos podemos vengar en
estos lo que nos fizo Cfalaz» . Y estonce dixe-
ron: «Guardad vos de nos, ca vos desafiamos.; .
Y quando los dos hermanos esto oyeron, ma-
rauillaronse, que bien sabian que eran de la
Tabla Redonda.
Cap. CCXXV. — Como Agamenor, e Ama-
tin^ e Arpian, mataron a Danubro.
Estonce dixo Danubro: «Señores, si nos
acometeys sereys perjurados e desleales, ca
somos de la Tabla Redonda como vos, y por
ende no deueys meter mano en nos por nin-
guna guisa». «Todo esto no vos vale nada,
dixeron ellos, ca a batallar auremos con vos» .
«Mucho me pesa ende, dixo Danubro, mas,
pues assi es, defenderemos nuestros cuerpos
lo mejor que pudiéremos» . Estonce se dexa-
ron yr los vnos contra los otros. E Danubro
dio vna tan gran lancada a Amatin, que dio
con el en tierra. Y" Arpian metió mano a la
espada, e fuesse para Acorante, e diole tal
golpe por cima del yelmo, que le hendió la
cabeq-a fasta los dientes, e dio con el muerto
en tierra. Y (juando Danubro vio a su her-
mano muerto, metió mano a la espada, e fi-
rio a Arpian atan sañudo, que le fizo bolar
la cabeca de los honbros lueñe, y dixo: «Ar-
pian, tu me mataste a mi hermano e no ga-
naste ay nada» . E dixo a Agamenor: «Caiia-
llero desleal e perjurado, agora podeys ver
que por vuestra deslealtad vuestros hermanos
son muertos, e yo no gane nada, que me ma-
tastes a mi hermano. Mas esta muerte yo la
vengare, si Dios quisiere» . «¿Vengar? dixo
Agamenor, e bien tienes tu tan cerca tu
muerte como el» . Estonce le dio vn tal golpe
del espada, que le entro fasta los mellos, e
Danubro cayo en tierra ferido a muerte: e
Agamenor descendió a el, y comencole a des-
fazer el yelmo por le cortar la caberla; e Da-
nubro, que bien entendió que lo queria ma-
tar, auia voluntad de vengar su muerte; quan-
do vio que se contendía por le cortar la ca-
bcQa, fuele leuantando la halda de la loriga,
e metióle la espada por medio del cuerpo, e
dio con el muerto en tierra. E quando Danu-
bro lo vio estar cerca de si, dixo: «Agame-
nor, no ganastes mucho en esto que fezistes,
ca vosotros soys muertos, e nos otrosi, y el
linage del rey Van no sera por aqui mas des-
onrado, ca nos no somos mas de dos, e vos-
otros tres, e muei-tos tanbien como nos» . E
quando esto vno dicho, estendiose con la
cuyta de la m\ierte, y salióle el anima del
cuerpo. E sabed que estos dos hermanos fue-
ron los dos primeros caualleros que murie-
ron en la demanda del linage del rey Van.
E agora dexa el cuento de hablar destos. e
torna a Galaz e a la clonzella, hermana d^
Perscual (•).
Cap. CCXXVI. — Conio Galax^, c sus compa-
ñeros, e la donxeUa, vieron a Cay fas en la
Pe fia.
Dize el cuento, que quando Galaz se par-
tió de donde derribo los tres hermanos, an-
duuieron tanto el y la donzella, que llegaron
a la mar, e fallaron a Perseual e a Boores en
la barca, y enti-aron con ellos, candando por
el mar fallaron la nao de Somon, y"entraron
en ella: mas agora no dize aqui ninguna
cosa de la fechura de la nao, ni de las letras,
ni de la espada de la estraña cinta, ni del
lecho que fallaron en la nao, ni de como Ga-
laz acabo las auenturas que en ella eran, y
no lo dixo aqui, porque lo auemos escrito en
el libro de Galaz] Y ellos andando assi por la
mar en la nao, fablando de muchas cosas, vn
dia, quando queria alborecer, falláronse en la
ribera del mar, cabe vna peña estrecha, y
era tanto alta e aguda que semejaua que te-
nia con las nuues, e auia en aquella peña
muchos arboles. Quando ellos vieron la peña
tan estrecha e alta, dixeron que nunca tal
vieran. Y ellos que la estañan assi mirando,
vieron en ella quanto dos astas de langas so-
bre mar estar vn honbre viejo, que no ay
honbre que no dixesse que en el mundo nn
auia honbre tan viejo; e auia la cabera tan
blanca como la nieuo; e los cabellos tan luen-
gos, que le dañan por tierra; c auia gran
tienpo morada en aquella peña, que no auia
otro vestido de que cubrirse sus carnes saino
de los cabellos. E quando lo vieron, maraui-
llaronse que podia ser. Pero bien conoscie-
ron que era varón, e no muger; edixo Galaz
a los otros: «Vamos ver quien es, e si ha
menester nuestra ayuda, ayudémosle, po)--
(M El comienzo del capítulo siguiente supone co-
nocidap particularidftdes omitidag antes.
LA DEMAÍíDA DEL SANCTO ORLVL
247
que es criatura de Dios como nos, e halo
mucho menester según mi creencia, y creo
que moro mas en esta peña que no queria» ;
e los otros se acordaron a esto, ca tenian que
dezia bien.
Cip. CCXXYII . — Como Cai/fas dizo su
nombre e su har.icnda a Galax e a sus com-
pañeros.
Estonce salieron todos tres de la nao, . e
dexaron a la donzella en la nao, e fuoronse
para la peña, y el estaua entre dos arboles, e
fonoscieron que era honbre. mas tanto era
de viejo que no pensaua que tanto pudiesse
biuir que llegasse a aquella vejez. Y el quan-
do los vio cerc-a de si, quísose leuantar, mas
no pudo, e Galaz le dixo: «Amigo, ¿(luien
eres tuV Yo te ruego que me digas la verdad
de tu fazienda e de tu edad, e que auentura
te traxo aqui, y en qual guisa bines, e si ay
mucho que soys aqui». Estonce i-espondio el,
con tan flaca boz que a mala vez ge la oyan,
como aquel (]ue era de gran vejez, ca biuin
solo, e auia passado mucha cuyta e lazeria.
e poco bien: «Señores, yo os diré qual fue
mi ventura. Yo he nonbre Cayfas, efuetien-
po que era de Jerusalen quando era Vespasia-
no emperador de Roma, mas por vn hecho
que fizieron los judios a vn profeta que auia
nonbre Jesu, fuemos todos perdidos e destruy-
dos, e yo se verdaderamente que no auia ta-
maña culpa como los oti'os. Titus, fijo de
Vespasiano, vuo mayor merced de mi, que
no me quiso matar como a ellos; fizóme me-
ter en vna barca solo, sin vela ni remos, e
fizóme echar en la mar, porque recibiesse
qual muerte Dios me quisiesse dar, e desque
fue en la mar, anduue dozientos años que no
comi ni bebi, ni nunca falle gente que me
quisiesse acoger en su conpañia, ante me
denostauan, e maldezianmo quando les con-
taua como me acontescicra: e no falle ningu-
no que ouiesse merced de mi ni m.' quisiesse
matar, ca de grado (piisiei'a que me matasseu
pues no me querían acoger en su compañía».
Cap. CCXXYIIL — Como Cayfas dixo a Ga-
lax e a sus conpañeros que auia andado
doxienfos años ]ior la mar.
«Y en tal manera como os digo he andado
por la mar. que ni comi ni Iteiii. mas de do-
zientos años, ni falle merced, ni pude mori)-
de hanbre. E tanto anduue assi , hasta que
ventura me traxo aqui a esta peña, laboran-
do aqui do agora estoy. E quando vine aqui,
fue muy alegre, ca pense que moi-aua aqui
gente, y que me farian algún bien; e audune
toda la peña a derredor, e no falle ay ningu-
no, e tornóme a mi barca, pensando que mas
presto fallaría consejo en la mar que en la
peña. E quando torne a la barca ñola halle,
([ue se era yda por la mar adelante, e assi he
fincado aqui gi-an tienpo, que no comi ni beui,-
ni vino aqui ijuien me acorriesse, e a horas
ay (]ue me quiero perder de hanbre, mas por
esso no puedo morir, ante bino en tal lazeria,
qual podeys ver; ¡assi fuosse mi ventura que
jnidiesse morir como otro pecad(jr! mas me
plazeria, ca mucho peor me es la vida que
la muei'te».
Cap. CCXXIX . — Como Gala: e sus eon-
¡jañeros dexaron a Cayfas en la peña y
tornáronse a la barca.
Y quando ellos esto oyeron, santiguáronse
de la marauílla que oyeron dezir, ca bien
pensauan que ningún honbre carnal que no
podiia biuir sin comer, e dixo Perseual: «Don
Gralaz, r,que faremos deste honbreV Meterlo
hemos en niiestra conpañia, e leñarlo hemos
al reyno de Londres, por uKStrar esta auen-
tui'a al rey c a los de su corte» . «Esto no fa-
remos, dixo Galaz, que en esta nao, que es
significanca de santa yglesía, no podría el
enti-ar; ca no deue entrar sino aquel que es
complido de fe y de creencia; por ende vos
digo que este no deue ay entrar, que no ay
en el nada de todo esto ni lo vuo nunca , e
tanto erro contra el Señor de los señores en
la gran deslealtad que fizo, que el merece
esto e mas; e por ende os digo en derecho
consejo que lo dexemos esta)- aqui, ca Nues-
tro Señor quiere que el finque aqui e passe
esta lazeria que el quiera, poi- la gran des-
lealtad que el fizo contra el fijo de Dios». Y
entonce dixeron los otros que Galaz dezia
verdad, e dixeron que si a Nuestro Señor
plazia (pie el fuesse saino, que el lo saluana,
e si el tenia por bien que el fuesse perdido,
que, «¿que auian ellos que adobar, que no es
de nuestra ley?» Entonce lo dexaron estar
assi entre los arboles , e tornaron a su nao,
e desque fueron dentro, dixeron a la donze-
lla hermana de Perseual la marauílla que
vieran. Y qiumdo ella lo oyó, santiguóse, y
dixo que mucho se marauillaria dello el rey
Artur quando lo oyesse. Y assi estando, dio
vn viento a la nao que la alongó de la ri-
bera. Mas agora dexa el cuento de fablar
dellos, que no cuenta aqui de las auentu-
ras que passaron entonce, porque son escri-
tas en el libro de Galaz, e torna al rey Mares,
como fue consejado quo fuesse sobre el rey
Artur. ' . , ;
Í4S
LIBROS DE caballerías
'~'ap. CCXXX. — Como el rey Mares desa^na-
ua a su sohrino Tristón por la rey na que
leuara.
Aqui dize el cuento e la verdadera histo-
ria que el rey Mares ovo dezir que Tristan
so sobrino, que se fuera para Cornualla e leuo
dende a la reyna Yseo. muger del rey Ma-
res, e leuda a la Joyosa Gruarda ('). Y el rey
Mares amaua a ia reyna Yseo de tan gran
amor, que por ninguna cosa no la porlia olui-
dar, ante era tan cuytado por ella, que no
sabia que fazer, e muchas vezes «quisiera em-
hiar al rey Artur que ge la ftziesse enbiar,
mas no se atreuia, ca sabia (jue el amaua a
Tristan de gran amor, que no ge la querría
embiar en ninguna guisa, e aunque lo qui-
siesse fazer, que no lo dexarian los del li-
naje del rey Van, ca amauan a Tristan de
gran coraron. Y assi biuio el rey Mares en
esta cuyta y en este dolor sin su muger bien
dos años, e desamaua por ende tanto al rey
Artur, que no ha en manera que le pudiesse
hazer mal. que no ge lo hiziesse de buen
grado.
Cap. CCXXXI. —De como Alderee consejo al
rey Mares que fícesse sobre el rey Artur.
E quando la demanda del santo Grrial fue
comenr-ada, e los caualleros de la Mesa Re-
donda la juraron e se partieron de casa del
rey Artur. las nueuas fueron sabidas por mu-
chas tierras cerca e lexos; e fueron ay mu-
chos caualleros, tanbien de los estraños
como de los de la tierra; e fueron al vq\ Ma-
res con las nueuas, e dixeronle que Galuan
era en Gaunes en la pequeña Bretaña y en
Cornualla, e que todos los caualleros de la
casa del rey Artur que fueron en la deman-
da, que eran muertos; y los de Gaunes e de
Bonoyt ouieron gran pesar, porque querían
gran bien a Lancarote e a Galaz, e a todos
los del linaje del rey Yan. E las nueuas del
duelo que hizieron, súpolo el rey Mares. Y
quando oyó que lo afirmauan de verdad,
dixo: «Agora le pueden bien dezir [al] rey
Artur que tornado es el viento, pues los ca-
ualleros de la Mesa Redonda son muertos» .
Estonca se consejo con Alderee como haria.
r-a no auia hombre en el mundo a quien el
tan mal quisiesse como al rey Artur, e yrle
ya a hazer todo mal de grado a tal sazón, si lo
pudiesse acabar. Y Alderee era bien lleno de
enemiga, e dixole: «Yo vos mostrare como
lo podays destruyr; como agora el esta solo,
(' ) Nombre de un castillo de Lanzarote (la Joyevse
Garde). Pero aquí parece reinar cierta confusión
entre las historias de Tristan y de Lanzarote.
e vos sabeys bien que los sansones son gran
gente, y poderosos de tierra y de amigos, y
ellos desaman tan mortalmente al rey Artur.
que le harían todo mal si pudiessen, que le
quitarían el reyno, e nunca mejor dia verian
pudiéndolo hazer, embiadles dezir que el rey
Artur ha perdido los caualleros de la Mesa
Redonda en la demanda del sancto Grial, y
embiadles dezir que si quisieren venir, que
en tal estado es venido el reyno de Londres,
que rezmente lo podran conquerir si quisie-
ren: y sabed que vernan ay de muy buen
grado, tanto que vuestro mandado oyan; e
hazeldes saber que seré y s ay con ellos en su
ayuda con quanto poder ouierdes, e ponedles
vn dia señalada a que vengan, que luego se-
rán con vos» .
Cap. CCXXXII. — De como el rey Mares des-
truyo Ja Joyosa. Guarda, e leuo ende la rey-
na Yseo.
Bien assi como Alderee le consejo, bien
assi lo fizo el rey, y enbioles dezir aquellas
nueuas a los de Sansaño lo mejor e mas
apuesto que pudo, e los sansones, que des-
amauan al rey Artur de mortal desamor, oye-
ron estas nueuas, e fueron ende muy alegres,
e assonaron todo su poder, e metiéronse en
las ñaues y en galeas, e passaron a la Gran
Bretaña e aportaron en Auini. Y el rey Ma-
res, que esta maldad basteciera, tomo toda
su gente, y fuesse para ellos para aquel lu-
gar que auian puesto, e fueron muy alegi'es
vnos con otros; aquel dia posaron en vna
floresta que era cerca del mar, e aguijaron
lo mas escondido que ellos pufíieron poi- no
ser descubiertos. E quando vino la noche,
metiéronse al llano, e comentaron de andar
contra la ciudad de Camaloc, ca la luna fa-
zia muy clara, e alli pensauan fallar al rey
Artur, porque moraua ay mas que en otro
lugar. E assi anduuieron los sansones fol-
gando de dia e andando de noche, fasta que
vinieron a la Joyosa Guarda. E el rey Mares,
(pie bien sabia que ay era la reyna Yseo,
tomo de sansones bien fasta (piinientos caua-
lleros, todos muy bien armados, e dixoles:
«Yamos a aquel castillo lo mas passo que
])udieremos»; y ellos lo hizieron assi como
les enseño. E los del castillo, que no se te-
mían de ninguna cosa, gran tienpo auia
ante tenían las puertas abiertas de noche y
de dia; llego el rey Mares, y entro dentro
o/m toda su conpafla; y sabed que juan es-
tonce todos a pie, ca si fueran a caballo fizie-
ran ruydo. e oyeranlo los de dentro y cerra-
ran las puertas ante ijue ellos entrassen, ca
el castillo era fuerte en demasía. Y el rey
LA DEMANPA T>EL SANCTO GRTAL
249
Xares se fue derecho para su cámara de la
reyna su muger, e tomóla de do estaua dor-
micndo con sus dueñas mal a su pesar, e
mandola guardar. T después niando poner
fuego en la villa, e hizo tan gran mortan-
dad en los de dentro, que pocos eran los que
quedar<m biuos. E desque ouieron las gen-
tes muertas, e la villa quemada, e todo el
auer tomado, salieron dende, y fueronse muy
alegres e pagados con gran ganancia que
auian fecha. Mas sabed que el rey Mares no
quiso dello tomar parte, pues que tuuo a su
muger en su poder, e dixo: «Amigos, pensa
de caualgar, e vamos do esta el rey Artur;
e si ymos sesudamente, hallarlo hemos con
poca compaña, assi que no nos podra dudar».
T ellos dixeron que lo harían assi.
Cap. CCXXXIII. — Como el rey Artur supo
mieuas que el rey Mares entraua en su tierra.
Y assi como os digo pensó el rey Mares
prender sin sospecha al rey Artur. Y el rey
Artur estaua muy triste, que ya sabia ver-
daderamente que eran muchos caualleros de
la Mesa Kedonda muertos en la demanda del
santo Grial, y maldezia a la demanda y aquel
por quien fuera comen(,'ada. Y estando assi
triste, vino ante el vn escudero de la Joyosa
Guarda, que auia dende escapado, e dixo: «Se-
ñor rey, yo os traygo fuertes nueuas» . «Por
Dios, dixo el rey, si buenas me las traxerdes,
sera marauilla, que gran tienpo ha que no
las oy por mi fuerte ventura sino malas; y
assi pienso que es agora; pero, malas o bue-
nas, dimelas» . «Yo os digo, dixo el escude-
ro, que el rey Mares de Cornualla con todo su
poder e todos los de Sansoña, son entrados
en vuestro rey no, e han os destruydo quanto
delante hallaron, e mataron muchos hon-
bres, e el castillo de la Joyosa Guarda, que
no temia nada, es todo destruydo e quemado.
E sabed que serán con vos antes de tres
dias». Y el rej^ dixo: «¿Es verdad esto?»
«Si, sin duda», dixo el escudero. Estonce
comento el rey a pensar. Y después que pen-
só vna pieca, dixo: «¡Ay casa de Camaloc!
¡como eras temida e dudada en quanto los
caualleros de la ]\Iesa Redonda eran; e agora
paresce que estos que esta guerra me mue-
uen, de duro lo prouarian si supiessen que
aquellos eran biuos!» Y estonce se leuanto
en pie vn cauallero de Irlanda, que era muy
buen cauallero de armas e muy ardit, y era
hermano de los de la Mesa Redonda, que
auia nombre Didonax de Carloc, e dixo al
rey Artur: «Señor, vos fuestes hasta aqui el
mas dubdado rey del mundo, y el mas non-
brado, e aun lo soys, e si los de la Mesa Re-
donda son perdidos de vos, por esso no finca
vuestra casa tan sola como cuydays, ca avn
auedes de los mejores caualleros del mundo,
ca cierto tantos ha de hombres buenos, mu-
cha sera la gente grande a quien vos no he-
cheys del campo, tanto que Dios no vos quie-
ra mal, e por esto vos digo que vos no espan-
tedes destas nueuas, ca fuestes hasta aqui
tenido por vno de los buenos honbres del
mundo. E agora fallesce vuestro loor de las
peores del mundo, y embiad por vuestros
caualleros e por vuestros honbres, que aue-
des muchos por rededor de Camaloc, e yd
seguramente contra vuestros enemigos, e
cierto, si vos esforzadamente vos mantuuier-
des, ventura que los ardidos mantienen. Dios
vos ayudara, e otrosy vos nos deueys mucho
de confortar, porque el derecho que teneys
vos ayudara».
Cap. CCXKXIV.— Conio el rey Mares vino
sobre el rey Artur.
Tanto dixo el cauallero al rey, que el rey
se conforto mucho, y embio por toda su tie-
rra lo mas ayna que pudo a todos aquellos
que del tenian tierra, (¡ue viniessen acorrer
atan gran quexa como tenia, y ellos lo hi-
zieron quanto mas pudieron, ca lo amauan
mucho; e asonáronse en Camaloc mas de dos
mil caualleros de armas e de otros muy gran
compaña. E al quarto dia, a ora de prima,
do estaua el rey en su missa, vinieron a el
dos caualleros armados, que le dixeron: «Se-
ñor, he aqui vuestros enemigos do vienen, e
ya son salidos mas de diez mil caualleros» .
«Id alia, dixo el rey, e hazed diez hazes de
mis hombres y estad fuera en el canpo, que
no (|ueria que nuestros enemigos nos fallas-
sen encerrados, mas, sobre todas las cosas
del mundo, guardadvos que no derrameys.
si no sodes muertos, ca yo vos acorreré».
Cap. CCXXXV. — De como el rey Mares llago
al rey Artur e lo derribo del cauallo.
Asi como el rey mando, assi lo fizieron:
ca fizieron de gentes diez hazes, en que auia
muchos buenos caualleros, mas no eran nada
contra los otros, ca los otros eran muchos
ademas , e por ende recibieron aquel dia
atal daño e tan gran afrenta , que no lo
quisiera el rej Artuí- por la meatad de su
reyno, ¿e que vos diré?; pues el rey oyó su
missa, salióse de la capilla, e fizóse armar lo
mejor que pudo; después subió en su caua-
llo, en el que mas se fiaua, e salieron con el
hasta dozientos caualleros muy buenos para
que quier. E después que fueron fuera, ha-
250
LTBEOS DE CABALLERÍAS
lkroi> a los otros que lidiaiían a gran pries-
sa. mas tantos eran miichos los otros, que
los suyos no pudieron adurar contra ellos, e
mataron ally muchos buenos caualleros del
rey Artur. que no querían dexar el campo
por ninguna manera. E quando el rey vio a
STis hombres en tan grande euyta, comenco
a sospirar por los de la Tabla Redonda que
no eran ay, e firio al cauallo de las espuelas.
e fuelos ferir con muy gran saña, ca auia
muy gran dessoo de vengar a sus hombres
que veya matar ante si, e yéndose poi- me-
dio de la batalla, hallóse con vn pariente del
rey Mares, e diole tal lancada por los pechos,
que dio con el jnuerto en tierra a sus pies, e
las bozes fueron* estonce muy grandes, ca
los de Cornualla conocieron que aquel era el
rey Artur, e dexaronse yr para el mas de
veynte caualleros. E quando esto vio, metió
mano a la espada, que era muy buena, y el
era muy arreziado e muy ardid, e defendió-
se tan bien e atan brauamente , que bien
dezian quantos le veyan que aquel era el rey
Artur, e sus enemigos mismos lo loauan d^
''■aualleria porque tam bien fazia de armas:
r-a se defendía mucho bien, e, por buena fe.
fazia de armas el rey Artur, pero que a su
conpafla ;\iia muy mal , e a sus honbres .
que eran atan pocos, que no parescian nada
ante los otros. Y el rey Mares, que lo des-
amaua mortalmente, conosciolo, e fuesse
para el. e diole tal laucada en la espalda si-
niestra, que el escudo ni la loriga no le valió
que el fierro de la lanca no le [>areciesse; y
el rey Mares era de muy gran fiier§a, assi
que dio con el cauallo en tierra; e al caei-
que cayo, quebró la lanf-a. y quedo e] asta
con el fierro dentro.
Cap. CCXXXVI. — Como el reij Mares: cerco
rtl rey Artur.
Los vassallos del rey, quando esto vieron
que su señor era en tierra, ouieron ende
gran pesar, assi que metieron toda su ha-
zienda en auentura. Estonce veriades los
buenos e los leales como mostrauan también
el amor que con el auian: y allí yazia mal-
trecho en tierra, que se no podía leuantar;
metiéronse entre sus enemigos, e llegaron
por fuerca a el, e pusiéronlo en el cauallo
y llenáronlo a Camaloc a mal ])esar del
rey e de quantos ay eran; mas sabed que de-
xaron en el campo tantos de sus amigos
muertos, que fue ende la perdida muy gran-
de, mas de sansones y de cornualleses no ouo
ay tantos muertos, porque no dauan por ellos
nada, pues auian vencido e auian al rey Ar-
tur herido, e cuydauan que no podían biuií-
tres días, e bendezian al rey Mares que tal
golpe fiziera, e dezian que bien deuia traer
corona real, que tam bien se sabia defender
de sus enemigos, e avn dezian los sansones
entre si: «Ya no se nos puede defender el
reyno de Londres que lo no conquiramos
después de la muerte del rey Artur, ni falla-
remos honbre qiie nos lo pueda defender» . Y
estonce mandaron hincar las tiendas e los
tendejones en derredor de la cibdad, e dixe-
ron que jamas no se tirarían dende fasta que
lo (Miiessen conquistado; e mucho fue grande
el duelo que hizieron en Camaloc por su se-
ñor el rey Artur, ca bien cuydaron que era
llagado a muerte; e la reyna e las donzellas
hazian muy gran duelo, mas desque cata-
ron la llaga, confortáronse, ca no era mortal:
e dixo el maestro (pie lo daría sano muy
presto. Agora dexa el cuento de fablar de-
llos, e torna a Galaz.
Cai". CCXXXYir.— Cowío Galaz fallo a Ar-
tur el pequeño lidiando con Palomades.
Dize el cuento que después que Galaz se
[lartio de Perseual, anduuo todo aquel día
(jue no fallo auentura que de contar sea, e al
tercero día le auino que, a hora de medio
dia, hallo dos caualleros que se combatían a
píe, e sus cauallos estañan atados a dos arbo-
les; y estaña ante ellos vn cauallero armado
que veya la batalla, e los que se combatían
eran Artur el pequeño e Palomades, y el otro
Esclabor el desconocido, padre de Paloma-
des: e aquella sazón que llego Gralaz a ellos,
auino que ambos los caualleros dexaron la
batalla por amor de holgar, ca estañan am-
Vios lassos e cansados, e no lo podían sofrír.
e Palomades, que vio el escudo blanco con la
cruz bermeja, conoscio luego que aquel era
Gralaz el buen cauallei'o. E quando lo vio,
dixo a Artur: «Cíei'to, cauallero, agora pue-
do dezir yo ipie sí tanta bondad de cauallería
ouiesse en mi como en aquel cauallero que
yo veo ay, vos cuy daría vencer muy presto,
e avnque ouiesse en vos poder de muchos
caualleros», e Artur el pequeño ftie mucho
espaíitado quando lo oyó, ca no podía pensar
(pie en cauallero del mundo pudiesse auer
tan gran fortaleza como el dezia; e dixo:
<-,:Qual es essc cauallero que dezis?» Y el
ge lo mostró. «Mala ventura aya yo, dixo Ar-
tur el pequeño, si el pudiesse vencer tales
dos como yo». «Cierto, dixo Palomades, si
haría a tales cinco como vos». «Sí Dios me
ayude, dixo Artur, esto no creeré si no lo
viesse». «Pues yo diré, dixo Palomades, que
fagays ende: Yos me acometistes por ver si
erades mejor cauallero que yo, e avn auino^-
vos-assi que no auedes ay meyoria ninguna,
antes por ventura auredesporay peoría; de-
xad esta batalla si os plaze, e ydvos a to-
mar con el, e si no lo fallardes mejor que
vos yo digo, no me tengades por cauallero» .
«Yo lo otorgo, dixo el. mas nú quiero que
por esso quede nuestra batalla, mas que tor-
nemos a ella; e si os partiordes agora de
aqui. que lio quier <|U0 vos halle ipio vos lla-
me a batalla» . E assi so partió la contienda
de Artur el pequeño e de Palomades. E quan-
do vio Grala/. que assi se partia la batalla e
no fazia ay mas, })artiose dende e coment.-ose
a yr sti camino muy presto, ca mucho se
tardaua de yr a Cama loo: e Artur el peque-
ño, tanto que caualgo, comento de ir em pos
del. E dixo a Palomades: «Nos nos partimos,
e vos bien sabedes el pleyto que auemos» .
«Desto no habledes, dixo Palomades, ca si
yo nunca conosci el cauallero del escudo
blanco e la cruz bermeja, el me vengara des-
pués de vos, e desfara ligeramente el vuestro
orgullo» .
Cap. CCXXXVlU.—Cowo Galax. drrribo a
Artur el pequeño de la Innra.
Artur el pequeño no le quiso responder a
nada, ante se yua quanto podia en pos de
Galaz, que ya quanto era alongado. É Palo-
mades subió en su cauallo, e dixo a su pa-
dre: «Vayamos en pos dellos, e veremos el
orgullo deste cauallero en que se ha de po-
ner». «¿Como? dixo el padre. ¿Sabedes vos
que el cauallero que se va es el mejor caua-
llero del mundo? Esto querría ver de grado» .
E Artur el pe(^ueño, que se adelanto ante
que ellos, alcanr.'o a Galaz, e dixole: «Señor
cauallero, guarda vos de mi, que a justar vos
conuiene comigo» . Y estonce torno la cabera
O-alaz, e vio a Artur el pequeño, e no lo
conoció. E vio que le demandaua justa, bol-
uio el cauallo contra el, e firiolo tan braua-
mente, que dio con el en tierra. E Artur
fue mas quebrantado de la cayda, que fue
muy grande, empero que era de tan gran
fuer9a, erguiose luego, e subió en su ca-
uallo, con muy gran pesar que auia. E Gfa-
laz, que lo no cato mas mientra el caual-
gaua, alongóse del bien tres trechos de ba-
llesta. E Palomades alcanr-o Artur el peque-
ño, e dixole: «Señor, agora sabeys como jus-
ta el cauallero . E si no queredes morii" o
recebir mas desonrra desta, quitavos de su
enxeco, ca, cierto, contra el no pí^ledes du-
rar poco ni mas. E si el quisiera, el vos ma-
tara, mas dexovos por su bondad, que por
la vuestra no».
LA DEMANDA DEL S ANOTO GRIAL 251
Cap. CCXXX.lX.-C'ü»?o Grdax derribo o
Artur el pequeño de la espada.
Artur el pe(i[ueño, que ouo gran saña e
gran pesar por lo que Palomades le dixo:
«Señor cauallero, dixo el, sy el es mejor ca-
uallero que yo. esto vos mostrare yo muy
bien al ferir del espada. E yo y re agora en
pos el, e veré quien es». «E cierto, dixo Pa-
lomades, vos no sodes atan cortes como de-
uiades, e direvos por que: vos sodes buen ca-
uallero sin falla, e con vuestra caualleria
deueriades de ser cortes e mesurado, e soys
follón e ayrado e ilesdeñoso. E por enbidia
que aueys a los buenos cauallei'os andantes,
los acometiendo como no deuedes. E sabed
que no es cortesía; cierto, si aquel que es
agora el mejor cauallero del mundo ouiesse
la vuestra manera, menos ende valdría que
vale». E a esto respondió Artur, e dixo: «Por
buena fe, señor, vos no me deueys reptar si
yo ando acometiendo a vos e a los buenos
caualleros, ca yo so mo(,io, e so cauallero no-
uel, y he menester de ganar prez e honra.
E sy agora no la ganare, no se quando la
gane, ca ningún cauallero moco no deue fol-
gar, mas de acometer e fazer cosas por qup
sea loado quando fuere viejo» . «Yos dezides
gran verdad, dixo Palomades, mas todavía
no deue fazer villanía después que fuere ca-
uallero». E después desto non quiso tardar
Artur con Palomades, e fuesse en pos Galaz.
e tanto que lo alcance, metió mano a la es-
pada, e dixo: «Guardavos de mi, señor caua-
llero, ca vos no podedes assi partir de mi» .
E quando Galaz vio que lo tenia assi, e afin-
caua que se combatiesse con el, acostó la
lanc.a a vn árbol, e metió mano a la espada
de la estraña cinta. E quando vino al ferir
dixo: «Sí Dios uiq ayude, cauallero, no sodes
cortes couio deuiades, que ydes deteniendo
los caualleros de la aventura que andan ado-
bando su fazienda e por auer paz. E sí daño
vos ende viniere, no deue auer ningún duelo
de vos». Estonce se dexo correr a el, e diole
vn tal golpe por cima del yelmo, que se no
pudo tener en la silla e ouo de yr a tierra; e
fue tan atordido, que no supo si era noche ni
día. E Galaz que lo vio, metió su espada en
la vayna, e tomo su lanca. e fue su camino.
Cap. CCXL. — Como Artur el pequeño fué
con Palomades para Camaloc.
j^iloinades que esto vio, tomo el cauallo. o
ti-axolo a Artur el ¡pequeño, e dixole: «Agora
podedes eaualgar»; y el caualgo. «Agora rae
dezid, dixo Palomades, ¿podervos yades otor-
gar en lo que os dixe que este es el mejor
252
LIBROS DE caballerías
rauallero del mundo?». «Cierto, dixo Artur.
no. ca ya mejores que no es el ay. Y el no
sera tan osado de dezir de si lo que vos dezi-
des» . «Verdad dezides en esso, dixo Paloma-
des, ca si lo el assi dixesse, seria muy villa-
no, mas por el no lo dezir no dexa de lo ser
el mejor cauallero del mundo, e sin falta assi
lo es». «Ya Dios no me ayude, dixo Artur.
si lo nunca digo, fasta que yo sepa del mas
que fasta agora». «Y''© vos digo, dixo Palo-
raades, que vos lo veredes, solo que vos quera-
des yr con nos» . «¿E a que lugar ydes vos?»
dixo Artur. «Cierto, dixo Palomades, yo oy
dezir que el rey Mares con el poder de San-
soña tiene cercado al rey Artur en Camaloc,
e yo lo amo tanto, que lo quiero a\'udar con
mi cuerpo. E yo se bien que este cauallero
que con vos conhatio va alia, por destruyr a
los sansones e por ayudar al rey Artur. E si
vos aquel dia que el allegasse estuuiessedes
ay ante la cilnlad de Camaloc, no me terne-
des por mentiroso de lo que vos dixe de su
bondad, c-a yo se que el solo querrá acometer
a todos los de la hueste, e yo se que ay fara
las mayores marauillas de armas que nunca
cauallero fizo». «Pues assi es, dixo Artur el
pequeño, que vos ys a Camaloc por ayudar
al vej Artur, entre mi e vos no puede mas
auer, por ende me quiero yr en vuestra con-
paña, si vos pluguiere». Y ellos dixeron que
íes plazia.
Cap. CCXLI. — Como Galax fallo Areiel^ que
se matara con -m hermano.
Asi aconpañaron quatro caualleros y se
fueron em pos Galaz, fablando todavía de su
bondad, e assi anduuieron fasta que llegaron
al abadia do Somatón yazia en el fuego; mas
fomo Galaz acabo essa auentura, no lo escre-
uimos aqui, porque es scripto en el libro de
G^alaz. E quando Gralaz se partió del moni-
mento, fuesse quanto pudo su camino, e di-
xeron Palomades e sus conpañei-os que se
fuessen em pos del, que no perdiessen su
c/)npaña; e anduuieron tanto que lo alcanca-
ron, e fueronse assi en vno fasta hora de
nona, que llegaron a vna fuente que nacia al
pie de vn árbol que se dezia Sicomor. E
quando llegaron a la fuente, fallaron ay vn
cauallero armado de todas armas, saluo es-
r-udo e yelmo, que le tenia cabo si. Y tenia
avn el espada en la mano, y era ferido en la
cabera que se queria morir; e quando los
quatro conpaíleros esto vieron, dixeronle, por
ver si lo conocian, e ouieron miedo que era
de la Tabla Redonda. E Gralaz se allego a el,
e dixole: «Cauallero, ¿quien soys?» Y el no
respondió, que no podia; pero tantas vezes
ge lo pregunto Galaz. que le dixo assi como
pudo: «Señor, yo so vn cauallero pecador e
mal auenturado por mi pecado; e sin falta
me vino esta mala andanca; e yo he nonbr^
Arciel, e so conpañero de la Tabla Redonda,
e aniñóme oy, por mi mal auentura. que yo
e mi hermano Sanades fallamos vna donze-
11a, e yo quisela auer, y el otrosi; e conba-
timonos con gran saña por ella, como si fué-
ramos enemigos mortales; e a la cima mate
yo a el, e tájele la cabega, y el me fizo a mi
esta llaga mortal, pero no pen.se que era' de
muerte quando del me parti. Y desque lo
mate, traxe la donzella fasta aqui. Y desque
vi que era ferido a muerte, que no podia mas
andar, descendí a esta fuente, e dixe a la
donzella: «Pues yo mate a mi hermano e so
yo muerto, no quiero que mas biuays, ni
otros caualleros se maten por vos»; e meti
mano a la espada, e quisele tajar la cabera,
mas ella tuyo lo mas presto que pudo, e yo
no pude yr em pos della» ; y desque el caua-
llero esto dixo, estendiose con la cuyta de la
muerte e salióle el alma del cuerpo; e quan-
do Galaz vio muerto el cauallero, tomólo ante
si en el cauallo, y leuolo a vna casa de orden
que auia ay cerca, e fizóle soterrar, porque
era de la Tabla Redonda. E fizo escreuir so-
bre la tunba como el matara a su hermano
Senados, e como el quedara herido a muerte.
Cap. CCXLLI. — Como Galaz., y Esdauor. e
Palomades, e Artur el pequeño, mataron
los caualleros que salían de la corte.
Los- quatro caualleros aquel dia quedaron
alli por soterrar a Arziel. E otro dia salieron
dende, y entraron en su camino, e anduuie-
ron tanto, que llegaron a seys leguas de Ca-
maloc. Y ellos yendo por su camino de la
floresta, estonces les auino que fallaron vn
cauallero del rey Mares que yua por medio
de la floresta, e yua en conpaña de quatro
caualleros; e yuan bien armados. E Artur el
])equeño dixo a sus conpañeros: «Yeys aqui
de los vuestros enemigos que tienen al rey
Artur cercado» . E agora vayamos a ellos, que
nos somos quatro y ellos son cinco, e cada
vno derribe el suyo e yo derribare los dos»;
y ellos lo otorgaron assi. Estonces les dieron
bozes que se guardassen dellos, e Artur el
pequeño dio de las espuelas y llego fasta
ellos, e dio tal lanr-ada al primero, que dio
con el muerto en tieira. E Palomades no
menos al suyo, ca se cayo luego de la silla. E
por ende escapo de muerte. Y este era el
cauallero del rey Mares. E pues que cada
vno derribo el suyo, Artur el pequeño metió
mano a la espada por tener su promisión, e
LA DEMANDA DEL 8ANCT0 ÜULVL
dexose yr ení pos el quinto que quería fuyr,
e firiole atan brauamente , que le echo la
cabera a parte. E quanclo Palomades vio este
golpe, dixo: «Artur el pequeño, por buena
fe. bien tuuistes vuestra proniessa». «Ay
Dios, dixo Artm-, como me plazeria si fuesse
alguno dellos biuo, e sabríamos nueuas de
los de la hueste e de los de dentro».
Cap. CCXLni. — Como Oala.z e sus compa-
ñeros supieron de la hueste.
Ellos assi fablando, cataron e vieron el ca-
uallero del rey Mares (¡ue Palomades derri-
bo , que se leuantaua . e querriase acoger
al cauallo para fuyr. E tanto que Artur lo
vio, dexose yr a el, e dixole: «Atan ayna no
vos podedes yr, que vos qiüero matar aqui» .
El, con pauor de muerte, tendió el espada,
diola a Artur, e dixole que le no matasse; e
Artur le dixo: «Agora me di quien eres, e
como el rey Artur se mantiene, e como los
de fuera han fecho desque cercaron a Cama-
loe». «Esto vos diré yo muy bien, dixo el
cauallero, mas que me segurados que no
muera aqui» . «Yo te lo aseguro» , dixo Artur.
«Agora vos lo diré lo que me demandados,
dixo el. Yo so vn cauallero del rey Mares e de
su casa, y el cerco a Camaloc con muy gran
poder de Corniialla e de Sansoña. E no puede
ser por ninguna guisa que la no tome, si al
rey Artur no viene acorro de alguna parte,
e muy gran acorro puede ser por que el rey
Mares se aya a leuantar de sobre ella. Y el
rey Artur yaze cercado, y esta mal herido,
que le firio el rey Mares quando lo derribo
la primera vez que se ayuntaron» . «¿E que
fazen los de dentro?» dixo Galaz. «¿Salen
alguna vez fuera para se conbatir con sus
enemigos?» «Si salen, dixo el cauallero, mas
no a menudo, ca son tan pocos contra los
otros, que los no pueden sofrir; e por ende
pierden cada vez i^ue con ellos se toman; e
por ende no osan salir a ellos. E sabed que
mañana saldrán fuera por se conbatir con los
nuestros, como quier que les quede venga,
ca oy les vino ayudar Carides el del pequeño
bra«;o con pie^a de gente. E por esso nos en-
biaron dezir que mañana aurian con nos la
batalla. Y es puesto para de mañana». «¿E
cuydays vos, dixo Gralaz, que los de dentro
se pueden tener contra los de fuera?» «E,
dixo el cauallero, esto no podria ser en nin-
guna guisa, ca los de dentro son tan pocos,
que se no pueden mantener contra loa de
fuera» . E Palomades se allego a el, e dixole:
'^.De mi señora Yseo, ¿sabeys vos algunas nue-
uas?» «Señor,, dixo el cauallero, sabed que
ella es en Cornualla, ca el rey Mares la tomo
de la Joyosa Guarda, e la embio con gran
gente ha bien vn mes» . E quando oyó estas
nueuas, ouo ende muy gran pesar, assi que
bien quisiera ser muerto, ca bien vio que
su amor no podria auer cima si no fuess*
alia
Cap. CCXLIY. — Como Galaz se consejo con
sus compañeros como faria contra los de
la hueste.
Artur el pequeño dixo al cauallero: «Vos
sodes hombre del mundo que yo peor quiero,
pero no quiero matar vos, pues lo prometí,
mas caualgad, e yd por do quisierdes» . Y el
caualgo, e fue muy alegre, ca mucho ouo
pauor de muerte, e fuesse para el rey Mares,
e contogelo todo como le auiniera, e como
los otros caualleros eran muertos; e fizieron
mucho gran d\ielo por ellos, ca mucho eran
ricos de linaje. E aquella noche durmieron
los quatro en vna hermita que auia ay cerca
la floresta. Y^ era aquella hermita atan cerca
de la hueste, que poco mas auia de media le-
gua. E aquella noche fablaron de muchas
cosas que les avinieran, e consejáronse como
fiziessen. Y en la mañana, Galaz les dixo:
«Amigos, yo tendría por bien, si quisiesse-
des, que atendiessemos fasta que los de la
cibdad salgan fuera e la batalla sea ya co-
mencada ; estonce saldremos en celada , e
feriremos en ellos, e si Dios quisiere que los
desbaratemos, mucho sera andanza buena» .
E los otros lo otorgaron assi, e aquella noche
rogo mucho Galaz de buen coraron a Nuestro
Señor que pusíesse consejo a la gran cuyta
del rey no de Londres, ca bien entendía el
que sí el rey Mares díesse cima a lo que auia
comencado. que los del reyno de Londres
serían destruydos e aforcados, e bien sabia
el que en aquel tienpo no era sancta yglesia
tan honrada ni tan aleada en ningún lugar
como en la Gran Bretaña, ni en todo el mun-
do no auia. E por ende le semejaua que sería
gran cuyta sí a tan alto reyno e tan preciado
tornasso. por alguna mala ventura, destruy-
miento e confusión.
Cap. CCXLY. — Como Palomades se partió
de sus conpañeros entrante la batalla.
Mucho pensó Galaz toda aquella noche en
esto, e otro día, quando el sol fue salido, ar-
máronse todos, e fueron a oyr missa ('); y
después caualgaron y fueronse por el gran
(•) lis de suponer que falomades uo la oiría, coma
pagaao que era.
254
LIBROS DE CABALLERÍAS
camino, fasta que salieron de la floresta. E
tanto que fueron en el llano, vieron a Cama-
l<ic, e vieron tiendas y tendejones aderredor
e chocas que era niarauilla, e los de dentro
eran ya fuera para auer la batalla, e tenian
sus hazes paradas, y eran ayuntados con sus
enemigos, mas eran pocos, y estañan en gran
peligro y en gran auenturn, si Dios no los
aeorriesse. Y el rey Carides, que yua por se-
hór e por guiador de los de dentro, lo fazia
tan bien, que no ha honbrc que lo viesse que
no lo tuuiesse por muy buen cauallero de ar-
iiias; e traya consig<i muchos buenos honbres
que lo ayudauan sin engaño, mas eran tan
pocos contra sus enemigos, que era marauilla
como los podian atender. E quando los qnatro
caualleros llegaron cerca do era la batalla,
encontraron vn cauallero que se partia de In
batalla muy inal ferido, e Artur el pequeño
se fue para el. y preguntóle quien era, y el
vuo miedo e quiso fuyr, e Artur le tomo por
el freno, e dixole: «Tu eres muerto si no me
dizes quien eres». «Yo soy, dixo el, de Ca-
inaloc. y recebi tantas feridas e tantos gol-
l)es en esta batalla, que no pude mas sufrir.
é salgóme por yr a morir algún lugar sagra-
do, ca se bien que yo soy ferido de muerte» .
«¿É quales han la peoría?» dixo Gralaz. «Essa
no es pregunta, dixo el cauallero, calos de
dentro son tan pocos e los otros son tantos,
que no los pueden sofrir». «Agora te ve a
buena ventura, dixo Galaz, que asaz nos has
dicho». Y el se fue su camino, e los ca-
ualleros se fueron contra la batalla, y lle-
garon ay a tal sazón, que ya en poco estaua
de ser desbaratados los de dentro; e Gralaz
que los vio, dixo a sus conpañeros: «Señores
¿que os parece dcsta auentiu-a?» «Cierto, dixo
Palomades, los del rey Artur son muy mal
cuytados, y serán desbaratados si no han
socorro». «Agora lo fagamos bien, dixo Ga-
laz, nos no somos mas de tres. Nuestro Señor
sea el quarto si le pluguiere, que valdrá mas
que cient mili cauallos» . «¿Como? dixo Pa-
lomades ¿nos no somos quatro?» «No, dixo,
«pie vos no soys de nuestra conpaña, pues
no soys de nuestra ley ni soys christiano».
v¿No?» dixo el. «Pues buscad quien vos ayu-
de, que yo soy aquel que os fare (juanto estor-
uo pudiere aqui, pues me echays de vuestra
conpaña. Y desde aqui vos desafio a vos e a
todos lf)S de la Tabla Redonda»; e dixo [a]
Oalaz: «Por Dios, señor cauallero, poco me
preciados quando vos no me (pieredes contar
por cauallero; e assi Dios me ayude, antes
querría yo ser muerto, que vos mostrasse en
esta batalla si yo soj^ cauallero o no» . Es-
tonce ñrio al cauallo de las espuelas e fuesse
para el rey Mares.
Cap. CCXLYI. — Como Galax, y Esclauory
e Artur el pequeño fueron ferir en la hues-
te del rey Mares.
Palonuules se partió de sus compañeros
alli do mas menester les era, e Gralaz dixo a
los otros: «Señores, nos somos pocos, mas no
desconfijrtedes por esso, ca bien creed que
Nuestro Señor nos acorrerá si ouieremos
nuestra esperanza en el». Y" Esclauor le
dixo: «Señor, ydlos ferir, ca vos no lallecere
fasta en la muerte». Estonce se dexo correr
Gralaz, e metiosse do la mayor priessa vio de
los caualleros del rey Mares, e firio al pri-
mero de tal golpe, que dio con el e con el
eauallo en tierra, e después aguijo contra
los otros. E fizo tanto con aquella lan^a, que
derribo bien siete dellos ante que la que-
brase, e Artur el pequeño lo fazia tan bien,
que no ha honbre nacido en que le trauar.
Y Esclauor el desconocido otrosi lo fizo mu-
cho bien, e fizieríju tanto todos tres de la
¡jrimera entrada, que los rescibieron mas de
dos mil caualleros. Y el rey Mares, que es-
taua ay, dixo a los suyos: «Agora podeys ver
cosa que han fecho aquellos tres caualleros.
Y sabed que estos son de la Tabla Redonda,
de la demanda del santo Grrial, que auentura
los truxo aqui. E si ellos mucho duran aqui,
mucho mal nos faran, mas agora vayamos a
ellos sin mas tardar».
Cap. CCXLVII. — Coiuo el rey Mares e su
rompaha fueron en priessa con Galaz e
sus compañeros.
Quando Esclauor, que juas cerca del rey
estaua, oyó lo que dezia, dexose yr para el,
e heriole atan brauamente, que le falso el es-
cudo e la loriga, e metióle la lan(;,a por el
espalda siniestra. E la llaga era grande, mas
no mortal, y el rey, que era de gran coraron,
ferio a Esclauor de tan gran fuerza, que dio
con el en tierra del cauallo. E quando Palo-
mades vio a su padre en tierra, dixo al rey:
«Yo te queria seruir, e disteme mal galardón,
e yo te fare otro tal» . Estonce boluio contra
el entre sus honbres, e firiolo tan braua-
mente, que lo derribo del cauallo en tierra,
mas otro mal no le fizo, ca tenia muy bue-
nas armas, y el rey fue maltrecho de la cay-
da. E quando los caualleros del rey Mares
vieron a su señor en tierra, no ouo ay tal
que no fuesse espantado; estonce firieron en
Palomades mas de diez caualleros, e matá-
ronle el cauallo e firieron a el de muchas fe-
ridas, e tomáronle a pie que no se podia de-
fender; mas Galaz el buen cauallero, que
preciaua mucho su caualleria, vio como era
LA DEMANDA DJEL SANCTO GIíTAL
251
de su parte, y dexose correr por medio de-
llos por lo librar de aquella auentura, y me-
tió mano a la espada de la estraña cinta, e
comenoo a dar tan grandes golpes, que de-
rribaua caualleros e cauallos, e fazia tan
gran daño por do yua, que no auia ay nin-
guno que lo osase atender, e auian gran es-
panto de las maraiiillas que le veyan hazer.
que sin falla no fallaua cauallero, por arma-
do que fuesse, que no diesse con el muerto
en tierra o llagado. E todos se desuiauan del
quanto le fueron conosciendo. tan de lueñe.
que no ouo ay cauallero en el campo que en
poca de ora no ouiesse de fuyr, ca liazia las
mayores ma ranillas de armas que nunca
fueron fechas en el rey no de Londres. E otra
marauilla fazia Galaz, que daua gran espanto
a sus enemigo-:, que jamas no estaua en vn
lugar, antes lo veriades oras aqui, oras acu-
llá, e oras lueñe, e oras cerca; e a ora a dies-
tro, e a ora a siniestro. E assi yua cercando
las hazes tan marauillosamente, que a duro
le escapaua lionbre que con el se ñillasse. E
quando los caualleros del rey Mares vieron
esta marauilla, y que no alcancaua hombre
con su espada que le pudiesse durar, hizie-
ronse afuera con la mayor contenencia que
pudieron. E ya no pensauan de ferir, sino
de guardar sus cuerpos, porque no auia ay
ninguno que no ouiesse pauor de muerte o
de rescebir toda afrenta. E Artur el pequeño,
quando vio las marauillas que Galaz fazia,
dixo: «Ay Dios, ¿que podria desde honbre
dezir? que por buena fe no se cauallero mor-
tal que tales cosas pudiesse fazer como el
haze. E no se honbre que se apartasse contra
este; ca si todos los caualleros del mundo
fuessen contra este, yo creo bien que el los
vencerla todos, e no podrían durar contra el.
ca no me semeja por lo que ay veo que el
pudiesse ser lasso e cansado de ferir en quan
maño el dia fuesse. E agora aya mal andanca
si desde oy mas no le tengo por el mejor ca-
uallero del mundo y de todos aquellos que
nunca truxeron armas, ca bien veo que lo
meresce» .
Cap. GCXhYIll. — Coi/to el rey Mares e su
compaña ftíeron desbaratados e fuyeron.
Estaua diziendo assi Artur el pequeño, e ma-
rauillauase de las cosas que le veya fazer, e
dezia que bieu cuydaua el que los mejores
diez caualleros del mundo no podian hazer
lo que el fazia; e Galaz, que no era mas can-
sado t[ue quando ay entro, e traya atan mal
u los de Sansoña e a los de Cornualla con el
espada, que bien entendieron que si ay du-
rassen no fincarla ninguno dellos. E por ende
ouieron a dcxar el campo a mal su pesar. E
acogiéronse a las tiendas lo mas sesudamen-
te que pudieron; mas todo esso no les valia
nada, ca pues los del rey Artur vieron que
se yuan contra las tiendas, echaron em pos
dellos. Y ellos comencaron a fuyr, e derribar
tiendas e tendejones. E comentaron a fazer
tan gran destruy miento e tan gran mortan-
dad de gente, que murieron ay mas de diez
mili caualle.Tos, sin los llagados e feridos, ca
no auia ay cuenta, ca sin falla grande era el
pueblo que sobre la cibdad j'azia; y en tal
guisa como vos digo fueron muertos e des-
tiuydos caualleros e ricos honbres, e gentes
de sansones e de Cornualla. Y el rey Carides
dixo a los suyos: «Catad que vos no finque
ninguno por aiier ni por al, que todos no sean
muertos» . Y ellos fizieron bien su mandado,
ca assi como cada vno alean^aua al suyo, assi
le tajaua luego la cabeca, e todos los mataron
sin falla sino por la floresta que estaua cer-
ca, y metiéronse en ella, e por ende escapa-
ron muchos que no murieron.
Cap. CCXLIX. — Conio Galax se partió déla
batalla e de ws rompañeros, y se fue su ca-
mino.
Y el desbarata fue tan grande e la mortan-
dad, que nunca en el reyno de Londres ouo
mayor, ca mas ouo ay aquel dia entre muer-
tos e llagados de cincuenta mil honbres; y el
rey Mares, e Alderec que lo consejo, fuyeron
y metiéronse por la floresta do vieron que era
mas espessa. E assi escaparon de muerte. E
quando Galaz vio que todos eran desbarata-
dos y que no aiiian que temer dellos, fuesse
(juanto pudo a otra parte de la floresta. Y el
rey Carides, que bien vio aquel dia las ma-
rauillas que Galaz fazia de armas, e bien en-
tendía que por el fuera vencida la batalla de
sus enemigos, (piando lo vio assi yr, cogió em
puS del por lo tornar si pudiera o por saber
su nombre, e por lo contar a los altos hon-
bres del reyno de Londres las marauillas que
el fazia. E tanto que lo alcance a la entrada
de la floresta, sainólo, e dixolo: «Señor caua-
llero, no vos pese de lo que os quiero dezir».
«No me pesa, dixo Galaz, dezid lo que os
plaze»; y el conociólo que era el rey Cari-
des, e dixo: «Es gran pecado porque assi vos
partides de nos sin fablar con mi señor el
rey Artur; por Dios, quando el supiesse que
vos de aqui partistes, aura gran pesar dello,
e yo no se como lo pueda confortar. E por ende
vos ruego, por Dios e por cortesía que en vos
ha, que vos tornedes comigo por ver el rey
Artur. que es el mejor honbre del mundo;
esto sabedes vos. E cierto, si lo no fazedeSj
¿OG
LIBROS DE CABALLERÍAS
vos faredes ende gran villanía» . «Ay señor,
merced, dixo Galaz, no me lo digades, que
sabed que lo no faria por ninguna cosa del
mundo, ea he tanto de fazer en otro lugar,
que no rae podría detener por ninguna ma-
nera. E ruegovos que me perdonedes» . «Cier-
to, dixo el rey, dessas nueuas me pesa de
coraron. E assi fara al rey Artur quando lo
supiere, pero, pues no queredes fincar por
mi ruego, ruegovos que me digades vuestro
nombre» ; e dixo el: «Yo he nonbre Galaz>) .
«¿ComoV dixo el rey, ¿vos soj'S el que distes
cima a la auentura de la silla peligrosa?» «Si
señor», dixo el. «Por buena fe, vos ouistes
el mas fermoso comien<.-o de r-aualleria que
nunca ouo cauallero. E, si Dios me vala, que
vos mantenedes bien en lo que comencastes,
y semeja que el linaje del rey Yandemagus
es de los mejores caualleros del mundo. E
paresceme que se no abiltara por vos. E ago-
ra vos yd en buena ventura, pues jtvos que-
redes; e Nuestro Señor vos guie e vos de po-
der de acabar las auenturas del reyno de
Londres, assi como vos codiciades» . Y el res-
pondió e dixo: «Dios ay faga su plazer» .
Cap. CCL. — Como el rey Artur supo que por
Galaz fue vencida la batalla.
Después desto partiéronse entre ambos. E
Galaz se fue por ei camino por do vio que la
tloresta era mas espessa, ca no queria que
ninguno fuesse em pos el que compañía le
ñziesse; ca el queria desde alli adelante fa-
zer sus cauallerias tan encubiertamente, (pie
ninguno no ge lo supiesse. Y el rey Carides,
quando se partió de Galaz, fuesse para su
L-onpafla, que auian fecho atan gran daño en
el auer del rey Mares y de los sansones, por
que fueron ricos para siempre jamas. E la
cibdad quedo mas rica que ante era. Y'' las
nueuas fueron al rey Artur alli do yazia lla-
gado, que los del rey Mares eran vencid(xs y
desbaratados, assi que pocos ende escaparon
biuos. Y el rey fue mucho alegre destas nue-
uas, e dixo: «Ay Dios ¿como podria esto ser,
que los nuestros eran tan pocos contra los su-
yos, que me marauillo como los osaron aten-
iler en (;anpo?» «Por Dios, señor, dixeron
los que las nueuas le trayan, vn cauallero
solo los desbarato, que auentura traxo ay
quando entraron en la batalla. E venian con
el otros caualleros, e sabed por cierto que
nunca tal cauallero vuo en el reyno de Lon-
dres, quel hazia marauillas quales nunca
honbre vio, ca por su mano sola derribo e
mato mas de setecientos honbres». Estonce
el rey se santiguo de la marauilla que oyó, e
dixo: «Bandito sea Dios que tal merced nos
fizo, y verdaderamente este reyno es llama-
do de derecho auenturoso; ca tan grandes
auenturas ni tan grandes marauillas no vie-
nen en otros rey nos como en este; e porque
Dios nos acorrió en tal tienpo, e nos guardo
los cuerpos de peligro y de muerte, esto le
deuemos mucho agradescer en nuestros dias» .
E después pregunto quien fuera el cauallero
que las auenturas e marauillas fazia; y ellos
dixeron: «Xos le dexamos en el canpo, y el
rey Carides lo traerá, que fue em pos del».
«¡Ay Dios, dixo el rey, como so muerto si no
viene acá!» Y ellos fablando en esto, entro el
rey Carides muy alegre de la buena andanca
que ouiera, e tanto que lo vio el rey Artur,
pregunto: «¿Do es el buen cauallero que asi
os acorrió?» «Señor, dixo el rei Carides, assi
Dios me ayude no quiso quedar eomigo por
ruego que le fize, ante se partió de nos tanto
que la batalla fue acabada; e después fue en
pos del por lo tornar, mas nunca con el pude,
ca dezia que auia de fazer tanto en otro lu-
gar, que no podria venir eomigo, e luego
se fue su camino» . «E agora me dezid, dixo el
rey, ¿sabedes como ha nombre?» «Señor, si,
dixo el, el es Galaz, el buen cauallero auentu-
rado que dio cima a las auenturas de la silla
peligrosa». «Por Dios, dixo el rey Artur, ago-
ra creo yo bien que aquel es el cauallero que
ha de ser mejor de los caualleros mejores, ca
mucho me pesa porcjue no le vi, por le pre-
guntar por Langarote su padre y por los otros
caualleros del rey Yandemagus. Agora vos
ruego que me digades del rey Mares, si es
preso o muerto». «Señor, dixo el, no, que
fuyo de la batalla». «Mucho rae pesa, dixo
el rey, que mas quisiera a el que a todos los
otros, que yo fiziera del tal justicia, qual
deue ser feclia de traydor»; e mucho vuo eJ
rey gran pesar porque el rey Mares ansi es-
capo, e de la otra parte era mucho alegre por
la buena andanca que Dios les fiziera. Y es-
tonce comencaron a fazer gTan fiesta e gran
alegría, como sí Jesu Chrísto decendiesse del
cíelo. Y el rey pregunto sí viniera solo a la
batalla o con conpaña: «Señor, dixeron ellos,
tres caualleros vinieron con el, que fueron
muy buenos e passaron mucho afán». «¿E
por do fueron?» dixo el rey Artur. «Señor,
dixo el rey Carides, esso vos diré yo muy
bien. Sabed que yo los traxe aquí assi como
a fuerca, e fizelos leuar a vna posada por los
desarmar, e agora serán aquí» . «Mucho me
plaze desto, dixo el rey, ca agora auremos
nueuas de los caualleros de la deraanda del
sancto Grial» ; y ellos entraron por el pala-
cio muy ricamente vestidos. E quando el rey-
vio a su fijo, conociólo luego, e dixole: «Ar-
tur. vos seades bien venido». E Artur finco
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
257
los hinojos ante el, j besóle el pie. Y el rey
rescibio a los otros eaualleros muy honrada-
mente, j después assentaronse cerca del. Y
el rey, que bien conocía a Esclauor el des-
conocido, dixole que mucho fuesse bien veni-
do, e plugole con el, e dixole que le pesaua
mucho de la perdida de sus fijos. «Señor,
dixo el, asi plugo a Nuestro Señor Jesu
Christo, mas pues a el plugo, confortóme con
vn fijo que me quedo, que me tengo por mu-
cho contento con el, ca por su bondad de ca-
ualleria gana prez, y es loado por muchas
partes por muy buen cauallero, merced aya
Dios». Y el rey le pregunto por el. «Señor,
dixo el, vedeslo aqui comigo». Y el miro a
Palomades, e violo tan apuesto e tan bien
fecho, que era marauilla, e paresciole bien
en todo, e preguntóle como auia nonbre, y
el dixo que le dezian Palomades. «Ay Palo-
mades, dixo el rey, mucho vos oy loar de
caualleria, e que erades mucho buen caua-
llero, e por buena fe assi lo parescedes, e yo
vos do la honra de caualleria sobre todos
aquellos que no creen en Dios, e no se en
ninguna cosa en que vos aya honbre que reb-
tar, saluo que no soys christiano, e por Dios
e por saluamiento de vos, e por amor de mi,
que vos recibays babtismo» ; y el respondió e
dixo: «Señor, no vine yo acá por esso, ni esto
no haria yo agora por ninguna cosa a la vo-
luntad que agora tengo; mas sabed que si yo
lo ouiesse de fazer por honbre, que lo faria
por vos, ca vos soys el honbre del mundo por
.quien yo mas deuia fazer». Y el í*ey le dixo
otra vez: «Sabed que yo vos lo ruego, e dar-
vos he esta cibdad de Camaloc, que es la cib-
dad de mi reyno que yo mas precio» . «Se-
ñor, por amor de Dios, dixo Palomades, que
no me roguedes ende, ca no ha cosa porque
agora lo hiziesse, ca no me lo da mi coraron» .
Y el rey no fablo ende mas, pues que vio que
no le plazia, e después comenco a demandar
nueuas por los de la Tabla Redonda, y ellos le
dixeron lo que ende sabian; e pregunto como
fiziera armas Artur el pequeño, e dixo el rey
Carides e los otros que nunca vieron honbre
que mejor lo fiziesse que tan poco ouiesse
que fuera cauallero. Y el rey fue muy alegre
destas nueuas, e dixo: «Artur, vos pensad de
ser bueno, ca vos no podeys fallescer de vn
rico reyno sy yo biuiere, ca me parece que
sera bien enpleado en vos» . Y el ge lo gradé-
elo mucho.
Cap. CCLI. — Co7no Paloinades se metió en
la demanda de la bestia ladradora.
En aquel dia fizieron gran alegría en Ca-
maloc, y el rey se fue para el palacio e los
LIBROS DE CABALLERÍAS. — 17
hombres buenos que fueron en la batalla, e
mucho pregunto aquel dia el rey e la reyna
por Langarote, mas ellos no supieron ende
nada dezir, e assi duraron seys dias los ea-
ualleros en casa del rey Artur y en Cama-
loe, e después partiéronse dende. Mucho fue
Palomades alli rogado de muchos buenos
hombres que fuesse christiano, mas no quiso,
ante se fue su camino, e dixo que queria
entrar en la demanda de la bestia ladrado-
ra, y que jamas no se i)artiria dende, saluo
por muerte o por conpaña onde le rogassen,
fasta que diesse cima aquella auentura de la
bestia ladradora. Estonce se partió de su
padre y de Artur el pequeño, y entro en su
demanda.
Mas agora dexa el cuento de fablar dellos,
e torna a Galaz.
Cap. CCLII. — Como Galaz fallo a Bren el
negro en el ahadia.
Dyze agora el cuento, que pues se partió
del rey Carides, anduuo tanto quanto duro
el dia, e a la tarde lego a vna casa de orden
de frayles blancos, que era en vn valle, e
tanto que ay llego, los frayles le rescibieron
muy bien e pensaron del lo mejor que pu-
dieron, e después preguntáronle que de don-
de venia, y el dixo que de Camaloc. «Por
Dios, dixeron ellos, ¿como va al rey Artur?
¿Puédese tener contra sus enemigos?» «Des-
to vos diré yo, dixo Gralaz, lo que dende se.
Sabe que el rey Mares que lo cerco es desba-
ratado el e toda su gente, e la cibdad es des-
cercada, e no pienso que hombre vio en el
reyno de Londres tan gran mortandad como
alli ouo, e vos podeys oyr las nueuas dende
si a mi no creedes» .
Cap. CCTíTTT. — De como los frayles ouieron
gran alegría de las nueuas que dixo Galaz.
Y ellos, quando oyeron esto, al9aron las
manos contra Nuestro Señor, e dieronle gra-
cias por tal merced que fiziera al reyno de
Londres. Y después preguntáronle que por
quien pensaua el que fueron desbaratados; y
el dixo que por quatro eaualleros que vinie-
ron en ayuda del rey Artur. «¡Essa es gran
marauilla!» dixeron ellos. «Pues assi es»,
dixo el; e dixeronle: «Señor, si soys de la
conpaña del rey Mares, ydvos de aqui».
«Cierto, señores, ellos quisieran alguna hora
que yo fuera de su parte, mas nunca lo fue,
antes les fize mas de estoruo que ayuda; e
sabed que yo soy cauallero andante, e soy
conpañero de la Tabla Redonda». Estonce
dixeron ellos: «Agora podeys aqui mandar
258
LIBROS DE caballerías
como en casa del rey Artur, que sabed que
TOS haremos todo aquel seruicio que nos pu-
diéremos fazer» . E &alaz ge lo agradescio
mucho. E ansí finco Galaz con aquellos fray-
Íes, e a cabo de vna pie^a llego ay rn caua-
llero que era conpañero de la Tabla Redon-
da e auia nonbre Bren el negro, y era del
linaje del rey Lac, y era buen cauallero, e
yuase a Camaloc para ayudar al rey Artur.
Cap. CCLIV. —De como Bren pregunto al
buen Galaz si fuera en el desbarato del
rey Mares.
Los frayles, quando supieron que era ca-
uallero andante e que era de la Tabla Redon-
da, dixeronle las nueuas que Galaz les dixe-
ra del rey alares. E quando el lo oyó, fue
mucho alegre, e dixoles: «¿Quien vos dixo es-
tas nueuas?» Dixeron ellos: «Verdad es, e
avn aqui es el cauallero que fue en la batalla
do el rey Mares fue desbaratado con toda su
conpaña» . «Ay señores, por Dios, mostrád-
melo, ca si el de casa del rey Artur fuere,
yo lo conoceré luego» . Estonce lo llenaron a
la cámara do estaña Gralaz, y estaña cansado
del muy gran afán que llenara aquel dia. E
quando Bren el negro entro, leuantose Galaz
a el, ca bien lo conocia que era cauallero an-
dante, e assentolo cerca de si. «Señor, dixo
el cauallero, dezidme si f uestes en el desba-
rato del rey Mares». «Si, cierto, dixo Galaz.
Yo lo vi oy en este dia desbaratar a el e a toda
su conpaña; e sabed que los del rey Artur
que ganaron gran honra e gran riqueza.»
«¿Y el rey Mares es muerto?» dixo Bren.
«Cierto no, dixo Galaz, que fuj'o a la flores-
ta e yo no estuue ay, mas después vi que
eran desbaratados» . «¿E quien soys vos?» dixo
Bren. «Yo soy vn cauallero andante, e soj^de
casa del rey Artur, mas de mi nonbre no
podeys agora saber mas» . Y Bren no le pre-
guntó ende mas, pero todavía paro mientes
en que le jDarescia que lo viera otra vez,
mas no se podia nenbrar quando ni donde
lo viera; ni Galaz no le pregunto nada de su
fazienda, porque no preguntasse el de la
suya.
Cap. CCLY. — Como el rey Mares llego al
abadía do era Galaz y Bren el negro.
Ellos assi fablando en esto, estaña muy
alegre, llego el rey Mares, con .x. caualleros
que escaparon del desbarato, llagados y mal-
trechos, que lo alcauQaron en la floresta e
lo agardaron quanto mejor pudieron, e para
ayudarlo si alguno lo acometiesse por auen-
tura. Y quando el rey Mares se apeo, pre-
guntaron los frayles a su conpaña del rey:
«Señores, ¿donde soys vos?» Y ellos dixeron:
«Señores, nos somos del reyno de Londres,
e venimos de Camaloc». «¿E que nueuas
traeys? dixeron ellos. ¿Es verdad que el rey
Mares fue desbaratado?» «Si, dixeron ellos,
verdaderamente lo sabed» . « ¡ Bien seays vos
venidos, dixeron los frayles, e benditas sean
tales nueuas!» E después descendieron, e
leñáronlos a vna cámara por los desarmar e
pensar de las llagas; e después los leñaron a
otra cámara, mas no do estaña Galaz e su con-
pañero. E quando ellos oyeron dezir que alli
auia caualleros de casa del rey Artur, ouie-
ron ¡Dauor de ser conoscidos. E por ende se
encubrieron lo mejor que pudieron. E quan-
do comeuQO a anochescer. aniño que el rey
Mares passo ante la cámara do estaña Galaz
e su conpañero, e paro mientes contra den-
tro, e vio el escudo de Galaz colgado de vn
estelo. E quando vio el escudo blanco e la cruz
bermeja, conoscio que aquel era el escudo
que fuera mucho temido en la batalla, y des-
pués mostrólo a sus conpañeros, e dixoles:
«¿Conosceys vos aquel escudo?» «Si, ¡íor bue-
na fe, dixeron ellos, e maldito sea el caua-
llero que le trae, ca el solo nos venció».
«Agora me dezid lo que podríamos ay fazer,
que no ha cosa en el mundo a quien de me-
jor mente fiziesse matar, ca quantos en el
mundo son nunca me fizieron tanto mal
como el solo oy me fizo , y se que es el vno
de aquellos anlDos, mas no se qual» . «Señor,
dixeron ellos, no vos podeys ende vengar
tan bien como agora, ca si nos tomamos nues-
tras armas e ymos a ellos, agora que son
desarmados, matarlos hemos». «No assi, di-
xo el rey, ca seria gran mal estanca de nos,
mas yo me vengare bien en otra manera de-
llos, tal hora que sepa qual es. Agora vaya el
vno de vos y pregunte qual es el señor de
aquel escudo blanco e la cruz bermeja». Vn
cauallero fue luego, y entro en la cámara do
estaña y pregunto como el rey mando; es-
tonce respondió Galaz: «Señor cauallero,
mió es el escudo, e lo traeré, ¿por que lo pre-
guntays?» «Porque os querría conoscer, dixo
el cauallero, ca, si Dios me ayude, por cono-
cer honbre tal cauallero como vos, sienpre
valdrá mas por ende. Ca, ansi Dios me ayu-
de, vos soys el mejor cauallero del mundo».
E Galaz vno gran vergüenza quando vio que
assi lo loaua, e callosse, que no le dixo mas.
Y el cauallero se torno contra su señor, e
contogelo todo. «Agora vos callad, dixo el
rey, ca yo vos vengare, e le fare muerte
mala morir. Mas la venganza no sera tan
grande como el meresce, ca confundió a mi
e todos los honbres buenos que ay se acer-
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
259
taron, e si cient caualleros tales como el
fuessen por esto muertos, no podría ser ven-
gado». E assi dixo el rey Mares, e assi lo
pensó fazer, mas no quiso Dios. E Galaz era
llagado do muchas lanyadas grandes e pe-
queñas, mas ninguna no auia ay mortal. E su
conpañero Bren, mal llagado de vna batalla
en que fuera; e por ende vino el rej^ Mares
a ellos, e dixo a Galaz: «Señor cauallero,
¿vos soys mal llagado?» «No soy, dixo el,
merced a Dios, que no he mal por que dexe
de hazer mi jornada e avn de manparar mi
cuerpo si menester fiziere» . «Yo por vuestro
bien vos lo digo, dixo el rey Mares, y que
vos verna bien de mi venida si vos quisier-
des, ca traygo vna tal melezina, que no ha
hombre en el mundo, que no sea de muerte,
que, si la beuiere. que no sea ende sano lue-
go a cabo de tercero dia ; y esta vos daré si
os plaze, a vos e a vuestro conpañero , que
tanto vos oy loar de caualleria, que seria
deslealtad todo aquel que no quisiesse vues-
tro bien e vuestra salud»; e Galaz, que bien
pensó que ge lo dezia por su pro, agradecio-
gelo mucho.
Cap. CCLAT;. — Como Galaz se armo^ y fue
a jveguntar que qual era el rey Mares.
G-alaz, quando lo ouo bien beuido, echóse,
e fizo sus oraciones, e durmióse luego; y el
estando assi durmiendo, vino a el vn honbre
tan fermoso que era marauilla, e dixole:
«Galaz, fijo de sancta yglesia y verdadero
cauallero de Jesu Christo, porque tu sirues tan
bien e tan lealmente aquel que te fizo el me-
jor cauallero e de mejor donayre que a otro
ninguno que honbre sepa, por ende te auino
tan bien que no ha honbre en el mundo que
beuiesse lo que tu beuiste que no muriesse» .
«Señor, dixo Galaz, ¿como puede esto ser?»
«Yo te lo diré, dixo el. Sepas que el rey Ma-
res te dio anoche mortal ponQoña a ti e a tu
conpañero en lugar de melezina , e pareció
en tu conpafiero, mas no en ti, por la santa
vida que tu fazes, e tu lo hallaras assi, e a tu
escapaste por el alto maestro que te fallo a
buena vida» . Y esto dezia el honbre bueno a
Galaz durmiendo, e no despertó por ende,
ante durmió fasta la boz que lo despertó, y
encomendóse a Dios, e fizo sus oraciones
e sus preces. E después fuesse a Bren por ver
si era verdad lo que la boz le dixera. E quan-
do llego a el, quísolo despertar, mas esto no
podia ser, ca era muerto pieca auia, e dixo
con gran pesar: «¡Ay sancta Maria, que gran
traycion e aleuosia ha fecho el rey Mares!
¡Ay quantas malas obras has fechas e comen-
tadas!» Estonce tomo sus armas el solo lo
mejor que pudo, y tomo su espada de la es-
traña cinta, e después abrió las puertas e vio
que era bien de dia; tornóse a Bren, e fallólo
amarillo e negro, e tan finchado que era ma-
rauilla, e dixo: «¡Ay Dios, como ha fecho
gran maldad quien tal muerte vos ha fecho
morir!» Y desque esto ouo dicho salió de la
cámara e fuesse para do estaua el rey Mares,
e fallólo que se leuantaua el e sus conpañe-
ros, que se querían armar, e Galaz, que no
conoció al rey, saco el espada, e dixo: «¡De-
zidme qual de vosotros es el rey Mares, si
no yo juro a Dios que no escape ninguno de
vosotros!» Y ellos, que vieron que aquel era
el buen cauallero que en la batalla fiziera las
marauillas grandes, ouieron pauor de muer-
te, ca bien sabian que por ser dos tantos que
los venciera, y que no se podrían defender
del; e por esto todos dixeron que no querían
muerte de su señor, e dixeron: «Señor caua-
llero, no sabemos nada del rey Mares, que
sabed que no es aquí». «Esto no es nada,
dixo Galaz, que dezír os conuiene, si no to-
dos soys muertos» . Y después dexose correr
a ellos, e díole tal golpe de trauíesso al vno
dellos, que lo fizo caer en tierra todo atordi-
do; e dixo: «Dezid ayna qual de vosotros es
el rey Mares, si no yo fare de vosotros como
deste» .
Cap. CCLYIT. — Gomo Galaz amenazo al rey
Mares., y le dixo que fiziera traycion .
Yno dellos, quu no amaua al rey Mares,
quando vio este golpe, vuo pauor de muerte,
e dixo: «Señor cauallero, desque vos dixere
qual es ¿aure pauor de muerte?» «Cierto, di-
gote que no temas de mi , e yo te asseguro» ;
e después dixole luego qual era. E Galaz se
fue para el, su espada sacada, e dixole: «¡Ay
rey Mares, falso e traydor! ¿Que te fizo mi
compañero, por que lo mataste, e a mi diste
la ponzoña por me matar anoche? Por esta
razón falsa que tu as comentada eres muerto,
que si no Dios no te puede al guarecer de
muerte, si no te otorgas ante estos tus hon-
bres e ante estos frayles que fezíste traycion,
e aleuosia» . E después alQO la espada, e fizo
senblante que le quería tajar la cabera. Y el
rey Mares, que verdaderamente pensó ser
muerto, echóse de hinojos ante el, e dixole:
«¡Ay señor, merced, e no me mateys, que no
ay cosa que yo no faga por vos emendar el
yerro que vos hize!» «Cierto, dixo Galaz, esto
no es nada, que a dezír vos conuiene la des-
lealtad que fezístes, e sí fallare en mi coragon
que vos dexe, dexarvos he, e si no, darvos
he el galardón de la aleuosia que fezístes» . E
quando el rey Mares vio que le conuenia de-
260
LIBROS DE caballerías
zir, dixo: «¡Ay buen caiiallero, merced, que
yo me meto ea vuestras manos, e fazed de
mi lo que vos quisierdes, ca yo fare quanto
mandardes!» Estonce embio Galaz por los
frayles, e desque fueron ayuntados, dixoles:
«Señores, veys aqui el rey Mares que vos aqui
anoche albergastes, e vos no lo sabedes que
vos falsaron, ca dixeronque eran del reyno de
Londres; y este que vos auedes, fizo anoche
vna gran traycion, que mato vn cauallero que
era conpañero de la Tabla Redonda, e quiso
matar a mi, sino que no quiso Dios; e yo
quiero que os diga como lo fizo. Y después si
fallare en corar-on que lo mate, fazerlo he, e
si no, no» . E quando los caualleros e los fray-
les esto vieron, marauillaronse, ca no pensa-
uan que tal hombre como el rey Mares matas-
se a ningún hombre a traición.
Cap. CCLViil. — Como el rey Mares conoció
que quería matar a Galaz con ponzoña.
Galaz dixo estonce: «Rey Mares, dezid ago-
ra como fue, e no mintays nada, ca bien sa-
bed que, si mentierdes, vos soys muerto» . Y
el, con gran pauor de muerte, comen90 a de-
zir todo como le conteciera e como el cuento
lo ha deuisado, e dixo: «Nunca de cosa del
mundo tanto me marauillo como no moristes
asi como vuestro conpañero, que no pense
que cosa del mundo vos pudiesse escapar de
muerte». E después que lo vuo todo dicho,
dixo Galaz: «Yo nunca quise matar a lionbre
a mi grado; enpero, nunca vi ni pense que
honbre viesse a honbre que mejor meresciesse
la muerte que vos; maguer yo no vos mata-
re, ni dexare por duelo, ni por amor de vos,
mas dexovos por amor de Nuestro Señor Jhesu
Christo, que deste peligro e de otros muchos
me a guardado su merced. Mas, maguer que
yo vos dexe agora, no se oluidara esta tray-
cion a Nuestro Señor Dios, antes vos dará el
galardón, como ha aquel que haze traycion;
e agora vos yd por do quisierdes con vuestros
hombres, que yo no quiero mirar a vuestra
deslealtad, e demás que yo no deuo meter
mano en rey fueras para defender mi cuerpo
o a mi señor natural, ca avnque tu eres des-
leal, no queda por esso que no seas rey, y
esto es muy grande verguen9a para ti e para
todos quantos reyes ay en el mundo» .
Cap, CCLIX. — De como el escudero deman-
do sus armas a Galaz y que ge las lleuaria.
Y quando el rey Mares oyó estas nueuas,
fue muy alegi-e, e tomo luego sus armas, e
armóse, e fuesse con sus hombres. Y desque
se partió de alli, metióse por la floresta por
do vio que era mas espessa, ca gran miedo
auia que se toparla con algunos caualleros
de los de la demanda del sancto Grial que le
farian algún mal. E Galaz, que quedo con
los frayles, muy sañudo porque muriera su
conpañero, maldixo al rey Mares e a toda su
compaña, e dixo que le diera Dios el galar-
dón que merescia por su gran deslealtad. Y
después tomo a su compañero, e fizólo sote-
rrar- lo mas honradamente que pudo, e fizo
fazer sobre la tumba vnas letras que dezian
como le matara el rey Mares a traycion. E
sabed que los frayles touieron esto por fer-
moso miraglo, porque entonce vuo mudado
el abadia de Yter Padragon porque la hiziera
el, y después que ouo cobrado el nonbre que
le dixeron la marauilla de Galaz, e avn assi
es llamada e sera siempre jamas. E todo
aquel dia estuuo alli Galaz, e otro dia por la
mañana salió dende, e metióse por el gran
camino, e anduuo todo aquel dia sin auen-
tura faÚar que de contar sea, saluo que con-
tra la tarde le auino que le alcanqo vn escu-
dero e saluolo, e Galaz a el. E dixo el escu-
dero: «Señor cauallero , la calentura faze
muy grande, e vos andays muy cargado de
armas, e yo vos ruego, si a vos plaze, que
tomeys de mi seruicio, e que me deys vues-
tro escudo e vuestra lanca que vos traedes,
e vuestro yelmo, e leuarvoslo he, e andare-
des mejor, sy vos plaze». E Galaz ge lo dio,
porque le cuytaua mucho la siesta.
Cap. CCLX. — Como el escudero maltruxo a
Galaz i^orque no quiso justar con el ca-
uallero.
Desque le ouo dado sus armas, fueronse
por su camino andando e fablando de mu-
chas cosas. E Galaz le pregunto donde era;
el le dixo: «Señor, yo soy fijo de Froyla,
principe de Alemana, que tenia a Gauna por
mandado de los romanos, e matólo el rey
Artur ante la cibdad de Paris, quando lo
cerco, y estonce naci yo, e fuy en aquella
tierra fasta agora; y el otro dia por pasciia
vue sabor de venir acá, porque esta tierra
es nonbrada de caualleria mas que otra; y
pense en mi coraQon que siruiria algún hon-
bre bueno que me fiziesse cauallero, ca tan
alta orden como caualleria no la querría
tomar sino de mano de honbre bueno».
E Galaz se callo entonce, e anduuieron am-
bos fasta hora de vísperas, que llegaron a vn
castillo muy fermoso que estaua en vn llano,
e Galaz tomo su yelmo y enlazólo, e fueron-
se llegando al castillo, y ellos que estañan
cerca, vieron de la otra parte tres caualleros
que venian ay aluergar al castillo. E sabed
que estos eran hermanos de Galuan, y el es-
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
261
cudcro que los vio, dixo a Galaz: «Señor
cauallero, aqui vienen tres caualleros muy
buenos». «¿Y que sabes tu?» dixo Gralaz. «Yo
lo se, dixo el escudero, ca son hermanos de
Galuan» ; e nonbrolos, que era el vno Ga-
riete, y el otro Agrauayn, y el" otro Morde-
rec. «Bien lo pienso, dixo Galaz, que son
buenos caualleros». Y ellos assi fablando,
Agrauayn, que era muy orgulloso, dio bozes
a Galaz, e dixo: «Señor cauallero, guardad-
vos de mi, que a justar os conuiene comigo» .
«Señor, dixo el escudero a Galaz, guardad-
vos». «No plega a Dios, dixo Galaz, que yo
tome armas contra el». «¿Como? dixo el
escudero, ¿no defeuderedes vuestro cuerpo?»
«No» , dixo el. «Agora me de Dios mala ven-
tura, dixo el escudero, si yo nunca oy dezir
de tan couarde lionbre como vos, e muy mal
defendedes a mi si me acaeciesse, como a
vos no defendedes; e por la gran maldad
que en vos veo no vos quiero mas fazer ser-
uicio, y de quanto vos he fecho me tengo por
mal andante» . Y estonce echo la lanca y el
escudo en tierra, e dixo con gran saña: «Ca-
uallero, agora vos yd a lo mejor que pudier-
des, ca assi Dios me ayude, nunca a tan mal
cauallero serui, e nunca seruire de oy mas a
cauallero fasta que vea su bondad o su mal-
dad». Estonces aguijo su cauallo, e partióse
del , e fuesse para Agrauayn , diziendole:
«Tornad vos, señor cauallero, e no deys nada
por el, que el se conosce agora que no vos osa-
ra atender ajusta»; e Agrauayn estuuo que-
do, e dixo: «Pues el dexa de justar por co-
uardia, yo no lo acometeré por ninguna ma-
nera». Y estonce se torno a sus hermanos, e
contoles como le auiniera, y ellos se comen-
Qaron a reyr dello, e dixeron: «Atendámoslo
aqui y veremos quien es» . Estonce le aten-
dieron fasta que llego a ellos, e sainólos, y
ellos a el, e dixeron que do quería albergar
aquella noche. «En este castillo, dixo el, si
fallare posada, e mañana tomare mi cami-
no»; y el escudero dixo: «Cierto, señor caua-
llero, vosandades pobremente, pues aueys de
traer vuestro escudo e vuestra langa, que no
lo hazen assi los caualleros de pro» ; y el dixo:
«Amigo, no es cauallero andante quien de
grado no anda sin conpaña» . E Gariete, que
era muy cortes, dixo a sus hermanos: «Vaya-
mos juntos, eno nos riamos deste cauallero,
ca por ventura es mejor que nos pensamos».
Cap. CCLXI. — Como Agrauayn, e Gariete,
e Morderec, despreciaron a Galaz.
En tanto llegaron a la entrada del castillo,
y ellos que querían entrar dentro, vieron
salir del castillo quatro caualleros armados.
que les dixeron: «Caualleros, a justar vos
conuiene , si aqui queredes albergar» . E
quando Gariete oyó esto, fue ferir al vno tal
golpe, que dio con el en tierra, e Agrauayn
al suyo, e Morderec al tercero, e fueron tan
mal llagados, que no se pudieron leuantar.
E Galaz, que esto vio, pensó que eran muer-
tos, e vuo ende muy gran j)esar, e vuo mie-
do qiie si el fuesse herir al quarto que lo
matarla; e porque el no auia sabor de matar
a ninguno, dixole: «Señor cauallero, vos
vedes bien como va a vuestros conpañeros,
e si fizierdes como sesudo, dexai-oys la jus-
ta»; e aquel era buen cauallero, e dixo: «Se-
ñor, yo justar querría, mas maguer que lo
he a coracon, si vos queredes, dexare la
justa». «Dexarvos quiero, dixo Galaz, ca yo
pienso bien que desta justa no verna bien a
vos ni a mi» . Y el cauallero dexo la langa e
comentóse a sonrreyr, ca bien pensó que de-
xara la justa por couardia. Estonce comen-
garon a reyr los tres hermanos e a fazer
escarnio del, e dixeron que ciertamente quel
era el mas couarde cauallero que nunca tru-
xera armas, y entraron en el castillo, e a la
entrada fue todavía nonbrado su nonbre. E
quando Morderec oyó dezir que aquel que
con ellos yua auia nonbre Galaz, santiguóse
de la marauilla que ende vuo, e dixo a sus
hermanos: «El buen cauallero que ha de dar
cima a las auenturas del rey no de Londres,
ha este nonbre, Galaz, e trae el escudo como
este, y es desta edad, e avn puede ser que
es este» . Estonce dixo Agrauain: «Verdade-
ramente creo que no es este, que muchos
caualleros han nonbre Galaz e traen sus
armas de vnas señales» ; e los dos se otorga-
ron con el. Y assi fablando se fueron, fasta
que llegaron a la mayor fortaleza, e descen-
dieron ay; e sabed que fueron ay bien resci-
bidos los tres hermanos quando supieron de
qual linage eran, mas sabed que Galaz fue
ay muy poco honrrado e mal seruido, e no
vuo ay tal que no lo despreciasse, e que no
pensasse que dexaria la justa por couardia;
empero, tanto como lo vieron como era bien
fecho e fermoso, dixeron que mucho era gui-
sado, e que gran pecado íiziera Dios en me-
ter en tan guisado cuerpo tanta couardia, e
que mas deuiera ser llamado el guisado co-
uarde, que no Galaz, como el mejor caualle-
ro del mundo. Y Agrauain dixo: «Si es lla-
mado Galaz , no os marauilledes , ca assi
muchas maneras son llamadas vnas como
otras; e no puede ser que alguna no aya ay
mala; ca muchos caTialleros son llamados
Galaz, e ay buenos e malos. Y" bien assi como
Galaz, el que ha de dar cima a las auen-
turas del reyno de Londres, es el mejor ca-
262
líbeos de caballerías
uallero del mundo, assi es este Gralaz el
peor y el mas couarde de quantos han nom-
bre Galaz».
Cap. CCLXII. — Como la donxella del castillo
maliraya a Galaz.
Destas palabras comenQaron todos a reyr,
saluo Galaz, que los tenia por aleuosos y en-
bidiosos, e dixeron todos que muy bien di-
xera Agrauayn. Y aquella tarde, desque
se assentaron a comer, paróse vna donzeUa,
e comencolo de mirar, e desque lo vuo mira-
do, dixo: «Cauallero, ¡quanto os deue pesar
porque soys tan fermoso e tan malo, y mal-
dita sea la beldad que en tan mal cuerpo
como el vuestro fue a entrar!» E Galaz se
comenco a sonre^T ya quanto sañudo, e di-
xole: «Por buena fe, donzella, no me paresce
que vos aueys buena razón por esto dezir,
que aun no creo que vos vistes nunca en mi
cosa por que me deuiessedes tan mal traer» .
Y ella dixo: «Cierto, verdad es que yo no
vi en vos ninguna cosa por que os deuiesse de
desalabar, mas quantos aqui son dizen tanto
mal de vos, qi;e yo no puedo sufrir que no
os lo diga». «Donzella, dixo el, assi Dios os
ayude, dezirme vna cosa: ¿Si yo fuesse tan
buen cauallero como S03" hermoso, que diria-
des vos ay?» «Assi Dios me ayude, dixo ella,
yo diria que vos soys el mejor cauallero del
mundo, ca sin falta vos soys el mas fermoso
que yo nunca vi, e pues contra esto soys mas
que malo, no vos fagays despreciar e confun-
dir» . Y el se callo muy vergonzoso de lo que
la donzella le dezia.
Cap. CCLXin. — Cotno Gariete, e Agrauayn,
e Morderec, supiero7i por Gálax que el rey
Artur era descercado.
Mucho fablaron los vnos e los otros de Ga-
laz, mas no de su honra ni de su bien; y el
sufriólo todo muy bien, que no quiso respon-
der a nada, ca el era mas sofrido e mas me-
surado que otro cauallero alguno que hombre
supiesse, e demás que no se queria tomar
con ellos, porque eran conpañeros de la Mesa
Redonda, ca si lo fiziesse a su voluntad, sino
por defender su cuerpo, seria perjurado, e
quebrantarla su omenaje. Y por esso se su-
frió aquella noche tan bien, que no quiso res-
ponder a ninguna cosa que le dixessen. Y
pues le ouieron hecho su lecho, e tan bueno
como el de los otros, mato el las candelas, que
no auia por costunbre de se echar ante que
hiziesse su oración, y estuuo la mayor parte
de la noche de ynojos faziendo su oración,
que Nuestro Señor Dios le dexasse fazcr ta-
les cosas en aquella demanda, que fuessen a
honra de Dios e saluamiento de su anima, e
pro del reyno de Londres. Y otro dia de ma-
ñana, leuantose y fuesse a vna capilla que
estaua ay cerca, e oyó missa de Santa Maria,
e después tornóse al palacio, e tomo sus ar-
mas, e fallo a los otros que se armauan para
yr, e desque todos fueron armados, despidié-
ronse de los del castillo, e salieron por la
puerta por do entraron, e fueronse su cami-
no. E Galaz les pregunto a los otros a qual
parte querían yr. «Para Camaloc, dixeron
ellos, al rey Artur, que nos dixeron que lo
tiene cercado el rey Mares» . «No vos cale de
yr alia, dixo Galaz, por essa razón, ca sabed
que el rey Mares, con todos los de Sansoña,
es desbaratado, e toda su gente muerta, y el
rey Artur descercado; e yo mismo fue en el
desbarato, e le fize mas estoruo que ayuda».
Y quando ellos oyeron estas nueuas, ouieron
tan gran alegría, que no lo pudieron creer;
e después preguntáronle quando fuera aquel
desbarato, y el dixoles el dia que fuera, y
ellos dixeron: «Ay señor, por Dios, que no
nos lo fagays creer si no es verdad, ca nos
confundiriades malamente por ay». «Yo os
juro sobre mi fe que vi al rey Mares desba-
ratado, e al su j)ueblo muerto ante la ciudad
de Camaloc, e vos lo creeys o no, no os po-
dría ay al fazer» . Y quando ellos esto oye-
ron, bendixeron a Dios, e dixeron: «Pues assi
es, nos a Camaloc no auemos a que yr, ca no
auemos fecho nada en esta demanda» . «Cier-
to, dixo Morderec, verdad dezis, e por ende
os ruego que vos torneys a vuestra demanda» ;
e los otros lo otorgaron assi.
Cap. CCLXIY. — Como Galaz se partió de
los tres hermanos c se fne su camino.
Y estonce preguntaron ellos a; Galaz: «Se-
ñor cauallero, ¿a qual parte quereys yr?» «Yo
querría yr, dixo Galaz, hazia al reyno de
tierra de Soraña» . «E nos otrosí alia quere-
mos yr, ca bien sabemos que en esta tierra
es el rey tollido, e vamos de so vno hasta que
ventura nos parta de andar todos quatro» ; e
fueronse por el gran camino, e anduuieron
fasta que vinieron a vna floresta pequeña, o
no anduuieron mucno por ella que fallaron
que se partía el camino en quatro carreras. E
dixo Galaz: «Amigos, agora nos conuiene par-
tir, ca estas quatro carreras nos lo muestran» .
Y ellos, que poco preciauan su conpaña, dixe-
ronle: «Yd por do vos quisierdes, que aun nos
no nos queremos partir»; e Galaz se fue por
la carrera que fue mas estrecha. Y ellos por
la mayor, fablando del, diziendo que nunca
tan medroso cauallero vieron . « ¡ Ay Dios,
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
263
dixo Agrauayn, quanto ha entre este Galaz
y el nuestro!» «Cierto, dixo Morderec, mu-
cho fuemos malos que no le tomamos el es-
cudo que traya; ca tan mal cauallero no es
bueno de lo sufrir que traja tal escudo como
el mejor cauallero del mundo, ca es vergüen-
za y afruenta a todos los caualleros»; e los
otros se otorgaron en ello, e dixeron que si
lo fallassen que ge lo quitassen, e que le fizies-
sen prometer que nunca tal escudo truxesse,
y esto les era graue cosa de hazer.
Cap. CCLXY. — Como los tres hermanos ha-
llnron a Galuan, e a Quea, y a Blandalis.
rabiando en esto, caualgaron los tres her-
manos, e a hora de tercia les aniño que halla-
ron a Don Galuan, e a Don Quea, mayordo-
mo del rey Artur, e con el, Blandalis. Y estos
tres caualleros se yuan mucho apriessa a Ca-
maloc, ca oj^eron dezir que el Artur era cer-
cado, y por ende yuan a muy grandes jorna-
das; e tanto que se conoscieron fueron muy
alegres, que auia gran, tienpo que no se vie-
ran. E Gariete les pregunto do yuan, y ellos
dixeron que se yuan para Camaloc, que les
auian dicho que estaua cercado el rey Artur.
«Bien os podeys tornar, dixo Gariete, que el
rey Mares es desbaratado, y toda su gente
muerta y destruyda, y el rey Artur es des-
cercado. Y esto supimos nos por vn caualle-
ro que se acaescio ay». E quando ellos esto
oyeron, alearon las manos contra el cielo, e
dixeron: «¡Bendito sea Dios, que tanta mer-
ced fizo al reyno de Londres!» E dixo Galuan
a Blandalis: «¿A que yremos a Camaloc, pues
el rey Artur es descercado? Pabor he, dixo
Galuan, que es mentira». «No es, dixo Blan-
dalis, que ayer vi vn cauallero que venia de
alia, e porque aun no lo creya, no os lo osa-
ua decir» . «Pues tornemos a nuestra deman-
da, dixo Galuan, que aun no auemos hecho
por que valgamos mas» . Estonce se tornaron
todos seys los compañeros, e dixo Gariete a
Galuan: «¿Sauedes algunas nueuas de Lan-
garote?» «No, dixo el, que bien ha medio año
que no lo vi, mas mucho oy fablar del, que
avn no ha dos meses que lo dexe sano e ale-
gre ante la torre de las donzellas, e pregun-
tóme por Galaz, e no le dixe nada, ca no lo
sabia» .
Cap. CCLXYI. — Como Galuan, c Blanda-
lis, e Quea, dixeron que tomarían el escu-
do a Galaz.
Morderec, quando oyó dezir de Galaz,
dixo a Blandalis e a Quea: «Anoche nos con-
tescio la mas hermosa auentura del mundo» ;
e después comentóles a contar lo que les
auiniera con Galaz el malo, e dixo que nun-
ca tan mal cauallero traxo escudo ni armas.
E quando Galuan estas nueuas oyó, ouo gran
despecho que tan mal cauallero traya tal es-
cudo como el mejor cauallero del mundo, e
no se pudo callar que no dixesse: «Cierto,
mal fezistes, quando vos vistes assi su mal-
dad, que no le tomastes el escudo, e yo no
se quien es el cauallero, mas, si auentura
me ayunta con el, yo le prometo que no lieue
el escudo consigo; e avn vos digo mas: que
si no me promete como cauallero que nunca
traya tal escudo, yo le fare el cuerpo sin
alma». Esso mesmo dixeron Quea e Blan-
dalis.
Cap. CCLXYII. — Como Galaz, derribo a
Quea, e a Blandalis, e a Galuan, e a Ga-
riete, e a Agraiiain.
Todos seys anduuieron aquel dia assi fa-
blando fasta hora de nona, e andando assi,
vieron ante si venir a Galaz. E quando los
primeros tres caualleros lo vieron, dixeron
a los otros tres: «Agora podeys ver al caua-
llero que oy todo el dia andauades fablando
del» ; e Quea quando lo vio, dexosse yr para
el, e dixole: «Don cauallero, dexad el escu-
do» . E quando Galaz esto oyó, torno la ca-
bcQa del cauallo contra el, e dixo: «Esso no
fare yo, en quanto fuere biuo e lo pudiere
defender». E Quea le dixo otra vez: «Caua-
llero, dexar ei escudo vos conuiene». E
quando G-alaz esto oyó, fuelo ferir atan bra-
Tiamen<e, que dio con el en tierra del cauallo
muy mal llagado, y después saco la langa
del. E quando Galuan vio este golpe, dixo:
«Para sancta Maria, no es este cauallero tan
couarde como vos dezides». E Blandalis, que
ouo gran pesar porque assi fuera Quea de-
rribado, dexosse yr para G-alaz, que no lo
conoscio, e Galaz lo firio tan brauamente,
que dio con el e con el cauallo en tierra tan
gran cayda, que no supo de si parte. E Gal-
uan, que vuo miedo que era llagado a muer-
te, dixo a sus hermanos: «Ay, que mal so-
mos escarnidos, e mal fezistes que tanto mal
fezistes e dexistes del; y este cauallero es
mejor que otro, ca si no fuesse de gran bon-
dad, no pudiera derribar a Blandalis» . «Se-
ñor, dixeron ellos, no deys por el nada, ca
vos vengaremos este golpe mucho ayna».
Estonce se dexo Morderec yr para G-alaz, y
el recibiólo atan bien, que dio con el en tie-
rra por cima del cauallo al caer del, e des-
pués fuesse para Gariete, e dio con el en
tierra, e Agrauain esso mismo. E quando
Galuan esto vio, vuo tan gran pesar, que no
264
LIBROS DE caballerías
supo que fiziesse, sino que dixo: «Sancta
Maria, ¿que es esto? Que por buena fe no es
este cauallero tan couarde como dizen; mas
yo quiero mas ser muerto o derribado, que
estar que no faga todo mi poder en vengar
mis conpañeros;» e Gralaz se yiia, que no
queria mas justar. E Graluan corrió tras el,
e comentóle a dar bozes: «Don cauaUero,
tornad a justar comigo, pues mis conpañe-
ros aueys derribado». E Galaz, que vio que
auia de justar queriendo o no, dixo: «Santa
Maria, ¿que es esto, cauallero, que no me
dexades yr mi camino no faziendo por que?
E nunca vos erre, ni vos fize pesar, e aco-
metedesme em balde: en buena fe que lo fa-
zeys mal; mas, pues assi es, anpararme he
de vos». E boluio para Galuan, e diole tal
lanzada, que le puso en tierra con los otros,
e quando esto vuo fecho, dixo: «Amigos,
este es Gralaz el couarde, de quien vosotros
faziays escarnio, e pienso que lo aueys con-
prado». E G-aluan fue atan mal llagado en
la espalda siniestra, que pensó ser tollido
para sienpre. T quando vio Gralaz que no
auia de que se temer dellos, entro en su ca-
mino, e ftiesse quanto pudo, e no por su mie-
do, mas porque se quería tirar de su exces-
so, que pensó que eran de casa del rey Ar-
tur; e tanto que Blandalis vio a ssi e a los
otros en tierra, leuantose quanto pudo, e
dixo a los otros: «¿Como somos escarnidos y
engañados? Que este no es Galaz el couarde,
antes es Galaz el esforcado, y este es Galaz,
fijo de Lancarote; y este es el que cunplio
la silla peligrosa; e caualguemos, e vayamos
em pos del, e pidámosle merced nos perdo-
ne porque le acometimos y le erramos sin
razón; e vayamos em pos del, e pidámosle
merced que nos diga si es Galaz, fijo de Lan-
garote» ; e dixeron ellos que fuessen em pos
del, e fizieronlo assi. E Galuan, que era peor
ferido, como era de gran coracon, leuantose
lo mas ayna que el pudo, e dixo a los otros:
«Por sancta Maria, malamente erramos que
assi lo acometimos por nuestra soberuia, e
agora se puede bien reyr de nos y de nues-
tro escarnio, e todos los que lo oyeren fa-
blar» .
Cap. CCLXVni. - Como Estor desafio a Gal-
uan por la muerte de Erec.
Estonce caualgaron todos seys los conpa-
fieros assi como mejor pudieron, e fueron en
pos de Galaz, e alcan9aronlo, e pidiéronle
merced que los perdonasse porque lo acome-
tieran sin razón; e mucho se tuuieron por
mal andantes los tres hermanos por quanto
auian dicho del, y después perdonólos. E
quando Estor vio a Galaz, conosciolo, que
llego ay quando se querían despedir, y Me-
rengis de Norgales conoscio a Galaz, e a Es-
tor de Mares, e fuero nse a abracar, e fueron
mucho alegres, e dixeron que mucho eran
desseosos de se ver; e porque auia mucho
que no se vieron, e Galaz le pregunto por
Merengis que era del, y el dixo: «Yeyslo
aqui». E Galaz lo rescibio muy bien, porque
oyó dezir de su caualleria en muchos luga-
res. Y Merengis se humillo mucho contra el
quando lo conoscio, ca bien oyera dezir que
aquel era el mejor cauallero del mundo; e
mucho fueron alegres los tres caualleros en-
tre si. Y Merengis, que era mas fablado que
Estor, pregunto a Galaz: «Señor, ¿quien son
estos caualleros?» E dixo Galaz: «Ellos son
todos seys nuestros compañeros de la Tabla
Redonda»; e después nonbrolos a todos. E
quando Merengis oyó dezir qiie alli venia
Galuan, dixo: «Ay Señor Dios, bendito sea-
des vos, que quesistes qiie yo fallasse al tray-
dor de Galuan. Cierto si Erec no ñiera agora
vengado, jamas no quiero traer armas». Y
Estor dixo esso mesmo, e fuesse luego para
Galuan, e dixo: «Guardad vos de mi, que vos
desafio, que vos matastes a aleue e traycion
a Erec, fijo del rey Loe, el mas leal caualle-
ro del mundo y que yo mas amaua, e por
vuestro mal lo matastes a traycion, que yo
vos matare a gran derecho» .
Cap. CCLXIX. — Como Galax-,yEstor, y Me-
rengis fallaron a la donxella, que les dixo
que no fuessen al castillo (i).
Quando Galuan esto oyó, no supo que res-
ponder, ca bien sabia que dezia verdad, e fue
muy mal espantado, ca sabia que Estor era
buen cauallero, e vio a Galaz e a Merengis
que eran de su parte y el era mal llagado, e
fizosele de mal, e todas estas cosas le fazian
espantar, e no era marauilla, e Merengis le
dixo: «¿Y como, don Galuan, no vos quere-
des defender de traycion donde Estor vos
repta?» E dixo Galuan: «No ha en el mundo
tan buen cauallero que me reptasse. que yo
no me le defendiesse lo mejor que x>udiesse,
mas yo veo y se que no puede auer batalla
entre mi e don Estor, por la conpañia de la
Tabla Redonda que ha entre nos, y demás
que lo sabe el tan bien como yo. E por ende
me marauillo desto que quiere fazer, ca no
puede mano meter en mi que no sea perju-
rado y que no passe su omenaje. E otrosi,
avnque yo quisiesse esta batalla, no la deuia
(') Este epígrafe corresponde más bien a! capí-
tulo CCLXXI.
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
265
el querer, ca ninguna honra no le cabe ay;
ca el es sano e yo soy llagado; mas yo le diré
que no ¡jodra ay fazer a mayor su honra, que
me dexe agora y repteuie en casa del rey
Artur, do ha muchos buenos honbres, e yo
allí me defenderé, e si no me lo defendiere,
muera como traycíor. E si yo le venciere, le
fare quedar como aleuoso». «Ay cauallero
desleal, dixo Estor. e no vos vale esso nada,
e conuienevos a defender aqui entre vuestros
hermanos, ca os matare o vos fare dezir la
traycion que fezistes de la muerte de Erec» .
E Graluan respondió e dixo: «Esto no puede
ser, ca no me podedes aqui fazer fuerza des-
ta batalla, pues que vos sodes sano e yo soy
ferido, e vos tanpoco no me jíodedes tanto
acuytar en este pleyto, ca yo deuo auer pla-
zo de quarenta dias. Y estonces puede ser la
batalla donde quier que me fallardes, siquie-
ra armado o siquiera desarmado. E si yo a
vos non fuere, podedesme acometer, e assi
podeys fazer porque no os ayan en que tra-
uar, e tal es la costunbre de los caualleros
del reyno de Londres; e si sobre esto que-
reys meter mano en mi, yo vos repto por
desleal e perjurado. E de oy en quinze dias
me responded en casa de mi tio, e yo vos
preñare que deueys por ay perder la conpa-
ñia de la Tabla Redonda, e digovoslo aqui
ante don Galaz» .
Cap. CCLXK. — Coiuo Galax,y Estor, e Me-
rengis, se partieron de Galiian e de sus
compañeros.
Estor, quandoesto oyó, no supo que fizies-
se, saluo que dixo: «Ay don Galuan el malo,
salaedes mucho de mal, e mucha es la vues-
tra traycion escondida y encubierta. E bien
veo que esta batalla que finca agora, ca seria
perjurado contra la conpañia de la Tabla Re-
donda; mas si Dios me lieua a casa del rey
Artur e yo ay vos hallo, yo vos fare conoscer
que nunca matastes honbre cuya muerte vos
sera tan vengada como la de Erec» . Estonce
se torno a Galaz e dixole: «Señor, dexad la
conpaña de tan desleal cauallero como este,
ca ningiin cauallero no podia cabe el estar
que no enpeciesse su fazienda» . E Gralaz dixo
a Estor: «Esto no digades a don Galuan, ca
si el erro contra algunos de sus conpañeros
por desconocencia o por mal talante, guar-
darse a otra vez de no lo fazer. Cierto, yo
nunca oy dezir a ningún honbre tanto mal
del como a vos, e por ende no se que vos ay
crea, fasta que mas vea del». Tostonee dixo
Merengis: «Don G-aluan, malo e desleal, sa-
bedes vos bien que no le valió nada a Erec,
que vos matastes, la conpaña de la Tabla Re-
donda, ni que andana mal llagado, ni que lo
no conosciades, ni que lo no saluastes e ma-
tastesle el cauallo. E después que cayo en
tierra ma'astes a el, e agora vos ys assi qui-
to, e no queredes saluarvos del repto que
Estor vos faze. Sabed vna cosa: que si no
estuuiesse aqui Galaz, yo vos pensaría pre-
ñar la gran traycion que Estor vos repta, mas
nunca en lugar vos fallare que no vos lo
prueue» . Y en tanto se partieron de allí Ga-
laz, y Estor, e Merengis. E los otros se fue-
ron a otra parte. Y estonce dixo Galaz: «¿A
qual lugar quereys yr?» «Señor, dixo Estor,
queremos yr a Camaloc, que nos dixeron que
el rey Artur estaua cercado» . «Tornadvos,
dixo Galaz, que desto vos diré yo buenas
nueuas» . Estonce les contó todo como fuera.
E quando ellos lo oyeron, gradecieronlo mu-
cho a Nuestro Señor Dios. Estonce dixeron
ellos: «Señor Galaz, evos, ¿a qual parte que-
redes yr?» «Yo querría yr, dixo el, al reyno
de Francia, ca alli oy dezir que auia muchas
auenturas» . «Abordad es, dixo Estor, que yo
oy fablar dello a muchos buenos hombres, e
yo se muy bien aquel camino» . «Pues agora
Nuestro Señor nos guie alia, dixo Galaz, en
guisa que sea a salud de nuestras almas e a
pro de nuestros cuerpos» .
Cap. CCLXXI. — Como Estor, e Galaz, e
Merengis, llegaron al castillo follón.
Y estonce se fueron por el gran camino. E
anduuieron quatro dias que no fallaron auen-
turas ningunas, e sabed que en aquellos
quatro dias se alongaron gran tierra de Ca-
maloc, ca dormían poco de noche, e fazian
grandes jornadas, e canbiauan bestias a me-
nudo. E al quinto día les auíno que llegaron
a vn castillo que auia nombre castillo follón,
y era aquel castillo, de los de la tierra ade-
rredor de sí, quanto vna gran jornada des-
poblado a todas partes; e assi yendo, falla-
ron vna donzella muy fermosa e muy bien
vestida, e traya vn gauilan en su mano. E
andana con ella vn donzel. E la donzella an-
dana a píe folgando por vna ribera de vn
agua. E quando ellos llegaron a ella, dixoles:
«Señores caualleros, tornadvos, que ydes
muy locamente, ca vos no podeys partir del
castillo sin j)erdida de vuestros cuerpos si
mas adelante ydes, ca este es el castillo fo-
llón, donde ningún cauallero ni donzella que
ay entra no sale, ante quedan ay todos en
prisión». «Por buena fe, dixo Galaz, malas
costunbres son, e malditos sean aquellos que
ay las pusieron e quantos agora las mantie-
nen, ca si assi es, muchos buenos honbres e
buenas donzellas caen en mala ventura. Mas
266
LIBROS DE caballerías
sabed que no lia por cosa que nos detenga-
mos fasta que sepamos mas las costunbres
del castillo, ca por al no venimos aqui sino
por prouar las marauillas del reyno de Lon-
dres» . Estonce se partieron de la donzella y
llegaron fasta la entrada de la puerta.
Cap. CCLXXII. — De co?no se tornaron los
del castillo cJirisiianos, e fue llamado casti-
llo folloyi.
Sabed que este castillo era atan ftierte, que
no temia nada, e aquel castillo fiziera Gama-
nassar, vn pariente de Prianio el rey de Tro-
ya, después del destruyniiento de la ciudad
de Troya. E Ganianassar era buen cauallero,
e ouo fijos muy buenos caualleros que tuuie-
ron la tierra después del muy en paz, e no
OTiieron vezino que los osasse guerrear. E
aquella tierra tuuo su linaje de pariente en
pariente muy gran tiempo fasta que vinieron
christianos. E nunca el rey Modrain, que
fue buen cliristiano, desque se torno a la ley,
ni Nacian su cuñado, quando vinieron a la
Gran Bretaña, les pudieron nozer. Ni Joseplí
Abarimatia. ni Josefes su fijo nunca los pu-
dieron tornar christianos; ni sant Augustin,
que aquella sazón ñie en Inglaterra , no le
quisieron creer, ante le fizieron mucho es-
carnio, e fueron follones; e nunca le quisie-
ron creer; e púsole nombre Sant Augustin el
castillo follón., e nunca después perdió su
nombre.
Cap. CCLXXni. — De como Arpian, el señor
del castillo, puso las letras en el padrón.
Assi moraron los paganos en aquel castillo
follón, e toda la tierra en derredor era tor-
nada a la fe de Jesu Christo. E quando Yter
Padragon reyno, fue cercado el castillo y es-
tuuo sobre el gran tiempo. E assi ftie de pa-
ganos desde el destruymiento de Troya fasta
en tiempo del rey Artur, que llego ay Galaz
e sus conpañeros que lo destruyeron, y ellos
nunca fueron de tan gran nonbradia ante del
tiempo del rey Artur, ca biuian en essa tie-
n-a, mas quando supieron la verdad de la
Tabla Redonda, e por quamaño orgullo fuera
leuantada, e aquellos que della eran como
auian de andar por la tierra buscando las
auenturas e las marauillas del mundo, e vie-
ron que el rey Artur que era mas poderoso
que otro christiano, pensó el señor del casti-
llo como lo podria confonder a el e a su gente,
e fizo fazer en vn Uano al pie del castillo vn
padrón, e sobre el vn marmol muj" fermoso.
E fizo fazer en el letras que dezian: ¡O tu,
CATTALLERO ANDAÍfTE QUE ANDAS BUSCANDO
AUEXTUEAS, SI ÜSASSES SUBIR ALLÁ SUSO AL
CASTILLO. E DIESES CIMA A TjN'A AUE3ÍTURA QUE
ALLÁ HA, COSA JVO DEIIAXDAKAS QUE NO LA
atas! ¡o tu, DONZELLA DESACONSEJADA, QUE
ANDAS BUSCANDO AL CAUALLERO AUENTUROSO,
SI TU SUBIESSES ALLÁ SUSO AL CASTILLO, NO TE
PARTIRÍAS DENDE QUE NO FUESSES BIEN ACON-
SEJADA A TODA TU voluntad!
Cap. CCLXXIV. — De como los caualleros e
las donzellas estarían captiuos.
Desta manera dezian las letras del padrón,
que fueron hechas por engañar los caualleros
e las donzellas que por ende passassen. E bien
eran engañados, que tanto que por ay passas-
sen e subian arriba, metíanlos todos en pri-
sión, y estauan ay fasta que morian; e las
donzellas teníanlas por barraganas. Y desque
eran ensañados dellas, fazianlas aprender a
labrar seda, e assi las tenian por catiuas para
sienpre. Y por tal razón como vos digo, fizo
fazer las letras en el padrón el señor del cas-
tillo, donde auino que muchos buenos hon-
bres murieron por ende, e mas de quinientas
donzellas fueron ay captiuas. Y era assi que
aquel mal era en aquel castillo, e no lo sa-
bían en el rejnio de Londres. E los de la for-
taleza no querían dezirlo porque no se per-
diessen. E los caualleros que ay venían, mo-
rian todos, e todas las donzellas eran guar-
dadas, e no podían dende saKr.
Cap. CCLXXY. — Como Galaxe sus compa-
ñeros fueron bien rescebidos en el castillo
follón .
E assi pensó Arpian, señor del castillo,
auer todos los caualleros del reyno de Lon-
dres del rey Artur, mas no pudo, que no plu-
go a Dios Nuestro Señor que siempre durasso
aquella traycion, e quiso que viniesse por ay
el buen cauallero auenturado, y que cessasse
aquel mal por su venida. E quando aquellos
tres caualleros llegaron, no vieron el pa-
drón, ca no fueron por essa carrera; e su-
bieron a la montaña, e después llegaron a
la puerta, e no fallaron quien les vedasse la
entrada. Mas tanto que fueron dentro, dexo-
se caer vna puerta colgadiza de fierro, e dio
tan gran golpe, como si todo el castillo cayes-
se. Y ellos miraron estonce en pos de si, e
vieron la puerta cerrada, e dixeron: «Por
cierto, mala gente ay aqui, que pienso que nos
han preso». «No os espanteys, dixo Galaz,
ca Nuestro Señor nos acorrerá» . Y estonce se
fueron por medio del castillo fasta el alcagar,
e quando llegaron ay, oyeron fablar todos
los del castillo en lenguaje pagano. «Por cier-
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
267
to, dixo Cralaz, estos no son de nuestro lina-
je, e agora pensemos de bien fazer, ca nos
no podemos partir de aqui sii). excesso» . E di-
xeron los otros: «No auemos miedo mientra
que con vos somos». E quando-llegaron al
corral mayor, los del castillo los recibieron
muy bien al parecer, mas al tenian en su co-
racon; y después fueronles a las estriberas,
o ayudáronlos a descaualgar, e mostráronles
muy grande amor.
Cap. CCLXXVI. — Como Galaz e sus compa-
ñeros fueron presos en el castillo follón.
Después leñáronlos para el gran palacio,
e fizieron con ellos atan gran alegria , que
ellos mismos dezian que en buen punto alli
entraran. Después fizieronlos desarmar, e di-
xeron: «Pues de casa del rey sodes, e vos
seays bien venidos, e (dixeron) mucho mas
os amamos por ende» . E después que fueron
desarmados, vino a ellos vn cauallero viejo,
e dixoles: «Andad comigo , e mostrarvos he
caualleros de la Tabla Redonda que están
aqui dolientes». «Vayamos, dixeron ellos,
que de grado los queríamos ver» , y el se fue
adelante, e leudos fasta la torre, e fue a vna
puerta de fierro, e abrióla, e dixoles: «En-
trad, e atendedme alia dentro, e mostrar-
vos he los caualleros». Y ellos, que no se
guardauan de aquella traycion, entraron den-
tro; y el cerro la puerta luego, y dixoles:
«Caualleros, agora fazed a lo mejor que pu-
dierdes, que nunca jamas de aqui saldreys
sino muertos; y esta es la vuestra postrera
ventura » .
Caf. CCLXX"\TT. — De como el ángel dixo a
Galaz en sueños que ayna serian sueltos
de la prisión.
Tanto que ellos vieron que eran ansi en-
cerrados, dixeron entre si: «¡Ay Dios! ¡Como
ay aqui gran traycion sin sospecha! e nunca
de aqui saldremos si no nos saca quien nos
metió aqui». «No vos espantedes, dixo Gra-
laz, ni se nos faga de mal. E sabed que si nos
auemos seruido a Nuestro Señor en esta de-
manda, que el no nos oluidara, ante nos sa-
cara de aqui, a su pesar de quantos en este
castillo son, ca de derecho el es pastor e li-
brador de todo peligro a sus ouejas» . E dixo
Merengis: «Assi como el nos puede librar,
assi nos libre, ca mucho nos es menester la
su ayuda». «¡Ay señor Dios, dixo Estor, no
nos oluides!» E assi estuuieron fa blando de
su auentura, e dixeron: «Con gran derecho
era llamado castillo follón, ca verdaderamente
aqui ha la mas desleal gente que nunca hon-
bre vio» . E ansi fa blando, adormieronse Estor
y Merengis, que estañan muj^ cansados, pen-
sando en al. E Galaz estuuo toda la mayor
parte de la noche en oración, los ynojos fin-
cados, rogando a Nuestro Señor con lagrimas
e con suspiros (jue el por su sancta piedad los
acorriesse en aquella cuyta, ca er otra ma-
nera no podian de alli salir. Y desque ouo
fecho su oración a Nuestro Señor, adormiosse.
E quando fue adormido, vino a el vn onbre
muy fermoso, en tal seniejanga como otra vez
le aparesciera, e dixole: «Gralaz, sieruo de
Jesu Christo, sey seguro, e no ayas ningún
pauor, ca mañana de mañana seras libre; ca
el alto maestro recibió tu oración; mas quan-
do ñieres libre, destruye este castillo e quan-
tos fallares en el, saluo los caualleros e las
donzellas que están en prisión, que los libres
e los guardes, ca no quiere Dios que mas su-
fran aquella prisión que fasta agora sufrie-
ron». Y todo esto fue dicho a Galaz dur-
miendo, de que se nembro bien desque des-
pertó.
Cap. CCLXXYni. — Co7?io Galaz con fortaua
a sus conpañeros que ayna serian libres.
Otro dia de mañana quando despertó, era
ya el sol salido. E dixo Estor: «¡Ay padre
poderoso Jesu Christo, no nos oluides, antes
nos acorre si te plaze!» Y Merengis dixo esso
mesmo, e Galaz los conforto, e dixo: «Ami-
gos, no ayades pauor, ca Nuestro Señor nos
acorrerá muy ayna». «Ay, dixeron ellos,
¿como puede esto ser? ca nos somos encerra-
dos entre nuestros enemigos mortales, en tal
castillo donde honbre no nos puede sacar por
fuerca, y demás que ninguno no sabe do nos-
otros somos» . Y ellos assi fablando entre si
de su auentura, vieron que el tienpo se re-
boluia, e comencaua a escurecer como si
fuesse de noche; y después comenQo a fazer
truenos y relámpagos, e auer pedrisco por
el castillo a todas partes tan ásperamente,
que no ha honbre que lo viesse que no ouies-
se gran pauor; e dixo Estor: «Ay padre Jesu
Christo, aued merced de nos, e no nos fa ga-
dos comprar la gran deslealtad desta tan fal-
sa gente» ; e Galaz los conforto todavía quan-
to pudo, mas nada no les valia, tanto auian
miedo.
Cap. CCLXXIX. — Como el rayo hendió la
torre por medio, do estaña Galaz e sus
compañeros.
Duro aquel mal tienpe desde hora de pri-
ma fasta hora de tercia; estonce auino vna
gran marauilla: o bien deue ser puesta en
268
LIBROS DE caballerías
escripto, ca sin falta fue vno de los fermosos
miraglos que nunca contecio en el reyno de
Londres en el tienpo de las aiientnras; ca la
torre era muy fuerte, vino vn rayo e partió-'
la por medio, de encima fasta fondón, e cayo
la vna mitad a la vna parte e la otra a la
otra, e m^to mucha de aquella gente mala,
mas a los otros caualleros que estañan en
ella no les fizo mal ninguno, ni pesar, saino
que fincaron amortecidos del trueno e del
rayo. Y desque acordaron, vieron que no
auian ningún mal, e vieron que podian de
alli salir en saino, fincaron los ynojos en tie-
rra e tendieron las manos contra el cielo, e
gradecieronlo mucho de coraron a Nuestro
Señor Jesu Christo; e Galaz les dixo: «Ami-
gos, via suso, e tome cada vno sus armas, e
armémonos e matemos a quantos fallaremos
en este castillo, e saquemos las doncellas que
son presas en el, que assi lo quiere Nuestro
Señor» .
Cap. CCLXXX. — De como 'Jalaz e sus com-
pañeros mataron a iodos los del castillo.
Bien assi como Galaz les dixo, assi lo fizie-
ron los otros, ca salieron de alli sanos e ale-
gres, e fueronse para el palacio do auian de-
xado sus armas. E quando alli llegaron, fa-
llaron todos los caualleros e los honbres
muertos, e dellos biuos que estauan maltre-
chos del gran pauor que ouieron, e Galaz no
fallaua su espada, e dixo: «¡Ay Dios! ¿que
fare de espada? ¡Ay Jesu Christo, padre
de mesura, plega a vos que yo la aya!» Y el
esto diziendo, vino a el vna donzella muy
fermosa, que le dixo: «Señor Galaz, vos sea-
des mucho bien venido, e bendito sea Dios
que aqui vos truxo, ca por vos serán libres
las donzellas que aqui eran afrontadas e cati-
uas de los traydores deste castillo» ; y eston-
ce le dixo: «Señor, vedes aqui vuestra espa-
da, e guardadla bien de oy mas». Y el tomo
su espada, e gradeciolo mucho a la donzella
e dixole: «Señor, ¿sabeys do son vuestras ar-
mas?» Y ellos dixeron que no. Y ella los Heno
a vna cámara donde eran; e armáronse, e fue-
ronse para el palacio donde los otros se le-
uantauan, e comencaron a ferir en ellos e a
derribar honbres, e cortar cabecas de quan-
tos alcancauan, que no fincauan por do-
nes ni por promessas. E fizieron atan gran
mortandad, que no quedo ay ninguno de los
del castillo que fasta la noche biuiesse. Y
desque fueron assi delibrados de los traydo-
res, fueronse para la villa, e pusieron fuego
de todas partes, assi que fasta hora de bis-
peras fue todo quemado, e los honbres des-
truydos. Y en medio del castillo auia vna to-
rre muy grande do las donzellas estauan pre-
sas, e fincaron todas en saluo que no recibie-
ron ningún mal, ca plugo a Nuestro Señor
que [no] muriessen. E quando Galaz vio que
todas las cosas del castillo eran destruydas,
fuesse a la torre de las donzellas, e dixo a
sus compañeros: «Vayamos aquella torre,
y veamos que esta ay» ; e los otros dixeron
que les plazia, e después fueronse para alia,
e fallaron en el palacio de la torre bien qua-
trocientas donzellas que estauan amortecidas
con pauor del fuerte tiempo que fiziera, e
acordáronlas todas, e dixeron que no ouies-
sen pauor, ca el tiempo malo era passado y
ellas eran libres; e después dixeron ellas
quien eran e por que vinieran alli, e después
fueronse para otro palacio, e fallaron bien
trczientas donzellas biuas, e dellas amorte-
cidas; e acordaron las biuas e confortaron las
otras.
Cap. CCLXXXI. — Como las donzellas dixe-
ron que auian de ser libres por la venida
de Galaz.
Y quando ellas oyeron estas nueuas, nun-
ca tan gran plazer ouieron, e dixeron: «Don
Galaz, bien sabemos nos que [por] otro no
podemos nos ser libres sino por JDios e por el» .
E Merengis ge lo mostró, y ellas se fueron
. para el, e fincaron los ynojos antel, e dixeron:
«Señor, vos seades bien venido, e bendito sea
Dios que vos aqui truxo, ca agora sabemos
bien que seremos libres de la gran cuyta e
lazeria en que eramos» ; e leuantolas de tie-
rra, e dixoles: «Señoras, gradeceldo a Nues-
tro Señor Jesu Cliristo, e a otro no dedes
grado»; e después dixoles: «Catad quantas
son las donzellas muertas, y ellas miráronlo
e fallaron que eran cincuenta las muertas.
E después tornáronse al palacio de antes, y
entraron las otras faziendo muy grande ale-
gría, ca jn supieron como era alli Galaz y
que eran ya libres de la fuerte auentura, e
por ende eran tan alegres, que les parecía
que cada vna era rey na.
Cap. CCLXXXII. — Coino Galaz pregunto a
las donzellas como sahian que por el auian
de ser libres.
Fue la fiesta grande, e la alegría e la hon-
rra que fazian a Galaz las donzellas, e pre-
guntóles: «¿Como supistes vos de mi?» «Se-
ñor, dixeron ellas, por vna donzella fija del
rey de Miranda, que ogaño fue aqui en pri-
sión con nos, e adoleció, e murió. E, quando
quería morir, dixonos: Donzellas que soys
aqui en prisión, no vos desconfortedes, mas
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
269
sed alegres, ca yo vos traygo buenas nueuas
de Don Galaz, el canallcro bueno que ha de
dar cima a las auenturas del reyno de Lon-
dres, e yerna aqui, e tanto que el venga, vos
seredes libres de la prisión en que soys, y
este castillo sera por el destruydo e despo-
blado para siempre» .
Cap. CCLXXXin. — Gomo Galaz dixo a las
donxellas que le saliidassen al rey Artur e
a toda su compaña.
Esto nos dixo la donzella de vos, e assi
auino, a Dios gracias. E todo aquel dia estu-
uieron las donzellas en gran alegria, e a la
noche dixoles Gralaz: «Señoras, ¿como que-
reys fozer? Ca nos no podemos aqui fincar» .
«Nos fincaremos aqui, dixeron ellas, hasta
que podemos lleimr a nuestras conpañeras
que son muertas, e soterrar a algún lugar
sagrado cerca o lexos. E después que esto
ouieremos fecho, y remos a casa del rey Ar-
tur, por contar las marauillas que Nuestro
Señor fizo aqui j)or vos» . Y ellas sabian como
era la torre ya cayda, e como ellos eran ya
en saino e sin peligro, e dixo Gralaz: «Si vos
fuerdes a casa del rey Artur, saludádmelo
mucho a el e a toda su conpaña, e dezilde
que, si Dios quisiere que yo torne alia, que
seré mucho alegre, que nunca fiiy en con-
paña do tanto me pluguiesse» . Y ellas dixe-
ron que lo farian, si Dios alia las leuasse.
Cap. CCLXXXIY. - Como las donxellas lle-
garon a casa del rey Artur.
Aquella noche fueron muy seruidos los
caualleros todos tres de aquellas donzellas,
mas sobre todos Gralaz , e otio dia de ma-
ñana partiéronse dende Gralaz e sus conpa-
ñeros, e anduuieron muchas jornadas sin
auenturas fallar que de contar sean, e fizie-
ron saber por la tierra la destrucion del cas-
tillo follón, que era destruydo, e muertos los
de dentro, y el castillo despoblado. Estas nue-
uas fueron sabidas por toda la tierra, e venian
ay todos por saber si era verdad. E quan-
do vieron la marauilla que viniera del casti-
llo e de la torre, los que no lo querían creer,
creyéronlo e batizaronse luego, e dezian que
fiziera Dios bien que alli fiziera su vengan-
za, E las donzellas que finaron, hizieronlas
leuar sus conpañeras a sagrado, e fizieronlas
soterrar lo mas honrradamente que pudie-
ron, e fueronse a pie para casa del Artur.
Y eran .cccl. donzellas; e fallaron ul rey que
era ya guarido de sus llagas, e contáronle
como les auiniera a los del castillo follón, e
como era destruydo, e como ellas escaparon.
E quando el rey lo oyó, dixo que era vno de
los fermosos miraglos que nunca oyera ni
viera.
Cap. CCLXXXY. — De como Dios no quiso
que el castillo fuesse poblado.
Y estonce embio el rey a las donzellas
cada vna a su tierra todas bien guisadas
como cada vna quiso, e las otras que quisie-
ron quedar con la rey na, fueron muy bien
seruidas e muy bien casadas j)or amor de
Gralaz, e partiosse el rey estonce de Cama-
loe con muy gran gente, e fuesse para el cas-
tillo follón, e subió encima del, e vio el cas-
tillo como era destruydo, e como la torre se
partió por medio, e dixo: «Esto fue vengan-
ga de Nuestro Señor, e miraglo bien conosci-
do» ; y embio por tocia la tierra por quantos
maestros ay auia que supiessen fazer torre
e castillo, e dixo que pues aquellas gentes
malas eran dende salidas, que el faria po-
blar el castillo de buena gente e creyente, si
a Dios pluguiese; e por esto fizo ay venir
tanta de gente para lo poblar, que fue gran
cosa: mas no plugo a Dios Nuestro Señor que
fuesse poblado, ca fallaron vna mañana
muertos de muerte supitaña bien dos mil e
cincuenta honbres, e los que quedaron bi-
uos, quando esto vieron, fuyeron.
Cap. CCLXXXVI.— De como el rey Artur
quiso fazer la torre., e non quiso Dios.
Y el rey, que vio que los del castillo que
el mandara quedar eran muertos, parecióle
que no plazeria a Nuestro Señor que fuesse
pol3lado, e por ende lo dexo yermo, mas
dixo que queria liazer la torre, e Dios fizo
gran miraglo, que quanto fizo en quinze
dias todo cayo en vna noche; y el rey vuo
gran pesar, e dixo con saña: «Esto no ha
menester»; e fizóla comencar otra vez, e
quando tuuo fecho muy gran partida, cayo
todo en tierra. E quando el rey esto vio,
dixo: «Bien veo que no quiere Nuestro Se-
ñor que esta torre sea fecha por mi, masavn
la prouare otra vez»; e fizóla comengar.
Cap. CCLXXXVII.- (7omo la hoz dixo al
rey Artur que Carlos auia de fazer la torre.
Vna noche, estando el rey Artur en su
lecho, pensando en la torre que le cayera
tantas vezí^s. E assi estando, dixole vna voz:
«Artur, no te trabajes mas en fazer la torre,
ya que no plaze a Dios que sea fecha por
tan pecador onbre como tu eres, ni jamas
por ti no sera fecha, ni por otre, fasta que
270
LIBROS DE caballerías
ay venga vn rey de Graula que aura nonbre
Carlos, e aquel tornara a la fe de Jesu Cliris-
to mayor pueblo que tu no feziste, e no sera
tan honrado, ni tan poderoso, ni aura tan
buena caualleria como tu, mas sera mejor
christiano, e mas leal de la sancta yglesia, e
aquel meterá todo el reyno de Londres en
su señorío, e muchos otros rey nos, e aquel
rey verna del linaje del rey Yan, e parece-
rá de linaje de cauallero a esse linaje».
Cap. CGLXXXVin.— Como el rey Carlos
puso ¡a ymajeii en la torre a honrra de
Galax.
Todo esto que vos digo dixo la boz al rey
Artur, estando pensando en la torre que le
cayera; y en la mañana, ante que se leuan-
tasse, llegaron mensajeros que le dixeron:
«Señor, la torre es cayda, e no vos trabajeys
mas en la fazer, ca no le podeys dar cabo» .
«Verdad dezides, dixo el rey, ca yo se ende
mas nueuas verdaderas que jamas en nues-
tro tienpo no sera fecha, e por ende lo quie-
ro dexar.» E assi se partió el rey Artur del
castillo follón. E quando llego a Camaloc,
fizo meter en escrito el nonbre del rey Car-
los, e quanto la boz le dixo, fizólo meter en
vn almario del Thesoro de la silla de Cama-
loe, e fue guardado fasta la venida de Carlos
Maynes, que conquirio a Inglaterra e a otros
muchos reynos, de como la verdadera historia
lo cuenta, e bien assi como el rey lo fizo es-
creuir, bien assi auino todo después; ca aui-
no, quando el rey Carlos lo conquirio, que
oyó dezir de aquella torre del castillo follón
que Nuestro Señor partiera por medio por
librar a Galaz e a sus conpañeros, e fuesse
para alia, e dixo que queria fazer aquella
torre por amor del buen cauallero, si a Dios
pluguiesse, e después fizóla, e no fallan que
otra torre fiziesse en toda Inglaterra. E des-
pués que la vuo fecho, mando fazer vn ca-
uallero de oro, el mejor obrado e labrado que
pudieron, e fizo fazer otro tal escudo e otras
tales armas como las de Galaz, e fizo fazer
vna silla de oro, tan fermosa e tan rica, que
marauilla era. E después que todo fecho, fizo
poner la silla encima de la torre, e fizo assen-
tar en ella el cauallero, que era fecho a hon-
rra de Galaz, e fizo sobre el vn cerco de pie-
dra que la lluuia no pudiesse dar en el de
ninguna parte, e aquella figura estaua en
aquella silla que no podia caer si por fuerza
no la derribassen; e tenia en su mano dies-
tra vna mangana de oro, en significan9a que
el fuera el mejor cauallero del mundo. E
avn auia otra riqueza en aquella y m agen,
que tenia en medio de los pechos vna piedra
atan luziente, que por el escuro tienpo que
fiziesse podria honbre por ella ver por do
andana mas de media legua^ tanto luzia la
piedra. E assi fizo Carlos Maynes la ymagcn
de Galaz, y estuuo alli aquella ymagen bien
dozientos años, e después *^\q tomada por
los jnalos honbres de Inglaterra, que tor-
naron a pobreza por falta miento de caualle-
ria; mas agora dexa el cuento todo esto, e
torna a Galaz, e a Estor, e a Merengis.
Cap. CCLXXXIX.— Como Galaz dixo a
Tristan que el rey Mares fuera desbaratado.
El cuento dize que después que Galaz e
sus conpañeros se partieron del castillo fo-
llón, anduuieron muchos dias sin auentura
fallar; e assi que auentura los leuo do Tris-
tan estaua llagado de las llagas que vuo do
lo libraron Galaz e Palomades, assi como el
cuento lo ha deuisado. E quando ellos falla-
ron a Tristan, ouieron gran plazer con el, y
el con ellos; e preguntóles nueuas si sabian,
e Galaz le dixo como el rey llares, con todo
su poder e con el poder de Sansoña e de Cor-
nualla, que cercaran al rey Artur en Cama-
loe, porque oyeran dezir que todos los de la
Tabla Redonda eran muertos en la demanda
del sancto Grial; m.as no era assi ni se le
fizo assi como el pensó, ca fue tan mal des-
baratado, que nunca jamas cobrara la j)er-
dida que ay vuo, que pocos quedaron de sus
conpañeros que no fueron muertos o presos,
e al cabo ñie el tanbien, quando escapo e
fuyo con pocos honbres, e metiosse en la
montaña. «¿Como?, dixo Tristan, ¿es verdad
que ansi auino a mi tio el rey»? «Si, por bue-
na fe, dixo Galaz. ca yofuy en la batalla».
«¿E sabeys algunas nueuas de mi señora la
reyna Yseo»? «Si, dixo Galaz, que le va
muy bien, sino que el rey Mares fue a la Jo-
yosa Guarda, y entro dentro de noche, e fizo
ay muy gran daño, que quemo quanto fallo,
e traxola consigo a la reyna y enbiola a
Cornualla antes que faesse cercar a Camaloc;
e tanto se cierto, e no mas, sino que pienso
que Yseo esta en Camaloo .
Cap. CCXC. — De como Tristan ouo muy gran
pesar de las nueuas que le dixo Galaz.
Quando Tristan oyó estas nueuas, si ouo
gran pesar, no me lo pregunte ninguno, e
con el gran pesar que vuo. estendiosse todo
e quebrantáronle todas las Uagas y el era ya
guarido, e amorteciosse assi como si fuesse
muerto, e los otros fueron a el, e hallaron
alli do estaua que era todo cubierto de san-
gre, y dixeron: «¡Ay don Galaz, que mal fe-
LA DEMANDA DEL SANCTO GEIAL
271
zistes que tales nueiias le dixistes, que esso
ha muerto a Tristan!» «AssiDios me ayude,
dixo Galaz, mucho me pesa porque ge las
dixe, mas por ende no moriría, bien lo sa-
bed». Estonce lo tomaron, e leñáronlo a vn
lecho, e desnudáronlo, y falláronlo las llagas
todas remojadas de sangre, e restrañaronge-
la lo mas ayna que pudieron.
Cap. C0XCI. — Co7no Galaz se partió de Es-
tor e de Merengis.
Assi estuuo Tristan amortecido gran pie-
5a. E quando acordó y pudo fablar, dixo:
«¡Ay catino, como soy muerto! Todo mi bien
he perdido, pues a mi señora me han leuado.
¡Ay ventura maldita y cosa tan desleal, que
fuiste tan auiessa a tal sazón, ca me mataste
e confundiste con tales nueuas como estas
que yo oy de mi señora!» Estonce le mouio
vna gran enfermedad, que estuuo enfermo
bien medio año o mas, assi que no pudo ca-
ualgar, e los tres conpañeros estuuieron ay
quatro dias. E después partiéronse de en
Tno y anduuieron muchas jornadas sin auen-
turas fallar que de contar sea. E pues vieron
que no fallauan nada en vno partiéronse
cada vno por su camino, e Galaz anduuo
mucho que no fallo nada; e a la tarde vio
vna hermita vieja que se quería caer; y el
honbre le dixo que se fuese al mar, como
se fue para alia, e fallo a su padre; mas no
escreuimos aquí nada desto porque es escri-
to en el otro libro.
Cap. CCXCII. — Como Galaz llego a casa de
la buena dueña, que le fizo mucJia honra.
Pues agora dize el ciiento que quando Ga-
laz se partió de su padre, que entro en la flo-
resta, ca pensaua fallar al cauallero de las
armas blancas que le auia dicho las nueuas
de su padre, e anduuo por la floresta fasta
hora de bisperas, que acaescio en casa de vn
hermitaño, do albergo aquella noche, e fablo
mucho con el de confesión e salud de su anima ,
6 otro dia de mañana partióse dende, desque
oyó missa de Sancta María, e anduuo todo
aquel dia sin auentura fallar que de contar
sea; e a la noche fue albergar en casa de vna
biuda de muy buen linaje y de buena vida,
e fizóle mucha honra y seruicio. E quando
fue hora de comer, no quiso comer ninguna
cosa sino pan e agua, e la dueña muy fermo-
sa estaña comiendo; y tenia dos fijos cabe si
pequeños y estañan pensando e sospirando,
e salíanle las lagrimas por los ojos, e yuanle
por la cara, e hazia todo continente de mu-
ger muy triste.
Cap. CCXCni. — Co?;zo la buena dueña mos-
tró su hazienda a Galaz.
Galaz, estando assi a la mesa, paro mien-
tes contra la dueña, e viola triste e llorosa,
e ouo muy gran duelo della, porque le páres-
elo buena dueña. Y estonce comencé a pen-
sar assi como la dueña, y esteno assi quedo
fasta que la mesa fue leuantada, y estonce
le dixo: «Señora dueña, yo soy vuestro hués-
ped, e soy cauallero andante, e vos soys
dueña de gran guisa; esto se yo bien, e de
los caualleros andantes es tal costunbre, e
bien lo deuedes vos saber, que deuen poner
consejo a los tuertos délas biudas, e dueñas,
e donzellas; e sí alguno les haze algún tuer-
to, los caualleros andantes deuense trabajar
de fazerles derecho sí ouieren; e todo esto
vos digo porque me ¡Darece que auedes cuyta
e tristeza; e si es cosa a que yo pueda poner
consejo, ruégeos que me lo digays, ca assi
Dios me vala, yo me trabajare a todo mi po-
der en vos quitar este pesar, por amor de
Jesu Christo, e por vos, que me parecedes
buena dueña» . Estonce comencé la dueña a
llorar muy fuerte, e quanto pudo fablar,
dixo: «Cierto, señor cauallero, si yo he pe-
sar no es mar anilla, ca mucho es gran razón;
e direos como, mas no puedo yo creer que
vos me pudiessedes ay i^oner consejo, mas,
porque lo preguntastes, vos lo quiero dezir.
Sabed que el pesar que yo he me viene de
vn hermano que yo he, que me deseredo y
me torno pobre por su fuerza, e no me pesa
tanto del deseredamíento (|ue me fizo, como
de dos mis fijos caualleros queme mato, que
eran sus sobrinos, que si ellos fuessen biuos
no me harían tan gran tuerto ni tan gran
desonrra como faze; enpero avn me sofríria
yo lo mejor que pudiesse de aquella muerte
y de mi deseredamíento, sime quisiesse estos
dos hijos dexar; mas, a lo mas ayna que el
pudiere, matármelos ha, por amor de auer
dellos y de mí la tierra». «Por buena fe, dixo
Galaz, gran cosa dezis de la maldad de vues-
tro hermano que tales cosas faze; y dezidme
¿vos, de quien tenedes tierra?» «Del rey Ar-
tur, dixo ella, y el otrosí la suya». «Pues
ydvos querellar al reí, e fazervos ha dere-
cho». «Señor, tienpo ha que fuera a el, mas
no ose de aquí salir, que se verdaderamente
que si me ouiesse a la mano, que auría toda
la tierra e mataría a mí e a mis fijos». «¿Y
que quereys mas que yo faga en ello? que no
ha cosa en el mundo a que honbre se trabaje
fazer que yo no lo faga por Dios e por vos
quitar desta cuyta». «Señor, dixo ella, la
vuestra merced; mas vos digo bien que no
ha vn cauallero en el mundo a que esto pu-
272
LIBROS DE caballerías
diesse dar cima, ca mi hermano es conde, e
a muy gran gente a mandar» . «¿E como ha
nonbre?» dixo Gralaz. «Señor, dixo ella, el
ha nonbre el conde Bedayn, y es muy buen
cauallero a marauilla». «¿E do lo fallarla,
dixo Gralaz, si lo fuesse buscar?» «Señor,
dixo ella, en vn castillo de la Marca, que esta
sobre la ribera de la torre» . «Sabed , dixo
Galaz, que nunca seré alegre fasta que yo os
lo faga cobrar», «iluchas mercedes por lo
que dezis, mas cierto, tan gran cosa como
esta no podria yo cobrar por vn cauallero
solo, que mucho auia menester mayor gente
que vos pensays»; e assi fablando en esto
passaronse al sereno de la mar.
Cap. CCXCIV. — Como la donzella mostró
a Galaz do liallaria al conde Bedayn.
Desta manera estuuieron muy grande ple-
ca hablando, mas nunca la dueña le pregun-
to quien era, ni de qual tierra. E quando ouie-
ron assi estado, fizieron rico lecho a Galaz,
e otro dia fuesse oyr missa a vna capilla que
auia ay cerca; y después encomendó la dueña
a Dios, e a toda su conpaña, e fuesse su via,
y demando por do yria mas derecho al casti-
llo, y enseñaronselo desde alli, tan bien lo sa-
bían; e anduuo tanto, que a medio dia llego
al castillo de la Marca . e a la entrada del
castillo fallo vna donzella que yua en un pa-
lafrén, e sainóla y ella a el; y preguntóle si
era ay el conde Bedayn en el castillo. «Si,
dixo ella, e fallarlo hedes en el palacio suyo,
do esta jugando al axedrez con la donzella
de los cabellos de oro» . «Agora vos yd con
Dios, dixo Galaz, que bien me aueys mos-
trado lo que yo andana buscando» . Estonce
se partieron el vno del otro, e la donzella se
fue su camino, e Galaz entro en el castillo
do estaña el conde Bedavn.
Cap. CCXCY,
- Como Gala:^
Bedayn .
amenazo a
Quando Galaz fue en el corral e los del cas-
tillo lo vieron armado, luego conoscieron que
era cauallero andante, e íueronse a la estri-
bera, ca tal era la costumbre de los del casti-
llo, de seruir e de honrrar a los caualleros
andantes , porque andauan alia muchos pa-
rientes del conde, e demás por Didonax el
saluaje, que era cauaUero andante y era pa-
riente cercano del conde ; e después que Ga-
laz decendio, tomaron la lan^a y el escudo,
e leñáronlo a vna cámara, e dixo Galaz a vn
donzel que estaña delante del: «¡Ay amigo!
¿do es el conde Berlayn?» «Aqui esta en
su palacio», dixo el. «Lieuame para alia,
dixo Galaz, que lo querría mucho ver». «Esto
fare yo de grado», dixo el donzel. Estonces se
fue Galaz para alia, su yelmo en la cabera e
su' espada ceñida. E quando entro en el pa-
lacio, dixo el donzel a Galaz: «Yedes alli el
conde, aquel que esta vestido de xamete ber-
mejo». E Galaz que lo vio, fuesse para el, e
no lo saluo, e dixole: «Cierto, conde Bedayn,
no te quiero sainar, ca no se como he de
partir de vos, si en amor o si en desamor;
mas quiérete dezir por lo que soy aqui ve-
nido: Tu tienes deseredada a tu ermana a
tuerto e sin derecho , e fazes gran maldad e
gran pecado; e si le quieres dar su tierra, por
el mi ruego, gradecertelo he mucho; e si no
ge la das, ^''o juro que mientra que yo trayga
escudo , que nunca te faltara guerra ni ex-
cesso, ni nunca seras en paz tu, ni tus hom-
bres, ni tus caualleros no osaran salir de
aqui ni cerca ni lexos, ca todavía fallaran
quien les fara mucho pesar e mucha deson-
rra; e si tu sales de aqueste castillo , yo te
prometo que tu no te escaparas de muerto e
preso» .
Cap . CCXCYI . — Coino Perseual y Boores
llegaron a la choga do estaua Galaz.
El conde, quando vio que aquel cauallero
fablaua tan osadas palabras, estando solo y
entre sus caualleros, espantóse, e dixo que
era loco o poco menos, y después dixole:
«Don cauallero, ydvos a buena ventura,
que no haré mas por vos que si no viniera-
des aqui, e sy no porque a,ndades solo y me
seria tenido a mal, yo vos faria vn tal escar-
nio, que se vos nombrasse todos tiempos; e si
todos los caualleros andantes me rogassen por
vna cosa de que yo no me pagasse , no faria
por ellos valia de vn dinero; y demás en esto» .
«¿Xo? dixo Galaz, para Santa Maria vos fa-
zedes mal, e cierto vos fallareys fuera deste
castillo alguno, que vos no pensays, que vos
haga pesar, e yo vos desafio de parte de los
de la Tabla Redonda y de parte de todos los
caualleros andantes, y sabed que ende vos
verna mal» . «No darla nada por quanto vos
dezides, dixo el conde, pues solo soy s, mas si
ouiossecíes conpaña, vos os hallariades mal por
quanto auedes dicho» . Estonce se partió Ga-
laz delante del conde , y tomo su cauaUo y
caualgo; e tomo su escudo e su lan^a, e sallo
del castillo, e fuesse por vn monte pequeño
que estaua cerca del castillo, y descendió, e
metióse en vna cho^a que fallo , e colgó su
escudo de vn árbol, que quería alli morar
fasta que a la dueña ñziesse cobrar su ereda-
miento, e fasta que la soberuia del conde
fuesse quebrantada, e no estuuo mucho que
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
273
vio contra el castillo dos caualleros armados
de todas armas para aluergar en el castillo.
Y sabed que el vno era Boores de Gaunes y
el otro Perseual , que auentura ayuntara de
so vno.
Cap. CCXCSTI. — Como Perseual e Boores
quedaron con Galaz a faxerle compaña e
ayuda.
Mas ellos, quando vieron el escudo de Ga-
laz colgado ante la choQa, conociéronlo lue-
go y detuuieronse vn poco, e dixo Boores a
Perseual: «¿No es aquel el escudo de GalazV»
«Si es, sin falta» , dixo Perseual . Estonce
se ftieron contra la choca, e fallaron a Galaz
que se qucria acoger al cauallo por yrlos
ferir, porque pensaua que eran del casti-
llo, ca los no conocía, porque auian can-
biado las armas; e Galaz, quando oyó que
aquellos eran Perseual e Boores, quitóse su
yelmo, y ellos los suyos, y recibiéronse muy
bien e fizieron muy gran alegría. «Señor, di-
xeron ellos, ¿que fazedes aqui?» Y el ge lo
contó todo assi como le acaesciera, e dixo:
«Atiendo aqui a los qiie saldrán del castillo,
ca jamas saldrá dende cauallero ni otro que
lo no mate, fasta que el conde faga paz con
su hermana a toda sii voluntad» . «En el non-
bre de Dios, dixeron ellos, pues assi es, nos
quedaremos con vos, e si no vengaremos la
Tabla Redonda que el desonrro, nunca jamas
ayamos dende compaña» .
Cap. CCXCYin. — Como Galaz prometió a
Samaliel que lo faria cauallero.
Los tres conpañeros cercaron el castillo de
la Marca, do auia mas de trezientos caualle-
ros e hombres armados que pensauan desto
muy poco, ca no pensauan que por ninguna
cosa tres caualleros osassen acometer ^tan
gran fecho. E los dos caualleros que fazian
otra choca do se acogiessen, llego vn escude-
ro ay, e venia sobre vn rocin, e tanto que vio
a Galaz, conociólo, e finco los ynojos ante el,
e besóle los pies, e dixole: «¡Ay buen caua-
llero! por Dios e por merced que me deys vn
don»; e dixole que le plazia, e Galaz conos-
ciolo, que era el hijo de Frueía, el que el otro
dia le echara el escudo e la lanca en tierra
porque no quiso justar, e respondióle, e di-
xole: «Amigo, yo te otorgo lo que me deman-
dares, si es cosa que te pueda dar sin daño
e sin afrenta de mi, ca me abiltaste contra
mi, e me echaste mis armas en tierra, como
sabes que te di que me leuasses» . «Ay señor,
perdonadme, dixo el escudero, ca os erre por
mi gran maldad, no sabiendo la vuestra gran
LIBKÜS DE caballerías, — 18
bondad» . «Yo te perdono» , dixo Galaz, e fizó-
lo leuantar de tierra, e dixole: «Di lo que
quieres». «Señor, dixo el, querría que me
fiziessedes cauallero» . «Yo te lo otorgo, dixo
Galaz, mas atiende fasta que podamos auer
cauallo e armas» . E assi quedo el alli , espe-
rando que le fiziesse Galaz cauallero.
Cap. CCXCIX. — Como Galaz y Perseual
otorgaron la batalla de los caualleros.
Asi estando, vieron salir del castillo tres
caualleros armados, e yuanse a folgar a vna
floresta, mas no yuan armados por miedo
que ouiessen, mas en aquel tiempo tenian
por villano el cauallero que caualgasse sin
armas; e Boores que los vio, dixo a Galaz:
«Conpañeros, aqui vienen tres caualleros de
los del castillo, e por amor de Dios otorga d-
me yr a ellos, ca vos digo que no me dura-
ran ni punto ni mas» ; y ellos ge lo otorga-
ron, por pleyto que lo ayudasen si menester
fuesse.
Cap. CCC. — Co7no Samaliel tomo el cauallo
e las armas de vn cauallero dellos.
Estonce se dexo correr Boores a los otros
caualleros, e dixoles: «Guardadvos de mi,
que yo vos desafio» . E quando ellos lo vie-
ron solo, e vieron que los desafiaua, touie-
ronlo por marauilla, e si no porque lo ter-
nian a mal, todos tres fueran a el; e adelan-
tóse el vno solo, e fuese para el, e Boores
que lo vio, saliólo a recebir, e diole tan gran
laucada, que dio con el en tierra, mas otro
mal no le fizo, ca la loriga era buena, e des-
pués dexose yr contra el otro, e firiole tan
braua mente, que dio con el en tierra, y el
cauallo sobrel, y el cauallero quedo amorte-
cido de la cay da. E quando el tercero esto
vio, quiso fiiyr, ca auia pauor de muerte o
de perder el cuerpo si ateadiesse el golpe de
aquel cauallero, e por ende se torno luyendo
quanto el cauallo lo podia leuar para el cas-
tillo; e Boores, que lo vio assi yr, no quiso
yr em pos del, e tornóse a los otros que esta-
ñan en tierra. E Samaliel fue corriendo para
el, e dixo: «Señor Boores, otorgad me que
tome las armas e los cauallos destos dos ca-
ualleros, con que sea cauallero» . «Yo te lo
otorgo», dixo Boores. E Samaliel se fue para
vno de los caualleros, e desenlazóle el yelmo
e deciñole el espada. Y el cauallero, que vuo
pauor de muerte, pidióle merced. «Conuiene-
te, dixo Boores, si no quieres morir, que de-
xes tus armas e tu cauallo a este escudero» .
Y el dixo que le plazia; e quando vio que
por tan poco escapaua, agradeciólo mucho a
274
LIBROS DE caballerías
Boores. Y el escudero lo desarmo, e fuesse
con su cauallo e con sus armas para Galaz
que lo fizisse cauallero, e Gralaz le dixo que
lo faria de grado, mas que era ya tarde, que
otro dia de mañana lo faria de buenamente;
y el ge lo grádeselo mucho. E quando Boores
se quiso partir de los caualleros, dixoles:
«Xo vos liare esta vez mas de quanto lia pa-
sado. Mas ydvos, e dezid a vuestro señor
quen mal punto vio el deseredamientu que
fizo a su hermana, que avn el sera desere-
dado por ende, e tornara a proueza e mez-
quindad, e jamas no saldrá del castillo a nin-
guna parte que no sea preso o desonrrado.
Cap. CCCI. — Como los caualleros dixeron
a Bedain de los tres eonpañeros.
Boores se partió estonces de los caualle-
ros. e tornóse a sus conpañeros, y ellos lo
salieron a reeebir, e dixeron: «Para santa
Maria, bien lo fezistes e bueno fue vuestro
empiece, e Dios quiera que sea buena la
cima»; y después ñzieronle luego desarmar.
E los dos caualleros que fueron derribados,
caualgaron ambos en el cauallo del vno, e
fueronse para el castillo, e dixeron a su se-
ñor lo que Boores les fiziera. E quando el
conde oyó de Boores, no fue tan seguro como
ante, ca oyera dezir a muchos caualleros
que Boores era el mejor cauallero del mun-
do; no supo que ñziesse, ca sabia que si Boo-
res alli fuesse muerto, que el rey Artur ver-
nia ay por vengar su muerte, e todos los del
linaje del rey Van que le destruyrian. Y
preguntóles donde saliera Boores de Gaunes
quando a ellos saliera; y ellos dixeron: «Se-
ñor, de vna cho9a que esta a la entrada de
aquel mato, y estauan con el dos caualleros
armados, e vn escudero que nos tomo las ar-
mas y el cauallo» . «Agora dexad estar, dixo
el conde, que yo vos vengare mUcho ayna».
Cap. CCCn. — Como el donxel vino por es-
cucJuí a los tres compañeros.
Y esto dixo el conde, mas al pensaua, que
dezia que el rey aula alli enbiado por co-
mienco de guerra, e llamo a vn donzel que
era su pariente, y era muy biuo, e dixole:
«Ye aquellos caualleros andantes, e sabe
quantos son, o si es mayor conpaña que
aquella; e si te preguntaren cuyo eres, no lo
digas, que he pauor que te fagan mal» . Y" el
donzel se partió alende de noche e a pie, e
fuese a las chogas, e fallo a los caualleros
que se estauan al ayre que fazia muy bue-
no, e fablauan de muchas cosas y de muchas
auentnras. rpip confortauanse en esto por-
que no tenian que comer, ni auia ninguno
dellos que en todo aquel dia ouiesse comido
ni beuiílo. E sabed que muchos dias tales
ouieron en aqucUa demanda, e mucho a me-
nudo. E quando el donzel llego a ellos, sa-
ludos lo mas apuesto que pudo. Y ellos le
preguntaron de donde era. Y el dixo que era
del reyno de Londres y de casa del rey Ar-
tur. cBien seades venido, dixeron ellos; ¿y
que andades buscando»? «Esto no vos diré
yo en ninguna manera sy ante no supiesse
vuestros nonbres, y tales podeys ser, que
vos diré mi fazienda, e tales que no». E los
caualleros, por el gran sabor que auian de
saber nueuas de casa del vqj Artur, nonbra-
ronse, y el les pregunto, assi como si no su-
piesse nada: «E vos ¿que atendeys aqui»? Y
ellos ge lo contaron, assi como el cuento lo
ha deuisado. «¿E sodes mas de tres»? «No,
por buena fe», dixeron ellos. «Yos soys lo-
cos, dixo el donzel, que no seyendo mas de
tres caualleros comencays tal cosa, que en
este castillo ay fasta quatrocientos honbres
de armas o mas; e marauillado me fago como
lo osays acometer; e qual hora ellos vos qui-
sieren matar, lo pueden fazer» . «Desto no
te cale, dixo Gralaz, mas dinos lo que te pre-
guntamos: ¿do dexaste al rey Artur, o que
andas buscando»? X el dixo: «No a vn mes
que dexe al rey Artur en Camaloc con gran
con^Daña de ricos honbres e de caualleros, e
partime yo dende por su mandado, por bus-
car a Sagramor donde quier que le falle, ca
el rey le embia a mandar por mi que se vaya
tanto que oya las nueuas que trayo. E por
ende vos ruego que si sabedes algunas nue-
uas, que me las digades, ca no puedo yr a la
corte fasta que lo falle» . Y ellos dixeron que
no sabian ende nada. «Mucho me pesa»,
dixo el donzel; y estonce se partió dellos. E
Galaz le pregunto do yua a aluergar, que
era, tarde, y el dixo que no se le daua nada
do quier que fuesse, pues que supiesse nue-
uas de lo que andana buscando; y después
fuesse para el castillo y quedaron alli los
caualleros, que no se guardauan de aquello.
Cap. CCCIII. — Como el conde Bedayn fue
de noche con dos caualleros por matar a
Galaz.
El donzel, quando llego a su señor, con-
tole todo lo que supo. E quando el conde
oyó dezir que Galaz que era tan buen caua-
llero, que apenas podria ser desbaratado por
ninguna gente, e Boores y Perseual eran
buenos caualleros, fue tan desconfortado,
que no supo que fazer, saluo que dixo: «Ca-
lla, cata que no lo sepa ninguno». Y^ en tan-
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
275
to fuesse a echar en vna cámara solo, ca no
quiso que ninguno lo supicsse, e comenco a
pensar muy fieramente, como aquel que no
sabia que fiziesse en tal pleyto, ca el oyera
dezir tan grandes marauillas de Galaz, que
sabia verdaderamente que no auia ninguna
gente en el mundo por que pudiesse ser des-
baratado, que por bondad de su caualleria,
que por los buenos caualleros que eran con
el; e pues que pensó gran pie^a, leuantosse
en su lecho, e llamo a su repostero, e vistió-
se, e pidió sus armas, e no quiso que nin-
guno supiesse lo que el pensaua fazer sino
dos caualleros que eran sus primos corma-
nos, e dixoles que fuessen con el a vu lugar
que el auia menester. Y ellos lo fizieron de
grado, ca lo amanan de todo coracon, e ca-
ualgaron, e salieron por vna puerta pequeña
del alcacar; e defendió el conde al repostero
que no dixesse nada. E desque fueron fuera
del castillo, dixo el conde a sus caualleros:
«Yos soys mis amigos e mis cor manos, e por
ende no vos encubriré nada que quiera fa-
zer. E assi es que ante nos están tres caua-
lleros andantes de casa del rey Artur, que
nos han fecho gran desonrra, e avn nos fa-
ran mas si ge lo sufrimos; mas quiero que
por malos nos tengan si los otros caualleros
assi nos confundiessen, e por el rey Artur
no me querer mal, por su miedo no me des-
onrraran; por ende quiero que los matemos
encubiertamente, que ninguno no lo sepa
saino nos todos tres» . «Señor, dixeron ellos,
vos dezid, e nos faremos» . «Pues vayamos
a las chocas donde son, dixo el, ca ay los
fallaremos desarmados; matémoslos, e ascen-
dámoslos en la floresta»; y ellos otorgaron
en ello.
Cap. CCCIV. — Corno Galaz derribo al conde
Bedayn e a los que vetiian con el.
Assi como vos digo venia el conde Bedayn
a las choQas a hora de media noche; e Boo-
res e Personal dormían, mas Gralaz no dor-
mía, ca mas estaua en preces y en oraciones,
e mas pensaua en Nuestro Señor que los
otros. E quando Gralaz vio venir los tres ca-
ualleros contra las chocas, pensó en su cora-
ron aquello por que ellos venían, e tomo- su
yelmo y enlazólo lo mas ayna que pudo; y
el, que estaua armado de todas sus armas,
saino de escudo y de lanc;a, subió en su ca-
uallo e no quiso esperar a los otros. Y quan-
do lo vio el conde assi estar, fizóse vn poco
afuera, e dixo a los otros»: «¿Que faremos,
que despiertos son? Y ellos son muy buenos
caualleros, e temóme que sj con ellos nos
ayuntamos, que auremos lo peor». E los
otros, que eran muy arreziados caualleros,
dixeron: «Señor, no ayades du<1a, que no son
ellos mas que nos; e feridlos seguramente,
ca nos los desbarataremos». Y el conde se
dexo correr a Galaz quando vio que tan bien
lo confortauan sus caualleros, e firiolo tan bra-
ua mente, que le quebranto la lan9a en los
pechos, mas otro mal no le fizo, e aquel que
los grandes golpes solia dar, que tomo su es-
cudo e su lan^a, firiole tan de rezio, que le
metió el fierro de la lauQa por los pechos e
dio con el del cauallo en tierra, e al tirar de
la lan^a el conde se amorteció; e no lo miro
mas, ante se dexo correr a los dos caualleros
que venian con el, e fue tan rezio contra
ellos, que dio tal golpe de los pechos del ca-
uallo al vno, e al otro con la lanca, que dio
con anbos en tierra. Y el vno fue tan mal
ferido por los pechos, que pensó ser muerto,
y el otro ouo tal golpe de la cay da, que ni
supo si era dia ni si noche.
Cap. CCCY. — Como Galaz prendió al conde
Bedan, e lo dio a Boores e a Perseual.
Pues ouo fecho esto, tornóse a las choQas
y descaualgo del cauallo, e atólo porque no se
le fuesse, y dexo ay la lanca, e tornóse do
dexara los caualleros por saber quien eran; e
quando llego al conde, quitóle el yelmo, e
comencole a dar grandes golpes con la man-
gana del espada. E quando el conde vio esto,
pensó ser muerto, e pidióle merced, e dixo-
le: «Señor cauallero, por Dios, que no me
mateys, ca en mi muerte no ganados vos
nada; mas dexadme biuir, e yo os prometo
que pro e honra os vendrá ende» . E quando
Galaz esto oyó, entendió por lo que le pro-
metiera que era alto honbre, e por saber
ende mas la verdad, dixole: «Dime tu non-
bre, si no tu eres muerto» . «Señor, dixo el,
yo vos lo diré, por tal pleyto que no reciba
mal». «A dezir vos conuiene, dixo Galaz,
que querades o no». «Ay señor, merced,
dixo el conde, que yo soy el conde Bedain» . E
quando Galaz oyó dezir que era el conde, ñie
mucho alegre a marauilla, ca luego vio que
la guerra de la dueña era ya acabada, e
Galaz fizo semblante de honbre mucho sa-
ñudo, e dixo: «Yo no vos dexare a ninguna
guisa del mundo biuir, ante te cuenta por
muerto». Y el conde que esto oyo^ junto
las manos contra el, e dixo: «¡Ay buen ca-
uallero, por Dios no me mateys, e aued
merced de mi, ca yo fare todo lo que vos
mandardes!» . «Pues afiadme; dixo Galaz, si
mis conpañeros se otorgaren, dexarvos he
biuir, e si no, mataros he» . Y el conde que-
do tan espantado, que no supo que fazer.
276
LIBROS DE caballerías
«Agora vos yd comigo», dixo Galaz, j el
fizólo con gran pesar. E quando los dos ca-
ualleros que con el vinieron lo vieron, no
lo osaron socorrer, que bien sabian que no
les valdría nada, ni al castillo no osauan
tornar, ca bien sabian que los del castillo
los matarían quando los viessen tornar sin su
señor. E por ende se fueron al monte assi
como mejor pudieron. E quando Galaz llego
a las tiendas, despertó a los otros, e dixoles:
«Leuantadvos, e vereys que fermosa auen-
tura nos ha Dios dado» . Y ellos se leuanta-
ron, y preguntaron que fuera: «Yedesaqui al
conde Bedain que vos traygo, e a Dios mu-
chas gracias, ya auemos acabado nuestra
guerra; e agora caualguemos, y llenémoslo
a su hermana, y metámoslo en sus manos; e
faga del lo que quisiere» . «Ay señor, mer-
ced, dixo el conde, que mas quiero que me
matedes aqui que no que me leuedes a ella,
ca ella me desama de mortal desamor; y se
bien que me fara morir de mala muerte, qual
nunca honbre murió». «Cierto, dixo Galaz,
a yr vos conuiene, que querades o no, e su-
frir lo que ella quisiere fazer» . E quando el
vio que no jjodia al fazer, caualgo en vno de
los cauallos de los caualleros que se fueron,
e los otros otrosi caualgaron, e fueronse; y
el escudero con ellos; e anduuieron assi fas-
ta que fue de dia. E Gralaz dixo a sus com-
pañeros: «Licuad a este conde a su herma-
na»; e mostróles donde la fallarían, e dixo-
les: «Yo vos ruego que seades con ella fasta
que sea entregada de toda su tierra; y que
la emiende a toda su voluntad el yerro que
le fizo según lo que el pudiere e vosotros
vierdes que es razón; e yo yre esta noche de
aqui a algún lugar donde faga este escudero
cauallero, assi como ge lo prometí». E assi se
partieron los caualleros y el conde Bedain; e
se fueron para casa de su hermana.
Cap. CCCYI. — Como Galaz Jdzo a Sama-
liel cauallero en la hermita^ como le auia
prometido.
Galaz y el escudero se fueron a vna lier-
mita que auia zy cerca, e rogo al hermitaño
que les dixesse missa, y el hermitaño lo fizo.
E despiies que oyeron missa, fizo a Samaliel
cauallero. E después, quísole Dios assi fazer,
que no auia tan gran cauallero en casa del
rey Artur; e assi como era fermoso, assi le
fizo Dios buen cauallero de armas, y era muy
ardid, assi que dezian que era vno de los
buenos caualleros del mundo. E quando Ga-
laz vuo fecho a Samaliel cauallero, ansi
como era costunbre del reyno de Londres,
dixole: «Amigo, faz como seas bueno, e que
aya honrra tu linaje, e que no prendan abil-
tanga por vos en vuestra caualleria» . «Señor
don Galaz, dixo Samaliel, yo deuo ser muy
alegre. E yo vos diré por que: porque soy de
buen linaje, e tome orden de caualleria de
tan buen cauallero como vos soys, e pues
que Dios quiso que tan gran honra recibiesse
de mano del mejor cauallero que nunca tra-
xo armas, yo prometo a Dios que jamas no
folgare fasta que yo sepa si pareceré en ca-
ualleria a vos. E si en este año no fago cosas
por que me tengan por buen cauallero en el
reyno de Londres, que Dios muchos dias no
me dexe traer escudo ni langa» . E Galaz le
dixo: «Por buena fe tu as dicho mucho, e
Dios te lo dexe cumplir y te faga tan buen
cauallero como yo querría» .
Cap. CCCYII. — Como Samaliel se partió de
Galaz.
Esta promessa que vos digo dixo Samaliel
a Galaz el dia que lo fizo cauallero, e des-
pués dixole: «Señor Galaz, con vuestra gra-
cia que me quiero yr» . «Dios te guie» , dixo
Galaz. Estonce se partió el vno del otro, e
Galaz se fue buscar las auenturas, que assi
lo auia a fazer, e anduuo todo aquel dia que
no fallo auentura; e otro dia le auino que
entro en vn valle, e fallo ay a Samaliel muy
mal llagado de muchas llagas, e su cauallo
atan cansado, que a mala ves se podia tener
en las piernas. Y tanto que se vieron, cono-
ciéronse, e saináronse. «¿E quien vos llago?»
dixo Galaz. «Señor, dixo el, vn cauallero de
la Tabla Redonda que dizen Yuan, fijo del
rey Y'uan, y el me acometió agora alli suso
en aquella carrera, no le mereciendo por
que; mas no pienso que gano ay nada, ca lo
dexe tendido en tierra, e no se si lo he lla-
gado a muerte o si podra ende guarecer».
«¿E vos, [do] ydes a tan gran priessa?» «Yo
os diré, dixo Samaliel a Galaz. Yo yua en pos
vna donzella que me 1 enana vna espada que
fue de mi padre Fruela, quando Yuan me
acometió. Y ella tomóla espada mientra nos
conbatimos. e fuesse con ella, e voy em pos
della, que no la querría perder por ninguna
guisa. Y por ende me conuiene de yr en pos j
della. Y encomiendoos a Dios». «Cf'n Dios
vays, dixo Galaz, mas guardaos de andar
mucho, ca os seria gran peligro» . «Asi fare» ,
dixo Samaliel, e partiéronse el vno del otro.
Cap. CCCYTTT. — Como Galaz fallo a Yuan
muy mal llagado.
Galaz fue contra do dixo Samaliel que es-
taña Yuan, e no anduuo mucho que lo fallo,
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
277
y estaría tal e tan maltreclio, que no auia
poder (le se leuantar; e descendió del caua-
11o por ver como le yna, quitóle el yelmo
por que se espaciasse* e Yuan, que estaua tan
mal cuytado e tenia muchas llagas grandes
e peligrosas, e abrió los ojos, é dixo a Ga-
laz: «Señor cauallero, ¿quien sodes vos?»
«Yo soy Galaz, vn cauallero a quien pesa
mucho de la vuestra mal andanza». «Ay se-
ñor Galaz, mucho seades vos bien venido, ca
mucho vos desseo ver, por mucho bien que
oy dezir de vos; e a vos puedo dezir bien mi
fazienda mas seguramente que a otro. Yo he
tantas llagas pequeñas e grandes, que no
pienso ende escapar , e ruegovos por Dios
que me ayudeys a caualgar en mi cauallo, e
yrme he a vnaabadia que es aqui cerca, e yre
alia morir o biuir» , E Galaz le fue buscar el
cauallo, e diogelo, e ayudólo a caualgar, e
fue con el fasta el abadia, e después apeóle, e
fizóle mirar las llagas a vn cauallero viejo
<[\ie era ay frayle, que lo asseguro que no
moriría de aquellas feridas, e que seria ayna
sano. Assi fallo Yuan consejo de sus llagas
que Samaliel le ñziera, y estuuo ay Galaz
quatro dias por amor del. E al quarto dia pre-
guntóle por que ouieran aquella batalla el
e Samaliel. «Cierto, dixo Yuan, esto fue que
Lucan el copero, que el derribo e le fizo vna
gran llaga, e yo fue em pos del por lo ven-
gar. E auinome como vos vedes; mas digo-
vos tanto del cauallero, que a mi parecer es
vno de los buenos caualleros del mundo, y
que bien fiere de espada» . E al quinto dia
partióse Galaz de Yuan y metióse al camino
por buscar las auenturas.
Agora dexa el cuento a Yuan e a el, e tor-
na a Samaliel.
Cap. CCCIX. — De como Samaliel tomo la
espada a la donzella.
El cuento dize que pues Samaliel se par-
tiera de Galaz assi llegado e mal trecho
como era, anduuo tanto que fallo a la don-
zella que le lleuaua el espada, e tomogela y
echóla al arzón de la silla, y ella le dixo:
«Señor cauallero, vos me tomastes mi es-
pada a fuerca; pues sabed que si Dios me
trae a tiempo, que ayn a vuestro pesar sera
mia, e yo os fare esta desonra caramente
conprar». E Samaliel no quiso recudir a
nada que le dixesse; y después partióse de-
Ua. E a la tarde le auino (pie llego a vna
(jasa do Quea el mayordomo del rey Artur
aluergaua, e quando Quea le vio dos espa-
das, marauillose, r-a en aquel tienpo no era
costunbre en el reyno de Londres de nin-
gún cauallero traer dos espadas, si no fuesse
por promessa o por jura que fiziesse. E si
alguno fuesse osado de traer dos espadas por
costunbre, no podia recelar de dos caualle-
ros que lo llamassen a batalla. E por esto se
marauillaua Quea de aquel que traya dos
espadas; y el callóse, fasta que viesse que
tenia tienpo de ge lo dezir y de ge lo de-
mandar por que las traya. E aquella tarde
miro mucho Quea a Samaliel mientra estu-
uieron a la mesa, porque le páresela mucho
buen cauallero. E quando ouieron comido, e
vio que tenia buena hora de ge lo preguntar
de su fazienda, dixole: «Señor cauallero; yo
querría rogar que por vuestra cortesía que
me dixessedes q\iien soys»; y el respondió,
e dixole: «Señor, yo soy vn cauallero estra-
ño, e ha poco que vine al reyno de Londres,
e avn no soy de ninguna nonbradia, e no he
fecho avn cosa por que me conozcan, e no me
deuen culpar, porque ha poco tienpo que
soy cauallero» . «¿Pues como soys osado de
traer dos espadas? ¿E no sabeys la costunbre
de los que traen dos espadas?» «Dezidmela,
dixo Samaliel, que yo no la se»; y Quea ge
lo contó assi como os dixe. «Cierto, dixo
Samaliel, nunca tal oy fablar, mas traygo la
vna porque fue de mi padre, e la otra por vn
cauallero que me la ciñera; e ambas las amo
tanto, que no puedo dexar ninguna dellas.
Y pues assi me auino que las traygo hasta
agora no sabiendo que me fazia, yo prometí
a Dios que sienpre las trayga desta guisa
mientra mantuviere caualleria». «Cierto,
dixo Quea, gran cosa auedes dicho; y he
miedo que os verna ende excesso». «Sera
como Dios quisiere, dixo Samaliel, que todo
lo pongo en el» ; y estonce le pregunto Sama-
liel: «Amigo, ruegovos, por Dios e por cor-
tesía, que me digades quien soys» . «Cierto,
dixo el, yo he nonbre Quea, e soy mayordo-
mo del rey Artur, e soy compañero de Ta-
bla Redonda» . E quando Samaliel oyó fablar
del rey Artur, abaxo la cabe(?a e comeuí^o a
pensar, assi que no pensó Quea por aquel
pensar que el pensaua de las nueuas que le
dixera. E a cabo de vna piega, dixo Sama-
liel: «Por buena fe, señor, vos soys el honbre
del mundo que yo peor quiero, ca me mato
a mi padre y me fizo tanto de mal aquel dia,
que de gran bien que auia me torno a po-
breza e a mala andauíja, onde he duelo avn
en mi corar-on, e aure mientra bina» . «¿E
quien fue vuestro padre?» dixo Quea. «Fue
Frriela, e^ principe de Alemana, y fue rey
de Francia, e matólo el rey Artur ante la
cibdad de París. E por esto no lo querré
mientra biuiere».
278
Cap. CCCX.
LIBROS DE caballerías
-De como SamaHel derribo a
Don Quea.
Quando Quea esto oyó, no se pudo tener
que no dixesse: «Señor cauallero, yo soy
honbre del rey Ártur, e tan su natural, que
seria desleal si no lo vengasse contra aque-
llos que mal quisiessen contra el; e ¡Dor amor
del TOS digo que en el mundo no auedes mas
mortal enemigo que a mi, mas aqui no aya-
des ningún pauor, pues que comimos en
vno». E Samaliel le dixo: «Señor cauallero,
quando me acometierdes. yo me defenderé
de vos lo mejor que pueda»; e con tanto que-
daron aquella noche. E sabed que desque
Samaliel fue cauallero, que pocas vezes co-
mió sino pan e agua, si no fuesse por compa-
ña de alguno, e teníase con Dios quanto el
podia; ni nunca auia sabor de matar honbre
si por defender su cuerpo no fuesse. E otro
dia mañana tomo sus armas, e metióse al
camino por demandar auenturas como los
otros fazian; e no anduuo mucho que fallo a
Quea que saliera ante que el de la posada
por tenerle el camino para lo matar. E quan-
do lo vio Quea, comen90 a dar bozes, dizien-
dole: «Don cauallero, guardadvos de mi, que
vos quiero ferir sin desafiamiento, e quiero
fazer al rey Artur sin vn enemigo» . E Sa-
maliel, que era muy ardid y de buen cora-
9on, se arremetió a el, e diole tan gran gol-
pe, que dio con el en tierra, e cayo el caua-
11o sobre el, mas otro mal no le hizo, ca la
loriga era muy buena; pero fue muy mal
quebrantado, porque cayo el cauallo sobre
el. Y desque Samaliel lo vuo derribado, no
lo miro mas, ante passo al otro cabo, e fue su
carrera, e dexo alli a Quea, e caualgaua a
muy gran afán, que le salía mucha sangre
por sus llagas, que no auia sanas sino poco;
y esto era vna cosa que lo vencia tanto, que
si no fuese de gran coraron, que no lo po-
dia sufrir por ninguna cosa.
Cap. CCCXI. — De como Giflete desafio a
Satnaliel.
Caualgo Samaliel assi como vos digo todo
aquel dia a muy gran afán, e a la tarde al-
uergo a la entrada de vna floresta en casa
de vn montanero; y estuuo alli vn mes; y
desque fue sano de las llagas, en guisa que
pudo caualgar, partióse dende, y metióse a
buscar las auenturas como ante. E vn dia
siendo assi, fallo a Grariete e a Griflete, e
quando le vieron traer dos espadas, estuuie-
ronlo mirando, e dixo Giñete: «Agora veo
lo que gran tiempo ha que no vi; ¿vedes
aquel cauallero que trae dos espadas? No creo
que es de los mas couardes del mundo, e yo
creo que si el no fuesse mejor que otro, no
acometerla tal cosa de traer dos espadas; e
agora vayamos a el assi como el nuestro fue-
ro manda, ca nos somos dos e no nos puede
rehusar batalla, pues trae dos espadas según
la costumbre de aqui». «No plega a Dios,
dixo Gariete, que en ayuda de otro lo aco-
meta yo, pues el es solo. E si el fizo su
comiengo alto mucho, yo no lo deuo culpar:
mas si gran comiengo fizo, alguno ge lo con-
sejo; mas si vos auedes voluntad de justar
con el, yd a el, e si os derribare, yo vos ven-
gare ende a todo mi poder» .
Cap. CCCXII. — jDe como Samaliel derribo
a Giflete e a Don Gariete.
Estonce dio bozes Giflete a Samaliel, e di-
xole: «Señor cauallero, a justar os conniene
comigo, e guardadvos de mi». E quando Sa-
maliel vio que no se podia partir menos de
justar, dexose yr para el quanto el cauallo
lo pudo leuar, e firiolo tan brauamente, que
escudo ni loriga no le presto que no le fizies-
se vna gran llaga; mas no era mortal, e dio
con el del cauallo en tierra; e al tirar de la
lanca, dio Giflete vna boz muy dolorida, ca
mucho se sintió mal trecho. E quando Garie-
te esto vio, dixo con gran pesar: «Giflete, en
gran pleyto nos metiste, ca yo pienso que
no saldremos dende con honra; mas, como
quier que ende me auenga, ensayare si vos
pudiere vengar». Estonce se dexo correr a
Samaliel, e dixole: «Guadaos de mi, don ca-
uallero». E Samaliel, que vio que de fazer
le conuenia, boluio contra el, e Gariete le
dio tan gran golpe, que le fizo vna gran lla-
ga en los pechos, mas no lo pudo mouer de
la silla, e la langa bolo en piegas. E Samaliel,
que era de gran fuerga, alcáncelo mejor, ca
lo firio de tan gran golpe, que dio con el e
con el cauallo en tierra, mas no lo llago, que
la loriga era buena; y después passose a la
otra parte, pero quando se sintió ferido, quí-
sose tornar a Gariete para lo matar, mas
después repintiose, e dixo que seria gran vi-
llanía si lo matasse desque lo ouiesse derri-
bado, si el cauallero no lo llamasse a batalla,
e por esso se fue, que no quise tornar a el.
E quando Giflete lo vio, leuantose e fuesse
para Gariete, que ya se queria leuantar, e
dixole: «Don cauallero, vayamos em pos del,
ca malos seriamos si nos assi escapa» . «Don
Giflete, dixo Gariete, vos fareys vuestra vo-
luntad, mas yo vos digo que esta vez no yre
en pos del, ca tan bien somos quitos de lo
que nos deuia, que seria gran villanía de lo
yr buscar, mas yo os digo que si otra vez lo
LA DEMANDA DEL SANCTO GRTAL
279
fallo, que yo faga ay todo poder. Mas esta
vez no fare ay mas» ; e assi quedaron los dos
hermanos.
Cap. CCCXIII. — Como Samatiel fallo dur-
miendo al rey Artur.
Samaliel se fue, e anduuo de vna parte a
otra demandando auentui'as, e tanto fizo en
tan poco tienpo, que su nonbradia fue non-
brada assi en casa del rey Artur como en
otras tierras, e dezian todos aquellos que lo
veyan que si el fijo del rey Fruela biuiesse,
que seria vno de los buenos caiialleros del
mundo, y el rey Artur oyó como lo loauan,
dixo: «Si fuere buen cauallero, no sera ma-
rauilla, ca su padre era buen cauallero». E
Samaliel andando assi buscando auenturas,
vn dia le aniño que yua por la floresta de
Camaloc solo; esto era a la entrada del in-
uierno. Y el rey fue aquel dia aquella flores-
ta a ca^ar, e partiosse de todos sus hombres,
sino de vn escudero que fuera con el. E tan-
to anduuo por la floresta, que canso y echó-
se a do: mir ante vna fuente. Y el escudero
le guardo el cauallo, y trayalo de vna parte
a otra por no lo aguar. Y el rey, que estaua
durmiendo, auino que llego alli Samaliel ar-
mado, e assi como vio estar al rey durmien-
do, Samaliel no lo conoscia, e j)regunto al
escudero que quien era aquel cauallero que
ally dormia, y el, que de tal caso como en-
trellos auia no sabia nada, dixo: «Este es el
rey Artur». «Assi, dixo Samaliel, benditas
sean tales nueuas, que yo aya mala ventura
si no vengo a mi padre que el mato» . E
quando el escudero esto oyó, vuo gran pauor
por su señor, por el cauallero que vio que
estaua assi armado, e diole bozes: «¡Ay se-
ñor, leuantadvos, ca este cauallero vos quie-
re matar!» Y el rey dormia tan fuertemente,
que no despertó. E quando vio Samaliel que
el escudero daua bozes, metió mano a la es-
pada, e fizo semblante que le quería tajar la
cabe9a, y el, que vuo pauor de muerte, junto
las manos contra el, e dixole: «Ay señor,
merced e no me mateys, que yo callare; e
assi fara todo el mundo quando este honbre
ouieres muerto, e después de su muerte no
auran que fazer todos los buenos caualleros
del mundo. E si este onbre muere, son to-
dos asolados los buenos, que nunca en gran
precio de ganar». E (juando Samaliel esto
oyó, fue tan espantado, que marauilla era;
dezia en su corar-on que dezia verdad el es-
cudero, ca el rey Artur era de los mejores
honbres del mundo, e acogía en su conpaña
a todos los que a el venían, e después decen-
dio, e ato su cauallo a vn árbol, y tenia la
espada que fuera de su padre ceñida y des-
nuda, e paróse sobre el rey; y estuuo assi
vna piega catándolo; desque lo vio atan gran-
de e atan bien fecho, dixo: «Cierto, si este
honbre no fuesse bueno, seria gran tuerto,
ca de quantos reyes yo vi, este me parece el
mas guisado para pro bueno»; y estonce co-
mento a pensar si lo mataría o no, edixo en
su coracon: «El me mato a mi padre, e si yo
su muerte no vengo, pues lo tengo guisado,
todo el mundo me ternia por malo; e de otra
parte, si yo matare el rey Artur, que es el
mejor honbre del mundo y que sienpre me-
jor e mas honradamente mantuuo caualleria,
esta seria la mas mala ventura que nunca
honbre vio, y el mayor pecado». E assi pen-
saiui Samaliel en estas dos cosas; e assi como
tenia la espada en la mano e quería vengar
la muerte de su padre, comedio que seria
gran daño para toda la caualleria; y esto le
fazia dende tirar. Estonce llamo al escudero
e dixole: «¿Sabes tu quien soy yo?» «No, se-
ñor», dixo el. «Agora sabed que yo soy Sa-
maliel, ,ñjo de Fruela, que fue rey de Gau-
la, el que el rey Artur mato ante la cibdad
de París; e yo quisiera vengar la muerte de
mi padre. E auia ende gran sabor quando
aqui lo vi; mas agora, el gran bien que di-
zen deste rey Artur^ me quito ende la volun-
tad. E por ende lo quiero avn dexar biuir, e
porque sepan la gran bondad e la gran cor-
tesía que yo contra el fago, le quiero tomar
su espada e dalle esta que yo traygo que fue
de mi padre» . Estonce le tomo el espada, e
dexole la suya, e tomo su cauallo, e fue su
camino.
Cap. CCCXIV, — Como el rey conoció que no
era su espada, e supo la auentura.
Desque el rey despertó, pidió su cauallo
al escudero, y el ge lo dio, e después caualgo.
E quando vino al ceñir del espada, vio que
no era la suya, e dixo el escudero: «¡Ay
señor, no sabedes qual auentura vos vino
agora en dormiendo, e nunca a mi pensar
tal auentura auino a hombre del mundo
como a vos!» Y estonce le contó todo, como
Samaliel lo quisiera matar, e como lo dexara
por su mesura. E como le tomara el espada
e le dexara la suya. «Cierto, dixo el rey, si
el me matara, fiziera gran derecho estando
despierto, ca sin falta yo mate a su padre;
mas por aquella mesura e gran bondad que
fizo contra mi, Je daré yo de grado gran
galardón si Dios ora lo trae que me aya me-
nester, y en remembranga de su mesura trae-
re yo sienpre esta espada que el me dexo, si
cuvta no me la fazo dexar. Y esta su bon-
280
LIBROS DE CABALLEIIIA8
dad sera contada por toda la tierra» . Mucho
fue alegre el rey desta auentura, e maraui-
llose en siendo el tan pequeño auer en el
tanto seso e tan gran cortesía, e mucho
pensó aquel dia el rey Artur en esto. E
quando llego a Camaloc, contolo todo en su
corte, e quantos lo oyan, dezian que nunca
faltaría de buen honbre. T el rey fizo meter
en escrito todo esto como le auiniera, en el
libro de las auenturas.
Mas agora dexa el cuento de hablar desto,
[e] torna a Lan5arote del Lago.
Cap. CCCXY. — Como Langarote llego al
castillo de Corheric y entro en el palacio.
Dize el cuento que después que Lan9a-
rote anduuo mucho por el mar en su barca,
que Tua noche le aniño que arribo la barca
ante el castillo de Corberic en la ribera, a
la entrada de la Puerta. E desque Langa-
rote vio el castillo, conociólo que era Cor-
beric, e gradeciolo mucho a Nuestro Señor
Dios de aquella auentura, ca entendió que
alli acabarla su demanda e acabarla sus
honrras; e después tomo sus armas y en-
comendóse a Dios, e sallo de la barca, e
fuesse a la puente. E tanto que vio la
puente, vio yr la barca tan ayrada como la
saeta y estuuo alli fasta que no la pudo ver,
e después fuesse por la puente a pie e sin
cauallo, y entro en el castillo por vna puerta
pequeña; e después fuesse para el gran
palacio, e no fallo ninguno que ninguna
cosa le fiziesse ni le dixesse, ca era bien
media noche passada. E quando llego al
palacio que dezian palacio auenturoso, fallo
la puerta abierta, y encomendóse a Dios y
entro dentro, e gradeciolo mucho a Dios que
le truxera alli.
Cap. CCCXYI. — Como Atanabos encanto el
castillo de Corheric.
Si algimo me demandasse por que los ca-
ualleros andantes yuan a Corberic que nunca
se mouia, yo vos lo diré. Sabed que Ata-
nabos el encantador, que fue ante que Yter
Padragon, que era el mas sesudo de nin-
guno que fuesse en el rejno de Londres
sino Merlin, y encanto el castillo en tal
guisa, que ningún cauallero estraño que lo
demandasse que no lo podría fallar si auen-
tura no le leuasse por ay, e por ser ay on-
bre cient vezes, no sabría por esso mas
ayna yr alia; e maguer que alguno lo su-
piesse e quisiesse leuar algún cauallero
estraño alia, nunca el castillo fallara, por-
que era encantado. E todo esto fizo Atana-
bos por vna su muger, que era muy fer-
mosa, que la amaua vn cauallero que ende
auino, que después que este encantador fizo
su encantamento, el cauallero nunca supo
por do yr a la dueña, ni ella a el; e por ende
murieron ambos quando vieron que no se po-
dían ver. T este encantamento duro desde
antes que reynasseTter Padragon, fasta que
vino el rey Carlos el grande, que conquirio
a Bretaña, que lo fizo destruyr, y después
nunca fue fecho, e fasta agora no lo sabían
algunos, e agora vos tornare a mi razón.
Cap. CCCXYII. — Como Langarote quiso ver
el sancto Grial a fuerza.
Lan(;'arote , quando entro en el palacio
auenturoso, anduuo por el fasta que llego a
vna cámara do estaua gran lunbre, y entro
dentro por saber de que era aquella lunbre;
e no fallo sino dos candelas gruessas que
ardían, e fue de cámara en cámara fasta
que llego do estaua el sancto Grrial, e alli
vio tan gran lunbre, como si fuera medio
dia; e miro la cámara, e viola tan fermosa e
tan rica, que nunca vio cosa que assi le
pareciesse; y en medio de la cámara estaua
vna mesa de plata asi como altar, y el sanc-
to Grial encima, cubierto tan ricamente
como en el tienpo que Josefes el primero
obispo canto missa. Y desque Langarote vio
el lugar do el sancto Grrial estaua, dixo:
«¡Ay, Señor Dios! ¡como sera auenturado
quien pudiesse ver el sancto vaso que alli
esta cubierto, por quien tan grandes mara-
uillas vienen en el reyno de Londres!» Es-
tonce miro a todas partes por ver si verla
alguno que lo estoruasse de entrar alia, ca
el queria llegar fasta en la santa messa, e
ver el santo Grrial, por ver que estaua ay; y
en esto estando, oyó una boz que le dixo:
«Langarote, no entres dentro, ca no te es
otorgado del alto maestro» ; mas venia tan
desseoso de lo ver, porque tantos honbres
buenos se trabajauan de lo saber, dexosse
lanzar dentro lo mas presto que pudo, mas
no entro mucho que sintió todos los males
del mundo que lo tomaron al cuerpo e a los
bragos; parecióle que le tomaron por los
cabellos, e sacáronlo fuera, e dieron con el
tal cayda en tierra, que pmso que era
muerto; }'■ estuuo alli amortecido fasta otro
dia que lo fallaron.
Cap. CCCXYni.— De como fallaron a Lan-
garote amortecido en la cámara^ e no lo
conoscio sino la hija del rey Pelles.
Otro dia de mañana, quando entraron los
caualleros dentro y hallaron aquel cauallero
armado que estaua ante la puerta de la
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
281
cámara del santo Grial, allegáronse todos
por ver si lo podrían conoscer, e llegaron a
el, e falláronlo tan mal trecho, que no mo-
uia pie ni mano, e después desarmáronlo, e
leñáronlo al palacio del rey Pelles, mas no
Yuo ay quien lo pudiesse conocer, ni el rey
Pelles, maguer muchas vezes lo auia visto;
mas tanto vieron que avn no era muerto,
mas bien pensauan que morirla ayna, que
no auia ninguno de sus miembros sanos; y
el rey fizólo guardar todo el dia, y contra
la noche vino ay la fermosa donzella hija
del rey Pelles, e vuo de ver a Lancarote; e
desque lo vio, conosciolo, e dixo que aquel
era Langarote del Lago, el honbre del
mundo que ella mas quería, que auia en ella
fecho a Gralaz, el buen cauallero, por que
todo su linaje era honrrado y ensal9ado. E
quande ella lo vio atan cuytado, vuo atan
gran pesar, que no supo que fiziesse, e dixo:
«Cierto, señor, sí vos morides, esto sera
gran daño e gran perdida del mundo»; e
desque esto dixo, fuese. E los que ay que-
daron vieron que lo conosciera; e desque
fue en su cámara, comento a fazer el mayor
duelo del mundo. E las nueuas fueron al
rey Pelles como s\i fija conociera al caua-
llero, e como fazia duelo por el, y el rey
fizo embiar por ella. E quando vino antel,
dixole que le dixesse quien era aquel caua-
llero, y ella dixo: «Por buena fe, señor, que
me pesa mucho de su mal, que sabed que
este es Langarote». T estonce le fizo leuar a
vna cámara, y desnudáronlo. E sabed que
le fallaron estameña vestida, de que se ma-
rauillaron mucho, ca porque sabian la vicio-
sa vida que Langarote fazia, no podian creer
que el truxesse estameña vestida, y desque
lo ouieron desnudado, echáronlo lexos de la
gente en vna cámara; e fizólo el rey guar-
dar ay a las dueñas e a las donzellas, y el
quedo alli, porque pensó que luego seria alli
muerto.
Cap. CCCXDC. — De como acordó Langarote^
e supo que era en Corberic.
En tal manera como os digo estuuo Lan-
Qarote amortecido veynte e cinco dias, que
no comió ni beuio, ni ninguno no lo vio
fazer señal por que pensassen que no mori-
rla; e a cabo de los veynte e cinco dias, vino
ay vn hermitaño de muy santa vida, a quien
Nuestro Señor quiso mostrar muchas de sus
poridades. E quando el rey Pelles lo vio
entrar, fuesse contra el por le fazer honrra.
E desque fablaron vna piega en vno, dixo el
rey: «Vayamos ver vna marauilla que vos
quiero mostrar». Y el hermitaño dixo: «¿Este
es Langarote a quien vos me quereys mos-
trar?» y el dixo: «Señor, verdad es, e por
Dios, si vos sabeys por que esta en tan gran
cuyta, dezidmelo». «Sabed, dixo el hermi-
taño, que esto meresce el muy bien, e oy
a veynte e cinco dias que esta assi, e sig-
nifica veynte e cinco años que fue vassallo
del diablo alli do deuiera ser de sancta ygle-
sia; e si no fuesse por vn pecado en que
esta gran tienpo ha, no fallecería que no
ouiesse loor y honrra en esta demanda».
Esto dixo el hermitaño de Langaiote, e
dezia verdad; e otro dia, a hora de prima,
acordó Langarote, e pregunto en qual lugar
era, ca el no lo sabia; y el rey, que estaua
ante el, dixole: «Vos estades en Corberic».
Y estonce le nenbro de la cámara do estuuie-
ra do vio el sancto Grial, e lo que dixera la
boz, y el rey le dixo: «¿Como vos sentides?»
Y el dixo: «Yo me sintiria bien si morasse
sienpre en el plazer y en el alegría que vi,
mas mucho me pesa porque me quitaron den-
de». «¿Y pensades guarecer?» dixo el rey.
«Guarido soy, dixo el, que no siento ningún
mal». Entonces se fizo vestir, y pesóle mucho
por el estameña que le vieron y que ge la
tomaron con el vestido, e no la oso pedir, de
verguenga que vuo; e las nueuas fueron so-
nadas por el castillo que el cauallero que tan
luengo tiempo estuuo amortecido que era
sano, e fueronlo todos a ver a marauilla,
mas no auia ende ninguno que lo conociesse.
sino el rey y el hermitaño e la donzella, e
al tercero dia lo supieron mas, e fizieronle
mas honra que antes.
Cap. CCCXX. —De como contó el rey Peles
a Langarote lo del palacio auenturoso.
Y el tercero dia auino que el rey Pelles
estaua comiendo en el palacio auenturoso, y
eran todos seruidos de la gracia del santo
Grial, y ellos alli estando, comengaron las
finiestras del palacio abrir e cerrar, e no
las teniendo ninguno, e blandeauanse assi
como si fiziesse los mayores vientos del mun-
do. E Langarote, que estaua cerca del rey,
dixo: «Señor, ¿que es esto»? «Esto vos diré
yo, dixo el rey. Esta es vna demostranga
que Nuestro Señor faze mucho a menudo
por los caualleros de la Tabla Redonda que
se meten en la demanda del santo Grial, a
los que no andan manifestados de los sus pe-
cados, e fazense semientes de la sancta ygle-
sia e no lo son, e muéstralo Nuestro Señor
aqui, pues aqui vienen, e quieren entrar en
este palacio auenturoso, e todas las finies-
tras e las puertas se banbalean e se cierran.
E por esta señal se yo verdaderamente que
282
LIBROS DE caballerías
esta algún caiiallero de anentura a la puer-
ta, e no puede entrar» .
Cap. CCCXXI. — Como Estor llamo a la
puerta del palacio e no le quisieron abrir.
Ellos en esto fablando, oyeron vn caualle-
ro herir a la puerta, diziendo: «¡Abrid,
abrid!» Y el rey dixo a Langarote: «Agora
podeys ver que es verdad lo que yo vos de-
zia, y este es algún cauallero de la Tabla
Redonda». «¡Ay señor, dixo Langarote,
mandadlo aqui entrar'» «Esso no faria yo,
dixo el rey, en ninguna guisa» . Estonce
llamo vn su cauallero, e dixo: «Id a aquel
cauallero que esta fuera, e dezilde que vaya
su via, ca no puede acá entrar»; y el caua-
llero se paro a vna finiestra, e abrióla, e vio
en el corral estar a Estor de Mares sobre vn
cauallo grande a marauilla, e dixole: «Se-
ñor cauallero, ydvos a buena ventura, ca
no podeys acá entrar, ca en muy alto subis-
tes» ; y esto le dezia el cauallero por escar-
nio; y Estor, que oyó esto, luego le menbro
del sueño que soñara, e como el honbre bue-
no ge lo soltó, e vuo ende tan gran pesar,
que mas quisiera ser muerto, ca bien veya
que por cosa que el ouiesse fecho en la de-
manda del santo Grial, el no auria honrra
ni prez quando tornasse a la corte, mas que
auria verguenr-a e desonrra; y el cauallero
le pregunto como auia nonbre; y el dixole:
«Yo he nonbre Estor de Mares, que en mal
punto tome escudo e lanca para mi; ca yo
soy mal andante esta vez, que jamas no
aure bien ni honra». Y estonce se torno, e
comengo a llorar muy fuerte, e fuesse por
las rúas del castillo faziendo gran duelo, e
diziendo: «¡Ay captiuo e honbre de mala
ventura! ¿Por que nací?» Y el cauallero se
torno para el rey Pelles, e dixole como el
cauallero yua llorando e faziendo duelo, e
que le dezian Estor de Mares.
Cap. CCCXXII. — Corno Estor se fue^ y el
rey embio por el e no quiso tornar.
Y quando el rey oyó que aquel era Estor,
hermano de Langarote, dixo a sus caualle-
ros: «Yia echad en pos del, ca por no entrar
en el palacio, no le dexare por esso de fazer
quanta honrra j)udiere» . Estonce caualgaron
gran pier;a de caualleros, e fueron en pos de
Estor, e alcanzáronlo saliendo del castillo, e
dixeronle que el rey Pelles enbiaua por el;
y el dixo que no tornarla alia por ninguna
cosa; y ellos le dixeron: «Fazedlo por amor
de Lancarote vuestro hermano, que vos lo
enbia dezir». «¿Como?, dixo el. ¿es ay mi
señor Lancarote»? «Si, por buena fe», dixe-
ron ellos: y el vuo gran pesar destas nue-
uas, e dixo: «Agora no quiero mas traer ar-
mas, ni a Dios plega que yo aya ende poder
de ay entrar, e jamas no aure ende honra
por cosa que faga e fazer pueda, quando mi
hermano sabe la desonrra que me auino».
Estonce se partió dellos, e fuesse quanto el
cauallo lo pudo leuar, maldiziendo la hora
en que fuera nascido e que fuera cauallero e
traxera armas^ ca en su linaje auia los me-
jores caualleros del mundo, e :iue jamas no
aurian honrra por el, mas afrente e abiltan-
ca. Y assi se fue Estor faziendo su duelo, e
no anduuo mucho que fallo a Galuan, e a
G-ariete; e saináronlo, ca lo conocieron muy
bien de lexos. Y el los saluo muy triste-
mente, como aquel que auia muy gran pe-
sar, y quando Graluan lo vio que estaua tris-
te e ansi los saluaua, pensó que era por la
muerte de Erec donde le rebto, e paróse al
otro cabo. E Grariete, que amaua mucho a
Estor, stuuo quedo, e rogóle, por la fe e por
la conpañia que entre ellos auia, que le di-
xesse la verdad de lo que le auiniera, «e
bien se, dixo Grariete, que algunas nueuas
ouistes, o fallastes alguna cosa por que aue-
des este pesar» . Y Estor le contó quanto le
auiniera en Corberic, «e no me pesa tanto
como de mi hermano que era ay, que lo
sabe, que vio la mi mala ventura»; e Grarie-
te, que lo amaua mucho, lo conforto quanto
pudo, e dixole: «Don Estor, no deueys tan
gran pesar vos auer, que. sabe que mucho
peores auenturas auinieron en aquesta de-
manda a muchos buenos honbres de la Tabla
Redonda, y pues vos tan buenos conpañeros
aueys perdido en la mal andanca, deueysos
confortar» ; y el dixo que assi lo haria, mas
que auia gran pesar. «E agora vos ruego,
dixo Gariete, que os \ajajs a posar a vn
castillo de vna mi parienta que es aqui cer-
ca, e atended me ay fasta que torne de Corbe-
ric, e sabed que me tornare para vos, e lo que
me auiniere a mi e a mi hermano, contarvos-
lo he»; y el dixo que lo atenderla dos dias.
Cap. CCGXXIJI.— Como Galuan e Gariete
se fueron al palacio auenturoso.
Asi se partieron Estor e Gariete, y Estor
se fue para do le mostró Gariete, y el se fue
em pos de su hermano, e desque lo alcango,
comengaron de andar contra Corberic, e no
anduuieron mucho que vieron el castillo, e
dixo Galuan: «¡Ay Señor Dios!, si vos plu-
guiere, dexadme entrar en el palacio, ffu^n-
turoso, e salir dende con mayor honra que
otra vez sali». «¿Como, dixo Gariete, deson-
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
283
rrado salistes cíe aquí?» v--Si, dixo el, nunca
mas lo fuy en vn lugar ni tanto como aqui».
«E agora no vos ay cale, dixo Gariete, ca si
aquella vez no ouistes buen andanca, agora
la auredes». Entonce entraron en el casti-
llo, e fueronse para el alcacar. E quando
fueron al palacio auenturoso, no pudieron
entrar dentro, ca se cerraron las puertas e
las finiestras. E quando Gariete esto vio,
luego entendió lo que le dixo Estor, que era
verdad que no pudiera entrar dentro, e ouo
gran pesar, que bien quisiera ser muerto; e
Galuan conienco a dar bozes que le abries-
sen, e a cabo de pie^a vino vna donzella que
le dixo: «Señor cauallero, ¿quien soys vos
que acá queredes entrar?» Y el se nonbro,
y ella le dixo: «Don Galuan , yd vuestra
via, que no podedes acá entrar vos ni vues-
tro conpañero; mas, si vos pluguiere de al-
uergar en esta posada, fazervos han mu-
cha honrra». «¿Como? dixo Gariete, ¿no
podemos alia entrar?» «íío, por buena fe,
dixo ella, ca no plaze a Nuestro Señor, e
por esto deueys pensar que no lo seruis bien
en esta demanda como deueys» ; y el respon-
dió con gran pesar: «Donzella, mucho me
pesa»; e dixo Gariete: «Hermano, tornémo-
nos, ca no estarla aqui mas, pues dentro no
entramos». Entonce se tornaron, e la don-
zella pregunto a Gariete como auia nombre,
y el dixo: «Yo se que me lo pregnntays por
mi desonrra, pero dezirvoslo he: Yo he non-
bre Gariete»; e fuesse en pos de su herma-
no, e fallauan muchos por las rúas que fa-
zian escarnio dellos e toda burla; e reyanse
porque se tornauan tan ayna del palacio
auenturoso. Y desque Galuan salió del cas-
tillo, comentólo a maldezir, e a quantos en el
morauan. E dixo que lo firiesse tal pedrisco
que fuesse destruydo. «¡Ay señor, dixo Ga-
riete, mal dezides, que vos sabedes que el
sancto Grial es aqui, por que Dios tantas vir-
tudes faze por el mundo»; y el dixo: «Al
santo Grial no digo yo sino bien e honra,
e no mal, mas el castillo querría que fuesse
destruydo de mal pedrisco, que nunca vi la
hora que no me partiesse del con desonrra
e con pesar». «¡Ay Señor, dixo Gariete, no
deueys reptar al (tastillo ni al palacio, mas a
nos mismos, que fazemos malas obras, por
que no podemos ay entrar» .
Cap. CCCXXIV. — De como Galuan se que-
ría tornar a la corte sino por Gariete^ y lo
denostaua la donzella.
«Agora me dezid, dixo Galuan, que fare-
mos. ca me parece que en balde seguiremos
de oy mas la demanda del santo Grial, ca
yo veo que somos encima de quanta honra
dende aucmos de auer, e por ende me pare-
ce mas guisado que nos tornemos a Cama-
loe». «Señor, dixo Gariete, esso no seria
vuestra honra, ca ninguno de los caualleros
de la demanda no es ydo, e si nos fuése-
mos los primeros, sienpre seria afrenta y
verguenca» . «¿Pues que faremos»? dixo Gal-
iian. «Señor, dixo Gariete, va;s'amos a bus-
car auenturas como fasta aqui fezimos, e an-
demos ay vn añoo dos. E quando supiére-
mos que algunos de nuestros conpañeros son
en la corte, estonce podremonos yr sin cul-
pa»; y ellos assi fablando, vna donzella vino
a ellos, e dixo: «¡Ay don Galuan malo y des-
leal!, agora i^arecen vuestras maldades e
vuestras malas obras, y el mucho mal que
aueys fecho en esta demanda, y en mal plin-
to en ella entrastes, ca mucho buen caualle-
ro auedes muerto a traycion; e cierto, si
aquellos del castillo supieran las vuestras
nueuas y desleales cosas que aueys fecho
desque entrastes en la demanda, nunca os
fizieran sino morir de mala muerte. E sabed
que Perseual, el cauallero leal a quien vos
matastes el padre, entrara en el palacio ma-
yor e a mayor honra que vos, e parecerle ha
mucho su bondad mejor que a vos la vues-
tra, ca vos encobrides vuestra maldad lo
mas que podeys, e la bondad e la buena vida
de aquel no se podra encobrir que Nuestro
Señor no lo faga conoscer» . Y esta donzella
era hermana de Yuan de Cinel, que le anda-
na rebtando por la muerte de su hermano.
Cap. CCCXXA^. — Como Galuan se escusaua
de la muerte de Erec.
No respondió Galuan a nada que la don-
zella le dixesse, ca sentiasse por culpado de
quanto ella dezia, e dixo Gariete : «Herma-
no, vamonos» . E Gariete se torno, e no podia
creer que su hermano ouiese fecho tan gran-
des males en la demanda como la donze-
lla dezia; y ella se torno para el castillo, y
ellos anduuieron todo el dia, e llegaron a do
Estor los atendía; e dixo Gariete: «Galuan,
conuiene que vayamos do Estor nos atiende» .
«Yo no lo veré, dixo Galuan, ca me desama
por la muerte de Erec, e ansi Dios me vala,
no he tanta culpa como el me pone; mas vos
yd si quisierdes». Estonce se partieron vno
de otro, e fue Galuan a vna parte, e Gariete
entro en el castillo, e fuesse para Estor que
lo atendía. E quando Estor lo vio, recibiólo
mejor quel pudo, e después preguntóle como
le fuera en el castillo de Corberic. y el ge lo
contó todo como les auiniera, y Estor se con-
forto ya quanto mas pudo, e dixo: «Agora no
284
LIBROS DE caballerías
puedo ser solo yo en esta auentura, ca a tos
vue por conpañero» : y ellos ansi estando, llego
Langarote ay, y era noche, y los del castillo
eran assi acostunbrados de seruir e honrrar
quanto podían a los caualleros andantes, y
leñáronlos a la posada y desarmáronlos. E
quando ellos vieron a Lanr-arote, pingóles
mucho, y preguntáronle como le yua, e dixo
G-ariete: «Ay Don Lancarote, nunca vi onbre
tan lleno de pesar como oy vi vuestro herma-
no, por la auentura del palacio, que no pudo
entrar dentro seyendo vos alia; mas no le deue
pesar, que bien assi auino a mi e a Don Galuan
mi hermano» , e dixo Lanr-arote: «Xo me par-
tiera oy de Corberic, sino por alr-ancarlo para
confortarlo, ca yo sabia bien lo que ende
auria, y que quiero que se conforte y que no
de por ende nada, ca muchos buenos honbres
fallecen y que no pudieron entrar desque esta
demanda se comenr-o, e yo los ternia por bue-
nos caualleros como a el». Y Estor le dixo:
«Sabed, hermano, que yo no ouiera tan gran
pesar por entrar alia, como por la vuestra
verguenca, que pensaua que me terniades
por malo». Y Langarote le dixo: «Y'o no os
pongo culpa, ca pocos son los caualleros de
la demanda que ay pueden entrar» . Estonce
se conforto Estor mucho de su pesar, pues
que vio que su hermano tan bien lo con-
fortaua .
Cap. CCCXXYI. — Como Palomades derribo
a Estar e a Gariete.
Otro dia de mañana quisiera fablar Garie-
te de la paz de Estor e de Galuan, mas no
oso aquel dia; e después partiéronse de alli,
e a ora de medio dia les auino que llegaron
a vna floresta, e fuendo assi , vieron salir de
vn valle la bestia ladradora, e venian em pos
della fasta quarenta canes, entre sabuesos, e
alanos, e galgos, ladrando muy brauamente
en pos della, que todo el valle reteñían. «Ago-
ra vayamos en pos della, dixo Lanr-arote, e
mal aya quien no la matare a todo su poder» .
Y estonce dieron de las espuelas a los caua-
llos, e fueron em pos della. Y ellos assi fuen-
do, oyeron que venia em pos della Paloma-
des, el buen cauallero pagano, dando muy
grandes bozes, diziendo: «Tornadvos, caua-
lleros señores, e no vaj'ades em pos de my
car-a. ca ningún bien no vos puede dende ve-
nir.. E Gariete torno la caber-a, e vio a Pa-
lomades, e mostrólo a Lanr-arote e a Estor, e
dixo: «¡Ay Dios como aqui viene buen caua-
llerol» «¿E quien es?» dixo Lanr-arote. «Este
es Palomades el pagano, de los buenos caua-
lleros del mundo, y este ha mantenida la
demanda de la bestia ladradora , e ha bien
catorze años» . Y Estor le dixo: «Señor caua-
llero ¿r¿ueredes justar?» «Si, dixo Palomades,
si vos queredes» . Estonce se dexaron yr vno
contra otro quanto los cauallos los pudieron
leuar, e firieronse tan brauamente, que no
ouo ninguno dellos que no fuesse ferido; mas
Estor fue peor ferido, e ouo de caer en tierra,
y el cauallo sobre el, e Gariete se dexo correr
contra el. E Palomades lo recibió tan bien,
de guisa que dio con el en tierra, e fue mas
maltrecho de la cayda que no Estor. E quan-
do Langarote vio tales golpes, dixo en su co-
racon que verdad dezia Gariete , que era vno
de los buenos caualleros del mundo «e yo
nunca lo creyera si no lo viera, e no se lo que
ende me auerna, mas quiero justar con el,
pero que hago villanía, por tales dos golpes
como agora fizo, se deue yr en saluo. Mas
otrosi seria mal estanca si no tornasse por
mis compañeros» .
Cap. CCCXXYH.— Como se partió la bata-
lla entre Palomades y Langarote.
Y estonce dio bozes al cauallero, dizien-
do: «Guardadvos de mi, que a justar os con-
uiene, pues mis compañeros derribastes» ; e
Palomades le dixo: «Señor, no he que fazer
de mas justar agora, que he asaz fecho si no
me quereys forgar, y no os lo ternia a bien» .
«No es esso nada, dixo Lanr-arote; aunque
sea villanía, a justar os conuiene, que que-
rays o no». «Mucho me pesa, dixo Paloma-
des, mas, pues que assi es, conuiene defen-
der mi cuerpo» ; y dexaronse yr el vno con-
tra el otro, e hiriéronse tan brauamente, que
escudos ni lorigas no les presto nada que no
metiessen los fierros de las laucas el vno al
otro; y puxaronse tan rezio, que quebraron
las lanr-as e ouieron de caer anbos en tierra, e
cuydaron ser muertos. Assi fueron quebranta-
dos, mas anbos eran de gran fuerca e de gran
coracon. e leuantaronse muy presto, e Palo-
mades fue a su cauallo, y dixo a Langarote:
«Señor, yo me quito con honra e con bien
de vos, por cortesía que me dexes yr mi ca-
mino em pos mi car-a» . «¿Y como os sentís?»
dixo Lanr-arote. Y el dixo: «Vos e vuestro
conpañero me Uagastes malamente». «Agora
os podeys yr en saluo, dixo Lanr-arote, pues
assi es que yo so ferido. E si tornassemos a
la batalla de las espadas, seria villanía»; e
Palomades se fue luego en pos la bestia, e
Lanr-arote caualgo, e los otros tanbien. E
dixo Gariete: «Señor, ¿que vos semeja deste
cauallero?» «No me semeja sino bien, dixo
Langarote, ca sin duda el es el mejor caualle-
ro r^ue yo nunca vi, saluo mi fijo Galaz e
Tristan, e cierto, si no fuero tan mal ferido
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
285
como es, e no me lo tuuiesse a mal, uo lo de-
xaria assi fasta que de las espadas nos con-
batiessemos ; mas por esto no quiero, ca si
Dios me vale, el lo fizo muy bien, e Dios le
guie, que nunca he de dezir sino bien del».
Cap. CCCXXYIII. — Cowo Galuan desafio a
Paloviades.
Y assi como os digo alabaua Lanoarote a
Palomades, e pues Palomades se partió de-
llos, e se fue em pos su ca^a, e assi yendo,
fallo a Galuan que se yua a gran poder em
pos la bestia; e tanto que lo alcanzo, dixo:
«Señor, ¿que cuyta os liaze yr tan apriessa?»
«Señor, dixo el, yo vo en pos de vna bestia
dessemejada que va por alli, que me entro
en el coracon de no me partir della fasta
que sepa la verdad donde aquellas bozes sa-
len». «Agora oyó marauillas, dixo Paloma-
des, e'nunca oy dezir de casa donde tan bue-
nos caualleros saliessen como de la casa del
rey Artur, ni tan sesudos, ni otrosi tan lo-
cos , ni tan sandios : e como los buenos e
los sesudos del mundo, assi los locos e san-
dios passan de sandiez a todos los del mun-
do». «¿Y por que lo dezis?» dixo don Gal-
uan. «Por vos lo digo, dixo Palomades. e
por los otros sandios que ay son que aueys
comenQado la demanda del sancto Grial, e
ninguno de vos no la aueys acabada, sino
tonta e vergüenza; e aquella demanda que
comeuQastes no aueys dado cima, ni ganas-
tes por do ayays honrra, ¿por que comengas-
tes otra demanda? ¿No es esta gran sandiez?
No puede ser mayor; y es gran soberuia de-
xar lo que comen^astes, e meteros en de-
mandar lo que los caualleros estraños man-
tienen gran tienpo ha; e si esta demanda
tomasse tal como Galaz, que ha acabadas
tantas auenturas, no seria de reptar. Mas
vos, que nunca acabastes cosa por que mas
vales, esto me semeja locura». Y Galuan
dixo: «¿Soys vos el cauallero estraño que ha
mantenido la demanda de la bestia?» «Si,
dixo el, e verdaderamente so yo». «E vos no
preciados vuestra honra, dixo el, mas vues-
tra desonra , quando dezis que tan gran
tiempo ha que mantenedes esta demanda
desta bestia, que cierto, si vos fuessedes tan
buen cauallero, tienpo ha que deuierades
dar cima». Y el respondió: «Don cauallero,
no puede honbre tan presto acabar lo que
quiere». «Cierto, dixo Galuan, no ay hon-
bre en casa del rey Artur, ni otro tan mal
cauallero, que de tamaño tienpo acá no le
ouiesse dado cima». «Si, dixo Palomades,
muchos la han comentada, e no la han aca-
bada, ni la acabaran en sus dias. E si vos
mismo ouiessedes andado em pos della tanto
tienpo como yo, vos no la auriades acabado,
porque yo. a mi cuydar, pienso que no soys
mejor cauallero que yo. y he trabajado gran
tienpo, e no he hecho nada». «¿Como? dixo
Galuan,.¿cuj'days vos que soys mejor caua-
llero que yo?» «Si», dixo Palomades. «Guar-
dados de mi. dixo Galuan, que agora lo ve-
reys; si soys mejor cauallero que yo, dexar-
vos he la ca9a, si no, no». «Cierto, dixo Pa-
lomades, yo no recelarla esta justa, saluo
porque soy muy mal herido, e por ende os
ruego que me dexes yr, ca porque vos
ouiessedes la mejoria de la justa no os eaya
honrra ninguna, pues que yo soy llagado, e
vos sano» .
Cap. CCCXXIX. — Co7)io Palomades el paga-
no derribo a Galuan del cauallo.
Estonce dixo Galuan: «Por buena fe esto
no puede ser; pues vos alabastes que erades
mejor cauallero que yo, o vos justareys co-
migo, o yo os matare» . «Cierto, dixo Paloma-
des, justar con vos agora no me era menester
a esta sazón, pero por sainar mi cuerpo, fare
lo que puedo» . Estonce se dexaron correr el
vno contra el otro, e hiriéronse de toda fuer-
9a, e Galuan, que no era de la bondad de
Palomades, 0110 de yr en tierra mal ferido, e
Palomades passosse a la otra parte que no lo
cato mas, que se fuesse em pos de su bestia,
aunque era ferido.
Cap. CCCXXX.— Como Galax hallo a Gal-
uan herido, e se le querello de Palomades.
Galuan, que cayo en tierra, ouo ende tan
gran pesar, que bien quisiera ser muerto, e
llamóse «catino y astroso y mal auenturado
como soy perdido» ; y estando assi, vido ve-
nir a Galaz, que por ventura vino por ay. E
quando vio a Galuan, conociólo por las armas
que auia hechas nueuas a sus señales, e fue
espantado quando lo vio fazer su duelo, ca
bien sabia que no lo fazia sin razón; e quan-
do Galuan lo vio, conociólo por el escudo,
que era deuisado, que no auia en el rey no
quien otro tal escudo truxiesse; y pingóle
mucho con el, ca bien pienso que por el ven-
gado del cauallero que aquel duelo le fiziera
fazer, e tanto que Galaz llego, dixo: «Dios
os saine, don Galuan; ¿e como os va?» «Se-
ñor, dixo el, muy mal. que vn cauallero
brauo e desleal me derribo a gran desonra,
e no me pesa tanto de lo mió, como de vn
cauallero de la Mesa Redonda que agora
mato ay, que era vno de los mejores amigos
que vistes en casa del rey Artur» . «¿E como
286
LIBROS DE caballerías
ha nonbre?» dixo Galaz. «Liou, lierinano de
Boores», dixo Galuan. Y esto dixo el por
meter mal entre Palomades e Galaz; e Ga-
laz. que bien pensó que dezia verdad, ouo
gran pesar destas nueuas que Galuan le
dixo. E dixole todas las señales del caualle-
ro, e Galaz entendió bien que era Paloma-
des; e Galaz pregunto por do yua el eaualle-
ro, y el ge lo mostró; e Galaz le dixo: «El
me hizo perdida de vn cauallero que yo mu-
cho amaua, mas no cuydo que se halle ende
bien desto que ha hecho» .
Cap. CCCXXXI. — Como Galaz desafio a
Palomades por lo de Galuan.
Estonce se partió de Galuan, e fuesse em
pos de Palomades, e no anduuo mucho que
lo hallo ante de vna fuente, do estaua apea-
do por atar sus feridas; e tanto que vio ve-
nir a Galaz, pensó que no venia por su bien,
e canbiose el seso y el coraron, ca bien sabia
que no podria el durar punto contra la su
buena caualleria maguer que fuesse sano,
demás (•) que estaua ferido e maltrecho. Y
Galaz le dixo: «Don cauallero, guardados de
mi, ca vos desafio ¡jorque matastes vno de
los mejores amigos que 3^0 auia e que mas
amana; por esso sed seguro que yo os haré
otro tal si vos de mi no pudierdes defender;
e eaualgad ayna en vuestro cauallo, que a
conbatir vos conuiene comigo» .
Cap. CCCXXXn.- Como Galaz e Paloma-
des pusieron plazo para auer su batalla.
Quando Palomades esto vio, no supo que
hazer, ca sabia que librado le ha el pleyto
entre el e Galaz si a la batalla viniesse, y
por ende respondió a lo mejor que el supo, e
dixo: «Ay don Galaz, señor, merced, que
nunca os erre ni a mi pensar nunca mate
honbre de vuestro linage; e aunque lo ma-
tasse, vos deuiades catar tienpo e sazón para
lidiar comigo, porijue vos fuessedes honra-
do, e que, si me matassedes e venciessedes,
que no vos ouiessen en que trauar ni fuesse-
des culpado; e sabed que si agora me fazeys
conbatir con vos, <pie mucho menos cabades
de vuestra fazienda e de v\iestra honra e
bondad; ca vos soys bien sano, e yo mal he-
rido a marauilla, e mas que nunca os me-
resci por que, y soy tan mal cuytado por la
mucha sangre que he perdido, que no me
puedo mandar» . «Todo esso no es nada, dixo
Galaz, que a conbatir os conuiene». «Esto
(*) El texto: «dexad».
no puedo yo fazer, dixo Palomades, que ma-
g ler que ouiesse ende voluntad, no he el
poder. E bien os digo que bien me podeys
matar si quisierdes. que agora no os tornare
mano». «¿Pues que haredes? dixo Galaz;
¿dar vos hes por vencido sin golpe, siendo tan
buen cauallero como soys?» «Por vencido no
me daré, dixo Palomades, mientre yo el
alma tuuiere en el cuerpo, mas pues assi es
que atan a coraron lo aueys de vos conbatir
comigo, dadme plazo hasta que sea guarido
de mis llagas, e pongamos el dia e lugar do
nos ayuntemos, e quien ay no viniere, que
sea desleal por ello; e si estonce me vencier-
des, ganareys honra e prez» .
Cap. CCCXXXm. — Como se partió Galaz
de Palomades el pagano.
«Cierto, dixo Galaz^ pues vos soys tan mal
ferido como dezis, yo vos daria el plazo si
supiesse que verniades a el» . X Palomades
dixo: «Yo os lo prometo como cauallero, que
venga al plazo» . «Agora os digo, dixo Galaz,
que de oy en veynte dias que seays a esta
fuente a ora de prima. E si aquella hora yo
no llegare aqui, atendedme aqui todo el dia,
e venid guisado para vos defender contra
mi». E Palomades lo prometió que assi lo
faria. E pues pusieron esto, Galaz se fue a
buscar las auenturas, e Palomades caualgo e
fuesse para casa de su padre, e descendióse
del cauallo e fizóse desarmar. E quando el
padre lo vio tan mal herido, ouo del gran
duelo, tanto que comento a llorar, e dixole:
«Fijo, por vuestro mal vistes vuestra buena
caualleria, ca moriredes por ende ante de
vuestros dias». E Palomades no dixo nada
de lo que su padre dixesse, y fuesse a echar
en vna cama, e hizo catar las llagas a su
padre, que sabia mucho ende; pues el padre,
quando les vuo catado, dixole: «Fijo, no vos
temays destas feridas, que no ay ninguna
mortal, e bien guarireys ende»; e callo e no
dixo nada, porque estaua pensando en la
batalla qiie auia de fazer con Galaz, ca bien
sabia que no tenia ya al sino muerte o des-
onra, y era en la mayor cuyta que nunca
fuera, e dos días estuuo sin comer e sin be-
uer, e nunca le ¡judieron sacar palabra por
que lo fazia, e su padre, que bien conocía
que el no auia aquel pesar de dolor que
ouiesse de sus feridas ni de la muerte que
temiesse, dixole: «Fijo ¿que pensays, que
nunca os vi tan triste, y sicnpre os vi mas
alegre que otro cauallero, e agora os veo tan
triste e con tanto pesar que es marauilla? E
yo os ruego por Dios que me digades donde
vos auiene esto» .
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
287
Cap. CGCXXXIV.— Como dixo Falomades
a su padre que se auia de conbatir con (Jalax.
Palomades, que mucho amaua a su padre,
qiiando lo vio tan cuytado por su pensar e
por saber donde le venia, dixole: «Señor, si
yo pienso no es marauilla, ca, desque fue
cauallero, nunca comente cosa que no le
diesse buena cima e a mi honrra, saluo la
demanda de la bestia ladradora, que nunca
pudo aun dar cima, e bien veo que tal ven-
tura no se ha de acabar por mi. Y agora de
nueuo me auino otra aueutura muy grande,
en que temo muerte o desonra si por gran
ventura no me fuere». «¿E que cosa es?»
dixo el padre. «Yo vos lo diré, dixo el hijo;
yo he de auer batalla con el mejor cauallero
del mundo. E no se que consejo prenda». Y
el padre, quando esto oyó, cayo muerto en
tierra amortescido, con gran pesar que ouo.
Y quando acordó, dixo: «¡Ay fijo, como me
temo ende bien!»; dixo Palomades: «Sera
gran marauilla si nunca ende bien me vinie-
re, pero no me puedo ende tirar afuera por
ninguna manera, ca ge lo prometí, y el a
mi». «Hijo, dixo el ¡jadre, Jesu Christo, que
es padre de piedad e de misericordia, te fue
fasta aqui amigo, e tu le fueste sieupre ene-
migo; y el te dio tan fermosa gracia de caua-
lleria e tan buena andan^.a que, según el pe-
cado en que estañas, nunca vi tal cauallero
que yo supiesse, ca el te mostró atan hermoso
amor, e atan buen talante, como no mostró a
otro pecador, ca sienpre te libro de todos los
peligros e a tu honra. Y el fizo atanto, que
fue mucho, e tu nunca nada feziste por el, y
mostrarte he esta razón como sera alli do
ouieres mas menester su ayuda y la su mer-
ced; e si te fallesciere, morirás en esta bata-
lla mal y desonradamente, y quanto bien
sienpre feziste, sera muerto e tornado a
nada» .
Cap. CCCXXXV. - Cotno jjrometio Paloma-
des de se tornar christiano si escapasse de
la batalla.
Y quando Palomades esto oyó, se fue todo
espantado, e dixo: «Señor, vos dezis ver-
dad, mas ¿que consejo me dades a esto, ca
batalla no se puede partir si no muere el ante
del plazo?» Y el padre le dixo: «Fijo, yo te
consejarla bien si lo tomasses; si tu quisies-
ses recebir baptismo e tornar a la ley de los
christianos, yo se bien que Jesu Christo te
porna buen consejo en la tu cuyta. Y te par-
1 i I-as desta batalla con gran honra e con amor
de Galaz. Y sepas que si assi no lo hazes,
que tu morirás en esta batalla desonrrada-
niente. E yo, que soy tu padre, que te amo
mas q\ie a mi, morive con tus pesares, ca
después que de mi fueres partido, no podría
yo auer alegría» . «¿E como? dixo Palomades;
¿dezisme nueuas que si yo baptismo quisiere
recebir que me partiré desta batalla con hon-
ra?» «Si, por buena fe, dixo el padre, yo te
lo digo como a fijo». «E yo prometo agora,
dixo Palomades, a Jesu Christo, que si desta
batalla me dexa salir con honra e con bien,
que luego reciba baptismo, y deudo adelante
que sienpre sea leal cauallero de la santa
yglesia» . «Fijo, dixo el padre, assi es de las
cosas mortales, que si tu oy eres sano e biuo,
no sabes si lo seras de mañana, e por ende
te ruego, e por pro de tu alma, e por honra
de tu cuerpo, que te fagas baptizar lo mas
ayna que tu pudierdes, ca la carne mortal
no plaze de su vida». Y el dixo que assi
como lo prometiera a Dios, que assi lo haria
desque de la batalla saliesse.
Cap. CCCXXXYI.— Cb???.o Palomades pro-
no sus armas nueuas.
El j)adre, que amaua al fijo de muy gran
amor, no lo osaua maldezir contra su volun-
tad, mas confortaualo quanto mejor podia. Y
desi dixole: «Hijo, no ayays pauor, ca la
promesa que hezistes a Nuestro Señor te tara
partir sano desta batalla, y alegre con hon-
rra». «Dios lo quiera, dixo el, si le plaze»;
assi hinco Palomades con su padre en aquel
plazo, pensando todavía muy triste. E aui-
nole muy bien, que ante de los .xx. dias fue
bien sano de las llagas, e alegre, e muy po-
deroso de traer armas. Y'' desi hizo hazer sus
armas nueuas e frescas, las mejores que los
de aquella tierra supieran fazer. Y" las cober-
turas eran todas prietas. Y el dia ante que la
batalla ouiesse a ser, fizóse armar delante de
su padre, que viesse si le fazian mal, o si
auia alguna cosa menester que le fallescies-
sen. Y sabed que las armas eran tales, que
a duro podria honbre mejores de aquellas
fallar. E quando el padre e los de casa vie-
ron que no le fallecía nada, dixeron que «se-
guramente las podeys vestir, ca por las ar-
mas no menoscabareys nada, solo que ven-
tura ayays». Y el dixo asaz triste: «Aquel
Señor a quien fize la promesa de le tener
derecha creencia me val a a esta sazón, ca
bien creo qi^e mas podria el valer a mi cuyta
que todas mis armas qiie traygo» . Y esto
dixo Palomades, como aquel que auia ya
tornado a la fe y creencia derecha de Jesu
Christo.
288
LIBROS DE caballerías
Cap. CCCXXXYn. — Coyno Esclabor dio su
bendición a ^u hijo Palomades, e dixole
que le iornasse a ver.
Aquella noche fue Esclabor muy triste j
muy cuTtado de su hijo, ca bien sabia que el
no era tan buen cauallero como Galaz. E otro
dia por la mañana, Palomades se leuanto y
fizóse armar. E pues que fue armado, caual-
go en su cauallo el mejor que el pudo auer, e
desi partióse de su padre. Y al partir violo
llorar, e dixole: «Padre, señor, ¿porque 11o-
rays? Agora me semeja que no aueys buena
creencia en Christo, ca si vos lo tuuiessedes
firmemente, no auriades de mi duda, pues yo
tal promesa ( ' ) le fize de buen coraoon» . «Fijo,
dixo el, muy bien dixiste, e agora te ve e que
el sea en tu ayuda, que te puede librar de
todo peligro» ; y desi hizo la señal de la cruz
sobre el, y encomendólo a Dios, e dixole:
«Fijo, yo te mando, como padre puede man-
dar a fijo, que si pudieres, que me vengas
oy en este dia, ca no aure bien ni alegría
fasta que te vea» : y el ge lo otorgo que assi
lo haria.
Cap. CCCXXXYin.— Cowzo Palomades fallo
a Galuan, e como Galuan desafio a Palo-
mades.
Después desto, sin mas tardar, partióse de
su padre, y fuesse contra do auia de ser la
batalla, e no anduuo mucho que fallo a Gal-
uan. E quando vio a Palomades, no lo cono-
ció, por las armas que auia canbiadas, mas
Palomades le conoció luego, y Galuan le dixo:
«Señor cauallero, a justar os conuiene comi-
go». Y el no respondió nada. E Galuan le
tuuo a desden, y dixo: «¿Que es esso, caua-
llero? ¿no oydes lo que os digo?» Y Paloma-
des lo oyó, y no quiso responder, ante se co-
mento a yr. Y estonce se fue Galuan muy
sañudo, ca semejo que lo faria por algún des-
den, e salióle adelante, e tragóle por el freno,
e dixole: «Yo vos prendo , cauallero; o vos
justareys comigo, o vos otorgareys por ven-
cido». E Palomares le dixo: «Cauallero, de-
xadme yr e no me fagays fuerza , pues que
no he sabor de justar. Y sabed que no justa-
reys oy comigo». «¿Por que?» dixo Galuan.
«Porque no me plaze, dixo Palomades. e a
mi fuerza se que no me la fareys». «Yerdad
es, dixo Galuan, mas pues soys cauallero an-
dante como yo, e me de justa fallescedes,
tengo que lo fazeys por couardia o por mal-
dad», «ilas dezid vuestra voluntad, dixo Pa-
(') El texto: «persona».
lomades, e no es cortesía dezir cosa al caua-
llero estraño que no conosceys que le venga
pesar; mas como quier que yo sea malo e co-
uarde, si vos ouiessedes a fazer tanto en este
dia de oy como yo, e tanto vuestro peligro,
cierto no seriades tan ardid que ay osasse-
des yr , ni auriades coraron ni esfuergo ni
bondad por que pudiessedes ende escapar sin
perdida del cuerpo. Y esto os digo por la vi-
llanía que en vos halle» .
Cap. CCCXXXIX. — Como Palomades derri-
bo a Galuan del cauallo en tierra.
Galuan, que fue muy sañudo deste pleyto,
respondió: «Cauallero, por Dios, mucho me
despreciays, e pésame, que cuy do que nunca
oystes por que; pero, como quier que yo sea
atan malo como vos dezis, ruegoos, por la fe
que vos deueys a toda la caualleria, que jus-
teys vna vez comigo, e no os demandare
mas». «Tanto me rogays, dixo Palomades,
que lo fare, pero no me era agora menester,
porque tengo que fazer mucho en otro lu-
gar» . Y estonce se fueron a ferir tan de rezio,
que dio Palomades con el e con su cauallo en
tierra; e fue a el, e tomóle la langa, porque
la suya auia ya quebrada, ca sin langa no
queria yr do yua. E desi fuesse, que no lo
cato mas. E Galuan se leuanto, e subió en su
cauallo. e fue em pos del, e dixo que el mori-
rla o el le faria algún escarnio. E quando lo
alcango. dixole: «lornad, cauallero, que no
vos yreys assi, ca no es gran bondad de ar-
mas de vn cauallero derribar, mas al ferir de
las espadas se conoscen los buenos caualle-
ros». Y Palomades le respondió con muy
gran saña, e dixo: «Don Galuan, ¿por que
soys tan villano e tan enbidioso? E vos
aueys nonbradia de los buenos caualleros del
mundo, e assi Dios me vale, mucho me nia-
rauillo ende. ¿E sabeys el pleyto que po-
sistes agora comigo e llamaysme a batalla?
Assi Dios me vale, no hazeys cortesía; mas
ruegoos que me dexes yr en paz, e hare-
des bien y mesura, y la primera vez que vos
me hallardes, llamadme a batalla si vierdes
vuestra pro, ca yo os prometo que no os fa-
llezca della». «E siyocuydasse, dixo Galuan,
que no me fallesceriades la primera vez que
yo vos hallasse, dexarvos ya agora» . «Yo os
lo prometo, dixo Palomades, que lo haga».
«Pues agora me dezid vuestro nonbre» , dixo
Galuan, y el se nonbro. «Por Santa Maria,
dixo Galuan, vos soys vno de los honbres del
mundo que yo peor quiero, ca me escarnis-
tes a mi e a mis parientes y amigos, por que
sed seguro que prendere vengan9a tanto que
yo vea sazón».
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
289
Cap. CCCXL. — Como Ualuan I tallo a -su her-
mano Gariete-i y se le querello de Palomades.
Palomades no respondió a natía. Estonce
se partieron amos, e fue cada vno a su par-
te. E Galuan no anduuo muclu) que fallo a
su lierniano Gariete, y recibiéronse muy bien,
e íizicron gran alegría, e contole como le aui-
niera con Palomades . -.<Ay señor, dixo Ga-
riete ¿que es esto que andays faziendoV (Tuar-
dadvos assi como amades el cuerpo, que vos
no os tomeys con Palomades , ca sabed que
es mejor cauallero que vos;>. «No me cale,
ilixo Galuan, ca tanto me erro, que lo no de-
xaria por el reyno de Londres que no lo faga
morir de mala muerte;> . «Dios ende me guar-
de, dixo Gariete, de matar tan buen caua-
llero, ca sabed que seria gran daño; ca si
Dios me ayude, no ay tan follón ni tan brauo
cauallero en el mundo , sabiendo su caualle-
ria como yo se. que ouiesse voluntad de le
fazer enojo, si no fuesse mas desleal que otro
cauallero ninguno;> . «Y el me fizo, dixo Gal-
uan, tanta afrenta, que yo le daré el giialar-
don» . E assi como os digo hablan ambos her-
manos en hazienda de Palomades.
Cap. CCCXU. — Como Palomades espero a
la fuente a Galaz, do ouieron su batalla.
Y quando Palomades se partió de Galuan,
anduuo tanto, que llego a la fuente ante de
tercer dia, do auia de ser la batalla, e no
fallo ay a Galaz. E dicio de su cauallo, e qui-
to de si el yelmo y su escudo y su lanca, e
folgo; e pues estuuo assi vna pieca, enlazo su
yelmo, e cato contra el camino , e vio venir
a Galaz. Y quando Palomades lo vio, no fue
muy seguro, ca el sabia verdaderamente qiie
Galaz era el mejor cauallero del mundo, e no
era marauilla si auia pauor. Y estonce subió
en su cauallo e atendió fasta que llego Galaz,
y quando Galaz llego, dixo [a] Palomades:
«A mi flzieron entender que matarades vn pa-
riente que yo mucho amaua. E quando vos
lo dixe, no puse ende venganca, antes os
partistes de mi sobre tal pleyto como vos sa-
beys, e por ende venimos a la batalla, e agora
veremos como ay faredes» . E el dixo que de
la batalla que el era aguisado, pues por al no
se podia partir. Estonce se dexaron correr el
vno contra el otro, e firieronse a toda fuerza,
mas Palomades, que no se aparejaua con la
bondad de Galaz, vuo de yr a tierra muy
mal ferido, e tanto que Galaz lo vio en tierra,
dicio, e ato su cauallo a vn árbol, e metió
mano a la espada, e fuesse para Palomades
muy ayrado, que se erguía ya e auia sacado
su espada. E quando Palomades vio venir
assi a Galaz, y la rica espada en la mano,
LIBROS DE CABALLERÍAS. — 10
dixo, con pauor que vuo: v<¡Ay Jesu Christo,
padre de piedad, no me dexes aqui morir,
mas fazeme de aqui salir con honra! ;> Y Ga-
laz se llego a el, e diole tal golpe por cima
del yelmo, que no se pudo tener en pie, e
vuo de fincar anbos los ynojos en tierra, y si
el yelmo no fuera de tan gran bondad, fen-
dieralo fasta en las espaldas. Y Palomades se
sintió assi ferido, erguiose muy ligero, como
aquel que era de buen coraron. Y'' puso el es-
cvido sobre la cabe(;a, y defendióse asaz bien,
mas esto no podia durar mucho contra Galaz,
ca su bondad no se acostaua a ninguna caua-
lleria; empero Palomades sufria y enduraua
quanto podia, mas tanta auia perdida de san-
gre, assi que no atendía al sino la muerte.
Empero todavía sufria y enduraua, y daua
golpes y recibía, mas le no valia nada.
Cap. CCCXLIl. — Como Gala:, rogo a Palo-
mades que se tornassc christlano, c que le
ayudaría en iodo lugar.
Quando Galaz vio que Palomades no tenia
poder para se defender del, vuo piedad, por
la buena caualleria i^ue en el auia, e por la
gran bondad que en el vio. Estonce pensó
que si lo pudiesse tornar christiano, que
seria gran honra e merced, e le seria buena
ventura. Estonce se fue para el, y tomóle
del yelmo, c tirogelo atan de rezio, que ge lo
echo fuera de la caber/a. E dio con el en
tierra atal cay da, (jue fue todo estordido. E
Galaz se paro sobre el, e dixole: «Señor
cauallero, vos soys muerto si no os otorgays
por vencido» ; e aquel, que nunca en caualle-
ria que fiziesse fuera vencido, ni fizo cosa
que a villanía le fuesse tenida, e que era de
gran bondad e de gran coracon, e por las
buenas andan(;as que sienpre vuiera, aque-
lla hora respondió, e dixo: «¡Ay don Galaz!
¿que es esto que me dezisV que sabed que
esto no oyredes de mi que con pauor do
muerte diga cosa en (jue ayan que trauar e
que me ayan de llamar couarde; mas esto
no puedo yo dezir, que vos no soys mejor
cauallero o de mejor andanca, e mejor
que todos a([uellos que nunca truxeron ar-
mas. E por ende a mi no me cale de morir
de vuestra mano, ca assi no me podrían
dezir que peor cauallero que yo me mato» .
«Esso no es nada, dixo Galaz, ca vos con-
uiene dezir i^ue soys vencido». «Esto es
foUia e quebrantamiento de coracon. dixo
Palomades, que con pauor de muerte diga
cosa que me ayan a retraer, ca vos teneys
buena espada e tajadora, e matadme si qui-
sierdes, que mas me valdrá que biuir con
retraymiento» . E Galaz, que siempre fue
1-JU
LIBROS DE caballerías
piadoóo 6 de gran mesura contra todos, e
que oya lo que dezia, ca de la vna parte lo
deeamaua mortalmente, e de la otra parte
por la homezillu que auia dicho Galuan, e
de la otra jjarte lo preciaua de uiarauilla,
tanto que bien vej'a que si lo matasse que
seria gran daño e menoscabo de toda la
caualleria, estonce le dixo: «Don Paloma-
des, bien vedes que soys muerto si yo qui-
siere.> ; y el dixo: «Esto no es vergueuca
para mi, que todos aquellos que os conocen
saben verdaderamente que soys mejor caua-
llero que yo. E que soys flor de todos los
eaualleros, e vencistes a otros mejores que
yo; e por esso no es a mi verguenr-a ningu-
na». «Si yo soy buen cauallero, dixo &a-
laz, tanto peor para vos, ca yo os matare si
quisiere» . «Si vos me matardes, dixo Palo-
mades, a mi no cae desourra, e a vos si, o
auer vos que retraer; dirán que matastes a
tal cauallero como yo, nunca vos auiendo
merecido por que, e yo soy sin culpa lo que
vos me aponedes». Estonce le dixo Gralaz:
«Palomades, ruégeos que hagays vna cosa
que os quiero rogar por vuestra pro e por
vuestra honra. E por que sea yo vuestro
amigo e vuestro compañero, e que os perdone
para quanto biuaj's». «Cierto, dixo Palome-
des, por amor e por ser yo vuestro amigo e
vuestro compañero e auer el vuestro amor,
no ay cosa en el mundo que me mandays
que yo no haga, no siendo daño de mi cuer-
po, ca me tengo por bien auenturado en
auer vuestra compañía, y dezidme lo que
quisierdes, e hazerlo he». «Yo os lo diré,
dixo Galaz, que si vos quisierdes dexar
vuestra ley, e recebir bautismo, yo os per-
donare, y os terne lo que vos prometi, e tor-
narme he vuestro vassallo quito, assi que en
todos lugares que de aqui adelante me fallar-
des, me podreys auer en toda cosa que me-
nester me ayays, para vos ayudar e para
vuestro scruicio». E quando Palomades esto
oyó, dixo: «Yo lo quiero fazer de buena-
mente lo que me mandades, por la cono-
cencia que me auedes hecha. E sabed que
nunca vue atan gran voluntad do cosa del
mundo, como agora de recebir bautismo e
creer en la sancta ley do Jesu Christo. pri-
meramente porque lo prometi, c desi por
vuestro ruego» .
Cap. CCCXLIU. — Como Gala:, e Paloma-
des se partieron por amigos e fueron a casa
del padre de Palomades.
Y assi se partieron por amigos entramos
a dos, e del desamor que en vno auian e de-
si otorgáronse amos de atenerse lo que pro-
metieron. E Gralaz lo erguio de tierra, e di-
xole que sy podria caualgar. Y el dixo que
si, ca no se sentía atan mal trecho. E Gralaz
le fue por el cauallo. E Palomades caualgo.
e dixo a Gralaz: «Señor, ¿que vos plaze que
hagamos?» «Yo querría, dixo Galaz, que
íuessemos a algún lugar que vos batizasse-
des». «Señor, dixo el, pues vayamos a casa
de mi padre» ; e Galaz le dixo que le plazia.
Desi caualgo Gralaz, e anduuieron tanto que
llegaron a casa de Asclauor el desconoscido,
padre de Palomades. E quando lo vio atan
mal llagado, comencé a llorar, e dixo: «Ay
hijo, atan fuerte punto te vi, que por ti aure
de morir», e desi preguntóle como se sentia,
o si podria guarecer. Y el dixole que no
ouiesse que temer, ca bien se sentia. E des-
pués i^regunto Esclauor a Galaz como se par-
tiera la batalla. Y el ge lo dixo assi como el
cuento lo hadeuisado. Y el padre, quando lo
oyó, tendió las manos contra el cielo, e co-
meneo a llorar con gran plazer que ende
auia^ e dixo: «Agora son todos los mis des-
seos cunijlidos, pues mi hijo es acordado de
rescebir bautismo».
Cap. CCCXLIV. — 6^o;mo Palomades fue
christiano, c sano luego de sus llagas.
Por tal manera e sazón como vos digo fue
Palomades christiano y se hizo baptizar, e
fue llamado en el baptismo por aquel noii-
bre que se auia, y estando en el santa agiia
de baptismo, le auino muy fermoso milagro,
que tuuieron a gran marauilla. E aun ha-
blan del por la tierra. Y el milagro fue atal,
que de quantas llagas auia recebidas, la ora
que entro en la santa agua fue atan sano
como antes que las rescibiesse; e don Galaz,
e vn obispo, e su padre, e otros machos que
ay estañan, <|ue le vieron entrar llagado e lo
vieron salir sano, dieron gracias a Dios. E
fue este milagro prouado por todo el reyno
de Londres. Y tanto que el rey Artur lo supo,
hizolo escreuir en el libro de las auenturas.
E tres dias moro Galaz en casa de Esclauor,
e al quarto dia dixo a don Palomades: «Yo
more aqui mas que deuiera^ e yo me quie-
ro yr, que lie a hazer mucho en otro lugar,
mas esta tardanya fize j'o aqui por el vues-
tro amor e poi- la honrra que Dios os ñzo. E
agora me quiero yr» . «Señor, dixo Paloma-
des, vámosnos quando quisierdes» «¿Como?,
dixo Galaz, ¿quereys vos yr comigo?» «Ay
señor, dixo Palomades, ¿e no me prometis-
tes vuestra compaña?» «Si, por buena fe,
dixo Galaz, que si Dios me ayude, yo precio
tanto vuestra compañía, como vos la mía, ca
LA DEMx^NDA DEL SANCTO GRLAL
•jn
bien se la vuestra caualleria e la vuestra
bondad. E guisad como nos vayamos eras
mañana» . Y el dixo que todo era guisado.
Cap. CCCXLV. — Como Palo madea b-e partió
de Gokiri c ae fue a la corte, y (¡ano la silla
de la Tabla Jiedonda.
Aqiiella tarde se desi)edio Palomades de
su padre y de los otros de su casa, e dixo
que se queria yr de mañana en compaña de
Galaz, e su padre le dixo que de aquella
compañía era el muy contento. E otro dia
fizóse armar Palomades de vnas armas muy
rezias, y Gralaz otrosi, e desi tomaron su ca-
mino. E dixo Palomades a Gralaz: «Señor, de
nueuo hombre, nueuas obras; yo fasta aqui
no era sieruo de Jesu Christo, ni hazia las
sus obras. E yo me quiero meter a su serui-
cio en la demanda del sancto Grrial, si me lo
consejades»; e Galaz le dixo: «No podeys
entrar en la demanda derechamente si pri-
mero no soj's de la Tabla Redonda. E por
ende os ruego que vos vayays a Camaloc, que
si vos agora aj' fuessedes, vos auriades ayna
honra, que cada dia mueren agora en esta
demanda caualleros de la Tabla Redonda,
onde las sillas son vazias, e bien cuy do que
si vos fuessedes ay, Nuestro Señor os faria
tan gran honra, que alcanvariades alguna de
las sillas. Y estonce podredes entrar en la
demanda seguramente». «Pues, Galaz, vos
me lo mandays, yo lo quiero hazer» , dixo el.
Estonce se abracaron, e desi se ¡partieron, e
fue cada vno su camino. E Palomades se fue
para Camaloc, muy alegre porque era chris-
tiano, que era marauilla. E no hallaua her-
mitaño a quien no se confesasse, ni a hon-
bre ordenado a quien no pedia consejo de su
vida; e fallaua muchos que le dezian que de
alli adelante no truxesse armas, que a me-
nudo podria caer en pecado mortal por ellas.
Y el dixo: >.^No me lo digays, ca no lo podria
quitar en ninguna guisa, mas de todo lo al
me podria bien sufrirv . Y" mandáronle que
pues assi era que no lo ¡iodia escusar, que
las truxesse, mas que se guardasse de no ha-
zer cosa que a Dios fiziesse pesar. Y Paloma-
des llego a Camaloc, y sabian ya en la corte
como el era christiano e como le auiniera con
Galaz, e la marauilla que le auiniera de sus
llagas. Y" tanto que llego ay, fallo quien le
hizo gran honra, ca mucho preciauan a el e
a su caualleria, porque era muy cortes. Es-
tonce le auino vna gran marauilla, que alli
do se yua a comer con los otros caualleros
que no eran de la Tabla Redonda, vino al
rey Artur vn mensajero que dixo: «Señor,
seamos todos alegres, que ay aqui vn cana-
nero donde deuemos ser alegres» . «Bendito
sea Dios, dixo el rey, e nonbradmelo» . «Se-
ñor, dixo el, este es don Palomades, e yo le
falle agora su nonbre escrito en vna de las
sillas» . Y el rey fue muy alegre destas nue-
uas, y mando a Palomades que se leuantasse
donde estaña e que se fuesse para la silla de
la Tabla Redonda. Y Palomades lo fizo, c
fue muy alegre desta auentura, e gradesciolo
mucho a Dios.
(."ap. CCCXLA'L — Como Palomades se par-
tió de la corte e fallo a Cala::,.
En tal manera y en tal guisa como vos
cuento vuo Palomades la silla de la Tabla
Redonda. E moro ay cinco dias. X el rey
auia gran sabor de saber nueuas de Galaz e
de los otros caualleros de la demanda; y el
contole lo que ende sabia, Y al sesto dia par-
tióse de la corte, e metióse a la demanda del
santo Grial con los otros, y anduuo assi bien
vn año que no fallo a Galaz. E vn dia le aui-
no que auentura lo leuo a la abadia donde el
rey Mordrain estaña llagado e ciego, e aten-
día a Galaz, e alli lo atendia assi bien del
tienpo de Josep Abarimatia, y supo nueuas
en el abadia como auia de ser sano en la ve-
nida de Galaz , e que cobrarla la lunbre;
mas assi fablauan, que luego seria muerto
quel ora fuesse sano, y que lo soterrarían en
aquella abadia, mas como esto fue no dize
agora; y desque Palomades se partió de la
abadia, anduuo tanto que fallo a Galaz que
estaña ante vna fuente.
Cap. CCCXLYII. — Codio ouo gran plazer
Palomades con- Calax jíorque lo fallara, y
otrosí Galax, con el.
Quando Palomades fallo a Galaz, esto era
a la entrada de mayo, e Galaz decendio a
aquella fuente por folgar. Y" esta fueiite era
cerca de vna torre. E quando Palomades
vio a Galaz, descendió del cauallo, e puso
el escudo en tierra e la lanoa, e fue corrien-
do y abracólo, e Galaz a el, e Palomades le
dixo: «Señor Galaz, ¿como fue a vos desqvie
me parti?» «Bien, dixo el, a la merced de
Dios; e muchas auenturas falle después a
que Dios me dio ventura de acabar; mas
Dios me fizo gran bien y gran alegría que
vos falle; y soy mucho alegre con vos, e pla-
zeme que soys de la Tabla Redonda, assi
como a mi dixeron» . E después que anbos
los conpañeros ouieron fablado de muchas
cosas, pregunto Galaz a Palomades si oyera
algunas nueuas de Lancarote, su padre; c
Palomades le dixo que lo vido muchas vezes
292
LIBROS DE caballerías
en casa del rey justar, mas que auia ensaya-
do vna auentura y que no la acabara, mas
no quedo por que no fizo el todo su poder
como buen cauallero; mas Xuestro Señor no
quiso, e después que dixeron de muchas co-
sas, caualguaron, e auduuieron tanto, que
llegaron a la tloresta de las serpientes; e dur-
mieron aquella noche en vna casa de orden
que estaña en vn vaUe quel rey Yandema-
gus auia fecho quando era mancebo; e aque-
lla tarde, quando ouieron descaualgado e
tolgado, pregunto Galaz j)or la carrera del
castillo de don Tuan, pero no era castillo,
mas torre; mas porque la torre era muy rica
e moraua ay mucha gente en derredor e fi-
zierala don Yuan; e quando los frayles oye-
ron preguntar por el castillo, dixeron a Ga-
laz: cSeñor. ¿quereys conbatir con algún ca-
uallero de la fuente que mora ay? o ¿por que
lo demandays?» E Galaz dixo: «Porque oy
tablar muchas vezes desse cauallero, e que-
rrialo ver;> . Y ellos le mostraron la carrera, y
después dixeronle: «Señor cauallero. si vos
amades vuestro cuerpo e vuestra honra, del
cauallero de la fuente vos guardad; si os con
el quereys conbatir, esto seria gran locura,
ca nunca honbre con el se tomo que no se
parta del con desonrra e con vergnenca» .
«Bien puede ser, dixo Gralaz. mas como quier
que sea, queremoslo yr a ver». E quando
ouieron assi fablado, fueronse a echar.
Cap. CCCXLYIII. — Couio Galaz otorgo la
batalla con el cauallero de la fuente a Pa-
lomrxdes, y le dixo su arte.
Mas sabed que a Palomades no se le acaes-
cio la gran caualleria que auia en el caua-
llero de la fuente, e pensó que si Dios alia
los leuasse, que rogaria a Clalaz ijue le otor-
gasse aquella batalla, e otro dia [de] mañana
leuantaronse. e fueronse a oyr missa, e des-
pués armáronse e saliéronse de la abadia. E
anduuieron tanto que allegaron a la torre
aquella mañana o al castillo de Nacian. y
Gralaz, tanto que vio la torre, conosciola, e
dixo: «Don Palomades, veys la torre que yo
buscaua: agora podedes ser seguro que ve-
reys las mayores marauillas que nunca vi» .
«;E que marauillas?» dixo Palomades. «Yo
vos lo diré, dixo (jalaz, si vos con el caua-
llero vos conbatides, sed cierto, por vuestra
caualleria, que lo vencereys. e partirse ha
tan maltrecho e atan mal llagado de vos.
que no pienso que por vn gran tiempo pu-
diesse traer armas, estonce lo vereys tornar
a vos tan sano e tan alegre como nunca fue;
e assi cobrara tantas vezes su fuerga, que
serán muchas: e al cabo vencervos ha, si no
vos guardades de la su gran arteria» . «¡Por
buena fe, dixo Palomades. esta es la mayor
marauilla que yo nunca vi, e pues tan cerca
somos del, ruegovos que me otorguedes esta
batalla!»; y Galaz dixo que le plazia. E des-
pués que llegaron a la torre, entraron, e no
fallaron al cauallero, o Galaz dixo: «No se
donde podamos fallar al cauallero de aquí,
pues que aqui no esta». «No os quexedes,
dixo Palomades, que si aijui fuere, el saldrá
quanto sepa que estamos aqui» .
Cap. CCCXLIX. — Como se conbatio Palo-
mades con el cauallero de la fuente.
Ellos assi fablando, vieron salir vn escu-
dero que vino a ellos, y dixoles: «Señores,
¿soys caualleros andantes?» «Si, dixeron
ellos; mas vos ¿por que lo preguutades?»
Porque [si] quereys justar, que lo auredes
aqui», dixo el escudero. «¿E de quien?» dixo
Palomades. «Del señor de la torre» , dixo el
escudero. «Pues dezid que salga acá», dixo
Palomades. Y el escudero sonó luego vn
cuerno, e a ¡wca de piega vieron salir de la
torre vn cauallero, y venia muy bien arma-
do, e traya vn escudo verde y vandas berme-
jas en el. E Palomades dixo: «Es este el ca-
uallero que venció a Gariete, que es vno de
los buenos caualleros de la Tabla Redonda,
e yo soy su conpañero de la Tabla Redonda;
quiérelo vencer si pudiere» . Estonce boluio
la cabeca del cauallo y fue contra el, y el
cauallero, que lo vio ansi venir, dixo: «Don
cauallero, dexa estar, que no justareys aqui
comigo, mas vayamos aqui cerca a vn prado,
que ay lugar de justar para dos caualleros».
Y esto dezia el por amor que llegasse cerca
de la fuente de guarizon, e nacia entre vnos
arboles tan espessos, que los del prado no lo
podian deuisar. E sabed que arguella fuente
era de gran virtud, que ya ningún hombre
no seria tan mal ferido ni tan maltrecho
que de aquella agua beuiesse, que luego no
fuesse sano e alegre; mas esto no sabian los
caualleros estraños que por alli venian,
donde auenia que el cauallero de la torre,
quando era ferido y cerca de vencido, pedia
plazo que le dexasse beuer, y beuia de
aquella agua, y era luego sano e buelto en
su fuer(;a como de primero; y esto fazia el
quantas veces queria , e los que con el se
conbatian no sabian desto. E por esta razón
vencía a quantos con el se tomauan; e la
virtud desta fuente e como lo ouiera deui-
sado, es alli do dize las marauillas de la
bestia ladradora y de la dueña de la capilla
que Layn el blanco vio venir del pan de los
angeles y de la bestia ladradora, cuya hija
LA DELIANDA DEL SAXCTO GRIAL
29;
fue, e como nació, e la virtud destas dos
cosas deuiso el rey tollido a Galaz que fue
en Corberic con Boores e con Perseual, quan-
do vieron el santo G-rial, lo que lionbre mor-
tal no podia ver. E alli deuisa como estas
tres auenturas fueron y en ([ual guisa.
Mas agora quiero dexar esto e tornar a la
batalla de Palomades y del cauallero de la
torre.
Cap. CCCL. — Como el cauallero de la fuente
robraua su fuerra, quando beuía del agtia.
Bien assi fueron anbos los caualleros en
el canpo como vos dixe que era cerca de la
fuente, dexaronse yr el vno contra el otro,
e firieronse anbos tan fuertemente, que en-
tranbas langas bolaron en pier-as; y el caua-
llero de la torre, que no era de la bondad de
Palomades, ouo de caer del cauallo en tierra,
mas lenantose mucho ayna, ca era mucho
ardid y de gran coracon, e fue mucho sañudo
de aquella cay da. y metió mano a la espada
y dexose yr a Palomades que estaña encima
de su cauallo. E quando lo vio venir assi,
fizóse afuera, e dixole: «Don cauallero, ycí
\T.iestra via, que no puede ser que yo meta
mano en vos a espada, vos seyendo a pie e yo
a cauallo; y el cauallero caualgo, e Paloma-
des le fue a dar vn golpe por cima del
yelmo quanto pudo, e luego otro, mas el
cauallero era de miiy gran fueD.-a e de buen
corar-on, e defendiase muy bien e a gran
marauilla; mas ante que faltasse, fue tan
mal trecho de las llagas e de la sangre, que
no se podia tener en pie, ca sin falta Palo-
mades era de mayor bondad que el. E quando
el cauallero de la fuente vio que lo no podia
durar, fizóse afuera e pidió plazo para folgar,
e que le dexasse beuer del agua: e Paloma-
des lo otorgo, e después fuesse para la fuente
e beuio del agua , e fue luego tan sano e
tan ligero como ante era, e tornóse para
Palomades, e llamólo que viniesse a Va bata-
lla, e comenco a dar muy mayores golpes
que en el comienoo.
Cap. CCCLT. — Como Cala:-, e Palomades
sacaron a Galnan e a Car ¡efe do la iJrision.
Palomades, quando esto vio. fue mucho
marauillado, e dixo en su corai.-on: cEsto no
puede ser; este cauallero era ante coino ven-
cido, e agora veolo tan rezio e tan ardido,
como nunca mejor fuera, y esto tengo por
rezia cosa, e no puede ser que yo no me
combata con el quan rezio yo pudiere:> ; y el
cauallero comencolo a mirar e a darle nuiy
grandes golpes ]ior cima del yelmo e mucho
a menudo; mas aquel, que era de gran bon-
dad e mucho ligero, no podia ser vencido,
torno sobre si y fuele dar tales golpes, que
le fazia atordir, e fizo tanto Palomades, que
le tuuo cinco vezes en vencida, e tantas fue
a la fuente y tornaua a la batalla sano o con
fuen/a, y a Ja i(uinta vegada sufrió Paloma-
des tan gran afán de armas, que dixo Galaz
en su coraron que tanto sufriera Palomades,
que no pensaua que cauallero del mundo
pudiera fazer tanto, ni que ge lo dixera todo
el mundo , no lo creyera - que Palomades
fuesse tan buen cauallero; e auino que el
cauallero que auia tantas vezes encima de
vencido, a las cinco vezes torno a la batalla
sano e con toda fufrca, e comenco a ferir a
Palomades tan reziamente como en la pri-
mera vez, e Palomades, que se auia conba-
tido con el, auia rescebido tantas feridas y
perdido tanta sangre, que se espantaua Gra-
laz como no era muerto. E qmmdo vio venir
al cauallero tan rezio contra el, dixo: ^^Agora
quiero meter toda mi fazienda en auentura;
o yo moriré, o este cauallero no se me yra
assi»; e comenr-o de yr contra el, e darle
golpes a diestro e a siniestro, e fizo tanto,
que lo puso en vencida. E quando el caua-
llero se vio tan mal trecho, e veya que no lo
podia durar, quiso yr a la fuente; estonces
se le nombro a Palomades lo que dixera Gra-
laz. que el cauallero se tornarla en su fuerca
quantas vezes beuiesse del agua de la fuente,
e ante que el cauallero llegasse a la fuente,
Palomades le echo mano del yelmo, e dixole:
«Don cauallero, vos me auedes muchas vezes
engañado por las ydas que auedes fecho a la
fuente: e, por cierto, no me yredes assi con
esso, ca ya mas no os partireys de mi fasta
que vos quedeys mal de la batalla» ; y es-
tonce le tiro del yelmo tan rezio, que dio
con el cauallero en tierra, y dexose caer en
tierra sobre el. e dixo: «Para Santa Maria,
don cauallero, esta vez no os yredes a refres-
car a la fuente como de primero, e por
buena fe nunca escapareys de mis manos
fasta que os deys por vencido e que me
digays donde esta marauilla vos viene» . Y
estonce le (juito el yelmo y echólo bien
lexos, y fizo la semejanca que lo queria cor-
tar la cabeca, y el cauallero, que ouo jíauor
de muerte, pidióle merced que no le matasse,
e que se otorgarla por vencido» . «Xo lo fare,
dixo Palomades, fasta que me digaj^s lo que
vos |)regunte». «Yo vos lo diré, dixo el
cauallero, pues veo que no puedo escusarlo;
agora me dexad e dezirvoslo he; mas ruego-
vos que me digays vuestro nonbre»; y el
dixo que auia nonbre Palomades. «Ay Palo-
mades. dixo el cauallero. vo ov dezir mu-
294
LIBROS DE CABALLERÍAS
chas vezes de vuestra caualleria, e tos oy
contar por cauallero de gran bondad, e pues
yo soy vencido, tengome jior bien andante
que m? venció tan buen cauallero como vos.
o agora vos diré lo que me demandays. Sa-
bed que yo he nonbre Achauias. el cauallero
de la fuente de guarizon: porque yo guardo
aquí vna fuente muy gran tienpe ha: y esta
fuente es de muy gran virtud, que no ha
honbre en el niundo, por llagado que sea e
mal trecho, que luego que della beua que
luego en esse punto es sano, e tornado en su
fuerca asvsi como ante» . «Ay señor, por Dios,
dixo Palomades. mostradmc essa fuente» . Es-
tonce se leuanto Achauias, e tomo a Palo-
mades por la mano; leuolo a la fuente, que
nascia a pie de vn árbol que auia nonbre
sagrado, e salia por vn bacin de plata muy
ricamente obrado, e salia del bacin por vn
caño de plomo; y el cauallero lo lauo todo
con aquella agua , e Palomades beuio de
aquella agua, y el cauallero otrosi, e fue-
ron ambos tan sanos como primero eran. Es-
tonce vio Palomades la mengua de Acha-
uias. Y «Don Cialaz, dixo Palomades. agora
podemos bien dezir que tanto auemos an-
dado por el rey no de Londres, que fallamos
la fuente auenturosa. e veysla aqui»; e fia-
laz le dixo: «Muchas vezes oy fablar della.
e bendito sea Dios que nos la quiso mostrar > .
Estonce pregunto Achauias si sabia donde
venia aquella virtud. «Ansi Dios me ayudo,
dixo el, no se; ca nunca pude fallar quien
me lo dixesse. saluo que vna muger me fizo
entender que me traxo a esta fuente que
ninguno no podria saber la virtud desta
fuente sino vn cauallero que ha de dar
cima a las auenturas del rey no de Londres:
y este lo sabrá por la boca del rey Pelles» .
Cap. CCCIAL.— Como Galax, ¡h(]o a la
fuente que hernia (*).
Dixo Palomades a Galaz: «Señor, asaz
aueys oydo desta auentura que vuestra auia
de ser , e vos quedareys aqui como quisier-
des fazer/. «Si. dixo el, e guardare esta
fuente fasta que pueda ferir de espada»; e
dixo Galaz a Palomades: 'No nos yremos
fasta que veamos esta torre si están ay pre-
sos algunos de los conpañeros de la Tabla
Redonda, ca dixeron muchos buenos hon-
bres que, pues este cauallero los venció,
que los metió en prisión». «Bien dezis»,
dixo Palomades. E dixo Achauias: «Si yo
tengo presos en mi casa, no aueys vos ay
(•J Este epígrafe corresponde más liien al capítu-
1© t/CCLiI \ ,
que ver, e ruegoos que no me fagays tuet-
to» . Dixo Palomades : « Conuieneos dexar-
los por fuerr-a. si presos teneys». E Acha-
uias le dixo: «Señor, vos e vuestra ventura
me truxo a lo que ninguno me pudo traer,
por ende fare por vos lo que no faria por otro,
e agora id comigo» . Estonce se fueron a la
torre, e quando ay entraron, assaz fallaron
quien les fiziesse honra, que assi auia man-
dado Achauias; y ellos le dixeron que si al-
gunos tenia presos, que los truxesse alli de-
lante, y el dixo: «Aqui ay vnos de la Tabla
Redonda que yo quisiera matar en mi pri-
sión, e yo les di muy mala prisión porque
me erraron mucho, ca avn no puedo cobrar
la fuerr-a» . «Sea dicho, dixo Palomades; fa-
zeldos aqui venir , que nos pornemos a esse
consejo». Estonce enbio Achauias por ellos:
e traxeronlos tan mal trechos, que a penas
los podria honbre conocer, y eran quatro ca-
ualleros de gran nonbradia: el vno era Gal-
uan, y el otro Crariete su hermano, e Bleobe-
ris, e Sagramor. Estos auian vencidos e meti-
dos en prisión Achauias, y esto no era mara-
uilla, ca el cobra ua su poder e sanaua sus
llagas quando queria, como ya dixe. E quan-
do Galaz e Palomades vieron los caualleros
tan mal trechos, comencaron a llorar, ca
auiah gran duelo dellos, y quando Galaz vio
a Galuan, conociólo luego, e Galuan a el, e
dixo Galuan: «Ay, señor Don Galaz, vos sea-
des bien venido, ca sienpre lo dixe que nun-
ca podíamos salir desta prisión si por vos no
fuesse. Bendito sea Dios que aqui os truxo»;
e Galaz dixo: «Gradezeldo a Palomades, que
el es el que venció el cauallero por quien
soys libres»; e dixoles que como se sentían,
e si podrían guarecer. «Si. dixeron ellos, que
el plazer que auemos de que somos libres,
nos fara guarecer», e moraron ay tanto Galaz
e Palomades, fasta que los caualleros pudie-
ron caualgar: estonces se partieron todos seys
de la torre assaz bien guaridos, que Acha-
uias les dio quanto menester ouieron; e an-
duuieron dos dias juntos, e al tercero dia
partiéronse e tomo cada vno su camino.
Mas agora dexa el cuento de fablar destos,
e torna a Galaz.
Cap. CCCLni. — Como la donxella fue muer-
ta en la fuente (').
Y dize el cuento que Galaz se partió de
sus conpañeros; anduuo gran tienpo assi solo
buscando las auenturas del reyno de Lon-
dres, e asi andando, aniñóle que auentura
O Este epígrafe no correspomle al contenido del
capítulo.
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
295
lo leuo a la floresta de Armantes , do era el
passo peligroso, e assi fallo el monumento de
Moyses, el fijo de Simeón, que sienpre ardia
assi como el cuento lo ha deuisado, e bien
asi como Simeón liie librado úe la pena por
la venida de Galaz, assi fue iloyses su fijo
por aquella mesma auentura. y este miraglo
íue metido en escrito en la silla peligrosa de
Camaloc, e pues el acabo esta auentura , an-
duuo tanto por sus jornadas, fasta que ven-
tura lo leuo a la floresta peligrosa, e alli fallo
la fuente que feruia. do Langarote se conba-
tia con los que guardauan el monumento,
como la gran historia lo deuisa : la auentura
desta fuente que lieruia acabo Galaz , e yo
vos diré como.
Cap. CCCLIY. — Gomo GaJax acabo la anen-
tnra de la fiienfr qne feruia .
Vn dia le auino. que fuendo Galaz por la
floresta peligrosa, alcam/o vn cauallero, e vn
escudero, e vna donzella, e sainólos, y ellos
a el, y estuuieron quedos, y preguntáronle
donde era, y el les dixo que era de casa del
rey Artur , y ellos lo recibieron muy bien; e
fazia la calentura muy grande, e dixo el ca-
uallero: «Señor, ¿quereys folgar aqui vn
poco?» El dixo quel plazia; ansí estando,
dixo la donzella al escudero que auia sed, e
que mirasse si fallarla agua, y el escudero
se partió dende, anduuo de vna parte en otra,
y fallo vna fuente que feruia y no miro si era
caliente o no, y tornóse a la donzella, e di-
xole que fallara la mejor fuente que nunca
fuera ni viera, y ella, que auia gran sed,
fuesse para la fuente e abaxosse a beuer y
cayo dentro; y el agua era tan caliento, que
feruia, y mato luego a la donzella; y quando
ouo de morir dio vna tan gran boz, que lo
oyeron los caualleros. e fueronse para alia, y
fallaron el escudero sobre la fuente, y no osa-
ua meter la mano dentro porque feruia.
Cap. CCCLY. — Como Lanraroie y Paloma-
des ouieron la haíalla (').
E preguntóle: «¿Do es tu señora?» Y el
dixo: «En esta fuente esta, mas el agua es
tan caliente, que no oso en ella meter la
mano para la sacar». Y el cauallero, con pe-
sar de la donzella, metió la máncenla fuen-
te e quísola sacar, mas no pudo, que lo que-
mnua el agua caliente, e dixo: «Ay Dios,
Cj No corresponde este epígraíe al conteaiclo del
capitulo.
¡como soy perdido!» Y dixo Galaz: «Señor
cauallero, ¿que aueys?» «¿Que? dixo el caua-
llero, sabed que he quemada la mano, que
esta fuente es tan caliente como si todo el
fuego del mundo la calcntasse». «Ay Dios,
dixo Galaz, esta es la fuente que fieme, de
que muchas vezes oy fablar». Estonce se san-
tiguo, y encomendóse a Nuestro Señor, o
dixo: «¡Ay padre Jesu Christo! si pluguiere a
vos, fazed que la calentura desta fuente aya
cima en mi venida, y que deste feruir que
esta fuente faze». E quando Galaz vuo fecho
su oración a Nuestro Señor, tornóse a la fuen-
te, y el cauallero, que vio esta marauilla,
fue mucho spantado, ca no pensó que fuera
por la bondad de Galaz; e Galaz dio gracias
a Jesu Christo, y sacaron la donzella de la
fuente , e pues la ouieron sacada , Galaz se
despidió del cauallero y fuesse su camino; y
el cauallero tomo la donzella e fizóla sote-
rrar, y fuesse para casa del rey Artur, y
contó en la corte que la donzella cayera en
la fuente y como se acabara la auentura della
por vn cauallero de vn escudo blanco y vna
cruz bermeja; y luego entendieron todos que
este cauallero era Galaz, y dixeron que aqiie-
11o no fuera por ingenio, mas por gracia y
amor de Dios que auia con el, e fizo el escre-
uir esta auentura con los otros; e después que
Galaz se partió del cauallero, anduuo muchas
jornadas por do Dios le guiaua, de que no
vos cuento aqui; que sabed que es gran cosa
si todas las auenturas de Galaz contasse, y
mas la postrera parte deste libro de mayor
pieca que las primeras; mas lo que dexo en
esta partida postrimera deste libro esta todo
en el cuento del Baladro (M-
Cap. CCCLYI. — Conw Palomades contó las
mieuas a LanQarote y a Estoi\ de Galaz y
de loft oíros (-).
Asi anduuo Galaz gran tiempo, como vos
digo, por el reyno de Londres; fizo tantas
cosas, que aqui no dize agora, assi como fue
sonado por todo el reyno, e aniñóle vn dia
que, yendo por la floresta, que fallo la bestia
ladradora, e yuan em pos della fasta veynte
canes; e la bestia fuese muy ayna; e assi
como la vio passar ante si, dixo en su cora-
con: «Agora seria yo malo si esta ventura
dexasse assi menos de no fazer ay todo mi
poder, pues tantos honbres buenos trabajaron
(') ( ) el autor se equivoca ó el Baladro á que alu-
de no es el misir.o que nosotros conoceir.os, porque no
constan en él aventuras de Galaz.
(') Este epígrafe y los dos siguientes corresponden
al contenido del capítulo CCCLVIII.
296
LIBROS DE CABALLERÍAS
e no pueden ay nada fazer^. Estonce se co-
mento a yr en pos della quanto pndo, e no
anduuo mucho que vio venir eni pos della
dos caualleros quanto mas ayna podian: y el
vno era Palomades el su calador, que axiia
gran tienpo que le seguia, y el otro era Per-
seual de Oaunes. E quando ellos vieron a
(ralaz, conociéronlo por el escudo, mas el no
conoscio a ellos, porque auia dias que no los
vio, y mas que auian canbiado las armas; e
tanto que llegaron a el, saluaronlo e fizie-
ronse conoscer, e fizieron gran alegría todos
tres, y ellos le dixeron: «Señor G-alaz ¿como
os fue después que nos partimos de en vno?»
Y el dixo: «Bien a la merced de Dios, y
falle muchas auenturas; e no falle, loado
sea Dios, auentura fasta aqui, a que no
diesse cima, sino esta bestia ladradora; esta
fue la primera que falle, y aun no le di
cima, auiendola fallado muchas vezes, e por
esta razón auria, si a Dios plugaiesse, saber
alguna cosa, donde venia em pos della, e
parecióme que venia cansada mas que solia» .
«Por cierto, dixeron ellos, mas ha de vn mes
que andamos en pos della, mas empero, pues
della aueys vos sabor, dexarla hemos, si os
plaze». «Xo fareys, dixo Galaz, ante quiero
que me fagays conpañia, e vamos en vno
buscarla» . Y estonce prometieron que nunca
se partirían de aquella demanda mientra
pudiessen, o que supiessen la verdad donde
aquellas bozes salían.
T'ap, CCCLYII. — De como Gnlitan e Agra-
iiai/)i mataron a Paloínades (*).
E, assi como os digo, fueron los tres com-
pañeros conpaña sobre la bestia ladradora, e
fueronse em pos della por do vieron (jue
yua, mas en todo aquel dia no la pudieron
fallar, tanto se les alongó, y estuuieron
aquella noche en la floresta, e no comieron
ni beuieron, ca no le tenian ni lo podian
uuer, y, assi como pudieron, passaron aque-
lla noche ellos e sus cauallos. E otro dia de
mañana caualgaron, e comentaron de andar,
e dixo Galaz a los otros: «Bien pienso que
oy dareys cima a esta auentura». «Señor,
dixeron ellos, ;,en que lo sabeys vos?» Y el
dixo: cPorque me lo da el coraron»; e andu-
uieron assi fasta ora de medio dia; estonce
fallaron los .xx. canes muertos que yuan em
pos della, e ouieron gran pesar, e dixo Ga-
laz: «Amigos, por aqui va la bestia, y ella
mato estos canes»; y ellos assi fablando fa-
(') No corresponde tampoco este epígrafe al conte-
nido del capítulo.
liaron vn escudero que yua a pie. e pregun-
táronle si viera la bestia ladradora, y el
dixo: «Yila en mal punto para mi, ca me
mato al cauallo e fazeme yr a pie» . «¿E por
do va?» dixo Gralaz; y el ge lo mostró, y el
fuesse em pos della.
Cap. CCCLA^III. — Como Laiifarote y Estor
llegaron a. la muerte de Palomades.
Tanto anduuieron, que entraron en vn
valle, e auia ay vn lago pequeño y era muy
fondo, y en aquel lago estaña la bestia, que
quería beuer, ca auia gran sed, y en la ri-
bera estañan bien .xx. galgos que auian ve-
nido con Palomades, que se adelantaron, e
quando vieron la bestia, cercáronla de todas
partes, e comentaron a ladrar tan fuerte,
que lo oyeron los caualleros que la busca-
uan, e dixo Gralaz a Personal: «¿Oys vos
aquellos ladridos?» «Si», dixo el, «,\lli esta
la bestia, vamos alia». Estonce fueron quan-
to pudieron, e desque llegaron al lago vieron
la bestia dentro e los galgos aderredor la-
drando; y no estaña tan lexos de la ribera
que no la pudiessen bien ferir a su voluntad
de lanoa, tirandogela. E quando ellos assi la
vieron cercáronse bien, e Palomades, que
era su enemigo porque le matara los .xi.
hermanos, e lo auia mucho a coraron por el
gran afán que passara por ella gran tienpo
auia, dexose laucar en el lago assi a cauallo,
y dexo correr la lanr-a, e diole tan gran gol-
pe por los costados, que la lanr-a le salió de
la otra parte bien vn palmo, y ella, que se
sintió ferida, dio vn bramido tan doloroso,
que se espanto el cauallo de Palomades e los
otros, de guisa que no los podian tener; e la
bestia, que era ferida de muerte, metióse so
el agua, y enpe^o a fazer gran tenpestad
por el lago, e dar bozes e ladridos, que pa-
recía que todos los diablos del infierno anda-
uan dentro; y el lago comenr-o a feruir den-
tro e a echar llamas, assi que no ha honbre
que lo viesse que no lo tuuiesse por la mayor
marauilla de todo el mundo; mas aquellas
llamas no duraron mucho, mas el feruor e la
calentura del lago nunca después quedo, e
aun dura, e durara para sienpre, y assi
como los honbres piensan, por esta calentu-
ra aquel lago ha nonbre el lago de la bestia
ladradora; e pues los tres caualleros estuuie-
ron gran pieQa mirando la marauilla e que
la bestia no parecía, dixeron: «Esta bestia
es de gran marauilla»; dixo Galaz: «Este
lago os canbiado, ca ante estaña frío e agora
esta caliente, e sabed que nunca quedara de
feruir en el nuestro tienpo, e agora nos pode-
mos bien yr. qup sin Falta psta auentura es
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
!97
acabada, e jamas esta bestia no vera hombre
del mundo mas que nos vimos; e vos, don
Palomades, deueys auer la lionrra y el prez
desta auentura, e nos ser testigos dello»; e
Palomades ge lo gradéelo mucho porque el
tan bien dezia, e dixeron: «Agora deuemos
gradecer a Dios la buena andanza que nos
dio». Después partiéronse del lago, e lueron-
se a vna hermita, que fallaron lo que menes-
ter ouieron, e folgaron ay aquella noche;
otro dia de mañana caualgaron e fizieronse
armar, e anduuieron mucho de so vno, e la
liaron muchas auenturas que dieron cima,
de que aqui no cuenta mas; quien las quisie-
re saber tome el libro del Baladro (M- E an-
duuieron tanto por las tierras, que fallaron
a Boores de Gaunes, e después fueronse para
Corberic. mas como entraron en el palacio
auenturoso, e de como llegaron los veynte
caualleros, e de como fueron todos ahonda-
dos del santo comer, e de como el rey Pellos
fue guarido, e como se partieron dende, no
lo escreuimos aqui, porque esta escrito en el
libro de Galaz; mas porque los caualleros
qne fueron posados al sancto comer e fueron
ahondados de todos los bienes, no dezia alia
quales fueron, e quierovoslo aqui dezir: El
vno fue Gralaz; y el otro Perseual; el .iii.
Boores; el .iiii. Palomades; el .v. Melegas
de la Marcha, a quien Gralaz fizo cauallero,
e de las sus buenas cauallerias no vos conté
aqui, por el libro que se ñzo grande, mas
quien las quisiere saber, tome el libro del
Baladro, que ay las fallara. Y el .vi. auia
nonbre Layn el blanco; y el .vii. Artur el
pequeño; el .viir. Claudin, fijo del rey Cla-
dis, muy buen cauallero e de buena vida.
El .nc. era vn cauallero viejo de saneta vida;
el .X. Permebel; el .xi. Persides de Gfalaz:
el .XII. Merengis; e agora os dexare todos
estos; e deziros he de Palomades que fue del
desque se partió de sus conpañeros, lloran-
do porque se partia de Gralaz, e diziendo:
«Señor don Gfalaz, saneta cosa e santo cuer-
po, este apartamiento que fago de vos me
mata, y he miedo que no plazera a Dios que
mas os vea; e si assi fuere, ruegoos que se os
mienbre de mi, ca vos me quitastes de toda
cuyta y de toda lazeria, y me posistes en la
buena ventura. E quanto bien he. todo lo he
auido por vos. Por ende os ruego que pidays
a Dios merced por mi, que el no me oluide,
y que me dexe fazer tales obras, por que me
aya el anima quando me saliere del cuerpo» ;
e Galaz le dixo que assi lo faria. Estonce se
partieron, e fue cada vno por do Dios lo
guio. Agora no dize aqui de las auenturas que
(•) Véase la nota final del cap. CCCLV.
los otros passaron y como les fue; que todo
esta en el libro del Baladro, mas cuenta de
Palomades como se oonbatio con Lancarote.
Dize el cuento que Palomades se partió
de Galaz e de los otros caualleros que salie-
ron de Corberic; anduuo gran tienpo sin
auenturafallar, o fallo vna fuente, e descen-
dió a ella del cauallo, e beuio del agua, e
pues vuo beuido, sentóse por folgar; y el ansi
estando, auentura traxo por alli aLancarote,
e a Estor su hermano. Lancarote, que lo
vio, conoció el escudo de Palomades, e dixo
a su hermano: «Vedes alli vno de los bue-
nos caualleros del mundo, e no a mucho que
lo proue de lanoa e no fue ninguna mejor
sobre el, e por ende lo querría prouar de la
espada, por ver si es tan buen cauallero
como de lanoa; mas esto no quiero yo si a el
no pluguiere; e agora yd a el, dixo a Estor,
e dezilde que lo llamo a la batalla de las es-
padas. Mas de guisa ge lo dezid, que no se
ensañe» . «¿E como ha nonbre?» dixo Estor.
«Yo vos lo diré otra vez», dixo Langarote.
Estonce se fue Estor a Palomades, e dixole:
«Señor, veys alli vn cauallero estraño que
demanda batalla, guardaos del» . «v.Y quien
es?» dixo Palomades. «No lo podeys agora
saber» , dixo Estor. «¿E como me llama a ba-
talla, dixo el, que yo' pienso que nunca le
erre?» «Pareceme que assi es» , dixo Estor.
Y estonce tomo su cauallo e caualgo, y quan-
do Lancarote le vio, metió mano a la espada,
o fuesse contra el, e Palomades otrosí. Es-
tonce comencaron la batalla, tan braua e
tan espantosa, que bien parecía a Estor que
no auia tales dos caualleros en el mundo, y
sus espadas eran tan buenas, que sus armas
no las podian anparar que no se cortasen en
los cuerpos, e que no se fiziessen muchas lla-
gas grandes y per[ueñas. E tanto les duro la
batalla, que anbos auian sabor de folgar; ca
ambos auian mucho menoscabado de su fuer-
ca, e auian perdida mucha sangre; mas Lan-
garote auia ya quanto de mejoría de la bata-
lla, mas no" mucho, ca era de gran bondad
de armas Palomades, e eonbatieronse tanto.
(|ue no lo podian sofrir, ouieron de folgar, e
fizieronse afuera. E Palomades miraua a
Langarote, e quando lo vio tan grande y for-
móse, e lo fallo de tan gran bondad, diole el
coragon que era algún cauallero de la Tabla
Redonda, y que si mas con el se conbatia.
que seria perjuro, e dixole: «Señor caualle-
ro, tanto me conbati con vos, que no pude
mas; e tan gran bondad he fallado en vos,
que os desseo mucho conocer; por ende os
ruego, si os plaze, cpie me digays vuestro
nombre, ante que mas fagays, e si por ven-
tura os erre en alguna cosa, emendarvoslo
298
LIBROS I>E caballerías
he». «Cierto, don Palomailes, dixo Lanca-
rote, nunca me errastes ni os desamo, ni
esta batalla cometí ¡lor desamor que con vos
auia; antes lo fize por saber si erades tan
buen cauallero de espada como de lanca; e
yo he visto en vos que sojs vno de los me-
jores caualleros del mundo; porque os llame
a batalla no lo auiendo merescido. tengo que
os erre malamente, e quiero vos lo emendar
a vuestra voluntad: e si os plaze que la ba-
talla se parta, a mi plaze, que yo conozco
mejor vuestra bondad que vos la mia--).
«¿Como? dixo Palomades; ¿por esso comen-
bastes la batalla y no por al?» «Xo. por bue-
na fe», dixo el. E Palomades dixo: «Esta es
gran marauilla; mas agora me dezid vuestro
nombre» : y el dixo que le dezian Lanoarote.
E quando Palomades vio que aquel era Lan-
oarote, el mas nonbrado cauallero del mun-
do fuera su hijo Gralaz, echo el escudo en
tierra, e dixo: «Ay señor, merced, que yo
me doy por vencido, e por Dios, si os erre en
algo, que me perdoneys» . E Lanoarote le dixo
que perdonasse y que el le perdonaría. Y
después se assentaron por folgar e por fablar
algunas cosas de sus auenturas. E Lancarote
pregunto a Palomades como se sentia, y el
dixo que mucho mal, «ca me errastes siendo
de la Tabla Redonda, que no deuiades meter
mano en mi en ninguna guisa»: e contole
como le auiniera en la silla fie la Tabla Re-
donda. <'Bien veo, dixo Lanoarote. que os
erre, mas ruégeos que me perdoneys»; y
el perdonóle de grado, y fueron anbos ami-
gos. «Agora, dixo Lanoarote. ¿de Galaz sa-
beys algunas nueuas?» Y el contóle como
fuera con los .xn. que comieron a la sancta
mesa, do el sancto comer fue enbiado, en
casa del rey Pelles. e todas las auenturas;
e como después se partieron de Corberic; e
sabed que mientra esto dezia Palomades.
Lancarote lloraua de alegría, de las nueuas
que oyó de Galaz, y desque lo ouo contado,
desarmóse e fizóse catar las ferídas lo mejor
que pudo, e tanbien Langarote era malferí-
do: y después caualgaron, e fueronse todos
tres, e no anduuieron mucho que fallaron
tres carreras, e partiéronse de en vno, e
Palomades tomo a siniestro, que yua mal
ferido e perdía mucha sangre, e no se podia
tener en la silla, e por su fuerte ventura
ouo de fallar a Galnan e Agrauayn su her-
mano, que lo desamauan mortalmente, y
ellos andauan sanos e bien andantes; ca
pieoa auia que no fallaron auentura por que
gran afán sufríessen; e Galuan, que vio a
Palomades, conociólo, e porque lo vio caual-
gar tan flacamente, entendió que era ferido,
e mostrólo a su hermano Aerauavn. e diio-
le: «Yeys aquí vn cauallero, el honbre del
mundo que yo peor quiero e que mas me
erro». «Bien vos digo, dixo Agrauayn, que
esso mismo fizo contra mi, e no se que faga-
mos, que yo se qne es vno de los buenos ca-
ualleros del mundo e que mejor se defiende
si lo acometen, e agora catad lo que quereys
fazer. ca no es pequeña cosa de acometer ni
cauallero que es de gran bondad mucho».
«Seguramente lo podemos acometer, dixo
Galuan. ca me parece que anda mal ferido».
«Estonce, dixo Agrauayn, no se lo que ende
me auerna. mas pues lo quereys, yo lo aco-
meteré». Estonce le dixo: «Don Palomades,
guardaos de mi, ca vos desafio»; y esso mis-
mo le dixo Galuan. Quando Palomades vio
venir anbos hermanos assi contra el, cono-
ciólos, e no supo que fazer, e dixo: «Si yo
meto mano en ellos, seré perjurado, pues son
oonpañeros de la Tabla Redonda como yo».
Estonce dixo Agrauayn: «Cauallero, veni
acá. que quiero vn poco fablar con vos»; y
el fizólo, e Palomades le dixo: «¿Soys vos de
la Tabla Redonda?» «Si», dixo Agrauayn.
<:Pues los conpañeros de la Tabla Redonda
no se pueden conbatir en vno, por mal ta-
lante que ayan, que no sean perjurados».
«¿No? dixo Agrauayn, pues este pleyto es
partido >. E Palomades dixo: «Yo soy de la
Tabla Redonda»; e paróse ante Galuan ('), y
el dixo: «Palomades, todo esso es nada, que
cierto vos soys muerto, ca si no Dios, no a
cosa que os defienda». «Ay don Galuan, dixo
Palomades, tal tuerto y tan villanía no que-
rays fazer, pues no vos merecí muerte, de-
mas que so vuestro conpañero de la Tabla
Redondas ; e Galuan le dixo: «Si quereys,
defendervos. si no dexaos matar, ca sin falta
en esto soys». E Palomades les dixo: «Por
buena fe, vos fazeys mal, ca si estuuiesse
como oy en la mañana estaua, no me fariays
esto, que soy mal llagado, que batalle con
Lanoarote: y si me matays agora, no gana-
reys al, sino mal j desonra. ca no ay en mi
defensa ninguna ; enpero defenderme he
quanto pudiere, e si muriere, moriré a tuer-
to; e como quier que sea. Dios me ayudara, y
el aya merced al anima, que la carne en peli-
gro es», y metió mano a la espada, e dixo:
«Agora venga el primero que querrá ser per-
jurado y desleal». E Galuan se fue para el,
e dixo: «Todo esso no es nada»; e fuele
dar vn golpe por cima del yelmo quanto
pudo, e Agrauain salió de la otra parte, e
diole vn gran golpe; e comentáronse a dar
grandes golpes en quanto podían. Y el se
defendía tan bien, según el poder que auia,
(*) £1 texto diee aAgranaiiu).
LA DEMANDA DEL SANCTO GRLVL
¿iii>
que no ha honbre que lo viesse que no fli-
xesse que era buen cauallero; y defendién-
dose, se le quebraron las llagas, assi que en
poca de hora fue el canpo lleno do sangre
que salia del; e por esto vuo de- perder toda
su fiierca y el coracon: e sus mienbros le
faltaron, e todavía, dando golpes en el, ouie-
ronlo a derribar, e cayóle el espada de la
mano y el cayo en tierra como muerto, y
Galuan que lo vio caydo, decendio del cauallo
e quísole tajar la cabeoa, e Agrauain se fue
para el, e díxole: «Por Dios, merced herma-
no, e no fagays tal crueldad ni le fagays mas
mal, ca sabed que es muerto, e no le que-
reys tajar la cabeca a tan buen cauallero
como este; pero vamonos, ca mucho auemos
hecho»; e Galuan le dixo: «Si vos lo qiiere-
des, no ge la cortare, mas no me escapara» .
E metióle la espada por medio del cuerpo; y
Palomades, que se sintió ferido de muerte,
dio vna boz, diziendo: «¡Ay Dios, aued mer-
ced de mi, e no cates a mi pecado, ca por
mis pecados merece yo tal muerte!» Estonce
se estendio con la cuyta de la muerte, e Glal-
uan e Agrauain que esto vieron, dixeron:
«Vamonos»; e Cfaluan dixo: «Yamos, ca este
nunca nos fai-a deshonra»; e Agrauain dixo:
«Si Dios me vala, mucho me pesa porque
tanto fezimos, ca mucho era honbre de gran
caualleria, e tal daño molo sera de cobrar».
Cap. CCCLIX. — Como Esclahor se nmio por
duelo ffe su hijo Palomades (•).
Estonce se fueron ambos hermanos, e de-
xaron a Palomades assi como os digo; e Gal-
uan fue muy alegre porque assi lo hiziera; e
Agrauain no tanto, ca mucho le preciaua de
caualleria, e no eran aun alargados, que vi-
nieron ay Lancarote y Estor su hermano, y
fallaron a Palomades de rostro en tierra so-
bre su escudo; e tanto que lo vieron, cono-
ciéronlo por el escudo, e dicieron a el. y er-
guiose el yelmo y el almófar, y quando vie-
ron que era tan mal ferido. dexaronse caer
sobre el, e fazian tan gran duelo que era
marauilla, e dixeron: «Esto es gran daño e
menoscabo para los conpañeros de la ilesa
Redonda, e maldito sea de Dios quien tan
buen cauallero mato»; y ellos assi fablando,
vieron a Palomades que aun no era muerto,
y oya el duelo que fazian sobre el; y el en-
tendió bien que no era Galuan ni su herma-
no el que fazia el duelo, y esforzóse quanto
pudo, assi que abrió los ojos, e católos; e
(') Este epígrafe corresponde má-; bien al capí-
tulo CeGL^I.
quando los conoscio, comenyo a llorar porque
dexaua tal conpaña como aquellos caualleros,
e a cabo do tienpo dixo: «¡Ay mi señor Lan-
garote, yo soy muerto; por Dios, menbreos
de mi, ca vos soys el lionbre del mundo que
yo mas quiero, fueras don Galaz, y no me
oluides despiies de mi muerte; e vos, don Es-
tor, si nunca me amastes en vida, menbra-
sevos quando fuere muerto» . «Ay don Palo-
mades, dixo Langarote, por Dios, dezidme
¿quien os fizo esto?» «Señor, dixo el, esto me
fizo (jaluan, y sin razón, e Dios se le perdo-
ne, ca yo le perdone, e Agrauain su herma-
no le ayudo, e mas le peso a el que le plu-
go». «¿E vos pensays que podays sanar?»
dixo Lancarote. «No, dixo el, ca yo soy
muerto sin falta, mas ruegoos que quando
fuerdes a la corte, que me saludes al rey Ar-
tur y a todos los caualleros de la Mesa Re-
donda, e quando esto vuo dicho, ferióse en
los pechos llamando su culpa e repentiendose
de sus pecados, e dixo: «Ay Dios, padre de
piedad, aued misericordia de mi según tu
sabes que yo serui lealmente e de buena vo-
luntad desque yo recebi tu creencia, assi
aued agora merced de mi alma, ca a esta sa-
zón no he al menester si no la tu merced» .
Estonce callo vna pie^a, e después dixo: «Ay
muerte, si tu quisiesses, aun yo seria honbre
bueno a Dios e al mundo»; e junto sus ma-
nos contra el cielo e dixo: «Padre de piedad,
en tus manos meto mi anima, e no cates a
mi pecado» ; estonce puso las manos en cruz
sobre si, e salióle el ahna del cuerpo. Y Es-
tor e Langarote fizieron gran duelo sobre el
toda la noche, ca era ya tarde quando fino,
e no comieron ni beuieron, sino fazer duelo,
e Langarote dixo: «¡Ay Dios, que gran daño
e menoscabo ay aqui, e quien podra cobrar
el daño e lafperdida que aqui viene!» «Cier-
to, ninguno, dixo Estor, ca en el mundo no
fue mejor cauallero saluo Gralaz» . E assi
como os digo fazian gran duelo ambos her-
manos, ca apreciauan mucho la bondad e
caualleria de Palomades.
Otro dia de mañana, el sol salido, vino ay
Esclabor^su padre, e pregunto a Lancarote
e a su hermano que por quien fazian tan
gran duelo; y ellos dixeron que por Palo-
mades el buen cauallero. Y quando oyó que
era su fijo, no vuo poder de tablar, tanto
tenia gran ansia en el coragon, e dexose
caer del cauallo en tierra. Y ellos que lo
conocieron, fueronse para el, e quitáronle
el yelmo, e falláronlo amortecido que no se
mudaua poco ni mucho. E yogo assi vna
gran piega. E quando acordó, dio grandes
bozes, diziendo: «¡Ay mi fijo, muy que-
I rido de todos! ¡Como ay aqui muy malas
300
líbeos de caballerías
nueuas para mi!» Y estonce se dexo caer so-
bre el, e comentólo de besar eu la cara, que
tenia llena de sangre e de poluo. Y quando
los hermanos esto uieron ('), conocieron que
era su padre Esclabor, e comencaron a fazer
mayor duelo que ante: assi estuuieron lia-
ziendo su duelo todos fasta ora de nona, y
después dixo Esclabor: «Señores, yo soy
muerto, e jamas no aure bien ni alegria;
porque sabed que quien vio morir onze fijos
ante si como yo, no se como puede ningún
bien auer: e auiame agora fincado tal fijo ca-
uallero como este, por quien yo e todo su
linage era temido y honrado. E agora lo veo
muerto ante mi de tan cruel muerte; no se
como yo puedo biuir, sino que me quiero
morir, pero antes que me muera, os pido
por merced que me ayudes a leuar a mi
fijo a vna abadia que es aqui cerca, do lo
soterremos; ca yo soy tan viejo, que no lo
podria alia leuar, e quiero que yaga alli so-
terrado, porque yo la fize» . Y" ellos dixeron
que lo farian de grado; e después caualgaron
en sus cauallos, e Langarote tomo a Paloma-
des ante si, e fuesse con el al abadia; y el
padre de Palomades con ellos, faziendo gran
duelo.
Cap. CCCLX. — Como fue enterrado Palo-
mades en el abadia^ e hazian duelo 2'>or el.
Y quando vinieron al abadia fizieronle
todo su misterio como christiano auia de
auer, y enterráronlo; y quando esto vuieron
fecho los hermanos, dixoles Esclabor quien
matara a Palomades; e partiéronse de ay e
fueron su carrera. Y el padre finco ay, o fizo
fazer vn monimento muy rico, e fizólo cu-
brir de plata, que no fallauan otro mejor en
todo el reyno de Londres: e cada dia salia
alli Esclabor, faziendo gran duelo por su fijo
Palomades. Y los frayles, que sabian bien
fiue Palomades fuera vno de los caualleros
del mundo, oyeran dezir como lo mataran
Graluan e su hermano Agrauain, dixeron que
fiziessen fazer letras sobre el monimento que
dixessen su bondad e su muerte. Y el padre
les dixo de que serian las letras. Y ellos di-
xeron que de oro. X el dixo: «Pues esto que-
reys fazer, yo os ruego que me dedes vn
don»; y ellos se lo otorgaron. «Y"o os ruego,
dixo el, que fagays las letras dé lo que yo
os embiare de mañana» ; y ellos dixeron que
eran contentos; estonce se partió con gran
duelo, e fuesse, e leuo consigo vn escudero
que truxesse lo que Esclabor le queria dar
(') El original: ííestuuierorn).
para fazer las letras, e anduuieron tanto que
anochecieron en vna montaña entre vnas pe-
ñas, e yoguieron ay aquella noche.
Cap. CCCLXI. — De la euyta qtie haxia Ef<-
clahor el desconoscido por la miierte de Pa-
lomades su hijo.
Otro dia, quando el sol salió, leuantose
Esclabor, e saco su espada, e tomo su yelmo
ante si, e diose con su espada por el cuerpo,
e paro su yelmo por do salia la sangre, e
finchólo della, e desi dixo al escudero:
«Amigo, toma este yelmo con esta sangre,
e leualo al abadia, e dezid a los frayles de
mi parte que fagan las letras sobre mi fijo
como me i^rometieron; assi que por aquellas
podran ver la remenbranca del fijo de Es-
clabor e de su padre como murió con gran
pesar, ca después de la muerte de mi fijo
no podria biuir yo, e por ende me vale
mas la muerte que la vida; e ruégete a
ti, escudero, que fagas echar mi cuerpo cerca
de mi fijo, pero no con el, ca no soy tal que
deua yazer con tan buen cauallero como el
fue»; e tomo su yelmo con su sangre, e diolo
al escudero, e dixo: «Amigo, faze lo que te
ruego»; e quando esto vuo dicho, tomo su
espada, e diose por los pechos, e cayo muerto
en tierra. Y^ el escudero, que esto vio, fue
espantado, e dixo que aquellas nueuas íeua-
ria a los frayles, e partióse y fuesse para el
abadia con su j^elmo lleno de sangre, e diolo
a los frayles, e contó todo lo que auia visto;
e oyendo esto, ouieron gran pesar: e fizie-
ronle assi como el mando. E las letras fueron
fechas sobre su moni miento de Palomades, o
dezian que le mataron Galuan e su hermano
Agrauain con maldad, siendo su conpañero
y estando íerido. E como su padre Esclabor
se matara por si. E que las letras eran de su
sangre, e muchos vuieron gran pesar de su
muerte, porque lo preciauan mucho por su
caualleria e de su gran bondad. E quando el
rey Artur lo supo, vuo gran pesar, e dixo
que de muerte de vn honbre no vino en el
reyno de Londres tan gran daño tienpo auia.
E dixo que maldito fuesse Galuan de Dios, e
que malas nueiias viniessen del a la corte
porque tanto tanto mal auia fecho en aquesta
demanda, e que Dios le deparasse quien le
matasso. E vuieron gran pesar en la corte, e
muy gran duelo de Esclabor que assi se ma-
tara. E los frayles fizieron leuar su cuerpo al
abadia, e fizieronlo soterrar cerca su hijo. ^'
assi como os digo, morieron padre e hijo,
que fueron buenos christianos desque reci-
bieron baptismo.
E agora finca este cuento, e torna a Galaz.
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
301
Cap. CCCLXIL — Como Galaz, c Perseual^
6 Boorcs^ fueron en Corheric.
Dize el cuento que pues Galaz, e Perseual,
e Boores, fueron en Corberic de sus conpa-
ñeros, como ya os dixe. anduuieron gran
tienpo como auentura los guiaua. Y ellos
assi andando, que cuydauan que andauan
por el mar, falláronse cerca de Corberic, en
aquella hermita do el rey Pelles se metió
liermitaño. Y quando el rey vio a Galaz, fue
muy alegre, e recibió muy bien a el e sus
conpañeros, e, porque era tarde, fincaron
con el aquella noche, e quando vuieron ce-
nado de lo que el rey les dio, dixo Galaz al
rey: «Señor, queria vos demandar vna cosa,
si vos pluguiera de la dezir, que la querría
mucho saber, e bien creo que no lo puede
saber si por vos no > . Y el dixo que las diria
de grado, sabiéndolas, e que dixesse quales
eran, e Galaz dixo: «¡Señor, yo vi en esta
tierra tres marauillas muy grandes! La vna
fue de la bestia ladradora, que Palomades
mato en el otro dia; y la otra de la fuente
de guaricion; e la tercera de vna dueña de
vna capilla»; e deuisole como la viera. «¡Ay
Galaz, dixo el rey, estas son las grandes
marauillas del reyno de Londres, e tienpo
ay que acaeció! E yo os diré como, e deziros
he de la bestia ladradora, porque la mentas-
tes primeramente que las otras».
Cap. CCCLXm. — Como la hija del rey Ypo-
mcnos amo jwr su mal a su hermano.
«Abordad es que fuesse sazón que en esta
tierra auia vn rey que tenia nombre Ypome-
nos. y este rey auia vna fija, la mas fermosa
que fallauan en el reyno de Londres, e auia
vn hermano niño, muy apuesto e de santa
vida, y era de tan gran bondad, e tan sesu-
do, e hermoso, e humildoso, que quantos lo
veyan se marauillauan y se enamorauan
del; mas la donzella, muy mas que el de
gran sapiencia, que auia los mejores maes-
tros consigo que auia en toda la tierra, que
le amostrauan las sus artes riuanto mas ellos
podian, e quando la donzella llego a edad
de .XX, años, fue tan entendida e tan sabido-
ra, que todos se marauillauan, e no le sabian
preguntar cosa de clerezia que ella no diesse
cabo, mas no estudiaua en ninguna arte
tanto de coracon como en nigromancia; e no
auia mayor sabor al mundo de cosa como a
Dios, e desi comento de amar a su hermano
el amor que le deuia. Y el era virgen, e lo
queria ser todos los dias de su vida, e dessea-
ua de seruir a Dios; y ella demandóle su
amor, y el vuo ende gran pesar, e dixo a su
hermana por meterle miedo: «Ve tu via,
malauenturada, e no me lo digas mas, si no,
yo te fare quemar biua». Y ella vuo ende
gran vcrguení^'a e pesar de su mal andanga,
e fue toda tollida e loca; mas, maguer que
su hermano lo maltraxo, no lo amo menos
que antes, mas mucho mas. Y ella prouole
en todas las guisas que pudo, tanbien en el
eregia como en al, si lo podria auer; mas
nunca con el pudo. Y^ quando ella esto vio,
dixo que mas le valdría morir que biuir
aquella vida.»
Cai'. CCCLXR^. — Como el diablo enqaíio la
donxella, que se queria matar.
«Y estonce tomo vn cuchillo que tenia en
su arca, e apartóse de sus donzellas, e fuesse
a vna venta de su padre, a vna fuente que
ay auia, do se querría matar por salir de su
cuyta en que biuia: e assi estando, apares-
cióle el diablo en semejanza de lionbre muy
hermoso, e bien hecho a ma ranilla. E quan-
do vio que se queria matar, dixole: «Donze-
lla, no vos mateys, e atended vn poco fasta
que fable con vos»; y ella, que esto oyó, fue
toda espantada e tuno el golpe que no se
firiesse. Y ella dixo: «¿Quien soys vos?»
«Soj'', dixo el, un hombre que vos precio e
vos amo sobre quantas donzellas en el mun-
do son. E pésame mucho porque no aueys lo
que desseays». Y ella, oyendo esto, fue es-
pantada, e dixo: «Y os ¿que sabeys que es lo
que yo desseo e no lo puedo auer?» Y el
dixo: «Yo se bien esto, e deziroslo he, si
supiesse que no os pesarla». «Dezidmelo»,
dixo ella. «Yo os lo diré, dixo el, pues lo
quereys saber; vos amays a vuestro hermano
tanto, que a pocas no morides por el. E por
ende vine yo aqui; si vos quisierdes fazer lo
que yo vos dixere, e yo os lo haré auer a
vuestra voluntad muy ayna». E quando la
donzella esto oyó, dixo: «Yo se bien que si
esto es verdad, que vos sabeys lo que hon-
bre ninguno nunca supo, saino yo o mi her-
mano. E por esso se yo bien que dareys cima
a lo que prometedes, e por ende vos otorgo
de fazer lo que me mandardes, por pleyto que
me atengays lo que dezis» ; y el ge lo prome-
tió, y ella dixo que demandasse. «Señora,
dixo el, yo pido en gualardon que me deys
vuestro amor» . «Ay señor, dixo ella, ¿y como
haria yo esto, que amo tanto a mi hermano
que muero por el? E, si lo vuiere a mi volun-
tad, como vos dezis, e no fuere virgen, ¿que
sera de mi?» «Yo os porne consejo a esso»,
dixo el, y ella dixo que no osarla hazer. Y el
dixo: «O vos fareys lo que me prometistes, o
vos sereys perjurada e nunca aureys lo que
302
LIBROS DE CABALLERÍAS
desseays», y aquella, que era llena de peca-
do y ei diablo la auia encantada, acordó de
se lo otorgar, pero muy a miedo, y aun fazia
mas porque le pareció muy fermoso e apues-
to, e después otorgogelo.»
Cap. CCCLXV. — Covio otorgo la don\eUa
su amor al diablo.
«E assi como os digo otorgo la donzella su
amor al diablo, e después yogo con ella, assi
como el padre de Merlin. Y quando yogo con
ella, Tuo ella tan gran sabor, e tomo con el
tanta querencia , que vuo de oluidar a su
liermano, e comento a desamarle de tan
mortal desamor, que no auia cosa en este
mundo que peor quisiesse, e dixo que le bus-
caria su muerte, si pudiesse. Y después,
quando ouieron acabado su mal, comencé a
pensar muy fuerte como podria matar a su
hermano; y el diablo dixo: «Dezid. señora,
¿que pensaysV.> Y ella dixo: «Yo pienso en
vna cosa, que no la diria a vos ni a otre». Y
el dixo: «Yo se bien que pensays en matar a
vuestro liermano». «Dezis verdad, dixo ella,
e agora veo bien que vqs soys el mas sabio
lionbre deste mundo; e pues vos sabes mi
voluntad, no vos encobrire cosa; e sabed que
desque yogue con vos, yo lo desamo, e no ha
cosa por que no le busque su muerte, en
ijuantas guisas yo pudiere. E yo os ruego,
por el amor que comigo aueys, que vos me
consejes como lo mate, e yo seré vuestra para
sienpre, e haré vuestro mandado; e sabe
que no ha cosa en el mundo que yo peor
quiero que a el». «Yo vos consejare, dixo el,
pues coraron teneys de matarlo, como lo aca-
bedes; embiad por vuestro hermano, e dezid
que quereys con el fablar en vna cámara, e
quando fuerdes dentro con el, cerrad la
puerta em pos vos, e demandalde su amor,
y el no lo querrá fazer; e vos traued del e
teneldo bien, y ensañarse ha assi, que os
ferira, mas no mal; e vos dad grandes bozes;
todos los caualleros e los otros vernan ay, y
el rey vuestro padre. Estonce dezid tos que
os forco, y el vey lo liara luego prender, e
hará del justicia qual vos querays, e assi
acabareys lo que quereys.»
Cap. CCCLXVL — Como la donzella einhio
por su hermano, por auer con el su amor.
«Bien assi cora.o el diablo le consejo, assi
lo fizo, ca cuydo que bien le auia consejado;
después fuesse para su cámara, e fizo embiar
por su hermano, y el vino luego; y ella le
demando su amor, y el alQO la mano e diole
vn golpe en el rostro, assi que toda la cubrió
de sangre. Estonce comeiico ella a dar bo-
zes: «¡valia! ¡valia!» Assi que lo oyó el rey
e los caualleros que estañan en el palacio, y
fueron alia corriendo e abrieron la puerta.
E quando entraron dentro, fallo el rey su
fija sangrienta, y preguntóle que quien assi
la auia ferido, y ella le dixo: « Señor, esto
me fizo mi hermano, que me escarneció».
«;Y como? dixo el rey ¿yogo contigo?» «Si,
dixo ella, a mal de mi grado». Y el rey fizo
luego prender a su fijo, e fizólo meter en la
prisión, e dixo a su fija: «¿Yogo oy coutigoV»
«No, dixo ella, mas gran tienjio ha que yogo
comigo, e nunca vos lo ose decir de miedo
que me matariades. Y agora, porque no quise
consentir, me fizo esto que veys» . Esto dezia
ella porque se sentia preñada, y que cuydas-
sen que era de su hermano. Assi como os
digo metió el rey Y'pomenos a su fijo en
prisión por la deslealtad de su fija, y el don-
zel so desculpaua asaz del, y dezia la des-
lealtad que ella fiziera, mas no le valió nada,
ca todos cuydauan que era assi como ella
dezia.»
Cap. CCCLXYII. — Como el re>j ayunto toda
su corte sobre el hecho de su fijo e de sit fija.
«El rey vuo tan gran pesar deste hecho,
que allego toda su corte, e que le juzgassen
por derecho juyzio si merecía muerte su fijo,
y ellos juzgaron que, según ellos oyan y la
donzella dezia, que deuia morir. Y el rey
pregunto a su fija que muerte queria que
diessen a su hermano. «Yo quiero, dixo ella,
que lo mandeys echar a canes que ay siete
dias que no coman»; y assi lo hizieron. Y el
donzel, que era tan fermoso e tan mesurado,
e que era tan bueno con Dios e con los hon-
bres, fue traj'^do a los canes que morian de
hanbre. Y quando vio que le juzgauan a
muerte, y que no podia escapar, dixo: «¡Ay
hermana, tu sabes que me fazes morir a gran
tuerto!» Y esto oyera el rey e quantos ay
estauan, e dixo: «Hermana, sabes que no
era yo culpado en esta muerte de (¿ue tu me
fazes morir, e no me pesa tanto de mi muer-
te como de los que lo oyeran; y tu me fazes
sufrir venguenf,-a, e morir sin merecimiento;
mas aquel me vengara que sabe tomar ven-
ganza de las grandes deslealtades del mun-
do, e aquel te dará el gualardon, y esto sera
bien presto. Aquel que traes en el vientre
parecerá que no es de mi, que del vientre
saldrá tan espantosa vista, qual nunca vio
honbre ni muger; y el diablo yogo contigo
como tu sabes, y el diablo traes en tu vien-
tre; e al tienpo del parto saldrá de ti en guisa
de bestia, la mas dessemejada que nunca na-
LA DEMAJMÜA DLL tíA^sUlU ÜLIAL
;J(!
cío ni honbre ha de ver. y fara mucho mal en
la tierra, e matai-a muchos honbres, e ponqué
tu me hazes dar a canes, aura en su cuerpo
canes que sienpre andarán ladrando e dando
bozes, en remcubranc^-a e en afirmamiento de
rai muerte que yo recibo sin razón; e nunca
quedaran de ladrar e de fazer mal, fasta que
venga vn cauallero auenturado que ha nonbre
Galaz, e como venga, aquel yra en su caQa.
E por aquel morirá el doloroso fruto que de
tu vientre saldrá». Esto dixo a su liermana,
mas no lo crej^eron, mas echáronlo a los ca-
nes, que lo comieron. E después el rey fizo
guardar su fija hasta que pariesse, y quando
vino su tienpo, las dueñas que estuuieron al
parto, cuydaron fallar fijo, e fallaron la mas
desfigurada bestia que nunca nació, ela mas
dessemejada que oystes: e las dueñas, vien-
do tan maldita cosa , de pauor que ouieron
cayeron todas muertas, que no finco ay nin-
guno sino ella e vna diieña ; e la bestia salió
tan aja-ada, e fuesse assi, que no vuo en el
castillo quien la pudiesse tomar, e yua dando
tan grandes ladrides e bozes , que semejaua
que quautos lionbres auia en la tierra yuan
en su cuerpo. Quando el rey lo supo, enten-
dió que era verdad lo que su fijo dezia a su
hermana, e acuyto de guisa a su hija, que le
vuo a dezir toda la verdad de su fazienda,
como fizo matar a su hermano, e yoguiera
con ella el diablo cuydando que era honbre;
estonce mando prender a su fija, e fizóla mo-
rir peor muerte que su hermano; en tal gui-
sa como vos digo, don Gralaz, fue hecha la
bestia ladradora, y porque fue hija del diablo,
vinieron tantas malas venturas en esta tie-
rra, e fueron tantos honbres y caualleros
muertos como ya oystes. E agora os diré de
la fuente de la guaricion que demandastes.»
Cap. CCCLXVIII. — Como el rey Gainalax
feneio al re;/ 2[ordralii.
«Yerdad e testimonio dan los honbres
buenos, que, en el tienpo de Joseph Abari-
matia, vino en esta tierra el rey Mordrain e
Nacian su cuñado, e Nacian temia mucho a
Dios, e faziale seruicio sobre todas las cosas
del mundo. Y quando vino a Camaloc el y
el rey Mordrain, y el rey Gamalaz, (^ue
hizo la ciudad de Camaloc, salió a ellos, e
lidio con ellos en el campo, e venció al rey
Mordrain e Nacían con todos los christia-
nos, e duro el alcance bien vna jornada, e
vuelos alcancar ante la torre del Gigante, y
encerrólos en tal guisa, que no pudieron yr
a ningún cabo. E el rey Gamalaz era muy
buen cauallero de armas, e sabia mas que
Nacían, [y] era el mas nonbrado caua-
llero del mundo, y embiole a dezir con su
honbre que se conbateria con el vno por
otro, por pleyto que, si lo venciesse, que
Nacían se tornasse suyo con toda su coupa-
ña, e sí Nacían venciesse a Gamalaz, otros-
sí que se tornasse suyo con toda su con-
paña. E Gamalaz demando esta batalla a
Nacían, ca semejo que mas valdría el vno
dellos morir, que se perder tantas gentes
como allí eran asonados. E Nacían, aquella
hora que fuera la batalla, fue tan mal ferido,
que a duro podía caiuilgar. E por esso no
supo que hizíesse, no por pauor de si, mas
de su gente, que bien sabía que Gamalaz
era lunj buen cauallero; e los que ay esta-
ñan dixeronle: «Nacían ¿que hareys vos a
esto?» «Cierto, dixo Nacían, en la batalla
pedir yo no me otorgaría, mas, pues me la
demanda, pararme a ella lo mejor que puede,
con la merced de Jesu Christo, por este
pueblo sainar». Estonce dixo al honbre que
le traxo el mensage: «Amigo, yd a vuestro
señor, e dezílde que mañana ha ora de
prima me hallara guisado ante esta torre
para auer la batalla sobre tal pleyto como
vos dozides» . Estonce se torno el escudero
para su señor Gamalaz . e dixo lo que le
dixera Nascían.»
Cap. CCCLXIX. — Como fue puesta la hatalla
entre Oamalax y Nascian.
«E assi como os digo, fue puesta la batalla
entre Nascian e Gamalaz ante la torre del
Gigante. Y aquella noche pensó Nascian
como era tan mal ferido, e como se auia de
eonbatir con tan buen cauallero, e que si
por mala ventura fuesse accancado, que
todo el pueblo de Jesu Christo seria estra-
gado y confundido, e metido en seruidun-
bre; estas cosas le metieron en tan gran
pensar, que nunca en tamaño fuera. Y el
que yazia en esto ]3ensando, dixole vna boz:
«Nascian, no te espantes, ca Nuestro Señor
te acorrerá, e yo te mostrare como seras
guarido de tus heridas; finca tu lanc/a en
tierra, do quisieres, que sea la batalla, e al sa-
car de la lauQa, nascera ay vna fuente, y sera
de tan gran virtud, que todo honbre. por rauy
herido que sea, y della bcuiere, sera luego
sano, porque saldrá vna fuente donde tu seras
sano, e aura esta virtud por esso, e llamarla
han fuente de la guaricion» . E quando Nas-
cían esto oyó, fue muy alegre, e dio gracias
a Dios que tal conorte le diera a su quexa.
Después fizólo como le fue mandado, e gua-
reció de sus ferídas, e venció a Gamalaz que
301
LIBROS DE caballerías
no creya en Dios, e hizolo boluer cliristiano
a el y a toda su conpaña; assi como os digo
fue fecha la fuente de la guaricion, que aun
dura; mas desde aqui adelante no durara,
ca no quiere Nuestro Señor.»
Cap. CCCLXX. — De la dueña de la capilla.
«E aquella dueña que vos digo fue llamada
reyna de Gauia. Y era señora de gran tie-
rra. Y hazia tan buena vida e tan gloriosa
entre sus gentes, que Nuestro Señor la que-
rria mucho, e assi ge lo mostró en muchas
cosas. E sabed que fue del linage de don
Perseual, que aqui es. Y esta dueña tenia
quatro hijos, e vna hija muy hermosa, y
esta su hija querría mucho a vn cauallero
de su padre; tanto lo querría, que no lo
pudo encobrir, e dixolo a su padre e rogóle
que ge lo diesse por marido, y el padre no
ge lo quiso otorgar, ca no era tan fidalgo
que ouiesse de casar con su hija, e dixole:
«Fija, por buena fe, tu eres mas loca que
yo pensaua, e jamas no piensas ay en toda
la mi vida; si no, sepas que te liare quemar,
ca no quiero por ti abaxar mi linage» ; y ella,
que auia miedo a su padre, no dixo nada;
pero no amo al cauallero menos que antes,
mas mucho mas. E vn dia estauan solos el
cauallero e la donzella, y el cauallero dixo:
«Señora ¿como haremos de nuestro amor?»
E ella dixo: «Por muger no me auredes, ni
acabaredes mi amor mientra mi padre bi-
uiere; mas si el moriesse, casariades comi-
go, ca es contenta mi m.adre y mis herma-
nos; mas mi padre no» . «¿Como noV» dixo el
«¿no vos podre auer sino por muerte de
vuestro padre?» «Cierto, no», dixo ella.
«Pues yo trabajare mucho por lo nuitar»,
dixo el cauallero.»
Cap. CCCLXXL
— Como mato el cauallero
al rey.
«Y después desto, vn dia auino que el rey
3-azia dormiendo en su cama con su muger,
y el cauallero entro a la cámara, assi como
aquel que era mas priuado de casa, y fuesse
para la cama, e vido que dormia, e tomo
vna espada, e metiogela por el cora9on, assi
que luego fue muerto, que no sintió punto,
ni la reyna despertó. E el cauallero fue tan
espantado del lecho, que le cayo el espada
de la mano, e cayo sobre la reyna; y quando
esto vuo hecho, salióse de la cámara, que no
lo vio ninguno sino la donzella. Y quando
ella vio que su padre era muerto, dio vna
gran boz, que lo oj^eron todos quantos esta-
uan en derredor; e los hijos del rey vinieron
e vieron a su padre muerto, e a la reyna
dormiendo cerca del; e al ruydo despertó, e
vido la espada sobre si, e fue vawj espan-
tada. E quando esto vieron todos, no vuo ay
ninguno que no dixesse que la reyna lo auia
muerto; e por ende la tomaron, e soterrá-
ronla biua, e pusieron sobre ella vna piedra
tal qual el cuento lo ha deuisado.»
Cap. CCCLXXII. — Como cuydaron matar
los hijos a su madre.
«Assi como os digo cuydaron los lijos
matar a su madre, mas Nuestro Señor, a
quien ella seruia de todo coraron, no se le
oluido alli do ella yazia biua en aquella pri-
sión, ante comen90 a fazer por ella tantos
milagros e fermosas virtudes, que de todas
las partes del reyno de Londres venian ay;
e no venia ay ninguno tan maltrecho ni tan
enfermo, que no se partiesse dende sano e
alegre; y mantuuola Dios assi del pan celes-
tial, desse tienpo fasta que llegasse a Cor-
beric; mas, si ella es agora muerta o biua,
esso no se yo, ca mientra yo fue en la cá-
mara del santo Crial, supe yo las marauillas
del reyno de Londres, ca la sanctu boz me
lo descubría. Y desque de ay me parti, no
supe mas que otro lionbre, y agora os he
difho las tres cosas que me preguntastes» .
«Cierto, dixeron ellos, muy bien e a mi
plazer nos lo departistes.» Y aquella noche
folgaron ay con el rey, y. otro dia de ma-
ñana se partieron dende, y, quando ouieron
03KI0 la uiissa, anduuieron mas de tres años
por yermos e ¡jor poblados^, ante que tornas-
sen ay otra vez. Y en estos tres años fue
Perseual conpañero de Calaz. Y a cabo de
los tres años, fueron acabadas todas las auen-
turas del santo Grial. Y ellos anbos no fue-
ron en batalla ni en torneo, que ellos no
ouiessen sienpre la mejoría e honrra.
Cap. CCCLXXm.— 6'o»¿o Galax e Perseual
se metieron en el torneo.
Ellos assi andando, vn dia les auino que
yuan por vna floresta, e vinieron a vn llano
cerca de vna torre muy fuerte y fermosa. Y
cerca de aquella torre auia vn castillo vcixxx
bien cercado, e al pie del auia vn torneo
muy grande, y los vnos auien tales parados a
los otros, que cerca eran de vencidos. E dellos
auia ay que se sallan del castillo del torneo.
Y quando Galaz e Perseual esto vieron, de-
xaronse meter en el torneo, e comen9aron a
ferir e a desmallar a diestro e a siniestro, e
LA DEMAÍS^DA DEL SANCTO GRIAL
305
a derribar CcUialleros, y quebrantar yelmos
y escudos; e fizieron tanto en poca de tien-
po, que fueron vencidos bis que ante auian
la mejoría; y no pudieron sufrir la gran bon-
dad de Galaz e de Perseual. E los otros ouie-
ronse de encerrar en el castillo. E quando
esto ouieron lieclio, metiéronse por la flores-
ta, assi que los caualleros a (piien acorrieron
no supieron (|ue so liizieron, y fueron por
olio muy sañosos, porque los acorrieron a
tal priessa e no les podían hazer ninguna
lionra assi como quisieran. E quando los
dos conpañeros fueron en la floresta, andu-
uieron fasta la noche. E assi andando,' en-
contraron a Boores de Gaunes. E quando lo
conoscieron, fizieron muy gran alegría todos
en yho, y dieron gracias a Dios porque assi
los ayunto. E Galaz demando a Boores como
le fuera desque se partió dellos. Y el dixo:
«Por buena fe, señores, bien lia vn año y
medio que no albergue en poblado, ni en vi-
lla, ni en castillo, sino diez noches, antes he
yazído en los yermos, y por las florestas e
por lugares saluajes; e vuiera de ser muerto
de hanbre y de mal andanca, si no fuera por
la merced de Jesu Christo, que me cumplió
todos los días de su gracia» . «¿E fallastes los
caualleros por quien vos partistes de nos?»
«Cierto, no, dixo Boores, m.as Dios nos dexe
hallar lo que buscamos, si a el plaze» . «Bien
sabed, dixo Galaz, que, desque todos tres
somos en vno, que fallaremos lo que tanto
desseamos ante que nos partamos» ; dixeron
ellos: «Dios lo mande, que gran pro nos se-
ria para los cuerpos e las almas» . Y Perse-
ual dixo: «Bien sabed que, desque assi so-
mos fallados. Dios nos dará todo bien»; e
assi anduuieron todos tres en vno gran tien-
pO;, e fallaron muchas auenturas a que die-
ron cima; y son en el libro del Baladro es-
critas. Y assi andando, auentura los truxo
vna vez a casa del rey Peles, su abuelo de
Galaz, do fueron muy honi'rados e seruidos
del rey e de todos los suyos a toda su volun-
tad. Pues el rey Peles, que era ay, vínose
para ellos, porque nunca tan gran sazón le
auino. e fizo mucha honrra a todos, mas so-
bre todos a Galaz su nieto, e fuelo abracar
e besar muchas vezes; e todos los suyos ha-
zian muy grande alegría con el, ea bien en-
tendían que por el se acabai'ian las auentu-
ras de ay, e assi fueron sonadas las nueuas
por el castillo e por toda essa tierra, que su
nieto del rey que era ay venido; e venían
todos a le ver, e hazianle muy gran honra e
gran alegría, e dañan gracias a Jesu Christo
que lo ay fiziera venir; y el rey lo hizo des-
armar, y le hizo lauar sus manos, e su cara,
y el cuello, que traya tinta de las armas.
LIBROS DE CABALÍ.ERIAH. — '¿O
Cap. CCCLXXIA'. — Como EUaxer, hijo del
rey Felles^ traya La esjmda.
E assi estando, vino delante ellos Eliazer,
fijo del rey Pelles, e traya en su mano vna
espada (jucbrada, y era la que ouiera ya he-
rido a .loseph de Abarimatia por las piernas,
e sacóla de la vayna, e diola a Boores; e
tomóla Boores, por ver si era quebrada, e
dixo el rey Peles: «Sabed quo nos hallamos
en esta, que ha de ser soldada por el mejor
cauallero del mundo» ; e Boores dixo al rey
e a los otros señores: «No me sea tomado en
soberuía, que agora la ensayare yo». Y de-
si puso la vna meytad con la otra, mas no
pudo juntar. E diola a Galaz, e Galaz la
tomo, e junto la vna parte con la otra, e
luego sóido el azero lo vno con lo otro, assi
que no conocieron por do fuera quebra-
da (1). Y quando los del castillo vieron esto,
fueron espantados, e dixeron que el acaba-
ría las auenturas del castillo, pues que aque-
lla auia acabada atan raez. Y quando el es-
pada fue soldada, Eliazer la metió en la vay-
na e diola a su padre, y el rey la dio a Boo-
res, e dixo: «Esta espada sea vuestra»; e
Boores la precio, e diole muchas gracias por
ella, e dixole que la preciaua mas que la me-
jor ciudad de la tierra, y estando assi fablan-
do, truxeronles a todos tres muy ricas vestí-
duras nueuas. E sabed que quando fueron
vestidos, que parescian muy nobles e her-
mosos caualleros. Y" después el rey los leuo
a vna cámara^ e hablo con ellos gran píeca.
E quando vino a ora de medio día, salieron
dende e vinieron al palacio. E ellos assi es-
tando, comenco el tienpo a esciirescer muy
fuerte. E comento a tronar e a relanpaguear,
y entro por el palacio vn viento tan caliente,
que quantos dentro estañan cuydaron ser
quemados, e cayeron amortecidos; e comen-
to el palacio a tremer, e luego les vino vna
(') Este incidente recuer.la la i'«.mosa espada de
iSigñ-edo, el híroedc la II Parte de la colosal Tetra-
logía de Ricardo Wagner, JSl anillo del Nihclungo.
AYugner hii sabido hacer de la escena de la forja una
de las mái admirables creaciones artísticas. Los frag-
mentos (le acero que Sigfredo logra moldar, en el
poema de Wagner, son los de la espada que una in-
tervención divina proporcionó á Sigmundo (su padre)
cuando habia de luchar con el feroz Hundingo (Cons.,
Brumas musicales de WLiri>i.(r. Barcelona, Biblioteca
Arte ¡I Letras. T. II. p. '18 y ss.). Wagner aprove-
chó para su leyenda, además de los Edda.s y de los
yiheluni/0-1, el poemita Humen Seyfrid {Si(//redu el
córneo), posterior á los Nibeluntioa, pero quC; como
hace notar Bossert, remonta á los tiempos heroicos
por las tradiciones que encierra.
En los Eddas, la e.'^pada de Sigurdo (el Sigfredo
escandinavo) se llama Graní, y le fue forjada por el
enano lieginno (el Mime de ÁV.igner), que dio á Si-
gurdo educación y sabe (Cons., Los Eddas, trad. por
D. A. de los Ríos. Madrid, 1856, p. 3-54 y ss.).
5CG
LIBROS DE caballerías
boz que dixo: «Todos AQrELLOs que xo de-
ZTy SER A I..V MESA DE JeSU CKRISTO, SALGA>'
FUERA, POr.i-.rS AGOKA SERAX CTXPLIDOS LOS
VERDADEROS CAÜALLEROS DE LA GRACIA DEL
Espíritu Saxto»; e luego salieron todos del
palacio, assi que no quedaron dellos sino los
tres conpañeros y el rey Pelles, que era de
muy santa vida, y Eliazer su fijo, e vna sanc-
ta donzella, que era la mas fermosa y de mas
sancta vida que lionbre supiesse; y era de
orden, y era virgen de eorat.-on y de obra; e
assi fincaron todos estos en el palacio, para
saber que demostranr-a les haria Jesu Christo.
Y assi estando, vieron entrar por la puerta
del palacio nueuos caualleros armados de to-
das armas, saluo de langas e escudos; y en-
traron en vna cámara, y con ellos entraron
escuderos para desarmarlos. Y quando fue-
ron desarmados, dieronles buenos vestidos. E
quando fueron guisados, vinieron ante Ga-
laz, e humilláronse, y después al rey Peles.
E dixeron: «Señor, sabed que nos somos ve-
nidos aqui por ser a la santa mesa, do el santo
comer sera». Y el rey les dixo que bien fues-
sen venidos e que a buen onra vinieron, e
Perseual les demando donde eran. E los tres
dixeron que eran del rey no de Galaz, e los
otros tres que eran de las Marcas. Y" estando
assi fablando, vieron salir de vna cámara vn
lecho muy rico, bien adobado, e trayanlo
quatro donzellas, e yazia ay vn honbre en-
fermo, e quexauase mucho; e tenia en su
cabeca vna corona de oro con muchas pie-
dras preciosas, e pusiéronle en medio del
palacio, e quitáronle el cobertor que tenia
encima, e quando vio a Galaz, dixo: «Se-
ñor, sabed que mucho he desseado vuestra
venida, e bien seays venido que en buen
punto entrastes en este castillo; e sabed que
no es en el mundo quien pudiesse sofrir el
mal y dolor que yo sufro gran tienpo ha,
mas agora aura cabo, si Dios quisiere, la
gran quexa y mi gran dolor, e yo so cierto
que ayna passare deste siglo» (•).
Cap. CCCLXXV. — Gotno la boz dixo a los
de la Tabla Itcdoiida.
Y mientra assi fablauan, vino vna boz
que les dixo: «Todos los que xo soys coxpa-
(') Este hombre enfermo es el AmfortaR del Par-
nifíil de Wagner, inspirado en el Pnrciral, largo poe-
ma de 2.T.00IJ versos, cumpuesto por Wolfram Ton Es-
thenbach (siglo XIII).
Anifortas. rey del Grial, padece crueles dolores, á
constcuencia de una herida envenenada, que recibió
¡lor hal:er olvidado su nii.iión y entretcnidose en aven-
tuniH profanas. Xo podrá curar hasta que halle un
sucesor más digno que él. Cuando llegue la hora de
m muerte, «era preciso apartar de él 6l banto Grial,
tuya vista impide morir.
XEROS DE LA DE3IAKDA DEL SAXCTO GrIAL, SAL-
GAN FUERA, QUE ASSI LO MAXDA EL ALTO MAES-
TRO» . E quando el rey Peles esto oyó, salió-
se del palacio, e con el su fijo e la santa don-
zella e todos los otros, e hincaron los doze
compañeros, e semejóles que venia vn hon-
bre todq_reuestido comg, obispo que qiiiere
dezirmissa. '^ traya vna corona de oro en su
cabeca, muy rica. Y en sus manos muy ricos
guantes, e trayanlo quatro angeles en vna
catreda de oro; y a la siniestra parte estaua
vna mesa de plata, en que estaua^ el santo
y.Grial, cubierto de xamete bermejo, e assi lo
¡Dusieron los angeles, sobre la cátedra, e te-
nia en la frente letras que dezian: Yo soy
Josephes, el primero obispo del inundo, y el
que primero entro en la cibdad de Sarras. E
quando los doze compañeros vieron fazer
mención de Josephes, porque ellos sabian
bien que auia mas de dozientos años que era
finado, e Josephes les dixo: «.Caualleros sier-
uos de Jesu Christo, no vos marauilleys por-
que yo vengo anire vos assi vestido, que dias
ha que fuy ordenado, porque yo fui hombre
terenal, y agora soy spiritual» . E quando esto
vuo dicho, hinco los hinojos ante la mesa del
santo Grial. E quando vuo assi estado vna
gran pie^a, ellos oyeron abrir la puerta de
vna cámara, y vieron salir dende seys ange-
les; los dos trayan dos candeleros de plata
mucho hermosos, en que estañan dos can-
delas ardiendo, y los otros trayan dos in-
censarios, y el quinto traya xamete bermejo
vestido, y el sesto traya vnalanjaque corria
toda sangre, e auia en vna buxeta de cristal
que el ángel tenia en la mano diestra. E los
que tenian los dos cirios, pusiéronlos en la
Tabla, delante al santo Grial, y el que tenia
el primer xamete, tendiólo delante de la
Mesa. Y el que tenia la lan9a, púsola sobre
el santo vaso, en manera que la sangre caya
dentro, e los otros dos de los encensarios en-
censauan delante del santo Grial. E quando
esto ouieron fecho, Josephes se leuanto, e
tomo vna touaja pequeña que estaua sobre
el altar, e cubrió el sancto vaso, que no lo
pudieron ver. Y después parecióles que Jo-
sephes estaua en sacrificio de la missa, y
descobria el sancto vaso, e sacaua vna oblea
pequeña en scmejanya de pan, e aleóla con-
tra arriba con anbas manos sobre la cabera,
assi que la vieron todos, y ellos miraron, e
vieron venir vn niño del cielo y metióse den-
tro en aquel pan, e vieron que el pan se tor-
no como honbre carnal. E quando esto ouie-
ron fecho. Josephes lo abaxo, e púsolo con
el sancto Grial, e abriólo como ante estaua, e
fizo en el por de suso el signo de la cruz tres
vezes. E quando ouo fecho el oficio como mi-
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
307
ssacantano, boluiose, e clixo a Galaz que die-
sse a los otros conpañeros y hermanos paz. Y
el fizólo assi. Y después desto Josephes puso
su corona sobre su cabera, e sus guantes en
sus manos, e boluiose contra los- otros caua-
lleros, e dixoles: «Amigos, yo se bien que vos
sodes penados e lazerados en seruicio de Dios
Nuestro Señor, ¡wr saber jmrtida del sancto
Grial; agora posadvos todos delante esta me-
sa» ; y ellos lo fizierou assi como el les mando,
e Josefes les dixo: «Agora sabed que por el
buen seruicio que le aueys fecho, que aureys
agora tal galardón, que sereys ahondados de
la mas dulce vianda e de la mas espiritual
que nunca onbre carnal vuo en toda su vida,
e recebirlo edes de mano de Jesu Christo; y
esto deueys creer en todos tienpos que en
este mundo seays, porque el misacantano es
semejado e conparado a semejanca del Salua-
dor, porque el se quiso dar la su preciosa
sangre e carne, por pecador que sea e por
grandes pecados que aya fecho, repintiendo-
se de buen cora9on, e llamando merced a
Jesu Christo, e siendo bien confessado.
Nuestro Señor le aura merced, y le dará
aquel mesmo poder que dio a Sant Pedro:
que lo que soltasse en la tierra fuesse ab-
suelto en el cielo, e lo que ligasse en la
tierra fuesse ligado en el cielo. Que quiere
dezir: Que aquel que soltasse de los pecados
que ouiere fecho, sera absuelto en la gracia
de Nuestro Señor Jesu Christo, que el dio
primeramente a Sant Pedro. Y después la dio
a nos, los que somos en seruicio de Dios e
de sus cosas. Y desque aqui aureys para
sienpre la gracia y el amor de Jesu Christo,
guardalda bien todos en vno, porque oy re-
cebireys el mejor galardón que caualleros
deste mundo nunca rescibieron, ni rescebi-
ran desde aqui por seruicio que ellos fagan» .
Cap. CCCLXXYI. — De como se partió Jose-
phes el obispo de Galaz y de Perseual.
Quando Josephes el obispo vuo dicho estas
palabras, partióse dellos, assi que no supie-
ron a qual parte se fue. Y estonce dixo Per-
seual a Gralaz: «ilucho me ha alegrado lo que
este honbre nos ha dicho, e bien sabed que
es honbre si^iritual, e mucho dio Dios gran
poder al clérigo, por pecador que sea, quan-
do su precioso cuerpo fia en sus manos. Y
después le perdona llamándole, pidiéndole
merced e repentiendose^> . «Señor, dixo vn ca-
uallero del reyno de Gralaz; muy grande es
la misericordia de Dios quando assi quiere
perdonar a su enemigo, que es lleno de lixo
y de suziedad, y de pecado mortal, repin-
tiendose e pidiéndole merced, e agora podeys
bien sabex4»« este es el sancto vaso e la sanc-
ta Tabla do nos somos posados, e tanto aue-
mos buscado por muchos lugares, que somos
venidos do desseamos» . E luego que el caua-
llero de Galaz esto ouo dicho, passaron con
gran alegría e con gran deuocion a la sancta
Mesa, llorando e gimiendo con gran gozo, e
rogando a Dios que por su gran piedad que
no tuuiesse mientes a las sus faltas, e que
los viniesse a visitar por su noubre sanc-
to: e comencaron a llorar todos muy rezio,
assi que las caras tenian mojadas de lagri-
mas, que gran piedad auia dellos qualquier
que los viesse assi llorar. E qnaudo ouicron
assi estado vna pieya, oyeron vna conpa-
ña de gente que venia cantando a grandes
bozes, e muy alto e muy claro, e bendezian
a Jesu Christo. Y después oyeron vn trueno
muy terrible, e tan grande que todos pensa-
ron ser muertos y aquel afirmamiento caye-
ra sobre ellos, e después vino vn rayo tan
espantoso, que bien pensaron que el cielo se
fazia dos partes: y assi fueron espantados,
que pensaron que el espantoso dia del juyzio
era venido; y después vineles vn viento tan
grande, e tan espantoso, e tan caliente, que
todos pensaron ser qu»_nnados, e fizo vn tan
gran trueno, que bien pensaron que el pala-
cio era caydo, e que Jesu Christo los auia
desamparados, e que ya no verian mas de
SOS" secretos; mas el lo fazia por prouar si
eran de firme creencia. B Galaz comengo
de confortar sus conpañeros, e dixoles: «Se-
ñores, no vos desconfortej^s ni tomedes por
esto clubda, que Nuestro Señor nos demues-
tra que lo faze por mostrarnos quanto es el
su poderlo, e si a el plaze, el nos embiara
socorro muy ayna, que el es aquel que co-
norta aquellos que en el han firme creen-
cia». E quando Galaz vuo dicho esto, toda
la tenpestad fue passada e la oscuridad, e
vínoles atan grande la claridad, que todo el
palacio fue alunbrado, y ellos fueron en tan
gran dulzor y en tan gran vicio, que coracon
de honbre no lo podria pensar, e luego entro
por vna finiestra vn viento que descubrió el
vaso del xamete bermejo, que estaua cubier-
to, e miraron la mesa do ellos estañan posa- y'
dos. E quando ellos vieron, miraron coutra^^/
el santo Grial, e vieron salir deude vn hon-
bre todo despojado, sino vn paño de seda en-
cima de la espalda siniestra, y era todo ber-
mejo como sangre, y tenia cal(;ados vnos pa-
ños de lino: tenia los bracos, e las manos, e
las piernas, e los pies, e todo el cuerpo san-
griento, corriendo sangre cpie salla de vna
llaga quetenia en ei costado, e tenia el cuer-
po e ios otros lugares llenos de llagas y de
ajotes, assi que ninguno no lo veria que no
308
LIBROS DE caballerías
ouiesse piedad del. Y este lionbre i|ue os
digo dixo: «Mis fijos y leales eaualleros j
leales sieruos. que tanto aueys lazereado e
trabajado por mi, assi q\ic de mortales que
erades soys spirituales, e mucho aueys bien
canbiada. 'lue distes muerte por vida; y tan-
to auedes fecho por mi, que bien deueys ver
los mis secretos e dignos donde soys, e aue-
des ganado la corona celestial; e por ende
sodes assentados a la Tabla do nunca se
assento honbre terrenal, del tienpo de Jo-
seplí Abarimatia acá; e algunos que ay se
assentaron, no fueron tan conplidos como
vos soys, ante estañan ay como sieruos, assi
como algunos deste castillo y de otros luga-
res han estado abondados e hartos muchas
vezes por la gracia del Es])iritu Sancto y des-
te vaso; mas no eran complidos de la alta
vianda celestial assi como vos, que la auedes
tamaño tienpo desseado, por que tanto aue-
des lazerado» .
Cap. CCCLXXVn. — Como el Nuestro Señor
abolido ¡a sania mesa del santo vaso.
Y estonce tomo el Señor de los señores y
el Rey de los reyes y el Principe de los
principes, vna pieca chiquita del pan del
santo vaso, asi como oblea pequeña. E quan-
do la tuno en sus manos, dixo a Gralaz: «¿Sa-
bes tu que tengo aqui yo?» «Señor, yo no lo
se, dixo Galaz, si vos no me lo dezides».
< Agora te do yo, dixo el Señor de los seño-
res, la mas alta cosa que yo te puedo dar,
porque te doy el mi cuerpo mismo; e tu
lo puedes muy bien recebir dignamente; y
sepas que quien dignamente me recibe, yo
seré todos tienpos con el, y en el lugar do
el fuere»; e luego se hiimillo Galaz, e finco
los ynojos, y el Saluador le dio su cuerpo; e
(jralaz reciltiolo muy dignamente e con gran
deuocion, y el le dixo: «¿Sabes por que yo
te lo doy en semejanza de i^anV Porque es
cosa mas ligera de vsar; mas bien sepas que
toda la mi preciosa carne que yo no recebi
en el vientre de mi madre menos de toda
corru))cion, qnc toda te la do conplidamen-
tev>. E (piando Galaz ouo rescel)ido el cuerpo
del verdadero Señor, el precioso Señor se
fue para Perseual, e dixole assi como a Ga-
laz; y después a Boores, y después a los
otros; e todos lo recibieron con muy gran
deuocion, los ynojos hincados en tierra e las
manos juntas contra Jesu Christo. E quan-
do Xuestro Señor Jesu Christo los ouo ale-
grado de la su preciosa sangre del santo
vaso que estaña sobre la tabla, dixoles: «Yo
vos he dado la mi carne, agora vos daré la
mi preciosa sangre» , e fizóles ende beuer a
todos. Y' después puso el santo vaso sobre
la tabla; e a4uella hora fueron los .xii. con-
pañeros llenos de la gracia del Spiritu Santo,
e parecióles que todas las cosas que auia
honbre de comer', auian comido a su plazer,
que el que los auia assi conplido a su volun-
tad; e dixo: «Galaz fijo, cata qu.e seas bien aca-
bado de aqui delante como hasta aqui, e no
ensuzies de ningún mal vino el santo vaso» .
E dixo: «Gralaz ¿sabes tu que tengo yo aqui?»
«Yo no lo se», dixo Galaz. «Pues yo quiero
que sepas que esta es la escudilla en que yo,
el jueues de la cena, con mis discipulos, fue
seruido e abondado a todos aquellos que de
buenaniente me siruieron , e mantuuieron
fe a gran nobleza, e por esso es llamado el
smito Grial, lo que tanto desseauan los eaua-
lleros, e sepas tu esto ciertamente que esto
sera quando a la ciudaddeSarras te vayas
l^ara hazer lo 'tanto desseadoTyessa noche
se partiera del reyno de Londres por donde
le guiara hu ventura, e peligro ninguno no
les vuo venido por aquellos que lo tienen, e
no lo guardaron linpi amenté como desque
son tornados en perdición de los cuerpos e
muerte de las animas ; e assi han buena
gracia del Espíritu Santo e del santo Grial
tantos años; c porcpie tan mal lo fizieron,
e por esto los despojare yo de la gran gracia
e gran bien; e por esto quiero que vajeas a
la mar, e alia fallaras aquella ñaue que
lleua la espada con la cstraña cinta. Y Per-
seual, e Boores, e tu, yras alia, porque
quiero que tu la guarnezcas»; e luego res-
pondió Galaz, e dixo: «Señor, ruego a la
vuestra santa jiiadad que vos me demos-
treys como la guarneceré» . E dixole: «Sepas
tu verdaderamente que la lanpa ipie tu viste
llena de sangre^ que es la misma con que
el my costado fue abierto, por el pecado
que Adán hizo, el i)rimor padre. Tu tomaras
esta sangre, e vntarla has^, e luego sera sano
e guarido». «¡Ay señor! dixo Galaz, ¿por
que no quereys que todos mis eaualleros
vayan alia?» «Yo te lo diré, dixo Nuestro
Señor; porque quiero que vayas en seme-
janza de los apostóles que (comieron comigo
el jueues de la cena, e assi ei'an ellos doze,
e comigo el trezeno». E después que esto
vuo dicho, vieron angeles que lo rescibieron
e licuaron con muy muchos cantos e muy
fermosamente.
Cap. CCCLXXVni. — Como tomo la lanf-a
que estaua en la tabla, e tomo de la sangre,
e vnto con ella al rey.
Galaz vino luego para la langa que estaua
sobre la tabla, e tomo la sangre, e fuesse
LA DEMAiíDA DEL SAXCIO GUÍAL
309
para el rey ^ue estaña en sarra, e vntole
con la sangre qne della salió el cuerpo do
auia el dolor; o sabed (pie gres tanto quiere
dezir como iollido, y qnaiquicr que fnere
vntado, luego sera sano como todos. Y luego
salió del lecho, e dio gracias a Jesu Cliristo
jiorqne tal socorro le enlñara; y le truxeron
muy nobles paños, e ouo muy gran alegría,
e otro dia de mañana metióse en el monos-
terio do seruia a Jesu Cliristo; e aquella
noche les vino vna boz, que les dixo: «Fijos
e amigos, salid de aqni, e yd do auentura
os llenare»; e luego dixeron a altas bozes:
«Padre Señor, bendito seays, que por fijos
nos teneys, e agora vemos que auremos
galardón de nuestra lazeria» . E luego se
aparejaron los .xii, conpañeros, e caualga-
ron, e salieron del castillo, y demando Ga-
laz a cada vno dellos como auia nonbre, y
el vno dixo que era de Cralaz, y el otro fijo
del rey Claudis, e auia nonbre Claudin; e
G-alaz e sus conpañeros fizieronle muy gran
honrra, porque eran de gran lugar; e cada
vno dellos se nonbro por su nonbre.
Cap. CCCLXXIX. — Como Galaz rogo a los
caualleros que le sahidasscn al rey Artur,
y a la reyna, e a todos los raiinlleros.
Después quitáronse los yelmos y besáronse
llorando como hermanos, e Galaz les dixo:
«Señores, ruego vos a cada vno de vos que,
sy Dios quisiere que vayays a casa del rey
Artur, que me saludedes a mi señor don
Langarote del Lago y al rey Artur, e a la
reina, e a todos los conpañeros de la Tabla
Redonda»; y ellos le dixeron que lo farian,
e hiego se partieron los tres conpañeros de
los nueue, e Galaz e sus conpañeros andu-
uieron tanto, que al tercero dia llegaron al
mar, e fallaron la ñaue de Galaz, saino la
espada de la estraña cinta ,~y~TaIIa7f5Trlétr as
que dezian: Ninguno no entrnsse ay si no^
fuesse de buena creencia;'^ santiguáronse" y
entraron dentro, o fallaron ay vn lecho muy
noble en que estaña muerta la hermana de
Perseual; e fallaron delante del lecho la
tabla de argente que ellos auian dexada en
el principal palacio con el rey Maynes^ y el
sancto Grialestaua_.spbré la talóla, cubierto
de vn paño de seclar~"bermejo. e la tabla'
cubierta dé vn paño de liñóTíIanco y estaua
encorporada de muy ricos i)años. Y quando
ellos vieron tan fermosa auentura, dieron
gracias a Jesu Christo, e fincaron los ynojos,
e fizieron sus oraciones, e luego lirio el
viento en la nane, e fizóla partir de la
ribera y metióla en alta mar, e assi andu-
nieron gran ticnpo que no saldan a qual
parte andauan, e toda via fazian sus oracio-
nes a Jesu Christo.
Cap. CCCLXXX. — Coíno Perseual e Boorrs
oitieron alegría de lacuyta que ouicron.
Asi ellos le perdonaron de grado, des-
pués que vian que se arrepentían, y luego
se passo dcste siglo ('). E quando el rey
Estoruante fue finado, los de la cibdad fue-
ron en gran qnexa, que no sabian a quien
fiziessen rey, porque del rey no quedaua
heredero, e fizieron consejo; e mientra que
estauan en consejo a quien farian rey, vino
vna boz que les dixo: «Tomad vn cauallero
de los mas jouenes, a quien el rey fizo gran
crueldad, e agora recebira gran galardón, e
fazeldo rey, porque a mejor no podemos
fazer rey»; y ellos fueron espantados, y
demás que no sabian como auia nonbre, e
la boz les dixo otra vez: «No seaj^s spanta-
tados; tomad el jouen que ha nonbre Ga-
laz, e aquel vos gouernara e vos terna a
derecho mejor que otro ninguno que vos
podays auer, e terna vuestra tierra en paz» ;
y elk;s fizieron lo que la boz les mando, qiie
no osaron mas tardar, e luego tomaron ív
Galaz, e aleáronlo vej, que quiso o que no,
y posáronlo en la cátedra real, e pusiéronle
corona de oro en la cabega, donde el fue
muy pesante, mas que ellos ge lo fizieron
fazer a gran tuerca, porque ellos lo mataran
si no lo otorgara; mas, como quier que a
Galaz pesaua, plazia a Perseual e a Boores,
e auian por ello gran alegría, porque Dios
tanto bien les auia dado de su lazeria, e tan
buena honra, e todo el enojo de la prisión
oluidaron por ende.
Cap. CCCLXXXI. — Como fue rey Galaz, e
fue sagrado e crismado.
Ene rey sagrado Galaz , e crismado , e
pensó mucho en su coracon por qual guisa
podria honrrar mejor el sancto Grial, e tomo
mucho oro e mucha plata, e hizo fazer vn
arca rica con muchas piedras preciosas, e
metió el sancto vaso, por tal que lo no
pudiessen todos ver. Y quando el rey Galaz
vuo esto fecho, ouo tan gran deuocion en el
sancto Grial, que cada mañana venia antel
e fazia oración, y Perseual e Boores lo mes-
mo. E assi reyno muy bien e dignamente, e
(') Estas palabras se reñeren al rey Estorbante
(Amiortasl. Indican que hay una solución de conti-
nuidad entre este capitulo y el precedente. Lo mismo
el texto de la Bcmancla que el del Baladro están
niuv alterados.
310
LIBKOS DE caballerías
fue muy amado e honrado de todas sus
gentes, i»orque les yuardaua todos sus fue-
ros, e a cabo de vn año, en aquel dia mismo
que auia tomado corona, se leuanto de ma-
ñana, e sus conpañeros tanbien. y entra-
ron en el ])alacio s]jiritual delante el sancto
Grial, e quando fueron dentro, vieron del
sancto Grial salir vn honbre vestido en guisa
de missacantano asi como obispo, y estañan
los ynojos fincados delante del sancto Grial,
y ferian en sus pechos; y cerca del estañan
gran conpaña de angeles muy resplande-
cientes. Y dende vna piega leuantose, y
llego a la tabla de plata, e abrió la casa do
estaua el sancto Grial, y desque esto ouo
fecho, comenoo la missa de la Gloriosa A^ir-
gen Maria. E quando fue al sacrificio, des-
cubrió el sancto vaso, e llamo al rey Galaz,
e dixole: «Sieruo de Jesu Christo, ven ade-
lante, y veras lo que tantos dias has dessea-
do» ; e quando el rey Galaz esto oyó, finóse por
la cara, e asi como los ojos mortales catauan
dentre en el sancto Grial las cosas spiritua-
les, luego el rey Galaz tendió las manos
contra el cielo, e dixo: «¡Padre verdadero,
Jesu Christo, bendito seades vos que me
aueys mostrado lo que tanto he desseado
ver, que agora he visto Jo que hombre mor-
tal no lo podia contar ni dezir, porque aqui
veo la marauiJIa de las otras marauillas! Se-
ñor Padre, Jesu Christo, pues que assi es
que vos me dexastes ver lo que yo lie tanto
desseado y I azorado, ¡agora vos ruego. Se-
ñor, e vos ijido por merced y por miraglo,
que vos en este punto y en esta alegría en
que agora soy, quereys e vos plega que
passe yo deste terrenal siglo, e que vaya al
celestial, porque yo no he conplido todo mi
desseo!»
Cap. CCCLXXXII. — Coino el rey Galaxj se
echo en oración a Jesu Cristo nuestro señor.
Tanto que el rey Galaz fizo sus ruegos a
Jesu Christo. Y el honbre que estaua como
obispo, tomo el cuerpo de Jesu Christo, e diolo
al rey Galaz y el lo recibió con muy gran
deuocion, y el dixo: «¿Sabes quien so?» Y el
rey Galaz dixo: «Señor, yo no lo se» . «Pues
yo quiero que sepas que yo so Josephes, fijo
de J^)a2A<^¿anmatia. Y el^verdadero padre
me enbio atTpoPte.Jazef'cóíTpfina,' Vt^es
por queV Porque me semejas en muchas co-
sas mas que otro ninguno, qiie passamos de
bondad e de caualleria e de nobleza a todos
los caualleros terrenales, porque ningún ca-
uaDero terrenal nunca vio lo que yo e tu
vimos, porque tu no eres fallido ni ensuziado
enjiingun pecado; c por esto te digo que
desde aqui te partirás deste terrenal siglo, e
leñaran los angeles tu anima al tu maestro;
ca mucho has estado en este terrenal siglo,
mas Jesu Christo, rey de los reyes, te dexo,
y tanto j)or confortar e dar esfuergo a los
buenos por la buena creencia que el puso en
ti, e por esto jDareces tu a mi en dos cosas
que yo te diré: la vna, que tu eres virgen
assi como yo; la otrá7que tu has seguido las'
honras del sancto Grial, e has creydo firme-
mente assi como yo, que me fueron otorga-
das las sus honras spi_ritiialmejitñ_iior la obe-
diencia que tu has visto en Jesu Christo assi
como yo; porque la virginidad deue fa;;er
conpaña a la virginidad» . .-•''"
Cap. CCCLXXXIII.— De como Perseual e
Boores o i ¡eran las palabi^as qne el obispo
dexia al rey Galaz.
Quando Perseual e Boores oyeron las pa-
labras que el obispo dezia al rey Galaz, sa-
liéronse del palacio llorando muy fuerte, e
faziendo gran duelo, fasta que el rey Galaz
fue a ellos. E después el obispo dixo al rey
Galaz si querie fablar con sus conpañeros, y
el dixo que si; e luego vino el xqj Galaz a
sus conpañeros, y besólos anbos, llorando
muy fuertemente, e dixo a Perseual: «Ami-
go y conpañero, agora sabed que me partiré
de vos oy en este dia, e yo <iuiero que fin-
queys en esta cibdad en lugar de mi assi
como vos pertenece, porcjue yo jamas nunca
fablare con vos solo que agora de vos me
parta». E después dixo a Boores: «Vos yreys
a Camaloc, e saludarme eys a mi señor don
Lancarote del Lago, e dezilde que yo le ruego
que no se desconorte por mi muerte, que
jamas no me vera; mas yo se bien que el
nunca aura tan gran pesar como quando
o\'^ere fablar de mi muerte; e yo vos ruego
que me saludeys a todos los conpañeros de
la Tabla Redonda, e al rey Artur e a la rey-
na; estas nueuas vos ruego que digays de mi,
porque bien se que mi señor don Langarote,
e mi señor el rey, e la rey na. que nunca mas
me verán; e rogaldes de mi parte que rue-
guen a Dios por mi» .
Cap. CCCLXXXA^. — Como Boores entendió
que ayna seria la muerte de Galaz.
Boores, quando entendió que tan ayna se-
ria la muerte de Galaz, e que entendió que
jamas no entrarla ni tornarla Perseual a la
corte ni al reyno de Londres, e que solo auia
de yr a Camaloc, comengo de fazer tan gran
duelo, e a llorar tan fuertemente, que no ha
honbre que lo viesse que no quebrasse' el
LA DEMANDA DEL SANCTO GRtAL
311
coragon. Y esso mismo hazia Gralaz, e Per-
seual; e fazian muy gran duelo, y esto fazian
por la muerte del buen rey Galaz, e por el
partimiento de todos tres. E i^uando ouieron
assi estado en vno vna gran pioQa, Boores
dixo a sus conpañeros que tales nueuas
como aquellas el no leuaria a la corte por
cosa del mundo ante que viesse la muerte
del rey Galaz, «e no la denunciare yo ante
que la vea». «Por buena fe, dixo Galaz, vos
vereys muy presto.» E quando esto ouo dicho,
tomo paz de sus conpañeros, e besáronle
llorando muy fuertemente y echando gran-
des sospiros con gran dolor; y el rey Galaz
vino delante del santo Grial,.do lo atendía
el obispo Josefes, y'fizo sus oraziones quanto
mejor pudo, rogando muy afincadamente a
Jesu Christo que le sacasse de la terrenal
vida, e quando el rey Galaz vuo fechas sus
oraciones e ruegos, no tardo mucho que no
cayo en tierra en medio del palacio delante
el obispo Josefes, e luego se partió el anima
del cuerpo, e leñáronla los angeles a la corte
celestial con gran alegria cantando muy al-
tamente, e leñáronla al cielo. E quando los
angeles la ouieron sobido al cielo, aniño en
esse lugar vna gran marauilla, assi que Per-
seual e Boores la vieron muj^ bien, ca vieron
venir del cielo vna mano que tomo el sancto
Grial de sobre la Tabla Eedonda, e no ¡aare-
cio sino la mano tan solamente, e assi como
lo tomo, subiólo al cielo. E quando la mano
vino, traxo vna tan gran claridad, que todos
fueron espantados, e cerca de la mano venian
muchos angeles que trayan candelas e cirios
ardiendo, e incensarios muy ricos, e auian
tan buenos olores, que les semejaua que es-
tauan dentro en parayso, assi que oluidaron
el duelo que fazian, e assi como el sancto
Grial salió, assi vieron que la mano que le-
uaua, que lo dio a vn honbre que tenia en su
eabe(;'a vna corona de oro, e auia la cara tan
colorada como sangre, que les pareció que era
llama de fuego, e no podian deuisar la cara.
E quando ouorecebido ePsancto Grial, leuan-
tose de su catedrfTTlB oro e de plata, y beso
el sancto vaso, e púsolo sobre vna tabla de
oro y de plata, e descubriólo del xamete ber-
mejo que tenia de suso: e salió dende vn
honbre todo desnudo, y tenia en sus manos
dos niños de gran fermosura, e con el eran
tres; e quando estuuieron assi gran pieoa,
fincaron todos los ynojos en tierra antel, e
luego vieron que estos tres honbres se torna-
ron vno, e tenia los pií^s e las manos san-
grientos, y el costado abierto e sangriento,
e la sangre que del salia caya en el sancto
Grial, e tomaua la langa que corria sangre,
e leuantauala fazia arriba.
Cap. CCCLXXXV.— Cowo el rey Cialax oyó
lo que la ho% le dixo.
Desque ouo assi estado, llamo al rey Ga-
laz, e dixole: «Hijo Galaz, oy eres entrado
en la mi gloria, y ven adelante y recibe la
corona» ; e luego lo tomaron los angeles, e
truxerongelo delante, y el tomólo por el bra-
co siniestro, y besólo en la cara y en la boca;
y después vntole todo con la sangre que sa-
lla de la lanQa, assi que todo estaña bermejo.
Y después vistióle vnos paños todos de oro,
y tenia el vna corona de oro en la cabega,
con muchas piedras preciosas, e púsole en la
mano diestra vna sortija de oro con muchas
piedras preciosas; e después fizólo posar en
par de los otros reyes, y diole su bendición.
Assi como es dicho fue leuado el Santo
Grial al cielo, que después no fue vido en
tierra, ni vieron después por el ningu-
na auentura, según lo dize maestre Gual-
ter (^). E quando el señor corono a Galaz en
el cielo, quiso que lo viessen Personal e Boo-
res quantahonrra le dio. E assi como os digo,
honro Nuestro Señor a Galaz por su bondad
en vida y en muerte; e luego embio Nuestro
Señor vn ruydo de viento entre ellos, tan
caliente, que pensaron todos ser quemados,
assi que anbos cayeron en tierra; e quando
acordaron, vieron el cuerpo del rey Galaz,
comenoaron a fazer muy gran duelo a mara-
uilla, y estuuieron assi fasta que lo supieron
por toda la villa.
Cap. CCCLXXXVI. — Co»^o supieron las
hozes que daua por gracia del Señor.
Quando lo supieron, fueron tan dolientes
e fizieron tan gran duelo, que coraron de
hombre no lo podria pensar ni dezir, porque
perdían tal señor que nunca les fizo sino
bien a chicos e a grandes, e todos Uorauan e
fazian grande duelo, como si cada vno tu-
uiesse su padre muerto, e dauan con sus
cabecas a las paredes, e ronpian sus paños, e
mesauan sus cabellos, e rascauan sus caras,
e dexauanse echar en tierra con duelo, e
llamauan: «¡Ay Señor Galaz!, ¿a quien nos
dexays? ¿o que sera de nos?» Y estuuieron
en este duelo bien .ix. dias por toda la cib-
dad e por toda la tierra. Y esto fazian por
el gran amor que con el auian, ca nunca
ouieron tan buen rey, de Jesu Christo acá.
Mas sobre todos eran los duelos que Perso-
nal e Búcres fazian, ca lo amauan de todo
coracon. E todos fazian tan grandes duelos,
{') Esta candorosa cita presta mayor encanto aún
á la simbólica j maravillosa narración que precede.
El Gualterá que alude es el clérigo Walter de Oxford.
31Í
LIBROS DE caballerías
/
que pensaron perder el seso, e dezian: «Se-
ñor Galaz ¿'iuieu vos mato?» E otros dezian
que alsrunos lo auian emponcoñado, ca sano
e alegre lo auian visto en el jDalacio. Mas si
ellos supieran la verdad de su muerte, no
podrían assi fincar. E a cabo de los ocho dias,
Perseual e Boores flzieronlo balsamar el
cuerpo, e pusiéronlo en vn lecho muy fer-
moso e bien rico, que eran los pies de oro e
los bancos de plata, e las mancanas de mar-
fil; e después lo vistieron de blanco, e pusié-
ronle de suso vn paño de xa mete bermejo
bien rico; e pusiéronle cerca su seña caudal,
e su corona en la cabeea, e tuuieronlo fasta
otro dia, y el obispo don Galaz canto la mis-
sa. Y quando la vuo cantado, tomaron el
cuerpo del rey Galaz e pusiéronlo en vna
tabla de plomo cubierta de plata, y entei-ra-
ronlo muy lionradamente faziendo grandes
duelos, e pusiéronle de suso vna acitara muy
rica, e labrada de oro y de plata e de muchas
piedras preciosas; e fizieron fazer vn rey de
oro e de plata a semejanca de Galaz: e pu-
siéronlo sobre el acitara, e fizieron delante
las figuras de Perseual y de Boores como es-
tauan faziendo muy gran duelo, e sobre la
tunba fizieron vn petafio escrito, como esta-
ña el cuerpo del rei Galaz, que auia aca-
tado todas las auenturas que auia fallado
desque fuera cauallero: e nonbraua ay todas
las auenturas, e las cauallerias que auia fe-
cho. Y después fizieron vna ymagen de pla-
ta, tragetada a semejanca de Lancarote del
Lago, padre del buen rey Galaz, e como y en
qual manera le auia hecho cauallero, y tenia
cubierto vn manto de xamete bermejo con
peñas de armiños.
Y desque aqui dexa de fablar de Galaz y
de Perseual e de Boores, y de las auenturas
del sancto Grial, saino que JUze yñ' poco
como Boores torno a la corte, e contó las
nueuas al rei Artur (^).
Cap. CCCLXXXVn. — Como el buen reij
Galax fino y fue enterrado {^).
Agora dize el cuento que quando óalaa el
buen rey fue finado y enterrado en el pala-
(') Todo este final de !a Demanda, está lleno de nna
mística y profunda melancolía. La mayor parte de los
caballeros de la Mesa Redonda ha muerto: <^Alft$ (á
qaien el autor castellano atribuye las proezas y. la re-
g-esentación 4e Parsital en el poema de Wolfram von
schenbach), el puro y bienaventurado Galaz, mucre
también, y con £1 huye al cielo el Sancto Grial. La
Demanda ha terminado, y la buena edad del mundo
también; nadie volverá á ver la sagrada maravilla
(nunca lo rieron enla tierra dende que Gulaz mnrió).
C) El epígrafe, como buena parte de los del libro,
no corresponde con exactitud al contenido del «a-
pítulo.
ció spirutual. otro dia se partieron Perseual
y Boores llorando muy fuerte, y rogóle que
le saludase al rey, y a todos los compañeros
de la Tabla Redonda e sobre todos a Langa-
rote del Lago su hermano, el mejor amigo
quel auia, y que le contasse todo como les
auia contecido. y Boores dixo que lo faria
de grado, si Dios le llegasse a Camaloc en
buena ventura, e dixo Perseual: «Cierto se
que sera sabido por toda la tierra desque en
la corte lo sepan, y se yo bien que quando
sepa de honra de su fijo, que morirá luego
con pesar, si Jesu Cbristo no lo acorre luego;
e no sera marauilla, que agora ha perdido
vn fijo el mejor cauallero que nunca truxo
armas» . «Por cierto, dixo Boores, yo me
guardare que por mi no lo sepa» . E quando
Perseual e Boores ouieron assi fablado muy
gran pieca, despidiéronse el vno del otro
para sienpre, llorando de sus ojos. E Boores
se armo, e truxeronle el cauallo de Galaz, e
caualgo, e anduuo por las florestas e por
yermos muchos dias.
Cap. CCCLXXXYin. - Que se metió Perse-
ual en la mongia quando fino Galaz.
Desque Perseual se vido assi solo e sin con-
pañia y en tan luengas tierras e tan estra-
ñas, metióse luego en vn monesterio de
monges blancos, porque mucho se via solo e
sin amigos, e aquella cibdad de Sarras esta-
ña cerca, la mayor de las tierras de Babi-
lonia.
^. '. C
Cap. CGCLXXXI^, — Q¿/g tiempo duro Per-
seual en la nionrfiá después que fino Galaz.
Estuuo assi Perseual en la mongia siruien-
do a Jesu Christo vn año y vn mes, y a cabo
deste tienpo passose deste siglo; y los mon-
jes lo enterraron en el palacio spiritual cer-
ca de su hermana e cerca del buen rey Ga-
laz, ca assi auia el mandado. E ansi como
vos digo se passaron deste siglo Galaz, y Per-
seual, y su hermana. Y Boores anduuo tanto
por sus jornadas, fasta que vino al mar e fallo
ay vna ñaue q\ie queria yr al rey no de Lon-
dres, j entro dentro en ella, y anduuo tanto
que llego al reyno de Londres.
Cap. CCCXC. — Que Boares salió de la ñaue,
y llego a Camaloc.
Salió Boores de la nao, y anduuo tanto que
llego a Camaloc, do era el vej Artur, y sabed
que nunca vio tan gran alegría, que a todos
plazia con la venida de Boores, ca pensauan
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
ai;
que era perdido para sienpre, porque auia
muy gran tiempo que del no supieron. E
quando el re}^ Artur vio a Boores, fuelo a
abracar e a besar mas do cient veces, e 11o-
raua con gran alegría; y después vinieron a
el todos los caualleros de la corte , e flzieron
con el gran gozo. Y quando la reyna lo supo,
vínose para el, e í'uelo abrac.-ar ante las due-
ñas e donzellas, y ellos assi mismo fazian
gran alegría con el, ca les plazia mucho con
su venida, e fizieron poner las mesas, e co-
mieron con alegría. E quando ouieron comi-
do, las mesas se leuantaron, y el vej mando
posar todos los caualleros ante si, e después
dixo a Boores que, para la jura que fiziera,
le contasse todas las auenturas que auia
visto, e las que a el auinieran desque entra-
ra en la demanda.
^l
Cap. CCCXCI. — Como contó Boores las
auenturas que acaerderoii a Galaz.
«Señor, .dixo Boores. Inuy de grado. Agora
escuchad» ; e luegoComenQO a contar todas las
auenturas que auia visto e que le acaescieran
de cabo a cabo del e de sus conpañeros, e de
como auia estado en casa del rey Xaynes, el,
y Perseual, e Galas; e como lo guareciera Ga-
laz. Después contóles como fuera rey Galaz,
e como muriera , e como que"(íaf a'"Tefseuál.
E quandoe^o^oyo el rey e la reyna e los de
la corte, alli fue tan grande el llanto y el
duelo, que no a ombre que vos lo pudiesse
contar; y el rey se amórteselo con gran cuy-
ta, assi que todos pensaron que era passado
deste siglo, e quando acordó, dixo: «¡Ay Ta-
bla Redonda, como eres ya sola e yerma de
los mejores caualleros que en el mundo
auia!» E corríanle las lagrimas por la faz
ayuso, e todos fazian gran duelo que no po-
dían mayor, e otro día fizo cantar missas por
los defuntos; e assi quedaron los tristes e do-
loridos. Agora, dexa, el cuento de fablar del
sancto Gríal (que nunca lo vieron en la tierra
desde jque G:aIaz-5iurio ) , d"e~ Perseual , e de
Boores, e de las auenturas del reyno de Lon-
dres, e torna a Agrauain, como descubrió a
Lancarote con la reyna. ^ -
5.6 el cuento que vn dia se apartaron los
lermanos en vna cámara del rey, e comen-
Qaron a fablar malamente el lAeyto de la
rej^na e de Langarote: e Galuan, que era mas
seguro que los otros, dixo: «Hermanos, ca-
llad vos, ca no ha menester que este píeyto
¿ea descubierto, que si al rey lo dixeremos,
tal guerra podra ende venir . que morirán
mas de quarenta mili honbres. e con todo esto
no sera nuestra deshonrra vengada: ca mu-
cho es de gran bondad el linage del rey Van,
e Dios los puso en tan alto lugar de honra e
de poder, que no pienso que pudiessen ende
ser derriljados por honbre. E por esta razón
nos dexemos ende, ca gran malauentura po-
dría dende venir, e no digo yo esto porque
no quiero peor el linage del rey Van que vos
pensays , e, auíendo poder , veríades lo que
ay faría» .
Cap. CCCXCn.
-Que rrsjjo lidio o que dixo
Gariete.
Después desto respondió Gariete, e dixo:
«Como quier que vos dígades entre vos, lo
que quisierdes, en esto no me otorgo yo: ni
nos a ellos no los podemos traer mal, ca ellos
son todos muy buenos caualleros, e siquier
porque el rey nuestro señor los ama tanto,
que los puso en gran honrra, como vos sabe-
des, donde no pueden ellos ser decendídos;
porque os ruego como a hermanos, que no
querades mouer guerra con ellos, ca son bue-
nos caualleros, e han tantos de amigos, que
ayna vos puede venir gran desonra; e por
ventura el reyno de Londres podría jfOr ende
ser destruydo» ; y en esto se otorgaron Gal-
uan e Gariete. Mas los otros tres no lo qui-
sieron creer, ante dixeron que lo farían sa-
bsr al rey Artur, que ante querían ser muer-
tos que sufrir atal deshonrra de su señor, e
suya. «Por Dios, dixo Gariete, no lo fagades
assi, ca si lo fazedes vos cobrareys por ay
vuestra muerte e vuestra desonra; e catad
agora que no podedes fallar vn cauallero en
el linage del rey Van que no valga tanto
como diez caualleros de los otros. E son tan
amados, que si oy se ensañasen e se quisies-
sen de aquí partir, vos veríades mas de la
meatad de los caualleros de la Tabla Redon-
da que serían en cuyta del e yrian do el qui-
síesse^ e no es ruego que Dios les dio, ante
es gran marauilla como no meten todo el
mundo so su poder, e fazerlo an sin falta sí
luengo tienpo binen; e por ende vos ruego,
por Dios e por vuestra honrra, que vos guar-
deys. Y esto te neldo en poridad, como amays
los cuerpos» . Mas ellos no se otorgaron
en ello.
Cap. CCCXCin. — Como entro el rey Artur
en la cámara do estañan sus sobrinos ha-
blando de Langarote e de la reyna.
Ellos assi estando, entro el rey por la cá-
mara, e entendió bien lo que dezía Galuan
e Gariete e sus hermanos, e oyó como dezía
Agrauayn, entrando el rey: «Por Dios, señor
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LIBROS DE caballerías
Galuan, no lo encobrire, ante lo diré a mi
tio el rey» . Y el rey, oyendo esto, dixo a
Agrauayn: «¿Que es lo que dezis?» «Señor,
dixo Galuan, no es nada ni es contra vos» ; e
todavía diziendo el rey que lo queria saber,
dixo Gariete: «Xo vos ay cal ya, que por mi
consejo no sabres ende mas, ca de lo saber
honbre, nunca puede bien venir a vos ni a
otre. E sabed que Agrauain dize la mayor
mentira del mundo». «Por santa ]klaria, dixo
el rey, saberlo quiero. E yo os digo, por el
juramento e omenage que me auedes fecho,
que me lo digades». «Señor, dixo Galuan,
marauilla es de vos assi de auer sabor de sa-
ber nueuas. Y sabed que no lo sab redes por
mi ni por Gariete. E si alguno os lo dixere,
uerna ende mal a el, e a vos peor». «Y assi,
dixo el rey, por esta mi cabeca yo lo sabré».
«En buen ora, dixo Galuan, mas no lo sabres
de mi; ca nunca vernia ende pro a mi ni a
otre, e sin duda a la fin uerna vuestro mal
e vuestra desonrra; assi que me queriades
peor que otro honbre; assi auiene en tales
cosas» . Estonce salió de la cámara Galuan e
Gariete, anbos con gran pesar, e dixeron
que «en mal punto fue aquella palabra co-
mentada, ca si lo sabe el rey, b se toma con
Langarote, saña auernia que el rey de Lon-
dres seria por ay destruydo, e al no j)ue-
de ser» .
Y el rey finco con sus tres sobrinos en la
cámara, e cerráronla muy bien, e tornóse a
ellos, e dixoles: «Dezid lo que antes fablaua-
des». «Si Dios me vala, dixo Agrauain, yo
no os lo diré». «¡Por santa Maria, dixo el
rey, si fareys!» «Ciertas, dixo Galuan ('), es
el mejor honbre e mejor cauallero que vos».
Dixo el rey: «Idvos de aqui, ca jamas no me
fiare de vos; ca mucho me andays mal, e
desleal, e traydor» . «Señor, dixo Galuan, vos
direys lo que vos plaze, mas de traycion
nunca me lo prouastes vos. E si yo traycion
fize a vos ni a vuestro daño». Y' estonce se
salió de la cámara, e dixo Agrauain: «Vos
no dedes por esto nada, mas aun mucho mal
por ende os ver na a vos e a otro, e muchos
buenos honbres que no lo mereseen morirán
por ende». «Agora conuenga, dixo Gariete, al
rey e a los hermanos que si ay son, mas no
me trabajare en este pleyto, ca se verdadera-
mente que nunca hombre se tomara con el
linage del rey Van que a buena cima pueda
venir». «Por buena fe, dixo Galuan, no ha
hombre peor en el mundo que yo peor quie-
ro; mas son tantos tan buenos, que les nue-
(') Todo este pasaje está muy oscuro ea el texto.
Galbán había salido de la habitación. Ahora parece
estar todavía en ella
ze muy poco mi desamor, e por ende los
dexo fasta que vea mi poder» .
Cap. CCCXCIV. — Coí«o salieron de la cá-
mara, e de lo que ellos dixeron.
Bien en tanto que salieron de la cámara,
e fueronse a la posada de Gariete, e yéndose
por la rúa, fallaron a Langarote, e a Boo-
res, e a Leonel, e a Brioberis, con muy gran
conpaña de eaualleros; e recibiéronse bien
con alegría, e dixo Gariete a Estor: «Yo os
ruego que esta noche que folgades en mi po-
sada. Y sabed que os lo digo por vuestra pro
e honrra». Y el ge lo otorgo. Y estonce se
tornaron, e fueronse con Gariete j)ara su po-
sada, e desarmáronse luego. E a la tarde
fueronse para el rey. Y" el rey estando a la.
mesa, dixo a los eaualleros qne en la mañana
querría yr a la capa, e Langarote le dixo:
«Señor, yo vos fare conpaña si vos plaze» .
«No, dixo el rey, que vos auedes menester
de folgar mas que de yr a ca(;-a, ca llegastes
oy cansado del torneo, e por ende quiero que
vos finquedes»; e por no passar mandado
del rey, dixo que fincarla, mas bien enten-
día que no le hazla el rey semblante de amor;
ni tan buen continente como solia; e mara-
nillauase que era, ca no cuy do que era des-
cubierto. Y a la noche, quando tornaron a la
posada, Lan(;arote dixo a Boores: «¿Vistes
que mal continente nos mostró el rey? e no
creo, por cosa que rae digan, sino que me
han mezclado con el» . «Sabed, dixo Boores,
verdad que ha priso nueuas, e de la reyna, e
agora catad lo que oy fareys, ca nos somos
en guerra que no fallezca por gran tiempo; e
Dios lo haga bien acabar, ca mucho es el
rey Artur dubdado» . «¡ Ay Dios! dixo Lan-
yarote, ¿quien fue tan osado que dixo estas
nueuas al rey Artur?» «Si fue cauallero, dixo
Boores, fue Agrauain. E si fue muger, fue
Morgayna, que vos desama de mortal des-
amor como vos sabedes; que ningún otro lo
osarla dezir»; e dixo Galuan a Lancarote:
«Yo e Gariete , con estos tres eaualleros,
queremos yr a caga, ¿queredes vos yr alia?»
«No, dixo, esta vez, ca no he sabor de yr».
Y estonce se fue en pos del rey, e Langarote
finco.
Cap. CCCXCV. — Qomo el rey e sus eaualle-
ros fueron y dos a caga.
E tanto que el rey e sus eaualleros fueron
y dos a caga, embio la reyna por Langarote,
que se fuesse luego para ella, e no fiziesse al
por ninguna cosa. Y el fue muy alegre, e
dixo que queria yr lo mas escondidamente
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
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que pudiesse, e después consejóse con Boo-
rescomo liaría. «¡Ay señor, dixo el, por Dios
no queraj^s yr alia, que sabed que si alia
ydes, por vuestro pesar sera, ca mi coraron
me lo dize!» Y el dixo que no lo dexaria por
ninguna guisa. «Señor, dixo eí, pues no os
queredes hincar, e a coraron lo auedes de
yr, yo os mostrare como vayades escondida-
mente; vej^s aqui vna huerta, que yredes
por ella hasta en su cámara de la reyna, que
no vos vea honbre nascido; mas todauia le-
ñad con vos vuestra espada, ca no sabe hon-
bre lo que le auiene», Y el lo hizo assi, y
fuesse para la cámara de la reyna; mas sa-
bed que bien entendió que Morderec e sus
hermanos le tenian la puerta con pief;a de
caualleros. E tanto que entro en la cámara,
cerro la puerta, e después echóse con la rey-
na en vna muy rica cama. Y" ellos assi ya-
ziendo, comenoaron a dar grandes golpes a
la puerta e quisieron entrar, e halláronla
bien cerrada, y dixeron: «¿Que haremos?» E
Agrauain dixo : «Quebrantémosla» ; e assi
eomengaron a ferir por la quebrantar; e oyó-
lo la reyna, e leuantose toda tollida, e dixo:
«¡Ay amigo Lancarote, como somos muer-
tos!» «¿Como? dixo el, ¿e que es esto?» Y es-
cucho, e oyó a la puerta gran rebuelta de
caualleros, e querían quebrantar la puerta e
no podian. «Ay amigo, dixo ella, agora sa-
brá el rey de mi fazienda e la vuestra, e todo
esto nos ha boluido Agrauain» . «Si Dios me
ayude, dixo el, yo ordire su muerte» . Y es-
tonce se yrguio de la cama, e dixo: <-<\á.j se-
ñora! ¿aqui no ay ninguna loriga? « «No, dixo
ella, ca semejame que plaze a Dios que mu-
ramos aqui ambos; empero, si pluguiesse a
Dios que escapassedes vos sano, no ay aqui
tal que me osasse matar sabiendo que vos
eras biuo; mas cuydo que nuestros pecados
nos alcan9an agora» . Y estonce tomo su es-
pada, e abraco el manto, e fuesse para la
puerta, e abrióla, e comenQO a dar bozes a
los que estañan fuera, diziendo: «Caualleros
malos e couardes, atended, que yo os abriré
la puerta, e uere cual sera el mas ardido que
entrara primero» . E después paróse en me-
dio de la puerta, su espada en la mano. E vn
cauallero que auia nombre Cinagis, que des-
amaua a Lancarote, dexose correr por la
puerta. E Lang-arote yrguio la espada , e
firiole de tan gran fuerca, que no le presto
yelmo que truxiesse. E fendiolo fasta en las
espaldas, e dio con el muerto en tierra. E
quando los otros vieron este golpe; no vuo ay
tan ardido que osasse entrar dentro, ante se
hizieron afuera, en tal guisa que la entrada
hinco libre. Quando el esto vio, dixo a la
reyna: «Señora, esta guerra es acabada; e
quando os plaze, yrme he». Y ella dixo: «Si
vos fuerdes en saino, yo no aure pauor de
mi» . Y" estonce tiro Lan9arote al cauallero
que matara contra dentro, e cerro bien la
puerta porque no entrassen dentro los otros,
e después quitóle todas sus armas, e armóse
mny bien, e dixo a la reyna: «Señora, agora
me puedo yr en saluo, ca de quantos aqui me
aguardan me defenderé muy bien». «Pues
ydvos, dixo ella, e pensad de mi, ca bien se
que presto aure menester vuestra ayuda».
«Mas, si os plaze, dixo el, leñaros he comigo,
ca no hay hombre aqui por quien yo os de-
xare de leñar». «Esto no quiero yo, dixo
ella, mas Dios lo ordenara en otra guisa». Y''
estonce abrió Lanr-arote la puerta, e fuesse,
e firio al primero que fallo de vn tal golpe,
que dio con el en tierra. E los otros se fizie-
ron afuera, e no vuo ay tan ardido que no le
dexasse yr su camino; e Langarote se salió
de si, e fuesse para la huerta, e de la huerta
a su posada; e hallo a Boores en vna cámara,
ca auia pauor de no venir della a su volun-
tad; e bien le dezia el coragon que los del
linage del rey Artur le prenderían con la rey-
na, si pudiessen.
Cap. CCCXCVI. — Como Boores vio a Lan-
garote armado.
Y quando Boores vio venir a su señor
Lancarote armado, que fuera desarmado, en-
tendió que fuera algún enxeco, e preguntóle
como le fuera, y el ge lo contó todo, como
Agrauain, e Morderec, e Gruareches, le qui-
sieran prender con la reyna con gran con-
paña de caualleros, mas que se defendiera
de guisa que no le pudieron prender. «E
señor, dixo Boores, agora va mal el pleyto,
que toda vuestra fazienda e de la reyna es
descubierta. E agora se comencara la guerra
que nunca aura fin, ca de quanto os amo el
rey fasta aqui, tanto os desamara agora por
el tuerto que le hazes con su muger. E agora
catad lo que ay podamos fazer, ca bien se
que desde oy mas nos sera el rey mortal
enemigo; mas de la reyna, ¿que haremos
que sera por vos juzgada a muerte? Mucho
queria que pussiessemos ?ij algún consejo
como escapasse» ; e desto sobreuino Estor, e
pesóle mucho que quando supo la barata
como fuera, e dixo: «Señor, pues assi es,
vayamos a aquella floresta a ascendámosnos
ay. E quando la reyna sera juzgada para
matar, sacarla han fuera de la ciudad para
quemar. Y estonce saldremos nos e librarla
hemos, e leuarla hemos a Benoit o a Gaunes,
o a la Joyosa Guarda; después temeremos nos
al rey».
31G
LIBROS DE Cx\.BALLERIAS
Cap. CCCXCVII. — Como videi-on consejo
todos con los caiialleros.
A este consejo se acordaron todos, e des-
pués caualgarou, e fueronse con veynte e
ocho caualleros de su linage muy buenos e
ardidos, e después partiéronse de la posada,
e fueronse para la floresta, e metiéronse en
ella a la orilla, do vieron que era mas espe-
sa, e estuuieron ay hasta en la noche. Es-
tonce llamo Lancarote vn su hombre y em-
itiólo a Camaloc que supiesse que querían
hacer de la reyna. E el donzel se partió de-
llos, e caualgo en su rocín, e fuesse para
Camaloc; mas agora dexa el cuento al donzel
e a Lancarote, e torna a los tres hermanos
donde Langarote se partió.
Cap. CCCXCXin.— Como el cuento dlxo de
Langarote como escapo de aquellos.
Dize el cuento que pues Lancarote escapo
de aquellos que le tenian la puerta e que le
cuydaron prender con la reyna, e quando no
pudieron auer a Lancarote, prendieron a la
reyna, e fizieronla mucha desonrra e pesar
e dixeronle que era su aleue privado, e que
morirla por ello; y ella lloraua muy fuerte-
mente, e no vuieron della piedad, mas antes
la querían mucho mal, e a hora de nona vino
el rey de caca, e descendiendo de cauallo, le
dixerou nueuas de la reyna, como la fallaron
con Lancarote e que era presa, e quando esto
oyó el rey, vuo gran pesar, e pregunto si era
preso Lancarote. Y ellos dixeron que no, ca
se defendió tan fuertemente, que nunca hom-
bre se defendió mejor; y el rey dixo: «Pues
¿donde esta? ¿No esta en su posada? Haced
armar ciertos caualleros, e vayan a prender-
lo e traemelo aqui, e fare del e de la reyna
justicia». Estonce se fueron a armar bien
sesenta caualleros, no de su grado, mas por-
que lo mando el rey. E desque fueron arma-
dos, fueronse para la posada de Lancarote,
mas no le fallaron ay, e no vuo ay tal de-
llos que no fuesse alegre porque no lo falla-
ron, ca sabian bien que algunos auria ay
derribados si prenderlo quisiessen. E pues
no le fallaron, tornaron al rej^, e dixeronge-
lo; y el dixo que le pesaua de coraron, pero,
<pues que no me puedo vengar de Langarote,
vengarme he de la reyna», e yendo assi, le
dixo el rey Van: «Señor, ¿que quereys ay
fazer?» «Quiero, dixo el rey, por esta des-
lealtad fazer justicia della, que todas las que
la oyan sean castigadas. E yo mando a vos,
rey, primeramente, y a los otros que aqui
son, e ruegovos por aquella fe que me deue-
des. que vos catedes de qual muerte deue
morir, ca sin muerte no puede escapar, e
aunque vos no lo juzgueys, ella morirá».
«Señor, dixo el rey Yandemagus, no es cos-
tumbre de ninguna tierra do dar juyzio des-
pués de yantar, e mas de muerte de hombre
o de mugei, e demás a tan alta dueña como
es la reyna; si, maguer que vos la mandasse-
des matar, no ganareys ay sino desonrra o
vos no sereys vengado ni las otras no escar-
mentaran por ella, mas pues que a coracon
lo aueys, de mañana faremos lo que man-
dardes» . X estonces se dexaron dello, e vuo
el rey tan gran 2^esar, que todo aquel dia no
comió ni beuio, ni quiso que la reyna vi-
niesse autel.
Cap. CCCXCIX. — Como el rey mando a
Grauain e a Morderec que era Lo que man-
dauan se hiziesse de la reyna.
Y otro dia de mañana, a ora de prima,
tanto que los hombres buenos fueron llega-
dos, mando el rey a Morderec e Agrauain que
dixessen que muerte deuia morir la reyna
por derecho juyzio. Y" ellos salieron a fablar,
e dixeron: «Este es el derecho juyzio, e al
no ay: que deue ser quemada, pues tal cosa
fizo sobre tan alto rey como vos» . Y a esto
se acordaron todos, que por grado, que por
fuerza. X quando Glaluan vio que Agrauain
tal juyzio dio, dixo: «Si Dios me ayude,
nunca quedare ni estare en lugar do muerto
vea de la dueña que del mundo es mas no-
ble, e demás que Lancarote querrá deman-
dar este juyzio, e algunos se fallaran ende
mal»; e fuesse para el rey, e dixo: «Señor,
yo vos dexo quanto de vos tengo, y jamas
mientra bina nunca os siruire» . Y el rey no
le respondió nada, ca estaña con mal sabor,
e Galuan se partió del, e fuesse para su po-
sada faziendo gran duelo. Y el rey mando
fazer gran fuego fuera de la villa en el can-
po. E los llantos fueron grandes por la villa,
como si la reyna madre fuesse de todos. Y (;1
rey enbio por la reyna que viniesse ante el .
Y" ella vino muy cuytada. E vino vestida do
vnos paños de cendal, y era tan fermosa, (jue
en el mundo no hallarían su par. E quando
el rey la vio, vuo della muy gran duelo,
assi que no la pudo catar, e mando que la
quitassen delante.
Cap. CCCC. — Como leuauan a quemar a In
reyna Ginebra.
E tanto que sacaron la reyna del palacio
para leuar a quemar por las rúas de la vi-
lla, veriades de todas partes salir viejos e
mancebos, ricos y pobres, e yr em pos della
LA DEMANDA DEL SANCTO GRÍAL
317
dando gritos e liaziendo el mayor duelo del
mundo, e dezian todos a vna boz: «¡Ay bue-
na señora e de buen donarlo, e mas cortes,
y enseñada, e de mayor beldad que otra
dueña! ¿Do fallaran oy mas los- pobres e los
menguados consejo? ¡Ay rey Artur, como
fazes mal, o que mal te consejaron los que
el consejo te dieron; e presto te verna ende
mal, e sera tu rey no destruydo por ende, e
los tray dores que lo fazen hacer, mueren
ayna mala muerte!» ; e assi hazian duelo
aquellos que lo veyan, e después yuan tras
ella dando bozes, como si fuessen fuera do
seso. E el rey mando a Crrauain que tomassc
ochenta caualleros aruia'dos, para guardar el
campo do el fuego era, assi que si Langaro-
te viniesse, que no pudiesse leuar la rey na.
«Señor, dixo el, si vos quereys que yo ay
vaj'^a, mandad a mi hermano Gariete que
venga comigo?/: y el rey le mando yr. E
Gariete dixo que no lo haria, pero tanto se
lo mando el rey, que dixo que lo haria, e
armóse e todos los otros que Agrauain esco-
gió, e fueron se con la rey na.
Cap. CCCCI. — Que fueron armados c sali-
dos de kt villa.
Pues que fueron armados e salidos de la
villa, dixo Gariete a Grauain: «¿Pensays
que vine yo aqui por me tomar con Lan(,-a-
rote si acorrer quisiere a la reyna? Sabed
que yo ende no me trabajare, si Dios qui-
siere; ca assi Dios me vala, que querría mas
que ella tuuiesse toda su vida, que no que
moriesse aqui» . E assi fablando llegaron al
fuego, e Lanyarote, que yazia escondido en
la floresta con sus caualleros, tanto que vio
a su donzel. preguntóle: «¿Que nueuas traes
de mi señora la reyna?» Y el dixo: «Señor,
muy malas, ca la llenan a quemar, e ya esta
al fuego, bien lo podeys ver». E el salió vn
poco de la floresta, e violo, e dixo a sus ca-
ualleros: «Señores, agora sed buenos, e aco-
rramos a mi señora la reyna. E si Dios qui-
siere, tal euyta no matara a ella, que morirá
el. e plega a Dios e a santa Maria que si
nunca oyeron a j^ecador, que oyan a mi que
yo falle ay a Grauain que todo esto ha he-
cho; e si Dios quisiere que me halle con el,
yo le prometo que nunca vea la muerte de
la reyna». Y en tanto salieron do la floresta,
e fueronse contra el luego quanto los caua-
llos los pudieron leuar ; e yuan faziendo
tan gran ruydo, como si fuessen cincuenta
caualleros, E quando los que la reyna guar-
dauan los vieron venir tan ayrados contra
si, comencaron a dar bozes los vnos a los
otros, diziendo: «¡Fuyd, fuyd, que he aqui
a Langarote que viene acorrer a la reyna!»
E Langarote venia como león ante todos los
otros, que auia talante de acorrer a la reyna;
dexosse correr a ellos, e fallóse luego con
Agrauain, e conociólo luego por las armas,
8 fuelo a ferir tan brauamente, que no le
valió escudo ni loriga que no le metiesse la
lauca por los pechos, assi que el fierro pare-
cía de la otra parte, e dio con el en tierra;
e al caer que cayo, quebró la lanr/a en el, e
finco el fierro en el con vn troQO del asta;
después dexosse yr Boores a Guareches, e
diole vn tal langada, que dio con el del caua-
11o en tierra, e fue tan mal ferido, que no
vuo menester maestro; e los que con Lanca-
rote vinieron no se vuieron en balde, mas
fueron herir en los otros que teniana la rey-
na, assi que derribaron dellos vna gran par-
tida antes que quebrassen sus langas. E des-
pués metieron mano a las espadas, e comen-
caron a ferir muy brauamente; mas quando
vio Gariete que sus hermanos eran muertos
e yazian en tierra, dexosse correr para Me-
liadux el negro, que se trabajaua quanto
podia de ayudar a Langarote e de uengar la
afrenta de la reyna,, e diole tal lan(,'ada, que
dio con el en medio del fuego, e quebró su
lauQa, e metió mano a la espada, e ferio a
otro a tal golpe, que dio con el a pies de
Langarote muerto. E quando Estor, que mu-
cho metió mientes en Gariete, vio que fa-
zia tales golpes^ dixo: «Para sancta Maria,
si este hombre duro mucho, hazernos ha
daño; e por ende valdrá mas matarlo si puede
ser, que nos faze tan gran daño» ; pero era
vno de los caualleros de la corte que mas
amana el linage del rey Yan; estonce le fue
ferir de vn golpe del espada, que le fizo caer
en tierra el yelmo de la cabega. E quando
vio su cabe(,'a desarmada, fue todo espantado.
Y Lancarote, que andana de los vnos a los
otros guisando su gente, diziendoles que su-
friessen afán, e no couoscia a Gariete, ñriole
tan brauamente ¡íor cima de la cabeca, que
le feudio fasta en los dientes e cayo en tie-
rra. Y esto fue gran daño, porque era mu-
cho buen cauallero, e que amana sienijire a
Langarote mas que a otro cauallero que el
nunca viesso. E por este golpe fueron todos
los del rey desbaratados; assi que de los
ochenta que eran no escaparon sino tres, que
fuyeron a la ciudad. Y el vno fue Morderec,
e los dos de la Mesa Redonda. Y quando
Lan(;arote vio esto fuesse para la reyna, e
dixole: «Señora, ¿que quereys que haga-
mos?» Y ella respondió muy leda, porque
escapasse de aquel peligro, y dixo: «Amigo,
yo queria que me Ueuassedes a lugar do el
rey no me pudiesse fazer mal» . «Señora, dixo
¡IS
LIBROS DE caballerías
el, caualgad e vayamos en aquella floresta, e
alli tomaremos consejo como hagamos»; y
ella lo otorgo. Estonce la pusieron en vn ca-
uallo, que auia ay asaz sin señores, e después
fueronse para la floresta, e metiéronse den-
tro, do la fallaron mas espessa. E contaron
su conpaña, e no hallaron mas de tres me-
nos, e pregunto Lancarote que era dellos. y
Estor dixo: «Yo vi a Gariete que mato dos
dellos, e del otro no se» . «¿Comoy dixo Lan-
carote, ¿aqui vino G-ariete?» «¿E que es esto
que dezis? dixo Estor, ;no lo matastes vos?»
«Por buena fe, dixo Lam.-arote, no lo se;
mas si esso es verdad, bien podemos dezir
que jamas auremos paz con el rey Artur ni
con don Galuan, por la muerte de Gariete;
sabe Dios que me pesa de su muerte; e agora
coraenQara la guerra, que no aura fin en
todos sus dias» .
Cap. CCCCn. — Que Langarote vuo ¡lesar de
la muerte de Gariete.
Mucho vuo gran pesar Lanoarote de la
muerte de Gariete, ca era vno de los caua-
Ueros del mundo que el mas preciaua e ama-
ua, e dixo Boores a Lanr-arote: «Señor, me-
nester es de poner la reyna en saluo y en lu-
gar que no aya que temer al rey» . E Lanr-a-
rote dixo: «Vn castillo conqueri yo, e alli
puede ella estar, ca el castillo es muy fuerte,
y esta en lugar que no podria ser cercado. E
pues que alli fuessemos e vuiessemos bastes-
cido nuestro castillo, embiare a pedir ayuda
a mis amigos e a mis caualleros que yo ayu-
de muchas veces, ca muchos conquiste, que
si fuessen en nuestra ayuda e si fuessemos
en aquel castillo, ligeramente podremos gue-
rrear con honbre de gran poder» . «¿E do es
este castillo?» dixo Boores. «Cerca es, dixo
el, del castillo de Luengueron, y ha nonbre
el castillo de la Joyosa Guarda; mas quando
yo lo conquiste, ha buen tienpo y quando
fuy cauallero nouel, auia nonbre la Doloro-m
Gitarda». «Ay Dios, dixo la reyna. agora nos
fuessemos ay . ca verdaderamente no ternia
mas que temer, tanto es fuerte lugar». Y a
esto acordaron todos, y entraron en el cami-
no, y anduuieron tanto que vinieron a vn
castillo que estaña en medio de vna monta-
ña e auia nonbre Colee; y era señor della vn
conde muy buen cauallerro e de gran poder,
e amaua mucho a Lancarote. Y quando supo
que venia, fue muy alegre e recibiólo muy
bien, c fizóle todo seruicio e honra que pudo;
e prometióle que le ayudarla contra todos los
honbres del mundo, e contra el rey si me-
nester fuesse; y Lancarote ge lo agradeció,
e dixo que a otro lugar se quería yr.
Cap. CCCCin. — Que Lancarote se fue para
la Joyosa Guarda.
Otro dia de mañana partióse del conde de
Angis, que le dio buenos .xl. caualleros, e
fizóles jurar que le ayudassen como ayuda-
uan a el: e tanto partiese del castillo. E quan-
do los de la Joyosa Guarda supieron que Lan-
carote venia, saliéronlo a recebir, faziendo
gran alegría con el como si fuesse Dios. E
quando supieron que venia a morar con ellos,
juraron que le ayudarían contra todo el mun-
do. Estonce se esforro mucho, y enbio luego
por los caualleros de la tierra, e vinieron
luego, e fueron muy alegres, e hizieron bas-
tescer su castillo muy bien; mas agora dexa
el cuento de hablar dellos e torna a hablar
del rey Artur.
Cap. CCCCrV". — Como el rey Artur vio venir
huyendo a los suyos del canpo.
Y dize el cuento que quando el rey Ar-
tur vio venir fuyeudo a los suyos , que tan
gran gente que alia enuiara e no le venian
mas de tres, hizose marauillado, e pregunto
que era aquello, e vn donzel, que viera la
batalla, dixole: «Señor, yo os lo diré, que pe-
sara a vos e a otros: sabed que quantos ca-
ualleros enbiastes al fuego con la reyna, son
todos muertos, e no escaparon sino aquellos
tres que vienen como veys; e destos tres es
el vno Morderec, e los otros dos no se quales
se son». «Ay Dios, dixo el rey, ¿pues ay fue
Langarote?» «Si, por buena fe, dixo el don-
zel, e fizo mas, que los venció, e llenóse a la
reyna, e metióse en la floresta con ella». E
quando el rey estas nueuas oyó, vuo tan gran
pesar, que no supo que hazer, y el assi es-
tando, llego ilorderec, que dixo al rey: «Se-
ñor, mucho os va mal, que Lanoarote ha
muertos todos vuestros hombres e llenase la
reyna», «Tamos em pos del, dixo el rey, que
no se nos yra si yo puedo» . Estonce fizo ar-
mar muchos caualleros e semientes , e todos
aquellos que con el estañan. E desi caualga-
ron lo mas presto que pudieron , e fueronse
para la floresta; e catáronlo de la vna parte
y de la otra, mas no hallaron nada; y eston-
ce mando el rey que pusiessen por muchos
puertos si los pudiessen fallar, y el rey Ca-
rides le dixo: «Señor, esto no me semeja
nada, ca si se partieren, e Langarote los
falla, vno a vno matara quantos fallare; ca
el trae buena conpaña e buenos caualleros» .
«¿Pues que faremos?» dixo el rey. «Señor,
dixo el; yo os lo diré. Enbiad vuestros hom-
bres con vuestras cartas a todos los puertos
LA DEMANDA DEL SANCTO GllIAL
319
destas tierras, e defended que no sean osados
de dexar jiassar a Langarote ni a su conpa-
ña; e assi aura de fincar en la tierra, e quan-
do sabremos do es, yreinos sobre el , e pren-
derlo hemos de ligeramente , e vengarnos
hemos del. Y esto sera muy mejor, si a vos
os parece»; y el rey acordó en ello.
Cap. CCCCY. — Gomo mundo }uix,er el rey
las cartas para embiar por todas jja^tes de
su rey no.
Estonce mando fazer sus cartas el rey, y
embiolas a todas partes del rey no de Londres.
E pues embio los mensajeros con las cartas,
assi como el rey Carides le consejo, e torno
con su gente a do el desbarato fue. Y quando
ay fue, cato a diestro, e vio yazer Agrauayn
muerto, que Langarote matara, e tenia el
taracen de la lanoa por los pechos, que pá-
reselo el fierro de la otra parte, e ouo tan
gran pesar, que no se pudo tener en la silla
e cayo sobre el amortecido ; j estuuo assi
gran pieca, e quando acordó dixo: «¡Ay buen
sobrino, que deslealmente vos amaua quien
assi vos firio que tan gran duelo metió en mi
coracon, por que vn cauallero como [vos]
tollio de mi linage!» E tiróle el yelmo; e
besóle en los ojos y en la boca, e fizóle leuar
a la ciudad, e desi fue mas adelante entre
los muertos, e fallo a Gruareches, que Boores
matara, y tenia la lanca metida por los pe-
chos. Y estonce fazia muy gran duelo,
diziendo: «¡Ay viejo catino, que mucho
biuistes quando vees ante ti muertos los
honbres que en el mundo mas amauades, y
que tal pesar ante ti vedes!» E desi hizo
leuar a Guereches en vn escudo, e fue ade-
lante , e cato a siniestro, e vio Gariete que
LauQ-arote mato, y este era su sobrino que el
mas queria, fuera Galuan. E quando lo vio
assi, fue mucho mayor su duelo que antes,
e fuesse para el, e abracólo e amortecióse
cerca del, assi que los que ay estañan cuy-
daron que era muerto. E yogo tanto, que
andarla honbre bien media legua. í desque
acordó, dixo: «¡Ay muerte! ¿por que no vie-
nes por mi? E si nunca hombre murió con
duelo, yo me moriré oy por duelo destos
hombres, ca nunca vi muerte de quien tanto
pesar vuiesse; ¡ay sobrino, como fue fecha
en mal punto la espada que tal golpe os dio!
Y' maldito sea el bra^o que assi os hirió, ca
mal confundió a mi y a mi linage» ; y besóle
en el su rostro, assi como lo tenia sangrien-
to, y hizo tal duelo, que todos se marauilla-
ron, y todos hazian duelo, ca lo amanan
mucho porque era buen cauallero.
Cap. CCCCYI. — Como fax,ian grandes due-
los por la muerte de Garieie.
E grandes eran los duelos e bozas que die-
ron los vnos por sus parientes e los otros por
sus amigos, y desi tomaron a Gariete en vn
escudo, e leñáronlo a la villa . Y quando los
de la villa supieron la gran mortandad que
fuera y de los buenos caualleros, ¡alli veria-
des el duelo grande! e cada vno tomaua a su
amigo e leuaualo al palacio; e a estas ibozes
salió Galuau de su posada, que bien cuydo
que era ya la reyna muerta e que por esto
fazian tal duelo. Y estando en la rúa pregun-
tando, dixeronle: «Ay Galuan, si queredes
ver vuestro pesar y el gran derramamiento
de vuestro linage, yd al palacio, e alli vereys
el mayor pesar que nunca vistes de vuestros
ojos»; y el vuo destas nueuas gran pesar,
mas cuydo que era por la reyna, e abaxo
la cabeca, e comenQO de yr muy triste con-
tra el palacio, e catana contra el vn cabo
e contra el otro por do yua, e veya a todas
las gentes llorar, diziendo: «¡Ay Galuan, yd
a ver vuestro gran destruymiento de vuestro
linage!» E quando esto oyó, no entendió por
que ge lo dezian, pero crecióle nluy mayor
pesar que antes e fuesse assi fasta el pala-
cio, e quando entro dentro, vio a todos fazer
tan gran duelo, como si todos los principes
del mundo tuuiessen muertos ante si. E quan-
do el rey vio a Galuan, dixole ha altas bozes:
«Don Galuan, vedes aqui vuestro quebranto
e mió, e vees aqui donde yaze muerto Ga-
rlóte vuestro hermano, el mas preciado ca-
uallero de vuestro linage» ; e mostrogelo todo
sangriento, como lo tenia apartado a su cos-
tado. E Galuan, quando esto oyó, no vuo po-
der que pudiesse decir nada ni se pudiesse
tener en pie, y fallecióle el coracon y el po-
der del cuerpo, e cayo en medio del palacio,
e yugo ay muy granpieoa amortecido, e los
ricos hombres que ay estañan con gran pesar,
ca jamas no cuydauan hauer plazer, quando
vieron a Galuan yazer, fueronse para el, e
tomáronlo, e fuñiéronlo en sus brayos lloran-
do muy de coracon , e dixeron: « ¡ Ay Dios
como ay aqui gran daño ademas de todas
partes!» E pues Galuan yogo assi gran pieca,
yrguiose e corrió a Gariete que yazia muer-
to, e tomólo, e comencolo de abrazar e besar
como si fuesse bino; y tomóle tan gran dolor
al coracon, que cayo en tierra con Gariete,
e yugo assi gran pieca antes que acordó, e
después comencé a hazer su duelo muy ma-
rauilloso. E quando vio a Gariete que tenia
tan gran golpe dixo: «¡Ay hermano! ¡Maldi-
to sea el braco que tal golpe vos dio, que mal
mato a mi e a todo mi linage, e no vale por
320
líbeos de caballerías
ay mas, ca cierto de ningún hombre matara
tal cauaUero como vos no podría por ay mas
Taler ; ca vos nunca merecistes a ninguno
jjorqne tal muerte os diesse! ¡A}^ hermano,
mortíilmente vos desama quien tal golpe os
dio! ¡Ay hermano! como vuo el coraoon crudo
contra vos de matar cauallero tan humildoso
e tan sofrido como vos. ¡Ay hermano! de bon-
dad e caualleria passauadeslos vuestros con-
pañeros. Y este es el duelo de vuestro lina-
ge. Señor hermano, ¿do merecistes vos tal
muerte? ¡Ay hermano Gariete! como Nuestro
Señor nos ficiera tal que vos cunpliera de
todas bondades que honbre bueno deuia ha-
uer, que si todo el reyno de Londres fuesse
vuestro, fuera bien empleado en vos. ¡Ay
Dios! ¡Como vuo poco duelo de vos quien assi
os mato, seyendo vos tan abondado de todo
bien e de todas buenas bondades! ¡Ay her-
mano que yo amaua sobre todos los hombres
del mundo, e no tan solamente por las bue-
nas mañas que en vos auia!, e la ventura
¿como quiso e pudo sufrir vuestra muerte
atal, e atan cruda, e atan dolorosa para vues-
tros amigos? Y ella, que vos solia ser amiga,
es vos tornada enemiga, y ella, que vos puso
en tan gran honrra, ella vos derribo tan bra-
uamente. Mas esto no fizo ella sino por matar
a mi, e por me fazer morir con pesar. Y cier-
to, sera gran derecho de por vos morir, y en
ello me acuerdo, ca pues que vuestra muer-
te uino por tan mala ventura como esta, yo
soy aquel que jamas no quiero biuir fuera
tanto que vos pudiesse vengar del traydor
que esto os hizo» .
Cai'. CCCCXIl.—Como faxia duelo Galuan
por Garictc su hermano.
Tal duelo como vos digo hazia Cialuan, e
aun lo hiziera mayor, mas el corar-on se le
cerro con pesar, en guisa que no pudo nada
dezir sino tarde; y pues callo gran pie<,-a,
cato a diestro, e vio yazer muertos a Grauain
y a Guereches sus hermanos, e yazia cada
vno dellos sobre el escudo, assi como los tru-
xeron. Y quando los conoció, fue su duelo
doblado, e dixo: «Ay catiuo e sin ventura,
¿por que biuo tanto viendo mis hermanos
muertos tan mala muerte?» Y estonce se fue
para ellos, y católos, e violes todos sangrien-
tos; dexose caer sobre ellos, assi que los altos
liombres que ay eran vieron que morirla en-
tre sus hermanos con pesar.
Cap. CCCCYÜI. — Como el rey se cuytaua
mucho por la muerte de los caualleros.
El rey, que era tan cuytado que no sabia
mas que fazer ni que dezir", pregunto a los
honbres buenos: «¿Que furemos destos hom-
bres, que si mucho están aqui yo cftj^do que
Galuan morirá con duelo?» «Señor, dixeron
ellos, nos temíamos por bien que los leuas-
semos de aquí, e que los metiessemos en vna
cámara fasta que los soterrassemos, ca sin
falta morirá Galuan con pesar si aqui están,
e sera daño doblado» . Y el rey se acordó a
este, e leñaron a Galuan los honbres buenos,
assi amortecido como estaua, e yugo ay todo
aqiiel dia [sin] hablar; y todo aquel día fue
el duelo en el palacio e por la villa muy
grande; e otro dia de mañana desarmáron-
los, e fizólos el rey soterrar muy honrada-
mente, cada vno según lo merecía, e a Gua-
reches y Agrauaín fizóles fazer tan ricos
monumentos como a fijos de rey conuiene; e
fizólos ambos poner en par, y esto fue vn
monesterio de Sant Esteuan de Camaloc, e
contra las caberas destos dos fizo poner otro
monimento muy mas rico e mas fermoso que
ninguno destos, e fizo meter ay a Gariete, e
por Gariete veriades estonce fazer duelo a
todas partes, de obispos, e argobispos, e de
muchos buenos perlados de la tierra, que
vinieran ay, e de muchos altos hombres que
ay eran, e tantos auia, que no podían llegar
a Id sepultura; e fizieron a los muertos tanta
honra quanto pudieron, mas mayor a Ga-
riete, que era mejor que los otros; e fizieron
mayor e mas honrado su monumento que de
los otros; y fizieron ay letras que deziau:
«Aqui yaze Gariete, sobrino del rey Artur^
que Langarote del Lago mato» ; e otrosí fizie-
ron escreuir sobre los otros sus nonbres, e
qiTÍen los matara.
Cap. CCCCIX. — Que el rey flxo sus cumpli-
mientos a los cauMleros que murieron en
la batalla.
Pues los arzobispos, e obispos, e la otra
clerezía fizieron su conplímiento assi como
deuian, tornóse el rey al palacio, e assentose
entre sus ricos hombres con gran pesar e
tristeza, tanto que no lo seria mas por perder
la meatad de su reyno; e los otros, todos
eran tristes que no j)odian mas; ay estaiuiu
todos en el palacio callaiido, que no deziau
nada; y el rey estaua encima del palacio; e
pues estuuo assi vna gran pie9a, dixo alto,
que todos lo oyeron: «¡Que luengo tienpo me
sofrístes, e me mantuuistes en gran honrra
y alteza, e agora en poca sazón tan abíltado
e abaxado, por mi desuentura mala!; y nunca
hombre tanto perdió como yo perdí; ca esta
es perdida sobre todas las perdidas; ca sí
honbre perdiera tierra o aueres, pudierale
cobrar en algún tienpo, mas perdiendo pa-
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
321
riente o amigo, nunca se puede cobrar cu
ninguna guisa; e señores e amigos, esta per-
dida no recebi yo por Dios, ni con moros, ni
en lugar onde bien nio viniesse, si no, su-
frieralo a lo mejor que iludiera; mas esto no
auino a mi assi como vos sabeys, e no porque
lo ouiera merecido, mas por la soberuia de
Lancarote del Lago, el que yo puse en el
mas alto lugar do honra que halle, e a quien
5'0 recebi en mi tierra tan honrradamente
como si fuesse mi hijo, y quien erede en
reyno tan honrrado como es el de Gauna y
aquel nos a fecho este daño, y esta gran des-
onrra; e vos, que teneys toda tierra de mi e
sodes mis vassallos, e me aueys fecho ome-
naje e juramento, por esto os ruego, e por el
derecho que aueys de fazer, que vos me con-
sejeys como vasallos deuen consejar a señor,
en guisa que mi desonrra sea uengada, y
que vos ayades honrra en uengar, o en que-
brantarla e en confundir aquellos que esta
soberuia me fizieron.»
Cap. CCCCX. — Que el rey Artur anta con-
sejo con su)i- ricos honbres.
Y el rey, quando esto vuo dicho, callóse,
e atendió fasta que sus ricos honbres fablas-
sen; y pues estuuieron gran piega callando,
leuantose el rey Rion, e dixo al rey: «Señor,
yo soy vuestro vassallo, e vos deuo consejar
según que mejor pueda e sea vuestra honrra
e pro del reyno; si se los que ay son , e vues-
tra honrra es sin falta de vengarvos a vues-
tro poder; mas ciertamente quien en la jiro
del reyno e vuestra quisiere mirar, no creo
que vos mandara tomar guerra contra el li-
nage del rey Yan de Bonoyt, porque bien
vemos que Nuestro Señor los aleo a todos so-
bre todos los otros linages que hombre sepa
en poder de gentes, y en buena caualleria y
en poder de tierra. Y. señor, por esta razón
vos Icaria que no comengasemos guerra con-
tra ellos si no viessedes que lo podiades bien
acabar, ca cierto, a mi pesar, malos serian
de desbaratar» .
Cap. CCCCXI. — Que auia gran rebuelta en
el x>alacio del rey Artur por la rey na.
La buelta se comengo por el palacio muy
grande, a grandes bozes dizieudo que no de-
zia nada el rey Rion, e aquello que dezia que
lo dezia con miedo; el respondió estonce, e
dixo: «Cierto, yo no lo digo esto por jjauor
que aya, mas que vno de vos; mas ¿jorque se
verdaderamente bien que pues la guerra
fuere comengada, si nos fuéremos a su tie-
rra, preciarnos han muy poco; e cierto, si
LIBROS DK caballerías.— 21
yo nunca supe conosccr a Langarote e a
Boores, ellos os vernan a ver mas a menudo
que pensays». «Cierto, dixo Morderec, nun-
ca de tan bueno como vos salió tan mal con-
sejo; mas, si me creyere el re^^, no dexara
en ninguna guisa de yrlos buscar do quier
que sean, e lléneos consigo por ver lo que
fareys e avn que vos no plega» ; el rey Rion
dixo: «Yo yre mas de grado que vos; e avn
seré ende tan bueno como vos, e mueua el
rey quando quisiere, que yo yre de grado con
el». Estonce so leuanto Amador el de la
puerta, e dixo: «Morderec, no nos afronteys,
ca si vos la guerra codiciays, mucho la fa-
llareys cerca con Langarote e con su conpa-
ña, que son en el castillo de la Joyosa Guar-
da que Langarote gano en el comien90 de su
caualleria, quando se metió primeramente a
las auenturas del reyno de Londres; aquel
castillo se yo bien do esta, e deuolo saber
por derecho, ca estuue ende gran tienpo
preso, e auia pauor de muerte quando me li-
bro Langarote a mi e a otros caualleros que
estañan presos». «Cierto, dixo el rey, bien
se esse castillo; mas ¿sabej^s si esta ende la
reyna con el?» «Señor, dixo Amador de la
puerta, yo os digo verdaderamente que la
reyna es alli, e Ijancarote con todos sus pa-
rientes, assi como aqui era; e yo os consejo
qiie no vays alia por les fazer mal, ca el cas-
tillo es tan fuerte, que nóteme cerco ningu-
no de onbre que sea ; e ellos son tan buenos
caualleros, que no duraran de nos vencer si
pudieren» .
Cap. CCCCXII. — Que co)isejaron al rey que
fuesse sobre Lan^.arote.
El rey, quando esto oyó, dixo: «Por buena
fe. Amador, verdad me dezides del castillo
que es fuerte, si dellos que faran desonrra
podiendo, mas vos bien sabeys, e quantos
aqui son, que desque fue rey, no comencé a
que no diesse cima a mi honra e dg mi reyno,
e por dende vos digo que yo no dexaria en
ninguna guisa que no comencasse esta gue-
rra contra aquellos que esta traycion y esta
perdida me han fecho, e ruego vos p)rimera-
mente a quantos aqui estays, que me ayu-
deys assi como en vos fio; e avn enbiare a
decir e a rogar a los que mas lexos son de
mi tierra que le vengan luego do quier que
yo sea, e pues fuere nuestro poder aj untado,
p)uede esto ser fasta diez dias, e moueremos
estonce; e porque yo quiero que me agays
omenaje, vos que. me manternedes esta gue-
rra, con toda vuestra gente, fasta que esta
nuestra desonrra sea vengada, quiero que me
jureys sobre los sanctos euangelios»; e fizo-
322
LIBROS DE caballerías
les jurar, e tomóles omenaje; e después del
juramento, enbio por toda su tierra por to-
dos los caualleros que tenían del tierra, que
^'i^Liessen a el: e púsoles dia señalado en ¿ue
ftiessen con el con toda su gente en la Joyosa
Guarda; e a esto se acordaron todos. Y quan-
do fueron llegados, fueronse para alia, que
pensauan acabar ligeramente.
Cat. CCCCXm. — Qice se fixo la guerra en-
tre el rey Artur c Lanr aróte.
¥\ie la guerra assi comentada, que después
torno a daño e a mala ventura del rey Artur
e de su linage, e como quier que el eomienco
ouiesse mejor, mas fueron después desbara-
tados; mas tan ayna que fue esto puesto, vn
doncel que quedara en la corte de Estor.
llego a Estor, e dixole que la guerra era co-
mencada. «¿Como? dixo Boores, ¿assi es el
pleyto?» «Señor si, dixo el. Agora sera aqui
el rey Artur con todo su poder» . «Par Dios,
el nunca comenr-o cosa de que tan mal se
falle» . E quando Langarote oyó estas nueuas,
enbio al reyno de Bonoyt, e al de Graunes, e
a los ricos honbres que tenian tierra, de que
basteciessen sus castillos, si por auentura
auiniesse partiessen de la Gran Bretaña e
ouiessen de yr a Gaula, que touiessen sus
castillos bien guardados, e bastecidos contra
el rey Artur ; e después enbio al reyno de
Seroloys, e a todos los caualleros que le ayu-
dasen contra el rey Artur, que lo venia a
cercar; e porque el era el cauallero del mun-
do que mas honrra e mas fiziera sienpre ca-
uallero, e por ruego de aquellos a quien el
enbiaua rogar, ouo tantos en su ayuda, como
si fuera rey Lancarote, y fue gran cosa jun-
tar tan gran caualleria como junto en la Jo-
yosa Guarda. E agora dexa el cuento de ta-
blar dellos, e torna al rey Artur.
Cap. CCCCXIY. — Que el rey Artur jm-so jda-
xo a sus gentes que viniessen a su mandado.
Mas dize el cuento qu>^ aquol dia que el
rey Artur puso plazo a sus honbres que fues-
sen assonados en Camaloc, que lo fueron, y
fue tan gran gente asonada, que auia tienpo
que no se allegara tanta gente en vn lugar;
y en tanto fue guarido Galuan, que ouiera
con pesar gran enfermedad por sus herma-
nos que le mataron, assi que aquel dia que
fueron allegados dixo Galuan al rey: «Se-
ñor, ante que partays de aqui, tenia por
bien, assi como a mi parece, que destos
lijosdalgo quo aqui son, que escogiessedes los
de la Tabla Redonda en lugar fie los que mu-
rieron, assi que el cuento de los .cl. caua-
lleros fuesse conplido ; e digovos que assi lo
fagays, e vuestra conpaña sera mas duda-
da» . El rey se otorgo en esto, e dixo que era
bien; e llamo sus ricos honbres, e mandóles
que por el juramento e omenaje que le auian
fecho, que escogiessen los mejores de bondad
y de buenas mañas que mas fallassen, y que
no lo dexassen por pobreza ni por no ser de
linage, y que los metiessen en la Tabla Re-
donda . Y estonce salieron a parte en cima
del palacio, e pusieron primeramente quan-
tos eran los caualleros que faltauan, e vieron
que faltauan .lxxii. caualleros, y escogieron
otros tantos que metieron ay, mas sin falta,
en la silla mayor de la Tabla Redonda, que
llaman la silla peligrosa., no ouo tan osado
que ay osasse ser; y en la silla de LauQarote
se assento vn cauallero que auia nonbre Her-
manes, y era el mejor y el mas nonbrado de
Irlanda, y era fijo del rey Pelinor; e aquel
era sin falta buen cauallero; y en la silla de
Estor se sentó otro cauallero de Escocia, que
era muy buen cauallero de armas ; y en la
silla de Boores se assento otro cauallero hijo
del rey de las Estrañas Isolas, y era muy po-
deroso de armas, e bien quisto de amigos, y
era muy rezio de cuerpo e grande , e auia
nonbre Domaches el negro; y era de muy
gran guisa , mas era tan brauo e tan inbidio-
sc, que no se honbre su par, y en lugar de
Gariete se assento vn cauallero que auia non-
bre Garis de Xorgales, y era bien moco y
buen cauallero, y era de buen talante a ma-
rauilla, assi que bien parecía que merecía la
silla de la Tabla Redonda. E después de los
otros caualleros metieron en las sillas que
estauan vazias.
Cap. CCCCXV. — Que comieron a la mesa
del rey Artur siete reyes.
Tanto «pie esto ouieron fecho, las mesas
fueron puestas, o assentaronse a comer , y
cstuuieron aquel dia a la mesa del rey Artur
siete reyes que eran sus vassallos, e aquel
dia guisaron sus cosas como mouiessen otro
dia do mañana; e oyeron missa, e mouie-
rouse dende, y llegaron a vn castillo «pie
auia nombre Lanbor; e otro dia salieron
dende, e anduuieron tanto que llegaron a
media legua de la Joyosa Guarda, e quando
vieron el castillo tan fuerte que no temia
fuerca de gente ni que i)odia ser cercado si-
no de lexos, e luego pusieron caualleros ar-
mados que guardasson, si saliessen algunos
del castillo, ijuo los fuossen recobir tan bien
como hombre deue recebir sus enemigos. Mas
los del castillo, (jue eran buenos caualleros e
muy sesudos, embiar(jn gran piega de cana-
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
323
lleros que se eseondiessen en la floresta y
que saliesseu ferir en los de la hueste quan-
do les ftziessen señas del castillo, y (¡ue fues-
sen acometidos de los del castillo y de los
de la íloresta; e no quisieron dar niula por su
cerco, ante los dexaron posar por do quisieron
a toda su guisa, e dixeron que otro día que
los cometerían.
Cap. CCCCXVL — Como pusierotí celada del
castillo a los del rey Artur.
Assi como vos digo [)Usieron los del casti-
llo los caualleros en la floresta, y eran do-
zientos caualleros, todos muy bien armados,
e Boores y Estor eran caudillos; e los del
castillo pusieron con ellos qUe en la maña-
na, quando viessen encima del castillo vna
seña bermeja, que saliesen luego ferir en la
hueste, ca ellos luego saldrían, assi que los de
la hueste fuessen acometidos de anbas par-
tes: y ellos ñzieronlo assi. E i]uando los de
la hueste TÍeron que assi los dexaban en paz,
fueron muy seguros, y dixo vno dellos que
si Lanvarote estuuiere ay, que saldría a aco-
meter a los de la hueste, que no era caualle-
ro que sufriesse que su enemigo le fiziesse
demasía. E quando vio que él rey Artur lo
tenia cercado, el hombre del mundo que el
mas amara e mas honrra ñziere, ouo gran
pesar, e no supo que ñzíesse, enpero no por
pauor que ouíesse , mas porque lo amara
sienpre sobre todos los de su corte. Estonce
mando llamar a vna donzella , y ella vino
luego, y entraron en una cámara ambos, e
díxole: «Donzella, vos jT.'eys al rey Artur, y
dezirle heys de m.j parte que üie marauíllo
mucho por que quiso comenear esta guerra
contra mi; ca no pienso que le erre por que
lo deuia facer; e sí os díxese que lo faze por
la reyna. que le faze tuerto como algunos di-
zen, dezilde que la reyna tomaua por mi
a(¡uella muerte, y que no fazia tuerto en es-
capalla. E si os díxese que no, dezilde que
faze mal como no deuia, y Cjue me defenderé
de los Caualleros que son en su corte, y que
he derecho desta culpa; mas dezilde que aure
honra e yo defenderé la falsa apostura que
me pusieron en el juycio de su corte si le
pluguiere; y sí os díxere que esta guerra
comonf;o por la muerte de sus sobrinos, de-
zilde que de aquella muerte no so yo tan cul-
pado porque el me deuiesse tan mortalmente
desamar, y que no vue culpa de su muerte;
y esto os digo que lo dígades al rey Artur,
que no me siento tan culjiado como dize. E
si no le ¡tluguiere de otorgar ninguna do es-
tas cosas i|ue le enbio dezir, que sofrire su
ftterr-a con gran pesar, mayor qUe no el ni
otro, y sepa que quando la guerra se comien-
ce, que todo el mal que pudiese fazer a los
suyos, que ge lo fare; e no a él, porque lo
tengo por amigo verdaderamente, y dezilde
que le asseguro yo que no se guarde de mi,
antes lo guardare yo sienpre e aquellos que
por mi ñzíeren. Agora.os yd con este mensa-
je al rey Artur mí señor»; y ella dixo que
recaudaría aquél mandado tan bien, que hon-
bre del mundo no tuuiesé que dezir.
Cap. CCCCXVII, — Que la donxella fue con
su, mensaje al rey Artur.
La donzella se partió del e fuesse para el
rey Artur, y era ya ora de bisperas, y el rey
estaña cenando y los r-aualleros i^ue ay esta-
ñan, e quando vieron que era mensajera, re-
cibiéronla muy bien , e después llenáronla
ante el. E quando la donzella vio al rey, cono-
ciólo, e llegóse a el, e dixole quanto Lancarote
le mando; e Graluan, que estaña cerca del rey,
oyó (¡tianto ella dixo, y fablo ante que otro
ninguno, é dixo: «Señor, vos estedeseii buena
hora: ya sabeys el gran daño que vuo en la
corte de vuestros sobrinos por don Langarote,
e no aüíades poder y fuerca, e lo que tenia-
des en coracon quando salistes de Camaloc
por confundir e tornar a nada el línage del
rey Yan; por su soberuia e por su desmesura
vos fizieron tan gran daño e tan gran mal,
que jamas no podría ser cobrado si por Dios
no fuese; y esto vos digo que si agora hazeys
paz estando en hora de vos vengar, para
sienpre ende menos valdreys vos e vuestro
línage». «Galuan, dixo el rey, el plej^^to es
ya assi, que, mientra yo bina, por cosa que
Lancarote pueda fazer ni dezir, jamas no
aura paz comigo, empero que el es el honbre
del mundo que yo mas ayna deuía perdonar
sil gran yerro, ca sin falta el fizo mas por
mi que nunca hizo eauallero, mas a la cima
pusonielo tan mal, ijue yo prometo como rey
que no aya comigo tan ayna })az» .
Cap. CCCCXVni. — Como la doncella se
torno con el mensaje a su señen' don Lan-
garote.
Estonce se torno a la donzella, e dixo:
«Donzella, id a vuestro señor don Lancarote,
que de quanto me enbia a dezir, que no quie-
ro facer cosa, ni jamas mientra que yo biiu)
que no aura paz». «Cierto, dixo la donzella,
esto es gran daño, e no vos conseja bien
([uien esto vos manda frtzer; e sabed que esto
(^s gran daño, e mas para vos que para otro;
ca vos, que soys el mas poderoso honbre del
mundo, e el tnas nonbrado. sereys por ay
324
LIBROS DE caballerías
destruydo. e vuestro reyno echado a mal, e
los sesudos hombres que fablan mucho de
%-uestra fiu no fueron engañados; ca esto es
duda, cu los sesudos demandadores que fue-
ron en otro tiempo^ e que sabían mucho de
las cosas que auian de venir, dixeron que
auian de traer mal el linaje del rey Yan, e
destruyr e de enseñorearse de sus enemigos.
E vos, don Galuan, que deuiades de ser se-
sudo, soys mas sandio que otro hombre, e
vos buscades vuestra muerte como vuestros
hermanos, e ayna lo podreys ver si con don
Lanr-arote vos topardes» . Y estonce se partió
la doncella del rey, e fuesse para su señor
don Lanoarote. e contole como el rey le dixo,
y el vuo gran pesar.
Cap. CCCCXIX. — Que Lancarote fixo le-
iw.ntai' la seña en la torre.
Otro dia de la mañana fizo Lancarote le-
lantar la seña en la torre, e los de la floresta
vieronla luego e salieron mucho ayna. E Lan-
carote salió del castillo, e cometieron la hues-
te muy de rezio de amas partes. Y en aque-
lla batalla perdió el rey muchos caualleros,
e los del linaje del rey Yan eran de tan gran
bondad de armas, que el rey ni sus gentes no
podian guardarse que no fuessen mal traydos
cada vez que se juntauan, e a la cima per-
dieranse ay todas sus gentes sino por el obis-
po de Conturbel que ay fue. y era parte de
la reyna, e descomulgo todo el reyno de Lon-
dres porque el rey no queria tomar su muger.
E quand<j el rey vio que la sancta yglesia assi
lo constreñía, vuo de tomar la reyna, e fue
ende muy alegre, que no fazia semblante, ca
el amaba a la reyna sobre todas las cosas del
mundo. E sabed que Lancarote )nmca ge la
diera sino por las gentes que entendían que
era verdad lo que dezian. Y desto se escusaua
el mucho ante muchos hombres muchas ve-
zes. Y pues Lancarote dio la i-eyna al rey,
salióse de todo el reyno de Londres con todo
su linaje; e después passo la mar, e fuesse
para Gaunes, e fizo reyes de sus cormanos
Boores e Lionel, y al vno dio el reyno de Be-
nonia e toda G-aula, assi como el rey Artur
ge la diera. En aquel tienpo podian bien de-
zir los del reyno de Graula que eran ricos de
buen señor e de buena caualleria, que tenían
la tierra en paz y el reyno. Mas aquella paz
no duro gran tiempo, ca el rey Artur vino ay
con toda su gente por vengar la muerto de
sus sobrinos. E esto fue por consejo de Gal-
uan. Y cerco la ciudad de Graunes con todo
su poder, porque estaua ay don Lancarote
con su gente. Y pues que la vuo cercado, per-
dio ay mas que gano, ca mucho auía ay den-
tro muy buena conpaña. Y si Lancarote qui-
siera, vencíeralos muchas vezes e prendiera-
los a mala afrenta dellos. Mas no quiso, ca
amana al rey sobre cuantos liombres en el
mundo eran.
Cap. CCCCXX. — De como el rey Artur se
quexaba mucho jwrqiie cercaron a Langarote.
i^)uando el rey vio que no podía al hazer
ni cosa [que] por su honra fuesse, dixo a Gal-
nan: «Sobrino, matasteme que me fezistes
aquí venir, ca los de dentro no dan nada por
nos». Y quando Galuan esto oyó, vuo gran
pesar, y enbio a dezír a Lancarote assi: «Lan-
carote. si tu eres tal ijual tu dizes, que tu no
matastes a mis hermanos aleñe, yo prouare
que sí». Y Lancarote, quando esto oyó, vuo
muy gran pesar, e dixo que ge lo defendería
a lo mejor que el pudiesse; e fue puesta la
batalla ante la cibdad de Cxaunes. E quando
fueron metidos en el campo, fue Galuan pro-
meter a su tío el rey Artur que si Langaro-
te venciesse , que decercasse a Gaunes e
que diesse a Langarote quito de toda quexa
que del auía; e que si Galuan lo venciesse,
que todos fuessen vassallos quitos del rey,
saluo el rey Boores y el rey Rion, y estos
dos fueron quitos desta promesa porque eran
reyes. E pues que esto oaieron puesto, de-
xaronse correr el vno contra el otro, e die-
r(jnse tales golpes, que era marauilla, e
duróles la batalla gran pícea, mas a la cima
fue mal trecho Galuan, que no pudo mas fa-
zer de armas, e mataralo Lancarote sí no
fuera por amor de su tío e de los ricos lion-
bres del reyno de Londres. E sabed que en
la batalla vuo Galuan vn tal golpe, que nun-
ca después fue bien sano del cuerpo, e assi
que aquella llaga lo llego a muerte. E quando
la batalla fue partida, el rey dio por quito a
Lancarote c a todo su linaje de quanta inju-
ria dellos auia recebido.
Agora dexa el cuento de fablar desto, c
torna al rey Artur, como vuo la batalla con
el emperador de Roma e con los romanos.
Cap. CCCCXXI. — Co}no el rey Artur e Lan-
r-arote fixieron su auenencia.
Y en esta parte dize el cuento que pues el
rey Artur é Lancarote (juieron su auenencia,
llegaron otras nueuas del rey Artur con gran
pesar e do muy gran saña; ca le dixeron que
el emperador de Roma que era en Borgoña
con gran conpaña de gente, y que queria to-
mar a Gaula, e después quería yr al reyno
de Londres e conquistarlo; e el rey auia mu-
chos honbres feridos. estuuo tanto fasta que
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
325
fueron sanos. E quaudo supo que Graluan o
los otros caualleros eran sanos, fuesse para
el, e venciólo e matólo, y prendió muchos de
los mejores de los romanos; e despidiólos, e
dioles el cuerpo del emperador e dixoles:
«Dezid de mi parte a los romanos que esta
es la renta que yo les deuia».
Cap. CCCCXXII. — Como los romanos fue-
ron vencidos.
ilas el dia que los romanos fueron venci-
dos, vinieron al rey muy malas nueuas, «j^ue
vn escudero le dixo: «Señor, vos aueys per-
dido el rey no de Londres. ^Morderec, vuestro
sobrino, se aleo con todos los hombres bue-
nos de vuestra corte, y es ya coronado rej^
de toda la tierra, e cerco la reyna Ginebra
en el alcagar de Londres, e amenazóla que la
matarla porque no lo queria tomar por ma-
rido». E assi era como el escudero dezia. E
quierovos contar como. Digoos que después
que se partió el rey Artur del reyno de Lon-
dres por venir sobre Lancarote, encomendó su
reyno a ]\Iorderec su sobrino, e fizóles jurar
sobre los euangelios que fiziessen por Mor-
derec como ¡Dor su persona misma. E quando
Morderec vio que la tierra estaua toda en su
poder, luego pensó como fiziesse traycion, y
que faria que su tio que no ouiesse nada: y
el amaua a la reyna tanto y mas que no Lan-
carote, e fizo estonce fazer vnas letras falsas,
e fizólas traer como de camino, e fizólas leer
ante los ricohonbres que ay estauan assen-
tados. E las letras dezian que el rey murió
en Gaunes y que mando a los ricos honbres
de Londres que fiziessen rey a Morderec, y
que le diessen a la reyna Ginebra por mu-
ger. Y los de Londres, que pensaron que era
verdad assi como las letras dezian, flzieron
rey a Morderec. E quando le ijuisieron dar
la reyna j)or muger, no quiso ella, ca lo des-
amaua mortalmente, y metióse en el alcaQar
de Londres con gran gente de su linaje; e
Morderec fizo conbatir el alcacar, mas no le
pudo tomar, ca los que estauan dentro eran
muy buenos, e defendiéronse muy bien; y
esta traycion fizo Morderec a su tio el rey
Artur, onde vino que por esta razón vuo
gran pesar quando oyó las nueuas, e dixo:
«Caualguemos, (pie nunca folgare fasta que
sea en Londres». E don Quea, su mayordo-
mo, lo fizo tan bien aquel dia, que fue lla-
gado a muerte, e otrosí Galuan, e otros mu-
chos caualleros buenos. E quando vio Quea
que no pudo yr en la hueste, fizóse leuar a
Ñormandia, e alli murió, e fizieron los del
linaje del rey Yan alli vna villa por amor
del, que auia nonbre Yan.
Ca.p. CCCCXXni. — Que el rey Artur passo
la mar con gran gente.
El rey se vino a la mar, e passo con quan-
ta gente traya, e Galuan, tanto que llego a
tierra, murió luego, e leñáronlo al castillo de
Coyf. E Morderec, que supo nueuas que el
rey Artur nenia sobre el, fizóse armar, e di-
xeronle sus ricos honbres: «Señor, no aya-
des pauor, caualgad e defended lo que os
dimos, ca nos auemos coragon de defender
nuestra tierra, avnque tomemos muerte por
vuestra honra». E Morderec fizo armar su
gente, e partióse de Londres do tenia la rey-
na cercada, e como dende se partió, metióse
la reyna en vn monesterio de dueñas, e pen-
só en su coraron que si Morderec venciesse
e tornasse, que no seria tan malo quB de alli
la sacasse, e que si fuesse vencido, ({ue so
yria para el rey. E quando Morderec fue
guisado, caualgo con toda su conpaña, o
vino al canpo de Salaberos, e fallo ende al
rey Artur con gran conpaña de gente. E ante
que llegassen vnos a otros, assaz se dixo de
la vna parte e de la otra porque ouiessen
paz: y el rey no quiso consentir. E todas las
cosas que aqui conuienen estar que vos aqui
no cuento, lo fallareys en el libro del Bala-
dro; ca no me entremetí yo de deuisar con-
plidamente las grandes batallas que ouo en-
tre el linaje del rey Yan y el rey Artur,
porque las tres partes de mi libro fuessen
yguales.
Cap. CCCCXXR^— De la batalla que fue en
los campos de Salaberes, e murió alli gran
gente.
Las huestes, quando fueron assonadas en
los oanpos de Salaberos. assaz podría alli
honbre ver muchos buenos caualleros de la
vna e de la otra, donde aniño tanto, que se
firieron de las laucas e se mezclaron las feri-
das; alli veriades tantos muertos e feridos,
que no auia ay cuento. Y en aquella batalla
dolorosa, que en mal punto fue comentada
para ambas las partes, que murieron ay tan-
tos hombres buenos e tantos caualleros pre-
ciados, que finco el reyno de Londres pobre
para sienpre jamas. Y en aquella batalla
fueron muertos siete reyes. Y en el libro del
Baladro dirá quales: e alli murió Quea Des-
tragos, e Didonax el saluaje, e Blandiles, e
bien veynte de los de la Tabla Redonda,
[que] el que menos valia era tenido por buen
cauallero a marauilla. Y en aquella batalla
fizo Morderec de armas tanto, e se defendió
tan bien, que no lo vio hombre que no lo
ouiesse a marauilla e por buen cauallero de
326
LIBROS PE caballerías
armas. E sabed que dize la historia que en
toda su vida no fizo tanto como aquel dia
solo, ca dize que el mato siete compañeros de
la Tabla Redonda, que el libro del Baladro
dize sus nombres, e los fechos que fizieron.
Y el vey Artur lo fizo tan bien aquel dia,
que todos los suyos tomaron esfueryo, ca
jamas eansauqn de ferir de lan^a e de espa-
da. E Lucan, que ay cerca estaua e via las
proezas que fazian, dixo a Giflete: «Don Gi-
ílete, seamos seguros que yenceremos esta
batalla, ca uedes aqui el rey Artur con tan
buen semblante, como nos muestra en matar
e confundir sus eueraigos» . Y en esto miro el
rey Artur como Hleoberis auia muerto a
^Morderec, j que traya su cabera arrastrando
em pos de si, mas el cuerpo era todo des-
pedazado. Y el rey pregunto a Breoberis:
«¿Fincovos algo del traydor que assi nos con-
fundió tan mal?» ^ Señor, dixo el, he aqui la
cabeca». «!Mucho me plaze. dixo el rey, que
la faremos poner en lugar do la puedan bien
uer quantos quisieren, e vos y el arzobispo
fincaredes aqui en este canpo, e fareys vna
torre en que echeys las cabecas de los muer-
tos que aqui fincaren; y atad la cabeca de
Morderee encima de la torre de una gran
cadena, y fazed screuir vuas letras, como el
gran duelo deste canpo vino por el; assi que
aquellos que después de nos vinieren, que
sepan por el escrito el gran mal (^ue por el
auino, y que digan que mal siglo aya su
anima; e de mi, que fasta aqui fuy rey auen-
turoso, ruego al mi señor .Jesu Christo, e pi-
dole merced en esta postrimera de mi vida,
que el nunca le perdone este pecado que ha
fecho a todo el reyno de Londres, mas sien-
pre este en el infierno, mientra Dios fuere
en la perdurable vida del santo parayso.
Amen».
Cap. CCCCXXY.- Co^ho fizieron vna torre
en el campo do fue la dolorosa batalla.
Assi como el rey mando, assi lo fizieron el
ar(,'obisiJO e Bleoberis, ca fizieron fazer en el
canpio vna muy gran torre, e pusiéronle non-
bre la torre de los Alaros. E colgaron la ca-
bega de Morderee encima della. Y estuuo
allí fasta que el rey Carlos passo a Inglate-
rra e fue a ver la torre. E quando Gabaron
el traydor, que fizo tanto mal como ya algu-
nas vezes oystes dezir, tomo la cabeca de
Morderee que estaua colgada alli, por tal
cosa que le pareció que era por falso y de-
nuesto do los traydores del mundo; y el que
se sentia por tal, fuesse vna noche para alia
e tomóla: e púsola en lugar que nunca su-
pieron della mas; e la torre quedo assi, que
nunca fue derribada; e avn agora están ay
dos muros della; e han nonbre los muros de
la torre de los muertos^ y es en el llano de
Salaberos.
M^s agora dexa el cuento de fablar des-
to, e torna al rey Artur.
Cap. CCCCXXYI. - C'owío el rey Artur se
partió de la batnUa.
El cuento dize (]ue j)ues el rey Artur se
partió de Salaberos, do la batalla fue mortal
e dolorida, que se fue, e fueron con el Lucan
e Giflete, e anduuo tanto que llego a vna ca-
pilla. E auia nonbre la capilla vera, mas de
la manera que vuo este nonbre el libro del
Baladro lo deuisa, que mas faze a sii cuento
que a este; y ellos entraron en la capilla. Y el
rey, como se sentia maltrecho, descendió de
su cauallo, e los otros otrosi, e ataron los ca-
uallos de fuera porque los fallassen; y des-
pués entraron dentro, y el rey finco los yno-
jos ante el altar; e Lucan, que estaua a sus
espaldas, los ynojos fincados, paro mientes,
e vio el estrado todo lleno de sangre en de-
rredor del rey. Estonce entendió primera-
mente que el rey era llagado a muerte, e que
no podia escapar, e no se pudo tener que no
dixesse llorando: «¡Ay rey Artur, como es
gran daño de vuestra muerte!» Y" el rey fue
mal espantado desta palabra, como honbre
que se espanta quando oye fablar de su
muerte; respondió e dixo: «El daño no sera
tan solamente mió, mas mucho buen honbre
sera por ende perdido» . Estonce se dexo caer
sobre el, con la gran flaqueza de la cabera
que tenia atordida , y era muy pesada por
las armas que tenia; e tomodebaxo a Lucan,
que era ya desarmado, y estendiosse sobre el,
que lo apretó tanto, que le vuo a matar, no
por quexa ni por mal querencia que con el
ouiesse, mas por la gran cuyta que sentia de
la muerte.
Cap. CCCCXXYII. — Como el rey Arty^r n^nto
a Jjiican el copero por wo poder nías.
Pues que el rey estuuo assi gran pieQa,
leuantose, inas no pensó que auia muerte a
Lucan; e Giflete, que lo vio, dixolo al rey, e
al rej peso de coraron, e dixo, como hoiíibre
ijuo tenia pesar: «Giflete, yo no soy el rey
Artur, que solian llamar rey auenturado por
las buenas andan(,-as que Dios me daua, mas
quien agora me quisiesse nonbrar por mi de-
recho nonbre, llamarme ha el rey desuentu-
rado e niexquino, a quien Dios ha puesto en
mal andanza. Y esto me haze ventura, que
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
li27
me 68 contraria y enemiga in-iuada, e al Se-
ñor, qne plaze que bina yo en dolor y en
tristeza esso poco que lie de binir; e assi
muesti'a que assi como el fue })oderoso de me
ayudar en muchas auenturas sin ser mere-
cedor, bien assi es poderoso de me derribar
por auenturas feas e malas, por mi mereci-
miento e pecado» . Assi dixo el rey, quando
vio que auia muerto a Lucan. Y estuuo assi
aquella noche con gran pesar e tan cu^tiiado,
que bien entendía (]ue pecado seria de su
vida. E quando vino el dia, dixo a Griflete;
«Caualguemos, e vamos derechamente contra
el mar, que tanta mala ventura ouo desta
vez, que no quiero yr a morir a Londres; e
bien assi como mi vida anduuo sienpre en
anentura, assi sera de mi muerte, e sera en
duda a todas las gentes, e ninguno no se po-
dra loar que sabe ciertamente la verdad de
mi» . Estonce caualgaron e salieron de la ca-
pilla, e fueronse derechamente al mar.
Mas agora dexa el cuento a ellos, e torna
al arzobispo de Couturbel e a Bleoberis.
Cap. CCCCXXYIII. — Q^íe el areohLspo e
Bleoberis fixieron la torre.
Dize el cuento que pues el arcobispo e
Bleoberis vieron fecha la torre assi como vos
dixe, que se partió dende; e Bleoberis dixo
al ar9obispo: «Señor, ¿que quereys fazer
vos?» «Cierto, dixo el argobispo, después que
nos comencamos esta torre que ya dimos
cima, yo oy dezir muchas vezes, a muchos
honbres buenos que son de creer, que el rey
Artur que era muerto o perdido, en guisa
que no saben del parte ni mandado. E pues
que yo oy dezir ciertamente que jamas no
aure conpaña con tan buen señor, no quiero
mas biuir ni seguir al siglo desde aqui, »pie
pues tal honbre como este es muerto o per-
dido; ca este era castillo del mundo e honrra
de los caualleros, e pues el es perdido, yo
me naetere hermitaño en alguna hermita, e
rogare a Nuestro Señor por su anima, e por
las de los buenos caualleros leales que mu-
rieron en la dolorosa batalla de Salabres».
Entonces dixo Bleoberis: «A esto no so j^o
aconsejado, ca oy dezir que mí señor don
Langarote ha de passar ayna acá con gran
gente a tomar esta tierra, donde anbos los
lijos de Morderec se van ya entregando».
•íPues encomiendoos a Dios, dixo el arzobis-
po, ca me quiero yr aquella hermita»; e di-
xole do la hermita era. «Yo la se bien essa
hermita, dixo Bleoberis, cayo fuy en ella. E
sabed que si auentura alguna me trae por
ay, que vos yre a ver». E assi se partieron
el arzobispo e Blioberis.
Cap. CCCCXXIX. — Como el arzobispo se
fue para la hermita, e Bleoberis do la r en-
tura lo leuo.
Fuese el arcobispo a la hermita, e Bleo-
beris se fue do la ventura lo leuo jjor el rey-
no de Londres adelante, assi guisado de todas
armas como eauallero andante auia de auer. E
vn dia assi andando, vuo de topar con Artur
el pequeño, e quando se vieron no se cono-
cieron, ca auian canbiadas sus armas cada
vno, pero bien pensó cada vno que eran ca-
ualleros andantes; e tanto que se allegaron,
estuuieron quedos; e cada vno andana con
tal pesar, que por vna gran pieca no se fabla-
ron, nombrándoles de los buenos caualleros
andantes del reyno de Londres que eran
muertos, e como era ya el reyno tornado a
pobreza. E desque assi estuuieron gran ple-
ca, que no se podían fablar, dixo Bleoberis:
«Amigo, ruegovos que me digays vuestro
nombre e donde soys; ca mucho lo querría
saber, porque pienso que soys de los caua-
lleros andantes del rey Artur, que eran an-
dantes». Y el respondió a mucho gran afán,
ca mucho auia gran pesar, e dixo llorando
muy fuerte: «Yo he no ubre Artur el peque-
ño, e muchas vezes fui en la corte del rey
Artur, e tanto estuue ay, que quiso Dios que
ouiesse la conpaña de la Tabla Redonda. E
pues yo vos dixe quien soy, agora me dezid
vos quien soys» . «Yo soy Bleoberis, dixo el,
e bien me deidades conocer, ca soy de la
Tabla Redonda como vos» . Quando esto oyó
Artur el pequeño, dixo: «Vos soys enemigo
del rey Artur e de aquellos qne son contra
el, ca soys del linaje del rey Van, e por
aquel linaje son muertos e destruydos todos
los del reyno de Londres; e por este fecho
soy vuestro enemigo mortal; e guardaos de
mi, ca os desafio, e no ay al sino muerte
para el vno o para el otro».
Cap. CCCGXX.X. — Que Artur el pequeño e
Bleoberis combatieron.
E quando esto oyó Bleoberis, dixo: «¡Ay
Artur! se que esto no fa redes voSj si Dios
quisiere, ca bien sabedes que seriades per-
jurado y desleal, e demás que nunca vos
erre». «Esteno es nada, dixo Artur; defen-
deos si quisierdes, si no fallarvos eys mal».
E quando Bleoberis vio que no se podia del
partir, dixo: «En Dios lo dexo» . Y dexaronse
correr el vno contra el otro, e firieronse tan
de rezio de las langas, que ambos ouieron de
caer en tierra, e los cauallos sobrellos, e
fueron ambos muy mal feridos. Mas como
eran anbos do gran fuerca y de grandes co-
razones, leuantaronse lo mas ayna que pu-
328
LIBROS DE caballerías
dieron, e metieron mano a las espadas, e
dexaronse yr el vno contra el otro, e dieron-
se tantos golpes ([ue se pararon tales los es-
cudos o las lorigas que vallan muy poco,
assi que qualquier que los viera dixera que
ambos ferian muy bien de espada; ¿e que
vos diré? ante que ellos de aijuella batalla
escapassen, fueron tales parados, que el mas
sano dellus tenia cinco golpes, que otro ca-
uallero seria mal trecho ende; mas ellos auian
los coracones tan grandes, e la saña tan en-
cendida, que no lo sentían si eran mal tre-
chos si poco; e pues fueron ambos cansados,
folgaron vn poco por cobrar fuerca. Pues fol-
garon, dixo Bleoberis: «Don Artur, vos me
comctistes en balde: conbatistes vos comigo
granpiega e avn no ganastes ay nada, ni yo
menos. E ruegovos. por Dios e jjor c<u'tesia,
que querays dexar esta batalla. E yo vos do
por quito de (juanto yerro me aueys fecho» .Y
el dixo i|ue no lo faria fasta que el vno dellos
ftiesse muerto, e Bleoberis dixo: «E si me ma-
tays, ¿que bien os verna ende? ca ya, quien
lo supiere, tenervos han por perjurado e por
desleal. E vos sabedes muy bien que nunca
muerte vos mereei». «Si merecistes, dixo
Artur, e dezirvos he como: bien sabeys que
tal es costunbre de los caualleros andantes,
([ue si algún cauallero es traydor a su señor
natural, e honbre lo ayudase contra aquel
señor, sabeys que es traydor» . «Yerdad es» ,
dixo Bleoberis. «Pues vos bien sabeys, dixo
Artur, que vos ayudastes a Lancarotc, ca era
traydor a su señor, ca el fue fallado con la
reyna Ginebra. E ayudasteslo en toda la
guerra que comencé; y pues no os teneys
por traydor en ayudarlo contra vuestro se-
ñor, sabed que lo soys; e porque matastes
ante la Jo^'osa Guarda el cauallero del mun-
do que yo mas amana; e agora fálleos aqui,
e quierovos ende dar el galardón» . «Cierto,
dixo Bleoberis, vos entendedes mal consejo;
e pues yo veo que no piiedo fazer paz, <li-
govos vna cosa, e no por me alabar; que se
verdaderameute que soy tan buen cauallero
como vos, y mejor, e yo vos lo mostrare ante
í[uo nos partamos que es verdad lo que digo;
ca si Dios quisiere, .vo vos matare o vos ven-
ceré; empero que me pesa, assi Dios me vala;
mas no puedo fazer al, e liare mi poder, que
mas quiero yo que vos murays a mis manos
que yo a las vuestras» .
Cap. CCCCXXXI. — De la haialla que ouie-
ron Artur el pequeño e Bleoberis.
Sin mas tardar se dexaron estonce correr
el vno contra el otro, e dieronse de las espa-
das los mayores golpes que pudieron, e duro
aquella batalla en tal guisa, que no vuo ay
tal que no ouiesse pauor de muerte. Mas mu-
cho peor era maltrecho Artur el pequeño
que Bleoberis, ansi que bien vej^a que no
podia escapar, ca tenia bien doze llagas que
la menor dellas era mortal. E quando vio
que no podia mas sufrir la batalla, fizóse vn
poco afuera' e dixo a Bleoberis: «¿Como vos
sentidos?» «Bien, a la merced de Dios, según
el tienpo en que estamos; empero soy mal
llagado» . «¿No a muerte?» dixo Artur. «Por
buena fe, no» . «Digovos de mi que me sien-
to llagado a muerte poi- mi locura, e no me
pesa tanto de mi muerte como que no me
vengue». E pues esto dixo, dexose caer en
tierra, mas no a su poder. E Bleoberis, que
ouo gran pesar, metió el espada en su vayna,
que no le quería mal fazer; e por lo que anía
fecho se arrepentía. Y" después fuesse para
el, e quitóle el yelmo porque lo diesse el
viento, e Artur, que lo sintió, pensó que ge
lo quitaua por le cortar la cabeca, e díxole:
«¡Ay señor Bleoberis, merced, que me aueys
muerto; y esto tengo yo por mi soberuia; e
si yo vos erre, bien vos vengastes; sufrídvos
sí vos pluguiere, y dexadme estar, e no mi-
rey s a mi que fuy tan malo contra vos!»
«Assi Dios me vala, dixo Bleoberis, no he
voluntad de os fazer pesar, ante me pesa do
cora(;on ])or (juanto vos fize». «Por buena fe,
dixo Artur, vos no deueys ser reptado, que
esto me vino por mi soberuia, mas vna cosa
que no os dixe os quiero dezir, y es esto,
l)orqi;e veo que soy muerto, e quiero que
todo el mundo lo sepa, y es esto: Sabed que
el rey Artur fue mí padre, e por ende vue yo
nonbre Artur el pequeño; y esto, si os plu-
guiere, fazed escreuir sobre mí sepultura». E
diziendo esto desta manera cayo muerto. E
Bleoberis lo tomo en su cauallo, y leuolo a vna
abadía, e fizólo aj»" soterrar m.\\y honradamen •
te, e fizo escriuir sobre su monumento lo que
le rogo, e partióse dende. E agora dexa el
cuentr) de fablar dellos, e torna al re^' Artur.
Cap. CCCCXXXII. — (Jomo el rey Artur ller/o
al mar e saco la espada.
Dize el cuento que quando el vej Artur
llego al mar, esto era hora de medio día, e
tomo la espada, e sacóla de la vayna, e viola
estar tinta de la sangre de aquellos que ma-
tara. E desque la miro gran pieca, sospi "an-
do dixo: «¡Ay espada buena e rica, e la me-
jor que nunca entro en el rey no de Londres
sino la de la estraña cinta! Agora perderás
tu señor, mas ¿do fallaras jamas hombre
en que tan bien seas empleada como en mi
eres, sí a mano de Lam.arote no vienes? ¡Ay
LA DE^FxVXBA DEL SANCTO GRIAL
?>2'd
Lancarote! ¡El mejor lionbre y el mejor ea-
nallero que yo nunca vi saluo Galaz tu fijo,
que fue mejor de los mejores! Agora plu-
guiesse a Dios que tu mi espada tuviesses c
supiesselo yo, ca cierto mi anima seria mas
viciosa para siempre--'- . Estonce llamo a Gi-
tlete, e dixole: «Tomad esta espada, o já
alli, suso aquel otero, e fallareys vn lago, y
echadla alli, ca no quiero que los malos que
después de nos vinieren que no la ayan» . «Se-
ñor, dixo Giflete, yo fare vuestro mandado,
mas ante querría, si vos pluguiesse, que me
la diesses». «No lo fare, dixo el rey, ca no
seria enpleada en ti mi voluntad, ca no has
mucho de biuir». Estonce tomo Giflete la
espada, e fuesse para el otero, e fallo el lago
assi como el rey dixera, e después saco la
espada, e viola tan buena e tan rica, que le
])arecio que seria gran daño mucho de la
echar en el lago, ca assi seria j^erdida, e
paresciole que mejor seria de echar ay la
suya e tener aquella para si, e que dixesse
al rey que la echara en el lago, y escondió
la del rey entre la yerna, e torno al rej", e
dixole que la echara en el lago. «Pues ¿que
viste della?» dixo el vey. «Señor, di.co el, no
vi nada». «Ay amigo, dixo el rey, échala alia,
ca avn no la echaste»; y el torno alia, e miro
la spada, e fizo gran diielo, e dixo que seria
gran daño si assi fuesse perdida; e pensó de
echar la vayna, y echóla en el lago, e torno
al rey, e dixole que la echara, y el rey dixo
que viera della. ^'Señor, dixo el, no vi nada,
¿e que auia de ver? «¿Que aulas de ver? dixo
el rey, se yo que no la echaste, y avn ¿por
que me fazes tanto mal e tanto pesar? ve
échala, si no nunca auras mi gracia. E si la
echas, tu veras alguna cosa, ca sin gran ma-
rauilla no puede ella ser ¡perdida» . E quando
el vio que fazer le conuenia, torno al lago, e
tomo la espada, e dixo: «¡Ay espada buena
e rica, como es gran daño que algún onbre
bueno no te coge en mano!» Estonce lauco la
espada en el lago lo mas que pudo. E quan-
do el espada fue cerca del agua, vio salir
vna mano del agua que páreselo fasta el
codo, mas del cuerpo cuya era la mano no
se veya nada, e tomo la espada por la eupu-
ñadura, y esgrimióla. Y después que la es-
grimió, metióse so el agua con el espada; y
el atendió gran j)ie(;'a por ver si mostrarla
mas, e nunca después vio nada.
Cap. CCCCXXXin. — C'o;»o el rey Artur fi^o
echar la espada en el lago a Gi flete (').
Pues vio que no se mostraua mas, partió-
se del lago e tornóse al rey, e dixole como
(*) Epígrafe que corresponde al capítulo anterior.
echara el espada e lo que della vio. «Por
Dios, dixo el rey, todo esto sabia yo que
auernia ende; e agora se yo bien que mi
muerte se allega mucho acerca» . E quando
el esto dixo, viniéronlo las lagrimas a los
ojos, e después estuuo gran piec^a, e dixo
a G-iflete: «Luengo tionpo me seruiste e me
tullíste compaña, mas agora llego el tiempo
que nos conuiene apartar, e bien os podeys
alabar que vos soys el conpañero de la Ta-
bla Redonda que mas luengamente me tuuo
conpaña. E agora vos yd, que no quiero que
desde oy me tengas conpaña, ni finquedes
mas comigo. ca la mi fin se allega, y no es
cosa puesto que ninguno sepa la verdad de
la mi muerte, ca bien assi como yo fuy rey
por auentura, ca ninguno no se podra loar
de aqui adelante que sepa cierta cosa de mi
muerte. E por esta razón quiero que vos va-
yays, e pues que fuerdes de mi partido, si
vos preguntasen nueuas de mi, responderle
heys que el rey Artur vino por auentura e
por auentura se fue. Y el solo fue rey auen-
turoso, en tal hora que después del no aura
en ninguna tierra rey assi auenturoso» .
«¡Ay señor, merced, dixo Giflete, por Dios,
sufridme que vos faga conpaña fasta que vea
que fin faredes!». «Esto no puede ser, dixo el
rey, que a yr vos conuiene, e yo vos mando,
sobre la fe que me deuedes, e si esto no fa-
zedes, nunca vos amare; demás fagovos sa-
ber que vos vendrá ende mal» . «Ay señor,
dixo Giflete, fazerlo he, pues a vos plaze.
Mas bien sabed q"ie nunca fize cosa donde
tanto pesar ouiesse como en jmrtirme de
vos, ca yo vos ame sienpre, e vos amo sobre
todos los honbres del mundo; mas por Diose
por vuestra bondad, tanto me dezid, si vos
pluguiere, si vos veré nunca después que
agora de vos me parta». «Cierto no», dixo el
rey. Estonce respondió Giflete: «Tanto es mi
pesar mayor» . Estonce caualgo, e dixo, llo-
rando muy fuertemente: «Señor, encomien-
do vos a Dios». -Dios vos guie», dixo el rey.
Estonce se partió Giflete del rey, y luego
comeuQO a escurecer e a fazer muy fuerte
tienpo; e fue Gitlete contra vn otero quanto
mas pudo, ca pensó que si en aquel otero
subiesse, que como era alto que jiodria bien
ver por do yua el rey Artur, y aquel otero
era media legua pequeña del mar.
Cap. CCCCXXXIV.— C'owo Giflete fue a do
el rey le mando.
Quando Giflete vino al otero, estuuo que-
do so vn árbol fasta que fue la lluuia passa-
da, e comencé a llorar fuertemente y a catar
contra aquella parte do dexauaal rey; e assi
Ó-ÓO
LIBROS DE caballerías
estando, vio venir por medio del mar vna bar-
ca en que venían muchas dueñas; e la barca
aporto do el rey estaua; e saliéronse las due-
ñas e fueronse para el rey; e entre aquellas
dueñas andana Morgayna la encantadora.,
liermana del rey, e luesse para el rey con
todas las dueñas que traya, e rogóle que en-
trasse en la barca, e el entro dentro, y estan-
do denti'o, ftzo ay meter su cauaílo e sus
armas; e después comento la barca de yr
por la mar con la compaña que os dixe; y
en tal hora, que nunca vuo después caualle-
ro ni otro en el reyno de Londres que lo
viesse. E quando Giílete esto vio, que entra-
ña el rey con las dueñas en la barca, descen-
dió del otero quanto pudo, e fuesse contra
alia quanto el cauallo lo pudo llenar, ca pen-
só que si con tienpo ay llegasse, que se me-
terla con su señor en la barca, e que no se
partirla del por cosa que le auiniesse. E
quando llego la barca era yda, mas empero
viola por do yua, e vio al re}- entre las due-
ñas, e conoció a el e a Morga^'na la fada, ca
la viera muchas vezes, y la barca yua alonga-
da de la ribera quanto vn tiro de ballesta. Y
quando Giflete vio que assi perdió a su señor,
comento a fazer gran duelo, e finco ay todo
aquel dia e aquella noche, e no comió en
esse dia , ni en el dia ante no auia comido.
Cap. CCCCXXXV . — Que Gifleie fue a la
Jiermita do el rey le mando.
Otro dia de mañana, quando salió el sol,
caualgo Giflete, e partióse de ay muy cuyta-
do, e anduuo todo aquel dia fasta que llego
a vn mato pequeño que era cerca de vn her-
mita. E raoraua ay vn hermitaño que era
mucho su conocido; e fue a el, e moro con el
dos dias, jjorque sentíase maltrecho del pesar
ijuo vuo; e contole todo lo que viera del rey
Artur, e como lo vio entrar en el mar con
las dueñas; e al tercer dia se partió dende, y
fuesse para la capilla, e ato su cauallo a vn
árbol, y entro tlentro, e fallo dos monimen-
tos muy ricos ante el altar; mas el vno dallos
era muy mas fermoso que el otro; e sobre
este mommento mas rico auia letras que de-
zian: Agrí vaze el rey Arttjr, que por bon-
dad E CAUALLEBIA CONQUISTO DOZE REy>-OS, O
sobre el otro monumento auia letras que de-
zian: Aquí yaze Lucan el copero, que el
REV Artur mato so si.
Cap. CCCCXXXVI. — Que Giflete se amorte-
ció sobre el monumento.
E quando leyó aquella escriptura, amorte-
cióse sobrel monimento. Y quando acordó,
besóle muchas veces, llorando de gran dolor
que tenia; y estuuo ay hasta en la tarde, que
vino ay vn honbre bueno qixe seruia al altar
de la capilla; e quando Giflete lo vio, pregun-
tóle: «Señor, ¿es verdad que yaze aqui el rey
Artur?» «Cierto, dixo el buen honbre, creo
que si; ca poco ha que vinieron aqui piega de
dueñas, que trayan en vn lecho vn cuerpo
de vn cauallero faciendo gran duelo ; dixe-
roume que por el rey Artur; e metiéronlo en
este monumento, e fueronse contra la mar, e
no tornaron mas acá» . Estonce asmo Giflete
que eran las dueñas que metieran al rey en
la barca, jjero dixo en su coraron que toda
via queria saber si era aquel el rey Artur que
j'^azia en el monumento.
Cap. CCCCXXXVIL— Como Giflete fue al
monumento por ver si era aquel el rey Artur.
Estando Giflete y el honbre bueno delante,
e pensó que yrguiesse la tumba del moni-
miento y que catasse si yazia ay, e después
yrguiola. E (piando cato dentro, no fallo sino
el yelmo que traxo en la dolorosa batalla. E
quando vio que el cuerpo del rey no yazia
aj, mostró el monumento vazio al honbre
bueno, e dixo: «Aqui no yaze mi señor el
rey» , e torno la tunba sobre el monimento
como antes estaua; e pregunto otra vez al
honbre bueno: «¿Vistes vos meter aqui el
cuerpo del rey?» «Por Dios, dixo el honbre
Inieno, nos metimos ay vn cuerpo, e las due-
ñas me hicieron entender que era el rey Ar-
tur; e otra cosa no os sabria yo decir» . «Por
buena fe, dixo Giflete, que en vano me traba-
jarla de preguntar como el rey mi señor mu-
rio, e que fue del; ca verdatleramente este
fue el rey auenturado, a quien la su muerte
ningún honbre no sabrá, e bien me dixo a
mi verdad, (pie bien assi como el viniera al
reyno por auentura, assi se yria dende; mas
pues que yo veo que no me ha pro de lo bus-
car, e aqui no lo íallo^ e pues assi es, yo so
aquel que jamas no biuiro en este siglo, mas
quiero fincar aqui en esta hermita, e biuire
fasta que muera, pues aqui failu las postreras
nueuas del»; e rogo al honbre bueno que por
Dios que le acogiesse en su conpaña; y el
dixo (.1 ue le plazia ; e assi finco Giflete en la
capilla vera siruiendo a Jesu Cliristo, e no
biuio luengo tienpo, que a cabo de tres meses
murió. E agora dexa el cuento de tablar des-
to, e torna a los fijos de Morder ec.
Cap. CCCCXXXVm.— Como los hijos de
Morderec supieron nueuas que el rey Artur
era perdido.
Y dize la historia, que pues los hijos de
Morderec supieron que el rey era perdido e
LA DEMANDA DEL SANCTO GRTAL
O Oí
Sil i^adre muerto, fincaron en Genuisto por
guardar la villa; e fiíerou desconortados
quando supieron que la batalla fuera tan
mortal; j ellos, que eran buenos eaualleros
de armas, e sabia n mucho mal como su pa-
dre, prometieron tanto e dieron a los de Ge-
nuiste, que los reseiuieron con quanta gente
puilieron auer, e fueronse enseñoreando por
la tierra; e podianlo fazer muy ligeramente,
ca los buenos eaualleros eran muertos en la
demanda del sant^to Giiiüy en la batalla do-
lorosa; assi que^aulíTay pocos _que ge lojle"
tendiessénjWJtír-" ~
Cap. CCCCXXXIX. — Como la reyna Gine-
bra supo como murieron todos en la batalla.
Quando la reyna Ginebra supo como mu-
rieron todos en la batalla, e como el rey su
marido era perdido, e que los hijos de Mor-
derec se enseñoreauan de la tierra , vuo tan
gran pesar, que cuydo ser muerta, e vuo pa-
liar que si los fijos de.Morderec la fallassen,
que le farian alguna f renta, e tomo paños
prietos, e metióse en la orden de las mon-
jas. Y quando esto fue, vinieron uueuas que
Langarote era en Gaunes con gran conpaña
de honbres buenos, e como el rey Artur era
perdido e Morderec muerto, e la batalla que
fue tan braua, e los fijos de Morderec que se
enseñoreauan en la tierra; quando Lancarote
esto oyó, ouo gran pesar por el rey Artur, ca
no auia honbre en el mundo quel mas amas-
se, y pregunto por nueuas de la reyna, mas
no lo supieron ende dezir nada, ca pocos auia
en la tierra que supiesen della, ca sindubda
ella cuydaua de se esconder lo mas que podia
con miedo de su muerte, e vuo gran pesar
Langarote destas nueuas, e tomo consejo con
sus hermanos Boores e Lionel como faria, ca
no auia cosa que peor quisiesse que a Morde-
rec e a sus cosas.
Cap. CCCCXL . - Que Boores respondió
e consejo al rey que pasasse ¡a mar.
Boores le respondió: «Señor, yo teriiia por
bien de assonarnos e de passar la mar a la
Gran Bretaña, e si nos atendieren, peleare-
mos con ellos; e si los venciereuios, fagámos-
los morir de alguna muerte estraña ; ca no
v$o yo de que otra guisa nos podamos mejor
vengar» ; e Lanvarote se otorgo en esto. Y
estonce enbiaron al reyno de Benoyt, e al
reyno de Gaunes, e al de Gauna; e assonaron-
se en la ciudad de Gaunes mas de .xx. mil
honbres a pie e a caualio. Y pues fueron aso-
nados, Langarote, e Boores, e Lionel, y Es-
tor, con toda su conpaña, partiéronse de Gau-
nes, e anduuieron tanto que llegaron a la
mar, e fallaron las naos guisadas, y entraron
dentro, e vuieron buen tienpo, que esse dia
mismo vinieron en la Gran Bretaña e posaron
por la ribera del mar; e otro dia supieron las
nueuas los fijos de Morderec, que Lancarote
era en la tierra con gran gente de su linaje.
Y cuando ellos esto oyeron, fueron espanta-
dos, e ouieron su consejo de se assonar e de yr
sobrellüs. E quien ouiesse la mejoría, que la
lleuasse; e a esto acordaron los fijos de Mor-
derec, porque tenian mas gente [que] Lan-
garote; e assi como lo dixeron, assi lo íizieron;
ca assonaronse en Guncestre; y por promesa
que todos los buenos honbres del reyno de
Londres les fizieron omenaje de los ayu-
dar; e siendo assonados en Guncestre, vn
lunes de mañana vineles vn mensajero cpie
les dixo: «Muertos soys e destruydos, que
Lancarote viene sobre vos con gran gente y
esta de aqui a seys leguas muy pequeñas; e
sed seguros que aures la batalla eras a esta
hora» . Y quando ellos esto oyeron , dixeron
que los atenderían alli, e que se conbatirian
con ellos; e dizieron por folgar ellos e sus ca-
uallos, e assi fincaron los de Londres ante
Guncestre, e Langarote e su conpaña caual-
garon, pero con muy gran pesar, que aquel
dia vinieron las nueuas que las rej^na Gine-
bra era finada, e aqui no dize como ello fue,
mas passaremos por ello lo mas ligeramente
que podamos.
Cap. CCCCXLI. — Como la reyna se metió en
la orden por jMUor de los hijos de Morderer.
Agora dize el cuento que pues la reyna
fue entrada en la orden con pauor de los hi-
jos de Morderec, ella fue en la orden muy
viciosa y honradamente, no tanto como quan-
do era reyna, e dize que como no era ducha
de la premia ni de la lazeria de la orden, y
con la cuyta de las malas nueuas queoyacada
dia, le vino vna gran enfermedad, que aque-
llos que la veyan auian mayor esperanza en
su muerte que en su vida; e auia consejo con
vna donzella que fuera entendedera de Gifle-
te, el fijo del duque, e porque la reyna oya
dezir que Giílete era el que vuo mas luenga-
mente coupaña al rey que otro ninguno,
amana la reyíia tanto aqiiella donzella e a
su conpaña, que era marauilla, e conforta-
uanse an])as entre si lo mejor que podian; e
llorauan mucho a menudo gran pieva quando
les nenbraua los grandes seruicios e la gran
alteza en (jue fueran, y el poder que auian.
Y agora eran metidas en orden con pauor de
muerte; y la reyna, como quier que no fazia
al sino llorar por Lancarote, dezia algunas
LIBROS DE caballerías
vezes: «¡Ay señor Lanrarote! ¿e como os
escaecio? que yo no cuyde que vos me de-
xassedes tan luengamente en seruidunbre,
ni tan desmanparada como me dexes. E si
vos eatassedes a la vuestra bondad e al vues-
tro plazer que eomigo vuistes, y el gran po-
der que Dios os dio, menbrar os yades de mi
alguna vez, e vengariades la muerte del rey
Aitur, e conqueriades el reyno de Londres,
e saeariades a mi desta cuyta, que temo con
l)auor de mi muerte» ; e assi dezia la reyna
Ginebra de Langarote, do yazia doliente; e
la douzella la confortaua ijuanto podia, e de-
ziale que no vuiesse pauor, ea bien supiesse
verdaderamente <|ue Langarote no tardarla
mucho que no viniesse a la Gran Bretaña
[que] ya oyera ella nueuas, e la reyna res-
pondió: «Señora, sera esso tarde».
Cap. CCCCXLn. — Como en la abadía aula
nía monja que nmaua mucho a Lanrarofc.
En aquella abadia auia vna monja (jue en-
trara ay porque amaua a Lanr-arote y Langa-
rote no la quiso, e desama ua a la reyna por
ende, y dezia que por ella no le amara Lan-
carote «y pues que no puede vengar mi saña
de Lancarote, yo me vengare de la reyna»;
e vn dia aniño que dixo a la entendedera de
Giflete qiie se aconpañaua con la reyna, e
fizo semblante que no queria que lo oyesse
la reyna: «¡Ay donzella, que malas nueuas
vos trago de Langarote! que venia con gran
conpaña de gente para conquerir el reyno de
Londres, e perdiéronse en la mar».- «Por
Dios, dixo la amiga de Giflete, gran perdida
es essa; mas ¿como sabeys vos que esso es
verdad?» «Yo lo se xawy bien, dixo ella, por
aquel que lo vio»; e la reyna, que yazia do-
liente, quando esto oyó, dezia: «¡Ay mar
amargosa e maldita! tanto mal me has he-
cho, que me has muerto e me tolliste el mas
leal amador de todos los amadores». E dicho
esto callóse con gran pesar, que no pudo des-
pués comer ni beuer; e yugo assi tres dias,
e al quarto dia viniéronle nueuas que Lan-
garote auia aportado en la Gran Bretaña con
fiera caualleria, assi que no ha hombre en el
reyno que lo osasse atender en el campo.
Cap. CCCCXLIII. — Que la donzella dixo
nueuas que Langarote era en la Gran
Bretaña.
Y la donzella que la reyna guardaua, fue
muy alegre quando oyó estas nueuas, e fue
corriendo para la reyna, e dixole: «Señora,
mucho os traygo buenas nueuas; sabed bien
ciertamente que Langarote es en la Gran
Bretaña con muy gran gente, ya poca de
sazón la conqneria» ; y la reyna, que estaña
cerca de la muerte, quando oyó estas nue-
uas, respondió a gran afán e dixo: «Donze-
lla, muy tarde me lo dixistes, ca ya no vale
nada toda su venida, que jo soy cierta de la
muerte: mas pero por mi señor Lancarote,
que es el honbre del mundo que yo mas amo
e mas ame, ruégeos que hagays por mi vna
cosa, e por amor del»; y ella ge lo prometió
que lo faria a su poder. «Pues agora os lo
diré, dixo la reyna. Xo bien veo que so
muerta, que no he de llegar a mañana, i-
bien os digo que nunca fue tan alegre dn
nueuas que oyesse como destas; c de la otra
parte, pésame sobejamente porque no lo pue-
do ver ante que muera; e bien me semeja
que si lo viesse , que mi alma seria ende
mas alegre; e porque yo quiero que sepa que
de su vida me plaze, e que muero con su pe-
sar, e que de grado lo yria ver si jjudiesse,
por ende os ruego que tanto que yo m^^era,
que me saques el coraQon, e que ge lo leues
en este yelmo que fiae suyo, e que le digays
que en remenbranga de nuestro amor, que
le embio el coragon a quien nunca escaecio» :
e aquel dia que esto dixo se fino la reyna, e
la donzella fizo su mandado, pero no fallo a
Lancarote, e por esso no acabo lo que la rey-
na le auia mandado.
Mas agora dexa el cuento desto, e tornara
a Lancarote e a los hijos de Morderec.
Cap. CCCCXLW. — Como Langarote oyó
nueuas de la reyna, e r^uo con ellas gran
pesar.
Bien dize el cuento que pues Langarote
oyó las nueuas de la reyna, cayo en tan gran
pesar, que anduuo todo aquel dia con esto
cuy dar el e su conpaña, e assi andando llega-
ron cerca de Guncestre, e los otros que los
atendían ay, quando los vieron, canalgaron
e ayuntáronse con ellos, e aquel ayuntar fue-
ron muchos feridos; ca mucho auia entie
anbas las partes gran desamor. Y pues qui'
vuieron quebrado sus langas, metieron mano
a las espadas, e comenQaronse a ferir muy
reziamente, assi que veriades de la vna parte
e de la otra muchos muertos e heridos; e
duro la batalla fasta hora de nona, que aniño
Meliel el mayor, fijo de Morderec, que se
fallo con el rey Lionel e dexose correr con-
tra el; e diole tal golpe de vna lanQa que <e-
nia, que escudo ni loriga no le tuno pro que
no le X->assasse la lan^a de la otra parte, e dio
con el cauallo en tierra. E al caer quebró la
lauca. E quedo della fasta vn pedazo por el
LA DEMANDA DEL SANCTO GRIAL
333
cuerpo. Y este golpe vio su hermano el rey
Boores, e eonociolo bien que su hermano
era herido a muerto, e vuo ende tan gran
pesar, que mas quisiera ser muerto.
Cap. CCCCXLA". — Que ruicron la batalla el
rey Boorcí^ e Meliel.
Estonce se dexo correr Boores hazia. Me-
liel, e diole tal golpe, assi que le tajo el yel-
mo y el almófar, y hendióle fasta los dientes.
Y quando tiro la espada contra si, cayo Me-
liel muerto en tierra. E quando lo vio en
tierra dixo: ¡ «Ay traydor, (¡ue j)equeño co-
bro que yo he oy en esto! ca tu mataste a mi
hermano, que era tan buen honbre. Y cierto
tu metiste en mi coragon tal duelo, que ja-
mas ende no me saldrá; ca esta muerte no
me podra escaecer. Y estonce se dexo correr
a los otros, do vio la mayor priessa, e co-
mencé a derribar e a matar quantos ante si
fallaua, que no ay honbre que lo viesse que
no se marauillasse de las cosas (]uc fazia. Y
(guando los caualleros vieron caer al rey Lio-
nel, dicieron, e sacáronlo de la batalla y
echáronlo so vn árbol; e maguer lo vieron
tan mal ferido , no quisieron fazer duelo,
porque sus enemigos no vuiessen ende pla-
zer, e dexaronlo alli e tornaron a la batalla.
Y' esto ante Guncestre. Y era la batalla tan
dolorida cosa, que veyan gran marauilla e
manzilla sus amigos; e assi duro la batalla
fasta ora de nona, assi que no podia honbre
conocer quales auian la mejoría. E después
de ora de nona. Langarote topo con el hijo
menor de Morderec, y era muy buen caua-
llero, e Lanr.-arote lo conoció por las armas
que traya, tales como su padre solia traer;
dexose correr contra el con la espada en la
mano, y el otro no lo recelo, antes yrguio el
escudo contra el cuello por recebir el golpe,
e Langarote, que no lo amaua, firiolo tan
brauamente, que le fendio el escudo fasta el
brapo, assi que le cayo el puño con lo que
tenia con el. E quando sintió que auia la
mano perdida, i^uiso fuyr, que bien sabia que
no podia durar contra Lanvarote; mas Lan-
carote lo tuuo en tan gran i)riessa, que se no
pudo escapar, e diole tan gran golpe, que le
corto la cabeca; e quando los suyos vieron a
su señor muerto, no supieron que hazer, e
comentaron a fuyr contra vna -floresta que
era cerca de ay, e Lancarote e los suyos co-
mencaron de ir en pos dellos, matando e de-
ri-ibando quantos fallauan; o Lancarote, que
yua delante todos, en el alcance mataua e
derribaua e hazia gran mortandad; e assi
que por el rastro de la sangre yuan los otros,
e tanto fue en el alcance, se fallo con el du-
que de Gorra, que sania que era traydor e
desleal, e auia hecho muchas veces pesar al
linaje del rey Yan.
Cav. CCCCXLYI. — Que Lan^-arote ainena-
^aua al duqtte, y el vuo viiedo que lo mataría.
Quando Langarote lo alcance c lo conoció,
dixole: «Don traydor aleuoso, cierto soys
muerto, que no hay cosa que vos guarezca
sino Dios» . Y el duque, que cato em pos si e
vio que Langarote assi lo amena(,'aua, vuo
jjauor, ca sabia bien que era mejor cauallero
que el, e bien veya que era muerto si lo al-
cancase, e comenQo a fuyr quanto el cauallo
lo podia llenar contra vna montaña; e andana
en vn buen cauallo, y otrosi el de Langarote
era muy malo, y echo tras el, e corrieron
assi bien dos leguas; estonce canso el cauallo
del duque assi que de cansado cayo muerto,
y el duque vuo de caer. E qiumdo Lancarote
lo vio en tierra, fuesse para el assi como es-
taña de cauallo, e diole vn golpe del espada
por cima del yelmo, que le entro fasta los
dientes. E no cato mas pior el, sino fuesse
quanto pudo. E quando el mas se cuydaua
cercar, tanto mas se alongaua, e tanto andu-
uo Lancarote assi desmayado, que llego a vn
valle n\uy hondo. Estonce fallo vn escudero
que venia de contra Guncestre, e preguntóle
de donde venia, y el dixo que del canpo do
fuera la dolorosa batalla, ce yo cuydo que no
finco ay otro fueras vos» (y esto dezia por-
que cuydaua que Lancarote era del reyno
de Londres); «pero tanto os digo, el que los
otros han gran pesar del rey Lionel, que
perdieron en la batalla» . «¿Como? dixo Lan-
carote, ¿el rey Lionel muerto es'?» «Si,
cierto, dixo el escudero, e nunca vistes tan
gran duelo como los suyos por el fazian» .
«Cierto, dixo Lancarote, aqui ha gran daño,
e Nuestro Señor le aya merced el alma».
Estonces comencé a llorar muy fuerte, y
el escudero le dixo: «Señor, ¿do cuydades
albergar esta noche?» «No se, dixo el, ca no
do nada por posada, tanto he de gran pesar» ;
y el escudero le pregunto como auia nonbre.
«Lancarote» , dixo el. Y el escudero, que esto
oyó, comencé a fuir, ca vuo miedo que lo
mataria. E Lancarote se fue el val yuso muy
triste e cuytado, e anduuo todo aquel día c
aquella noche que no comió ni beuio el ni su
cauallo; o otro dia de mañana, auentura lo
leuo a la herinita do el arcobispo e Brioberis
eran herniHaños, e (]uando ay llego e los vio,
í'uc mucho alegre, y ellos otrosi con el; e re-
cibiéronlo muy bien e desarmáronlo; e tanto
que fue desarmado, fuesse para un altar de
Sancta Maria que ay estaña, e finco los yno
LIBROS UE caballerías
JOS antel e juro por Dios e por Sancta Maria
de nunca de partir de alli, y que fincaria ay
toda su vida para seruir a Dios. E assi como
lo juro, assi lo fizo; ca ay murió en seruicio
de Dios. Y agora dexa el cuento de fablar
del, e torna al rey Boores.
Cap. CCCCXL'^T[. — Que fue la ¡/van batalla
en Guncestre.
E dize el cuento que pues que los de Grau-
nes ouieron su liatalla vencida e los otros des-
liaratados, en Guncestre vuieron gran alegría,
o otrosi ouieron pesai- por el rey Lionel, que
alli murió; e vnieron de tomar consejo entre
si como farian. «Cierto, dixo el rey Boores,
yo he tanto perdido en el reyno de Londres,
pues que perdi a mi hermano, que no he ta-
lante de ay mas biuir, antes me quiero luego
yr»; mas el no sabia que Langarote avn era
perdido dellos; e mando meter a su hermano
en vn rico lecho, e partióse del canpo, e an-
duuo tanto que llego a la mar, e quiso passar,
mas dixeronle los suyos: «Señor, mal aueys
fecho, ca ya auedes andado dos dias sin Lan-
carote, onde no sabemos recaudo ninguno» .
«Y esto es muy mal, dixo el rey Boores, mas
tanto me conforta, que no aure pau.or de hon-
bre que en esta tierra sea; mas la meatad de
nuestra gente finque aqui a buscarlo. E la
otra meatad quede comigo, ca no hay cosa
en el mundo por que yo flncasse en el reyno
de Londres, ca nunca tanto ame esta tierra,
que agora no la desamo por mi herínano que
perdi» .
Cap. CCCCXLVIII . — Qmc onando el rey
Boores buscar a Langarote.
Assi como el rey Boores les mando, assi lo
fizieron ello, ca fincaron la meatad para bus-
car a Lancarote, e la otra meatad se fue con
el, e los que hincaron, estuuieron en el cas-
tillo bien quatro dias, que auia nonbre An-
benis, y estañan ay por saber algunas nue-
uas de Langarote; y Estor finco ay con ellos,
con gran pesar de su hermano que no le
fa llana; y eDos assi atendiendo, ahevos vn
hermitaño, e dixo a Estor: «Por (lemas aten-
des aqui a vuestro hermano, que no ha cora-
f.-on de venir acá, ca se metió hermitaño, do
sil-ve a Dios como lo prometió con el ari/obis-
po de Conturbel otrosi» . «¿E do son? dixo Es-
tor; ¿poderlos ya fallar?» «Esto no os diré»,
dixo el hermitaño. «Si no me lo quisierdes
dezir, ilixo Estor, no fincare por ende que no
jos vaya a buscaí- do (juier <[Uo los falle»; es-
tonce fizo venir ante si toda la conpaña, e
fizólos jurar que fiziessen su mandado; é pues
juraron, dixoles: «Agora os mando que os
vayas luego deste reyno para vuestras tie-
rras» . «E vos¿ que fareys?» dixeron ellos. «Yo
fincare, dixo el, hasta que sepa de mi herma-
no, e después si me viniere a voluntad, jvme
he en pos de vos» . Y" ellos lo ficieron assi^ ca
se metieron en el mar e se fueron para Gan-
nes. Y dize la verdadera historia i|ue si los
del linaje del rey Yan quisieran aquella vez
mantener la guerra, que compieriran toda la
tierra de Londres muy ligeramente, ca no
auia ay honbres que la defendiessen; y quan-
do Estor se partió de su conpaña, anduuo
tanto de la vna parte e de la otra, do sabia
que auia hermitas, que auentura lo leño do
era su hermano e los otros que os dixe.
Cap. CCCCXLIX. — Como Estor e Langarote
se faHaron e conocieron.
Tanto que los hermanos se vieron, comen-
taron a llorar con alegría que vuieron, ca
mucho se amanan. Y Estor dixo a Lancarote:
«Señor, pues yo os fallo en, sernidunbre de
Jesu Christo, fincare yo con vos si os plaze,
para nunca toe partir de vos» . Y" quando los
otros esto oyeron, fueron alegres porque tan
buen cauallero entraña en su conpaña para
seruicio de Dios, e recibiéronlo nrnj de grado,
e dieron gracias a Dios. E assi fincaron anbos
hermanos con sus conpañeros en la hermita.
E después trabajaron quanto pudieron de ser-
uir a Dios; tres años e mas biuio en la hermi-
ta, assi no podria honbre del mundo mas de
afán sufrir, quel sufria en oraciones y ayu-
nos., y en apremiar su carne en quantas guisas
el podia. E al quarto año se ñno Estor, e soterrá-
ronlo en la hermita. E al quarto año, a .xv.
dias después que murió Estor, dio una enfer-
medad a Lancarote, tal que bien que no podia
ende escapar. E rogo al arcobispo e a Brio-
bei'is que, tanto que finasse, que lo leuasse a
la Joyosa Guarda, e que lo soterrassen en el
monimento do yazia el rey Galeote, señor de
las Estrañas Insolas, y ellos ge lo prometie-
ron que lo farian assi, que quatro dias des-
pués deste murió Lancarote. Mas aquella
ora que fino no estaña ay el arcobispo ni
Brioberis, ca dormían fuera so vn olmo. E
aniño assi que Brioberis despertó primero, y
en dormiendo yazia riendo, e fazia el me-
jor senblante de alogria que nunca honbre
vio, e dezia: «¡Ay Dios, bendito vos seays,
que agora veo yo quanto desseaua ver!» E
quando Brioberis vio que assi dormia, e oya
lo que dezia, maranillose e vuo gran pauor
de ser el diablo que entrara en el, e desper-
tólo, e dixo: «¡Ay señor, que me quitaste del
alegría en que estaña!» «¿Y eñ que alegtia
LA DEMANDA DEL SAXCTO GlUAL
estauades vos?» clixo Brioberis. «Yo era,
dixo, en tan gran fiesta, y en tan gran con-
paña de angeles, que nunca vide gente tan
gran asonada; e leuaron con gran alegría e
fiesta el anima de Lanoarote como os digo al
cielo. E agora vayamos ver si es muerto».
Y después fueronse para alia do lo dexaron
a Lancarote, e fallaron que le era salida el
anima del cuerpo. « ¡Ay señor, dixo el arzo-
bispo, bendito seas vos! Agora se yo verda-
deramente que aquella fiesta e aquella gran
alegría que los angeles fazian , que le fa/ian
con el anima deste ; agora puedo yo bien sa-
ber que penitencia vale sobre todas las cosas
del mundo; oy mas, mientras yo bina, no me
partiré de penitencia». «Agora conuiene,
dixo Brioberis, que lo llenemos a la Joj^osa
G-uarda, como ge lo prometimos». «Verdad
es» , dixo el arzobispo. Estonce guisaron vnas
andas, e metieron el cuerpo de Langarote en
ellas, e tomo el vno de la vna parte y el otro
de la otra, y partiéronse del liermita, e an-
duuieron tanto por sus jornadas, que llega-
ron a la Joyosa Guarda; mas sabed que les
fue muy gran afán e muy gran trabajo ante
que ay fuessen.
Cap. CCCCL. — Que leuaucín muerto a Lan-
garote, e faxicm por el duelo.
Quando los del castillo que ay eran supie-
ron que trayan a Laugarote, saliéronlo a rece-
bir faziendo gran llanto, como si tuuiessen
todo su linaje matado; e leñáronlo a la ygle-
sia mayor, e fizieronlo tanta honra quauto
deuian hazer; e aquel dia mismo vino ay
Boores muy pobremente aconpañado, ca no
traya consigo sino vn cauallero e vn escu-
dero. E quando supo quel cuerpo de Lan-
garote era en la yglesia, fuesse para alia, e
üzolo descubrir, e tanto lo cato y lo mesu-
ro, que bien conoció que era su señor Lan-
r-arote, e tanto r|ue lo conoció cayo amorte-
cido sobrel; e quando acordó comenoo a ha-
zer gran duelo, e lloro muy fieramente todo
aquel dia, e fue muy grande el duelo en
el castillo. Y el otro dia abrieron el monu-
mento del rey Graleote, que era muy rico, e
metiéronle dentro, e después fizieron sobre la
tumba entretallar letras que dezian: Aguí
YACE EL REY CtALEOTE, EL JIEJOR CAUALLERO
QTTE KUNCA TRAXO ARMAS, DE LAS INSOLAS
LUENGAS, [e Langarote], el mejor caua-
I-LERO DEL MUNDO SALUO SU FIJO GrALAZ. E
después que lo ouieron metido en el moni-
mePito, voriades mas de mil en derredor del,
e faziendo duelo. Y el argobispo pregunto a
Boores como le auiniera porque assi viniera
al soterramiento de Langarote. «Y sepas,
señor, dixo el vej Boores, que vn hermitii¿o._
de sanctavida me dixo poco ay que si a este
"tTtia pudiesse llegar a este castillo, que falla-
ría a mi señor Langarote muerto o biuo; e
auínome assi como el me dixo; mas, por
Dios, sí sabeys do moro fasta agora, dezid-
melo, ca mucho lo desseo saber». Y el argo-
bispo le dixo como Langarote entrara hermí-
taflo, e que sienjire seruiera a Dios desque
ay entrara, y otrosí le contó la hermosa
auentura e la buena fin que fizieran en su
passamiento, e quanto ende vio.
Cap. CCCCLI. — Como el arcobispo e Briobe-
ris contaron toda la vida de Lancarote al
rey Boores.
E quando el rey Boores, que muy de gra-
do escuchaua lo quel arcobispo dezia, oyó
toda la vida de Langarote, respondió: «Se-
ñor, pues Langarote biuío con vos fasta en
fin, so yo aquel que vos quiero tener conpa-
ña en su lugar, si os plaze, e mientra bina
jamas no me partiré de penitencia, ante me
quiero yr con vos, e biuír en vuestra conpa-
ña en todos mis días». Y el arcobispo e Brio-
beris ge lo agradecieron mucho. E otro día
partiéronse del castillo de la Joyosa G-uarda.
Y el rey Boores embio su cauallo e su escu-
dero, y enbio dezir a los de Gaula e a los de
Gaunes que fiziessen rey a quien quisiessen,
ca jamas no tornaría el alia; e después fues-
se con el argobispo e con Brioberis a j:)íe_
muy jjobremente. e quien bien cataSs'e su
alteza, como era de gran guisa e rey de tan
rico reyno, bien podía entender que tenia
buena voluntad con Dios en lo seruir; e yén-
dose juntos para la hermita, fallaron a Me-
rengis de Norgales todo armado. Y quando
vio los tres honbres buenos, no los conoció,
empero vno dellos piedad, porque los veya yr
descalgos y pobremente vestidos, ca bien se-
mejo que eran honbres honrados; estonce se
llego a ellos assi de cauallo como estaña, e
dixoles: «Señores, ¿quien soys?» Y eljir(,iíu-
Jjispo le dixo: «Somos honbres_pecadores que
-ítizei)aos_jL)eJiiteflcia de nuestros pecados,^ .
bien nos anemia si por poca lazeria que aqui
sufrimos fuessemos sainos». E Merengis lo
fato, e semejóle que lo viera otra vez, mas
no lo podia conocer, e por ende le dixo: «Yo
vos ruego, por aquella fe que deiies aquel
que os fizo, que me digas quien soys» . Y" el
se lo dixo: «Señor, yo so hermitaño, mas ya
fue tienpo que fue ar(;obispo de Conturbel.
Y aun aquel dia que fue la dolorosa batalla
en el caiipo de Salabras, ay era yo, porque
el reyno de Londres fue destruydo por ello,
e por aquel dia malo viendo, estonce entre
LIBROS DE CABALLERIZAS
en esta herinita, e more aij^ni fasta agora, e
morare fasta que mora». «¿E quien son estos
otros? dixo Merengis; ¡lor Dios, no me los
encobres». Y el ge los nonbro. E quanrlo
Merengis esto oye, fue todo espantado de la
gran marauilla que ende vuo, ea no asmo
que por cosa del mundo honbre de tal guisa
e tan buenos caualleros entrassen liermita-
ños. E descendió presto de su cauallo, e di-
xoles si era aquello verdad, j ellos dixeron
que buena fe si, y el les dixo: «Señores, pvies
assi es. e yo veo que dexastes vuestra hon-
ra, e la gran caualleria, e los bienes en (jue
erades, por seruir a Dios, yo lo dexo otrosi,
e me quiero fincar si os plaze con vos, ca
bien he menester tanto consejo de mi alma
como vos, e jamas armas tomare si gran
cuyta no me lo faze fazer» . Estonce se ñzo
desarmar, e dexo todas sus armas y el caua-
llo enmedio del camino, e fuesse con ellos.
E quando los otros esto vieron, fizieron gran
alegria, e pingóles con el. E gradecieronlo
mucho a Dios; c después comencaron de an-
dar su camino de so vno fasta llegaron a su
hermita; e Merengis les pregunto si sabían
algunas nueuas de Langarote. Y ellos le di-
xeron quanto ende sabian, e como fuera her-
mitaño con ellos, e como fincara en seruicio
de Dios; y el tuuolo por gran marauilla, ca
no cuydaua que tal cauallero como Lanca-
rote e tan vicioso se fuesse hermitaño. Y
agora dexaremp^-de tablar dellos, e torna-
remos al rey /Mares > cpmo murió, ca esto no
podemos dexa'i^j__agí>ra ipie es esta la postrera
razón de nuestro libro. Y" contaros hemos
luego como jjasso a Bretaña, e como quemo
el cuerpo de Lancarote, e como destruyo la
Mesa Redonda.
Cap. CCCCLII. — Que fue sabida la muerte
de Lancarote.
Agora dize el cuento como fue sabida la
muerte de Langarote verdaderamente por
todo el reyno de Londres, vuieron muchos
honbres buenos gran pesar, ca sin duda era
vno de los ama<los caualleros del mundo,
destraños e de suyos, tanto era de buen do-
narlo e de caualleria; assi que fue sonada
su muerte por toda la tierra e por todo el
reyno de Londres, e por la Gran Bretaña, e
por la tierra fie Craula e Gaunes. e por Be-
noyt. E por la pequeña Bretaña, e por Es-
cocia, e por Irlanda, e por Cornualla, e que
ol rey ufares ^'a ,aun bmq._c_taJL_yͧP5 ^
aquel tieupo no auia rey de su hedad, mas
por esso era muy esforzado, e tenia su tierra
que no auia vezino a quien vuiesse pauor;
e mas de tanto era su linaje abaxado, por-
que su sobrino Tristan era ya muerto mas
auia de vn año, e otrosi la reyna Iseo su mu-
ger. E por ende andana muy triste, ca la
r[ueria mucho; mas de la muerte de su so-
brino no era muy triste, antes era muy ale-
gre. Y estonce dixo: «De oy mas no veo
quien me defienda que no aya todo el reyno
de Londres a mi plazer, pues el linaje del
rey Van ya es muerto. É aunque todos estos
os fuessen biuos, la muerte deste solo me lo
daria. Mas este hiñiendo, no ha honbre en el
mundo que lo pudiesse acabar» . E pues vio
que no auia quien ge lo defendiesse, ayunto
quanta gente pudo auer, que passassen el
mar e que se fuessen a la Gran Bretaña a
conquerir; e assi lo fizieron, e pues salieron
de las naos e sacaron lo que auian de sacar,
dixo el rey Mares: «Agora so en tierra do
mas daño recebi que en lugar ninguno que
fuesse. E no quiero que me tenga por rey si
del no me vengare» . Estonce mando fazer
vna gran crueldad, qual nunca rey chris-
tiano fizo, que nunca fallassen muger ni va-
ron en todo el reyno de Londres que todos
no los matassen, que no queria que fincasse
ninguna cosa de quanto el rey Artur tizo;
mas que todas las yglesias e monesterios, e
toda la tierra, todo fuesse destruydo. «E no
puedes fazer tanto mal que no lo tengo en
plazer; ca este destruymiento fago porijuc
quiero que desj^ues do mi muerte no parezca
en este rej^no ninguna cosa quanto el rey
Artur hizo>:>."'|E assi_coino_vos jligo mando el
£a_v Mares a suTriioubres que hiziessen.^nóíído
auino (|ue eTTeyno de Londres fue cercado e
destruydo i)or endeJ
Cap. CCCCLIII. — Que el rey Mares entro en
la tierra del rey Artur.
Pues el rey Mares esto vuo mandado, co-
men(,'o a yr estragando toda la tierra. E tanto
anduuo assi por la tierra, (pie llego con su
conpaña vna noche a la Joyosa Guarda, y
entro dentro y 4c§truyola toda-. E después
supo como el cuerpo do Lancarote yazia ay,
c fue a ver el monumento do yazia, e quan-
do lo vio tan formosn o tan rico, dixo: «¡Ay
Lancarote!. tanto mal e desonra me feziste tu
o tu linage, e nunca me ])U(le vengar ende;
mas agora me vengare a mi voluntad» ; os-
t(j]ice hizo quebrar el monumento, que era
tan rico como os dixe, e fiz(do echar fuera de
la yglesia, en vn lago do nunca honbre en el
se pudiesse meter. Y después fizo quemar
los huessos y el cuerpo de Lancarote, que aun
estaña entero; y mando hazer gran fuego, e
mandóle ay echar a el e a los huessos del
rey Galeote, el señor de las luengas insolas, e
LA DEMANDA DEL 8ANCTU GKIAL
dixu: «Ay ardereys fasta que se«des ceniza» ;
e bien vos digo que ay estañan muchos bue-
nas lionbres a quien pesaua de coraeon por-
que a Lanrarote liziera tal crueza. Y después
que el rey Mares esto vuo fecho, fuesso para
Camaloc, e los do Camaloc, que eran muy
poderosos contra los suyos, e que eran de
grandes coracones e siempre buenos, dixeron
que no se dexarian cercar; e salieron todos
fuera de la ciudad, e conbatieronse con el,
mas eran tan pocos, que fueron todos muer-
tos, assi que ninguno no escapo. E sin falta
esto les fizo morir, porque eran de gran cora-
f/ón e no quisieron salir del canpo. Y el rey
Mares, quando esto vuo fecho, entro en la
ciudad e destruyóla. E (juando fue a la Ta-
bla Redonda e vio el lugar de Galaz mas alto
que los otros, dixo: «Este lugar es de aquel
que en vn dia destruyo a mi e a mi conpaña
e a todos los de Sansoña. E yo destruj^re lá
Mesa Kedonda o primeramente el su lugar.
E después todos los otros» ¡jij^ssilohizo, ea.
lo fizo destruyr, que no quedo nada della.^
Cap. CCCCLIY. — Como consejaron al rey
Mares que matasse al rey Boores e Brioherts.
Y aquella hora que el rey Mares esto fizo,
vino a el vn cauallero de Cornualla que sien-
pre desamara al rey Artur y al linaje del rey
Yan, e dixo: «Señor, nunca en vos ouo seso
ni acuerdo, (p.ie fiziessedes matar al rey Boo-
res, e al arcobispo de Conturbel, e a Meren-
gis, que fueron conpañeros de la Tabla Ee-
ílonda, e son en esta tierra; e si ellos esca-
}ian, buscaran gente con (jue vos fagan mal».Y
Y el rey le pregunto como auian entrados en ^
la tierra, y el contole todo como eran her-
mitaños todos quatro. «Y esto no ha menes-
ter, dixo el rey, que aquellos assi finquen
que no vengue en ellos mi saña» . E agora
vamos a buscarlos, y quaLjuier que ay me
llene, yo le daré tales riguezas^,^ que se ten-
ga por bien paga(.ro>>'|'E por a(|uella prome-
sa fueron muchcfsTíirualleros por las hermitas
buscándolos, e del linage del rey Mares fue-
ron (puitro caualleros armados, y eran her-
manos. E vn dia les auino i]ue llegaron cerca
de la hermita do los quatro conpañeros eran,
c fallaron a vna fuente a Merengis dormiendo
muy pobremente vestido, e magro, e amari-
llo, e muy canbiado de como solia ser; ca
mucho sofria gran lazeria, e des^Dertaronlo
por preguntalle lo que buscauan; y el dixo-
les: «Yo so el vno de los que vos buscays».
«Pues leuadvos alia», dixeron ellos, y el fizó-
lo assi. Y quando ellos vieron los dos caua-
lleros, que fueron tan buenos conpañeros de
armas e tan poderosos en todo, que se metic-
LIBKOS DK CABALLEIUAS. — 22
ron en seruicio do Dios, ouiorou dellos muy
gran duelo; e saliéronse de la hermita, c di-
xeron entre si: «¿Que farcmos? ¿Ma^tarlos he-
mos o no?» E a postre acordaron que los
dexassen, e que se fuessen al rey e que so
lo dixessen; o después tornaron al rey, e di-
xeronlo como los fallaron. «Pues tales nue-
uas tracdes, seades bien venidos, ca me erra-
ron muchas vezes, e yo me vengare dellos» ;
entonce dixo al vno de los quatro caualleros
que lo truxesse alia, y ([ue no le leuasse mas
conpaña, que asaz podrian auer para ellos,
pues no tenian armas ; e fueronse todos en
conpaña que ninguno no lo supo, e no aula
cosa que el tanto desamasse como era a(|ue-
llos quatro compañeros, y que el queria con
sus manos matarlos. E quando entro a la
hermita, fallo dentro vn cauallero del linaje
del rey Yan que auia entonces ay venido y
estaña avn armado. E los quatro conpañeros
estañan aderredpr del haziendo muy gran
alegría, e gran lionrra quanto ellos podían.
Y el cauallero buscaua aquella hermita dos
años auia o mas; e buscauala por que oya
dezir que eran alli aquellos quatro conpañe-
ros. Y ellos assi estando, llego el rey Mares,
y entro dentro a pie e no los saino, e pre-
gunto quales eran Boores e Bleoberis, y ellos
se yrguieron luego, e dixeron: «Nos somos
y ¿que os plaze?» «Plazeme, dixo el, vna
cosa que tornara en vuestro daño. E sabed
que yo so el rey Mares de Cornualla, que
vine aquí por me vengar» .
Cap. CCCCLV. — Como el rey Mares maio
al arcobisjjo de ConturheL
Estonce metió mano a la espada. E quan-
do el arzobispo vio que los queria matar,
metióse antel golpe, e diole el rey tan gran
f crida, que lo echo muerto en tierra. Y quan-
do Paulos que ay estaña esto vio, yrguiose
en pie, e dixo: «¡E rey Mares falso e desleal!
Tu heziste a mi tal traycion qual nunca otro
rey fizo. Y has hecho tan gran maldad do
matar a tal hombre como este: mas, si Dios
quisiere, tu te fallaras ende mal si yo puedo» .
Estonce metió mano Paulos al espada, e de-
xose yr contra el rey Mares, e como estaña
con gran saña y era de gran fuerca, firiolo
tan brauamente, qiie no le valió nada el al-
mófar ni el ganbax que no le metiesse el
espada fasta los puños. Y dio con el muerto
en tierra. E quando el cauallero que vino
con el vio ebto, pidióle por merced que por
Dios no lo matasse; e Paulos le dixo: «Yo te
digo que deste muerto no digas a ninguno
nada» . Y el ge lo prometió, que nunca lo diria
I a ninguno. Y luego se partió deude y fuesse,
338
mas no a la compaña del rey Mares; o los
hermitaños tomaron el cuerpo del rey Mares,
e soterráronlo en el sagrado, ca lo tenían por
vno de los guerreadores reyes que nunca
vieran; e assi como os diggjnurñ) el revMa-
res^ e sus hombres anduuieroiilo buscando,
e nunca supieron que fuera del; e los hermi-
taños i^uedaron en la hermita seruiendo a
LIBROS DE caballerías
Dios e a sancta Maria. E ouieron buenos
acabamientos en este mundo. E después fue-
ron las animas ante la faz de Nuestro Seflor
Jesu Christo, do el e su santa madre biue;
onde a todos nos dexe entrar; por su santa
merced, e piedad, e merescimientos, seamos
en la gloria, donde los justos e los buenos
para siempre moraran. Amen.
A DIOS GRACIAS
Aquí se acabe el pkdiero y el segundo libro de la demanda del sancto Grial,
CON EL BALADRO DEL FAMOSISSIMO POETA E NIGROMANTE MeRLIN CON SUS PROFECÍAS.
Ay, POR CONSIGUIENTE, TODO EL LIBRO DE LA DEMANDA DEL SANCTO GrIAL,
EN EL QUE SE CONTIENE EL PRINCIPIO E PIN DE LA MeSA ReDONDA, E
ACABAMIENTO E VIDAS DE CIENTO E CINQUENTA CAUALLEROS CON-
PAÑEROS DELL A. El QUAL FUE IMPRESSO EN LA MUY NOBLE
I f Y LEAL CIUDAD DE SeUILLA; Y ACABÓSE EN EL AÑO
de la encarnación de nuestro redemptor
Jesu Christo de mil e quinientos e
treyntae cinco años. a doce días
del mes de octubre.
M. D. XXXV.
O. >^ O.
Uíb:o ocl c(To:ca
Docaaatícroodtn
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UBBOS BF CtOALLRRÍAS. — PJG. ^Sl>
LIBRO DEL Wmm CiMLlERO M TRlSIi M LEOIS
Y DE SUS GRANDES HECHOS EN ARMAS
EL PROHEMIO
Por quanto la memoria es poca y muy
caediza, y la natura humana por su fragili-
dad es muy mudable, fue assi ordenado que
las razones en que se concluyen los dichos
y autoridades de los santos e sabios nues-
tros predecessores, e no menos las historias
y exenplos dignos de memoria, fuessen as-
sentados j)or escriptura, por que fuessen los
por venir sabidores de aquellos, y les fues-
sen las tales obras exemplo para bien biuir,
e, finalmente, camino real j)ara la saluacion
de sus almas. Otrosi, como sea cosa conosci-
da que muchas e diuersas escripturas, las
quales nos eran ocultas y muy caras de al-
canzar, sean agora a todo el mundo por la
ingeniosa e muy frutifera arte del emprenta
muy patentes y publicas y por pequeño pre-
cio otorgadas, algunos discretos han traba-
jado el boluer de latin en común hablar al-
gunos libros, assi de theologia e fllosoña
como de otras sciencias y artes, reuelando y
publicando las virtudes y prouechosas ope-
raciones de nuestros antecessores. E, ¡jor
consiguiente, las historias de los grandes
principes animosos y esforzados señores e
caualleros pregonan sus marauillosas haza-
ñas, dignas de loable memoria, porque pu-
diessemos regir y reglar nuestras vidas e
apartar del vicio, floresciendo en virtudes
en exeniplode aquellos. Entre las quales hys-¡
torias fue hallada vna en las crónicas del'
reyno de Inglaterra, que se dize La lástoria \
de don Tristan de Leonis, hijo del rey Me-
liadux. El qual, por sus grandes virtudes,
y por ser inclinado mas a lionrra que a los
transitorios j^lazeres, passo grandes y diuer-
sas y marauillosas fortunas, de las quales
todas por su ñel amor, caridad y lealtad,
alcauQü buena salida, dexando señalada me-
moria de sus grandes hazañas y proezas.
E fue la dicha liystoria por excelencia leña-
da en el reyno de Francia e venida en po-
der del generoso y famoso cauallero don
Juan de Cerey, señor de Chumay, el qual,
desseoso del bien común, la mando boluer en
común vulgar francés, por que las infinitas
virtudes del dicho cauallero Tristan^Títe' Leo-
nis fuessen a todos manifiestas e conoci-
das. E la traslado el honrrado varón Phelipe
Camus, licenciado en vtroque. E, como vi-
niesse a noticia de algunos castellanos dis-
cretos y desseosos de oyr las grandes caua-
llerias y cosas hazañosas deste cauallero
susodicho, preguntaron y trabajaron con
mucha diligencia por ella. A cuyo ruego, y
por el passatiemi)o^ fue trasladada de fran-l
ees en romance castellano y emprimida con/
mucha diligencia', e puesta de capitulo en
capitulo su hystoria por qué fuesse mas fru-
tuosa e aplazible a los lectores e oy dores.
COMIENCA LA OBRA
En Cornualla y en Leonis ouo vn rey que
ouo nonbre Felipe, e ouo tres hijos e dos
hijas, de las quales la presente hystoria no
fara mención; y el vno de los hijos ouo
nombre Mares, y el otro Meliadux_, y el otro
Pernan. E quando vino a tienpo que el
rey Felipe, por edad de senetud, enfermo,
quiso repartir sus tierras, e dio a su hijo
Meliadux el reyno de Leonis, que fuesse
dende rey e señor. E dio a Mares su hijo el
reyno de Cornualla, que fuesse otrosi rey e
señor. E a Pernan, que era menor de los
hermanos, mando que quedasse con el rey
Mares, que era el mayor. E las gentes de
ambos los reynos fueron contentos de la
partición que el rey Felipe hiziera a sus
fijos. E assi partidos los reynos, y rccebidos
cada vno en sus ciudades, villas e castillos
por rey y señor, passaron algún tienpo en
paz e sossiego, e mucha justicia, y la va-
riada fortuna, que nunca esta en sossiego,
340
LIBROS DE caballerías
que sienpre liaze nmdaiK.-as eu los cora-
cones humanos, puso en coracon y en su
determinada voluntad a Morlot de Yrlanda,
de venir en aquella tierra de Cornualla que
el rey Mares a la sazón jDOseya, e darle cruel
guerra o tener forma como algún tributo
cada año del pudiesse adquirir. E mando
luego aparejar muchas naos, e gran armada,
e armas, e prouisiones, e todas las cosas ne-
cessarias que para en seguramiento de su
viaje le hazian menester. E, con seguro
tienpo, aleadas las ancoras y tendidas las
velas, se metió con toda su compaña a los
piélagos hondos del mar, e dioles Dios tan
prospero tienpo, que en pocos dias llega-
ron con su ilota al rey no de Cornualla, e
salidos en tierra con mucha animosidad y
esfuerco que en su poderoso braco traya.
Morlot de Yrlanda embio a dezir al rey Ma-
res que le diesse tributo, si no, que le faria
perder toda su tierra. Y el rey, sin mas de-
liberación ni consejo que con sus gentes
ouiesse. como supo la gran fiota y esforcada
gente que venia, el se acordó de dar el tri-
buto. E Fernán su hermano fablo, e dixo
con saña al rey que no conuenia a ningún
rey que con miedo fiziesse tributo a otro, que
fuesse rey ni de mayor estado e poder. Y" el
rey fue ayrado destas palabras que su her-
mano le dezia, e dixo que le daria el tribu-
to queriendo el o no. Entonce dixo Fernán
que si el no quisiesse conbatirse por defen-
der su tierra e reyno, que dexasse la coro-
na del reyno, que bien auria cauallero que
la defendiesse. Y el rey dixo que no queria,
e que haria en esto y en todo su voluntad,
queriendo el o no. Y Fernán hizo gran amo-
nestación al rey, diziendo quan dura y tra-
bajosa cosa era los libres hazerse subditos e
sieruos, que menos duro era agora de lo de-
fender e morir por ello, que en lo sofrir des-
pués; e nada desto a Fernán no le fue oydo.
Assi dio el tributo a Morlot de Yrlanda por
siete años, y propuso en su voluntad el rej^
Mares que el auria venganza de Fernán su
hermano a todo su poder. Y dende a poco
tiemi)0, el rey Mares fue a caca y lleuo con-
sigo a su hermano Fernán, e fueron a la
fuente del León, e alli mato a su hermano
Fernán. E assi fue muerto enceladamente,
que ninguno no lo supo hasta que lo descu-
brioAIerliíi.
Agora'dexa la hystoria de contar desto,
por dezir de lo que acónteselo al rey Melia-
dux, que fue padre de Tristan^ porque haze
mas a nuestro libro, pues que la hystoria de
don Tristíin ha de ser recitada en el. Y el
rey Mares quedara para en su lugar, e con-
tara de lo que a la historia fara.
II
De como el rey Meliadux salió vii día a capa
con sus f/enics, y se perdió en la floresta
2)eligrosa.
Agora os diremos del rey Meliadux, que
fue buen cauallero de armas, e auia en el
mas cortesía que en otro rey; y estuuo vn
tienpo en Leonis, e ouo por muger vna noble
dueña que auia nonbre doña Y'sabel. e plugo
a Dios que la rej^na fue preñada de vn in-
fante, y quando se sintió preñada, dixo al
rey: «Señor, sabe que soy preñada». E
quando el rey lo supo, fue alegre, e dixo que
por amor de la reyna que e ra en cinta, que
queria yr a caga; e salió fuera de la cibdad,
e con el gran conpaña de caualleros con gran
alegría, e fueron a caga a la ñoresta peligro-
sa, e vna donzella encantadora lo espero en
el camino, e dixole: «Señor, si soys buen
cauallero, seguime, y lleuarvos he a la mejor
auentura e mas fermosa que jamas vistes, ni
ningún cauallero vio». Y el rey dixo: «Se-
ñora, ruegoos por cortesía que me lleueys
alia donde es essa auentura que dezis» ; e la
donzella dixo: «Bien meplaze». E caualgoy
fuesse quanto pudo contra donde la donzella
lo lleuo, y lleudo a la torre peligrosa, e
tanto que entro dentro, luego lo ouo encan-
tado. Assi que al rey no se le vino mientes de
la reyna, ni reyno. ni del mundo, sino tan
solamente de la donzella que lo auia encan-
tado alli. Y estuuo assi encantado en la torre/\
siete meses. E quando la reyna vio que el rey
su marido no venia de caga, fue muy triste e
muy cuytada, e todos los del reyno lo fueron
mucho, e fazian por el gran duelo, e la reyna
embio caualleros por todas partes de la flores-
ta que lo fuessen a buscar, e buscáronlo gran
tienpo, e quando vieron ya que no lo podían
hallar, tornáronse, e contaron estas nueuas a
la reyna. E quando la reyna entendió que a su
señor el rey no lo liallauan, comengo fuerte-
mente a llorar e hazer muy gran llanto, e
todos los de la cibdad con ella, e touieron
este llanto con ella quinze dias. e tomo en
coragon la reyna de yr a buscar al rey su se-
ñor. E quando vino otro dia, ella se aderezo
de lo que ouo menester, y lleuo consigo vna
donzella e no mas, e dixole: «Amiga, pues
que los caualleros no pudieron hallar al rey,
vámoslo a buscar vos e yo». Y luego caualg,
la reyna en vn palafrén, e la donzella en otro-
e assi salieron de la corte ascondidamente
que ninguno lo supo, y fueronse' para la floo
resta a buscar al rey su señor, e buscáronlo
vn gran tiempo con gran afali e con grandes
lloros y sospiros. Y anduuieron tanto, hasta
DON TRISTAN DE LEONIS
:U1
que llegaron a vn Talle, y encontraron con
vn honbre, e la rej^na le dixo: «Hombre
bneno, vos ¿saberme yades dezir de vn ca-
nallero que se llama el rey Meliadux?» En-
tonce hablo el hombre, que auia nombre
Merlin, e dixole: «Cosa perdida no se jiuede
jamas hallar, y el rey Meliadux no es per-
dido, mas vos nunca lo vereys de vuestros
ojos» . Entonce se partió Merlin de la reyna,
e fuese por su camino, e la reyna no pensó
en cosa ninguna de lo que Merlin le dixera,
e tomóle luego el dolor del parto, e caualga-
ron ambas a dos en sus palafrenes por vna
gran montaña entre vnas peñas muy altas,
y el dolor del iDarto le aquexo tan fuertemen-
te, que no lo pudo mas suffrir, y entonce dixo
a la donzella: «Tanto me aquexa este dolor,
que nunca pienso de aqui salir». La donzella
le dixo: «Señora, ¿no podeys andar fasta
tanto que seamos en alguna villa o castillo,
que son muy cerca de aqui?» Y la reyna le
dixo: «En ninguna manera puedo ni podria
mas andar» . Entonce echóse sobre su manto,
e parió vn hijo varón. E quando ella ouo pa-
rido, dixo a la donzella que le pusiesse su
fijo en los bracos; la donzella hizolo assi. E
quando ella le tomo y le vio tan apuesto,
dixo: «¡O mi ñjo!, ¡como tu eres nascido en
gran tristeza y en gran dolor! Ca después
que t^^ fueste engendrado^jDerdi a tu padre, j
agora eres nascido en gran tristeza; yo
quiero que ayas nonbre Tristan, e seas
bendito de Dios e de mi. E ruego a Dios que
las mis bendiciones delante de Dios se pre-
senten, e seas assi buen cauallero, que nin-
guna auentura no venga de cauallero, ni de
dueña, ni de donzella, que tu no la lieves a
buen fin. e que sienpre sea la tu honrra
adelante, e no te vea dueña ny cauallero que
no dessee el tu amor e la tu compañía, e
ayas loor e ventaja mas que ningún caua-
llero». Y después besóle tres vezes en la
boca, y bendixole, e santiguóle, e diole luego
a la donzella. Y la reyna se boluio a la otra
parte, por el gran dolor que sentia e auia
por su señor que no auia hallado; y passose
luego deste mundo al otro. E quando la don-
zella vio que su señora la reyna era muerta,
comento muy fuertemente a llorar e a dezir:
«¡Ay la mi señora!, ¿e como me dexays assi
sola?» Ella estando assi faziendo muy gran-
des llantos e ansias, dos caualleros de su
casa passaron por la floresta, e oyeron dar
grandes bozes a la donzella, e llorar e gritar.
E los caualleros fueron alia donde gritaua, e
quando la vieron, conoscieronla, e dixeron:
«Donzella ¿que aueys o por que llorays?» Y
ella les contó todo el fecho, e como les con-
tesciera a su señora la reyna e a ella, y con-
togelo punto por punto. E ella assi estando,
los dos caualleros se tornaron a vna parte, e
dixo el vno al otro: «Matemos a este infante
y seremos señores del reyno, ca nos somos
])arientes del rey, e diremos que hallamos a
la reyna muerta» . Y quaiido la donzella en-
tendió estas palabras, dixo a los caualleros:
«Señores, non mateys este infante, que yo
me yre a tal parte que en ningún tiempo
oyays nueuas del ni de mi» . A esto se acorda-
ron los caiialleros y ella se fue con el infante.
E los caualleros pusieron atrauessada a la
rejnia en vn palafrén suyo, y leñáronla a la
ciudad con mucho trabajo e afán. E quando
la gente de la ciudad vieron a su señora la
reyna muerta, luego entendieron que auia
parido, que sabian que yua preñada, e dixe-
ron a los caualleros: «\' arenes, ¿que es de la
criatura que parió la reyna nuestra señora?»
Ellos dixeron que no sabian, que assi la
auian hallado muerta. Ellos estando hablan-
do, llego Merlin, e dixo a los de la ciudad:
«Señores, prended a estos dos caualleros
malos e falsos; que ellos hallaron la reyna
muerta e la criatura bina en los bracos de la
donzella, e quisieron ser señores del reyno,
e la donzella entendióles sus falsos pensa-
mientos que ambos a dos pensauan, y pi-
dióles por merced que no matassen el infante ,
que ella lo Jleuaria a lugar donde nunca lo
viessen en el reyno de Leonis. Y ellos, por
esta razón, dixeron y pensaron ser señores
del reyno. Y^ sabed que el infante es biuo,
sera muy buen cixuallero y muy venturoso,
y llegaran a fin los sus dias» .
Luego los de la ciudad prendieron los ca-
ualleros, e rogaron a Merlin que les dixesse
nueuas del rey Meliadux; el dixo: «Sabed
que es biuo, mas esta en la torre peligrosa,
que lo tiene en cadenas la donzella peligro-
sa, en tal guisa, que no se le miembra de
reyno ni del mundo, tanto es puesto su
amor con la donzella, por encantamiento que
le hizo». E dixeron: «Pues que el es biuo,
por amor del vos rogamos que nos mostreys
esta torre peligrosa, y librarlo hemos desta
auentura» . Y" Merlin dixo: «Bien me plaze.
Dadme compañía de diez caualleros, que yo
vos lo fare auer» .
Y la gente fue muy alegre, e dieronle
diez caualleros. Y Merlin e los diez caua-
lleros partiéronse liiego de la ciudad, e fue-
ron en deinanda del rey Meliadux su se-
ñor, y licuólos a la peligrosa torre donde
el rey su ¿eñor estaua. Y quando los caua-
lleros llegaron en demanda del rey su señor,
Merlin dixo a los diez caualleros: «Entrad
todos muy de presto en la torre e matad
la donzella, y el rey vuestro señor sera
342
LIBROS DE caballerías
Ubraclo. T mirad muy bien que si la dexays
biua, por ventura le encantara otra vez». Y
los eaualleros entraron en la torre con gran
astucia, y ansi mataron la donzella. E des-
pués de muerta tomaron al rey con gran-
de alegría, como a aquellos que auian saca-
do a su señor de captiuidad. E ansi ya to-
mado, sacáronle luego de la torre e torná-
ronse a la cibdad muy alegres. E salieron
de la cibdad a pie e a cauallo a rescebir a
su señor con gran alegría, y llenáronlo al
palacio. E quando el rey fue en el palacio,
demando por la reyna. E los eaualleros le
dixeron que era muerta en la floresta por
buscar a el. E como aula llenado consigo
vna donzella, la qiial aula estado a su fina-
miento, y tenia consigo al infante que aula
parido. E fue ventura i^ue en aquella sazón
auian llegado alli do la reyna estaña muer-
ta dos eaualleros de su casa, e hallaron assi
la reyna, e a la donzella, e al infante, y
ellos preguntaron a la donzella como aula
sido aqiiella auentura, la qual les contó to-
das las cosas que le auian acaescido. E los
falsos eaualleros, como malos y desleales,
querían matar al infante, por quedar ellos
en el rey no por señores. La donzella conos-
cio sus malas intenciones, e rogóles que no
liiziessen tal cosa, que ella se jrin con el don-
de jamas fuesse vista, la qual lo hizo assi. «E
nos no sabemos della, y tenemos, señor, aqui
estos eaualleros para hazer de ellos justicia,
la qual podeys, señor, vos hazer. E todo lo
que auemos dicho lo sabemos ptu- boca de
Merlin, al qual podeys preguntarlo, que os
lo dirá mas por estenso. E creemos que tam-
bién sabrá del infante donde esta»,
Quando el rey oyó esto, fue muy aja-ado e
triste, e hizo muy grande duelo, y metióse
en vna cámara, y estuuo alli aquel día e
aquella noche, que ninguno no lo podia conor-
tar. E quando vino otro dia, mando que los
eaualleros fuessen justiciados de muchas
justicias. E ansi fue hecho.
III
De como el sabio Mcrlhi dixo al [rey Melia-
dux que le traería a su Jdjo don Tristan.
Entonce vino el rey Meliadux a llamar a
Merlln, e dixole: «Mi buen amigo, vos me
auedes seruido lealmente, e por esto quiero
siempre vuestra compañía y que hagays de
mi reyno lo que os pluguiere. Ruegovos, mi
buen amigo, que vos rne busqueys al infan-
te, y que le trayays» . É Merlin dixo: «A mi
plaze, dadme ama que le de a mamar, e ea-
ualleros que le acompañen, qiie yo se donde
esta» . Entonce fue el rey muy alegre, e di-
xole: «El mi buen amigo leal, muchas gra-
cias a vos por tan señalados seruiclos como
me hazeys».
Entonces aparejo diez eaualleros, e a Gor-
ualan, que le dio por ayo, y despidióse del
rey, e fueronse su camino, e yuan hablando
de la grande traycion que los eaualleros
querían fazer, y que muy bien auian meres-
cido la cruda muerte que se les aula dado.
Quando llegaron a la fuente del León, Mer-
lin llamo a Gorualan, e dixole que si sabia
leer. Gorualan dixo que si. «Pues aqui en
estas letras dize que aqui mato el rey Mares
a Fernán su hermano. E digovos que después
que vino Dios en nuestra Señora, nunca fue
hecha traycion como fue esta, y fue el ma-
yor agrauio que nunca hermano hizo- a otro.
Que si el rey IMares ouiera creydo lo que
Pernan le dezia, creed que fuera mas su
honrra que auer hecho tal traycion, e tiem-
po verna que lo qiie no quiso creer a Per-
nan no le ouiera hecho daño, y le pesara de
sil miierte» . Entonces le dixo que tres eaua-
lleros auian de ser los mejores del mundo.
«E sera el vno Tristan, y el otro Lancarote,
y el otro Galaz^ e tu, Gorualan, ternas el
vno destos en guarda, e puedeste llamar
bienauenturado». E desde alli fueron a vna
cueua donde la donzella estaña con el infan-
te. E la donzella, quando los vio, ovio gran
miedo, y tenia la teta en la boca del infante
porque non llorasse, y ella no aula leche. E
comenr-o de huyr quanto ¡Dudo, e dixo: «Se-
ñores eaualleros, yo demando en merced
que no me niateys este infante, porque es
de tal linaje, que si lo conociessedes le fa-
rlades toda honrra» . Y Merlin le dixo: «Don-
zella , no ayays miedo» . Y ella se fue para
el, e Merlin dixo a los eaualleros: «¿Que os
parece de los eaualleros malos, que tal in-
fante como este querían matar?» «Por Dios,
dixeron ellos, mal seso auian pensado.» E
]\Ierlin tomo el infante, e dlole al ama que
le diesse a mamar, que gran menester lo
aula. E dixo a la donzella: «Sobid en vues-
tro palafrén y llenemos el infante al rey
]\Ieliadux su padre, que os dará buen ga-
lardón por el sei'uicio que le aueys fecho».
La donzella dixo: «¿Do es el rey mi señor?»
Merlin dixo: «En la ciudad». Quando 03^0
estas nueuas, fue muy alegre, e comenco de
llorar, e dixo: «¡Ay mi señora, que fuerte
ventura es la mia!, porque 5^0 torno sin vos,
¿que me dirá el rey mi señor, e con qual ra-
zón yre ante el rey e ante los de su corte? E
pluguiesse a ti, señor, que yo no fuesse biua».
Estas e otras cosas dezia la donzella, que
ci-a lastima de oyr. E los eaualleros la con-
DON TRISTAN DE LEÜXIS
343
solaron quanto pudieron, Y luego caualga-
ron todos, e anduuieron tanto que llegaron
a la corte y entraron por el palacio, y ^[er-
lin tomo el infante a la doncella, y presen-
tole al rey. Quando el rey vio al infante tan
hermoso, ouo gran plazer, e dixó a la don-
zella: «Xi leal donzella, tomad el infante y
tenedlo en guarda, que, después de Dios, a
TOS lo deuemos agKuloscer» . E después lle-
góse el rey a JÍIerliflJ y echóle el braco al
cuello, e dixole: «Mi leal amigo, ¿que deue
ser deste infante?» Y Merlin dixo: «Deste fijo
vuestro sera todo bien, que tres caualleros
serán en el mundo, y sera el vno dellos» .
Y desto fue el vej muy alegre, e hizole lue-
go baptizar, e púsole nombre Tristan, assi
como la donzella dixo que le auia puesto su
madre, e hizo a Merlin mucha honrra, e
dixo que tomasse lo que quisiesse.
Después el rey llamo a Grorualan, e dixo:
«Yo vos do en encomienda al infante mi hijo,
y que vos seays guarda del, y que le ense-
ñeys todos buenos enseñamientos y costum-
bres que pertenecen a hijo de rey». Grorua-
lan dixo (jue assi lo faria, con toda la mejor
guarda que el pudiesse. Y assi estando el rey
en su reynado hasta dos años biudo, al cab(^
destos dos años tomo por muger a vna dueña
de alto linaje. Y estuuo con ella vn tienpo
que no pudo auer hijos en ella, y pensó la
reyna que, si el rey muriesse, que Tristan
seria rey y señor del reyno, e que ella sal-
dría del reyno, pues que no podia auer fijos.
Y busco manera como matasse a Tristan, e
tomo arsénico, y destemplólo con el vino, y
metiólo en vn barril de plata muy secreto, e
púsolo a vna finiestra a la cabecera de Tris-
tan, e dixo entre si mesma: «Quando Tristan
óuiere sed, no aura entendimiento, y beuera
deste vino e morirá» . E Tristan era assi cas-
tigado, que no osaua comer ni beuer sino por
mano de Jornalan. Y estando assi, el rey se
fue auer plazer con Tristan, porque el rey
auia grande plazer quando le veya assi fer-
moso. E al rey tomóle sed, e paro mientes a
la finiestra, e vio el barril a la cabecera de
Tristan, e dixo entre si mesmo: «Este vino
ha aqui puesto Gorualan para que beua el in-
fante»; e dixo: «Hijo, dadme a bexier deste
vino» . E Tristan se leuanto en pie, y lleno
vna copa de oro, e hinchóla de aquel vino, e
diola al rey. E teniéndola en la mano llenán-
dola a la boca para beuer, violo la reyna, e
comengo a dar bozes e gritos, o dixo al rey:
«¡Non beuays!» Y el rey, quando lo oyó,
dixo: «¿Que es esto, reyna?, ¿por que no be-
uere deste vino?» Respondió: «Por(]ue no es
buen breuajepara vos»; e llamo a su can, y
diole a beuer, y el can fue luego muerto. Y
quando el rey vio esto, fue muy ayrado e
sañudo, e dixo: «Yo quiero saber quien me-
tió este breuaje en este barril». Y fuese lue-
go a la reyna, la espada sacada por la ma-
tar. Y la reyna ouo temor que la matarla,
e dixo: «Señor, merced, que yo lo puse ay
por dar muerte a Tristan» . Y el rey mando
luego (juemar a la reyna.
Tristan era entonce de hedad de siete
años, y andana por la corte, e paro mientes
e vio que todos los de la corte andana n muy
tristes, e llamo a vn caballero, e dixole:
«Amigo, .dezidme: ¿que ha esta gente?, ¿por
que anda tan triste?» E dixo el: «Señor, por-
que manda vuestro padre quemar a la reyna» .
Tristan dixo: «Por buena fe, mi señor padre
ha pensado gran crueldad, y desto no liara
el nada si yo puedo». Y luego sin mas tardar
fuese para el rey, e hinco los ynojos ante el,
e dixole: «Señor, pidoos por merced que me
deys vn don» . Dixo el rey: «Demandad vos,
hijo, todo lo que vos quisierdes, que otorga-
do vos sera» . E Tristan dixo: «Señor, yo vos
demando en merced a la reyna, que no mue-
ra». El rey, quando esto oyó, fue muy sañu-
do e muy marauillado, e dixole: «Hijo, de-
zidme quien vos lo ha consejado» ; e dixole:
«Señor, no ninguno, mas yo se bien que, si
la matassedes, que seria gran mal e gran
desacuerdo». Y el rey dixo: «Hijo, ¡bendito
seas tu de Dios, que das a entender la buena
naturaleza donde vienes!» Y la gente e los
caualleros pidieron este don que non mu-
riesse. El rey, viruta la petición de Tristan y
de los caualleros, que tan ahincadamente la
pidian, dixo que, avnque le era muy caro
mudar su proposito, pero que lo queria acep-
tar. Y desde allí adelante tomo el rey a la
reyna, y empreñóla de vn hijo. E quando el
infante fue nascido e criado, la reyna j)enso
en si mesma que, si Tristan biuia, que su
hijo no heredarla cosa del reyno y que siem-
pre seria subdito de Tristan, y que nunca
ternian bien paz ni concordia; y pensó en si
mesma (pie seria bien de dar la muerte a
Tristan, ponpie el hijo della quedasse por
rey después de la muerte del rey. Y luego
tomo del mismo arsénico que de antes, y
mezclólo con el vino, y metiólo en vn barril
de plata, e púsolo otra vez a la cabecera de
Tristan. Y vino vn dia el ama del infante su
fijo, y entro en la cámara de Tristan con el
infante, e fiazia calura, e demandóle de be-
uer, y el ama vio el barril, e fue a dar a
beuer al infante, y luego el infante cayo
muerto en los bracos del ama. E luego que
el ama vio que el infante era muerto, co-
mento a (\av bozes y a jlorar fuertemente, y
en que la reyna oyó estas bozes, vino mnj
344
LIBROS DE caballerías
corriendo, e dixo: «¡Ay traydora, turne has
muerto mi fijo!» Ella dixo: «Por buena fe
yo no lo he muerto, antes lo mato aquella
j)ersona que metió el breuaje en aquel ba-
rril»; e llego alli el rey luego, e dixo: «¿Por
que me has muerto a mi fijo?» E dixo ella:
«Señor, sed cierto que yo no merezco ma],
mas aquel o aquella que metió el breuaje en
el barril, aquel lo mato» ; o dixo: «Por buena
fe, esto fizo la reyna, que me pensó hazer
mal y que ella no ouiesse parte; ella pensaua
matar a mi fijo, c tan locamente ha muerto
al suyo, mas en esto no j^uedo mas hazer,
que tan buena parte ha ella como yo del mal
que lia hecho» .
lY
De como mataron ni rey Meliadux, e como
Tristan se fue a la corte del rey Feremondo.
Dize la historia que después que esto passo,
el rey fue vn dia a caca y lleno en sii conpa-
ñia a Tristan, e a Gorualan, e a otros eaua-
lleros de su corte. E quando ellos fueron a la
ftiente del León, hallaron ende ocho caualleros
armados, e fueronsse para vn cauallero que
auia nombre Cornualla, e dixeronle: «¿Viene
aqui Tristan?» y el dixo que no, que en la
corte quedaua. E preguntaron que qual era
el rey, e dixoles: «Aquel que caualgaua en el
cauallo blanco». Entonce se dexaron yr los
cauaUeros contra el rey, e derribáronlo del
cauallo. E matáronlo, que nunca hombres
los conocieron. Y quando Gorualan vio esto,
comenco de huyr con Tristan derechamente
a la cibdad. E desque los de la ciudad su-
])ioron que el rey era muerto, comentaron de
hazer gran llanto, e fueron para alia, e tru-
xeronlo muy honrradamente, y enterráronlo
muy honoi-ablemente en vna abadía do mon-
jes, e Tristan quedo por rey del reyno de
Leouis. Y la reyna su madrastra quedo en
la ciudad en el reyno de Leonis por su vida.
Y estando assi la i-eyna, pensó de combidar
a Tristan, y que el no se guardarla, y([Uole
daria pon9oña con que muriesse. Y la reyna
hizo el combite muy rico e muy honrrado. E
Gorualan tenia castigado a Tristan en tal
manera, que el no comia sino por su mano.
E Gorualan dixo a Tristan: «Pues que la
reyna vos ha conbidado, quiero, si a vospla-
ze, que vays alia, que si alia no fuessedcs
seria gran villanía de nuestra parte. Mas
tanto vos mando que no comays ninguna
vianda que venga a ia tabla, sino de aquello
que yo vos mandare*; o Tristan dixo: «Yo
haré lo que vos mandardes». E a la mañana
fueronse Tristan e Gcrualan al ¡^alacio de la
reyna. E quando las tablas fueron puestas,
todos los altos hombres e caualleros y escu-
deros, se assentaron a las mesas, y los man-
jares fueron traydos a cada vno. E la reyna
mando embiar a Tristan muchos manjares,
mas el no quiso comer de ninguno dellos,
fasta que Gorualan hizo traer su vianda. Y
entonces comenQO a comer, y de ninguna
vianda que la reyna embiasse no quiso comer,
pov lo qual era la reyna muy triste. E des-
pués (]ue fueron contentos, e vieron la inten-
ción que la reyna tenia del co mbite, Gorua-
. an dixo a Tristan: «Esta vuestra madrastra
vos quiere gran mal, e no busca sino como
vos pueda matar. Por ende me paresceria
bien que nos partiessemos del reyno de Leo-
nis, pues que el rey es muerto, y que nos
vayamos a la corte del rey Feremondo de//
Gaula, que alli podeys ajDrender todo aquello
que a cauallero haze rnenester. Y esto digo,
porqtre j^a querría que fuessedes^cauajiero»^-^
Y Tristan le dixo: «Gorualan, yo soy bien
presto de hazer todo aquello que me man-
days». Entonces tomo Gorualan aquellos (pie
fueron menester que fuessen con el, e apare-
jólos muy bien a todos de cauallos e atauíos, --
e dio vn cauallo hermoso a Tristan. Y en la
mañana caualgaron, e fueronse enculíierta-
mente, que ningunos lo supieron, saino los
que yuan con ellos, e anduuieron tanto por
sus jornadas, que llegaron a la corte del rey I
Egremonxlo.^í^^^unhi^'" ellos, quando fueron
entrados dentro en la ciudad, fueronse para
el rey, e Tristan dixo: «Señor, yo soy aqui
venido ¡Dor os seruir e fazer todo aquello que
vuestra merced mandare, e yo recebire mer-
ced que me recil)a por suyo». Y el rey luego
le recibió muy bien, e hizole mucha honrra.
Preguntóle de que tierra o de que linaje era,
e Tristan dixo: «Señor, yo so}- de luenga
tierra, e noy de tal linaje, que estoy de gana
do os seruir». Y^ el rey conoscio que se que-
ría encobrir, y no le pregunto mas, saino que
le rccebia por suyo, y que faria por el todo
lo que fuesse su honrra. Entonce comen{.ío
Tristan de servir al rey muy bien e mesura-
damente en todas las cosas, que todos quau-
tos le yeyan se marauillauan de su granher-
mosui-a. Y dezian que nunca vieraii tan
a])uesta ni tan cortes criatura, ni tan bien
acostumbrada en todas las cosas. Y Tristan ii
comencaua a caiialgar_a cauallo, o jugar de¡
[lanr-a, e saltaua y ecHaua^ai-ra ,"6 hazia todas
las cosas que pertenecían a>íu "hedad, y es-^
gremía con los otros donzelos; e tan sotílera
e ingenioso, que inuentana muchas cosas e
maneras de juegos, que todos quantos en la
corte eran, folgaiíanlle le ver cm todas las
cosas, tanto que todos hablauan del. Y ])as-
DON TRISTxVN DE LEONIS
345
saiulo assi estas cosas, on la corte estañan en
nmclia alegría.
Yn día acaescio que vino a la corte del rey
Feremondo el bnen canallero Morlot de Yi--
landa, con gran conpaña de caualleros del
reyno de Londres, el qual venia por ver al
rey que era de su sangre. Y quando el rey
fue cierto que venia Morlot, ouo muy gran
plazer de su venida, porque era su pariente,
e salióle a recebir muy honrradamente^ e
holgó en la corte algunos días. E vn dia, el
rey e Morlot estañan a la tabla, y seruialos
Tristan, y Morlot paro mientes a Tristan, e
dixo al rey: «Este es el mas fermoso donzel,
y el mas enseñado que yo nunca vi» . Y" el rey
dixo: «Cierto sed que de dos años acá es en
mi corte, y en verdad os juro que no se quien
es, ni de donde viene; y creo que, según sus
mañas y enseñamientos, que de gran linaje
viene, e a gran hecho querrá venir». Enton-
ces dixo Morlot: «Dios le faga buen honbre,
que quanto la apostura, no es en el falle-
cida» . Y vn enano que entonces era ay, dixo
a Morlot: «La su apostura avn te costara
caro»; e Morlot comenco a reyr e a hazer es-
carnio, y el rey le dixo: «No hagays escarnio
de lo que dize el enano, que el otro dia llego
aqui vn canallero, y comiendo a la tabla,
dio vna pierna de capón a este enano, e dixo:
«Por esto como yo esta pierna de capón, por-
que nunca otra darás a otro»; e a la mañana,
quando el canallero fue leuantado, estándose
lañando las manos, vino a el vna donzella, e
dixole: «Canallero, dadme un don» ; y el dixo:
«Demandad lo que vos quereys» ; ela donzella
le dixo: «Dadme vuestra espada»; y el canalle-
ro se la dio, e la donzella tomo la espada e
corto la cabeca al cauallero. Y'' de muchas
cosas que ha dicho el enano, son ciertas, e
por esto os digo que o* guardeys del donzél» .
E Morlot comento a fazer escarnio, e quan-
do vino la mañana, Morlot partió dende con
toda su gente. Y^ el rey salió con el fuera de
la cibdad, e dixo a Morlot: «Catad no pon-
gays en burla lo qué el enano ha dicho» . En-
tonce se torno el rey ¡¡ara su palacio, e Mor-
lot se fue por su camino.
De como fuñieron a don Tristan lyara cortar
la cabeQa^ jjorque no quería amar a Beli-
senda, hija del rey Fereinondo.
Dize la hystoria que Belisenda, hija del
rey Feremondo, como via a Tristan assi
apuesto donzel, que era mucho enamorada
del, y dezia: «Acaezca de mi lo que acaes-
cer i)udiere, que yo auro en mi poder e a mi
voluntad a Tristan». E vn dia, estando Be-
lisenda en el palacio, vio por ay a Gornalan,
e dixole: «Crorualan, quiero descobrir a vos
mi coraron, e quiero que digays a Tristan
de mi parte que el sea donzel de mi amor,
porque yo no amo a mi ni a otro tanto como
a el» . E Grornalan le dixo que lo haria mu}' de
buenamente, y pensó en si mesmo que del tal
amornon rescibiria Tristan ningún beneñcio,
e no sabia si lo dixesse o no, e al fln no oso
estar sin lo dezir, e quísole pronar, y luego
fue Gorualan a Tristan, e dixole: «Bien vos
deueys tener por bien auentnrado donzel, e
yo assi lo tengo cierto que Dios e la buena
dicha nos ha traydo a esta corte, porque
este dia la infanta Belisenda me llamo, e
con muy ansiosas querellas me ha recontado
la mucha afición e gana de vuestros amores
que tiene, e non supo a quien mejor lo des-
cobrir que a mi, e quiere que le deys el
vuestro amor, que ella quiere ser donzella
del vuestro, e vos que seays donzel del
suyo» .
E Tristan dixo a Cforualan: «¿Consejarme
yades que yo amasse a la liija del rey mi
señor? Cierto sed que yo no la amarla en tal
manera, porque yo no haga desonrra a
aquel que me faze honrra». «¿Como?, dixo
Gorualan, ¿en tal manera huydes vos el amor
de la donzella, que no la ameys assi como
hombre deue amar a su señora?» «Si, dixo
Tristan, mas no porque la ame por amores».
Estas palabras dezia Grornalan a Tristan por
ver su seso, e fue mucho alegre por las pa-
labras que Tristan auia dicho, e fuese
para la infanta, e dixo: «Señora, sabed que
el donzel vos embia mucho a saludar, y
tieneos por señora, assi como hija de su
señor. E dize que os quiere seruir en todas
cosas assi como a hija de su señor. Mas en
en esto que vos demandays, dize que no
liara nada por cosa del mundo». Ella,
desque esto oyó, fue mucho triste, e dixo
entre si misma: «ü yo moriré, o lo aure
en mi poder» . E acaescio que vn dia Tris-
tan e otros caualleros saltauan y esgrimían,
assi que la hija del vej estaña donde lo via
bien, y estaña encendida por su amor, y de-
zia entre si: «¡Aj^ Dios, e agora toniesse Tris-
tan comigo en mi cámara!» E después que
Tristan se partió del juego, e Belisenda lo
vio yr, fuesse a parar entre dos cámaras a
vn lugar escuro, e Tristan passaua por alli,
e la donzella, quando lo vio, fuese para el,
y echóle los bracos al cuello, e comencolo de
abracar como mnger que estaña salida de
seso por su amor. E teníalo en tal manera,
que non se podia jiartir della. diziendo: «¡O
U6
LIBROS DE caballerías
amigo, ruegovos que me deys vuestro amor!»
Tristan dixo: «Donzella, en ninguna manera
lo haré, porque me seria mal contado y pues-
to a gran traycion; mas, si quereys, seruiros
he como a hija de mi señor. Pero, cierto,
otra cosa de mi no se podra auer por cosa del
mundo». Belisenda respondió, e dixo: «Por
Dios e i)or su clemencia, os ruego que no
vseys comigo de tanta crueldad como debaxo
(le vuestra mano me teneys, porque si assi
se ñziosse, el fin de mis dias seria presto, e
si vos a mis ruegos y ansias no proueys, yo
vos haré morir de mala muerte». E fuele
abracar tan brauamente, que ayna lo matara,
e requiriólo otra vez de amor, y el dixo que
no lo faria. E quando ella vido que el no
queria su amor, fue muy triste; assi, como
se vio que estaua fuera de entendimiento, dio
vn gran grito, e dixo: «¡ Acorredme, caualle-
ros!» Esto hazia como aquella que no estaua
en su seso. E quando los caualleros que esta-
ñan en la sala oyeron aquella boz que la in-
fanta dio, ellos fueron alli muy presto, e vie-
ron como tenia abracado a Tristan muy fuer-
temente. E de verguenea que la infanta ouo
quando vio a los caualleros, dixo: «Señores,
este mal clonzel me queria hazer vna gran
villanía». Los caualleros le dixeron: «¿Como,
Thrrrze+f reseibiendo vos tanta honrra y mer-
ced del rey, vos le andays buscando des-
onrraV Cierto que vos os arrepentireys» . E
quando el rey lo supo, mando que fuesse
metido en prisión, e Cforualan fue muy tris-
te. E quando andana por la corte, dezianle
todos: «¿Como? ¿tan bien teniades castigado
a este vuestro criado, que faziendole el rey
tan gran honrra, queria cometer tal villa-
nía?» E dixo entre su coracon que si Tris-
tan tomasse muerte, que el no seria para bi-
uir en este mundo. E fuese luego Grorualan
jjara el rey, e tomólo por la mano y apar-
tolo a vna parte, y pidióle por merced (pie lo
escuchase, y que le daria cuenta de la culpa
que Tristan tenia. «Señor, dixo Gorualan,
sabed que Belisenda vuestra hija me llamo
el otro dia, y dixome que fuesse su mensaje-
ro a mi criado ('), e le dixesse en com.o ella
le amana mas que a ssi mesma, y que queria
ser donzella del su amor y que ella queria
que fuese del suyo. E yo dixelo a el, por
prouar de que seso era. E la respuesta que
el me dio, fue esta: que la tenia por su seño-
ra y assi como hija de su señor, y que haria
jjor ella todo aquello que honrra le fuesse;
mas de aquella razón, que el no faria nada».
(') Esta palabra se toma aquí en sn sentido literal
y propio; es decir, en el de persona criada ó educada
P'ir otro, como el ahimnnx latino (de rt7<»=al¡mentar).
Y el rey dixo: «Si aquesto es verdad, yo lo
sabré de mi fija, e yo la preñare en tal ma-
nera, que vos digays que yo mantengo dere-
cho»; e partióse G-ornalan del rey e fuese
para su cámara. E fue assi que en aquella
sazón tenia vn primo de Belisenda su hijo
preso, el qual auia muerto vn cauallero en
la corte, por que el auia de ser miierto. E el
rey tomo a su hija por la mano, e llenóla a
vna cámara, e dixole: «Hija, vos soys de he-
dad que vos deuo de hazer plazer e honrra;
yo vos quiero dar vn don sin que me le
pidays. Ya sabeys que este vuestro primo
ha de morir por la muerte que ha hecho, y
este donzel deue morir porque quiso fazer
deshonrra de vos; el vno destos querria que
escapasse, y el otro que muera; esto quiero
que determineys vos» . E Belisenda pensó vn
poco, e dixo en su coracon: «Si yo tomo este
donzel, e muere mi primo, todos me teman
por falsa, e dirán las gentes que yo lo he
hecho matar»; e dixo: «Si muere el donzel,
no podre biuir sin el»; y estando assi en.
gran pensamiento, que no sabia que se dezir,
el rey dixo: «¿Como estays? dezidme qual
quereys, o qual no»; y ella dixo: «A mi pri-
mo» . El rey mando que cortassen la cabe-
ra al donzel. E luego le fue echado vn paño
l)or los ojos, para le cortar la cabera. Ella,
como vio que querían cortar la cabeca, dixo:
«Ay, padre o señor, por Dios; no muera, ca
yo me arre] viento mucho de como escogí,
ca este donzel quise yo tomar». El rey dixo:
«El que escogistes de primero, este conuie-
ne que ayays, e conuiene que corte la cabega
a este otro». E dixo Belisenda: «¿Como?,
señor, ¿no me lo quereys dar?» El rey dixo:
«No os lo daré en ninguna manera». E pues
dixo ella: «Dadme vn don que os quiero de-
mandar»; y el rey dixo: «Demandad lo que
vos quisierdes, que yo os lo daro, en tal que
no sea el donzel». Y ella dixo: «Dadme el
espada con que han de matar el donzel» . El
rey ge la hizo dar. E la infanta tomo la es-
])ada, e jjuso la mancana della en tierra, e
la punta derecho del coracon, e dixo: «Señor
rey, si no me days el donzel, conuiene que
yo muera luego sin mas tardar, que yo mas
quiero morir que no ver cortar la cabega al
donzel, e assi muririen ambos». Y quando
el rey vio esto, conoscio que el donzel no
tenia culpa, y perdonóle, e hizo cortar la
cabeca a su primo de Belisenda, e torno
Tristan en gracia de todos como de primero.
Dosto fueron todos muy alegres, y seruio
al roy con diligencia como solia. Y Belisen-
ila dixo a G-orualan: «Pues vuestro criado no
me quiere dar el su amor, de oy mas' guár-
dese de mi. que yo haré que muera» . Y Cor-
DON TRISTAN DE LEONIS
347
ualan se fue a Tristan, o dixole: «Hijo, ya
vistes como el otro dia llegastes al punto de
la muerte; sabed que la infanta vos tiene
muy mala voluntad, y es menester que to-
memos consejo antes quo acaezca .otro tal ye-
rro como el otro» . Entonces dixo Tristan:
«Pues ¿que quereys quo yo haga?» Grorualan
dixo: «Yo quiero que nos ])artamos desta cor-
te e no estemos a(¡ui mas» . E fueronse luego
delante del rey, e Tristan hablo e dixo: «Se-
ñor rey, nosotros hemos estado en vuestra
corte i30r seruir a vuestra real excelencia.
Pero agora queremos tornar a nuestra tie-
rra, e buscar nuestra auentura, e pidos por
merced que nos deys licencia, y recibiremos
señalada merced». El rey dixo: «No vos
daré tal mandamiento si no me dezis vuestro
nombre y de que parto soys». «Señor, dixo
Tristan, vos ¿prometeysme como rey que
no nos deterneys aqui?» El rey ge lo otor-
go, e Tristan dixo: «Señor, yo soy llama-
do Tristan de Leonis, hijo del rey Melia-
dux» . Desto fue el rey muy alegre, porque
del rey Meliadux auia salido tan hermoso
hijo; e de la otra parte era triste, porque no
le auia hecho mas honrra, e porque se queria
yr». E el rey Je dixo: «Sabed, Tristan, que
vos soys mi pariente, e por esto no querría
que vos partiéssedes de mi reyno» . Tristan
dixo: «Señor, conuieneme hazer lo que yo
quiero: tornarme en mi reyno». Y luego el
rey le dio gran auer e caualleros, e tomaron
su camino contra la corte del rey Mares de
Cornualla. E quando Belisenda supo como
el rey auia dado licencia a don Tristan y que
era ydo, metióse en vna cámara a llorar muy
fuertemente, y llamo vn escudero su criado,
y dixole: «Amigo, ¿prometesme que faras
mi mandado?» El dixo qué si faria. Dixo
ella: «Traeme tinta e papel» ; e el truxogelo
luego. Ella comenQO de escriuir vna carta
que dezia: O Tristan desconocido, bien tenia
creydo que en quitarte la muerte y darla aquel
que en generación me tocmia, que algún galar-
dón meresciera. E por dar yo a ti la vida, dis-
te tu a mi agora la mortcil rauia con dolor
sin medicina. No se con quales palabras co-
mience a recontar tus culpas, pues das lugar
que muera la fama de tu disposición con obras
a ella mal conformadas. ¿Quien podría mi-
rarte, que crea auer en ti tantos males quan-
tos Belisenda pregonar puede? Ni se como
podiste ser tan enemigo tuyo, que quien tal
como a m,i tuuiera por suya, de ninguna
prospei-idad pudiera ser desseoso. YHos que
discreto conoscer tienen, juzgando la tu crue-
za, te culparan de no claro conosci miento, e
parescerles Im que la perfecion del mundo es
a la tu condición contraria, y lo imperfeto
te dio plaxer. E no se como podiste acabar
contigo de querer que peresciesse por la cruda
muerte aquella que tan sin merecer fue de ti
desamparada. E si la muerte sobreuiniera,
no fuera razón de te fazer ageno de mis alfé-
rez dcsfauorescer ('). Eyo vi tales cosas en ti,
que no se por de que calidad te juzgue, quel
estado y merecer de Belisenda ¿quando me-
reció la pena que le diste? Assi que qual-
quiera mudo buscara lengua prestada para
recontar los disfauores que fasta la muerte
me diste; y la crueldad que comigo mesma
tuue es tan grande, que ocupara, los oydos de
los biuientes. ¡O! /quanto j^or el inundo bo-
tara, claro sera de conoscer que tan crescido
fue tu desconocimiento.' E si no pudieras te-
nerme verdadero amor, a. lo únenos cauteloso
lo deuieras mostrar, por no dar ocasión a la
mi tan rauiosa muerte. Y bien se e conozco
que entre Ices gentes no atira. otro razonar sino
■mi yerro. Consuelome que tanta culpa se dará
a tu desconoscimiento como a mi yerro. Y si
algún disfauor a los amadores de oy mas les
viniere, de ti se podra dezir que les emano. E
avnque tu merescer no sea tal como mi condi-
ción, no puedo acabar de no te embiar algo
que de mi tengas en la muerte, jnces en la vida,
no lo quisiste, y embiote esta espcída, que en
virtud traspassa a todas las que oy son, con
la qual yo mesma me he dado la muerte; y
embiote este cauallo, que ha tal virtud que
jamas no cansa, e encomdendote este escudero,
que siempre sea en tu conpañia, y que le fagas
mercedes por que llegue a buen estado.— -Kq^-
bada de escreuir la carta, Belisenda hizo ju-
rar al escudero que hiziesse su mandado, y
el escudero lo prometió bien y lealmente, e
tomo luego la espada, e púsola derecha con-
tra el coracon, e la mancana en tierra, e cargo
fuertemente sobre ella, assi que le passo de la
otra parte. E luego el escudero fue muy es-
pantado quando vio hazer la crueza a tan
virtuosa señora, y el escudero no quisiera
auerlo visto, y tomo la espada, e caualgo, e
fue por aquel camino mesmo que yua Tris-
tan. E quando el rey Feremondo supo que su
hija era muerta en tal forma, fue triste, e
dixo: «En mal punto vino Tristan a mi cor-
te para mi»; e luego fizo tomar su fija, o
fizóla enteri'ar honrradamente en vna rica
sepultura, e hizo escreuir letras en que dezia:
Aquí yaze Belisenda, fija del rey Fere-
mondo, LA QITAL se MATO POR AMORES DE TrIS-
TAN DE Leonis; O todos los del reyno hizie-
ron muy gran llanto. E después desto, yendo
Tristan por su camino, dixo Grorualan: «Se-
ñor, vu escudero veo venir detras de nos a
(') l''.l texto ofrece aquí obscuridad.
348
LIBROS UE caballerías
gran correr»; e Tristan dixo: «Dexalde venir,
veamos que embaxada trae» . Y en tanto llego
a ellos el escudero, e dixo: «Señor, mensajero
soy deBelisenda, la fija del rey Feremondo»;
y Tristan dixo: «Vos seays bien venido»; y
el escudero púsole la carta en la mano, e
(luando vio que la donzella era muerta por.su
amor, fue muy triste e no quisiera ser nas-
cido para que })or el ouiesse acaescido tal des-
auentura, y rescibio la espada y el cauallo;
y el escudero dixo: «Señor, ruegoos que sea
vuestro para os seruir, que no osasse tornar a
la corte del rey Feremondo en ninguna ma-
nera»; y Tristan dixo al escudero: «Si tu
quieres yr en mi conpañia, a mi j)laze, mas
con vna condición: que has de jurar quel mi
nonbre no digas en ninguna parte» . Y el es-
cudero dixo que le plazia de buena voluntad
de lo assi fazer, e assi lo prometió en manos
de Tristan. Y después desto passado, comen-
(■ar(m a andar por el camino de Cornualla
quanto podian, e yuan hablando en la muer-
te de la donzella fija del rey Feremondo, y
espantauaso de la gran crueza que Belisen-
da consigo mesma auia tenido; y assi cami-
naron fasta que llegaron a la cibdad. Agora
dexemoslos yr por el camino de Cornualla
que siguieron fasta la cibdad.
TI
De como Tristan llego a la corte del rey Ma-
res de Cornualla, e de lo quel enano dixo
ante quel viniessc.
En aquella sazón el rey Mares tenia en su
corto vn enano que se pagana de adouinar,
y este enano era hijo de vn rey, y era de
tan mala figura 5^ tan nescio, que \o ouieron
de echar fuera de la corte de su padre, y vn
dia dixo aquel enano al rey ilares: «Señor,
sabed que oy entrara en vuestra corte el mas
noble cauallero del mundo» . Y el rey dixo:
«¿Sera cauallero que me fara honrra?» Y el
dixo: «Si, quanto a la corona, mas en otras
cosas os fara desonrra y verguenca» . «Pues
a la corona me ha de hazer honrra, no me do
nada, el sea bien venido».
Y luego entro Tristan por el ])alac¡o, e
omillose delante del rey Mares, e dixole que
le quería seruir, e el rey Mares lo recibió, E
preguntóle que de qual tierra era, o como se
ílamaua. Tristan respondió: «Señor, de que
tierra soy e mi nonbre saberlo heys algún
tieniio. que soy de luenga tierra» . Y el rey
vio quf se queria encubrir, e no le pregunto
mas; y Tristan le comento a seruir e tratar-
se en las armas lo mejor que podia, y apren-
dió de langar al tablado, y de justar; e auia
mas honrra que ninguno de los caualleros, e
era amado de todos, y a poco tienpo se mo-
uio Morlot de Irlanda con gran flota de naos
y galeas contra el rey Mares de Cornualla.
YH
Como Morlot de Yrlanda armo gran flota
para contra el rey Mares de Cornualla.
Acaescio assi que-vn(lia Morlot fue llega-
do al puerto de Tintoyl aE quando la gente
del rey Mares vrefonlamaña flota, fueron
muy tristes, e comenr-aron de dolerse del
mal y daño y escarnio que esperauan auer,
y Tristan oyó el roydo, y pregunto que por
que fazian aquel duelo, y ellos respondieron:
«Porque aquella flota viene por destrnyr este
reyno» , y Tristan dixo: «Bien jiareceys ca-
tiua gente, e ¿como? ¿entre vosotros no a y
ningún buen caudillo o cauallero que os de-
fienda tiesta gente por fuerca de armas?» ; y
ellos dixeron que no. Entonces Morlot des-
cendió a tierra con su gente, y pusieron tien-
das riberas de la mar, y desque assentados
con todo lo que auian menester, Morlot hizo
llamar a los caualleros e ricos hombres que
venían en su conjoañía; e quando fueron jun-
tados, acordaron que se deuiessen embiar al
rey Mares dos caualleros, e que si por vía
de y guala se pudiesse algo fazer, que esto
era lo mas necesario; y assi se acordó. Morlot
luego emliio dos caualleros al rey Mares, que
le demandassen el tributo de s\i parte, e los
caualleros fueron al rey Mares, e dixeronle:
«Señor, ]\[orlot de Yrlanda vos embia dezir
que le embiej^s el tributo de siete años que
ge lo deueys, e si no, que os aparejeys para
la batalla» . Y el rey abaxo la cabeca, e esta-
ña pensando y no respondía cosa alguna, ni
ningún cauallero de su casa, e Tristan se le-
ñante, e dixo a los caualleros: «Tornad a Mor-
lot, que a la mañana aureys la respuesta de
mi señor» ; y los caualleros dixeron: «Señor,
esto donzel ¿liabla ])or vos?» Y" el dixo: «Si» .
E los caualleros se tornaron para su señor; e
después de oydos los mensajeros, Tristan
dixo al rey: «Señor, yo he estado poco tien-
po en vuestra corte, que avn no me conuie-
ne de demandar ningún don, mas empero
quiero os lo demandar, con confianca que de
vuestra, virtud tengo, e tanbien porque otor-
gar el don no desliara vuestra lionrra» . Y el
dixo: «Demandad todo aquello que os plu-
guiere, que no os fallecerá». Y el dixo: «Se-
ñor, yo os pido merced, que vos me fagays
cauallero»; y el rey dixo que le ])lazia de vo-
DON TRISTAN DE LEONIS
340
luntad, porque el via que mcrescia bien serlo,
y tenia del uiudio contentamiento, «Mas si
vos quereys atender para otro tienpo. yo lo
hai'ia con mayor lionrra e alegria, como vos
lo meresceys»; e respondió Tristan: «Señor,
a crescidos seruicios me obliga tan g-ran mer-
ced, y el tienpo no lo haga inconueniente,
porque, avnque agora parezca ocasión para
tristura, plazera a Dios que sea causa para
mas gloria»! Viendo el i-ey el animoso ra-
zonar de Tristan, llamo a su mayordomo, e
dixole: «Aparejad las cosas que menester
sean para armar cauallero» ; y el respondió
que lo faria. Y esso mesmo Tristan e Gor-
ualan velaron aquella noche en la yglesia,
las rodillas fincadas antel altar, y Tristan
ei'a de hedad de catorze años en aquel tien-
1)0. Y quando vino la mañana, el rey le fizo
cauallero, con gran alegría e fiesta por toda
la corte. Y estando en este solaz, los caua-
lleros de MorJot llegaron al rey, e dixeronle:
«Rey, Morlot os enbia dezir que acuerdo
aueys auido de lo que os embio a dezir i)or
nos» . E el rey abaxo la cabeca, e no respon-
dió nada, y los mensajeros dixeron: «Se-
ñor, ¿que respondeys?» E no respondió nada,
ni cauallero que ay estaua, e luego Tristan
se leñante, lleno de malenconia porque el
rey estaua assi, y dixo a los caualleros: «Dezi
a Morlot que si el ha auido el tributo fasta
aqui, que lo ha tomado mal e falsamente, y
de aqui adelante no le darán nada, que aqui
ay cauallero que ge lo defenderá a fuerca de
armas». Los caualleros dixeron: «Rey, esto
que dize este donzel ¿sera assi?» Y el rey
dixo: «No es donzel, mas es cauallero». Y
ellos dixeron: «Si no es donzel o si es caua-
llero, sealo en buen hora, mas ¿si fabla por
vos?» Y el rey dixo que si; y ellos se torna-
ron a Morlot, e dixeronle: «Señor, el rey
Mares os enbia a dezir que quiere defender
el tributo a fuerca de armas, e sabed que vn
cauallero joven se quiere conbatir con vos» .
E entonces respondió Morlot: «¿Vos aueys
puesto el dia de la Ijatalla? ¿en que lugar?»
Y ellos dixeron que no. E Morlot dixo: «Tor-
nad alia, e sabed si es fijo do rey o si es otro
cauallero, que en otra manera no me conba-
tire con el». E los caualleros fueron antel
rey, e dixeronle: «Señor, el rey Morlot os
embiaa dezir que aquel cauallero que se ha
do combatir con el, si es hij(j do rey o caua-
llero, ca en otra manera no se conbatira con
el» . Y Tristan respondió: «Dezid a vuestro
señor que .si el es cauallero, yo soy caua-
Ih^ro; e si es fijo de rey, yo soj' fijo de rey.
E por esso me quiero conbatir con el» .
E pusieron el dia de la batalla, y i^ue
fuesse en la ysla sin ventura; e los caualle-
ros se tornaron a su señor, y le contaron
como era fijo de rey c cauallero, e se auia de
combatir con el dende en tercero dia en la
ysla sin ventura. Y ellos dixeron que seria
uioco de catorze o quinze años, e parescia
poderoso y bien valiente, «porque os supli-
camos, si a vos pluguiere, cpie esta batalla
quede» . E Morlot dixo con saña: «Mucho me
pareccys catiua gente e sin esfuerce, que por
un nueuo cauallero tic catorze años dexe la
batalla, que, según mis fuercas, lo matare o
le echare del campo» .
VIII
De como don Tristan se conhatio con Morlot,
& lo venció 6 mato.
Venido era el dia de la batalla, e Morlot
canalgo en su cauallo, e j)usose en la ysla
sin ventura. E Tristan subió en su cauallo,
aparejado de todas sus armas, y dixole el
rey: «Cauallero, ruégeos que, si quereys fa-
zer esta batalla por mi, que me digays vues-
tro nonbre». Y Tristan dixo: «Mucho me
tardo en fazervoslo saber que lo sepays; sa-
bed que soy vuestro sobrino, fijo del re}" Me-
liadux, y he nombre Tristan». Y el rey, en
que lo supo, fue alegre, y de la otra parte
triste porque la batalla se auia de hazer, y
dixole: «Pues vos soys mi sobrino, quiero
que esta batalla quede, que mas quiero pa-
gar el tributo que no [que] se faga la batalla,
que Morlot es mas fuerte cauallero, que vos
soys moco y no soys para fazer batalla; por
ende (quiero antes pagar el tributo». Y Tris-
tan dixo que no dexaria la batalla con Mor-
lot, «que creo que ayudara Dios al derecho» ;
e luego caualgo con gran caualleria, y fue-
ronse Tristan y el rey a Morlot, y Tristan en-
tro en la barca, y Gorualan le metió el caua-
llo, y dixole: «Hijo, si por mi voluntad fues-
se, esta batalla no se faria, empero, pues que
assi quereys, es menester que fagays en ma-
nera que honrreys vuestro linaje». E dixo
Tristan: «No se puede escusat, que mas
amo morir con lionrra que biuir con deson-
rra entro caualleros de Corniialla». Y entro
en la ysla. E (juando fue en ella, saco su
cauallo e dio del pie a la barca por fuerera,
que la desuio lexos, e subió en su cauallo
apuestamente. E Morlot le dixo: «¿Que has
fecho, cauallero? ¿Por que has embiado tu
barca? Y^ agora ¿en que tornaras?» Y el dixo:
«Qualquier de nos eonuiene aqui morir, e
qualquier que quedare , assaz basta esta
vuestra». Y'^ ]\[orlot dixo: «Aquesto hazes
con mocedad e poco seso». Y dixole: «Ca-
350
LIBROS DE caballerías
uallero, vos soys mucho iiiovo. porque os
consejo que dexeis esta batalla» , Y Tristan
dixo: «Cauallero, plazenie. con vna cosa:
que me deys vuestro cauallo y armas, y de-
xeys el tributo para siempre, y lo que aueys
lleuado lo restituyays» . Y a esto respondió
Morlot que no faria ninguna cosa de aquello
que le dezia, y dixo: «Esto os digo, caualle-
ro, por piedad, que os veo tan mo(,'o». Y
Tristan dixo: «Dexemos la fabla y comence-
mos la batalla, que no se ha de librar por
razones». Luego se arredraron el vno del
otro, y aquellos que estañan mirando roga-
uan a Dios cada vno por su cauaUero; y los
caualleros se cubrieron de los escudos, y
abaxadas las lam.-as, se fueron íerir el vno
al otro, y tan grandes golpes se dieron, que
cayeron en tierra amortecidos, (|ue todos
cuydauan que eran muertos. E a cabo de
vna pieca, leuantaronse en pie, e pusieron
mano a las espadas y fueronse ierir el vno
al otro brauamente, y desta primera batalla
se dieron grandes golpes. Dixo ilorlot entre
si: «Este no da golpes de mogo, antos los da
como honbre de fuerca y de gran coraQon» .
Y" quando fueron enojados, tiráronse afuera
por descansar y por cobrar huelgo y fuerca.
E a cabo de vna pieca, tornaron a su bata-
lla, y fueronse a dar grandes golpes, que
todos se marauillauan de los ver, que de las
espadas e yelmos fazian salir fuego. Assi
que Tristan se conbatio tan mortalmente,
que Morlot dezia en su coraron que si ver-
güenza no le ftiesse, quel dexaria el tributo.
E quando fueron combatidos, tiráronse afue-
ra el vno del otro por cobrar ñierca, y quan-
do ellos ouieron folgado vna gran pieca,
tornáronse a ferir de la tercera batalla, con
gran saña y yra que auian el vno del otro,
e conbatieronse fuertemente, de manera que
a Morlot le menguaua la fuerca. E Tristan
echo su escudo al cuello, e tomo su espada
con anbas manos, e fue a dar a ilorlot vn
gran golpe encima de la cabeca quel yel-
mo le corto. E metióle el espada por la ca-
beca, y al tirar que tiro la espada, desgrano
vna gran desgranadura, e fue luego en tie-
rra, y quedo la desgranadura en la cabeca,
e Morlot quedo mal ferido. E Trio.iwi fue
luego encima del, e dixole: «¿Que es esto,
cauallero?, ¿quereys mas conbatir?» E Mor-
lot dixo: «Cauallero, aya merced, que ya
me tengo por vencido, e ruegoos que no me
mateys, mas me ayudeys yr a la mi barca».
Y" quando llego a la barca, Morlot acordóse
de vn arco que tenia en la barca, e tiróle
vna flecha con yerna e dio a Tristan en la
pierna vna gran ferida, e Tristan, que se
sintió ferido, dixo: «Cauallero, ¿por que me
aueys fecho esto, que ha sido villanía?» Y" el
dixo: «Assi me conuiene hazer, porque con
mi condición no pude otra cosa acabar.
Pero fazed de mi todo aquello que vos que-
rreys». Tristan dixo: «Por Dios, vos aueys
fecho gran traycion e falsedad, mas yo no
faria a vos mal, saluo cortesía y mesura, e
ydvos a buena ventura» .Y" luego vinieron sus
caualleros a Morlot con barcas para lo llenar
a su flota, e recogiéronse desonrradamente, e
alearon vela y singlaron por la mar, y dioles
Dios prospero viento, e fueronse a Yrlanda,
y assi quedo Tristan en el canpo con mucha
lionrra. E vino el rey Mares a recebirlo lion-
rradamente, y tornaron a la cibdad. e fizie-
ron gran fiesta, e pusieron en obra de curar
a Tristan.
IK
De como Morlot arribo con su flota
en Yrlanda.
Como Morlot fue arribado en Yrlanda, lue-
go fue afistolada la llaga y murió a cabo de
nueue dias, que no le tuno prouecho ningu-
no maestro ni medecina que le fiziessen, ni
le aprouecho su hermana, que era la mejor
'maestra del mundo. E quando ella lo vio
muerto, e vio que no le auia podido guare-
cer, dixo: «Por buena fe, yo veré de que
murió mi hermano, que nunca vino a mi
honbre que yo curasse ijue muriesse. Por-
que me tengo por la mas desdichada e sin
ventura de las que en él mundo son; mas
cierto, avnque es cosa de crueldad, que yo
veré que cosa fue esta por que murió». Y
tomóle y abrióle la llaga y llorando de sus
ojos que páresela fuente; y después que ge
la ouo abierto y bien buscada la llaga, falló-
le en la cabeca la desgranadura de la espa-
da de Tristan, y dixo entonce: «Esto ha
muerto mi liei mano» . Y tomo la desgrana-
dura y guardóla en vna arca, y después des-
to fecho, fueron a soterrar a Morlot con
grandes lloros, que era lastima de lo ver,
que nunca tal fue fecho en Yrlanda, y en
especial la reyna su hermana, la qual, con
sentibles e lastimosas palabras de oyr, de-
zia: «¡Ay mi buen hermano Morlot, cabo de
alabaní;'a de caualleria; y qual fue la des-
uentura que tal sentencia dio, y como aba-
xaron la gran fortaleca, e como cayo el te-
mido escudo, y como pereció la no vencida
espada! ¡E que ceguedad fue la mia, o como
perdi el sentido de no ver la desgranadura
que tenias! ¡ Ay mi bien, que mas me valdría
morir! ¡Ay esfuergo mió, que si yo conos-
ciera la tu ferida. la cruda muerte no te
DON TRISTAN DE LEÜNIS
351
traspassara» . Todas estas palabras cíczia la
reyna consigo mesma, que llorar no podía,
que estaña tan traspassada. Y fue enterrado
Morlot con lagrimas e sospiros por todos los
de la cibdad.
E agora tornemos a contar de Tristan,
como estaña muy mal doliente de la llaga
que le auia fecho Morlot con la saeta de yer-
na, que, quando pcnsaua que estaña sano,
entonce se le refrescaua la llaga, y estaña en
gran pena porque no podía sanar. Y estnuo
assi emponzoñada bien dos años en vna cá-
mara. Y" dixo vn día que lo lleuassen a las
finíestras, y el rey mando que no lo lleuasse
ninguno alia, por qnanto era honbre des-
esperado y enojado de su vida, por la ferida
que tenia, y se podría echar ile la finíestra
por el gran dolor que tenía. Y vn día estan-
do assi, vino vn juglar a Tristan por lo co-
nortar, y díxole: «No os desconorteys mas;
pues que no podeys fallar consejo ninguno,
yos a otra tierra, por ventura fallareys algu-
na persona que os sane» ; y en esto acordó
Tristan, e fizo llamar al rey, y díxole: «Se-
ñor, ya vuestra merced sabe que tanto tien-
po ha que jjadezco infinitos dolores en esta
enfermedad, y he prouado tantos maestros, y
ninguno no me ha puesto remedio, y esto ago-
ra peor quel jirímer día, y viendo esto, he
acordado de yr a prouar si aure algún reme-
dio en alguna parte; y yo he ojalo dezir que
en otra tierra ay maestros, e por ventura,
o moriré del todo, o sanare. E por esto que
he pensado, o^ pido por merced que me fa-
gays aderecar vna nao en que pueda llenar
vianda para dos años, si caso ñiere que no
llegare a j)uerto». Y el rey dixo: «Sobrino,
no querría que assi enfermo entrassedes en
la mar, que a los sanos y buenos faze mal,
qnanto mas a los que están como vos. Mas,
pues a vos plaze y lo auej^s a voluntad, esto
fare de buena gana». Y mando que fuesse
bastecida la nao de vituallas, y fue fecho e
bastecida bien de viandas y de todas las cosas
que eran menester, y aparejada, Tristan
entro en ella, y lleuo a Gorualan consigo y
gi'an tesoro, y bien aparejados de lO (pie
auian menester; y quedaron en Cornualla fa-
ziendo gran duelo por la partida de Tristan,
e dezian todos: «Dios traya sano a Tristan,
que en harta auentura de la vida va, e gran
marauilla sera si torna sano, porque la mar
luego le estragara la ferida y se la afistolara
mas». E con este pensamiento que todos
tenían de ser mas cierta la muerte para el
que no la vida, por la llaga que tenia muy
mortal y incurable, rescebian mayor dolor
en sus personas que ellos mostrauan, y assi
le despidieron con la gracia de Dios.
X
De como Tristan fue a buscar por la mar sus
auenturas do guareciesse, y como llego al
reyno de Yrlanda.
Yenido era aquel agradable tiempo del ve-
rano, quando el plazcntero mes de mayo mos-
traua los campos alegres vestidos de hojas y
ñores, que presentauan los cercanos frutos
que por venir eran, quando Tristan entro en
los hondos lagos del mar, que anduuo nauc-
gando oras a vna parte, oras a otra, donde
la ventura lo Ueuaua. Y andouieron assi nue-_
ue meses con infinitos dolores y trabajos. E
acaeseíoles, por la voluntad de Dios, que vna
noche llegaron al puerto de Yrlanda, y (guan-
do fueron en el puerto, dixo Tristan a Gor-
ualan: «Bendito sea Dios, que somos llega-
dos a vn puerto donde ay guarida» , e aleo las
manos al cielo e dio muchas gracias a Dios
«porque a este lugar nos ha traydo, que ya
si mas tienj)o en la mar nos detuuieramos,
no pudiera ser que no muriera; y bendita sea
la madre de Dios que prouee a los que están
en necessidad; avnque indignos, hale plazido
a nosotros ¡iroueer». Y dicho esto, demando
laharpaj que era vn instrumento quel sabia
Ijién tañer y con que passana tienpo para en
remedio de la cuyta que auia, y con dolores
comenco de la templar y hazer. dulce son. Y
el rey Languines (') de Yrlanda, _Que estalla
en "vha cámara ele vn palacio que estaña so-
bre el mar, quandc oyó tañer aquel son, ouo
gran plazer, eleuantose de la cámara, y fues-
se a vna finíestra qnanto mas pudo. Y Tris-
tan dexo de tañer la harpa, y dio vn gran
sospiro, dizíendo: «¡ Ay cauallero catino y sin
ventura, y como mueres de gran dolor!» Y
esto dezia el por el gran dolor que sentía de
la llaga, que el anima le traspassaiia. Y" el
rey, de que oyó esto, quitóse de la finíestra e
fuesse acostaren su lecho, y a cabo ijiie passo
vn poco, Tristan demando la harpa, e comen-
co a tañer dulcemente, y el rey escucha-
ualo, (|iie auia gran plazer, y marauillauase
mucho del cauallero, y púsose a la finíestra
otra vez por escuchar aquel tañer. Y quando
Tristan ouo tañido vna gran pieca, puso la
harpa, y dio vn gran grito, sospirando assi
como ante auia hecho; y el rey se marauillo
mucho, y dixo entre si mesmo: «No puede
ser (jue este cauallero no sea de gran valor» .Y
mando a sus escuderos que fuessen abaxo al
puerto y dixcssen aipiel cauallero que vínies-
se a su palacio y que tomase del merced; y
(') En el Amadis da Gaulij se habla repetidas ve-
ces del rey de ^ifcíícz/riia&gaines, padre de Agrá jes.
LIBKOS DE caballerías
]i).s escuderos se ñieion al bordo de la nao, y
ilixeron: «Caiiallero, embiaos rogar el rey,
señor desta tierra, que por cortesía que os
vayays a su ]ialaeio, y que reeibireys mer-
ced del» . E Tristan dixo que le plazia de vo-
luntad, y pregunto a los escuderos (jue hon-
bre era el rey y como se llamaua, y si auia
en su C()rte algún maestro, o dueña, o donze-
]la. que supiesse curar heridas o enferme-
datlos. Los escuderos dixeron que si, que la
re^^^a y su fija eran grandes maestras.
Quando Tristan esto supo, fue alegre. E
aparejóse luego de yr, y Gornalan con el.
XI
De como don Tristan fue a haxcr reuerenria
al rey, y fue sano de la herida que le dio
Morlot de Yrlanda con el arco.
]\[uy alegres se fueron Tristan y Grorualan
al palacio del rey, y dexaron la nao a los
marineros y dixeronles que no dixessen sus
nombres a persona del mundo. Y quando en-
traron i)or el i)alacio y vieron al rey, salu-
dáronlo muy humilmente y muy cortesmen-
te. Y el rey los rescibio muy bien, y pin-
góle mucho con su venida. E dixoles: «Y"os-
otros, señores caualleros, seays bien veni-
dos». E Tristan se omillo cortesmente al rey.
y el rey les hizo dar bien de cenar, y quando
ouieron cenado, fueronse acostaren vna cama
que el rey les hizo dar. E (piando el dia fue
bien claro, el rey se leuanto y se vino luego
a Tristan, y dixole: «Señor eauallero, Dios
os de buena ventura» . E Tristan le torno las
saludes con buena gracia, y el rey comenco
a demandar de qual tierra era y de que lu-
gar, e como auia nonbre; y el le dixo: «Nos
somos caualleros estraños y de luenga tierra,
mas nuestros nonbres no os diremos agoi-a,
pero tienpo verna que los sabreys». Y el
rey entendió que ei'an caualleros que se que-
rían encoVirir, y dexolos, que no les quiso mas
preguntar; y Tristan dixo: «Señor, la causa
de mi venida a vuestra corte ha sido por vei-
si podre hallar algún remedio para guarecer
de vna herida em])oncoñada que en la jñerna
tengo, c ha grají tienpo que padezco infinitos
dolores della que mi anima traspassan. Por
lo qual, señor, si vuestra excelencia en algo
me i>uede proueer, señalada merced recibi-
ré» . El rey resjiondio: «Por cierto, yo fare
todo lo qiie podre, y si llaga es que puede
auer remedio, vos soj's venido a lugar que os
la curaran».
El rey, como vio que estaua Tristan lla-
gado e mal tratado, enbio por la reyna, y
dixole: «Ruegoos que cure3''s deste eaualle-
ro lo mejor que podreys, que por Dios creo
([ue es (le linaje, según su ¡carecer» . Y ella
(lixo: «Pues (pie a mi henmmo Morlot no
pude guarescer por saber que supe, no he
mas gana de guarescer ningún otro eaualle-
ro; euibiad por vuestra hija Y'seo, que sabe
mas que yo, y ella lo podra guarescer». Y el
rey embio por su lija, y vino luego, y el rey
dixo: «Hija, ruego vos que, por amor mió, a
este eauallero que os pongo en encomienda
que me lo torneys sano lo mas ayna que
pueda ser». Y la infanta respondió: «Señor,
ya vuestra merced sabe como después que al
señor mi tio no pudimos yo ni la rej^na cu-
rar, que esto jjropuesta en voluntad de no
curar a persona del mundo, y si desto que
agora me manda no ouiesse enojo, no me
querría poner en ello». El rey dixo: «Hija,
yo quiero ipie esto hagays por mi amor, por-
que este eauallero me parece que es persona
mucho de pro» . La infanta, visto el proposi-
to del rey, aceptólo, e tomo por la mano a.
Tristan, e llenólo a vna cámara, e católe la
llaga, y viola mala y de mala guisa; e púso-
le tales vnguentos e medicinas, ([ue dende en
rquinze días fue sano; e luego que fue sano,
la infanta le dixo: «Caualloro, prouad a sal-
tar»; e Tristan salto treynta y dü§_pies en
dos saltos, y al saltar que salto, rebentole la
llaga por do éra~ empon(^oñada , e'l;ornose
como de primero, y la infanta dixo: «Cieit>,
que sí la llaga no es empon(,'oñada, (|ue vos
soys en condición de muerte, e si es enpon-
(.'oñada, tened por cierto que myn guarítlo» .
Y hizíjlo llenar al sol y mostrar la llaga, y el
sol entro en ella, y pareció en ella la ponco-
ña, y comenco a bullir, y ella dixo: «Caua-
llero, agora vos deueys tener por guarido» ;
e púsole vn tal vnguento, que a los quinze
días fue bien sano, e la infanta le hizo saltar
muchas vezes, y no i-ebonto la llaga. E Tris-
tan se touo por bien guarido, e fue alegre, y
esso mesmo Grorualan, y dixeron: «Muchas
gracias aya Dios, (]ue tan señalada merced
nos ha hecho». Gornalan dixo a Tristan:
«En buen punto a esta corto fuystes llegado,
y bien tencys que agradecer al rey y a la'in-
fanta, por que yo (pierria que mucho los sir-
uiessedes, que gran bien e honrra aueys re-
cebid(j». Tristan dixo que assi lo entendía
hazer en qiuinto el pudiesse; y la infanta so
fue al rey su padre, y dixole: «Señor, tomad
el eauallero sano, loado sea Dios». Y el rey
dixo: «Hija, de Dios y de mi seays bendita,
y de Dios aureys el galardón». Después que
Tristan fue sano, el rey de Escocia, y el rey
de los cient caualleros, y otros reyes corona-
(.los y caualleros, bastecieron vu torneo, y el
DON TRISTxVX DE LEONIS
353
rey Languines tenia la parte del rey de Es-
cocia, y quando vino el tienpo que quiso yr
al torneo, hizo llamar todos sus caualleros e
ricos honbres de todo el reyno, y mando
aparejar todas las cosas que ouo menester,
assi de armas, cavallos, e viandas y cenada,
y todos los atauios que a justa conuenian;
y pensó en si mesmo (]ue seria bien de dezir
a Tristan si queria yr alia, y mandóle lla-
mar, y Tristan vino ante el, y el rey dixo:
«¿Quereys vos yr al torneo?»; y el dixo:
«Señor, de voluntad yria, mas avn no osarla
traer armas, que avn no so bien sano del
mal que he passado, y suplico a vuestra mer-
ced que me perdone, que en otra cosa se po-
dra seruir de mi, avnque agora en esto no lo
sea» . Y el rey, como lo vio que no tenia gana
de yr, no le dixo mas, y luego el y su ca-
ualleria caualgaron, y anduuieron tanto por
sus jornadas, hasta que llegaron en Escocia.
Y desque ñieron llegados fueron bien rece-
bidos, y luego que fueron ayuntados todos,
concertaron que el torneo fuesse luego ade-
rezado, e que acetassen en el lugar que se
auia de hazer, e ftie luego fecho e armadas
tiendas, e tablados, y miradores para las
dueñas y damas e para otras gentes.
xn
Tjp.como se liixo el torneo^ y de como Tris-
tan fue conoscido o puesto a peligro de
muerte por la muerte que el auia dado a
Morlot.
El torneo era grande y rico, e fue comen-
cado de los caualleros de vna parte y otra
muy áspera y duramente. Assi que el rey
de Escocia lo hizo bien, mas mejor lo hizo
el rey de los cient caualleros. Assi que los
trayan a todos en condición; y en tanto llego
vn cauallero con vnas armas negras, y traya
dos espadas, e hirió en la parte de los cient
caualleros, e hizo tanto de armas, que en
poca de ora no hallo cauallero que se le osas-
se parar delante, que assi huyan ante el
como las ouejas del lobo, tan duros eran sus
golpes. Assi que fue vencido el vej de los
cient caualleros y toda la otra gente, e fue
partido el torneo, e cada vno se torno a su
lugar; e el rey Languines y el rey de Escocia
fueron alegres. Y dixo el rey de Escocia:
diey Languines, mucho querría saber quien
fue el cauallero que venció el torneo». Y el
rey Languines respondió: «Señor, pareceme
que seria trabajo de lo saber, que creo que
ninguno le ha conoscido» . El rey de Esco-
cia dixo: «Buena manera es de buscar para
LIBROS DE CABALLEPáAS. — 26
esto conoscer, e pareceme que se bastezca
otro torneo; assi se podra saber quien fue el
cauallero» . E ambos acetaron que era buen
acuerdo. E luego el rey Languines se torno
a su reyno, e hallo en el camino el cauallero
de las armas negras e de las dos espadas. E
luego el rey fue a el alegremente, y echóle el
braco al cuello, e dixole: «Cauallero, yo vos
ruego que vos vays comigo a mi corte, e
hazerme hezeys honrra y añeros he que
agradecer». Y el dixo (pie haria su manda-
do. E luego se fueron el rey y los caualle-
ros, y el cauallero negro con ellos, e quando
fueron en la corte, luego fue aparejado de
comer, y el rey hizo honrra al cauallero, e
durmieron aquella noche en solaz; e asi es-
tuuo el cauallero en la corte diez dias. Y vn
dia, estando assi, la infanta Yseo, e vna su
donzella que auia nonbre Bran^el, dixo a
Yseo: «¿Qual de los dos caualleros amariades
vos ante, al cauallero de las dos,espadas, o al
cauallero que vos sanastes de su llaga?» E
los caualleros estañan donde oyan estas co-
sas, e Y^'seo dixo: «Si el cauallero que sane
fuesse tal cauallero como el de las dos espa-
das, yo le amarla mas que a tales quatro ca-
ualleros». Y en esto, Tristan y el cauallero
se catauan mala voluntad assi como morta-
les enemigos, e el cauallero negro la requi-
rió de amores mientra estaña en la corte,
que queria ser su cauallero, y que le diesse
vna su joya. E ella dixo que no le darla
ninguna. E vn dia se partió el cauallero ne-
gro de la corte con gracia del rey, e fues-
se por su camino. En tanto que esto passo,
llegóse el tienpo de los veynte dias del tor-
neo que se auia de fazer, y el rey dixo a
Tristan: «Yos ¿quereys yr al torneo?» E
Tristan dixo: «Avn me siento flaco, e non
podria traer armas, mas yd vos con la buena
ventura» . E luego el rey se fue con su caua-
lleria, y Tristan quedo en la corte, y estaña
pensando en que manera podria yr al torneo
encubiertamente si tuuiesse armas e cauallo;
y Y'seo e Brangel se fueron a el, y le dixe-
ron: «Cauallero, ¿como andays assi pensan-
do?» E Tristan dixo: «Brangel, ¿que me
valdría a mi avnque os lo dixesse?» Y" ella
dixo: «Quica que si». E Tristan le dixo:
«Vos ¿prometeysme consejo cierto?» Dixo
ella: «Si daré, si puedo». E Tristan dixo:
«Sabed que esto pensóse porque no vo a
este torneo, ni he amiga ni donzella (^ue me
de su joya porque fuesse su cauallero» . (Ca
en aquel tionpo era costunbre que todo ca-
uallero auia amiga de ipic traya joya, e por
aquella hazia cauallerias e ardimientos). Y
ella dixo: «Por buena fe no quedareys vos
assi, si yo puedo». E fuese para Y^seo, e
354
LIBROS DE caballerías
coutole toda la razón. E dixo ella: «Para la
mi fe, no quedara con esto, que yo quiero
quel sea mi cauallero, e quiero ser su don-
zella». T enbiole su aniUo, y hizole dar ca-
uallo y armas, y Srangel le dixo en como
la fija'^del rey queria ser su donzella y que
le eubiaua su joya y aquellas armas y aquel
cauallo; y el fíie alegre, e dixo que mucho
eran buenas armas. «Por Dios, dixo Bran-
gel, jamas las truxo ninguno, que aques-
tas fueron de Morlot el buen cauallero, her-
mano de mi señora la reyna, el que Tristan
mato». E quando esto Tristan oyó, mudose-
le la color, e armóse, y subió en su cauallo,
e fizóle prometer que no dixesse nada a nin-
gún hombre. E Yseo diole dos hermanos de
Brangel que fucssen con el, porque viessen
lo que hazia e fuessen sus escuderos. E ca-
ualgaron todos tres, y fueron su camino
adonde se fazia el torneo; e quando ellos
fueron llegados al torneo, se comen(,-aua re-
ziamente. E don Tristan fue a posar de yuso
de vn pino encubiertamente, e quando el
torneo fue bien mezclado, e que vio como lo
fazia bien el rey de los cient caualleros,
mas mejor lo hazian de la parte de los dos
reyes. Y en tanto llego el cauallero negro de
las dos espadas orgulloso, el qiiaTcáuallero
se ilumaua Pálomades. ('J^_e_firioen la ma-
yor presa de los caualleros.' E hizo tanto
daño en poca de ora, que no hallo cauallero
que se le parasse delante, tan grandes gol-
pes daua. E Tristan, que paraua mientes
aquella parte e conosciolo bien, enderezo su
cauallo contra el, y diole tal golpe, que lo
echo en tierra del cauallo amortecido. E des-
pués el metió mano por los otros caualleros
e hizo tanto daño, que en poca de ora no
hallo cauallero que contra el padiesse durar,
de los grandes golpes que el daua. Y en tanto
Pálomades se leuanto, e caualgo en su ca-
uallo, e comengo de yr su camino. E Tris-
tan, desque lo vio yr assi. llamólo, e dixo;
«Cauallero, no vos vayays assi, que agora
sabreys qual es mas digno de auer de Y'seo,
vos o yo» . E diziendo estas palabras Tristan,
se fue para el, e diole vn gran golpe por en-
cima del yelmo, que dio con el del cauallo
en tierrra. E Tristan se salió del torneo, e
fuesse a sus escuderos, e tornóse a Yrlanda;
e Pálomades subió en su cauallo lo mejor
quel pudo, doliéndose fuertemente, y dizien-
do: «Ay mezquino, ¿que sera de mi que yo
no se quien me ha derribado? Mucho soy
deshonrrado, que agora me conuiene de-
xar la vna de las dos espadas, pues halle
cauallero que me derribasse a tierra». E
(•) Aparece en la Demanda del »a/ncto Grial.
Tristan, yendo su camino, encontró vna
donzella, e dixole: «Cauallero, ¿venís del
torneo?» «Si» , dixo Tristan. Dixo la donze-
lla: «Pues dezidme quien venció el torneo;
¿vencióle el cauallero de las dos espadas?» Y
el dixo: «No de aquesta vez». E dixo ella
«Pues ¿quien le venció?» Y" el dixo que no
sabia. Y ella dixo: «Pues agora, cauallero,
ruégeos que alceys la visera, porque os vea
la cara». Y el leuantola, y ella le miro, e
dixole: «Si vos soys tal cauallero de armas
como soys fermoso, deueyslo agradecer a
Dios». E partióse el vno del otro, e la don-
zella fue su via, y encontró con don Gal-
uan O, sobrino del rey Artur, e quando ella
lo conoscio, demandóle nueuas del torneo, y
el dixo: «Halo vencido vn cauallero que trae
vnas armas blancas, y creo sea Langarote, e
por esso vo en [¡os del» . Y ella dixo: «Tor-
nadvos, que aquel cauallero de las armas
blancas no es Langarote, que yo le he visto
la cara» . ■- ' -
E tornóse Tristan a la cibdad encubierta-
mente con sus escuderos, que ninguno no le
conoció. E Yseo e Brangel, estando a las
finiestras, vieronlo venir, e Brangel fue lue-
go a el, e quando entro saludólo cortesmente,
y ella le ayudo a desarmar, e dixole: «Buen
cauallero, ¿quien venció el torneo?» El dixo
que no sauia. Y" ella dixo: «¿Yenciolo el ca-
uallero de las dos espadas?» Y el dixo: «No,
esta vez» . E Brangel no le quiso mas dezir;
pero bien pensó que el lo habia vencido. E
fuesse para sus hermanos, e demandóles
quien auia vencido el torneo, y ellos dixe-
ron que no dirían nada, que jurado lo auian;
y ellos auian voluntad de lo dezir. E Bran-
gel les dixo: «Yo vos digo e vos conjuro como
a hermanos que me lo digays luego» . E di-
xeron ellos: «Sabed que este cauallero lo ha
vencido». E quando Brangel esto oyó, fue
alegre, y tornóse a la cámara de la infanta,
o contoselo todo, y ellas hizieron a Tristan
gran lionrra. E desque el torneo fue acaba-
do, el rey Languínes se torno a su tierra, e
hizieron gran fiesta y alegría por la cibdad,
e jjusose el rey a cenar, e mientra estaña a
la tabla, ouieron en mientes el torneo, e dixo
el rey a los caualleros que mas amaría saber
(juien venció el torneo que no ganar aque-
lla cíl^dad en que estaña. E Brangel, quando
oyó, llegóse ante el rey, e quísolo dezir, e
Tristan la entendió, e hizole señas que ca-
llasse, e ella retornóse, y el rey entendióla
bien.
(») Víase la Demanda del Sancto Grial, donde
Galbán desempeña importantísimo papel.
DON TRISTAN DE LEONIS
355
xm
De como el rey fizo venir ante si a Brangel,
y le declaro como Triatan era el que reii-
cio el torneo.
Asi que, qnando la mañana vino, el rey
hizo venir delante si a Brangel, y dixole:
«Di, Brangel, ¿que es lo que tu me querías
dezir a la noche a la tabla, y después te arre-
pentiste?» Dixo ella: «Señor, no lo osarla de-
zir», Y el rey le dixo: «Brangel, conuienete
dezirlo, tu quieras o no». Y luego dixo ella:
«Señor, vos dexistes anoche a vuestra tabla
que queriades saber antes quien venció el
torneo que auer otra tal ciudad como esta» .
Y el rey le dixo: «Verdad dizes». Y Brangel
le dixo: «Señor, sabed que el que venció el
torneo es cauallero que esta en vuestra cor-
te, y es aquel que vuestra hija sano». «Non
puede ser», dixo el rey. Y Brangel dixo:
«Señor, verdaderamente assi es, e avn por
mas cierto yo le di cavallo y armas y, si vos
las muestro, ¿conoscerlas heys»? «Si conos-
cere», dixo el rey. E fue por ellas y, mostro-
selas, y el rey las conoció, e dixo: «Agora
vos digo que es verdad, y por nuestra seño-
ra, que no creyera que tan buen cauallero
fuesse este». Y Brangel dixo como sus her-
manos auian ydo con el por sus escuderos,
de los quales el rey mucho se informo, assi
que fue dello muy cierto y supo toda la ver-
dad por entero.
Y luego mando el rey por toda su corte a
pregonar que fuessen todos ayuntados en su
palacio, y alli ñieron lodos ayuntados, du-
ques, condes, caualleros, e dueñas, e donze-
llas. Y alli ante todos, el rey hizo llamar a
Tristan, e dixole: «Cauallero, yo vos ruego
que, por amor de mi, e por honrra de mi
corte, e por la sanidad que mi hija Y'seo en
vuestra persona puso, que me digays vues-
tro nombre, y de que tierra soys, y de que
linaje, e otro si vos vencistes el torneo de
Escocia». Tristan dixo: «Señor, mi nonbre,
ni de que linaje yo soy, poco haze a vuestra
merced ni a los de su corte saberlo; en lo
que dize si yo venci el torneo de Escocia,
es cierto, que de mi condición es mucho
apartado que las tales cosas, quanéo por mi
ouiessen sido hechas, nunca a ninguno ma-
nifestarlas. Pero, pues por vuestra merced
con tan afectuosas palabras me ha manda-
do este torneo le dixese si yo le aula ven-
cido, avnque con harta vergüenza, digo que
si, y aueysme hecho dezirlo, que no pen-
se, ante toda \^iestra corte». Y entonces fue
el rey muy alegre, c hizo tañer tronpetas e
atabales, e muchos instrumentos y señaladas
fiestas para festejar a Tristan, ca no creyera
que en su corte pudiesse auer cauallero por
quien tanta honrra e prez alcancase, como
por don Tristan en aquel torneo alcancaua;
y que, pues la honrra de tal torneo por su
causa alcauQaua, razón era todos honrrarlo
en aquella fiesta. Y duro la fiesta y alegrías
quinze dias, j estando todos en estas ale-
grías, ¿quien podra contar las cosas que en
sus pensamientos Yseo y Brangel trastorna- i,
uan? que cada vna dellas y ambas juntas fa-
blauan en la nobleza y bondad del cauallero.
Y assi passauan su vida esperando en que
pararla su fazienda de Tristan. Y estando vn
dia Tristan hablando con el rey, entro vn es-
cudero por medio del palacio del rey, y aques-
te escudero era el que lleno el cauallo e la
esj)ada a Tristan de parte de Beliseuda, y
fue para Tristan, e oniillose, e quísole besar
las manos. E Tristan fizo señas que no diesse
a entender que le conoscia, y el escudero
mudo las nueuas, e d'ixo: «Señor cauallero,
yo querría ser cauallero por mano de mi se-
ñor el rey, mas yo os ruego sea hecho caua-
llero por vuestra mano, porque vos aueys
vencido el torneo, y serme ya gran honrra,
si a vos pluguiesse» ; e Tristan dixo: «No lo
faria fasta que aya gracia de mi señor el rey»
e dixole: «Señor, yo vos pido por merced que
querays que me arme cauallero este cauallero
que venció el torneo». El rey dixo: «Bien
me plaze quel aya esta honrra»; e mando el
rey tener cortes, e hazer grandes alegrías, e
Tristan lo fizo cauallero ante toda la compa-
ña, porque lo conosciessen que era de honiTa-
do lugar. Y estando vn dia Tristan con el
cauallero noble en los baños que eran dentro
en el palacio, y la cámara de Tristan quedo
abierta, fue ventura que la rey na passaua
por la puerta de la cámara, y viola abierta,
y paro mientes contra el lecho y vio la espa-
da de Tristan a la cabecera, e parecióle her-
mosa, de oro y de plata bien guarnida, e dixo
la reyna: «Yo pensaua que este cauallero no
aula tal espada ni tan rica» ; y metió mano a
la espada, y vio la espada desgranada y pen-
só como su hermano Morlot do Yrlanda mu-
riera de vna desgranadura como aquella, la
q\ial le auia ella sacado de la cabe(,'a, y
juntóla con la espada, y vino muy justa. E
luego pensó la reyna que aquella era la es-
pada con que auian muerto a su hermano
Morlot de Y"rlanda, y por esto, y por el non-
bre que no quería dezir el cauallero cuya era
la espada, entendió que aquel era don Tris-
tan (}) el que auia muerto a su hermano Mor-
(I) En los fragmentos de Godofredo de Estrasbur-
go, la misma leeo es quiea hace este descubrimiento.
356
LIBROS DE caballerías
lot. E tomo la espada, e comenco a gritar y
adar grandes bozes, y dezir: «¡Muera el tray-
dor que mato a mi hermano!» Y corrió contra
el baño a gran priessa, diziendo a los caualle-
ros: «Salid, salid fuera, caualleros, que aqui
esto el traydor de don Tristan, que yo mes-
ma quiero tomar venganza del con esta es-
pada con que mato á mi hermano!» A estas
palabras llego el rey, y dixo: «Rey na, tirad-
vos afuera, y dexad hazer a nos aquello que
razón sea;-; y ella tiro la espada de la mano.
Y en tanto ^^stiose Tristan, y salió del ba-
ño, y Gorualan salió en la sazón, y dixo:
«Tristan, esta venida a esta tierra, mejor
fuera estar por fazer, avnque en ella aueys
recibido sanidad de vuestra llaga. Pero, des-
pués de sano, quisiera yo que fuerades ydo
desta corte, que otros lugares ouiera donde
pudiera des ganar tanta honra y prez como
aqui». E púsole la espada en la mano, con
que se defendiesse. Y' Tristan pensaua entre
si mesmo que consejo tomarla, y al fin acor-
do que era mejor ponerse en la mano del rey,
que era justiciero, e fuesse para el, y hinco
las rodillas delante del, diziendo: «Señor,
verdad es que no puedo negar que no soy
Tristan, y es cierto que yo mate a Morlot,
mas non le mate a traycion, mas lealmente,
como hombre que defiende su derecho e difien-
de su persona. Mas, vos digo ciertamente,
que después que lo oue vencido e derribado
en tierra, que no le fize villania ni deshonrra
ninguna, antes le fize mucha cortesía e hon-
rra, e metile en su barca, e quando el fue en
la barca, vso de villania, y fizóme esta llaga,
la qual me aueys fecho sanar. Mas por todo
esto yo no lo quise hazer descortesía ningu-
na, lo qual el no guardo coniigo, mas ante
le dexe yr a la buena uentnra». Respondió el
rey e dixo: «Tristan, vos esperays por tres
cosas ser libre: La vna porque venistes a mi
corte a punto de muerte, e avn yo vos digo
que mi hija Yseo me dixo muchas vezes que
vuestra vida estaua bien cercana a la muerte
mas que a guarecer; e agora, si vos matasse,
seria muy mal exemplo, y la otra porque vos
soys buen cauallero, e cortes, y de buen li-
naje. La tercera, portpie, si vos matastes a
Morlot en defensa de vuestra persona e tie-
rra, hezisteslo por le quitar yugo de scrui-
dumbre e tributo. Por lo qual toda honrra se
le dono al que haze libres los ])Cchcros, y yo
quiero que vos seays señor de vos yr donde
vos quisierdes a toda vuestra voluntad». E
Tristan respondió y dixo: «Muy grandes mer-
cedes; Dios me allegue a tiempo que os lo
pueda seruir tanto bien y tanta honrra como
me mostrays» . E assi escapo Tristan de la
muerte, y el rey le fazia muy gran honrra.
Mas la reyna le queria muy gran mal, e
don Tristan entendió que no lo fazia bien
estar en la corte, porque esperaua mengua
en estar mas que honrra resceblr. E con
gracia del rey e de toda la corte, y de la
reyna Yseo, de la que era cauallero, se par-
tió, jlon Tristan de_ Yrlanda, e aco"gÍósé a
su ñaue el e Gorualan, e fueronse a Cornua-
11a, e dioles Dios tal tienpo, que en pocos
dias llegaron al puerto de Tintoyl, e Gorua-
lan salió en tierra, e fallo vn donzel de la
corte del rey Mares de Cornualla, e dixole:
«Donzel, yo querría que jior mi amor vos
quisiesedes ser mensajero». E el dixo que
si faria de buena voluntad. E Gorualan le
dixo: «Yo vos ruego que os vays al rey Ma-
res de Cornualla mi señor, y le digays que
don Tristan es llegado al puerto, y que es
bien sano de su llaga» . E quando el donzel
oyó esto, fue alegre con las nueuas que auia
dicho Gorualan de don Tristan. E dixo que
a toda la ciudad plazeria con su venida.
XIV
De como Tristan llego a Cornualla, e como
la dueña del lago del Esjoina le cabio a dezir
que se fuesse a ver con ella.
El donzel se fue a la corte del rey Mares e
dixo al rey: «Mensajero soy de don Tristan,
e sabed que es bien sano e alegre e guarido
de su llaga» . E el rey ouo muy gran plazer con
estas nueuas e con su venida de don Tristan,
o mando el rey luego pregonar por toda su
corte que todos sus caualleros e toda la otra
gente fuessen a la mar, qual a pie, qual a
caiiallo, para recebir a don Tristan. Luego el
rey salió de la ciudad a recebir a Tristan
con gran honrra e con gran alegría, e
quando el rey vio a Tristan, coraencole a
dezir con muy dulces palabras: «Tristan
el mi sobrino, vos seays bien venido, e ben-
dito sea el soberano Dios que vos traxo
sano». E Tristan le torno las saludes muy
cortesmente, e con grande humildad o muy
dulces palabras, e Tristan y Gorualan caual-
garon en muy buenos cauallos que el rey les
hizo dar. E el rey se torno con d(m Tristan
a su palacio, haziendo muy grandes alegrías
por la tornada de Tristan, e fizieron muy
gran fiesta a Tristan, que duro quinze dias.
E luego el rey Mares fizo asscntar vn tor-
neo por amor de Tristan, e justaron; y esto
fazia el por mas festejar a don Tristan y por
amor de la dueña del lago del espina , e por-
que la pudiesse auer, porque la amana mas
que a cosa del mundo. E hizo mandamiento
DON TRISTAN DE LEONIS
3§<
que todas las dueñas y donzellas de toda la
tierra viuiessen al torneo, porque la dueña
ouiesse razón de venir alli (¡uando la corte
fuese ayuntada. Assi que el solaz e alegría
fue grande a niarauilJa (jue no -fue visto en
gran tierra mayor, e la_ dueña del lago del
Espina vino ende niuy ponposa á~maraíiilla,
e ^axaüáTñiTentes a Tristañ, é Tristan a ella;
y en esto todo paraua mientes el rey, e
quando fue venida la noche y el solaz fue
partido, mando el rej que cada vno se tor-
nasse a i-u lugar, e fue hecho su mandado
assi como el lo mando. E la dueña del lago
del Espina, como aquella que en heruor y
cobdicia que tenia del amor de don Tristan
estaña inflamada, mando a vn su enano que
fuesse a don Tristan, que le dixesse de su
parte que le rogaua que, quando la noche vi-
niesse, que fuesse para do ella posaua, que
quería hablar con el cosas de qi;e el mucho
folgaria. y que lleuasse todas sus armas, que
no sabe hombre que va por el camino lo que
le puede acontecer. E el enano se fue para
Tristan, e dixole: «Señor, mensajero soy de
mi señora la dueña del lago del Espina, e
mandavos dezir por mi que vayays esta no-
che a su posada e hablareys con ella. E dize
que lleueys vuestras armas todas, que no
sabe honbre quien va o quien no por el ca-
mino» . E dixo Tristan: «Bien me plaze» . Y
el rey era entonces en lugar donde oya to-
das estas cosas, e fizo venir el enano ante si,
e dixole: «¿Que poridad es aqiiella que has
traydo e hablado con Tristan mi sobrino?»
«Por buena fe, dixo el enano, esso no os lo
diré» . Luego dixo el rey: «Yo te digo que tu
le has dicho alguna cosa, e tu me lo dirás,
sí no yo te cortare la cabeca»; y el rey, por
le meter miedo, puso mano a la espada. El
enano dixo con miedo: «Señor, no me hagays
mal, que yo os diré la verdad» . El rey dixo:
«Enano, sabe que yo quiero tanto de bien a
esta, que no puedo ver ni oyr a otra dueña,
saluo a ella. E agora veo que ando angañado
con ella, e que ella escogió lo peor». «¿Como?
dixo el enano, ¿escogió lo peor? ¿Como?
¿Yos no sabeys que Tristan es el mejor ca-
uallero del mundo?» «Cierto, dixo el rey,
que es mesurado e buen cauallero». «Por
Dios, dixo el enano, mejor que non vos». Y
desto fue el rey muy sañudo, y echo mano a
la espada e amagóle con ella por le dar en
la cabera, e dixo al enano: «¿Como, falso
traydor, el es tan buen cauaDero como yo?»
E dixo el enano: «Cierto, no es tan buen
cauallero como vos». E dixo el rey: «Enano,
agora quiero que me llenes en lugar de mi
sobrino, e yo te prometo mi fe real, como
quien soy, de te guardar secreto que ningu-
no jamas lo sabrá, y te prometo de fazer se-
ñaladas mercedes». Y el enano dixo: «Señor,
vuestra alteza bien conosce sí es razón que
tal traycion yo fiziesse a mi señora. E avn-
que 5^0 lo quissiese, vos, señor, era razón
me lo mandassedes al contrarío» . Y el rey
dixo: «Enano, hazerlo te conuiene que yo
vaya a la posada, que quieras o no». E dixo
el enano: «Esto faria yo de buena voluntad si
no fuesse llamado traydor» . Y el rey le dixo:
«Haz tu, que yo liare en manera que no seas
traydor» . «¿Como?» dixo el enano. El rey
respondió: «Haz tu desta manera. Tu yras
con Tristan según que tienes concertado, e
yo yre sobre mi cauallo, e yre armado de
todas armas, e yrme he yo al passo del lago
del Espina, e alli esperare yo a Tristan hasta
que venga, y después derribarlo he del ca-
uallo en tierra; y des que lo ouiere derriba-
do, yo quiero que tu me metas en el lecho
con la dueña en lugar de Tristan». Y el
enano dixo: «¿Como sabeys vos que os po-
dreys librar de Tristan, e solamente porque
dizen los hombres que es el mejor cauallero
del mundo? Por que vos consejo que no me-
tays vuestro cuerpo en auentura, porque no
ayays de recebir muerte» .
Y entonce no dixeron mas el enano ni el
rey. Y el enano fuesse, e salió fuera del pa-
lacio prestamente, e quando lo vio don Tris-
tan, dixole: «Enano, sábete que soy apare-
jado, ¿es hora que vamos?» Y el enano le
dixo que avn no era hora, que esperasse
fasta que la noche fuesse venida. Y el rey
llamo vn escudero, e dixole: «Aparejadme
las armas y ensilladme el cauallo, e sacád-
melo fuera de la ciudad, que quiero esta no-
che caualgar» ; y el escudero hizolo como el
rey lo mando. El rey caualgo en su cauallo
bien armado de sus armas, e fuese al passo
del lago del Espina, y el rey leuo consigo
al escudero, y estuuo atendiendo quando
Tristan ver nía; e después que fue noche,
Tristan caualgo armado de todas armas. El
enano no quiso yr con el, e dixole que se
fuesse, quel quería quedar aquella noche en
la cibdad. Mas Tristan no sabia de lo quel
rey fazia, e fuesse por su camino.
XV
De como el rey se combatió con Tristan
de Leonis.
Quando el rey sintió venir a Tristan. por
la claridad de la luna, demando la lauca al
escudero, y el escudero le dixo: «¿Como, se-
ñor, recaudador soys vos fecho de aquella
358
LIBROS DE caballerías
Tiiestra tierra, que salteays los caualleros
i^ue buscan sus auenturas? Por buena fe, se-
ñor, que fleseortosia fazeys, e las gentes que
lo supieren a mal vos lo contaran, e deshaze
mucho en vuestro honor». Y el rey callo e
no dixo naila, antes caualgo en su cauallo, e
fuesse i»ara Tristan. E Tristan, quando lo vio
venir, hizo la señal de la cruz en la frente,
]iensando que era diablo que le queria enga-
ñar, e cubrióse de su escudo, e fuese para
el rey. E el rey hirió a Tristan de manera
que le passo el escudo y metióle la lanca en
el cuerpo. E Tristan firio al rey en manera
([ue le passo escudo, y metióle la lauca por
la carne e lo echo en tierra del cauallo amor-
tescido, e si el golpe fuera mas baxo, muerto
fuera el rey sin falta. E Tristan tomo su ca-
mino para la posada de la dueña del lago del
Espinaré fallo alli el enano avnque le auia
dicho que en la cibdad se quedaría; e dixolo
por no yr con el por no ver lo que entre el
rey y el auia de passar. E Tristan le dixo:
«Ve a la dueña e dile que vengo mal herido,
([ue si quiere que suba, o si descendira acá».
Y el enano subió prestamente e dixole aque-
llo que le auia mandado Tristan, y ella dixo:
«Yd a el y fazedle subir» . Y el enano fuesse
para Tristan su señor, e dixole que subiesse
arriba, e Tristan descaualgo so vn pino, e
subió arriba. E fallo a la dueña del lago del
Espina, que se vestia vn ropón de seda muy
rico, e Tristan, quando la vio tan apuest¡i
assi en el atauio, ouo gran plazer. E assi
quando ella vio a don Tristan, fue muy
alegre con su venida, e la dueña le dixo:
«ili señor Tristan ¿quien vos ha llagado? a
mala dicha tengo que, por venir a ver a mi,
ayays rescebido esta ferida» . «Por Dios, dixo
Tristan, yo, señora, creo no fuesse hombre
carnal, mas algún diablo, porque ha salido
tan de traues e sin dezir cosa alguna, que
no creo fuesse cauallero bien andante». E
ella lo hizo desarmar, e católe la llaga que el
rey le auia fecho, e viogela bien, c hallo que
la llaga no era de peligro, e dixo: «Mi señor
Tristan, esforcadvos, que la llaga, con ayuda
de Nuestro Señor, no es cosa, antes es ligera
de sanar; e ya pluguiera a Nuestra Señora
que yo no os ouiera mandado llamar, que
mas quisiera auer yo padescido el detrimen-
to quel vuestro amor me pudiera dar, que no
verlo pader^r a vuestra ]jersona» . ÍE fueron
a cenar, e luego,.que ouieron cenado fueron-
se acostar en vna rica cama, e alli comen9a-
ron vna tal obra, 'que Tristan no auiá'TgCho
en toda su vida, ni sabia que cosa era amor
de mugor; o mucho le dañaua la herida que
tenia. E assi estouieron en gran solaz y ale-
gría fasta la media noche, y estando en aquel
solaz, llamo a la puerta del castillo su marido
de aquella dueña del lago del Espina. E
quando la dueña lo sintió, llamo con gran
priessa a Tristan, e dixole: «Tristan, Tris-
tan, leuantadvos, que viene mi marido» . E
Tristan leuantose a priessa quanto pudo, e
armóse bien y descendió fuera, en tal mane-
ra (jue se fue por su camino adelante. E el
marido de la dueña entro por la puerta del
castillo, y desque ouo descaualgado, entro en
su cámara e vio la dueña echada en la cama,
y preguntóle: «¿Como estays?» Y ella dixo:
«¡Ay, mi buen señor, que muy mala he es-
tado esta noche, que mucha sangre me ha
salido de las narizes!»; y el cauallero aleóla
ropa de la cama e vio la sangre, e dixo:
«¿Que sangre es esta? que por cierto no es
de las vuestras narizes». Luego con gran
enojo puso mano a la espada, e dixo:
«¿Quien durmió esta noche aqui con vos?
Dezidmelo, si no yo os matare» . La dueña,
con miedo que ouo del marido, dixo: «Señor,
merced; fazed de mi todo lo que quisierdes e
fuere vuestra voluntad, que esta sangre que
aqui esta es de Tristan» . E contole toda la
razón e manera por estenso. E el cauallero
tomo con la mayor priessa quel pudo las ar-
mas e el su cauallo, e su lan^a y escudo, ean-
duuo tanto que en poca de ora lo alcanzo, e
llamóle a grandes bozes, e dixole: «Tornad-
vos, que caro os costara el mal e la gran des-
honrra e adulterio que me aueys fecho». E
Tristan, en que lo vio venir, boluio su cauallo
a el, y el cauallero fuesse contra el, e diole tal
golpe de la lanca, que le metió el hierro por la
carne. E Tristan le dio vn tan gran golpe del
espada, que la metió por el yelmo que le llego
a la cabera, en manera que dio con el en
tierra; y al caer que cayo el cauallero, no res-
pondió, e Tristan pensó que ei'a muerto, e di-
xole: «Cauallero, ¿por que me feristes? por-
que yo pienso que no vos podreys dende
alauar» . E luego se partió Tristan del caua-
llero, que no hizo mas mención del. El qual
cauallero auia nombre Lambague.s. E assi
que don Tristan se torno muy malo para su
palacio; mas quando Gorualan vio a Tristan
malamente ferido, escomen90 a fazer muy
gran llanto, y dezia: «¡Ay mezquino, que
mala ganancia me vino, e mala guarda he
fecho en vos quando vos soys tan malamente
herido!» Y Tristan le dixo: «No temays nin-
guna cosa, que no tengo herida que no me
guarezca muy ligeramente»; e luego Gorua-
lan fizo que fuessen muy presto a llamar a
los maestros, e luego vinieron e catáronle las
llagas, e hallaron que la llaga que auia res-
cebido después de la del rey era mas peli-
grosa que la primera. E después que el rey
u
DON TRISTAN DE LEONIS
359
Mares supo como Tristan estaña en la cama
de su íerida, dixo al escudero que lo ania
ai'ompañado: «Tu piensas (pie yo oue lo peor
de la batalla, mas yo puedo bien dezir que
oue lo mejor, qne yo he }>()der de-yr o de ve-
nir, e Tristan no se puede leuantar; mas yo
quiero yr a ver como esta» . Y el rey luego
fue a la cámara de Tristan e dixole: «So-
brino, ¿como os va?» El dixo: «Mejor que
querrian algunas personas» . Y el dixo: «Tris-
tan, agora podeys ver que en este rey no ay
assaz de buenos caualleros como vos soys.
¿Sabeys quien vos firio?» E Tristan dixo:
«Si no lo se, saberlo lie adelante»; e quando
el rej oyó aquello que Tristan dezia, bien
pensó que lo dezia por el, e partióse del
luego, e tornóse para su palacio. E Tristan
estuvo XX. dias que no pudo traer armas,
porque las llagas que tenia eran en tal lugar
que estauan malas de curar, e tanbien por
no auer en la sazón ningún buen maestro en
la cibdad. Mas al fin Tristan fue muy bien
guarido, y el rey Mares mando pregonar j)or
todo su reyno que todos los caualleros vi-
niessen a la corte cada vno con su dueña e
donzella, so pena de ser tray dores. Y esto
hazia el por amor de la dueña del lago de la
Espina. E quando Laribagues, marido de
aquesta dueña, suj)o "él pregón, ouo gran
miedo de Tristan, e la dueña le dixo: «No
tomeys miedo de yr, que de don Tristan yo
os seguro» ; e luego se fne el cauallero con su
dueña a la corte del rey Mares, y el liizole
muy gran honrra por amor de la dueña del
lago del Espina, a la qual el amaua de todo
su coraron, e nunca pensaua en otro sino
como buscaría maneras para della se seruir e
aprouechar; e luego mando el rey que fuessen
puestas cinco tiendas ribera del mar, ca se
queria jv a deportar. E luego se fue el rey e
sus altos hombres e caualleros con las due-
ñas y donzellas, e assentaronse a comer, e
comieron con gran alegría. Y ellos estando
assi comiendo, acaso de vna ventura vino vn
cauallero armado de todas armas e muy
apuesto a marauilla, el qual yua a buscar sus
auenturas, e vinose derechamente a las tien-
das del rey Mares, e paro mientes en los ca-
ualleros por ver quien era el rey, e quando
lo conoscio, dixo: «Rey Mares, yo so vn ca-
uallero andante que ando buscando mis auen-
turas por muchas partes, e so cauallero noble
y de buena sangre, e no he demandado nin-
gún don a cauallero ni a ningún rey, e ten-
gome por de buena ventura que seays vos el
primero a quien yo algo pido, porque he
oydo de vuestra nobleza ser grande, y creo
que a mi no fallecerá mas que a los otros ha
fallecido, y es de su condición. E por esto,
muy virtuoso señor, os quiero pedir por mer-
ced que me otorgeys vn don, el qual sera tal,
que me lo deys que lo pueda leuar comigo» .
Y el rey dixo: «Cauallero, demandad aque-
llo que vos quisierdes». E el cauallero dixo;
«Yo os demando la dueña del lago del Espi-
na» . Y el rey se la dio, y el cauallei-o tomo
la dueña, e subióla en vn palafrén, c fue su
camino.
XYI
De como Lanbagues^ marido de la dueña
del lago del Espina, vio que se yua el caua-
llero con ella, fue en pos del e combatióse
con el, c Lanhagues fue herido, y el caua-
ro lleuo a la dueña.
Mas agora dize la hystoria que Lanbagues,
marido de la dueña del lago del Espina, vido
en como el cauallero era ydo con la dueña,
tomo sus armas e su cauallo, e tanto andu-
llo que en poca de hora alcango al cauallero
en vn prado. Luego Lanbagues, que vio yr
al cauallero, comengo a priessa a dar gran-
des bozes, e dixole: «¡Cauallero, guardaos
de mi desafio!» E quando el cauallero que
lleuaua la dueña oyó las bozes, boluio e vio
venir a Lanbagues que lo llamaua a la ba-
talla; fueron el vno contra el otro, e abasa-
ron las langas, e fueronse a ferir tan fuer-
temente, que las langas fizieron bolar en
piezas; mas el cauallero que lleuaua la due-
ña, firio a Lanbagues tan mal, que le echo
en tierra, e tomo su dueña. E si alguno me
preguntase quien era el cauallero, yo le di-
ría quel era Brioberis, con el que Tristan
se fuera de buena gana a combatir porque
lleuaua la dueña^ sino por miedo del rey
Mares, que sabia que la amaua mucho de
coracon, e por esto no fue Tristan a se con-
batir con el. E ellos estando assi, passaron
dos caualleros delante de las tiendas arma-
dos de todas armas, e yuan por el camino
del desierto do Fecilate e no saludaron al
rey ni a ninguno de su corte, e luego dixo
el a Echidcs: «Ye en pos de aquellos caua-
lleros, y diles de mi parte y de los de mi
corte que tornen acá y me digan nueuas a
mi y a los de mi corte del rey Artur y de la
reyna Grinebra, e como les va a los buenos
caualleros de la Tabla Redonda, e sabremos
dellos si ay algunas auenturas de nueuo en-
tre los caualleros de la Tabla Redonda» . Y^
Echides dixo al ve^'. «Señor, esto fare yo de
voluntad». E luego subió Echides encima
de vn cauallo, e fue en pos de los caualleros
con la mayor priessa que pudo, c tanto an-
duuo, fasta que los alcango en vn valle.
360
LIBROS DE caballerías
Echides llamo de lexos, e los canaUeros
atendieron por ver que los quería. E quan-
do Eehides llego a ellos, dixoles: «Señores
caualleros, el rey ]\Iares os embia a dezir
por mi, que os torneys para el, que os quie-
re preguntar por nueuas». E los caualleros
le dixeron: «Dezid al rey que nos quiera
perdonar, e rogamosvos que nos escuseys
del, ca nos no podemos tornar a el, porque
ymos agora en vna auentura, mas a la tor-
nada que tornaremos, passaremos por aqui
y verlo liemos mucho de grado» . Y Echides
dixo: «Essa villanía no fareys vos de no tor-
nar a el, porque el os lo embia dezir por
mi» . E los caualleros dixeron: «No tornare-
mos en ninguna guisa». Echides dixo: «Si
fareys, por mi fe, e no os reyreys». Assi
traxo al vno por la rienda e quísole volver,
y el dixo: «Non soys cauallero mesurado
quando por fuerga me cuydays leuar; ¿no
saueys que, quando yo quisiere, me puedo
bien librar de vos?» Luego el cauallero echo
mano a la espada e dixo: «Ahora me dexad,
cauallero». Y Echides no respondió nada,
antes se lleuaua el cauallero. El cauallero
aleo la espada, e dio a Echides de llano en
la cabeca que lo derriuo del cauallo. E luego
se fueron los cavalleros ambos por su cami-
no, y Echides se leuanto lo mas ayna que
pudo, e tornóse a las tiendas del rey Mares
de Cornualla. E quando la dueña ñie yda,
e vio que Tristan no le venia a socorrer ni
a tornar del cauallero que la lleuaua, embio
vna donzella que le dixesse y estrañasse la
descortesía que auia fecho contra ella. E
después que la donzella fue llegada a las
tiendas del rey Mares, que estaña con sus
altos honbres e caualleros, comenco a mi-
rar al rey e a los caualleros, sin mirar a
ninguno dellos. E el rey dixo a la donzella:
«Mucho aueys parado mientes sin dezir nin-
guna cosa», Dixo la donzella: «Porque yo
no veo el cauallero que busco». Y el dixo:
«¿Qual es este cauallero? Yo vos lo haré
venir aqui, si puede ser auído o si es en
mí corte» . E la donzella dixo: «Yo demando
por Trisían vuestro sobrino, que aquí le te-
neys por bnen cauallero, [e] el es mas couar-
de cauallero que puede ser auído» . El rey,
quando oyó palabras tan desaguisadas, fizo
llamar a Tristan. E quando la donzella vio
a Tristan, como aquella que venia mucho
indignada de su señora, dixole: «Cauallero,
vos seays muy mal venido, asi como el mas
falso cauallero y el mas desleal que yo nun-
ca pudiesse fallar en tierra del mundo, e por
la vuestra deslealtad sereys perdido. E si
el rey e los altos honbres que aqui son vos
conosciessen la' vuestra gran deslealtad, assi
como yo la conozco, ellos no vos amarían
vn día tan solamente, e miicho son ellos
desonrrados en estar vos con ellos tanto
tienpo. E yo vos he dicho estas palabras
que me aueys oído, j^orque me fueron enco-
mendadas por mi señora. E agora me tor-
nare para ella, pues que he echo su man-
damiento que me fue mandado». Y el rey
dixo: «Donzella, dezidme, ¿en que vos ha
desseruido mi sobrino, por que le aueys di-
cho tantas descortesías?» E la donzella no le
respondió a lo que el rey le dixo, antes se
partió de las tiendas e fuesse por su camino,
e tanto anduuo que alcanzo a la dueña del
lago del Espina. Mas Tristan, que estaua
en la tienda con su tío, fue triste e ouo gran
pesar de las palabras que la donzella le auia
dicho, e dixo que se quería meter en auen-
tura por yr buscar a la donzella. E luego
tomo sus armas e su cauallo, e Gorualan fue
con el, y leuole el escudo e la lan^a, e par-
tiéronse de las tiendas. E Grorualan dixo a
Tristan: «Vos soys metido en gran vergüen-
za por las palabras que vos dixo la donze-
lla, y metedos en auentura por saber quien
es la donzella que vos ha dicho la villanía
delante del rey e sus caualleros». Y ellos
yendo assi hablando, encontró a Echides
que estaua todo lleno de sangre, e dixo
Tristan: «Echides, ¿quien te ha herido?» Y
el dixo: «Dos caualleros andantes» . E dixo
Grorualan: «Para la mi fe, Echides, yo se
que ningunos caualleros andantes no te fa-
rían pesar sí tu no les fiziesses por que» . E
dixo Echides: «Bien fue verdad, que el rey
me embio em pos de dos caualleros, que les
dixesse de su parte que tornassen a el; e yo
dixelo a ellos, e dixeron que no querían tor-
nar por mi, e yo tome el vno dellos por el
freno e trayalo comigo. e porque no le que-
ría soltar, por esta razón me firieron los ca-
ualleros» . E G-orualan dixo: «Por buena fe,
Echides, tu no eres cauallero cuerdo, quando
por fuer(,'a piensas tomar al cauallero andan-
te. E por esto, Tristan, consejóos que no os
conbatays con los caualleros, que si con ellos
os combatís, no podeys escusar peligro» . E
yendo por el camino, vio Tristan los caua-
lleros, e dio de espuelas al cauallo e alcan-
zólos, e dixoles: «Caualleros, aparejadvos,
que yo os desafio» . E abaxo la lanca el vno
ele los dos caualleros e fue a ferir a Tristan,
que le quebró la lan^a en el escudo e otro
mal no le fizo. E Tristan fue contra el tan
furiosamente, que le dio tan gran golpe que
le COSÍO el escudo con los pechos y echólo en
tierra del cauallo, e saco la espada e fues-
se para el otro cauallero, y el otro, desque
lo vio venir, abaxo la lanza e diole tal gol-
DON TRISTAN DE LEONIS
361
pe sobrel escudo, que quebró la lanca. E
Tristan le dio con la espada por encima del
yelmo en la cabera, que le derribo en tie-
rra del cauallo. E don Tristan fue a Echi-
des, que lo estaua esperando; e dixole;
«Ycívos para las tiendas y no digays nada
desto». Y el dixo que assi faria. Echides se
fue para la corte del rey, y el, quando lo
vio venir, preguntóle que quien lo auia feri-
do, y el dixo: «Señor, el vno de aquellos ca-
uaíleros que vos mandastes tornar, mas para
la mi fe, que yo soy bien vengado». Y el rey
dixo: «¿Que venganza has auido?» Y el le
dixo: «Señor, Tristan mi primo me ha ven-
gado, que ambos los caiialleros derribo ma-
lamente feridos» . Y el rey se marauillo de
los fechos de Tristan, e todavía rogaua a Dios
que nunca lo tornasse a su corte, que gran
miedo le hazia auer su lan^a, por aquello
que le contescio la noche quando le estaua
aguardando en el passo de la dueña del lago
del Espina, para matarlo si el pudiera.
XYn
De como don Tristan se partió de la corte
del rey Mares de Cornualla su tio, en bus-
ca de la do7ixella que le auia vltrajado de-
lante del rey e de los caualleros de su corte;
y de la dueña del lago del Espina que lle-
uaua el cauallero.
Después que don Tristan se partió de los
dos caualleros y de Echides, comenco lo mas
ayna que pudo andar por vna floresta, e a la
descendida de la floresta, don Tristan vio a
Brioberis que se entraña con la dueña en vn
castillo. E quando Tristan vio esto, ouo gran
pesar, e dixo: «¡Ay catino de mi! ¿Que liare,
que ya se entra el cauallero en el castillo con
la dueña del lago del Espina e no me podre
esta noche combatir con el? Por que soy muy
triste, que no se que haga». «E ¿como? dixo
Gorualan, ¿no podreys esperar fasta la ma-
ñana?» E dixo: «¿No veys vos que terna el
cauallero la dueña esta noche a su voluntad,
y la dueña puede dezir que la donzella me
ílamaua desleal cavallero con razón e con
derecho?» Assi anduuieron hasta que llega-
ron al lugar, e tomaron posada en casa de
vna biuda, e alli descaualgaron. E la dueña
de casa tenia vn hijo, e conoció a Tristan, e
dixo: «Señor, ¿no soys vos don Tristan, el
que venció el torneo de Escocia y derribastes
el cauallero de las des espadas?» Y Tristan
dixo que nunca fuera en aquella tierra, ni
era el Tristan; y el donzel vio que se queria
encobrir, e callóse; e dieronle de cenar, e
durmieron alli aquella noche; e quando vino
la mañana, Tristan se leuanto, o armóse e
subió en su cauallo, e paróse en el camino a
esperar al cauallero, e en tanto quel sol salia
por todas partes, Brioberis salió con su dueña
fuera. E Tristan, quando lo vio venir, abaxo
el escudo, e dixo: «Cauallero, combatir vos
conuiene o dexar la dueña» . Brioberis puso la
dueña en tierra e fuese furiosamente para
Tristan, e Tristan contra el, e fueronse a fe-
rir de mortales golpes, en manera que caye-
ron en tierra, que ellos ni los cauallos no se
pudieron leuantar dende a gran pier-a, quel
ver y el oyr se les quito a ambos a dos. E des-
pués que fueron tornados en su acuerdo, le-
uantaronsemuy brauamente, e pusieron ma-
no a las espadas, e fueronse a ferir e a dar
grandes golpes, que esto era marauilla de ver
que de las espadas salia fuego. E tanto se con-
batieron, que a mal de su grado se ouieron de
tirar afuera el vno del otro por cobrar fuerza,
y estuuieron vn poco, e después tornaron a
su pelear. E dieronse tantos y tan grandes
golpes, que los pedamos de los escudos y de
las laucas cayan en tierra. E tanto se conba-
tieron los caualleros ambos, que les hizo me-
nester folgar, e entonces se arredraron el vno
del otro otra vez, e después que ouieron hol-
gado, comencaron su batalla como de prime-
ro. Mas siempre la ventura lo ordena quel
mas fuerte va sienpre mejorando y el flaco
empeorando; e assi contecio a Brioberis. Y
dezia entre si mesmo: «Y^o me combatí con
don Langarote del Lago mi pariente y con
otros muchos caualleros, mas nunca halle
quien tan ftiertes golpes me diesse, e bien
creo que no le podre sofrir los golpes que
este cauallero me da. Cauallero, ¿quien soys
vos que tan grandes golpes me days?» Dixo
Tristan: «A^os mi nombre no podeys saber
fasta que me digays el vuestro». Y el dixo:
«Y'o he nonbre Brioberis de Graones» . E Tris-
tan dixo que auia nonbre Tristan de Leonis,
«a cuyas manos aueys de morir» . Y el dixo
assi: «Tristan, yo quiero que esta batalla
quede entre vos e mi. E yo he oydo la vuestra
caualleria e bondad, e por esto quiero yo de-
xar esta batalla.» E Tristan dixo: «Antes me (
dareys vos esta dueña, e si no me la days, f
Brioiaeris, yo os llamo a la batalla, pues della J
librar no vos podeys». E Brioberis dixo:
«Tristan, yo os ruego que vamos vos e yo a
la dueña, y ella tome qual de nos quisiere, y
el otro que se vaya a buena ventura» . E dixo
Tristan: «Deso me plaze» . E entonces fueron
ambos a la dueña, e dixeronle: «Dueña, la
paz es fecha entre nos ambos, y en tal ma-
nera que tomeys qual de nos quisierdes, y
el otro que se vaya a la buena ventura. E la
362
LIBKOS DE caballerías
dueña dixo: «Pues assi es y en tal manera,
y digo que vos, Tiistan, fuestes el mas desleal
cauallero del mundo, que^me dexastes llenar
de la corte a vn solo cauallero; por esto quiero
yo que ayay.s esta verguenra, porque se vos
acuerde por toda vuestra vida, e tornaos, que
yo me quiero yr con Brioberis, por desonrra
vuestra y de la corte del rey Mares». E Tris-
tan subió en su cauallo y encomendólos a
Dios, e fuesse vergoncoso por su camino con-
tra la corte, e Brioberis se ñie con su dueña.
E agora tornemos a Tristan, a contar de sus
altos hechos.
XYin
De como don Tristan se torno a la corte y
peso al rey Mares con el; y de como le em-
hio a Yrlanda por Yseo la hmmdcLr-por que
lo matassen alia. Por quanto la rey na.,
miiger del rey Languines, lo quería nial
porque mato a su hermano Morlot; e la
truxo consigo por su buena caualleria.
3Iuy triste fue el rey quando Tristan fue
en la corte, que antes quisiera que fuera
muerto. E pensó de lo enbiar a lugar do
nunca jamas tornasse; y después que el solaz
e la fiesta fue passada, vn dia el rey hizo
llamara Tristan a su cámara, edixole: «So-
brino, a mi ha venido voluntad de tomar
muger, e, si vos quisierdes, yo la aure, ca
yo la quiero tomar de Adiestra mano» . Tris-
tan dixo: «Señor, yo haré de buenamen-
te todo lo que vos mandardes» . Y el le dixo:
«¿Prometeyslo vos como leal cauallero?» Y el
dixo que si prometía. E luego el rey dixo:
V «Yo soy enamoradodeYseo la brunda, fija
' del rey Languines de Yrlanda, porque he
¿^ oydo loar su hermosura; por que os ruego que
vos~vays alia, e yo daros he conpaña de ca-
ualleros quantos vos quisierdes». E Tristan
bien entendió que no lo embiaua sino porque
muriesse alia. E Tristan dixo: «Señor, yo
haré todo lo que mandardes e conplire vues-
tro mandado; mas,, dadme eaualleros que me
aconpañen». Y el mando hazer sus fus-
tas, e hizo fazer, grandes aparejos para los
eaualleros. E quando los eaualleros que auian
de yr con Tristan supieron que auian de yr
a Yrlanda, fueron tristes, e pensaron morir.
E desque las naos fueron bastecidas de lo que
auian menester, e puestos los eaualleros en
ellas, don Tristan e Gorualan se despidieron
del rey e de la corte, e alearon vela contra
Yrlanda, y ouieron mal tiempo quinzo dias.
E assi aportaron en el rej-no de Londres,
y quando ;, ellos fueron ' al 'puerto llegados,
Tristan dixo al maestro de la nao: «¿En
qual parte somos arribados?» Y el dixo que
en el reyno de Londres; e Tristan mando
que sacassen su cauallo en tierra, e vna
tienda, e todas sus armas, e dixo que quería
estar alli vn poco, que mucho era enojado
de la mar. E luego fue hecho su mandado; e
mando poner a la puerta de la tienda su es-
cudo, e salieron fuera los eaualleros, e dixe-
ron a don Tristan: «Señor, no se deue poner
escudo fuera de la tienda, porque si por aqui
passare algún cauallero andante, demanda-
ra luego justa, e nos no ymos por tal razón» .
E Tristan dixo: «¡Por Dios, por aquesta
razón quiero yo que el escudo este fuera
de la tienda!» E mientra ellos estañan en
la tienda, fue ventura de dos eaualleros de
Londres que passauan por alli, y el vno de-
llos era nueuo cauallero. E luego demanda-
ron justa, y los eaualleros despertaron a
Tristan, que estaña durmiendo. E Tristan
despertó, y tomo su cauallo e armas, e fuese
contra los eaualleros. E aquel que era vsado
primeramente en armas, fuese para Tristan,
e diole tal golpe por medio del escudo, que
la lanoa le paso íi la otra parte. Mas no le
jíudo saltar las armas, e Tristan le fue a he-
rir de tal fuerza, que lo echo en tierra del
cauallo malamente herido, e tiro la lan^a e
fuese para el otro cauallero; y el, en que
vio a su conpafiero caydo en tierra, boluio
contra Tristan, e diole tal golpe en el yelmo,
que la lanca quebró e otro mal no le fizo; e
Tristan le dio en tal manera, que la lauca le
metió en el escudo y salió por el costado, e
dio con el del cauallo en tierra. E los eaua-
lleros dixeron: «Merced, señor, no muramos,
y rogamosos que nos digays vuestro nombre,
que mucho nos marauillamos en couio puede
ser assi nos auer derribado» . E Tristan dixo:
«Sabed que vos ha derribado cauallero de
Cornualla». Y ellos, quando esto oyeron, di-
xeron que qual diablo truxera alli cauallero
de Cornualla, que no solian ellos derribar
los eaualleros de Londres. «E por la mi fe,
dixo el vno de los eaualleros, que yo no to-
mare mas armas», e fizo gran duelo; y el
otro cauallero fuese por su camino. E sabed
que de los dos eaualleros, el vno auia nom-
bre Leonel y el otro Bores (^), e fueronse
su camino hasta la corte del rey Artur para
contar aquellas nueuas.
E don Tristan se torno para las tiendas, e
los eaualleros de Cornualla, quando vieron
que Tristan fazia tan grandes cauallerias,
ellos se marauillauan del, y fueron alegres y
pagados. Dizo la historia que mientra Tris-
(' I Sus nombres figuran en La Bemanda del Saneto
Orial.
DON TRISTAN DE LEONIS
36í
tan y los caualleros estañan en aqnella ale-
gría, allegóse en aqnel puerto vna nao qne
venia de Yrlamla, e en ai¡uella venia el rey
Languines de Yrlanda, e traya ende su con-
pañia, y venia a Cainalot al reyArtur, por
escnsarse de viiTf culpa (píe le'áuialeuantado
de trayeion, Brauor, sijbrino de Langarote
del Lago, que auia muerto a trayeion en su
corte a vn su sobrino. E luego, desque ouie-
ron amarrado su nao, el vey Languines pre-
gunto de quien era aquella nao y aquella
tienda, e los marineros dixeron que era de
don Tristan, y el rey, quando lo supo, fue
muy alegre, e dixo: «Señor Dios, si yo pu-
diesse acabar con Tristan que hiziesse la ba-
talla por mi, todos tienpos seria muy alegre,
que yo no podria durar contra Brauor, que
es mucho mejor cauallero ^ue no yo». E
quando el rey fue fuera, demando luego por
Tristan, e los caualleros dixeron a Tristan
que vn rey lo demandaua. E luego salió
Tristan fuera de la tienda, e como vio al rey,
luego lo conoció, y fuelo a abracar e hizole
muy gran lionrra, assi como a rey pertene-
cía; y entráronse en la tienda. E desque el
rey e Tristan fueron assentados, Tristan de-
mando al rey de su hazienda, e qual ventu-
ra lo auia alli traydo, y el rey dixo: «Tris-
tan, sabed que muy malas nueuas os jjuedo
dezir, e jamas en ningún tienpo fui tan triste
como agora, e he seydo de poco tienpo acá»;
e Tristan le demando ipie en que manera.
«Sabed que Brauor, sobrino de Lancarote,
me ha acusado de trayeion en la corte del
rey Artur, por vn cauallero que vino a mi
corte, e hize pensar del de todo aquello qne
le fue necessario, efue ventura que murió, e
Brauor dize que yo lo mate a trayeion, e por
esto me vo a desculpar; pero quiéreos rogar
assi como aquel que mucho amo, que fagays
esta batalla por mi con Brauor, porque el es
mas valiente que yo, e hazeros he juramen-
to como rey que no soy en culpa desta
muerte». E Tristan dixo: «Si vos me lo ju-
rays, yo haré la batalla por vos, si vos me
prometeys vu don, qual vos le yo demanda-
re» . Y el rey ge lo otorgo. E luego las tablas
fueron puestas e assentaronse a comer, e
quando ouieron comido, el rey y Tristan se
fueron a dormir. E quando vino la mañana,
Tristan se fue a ca^a, e en el camino se en-
contró vna donzella que traya vn escudo, y
en el eran figurados vn cauallero y vna don-
zella, y el escudo era hendido desde en-
cima hasta las bocas del cauallero y de la
donzella. E quando Tristan vio el escudo,
saludo a la donzella, e dixo: «Donzella ¿de
quien es este escudo?» Y olla dixo: «Señor,
licuóle a Camalot vn cauallero que ama vna
donzella de gran amor, y el ni ella no
fazen amor carnal, sino assi como los veys
pintados en este escudo, e piensan que nin-
guno sepa de su amor sino ellos, e por esto
que vna dueña sabe toda su fazienda, les
embia este escudo. E luego que ellos ayan
hecho amor carnal en vno, luego el escudo
sera cerrado». E encomendáronse a Dios,
e fuese cada vno por su camino. Y entran-
do la donzella en la floresta, topo con vn
cauallero y demandóle el escudo, e ella dixo
que non queria, e luego el cauallero ge
lo tomo, e hirióla con el cuento de la lan^a,
E la donzella se torno para las tiendas dando
bozes a Tristan, y quando la vio venir, di-
xo: «Donzella, ¿que has?» «Señor, tope con
vn cauallero que me ha tomado el escudo,
por que os ruego que me ayudeys a cobrarle» .
E Tristan llamo a Gorualan, qne le truxiesse
armas e cauallo porque acorriesse a la donze-
lla. «Por Dios, dixo Grorualan. a mi parece
locura en querer prouar todas las auenturas» .
Dixo Tristan: «No seria cortesía que esta
donzella quedasse desonrrada, e esta bata-
lla de mi y del cauallero no se puede escusar
si le hallo». E armóse e subió en su cauallo,
e fue donde la donzella lo lleno, y anduuo
hasta que alcance al cauallero, y llamólo a
alta boz, e dixo: «Cauallero, dexad el escu-
do, si no, aparejaos a la batalla». Y el caua-
llero se boluio, y abaxo la lanca, e fue a
herir a Tristan de tal poder, que la hizo pe-
dacos, e Tristan le dio tal golpe con el cuen-
to de la lanca, que dio con el en tierra. E
esto hizo por no quebrar el escudo, e diole a
la donzella, y ella le dio gracias por ello. E
Tristan saco la espada por le cortar la cabe-
ca, y el pidióle merced. E Tristan le dixo
que no lo haria si no le dixesse su nombre;
y el dixo: «Yo soy Brines sin piedad. Eue-
goos, por Dios, que no muera». Tristan,
quando lo supo, fue triste por no le auer
muerto, e dixo Tristan: «No ayas miedo, que
no te matare, mas yo vos con] uro por la lionrra
de la caualleria y vos mando que vayays de-
lante Graluan, luego derechamente, y empre-
sentarvos heys a el de mi parte» . Y Brines
ge lo otorgo; mas antes quisiera el que Tris-
tan le cortara vno de sus miembros, que fazer
aquello. E luego se partieron el vno del
otro. E la donzella dixo a Tristan: «Señor,
nueuas vos diré del rey Artur e del rey de los
cien caualleros y del rey de Escocia, e qua-
tro reyes son en Camalot contra el rey Lan-
guines, e Brauor, sobrino de Langarote». E
Tristan se fue a las tiendas, e dixo al rey lo
que auia dicho la donzella, edixole: «Señor,
partamosiKJS luego para alia» ; e fueronse a la
cibdad de Camalot.
364
LIBROS DE caballerías
XJX
De como Tristan entro en canpo coii Brauor,
sobrino de Langarote ^ ^ lo mato, por escu-
sar al rey Langiiines de vna traycion que
le acusauan.
Muy ricas tiendas y armas y ricos apare-
jos hizieron Ueuar luego; y el rey \Tia ves-
tido de ricos paños, e Tristan yua armado
bien de todas armas, encima de su cauallo,
por tal manera que ninguno no lo conocies-
se; e vn cauallero le lleuaua la lanca, e otro
el escudo. E anduuieron tanto, fasta que lle-
garon a Camalot, e alli fueron ellos bien re-
cibidos; e luego el rey Languines se fue al
palacio del rey Artur, e dixo: «Rey Artur,
yo soy venido aqui a vuestra corte por me
escusar de la traycion que Brauor me ha
opuesto, e por esto me quiero yo defender
que aquello que el dize no es verdad; e por
esto quiero yo que este cauallero se conbata
por mi. que yo, en la muerte de aquel caua-
llero, no merezco mal» . E luego Brauor, que
estaua presente, se leuanto en pie, e fuese
a Tristan, e diole el gaje de la batalla. E
Tristan lo recibió; e otro dia fueronse los
quatro reyes al campo por guardar derecho,
e Tristan aparejóse muy bien y espero al ca-
uallero a la batalla, e luego vino Brauor e
vinieron con el Leonel e Bores de Gaones,
sus primos, e tiráronse a vna parte, e dixe-
ron a Brauor: «Agora es tienpo de fazer
como valiente cauallero, porque no venga
desonrra a vuestro linaje, que nos vemijs al
cauallero encaualgado en buen cauallo, e
auemos miedo que no le podreys sofrir ni
endurar» . E Brauor dixo: «Vos vereys que yo
haré tanto de armas, que, avnque fuesen
tales diez caualleros como el, yo les meteré
so tierra». E pusiéronse dentro en el canpo
y desafiaronsse los caualleros, e fueronse a
herir de tal poder, que los cauallos e caualle-
ros cayeron en tierra, que todo honbre pen-
saua que fuessen muertos; e luego los caua-
lleros pusieron mano a las espadas, e fue-
ronse a ferir de tales golpes, que era mara-
uilla; e conbatieronse muy fuertemente de
la primera batalla, que todos los que los vian
se marauillauan. E tirauanse afuera los ca-
uallei'os el vno del otro por cobrar fuerca; e
no estuuieron mucho posados, que luego se
leuantaron el vno contra el otro, e fueronse
a ferir de las espadas tan mortalmente, que
fuego salia dellas. E tantos golpes se dieron,
que las pie(,-as de los escudos y de las lorigas
andauan por el suelo; e fueronse muy eno-
jados de los golpes que se dauan, assi que a
Brauor le yua ya menguando la fuer(;'a y el
poder. Tleuantaronse donde estaitan mirando
Bores y Leonel, que no (juisieron ver morir
a su primo a tal muerte, e fueronse por su
camino. E los dos caualleros tanto se conba-
tieron e tantos golpes so dieron, assi que
Brauor dixo: «Cauallero, mucho querría sa-
ber vuestro nombre, por tal que supiesse
quien me mata o a quien mato». E dixo
Tristan: «Yo no vos diré mi nombre fasta
que me digays vos el vuestro». Y el dixo:
«Cauallero, yo he nombre Brauor, sobrino
de don Langarote del Lago». E Tristan dixo:
Yo he nonbre don Tristan de Leonis, sobri-
no del rey Mares de Cornualla». E luego aleo
el espada, e diole tan gran golpe etan pode-
roso, que el braco con el escudo le hecho en
tierra, e cayo muerto. E Tristan, desque lo
vio muerto, sacólo del canpo, e subió en su
cauallo, e fuese a ios quatro reyes, e dixoles:
«Señores, aquel cauallero lo ha tan mal fe-
cho, que no podria peor, e por esso querría yo
que metiessedes paz entre el rey Languines
con sus parientes, e que nos fagays vuestra
carta como auemos hecho lealmente nuestra
batalla, e como el rey Languines sea librado
y desculpado deste fecho» . Luego los quatro
reyes dixeron: «Cierto, este cauallero es el
mas cortes que nunca fue en el mundo, que
ha muerto el cauallero y demanda paz»; e
luego los reyes dixeron: «Yos y el rey libra-
dos soys, y podeys yr sanos a vuestra volun-
tad; que vos fezist.es lo que deuiades y sal-
uastesvos a derecho» . E quando Tristan oyó
esto, luego salió del canpo, e dio despuelas
al cauallo e fizóle dar grandes saltos; e yua
tan buen cauallero y de tan buen gesto, que
toda la gente se marauillaua del, y dezia que
era de gran poder, que parecía que nunca se
auia conbatído, según las cosas lazia encima
de su cauallo, Luego el rey Languines salió,
e dixo a los reyes: «Señores, pues el mi ca-
uallero se va, yo me quiero yr, porque vos
ruego que me deys licencia, que me quiero
tornar para mi tierra, pues que Dios me ha
ayudado en este pleyto». E los reyes le di-
xeron que primero les diría el nonbre del
cauallero, que en otra manera no le dexarian
yr. Y" el dixo: «Sabed que es Tristan, hijo
del rey Meliadux e sobrino del rey Mares» .
E quando ellos esto oyeron, marauillaronse
mucho como Tristan era en aquellas partes.
E luego dieron licencia al rey, y el rey Lan-
guines caualgo e fuese con su compaña con-
tra la mar, e anduuieron tanto hasta que lle-
garon a Tristan. E Tristan, quando les vio
venir, fue contento de su tornada, y estuuie-
ron en gran solaz en sus tiendas hasta que
vieron el tiempo aderezado para entrar en
sus naos, y el rey dixo a Tristan: «Señor
J
DON TRISTAN DE LEONIS
365
Tristaii, ¿que sera de vos? ruego vos que me
íagays coupañia hasta mi tierra, e fazerme
eys señalada honrra» . E Tristan le dixo: «Yo
tengo de fazer mi viaje lexos, mas por vues-
tra honrra yo me yre con vos hasta Yrlanda,
e alia vos contare mi hazienda» . Y el rey e
los caualleros fueron muy alegres, y reco-
gieron todos sus cauallos e armas a las naos,
e alfaron velas, e singlaron por la mar. E
assi fueron su viaje muy alegres, e paga-
dos en conseruacion la vna nao de la otra;
c Tristan dixo a sus caualleros: «Agora ten-
gamos pora cabado aquello por que veníamos.
I'or ende, de oy mas no os cale auer miedo
de yr a Y^rlanda, que mucho les he hecho
gran honrra, por que es menester que vaya-
mos con el rey Langtiines» . Y ellos hizieron
gran alegría; e ouieron tal tiempo, que en
pocos dias fueron al puerto de Yrlanda, e
qnando las naos fueron llegadas y los del
reyno vieron los pendones y señas del rey,
e oyeron las trompetas y añafiles y el plazer
que mostrauan, fueron alegres por su veni-
da, ca bien cuydauan que nunca tornarla su
señor, e assi fuera sino por Tristan.
XX
De como el rey Languines de Yrlanda e don
Tristan llegaron al puerto de Yrlanda. e
de como le salieron a recehir la reyna e su
hija Ysco la hrnnda.
ISÍo era bien llegado el rey al puerto, qnan-
do fueron las nueuas a la reyna. E toda la
corte se ayunto, e fneronse con gran alegría
a la mar, qual a pie, qual a cauallo, ¡Dará re-
cebir a su señor. E la reyna e su hija^Yseo
la brunda fueronse derechamente p)ara do eí
rey auia salido, e estaña Tristan con el rey.
E la reyna e su hija fueron a abracar al rey,
e hizieron grandes alegrías con el, ca mucho
lo auian desseado, e dixeronle: «Señor, vos
seays muy bien venido, que agora somos
alegres, pues Dios vos ha traydo sano e con
honrra» . E luego L^s altos hombres, e caua-
llei'os, e dueñas y donzellas, le fueron a be-
sar la mano, y el ge lo tono en gran seruicio,
e dixo el rey; «Dueñas e caualleros, fazed
gran honrra y reuerencia a este cauallero, el
qual es Tristan, que ha heclio la batalla por
mi, que si no por el, yo no fuera tornado a
esta tierra ni con tan gran honrra» . E la
reyna, ([uando supo esto, hizo grande honrra
a Tristan, e tanto auia el plazer con el e ale-
gría, que no se le nembraua de su hermano
Moriot que) matara; e Y^seo su hija la infan-
ta fue muy alegre por la su venida de Tris-
tan, porque el era su cauallero y ella lo auia
guarido. E toda la gente hazia grande hon-
rra a Tristan. E luego caualgaron e fueronse
para el palacio del rey, e ouieron gran pla-
zer e alegría. E las tablas fueron puestas, e
assentaronse a comer, e holgaron aquella
noche; e otro dia de mañana, en leuantan-
dose el rey, toda su corte se ayunto en el pa-
lacio, e fueronse a oyr missa; e aquella ale-
gría íes duro quinze dias. E Tristan estouo
gran tiempo en la corte e ganaua las volun-
tades de los de Yrlanda, e hazían cada dia
justas e torneos; assi que en todas las cosas
íleuaua Tristan el prez y el loor de toda la
gente, assi que toda la gente de la tierra le
auian gran amor, e le fazian grandes serui-
cios quanto podían. E auia ya passado gran
tienpo que Tristan estaña en la corte, e
siempre aguardaua tiempo oportuno para pe-
dir al rey el don que le tenía prometido, e
vn dia fue Tristan delante del rey e dixo:
«Señor, vuestra merced me oya; yo querría
que me diessedes el don que me prometistes
qnando yo ñze la batalla por vos». El rey
dixo: «Demandad lo que vos plazera, que
dado vos sera». Dixo Tristan: «Yo vine a
vuestra corte por mandado de mi señor el
rey Mares, por que leuasse vuestrahija Yseo .
que quiero por muger, e quiere ser vuestro
amigo. Catad aquí sus cartas» . El rey tomo-
las e leyólas, e respondió a Tristan e dixo:
«Mucho me tengo por honrrado si el rey
vuestro tío quiere' mi fija por muger; pero
yo querría que vos la tomassedes y me ter-
nia por mas honrrado por ello» . «Señor, dixo
Tristan, muchas mercedes; esto no faria yo
por ninguna cosa, mas ruégeos que me la
deys por que yo la lieue para mí tío el rey
Mares, que yo ge la prometí bien y lealmen-
te». El rey dixo: «Pues ge la prometistes, a
mi plaze de buenamente que la leueys, que
le sea dada por muger por amor de vos» . E
luego el rey fizo ayuntar su corte, e delante
todos díole a Tristan su hija, diziendo:
«Tristan, yo vos do mi fija Yseo en presen-
cia de todos los de mi corte, y dovosla assi
como a buen cauallero, e ruegovos que le fa-
gays buena guarda» . E Tristan la recibió
assi. E Yseo beso las manos al rey e a la
reyna su madre, que ende estaua, assi como
hija, y se despidió de toda la corte; e todos
ouieron gran plazer e alegría, e loauan a
Dios, y dezian: «Agora auremos paz con
nuestros enem.ígos mortales de Cornualla»; e
luego se acogieron todos en su nao. E la
reyna dio a su hija Yseo muchas joj^as e
buenas, e Grorualan y Brangel, la dQuzella
de Yseo, leuauan todas las joyas. E dio la
reyna a Brangel vn breuaje amoroso, e di-/
3G6
LIBROS DE caballerías
xole: «Amiga Brangel ('), aqueste breuaje da-
reys tos a mi hija y al rey Mares la primera
¡ noche que en vno durmieren, e lo que queda-
/ re derramaldo en tierra, e guardadlo bien
i que ninguno no beua dello saluo ambos a
' dos» : y ella dixo que le plazia de lo fazer. E
luego se despidieron vnos de otros, e la reyna
louedo triste quando della se partió, e hazien-
üo gran duelo.
De como don Tristan e Yseo partieron de Yr-
landa, e de como los echo la tormenia en
la ysla del Gigante, e como los ¡Ji'endieron
los de la ysla.
Después que Tristan e Tseo fueron dentro
en la nao, el tienpo les hizo bueno, e alearon
velas la via de Cornualla; y ellos yendo assi,
vn dia don Tristan e Yseo, jugando al axe-
dres, hazian gran fiesta, e no auia entre
ellos ningún pensamiento de amor carnal, y
ellos auían1mry~gfan sed. E Tristan dixo a
Gorualan que les diesse a beuer, e dixo Gror-
ualan a Brangel que les diesse a beuer a
Tristan e a Yseo; y ella tenia las llaues del
vino j de los letuarios. E Brangel estaua
amodorrida de la mar, e Gorualan tomo las
llaues de la cámara que tenia el vino y el
breuaje amoroso, y pensó que era vino e dio
a beuer a Tristan y a Yseo dello, e torno la
redoma en su lugar (2); e torno las llaues a
Brangel, e a Brangel vinosele mientes del
breuaje amoroso, y leuantose e ñiesse a la
cámara, e hallo por la vista de las redomas
que les auia dado a beuer del breuaje, e fue
triste e muy cu}i:ada por que tan mala guarda
auia fecho en lo que su señora la reyna le
pusiera en guarda. E como quier que ella se
touiesse por culpada e se arrepentiesse, en-
cubriólo, e no quiso dezir cosa, ni dar a
entender nada. E luego que Tristan e Yseo
ouieron beuido el breuaje, fueron assi en-
amorados el vno del otro, que mas no podia
ser, e dexaron el juego del axedrez, e su-
biéronse arriba en vna cama, e comencaron
de hazer vna tal obra, que después en su
vida no se les oluido, ni les salió del corason
por miedo de la muerte, ni de otro peligro
que les acaescer pudiesse. Por lo qual se
(') Esta doncella se llama Brcnfiicfíin en el Sir
Trixtrem iTiglés. y Brttigvii'n en los textos franceses.
{') En el Sir Trhtrcm , publicado por Waltcr
Scott, hay un episodio de conmovedora delicadeza: un
perro, favorito de Tristan, llamado Ilodain, lame las
últimas gotas del brebaje, y su suerte queda indisolu-
blemente anida á la de sus amos.
vieron en grandes peligros y vergüenzas
fasta la muerte.
E después que ouieron acabado su volun-
tad el vno del otro, tornaron a acabar el
juego del axedrez que tenian comencado. E
quando ouieron acabado, tomóles vna tor-
menta en la mar, la qual les duro quinze
dias, e ouieron por fuerza de correr en popa,
y el viento era tan fuerte, quel mastel e los
timones y velas dio con todo en el fondo, e
la tormenta los echo en la ysla del Gigante.
E quando ellos fueron al puerto, Tristan
l^regunto que en que ysla eran arribados. El
maestre le dixo: «Cierto, en mal lugar, que
esta es la ysla del Gigante, e todo honbre
que aqui es arribado, esta en peligro de
muerte o de prisión; e a nos assi conuiene
aqui morar, que la nao es aqui rendida» . E
luego que fueron ay llegados, todos los de
la ysla se leuantaron e tomaron armas. Y el
señor de la ysla tenia costunbre que todo
honbre que alli Uegasse fuesse muerto o
preso; luego llegáronse diez caualleros e di-
xeron a los de la nao: «Sali ñiera, si no, se-
reys todos muertos» . E quando los de la nao
aquello oyeron, comengaron rezio a sospi-
rar, e Yseo lloraua, e dixo: «Señor don Tris-
tan, vos me aueys traydo en este lugar, don-
de ninguno de quantos aqui están no podra
escapar de prisión e yo de ser desonrrada».
E dixole Tristan: «Señora, no desmayeys,
que mientra yo fuere biuo y esta gente a mi
quisieren creer, verdaderamente yo vos de-
fenderé; e bien sabeys vos que fortuna nos
ha aqui traydo, e como a Dios ha plazido».
E los marineros dezian que mejor era ren-
dirse que no morir en la mar. E los caua-
lleros de la ysla tomaron las armas de todos
los caualleros, saluo la espada de Tristan,
que metió Y'sec so las faldas y teníala escon-
dida. E luego fueron metidos en prisión, e
al tienpo de las vísperas, vinieron los diez
caualleros, e Tristan les dixo: «Señores ca-
ualleros, bien sabeys que esta cortesia de ca-
ualleros, en esj)ecial a los que están en pri-
sión e fuera de su tierra como yo, dezir si
en alguna manera si podríamos salir desta
prisión». E los caualleros le dixeron: «No, y
dezirvos hemos por qual razón. Sabed quel
que fizo este castillo auia nonbre don Edon,
y era gigante, e auia doze fijos, y esto era
en el tienpo que Joseph Abarimatia vino en
esta ysla por predicar la fe de Christo, e con-
uertio gran parte de las gentes, ca bien las
dos partes eran conuertidas a Jesuchristo; e
por esto fue el muy triste, e fizo prender a
Joseph Abarimathia e hizole cortar la cabe-
ra a el e a onze de sus fijos, que eran con-
uertidos a la fe de Christo; e no le quedo
DON TRISTAN DE LEONIS
367
saluo vn hijo. E cjuando todos los ouo muer-
to, hizolos ct^har en la plar-a, por dar enxem-
plo e castigo a aquellos que eran conuertidos
a la fe de Cliristo, e hizo venir a todas sus
gentes, e dixoles: «Si alguno de vosotros no
quisiere vsar mi ley complida, esso mes-
mo liare que fize de mis fijos». E luego fizo
tomar los huessos de sus fijos y de Joseplí
Abarimathia. e fizo hazer el cimiento de
aqueste castillo sobre los huessos de aquella
gente que tomo entonces martyrio por Jesu
Christo, y esto fizo el por escarmentar la
gente estraña, que le fazian gran daño; e
por esto, de entonces acá, es esta vsanga y
esta costunbre: que todo honbre estraño que
aqui aportare, que sea muerto o preso, o me-
tido en tal prisión que jamas dende salga
por ninguna auentura, si no ay entrellos
algún cauallero que se conbata con el señor
de la ysla por fuerya de armas, e si el caua-
llero lo venciere, que quede por señor de la
ysla; e si el cauallero trae consigo alguna
dueña, el que venciere el canpo ha de to-
mar la mas fermosa, e la otra que le corte
la cabeca. E agora vos auemos contado la
verdad e la ventura deste castillo, e dende
entonces acá es llamado el castillo del Flo-
to». E dixeron: «Agora vos acordad si po-
deys fazer aquesto, e assi saldreys de aques-
ta prisión, e si no, ni saldreys vos, ni los
vuestros de aqui jamas».
xxn
De como Tristan se conhatio con Brauor el
gigante ('), señor de la ysla, e como lo ven-
do e mato, e Tristan e Yseo fueron sefwres
de la ysla.
Desque Tristan houo entendido aquello que
los caualleros le dezian, ono muy gran pe-
sar, y mas porque Yseo era ¡iresa, e dixo
entre si mesmo: «Tristan, conuienete de ha-
zer por sacar de prisión a tu señora Yseo y a
toda esta compañía» ; e con osadia e animo-
sidad respondió a l,os caualleros: «Señores ca-
ualleros, aqui entre nos ay vn cauallero que
se combatirá con esse vuestro señor» . Y ellos
dixeron: «¿Qual es?» E Tristan dixo: «Yo
^^J^^ ; J ellos dixeron: «Seria gran marauilla
si vos osassedcs combatir con el; que non ay
cauallero en el mundo que osasse esperar sus
golpes, si no fuesse Lancarote del Lago o don
Tristan de Leonis». «Assi me ayude Dios,
(') En AmadU de Gaula se llama Bravor al hijo
del gigante Balan, señor de \&\\&m&A& insola del Gi-
gante (Lib, IV. c. 47).
dixo Tristan, por ambos essos caualleros no
daria valia de vn dinero, e agora me anejas
fecho dezir villania». Y quando los caualle-
ros oyeron esto, fueron marauillados, e di-
xeronle: «Cauallero, ¿traeys alguna dueña
con vos?» E don Tristan dixo que si; y ellos
fueronla ver, e dixeron que mucho era mas
hermosa que la dueña de la ysla. E los caua-
lleros se tornaron a su señor, e dixeronle:
«Sabed que entre aquella gente que nos pren-
dimos ay vn cauallero que dize que se (]uie-
re conbatir con vos a la vsanya de la ysla,
e trae consigo vna dueña la mas fermosa del
mundo» . E quando el señor de la ysla oyó
esto, dixo a los caualleros: «Mando vos que
me lo trayays delante, e yo quiero fazer la
batalla de la manera quel quisiere» . Y luego
los caualleros se tornaron por Tristan e Y''seo,
e dixeronles que leuassen consigo vn escu-
dero e vna donzella; e tornáronles todo aque-
llo que les auian tomado; e dieronles vna cá-
mara mu3" fermosa en que estuuiessen, e ata-
uiaronles vna cama muy rica en que se acos-
tassen, e dieronles todo aquello que menes-
ter ouierón, y estouieron en aquella cámara
diez dias. E los caualleros ordenaron la ma-
nera en que lugar seria la batalla, e como se
auian de conbatir. E quando vino el dia en
que la batalla se auia de fazer, Tristan se
aparejo de todo aquello que le era menester,
e salió primero, e después leñaron a la in-
fanta Yseo, e pusiéronla en vn alto miradero,
y leñaron otrosí a la dueña muger del caua-
llero señor de la ysla, cerca de Yseo. E fue-
ron dezir al cauallero Brauor como estaua el
cauallero en el canpo. E dixo Brauor: «Bien
me plaze; ¿aueys leñado mi dueña cerca de
^la suya?» Y ellos dixeron que si. E la dueña
era fermosa, mas no era de ygualar con Yseo,
e toda la color se le auia mudado con temor
de la muerte, asi que toda la gente dezia que
mas fermosa era Yseo, avnque toda la color se
le liauia mudado. Brauor llego luego bien
aparejado, e púsose en medio del campo como
buen cauallero, e dixo a Tristan: «Caualle-
ro, yo vos desafio a la muerte». E Tristan le
dixo que esso mesmo fazia el a el. X fueronse
ferir los caualleros, e dieronse tan grandes
golpes, que los caualleros e cauallos cayeron
en tierra de tan gran poder, que las gentes
pensaron que eran muertos. Y luego se le-
uantaron en pie muy brauamente, e pusie-
ron mano a las espadas, y fueronse ferir el
vno contra el otro de gran poder, e tan gran-
des golpes se dañan, (pie muchas vezes so fa-
zian abaxar las caberas de gran poder. Y
quando Yseo veya abaxar la cabera a Tris-
tau, por los golpes que lo daua Brauor, era
muy triste, e quando Tristan auia lo mejor
368
LIBROS DE caballerías
de^la batalla, luego le venia vna color como
rosa. Los caualleros se tiraron afuera por
cobrar fuerca e holgar, que eran muy can-
sados. E quando ouieron folgado vna pieg-a,
Tristan se leuanto primero con el espada
en la mano, que era marauilla los golpes
que daua a Brauor y Brauor a el, que
muchas astillas de los escudos y de las lori-
gas andauan por el suelo, y tan grandes gol-
pes se dauan, que se pasauan las armas fasta
la carne, y salia mucha sangre dellas. E
como estañan cansados, tiráronse afuera, e
no estuuieron mucho que no se leuantaron, c
fueronse a ferir de mortales golpes. E Brauor
al^o el espada y quiso ferir a Tristan, y Tris-
tan desuio el cuerpo, e dio tal golpe en tie-
rra, que la espada fizo dos pedamos, y quan-
do Tristan vio esto, fue muy alegre, y dixo:
«Gracias a Dios porque de tal golpe me ha
escapado» . E el le daua tan espessos y gran-
des golpes de la vna parte y de la otra, que
lo traya a su voluntad. E Tristan aleo la es-
pada, y di ole tan gran golpe, que le corto el
brago, e Brauor cayo en tierra muerto; y
quando Tristan lo vio assi en tierra muerto,
ouo gran plazer, porque el estaua fatigado de
los grandes golpes que auia auido; e dixo
Tristan: «¿Que es esso, cauallero, assi me
dexays solo en el campo?»
Brauor no respondió, ca era muerto.
xxm
De como don Tristan, por la costumbre de
la tierra e de la ysla, fizo cortar la cabera
a la dueña ^ de que ouo gran pesar, y hizo-
lo con mas no poder.
Muy presto se fue Tristan a las guardas
de la ysla, e dixoles: «Señores, yo he conpli-
do lo que de razón deuia deste cauallero;
¿<]ue mandays que haga?» Y ellos dixeron:
«Queremos que nos digays vuestro nombre» .
Y el dixo: «He nombre Tristan de Leonis,
sobrino del rey Mares de Cornualla» . Y'^ ellos
dixeron: «Conuiene de cortar la cabeca a la
dueña de la ysla» . El dixo que no haria tal
villanía; y ellos dixeron que assi conuenia
liazer por la costumbre de la j'sla. Y Tris-
tan dixo: «Señor Dios, todos tiempos seré
yo triste i)or esta dueña». E mando a vno
de aquellos que le cortasse la cabeca. E lue-
go los caualleros tornaron a Tristan y a Yseo
y llf'uaronlos con gran honrra al palacio, e
hizieronlos señores de la j^sla del Floto. E
Tristan mando sacar de la prisión a sus ma-
rineros y caualleros, que se fuessen por la
ysla donde fuesse su voluntad, e Tristan e
Yseo e los caualleros estouieron assi en el
castillo mucho a su plazer, e estañan muj'-
viciosos, tanto que no seles venia en mientes
de parientes nin de amigos, ni de otra cosa
del mundo.
Estouieron en este plazer y alegría dos
años. "' """""
XXIY
De como la fija de Brauor el gigante tomo el
cuerpo de su padre e la cabera de su ma-
dre, y se metió en vna ñaue para yr a bus-
car a Galeote su hermano, a le contar el
daño que don Tristan de Leonis le auia
fecho.
Hauia vna hija Brauor, 'y tomo el cuerpo
de su padre e la cabera de su madre, e me-
tiólos en vna nao de armada que iua hazia
Cornualla, e pososse en tierra firme. E des-
pués que fue passada, ñzo fazer vna carreta
para llenarlos, e anduuo tanto por los reynos
e por muchas partes buscando a su hermano
Galeote el brauo, señor de las Luengas Inso-
las. E a cabo de vn gran tiempo, la ventura
la lleno a vn castillo, el qual era llamado el
castillo de la Encantadora. E andando ella
assi con su compaña, encontró a vn caualle-
ro armado de todas sus armas, y ella le sa-
ludo, y el le torno las saludes, y ella le dixo:
«Señor cauallero, ¿sabreysme dezir de vn
cauallero que ha nombre Galeote, señor de
las Luengas Insolas?» E el dixo: «Donzella,
¿por que lo demandays?» Dixo ella: «Yo le
querría dezir nueuas de vn mal y daño que
ha hecho don Tristan» . «¿Que daño?» , dixo el.
«Por Dios, señor, dixo eUa, el daño es este,
que el ha muerto su padre e su madre» . Y
el dixo: «Donzella, ¿donde lo sabeys vos?»
«Por esto lo se yo, dixo ella, porque soy su
hija, y trayo el cuerpo de mi padre y la ca-
be9a de mi madre». El cauallero dixo: «Rue-
govos que me lo mostreys» . Dixo ella: «Esso
no fare yo hasta que me digays vuestro nom-
bre». Luego el cauallero al^o la visera del
yelmo e comencé de llorar fuertemente. E
ella lo conoscio que era su hermano, y torno
contra el y fuelo a abra(,'ar. E alli fizieron
muy gran duelo y llanto. E allego luego al
llanto el rey de los cient caualleros, que ve-
nia de caca, e quando los el vio llorar, co-
noscio a Galeote, e marauillose porque 11o-
raua, e preguntóle que auia o i)or que fazia
aquel duelo; e Galeote so fizo conocer a el, e
contole la razón como le era venido aquel
mensaje. E entonce el rey de los cient caua-
lleros comentólos de confortar, y llenólos a
vn su castillo, c alli los fizo enterrar muy
DON TRISTAN DE LEONIS
369
honrradamente, e iDusieron en que manera
eran muertos, y escriuieron encima del mo-
numento: Aquí yaze Brauor, de linaje de
LOS GIGANTES, SEÑOR QUE ERA DE LA INSOLA DEL
CASTILLO DEL PlOTO, E LA CABERA DE SU MU-
JER. Los QUE LES MATO, TrISTAN DE LeONIS,
POR SU AUENTURA. Estamlo assi. Galeote dixo
que buscaría a Tristan por se conbatir con el
e por vengar aquesta desonrra que le fizie-
ra, e rogo al rey de los cient caualleros que
fuesse con el, y el dixo que auia de yr a la
corte del rey Artur por algunas cosas que
auia de ver con don Lancarote. «E luego
que esto aja fecho, yo vos prometo lealmente
que yo os seguiré, e rogare a don Langarote
que vaya ende con vos; después podremos
contra el, e prouaremos con aquel que dize
que es tan buen cauallero; e vos atendernos
lieys». E Graleote dixo que no atenderla por
cosa ninguna. «E ante quiero alia passar
con vn escudero solo». Y el rey le rogo mu-
cho que lo quisiesse atender, y el jamas
quiso. Y el rey le dixo que le ¡prometía quel
y Lancarote passarian alia con caualleria a
lo ayudar. «E podremos con Tristan, e por
ventura que seremos alia el e yo ante que
vos». Luego se partieron el vno del otro. Y'^
el rey se fue para la corte del rey Artur a li-
brar con don Langarote e passar en la insola;
e Galeote se fue con su escudero para la mar;
e fallo Galeote vna nao que jua, a Yrlanda, e
metióse dentro en ella. E quando el fue lue-
ñe de tierra, el dixo al maestre de la nao que
fiziesse la via de la ysla del Gigante. El
maestre le dixo: «Bien soys vos loco, caua-
llero, que quereys que seamos todos muer-
tos o presos. Sabed que no ha persona que
alia vaya que escape de la muerte» . E Ga-
leote le dixo: «Por aquesta razón quiero yr
alia». «Señor, dixo el maestre, no podeys yr
en aquesta nao» . E Galeote, quando vio que
no queria yr esta via, saco la espada, e diole
tal golpe, (|ue la cabe§a le corto; e tornóse
contra los marineros y dixoles: «Si no fazeys
lo que vos mando, esto fare de vosotros que
hize al maestro». Y" ellos, con miedo, dixe-
ron que farian su mandado. E anduuieron por
mar fasta que llegaron a la ysla del Gigante.
E (piando ellos fueron llegados, las guardas
vinieron contra ellos, e dixeronles: «Vos-
otros salid de la nao fuera, si no, todos se-
reys uiucrtos». E Galeote dixo: «A niy pla-
zo de salir fuera de la nao en tierra, ca por
esso so aqui venido, por me conbatir con
vuestro señor» . Y^ luego salió fuera, y me-
tióse en poder dellos. y ellos leñáronlo al
castillo del Ploto, y fueron a Tristan e con-
táronle toda la razón como el cauallero se
queria conbatir con el. Y quando Tristan
r.iBRos DE caballerías.— 24
oyó esto, marauillose quien era el cauallero,
y pensó si era Lancarote; e Y'seo e Gorualan
pensauan quien podria ser el cauallero; e
Tristan dixo que qualquier cauallero que
fuese de la corte del rey Artur, que no le
diria de no. E dixo a los guardas quel faria
aipiella batalla, y que mientras mejor fuesse
el cauallero, mas honrra alcanzarla; y ellos
tornáronlo a dezir a Galeote. Y otro dia de
mañana leuantose Tristan, y armóse bien lo
mejor que pudo.
XXY
De como don Tristan peleo con Galeote^ hijo
de Brauor' el gigante ^ señor de la insola, que
mato Tristan.
A Yseo fizo vestir Tristan los mejores pa-
ños que ella tenia, e hizola caualgar en vn
palafrén porque viesse la batalla. E el caua-
llero estaua ya en el campo; e Tristan caual-
go en su cauallo y fuesse para el campo, don-
de mucho auia que lo esperaua el cauallero,
y lleuaua consigo a Gorualan e a otros, e
preguntóles: «Yos ¿saberme yades dezir su
nombre?» E dixeron que no; y fueronse al
campo, y dixo a Gorualan: «Yd al cauallero
y saludaldo de mi parte, e dezilde que me
diga su nombre» . E Gorualan se fue para el
cauallero, e dixole: «Tristan vos embia dezir
que le digays vuestro nombre» . Y quando el
lo oyó, fue muy ayrado, porque pensó que ge
lo embiaua dezir ¡íor escarnio, e dixo: «Mu-
cho me ha desonrrado esse vuestro señor,
mas vos me lo saludad como a enemigo mor-
tal que yo tengo, e dezidle que yo so Galeo-
te, el señor desta ysla, y so venido por le
matar y vengar la muerte de mi padre e
madre». E Gorualan se torno a Tristan, y
contole lo que Galeote le dixera. Y quando
Tristan lo oyó, fue alegre y dixo: «Señor
Dios, gracias vos do ¡wrque yo soy en campo
con tan honrrado cauallero» . Luego se des-
afiaron, y fueronse ferir tan mortalmente,
que los caualleros y cauallos cayeron en tie-
rra, y por el gran ardimiento que era en
ellos, luego se leuantaron en pie, e pusieron
mano a las espadas, y fueronse ferir tan
mortalmente, que dellas fazian salir fuego, e
dieronse tantos golpes el vno al otro, que
mal de su grado se unieron de tirar afuera,
por cobrar fuerga; y a poca de ora se leuan-
taron en ¡jie, y fueronse ferir de buena gana.
E mientra ellos se conbatian, vieron venir
vn cauallero armado aquellos que guardauan
el canpo, e dixeron: «¿Que cauallero es aquel
que viene a entrar en el canpo?» Y fueronse
370
LIBROS DE CABALLERÍAS
para el, y demandaron quien era e como.ania
nonbre. El dixo: «Yo soy rey de cient cana-
lleros, e agora llegue al puerto, e vengo
ayudar a Galeote». T el roydo se leuanto
entre ellos grande, diziendo: «Muerto es
Tristan, que no puede escapar» . Y el rey de
los cient caualleros venia armado, e Tristan,
quando sintió esto, boluio contra aquella
parte, e vio venir cient caualleros, los quales
eran venidos con el rey. E todas las gentes
comencaron a fuyr. E los caualleros de Tris-
tan comencaron de armarse, que bien enten-
dieron que seria menester, según la gente
recrecía. E Graleote dixo a Tristan: «Agora
soys vos venido al punto de la muerte, e po-
dreys pagar los tuertos e agrauios que teneys
fechos a los señores de la ysla que son de-
funtos. que ved aqui el manifico rey de los
cient caualleros do viene, e no podreys es-
capar de mis manos» . E Tristan dixo: «Yos
no me dezis esto sino por me espantar, mas
yo bien se que tan alto principe como vos
soys no querriades que la batalla ñiesse em-
pegada de vuestra mano e que se acabasse
por mano de otro, mientra que vos fuesse-
des biuo; y aquesta batalla comencamos vos
e yo, ambos conuiene la llenemos a fin, por-
que yo no me guarde de otro mientra vos
seays biuo; y vos muerto, después venga
otro qualquiera, que yo me conbatire con
el». Y en estas palabras diziendo, llego el
rey de los cient caualleros con vna lanea en
la mano y ñiesse para Tristan para lo ferir,
e Tristan dio vn salto contra Galeote, e dixo:
«Esto no es cortesía, ni lionrra de caualle-
ria» . E Galeote hablo al rey de los cient ca-
ualleros, e dixole: «Señor, vos sereys mal
andante si vos eonbatis con Tristan mientra
que yo fuere biuo, porque os ruego que os
tireys afuera y dexadme conbatir con el, ca
bien sabeys vos que la batalla fue comengada
por mi, e quiero que se acabe por mi, que
yo haré todo mi poder hasta la muerte, y des-
pués que yo fuere muerto, fazed como buen
cauallero, que menester os sera». Y luego los
caualleros se retiraron afuera. E quando don
Tristan vio la cortesía que Galeote dezia,
pensó en si mesmo el daño que le auia he-
cho de su padre y madre, que avnquel de-
xasse esta batalla que no le seria desonrra
alguna, e que peor seria si lo el matasse,
que todos los caualleros de la Tabla Redon-
da, y el rey Artur y Lancarote, le querrían
gran mal. Luego Tristan tomo el espada por
la punta, e finco las rodillas delante de Ga-
leote, e dixole: «Galeote, yo vos he oydo de-
zir mucha cortesía, e conozco que vos tengo
gran tuerto, sin culpa, que yo no he, de vues-
tro padre ni madre, y vengo a vuestra mer-
ced, e do vos esta mi espada para que hagays
de mi toda vuestra voluntad, que yo auia lo
peor de la batalla e vos auiades lo mejor».
E Galeote dixo: «Señor Tristan, gran corte-
sía hallo en vos porque aueys fecho esto, e
yo os he mucho que agradecer, que bien sa-
bia yo que contra vos no lo pudiera sofrir,
que yo auia lo peor de la batalla, e avn po-
neysme el espada en la mano y demandays-
me perdón; y pues assi es, yo os perdono
todo mi mal querer, como quiera que non era
ligero de perdonar; y perdonóos por tres co-
sas: La vna porque se que no matastes a mi
padre a traycion, antes como honbre que se
quiere librar de prisión, que no os calla ha-
zer otrar cosa, por la mala vsanca desta ys-
la. E la otra porijue soys vno de los mejores
caualleros del mundo. E la otra jjorque yo
he voluntad de os llenar a Langarote, que es
gran amigo mió y ha gran desseo de os ver
e hauer vuestra conpañia, por las bondades
que de vos dizen, y entonces seré yo el mas
alto principe del mundo quando tales dos
caualleros que tanto valen touiere por ami-
gos; y ruego vos que vays comigo a la corte
del rey Artur» . E Tristan dixo que haria
toda su voluntad. Y echaron los escudos y
fueronse a abracar con gran amor. E quando
Y'^seo e la otra gente, que eran tristes, vieron
la paz hecha, fueron alegres e abrieron las
puertas del castillo, (^ Y§22.Jy-^^6 P'^^"^ ^^^
caualleros, G hizolos desarmar, ygatoles las
llagas, yJiallola^jmiSj2eligtos£^^
que a Tristan, y luego que los ouo catado,
dixoles: «Caualleros, sed seguros destas lla-
gas, que no aureys que temer, loado sea
Dios». E Tristan guáreselo en quinze dias,
y Galeote en dos meses. Y quando fueron
bien sanos, ouieron gran plazer ellos y toda
la gente de la tierra, y entonce demandaron
Galeote y el rey de los cient caualleros que
quien era aquella dueña, e Tristan dixo
como era hija del rey Langnines de Yrlan-
da, e que la leuaua al rey Mares do Cornua-
11a su tio, que la quería tomar por muger; y
quando ellos oyeron estas palabras, fueron
tristes, por quanto don Tristan no podia yr a
la corte del rey Artur con ellos. E dixeron:
«Pues assi es que vos es encomendada la don-
zella , no podeys yr a la corte del rey Artur,
que no seria cortesía que ella quedasse aqui;
mas ydvos con Dios. Empero rogamosvos
que luego que la ayays presentado al rey
Mares, que vays a Camalot». E Tristan pro-
metiogelo bien y lealmento. E cierto fuera,
sino que a poco tiempo murió Galeote, por
lo (jual fue muy triste; y ellos estando en es-
to, desfizieron el castillo del Floto fasta los
cimientos y desfizieron la mala vsanga de la
DOÍí TRISTAN TE LEONTS
371
isla, e Tristan hizo aparejar vna nao para si
e para su compañía, j despidiéronse de Ga-
leote y del rey de los cient caiialleros y de
la otra gente, y recogiéronse en la nao, c
fiieronse para Cornnalla; e Galeote finco en
la ysla por señor della, y escriuio vnas car-
tas al rey Artur, y enfermo alli e murió. E
las cartas que embio dezian assi: «A vos, se-
ñor rey Artur, e reyna Ginebra, e Langaro-
te del Lago, e a todos los otros caualleros y
dueñas de la corte, yo. Galeote, señor do las
Luengas Insolas, vos quiero confessar la ver-
dad. Sabed que después que salí de vuestra
corte, yo he hauido muchas auenturas, entre
las quales oue vna la mas dura y peligrosa
que jamas cauallero del mundo pudiesse ha-
llar. Sabed que Tristan de Leonis, sobrino
del rey Mares de Cornnalla, allego en la ys-
la del Gigante con quarenta caualleros y con
Yseo la brunda, fija del rey Languines de
Yrlanda; assi que le conuenia hazer la mala
vsan^a de la ysla, e si no, conueniale ser
preso el e toda su compaña, e por esto ouose
de combatir con mi padre vno por vno, assi
como van las auenturas del mundo. E por-
que Tristan es buen cauallero, e hizo tanto
por fuerca de armas que mato a mi padre, e
corto la caber-a a mi madre. E quedo el por
señor de la ysla vn tiempo; y no ha mucho
que yo supe esto, e passe en la ysla, e con-
batime con Tristan, jiersona con persona, e
halle en el tanta de cortesia y de bondad de
armas, que a la tercera batalla yo le perdo-
ne mi mala voluntad que le auia, e hize con
el paz, e prometióme de ser en Camelot por
ver a don Langarote, luego que la reyna aya
presentado al rey Mares. E digo vos que en el
mundo no ay sino dos caualleros e dos due-
ñas: el vno Lancarote del Lago, el otro don
Tristan de Leonis. E dueñas, la vna es la
reyna Ginebra, e la otra es la reyna Tseo la
brunda. Y en aquestas quatro personas son
las bondades y las cortesías del mundo. E sa-
bed que yo he desfecho el castillo del Floto e
la mala vsanca de la ysla, y vernos hemos
ayna, si a Dios plaze» . E quando el rey Ar-
tur e la corte vieron aquellas cartas, ouieron
muy grande alegría, e hizieron muy grande
fiesta. En aquella sazon^_non era Langarote
en la corte.
XXYI
De romo don Tristan e Yseo nauejaron fasta
que llefjaron a Tintoyl.
Dize la historia que, andando don Tristan
nauegando a vn cabo y a otro por la mar,
fue voluntad de Dios que llegaron al puerto
de Tintoyl, y salto fuera don Tristan, y em-
bio quatro caualleros al rey Mares por que le
contasscn las nueuas. E el rey, quando esto
oyó, fue marauillado, porque el pensaua (|ue
fuesse muerto, e cierto no fue alegre por su
venida. Empero hizo semblante que le plazia
con su venida. E luego mando pregonar por
la cibdad que todos saliessen fuera a rccebir
a Tristan e Yseo la brunda. E caualgo el rey
con toda su caualleria, y fuesse para la mar,
y fallaron a Tristan y a Y'"seo ya salidos en
tierra con toda su compaña; e Tristan, luego
que vio al rey, hinco los ynojos ante el, y
dixole: «Señor rey, yo vos traygo a mi seño-
ra Yseo, e pongovosla en vuestras manos para
que sea vuestra legitima muger». El dixo:
«Mi amado sobrino Tristan, vos seays muy
bien venido, assi como el nías leal cauallero .
del mundo» . Y el rey, quando vio a Yseo, la
mas hermosa que jamas vio, pingóle mucho,
y comencola con gran alegría a abrapar y be-
sar, y estuuieron aquel dia y aquella noche
haziendo grandes alegrías ribera de la mar.
E luego al alna del dia ellos se aparejaron y
fueronse para la cibdad, e Yseo yua mucho
ricamente atauiada, como conuenia a noble
donzella; e todos los que la vian se agrada-
uan mucho della, y dezian que bendito fuesse
el soberano Dios que tan noble señora les
auia dado. E fueron recebidos por todos los
de la cibdad con grande honrra y alegría por
la venida de Tristan y de Yseo. En vn do-
mingo hizo el rey mandamiento que todos
los caualleros viniessen a la corte, porque
quería tomar a Y'seo por muger delante to-
dos, y esto fue luego hecho, y toda la gente
de la tierra vino ende aquel día. E el rey en
presencia de todos tomóla por muger, e oye-
ron missa con gran alegría e con juegos, y
después fueronse para el palacio, e tuuieron
muy nobles cortes, y qiuando vino la noche,
que el rey auia de dormir con la reyna,
Tristan llamo a Gorualan e dixole: «Amo,
vos sabeys bien la manera que es entre mi e
Yseo, porque es menester que tomemos con-
sejo que el rey no lo sienta». E Gorualan
díxo: «Esto, mi señor, dexadlo a mi, que 3^0
/ porne remedio en ello, en manera que el rey
no lo sienta» ; e contole como lo haría j en
que manera. E luego Gorualan se fue para
Brangel, e dixole: «Mi buena amiga Bran-
gel, esto que díre sea en poridad»; y ella
dixo: «Djzíd todo aquello que os plazera».
E Gorualan le dixo: «Bien sabeys vos la
razón que es entre Tristan e Yseo, porque
es menester que tomemos consejo sobro ello
por que ellos ni nosotros no ayanios mal, e
vos podeys poner remedio si quisierdes» . E
' Brangel dixo: «Y"o haré toda uosa que cum-
372
LIBROS DE caballerías
pía a lionrra e pro de mi señora Yseo y de
Tristan mi señor» . E Gonialan le dixo: «Vos,
Brangel, es menester qiie os acosteys esta
noche con el rey, e anra vuestra virginidad,
e quando fuere hecho, Tristan e yo pornemos
a la rey na en la cama, e vos saldreys ñiera,
,j y esto haremos nos sin lumbre, y hazeros he
>■ liazer tanto bien e honrra, que vos sereys
alegre, e darvos hemos a beuer tal breuaje
que no podays auer fruto del rey» . E Bran-
gel le dixo: «Por Dios, Gorualan, dura cosa
me paresce hazer tal cosa, pero yo fare todo
esto por my señora por que no cayga en ver-
guen(;'a». E quando vino la noche, el rey se
fue a su cámara con Tristan, y fallaron a la
reyna acostada en la cama, e Brangel estaña
debaxo de la cama desnuda, e no quedo otro
con el rey sino Tristan; e quando el rey vio
a la reyna en la cama, comentóse de despo-
jar, e mientra el se despojaua, salió la reyna
de la cama y entro Brangel. E desque fue
despojado el rey, entro en la cama, e Tristan
mato las hachas, y el rey dixo que por que
las auia matado. E Tristan dixo: «Assi es
costumbre de Yrlanda, y es gran cortesía,
porque la primera noche son las dueñas ver-
gonzosas de sus maridos, y después que han
fecho su conplimiento traben la lunbre, por
tal que vea el marido como la ha anido virgen;
e yo lo he hecho por que la reyna su madre
me lo rogo por cortesía; pero, señor, de aqui
adelante hazed aquello que vos plazera».
«Assi me salue Dios, dixo el rey, como
aipiesta es buena costumbre» . E liiego Tris-
tan salió de la cámara, e el rey hizo su ta-
lante con Brangel, y después que lo ouo he-
cho llamo a Tristan, y el vino, e dixo que
(pieria lunbre, e Tristan traxo vna liacha de
cera encendida, e mientra que el rey salió
de la cama entro Yseo, y entre tanto llego
la lunbre, y el rey paro mientes a la cama
■é vio que la auia anido virgen, e dixo entre
I /si: «Por cierto, Tristan es el mas leal caua-
^ llero del mundo» . E Tristan salió de la cá-
mara, y el rey quedo con la reyna en su so-
laz, y quando el dia fue venido y toda la
corte fue ayuntada, fueronse al palacio, y el
rey tomo a Tristan por la mano c dixole:
«Dios te de vida, e honrra, c salud, j ensal-
ce tu [>ersona, assi como el mas h^al cauallo-
ro del mundo, e yo te do este don delante do
todos: que mandes en mi reyno asi conio yo
propriamente faria, e valga todo aquello (]ue
fizieres e dixicres y mandares». E a esto
Tristan respondió e dixo: «Señor, grandes
mercedes»; e toda la corte dixo a vna boz:
«Bendito sea Dios, <iue tal don como este per-
tenesce a Tristan, ca el lo merece bien, ca por
el tenemos paz con nuestros enemigos los de
Yrlanda, j por el somos libres e no tenemos
miedo mientra el biuiere, antes seremos te-
midos en todo tienpo y lionrrados, e todo por
su caualleria y esfuer(;'0» . E assi passo Tris-
tan gran tienpo en la corte.
xxYn
Dg como la reyna Yseo mando a dos escuderos
que leuassen a vna floresta a Brangel y la
■maiassen alia.
Asi estando el rey e la reyna y don Tris-
tan y toda la corte en gran solaz bien dos años,
acontescio vn dia que el rey e Brangel esta-
ñan burlando, y el rey hablaua muchas ve-
zes con Brangel, e la reyna, que vio esto,
ouo grandes celos, e dixo: «Por la mi fe, yo
te mandare matar». Y en la mañana la rey-
na mando venir dos escuderos, los quales
eran venidos con ella de Yrlanda; hizoles ju-
rar que hiziessen su mandado, y ellos ge lo
prometieron, e la reyna les dixo: «Vosotros
yreys de mañana a la floresta, e direys que
ys por yernas para hazer baño a mi, y quan-
do fuerdes en el monte, vosotros matareys a
Brangel, que yra con vosotros». E los escu-
deros dixeron que harian su mandado, em-
pero que eran tristes por ello; e luego la reyna
hizo llamar a Brangel, e dixole: «Aparejaos
para jt de mañana con estos escuderos en
vuestro palafrén, e yreys al monte a traer de
las yernas para el baño»; y ella dixo: «Se-
ñora, de buenamente».
E quando vino la mañana, ellos caualgaron
en sus cauallos e salieron fuera de la villa
por yr donde la reyna les auia mandado, y
quando fueron en el monte, Brangel quiso yr
por vna floresta; los escuderos dixeron que
no era aquel buen camino, y llenáronla a lo
mas espesso de la floresta, e apeáronla ma-
lamente, e Brangel dixo: «¡Como! malos ca-
ualleros, ¿quereysme desonrrar, o por que
me apeays tan malamente?»
Ellos le dixeron: «No os queremos des-
onrrar, mas porque aueys aqui de morir, de
la quaí cosa somos tristes, mas la reyna nos
lo manda, e non podemos al hazer».
Brangel, quando esto oyó, comenco a llo-
rar, e dixoles: «Amigos ('} yo, os quiero de-
(') La novela en prosa francesa, dice asi: «Qnand
madame Yseult se partit d'Irland, elle avoit nne fieur
de liz qu'elle devoit porter au roy Marc; et une de ses
demci.selles en avoit une aultre. Madame perdit la
sienne, dont enst esté mal baille: quaiid la demoiselle
lui presenta par moi la sienne dont elle f ut saulvée et
cuide que pour celle bonté me fait-elle mourir; car '
je ne sais aultre achoisonj;.
DON TRISTAN DE LEONIS
373
mandar vn don, pues tenf^o de morir, que
digaj'S a mi señora la reyna quejlos^donze-
llas partieron de su tierra ¡lara yr a otra tie-
rra, e cada vna dellas llouaua vna flor, e la
vna dellas perdió su flor por mala- guarda, e
la otra diole la suya por cortesía, porque ella
no houiese daño; y por esto que fizo, vino en
muerte». E comento Brangel a dezir: «So-
ñor Dios, pues tu clemencia sabequanta leal-
tad yo en esto por que muero he tenido a
mi señora, humilmente te suplico de mi ani-
ma aj^as piedad, pues ya del cuerpo no la
touieron, e pues yo tengo ya de padecer, no
sea desonrrada por estos escuderos que con
tanta crueldad me han traydo fasta aqui,
pues ellos sabian a lo que venian, mas que
diga yo agora que ellos no tienen culpa, que
liazen el mandado de su señora, como yo
mezquina le hize, por que soy venida en esto
que tengo» . Estas y otras muchas cosas de-
zia Braugel, que no auia persona humana
que las oyesse que lastima no le hiziesse. E
los escuderos ouieron gran piedad, e dixo el
vno al otro que seria mal en matarla; y lue-
go desnudáronle sus mejores vestiduras, e
atáronla a vn árbol, y ensangrentaron las
vestiduras en sangre de vn cabrón que ellos
mataron, e ataron su palafrén cerca della, e
dixeron: «Mas vale que la coman las bestias
que no que la matemos nos» . E ¡lartieronse
della, y fueronse para la reyna, y quando la
reyna vio los escuderos, llamólos a vna cá-
mara, e dixoles si la auian muerto, e dixe-
ron ellos que si; y ved aqui sus vestiduras
sangrientas, y nuestras espadas también. Y
ella les pregunto si les dixera alguna cosa,
e ellos dixeron que si. «¿Que?» dixo la rey-
na. «Que dos donzellas partieron de su tie-
rra para yr a otra tierra, y que cada vna
dellas lleuaua vna flor; que la vna perdió su
flor por mala guarda, e la otra jjor cortesía
que le diera la suya, y que i^orque ella ge la
dio, padescia muerte» . Quando la reyna esto
oyó, comenf.-o fuertemente a llorar, e dixo:
«Ay la mi buena donzella, como yo os fa-
llesci deslealmente»; e dixo a los escuderos:
«Tornad alia e traedme sii cuerpo ascondi-
daraente, e pues que en la vida le fallesci,
en la muerte hazerle he honrra». E los escu-
deros se fueron luego, e anduuieron mucho
buscando por la floresta, e nunca pudieron
hallar el lugar donde la auian dexado; e des-
que vieron que ya era noche, tornáronse
para la corte. E Brangel, quando vio la noche,
comonr-o fuertemente a llorar, y dezia: «¡Sanc-
ta Maria, guárdame, que en gran cuyta soy!»
Y touo aqueste llorar hasta la media noche;
e mientra ella assi llora ua, fue ventura de
vn cauallero andante que passaua por la flo-
resta e oyó aquel llanto, e ouolo a gran ma-
rauilla, y boluio su cauallo contra aquella
])arte, e hallo vna gran espesura de monte,
y en aquel lugar no podia entrar con el ca-
uallo; y dcscaualgo, e saco la espada o co-
menco a cortar de las ramas, por hazer lugar
por (iondo entrasse. Y ella de miedo estaña
rogando a Dios que la guardasse, ea ella cuy-
daua que fuesse alguna bestia que la yua a
comer. Y el cauallero, quando la vio, ouo
pauor, e dio vna gran boz, e dixo: «¿Que
cosa eres tu, eres cosa encantada, o eres mal
spiritu, o como eres metida en tal lugar?»
Brangel dixo: «Y'o soy donzella carnal, que
esto atada a este árbol por manos de dos es-
cuderos que me querían desonrrar, por que
os ruego, señor cauallero, por amor de Dios
e por vuestra bondad, que me libreys deste
mal». El cauallero ouo della piedad, y cor-
tole las cuerdas con que estaua atada, e sa-
cóla de la floresta, y preguntóle si tenia ca-
uallo. Ella dixo que si y que cerca deuia
estar, que los escuderos ge lo dixeron, e fue-
ron hazla aquella parte, y halláronlo e ca-
ualgaron cada vno en su cauallo, e salieron
de la floresta e fueronse por su camino, e
yendo assi pregunto de qual parte eran los
escuderos o por qual razón la auian alia ata-
do; e Brangel le contó como dos escuderos la
auian alli dexado de casa de su padre, que le
auian muerto a su padre y que a ella pusie-
ran alli por tal que muriesse. Mas no dixo
ella nada de la reyna, que muy oculto lo tuuo,
y el cauallero le dixo: «Señora, en qual par-
te quereys vos yr, que yo os llenare alia de
buena voluntad». «Señor, dixo ella, yo no
se donde vaya, mas ruégeos que me Ueueys
a algún monesterio de monjas, donde pueda
seruir a Dios e a mi señora Sancta Maria,
que tanta merced me ha fecho en este punto
porque me ha librado de muerte; e do dello
gracias a Dios e a vos» . Estonce dixo el ca-
uallero: «Donzella, yo os llenare a vn mones-
terio real, en el qual están hijas de reyes e
condes y de otros grandes caualleros, en que
podreys estar e saluareys vuestra anima; e
yo quiero buscar aquellos escuderos que han
muerto a vuestro padre e a vos assi han des-
onrrado; e yo os vengare, si a Dios plaze, e
tornaros he en vuestra heredad, e cierto quie-
ro morir por vos tornar en lo vuestro» . La
donzella le dixo: «Señor, muchas gracias,
ante yo vos ruego que no lo fagays, que mas
amo yo seruir a Dios que no dañar a nadie e
poneros en auentura». E anduuieron fasta
que llegaron a vn monesterio, e llamaron a
la puerta, y entraron dentro y descaualga-
ron, e ouieron mucho plazer e alegría las
monjas, y ellas fizieronles mucha honrra y
374
LIBROS DE caballerías
dieronles bien de cenar, y el cauallero les
dixo: v<Señoras, yo os traygo aqui esta don-
zella. que quiere estar j seruir a Dios» . Ellas
le respondieron que de donde era la donzella
o que ventura la ania allí traydo; y el les
contó como la ania fallado en la floresta, e
contoles el caso; e quando les ouo contado
todo esto, rogóles que la ouiessen en su en-
comienda, y ellas fueron alegres dello, e di-
xeronle: «Señor cauallero, nos la tememos,
y le haremos toda honrra y plazer por amor
de vos. que cierto nos paresce ser la donze-
lla, según su apariencia, de algún buen li-
naje». El cauallero les dixo que, en lo que
della auia conocido y según el padre cuya
hija ella le auia dicho era, (pie assi lo tuuies-
sen; y encomendólas a Dios. E luego se
armo y caualgo en su cauallo, y encomendó
a Brangel a Dios, y fuesse a buscar aquellos
que le auian deshonrrado; y el pensaua que
era assi como ella le auia dicho.
xxYin
De como Palomadcí^ dexo a Brangel en el ino-
nesterio~y''fue en Fusca de los caualleros
que la auian atado en la floresta j)or la
rengar, y de lo que alli les acontescio.
Y luego caualgo el cauallero y anduuo por
su camino, y acontesciole que, cerrada la
noche, con la gran escuridad, se leuanto tal
viento y tempestad, que hizo venir a su ca-
uallo con el en tierra. Entonce dezia el caua-
llero: «No puede ser que aquella donzella
que desate de la gran espessura del monte
fuesse donzella, sino alguna diabólica o mu-
ger encantadoi-a, pues que tal pago me da
agora por la honrra que le hizo» . Esto todo
dezia el cauallero creyendo que del infortu-
nio en que se veya fuesse la causa la donze-
lla e no Dios, que mueue los tiempos según
su querer. Passado ya el cauallero de aqueste
tiempo mal sossegado, siguió su caminar
tanto fasta que llego a Tintoyl. E quando
llego, vio a cerca de la mar vnas tiendas muy
bien armadas, donde el rey alares y la reyna
Yseo e su compaña eran assentados; y estañan
en gran solaz en vn prado, y la reyna dexo el
solaz, y apartóse de las dueñas e donzollas, y
fuesse a vn lugar apartado, y comenco a llo-
rar y fazer su duelo por la muerte de Bran-
gel. Y en esto el cauallero passaua por ende,
e entendió aquello que la i-eyna dezia de
Brangel. Estando en esto, los escuderos que
la auian Ueuado al monte vinieron ante ella,
e dixeronle: «Señora, sabed que nos auemos
buscado por toda la floresta y no podemos
hallar el lugar donde dexamos a Brangel» .
La reyna dixo: «¿Como puede ser? Yosotros
dexistes i]ue la auiades muerto, por que a mi
pesaua mucho, y agora dezis que no la j)o-
deys fallar; jior la mi fe, que si vosotros no
me dezis la verdad, que yo os haré matar
luego». Y quando ellos esto oyeron, dixeron:
«Señora, nos vos diremos la verdad de la
donzella. Sabed que nos la metimos en la es-
pessura del monte para la matar, y por aque-
llo que vos embio a dezir ouimos gran pie-
dad della, y nos acordamos de la no matar,
y atamosla a vn árbol, y su palafrén cerca
della, y tornárnosla a buscar en aquel lugar,
y no la podemos liallar a ella ni a su caua-
llo». Y quando la reyna entendió que era
bina, fue alegre, y dixo a los escuderos:
«Tiradvos de ante mi y no vengays jamas
do yo este por ningún tiempo, fasta que me
traygays a Brangel biua o muerta». Luego
los escuderos caualgaron y fueronse para la
floresta a buscar a Brangel, y la reyna Yseo
fazia gran llanto entre si mesnia, y dezia : « ¡ Ay
mezquina, quanto de mal he passado des-
pués que no vi a la mi buena donzella Bran-
gel!» Y el cauallero, quando oyó esto, cono-
ció que era la reyna Yseo quel tanto amaua
e por ella se auia alexado de su tierra, e yua
a buscar donde ella fuesse por ver si la po-
dría axier en alguna manera, que la amaua
mas que a cosa del mundo. E luego creyó
ijue aquella donzella era suya quel auia Ue-
uado al monesterio, y descaualgo, y fuesse
para ella, y dixole: «Señora, quien vos tru-
xesse a Brangel, ¿que le dariades?» Y quando
la reyna oyó tlezir esto, fue muy alegre, y di-
xole: «Cauallero, si vos me truxessedes a la
mi donzella, no ay cosa en este mundo que
yo no haga jjor vos» . El cauallero dixo: «Se-
ñora reyna Yseo, yo vos prometo bien e
lealmente que vos la trayga aqui delante
vos de aqui a quatro dias». Y ella dixo: «Yos,
cauallero, ¿quien soys que tal cosa me ¡iro-
meteys? É si lo vos asi fazeys, yo conplire
lo que he dicho». Y el cauallero le dixo:
«Señora, quien yo so, dezirlo he quando
tiempo oportuno me viniere; crea que soy vn
cauallero andante desseoso de vuestro serui-
cio» . Luego caualgo en su cauallo e se des-
pidió de la reyna, e yua pensando como la
auia conocido, saluo que no creyesse ser ella,
porque el sania que Brangel tanto la ama-
ua Yseo, que no seria possible que contra ella
tal cosa Yseo ouiesso cometido. El cauallero,
yendo por su camino considerando esto,
apressuraua su cauallo tanto, hasta que llego
al monesterio.
Y dexemoslo en el monesterio e tornemos
a la reyna, que se lauo su cara e tornóse
DON TRISTAN DE LEONIS
375
para sii tienda con sus donzellas. E a la ma-
ñana el rey Mares^ e Tristan, e toda la gente,
comieron en gran solaz e con gran alegría.
Y dexemoslos estar e tornemos al canallero,
que estaña en el monesterio donde auia de-
xado la donzella; e llegado al monesterio
entro dentro, e saludo a todas las dueñas e
donzellas que ende estañan. Y ellas torná-
ronle las saludes, e el demando luego por la
donzella que auia dexado alli, e uino luego,
e hizole gran reuerencia, j el canallero le
dixo: «Señora donzella, caualgad en vuestro
palafrén e y dos comigo, e yo os llenare de-
lante vuestra señora Yseo, que bien he saui-
do toda la razón entre vos y ella, avnque a
mi no deseubristes la verdad; y olla os per-
dona todo su enojo e os dessea mucho ver».
E la donzella dixo: «Ay honrrado eauallero,
yo fare todo aquello que vos plazera, que
mas amo el mal que mi señora me liara, que
no el bien que otro me pueda fazer» . E luego
caualgaron en sus cauallos, e anduuieron
tanto fasta que llegaron a Tintoyl , e fueronse
para el palacio delante de la reyna. Y el ea-
uallero saluo a la reyna, e ella le torno las
saludes, y el canallero le dixo: «Señora
Yseo, veys aqui vuestra donzella sana e sin
ningún daño». E la reyna le dixo: «Canalle-
ro, vos y ella seays bien venidos» ; e dixo:
«Ay la mi buena donzella, vos seays muy
bien venida, assi como aquella que yo amo
en mi coraeon, e vos ruego que me querays
perdonar el mal que aueys soffrido por mi» .
E la donzella le beso las manos y se omillo
a sus pies, e la reyna la hizo leuantar, e la
comenQO a abrar-ar y. besar con el gran amor
que le tenia. Y el canallero le dixo: «Seño-
ra, dadme el don que me prometistes bien e
lealmente, e quiero quel don que me aueys
de dar sea bueno e firme, e fagays al rey
que lo otorgue» . Ella dixo: «Bien me plaze».
Y luego el eauallero se fue ante el rey e
dixole: «Señor, yo soy eauallero estraño de
luenga tierra, y he buscado muchas auentu-
ras, e agora yo he fallado aquello que buscaua
en vuestra corte, e yo he fecho vn gran ser-
nicio a mi señora la reyna, por el qual ser-
uicio me ha prometido vn don qual quisiere
demandar, e ella me parece que sin vos no
le puede dar; e por esto yo quiero que vos le
conñrmeys». Y el rey dixo: «Por buena fe,
eauallero , no me demandareys cosa del
mundo, si ella os lo prometió, que no vos
sera dado» . Y el rey fizo luego venir ante si
a la reyna, e preguntóle si era verdad aque-
llo quel canallero dezia: respondió que si y
dixo: «Ruegovos que le sea dado de vuestra
parte». E dixo el rey: «Canallero, deman-
dad todo aquello que a vos pluguiere, que
yo vos otorgo el don bien e lealmente sobre
mi corona». E el eauallero dixo: «Yo de-
mando a la reyna Iseo, que la quiero leñar
a mi tierra» . Y el rey e todos los que ende
estañan fueron muy tristes; y el rey dixm
«Canallero, ¿assi quereys deshonrrar mi co-
rona?» Y" el dixo: «Si, señor, que por esso
vine a esta tierra». Y el rey preguntóle
que quien era. El dixo: «Soy Palomades el
pagano». Y el rey se marauillo e dixo: «Que
qual ventura lo auia alli traydo» ; y el dixo
quel don no se lo podia ya negar, pues quel
se lo auia prometido sobre su corona. E dixo
el rey: «Yo os do a la reyna en esta mane-
ra: que si ouiere eauallero que vos la pueda
tirar por fueroa de armas, (piel don no aya
valor, e que en todo mi reyno no ayays con
ella que ver ni sea de vos tocada» . E dixo
Palomades: «Plazeme de voluntad». E luego
tomo a la reyna dolante de todos, e subióla
en el palafrén de Brangel, e fueronse por su
camino. ^>^-'
Dexeníos a:g'ora de contar desto, e torne-
mos a contar de Palomades de que linaje
era. Sabed que Palomades (*) era hijo de vn
eauallero que era de linaje del rey Ebalato,
el qual era ydolatra, e no creya firmemente
en Dios, e no era obediente a la corona del
imperio del rey Artur. E aquel rey Ebalato
fue corrido o echado de su tierra por el rey
Meridiantes su vezino. Assi que fue ventura
que viniessen en hueste y en batalla ambos
a dos; e aqueste rey Ebalato traya vn es-
cudo con vna cruz bermeja, el qual fue de
Josoph Abarimathia, que con(|UÍrio mucha
tierra y ensalce la christiandad. En aquel
punto fue la batalla del rey Meridiantes y
de Ebalato, que por poco no fue vencido; e
Ebalato, andando assi en la batalla muy mal
tratado e con mucho trabajo, por ver su
gente perecer, conoscio vn misterio, que el
escudo que traya, que por golpes que en el
le diessen no le fazian mal ninguno, e dixo
en su coraron que aquel escudo era de Jo-
soph Abarimathia, que fue gran amigo de
Dios e de la sancta fe. Y quando vio que su
hecho yua tan mal y que no lleuaua otro
remedio, propuso en su voluntad que, si
Dios le quisiesse ayudar e socorrer en aque-
lla afrenta en que estaña, que se ternaria
christiano e recebiria baptismo. E luego es-
forQO, e torno sus gentes, e cobraron fueroa
e coracon, e ñieron contra Meridiantes. E
quando el fue en la gran batalla, e vio que
todas las f«jridas que dañan en el escudo
corrían sangre, entonces ouo la creencia en
Dios conplida. E fizo tanto, que su gente
(') Véamela Demanda del Sancto Griah
376
LIBROS DE caballerías
desbarato a Meridiaiites, e lleuo la honrra
del campo, e tornóse a su tierra, e baptizóse
el e mucha gente escondidamente, por tal
quel pueblo no lo supiesse, ni le matassen,
ni le echassen fuera de su rey no. Y el man-
teniendo la fe de los christianos, su pueblo
vino sobre el, e pusiéronle en grandes cárce-
les, e no le dauan a comer ni a beuer. antes
le venia de la gracia del Espíritu Sancto,
según lo quenta en el libro de Merlin; e
prendieron a su muger, que era christiana,
fija del rey Palomades, e no la quissieron
matar porque estaña preñada, e dixeron que
la dexarian parir, e farian crear el infante,
que, si el quisiesse mantener su seta, si no,
que le echarían de la tierra. Assi que Eba-
lato murió, e su muger parió dos hijos, e
desque fueron criados tuuieron la ley de los
christianos, y todo el pueblo los echo de la
tierra. T deste linaje fue Palomades el paga-
no; e la causa porque no fue baptizado, fue
porque el tornasse en la tierra de su padre,
e por engaño de su madre, que no le dixo
verdad quel seria señor de aquella tierra y
que auia de cobrar y ganar grandes tierras y
ser valiente cauallero, e, si se baptizara, que
no auria señorio ninguno sobre aquellas
gentes; e por esta razón Palomades el paga-
no no era christiano, ni quería tomar baptis-
mo, por aquella causa que su madre le auia
dicho. Mas en parte el era buen creyente
en la matli-e sancta j^glesia, y entraña a oyr
el sacrificio de Dios, que cierto esperaua ser
señor de aquellas gentes, e, si se baptizaua,
que auia miedo que lo matassen; e yuase
por las cortes de los buenos reyes e prouaua
su persona, ca era valiente cauallero e fazia
buenas cauallerias. Y entonce el dixo (|ue
serya a lugar donde el pudiesse auer la rey-
na Yseo la brunda, fija del rey Languines de
Yrlanda, la qual el auia amado todo tien}»o;
e por ella vino en aquellas partes, e por pro-
uar su cuerpo con don Tristan.
E tornemos agora a contar como el se yua
con la rey na Iseo.
XXIX
De como Sagramor siguió a Palomades, por
quitnlle la reyíia que lleuaua contra su vo-
haii¿ML¿ de toda la corte.
Palomades/ quando ouo sacado a la reyna
de lajieííe del rey Mares su marido, el
rey eloda la gente fueron muy tristes por
aquello, y en toda la corte no auia cauallero
que osasse tomar armas contra Palomades; e
Palomades se yua con la reyna ribera del
mar, e la reyna no fazia sino llorar por el
prometimiento del rey su señor, e dezia: «Ay
el mi caro amigo Tristan, ¿dondo soys vos?
agora os topasse yo por este camino, por tal
que me tirassedes deste mal cauallero. Ay,
agora fuesse yo muerta» . E quando Paloma-
des saco la reyna de la corte, Tristan no era
ende, que era ydo a ca^a por la mañana. En
aquel tiempo era venido en la corte vn ca-
uallero, el qual era ferido de vna laucada, e
venia a la reyna que lo guareciesse; e aquel
cauallero auia nombre Sagramor, e demando
que por qual razón eran todos tristes, y ellos
le contaron como Palomades lleuaua a la
reyna, e luego dixo a vn escudero: «Yd al
palacio, e ved si ay algún cauallero que tome
armas para yr em pos de Palomades». E el
escudero paro mientes por todas partes, e no
vio que ninguno tomasse armas, saino que
todos llorauan e fazian gran duelo. Luego
Sagramor dixo: «Dadme el mi escudo e la
la lanca, que no descaualgare de mi cauallo,
avnque muriesse, íasta que halle el cauallero
que lleuaua la reyna, que, assi como assi,
muerto so, e, si a Dios pluguiere, ella me sa-
nara, y seré preciado y amado entre los caua-
llero?, que, por la mi fe, el no la llenara sin
batalla--) . El escudero dixo a su señor: «¿Como?
¿tan aborrido soys que vos quereys matar y
meter en peligro de muerte, que avn no
soys sano?» «Por mi fe, dixo Sagramor, mas
quiero morir a manos de buen cauallero, que
no biuir entre los cobardes caualleros de
Cornualla, que no osan defender a su señora
de vn solo cauallero» ; e el cauallero salió de
la corte, y anduuo tanto, fasta que alcanco
al cauallero que llenara la reyna, e llamólo,
e dixolo: «Esperad, cauallero, que conbatir
os conuiene, o dexareys la reyna que lleuays
falsamente». E Palomades se torno, e des-
mintióle, e dixole: «Por cierto, la reyna vos
no la podeys llevar sin batalla» . E volvióse
el vno contra el otro, e dieronse tan grandes
golpes, que la reyna pensaua que eran muer-
tos, según la gran cayda que dieron; e al
caer que cayo Sagramor, reuentole la llaga
que traya, e corríale mucha sangre. Mas
tanto era el de buen cauallero, que no lo sin-
tió, antes se leuanto en pie con gran esfuer-
QO, e pussieron mano a las espadas, e die-
ronse grandes golpes que fuego salia de las
espadas muy alto. E Palomades pensaua que
era Tristan, por los grandes gol^^es que le
daua Sagramor. E mientras ellos se conba-
tian, la reyna se metió por la floresta, e fues-
se lo mas apriessa que ellaprníüirvn char-
co de agua, por se ahogar antes que la lle-
uasse Palomades, porque era gran enemigo
de Tristan; que bien sabia ella que no era
DON TRISTAN DE LEOís^IS
don Tristan aquel eauallero, que en las ar-
mas y en el cauallo lo conosoio. E quando
ella se jT'ua al charco, encontró con vn cibda-
danoqiie yiia a caca ; e luego conoció que era la
reyna, e corrió contra ella, e dixole: «Seño-
ra, por Dios no vos aliogeys en esse mal lu-
gar; ¿que es de vos o como soys aqui venida?»
Y ella le contó toda la razón punto por pun-
to, que no le mintió nada, e dixo como se
queria ahogar en aquel charco antes que nin-
guno la o\iiesse, saluo el rey su señor. Y el
cibdadano dixo: «Plazeme que os he hallado,
que JO vos llenare aqui cerca a vna mi torre,
que ninguno no vos aura sino el rey, e se-
reys bien seruida de todo mi poder, porque
os ruego, señora, que no me diga y s de no» .
E la reyna fue alegre, e dixo que le plazia
de se yr con el. El cibdadano la lleuo de-
lante si, y anduuieron fasta que llegaron a
la torre e allí descaualgaron, e metióse den-
tro de la toire e fue bien seruida de grandes '
e pequeños. E agora dexemos la reyna con
la muger del cibdadano, e el tomo su escudo
y su lanca, e dixo que queria yr a ayudar a
Sagramor, mas el fue alia por mal de si. E
salió de la torre, e hallo a los caualleros que se
conbatian en eli)radopor ani£»rde Yseo. Los
caualleros se combatían mortalmente de la
primera batalla, porque por fuerca les con-
uenia de se tirar afuera, por holgar vn poco;
assi Palomades conoció que no era aquel
Tristan, que mucho le menguaua la fuerza;
e a poco de hora se leuantaron, e fueronse a
ferir mortalmente, e a Sagramor le salia
mucha sangre de la llaga de primero que le
auia reuentado, mas con el ardimiento que
en el auia, no sentia nada. E quando Pa-
lomades vio que le corria tanta sangre, di-
xole: «Cauallero, venid a merced, que ya
veys quanta sangre vos sale, e soys ya cerca
de muerte». E Sagramor dixo: «Cauallero,
para mientes en vos mesmo, que soys mas
cerca de muerto». E Palomades dixo: «No
so yo tan cerca de la muerte como vos, e ¿no
veys la sangre que esta en tierra?» E Sagra-
mor paro mientes en tierra, e quando vio la
sangre mucha que le salia, desmayo, e Palo-
mades le dio vn gran golpe por encima de la
cabera a traycion, que dio con el en tierra.
E Palomades pensó que le auia muerto, e ca-
nalgo en su cauallo lo mas ayna que pudo, e
fue apriessa para donde auia dexado a la
reyna Yseo, e miro a todas partes e no la
pudo fallar; e fue muy triste, e comenco de
hazer gran duelo, e dezia asi: «Ay mez-
quino ¿que sera de mi que assi he perdido a
mi señora la reyna Yseo e no se quien me la
ha llenado?» Y entróse por la floresta assaz
triste, e andándola buscando, topo con el
cibdadano que la auia llenado, e dixole:
«Dezid, señor, ¿no vistes vna dueña que ca-
ualga en va palafrén blanco?» Y" el cibdada-
no dixo: «Cauallero, cierto, yo la tengo en
vna torre mia, ¡Dorque ella se me encomendó
que yo la amparasse, e de aqui adelante
no podeys vos verla ni auer ningún señorío
sobrella». E Palomades fue triste e dixo:
«¿Como? ¿vos soys aquel diablo que me ha
puesto tamaña tristeza en mi coraron? ¡por la
mi fe yo vos castigare, que jamas fareys otro
pesar a ningún cauallero!» E saco la espada
e diole tan gran golpe por encima de la cabe-
ca, que lo abrió por medio e lo echo muerto
en tierra. E caualgo, e fuesse por su camino
hasta que fue llegado a la torre que alli esta-
ña la reyna, y ella estaña a las finiestras, mas
la puerta estaña bien cerrada; y el dixo:
«Señora, lazedme abrir la puerta, si a vos
plaze, que bien y lealmcnte vos he ganado».
E la reyna dixo: «Assi me guarde Dios que
es verdad que vos demandastes el don falsa-
mente e con gran engaño, e como mal caua-
llero; e consejovos que vos partays de aqui,
si no, si don Tristan vos alcanga, no querriades
ser nacido» . Y el dixo: «No me partiré de aqui
mientra que vos aqui esteys, ca bien creo yo
que Tristan no me tirara aquello que leal-
mcnte yo he ganado». E luego la reyna tiró-
se de las finiestras, e Palomades tiro el freno
a su cauallo, y echólo a pacer por el prado y
el echóse a dormir, con proposito de non se
quitar de alli hasta llenar a la reyna Y'seo o
morir sobre la demanda. E assi estuuo alli
fasta que don Tristan vino en busca del, e lo
fallo el y Gorualan.
E agora tornemos a don Tristan, que era
venido de caca.
XXX
De como don Tristan fue en busca de Palo-
mades, que Ueuaua a la reyna Yseo, y se
combatió con el.
Dize la historia que quando Tristan fue
venido de car-a, era ya noche, e quando fue
en el palacio, hallo todos los caualleros tris-
tes e desconortados, por su señora que auian
perdido, e Tristan se maranillo, e dixo: «Se-
ñores, ¿como estays assi desconortados, ca
yo vos dexe muy alegres, e agora soys en
tristeza?» E ninguno no ge lo oso dezir; y el
se fue delante del rey, e dixole: «Señor,
¿como estays todos tristes?» Y el dio vn gran
sospiro, e dixo: «Sobrino, después que vos
de aqui partistes, vino aqui vn cauallero, e
dixo que auia fecho vn gran seruicio a la
378
LIBROS DE caballerías
reyna. y que ella, por aquel seruicio que tan
señalado le hizo, que le prometiera vn don
qual el demandasse, y el caualiero quiso que
le confirmasse yo, e yo confírmelo, no cre-
yendo que tal don fuesse, e el demando a la
reyna, e yo desto fue triste, e digela con esta
condición: que en todo mi re^'no del no fues-
se tocada, e si algún cauaUero ge la tirasse
por fuerr-a de armas, que el don no fuesse va-
ledero; y el otorgólo assi, y el cauaUero lia
nonbre Palomades el pagano, e bien se yo
que el es vuestro amigo. Y en toda mi corte
no ouo caualiero que contra el osasse tomar
armas, saluo vn caualiero estraño, bueno e
cortes, que estaña mal ferido, que venia a la
reyna que lo guaresciesse; e desque vio <pie
la reyna no era en la corte, que la auia lle-
nado Palomades, fue em pos dellos, e no sa-
bemos que contescio del» . E quando Tristan
oyó esto, dixo: «¡O couardes caualleros, e
como soys desonrrados por vn solo caualie-
ro, que no meresciades todos quantos caua-
lleros soys en Cornualla biuir tan solamente
vna hora, ca si en mi mano fuesse como en
la de mi señor el rey, yo vos mandaría cor-
tar las eabe9as a todos porque desastes lic-
uar la reyna de la corte sin ninguna resis-
tencia que ninguno le fizicsse!» Luego Tris-
tan demando sus armas e cauallo, e Grorua-
lan le dixo: «Señor Tristan, a mi paresce-
ria, si a vos pluguiesse, que esta noche quo-
dassedes aqui, que es tarde, que a gran pena
podremos ver quien va o quien viene por el
camino» . Y el dixo: «Por Dios, amo, no queda-
re ni dormiré aqui, ni passare ningún tienpo
en esta corte hasta que sepa o aya cobrado al-
gunas nueuas de mi señora Yseo» . Y en esto
llego el rey, e dixo a Tristan: «Señor sobrino,
yo querría que esta noche quedassedes aqui» .
E Tristan dixo: «Por Dios, señor, no me lo
mandays, que no lo liare por cosa del mun-
do, e marauillome de vuestra discreción en
poneros a vos e toda la corte a recebir men-
gua de vn solo caualiero con tales promessas
e mercedes» . E mando Tristan que diessen
cenada a su cauallo, e quando el ouo comi-
do, armóse bien e subió en su cauallo, e fue
Gorualan con el y fueronse a la floresta con
gran trabajo a causa de la mucha espessura
de la floresta y por la escuridad de la noche;
e andando buscando por todas las partes de la
floresta a la reyna o a Palomades, passo toda
la noche; e quando vino la mañana, que el
sol fue salido, ellos vieron lexos a Sagramor
que estaña ferido caydo en tierra, e dixo
Tristan a Gorualan: «Amo, descaualgad e
vereys aquel cauaUero si esta muerto o biuo,
que aquesto ha fecho Palomades» . Y Gorua-
lan fue contra el, e Sagramor, en que lo vio
venir, aleo la cabera e dixo: «Señor caualie-
ro, por Dios os ruego que me ayudeys a le-
uantar» . En esto allego Tristan, e demando
al caualiero quien le auia feclio aquellas he-
ridas, e Sagramor respondió: «Señores caua-
lleros, por Dios, líamelas fecho dellas Palo-
mades e dellas otra auentura que me auia
venido, e si ouiesse alguna buena ayuda, yo
fio en Dios que presto guaresceria» . Ellos lo
leuantaron de aquel lugar e pusiéronlo en
su cauallo, e leñáronlo consigo fasta vn mo-
nesterio de frayles, para que lo guarescies-
sen y lo ouiessen en su encomienda. Y quan-
do llegaron al monesterio, Tristan dixo que
llamassen al prior, el qual era el mas reue-
rendo que auia en la tierra; e quando vino.
Tristan le fizo gran reuerencia, y dixole:
«Reuerendo padre, yo os pido por merced y
por Nuestro Señor que mandeys tomar aquel
caualiero e le fagays curar, e yo boluere por
aqui y lo leñare, e lo regradescere a vuestra
reuerencia» . Y el prior dixo que faria todo
lo que Tristan le rogaua de buenamente; e
Tristan le dixo que si ante quel viniesse
guarecía, que lo lleuassen ante el rey Ma-
res. E los frayles dixeron que les plazia de
grado. E Tristan se despidió dellos, e fue-
ronse el e Gorualan, e hallaron dos caminos,
e dixo: «Amo, yd vos por este camino del
piélago e yo y re por este otro de la floresta,
e andemos tanto fasta que sepamos nueuas,
e qualquier que antes lo hallare, torjie aqui» .
E Gorualan dixo que le plazia, e cada vno
fue su camino. E Gorualan passo vn rio,
e paro mientes, e vio vna torre, e fue para
ella e vio estar a la finiestra a la reyna, e
quando la vio, saludóla cortesmente y ella le
torno las saludes. E Gorualan le dixo: «Se-
ñora, ¿como estay s aqui encerrada?» Y ella
dixo: «¿No veys ay delante de vos a Palo-
mades, que me tiene encerrada, y dize que
no puedo escapar que no haga comigo su vo-
luntad?» E Gorualan miro e vio a Paloma-
de que dormía, o fuese para el, e comenfole
de llamar fuertemente, e no le podia des-
pertar, porque el soñaua vn sueño que esta-
lui con su señora Yseo conpliendo su volun-
tad e todo su amor carnal, e Gorualan no
dexo de lo llamar fasta que algo la cabera, e
dixo: «¿Quien eres tu, diablo, que me has
quitado del mi dulce holgar en que yo esta-
ña? Que yo soñaua que tenia en mis bragos
a la reyna mi señora; por cierto, si tu fues-
scs caualiero armado, yo te castigarla por
ello, mas ruégete que te vayas tu camino, e
doxame dormir y fazer mi dulce sueño». E
Gorualan le dixo: «Por Dios, caualiero, el tu
dormir no valdrá nada, que si {mv ventura
Tristan te alcanga, no te escaparas sin bata-
DON TRISTAN DE LEONIS
379
lia». «Por mi fe, dixo Palomades, el no me
tirara a(iuello que yo lealinente lie ganado» .
E tornóse a dormir, e comento a fazer aquel
mesmo sueño que antes auia hecho.
E Gorualan se torno contra ia floresta, y
fallo a Tristan, e contole todo aquello que la
reyna le auia dicho e do como despertara a
Palomades, e la respuesta que le diera y el
sueño que liazia. Quaudo Tristan supo esto,
fue muy alegre por que los auian hallado, e
dixo: «Caualguemos y vamos contra ellos»;
e yendo assi fallaron el cibdadano muerto,
e luego pensaron que Palomades lo aiiia
fecho; y anduuieron tanto que llegaron a la
torre e vieron estar a la reyna a las ñnies-
tras. E quando ella vio a Tristan, conocióle,
y comencé a dar grandes bozes, en manera
que Tristan la oyó, e dixo: «Ay mi señor,
¿j no veys como estoy encerrada por miedo
de Palomades?» E Tristan fue alegre de
aquello que dixo la rejnia, e dixo a Grorua-
lan: «Yd al cauallero e dezilde que se apare-
je para la batalla» . E Grorualan se fue para
Palomades que dormia, e abaxose tanto, que
le echo mano por la visera del yelmo, que le
hizo despertar a mal de su grado; e quando
el fue despierto, dixo: «¿Quien eres tu, dia-
blo, qiie dos vezes me has despertado de mi
dulce sueño? Por la mi fe, tu lo pagaras».
«Cauallero, dixo Grorualan, leuantadvos que
ved aqui a Tristan que vos espera a la bata-
lla». E Palomades alQO la cabera, y vio a
Tristan que estaña aparejado a la batalla, e
fue para su cauallo, e púsole el freno y ca-
ualgo, e tomo su escudo e su lanr-a. y fuese
para Tristan, e saludáronse. E Tristan le
dixo: «Palomades, ¿quel ventura vos traxo
en aquesta tierra, o por que aueys hecho tan
gran villanía al rey mi señor?» E Palomades
le contó todo el fecho assi como le era acon-
tecido.
E Tristan le dixo: «Palomades, otras ve-
zes me aueys fecho desonrra, ruegovos que
os vayays vuestro camino e dexeys a la
reyna mi señora». '<Cierto, dixo Palomades,
no la dexare sin batalla, que yo la he ganado
lealmente» . E Tristan vio que la batalla no
la podia escusar; dixo: «Yos ¿aueys yanta-
do?» El dixo que no, antes auia ayunado
dos dias. Y Tristan dixo a la reyna que le
flziesse traer viandas, que querian comer,
que mucho lo auian menester. E desque
aquello fue fecho, assentaronse a comer en
el prado, e Grorualan servia a Tristan e vna
donzella de la torre servia a Palomades. E
quando ouieron comido, dixo Tristan a Pa-
lomades que se apare jasse a la batalla, e
fueron ambos caualleros en sus cauallos a
ferirse de gran poder, e Palomades cayo en
tierra, y a Tristan fallecióle la cincha e ono
de venir a tierra; y ellos se leuantaron lo
mejor que pudieron, y Palomades tenia la
pierna debaxo del cauallo, e Tristan lo cule-
ra muerto si quisiera, lo qual Palomades ge
lo tuno en gran cortesía. E quando el fue le-
uantado f aérense a herir de mortales golpes
de sus espadas, que sus escudos y armas
rompían, e tanto fueron combatidos, que ya
estañan cansados, e tiráronse a fuera el vno
del otro por cobrar fuerca, e a poca de ora
leuantaronse a ferir de tal poder, que era
marauilla. Palomades conoscio bien quel era
venido al tiempo de la muerte, quel auia lo
peor de la batalla e Tristan lo mejor; e Gror-
ualan. en que los vio assi combatir tan mor-
talmente, fue para la reyna e dixole: «Se-
ñora, en esta batalla son los dos mejores ca-
ualleros del mundo, e seria gran daño si ellos
muriessen, porque os pido por merced que
por vuestra honrra que vayays alia y que
pongays paz entre ellos» . E quando la reyna
esto oyó, descendió de la torre e fuese a ellos,
e dixoles: «Caualleros, yo os ruego que por
amor de mi e por honrra de caualleria quede
por esta noche, que agora ya es tarde e soys
cansados. E quando los caualleros oyeron esto,
dexaronse de combatir e tornáronse todos a
la torre. E quando fueron dentro, la reyna
dixo a Palomades: «Cauallero, yo os ruego
que por amor de mi que me fagays vn men-
saje al rey Artur» . Y el dixo que lo haria de
buenamente. Y la reyna dixo: «Yo quiero
que me leueys vnas cartas al rey Artur_e a
la reyna Ginebra, e saludadmelóTTÍe mi
parte, e dezidles ciue dos caualleros, que son
los mejores que ay en el mundo, en los
quales ay todas las bondades e cortesías e
fuerr-as» . Equando Palomades oyó esto, pensó
que la reyna lo fazia por que no muriesen
entranbos^, que no por las cartas, e dixo Pa-
lomades: «Señor Tristan, todo esto que yo
he fecho fue por tal que prouasse mi perso-
na con vos, e conozco que soys el mejor ca-
uallero con quien yo nunca me conbatiesse;
y vos, señora Yseo, bien veo que este mensaje
que me mandays que faga que es por que
nuestra batalla no aya fin; verdad es que con
justo titulo yo os tenia ganada, pero porque
yo precio mucho no os desseruir, me quiero
partir de la batalla e fazer vuestro manda-
do». E tomo las cartas, que dezian assi: «A
la corte del rey Artur. Yo la reyna Yseo.,
muger del rey Mares, me presento a vosotros
e os fago saber que fue ventura que Paloma-
des el 2^'^g'^no me saco de la corte del rey
Mares por vn don que le fue otorgado por mi
por .seruicio que me auia fecho, y con consen-
timiento del rey e de toda la corte, con tal
380
LIBROS DE caballerías
condición que me no fixiesse desonrra en
todo el reyno, e que si cauallcro alguno melé
tirafi!>-e por fuer(^a de armas, qnel don fue^ssc
ninguno. E cierto las bondades de Tristan
son valerosas, y el me tiro de manos de Pa-
lomades, el qual ayna fuera muerto, mas yo
le hixe perdonar todo el mal querer que Tris-
tan le auia. E agora Paloniades se va a cssa
corte por daros cuenta de lo passado, e dile
estas cay-tas que letmsse». E Tristan e la
reyna se retruxeron a cenar, e la mañana
tomo su camino Palomades, e tanto anduiio,
que llego a la corte del rey Artur, e dio las
cartas al rey, e a la reyna, y a todos los de
la corte plugo por que la reyna era libre a
su lionra. E agora tornemos a Tristan.
XXXI
De como do-n Tristan e Gorualan e la reyna
Yseo partieron de la torre e fueron a la cor-
te del rey Mares.
Quedaron muy alegres en la torre Tris-
tan e la reyna e Gorualan, que ninguno no
les fízo enojo, y quando el dia fue venido,
los dos amados se leuantaron, e Tristan
quisso prouar a la reyna, e dixole: «Señora,
vos sabeys el gran amor que es entre vos
e mi, que vos no podeys estar de yr a mi
y yo de yr a vos, por que he gran miedo
que nuestro het-lio sea descubierto, e por
esto querría yo, agora que auemos tiempo,
que nos fuessemos al mi reyno de Leonis, e
yo Icuantarme he por rey, e no aure miedo
que ninguna persona me haga enojo» . E la
reyna respondió: «Señor Tristan, eso que
vos dezis se podria bien hazer, mas vos se-
riades llamado falso rey y yo falsa reyna, y
seriamos rentados por todos los reynos e por
todo el mundo; mas yo os diré mejor: nos
estaremos en la corte e tememos encubierto
nuestro fecho, y de aquesta tornada aureys
vos gran estima y honrra, e prouecho del
reyno e de la gente; y el rey e todos vos ter-
nan por muy buen cauallero». E Tristan
touo que aquello era lo mejor, e encomen-
daron a Dios aquellos de la torre, e metié-
ronse en el camino e fueronse para la corte
del rey Mares; e aquellos de la torre tr\ixe-
ron del campo a su señor muy honradamen-
te. E quando la reyna e Tristan llegaron a la
puerta de la cibdad, todas las gentes los res-
cibieron con gran alegría, y dezian quel rey-
no no valdria nada sin Tristan, e que por el
en todo lugar eran honrrados, e siguiéronlos
fasta el palacio, e Tristan tomo la reyna por
la mano, e llenóla delante del vej, e dixole:
«Señor, tomad vuestra muger, que yo la he
socorrido a Inien tiempo por fuei-ca de ar-
mas, e guardadvos que otra vez non fagays
tan desygual merced, que prometovos en
buena fe que mas fuerte cosa es el adquirir
que no el dar» . «Por Dios, dixo el rey, bien
es verdad, mas prometovos de aqui adelante
non faga ningún don que a la reyna no saque
dende». Y estando en aquestas palabras,
llego Sagramor, aquel cauallero que Palo-
mades auia derribado, y el rey e la rejma le
dieron gracias e le fizieron honrra por aque-
llo que fiziera, y el rey le dio vn buen cas-
tillo que estaña delante de la cibdad y era de
gran renta; e de alli adelante fue su caua-
llero e de su corte, e la reyna lo lleno a vna
cámara, e fizólo desarmar, e cato las feri-
das, que auian sido mal curadas, e púsole
tales vnguentos, que a poco de tienpo fue
bien sano, e fizieronle todos gran honrra.
XXXII
De como don Tristan se combatió con Lama-
rad e con su jnimo, e como los venció.
La historia dize que vn dia de gran fiesta
el rey hizo llenar fuera de la cibdad seys
tiendas, que queria yr a folgar con la reyna
e con don Tristan e con toda la corte. E
mientra ellos estañan assi, vieron venir dos
caualloros estraños: el vno era Lamarad de
Gaones, y el otro era vn.su primo; e fueron
derechos para las tiendas, o descaualgaron e
entraron dentro e saludaron al rey muy cor-
tesmente, y el rey a ellos, e quando ouieron
estado vna gran pieca, demandaron por la
reyna, y el rey les dixo: «Yedla en aquella
tienda, do juega al axedrez con Tristan». E
los caualleros se fueron a aquella tienda e
hallaron la reyna, e saludáronla eortesmen-
te, y ella los rescibio bien; e dixo Lamarad:
«Esta es la mas fermosa dueña del mundo,
verdad dixo el que me la loo, mas mas fer-
mosa es la reyna de Orgadia» . E respondió
su primo e dixo: «Cierto es bien fermosa,
mas Palomades deue de saber si ella es fer-
mosa e buena, y esto es gran verguenca de
todos los de Cornualla, que no saben defen-
der su señora» . «Cierto, dixo Lamarad, estos
caualleros son malos e falsos, e no passaran
assi en la corte de Tragonía» . E la reyna,
finando oyó estas palabras, boluiose contra
Lamarad y su primo, e dixoles: «Caualleros,
vosotros, ¿soj'S hijos de reyes, o soys caua-
lleros andantes, que dezis mal de las due-
ñas?» «Cierto, dixo Lamarad, entre nosotros
ay fijo de rey, e somos caualleros andantes» .
DON TRISTAN DE LEONIS
381
Eespondio la reyua: «Quanrlo delante de
dueñas dezis, ¿que liareys detras?» Dixo La-
niarad: «Señora, yo no digo mal de dueñas,
e si algún mal he dicho de vos, ruegoos que
me perdoneys, mas digo e diré que aquestos
caualleros de Cornualla son malos e deslea-
les, e que se lo prouare por fuerza de armas».
Y de aquestas palabras peso a Tristan, mas
dio a entender que no paraua mientes en
ello, antes comenoo a íaV)lar con vn caualle-
ro. E Lamarad encomendó a la reyna a Dios,
c dixo: «Señora, si yo dixe cosa contra vos,
yo os ruego que me perdoneys». Y ella dixo:
«Yo os perdono todo mi enojo, con tal que
no digays mal de dueñas» . E luego se fue-
i'on su camino, e quando fueron apartados
vn poco ellos, fallaron vn donzel que traya
vn gauilan e venia de ca§a, e dixeronle:
«Amigo, dezid al rey Mares que nos deman-
damos justa» . T el donzel fuesse para el rey,
y dixole como aquellos caualleros demanda-
uan justa. Y el rey pregunto que por qual
razón la demandauan, e Tristan le contó
toda la razón. E luego el fizo armar dos ca-
ualleros, e enbiolos alia, e su primo de La-
marad quiso auer la primera batalla, porque
fuera cauallero primero que Lamarad, e La-
marad se lo otorgo; e los caualleros se fueron
a ferir ardidmente dos por dos. A los pri-
meros golpes los caualleros de Cornualla ca-
yeron en tierra, e luego fueron leuantados
e pusieron mano a las espadas e fueronse
para ellos; e los otros les dixeron: «Caual-
gad en vuestros cauallos e ydvos, e dezid al
rey Mares que avn queremos justa con los
caualleros malos de su corte» . Y ellos caual-
garon lo mejor que pudieron, e fueronse
para el rey, e contáronle como les auia con-
tescido e como demandauan justa. E el rey
e todos los otros fueron ayrados e sañudos, e
embiaron alia quatro caualleros, e todos los
que mirauan a los quatro caualleros dezian:
«Agora morirán los dos» . E quando los dos
caualleros los vieron yr, bolnieronse los vnos
contra los otros, e dieronse tan grandes gol-
pes, que derribaron a los quatro caualleros,
e demandaron merced, e Lamarad dixo:
«Yo aure merced de vosotros, si vosotros ca-
ualgays en vuestros cauallos e vays al rey
a dezirle que nos queremos justa». Y ellos
caualgaron lo mejor <pie ¡judieron e fueron-
se delante el rey, e todos fueron tristes. E
quando vieron que por dos caualleros eran
assi deshonrrados, armáronse diez caualle-
ros, e dixoles el re}'': «Si no los traeys muer-
tos, la mi merced aureys perdida» . E dixe-
ron que asi lo farian, c fueronse a los dos
caualleros. Quando los vieron yr, fueronse
a meter en medio e coraengaronlos a ferir,
assi que aquella batalla era a marauilla, e
tanto' lo fizieron de bien aquellos dos caua-
lleros, que los diez caualleros comencaron a
ñiir, e quedaron muertos en el canpo quatro,
e los dos primeros tomaron de las lan(;'as de
los muertos, e los otros fueron delante el
rey, dellos feridos e dellos maltratados. Y
el rey, quando vio esto, fue triste, e dixeron
que aquellos no eran caualleros, mas diablos,
«ca mucho nos han desonrrado a Cornualla
por todos tienpos» ; e armáronse treynta ca-
ualleros, y el rey les dixor «Yo os juro por
la mi corona, que si vosotros soys vencidos,
que a todos vos cortare las caberas» . E los
caualleros comentaron a correr, que no al-
can^auan el vno al otro. E Lamarad e su pri-
mo, en que vieron esto, dixeron: «Agora es
tiempo y es menester que muramos como
buenos, que toda la caualleria viene sobre
nos, e antes que todos lleguen, fagamos
nuestro poder, e si muriésemos, moriremos
con honrra, e si los desbaratamos, podremos
dezir que auemos abaxado a toda Cornualla,
e seremos tenidos por valientes caualleros; y
boluamos los cauallos a ellos». E fueronlos a
ferir tan mortalmente, que ante que fuessen
ayuntados, assi como venian los desbarata-
ron, dellos muertos y dellos feridos, e los
vnos comencaron a fuyr, e los otros a de-
mandar merced. Y ellos dixeron: «Merced
aureys en tal que vos vayays delante el rey
e que le digays que queremos justa». Y" ellos
fueronse delante el rey, e dixeronle: «Señor,
nos e vos somos todos muertos, que dizen
aquellos caualleros que no partirán de alli
mientra que caualleros vean en pie» . El rey
fue muy sañudo, que antes quissiera ser
muerto, e fizo llamar a Tristan, e dixole:
«Wi buen sobrino, ruego vos que vayaj^s alia
si a vos plaze, si no, todos tiempos sera des-
preciada mi corona». E Tristaii dixo: «Mu-
cho me sera gran vergüenza, que ellos lo
han bien fecho; que, si los yo venciesse, no
les seria desonrra ninguna ni yo aure hon-
rra, que ellos están ya cansados» . E tanto le
rogaron el rej e la reyna, que lo ouo de fa-
zer; y el se armo, e subió en su cauallo, e
fuesse para los dos caualleros. E quando La-
marad y su primo lo vieron venir, luego lo
conoscieron en el caualgar que aquel era el
l)uen cauallero don Tristan de Leonis, de
quien ellos se recelauan de ser muertos o
venzidos, e dezian que si aquel cauallero po-
diessen derribar, que auian vencido a toda
Cornualla. E luego Lamarad demando a su
¡jrimo la primera justa; e fuesse para Tris-
tan, e ñieronse a ferir reziamente. E Lama-
rad firio a Tristan sobre el escudo e ron-
pioselo con la lanca; e Tristan le dio tan
382
gran golpe, que le metió la laura por la car-
ne e derribólo del caiiallo. E tiro la langa
del, e fuesse para el otro, e diole tan gran
golpe por medio del arzón de la silla, que
quebró la lanca e lirio el cauall^ro, e diole
tan gran golpe, que el petral e las cinclias
quebró, e dio con el cauallero en tierra. E
Tristan boluio su cauallo para se tornar a
las tiendas, e Lamarad lo llamo, e dixole:
«Buen cauallero, bien vemos que soys me-
jor cauallero de la langa que nos, e yo que-
rría que nos prouassemos de las espadas» . E
Tristan dixo que quien era; y el dixo: «Yo
soy Lamarad de Graones». Y Tristan dixo:
«Vos aueys fecho tanto de armas oy, que
para todos tiempos aueys ganado prez e
lionrra, e si yo peleasse con vosotros de las
espadas, serme ya gran vcrguenya, que soys
cansados en vuestra caualleria, que esto que
yo he fecho, por fuerca e (-ontra mi voluntad
e por ruego del rey Mares mi tio lo he fe-
cho; porque os ruego que, si a vos plaze,
que caualgueys en vuestro ca\iallo e vengays
en la corte comigo, e yo fare mucha honrra
a vuestras personas, como a buenos caualle-
ros que soys». Y Lamarad dixo a Tristan:
«No quiero yo vuestro servicio, mas ruego-
vos que juguemos de las espadas» . E Tris-
tan dixo que no faria en aquella sazón, e
Lamarad dixo: «Si vos, Tristan, non que-
reys conbatir comigo, yo me querellare de
vos en todo lugar» . E Tristan dixo que no
faria ninguna cosa por cortesia, porque esta-
uan cansados, >[ue no por miedo que dellos
ouiesse. Partióse dellos e fuesse para el rey
Mares, que lo recibió honrradamente. E La-
marad e su primo caualgaron en sus eaua-
• líos, e dixo Lamarad en su coracon que bus-
caria a Tristan el daño que pudiese. E fue
Tristan bien seruido e honrrado de todos los
de la corte. E el rey le pregunto por que no se
auia combatido con el de las espadas, e Tris-
tan le dixo como era Lamarad e su primo, e
que le fuera vergüenza porque estañan cansa-
dos, e que por esto no se conbatiera con ellos
de las espadas, e que a ellos no vernia dcs-
onrra ninguna, tanto auian fecho de armas.
Y agora dexemos estar a Tristan en la
corte, e tornemos a Lamarad.
xxxin
LIBROS DE CABALLERÍAS
marfil, muy bien guarnido de oro e plata con
vn cordón de seda^ e yua con el cauallero vna
donzella que lleuaua el cuerno; e La^narad,
quando lo vio, pregunto al cauallero donde
yua, y el les dixo que a la corte del rey Ar-
tur, «e la hada Morgana embia este cuerno al
rey Artur» . E Lamarad les rogo que le dixes-
sen que virtud auia aquel cuerno. «Yo os
lo diré, dixo la donzella. Este cuerno, si al-
guno ha duda que su muger le haga maldad,
hínchalo de vino e hágale beuer con el; y si
esta beuiere con el, es casta y buena, e si
ha fecho algún mal, el vino se le derramara
por los pechos que no podra beuer con el» (*).
E quando Lamarad lo oyó, el se marauillo,
e dixo: «Por Dios, este cuerno no yra a la
corte del rey Artur, antes yra a la corte del
rey Mares» . «Cierto, dixo el cauallero, no yra
a la corte del rej Mares, ca no auemos man-
dami' uto para ello». Dixo Lamarad: «Pues
aparejaos para la batalla». «Plazeme, dixo
el cauallero, ca por esso me fue encomendada
esta donzella». E luego se arredraron vno
de otro, e dieronse tan mortales golpes, que
el cauallero de la donzella cayo, e Lamarad
puso mano a la espada para le cortar la ca-
beca, y el cauallero le dixo: «¡Merced!» «No
puedes auerla si no me prometes de llenar el
cuerno a la corte del rey Mares» . «Señor,
dixo el cauallero, yo os lo prometo, sobre or-
den de cauallero, que haré todo aquello que
vos mandardes» . Dixo Lamarad: «Leuantad-
vos» . Y el se leuanto, e snbio en su cauallo,
e Lamarad le dixo: «Yos le presentareys al
rey Mares, de parte de Lamarad de Graones» .
E luego se fue por su camino, e anduuo tan-
to hasta que llego a la corte del rey Mares, e
hallaron al rey en la silla, e toda la gente
de su corte estaña ende. E quando el rey e
la gente vieron el cuerno, marauillaronse
mucho, e dixo el cauallero: «Señor rey Ma-
res, Lamarad de Gaones vos embia m.iicho a
saludar, e os embia este cuerno encantado,
el qual ha esta virtud, que si algún cauallero
quisiere prouar a su muger de adulterio, que
le do a beuer con este cuerno, e si ella es en
culpa a su señor, no podra beuer con el» . E
contó como lo lleuaua a la corte del rey Ar-
tur y como Lamarad lo auia conquerido por
fuerza de armas y quel lo quiso enbiar a su cor-
lee como Lamarad se eonbaiio con vn caua-
llero que aconpañaua a vna donzella que
Lleuaua vn cuerno encantado.
Mientra Lamarad de Gaones e su ¡jrimo se
yuan i)or su camino a sus auenturas, toparon
con vn cauallero que lleuaua vn cuerno de
(') Este episodio fae imitarlo por el Ariosto en el
canto XLIII del Orlando Fariuso:
oDisse Melissa: ¡o ti daró un vasallo
Falto fia ber, di virtii rara e strana;
Qual huí, per fare accorlo il suo fratello
Del fallo di Giiievra, l'é' Morgana.
Clii la nioglle lii púdica, bee con quello;
Ma non vi puó gia ber chi l'ha puttana;
Clie'l vin, quando lo credo in bocea porro,
Tutto si sparge, e fuor nel petto scorre.»
DON TRISTAN DE LEONIS
383
te. T el ver se maranillo, e dixo quol quería
prouar aquel cuerno, e hizolo lienchir de vino,
e fizo dar a la rejaia, que beuiese ella e las
otras diieñas, e la reyua dixo que no beueria
con el cuerno, que era encantado, e que no
quería ser auíltada por tal razón. «Por la mi
fe, dixo el rey, a vos conuiene liazer, que-
rays o no; e luego en pos de vos, todas las
otras dueñas» . E tunando la reyna vio que no
se podía escusar de beuer con el cuerno, qui-
so beuer, mas antes que ella lleuasse el vino
a la boca, la mano le tenblo tan fuerte, que
todo se le derramo por los pechos, e desto
Tristan y el rey fueron tristes, e mando el
rey que todas beuiessen con el cuerno, pues
que la reyna auia beuído. E desto todos los
caualleros de la corte fueron descontentos,
porque las dueñas auian de beuer con el cuer-
no como la reyna, que podría por ventura
caer en vergueni;a, e cierto que de trezien-
tas ochenta dueñas que eran a la sazón en la
corte, no ouo sino veynte y vna que con el
cuerno pudiessen bien beuer; y el rey fizo
mandamiento que todas juntamente fiiessen
quemadas. Y entonce se leuanto vn cauallero
en pie, e dixo: «Señor rey, si vos matar e
quemar quereys a la reyna por vn cuerno
encantado que es aquí embiado por mal que-
rencia, vos lo podeys fazer, mas la mía ten-
go por buena e vos no le hareys mal» .Y esso
mesmo dixeron todos los otros de la corte; e
quando el rey 03^0 esto, dixo: «Por Dios, si
vosotros las teneys por buenas e leales, assi
fago yo la mía, e avn por mejor, e porque ella
es de alto linaje» . Y el rey perdono a la reyna
ea las otras dueñas, e hizo quebrar el cuerno
delante de todos. Assi que del cuerno salió
vn fumo que subió al rezio ayre, de la qual
cosa fueron todos espantados; e Tristan fue
desta auentura muy triste, e dixo entre si
mesmo: «Assi Dios me ayude, mucho es bien
empleado en mi: todo esto me ha venido ¡mor-
que yo dexe a Lamarad por mi cortesía, que
no me quise conbatir con el de la espada, e
por esta razón ha el desonrrado a mi señor
el rey Mares, e a mi señora la reyna, e a
toda la corte, e por desonrra de mi lo ha
embiado. Por ende yo prometo a orden de
caualleria que si topo yo con el en algunas par-
tes, que yo le daré la muerte si fazerlo puedo,
e no valdrá su encantamiento ni su cuerno» .
E passado esto, vino vn día a la corte del
rey vna donzella por seruir y estar con la
reyna en su corte. E estando assi vn gran
tiempo, ella se enamoro de Tristan porque
era buen cauallero, e dixo que daria a el su
cuerpo para fazer toda su voluntad; e busco
vn día como hablasse con el en lugar que
ninguno los viesse, e llamólo, e dixole: «Ca-
uallero, sabe que yo soy mucho enamorada
de vos, e no ay cosa en el mundo que yo
mas ame ni tanto como a vos, j^or que os ruego
que seays señor de mi amor». Y Tristan.
quando oyó estas palabras, dixole: «Donzella,
¿como dezis estas palabras? Yo promoto a or-
den de caualleria que si mas me tornays a
dezir esto, yo os haré quemar» . E la donze-
lla, quando vio que Tristan la denostaua, tor-
nóse con mala voluntad, e dixo que ella le
buscaría su daño. E al cabo de dos días la
donzella se fue para AldareL el qual era pri-
niode_Tristany sobrino del rey. E dixo: «Al-
daret, yo vos amo mas que a cosa del mundo,
porque os ruego que seays donzel de mi amor,
e yo seré donzella del vuestro» . Y Aldaret,
dixo: «Bien me plaze,yovos otorgo el mi
amor» . Y assi estouieron ambos en grandes
amores. E acontescío que vn día Tristan e la
reyna estañan hablando en vno y estañan ju-
gando con gran amor, y la donzella estaña
en lugar que lo vio, e pensó en todo mal, e
fiiesse para Aldaret, e dixo: «Sabed que Tris-
tan e la reyna se aman de amor». «Callad,
dixo Aldaret, que Tristan no fana tal cosa» .
Y ella dixo: «Yo os lo fare ver por vuestros
ojos; venid comigo». E Aldaret (') fue con
ella, e vio a Tristan e a la reyna en la cama
a su plazer, y Aldaret se fue ante el rey e
dixole lo que auia visto, y el rey dixo: «Cosa
es que non puedo creer, que Tristan haga
tamaña maldad a mí» . Dixo Aldaret: «Yo vos
lo fare ver; e seguidme» . El re}^ dixo que no
quería. Dixo Aldaret: «Por la mi fe, yo haré
cosa como sepays que se aman de gran amor» .
E quando vino la noche, el tomo dos hoces, e
púsolas por tal arte en la cama de la reyna,
para que si alguno alli entrasse, se cortasse
las piernas; e quando vino la noche, Tristan
entro por vna finiestra que auia en la cámara
de la reyna, y estouieron fasta medía noche, /
e tenían assi tiem2Do aparejado, porque el rey^^
estaña mal, e no dormía con su muger por
qiie]n^le"dañasse._E quando Tristan ouo fol-
gado con la reyna, vistióse vna ropa de seda
e quísose yr, e topo vn gran golpe en las
hoces e salió del mucha sangre, e conoscio
que hombre las auia alli puesto ascondida-
mente, e dixo a la reyna: «Señora, sabed que
somos descubiertos de nuestro fecho, y yo
soy ferido malamente, que quien puso estas
hoces aquí no las puso sino por mi». E la
reyna leuantose muy triste e atole las llagas,
e dixole que se fuesse escondídamente, que
ella pornia en ello consejo. Y quando Tristan,/^
O En el Sir Trixtrcm inoflés, en vez de Aldeiet,
se habla de un caballero de CornuaJla, llamado Me-
riadoc.
384
LIBROS DE caballerías
fue partido, ella se dio grandes golpes en las
piernas con las hoces, assi que salió mucha
sangre, e dezia: «¡O Santa Maria, muerta
so1»"Y rey e quantos la ovan leuantaronse, e
fueronse a la cámara de la rey na econ gran-
des lumbres, e halláronla malamente ferida,
y el fue desto triste, e dixo a Tristan: «Tos
soys culpante deste hecho y en aqueste mal,
(pie ninguno no entro en la cámara de la rey-
ua sino vos». E dixo Tristan con gran saña,
que todo hombre qne lo dezia, sainando su
corona, que mentía falsamente «y yo en-
trare en el campo con el» . Y el rey dixo: «De-
xenios esto, que ayna lo sabremos». E dixo
la reyna que todo hombre se tornasso a su
cama, que por cierto aquello auia fecho el
traydor de Aldaret. que le queria dar la
muerte, no se lo meresciendo, «e no ayays
duda que lo hizo otro sino el». E luego se ato
las llagas ella y echóse en la cama. Y el rey
se quedo con ella, don Tristan e todos los
otros se tornaron todos para sus cámaras. E
no passo mucho tiempo que Tristan e la rey-
na fueron bien sanos, e tornáronse a hazer
su hecho como solian. E aconteció vn dia que
Tristan e la reyna estañan en vna cámara, e
la mala donzella velaua por hazer mala obra
a Tristan, e paro mientes por vna fendedura
que estaña so la puerta e por alli los vio es-
tar; e luego se fue para Aldaret, e dixole:
«Agora podreys ver a Tristan con la reyna
en solaz» . E quando Aldaret lo oyó y lo vio
assi como la donzella le auia dicho, luego se
fue el vellaco para el rey, dixole: «Señor,
agora podeys ver a Tristan con la reyna en
la cama»; e dixo: «Esso (juieroyo yr a ver si
es verdad». E vieron, por la fendedura déla
l)uerta, que era ya leuantado y estaña acos-
tado a la cama e posado en el estrado, e tenia
cubierto su manto. E quando el rey los vio,
dixo: «Aldaret, assi ellos estando, no hazen
semblante de ningún mal» . E Aldaret e la
donzella juraron e affirmaron que otras vezes
e noches los auian visto estar en vno. Y el
rey dixo: «Agora vos aparejad, y sea presto» .
Y'' Aldaret fue luego, e llamo diez caualleros,
e dixoles: «Armaos, y faremos que jjrenda-
mos a Tristan» . y luego ftieron todos arma-
dos delante la cámara, y el rey con ellos.
E comonr-aron a fazer gran ruydo, y dezian:
«¡Muera el traidor de Tristan!» E Ti-istan,
quando lo oyó, abrió la puerta de la cámara
e puso mano a la espada con el manto en el
braf.o, y en saliendo dio al rey vn gran golpe
de llano que lo derribo en tierra, e dixo: «Fal-
sos caualleros, ¿como me aueis salteado, que
me quereys dar la muerte'? Yo os castigare» .
E fue herir en ellos mortalmente con la es-
l^ada, que quatro caualleros echo en tierra, y
escapo el de los seys caualleros, que no le fizie-
ron mal. E no fallo cauallero que lo osasse
esperar, y en saliendo del palacio encontró
con Grorualan que venia, e pidióle su cauallo,
e caiialgo en el e fuese su camino. E a cabo
de vna pieca el rey acordó, y leuantose, e
dixo: «Aldaret, ¿do es Tristan? ¿que lo aue-
mos fecho?». E Aldaret dixo: «Xo lo pedi-
mos prender, antes vos ha ferido quatro ca-
ualleros, y el nunca ouo mal, e fuesse». Y el
rey fue muy ayrado, e dixo: «O Aldaret,
Dios te destruya, que por tu locura yo soy
desonrrado y la reyna, y me has fecho yr
de mi corte el mas valiente cauallero que
nunca truxo armas» . E agora dexemos esto,
e tornemos a Tristan.
XXSIY
De como don Tristan derribo los dos caualle-
ros e los embio al rey Mares; e le enibio a
dezir que le embiasse sus armas, si no que
'assi faria a todos quantos caualleros ha-
liasse de Cornualla.
Dize la historia que Tristan caualgo e fue
para el passo de Tintoyl, y estando ay vio
venir vn cauallero armado, que el rey lo
embiaua, e quando don Tristan le vio, dixo-
le: «Cauallero, aparejaos, que en mal punto
venistes acá» . E el cauallero abaxo la lanca,
e Tristan le fue a ferir, e diole tan gran gol-
pe del espada, que cayo [e] quebrantóse las
costillas. E luego vino otro cauallero. e Tris-
tan, en que lo vio venir, tomo la lanca del
cauallero que auia derribado, y encontrólo
por metad de los pechos que lo derribo en
tierra, y quedóle el vn tror-o de la lanca en
el cuerpo. E Tristan quísole cortar la cabeca,
e el cauallero, quando lo vio, pidióle mer-
ced. E Tristan le dixo: «Si tu quieres merced,
toma este cauallero e ponió en este cauallo,
e tu mesmo, con esse peda(;'0 de lan(;'a que
tienes en el cuerpo, ydvos para el rey, e de-
zilde que si no me embia todas mis armas,
que a todos quantos caualleros hallare de
Cornualla fare esto mismo que he fecho a
vosotros». E prometioselo que lo faria. E
luego ellos caualgaron en sus cauallos e fue-
ronse pai'a el rey su señor, e mostráronle las
heridas. E ellos estandoselas mostrando, el
cauallero que fue herido de la espada murió,
y el rey e toda la gente se marauillaron, y
el otro cauallero dixo: «Señor, Tristan vos
embia a dezir por mi que le embieys sus ar-
mas, si no, qiie a quantos caualleros tomare
de vuestro reyno esso les fara que fizo a
nosotros» ; y el rey ouo muy gran dolor del
DON TRISTAN UE LEONIS
muerto, e ouo miedo de Tristan que le auia
de matar, e dixo ante todos: «Esto me ha ve-
nido por Aldaret, maldito sea el» . E luego
mando a vn donzel que lleuasse las armas a
Tristan al passo de Tintoyl; y el donzel tomo
las armas, e púsolas en su cauallo, e fuese
para Tristan e diogelas. E Tristan ouo gran
plazer, e luego se armo. E quando Sagramor/
el qual era muy intimo amigo de Tristan,
siipo^'üStüT'értíi'elnuy triste, y leuantose en
pie como aquel que era descontento de su
nial, e dixo: «Señor rey, la guerra de Tris-
tan y de vos no es buena, e luego podeys
ver que es lo qne.vos lia hecho e í'ara, e vos
sabeys que en toda nuestra tierra no ay ca-
uallero que tanto aya fecho por vos e por
vuestro seruicio como Tristan. Por que se-
reys honrrado todos tienpos, e vos sabeys
bien que, si el vos quisiera tirar a la rey na,
que bien lo pudiera auer fecho, quel la ouie-
ra leuado consigo a su tierra quando os la
traxo de Yrlanda, e quando la batalla con
Palomades; y perded todo vuestro mal ta-
lante, e fazed con el que torne en vuestra
corte como solia» . Y desto fue el rey muy
alegre, e dixo: «Sagra mor, assi Dios me sai-
ne, yo me tengo por bien consejado de vos,
y ruégeos que vos seays mensajero entre mi
y Tristan, y que le digaj's que yo le perdono
todo mi mal talante y se venga en mi corte
en buena ventura, que no le cale auer miedo
de ninguna cosa» . E Sagramor dixo que le
plazia de buena voluntad. E Sagramor se
partió de la corte con su embaxada, e fuesse
para don Tristan. E quando lo vio, fueronse
a abracar con muy gran amor e hizieron
muy gran alegria, e dixo Sagramor a Tris-
tan: «Bien parece que soys guardador desta
tierra». E Tristan le dixo que fuesse bien
venido, y quel podia bien passar y estar de
la manera que a el pluguiesse, e que era
muy alegre de su venida. E Sagramor le dio
muchas gracias, e dixole: «Señor Tristan,
ruégeos que nos partamos de aqui, e nos va-
mos para el castillo y daremos folgura a
nuestras personas, y alia, señor, vos diré por
qual razón soy venido». E Tristan dixo:
«Señor, por amor de vos fare yo todo aque-
llo que me mandeys, e digovos verdad que
si venieran diez caualleros los mejores de la
corte a mi, que no ouieran acauado esto co-
migo». E Sagramor se lo tono en señalada
merced, e dixo que faria toda su honrra. E
caualgaron, eanduuieron tanto (jue llegaron
al castillo que esta delante de la cibdad, e
descaualgaron e asentáronse a comer, e dor-
mieron alli aquella noche; e quando el dia
fue venido, se leuantaron e fueronse a sentar
en vn estrado, e Sagramor comento de fa-
LIBROS DE CABALLERÍAS. — 25
blar, e dixo: «Señor Tristan, a mi pesa mu-
cho del mal querer que esta entre vos y el
rey, e cierto es muy despagado de lo que ha
passado entre vos y el. Porque os ruego que
vos me deys vn don» . E Tristan se lo otor-
go, e Sagramor le contó como los dos caua-
lleros eran para morir, «e yo he tratado e fe-
cho quel rey os pei'done su mal talante. Por
ende yo os ruego, señor Tristan, que vos
torneys para la corte, e si vos lo hazeys yo
valdré mas por ello, que sabed que el rey me
embia a vos». E Tristan le dixo: «Señor Sa-
gramor, a mi place mucho que vos valgays
mas por mi; e por amor de vos a mi place
de yr alia y de tornar en la corte, e digovos
que, si no fuera por vos, yo me fiziera co-
nocer a los caualleros de Cornualla» . E Sa-
gramor le hizo muchas gracias, e estuuieron
tres dias en aquel lugar con gran alegria, e
al tercero dia Sagramor embio vna donzella
a la corte que dixesse al rey Mares e a toda
la corte que la paz era fecha entre el rey e
Tristan. E la donzella se fue al rey e dixole
toda la razón que Sagramor le auia dicho. E
de aquestas nueuas fueron todos muy ale-
gres, saino 41tlaret, que era mucho triste. E
dixo el rey aTSTíonzella: «Tornadvos para
Tristan e para Sagramor, y dezildes (jue
vengan seguros, y que yo les perdono todo
mi mal talante» . Y la donzella se torno para
Tristan e Sagramor, y contoles todo lo que
el rey le auia dicho j como les perdonaua, y
ellos fueron desto alegres y pagados, e ca-
ualgaron en sus cauallos, e fueron para la
corte, e hincaron las rodillas delante el rey,
y entonces el rey dixo: «Yo vos perdono todo
mi mal talante, assi como aquel que yo amo
e tengo por bueno y por leal, que quiero que
seays señor de mi corte assi como lo erades
ante, para fazer y dezir a toda via voluntad» .
E todos los caualleros le hizieron gran hon-
rra y fueron mucho alegres por la paz que
era fecha. ¿^ assi estando Tristan vn gran
tiempo en la corte, vn dia hablo con la rey na
e dixo que queria verse con ella aquella no-
che, ca ya tornaua a fazer su voluntad; e fue
ventura que la mala donzella estaña en lu-
gar que oya toda su poridad; e quando vino
la noche, Tristan se fue a dormir con la
reyna, e la donzella estaua en lugar donde
los veya ambos en la cama, e ijuando vio que
ellos eran dormidos, ñiesse ])ara Aldaret e
dixole: «Leuantate e anda acá, y veras a
Tristan y a la reyna estar en la cama, quo
agora son ya dormidos» . E luego AkUiret fue
a los ver, y entro por vna ñniesfra^^^Tá cá-
mara e tomo el espada de Tristan quel no lo
sentio, por tal que no se podiesse defender, e
fuesse para el rey e dixole: «Señor, agora
386
LIBROS DE caballerías
podeys vos ver a Tristan, quo duerme con la
reyna mi señora» . Y el rey se vistió y se fue
con Aldaret, por(]ue le mostró el espada de
Tristan que la auia tomado, e violes que es-
tañan dormiendo, y el rey dixo: «Aldaret,
haz agora en manera que sea preso». E
quando esto Alderct oyó, fuesse para los pa-
rientes de los quatro caualleros que Tristan
auia herido la otra vez, e dixoles: «Varones,
tomad vuestras armas e armad vos bien, que
agora podreys tomar venganza de todo aque-
llo que Tristan vos ha hecho, porquel esta
en la cama con la reyna, e cat<ad aqui su es-
pada» . Vista por ellos la espada, fueron luego
armados treynta caualleros, e vanse para la
cámara a donde Tristan e la reyna dormian,
y entraron dentro e prendieron a don Tris-
tan sin ninguna defensa, e atáronlo fuerte-
mente; e Aldaret se fue para el rey, e dixole:
«Señor, Tristan es preso y recaudado, e ago-
ra podreys vos ver lo que j'O dezia si era
verdad». E el rey fue muy triste, e dixo:
«Tristan, Tristan, no pcnssaua yo que assi
eras contra mi; mas j)or la mi fe, yo me ven-
gare de la reyna y de vos». E mando que
fuesse bien guardado hasta el dia, y ellos di-
xeron que lo farian de voluntad. E (piando
Gorualíin supo que Tristan era preso, cuydo
ser muerto de pesar, e luego se fue para Sa-
granior, e para Lambagues, e Adricion, e
Anic'oran, que eran todos grandes amigos de
Tristan, e contoles todo aquello que a Tris-
tan auia contecido; de la qual cosa ellos fue-
ron muy tristes, e Gorualan les dixo: «Se-
ñores, agora es tienpo que ayudeys a vuestro
amigo Tristan, que los caualleros lo tienen
preso hasta mañana que la sentencia sea
dada por el rey, e veremos que mandara».
y estuuieron asi aquella noche, c, quando
el dia ftie venido, el rey fizo ayuntar toda la
corte, porque oj^essen la sentencia contra
don Tristan e contra la reyna, e luego se los
truxeron las manos atadas. El rey, quando
los vio, dixo: «O falso traydor, tu no puedes
esconder que esíoT^Ó" es verdad, porqíie'TD
quiero que tu seas enhorcado, e quiero que
la reyna sea puesta en mano de los malatos,
que hagan della toda su voluntad», E quan-
do Sagramor e sus compañeros oyeron la
sentencia, fueron muy tristes e salieron fue-
ra de la cibdad; e Gorualan salió do la corte
escondidamente, porque ninguno non sopies-
se nada, e a pintar onsse todos los cinco ca-
ualleros, e ouieron su acuerdo que fuessen
al paso de Tintoyl e todos armados, e que
tirassen a don Tristan e a la reyna de las
manos de los caualleros que por alli auian de
passar. Y ellos estando assi', vieron venir a
Tristan, que lo trayan los caualleros a en-
forcar, e vieron salir otros caualleros que
lleuauan a la reyna a la casa de los malatos;
e Tristan yua cauallero en vna muía, y en
camisa y en pañetes, e quando los cinco ca-
ualleros vieron esto, acordaron que ayudas-
sen ante a la reyna por tal que no fuesse
desonrrada, que Tristan tenia avn de an-
dar mas camino, e dixeron: «Antes que ellos
lleguen alia seremos nos con ellos». E los
caualleros llenaron a la reyna a casa de los
(nialato^, e dexaron a ella en poder dellos; e
ranTírronse en la corte. E los cinco caualle-
ros fueron por otro camino, e hallax'on a la
reyna que se defendía reziamente con vna
cinta de plata, e k>s caualleros entraron den-
tro las espadas sacadas, y ellos, con miedo,
escondiéronse. E tomaron a la reyna los ca-
ualleros, e llenáronla en vna gran verdura,
por tal que ninguno la conosciesse. E Gorua-
lan dixo a los caualleros: «Señores, acorra-
mos a Tristan, que, mal pecado, ayna ha de
ser enforcado» . E luego fueron alia. E quan-
do Tristan vio la forca delante si, fue muy
triste, e dixo entre si: «Pues tu. Señor, sa-
bes quantas lides y batallas y afanes yo he
passado, e no has dado lugar que yo fuesse
muerto en ninguna dellas, avnque mucho
indigno y te he mucho deseruido, e agora,
sj^ mis pecados han de permitir que yo sea
enforcado e muerto tan vilmente, suplicóte
non lo consientas» . Y" metió fuerQa en los
bracos, y quebró las ataduras que lleuaua y
empece de ftiyr, e los que lo lleuauan em
pos del, y huya contra la mar a %Tia yglesia.
E Tristan se fue i)ara vn cauallero, e abracó-
se con el e tomóle la espiada, e fue herir en
los caualleros malamente, e los otros fueron
sobre el, y el metióse dentro de la puerta, e
alli comeiK'O a defenderse, e hirió quatro ca-
ualleros mortalmente, y los otros fueron so-
bre el, assi que ouo do quebrantar el espada
por medio. E quando vio que se no podia de-
fender, dixo entre si mesmo: «Mas quiero
echarme en la mar que ser enhorcado en la
tierra» . Y'' fuesse a echar en la mar por vna
finiestra ayuso. E quando los caualleros vie-
ron la finiestra tan alta, dixeron que Tristan
era muerto. E salieron de alli e fueronse a la
cibflad, con harto recelo do lo que el rey les
(liria. E (piando esto vieron Gorualan y Sa-
gramor e los caualleros, fueron para aquella
parte donde se auia echado; y cataron baxo,
e no le vieron, e ouieron miedo que don
Tristan fuesse ahogado, e Sagramor paro
mientes por la finiestra ayuso, e dixo: «Por
la mi fe, yo no se que sera del, que me pa-
resce (¿ue, si yo saltasse ayuso, que no cuy-
daria morir». E Gorualan paro mientes, e
vio a Tristan en vna peña con la media es-
DON TRISTAN DE LEONIS
387
pada en la mano, e Tiistan los fizo señal con
la espada, e andando passo a ellos, y ellos
fueron a el y i)i"eguntaronlo como estaña, y
el les dixo: «No me demandoys nada de mi,
mas dezidme nuenas de mi señora la reyna
Ysco». Y ellos le dixeron: «La rej^na esta
muy buena, e librada de manos de los mala-
tos». E quando Tristan oyó esto, al^o las
manos contra el cielo, e dio gracias a Nues-
tro Señor; e Gornalan dio su canallo a don
Tristan, y el eaualgo en las ancas, e fueron
todos allí donde dexaron a la reyna; y ella,
(juando los vio venir, fuy muy alegre. E los
caualleros partieron con don Tristan de sii
ropa, e fueronse para la puente de Tintoyl.
XXXV
Gomo vn mensajero se presento ante el rey
de parte de Tristan.
Llegado a Tintoyl, hallaron alli vn escu-
dero, e Tristan le dixo: «Quiero que tu me
fagas vn mensaje» e dixo: «Agora te ve para
el rey Mares, e dile que Tristan qne lieua
cinco caualleros, e qne es sano y saluo, e le
embia a dezir que le embie su canallo e to-
das sus armas, e si assi no lo haze, que se
apareje de bien guardar, que nosotros lo des-
sañamos a el e a qnantos salieren con el de
su corte; e qne a todos daremos la muerte» .
Y el escndero dixo que le plazia, e partióse
dellos e fuese al rey, e dixole todo aquello
que le embiana a dezir Tristan. E quando el
rey le oyó esto, fue triste pon^ne no era muer-
to, y ouo gran miedo de sulanca, e mandóle
dar las armas y el canallo y las roj)as de
Tristan a aquel escudero; y el tomólas y lle-
nólas a Tristan, y el recibiólas con plazer, y
el e los otros tomaron su acuerdo qne se
fnessen al castillo de Sagramor, e quando
ellos fueron en el,' hizoies gran lionrra, y
estuuieron aquella noche con gran alegría.
E qnando el dia fue venido, ellos se lenan-
taron e subieron en sns cauallos, y anduuie-
ron todo aquel dia por la floresta, porque
dellos no supiessen nueuas en la corte, e
durmieron aquella noche en la floresta y con
mucho trabajo, porque la reyna y na mala.
Quando el ília fue venido, Sagramor dixo:
«Señor Tristan, yo querría que nos fuesse-
mos en la corte del rey Jlrtur, y estaremos
ende entre los buenos caualleros, e cierto,
mejor seria gastar nuestro tiempo en tal
corte y entre tal gente, donde tantas auen-
turas vienen, c(jmo vos saboys, que no estar
aquí con la gente de Cornualla, que jamas
dellos aurevs honrra ni bien». E Tristan
dixo que se consejarla con la rcj^na e Gror-
nalan; e luego se apartaron a vna parte to-
dos tres, e Tristan contoles todo lo que dixo
Sagramor, e la reyna dixo: «Y'o veo qne vos,
Tristan, dezis lo peor, qne en aquella i)arte
que vos quereys yr ay buenos caualleros e
dueñas, e seriados tenido por falso cauallero,
e seria mejor que íiziessemos otro camino; que
yo oy dezir (¡ue en el tiempo del rey Philip-
po, vuestro abuelo, que fue vn cauallero que
amo vna donzella qne de celos se moria, e
porque ninguno no le qnitasse su amiga,
hizo vna casa en la entrada del reyno, en el
mas fuerte desierto qne hay fuesse, e hizo
obrarla tan bien, que pudiessen estar en
gran holgura sus personas, e llenóla a ella
alia, y assi estuuieron en aquella casa vicio-
samente; e qnando ouieron de morir, hizie-
ronse soterrar en aquel lugar mucho honrra-
damente, e por esta razón es llamada aque-
lla casa el Yergel de la Sabia Donzella, e nos
podemos alli estar, rpie ninguno sabrá de
nos» . Y en esto se acordaron Tristan e Gor-
ualan, e tornaron a los caualleros, e dixe-
ronles: . «Señores, nos auemos acordado de yr
en otro lugar, e por esto vosotros ydvos con
la buena ventura» . E los caualleros dixeron
que farian sernicio a Tristan, e la reyna les
hizo muchas gracias, e despidiéronse los vnos
de los otros, e los caualleros tornáronse en la
corte del rey Mares, e tornaron en gracia
del rey.
XXXYl
De como don Tristan, e la reyna Yseo^ e
Gorualan, se fueron a casa de- la sabia
donzella.
Dize la historia que Tristan, e la reyna, e
Gorualan, se fueron a casa de la sabia don-
zella, e qnando fueron alia ellos, la fallaron
bien aparejada sin ninguna persona, e dur-
mieron aquella noche en vna buena cama sin
ningún paño de lino, e quando vino la ma-
ñana, Tristan disperto y oyó cantar las aues
en el vergel, y desto fue mucho pagado, e
dixo: «Por la mi fe, señora, si esta casa se
llama de la sabia donzella, según dezis, ella
fue bien sabia e súpolo bien ordenar, e pa-
rece bien que eran dos que se amauan de
buen coracon». Y ellos estuuieron alli, y en
las mañanas, cuando ellos oyan las aues e
los ruyseñores cantar, ellos auian gran pla-
zer, e dixo Tristan que mucho era bueno
aquel lugar y que bien le páresela. E dixo
otrosi a Gorualan: «Y'^o os ruego, por amor de
mi, que vayays al castillo de Sagramor, e
dczilde que me embie ropa en que duerma.
388
LIBROS DE caballerías
e vianda para comer, e saludádmelo mucho» .
E Gorualan caualgo en su cauallo, e j-eudo
por su camino encontró con vna donzella la
qual era Brangel, y luego se conoscieron el
vno al otro, e fueron alegres, e Grorualan se
torno con ella fasta la casa donde estaua
Tristan e la reyna. E quaudo la vieron, fue-
ron muy alegres de su venida, e preguntá-
ronle por nueuas de la corte, y ella les contó
todo aquello que sabia, e les dixo como se
escondiera que ninguno no la viera, e como
cuydara ser muerta de ansia que auia de su
vista. E luego Gorualan se partió, e fuese
al castillo de Sagramor, el qual. desque lo
vio, fue muy alegre, e hizole mucha honrra
e diole de comer, e desque ouo comido, di-
xole: «Señor, Tristan vos enbia mucho a
saludar, e me embia a vos, y ruega vos que
le embieys ropa para dormir, e viandas
para comer, e mesas para en que coma» . E
luego fizo Sagramor cargar tres azemilas de
ropa, e viandas, e falcones y podencos con
que cacasse. e despidióse Grorualan de Sa-
gramor, e tornóse a do auia dexado a Tris-
tan. E Sagramor embio dezir a Tristan que
le embiara todo aquello que ouiesse menes-
ter. E Gorualan entro por casa, e quando lo
vieron, fueronlo ayudar a descargar, e ha-
llaron ay todo lo que auian menester, e fue-
ron alegres, y aparejaron de cenar con gran
alegría, e folgaron ai^uella noche, e quando
el dia fue venido, Tristan e Gorualan se fue-
ron a caíja e tomaron mucha. Y estuuieron
en aquel vicio ocho dias; y vna noche Tris-
tan e la rey na dormían, e Tristan soñaua
que corria vn ciervo y que le diera vn gran
golpe, assi que sentiera gran dolor; y de aquel
dolor comenco a dar bozes entre sueños, e a
dezir: «¡Ay, ay!» E quando la rey na lo oyó,
despertó e dixo: «El mi señor ¿que aueys que
assi days bozes?» , e comengolo de abracar, y
el contole el sueño que soñaua, y ella dixo que
no era sino todo vanidades; e tornaron a dor-
mir, e Tristan comenr.-o a fazer aquel mesmo
sueño, e comenco a dar mayores bozes que de
primero, e la reyna lo conforto, e dixo: «Ay,
amigo Tristan, no os desmayeys» . E Tristan
dixo como era tornado aquel mesmo sueño,
y estuuieron assi. E Tristan se leuanto, e
Gorualan, e fueron a caca por la floresta, e
era ya passado el medio dia, y no pudieron
fallar caca ninguna. E Tristan echo el fal-
con e fuese dellos muy lueñe, e Tristan e
Gorualan buscauan el falcon e no lo podian
fallar, e alexose el vno del otro, e Tristan
se metió por vna selua, y llego a vn buen
prado donde auia vna fuente, 3* descaualgo
alli y echóse a dormir de yuso de vna som-
bra de vn árbol que estaua a cerca de la
fuente, do auia vna gran espessura e yua vn
camino, e mientra dormia, passo por ende
vn donzel, el qual auia nonhre el do^izel
arquero, e por esto auia aprendido a tirar
arco: porque pudiesse matar a Tristan, o por-
que pudiesse tomar el alguna venganca del,
que le a\iia muerto a su padre en vn torneo
de Escocia. E quando el donzel lo vio e lo
conoscio en las señales de las armas, dixo:
«Agora he hallado aquello que busco» ; e puso
vna saeta en el arco para lo matar durmiendo;
e dixo entre si mesmo: «Si lo mato a tray-
cion, todo hombre me terna por traydor, mas
llamarlo he, e quando se leuantare, tirarle
he esta saeta emponzoñada» . E comencolo a
llamar, y a dezir: «Leuantate, traydor, que
venida es tu fin» . E Tristan alr-o la cabe§a,
y el donzel diole con la saeta. E Tristan, que
la vio venir, paro el brago delante, e firiolo
muy malamente en el brago siniestro; e
quando Tristan sintió aquel golpe, tomóle
gran dolor, e con gran yra puso mano a la
espada, e diole en las piernas vn tal golpe,
que dio con el en tierra; e Tristan, quando
vio que no era cauallero armado, torno su es-
pada en la vayna, y tomóle por el braco, e
diole tal tirón, que el brayo le saco del cuer-
po, y después dio tal golpe con el en vna
peña, que le fizo saltar los meollos por las
orejas. E Tristan paro mientes a su braQo, e
sentía gran dolor que lo sacaua de seso, y
entretanto llego Gorualan, y dixole: «Señor,
¿como estays assi» . E Tristan dixo: «Sabed
que so malamente ferido de vna saeta que
este mal escudero (jue aqui esta muerto me
tiro, e yo creo que es emponzoñada, y este
dolor me trae a la muerte» . Y Gorualan lo
eonorto lo mejor quel pudo, y atole la he-
rida, y caualgaron, y todavía se sentía mas
del dolor de la ponzoña, y tanto le dolía, que
cayo del cauallo, e Gorualan lo comeuQO a
conortar, y dixo: «Por Dios, señor, conor-
taos hasta que seamos en nuestra possada,
que yo otras feridas os he visto y no fazia-
des tantas ansias, y mi señora catarvos ha».
Y Gorualan le lleno todas las armas, y fue-
ronse poco a poco fasta la casa de la sabia
donzella.
XXXYH
De como la reyna Yseo fue tomada de la torre
a donde estaua y fue puesta en prisión.
Dize la hystoria que el día mesmo que esto
a('<mtescio a Tristan, que el rey Mares salió
de la cíbdad con muchos (aualleros armados
por miedo de Tristan, e vinieron aquella par-
te a la casa de la sabia donzella. E andando
i
DON TRISTAN DE LEONIS
389
assi, encontraron vn pastor, y el rey hizolo
venir delante, y dixole si auia visto por alli
passar vn escudero y vn cauallero y dos due-
ñas; e el dixo: «No, señor, mas aqui cerca
ay vna casa en que ay vn cauallero y due-
ñas» . Y entendió el rey que era Tristan, o
fizo ayuntar toda su caualleria y fuese para
alia, y quando fueron llegados, el rey mando
que todos eutrassen dentro y matassen a Tris-
tan, y traxessen a la reyna y a la mala don-
zella presas. Y en esta casa auia vna torre
fuerte y los cauallcros subieron por la esca-
lera diziendo palabras villanas a Tristan. Y
quando la reyna entendió el ruydo de los
canalleros, comenco a decir: «O falsos caua-
lleros traydores, ¿aun aqui soys venidos por
dezir palabras villanas? Por la mi fe, que
vosotros lo pagarej'S» . Y comento a dar bo-
zes, y a dezir: «Salid, salid, Tristan, fuera,
y metedlos a todos por el filo de la espada».
Y esto dezia la reyna por meterles miedo;
mas no le valió nada, que fue presa ante el
rey. Y el rey, quando la vio, pingóle mucho,
6 pregunto por Tristan, y ella dixo que no
sabia del. Y luego el rey mando que pusies-
sen a la reyna en vn palafrén y a Brangel
en otro, y anduuieron quanto pudieron"por taT
que Tristan no les alcancasse. Y' en tanto que
fue llegado a la cibdad, puso la reyna en pri-
sión en vna torre alta, e no quiso que nin-
guno tuuiesse la Uaue sino el, y dauanle a co-
mer por vna finiestra. E después fizo prego-
nar que ningún hombre acogiesse a Tristan
so pena de muerte.
Entre tanto Tristan e Grorualan llegaron a
la torre con gran dolor que auia, e vieron
toda la yerna hollada de los pies de los ca-
uallos, e no vieron a nadie a las finiestras.
Dixo Tristan: «¡Como he yo miedo que aue-
mos recebido mayor daño que mi ferida,
que creo que a mi señora la reyna nos han
llenado!» E luego Gorualan entro en el pa-
lacio e busco quanto auia, y no hallo dueña
ni donzella, mas no hallo menos de las otras
cosas. E Grorualan se torno para Tristan,
y dixo: «Señor, sabed que mi señora la
reyna nos han licuado» . E Tristan comenQO
a hazer gran duelo, y cayo de cauallo en tie-
rra amortescido, e Gorualan comenco a llo-
rar, que pensó que era muerto, e Gorualan
comentólo a conortar, e dixole: «Señor, no
os conuiene de poner mal coracon, antes os
conuiene de conortar, que si mi señora vos
es llenada y metida en prisión, pensar de-
ueys que Brangel os la seruira. E por esto
nos vamos a la puente de Tintoyl, e por al-
guna persona embiaremoslo dezir a Bran-
gel, si es en la corte, e hazerle hemos saber
que estamos alli: e dezirle hemos toda nues-
tra hazienda y ella dezirlo ha a la reyna, y
ella embiara vnguento con que saneys, e, si
quisierdes, con vuestras gentes bien podres
dar guerra al rey Mares. E esperadvos que
venga alguna auentura, que vos podres co-
brar a la reyna Yseo, por que os ruego que os
conforteys e no desmayeys». E Tristan dixo:
«Amo señor, sienpre me consejastes e me
aueys dado buen consejo, eyo liare todo aque-
llo que vos quisierdes. Mas, cierto, yo sufro
tanta pena desta ferida, que jamas me pare-
ce que sofri» . E luego entraron en la casa, e
Gorualan le aparejo la cama e guisóle de
comer; e Tristan no podia comer ni podia so-
frir el dolor y estuuieron aquella noche en
gran pena. E (piando la mañana fue venida,
Gorualan se leuanto e aparejo los cauallos, e
fueronse por su camino, e Tristan yua des-
armado, que apenas se podia tener en la si-
lla, e Gorualan le lleuaua todas sus armas.
E ¿uando fueron a la puente de Tintoyl, des-
caualgaron, y Tristan se echo en la yerna, y
estando ellos alli, fue ventura que passaua
vna donzella que era de la corte y venia de
vn castillo que auia nonbre Cornezino, y ella
queria entrar en la cibdad, e Tristan le salió
delante, e dixole: «Donzella, vos seays bien
venida» ; y ella le torno las saludes; e Tristan
dixo: «Donzella, por amor de mi hazedme vn
mensaje, que vos vayays a Brangel a la corte
escondidamente, e dezilde que yo estoy aqui
malamente herido, e que me traya alguna
medicina de la reyna, si no, yo muerto soy
de dolor» . E la donzella le ono piedad e dixo:
«Señor, yo lo haré de voluntad, e yo soy
triste de vuestro daño; mas sabed que la rey-
na es presa, e non osa hablar con ella ninguna
persona, y el rey mesmo tiene las llaues; em-
pero, por amor de vos, yo haré quanto pu-
diere» . E luego la donzella se fue por su ca-
mino para la cibdad, e Tristan quedo triste
de aquello que oyó, y entonce le doblo el do-
lor. E la donzella, desque fue en la cibdad,
escondidamente, porque no la viesse Aldaret,
aquel que los auia metido en aquel mal, ella
se fue en la sala del rey, e tomo a Brangel
por la mano, e dixole: «Amiga, maldita sea
la hora que aquella mala donzella vino en la
corte, que ha desonrrado los mejores dop^r
amantes que son en el mundo, e sabed que
so mensajera de Tristan, que esta a la puente
de Tintoj'l, e contome como estaña malamen-
te herido en el braco de vna saeta emponzo-
ñada, y embiaos a dezir que el es muerto si
no le embiays a dezir que haga, o si no le
embiays alguna medicina por que el pueda
guarecer». E Brangel dixo que ella faria
todo su poder. Ella aparejóse vna mañana, e
caualgo en vn palafrén escondidamente e
á'cíü
LIBROS DE caballerías
fuesse para la puente de Tintoyl, e Tristan,
quamlo la vio. fue el mas alegre hombre del
mundo, e Brangel eomenoo a llorar e a dezir:
«Señor, muelio so triste de vuestro mal»; e
Tristan dixo: «¿Traesme algún vnguento?»
Ella dixo: «Señor, no, que mi señora la rey-
na es presa en vna torre, e no puede con ella
hablar persona del mundo, saluo el rey, que
tiene las llaues, e yo, señor, no soy maestra
que vos pueda dar consejo» . E Tristan eomen-
oo a llorar, y del dolor cayo en el suelo amor-
tecido, y desto Brangel ouo piedad, e comen-
rolo de conortar, e dixole: «Señor, vos no
deueys tener tan mal coraeon ni deueys des-
mayar, ante os deueys conortar, e si vos
murierdes. jamas estareys con la reyna, o
si guareceys, avn por tienpo podreys estar
con ella» . «Cierto, dixo Tristan, yo confor-
tarme he de voluntad, mas no se donde falle
maestro «jue me guarezca» .E Brangel le dixo:
• «Vos os deuriades yr por el mundo, y en
alguna tierra fallareys quien vos de sano,
que yo he oydo muchas vezes que en la pe-
1 quena Bretaña ay vn rey, el qual ha vna
'^ftja que es la mejor maestra del mundo, e
mejor que^mi _señora la reyna^ e yo conseja-
ros ya que fuessedes para alia, é, si a Dios
plaze, ella os sanara». Y en esto se acorda-
ron Tristan e Grorualan, y Brangel rogo a
Tristan que enbiasse cartas a su señora la
reyna, e Brangel se torno a la eibdad con
cartas e con señales de Tristan, y a la reyna
pingóle mucho con las cartas. E lleuo a Tris-
tan gran auer, y encomendólos a Dios lloran-
do, y dezia: «¡Aj- de mi, mezquina, que yo
ftie culpante entre estos dos amantes, porque
yo dexe las llaues a Gorualan del breuaje
amoroso!». Y después desto deziaj^ «¡O rey
Mares^Jüaldito seas, que por palabras de Al-
daret h^s metido en_desonrra a las mejores
dos personas del mundoI»7"T^eíla tornóse
para la corte muy pensosa e triste..-
xxxvm
De como don Tristan e Gortialan se fueron
al puerto de Tintoyl, y entraron en vna
nao, y fueron a la pequeña Bretaña.
Dize la hystoria que don Tristan e Gorua-
lan caualgaron en sus cauallos y fueron al
puerto de Tintoyl, e hallaron ende muchas
naos e vna dellas yua a la pequeña Bretaña.
E don Tristan hablo con el patrón, e pro-
metióle que le daria por el, e por Gorualan,
e por dos cauallos, diez doblas de oro, y el
patrón se tuuo por muy bien contento, y re-
cogiólos en la nao, e la nao hizo vela, e sa-
lieron del puerto de Tintoyl. E quando don
Tristan so vio quinze millas de mar. eo-
menoo a pensar en el amor de Yseo, e lloro
muy fuertemente, e si no le fuera verguen(,'a,
el ouiera fecho tornar la nao; mas la nao ^
hizo su viaje, e diole Dios tan buen tiempo, ^
que en ocho dias llegaron al puerto de la
pequeña Bretaña. E quando la nao fue al
puerto, Tristan llamo al patrón e diole vna m
copa de oro, y el patrón la tuuo por mucho, "
e púsolos en tierra e a todas sus cosas, e
fizieron ensillar sus cauallos y caualgaron
muy bien armados, y preguntaron que tanto
auia fasta la eibdad, y el patrón dixo que
quinze millas, e dixo qiie la eibdad auia
nombre Corel, y el patrón fue con ellos hasta
que los puso en el camino, y encomendólos
a Dios e tornóse para su nao. E Tristan y
Gorualan se fueron para la eibdad; Tristan
dixo a Gorualan: «Amo, agora es menester
que tengays celado mi nonbre». E quando
fueron llegados, vieron toda la gente arma-
da, assi como gente que esperaua batalla, e
vieron gentes por los muros, e a la puerta
vieron gran caualleria, e de fuera grand
hueste, e Tristan fuesse para la caualleria e
demando por el rey, y ellos demandaron que
cauallero era. Dixo el: «Yo soy cauallero
estraño y de luenga tierra» . E luego le mos-
traron al rey, e Tristan se fue para el, e hu-
millóse y besóle la mano, y el rey le torno
las saludes e Tristan le dixo: «Señor, yo
so cauallero estraño y de luenga tierra, y
soy herido en el braoo siniestro, e soj' ve-
nido en vuestro rey no a Dios e a vos, que
me hagays curar, que me dizen que vna
vuestra hija es gran maestra». E el rey le
dixo que caualgase en su cauallo, e rogólo
qiae algasse la visera del yelmo, e Tristan la
leuanto. El rey, quando lo vio, plugole mu-
cho con su vista e dixole: «Cauallero, vos
seays muy bien venido, e si a Dios plaze,
ayna sereys sano». Y el rey hizo recocer su
gente porque era tarde, y todos se entraron
en la eibdad y desarmáronse y fueronse to-
dos a cenar. E quando ouieron cenado, hizo
el rey venir delante si a su hija e dixole:
«Hija, ruegovos que este cauallero me de-
xeys sano e guarido lo mas ayna que pudier-
des, porque en su parecer, persona de me-
recimiento parece» . Y la donzella recibió a
Tristan e dixole que ella haria todo su po-
der; y lleuo la donzella a Tristan e a Gorua-
lan a vna cámara, e fizo a Tristan desarmar,
y católe la llaga e dixo: «Cauallero, avnque
la llaga sea emponzoñada, sed seguro que
ayna sanareys» . E púsole muy buenos vn-
guentos e hizole acostar en la cama, y ella
tornóse a sus donzellas; e Tristan durmió
DON TRISTAN DE LEONIS
31)1
aquella noche bien, e quando vino el (lia,
que el sol fue alto, la donzella se fue para
Tristan o miróle la llaga, e alli conosc-io que
era emponzoñada e dixole: «Cauallero, con
la voluntad de Dios ayna sereys sano»; e
púsole tal medicina, que a los veynte dias
fue sano, y estando assi, el rey se aparejo
para yr contra vn su sobrino que era conde
lie Egypta , y ordeno que vn su fijo , quo
auia nombre Quedin, quel ouiesse la delan-
tera, y el rey su padre fuese en la refaga.
e hizo sus huestes aparejar delante la cibdad
y fuesse sobre su sobrino, que era en vna
cibdad que auia nonbre Egypta, y el puso
sus tiendas e su hueste, y estando vn dia que
auian de conbatir, el conde hizo aparejar
sus gentes e luego paro mientes en la hueste
del rey, y el conde mando pregonar por
la cibdad que todo hombre de cauallo y de pie
tomasse armas para yr contra el vej, e luego
fue hecho su mandado, e fueron todos sobre
la hueste del rey. E quando el rey vio al
conde, fue triste e ouo miedo, e comentóse a
llamar mezquino e catino, «(|ue en mal punto
crey a mis caualleros que me han fecho estar
aqui, e agora viene el conde sobre mi con
mucha gente, e bien se que no me puedo par-
tir de aqui sin gran daño» . Y en tanto se van
ferir las dos huestes, y Quedin el hijo del
rey fue herir al conde y el conde a el, e
dieronse tan gran golpes, que los fierros de
las laucas entraron por las carnes, y de aque-
lla vez cayo Quedin en tierra. E el rey
quando vio a su fijo en tierra, fue alia, e fizo
tanto por fuerca de armas, que fizo a su hijo
subir en su cauallo; después dixo: «Hijo,
pensemos de recojer nuestra gente». Luego
Quedin y el rey e los caualleros comencaron
de fnjv.
XXXIX
Como el conde venció al rey y a toda su gente.
Quando el conde vio esto, mando que todo
hombre lo siguiese, y que no escapasse nin-
guno, e comenf'o de yr em pos del, y fueron
en alcance del hasta en la cibdad, e quando
fueron dentro, el rey mando cerrar las puer-
tas de la cibdad, e comencose de llamar mez-
quino y catino, por el mucho daño que auia
rescebido; y el conde, quando vio que el rey
era vencido, junto todas sus gentes y reco-
gieron el campo, e quando la batalla fue fe-
cha, el rey se torno en su palacio y entro en
la cámara de su hija, por saber que seria la
herida de su hijo Quedin, e dixo: «Ay mi
fija, como soy desbaratado, y he perdido
muy gran parte de mi gente, e vuestro her-
mano malamente ferido, e si el puede entrar
en la cñbdad, todos somos puestos a ciichi-
11o, y de vuestras carnes faran gran justi-
cia, por que yo querría ser antes muerto que
no biuo». Y la donzella comenco de llorar
l^or Quedin, que estaua herido. Y" quando
esto passaua, Tristan estaua ya sano, e fue
tal dicha que (lorualan estaua en lugar don-
de oya estas palabras y el llanto que el i-ey
fazia, y pensó cosa que jamas en su vida
pensó, e fuese para el rey, e dixole: «Señor,
no tomeys pesar, e tomad el mi cauallero,
que os defenderá de aquesta auentura» . El
rey se marauillo, e dixo quien era el caualle-
ro, y el dixo: «Sabed quel que vuestra hija
sano de la ferida del braco». Y el rey paro
mientes en aquellas palabras, y esforr-ose vn
poco del pensamiento que tenia, e luego el
rey caualgo e fue por la cibdad. E hizo ar-
mar toda su gente, ponpie el conde se apa-
rejaua para conbatir la cibdad, e Grorualan
se fue para Tristan, e dixole: «Señor, yo os
ruego, por amor de mi, i|ue vos querays
auer piedad del rey e de la donzella que os ha
guarido, que mucho faze gran duelo por el
daño que han recebido, que no piensan (|ue
han de escapar sus personas». E contole la
fabla. «E por esto, señor, vos ruego que fa-
gays vuestra caualleria en este punto, que
esta es la ¡primera cosa que os he rogado,
que gran duelo he dello». Tristan dixo:
«Amo, mayor cosa que esta me deuriades
vos rogar, que esto no lo he de hazer por
ruego, que honrra es mia; por ende tenedme
aparejadas las armas y el cauallo, que al
punto de la batalla yo pueda salir fuera» . E
luego Tristan salió del palacio, e fuese a
andar por la cibdad, e oyó el llanto que fa-
zian las gentes por las calles y placas; e su-
bióse al muro de la cibdad e vio fuera toda
la gente del conde, aparejada para dar bata-
lla. E Tristan dixo entre si: «Mal parece
que yo sea cercado en esto lugar» E tornóse
para el palacio, e luego se armo e subió en
su cauallo. Grorualan fue con el fasta fuera
de la cibdad, e fallo Tristan al rey con su
caualleria, e dixole: «Señor, fazed armar a
grandes y pequeños, e fazed subir a las
criaturas y los viejos altos en el muro, e a
los otros cerca de vos, y dexad caualleria a
la puerta, que oy faremos tanto, si a Dios
plaze, que venceremos aquellas gentes». Y
el rey se marauillo, e dixole: «Señor caua-
llero, ya fuera racon de os lo auer rogado
que en esto vos quisiessedes poner, pero re-
celando como no os ouiesse en cosa honrrado
des])ues que estay s en mi corte, por no auer
lugar, no lo rogue. Pero agora, pues en tan-
to bien o honrra como a mi desto viene os
392
LIBROS DE caballerías
poneys , tienpo verna que lo agradeceré , e
yo fare todo lo inio nos qnisiessedes» . Y ol
rey fizo assi como Tristan lt> auia dicho; e
Tristan dixo: «Seguidme y dadme acorro, e
no ayays miedo, que. con la voluntad de
Dios, serán oy vencidos y muertos». Y en-
tonce ajunto toda la gente de pie y a los de
cauallo, e tomo su lanca, y miro por el con-
de e toda su gente, e dixo el conde: <'Aquel
cauallero no es desta tierra, quel no saldría
tanto adelante, que he miedo que sea por
nuestro daño». Luego el conde boluio su ca-
uallo contra Tristan, e Tristan, quando lo
vio venir, abaxo su lanca e fuesse para el, e
diole tal golpe, que la lanoa le metió jior los
pechos y dio con el en tierra muerto; e fue
ferir en el tropel de los caualleros, que ante
que quebrase la langa derribo veynte caua-
lleros, y el rey e sus caualleros fueron a
ayudarlo; e la gente del conde, quando vie-
ron su señor muerto, comencarou de fuyr
para la cibdad, y el rey e Tristan fueron
para tras ellos e hizieron gran mortandad, e
aquellos que fuyan yuan tan rezio, que no
atendían vno a otro, y ellos los siguieron
fasta la cibdad de Egypta. E quando los de
la cibdad vieron su gente desbaratada, fue-
ron tristes, y Tristan dixo: «Señor, mandad
que toda la gente este queda* . E luego fue
fecho lo que mando Tristan.
XL
De como don Tristan entro e tomo por fuerza
de armas la cibdad de Egipta, que era del
conde.
Ellos estando assi esperando y recogiendo
toda la otra gente, aquellos de dentro leuan-
taron por señor vn muy valiente caiiallero, e
aquel mando que presto se aparejassen todos
muy bien, para salir fuera contraía gente del
rey. E luego fueron todos fuera de la cibdad
armados, e todos estañan como vassallos sin
señor, que no fazian nada por el cauallero, e
Tristan dixo al rey: «Señor, por aquel ca-
uallero se perderá oy la gente de la cibdad» .
Y el dixo: «Assi j)lugiesse a Dios» . E Tris-
tan dixo: «Pues seguidme, e vereys que yo
haré tanto de armas, que quebrare las ba-
rreras de las puertas, e no las podran leuan-
tar ni cerrar, y entre tanto vosotros entrad
en la cibdad e non ayays miedo, e seguid-
me, que fare tanto que no escapara ninguno
bino». E Tristan tomo su escudo, e todas
las otras gentes lo syguioron, e fueron a fe-
rir en la gente de la cibdad; e Tristan dio
tal golpe a su señor que tomaron nueuo, que
la lanca le metió por los pechos que cayo
en tierra muerto, e tornáronse atrás, e Tris-
tan y los otros tornaron a la puerta, o alli
fue la batalla uiarauillosa, que las geiatos
cayan en las canas por entraren la cibdad; e
Tristan saco la espada, e corto las cuerdas de
la puente leuadiza, e dixo: «Adelante, ade
lante, caualleros». E alli veriades lancar lan-
gas e quebrantar escudos, e caualleros caer; e
Tristan tomo la lanca, e vase para la caua-
lleria de la cibdad, e dio en ellos, o abrió vn
portillo, e tantos quantos alcancaua, tantos
derribaua muertos, e tanto fizieron aquella
hora, que entraron en la cibdad por fuerca
de armas, e quando la cibdad fue entrada,
Tristan dixo al rey que mandasse pregonar
que no matassen mas de los que eran muer-
tos, e luego fue fecho su mandamiento, e
quando la gente ovo aquel pregón, agrades-
cieronlo mucho a Dios porque los auia esca-
pado, y el rey y Tristan entraron dentro de
la cibdad, e fueronse al palacio, y estuuie-
ron alli con gran allegria ellos e su gente.
Dize la historia que quando la hija del
rey oyó las cauallerias que Tristan hazla,
fue allegre ella e toda su gente, e dixeron:
«Bendita sea la ora que aquel cauallero vino
a esta corte, que nos ha escapado de muer-
te» . E fuese para Quedin, que estaua flaco,
e fue alegre quando supo quel conde era
muerto y que auian tomado la cibdad; dixo:
«Bendito sea aquel cauallero, que todavía
me plazia de sus hechos, e dentro de mi co -
racon lo quería gran bien» .
E dexemoslo estar e tornemos al rey e a
don Tristan, qiie vn dia dixo Tristan al rey:
«Señor, embia vviestros mensajeros por toda
esta tierra del conde, que os vengan a hazer
omenaje sainos y seguros, e que vengan a fa-
zer lo i^ue (piisierdes, so pena de la vida e
hazienda» . Luego el rey lo mando pregonar
por toda la tierra, e las gentes fueron alegres
por estas nueuas, e fizieron su mandado, y el
rey ordeno adelantado en la tierra, e ordeno
lo mejor quel pudo por la tener pacifica, y
estuuo alli quinze dias, e partieron de alli el
rey e Tristan e toda la gente, e tornóse a su
tierra, e quando el rey ouo descaualgado,
fuesse para su hijo Quedin y para Yseo, y el
rey los vio con gran plazer, e Quedin era ya
leuantado, y recibieron al rey e a Tristan
con gran honrra, e hizieron gran alegría
por toda la cibdad. E vn dia el rey e todos
los de la corte, estando en el palacio, dixo el
rey a Tristan: «Buen cauallero, yo conozco
aquí ante todos que vos me aueys fecho rey
e me aueys cobrado mi reyno que auia cerca
de perdido. E por esto yo quiero que vos
seays señor de mi reyno, e tomeys aquel
DON TRISTAN DE LEONIS
398
condado que vos ganastes, e yo confirmarvos-
lo he con toda su gente». Tristau le dixo:
«Señor, muchas gracias vos ago yo, que no
quiero vuestro rey no ni vuestra tierra, ca yo
no vine aqui por desheredaros, que avnque
me veys assi. en abito de vn cauallero an-
dante, otras cosas auria si las quisiesse».
«Señor (muallero, dixo el rey, yo quiero que
vos seays señor de aquel condado que ganas-
tos, que mucho bien lo mereceys». E Tris-
tan dixo que lo reeibia y que se lo tenia en
merced, e todos se touieron por pagados con
el. Y el rey y toda la gente le rogo que les
dixesse su nonbre. «Sabed, señores, dixo el,
(pie yo he nombre don Tristan de Leonis, so-
brino del rey Mares de Cornualla» . E quando
el rey supo que era don Tristan de Leonis,
fue mucho mas alegre, e hazianle mucha
honrra e fiesta. Y el rey e Tristau y Quedin
fueron a holgar vn dia ribera de la mar, e
Quedin y Tristan comengaron a fablar en
fecho de amor, e Tristan se acordó de Yseo
la brunda, e dixo Quedin: «Sabed que en la
corte era yo enamorado de vna dueña la mas
fermosa del mundo, y es fija del rey, e por
su amor he hecho muclias cauallerias e hago
oy dia»; e contole muchas cosas de lo que
auia passado por ella. Mientra andana assi
sospiro Tristan, e dixíu. «¡Ay señora Yseo, "
como muero por v^s!»~A-ssi como la nonbro,
cayo en tierra amortecido; e Quedin, quando
esto oyó, entendió que lo auia dicho por su
hermana Yseo, quel pensaua que no auia
otra Y^'seo sino su hermana, e dixo entre si
mesmo: «Si Tristan quiere a mi hermana, yo
ge la daré de voluntad si la quiere por mu-
ger o por amiga, que yo mas amarla que ella
fuesse muerta cient vezes que no Tristan
ouiesse tan gran pena» ; e descaualgo, e co-
nortolo tanto, que Tristan acordó y torno en
su seso. Luego Quedin dixo: «Señor Tristan,
desto me hago marauilla, de que vos e yo
somos tan amigos e tenemos tanta conuersa-
cion en vno, e avn mas que soys señor de la
corte e sofris tan gran mal por mi hermana;
¿por que no me lo deziades? ca yo querría
que fuesse muerta cient vezes ante que vos
passeys ningún mal, e yo os la doy, que
seays señor della a vuestra voluntad» , E en
esto Tristan pensó, e dixo entre si mesmo:
«Si tomo aquesta por muger, yo saldría de
gran cuyta; si pongo por oluido aquella due-
ña, no perderé nada, antes ganare honrra e
dueña; e si aquella es fermosa, esta es fer-
mosa, e si aquella es fija de rey, esta es fija
de rey. E assi la puedo yo bien oluidar por
aquesta»; y en esto se acordó e dixo: «Ami-
go Quedin, si vos me la days, yo la tomare
de voluntad». Luego Quedin ge la prometió,
e caualgaron, e tornáronse en la corte e co-
mieron con gran alegría. Quedin se fue para
el rey, e dixole: «Señor, yo fae a folgar con
Tristan» , e contolo todo como auia passado,
«e por esto querría, si vos pluguiesse, que
mi hermana que ge la diessedes, que a mejor
cauallero ni mas alto no la podeys dar»; y
desto fue el rey alegre, e dixo que le plazia;
e dixo Quedin: «Yo ge la he otorgado, si
vuestra merced es contento» . El rey dixo:
«A mi plaze, e hago gracias a Dios de tama-
ña merced como me ha hecho» . Y el rey se
fue para el palacio, e tomo a Tristan por la
mano e dixole: «Tristan, marauillome de vos,
que erades señor de mi corte, y erados ena-
morado de mi hija Yseo, e sofriades tan gran
pena por su amor, porque vos no me lo de-
ziades»; e Tristan dixo: «Yo esperaua tien-
po oportuno para que vos lo pudiesse dezir» ;
y el rey le dixo: «Yo vos la do por muger» , e
diole el guante. Tristan lo recibió y ge lo
tuuo en merced, e passada aquella noche,
quando vino la mañana, se leuanto, y el rey,
e Quedin, e toda la corte. El rey fizo venir
todos los caualleros, e dueñas, y donzellas,
al palacio, y el rey se leuanto en pie, y Que-
din su hijo, e llamaron a Tristan, e Gorua-
lan, al qual plazia mucho dello, que sabia el
que la vida de Tristan en aquello se ganaua,
e fizieron venir a Yseo ante ellos, y el la
tomo por la mano, e dixo a Tristan: «Pues a
Dios e a vos plaze de querer mi hija por mu-
ger, yo vos la do que vos seays señor della,
para fazer úell^a -que a vos pluguiere» . E
toda la gente e/ Yseo" fueron alegres, e fizie-
ron grandes cortes por toda la tierra, y esta
fiesta duro quinze dias, e quando vino la pri-
mera noche que Tristan auia de dormir con
la infanta, entróse en la cámara, e fallo ay
dueñas e donzellas que se auian acostado en
la cama de Yseo, e salieron todas de la cá-
mara, e Tristan quedo con su muger, y echó-
se con ella, e comencola de abracar y besar,
y no le quiso fazer al; y el_ querría passar a
ella, y el coracon le' fue luego a Yseo la
brunda, e comentóse todo a estremecer, e la
voluntad i-e le boluio, e dixo entresi: «Si yo
he que fazer con esta donzella, luego porne
en oluido la reyna Yseo la brunda, que ha
sofrido tantas penas por mi, e sefe" tenido
por falso enamorado de todos los caualleros
que tienen don de amor, e aquesta no cuy-
dara que otro juego aya entre el honbre ela
muger sino de abracar y besar, y esta vida
quiero yo fazer fasta que venga otra auentu-
ra» . E Tristan estuuo assi abracándola y be-
sándola, que otro juego no le fizo, e la don-
zella se tuuo por bien contenta, porque ella
cuydaua que no auia otra razón en el honbre
394
LIBROS DE caballerías
e la muger ('): v eptiiuieron aquella noche
on solaz, e quando vino la mañana. Tristan
se leuanto, y el rey seleuanto muy alei^re, e
dixo: «Cierto, Tristan, yo auia dos fijos, e
gracias a Dios que agora he tres; el vno soys
vos, y el otro es Qnedin, e la otra Yseo, e
por esta me parece que os pertenece coro-
na. E quiero que vos seays señor de mi corte
y de toda mi tierra, assi como buen cauallero
y de alto linaje que soys» . Luego se leuanto
Tristan, e dixo al rey: «Muchas gracias y
mercedes, que tanto me aueys dado, que por
todos tiempos seré a vuestro seruicio, que
TOS soys de hedad de ser re^v , y después de
vos vuestro hijo Quedin, que es valiente ca-
uallero»; y el rey dixo: «Tristan, j'^o quiero
que vos seays señor de mandar y de vedar
en todo mi rey no, como l)uen cauallero que
soys». Luego Tristan dixo: «Señor, muchas
mercedes a vos». E todos los caualleros
loaron las cortesías del rey e de Tristan, e
estuuieron assi en gran plazer, e a cabo de
vn gran tienpo vn cauallero del reyno de
Londres, el qual auia nonbre Lanbrojesin,
llego en aquel reyno, y entro en la corte del
rey y estuuo ay holgando siete dias, e an-
dando por la ciudad vn dia encontró con
Tristan, e mirólo mucho, e católe en la cara,
e supo bien que aquel era Tristan, e llamo
vn douzel e dixole: «Dezidme, ¿aijuel caua-
llero es honbre desta tierra?» Y el dixo:
«Xo, antes es cauallero estraño, e ha nombre
Tristan, y es el mejor cauallero del mundo,
que por fuerza de armas mato al cqndüjle
Egypta, y es el conde de su tierra, e ha to-
maoo por muger a Yseo de las blancas ma-
nos, hija del rey. E por aquel somos escapa-
dos de muy cruel muerte»; y el cauallero fue
mucho marauillado, e partióse luego de alli;
e fuesse para CamaíüLíL la corte del rey Ar-
tur, por le contar las buenas nueuas de don
Tristan de Leonis.
XLI
De como pareció ante el rey Marea de Cor-
nualla vn cauallero, e le dixo nncuas en co-
mo Tristan era casado con Yseo de las
blancas manos.
Dize la historia que quando el cauallero
fue llegado a la corte del rey Artur, dixo al
rey: «Señor, nueuas vos traygo de vno de los
O La novela en prosa francesa dice así:
«Tristan se coucha avec Yseult. Le luminaire ar-
doit si oler, que Tri-tan ponvoit hien voir la beauté
dTseult. Elle avoit la lyiuehe blanche et tendré, yeux
verds. rians. les sourcils bruns et bien assis, la face
clc-re et vermeille. Tri>tan la baise et accole; et qaant
il lui souvient de la reyne Yseult de Cornouailles, si a
mejores caualleros del mundo, que es don
Tristan, sobrino del rey Mares. E sabed que
es sano e biuo, y es en la corte del rey Oel
de la pequeña Bretaña, e ha a [Yseo de las]
blancas manos tomado por muger» . E quan-
do el rey oyó aquellas nueuas, fue muy ale-
gre porque supo que era biuo; e Langarote
del Lago e otros muchos caualleros fueron ale-
gres, e de otra parte tristes, porque auia to-
mado muger, e fizieron cuenta que jamas tor-
narla a aquella tierra; y estaña ende vn ca-
uallero que auia nombre Lambagues, que
era de Cornualla, marido de la dueña del La-
go del Espina, que no quería bien a Tristan.
E dixo entre si mesmo: «Pues que Tristan
ha tomado muger, jamas tornara en Cornua-
lla, e por esto so yo alegre». E dixo: «Estas
nueuas quiero yo llenar el rey alares, su tio» .
E luego partió de la corte e llego a Cornua-
lla, e fuese ante el rey e dixole: «Señor, nue-
uas vos trayo, las mejores que nunca oystes» .
E el rey dixo: «¿Que nueuas?» «Señor, yo vos
trayo nueuas de vuestro sobrino Tristan, que
es sano e alegre en la corte del rey Oel de la
pequeña Bretaña. Mas creo que nunca lo ve-
rey sT^lñéníáToma do por muger vna hija del
reyjDd, que ha nonbre Y'seo de las blancas
manos» . El rey fue triste en que supo que
era biuo, e fue muy alegre en que supo que
auia tomado muger, por la qual razón enten-
dió que no tornarla mas en su corte; porque
la gente toda ipieria bien a Tristan, el rey
hizo semblante que quisiera que Tristan fue-
se en su corte, mas no de coracon. E vn ena-
no que ay estaña, como entendió esto, se fue
al pie de la torre donde la reyna estaña, e co-
mencé a llamar en altas bozes: «Señora, nue-
uas os trayo que vos sereys oy fuera de pri-
sión; sabed que Tristan no tornara mas en
aquesta tierra, quel ha tomado por muger a la
fija del rey Oel de la pequeña Bretaña». E la
reyna dixo: «¿Quien te ha dicho estas nue-
uas» . El enano dixo: «Un cauallero que ha
nonbre Lambagues, que es venido de la cor-
te del rey Artur» . E la reyna no lo quiso
creer, porque ella sabia que Lambagues no
queria bien a Tristan. E no tardo mucho quel
rey no abrió la torre a la reyna, e tornóla a
la corte con sus dueñas e donzellas, como
solia estar. E con la reyna ouieron todos
muy grande alegría y plazer, e desto fue muy
alegre Brangel, e de otra parte muy triste era
en su corar-on, porque entendía que no tor-
tonte perdn la voullonté da surplus faire. Ceste
Yseult est devant luy, et l'aatre est en Cornouailles,
qui lui deffend si cher comme il ayme son corps, que
á ceste Yseult ne face chose qui á villenie lui tourne.
Ainsi demeure Tristan avec Yseult sa femme; et elle,
qui dautre soulas que d'aceoUer et baiser ne savoit
rien, s'endort entre les bras de Tristan».
DON TRISTAN DE LKÜNIS
395
naria mas Tristan en Cornualla. E a cabo de
pocos clias, la reyna tomo por la mano a Bran-
f^^el e dixo: «Ya xejs que nueuas ay de Tris-
tan e que el ha tomado muger, por que el no
tornara mas en esta tierra. Sabed que yo no
puedo creer tales nuouas» . E dixo: «¡Ay mez-
i|uina! ¿Como voy tan engañada que por vna
pena que en la prisión sufria, aquestas nue-
uas me lian hecho sufrir muchas? ¡Ay mez-
(juina! ¿Por que me alegraua yo por ser Tris-
tan noble e virtuoso e esforcado y de gesto
luzido? Pues la su nobleza e caualleria a mi
auia tanto de dañar; e si verdad es, yo mes-
ma me quiero dar la muerte, e ruégeos que
ayays merced e piedad de mi» . E Brangel di-
xo: «Señora, yo soy aparejada para vuestro
mandado». E dixo la reyna: «Pues, por amor
de mi, vos yreys a la pequeña Bretaña e le-
uareys de mi parte vna carta a Tristan, esa-
bremos si esto ijue se dize es verdad» . Y ella
le dixo: «Señora, de buena voluntad yre».
E luego la carta fue fecha, e la carta dezia
assi:
«Tristan, hijo del rey ^leliadux: Y'o, la sin
ventura Yseo la brunda, a ti salud, si el cabo
de las cosas la acarrear puede. Tristan, ale-
gróme e plazeme que todavía crescen los tus
loores eni^roeza, tus grandes e gloriosos he-
chos, ilas yo soy triste e muy cuytada por oyr
nueuamente el ensuziamiento del tan limpio
amor, y el perdimiento del prez e honrra de
tu nonbre de amador, ea dizen que tu, ven-
cedor de todas las cosas, eres agora vencido
de la tan sin fuerr-as Yseo de las blancas ma-
nos, fija del rej Oel_deJa pequeña Bretaña..
E agora nueuamenle eres casado coiTelTa. ¿E
como ¡Duede ser que Y'seo la brunda sea assi
oluidada e contada entre todas las gentes por
mi la barragana?; e si por ferniosura comi-
go as tenido amores, mas fue mi daño que
no mi prouecho, e la fermosura e tu bondad
de caualleria enemigas fueron a mi muy crue-
les, que me pusieron en oscuras cárceles que
a mi no pudieran ser contadas por virtudes,
pues menos he de bien por ellas, que veo que
todas las altas dueñas de los derechos de sus
aferes han tan singulares plazeres, siruiendo
o conosciendo a sus amigos. Mas yo, mezqui-
na, conozco ansias e penas con las falsedades
de la tierra. Escureeeme la voluntad e endu-
réceme el coragon, e quítame el temor de toda
esperan9a de bien. E todas estas cosas no son
a jni nada en comparación de lo que me di-
zen que eres tu ya casado, mas ya desto no
podria mas ser sino dar querellas a mi Dios,
y sera testigo de los mis amargos dolores, e
mostrar el mi cruel pecho la gran rauia de mi
anima, e daré a conocer a las gentes el tu
gran desconocimiento sin mesura ninguna; ¿e
piensas tu que no podían en algún tiempo to-
mar de ti veiiganca las mis ansiadas quere-
llas? Mas torna tu, Tristan, e acorre a la tan
atribulada reyna Yseo la brunda porque no
acabe de perecer, ca, por cierto, mas gran
dolor e mal he anido después de las nueuas e
salida de la cárcel quel rey me tenia, que en
dos años que he estado dentro; e piensa en ti,
Tristan, que tan entrañable amor assi troca-
do nunca de Dios se perdono. E tu en todos
los peligros seras temeroso, ca fara la culpa
en ti silla de miedo ('); e si pudiesse dexar
passar la braueca del tienpo, yrme ya fazien-
do a la nueua tristura, e quieres que, con in-
fernal rauia, aya de hazer cosa que, en no
cumpliendo mi desseo, acarree mi desastrada
muerte; e vista, ven e sacarasme de tanto
dolor; e embiote a Brangel porijue mas celado
fuesse mi padescer, e saludadme a Grorualan
del que soy enartada» .
E desque la carta fue fecha, dixole: «Mi
amada donzella, aparejaos de yr honrrada-
mente. E luego hizo aparejar su palafrén bien
atauiado, e aquello que auia menester, e hizo-
le cobrir vn rico manto de seda , e diole vn
honbre que fuesse con ella, que era sordo e
mudo de su nascimiento, e la reyna le hizo
castrar, según dize el historiador, por tal que
no fiziesse cosa que en daño viniesse a la don-
zella ni le oyesse cosa que ella dixesse, ni la
dezir pudiesse; e luego se despidió la donze-
lla de la reyna, e fuese en su mensajería es-
condidamente. E anduuo tanto por sus jorna-
das, que £11 quali'o meses llego, a la pequeña
Bretaña. E Brangel fuese para la cibdad
donde Tristan estaua, e quando fue dentro,
pregunto secretamente donde estaña, e quan-
do lo supo ella, se fue con mucha alegria
para el.
XLII
De como don Tristan^ e Qiiedin su cuñado,
se partieron con Brangel su viaje por la
mar, a causa de vna carta que ella iruxo
de la reyna Yseo la brunda.
Dize la hystoria que vna gran mañana,
que Tristan y Quedin su hermano fueron
ribera de la mar. E quando ellos fueron en
la playa, vieron em pos dellos vna donze-
lla ricamente aparejada , e Tristan dixo a
Quedin. «¿Quereys ver vna de las donze-
llas andante- de las que van en nuestra tie-
rra? E agora la podeys ver, esta que vie-
ne». E Quedin dixo: «Assy Dios me ayude,
si todas van assy aparejadas, bien van hon-
(') Elocuentísima expresión.
396
LIBROS DE caballerías
rradamente». Estando ellos en estas palabras,
la donzella allego, y Tristan se fue para ella,
e luego la don>;ella lo conoscio. E Tristan no
conoscio a ella , porque venia rebocada , e
Tristan <lixo: «Donzella, vos seays bien ve-
nida»; y ella le dixo: «Vos seays muy mal
fallado , assi como el mas falso cauallero del
mundo. E Tristan di:ío: «¿Por que me de-
nostays?» Y ella dixo: «Porque vos anejas ol-
uidado la mas hermosa dueña del mundo, e
mas noble» . Tristan dixo: «Donzella , ¿como
lo sabeys vos?» Y ella dixo: «Yo lo se bien,
e os conozco». E Tristan le dixo: «Ruegovos,
por cortesía, que vos descubrays la cara»; y
ella se descubrió e se comenzó a sourreyr, e
dio vn gran sospií^o. E Tristan, que conoscio
que era Brangel, fuela abracar, y ella le beso
las manos, e le dio la carta. E quando Tris-
tran ouo leydo lo que en ella dezia, cayo del
cauallo amortescido en tierra, e quando Que-
din lo vio assi en tierra, marauillose. Y el y
Brangel comencaronlo a conortar, e quando
Tristan fue tornado en su seso, Quedin le
dixo: «Señor, mucho me parece que es gran
desuario que por vna carta que vos traya
vna donzella tengays tan gran tristura»; e
preguntóle por que era venida aquella donze-
lla; e Tristan le dixo: «Sabed que esta carta
es de la dueña que vos dixe que amaua e so-
fría tanta pena, e aquesta es la donzella que
os dezia por vuestra hermana Yseo, e vos
dexistesme que me la dariades , e yo tómela
porque me pudiesse oluidar esta dueña, e no
quise dezir cosa ninguna e tome a vuestra
hermana por muger, mas mi pensamiento no
valió nada e yo no la puedo oluidar; empero,
assi como vos me distes a vuestra hermana,
casta e donzella, porque de mi no fue tocada
sino tan solameiite de abracar y besar. Por-
que mi voluntad era y es de tornar en aque-
lla tierra por amor de aquella dueña, e rue-
govos que me tengays secreto, que yo tornare
ayna, si a Dios plaze». E Quedin dixo: «Por
la mi fe, si vos me otorgays vn don, que yo
os terne poridad» . E Tristan se lo prometió,
e Quedin dixo: «Yo quiero yr con vos por
ver essa dueña, que yo desseoso soy de ver
las auenturas de los.caualleros3iidantes que
hallan ende por essa tierra». É Tristan dixo:
«A mi plaze que vos e yo vayamos en con-
pañia; mas ¿que escusa pornemos por esta
donzella, porque nos* podamos partir della?»
E Quedin dixo: «Xos diremos que es de Leo-
niS; e que es venida por mensajera por el
vuestro reyno, que se pierde por guerra, por-
que es menester que vayamos alia por meter
paz». En esto se acordaron todos tres, e fue-
ronse para la ciudad. E quando el rey vio la
donzella, marauillose mucho, e dixo que mu-
cho era bien e ricamente atauiada, e recibió-
la mucho bien e fizóle mucha honrra; e Bran-
gel allegóse a Yseo de las blancas manos, y
ella preguntóle donde venia, y ella dixo que
de Leonis, y esso mismo pregunto el rey a
Quedin, si sabia donde venia, y el le contó
como era de la tierra de Tristan, e dixole
todo el fecho según quedo entre ellos ; y el
rey enibio por su hija, e dixole: «Tomad esta
donzella y lleualda a vuestra cámara e fazel-
de mucha honrra, que a vuestro marido es
venida». E quando ella la vio, comencé de
sospirar, e dixo entre si: «¡Mezquina! ¡E si
nunca la donzella fuesse venida aqui, que
yo bien pienso que ella me llenara a Tristan
mi señor». Mas ella, como discreta e sabia,
tomóla por la mano e llenóla a su cámara, e
hizole mucha honrra, e preguntóle por nuenas
e por que fuera venida alli; e la donzella dixo
como era de Leonis, e contole todo como ellos
lo auian ordenado. E Yseo comencé a llorar,
e Brangel la conorto, e dixo: «Señora, no
ayays miedo, que, si a Dios plaze, luego tor-
naremos, quando Tristan sea librado de la
guerra» . Y estuuieron aquella noche assi, e
quando vino otro dia, Tristan fue ante el rey,
e dixo: «Señor, cierto que yo he estado luen-
go tienpo en esta tierra, tanto que el my rey-
no se va a perder por guerra, que no ay nin-
guno que lo defienda, e por esto, señor, que-
rría yo yr alia, e luego sera mi tornada, si
a Dios plaze». Y el rey dixo: «Si el vuestro
reyno se va a perder, a mi plaze que luego
vayays alia por ponerlo en paz, con tal que
non sea otra cosa. E tomad caualleria e com-
pañía para conquerir la guerra» . E Tristan
dixo: «Yo no quiero yr saino solo, sin compa-
ñía ninguna»; y el rey dixo que hiziesse de
manara que a el visto fuesse. E Tristan se
a})arejo lo mejor quel pudo, e a Gorualan peso
mucho de la venida de la donzella Brangel;
pero luego se aparejaron con todas sus ropas
e cauallos e armas, e todo lo que menester
auian; e luego el rey se fue para su hija, e
dixole: «A vuestro marido es venida vna
mensajera con cartas para que vaya al su
reyno de Leonis lo mas presto que el pudie-
re, y el no se quiere yr sin vuestra gracia,
por que conuiene que ge la deys» . Y ella co-
menco de llorar, e dixo: «Bien sabia yo que
no era venida la donzella sino por mi daño,
y yo se bien que quando Tristan sea ydo des-
ta tierra e sea alia, que no querrá tornar a
esta ni a mi, e yo no he tanto poder para que
le pueda estoruar de aquesta yda; por que
ruego a Dios humilmente que me lo guar-
de e me lo trayga sano, e ruégele que se le
mienbre de mi, qug, si el no torna, luego yo
no biuire». E Tristan la fue abracar, e di-
DON TRISTAN DE LEONIS
397
xole: «Señora, yo me tornare , si a Dios pla-
ze, que yo lieuo en mi compañia a Quedin
para me boliier con el, e mucho es vso de ca-
Tialleros yr en sus auenturas e tornar en sus
tierras». E dixo Yseo a la donzella: «En mal
punto venistes a esta tierra, que me lleuays
a Tristan mi señor, e dosta auontura yo deuo
morir». E Brangella conortaua, e dixo: «Se-
ñora , ya no tomeys pesar , que la nuestra
tornada sera muy presto, e la tierra en paz,
luego seremos aqui». E la donzella dixo: «Se-
ñora, a Dios os encomiendo». E Tristan echo
a(piella noche con su dueña, y ella toda aque-
lla noche le tuno abracado, e lloramx fuerte-
mente; e Tristan la conortaua muy dulce e
amorosamente, e auia gran piedad della, mas
tanto le destruyo el frenaje amoroso, que no
p)odia estar de no yr allaT^quándo vino el
dia, Tristan se leuanto, y el rey e toda la
corte, e fizieron ensillar los cauallos para yr
hasta la mar; e Tristan abraco y beso a Yseo,
c dixo: «Señora, yo os encomiendo a aquel
que formo el cielo e la tierra» . Y ella, sospi-
rando, dixo: «A esse mesmo vos encomiendo
yo a vos, e ruego vos, buen cauallero, que os
menbreys de mi». E caualgaron para yr a la
mar, donde hallaron nauios que yuan su via-
je; e luego ella subió en vna torre, fasta que
las naos perdió de vista , e del gran pesar que
ella tenia, echóse a dormir, e soñaua que vna
dueña que le tomaua su marido Tristan.
Agora dexemos a ella dormir sobre la torre,
e tornemos a Tristan e a Quedin, e a todos
los otros, que encomendaron a Dios al rey e
a toda la gente, e recogiéronse en la nao e
hizieron vela.
Y el rey se torno en la corte e pregunto
por su hija, e dixeronle como estaua en la
torre. El rey subió arriba, e hallo que es-
taua todavía durmiendo, y despertó sospi-
rando, edixole: «Hija, no deueys tomar mal
coraQon, antes os deueys conortar porque
vuestro hermano Quedin va con Tristan, e
no le dexara por cosa del mundo, e no de-
ueys tomar pesar, e si por ventura vos mo-
rís, no tornara mas en esta tierra, e yo auria
perdido tres hijos por vuestra locura luego».
Y descendieron de la torre, y la dueña se
metió en su cámara y el rey se fue con sus
caualleros para su palacio.
Dexemos agora estar la torre; tornemos a
Tristan e a Quedin su cuñado. Dize la histo-
ria que Tristan y Quedin, yendo su viaje,
ouieron tres dias buen tiempo, e después
ouieron gran tormenta quinze dias e llega-
ron a vn puerto en el rey no de Londres, a
vn lugar que es llamado la Grasta Floresta, y
quando la nao fue amarrada, Tristan dixo al
maestre de la nao en que tierra eran llega-
dos. Y' el dixo que en el rejmo de Londres,
Gasta Floresta; e Tristan le pregunto si ha-
llarla alli auenturas, y el dixo: «Señor, si;
mas que en otro lugar» . E luego mando Tris-
tan que le sacassen las armas y el cauallo. Y
el dixo a Quedin, e a Gorualan, eBrangel,
que ellos que se fuessen en la nao al reyno
de Cornualla. «Por buena fe, dixo Quedin, no
me partiré de vos, que sabeys bien que por
al no vine en aqueste viaje sino por ver e
por hallar auenturas». Quando Tristan vio
que Quedin no se queria partir del, dixole
Tristan: «Pues aparejadvos, e vamos ambos» .
E mando a Gorualan e Brangel que fuessen
en la nao para Tintoyl, e (pie dixessen que el
era quedado en la Gasta Floresta a sus auen-
turas. E dixo Brangel: «Señor, querría yo
que no nos partiessemos de aqui sin vos, que'
yo se que quando mi señora nos vea yr sin
vos, aquella ora se le doblara la pena» . E
Tristan dixo: «Pues vosotros esperareys aqui
veynte dias; e si passaren los veynte dias
que no tornaremos, e ouierdes buen tiempo,
yd vuestro camino e no espereys» . Gorualan
dixo que los encomendaua a Dios, porque
entendió la voluntad de Tristan, e Tristan
encomendó a Dios a ellos e al patrón, e ca-
ualgaron en sus cauallos bien armados, e la
nao quedo en el puerto. E agora dize la his-
toria que aquel dia anduuieron tanto Tristan
e Quedin, fasta la noche, que no fallaron
ninguna auentura, ni hallaron ningún lugar
donde pudiessen refrescar, e durmieron aque-
lla noche en el desierto; y otro dia ellos se
fueron por el camino, e anduuieron fasta la
hora de nona que no fallaron refrescamiento
ninguno. E Quedin dixo: «Mi amado Tristan,
vos.deziades que auia muchas auenturas, mas
a mi parece que avn de la agua no fallamos
para beuer; ¿como fallaremos otras auentu-
ras, que dos dias auemos andado que no ha-
llamos ninguna cosa?» E Tristan dixo: «¿Pues
parescevos que esta floresta no es de gran-
de auentura? Por buena fe, a mi parece de
gran auentura». E Quedin no dixo nada, y
anduuieron tanto que hallaron vn lugar do
auia vna hermita, y estaña en ella vn Jiermí^
taño. E""coHügüÍó' luego que eran caualleros
andantes; e después de cenado, Tristan se
razonaua con el buen hombre, e dixole: «Se-
ñor, en aqueste desierto ¿vienen algunos ca-
ualleros andantes?» Dixo el li ermitaño: «Este
desierto es de grandes auenturas c muchas,
que avn no ha tres dias que passo por aqui
vn cauallero, e dixo que el rey Artur era
perdido ]jor esta floresta, e todos los caualle-
ros de la Tabla Redonda son en esta floresta
por buscar al rey Artur su señor. E por cier-
to todos tienpos es esta floresta de muchas
398
LIBROS DE caballerías
auenturas e muy estrañas, e andan en ella
muy buenos caualloros a marauilla;, e agora
mas por razón de la perdida del rey Artur
su señor, que no lo pueden fallar». E Tristan
fue muy alegre por estas nueuas que le dixo
el buen hombre hermitaño, que auia cinco
meses que era perdido, y ellos durmieron
alli aquella noche. E a la mañana ellos se
leuantaron, e oyeron missa, e comieron, e
luego caualgaron en sus cauallos e pregun-
taron al hermitaño qual camino era mejor.
El les dixo: «Quando fuerdes en aquella
montaña alta, fallareys vna senda que va a
la mano siniestra, tomad aqiiella». T enco-
mendaron el hermitaño a Dios, e fueronse
el camino que les dixo el hermitaño, e a hora
de medio dia llegaron a vn pra<lo en el qual
estaua vna hermosa fuente, y esta.^a alUlxíL
cauallero de vnaa-üiiiias negras, e Tristan ,
quando lo vio, dixo a Quedin: «Hermano,
agora podeys ver los caualleros andantes
como andan» . «Señor, dixo Que<lin, el seme-
ja buen cauallero andante, mas todavia os
ruego que yo quiero ¡tronar si valdré alguna
cosa contra el» . Dixo Tristan: «Tos la aued,
mas catad que seays buen cauallero» .E luego
Quedin tomo su escudo delante, e abaxo su
lan9a, e fizo semblante de combatir. E quan-
do el cauallero vio esto, púsose el yelmo en
la cabeca y el escudo al cuello, e caualgo en
su cauallo, e abaxo la lanca, e fueronse a
herir de tan gran poder, que Quedin cayo
en tierra malamente ferido. E Tristan, quan-
do vio su cuñado en tierra, dixo: «A buena
fe, Quedin, vos auiades talante de combatir
con los caualleros andantes, mas la primera
batalla non vos fue bien, mas yo vos venga-
re» . E luego puso su escudo al cuello y lla-
mo al cauallero a la batalla, y boluio el
cauallero a el, e dieronse tan grandes en-
cuentros, que cayo el cauallero de las ar-
mas negras en tierra, e dixo el cauallero:
«Yo me otorgo por vencido de la langa, por
falta del cauallo, e yo querría que jugassemos
de las espadas» . E luego Tristan dixo que le
plazia, e puso su escudo delante, e vanse el
vno al otro, e conbatieronse brauamente que
era marauilla, tanto que a mal de su grado
se ouieron de tirar atrás; e luego tornaron a
la batalla, e fueronse a dar tan mortales gol-
pes, que fuego fazian salir de las grmas, e
mientra se conbatian, dixo entre si el ca-
ballero: «En ninguna guisa no podria durar
contra el cauallero que le estaua delante».
E luego dixo : «Señor cauallero, pareceme
que vos quereys dar íin a la batalla, porque
yo querría que me dixessedes vuestro nom-
bre, e yo deziros he el mió, e si el vno o el
otro muriese, que sepa quien lo mato,). E
Tristan dixo: «Yos no sabreys mi nombre
hasta que me digays el vuestro». Y el dixo:
«Yo soy Lamarad de Gaones». E Tristan
dixo: <^fLamarad, tu eres venido a donde yo
quería, que agora te costara caro el cuerno en-
cantado q\ie enbíaste a la corte del rey Ma-
res por desonrra de mi, e por tal que mu-
ríesse la rey na Yseo mi señora, porque no
me quisse combatir contigo de las espadas, e
no lo dexe yo por otra cosa sino por mi cor-
tesía, mas guárdate que a la muerte eres
venido, que yo soy Tristan, tu mortal enemi-
go» . Y el, quando entendió que aquel era Tris-
tan, dixo: «Señor, yo no me quiero mas con-
batir con vos, assi como vos no vos quisistes
combatir comigo». E Tristan, por todo esto,
no dexo de le dar vn tan gran golpe, que de
„ rodilla le fizo dar en tierra. E Lamarad dixo:
«Señor Tristan, vos hazeys gran villanía en
me ferir, pues yo no me quiero mas conbatir
con vos, e desto me puedo querellar a los
caualleros andantes e tenéroslo han a gran-
de trayeion; porque vos ruego, señor, por
honrra de cauallería, que vos me querades
perdonar el vuestro mal talante» . E Tristan
dixo: «Lamarad, vos escapareys por tres co-
sas: La vna por los caualleros andantes. E
la otra porque me prometeys que no erra-
reys contra mi. E la otra porque vos soys
buen cauallero» . E Lamarad tomo su espada
por la punta, e hinco las rodillas ante Tris-
tan para que fiziesse lo que quisiese del, e
tanto se rogo el vno al otro que lleuasse la
honrra de la batalla, que anbos a dos se
abracaron e hizíeron paz. E Tristan dixo a
Lamarad: «Vos soysvsadode aquesta floresta;
querría saber de vos si sabeys algún lugar
donde pudiessemos sanar de nuestras llagas» .
E Lamarad dixo: «Señor, aquí cerca ay vna
abadía de monjes donde podemos guarecerá) .
Luego se ataron las llagas lo mejor que ellos
pudieron, e caualgaron, e fueronse para el
abadía. Y ellos alli fueron muy bien recebi-
dos; e alli auía vn abad que se entendía de
curar llagas, e católes las llagas e dixoles:
«Caualleros, no ayays miedo, que, con la vo-
luntad de Dios, ayna sereys sanos». E luego
les ato las llagas e curo dellos, e Lamarad
fue sano a los nueue días, e Tristan al quin-
to dia fue sano» . E dixo Lamarad: «Vos
soj'S guarido, bendito sea Dios, porque yo
querría que nos armassemos e caualgasseraos
en nuestros cauallos e nos pusiessemos en
auenturas por la floresta, e que seamos aquí
llegados de aquí a quínze dias, y Quedin en
tanto seria sano»; y en este se acordaron
Tristan e Lamarad, e ordenaron que tornas-
sen alli dentro de quínze días, y encomen-
daron a Dios a Quedin e a los abades, e ca-
DON TRISTAN DE LEONIS
399
iialgaron en sus Ccauallos e fueron por su ca-
mino. Dize la historia que ambos a dos
anduuieron tanto, fasta medio dia, que alle-
garon a vna liermosa fuente e alli descaual-
garon, e comieron, y beuieron del agua fres-
ca. Y ellos estando assi en la fuente, sintieron
vn gran ruydo por el monte, que páresela
que el cielo se queria caer abaxo. Dixo a La-
marad: «¿Que puede ser esto que viene con
tan gran ruydo?» Y el dixo: «Sabed, señor^
que esta es vna bestiíUque ha nonbre -GratUT
ras, y es la masMiuersa cosa de ver que nin-
guna otra bestia». ÍT dixo Tristan: «¿En que
manera es fecha?» Y el dixo: «Es fecha en
el cuerpo como sierpe, e ha la cabera como
buey, e la cara e los cauellos como muger, e
anda con treynta e dos pies, y ella es tan
grande en luengo como treynta pies, e los
pies son hechos como de buey, y va tras ella
vn cauallero armado con todas sus armas,
e son bermejas, e no puede honbre sal)er
quien es el cauallero». Y estando ellos asi
cerca de la fuente, el ruydo se les acerco, e
los caualleros se aparejaron, e canalgaron en
sus cauallos, e Lamarad dixo: «Señor Tris-
tan, ruégeos que yo aya la primera justa».
E dixo Tristan: «Vuestra sea». Y en tanto
allego la bestia e fuesse para la fuente, e
Tristan, quando la vio, ouo gran miedo, y la
bestia no estuuo j^or ellos que a la fuente
non llego a beuer de su vagar, e, quando ouo
beuido, fuese por su camino. E luego Lama-
rad fuese para el cauallero, y el cauallero
para el, e dieronse tan grandes goljjes en los
escudos, que otro mal no se fizieron. E La-
marad ouo de venir a tierra, y quando Tris-
tan vio aquello, fuese contra el cauallero, e
dieronse muy grandes golpes e passo el vno
por el otro. E quando Tristan fue passado
de la otra parte, luego torno contra el, mas
el cauallero fuyo, que lo no pudo ver; e
Tristan fue muy ayrado, e dixo: «Lamarad
¿no sabeys vos quien es el cauallero?» Y el
dixo: «Señor, no lo ayays a marauilla esto
quel ha fecho» . E Tristan dixo a Lamarad:
«Si no aueys daño, caualgad en vuestro ca-
uallo, e sigámoslo tanto fasta que lo halle-
mos». Y el dixo: «No he mal, gracias a
Nuestro Señor». E canalgaron luego en sus
cauallos, e siguiéronlo tanto hasta la noche,
e hallaron dos caminos, y el vno yua llano
y el otro por la sierra, e Tristan dixo a La-
marad: «Aqui ay dos caminos, porque es
menester que cada vno tome el suyo, e to-
mad luego qual vos quisierdes, e seamos tor-
nados aqui de agiii a diez dias, e aquel que
mas ayna vinTere^espere al otro. E luego
Lamarad tomo el camino de la montaña, y
el del llano tomo Tristan. E aerora dexe-
mos a Tristan e tornemos a contar de La-
marad.
Dize la historia que Lamarad anduuo tan-
to, fasta que fue noche escura, e allego a vna
yglesia antigua, e tiro el freno a su cauallo
y echólo a pacer por el prado, e tiróse el
yelmo de la cabera y echóse a dormir cabe
el altar; y estando el assi dormiendo, llego
íij el buen Jleliajies, ñjo del rey Piolonor, e
quando el vio la yglesia, el descauálgo^'etito
el freno a su cauallo e dexol en el prado
pacer, y entro en la yglesia y echóse a dor-
mir cerca de Lamarad, y estando ellos assi,
quel vno no via al otro, quando Melianes
ouo vn poco dormido, despertó e dixo:
«Los pensamientos de amor
sofridos de tal figura,
al triste que es amador
le saben dar el dolor
de la vida sin Tentara;
y, por mas manzilla fuerte
de penar y de sofrir,
que se detenga la muerte
de lastimado biiiir;».
E quando esto ouo dicho, callo vn poco, e
torno a dezir: «¡Ay Dios, que yo sea amador
de mi señora, e que della no puedo auer vn
semblante de amor ni vn dulce fablar, e por
esto he fecho e fago que ningún cauallero no
deue auer amor, e ruego a Dios que me dexe
auer della algún buen semblante, porque no
perezca!» E quando el ouo dicho esto, dixo:
«¡Ay mezquino, como muero 2>orque me ha
falecido, que me han fecho dexar amor de la
mejor dueña e mas gentil que sea en el mun-
do, que soy el mas alto enamorado que en el
mundo ay!» E luego se torno a dormir, e
Lamarad entendió muy bien aquellas pa-
labras que auia dicho de su señora la rey na
Ginebra. E quando fue cerca el dia, Melianes..
se leuanto primero, y el otro no sintió nin-
guna cosa, e metió su freno al cauallo de
Lamarad pensando que era el suyo, e caual-
go en el, e fuesse por su camino a sus auen-
turas.
XLm
De como Lamarad e Melianes se combatieron^
e lo que en él conbate les aconiescio.
Leuantose Lamarad, y ensillo su cauallo,
e caualgo, e fuese en pos del cauallero, e
quando salió el sol, Lamarad conoció que no
ora aquel su cauallo en que yua, e fue em
pos de Melianes, e alcan(;ole e dixole: «Caua-
llero, Dios vos salue» ; y el tornólo las salu-
des, e Lamarad dixo: «Señor cauallero, vos
400
LIBROS DE caballerías
me aueys tomado mi cauallo, e vos he ovdo
dezir esta noche que erades enainorado-de la
reyna Ginebra». «Por cierto, dixo Melianes,
TOS soys mal cauallero, que dezis que vos he
tomado vuestro cauallo, vos trayendo el mió.
E dezis que me aueys oydo dezir assaz pa-
labras de mi señora la reyna Ginebra, la mas
alta dueña del mundo, falso cauallero y des-
leal». Dixo Lamarad: «Yo os prouare, por
luerr-a de armas, que mi señora la reyna de
Organia es muy mas fermosa» ; e respondió
Melianes: «Yo vos prouare, por fuen.-a de ar-
mas, que ella no es tan fermosa ni tan gentil
como mi señora la reyna Ginebra, antes ossa
podia ser su sierua». «E mal cauallero, dixo
Lamarad ¿como hablays tan villanamente,
que antes es mas fermosa que no ella?; mas
dexemos desto, e vamos aquel llano e comen-
yernos la batalla». E luego se fueron a dar
tan grandes golpes, que cada vno cayo de su
cauallo a tierra, y leuantaronse muy ligera-
mente e pusieron mano a las espadas, e van-
se ferir de tan grandes golpes, que porfuer-
ca se ouieron de tirar a fuera por folgar vn
poco, e luego se leuanto Melianes el prime-
ro , e fuese para Lamarad , e dieronse tan
grandes golpes, que fuego fazian salir de las
arma«, e Lamarad era marauilloso esgremi-
dor^Ias MeliajQjes_era_mejor cauallero^- j el
lo ouiera muertoaTa~tercera batalla, si no
fuera por vna auentura. Que ellos estándose
assi conbatiendo, llegaron ay dos caualleros,
los quales como vieron combatir a los dos ca-
ualleros, ouieron gran piedad dellos, e luego
Brandelis fuese para ellos, e dixoles: «Rue-
govos que, por honrra de Lanr-arote, que de-
xeys esta batalla» ; y ellos no la quisieron
^dexar por ningún ruego que les fiziessen, y
en esto llego Langarote, e dixoles: «Caualle-
ros, dexa3~Bstrr'üátalla por amor de nos, si
no, por fuerca os conuerna de la dexar», E
luego los caualleros se tiraron a fuera, e di-
xo Melianes: «¿Como me podeys dezir que yo
dexe esta batalla, que dize que mas hermosa
es la reyna de Ci-gania que la reyna Gine-
bra mi señora? Por esto me llamo traydor,
porque yo no quiero dexar esta batalla por
ninguna cosa fasta quel lo aya llegado a la
muerte, o el a mi». E Lancarote les deman-
do como auian nonbre; ellos dixeronselo. E
Langarote dixo: «Melianes, dexad esta bata-
lla, que si el ha dicho estas palabras, yo le
haré que le cuesten caras» . E fuese para
Lamarad, e dixo: «Tu, Lamarad, otras ve-
zes te he oydo dezir mal de dueñas, e dizes
mal de mi señora la reyna Ginebra y de mi,
por que yo te prometo, para la orden de la
caualleria, que no escaparas de mis manos,
6 guárdate de mi e no de otro» : e diole tan
I gran golpe de la langa por medio del escudo,
que lo derriuo en tierra, e mientra el tirana
la lan(.'a, i]ue le querría dar otro golpe, Bran-
delis se metió delante, e dixo: «Señor Lan-
garote, ruegovos que, por amor de mi, le
perdoneys todo vuestro enojo»; e tanto le
rogo, que lo perdono Langarote. E dixole:
«Cata, Lamarad, si puedo saber que tu dizes
tales palabras, e yo te fallo, sepas que yo te
daré la muerte». E luego fueron amigos, e
Lanoaróte e Brandelis y Melianes fueron por
su camino, e Lamarad por el suj'o.
E agora tornemos a Tristan.
XLIV
De como don Tristan se encontró con dotí Queas
Cuenta la hystoria que quando Tristan fue
partido en la fuente de Lamarad, el anduuo
toda la noche, e quando vino la mañana,
encontró con vn cauallero, e este era don
^ueas, el mayordomo del rey Artur. E quan-
do Tristan llego aTélT^saludolb, y el tornóle
las saludes. E donJ¿uea:^le pregunto que de
donde era, e Tristan dixo: «Señor, yo soy
cauallero estraño, del reyno de Cornualla» . E
don Queas dixo: «Si vos soys del reyno de
Cornualla, mucho soys mal cauallero, flaco
e couarde, e avn quantos de alia soys, que no
ay en el mundo tan couardes ni tan viles, de
ninguna caualleria e ningún ardimiento no
fazen. Mas dezidme ¿que ventura os traxo
fasta aqui?» «Señor, dixo Tristan, vo bus-
cando mis auenturas, como es costunbre de
caualleros andantes». «Cierto, dixo don
Queas, vuestra ventura aueys hallado, e apa-
rejaos de conbatir, que tales auenturas van
por esta floresta». «Por mi fe, dixo Tristan,
no he voluntad de me conbatir agora, que
mi cauallo no es bien sano». Dixo don Queas:
«Creo que si vos cayessedes en tierra del ca-
uallo, que cuydariades morir». Destas pala-
bras Tristan se comengo a reyr, e dixo: «Ca-
uallero, mejor lo podriades dezir que lo de-
zis». E don Queas dixo: «Agora catad aqui
dos caminos, e tomail qual que quisierdes,
(jue comigo vos no yreys por vn camino» . E
dixo Tristan: «Yo no tornarla atrás, antes
quiero yr adelante, pues no (]uereys que
x-dja. con vos». E yuase don Queas jjor su
camino, e Tristan eni pos del, e todavía yua
escarnesciendo del, e llegaron a vn rio, e
don Queas dixo: «Cauallero, consejovos que
passeys el agua a nado, que por la puente no
podeys passar, cauallero, sin batalla, que
veo (]ue vos nos quereys conbatir» . «Señor,
DON TRISTAN DE LEONIS
401
dixo Tristan, passad vos primero, y después
passare yo cerca de vos». «Cierto, dixo don
Queas, no me quiero echar en el rio, (|ue
bien passare por la puente si necessario fue-
re» ; y en estas palabras llegaron a la puen-
te, e luego salió vn cauallero, e dixo assi:
«Por aqui no" puede passar ninguno sin ba-
talla»; e don Queas dixo a Tristan: «Caua-
llero, yd adelante a la batalla» . «Señor, dixo
Tristan, yd tos primero, que soys mas va-
liente cauallero. que yo agora no puedo jus-
tar». E don Queas dixo: «En mal ora ven-
gaysen mi conpañia, que a mi parece que
os aure de franquear el passaje». E don
Queas y el cauallero de la puente abaxaron
las laucas e fueronse ferir, e cayo el cauallero
de la puente, e don Queas dixo a Tristan:
«Bien podeys passar de oy mas, que nos cale
auer miedo, que ya vos he franqueado el
passaje». E Tristan le hizo muchas gracias,
e passaron los dos caualleros en vno la puen-
te, e Tristan e don Queas fueron por su ca-
mino fasta que fueron por vna auentura a
casa de vn florestero, y en aquel lugar esta-
uan Bordón, y Leonel, e Gariet, e quando
vieron los tres caualleros a don Queas con su
conpañero fueron alegres, e fizieronles mu-
cha honrra , e demandaron a don Queas
quien era aquel cauallero que era venido en
su conpañia, y el respondió e dixo: tXo me
lo demandeys, que en sus faciónos lo deuria-
des conoscer». E dixo Gariet: «En susfacio-
nes el deuria ser buen cauallero» ; e dixo don
Queas: «Cierto es vil y flaco e couarde, que
átales son aquellos caualleros de Cornualla,
quel otro dia lo encontré e no quiso conbatir-
se comigo, e quando el e yo fuemos a la
puente, yo le di la primera batalla, mas el
fue tan sabio que no se quiso conbatir con el
cauallero, ni echarse en el agua, antes me
conbati con el, e lo venci, y le franquee el
passaje, y es venido fasta aqui». ¿Que vos
diré? Que tantas dixo de palabras villanas,
que Gariet ouo piedad del e gran verguenr-a ,
y el florestero lo tuuo a desonrra, e fue sa-
ñudo, e don Queas dexo las palabras, e es-
tuuieron aquella noche en gran solaz, e fue-
ron bien festejados, e quando vino la ma-
ñana, los caualleros so leuantaron y enco-
mendaron a Dios al florestero, e fueronse por
su camino, e fallaron dos caminos, e don
Queas dixo: «Cauallero, no podeys con nos yr
en vn camino, que no queremos cauallero
en nuestra conpañia que no se quiera con-
batir; por esso ved aqui dos caminos, tomad
vno». E dixo Tristan: «A mi plaze»; e fue-
ron sañudos Gariet e los otros de la petición
i|ue auian fecho, e quando Tristan fue parti-
do dellos, don Queas dixo a sus conpañeros:
LIBROS DE caballerías. — 26
«¿Quereys reyr del cauallero andante? Salgá-
rnosle delante y vereys como lo echare a
tierra»; e luego anduuieron los caualleros
quanto pudieron, fasta que salieron bien
adelante de Tristan por otro camino, e don
Queas se aparejo a la batalla. E Tristan,
quando lo vio, luego lo conoció, e dixo entre
si: «Por Dios, yo he mucho sofrido a este
cauallero, y en sofrir a vil honbre es cosa
perdida»; e boluio su cauallo contra el de
mala voluntad, e diole tan gran golpe por
medio del escudo, que la lan^a quebró e lo
echo en tierra del cauallo, e al caer que
cayo le quebranto tres costillas, e luego tomo
la lanoa de don Queas, e Bordón, quando lo
vio en tierra, plugole mucho, e dixo: «Por
Dios, don Queas, vos hazeys escarnio de los
caualleros que van buscando sus auenturas,
mas, si yo puedo, yo vos vengare», e fuese
para Tristan, y el, quando lo vio venir, bol-
uio contra el, e diole tan gran golpe en el
escudo, que lo echo a tierra malamente feri-
do. E Leonel, quando lo vio en tierra, dixo:
«Por Dios, nuestro escarnio nos costara oy
caro» ; e fuesse para Tristan de tan gran po-
der, que la lauca i^uebranto, e otro mal no le
flzo. Tristan le dio tal golpe, que piernas
arriba lo echo mal ferido. E quando Gariet
vio los tres caualleros en tierra tan mal heri-
dos, dixo: «Por mi fe, don Queas, caro nos
cuesta la vuestra locura, e si por ventura yo
pudiesse dexar esta batalla, yo lo dexaria
de voluntad» ; e boluio su cauallo contra Tris-
tan, e Tristan, en que lo vio venir, boluio su
lauca e firiolo con el cuento, assi que lo echo
en tierra del cauallo, e al caer que cayo, que-
brosele vna costilla, e dixo: «Don Queas,
mal ayays vos, que por vuestros pecados su-
frimos todo esto; a mi pluguiera mucho que
viniera sobre vos». E Tristan boluio la lauca,
e dixo: «Por mi fe, don Queas, los caualle-
ros de Cornualla son sabios y buenos, e lue-
go podeys contar dellos nueuas» . E fues
por su camino. E los caualleros se leuanta-
ron lo mejor que pudiei'on y caualgaron e
tornáronse a la casa del florestero, e quando
el florestero los vio, demando (pial auentura
los auia alli traydo, e dixo Gariet: «Don
Queas el mayordomo, que va diziendo locu-
ras a los caualleros andantes que van a su
auentura, pero el y nos traemos penitencia por
su pecado» . Y el florestero lo tuuo a ma ra-
nilla como assi los auia vencido vn solo caua-
llero. Dixo Gariet: «Sabed, florestero, quel
cauallero que durmió anoche con nosotros
nos ha derribado en tierra a todos» ; e dixo
la ñja del florestero: «Yo quisiera mas que
don Queas lo ouiera todo conplido» . Luego
fueron desarmados, y el honbre bueno flo-
402
LIBROS DE caballerías
restero les cato las llagas, e vio i\\ie no eran
peligrosas, e púsoles tales vnguentos, que a
pocos (lias fueron guaridos. Agora dexemos-
los estar sanando sus llagas en casa del flo-
restero.
Dize la historia que don Tristan anduuo
tanto por su camino, que encontró con vn ca-
uallero que auia nonbre Briseus, el qual vua
en busca de vn enano, e quando Tristan lo
vio, demandóle que auia, j el dixo: «Señor
cauallero^ yo voy en busca de vn enano que
me lia desonrrado mi castillo, o no lo puedo
fallar, que, si yo lo fallasse, yo le daria la
muerte» , y este cauallero le saludo muy cor-
tesmente, e dixole: «Señor cauallero, ruego-
vos que me digays de que tierra soys» . «Por
la mi fe, dixo Tristan, jDues vos me lo deman-
days assi tan cortesmente, yo vos lo diré; soj"
de Cornualla». «Señor, dixo el, vos seays
bien venido, que a todos aquellos de Cor-
nualla soy yo tenudo de les fazer toda hon-
rra, por quanto el rey Mares me armo caua-
llerO;, por que os ruego que tomeys de mi ser-
uicio en este mi castillo» . E Tristan ge lo
otorgo e fuese con el a su castillo, e alli dés-
caualgo Tristan y desarmóse y pensaron de su
cauallo; o las tablas puestas, asseníaronse a
comer, y estuuieron en gran solaz, y después
fueron a dormir. E quando el dia fue venido,
ellos se Icuantaron y comentaron a hablar en
fecho de armas, y el cauallero rogo a Tristan
que no se partiesse de alli tan ayna; y el dixo
que no podia, porque tenia de yr en otra par-
te. Y el cauallero le dixo: «Ruegovos que me
digays vuestro nonbre, porque sepa a quien
he fecho honrra». E Tristan dixo: «Caualle-
ro, si vos me prometeys que mi nonbre no
direys, saluo donde yo vos mandare, dezir-
Toslo he» . El se lo prometió bien y lealmente,
e luego se armaron e salieron del castillo, e
quando fueron en el camino, Tristan dixo:
«Ruegovos que por amor de mi que vays en
tal lugar en casa del florestero, e saludaldo
de parte de Tristan de Leonis a el y a su
fija, y que faga honrra a los caualleros que
ay tiene feridos» . Desto fue el cauallero ale-
gre, porque Tristan era en aquella tierra, e
jjartiose el cauallero de Tristan c fuese a casa
del florestero, e dixole: «Mucho vos saluda
Tristan de Leonis a vos e a vuestra ñja, y
ruégaos que fagays buena cura a Don Queas
e a sus conpañeros, y sobre todos a Grariet».
E como oyó el florestero que aquel era Tris-
tan, fue alegre, e aluergole lo mejor que
pudo, e dixolo a don Queas e a sus conpañe-
ros. Ellos dixeron: «En buena fe, con fuerte
lanca nos queríamos tomar; cierto, el es buen
cauallero». E dexemoslos estar y tornemos a
Tristan.
XLV
De como Tristan derribo a Garncon, hermano
de Palomades, y de como hallo vna donze-
lla llorando y de como libro de la tnuerte al
rey Ariur.
Dize la hystoria que se yua don Tristan
l^or vna floresta e topo con Graracon, hermano
de Palomades; luego como ellos se vieron,
vínoles voluntad de se combatir, e pusieron
sus escudos delante e dieronse tales golpes,
que Graracon caj^o en tierra mal herido, e
Tristan cuydo que el cauallero era muerto, e
non curo mas del y fuesse por su camino, y
no houo andado mucho que topo con vna don-
zella que fazia el mayor- duelo del mundo.
E Tristan quando la vio fuesse para ella, e
dixole: «Donzella ¿que haueys o por que 11o-
rays? dezidmelo, que Dios os de buenauentu-
ra». E dixo la clonzella: «Dexadme yr e no
me estorueys» . Tristan le dixo: «Vos me lo
direys, o yo me yre em pos de vos hasta
tanto que me lo digays». E dixo ella: «De-
xadme yr por esta floresta, que en ella se
faze el mayor duelo que jamas fue ny sera
a todos los caualleros andantes, que si Dios
]ion enibia acorro al rey Artur, que es señor
de la caualleria, perderá oj^ la caber-a, por-
que vos ruego que me dexeys yr a buscar a
Lancarote del Lago, si le fallare, que lo ven-
ga a librar».
Y desto Tristan se marauillo, e dixo:
«Donzella, tornaos comigo y llenadme a esse
lugar donde vos dezis que es el rey Artur,
que, si Dios quisiere, yo lo librare de muer-
te». E la donzella dixo: «Ruegos, de parte
de Dios y de los caualleros de la Tabla Re-
donda, que vos no me detengays, que yo ño
llenare ningún cauallero. si no fuesse vno de
los cinco que yo diré». «¿Quales queriades
vos?» dixo Tristan. La donzella dixo que
qucria a don Lancarote del Lago, o a Tris-
tan de Leonis, o a Palojna^sclj[jiagano, o al
cauallero bermejo, o al cauallero sin pauor,
«]jorque os ruego que, si no soys de aqiiestos
cinco, que no me querades detener». «Don-
zella, dixo Tristan, yo no digo que soy do
essos cinco caualleros, mas tanto cuydo valer
de mi cuerpo como el vno dellos, e vos llé-
name alia, que, con la- esperanf;a de Nuestro
Señor, yo lo librare».
Ella dixo: «Yeamos, cauallero, si valdrá
la vuestra caualleria; e la donzella del arto
ha tres hermanos buenos caualleros, e han
cincuenta hombres armados en su compaña,
I)oripie os ruego que si vos entendeys que lo
no podreys librar, que me dexeys yr, que
gran pecado hareys si por vuestra culpa se
DON TRISTAN DE LEONIS
403
perdiesse tal cauallero como es el i-ej Artiir» .
E Tristan dixo: «Estas palabras son por de-
mas; vamos donde anemos de yr», E quando
la donzella oyó esto, dixo: «Yamos alia, mas
liaze como buen cauallero» . E Tristan se fue
con su donzella hasta que llegaron a vn lugar
en cabo del llano, e auia vn castillo, e la don-
zella dixo: «Señor cauallero ¿veys aquel cas-
tillo? alli es_el_rey nú señor^ e luego lo ve-^
reys estar para justiciar» . Y el estando assf
esperando, salió vn honbre con vn cuerno
tañendo; luego salieron cinquenta lionbres
armados, y sacaron al rey y a la donzella,
que lo tenia por los cabellos, e sus hermanos
a cauallo enderredor, y después todos los
otros. La donzella dixo: «Agora conniene ser
buen cauallero, porque ayays lionrra entre
los caualleros del mundo» . E quando fueron
todos ayuntados, la mala donzella dio vn
tirón al rey de los cabellos que dio con el en
tierra, e dixo: «Rey Artur, ¿quieresme por
mnger y escaparas?»; y el dixo que no, que
ya auia muger. Y estando en estas palabras,
Tristan llego en medio dellos, e dio al que le
querifTeortar la cabeca vñaTlangada que le
echo en tierra muerto, e fue em pos de los
otros, e dio tal golpe al primero ([uc hallo,
que dio con el en tierra muerto ; e los otros,
ijuando vieron aquellos honbres muertos,
fueron todos sobre el, e firieronlo rezio, e
los honbres de pie firieronlo con lancas, e
Tristan lo fizo tan bien, que de la primera
batalla derribo los diez peones en tierra, y
los otros que lo vieron andar tan brauamente
en la pelea, comentaron de fuyr para el cas-
tillo, y dexaron al rey en el prado bien atado
como estaña; e la donzella del arte, quando
lo vio, pensó que era diablo e fnyo contra el
castillo». Y el rey dixo: «Cauallero, tornad
a la donzella e matalda, que, si escapa, mas
mal fara de lo que ha hecho» , e Tristan bol-
uio su cauallo contra la donzella, e tomóla de
los cauellos y llenóla delante el rey, y Tris-
tan descaualgo e corto las cnerdas con que
estaña atado el rey, e dixo: «Señor rey, catad
aqui la mala donzella, faced della lo que fuere
la vuestra merced» . El rey tomo vn espada
de los que eran muertos y cortóle la cabeca,
e los diablos la llenaron delante todos. Luego
se encendió el castillo, y quemóse el y las
gentes ([ue oran en el, 3' dosto el rey y Tris-
tan fueron marauillados, y dezian que de
Dios auia venido aquella anentura. E Tristan
dixo: «Señor rey, caualga<l en my cauallo, e
yo caualgare en vno destos que están en este
prado, e tomad de las armas dessos caualle-
ros muertos y heridos las que vos fuereii me-
nester». Y el rey hizolo assi con gran plazer,
e la donzella del rev fue tomar la cabeca ile
la otra donzella, e dixo que la queria llenar
con aquellas nueuas a Camalot a la reyna
Ginebra; e tanto anduuo, fasta que llego a la
reyna, e dixo: «Señora, buenas nueuas os
traygo». «¿Que nueuas?» dixo ella. «Que
el rey Artur es librado». Dixeron todos:
«¿Quien lo libro?». Dixo la donzella: «Vn
cauallero que no ha querido dezir su nom-
bre, mas catad aqui la cabeza de la don-
zella del arte». E dixo la reyna: «Aquel ca-
uallero sera Lancai'ote». «Cierto, dixo la
donzella, no es, ca bien lo ouiera yo conos- .•
cido» . E luego todos fizieron grande alegría, ^
(juando suj^ieron que el rey era librado.
E dexenioslos estar, e tornemos a Tristan
e al rey.
XLYI
De como el rey Artur c don Tristan encon-
traron con Galuan c con otros caualleros, y
como llegaron tocios a casa ele vn florestero.
El rey Artur e Tristan se partieron de
aquel prado, e anduuieron tanto por su ca-
mino, que ellos encontraron con Graluan, so-
brino del rey Artur, e con otros muchos ca-
ualleros, e luego que ellos se vieron, pusie-
ron sus escudos delante e hizieron semblante
de se conbatir, e fue a besar la mano don
Graluan al rey, e dixo: «Señor tio, gracias a
Dios que os he fallado. ¿Qual fue aquel bien-
auenturado cauallero que os ha librado de
muerte?» Y el rey dixo: «Este cauallero es-
traño» ; e don Graluan hizo honrra al caualle-
ro, e canalgo en su cauallo, y fueronse todos
juntos por vna ribera del mar, y don Graluan
dixo: «Señor rey, la noche se nos llega por
aqui, porque a mi meparesce que seria bien
que fuessemos aluergar algún poblado y re-
frescaremos nos y nuestros cauallos» . Y en
esto acordaron el rey e Tristan, y fueronse a
casa de vn honbre bueno, donde fueron muy
bien rescebidos con gran honrra; y estando
ellos assi, fue ventura que Gaines, y el buen
Meliengas, y el cauallero sin pauor, vinieron
todos alegres , e tiráronse los yelmos y los
escudos, y fueron besar la mano al rey. Y
Gaynes le pregunto: «Señor, ¿qual es el ca-
uallero que vos ha librado desta auentiira?» Y
el rey les contó toda la razón; e luego los ca-
ualleros fizieron honrra a Tristan, e fizieron-
lo assentar cerca del rey a cenar, y desque
ouicron cenado, fueron a dormir, y estuuie-
ron aquella noche en gran alegría. E quando
vino la mañana, el rey o los caualleros se le-
uantar()n,e Tristan dixo: «Señor rey, vos soys
acompañado de gran cauallcria e de muy no-
bles hombres, porque os ruego que me deys
404
LIBROS DE caballerías
vn clon; e el don es este: que vos plega de
darme licencia; porque me quiero yr, que por
cierto, señor, yo he de tornar a vn dia en vn
lugar señalado, e conuieneme de tornar aca-
llar otra auentura, e vos ydvos con la gracia
de Nuestro Señor con la vuestra compaña».
E el rey, quando vio que auia voluntad de se
yr, dixole: «Señor cauallero, sabed que yo
fuere alegre si supiera el vuestro nombre, e
quisiera mucho que fuerades con nos a la
nuestra corte, e hizieramos tanta de honrra,
que el vuestro linaje fuera honrrado, mas,
pues me aueys conjurado, yo vos demando
que me digays vuestro nombre» . E Tristan
dixo: «Yos hallaredes de mañana por vuestro
camino a tal florestero, que os dirá mi nom-
bre; e preguntadle por el cauallero de las ar-
mas blancas que durmió ende con los eonpa-
ñeros de don Queas vuestro mayordomo».
E luego el rey e todos los otros caualleros lo
encomendaron a Dios, e pesóles mucho de su
jDartida. E el fuessepor su camino.
XLYII
De como el rey Artur fue su caniino e llego
en casa del florestero^ e fallo ende los tres
caualleros que don Tristan derribo, e a don
Queas su mayordomo.
Dize la hystoria que el rey e los caualleros
anduuieron aquel dia por el camino de Ca-
malot, e quando vino la noche, ellos fueron
llegados a casa del florestero. E quando vino
el florestero e vio al rey, fue alegre e saluolo,
e recibióle a el e a toda su compaña. E quan-
do el ouo descaualgado, vido a los compañe-
ros de don Queas malamente feridos; ouolo a
marauilla, e pregunto que ventura fuera aque-
lla. Gariet le contó el escarnio que auia fe-
cho don Queas a vn cauallero andante. El rey
se comento a reyr, e demando al florestero
que quien era a(piel cauallero de las armas
blancas, e el florestero dixo: «Aquel es el buen
Tristan de Leonis, que los derrilio a todos».
E quando el rey entendió que Tristan lo auia
librado, dio gracias a Nuestro Señor. Todos
fueron marauillados desta auentura que a
Tristan contesciera, y estuuieron aquella no-
che en gran alegría, e fueron muy bien ser-
uidos, e a la mañana el rey e los caualleros
caualgaron para se yr_aja ciudad de_Cama;^
lotj e anduuieron tanto, hlTsta qiie llegaron a
vna abadia de monjes a dos leguas de la ciu-
dad: e luego en a(]uel puiito quel rey fue par-
tido de casa del florestero^ LaQcarotefuene-
gado alli, y el florestero lo conoció, e dixole:"
«Vos, señor, ¿sabes algunas nueuas?» E dixo-
le: «¿Que nueuas?»; y el dixole: «El rey Ar-
tur librado es , que poco ha que partió de
aqui, e librólo el bueno de don Tristan». E
Langarote, quando supo estas nueuas, boluio
su cauallo e fuese en pos del rey, e tanta
priessa dio a su cauallo, que lo alcanzo, e be-
sóle la mano. E el dixo: «Vos seays bien ve-
nido»; e recibiólo honrradamente, e ouo con
el gran plazer con su venida; y estuuieron
aquella noche en gran alegría, c a la maña-
na, ora de tercia, la maj^or parte de los ca-
ualleros de la Tabla Redonda vinieron alli a
recebir al rey, y los recibió honrradamente.
E luego el rey embio sus mensajeros en como
era alli e que se aparejassen para lo rescebir;
y ellos no auian andado mucho, quando en-
contraron con la rejma Ginebra, que lo salió
a recebir con dueñas e donzellas, e la reyna
abrac.'o al rey con grande amor, e fue mucha
el alegría que ouieron el vno con el otro, e
assi entraron todos en la ciudad de Camalot,
y el alegría e la fiesta que ñzieron fue gran-
de, que duro veynte días.
Y dexemoslos estar en solaz e tornemos a
Tristan, que se torno para la fuente donde
se auia partido Lamarad de Gaones, y andu-
llo tanto, fasta que llego a la fuente, y alli
hallo a Lamarad, e fueron muy alegres am-
bos a dos, e fablaron cada vno de las auen-
turas que les auian acaescido. E Tristan le
contó en como era el rey librado, e de aques-
ta auentura Lamarad fue alegre , y deman-
dóle si lo auia librado Langarote , y el dixo:
«No, según lo hoy contar»; e luego se par-
tieron de la fuente, y anduuieron tanto que
lj^garíffi.al_nu)nesteriajiünde auia dexado a
Quedin su cuñatlo. Y los abades los acogie-
ron bien, e hallaron a Quedin que le yiia
bien, y estuuieron allí tres dias folgando con-
tando sus auenturas, e de las auenturas del
rey Artur, c durmieron aquella tercera no-
che. Quando vino la mañana, Lamarad dixo
a Tristan que si quería yr a Camalot al rej'
Artur, e Tristan dixo: «Sabed que no puedo
yr alia, que viik ííüentura tengo entre manos
(]ue la no puedo por agora dexar fasta que la
aya acabado y llegado a fin; si no, yo yria
alia de voluntad, por ver los caualleros de la
Tabla Redonda»; Lamarad dixo que no podía
estar mas alli, que se (|ueria en todo caso par-
tir, y encomendó a Dios a Tristan, e a Que-
din, e a los abndos. Y después de comer, ca-
ualgo en su cauallo, y anduuo tanto hasta que
llego a casa del florestero domle los quatro ca-
uallero sestau a n feridos, ydeinando que auen-
tura auian auído, y el florestero le contó el
auentura, assi como Tristan lo auia fecho, y
Lamarad dixo: «Por Dios, don Queas, vos
menospreciays los caualleros andantes (^ue
DON TRISTAN DE LEONIS
405
van por sus auentiiras e no conosceys sus vo-
luntades ni sus bondades, mas agora las sa-
beys, e avn las sabreys si no os guardaj^'s» ;
e Grariet dixo : «Bien podeys dar gracias a
Dios como somos escapados de tan buen mer-
cado» . E Lamarad dixo: «¿(^)ual fue el caua-
llero (]U0 libro al rey mi señor?» 'í el flores-
tero le dixo: «Señor, don Tristan». Y desto
Lamarad fue marauillado como no ge lo auia
desencubierto Tristan ; e diirmio aquella no-
che alli y contoles lo i|ue le acónteselo con
Tristan; e otro dia caualgo en su eauallo y
entro en su camino. E (¡uando Lamarad fue
entrado en Camalot, presentóse antel rey e
recontóle el auentura assi como le auia acon-
tescido con Tristan e con su cuñado Quedin,
fijo del rey Oel de la pequeña Bretaña; e
quando el rey Artur oyó dezir quel hijo del
rey Oel era en aquella tierra, quisieralo ver
en su corte mas que a vn gran tesoro, por
le ha¿ér mucha honrra. E agora dexemos
estar al rey Artur, tornemos a Tristan e a su
cuñado Quedin.
XLYni
De como Tristan, y Quedin, e Gorualan, e
Brangel ^ fízieron su viaje y llegaron al
jmerto de Tintoyl.
Cuenta la hystoria que Tristan estuno tan-
to en el abadia, hasta que Quedin fue sano, e
después aparejáronse e encomendaron a Dios
a los abades, y caualgaron e fueron por su
camino, fasta que llegaron al puerto donde
auian dexado la nao. E hallaron aj' a Bran-
gel e a Gorualan que los esperauan, e hallaron
todo aparejado para seguir su viaje. E quan-
do los de la nao los vieron, fueron alegres, y
metieron dentro los caualleros, e aloarwi vela,
e dioles Dios tan buen tiempo, que en pocos
dias llegaron al puerto. Tristan salió luego
fuera, e hallo vn donzel que andana cagando,
e dixole: «Yo vos ruego que me fagays vn
mensaje, que vayays al castillo de Sagramor
escondidamente, y dezid a Sagramor que
Tristan el su amigo es llegado al puerto sano
e bueno» . Luego el donzel se fue por su ca-
mino, e llego a Sagramor, e dixole: «Mensa-
jero soy de Tristan, e hazeos saber que es
llegado al puerto sano e bueno» . Sagramor,
en que lo oyó, fue mucho alegre, y caualgo
en su eauallo e fuese para el puerto, e alli
fallo a Tristan, e luego se fueron abragar y
preguntáronse de sus faziendas, e después
que se ouieron visto, caualgaron escondida-
mente Quedin e Gorualan, e Brangel con
ellos, e fueron al castillo de Sagramor, e es-
tuuieron en folgura; ante que ninguno dellos
supiesse nada, Sagramor vn dia caualgo en
su eauallo, e fuese a la corte del rey, e dixo-
le: «Señor, nueuas os trayo que son proue-
ohosas para el reyno; pidovos por merced
que las pueda dezir f^ue no a3^a mal ningu-
no». Y el rey dixo: «Sagramor, dezid aquello
que os plazera». «Sabed que Tristan vuestro
sobrino es llegado a viiestra corte, y es en su
conpañia Quedin, el hijo del rey de la pe-
queña Bretaña, e si os quisiera fazer daño,
vos lo pudiera bien fazer después que el es en
vuestra tierra; e por esto, señor, a mi parece
que sera l)ien, pues que el es venido a vues-
tro reyno, que le perdoneys todo el vuestro
maLtalante» . E dixo el rey: «¿Como? ¿con-
sejarme yades vos que fiziesse cosa que me
tornasse en desonrra de mi señorío?» «No
os seria desonrra, porque es vuestro sobrino
y el mejor cauallero que vos ayays, e aquel
que ha fecho mas honrra a vuestra corona, e
yo vos mostrare razón por que lo deueys per-
donar, que saureys por verdad que ha libra-
do al rey Artur y es la nombradla por toda
"la "fierra, e por honrra del rey Artur lo de-
ueys hazer, e ganareys gran amistad con el
rey e con todos los caualleros de la Tabla
Redonda». E quando el supo que_Insían.
aaiaJibrad(i.aLrey Artur dejiuiexte, fue muy
alegre, e dixoT «Por la mi fe, Sagramor, si
esto es verdad que el lo ha librado, yo, por
amor del, perdonarle he e tornarle he en mi
corte, e fare con el gran alegría e fiesta» . Y
estando ellos en estas palabras, entro vna
donzella por la corte, la qual venia de la
Glosa Guarda, y entro por el palacio, e omi-
llose al rey e a toda la corte, e dixole: «Se-
ñor, nueuas os trayo de vna auentura; sabed
que Langarote del Lago no ha mucho que
llego a la Glosa Guarda e dixo que el rey
Artur era librado, porque vos pido por mer-
ced que yo pueda dezir el cauallero que lo
ha librado. E dixole el rey: «Dezid, donze-
lla, aquello que vos pluguiere». E ella dixo:
«Sabed, señor, que vuestro sobrino Tristan
lo ha librado por fuerza de armas, y este ha
gran prez e honrra entre los caualleros de la
Tabla Redonda». E destojfue el rey alegre,
e fizo pregonar por toda la tierra quel perdo-
naua a Tristan, e desto fueron muy alegres,
/'saluo Lambagues e Aldarp¿. Las. . nueuas. .
fueron a la reyna Yseo", e quando supo que
Tristan era llegado e perdonado, ella fue
alegre que no podia ¡ser mas. E Sagramor
dixo al rey: «Señor, en la mañana seremos
aqui el e yo» , e luego Sagramor se partió de
la corte y fuese para el castillo muy alegre,
y Tristan le salió a recebir, e demandóle jior
nueuas; el le contó toda la razón como el rey
406
LIBROS DE caballerías
lo ania perdonado todo su mal talante, e assi
durmieron aq\iell:i noche con gran alegría, e
qnando vino la mañana, ellos se leuantaron
e se aparejaron muy ricamente; Brangel ca-
ualgo en su jialafren y fuese para la cibdad;
Tristan, e Qnedin, e Gorualan caualgaron
en sus cauallos. E Brangel se fue para el rey,
no por quel supiesse qiie ella venia de la pe-
queña Bretaña, e omillose, e dixo: «Señor,
5 Tristan viene con su cuñado Quedin». E
Víiiego el rey mando que todos caualgassen y
/Nfuessen a recebir a Tristan. E quando ellos
fueron fuera de la ciudad, encontraron a
Tristan, y descaualgo e omillose al rey e
fizóle grande reuerencia, e el rey le tomo
por la mano, e dixole: «Sobrino, vos seays
bien venido, y seays perdonado de Dios e de
mi de todo aquello que me aueys fecho, e
seays señor de mi corte con tal que mireys
por mi honrra bien e lealmente». E Tristan
A ge lo prometió, e besóle las manos e diole
J-' ' muchas gracias, e tornáronse para la ciudad,
e quando fueron en la corte, fizieron gran ale-
gría, que duro quinze dias. E luego que la
fiesta fue passada, el rey pensó de vedar el
passo de Tintoyl, y que se estaría allí Tris-
tan, e que defendería el j)asso va año com-
plido, por tal que ningún cauallero no passas-
se por ay que se no combatíesse con Tristan,
e por esto pensó el rey, e dixo entre sí: «Si
esto yo hago, no es possíble que no venga al-
gún cauallero que de la muerte a Tristan por
fuerca de armas».
XLIX
De como el rejj hixo llamar a Tristan para le
mandar qve guardasse el passo de Tintojjl,
porque don Tristan se combatiesse con los
caualleros andantes de la Tabla Redonda e
alguno lo matasse.
Dize la hystoria que otro dia el rey hizo
ayuntar los caualleros en el palacio como por
loor de Tristan, e, assentados, dixole ante to-
todos: «Sobrino, después que vos partistes de
aqui, auentura no ha venido ninguna que a
buen cauallero se pudíesse cometer ni dar
loor, y en todas las otras tierras han venido
muchas auenturas, e agora, por amor de vos,
yo quiero vedar el passo de Tintoyl, e quie-
ro estar alia con la reyna Yseo e con toda la
corte algunos días, que ninguno no passe por
alli si no se combatiere con vos, e assi veré
yo de vuestras cauallerias, que todos han vis-
to saino yo». Luego Tristan dixo: «Señor,
presto e aparejado soy para fazcr vuestro
mandado e toda vuestra honrra». Mas tan-
bieu conoscío Tristan aquella muestra que el
rey fazia. e daua a entender que lo no sintía,
e no fablo mas por aquello que era passado
entre el rey e el. E luego el rey mando que
fuessen hincadas las tiendas al passo de Tin-
toyl , e mando aparejar todas aquellas co-
sas que les hazían menester, e fue fecho
su mandado , e pusieron las tiendas ribera
del mar, e fue el rey alia con Tristan e con
Yseo la brunda e muchos otros caualleros. Y
el rey hizo poner en vn árbol vna canpana,
por tal que sí cauallero estraño passasse, que
repicassen la canpana, e Tristan se comba-
tíesse con el, e hizo hazer vnos altos mirade-
ros para que el e la reyna e todos pudiessen
ver las batallas. Estando ellos assi en esta
manera, vieron venir vn cauallero, el qual
auía nonbre Arg'^nios. e quando fue llegado
a la puente, la guarda repico la canpana.
Luego Tristan se armo lo mas presto que pu-
do, e caualgo en su cauallo e fuese para el
cauallero, e dixole: «Cauallero, no passareys
sin batalla, o yreys a la prisión del rey Ma-
res mí señor, que assi lo tiene agora de nue-
uo ordenado» . E quando el cauallero oyó esto,
cubrióse de su escudo, e dieronse tan grandes
golpes, que Argamos cayo en tierra, e pidióle
merced a Tristan; e Tristan dixo; «Pues yd-
vos delante el rey e la reyna» . E el se leuan-
to e fuese delante el, e presentóse por preso,
y el rey lo hizo meter en vna tienda, la qual
era señalada para los caualleros andantes que
assi fuessen derribados e sometidos a merced,
e fizólo bien guardar e curar del. Estando
assi, acaescio que llego ay el cauallero ber-
mejo, e quando la guarda lo vio, repico la
canpana. E Tristan caualgo en su cauallo e
fuese para el, e dixole: «No podeys passar
sin batalla, o yreys a la prisión del rey» ; e el
cauallero dixo: «Yo de la batalla no fallesce-
re» . E luego los caualleros fueronse ferir de
gran poder, e tan grandes fueron los encuen-
tros de los caualleros, que ambos cayeron en
tierra, e luego fueron leuantados, e metieron
mano a las espadas e comentáronse a comba-
tir muy fuertemente, que las espadas metían
por los escudos, e atante se combatieron de la
primera batalla, que ya eran cansados, e arre-
dráronse afuera por descansar. E quando
ouieron vn poco folgado, Tristan se leuanto
primero, e fuese para el cauallero, y el ca-
uallero para el, e dieronse tan grandes golpes
de la segunda batalla, que muchos pedac/os
de las armas andauan por el suelo; e tanto se
conbatieron, que por fuerga se ouieron de ti-
rar afuera por descansar. Y el cauallero ber-
mejo era buen cauallero e buen esgremídor,
mas todavía rogaua a Dios que lo ayudasse
contra aquel cauallero que tenia delante, que
DON TRISTAN DE LEONIS
407
nunca hallara caballero que tan duros golpes
le diesse, e conoscio bieu que a la fin no pu-
dría durar contra el: e Tristan se leuanto e
se fue para el. E quando el lo vio venir, le-
uantose, e dixo entre si niesmo: «Yo veo quo
este cauallero quiere llenar a ñu esta bata-
lla» ; e dixo: ^sCauallero, esperad vn poco, yo
veo questa batalla querej's llenar a ñn, por
que vos ruego que me digays vuestro non-
bre, e yo deziros he el mió, por tal que sepa
cada vno quien lo venció e mato» . «Mi non-
bre, dixo Tristan, vos no podeys saber fasta
que yo sepa el vuestro». «Señor, dixo el, yo
soy el cauallero bermejo, si lo oystes dezir».
Quando Tristan conoció quien era, ouo muy
gran plazer, e dixo: «Señor, entre vos e mi
no ha razón por que nos matemos, y es neces-
sario que vos vayays comigo a las tiendas e
al rey Mares mi señor». E dixo el cauallero;
«¿Quien soys vos que me quereys Ueuar pre-
so?» T el dixo: «Yo so don Tristan de Leo-
nis»; y el cauallero fue alegre, e fizóle gran
reuerencia. Y" fueronse abracar, e luego se
fueron ambos a dos a pie, e presentólo al rey
por preso, y el rey acogiólo muy honrrada-
mente, e hizolo meter en la tienda; e Tristan
fuese a desarmar. E aniño que otro dia vino
don Galuan, e luego, quando lo vido la guarda,
repico la campana, e Tristan luego caualgo
e fuesse al cauallero, e dixole: «Cauallero,
no podeys yr sin batalla, o yre^^s a la prisión
del rey Mares mi señor» . E don (xaluan dixo:
«Bien mo paresceys loco cauallero, que me
dezis que en prisión me vaya a meter, ante
quiero bien la batalla» . E fueronse ferir tan
fuertemente, que ambos a dos cayeron en tie-
rra, e luego fueron leuantados, e metieron
manos a las espadas, e heríanse tan mortal-
mente, que todos aquellos que los veyan se
fazian marauillados, y el rey dezia que Tris-
tar auia fallado su par, e heríanse assi sin
folgar de tan mortales golpes, que se fazian
abaxar las cabecas el vno al otro, e quebra-
uanse los escudos e falsauan sus armas, e
quien vio aquella batalla no vio su par, que
no les quedo de los escudos mas de dos pal-
mos, e muertos fueran ya sino por las buenas
armas que trayan; y dezia Tristan entre si
que aquel era diablo, que mas mortales gol-
pes daua los postreros que los primos, e fizo
su oración: «Señor Dios, ayúdame contra
aqueste cauallero que me esta delante» ; e de-
zia consigo mesmo: «Este quiere llenar la ba-
talla a fin, por que es menester que faga como
valiente cauallero, por tal que todo el mundo
no tenga que me rentar» ; e no se dexauan de
herir el vno al otro, en manera que las espa-
das hechaban fuego muy alto. E cierto, Oal-
uan era jjoderoso cauallero y ardid, mas to-
davía sentia mas la batalla . E rogo a Dios que
lo ayudasse contra aquel cauallero, que nun-
ca hallo quien tan grandes golpes le diesse,
porque el conoscio que a la fin no podria du-
rar contra el; e tiráronse afuera por holgar, e
no ouieron estado mucho, que Tristan no se
leuanto en pie para tornar a la batalla. E
quando el cauallero lo vio venir, dixo entre
si: «Este cauallero llenar quiere esta batalla
a fin»; e dixo: «Cauallero, esperad vn poco,
e dezirme heys vuestro nombre, por tal que
yo sepa a quien tengo delante» . E Tristan le
dixo: «Vos no podeys saber mi nombre hasta
que yo sepa el vuestro»; e dixo: «Sabed que
a mi dizen donj^raluan, si lo oystes dezir». E
Tristan dixo:~«Señor"don Galuan, yo, en mi
fe, con vos no me conl)atire mas, que entre
vos c mi non deue auor sino todo bien, mas
por amor de mi, que vos os presenteys de-
lante el rey porpreso». Yel dixo: «¿Quiensoys
vos que me quereys llenar preso?» Y el dixo:
«Y^o soj^ Tristan, vuestro amigo». E don Gal-
uan fue muy alegre, e dixo: «Tristan, pues
que a vos plaze, yo me quiero presentar ante
el rey por preso» . E don Galuan fue con Tris-
tan ante el rey, e presentólo por preso, e el
hizole meter con los otros en la tienda; e mu-
cho se marauillo el rey de las bondades y ca-
uallerias de don Tristan; y passaron algunos
dias que no passaron ningunos caualleros.
L
De como don Tristan prendió a Bordón, e a
Estor de Mares, y a Leonel.
Dende a poco tiempo llego Estor de Ma-
res, y con el Bordón y Leonel. E (guando lo
vio la guarda, repico la campana, e Tristan
caualgo en su cauallo y fuese para ellos e
dixoles: «Caualleros, no podeys j^assar sin
batalla, o yreys a la prisión del rey mi se-
ñor». Y Estor de Mares dixo: «De batalla
no fallesceremos, avnque fuessen ende los
dos mejores caualleros del mundo: don Tris-
tan de Leonis e don Lancarote del Lago» .
E Tristan se comencé a reyr, e boluieron
los cauallos, e fueronse ferir de tan gran
poder, que Estor de Mares caj'-o en tierra; e
quando Bordón vio a Estor de Mares en tie-
rra, dixo entre si: «Por cierto, de gran
fuerca es el cauallero»; e luego se puso el
escudo delante, e abaxo la langa, y fuesse
para Tristan, e Tristan para el; e dieronse
tan grandes golpes, que Bordón cayo en tie-
rra piernas arriba. Y'^ quando Leonel vio es-
to, dixo entro si: «Este no os cauallero, mas
es diablo, que se nos ha parado delante por
408
líbeos de caballerías
impedir v maltraer a los caualleros de la
aiientura» ; y puso su escudo delante y aba-
xo su lanca, e fuese para Tristan, y Tristan
le dio tal golpe, que lo echo a tierra con los
otros; e quando todos los ouo derribado, di-
xoles: «Caualleros, venidvos a las tiendas,
que TOS soys presos en poder del rey mi se-
ñor y de la reyna» . E los caualleros se le-
uantaron, y fueronse con Tristan, e presen-
táronse delante del rey, y el los fizo poner
con los otros, e fizóles fazer mucha honrra.
¿Que os diré de aquesta auentura?, que en
poco tienpo tanto fizo Tristan por ftierca de
armas mientra estuuo en el passo, que
prendió treynta y sej's caualleros los mejo-
res de la Tabla Redonda, e los mas del lina-
je de Lancarote del Lago, y el fue ferido
muchas vezes, e llego a peligro de muerte.
Empero tenia el maestro de suyo, e le ma-
taron muchos cauallos que aqui no cuenta la
historia. Passando algunos dias que no vino
auentura ninguna, [vn di¿Lyino vn^cauallero
por el desierto de Tintoyl, e la guarda,
quando lo vio, repico la canpana. E Tristan
caualgo en su cauallo, e llamo el cauallero a
la batalla. «Por Dios, dixo el cauallero, de
batalla no fallescere» ; e luego abaxaron sus
lancas, e fueronse a herir de tan grandes en-
cuentros, que ellos e los cauallos cayeron en
tierra, assi que pensauan todos que fuessen
muertos; y estuuieron assi vna gran pieca
fuera de su seso, e dezian que Tristan auia
fallado su par. E leuantaronse luego e pusie-
ron mano a las espadas, e fueronse herir de
tales golpes, que marauilla era. «Por Dios,
dixo Tristan. de gran poder es el cauallero;» e
dauanse tales golpes, que los pedamos de las
armas andarían por tierra, y ellos eran can-
sados, e arredráronse el vno del otro por
folgar vn poco; e a poca de pieoa leuantose
Tristan, e fuesse para el cauallero, y el ca-
uallero a el, e dieronse tales golpes, que las
armas fazian pedamos e las espadas se metian
por las carnes, e todos dezian: «Ambos mo-
rirán»; e combatiéronse mortalmente vna
gran pieca fasta que fueron cansados, e
arredráronse como de cabo por descansar, e
mientra estañan descansando, el cauallero de
la auentura paro mientes a su escudo, e vio
que le auia quedado poco del, e dixo entre
si que, después que truxera armas, jamas
hallo honbre que tan mortales golpes le dies-
se; e dezia: «Creo que este cauallero no es
cauallero, mas diablo que se me para delan-
te, e ruego a Dios que me ayude contra el» .
E Tristan dezia entre si las mismas pala-
bras, e dixo: «Agora es tienpo qne yo sea
ardid contra este, que me esta delante con
gran saña» , e tomo su espada en la mano, y
fuesse para el. El cauallero le dixo: «Espe-
rad vn poco, señor, que a mi parece que vos
quereys que ambos ayamos de morir, que
veo que esta batalla quereys llenar a fin» . E
Tristan dixo: «Yo la quiero llenar en ma-
nera que salga con honrra el rey Mares mi
señor». Y el cauallero le dixo: «Ruegovos
que me digays vuestro nonbre, e yo deziros
he el mió» . «Plazeme, dixo Tristan, si vos
me dezis el vuestro» ; y el cauallero dixo:_«A
mi llaman don Langarote del Lago, silo oys-
tes dezir en algún tienpo» . E quando Tristan
entendió que aquel era don Langarote, aquel
que el tanto desseaug vgr rnas que^ ningún
cauallero, luego _echo su escudo]^ e'to'mo su
"espada por la punta, "e finco las rodillas an-
te el, e dixole: «Señor cauallero, ruégeos que
me perdoneys por yo ser osado a me conba-
tir con vos, pero yo he auido lo peor de la
batalla^ e por esso tomad vos mi espada, que
vos soys el vencedor de la batalla» . E Lan-
garote dixo: «¿Quien soys que tanta honrra
me fazeys?» Y el dixo: «Y"o soy Tristan,
vuestro caro amigo» . Don Langarote echo el
escudo, e tomo assimismo la espada jjor la
punta, e hinco las rodillas, y dixole: «Señor
Tristan, vos meresceys la honrra de la bata-
lla» . e fueronse abracar. E quando el rey vio
la paz hecha entre los caualleros, fue mara-
uillado, e Lancarote pregunto a Tristan que
por qual razón era defendido aquel passo que
nunca se solia defender; Tristan contole la
razón punto por punto por lo que el rey lo
hazia estar alli. E Lanr-arote dixo: «Yo quie-
ro que me presenteys jDor preso al rey» ; e
Tristan dixo que lo no faria en ninguna ma-
nera. E Langarote rogo a Tristan que no
dixesse su nonbre, e Tristan ge lo prometió.
E luego Tristan e Langarote se fueron al rey,
y el rey pregunto a Tristan que quien era el
cauallero e como auia hecho la paz, e Tris-
tan dixo: «Señor, es vno de los mejores caua-
lleros del mundo y es de lueñe tierra, e rue-
gos que lo encomendeys a la reyna Yseo,
que, por vuestra honrra, que lo guarezca de
las llagas» . Y el rey dixo que lo haiia de
buena gana, e luego embio por la reyna, e
dixole: «Señora, yo vos encomiendo aqueste
cauallero, que es muy amigo de Tristan»;
y ella tomo en cargo a Lancarote, e metióle
dentro en la tienda, e católe las feridas a el
e a Tristan, e dixoles: «Caualleros, esforgad,
que, con la ayuda de Dios, ayna sereys sa-
nos de las heridas, que no son peligrosas». Y
ella les puso tales vnguentos e medicinas,
que Tristan fue guarido en quinze dias, e
Lancarote en treynta e cinco. E assi estando
don Tristan e don Lanr-arote en las tiendas
en gran solaz, estuuieron vn mes, que no
DON TRISTAN DE LEONIS
400
passo por alli iiinguu cauallero; o Tristau
tomo por la mano a Langarote, e llenóle a
las tiendas de los canalleros que estañan
presos, e fueron de noche e mudados del
habito, porque no conosciessen a Lancarote,
e quaiido los vido, conoscio entre ellos a
muchos de sus parientes, e vio que Tristan
era de gran bondad, e Tristan dixo que se
los daria e soltarla todos por sii lionrra, e
Langarote dixo que los no quería por tal
que no fuesse conocido, e luego se tornaron
a su tienda. T estando ellos assi, llego vna
donzella, e fuese para el rey Mares, e hinco
las rodillas ante el, e pidióle merced que le
ayudasse contra Dinadan el roxo. que le
quería tomar vn su castillo, diziendo que si
a ocho días no hallasse cauallero que la de-
fendiesse por fuerza de armas, que la man-
daría quemar, porque le no quería dar su
cuerpo e por le tomar su castillo. E con-
tada la razón al rey. Langarote, que en-
tendió las palabras, fuese luego delante del
rey, e dixole: «Señor, sí fuere la vuestra
merced, yo tomare la batalla por la donze-
lla». El rey se la dio, e Lanfarote se fue a
aparejar de lo que auía menester e vino antel
rey por se despedir del, y el rey llamo a
Tristan, e preguntóle quien era aquel caua-
llero, e dixole: «Señor, cauallero es de quien
podeys fiar la batalla e dársela». E luego
Langarote tomo su escudo e su langa que
Tristan le dio, e fuese para la reyna e en-
comendóla a Dios, y ella le torno las saludes;
e la reyna pregunto a Tristan quien era el
cauallero, e Tristan dixo: «Señora, yo lo di-
ré después que sea partido de aqui». E la
reyna no le dixo mas.
LI
De como Langarote e vn escudero se fueron
con la donzella, e de como se conhatio
Langarote con Dinadan el roxo e con los
otros cinco caualleros.
Dize la historia que Langarote caualgo en
su cauallo, y con el vn escudero que le die-
ron para conpañía, e fuese con la donzella,
e anduuieron hasta que llegaron al castillo
de la donzella, e alli fue Langarote muy bien
seruido e honrradamente. E quando vino el
día señalado de la batalla, DÍTindari__e]_j;o-yn
vino alli con cinco caualleros, e quando fue-
ron al pie del castillo, llamaron a la donzella;
ella respondió por vna finiestra, e dixo: «Yo
soy venido aqui, donzella, e no me quesistes
dar vuestro amor, e agora no aureys merced,
sino screys quemada». E Langarote dixo:
«Cierto de fuego sera librada, ca ella fallo
caualleros que la defendiessen de tal como
uos» . E el dixo: «Salga fuera al campo, e
veremos entre mi y el qual sera vengedor» .
Luego Lan(;arote abrió la puerta, e caualgo,
e salió fuera al canpo, y Dinadan el roxo
dixo: «Aparejaos, que yo os desafio a la
muerte»; e quando esto Langarote oyó, dixo:
«Señor cauallero, a mi pesa porque entre
mi e vos sobre tal pleyto aya batalla, e por
honrra de caualleria os ruego que a la don-
cella dexeys en su castillo, que pues es suyo,
no es razón de se lo tomar, ni tanpoco, si su
amor nos quiere dar, por fuerga no lo deueys
querer». Dinadan respondió: «No fare nada
de lo que dezis hasta que por batalla lo libre-
mos». Quando Langarote lo oyó, boluio su
cauallo, e abaxo su langa, e fuele dar tan
gran golpe, que le passo el escudo e le me-
tió la langa por la carne e derribo a tierra; e
luego su sobrino se fue a el, e quando lo vio
venir, diole tal golpe, que le echo a tierra
muerto; e los otros fueronle ferir todos en
vno, e dieronle tantos golpes, que a pocas no
le echaron en tierra de la silla, y en tanto
Dinadan caualgo en su cauallo, y echo a
huyr, e los otros con el. E quando Langarote
esto vio, tornóse al castillo, e la donzella lo
rescibio honrradamente e diole muchas gra-
cias, e dixole: «Señor cauallero, tanto aueys
hecho de vuestra caualleria, que me aueys
librado de muerte, porque vos ruego que
seays cauallero de mi amor, e yo quiero ser
donzella del vuestro, e quiero que sea vues-
tro este castillo con todo su termino». E Lan-
garote le dixo: «Señora donzella, yo no da-
ria el mi amor, que yo le he prometido a vna
dueña, y esto que he fecho yo lo he hecho
por amor de Tristan e de la reyna Yseo, e
yo os lo tengo en merced, e a mi conuiene de
partir de aqui e tornar en mi tierra». E dixo
la donzella: «Pues yo queria yr a la reyna
Yseo. e i^resentarme he de vuestra parte a
ella, porque vos ruego que me digays vues-
tro nonbre, porque yo sepa quien me ha li-
brado desta auentura». E Langarote dixo:
«Donzella, a mi me plaze que vayays alia, e
presentadvos a ellos de mi parte, e si vos
preguntaren por mi nombre el rey o otro al-
guno, dezid que lo pregunten a la reyna, ca
ella lo sabrá ya de Tristan» . E desto fue la
donzella muy alegre, e don Langarote la en-
comendó a Dios e fuese por su camino, e
tanto anduuo por sus jornadas, que llego a
Camalot al rey Artur. Y el rey lo rescibio
honrradamente, e preguntóle de qual parte
venia que no hauia estado en la corte, e el le
contó que auia passado muchas auenturas
por hallar caualleros de su linaje, e dixo que
410
LIBROS DE caballerías
vna auentura lo ania a dicha llenado a Cor-
nualla, e como se ania conbatido con Tristan,
y contole como sus primos }' sus parientes
estañan presos en vna tienda por mano de
Tristan e otros muchos caualleros: e loaua
mucho las bondades de Tristan. Y el rey-
fue alegre de aquellas nueuas, e dixo: «Por
mi fe, grand auentura es esta que acontece
en Cornualla» . Agora dexemos al rey Artur
o a Lanr-arote. e tornemos a la donzella.
LH
De como la donzella se fue presentar al rey y
a la reyna Yseo de parte de don Lancarote
del Lacjo.
Dize la historia que quaudo Lanr-arote fue
partido de la donzella, ella se aparejo con
mucha gente, y fuese con ella su tia Cleles;:,
tina il\. y presentáronse delante el rey Ma-
res, e fincaron las rodillas, e dixole: «Señor,
my sobrina se presenta por vuestra donzella,
de parte del cauallero que le distes que la li-
brasse del huego a que era juzgada para que-
mar, e ha vencido la batalla, e quando el la
ouo librado, se presento a el porque el flzies-
se del la toda su voluntad, y el dixo que no
la queria por suya; e rogóle que le dixosse
su nonbre, y el le dixo que dixesse a vos de
su parte que demanda ssedes su nonbre a la
reyna, que ella lo sabria por boca de Tris-
tan», y desto fue el rey muy alegre, y pre-
gunto a la reyna quien era, y ella dixo:
«Lant/arote del Lago», y el rey fue desto
alegre; e la donzella so vmillo ante la reyna;
assi como se auia presentado al rey, assi se
presento a la reyna, y ella la recibió muy
bien, e dixo a la donzella: «Yos seays bien
venida, y sed franca de yr e de tornar a toda
vuestra voluntad donde quisierdes, e quiero,
si vos quereys, que seays compañera de
Brangel, y aureys gran honrra en mi corte» .
E dixo la donzella: «Yo no me quiero yr ni
partir de vuestra corte, e quieres seruir
como a mi señora» . Y la reyna fue muy ale-
gre con estas palabras, e recibióla con gran
amor, porque se podria muy bien ayudar de
la tierra de la donzella de cinqucnta caualle-
ros y mas. Quando el rey oyó esto, maraui-
llose mucho de las bondades de Tristan, por-
que se auia conbatido con Langarote, y Que-
(q ; Pensarían en este paso los autores de la Co-
media de Calisto y Melihsa cuando la oscribieron?
Entiendo que es esta la vez primera que el nombre de
mía Ha Cclv^tina sale á plaza en nuentra literatura.
Nótese (jue uno de los criados de Calixto se llama
'^'frigtün.-
din, su cuñado, fue muy alegre, e dixo de-
lante todos los caualleros: «Señores, ya po-
deys ver las cauallerias de Tristan, que por
fuerra de armas ha preso a vno de los mejores
caualleros del mundo, e ha prendido a don
Galuan y al cauallero bermejo, e tanto buen
cauallero como esta en aquesta tienda, los
qnales son del linaje de Langarote y de la
Tabla Redonda, porque a mi me parece que el
rey se deuria tornar a la corte, e quitar a
Tristan desta conquista deste passo, e avn
agora veys que por su ocasión la reyna ha
ganado vn castillo, y el seruicio de vna don-
zella que es señora de cinquenta caualleros
e mas» . Los caualleros de Cornualla fueron
desto muy alegres por lo que Quedin dezia,
e dixeron al rey: «Señor, tienpo es de tor-
nar en la ciudad, que Tristan ha ya tanto fe-
cho de armas, que nadie podria fazer mas».
El rey dixo que era bien, e fizo tirar las tien-
das, e tornóse a la ciudad; y estando en el
palacio, el rey mando que truxessen los ca-
ualleros ante el, e hizolos a todos soltar, e
dioles cauallos e armas, e dixoles: «Ruégeos
que me perdoneys porque yo he seydo contra
vos»; y ellos dixeron: «Señor, a vos muchas
gracias, que no hauemos auido sino honrra en
vuestra corte, porque nos tenemos por bien
contentos» . E tomaron licencia del rey y de
la reyna y de Tristan, e fueronse muy ale-
gres por el camino, e anduuieron tanto hasta
que llegaron a la corte del rey Artur, o con-
táronle todo lo que alli auia contccido, c
como auian seydo presos por mano de Tris-
tan, y con el se auian conbatido todos vno a
vno.
E agora dexemoslos estar en la corte del
rej' Artur, e tornemos a contar de lo que don
Tristan fizo después que se tornaron a la
cibdad.
Lili
De como don Tristan enhio a Quedin su cu-
ñado e a Gorualan a su rey no de Leonis.
Dize la historia que el rey Mares estaña
en su cibdad, e Tristan andana fol gando con
la reyna, y hazian en vno aquello que so-
ílian quando querían, tanto que todos lo en-
tendían e hablauan dellos en todas partes; e
Tristan eTíTFeyna entendieron bien""la habla
que andana en la corte^ e Tristan vn día se
fue íalTár con Quedin su cuñado e con Gor-
ualan, e dixoles: «Ya veys quanto tienpo he
gastado en esta corte, que ya soy enojado de
estar aquí, e yo querría que vosotros fuesse-
des a mi reyno de Leonis con cartas mías y
en habito de peregrinos porque nos defien-
DON TRISTAN DE LEONIS
411
flan el passajo, e clareys a entender a todos
los buenos eauallevos e a toda la gente como
vos, Quedin, soys mi cuñado, y mandad por
mi el mi reyno tanto fasta que yo vaya a vos-
otros, ca yo quiero yr a buscar -auenturas, o
quiéreme yr a la corte del rey Artur, e ju-
rar la Tabla para entrar en la demanda del
sancto Grial que ayna se quiere ya comen-
tar, e prouare mi- persona con los caualle-
ros de la corte, e quiero yr alia sin conpa-
fiia ninguna.
E Quedin dixo: «Señor Tristan, yo no me
partiré de vos por ninguna cosa» . E Tristan
dixo: «Hermano Quedin, do hazer os conuie-
ne assi como yo os digo, que oomigo, por
agora, no podreysyr». E Grorualan dixo: «A
mi j)aresce que seria mejor que fuessedes
con nosotros en Leonis, y después os podes
yr donde quisierdes». E Tristan le dixo:
«No se puede fazer, que os conuiene yr sin
mi». Y ellos, quando vieron la voluntad de
Tristan, no quisieron porfiar mas con el, e
vna mañana se aparejaron en su habito de
l^eregrinos, e fueron por su camino, e Tris-
tan los encomendó a Dios, y ellos yendo por
su camino, dixo Quedin a Gorualan: «¿Que
os parece que assi nos ha dexado Tristan?»
Y Grorualan dixo: «Cierto, señor, no lo se,
que nunca tal cosa vi fazer que el se parties-
se de mi por ninguna auentura» . Y fueronse
su camino, e quando fueron en el reyno de
Leonis, Gorualan fizo saber a la madrastra^
de Tristan y a toda la gente que Ti'istan
embiaua alia a su,ciiñado Quedin y quesera
aquel; e fueron recebidós hónrradamente, y
fueles hecha honrra. E la madrastra de Tris-
tan, asi como falsa, pensóles fazer onrra,
mas no de coraron, e mostróles buen senblan-
te e cara, mas no era tal su camino. Y dexe-
ujoslos estar, e tornemos a contar de Tristan.
.' Quando Tristan ouo estado vn tienpo en la
corte del rey Mares, hizo plantar vn árbol en
vn vergel delante_la camaraxlñia_rejiia_^_p0.E-
tal quejpudiesse entrar en la cámara quando
quisiesse por aquel árbol, y poraquel entraña
y salia cada quando (pie queria. Y desque asi
ouo estado vn tienpo desta manera, la rey na
dixo: «Señor Tristan, yo he entendido mu-
chas vezes que se habla por la corte nuestro
hecho, y biuimos en manera que no podeys
estar que no vengays vos a mi, o yo no vaya
a vos; y esso mesmo he entendido en vos, que
por esta razón os quereys alongar de mi, e ya
sabeys, señor, que no puedo biuir sin vos vna
ora, porque es menester que yo vaya alia don-
de quiera que fuerdes» . Esto dezia la reyna
porque auia miedo que Tristan sQ_fernaria
para sujoduger Yseo de las Ijlancas manos,' y"
por esso se queria ella yr con el. E Tristan
dixo: «Señora, muchas vezes os ouiera dicho
que nos fuessemos, sino que pensaua que no
quisierades yr comigo». E dixo la reyna: «Sa-
bed i [no a mi es venido en voluntad ([ue nos
vamos». E Tristan dixo: «A mi me plazo, o
aguardemos para esta noche, que ninguno no
nos vea, que agora es bien hora de tercia, o
las gentes que nos viessen yr pensarían mal,
e no nos podryamos partir do aqui sin lo sa-
ber algunos e sin pelea» . Dixo la reyna que
era bien «e no (piiero que caualgando vamos,
ni que tomeys armas sino vuestra espada, e
yrnos hemos ambos a dos mano a mano ha-
blando por el vergel, que ninguno pensara
nada de nuestra yda, e assi saldremos del
vergel, e yrnos hemos para la floresta, e yo
tengo el anillo del rey, que ha tal virtud,
que mientra lo truxerdes no podeys ser ha-
llado vos ni yo; e ha otra virtud, que no po-
dreys ser vencido, avnque ante de agora os
le deuiera auer dado» . E quando Tristan vio
la voluntad de la reyna, no (pliso dezir nada
contra lo que ella dezia, e dixo: «Señora, fá-
gase aquello que vos mandardes, queyoatjue-
11o aure por bueno» . E después que la fabla
fue hecha, las tablas fueron puestas; el voye
la gente se assentaron a cenar, e no plazia
mucho a la reyna, tanto auia en coracon de se
yr; e quando la gente ouo cenado, la reyna se
aparejo, e tomo muchas joyas, e plata e dine-
ros, e Tristan tomo su manto e su espada, y
entraron en el vergel la reyna y el, depar-
tiendo e riendrTanTbnR-aHsi como solian, e sa-
lieron del vergel e fueronse para la floresta
que ninguno no los vio, e estuuieron alli es-
condidos fasta que vino la noche. E anduuie-
ron toda aquella noche y el dia, e a la tarde
llegaron cerca de vna puente, y de la otra
parte de la puente aiüa viLcastillo, y el pas-
so de la puente guardaua vn cauallero que
era señor de aquel castillo, y en la puente
auia vn pilar en que estaña vn cuerno de pla-
ta, y en el pilar estañan escriptas vnas letras
en que dezia: Quien tocake el cueuxo, no
PAssAKA SIN BATALLA. Quaudo Ti'istan vio el
cuerno y leo las letras, dixo a la reyna, que
las esso mesmo estaña leyendo: «Señora, a
mi me conuiene de tañer el cuerno, según
que es el escrito». E la reyna dixo: «Señor,
¿no veys lo que dize el escrito, que quien lo
tañere no passara sin batalla?» «Por esto, di-
xo Tristan, quiero yo tañerlo». «¿Gomo, se-
ñor, dixo la reyna, quereys morir assi, que no
teneys cauallo ni armas, saino tan solamente
esta espada, e quereysvos meter a peligro de
muerte?» Tristan dixo: «Señora, no temays,
que con la merced do Dios bien me librare de
aquesta auentura a mi honrra, e vos no rece-
biroys enojo ninguno, ca gran verguenca me
U'2
LIBROS DE CAUALLERIA8
seria si por recelo de la aiientiira dexasse de
tañer el cuerno» . Y esto era a tiempo que se
queria poner el sol; e la reyna le rogo mucho
que lo no niziesse: el dixo: «Yo os pido de
merced que me lo consintays tañer por mi
amor; e la reyna, como quiera que le mucho
pesaua, mas en que vio que Jo auia tanto a
voluntad, dixo que lo prouasse, y Dios faesse
su guardador e defendedor, e lo aumentasse
en honrra. Y Tristan tomo luego el cuerno,
j tañólo tan de rezio, que los del castillo que
lo oyeron, dixeron: «¡De gran fuerca es el ca-
uallero que atan fuerte tañe!» Y el cauallero
que guardaua el passo, caualgo. e bien apare-
jado, fiiesse a la puente, e dixo a Tristan que
diablo le auia hecho tocar el cuerno. «Creo que
soys loco o muy atreuido, que assi aueys to-
cado el cuerno». Dixo Tristan: «Ante me
quiero combatir con vos». Dixo el cauallero:
«¿Con que os combatireys, pues que vos no
aueis armas para recebir los golpes? porque
vos consejo que dexeys la dueña y os vayays
a la buena ventura, e a^i escapareys vues-
tra persona» . Tristan dixo: «La dueña vos no
la podeys auer, mas antes me quiero conba-
tir con vos assi como esto yo». El cauallero,
(juando lo oyó, abaxo la langa y fuesse para
Tristin, y Tristan, quando lo vio venir, re-
boluio el manto al braco y echo mano a la es-
pada; el cauallero cuydo de le herir, mas Tris-
tan dio vn salto al traues y cortóle de vn re-
nes las manos al cauallo y luego el cauallero
cayo a tierra, e Tristan fue sobre el e quiso-
le matar, y el pidióle merced. Tristan le di-
xo: «Merced auras si me prometes que me
darás yn don el qual te demandare»; e dixo:
«Señor, yo haré todo lo que vos mandays, en
tal que no sea mi muger». Y" el dixo: «No
ayas recelo de tu muger, que no quiero, sai-
no que me traygas vn cauallo e vn palafrén
para la dueña, e todas armas que pertenescen
a cauallero armado» . «Señor, yo vos prometo
de os lo tr.ier todo» . E Tristan dexolo libre-
mente, y el cauallero fuesse para el castillo,
e llamo a vn su honbre, e dixole: «Toma mi
cauallo e ármalo, e toma todas armas que per-
tenescen a cauallero armado, e toma vn pala-
fren tal como pertenesce a dueña, e dalo a vn
cauallero que esta a la puente, que tiene con-
sigo v na dueña». E luego el^escudero tomo
todo esto e llenólo a Tristan, el cual lo resci-
bio e se touo por pagado, e hizo subir a la
reyna en el palafrén, y el se armo y caualgo
en su cauallo; y el cauallero llego a el, e di-
xo: «Señor cauallero, a mi parece que es
ya noche, e no podreys fallar villa a do dor-
, /mir, e por cortesía esta noche querays ser mi
y huésped ,en el mi castillo, e.yo hazeros he
** aquella honrra que pudiere por la cortesía
que en vos falle e por honrra de vuestra due-
ña» . Tristan se boluio a la reyna, e dixole:
«Señora, ¿veys la cortesía que os faze este
cauallero?» Y el dixo: «Cauallero, ¿vos nos
prometeys bien e lealmente como cauallero
que ningún daño no rescibamos en vuestro
castillo?» . Y' el cauallero les dixo (pie ningún
mal les faria, saino toda honrra e seruicio. E
Tristan e la reyna se fueron con el, e entra-
ron en el castillo, e descaualgaron, y el señor
del castillo dio vna cámara muy rica a Tris-
tan e a Yseo, e allí fueron bien ser nidos de
grandes e pequeños , e dixeron que Tristan
auia consigo la mas hermosa dueña del mun-
do e que ellos jamas Ouiessen vísío; e las
dueñas e'donzellas fueron verla'^~fTziéronle
toda honrra. Luego las tablas faeron puestas
e assentaronse a cenar, e después fueronse a
dormir; e quando vino la mañana, todos se
leuantaron, e Tristan se armo, y encomendó
a Dios al cauallero, e agradesciole mucho la
honrra que le auia fecho, e fueronse su ca-
mino.
LIV
De como Tristan e la reyna Yseo encontra-
ron con Dinadan, e anduuieron su cami-
no, e lo que les auino.
Dize la historia que los dos amados andu-
uieron fasta que llegaron a casa de vn flo-
restero, e apeáronse y entraron dentro e co-
mieron; e desque ouieron comido, fueron su
camino hasta tanto que fue noche, que no
fallaron ningún lugar para refrescar; e quan-
do la noche fue venida, ellos se arredraron
del camino^ e apartáronse al pie de vn árbol,
y ataron sus cauallos, e dexaronlos pacer.
E Tristan echo mano a su barjuleta , la
qual le auia dado el señor del castillo, e saco
fruta e letuario, e comieron ambos a dos, e
desque ouieron comido, tendieron los man-
tos en la yerna e durmieron alli aquella no-
che; e quando fue el dia, el y ella desperta-
ron al canto de las aues, e caualgaron e fue-
ronse su camino, y encontraron vn cauallero
el qual auia nonbre Dinadan , e Tristan,
quando lo vio, púsose el yelmo, e dixole:
«Cauallero, a la batalla soys». Dinadan,
quando lo vio venir, con miedo de la muer-
te dixo: «Cauallero, no hagays tal cosa, que
no so diablo que me conbatire con vos, que
yo no traygo dueña en mi compañía». E
Tristan paro bien su cauallo, e conoció al
cauallero, que muchas veces lo auia visto.
Tristan se boluio a la reyna, e dixole: «Se-
ñora, sabed que anemos hallado a Dinadan,
aquel que yo os dezia muchas vezes que ha-
DON TRISTAN DE LEONIS
413
zia escarnio de dueñas, e vos soys bien cer- i
ca, fablarle heys y vereys que dirá». Luego j
la reyna dixo a Dinadan: «Si Dios me salue, |
vos no soys enamorado, porque no os quesis- i
tes conbatir con este cauallero» . Y el dixo: j
«Cierto, yo no soy enamorado, que, si !o i
fuesse, seria perdido» . Ella dixo: «Deueys de '
ser catino cauallero, pues amar no quieres». !
«Señora, dixo el, Dios os de mala ventura,
que ya no quiero el amor, que mucho mal ha |
venido a vn cauallero que llam-in Tristan de |
Leonis, que creo que el perderá el cuerpo por
y seo, muger del rey Mares su tio» . E dixo
ella : «¿Como? ¿no sabeys vos que todos los ca-
ualleros de la Tabla Redonda son enamora-
dos?» Y el dixo: «No soy yo enamorado, mas
por esso no dexo de comer e beuer ni dormir,
assi como haze el mejor cauallero del mundo
que es perdido por dueña». E dixo ella:
«¿Qual es el mejor cauallero?» El dixo: «Yo
vos diré de dos caualleros, el vno es Tristan
y el otro es Lancarote, e cada vno destos es
perdido por dueña». Y ella dixo: «Mal dezis,
y dezislo porque no aueys señora ni amiga,
mas nos andaremos tanto en vno, si vos que-
reys, fasta que fallemos alguna auentura
para vos, e nos dárosla hemos». «Señora,
dixo el. Dios os faga mal, que no la he me-
nester, ni quiero atal seriiicio». ¿Que os
diré? que tanto anduuieron a(|uel día, que
por dicha ellos encontraron vn cauallero que
traya vna dueña, e quando la reyna vio al
cauallero, dixo a Dinadan: «Cauallero, apa-
rejaos e tomad a la dueña por fuerza de ar-
mas, e sereys los mejores enamorados que
honbre ser pueda». Dixo Dinadan: «Y'a
Dios os de mala ventura, que me quereys
meter en pelea y en cosas que aure que fa-
zer». Dixo la reyna: «A fazer vos conuiene,
e combatios por que vos aj^ays dueña, ca no
parece bien dos caualleros por el camino
con vna dueña». E dixo Dinadan: «Pues que
con el diablo vo hablando, por fueroa me
haze de me conbatir, e yo lo liare, e Dios me
ayude» . E puso su escudo delante e abaxo
su lan<;a, e el cauallero, quando lo vio venir,
})Uso su escudo delante, y fueronse a dar tan
grandes golpes, que Dinadan cayo en tierra;
e dixo Dinadan: «Grracias a Dios que he
aprendido a bolar, mal aya la dueña y el que
la trae, que por fuerza me fazen justar». E
quando Tristan oyó aquestas palabras, co-
mencé a reyr, e abaxo la lanya, e fuese para
el cauallero, e dieronse tan grandes golpes,
(pie Tristan derribo al cauallero en tierra, e
])USO la mano en la espada i)ara lo herir, y
el cauallero pidió merced. É Tristan dixo:
«Dezidme vuestro nonbre»; y el cauallero
ilixo: «Yo he nonbre Sagramor». Tristan
callo porque no lo conosciesse, que Sagra-
mor era mucho su amigo, y era de la corte
del rey Mares. Y el no conoscio a Tristan ni
a la reyna, porque venia desconoscida. E
Tristan dixo a Dinadan: «Cauallero, tomad
essa dueña». «Señor, dixo Dinadan, Dios os
faga mal a vos e a ella, que no la quiero,
que mucho mal ha venido a mi por ella e
aquel que la trae» . E Tristan comencé a reyr,
e dixo a Sagramor: «Cauallero, caualgad en
vuestro cauallo e tomad vuestra dueña, e
ydvos con ella vuestro camino»; y el agra-
desciogelo, e caualgo en su cauallo, e tomo
su dueña e fuese por su camino, y Tristan
e su conpaña anduuieron tanto, hasta que
fallaron dos caminos, e Dinadan dixo: «Se-
ñor, ydos con la buena ventura con vuestra
dueña, que yo no quiero yr en vuestra con-
pañia»; y encomendólos a Dios e fuese por
su camino, que nunca con el pudieron que
fuese con ellos. E Dinadan era cauallero sal-
uaje, y era gran esgrimidor, e grande de
cuerpo, e gran truhán, assi como hombre que
anda por cortes de reyes, e auia sido buen
cauallero, y era rico de moneda que le dauan
los reyes y los caualleros, e y\m muchas ve-
zes i)Or mensajero de vna corte a otra, y es-
carnecia e burlaua con todos, asi que todos
folgauan del, e auian plazer con sus pa-
labras.
Dexemos a Dinadan, e tornemos a don
Tristan.
LV
De como don Tristan e la reyna llegaron al
castillo donde estañan don Langarote del
Lago e la reyna Ginebra.
Dize la hystoria que Tristan e la reyna
Yseo anduuieron tanto aquel dia, que a la
noche llegaron cerca de vna casa que era de
yuso de vn castillo, e alli posaron, e mien-
tra (pie apare jauan de cenar, el señor del cas-
tillo embio dos escuderos, e dixeron a Tris-
tan: «Señor cauallero, el señor del castillo
vos embia mucho saludar, e ruégaos que su-
bays a el e aureys todo lo que ouierdes de
menester» . E Tristan dixo: «¿Quien es el ca-
uallero del castillo?» Y el escudero le dixo:
«Su nombre no lo podeys saber, mas es un
cauallero de la corte del rey Artur, e tiene
consigo vna dueña, y el castillo a nómbrela
(tíosu Guarda». E Tristan divo: «Ydvos con
la buena ventura, e dezilde que muchas gra-
cias a el. que no podria yr alia, que ya es no-
che e vengo mucho fatigado del camino» . E
los escuderos se tornaron para su señor e con-
táronle todo lo que auian passado con don
414
LIBROS DE caballerías
Tristan, e como auia consigo vna muy her-
mosa dueña. E quando esto ovo el cauallero.
dixo: «Tornad a el, e dezilde que yo le rue-
go por cortesía que suba acá, e que tomara
seruicio de mi, si no que me fara descendir
alia» . E rogarongelo tan cortesmente de par-
te de su señor, que lo ouo de aceptar. E don
Tristan encomendó la dueña a la huéspeda,
e caualgo en su cauallo e fuesse al castillo,
y el cauaUero le salió a recebir, e fizóle mu-
clia honrra, e conoscieronse el vno al otro;
mas pensaua cada vno en si que lo no conos-
cia el otro; e llenólo a vna cámara, e rogóle
que se desarmasse, e quando fue desarmado,
el señor del castillo se fue para su dueña, e
dixole: «Señora, sabed que este cauallero es
don Tristan de Leonis, e creo que la dueña
que trae consigo es la rey na Yseo, que se
viene con el» , Y desto fue ella muy alegre;
e Langarote torno a don Tristan, e dixole:
«Señor cauallero, ¿conosceysme?» T dixo
don Tristan: «Señor, a mi parece que vos he
visto» . E Lanr-arote dixo: «Vos, señor, soys
don Tristan de Leonis» . Dixo el: «Verdad
es, y creo que vos, señor, soys don Lanr-aro-
te el mi intimo amigo» . E fútrense abracar
con muy gran amor, e don Langarote hizo
poner la tabla, c tomaron agua a manos, e
assentaronse a comer. E don Tristan se puso
a la tabla por dar a entender que no traya
dueña ninguna, e comencaron a cenar, mas
dezia en su coracon que auia gran gana de
ver a la rey na, e no lo podia sofrir, e dixo la
reyna Ginebra a Tristan: «Cauallero, quien
dixesse que erades enamorado, no diria la ver-
dad». Dixo Lanr-arote: «Mucho dezis.>. Tris-
tan dixo: «Señora, ¿por que lodezis?» Y ella
dixo: «Porque no están bien dos caualleros a
vna mesa con vna dueña, e yo no creo que
el vuestro coracon sea aqui, ante es alia de
yuso donde aueys dexado la rejTia Yseo; mas,
cierto, aqui no comeremos mas hasta que
vos trayays a la reyna». E Lanr-arote e Tris-
tan comenr-aron a reyr, e dixo Lanr-arote a
Tristan: «A hazer os conuiene lo rpie mi seño-
ra quiere, que no se puede encobrir» . Luego
anbos a dos caualgaron, e fueron fuera del
castillo do estaña la reyna, e pusiéronla en
vn palafrén e licuáronla al castillo. E las
rey ñas, quando se vieron, comcn(.-aronso a
abracar e besar: e assentaronse a la tabla, e
no se demandaron por nueuas fasta que ouie-
ron cenado; quando las candelas fueron en-
cendidas, ellos se leuantaron de la tabla, e
las dueñas se leuantaron en vno, e fablauan
de muchas auenturas que cada vna auia
passado con su amigo, e de las canallerias
que auian hecho y passado con ellos de sus
amores, e de como eran corteses e graciosos.
e muy hermosos, e bien hechos e apuestos. E
la reyna Ginebra dixo: «Por cierto vos digo,
que de fermoso no deue Tristan nada a nin-
gún cauallero, saluo porque vna cosa ge lo
impide ya quanto». E Yseo dixo: «Dezid lo
que quisierdes, que en el miindo no ay cosa
que le desproporcione de su fermosura, e si
algo tiene, ruégeos que me lo digays, porque
vea yo si es assi lo que dezis» . E la reyna
Ginebra dixo: «Señora, la cosa es que el es
menguado para ser bien complido en hermo-
sura, es que tiene los pechos grandes y vn
poco altos». E la reyna Yseo, quando lo oyó,
dixo: «Señora, lo que dezis que le pone feal-
dad, antes es al contrario, que por esso es
mas apuesto para cauallero ; que tan grande
es su corar-on que le faze pujar los pechos, y
tan grande es su ardimiento y esfuerce de
coraron, que soy marauillada como non quie-
bra por medio» . Y la reyna Ginebra otorgo
con Yseo que assi era verdad, segund las
grandes marauillas que LauQarote le auia
dicho de Tristan, y dixo: «Señora reyna,
dexemos esta fabla de nuestras haziendas,
e hablemos en otra cosa». Y mientra las
reynas hablauan en lo r|ue les plazia, los dos
amigos Tristan e Langarote se fueron a vna
parte, e comenr-aronse de preguntar el vno
al otro de sus faziendas, y de sus canalle-
rias y auenturas. Y mientra en aquestas pa-
]aV)ras estañan los dos amigos e las dos rey-
nas, fue passada vna gran piega de la noche,
y fueronse a dormir en camas muy ricas a
marauilla cada cauallero con su dueña, y es-
tuuieron aquella noche en solaz muy alegres;
e quando vino el dia, leuantaronse los caua-
lleros, y fueronse a ca.qa,. y truxeron mucha
y buena, y estuuieron alli en grand solaz y
en esta buena vida los quatro amados vn
tiempo, tomando gran plazer y hablando en
aquellas cosas que a ellos mas plazia. Estan-
do assi, acaescio que vinieron mensajeros a
Langarote, de parte del rey Artur; y entra-
ron por el castillo, y ellos fueron muj^ bien
rescebidos, y después que ouieron comido,
ellos dixeron: «Señor don Langarote, delan-
te el señor don Tristan os rogamos y dezimos
de parte del rey Artur, que vos nos querays
dar a la reyna Ginebra jiara llenar a la cor-
te, y el rey vos perdona todo su mal talante,
y ruegavos que torneys en su corte saluo y
seguro». E tanto hizieron los mensajeros,
que Langarote se la dio; y la reyna encomen-
rlo a Dios a Tristan y a la reyna Yseo, y
fuesse con sus mensajeros, y allegaron con
ella a la corte del rey Artur, r^ne ninguno no
supo (\\ie la reyna era yda. E quando el rey
la ouo cobrado, hizo pregonar i)r)r toda su
corte que Langarote pudiesse entrar y salir
DON TRISTAN DE LEONIS
415
saino y seguro, e las nueuas fueron llegadas
a Lan9arote a la Giosa Guarda; luego quel
supo, encomendó a Dios a Tristan y a la
rey na Yseo, y dioles aquel castillo por joya,
(]ue fuesse suyo, y HanvTTrofo-seTue aXania-
lot, tanto le destruyo el amor de la reyna Gi-
nebra, y quando fue tornado en la corte,
toda la gente fue alegre con su venida.
LYI
De como Gornalan y Brangol llegaron al cas-
tillo do era Tristan e Yseo, con otro caua-
llero andante.
Estando Langarote en la corte, fizo baste-
cer vn torneo, y las nueuas fueron por toda
la tierra, tanto que lo supo Tristan, y fue
triste porque no tenia escudero fiel a quien
encomendasse a la reyna Yseo, y no sabia si
la dexasse o si la lleuasse; y el estando pen-
sando, fue assi que en aquel lugar allegaron
dos escuderos con vna donzella, y el escude-
ro que pensaua del cauallo de Tristan, vino a
el, y dixo: «Señor, alli de yuso son llegados
dos escuderos con vna donzella» . Tristan di-
xo: «Decendid alia, e conbidadlos de mi
parte; sabed quien son y de qual parte, e si
demandaren por mi, no digays quien soy, sai-
no que digays que soy cauallero andante del
reyno de Cornualla» . E descendió y pregun-
tóles por su liazienda, e dixoles lo que Tris-
tan les auia mandado. Ellos dixeron: «Ami-
go, decidnos quien es el cauallero y de qual
tierra». «Señores, dixo, el es de Cornualla».
Y dixo Gorualan entre si: «Si es el de Cor-
nualla, este es Tristan»; e fue a Brangel e
contole toda la razón e encomendóla a la hués-
peda e dixo al otro cauallero que traya en con-
pañia si queria subir a la fortaleza o seguir
su camino para el torneo aplazado por el rey
Artur, y el dixo que queria caminar, y en-
comendáronse a Dios, y el se fue para el cas-
tillo, e dixo a Brangel quel tornarla por ella
si fuesse Tristan. E Tristan, como lo vio, di-
xole: «Gorualan, vos sea^'s bien venido»; e
fizóle gran honra, e la reyna Yseo esso mes-
mo dixo (]ual auentura lo auia alli traydo en
aquel lugar, e Gorualan les dixo en como
Brangel estaña de yuso en la casa, y luego
les contó como hauia ydo Brangel a Leonis y
«me dixo que vos erades ydo con la rejTia de
la corte ascondidamente; c ([uando yo supe
esto, partime de Leonis a buscar a vos, y
Quedin quedo por señor en el reyno» . E
quando la reyna lo oyó, fue muy alegre, y
Gorualan abaxo ayuso por Brangel, e quando
fue en el castillo, beso las manos a la reyna.
y vmillose a sus pies; e la reyna la leñante, e
abrayola e besóla, e hizole gran honrra, e la
reyna le pregunto mucho por estenso ipie se
dezia en la corte de su venida; y ella dixo
quel rey fazia muy gran duelo, e que todos
creyan que fuessen y dos al reyno de Leonis,
e por esto yo fue alia. E assi fablando, passa-
ron gran parte del dia, e cenaron e folgaron
aquella noche, e ala mañana dixo Tristan ala
reyna: «Señora, vn torneo es comentado, e
queria yr alia, si a vos plugiesse quedar
aqni con Brangel» . E tanto le rogo, que ella
ge lo ouo de otorgar, e dixo: «Mi amado se-
ñor, avnque me es grane partirme de vues-
tra conpañia, yd con la buena ventura». E
aparejóse de todo aquello que le era menes-
ter, cenada e tienda, como a cauallero perte-
nescia; e luego caualgaron, e encomendaron
a Dios a la reyna Yseo y a Brangel, e fueron-
se a Camalot.
LVII
De como don Tristan derribo al rey Artur en
el torneo, y de como don Tristan e don Lan-
garote se conhieron.
Anduuieron Tristan j Gorualan tanto por
sus jornadas, que llegaron a Camalot, y alli
j)usieron su tienda arredrada donde auia de
ser el torneo, e quando vino el dia seña-
lado quel torneo se auia de hazer, comentóse
grande e bueno, e Tristan se armo, e caualgo
en su cauallo, e adonde vio la mayor priesa
de los caualleros, fue ferir en ellos, ^ fizo
tanto por fuerza de armas, que no hallo caua-
llero que le osasse esperar delante: e quando
el vio que auia desbaratado el torneo, el se
partió dende a grandes saltos con el cauallo,
e quando el fue salido, el rey Artur e Lan(,'a-
Qarote fueron marauillados del cauallero, e
dixeron que era cauallero de gran fuerza que
tan esforcado andana en el torneo, y el rey
estuuo con gran pensamiento, e todos los ca-
ualleros dezian que quien era o podia ser el
cauallero. E Tristan se boluio para su tienda,
e folgaron aquella noche con gran alegría, e
Gorualan le fizo bien curar de su cauallo;
e otro dia el torneo se comenco muy fuerte, e
Tristan, adonde vido la maj^or priessa do los
caualleros, alli fue herir, y si bien lo hizo el
primer dia , mejor lo fizo el segundo. E
quando el rey e los caualleros vieron esto,
fueron marauillados e muy ayrados, y el rey
dixo a LauQarote que se armasse e fuesse al
cauallero, e Lan(,'arote dixo al rey; «Señor,
si al cauallero yo fuesse, no me seria honrra,
que tanto ha fecho oy de armas, que bien se
puede tener por buen cauallero» ; y el rey.
416
LIBROS DE caballerías
quando vio que Langarote non quería yr alia,
el hizo traer sus armas, e armóse, e caualgo,
e fuesse para el eauallero, e Tristan, quando
lo vio venir, puso su escudo delante, y el
rey le dio tan gran golpe sobre el escudo, que
quebró la langa, e otro mal no le fizo, e Tris-
tan le dio tal golpe con la espada por encima
del yelmo, que le hecho en tierra y abollóle el
yelmo en la eabe<,'a, e quando Tristan dio el
golpe, la mano le reuento sangre, e luego
Tristan se fue para su tienda e Langarote (/)
se fue para la suya; y fue desto Lancarote
muy triste, e lo tuuo a gran desonrra, e otro
dia el torneo se comenco mas grande que de
primero. Y quando fue eomenoado, Tristan
se fue luego ende, e firio en la mayor priessa
de los caualleros, e hizo tanto de armas, que
antes que todos fuessen llegados echo diez ca-
ualleros en tierra. Quando Lanoarote vio
esto, conoscio que aquel era el eauallero que
derribara al rey Artur, e luego tomo sus ar-
mas e caualgo en su cauallo, e fuesse para el
eauallero, y el rey fue desto alegre, e dixo:
«Agora seré yo vengado del eauallero». E
quando Langarote llego al eauallero, abaxo su
langa, e Tristan se fue para el, e dieronse tan
grandes golpes, que ellos e loscauallos caye-
ron en tierra, e quando en su acuerdo fueron,
ellos se leuantaron, e pusieron mano a las
espadas, e combatiéronse tan mortalmente,
que el rey miraua la batalla e se fazia mara-
uillado; e quando fueron combatidos vna
gran piega, ellos se tiraron afuera, e luego se
leuantaron, e fueron el vno para el otro, e
conbatieronse los caualleros de la segunda
batalla, que las plecas de las armas andauan
I)Or tierra, assi que todos dexaron el torneo
por mirar la batalla de los dos caualleros, e
marauillauanse como lo podian durar el vno
contra el otro. Tanto se conbatieron, que an-
dauan muy cansados, e tiráronse atrás el vno
del otro i»or cobrar ñierra, y luego se leuan-
taron e fueronse ferir de tan grand fuerga e
poder, en tal manera se dauan los golpes de
las espadas, que huego salia de los yelmos, y
Lauf-arote se arredro afuera e dixo: «Caua-
llero, batalla de torneo no es tal como de flo-
resta; a mi paresce que la quereys llenara
ñn, porque querría saber vuestro nombre, que
mucho Boys buen eauallero en este torneo,
fjorque si vos soys aquel que yo ])ienso, mu-
cho seria yo alegre» . E Tristan dixo: «Señor
eauallero, ¿como pode^'^s ser alegre del mi co-
noscimiento, que yo soy eauallero estraño de
lueñe tierra?» Y el dixo: «Cauallero. yo os
ruego por cortesía que me digays vuestro
nombre» .Y el dixo: «Cauallero, pues (|ue
(O ,Artús.'
tanto me aueys rogado, sabed que yo he
nonbre don Tristan de Leonis» . Y el dixo:
«Yo Lancarote, vuestro amigo» . E luego pu-
sieron las espadas en sus vaynas, e fueronse
abracar de buen coragon, e fizieronse grand
honrra, e demandóse el vno al otro de su
amiga, e las pazes fueron hechas, y el rey
fue alegre e dixo: «Plazeme mucho porque
los dos caualleros son auenidos, mas de grand
poder es el cauallero, que Lancarote lo per-
dona de voluntad». Y Tristan encomendó a
Dios a Langarote, que no quiso quedar por
ruego que le hizo; Tristan caualgo en su ca-
uallo e fuesse para su tienda, e Langarote se
fue para el rey Artur muy alegre. Y el rey
le dixo: «Langarote, dezidme el nombre del
cauallero que agora se partió de vos con gran
honrra e amistad»; y el dixo: «Es muy noble
cauallero; su nombre nos lo diré agora»; y el
rey le aquexo tanto que ge lo dixesse, que ge
lo houo de dezir que era Tristan de Leonis, y
el rey fue por ende muy alegre, e Langarote
dixo: «Señor, yo os mostrare como podreys
verlo e fallaros con el; basteced vn torneo de
aqui a veynte dias en aqueste lugar mismo,
y el verna» . Y luego el rey mando hazer pre-
gonar que todos los caualleros fuessen llega-
dos dentro de veynte dias en aquel lugar, por
fazer otro torneo. E Tristan supo de aquel
pregón. E dexemoslos agora estar al rey Ar-
tur e a don Langarote del Lago, e tornemos a
contar de Tristan e de la rey na Yseo.
LYIIi
De como don Tristan c Gomialan llenaron a
la reyna Yseo al torneo a la ciudad de Ca-
'tnalot.
Caualgo Tristan en su cauallo e tornóse
para su castillo, e quando fue llegado a la
reyna Yseo, ella ouo muy gran plazer, e pre-
guntóle por el fecho del torneo, e Tristan le
contó todo como auia passado, y de como auia
de tornar alia otra vegada, e dixo la reyna:
«Señor Tristan, si vos y des alia, yo no que-
dare aqui, que bien sabeys vos que no vine
con vos sino por ver vuestras cauallerias» . E
Tristan, quando vio que la reyna lo auia a
voluntad, dixolo que la lleuaria alia, y estu-
uieron en el castillo en gran alegría fasta
tres dias antes que fuesse el torneo, e apare-
járonse Tristan e la reyna, y Gorualan, e la
donzella Brangel, y quando fue el alúa del
dia, ellos fueron por su camino liasta que lle-
garon a aquel lugar donde auia de ser el tor-
neo, e alli pussieron su tienda al pie de vn
pino acerca de vn arroyo de muy buena agua.
DON TRISTAN DE LEOMS
417
e quando el día del torneo fue venido, el rey
Artur hizo aparejar todos los buenos caualle-
ros, y fizo bastecer el torneo grande y muy
rico, y comengando el torneo , Tristan fue a
ferir en la mayor priessade los caualleros, e
tanto fizo en poca de ora, que aquellos que
mirauan el torneo dezian que aquel no era ca-
uallero sino diablo, que no fallaua quien se
le parasse delante . Luego el salió del torneo
escondidamente (^), e quando el fue en la
tienda, descaualgo y hallo la mesa puesta, e
assentaronse a comer, e después de comido,
Tristan se despojo y acostóse a dormir, y la
reyna Yseo con el. E quando el rey Artur vio
yr del torneo al cauallero, dixo a don Lan-
carote: «¿A^os vistes por donde ñie el caua-
ílero?» Y Langarote dixo: «Señor, bien lo he
visto; hazed que vayan todos a ayantar, e
después yremos vos e yo aijuella tienda a fa-
blar con el» . Luego el rey fizo poner tablas,
e comieron, e desque ouieron comido, el rey
tomo por la mano a don Langarote, e salie-
ron muy encubiertamente e fueronse a pie a
la tienda de don Tristan. Y ellos andauan al-
derredor de la tienda escuchando si estaua
dentro alguno, e Brangel salió a la puerta de
la tienda tanto que los sintió, e vio a los dos
caualleros, e dixoles: «De mala ventura soys,
caualleros, que assi andays escuchando en
derredor de la tienda, que si vos supiessedes
quien es el cauallero que esta dentro, no po-
drían escapar vuestras personas si lo el su-
piesse, e no esta en cortesía». Langarote le
dixo: «Donzella, dezid al cauallero, por cor-
tesía, que están aqui dos caualleros que quie-
ren hablar con el» . Brangel fuese a la cama
de Triatan, e dixole: «Señor, leuantadvos,
que dos caualleros están a la puerta de la
tienda a pie, que quieren hablar con vos». E
Tristan dixo: «Sabed quien son» . E Brangel
se torno a los caualleros y les pregunto sus
nombres, y ellos dixeron como el vno era el
rey Artur, y el otro Langarote del Lago; e
assi torno la donzella la respuesta a Tristan.
Quando Tristan oyó esto, leuantose, y vis-
tióse vna ropa de seda^, y llamo a la reyna, e
dixole: «Señora, vestidos, que catad aqui al
rey Artur, que quiere fablar con vos». La
reyna se leuanto muy alegre, e vistióse muy
ricamente. E Tristan salió de la tienda, e
quando vio a los dos caualleros, dio a enten-
der que no conoscia al rey, fue abragar a
don Langarote, e Langarote dixo: «Hazed
honrra al rey» . E Tristan, quando lo oyó, hu-
millóse a los pies del rey, e dixole: «Señor,
(•) Walter Scott, en su Icanhoe, imita con gran
acierto estas circunstancias del torneo de Tristan, al
describir el de Ashby.
LIBROS DE CABALLERÍAS. — 27
perdonadme, que yo no os conoscia». Y el
rey comengo a reyr, e dixo a Tristan: «Vos
seays bien hallado, e yo os perdono»; e en-
tráronse en la tienda. E quando el rey vio a
la reyna, hizole gran honra, y el se assento
cerca deUa, y rentóla mucho la grand maldad
que fazia a su marido el rey Mares, y mucho
se le querello de la gran maldad que la reyna
su muger le hazla con don Langarote. E
Tristan e Langarote se assentaron de la otra
parte, e loauan mucho sus auenturas el vno
al otro, e dezian sus amores; e mientra que
estañan en esta fabla, Gorualan e Brangel
dixeron: «Estemos prestos para que después
de la fabla les demos fruta» . E quando ouie-
ron hablado, llegáronse todos en vno, e co-
mieron de la fruta e beuieron del vino. He-
cha la colación, el rey e Langarote se despi-
dieron dellos, y mucho le rogo el rey a Tris-
tan que se fuesse con el a Camalot; Tristan
le rogo que le perdonasse, que otra vez yria.
Assi se partieron dellos, e tornáronse para
la corte. E dexemoslos estar, y tornemos a
don Tristan e a la reyna Yseo, e como Tris-
tan e la reyna dieron el yelmo a Dinadan
que lo lleuasse por el camino por su amor.
/^
LIX
De como Tristan e la reyna Yseo fueron al
otro torneo bien acompañados de caua-
lleros.
Mando Tristan algar su tienda, y tornóse
con la reyna a la Griosa Gruarda, e estuuieron
vn gran tiempo Tristan e la reyna en ale-
gria, y el rey Artur pensó de bastecer vn
torneo por amor de Tristan e de la reyna, el
mas grande y fermoso que ser pudiesse, e
quiso que se fiziesse en el vergel de Verce-
pon, e hizo pregonar por toda la tierra que to-
dos los caualleros se aparejassen a tomar ar-
mas al Vercepon, que el rey quería bastecer
vn torneo que durasse veynte dias. Toda la
gente se aparejo a tomar lugares por ver el
torneo, e quando Tristan oyó este pregón,
fue alegre e fizo aparejar a Brangel pan e
vino e cenada, y las otras cosas que menes-
ter ouiessen; y dixo a Gorualan y a ella: «Y^d,
e tomad vn buen lugar»; y ellos fueron, e
Tristan e la reyna quedaron en el castillo
hasta el dia del torneo. Y entretanto llego
vn cauallero a la casa de yuso del castillo, e
quando Tristan lo supo, embio luego vn men-
sajero al cauallero que subiesse a tomar ser-
uicio, y tanto fizo el mensajero, que lo lieuo
consigo, e quando Tristan lo vio, conosciolo
que era Dinadan, e la reyna, como lo vio, se
418
LIBROS DE caballerías
coinenyo a reyr e lo requirió de amor, y el
dixo: «Señora, ruégeos que uo me metays en
pelea, que no quiero vuestro amor ni vuestra
amistad ni de otra jDersona ninguna». Ella
dixo: «Assi me ayude Dios, vos no soys cor-
tes eauallero, que dezis villanía a dueña que
vos requiere de amor». Y estuuieron alli en
gran solaz fasta ora de cena, e quando fue-
ron a cenar, Tristan fizo gran lionrra a Dina-
dan, mas nunca se le ñzo conoscer; e quando
ouieron cenado, la rey na lo requirió otra vez
de amor, e dixole que en todo caso auia aque-
lla noche de dormir con ella; y el dixo que
no queria a ella ni a su amor ni a otra
dueña, i^orque el mejor eauallero del mundo
era perdido por dueña, como ya otra vez auia
dicho; y ella dixo que qual era el eauallero;
y el dixo que avn antes eran dos: Tristan de
Leonis y Langarote del Lago, e otros muchos;
y estuuieron aquella noche en plazer, y es-
carneciendo e burlando; quando vino otro
dia , la dueña se metió en hablas con Dina-
dan porque no se partiesse dellos, e fizie-
ron tanto, que ¡jor sus buenas palabras lo de-
tuuieron fasta el dia que ouieron de andar al
torneo. E la reyna rogo a Dinadan que, por
su amor della, le lleuasse vn yelmo que tenia
vna deiiisa encima, el qual deuria traer el
mas alto enamorado que en la corte ouiesse,
y el le prometió que lo Ueuaria; e luego tomo
el yelmo, e caualgo en su cauaÚo, e fuesse su
camino para el torneo, e Tristan e la reyna
caualgaron e fueronse por camino de Cama-
lot, e tanto anduuieron, que salieron delante
de Dinadan, que assi lo concertó Yseo con
Tristan para reyr con el. E quando lo vio
Tristan, dixo: «Cauallero, dexa el yelmo»;
y el dixo: «No lo dexare por cosa del mun-
do, que vna dueña me lo ha dado que lo llene
por su seruicio». Dixo Tristan: «O dexad el
yelmo, o vos aparejad a la batalla» . Dixo Di-
nadan: «No le dexare, que yo lo defenderé» ;
e dixo: «Dios de mala ventura aquella dueña
que me lo dio, que en tal priessa me ha
puesto». E fueronse a ferir de tan grandes
golpes, que Dinadan cayo en tierra, e quan-
do el fue caydo, dixo: «¡Gracias a Dios que
ag(jra he aprendido a bolar por la primera
vez que yo defendí el yelmo!». E Tristan
dixo: «Cauallero, no quiero que dexeys el
yelmo, ante quiero que lo lleueys en nuestra
compañía». Y el dixo: «Que Diosos faga mal,
que vos lo dezis por tal que si vos hallardes
algún cauallero que os derribe, que yo os
vengue del». E Tristan comen9o de reyr;
quando lo vio Dinadan reyr, conosciolo, e co-
noscio a Yseo, avnque andana en habito des-
conoscido, y el se queria yr de enojo, e tanto
lo rogaron que no se fuesse, que Dinadan le
prometió que no se partirla dellos, e caualgo
en su cauallo, e fueronse todos por su cami-
no, e todavía la reyna Yseo yua burlando
con Dinadan, rogándole que le tuuiesse se-
creto, e yendo por su camino encontraron con
Estor de Mares que yua al torneo, e visto el
yelmo, dixo: « Cauallero, el yelmo no soys
vos digno de lo traer». «Por la mi fe, dixo
Dinadan, si soy, que mi señora me lo dio,
por lo que no lo dexare por ninguna cosa».
Estor de Mares dixo: «Pues aparejaos a la
batalla» . E fueronse ferir el vno al otro, e
oliéronse tan grandes golpes, que Dinadan
cayo en tierra, e dixo: «Agora he bolado dos
vezes por el diablo que me dio el yelmo, que
por otra cosa no me lo dio sino por razón de
me hazer morir». Y Estor de Mares dixo:
«Cauallero, dadme el yelmo». Dixo Dinadan:
«¿Por que os daré el yelmo, que yo me bur-
laua con vos, que queria aprender a bolar?»
Y el dixo: «Cauallero ¿que os faz vuestro bo-
lar? Dadme el yelmo, o luego sereys muerto».
E Tristan dixo: «No morirá, ni os dará el
yelmo». «¿Como? ¿quereyslo vos defender?»
Tristan dixo que si, e fueronse a herir el vno
al otro. Estor de Mares quebró la lan9a en
Tristan, e Tristan lo hirió que lo echo en
tierra, e con gran yra puso mano a la espada
e quísole dar con ella vn golpe, y Estor de
Mares dixo: ((Cauallero, ¿quereys llenar esta
batalla a fin? Vos no soys jurado de la Ta-
bla, si no, vos no os conbatiriades de batalla
mortal, que assi lo hazen aquellos de la Ta-
bla Redonda». «¿Como lo fazen?» dixo Tris-
tan. «Yo os lo diré: que si se encontraren
en el camino e derribare el vno al otro e de-
mandaren sus nombres, si son de la Tabla
aconpañense si su compañía les plazei). «Por
Dios, dixo Tristan, essa vsan(,;a quiero yo
mantener de aqui adelante y ruégeos que
me digays vuestro nonbreo. Y el dixo: «Sa-
bed que me dizen Estor de Mares » . Tristan
fue alegre, e dixole: «Estor de Mares, ruego-
vos que me perdoneys, que yo S03' Tristan
de Leonis el vuestro amigo, y este es Dina-
dan, que viene con nosotros». Y Estor de
Mares fue alegre, e dixo: «Grracias a Dios
que yo soy combatido con vno de los mejores
caualleros del mundo»; e aconpañaronle en
vno, e fueron por su camino y encontraron
al buen Meliangas, e quando el vio al caua-
llero con el yelmo, dixo: «Si aqueste es mas
alto enamorado que no yo, por Dios yo lo
quiero prouar»; e dixo: «Cauallero, dexad el
yelmo, que no soy digno de lo traer». Dixo
Dinadan: «Dios os de mala ventura, que no
lo aureys sin batalla, e fueronse a ferir, y al
primer golpe Dinadan cayo en tierra, e dixo:
«No es menester que perdamos el vso del bo-
DON TRISTAN DE LEONIS
419
lar, que ya he bolado tres vezes por la mala
puta que ine lo hizo traer, y este non es yel-
mo, sino mi muerte, y Dios la meta en toda
contienda como a mi ha metido» . Luego Me-
liangas quiso tomar el yelmo, Tristan le
dixo: «Cauallero, uo tomeys el yelmo, que
batalla vos conuiene hazer, que de lo llenar
no soys digno». Luego se fueron ferirde gran
poder sobre los escudos, e Meliangas cayo en
tierra, e Tristan vino sobre el con la espada
en la mano, y dixole: «Cauallero, dezidme
vuestro nombre». Y el dixo: «Señor, a mi
llaman Meliangas»; y desto Tristan fue muy
alegre porque assi se auia hallado con buenos
caualleros para yr en su conpañia. Tristan
se fizo conoscer a si y a los otros, e fueronse
por su camino para el torneo, e toparon con
el buen amigo de Tristan Grariet, que yua al
torneo, e quando vio el yelmo, hizose mara-
uillado e dixo: «Cauallero, dexad el yelmo,
que a vos no portenesce, ni soys merecedor de
lo traer, que otro es mas digno que no vos, e
quiéreme conbatir con vos». Dixo Dinadan:
«Dios os haga mal daño y a aquella que me
lo dio, que tanto este yelmo a todos esta so-
bre el coragon. Ca ella no me lo dio sino por-
que yo tomasse muerte por el, mas yo lo
echare en tal lugar que jamas cauallero le
vea, que quando cuy do ser fuera de vna ba-
talla, luego hallo otra presta». «Cauallero,
dixo Gariet, dadme el yelmo, o os conuiene
conbatir». Dixo Dinadan: «No me quiero
conbatir con vos, que yo veo que moriré,
que cierto, ante que toques a mi, yo me de-
xare caer de miedo en tierra» . E Grariet se
fue para el, e antes que llegasse se dexo
caer, e dixo Dinadan: «Agora veo que deuo
perder el yelmo y el cuerpo por el, e no le
ieuare mas; antes lo echare donde jamas no
le vea honbre, que cinco vezes me ha hecho
bolar a mal de mi grado» . E Gariet quiso to-
mar el yelmo, y Estor de Mares dixo: «Ca-
uallero, aparejavos a la batalla e no tomeys
el yelmo, que no soys digno de lo traer»; y
el dixo: «Si soy, e quiero la batalla»; y fue-
ronse a ferir, y dieronse tan grandes golpes,
que ambos cayeron en tierra, y leuantaronse
lo mejor que pudieron, e pusieron mano a las
espadas, e comenyaronse a combatir fuerte-
mente, que era maraiiilla. E quando la rey-
na Yseo vio esto, fue para los caualleros, y
metióse en medio y dixo: «Señores, vosotros
¿por amor de quien vos os combatís?» Dixo Ga-
riet: «Por aquel yelmo me conbato, por amor
de vn cauallero que amo mas que a mi mes-
mo, que ha nonbre Tristan, y no es digno
de lo traer saluo el, que estas son armas de
su señora, y el es el mas alto enamorado del
mundo» . Dixo el otro: «Yo por esso mismo
me conbato» . La reyna dixo: «Caualleros, no
cale que se faga mas esta batalla entre vos;
cierto, es suyo de quien dezis» , e diose a co-
noscer a Gariet, y ellos por ruego de la reyna
dexarou la batalla, y aconpañaronse todos,
e fueron para el torneo, y ellos yendo por
su camino, toparon con Palomades, e quan-
do vio el yelmo, dixo: «Cauallero ¿quales
diablos os ñzieron traer el yelmo, que aqui
esta la deuisa de la dueña que tuue por mia,
e amóla mas que a todas las cosas y mucho
mas que a mi mesmo? y, por la mi fe, no
vos yreys sin batalla» ; y llamólo y dixole:
«Cauallero, dexad el yelmo, que no perte-
nesce a vos de lo traer, sino a mi» . E Dina-
dan dixo: «Esta mala ventura si aura fin, e
mal haya aquella por quien lo tome; sea
vuestro, e lleualde con el diablo, que no
quiero morir por esta razón, que si todos se
bastecen de combatir comigo, mi cuerpo
seria como harnero»; e tiróse el yelmo e
quísole dar al cauallero. Estor de Mares dixo:
«Cauallero, no tomeys el yelmo, que no soys
digno de lo traer». «¿Como?, dixo Paloma-
des, ¿quereyslo defender? Pues conbativos lo
mejor que pudierdes, que venido soys a la
batalla e a la muerte, vos e todo hombre que
lo contrario dixere» . Luego se fueron a dar
tan grandes golpes, que Estor de Mares cayo
en tierra, e Palomades cuy do caer, e detuuo-
sele el cauallo. E Meliangas le salió delante,
e Palomades boluio su cauallo, e dieronse
tan grandes golpes, que Meliangas cayo en
tierra. Y Gariei boluio su cauallo, e diole
tan gran golpe, que el escudo le passo y
entróle el fierro de la lan§a por la carne; e
Palomades le dio tan gran golpe, que lo echo
en tierra. E Tristan, quando vio esto, dixo:
«¡Por Dios, de gran fuerza es el cauallero
que assi ha derribado los caualleros!»; e bol-
uio su cauallo, e fueronse a ferir de tan
grandes golpes, que ambos cayeron en tierra
piernas arriba. E luego fueron leuantados, e
metieron mano a las espadas, e comen9aron-
se a conbatir tan fuertemente, que marauilla
era. E Gariet vio que Palomades lleuaua lo
peor, e que le menguaua la fuerza; ouo
miedo que Tristan le matase, e metióse en
medio de ambos, e dixole: «Cauallero, tirad-
vos vn poco atrás, e escuchadme, e dezidme
por que os combatís por este yelmo» . Dixo
Palomades: «Porque tiene deuisa de la dueña
que quiero e amo mas que a todas las cosas
del mundo, e ninguno no es digno de lo
traer, saluo don Tristan de Leonis o yo».
Entonces dixo Gariet: «Cauallero ¿vos soys
jurado de la Tabla Redonda?» Palomades
dixo que si. E Gariet dixo: «Por el sacra-
mento que aueys fecho a la Tabla Redonda
420
LIBROS DE caballerías
no vos conbatays mas vos iii el, que este es
Tristan que vos esta delante, el qual es mas
digno de lo traer que no vos, e ruegovos «^ue
me digays vuestro nombre» . Y el dixo: «Pla-
zeme que lo lleue, mas no ay cauallero en el
mundo con que yo no me conbatiesse sobre
el, e por amor de vos yo no me combatiré
mas. E yo he nonbre Palomades el pagano» .
Quando Gariet oyó esto, rogo a Tristan que
perdonasse a Palomades todo el su mal ta-
lante. Tristan perdonólo e abracóle, y fizie-
ronse mucha honrra, e pingóle a cada vno de
ser en vna conpañia, e prometiéronse todos
de ayudar e ferir todos en el torneo contra
los otros con vna mesma voluntad; e caual-
garon e anduuieron tanto, hasta que llega-
ron a vn castillo, e alli refrescaron, e adoba-
ron sus armas, y herraron sus cauallos, e
tomaron muchas langas, e vistiéronse de so-
breuistas verdes ellos e sus cauallos , por tal
que no fuessen conoscidos, e partieron de alli
bien aconpañados; e anduuieron tanto fasta
que llegaron al vergel del Yercepon. E
quando llegaron, hallaron a Gorualan e a
Brangel que auian assentado las tiendas
cerca de vna fuente, e fueron alegres, e
Tristan dio aposentamiento a cada vno por
si, e estañan esperando el dia del torneo. E
Gorualan dixo a Tristan como vn cauallero
auia estado alli muchas vezes, e demandaua
batalla, e preguntaua que cuyas eran las
tiendas, e que el no le auia dicho nada. E
Tristan le contó como auia encontrado con
Dinadan e con los otros caualleros, e todo lo
que les auia contescido, e como auian jurado
en vno de ser con el y de se ayudar bien e
lealmente. En tanto la cena fue presta e as-
sentaronse a cenar, y estauan alli esperando
el dia del torneo.
LX
De como Palomades se conhatio con el caua-
llero sin pauor, e los despartió el huen
Tristan de Leonis.
Dize la historia que, estando los caualleros
assentados a la tabla, vieron vn cauallero ar-
mado que demandaua justa a vsanr-a de caua-
lleros andantes. Oyda la demanda, Paloma-
des se leuanto, e rogo afetuosamente a Tris-
tan e a todos los otros caualleros que le
diesen la primera batalla; ellos se la dieron.
E luego fue armado, e caualgo en su cauallo,
e fuese para el cauallero, e arredráronse el
vno del otro, e dieronse tan grandes golpes,
que ambos a dos cayeron en tierra, y luego
ftieron leuantados, e pusieron mano a las es-
padas, e ferianse mortalmente, e la reyna
dixo: «Aquellos caualleros que sé conbaten
podrían estoruar nuestro solaz si ellos aca-
bassen la batalla». «Señora, dixo Tristan,
dexaldos, veamos que liaran, e quando vi-
nieren a la fin, nos somos seys, que podre-
mos mas que no aquel» . E la reyna callo, e
los caualleros, quando fueron bien conbati-
dos de la primera batalla, ellos se tiraron
cada vno atrás por cobrar fuerza, e a j)Oca
de hora leuantaronse a conbatir, tan braua-
mente, que era marauilla, e quando Tristan
los vio andar asi tan ayrados al vno e al
otro, metióse en medio, e dixoles: «Caualle-
ros, por amor de mi os ruego que dexeys la
bataUa, y escuchadme por cortesía»; y ellos
se tiraron a fuera. Tristan dixo al cauallero:
«¿Soys andante, o jurado de la Tabla, o soys
cauallero estraño?» «Señor, dixo el, ¿por que
lo demandays?» El dixo: «Digolo, porque si
soys jurado de la Tabla, no nos combati-
remos mas con vos, e si soys cauallero es-
traño, llenaremos esta batalla a fin». El
dixo: «Sabed que soy de la Tabla» . Tristan
dixo: «Yo soy alegre. Dezinos vuestro non-
bre, e deziruos hemos los nuestros» . El dixo:
«No por miedo, mas por cortesía os lo diré.
A mi me llaman el cauallero sin pauor» . E
quando Tristan supo su nombre, ñie muy
alegre, e dixo: «De oy mas soy yo mas se-
guro de llenar la honrra del torneo, porque
so acompañado de tan buenos caualleros» . E
Tristan se fue para Palomades, e dixole
como era el cauallero sin pauor, e dixeron
al cauallero sus nombres de todos los otros,
e fueron todos muy alegres, e dexaron la ba-
talla, e Tristan los tomo por las manos y lle-
nólos a las tiendas. E la reyna Y'seo les fizo
gran honrra, e todos estauan de buenamente
el vno con el otro, y estuuieron en gran so-
laz fasta el dia del torneo, e quando el dia
fue venido, ellos se aparejaron ricamente,
assi como aquellos que auian de entrar en
batalla. E vna mañana ellos se partieron de
las tiendas e fueron a donde se auia de fazer
el torneo, e licuaron consigo a la reina Yseo,
e fallaron el torneo muy aparejado, y hechos
andamies, e cadahalsos, e miraderos donde
mirauan las dueñas e donzellas, e la otra
gente que no tomauan armas. Y estando ellos
assi, comentóse el torneo muy fuerte, y ellos
se fueron de dos en dos buscando el mejor
lugar para poner a la reyna. Y quando las
gentes los vieron, dezian los vnos a los otros:
«Quien estos caualleros desbaratasse, bien
se podria tener por buen cauallero»; y en
tanto ellos dexaron a la reyna en buen lu-
gar donde pudiesse ver el torneo, y estauan
alli reynas, dueñas e donzellas muy hermo-
sas, mas la reyna Yseo era juzgada por la
DON TRTSTAN DE LEONIS
421
mas lermosa y mas ponposa de todas qiian-
tas en el torneo estañan. Tanto qne todas
tenían que dezir de su beldad y fermosura,
que tanto tenían que mirar en ella, que del
torneo no se curaiuin.
Agora dexemosa lareyna Yseo e a las otras
dueñas y donzellas que estañan mirando en
sus andamies, e tornemos a los siete conpa-
ñeros que liazian por el torneo.
LXI
De como los déte compañeros caualleros des-
barataron el torneo, y de como el rey Ar-
tur derribo a Tristan de Leonis del cauallo
a tierra en el torneo.
Después que ellos ouieron dexado su due-
ña, apartáronse a vna parte, e miraron bien
el torneo, e a la maj^or priessa pussieron sus
escudos delante e fueronse a herir. E prime-
ramente el cauallero sin pauor dixo a Dina-
dan: «Cauallero, non es este tiempo a donde
aprenda hombre a bolar. Todo hombre se
tenga bien, que si alguno cayere, no le
ayudare a leuantar» . E desto se comencaron
a reyr, e firio el buen cauallero sin pauor, e
fizo tanto en el torneo, que antes que que-
brasse su lauQa derribo mas de vna dozena
de caualleros; e luego firio Palomades de tal
poder, que enibio doze caualleros a tierra; e
los siete conpañeros lo hizieron tan bien, que
Dinadan, que era el menor, derribo siete
caualleros, e Tristan firio el mas postrero;
antes que quebrasse la lan^a derribo quinze
caualleros, dellos heridos e dellos no; y el
rey Artiita. c|ue miraua la batalla, e los que
con el eran, se marauillauan de los siete con-
pañeros que tan bien lo fazian, y el rey lla-
mo a sus caualleros, e mandóles que firies-
sen todos en los siete caualleros, assi que la
batalla firio contra ellos. Alli veriades golpes
de espadas y de ma9as, que muchas vezes se
fazian abaxar las caberas fasta los cuellos
de los cauallos a mal de su grado, y eran
tan grandes los golpes, e las bozes, y el ruy-
do, que subia a las altas nuues; e alli viera-
des la color de la reyna Yseo por muchas
vezes muerta quando via que Tristan ania lo
peor de la batalla, e quando via que Tristan
auia lo mejor de la batalla, era su color tal
como la rosa; e tanto fizieron los siete conpa-
ñeros, que la gente del rey se yua retrayendo
e yua menguando. E quando el rey Artur vio
esto, luego fue armado, e salió en su cauallo
con gran saña, e dixo: «Agora es tiempo, ca-
ualleros, que veamos quales son mejores, vos
o los siete caualleros» . Y el rey luego fue a
ferir contra la mayor priessa, e dio vn golpe
de traues a Tristan no se guardando del, que
le echo a tierra del cauallo. E quando Dina-
dan vio a Tristan en tierra, dixo: «Por Dios,
a mi dixeron que me tuuiesse bien, que nin-
guno no me ayudaría, e assi fare yo a vos» . Y
desta palabra fue sañudo Palomades, e fuesse
para el rey, e diole tan gran golpe del espada
en la cabera, quel rey cayo en tierra amorte-
cido, y al caer que cayo en tierra, quebróse
vna costilla, e toda la gente creyó que era
muerto, e Tristan lo fizo tan bien a pie, que
no auia cauallero tan esforgado que a el se
osasse allegar; el tirana yelmos de caberas,
e hazia golpes estraños, y los conpañeros
llegáronle el cauallo; y el caualgo, e quando
la reyna lo vio en el cauallo, fue alegre, e
tan rezio se conbatian los siete conpañeros,
que los caualleros del torneo comentaron a
ñiyr, y ellos, quando vieron que ninguno
osaua esperar, fueron a tomar su dueña y
tornáronse a sus tiendas, e quando la noche
fue venida, el rey fue leuantado del campo y
llenáronlo al palacio, e pusiéronlo en su rica
cama.
Lxn
De como estando el rey Artur en su cama,
acompañado de médicos y perlados^ embio
for Langarote.
Muy triste fue la corte, porque los médi-
cos dezian qne el rey estaña peligroso, a
cuya causa el torneo no se fizo. E quando
supo el rey que no se fazia el torneo, fué
muy triste, e fizo llamar a Langarote, e di-
xole que por que no se hazia el torneo, y el
respondió que por su ferida no se fazia, e
avn que toda la caualleria estaña muy triste.
Luego el rey mando pregonar que se apare-
jassen todos los caualleros para el torneo el
siguiente dia, e assi fue fecho, que otro dia se
juntaron todos. E caualgaron luego los siete
compañeros, e fueronse al torneo, e pusie-
ron su dueña con las otras dueñas. E después
fueronse en la mayor priessa de los caualle-
ros de la parte del rey Artur, y comenoaron
a pelear muy fuertemente. Assi que en poca
de hora desbarataron todo el torneo. E tanto
hizieron los siete compañeros, que no falla-
uan ninguno que los osasse esperar, e don
La nf -aróte fue mucho marauillado en que los
siete compañeros aiiian llenado el campo
aquellos dos dias; e los caualleros llenaron
su dueña, e fueronse para sus tiendas, y el
canpo fue leuantado, e cada vno se torno en
su lugar. ¿Que vos diré?, que los siete con-
pañeros les duro siete dias la compañía bien
422
LIBROS DE CABALLEEIAS
y lealmente, que entre ellos no entro nin-
guna traycion ni descortesia, fasta quePalo-
mades la mouio por la reyna, que le sacaua
de su seso e moría por ella, e dixo entre si
mesmo que de ma manera o de otra faria
mucho por auer la rey na, y que si en aquel
tienpo no la auia, que jamas en ningún
tienpo la podria auer, e acordó consigo quel
primer dia que el torneo ftiesse mezclado,
que saldría en la mayor priessa fuera del
torneo, e mudarla las armas, e vernia a sus
compañeros, e si pudiesse matar a Tristan, e
muerto, el haría en manera que la rey na
Yseo quedasse en las tiendas, que no fuese
al torneo. E dixo: «Si puedo matar a Tris-
tan, yo tomare la reyna, y llenarla he comi-
go, que no he miedo que ningún cauallero
me la ose quitar por ftier^a de armas». E
assi como lo ouo pensado, luego en aquel
instante lo puso por obra, que no lo quiso
mas detardar, e quando vino el dia que se
fazia el torneo, el dixo: «Señores caualleros,
a mi paresce que hazemos locura en llenar la
reyna cada dia con nosotros, e por esto jdo-
driamos ser conoscidos, que deueys pensar
que asi ay buenos caualleros como nos, e por
auentura podríamos entrar en vna tan gran
priessa, que a nos no podríamos defender y
seriamos desonrrados todos tiempos, e per-
deríamos la dueña, que nos seria gran ver-
guenca. Porque a mi paresce que ella que-
dasse aqui con Gorualan e Brangel» . Y en
esto se acordaron los siete caualleros, e to-
uieron por bien que ella quedasse alli, e
holgaron todos aquella noche con gran pla-
cer, e quando vino la mañana, ellos se le-
uantaron, e caualgaron en sus cauallos e
fueronse al torneo, e hallaron que era ya
comencado, y ellos, do vieron la mayor
priessa, comencaron a ferir valientemente.
E quando la batalla fue mezclada. Paloma-
des salió fuera, e fuese para vn castillo que
estaua cerca de alli, e mudóse las armas, e
vistióse vnas armas negras, y esto no lo vie-
ron sus conpañeros, saluo Gariet que lo vio,
e quando ouieron peleado vna gr;;n pieza,
luego el torno a la batalla, e fue a ferir con-
tra los seys (^) compañeros, e ñzo mucho por
les hazer daño. Y quando el vio que les no
podia hazer daño, salióse de la mayor priessa,
e fuesse a la reyna Yseo, e dixole: «Señora,
todos los siete caualleros mis conpañeros son
muertos, saluo yo solo que escape, e por esso
me he vestido de armas negras, y en ningún
tiempo me vestiré sino de negro hasta que
yo me haya vengado por mis manos». E
quando ella entendió esto, comento a llorar
(') El texto: «siete».
y sospirar, e Brangel con ella, mas Gorua-
lan no pudo creer estas palabras, y entendió
aquello por que Palomades lo hazia, e dixo:
«Señora, no desmayeys por estas palabras,
que esto no puede ser verdad en ninguna
manera que otro ouiesse quedado sino el, e
por esto conortadvos fasta la mañana, que,
si por ventura a ellos ha venido alguna des-
dicha, no puede ser que a la mañana no
venga aqui alguno». E con estas palabras se
confoito la reyna, e Palomades dixo que era
tienpo de hazer lo que pensado auia, e co-
menoo a dezir: «Señora, vos sabeys bien la
pena que yo passo por vuestro amor tan
gran tienpo ha, e pues agora tal dicha me a
venido, de merced os pido que os vays co-
migo, y yo por vuestro amor tomare baptis-
mo; todo tienpo os seruire». E la reyna
dixo: «¡O falso cauallero, desleal! e ¿como
osaste parecer ante mi con tan falsas razo-
nes? ¿tu ^io_piensas jjuel amor es tan poco
poderoso _que_ quitar pueda "tni tarTgran fe
como con Tristan tengo? tales nueuas y ma-
neras mal pensadas las frayas, e ¿como
puede ser tantos buenos caualleros e sobre
todos mi Tristan, assi fuessen vencidos e tu
no? Apártate delante mi, e jamas oses pare-
cer do yo estuuiere, que antes yo mesma me
daré la muerte que no fazer cosa de lo que
osaste dezir, que quiero esperar a mi amigo
Tristan muerto o biuo». Dixo entonces Pa-
lomades: «¿Vos aueys otro amigo sino al rey .
Mares de Cornualla?» La reyna dixo: «Al_rgy /
Mares yo tengo por mi señor, mas a^rista,n
tengo por señor,^¿,mi"gn; aqueste quiero es-
perar fasta que sepa la verdad». Estando en
estas palabras, vieron venir los seys conpa-
ñeros, e Gariet, que auia visto la maldad de
Palomades, e le auia visto de lexos estar a
las tiendas, anduuo quanto pudo, e llamólo,
e dixole: «Cauallero falso, esperad, que
nunca mereciste tanto la muerte como agora» .
E quando Palomades lo vio, no respondió
nada, e boluio su cauallo e fuesse su camino,
e quando Tristan e los otros fueron llegados,
la reyna Yseo ñie alegre, e dixo: «¡O Tris-
tan el mi señor, e los otros! vos seays bien
venidos, que oy en este dia he sofrido gran
pena, que Palomades vino aqui, e dixo que
vos e los otros erades todos muertos en el
torneo, e por esso se auia vestido de armas
negras, e dixo que las no dexaria fasta que
ouiesse vengan9a, e yo creymelo, e fuera
muerta sino por Gorualan que me conorto,
por que vos ruego que de oy mas no me de-
xeis en las tiendas sola» . Y ellos fueron muy
tristes, e descaualgaron, e desarmáronse, e
estuuieron alli en plazer. E Tristan juro en-
tonces que la primera vez (|ue topasse con
DON TRTSTAN DE LEONTS
423
Paloniades. que lo ilaria la muerte, y esso
mesmo dixeron todos los otros. Dixo Dina-
dan: «Si vos, señora, os cubriessedes la cara
quando Palomades os viesse, que no pare-
ciessedes tan hermosa , fariadeslo cuerda-
mente. E no es marauilla que el es salido de
seso por vos, que a mi mismo fazeys lo
mesmo, que seys vezes me aueis fecho bolar
con vuestro j^elmo» , E desto comen(;-aron a
reja-. El cauallero sin pauor non fue cosa
alegre, antes fue 'oiwj triste, e dixo que
queria dexar el torneo e yr a buscar a Palo-
mades para se conbatir con el hasta la muer-
te, e por las lionrras que mucho le auian
fecho le pesaua; e Gariet e Meliangas le ro-
garon que quedasse alli fasta quel torneo
fuese aleado, e dixo que le plazia. Estuuie-
ron aquella noche en gran plazer, e durmie-
ron, que ellos estañan cansados de los golpes
que auian dado e rescebido.
Agora dexemoslos estar holgando en las
sus tiendas, e tornemos a Palomades.
Lxrri
De como Palomades hirió en el torneo contra
los seys caualleros sus conpañeros.
Palomades se ñie por la floresta, e no le
consintió el coracon folgar, porque no auia
acabado aquello que queria, e llamauase
mezquino e catino cauallero; e toda la noche
anduuo por la floresta, e quando vino la
mañana, los caualleros se aparejaron, e pu-
sieron a la reyna en su palafrén, y ellos to-
maron sus armas e lo que ouieron menester
como hombres de torneo, e caualgaron en
sus cauallos e fueronse para el torneo, e
pusieron la reyna en su miradero con las
dueñas, e luego fue comentado el torneo
grande e bueno; e los caualleros, donde vie-
ron la maj'or priessa, fueron a ferir tan fuer-
temente, y ellos rescebian muy grandissi-
mos golpes, assi que muchas veces ouieron
de desbaratar el torneo. T entretanto llego
Palomades, que traya las armas amarülas.
como hombre desesperado, e_firio.contra los
seys caualleros sus conpañeros, e dio un gol-
pe a Dinadan que lo echo en tierra. E Tristan
fue sañudo, e dixo: «No vos cale hacer es-
carnio de mi, que dixistes que no me ayu-
dariades» ; y esto lo dixo por lo que Dinadan
le auia dicho el primero dia, e acordosele
entonces dello; «mas agora vos haze menes-
ter ayuda». E fuessc contra el cauallero, e
diole tan grande golpe en la cabera, que lo
amorteció, y el cauallero dixo que si otro
tal golpe le diesse, que bien caerla en tierra
y que seria conocido, e luego salió del torneo,
e non torno alli aquel dia. Tristan fizo en
manera que Dinadan caualgo en su cauallo,
e fizieron tanto los seys conpañeros, que,
por fuerza de armas, antes que fiíesse ora de
nona ouieron vencido el torneo, e no halla-
ron cauallero que los osasse atender, e luego
salieron del canpo, e tomaron su dueña, e
fueronse a sus tiendas con gran alegría. El
rey e Lancarote se marauillauan mucho de
los seys caualleros, e ellos estuuieron aquella
noche en gran solaz, y reyan mucho de Palo-
mades, el qual no estaña alegre, antes muy
triste desmayado por aquello que auia fecho,
e estuuo atendiendo cinco dias algún caualle-
ro con quien el se aconpañasse para yr contra
los seys conpañeros, e quando el vio que no
se hazia lo que queria, ouo de dexar el tor-
neo, e pensó de yr a la ciudad de Tintoyl al
rey Mares de Cornualla, y quel haria tanto
con el, que le diesse caualleria, e quel yria
a buscar a Tristan do quier que lo fallasse,
e que le haria en guisa que matarla a la rey-
na e a Tristan. Mas de todo quel pensó no
fue ninguna cosa, porque no lo quiso hacer
el rey Mares, e porque no lo quiso creer,
mas antes le fizo echar de la corte muy de-
sonrradamente, por el escarnio que primera-
mente le auia fecho quando le demando el
don por el seruicio que auia fecho a la reyna
quando la saco de la corte.
E agora dexemosle yr sus auenturas bus-
cando, e tornemos a los seys compañeros.
LXIY
De como Tristan e don Langarote del Lago se
combatieron en el torneo.
Estando los seys caualleros conpañeros
para yr al torneo, a cabo de quinze dias quel
torneo se comenco, el rey Artur se armo, e
rogo a Lancarote que se armasse. E Lan(;-aro-
te, por honrra del rey, lo hizo, e aparejáronse
todos los caualleros de todas partes, e el tor-
neo fue comencado grande e brauo; luego
los seys conpañeros pusieron la dueña en los
andamies, e fueron herir en la mayor priesa,
e fizieron tanto por fuerca de armas, que a
poca de ora no fallaron cauallero que los
osasse atender. Langarote fue en el canpo, e
fuesse para los seys caualleros, y el primero
que encontró fue Estor de Mares, e diole tan
grande golpe, que lo echo en tierra; e Tris-
tan, quando lo vio, fuesse para Lan^arotej^e
tan fuertes encuentros se dieron, que ambos
quebraron las langas. E metieron mano a las
espadas, e los cinco caualleros fizieron tanto
4:24:
LIBROS DE caballerías
por ftierca de armas a pesar de toda la caua-
Ueria, que fizieron caualgar a Estor de Ma-
res, e metiéronse en la priessa, y anian
tanto de liazer, que no se podían ayudar a
don Tristan , que se conbatia con don Lan-
garote, y de sus ai-mas salía fuego de los gol-
pes que se dauan. Y el rey e los otros caua-
lleros que los vían se marauillauan de Tris-
tan que todo tienpo conbatia, e assi traya
muy malamente a Lancarote. E la reyna
Yseo, quando vio a su Tristan en tan gran
priessa, e que sus conpañeros no le podían
ayudar, ella auia gran dolor en su coraron,
e Tristan que la veya, conoscío que ella
auia grande pesar, e comenr-o a esforzarse
e hazer bien su batalla, antes quel fuesse co-
nocido ni la reyna Tseo. E díxo entre sí
Tristan: «Agora es venido el punto e la hora
de la muerte, ca tu estas con tan valiente
cauallero, e tus compañeros non te pueden
ayudar, e sí en este punto demuestras tus
fuercas, por todos tiempos seras preciado e
tenido, que tu lidiaras con vuo de los mejores
caualleros del mundo; mas, porque tienes a
la reyna Tseo delante, es menester que tu
te esfuerces, y eres venido en lugar que, si
eres vencido, terna todo el mundo que qual-
quier cauallero te podría quitar la dueña, y
la has perdido por couardia , y sera desou-
rrada ella e tu; por que conuíene, Tristan,
que hagas oy en este día» . E luego comengo
a dar tan grandes golpes a Langarote, que lo
fazia salir de sesO;, y esso mesmo Lan(;'arote a
el. E arredráronse vn poco por folgar, e díxo
Lancarote entre si mesmo, que gran poder
auia aquel cauallero, y que, después que el
traxera armas, no hauía fallado cauallero que
tan grandes golpes le diesse, e llamólo, e
tlixole: «Cauallero, querría saber que caua-
llero andante soys vos que quereys llenar a
fin la batalla, y por esto querría saber vues-
tro nonbre, sí soys del mí parentesco, del li-
naje del buen rey de Boner, que, sí vos soys
de aquellos, no me combatiré con vos». E
Tristan díxo: «Yo no soy del vuestro linaje,
e mi nombre no podeys saber hasta que me
dígays el vuestro». Y el díxo: «A mi dizen
Langarote del Lago, si lo conoceys» . E Tris-
tan tomo la espada por la punta, e díxo:
«Señor Lancarote, tomad mí espada y hazed
de mi aquello que vos quisierdes; y ruegovos
que me perdoneys vuestro enojo, que aueys
auído la honrra de la batalla; que yo so el
vuestro especial amigo Tristan de Leonis» .
Quando Lancarote oyó esto, tomo gran pla-
zer, como aquel que temía la muerte, e tomo
su espada por la punta, finco las rodillas
ante Tristan, e dixole las mesmas palabras
que Tristan le hauía dicho a el, y dauale
la honrra de la batalla, y echaron ambos los
escudos, y tornaron las espadas en sus vay-
nas, y fueronse abracar con gran amor, y
desto fue alegre e gozosa la reyna Yseo, y el
rey Artur e toda la gente se marauíUo, y fue-
ron muy alegres; e don Tristan rogo a don
Lancarote que no dixesse a nadie su nombre,
y luego caualgaron en sus cauallos, e Tristan
se fue a los cinco caualleros sus compañeros,
que lo auian hecho tan bien que no los osa-
uan esperar ningunos, evlixoles: «Compañe-
ros, salgamos de aqui, r*ie yo soy conocido,
y tomemos nuestra dueña, y vámosnos; e
los compañeros le rogaron que les dixesse
el nombre del cauallero con quien se auia
conbatido, e Tristan les dixo: «Sabed que es
valiente cauallero, y es don Langarote del
Lago». E tomaron su dueña, y fueronse a
sus tiendas, e folgaron y estouieron en gran-
de solaz; e quando Lancarote fue llegado al
rey Artur, el le pregunto que quien era el
cauallero con quien se auia conbatido, que
assi se auian hallado amigos, e don Langa-
rote comencé a reyr, e díxo: «Señor, sabed
que es vuestro amigo Tristan de Leonis». Y
el rey fiie muy alegre, e dixole: «¿Sabeys
vos donde esta con sus compañeros?» Y el
díxo que bien lo sabia. E Lancarote se des-
armo, e tomo al rey por la mano, e sacó-
lo a vna parte, e dixole: «Señor, vamos al
buen cauallero don Tristan de liConis e a
sus conpañeros». E caualgaron y fueronse
para las tiendas, e fallaron a Tristan e a
sus conpañeros jugando a las tablas, y esta-
ñan en gran plazer, y Lancarote entro den-
tro e saludólos muy cortesmente, y ellos le
tornaron las saludes, y el les díxo: «Señores,
el rey Artur es aquí venido, e quiere hablar
con vosotros» . Luego Tristan e los otros se
leuantaron, y dexaron el lugar, e fueron
ante el rey, e omillaronsele. E el les dixo:
«Señores caualleros, vosotros seays bien ha-
llados, que cierto haueys mostrado vuestro
ardimiento e gran bondad en este torneo,
porque vos ruego que vos vayays comigo
para Camalot, e hazerme heys grand hon-
rra». Y ellos dixeron que les plazia, e luego
pusieron a la reyna Yseo en vn palafrén, e a
Brangel en otro muj^ ricamente atauíadas, y
ellos caualgaron en sus cauallos, e fueronse
para la tienda del rey al vergel del Verce-
pon, e a esto se allegaron todos los caualleros
de la corte, en que supieron que aquel que
auia hecho tantas cauallerias e tantas bonda-
des era Tristan e sus compañeros, e dixeron
que Tristan auia mostrado bien toda su fuerca
e ardimento con Lancarote, e allí fizieron
vnos con otros gran fiesta; e quando el tor-
neo fue del todo fenescído, el rey e toda la
DON TRISTAN DE LEONIS
425
corte se partieron de alli para yr a la ciudad/
de Camalot, e qiiando ftieron vna legua de
la ciudad a vn monesterio, alli holgaron
aquella noclie, e a la mañana caualgaron, y
fueron para la ciudad, e quando "entraron en
la ciudad, la reyna Yseo e la reyna Ginebra
se apearon, y fueron a pie por la ciudad con
sus dueñas e donzellas. Y el rey, e Tristan,
e Lanoarote, con la caualleria, fueron todos
a pie con las rey ñas con muy gran lionrra,
e todos dauan el loor de la hermosura a
Yseo, e dezian que no auia en el mundo
mas fermosos dos enamorados que don Tris-
tan e la reynairTséo; y estouierón en gran
alegría e Tolgura quinze dias.
E agora dexemoslos estar, e tornemos a
contar del rey Mares de Cornualla.
LXY
De como el rey Mares fue a Camalot por
auer venganza de Tristan, e como el rey
Artur los conformo a Tristan, e a el, e a
la reyna, e los traxo consigo a Cornualla.
Dize la historia que quando Palomades
fue en la ciudad de Cornualla, embio a dezir
al rey Mares muchas palabras que el faria
contra Tristan, y el rey no le quiso creer,
antes le embio a dezir que no pareciesse ante
el, como de suso es dicho, e Palomades fue
por su camino y el rey quedo pensando como
tomarla venganza de Tristan, que assi por
reynos estraños lo desonrraua, y pensó de
yr a Camalot, y que el rey le darla consejo
e le ayudarla contra Tristan. E luego se apa-
rejo con veynte caualleros de sus priuados
encubiertamente, e fuesse con ellos fasta
que llego a Camalot, e fizólo saber al rey
Artur. E el rey, quando supo estas nueuas,
saliólo a recebir, e fizóle gran honrra. E a la
reyna e a Tristan peso mucho, que bien co-
nocieron que no venia sino por ellos, y pen-
saron de auer consejo sobre ello, e Dinadan
hablo con Tristan en secreto que a el dexasse
poner remedio, quel buscarla manera como
se conformasse con su tio. Luego Dinadan,
quando ouo hablado esto, ordeno con Grorua-
lan que essa noche se acostasse Tristan con
la reyna en el lecho, y que pusiessen en
medio de ambos la espada ('), e assi acorda-
(') Este incidente se halla también en el Sir Trix-
tj-em inglés, y en el Trixtrán de Godofredode Estras-
burgo, pero en ambos de distinta manera. En el Trin-
trán de Godofredo de Estrasburgo, Tristan é Iseo,
que moran en la gruta del bosque, temiendo (}ue el
rey Marcos les vea durante aiis cacerías, se acuestan
colocando la espada desenvainada entre ambos, en
y
de lo fazer, e fecho, Dinadan se
para el rey Artur, e dixole: «Señor
fue
¿vos
quereys ver el amor que es entre Tristan c
Yseo?» Y el dixo: «Si, de voluntad»; eleuolo
encubiertamente a la cámara donde dormían
Tristan e la reyna, e vieron como dormían
arredrados el vno del otro, e allegáronse a
ellos, e vieron la espada de Tristan do estaua
en medio dellos desnuda, e saliéronse fuera,
e Dinadan dixo al rey Artur: «Señor, agora
podeys ver que la reyna Yseo no ha que ver
con Tristan, que no se vino con el sino con
desseo de ver sus cauallerias, e por ver sus
hechos, porque Tristan es buen cauallero e
muy cortes, e ella le rogo que la Ueuasse con-
sigo do quier quel fuese, y el no le oso dezir
de no» .Y el rey dixo que lo creya que era assi
como lo dezia, e Dinadan le rogo que traba-
jasse de conformar a Tristan y a la reyna
Yseo con el rey Mares, y el ge lo prometió,
y el rey partióse de Dinadan y fuesse para
el rey Mares, y comentaron a contar de sus
auenturas. Empero don Tristan nunca se
partía de don Langarote, que ellos dos mucho
se amanan, ni la reyna Yseo de la reyna
Ginebra. El rey Artur y el rey Mares esto-
uierón en sus hablas todo aquel dia, y entre
los caualleros del rey Mares era vn buen
amigo de Tristan, que era Sagramor. E vino
vn dia Sagramor, e hablo con el rey Artur,
e dixo: «Señor, agora podeys meter paz entre
el rey Mares e Tristan»; y el dixo que le
plazia, quel haria su poder, que ya lo auia
comentado. Dixo Sagramor: «¿En que mane-
ra?» El rey dixo: «Yo fue llegado este dia
donde dormía don Tristan e la reyna, e vi
que su espada estaua desnuda entre anbos a
dos, por que yo no puedo creer que hagan
maldad» . E Sagramor fue alegre destas pa-
labras, y dixo: «Señor, esso creo yo bien
que es asi, por que vos ruego que essas pala-
bras digays al rey Mares». Luego el rey
señal de respeto. Marcos, guiado por un cazador, entra
en la grata y descubre á su sobrino y á Iseo, quedan-
do convencido de su inocencia.
En el Sir Tristrem, Tristan, habiendo matado un
gamo y llevádolo á la gruta, se duerme junto á Iseo,
y sin designio premeditado, deja entre él y su amada
el arma que le sirvió para descuartizar al animal. El
rey Marcos, que andaba de cacería, entra en la gruta
y descubre á los amantes, induciendo, de la circunstan-
cia de la espada, qne no existe ningún trato criminal
entre su sobrino y la reina.
La colocación de un arma, en señal de respeto, entre
el hombre y la mujer que duermen juntos, es lugar
común de muchos cuentos y tradiciones medioevales.
Se observa también en la literatura oriental, por ejem-
plo, en el cuento de Lan mil y una nochea rotulado:
Aladdino, ó la lámpara niararilloxa, donde Alad-
dino coloca un sable desenvainado entre él y la prin-
cesa Badrulbudur la primera noche que con ella
duerme.
426
LIBROS DE caballerías
ArtTir ftiesse para el rey Mares, e hablaron
en ello, e Sapramor estmio con ellos, y el
rey Artur dixo al rey Mares: «Rey, yo os
querría rogar, por vuestra cortesía, que me
diessedes vn don, el qual es que hagays paz
con vuestro sobrino» . Y el rey dixo: «Señor,
;como me podeys rogar que le perdone ni
haga paz con el. que assi me ha desonrrado.
no solo aqui. pero en todos los reynos?» E el
rey Artiir dixo: «Señor, sabed que de estas
cosas que vos recelays, que no ay nada, que
os puedo tanto dezir, que yo vue en voluntad
de prouar a Tristan e a la reynaTseo si fazian
maldad, e vna noche, mientra ellos dormian
en el lecho, yo entre alia, e hállelos arredra-
dos el vno del otro, y estaua en medio dellos
el espada de Tristan desnuda, por que os
digo que no puedo creer que ellos hagan
maldad en vno» . Y el dixo: «Pues ¿por que
saco a la reyna de la corte? E mucho me ma-
rauillo, si es assi como vos dezis». Dixo el
rey Artur: «Cierto es assi, que yo lo vi». E
dixo el rey Artur: «Yo vos diré por que lo
ha hecho. Dizen que, quando Tristan saco a
la reyna de la corte del rey su padre para
llenarla a vos por muger, que le prometió
que si el ñiesse algunas partes o algunos
torneos, que la llenaría consigo, y el no le
oso dezir de no» . E dixo el rey Mares: «Esso
puede bien ser, por que vos ruego que me
demandeys a don Tristan desto y del espada,
e yo lo quiero prouar bien e saber la verdad» .
Y el rey Artur dixo que le plazia. Luego
Sagramor se ftie para Tristan, e dixole toda
la habla que era hecha, e Tristan paro mien-
tes en aquestas palabras, y el rey Artur y el
rey Mares se partieron de en vno, y el rey
Artur demando por Tristan, e vino luego y
demandólo el fecho de la verdad, y por qiie
traya la rejua. Yseo, y por que hazia aquella
desonrra a su tio, que era muy mal hecho.
E Tristan dixo: «Bien es verdad que no
hago yo aquesto sino por desonrra del rey
Mares, que me ha querido matar a gran
tuerto, y en verdad, señor, yo vos diré por
que razón trayo a la reyna comigo. Yo le
prometí, al tiempo y ora que la saque de la
corte del rey su padre, que yo la llenaría
donde ella quisiesse, e porque ge lo prometí,
no le podre dezir de no, e no entendays que
lo he fecho por otra cosa, y esto, señor,
puede creer por muy cierto» . Y el rey Artur
lo creyó. E luego que la habla ftie hecha,
partióse el rey Artur de Tristan muy con-
tento e alegre de lo que le dio, e ftiesse al
rey Mares por le conformar con su sobrino
Tristan, e dixole: «Señor rey, sabed que yo
he hablado con Tristan mucho largo, e da
buena desculpa de la trayda de la reyna, e
digovos, rey Mares, e consejovos, que no
creays de oy adelante todas las cosas que os
dixeren, que, por Dios, Tristan es tan vir-
tuoso cauallero. que no siento ninguno que
no holgasse de le tener en su corte» . E el rey
Mares ftie muy alegre e estouieron a%si
aquella noche, e dixo que queria ver como
ponian la espada entre ambos; e otro dia de
mañana ordeno don Lancarote que, quando
se acostasse Tristan con la reyna Yseo, que
pusiesse la espada entre ambos a dos otra
vez, y que, quando los reyes entrassen en la
cámara de Tristan e llegasen al lecho, fizies-
sen el e la rejnia que dormian y que no sen-
tían nada. E quando vino la noche, los dos
reyes e Sagramor entraron escondidamento
en la cámara de Tristan, e los dos amados
fingeron que dormian muy rezio, e que no
sentían ninguna cosa, y entonces el rey
Artur aleo la ropa dencima, e vieron la es-
pada de Tristan desnuda en medio de anbos
a dos, e ellos fueron muy marauillados e tor-
náronse al palacio, e los dos amados queda-
ron en vno.
LXYI
De como el rey Artur fizo juntar en su jicda-
do a todos los caualleros.
El rey Artur otro dia fizo ayuntar los ca-
ualleros todos en su palacio, e dixo al rey
Mares: «Señor, yo os ruego, por cortesía e
por honrra de mí corte, que perdoneys todo
vuestro enojo a Tristan e a la reyna Yseo,
que, por cierto, su intención de ambos non
ha sido jamas en cosa de deseruiros ni os
dar mengua, e tal ha parescído». Y el rey
Mares dixo: «Señor, por vuestra honrra, e
por honrra de vuestra corte, yo le perdono
todo mí enojo que le auía, e sea perdonado
de Dios e de mi» . Luego el rey Artur e los
caualleros de su corte le dieron muchas gra-
cias, y embíaron por Tristan. Y el vino lue-
go con Lancarote, y el rey Artur tomo a
Tristan por la mano, e dixo: «Rey Mares: yo
os presento a Tristan vuestro sobrino, e os
lo pongo en poder para que fagays del toda
vuestra voluntad» . Y el rey Mares le resci-
bio muy alegremente. E Tristan hinco las
rodillas a sus pies, y besóle la mano, e pi-
dióle merced que le perdonasse todo su enojo,
y el le dixo: «Sobrino, vos seays bien veni-
do, e perdonovos todo el desseruício que me
aneys fecho, e aya malauentura Aldaret e
aquellos que me han metido esta mal qíie-
rencía entre vos e mi y la reyna, e de aquí
adelante non quiero que sea assi»... E luego
la reina Yseo e la reyna Ginebra fueron an-
DON TETSTAN DE LEONTS
427
te los reyes, y la reyna Ginebra dixo: «Rey
Mares, agora os podeys tener por alegre por
tal dueña y por tan noble cauallero como
Tristan e la reyna Tseo que teneys en vues-
tra compañía y en vuestra conformidad, que
por ellos anbos es franco el reyno de Cor-
nualla, como sabeys». Y el rey Mares dio
grandes gracias a la reyna Ginebra de la
guarda y honrra que auia fecho a la reyna
Yseo. la qual se omillo delante, e dixo: «Se-
ñor, de merced os pido que por Dios e por la
honrra de la corte, que aqui presente esta,
me perdoneys, que verdaderamente no ha
sido mi venida de vuestra corte por daros
mengua, ni Dios tal quiera, saino por ver
las cauallerias de Tristan». T el rey dixo:
«Reyna, ya esta assi creydo, e yo os perdo-
no todo mi deseruicio, e de oy mas no se
faga assi como fasta aqui» . E todas las due-
ñas y donzellas de la corte fueron alegres
por su concordia, y estuuo el rey Mares en
Camalot quanto le plugo en gran solaz, e
Tristan lo seruia todavía lo mejor quel podia,
e vn dia dixo el rey Mares a Tristan: «So-
brino ¿quereys vos yr comigo a Cornualla?»
Y Tristan dixo: «Señor, yo quiero quedar
aqui entre los buenos caualleros de la Ta-
bla» . Y por esto el rey Mares fue muy ayra-
do, e dixo entre su coraron quel' le faria todo
daño quel pudiese; e fuesse para el rey Ar-
tur, e dixole toda la razón que auia passado
entre el e Tristan su sobrino, como quería
quedar en Camalot e que no queria yr con
el en Cornualla. E el rey Artur dixo que si
yria, mas que se temia. Y el rey Mares le
prometió bien e lealmente sobre su corona
que no le haria sino honrra e bien, «por que
os ruego que le rogueys que se vaya comigo,
por tal que la gente no pueda fablar del
mal, e daré a entender que yo le di la rey-
na porque la lleuasse consigo por ver las ca-
uallerias del mundo» . E luego el rey Artiir
hizo llamar a Tristan, y el vino con Lanoa-
rote, y el rey le dixo: «Yo os ruego, por el
amor mió, que os vays en compañía del rey
Mares vuestro tio en su tierra, e fazerle
heys gran honrra en ello». «Señor, dixo
Tristan, pues os plaze, fazerlo he por vues-
tra honrra, mas que por mi voluntad yo no
yria alia» . E tanto le rogo e le dixo el rey
Artur, que Tristan le prometió que yria
con el; e quando supieron que Tristan auia
de yr con el rey Mares, los caualleros del rey
Artur fueron muy tristes, e mucho mas Di-
nadan, el qual dixo al rey Artur: «No c^
xeys yr a Tristan a Cornualla, quel rey Ma-
res le dará la muerte» . Y en esto Lanr-arote
se fue al rey Mares, e dixole delante de la
corte: «Rey Mares, yo vos ruego que me di-
gays si vos aueys de fazer daño a Tristan ,
e cosa que lo torne en desonrra». Y el rey
Mares le prometió que le no faria sino hon-
rra e bien, y Lanoarote dixo al rey: «Yo vos
digo delante todos, que si vos fazeys a Tris-
tan algún enojo, que yo fare tanto con las
mis gentes, que yre sobre vos, e os destruy-
re la tierra e vuestras gentes, e vos matare
a vos si yo puedo». E prometióle el rey
Mares al rey Artur, e a Lancarote, e a los
caualleros de la Tabla, que le no faria mal
ni enojo, mas que a su persona misma.
Mas dentro de su coraQon dezia que le daría
la muerte si pudiesse, que no folgaria fasta
que ouiesse tomado venganza por sus manos
mismas, e tanto fizo e juro, que Tristan se
ouo de yr con el rey Mares, y encomendaron
a Dios al rey Artur e a la reyna Ginebra, e
a Lancarote, e a toda su corte, e caualgaron,
e fueron su camino para tornar en Cornualla,
e anduuieron tanto por sus jornadas, fasta
que llegaron a Tintoyl, e alli ñieron fechas
grandes alegrías e gran fiesta por la tornada
del rey e de la reyna y del bueno de don
Tristan, e fallo alli Tristan a Quedin su cu-
ñado, al qual peso mncho de su venida a
Cornualla, porque el rey celaua su muerte,
e duro aquella alegría quinze dias.
LXVII
De como Tristan salió de la corte escondida-
mente, e se fue a buscar sus auenturas y
se topo con Palomades; e como se ouieran
muerto sino por vn cauallero que auia
nombre Brandelis.
Estando Tristan en la corte del rey Mares
su tio bien medio año o mas, vinole vn dia
en coraron de yr a buscar sus auenturas,
porque se pudiesse partir del mal de la
reyna. E llamo vn dia a Quedin su cuñado o
a Gorualan, e dixoles quel queria buscar a
Palomades, porque pudiesse vengar vna des-
onrra que le auia fecho, e mando a Quedin
su cuñado e a Gorualan que se fuessen para
el reyno de Leonis e señoreassen la tierra.
Luego Quedin e Gorualan fizieron su man-
dado, e Tristan tomo luego sus armas e su
cauallo, e salió escondidamente de la corte,
e fuese su camino, e anduuo muchas jorna-
das, e yua faziendo muchas auenturas, de
las quales la historia no cuenta, e anduuo
tanto, que llego a la Gasta floresta, y mien-
tra el anduuo vn dia pensando en muchas
cosas, vio venir vn cauallero, el qual era Pa-
lomades el pagano. E Tristan lo conoscio, y
llamólo, e dixole: «Cauallero malo, agora
428
LIBROS DE caballerías
eres venido donde yo quería» . E Palomades
dixo: «CaiiaUero. si soys Tristan, mas me
plaze que a vos de ver a mi» . E luego se des-
afiaron, y arredráronse vno de otro. E die-
ronse tan grandes golpes, que ambos a dos
cayeron en tierra, e luego fueron en pie e
pusieron mano a las espadas, e dauanse tan
grandes golpes, que los pedamos de las armas
andauan por el suelo. Assi que por fuerga
se ouieron de arredrar por descansar, e a
poca de hora leuantaronse, e fueronse a dar
tan grandes golpes, que las caboQas se lia-
zian abaxar contra la tierra el vno al otro.
E en aquel punto fuera vno de los caualleros
muerto, si non fuera por vna ventura; que
estando ellos assi faziendo su batalla, llego
ay Brandelis, fijo de Serlachan, e vio como
ellos se conbatian tan mortalmente, e ouo
dellos piedad, e metióse en medio, e rogóles
por cortesía e por honrra de caualleria que
dexassen aquella batalla, y fizóles prometer
que en aquel día no se conbatíessen mas. Y
ellos ge lo prometieron. Palomades dixo:
«Tristan, muchas vezes me aueys desonrra-
do por vos e por otros, e sí la muerte no, no
ay quien pueda poner paz entre vos e mi, e
yo se lugar donde nos conbatamos que no
aura ninguno que nos desparta, y sea tal la
batalla que sin muerte no nos partamos» . Y
Tristan dixo: «Palomades, oy querría que
fuesse esse día, por que os ruego que me di-
gays en qual tierra es este lugar» . Y Palo-
mades dixo: «Al Padrón de Merlín, que en
vn año no passan por allí tres caualleros, e
allí no fallaremos quien nos desparta, e
vamos alia sin conj)añía ninguna». Tristan
dixo: «Asignemos el día de la batalla, e sí
quisierdes, sea de oy en veynte días»; y
quando assi entre ellos jurado, e partié-
ronse el vno del otro, e fueronse por sus ca-
minos bjLiscando sus auenturas. E Tristan se
torno para vna abadía de monjes blancos, y
fizieronle gran honrra y le sanaron sus
llagas. E Palomades se fue a vn castillo
donde el ñie bien seruído. E Brandelis se
fue a sus auenturas. Tristan estuuo en el
abadía fasta que ftie guarido, e fizo que le
mostrassen el Padrón de Merlín, e fue alia
muchas vezes, e yuan con el dos frayles
fasta que lo ouo aprendido. E quando vino
el día señalado de la batalla, Tristan se le-
ñante de buena mañana, e confessose de sus
pecados, de aquellos que se sentía por cul-
pado a Dios, e después oyó missa de Sancti
Spirítus, e recibió el cuerpo de Nuestro
señor Jesu Christo, y encomendó los frayles
a Dios, y caualgo en su cauallo e fuesse al
Padrón de Merlín el solo, y descaualgo, e
tenia el cauallo por la rienda, e tiróse el
yelmo, e puso en tierra el escudo e lalanQa,
e paraua mientes por todas partes ptjr Palo-
mades que lo no escarnecíesse.
E dexemos agora a Tristan al Padrón, y tor-
nemos a contar por que razón no vino aquel
día Palomades a la batalla. La hystoria dize
quel día que la batalla se auia de fazer, vi-
niendo Palomades por el camino estando en
vn castillo, vínole vn muy gran dolor al cora-
Qon que no se podía tener en los píes, antes
yazia en la cama, que el quísiesse o no, por
el gran dolor que auia; porque aquel día no
podía hazer su batalla con Tristan, y dezia
assi: «Señor Tristan, ¡como me podeys vos
tener oy por tan couarde cauallero! y yo
creo que pensareys que por couardia dexo yo
esta batalla, porque yo soy muy triste que
no os lo puedo fazer saber. ¡Ay catino de mi,
e fuera agora esta enfermedad en otro tiem-
po, e no en tiempo que en tan gran falta
fuese caydo!» Estas cosas y otras muchas
dezia Palomades; e mientra Tristan estaua
al Padrón de Merlín, el vio venir vn caualle-
ro, y luego se aparejo, e subió en su cauallo,
e fuese para el, diziendo: «Defiéndete, mal
cauallero, que agora eres venido donde yo
codicíaua». Y el otro, quando lo vio venir,
cubrióse de su escudo, y fueronse ferir, e
dieronse tan grandes golpes, que ambos a dos
cayeron en tierra amortescídos, y estuuíeron
en tierra vna gran pie^a ante que se leuan-
tassen, e quando ftieron en píe e tornados en
su acuerdo, pusieron mano a las espadas muy
brauamente, y Tristan, qne era de gran co-
raron, ñiese para el cauallero, y dieronse
tan grandes golpes encima de los yelmos,
que las cabegas se fazian abaxar, y el caua-
llero dezia que nunca tamaños golpes reci-
biera, mas no dio a entender que se espan-
taua, y dio vn golpe a Tristan que el espada
le metió por el escudo fasta los brazales. Y
Tristan dixo que jamas recibiera tan gran
golpe de Palomades, y tanto se auian conba-
tido, ijue andauan muy cansados, y arredrá-
ronse vno de otro por cobrar fuerga; y mien-
tra estañan posados, el cauallero que estaua
delante de Tristan, dixo: «¡Señor poderoso,
que tomaste carne humana de la virgen
sancta María y tomaste muerte en la cruz
por nosotros pecadores sainar, ruegote que
me perdones mis pecados y me seas valedor
contra este cauallero, «jue yo creo que es dia-
blo que me quiere dar la muerte!» Y Tristan
dezia: «¡Ay gloriosa sancta María, la qual
traxiste en el tu santíssímo seno al redenp-
tor del mundo, ayúdame contra este caualle-
ro e perdóname mis pecados, que yo conozco
bien que soy venido a mi fin, que mucho
I fallo a Palomades buen cauallero, que mas
DON TRISTAN DE LEONIS
429
duros fallo sus golpes postreros que los pri-
meros». E dixo assi: «Señora reyna Yseo e
rey Mares, yo no os puoilo hazer saber assi
como yo muero, por que rogueys a Dios por
mi anima, quel cuerpo veo que se passa» . E
luego se leuanto con brauo coragoñ, e fuesse
para el cauallero, y el otro lo salió a recebir,
e dieronse tan grandes golpes, que en su vida
no los dieron tales ni los recibieron maj'ores,
quel ver e el oyr se les tirana, y el yelmo
del cauallero era bien azorado, que otramen-
te muerto fuera. E el cauallero dixo: «Yo
creo bien que soy venido a la muerte, si
miichos destos golpes recibo». E diole Tris-
tan tal golpe del espada, quel escudo le que-
branto, e metióle el espada por la carne. E
el cauallero paro mientes, e vio el espada de
Tristan bermeja de la sangre, e dixo: «Como
so venido a mi fin, e agora es menester que
yo faga como valiente cauallero, e tome ven-
ganga del» ; e luego se fueron a ferir de muy
grandes golpes y espessos el vno al otro de
la segunda batalla, e quien aquella batalla
vio, bien puede dezir que no vio su par. Con-
batieronse tanto, que no auian ya ñier^a ni
poder, e a mal de su grado se ouieron de
tirar afuera el vno del otro por cobrar fuer-
za, e cada vno comencé a fazer su oración. E
dixo el cauallero: «¡Señor Dios, que formas-
tes el cielo e la tierra e nos fezistes nascer a
la vuestra semejanza, aued merced de mi, e
quered perdonar mi anima, que el cuerpo
veo que se va!» E Tristan dixo: «¡O gloriosa
virgen Maria, señora, aued merced e piedad
de mi, que esta es la mayor marauilla del
mundo, que oy en este dia me he combatido
con este cauallero, e agora hallo sus golpes
mas ñiertes. E yo me he combatido con el e
jamas sus golpes he hallado tan mortales»;
que bien pensaua que se conbatia con Paloma-
des; «e aquesta batalla conozco que es de
muerte» . Y el coracon no ge lo podia ya sofrir,
e leuantose lleno de maleuconia, e ñiese para
el cauallero y el cauallero para el, e dixo:
«Este no es honbre, sino diablo que me
quiere matar»; y encomendóse a Dios, e
dixo: «Señor, perdona la mi anima, que yo
veo que este cauallero quiere Ueuar esta bata-
lla a fin, mas, por Dios, yo veré quien me
ha muerto». E dixo el cauallero: «Esperad
vn poco, que yo veo que vos quereys leuar
esta batalla a fin, e por esto querría saber
vuestro nombre, e yo deziros he el mió, por-
si vos vencierdes, sabreys a quien aureys
muerto, e yo de vos otro tal». E Tristan,
quando esto le oyó, touolo a gran desonrra,
pensando que aquel era Palomades, e que lo
dezia para abiltarlo, e dixo: «¡Como! ¿no soys
Palomades el mi mortal enemigo?» Y el caua-
llero respondió: «Por cierto, señor cauallero,
no soy Palomades, antes so Lan9arote del La-
go» . E quando Tristan supo que era Lan9aro-
te, fue alegre, y echo luego el escudo e la espa-
da, e fuelo abracar con gran amor, e dixo-
le: «Señor, perdonadme porque so conbatido
con vos, que sabed que soy Tristan el vuestro
amigo» . E dauanse el vno al otro la honrra
de la batalla, e Tristan dixo: «Señor Langa-
rote, nos somos feridos mortalmente, e por
esso atemos nuestras llagas, e vayamos a
algún castillo donde nos poclamos refrescar
e guarescer». E ellos se ataron lo mejor que
pudieron, e ñieronse a vn castillo de vn
hombre bueno, el qual curo bien dellos e fizó-
les mucha honrra, e alli no hallaron maestro
que los catasse, y encomendáronlo a Dios e
fueronse al monesterio donde Tristan partió
el dia antes, e fueron bien recebidos e les
fizieron honrra; e luego mandaron que los
catasse el maestro e que curasse dellos, e
vino luego el frayle que se le entendia de
curar llagas, e hizolos desarmar, e católes,
e dixoles que no vuiessen temor, que no
auia cosa de peligro, e dixo que mucho era
mas mal ferido Langarote que no Tristan; e
Tristan fue sano en veynte dias, e Langarote
en mes y medio, e andando los caualleros
holgando por el monesterio, Tristan contó la
auentura a Langarote por que el era venido
al Padrón de Merlin, e dixole todo lo que
auia contecido con Palomades desde el co-
mienco fasta el fin, e como los auia desparti-
do Brandelis, q La^carote comencé a reyr, e
dixo: «Por la mi fe, don Tristan, señor e
amigo, que a poco me costara caro vuestra
mal querencia con Palomades». Estuiüeron
alli hasta que fueron bien sanos. E Lancaro-
te dixo: «Señor Tristan, paresgeme que seria
bien que nos partiessemos de aqui, por que
os ruego que os vays comigo para la corte del
rey Artur» . E Tristan dixo que liarla todo lo
que quisiesse, que tanbien tenia en voluntad
de yr alia, por jurar la Tabla. E Langarote
fue alegre, e quando la mañana vino, ellos
encomendaron a Dios a los frayles, e dieron-
Íes muchas gracias, e caualgarou e fueronse
por su camino.
Lxvm
De como don Tristan desbarato los caualle-
ros de la Imda Morgayna.
Ellos yendu por su camino, llegaron a vna
puente cerca de vn castillo, la qual guarda-
uan cincuenta caualleros que eran dfi-la-
hada Morgayna, y ellos quisieroiT por alli
pausar, e ios-caiialleros les dixeron: «No pas-
430
LIBROS DE caballerías
sareys sin batalla, o dexad los cauallos e ar-
mas» . E don Tristan dixo: «Señor Lan(^rote,
ruegovos que me dexeys a my solo esta bata-
lla». Langarote ge la otorgo, e Tristan puso
su escudo delante, e boluio su cauallo,.-y
íuesse para los caualléros, e los caualleros
vinieron a el e hiriéronlo sobre el escudo, e
Tristan ñrio en ellos de tal manera, que an-
tes que quebrasse la langa, echo diez caua-
lleros en tierra íeridos, e quando ouo que-
brado la langa, salió de la priessa e fuesse
para Langarote, e rogóle que le prestasse su
ian9a, y el ge la presto, e Tristan se í'ue para
los caualleros, e hizo tanto, que ante que
quebrasse la lanya el echo en tierra veynte e
cinco caualleros. E Langarote dixo: «Cierto,
es verdad que Tristan es el mejor l'eridor de
lan^a que ay en el mundo» . E luego Tristan
echo mano a la espada, y fuesse para los ca-
ualleros, e hizo tanto de armas, que en poca
de hora los desbarato todos, y ellos comen-
yaron a í'uyr contra el castillo de la hada
ALorgayna, y ella estaña alta en vna tiniestra,
e quando vio yr assi a sus caballeros desbara-
tados, fue marauillada, y ellos dixeron: «Se-
ñora, hazednos abrir e fazed venir ayuda,
que todos somos vencidos, que vn diablo nos
es venido a la puente, y creemos que sea
Lanyarote, si es honbre carnal» . Y ella dixo:
« Yd , caualleros malos , que todos no va-
ley s vn dinero, que aquel no es diablo ni
es Langarote, antes es cauallero andante que
va a jurar la Tabla Redonda». E dexemos
estar la dueña e los caualleros, e tornemos a
Tristan e a Lanyarote, que passaron la puen-
te e fueronse su camino, e anduuieron tanto
f que llegaron a vn monesterio de dueñas a
aos leguas de Camalot, e alli Tileron bien
rescebidos. E Langarote embio luego vn
mensajero al rey Artur, con vna carta que
dezia assi: «Alto rey Artur, padre de auen-
turas y señor de caualleria, a ti salud. Yo,,
Lanyarote del Lago, me encomiendo en la tu
real excelencia y te beso las manos, e hago
saber que yo ge hallado muchas auenturas,
entre las quaies he topado con el mas alto
cauallero del mundo, que es Tristan de Leo-
nis, e parecelo bien en su bondad, que yo
me encontré con el e auemos hecho batalla al
ladrón de Berlín, e fue ventura que nos
conocimos e nos perdonamos todo nuestro
enojo, y después andouimos buscando nues-
tras auenturas, tanto que llegamos al casti-
llo de la hada Morgayna, e fallamos ay vna
puente e cincuenta caualleros que la guar-
dauan, e Tristan tizo tanto de armas, que
los desbarato, y agora sepa tu alteza que es-
tamos en este monesterio de dueñas, tijas de
reyes y de ricos hombres, e luego nos parti-
mos para essa cibdad, saluo porque Tristan
viene fatigado de la batalla que ouo con los
caualleros de la hada ya dicha al passo de la
puente» .
LXIX
De como el buen rey Artur fue al monesterio
donde estañan don Tristan de Leonis y
don Langarote.
El rey, quando aquellas nueuas oyó, fue
muy alegre, e mando que todo hombre ca-
uaigasse, e luego el rey, con gran caualle-
ria , caualgo bien acompañado de añatiles,
e fue al monesterio do estaña Tristan y Lan-
garote, y como ellos supieron que el rey ve-
nia al monesterio, caualgaron en sus cauallos
e saliéronlos a recebir; e quando lo vieron,
apeáronse e fueron besar las manos al rey, y
el los rescibio onrradamente e ouo con ellos
gran plazer, e dixoles: «Señores caualleros,
vosotros seays bien venidos, como aquellos
que yo amo» ; y entraron en el monesterio, e
las dueñas se aparejaron para hazer honrra
al rey y a los caualleros, y luego fue adereza-
do el yantar muy ricamente, y el rey e los
caualleros se asentaron a la tabla, y seruia-
los vn donzel que estaua entonces en el mo-
nesterio, el mas fermoso e cortes del mundo,
y seruialos ajiuestamente, e aqueste donzel
era criado del monesterio. E según dize la
hystoria que del cuenta, era fijo de Langaro-
te y de la infanta tija del rey l^escador, que
fue preñada de Langarote, porque le fue fe-
cho vn engaño, que le hizieron creer que
aquella infanta era la rejma Grinebra, y el
assi lo tenia por verdad; e quando fue pas-
sada vna gran jDarte de la noche e vio que
era engañado y que no era aquella la reyna
(iinebra, quiso matar la infanta sino por
duelo que ouo della, ca era muy fermosa a
marauílla, e aquella noche ouo en ella aquel
donzel, el qual después se llamo don Galaz,
y todos dezian que mucho parecía este don-
zel a don Lanyarote del Lago, mas ninguno
no sabia la verdad, saino las dueñas del mo-
nesterio. E quando ouieron comido, las due-
ñas fueron delante del rey con aquel donzel,
e dixeronle: «Señor, por Dios vos ruego que
l'agays a este donzel cauallero». E luego
oyeron vna boz que les dixo: aDexad el don-
zel^ que tienpo verna que sera cauallero de la
mano de su padre ^ y sera tal^ que konrrara
su linaje, y llenara a fin muchas auenturas» .
Y quando ellos oyeron aquello, fueron mara-
uillados, y pensaron mucho en el donzel, e
assi quedo esto por entonce, e no tardo mu-
¡ cho tienpo que Langarote torno alli por
DON TRISTAN DE LEONIS
431
amonestamiento de vna douzella, e ñzolo el
cauallei'o por Pascua de Pentecoste, assi
como adelante oyreys ('). El rey e los caua-
lleros, quando se quisieron yr, encomenda-
ron a Dios a las dueñas, e caualgaron, e fue-
ronse a Oamaiot, e quando la reyna üinebra
supo que Tristan y Lan(,íarote venian a la
corte, caualgo, e salió fuera de la cibdad a
los recebir con muchas dueñas e donzellas
de su corte; y ellos le üzieron grand reue-
rencia, y ella saludo a Tristan y a Lan(,'aro-
te y rogóles que entrassen por la cibdad las
caras descubiertas, e liizieroulo assi.
Grande fue el alegría que el rey y toda la
gente hazia por la venida de Tristan y Lan-
garote, y dezian: «Bien vengan los dos caua-
üeros que son tlor y ensal(,^amiento de caua-
Ileria»; y touieron alegría en la corte dos
meses. E agora os diremos en qual manera
fue fecho don Tristan cauallero de la Tabla]'
Redonda.
LXX
De como don Tristan juro la Tabla, y fue
asentado en la silla que auia sido de Mor-
lot de Yrlanda.
Vino don Tristan, en la manera como
oydo aueys, a la corte del rey Artur, e todos
los caualleros fueron alegres de su venida, e
auia gran tienpo que vna silla de la Tabla
Redonda, que fue de Morlot de Yrlanda, es-
taña vacante desde aquel tiempo que Morlot
murió, e tan bien estañan vacantes otras si-
llas; e muchos caualleros que se quisieron
en ellas assentar, en aquel punto lo recele-
uan, porque nunca fallauan en ellas el nom-
bre del cauallero para quien auia de ser es-
crito, que assi era costumbre de la Tabla
Redonda, que quando algún cauallero era
llamado a aquella honrra, j)or la voluntad de
Dios venia aili vn ángel y escreuia el nom-
bre del cauallero, e quando los de la corte lo
auian alli traydo la silla que para el estaña
aparejada, si ellos no haüauan su nombre
escrito por derecha auentura, el era rehusa-
do, y dezian que no era digno para ella;
desta manera auia estado la silla de Morlot
e otras vazias desde el dia que fue muerto
hasta entonces que don Tristan vino a la
corte del rey Artiir^e por esta razón auia
ella estado bien <^ez\ años e dos meses va-
cante, e tanto tienpo auia eutonces que don
Tristan era cauallero y quel matara a Mor-
lot de Yrlanda, e la causa de donde aquesta
auentura venia, en la coronica del rey Artur
('J \&aAe[& Demanda del Saiictv Cirial, c&p. iW .
da dello mucha cuenta; quien lo quisiere
ver por estenso alli lo hallara; porque no ha-
zia a la ystoria, no se escriuio aqui, saluo lo
que a nuestro proposito haze, y es assi: que
duro aquella costunbre hasta que Qaiaz
vino, que cumplió la silla peligrosa, mas
dende adelante falleció aquella costunbre.
E dixeron que em pos de aquel cauallero no
podia venir otro mejor, ni tan bueno ni tan
santo; e por razón auia estado aquel tiempo
la silla de Morlot vazia diez años e dos
meses, como dicho es, ca mejor cauallero
quel fasta entonce no era ende venido.
E aquel dia que los honbres buenos de la
corte del rey Artur ouieron recebido en su
conpañia a don Tristan y le ouieron otorga-
do ia honrra de la Tabla Redonda, comen9a-
ron de mirar por las sillas a vna parte e a
/Otra, por ver si podrían hallar letras nueuas
en alguna de las sillas, e hallaron en la silla
que auia sido de Morlot el nonbre de Tris-
tan^ y ellos fueron muy alegres, e dixeron
al rey: «Señor, recebido es Tristan en vues-
tra corte por compañero de la Tabla Redon-
da e la silla de Morlot de Yrlanda le es otor-
gada para el, e hallamos ay su nombre es-
crito» ; e quando el rey oyó aquello fue muy
alegre, que el desseaua mucho que Tristan
fuesse compañero de la Tabla Redonda» , e
Lanyarote fue muy alegre, e toda la corte
llenaron a Tristan a lo assentar en la silla,
assi como a los otros caualleros se acos-
tumbraua, e juro, como los otros lo auian ju-
rado, que al su poder acrescentasse la honra
del rey Artur, y que en tiempo de su vida
no fuesse contra la Tabla Redonda, si non
fuesse por desconocimiento, o por torneo o
justa; e assi fue don Tristan rescibido con
mucha honra por todos los de la corte, e
aquel dia fue la fiesta grande en la corte del
rey Artur, porque Tristan era compañero de
la Tabla Redonda. E al tercero dia, quando
el ouo holgado, el rey Artur mando venir
ante si aquellos que ponían en escrito las
cauallerias de los caualleros de la Tabla Re-
donda e las auenturas y hechos que ellos ha-
zian en el reyno de Londres. E el rey tomo
jui-amento a Tristan que dixesse verdad de
todas las cauallerias que hasta entonces
ouiesse hecho. E jui'o Tristan quel diria ver-
dad de todas sus cauallerias, y que otra cosa
no diria sino aquello que auia contescido.
Luego Tristan comenyo a contar las caualle-
rias punto por punto que auia hecho después
que era cauallero hasta aquel dia, y esto
contó antel rey e ante los caualleros de la
Tabla, e quando el lo ouo contado todo, callo,
e no dixo mas. E quando el rey ouo oydo
aquellas palabras e las cauallerias de Tristan,
432
LIBROS DE caballerías
el dixo a Lancarote e a Galuan riéndose:
V.Que os parece del buen cauallero Tristan?
¿Hizo jamas cauallero en su edad tan gran-
des hechos e cauallerias de armas como el ha
hecho? Assi me ayude Dios, no pudiera creer
quel ouiesse tanto hecho, e bien lo puede
tener honbre por el mejor cauallero del
mundo, ca ello es sin falta». E Langarote
dixo: «Assi me ayude Dios, señor, vos dezis
gran verdad, que yo mucho lo conozco, e
ellas son todas verdad, e aun mas de lo que
ha dicho» .\^ en esta manera fueron sabidas
las cauallerias de Tristan en la corte del rey/t
Artur, e fueron escritas en el libro de las^
auentur^ {^)'^ \ " -"'— — ^~--~->^-— — o n
^T] agora dexa la historia de hablar desto,
e torna a contar de vna hermosa auentura
que acaeció en la corte del buen rey Artur
mientra Tristan ende estuuo, en tanto que
passauan estas fiestas. Ya es dicho como el
rey Artur estaua en Camalot con gran com-
paña de reyes, e condes, e ricos honbres,
que en aquella ora estañan ende catorze
reyes, e muchos hombres honrrados, e todos
los mas de la Tabla Redonda, e aqui non-
brare algunos dellos. Eran alli el rey Caredes
del pequeño braco, y el rey de Natubal, que
auia nombre Yon, y el rey de Norgales, y el
rey de Norbelade, y el rey de la Marca de
Gralone, y el rey Frayon, e tantos otros re-
yes, que eran bien catorze los dichos; e ca-
ualleros de la Tabla Redonda: don Langarote
del Lago, mas estaua ñaco en cama, e don
Tristan de Leonis, e don Galuan, sobrino del
rey Artur, e Palomades el pagano, que aquel
dia era llegado, e Lamarad de Gaones; e fue-
ron ay otros muchos altos honbres, e fazian
gran fiesta assi como les conuenia hazer, por-
que aquel dia era de vna gran fiesta; e quaudo
ellos ouieron comido, las tablas fueron leuan-
tadas y retruxeronse cada vno do mas le
plugo, e vieron estar vn cauallero delante el
palacio, y estaua armado de todas armas, y
era grande de cuerpo, i^ue parecía vn gigan-
te, e traya en su conpañia vna doníseUa muy
fermosa ricamente atauiada, ca venia vestida
de vn paño de oro muy rico e caualgaua en
vn palafrén fernioso; era cubierta de vna
ropa de grana hasta los pies, que no parecía
donzella mortal, mas spiritual, y el cauallero
traya en su conpañia tres escuderos, el vno
ti'aya la lan^a, el otro el escudo^ el otro el
yelmo, el qual era vn hombre tan anciano
como el, e quando el cauallero fue antel pa-
lacio, según que es dicho, enbio el vno de sus
escuderos al rey Artur con vn mensaje.
(') Compárese la Demanda del Sancto Grial, ca-
pítulos XXI y XXU.
LXXI
De como el mensajero del cauallero anciai
llego antel rey Artur con el mensaje de .<
seTior.
■o anciano
su
El escudero se fue al rey Artur, como
aquel que lo conoscia de antes, e fallóle re-
traydo en su cámara, e hinco las rodillas
antel, e dixo: «Señor rey Artur, alli ayuso
ante vuestro palacio es venido vn cauallero
que es mi señor, e trae en su compañía vna
de las mas apuestas donzellas del mundo, y
es aqui venido, porque sabe cierto que son
aqui en vuestra corte todos los altos hom-
bres del vuestro rey no, y que el trae consigo
aquella donzella por razón quel se quiere
jDronar con ellos, y embiales dezir que todo
aquel que quisiere ganar aquella donzella,
que vaya a justar con el, e aquel que lo de-
rribare de su cauallo le auia ganado la don-
zella, y el assi vos lo dize por mi». Y el
mensajero callo, porque acabo su razón. E
quando el rey Artur e todos los otros reyes
e ricos honbres que en el palacio estañan
ouieron sabido las palabras del mensajero,
ellos lo ouieron a gran marauilla, e luego se
leuanto y el rey Artur e los otros reyes que en
el palacio estañan, e fueronse a poner a las
ventanas, e vieron aquel cauallero e a la don-
zella que tan ricamente estaua atauiada, e
fizieronse marauillados, e dezian: «Sin dubda
el cauallero e la donzella son de gran valor» ;
y la reyna Ginebra, e las otras dueñas e don-
zellas que con ella estañan, se fazian mara-
nilladas de la donzella, que tan ricamente
era atauiada, y estando assi todos mirando
al cauallero e la donzella, Palomades se le-
uanto, e dixo al rey: «Señor, yo amo mucho
las dueñas e las donzellas, e por ende os
pido por merced que me dexeys yr a ganar
aquella donzella, que cierto yre de buena
gana por la ganar». Entonce dixo el rey:
«Palomades, a mi plaze que vos vays alia y
que ganeys a la donzella, e que derribeys al
cauallero si pudierdes, que entienda la gran
osadia que nos embio a dezir» . Luego se par-
tió Palomades del rey Artur, e íuesse armar,
e armáronlo muchos de los altos honbres que
ende estañan; e quando el fue armado, de-
cendio del palacio, e caualgo en su cauallo,
e fuese para el cauallero, e quando fue lle-
gado, el le pregunto como auia nonbre, y el
le dixo: «Señor cauallero, a mi llaman Palo-
mades el pagano» . Dixo el cauallero: «¿"V os
soys Palomades? Por Dios, de vos oy fablar
muchas vezes, e nombrado soys por vno de
los mejores caualleros que son por el mundo,
empero yo no vos conosco por tan buen ca-
DON TRISTAN DE LEONIS
433
nallero que yo tome lanea contra vos, mas
tan solamente mi espada en la mano vos
atendere, e vos digo que os arredreys de mi
tanto como vos quisierdes, eque me vengays
a ferir de toda vuestra fuerc/a, e si me derri-
bardes de mi cauallo a tierra, aquesta don-
zella sera vuestra que aqui veys, e si no
pudierdes auer tanto poder que me derri-
beys, no me llamareys después a justa ni
batalla ninguna mas; y esto mesmo diré a
los otros caualleros que acá vernan por justar
comigo» . E quando Palomades le oyó fablar
en tal manera, el lo tomo a gran desonrra, e
dixole: «Señor cauallero, vos fablays larga-
mente, mas vos sereys ayna a la prueba de
la justa, e yo cuydo bien sin falta que vos
sera menester que tengays vuestro escudo e
anr-a» , e no le dixo mas.
LXXII
De cmno Palomades se combatió con el caiia-
"> llero anciano.
Palomades se dexo correr contra el caua-
llero tanto quanto el cauallo lo pudo llenar,
e fue lieryr en el cauallero, que estaua apa-
rejado de su escudo, e de su yelmo y espada,
e Palomades firio al cauallero tan reziamen-
te, que la langa fizo bolar en pie9as e fue a
topar en el cauallero con el cuerpo del caua-
llo tan fuertemente, que Palomades cayo en
tierra, e tan grande fue la cayda, que no
sabia si era noche ni dia, de tal guisa estaua
atronado; y el cauallero anciano estouo que-
do en su cauallo, como si fuera vn marmol
que estuuiesse fincado en tierra. E quando
el rey Artur e los otros reys e caualleros
vieron como Palomades justo con el caualle-
ro y el no quiso tomar lanca contra el, e
vieron como cayo en tierra, ellos fueron es-
pantados, e dezian que aquel era cauallero
mas fuerte que ellos ouiessen visto en toda
su vida; e don Galuan, quando vio a Palo-
mades en tierra, e sabia bien lo que aquel
cauallero auia enbiado a dezir al rey Artur,
el, muy sañudo por ello, ouo gran pesar, e
fizo traer sus armas muy ayna, e fizóse ar-
mar lo mas presto quel pudo, e los caualle-
ros que ende estañan lo armaron, e quando
el fue armado, caualgo en su cauallo, e fues-
se para el cauallero, e (]uando llego a el no
lo quiso saludar, mas el cauallero pregunto
quien era , e Galuan le respondió asi como
honbre sañudo, e dixo: «Cauallero, aquellos
que me conocen me llaman Galuan, y el rey
Lodornia fue mi padi-e» , e quando el caua-
llero oyó que aqueste era don Galuan, sobrino
LIBROfi DE caballerías. — 2H
del rey Artur, le dixo: «Señor don Galuan,
todo el mundo vos tiene por buen cauallero,
mas yo vos digo que soy vn cauallero que
por vos no tomare lan9a, antes vos atendere
en aquella mesma manera que atendi a Pa-
lomades, e si me derribardes, vos ganareys
la donzella». Entonce dixo Galuan: «Señor
cauallero, yo no se de vuestro escudo ni de
vuestra langa, mas yo fare todo mi poder por
vos derribar a tierra, si puedo». E quando
Galuan ouo dicho esto al cauallero, el se
arredro, e abaxo la langa, e firio al cauallo
de las espuelas, e vino a encontrar con el ca-
uallero de toda su fuerga, e quebró su langa,
y el cauallero estuuo tan fuerte como si fue-
ra vn marmol, e Galuan, que quiso o no, vi-
no a tierra, e los reyes, en que lo vieron, fue-
ron marauillados. Y el tercero que fue a jus-
tar con el fue Lamarad de Gaones, que era
buen cauallero e ardid a gran marauilla, e
pocos caualleros eran en aquel tienpo mejo-
res que Lamarad, y el se fue para el caua-
llero, e quebró su langa en el, mas poco ni
mucho no lo pudo mouer de la silla. El
quarto que justo con el fue Gariet, hermano
de don Galuan, que era asi buen cauallero, e
quebró su langa. El quinto que justo con el
fue Boores de Gaones, primo de don Langaro-
te, e tanbien quebró su langa. El sesto fue
Brian, fijo del rey Brian. El seteno ñie Sa-
gramor. El octauo fue Brioberis. El noueno
fue Separ, hermano de Palomades, el mejor
feridor de langa que se podia fallar en aquel
tienpo. El dezeno Egtor d^JVfares, hermano
de Langarote, que efa~~DtrDsi muy fuerte-
justador. El onzeno fue Gariet deMirabelle.
Todos estos onze fueron a ferir en el cauallero
anciano a toda su guisa, e todos quebraron
sus langas en el, mas no le pudieron mouer
poco ni mucho, antes ca^^eron de los onze
bien los nueue, e algunos ouo que se quebra-
ron costillas, otros piernas e bragos, donde
auia muy gran ruydo por toda la corte e se
hazian dello todos marauillados, e dezian
que aquel no era cauallero, mas antes era
fantasma, o encantamento, o diablo.
Después que Tristan vio a todos sus con-
pañeros derribados por solo vn cauallero, se-
ñaladamente aquellos quel mas queria e mas
preciaua de caualleria, el ouo gran pesar e
yra, e no se pudo mas detener, e dixo:
«Acaezca lo que acaescer pudiere, mas yo
y re a justar con el cauallero, por vengar a
los caualleros mis compañeros, si yo pudie-
re» . E dixo: «Porque yo pueda ser segura-
mente que este sea buen cauallero e mejor
que yo, nunca oyesse hablar en toda mi vida;
mas yo quiero prouar lo que fare» . Y entonce
se fizo armar presto, e armáronlo algunos de
434
LIBROS DE caballerías
los reyes que en el palacio estauan, y el rey
Artur lo ayudo a armar; e quando Tristan
fue armado de todo aquello que auia menes-
ter, decendio del palacio, e subió en su caua-
11o, e fuesse contra el cauallero. E Tristan,
que mucho era mesurado cauallero, saludólo
cortesmente, y el cauallero anciano le torno
las saludes mesuradamente, e preguntóle que
quien era. «Señor cauallero, dixo Tristan,
aquellos que me conoscen me llaman don
Tristan de Leonis», Y el cauallero anciano
le dixo: «Señor don Tristan, como al mejor
cauallero del mundo que vos soys, e por el
amor e conpañia quel rey Meliadux vuestro
padre e yo ouimos al tienpo que andouimos
prouando cauallerias, vos digo yo verdadera-
mente que me lo podeys creer que yo dexas-
se de muy buena voluntad la vuestra justa,
por esto e por el gran bien que de vos he
oydo dezir, pero aquella donzella que alli
esta es mi señora, con quien yo vengo; hame
defendido que yo no rehuse justa de ningún
cauallero de la corte del rey Artur; mas por
el vuestro amor haré yo tanto, por la bondad
que en vos ay, i;iue tomare mi lanr-a, lo que
no fize contra los otros caualleros que comi-
go justaron». E luego llamo a vn escudero
de aquellos tres que consigo traya, e tomo
vna lanr-a quel escudero tenia, que era cor-
ta e gruessa; y entonces se arredraron el vno
del otro vu gran trecho, e quando el rey Ar-
tur y los otros reyes e rey ñas, e caualleros,
e dueñas, e donzellas, vieron arredrados los
dos caualleros el vno del otro para venir a
la justa, ellos co menearon a dar bozes, e a
dezir: «Agora puede hombre ver fermosa
justa, ca este es don Tristan de Leonis el
buen cauallero» . E firieron los cauallos de
las espuelas, e dexaronse venir el vno con-
tra el otro quanto los cauallos los podian lle-
nar, e firͣronse de las laucas sobre los escu-
dos de toda su fuerga, e Tristan quebró su
lauca en el cauallero, y el cauallero lo firio
tan fuertemente, que le passo el escudo e la
loriga, e metióle el hierro de la lauQa por el
cuerpo por la parte siniestra, que le fizo muy
gran Uaga, y el cauallo de Tristan, lo vno
del golpe, lo otro que estropcQO de las manos,
Tristan cayo en tierra del cauallo, en mane-
ra que no nieneaua pie ni mano, antes esta-
ña como muerto. E quando todos aquellos
que estauan a las ñniestras vieron a don
Tristan como estaña assi en tierra, comen-
taron a dar muy grandes bozes con duelo
de Tristan. E dize la historia que quando
vino este cauallero anciano a la corte del
Tej Artur a fazer estas justas con los caua-
lleros de la Tabla, que don LauQarote estaua
muy flaco, tanto que no podia traer armas, e
quando el oyó las bozes y el ruydo tan gran-
de y el duelo que fazian, demando a vn don-
zel que ende estaua que por que fazian tan
gran ruydo e tal duelo, y el donzel dixo:
«Sabed, señor, por cierto, que vn cauallero
es venido a la corte del rey, e trae consigo
vna donzella ricamente atauiada, y embio a
dezir al rey e a los caualleros que si alguno
quería cobrar aquella donzella, que era vna
de las fermosas del mundo, que fuesse a jus-
tar con el, e si lo derribasse, que tomasse la
donzella sin otra batalla, e han oy ydo a jus-
tar con el onze caualleros, los mejores de la
Tabla, e todos los espero a la justa, que no
quiso tomar lauca contra ellos, e todos onze
quebraron en el sus laucas, e jamas lo pu-
dieron mouer de la silla, e destos, nueue ca-
yeron en tierra», y el donzel le contó los
nombres dellos quales eran, segund ya oydo
aueys. E Langarote dixo: «Amigo, ¿que di-
zes?, ¿esto es verdad?» T el donzel le dixo:
«Señor, verdaderamente assi es como vos
digo, e avn sabed por cierto que el bueno de
don Tristan vuestro amigo, quando vio los
caualleros assi derribados, que se armo e se
fue para el cauallero, y estuuieron en vno
fablando, lo que no lo se, y el cauallero de
la donzella tomo vna lanca de vn escudero
que el traya, e arredráronse el vno del otro
bien vn trecho, e fueronse a ferir de grand
poder, e firieronse en tal manera, que Tris-
tan cayo en tierra, y esta tal como muerto,
e toda la gente, con el duelo, fazen este
ruydo que oys» . E Langarote ñie desto tris-
te mas que lo hauia seydo en ningún tiem-
po, y el quisiera ser sano mas que no ser se-
ñor de vna gran tierra en aquel punto, solo
por yr a vengar el su buen amigo don Tris-
tan, e assi estaua en su cama faziendo el
mayor duelo del mundo; e dexemoslo estar,
e tornemos a la rey na Grinebra, que, como
quier que a la reyna Ginebra pesase mucho
por la dolencia de don Lancarote, que en este
punto que ella vio derribar al cauallero tan-
tos buenos caualleros e a don Tristan, tomo
muy grand plazer porque don Langarote es-
taua doliente en aquella sazón, ca tenia que
pues auia derribado a tantos bueuos caualle-
ros, y en especial al bueno de don Tristan,
de quien todo el mundo fablaua, e don Lau-
carote le auia dicho muchas vezes que nun-
ca fallara cauallero que fuesse su ygual sai-
no a don Tristan, que cierto le plazia mucho
porque don Lancarote no podia tomar armas,
por recelo que auia que no fuesse derribado
por ventura, como lo fue Tristan e los otros
buenos caualleros.
E quando el rey Artur vio quel cauallero
assi auia derribado a don Tristan, mando
DON TRISTAN DE LEONIS
435
traer sus armas e su cauallo mucho ayna. E
quando la reyna Ginebra vio que su señor el
rey demandara sus armas, para yr a justar
con el cauallero anciano, fue luego para el
rey, e dixole puesta a sus pies: «¡Señor,
merced, por amor de Dios, e aued piedad de
vos mesmo! E ¿que es esto que vos quereys
fazer?, ¿quereysos yr a vuestra muerte? no
veys vos mesmo quantos buenos caualleros
son derribados a tierra por aquel solo caua-
llero, e vos quereys yr a vuestra muerte,
que yo vos digo en verdad que si vos alia
vays. que yo mesma me daré la muerte con
mis manos» . E el rey la fizo quitar delante
de si, e dixo que por cosa del mundo no de-
xaria quel no fuesse a justar con el caua-
llero. E quando los otros reyes e altos hom-
bres vieron como su señor el rey Artur se
armaua para yr a justar con el cauallero,
ellos le dixeron en vno todos: «Señor, cier-
to, esto non es para vos lo que quereys fa-
zer, ca un tal hombre como vos soys, a
a quien tantas gentes obedecemos, non vos
conviene de meter en vna auentura de peli-
gro como esta, ca ya vedes que tantos bue-
nos caualleros ha derribado este solo caualle-
ro, e puede acaescer assi a vos, e no es vues-
tra honrra». «Señores, dixo el rey, cierto,
sabed que no quedarla que alia no fuesse por
cosa del mundo». E comento a jurar fuerte-
mente que justarla con el cauallero anciano,
e armóse luego, e quando los reyes e los altos
hombres vieron armar a su señor el rey Ar-
tur, luego todos ellos descendieron del pala-
cio e subieron en sus cauallos, e fuesse luego
el rey Artur para el cauallero, e no quiso
que ninguno fuesse con el, e fue el solo, y
quando las gentes todas vieron al rey su se-
ñor en tan gran peligro como aquel de justar
con el buen cauallero, ellos auian por ello
gran pesar, e rogauan a Dios e a su sancta
madre que lo librasse de peligro y de manos
de aquel cauallero, e las dueñas e donzellas
que a las finiestras estañan fazian esso mis-
mo su oración a Dios, que lo librasse. E la
reyna Ginebra no pudo sofrir de estar a las
finiestras, antes se metió en vna cámara y
echóse en su cama muy desconortadamente,
e faziendo gran duelo. E quando el rey lle-
go al cauallero, dixole sañudamente: «Tu no
eres cauallero, antes eres fantasma encanta-
da, e no veniste aqui sino por fazer deshon-
rra a my corte». «E ¿como?; dixo el caualle-
ro, ¿vos soys el señor de la corte?» «Si, ver-
daderamente, dixo el rey, que yo soy el rey
Artur, que te fare gran desonrra si puedo» .
E quando el cauallero supo que aquel era el
rey Artur, aquel que era tenido por el mas
alto rey del mundo, respondióle mesurada-
mente, e dixole: «Señor, vos no teneys razón
contra mi por que me deuaj's hazer desonrra
ni pesar, assi como dezis, que sabed por ver-
dad que yo ftie mucho suyo del rey vuestro
padre Vter Padragon, e fize por el algunas
cosas que no fizo hombre de su corte, e por
el amor de vuestro padre, después de lo que
vos mereceys, vos amo mucho, e lo otro por-
que vos soys rey sagrado e coronado, el mas
alto del mundo, y el que mas manificamente
mantiene caualleria, e la mantiene en hon-
rra y en valor; sed cierto que yo no me
combatiré con vos, e de mi fazed lo que qui-
sierdes, lo que no faria a otro ningún caua-
llero que rey no fuesse que contra mi no
fuesse». Y el rey le dixo: «Cauallero, apa-
rejaos a la batalla, que fazer vos conuiene
de justar comigo». El cauallero le dixo:
«Por la fe que deueys a Dios, vos pido que
me no querays fazer conbatir con vos». E
quando el rey Artur vio e oyó esto fablar al
cauallero, pensó que este era anciano caualle-
ro de los del tiempo del rey su padre, e dixo
luego el rey: «Señor cauallero, vos me
aueys fecho entender que fuestes mucho de
mi padre, e avn dezis que soys mi amigo,
mas malamente me lo aueys mostrado, ca
soys aqui venido por desonrrar mi corte,
mas ruegovos que me digays vuestro nombre
e quien soys» . Dixo el cauallero: «Sabed por
verdad que la mi venida no fizo daño ni
desonrra a vuestra corte, antes vos digo que,
desque vos supierdes el fecho como es, vues-
tra corte sera mas honrrada. Mas el mi nom-
bre, ni quien soy, non lo podeys saber agora;
mas yo vos juro que yo os lo faga saber ante
de gran tiempo pasado, mas yo ruegovos,
como podria rogar a vn mi señor, que no os
pese porque no os digo mi nombre ni quien
soy» . Y ellos estando assi, salió del palacio
el rey Caredes armado muy ricamente, por
estar presto si ñiesse menester, por ventura
que el rey Artur su señor fuesse derribado,
e quando el rey Artur le vio venir, dixole:
«Rey Caredes, tornaos e folgad, que no fa-
remos mas vos ni yo contra el cauallero, que
asaz ha fecho lo que deuia contra los caua-
lleros, e comigo ni con otro rey sagrado no
quiere hauer batalla por ninguna guisa»; e
mando el rey Artur al rey Caredes e a todos
los otros reyes que se desarmassen, e fueron
desarmados, e quando vio el cauallero que
el rey Artur se auia desarmado e todos los
otros reyes por su mandado, el se tiro el es-
cudo, e diolo a vn escudero suyo, y el escu-
do quel cauallero traya era mayor la meytad
que los de los otros caualleros, y era partido
por medio, e la vna meytad era blanca, e la
otra era negra; e luego el se fue de ally do el
436
LIBROS DE caballerías
rey Artur estaua con los otros reyes e con los
otros caualleros que ay estañan, e dixo el ca-
nallero: «Sabed pur verdad que a quarenta
años pasados e mas que no trase armas, ante
he estado siempre folgando en mi tierra, y he
passados de setenta años, e, cierto, yo auia
gran desseo de ver vuestros caualleros ante
que muriesse, por razón que ellos han gran
nombradla de caualleria por todo el mundo, e
oyda su fama, vine por saber cuales son me-
jores caualleros, los ancianos o los noueles, e
Jironado lo he, loado sea Dios, y en verdad os
digo que yo conoei dos caualleros ancianos,
los quales son passados deste mundo, que, si
ellos fuessen biuos, quanto a diez destos
vuestros ellos los licuarían delante: e dezir
vos he quales fueron estos dos caualleros: el
vno ftie Héctor el Brun, y este ftie sin falta
de gran fuerca e ardit, el mas que fue en el
mundo; y el otro fue Graleote el Brun, e fue
hijo de Héctor el Brun; y este fue muy va-
liente cauallero, e de gran valor. E de los
otros que ñieron antes no os digo cosa, que
fueron de los nobles y de los mas ancianos,
assi como Ferrebus, que de alta caualleria
passo a todos los del mundo, e assi otros mu-
chos que dezir podria». Y callo, que no dixo
mas. E dixo el rey Artur: «Señor cauallero,
nos auemos visto sin duda que vos soys el
mejor cauallero y el mas valiente que vies-
semos en nuestra vida, mas nos vos roga-
mos por cortesía, e por honiTa de caualleria,
tpie nos digays vuestro nombre, e quien
soys, que nos lo desseamos saber» . «Señores,
dixo el cauallero, yo vos pido por merced
que no os pese por os no dezir mi nombre ni
quien soy, que lo no diña a ninguna persona
en vuestra corte; mas, señor, yo os prometo
mi fe que os lo embie a dezir ante de muchos
dias, y sed bien cierto que yo soy vuestro para
os seruir verdaderamente, e soy hombre que
os quiero bien» . E quando el rey e los altos
hombres que ay eran vieron la voluntad del
cauallero, que no se queria descubrir ni dezir
quien era, dixeronle: «Señor cauallero, pues
vos assi lo quereys, sea en ora buena, mas
fazed tanto, por honrra del rey Artur y de
caualleria, que esteys aqui tres dias. e mos-
trarnos heys quales fueron los mejores caua-
lleros ancianos». «Señores, dixo el caua-
llero, sabed verdaderamente que no que-
daría en ninguna guisa con vos desta vez,
e desto os ruego que no ayaj's enojo, que
sin falta no puedo en ninguna manera de-
tenerme aqui vn solo dia, mas yo os pro-
meto bien e lealmente, como cauallero del
linaje que vengo, que os fare saber ante;
de muchos dias toda mi hazienda». Y el ca
naUero encomendó a Dios al rev Artur c a
todos los otros reyes e altos hombres e caua-
lleros, e sobre todos al bueno de don Tristan
de Leonis. E luego metióse al camino el e su
donzella que con el venia, e con sus tres es-
cuderos, e fueronse su camino contra la flo-
resta de Camalot.
Y dexemos a el con su conpañia yr a sus
auenturas, e también al rey Artur y a los
otros reyes, e ricos hombres, e caualleros, y
dueñas y donzellas, e contarvos hemos de
vna donzella que vino a la corte del rey Ar-
tur mientra aquel cauallero anciano estaua
en la cortaT^ '■ "^ ' '
Lxxm
De como el cauallero anciano, por ruego de
vna donzella, fue en socorro de vn su cas-
tillo que le tenia cercado vn conde, y ge lo
fizo descercar.
Dize la hystoria, que en Camalot, en la
corte, estaua vna donzella que era venida al
rey que le diesse ayuda, y esta donzella era
hija de vna dueña que fue hermana de La-
marad de Liconays, e su madre la auia em-
biado al re}' Artur a le demandar ayuda, por-
que vn conde su vezino era muj- poderoso de
auer j de tierra, y porque la dueña no hauia
marido ni hombre que la defendiesse; este
conde le hauia tomado muchas de sus tierras,
e la tenia cercada en vn castillo con quatro-
cientos caualleros, y el conde auia jurado de
no leuantarse de íxYíj fasta que lo ouiesse ga-
nado, e por que el rey Artur ouiesse piedad
della, embiole aquella donzella, que era su
hija.\E por esta razón era venida al buen
r^y -artur la donzella, y le auia por muchas
vezes demandado aj'uda, y el rey Artur tenia
que fazer en curar de las llagas de los bue-
nos caualleros, y con el pesar que tenia no
le podia dar ayuda avnque le auia j)rometido
de ge la dar, y estando en la corte, acóntes-
elo esta auentura del buen cauallero anciano;
esta aueys 03'do, e la donzella auia visto la
gran caualleria de armas que auia hecho el
cauallero, e vio en como el se yua y el re 3^
le daua mal cobro de lo que ella demandaua;
llamo a vn escudero suyo, e mandóle que
le truxiesse su palafrén apriessa, e luego
fue traydo, e caualgo, e fue em pos del
cauallero con dos escuderos que eran ve-
nidos con ella por le hazer compañía. E
no se despidió del rey, antes se fue en
pos del cauallero fasta que lo alcanzo; quan-
do lo ouo alcauQado, ella descendió de su
palafrén, e hinco las rodillas antel, e pidióle
por merced que la escuchasse. E quando el
cauaUero vio estar asi la donzella, ouo della
DON TRISTAN DE LEONIS
437
grau piedad, e dixole: «-Señora, leuantadvos,
y dezid aquello que os plazera» . Y leuantose
la donzella en pie, y dixole: «Señor caualle-
ro, pidoos merced e por amor de Dios, que
ayays de mi piedad y de vna madre que
tengo vieja, e poned consejo en nuestro fe-
cho, ca, señor, sabreys por verdad que nos
somos las mas sin ventura mugeres que ay
en el mundo, e aquellas a quien mayor sin
razón e tuerto es hecho» . E quando el caua-
llero anciano asi oyó hablar a la donzella,
el ouo gran piedad della, que las lagrimas le
vinieron a los ojos, e dixole: «Señora, dezid
como es vuestro fecho». Luego comento la
donzella a contar su caso al cauallero ancia-
no assi como era, e dixo: «Señor cauallero,
es cierto que he vna madre que es dueña de
muy gran tienpo, e fue hermana de Lama-
rad de Liconays, e aquel Lámar ad fino al
tienpo del rey Yter Padragon, e quando
murió no dexo fijo ninguno, e toda su tierra
quedo a mi padre, e agora vino en aquella
tierra vn conde que es mancebo de pocos
dias, y es muy cruel, e comarca con nuestra
tierra, y este conde, como cruel e honbre
que no ha en si buen desseo ni buen seso
como menester le seria, es muy poderoso de
tierra y de a ver, y el vio que mi madre ni
yo no teníamos maridos ny hombres que nos
defendiessen, vino a cercar a nuestra tierra.
E el nos ha tomado muchas tierras e casti-
llos, e vn solo castillo que nos ha quedado el
es uenido a el, e tienelo cercado con todo su
poder, que son bien trezientos caualleros, e
my madre esta en el castillo con solos cient
caualleros, e quando vio ella este mal tan
grande que le hazia este cauallero, ella me
embio al rey Artur por que le embiasse ayu-
da, y el me la auia prometido que el pornia
en este fech9 buen cobro, y en tanto vos lle-
gastes a la corte, e aueyslos metido a todos en
rebuelta, qual vos sabeys, que todos quedan
feridos e quebrantados, en tal manera, que
avn en si no pueden poner cobro, mal lo por-
nan en lo de mi madre, que a todos los dexo
«^ue están catando sus llagas, que son muy
mal feridos los mas, y pense en mi mesma
que no podria auer mejor ayuda que la
vuestra, e por esso soy venida em pos de vos;
y bendito sea el mi señor Dios que os he ha-
llado, porque vos pido por merced, y por
amor de Dios y de sancta Maria, que os vays
comigo por ayudar a mi madre contra aquel
cruel honbre; esta, señor, es toda mi enba-
xada; por Dios, que a ella me proueays».
«Donzella, dixo el cauallero, yo os fago sa-
ber que ha mas de quarenta años que no
tome armas sino oy tan solamente, ni yo
auia voluntad de tomarlas. Enpero essa
dueña que dezis que le fazen tan gran sin
razón, yo haré todo mi poder, e avn por La-
marad, que fue gran amigo mió. E por esto
sed segura deste hecho, que yo lo quiero
llenar sobre mi, e vos ayudare con todo mi
poder». E dixo la donzella: «Dios, por su
clemencia, e santa Maria, vos den por ello
buen galardón, como yo espero que liara».
E luego subió en su palafrén, e fueronse por
su camino, e anduuieron aquel dia fasta la
noche, e quando la noche fue venida, el ca-
uallero fizo armar vn tendejón en medio de
la floresta, e alli folgaron aquella noche. E
otro dia de mañana leuantaronse, e caualga-
ron en sus cauallos, y anduuieron tanto por
sus jornadas, que llegaron a tierra de fora-
ña, e alli folgaron tres dias, e al quarto ca-
ualgaron en sus cauallos, e a los tres escude-
ros embiolos con la donzella suya, que no la
quiso llenar consigo, y mando que le aten-
diessen en vn lugar que les dixo fasta que
el tornasse, y el cauallero e la donzella an-
duuieron hasta que llegaron a tres leguas
del castillo de la dueña, y estuuuieron alli
fasta que ñie venida la tarde, y después que
fue noche, caualgaron en sus cauallos, e an-
douieron hasta que llegaron al castillo, e la
donzella, que sabia bien las entradas del cas-
tillo, lleno al cauallero que los de fuera no
los vieron entrar, e luego que fueron dentro,
decendieron de sus cauallos, e quando la
dueña vio a su hija, ouo gran alegría con
ella e con el caualiero esso mismo, e mando
atauiar de cenar, y cenaron e folgaron, e
mirauan al cauallero, e marauillauanse de
como era viejo, y que auia grandes miem-
bros, e como era bien fecho a marauilla; e,
como ouieron cenado, tiraron las tablas, e la
dueña llamo aparte a su hija e a tres caua-
lleros, los mas cuerdos que tenia; e quando
la dueña vio sus caualleros en su cámara,
dixo a su fija: «¿Como? fija, ¿este es el caua-
llero y el ayuda que el rey Artur nos embia?
Por Dios, que el nos embia mal recaudo, que
yo pensaua que traeriades con vos a don Lan-
garote, o a don Tristan, o a don Palomades,
o a don Galuan, o a otros muchos caualle-
ros de la Tabla Redonda, e vos aueys traydo
con vos vn tan viejo cauallero, que parece
que ha hedad de mas de cient años; mal
aueys recaudado en tal menester como este
en que estamos, qual vos, amada hija, bien
sabeys» . La donzella respondió e dixo: «Se-
ñora, por amor de Dios, no os quexeys fasta
que sepays la manera y el fecho de la ver-
dad como es. Señora, yo os digo verdadera-
mente que yo os he traydo mejor cobro que
SI vos ouiesse traydo el mejor cauallero del
mundo y el mas valiente, e digolo por lo que
438
LIBROS DE caballerías
yo misma le vi hazer, ca yo le vi hazer la
mayor caualleria en armas que jamas caua-
llero hizo. Que le vi derribar eu vu dia doze
cauaUeros los mejores de la corte, saluo que
no derribo a don Lanoarote del Lago, que
era mal doliente, entre los quales derribo a
don Tristan de Leonis, a Palomades el paga-
no, a don Graluan, sobrino del rey Artur, e a
don Estor de Mares, e a Lamarad (*) de Gao-
nes, e a otros buenos cauaUeros, que fueron
por todos doze. Y esto, señora, vi yo mesma
por mis ojos» . E quando la dueña e los caua-
Ueros oyeron estas buenas nueuas, ñieron
deUo muy alegres, y luego todos fueron en
donde el cauaUero estaua. E la dueña con su
fija, e los cauaUeros, se omiUaron a el, e
la dueña dixo al cauaUero: «Señor, pues
Dios en mi socorro os ha traydo, a el do
muchas gracias; que, según lo que de vos
me dizen, y con el derecho que tenemos, es-
pero que ayna auremos venganga de nues-
tros aduersarios» . El cauaUero diko que, con
la ayuda de Nuestro Señor, assi lo esperasse.
La dueña dixo que todo lo que ella hauia era
para seruicio suyo, e todos los cauaUeros del
castillo le fazian gran honi'ra y reuerencia.
Luego la dueña hizo llenar al cauaUero a
vna cámara muy rica, en que estaua vn
honrrado lecho e vn noble estrado, e diole vn
escudero que lo siruiesse muy honrradamen-
te, e durmió aqueUa noche a todo su plazer.
Otro dia de mañana, el cauaUero se leuanto,
e fue a oyr missa de Sancti Spiritus. E quan-
do la missa ñie dicha, la dueña hizo poner
las tablas para comer, y asentáronse a comer,
e comieron, y ouieron plazer. Fueron alli
todos los cauaUeros del castillo, e la dueña
vieja, e otras dueñas e donzellas, e ninguno
no comia a la tabla del cauaUero, por le mas
festejar, sino el solo, y todos le fazian gran
honrra, e lo seruian, e los otros cauaUeros, y
las otras dueñas, e la gente menuda, comian
a otras tablas; y quando ellos ouieron comi-
do, las tablas fueron leuantadas, y el caua-
Uero se leuanto en pie, y hablo en esta ma-
nera: «Señora dueña, e señores cauaUeros,
yo soy aqui venido porque vuestra fija me
ha hecho entender que este conde que aqui
fuera del castillo esta vos ha tirado gran
parte de vuestra tierra e honrra, e avn que
esto no le ha bastado, saluo que os quiere
tomar este castillo en que vos estays, e que
en todas estas cosas no tiene derecho nin-
guno, e quiérelo saber por vos e por estos
(') Aquí termina el fragmento de un Tristán caste-
llano (ms. del fiiglo xiv) que hemos dado á conocer
en nuestros Anales de la Literatura Española, y que
comienza con las palabras: cce maranillananse de com-
mo era yiejo».
honbres buenos que aqui son, este fecho si
es como esta donzeUa me ha contado» . Ees-
pondio la dueña e dixo: «Señor cauaUero,
asi me ayude Dios e nuestra señora su ma-
dre, e nos dexe acabar este fecho a nuestra
honrra, como ello es assi como mi hija os ha
contado, y que no ha fallescido en cosa de lo
que ha dicho, que ante auemos recebido mas
agrauio e daño de lo que aueys, señor, oydo» .
E dixo el cauaUero: «Pues assi es, agora me
conbatire mas sin miedo con ellos, pues yo
se quel derecho es de vuestra parte; que
cierto, señora, quel que tiene derecho, Nues-
tro Señor es en su ayuda, e todo aquel que
tiene tal señor en su conpañia, seguramente
puede comeuQar todas las cosas que quisiere.
E por esto, señores cauaUeros, pues nos te-
nemos el tal conpañero, y tenemos el dere-
cho de nuestra parte, sin miedo podemos yr
contra nuestros enemigos, que sin duda sere-
mos vencedores, si plaze a Nuestro Señor, e
en la mañana nos vamos al campo para ellos» .
Los cauaUeros, quando assi oyeron hablar al
cauaUero viejo con tanta destreza, ellos di-
xeron entre si que sin falta era cuerdo caua-
Uero, y que mucho auia fablado bien e hon-
rradamente, e dixeron que ellos harian todo
aqueUo que mandasse, y que no le fallecerían
mientra que ouiessen las almas en los cuer-
pos, e que en todo seguirían su mandado. E
quando el cauaUero anciano vio la voluntad
de los cauaUeros de la dueña, el ouo gran
plazer en su coraron, y llamo a vn escudero,
e dixole: «Tu yras al conde, e dile de mi
parte que soy vn cauaUero de gran hedad, y
que ha mas de quarenta años que no tome
armas, empero que, por la gran desmesura
e por el tuerto que yo he oydo dezir que el ha
hecho e avn haze a estas señoras, soy venido
aqui. E dile que le embio a dezir que si el
quisiere tornar su tierra a la dueña e a su
hija, e si se quisiere quitar de sobre este cas-
tiño, que a mi plazera, e si esto no quisiere
hazer, dile que yo y re mañana a conbatirme
con el, por defender el derecho destas seño-
ras» . E luego el escudero se partió del caua-
Uero, e fuesse para el conde, y haUolo con
gran conpaña de cauaUeros, e saludólo a el e
a los suyos bien cortesmente, y el conde le
dixo que fuesse bien venido. «Señor conde,
dixo el escudero, vn cauaUero, que es mi se-
ñor, vos embia a dezir por mi, quel es vn ca-
uaUero estraño de luenga tierra, y que passa
de hedad de cient años y que ha mas de qua-
renta años que el no truxo armas, saluo de
pocos dias acá, y que, el estando en su tierra,
vna donzeUa, fija de mi señora, le ha ydo a
buscar para ayudarlas e fauorescerlas e fazer-
les dar lo suyo. Mas, porque el ha entendido
DON TRISTAN DE LEONIS
439
el gran nial e la gran desonrra que vos fazeys
a estas sonoras que son en este castillo, vos
embia dezir que, si vos les quereys tornar
toda su tierra que les aueys tomado, y que
vos leuanteys deste castillo, e si'assi lo i[\\e-
Toys hazer, que a el plazera mucho, mas si vos
esto no quereys fazer, el os faze saber que el
verna mañana al canpo, para se conbatir con
vos e con vuestra gente». Quando el conde
oyó esto que le dixo el escudero, el lo touo
a gran locura, e dixo al escudero: «Ve, tór-
nate para tu señor, e dile que, si el salió de
seso, que su locura le podra hazer gran
daño». Y el escudero, quando aquello le oyó
dezir, dexole: «Señor conde, mañana po-
dreys bien ver si mi señor es loco o cuerdo
cauallero» .
Luego se torno el escudero para su señor,
e no se quiso despedir del conde, ni el dixo
mas, e contó todo aquello quel conde dixera
a su señor punto por punto , Luego el caua-
llero anciano dixo a los caualleros: «Señores,
nos auemos hecho todo aquello que es de-
recho de nuestra parte; por ende vos ruego
que cada vno se apareje en este dia y en esta
noche de todo aquello que vos haze menester,
en tal manera que de mañana nos vayamos
a prouar con nuestros enemigos, e catad que
cada vno de vos sea buen cauallero, e no os
deys nada por la muerte» . E los caualleros
dixeron que ellos farian todo su poder. E
luego comení^'aron los caualleros del castillo
de aparejar todo aquello que les hazia me-
nester para la mañana, e todos atendieron
el dia con gran miedo que auian, que ellos
sabian que aquellos que estañan de fuera
eran quatro para vno, e avn que eran mejo-
res caualleros que ellos.
Otro dia, los caualleros se armaron todos,
e fueron a oyr missa de Sancti Spiritus, e
confessaronse todos, e subieron en sus caua-
llos e salieron fuera del castillo; y el caua-
llero anciano hizo fazer de los cient caualle-
ros del castillo vna haz, e llenaron su seña,
e diola que la lleuasse vn buen caudillo, e
luego comencaron a yrse contra sus enemi-
gos, e las dueñas y donzellas, y los que no
eran para traer armas, subiéronse a los an-
damies del castillo por ver la batalla. E to-
dos rogauan a Dios que los quisiesse ayudar^
e quando el anciano cauallero y los otros, que
eran cient caualleros, fueron cerca del conde
quanto vn trecho de ballesta de donde el
conde estaña, mando que no passassen mas
adelante, y la razón por que los fizo detener
fue por su bondad, quel via bien quel con-
de y sus gentes no eran prestos, y pareciale
que faria vna gran maldad si assi peleassen
con eUos estando desarmados, y por esta ra-
zón fizo detener su gente, porque el conde y
sus gentes so pudicssen armar a toda su gui-
sa. El conde ni sus gentes no estañan arma-
dos, porque auian tenido por burla lo quel
escudero le auia dicho, y (juando el conde y
su gente vieron venir las conpañas arma-
das fiel castillo assi ordenadamente, comen-
(,"aron a dar grandes bozes, y dezir: «¡armas!
¡armas!», y fueron armados a gran priessa,
y hizieronse dos hazes, y en cada haz hizo
poner vn buen caudillo, e auia en cada haz
dozientos caualleros, y luego se comengaron
a yr contra la gente del castillo bien y cuer-
damente la vna haz y la otra; y el cauallero
anciano, quando los vio venir, mando a sus
caualleros que se fuessen reziamante contra
sus enemigos, y los caualleros no se detouie-
ron, antes se fueron contra ellos, e abaxa-
ron sus langas, e fueronse ferir los vnos a los
otros de gran fuerza, que era marauilla de
ver, y alli podriades ver caualleros en tierra,
y cauallos sueltos sin señores, y yelmos sin
cabecas, e cabegas sin cuerpos, y la pelea
que fazian y el ruydo era grande , y avn el
conde no era entrado en la batalla, porque
queria que entrassen primero las dos hazes
suyas en la pelea, que cierto el conde y sus
caualleros trayan muy mal a los caualleros
del castillo, porque ellos eran pocos. E quan-
do el cauallero anciano vio quel conde con
su conpañia trayan mal a los suyos, dixo que
tienpo era de ayudar a sus caualleros.
Lxxrv
De como el cauallero anciano salió a la ha-
talla e la vendo, y mato mucha gente, y
tomo preso al conde.
Abaxo la lan^a luego el cauallero anciano,
e con gran yra firio al cauallo de las espue-
las, e fue ferir en la mayor priessa que vio
de sus enemigos, y el firio al primero caua-
llero que hallo tan fuertemente, que le echo
del cauallo en tierra. E no se detono, e fue
herir a otro cauallero tan reziamente, que
lo echo en tierra muerto. Después firio al"
tercero, e quarto, e al quinto, assi que derri-
bo aíjuella vez, antes que se le quebrasse la
lanra, veynte caualleros; luego el anciano
viejo puso mano a la espada, e metióse entre
sus enemigos assi brauamente como el lobo
entre las cuajas, e comencé a dar grandes
golpes a diestro e a siniestro, y el tirana yel-
mos de caberas y escudos de cuellos, e derri-
baua caualleros de cauallos a tierra; no al-
cancaua cauallero que firiesse de toda su
fuerga que lo no echasso en tierra muerto
440
LIBROS DE caballerías
o mal ferido, y el fazia tan gran maraiülla
de armas, que todos aquellos que lo veyan
se marauillauan, assi amigos como enemigos.
Quando los caualleros del castillo vieron
aquellas marauillas que fazia el su anciano
cauallero en los enemigos, ellos cobraron co-
raron e fuerca, y comenQaron a ferir rezia-
mente en los contrarios y ayudar al buen
viejo cauallero; y quando el vio que sus ca-
iialleros cobrauan ñierca e fazian gran daño
a sus enemigos, ouo gran plazer, y no se de-
tuuo poco ni mucho, ante comen90 a ferir en
la gente de sus enemigos, y a matar y de-
rribar muchos dellos, e fizo tanto en armas,
que era temido assy como león, e andaua
muy brauamente entre sus enemigos, que no
parecia honbre terrenal , antes páresela vn
relaupago. e no auia cauallero que lo osasse
esperar, que assi ñiyan del como las ouejas
del lobo. E quando la gente del conde vieron
que no podian sofrir al anciano cauallero,
comengaron de ftiyr lo mas que ellos podian,
y el cauallero anciano y los del castillo,
quando vieron que sus enemigos eran ven-
cidos e fuyan, ñieron empos dellos bien dos
leguas, e todavía yuan matando e derriban-
do a tieria. e faziendo gran daño en ellos.
Y el cauallero anciano e sus caualleros, que
eran ya cansados, tornáronse por donde
auian ydo, e prendieron al conde e bien cient
caualleros de los suyos con el, e llenáronlos
al castillo; e luego se desarmaron todos, y
folgaron, e comieron, que eran muy cansa-
dos, e cataron sus feridas, e catadas, el an-
ciano cauallero fizo ayuntar a la dueña e a
los caualleros todos, e dixoles: «Señora y se-
ñores: a mi parece que seria bien que fiziesse-
des paz con este conde, eseays buenos amigos
y buenos vezinos» . Dixo la dueña que todo lo
que el mandasse se faria. Y el cauallero an-
ciano dixo: «Señora, el conde, según parece,
no ha muger, y vos aueys esta hija, yo quiero
y os ruego que los caseys en vno, e assi aureys
buena paz». Dixeron todos que les plazia.
Luego sacaron al conde de la prisión, y el
cuydaua que lo sacauan a matar, e ouo miedo.
E traydo al palacio ante todos, el cauallero
anciano le dixo: «Conde, bien veys quantos
agrauios a estas señoras teneys fechos, e
tanbien en el estado que estay s agora, que
se yo que en tal poder podriades estar, que
luego os mandarla dar la muerte, pero yo,
como os veo que vuestra hedad es tan bien
dispuesta para biuir, no quiero que passe
por otra manera, saino que, pues no aueys
muger, que os caseys con esta hija desta se-
ñora, e que toda su tierra tengays como
vuestra, e aureys siempre paz; y esto me
paresce lo mejor e mas prouechoso para
todos» . Y el cauallero no dixo mas; el conde
respondió: «Señor y señoras: todo lo dicho
ha sido tan bien dicho, que no pornia fabla
en ello, saluo que lo fare de buena gana».
E ante quel cauallero anciano de alli par-
tiesse, los desposo, e les hizo sus bodas muy
honrradas, y el conde fue plazentero dellos,
e ouieron sienpre buena paz e biuieron con-
formes. E agora dexemos de contar esto; tor-
nemos a contar de como el buen cauallero
anciano embio a decir su nombre e quien era
a la corte del rey Artur. Quando el cauallero
anciano ouo acabado este hecho como aueys
oydo, el se despidió del conde e de las seño-
ras del castillo, los quales se despidieron con
mucha alegría y plazer, e desque ouo folga-
do algunos dias en su casa^ vínole al coracon
como auia prometido al rey Artur que le em-
biaria dezir su nombre y de que linaje era,
y llamo vn su escudero, e dixole: «Tu yras
a la corte del rey Artur y contarle has toda
la auentura que con la donzella e con el
conde me ha venido, según y en la forma
que lo has sabido. Otrosí tanbien le dirás
como me llamo y de que linaje soy, según
(jue lo tu sabes, y este seruicio me liaras
con diligencia y lealmente» . El escudero le
prometió que faria su mandado lo mejor quel
supiesse, y el se partió, e anduuo tanto fasta
que llego a Camalot, e alli fallo al rey Artur
en la yglesia oyendo missa. assentado en vna
silla, con gran conpaña de altos honbres y
de caualleros. en que auia obispos e carde-
nales, que auian venido a hazer vna fiesta
aqiiel dia.
LXXY
De como el mensajero llego a Camalot con
el mensaje del anciano cauallero su señor.
El escudero se fue derechamente para el
rey, e humillosele muy cortesmente. E quan-
do el rey lo vido, dixole que fuesse muy bien
venido. El escudero dixo: «Señor, el caua-
llero anciano, aquel que justo con vuestros
caiialleros e no quiso justar con vos, embia
a dezir por mi que lo no hizo por mal que os
quisiesse a vos ni a hombre de vuestra corte,
mas que lo fizo por saber que tales eran los
caualleros deste tiempo y que poder auian, y
por conoscer quales eran mejores caualleros,
los ancianos o los noueles, como lo entonces
dixo, e porque le rogastes que os embiasse a
dezir su nombre e quien era, lo embia agora a
dezir por mi; e la causa por que no lo ha em-
biado ante a dezir fue por vna donzella que
en vuestra corte estaña a la sazón quel aqui
DON TRISTAN DE LEONIS
441
fue, y pedia a vuestra real excelencia ayuda
para vn agrauio que le hazia vn conde, la
qual donzella, como vio quel cauallero mi
señor era tan esforzado en armas, luego que
de aqui partió, le siguió y le rogo que por
Dios la acorriesse a vn agrauio que le fazia
vn conde, que le tomaua su tierra, porque
su madre ni ella no tenian maridos que las
defendiessen; y mi señor, vista su demanda
ser tan justa, como es de su vso e costunbre
en tales cosas vsar de piedad, aceptóle que
yria con ella, el qual lia tanto fecho, que
mato mucha gente del conde y firio, y a el
prendió; y de preso, porque vio que su paz
no podia ser confirmada, alos casados en
vno al conde e a la donzella, y assi los dexo
en paz y sossiego. Señor, dicho he toda la
auentura que a mi señor ha venido en este
caso, y helo dicho por las mas hreues pala-
bras que he podido, e quiero dar a vuestra
excelencia cuenta como se llama y de que
linaje es. El cauallero anciano ha nombre
Brauor el brun, e fue nieto de don Segura-
des el brun, que fue hermano de su padre de
don Segurados, e fue primo de don Héctor
el brun, que ftie en su tienpo vno de los
buenos caualleros del mundo e mas valiente,
e no ouo ninguno de cuerpo tan grande como
el ni de tan grandes mienbros, e fue el caua-
llero del mundo que mas hedad biuio en
aquel tienpo y el que mejor mantuuo cana-
lleria en la vejez, e ñie de linaje de los Bru-
ñes, como lo podeys saber por libros que fue-
ron fechos en aquel tienpo; e fueron de aquel
linaje los mejores caualleros del mundo, que
sabed que Febus ftie tal cauallero como el
mundo da fe, e de aquel linaje es mi señor» .
Y quando el mensajero ouo dicho, e los caua-
lleros e altos honbres que ay estañan ouie-
ron oydo todo aquello, fueron marauillados,
que ellos cuydauan que ñiesse passado deste
mundo el cauallero, e gran tienpo auia que
ellos no auian oydo hablar del, mas a Segu-
rados su sobrino auian ellos visto, e dixeron:
«Verdaderamente, Brauor el brun es el me-
jorcauallero del mundo; e avn agora, assi an-
ciano como es». ]\Iucho se marauillaron en
la corte desta auentura, y el rey dixo que
queria que fuesse puesto en escrito, e mando
a vn clérigo de los de la Tabla que pusiesse
el nombre del cauallero en el libro de la Ta-
bla, e las auenturas que le contecieron desde
el dia que llego a la corte hasta el dia que
torno a su tierra, según qiie de suso el men-
sajero le auia contado. Y al mesmo caualle-
ro anciano acaescio lo siguiente, e metiéron-
lo assimesmo en el libro de la Tabla. Acaes-
cio que vn dia yua a vn castillo a ver vn
su amigo que estaña doliente, e yendo por
vna floresta, e sus escuderos con el, encon-
traron quatro caualleros armados do todas
armas, e leuauan vn cauallero, las manos
atadas atrás e los pies atados so el vientre
del cauallo, e traya consigo vna muy apues-
ta dueña, que yua faziendo el mayor duelo
del mundo. E quando la dueña vio venir al
cauallero anciano, ella le pidió merced por
Dios e por honrra de caualleria que acorriesse
aquel cauallero, que era su marido, que
aquellos malos caualleros lo lleuauan a la
muerte; y quando el cauallero anciano oyó
hablar a la dueña, e vio como ella fazia gran
duelo, tanbien como lleuauan al cauallero
tan malamente preso, ouo gran piedad della
e de su marido, e dixo a los caualleros: «Se-
ñores, ¿por que lleuays assi este cauallero?»
Ellos respondieron: «¿Que aueys vos que ha-
zer si lo nos llenamos bien o mal?» Dixo el:
«A mi parece que deueys dexar yr al caua-
llero e a la dueña» . Y ellos le dixeron: «Se-
ñor, yd vos con buena ventura vuestro ca-
mino, que por vos ni por hombre del mundo
no dexaremos el cauallero ni la dueña» . Dixo
el cauallero anciano: «Yo creo que por mi solo,
si quisiere, le dexareys». Dixeron ellos:
«¿Como, cauallero, vos pensays auer mas
fuerga que nos quatro?» Dixo el cauallero:
«¡Agora lo vereys!» Y tomo su escudo e la
lan9a, e enlazo el yelmo, e dixo: «Señores
caualleros. o dexad el preso, o os defended,
que a la justa soys venidos». E los quatro
caualleros lotuuioron por loco, y el vno de-
llos dixo: «Señor cauallero, pues ys buscan-
do justa, aueysla hallado aqui»; e luego se
arredraron el vno del otro, e abaxaron sus
lauras, e dexaronse venir el vno contra el
otro tanto como los cauallos los podian lle-
nar, y el cauallero dio vn gran golpe sobre
el escudo con su lan^a en el honbre bueno,
y el buen viejo le firio en tal manera, que
ni sabia si era noche si dia. E quando los
tres caualleros compañeros vieron a su com-
pañero en tierra, ellos dixeron: «Este caua-
llero es de gran fuerya, e si nos andamos
vno a vno a justar con el, el nos derribara a
todos, mas vamos todos a ferir en el, e me-
támoslo a muerte. Y a esto se acordaron los
tres caualleros, e no se detuuieron, mas an-
tes abaxaron sus laucas e fueron a ferir en
el cauallero. E quando el los vio venir, non
les recelo, antes se fue para ellos, e todos
tres fueron a ferir al anciano viejo tan re-
ziamente, -^ue las lanzas fizieron bolar en
pedacos. Y el cauallero hirió al vno dellos,
ijue lo hizo caer de la silla. E los dos caua-
lleros que eran quedados en sus cauallos, me-
tieron mano a las espadas e fueron a herir
contra el reziamente; y quando el cauallero
442
LIBROS DE caballerías
los vio venir, dio la su langa al escudero, e
puso mano a su espada e ñiese para ellos
de buena gana. E al primero que alcanoo,
dio tan gran golpe por encima del yelmo,
'|ue le metió el espada por la caber-a, y el se
sintió mal ferido, e descaualgo del cauallo,
i|ue no podía estar en el. E quando el ancia-
no cauallero ouo fecho aquel golpe, boluio su
cauallo contra el otro, que os diré verdad
quel cauallero anciano en poca de hora los
derribo a todos en tierra mal feridos, y fuesse
luego para el cauallero preso, y el fizólo sol-
tar de las manos y de los pies, y el cauallero
e la dueña ouieron gran plazer quando se
\'ieron assi deliberados, eagradescieronlo mu-
cho a Dios y al buen cauallero anciano; y el
cauallero les dixo que si auian recelo de al-
gún otro cauallero, y el preso dixo: «Señor,
nos auemos miedo, j por ende vos rogamos,
por amor de Dios, que nos Ueueys en vues-
tra guarda hasta que nosotros seamos llega-
dos a nuestro lugar, que es cerca de aqui».
«Esto fare yo de^buena voluntad, dixo el ca-
uallero anciano. Pues agora caualgad, e mé-
tamenos al camino, que no os fallescere de
mi ayuda a todo mi poder» . «Grandes merce-
des», dixeron ellos. Y ellos yendo assi, el
cauallero les pregunto que por qual razón
auian sido presos, e donde los lleuauan. E di-
xeron: «Señor cauallero, esto os contaremos.
Sabed que los dos de aquellos quatro caualle-
ros son hermanos, e auian otro hermano, e
todos tres hermanos tomaron a mi padre sin
razón e matáronlo; e al tienpo que lo ellos
mataron, yo era pequeño, y porque yo no pe-
dia meter mano en caualleria, seyendo mogo
de pocos dias, fueme a la corte del rey Ar-
tur, y hizeme cauallero lo mas ayna (¿ue
pude. Y después que yo fue cauallero, mate
el vno dellos en venganza de mi padre, e
después acá he embiado a dezir a los dos her-
manos que quedauan que ouiessen paz e
buena amistad comigo, y ellos no lo quisie-
ron fazer, antes me desafiaron que me sa-
carían el alma donde quiera que me pudies-
sen auer. Y yo, quando] supe esto, guarda-
uame lo mejor que podia, e oy me acaescio
que yo y esta dueña mi muger yuamos por
asta floresta a ver su madre a vn lugar cerca
de aqui, e aquellos caualleros que vos vistes
saliéronnos al camino, y lleuauanme para
cortar la cabega delante su padre, que es
avnbiuo».'E assi hablando, llegaron a su
lugar del cauallero preso, y el cauallero y la
dueñ'a hospedaron al anciano cauallero, e hi-
zieronle mucha honrra, e otro dia de maña-
na se leuanto el cauallero anciano, y tomo
sus armas, e caualgo en su cauallo, y enco-
mendó a Dios al cauallero preso y a la due-
ña, y ellos le dixeron: «Señor cauallero, vos
soys el honbre del mundo que nos mas ver-
daderamente auemos de amar y tener por
señor, que vos nos aueys dado la vida, e
quanto en el mundo auemos es todo a vues-
tro mandamiento» . Y el cauallero les agra-
descio mucho lo que ellos dezian. Y luego se
partió dellos y fuesse por su. camino, y andu-
uo tanto por sus jornadas, sin auentura hallar
que de contar sea, que llego al castillo donde
estaña su pariente doliente, e hallo que era le-
uantado de la dolencia, e ouieron ally gran pla-
zer en vno. E folgo alli el cauallero anciano
dos meses. E despidióse de su pariente, y
anduuo tanto por sus jornadas que llego a su
casa. Y el dixo que era ya viejo para en
estas demandas, y que era ya tienpo de fol-
gar e de tirarse destas cosas, y queria rogar
a Dios que del ouiesse merced, y el assi lo
fizo. Dada la cuenta desto todo para que en
el libro de la Tabla se escriuiesse, callo el
mensajero que no dixo mas, y assi se partió
del rey Artur.
Agora dexa de hablar desto, y torna a don
Tristan, de como se i)artio de la corte del
rey Artur para yr a buscar sus auenturas, e
dixo a don Lancarote que se quedasse adiós
y le diesse licencia.
LXXVI
De como don Tristan salió de la corte del rey
Artur y fue a buscar auenturas, y como
desbarato los cient caualleros que guarda-
uan la hada Morgayna.
Quenta la historia que don Tristan estaua
mu}^ enojado de estar tanto tienpo en la cor-
te del buen rey Artur, y dixo a don Langa-
rote: «Señor, yo me quiero yr luego a bus-
car mis auenturas, por que os ruego que me
dej^'S licencia, que, cierto, yo estoy cansado
de estar aqui tanto tienpo sin fazer cosas que
de contar sean para la honrra de la Tabla» .
E quando don Lancarote le oyó dezir aque-
llo, fue muy triste, e dixo: «Señor don Tris-
tan, mucho me pesa por vuestra yda, ca qui-
siera que vos aqui quedarades, mas, pues a
vos viene en plazer, yd mucho en hora buena,
e ruegovos que vays a tomar licencia del rey
e de la reyna, (jue se que les pesara de vues-
tra partida» . Y el se fue delante dellos e de-
mandóles licencia, y ellos ge la dieron, e ro-
gáronle mucho que tornasse en Camalot, e
que les faria muy gran honrra e seruicio. E
don Tristan fizo gran reuerencia al rey, e
dixole quel ternaria lo mas ayna que pu-
DON TRISTAN DE LEONIS
443
diesse. E luego tomo sus armas, e eaualgo eu
su cauallo, y Lancarute lo salió acompañar
muy gran pie^a, e don Tristan lo encomendó
a Dios. Don Lan(,'arote dixo que, si el qui-
siesse, que yria con el, e don Tristan le dixo:
«Señor don Langarote, yo os ruego que vos
os quedeys, que yo seria alegre con la vuestra
compañia, mas este camino yo le quiero fa-
zer sin otra conpañia, e yo vos prometo de
tornar lo mas ayna que pudiere » . E don
Tristan se fue por su camino, e Langarote
se torno para la ciudad , e fue ventura que
don Tristan llego a la puente donde se auia
conbatido con los cincuenta caualleros de la
hada Morgayna, y alio ay cient caualleros.
E quando el quiso passar , dixeronle : « Ca-
uallero, muerto soys» ; e viniéronse para el
las laucas en las manos, e dieronle tan gran-
des golpes, que por poco no le echaron de
la silla, y ellos bien lo cuydaron derribar,
mas Tristan se tuuo bien, que dio tan gran-
des golpes a los caualleros, que antes que
quebrasse la lanya echo en tierra veynte e
dos caualleros. E quando los otros lo vieron,
cercáronlo en medio, dieronle muy grandes
golpes, mas las armas eran buenas y muy
fuertes, que no las podian falsar a el ni a su
cauallo. E Tristan metió mano a la espada,
e fue ferir a vn cauallero por encima de la
cabera, que lo abrió fasta los dientes, y quan-
do los otros vieron aquel golpe, dieronle lar-
gura, e comenzaron a fuyr para el castillo,
e Tristan passo la puente, e fuesse por su ca-
mino fasta que llego a vna fuente en vn buen
prado, e descaualgo por refrescar el e su ca-
uallo, y hechose a dormir, e los caualleros
se fueron para el castillo delante de la due-
ña, y ella les pregunto por nueuas. Y dixe-
ron: «Todos somos desbaratados e muertos
por mano de vn solo cauallero, y creemos
que sea diablo antes que honbre » . Y ella les
dixo: «Antes es cauallero carnal, mas vos-
otros soys tan couardes, que avnque ftiesse-
des mil tales a todos vos echarla a mal» . Y
ellos dixeron: «Pues vos sabeys quien es, nos
os rogamos que nos lo digays». Y ella dixo:
«Según muestra' el arte, es el cauallero del
otro dia». Y ellos dixeron: «Señora, ¿es Lan-
garote?» Dixo ella: «No os, ante es cauallero
que viene de la corte del rey Artur e ha nue-
uamente jurado la Tabla» ; e dixo: «Yd diez
caualleros a tal fuente, que alli lo hallarej' s,
8 rogadle de mi parte que venga aqui a to-
, mar seruicio por cortesía». Y ellos fizieron
su mandado, e hallaron a Tristan (¡ue «^ue-
ria caualgar en su cauallo, y ellos de lexos
saludáronle, y el les torno las saludes, y di-
xeronle: «Señor cauallero, la señora del cas-
tillo por do aueys passado, nos embia a vos,
ruega vos por cortesía e por el su amor, que
vos vays a su castillo e tomarej's della serui-
cio». E Tristan les demando que quien era
la dueña. Ellos le dixeron en como era la
dueña úe la hada Morgay na,^e Tristan, vien-
"do que ' era noche7"oíorgoga[o por cortesía o
por lionrra della, que era hermana del rey
Artur, e eaualgo e fueronse para el castillo.
E quando fueron dentro, la dueña lo saludo
cortesmente, e Tristan le torno las saludes,
y ella le fizo tomar el cauallo, e mando que
ge lo pensassen, e tomo a Tristan por la
mano, y Ueuolo a vna cámara, e dixole:
«Tristan, vos me haueys fecho oy gran
daño» , y el, quando se oyó nombrar, fue ma-
rauillado, e dixo: «Señora, ¿que daño vos he
fecho?» Y ella le dixo: «Vos me aueys des-
baratado mis caualleros por dos vezes , e me
los aueys espantado, que de oy mas no falla-
re cauallero que a la puente ose estar» . «Por
mi fe, señora, dixo Tristan, si yo os he he-
cho algún daño, yo soy muy triste por ello,
mas yo no sabia que ellos fuessen vuestros,
e fizelo por defender mi persona, que no me
querían dexar passar la puente, mas ruego-
vos que me perdoneys por vuestra cortesía» .
E ella le dixo: «Señor don Tristan, grande
seria el daño que vos me ouiessedes hecho,
que yo no os perdonasse por la voluntad e
ardimiento que en vos ay » . E Tristan le
dio muchas gracias . E dixo ella: «Señor don
Tristan , vos me aueys demandado vn don
que os perdonasse, e por esto os demando yo
a vos otro don que me deys» . E Tristan dixo:
«No ay cosa en el mundo que vos me deman-
deys, que vos la no de». Y ella dixo: «Yo os
ruego e demando en don que durmays esta
noche comigo, y que me deys el vuestro
amor e yo daros he el mió» . E don Tristan
dixo: «Señora, aqueste don no os lo darla,
que mucho seria tenido por mal cauallero».
E dixo ella: «¿Por que?» Dixo Tristan: «Por-
que lo he dado a otra dueña, e por tanto no
vos lo otorgo, mas haré por vos toda otra
cosa que me demandeys : e avn lo dexo por
honrra del rey Artur vuestro hermano, e no
quiero ser reptado de los caualleros de la
Tabla Redonda» . E quando la dueña vio que
le no quería otorgar su amor, fue muy tris-
te, e rogóle por cortesía que ge lo diesse; y
el dixo que no faria. E quando ella vio que
ge lo no quería otorgar, fue muy sañuda, e
dixole: «Tristan, pues no me quereys dar el
vuestro auior, salid fuera del castillo, que
a<]ui no podeys dormir, e de aqui adelante no
parezcays delante de mi» ; e Tristan dixo
que le diesse sus armas e su cauallo, y luego
ge lo dieron todo y fuesse por su camino, e la
dueña quedo muy corrida , e dixo que ella
444
LIBROS DE caballerías
seria en su daño ijuanto biuiesse. E dexemos
estar la dueña sañuda e triste, e tornemos a
Tristan que se yua su camino, e llego a vn
castillo de vn rico hombre, el qual era su
enemigo, y el no lo sabia.
Lxxvn
De como don Tristan, andando buscando sus
aiic'iihiras. acertó en vn castillo de vn su
enemigo 'no lo sabiendo^ y de lo que allí le
acontesdo.
Dize la historia que don Tristan no sabia
que alli fiíesse su enemigo, y entro en el
castillo, e el rico hombre lo rescibio muy
honrradamente e con gran honrra, y curaron
bien del e de su cauallo, y el rico hombre
no lo conoscia, e era seruido de grandes e de
pequeños; y en aquel castillo auia vna don-
zella, la qual seruia a vna dueña muger del
rico honbre, e conoscia a don Tristan, mas
ella no dixo nada fasta que don Tristan
dormia, e la donzella dixo al rico hombre:
«Señor, muchas vezes os he oydo que que-
riades tomar venganca de Tristan: sabed que
vos le teneys en vuestro poder» ; y el dixo
que lo no creya quel fuesse. E quando la
donzella le oyó dezir que lo no creya, dixole:
«Verdaderamente que el es.» E quando el
vio que lo porfiaua, dixo: «Td a la cama e
parad bien mientes si es el, e dezidme bien. la
verdad». La donzella fue a Tristan, y ella
lo conoscio muy bien, e salióse de la cámara,
e hallo a su señor, e dixole en como aquel
era don Tristan cierto; y el rico honbre se
aparejo con diez caualleros armados, e fuesse
parala cámara donde Tristan dormia, e dixo:
«¡Sea preso el traydor de don Tristan, que
mato a mi fijo e a mi hermano en el torneo
del Yercepon!» E como dormia, prendiéronle,
e ataron muy fuertemente las manos. Y el
pregunto que por qual razón lo prendían, y
contáronle en como deuia morir por tal
razón; e fue muy bien guardado hasta la
mañana. E quando vino el dia, el rico hom-
bre se leuanto, j mando apregonar por todo
el castillo que todo hombre tomasse armas
e fuesse a ver la justicia que se auia de fazer
del traydor de don Tristan. E la gente,
quando oyeron esto, tomaron sus armas e
fueronse a la puerta del castillo, e don
Tristan yua bien atado encima de_vMjmila i
e salieron fuera para To cortar la ca bc(;a.~Y^
estando en aquella priessa, ellos Yieron venin.
vn cauallero armado, y este era el buen Pa-j
t-lfimaxlfia, y el rico hombre, quando le vkyj
conosciole, que lo auia acogido muchas vezes
en su castillo, y el rico hombre le dixo:
«Señor Palomades, agora podej^s tomar ven-
ganza del vuestro enemigo mortal don Tris-
tan de Leonis, que yo le tengo aqui y le
quiero cortar la cabe(;'a» . «Y ¿que vengan(;a
aure yo, dixo Palomades, si el muriesse en
tal manera?» E dixo entre si que, si el pu-
diesse, que le ayudarla que no muriesse tan
vilmente en poder de tal hombre ni por tal
razón. E don Tristan, quando vio al caualle-
ro, dixole: «Cauallero andante de la Tabla
Redonda, quien quier que seays, ruegovos
por cortesía que hagays saber en la corte del
rey Artur en como Tristan de Leonis es
muerto por mano deste rico hombre que me
prendió en su castillo a salua fe e con gran
traycion». E Palomedes paro mientes en
aquellas palabras, y abaxo la cabera contra
tierra e no dixo nada. E dixo entre si mesmo
que si don Tristan muriesse de tal manera,
que seria muerto vno de los mejores caualle-
ros del mundo, y que la su muerte seria gran
daño a la Tabla Redonda, e dixo que no era
menester que en aqiiel punto le falleciesse,
ni catasse a la mal querencia que era entre
ambos a dos, e dixo quel faria en aquel
punto quel tuerto quel tenia hecho a Tristan
que alli lo enmendarla, pero quiso saber si
lo auian prendido assi como el dezia, y pre-
gunto al rico honbre si era assi, y el dixo
que si. E Palomades dixo al rico honbre:
«A mi paresce que seria gran traycion si de
tal forma le diessedes muerte» . «Señor, dixo
el rico hombre, el me lo ha merescido, que
me ha muerto mi hijo e mi hermano en vn
torneo, e cierto, non escapara sin muerte» .
Y Palomades le dixo assaz de buenas razo-
nes, e le rogo que lo no matasse, que lo de-
xasse yr por amor del, que gran verguen(;'a
le seria si lo el viesse morir. E dixole que, si
lo el quisiesse soltar, si no, que lo ayudarla
a todo su poder. «Por cierto, dixo el rico
lionbre, que el no se escapara sin muerte, e
yo no oyre vuestros ruegos, empero, si vos
lo ayudardes, vos tomareys muerte assi como
el» . E Palomades fue desto sañudo, e dixo:
«¿Como? ¡vil honbre! ¿fareys de mi como
del? ¡no fareys, a la mi fe!» E diole tal golpe
por los pechos, que lo echo en tierra muerto.
E después corrió em pos de los otros, e derri-
bo e Ario veynte e cinco caualleros antes que
quebrasse la lanca, e toda la gente vino sobre
el, c dauanle grandes golpes, y el saco la es-
pada, e dio a vn cauallero que le estaua de-
lante vn tal golpe, que le corto la cabega; e
los otros, quando vieron este golpe, comen-
r;aron a fuyr, y el torno a Tristan, por tal
(jue, mientra el peleaua, no le diessen algu-
DON TRISTAN DE LEONTS
445
na ferida de ^iie muriesse, e allegóse a el, e
cortóle las cuei'das de los pies e de las manos
que tenia atadas. E Tristan, quando so vio
suelto, tomo vn escudo e vna langa e vn
yelmo, e caualgo en vn canal lo de aquellos
feridos, e ft/áeron tanto ambos a dos, que
ellos tomaron las armas y el espada de (.lo)i
Tristan, que las traya vn cauallero por des-
pecho de don Tristan, e Palomades dixo a
Tristan: «Señor, salgamos de aqui e vamos
nuestro camino, que harto se ha fecho de
armas en nos escapar de tantas gentes» . E
luego salieron de la priessa y entraron en
la floresta, e Palomades dixo a Tristan: «Se-
ñor, ¿conosceysme?» Dixo: «No, mas ruego-
vos que me digays quien soys, que mucho
vos he que agradescer, que de la muerte me
aueys escapado» . «Sabed, dixo, que yo soy
Palomades» .
E quando Tristan oyó su nonbre, luego
se tiro el yelmo e lo fue abracar, e dixo:
«Palomades , no merezco recebir de vos tan-
ta honrra como me aueys fecho; empero yo
me pongo en vuestro poder, e faze de mi
aquello que quisierdes». Dixo Palomades a
Tristan: «Señor, no podia sofrir que tan
buen cauallero como vos muriesse en tal ma-
nera en poder de tan vil gente, e por esto
hize aquello que vistes. Vos soys buen caua-
llero, ruégeos que seays mi amigo e me per-
donej^s, e yo a vos, si os plaze, e si no, sea
como de primero como lo querreys» . E Tris-
tan dixo: «Ruégeos que me perdoueys, que
yo quiero entera paz y que seays mi amigo
verdadero, e yo vuestro, y fazer con mi per-
sona todo vuestro querer jior tan gran bene-
ficio que me aueys fecho en me librar de la
muerte». Y ellos fizieron siis pazes muy fir-
mes, e abracáronse con gran amor; e Palo-
mades dixo: «Señor Tristan, vamos en algún
lugar en que podamos folgar nos e nuestros
cauallos» .
E anduuieron tanto, fasta que llegaron a
casa de vn florestero, e alli ouieron todo lo
que necessario tenian, e folgaron tres dias,
y enbiaron al florestero a casa del rico hon-
bre, e dixeronle que le demandasse el caua-
11o de don Tristan, si no, que se aparejasse
de bien guardar, que ante de mucho tiem-
po le costaría caro, e que se lo dixesse de
parte de Tristan y de Palomades. Luego el
florestero se fue al castillo, e dixole lo que le
mandaron los caualleros, e ouo gran miedo,
e dio todo aquello que era de Tristan; y el
florestero se torno a su casa, e dio lo que
traya a Tristan, y estouieron alli en gran
solaz, y a cabo de tres dias ellos encomenda-
ron a Dios el florestero, e caualgaron e fue-
ron su camino por la floresta.
Lxx^/m
Como se combatieron Tristan e Palomades
con el santo Galaz.
Dize la historia que vn dia que fazia gran
calor, encontraron vn cauallero que era el
santo Galaz, aquel donzelque fue engendra-
do en la fija del rey Pescador, que agora
era prioresa en el monesterio que oystes, el
qual era fijo de don Langarote del Lago; e
agora torna a contar la presente historia
como fue armado cauallero el santo Galaz (•).
Quando Tristan se partió de la corte del rey
Artur, llego a la corte vna donzella, e vino
bispera de Pascua de Pentecoste. e dixo a
elon Langarote que la siguiesse, que le era
mandado que viniesse por el e lo lleuasse
consigo, e por cortesía que no dixesse de
no. Langarote, quando le oyó, por cortesía
ge lo acepto. E fue con ella, e anduuieron
tanto, hasta que llegaron a vna abadia de
dueñas, e alia hallaron al donzel. E con
Langarote fueron dos caualleros sus primos,
al vno llamauan Bores e al otro Leonel. E
rogaron las dueñas a Lan9arote que fiziesse
cauallero aquel donzel, que por esto le lla-
maron, y el hizolo de buena gana, mas no
sabia que fuesse su hijo, e luego que lo hizo
cauallero tornóse con sus primos para la
corte del rey Artur, e aquel dia, por amo-
2iestamiento de la boz del ángel, e por man-
dado de Dios, el donzel e cauallero nouel fue
a la corte del rey Artur armado e aparejado
de todas sus armas, y el cumplió la auentura
de la silla peligrosa y el marmol donde esta-
ña el espada; demostróse alli ante todos, y
el sancto Grrial que muchos hermitaños auian
prophetizado, los quales hallauan que deuia
llenar a fin don Gralaz. Y dize la hystoria
que todos los caualleros de la corte del rey
Artur eran partidos en la sazón por con-
querir la conquista, e cada vno se fue por
su camino, e don Gralaz se yua para vn mo-
nesterio donde se acabo la uentura del sanc-
to escudo con la cruz bermeja, e la cruz fue /><^
de la sangre de Jesu Christo, y el libro del
sancto GriaTíaze mención dello por menudo,
e mientra Gralaz se yua por la floresta, el
encontró a don Tristan e a Palomades, y
quando lo vio Palomades, dixo a don Tris-
tan que le diesse la primera batalla del caiia-
llero que venia, e Tristan ge la otorgo por
cortesía, y Palomades puso su escudo delan-
te e abaxo su langa, y quando GaJaz lo vio,
el se cubrió de su escudo, e dixo: «Santa
(') Véase la Demanda del iSancto Grial, cap. I y
sisuientes.
446
LIBROS DE caballerías
Maria, de quien yo soy cauallero, no me sea
contado por pecado por yo defender mi per-
sona»; y boluio su cauallo, e abaxo su langa,
e ftieronse a ferir. E Paloraades le dio vn
golpe, que la lanoa quebró e otro mal no le
liizo, e Galaz le dio tal golpe por el escudo
que lo hecho en tierra del cauallo. e Galaz se
passo adelante por yr a cunplir su auentura;
e quando Tristan vio a Palomades en tierra,
fue marauillado, y dixo: «Por la mi fe, de
gran poder es el cauallero que assi ha derri-
liado a Palomades tan ligeramente, por que
conuiene que lo yo vengue, si pudiere». Y
luego don Tristan se cubrió del escudo. E
Galaz, quando lo vio venir, boluio su caua-
llo, e fueronse a dar grandes golpes, e Tris-
tan le firio tan fuertemente, que lo fizo aba-
xar contra las ancas del cauallo. E si el gol-
pe fuera mas baxo, muerto fuera Galaz. E
Galaz le dio tan gran golpe, que las cinchas
y el petral le quebró, e lo echo en tierra. E
don Galaz se comento de yr por cunplir su
auentura, e Tristan le salió delante e lo es-
pero a pie, e dixole: «Buen cauallero, yo me
otorgo por vencido de la lanca por falta del
cauallo, por que os ruego que os combatays
comigo de las espadas, por ver qual es me-
jor cauallero: vos o yo»; e don Galaz dixo:
«Señor cauallero, yo me quiero yr por cum-
plir mi viaje, e por esto no me quiero con-
batir con vos» . «Cauallero, dixo Tristan, ¿no
hareys cortesía?; pues soys combatido co-
migo de la lan^a, fazer vos conuiene». En-
tonces dixo Galaz: «Cauallero, pareceme que
(piereys fazer fuerza» . E Tristan dixo: «No
vos faran fuerga, mas es vsan^a de caualle-
ria que todo honbre que se ha conbatido
de la langa que se combata de la espada» ; e
tanto le rogo, que Galaz ouo de descaualgar,
e pusieron mano a las espadas, e fueronse a
ferir los caualleros el vno al otro, e dauanse
mortales golpes que era marauilla. y mien-
tra que ellos se combatían, Palomades, que
estaña mirando la batalla, dezia que aquella
era vna de las mayores batallas que jamas
ouiesse visto. E quando fueron cansados,
ellos se arredraron el vno del otro por des-
cansar. E quando ouieron cobrado fuerza,
leuantaronse con las espadas en las manos,
e dieronse grandes golpes. E Palomades se
leuanto de donde estaña sentado, e puso el
escudo delante y el espada desnuda, e me-
tióse entre ambos a dos, e comengose a com-
batir contra el cauallero. Entonce dixo Ga-
laz: «¡O falsos caualleros! e ¿como os combatís
comigo mala e falsamente?, que si vosotros
vos conbatis comigo assi como hazen bue-
nos caualleros de la Tabla, avnque fuesse-
des tales diez como vosotros, yo vos metería
a todos por el filo de la espada; mas asi
como vosotros os combatís comigo, yo no
lo podria durar contra vos. Mas, si soys ca-
ualleros de valor, dexadme combatir con el
vno fasta que sea acabada la batalla, e des-
pués combatirme he con el otro, que no assi
como os combatís, traydora e falsamente» .
E quando Tristan assi oyó fablar al caualle-
ro, boluiose contra Palomades, e dixole: «So-
ñor cauallero, yo os ruego por cortesía que
vos me dexeys llenar esta batalla a fin, e si
por ventura yo fuere aqui muerto, hazed
vos como buen cauallero». Entonces Palo-
mades no dixo nada, e tiróse afuera, e dexo
la batalla a los dos caualleros, que se com-
batían fuertemente; e Palomades miraua la
batalla, e no podia sofrir la vista. E quando
fueron bien conbatidos, eran cansados, e ti-
ráronse afuera el vno del otro por cobrar
fuerga. E quando ouieron holgado, Tristan
se leuanto primero, e puso mano a la espa-
da, e quando el cauallero lo vio venir, le-
uantose, e dixole: «Señor cauallero, esperad
vn poco, que os quiero dezir» . Dixole Tris-
tan: «Cauallero, dezid lo que quisierdes». El
dixo: «Yo os he visto hazer tales golpes, que
pienso que soys mi padre, o del mi linaje, y
querría sal:»er quien soys, que a marauilla
soys buen cauallero, e dezidme vuestro
nonbre, e yo deziros he el mió, e si vos
soys de aquellos que yo creo, no me comba-
tire mas con vos en ninguna manera». «Por
Dios, dixo Tristan, yo no se quien es vues-
tro padre ni vuestro linaje, mas mi nombre
vos no lo sabrej^s fasta que yo sepa el vues-
tro». Entonce dixo don Galaz: «Señor caua-
llero, por honrra vuestra os lo diré. Sabed
que soy hijo de don Langarote». E quando
Tristan supo que este era don Galaz, el qual
era profetizado que aula de ser el mejor ca-
uallero del mundo, el fue alegre por tal que
se aula prouado con el mejor cauallero del
mundo, e luego alQo la espada, e comengose
a combatir fuertemente; e Tristan dixo en-
tre si: «Agora soy con el mejor cauallero
del mundo, e prouare mi fuerza e caualleria;
agora que conuiene que valga en este lugar
j en aqueste punto» . E crecióle la fuerQa y el
poder con gran alegría, e dauale los golpes
grandes e ásperos, e conbatianse fuertemen-
te anbos. Palomades, que miraua la batalla,
dezia que jamas viera su par de batalla de
dos caualleros, e dixo que mucho mas esfor-
zado era Tristan, que Galaz menguauale ya
la fuerza. E dixo Galaz en alta boz, que
Tristan e Palomades lo oyeron: «Sancta Ma-
ría, aj'uda al tu cauallero en este punto» ; e
dixo: «Por Dios, aqueste es el diablo, que
no me ha querido dezir su nombre; por
DON TRISTAN DE LEONIS
447
Dios, yo sabré su nonbrc, si no, yo tare tan-
to por fuerza de armas, i]iie mate a el, o el
a mi»; e dixole: «Canallero, dezidme vuestro
nonbre, que yo vos he dicho el mió por cor-
tesia, si no, cunple que vos e yo muramos
aqui». Dixo don Tristan: «Por Dios, yo no
me conbatire mas con el canallero de Sanc-
ta Maria»; y luego echo la espada, e pensó
que en aquello fazia como leal canallero por
tres cosas: La primera, porque Gralaz era hijo
del mayor amigo que tenia. La segunda,
porque el dixo primero su nonbre. La ter-
cera, por que era ordenado de la Tabla Re-
donda, y era vsan^a de caualleria que todo
caiiallero, después que se conosciessen, no se
auian de conbatir el vno con el otro, e si
desta batalla viniera otra cosa, seríale puesta
traycion; y por estas razones don Tristan le
dixo: «Santo canallero, yo os visto hazer e
os he oydo dezir tales palabras, que yo creo
bien que soys aquel que dizen los profetas» .
Y echo el escudo, e tomo la espada por la
punta, e finco las rodillas delante el, e dixo-
le: «Cauallero de sancta Maria, yo os ruego
que me perdoneys, que yo he anido lo peor
de la batalla, e vos soys el vencedor». Y
quando don Gralaz vio la honrra e la reueren-
cia quel cauallero le fazia, dixo: «Señor ca-
nallero, yo vos ruego que me digays quien
soys, que tanta honrra me fazeys» . El le dixo:
«Sabed que yo soy Tristan de Leonis, sobri-
no del rey Mares de Cornualla, e vuestro pa-
dre es el mayor amigo que tengo». Gralaz
echo su escudo e su espada, e dixole: «Señor
don Tristan, vos meresceys la honrra de la
batalla, e yo no, e vos la aued» . E fuelo a
abrayar de gran amor, e fizieronse gran re-
uerencia el vno al otro, y tomaron sus ar-
mas, e fueronse do estaña Palomades, e ha-
zianse el vno al otro gran honrra e plazer, e
contauan sus haziendas. Y estando assi, dixo
Palomades: «Señores caualleros, a mi plaze
porque la batalla es quedada, loado sea Dios,
e somos todos tres amigos, e somos conba-
tidos y golpeados, por que yo querría que
fuessemos algún lugar do pudiessemos fol-
gar» . Y en esto se acordaron los caualleros
todos tres, e allegaron a vna abadia de fray-
Íes, e fizieronles gran honrra, e curaron bien
dellos e de sus cauallos, e yuan a vn frayle
que se entendía de curar llagas, e curo bien
dellos, e púsoles tales vnguentos que luego
fueron sanos, y estuuieron gran tienpo en el
abadia; y estando en aquella manera, Tris-
tan se comento a razonar con don Galaz, e
contole como ouo la batalla con Palomades,
e como Brandelis los despartiera, e como
pusieron que fuesse la batalla al Padrón de
Merlin, e de como se encontró con su padre
e auian anido ambos a dos su batalla. E don
Galaz comengo a reyr quando ge lo oyó con-
tar, e dixo: «Por mi fe, señor don Tristan,
i]ue por poco le ouiera de costar caro a mi
padre la mal querencia de vosotros» . E asi
estonieron en gran alegría^ e quando vino la
noche, el prior les dixo que fuessen a cenar,
e tomaron agua a manos e assentaronse a
la tabla, y mientra cenauan, llego vn caua-
llero armado con cuyta, e auia nonbre Pa-
ñis, o (juando fue en el monesterio e vio los
caualleros que cenauan, saludólos cortes-
mente.
E ellos le tornaron las saludes, e dixe-
ronle que se posasse a la tabla. Y el dixo:
«No comeré fasta que sepa si soys jurados de
la Tabla Redonda, de la corte del rey Ar-
tur, e si no lo soj^s, no folgare fasta que sea
en Camalot antel rey, para les contar malas
nueuas». E Tristan dixo: «¿Que malas nue-
uas son estas?» Y el dixo: «No os las diré si
no soys de la Tabla Redonda» . E Tristan
dixo: «Nos somos de la Tabla Redonda». E
Banis dixo: «Señores caualleros, sabed que
Dinadan el Roxo, sobrino de Tánica de Ro-
ginto, ha prendido a Lamarad de Gaones e
otros tres caualleros con el al passo de vn su
castillo, y en aquel castillo suyo ay trezien-
tos honbres armados muy buenos. Y'' los ca-
ualleros que son presos con Lamarad son es-
tos: don (raluan, sobrino del buen rey Artur,
y el otro Bordón, aquel buen cauallero, y el
otro es Leonel, e ha jurado Dinadan el Roxo
que a la mañana les liara a fódosqñaffo cor-
tar las cabecas, por deshonrra del buen rey
Artur» .
E quando ellos aquello oyeron , fueron
marauillados, e fizieron posar consigo al ca-
uallero a cenar, e fizieron dar ceuada a
sus caualios, e demandáronle como sabia el
aquellas nueuas, e dixoles: «Yo halle oy
por la mañana a sus escuderos que yuan fu-
yendo desbaratados, e yuan contra la corte
del rey Artur, e dixeronme las nueuas, e
rogáronme que por amor de Dios que bus-
casse a don Tristan de Leonis e a don Lan-
garote del Lago, o a otros de la Tabla, e yo
enbielos a la corte por vn camino, e yo ando
buscando algún buen cauallero que los li-
brasse»; y entonces dixo don Galaz: «Nos
cenaremos, e daremos ceuada a nuestros ca-
uallos, e caualgaremos, e andaremos toda la
noche fasta que lleguemos al castillo, e con
la ayuda de Dios y de nuestra señora, nos
acabaremos esta auentura» .
Y luego que ouieron cenado, se armaron,
e caiualgaron en sus cauallos, y encomenda-
ron a Dios a los fray les, e fueronse por su ca-
mino.
448
líbeos de caballerías
LXXIX
De como don Tristan, e don Galaz, e don
Palomades^ fueron al castillo de Dinadan
el Roxo, e libraron de la muerte a los
quatro caualleros de la Tabla.
Ellos yendo por su camino, dixo don Gralaz:
«Señor don Tristan, sed vos caudillo» . E don
Tristan dixo que lo fuesse el, o Palomades,
que era hecho antes cauallero; e tanto flzie-
ron vnos con otros, que a don Tristan dieron
el señorío. E quando Banis vio que los tres
caualleros eran acordados para yr alia, fue
muy alegre, e rogóles que le dexassen yr
con ellos, e a ellos plugo de su conpañia,
e dixeronle sus nombres. Mucho fue alegre
Banis por que auia hallado tales caualleros,
e no quedaron de andar fasta que llegaron
al castillo, e pusiéronse en celada en vn
vergel, e descaualgaron, e tiraron los frenos
a los cauallos, e dexaronlos pacer por el
prado. E quando el alúa fue clara, ellos ca-
ualgaron en sus cauallos que estañan apare-
jados. E Banis dixo: «Aparejadvos, caualle-
ros, assi como aquellos que esperan batalla,
i|ue agora saldrán fuera para justiciar los ca-
ualleros». E dixo don Tristan: «La batalla
sera como Dios quisiere, mas nos aparejados
somos» . Y estando ellos assi, vieron salir del
castillo cincuenta caualleros, que lleuauan
a los quatro caualleros a justiciar atados_^(*)
con sogas fuertemente. Después salió Dma-
dan el Roxo con dozientos caualleros. E
4uando ellos fueron en el prado, vn caualle-
ro que auia nonbre Taulca fuese para los
nuatro caualleros, e dixoles: «Caualleros,
mal seays venidos, que agora sereys muertos
assi como los otros que están aqui, que yo
os conozco, que soys de la Tabla, e de la corte
del rey Artur». «Cierto, dixo don Tristan,
vos dezis muy gran verdad, e sabed que
somos aqui venidos por librar aquellos quatro
caualleros que teneys presos falsamente».
E Taulca le dixo: «Por Dios, cauallero, rue-
govos que vengays a merced y descaual-
gueys, e metedvos en prisión». E Tristan
dixo: «Cauallero malo, no me espanteys
por amenazas». Entonces dixo don Galaz:
«Mucho predicamos; yo quiero yr alia el
primero, si a vos, señor don Tristan, plaze» .
E fíiesse para el cauallero, e diole tal golpe
por medio del escudo, quel fierro de la lanr^a
lo metió por los pechos, y echólo en tierra
muerto. E luego se fue para los otros, e
ante que quebrase la lanQa, derribo veynte
caualleros en tierra. E luego firio el buen
{') YA original: cea Todos».
Palomades, e ante que quebrasse la lan^a
derribo onze caualleros en tierra. Y em |pos
dellos firio don Tristan, y derribo veynte e
cinco caualleros. E luego firio Vanis, e ante
que quebrasse la langa, derribo en tierra
ocho caualleros. Echaron mano a las espa-
das, e hizierou tanto por fuerza de armas,
que en poca de hora los ouieron vencidos, e
luego se allegaron a los caualleros, e tirá-
ronles las sogas, e dixeronles: «Caualleros,
tomad dessas armas que están en tierra, e
tomad dessos cauallos que ay sueltos, e ca-
ualgad en ellos». Y ellos fueron a donde
estañan los caualleros muertos, e tomaron
las armas que menester les hizieron, e ar-
máronse vnos a otros. Y eran ya ocho caua-
lleros. E hizieron tanto de armas, que eran
los mas de Dinadan muertos, e los otros en-
traron por el castillo fuyendo, e cerraron las
puertas. E los que estañan feridos en el
prado, demandauan merced. E Tristan les
dixo: «Yosotros ¿quereys auer merced? de-
njostradnos a Dinadan el Roxo si es muerto
o bino» . El qual ah/o la cabeca, questaua en
tierra mal ferido, e dixo: «Señor cauallero,
¿por que demandays por mi? que cerca soy
de la muerte, e merced vos pido». E Tristan
dixo: «Si quereys auer merced, yo quiero
que me prometays de jamas no fazer mal ni\
daño a ningún cauallero de la Tabla ni de la \
corte del vej Artur, en toda vuestra vida».»-]
E Dinadan el Roxo ge lo prometió bien y
lealmente, e ge lo juro en vn libro en el qual
Tristan rezaua sus oras; e después le dixo
don Tristan que fuesse al castillo, e que hi-
ziesse traer pan e vino, y cenada, e lo que
ouiessen menester para refrescar. E Dinadan,
assi herido como estaua, caualgo e fuesse al
castillo a traer a los caualleros todo lo que
menester auian, e todo aquello que le mando
don Tristan. Estando assi Tristan e los caua-
lleros vnos con otros, ouieron plazer. E los
quatro caualleros dieron gracias a Dios e
a los tres caualleros. E luego se assentaron
a comer en aquel prado, e desque ouieron
comido, durmieron alli aquella noche, e
quando vino el dia caualgaron, e fneronse
para el abadia donde eran partidos, e los
frayles les hizieron gran honrra, e curaron
bien dellos; e alli estuuieron bien quinze
dias a gran plazer vnos con otros. E vn dia
don Galaz dixo a don Tristan: «Señor Tris-
tan, ¿qual camino quereys fazer? porque yo
me quiero yr a buscar mi auentura, e por
conplir la sancta conquista del santo Grial
en que yo ando» . Entonce dixo don Tristan:
«Yo me quiero yr a la corte del rey Mares,
a estar alia por algunas cosas que he de
hazer, e luego entrare en la conquista con
DON TRISTAN DE LEONIS
449
los otros caballeros; empero yo me quiero yr
con vos a qual([uier auentiira (¡ue nos acon-
tezca». E don Galaz le dixo: «Señor don
Tristan, ruégeos ({ue me perdoneys, que a la
sazón de agora yo quiero yr solo;, e agradez-
coos mucho vuestra ccnpañia» . E don Galaz
encomendó a Dios a don Tristan e a los otros
caualleros, e fuesse por su camino para yr a
la santa con(|UÍsta del santo Grial.
E don Tristan e don Palomades encomen-
daron a Dios a los frayles e a los otros ca-
ualleros, e fueronse por su camino. E los
quatro caualleros acordaron de yr en vno
fasta el castillo de la Encantadora, e alli íbl-
garon algunos dias con el rey de los cient
caualleros; e después se fueron para la corte
del rey Artur a Camalot, y emqiresentaronse
al rey Artur de parte de don Tristan, e de don
Galaz, y de Palomades, y de Banis, e dixe-
ron: «Aquestos son los caualleros que nos
lian librado de muerte y de poder de Dina-
dan el Roxo, que nos queria cortar las cabe-
ras a todos» . E desta auentura fueron el rey
e todos los otros caualleros alegres, qnando
supieron que la paz era hecha entre el bueno
de don Tristan de Leonis e de Palomades,
e pingóles mucho.
E agora dexemoslos estar en la corte del
rey Artur en gran solaz; e tornemos a don
Tristan e a Palomades. Después »|ue don
Tristan e Palomades se partieron de los ca-
ualleros y del monesterio, anduuieron mucho
buscando sus auenturas a vnas partes e a
otras, tanto que la ventura los lleno al casti-
llo de la Encantadora. E alli holgaron luengo
tiempo con el rey de los cient caualleros, el
qual les fizo mucha honrra, e contáronle
todas sus auenturas e todo aquello que les
aula acaescido. Y el rey de los cient caua-
lleros fue marauillado; e auiendo holgado
alli algunos dias, vn dia don Tristan dixo
que se queria tornar a Cornualla. E Paloma-
des dixo que queria entrar en la demanda
del sancto Grial con el rey de los cient ca-
ualleros. E don Tristan los encomendó a Dios,
y ellos a el; e caualgo Tristan, e anduuo
tanto por sus jornadas, e acabo muclias
auenturas a su honrra, las (juales el libro no
cuenta, e anduuo tanto, hasta que llego a
Tintoyl al rey Mares, e alli se presento de-
lante el rey e de la reyna Yseo, e todas las
gentes fueron muy alegres por la tornada de
don Tristan, que ellos pensauan que ñiesse
muerto. E auian todos gran desseo de lo ver,
e fueron muy alegres por su tornada. E Gor-
ualan e Brangel, quando supiéronlas nueuas
en Leonis, encomendaron a Dios a Quodin,
e dexaronlo en Leonis, e viniéronse para
Cornualla por estar en conipañia de don
LIOROS DE CABALLERÍAS. —"JU
Tristan. E venidos, don Tristan los rescibio
muy bien y con gran honrra, e ouo con ellos
gran plazer; c preguntáronle de sus muchas
auenturas e de sus haziendas. E Tristan Íes
pregunto por su cuñado Quedin y por ol
reyno de Leonis. E assi esteno don Tristan
en la corte bien medio año en gran plazer, e
auia todas las cosas que el queria a toda su
voluntad. E todos le hazian gran honrra y
eran dello alegres mucho por su tornada, que
por el eran temidos e honrados. Saluo Al-
dai;et, que le pesaua mucho, que le desseaua
rrrrei' muerte, y le andana boluiendo quanto
mal le podia con el rey Mares, por que le
diesse la muerte.
LXXX
De como Tristan csiaua en la cama folgando
con la reyna Yseo^ e le vino reuelacion que
anta de ser muerto Tristan.
Dize la hystoria, que don Tristan estuuo
en la corte del rey Mares muy luengo tiem-
po, e vn dia Tristan e la reyna estañan en
vna cámara sobro vn rico lecho, e la reyna
cantaua, e Tristan tañia vna harpa, e esta-
ña assi en gran plazer, e después que ouie-
ron tañido e cantado, adormieronse. E ALáík'^
ret, que queria mal a don Tristan, andana
por le fazer dar la cruda muerte, si el pu-
diesse. Y el estaña en vn lugar donde los
podia bien ver, e veya todo lo que fazian. Y
estando durmiendo los dos amados, vino vna
boz del ángel encima la cama, e dixo: «¡Esta
noche morirá el buen canallero!» E la reyna,
que esto oyó, despertó espantada, e no sabia
que cosa fuesse, e rogaua a Dios que no
fuesse su Tristan, y assi muy triste se torno
a dormir. Y luego Ajilíwef se fue para el rey
Mares, e dixole en como don Tristan dormia
en la cama con la re,yna. E quando el rey
Mares entendió esto, ouo gran pesar, y tomo
vna langa emponcoñada, e dixo que con
aquella daria la muerte a Tristan; y leuan-
tose, e fuesse a la cámara donde estaua Tris-
tan con la reyna, e hallo las puertas cerra-
das, e non oso tocar en ellas por miedo de
don Tristan, y encima de aquella cámara
auia vn sobrado hecho como cámara, y en
derecho de la cama de la reyna auia vna
como puerta de tablas, e el rey subió enci-
ma y vio a don Tristan que dormia. Y el rey
lauQO la langa a Tristan, e diole vn gran gol-
pe que le metió la langa por las caderas, y el
rey comenco de fiiyr ])or ([ue no lo conoscies-
sen, y entróse en vna chamara con Aldaret.
E quando Tristan se sintió forido, presumió
450
LIBROS DE CABALLERÍAS
quel rey lo auia hecho, e dio vn sospiro con
muy; gran dolor. E la reyna, como le vio
assj/ tan mal ferido, luego se amórteselo en
la /ama. E don Tristan la conorto, diziendo:
«3So creavs vos, señora, que yo assi muera» .
Y luego el metió mano, y sacóse la lan9a del
ycuerpo, e cato el hierro, e conoscio que era
emponcoñado y ^ue aquel golpe era mortal.
Y dixo: «¡Mi señora, no vos desmayeys, y yo
US encomiendo a Dios, que miedo he que
ya nunca mas me vereys!» E comentóla de
abracar e besar con gran dolor. E luego ella
le metió vn pedar-o de sanana por la llaga
adentro. E don Tristan salió de la cama, e
vestiose vna ropa de seda e cal(,'Ose vnos ca-
patos; e tomo su espada y cubrióse vn manto,
y torno otra vez a la reyna, y besóla con
muy gran amor, y salió de la cámara lloran-
do de pesar de ver su muerte tan cercana, y
caualgo en su cauallo que Gorualan le tenia
aparejado, y dixole: «Amo señor, sabed que
soy mal herido, y tengo terrible dolor de
muerte» . E quando Grorualan lo vio assi de-
mudada la color, y vio la sangre que corria
por tierra, estuuo poco que no perdió el seso.
E Tristan le torno a dezir: «Ay amo señor
¡como soy herido tan malamente con lanca
emponzoñada, que non podre escapar!» E
Gorualan le conforto lo mas quel pudo. E lue-
go se fueron ambos al castillo de Sagramor,
el qual los rescibio muy alegremente, e don
Tristan dixo: «Sagramor amigo , hazedme
aparejar vna cama, que yo malamente soy
ferido de muerte» . JS Sagramor, quando esto
oyó, con muy gran pesar que ouo tomo a Tris-
tan en los bracos y apeólo muy passo; e acos-
táronlo en vna cama, e catáronle la llaga e
vieron como era mortal; y todos vieron su
muerte y fueron muy tristes; y comencaron
a fazer gran llanto, assi como aquellos que
amanan a Tristan de muy gran amor. E Tris-
tan se dolia mucho, como aquel que era ve-
nido al punto de la muerte. Y fizieron venir
muchos maestros de todas partes, e ninguno
no sabia dar buen consejo, y embiaron es-
condidamente por la reyna, y ella no pudo
^ venir, que el rey la tenia escondida en vna
Aorre, por tal que don Tristan muriesse y que
no pudiesse auer ayuda della. Tan grande
fue el duelo que por el castillo se comenQO a
nazer, que era marauilla, porque Tristan
auia de morir de aquella herida, y no podia
escapar según que todos creyan, mas el rey
ñie muy gradoso en su coracon, y Aldaret
esso mesmo, que el pensaua que en Cornua-
11a que no auria quien tanto valiesse como el
después de muerto don Tristan. Y el rey
cada dia embiaua al castillo por saber de don
Tristan, e quando le trayan nueuas que no
podia don Tristan escapar, el era muy ale-
gre. Y jamas fue el rey tan alegre como en
aquella sazón, e esso mesmo el traydor de
Aldaret, mas todos los caualleros y dueñas e
donzellas, e toda la otra gente, oran muy
tristes, e mucho mas la reyna Y'seo. Quando
ella supo aquellas nueuas que no i^odia esca-
par don T.iistan, ni ella no le podia acorrer
a su llaga, rompióse todas las vestiduras, y
hazia tan gran duelo, que era marauilla, y
non cessaua de llorar, y tercia sus manos
y dezia: «¡Ay el mi señor don Tristan!
¡Ay enemiga crueza, no quieras que bina
dias muertos! ¡Ay el mi gozo!, ¿donde estas
agora? ¡Ay el mi señor Dios!, ¿por que no
me das la muerte?» Y dezia: «¡Ay mezquina
catiua!, ¿que vida sera la mia sin el mi don
Tristan? ¡Ay entendimiento ciego!, ¿como no
entendiste la boz que en la cama oyste para
que el tu buen amante despertaras, y des-
pierto no muriera? ¡Ay rey Mares, que assi
falsamente heriste a don Tristan! ¡Ay rey
Mares desleal, no fueras nascido!, ¿e por que
tan malamente mataste al bueno de don
Tristan, el mejor cauallero del mundo? ¡Ay
mi señor don Tristan, yo bien se que non
biuiras, pues que ante mis ojos no te veo!»
Y assy desta manera lloraua la reyna Yseo
a su don Tristan.
LXXXI
De co7no vino vn mensajero al rey Mares de
como don Tristan no podia escapar ni du-
rar mas de tres dias.
No tardo mucho que vn mensajero vino al
rey Mares, e dixo que don Tristan se que-
ría morir, e que no podia escapar pues que
no auia ayuda de la reyna. Y el rey, quando
lo supo, comento a pensar, e dixo: «Ay Tris-
tan cuytado ¿por que me f uestes tan desleal,
que yo no veya en vos ninguna cosa de ta-
char sino tan solamente que me fuestes des-
leal? e bien veo que mi reyno y yo gran
perdida perdemos en vuestra muerte, mas
vuestra deslealtad no ha dado lugar que es-
capar podays; e de oy mas aure la reyna li-
bre a mi mandar, pues que no podeys esca-
par». E tanbien auia el rey miedo que la
reyna se ecliasse de la torre ayuso de dolor
de Tristan, e dezia enfré^srmesmor"«[OAl-
daret! maldita sea la hora que yo tome tu
consejo, que yo seré denostado por todo el
mundo por la muerte de don Tristan». E
quando el rey supo cierto (juo Tristan no
podia escapar según dezian, ni durar mas de
tres dias, ouo mux gran pesar. E quando
DON TRISTAN DE LEONIS
451
la reyna lo supo, comeiiQO vii muy grande y
esquiuo Hálito, e dezia: «¡Ay eaptiua de mi,
e que tan gran pena me da el desseo de ver-
te! y ¿que es de ti? o ¿donde estas alexado
de la mi esperanza para nunca ;iamas verte?
e ¿como lo soffrira aquella que sin ti vna sola
hora no puede biuir? ¡o engañosa fortuna!
¿que otro mayor mal me pudieras liazer?»
Estas e otras muchas Cíosas dezia la reyna,
(|ue por no dar causa a prolixidad no se es-
criuen aqui; pero queden [)or escreuir, por-
que esta bueno de presumir el estremo o
grandeza de sus llantos e dolorosas palabras.
E rompióse vn paño de oro que tenia en la
cabera, e todo hombre que la viesse auria
grande piedad della, e pensarla que en
aquella hora moriría por amor de don Tris-
tan. E dezian las gentes que non podría ella
biuir sin el.
E quando don Trístan vio que se le llega-
ua la muerte, el hizo llamar a su amigo
Sagramor, e rogóle que truxesse al rey Ma-
res sil tío, e díxole que el lo quería hablar
antes que muríesse, e dixo: «Yo no se si el
es tan alegre de mi muerte como lo es Alda-
ret» . E Sagramor dixo que el faria su man-
dado, e caualgo en su cauallo, e fuesse para
el rey, e díxole que Trístan le rogaua que lo
fuesse a ver. E comenco fuertemente a llorar,
e dezia: «¡Ay mezquino catino, e copio he
muerto el mas cortes y el mejor cauallero
del mundo, e he hecho gran mal y perdida
a mi mesmo e a toda Cornualla! e maldito
sea Aldaret, que primeramente me consejo
esto que lo yo hizíesse» . E luego el rey Mares
delibero consigo de lo yr a ver, y fue sin ar-
ma ninguna, por no poner sospecha a nin-
guno qiie el fuesse matador del, y lleno tanta
gente, quel pudíesse yr seguro al castillo de
Sagramor; e quando el rey llego al castillo,
fuesse para la cámara donde estaua don Tris-
tan, e quando el rey lo vio assi desfigiirado,
ouo gran piedad del. E como don Tristan
vio venir al rey su tío, el se quiso leuantar
e posar en la cama, mas non pudo, e dixo:
<;Tio señor, vos seays bien venido a la mí
muerte que vos tanto teneys desseada, e
agora aues compiído vuestros desseos. Mas
yo vos digo que tienpo os verna que vos que-
riades auer partido la meytad de vuestro rey-
no y que yo fuesse biuo, mas de oy mas no
se puede fazer sino morir». E quando don
Tristan ouo dicho esto, el rey Mares comen-
to a llorar. Don Trístan dixo: «Non lloreys,
señor tio, que ya veo que vuestro gozo viene
ayna, y vuestro lloro es de gran alegría y
plazer. Mas yo vos ruego que me hagays vna
cortesía si vos plaze, (pie esta sera la postri-
mera que a mi hareys; que querays que la
reyna Yseo venga a mi, no porque entendays
que la quiero que cure de mi, que su cura
ya a mí no traería sanidad, mas por que la
yo vea antes que muera» . Dixo el rey Ma-
res: «Solirino, yo liare aquello que vos qui-
sierdes». E mando que la reyna viníesse
luego.
LXXXII
De como la reyna Yseo vino a ver
a don Tristan.
Los caualleros traxeron el mensaje a la
reyna, y ella vino luego con ellos, y venian
haziendo gran duelo a marauilla. E muchas
gentes que con ella venían. Como ella fue
delante de Tristan, e lo vio assi tan desfigu-
rado, luego se amórteselo en las manos do
los caualleros, y estuuo assi vna gran pie^a
que non pudo hablar. Y ella rogaua a Dios
que le diesse la muerte, por que pudiesse
morir con su señor don Trístan.
E quando Tristan vi do a la reyna Yseo v^
que el tanto amana, el se quiso enderecar en
la cama, mas no pudo, avnque mucho lo por-
fió, e díxole: «¡Ay señora! vos seays la muy
bien venida, mas soys agora venida muy tar-
de, por lo qual, señora, a mi haze estar como
estoy, e vuestra venida, señora, non me pue-
de ya valer desde oy. Mas sabed, señora, que
a la fin es venido don Tristan, vuestro leal
e caro amigo, el que siempre vos amo e vos
quiso fasta el punto en que esta» . Y quando
ella oyó aquellas palabras, a pocas que non
murió. E comengo de llorar e sospirar muy
fuertemente, por el grande dolor que auía e
por la muerte de su señor don Trístan que
se le allegaua, e por la venida tan tardía,
que le no podía ayudar para guarescerlo de
aquella ferída, por lo qual tenia muy grande
dolor e ansia en su coraron. E díxole, llo-
rando de sus ojos: «¡Ay mi dulce amigo e
señor don Tristan! ¿soys vos aquel que morir
vos conuiene?» «En mí fe, señora, dixo don
Trístan, yo soy aquel que de morir me con-
uiene; no puedo escapar en ninguna mane-
ra». E don Trístan comenco a sospirar, paro
mientes a si mesmo ante todos, y dixo: «¡Ay
la mi señora reyna Yseo! ¿Que me catays?
Que yo soy don Trístan, el vuestro leal
cauallero , y ¿son aquestos los cabellos que
vos soliades catar? ¿E son aquestos los ojos
que vos soliades mirar? ¿E son estos los bra-
cos (]ue por vuestro scruicio solían lidiar? E
agora la muerte lo ha todo tornado de su ca-
lidad y cojidicion». E la rejma, quando estas
palabras oyó, cayo en tierra amortescida. Y
luego la leuantaron los caualleros, e dixo:
452
LIBROS DE caballerías
«¡Ay señor don Tristan, el mi dulce amigo,
que de oy mas no lie tuerca ni sentido para
poder dezir los tan dolorosos y sentibles ma-
les e quexas!» Y comienza a dezir assi: «¡O
afortunada de ti, Tseo! ¿Qual esperanr-a te
sostiene, pues a ninguna cosa que vida te
pueda dar es tuya? ¿Con que bines y dispen-
sas bien en tal perdida como oy tienes? ¿Quien
dirá que eres tu causa de lloros a tus amigos,
complido plazer a tus enemigos? ¡ O cruel
muerte, entero bien de los tristes, ven a mi
con tu venida, y cierra las llagas que por
Tristan carpidas en mis entrañas se encien-
den! Pues tu, vida, ¿para que me quieres,
ni por (]ue me amas contra toda razón? Ca,
cierto, soy enemiga, pues yo te di causa que
a(]uel que tanto para posseer te era, por la mi
cruel muerte le traspassa. ¡O sin ventura de
mi, quanto la mengua de las tales cosas me
son amargas de pensar! ¿Qual justa consola-
ción de ningunos bienes me pueden consolar?
¡ Ay la mas sin ventura de las nascidas! ¿Quien
me quito ser la que solia? Mas digo agora que
mis pecados han permitido este mal que me
esta agora presente, que Dios se venga de los
injustos como yo; ca de mi sera dicho por el
mundo con mucha razón (') que so oprobrio de
las famosas dueñas y exemplo de toda mal-
dad, i:)erdida de los espirituales bienes, en-
tera esperanr-a de las eternales penas y la-
mentaciones» .
Estas jíalabras y otras mas sentibles dezia
Yseo, tan en altas bozes, como persona fuera
de su sentido. De manera que todos los que
estañan presentes la oyan ; y vinoso a poner
sobre la cama por proueer en la ferida de
Tristan, y el, como la vio, en altas bozes de-
zia: «¡Ay señora, como se acerca mi muerte!
¡Ay mezquino, y que doloroso golpe fue este
que me fue dado a gran traycion!» . E no
quedaua todo el dia de llorar. E la reyna
púsole muchos emplastos y medicinas, enpe-
ro todo no valia nada, que la ponzoña le en-
traua dentro en el coraron y era ya medio
muerto, y todos liazian gran duelo porque a
don Tristan se le apocaua el biuir.
E otro dia de mañana, don Tristan se es-
forco a iiablar fuertemente, por la muerte
que se le allegaua, e conmengo a consolar a
la reyna Yseo (^uel mucho amana, e dezia:
«¡Ay mi dulce señofaj^e'comcrgóy venido a
los postrimeros dias de la mi vida, que yo en
este dia me conuiene morir! E por esto, se-
ñora, de merced os pido, j)ues en esto no ay
remedio sino morir, que hagays cuenta que
yo nunca fue nacido, y agora conuiene que
mucho vos esforceys contra la fortuna e con
O El texto: «razQuií.
discreto mirar combatida (') vos misma, e
pensan ('^) que ninguno de los nascidos mere-
ce auer victoria contra la cruda muerte. E
vuestro magnánimo coraron tienda las velas
contra la batalla de amor con los remos de
discreción, nauegando en los hondos golfos
de sus mares, y aureys bonanca de males tan
crecidos. ¡O quanto es de loar quien contra ^/'
las aduersidades muestra su cara alegre! E
pues, señora, soys venida en tanta necessi-
dad de esfuerce, buscad como defenderos con
fe de fortaleza».
Estas y otras muchas cosas dezia Tristan,
por consolar a la reyna. Pero la flaqueza le
mucho aquexaua, e no podia fablar todo lo
que quisiera, e boluio la cara a la otra parte,
e dixo a los que estañan en derredor en alta
voz: «¡Ay, Dios^ señor, valedme, que la mi
fin se allega!» E luego se comenQO el duelo
tan grande, i^ue jamas fue su par, e no auia
alli cauallero ni dueña que se pudiesse tener
de llorar, y a cabo de vna gran pieca, don
Tristan llamo a Sagranior, e dixole: «El mi
buen amigo, ruegovos que me trayais el//
mi escudo y la mij2Sfiada„_que lo vea antes/
que muera» . E Sagramor ge lo truxo delante,
y Tristan le rogo que sacasse la espadallc la
vayna, y el sacóla, e pusogela en la mano, e
Tristan la tomo, e la cato, e dezia sospiran-
do: «¡Ay la mi buena espada, y como me es
grane de os dexar tan ayna! y tomóla Sa-
gramor, e tornóla a la vayna, e Tristan co-
mencé de llorar, y todos aquellos que con el
estañan no le iludieron hablar dende a vna
granpiega; e a cabo de vna gran pieca, dixo
Tristan entre si mesmo: «Tristan, agora eres
venido a la muerte, e has hallado cauallero
que te derribe en tierra, la (pial cosa tu no
pudieras creer que assi auia de venir, ni jDen-
sauas que tan buen cauallero ouiesse en el
mundo como tu» ; y en alta boz comenco a
dezir: «¡Ay, señora mia reyna Yseo, hermo-
sa, dulce, agora vos qucdarcys, que yo mue-
ro!» Y" la reyna Yseo estaiia mucho triste, que
apenas podia fablar, e assi fazian todos los ea-
ualleros, e dueñas, e donzellas que alli esta-
ñan; e don Tristan comenco a fazer muy
gran llanto, por las cauallerias que le con-
uenian de dexar, e dixo en altas bozes: «¡O
don Palomades, agora quedaran nuestras ca-
uallerias e nuestras armas y amenagas, que
nunca vos dareys golpes sobre Tristan, ni
Tristan sobro vos, que ya la muerte lo parte!
¡Ay Diuadan, el mi amigo, fenecido es ya
nuestro plazer y nuestra compañía, e nues-
tra caualleria, (pie yo estoy agora jjeor que
(') ¿Por: «combatirla»?
(') ¿Por: «peiisan:)?
i
DON TEISTAN DE LEONIS
453
vos no pensays ni poilriadcs en ning-nnama-
jiera creer!; yo so bien que vos querriadcs ser
aquí couiigo por ver la mi muerte»; e dixo:
«¡Ay Dios, y como muero sin batiilía^do c^i-
nallero! ¡Ay caualTo ros andantes.. e como me
aiieys perdido, o como s(\v triste porque mue-
ro en la cama sin batalla!».
Grande fue el llanto que don Tristan ha-
zla por morir en aquella manera que murió,
e boluiose contra Sagramor, e dixole: «Ami-
go, JO vos ruego que lleueys este escudo y
espada a la corte del rey Artur, e saludadme
a don Langarote del Lago, el mi intimo ami-
go, y avn os ruego como amigo (pie, pues
yo no piiedo presentar mi cuerpo a la corte
del rey Artur, ni a los caualleros de la Tabla
Redonda, que vos, de la mi parte, me des-
culpeys de todos, e os ruego (|ue los presen-
teys la mi espada y el mi escudo en remem-
branca de mi, por tal que se les de mi miom-
bre quando le vieren, assi como yo le he
amado de coracon, que como yo le bus(pie
toda honrra de mi parte a la Tabla, que se les
acuerde de mi». E quando Tristan ouo dicho
esto, comenco de sospirar, e dixo: «Ay amigo
Sagramor, allegadme la espada y el escudo,
assi que lo pueda besar» ; e Sagramor ge la
dio, y el la beso y abraco, e dixo: «Mucho
me duelo de vos»; e besóla otra vez, e dixo:
«Sagramor, ruegos que las lleueys a la corte
del rey Artur, como dicho he, y las pongays
en tal lugar que todas las gentes las puedan
ver, por que aquellos que no me ouieron visto
ni conoscido, en qualquier tiempo que las
vean se acuerden de mi , y encomiendos a
Dios, que vos guarde e libre de traycion
mejor que a mi»; e assi callo, que no se ra-
zono mas con su buen amigo Sagramor. ¿jE
luego se boluio contra la reyna Yseo, e con-
tra el rey Mares su tyo, y dixo: «¿Que vos
paresce de mi, tyo señor? ¿Por ventura si
so yo aquel Tristan que vos tanto soliades
querer? Cierto, soy aquel, y de oy mas po-
deys estar seguro que todas las batallas he
vencido, mas vos aueys vencido a mi; emj)e-
ro yo os perdono» . Luego se boluio contra la
reyna Yseo, y dixole: «Señora, yo soy ve-
nido al punto de morir, que, cierto, yo soy
combatido con la muerte tanto (planto he
])odido, e de oy mas me ha vencido con sus
fuer9as; y agora vos, señora, ¿que harej^s? Si
pudiesse ser que vos fuessedes comigo, des-
to seria yo muy alegre» . E la reyna Yseo
dixo: «Yo querría morir con vos, assi que
nuestras almas fuessen ambas a vn lugar, e
si alguna persona deue morir por dolor e pe-
sar, yo deuria por cierto morir, por que rue-
go a Dios que me de la muerte, que yo no
deseo otra cosa» , « ¡ Ay señora , dixo don
Ti'istan, ¿pues quereys vos morir comigo?»
La reyna dixo sospirando: «¡Ay el mi dulce
señor, querría do voluntad, tanto que lo no
puedo dezir, mas, cierto, yo soy tan peca-
dora a Dios, que le he mucho dessoruido, e
no me (piorra hazer tanta merced que con
vos me lleuo» . Y assi la reyna callo, (]Uo de
ronca e de pesar no pudo mas hablar, e co-
menQO consigo mesma a pensar que ya por
via de medicina Tristan no tenia remedio
sino morir, y que queria aquella noche ve-
lar en la yglesia para pedir a Dios que liouie-
sse merced dolía, pues el era gurugiano ver-
dadero, y proueyesse de salud a su Tristan;
y esto acordó do ^hazer, y mando llamar a
(iorualan y a su donzolla Brangel, y venidos,
dixoles: «Amados criados, bien veys en el
estado que Tristan esta, que físico ni curu-
giano no le puede poner remedio; he acor-
dado que vamos a la yglesia de Nuestra Se-
ñora, para que humilmente le supliquemos
por la vida y salud de Tristan, como quiera
que yo, según los deseruicios le tengo hechos,
róscelo oyda no seré, mas confiando su cle-
mencia, quiero que aparejemos para que se-
cretamente vamos» . Gorualari y Brangel di-
xeron que liarían su mandado.
LXXXIII
De como la reyna Yseo^ y Gorualan, y Bran-
gel^ fueron a 'a yglesia a tener vigilia por
la salud de don Tí'istan.
Atenida la noche, la reyna y Gorualan e
Brangel se fueron a la yglesia, y entrados,
hincados los hinojos deuotamente, la reyna
comenco sospirando a dezir delante vn cru-
cifixo: «Ay, mi redemptor Jesu Christo, su-
plicóte humilmente, no por quien yo soy,
mas por quien tu eres, ayas piedad de su
mocedad de Tristan, que, cierto, si el por
doseruirte tu permites que su muerte sea en
tanto breue e de tal manera, la culpa desto
no la merece el, mas yo, que he seydo la in-
citadora de todos los deseruicios (|Uo hecho
te ha; mas, ¿que digo yo agora? que tu bien
lo sabes sin lo yo dezir; y pues, Señor, vees
merezco yo ser punida por los yerros contra
tu seruieio cohnetidos, ya permita tu real
clemencia trasmudar su muerte en mi jior-
sona, la mas sin merecer de las nacidas; y.
Señor, quien menguada de consejo e afUita
se falla viene a remediarse a ti, y la culpa,
Señor, que mia conoces tan mani fiesta, con
justa razón ven y toma la venganza de mi;
y si la fin mia te satisfazo, ¡o quan dulce me
454
LIBROS DE caballerías
sera por tu mano rescebirla, en respecto de
aquella de mi Tristan!. mas que tu, Señor,
hagas mercedes por las offensas contra ti co-
metidas, cierto, es gran agrauio a mi otorgar
tanto de bien; mas en esto. Señor, mire tu
clemencia que por la mayor parte los varones
con seso miran aquel reues que de tales afe-
res (') como Tristan comigo tuuo acaescer-
les puede, e rehusan lo que la voluntad les
pide; lo qual tu, Señor, sabes que por quan-
tas rias e maneras Tristan este deseruir te
rehuso, e la desuentura no dio lugar que de
mi apartarse pudiesse, e agora que pensaua
a mis yerros remedio poner con ocultarlos lo
mas que podiesse, vino la cruda muerte y tu
preciosa justicia pubUcar por el mundo mis
tan crecidas culpas en dar la tan vergon{;'osa
muerte al que no la merecia, según la tu
voluntad, muy celosa de tu seruicio, lo qual
tu, Señor, sabes; e como quiera que yo, Se-
ñor, conozco que te soy deudora, tu clemen-
cia no quería que la desonesta vida mia quede
en el mundo por testimonio y exemplo a los
que prósperos su merecer les hará; pues,
Señor, valga yo tanto contigo que sea causa
por donde su vida muere recobre nueua sa-
lud, y porque confio que ante tu gloriosa
clemencia mis p)alabras en vano yran, me
muestro tan osada en mi dezir, y si larga y
enojosa en la mi propuesta habla he seydo,
ante tu real majestad sea oyda» . Estas y otras
muchas cosas dezia la reyna tan a bozes, que
Grorualan e Brangel lo oyan, y estauan como
trasportados oyendo su tan polido dezir; e
Gorualan se vino para la reyna, y dixo: «Se-
ñora, tomad buena esperanca y esforcad la
virtud, que las aduersidades son prueua de
los flacos e fuertes coracones, que, cierto, yo
no pienso, ni Dios lo querrá, aquella muda-
ble rueda traer os pueda en el numero de
las flacas y femeniles mugeres; e pues Dios
sabe que la voluntad vuestra e de Tristan
fue siempre fuyr del deseruir a Nuestro
Señor, el esto juzgue según las intenciones
que todos sienpre en esto touimos; porque
veo y mucho de cierto se que mas es lo que
sabeys en consolaros que lo que puedo dezi-
ros, no os quiero dar pona con mi dezir» : y
assi callo, que no dixo mas. Brangel dixo lo
mesmo, y assi amáneselo, e fueron luego do
Tristan estaua, que no fue por ninguno sa-
bida la vigilia que la reyna auia fecho, e
amanecido, don Tristan demando confession
de sus pecados con gran arrepentimiento y
, contrición, e vn arzobispo lo absoluio. E
luego re.scibio el cuerpo de Dios muv deuo-
^tamcute, y acabado esto, el fizo vn llanto, e
(*) El texto: «alférez».
dezia asi: «¡Ay Dios! e ¿por que quisistes
que yo fuesse muerto en tal manera, y por
que no aueys querido que yo sea en la santa
conquista del santo Grrial?; ¡ay Dios! e ¿como
quisistes que yo muriesse sin batalla? ¡ay
Dios! e ¿como muero tan jouen, que ya mi
fin se allega? ¡ay Dios, mi señor, perdonad-
me los mis pecados!» Y dixo en alta boz:
«¡Ay don Langarote del Lago, el mi amigo,
donde estay s vos agora, que a vos conuiene
de doleros mucho de la mi muerte! ¡ay Ta-
bla Redonda, como me aueys perdido! ¡ay
Dios, padre verdadero, aued merced de la
mi anima! ¡Ay virgen Maria bienauenturada,
aued merced e piedad de mi, e aued por en-
comendada la mi anima, como quiera que
mucho indigna, pero a tu clemencia suplico
que no mires a mis deseruicios que tengo
fechos, e que mi anima aya aquel reposo que
el cueriw no pudo auer!». Y assi callo vn
poco, y desimes se boluio Tristan a Grorualan
su ayo e a Brangel, e dixoles: «¡Ay el mi
padre y el mi consejero leal, e vos la mi
buena dohzella Brangel, quanto de afán e
trabajo aueys por mi pasado! ¿que fareys,
que yo me muero? ¡Ay Dios, e como aueys
padescido tanto mal y trabajo por mi serui-
cio, e quantos afanes aueys por mi passado,
e pues en la vida mi desuentura no dio lugar
que yo vos lo pudiesse galardonar, agora
quiero que vos, Gorualan, os casej'^s con la
donzella Brangel, e posseed e tomad mi
reyno, y sed señores del para que en mi
lugar esteys e le residays, y mando otrosi
que, después de vosotros, «juede el mi reyno
a la corona del rey Artur. E mando otrosi
que Quedin mi cuñado que sea en par de
vos, Gorualan, si el no quisiere tornar a su
tierra». E Gorualan e Brangel, quando oye-
ron estas palabras, lloraron tanto, que todos
los que los veyan hauian piedad dellos; e
assi callo, que no dixo mas. Y entre si mes-
mo dezia: «Tristan, no ayas tanto duelo como
deurias auer, que tu morirás con aquella
dueña que has amado mas que a ti mismo» .
E luego le dieron vn cirio encendido en la
mano, e dixo: «De oy mas ven tu, muerte,
quando quisieres, que cierto sabia yo que,
pues era nacido, que auia de morir» .
La reyna no dexaua de llorar, y assi fazia
el rey Mares, y todos los caualloros, e dueñas,
e donzellas, y toda la otra gente que ende es-
tañan hizieron muy gran llanto por todo el
castillo. E quando vio don Tristan el punto
de la muerte, dixo al rey Mares, e a todos los
otros que ende estauan: «¡Ay, señores, per-
donadme, por Dios, y a el vos encomiendo, e
rogadle por la mi anima que la lleue al su
sancto rejTio del parayso, pues el me compro
DON TRISTAN DE LEONIS
455
por su preciosa sangre sin merescerlol» E
paro myentes a la reyna Yseo, e dixole: «Se-
ñora, yo muero, e vos dezis que morireys
coraigo; agora, mi dulce señora, abracadnie,
porque yo muera en vuestros bracos» . Bol-
uiose la reyna a el, y llegosele tanto, que
don Tristan la tomo, e abracóla entre sus
bragos, y ella a el, e tuuola tan bien apre-
tada, que duramente ge la pudieron sacar de
los bracos, y don Tristan dixo en alta boz:
«De oy mas venga la muerte quando quisie-
re, que yo tengo a mi señora en los bracos» ;
y alQo los ojos al cielo, e dixo: «¡O Dios y
señor mió, que heziste y criaste el mundo y
todas las cosas que son en el, y veniste por
tomar muerte e passion por los pecadores
sainar, en las tus muy benditas manos en-
comiendo la mí~ánima, que la lieuos al tu
reyno, y ruego a la bienauenturada virgen
santa Maria que ruegue al su hijo bendito
por la mi anima que la saine; y a vosotros,
señores, os ruego que pues en la vida mucho
me amastes, (pie agora en la muerte rogueys
por mi a mi señor Jesu Christo, por que yo
sea digno de ver su majestad real».
E desque ouo dicho estas palabras, luego
beso a la reyna; y estando abracados boca con
boca, le salió el anima del cuerpo, e la reyna,
quando lo vio assi muerto en sus bracos, de
gran dolor que ouo, le rebento el coraQon en
el cuerpo, y murió alli en los braQos de Tris-
tan; y assi murieron los dos amados, e aque-
llos que los veyan assi estar, creyan que es-
tañan amortescklos, y, como los cataron,
falláronlos muertos ambos a: dos. '
E quando el rey Mares vio muertos a don
Tristan y a la reyna, en poco estuuo que no
murió, por el gran dolor que ouo de su muer-
te , y comento a dezir: « ¡ Ay mezquino, y
que gran perdida he yo anido, que he per-
dido aquellas cosas que mas en el mundo
amana, y nunca fue rey que tan gran perdi-
da ouiesse en vn dia como yo he auido, e
mucho mas valdría que yo fuesse muerto
que no ellos!» Luego se comenQO a fazer
gran llanto a marauilla por todo el castillo,
y tan grande fue, que ninguno lo podria
creer, y luego vinieron todos los grandes
hombres, y los caualleros de Cornualla y de
todo el rejmo, e todos comoncaron a fazer
muy gran diielo a marauilla, e a dezir entre
si mesmos: «¡ Ay rey Mares! fueras tu muer-
to ante que no don ^Tristan, el mejor caua-
llero del mundo, que mantenía a toda Cor-
nualla en paz j en sossiego, e nos saco de
subjecion y nos fizo libres, y agora seremos
todos muertos y destruydos ante que mucho
tiempo venga, e agora nos conuerna de dar
el tributo como lo solíamos, queramos o no,
de lo qual nos escusaua el bueno de don
Tristan por sus cauallerias, mas muy mal ge
lo hemos galardonado; y el se combatió con
Morlot de Yrlanda por librar a Cornualla,
que verdaderamente el merescia mejor la
corona que el rey Mares, que el la auia de-
fendido de muchos peligros, y eramos por el
temidos y honrrados; ¡ay mezquinos! que
gran perdida rescebimos nos y toda Cornua-
lla por la muerte de don Tristan, y agora
seremos todos muertos j desonrrados, y des-
pués que nuestros enemigos sepan que don
Tristan es muerto, luego vernan sobre nos, y
nos destruyran a todos» ; y tanto como con los
ojos lo llorauan, tanto con las bocas malde-
zian al rey Mares y Aldaret, de manera que
dos tan plañidos, ni dos tan denostados, no
se hallan en memoria de honbres, porque
solo las señoras y damas se hallaron para
sentir esta manzilla mas que las fijas de
Priamo lloraron por Héctor, ni menos Ecuba
se mostró tan dolorida quando el cruel fuego
de Grrecia abrasaua sus palacios. Todos los
de Cornualla eran muy tristes por la muerte
de don Tristan, saino Alderet, que se ale-
grana en su voluntad, por lo qual todos le
querían gran mal, y dezian: «Avn verna
cauallero que vengara la muerte de don
Tristan, quel rey Artur y todos los caualle-
ros de la Tabla Redonda querían muy gran
bien a don Tristan mas que a otro cauallero
de la Tabla, por sus buenas cauallerias. Por
que nos creemos que algunos de aquellos
vernan a vengar la su muerte» : y assi se fizo
después; y quando en toda Cornualla se su-
po que don Tristan y la reyna Yseo eran
muertos, fueron muy tristes, e marauillauan-
se mucho y dezian: «Todo el mundo fablara
de su amor tan sublimado» . Y quando todos
los caualleros fueron allegados, e muchos
perlados, e clérigos, e fray les, alli donde es-
taña don Tristan e la reyna muertos, el rey
fizo poner sus cuerpos, que estañan abraca-
dos, ambos en unas andas muy ricamente,
con paños de oro, e fizólos llenar muy hon-
rradamente, rezando toda la clerezia con
muchas cruzes y hachas encendiilas, a Tin-
toyl. E quando entraron por la ciudad, los
llantos fueron muy grandes a marauilla de
grandes e de pequeños, e pusiéronlos en vna
cama que las dueñas auian hecho, y fueron
sepultados en vna rica sepultara, en la qual
escriuioron letras que dezian: «Este es el
PREMIO QUE EL AMOR DA A SUS SERUIDORES».
E fizo la sepultura cobrir de vnas muy ver-
des ondas, en medio do las quales hizo poner
vna pequeña barca sin remos, cuyo mastel
456
LIBROS DE caballerías
quebrado tenia, y la vela acostada, e en ella
vn titulo que dezia:
«En esta barca de amor
y mar de vana ecperanya,
es el barquero vti dolor,
que en el aprieto mayor
al mas peligro se lan^'a;
y el árbol, que es la ventura,
con vela poco segura,
en este piélago tal,
acostado se procura
el cabo de mayor mal».
Ya de suso la hystoria ha recontado como
por el noble e virtuoso eauallero don Tristan
de Leonis murieron tres hijas de reyes. La
primera fue Belisenda, hija del rey Fere-
mondo. La segunda fue Yseo la Brunda. La
tercera fue Yseo de las blancas manos. E a
todas estas tres señoras sobraua en fermosu-
ra Yseo la Brunda, e no fue marauilla que
Tristan hasta la fin de sus dias siguiesse sus
amores, porque qual quiera discreto que con
diligencia mirar quisiesse su tan crescida
hermosura, se le trocara la propria condición.
Lo qual assi hizo Tristan, que, avnque era
de su propia condición toda lealtad e conos-
cimiento de virtudes, la tan sobrada fermo-
sura que Yseo tenia no dio lugar que pu-
diesse apartarse della. Las quales hermosu-
ras el auctor aqui recuenta, como quiera que
por escriptura no se podia dezir tanto como
ello era. Pero diré todo lo que pudiere, co-
mencado desde la cabera como principal
miembro, e descurido por los otros miem-
bros (').
La qual Yseo tenia los cabellos que cierto
parescian madexas de oro fino, y eran par-
tidos en dos ygualdades por medio de la
cabera, en vna partidura blanca que de nie-
ue semejaua parecer, e los cabellos se ten-
dian de cada parte en gran longura e copia;
debaxo de los quales tenia la espaciosa fruen-
te, blanca e resplamlesciente, a manera de
vn fino cristal; la qual no era ni punto arru-
gada, mas lisa y de gracioso parecer.
Tenia otrosi tam bien puestas las cejas, a
manera de dos leuantados arcos tendidos por
la espaciosa f rúente, las quales no eran muy
pobladas de cabellos, antes eran tan delicadas
en parescer, que representauan dos hilos
puestos en arco; debaxo de las quales estaua
el fermoso espacio que departía los ojos de
las sobrecejas, el qual parecía ser en su
blancura a modo de vna poca de leche que
fuesse alli congelada.
Tenia otrosi el gracioso parescer y vista
(') Esta descripción que sigue es de los trozos más
bellos qne se han escrito en castellano.
de sus ojos a modo de dos resplandescientes
estrellas, los iguales, tan amorosos eran en
mirar, que bastantes eran con solo su aca-
tar de ijrender a qualquier que su affirmada
vista enderecassen, la qual era muy suaue
y amorosa.
Tenia otrosi gran hermosura en la su na-
riz, ca non era grande ni pequeña, mas
tam bien compassada, que páresela ser fecha
por regla y compás; no tan luenga que de-
clinasse a entornada, ni punto; e muy me-
nos tan pequeña, que el labro de encima so
su sombra diesse de si fea vista; cuyas ven-
tanas eran bien compassadas, que bien de-
mostrauan auer auido sotil ingenio en las
obrar.
Tenia otrosi amoroso e resplandeciente
gesto en la haz, que parescian en su blancu-
ra ser leche; las mexillas parescian rosas do
fino color, la qual, por ninguna variación
ni mudanca de tiempo jamas de su rostro se
partia vn poco de color y de nieue entre las
mexillas e los 1 abrios.
Otrosi tenia muy amorosa e graciosa y muy
pequeña boca, cuyos labrios, delgados quanto
cumplían, eran colorados, que parescian do
color de la resplandesciente mañana quando
el sol encomienca a salir. Los quales labrios,
segund su apostura, bien páresela no rehu-
sar los dulces besos. Mas parescian en gra-
ciosidad tanto, que a todos quantos los mira-
uan combatían a besar; so guarda e cobertu-
ra de los quales tenia los muy menudos dien-
tes, que parescian ser de fino marfil, puestos
en orden no mas vno que otro, puestos affir-
mados en las muy coloradas enzias, que pa-
rescian ser de color de rosa. Assi que en todo
su rostro y filosomia no aula defecto.
Tenia otrosi deleytoso cuello e afiliada
garganta, que i^arescia ser vna pequeña co-
lumna de fino cristal, no encornado, mas
derecho. El qual en su blancura no demos-
traua diferencia de nieue. El qual demos-
traua por la espaciosa garganta las delga-
das venas, que bien se esmerauan en la blan-
cura.
Tenia otrosi las muy yguales y derechas
espaldas, e los muy fermosos y bien apues-
tos bracos, los quales parescian no denegar
los dulces abracos. E sus graciosas manos
no eran ni punto villanas, ni gruessas, cu-
yos dedos eran bien luengos y delgados, y
las vñas parescian ser de marfil. Los quales
bracos, manos y dedos, parescian ser de
color de nieue.
Tenia otrosi muy espacioso e blanco pecho,
en que eran dos tetillas a manera de dos
mancanas; eran agudas, que parescian rom-
per sus vestiduras, que natura auia alli
DON TRISTAN DE LEONIS
457
obrado en sn peolio dos peqnefias pelotas. E
assy considerando con mucluí ymaginucion y
estudio todas las fayciones e su dei'echa es-
tatura de la reyna Yseo, puédese della bien
dezir que a la natura liuinana no se po-
día pedir eosa alguna que en ella falloeido
fuesse.
E assi recontadas por orden todas las lier-
mosuras desta seiloi-a, fpüero dar fiu a mi
dezir.
A DIOS GRACIAS
Aquí se acaba el libro del muy famoso y esforzado cauallero don Tristan de Leonis.
Corregido y con mucha diligencia enmendado. Con vna tabla mas que en los
otros añadida, en la qual por numero se haze mención de todas sus
NOTABLES HAZAÑAS. PaRA QUE QUALQUIER LECTOR MUY MAS FÁCIL-
MENTE PUEDA HALLAR, POR EL CUENTO DE LAS HOJAS, TODO
LO QUE QUISIERE BUSCAR. ImPRESSO EN LA MUY NOBLE
E MUY LEAL CIBDAD DE SeUILLA. PoR JuAN
Cronberger, alejian, a quatro días
del mes de nouienbre, año de
mil y quinientos veynte
Y OCHO.
*
^^CronicaDcloe
mutnorablcKaua
Ucro5 hablante Dc
*/f\icainoiuc^T;Dc
3ofrcbi)ODel
conde ^Oí
nafon.
UBIOS DR CABAIXKKÍU. — PÁG. 459
CRÓNICA DE LOS MUY NOTABLES CAUALLEROS
rmAm DE RICAIIONTE í DE JOFRI
HIJO DEL CONDE DON ASON
Capitulo I. — Como Tahlante de Ricmnonte
vino a la corte del rey Arhir y se conhatio
con el conde don Müian^ y lo venció., y lo
lleuo preso al castillo de Ricainonte, y lo
mundana acotar dos vezes en el año por
deshonra del rey.
De todos es salñdo como el rey Artur fue
emperador entre los reyes de su tienpo, el
qual, por especial gracia de Dios, alcaiiQO
que en su tiempo y en su reyno se comen-
casse la demanda del sancto Grial, según
mas largamente lo liallareys en el Bala-
dro (*) que dizen de Merlin. Y en esta de-
manda entraron muelios caualleros, y el rey
Artur fue vno dellos, y Langarote del Lago.
y Tristan, y Palomedes, y el cauallero sin
pavor (2), y el cauallero de las dos espadas,
y Sagramor y Bramor, y otros muchos, que,
si leej's sus historias, sabreys las auenturas
y cauallerias que en sus tienpos fizieron. Y
era la costumbre, que, en armando algún ca-
uallero, escriuian el dia, j quien era, y en
cuya demanda yua; y ¡nenian en el libro de
las hazañas todas las auenturas que le acon-
tecían; y, cuando morian, dexauanalla su es-
cudo y lan(;'a, y al muerto leyanse sus caua-
llerias. Y esto dexado, vamos a que estando
el rey Artur vn dia de pascua de Penthecos-
tes, y el rey, y la reyna, y todas las dueñas
y donzellas que acabañan de comer, estando
todas a vnas ventanas del palacio del rey
Artur, hablando en (]U0 hauia muchos dias
que no hauia venido ninguna auentura en
la corte, ni menos ningún cauallero de los
de la Tabla Redonda estaña alli. Y en esto
(') El texto: «Boladro».
(') Mencionado en el Tristán de Leonis (cap. LX).
vieron venir vn cauallero a costunbre de ca-
ualleros andantes, su yelmo puesto y su es-
cudo embracado, y su lan^a; y, como llego,
sin saludar al rey ni a la reyna, ni a nadie,
dixo a los que alli estañan: «Dezid al rey que
esta aqui vn cauallero andante, que, desque
partió de su casa, no ha fallado ninguna
auentura, y que dessea hallar cauallero que
se combatiesse con el, y cree que no lo ha
fallado porque nadie se osaua conbatir con
el; y dezilde que me tengo por el mejor ca-
uallero de quantos el tiene en su reyno, E
si en su corte hay alguno que esto entienda
negar o demandar, que el estaña alli para lo
defender y que esperaua fasta la noche a ver
si alguno saliere; y si no, que nueue dias
vendrá aqui cada vn dia a esperar si haura
alguno que con el se combata» . Y luego fue-
ron los que alli estañan a dezillo al rey, y el
rey le embio a dezir que le rogaua que le
embiasse a dezir su nonbre, por saber quien
era aquel cauallero que con tanta soberuia
hablaua. Y el le embio a dezir que por en-
tonces su nonbre no lo diria. Y el rey le
embio a dezir que se marauillaua del, que
tan mal trataua los caualleros de la Tabla
Redonda; porque en su corte hauia tantos y
tan buenos caualleros, que si alli alguno es-
tuuiera, que le respondiera. Y al rey páres-
ela muy mal, y a todos quantos lo oyeron; y
el rey mando saber si por caso hauia venido
algún cauallero de los do la Tabla Redonda
a su corte, para que se coubatiesse con el.
Y liallaron que a la sazón no hauia ninguno
sino el conde don Milian, que era vn gran
señor y buen cauallei'o, sino que estaña flaco,
que hauia estado malo, y pocos dias hauia
que se leuantaua. Y el rey, quando supo que
no hauia nadie, porque aquel cauallero no
460
LIBROS DE caballerías
fiiesse diziendo que en la corte del rey no
haiiia hallado cauallero que con el eonba-
tiosse, denianilo sus armas y quisierase ar-
nuir; y la reyna y los que alli estauan uo se
io consintieron, diziendolc: «Señor, no es de
vuestro estado salir a semejantes cosas; por-
que, si caso fuesse que aquel cauallero ven-
ciesse, seria deshonra de vuestra corona real;
y si vos. señor, lo venceys, el gana mucho,
y vos, señor, nada. Y deueys, señor, ver
que ventaja hay de vos, que soys rey, a
aquel, que es cauallero, y que no es cosa
justa poner el rey su persona a peligro de
muerte como acontece»; y tantas cosas le
dixeron, que el rey liuuo por bien de quedar
y no salir alia. Y el cauallero estuuo alli
hasta bien tarde; y cerca de puesto el sol, el
cauallero se fue a vna abadia de monjes que
estaña media legua de la ciudad de Camalot,
que se decia Santa Maria del Real. Y los
frayles. como de aquello eran acostumbra-
dos, recibiéronle muy bien, y curaron mucho
del y de su cauallo; y dieronle buena cama
que para aquello tenian. Y otro dia de ma-
ñana, dixo al abad del monesterio que a el
conuenia estar alli ocho dias, que le rogaua
que le diessen algo con que viuiesse, y que
yra a vna auentura que tenia comencada, y
que cada noche hauia de venir a ser su hués-
ped. Y el abad le respondió, que vn dia, y
dos, y diez, y quantos el viniesse, seria bien
recebido. Y" mandóle llenar al refitorio, y
dieronle muy bien de comer; y ensillo su
cauallo y armóse, y fuese a la puerta del
palacio, y estuuo alli fasta la noche, que no
salió nadie a el. Y" el rey ni la reyna no sa-
llan de su cámara de enojados, y alli les
dezian missa, y en la corte no hablauan de
otra cosa sino de como a la sazón no venia
ningún cauallero de los de la Tabla Redonda;
y el rey no sabia que remedio tener; de ma-
nera que se cumplieron los ocho dias que
nadie salió; y el cada tarde salía, y cada
mañana venia. Pues, como hauia oydo que
alli no hauia nadie sino el conde don Milian,
(pie estaña muy flaco. Y el conde acordó de
dezir al rey que porque aquel no fuesse con
tanta gloria, diziendo que no fuesse a dezir
que hauia estado en la corte nueue dias que
no hauia osado salir a el ningún cauallero,
<iue seria bien hazer armas con el, y que
plazeria a Dios que le ayudaría contra el. Y
el rey, de vna parte vej^a quan deshonrada
quedaua la corte, y por otra parte temía la
ílaqneza del conde, y mostró que lo queria es-
toruar, pero al fin al noueno dia acordaron
que seria bien que se prouasse. Y^ el conde
oyó missa, y comió, y armóse, y caualgo en
su cauallo. y paresciole que podría sufrir la
batalla; y embio a dezir al cauallero que se
detuuíesse vn poco, y que le dixessen que a
el yria vn cauallero que le haría saber que en
la corte del rey su señor hauia vn cauallero
que le contradiría lo que ol hauia dicho. Y
Tablante, quando lo ovo, fue dello muy ale-
gre, y pensó que algunos caualleros hauían
venido de nueuo, que bien sabia que el conde
estaña ay, pero que estaña flaco, y no creya
que podría ser el conde. Y en esto llego el
conde adonde estaua Tablante a la puerta del
palacio, que hauia alli vna gran placa donde
torneauan y corrían. Y alli estaua el rey y
la reyna, y dueñas y donzellas, y mucha gen-
te, para ver como se coml)atian. Y Tablante
embio a dezir al conde que le pedia por mer-
ced que le embíasse a dezir su nonbre, para
saber con quien se conbatia. Y" el conde le
embio a dezir que le plazía, y que supiesse
que a el dezian el conde don Milían. Pues,
quando Talilante supo que era el conde, y no
era cauallero rezien venido, y que por salir
alli le hazia perder tanta honra, huno del
mil dio enojo en su coracon; y prometió que,
si con el se combatía y lo vencía, que el to-
maría del emienda, y embiole a dezir que
pues el sabia su nombre, que era razón em-
bíalle a dezir el suyo, que le hazia saber que
si el era conde don Milían, que el era Ta-
blante, señor de Ricamente; y que le hazia
saber que el fazia armas con el de muy bue-
na gana, porque, con el ayuda de Dios, el
entendía tomar del la emienda de la honra
que le hazia perder por salir allí; y que le
rogaua que no quisiesse oonbatirse con el, y
que, si lo dexaua, que el y su tierra lo ha-
llarían y conoscerian en honra y prouecho;
y que sí todavía porñaua, que el y su tierra
lo sentirían; y desto no se ayro el conde, y
embiole a dezir que se apercibiesse. Y en-
tonces ambos a dos se apartaron el vno del
otro, y pusieron las laucas de encuentro, y
dexaronse venir el vno contra el otro quanto
los cauallos los pudieron llenar; y dieronse
tan grandes encuentros, que el conde metió
la lan^a a Tablante por medio del escudo, e
hizolopedacos. Y paro en la loriga el hierro
(le la lan(;-a y firiolo vn poco; y Tablante le
dio al conde en el escudo, y topo en la ma-
lla, e liízolo boluer de lado; y con la mucha
fuer(;'a sacólo de la silla, y dio vn muy gran
golpe en el suelo, de cpie no se pudo leñan -
tar. Y Tablante salto de su cauallo, y saco
ol espada para lo matar, sino que le pidió
por merced que no le matasse, y que el faría
todo lo que le mandasse; y el pensó que se-
ría mejor dalle la vida jDara vengarse del, y
dixole que no lo mataría si le otorgasse lo
que le pediría. Y era que le dixo que luego
TABLANTE DE RICAMONTE
461
se ñiesse a su tierra, y que dendc en diez
dias tomasse vna azemila y vna tienda, y
vn moQO que lo acompañasse, y que con solo
esto se fuesse a Eicamonte, que allí harían
del lo que liazian de otros; y que"se otorgas-
se por su cauallero fasta tanto ipic algún
otro cauallero lo deliberasse, o le diese li-
cencia que se fuesse. Y el, viendo que le
eonuenia morir o otorgar aijuello, otorgóle
todo quanto le demando; y luego Tablante,
sin despedirse del rey ni de nadie, caualgo
en su cauallo y fuesse al abadia, y estuuo
allí aquella noche; y otro dia de mañana
despidióse del abad y de aquellos monjes, y
fuese a su tierra, el qual en muy pocos dias
llego alia, ptorque no se curo de buscar nin-
gunas aueuturas, sino andar su camino. Y
llegado que fue en su castillo, estuuo alli
seys dias, y dixo a los suyos que porque a
el le eonuenia yr a hablar algunas cosas de
su honra, que el se queria partir. Y" dixoles
que alli vendría preso vn cauallero de la cor-
te del rey Artur, que es el conde don Mi-
lian, del qual tenia mucho enojo; que luego
IDusiessen su tienda cerca del castillo, y que
lo tomassen, y que, encima de su azemila,
al derredor del castillo le diessen cinquenta
acotes, y al derredor de las tiendas le dies-
sen ciento; y luego que esto se hiziesse, se
fuessen los suyos con su azemila y cauallo.
Y desciendan del castillo dos mugeres y cu-
ren del; y en acabando de sanar, si el se
tardasse, que le diesen otros tantos; y esto
sera hasta que muera. Y haueys de saber
que alli hauia cerca de trezientos caualleros
en trezienlas tiendas que Tablante hauia
preso combatiéndose con ellos como con el
conde, y todos estañan a su costa dellos mis-
mos; y el los huuiera soltado y embiado a sus
tierras, sino que quisiera que algún caualle-
ro los huuiera librado, que no los tenia por
otra cosa, que el nunca estaña alli. Dexe-
mos, pues, agora a Tablante que, desque lo
mando a los suyos, luego se fue.
Boluamos al conde, que, quando huuo he-
cho su pleyto omenaje a Tablante, el se fue
a su posada, y otro dia vio al rey; y como
era muy gran señor, y era noble de condi-
ción, de su despedimiento huuieron todos
gran pesar y manzilla, y no se pudo otra
cosa hazer; y el, quancío se despidió, fuese
a su condado, y hablo con su mujer y vassa-
llos y caualleros de su casa, y el les dixo lo
que le hauia acontoscido, para ver que acuer-
do tomauan: y después de haber hauido mu-
chas palabras, acordanm que por via de ca-
iialleria no hauia otra cosa sino cumplir lo
que hauia prometido. Y luego que huuieron
hauido su acuerdo, se despidió de su muger
y de todos, y tomo vna azemila y viui tien-
ila, y vn cauallero y dos moeos, y partióse
para Ricamente; y anduuieron de tal mane-
ra, que en diez y seys dias llegaron alia. Y
quando llego, pensando que no hauia otra
cosa sino estar preso, pregunto si estaua
alli Tablante de Eicamonte. Y los suj'^os di-
xeron que no estaua alli, y preguntaroide
que quien era y su nombre. Y el dixo que
era el conde don Milian. Luego tomaron su
tienda y assentaronla como Tablante les ha-
uia mandado; y luego a la hora lo desnu-
daron, y caualgaronle eii su propia azemila,
y dieronle los ciento y cinquenta acotes co-
mo Tablante lo hauia mandado, y fueron ta-
les,, que lo dexaron por muerto; y mandaron
a los suyos que se fuessen con aquellas nue-
uas a su tierra, y dixessen que, en sanando,
le liauian de dar otros tantos. Y assi se par-
tieron los suyos con mucho dolor, y quedo
el conde muy a9otado; y curaron del las mu-
geres del castillo, vna donzella y vna muger
anciana, las quales, de manzilla, le fazian
los mas regalos que ellas podian.
Quede pues aqui el conde, y boluamos a
los su3"os, que se fueron a la condessa, muger
del conde don Milian, la qual, quando supo
de los a(,'otes, hizo muy doloroso llanto, y
mostró gran sentimiento. Llamo a los caua-
lleros de su casa, y acordaron de embiarle
muy secretamente vn hombre que no supies-
sen cuyo era, para que se informasse de la
verdad; el qual fu";, y hallo que era assi que
lo hauian acotado, y que estaua mandado
que mientra viuiesse, en sanando le hauian
de boluer a acotar. Y" la condessa acorde de
llamar a todos sus parientes y caualleros, y
aun de sus vassallos los mas honrados, para
ver que consejo se deuia dar en aquello; y
entre ellos vino vna sobrina del conde, que
se llamaua Bruniessen, señora del castillo
de la Floi'esta, y por esso la llamauan Bru-
niessen de la Floresta. Esta era la mas her-
mosa y gentil donzella que hauia en todo el
reyno, y tenia vn castillo y muchos vassa-
llos; y al pie del castillo vna hermosa huer-
ta, que hauia en ella mas de dos leguas de
arboledas y monte; y alli hauia puercos, y
ossos, y venados, y otras muchas animalias
de gran tiempo, lo qual era todo de vn her-
mano del conde, y fálleselo, y dexolo a su
hija Bruniessen — que no tenia otra. Y
ellos alli juntos, la condessa les dixo todas
las cosas que le hauian acontescido al conde
su señor, y que se lo hazia saber, porque su
parestíer era qu(! deuian juntarse todos sus
parientes y amigos, y criados y vassallos,
que podrían ser tantos, y que ella yria con
ellos, (|ue sin trabajo podrían sacar al conde
462
LIBROS DE caballerías
de la prisión. Y con esta razón juntóse su
sobrina Bruniessen, j dixo que era bien que
assi se hiziesse, j que para esto ella daria
caualleros y peones quantos le pidiessen, y
que ella yria en persona a ello, y alli dixo
cada vno su parescer. Y dize el cuento, que
como alli hauia hombres muy principales
parientes, assi vassallos del conde, como
honbres que sabian de la orden de caualle-
ria, vinieron a dezir su parescer. Y dixeron
que aquello qiie la condesa dezia no se deuia
ni podia ser: porque esta ley de caualleria
era de la Tabla Re<londa; y que ella era en
la corte del rey Artur, que era emperador
de los reyes de aquel tiempo; y que en la
corte hauia passado como passaua otras mu-
chas cosas, y que aijuello no se deuia ni po-
dia librar sino por orden de caualleria; y
que deuian buscar algún cauallero para que
fuesse a librarlo, y aun pedir al rey que le
diesse tal cauallero q\ie al conde librasse de
la prisión. Y que, en tanto que el conde se
librasse, que por el daño que el recebia era
mucha razón mostrar gran sentimiento en
todo el condado, y aun en todas las partes
donde viniessen sus parientes y vassallos,
por memoria de tan gran mal. Y en esto acor-
daron todos, que ninguno discrepo en ello,
sino que fuesse assi. Y acordaron que hi-
ziessen gran llanto dos vezes, vna en la no-
che, y otra antes del alúa, y que no se cu-
rassen de dar cuenta a nadie por que se fazia,
aunque les fuesse preguntado; mas antes,
porque nadie no lo supiesse, que si acaso
algún estranjero lo preguntasse, que dexas-
scn el llanto y que diessen tras el con palos
y piedras, y con lo que mas a la mano se
hallassen; y que, si fuesse muerto o ferido,
que fuesse a su causa, y ellos sin pena. Y
esto assi ordenado, pusieron luto y acorda-
ron de embiar al rey a pedirlo ayuda; y
desto tomo el cargo la condessa, y fuese cada
vno a su casa; Bruniessen se fue a su casti-
llo, Y queda agora que en toda la tierra del
condado y de sus parientes hazen llanto en
aijuellas dos horas como alli fue ordenado; y
boluamos a la corte.
Cap. n. — Como Jofre demando licencia al
rey para se yr de la corte ^ porque el rey no
lo quería armar cauallero para yr en busca
de Tahlante por vengar al conde, y como a
la postre la reyna lo hizo iiazer, y lo fue a
btcscar; y de las auenturas que le acontes-
cieron en el camino.
Dize la historia que desque la nueua del
daño del conde don llilian llego al rey y a
la reyna y a la corte, mostraron gran senti-
miento, y vn dia después de comer, el rey
dixo a la reyna: «]\Iirad que dicha fue la del
conde, que nunca en el tiempo que Tablante
estuuo aqui vino cauallero ninguno; y si des-
pués alguno ha venido, aunque han sabido
de su prisión, nunca nadie ha dicho que
queria yr a libraUo» . Y en esto hablaron mu-
cho, y la reyna dixo que creya que lo cau-
saua que Tablante era gran caiiallero, y era
hombre cruel, y desta causa no hauia gana
nadie de yr a buscallo; y que también que
nunca estaua en su casa, sino buscando auen-
turas. Y estando ellos en esta habla, vn don-
zel del rey, moco de edad de diez y ocho
años, el qual era hijo del conde Donasen,
que hauia sido vno de los buenos caualleros
de la Tabla Redonda en su tiempo; era muy
anciano y estaua en su condado, que no cu-
raua de yr a la corte; y llamauase el donzel
don Jofre, el qual hauia muy bien visto todas
las cosas acontescidas. Y oyó y sintió y vido
lo que el rey y la reyna dezian, y el senti-
miento que tenian por la prisión del conde;
y assi porque desseaua mucho seruir al rey
y a la reyna, como porque era mancebo, y
tenia pensamiento de mostrar cuyo hijo era,
como porque el conde tenia deudo con su
padre, aunque era lexos, acordó vn dia de
hablar al rey, y busco tiempo aparejado; y
vn dia que el rey y la reyna comieron juntos,
desque las mesas fueron aleadas, Jofre hinco
las rodillas ante el rey, y suplicóle que le
hiziesse vna merced. Y el rey y la reyna,
que querían bien a Jofre, assi porque era hijo
del conde, que hauia sido vn muy buen ca-
uallero, como porque era muy noble y muy
cortes, el rey dixo: «Jofre, di lo que quisie-
res»; y Jofre dixo: «Otorgúemelo vuestra
alteza»; y la reyna, que hauia gana de ayu-
dalle, dixo: «Jofre, demanda lo que quisieres,
que lo que su merced viere que deua, otor-
gártelo ha» . Pues, viendo Jofre que no podia
al fazer, dixo: «Señor, la merced que pido
es que vuestra merced sea de me armar ca-
uallero, y darme armas y cauallo, y licencia
para que yo pueda yr en demanda y busca
de Tablante de Ricamente, por ver si pu-
diesse yo tomar emienda del y de la des-
honra que a vuestra persona real y a los ca-
ualleros de la Tabla Redonda fizo en prender
al conde don Milian y acotalle como a la-
drón». Y el rey, quando vido su intención
de Jofre tan buena, holgóse mucho, y mucho
mas la reyna, que tenia con el vn poco de
deudo; y la reyna lo hauia criado dende
niño; y espero que el rey le respondiesse; y
el rey le dixo: «Jofre, yo no dudo sino que
juzgando tu intención por obra, buen fin se
TABLANTE DE RICAMONTE
463
esperaría; pero la obra ha de ser en cosa de
armas, las qiialos tu nunca has exercitado,
ni sabes en ello mas de la platica, y lo que
te paresce agora liuiano, parescerte ya graue
si en ello estuuiesses; y por esso, j porque
este Tablante es assi buen cauallero y diestro
en las armas, que tiene mas de trezientos
caualleros presos, yo no deuo darte la tal
licencia. Porque yo deuo pensar que, hasta
que yo te viesse en las armas experimentado,
yo no deuo dar esta licencia, aunque te ar-
masse cauallero; porque yo no deuo darte
caualleria hasta que edad y vso te acompañe,
porque yo ni mi corona real no recibamos
deshonra; ni deuo consentir que tu con tus
buenas entrañas vayas a morir o recebir
mengua, que me doleria mucho, que eres mi
criado. Yo he plazer de saber tu desseo, por-
que, desque yo vea que eres de edad, yo lo
haré y de muy buena gana; por esso dexate
agora desso, y ruega a Dios por saber, que
tiempo tienes». T la rey na, antes que Jotre
respondiesse, por que no errasse y no se eno-
jasse el rey, dixo: «Señor, la intención de
Jofre es muy buena, ya vuestra merced le
ha dicho lo que le cumple; yo, señor, hablare
con Jofre, por esso tu, Jofre, agora no te
tengas por respondido». Esto dixo la reyna,
porque vna noche Jofre j otros donzeles ha-
blauan en que queria pedir aquello, y que,
si el rey se lo negasse, que el se yria a su
casa y no viuiria mas con el rey. T como la
reyna lo queria bien por lo ya dicho, de esta
causa se lo hablo a Jofre; y el entendió bien
la voluntad de la reyna, y no dixo mas de
dezir al rey: «Señor, yo he suplicado por
esta merced, y he visto lo que vuestra mer-
ced me ha respondido, y como dize la reyna
que no la he por respuesta, que vuestra mer-
ced mirara en ello, y todo se liara lo que
fuere su seruicio; porque es cierto que yo no
tengo de dexar esta demanda, o tengo de
morir en ella». T beso al rey las manos, j
leuantose, y fue a su casa muy descontento,
y en la noche no vino a seruir la copa que
seruia; y la reyna miro en ello, y callo, que
no dixo nada al rey. Y pensó que, pues tanta
gana lo hauia, que podia ser por bien; y otro
dia, antes que le dixessen la missa mando
llamar a Jofre, y venido que fue, hinco las
rodillas ante ella, y la reyna le dixo: «Jofre,
ayer pediste al rey mi señor por merced que
el te armasse cauallero, que querías yr en
busca de Tablante de Ricamente, y bien
viste su respuesta, y, cierto, que deues con-
tentarte con ella. Cata, Jofre, que el desseo
te engaña, que tu piensas que seras agora
para tanto, que eres de diez y ocho años,
como vno de treynta, en especial que, como
el rey mi señor ya te dixo, que esto destas
armas quieren exercicio y vso mucho. Y assi
como tu tienes desseo y linage, tuuiesses la
edad, cierto es que lo que tu ruegas te hauia
do rogar a ti; que me paresce que lo que el
rey mi señor te dixo, lo deues tu hauer por
bueno, y conformarte con su voluntad, que
queda aparejada para en viendo tiempo para
la obra, y no deues fazer otra cosa»; ala
qual Jofre le respondió y dixo: «Señora, yo
he visto y oydo todo lo que el rey mi señor
dixo; y assi mismo lo que vuestra merced
dize agora; y deue mirar vuestra merced que,
si los caualleros de ante de mi miraran todos
los inconuenientes, assi edades, como co-
mentar de nueuo, como pensar de topar con
caualleros fuertes, y estas tales cosas les pu-
sieran temor, nunca huuiera caualleros an-
dantes; pero esta claro que han de hauer co-
mienco las cosas. Vnos de pequeña edad,
otros de mediana, otros de mayor; cada vno
según tiene el desseo y le viene la voluntad;
y, como mejor vuestra merced sabe, esto de
las armas esta en Dios, y en razón, y en
fuerr-a y esfuerco. En lo de Dios yo me en-
comiendo a el, que soy su christiano, y
siempre lo llamare, pues es muy justa ra-
zón, maj'ormente en yr a buscar a quien
ofende a mi rey y mi señor; pues de fuerca,
lo que yo agora no hiziere, no lo haré en mi
vida. Pues, señora, acordándome cuyo hijo
soy y de que linage vengo, no haré cosa en
que recibir pueda vergüenza. Y esto deue
bastar al rey mi señor, que voy con pensa-
miento de dalle cuenta de criado e hijo de
criado, como lo soy, y fue mi padre y mis
abuelos; y Dios, viendo mi buena intención,
me ayudai.*a. Porque yo certifico a vuestra
merced, que si esto que pido al rey mi señor
no me lo otorga, que, dende agora que a
vuestra merced beso la mano, me despido y
me parto para mi casa. Porque, pues yo no
soy señor de mi, ni de hazer lo que quiero,
que siendo libre yo lo pueda dende alia ha-
zer; que no lo hauia, saino por llenar la
honra de caualleria, y ser de la Tabla Re-
donda; pero, pues el rey mi señor no quiere,
yo, como cauallero auenturero, lo entiendo
buscar; e yrme he quexando del rey mi señor
por donde quier (jue fuere». Y la reyna,
viendo la voluntad de Jofre, le dixo assi:
«Yo quisiera mucho, Jofre, que tu siguieras
la voluntad del rey mi señor, mas pues tu
no quieres y essa es tu voluntad, hazlo assi;
y después que el rey haya comido^ tórnaselo
a suplicar, y a causa tuya yo comeré con el:
y quando tu vieres que quedamos solos,
buelue a suplicárselo, y entonces yo tomare
el cargo de responder, y alli veras lo que
464
LIBROS DE caballerías
hago por ti»; y Jofi-e simio a la mesa. Y
después que el rey y la rey na liuuieron co-
mido, y las mesas fueron leuantadas, luego
que Jotre vido tiempo, hinco las rodillas ante
el rey y besóle la mano, y dixole: «Señor,
ya vuestra merced sabe lo que el otro dia le
suplique, y lo que me dixo; y como yo, se-
ñor, no me tuue por respondido, porque crey
boluer donde estoy agora, por que le suplico
y pido que aquella mesma merced y licen-
cia que entonces pedia me sea otorgada ago-
ra». Y el rey mostró que se enojaua; y en-
tonces, sintiéndolo la reyna, dixo al rey:
«Señor, no neguemos agora a Jofre, que su
buen desseo es tal, que cíeue ser agradescido
y remunerado: porque, señor, yo he hablado
con el, y dize bien. Que a los caualleros que
fueron antes del, no pusieron ningún incon-
ueniente para hauer de dexar de tomar habito
de caualleria. Y pues que Jofre tiene buena
dispusicion y razonable edad, y es hijo dalgo,
según, señor, bien sabeys, estas prendas
bastan para no hazer verguenQa a vuestra
corona real; si vuestra merced le arma caua-
Uero, y le da armas y cauallo, yo quiero que
dende entonces sea mi cauallero, y que todas
las auenturas que le acontescieren sean por
mi» . Y (piando el rey vido la voluntad de la
reyna, y que ella lo queria, dixo: «Señora,
pues vos quereys que Jofre sea vuestro ca-
uallero, yo digo desde agora que a mi me
plaze» . Y quando Jofre lo oyó, fue tan ale-
gre como si el rey le diera vna villa por suya;
y beso las manos al rey y a la reyna, y muy
gozoso se salió de donde ellos estauan, y que-
daron hablando del, y dixo entonces la rey-
na al rey: «Plazera a Dios que Jofre, pues
va por mi cauallero, hará tales cosas de que
vuestra merced sea gozoso y vuestra corona
real ensalyada; e yo doy por muy bien em-
pleado lo que en este caso haya trabajado».
Y acordaron que, pues se hauia de hazer
para el primer domingo que viniesse, que Jo-
fre velasse las armas, y otro dia lo armasse
el rey cauallero; y en la tarde dixo la reyna:
«Jofre, ya tu has visto lo que por ti he hecho;
por tanto conuiene que en todo des tal cuenta
de ti, que yo no reciba vergüenza alguna.
Para el domingo que viene conbida a tus
amigos, y vela tus armas como es costumbre» .
Y el rey mandóle dar para ayuda a comprar
lo que le páreselo; y el hizolo assi como la
reyna le hauia mandado. Y otro dia lunes el
rey le armo cauallero, y mando a su cama-
rero que le diesse vn cauallo bueno de los
suyos, y vn escudo y vna lam/a, y su loriga
como es la costumbre de caualleros; y el com-
bido a comer a todos los donzeles del rey, y
a los caualleros y amigos, a su posada. Y
quando Jofre velo las armas, siempre estuuo
de rodillas rogando a Dios que le ayudasse a
todo lo que comenr-asse. Esto hecho, embio a
las dueñas y donzellas de la reyna gran co-
lación y muchos guantes, y otras cosas que
el vido que era vso entonces de dar. Y ca-
ualgo en su cauallo, y armóse, y delante de
la puerta del palacio passo muchas carreras;
y todos loauan la forma de su caualleria, y a
todos páresela bien, y todos dezian que ha-
uia de ser buen cauallero. A la noche se fue
a Palacio, y despidióse del rey y de la reyna
y de las dueñas y donzellas, y al despedir
le boluio la reyna a dezir: «Mira, Jofre,
que a mi causa el rey te armo cauallero, e
yo, por te hazer merced, dixe ipie hauia por
bien que fuesses por mi cauallero, y que
assi te llamasses; mira por esto, y mira por
la orden de caualleria, y que la recebiste de
mano del rey mi señor y tuyo» . Y dixole
muchos exemplos de la honra que los bue-
nos ganauan, j la deshonra en que los co-
uardes viuian, y al íin dixole: «Jofre, ve a
la buena ventura». Y otro dia de mañana
busco vn clérigo que le dixesse missa, y con
mucha deuocion la oyó; y comió, e hizo en-
sillar su cauallo y tomo sus armas qiie el rey
le hauia dado; y caualgo, y fue su camino a
la buena ventura.
Cap. III. — Como yendo Jofre en busca de
Tablante, estando rej^osando, lo huuiera
nnierto otro cauallero jjensando que era su
enemigo, jwrque traya assi las armas; y
Jofre se libro, y se combatió con el, y lo
venció, y lo embio preso a la corte.
Dize la historia que quando Jofre se par-
tió de la corte, que a la segunda jornada dexo
el camino y metióse por vn monte, y en vnas
breñas muy grandes, con desseo de topar con
alguna ventura, que, como era nouel, pensó
que luego las hauia de fallar, y enojauase
de no fallarlas luego. Y salido de aquellos
montes, entro por vna floresta, y anduuo por
ella tres dias sin comer pan, ni beuer vino,
sino agua, y avn no todas vezes; y perdió el
camino y metióse por vna gran espesura, y
desque se vido perdido, quisiera boluerse
atrás, sino que no supo, y anduuo perdido,
y era cerca de medio dia; e yua pensando
que hauia de ser del, que nunca en tal se
hauia visto, y acordóse de lo que el rey y la
reyna le hauian dicho; y en su coraron al-
guna vez desscaua que nada de aquello hu-
uiesse pasado por el. Y el yendo en aquella
priessa, acordó de reposar vn poco, porque
estaua alli vn prado y vna fuente; y tiro el
TABLANTE DE RICAMONTE
4G5
freno a su eauallo, y tliolc agua y dexolc
pazcr, y tiróse el yelmo, y púsolo so su ca-
bera, y durmióse. Y en esto su eauallo sintió
venir otro eauallo y relincho; y luego des-
pertó Jofre y miro hazia donde su eauallo
miraua, y bien lexos vitlo venir vn cauallero
apriessa armado. Y como el hauia oydo dezir
destas cosas tales, apercibióse, y tomo el
freno y enfreno su eauallo, y puso el yelmo
en su cabera y caualgo, Y en esto el otro
cauallero se llego mas; y era vn cauallero
muy bueno, el rpial venia en rastro do Jofre,
pensando que era Diedes de Escocia el cruel,
que le haxiia muerto vn hermano a traycion;
porque Jofre traya un eauallo de la color del
otro que le seguía, y nenia de proposito, que,
si lo hallara dormiendo, assi lo matara. Y
desque llego cerca, sin dezille «apercibios»
ni nada, arremetió con Jofre, y antes que se
apercibiesse le hauia dado vn encuentro, que
dio con Jofre del eauallo abaxo. Jofre, quan-
do se vido derribado, congoxose mucho,
porque era la primera justa que en su vida
hauia hauido: y leuantose luego en pie que
no perdióla lauca; y puso el cuento della so
el pie y abaxola, y puso mano a la espada y
espero al cauallero, que dio la buelta sobre
Jofre, y furtole el cuerpo; y el eauallo del
otro metióse por la lauca, que venia desapo-
derado. Y" luego el cauallero cayo en el suelo,
y Jofre, como moco, estaua enojado, salto
sobre el cauallero, y con el espada diole vn
tan gran golpe encima del yelmo, que se lo
abollo y metió fasta que le toco en el casco;
y otro mal no le hizo mas de que lo atordes-
cio, que no supo donde estaua; y Jofre le
tiro el 5'elmo para lo matar. Y' entrando en
su ftcuerdo, rogóle que huuiesse merced del,
y no le matasse; y entonces dixo Jofre: «La
que tu querías hauer de mi sin hauerte ofen-
dido, que me querías matar.» Y" entonces el
cauallero dixo a Jofre: «¿Como, no soys vos
Diedes el cruel, de Escocía natural, que me
matastes a mí hermano sin causa a traycion?»
Y^ Jofre dixo: «Por cierto, no, que esta es la
jirimera auentura (pie yo he fecho por mí».
Y boluiole a rogar que por Dios le perdo-
nasse; y Jofre, como le 03^0 dezir que pen-
saua que era el que le hauia muerto su her-
mano, pensó que el cauallero tenia razón de
hazer lo que hizo, según lo dixo. Y dixo que
le perdonaua, con condición que le dixesse
a que parte era el castillo de Ricamonte, y
que luego se partiesse a la coi'te del rey
Artur, sin yr primero a ninguna parte; y so
presentasse a la reyna (linobra su señora, y
le dixesse que su cauallero lo cmbiaua preso
alia a presentarse. El dixo t[ue no sabia el
castillo, mas que el le pondría en vna abadía
MUUOS DE caballerías, — 30
de monjes que estaña a dos leguas de alli; y
que, como alli siempre van caualleros, que
podría ser que alli le diessen razón de lo
que el quería saber. Y en lo de yr a Camalot
a presentarse a la reyna, que el lo haría de
buen grado; y luego con estas condiciones le
perdono. Y luego caualgo Jofre en su eauallo
y el otro a píe; y lleudo, que sabía la tierra,
por vna senda, y sacólo de aquella espesura,
y llenólo al abadía de monjes, y era ya
puesto el sol; y los monjes, que los vieron,
creyeron que alguna auentura les hauia
aeontescído, y díeronles bien de cenar, y a
Jofre fazia bien menester. Y luego que cena-
ron, el cauallero no (puso quedar allí aquella
noche, y dixole que le cunplía yr a Cama-
lot y boluer a su casa, y tomar otro eauallo y
buscar a su enemigo. Partióse, y quedo Jofre,
y díeronle buena cama, y pensáronle bien
su eauallo, que ambos lo hauían menester,
que liauía ocho días que el ni el eauallo no
comían.
Cap. IA". — Como el cauallero que Jofre ven-
ció se presento a la reijna Ginebra.
Pues, ydo el cauallero, Jofre quedo alli
quatro días. Dexemoslo allí, y vamos al ca-
uallero que se partió para yr a Camalot, que
anduuo tanto a píe con su lanva y su escudo
y puesto su yelmo, que llego a la corte y pre-
gunto por la reyna: y díxeronle que la que-
ría, y dixo: «Soy mensajero de vn cauallero
cuyo nonbre no se, porque no me lo dixo»;
y luego en dezir de vn su cauallero, vieron
que era Jofre; y fueron a la rej^na y dixe-
ronselo como estaua allí vn cauallero a pie
con su yelmo y lauca y escudo; y dezía que
era de vn cauallero suyo, y la reyna dixo:
«De Jofre es el mensajero» . Y juntóse la cor-
te por ver y oyr lo (pie dezía el cauallero, el
qual contó a la reyna quantos días lo siguió,
y lo cpie con el le acontescío, y dixo: «Señora,
yo os fago saber que del espada hasta hoy no
nascio tal cauallero ni de tan gentil tiento,
que según yo lo salte no fuera nada matallo,
y el fizo tan poca cuenta de mí, qual veys.
Y agora, señora, que yo me he presentado
ante vuestra merced, soy libre para me po-
der yr, sí vuestra merced mandare; por-
(pie voy en busca de aquel traydor que me
mato a mí hernuvno» . Y la reyna le dio li-
cencia. Y el rey y ella y los de la corte hu-
uieron mucho pla(;er [)or saber que la prime-
ra auentura (pie hauia hauido, la huno buena;
y luego el rey mando escreuírla.
Dexemos al cauallero t[ue a buscar va a bU
enemigo, y boluamos a Jofre, que quedo en
' el abadía.
466
LIBROS DE caballerías
Cap. V.— Como yendo Jofre a buscar a Ta-
blaiite iopo con vn Enano, que era hijo del
diablo, y guardmia vna ¡aupa, que se de%ia
LA LAN^A PELIGROSA, por vn caiiallero que
era su señor: y Jofre se combatió con el
cauallero, y lo mato, y soltó al Enano y a
veynte caualleros que estaiian alli presos en
vn monesterio, y los embio a la reyna Gi-
nebra a Camalot.
Después que Jofre se hallo rezio para ca-
minar, j su cauallo estaua ya descausado,
despidióse del abad y de los monjes y fuese
su camino; y anduuo mas de ocho dias que
ninguna cosa le acónteselo, antes se perdió y
no sabia hazia que cabo yua; y fallo vna flo-
resta grande, y atrauesola, y salió a tu cam-
po llano, que a su parescer no tenia cabo,
tan largo era sin parescer montes ni otra
cosa, y anduuo por el tres dias y tres noches,
que nunca hallo lugar donde reposar, ni co-
mer ni beuer; y la sed lo fatigaua a el y a su
cauallo, y comenQO a pensar en la caualleria^
y quan trabajosa era, y que creya que por
aipiello viuian poco los caualleros, sostenien-
do tanta hambre y sed, y caydas, y encuen-
tros y malas camas; y membrauasele de to-
das las cosas passadas, y era ya más de medio
dia, y como sienpre yua mirando a toda par-
te, sobre su mano izquierda vido assomar vn
pino; y dixo que pues alli hauia pino, que
cosa fresca hauia alli; y dexo la via que lle-
uaua y fuese hazia alia, desseando fallar lu-
gar donde pudiesse reposar, y mientra mas
andana, mas se descubría el pino y otros pi-
nos, y era ya hora de vísperas y fazia gran
sol, que era en verano; y yendo assi, sobre la
mano derecha vido vnas casas y no supo
juzgar que fuessen, y era vn monesterio de
monjes, y como yua muerto tic hambre y de
sed, y cansado, comen(,'0 a andar hazia las
casas. Y emparejando con los j)inos boluio
la cabera a mirarlos, y como el sol era vn
poco baxo, vido arrimado al pino relumbrar
vna cosa que páresela espejo, y tuuo la rien-
da al cauallo y pensó de yr alia; y miro que
si era cosa de auentura que no estaua para
ello, y estaua flaco; y tamlñon pensó que era
couardia, y viendo que nadie lo veya, no curo
sino de yr su camino a do vio las casas. E
yendo en esto, dixo entre si (pie hazia mal,
y que el hauia de dar cuenta principalmen-
te, assi que no era cosa de cauallero lo (jue
fazia, y boluio la rienda al cauallo, y adere-
zo a donde estañan los pinos, y alli hauia
vna muy linda fuente y vn prado. Y arrima-
do al pino estaua vna lan(,ui muy hermosa y
muy luzida, y como la vido, cobdiciola, y
llego, y puso su lauca alli, y tomo la que alli
estaua. Y en la hora que la tomo, salió vn
Enano que estaua detras del pino, la cosa mas
espantable del mundo, que dizen que tenia
la cabera tamaña como vn harnero, y en los
ojos hauia en cada vno vn palmo, y las na-
rizes grandes y cortas, y las ventanas gran-
des, que por cada vna cabla vna gran man-
cana, y los ojos como grandes esj)ejos, j la
cabeca hendida hasta las orejas; y el cuerpo
tan pequeño, que a mala ues medirían do la
cinta a las rodillas vn palmo, y su andar era
tan poco, que vn dia no andarla un quarto
de legua; y la voz tenia tan grande, que so-
naua vna gran legua. X como vido que Jo-
fre tomaua la langa, salió detras del pino
como lo solia fazer, y dixole: «Cauallero, yo
no se quien vos hizo osado de llegar a la hin-
ca»; y Jofre, quando lo vido, espantóse, y
Ijarose a mirar su mala catadura, y dixo:
«Confunda Dios a padre que tal hijo engen-
dro, que yo creo que tu eres hijo del diablo,
¿cuydasmelo tu demandar a correr?» Y el
Enano dixo: «No, mas agora vendrá quien
vos lo demandara» ; y luego comenco a dar
tan grandes vozes. que el valle todo hazia
tronar; y Jofre, espantado de ver tal prisión,
miro hazia do el Enano mirara, que era ha-
zia el abadia, y vido venir vn cauallero ar-
mado, y no muy do espacio; el qual venia por
las vozes (jue el Enano daua, i^ue assi lo te-
nia por vso. Porque el vso desta auentura
era que aquel cauallero hauia vej'nte años
que tenia alli aquel Enano y aquella lau-
ca, y si algún cauallero passaua y la toma-
ua, hazla aquello mismo, y teníala tan lim-
pia, que de tres a tres dias la acicalaua, y
luego salia aquel cauallero como entonces
salió, y como llego, dixo: «Cauallero ¿quien
vos hizo osado de llegar a essa lauca sin pri-
mero saber la costumbre desta auentura?» Y
Jofre dixo ala pregunta: «No vos, a lo menos;
pero quiero saber el vso desta auentura» , y el
cauallero dixo: «Yo os lo diré pues. Este es
el vso: Que si alguuo la toma (pie sea caua-
llero armado, ha do hazer vna destas cosas:
Combatirse comigo, o yr preso alli aquella
abadia; y si se combate comigo, yo lo ahor-
co de aquellos arboles; y si va preso de su
voluntad, en aquel monesterio hay muchos;
alli el monesterio les da de comer, y les be-
zan a texer y coser, y hazer capatos, por
donde ganan lo que han de comer, y si vos
esto quereys, alli lo hallareys» . Y Jofre to-
mo de aquesto mucho enojo, y miro, y vido
uiuchas sogas de hombres que alli hauian
sido ahorcados, y con enojo le dixo: «Y^o no
se, cauallero, quien soys vos, y no se como
vos llaman, pues que a los caualleros hazeys
texedores, y capateros, y sastres; y de yr
TABLANTE DE RlC AMONTE
467
alli a los arboles, esta en la mano de Dios;
por esso apercebios, que, cierto, he vergüen-
za de oyros» . Y luego se apartaron el vno
contra el otro, y dexaronse venir quan rezia-
luente pudieron el vno contra el otro, y die-
ronse tan grandes encuentros, que la lauí.-a
del cauallero se hizo pedacos, y la de Jofre,
(pie era la (pie el Enano guardaua, se doblo
vn poco, pero al fin tan grande fue el encuen-
tro que Jofre dio al otro, que lo boto ilo la
silla y lo firio malamente, y en tal manera,
(]ue dio con el en el suelo; y como Jofre lo
vido en el suelo, apeóse del cauallo y tiróle
el yelmo, y tomólo por los cabellos, y lleua-
ualo arrastrando hazia los arboles. Y el vido
que su muerte era cerca, y rogauale que
huuiesse piedad del, y Jofre dixo: «La que
tu has hauido de los caualleros que aqui has
ahorcado, y huuieras de mi si pudieras» ; y
corto vna soga de los arboles, y ahorcólo; y
luego se fue para el Enano, y el, de que vido
tpie su señor estaña en el passo de morir,
comengo a yr poco a poco, y como no anda-
na nada, alcanr-olo luego, y por asombrallo
hizo que le quería herir, y el, de temor, de-
xose caer en el suelo a los pies de Jofre, di-
ziendo: «Señor, no me mateys, que no era
mas en mi mauo^ que aquel cauallero anda
en veynte años que me tenia aqui por fuerca,
y aquella lanr-a yo la guardaua y acicalaua
dos veces cada semana por que relumbrasse» .
Y Jofre dixo: «Si tu me prometieres de fazer
lo que yo te mandare, yo te otorgo la vida» ;
y el Enano dixo: «Señor, yo vos lo prometo».
Entonces tomo Jofre el Enano, y púsolo en
el cauallo del cauallero, y diole la lanya que
el solia guardar y el escudo. Y Jofre ca-
ualgo en su cauallo, y fueronse al abadia; y
los monjes sabian que, quando el Enano daua
vozes, que era auentura que passaua por
alli; salieron todos con el abad del moneste-
rio a ver que era, y en esto conoscieron que
el Enano venia en el cauallo de su señor, y
vieron que otro cauallero venia alli; y co-
uosciendo la lanca peligrosa, entendieron la
verdad, y en sus coraeones hnuieron plazer
j)orque era muerto el cauallero, j salieron a
recebir a Jofre; y el Enano les contó todo lo
que alli hauia passado, y ellos dixeron a Jo-
fre que en hora buena fuesse alli venido, que
veinte años hauia que estaña alli aquel caua-
llero, y que alli hauia muerto mas de diez
caualleros, y que alli estañan presos mas de
otros veynte, los quales luego a la hora sa-
lieron alli, las baruas muy luengas y los ca-
bellos crescidos, y fueronle a besar la mano
todos; y el no se la dio, mas dixo: «Dad loo-
res a Dios, que os ha liln-ado desta prisión» .
Y entonces el abad mando curar bien del
y de su cauallo, que lo luiuian bien menes-
ter. Y otro dia de mañana Jofre se leuanto,
y oyó misa, y después hizo llamar al abad
del monesterio, y a los caualleros, y delante
del abad les dixo: «Señores, ya veys quíinto
bien Dios vos ha hecho en esta deliberación,
la qual el ñzo por mi mano; ruégeos que
seays couoscidos a el en darle gracias y loo-
res que lo fizo. Y a mi en poner en obra
vna pequeña cosa (pie vos quiero encomen-
dar y rogar de parte de caualleria, yes que
vays desde aqui, assi como estays, a la corte
dei rey Artur, y os presenteys con este Ena-
no y esta lancea y este escudo de mi parte a
la reyna Ginebra, y le digays: Señora, vues-
tro cauallero Jofre os besa las manos, y os haze
saber que es viuo, y nos mando que de su
parte nos pressentassemos a vuestra merced,
con todo lo susodicho; y el Enano le cuente
todo lo que ha passado» . Y ellos se lo prome-
tieron assi, y otro dia se partieron con mucha
alegria, y se despidieron del abad y de los
monjes, y de todos los del monesterio, y de
Jofre, y se fueron a Camalot, y el quedo alli.
Cap. YI. — Como el Enano y los veynte caua-
lleros se presentaron en la corte a la rey na
Ginebra.
Luego los caualleros, assi como estañan
con sus barbas luengas y cabellos, se partie-
ron con su Enano; el qual y na en el cauallo
del cauallero que hauia sido su amo, y con
su lan^a y su escudo; y anduuieron tanto,
que llegaron a Camalot, e hizieron saber a
la reyna como estañan alli, y que venian de
parte de Jofre su cauallero, la qual luego los
mando subir, y, entrando, le besaron las
manos, y dixeronle: «Señora, lo primero vos
hazemos saber que Jofre vuestro cauallero,
el qual es hoy dia el mejor cauallero del
mundo, es viuo, y se encomienda a vuestra
merced, y nos mando que nos presentasse-
mos ante vuestra merced, para que de nos-
otros haga lo que mandare ; y que este Ena-
no le diga a vuestra merced lo que en esta
auentura le ha acontescido». Y como vieron
cosa tan monstrua, llegóse toda la corte; y
era tanta la gente, que era marauilla, el
qual, con vna voz gruessa que todos lo oye-
ron, dixo a la reyna todas las cosas que des-
ta auentura haueys oydo; y la reyna holgó
mucho, y todos. Y mando la reyna que el
Enano y los caualleros fuessen ante el rey, y
que le dixesscn que le páresela de su Jofre,
que la primera buena hauia sido, pero que
esta era mejor. Y el rey los recibió y holgó
mucho de vellos, y mas al Enano; y estu-
468
LIBROS DE caballerías
iiioron allí ocho dias, que el rey mando dar
todo lo que les cumplía, y vistiólos, y dioles
para el camino^ y ñieronse, y el Enano que-
do en la merced de la reyna, y mandaron
poner esta auentura en eseripto; y dexenios
esto assi v vamos a Jofre.
Cap. YII. — Coyno salió Jofre desia aitenií'j-a,
y yendo a buscar a Tablante, topo con
Moniesino el fuerte, combatiendo vna torre
por fuerza vna donxella, y lo venció.
Dize la crónica que Jofre, a ruego de los ca-
ualleros que le rogaron quando partían, fizo
descolgar al cauallero, y enterráronlo muy
honradamente, y el se quisiera partir, y a
ruego de los monges quedo, que liauian pla-
zer de estar el alli, porque Jofre era moco y
gentil hombre, y bien criado. Y aun porque
les hauia tirado de alli aquel carnicero que los
tenia fatigados, y estuuo alli Jofre oclio dias,
y desjuies despidióse del abad y monges, y
se fue su camino en busca de Tablante, y
anduuo vn mes que nunca cosa que de con-
tar fuesse hallo, y hauia perdido el camino,
y no hauia hallado poblado ni persona nin-
guna tres dias hauia, sino por campos y por
montes. Y el andando en esta priessa, vna
mañana, poco mas de salido el sol, vido le-
xos vna torre bien alta, y, quando la vido,
holgóse en verla, creyendo que alli hallaría
algo de comer, porque era entonces la cosa
que el mas dcsseaua; y anduuo quanto pudo.
Y, desque llego cerca, vido cabe la torre vna
lanca hincada en el suelo, y vn cauallo
arrendado a la lanca, y vn escudo colgado
del arzón de la silla, y como lo vido, díxo:
«Yo creya hallar de comer, y creo que he
topado puñadas», y no dexo de andar. Y,
desque llego mas cerca, vido vn cauallero
que trabajaua por quebrar la puerta de la
torre, el qual, con lo que fazia y como tenía
su yelmo puesto, no sentía nada, y en lle-
gando, salió vna donzella a vnas ventanas, y
como vido a Jofre, con muchas lagrimas y
con mucha fatiga dixo: «Señor cauallero,
por amor de Dios y honra de caualleria os
ruego que, si os atreueys, trabajeys de li-
brarme de las manos deste cauallero que rae
quiere quebrar essa puerta, como, señor, veys,
diziendo que me ha de deshonrar, porque el
señor me pidió en casamiento y mi padre no
quiso. Porque el ha seydo casado muchas
vezes, y casase con las donzollas, y quando
las ha burlado, dexalas; assi por esso mi pa-
dre me anda escondiendo, porque es muy
mal honbre, y es muy rico y emparentado,
y es muy honbre por la persona, y no osa
nadie demandárselo. Y agora ha ocho días
que est03' aqiii escondida, que no lo sabia,
saino esta mi ama, y el, sobre sospecha, vino
aquí, y yo, no pensando que a tal hora me
viera nadie, me pare a vna ventana, y el me
vido, y hame requirido que le abra, y yo no
quería; y ha jurado de quebrantar las puer-
tas y deshonrarme. Por que os ruego que me
líbreys del, que yo no esperaua sino que el
entrasse por essa puerta para echarme yo por
esta ventana y morir honrada, y no viuír
deshonrada» . Pues viendo Jofre las lagrimas
della, y su congoxa y fatiga, y viendo que
parescia verdad lo que la donzella dezia,
dixo: «¿A'^os hazeysme cierto lo que dezis,
que no hay en ello otra cosa?» Y ella dixo
que si, y que no hauia mas ni menos. Y'^ en-
tonces Jofre se llego mas hazia el castillo, y
díxole: «Señor cauallero, bien haueys visto,
por las razones desta donzella, que mi veni-
da no fue aquí para buscaros; porque es cier-
to que mi camino era a otra parte y por otra
necessidad que yo tenia, y holgueme mucho
ijuando 3^0 vi la torre. Pero después que os
vi, por cierto me peso; y agora que yo he
03' do de aquella donzella lo que me ha dicho,
no quisiera hauer venido aquí por vna villa;
y pues Dios y su buena ventura me truxo, y
ella se me ha encomendado, no creays que
lo tengo de consentir, o me ha de costar la
vida» . Y" el cauallero, quando esto oyó, assi
lo que la donzella dixo, como lo que Jofre
dixo a ella, como lo que le dezia Jofre a el,
enojóse mucho, y dixo: «Cauallero, pares-
cerme ya a mi que vos curassedes de yr
vuestro camino y no entendíessedes de pley-
to ageno, sino liazcr el vuestro». Y Jofre
le díxo: «Señor cauallero, esto es vso de ca-
ualleria, y deueyslo vos hauer por bien, y
no por fuerca querer entrar, que sabed que
vos lo tengo de defender». Y entonces dixo
el cauallero a Jofre: «Si vos me dexays ca-
ualgar en mi cauallo, yo os mostrare si me
haueys vos de defender la entrada de la to-
rre». Y Jofre le dixo: «Caualgad, que esso es
lo que a mi conuíene». Y luego caualgo en
su cauallo, y embrac/o su escudo, y tomo la
lanca, y desuiaronse el vno del otro, y dexa-
roKse venir el vno para el otro; y dieronse
tan grandes encuentros, que ambos junta-
mente cayeron en el suelo; y la donzella,
que estaña hincada de rodillas, esperando
do ser librada, quando los vido ambos junta-
mente caydos, recibió mucha pena, creyen-
do ijue era por mal de su cauallero. Y' luego
que ambos cayeron, fuer(ui en pie, y ])usie-
ron mano a las espadas, y fueronse el vno
contra el otro, y comentáronse a dar tan gran-
des golpes que era marauilla, y cayosele a
TABLANTE DE RICAMONTE
409
Jofre el puño do In espada, y sintiólo, y
porrino no lo faltasse al mejor tiempo, dio
vn salto y abracóse con el canallero. y, co-
mo liombrt» de gran esfueivo, dio Jofre con
el cauailoro en el suelo, y ipierialo degijllar.
Y el, como se vido perdido, rogóle que hu-
uiesse merced del; y el dixo que le otorgaria
la vida con dos condiciones: «La vna, que
aquella donzella, y su padre y parientes,
serian del muy honrados, y no la offende-
ria mas. La otra, que se fuesse a presentar
de su parte a la corte del rey Artur a la
rey na Ginebra, su señora, y le dixesse que
Jofre, su cauallero. le embiaua para su mer-
ced, que fiziesse del lo que quisiesse, y le
contasse el auentura, por que la pusiessen en
escripto». Al qual dixo el cauallero que le
plazia de lo cumplir todo, y desta manera lo
dexo. Y esto liedio, la donzella les abrió la
puerta del castillo, y los desarmo, y curo
dallos, que tenian algunas heridas aunque
eran pequeñas, y guisóles bien de comer
ella y vna su ama que alli estaua, y estu-
uieron hasta la tarde. Y Jofre dixo al caua-
llero que seria bien, por la honra de la don-
zella, que aquella noche no quedassen alli;
y que se deuian partir cada vno a su auen-
tura, y assi se hizo, que el cauallero se par-
tió a la corte a Camalot y Jofre se despidió
de la donzella y de su ama, las quales le
dieron muchas gracias por la buena obra
que del hauian recebido, y le dixeron que si
alli queria quedar tanto quanto fuesse su
voluntad, que el seria dellas bien seruido; y
el se lo agradescio mucho y se despidió, y
se fue su camino.
Queda agora aquí que Jofre va a buscar
sus auenturas, y boluamos a aquel cauallero
que se fue a la corte.
Cap. VIII. — Como Montemnos se presento
en la corte a la reyna Ginebra.
Desque el cauallero se despidió de Jofre,
anduuo tanto, que en quinze dias llego a
Camalot; y entro en el palacio del rey, y
fizo saber a la reyna que estaua alli vn caua-
llero prisionero de Jofre, el qual venia a
dezirle nueuas del. Y' el rey y la reyna hol-
garon de lo saber, y mandáronlo entrar, y
apeóse; y assi como venia armado, subió
arriba, y hinco las rodillas ante el rey, y
besóle la mano assi como a la reyna, y dixo:
«Señora, vuestro cauallero Jofre os besa las
manos y se encomienda en vuestra merced,
y le haze saber que es viuo y va desseoso de
fallar cosas de auenturas en que os sirua, y
que agora va de mejor gana en la demanda
que yua» . Y quando el xej y la reyna vieron
que era cauallero, preguntáronlo si era caua-
llero do sus rey nos, y dixo que no, sino que
era cauallero andante, y natural do vn lugar
que era cerca de vna torre donde .lofre lo
hallo. Y" alli lo contó todo como hauia pas-
sado, y como era w\\\j grande cauallero
Jofre; y aun dixo que do la lauca lo hallo
muy bueno, pero (]ue mejor era de la espada,
porque tenia mucha fuerca en los bracos. Y
porque el tenia mucho que fazer^, pidió licen-
cia a la reyna, y la reyna se la dio, y fuese.
Y" el rey y la reyna quedaron mucho ha-
blando en las cosas de Jofre, y mandaron
que esta auentura fuesse puesta en escripto,
de manera que alabassen a Jofre y a sus ca-
ualleros.
Cap. IX. — Como Jofre topo vn cauallero^ que
le dixo todas las auenturas que hauia en
toda, la tierra.
Dize la historia que desque Jofre se par-
tió de la torre, que aquel dia anduuo hasta
la noche, que no sabia por donde yua ni en
que lugar estaua, y hazia bien escuro y
nublado, y de rato en rato parauase a escu-
char, por ver si oyria algo por do aquella
noche se remediasse; y oyó cantar gallos, y
hazia do los oyó boluio el cauallo, y comento
de caminar hazia alia, y quando llego, vido
que era vn monesterio, y como era noche,
estañan todos acostados dormiendo, y aun-
que llamo, no le respondieron. Y detras del
monesterio hauia vn pradillo, y tiróse el
yelmo y púsolo a la cabecera, y dormiose, y
acaso cerca del dia, llego alli vn cauallero
andante, y venia a reposar alli, que lo solia
assi fazer, y como llego, huno conoscimiento
de como era cauallero andante, Y Jofre des-
pertó, y como lo vio, leuantose y saludólo
Jofre muy cortesmente, y el le respondió
muy bien, y Jofre le pregunto que para do
bueno yua camino, y el dixo que para alli
para aquel monesterio. Jofre le pregunto si
era cauallero armado, y el dixo que no, sino
auenturero. Y Jofre le rogo que le dixesse
que auenturas hauia en aquella tierra. Y el
dixo que muchas hauia de passo o por caso,
y otras que eran mas peligrosas. Y Jofre le
rogo que le dixesse quales eran las peligro-
sas. Y el dixo: «En tal parte, y entre la Flo-
resta peligrosa y los montes que dizen del
Auentura, esta vna casa encantada, y en ella
vn malato, que dizen es fijo del diablo; y
nunca cauallero hasta hoy ha osado yr alli,
porque danse muchos que han visto alli mu-
chos a cauallo, y jugar, y justar, y correr, y
son diablos». Y Jofre le pregunto que por
do yuan alia. Y el dixo: «No hay camino para
470
alia, pero quatro leguas de alli hay poblados
donde vos informareysr . Y Jofre dixo: «¿Hay
mas?» Dixo: «Si. que entre Camalot y vn lu-
gar que se dize la Eanr-ha, esta vna muy des-
astrada auentnra, que esta vn monesterio, y
en el vn canallero que tiene vn Enano, que
es hijo del diablo según dizen; el .inal es her-
manó del malato de la casa encantada, y no
hay cauallero que por alli passe i^ue de muer-
to o preso escape» . Y Jofre dixo: «Este caua-
llero, según lo que yo he oydo, muerto es».
Y el le pregunto de los caualleros que tenia
presos, que se dezia dellos, y Jofre dixo:
«Quien a mi me dixo del, me dixo dellos» . Y
el dixo: «¿Que, señor, supistes?»Y el dixo que
los vieron yr a la corte del rey Artur. Y el
dixo: «Señor, ¿«juien supistes que venció esta
auentnra?» Ydixole Jotre que vn cauallero
de la rey na Ginebra, que ha poco que lo
armaron cauallero». Y dixo: «¿Como le lla-
man?» Eespondio: «¿Por que lo dezis?» Y el
dixo: «Porque querría saber quien es, porque
alli libro vn hermano mió, y aun tiro de
trabajo, según yo he oydo, que vna nuestra
hermana fue a la corte a pedir al rey vn ca-
uallero que nos librasse» •, y Jofre dixo: «Y
vos ¿por que no lo librastes?» Y el dixo:
«Señor, este cauallero que lo tenia preso, es
assi buen cauallero, que nunca jamas con el
se combatió ninguno que no fuesse vencido» .
Entonces dixo Jofre: «Yo no sabria deziros-
lo; mas dezid, ¿que avienturas hay?» Y dixo:
«En el castillo de Eicamonte hay vn caua-
llero que es assaz peligroso, porque no solo
los que por alli pasean se conbaten con el,
mas el sale por todas las tierras a buscar
auenturas y caualleros con quien se combata;
y tiene cerca de trezientos caualleros presos».
Jofre dixo: «¿Hay mas?» Y el dixo: «Si. que
en el camino esta vna fuente donde esta vna
visión de vna muger del diablo, y anda alli
vn su hijo que dizen q\;e es hermano de otros
dos que os he dicho; pero esta, pocos la topan
sino por yerro» . Y dixo Jofre: «¿Hay mas?»
Y dixo el cauallero: «¿Y no teneys hartas, si
todas las buscays?» Y Jofre dixo: «Si las
hallasse yo todas». Y el dixo: «Si mas que-
reys hallar algo que hazer, yo vos llevare
adonde vos hinchan las manos, porque el
rey de Escocia bastesce agora vn torneo
adonde liaueys de saber que yran todos
los caualleros de toda la tierra; y vos y quien
quiera que tenga gana de hallar caualleros,
crea que los hallara alli; porque soy cierto
que de Yrlanda siempre vienen alli; y algu-
nas vezes el rey viene alli secretamente,
porque el rey de los cient. caualleros jamas
dexa torneo ninguno de estos; porque es el
mejor y mas valiente cauallero del mundo;
LIBROS DE caballerías
pues de los caballeros de la Tabla Redonda
muchas vezos solian venir alli. Assi que si
alia ys, no os faltara que hazer, y aunque di-
gays que no podeys a todo, sino porque pá-
resela que preguntauades por las auenturas
de la tierra, yo no os diera mas de aquellas,
pero si a este torneo vos quereys yr, dende
aqui vos fago saber que no os podeys yr sino
por tierra de Xormandia, y toda la tierra
atrauiessa vn rio tan grande, y en todo el no
hay sino vna barca, que esta cabe vn cas-
tillo que se dize el castillo Normando] y no
hay otra passada para aquella tierra sino por
alli; y alli en aquella barca hay vnas malas
condiciones, que los hombres llanos y de otra
suerte pagan cierta cantidad de dineros y
los caualleros tienen otra condición, y es,
que como la barca esta cabe el castillo, si va
vno o dos y demandan passaje, no se lo dan
hasta que se junten diez caualleros, y desque
están juntos diez, salen del castillo otros
diez, de veynte que alli están siempre; y
passan acá a nuestra parte, y los que van de
acá, hanse de conbatir con los del reyno y
en manera que vno por vno se combaten; y
si los del reyno de Normandia vencen al vno
de los de acá, hanse de combatir con los
cinco, y si todos los cinco vencen, no les han
de dar posada a los cinco ni a los otros cinco;
y si el cauallero que va de los diez vence,
hase de combatir con todos los otros, y hasta
que todos diez los venca, no passara. Y si
por caso llegan cinco y piden passaje, ha-
ueys de saber que son obligados a dezille si
saben la vsauQ.a de la tierra; y agora digan
si o no, se le han de dezir, y es esta: Que
passan diez caualleros de los del castillo, y
los cinco se han de combatir vno por vno con
ellos en esta manera: Que si el vno dellos,
el primero de los diez vence al primero de
los cinco, no hay alli mas que hazer, sino
luego se bueluen, que no han de passar los
cinco; y si el jírimero de los cinco vence al
primero del reyno, ha de hazer armas con
todos diez. Y si al medio tiempo el del rej'no
venciere, ha de entrar otro de los cinco, de
manera que, para passar, con todos diez se
ha de conbatir. Pues los del reyno de Nor-
mandia tienen alli sienpre veynte caualle-
ros especiales, de manera que a esta causa
no passa por alli cauallero ninguno; o muy
pocos». Y Jofre dixo: «Este torneo, ¿comien-
case ])rosto?» Y' dixo el cauallero: «De hoy
en diez dias». Pues como Jofre era moQO, y
no hauia salido sino entonces, no sabia de
aquellas cosas nada, aunque hauia 03'do
dezir, y cobdicio fallarse alli, y dixo en su
coraí.on que veynte dias mas o menos no
fazian al caso, y que queria yr alli, y dixo:
TABLANTE DE EICAMÜNTE
471
«Veamos, señor, ¿no dexan passar menos de
cinco?» Dixo ol cauallero: «No». «Pues vea-
mos, señor, ¿crecys que vendrán por aqui
algunos caualleros?» Y el dixo: «Yo, señor,
lo querria». Y dixo entonces Jofre: «Según
esso, vos, señor, ¿alia vays?» Y el dixo:
«Cierto, señor, si compañía fallo, si yre». Y
Jofre dixo: «Yamos vos j yo;» y el cauallero
boluio a dezir: «No eureys de pensar en esto,
ipio no aproueclia nada; porque a lo menos
hemos de ser cinco, y aun señor, a la verdad,
yo querria que fuessemos diez» . Y' el caua-
llero dixo a Jofre: «Si vos, señor, quereys
esperar, yo esperar tengo por fuer(,'a por
estas cosas que os diré: Lo vno porque soy
cierto que a este torneo ha de venir vn caua-
llero que se dize Baliam el Brun, que es vno
de los buenos caualleros del mundo; y en
otro torneo que el rey de Escocia basteció
otra vez me hizo vna afrenta grande, porque
el vino alli con cinco compañeros y yo me ha-
lle con diez, que passamos esta misma barca
con las condiciones dichas; y porque vno de
los compañeros que comigo ^1lan era su pa-
riente, juntóse con nosotros, y comencado el
torneo, el los aparto algunos dellos, y se
junto con la parte contraria nuestra, y nos
desbarataron. E yo, señor, voy agora deter-
minado de serle contrario; y también voy a
ver si por caso va alli algún hermano o her-
mana mia, como se acostumbra fazer en estos
torneos». Y" Jofre, viendo la gana deste, y
por prouar que cosa era torneo, y por ver lo
de la barca, dixole: «Pues, cauallero, si vos
ys de esse proposito, assi por la compañía
deste poco tienpo. como por enojo que tengo,
y de la descortesía que os hizo esse cauallero
que dezis ha de venir, yo desseo yr alia, y
si me lo mostrays, podría ser que vos fues-
sedes bien satisfecho, y si hay aparejo para
que la barca passemos». Y de alli tomaron
mucha amistad, y acordaron de esperar a
que se juntasen diez, como era vso y cos-
tumbre, y dixeron: «No es razón que este-
mos en este monesterio si hay adonde» ; y
dixo el cauallero: «Señor, yo se no lexos de
aqui vna casa de vn florestero, donde no
recibe sino caualleros todos». Entonces se
fueron de alli, despidiéndose de los frayles
donde estañan alli; y ellos alli en la casa
fueron muy bien recebidos y comieron, y
después que huuieron comido, vieron venir
vn cauallero con sus armas, según vso de
caualleros, y antes que llegasse, conosciole
el cauallero comjjañero de Jofre, y dixo:
«Yo cono(,'Co a este cauallero que aqui viene,
que es vn muy buen cauallero, y se llama
Diomedes, en las armas y en el cauallo» . Y
como llego, fabloles bien, y ellos a el; an-
tes que se apeasse dixo el compañero de Jo-
fre: «Señor Diomedes, los torneos vuestros y
para vos son»; y el dixo: «Cierto, me holgué
mucho con ellos» . Y apeóse, y dio el cauallo
al florestero; y el púsolo con los otros de Jo-
tre y de su compañero, y llegóse a ellos, y
preguntáronle a donde yua, y el dixo: «Ya,
señor, vos dixistes; voy, señores, a este tor-
neo de Escocia, si acaso no lo estoma la bar-
ca en vna de dos maneras, o que no nos
juntemos diez caualleros, o que sea nuestra
desdicha de quedarnos acá» ; y el dixo: «Para
juntarnos buen comien90 hay^ que somos
ya tres, vos, y este señor, e yo» . Y entonces
Diomedes apartólo, y preguntóle quien era,
y el dixo que no sabia, mas de quanto en el
monesterio del camj)o se hauian juntado, y
le parescia cauallero de buenos desseos, aun-
(|ue era mO(.-o. y contole todo, dende la hora
que se juntaron hasta entonces, y el dixo:
«Plazeme agora de hallarnos aqui a ambos:
plazera a Dios que vendrán mas» . Y luego
dieronle de comer, y comió, y esperaron a
ver si veuian mas. Y otro dia, sobre tarde,
vieron venir dos caualleros, los quales ve-
nían con aquel mismo temor de no hallar
compañía para passar, y que no llegarían
a comieupo del torneo; y como llegaron fa-
blaron muy bien, y Jofre y sus compañe-
ros los recibieron muy bien, y ellos dixeron:
«Señores caualleros, ¿haura donde nos aluer-
giiemos?» Y ellos les dixeron: «Si, señores;
porque no hay mas de nosotros tres, y la
casa es harto grande». Y"' ellos se apearon, y
llamaron al florestero, y tomo los cauallos; y
en esto hizose hora de cena y cenaron, y
desque huuieron cenado, saliéronse al cam-
po. Y como a Jofre cada dia se le hazla vn
año por ver el fin deste negocio, y por se yr
en la su demanda, ai)artolos a todos, y dixo-
les a los caualleros que vinieron a la postre:
«Señores, estos caualleros, y yo con ellos,
estamos aqui por yr a ver el torneo de Esco-
cia, y fuéramos ya partidos, si no fuera por
vn vellaco vso que me dizen que hay en el
camino en vna barca, de cuya causa espera-
mos compañi a; y si vosotros, señores, vays
para este torneo y quereys nuestra compañía
para alia, nosotros queremos la vuestra para
alia y para la barca» . Y ellos respondieron
que lo hauian a buena ventura la compañía
nuestra, mas (]ue era grande cosa la passada
de cinco, y que deuian esperar hasta que
fuessen diez. ]\Ias que, si todavia acordauan
de passar los cinco, que ellos lo hauian por
bien; de manera que se concertaron. Y" otro
dia de mañana se partieron de alli todos
cinco, y fueron su camino, y en seys dias
llegaron a la passada del rio, y era bien de
472
LIBROS DE caballerías
mañana; y los del castillo vieronlos venir, y
dixeron: «Ciertamente tenemos batalla, que
cinco canalleros vienen»; y dixo vno: «Qni-
ca que los querrán esperar que se junten
diez». Y en llegando, apeáronse en vnas
casas que alli estañan, donde se aluergauan
todos los que alli yuan, y comieron, y luego
caualgaron y fueronse al rio, y dixeron que
querían passaje. Y aquel que tenia la barca
les pregunto si sabian el vso de la barca, y
dixo el compañero de Jofre: ';Yo lo se ya por
mis peccados, que dos vezes lie passado, y
dos vezes he quedado por muy ruyn». Y Jo-
fre le dixo: «Pues agora por bueno passa-
reys, si plaze a Dios» ; y oyólo el de la barca,
y dixo assi: «¿Tal os sentis'? Pues tomadvos
la mano, que bien hay aqui que hazer, y
aun que sobre para otro y otros». Y Jofre
callo. Y assi como los del castillo que los vie-
ron, armáronse diez dellos y luego vinie-
ron a la barca, y passaron a donde estaña
Jofre con todos sus compañeros. Y como
quier que Jofre tenia pensamiento de ser el
el que solo huuiesse de combatir, dixo: «Seño-
res caualleros, aqui han dicho la vsanca de la
barca, y en esto no hay que hablar, mas, el
que se diere por vencido, quiero saber si lo
ha de matar el que venciere, o como ha de
ser». Y ellos dixeron: «Pues si vos no lo sa-
beys, y lo saben essos otros, dexaldos a ellos.
pues ellos lo saben» . Y el dixo: «A todos va,
el que quedare por parejo; vamos al que se
ha de combatir, y sabrá que le conuiene ha-
zer» ; y ellos dixeron: «La condición es esta:
(jue si derriba vno a otro, es vencer; y si
muere, es sin pena el vencedor; y en el lu-
gar del muerto ha de entrar otro, si se otor-
ga por vencido, caualgando, o a i^ie es ven-
cido; y si de feridas muere, no hay pena; y
si pierde la lauca sin qucbralla, es ven-
cido; y si la quiebra, a de dar otra; y lo de-
mas de la vsanca ya sabeys».Y entonces,
cada vno de los cinco pidió la justa primera,
y no se concertauan, y Jofre callana. Y des-
que los vido assi, como era hombre de buena
crianca, y muy cortes, con dulces palabras
los enamoro, y pidió la justa. Pues ellos,
viendo que no se podian concertar, otorga-
ronsela; y Jofre dixo a los caualleros que se
apercibiesse el que se hauia de combatir con
el. Y entonces vno dellos apartóse como era
vso y costumbre, y fueronse el vno para el
otro quanto los cauallos los pudieron llenar,
y dieronse sendos encuentros; y Jofre saco
al cauallero de la silla, y dio con el vn muy
gran golpe en el suelo, y Jofre dixo: «Yo
vos digo que creo que tengo hazienda comen-
Cada, y para algún rato harto que hazer». Y
oyólo vno de los nueue caualleros que que-
danan, y dixo: «¿Como, cauallero, pensays
que con todos haucys de combatir assi? no lo
creays, que acá hay caualleros» ; y con mu-
cho enojo, dixo: «Pues apercebios»; y vino a
el de manera que Jofre no se pudo aprouechar
de su lauca, y diole vn encuentro fuera del
escudo que le passo las armas, y no le hirió;
y Jofre, viendo la ruyndad con que le acome-
tió, desuiose del, y ambos se boluieron a en-
contrar y quebraron arabos las laucas y pu-
sieron mano a las espadas. Y comencaronse a
dar muy grandes cuchilladas; y como Jofre
era mejor ca\iallero del espada que no de la
lauca, comencé a dalle tan grande priessa,
que el otro no lo pudo sufrir, y echo a huyr
dándose por vencido. Y Jofre boluio a los
otros, y vinieron vno a vno los dos dellos, y
a ambos los echo a bolar de los cauallos aba-
xo; de manera que no quedauan sino seys; y
huuieron su consejo, y dixeron: «Este no es
honbre, sino diablo, mas, aunque mas lo
sea, el esta cansado, y con los otros bien nos
auendremos; vamos todos juntos a el y en-
contrémoslo, y derribarlo hemos, y los otros
liuyran»; y luego lo pusieron en obra. Y
juntáronse luego todos seys; vnos por acá y
otros por alia dieron en el; y el tuuo tan
buen tiento, que no le derribaron. Y sus com-
pañeros, que estañan espantados de las co-
sas que Jofre hazia, (piando lo vieron assi
maltratar, fueron a ayudarle, y Jofre dio a
vno vna lanr.-ada que le passo de parte a
parte, que cayo luego muerto; y Diomedes
lo fizo tam bien, que derribo dos caualleros.
Ycomo Jofre vido que se yuan recogiendo a la
barca por passarse de la otra parte [y] dexa-
llos alli, corrió y puso las piernas al caua-
11o, y salto dentro, y puso mano a la es-
pada, y apeóse, y al primer golpe dio con
vno dellos en el agua, y fue tras de otro; y
en esto recogiéronse sus compañeros a la
barca y botáronlos a todos. Y los del casti-
llo quando vieron el desbarato, comentáron-
se a armar todos diez, y vinieron al rio por
defender la salida; y Jofre y sus compañeros
guiaron la barca el rio abaxo, y dieronse tal
priessa, que, quando ellos llegaron, ya ellos
estañan fuera; y como no venian juntos,
arremetieron con ellos, y de tal manera los
acometieron, que los desbarataron y derri-
baron dos dellos; y fueron heridos vnos tres
dellos. Y Jofre y sus compañeros andauan
alli, y aipiel Diomedes como vn león; pues a
Jofre no le vagauan las manos, y llegaron
con ellos fasta el castillo, y los del adamo
con saetas y piedras lo defendieron, y Jofre
dixo: «Señores, a mi me paresce que harta
honra haueys ganado hoy; por que no deue-
mos estar aqui, no se recrezca gente y nos
TABLANTE DE RICAMONTE
473
venga algún daño»; y olios dixeron que era
liien. Y bohiieronso, y tomaron camino de
vn monesterio que Diomedos sabia, que es-
taña vnas seys leguas do alli, y anduuieron
toda la noche; y otro dia bien temprano lle-
garon al monesterio, y los írayles los reci-
bieron bien y los aposentaron, y les dieron
todo lo que huuieron menester. Y estuuieron
alli esse dia y otro, y alli se concertaron
para yr al torneo, y dixo Diomedos: «Para
el dia del torneo que se ha de comení/ar nos
quedan seys dias; pues razón es que nos-
otros lleguemos dos dias antes, assi porque
reposen los cauallos, como por saber quien
viene al torneo y como lo conciertan, como
por dar nuestro concierto» ; y ellos dixeron
que era bien. Y otro dia de mañana partié-
ronse para yr a Escocia, donde se hauia de
hazer el torneo; y ellos alia buscaron adonde
estuuiessen a su plazer ellos y los cauallos,
y alli esperaron el torneo. Y el primero dia
caualgaron en sus cauallos y fueronse alia,
y miraron el lugar donde se hazia; y vieron
como todo alrededor estaña lleno de ca-
dahalsos do madera para donde mirassen las
dueñas y donzellas y caualleros. Y mas aba-
xo hauia otros donde mirassen los pueblos, y
vieron que hauia otro donde hauia de estar
el rey y la reyna, y los juezes que hauian
de juzgar el torneo. Y aquel dia primero no
huno muchos caualleros, sino pocos, y con
todo anduuo bien el torneo y páreselo bien,
porque no haiüa parcialidad, sino vnos con
otros torueauan. El segundo dia boluieron
alia tanbien a mirar el torneo, y vino el rey
de los cient caualleros, y el en persona en-
tro en el torneo, e hizolo tan bien, que, con
diez caualleros, cinco suyos y cinco que
se le juntaron de los del dia antes, venció el
torneo: y Jofre y sus compañeros cada dia
venian alli a ver el torneo, y a Jofre le pa-
rescia tan bien que no veya la hora que ha-
llarse en el. El segundo dia llego vn caua-
llero, y traya consigo seys caualleros, y con
el se juntaron algunos caualleros; y a la
otra parte entro el rey de los cient caualle-
ros con los cinco suyos y otros diez que con
el se juntaron, y comentóse el torneo muy
grande.
Pero al fin el cauallero, cuyo nombre en-
tonces no se sabia, venció al rey de los
cient caualleros, y desbarato el torneo; y con
esto se fueron. Y otro dia de mañana salie-
ron todos cinco como solian, y preguntaron
que quien era el cauallero que el dia antes
hauia desbaratado el torneo; y dixeron que
era Palian el Prun; y Jofre, quando lo oyó,
dixo: «¿Es este vuestro amigo el que me di-
xistes que os hauia hecho el afrenta?» «Si» ,
dixo el, y dixo: «Pues fagamos assi: dexe-
moslos entraren la mayor priessa, y entre-
mos y desbai-atemoslo» ; y Dioinedes dixo:
«Señor, a mañana hay tienpo». Y en esto
anduuo el torneo, y el dicho Palian lleno lo
mejor, y fueronse. Y otro dia dixo Jofre a
sus conpañeros: «Hoy es razón que entre-
mos en el torneo, pero, porque yo no lo he
vsado, hemos de hazer assi: «Entrar cada
vno por si y dar nuestras bueltas, y no
acostarnos a ninguna parte»; y assi se fizo.
Aquel dia no huno vencimiento a vna parte
ni a otro; y otro dia llegaron cinco caualle-
ros del rey de Yrlanda, y aun creyan que el
rey en persona yua alli, pero no porque de
cierto se supiesse, y pusiéronse a vn canto
del torneo: y luego el rey de los cient caua-
lleros. con seys caualleros, púsose a otro: y
luego Palian el Prun con seys caualleros, y
púsose a otro; y Jofre y sus conpañeros en-
traron a la postre. Y"" aquel cauallero que era
su conpañero, que tenia el omezillo con Pa-
lian, dixo a Jofre: «Aquel de aquellas vise-
ras pardillas es Palian, de aquel hemos de
curar»; y luego se comencé el torneo, tan
brauo que era marauilla; y aquel dia no te
Iludieron vencer vnos a otros, y el torneo se
desi^artio, y todos se fueron a sus posadas.
Y' otro dia juntáronse el rey de los cient ca-
ualleros y Palian a vna parte, y con ellos
muchos otros caualleros, y vinieron de ma-
ñana y entraron en su palenque, y luego vi-
nieron los cinco caualleros de Ybernia, y
pusiéronse a otra parte; y luego vino Jofre
y sus compañeros, y vieron que Palian bus-
caua fauores y llamaua a los del reyno de
YYdanda, y dixeron: «Alli hay mas de veyn-
te caualleros, y según paresce que todos son
contra nosotros; y nosotros conniene hoy que
todos diez hagamos mas que ellos». Cada
vno dellos dixo que lo que le cupiesse
en j)arte, que el lo trabajarla; y entraron en
su torneo, y Jofre aderece luego a Palian, y
Diomedes aderezo al rey de los cient caualle-
ros; y Jofre, a pocos golpes, dio con el en el
suelo, y comencé a dar por los otros. De ma-
nera que todos diez desbarataron el torneo y
se salieron, y los de Gralian tuuieron harto que
hazer para ponerle en cobro, que yua muy
atordido de la cabeca de los golpes q^^e Jofre
lo dio; y assi se desbarato el torneo y Jofre
y sus compañeros se fueron a su aposenta-
miento, y el rey y todos quedaron maraui-
llados do Jcfre, que tal anduuo en aquella
lid; y el rey y la reyna y los caualleros di-
xeron que era razón saber quien era aquel
cauallero, y pensó el rey que otro dia, si alli
boluiesse, embiaria tras del para saber don-
de era su aposentamiento. Y otro dia Palian
474
LIBROS DE caballerías
hablo con los del rey ole Yrlanda y rogóles
que se juntassen con el para encontrar aquel
cauallero: y ellos lo hizieron, de manera que
quando fueron en el campo se junto Balian
el Brun, que estaua ya bueno, con sus cana-
neros, y vino el rey de los cient caualleros
y juntóse con el, y vinieron luego los de Yr-
landa y juntáronse con el. Y quando Jofre
y sus comüañeros vinieron y los vieron jun-
tos, dixeron: «Esta es maldad formada con-
tra nosotros, porque ayer lo fezimos bien, y
agora conuiene que lo hagamos mejor, espe-
remos a ver si se llegaran algunos, si no
nosotros conuiene entrar en el campo» ; y en
esto juntáronse otros quatroo cinco con ellos,
y dixo Jofre: «Razón es que salgamos»; y
salieron al campo. Y como el rey vido y sin-
tió lo que ellos hazian, y como se juntauan
contra aquel ca\iallero que lo hauia hecho
tan bien, mando a ciertos caualleros que lo
tomassen y le ayudassen. El torneo comen-
oado, hizieronlo Jofre y sus compañeros tan
bien, que, quando los del rey llegaron, ya
no ¡lauia hombre que osasse esperar a Jofre;
y el torneo desbaratado, ellos se fueron; y el
rey embio a saber como se dezia aquel caua-
llero, y no quiso dezir su nombre. Y otro dia
vinieron, y dixo el rey que era razón partir
el canpo por medio, y Balian escogiesse los
que quisiesse y los otros diessen al otro ca-
uallero, y Jofre dixo que no queria, sino que
cada vno con su auentura; y luego salieron
al torneo, y Balian y el rey de los cient ca-
ualleros se juntaron, y con ellos otros mu-
chos. Y los del reyno de Y'rlanda, viendo la
bondad de los cinco caualleros de Jofre y de
los suyos, se juntaron con el, y comenr-ose
el torneo. Ellos eran diez, y juntáronse con
ellos dos criados del rey de Escocia, y todos
lo hizieron tan bien, que antes de medio dia
ellos desbarataron el torneo, de tal manera
que no fallauan Jofre y sus amigos caualle-
ros que les esperassen; y entonces ellos se
fueron, y el rey mando a vn criado suyo
que los signiesse para saber su posada, y
desque los dexo aposentados, boluio, y dixo-
lo al rey. Y el rey, acabando de comer, de-
manda vn cauallo, y el solo y aquel moco
con el fueron alia, y en llegando conoscie-
ronlo los caualleros, y Jofre no lo conoscio.
Y ellos leuantaronse y fueronle a besar la
mano, y el rey no se la quiso dar y metióse
en razones con ellos, y dixoles que les agra-
descia mucho querer venir a su torneo, y
mas hauerlo hecho como lo hauian hecho; y
que les rogaua les pluguiesse mostrar las ar-
mas para ver los golpes que tenian, también
que le mostrasse cada vno su cauallo. Y des-
que Jofre sintió que era el rey, pesóle dello
por no ser descubierto, porque el rey Artur
su señor no supiera que el hauia dicho que
yua en busca de Tablante, que dexaua la
demanda e yua a buscar torneos, e hizo que
no conoscia al rey, antes se estuuo en pie, y
los otros mostraron al rey sus armas y sus
cauallos; y a cada vno pregunto por sus nom-
bres, y todos se lo dixeron, y de que tierra
eran. Y no se contento porque no vido las
armas y el cauallo de Jofre, porque aquel
hauia vencido los torneos todos, que el rey
lo miraua muy bien; y YÍdo el rey su caua-
llo, y conosciolo, y dixo: «Amigos, ¿cuyo es
este cauallo?» Y ellos dixeron: «Señor, es
deste cauallero» . Y entonces Jofre hinco la
rodilla y fuele a tomar la mano; el rey dixo:
«Primero que os la de, me haueys de mos-
trar vuestras armas»; y entonces vno de sus
compañeros las traxo, y quando las vido,
conosciolas, y dixo: «¿Estas son vuestras ar-
mas, cauallero?» Y Jofre dixo: «A seruicio
de viiestra merced, y yo con ellas»; y el rey
le dixo: «Darvos he yo la mano agora, ca-
uallero, si me la quereys besar por mió, que,
cierto, yo holgaría que fuessedes mió, y que
estuuiessedes en mi corte; por que vos ruego
que me digays vuestro noml;)re, y de que
tierra soys, y si vos plaze lo que dixe»; y
Jofre dixo: «Señor, vuestra merced tendrá
en su corte tantos y tan buenos caualleros,
que de mi haura poca necessidad; pero, por
honrarme vuestra merced, me plaze de ser-
lo, y assi lo tomo yo. Yo soy ageno y no
soy mió para determinar de mi lo que quiero
hazer; dezir mi tierra y mi nomlu-e sera
desta manera: Mañana es el postrero dia del
torneo; si plaze a Dios nosotros yremos alia
por honrarlo; mandad pregonar que todos
entren en el sin compañía, y mire vuestra
merced al que mejor lo hiziere y dele las
gracias, y si yo lo hiziere tam bien, que yo
sin verguenr-a pueda dezir mi nombre y tie-
rra, yo lo diré: y por agora suplico a vues-
tra merced que se quede» . Y el rey lo huno
' por bien, y le prometió de mandar hazer el
pregón essa tarde y otro dia; y assi se hizo,
y el se boluio y ellos quedaron. Y otro dia
acordaron de llenar tales señales que se pu-
diessen conoscer vnos a otros por que se sai-
na ssen; y entraron en el campo los del rey
de los cient caualleros, y departiéronse to-
dos los de Yrlanda, y los de Escocia, y los
de Balian el Brun también. Y Jofre y sus
compañeros entraron cada vno por si, todos
con condición que se ayudassen vnos á otros;
y comencose el ijias honrado torneo que ha-
uia sido en todos los dias passados; y duro
dende hora de las nueue hasta mas cíe medio
dia, que de cansados se hauian ydo vno a vno
TABLANTE DE RIC AMONTE
475
la metad do ellos. Jofre traya enojo ron Tía-
lian el Brun, y buscólo, y en hallándolo, co-
menoo á darle tan grandes golpes, que era
marauilln, tanto se desatento, que no sabien-
do lo que hazia. salió por la puerta del cam-
ino, jior do lo huno i)erdido; y los suyos des-
mayaron; assi que el rey de los cient caua-
lleros no lo pudo tirar a Jofre, y todos se sa-
llan, que no quedo en el campo sino Jofre y
Diomedes. y vn cauallero del rey de los cient
caualleros; quevnos de atormentados, y otros
de cansados, y otros de sed, assi que todos se
yuan. Y desque Jofre vido que el torneo era
acabado y nadie no salia, el se llego al ca-
dahalso donde estaua el rey, e hizo su me-
sura, y dixo que por quien quedaua el cam-
po: y el rey le dixo que por el y que el ha-
uia vencido aquel torneo. Y luego dixo á
todos que se saliessen del campo, y el dio
ciertas bueltas al galope por el campo do el
torneo se hazia, y desque vio que no salia
ninguno a el, fuese, y sus compañeros con
el, y el rey dixo: «Aquel cauallero yrse ha
sin dezirme su nombre, ni que en esta tie-
rra sepan quien es». Luego el rey caualgo
en vn cauallo a gran priessa y fuese alia, y
ellos que se acabañan de apear y el rey que
llegaua; y ellos, cuando lo vieron, fueronle
a besar la mano, y el rey no se qxiiso apear,
antes rogo a Jofre que le dixesse su nombre
y de c[\\e rey no era. Y el dixo: «-Si vuestra
merced me promete dos cosas que le pediré,
yo lo haré» . El rey ¡lenso que eran algunas
grandes mercedes, y le dixo que se las pro-
metía. «La una es que mi nonbre de aqui
a tres dias no lo digays; y la otra es que
vos, señor, embieys vn escudero por mensa-
jero a vn rey cuyo soy» . Y el dixo que lo
haría, y que otra merced mayor quisiera que
le pidiera; y entonces aparto al rey, y dixo:
«Señor, a mi me dizen Jofre, hijo del conde
Donason, cauallero de mi señora la reyna
(rinebra y criado del rey Artur mi señor; y
lo que el mensajero ha de dezir, es, señor,
lo que este cauallero le contara de lo que nos
ha acontescido dende el dia que en vn mo-
nesterio nos juntamos. Y porque yo, señor,
no he de hazer sino comer y partirme, este
señor yra luego a vuestra merced, y se lo
contara» . Y el rey holgó mucho de saber que
era de la corte del rey Artur, y diole muchas
gracias por hauer venido a su torneo; y el
rey se fue a comer, y ellos quedaron; y el
cauallero le prometió de yr a palacio para
dar orden en que el rey hiziesse mensaiero
a Camalot, y assi se hizo. Y quando el rey
Artur y la reyna supieron del auentura de
la barca y del torneo, holgaron mucho dello,
como solían hazer de sus cosas, y maraui-
llauanse estar tan luenga tierra de don-
do yua.
Doxenios esto, y vamos, que el torneo aca-
bado, essa noche dixo Jofre a sus compañe-
ros: «Señores, yo, por ver este torneo, que
nunca han i a visto, dexe de yr en vna de-
manda en (pie yua, que me va en ello mucho;
porque yo, señores, luego de mañana me
quiero partir, y yo querría yr muy derecho
a vn lugar que se dize Ricamente, y no se
el camino» ; y Diomedes le dixo: «Bien lexos
es de aquí, en especial que no qiiereys boluer
por la barca y no podreys yr sino por Celes-
tin, que es un castillo muy fuerte y bien po-
blado; y allí el señor del castillo es vn hom-
bre de plazeres, y fue y avn es muy buen
cauallero de la lan(;'a, y que no passa por allí
nadie sin combatirse con el, en esta manera:
el camino passa cerca del lugar, y esta vna
campana en vn árbol y vn moQO con ella, y
en passando vn cauallero, dizele: Señor, to-
cad essa campana. Y vnos adrede por ver a
que fin lo dize, otros pensando <pie es vso y
costumbre, otros por no mirar, tocanla; y
en tocándola, luego salen del castillo cinco o
seys esforcados caualleros , y lleuanlo alia ,
y dize que se quiere combatir con el; y el
toma vna gruessa lan^a; y al primer encuen-
tro caen todos, y riense dello, y hazelos
aposentar, y danles lo que han menester, y
que se vayan quando quisieren. Y como es
hombre muy honrado y metido en edad, na-
die lo ha por mal, y yo certifico que son po-
cos los que no derriba»; y Jofre deprendió
bien el negocio y despidióse de sus compañe-
ros y fuesse andando por sus jornadas, y
llego a vna abadía dos leguas de Celestin,
donde estaua el cauallero anciano que le di-
xeron, con quien se liauía de combatir. Y lle-
gado al monesterio, apeóse, y aposentáronle
bien; y el pregunto si hauia allí carpintero,
y los frayles dixeron que si, porque este mo-
nesterio se edíftcaua agora. Y el callo por
entonces. Estuuo allí aquel dia, y otro día
llamo al carpintero y busco vn palo luengo
y derecho, de la longura de su langa, y vn
palmo mas, hizolo asserrar de manera que se
pudiesse bien dolar y acepillar, y hizole ha-
zer vna muy buena langa mas gruessa dos
vezes qvie la suya, y púsole su hierro; y
desque huno hecho su langa, despidióse de
los frayles y fuese su camino, y en llegan-
do a donde el mogo y la campana estaua,
dixo el mogo: «Señor, por cortesía, tomad
esta soga y tañedme esta campana» ; y Jofre
le dixo: «Hermano, ¿que viste en mi, por que
me juzgaste por sacristán que tañe campa-
nas? mas es tu of ficío que no mío» ; y passose
Jofre, y el mogo tornóle a dezír otra vez que
476
LIBROS DE caballerías
tocasse la campana. Y el, porque su pensa-
miento era buscar a Tablante de Ricamonte,
no liauia gana de entender en otras cosas. Y
el moco, desque vido (pie el ñola quería ta-
ñer, tañóla el; y luego salieron seys caualle-
ros armados, y como lo vieron yr ya desuia-
do, pensaron que liauia tañido y que se
hauia ydo liaziendo burla; y alcanvaronlo, y
dixeronle: «Cauallero, ¿por que haueys hecho
burla de nos?» Y el les dixo: «¿En que fize
yo biirla?» Y ellos dixeron: «En que toeastes
ía campana y vos ys riendo». Y el les dixo:
«Antes me paresce que esse moQO que alli te-
neys es el que fizo la burla de vosotros, que
OS hizo venir a su son»; y ellos dixeron:
«Agora sea el, agora seays vos, andad acá
ante mi señor». Y el, porque no le lleuassen
por fuerce, fue con ello?, y quando llego es-
taña ya el cauallero armado, que queria ca-
iialgar: y como vido a Jofre, y le vido la
lauca que era tan gruessa como la suya, nia-
rauillose, y pensó que cosa era aquella, que
no pensó lo que Jofre pensó, y dixo: «Caua-
llero, mas ha de vn mes que por aqui no
passo ningún cauallero con quien i^assasse-
mos tiempo, y riessemos, y holgassenios,
sino vos, si vos mandays limpiamente que
nos demos sendos encuentros»; y Jofre dixo:
«Cierto, señor, yo lleuaua otro mayor cuy-
dado, de cuya causa yo no quisiera dete-
nerme, y quisiera huyr el comience de esse
encuentro limpio que dezis; pero, pues acá
estoy, esso me da que sea vno que diez, que
si orden de caualleria me guardays, yo vos
digo que vno y diez, y tan limpios, que, si no
es de sangre, de otra cosa no los hayan de lim-
piar»; y el cauallero dixo: «No vos enojeys,
señor, sino riamos y hayamos plazer»; y Jofre
apartóse y el cauallero tanbien, y dieronse
sendos encuentros muy buenos; y como las
laucas eran gruessas no se pudieron quebrar,
pues derribar menos; y tornaron otra vez
assi mismo como primero se encontraron, y
Jofre, de enojado, dixo: «Sefior, no os
riays, quiga que con las laucas no os viene
la gracia de reyr; si quereys, hayamoslo a
las espadas, y quica reyreys de verdad».
Entonces el cauallero dixo a Jofre que le
plazia, y dexaron las lancás y pusieron
mano a las espadas, y comencaronse a acu-
chillar; y dauansc tan grandes cuchilladas,
que era marauilla, y los suyos dezian: ha-
llado ha nuestro señor quien le da que hazer,
y juzgauan a Jofre por tan buen cauallero
como a su señor; y Jofi'C yuase ensañando,
y comonco a dar tal priessa al cauallero, que
lo sintió bien y dixo: «Cauallero, yo esto
aqui en este castillo; lo que hago, no es sino
por passar tiempo con los que por aqui vie-
nen, que no tengo otro passatienpo; y si vos
quereys llenar esta batalla al cabo, yo haze-
11o he, pero no porque yo lo he gana, ni me-
nos lo doxo por falta de fuerca y esfuerzo,
mas yo no estoy en edad de mas de passar
tienpo, que tienpo fue que aunque vos lo
quisierades dexar no quisiera yo, y si vos
os contentays que yo os dexe por tan bueno
como yo, agradecervoslo he». Y" entonces
Jofre, viendo que de alli ni se espera ua per-
der ni ganar, dixo que como el mandasse;
¡Dero que le fazia saber que aquella lan^a
hauia hecho en el camino para el, y que
pues no era para mas. que la mandasse to-
mar y darle otra. Y el cauallero le rogo que
se quedasse alli algún dia, porque queria
conoscerle para mas adelante, y el dixo
que no lo podia hazer, porque le yua mucho
en su partida; y viendo aquello mandóle sa-
car las laucas que tenia de gran tiempo, que
escogiesse vna entre ellas; y el assi lo hizo,
que escogió vna muy buena. Y el cauallero
le dixo: «Lleualda, y plazeme, que a mi ver
se emplea bien en vos; porque yo fize en este
mundo muchas cosas buenas con ellas».
Y Jofre se despidió del, y fuese su camino.
Y dende a seys dias, yendo vn dia pensando
en sus auenturas que le hauian recrescido
buscando a Tablante, y como ya no quisiera
hallar tantas, por miedo de perder la princi-
pal, que era buscar a Tablante, perdiesse.
Cap. X. — Como yendo Jofre en busca de
Tablante de Rieamonte hallo vna donce-
lla y vn cauallero, y por librar la donze-
lla se combatió cotí el cauallero y lo venció.
Dize el libro, que yendo Jofre sin cnydado
de hallar ninguna auentura, y bien cansado
y muerto de hambre y de sed, y su cauallo
tanbien, sino con pensamiento de yr a bus-
car a Tablante al castillo de Ricamonte, y
yendo su camino, su cauallo boluia de rato a
rato a mirar el camino a mano derecha, y
tantas vezes se lo vido hazer, que bohiio la
cabeca a mirar que era; y vido venir por vna
senda que venia a dar al camino vna donze-
11a encima de vn palafrén a vso del tiempo;
la qual venia en busca de Jofre; la qual era
hermana del cauallero que os diximos que
hauia dicho a Jofre las auenturas que hauia
en aquella tierra, y hermana de vno de los
caualleros que Jofre hauia librado en el aba-
dia que os contamos del Enano. Y quando
ellos llegaron a la corte, hauia tres dias que
esta donzella estaña alli suplicando al rey
que lo hiziesse justicia de aquel cauallero,
que hauia diez años que le tenia alli aquel su
hermano preso con los otros; y porque no
TABLANTE DE TvlCAMONTE
lumia caiiallero en la coi-te, pstaua detenida.
Y en este tienpo llego el Enano y los cana-
neros, y ella eonoscio a sn hermano y habló-
le, y contole lo qne le hania acontescido a
Jofre y al otro cauallcro; pnes como todos
snpieron qne Jofre los libro, la reyna diose-
lo, y dixole: «Quitada soys, donzella, de
trabajo, que mi eauallero Jofre os quito^>. Y
la donzella dixo a la reyna, qne porque Jo-
fre era eauallero, y porijue le hania librado a
su hermano, y porque el andana en aquellas
auenturas, y porque ella sabia curar de
aquellas heridas, que ella quería yr a buscar-
le y andarse con el; y la reyna holgó mucho
dello, y diole las sefxas del. La donzella pro-
curo de saberlas señas delcauallo y armas, y
andnno tanto hasta qne lo hallo. Y" Jofre,
quando la vido, como era cosa nneua para el,
detuno la rienda al cauallo y esperóla; y
ella, qnando llego, humillosele delante, y
hablóle muy cortesmente, y el le torno las
saludes assi mismo: y coino yua muy bien in-
íormada de las señas de las armas y del
cauallo, dixo: «Este deue ser aquel eaualle-
ro que yo busco»; y dixole: «Señor eaualle-
ro , ¿de donde os podemos dezir'?» Y" el le
dixo: «De la corte del rey Artur»; y dixo
ella: «Señor, ¿soys vos Jofre, hijo del conde
Donasen?» Y" el dixo: «Donzella, ¿por que lo
preguntays"? ¿Conosceysle?» La donzella dixo:
«No, mas querría conoscerle por le seruir,
que le deuo mucho de yna buena obra que
me fizo». Y' Jofre dixo: «¿Qual fue'?». Y dixo:
«Señor, vn hermano mío que me soltó de vna
prisión, que hania diez años que estaña preso
en vn monesterio de monjes» . Y^ Jofre le dijo:
«¿Por donde sabeys vos, donzella, que esse
Jofre lo hizo, qnica lo hizo otro?» La donzella
dixo: «Señor, el rey y la reyna, y toda la corte
lo dixeron: porque yo estandoles suplicando
que.me diessen vn eauallero qiie lo librasse,
llego el y otros; y en el cauallo y armas cierto
soys vos». Y" entonces Jofre le dixo: «Señora
no lo creays; qne yo conozco bien esse eaua-
llero que dezis, y no ha mucho que el y yo
estunimos en vno, y es cierto que el cauallo
suyo y el mío, y las armas, y el escudo todo
se paresce; y no os marauilleys, ipie esto cada
dia acontesce parescer vn cauallo a otro, y
a las vezes vn hombre a otro; pero esse
eauallero que vos dezis, el esta bien cerca de
Ricamente, porque no llena otro cuydado
sino acabar a(piella demanda que comen-
ce». La donzella dixo: «Señor, porque yo
quite esta duda y iletcrmine de hazei'lo(|ne
mejor me este, os suplico y pido por merced
que os plega, tiraros el yelmo» Y' Jofre por
dissimular dixo: «Donzella, yo haria de gra-
do lo que me mandays, pero es cierto que
yo fizo juramento no üi'allo, si no fuere
donde reposare en la posada para comer,
o cenar, o dormir; porque en este caijaino
me hnnieran muerto, si Dios no me soco-
rriera; y si es vuestro camino para donde
yo voy , en la noche lo ¡jodeys ver» . Y
Jofre clezialo porque, í^i con ella fuesse, por
la noche se pudiesse mejor encubrir; y en
esto comencaron a andar sn camino, y la
donzella yua delante, y como lleuaua la cara
descubierta, dixo: «Señor, paresce que asso-
ma vn caiuülero por este camino»; y Jofre
miro muy bien, y dixo: «Assi me paresce»;
y en esto llego vn eauallero armado a vso
de caualleros, y como llego, detuuieronse
y habláronse muy bien; y el eauallero co-
meuco a mirar a la donzella, y dixo a Jofre:
«Dezid, eauallero, ¿es vuestra essa donzella?»
Y Jofre le dixo: «Canallero, ¿por que lo pre-
guntays?» Y el dixo: «Porque ha quatro me-
ses que sali de mi casa que no he hallado
anentura, y si ella anduuiera en mi compa-
ñia, por amor della hallarala ya». Y" Jofre
le dixo: «Canallero, sabed qne la donzella es
suya, que no tiene señor, y la hora que veys
nos fallamos; ella me dize que va en busca
de vn buen eauallero, el qual es muy grande
amigo mió; y si ella quiere yr con vos, ella
lo puede bien hazer, y si no quiere, por
amor de aquel eauallero que ella dize que
busca, yo vos la defenderé». Y el canallero
le rogo mucho que se fuesse con el a vso de
canalleria, que el juraua de mirar por su
honra como por la snj'a. Y ella dixo que en
tal caso no lehablasse, porque ella hania sa-
lido de la corte del rey Artur con proposito
de yr a buscar a Jofre, hijo del conde Dona-
son, y qne hania muchos tiempos que lo bus-
cana, y que no lo hania de dexar de buscar.
Y entonces el canallero callo, y tomo la rien-
da del palafrén de la donzella, y comencé a
aguijar su camino, y Jofre, qnando lo vido,
huno enojo y puso mano a la espada, y, sin
sacalla, dixo: «Canallero, no me fagays fazer
villanía y dexad la donzella, y si la haueys
de llenar, haueysla de llenar como canalle-
ro» . Y entonces el canallero dexo la donze-
lla, y dixo a Jofre: «Según esto, ¿por la lau-
ca la pensays defender?» Y Jofre dixo: «Si
fare» . Y dixo el canallero: «¿Que pensays
ganar en combatiros comigo?»; y dixo Jofre:
«Yo os diré lo qne ganare y perdereys vos».
Entonces dixo el a Jofre: «Pues que vos,
canallero, os quereys conbatir comigo, sea
assi: que la donzella juzgue do nos ([ual es
mejor canallero, tomándole jiiramento; y
desque ella lo haya juzgado, «pie quede libre
para que haga de si todo que quisiere». Y
Jofre dixo que le plazia y (pie ambos hnuies-
478
LIBROS DE caballerías
sen por buena (lualijiiier sentencia que ella
diesse; y que ella estmiiesse a vellos comba-
tir. Y la donzella assi como estaña caualgan-
do, jDusose en medio, j los canalleros se
arredraron el vno del otro quanto los caua-
llos los pudieron traer, j dieronse dos muy
grandes encuentros, y trayan buenas laucas
y no las i)udieron quebrar. Y dieron buelta
otra vez, y dieronse otros sendos encuentros
que ambos quebraron las langas, y aun Jofre
huuiera caydo de espaldas, porque el otro
era vn muy gran cauallero y su lanca era
muy gruessa; y como vieron las laucas que-
bradas, dixo Jofre: «Cauallero, pues esta ba-
talla se ha de llegar al cabo, ¿acordays que
la fagamos a pie, o caualgando?» Y el caua-
llero dixo: «Señor cauallero, esto sea como
vos mandaredes». Y entonces el cauallero
apeóse, y luego Jofre salto del cauallo, y pu-
sieron mano a las espadas, y comenr-aron a
dar muy grandes cuchilladas que saltauan
rajas de los escudos, y aun se cortauan las
armas y en la carne. A los primeros golpes
el cauallero andana tan bueno como Jofre,
pero mientra mas andana, enflaquescian los
golpes del cauallero, y mas engrandescian
los de Jofre; y en esto dio Jofre al cauallero
vn golpe que le entro en el cuerpo, en lugar
do yua mucha sangre, aunque no era peligro-
so. Y viendo la donzella que el cauallero en-
ílaquesciaysedesangraua, huno manzilla, en
especial que era en su mano della, y metióse
en medio de ambos; y ellos, por cortesía,
arredráronse el vno del otro, y ella dixo en-
tonces: «Cauallero, ya sabeys el juramento
que me tomastes, y como vosotros, como
canalleros, prometistes de estar por lo que
yo de vosotros sentenciasse, y que luego sería
libre» ; y ellos dixeron: «Aquello mismo de-
zimos agora». Dixo ella: «Pues, señores; yo
os juzgo agora por buenos en esta manera:
al vno por mejor de la lanca, y al otro por
mejor del espada. Y si no fuera porque este
cauallero venia comigo, dixo por Jofre, y
porque paresciera ser afficionada, algo de
ventaja le diera, porque, cierto, yo couosci
que si la batalla durara, que lo mejor licua-
ra el della; pero, por el bien y vida de vn
cauallero, me quise atreuer al otro, y rue-
govos que passe assi mi sentencia consenti-
da»; lo qual ellos lo huuieron por bien, y
cesso la batalla. La donzella se apeo, la qual
venia apercebida para ello, y los desarmo, y
curo primero del otro que de Jofre, porque
yua del mucha sangre, y después curo de
Jofre, porque ella sabfe. bien de guarescer
canalleros, y dixole: «Las feridas no son pe-
ligi-osas, pero conuiene que se contine la cura
diez o doze dias, y si me mandays yr a al-
gún lugar, alli curare de vosotros; y pues
Jofre no veya la hora de partir a su auentu-
ra de Tablante, dixo: «Señora, cada vno de
nosotros va por su camino a su auentura, e
ya no nos conuiene que vays con nosotros
porque no es cosa de fazer; porque yo os
digo que esse cauallero que dezis que vays a
buscar, que no lo hallareys; porque el anda
de auentura en auentura, y porderiades
tiemj)o, ni a vos ni a el aprouecha; pero a mi
hareys merced en vna cosa y es esta: Que vos
os boluays a la corte, y beseys las manos a
la reyna Grinebra, y lo eonteys como fuystes
librada a mi causa de vn cauallero; y le di-
gays todo lo que ha acontescido; y le digays
que os libro el cauallero que libro a la don-
zella de la torre» . Y entonces la donzella ,
viendo que el cauallero queria que le Ueuasse
las nueuas, y porque le liauia librado del
otro, y porque le certifico que no lo hallarla,
acordó de fazerlo, y despidióse del y del
otro cauallero, y fuese su camino, y dexo-
los alli, la qual anduuo tanto que llego en
quinze dias a Camalot, y quando la reyna
la vido, conosciosla, y dixole: «¿Soys vos la
que fuystes a buscar a Jofre mi cauallero?»
Y ella besóle la mano, y dixo: «Si»; dixo:
«Pues ¿fallasteb?» Dixo : «Señora, no» ; y
dixole: «Pues ¿como os boluistes?» Entonces
la donzella le contó todo como hauia passado;
y como hauia fallado vn cauallero, y que
llego otro que la queria lleuar, y como la de-
fendió, y todo como passo; y la reyna le
dixo: «¿No supistes quien era esse caualle-
ro?» Dixo: «No supe mas sino que me dixo
que el cauallero que libro la donzella de la
torre me libro» . Y la reyna le pregunto que
armas traya, y ella se lo dixo, y la reyna le
dixo: «Pues, donzella. hagoos saber que este
cauallero que os libro era Jofre , el que
yuades a buscar; y pues el se quiso encu-
brir, bien hizistes de veniros» . Y entonces
la donzella se sintió jjor engañada de Jofre;
y la reyna hizo saber al rey que tenia nueuas
de Jofre. Y el rey vino alli, y la donzella
beso las manos al rey, y contole todo lo que
auia contado a la reyna, los quales huuieron
gran plazer; y mandaron poner esta auentura
en escripto.
Dexemos a la corte y bohiamos a Jofre y
al otro cauallero, que ambos estuuieron hasta
que la donzella traspuso, y ellos se despidie-
ron el vno del otro; y el cauallero fue a bus-
car quien le curasse, y Jofre se fue su cami-
no, porque eran pocas sus llagas, y la don-
zella le dexo coa que el se pudiesse curar; y
anduuo tanto que llego a vna abadía do
monjes, y recibiéronlo y curaron del, y
desque se vido bueno, pregunto fazia donde
i
TABLANTE DE RICAMONTE
479
era el castillo de Ricamonte; y los monjes le
dixeroii fazia donde ovan dezii- qiie era. Y
el, despidido dellos, se fue su camino y an-
duuo tres dias y tres noches que no fallo
cosa de comer ni beuer, y ya qxxe era cerca
de vísperas, fallo a vii cabo de vna íloresta
donde andana vna senda muy pequeña, y
puso el cauallo para que el guiasse por do
ijuisiesse, y por do el cauallo quisiesse guiar
dexolo yr; y anduuo hasta (jue anochescio;
y, a dos horas de la noclie, oyó perros muy
lexos, y gozóse mucho, diziendo: «Donde
estos perros están, gentes deue hauer» . Y
auduuo todavía por su senda y bien peque-
ña, y yendo mas adelante, oyó cantar ga-
llos, y dixo: «Cierto, deue ser lugar este»;
y siguiendo su camino, el (jual yua a dar a
vna grande altura, y encima estaua el cas-
tillo que os diximos de Bruniossen, la sobri-
na del conde, el qual castillo se dize de la
Floresta, la qual comencaua de alli en vna
huerta que alli estaua. Y como llego, vido
que era muy noche, y huuo conoscimiento
que aquelhi era huerta; y assi porque el
cauallo beuiesse, como porque el no sabia
por donde subir al castillo, acordó de quedar
aquella noche alli, y hallo la puerta cerrada
con vna cerradura de palo, y apeóse, y diole
dos o tres cozes, y dio con la puerta en el
suelo. Derribada que fue la puerta, entro y
vido vna fuente, y tiro el freno a su cauallo,
y diole agua y echóle a pacer; y el beuio del
agua y lauose el rostro, y comió de vnos be-
rros muy lindos que tenia la fuente, y puso
el freno par de si, y el yelmo por cabecera,
y echóse sobre su escudo, y junto consigo su
lan^a y dormiose.
Dexemoslo dormiendo, y vamos al castillo,
y digamos lo que alli acónteselo.
Cap. XI. — Como Jofre llerjo a la puerta del
castillo de la Floresta, donde fue preso, y
huyo de la prisión.
Pues como Bruniessen era la donzella que
diximos, sobrina del conde don Milian, hazia
llanto dos vezes cada noche, como era vso y
costumbre en toda la tierra, y acabado el
llanto, no tenia otro refrigerio sino fazer abrir
vna gran ventana que en su sala tenia, que
salla sobre la huerta. Y como la huerta era
grande, hauia en ella muchas aues, y, si no
las espantauan, sienpre las vuas o las otras
cantauan, de cuya causa no osaua nadie de
noche entrar alli; y como Jofro entro alli, al
ruydo de los gol^jes que dio y del cauallo, no
cantauan ninguna. Y como ella aquella no-
che acabo el llanto, luego hizo abrir la ven-
tana y paróse alli; y como vido que no sonaua
aue ninguna, huuo enojo, y embio a saber
que podia ser aquello. Y mando a vn mof,'0
de espuelas que alli estaua que fuesse, y el
corrió quanto pudo, y hallo la puerta abier-
ta, y vido al cauallero y al cauallo; y vido
como el cauallero dormia, y callo, y boluio-
se a su señora, y dixole lo que hallo; y ella
huuo grande enojo del, y comenr-e a dezir
palabras injuriosas, y con enojo dixo: «Vaya
vn cauallero alia, y si lo pudiere traer ¡¡or
bien, si no, traygalo por mal». Y estaua alli
vn criado suyo, hombre muy honrado j buen
cauallero, el qual a la .sazón hauia venido
alli a ver a su señora, y por seruirla dixo:
«Señora, ¿mandays que yo vaya alia y lo
trayga?» Y ella le dixo: «Si, yd, y traedlo
aunque no quiera» . Y" el hizo ensillar su ca-
uallo, y armóse, y tomo su lan^a y su escu-
do y fuese a la huerta; y quando el llego,
Jofre dormia, y con el cuento de la lauca
despertólo; y como estaua soñoliento, no po-
dia entrar en acuerdo, y a las vozes que el
daua diziendo: «¿dermis, cauallero?» recor-
dó, y assentose sobre su escudo, y vidolo a
cauallo y armado, y dixole: «Señor cauallero,
¿que mandáis? ¿Que peccado huuistes de me
despertar, que mas ha de tres noches que no
duermo?» Y' el cauallero le dixo: «Cauallero,
su dueña de esta huerta manda que vays
alia» . Y" el dixo: «Señor, por cortesía os ruego
que me desculpeys y le digays que estoy can-
sado y muerto de sueño; y que le pido por
merced me dexe dormir, que yo le doy la fe
como cauallero, si me dexa dormir, de no
me partir sin yr a ver que manda. Y" si algún
desaguisado he fecho en entrar en ella sin
su licencia, de se lo satisfazer que no se que-
xe de mi». Y entonces dixo el cauallero a
Jofre: «Pues sabed, cauallero, que no de yr
sin vos; por esso caualgad y tomad vuestra
lanca, y andad acá». Y" Jofre, quando le 03^0
dezir que no hauia de yr sin el, huuo enojo,
y dixole: «Señor cauallero, ¿haueysme de lic-
uar por fuerca?» Dixo: «No, si vos quereys yr
de grado» . Dixo Jofre: «¿Tengo de ir caual-
gando?» Dixo el cauallero: «No espero otra
cosa» . Pues Jofre dixo en su coraQon: «Si
este me dexa caualgar en mi cauallo, ¡yo le
mostrare como se llenan los cauallcros por
fuerza!»; y tomo su freno y púsolo a su ca-
uallo. Y puso su yelmo, y tomo su escudo, y
salto en su cauallo, y desque se vido en su
cauallo, dixo: «Cauallero, ¿agora honra me
hareys?» Y'' entonces dixo Jofre al caualler(K
«¿Sabeys como me haueys de licuar? por ca-
nalleria; por esso apartaos alia». Y el, quan-
do a<juello vido, embrago su escudo y apar-
tose del, y dieronse sendos encuentros, y
480
LIBROS DE CACALLERIAS
dio Jofre con ol otro piernas arriba vn tan
gran golpe en ol suelo, que pensó que lo lia-
uia muerto; y Jofre hizo muestra de quererlo
matar, y el dixo que le rogaua que mal no
le liiziesse, porque el era mandado de vna
señora cuyo era aquel castillo y huerta, y
(pie no le conuenia al liazer. Y el lo dexo
por aquello, y porque el le prometió de no
boluer mas a el y dexarlo dormir. Y enton-
ces-dexolo, y el caualgo en su cauallo y fue-
se para su señora, y dixole: «Señora, yo
halle en la huerta vn cauallero, y tal de su
lanoa, que sabe bien defender su capa»: y
ella huuo enojo, y dixo: «Pues aquel no fue
para traello, yd todos alia y traedlo» . Y enton-
ces dixo su mayordomo: «No sea assi, señora,
que, para vn caiiallero, bien creo que vues-
tra merced tiene en su casa quien lo trayga» .
Y'' el hizo ensillar su cauallo, y caualgo y
fue alia, y con gran furia le dixo: «Caualle-
ro, leuantaos de ay, que haueys de yr preso
ante mi señora». Y el callo, y con mucho
enojo puso su yelmo y tomo su lanoa; y en-
freno su cauallo-, y caualgo, y embraoo su
escudo, y dixo al cauallero: «Agora vamos».
Y apartóse Jofre vn poco, y puso las piernas
al cauallo y fuese al cauallero, y diole vn
encuentro que dio con el en el suelo, y di-
xole: «Assi se llenan los caiialleros presos» .
Y fuese para el y queríalo matar, y el le pi-
dió por merced que no le matasse. Y el dixo:
«¿Tu no me prometiste de no boluer acá?»
Dixo el: «Señor, no era yo» . Entonces Jofre
dixo: «Con tal condición vos dexo, que no
boluays mas acá»; y el se loi^rometio, y assi
lo dexo y fuese a su señora, y Jofre boluiose a
dormir, que le hazia bien menester. Y des-
que el otro llego a su señora, ella miro, y
vidolo que venia solo, y dixo: «¿Como no
traes preso aquel cauallero?» Y^ el dixo: «Se-
ñora, llagóos saber que es assi buen caualle-
ro, que no se dexa prender de nadie». Pues
ella pensó que podia ser algún cauallero de
la corte del rey Artur, o que podia ser Ta-
blante su enemigo, y quisicralo prender, y
comengo a dezir que era la mas desdichada
criatura del mundo, pues que daña de comer
a tantos caualleros y que no eran para pren-
der vno; y en esto su maestresala, que era
honbre de gran presunción, dixo: «Señora,
suplico a vuestra merced no diga tal cosa;
que, aunque essos dos caualleros no lo hayan
traydo, mientra el alli esta, si no se va, bien
haura quien lo trayga». Y llamo a su moco,
y mandóle traer el cauallo, y el armóse, y
tomo la lanr-a y escudo, y caualgo; y el ma-
yordomo, (piando lo vido, haziendo Iturla,
dixole: «Señor maestresala, traelde bien,
que es cauallero (¡ue lo meresce» . Y" el dixo:
«Señor mayordomo, no espero de venir sin
el, lo qual no sera ni i^lazera a Dios». Salido
del castillo, fuese adonde Jofre estaña, y
como no le dexauan dormir, tenia el cauallo
enfrenado y su yelmo puesto, y como lo vido,
caualgo presto, y antes que el entrasse, salió
Jofre, y dixo: «¿A do, buen cauallero?» Y el
dixo: «A buscaros» . Y" Jofre le dixo: «¿Que
mandays?» Dixo el: «Que vays, señor, preso
ante mi señora» . Dixo Jofre: «Esso sera si
yo quisiere». Y el otro dixo: «Aunque no
querays». Y Jofre dixo: «¿Yenis mas de vos
solo?» Y" el dixo: «¿Como, no creeys que bas-
to yo para vos?» Y'' Jofre dixo: «Luego lo po-
deys ver; apartaos alia para prouarlo». Y
apartáronse el vno del otro, y aunque el ca-
uallo del maestresala y el venian holgados,
fueron los encuentros tales, que dio Jofre
con el y con su cauallo en el suelo, y lasti-
mólo mucho en vna pierna, y luego puso
mano a la espada para lo matar, y hallólo
debaxo del cauallo que no se podia mouer,
y quando lo vido, dixo: «Por veros tal os
dexo, con condición que acá no boluays mas»;
assi lo dexo. Y" ayudóle a caualgar y se fue
ante su señora; y ella estaua callando, pen-
sando que lo traerla, o que por defenderse
lo matarla; y como lo vido venir solo, pre-
guntóle que que era del cauallero. Y el dixo
que lo dexaua donde lo dexaron los que fue-
ron antes del, y que lo dexarian todos c[uan-
tos alli fuessen, si vno a vno fnessen, si el no
se yua. Entonces ella pensó que según era
aquel cauallero, que seria Taldante de Ri-
camonte. Y assi comencé a dezir que juraua
que, si no se lo trayan preso, que hombre
de quantos con ella viuian no viuiria mas,
cpie no sabia por que diesse ella de comer a
tantos, y que entre ellos no hnuiesse vno que
l^rendiesse a otro. Entonces todos assi como
estañan le dixeron: «Señora, vna cosa haueys
de saber, que aunque todos quantos hay en esto
castillo, que vayan vno a vno, no lo traerán.
Y si vuestra merced ha gana de prenderle,
embie diez o doze honbres a pie, y esperen
que este dormiendo, (pie el esta sobre su es-
cudo; álcenlo en los honbros sin dezille nada,
y assi lo traerán» , y assi se acordó, y llama-
ron vños onze hombres y fueron alia. Y assi
como en el acuerdo de buscar los honbres
se tardaron, el estaua cansado, y acostóse en
su escudo y dormiosc; y en esto llegaron los
hombres a pie, y como vieron que dorraia,
tomáronle en pesso assi como estaua en
su jjaues y pusieronselo en los hombros, y
sin dezirle nada llenáronlo a el y a su caua-
llo y lanca. Y el, como se vido assi llenar,
temió, creyendo que aquellos y los otros to-
dos eran diablos que en toda la noche lo ha-
TABLANTE DE RICAMONTE
481
uian seguido, y comento a clezir: «¡Jesús,
Jesús!», y signa,uase y santiguauase; y ellos
callar y anclar, hasta que lo pusieron delan-
te de la señora. Y el conjuraualos que le di-
xessen (|ue era aquello; y ellos andauan,
hasta que llegaron donde ella estaua, y di-
xeron: «Señora, catad aqui el que vos ha
enojado: vea vuestra merced que manda que
se haga del» ; diziendo esto lo pusieron en el
suelo, y ella tenia dos hachas encendidas.
Y como el sintió que era dueña y que deuia
ser señora de aquella tierra, huno gran ver-
güenza de se ver assi maltratado, y encendio-
sele la color, y leuantose, e hizole vna muy
gran reuerencia; y ella, desque lo vido tan
moco, conoscioque no eraTablante, y (jue de-
uia de ser algún cauallero bueno andante, y
leuantose a el, j' mandóle dar vna silla y pre-
guntóle por sunombre, y de donde era, y que
ventura lo hauia traydo por alli. Y el muy
cortesmente dixo que su nombre lo pedia por
merced que entonces no se lo pidiesse, que
quando se fuesse lo diria, y que el era caua-
llero andante, y que era de la corte del rey
Artur: y que buscando auenturas hauia alli
llegado aquella noche ;, con necessidad de
agua y reposo, y no con gana de enojarla; y
que según lo que hauia conoscido, que ella
hauia hauido enojo, por lo qual le rogaua
que le perdonasse, y no mirasse a su yerro,
sino a su intención. Y" ella dixo que cierto
ella hauia recebido mucho enojo del, pero
que viendo que su intención no era de que-
rerla enojar, que ella le perdonaua. Y'^ en la
hora se enamoro el della y ella del; y luego
huuo nueuo cuydado entre ellos; y Brunies-
sen llamo al maestresala, y dixo-. «Este caua-
llero este a buen recaudo, y hazelde dar bien
de cenar y buena cama, y curen bien de su
cauallo, y guarden no se vaya, que hasta
aqui pense que era el traydor de Tablante
mi enemigo, pero no lo es» . Y tomaron vna
hacha delante della, y la otra quedo alli, y
ella se fue a dormir, y dexolos todos con el;
y ellos dieronle bien de cenar, y el quiso
ver pensar su cauallo, y vido donde ponian
su lanca, y el tomo su escudo y el yelmo, y
lleuaronlo a vna cámara donde hauia vna
muy buena cama, y pusiéronle vna vela, y
dexaronlo y fueronse a dormir. Jofre se des-
armo y comencé a pensar en las fayciones
de Bruniessen, y en su habla y gracia, y en
el trato de la casa, y dixo entre si: «¡Oxala
le tocasse a esta señora lo de Tablante, (^ue
ella vcria lo que hazia por su seruicio!»; y
en esto estuuo gran rato, y acostóse. Pues ya
haueys oydo que se hazia alli el llanto, por-
que Bruniessen era sobrina del conde, y era
ya hecho vna vez, y llego la hora de la otra
LIBROS DE CAUALLEBÍAS, — 31
y ellos comení^-aron su llanto como solian, y
ella dormia; y como Jofre oyó la grita, pen-
só que le entrañan en el castillo algunos sus
enemigos, y holgóse diziendo: «Agora mos-
trare yo a esta señora que me truxo Dios a
buen tiempo, pai-a (pie ella vea lo que yo
fago por su seruicio» . Y salto de la cama
presto, y vistióse y armóse, y embrar-o su es-
cudo y saco su espada, y salió diziendo:
«¿Que es esto, señores, que llanto es este?»
Pues como la vsanca era lo que haueys oydo,
que ninguno hauia de preguntar por que se
hazia aquel llanto, y si lo preguntaua, da-
uanle con lo que tenian en las manos, o con
lo que hallauan mas a la mano. Y en co-
menr-ando Jofre aquello, luego comencaron
a dar en el cada vno con lo que pudo, y vno
dellos hallo la mesma lanca de Jofre y échese-
la y diole con ella, y pensó que no estaua
armado y que lo hauia muerto, y callo. Y
Jofre lo mejor que pudo escondióse, dizien-
do: «Y"o no puedo creer sino que esta es al-
guna boca de infierno que a mi se me ha
descubierto; que ni estos son hombres, ni su
trato es de hombres, sino que son diablos» .
Y' porque por otra parte se le membrana de
Bruniessen y en que no sabia su nombre, no
sabia ipie se juzgar, ni que consejo otro to-
mar sino callar. Y acabado que fue su llan-
to, fueronse a acostar, y el que le tiro la lan-
Ca pensó que le hauia muerto, y callo, que
no dixo nada. Y^el, desque los vido a todos
dormiendo, miro por su cauallo, y muy que-
do ensillólo; y tomo su lanoa y sus armas,
y saco el cauallo por la rienda, y fuese a la
puerta del castillo, la qual, con su prendi-
miento, hauia quedado abierta, y caualgo, y
salió fuera del lugar, y hallo vn camino y
siguiólo, e yua mirando atrás pensando que
yuan tras el; y desque se hallo en el campo
no se trocara por nadie, que alli era señur
de si.
Y dexemoslo yr su camino pensando en
todo lo que le hauia acontescido, y mas
en la señora del castillo , que le daua
mucha pena la partida tan presto, sin mas
hauer tiemjDO de poder hablar con ella, ni
saber su nombre, ni dezirle algo de lo que
el en su corar-on sentia; pero, por las cosas
acontescidas, le conuino partir>5e.
Dexemos, pues, agora a Jofre, y boluamos
a ella y lo que le acónteselo.
Cap. XII. ^Z^c las cosas que Bruniessen, se-
ñora del caslillo, hixo quando supo que
Jofre era suelto de la 'prisión.
Dize la historia, que Bruniessen dexo a
Jofre encomendado a su maestresala y ma-
482
LIBROS DE caballerías
yordomo para que le tuuiessen a buen recaudo
y le diessen lo que el y su cauallo liuuiessen
menester; y quando se fue a dormir, la ma-
yor parte de la noche gasto pensando quien
j)odria ser tan buen cauallero, y tan moQO,
y tan gentil hombre, y de tan buena razón,
y tal cauallero que a todos los suyos liauia
derribado. Y pensaua manera como con justa
razón lo pudiesse tener algún dia para saber
del cuyo hijo era; porque si fuesse caualle-
ro según le hauia parescido bien, ella daria
orden de casarse con el. Y en esto y en mu-
chas cosas estuuo gran parte de la noche, y a
las vezes boluia reprehendiéndose a si misma
porque assi se hauia captiuado luego de vn
cauallero andante que no hauia conoscido ni
visto, y aun que podria ser no lo ver mas en
su vida; y con esto dormiose, que no oyó el
llanto postrero como acostumbraua. Y en des-
jjertando, aunque no era bien de dia, no pudo
mas dormir, antes embio a llamar al mayor-
domo y al maestresala; y mientras los 11a-
maua, vistióse, y ellos venidos, riéndose
dixo: «¿Pues como os yua anoche en la huer-
ta?» Y ellos dixeron: «Bien»; y ella dixo:
«¿Que es del cauallero?» Y ellos dixeron que
no sabían del, mas que antes creyan que era
muerto, porque al segundo llanto hauia sa-
lido de la cámara donde estaua. con vna es-
pada en la mano, preguntando que era aque-
llo, y que le hauian echado piedras y palos;
y aun que no sabian quien fue que le echo
vna lan^a, y según el tenia armas, que
creyan que era muerto; y desto huno muy
mucho enojo y pesar, assi porque ya le hazia
guerra, como porque podria ser algún hom-
bre principal de la corte del reyArtur,y que
por su causa le jDodia venir algún daño. Y^
mando que luego fuessen a saber que cosa
era, y ella quedo tan triste que era maraui-
11a, que no quisiera que lo huuieran muerto
por cosa del mundo, pensando en quaiita des-
dicha se hauia visto aquel cauallero dizien-
do de si. Assi que no se conformaua la obra
dellos con el desseo della, porque le hauia
parescido bien, y dauale cuydado, tanto, que
ella ya no quisiera. Y quando fueron a bus-
carlo, haUaron que el no estaua alli, el ni su
cauallo ni sus armas, y que se era ydo, y
boluieron a la señora a dezirselo; y ella quan-
do lo supo, por vna parte le plugo por ser
viuo, y por otra le peso por ser ydo, assi por-
que creya que el yria descontento . como
porque quisiera saber del mas largamente
que era de su vida y hablar con el, y comen-
co a reñir con ellos, diziendo: «¡O malos
criados! ¿Que cuenta me days de vn caualle-
ro que os encomendé? Pues conuiene que
vays tras el y lo traygays»; y luego todos
comenc;aron a ensillar y armarse, y caualgar
y salir tras el, e yua tan lexos que tuuieron
que hazer en alcanzarlo; y en tanto ella que-
do muy enojada, mostrando que ella quisie-
ra saber quien era y hazerle alguna honra
13or el vltraje que le hauia hecho desque a su
castillo llego, y por que no fuesse quexoso.
Y ella por otra parte ¡jensaua, y dezia: «¿Que
te aj^rouecha, Bruniessen, tomar tal pensa-
miento de vn hombre que nunca viste sino
agora, y podra ser nunca verle mas?» Y ma-
rauillauase como las mugeres algunas vezes
se captiuauan siendo libres, y paresciale mal
su cuydado, y queríalo desechar, y no podía,
y díssimulaua, diziendo que quisiera saber
nueuas de la corte, y que no quisiera que
aquel cauallero fuera descontento de su casa.
Dexemosla en esto, y vamos a Jofre.
Dize el cuento, que quando el se vido
libre del castillo, holgó mucho, y mas hol-
gara si saliera libre del pensamiento de la
donzella; y por otra parte sospechaua que
todos eran encantados, o que aquella era boca
de infierno, y boluio a pensar en Bruniessen,
y paresciale que la veya sentada con la gra-
cia que lo recibió, y por otra parte royase de
si mismo, diziendo: «Cata, Jofre, que a buen
tiempo te enamoraste de persona que nunca
viste en tu vida, y podria ser no verla mas.
Dexa de pensar en ella, y piensa bien en
Tablante, que esperas verte con el en priessa,
en que podra ser que antes que lo halles te
acontezcan otras auenturas, y en esso deues
pensar» . Y yendo pensando en esto, salióle
el sol, y de rato en rato yua boluiendo la ca-
bera atrás, por ver si yua libre de los
diablos del castillo; y el yendo assi, vido
venir vno a vno los caualleros que salieron
del castillo, y pesóle, y dixo assi: «Aun el
diablo no duerme, qiie estos deuen ser los
diablos de aquel castillo o boca do infierno,
que no deuo creer otra cosa»; y dixo: «Si
vno a vno viníessen, con el ayuda de Dios yo
pensaría defenderme dellos, pero ellos lo lia-
ran mejor, que se juntaran todos, y aquí me
tornaran a llenar a do purgue mis peccados» ;
y comenco a trotar y aguijar, a fin que ellos
fiziessen fila, y assi fue; que desque vieron
que el aguíjaua, comencaron de aguijar, y
vno dellos, que traya mejor cauallo, anduuo
mas que ninguno, y adelantóse, y llego pri-
mero. Jofre, desque lo vido, boluio a el la lan-
f/a de encuentro, y el otro, quando lo vido,
echo la lauca, mostrando que no quería pe-
lear, y Jofre aleo su lanca y no le encontró,
y preguntóle que querían el y los otros. Y el
dixo hablar con el, y Jofre le dixo: «Yo no
me tengo de fiar de vosotros, porque yo creo
que no soys hombres, sino diablos, que ano-
TABLANTE DE RICAMONTE
483
che, después de preso, sin por que me que-
sistes matar si no fuera armado; y si comi-
go quereys hablar, hazed que todos aquellos
que alli vienen se detengan, y vosotros sin
lauras venid, que yo os esperare y respon-
deré, y de mi sabreys lo que quisieredes sa-
ber». Y ello se hizo assi; que aquel cauallero
fue y hablo con ellos, y mandaron a vno que
fuesse a detener a los otros que venian. Y
dos dellos sin langas fueron adonde Jofre es-
taña, y alli le hablaron como su señora Bru-
niessen, la señora de aquel castillo, el qual
se dezia de la Floresta, se le encomendaua,
y le embiaua a rogar que boluiesse alia para
darle descargo de lo que con el hauia hecho
la noche passada; porque no hauia sido por
su mandado «y para saber de vos quien soys,
y como os llamays, y donde vays»; y el dixo:
«¿Queréis mas dezir?» Dixeron ellos: «No» .
«Pues a lo primero que dezis que essa seño-
ra quiere saber de mi y que buelua alia
para dezirme que no fue en su mano lo que
se me hizo, dezilde que yo bien lo creo, y
que boluer yo no boluere alia si no fuere
muerto. Y pues quiere saber quien soy, de-
zilde que vn cauallero andante, y mi nom-
bre es Jofre, hijo del conde Donasen, y voy
en vna demanda de vn caso que dias ha
acontescio en la corte del rey Artur, mi se-
ñor; y a lo que quiere saber cuyo soy, de-
zilde que bien y con verdad puedo yo dezir
que anoche, aunque entie por fuerga en su
castillo, era mió desque sali, aunque sali li-
bre, líbreme de los suyos, pero no della, que
mas suyo soy agora que mió, pero que, si
Dios me dexa acabar esta demanda en que
voy, que yo entiendo venir a seruirla; y esto
le podeys dezir». Y dixeron a la señora todo
lo que el dezia, lo qual su mayordomo fue a
dezirselo, y los otros se quedaron alli; el
qual lo dixo todo como Jofre se lo hauia dicho.
Y como ella oyó dezir que dezia que era
suyo, holgóse mucho, y dixo assi: «¿Por que
no lo hizistes boluer acá?» Y el dixo, que
porque vno a vno no pudieran, pues todos
juntos no los espero; y por no espantarlo,
que quif^a se fuera sin hablar con ella, acor-
daron assegurarle. Y ella les dixo que era
muy bien hecho, y que boluiessen y le di-
xessen que pues el yua en aquella deman-
da y que no queria boluer alia, que le roga-
ua mucho que después que la acahasse, que
se viniesse por alli, que ella (¡ueria hablar
con el cosas de su honra y prouecho; y ellos
boluieron con la respuesta, y en tanto el
supo de los caualleros quien era ella, y el
deudo que con el conde don Milian tenia, y
ellos ansi, llego el mayordomo con la habla
della, y dixo: «Dezid a la señora que mas
por su merescimiento y por su recebimiento,
que por ella tener deudo con el conde don
ililian, en cuya deliberación yo voy, de mas
de la voluntad que yo lleuaua, que por cau-
sa suya, o yo lo librare, o moriré en la de-
manda; y que, si Dios me la dexa acabar,
que de mi no determinare cosa ninguna sin
primero venir a ver que mandn». Y assi se
partió Jofre y se fue, y ellos se boluieron a
su señora, y le dixeron todo lo que Jofre les
dixo que le dixessen. Y le dixeron como yua
en demanda de Tablante por librar al conde
don Milian; de lo qual ella huno plazer quan-
do lo supo.
Pues dexemos a Bruniessen, y boluamos
al que va su camino buscando sus auenturas
con el mismo cuy dado que ella quedo.
Cap. XIII.— Como Jofre llego a vn onones-
terio, y alli llegaron dos caualleros que
dixeron mal del rey su señor, y se comba-
tió con ellos y los venció.
El libro dize que Jofre se partió de los ca-
ualleros de Bruniessen, y que anduuo todo
el dia, y que no hallo cosa ninguna, ni hallo
persona que le dixesse hazia donde era aqiiel
castillo de Eicamonte, y anduuo todo aquel dia
por vn llano desierto, y ya que se queria po-
ner el sol, vio al cabo reluzir vn chapitel de
vna torre que reluzia mucho , porque el sol
yua baxo y dauale bien de claro en claro , y
hauia vna legua hista alia, y dexo el camino
y fue alia, y llego bien escurescido; y era vn
monesterio que entonces se hazia alli de
monjes. Y porque era de noche, estaña ce-
rrado el monesterio; y el, con la sed y porque
el cauallo traya fatigado, no curo sino lla-
mar, a tanto que el abad le oyó y mando que
fuessen a ver que era. Y el portero fue alia.
Y pregunto que era aquello quien llama ua,
y boluio , y dixo al padre que el hauia visto
vn cauallero.
Y^ el mandóle que ñiesse y que le abriesse,
diziendo: «Sienpre estos caualleros andantes
vienen con necessidad» . Y fue el portero y
abrióle , y el pensó su cauallo y diere ule de
cenar. Y el estando cenando , llamaron a la
puerta del monesterio , y el portero hizolo
saber al abad , y el dixo : «Pues ve y sabed
quien es» ; y el fue , y hallo que eran dos
caualleros andantes; y el dixolo al abad.
Y el mando que les abriesse y los aposen-
tasse; y ell^s entraron^ y pensaron sus ea-
uallos. Y el portero llenólos alli donde Jo-
fre estaua , que acabaña de cenar; y ellos ,
sin saludarle , entraron a cenar , y el estu-
uose quedo; y desque ellos huuieron ce-
nado , en que lo vieron muy mo^o, dixo el
484
LIBROS DE caballerías
vno al otro: «Cauallero nouel deue ser este».
Dixo el otro: «Que no sabe bolar de la silla
abaxo». Y el oyólo, y callana. Y el vno de-
llos dixo : «Dezid , canallero , ¿ de qne tierra
SOYS?» Pues el no lo negana, dixo: «De Ca-
malot». Y' dixole: «¿Ha dias qne soys cana-
llero?» Dixo: «Xo»; y dixeron: «Bien paresce
en ynestra edad; y ann qnando los reyes de
aquel royno arniauan canalleros hombres de
edad, no estaña la corona real tan amengua-
da ; que sabe el rey Artur que Tablante de
Ricamontele tiene preso al conde don Milian,
y se lo acota cada año, y no tiene quien lo pida;
y esto caúsalo no tener caualleros como solia,
porque ya son muertos todos los buenos que
fueron en el tienpo del rey Artur, padre
deste; y aun en tiempo deste alcaucaron
a ser algunos , pero pocos ; porque desto se
yo . que viui vn tienpo con la reyna Gine-
bra, niuger del otro; que esto es assi, que los
reyes de Camalot han de llenar apellido Ar-
tur, que es propio nombre ; y a esta llaman
Ginebra acaso como llamaron a la otra ; y
como no hay caualleros, viuen deshonrados» ;
Pues Jofre , Tiendo en quan poco tenian al
rey su señor y a los caualleros de la su cor-
te, no pudo tener que no dixesse: «Caualle-
ro, cierto, a mi me pesa por hauerme fallado
aqui esta noche , y por oyros lo que haueys
dicho ; porque no estamos en lugar que yo
vos haya de responder; porque si os respon-
diesse, hauriamos enojo; y no estamos en lu-
gar que se deua de hazer , porque perderla
otro algo por nosotros : ]jero yo os diré que
sera. Yo bien de mañana me y re; aunque no
venia con esse proposito, y vosotros seys dos,
ydvos tras mi, y alia fuera yo os fare conos-
cer que el rey Artur mi señor, y la reyna Gi-
nebra mi señora, son los mas honrados reyes
de toda la tierra , y que tienen muchos bue-
nos caualleros en su casa, y que yo soy vno
dellos, y que me combatiré con ambos, tan-
to que el vno llene la lanca y el otro llene la
espada: esta es mi respuesta para vuestro di-
cho». Y entonces Jofre se fue a dormir don-
de le hauiau ¡juesto sus armas, y los otros
tanbien en otra cámara, donde les hauian
mandado dexar sus armas. Y aquella noche
pensó Jofre morir de enojo de aquel caualle-
ro, de ver en quan poco tenia al rey y a to-
dos, y nunca pudo dormir. Y'' otro dia, en
esclaresciendo, leuantose, y hizo oración, y
encomendóse a Dios, y llego a la cámara de los
otros, y dixoles: «Caualleros, catad que os
voy esperando para mostraros lo que anoche
os dixe./ . Y" ellos dixeron: «Bien» ; y el vno
dixo: «A'amos, no haya de dezir aquel caua-
llero que no osamos» ; y dixo el otro: «No
os cureys del, que desque vea que no ymos,
el se yra su camino» ; y acordaron de oyr
niissa y comer, creyendo que el se yria , en
que lo vieron mo^o y de poca edad. Y pues
Jofre. que en toda la noche no hauia dormi-
do esperando el dia para se vengar, vn rato
del monesterio donde hallo vnos arboles jdu-
sose a esperar si salian y hazia donde yuan,
y de proposito que si a hora de vísperas no
salian, de yr alia y llamarlos. Y estando ya
cerca de las diez del dia, vidoles salir, y
miraron a todas partes , y estuuieron vn
poco, y comentaron a caminar hazia do el
estaña , que con los arboles no lo veyan , y
desque llegaron cerca, salió a ellos, y dixo-
les: «Caualleros, bien se os mienbra de lo
que anoche vno de vosotros dixo: y lo que yo
respondí, y aquello quiero hazer verdad; por
esso dexe el vno la lanca, y el otro quede
con su espada, y apronechese de mi, y el
otro, y yo aprouechenionos délas langas».
Entonces dixo el vno que era razón que hi-
ziesse armas con el vno, y que si lo vencies-
se que no seria menester conbatirse con el
otro, y si el venciesse al otro, que fuesse obli-
gado el otro a esperallo; y el dixo que, i)or
la desmesura suya, que no hauia de ser assi,
sino con ambos. Y" desque vido que no que-
rían, con el enojo que dellos tenia, dixoles:
«¡Pues apercebios ambos!»; y vinieron para
el, y el vno llego primero y dio Jofre al otro
vn encuentro, que le eosia el escudo por los
pechos y se lo quebró y le firio en el cuerpo
y dio con el en el suelo. Pues no era esto bien
acabado, qnando llego el otro con su encuen-
tro, y como le tomo la lanca baxa, diole vn en-
cuentro que le quebró la lanca, y lo huuiera
echado de la silla ; y Jofre perdió la langa y
puso mano a la espada. Pues el cauallero,
como vido que su compañero estaña en el
suelo, tuno miedo, y en dando el encuentro
a Jofre y quebrada la lauca , boto a huyr al
monesterio, y el fue tras el, y desque lo vido
encerrado dexolo, y boluioso al otro, que se
hauia hecho mortezino mientra Jofre esta-
ña alli , y desque vido que yua tras el otro ,
leuantose y tomo su canallo , y queria bol-
nerse al monesterio para hazerse curar; y
Jofre llego e yuale a dar vna cuchillada, y
el dixo: «Señor, no me mateys, que no ga-
nareys nada en matarme» , Y el dixo:
«r,Soys vos el que anoche dixo aquellas vi-
llanías del rey y de los caualleros de la cor-
te?» Dixo: «Por Dios , señor , que no ; antes
no me parescierou bien» . Entonces dixo Jo-
fre: «Por esto, y porque en sanando vays a la
corte del rey Artur, y en presencia de toda
la corte le conteys todo lo que a acontesci-
do, y le pidays perdón, y digays que tiene
caualleros buenos y tales en su casa , yo os
TABLANTE DE EICAMONTE
485
perdonare» . Y el cauallero dixo: «¿Quien
diré que soys vos?» Dixo: «Dezid que Jufre,
hijo del conde Donasen» . Y entonces el so lo
prometió; y el le perdono y ayudóle a caual-
gar, e liizolo yr al nionesterio a curar; el
qual, después de curado y sauo, el y su coii-
pañero fueron a la corte, y contaron al rej^ y
a la reyna lo que les hauia acoutescido, que
no quedo cosa. Ellos huuieron mucho plazer
desta auentura, y la mandaron poner en es-
cripto como era vso y costumbre .
Pues boluamos a Jofre, que desque lo huuo
embiado, tomo su camino y fuese.
Cap. XIY. — Como yendo Jofre en husca de
Tablanfe, oyó dar gritos a vna muger^ la
qual lo lleuo a la casa encaniada del mala-
io, y lo mato, y libro vna doncella y tre-
cientos niños que tenia para degollar, y
deshizo la casa.
La crónica dize que, desque se partió Jo-
fre de aquella abadia donde dexo los dos ca-
ualleros, anduuo mas de veynte dias sin lle-
gar a poblado sino horas en monesterios,
horas en hermitaS;, y otras vezes hallaua ga-
nados; y assi passaua su vida con desseo de
hallar la casa encantada que el cauallero le
hauia dicho, y anduuo por el camino, si-
guiéndolo tanto que fue a dar consigo en vn
monte; y era ya sobre tarde, y desque ano-
checió, perdió el camino, y dio por caso en
vna fuente; y desque vido que no j)odia de
alli partir, que no sabia donde yr, apeóse del
cauallo, y tiróle el freno, y diole agua y de-
xole pacer, y el se tiro el yelmo, y lauose la
cara, y beuio del agua, y comió de algunas
yernas que conoscia que eran de comer, y
echóse a dormir. Y antes del alúa despertó,
y comencé a pensar en las cosas passadas y
en Bruniessen, y alguna vez se reprehendía
por no apartar aquel pensamiento; y assi
llego el dia, y caualgo en su cauallo, y co-
mento de andar por el monte donde su ven-
tura lo guiaua. Ya que era cerca de hora de
tercia, oyó grandes gritos delante de si; y
como los 03*0, púsose el yelmo sobre el arzón
de la silla por mejor oyrlos, y comencé a jv
hazia la parte que sonauan, y mientras mas
andana, menos sonauan, a tanto que llego a
que parescian gritos salidos de so la tierra y
cada vez parescian menos, y mientra mas
achicaua el grito, mas priessa se daua por
saber que cosa era. Y dize el cuento que era
vna niuger que le lleuauan vn hijo para ma-
tar, y de cansada y ronca ya no podia gritar,
y cayo en tierra. Jofre no dexaua de seguir
el derecho adonde hauia oydo el grito; y
llego a vn valle \\\\\y hondo y cubierto de ar-
boles, y andando por el, llego a donde la niu-
ger estaña, la qual, quando vio a Jofre, co-
noscio que era cauallero andante, y gozóse
mucho, y pensó que Dios lo hauia traydo
por alli para su remedio; y esforc/ose y le-
uantose a el, y desque la vido toda rasgada
y llorosa, preguntóle que hauia, y comentó-
la a esfor<,'ar, y ella dixo: «Señor, grande
mal, que vn sayón, criado de vn malato, ha
licuado mas de mil niños dcste valle a vna
casa, y ha llenado agora vno mió, para de-
gollarlos todos, y se ha de bañar su amo en
ia sangre, porque luego ha de sanar»; y el
dixo: «Amiga, vos ¿saberme heys mostrar
donde esta esse malato y essos niños?»; y
ella dixo: «Señor,' según lo que yo he oydo
dezir, haura vna gran legua de aqui alia, y
creo, señor, que este valle abaxo va el cami-
no, el qual va a dar a vn campo donde dizen
que esta vna casa que dizen la casa encan-
tada, donde el esta; y alli tendrá los niños,
y yo, señor, yre con vos». Y ella, por desseo
de su hijo, esf oreóse y comencé de andar lo
mejor que pudo, guiando; y Jofre detras
deíla. Y porque ella se esforcasse, apeóse, y
anduuieron tanto hasta que llegaron al cam-
po; y era vn llano verde que todo era verdu-
ra, y en medio estaña vna casa sola, y no
osaua nadie llegar alli, porque sabian que
era encantada y assi se mostraua; porque alli
veyan muchas vezes caualleros andantes. Por-
que, como os diximos, este y el Enano, y
otro que la histoiia dirá adelante, todos eran
hijos del diablo, que lo huuo en vna mu;;er,
como la historia dirá. Y como Jofre vido la
casa, dixo a la muger: «Señora, yo quiero
aguijar adelante, por ver si podre remediar
essos niños que dezis; y vos seguidme, que
de vna cosa os asseguro, que si hallo viuo a
vuestro hijo, o yo moriré, o yo os lo daré
vino» . Y caualgo en su cauallo y comenco a
correr hazia la casa, y en llegando apeóse, y
arrendo su cauallo a su lanca, que la hinco
en el suelo, y embrace su escudo y puso
mano a la espada y dio vna buelta a la casa,
y hallo vna puerta pequeña, y entróse den-
tro, y hallo vna casa redonda armada sobre
vn pilar, y al vn canto de la casa vna cama
encortinada, y vna banca cabe la cama, y
assentado en ella vn malato de altor de dos
honbres, muy espantable, y todas sus fay-
ciones conseguían con el altor; y estaña tan
ferido de enfermedad, que en la mayor par-
te de sus dientes tenia comida la carne y se
le parescian; y la nariz tenia casi comida, y
los dedos de aquella manera. Y cabe si tenia
vna donzella muy bien vestida, toda rasgada
y messada, y mordidos los brar-os, que ella,
' con gran rauia, so mordía y se hazia toda
486
LIBROS DE caballerías
pedacos. Y el halagauala, que la tenia para
burlar della, la qiial le hania traydo aquel
maluado sayón que traya los niños; el qual
salia por los lugares solo; y como solo lo
veyan, no se guardauan del, y en tomando
el niño, o lo que el queria, luego a la hora
salian veynte o treynta de cauallo. los qua-
les eran diablos, y con el miedo dexauanle
hazer lo que queria, y assi truxo aquella
donzella; y no esperaua sino lañarse en la
sangre de los niños, jjara, en sanando, ha-
uerla. T hauia dos dias que ella estaiia alli
sin comer, que no hazia sino llorar, y hazia
cosas de gran manzilla, y maldezia su pecca-
do que en tal jiarte la hauia traydo; y quan-
do ella vido a Jofre, alegróse, creyendo que
Dios la haiiia oydo. Y el malato. quando
vido a Jofre, marauillose como hauia podido
ni osado llegar alli; porque, demás de no
osar alli llegar nadie, la casa era assi encan-
tada, que no podia hallar la puerta a la en-
trada, y si hallaua la entrada, no hallaua la
salida: y con vna voz gruessa ronca, dixo:
«Traydor, ¿quien te hizo osado de entrar
aqni?» Y Jofre le dixo: «No vos, don malua-
do, hijo del diablo, que aqui fenesceran hoy
vuestros males; que los niños y essa donzella
son causa de vuestra mala fin» . Y" fuese para
el malato el espada sacada; y el malato, des-
que lo vido, tomo vna porra de hierro que te-
nia par de si, y aleóla. Y Jofre llego rezio, e
Alíale a dar vna gran cuchillada en la caber-a;
y como el malato vido que el espada le yua a
dar en la cabeca, desuiola, y el cuerpo tam-
bién. Pero comoestaua sentado, y Jofre le si-
guio el golpe del espada hazia abaxo. alcáncele
vna gran cuchillada en el muslo, que casi se
lo corto. Y juntamente tanbien el malato aleo
la porra, e yua a dar a Jofre vna porrada, y
Jofre hurto el cuerpo, y el malato metió la
porra por el suelo cerca de dos palmos, y
hizo tremescer todo aquello con el golpe; y
con vna voz que dio quando le dio Jofre la
lierida; y mientra el malato tirana la porra
del suelo, llego Jofre con vu golpe al braco.
y como lo tenia tiesto, tirando, córteselo cer-
cen, Y el malato, que estaña ya en pie. des-
mayo y cayo; y Jofre no se guardando, el
malato con la mano izquierda tomo la po-
rra y tirosela; y Jofre desque vido yr la po-
rra, escudóse y diole encima del escudo vn
golpe, que Jofre, y el escudo, y la porra,
todo cayo junto en el suelo. Y ía donzella^
quando lo vido, pensó que era muerto, y fue
a el con muy gran llanto, y el malato arras-
trando veníase a Jofre por matallo con la
mano izquierda y con los dientes; y la don-
zella trauo de Jofre por lo desuiar, y Jofre
entro en si, y ella le comenco a esforcar, y
dar vozes, diziendo: «¡Señor, esforcad, que
es muerto el malato!» Y Jofre abrió los ojos,
y violo que trabajaua por llegar a el, y en-
tonces dixo Jofre: «¿Como, traydor, no eres
muerto?» ; y aleo el espada y cortóle la cabera.
Jofre, de cansado y atormentado del golpe,
se sentó en el suelo, y aleo los ojos arriba,
loando a Dios que lo hauia librado. La don-
zella se llego a el, y tiróle el yelmo, y falló-
le lleno de sangre que por las narizes le salia
del golpe de la porra; y con vna manga lim-
pióle el rostro, y el, por miedo de otro peli-
gro, tórneselo a poner; y luego se le menbro
de los niños, y pregunto a la donzella si sa-
bia adonde estañan, y ella le dixo: «Por
essa portezica que ay esta haueys de entrar» .
Y el, quando llego a la puerta, viola escura
y miro, y vido vnos escalones y abaxo por
ellos, y hallo acullá y abaxo vna gran bo-
neda, que era tamaña a su parescer como
la casa de arriba, y vna muy pequeña lum-
bre, que quasi no veya, mas de que a
mala ues vido el sayón, el qual se aparejaua
para degollar los niños; y el sayón se espan-
to de ver a Jofre, y Jofre aleo el espada y
diole con ella de llano, y el de miedo cayo
en el suelo, y dixo: «¡O mezquino de mi,
que muerto deue ser mi señor!»; y Jofre
le dixo: «Muerto es el traydor, y vos mori-
reys también con el»; y el sayón le dixo:
«Pues, señor, no me mateys, sino no saldreys
desta casa, qiie es encantada» ; y Jofre temió
de quedar alli, y miro y vio los niños, y dixo
en su coracon: «No creo yo que Dios, que
me traxo aqui a sacar estos niños, lo con-
sienta»; y dixo al sayón: «Pues ¿que haré
para salir?» Y el le dixo; «Que boluays a sa-
lir alia a la casa arriba, y hallarla heys tan
escura, que es marauilla; y a tiento en el
pilar buscad, y fallareis vna calauerna de
hombre, y quebralda en el pilar y apartad-
nos a fuera, y escudaos bien y mirad por
vos, qii.e no ha de quedar piedra en toda
la casa que no os de encima, de manera que
si viuieredes, quedarej^s tal que tendreys
que hazer en boluer en vos»; y el, quando
lo oyó, pensó que era mentira, y el sayón
dixo: «Cierto hallareys lo que digo». Y en-
tonces Jofre atole las manos atrás, y echóle
la boca ayuso, y embrago su escudo y enco-
mendóse a Dios, y subió por el escalera, y
quando fue arriba no veya nada, y llamo; la
donzella respondió que estaña assombrada, y
el dixo: «Yo, señora, dexe esto claro y ha-
llólo escuro». Y la donzella dixo: «Todas las
finiestras, y las puertas por donde entrastes,
se han ceri-ado vna a vna». Y el, muy es-
pantado, fue. a tiento y hallo el pilar; y hallo
vna ventanilla pequeña, y en ella vna cala-
TABLANTE DE RICAMONTE
487
nema de persona como el sayón le dixo, y
dio con ella al pilar e hizose pedagos, y en-
comendóse a Dios; y en la hora vino vna pie-
dra y otra, y como estaña escuro, no se sabia
escudar; y vna le dañan on las piernas, y
otras en la cabera encima del yelmo, y otras
en los bra(;'OS, hasta que por arriba la coro-
nilla de la boueda se fue deshiziendo a que
huno lunbre; y luego comencose a escudar,
y ya no le daua tanta pena, porque la rcce-
bia en el paues; pero haueys de saber que no
quedo piedra en toda la casa que no le dies-
se. Todo esto veya la donzella que estaña
hincada de rodillas rogando a Dios que li-
brasse al cauallero de aquella ventura; assi
(\\\e quando la casa fue acabada de deshazer,
el quedo tan molido, y el escudo todo hecho
pedaQos, y el lleno de sangre y poluo, que era
manzilla; porque no quedo piedra en toda la
boueda que no fuesse a dalle, y el quedo hin-
cada la vna rodilla en el suelo, y el espada
en la mano, y encima de la cabeca el escudo.
Y quando no huno piedra que le viniesse a
dar, miro por la vista del yelmo, el qual
todo estaña tan abollado que apenas lo pudo
sufrir. Y vido que no hauia cabe si sino la
donzella y los niños y el sayón, que, como la
casa era encantada, la cueua que vos dixi-
mos, y la boueda donde estaua el malato,
todo era vno, aunque páresela otra cosa; y
no hauia alli mas de vn prado verde, y el se
leuanto, y la donzella fue a el, y le dixo:
«Señor, ¿que sentistes? Que gran mal ha-
ueys recebido». Y el dixo: «Señora, muy
grande; pero ¿que es del malato y su cama?»
Y ella dixo: «Señor, mientra la casa se des-
hazla, que no quedo piedra que no os diesse,
se leuanto vna grande oscuridad y anduuo
por toda la casa, y con ella se desapareció el
malato y la cama , que no huuo mas de lo que
ay vereys» . Y el se tiro el yelmo, y no vido
mas de la donzella y niños y el sayón atado,
y acullá la muger ([ue tenia ya su cauallo por
la rienda, por do páreselo que aquella mala
visión toda era del diablo y que lo lleno todo.
Y dio fe la donzella que vido vn hombre, y
alli fue el malato. y su cama t todo.
Cap. XY. — Como vn sayón, criado del ona-
lato ('), lleuo loft niños a sus madres, y
Jofre lleuo la donzella que libro a casa de
vn cauallero su padre.
Dize la historia que después que Jofre no
vido sino la donzella y niños y el sayón, y
la muger y su cauallo, ([ue se esfor(;'0 y pre-
(') El texto: aSayon».
gunto que hauia sido de todo; y la muger
dixo que vido lo que la donzella hauia visto,
según su dicho de ambas, y Jofre dixo a la
muger: «Yo dixe que si a vuestro fijo fa-
llaua vino, que os lo daría, o me costaría la
vida». Y quando la muger vido a su hijo,
no se hartaua de verlo, y besarlo y abracar-
lo, y los otros niños llorauan con desseo de
sus madres, y ella vino con su hijo, y echóse
a los pies de Jofre, diziendo: «Señor, vnos
hierros quiero que me echeys, y seré vuestra
esclaua por el bien que de vos recebi» ; y Jo-
fre se rio de lo que ella dezia, y vido que el
plazer la tenia fuera de si, y dixo: «Amiga,
lo que haueys de hazer es, que yo tomare
juramento a^ este sayón que vaya con vos,
y lleueys los niños a sus inadres; y que vos
y ellas,"^ y el con vosotras, vays a Camalot, y
os presenteys de mi parte a la reyna Gine-
bra» ; y luego se fue para donde estaua atado
el sayón, e hizo semblante de matarlo, y el
dixo: «Señor, no me mateys, que no teneys
razón, porque yo vos he dado la vida; porque,
cierto, si yo no os dixera el secreto de la
casa, vos quedarades aqui encantado con estos
niños para siempre» . Jofre le dixo, que assi
por aquello que el dezia, porque era verdad,
como porque el jurasse de yr con aquella
muger y niños al valle donde hauia tomado
aquellos niños, y que se les diesse a sus ma-
dres; y que ella y los niños y el se fuessen
juntos a la corte del rey Artur, y que se pre-
sentassen de su parte a la reyna Ginebra,
que lo perdonarla; y el se lo prometió assi
todo lo que le demando. Y" el se fue con la
muger y niños al valle donde los hauia to-
mado dos a dos, y tres a tres. Ellas, viendo a
sus hijos, del plazer que huuieron otorgaron
la yda a Camalot, y aderezaron de partirse a
la corte.
Dexemos la yda dellos, y vamos a Jofre,
que quedo con la donzella en el prado.
Cap. XVI. — Como Jofre lleuo la donzella que
libro, y la lleuo a casa de su padre, donde
lo huuieran muerto.
Después que Jofre vido acabada aquella
auentura, por vna parte quedo muy alegre,
porque el hauia hecho lo que ningún caua-
llero hauia osado comencar. y por otra parte
quedo tan atormentado, que todo el cuerpo
le dolia que no sabia de si parte, y dio loores
a Dios por la merced que le hauia hecho,
y dixo a la donzella: «Señora, yo vos querría
poner en saino en vuestra casa, si supiesse
el camino». Y entonces le dixo ella como
ella, andando a capa con vn gauilan, y yen-
488
LIBROS DE caballerías
do con ella ynos criados suyos, que liauian
salido de vn castillo de su padre que se 11a-
maua el castillo del Hierro, \ que aquel sa-
yón venia en su cabo, y no curaron del; y a
deshora vinieron veynte de cauallo, y que
de miedo huyeron los suyos, y que ella
quedo: y que no sabia mas sino que la truxe-
ron, y Jofre dixo: «Yo. señora, querría pone-
ros en saino en vuestra casa; si vos sabeys al-
gún aniso para que yo vos lleue, dezidmelo;
porque es ya mas de medio dia, y ante que
la noche venga querría que estuuiessedes en
algún lugar a vuestro plazer»; y ella dixo:
«Señor, lo que yo vos se dezir es que el me
truxo por vna gran montaña y vn valle aba-
xo, y hania de vna parte y otra muy grandes
montañas; y quando salimos de las monta-
ñas, la primera cosa con que topamos fue el
sol qxie nos dio de cara, que hauia poco que
hauia salido». Y el miro en lo que ella dixo,
y miro en que derecho salia el sol, y al
contrario tomo la montaña; y tomóla a las
ancas del cauallo, y passo del todo el prado,
y fue al monte; y en llegando al monte,
•lixo la douzella: «Señor, yo creo que este
valle es por donde aquel traydor me traxo» ;
y entraron por el valle, el qual yua muy
encubierto de montaña, j dixo ella: «Señor,
si este es el valle, cerca de vna legua de
aqui va vn camino por donde el me traya, y
lo dexo, y apartóse por esta fondura por
donde agora vamos» ; y ellos en esto, dende
a vn poco hallaron el camino, y ella dixo:
«Señor, por aqui va donde esta el castillo de
mi padre, y hay mucho de aqui alia, que,
como, señor, os dixe, yo salia a car-a, y aquel
traydor me tomo de la manera que os dixe;
y luego estaña alli vn palafrén en que
me llenaron, que el mió dexaronlo, y en lle-
gando a la casa no lo vi mas»; y en esto lle-
garon a donde ella dixo, y hallaron el cami-
no, y ella conosciolo, y dixo: «Ya, señor, no
podemos errar el camino ni el castillo; pero
conuendra andar mucho, porque este camino
se dexa alia adelante, y a tino del castillo
hemos de yr». Assi que ellos anduuieron
qnanto pudieron, y a puesta del sol vieron el
castillo buen rato, y anduuieron quanto pu-
dieron, de manera que era bien noche que
llegaron al castillo, el qual era de vn caua-
llcro anciano, criado del conde don Milian, y
bien pariente suyo. Y como era viejo y
estaña lastimado de la perdida de la hija,
hauia mandado cerrar la puerta, y estaña
muy triste, y la muger llorando: y como lle-
garon, apeóse ella de las ancas del cauallo, y
Jofro apeóse. El castillo estaña desuiado del
lugar por si, que tenia mas de dozientos ve-
zinos; y comento a llamar, y todos salieron
a ver que era; y ella respondió, y en la ha-
bla la conoscieron, y fueron a pedir albricias
al padre y a la madre; y todos salieron con
mucho gozo y mucha alegría, según deueys
creer, y dixo: «Señor y señora, de mi no
cureys, que Dios ha curado de mi que me
embio este cauallero que curasse de mi, mas
curemos del, que le haze bien menester».
La madre se abraco con ella, y no se hartaua
de besarla con muchas lagrimas; y el padre
fue a abraoar a Jofre, y queríale besar las
manos por lo que oyó a la hija, y por lo que
creyó según era el caso. Y Jofre defendióse
y dixo que el no hauia hecho nada, que Dios
lo hauia hecho; pero que le rogaua que le
curasse de aquel cauallo, quo, le hazla bien
menester. Y entonces el cauallero mando a
los suyos que curassen del mejor que del
suyo; y la donzella le dixo: «Madre, no me
pregunteys nada, que no vos lo puedo dezir
sino de espacio, y bastaos saber que Dios ha
querido guardar mi honra^ y demos de ce-
nar a este cauallero, y buena cama, que bien
le haze menester, que os digo, señor, que
creo que no trae liuesso sano, según lo que
hoy le vi passar, sino que deue ser de gran
coraron, y como es moQO, puédelo bien su-
frir» . Assi que luego guisaron muy bien de
cenar. Y ellos estando en esto, oyeron gritar
en la villa, y era el llanto que diximos por
el conde, y salto a la puerta a escuchar, y
en esto los del castillo comentaron también el
llanto como era costumbre, y el sin sospecha
dixo: «Dezid, señores, ¿que malas nueuas vos
han venido, que tal llanto hazeys»?Puescomo
era el vso , que sabeys , comentaron a yr
tras del con piedras y palos; y como el no es-
taña armado, no pudo tomar armas, ni supo
otro remedio que echar a huyr por la puerta
del castillo. Pues acabado el llanto, salió el
cauallero a el con mucha reuerencia, y dixo:
«Señor, por la passion de Dios que no me
culpeys; que es cierto que, si mi hijo fuera-
des, no pudiera liazer mas de lo que hize;
que es vso, y no haneys mas de preguntar ni
hablar en ello» . Pues viendo Jofre lo de alli
y lo del castillo de la Floresta, callo y dixo:
«Pues ya es passado, vamos a cenar»; y la
donzella y la madre, que vieron como lo ha-
uian corrido, hincáronse de rodillas ante el
demandándole perdón, y dixo la donzella:
«Señor, librastcsme de la muerte, y en ga-
lardón querían vos matar en casa de mi pa-
dre» . Assi que el las leuanto del suelo, y tomo
la madre del braco, y entráronse a cenar, y
cenaron, y fizieronle buena cama, y echóse, y
reposo. Y essa noche contó ella a su padre ya
su madre quanto le hauia acontcscido, j como
la truxo tan a su saino como si fuera su her-
TABLANTE DE EICAMONTE
489
mana, y estinüeron hablando en el, y en su
disposición y hermosura y buena erianra, y
como era tan fuerte y las cosas que hizo en el
malato; y acordaron do darle ropa de lienco
que refrescasse, y pusieronsela a la cabecera,
que no despertó de cansado y atormentado.
Y assi reposaron aquella noche; y otro dia
oyeron missa y comieron, y en la tarde
apartólo el cauallero, y dixole assi: «Señor,
no ha hauido tiempo para yo haueros de de-
zir en quanto cargo vos soy por la buena
obra que yo de vos he recebido, y no se con
que vos lo pueda yo pagar, sino con deziros
que mi persona y casa, y muger y hijos es
vuestro; y podeys, señor, hazer de todo
como cosa vuestra. Y haueysme, señor, de
hazer otra merced: que me digays quien
soys. y donde vays, y como os llaman; por-
que yo soy natural deste rey no, y fue yo
cauallero de la Tabla Redonda en vida de su
padre deste rey, y por mi edad he dexado
la corte; y algunas vezes vienen por aqui
caualleros andantes, y yo los recibo y huel-
go mucho con ellos; assi por el bien que de-
Uos he recebido, como por yo ser cauallero,
huelgo con los caualleros andantes» . Y Jofre,
viendo su ancianidad, y que era cauallero
de merescimiento, y que lo hauia menes-
ter para estar alli, porque el no se sentia
para yr en busca de Tablante, según su fla-
queza, dixole la verdad como hauia passado
desde la primera hora; pero no le dixo de
ninguna auentura de las que le hauian acon-
tescido. Y quando el cauallero supo que el
yua en busca de Tablante por librar al con-
de, holgóse; y quisiera el que para ser dies-
tro en el combatir, que le huuieran acontes-
cido algunas auenturas; pero, por lo que la
hija le dixo, pensó que bien podia ser,
aunque fuesse tan moco y no vsado a las ar-
mas, que fuesse buen cauallero, y dixole:
«Señor Jofre, no por vna cosa, mas por mu-
chas deuo yo holgar de vuestro hospedalgo,
y teneros en mi casa tanto quanto fuere
vuestra voluntad; assi porque me librastes
mi hija de mayor peligro que morir, y por-
que ella librada la honrastes mucho, y por-
que soys de la corte del rey Artur mi señor,
y jurado de la Tabla; y porque ys en deman-
da de mi señor el conde don Milian, y por-
que soys hijo del conde Donasen, que fue el
mayor señor y amigo que yo tune en la cor-
te. Porque ambos eramos a vna sazón caua-
lleros, y ambos salimos y dexamos la corte
de acuerdo; porque, señor, yo os ruego que
de aqui adelante de mi y de mi casa no se
haga mas que se haria de lo del conde vues-
tro padre; y, cierto, los parientes del conde
vos son en muy gran cargo; porque este
llanto que cada noche veys, por causa del
conde se haze». Y como Jofre estaua muy
quebrantado, no se osaua meter en camino,
antes se curaua porque no le viniesse algún
daño; y al cabo de (piinze dias, Jofre dixo
al cauallero que el se sentia aliuiado, y que
queria yr en su demanda; y el cauallero le
rogo que se estuuiesse, y el no quiso sino yrse
y ver si lo hallarla alli, y si no que se bol-
ueria luego alli a esperarlo. Y el le informo
de quantas leguas hauia al castillo do Rica-
mente, y de la manera del camino, y de vna
auentura que hauia do hallar, si por dicha
la topasse, que era la muger del diablo,
y madre del Enano y del malato, y de otro
hijo que alli tenia. Y porque era muy peli-
grosa, le auisaua que a la y da se hauia de
guardar que no perdiesse el camino que ha-
zla vna vereda cabo vna fuente adonde ella
estaua. Y el le dixo que si no porque des-
seaua acabar la de Tablante, que de otra
manera el yria a buscarla, y assi se partió
en acabando de comer, y antes que el se
partiesse, la donzella lo aparto y dixo: «Se-
ñor Jofre, bien paresce que yo haya recebido
de vos mayor beneñcio, pues que es dema-
siado el amor, el qual me ha fecho perder la
verguenca, pedirvos yo a vos lo que vos
hauiades de pedir a mir. Yo, señor, vos hago
saber que desque yo vi y conosci quantas
virtudes en vos moran, yo soy tan vuestra,
y estoy tan aparejada para vuestro seruicio,
que no hay en mi mas de quanto vos podeys
mandar. Y pues yo, señor, tengo edad y li-
naje y riquezas, yo, señor, desseo que vos
seays señor de todo ello; lo qual vos, señor,
deueys fazer, porque es cierto, señor, que en
mas peligro esta agora mi vida que quando
estaua en poder del malato, que me distes la
vida. Esto, señor, yo no os lo dixera agora,
sino que vos, señor, os vays a esta auentura,
y podria ser que no querreys boluer por
aqui; y si esto se hiziesse assi, es cierto que
yo morirla sin vos ser dello sabidor; porque
vos pido por merced que, acabada la auentu-
ra, vos, señor, os vengays por aqui, y según
razón, siendo yo muger, no deuiera dezir
esto, pero no me culpeys, sino pensad en el
remedio». Jofre se hallo tan afrentado, que
era marauilla, que no supo que responder,
sino por librarse della dixo: «Señora, yo en
esta demanda no se lo que Dios de mi hará;
si la acabo, vna cosa os certifico: que yo no
dispondré de mi ninguna cosa sin os lo hazer
saber; y si yo no hallo alli lo que busco, yo
boluere por aqüi y haura lugar de hablar en
ello» . Y assi se despidió dolía y se fue en bus-
ca de Tablante, y ella quedo con sus cuy-
dados.
490
LIBROS DE caballerías
Cap. XVII. — Como yendo Jofre en busca de
Tablante, perdió el camino, y hallo la fuen-
te Peligrosa, donde mato el malato del dia-
blo que estalla alli, y la madre del malaio
y del Enano.
El cuento clize que, desque Jofre se partió
del castillo del Hierro, anduuo j^or sus jor-
nadas: y yendo vn dia pensando en todas las
auenturas \ en Bruniessen, y en la donzella
donde hania partido , oluido el auentura de
la fuente Peligrosa, donde andmio el diablo.
Y como el cauallo no hania benido vn dia y
vna noche, sintió el agua y guio vna vereda;
y al dar qne le dañan las ramas de los arbo-
les en el yelmo, entro en su acuerdo y pensó
lo que era, y pesóle, y no oso boluer de ver-
güenza de si mismo; y no tardo que luego
vido vna gran enzina, y al pie vna fuente,
y cabe ella vna vieja tan luenga como vna
íanca, en solos los hnessos, y el pellejo muy
negro, y los cabellos prietos y luengos, y los
pellejos de las tetas que le llegauan a la ro-
dilla, y los ojos tan sumidos, que apenas se
los podian ver , y la boca muy sumida , sin
memoria de dientes . y todas las costillas de
fuera , y muy disforme criatura . T el , aun-
que vido que era aquella el auentura, no
curo sino de dar agua a su cauallo, y ella
salió detras del enzina , y el y el cauallo se
espantaron de la visión; y ella, con mayores
vozes que su hijo el Enano, le dixo que
por que daua agua a su cauallo en aquella
fuente; que bien páresela que no sabia que
era la fuente Peligrosa: y cierto, Jofre huno
gran miedo, que nunca en auentura tal sin-
tió, que el cabello de la cabe§a todo sintió
que se leuanto hazia arriba; y a las vozes sa-
lió vna figura de hombre muy espantable y
con vn ramo de enzina en la mano, y delan-
te del venia vn viento tan rezio , que todos
los arboles boluia. Y Jofre, quando lo vio,
apeóse y saco su espada y embrago su escu-
do, y la fantasma llego y dio vn palo con el
ramo sobro Jofre; y plugo a Dios que otro
mal no le hizo, sino que como el ramo era
grande, quedo Jofre entre las ramas y aba-
xole. Y el fue diziendo que le hauia de dar
con el espada; y quando miro estaua ya des-
uiado de vna gran lanf.-a en luengo; y al es-
truendo que tra\'an salió vn hermitaño que
estaua en vna hermita junto cabe la fuen-
te, con vna cruz y con agua bendita; y lue-
go la fantasma huyo y quedo la mala visión
do la vieja arrimada a la enzina. Huno Jo-
fre della tanto enojo, que se fue a ella, y con
el espada hizola toda pedagos; y a la hora vi-
nieron mas de mil cuernos, 3^ cada vno lleno
su peda9o; y el hermitaño dixo a Jofre: «Se-
ñor cauallero, si assi huuieran hecho otros que
yo he librado, no huuieran sido muertas mas
de cient personas de muchas maneras que aqui
peligrauan; pero vnos morian y otros queda-
ban tan espantados, que tenian que en ser li-
brados liazian harto , y assi se estaua esta
auentura aqui. Porque, señor, haueys de sa-
ber que esta vieja era madre desta fantasma
que salia y madre de vn malato, y madre de
vn enano, que el diablo los huno todos tres
en esta vieja; y agora, señor, yo soy libre de
estar aqui, y los que passaren tanbien, por-
qite la hermita fue fecha a causa della, para
librar los que alli morian» . Y quando Jofre
vido la auentura acabada, holgóse mucho, y
fueronse el y el hermitaño a pie al hermita,
y comieron de lo que tenia, y estuuo alli
aquella noche: y otro dia rogo al hermitaño
que por ainor del fuesse a Camalot, y le con-
tase aquella auentura a la reyna; y el her-
mitaño se lo prometió, y Jofre se partió a
buscar a Tablante.
Cap. XYIII. — Como llego Jofre al castillo de
Bicamonte, y no hallo ay a Tablante, y los
suyos le mostraron al conde don Milian y
trexientos caualleros que estañan presos.
Desque Jofre se despidió del hermitaño?
fuese por su camino a Ricamente, y los su-
yos le preguntaron que quien era, y el dixo
que era vn cauallero su pariente que le que-
ría ver. El les rogo que le mostrassen el cas-
tillo, y las tiendas, y los presos, y ellos lo
hizieron assi; y quando acabo de ver todas las
tiendas, mostráronle la del conde, el qual
estaua tan ílaco y tan debilitado, que no lo
conoscia; y Jofre huuo muy gran duelo del,
y dixo en su voluntad que, si se combatía
con el. que conflaua en Dios que se lo paga-
rla, ya los otros deziales que era su parien-
te. Y desta via le mostraron todos los presos
y dixeron sus nonbres, y quanto hauia que
estañan alli; y hallo cauallero que hauia
veynte años que estaua preso, y hallo que
sin el conde eran trezientos. y cada vno es-
taua a costa de si mismo, ellos y sus caua-
llos, y sus mugeres les embiauan dineros. Y
desque todo lo vio, y se informo que su ve-
nida hauia de ser cierta a la pascua florida,
acordó de boluer al castillo del Hierro.
Cap. XIX. — Como Jofre, bohiiendo al casti-
llo del Hierro a buscar a Tablante, se con-
batio con vn cauallero por librar a vna
donzella, y lo '¡nato.
La historia cuenta que Jofre se partió de
Ricamente, y acordó de venir al castillo del
TABLANTE DE RICAMONTE
491
Hierro, y entro en su camino, y anclnuo seys
dias con sus noches , que nunca por camino
ni fuera del vido cosa de las que hauia vis-
to a la venida que vino a Ricamonte. Y era
que, como no sabia la tierra, perdió el cami-
no y fue por otro que era lexos do donde el
yua. Y el camino metiólo por vna floresta
llena de arboles muy espessos; y ya que era
cerca de medio dia, vio venir vna donzella
encima de vn palafrén , y con ella vn caua-
llero armado de todas armas defensiuas, pero
no traya lanca, ni espada, ni escudo; y la
donzella venia haziendo el mayor duelo del
mundo. Y" como lo vio Jofre, fue espantado,
pensando que podia ser aquello; y llego a la
donzella y saludóla, y ella con muchas la-
grimas le boluio la respuesta; y Jofre le
dixo: «Donzella, por mesura, deteneos , que
vos quiero preguntar algo de vuestro proue-
cho»; y ella se detuuo, y el cauallero que
venia detras della se detuuo tanbien, y Jo-
fre dixo: «Donzella, vos me perdonad por lo
que hago; que, como yo no ha mucho que es-
toy en este habito, no daré fe de ver donze-
lla caminar, sino vna dias ha, y otra que yo
llene en mi conpañia vn dia, y cada vna de
su manera, y agora veo a vos; y por esso, y
por veros hazer tan gran duelo, estoy espan-
tado, y querria que me dixessedes que ha-
ueys, por que llorays y que querriades»; y
ella dixo: «Señor cauallero, de os dezir yo
mi pena, luego os la diria, si supiesse 3^0
que erades vos Tablante de Ricamonte, o el
cauallero que dizen de la Lanca peligrosa;
j)orque estos dos caualleros sabemos que son
tales que nadie se combatió con ellos que no
fuesse vencido; pero a vos, señor, que no co-
nozco, no querria poner en peligro; en
especial, señor, que vos dixistes que hauia
poco que andauades en este habito» . Y quan-
do Jofre le oyó dezir aquello, dixo: «Donze-
lla, yo no dudo sino que essos caualleros sean
buenos y tales. Pero ya sabeys vos que dizen
que donde hay vn bueno hay otro mejor; si
vos recebis agrauio, no os lo digo porque yo
vos he de pouer cobro; pero buen consejo es,
y no deueys dexar de dezirlo a todos, y po-
dría ser fallar assi el remedio» . Entonces
dixo la donzella: «Señor, mi pena es gran-
de, que este cauallero y yo somos hermanos,
y yo siento su pena y la mia, y veníamos am-
bos por este camino que dizen de la Puente,
el qual se llama assi porque hay vn rio , y
passanlo por vna puente; y nosotros yua-
mos a la corte del rey Artur, por algunas
cosas que nos cumplen a nuestra' hazienda,
y mi hermano adoles'-io en el camino. Esta
señor alli en la puente vn cauallero, el qual
es señor de la torre que dizen del Miradero,
y salió a nosotros y dixo a mi hermano que
no passaria sin justa ; y como yua dolien-
te dixo que no era para ello; y el porfió
tanto con mi hermano que, aunque le requi-
rió con Dios y con el rey y con caualleria
que nos dexasse yr, no quisso; y por esto el
fue a mi hermano y tiróle el espada y la
lanca y el esciulo , y dixo que lo mataría si
luego no juraua de me llenar alli a su torre,
que es vna heredad suya , para hauerme de
deshonrar, y mi hermano, por no morir, juro
de me llenar» . Pues viendo Jofre tan gran
fuerza, huno duelo de la donzella, y dixo a
su hermano que la dexasse, que bien podia
jurar que se la tomaron; y la donzella , por
no ser deshonrada del cauallero, bien lo qui-
siera, pero su hermano dixo: «Señor, el
quedaua caualgando y luego vendrá , y yo
soy el que lo pagare, q^ie a mi me matara; y
por esso, señor, no oso» ; y Jofre dixo: «¿Como,
no creeys que hay quien vos libre de sus
manos?» Y en esto miro la donzella y vidolo
venir , y dixo a Jofre : « Señor cauallero ,
yduos, que vedlo aqui do viene; y pues mi
desdicha fue esta, no quiero poner en auen-
tijra a nadie»; y luego la donzella comento a
yrse. Y Jofre, viendo que ñola podia tener
para esperar al cauallero, echo la mano a las
riendas del palafrén, y por fuerga la detuuo;
y el hermano mostró que quisiera andar, y
comen9o a porfiar con Jofre; y en esto llego
el cauallero, y dixo: «Dezid, cauallero, ¿que
teneys vos que hazer con essa donzella?» Y
Jofre dixo: «Cierto, mas que vos; porque vos
le quereys hazer mal, y yo querriale hazer
bien»; y el cauallero dixo a Jofre: «Esso,
¿como lo sabeys vos?» Y Jofre dixo: «Porque
ellos me han dicho las cosas que han pasado;
y porque veays si es verdad , diganvoslo
ellos» ; y ellos dixeron que era verdad que
ellos se lo hauian dicho, procurando de ser
remediados; y Jofre dixo al cauallero si era
assi verdad, y el dixo que si. Y'' Jofre dixo,
que pues aquel cauallero estaña malo, y no
estaua para pelear , que no era razón hazer
lo que hizo, ni embarazarle su camino y que-
rer deshonrar vna donzella: en especial que
yuan a la corte del rey Artur su señor ; y
que a el conuenia ayuclalles. Y el respondió
que el no tenia razón pai'a tomar la deman-
da por ellos, que ellos eran sus presos y que
los dexasse seguir sii camino, para que fues-
sen a cumplir el juramento que hauian fe-
cho. Jofre dixo al hermano de la donzella si
antes que jurasse si le hauia requerido con
Dios o con el rey que los dexasse yr su ca-
mino, y el dixo que si; y Jofre torno a pre-
guntar al cauallero. E entonces dixo Jofre al
cauallero: «Pues esto es asi, a vos, señor ca-
492
LIBROS DE caballerías
uaUero, conuiene dexarlos, o vos o yo nos
hemos de combatir, porque, en otra manera,
yo recibiría muy gran verguenca de ver y
consentir que vos, so habito de cauallero, fa-
ga y s ñierca a los que van a la corte del rey
mi señor» . Y el dixo , que por cierto el no
dexaria los presos por el ni por diez tales
como el; y que, aunque fuessen diez, que
vno a vno los entendía prender y matar ; y
Jofre le dixo: «Yo no dubdo sino que vos
seays buen cauallero, desso me plaze a
mi; pero vna cosa os hago saber: que aun-
que yo no sea diez , sino vno, los presos no
yran con vos» . Y'' como aquello vido el ca-
uallero, dixo a Jofre: «Pues apartadvos,
que yo os mostrare que huuierades me-
nester compañía» . Y' entonces apartáronse y
vinoso para Jofre, y Jofre se fue para el, y
dieronse sendos encuentros; y el cauallero
quebró la langa en Jofre, y Jofre diole por
medio de los pechos y passole el escudo, y
metióle media braca de langa de la otra par-
te. Y quando Jofre vio su golpe, dexo la lau-
ca en el cauallero, y luego el cauallero cayo
muerto . Entonces Jofre se apeo , y saco su
langa y limpióla, y torno a caualgar, y dixo
burlando: «Agora vengan los nueue»; y pre-
gunto a la donzella donde quedauan las ar-
mas de su hermano, y ella dixo: «Señor, no
se sino que alli a la puente se las tiro » . Y"
entonces todos tres boluieron a la puente y
hallaron vnos hombres suyos; y como vieron
la donzella y el cauallero, entendieron que
aquel cauallero se hauia conbatido con su
amo, y preguntáronle por el, y Jofre les
dixo: «¿So3'S vosotros de vn cauallero que
prendió a esta donzella y a su hermano?» Y
ellos dixeron: «Si». Y el dixo: «Pues yd
alia, que bien vos haze menester que le ayu-
deys a yr a la corte» ; y ellos vieron que su
amo era muerto o herido. Y'' Jofre vio la lau-
ca y el espada y el escudo del cauallero , y
mándeselo tomar; y el tomo sus armas, y di-
xole Jofre: «Que pues el los hauia librado,
que en buen hora se fuessen a la corte y la
donzella se presentasse a la reyna Ginebra
y le contasse aquella auentura» . Y" ellos lo
hizieron assi. Y quando esto oyó la reyna,
fue muy gozosa y mandola poner en escrip-
to, y marauillauanse mucho de la bondad de
Jofre, y desseauan que Jofre se hallasse con
Tablante.
Cap. XX. — C07710 llego Jo/re' al ¡castillo del
Hierro, y espero alli hasta qiic supo que
Tablante era venido a Ricamonie.
Dize el cuento que desj^ues que Jofre li-
bro a la donzella y a su hermano, y los em-
bio a la corte, que anduuo todo aquel dia
que no hallo poblado ninguno, y que ya bien
noche, que alcango vn peón, y como Jofre
llego, saludólo y preguntóle de donde era, y
el dixo que era criado de vnos monjes de vn
monesterio que estaña cerca de alli, y Jofre
holgóse de oj^rlo, por la necessidad que lle-
uaua, y fuele preguntando por muchas co-
sas, y de todo le dio razón; y preguntóle por
el cauallero de la Puente, y dixole: «Alli,
señor, esta vna auentura, de cuya causa pas-
san por alli pocos ; que esta alli vn gran
cauallero y de alli haze muchos agrauios» ; y
Jofre le dixo que ya no los haria. que el se
hauia combatido con el y le hauia prometido
de no hazer ya mal a nadie; y preguntóle
por el castillo del Hierro, y rióse dello, di-
ziendo que estaña muy lexos y por traues,
pero que de alli del monesterio yua vn ca-
mino hazia aquella tierra, y que no fallarla
quien le dixesse como fuesse alia , pero que ha-
uia camino de quatro dias y despoblado todo;
y era bien noche que llegaron al moneste-
rio, y quando llegaron estañan las puertas
cerradas, y el moco llamo, y abriéronle, y
fue a dezir al padre que estaua alli vn caua-
llero, y mandóle abrir, y dieronle bien de
cenar a el y a su cauallo, y otro dia oyó
missa, y comió, y partióse, y anduuo por sus
jornadas hasta que llego al castillo del Hier-
ro, donde fue recebido y seruido. Y como an-
duuo de las malas noches y peores dias fa-
tigado, acordó de estar alli arreziando. hasta
que viniesse el tiempo de yr a Ricamonte; y
alli contó al cauallero como a la yda se hauia
perdido, y hallo el auentura de la fuente
Peligrosa, y como mato a la vieja; y que a la
venida se perdió, y mato al cauallero de la
torre del Miradero, y estuuo alli muchos dias;
y desque vido tiempo, despidióse de la don-
zella con las condiciones dichas, y de su
padrO;, y metióse a andar.
Cap. XXL— Como Jofre fue a Ricamonte y
hallo alli a Tablante; y de las raxones que
entre ellos j^^ssaron, y como se combatió
con el y lo rendo, y libro al conde don Mi-
lian y a los otros trecientos caualleros que
tenia presos (').
La historia dize que Jofre yua por el ca-
mino pensando en aquellas dos donzellas, y
como ambas eran de buen linaje, y señoras
de vassallos, y ambas gentiles, y aunque ha-
Uaua que Brimiessen era mas hermosa, y en
(') Xo corresponde por completo este epígra
contenido del capítu'o.
ife al
TABLANTE DE RICAMONTE
493
especial que le daña aquella guerra, y esta
otra no, y no sabia que forma se tener; y en
esto fue aquellos dias, hasta que llego a Ri-
camonte víspera de pascua, y en llegando
pregunto por Tablante, y dixeronle que era
venido; y el dixo que lo hiziessen saber que
era venido alli vn cauallero de los de la Ta-
bla Redonda, el qual,liauiendo oydo dezir su
gran bondad, y que era muy buen caualle-
ro, se venia a combatir con el, «poripie si el
me venciere, yo llenare lionra de ser venci-
do de tan buen cauallero, y si lo venciere,
seré honrado en veucer vn buen cauallero» .
Y los suyos fueron a Tablante, y dixeronseJo
todo como el lo dixo; y el fue marauillado,
¡lorque el solia buscar a otros y no otros a el,
y dixo: «Yo quiero salir a verlo» ; y quando
salió vidolo gentil cauallero, y buen cauallo y
buenas armas, y bien lindas, y buena dispu-
sicion. Y miróle el escudo do los del otro
tiempo, que se lo hauia dado el cauallero se-
ñor del castillo del Hierro, que el suyo se
hauia quebrado en la casa Encantada; pares-
ciole bien, y pensó que era algún cauallero
anciano que algunas vezes acostumbrauan
salir a prouarse con los buenos caualleros del
tiempo, y desque lo miro, dixole: «Señor,
estos mios me han dicho que dezis que ve-
nís a conbatiros conmigo. Yo lo he por bien;
pero hoy es víspera de pascua, y mañana es
el dia, y no es razón entender en cosa de
armas; mas si os plazera, hoy y mañana sed
mi combidado. y el lunes se podra hazer esto
que vos pedis, y de buena gana» . Y" Jofre
dixo: «Señor: si esto a vos os plaze, a mi
también, y sea como vos lo niandaredes» . Y
Tablante le rogo que se apeasse, y el lo hizo
luego; y los del castillo tomaron el cauallo,
y Tablante les mando que lo curassen como
a los suyos; y Jofre desarmóse, y dio sus ar-
mas a vno de los del castillo. Y quando Ta-
llante lo vido, tunóse por engañado en que lo
vido tan moco, y no dixo nada; y pensó que
era algún cauallero nouel, y que alguna li-
uiandad lo hauia mouido para venirlo a bus-
car; y pensó, que, si antes aquello supiera,
«lue en llegando tirara aquel cuydado. Pero^
porque le hauia comencado a fazer honra,
siguióla todavía y dixo (^ue les diessen de ce-
nar, y cenaron juntamente; y en la noche
aposentáronlo muy bien, y otro dia domingo
oyeron missa, y en la tarde caualgaron, y
hablaron mucho en las cosas de la caualle-
ria, y en lo de las armas. Y tanto vido Ta-
blante en Jofre, assi en cortesía, como en
crianza, como en razones, que conoscio que
era hijo de algún cauallero; y que con buen
desseo hauia salido a buscarlo, y que como
no sabia que cosa era bolar de la silla, que
pensaua que no hauia mas de lo que pensaua.
Todo esto passo a Tablante por pensamiento,
y llamóle y dixole: «Señor cauallero, quan-
do aqni llegastes, de vos pense vna cosa, y
desque os apeastes pense otra, y después acá
esotra; por (]ue yo ({uerria (jue mirassedes mi
honra, y también la vuestra, y vos y yo que-
dassemos muy amigos; y esto digolo mas
por piedad ijue por otra cosa, y por muchas
cosas buenas que de vos he conoscido. Por-
que os ruego t]ue me digays ([ue fue la causa
que os mouio a me venir a buscar, y de que
tierra soys, y vuestro nombre»; j Jofre le
dixo: «Señor, lo que vos pensastes luego y
después yo no lo se; pero hagoos. señor, sa-
ber, que yo soy cauallero armado e hijo de
cauallero, y soy de los de la Tabla Redonda;
y vengóme a conbatir con vos por tomar
emienda de vna deshonra (|ue vos hazeys al
rey Artur, mi señor, en prenderle y tenerle
preso al conde don Milian, y deshonrarle aco-
tándole como a ladrón; y esta es la verdad,
pues la quisistes saber. De mi nombre no
cureys, señor, del, por(]ue yo soy cauallero
de poco tiempo acá y no lo haueys oydo, y
si fuere menester, dezirse ha quando sea
tiempo» .
Cap. XXH. — Como llego Tablante de Rica-
monte a la corte del rey Artur jwr prisio-
nero de Jofre, y lleuo consigo los trecien-
tos caualleros qut Jofre libro.
Dize el libro que Tablante se marauillo de
la respuesta, y que, aunque el cauallero en
el gesto páresela mogo, en la respuesta era
viejo; y Tablante, porque desque a su tierra
llego siempre lo honro, y siguió aquello en
todo, y dixole: «Señor, yo he conoscido tan-
ta virtud de vos, que por ella no querría ve-
nir en rompimiento de armas; porque, señor
cauallero, lo que yo agora vos quiero dezir
no lo acostumbro dezir a nadie, y es esto:
Que harto haueys ganado de honra en hauer
venido a mi casa a buscarme, y que yo me
escuse de ser combatido con vos, y que con
esta honra vos vays; y esto se haze por vues-
tro merescimiento, y porque paresce que
hemos vos y yo comido en vno como si fue-
ramos hermanos; y os veo tan moco y con
tan buen desseo, que yo holgaría desto, y
por esso os lo digo» ; y Jofre le respondió, y
dixo: «Señor Tablante, cierto, 5^0 agradezco
vuestra buena voluntad; pero ya veys que se
diria de mi en la corte del rey, donde yo
publií^ue (pie venia a combatirme con vos,
desque supiessen que lo hauia dexado; saluo
si fuesse en vna manera, que yo, señor, vine
494
LIBROS DE caballerías
publicando que venia a pediros al conde don
ililian. no sabiendo que liauia mas, j des-
pués he visto todo lo de vuestra casa, y esto
de proposito de pediros también todos essos
otros caualleros; mas, por la mucha honra
que yo en vuestra casa he recebido, yo me
contentare con solo el conde, y liare cuenta
que os doy de gracia essos otros; y haueysme
de dar viuo al conde, y libre de qualquier
omenaje que el vos haya hecho». Y quando
Tablante esto oyó, enojóse, y dixo: «Pues
aun yo, señor cauallero, mas honra os queria
hazer: y pues que assi es, recebid la volun-
tad hoy, y mañana recebid mi obra» ; y en
esto hizose hora de cenar, y cenaron y dor-
mieron; y otro dia de mañana, dLxo Jofre
que le llamassen a Tablante; y el abaxo del
castillo, y Jofre le dixo: «Señor, ya os tengo
dicho a lo que soy venido, y por la mucha
cortesía que en vos he hallado, yo querría
dexar la batalla y Ueuar comigo al conde; y
si esto vos quereys, yo jurare de no ser con-
tra vos jamas; saluo en defendimiento de mi
persona y bienes, o de la corona real»; y Ta-
blante le dixo: «Señor cauallero, sí esso yo
quisiera, ya ñiera hecho: y no digo al conde,
pero al menor de quantos aquí hay no os
daré sin batalla; y yo, señor, os embiare
vuestro cauallo y armas, y oyamos missa, y
demos fin a este negocio». Y Jofre le dixo
que sería bien ordenar condiciones, y Ta-
blante enojóse, y dixo: «¿Que condiciones?
sino que, el que cayere, que lo mate el otro» ;
y Jofre le dixo: «Señor Tablante, pensad
bien en ello, que vno es agora, y otro sera
entonces; pero, si vos mandays, sea assi.
Que si vos me vencieredes, que yo quede a
todo lo que de mi (faisieredes hazer, o me
matar, o me prender; y que, si yo os vencie-
re a vos, que no os pueda matar, sino que
solamente hayas de ser mi prisionero; y que,
aunque os pudiesse matar después de preso,
no pueda; y esto a ley de cauallero; y siendo
vos i^reso, que luego sean libres el conde
don Milian y todos los otros que aqui te-
neys presos, y esto que lo juremos vos y
yo». Pues oyendo estas cosas, por vna parte
se enojaua, y por otra le páresela bien; y te-
niéndole en poco, reyase de lo que le oya, pero
al fin. otorgólo y jurólo. Y luego le truxeron
su cauallo y armas, y mirólas todas por ver
si le hauían heclio algún engaño, y miro las
riendas y la cincha, y vídolo todo muy bue-
no, y caualgo en su cauallo, y tentólo. Y
también Tablante de Rícamonte subió en su
castillo y armóse, y caualgo en su cauallo, y
vino adonde Jofre estaua, y llamaron a to-
dos los trezientos caualleros que estañan en
las tiendas, y pusiéronlos al derredor como
palenque; y delante de todos le torno a re-
querir Jofre que si le plazia darle sin bata-
lla lo qiie pedia, que el lo faria. Tablante le
dixo: «Cauallero, catad que no estays ya en
tiempo, sino que cada vno trabaje por su
honra, y ayude Dios al que quiera ayudar» ;
y en esto apartóse Tablante a vn cabo y Jo-
fre a otro, y viniéronse el vno para el otro,
y dieronse tan grandes encuentros, que las
laucas hizieron peda(;'Os; y luego pusieron
mano a las espadas, y dauanse tan grandes
golpes, que era marauílla no hazerse peda-
mos. Y andándose hiriendo, corto Jofre vna
rienda al cauallo de Tablante, y no se podia
valer; y Jofre dixo que le páresela que a pie
podían llenar al fin la batalla, y apeáronse, y
comencaronse otra vez a pie a combatir; y
daua Jofre a Tablante los golpes tan rezios,
que lo desatentaua; y dezia en su coracon
qiie jamas se hauia combatido con hombre
(jue tales golpes le diesse; y ambos andauan
heridos, que se cortauan. las armas y la car-
ne. Y Jofre pensaua otro tanto como Tablan-
te, (|ue nunca hauia hallado cauallero que
tales golpes le diesse; y andando en esto,
pensó Jofre que podia ser que el cauallero
eobrasse fuerca, y que el no recibiría honra.
Y acordosele cuyo hijo era, y cuyo cauallero
era; y embraco su escudo, y tomo el espada
con ambas manos; y como era mo^o, dio vn
salto muy cerca de Tablante, y diole vn tan
gran golpe encima del yelmo, que se lo abo-
llo y metió dentro; tanto que el golpe le hizo
tocar en los caxcos de la cabera con el yelmo
y atordescioselo, y Tablante cayo, y Jofre
salto sobre el y tiróle el yelmo, y dixole:
«Que buena liauia sido la condición, que, sí
no la huuiera, bien pudiera matarlo, y que so
otorgasse ¡Dor su preso» ; y Tal)lante dixo que
se otorgaua como lo hauia jurado, y que el
daua por libres y quitos al conde y a todos lo
otros trezientos caualleros que alli estañan.
Y entonces Jofre le ayudo a leuantar, y dixo:
«Señor Tablante, agora podeys vos saber mí
nombre: que es Jofre, hijo del conde Dona-
son, cauallero de mí señora la reyna Gine-
bra» . Y luego salió del castillo vna donzella
con medicinas, y en vna tienda de vn caua-
llero de los presos desarmaron a Jofre, y lo
curaron; y aquella misma donzella curo de
Tablante, y dixoles que mírassen por si, que
estañan mal feridos. Y Jofre llamo a Tablan-
te, y dixo <iue el se queria yr al castillo del
Hierro; y que lo rogaua que mientra el sa-
nana, (pie curassen mucho del conde, porque
estaua muy flaco; y que en sanando, el y el
conde y los caualleros se fuessen para el cas-
tillo, lo qual se hizo assi. Y dixo Jofre a Ta-
blante ipie el no estaua para licuar armas,
TABLANTE DE RICAMONTE
491
que le rogaiia, si las dexasse alli, que el se
las hiziesse lleuar, y Jofre se las dexo, y el
dixo que con las suyas yrian. Jofre se despi-
dió del conde, que lo íue a ver antes que i^ar-
tiesse, y de los otros caualleros;-y caualgo
en su cauallo, e liizose curar muy bien y li-
gar las heridas, y fuese; y como no yua bus-
cando aucnturas, en cinco dias llego al cas-
tillo del Hierro. Y como lo vieron venir des-
armado y ligado, pensaron que Tablante lo
hauia vencido, y huuieron gran pesar todos;
y el se hizo curar, y dieronle vna cama buena,
y con el camino enconáronse las heridas, y
estuuo en gran peligro; pero al fin de quinze
dias fue bien sano, y en este tiempo nunca
le osaron preguntar nada, pensando que ve-
nia preso. Y vn dia llego vn mogo al castillo
y por caso fallo al cauallero a la puerta, y
preguntóle por Jofre; y el cauallero le dixo
que cuyo era. Y el dixo que era de vn caua-
llero que se dezia Tablante, señor de Rica-
mente; y al cauallero pesóle oyr mentar su
nombre, y dixo al moco que donde estaua, y
el dixo: «Ay viene, V con el trezientos caua-
lleros». Y el entonces pensó que venian a
cercar a Jofre; y entro dentro y cerro la
puerta del castillo, y fue a Jofre con muy
gran miedo, y dixole: «Señor, poned vos
gran cobro en el castillo, que yo voy a poner
cobro en la villa, que Tablante viene con
trezientos caualleros»; y Jofre rióse mucho
dello, y dixo: «Pues vamos a dezirlo a la se-
ñora y a vuestra hija» ; las quales, quando
oyeron que venia Tablante, fueron tan assom-
bradas, que fue marauilla; entonces dixo
Jofre: «Pues ¿que os paresce?» Dixo el caua-
llero: «Señor, aqui hemos de estar a vuestro
parescer». Dixo entonces Jofre: «Si a mi pa-
rescer estajes, es que le abrays las puertas,
y les deys bien de cenar y buenas camas
donde duerman; porque quiero que sepays
que aqui viene el conde don Milian, y vie-
ne suelto, y Tablante viene preso» . En esto
vieron que Jofre. aunque ]io les hauia di-
cho nada, que el hauia vencido el campo, y
holgaron mucho dello, y tanto que no se
hallauan de plazer, y luego ellos adereca-
ron para el conde vna cámara, y para Ta-
blante otra; y a los caualleros llenáronlos
aposentar a la villa, (pie venian todos a pie,
y en esto llegaron todos. Y el cauallero y la
muger y la hija fueron a besar la mano al
conde, el qual venia tan flaco, que no lo co-
noscian; y todos estuuieron alli ocho dias,
I^ensando que el conde se concertara para
que fuera con Tablante, y desque vieron que
no podia ser, llamo Jofre a Tablante y a los
caualleros y dixoles que a el se le hazia cada
dia vn año; porque hauia de yr a la corte,
que hauia dias que no hauia ydo alia; y que
les rogaua que ellos se fuessen luego con
Tablante, y que le dixessen de su parte a la
reyna Ginebra, presentándose ante ella,
toda el auentura como passo; y que le dixes-
sen que el quedaua en el castillo del Hierro
con el conde, y que el conde y el quedauan
flacos; lo qual Tablante y los caualleros se lo
prometieron; y quedo el conde y Jofre en el
castillo.
Yamos a Tablante y a los trezientos caua-
lleros que se fueron a la corte.
Cap. XXIII. — Como Tablante parí io del cas-
tillo del Hierro C07i los ire^.icnios caualle-
ros; y como fue recehido del rey y de la
reyna; y esperaron alli hasta que vino
Jofre.
Después que Tablante fue encima de su
cauallo y armado, y los trezientos caualleros
a pie se partieron, y anduuieron por sus jor-
nadas, tanto que en quinze dias llegaron a
la corte; la qual a la sazón estaua toda llena
de caualleros. Y quando vieron venir tanta
gente tras vn cauallero, fueron todos espan-
tados, y fueronlo a decir al rey y ala reyna;
los quales con todos los caualleros y dueñas
que alli estañan salieron a ver a las vanta-
nas que cosa era, y la metad de la ciudad
también.
Y ellos estando assi , el rey embio a de-
zir al cauallero que le dixesse quien era,
y el dixo: «Dezid a su merced que soy vn
cauallero que otra vez vine a su corte, y que
me parti della con mas honra que agora ven-
go. Y dezilde que soy Tablante, señor de
Eicamonte, prisionero de Jofre, el cauallero
de la reyna». Y quando el mensajero subió
y dixo lo que Tablante dezia, huuieron mu-
cho plazer el rey }' la reyna y toda la corte,
assi por la honra de Jofre. como por la de-
liberación del conde y de los caualleros,
como por la prisión de Tablante. Y el rey le
mando subir a el y a todos los caualleros; y
el dixo al rey y a la reyna todo quanto con
el le hauia acontescido, y como pensó que era
algún cauallero anciano de los buenos, y
como desque lo vido mo^o se hallo burlado;
y de como después no lo tenia en nada, y
como después no lo podia sufrir en la batalla.
Y^ dixo como quedauan el y el conde muy
flacos; y el rey y la reyna y todos dieron
gracias a Dios; y mandaron (pie, hasta ijue
Jofre viniesse, no se fuesse ninguno de la
corte, y assi se hizo.
Pues dexemoslos en la corte, y boina mos
a Jofre al castillo del Hierro.
496
LIBROS T)E caballerías
Cap. XXIV. — Como llego el conde don Mi-
lian al castillo de la Floresta^ qtce era de
Bruniessen sn sobrina (i).
La crónica dize <jue después que Tablan-
te y los caualleros se partieron, que Jofre
dixo al conde que porque el estaua flaco, que
le parescia que el deuia estar alli otros seys
o siete dias, y estar en el castillo de la
Floresta otros tantos, v assi yrse su poco a
poco a la corte a besar las manos al rey, y en
esto acordaron todos; y Jofre acordó de se par-
tir delante, por despacharse de la donzella,
y dixole: «Señora, ya deueys liauer conocido
de mi que, por agora, fasta llegar a la corte
a besar las manos al rey, no deuo ni puedo
determinar de mi ninguna cosa, sino par-
tirme luego. Y la palabra que os di, aque-
lla os bueluo agora a dar: que es que os
prometo que hasta os hazer saber que he
de determinar de mi. nada ponga en obra, y
desto deueys ser bien cierta»; y ella le dixo:
«Señor, vos determinad de vos lo que man-
daredes, que no os tengo de dezir mas de lo
dicho, y aun aquello es muy demasiado, sien-
do muger» ; y assi se despidieron el vno del
otro, y el tanbien se despidió de su padre y
de su madre, los quales le ofrescieron casa y
hazienda, y hijos; y tanbien se despidió del
conde, y se partió, y fuese con proposito de
yr a ver a Bruniessen, la señora del castillo
de la Floresta; y el conde quedo alli. Y el
yendo por su camino, yua pensando en que
manera se pudiesse librar de aquella donze-
lla, y acordó que seria bien conectarse con
Bruniessen, y no hazer nada hasta que lo
escriuiesse a ella para ser libre de la pala-
bra; y anduuo tanto por sus jornadas, que
llego al castillo, y hizo saber a Bruniessen
que estaua alli vn cauallero andante, que
por caso hauia llegado alli; y ella embio a
su maestresala, para saber si era cauallero,
y si venia adelante, o que nueuas traya.
Quando el maestresala llego, conoscio que
era Jofre en el cauallo y armas, y en todo,
y dixo: «Señor, esperad vn poco»; y entro y
dixo a su señora que alli estaua Jofre, el ca-
uallero que hauia librado al conde, porque
ya la nueua estaua por toda la tierra, y ha-
uia ya cessado el llanto, que no se fazia. Y
ella, quando lo oyó, fue muy gozosa, y man-
do aderezar la casa, y que le abriessen; y
ella salió a recebirle fuera de su palacio; y
(') Tampoco corrcspoiulc ette epígrafe al contenido
del capítulo.
el, en llegando, apeóse, y dio su escudo y
lanya y yelmo a los del castillo, y riendo
dixo: «¿Somos ya buenos amigos? si no no
dexare las armas» ; y todos huuieron con el
mucho plazer. Y assi lo llenaron hasta donde
ella solia estar assentada, y se assento, y le
hizo assentar cabe ella; y alli estuuieron vn
rato hablando hasta hora de comer; y alli le
pregunto por las auenturas acontescidas, las
quales callo, que no dixo nada sino lo de
Tablante, que dixo dello que Dios lo hauia
hecho. Y luego pusieron las mesas, y comie-
ron, y dieronle vna cámara muy aderecada
donde dormiesse, y assi estuuo alli bien ocho
dias; y vn dia antes que se partiesse, dixo:
«Señora, ya sabe vuestra merced la palabra
que con los vuestros embie a dezir, de cuj^a
causa, aunque en el camino algo se me ofres-
eio, yo no lo acepte; porque no lo ¡íudiera
fazer sin mentir alia o acá. Yuestro tio que-
da en el castillo del Hierro, y ha de venir
aqui, y de aqui ha de yr a la corte donde yo
voy, y alia yo fablare con la reyna, que de
orden en que vuestro tio haya por bien que
vos, señora, y yo seamos señores: yo vuestro
y de vuestra tierra, y vos mia y de toda mi
tierra». Y" ella holgó mucho dello, y Jofre se
despidió y se fue a la corte, y ella quedo
con mayor cuydado que solia.
Dexemoslos assi, y boluamos al castillo del
Hierro y al conde.
Cap. XXY. — Como el conde don Milian es-
tuuo en el castillo del Hierro algunos dias,
y alli le supo como Jofre haiiia librado a
su sobrina^ y como mato al malato.
Después que todos fueron partidos, quedo
alli el conde con sus parientes algunos dias;
y alli supo el conde de la sobrina como la
hauia librado de la casa encantada, y ha-
blaron mucho del, y dixo el conde: «Cierto,
yo quisiera tener vna hija con quien lo ca-
sara, y le dar todo quanto tengo» ; y loáronlo
mucho; y vn dia dixo el conde que ya se
sentia ííueno, y que se queria partir, y ade-
rezaron y partióse, y fuese al castillo de la
Floresta. Y quando Bruniessen supo de su
venida, salió mas de vna legua con todos los
suyos a recebirlo, y fueron grandes las ale-
grías que con el se hizieron; y estuuo alli
algunos dias como se ha dicho, y partióse a
la corte; y quando el fue, ya Jofre estaua en
la corte.
Dexemoslo en el camino y vamos a Jofre.
J
TABLANTE DE RIOAMONTE
497
Cap. XXYI. — Como Jofre llego a Canialot^
a la corte del rey Artur; y del recehimicnto
que le hixieron, y de todaft las vosas que
passaron.
Después que Jofre se partió ilo Brunies-
sen, acordó do yr a besar las manos al rey y
a la rejnia, y auduuo sin detenerse en el ca-
mino hasta qno llego a la corto, y vn dia an-
tes llegaroa ciertos vassallos do Brunicssen
que yuan a la corte ; los quales publicaron
todo lo que i)assaua, y la Lcyna embio por
vno dellos, y quiso saber si estaña alli. Y el
dixo que otro dia, desque el se partió, hauia
de partir Jofre; y como el tenia en la corte
parientes y amigos, y veyan las anenturas
que hazia, }' sabían q\ie la reyna lo quería
bien, saliéronlo a recebir muchas personas,
assi caualgando como a pie; y con mucha
honra lo llenaron a palacio. El rey y la rey-
na lo recibieron bien, y el se apeo en palacio
y fue a besar las manos al vej y a la reyna;
y alli lo tuuieron aquel dia preguntándolo
de las cosas acontescidas; y el, con buen
tiento, a todo respondió bien. Y la reyna le
pregunto por el conde, y el dixo adonde lo
dexaua, y preguntóle que era su voluntad
que se hizíesse de Tablante y de los caualle-
ros; y el dixo que alli no tenia el nada, que
lo que el hauia de hazer ya era fecho, sino
que su merced hauia de mandar en todo; y
assi estuuieron todas cosas por entonces. Y
dize el cuento que, desque el conde comen-
to a caminar hazia Camalot, assi porque
hauia días que era bien curado, como por-
que venia a su tierra, y estaña a su plazer,
engordo y estaña bueno y sano. Y qnajido
la reyna supo que venia, mando a Tablante
que assi como entro la primera vez armado,
y con siis trezientos caualleros, que assi sa-
liesse a recebir al conde, el qual lo hizo
assi. Y el rey y la reyna lo recibieron muy
bien, y holgaron mucho de su venida; y
assi se estuuo en la corte algunos días. Pues,
como arriba diximos, Jofre no quiso en lo de
Tablante mas tener que entender, de solo
prenderlo y entregarlo a la reyna; y ella por
aquello hablo con el rey y dixo que seria bien
soltarlo, y el rey dixo que seria bien. Y vn
día, estando Tablante en palacio, el rey lo
mando llamar; y el vino, e hinco la rodilla
ante el rey, y el rey le dixo: «Tablante,
tiempo es que vays a ver vuestra casa»;
y el dixo: «Señor, esto es en las manos
de vuestra merced»; y el rey le dio licencia,
con condición que Jamas no hizíesse armas
contra ninguna persona de su reyno: y el se
lo prometió assi, y beso la mano al rey,
y después a la reyna, y fuese a su posada; }■
LIBHO.S DE CABALLERÍAS. — 32
despidióse del conde, y demandóle perdón; y
despidióse do Jofre y de todos, y partióse
y fuese. El ydo, dixo la reyna al rey que
también era razón dar licencia a los caualle-
ros que se fucssen, y el rey dixo: «Esso a
vos pertenesce». Y ella hablo con ellos y
dioles licencia que se fuessen a sus casas, y
vistiólos de su librea, y embiolos; y ellos fue-
ron todos a la posada de Jofre a despedirse
del y darlo gracias de la buena obra que les
hizo, y después se fueron todos.
Y ya todos ydos, pensó Jofre que sería
bien hazer vn mensajero a la donzella que
os diximos, hija del cauallero an(;iano, para
quitar su palabra. Y tomo vn criado suyo,
y embiolo con cartas al padre y a ella; por
las quales hizo saber al padre todo lo passa-
do en la corte, y a la donzella, a buelta de
otras cosas que le oscriuia, fue, que ya ella
sabia que lo hauia prometido de no disponer
do si sin hazerselo saber; y por aquella pa-
labra que le hauia dado, le enibiaua aquel
mensajero, por do le hazia saber que la rey-
na lo quería casar en la corte, y que no po-
dría salir de su mandado, que le rogaua lo
perdonasse, que no era mas en su mano.
Quando la donzella leyó la carta, pensó mo-
rir y dixo: «Esto yo me lo tenia muy bien
visto, pero, pues mi desdicha assi lo quiso,
yo no casare con persona del mundo, si no en
mi voluntad yo lo querré, porque la obra
que el me hizo ansí lo meresce». Y con
muchas lagrimas llamo a su padre y madre,
y les contó lo que hauia dicho a Jofre, y lo
que Jofre le hauia respondido, y les mostró
la carta; y les rogo que le hiziessen vn mo-
nesterío de monjas en el lugar, el qual fue
hecho; y ella metió consigo muchas donze-
llas que la acompañassen a seruir a Dios.
La donzella detuuo el mensajero mas de vn
mes, porque viesse lo que ella hazia, y vn
día lo llamo, y le dixo: «Yenid acá, amigo;
vos me truxistes vna carta de Jofre; la res-
puesta della es que le dígays donde me de-
xays»; y assi se partió el mensajero de
Jofre. Después de la vida del padre, dieron
el castillo al monesterío, y el lugar para que
se mantuuiossen las monjas, el qual hasta
hoy dura.
Dexemos a la donzella en el monesterio, y
vamos al mensajero de Jofre, que dixo a
Jofre que no le traya carta, sino solo dar fe
de lo que hauia visto. Y Jofre, quando lo
oyó, fue mu\ triste; y si no fuera porque el
amor de Bruniessen lo detenia, que el huuo
tanta manzilla della, que la quisiera reme-
diar; pero al fin, como dize que todas las co-
sas crescen sino el dessear, que es siempre
menos vn día }' otro, fue atloxando, y pensó
498
LIBROS DE caballerías
en entender en lo de Bruniessen; j vn dia
dixo Jofre a la reyna Ginebra: «Señora, va
vuestra merced sabe quantos seruieios vos
he fecho, y es cosa justa que me sean paga-
dos; por que suplico a vuestra merced me
otorgue vna merced» : y la reyna Ginebra le
dixo: «Jofre, tu has hecho al rey mi señor
y a mi tantos seruieios y tan buenos, que no
se con que se te paguen; por esso mira tu lo
que el rey mi señor y yo podemos hazer por
ti, que luego se liara» ; y el dixo: «La mer-
ced que pido, señora, es que vuestra merced
me de en casamiento a Bruniessen, la señora
del castillo de la Floresta, sobrina del conde
don Miliau» ; y la reyna, quando lo oyó,
rióse y dixo: «Jofre, según tus seruieios,
mayor cosa pense que querías pedir, porque
esso no es nada, y creo que si hará; })Orque
el rey mi señor lo mandara, porque tu no
deues nada a nadie en el reyno, ni en linaje;
pues, en tener, ftjo eres del conde Donason; y
porque según la buena obra ella y su linaje
de ti han recebido, ellos te hauian de pe-
dir; pero, por la honra de las mugeres, bien
es, y deueslo hauer por fecho». Y luego la
reyna hablo con el rey, y le contó todo lo
que Jofre le hauia dicho; y el rey Artur se
holgó mucho, porque páresela que Jofre se
queria casar, porque el rey hauia por bien
de tenerlo siempre en la corte, y dixo a la
reyna que ella deuia tomar cargo de hazer-
lo. Y que, si el conde no quisiesse, que ella
embiasse por la donzella y la diesse a Jofre,
que a la jjostre, jmos el conde en su muger no
hauia hijos, que de Jofre hauia de ser todo
lo del conde si casasse con ella; y la reyna
dixo: «Yo creo que nada sera menester, por-
que Jofre es buen cauallero, y el conde le
deue tanto, que lo tendrá ]jor bueno; y no
hay aqui otra cosa sino saber la voluntacl de
Bruniessen»; y vn dia llamo la reyna al
conde, y le dixo: «Conde, bien se vos deue
acordar que, por seruicio del rey mi señor, y
honra de caualleria, vos combatistes con
Tablante; pues la compañía que el vos hizo,
bien la sabeys. Y pues que Jofre, por serui-
cio del rey mi señor, y por compassion que
de vos huno, passo tantas fortunas por libra-
ros, cosa justa es que sea galardonado y
c^da vno pague lo que deue; y yo, conde,
por el rey salgo fiadora. Pues, vos cosa insta
es que descargueys vuestra consciencia en
algo, pues ponia su vida por la vuestra» ; y
el conde don Milian dixo: «Señora, yo deuo
a Jofre, hijo del conde Donason, tanto, que,
con darle quanto tengo, no le haría pago;
por esso mire vuestra merced lo que quiere
de mi condado; tómelo y déselo, que bien lo
puede hazer, que dello huelgo yo mucho» : y
la reyna le dixo: «Conde, vos lo dezis muy
bien y como hombre de buen conoscimiento;
y lo que haueys de partir con el es que lo
casemos, lo qual no se puede hazer sin vos»;
y el conde dixo: «Señora, si no esta en mas
(le en mi , yo lo doy por hecho, y vues-
tra merced me diga quien es» . Y la reyna
dixo que ella hauia pensado de casar a Jofre
con su sobrina Bruniessen, la señora del
castillo de la Floresta; y el huno mucho ])la-
zer dello, y dixo: «Señora, vuestra merced
se la de, y la metad de mi condado» ; y la
reyna dixo: «No es menester vuestro conda-
do, que yo acabare con el que con solo darle a
Bruniessen por muger se contentara» ; y el
conde dixo: «Señora, yo no tengo en nada
quanto pueda dar a Jofre, porque el es muy
esforgado cauallero, y hijo del conde Dona-
son; y el es de muy noble condición, que no
tiene par» ; la reyna, desque lo tuuo concer-
tado con el conde, llamo a Jofre, y dixole:
«Jofre, ya te tengo casado»; y el besóle la
mano, y dixo: «Haz assi: embia por tu padre
el conde, que yo embiare por Bruniessen»;
y la reyna mando al conde que embiasse por
la condessa, y luego el conde embio por ella,
que no se hauian visto desque el fue preso;
la qual vino muy aderezada, y con todos sus
caualleros y parientes y amigos; y quando
llego a la corte, fue muy bien recebida y
huno mucho plazer de ver a su marido,
y dixo que le mostrassen a Jofre, y el conde
llenólo vn dia a su casa, y la condessa le dio
tantas gracias ])orque le hauia librado a su
marido, que fue cosa de marauilla; y en
tanto la reyna embio por Bruniessen. Y
Jofre también embio por el conde su padre,
y quando fue venido, el hijo y todos los de la
corte lo salieron a recebir, y lo llenaron
muy honradamente a palacio, y el rey holgó
mueho con el, y estuuieron todos alli en la
corte vn mes entendiendo en cosas de fiestas,
y justas, y torneos, y cosas de cauallerias. Y
vn dia llamo el rey a palacio a todos los ca-
ualleros y dueñas y donzellas de la corte, y
en presencia do todos hizo el rey, a vno que
lo hauia por costumbre, que dixesse todas
las hazañas de Jofre: como hauia librado al
conde, y quando acabo de dezirlas,dixo: «No
digays mas sino que el conde, en ])ago de su
trabajo, lo casa con Bruniessen su sobrina»;
yel reymismo le hizo luego tomar las manos,
y todos fueron marauillados. Y la reyna
mando que luego hiziessen grandes fiestas, y
mayores que las que hasta alli se hauian
hecho; y, las fiestas acabadas, la reyna dixo
a Jofre que se deuian velar luego; y el ade-
rezo todo lo que conuenia, e hizo traer del
condado de su jjadre tantos bastimentos,
TABLANTE DE RICAMONTE
499
que ocho dias dio de comer ala corte toda. Y
las bodas acabadas, acordaron que seria bien
por vn mes pedir licencia para se yr, y al
conde Donasen dieronle tanta quanta quisies-
se, y al conde don Milian por dos meses, y a
Jofre por vn mes. ¡lorqne el rey queria te-
neiio siempre en la corte, y fue a su castillo y
estuuo alia vn mes y vinoso a la corte. Y desta
manera viuia Jotre, que el rey le daua de
quatro en quatro meses licencia, y veya su
casa. En este tienpo murió el conde don Milian
y la condessa, e hizieron heredero del condado
a Jofre, y después murió su padre y heredo
su condado. De manera que quando vino
Jofre a ser de edad de reposar, tenia dos hi-
jos y dos condados para ellos, y dioselos a
los hijos^ y casólos muy honradamente, y el
y su muger retruxeronse al castillo de la
Floresta, que era casa muy alegre y apare-
jada para viuir, y assi gastaron su tiempo.
Y desque fueron viejos, casaron la hija, y
dieronle en casamiento aquel castillo; y ellos
t'enescieron alli y fueron alli enterrados, y
assi haze fin esta Crónica.
DEO GRATIAS
Fue impressa la presente Crónica de los nobles y ESFORgAnos caualleros
Tablante de Rigamonte y Jofre, hijo del conde Donason, en la
CIUDAD de EsTELLA, EN CASA DE AdrIAN DE AnUERS,
IMPRESSOR DE LIBROS. En EL AÑO DE MIL Y QUI-
NIENTOS Y SESENTA Y QUATRO AÑOS.
1^
CICLO CAROLINGIO
CUENTO DEL ENPERADOR
GARLOS MAYNES
E DE LA ENPERATRIS SEÜILLA
(Según el Códice: h-j-13 de la Biblioteca del Escorial).
{Fol. 124 r.) Ayui COMIENZA vn noble cuento
DEL I ENPERADOR CaRLOS MaYNES DE RrO |
MA E DE LA BUENA ENPERATRIS SeUILLA, | SU
MUGER.
{Fol. 124 V.) Señores, agora ascucliat, e
oyredes vn cuento maranilloso, que deue ser
oydo asy como fallamos eu la estoria, para
tomar ende orne fazaña de non creer tan ayna
las cosas que oyeií fasta que sepa ende la
verdat, e para non dexar nunca alto orne nin
alta dueña sin guarda.
Yn dia aueno quel grant enperador Carlos
Maynes fazia su grant fiesta en el monesterio
rreal de Sant Donis de Francia, e do sseya
en su palacio, e muchos altos ornes con el.
E la enperatris Seuilla ssu muger sseya cabo
el, que mucho era buena dueña, córtese en-
señada, e de marauillosa beldat.
Entonre llego vn enano en vn mulo mucho
andador, e decio e entro por el palacio, e fue
ante el rrey. El enano era tal, que de mas
laida catadura non saberla orne fablar. El
era gordo, e negro, e becudo, e auia la cata-
dura muy mala, e los ojos pequeños e enco-
nados, e la caber-a muy grande, e las narizes
nanas, e las ventanas dellas muy anchas, e
las orejas pequeñas, e los cabellos erizados,
e los brar-os e las manos vellosas como osso,
e canos, las piernas tuertas, los pies galindos
e rresquebrados. Atal era el enano como
oydes, e comen(.-o a dar grandes boces en su
lenguaje; e a dezir: «¡Dios salue el rrey
Carlos, e la rrey na, o todos sus priuados!».
«Amigo, dixo el rrey, Itien seades venido;
mucho me plaze con vusco c fazervos he
mucho bien, ssy comigo quisierdes fincar, ca
me semejados muy estraño ome». «Señor,
dixo el, grandes mercedes, e yo seruirvos he
a toda vuestra voluntad» . Entonce se asento
antelrrey; mas, ¡Dios lo confonda! ¡Por el fue-
ron después muchos cabellos mesados, e mu-
chas palmas batidas, e muchos escudos que-
brados, e muchos caualleros muertos e tolli-
dos, e la rreyna fue j uzgada a muerte, e Fran-
cia destruida grant parte, asi como oiredes,
por aquel enano traydor, que Dios confonda!
Toda aquella noche fezieron grant fiesta e
grant alegría, fasta otro dia a la mañana;
espedieronse los altos ornes del rrey, e los
caualleros, e fueronse a sus logares, cada
vno do auia de yr e el enperador se torno a
la f-iudat de Paris, que es de alli vna grant
legua, [e] luengamente estouo alli con su
muger que amaua mucho.
II
(Fol. 125 r.j. Vn dia se leuanto el rrey
de su lecho grant mañana, e enbio por ssus
monteros, e dixoles que sse guisasen de yr a
cacar, ca yr quería a monte por auer sabor
de ssy; e ellos fezieron ssu mandado, e des-
que metieron los canes en las traillas e ouie-
ron todo guisado, el rrey caualgo e fuese a
la floresta, e leuantaron vn ^ieruo e ssolta-
ronle los canes, e el rrey cogió en pos del, e
corrió con el todo aquel dia por montes e por
rriberas.
Agora dexa el cuento de fablar del rrey e
de su cara, e torna a la rreyna.
III
Desque sse el rrey salió de la cámara,
finco la rreyna en ssu lecho e adormegiose,
o dormía tan fieramente, que semejaua que
en toda la noche cosa non dormiera. E las
504
LIBROS DE caballerías
donzeUas e las couigeras se salieron e dexa-
ronla ssola, e finco la puerta abierta, e fue-
ronsse a vna fuente muy buena que naf-ia en
la huerta a lauar sus manos e ssus rrostros.
E desque lauaron ssus manos e sus rrostros,
e folgaron por ese vergel, comenr-aron de
coger flores e rrosas para ssus guyrlandas,
segunt costunbre de aquella tierra. E do la
rreyna dormia asy sin guarda, alie aquel
enano que entro, e non vio ninguno en la
casa, e cato de vna parte e de otro, e non
vio synon la rreyna que yazia dormiendo en
el lecho, (pie bien páresela la mas bella cosa
del mundo. E el enano sse llego a ella e co-
menco de le parar mientes; e desque la cato
grant pieca, dixo <jue en buena ora nasciera
quien della pudiese auer su plazer, e llegóse
mas al lecho, e pensó que avnque cuydase
ser muerto o desnenbrado, que la besarla.
Entonr-e sse fue contra ella; mas aquella ora
despertó la rreyna, que auia dormido assaz.
e comenco de alinpiar sus ojos, e cato a de-
rredor de ssy por la cama, e non vio ome
nin muger, synon al enano que vio junto al
lecho, e dixole: <^Enano, ¿que demandas tu
o quien te mando aqui entrar? ¡Mucho
(Fol. 125 r.) eres osado!» «¡Señora, dixo el
enano, por Dios aued mercet de mi! Ca sy
vuestro amor non he, muerto so, e prendavos
de mi piadat, e yo fare quanto uos quesier-
des». La rreyna lo ascucho bien, pero que
toda la ssangre sse le boluio en el cuerpo, e
cerro el puño e apretólo bien, e diole tal pu-
ñada en los dientes, que le quebró ende tres,
assy que ge los fizo caer en la boca: desy
puxolo e dio con el en tierra, e saltóle sobre
el vientre ass}^ que lo quebró todo. E el
enano le comenco a pedir luercet, e quando
le pudo esca]>ar, comenr-o de yr fuyendo, e
fuese por la puerta, su mano en su boca, por
los dientes que auia quebrados, jurando e
deziendo contra ssy, que en mal punto la
rreyna aquello feziera, ssy el pudiesse, ca
ella lo compraría caramente. Contra ora de
viespras sse torno el rey de caga con sus mon-
teros, e troxieron vn grant cierno. E desque
sse asento a la mesa, pregunto por su enano,
que se feziera del que non venia antel asi
como solia. Entonce lo fuei-on buscar, e des-
({ue lo troxieron, ssentose dolant el rrey, ssu
mano en las quexadas e la cabera baxa:
«Dime, dixo el rrey, ¿que ouiste o quien te
paro talV Xon sse quien te ferio, mas ¡mal te
jogol dime quien te lo fizo, e yo te diré buen
derecho». «Señor, dixo el enano, si Dios me
ayude, cay en vn andamio, de guissa que me
fery mal en el rostro e me quebró vn diente,
de que me pesa mucho» . E el rrey le dixo:
«(,;ertas, enano, e a mi faz» .
l\
Desque el rrey comió e las mesas fueron
aleadas, quando la noche veno, el rrey se fue
a su cámara e echóse con la rreyna; mas
agora ascucliat que fue a pensar el traidor
del enano, que Dios destruya, que nunca
otra tal traición basteció vn solo ome, como
el basteció a la rreyna.
Tanto que la noche llego, entro ascusa-
mente en la cámara e fuese meter tras la
cortina, e ascendióse y e yogo quedo, de
guisa que nunca ende ninguno sopo parte.
Después que se el rrey echo con su muger,
salieronsse aquellas que la cámara auian de
guardar e cerraron bien las puertas, e el rrey
adormeció, como estaua cansado de la caca;
e quando tailieron los matines, despertó e
])enso que yria oyr las oras a la eglesia de
Sancta Maria, e fizo llamar diez caualle-
ros que fuesen con el. Agora ascuchat del
enano, que Dios maldiga, lo que fizo: después
{Fol. 126 r.) que el vio que el xvej era ydo
a la eglesia, ssalio de tras la cortina muy
paso e fuese derechamente al lecho de la
rreyna, e pensó que ante querría prender
muerte que la non escarneciese, e aleo el
cobertor e metióse en el lecho; mas aueno
que la rreyna yazia tornada de la otra parte;
pero non la osaua tañer, e comem.-o de pensar
como íaria della ssu talante, e en este pensar
duro muclio, e dormiose fasta que el rrey
torno de la eglesia con ssus caualleros, e era
ya el ssol salido; e desque entro en el pala-
'.io, fuese derechamente a la cámara solo
muy paso, e desijue fue antel lecho de la
rreyna, <|ue yua ver muy de buenamente,
erguyo el cobertor de que yazia cobierta, e
vio el enano yazer cabo ella. Quando esto vio
el e operador, todo el corar;on le estremeció e
ouo tan grant pessar, que non poderla ome
con verdat [dubdar] que mucho estaua de
mal talante. «¡Ay mosquino! dixo el, ¿como
me este corascon non quiebra? ¡Señor Dios!
¿quien sse enfiara jamas en muger? e por el
amor de la mia jamas nunca otro creeré» .
Entonce sse salió de la cámara e llamo s\i
conpaña a grant priesa. Ellos venieron muy
corriendo: «Vasallos, dixo el enperador, ved
que grant onta: ¿quien cuydara que nunca
mi muger esto pensarla, que amase tal figu-
ra, que nunca tan laida catadura nar-io de
madre? ¡Maldita sea la ora en que ella nació!»
Entonce sse fue al lecho, e ceñio ssu espada
que y tenia, e dixo a ssus omes que sse lle-
gasen, e desque fueron llegados, dixoles el:
«Juzgádmela desta grant onta que me fezo,
como aya ende ssu gualardon» . Entonce es-
CARLOS MAYNES
505
tauan y los traidores del linage de Gralalon,
Aloris e Foucans, Goubaus de Piedralada, e
Ssanson, e Amaguins, e Macaire, el traidor
de la dulce palabra e de los fechos amargos.
Estos andauan ssieiipre contra el'rrey, ase-
diando como l)astirian encobiertamente ssu
mal e su onta; e ]\[acaire el traidor adelan-
tóse ante los otros, e erguyo el cobertor, e
quaudo aquello vio, ssignose de la marauilla
que ende ouo, e comenco a llorar muy ñera-
mente, que entendiese el rrey que le pesaua
mucho; e quando vio al rrey tan brauo, e con
talante de fazer matar la rreyna, dio muy
grandes bozes al rrey, e dixo que la rreyna
deuia ser quemada, como muger que era
prouada en tal traición.
V
{Fol. 126 V.). Desque los traidores jud-
garon que la rreina fuese luego quemada, el
rrey mando fazer luego muy grant fuego en
el canpo de Paris, e desque fue fecho, de
leña, e de espinas, e de cardos, e de huessos,
Macaire e aquellos a quien fue mandado, to-
maron la rreina e el enano, e sacáronlos de
la villa, e leuaroulos alia; mas la rreina yua
con tal coita e con tal pesar, qual podedes
entender. Entonge los traidores comenoaron
de acender el fuego, e llegaron y la enpera-
tris Seuilla, e desnudáronla de vn brial de
paño de oro, que fuera fecho en Yltramar.
Ella ouo muy grant espanto del fuego que
vio fuerte, e do vio el rrey, comen(,'ole a dar
muy grandes bozes; «Señor, mercet por
aquel Dios que se dexo prender muerte en
la veracruz por su pueblo sainar; yo sso pre-
ñada de uos; esto non puede ser negado. Por
el amor de Dios, señor, fazetme guardar
fasta que sea libre; después maudatme echar
en vn gran ¡fuego o desmenbrar toda. E asi
como Dios sabe que yo nunca fize este fecho
de que me vos fazedes rretar, ¡asi me libre
ende el del peligro en que sso!»
YI
Después que esto ouo dicho, tornóse con-
tra Oriente, e dio muy grandes bozes e dixo;
«¡Ay rrica ciudat de Costantinopla! en vos
fuy criada a muy grant virio. ¡Ay mi padre
e my madre! Non sabedes vos oy nada desta
mi gran coita. ¡G^loriosa Santa Maria! e ¿que
sera desta mes(j[uina que a tal tuerto ha de
ser destroida e quemadaV E como quier que
de my sea, aued merret desta criatura que
en mi trayo, que sse non pierda» . Entonce
el rrey mando tender un tapete antel fuego,
e mando leuar y la rreyna, e que la assen-
tasen y e la desnudasen del todo synon de la
camisa, e luego fue fecho. Agora la guarde
aquel Señor que nario de la ATirgen Santa
Maria que non sea destruida nin dañada. E
do sseya asi en el tapete la mas bella rosa
que podia ser, pero que seya amarilla por el
grant miedo que auia; ella cato la muy grant
gente que vio a derredor do ssy, de la otra
parte el fuego fiero e muy espantoso, e dixo;
«Señores, yo veo aqui mi muerte; ruegouos,
por aquel Señor que todo el mundo tiene en
poder, si vos erre en alguna cosa de que mi
alma sea en culpa, que me perdonedes, que
nuestro Señor, en el dia del juizio, uos de
ende buen galardón. Quando [Fol. 127 r.)
los rricos omes e el pueblo oyeron asy fablar
la enperatris, comencaron a fazer por ella
muy grant duelo, e tirar cabellos, e batir
palmas, e dar muy grandes bozes, e llorar
muy fieramente dueñas e donzellas e toda la
otra gente; mas tanto dubdauan al rrey,
que ssolameute non le osauan fablar, nin
merr-et pedir. E el rey dixo a las guardas:
«Ora tomad esta dueña, ca tal coita he en el
co rascón, que avn non la puedo catar». E
ellos trauaron della, e erguyéronla por los
bracos, e liáronle las manos tan tosté, e
pusiéronle vn paño ante los ojos. E ella,
quando esto vio, comenco a llamar a muy
grandes bozes; «Santa Maria, Virgen gloriosa
e Madre, que en ty troxiste tu fijo e tu padre,
quando veno el mundo sainar; Señora, ca-
tadme de vuestros piadosos ojos e sainad mi
alma, ca el cuerpo en grant peligro esta».
A aquella ora llego el duque Almeric, e Guy-
llemer de Escocia, e Gaufer de Yltramar,
Almerique de Narbona, e el muy buen don
Aymes, e decieron en pie e echaronsse en
inojos ante el enperador, e pediéronle mer-
cet e dixieron; «Señor, derecho enperador,
l'azet agora asi como vos consejaremos; fa-
zetla echar de la tierra, ca ella es preñada
de uos, e cerca de su termino. Ca ssi la cria-
tura peresciese, todo el oro del mundo non
nos guardarla que non dixiesen que nos die-
ramos falso juyzio». «Qertas, dixo el enpe-
rador, non sse que y faga; mas fazet venir
el enano, e fablare con el ante vos, e sabere-
des la cosa como fue dicha e fecha».
YIÍ
Entonce fueron por el enano, e traxieron-
lo vna cuerdí. a la garganta e las manos ata-
das, e los traidores sse llegaron a el a la ore-
ja, alia do fueron por el, e consejáronle que
todavía feziese la rreina quemar, e que
ellos lo guardarían, e lo farian rrico de oro
e de plata. E el enano les otorgo que faria
506
LIBROS DE caballerías
toda su voluntad; e quando llego antel rey,
fue muy hardido e muy esforzado. «Enano,
dixo el rrey, guárdate que me non niegues
nada; dime como te osaste echar con la rrey-
na». «Señor, dixo el enano, por el cuerpo de
{Fol. 127 r.) Sant Denis, yo non vos mentirla
por cuydar de ser por ende desnenbrado; ella
me fizo venir anoche, e entrar en la cámara,
e yazer y, e tanto que uos fuestes a la egle-
sia, mandóme venir para ssy, e certas pe-
sóme ende, mas non ose al fazer» . «Oid que
marauilla» , dixo el enperador; e de pesar non
lo pudo mas oyr, e mando dar con el en el
fuego, que la carne fuese quemada e la alma
leuasen los diablos. «Amigos, dixo el rrey a
don Aymes e a los otros omes buenos que
por ella rrogaran, fazer quiero lo que me rro-
gastes; yd desatar la rreyna, e vestidla de
ssus rricos paños, ca non querría que fuese
vergoñosamente». Quando esto oyeron, to-
dos ouieron grant plazer et gradcQierongelo
mucho.
A'III
<-Dueña, dixo el rrey, para aijuel Señor
que en ssy es Trinidat, ¿por que me auedes
escarnido? Ssy avn ouiesedes muerto mi pa-
dre e todo mi linage, non vos faria mal, tal
voluntad me veno, mas agora luego vos salid
de mi tierra. Ca si de mañana vos aqui
fallo, para aquella xristiandat que tengo, yo
vos fare destruyr, que vos non guardaran
ende quantos en el mundo biuen.» «Señor,
dixo la rreyna. por Dios merr-et, e ¿do yra
esta catiua, quando se de uos partier, que yo
non se camino nin ssendero? E ¿que seria de
mi cuerpo catino e de la criatura que trayo
en mi?» «Dueña, dijo el rrey, yo non se que
sera; mas salir vos conviene de toda mi
tierra, e Dios vos guiara e guardara, segunt
como vos merecistes. El enperador cato en
derredor de ssy, e vio vn cauallero en que
sse fiaua mucho, que llamauan Auberi de
Mondisder, que era muy buen cauallero de
armas e muy leal, e de muy buenas mane-
ras. <; Auberi, dixo el rrey, llegat vos acá,
ca yr vos conviene con esta dueña. E guar-
datla fasta fuera de la grant floresta, e desque
salier della. cogersse lia por el grant cami-
no, e yrse ha derechamente al Apostoligo e
manefestarle ha sus pecados, e fara dellos
penitencia; mucho fue f;iega e astrosa, quan-
do echo al enano consigo» . f<^Señor, dixo
Auberi. yo fare vuestro mandado» . Entonr-e
pusieron la rreyna sobre vna muía mucho
andador, ensellada e enfrenada de muy rrico
guarnimento^ e Auberi de Mondisder caualgo
en su cauallo, e leuo consigo vn galgo gran-
de e muy bien fecho que criara de pequeño,
e que amaua mucho {Fol. 128 r.), e nunca
del lo podian partir; e non seria tan grande
la priesa, quando caualgaua o andana a mon-
te, que lo sieupre non aguardase. Entonce
fue Auberi a la dueña, e dixole: «Señora,
andat, pues que lo el rrey manda, e guyar-
vos he» ; e ella dixo, llorando mucho de los
ojos e del corasr-on: «A fazer me lo convie-
ne, queriendo o non» . E el rrey, quando la
vio yr, comenro a llorar de piadat; mas ella,
quando le paro mientes, a pocas non cayo de
la muía en tierra.
IX
Asy se yua la rreina e Auberi con ella,
que non leuaua synon su espada cinta, e su
galgo, e andaron bien quatro leguas. Entonce
fallaron vna muy fermosa fuente en vn muy
buen prado entre vnos aruoles, e muchas
yernas a derredor, asi que el logar era muy
sabroso. E Auberi decio alli la dueña, por
folgar e por beuer del agua, e el que la vio
llorar mucho, dixole: «Dueña, por Dios, con-
fortadnos, ca nuestro Señor vos puede bien
ayudar. E quien en el ha fianca, su vida sera
saluá». «Ay coitada, dixo ella, e ¿que sera
agora de mi, quando uos de mi partierdes, o
para do yre? Ca yo non se para do vaya». E
asi seyan fablando, ante la fuente, e Auberi
de Mondisder auia della grant duelo e grant
piadat; mas agora vos dexaremos de fablar
de la dueña e de Auberi de Mondisder, e
tornarnos he a fablar del Enperador Carlos.
X
Grant pesar ouo el de su muger que fizo
echar de la tierra, e otrosi fezieron por ella
muy gran duelo en la c;iudad; mas, por sse
confortar, mando poner la mesa encima del
canpo, por comer con ssus caualleros e con
ssu conpaña: e desque el rrey se asento a
comer, Macaire el traidor, de linage de los
traidores, que esto estaua aguardando, quan-
do aquello vio, defurtose e salió del palaciO;,
e fuese a su posada, e armóse, e mando en-
sellar su cauallo, e caualgo muy tosté, e fue
ssu carrera en pos la Enperatris, e juro que
si le Auberi de Mondisder ge la quesiese
toller, que le cortaria la cabeca, e que faria
[Fol. 128 V.) della su voluntad. Assi se fue
el traidor a furto, como ladrón, quanto mas
podia yr, e desque ando quanta piega, vio yr
ante ssy la rreyna e Auberi, que caualgauan
ya e yuan su carrera; e tanto que los vio,
luego los conoscio, e desque los fue alcancan-
do, dioles bozes e dixo: «Estad quedos» . E
CÁELOS MAYNES
507
Auberi, quando aquello vio, cuydo que ve-
nya con algunt mandado del Enperador, e
paróse so rna árbol, por oyr lo que quería
dezir; e Macaire el traydor pensó que mete-
ría espanto a Auberi, e que le auería de
dexar la dueña, e díxole tanto que a el llego:
«Auberi, para aquel Dios que priso muer-
te en cruz, ssy me esta dueña non dexas, e
te non vas tu carrera, que tu prenderas aqui
muerte a mis manos, ca toda esta lanca me-
teré por ty: mas dexamela, e barataras bien,
e yo fare della mi plazer» . Quando esto oyó
Auberi, toda la sangre se le boluio en el
cuerpo, e dixo: «Nuestro Señor guarde ende
la rreyna por la su grant piadat, e la ponga
en saluo. Macaire, dixo el, ssy Dios vos
vala, ¿que es lo que dezides o pensados? ¿Fa-
riades vos onta al rrey de su muger, avn-
que pudiesedes?» E el respondió: «Luego lo
veredes, e por ende vos digo que me dexedes
la rreyna, ca mas non la leuaredes, e yo fare
della lo que me quesier; e si la dexar non
queredes, vos lo conpraredes bien» . «Aube-
ri, dixo la rreyna, por Dios aved de mi pia-
dat e defendetme deste traidor, e por buena
fe ante lo yo querría ver rrastrar a cola de
cauallo, que mi Señor el rrey nunca por el
prender vergüeña» . Quando esto oyó Macai-
re, a pocas non ensande5Ío, e firio el caua-
llo de las espuelas, e blandió la lan^a que
tenia del fierro muy agudo, e dexose ir a
Auberi, por lo ferir con ella. Quando lo Au-
beri vio venir en tal guisa, ssaco la espada
de la bayna, e desuiose, e diole tal espadada
en la lanca, que le fizo della dos partes. E
Macaire dexo caer lo que le finco de la lanca
en tierra, e saco la espada de la bayna; el
estaua bien armado, mas Auberi non auia
ninguna armadura; pero por esto non se
dexo de defender quanto pudo. E Macaire le
dio vn golpe tal en la espalda seniestra, que
ge la derribo, e el golpe de^io al braco, e
cortóle los neruios e las venas. E quando se
Auberi sentio tan mal ferido, dixo a Dios:
«Señor, aued merced de mi; Ssanta Maria
Señora, acerredme que non pierda mi alma,
e saluat a esta dueña que (FoJ. 129 r.) non
sea escarnida nin el rrey desonrrado».
XI
Mucho fue coitado con grant pesar Auberi,
quando sse sentio llagado, ca la sangre se le
yua tan fieramente, que todo ende era san-
griento e goleaua en tierra. Quando aquello
vio la rreyna, dio vn grito con pauor, e
dixo: «Ssancta Maria, Señora, acerredme»;
e dio de las correas a la muía e metióse por
el monte, e comen90 de fuyr quanto la muía
pedia andar. Entre tanto acá los caualleros
conbatiansse a las espadas, ca Auberi non se
quiso dexar ven9er al otro fasta la muerte;
ante sse defendió tanto que bien aueria la
dueña andadas quatro millas, al andar que
yua. Tanto se conbatieron anbos los caualle-
ros, que Macaire le dio vn golpe desgremir
por la anca que ge la corto toda con la pierna.
Quando Auberi se ssentio tan mal llagado,
dio vn baladro de muy grant dolor; quando
lo el su galgo oyó, erguyo la cabera, e fue
en grant coita quando vio a su señor tan
mal trecho, e de que se le yua la sangre tan
fieramente, e dexose yr muy ssañudo a Ma-
caire, e láncese a el, e trauole en el vientre
de la pierna con los dientes que auia mucho
agudos, que le non valió y la brafonera que
le non pusiese bien los dientes por la pierna,
que la sangre cayo ende en la yerna, e de
como era grande e nenbrudo, a pocas ouiera
de dar con el en tierra. E Macaire cuy dolé
dar con la espada; mas el can, con miedo
[del], abrió la (') boca e comencé de fuyr, e
Macaire en pos el, e el galgo, con coita, me-
tiese en el monte. Grant pesar ouo el traidor
porque non matara el galgo; e Macaire torno
a ferir a Auberi de tal golpe de la espada,
por cima de la cabcQa, que lo llago a muerte
e dexolo caer en tierra; ¡Dios aya mer^et de
su alma! e alli do yazia dixo a Macaire,
asi como pudo: «Ay traidor, maldita sea tu
alma, ca a grant tuerto me as muerto. Dios
prenda ende venganga» . E dixo mas: «Ay
señor Dios, padre poderoso, pidones por
mer^et que ayades piadat de mi alma»; e
luego se partió el alma del; e el traidor de
Macaire fuele al cauallo e matólo, e eso mes-
mo feziera al galgo ssy pudiera, mas fuyole
al monte, por tanto le escapo. Desque Ma-
caire ouo fecho todo esto, non quiso mas
tardar e fue buscar la rreyna, e pensó que
faria en ella toda su voluntad, e después que
le cortarla la cabeca con su espada; mas Dios
non tono por bien que la el fallase, ca mucho
se alongara de alli en quanto sse conbatieran;
mucho la busco el traidor de vna parte e de
otra; mas quando vio que la non pedia fallar
(Fol. 129 V.), tal pesar ende ouo, que a pocas
non rrauiaua. E desque vio que non pedia
della saber parte, puño de se tornar a la
giudat e llego y grant noche andada, e fuese
a su posada e fizóse desarmar, mas nunca
descobrio a ninguno cosa de lo que feziera.
Mas Auberi, que yazia muerto cabo de la
fuente, oyd del su can lo que fizo. Quando
vio su señor muerto, comengo de ladrar e de
aullar, e de fazer la mayor coita por el que
O El códice: adeb.
508
LIBROS DE caballerías
minea fizo can por señor; e comen^io a cauar
con las vfias, e a fazer cueua en que lo me-
tiese: e lamíale las llagas muy piadosamente.
En tal manera fazia, que non lia en el mundo
ome que lo viese a que se ende grant duelo
e grant piadat non tomase. Asi lo guardaua
lodo el dia de las aues, e toda la noche de las
bestias del monte, donde auia y muchas, que
ge lo non comiesen nin tañiesen; asi guardo
el can su señor toda la noche, que nunca
hestia se llego a el, nin aue; e quando veno
la mañana, ouo muy gran fanbre, mas por
amor de su señor non quiso yr buscar cosa
que comiese. Agora vos dexare de fablar de
Aiiberi e de su buen galgo, e tornarvos he a
fablar de la rreyna.
XII
Toda la noche caualgo la mesquina por la
floresta, que nunca quedo de andar, e tan
grant pauor auia de Macaire, que nunca le
veno sueño al ojo; e yua dando a la muía
quanto podia, ca sienpre cuydaua del traidor
que forria en pos ella. Aquesto era en el
tienjw de pascua de Rresurerion, e quando
veno la mañana, salió fuera del monte, e
desque se vio en el llano, comenco a llorar
mucho de los ojos e del coracon, e dixo con
muy grant coita: «Ay Dios, señor, e ¿para do
y re?» En esto que se ella estaua asi coitando,
cato e vio venir vn grant villano fiero contra
ssy por vn camino, <jue yua por y en su saya
corta e mal fecha de vn burel, e la cabei/a
por lanar, e los cabellos enrricados, e el vn
ojo auia mas verde que vn aztor pollo, e el
otro mas negro que la pez; las sobre(,'ejas
auia muy luengas; de los dientes non es de
fablar, ca non eran sinon como de puerco
montes; los braq-os e las piernas auia muy
luengas, e vn pie leuaua calcado e otro des-
calco, por yr mas ligero, e ssy le diesen a
comer quanto el quesiese, non aueria mas
fuerte orne en toda la tierra, ni mas arrezia-
do; e ante ssi traya vn asno cargado do leña,
e el leuaua su aguyjon en la mano í Folio
ISO r.J con que lo tañia; e quando cato e
vio la rreyna, comenco de menear la cabeca,
e dio tan grant boz que toda la floresta ende
rretemio, e dixo: «Venid adelante, ¡Dios!
¡que buen encontrado falle para mi cuerpo
ssolazar!» (^)uando esto 03-0 la rreyna, toda la
color perdió; pero esforcose e llamólo, e di-
xole muy omildosamente: «Buen amigo, Dios
vos ssalue, ¿ooderme ya en vos fiar? Ora me
dezit, amigo, ¿a que parte ydes?» «Dueña,
dixo el ¿Q vos que auedes y de adobar? Mas
¿quales diablos vos fezieron leuantar tan de
mañana? Bien semejados muger de dinero o
de meaja, quando asi ydes ssola sin ome del
mundo pequeño nin grande; e f-ertas, seme-
jame grant daño, ca de mas fermosa dueña
que nos non oy fablar, nin avn de la rreyna
Seuilla, que era tan fermosa dueña, que el
rrey fizo quemar anoche en el llano de
Ssomon mártir; mucho fizo y mal fecho. Dios
lo maldiga, ca mayor follonia non poderla
fazer» . (,^»uando le esto oyó la rreyna, comen-
i;o a llorar muy fieramente. «Dueña, dixo el
villano, par el cuerpo de Dios, mucho fue y
villano el rrey Carlos que tan buena rreyna
quemo, e tan sabidor que fasta §ima de
Oriente non auia otra tal a mi cuydar; e sy
vos troxiesedes convusco cauallerose conpa-
ña, e non andasedes asi llorosa e mal trecha,
vos la semejariades muy bien, por buena fe».
«Amigo, dixo la rreyna, desto non dubdedes,
ca yo sso esa de que uos fablades; e verdat
f>ie eso de que uos dezides: ca el rrey mando
fazer grant fuego, en que me quemasen, e
leuantome tal blasmo de que yo non auia cul-
pa, e quemada me ouiera, por el consejo de
Macaire, que Dios destruya, e de otros; mas
Dios me guardo ende por la su santa piadat,
que sabia que non auia y culpa, e púsole en
voluntad que lo non feziese, e mando que me
saliese de ssu tierra por tal condición que ssy
me después y nunca fallase, que me feziese
matar, que al y non ouiese; desi fizóme guar-
dar por la floresta a vn su cauallero bueno,
e que me guiase, que auia nonbre Auberi
de Moiidisder, e que el amaua mucho. E Ma-
caire el traidor veno en pos nos, armado de
todas armas, en ssu cauallo, e quesierame
escarnir, mas Auberi puño de me defender,
mas a la (.-ima matólo Macaire. E quando yo
vi quel pleito yua assy, metyme por este
monte, e comente de fuyr quanto pude; e
non sse para do vaya, e sso muy coitada, ca
ando preñada; e por Dios, ome bueno, con-
sejadme oy, si uos plaz (Fol. 130 v.) e
tomad estos mis paños e mi muía, e fazet
dello vuestra pro» . Quando esto oyó el villa-
no, ali.-o la cabeca e feria los dientes vnos
con otros, e comenco de ferir de vn puño en
otro, e después dio de las manos en su caber-a
e tiro sus cabellos, e dixo: «Dueña, non
temados; ca para aquel Dios que nació en
Betlem de la virgen Santa Maria, por su
plazer, que ya non yredes sin mi vna legua
de tierra que yo non vaya con vusco a toda
vuestra voluntad; e de aqui vos juro que non
vaya en pos este asno, nin torne veer a mi
muger nin a mis fijos: e leuar vos e dere-
cliamente a la rrica ciudat de Costantinopla
al enperador Rrichart, vuestro padre, que
quando sopier las nueuas de vos e de vues-
tro mal, sse que enbiara en Francia ssus
CARLOS MAYNES
509
gentes e su hueste; e si Carlos non quesier
fazer su voluntad de uos rres<,'ebir por muger
asi como ante erades, sse que sera grant des-
troimionto en Franria» . «Ay Dios, dixo la
rreyna, que formaste a Adán é Eua, onde
todos (lecendemos: Sseñor, acórreme e écha-
me desta tormenta e lieuame a logar do ssea
eu saluo».
XIIT
Assy dixo la rreyna, como vos oydes, e el
villano le dixo: «Dueña, non vos desmayedes;
yo he mi mujer e mis fijos en vna (-iudat,
donde so natural, e guarecía por esto que vos
vedes, e desto gouernaua mi conpaña; mas
por vos quiero desamparar la muger e los
fijos, por yr con vasco e vos seruir, e a uos
eonverna de yr por estrañas tierras fasta que
seades libre de la criaturí^que en vos traedes,
e darlo hemos y a criar, e quando fuer gran-
de, yrsse ha a Costantinopla, e.nos yrnos
hemos luego al enperador, vuestro padre, a
Grecia, donde es señor; e quando sopier
vuestra fazienda, se que auera ende muy
grant pesar; e desque el niño fuer de hedat,
ssy fuere de buen corascon, darle ha su
p)oder, e por auentura avn sera rey de Fran-
Qia, sy a Dios plaz» . E la rreyna dixo que
Dios le diese ende buen grado de lo que le
prometía. «Agora me dezit, amigo, dixo ella,
¿como auedes vos nonbre?». E el respondió:
<A mi dizen Barroquer» . «r'ertas, dixo la
rreyna, el nonbre es muy estraño; mas vos
me ssemejades ome bueno^, e asi lo seredes,
si Dios quesier que me vos tengades fe e
lealtad; e como yo cuydo, en buena ora vos
tuestes nado, ca yo vos fare mu}' rrico e muy
bien andante». «Dueña, dixo Barroquer,
grandes mercedes.» «Agora me dezit, ami-
go, dixo ella, ¿sabedes arerca de aqui vi-
lla o castiello do pudiésemos fallar que
(Fol. 131 r.) comiésemos'? ca yo lie muy
grant fanbre, que ya dos dias ha que non
comy; e daredes este mi manto por dineros,
e venderedes la muía que ayamos que des-
pender por do fuermos, ssy lo asi touierdes
por bien». «Dueña, dixo Barroquer, aqui
ante nos ay vn hurguete vinj bueno, que
llaman Leyn; vayamos alia derechamente e
y comeredes que uos ahonde» . «Buena ven-
tura nos de Dios» , dixo la rreyna. Asy se fue
la rreyna, e Barroquer con ella; e la bestia
de Barroquer sse torno para la posada, asi
como yua cargada de leña; mas quando la su
mugier vio, fue mucho espantada, ca ouo
pauor que alguno matara a Barroquer, su
marido, en el monte, o que lo prendiera el
que guardaua el monte, e comem.-tj a dar
grandes baladres con su fijo, e a llorar mu-
cho; mas la rreyna o Barroquer llegaron a
Ltn'n después del medio dia, e entrando en
la villa, fallaron muchos burgueses que pre-
guntaron a Barroquer donde andauan; mas
el abaxaua la cabe<;a e pasaua por ellos, e la
dueña en pos el; e tales y auia que le dezian:
«Avillano, non lo niegues, ¿donde fallaste tan
fermosa dueña o do la tomaste?» E la dueña
les dezia: «Señores, por Dios, non digades
villanía, ca el es mi marido e vome con el».
«Por buena fe, dezian ellos, asi fezo grant
diablura quien a tal villano dio tan fermosa
muger». Mas Barroquer non dezia nada, sy-
non baxaua la cabera et dexaua a cada vno
dezir su villanía; e fneronse a vna posada do
cabo de la calcada, e Barroquer rogo mucho
vn burgués que y fallo que los albergase
aquella noche, e fiíria grant cortesía; e el
hurgues respondió e dixo a la dueña : «Amiga,
yo non se quien vos sodes ni de qual linage;
mas he de uos grant piadat en mi corascon,
e por ende aueredes la posada a vuestra vo-
luntad, que vos non costara vna meaja».
Quando Barroquer esto oyó, graderiogelo
mucho e entom.'e defendieron, e el huésped,
que era sabidor e cortes, guysoles muy bien
de comer; e desque comieron quanto quesie-
ron, el huésped, que era ome bueno e de
buena parte, llamo a Barroquer e preguntóle
en poridat e dixole: «Amigo, por la fe que
deues a Dios, ¿es esta dueña tu muger?»
«Sseñor, dixo Ba.-roquer, yo no vos negare
la verdat, para aquel Dios que el mundo fizo,
porque os tengo por ome bueno e leal. Ella
non es mi muger, bien vos lo juro; ante es
vna dueña do luenga tierra, e yo sso su ome
quito. E ymos nos a Rroma; mas ymos muy
pobres de despensa». «Amigo, dixo el hués-
ped, non vos desmayedes, ca Dios vos dará
consejo». E (Fol. 131 c.) fezieron echar la
dueña en vna cama en vn lecho muj^ bueno,
do dormio aquella noche muy bien fasta en
la mañana. EntonQC llamo Barroquer a la
puerta e despertóla.
Desque la rreyna despertó e sse bestio e
aparejo e abrió la puerta, llamo a Barro-
quer, e dixole; «Yo he grant pauor del
rrey, e ssy el sopier que yo aqui sso, fazer-
me ha matar por su bravura». «Dueña,
dixo Barroq ler, non temades, ca si Carlos
agora aqui llegase, ante me yo dexaria ma-
tar que uos dexar mal traer, avnque cuj'dase
\ ser todo desfecho; mas aued en Dios buena
esperanca, ca de mañana moueremos de aqui
ssyn mas tardar». «Barroquer, dixo la dueña,
510
LIBROS DE caballerías
agora me enteadet; yo sso preñada para 9edo,
como YO cuydo, e por Dios, fazet en manera
que nos vamos e dat esta mi muía con su
guarnimento por dineros, que desijendamos
por las tierras por do fuermos, e conpradme
vn palafrén rrefez en que yo vaya». «Seño-
ra, dixo Barroquer, como uos mandardes» ;
e vendió luego la muía con aquella rrica
silla que traya, e dieron el manto de la
rreyna por vn palafrén, en que ella fuese; e
conprole vn tabardo, e espedieronsse del
huésped, que los comendo a Dios e caualgo
con ellos vna piega; desi espediose dellos.
Ora los guye Nuestro Señor.
XV
Agora se va Barroquer e la rreyna con el,
que Dios guarde de mal; mas de las jornadas
que fezieron yo non vos las sse contar, mas
pasaron por Yere e desi por la Abadia, e
fueronsse albergar al castiello de Terrui, e
otro dia grant mañana caualgaron e fueron-
sse a la noble 9iudat de Renis; desi pasaron
Canpana, e pasaron a Musa en vna barca,
después en Ardaña, e a ora de cunpletas lle-
garon a Bullón, e pasaron la puente e fue-
ronse albergar a la abadia de Sant Romacle;
otro dia grant mañana salieronsse dende, e
tomaron su camino e pasaron el monte e la
tierra gasea, e fueron maner a Ays de la
Capilla, e de alli se fueron a la buena r-iu-
dat de Coloña, e estudieron y tres dias; desy
pasaron el rrio que llaman Rrin en vna ga-
lea, e preguntaron por el camino de Vngria,
e enseñarongelo e fueronse por el. Agora
vos dexaremos de tablar de la rreyna e de
Barroquer, e fablar vos hemos de Carlos,
que ñncara en Paris triste e coitado, el e
toda su conpaña, por rrazon de la rreyna.
(Fol. 132 r.) XYI
El rrey que era en Paris e muy grant
conpaña de altos omes con el, cato vn
dia por el palar-io, e non vio a Auberi de
Mondisder, e dixo: «Por Dios, ¿que se fizo
de Auberi, que non veno? De grado lo que-
rria veer, por saber nueuas de la rreyna
o para do fue. Ella mere^.-io de yr en tal
proueza ; mas quesiera auer perdida esta
ciudat para sienpre, que ella ouiese errado
tan mal contra nos; mas a ssofrir nos con-
viene, pues que asi aueno; mas llamad a
Auberi e sabere la verdat de la rreyna que
fizo». Quando Macaire esto entendió, toda la
ssangre se le boluio en el cuerpo, e después
veno antel rrey, e dixole: «Señor, a mi di-
xieron que Auberi erro mal contra uos, ca
sse salió con la rreyna j^or fazer della su vo-
luntad; assy la leuaua como vna soldadera» .
Quando el enperador esto ovo, ouo ende
grant pesar: «Macaire, dixo el enperador,
dizesme tu ende verdat, que Auberi me des-
onrro assy?» «Señor, dixo el, jamas nunca lo
veredes en toda vuestra vida, par mi fe; e,
señor, sabed que el non ha talante de tornar
nunca a Paris» .
XYII
Desto que dixo Macaire al enperador ouo
el tan grant pesar, que juro para Dios, que
le feziera a su imagen, que ssy Auberi
cogiese en la mano que lo faria morir de
muerte desourrada, ca bien entendía que le
feziera Auberi muy grant onta, segunt
como dezia Macaire el follón; mas el otro
yazia muerto cabo de la fuente, que este
traidor matara que lo mezclaua, e el su galgo
antel, que lo aguardaua de las aues e de las
bestias que lo non comiesen; mas comia el
cauallo que yazia y muerto. Quatro dias e
quatro noches guardo el can su señor, que
non comió ni beuio, e era ya tan lasso que
marauilla; e leuantose a grant pena de cabo
su señor, e arranco de la yerua con sus ma-
nos e con los dientes, e cobriolo con ella, e
tanto lo coito la fanbre, que se fue contra
Paris por el camino derechamente, e llego
y a ora de medio dia, o fuese al palaylo de-
rechamente. E aueno asi quel rrey sseya
yantando, e muchos omes buenos con el, e
Macaire aeostarase cerca del rrey, e decíale
que muy mal le auia errado Auberi, que se
fuera con la rreyna por estrañas tierras.
«Macaire, dixO el rrey ( B'ol. 132 v.)^ mucho
he dello grant pesar, mas para aquel Señor
que priso muerte en cruz, yo fare buscar por
cada lugar do supiere que se fueron, e si a
Dios plugier que lo fallen, e lo traen a mi
poder, todo el oro del mundo non lo guarirá
que non ssea arrastrado o quemado, que lo
non dexaria por cosa del mundo» . A aquella
ora entro el galgo en el palacio, e las gentes
lo comentaron a catar; mas el galgo, tanto
que vio a Macaire, dexose correr a el, e tra-
uole por detras en la espalda seniestra e
puso bien los dientes por el, e rro5''olo muy
mal; e Macaire dio muy grant l»aladro quan-
do sse sentio llagado, e el enperador e los
caualleros fueron desto muy marauillados,
e erguyéronse algunos e dixieron: «Matad
aquel can» ; e comenr-aron de le lanzar palos
e de lo ferir muy mal; e el dexo a Macaire e
comenyo a fuyr quanto pudo por el palacio,
CARLOS MAYNES
511
e al salir echo la boca on vn pan de la mesa
e fuese con el contra la floresta por do venie-
ra, a aquella parte do su señor dexara yazer
muerto, con su pan en la boca, e echóse cabo
el, e comento a comer su jian, que se le fizo
muy poco, ca mucho auia grant tanbro. ^las
mal eoitado ñnco Macaire de la mordedura
del can, ca mocho lo rroyo mal; e el enpera-
dor, (^ue fue ende marauillado, dixo contra
los caualleros: «Amigos, ¿vistes nunca tal ma-
rauilla? Este era el buen galgo que Auberi
de aquí leuo consigo; yo non sse donde se
veno, nin a qual logar se va; mas del querría
yo saber do es». «Non vos coitedes, señor,
dixo el duque don Aymes, ca non tardara
mucho que lo non sepamos por este can
mesmo, que sse non puede encobrir; mas
curen entretanto de Macaire, ca mal lo rroyo
aquel can-» .
xYin
Agora oyd del galgo que yazia cabo su
señor, lo que fizo otro dia de mañana: Quan-
do lo coito la fanbre, erguyóse e fuese con-
tra Paris; e desque paso la puente e entro
por la villa, los burgueses lo comentaron a
catar, que lo conoscian, e dixieron: «Por
Dios, ¿donde viene este can, ca este es el
galgo de Auberi?» E quisiéronlo tomar, mas
non pedieron, ca el galgo comenco de correr,
e fuese contra el palacio, e desque entro
dentro, vio ser el rrey e Macaire fablar en
poridat; mas quando Macaire vio el galgo,
ouo del muy grant miedo, e leuantose e co-
menco (Fol. 133 r.) de fiíyr. Quando quatro
de sus parientes, que y estañan, vieron esto,
dexarouse yr al can con palos e con piedras;
mas don Aymes que esto vio, dioles bozes,
e dixoles: «Dexaldo, dexaldo; yo vos digo de
parte del rrey que le non fagades mal» . Quan-
do ellos esto oyeron , fueron muy ssañudos e
dixieron: «Señor, dexadnos; este can que
veedes llago a j\Iacaire muy mal en la espal-
da». «Amigos, dixo el Duque, non lo culpe-
des; bien sabe el can donde viene este des-
amor, o de viejo o de nueuo» . E el conde don
Aymes de Bayuera, que era muy preciado,
o mucho entendido, tomo el galgo por el
cuello, e diolo a Groufredo, que era padre
d' Ougel, que lo guardase, e el can estouo
con el de buena mente. Quando Macaire esto
vio, ouo muy grant pesar, e y estañan con
el estonce sus parientes, que Dios maldiga:
Malyngres, e Trui, e Baton, e Berenguer, e
Focaire, e Aloris, e Bear i, e Brecher, e Gri-
fes de Altafoila, e Alait de Monpanter, que
quesieran matar el can de grado. Quando el
buen duque don Aymes esto vio, comenco a
dar baladres e metió bozes a Brechart de
Normandia, e a Jufre, e a Ougel, e a Terri
Lardenois, e a Berare de Mondisder, e al
viejo Simón de Pulla, e a Galfer Despolica.
cBarones, dixo el Duque, ruegovos por Dios
que nos ayudedes a guardar este galgo» ; e
ellos respondieron que de todo en todo lo
forian. Enton(;e trauaron del can e leñáronlo
antel enperador, e fincaron los inojos antel,
e el duque don Aymes lo tenia por el cuello,
e fablo primero, e dixo: «Señor enijerador,
mucho me marauillo de las grandes bonda-
des que en vos soliades auer; vos me soliades
amar e llamar a vuestros grandes consejos e
a los grandes pleitos, e en las vuestras gue-
rras yo solia ser el primero. Agora veo que
me non amades nin preoiades; yo non vos
lo quiero mas encobrir; mas guardatvos de
traidores, que muy menester es». «Don Ay-
mes, dixo el enperador, yo non me puedo
ende guardar, si me Dios non guarda, que
ha ende el poder». «Yo le pido por mer9et,
dixo don Aymes, que nos guarde de todo
mal; mas, señor, agora me entendet, sy vos
plaze, por el amor de Dios: aquí non ha ca-
uallero, nin escudero, nin clérigo, nin ser-
uiente a quien este galgo mal quiera fazer,
synon a Macaire, este vuestro priuado; e
sse que Auberi su señor, a quien nos man-
dastes guardar la rreyna quando fue echada
de vuestra tierra, que este can fue con el,
que tanto mas ha de vn año, e sienpre andana
con el que lo non podian del quitar; e se-
ñor, por vuestra mercet (Fol. 133 v.j, fazet
agora vna cosa: que caualguedes en vn buen
cauallo. e saldremos con vusco fasta cient
caualleros, e iremos en pos el galgo, e vere-
mos do nos leñara; e, asy me ayude Dios,
que todo el mundo tiene en poder, como yo
cuydo que Macaire ha muerto a Auberi de
Mondisder, el vuestro leal cauallero, tan
preciado e tan bueno» . Quando esto oyó Ma-
caire, fue muy sañudo.
XIX
Mucho peso a Macayre quando esto ouo
dicho el duque don Aymes, e dixole: «Mejor
lo diriades, señor, si vos qaesiedes; e sy vos
non fuesedes ede tan grant linage como sodes,
yo daria luego agora mis galas contra vos que
nunca fiz esto (pie me vos aponedes nin sol
non me veno a corascon». Don Aymes dexo
entonce el galgo, e el can se fue luego para
el rrey, e asentóse antel, e comento de au-
llar e de se coitar, asi que bien entendían
que se querellaua, e trauo con los dientes
en el manto del rrey que tenia cobierto, e
512
LIBROS DE caballerías
tirana por el e fazia senblante que lo quería
leuar contra la floresta a aquella parte do
ssu señor yazia muerto. Quando el rrey esto
vio, tomóse a llorar de piadat, e demando
luego su cauallo e troxierongelo, e el enpe-
rador caualgo que non tardo mas, e el duque
don Aymes con el. e Dugel el senescal, e
muchos omes buenos; mas Macayre el trai-
dor non quiso yr alia, ante finco en la ciu-
dad sañudo e con grant pesar, amenazando
mucho al duque don Aymes el e todo su li-
nage: mas el duque non daria por ende dos
nupzes.
XX
En tal guisa se fue el enperador e sus
omes buenos con el, e caualgaron fasta en la
floresta, e el galgo yua delante, que fazia
muy fiero senblante de los guyar, e de los
leuar a la floresta, que nunca se detono, e
fuese por el camino que sabia que yua dere-
cho a la fuente do su señor yazia muerto.
E todos iban en pos el, e desque llego a
su señor, descobriolo de la yerna que sobre
el echara. Quando esto vio el enperador e los
que con el andauan, fueron esmarridos, e el
decio primero, e quando conoscio que aquel
era Auberi de Mondisder, comenco a llorar
e a fazer el maj'or duelo del mundo: «Ami-
gos, dixo el enperador, esto non puede ser
negado; vedes aqui Auberi do yaz muerto a
que yo mande que guardase la rreyna e la
guiase. Yo non sse della do se fue (Fo-
lio 134 r.). mas dixieronme que Macaire
fuera en pos ellos solo, sin conpafla, muy
ascusamente. E yo cuy do que este lo ha
muerto, mas, para aquel Señor que todo el
mundo fizo, que esta traioion non sera tan
encubierta que la 3^0 non faga descobrir; e
si sse Macayre ende non se puede sainar,
non escapara que por ende non sea enforca-
do» . Entonre comenr-aron a fazer tan grant
duelo por Auberi, que marauilla [era], ea
mucho lo preciauan todos de sseso o de leal-
tad, e de cortesia.
XXI
E desque fezieron i)or el muj'' grant duelo
quanta pier-a, fezieron fazor vnas andas que
ocharon a dos cauallos, e pusieron y Auberi,
e leñáronlo a la f.iudat. E quando entraron
con el en la villa, veriades tan grant duelo
de dueñas e de burguesas, e de otras gen-
tes, que non ha en el mundo onie de tan
duro coras(.-on que por el non llorase. Asy lo
levaron a la eglesia de Santa Maria, e des-
(¡ue le dixieron la misa, e el cuerpo fue (mi-
terrado, el rrey tomo el galgo e leuolo con-
sigo e fizólo muy bien guardar , e mandóle
dar muy bien de comer; mas el can sien-
pre aullaua e fazia duelo. El rrey fizo pren-
der a Macaire entre tanto. E otro dia mando
llamar sus omes e fue con ellos oyr misa a
la eglesia de Santa Maria; e desque torno a
su palacio asentóse triste con muy grant pe-
sar, e dixo a sus priuados: «Varones, por
Dios vosrruego que me judguedes que deuo
fazer en pleito de Auberi de Mondisder, a
quien yo di la rreyna que era mi muger que
la guardase fasta que fuese en saino, e nin-
guno non sabe della n nenas do es yda. E
yo mande prender a ]\tacaire por pleito del
galgo que sse non dexo yr a otro en todo el
palacio, do tantos estañan, sy a el solo non.
E por ende me semeja que alguna culpa y
ha, que el can no quier a otro rroer, si aquel
non» . «Señor, dixo el duque don Aymes, yo
nos consejare lo que y fagades». «Par Dios,
dixo el enperador, mucho me plaz». En-
tongo sse erguyo el duque don Aymes, e
llamo los doze Pares sso vn árbol: Picharte _^
de Normandia, e .lufre, e Ougel, e Terrin ^
Lardenois, e Berart de Mondisder^, e Simón
el viejo de Pulla, e (jaufer Despolir-a, e Sa-
lamon de Bretaña, e muchos otros omes
buenos; e desque fueron a parte, Galalon de
Belcaire fablo primero, que era pariente de
Macaire, e auia grant sabor de lo ayudar.
«Señores, dixo el, mucho nos deue pesar que
el rrey quier fazer juzgar de crimen de
fFol. IS4 r.) muerte a Macaire, ca diz que
el mato a Auberi de Mondisder, mas, por
Dios, ¿como puede el esto saber? Mas bien
cuj^do que non ha en esta corte cauallero.
nin escudero, nin otro ome bueno, que
contra Macaire desto osase dar su gaje por
se conbatir con el. Ssy el can quiere rroer
a Macaire, non es marauilla, ca lo ferio el
muy mal, e por ende se querría el can ven-
gar; mas ssy me quesierdes creer, nos yre-
mos al rrey, e dezirle hemos que dexe a
Macaire estar en paz que fizo prender, e que —
le non faga mal nin onta, ca el es de alto
linago, e de muy buenos caualleros, e muy
fiero e mucho orgulloso, e si le tuerto feziese,
grant mal ende poderla venir; mas quítelo
de todo e finque en paz; este es el mejor
consejo quel ome i>oderia dar».
xxn
Quando los rricos omes oyeron asi fablar
a Cralalon, non osaron y al dezir, porque era
de muy alto linage, e muy poderoso; mas el
duque don Aymes sse erguyo entonce, e
CARLOS MAYNES
513
h
dio bozes, e dixo: «Varones, oydme lo que ¡
vos quiero dexir: Galalon sabera muy bien
vn buen consejo dar; mas pero otro consejo
auemos aqui menester de auer,de guisa que
non Gayamos en vergüeña del rrey: vos bien
sabedesque, quaudo el rrey echo su mugerde
su tierra, que la dio a Auberi de Mondisder
que la guardase, onde aquel que lo mato ha
fecha grant outa al rrey, e grant yerro. E
quando elmouio de aqui con la rrey na, leuo
consigo este galgo porque lo amaua mucho.
]\Iucho leal es el amor del can, esto oy prouar,
ninguno non puede falsar lo que ende dixo
^ Merlin; ante es grant verdat lo que ende pro-
fetizo. Onde aueno asy que (,'esar el enpera-
dor de Rroma lo tenia en presión; e este fue
aquel que fizo las carreras por el monte Pa-
nes. Yn dia fizo venir ante ssy a Merlin por
lo prouar de ssu seso, e dixole: «Merlin, yo
te mando, asy como amas tu cuerpo, que tu
trayas ante mi a mi corte tu joglar, e tu
sieruo, e tu amigo, e tu enemigo» . «Señor,
dixo Merlin, yo vos los traeré delante, sy
los yo puedo fallar» . «Señores, dixo el du-
que don Aymes, verdat fue quel enperador
tiro de presión a Merlin, e el fuese a su
casa, e tomo su muger, e su fijo, e su asno,
e su can, e troxolos a la corte ante el enpe-
rador, e dixole: Señor, vedes aqui lo queme
demandastes: catad, esta es mi muger, que
tanto es fermosa, e de que me viene mi ale-
gría, e mi solaz, e a quien digo todas mis
(Fol. 135 r.) poridades; mas pero si me viene
alguna enfermedat, ya por ella non seré con-
fortado; e si acaesciese asi que yo ouiese
muertos dos omes, porque deuiese ser en-
forcado, e ninguno non lo sóplese fuera
ella solamente, si con ella ouiesse alguna
saña, e la feríese mal, luego me descobreria:
e po.' esto digo que este es mi enemigo, ca tal
manera ha la muger; asi diz la otoridat.
Señor, vedes aqui mi fijo: este es toda mi
vida, e mi alegría e mi salut. Quando el
niño es pequeño, tanto lo ama el padre, e
tanto se paga de lo que diz, que non ha cosa
de que se tanto pague, ni de que tal alegria
aya, e por ende le faz quanto el quier; mas
después que es ya grande, non da por el
padre nada, e ante querría que fuese muerto
' que bino, en tal que le fincase todo su auer:
tal costunbre ha el niño. Señor, vedes aqui
mi asno, que es todo dessouado: c-ertas
aqueste es mi sieruo, ca tomo el palo e la
vara e dolé grandes feridas, e quanto mas
do, tanto es mas obediente: desi echo la car-
ga enoima del e licúala por ende mejor; tal
costunbre ha el asno: esta es la verdat. Se-
ñor, vedes aqui mi can, este es mi amigo
que non he otro que me tanto ame: ca ssy lo
LIBROS DE CABALLERÍAS. — 33
fiero mucho, avnque lo dexe por muerto,
tanto que lo llamo luego se viene para mi
muy ledo, e afalagame e esle ende bien; tal
manera es la del can. Ora sse verdadera-
mente, dixo (,!esar, que sabedes mucho, e
por ende quiero seades quito de la presión, e
que vayades a buena ventura, ca bien lo me-
res«;edes; e Merlin ge lo grade(;io mucho e fue
su via para su tierra.— Señores, dixo el duque
don Aymes, por esto podedes entender que
grant amor ha el can a su señor verdadera-
ment, e por ende deue ser Macaire rrebtado
de trayQion e enforcado si le prouado fuer» .
Asi fablo el duque don Aymes, como vos
conté. «Yarones, dixo el, ora oyd lo que
quiero dezir, porque de parte de Auberi non
ha ome de su linage nin estraño que con-
tra Macaire osase entrar en canpo, porque
veo que el su galgo asi muere por se lanzar
en el, yo diré a que lo dexasemos con el,
en tal manera que Macaire este a pie en vn
llano con el, e tenga vn escudo rredondo
en el brago, e en la mano vn palo de vn codo
de luengo, e conbatase con el lo mejor que
pudier: e si lo venciere, por ende veremos
que non ha y culpa, e sera quito; e si lo ven-
^ier el can, yo digo ciertament que el mato
a Auberi. Este es el mejor consejo que yo
y sse dar, que non se otro: porque se tanbien
pueda prouar. E si Macaire fuer venQido,
aya ende tal gualardon como mereció de tal
fecho, que lo faga el rrey justiciar como
deue» . Quando esto entendieron (Fol. 135 v.)
los rricos omes, erguyéronse, e llegáronse
a el, e gradeQierongelo, e dixieron que di-
xiera bien, e que Dios le diese buena
andanza por quanto dezia, e que asi fuese
como el deuisaua. Entonce se fueron todos
antel rrey, e don Aymes le contó todo quanto
dixiera de como se auian de conbatir el can
e Macaire en canpo, e el rrey lo otorgo de
grado. Desque este pleito fue deuisado, el
rrey fizo tirar de presión a Macaire, e traerlo
ante ssy, e deuisole el juyzio que dieran los
omes buenos de su corte con don Aymes.
Quando esto Macaire oyó, fue ende muy ledo,
e gradeciolo mucho al rrey, ca tono que por
alli seria libre; mas Dios, que es conplido de
verdat, que nunca mentio nin mentira, e
que da a cada vno como mereye, o muerte o
vida, non se le oluida cosa.
XXIII
Otro dia de mañana, tanto que se el sol
leuanto, leuantose Macaire, e fuese con pie^a
de caualleros o de conpaña para el rrey, e
tanto que lo el rrey vio, dixole: «Macaire,
vos bien sabedes que sienpre uos amo mucho,
514
LIBROS DE caballerías
por vos e por vuestro linage bueno, onde
venides. E dmeronme que juzgara mi corte
vn juyzio que yo non puedo esquinar: que
porque Auberi non ha cauallero, nin otro
orne que se con vusco osase conbatir en
canpo, que nos conviene conbatir con aquel
su galgo, por tal condÍ9Íon, que vos tenga-
des vn escudo rredondo e vn bastón de vn
cobdo, e si vos vencieredes el can, fincare-
des quito de aquella traición que vos aponen
de Auberi de ^londisder, que yo tanto ama-
na, e que de tan grant pesar he de su
muerte; mas si vos sodes vencido, sabet ver-
daderamente que yo fare de nos justir-ia qual
deue ser fecha de quien tal fecho faz».
«Señor, dize Macaire, Dios lo sabe que
Aulieri nunca me erro, nin me mato her-
mano, nin pariente, porque desamor con el
ouiese; e desta batalla vos do ende grandes
mercedes; mas de sse conbatir con vn can
vn cauallero muy valiente, non semeja gui-
sado; e agora me dezit por Dios^ señor: ¿non
semeja grant onta e gran villanía de sse
conbatir con vn can en canpo?» «Non, dixo
el enperador, pues que assy es juzgado de
los que han de judgar la corte e el rreyno;
mas yd vos guisar». Quando Macaire esto
entendió, todo el corar-on le tremió, e que-
siera ser de grado alien mar, ssi quier en el
rreyno de Ssuria: e tanto gana quien faz
follia contra Dios e contra derecho. Enton-
9e se partió de alli Macaire con su conpaña, e
fuese {Fol. 136 r.) armar, asi como ñie deui-
sado, de vn bastón de vn cobdo, e de vn
escudo rredondo muy fuerte e muy bien
fecho: sus parientes le dixieron que se
non espantase de cosa, nin dubdase al can
quanto vna paja; «ssy se dexare correr a
nos, datle tal ferida en la oreja que dedes
con el muerto en tierra, e si nos por auen-
tura troxier mal, luego vos acorrerán de la
parte de Galaron, vuestro tio». «Bien dezi-
des» , dixo Macaire.
XXIV
Macaire fizo y venir los de su izarte, todos
muy bien guisados para lo acorrer, ssi le
menester ftiese, e andana y vn traidor de
muy grant nonbradia, Gonbaut auia nonbre
de Piedralada; aquel llamo a Macaire, e di-
xole en poridat: «Amigo Macaire, aquesto es
bien sabida cosa, que aquel galgo non podera
durar contra nos, e desque lo vos matardes,
aueremos todos grande alegría, e ayuntarnos
hemos entonce todos a desora, e matemos a
Garlón que tantas viltanr-as nos ha fechas por
toda su tierra, e seale bien arreferida la
muerte de Galaron, que era nuestro pariente,
que se me nunca oluidara; e la rreyna de
Francia su muger, preñada la echo el de
su tierra, que jamas el fijo nunca y tornara,
e sy y entra perderá la cabera; e vos seredes
señor de toda la tierra, que pese a quien
pesar, o que le plega» . «Gonbaut, dixo Ma-
caire, aqui ha buena rrazon, e si yo bino
luengamente, en buen punto lo cuydastes;
mas al taja Dios en el cielo» . Entonce salió
el rey de su palacio, e mando que la batalla
fuese luego guysada; e fizo y meter a Macaire,
e el galgo. «Macaire, dixo el rrey, peños ha
menester que me dedes». «Señor, dixo el,
esto non puedo esquiuar»; e el traydor se
torno, e llamo a Beringuer, e Crieebaut
Dorion, e Foraut, e Roger Sansón, e Amagin
Aston, e Berenguer, que eran parientes de
Galaron. «Amigos, dixo Macaire, entrat en
peños por mi; este rrey vos quier, e yo nos
rruego ende: yo so vuestro pariente, e deue-
des me ayudar, que me non deuedes fallecer
fasta la muerte» . E ellos dixeron que asy lo
farian. Entonce fueron al rrey e dixieronle:
«Señor, bien queremos entrar por el en fia-
doria de los cuerpos e de los aueres» . E el
rrey dixo que asi los rrescibiria. Entonce fizo
traer el galgo a Ougel, que lo tenia por el
cuerpo; desi mando el rrey dar plegon que
non ouiese y tan ardido {Fol. 136 v.) que sol
fablase nin palabra, por cosa que oyese, so
pena de perder vno de los mienbros; mas
bien poderla ome creer, que a dur finco en
Paris ome nin muger, clérigo, nin lego, nin
rreligioso, que al canpo non saliese ver la
batalla. E el rrey mando en la placa estender
vn tapete, e fizo y poner la arca de las rreli-
cas de SantEsteuan. «Macaire, dixo el obisi^o,
yd besar aquellas santas rreliquias, e asi
seredes mas seguro de vuestro fecho acabar».
«Señor, dixo Macaire, por buena fe non y
besarla, nin ruego a Dios que contra vn can
me ayude». Asi dixo el malandante; mas
non ouo ome en el canpo que lo oyese que se
non santiguase, e que non dixiese que mal-
andante fuese e malapreso escontra el galgo,
asy como le tenia tuerto. Entonce fezieron
leñar las rreliquias a la eglesia, pues vieron
que Macaire non se les quesiera omillar, nin
llegarse a ellas; mas el metió bozes a las
guardas que le feziesen venir el can al canpo,
e si lo non matase del primer golpe, que se
non preciarla \n dinero; e Gaufre le dixo:
«Vos lo aueredes tan tosté». Entonce dexo
yr el galgo, e comencole de gritar, e dixo:
«Ora te uee, e Dios que sofrió en su cuerpo
la laucada e ser puesto en cruz, asi como te
tu conbates por tu señor derechamente que
te tanto amana, asi te dexe el matar a Ma-
caire, e vengar tu señor».
CARLOS MAYNES
515
XXV
^
fc
Assy fablo Gaufre, como vos oydes; mas
mucho fue ledo el cau quando lo soltaron, e
sacudióse tres vezes; desi dexose yr al canpo
a vista de toda la gente, e do vio a Macaire,
que lo conosrio bien, fuese a el, lo mas rrezio
que pudo yr. E ante que el traydor se ouiese
aparejado, nin se cobriese del escudo, nin
algase el palo contra suso, le trauo el galgo
en el vientre con los dientes, que auia mu-
chos agudos, e mordiólo mal. Quando esto
vio el traidor, a pocas non fue sandio, e alyo
su bastón que era fuerte e quadrado, e dio
tal ferida al galgo entre la frente e las nari-
zes, que dio con el tendido en el prado, asi
que la sangre salió del. Quando el galgo sse
sentio tan mal ferido, erguyóse tosté e fue
muy sañudo. Mucho fue catada la batalla del
galgo e de Macaire de las gentes todas de la
placa, e de los muros que eran cobiertos; e
todos rrogauan a Dios que el mundo formara
que ayudase al galgo, si derecho tenia, e que
el traidor fuese enforcado por la garganta. E
Macaire se dexo correr al galgo, ca ferirlo
cuydara del bastón; mas el galgo le trauo en
la garganta de tal guisa, que dio con el en
tierra, e la tarja (FoL 137 r.) le cajo de la
mano. Quando esto vieron las gentes que a
derredor estañan, loaron mucho a Dios. Asy
cayo^Macaire en tierra; mas ssy tan tosté non
se leuantara, pudiera ser mal rroso. E el
galgo se asaño de que se vio ferido, e cato al
traidor, e arremetióse a el, e trauole en el
rrostro asi que las narizes le leuo, e lo paro
mal. Quando esto sentio el traidor, a pocas
non fue sandio, e con desesperamiento dio
bozes a sus parientes que lo acorriesen, ca sy
non luego seria comido. Desque ellos esto oye-
ron, dexaronse correr con sus espadas; mas el
rrey se leuanto e dioles bozes, e dixo que sse
non megiesen, ca para aquel Señor que
muerte prendiera en la vera cruz, que el
primero que diese al galgo que seria rras-
trado. Quando aquello oj^eron los traidores,
tornáronse; mas grandes baladres daua Ma-
caire, ca mucho era mal tresnado en el
rrostro, asi que toda la boca tenia llena de
ssangre, de guisa que non podia rresollar;
pero dexose correr al galgo con coita, mas el
galgo se desuio de la otra parte e trauole en
el puño, e apretogelo tan de rrezio con los
dientes, (]ue le fizo caer el bastón de la
mano.
XXVI
Mucho fue el traidor coitado, quando se
sentio tan maltrecho de la mano, onde le
corria la sangre, pero después tomo el palo.
e dio al can grandes feridas con el, mas
mucho estaua maltrecho de la sangre, que
perdia mucha. Mas grant duelo fazian por el
los traidores de sus parientes, e Galeraus de
Belcaire, vn traydor malo, llamo do los otros
do auia ciento o nuis, e dixoles: «Varones,
grant pesar he de nuestro pariente Macaire,
que veo tan malandante, e vos asi deuiades
fazer, e si el fuer vencido por vn can, todo
nuestro linage ende sera desonrrado; mas
ssabedes lo que pense? Yo me armare tosté,
e subiré en mi cauallo, e leuare mi langa en
la mano, e yre acorrer a Macaire: ca le o
matare el galgo que nos ha escarnidos; mas
si me el rrey pudier prender, prometedle
por mi mili marcos e muchos paños de seda,
e el tomarlos ha de buenamente, e asi sera
Macaire acorrido, e rredemirse ha, e el galgo
sera muerto» . E todos dixieron que degia
bien, e gradecierongelo mucho, ca mucho sse
dolian de Macaire en quan mal estaua su
pleito, e dezian que en buen punto el fuera
nado, ssi lo librase. Entongo sse torno Gale-
ran, e fizóse bien armar, e caualgo en su
cauallo, e aguyjo sin detenencia, e paso por
la priesa de la gente que {Fol. 137 v.) fallo
delante, e fazianle carrera, e dexose correr
al can, e diole vna langada que le paso la
langa por anbas las piernas, de guisa que la
langa ferio en tierra, e quebró en dos j)artes,
onde peso mucho a el, e tiro la espada de la
bayna por matar el can; mas el galgo tomóse
a fuyr, e metióse por entre la gente, por
guarecer. Quando Carlos vio esto, fue muy
sañudo, e metió bozes a las guardas que si
aquel dexasen yr, que los non fallase en
toda su tierra, ca ssy los y pediesen fallar,
que los mandarla meter en presión, donde
jamas non salir ian, e qualquier que lo toma-
se, e ge lo metiese en la mano, que le daria
gieut libras. Quien viese aquella ora burgeses
deger de los muros, e la mesnada del rrey
cogerse a los cauallos, e salir escuderos e
semientes con armas, e con porras, e con
visarmas, e otrossi los rribaldos lanzar palos
e piedras, bien entenderla que querían ganar
los dineros que el rrey prometiera a quien lo
tomase. Mas el traidor puño de aguyjar, e de
sse salir quanto lo podia leuar el cauallo;
mas tantos corrían en pos el, e asy lo enbar-
garon, e lo engorraron entre ssy, que lo
presieron. E atante aqui viene vn villano
grande e fiero, que traya en la mano vna
grant piedra, e dexose yr a el, e diole tal
ferida con ella en los costados de trauiesso,
que dio con el del cauallo en tierra, e mata-
ralo ssy ge lo non tollieran. A atante llego y
el rrey ante que lo leuantasen de tierra, e
fizo luego dar el auer al villano, de que des-
516
LIBROS DE caballerías
pues fue rrico e bien andante. E otrossi lle-
garon Y luego los del linage de Macaire, que .
dixieron al rrey: «Señor, bien sabet que nos
nunca sopinios parte de Graleran, quando se
armo para acorrer a Macaire que uos tenedes
preso; ssy el fizo follia, señor, fazer vos
vuestra mercet; prendet auer por el e rrien-
daseuos». E el enperador les defendió que
nunca y fablasen jamas; que para aquel
Señor que muerte preso en cruz, dixo el,
que non prenderla por el el mayor auer del
mundo, que ante non fuese rrastrado, e des-
pués enforcado por la garganta, como ladrón
e traidor. Entonce mando que lo guardasen
bien; dessy tornóse al canpo.
xxvn
Mucho fue el traidor coitado a desmesura
por el conde Galeran que era preso, que era
su tio; e todos ssus parientes, los grandes e
los pequeños, estauan en el canpo, e las
guardas estauan otrossy armadas: e el duque
don Aymes tenia el galgo por el cuello, e las
guardas le dezian que lo ssoltase. Entonce
ssolto el duque el galgo, e dixole: «Yete; a
Dios te acomiendo, qne faga que te vengues
de aquel que te tu señor mato, e que muestre
y su miraglo por la su santa mereet» . E el
galgo se dexo correr a Macaire muy sañudo,
ca mucho lo desamaua. Quando Macaire vio
venir el can, tomo su bastón e cuy dolo {Folio
138 r.) ferir; mas el galgo se desuio, e salió
en trauieso, e non lo pudo ferir; e dio tal
ferida del bastón en tierra, que mas de vn
palmo lo puso por ella: e el galgo and ole a
derredor e asecho de qual parte lo poderla
coger. E nuestro Señor, por mostrar y su
miraglo, lo quiso ayudar que prendiese ven-
ganca de Auberi de Mondisder su señor, que
le el matara a trai§ion en el monte; e tanto
ando assechando, que le fue trauar en la
garganta, ante que le uviase a dar con el
bastón, e touolo quedo como vn puerco, que
sse non pudo librar del, ca non era derecho,
ca se non oluido a Nuestro Señor la traición
que el feziera; mas quando vio el traidor que
lo non podia mas durar, comenr-o de llamar
a las giiardas, e pedir mer(;;et al rrey (•).
A tanto aque el rrey do viene: e GuyUemer
(») Véase como refiere el suceso la Chan-soJí de Ma-
caire, según el ms. de Venecia, publicado en 1886 por
M. F. Guessard:
ffGran fu la meslée entro Macharlo e 11 can;
Major non vi nesun homo vivan.
Lo can li morde por costes e por flan,
E cil le done de li bastón sovau
Forme la teste, si qe n'ese li san.
d' Escocia , e Ougel, e Lardenois^ e Gaufre
d' Ultramar, t Almerique de Narbona, e el
bueno de don Aymes, e Bernalt de Brunbant,
e todos los doze Pares fueron al galgo por ge
lo quitar, mas a muy grant pena lo podian
partir del. «Señores, dixo Macaire, por Dios
fazetme oyr: yo bien veo que so muerto, do
al non ha; mas si me quesiese el enperador
perdonar este yerro, yo le diria toda la
verdat, pues que non puedo guarir». «Certas,
dixo el Enperador, non lo faria por tu peso
de oro que te non faga arrastrar». «Señor,
dixo el traidor, bien veo que so muerto, e
que non puedo escapar, e quiero vos mane-
f estar la verdat. Quando vos distes a Aubery
de Mondisder la rreyna a guardar e que la
guiase, yo ftiy en j)os ellos por tomar la
rreyna, mas Aubery me la defendió, e lla-
gúelo muy mal, ca el era desarmado, con
mi espada en la espalda. Quando lo vio la
rreyna todo ssangriento, comenoo de sse yr
fuyendo por guarir por la floresta, asy que
la nunca después pude veer por quanto la
pude buscar. Asy me ayude aquel Señor quel
mundo tiene en poder, que nunca y mas
ouo. E fallóme mal de lo que ñze a Aubery,
e non es marauilla de lo conprar. Señor,
agora fazet de mi lo que uos quesierdes».
«jertas, dixo el enperador, non sse lo que
diga; mas bien se que de traición non se
puede eme guardar». Grant pesar ouo el
Qui de Magance ue fo en gran torman;
Voluntera atrovast paro qe f ust avenan
Por oro et avoir e diner e besan;
E li rois (;ura Deo e meser San Jouan
Qe no li valira tuto lor qe fu an
Q'el non sia ^u^'és, sel vin(;e li can,
Arso en fois o apeudu al van,
Al plasir son barón fara li yu^-eman.
Grande fo la batalle tuto jor man á man;
Et li levrer li va si adestan
Qe Macario e si laso están
No se po aider ni de pe ni de man.
Por ira e maltalent li va sovra li can.
Entro le viso le mordi si fereman
Le pomel de la golta li tole toto quan.
E ]\racariü si brait e crie alteman:
aO estes vos alé, tot li me paran,
))Qe no me secorés encontré da un can?»
Dist l'inperer: «I te son da luntan.
);]\Ial veisi Albaris e madama euseman,
))Qe onceisi á dol e á torman».
Volez oír, segnur, coment l'a fe li can.'
Sovra Macharlo el va por maltalan,
A la gola le prist sil ten si fereman
Quelo l'abati en tera á li plan.
E cil cria merci por Deo e por li san:
rtO <;entil rois, nobele e sovran,
)>No me lazar morirá tel torman!
»Fa moi venir un qualche c;apelan,
)jQe voio conter tot li mon engan».
Li rois rintende sin fo legro e (;oian.
Labes da San Donis fa apeler mantenan;
Kt cil le vene voluntera por talan».
(v. V. 1099-1156).
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**<íctiipr A>v, y ere» fn^^ mc^jvv.
)W bvov'^,itf rj po uuvcW^ aL
•y^-Cuv-Ati^ mv^^u\pv_,p^ l<v pío
pcfViv J\jv ^*^ uucn. ^^tnjiic^pvvcc
-iii iwc'ir»-, o" iuTcn V »«»«^ *^^*^ *.-j(V
JTvlL me mcriXilo J" ín^;?:. A AutcLp
-L non .i€. tiuipuilL SsJo cviii:v,^c
tnct^v
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^»W>' ov)Vr*^fW malo an.w)ipf«
vo A ^v>0^ p^^l v>*_rH^
re mcnxfco -s^llí^ a macmft Va ate»
FOTOTIPIA OE HAUSER Y MENET. ■MADRID
CUENTO DEL ENFERADOR CARLOS MAYNE5
(Folio 138 r. del códice A-y->3 de la Biblioteca del Escorial)
CARLOS MAYNES
517
enperador (luando le esto oyó contar, e el
duque don Aymes dixo a muy grandes bozos
a guisa de bueno: «¿Oystes dcste malo como
se sopo eucobrir? (,"ertas, pues que el mato
a Aubeiy de Mondisdcr, bien meresrepona do
traidor». «¡Ay, buen fldalgo, dixo el enpe-
rador^, por qual vos prouastos! Ora se puede
entender que de grant trai(;ion vos acusaua
este can». Entonele mando ochar a Macaire
vna cuerda a la garganta, e a Graleran ssu
tío otrossy, e liarlos a dos cauallos {Folio
138 V.), e fizólos rrastrar por toda la r-iudat,
ca tal gualardon merescen los traidores.
Desy el enperador mando muy bien guardar
el galgo por amor do Aubery, que el amana
mucho; mas el galgo se fue al monimento do
lo viera enterrar, e echóse sobre el, e dexose
morrer de duelo e de pesar. Alli veriades
llorar mucha gente de piadat, o el rrey que
fuera en pos el, e muchos omes buenos con
el, e comencaronlo a catar, e ouierou ende
todos grant pesar; desi mandólo el rey en-
boluer en vn paño de seda muy l)ueno, e
fizólo soterrar en cabo del (;'emiterio, de
aquella parte do yazia su sei^r. Ora vos de-
xaremos de fablar del enperador e del galgo,
e fablaruos he de la rreyna, que Dios ayude,
que sse y ua derechamente a Costantinopla, e
Barroquer con ella, sin mas de conpaña.
XXYIII
Desque pasaron el rrio de Rrin e fueron
de la otra parte, entraron en A^ngria e fue-
ronse derechamente a Vrmesa, vna muy
buena Qiudat, e posaron en casa do vn rrico
burgués que auia ssu muger muy buena e
de buena vida, que fezieron muy bien seruir
la rreyna. Mas quando veno a la media no-
che, llególe el tienpo de parir, e ella comenoo
de baladrar e de llamar Señora Santa Ma-
na, que la acorriese. Tanto baladro la rrey-
na, que la dueña se esperto e fuese para ella,
e leuo consigo tres mugieres que la ayudasen
a su parto, e tanto trabajo la dueña, fasta
que Dios quiso que ouo vn niño, muy bella
criatura, que fue después rrey de Francia asi
como cuenta la estoria. E desijue la rreyna
fue libre del niño, las dueñas lo enboluie-
ron en vn paño de seda muy bien, e leñáron-
lo luego a Barroquer, e tanto que lo el vio,
tomólo luego entre ssus bragos, e comenf-o
mucho a llorar, e desenboluiolo e fallóle vna
cruz en las espaldas, mas vermeja que rrosa
de prado. «¡Ay Dios, dixo Barroquer, por
la tu bondad tu da proeza a este niño que
tanto es pequeña criatura, porque avn sea
señor de Fran9Ía, que es su rreyno!» Quando
el dia aparesí^io bol o claro, el Ijurges, que
era ome bueno, veno ver la rreyna e sainóla
muy omildosamente, e dixole: «Dueña, con-
viene que licúen este niño a la eglesia, e que
sea batizado». «Señor, dixo la rreyna, ssea
como vos mandardes, e Dios vos agradesca
el bien e la onrra (jue me vos foziestes».
E Barroquer tomo el niño en los bracos,
{Fol. lo!) r.) c leuolo a la eglesia, e el hues-
pet e su muger con el. ^tas agora oyt la ven-
tura que le Dios fue dar. El rrey de Vngria,
que auia tienpo que moraua en aquella (;'iu-
dat, leuantarase de mañana poryr a caca con
su conpaña, e caualgo e topo en la rri:a con
la huéspeda quel preciaua mucho, e dixole:
«¿Que es eso que y leuades?» «Sseñor, dixo
ella, vn niño que ha poco que nació, que es
fijo de vna dueña de muy luenga tierra, e
ayer a la noche la albergamos por el amor
de Dios; e demandamos padrinos que lo
tornen xristiano». E el rrey dixo: «Non
yredes mas por esto, ca yo quiero ser su
padrino, e criarlo he». «Señor, dixo la hués-
peda. Dios vos de ende buen grado». Enton-
go se fueron a la eglesia o pararonsse a derre-
dor de la pila, e el rrey tomo el niño en las
manos, e católo, e quando le vio la cruz en
las espaldas, omillose contra la tierra. «¡Ay
Señor Dios, dixo el rrey, bien veo que de
alto logar es este niño, e fijo es de algunt
buen rrey coronado!» Entonce llamo el rrey
al burges, a quien dezian Joserant, e dixo-
le: «Guardat bien e^te niño, ca por ventura
avn por el seredes ensal(;íados:> . «Señor, dixo
el clérigo, como auera nonbre?» — «Loys, -
dixo el rrey, le llamen; bien se que fijo es de
rrey, e por ende quiero que aya nonbre
como yo, por tal pleito que Dios le de onrra
e bondat».
XXIX
Después que el niño fue batizado, el rrey
lo mando dar cient libras, e dixo al huésped
que quando el niño fuese tamaño que pedie-
se andar, que lo leñase a la corte, e que lo
faria tener onrradamente, e darle ya quanto
ouiese menester, paños e dineros, e palafre-
nes. Desi espediose de aquella conpaña, e el
huespede se torno a su casa, e Barroquer
contó a su señora la rreyna como el rrey era
padrino de su fijo, e que el lo tomara con sus
manos en la pila. Quando esto la dueña en-
tendió, sospi.o mucho e tomóse a llorar, e
dixo: «¡Ay señor Dios, a (juan maño tuerto
me echo nii señor el rrey de Fran(;ia, por el
enano traidor que me cuydara escarnir! Mu-
clio feziera nuestro Señor bien, que es ssyn
pecado, que feziese saber al rrey e a los
518
LIBROS DE caballerías
ornes buenos como rae traxo aquel falso;
mas después que ouier muclio mal endura-
do. ssT plazer de Dios fuer, el me vengara,
ssy lo por bien ouier: en el he yo mi espe-
ranra, e darme ha después onrra, sy le plo-
guyer, ca fol es quien se desespera por coita
que (Fol. 139 r.) aya. Tal es rrico a la ma-
ñana que a las viespras non ha nada, e tal
es pobre que sol non lia nada nin vn pan que
coma, a que da Dios mas que ha menester;
assy va de ventura» . Mucho auia la rreyna
grant pesar de que era echada en estraña
tierra, do no ueya amigo nin pariente, e
ementaua a Carlos e su franqueza. «¡Mesqui-
na, dixo la rreyna, como so echada en grant
j^roueza! Ssy yo de buena ventura fuese, en
Paris deuia yo agora yazer en la mia muy
rrica cámara, bien encortinada, e en. el mió
muy rrico lecho, e ser aguardada e aconpa -
nada de dueñas e de donzellas, e auer caua-
lleros e semientes que me seruiesen. Mara-
uillome como Dios non ha de mi piadat; mas
el faga de mi todo su plazer e a el me aco-
miendo de todo mi coras^on, e rruegole que
aya de mi mercet, ca mucho so mal dolien-
te». E de aquel parto que alli ouo, priso
vna tal enfermedat que le duro diez años
que se nunca leuanto del lecho; mucha sofría
de coita e de trabajo, e el huésped e su mu-
ger sse entremetían de le fazerquanto podian
fazer; e Barroquer puñaua en seruir al bur-
ges a su voluntad, en sus cauallos e en las
cosas de su casa. En grant dolor e en gran
coita yogo la rey na Seuilla todo aquel plei-
to, e el niño creció en aquel tienpo tanto
que fue muy hermoso donzel; e Barroquer
le dixo: «Fijo, ¿sabedes lo que vos digoV El
rrey que es desta tierra es vuestro padrino,
ca el vos saco do ftiente, e quando esto fue,
dixonos que quando fuesedes tal que pudie-
sedes caualgar, que nos leñásemos a su cor-
te». «Padre, dixo el donzel, a mi plaze mu-
cho si mi madre quesier, que es doliente;
mas ya me semeja, padre, que guarece,
loado a Dios» . Desy fueronlo dezir a la rrey-
na, e quando lo ella oyó, ouo ende grant
plazer, e llamo á Joserant su huésped, e di-
xole: «Buen amigo; yo vos rruego que me
presentedes mi fijo al rrey, e vaya con vusco
Barroquer que vos lo lieue». ^^Dueña, dixo
el huésped, yo fare vuestro mandado de bue-
namente». Entonce leñaron el niño a la cor-
te, e desque fueron antel rrey, omillaronsele
mucho e dixieron: «Señor rrey, aquel Dios
que nos fizo, vos de vida e salut» . El rrey
los res'.-ebio muy bien, e preguntóles a que
venian, e dixo a Toserán: «¿A vos ese niño
alguna cosa?» «Si, dixo el, es mi afijado, e
vuestro otrosi, e vedes aqui Barroquer su
padre, asi como yo creo, e como el diz». E
el rrey cato a Barroquer, ensorreyendose,
porque lo vio feo e de fuerte catadura, e que
lo non ssemejaua el mogo en alguna cosa.
«Joserante, dixo el rrey, grandes gracias de
mi afijado, que me criastes tan luengamen-
te e tan bien, e vos aueredes ende buen ga-
lardón si yo bino» . E el rrey (Fol. 140 r.)
llamo entonce vn su ome mucho onrrado que
auia nonbre Elynant, e dixole: «Mandamos
vos que ayades este donzel en guarda, e
que lo euseñedes a buenas maneras, e a to-
das aquellas cosas que a cauallero conuiene
saber, el axedrez, e tablas». E el dixo que
lo faria de grado, e asi lo fue después; ca
mas sopo ende que otro que sopiesen en
ssu tienpo; e el niño finco con el e yua a
menudo ver a su madre, e el burges e su
muger guardauan e seruian la dueña mu-
cho onrradamente, e fazianle quanto ella
quería. El burges auia dos fijas niñas e
fermosas, e la mayor auia nonbre Elisant,-
que era mas bella; e esta amaua mucho
al donzel, e deziale a menudo en poridat:
«Buen donzel, nos vos criamos muy bien e
muy viciosamente, e vos bien sabedes que
vuestro padre Barroquer traxo aqui a vues-
tra madre muy pobremente, e vos sodes
muy poVire conpaña, e si quesierdes ser
sabidor, non yredes de aqui adelante; mas
tomadme por muger, e seredes rrico para
sienpre, que vos non fallegera cosa; ca bien
sabedes que non ha cosa en el mundo que
tanto ame como a vos» . «Dueña, dixo Loj'S,
vos ssodes muy fermosa a marauilla e muy
rrica, e yo muy pobre, que non he ninguna
cosa, nin mi madre otrossy que non ha nin-
gunt consejo, ssinon mi padre Barroquer
que la sime; e vuestro padre me crio muy
l)ien por su mesura, que nunca por mi ouo
nada; mas ssy me Dios llegase ende a tien-
po, yo le daria ende buen gualardon; mas
guardatvos, amiga, que tal cosa non me di-
gades nin vos lo entienda ninguno» . Quando
esto oyó la donzella, mucho fue desmayada,
e perdió la color, e fue mucho coitada de
amor del donzel; mas el donzel, que desto
non auia cura, yuase para el rrey, e seruia
antel, e dauale Dios tal donayre contra el e
contra todos, que lo amanan mucho, e salió
tan bofordador, e tan conpañero, e tan cor-
tes, que todos lo preciauan mucho. E desque
Barroquer vio la dueña guarida, fue a ella
e dixole llorando: «Señora, nos auemos aqui
mucho morado; por Dios, pues que sodes
guarida a la mercet de Dios, e vuestro
fijo es ya grande e fermoso, puñemos de
nos yr de aqui, e sera bien, e llegaremos a
Costantinopla al enperador vuestro padre; e
CARLOS MAYNES
519
quiero fazer saber a vuestro fijo, si lo por
bien touierdes, que es fijo de Carlos, rrey de
Francia, e sse que auera grant pesar de la
villania que el rrey contra vos fizo, que uos
echo de ssu tierra a tan grant tuerto, por
mezcla de los traidores (jue Dios maldiga» .
E la dueña respondió: «Barroquer, yo fare
lo que vos loados» . Entonce llamo la dueña
a su fijo Loys, e dixole: «Amigo fijo, ssy
vos quesiesedes, yo me querría yr de aquí
para Costantinopla, do mora mi padre e mi
madre, e mi linago, que son {Fol. 140 v.)
muy rricos e muy onrrados». «Señora, dixo
el donzel, yo presto so para fazer lo t|ue uos
mandardes; ya agora querría que fuésemos
fuera de aqui» .
XXX
Entonce fezieron saber al liuespet e a la
huéspeda que sse querían yr, e la huéspeda
le dixo: «Dueña, vedes aipii vuestro fijo que
es fermoso e bueno; certas que yo lo amo
mucho, que es mi afijado, e bien cuy do, e
asy me lo diz el corascon, que avn deude me
verna bien. Pues que asi es que uos yr que-
redes, tomad de mis dineros quantos menes-
ter ayades» . «Dueña, dixo Barroquer, gran-
des mercedes, ssy yo biuo luengamente,
quanto bien vos feziestes todo vos sera bien
gualardonado, ssy Dios quesier». Entonce
troxieron a la dueña vna muleta, e el donzel
se fue al rrey e espediose del; desy tornóse,
e fuese con su madre; e Barroquer yua delan-
te, ssu sonbrero en la cabeca, e ssu bordón
grande e bien ferrado fieramente; mucho era
grande el villano a desmesura e mucho arre-
ziado; e de como era grande, e fuerte, e feo,
Loys que lo cato, tomóse a rreyr. Desta guisa
entraron en su camino, e andaron tanto fasta
que llegaron a vn monte que aula siete leguas
de ancho e otro tanto de luengo, do non auia
villa nin poblado, mas de vna ermita, mucho
metida en el monte; e en el monte andauan
doze ladrones que fazian grant mal e grant
muerte en los que pasauan por el camino; e
Barroquer, que vio el monte verde e las aues
cantar por los ramos a grant sabor de ssy,
por sabor del buen tienpo e por alegrar a
ssu señora, comenco de yr cantando a mu}^
grant voz, asi que el monte ende reteñía muy
lueñe. Quando los ladrones lo oyeron, llega-
ronsse al camino, e el mayoral dellos, que
auia nonbre Purcenait, llamo ssus conpañe-
ros, e dixoles: «Amigos, yo non sse quien es
aquel que canta; mas grant foUia me semeja
que ha fecha quando tan cerca de nos se tomo
a cantar, ca lo non guarirá todo el oro de
Fran9ia que non prenda agora muerte». En-
tonce sse guisaron todos, e ssacaron las espa-
das de las baynas que trayan sobarcadas, e
estouieron asechando; a tanto vieron venir
a Barroquer o a la rrey na e su fijo Loys; mas
quando el cabdillo de los ladrones vio la
dueña tan fermosa, cobdiciola mucho, ca
bien le semejo la mas fermosa dueña ipie
nunca viera; e dixo passo a ssus conpañeros:
«Par Dios, mucho nos aueno bien, ca aque-
lla auere yo, e después thirla he a todos, e el
donzel e el villano matémoslos». Entonce
dieron todos bozes: «¡Ay, don viejo, que
[Fol. 141 r.) en mal punto vos tomastes a
cantar, ca perderedes por ende la cabega, e
uos faremos de la dueña nuestro plazer!».
Tanto que Loys esto entendió, tiro luego la
espada de la bayna, e Barroquer que esto
vio, dixole: «Fijo, non uos desmaj^edes; cer-
tas, yo non los precio vna nuez, ca non so
cosa»; e tomo el bordón con anbas las manos,
e aleóle, e dio tal ferida con el al primero
que ante ssy cogió en la tiesta, que le fizo
salir los ojos de la cabeca; desy ferio luego
otro, que lo metió muerto en tierra, que
nunca mas fablo, e dio muy grandes bozes e
dixo: «¡Ladrones, tray dores, non leuaredes
la dueña!» E Loys que lo catana, e tenia la
espada sacada, dio tal ferida a vn ladrón,
que lo fendio fasta los ojos.
XXXI
cincho fue el donzel alli aspro e ardit, e
Barroquer estaua cabo el e puñaua de lo
ayudar e de matar los ladrones; muchos co-
chillos los laucaron, e la dueña daua gran-
des baladres, e dezia: «¡Ay Dios, Señor ver-
dadero, ayúdanos! ¡Gloriosa Santa Maria,
acórrenos a esta coita!» E el mayoral de los
ladrones tenia vn cochillo grande, que era
muy tajador, e dio con el tal ferida a Barro-
quer, que le corto la saya e la camisa, e lla-
gólo; mas Barroquer, que era mucho esfor-
oado, aleo el bordón, e dio tal golpe a Pnr-
Cenait en la cabeca que le fizo salir los meo-
llos, e dio con el muerto en tierra. Desy dixo-
le: «¡Ya y yazeredes, ladrón traidor!». «¡Ay
Dios, dixo la rreyna, ayudat a Barroquer e a
mi fijo Loys, que estos ladrones non les pue-
dan nozir!». Quando los ladrones otros vieron
su señor muerto, comoncaron de fuyr ; mas don
Barroquer con su bordón non les dio vagar,
e mato end los seys, e Loys los ciñco con
su espada, e el dozeno finco biuo, que pedio
mer(;et a Loys a manos juntas en inojos que
lo non matasse, e dixole: «¡Ay buen donzel,
por Dios vos pido mercet que ayades de mi
piadat e que me non matedes! e sy me de-
520
LIBROS DE caballerías
Xardes beuir, grant pro por ende vos verna,
e dezir vos he como non ha en el mundo
thesoro tan ascendido nin tan guardado en
torre nin en cillero que vos lo yo non de
todo, nin cauallo, nin palafrén, nin muía
non sera tan encerrada, que vos la yo dende
non saqiie e vos la non de, ssy me con vus-
00 leuardes». Atante aqui. viene Barroquer
corriendo, do fuera en pos los que matara,
e dio grandes bozes, e dixo: «E ¿que es esto,
Loys? Señor, por Dios, e ¿que estades fazien-
do que non niatades ese ladrón?» «Non lo
fare, padre, dixo el, si fezier lo que me pro-
metió. Padre, ¿oydes las marauillas que me
promete? Diz que non auera tan grant the-
soro en ninguna parte, nin tan guardado, que
si el quesier, que lo non saque e me lo non
de, e otrosi cauallos, e muías, e palafrenes».
«Buen fijo, diz Barroquer, nunca te fies en
ladrón, ca aquel que lo quita de la forca, a
ese furta el mas tosté, e ese sse falla {Folio
141 V.) del peor». «Non, dixo Loys, mas
veamos lo que nos dende verna; mas avn
creo que nos ayudemos del, si lo bien quesier
fazer». Entonge dixo Barroquer al ladrón:
«¿Como has tu nonbre? Non me lo nie-
ges».— «Señor, dixo el, nin fare; yo he non-
bre Griomoart». «¡Ay Dios, dixo Loys, que
estrafio nonbre!».
XXXII
«Griomoart, dixo Loys, ssy Dios me vala,
tu as nonbre de ladrón; mas ssy andas bien
contra mi, tu faras tu pro». «Señor, dixo
Griomoart, asy me salue Dios, que me non
saberedes cosa deuisar, que yo por uos non
faga, que non dexaria de lo fazer por cuy dar
y prender muerte» . «Amigo, dixo el infante,
mucho te lo gradesco; mas agora me dy,
amigo, ¿somos r-ercade alguna villa do poda-
mos albergar? Ca mi madre va muy lassa e
esle muy menester de folgar, ca ya es muy
tarde». «Señor, dixo el ladrón, esta ñoresta
dura mucho, que mas auedes avn de andar,
ante que la pasedes, de quatro leguas, que
non fallaredes villa nin poblado; masa r-erca
de aqui ha vna hermita, do poderedes yr por
vn sendero do uos yo ssabere guiar, e y
mora yu ssanto hermitaño, que es muy buen
clérigo: muchas vezes fuemos a el por lo ferir
o matar, mas asi lo guardaua Dios de mal,
que ssienpre nos fazia tornar atrás, que nunca
podíamos ar-ercar en la hermita. E este es
hermano del enperador de Costantinopla,
que ha nonbre Rricardo, que ha dos fijos
los mas fermosos del mundo: el vno es ca-
uallero atan bueno que le non fallan par; el
otro es vna fija que es la mas fermosa dueña
que pueden saber, e tieuela casada con el
rrey de Francia, a que dizen Carlos» . Quando
Barroquer oyó fablar del hermitaño e del
rrey Carlos, cato a la reyna, e viola llorar
muy fieramente, e dixole: «Por Dios, se-
ñora, non lloredes; ssi quier por amor de
Loys vuestro fijo, vos conuiene de lo enco-
brir; mas pensemos de andar e llegaremos a
vuestro tio e veerlo hedes» .
Entonce non sse detouieron mas, e fue-
ronse por aquel ssendero que ladrón sabia, e
Barroquer yua sienpre delante la rreyna; e
andaron tanto, que llegaron a la hermita, e
vieron la morada del hermitaño, que auia la
puerta muy pequeña e en la entrada estaua
vna canpana colgada entre vna feniestra; e
Barroquer fue a ella e tañiola, e el hermi-
taño que yazia ante el altar en oración, tanto
que oyó el sson^, leuantose e salió fuera de la
eglesia: e quando cato e vio la dueña e el
donzel, e Barroquer, e el ladrón, marauillose
mucho e dixoles: «Por Dios, ¿que gente
sodes o que demandados? Ca vos non leua-
redes de lo mió valia de {Fol. 142 r.) vn di-
nero; ante seredes todos muertos, como yo
cuydo, ca aqui ^erca andan ladrones, que
tienen las carreras, que les non puede esca-
par grande nin pequeño». «Señor, dixo Loys,
non dubdedes, ca ya nos desos fezimos jus-
ti9ia acá donde venimos». E el hermitaño
respondió: «Yos feziestes y muy grant li-
mosna; mas de vna cosa me marauillo mu-
cho, que bien ha treynta años pasados se-
gunt yo cuydo, que non vy ome nin muger
por aqui pasar, fuera a vos solamente: mas
¿quien es aquella dueña que tan fermoso fijo
tien, que bien deuia ser señor de vn rreyno?
E ssemejame de la dueña que va despaga-
da». «Señor, dixo Loj^s, la dueña es mi ma-
dre, non y dubdedes, e este es mi padre, que
ha nonljre Barroquer, muy buen ome; este
otro es nuestro semiente, e albergadnos e
faredes grant mercet e grant limosna» . «Se-
ñor, dixo el hermitaño, para el cuerpo de
Dios que yo non he feno nin auena, nin
pan, nin cenada, nin otra cosa; e pésame
ende , synon vn pan de ordio solamente
muy mal fecho, nin rropa, nin cámara, do
uos yo pueda albergar» . «Señor, dixo Loys,
aquel que lo dio a Moisen en el desierto,
nos dará del ssu bien, ssy en el ouiermos
nuestra esperauQa». E el hermitaño rres-
pondio: «Pues venit adelante, e tomad todo
quanto yo tengo» .
xxxin
Desque entraron en la casa, el ome bueno,
que era de buen seso e de alto linage, Uamo
CARLOS MAYNES
521
a Loys aparte, e dixole: «Buen donzel, e
¿que comeredes de tal bien como yo daré a
vos e a vuestra conpañaV» «Señor, dixo Loys,
grandes mercedes» , Eutonr-e entro el hermi-
taño en su (/clda, e ssaco donde vn pan de
ordio e de auena, e non lo quiso tajar con
cochillo, mas partiólo con las manos en qua-
tro partes, e dio a cada vno su quarto, E des-
que comieron, Sseuilla la rreyna sse llego
al hermitaño e comento do fablar con el, e
dixole: «Señor, por Dios, consejatme, ca
mucho me faz menester» . E el hermitaño le
rrespondio muy sabrosamente. «Dueña, de-
zitme donde sodes o de qual tierra andados» .
«Señor, dixo ella, yo non vos lo encobrire:
yo sso natural de Costantinopla, e so fija
del enperador e de su muger Ledima, e el
enperador de Francia Carlos me demando a
mi padre por muger, e mi padre me le enbio
muy rricamente, e muchos ornes buenos ve-
nieron entonce comigo, e leñáronme aParis; e
alli caso comigo, e touome vn año consigo.
Non vos negare nada; e echóme de su tierra
por mezcla falsa de traydores, por los pa-
rientes de Calaron. Señor, dixo la dueña,
asi me salue Dios que todo esto fue verdat
que me {Fol. 142 v.) oydes contar: que me
bastegieron aquellos traidores que mal apre-
sos sean, e Carlos me dio entonce a vn su
cauallero que me guiase, que llamauan Au-
beri de Mondisder, muy leal e muy cortes, e
Macaire el traydor veno en pos de nos por
me escarnir si podiese; mas Auberi puño de
me defender del con su espada; mas el otro,
que andana armado, lo llago muy mal. E
quando esto vi, metime por el monte, e co-
mencé a fuyr, e asy ande fuyeudo toda la
noche, fasta el alna del dia, que falle aquel
ome bueno que alli vedes, e contele toda mi
coita; e quando lo el oyó, tomóse a llorar
con duelo de mi, e desanparo su muger e
ssus ñjos e quanto auia, e venóse comigo por
me guardar e me seruir. Non vos sse contar
todas nuestras jornadas, mas venimos nos a
Vrmesa, e posamos en casa de vn buen ome,
a quien Dios de buena ventura; e ally pary
en su casa a Loj'S que vos vedes, que es fijo
del enperador Carlos, que es señor de Fran-
cia, e nieto del enperador de Costantinopla».
Quando el hermitaño oyó asy fablar la
dueña, comencé de ssospirar muy de coras-
con e a llorar mucho de los ojos. «Dueña,
dixo el hermitaño, vos sodes mi sobrina, non
dubdedes y, e dezirvos he que faredes:
aqui nos conuiene de folgar, e yo yre al
Apostoligo fazerle desto querella, e contarle
he vuestra fazienda, e echara escomunion
sobre Carlos, ssy vos non quesier rescebir; e
después yrme he a Costantinopla a vuestro
padre, e dezirle he todo esto, e fazerle he
ayuntar sus huestes, e y vernan grisones, e
pulieses, e lonbardos por guerrear a Fran-
cia. E ssy Carlos vos nos quesier resc-ebir,
non puede fallecer de la guerra, en guisa
que yo lo cuydo echar de la tierra a ssu
desonrra, e quiéreme partir desta hermita,
que mas y non morare, e tornare al sieglo a
traer armas, e la lazeria que fasta aqui sofri
por Dios, quiérela toda oluidar, e puñar de
comer bien, e de bcuer bien, e de me tener
vicioso». Assy dixo el hermitaño, que Dios
ssalue, e llamo a Barroquer, e dixole: «Ami-
go, conuiene que vayades a vn castiello que
es aqui gerca, por conprar que comamos».
«Señor, dixo Barroquer, yo yre y muy tos-
te» . Quando la dueña oyó asi fablar el her-
mitaño, co meneo a llorar de alegría que
ende ouo.
XXXIY
Entonce se guiso Barroquer de yr, que
ende auia grant sabor, e Griomoart sse ade-
lanto e dixo: «Señor (*) (Fol. 143 r.)... que
yo nos fare rricos e bien andantes para en
todos vuestros dias». «Señora, dixo Barro-
quer, grandes mercados». Entonce sse guiso
Barroquer á guysa de penitencial, e tomo
vna grant esclauina, e vna esportilla e bor-
dón en la mano, e vn capirote e ssonbrero
grande que todo el rrostro le cobria; mas con
todo esto no oluido el auer e los paños. Desy
espidióse e fue su carrera, e fue de alli ma-
ner a Proyns; otro dia de mañana sse salió
de alia e fue maner a Emaus a la noche, e
desque entro por la villa, comencé de yr fin-
cando ssu borden, e fuese derechamente a
su casa, e llego a la puerta, e vio sseer a su
muger muy pobremente vestida, e muy laz-
rada, e dezia al mayor de sus fijos: «Fijo, e
¿por que beuimos tanto, pues perdimos a
Barroquer, tu padre, que nos mantenia e
pensaua de nos? Ya non auemos que comer
nin de que beuir. ¡Ay mosquina catiual
¡que grant pesar del he, e que gran mengua
me faz!» Assy dezia la dueña muy dolorida-
mente, su mano en su faz, e llorando mucho.
Quando esto vio Barroquer, comencé a llorar
de piadat, e llegóse mas a la puerta, e di-
xole: «Dueña, por Dios, albergatme ya oy,
e faredes grant limosna» . E la muger, que
seya triste, quesierase dende escusar a todo
ssu grado e dixole: «Yd a Dios, amigo, ca
non es guisado de albergar a uos nin a otro,
ca non tengo en que; Dios lo sabe e pésame
O Falta algo en el códice, quizá el relato de algu-
na habilidad de Griomoart.
522
LIBROS DE caballerías
ende; mas yd a Dios que uos guye». Asy
fablo la dueña, que seya muy desconfortada
por su marido que le tardaua tanto. «Due-
ña, dixo Barroquer, que Dios nos salue, al-
bergatme, ca non se para do vaya». E la
dueña ouo del piadat, e otorgólo, e dixo:
«Yenit adelant» , e comento mucho a llorar,
e dixole: «A^'os seredes aqui albergado; mas
ruego vos que roguedes a Dios, que el mundo
fizo e formo, que el me dexe avn ver mi ma-
rido Barroquer que me tanto sabia amar,
que ya tan grant tienpo lia que sse de mi
partió, e nunca lo después mas vy, e por
ende cuydo que es muerto, ca el desanparo
su asno, por que guare9Íamos, que sse veno
para mi casa, cargado de leña, que oy ma-
ñana leuo mi fijo por nos ganar que comié-
semos muy catiuamente, de que me pesa
mucho, ca non he que vos dar». Quando
Barroquer oyó asi fablar a su muger, ouo
ende tal piadat, que sse torno a llorar sso su
capirote, assy que todas las baruas e las
fa^es ende eran mojadas, e dixole: «Due-
ña, por Dios, ¿como auedes nonbre?» «Señor,
dixo ella, a mi dizen ]\Iaria, e fincarome dos
fijos de mi marido: el mayor es ydo al monte
por de la leña que carga en el asno que su
padre dexo; el otro anda pediendo las limos-
nas por la villa». Entretanto entro el moco
que fuera demandar las limosnas, ssu pan
en ssu saquete que ganara. {Fol. 143 v.)
Quando lo Barroquer vio, todo el cor acón le
tremió, e metió mano a su bolsa e saco dine-
ros, e dixo al moQO : «Fijo, ¿saberas tu con-
prar pan e vino e carne que comamos?» «Ssy»,
dixo el. Entona-e le dio los dineros; e desque
los el moco tomo, fuese a la villa, e conpro
todo quanto su padre le mando, e troxolo, e
candelas otrosi. Entretanto Barroquer fendio
leña e fizo fuego, e en quanto se guisauan
de comer, llego el otro fijo su asno ante ssy
cargado de leña. Tanto que lo vio Barro-
quer, luego conoscio que era ssu fijo, e el
coras^on le salto de alegría que ende ouo, e
dixo a muy alta boz: «La bestia fara con-
tra su señor lo que non fezieron sus fijos»
Tanto que el asno oyó fablar a Barroquer,
comencé a rrebuznar de tal guisa, que bien
entenderla quien quier que lo conoscia, e
fuese para el que lo non podian del quitar.
Quando esto vieron los fijos, marauillaronsse
ende mucho, porque el asno fazia esto contra
su huésped. Desi tomáronlo e fueronlo pren-
der en su peseure; desi paráronse a la mesa,
e Barroquer comió con su huéspeda e los
fijos anbos de consuno; e desque comieron
bien e a su vagar quanto menester onieron,
Barroquer, que metia en ellos mientes, era
ende muy ledo en su voluntad. «¡Ay Dios,
dixo el fijo mayor, como somos guaridos!
¡buen padre auemos fallado! ¡bendito sea
quienlo crio,ca bien nos auondo de comer! Se-
ñor palmero, dixo el, por Dios, palmero, non
vos vayades para ninguna parte, e fincat con
ñusco» . E Barroquer, quando esto oyó, to-
móse a llorar, e la dueña se marauillo ende.
XXXY
Después de comer, leuantaronse anbos los
mancebos, e alearon las mesas; desi pusieron
de la leña en el fuego por amor del buen
huésped, e desque anocheció, Barroquer lla-
mo su huéspeda e dixole: «Dueña, ¿do yare
esta noche?» «Palmero, dixo ella, yo uos lo
diré. Yos yaredes cerca el fuego, e ternedes
vn saco fondón de uos, ca yo non he chu-
maco que vos dar». «Dueña, dixo Barro-
quer, non sea asy, mas durmamos de con-
suno, ca yo non he muger nin uos marido, e
quiero uos dar por ende cient sueldos».
Quando aquesto oyó la muger, torno tal como
caruon, e cato a Barroquer muy sañuda e
de tal talante, e dixole a muy grandes
b zes: «¡Garzón lixoso, fi de puta, salid de
mi casa, ca sy ay mas estades, tantas palan-
cadas uos fare dar en los costados, que todos
uos los quebrantaran; ca llamare agora a
todos mis vezinos que uos apalanquen!» Ba-
rroquer, quando vio su muger tan sañuda e
porque la auia tan bien prouada, non se
quiso mas encobrir contra ella. Entonce des-
nudo su esclauina que traya vestida e finco
en saya el muy buen vejaz, e fue abracar a
su mugier, e ella lo cato e comencose a ma-
rauillar, e desque lo cato, dixole: «¿Quien
{Fol. 144 r.) uos, buen señor? no me lo ne-
guedes». «Dueña, dixo el, yo sso Barroquer
vuestro marido, que uos tanto soliades amar;
vos non me conosciades ante, quando aqui
llegue a la viespra, mas conosciome el mi
asno, que tanto que me oyó, luego se tomo a
cantar» .
Quando la muger lo entendió, toda la
color se le mudo, e conos^iolo luego, e fuelo
abracar e besar muy de corasQOn, e Barro-
quer otrosy a ella; e non sse podian ahondar
vno de otro. Después desto, Barroquer fue
abracar e besar a sus fijos, e comencaron
todos a llorar de alegría, e los fijos dixie-
ron a Barroquer: «Sseñor, bien seades veni-
do». Barroquer sse asento con ssu muger a
fablar, e dixole: «Amiga, de oy mas ssed
alegre, ca yo so muy rrico: ca yo he ganado
tal auer e tal thesoro, por que seremos rricos
e bien andantes para sienpre» . Entonge le
contó como fallara la rreyna de Fran9Ía
CARLOS MAYNES
523
desanparada. e como se fuera con ella, e la
guardara, c dixole: «Tomad este don que
uos enbia ella^ e confortaduos bien, ea a mi
conuiene de me partir oras de- mañana, e
yrme derechamente a Paris por veer los
traidores que a mi señora la rrejma fizieron
mezclar^ donde el enperador Carlos fue mal
aconsejado». «Señor, dixo la rauger, Dios
uos guie e vos guarde de mal. e guardatuos
de entrar en poder de aquellos». «Ssj^ fare,
dixo el, non y dubdedes». Entonce sse fue-
ron ecliar a grant plazer de ssy. Otro dia
mañana se leuanto Barroquer, que auia muy
a coracon su carrera, e bestio su csclauina,
e tomo su bordón e su esportilla^ e espedio-
se de su muger, que lo amana tan mucho, que
non cuidaua ver la ora en que tornase a
Emaus; e partióse de su casa, por yr a Paris.
XXXVI
Agora se va Barroquer, que Dios guarde
de mal, su esclauina vestida, e su bordón en
la mano. E comento a trotar, e llego a Paris
a ora de yantar, e entro por la villa e vio las
gentes ayuntar por la ciudat, e vio fincar
tiendas fuera de la villa por los canpos.
Quando esto vio Barroquer, comenco mucho
a llorar, e dixo: «¡Ay, señor lesuxristo, que
en la vera cruz te dexaste prender muerte
por los pecadores sainar! ¡tu faz a Carlos
que sse acuerde e que rresciba la rreyna su
muger derechamente, como dene!» E desque
comió en casa de vn orne, do poso, salióse
fuera de la ciudat, e fuese por rribera del rrio
de Ssena, donde posauan muchos altos omes
e poderosos, e y eran de los traidores. Mas
tanto sabet todos que non ouo rrey en Fran-
cia, del tienpo de Merlin fasta entonce, que
non ouiese traidores que le feziesen muy
grant daño; mas non tanto como a este. Desi
fuese contra la tienda del rrey, e violo ser
muy triste, e con el seya don Aymes, que
era muy buen orne. «Don Aymes, dixo el
enperador, aconsejarme deuedes: yo ayunte
aqui mis gentes, asi como vos vedes, por de-
fender mi tierra, ¿que vos parece y?» «Se-
ñor, dixo el duque don Aymes (Fol. 144 v.),
yo uos daré buen consejo si me vos crer qui-
sierdes: yo oy dezir, e asi es verdat, que
Lois vuestro fijo es entrado en Chanpayna, e
con el el enperador Ericaldo, su abuelo, señor
de Grecia; e ya son con vuestro fijo acorda-
dos Almerique de Narbona e sus fijos, que
sson tan poderosos e tan buenos caualleros,
e certas mucho faria conti-a rrazon quien
contra el fuese, e seria muy grant daño de
nuestros omes; mas, señor, resyebit vues-
tra muger, que es tan buena dueña, e Dios
e el mundo vos lo terna a bien». «Señor,
dixo Mancions (vn gran traidor), aquel dia
que la uos toraardcs, sea yo escarnido, ¡mu-
ger que asi ando abaldonada a quantos la que-
rian por la tierra, que non ouo garlón que
non feziese en ella ssu voluntad!» Quando
esto oyó Barroquer que y paraua mientes, a
pocos non fue ssandio, e non sse pudo tener
que non dixiese: «Qertas,greton lixoso, men-
tidos; e S3^ non fuese porque estados ante
el enperador, tal palancada uos daria deste
bordón, que la sentiriades para sienpre».
Quando aquesto el enperador oyó, tomóse a
rreyr, e Ougel otrossy e los otros omes bue-
nos que y sseyan, e dixieron entre ssy que
sandio era el palmero. «Palmero, dixo el rrey,
¿donde venidos?» «Señor, dixo el, yo uos lo
diré: yo vengo de Jerusalen, do Dios fue
muerto e bino, e pase por Bregoña, e y fue
rrobado de vna gente mala que y falle, e era
tan grant caualleria, que después que el
mundo fue fecho no fue ayuntada tan gran-
de, e son ya en tierra: e esto faz el enperador
Ericardo, que trae y su fija e su nieto, que es
ya bueno e arreziado, e todos dizen del niño
que es vuestro fijo, e que por fuerza sera
rrey de Francia, e que porna a uos fuera de
la tierra. E por el mi consejo, vos non los
atenderiades, ca el infante muy fuerte es, e
muy dultadorio, e diz que ha derecho de
heredar a Francia, e que se quier entregar
de la tierra a quien quier que pese o ploga,
e que sera rrey coronado; e yo le oy jurar
por todos los santos de Dios, que ssy pudiese
coger en la mano los traidores que con vusco
son, que su madre trayeron e la fezieron
echar tan viltadamente de la tierra, que los
non guariría todo el oro del mundo que los
non feziese quemar. E vos mesmo podedes y
prender grant vergüeña, asi como el dezia.
Por lo qual vos 3^0 loarla que vos fuesedes de
aqui, ante que fuesedes preso ni maltrecho» ,
Quando esto oyó el enperador, fue muy sa-
ñudo e ouo ende grant pesar; mas Barroquer
non semejaua orne que pauor ouiese, ante
dixo al rrey muchas cosas del infante Loys
de menazas, e el enperador lo llamo e di-
xole: «Palmero, ¿que dizen aquellas gentes?
¿Yernan mas adelante, o que cuy dan de fa-
zer?» «Señor, dixo Barroquer, asy aya Dios
parte en la mi alma, que ellos amenazan fie-
ramente los traidores de Francia, que ssy los
cogen eñ poder, que los {Fol. 145 r.) non
guarirá cosa que non sean destruidos o tre-
nados». «Señor, dixo Mancion, yo vos digo
bien que este palmero es esculca: mandatle
sacar los ojos; desy esforquenlo» . «Non lo
fare, dixo el rrey; ante quiero fablar con
524
LIBROS DE caballerías
el e oyr de ssus uueuas. Palmero, dixo el
rrey, ¿ssabes algunt menester?» «Ssi señor,
dixo el, sso tal mariscal de coiiosger buen
eauallo, o buen palafrén, que en el mundo
non ha mejor, nin que lo mejor sepa guare-
cer de su enfermedat, nin mejor afeitar».
»rertíis, palmero, dixo el rrey, tu deues ser
muy onrrado, sy verdat es lo que dizes; e
quiero que finques comigo e fazerte algo,
ca yo lie vn eauallo rucio muy preciado, tan
fuerte e tan fiero, que ninguno non se osa lle-
gar a el ssynon yo e los ornes que lo guar-
dan» . E Barroquer dixo: «Yeamoslo; quiga
yo uos daré y recabdo» . «De grado, dixo el
rrey». Entonce embio por el eauallo; mas
quatro mancebos que lo auian de guardar
fueron a el c enfrenáronlo, e tiráronle las
cadenas e las presiones otrosy, e leñáronlo
todos quatro al rrey, e descobrieronlo de vna
purpura de que estaua cobierto; e el eauallo
aleo la cabe§a e tomóse a relinchar muy fie-
ramente e a soplar mucho. Era el eauallo
bel, de guisa que le non ssabian par, nin
auia ome que sse enfadase de lo ver, e de-
zian todos e jurauan que nunca tan fermoso
eauallo vieran. E Barroquer, que lo catana,
comenco a pensar, e dixo en su coracon:
«¡Ay Dios, Señor! ¡dame. Señor, si te plaz,
que yo pueda leuar este eauallo a mi señor!
mas sy en el caualgase ssin siella. cuydo
que caerla muy tosté, ca non sso acostun-
brado de caualgar en eauallo en hueso» . E
do el rrey estaua asy en rriba de Ssena e
catando su eauallo, de que se pagana mucho,
dixo contra don Aymes. «Duque, ¿vistes des-
que nacistes tal eauallo como este?» E el
dixo que non. E Barroquer se adelanto e
dixo: «Señor, si el eauallo fuese ensellado,
por la virtud de Dios, yo cuydaria prouar su
bondat.>. Quando esto oyó el rrey, mandólo
ensillar tosté, e desque lo troxieron, Barro-
quer quito de ssy su esclauina, e puso el pie
en la estriñera, e caualgo muy ayna, e el ea-
uallo comenco a tomar con el muy esquines
saltos, e de esgremirsse, en manera que a
pocas non dio con el en tierra, e Barroquer
echo mano a las crines, e los caualleros que
lo uieron, dixieron: «¡Agora veredes el gri-
tar fiero e el rroido quando el palmero ca-
yer!» E Barroquer que lo oyó, non daua por
ende nada; mas dezia entre sus dientes que
no seria, si a Dios ploguyese, ante sse te-
nia bien en la sella; e el metió el bordón so
el braco derecho, e con los grandes capatos
que tenia aguyjo el eauallo e soltóle la rrien-
da, e el eauallo comenco de correr tan fiera-
mente, que semejaua que bolaua. Assy lo
arremetió por el prado; desy venóse contra
el enperador, e dixole a muy alta boz: «Rrey, |
yo sso Barroquer de la barua cana; ssy yo
vine a vos por esculca {Fol. 145 v.) agora me
tornare a Loys, vuestro fijo, el muy pre§ia-
do, e a vuestra muger la reyna Senilla, que
yo por mi cuerpo guarde de mal e guye, e
serui a mal grado de los traidores que la fe-
zieron desterrar a tuerto. E si vuestra mu-
ger non rres9Í1iierdes, sabet que Francia sera
por y destruida; mas como quier que auen-
ga, este buen eauallo leñare yo, e finqueuos
la mi esclauina, ca bien la auedes conprada».
Entonce ferio el eauallo de las espuelas, e
fue su carrera, e el enperador metió grandes
bozes: «Varones, ydme en pos el, por el
amor de Dios, ca si asi pierdo mi eauallo,
jamas non auere alegría: e quien me pudier
prender el palmero, gient mareos de plata le
daré en aluistras». Entonge caualgaron ca-
ualleros e escuderos, e semientes e priuados,
e vnos y otros: e y fue el duque don Aymes,
e Ougel e Galter de Corauina, e los parien-
tes de Galaron, que Dios maldiga. ¿Que uos
diré? Quien quier que buen eauallo tienia,
caualgo en el ssyn detenencia, e el enpera-
dor niesmo y fue. Assy fueron todos en pos
el; mas Barroquer, que yua delante en el
buen eauallo, rrogaua yendo mucho a Dios
que lo guardase de caer, e asi corrió fasta
Ormel, que se nunca detono. Enton9e cato
en pos sy, e vio muy grant gente venir en
pos el por lo prender; entonce aguijo mas el
muy buen eauallo e ftiese a Gornay, e paso
por y, que se non detono cosa, e llego a
Leni; mas non quiso y fincar, e yua tan rre-
cio por medio la placa, que semejaua ten-
pestad, de guisa que non auia y tan ardido
que sse le osase parar delante nin preguntar.
xxxvn
Assi se paso Barroquer por Leni en el
buen eauallo; e desque fue fuera de la villa,
cogióse por el camino de Proyns, e fuese
quanto el eauallo lo podia leuar, asi que
poco daña ¡)or los del rey Carlos que en pos
el corrían. Entretanto llego el duque don
Aymes, e Aleni, e Ougel, e con ellos bien
quatro mili franceses, e fueron preguntando
ssy vieran por y pasar vn villano en vn buen
eauallo muy corredor. «Ssy, dixieron los
bnrgeses, que mal apreso vaya el alia do va;
por aqui paso, tal como el viento». A tanto
llego el rrey, que venia metiendo bozes:
«Yarones, agora por Dios yd en pos el, ca
ssy me asy escapa, jamas otro tal no auere
a mi cuydar» . Entonce caualgaron todos los
de la villa, bnrgeses e caualleros e semien-
tes, e fueron en pos el; mas Barroquer, que
CARLOS MAYNES
525
yua adelante alongado dellos, llego a vn mon-
te a ora de viespras, que ora ^crca de Emáus,
e fallo a su fijo en la carrera que leuaua su
asno cargado de leña, e conosyiolo luego, e
dixole: «Fijo, salúdame a tu madre, ca yo
non he vagar de fablar mas contigo, ca bien
en ¡ios de mi el rrey Carlos con muy grant
conpaña; agora te ve a Dios, ca non he po-
der de mas contigo estar» . Tanto estouo ally
el fablando con su fijo, fasta que vio el rrey
Carlos, e de tan lueñe que lo vio, metióle
bozes: «¡Ay fi de puta, non me escaparedes
que non seades enforcado!» {Fol. 146 r.). E
Barroquer que lo oyó, le rrespondio: «Non
sera assy, si a Dios plaz». E comentóle de
gritar. Estonce aguyjo el cauallo que se non
detono mas; e mas tosté se alongó dellos ques
marauilla, e fuese por Columersablia, e la
luna era muy clara, e llego a ora de matines
a Proins, e passo por y sin enbargo ninguno;
e el rrey Carlos llego y al alúa del dia, e
Ougel, e el duque don Aymes, e con ellos
bien trezientos a cauallo, e fueron pregun-
tando a los de la villa: «¿Vistes por aqui pa-
sar vn villano encima de vn buen cauallo?»
E ellos dixieron que non sabian del parte.
E Barroquer, que iba en el buen caballo rru-
r-io, tanto ando de dia e de noche, que llego
a tierra do fue muy bien rebebido, mas tan-
to cuyto el cauallo, que era todo trassuado;
e asi fue ante el infante Loys, e presento-
gelo e dixole: «Tomad este cauallo, señor in-
fante, que es el mas marauilloso que nunca
ome vio, que fue del rrey Carlos, vuestro
padre». Entonce le contó como Carlos fezie-
ra ayuntar su hueste en Paris muy grande,
e que yazia en rribera del rrio; «e quando el
rrey me violeuar su cauallo, mando venir su
hueste en pos de mi, e el venia delante mas
brauo que vn león; e poderlos hedes fallar a
siete leguas de aqui muy pequeñas». «Por
Dios, dixo el infante, ¿assy corrió en pos de
vos mi padre por su cauallo?» «Certas ssy» ,
dixo Barroquer. «Barroquer, dixo el infante,
¿que gente anda con el? non me lo niegues» .
«Señor, dixo el, bien sson treynta mili; los
vnos vienen delante, e los otros detras, asi
como les aturan los cauallos, mas bien los po-
dedes todos prender, sy quesierdes». Quando
esto Loys oyó, comen(;*o a dezir: «¡Armas, ar-
mas, caualleros! ca yo prenderla de grado a
mi padre, en tal que lo feziese otorgar con mi
madre». Entonge veriades griegos, asi los al-
tos como los baxos, correr a armarse, que
non fue y tal que se dende escusar quesiese,
e el enperador Rricardo fue armado en los
primeros muy rricamente, e subió en su ca-
uallo, e don Almerique de Narl)ona, e Guy-
llemer el guerreador, e todos los otros de su
conpaña, e asy se ayuntaron en vn punto
bien treynta mili; e Barroquer dezia: «To-
dos los poderedes prender, si quesierdes» .
Quando esto vio I^oys, comencé a dar bozes
que mouicsen. Entonce fueron su carrera,
aguyjando quanto podian contra los france-
ses, e yendo asy, dixo el infante: «¡Ay Dios,
Señor, quel mundo formaste por tu grant
poder, e quesiste que fuese poblado de gente,
da al rey mi padre coracon que rresciba a
mi madre, asy como deue!» Assy se fue la
hueste de los griegos muy esforzadamente,
asi que de los pies de los cauallos ssalia tan
grant poluo, que muy de lueñe páresela.
Quando esto vio el enperador Carlos, fue
mucho esmayado, e el duque don Aymes le
dixo: «Señor, en barata somos; mucho corri-
mos, me semeja, en pos el penitencial. Ahe
aqui los griegos vienen ae rrandon con Loys,
vuestro fijo, que es muy sañudo de su ma-
dre que echastes de vuestra tierra, e con el
viene Almerique de JSTarbona e sus fijos, e
mucha otra caualleria, e el enperador Rricardo
de Costantinopla que vos desama {Fol. 14G v.)
mortalmente, por su fija que auedes dexada,
onde entongo creyestes los traidores que Dios
maldiga. Ora es por eso vuestra tierra meti-
da en duelo e en tormenta, e nos por ende
seremos todos presos ante del ssol puesto; e
sera muy grant derecho para la fe que deuo
a Dios, desy que todos somos desarmados, si-
non de nuestras espadas, si nos non uviamos
acoger a algún castiello; ¡nunca tal perdida
perdimos desque perdimos Oliuer e Roldan,
como esta sera! ¡nunca desde entonce acá
oue tan grant pauor como agora he! ¡Dios
nos acorra!»
XXXVIII
«Don Aymes, dixo el enperador, por buena
fe non sse lo que y podamos fazer; bien se
que el enperador de Costantinopla me des-
ama mortalmente, e ha razón por que: ca
eche su fija de mi tierra muy malamente, e
nos non auemos castiello a que nos acojamos».
«Señor, dixo Salamon, aqui non auemos que
tardar, ca el proueruio diz que mejor es buen
foir que mal tornar». Entonce sse asonl)raron
los fran9eses antel rrey Carlos, mas non
auia y tan bueno que pauor non ouiese; ca
mucho dubdauan los griegos que venian de
rrendon. «Señor, dixo el duque don Aymes,
entendet lo que nos quiero dezir: a ssiete
leguas de aqui ha vn castiello en vna monta-
ña, a que dizen Altafoja; ya lo nos touiestes
cercado, quando yazia dentro Grifonet que
fizo la traif'ion, quando vendió Roldan al rey
Marssil, e non uos pudo escapar, ante ouo su
526
LIBROS DE caballerías
gualardou de la traición que feziera, ca fue
quemado. Pues yayamos a Altafoja, e sy nos
y cercaren, muy bien nos defenderemos, si
Dios quesier, e mal aya el que non se defen-
diere fasta su muerte » . E Carlos dixo :
«Agora, ¡via de parte de Dios!» Estonce mo-
uieron de rrendon contra Altafoja, e el enpe-
rador cato la grant gente de los griegos que
en pos ellos yuan quanto mas podian, assy
que ante que ftiesen encima de la montaña
los alcancaron los griegos. Alli podriades ver
mucho golpe de espada, e delanca e de porra;
mas los franceses puñaron de se acoger a la
rocha, ca bien veyan que los non podian
durar^ e desque fueron en el castiello, cerra-
ron muy bien las puertas. Asy fueron los
franceses encerrados onde sse desmayaron
mucho, e los griegos los ^crearon a derredor,
e mandaron tender tiendas e tendejones en
que posasen, e fezieron chocas de ramas;
mas pero ante que los franceses se acogiesen,
prendieron dellos los griegos veynte e ^inco.
E destos eran dos de los traidores que Dios
maldiga: el vno dellos era Mansión, e el otro
Justorte de Claurent, e por estos dos fuera la
reyna traida e echada a dolor e a desonrra de
ssy. E leuaronlos al infante Loys, a que
plogo con ellos, e dixoles: «¿Quien sodes?
non me lo neguedes». E ellos respondieron:
«Señor, nos ssomos de Francia, e esto sabre-
des por verdat, e somos vuestros presos:
agora fazet de nos lo que uos ploguier» . E
entretanto llego Barroquer ssañudo e de mal
talante, e cato los traidores muy sañuda-
{Fol. 147 r.) mente, e dixo a muy alta boz:
«Yo non seria tan ledo sy me diesen dozien-
tos marauedis de plata como sso con estos
dos falsos que aqui veo presos, que non sse
peores en toda la tierra». «Señor, dixo el al
infante, estos malos sson de contar por cul-
pantes: este vno ha por nonbre Mansión, e el
otro Justorte de Monteclaro; estos dezian al
rrey que me mandase sacar los ojos, mas
agora los mandat uos por eso rrastrar o en-
forcar jior las gargantas». «Yo lo otorgo»,
dixo el infante. Entonce fezieron traer dos
rocines, e atáronlos a ellos, e rrastraronlos a
vista del rrey, que estaua encima del muro
d' Altafoja. «¡Ay Dios! dixo el rrey, ¿como
non ensadezco de pesar, porque asi veo
arrastrar mis omes, e los non puedo acorrer?
el coraron me deuia por ende quebrar».
Grant jjesar auia por ellos el rrey Carlos; e
después que fueron arrastrados, mandaron
erguyr forcas, e pusiéronlos y, e asy ouieron
los traidores lo que merecian de la buena
dueña que trayeron e fezieron desterrar a
tuerto. E el infante Loys, que era de prestar,
fizo traer ante ssy todos los otros presos, e
dixoles su rra^on tal: «Señores, dixo el,
¿sabedes lo que uos demando? Quiero que
uos náyades quitos para el rrey Carlos, e
saludatme primeramente a mi padre, e
desi a don Aymes e a Ougel; estos dos nunca
yo vi, mas oylos preciar, e dezitles que, si
yo pudiese, que de grado me aconpañaria a
ellos, e por Dios, dezitles de mi parte que
rrueguen al rrey que rres(;'iba a mi madre
por muger, e que fara muy grant limosna» .
E los presos rrespondieron que su mandado
farian de buenamente, e dieronle gragias e
mercedes de que los quitaua, e comendaronlo
a Dios, e espedieronse, e partiéronse del, e
fueronse a Altafoja; e desque fueron antel
rrey, sainaron a el e a toda su conpaña, e
otrosi sainaron a don Aymes e a Ougel de
parte del infante e dixieronles su mandado.
«Señor, dixieron ellos al rrey, el buen Loys,
vuestro fijo, nos quito, e enbiauos dezir por
nos que rrescibades a su madre, e que fare-
des y muy grant bien e muy grant limosna;
e el Apostoligo, que es señor de la ley,
verna a uos a pie por este pleito e esta aue-
nencia traer, si uos qiiesierdes, e don Alme-
rique de Narbona con todos sus amigos; e
sabet que Mansión es enforcado e Justorte su
cormano, ca el palmero que uos sabedes los
fizo enforcar, e dize que otro tal fara de los
otros traidores que buscaron mal a la rreyna,
bien ante vos, que los non poderedes ende
guardar». «¡Ay Dios! dixo el rrey, ¡quantas
ontas me ha fechas aquel maldito de palme-
ro! ¡Non folgare si del non fuere vengado».
Grant pesar ouo el rrey quando oyó menazar
sus omes. Entonce llamo a don Aymes, e
Lardenoys, e Ougel. «Amigos, dixo el rrej^,
consejatme: ¿que fare sobre esto?» «Señor,
dixo don Aymes, yo vos lo diré: quando
anochecier, nos saliremos fuera e y remos
contra la hueste, e ellos non sse guardaran
de nos, e feriremos en ellos ssin sospecha, e
mataremos e prenderemos dellos muchos».
«Yo lo otorgo, dixo el rrey, ssy quier que
non prendiesedes otro ssynon el palmero que
leuo mi cauallo; e pues esto dexistes, ponetlo
jjor obra». Entonce se partieron de alli e
fueronse guysar, e armáronse de las armas
de los burgeses de la villa lo mejor que po-
dian; e desque fueron armados e la noche
veno, salieron fuera del castiello e fueronsse
deciendo por la montaña, asi que llegaron al
llano do yazia la hueste de los griegos; asi
fueron ascusamente, que los griegos nunca
dellos fueron apercebidos, fasta que ferieron
en ellos ssin sospecha (Fol. 147 v.),e comen-
caron a ementar a altas bozes: ¡Monjoya,
Monjoya! la seña del rrey Carlos. E los
griegos, que seyan comiendo muy segurada-
CARLOS MAYNES
527
mente, salieron tosté, que non cataron por
pan ni por vino, nin por carne; mas los
íraní^-eses los cometieron muy fieramente.
El rroydo fue muy grande por la hueste, e
fueron armados mas de veynte mili, e dexa-
ronse correr a los franceses; mas los frange-
ses, quando esto entendieron, comenoaronse
de allegar contra el castiello, ca bien vieron
que ssu fuerza non los valdría nada; e do sse
yban acogiendo, fallaron a Barroquer, que
andana en vn buen cauallo de Alemana que
le diera el infante, e saliera con el e con el
enperador; mas aueno assy que se espidiera
dellos, e cogióse por otra carrera. Pero tanto
que Barroquer a Ougel vio, algo ssu bordón
por lo ferir, mas Ougel le desuio el golpe, ca
ouo del miedo, e echóle mano e trauole en la
barua, que traya grande como griego, e co-
giólo so el braco e comencolo de apretar, asy
que lo desapodero; e Barroquer comento a
dezir: «¡Ay, santa Maria, valme! ca, ssy me
lieua al castiello, yo muerto sso» . E el infante
Loys, que ende la boz oyó, comenQO de correr
contra aquella parte; mas non lo pudieron
acorrer, ca Ougel, que non auia sabor de lo
dexar, lo tenia todauia, e lo leuaua suso
contra el castiello. E el infante, desque vio
que lo non podia auer, tornóse a la hueste,
mas mucho fazia grant duelo por Barroquer,
ca muy grant miedo auia que lo matasen.
XXXTX
El enperador, que seya en Altafoja aten-
diendo, llego Ougel a la puerta e llamo, e
abriéronlo, e desque entro, lleuo a Barroquer
antel e diogelo, e los franceses se ayuntaron
y e dixieron: «¡Buen vejaz es este!» Entonce
se leuanto en pie vn traidor, Aloris, cormano
deOalaron, e dixo al rrey: «Señor enperador,
para el apóstol sant Pedro vos juro que este
es el palmero que vos fuyo con el vuestro
buen cauallo del canpo de Paris; fazetle
agora por ende tirar los ojos de la cabeca,
desi enforquenlo» .
Quando le esto oyó Barroquer, comencolo
de catar tan fieramente que marauilla [era] ,
e enrrugo la tiesta e apretó los dientes, e
aleo el puño e fuese a el, e diole tal puñada
en los dientes, que le quebró los becos e le
fizo saltar los dientes, e dio con el en tierra
a los pies del rrey Carlos. «Tirate de aqui,
dixo el, lixoso, malo, traidor, que por ty e
por tu linage fue echada la rreyna Seuilla,
mi señora, muger del rrey Carlos, en deste-
rramiento; mas ssy vos coge en la mano su
fijo, non vos puede guarir cosa que nos a
todos no enforque o non queme». Quando
esto vio el enperador, como sseya de mal
talante, metió bozes: «¡Prendetlo, prendetlo,
o ydlo luego enforcar!» Entonge fue preso
Barroquer, e atáronle las manos, e pusiéronle
el paño ante los ojos.
¡Agora le vala Dios, ssynon agora lo en-
forcaní
XL
Entonce presieron a Barroquer aquellos a
quien lo el rrej^ mando, e fezieron erguj^r la
forca encima de la rrocha, al pie del castiello,
asy que bien lo poderian de alli ver los
griegos. «Agora, dixo el rey, guardatlo que
se non vaya: ca para aquel Dios que veno en
la vera cruz, non ha cosa que me lo quitase
de manos que lo non enforcase; ¡en mal
punto para ssy me leuo el mi buen cauallo!»
Desque las torcas fueron aleadas, los traido-
res fezieron alia leuar a Barroquer. Desque
se el vio en tal peligro, comenco mucho a
plañer e dixo: «¡A Dios, Señor, que muerte
prendieste en la vera {Fol. 148 r.) cruz por
los pecadores sainar! ¡aue mercet de mi
alma, ca el cuerpo llegado es a ssu fin! ¡Ay
infante Lois, Dios te guarde de mal, ca yo ja-
mas nunca te veré! ¡Dios ponga paz entre ty
e tu padre, e que uos acordedes de consuno!»
En todo esto, los traidores fezieron erguyr
vna escalera, por que lo sobiesen suso; enton-
ge le echaron vna soga a la garganta. «¡Ay
vejancón, dixo Aloris, venida es vuestra fin,
assy que Dios, nin ome, nin muger non uos
pueden guardar que non seades colgado!»
Quando esto Barroquer oyó, tomóse mucho a
llorar; desi comenco a rrogar aquel Señor,
que ende ha el poder, que le guardase el
alma que non fuese perdida; e desque le
ataron la cuerda a la garganta, aquellos que
Dios confonda, le echaron el paño ante los
ojos. A atanto llego y el duque don Aymes,
e Ougel con el e toda su conpaña, e desque
y ftieron, el duque dixo: «Palmero, mucho
feziestes grant follia quando uos leuastes el
muy buen cauallo del rrey; ora seredes por
ende enforcado a vista de todos los de la
hueste» . «Señor, dixo Barroquer, por Dios,
fi de santa Maria, auet mercet de mi que me
non enforquen, e yo uos diré verdat; yo he
nonbre Barroquer, e sso natural de Emaus,
e por guardar la rreyna, quando fue echada
a tuerto, dere mi muger e mis fijos, tanto
oue della grant duelo, quando la falle sola
en el monte, muy triste e muy esmayada,
aquel tienpo que Macaire fizo la grant trai-
ción, quando mato a Auberi de Mondisder,
que la andana buscando por la escarnecer;
528
LIBROS DE caballerías
mas a Dios non plogo que la el fallase, mas
yo la falle en aquella ora mny grant mañana,
en saliendo de vn monte; desy gnyela e fuyme
con ella, e andamos tanto que llegamos a
vna villa que dizen Yrmesa, e y encae(;-io de
vn fijo que es muy buen infante, a quien
puso nonbre el rey de Yngria Loys, quando
lo tiro de fuentes; e yo lo crie sieni:)re, e agora
he por ende tal gualardon de su padre que
prendere por ende muerte. ¡Ay enperador de
Francia! ¡Dios te lo demande! ¡ca tu echaste
de tierra la buena rreyna tu muger, e Dios
no haya parte en la tu alma, ssy la non rres-
9ibieres; e estas por ende en ora de j^erder la
vida!» Quando esto oyó don Aymes, fue ende
muy ledo, e llamo a Ougel e dixole: «Agora
non ha cosa en el mundo por que dexase de
ser vengado de los traidores que a tan grant
tuerto fezieron echar la rreyna»; desi dixo
al palmero: «Amigo, dime verdat e non me
niegues cosa: ¿El infante que tu dizes es acá
yuso en aquella hueste, e su madre la rreyna
Seuilla, mugier del rrey Carlos? Ssy fue
verdat, asi como tu dizes, que la guareciste,
certas que tu deues por ende auer muy grant
onrra, e por buena fe que la yria ver de
buena mente, e que todo quanto ouiese pu-
siese en ssu seruicio e en su ayuda». «Señor,
dixo Barroquer, bien vos lo juro para la fe
que deuo a Dios, que yo la guarde sienpre,
e que y es» . Quando esto oyó el duque don
Aymes, ssaco su espada de la bayna, e dixo
a aquellos que lo tenian que dexasen, ssy
non que les tajaría las caber-as. Entonce lo
ñzo desliar e quitarle el paño delante los
ojos. E los traidores sse fueron quexar al
enperador del duque don Aymes e del bueno
de don Ougel, e de Lardenois^ que les qui-
taran el palmero; e el enperador enbio por
ellos, e ellos venieron. «Don Aymes, dixo el
enperador, por Dios, ¿por que non dexastes
enforcar aquel ladrón?» «Señor, dixo don
Aymes, yo vos lo diré» , «Non vos lo quiero
03'r mas, dixo el enperador; oy este ya asy,
mas de mañana non me puede escapar».
Entonce llamo a Focart, e Gonbaut, e Guy-
nemer (estos eran de los traidores), e ñzogelo
dar, e dixoles que lo guardassen que se les
non fuese, ssynon que los enforcaria {Folio
148 V.) por ende, que por al non pasarían; e
ellos dixieron que bien lo sabrían guardar.
E los de la hueste sse asentaron a comer,
mas el infante Loys non comia, ante comenco
a fazer el mayor duelo del mundo por Barro-
quer, e a llorar, e el enperador su auuelo
que lo sopo, e el Apostoligo, lo fueron con-
fortar, e dixieronle: «Amigo infante, agora
dexat vuestro duelo, ca Dios lo puede muy
bien guardar» .
XLI
«Señores, dixo él, ssi lo mi padre mata,
yo jamas non auere alegria en quanto viua».
Atante aqui viene Griomoart antel, e quando
lo cato como lloraua, ouo ende muy grant
pesar, e dixole a muy altas bozes: «E ¿que
auedes, muy buen señor? Non me lo negue-
des: ca so el cielo non ha cosa que uos que-
rades, que uos lo yo non vaya demandar e
vos lo traya». «Amigo, dixo el infante, yo
uos amo mucho, e por ende vos lo diré: Ba-
rroquer, que uos sabedes, leñáronlo preso al
castiello, de que me pesa tanto que uos lo
non se dezir; e bien cuydo que non ha cosa
que lo guarezca, que mi padre non lo faga
enforcar» . «Señor, dize Griomoart, non uos
desmayedes, ca yo vos lo cuydo dar ante del
medio dia sano e saluo, ca yo sse vn tal en-
cantamento, por que lo quitare dende e uos
lo traeré sin ningunt dapuo». «Amigo, dixo
el infante, ssy uos esto fazedes, non ha cosa
que me demandedes que uos lo yo non de».
Entonge fazia vn poco oscuro, e Griomoart
se aparejó, e comenoo a dezir sus conjura-
r-iones, e a fazer ssus carántulas que sabia
muy bien fazer. Entonce se comento a can-
biar en colores de muchas guisas, indio e
jalne e varnizado; e los omes buenos que lo
catauan, sse marauillauan ende mucho. «Se-
ñores, dixo Griomoart, non vos desmayados,
ca ante que yo torne, auere muertos dellos
bien catorze». «Amigo, dixo el Apostoligo,
non fagas, ca tal orne y poderla morrer, que
tu non conosQcrias, de que seria grant daño
e nar-eria ende grant guerra; mas piensa de
nos traer a Barroquer ayna; e sy fezieres al-
guna cosa de que ayas pecado, perdonado te
sea de Dios e de mi» . Entonce se salió Grio-
moart de la tienda e fue su carrera contra
la montaña, e tanto ando que llego a la
puerta del grant alcar-ar, e encima del muro
estaua vn velador que tañia su cuerno, e
quando vio a Griomoart, dio muy grandes
bozes e dixo: «¿Quien anda y? ¿Quien anda
y? ¡euar piedra, vay!» Quando esto oyó Grio-
moart, ouo pauor e comenr-o luego a fazer su
encantamento e a dezir sus conjuraciones,
en tal guisa que el velador adormeció; e
Griomoart se fue a la puerta e metió mano
a su bolsa, e tyro vn poco do engrudo, que
auia tan grant fuerca, que tanto que tañiocon
el las cerraduras, luego cayeron en tierra. E
desque entro fuese al palacio, e sol que puso
la mano en la puerta, comengo a dezir sus
conjuraciones, e el portal, que era alto e lun-
broso, fue luego escuro, e Griomoart entro
muy seguramente, e a la i)uerta del pala9Ío
CARLOS MAYNES
529
fallo diez ornes armados, que tenían sus es-
padas muy buenas, e Griomoart que lo en-
tendió, fizo su encantamento, o adormecié-
ronse luego de tal guisa, que se dexaron
caer estendidos vnos cabo otros, átales como
muertos, (finando esto vio (Iriomoart, entro
luego en el palacio e fallólos ,todos dormien-
do, e paso por ellos todavía echando su en-
cantamento, e tanto que fue fecho asi, ador-
mecieron todos [los] caualleros, e vnos e otros
que les tajarían las [Fol. 149 r.) cabecas e
non acordarían. E Barroquer mesmo, que
alia dentro yazia preso en la cámara, ador-
meciera tan fieramente que marauilla, e
bien otrosí el enperador Carlos, e don Ay-
mes, e Ougel e los otros altos omes, yazian
asi dormiendo, que nunca pudieron acordar.
E en el palai/io ardian quatro cirios que da-
ñan muy grant lunbre, e Griomoart, que
dentro estaua, en su mano vn bastón^ catana
a cada parte, si verla a Barroquer, e dixo:
«¡Ay Dios, señor! E ¿a qual parte yaz Barro-
quer? yo juro a Dios que sy lo fallar non
puedo, que 3^0 porne fuego al palacio e a
todo el alcázar». E comengo de andar bus-
cando de cámara en cámara, assy que lo
fallo preso a vna estaca, e vnos fierros en los
*pies, dormiendo muy fieramente. E Grio-
moart lo despertó, e soltóle los fierros e las
liaduras por su encantamento, e Barroquer
fue muy espantado quando vio a Griomoart.
«Yia suso, dixo Griomoart, muy tosté, ca tu
eres libre si a Dios plaz». «Señor, dixo el,
fablat mas paso que sse non espierteu estos
que me guardan, ca nos matarían tosté, que
cosa non nos guarirá». «Barroquer, dixo
el ladrón, en mal punto te espantaras, ca
sse non despertaran fasta la luz» . Entonce
se comencaron de salir, e Barroquer yua
delante, e dixo al ladrón: «Amigo, vayamos
nos tosté, ca el corascon me tríeme, de guisa
que a pocas non muero de miedo» . «Barro-
quer. dixo el, ¿por que te espantas tu? Yo
sseñero entre aqui; mas vayamos ver a Car-
los como le.va» . «Calíate, dixo Barroquer,
grant follia dizes. Par sant Donis, dixo el,
yo non yre a el por lo ver, ca mucho es
fuerte orne, mas vayamos nuestra carrera; a
diablos lo encomiendo». E Griomoart non
demoro mas, e dexo a Barroquer estar cabo
de vn pilar, e fuese contra el lecho de Car-
los e descobriole el rrostro por lo ver mejor,
e desque lo cato, dixo: «¡Ay Dios, como es
dultadorio el rrey Carlos! ¡m.al venga a
quien le fizo que echase su muger! Esto fe-
zieron los traidores, que Dios confonda; non
puede ser, si se junta la hueste de los grie-
gos e la deste, que y non aya muy grant
daño de anbas las partes, ca este non se
LIBROS DE CARALLERÍAS. — 34
querrá dexar vencer. Nunca tan fuerte rros-
tro vi de orne». Entonce llamo a Barroquer
por le mostrar el rrey Carlos; mas el otro
non fuera alia por cosa del mundo. Después
desto Griomoart comento de catar de vna
parte e de otra, e vio estar a la cabesi;era
del enperador la su buena esi)ada que llama-
uan «joliosa», a que non sabian par, sj^nou
era «duradans» , e tomóla luego, e dixo que
la leñarla al infante Loys. Atanto se torno,
e fallo a Barroquer estar tras el pilar muy
callado, que rrogaua mucho a Dios que se
non despertasen los de dentro nin lo fallasen
ssuso. «Conpañero, dixo el, ora pensar de
andar; bien me semeja que si me alguno
quesiese mal fazer, que me non acorreria-
des. Non me semejades mucho ardido; ¡nun-
ca peor conpañero vy para escodruñar cas-
tiello!». «Por Dios, dixo Barroquer, dexat
estar, e vayamos tosté, e pensemos nos de
acoger» . Entonce se fueron a la puerta del
castiello, e salieron fuera, e fueronse quanto
mas podian yr contra la hueste. E aueno
que aquella noche rondana el buen enpera-
dor de Gre(,-ia, e el infante Loys ssu nieto con
el; e quando los vio venir, aguyjo el cauallo
contra ellos; mas quando conoscio a Barro-
quer, abrai.'olo mas de cient vezes, e besóle
los ojos e las faces, e fizo con ellos anbos la
mayor alegría del mundo; e el ladrón pre-
sento la buena espada al infante, e dixole:
«Tomad, señor, la espada de vuestro padre,
que llaman «joliosa» , que es preciada tan
mucho» ; e el la tomo, e fue el mas ledo del
mundo con ella, e dixole: «Amigo, non ha
en el mundo dos cosas {Fol. 149 v.) de que
tan ledo pudiese ser, como de Barroquer e
de esta buena espada: e de la vna e de la
otra auredes ende buen gualardon, si Dios
quesier.»
xLn
Entonce los leuo el infante a la hueste, e
fezieron por ende todos muy grant alegría;
mas la alegría de la rreyna esta non aula
par, quando vio a Barroquer. Mas del enpe-
rador Carlos vos fablare e de su conpaña. El
velador adormeció, que nunca despertó fasta
la mañana, e quando acordó, dixo que le
dolía mal la cabeca, e cato a derredor do ssy
e vio la puerta avierta del castiello, e fuele
mal, e metió vozes: «¡Ora suso, varones,
traídos somo"!» A estas vozes acordó el en-
perador e todos ssus altos omes que alberga-
uan en el palai;io con el, que cuydauan aner
perdido quanto auian. Mas quando el enpe-
rador cuydo tomar su espada, que cuydaua
que tenia cabo ssy, e la non fallo, a pocas
530
LIBROS DE caballerías
non perdió el sseso, e do vio a don Aymes e
don Ougel cabo ssy, llamólos e dixoles: «Va-
rones, ¿que se fizo de mi espada «joliosa»?
Non me lo neguedes, si sabedes do es» . «Se-
ñor, diz el duque don Aymes, non sabemos
ende mas que uos». «Par Dios, dixo el en-
perador, asaz la busque do la tenia a la ca-
becera, e nunca la pude fallar; mas bien
fue que es furtada e que yo sso encantado,
e ssy esto fizo el palmero, sea luego enfor-
cado» . Entonce fueron buscar a Barroquer
aquellos que lo auian de guardar, e quando
lo non fallaron, comencaron a llorar porque
les fuyera. Entonce se tornaron al rey e di-
xieronle: «Señor, Barroquer nos escapo e
fuese a la hueste; asy nos encanto a todos,
que non dio por nos cosa; mas si lo otra vez
pudierraos coger en la mano, luego sea en-
forcado; non aya y al». «¡Traidores! dixo el
rrey. e ¿que es lo que dizides? Después que
el caualío es perdido, cerrades bien la esta-
blia; mas ¡en mal punto vos fuyo, ca vos lo
conpraredes bien!»
XLin
Grant pesar ouo el enperador, quando le
mostraron los fierros e las cadenas que tenia
Barroquer que alli fincaran. «Por Dios, diz
el enperador, ¿asi vos escapo aquel que tanto
mal me ha fecho? ¡Ay! e ¡como me ha traido
aquel viejo malo, que ]a mi buena espada me
tomo por la leuar al infante Lois! Nunca,
desque naci, fuy asi dormiente como esta
noche; mas, para la fe que deuo a Dios , li-
xosos malos, en mal punto dexastes yr a Ba-
rroquer, aquel ladrón malo». Entonce llamo
a don Aymes e a Ougel de las Marchas, e
dixoles: «Prendetme aquellos dos falsos ma-
los, que auian de guardar el palmero» . «Sse-
ñor, dixeron ellos, fecho sea» . Por estos dos
fueron presos aquellos traidores, e enforca-
dos, que los non detouieron mas. E el enpe-
rador dixo entonce: «¡Ay, Dios! e ¿qual ca-
uallero sera agora, que me leñara my man-
dado a Paris que me acorran, ca muy grant
menester me faz?»
Entonce se leuanto luego Ougel e fuese
luego a armar. E desque caualgo en su buen
cauallo «Broyefort», veno antel enperador,
e dixole: «Señor, ¿como mandados?» «Id vos,
dixo el, quanto pudierdes, e dezit que me
acorran» . Entonce sse fue el defiendo por la
montaña, e desque llego al llano, comencé de
aguyjar; mas grisones que lo vieron, corrie-
ron en pos el a poder de cauallos, baladran-
do e gritando: «Preso sodes; non vos y re-
des» . Mas el bueno de don Ougel non rres-
pondio a cosa que ellos dixiesen; mas quando
vio logar e tienpo, enbraco el escudo e torno
la cabeca del cauallo, e metió la lanca so el
braco e fue ferir a aquel que lo mas alcan-
Caua de tal laucada, que lo metió muerto en
tierra del cauallo; desy el {Fol. 150 r.) bol-
uiose e comenco cíe yr quanto pudo, ca muy
cerca venian del bien quatrocientos griegos
que lo alcancauan fieramente; mas el, que
vio esto, cogióse a vn monte e fuese f>or el
quanto pudo e alli lo perdieron. E desque le
non pudieron fallar, tornáronse; mas Ougel
se fue quanto se pudo yr, e de las jornadas
que fizo, nin por do fue, non uos se contar;
mas llego a Paris vn dia martes, e desque
entro por la villa, fue metiendo por la placa
muy grandes boces: «¡Agora, via todos, varo-
nes, pequeños e grandes, al rrey Carlos, que
es gercado en Altafoja, do lo cercaron grie-
gos, e moros, e persianos, e si lo non aco-
r redes tosté, puede ser perdido!»
XLIY
Assy llego don Ougel a Paris a vna alna
de dia, e fizo 'a grant priesa ayuntar las
gentes por la villa , assi que en otro dia
auian de mouer por acorrer a su señor; mas
don Ougel les dixo: «Amigos, non uos cuy-
tedes, e dexat yr a my a Normandia por
traer ende al duque con todo ssu poder» . E
ellos respondieron que bien lo farian; des-
pués dosto fuese el sin detenencia a Qua-
rren ', e fallo y a Rechart, el buen duque,
que lo rrescebio muy bien, e preguntóle a
que veniera; e el le contó de como el enpe-
rador de Grecia tenia cercado al rrey Carlos
en Altafoja con muy grant gente a maraui-
11a, «e conuiene que vos aguj^sedes de lo aco-
rrer», Quando el duque esto oyó, comenco
mucho a llorar, e después dixole: «Don Ou-
gel, mucho es en este fecho culpado el rrey
Carlos porque asi echo la rreyna de su tie-
rra, e dixieronme que auia della vn muy
buen fijo, a que dizen Loys; mas ¿quien cuy-
dades que se quiera yr matar con su fijo?
Por Dios, dezitme lo que vedes y, ca yo non
ayuntare mi gente contra el; ante le quiero
yr pedir mercet, e non me mandara ya cosa
que yo por el non faga, ca es mi señor na-
tural». «Señor, dixo Ougel, por cosa del
mundo uos non dexedes de acorrer a vuestro
señor e de lo ayudar en toda guisa. E des-
que a el llegardes, tanto le rrogaremos que
rresciba su muger, que lo fara» . «Don Ou-
> «La via de Rúen» (¡...!) leyó D. José Amador de
los Ríos.
CARLOS MAYNES
531
i^el, dixo el duque, al infante non lo falle-
rere todavía eu quauto biuier» . Entonre eii-
hio por toda Normandia e fizo ayuntar sus
caualleros, que fueron bien catorze mili de
muy buenos. Euton9e se partieron do Rruen,
e andaron tanto por sus jornadas, que llega-
ron a Taris. Enton(,^e sse yuntaron todos los
de Paris e los de Normandia, e mouieron de
y por yr a Altafoja, e, desque y llegaron,
pasaron dcnde vna legua, e í'ezieronlo saber
a ssu señor el rrey Carlos. Quando el ende
oyó las nueiias, fue muy ledo a marauilla, e
ssalio del castiello e fuelos ver; mas quando
ellos vieron al rrey sano e ledo, ouieron ende
gran plazer. Entonoe llego mandado a la
liueste de los griegos como venia el poder
muy grande del rrey Carlos. Quando esto
entendió el infante Loys^ comen9o a meter
bozes: «¡Armas, armas! ¡Agora vayamos con-
tra el rrey Carlos !».E el rroido fue muy gran-
de por la hueste, e fueron todos armados
muy ayna, e mouieron contra el rrey Carlos,
e asi fezieron los otros contra estos. E al
juntar fueron los baladros muy grandes e
el sson de las armas e de los golpes que se
ferian, e ouo mucha gente muerta de vna
e de otra parte, e si mucho en esto demora-
ra, ouiera y muy grant dapno fiero; mas lle-
góles la noche que los fizo partir, e el Apos-
toligo veno y, que les ssermono que dexasen
la batalla fasta otro dia, e fueron dadas tre-
guas de la vna parte e de la otra, fasta la ma-
ñana a tienpo de misas dichas.
XLV
Entonos se partieron, e el enperador Car-
los se fue posar a ssus {Fol. 150 v.) tiendas;
mas Barroquer que lo vio yr lo conosr-io,
mostrólo al infante Loys, e dixole: «Señor,
vedes alli do va el bueno de vuestro padre,
que tanto es de preciar, que fizo a vuestra
madre echar de la tierra» . Quando esto oyó el
infante, aguyjo tosté contento alia, e deoio,
e fue fincar los iuojos antel, pediendole mer-
cet. «¡Señor enperador, dixo el, jjor amor de
aquel Señor que fizo el r-ielo e la tierra, rres-
yebit a mi madre por muger, asi como deue-
[-des, sy quier non ha tan buena dueña nin
tan bella en ninguna tierra!»
Quando el rey vio ante ssy su fijo estar en
inojos e pedirle meroed de piadat, tomóse a
llorar, de guysa que le non pudo fablar nin
veruo; desy fuese a su tienda para su mes-
nada, e el infanta Loys fuese a su hueste.
Aquella noche yoguyeron anbas las huestes
muy quedas e en paz. Otro dia, muy grant
[ mañana, sse leuanto el Apostoligo, e desque
canto la missa en su tienda con su olerezia>
fizo llamar al enperador, e la reyna Sonillaj
e el infante Loys, e desque fueron ayunta-
dos, el apostoligo les comento a dezir: «Ami-
gos, el enperador Carlos es muy buen orne e
que ha grant señorío; por el amor do Dios e
de Santa Maria su madre, que fagamos ago-
ra vna cosa que nos non sera villanía, mas
omildat, e seso, e cortesía: vayamos todos a
el por ante todos sus omes, que non finque
ninguno de nuestra conpaña, nin dueña,
nin donzella, e los omes vayan todos desnu-
dos en paños menores, e las mugieres des-
nudas fasta las yintas, asi yredes contra el
rrey; e quando v'.ere que le asi le pedides
meryet, mucho añera el corar-on duro ssy se
le nonamollantar». Quando los altos omes
esto oyeron, touieronlo por bien e otorgá-
ronlo.
Estonoe dixo el Apostoligo al infante Loys
que feziese dar pregón por la hueste qiie
non fincase ome nin muger, que todos non
fuesen pedir meryet al rrey Carlos en tal
guysa como era deuisado. Mas quien viera a
Barroquer messar la barua e sus cabellos
canos de la caber/a, quando vio desnudar a
su señora la rrejna fasta la yinta, piedat
ende aueria, edezian: «¡Ay Dios! ¡Que buen
vejaz e que leal!» Los rricos omes e los ca-
ualleros todos fueron en pánicos desnudos,
como bestias; asi yuan vnos ante otros por
pedir meryet, mas quando los asi vio venir
el rrey, marauillore, e dixo: «¡Ay Dios! e
¿que piensa aquella que veo venir en tal ma-
nera?» «Señor, dixo el duque don Aymes,
derecho auedes de los amar, ca me semeja
que viene y el infante Loys vuestro fijo, por
uos pedir meryet, e el enperador de Creoia,
e el Apostoligo, que sson tan altas dos per-
sonas» . E desque fueron antel, dixieron todos
a vna boz: «Señor, derecho enperador, pe-
dimos vos merget, por Dios, que rrescibades
la rreyna Seuilla, vuestra muger, que es la
mas fermosa dueña del mundo e la mejor».
Quando esto entendió el rrey Carlos, comen-
00 a pensar; desy tomo el rrico manto que co-
bria de paño de seda, e cobriola del, e ergu-
yóla de inojos en que estaña antel, e comen-
yola de besar los ojos e las fayes. Quando
esto los omes buenos vieron^ dieron ende
graoias a nuestro Señor, e después que el
rrey Carlos beso su muger e la rresoibio a
grant plazer, llamo a Loys su fijo, e abra-
rolo e besólo; después cato e vio a Barroquer
ante ssy estar, e llamo a su fijo Loys, e di-
xole sonrreyentlose: «Fijo amigo, por Dios
(jue me digades quien es aquel viejo malo
cano que me tanto pesar ha fecho» . «Señor,
dixo el infante, asi me vala Dios que este es
532
LIBROS DE caballerías
el que fallo mi madre en el {Fol. 151 r.) mon-
te, qiiando fue echada tan mesquinamente, e
seruiola sienpre muy bien, e crio a mi desde
pequeño; nunca en su dolencia ouo otro
maestre. Este nos buscaua que comiésemos
e que beuiesemos: asy que ssy por el non
fuera, a mi euydar muertos fuéramos de
fanbre e de lazeria». (:Juando entendió el
rrey Carlos, erguyóse corriendo e fue a Ba-
rroquer, e abracólo, e besólo, e perdonóle
todo su mal talante. «Señor, dixo Barroquer,
¡cient mili gracias!» Entonce llamo el rey a
Ougel, e a don Aymes de Bayuera, e Gralter
deTolosa. «Ora yd todos corriendo, dixo el,
e prendet los traidores parientes de Gralaron,
que toda esta onta buscaron, e fazetlos trey-
nar a colas de cauallos;; e ellos dixieron
que todo su mandado farian. Entonce se fue-
ron, mas non fallaron ende mas de cingo,
que prendieron, ca todos los otros fuyeran
ya. E fue luego dellos fecha justicia qual el
rrey mando. Después desto fue el pleito bien
allanado, e fezieron muy grant alegría. Assy
ouo rescebida su muger Carlos, como oydes.
Entonce caualgaron todos los griegos, e el
Apostoligo, e el rrey Carlos, e los franceses,
e todos los altos omes, faziendo grant fiesta
e grant alegría, e fueronse contra Paris, e
llegaron y vn martes a ora de viespras. E
quando los de la villa sopieron que venian,
encortinaron todas las rruas (') de muy
rricos paños de seda, e echaron juncos por
las calles, e saliéronlos a rrescebir grandes
e pequeños con muy grant fiesta; e rresce-
bieron la rreyna con muy grant alegría a
ella e a su fijo, e al buen enperador, señor de
Grecia, ca assy lo aula mandado el rrey Car-
los; e non finco obispo, nin abat bendito,
nin clérigos, que alia non saliesen con muy
grant procesión, e con las arcas de las reli-
cas, e con todas las cruzes de la i.-iudat; mu-
chos rricos dones presentaron aquel dia al
infante Loys, e a la rreyna su madre otrosi.
XLVI
Mucho fue grande la corte que el rrey
Carlos fizo en Paris en aquel tienpo. Alli
fueron ayuntados todos los rricos omes que
del tenian tierras; y fue Salamon de Breta-
ña, e el duque de Longes, e don Almerique
de Xarbona, e el duque don Aymes, e Cran-
crer, e el muy bueno Buemont, e el conde
don Mourant, e Guillem d'Ourenga, e los
buenos dos marqueses, e el vno auia nonbre
Bernalt, e el otro Ougel de Buenamarcha;
(') «Casas», leyó D. José Amador de lo> Eios.
alli fue fecho el casamiento del infante Loys
e de la fija de don Almerique de Narbona, a
que dezian Blanchaflor, donde enbiaron lue-
go por ella; e alli en aquella ciudat fueron
fechas las bodas rricas e buenas. Aquel dia
tomo Loys a Barroquer por la mano, e fuelo
enpresentar antel enperador su padre: «Se-
ñor, yo vos do este ome, por tal pleito que
uos le dedes en vuestra casa tal cosa que uos
gradescamos, ca mucho nos seruio bien en
estrañas tierras, que asy bien merecía por
ende ducado o condado por tierra». «Buen
fijo, dixo el rrey, yo fare lo que uos quesier-
des; dolé el mayordomadgo de mi corte e
el castiello de Menlent por heredat, e entre-
gogello luego». E Barroquer fue besar las
manos al rrey, e dixole: «Señor, grandes
mercedes; agora me auedes fecho, de pobre,
rrico para sienpre jamas a mi e a mis fijos;
ya nunca tornare a andar en pos el asno» .
Entretanto llego el buen enperador Rricardo,
e dixole por buen talante: «Erey Carlos en-
perador, si vos quisierdes, yo fare cauallero
a Barroquer». «Bien, dixo el rrey Carlos,
como touieredes por bien» . Entonce mando
llamar el (') enjjerador su mayordomo, e
mandóle que guysasen muy rricamente a
Barroquer de paños e de cauallo e {Folio
151 V.) de armas, e de todo quanto menester
ouiese, e asi fue todo fecho. Otro dia fizo el
enperador cauallero a Barroquer, e púsole
cinquenta mili marauedis de rrenta, e luego
que le dio ende grandes gracias, desy fizóle
enbiar por su muger e por sus fijos, que ve-
niesen con ella a Paris. E desque y fueron,
rrescebiolos muy bien, e fizóles muclia on-
rra; e desde alli adelante non ouieron men-
gua de auer, nin de paños nin de donas.
Assy faze nuestro Señor a quien quier; de
pobre faze rrico e ahondado, e el que se a el
tiene, jamas non sera pobre.
Después desto llamo el infante Loys a
Grriomoart, e dixole: «Amigo, tu me seruiste
muy bien, e quierote por ende que seas mi
copero mayor» . E casólo muy bien en la ciu-
dat de Paris, e por esto es verdat lo que
dizen: «quien a buen señor sirue, non pier-
de su tienpo», que asi fue a Barroquer e
Griomoart, que ouieron buen gualardon de
sus seruicios, e de la rreyna ouieron assy
grant bien. Assy faze Dios a quien se paga,
donde fue por ende fecha muy grant alegría.
E la rreyna, a quien sse non oluidara el
mucho bien que le feziera el su huespet e la
su huéspeda de Yrmesa, enbioles luego vn
mandadero con ssu carta, e el mandadero se
fue quanto se pudo yr, e de las jornadas que
(') El códice, aal».
CARLOS MAYNES
533
fizo non nos sse contar, mas tanto ando qne
llego a A'nnesa e pregunto por la casa del
orne bueno Tocaran, e mostrarongcla, e des-
que entro, ssaluo el huésped e la huéspeda,
de parte de la dueña e de su fijo que fueran
tan luengo tienpo en su casa. El huésped fue
marauillado de quien fablaua, e el manda-
dero, que era ensseñado, les dixo: «A'"uestro
afijado vos enbia mucho saludar, aquel a que
pusistes nonbre Loys, que era fijo del enpe-
rador Carlos, e agora es ya rresoebido por
rrey de Francia, e la dueña que vistes su
madre, era rreyna de Franyia, qne aqni to-
uistes en vuestra casa tan luengo tienpo e
qne andana tan pobremente. E Barroquer
que andana con ella, que la seruia e la guar-
dana, vos saluda mucho, e enbiavos estas
letras la rreyna». E el huésped rreribiolas
con muy grant^alegria e abriólas, e fallo y que
la rreyna le enbiana dezir que el e su mu-
ger, con toda su conpaña, se fuesen a Eran-
(,'ia derechamente a la oindat de Paris, e que
verian y a aquel que criaran por amor de
Dios, Loys el infante, que era ya rresr-ebido
por rrey de Franvia, e que auerian grandes
r riquezas e grandes aueres a sus boluntades.
(^•uando esto oyeron el burgos e su muger,
comenQaron de llorar de alegría que ende
ouieron, e fezieron mucha onrra al deman-
dadero, e pusiéronle la mesa, e dieronle
muy bien de comer, e mandaron pensar muy
bien. Entonce el burgos fue ver el rvej que
ora en la villa, e dixole las saludes de su
afijado Loys, que era ya rrescebido por rrey
de Francia, aquel que el sacara de fuentes e
quel mandara que lo criase. Quando el rrey
esto entendió, tomóse a llorar de plazer que
ende ouo; después desto el burges dixo al
rrey: «Señor, vuestro afijado me enbio dezir
que fuese a el a Francia, e yo yria alia de
lirado, ssy a vos ploguyese». «Joceran, dixo
el rrey, a mi plaz ende mucho, e yd a la
gracia de Dios, e saludatme mucho a mi
afijado e a todo su linage, e dezit al infante
que Dios le déla mi bendición; otrossi me sa-
ludat mucho a mi comadre o a Barroqiier el
vejancón». «Señor, dixo Jocaran, todo fare
i¿uanto vos mandardes». Entonce le beso el
pie, e espidióse del, e tornóse a su posada, e
aguyso su fazcienda; assy que otro dia de
mañana sse metieron al camino, sin mas
tardar, e leño consigo su muger e sus dos
fijas, e ssus omes que le seruiesen en la ca-
rrera. E tanto andaron que llegaron a la ciu-
dat de Paris, e fueron posar cerca del pala-
cio, e, desque decieron, el burges sse vestio
e se guyso muy bien, e fuese con su mensa-
gero {Fol. 152 r.) al palacio; e quando lo
sopo el infante, sallio a el, e rrescebiolo muy
bien e a grant alegría. E desque lo abra90
mucho ]3or muy grant amistad, dixole: «Pa-
drino, por Dios, ¿dezitme como uos ua?»
«Tortas, afijado, dixo el, muy bien, pues
que uos veo a la mercet de Dios» . Entonele
lo tomo por la mano e fuese con el, e leuolo
antel rrey, e contole como lo criara, e como
touiera a el e a su madre en su casa grant
tienpo. Otrossy lo mostró a la rreyna, que
fue muy leda con el a marauilla. Después
Loys mostrólo a los altos omes, e dixoles
como lo criara, e como mantouiera a el e a
su madre en su proueza, e como yoguyera
la rreyna doliente en su casa bien diez años.
E quando los rricos omes oyan como lo con-
taua, llorauan fieramente de piedat que ende
auian. «Fijo, dixo el enperador, el auera
ende buen gualardon, e fagolo por ende mi
rrepostero, e pongole cient marcos de rrenta
en esta r;iudad, para ei e para quantos del
venieren» . E Joceran ge lo gradéelo mucho,
e fue luego entregado del rreposte e del he-
radamiento, e la rreyna caso muy bien las
fijas, e muy altamente. Después que todo
esto fue fecho e acabado, partióse la corte, e
los rricos omes sse espedieron e fueronse a
ssus tierras, e el enperador Kricardo se espe-
dio del enperador Carlos, e beso a su fija e
a ssu nieto muy amorosamente, e comendo-
los todos a Dios.
Otrossy el apostoligo de Rroma sse espe-
dio de Carlos, e encomendó a el e ssu enperio
a Dios e a Santa Maria, e el par[tio] (').
{*) Suplimos, como D. José Amador de los Ríos,
esta sílaba final, que no consta en el códice, cuyas úl-
timas páginas resultan extremadamente confusas.
ÍNDICE GENERAL DE LA PRIMERA PARTE '"
pXsmis
Ciclo Artúrico 1
El Baladro del sabio Merlin 3
I. De como fablaron los diablos entre si. 3
II. De como dixeron del nascimiento de
Jesu Cliristo 3
III. De como trabaron los diablos hom-
bre que razonasse su engaño 4
IV. De como engaño el diablo a su abue-
la de Merlin 4
V. De como fue presa esta muger 4
VI. Como castigaua el hombre bueno a
su madre de Merlin 5
VII. Como la alcahueta aconsejaua a su
madre e a su tia de Merlin 5
VIII. De las razones quel alcahueta de-
zia a su tia de Merlin 5
IX. Como la tia de Merlin creyó los ma-
los consejos del diablo 5
X. Como la tia de Merlin dio su cuerpo
a los garfones e los lleuo a casa de su
hermana 5
XI. De como el diablo quiso engañar á
la madre de Merlin porque la vio sa-
ñuda G
XII. De como la madre de Merlin se'sin-
tio corrupta, e fue tomar consejo con
el hombre bueno 6
XIII. Como la madre de Merlin se sintió
preñada, y de lo que le dezian los que
con ella fablauan 7
XIV. Como los juezes mandaron pren-
der a su madre de Merlin, y ella embio
por el hombre bueno 7
XV. Como la madre de Merlin estuuo
encerrada en la torre ocho meses.. , . 7
XVI. De como Merlin, seyendo bien
niño, fablo con su madre y ella fue
muy espantada; y se le cayo el niño
de los bracos >i
XVII. De como Merlin fablo delante las
mugeres que estauan con su madre. . 8
PÁGI!»AS
XVIII. Como Merlin dixo a su madre
que, mientra el biuiesse, no seria hom-
bre que la osasse matar 8
XIX. De como los juezes juzgaron que
fuesse hecha justicia de la madre de
Merlin 8
XX. De como Merlin dixo a los juezes
que su madre no merescia muerte, y
de otras palabras que dixo por que la
escuso della 9
XXI. Como Merlin entro en vna cámara
con el alcalde y le dixo nueuas de su
padre 9
XXII. De como Merlin dixo al alcalde
quien era su padre y de como el era
hijo del diablo 9
XXIII. De como Merlin dixo al juez que
su padre se yria ahogar en vn rio. . . 10
XXIV. Como Merlin hablaua con Blay-
sen su maestro 10
XXV. De como Merlin contó a Blaysen
del sancto Grial 10
XXVI. Como Merlin dixo a Blaysen que
lo venian a buscar de contra Oriente. 11
XXVII. De como Veringuer fálleselo a
su señor el rey Constantenes 11
XXVIII. Como Veringuer dixo pues,
mientra que fuesse biuo Constantenes,
que el no podria ser rey 11
XXIX. De como fue muerto el rey May-
nes e fuyeron los que lo mataron. . . 11
XXX. Como fuyeron Padragon e Vter
su hermano por miedo de Veringuer. 12
XXXI. Como el rey Veringuer hir.o ma-
tar a los que mataron al rey Maines. 12
XXXII. Como Veringuer embio por los
sansones, e caso con la hija de An-
guis 12
XXXIII. Como cayo tres vezes la torre
que hazia Veringuer 12
XXXIV. Como los sabios pidieron plazo
(<) El Glosario, las Rectificaciones y el Índice alfabélico se insertarán al final de la segunda parte.
536
índice general de
a Veringer para le responder sobre la
torre que cay a 13
XXXV. Del consejo que los sabios die-
ron al rey sobro la torro 13
XXXVI. De como los sabios dixeron al
rey que la torre se ternia con la san-
£^re del niño que nascio sin padre. . . 13
XXXVII. Como los mensajeros del rey
Veringuer bailaron a Merlin 13
XXXVIII. Como Merlin consejaua a
Blaysen que se fuessecon el a la Gran
Bretaña 14
XXXIX. Como Merlin se despidió de su
maestro 14
XL. Como Merlin se fue con los mensa-
jeros de Veringuer, e lo que le acaes-
cio con el 15
XLI. Como Merlin dixo que el clérigo
era padre del niño que lleuaua a so-
terrar 15
XLII. Como los mensajeros del rey le
fueron a dezir como bailaron a Merlin. 15
XLIIT. Como los mandaderos se fueron a
Veringuer y le asseguraron de Merlin. 15
XLIV. De como Merlin llego al rey Ve-
ringuer, e de lo que le dixo 16
XLV. De como Merlin dixo al rey que
los sus sabios lo querian hazer matar
por escusar su muerte 1(3
XLVI. Como Merlin dixo al Rey por
que caya su torre 16
XLVII. Como Merlin dixo de los dra-
gones al Rey, e porque caya la torre. 17
XLVIII. De como mando llamar el Rey
a sus priuados 17
XLIX. De la batalla de los dragones, e
de la muerte del bermejo dragón.. . . 17
L. De como el rey Veringuer mando fa-
zer su torre 18
LI. De como el rey pregunto a Merlin de
la significan^a de los dragones 18
LII. De como Merlin dixo al rey Verin-
guer lo que significauan los dragones. 18
Profecías de Merlin 19
LIÍI. Como Merlin dixo al rey que los
bijos de Costautenes lo quemarían. . . 22
LIV. Ciuuo Merlin se despidió de Verin-
guer y se fue para Biuerlanda, e vinie-
ron los hijos de Costantenes e mata-
ron a Veringuer 23
LV. Como el rey Padragon fue elegido
por rey e señor, y como cerco a An-
guis en vn castillo 23
LVI. De como el rey Padragon embio a
buscar a Merlin 24
LVII. Como el rey Padragon fue a bus-
car a Merlin por las montañas 24
LVII I. Como el rey Padragon hallo a
Merlin e fablo con el 24
liA PRIMERA PARTE
LIX. Como Merlin dixo al rey la muerte
de Anguis 25
LX. De como Merlin fablo con el rey en
vna de sus villas 25
LXI. De como Merlin descubrió al rey
que queria ser su amigo 25
LXÍI. Como Merlin dixo al rey la ma-
nera de la muerte de Anguys 26
LXIII. Como Merlin dixo al rey que
Vter no sabia quien le auia dado el
consejo 26
LXIV. De como Merlin se despidió del
señor rey Padragon, y de Vter su her-
mano, y se fue a Blaysen 26
LXV. Como Padragon fablaua con su
hermano Vter 26
LXVI. Como Merlin vino a fablar con
Vter en figura de mo^o 27
LX VII. Como Merlin en su derecha for-
ma se hizo conoscer al rey e a su her-
mano 27
LXVIII. Como el Rey dixo a su herma-
no que Merlin se podia mudar en otra
forma 27
LXIX. Como Merlin quedo con el rey e
con su hermano, e fue su priuado. . . 28
LXX. Como el rey rescibio a Merlin y le
hizo mucha honrra 28
LXXI. Como Merlin aconsejo al rey que
auria el castillo 29
LXXII. De como los del castillo fizieron
pleytesia con el rey; y se fueron y de-
xaron el castillo 29
LXXIII. Como vn rico onbre que que-
ria mal a Merlin lo andana prouando. 29
LXXIV. Como Merlin dixo al honbre
bueno su muerte en ciertas maneras. 30
LXXV. De la muerte del rico honbre en
la manera que dixo Merlin 30
LXXVI. Como Merlin vino a la corte e
le contaron la muerte del rico onbre. 31
LXXVII. De como Merlin dixo al rey e
a su hermano como venian los san-
sones 31
LXXVIII. Como Merhn hablaua con el
rey e con su hermano 31
LXXIX. De como Merlin departió al
rey e a su hermano que vno de ellos
auia de morir 32
LXXX. De como supo el rey que ver-
nian los sansones sobre el 32
LXXXL Como Merlin se Ipartio del rey
e de Vter su hermano 32
LXXXII. Como fueron desvaratados los
sansones de Padragon e de Vter su
hermano 32
LXXXIII. Como Vter fue llamado Vter
Padragon por consejo de Merlin.. . . 33
LXXXIV. De como Merlin embio a Ir-
ÍNDICE GENERAL DE
landa por las piedras para fazer las se-
pultaras 33
LXXXV. Como fueron puestas las pie-
dras en el cementerio de Salabres. . . 34
LXXXVI. Como Merlin fablo con el rey
Vter sobre fazer la Tabla Redonda. . 34
LXXXVII. Como Merlin ordeno que se
fiziesse la Tabla Redonda 34
LXXXVIII. Como Merlin ordeno en
que luííar se fiziesse la tabla redonda. 35
LXXXIX. De como fue fecha e puesta
la tabla redonda 35
XC. Como los caualleros dixeron al rey
que prouasse la silla peligrosa 35
XCI. Como fue prouada la silla milagro-
sa por vn cauallero, e murió 35
XCII. Como Merlin vino a fablar con el
rey e le consejo que fiziesse 3G
XCIII. Como el rey Vter se enamoro de
Iguerna 36
XCIV. De como el rey Vter Padragon
dio donas a todas las dueñas por amor
de Iguerna 37
XCV. Como Vlser consejaua al rey so-
bre los amores de Iguerna 37
XCVI. Como Vlser hablo con Iguerna
por mandado del rey 37
XCVII. Como el rey enbio vna copa de
oro a Iguerna que el mucho queria.. . 38
XCVIII. Como el duque fallo triste a
Iguerna su muger 38
XCIX. De como Iguerna dixo al duque
que el rey la amana 38
C. De como el duque se fue con Iguerna
su muger 39
CI. Como el rey entro en consejo sobre
la yda del duque 39
CII. De como el duque ouo consejo con
sus vassallos sobre el hecho de su
muger 39
CIII. Como el rey embio a desafiar al du-
que, y el duque puso su muger en Ti-
tuguel 39
CIV. Como el rey fue a cercar al duque
en su castillo 39
CV. Como Vlser consejo al Rey que en-
biasse a buscar a Merlin 40
CVI. Como Vlser encontró i.'on Merlin,
e fablo con el e no lo conoscio 40
CVII. De como Merlin hablo con el Rey
en forma de honbre viejo, e lo conos-
cio 40
CVIII. Como Merlin vino al rey en su
forma derecha 41
CIX. De como Merlin hablo con el rey
de sus conortes 41
CX. De como Merlin Ileuo al rey adonde
estaua Iguerna, e lo mando en senie-
jan9a del duque 41
LA PRIMERA PARTE 537
CXI. Como el rey entro en el castillo de
Iguerna y se acostó en su lecho. ... 42
CXII. De como el rey Vter Padragon
yugo con Iguerna e fue engendrado el
rey Artur 42
CXIII. De como torno el rey a su real,
e fallo que era muerto el duque. ... 42
CXIV. De como el rey Vter ouo consejo
con los suyos sobre la muerte del du-
que 42
CXV. De como Merlin fablo con el rey
en poridad y le dixo de su fijo Artur. 43
CXVI. De como los parientes del duque
ouieron consejo sobre la emienda.. . . 43
CXVII. Del consejo que se ouo sobre la
enmienda de la muerte del duque. . . 44
CXVIII. Como fue otorgado el casa-
miento del rey con la duquesa 44
CXIX. Como el rey Vter tomo por mu-
ger a la duquesa Iguerna 44
CXX. Como el rey dixo a Iguerna que
no podria ser preñada del ni del duque
tampoco 45
CXXI. Como el rey encomendó a Autor
que criasse vn niño que le el daria. . . 45
CXXII. De como el rey mando a Iguer-
na que diesse el hijo que pariesse al
primero que viniesse a la puerta. ... 45
CXXIII. De como la dueña, por man-
dado de la reyna, dio a Artur a Merlin. 46
CXXIV. De como las gentes del rey
Vter fueron desbaratadas de sus ene-
migos estando el rey flaco 46
CXXV. Como fino el rey Vter Padragon. 46
CXXVI. Como Merlin dio consejo para
la elección del rey 47
CXXVII. Como el arzobispo mando ha-
zer ayunos e oraciones para la elecion
del rey 47
CXX VIII. Como apáreselo vn padrón
en el rio, en que estaua metida vna
espada 48
CXXIX. Como Artur saco la espada del
padrón, e fue rey 48
CXXX. De como Artur prometió a Au-
tor que haria a Quexa su mayordomo. 49
CXXXI. Como fue priuada la espada, e
la no pudo sacar otro sino Artur.. . . 49
CXXXII. Como fue suspendida la sali-
cion fasta sancta Maria Candelaria. . 49
CX XXIII. Como el rey Artur respon-
dió a la prueua que le hizieran, e fue
eleto 50
CXXXIV. Como fue dado el plazo al
sagramiento de Artur 50
CXXXV. Como el rey Artur repartió
sus dones a sus caualleros 50
CXXXVI. De como fue sagrado el rey
Artur 51
538
ÍNDICE GENERAL DE LA PRIMERA PARTE
CXXXVII. Como Merlia dixo a Blay-
sen que haría conoscer al rey Artur. , 51
CXXXYIII. De como Merlin soñó vn
sueño 51
ex XXIX. Como contó la visión que
viera a Blaysen 51
CXL. Como Merlin dixo a Blaysen que
viera su muerte en la visión 52
CXLI. Como Merlin dixo a Blaysen la
nascencia de Lancarote 52
CXLII. Como Merlin dixo a Blaysen
que abria cabo su libro 52
CXLIII. Como el rey Artur durmió con
Elena su hermana, muger del rey
Loe 53
CXLIV. Del fuerte sueño que soñó el
rey Artur 53
CXLV. De como el rey Artur, andando
a la ca9a, vido la Bestia ladradora. . . 53
CXLVI. De como el rey Artur desafio
al cauallero de la Bestia ladradora. . . 54
CXLVII. Como estando el rey pensan-
do vino a el Merlin en semejanpa de
niño 55
CXLVIII. Como Merlin dixo al rey que
su hermana era del preñada 55
CXLIX. Como Merlin dixo al rey Artur
cuyo fijo era e de que linaje 55
CL. Como Merlin fablo coa el rey en se-
mejanza de honbre viejo 56
CLI. Como Merlin dixo al rey que mejor
honbre que el le diria verdad de la
bestia 57
CLII. Como Merlin dixo al rey como
fuera hecha la bestia ladradora 57
CLIII. Como el rey Artur e Merlin vi-
nieron de las montañas a Cardoil, fa-
blando en que manera seria conocido
por hijo del rey Vter Padragon. ... 58
CLIV. Como la reyna Iguerua dixo
como Merlin auia llenado el niño. . . 59
CLV. Como Merlin respondió a todo lo
que dezia la reyna Iguerna 60
CLVI. De como prono Merlin por testi-
gos que el rey Artur era hijo del rey
Vter Padragon 60
CLVII. Como fue conocido el rey Artur
por fijo del rey Padragon 61
CLVIII. Del alegría que se hizo por co-
noscer al rey Artur por hijo de Vter
Padragon 61
CLIX. De como vino a la corte del rey
vn cauallero llagado 61
CLX, Del consejo que dio Merlin al rey
sobre la muerte de aquel cauallero. . . 62
CLXI. Como Merlin consejo al rey sobre
el hecho de Giflete 62
CLXII. Como Merlin consejo al rey que
deiuandasse el primer don a Gifiete. . 62
CLXIII. De como Giflete otorgo al rey
Artur el primer don que le demando. 63
CLXIV. De como los mensajeros del em-
perador demandaron el tributo al rey
Artur, e lo desafiaron 63
CLXV, De como Giflete desafio al caua-
llero del tendejón • 63
CLXVI. De como Giflete justo con el
cauallero del tendejón e fue derribado
e llagado 64
CLXVII. De como Giflete se fue llaga-
do e llego a la corte 64
CLXVIII. Como el rey Artur se fue a
conbatir con el cauallero del tendejón. 64
CLXIX. Como Merlin dixo al rey Artur
la razón por que corrían tras del los
villanos 65
CLXX. De como el rey Artur desafio al
cauallero del tendejón 65
CLXXI. De como el rey Artur justo con
el cauallero del tendejón e fue derro-
tado 66
CLXXII. De la batalla del rey Artur e
del cauallero del tendejón 66
CLXXIII. Como quebró la espada al rey
Artur en la batalla del cauallero.. . . 67
CLXXIY. Como ouo fin la batalla del
rey Artur e del cauallero del tendejón. 67
CLXXV. De como Merlin dixo al rey
Artur que aurie la espada 68
CLXXVI. Como Merlin dixo a la don-
zella que diesse el espada al rey Artur. 68
CLXXVíI. Como la donzella dio al rey
Artur la espada con su vayna Esca-
libor 68
CLXXVIII. De como el rey Artur en-
contró al cauallero del tendejón. ... 69
CLXXIX. Como Artur se torno a su
corte, y Merlin con el 69
CLXXX. De como caso Morgayna con
el rey Orian 69
CLXXXI. Como el rey Rion embio des-
afiar al rey Artur 69
CLXXXII. Como el rey Artur mando
pregonar que le truxessen los niños. . 70
CLXXXIII. Como Morderec escapo en
la cuna del peligro de la mar 70
CLXXXIV. De como fue criado Morde-
rec en casa del duque Nabor, padre
de Sagramor 71
CLX XXV. Como el rey Artur pensaua
en el hecho de los niños 71
CLXXXVI. De como apareció al rey en
sueños un grande hombre 71
CLXXXVII. Como el rey Artur fizo po-
ner los niños en vna nao por la mar. . 71
CLXXXVIII. Como aportaron los ni-
ños en saluo, e fueron bien criados. . 72
CLXXXIX. Como se ensañaron los ri-
INDICB GENEHAL DE
eos onbres contra el rey por los niños. 72
CXC. Como supo el rey Artur que el rey
Rion le entraua la tierra 72
CXCI. Como el rey e los caiialleros pro-
uaron la espada que traya la donzella. 7P)
CXCII. Como Baalin el saluaje acabo la
aventura del espada que traya la don-
zella 7;5
CXCIII. Como el cauallero hinco los
ynojos ante el, e le pidió por Dios le
perdonasse, e el rey no quiso 75
CXC IV. De como el rey Artur se que-
xaua del cauallero de las dos espadas. 76
CXCV. Como el cauallero de Irlanda
dixo que vengaría la desonrra que hizo
el cauallero de las dos espadas. ... 76
CXC VI. De como Merlin dixo mucho
mal de la donzella que traxo el espada
a la corte 76
CXCVII. De como Merlin dixo al rey
quien era el cauallero de las espadas,
y que perdiese el enojo 76
CXCVIII. De como el cauallero de las
dos espadas justo con el cauallero de
Irlanda e lo mato 77
CXCIX. Como Baalin se fallo con Baa-
lan su hermano e se conoscieron. . . 77
ce. Como el rey Mares hizo enterrar los
cuerpos del cauallero de Irlanda e de
su amiga 78
CCI. Como Merlin escriuio letras sobre
la batalla de Tristan e Lancarote so-
bre el monimento 78
CCII. De como Merlin dixo al cauallero
de las dos espadas que daria el dolo-
roso golpe 78
CCIII. De como Merlin hablo a Blaysen
e le dixo lo que auia de fazer 79
CCIV. Como Merlin dixo a Baalin e a
su hermano como farian servicio al rey
Artur 79
CCV. De como Merlin dixo a los caua-
lleros nueuas del rey Eion 79
CCVI. Como Merlin estaua con el caua-
llero de las dos espadas e con su her-
mano atendiendo al rey Rion 80
CCVII. Como el cauallero de las dos es-
padas e su hermano prendieron al rey
Rion e a sus caualleros 80
CCVIII. Como los caualleros embiaron
preso al rey Rion al rey Artur. ... 81
CCIX. Como los dos hermanos embia-
ron preso al rey Rion e a sus caualle-
ros al castillo de Carabel 81
CCX. Como el rey Artur supo que era
preso el rey Rion 82
CCXI. Como el rey Artur recibió preso
al rey Rion 82
CCXII. Como Merlin dixo al rey Artur
LA PRIMERA PARTE
539
83
84
85
86
que el rey Loe seria contra el en la
batalla 82
CCXIIT. Como el rey Artur emhio al
rey Loe que le emendarla qualquier
tuerto que le auia hecho 83
CCXIV. De como el rey Loe dixo a los
mensajeros del rey Artur que no auria
paz con el
CCXV. De como Merlin esforcaua al rey
Artur en el hecho de la batalla 83
CCXVI. Como el rey Artur ordeno sus
caualleros para la batalla 84
CCXVII. Como Ñero, hermano del rey
Rion, esforjaua los caualleros para la
batalla 84
CCXVIll. Como se comen90 la batalla
entre el rey Artur e las gentes del rey
Rion
CCXIX. De las marauillas que hizo el
cauallero de las dos espadas en la ba-
talla
CCXX. Como Merlin hablaua con el rey
Loe, deteniéndole por que no fuesse a
la batalla 85
CCXXI. Como el rey Loe peleo en ba-
talla con el rey Artur, e el rey Peli-
nor mato en lid al rey Loe
CCXXII. De como el rey Artur hizo en-
terrar al rey Loe e a los otros que mu-
rieron en la lid 87
CCXXIII. Como Galuan hazia duelo
por el rey su padre, e de las razones
que dixo 87
CCXXIV. Como el rey Artur hizo fazer
ymagines a su seraejanya e de los tre-
ze reyes que el matara en la batalla. . 88
CCXXV. Como Merlin dixo al rey Ar-
tur que no moririan las candelas fasta
que el muriesse 88
CCXXVI. De como Merlin dixo al rey
Artur que guardasse la vayna del es-
pada 88
CCXXVII. Como Merlin se enamoro de
Gayna, y ella lo desecho de si 88
CCXXVIII. De como Morgayna pro-
metió a su amigo que le daria la espa-
da Escalíbor 89
CCXXIX. Como Morgayna dio la espa-
da a su amigo, e fue engañado con ella.
CCXXX. De como el amigo de Mor-
gayna dixo al rey Artur que su her-
mana lo desamaua
CCXXXI. Como Meríin dixo a Mor-
gayna que el rey la mataría si la ha-
llasse alli 90
CCXXXII. De como el rey Artur mato
al amigo de Morgayna 90
CCXXXIII. De como Merlin dixo que
Bandemagus seria muerto por Galuan. 90
89
89
540
ÍNDICE GENERAL DE LA PRIMERA PARTE
94
94
CCXXXIY. Como Merlin dixo a Na-
bor que Morderec lo auia de matar con
vna lanca 91
CCXXXV. Como el rey Artur rogo al
cauallero de las dos espadas que fuesse
en pos del cauallero 91
CCXXXVl. De como el cauallero de las
dos espadas traya al otro cauallero en
su guarda 92
CCXXXYII. Como fue muerto el caua-
llero que venia en guarda del de las
dos espadas 92
CCXXX VIII. Como Merlin dezia al rey
que hiziesse enterrar al cauallero
muerto 92
CCXXXIX. De como el rey prometió a
la muger de Ebron el follón que baria
cauallero a Brius su hijo 93
CCXL. De como el rey Artur fizo caua-
llero a Brius sin piadad 93
CCXLI. De como Bandemagns fue pre-
so en el castillo de su padre de Orian. 93
CCXLII. De como la donzella prometió
a Bandemagus que le librarla 94
CCXLIIi. Como fue dada sentencia con-
tra Bandemagus que fuesse descabe-
cado
CCXLI V. Como la donzella libro a Ban-
demagus de la prisión a donde estaua.
CCXLV. Como Bandemagus e la don-
zella llegaron cerca de la floresta de
Armantes 95
CCX L VI . De como Bandemagus aluergo
en la hermita e supo nueuas de Merlin. 95
CCXLVII. Como Bandemagus supo
nueuas de Merlin 95
CCXLVIII. Como Bandemagus hallo
otro cauallero en la tienda, que le des-
afio
CCXLIX. Como el cauallero dixo a
Bandemagus la razón por que lo co-
metía
CCL. Como el cauallero justo con Ban-
demagus, e de la batalla que ouieron.
CCLl. De como hizieron paz el cauallero
e Bandemagus de la justa que ouieron.
CCLII. Como Bandemagus e su donzella
fueron con el cauallero 97
CCLIII. Como el cauallero contó a Ban-
demagus como cometiera la donzella
que lleuaua Merlin 97
CCLIV. Como Morloc derribo a Bande-
magus e le tomo la donzella 98
CCLV. Como la donzella de Bandema-
fue muy cuytada desque supo que era
en poder de Morloc
CCLVI. Como los caualleros embiaron
rogar a Morloc que fuesse albergar a
los tendejones 99
96
96
96
97
98
CCLVII. Como los caualleros de los
tendejones rogaron a Morloc por la
donzella, y el no quiso 99
CCLVIII. Como Morloc derribo seys
caualleros de los tendejones, y el fue
herido 99
CCLIX. Como Morloc se partió de los
caualleros, e dixo que se sentia mal
llagado 100
CCLX. Como Bandsmagus cobro su
donzella, que la leuaua Morloc, e se
fue con ella 100
CCLXI. De como Bandemagus e su
donzella llegaron al ralle donde po- ■
saua Merlin e su donzella 100
CCLXII. Agora dexa el cuento aqui
de hablar de Merlin e de la donzella
del lago, e habla del cauallero de las
dos espadas 101
CCLXIII. Del duelo grande que el ca-
uallero de las dos espadas fazia por
el cauallero que murió en su guarda,
e como la señora de la fortaleza enbio
por la donzella 101
CCLXIV. Como el cauallero que venia
de caca pregunto al cauallero de las
dos espadas por que hazia tan gran
duelo, y el no se lo quiso dezir. . . 101
CCLXV. De como el cauallero que ve-
nia de caca se fue armar e torno al
cauallero de las dos espadas, e dixo
que sabria del por que hazia aquel
duelo 102
CCLXVI. Como el cauallero que venia
de caca justo con el cauallero de las
dos espadas e fue derribado, e se
quería conbatir con el, y le dixo por
que hazia el duelo 102
CCLXVII. Como el cauallero que ve-
nia de ca«a prometió al cauallero de
las dos espadas que le seria comjja-
ñero en la mesma demanda 103
CCLXVIII. Como Merlin dixo al ca-
uallero de las dos espadas que parti-
ría ayna en conpañia de ambos, e
como auia nonbre el que matara al
cauallero antel rey Artur 103
CCLXIX. Como mataron al cauallero
compañero del cauallero de las dos
espadas e no vieron quien lo mato, y
del duelo que con el hazian 104
CCLXX. Como el hermitaño conforto
al cauallero de las dos espadas, e le
dezia que no hiziesse tanto duelo . . 104
CCLXXI. Como el escudero hablo con
el hermitaño e con el cauallero de las
dos espadas de parte de Merlin. . . 105
CCLX XII. Como la donzella prometió
a la donzella e a los dos caualleros
ÍNDICE GENEKAL DE
que faria todo lo que ellos mandas -
sen 105
CCLXXIII. De COITO el cauallero de
las dos espadas salto del muro e fue
a socorrer a su donzella. ..."... 105
CCLXXIV. Como salieron los dos ca-
ualleros del castillo, e dieron el ca-
uallo al cauallero de las dos espadas,
e dixeron a la donzella que hinchesse
la escudilla de sangre 106
CCLXXY. Como dixeron á la donze-
lla que andaua con el cauallero de las
dos espadas, que le auian de sacar
vna escudilla de sangre, que tal era
la costumbre del castillo 106
CCLXXVI. De como las seys donze-
Uas sacaron la escudilla llena de san-
gre a la donzella! que andaua con el
cauallero de las dos espadas 106
CCLXXVII. Como el cauallero da las
dos espadas fue ver su donzella e la
sangre della 107
CCLXXVIII. Como el cauallero de las
dos espadas partió del castillo con su
donzella 107
CCLXXIX. Como el cauallero de las
dos espadas e su donzella aluergo con
vn infanzón viejo que le dixo a do
fallarla el cauallero que matara al otro
cauallero ante las tiendas del rey Ar-
tur, e como fue con el por auer de su
sangre para guarescer a su fijo que lo
auia llagado 107
CCLXXX. Como el cauallero de las
dos espadas llego a la corte del rey
Pelean 108
CCLXXXI. Como el cauallero de las
dos espadas pregunto al otro caualle-
ro quien ei'a Garlan 108
CCLXXXII. Como Garlan dio vna
palmada al cauallero de las dos es-
padas y el lo mato ante el rey su her-
mano e ante quantos estañan. . , . 109
CCLXXXIII. Como el cauallero de
las dos espadas firio al rey Pelean
con la lan^a vengadora, e de las ma-
rauillas que por aquel golpe vinieron. 109
CCLXXXIV. Como Merlin fizo sacar
de la cámara do estaña la lan9a ven-
gadora al rey Pellean e al cauallero
de las dos espadas 110
CCLXXXV. Como el cauallero de las
dos espadas se partió del castillo do
ferio al rey Pelean, e como hallara
la tierra por do yua destrnyda. ... 111
CCLXXXVI. De como el cauallero de
las dos espadas fallo al pie de vna to-
rre vn cauallero que pensaua mucho,
e lo saluo 112
LA PRIMERA PAUTE 541
CCLXXXVII. Como el cauallero de
las dos espadas no dexo al cauallero
que se matasse, y el le prometió que
le entregaria a aquella por quien tan-
to pensaua 112
CCLXXXVIII. Como el cauallero que
pensaua contó al cauallero de las dos
espadas toda su hazienda 113
CCLXXXIX. Como el cauallero de las
dos espadas fue con el cauallero que
pensaua, por le entregar aquella por
quien pensaua atanto 113
CCXC. Como el cauallero de las dos
espadas fallo a la donzella por que el
otro cauallero pensaua estar con vn
cauallero en la huerta 114
CCXCl. Como el cauallero que pensaua
mato al cauallero que yazia con su
amiga, e a ella también 115
CCXCIl. Como el cauallero de las dos
espadas se partió de alli, e contó a vn
escudero como aquellos murieron. . . 115
CCXCIII. Del buen acogimiento que
las donzellas e los caualleros hizieron
al cauallero de las dos espadas, e de
las nueuas que le dixo la donzella de
parte de Merlin 115
CCXCIV. De como el cauallero de las
dos espadas passo a la insola por jus-
tar con el cauallero que ay estaua.. . 116
CCXCV. De como el cauallero de las
dos espadas justo e se conbatio con
el cauallero de Li insola 117
CCXCVI. Como el cauallero de la in-
sola cuydo que era su hermano el que
con el se conbatia, e se llagaron muy
mal 118
CCXCVII. Como el cauallero de la in-
sola rogo a la dueña de la insola que
los soterrassen en aquel lugar do se
conbatieron 119
CCXCVIII. De como los dos herma-
nos murieron, e fueron enterrados en
vn monimento, assi como la dueña lo
prometió al cauallero 119
CCXCIX. De los encantamentos que
Merlin fizo en esta insola do los dos
hermanos murieron 120
CCC. Como Merlin llego a la corte del
rey Artur, y el dixo que queria auer
por mugel' a la hija del rey Leodo-
gan 121
CCCI. De como Merlin fue al rey Leo-
dogan a ¡o pedir su fija por muger
para el rey Artur 121
CCCII. Como el rey Leodogan embio
su hija al rey Artur, e la su Mesa Re-
donda, e cient caualleros que ay auia,
e como dixo Merlin al rey Artur que
542
ÍNDICE GENERAL DE LA PRIMERA PARTE
anian de ser ciento e cincuenta caua-
Ueros 122
CCCIII. Como Merlin puso en la Mesa
Kedonda quarenta e ocho caualleros
con el rey Artur, e se afincaron vnos
a otros, assi que fueron por todos
quarenta y ocho caualleros 122
CCCIV. Como Galuan pidió al rey su
tio que lo fiziesse cauallero el dia de
sus bodas, y el ge lo prometió. . . . 124
CCCV. Como Dares el villano pidió al
rey Artur que fiziesse cauallero a Tor
su fijo primero que a Galuan su so-
brino 124
CCCVI. Como el rey Artur hizo caua-
llero a Tor, e después a Galuan, e de
como el rey Pelinor vino a casa del
rey Artur, e le fizo omenaje por su
tierra 124
CCC VII. Como el rey Pelinor fue pues-
to en la Tabla Redonda 126
CCC VIII. Como dixo Merlin al rey Ar-
tur que auria alli tres auenturas, e
como las dio a tres caualleros que ay
estauan 126
CCCIX. Como vn cauallero tomo a la
donzella ca9adora, do se estaua que-
jando al rey Artur de sus canes e de su
cieruo que perdió en su casa 127
CCCX. Como Galuan se combatió con
el cauallero por los canes que el mato
e conquirio, e lo embio preso a la rey-
na Ginebra, e como mato la donzella
por desauentura 128
CCCXI. De como los quatro caualleros
se combatieron con Galuan por la
donzella que mato, e lo firio el arque-
ro en el bra^o, e Gariete mato al ar-
quero 129
CCCXII. Como los quatro caualleros
prendieron a Galuan e a su hermano,
por mandado de la dueña señora de
aquel lugar 130
CCCXI II. Como Galuan afio a la due-
ña que haria todo lo mandado. Y ella
lo hizo sacar de la prisión 130
CCCXIV. Como Galuan vino a la cor-
te de la guisa que la daeña le mando,
e como fizo Merlin llamar a la reyna
e a sus donzellas que lo viessen. . . 131
CCCXV. De las cosas que Merlin dixo
al rey Artur que auernian en su casa. 132
CCCXVI. De la penitencia que la rey-
na e sus donzellas dieron a Galuan
por la donzella que mato 132
CCCXVII. De como Tor uencio los
dos caualleros de los tendejones e los
enbio presos para el rey Artur. ... 133
CCCXVIII. Como Tor llego a las tien-
das, e tomo el sabueso que staua en
la cadena, e lo lleuo; y fue a posar a
vna hermita 134
CCCXIX. De como Tor se combatió
con el cauallero que auia llenado el
sabueso, e lo mato 135
CCCXX. Como Tor corto la cabepa al
cauallero con quien se conbatia poi
dalla en don a vna donzella que se la
pidió 136
CCCXXI. De como el rey Pelinor tomo
a la donzella, e la traxo ante el rey
Artur 137
CCCXXII. De como el rey Pelinor lle-
go a la corte del rey Artur, e le contó
lo q«e le acaescio en su auentura, e
como el cauallero traya la redoma de
agua para con que muriese 141
CCCXXIII. Como Merlin contó al rey
Artur quien era la donzella que el
rey Pelinor auia dexado morir. . . . 144
CCCXXIV. Agora comienza a contar
de como Merlin acompaño con la
donzella del Lago, e de lo que del
aprendido 146
CCCXXV. Como Merlin contó a la
donzella del Lago en que manera fue
fecha la cueua en que era la cámara. 147
CCCXXVI. Como el infante e su ami-
ga biuieron en la peña e los vino a
buscar el rey su padre 147
CCCXXVII. Como el rey mato la don-
zella amiga de su hijo y se fue.. . • 148
CCCXXVIII. Como stis hombres dixe-
ron al rey que fiziera mal en matar
la donzella 148
CCCXXIX. De como el infante fallo
muerta a su amiga, y del duelo que
fizo sobrella 148
CCCXXX. Como el infante se mato
por su amiga, e fueron ambos ente-
rrados en la cámara 149
CCCXXXI. Como la donzella del La-
go dixo a Merlin que queria folgar
en la cámara de los dos amadores
aquella noche 149
CCCXXXII. Como Merlin fue bino
metido en el monumento de los dos
amadores 149
CCCXXXIII. Como Bandemagus fue
a la cámara donde estaua Merlin me-
tido en el monumento 150
CCCXXXIV. Como Bandemagus fue
espantado quando oyó la boz que sa-
lía del monumento 150
CCCXXXV. Como Merlin fablo a
Bandemagus, e le dixo que no ouie-
sse miedo 151
CCCXXXVI. Como Bandemagus fa-
índice general de
blo con Merlin, que estaña encerra-
do en el monumento, e de las mu-
chas razones que fablaron 151
CCCXXX VII. De las espantosas pala-
bras que dezia Merlin ante de su
muerte 153
CCCXXXVIII. Del gran baladro que
dio Merlin, e de como murió 153
CCCXXXIX. Como Bandemagus se
leuanto e salió de la cámara muy es-
pantado 154
CCCXL. De como Bandemagus fallo
muerta a su donzella, e del grande es-
panto que ouo 154
CCCXLI. De algunas profecias que el
sabio Merlin dixo antes de su muerte. 154
Aqui comien<;-an las Profecias del sabio
Merlin, profeta dignissimo 155
La demanda del sancto Grial, con \^
LOS MARAUILL0808 FECHOS DE LaN- ^
TARÓTE Y DE GaLAZ 8D HIJO 163
I. Como la donzella vino a llamar a
Lan9arote, que fuesse a Badiar. . . 163
II. Como Lancarote se fue con la don-
zella. . . .' 163
III. Como Langarote quedo en el aba-
dia e hizo a Galaz tener vigilia. . . 164
IV. Como Langarote fizo cauallero a su
fijo Galaz 164
V. Como Lan9arote castigaua a Galaz
su fijo 165
VI. De como Lan9arote se torno de la
abadia a la corte del rey Artur.. . . 165
VII. Como cayo de la finiestra el caua-
llero de Irlanda, e fue muerto y que-
mado 165
VIII. Como vn escudero traxo al rei
las nueuas del espada del padrón. . . 166
IX. Como vino el padrón con la espada
que encanto Merlin, e la prono Lan-
9arote e no la saco 166
X. Como Galuan prono el espada del
Padrón, e no fizo ay nada 166
XI. Como fallaron en las sillas los nom-
bres de los que las auian de cobrar. . 167
XII. Como los clérigos dixeron al rey
de las sillas 167
XIII. Como todas las sillas eran com-
plidas saino dos 167
XIV. Como Galaz vino a la corte del
rey Artur al palacio auenturoso. . . 168
XV. Como Galaz se assento en la silla
peligrosa 168
XVI. Como al rey pesaua que no venia
Tristan, e como vino luego 168
XVII. Como el rey e los caualleros fue-
ron espantados del trueno quando
vino Galaz 169
LA PRIMERA PARTE 543
XVIII. Como la donzella dixo a Lan-
garote que el su nombre era trocado. 169
XIX. Como el rey Artur mando fazer
el torneo en el campo de Camaloc. . 170
XX. Como mando Langarote a Galaz
que truxesse armas de su linaje. . . 170
XXI. Como vino Tristan después del
torneo 170
XXII. Como los caualleros ouieron mu-
cho plazer con la venida de don Tris-
tan 170
XXIII. Como todos los caualleros de
la Mesa Redonda fueron ayuntados. 171
XXIV. Como prometió Galuan al rey
Artur, su tin, que entraria en la de-
manda del santo Grial 171
XXV. Como todos los caualleros de la
Mesa Redonda dixeron que andarian
en la demanda 171
XXVI. Como peso mucho al rey Artur
por la demanda, e reptaua mucho a
Galuan 171
XXVII. Como vino al rey vna donze-
lla que traya vna espada, e vino ante
toda la corte 172
XXVIII. Como la donzella dio la es-
pada al rey e dixo que la prouasse. . 172
XXIX. Como la donzella dixo que Gal-
uan era desleal cauallero 172
XXX. Como la reyna Ginebra pregun-
to al donzel si auian jurado Langa-
rote e Galuan de andar en la deman-
da del sancto Grial 173
XXXI. Como supieron en la corte que
Galaz era fijo de Lancarote 173
XXXII. De como el rey Artur fizo mu-
cha honra a Galaz 174
XXXIII. Como el rey Artur hazia due-
lo por sus caualleros que se partían
^ del 174
XXXIV. Como los de la Mesa Redon-
da fizieron juramento de mantener la
demanda 174
XXXV. De como se partió Galuan de
la corte e no fizo juramento 175
XXXVI. De los nombres de los ciento
6 cincuenta caualleros de la Mesa Re-
donda 175
XXXVII. Como los caualleros de la
demanda se partieron del rey Ar-
tur 176
XXXVIII. Como se partió Langarote
de la reyna con gran pesar 176
XXXIX. Como fazian todos duelo por
los caualleros de la demanda que se
partían 176
XL. Como se torno el rey Artur de des-
pedir los caualleros de la demanda. . 176
XLI. Como la donzella dixo el mal que
544
ÍNDICE GENERAL DE LA PRIMERA PARTE
(Í78
179
179
aucrnia por la demanda del sancto
Grial '
XLII. Como vil cauallero pidió a Galaz
que le cortasse la cabera 177
XLlIl. Como el cauallero prouo a Ga-
laz, e le dixo que lo matasse 177
XLIV, Como los caualleros de la de-
manda se partieron vnos de otros.. .
XLV. Como Galaz fallo en el moneste-
rio al rey Van de magus 178
XLVI. Como el rey prouo el escudo de
la abadia e no se fallo bien 178
XLVII. De como el rey Van lleuo el
escudo, e ge lo tomo vn cauallero.. .
XLVIII. De como el rey Van de ma-
gus fue ferido por el escudo que tomo.
XLIX. Como Galaz tomo el escudo e
acabo la auentura del 180
L. Como el escudero rogo a Galaz que
lo recibiesse en su compañía, y que lo
siruiria en todo 180
LI. Como Galaz yrguio la tunba del
monumento do yazia el pagano. . . . 180
LII. De como Galaz armo cauallero al
escudero en el abadia 181
Lili. Como Mellan se partió de Galaz,
e tomo la carrera a siniestro 182
LIV. Como Melian llego a la ribera a
do estañan las cho9as 182
hV . Como Melian tomo la corona de
oro al hombre bueno 182
JjXÍ. Como Melian hallo la donzella
que fazia gran duelo 182
LVII. Como el cauallero cortaua la ca-
bera a la donzella 183
LYIIl. Como Galaz poso en casa de la
biuda deseredada y le prometió que
le haria tornar lo suyo 183
LIX. Como Galaz se fue con la don-
zella 183
LX. De como Galaz defendió a Melian,
que lo querían matar 184
LXl. Como el padre de Dalides hospe-
do a Galaz e a. Yuan el basterdo. . . 184
LXII. Como Dalides torno del torneo,
e trayan preso a Dinodax el sal-
uaje 185
LXIII. Como Didonax mostró a Dali-
des e a Galaz 185
LXIV. Como Galaz e Yuan se partie-
ron del padre de Dalidet. 186
LXV. Como fue Dalides en pos de Ga-
laz e sus compañeros 186
LXVl. Como Galaz derribo a Dalides
de la lan^a 186
LXVII. Como Galaz derribo a Dalides
de la espada 187
LXVIII. Como Dalides se leuanto e
fallo su conpañero ferido 187
LXIX. Como Dalides se mato porque
lo derribo Galaz
LXX. Como el padre hallo el hijo muer-
to, e se mato por el
LXXI, Como Galuan fue em pos de
Galaz por vengar a Dalides
LXXII. Como Galaz, e Yuan el bas-
tardo, e Didonax el saluaje, fallaron
líi bestia ladradora
LXXI II. De [como] la auentura de la
bestia ladradora fue otorgada a Yuan
el bastardo
LXXIV. Como la auentura de los leo-
nes e del cieruo fue otorgada a Galaz.
LXXV. Como la auentura del caualle-
ro fue otorgada a Didonax
LXXVI. Como Galaz, e Didonax, e
Yuan se partieron cada vno por su
auentura
LXXVII. Como Galuan fue en pos
Galaz, e como derribo Galaz a Gal-
uan
LXXYIII. Como Boores de Gaunes
hallo en el camino a Galuan, que lo
derribo Galaz
LXXIX. Como Boores alcan90 a Ga-
laz, e le forco que se conbatiesse
con el
LXXX. Como Galaz se conbatio con
Boores, e quedo Boores mal espan-
tado
LXXXI. Como Boores y Galaz se co-
noscieron
LXXXII. Como Quea mato el caualle-
ro ante Boores e Galaz
LXXXIII. Como dixo Quea por qual
razón mato aquel cauallero
LXXXIV. Como Yuan el bastardo po-
so en casa de su padre de Palomades,
y le contó de la bestia
LXXXV. Como el honbre bueno dixo
a Yuan que no fuesse tras la bestia.
LXXXVI. Como Palomades derribo a
Yuan porque yua em pos de la bestia
ladradora
LXXXVII. Como Giflete contó al rey
Artur nueuas de la bestia ladra-
dora.
LXXXVIII. Como Tristan se conba-
tio con Didonax, e lo derribo ....
LXXXIX. Como Tristan e Gariete se
conocieron, e fueron por ello ledos. .
XC. De como Gahz e Boores yuan de-
partiendo de su /''zienda, e llegaron
tarde al castillo
XCI. Como se enamoro h fija del rey
de Galaz
XCII. Como la donzella dixo a su ama
que amaua mucho a Gal?.z
187
188
188
188
189
189
189
189
189
190
190
190
191
191
191
192
193
193
193
194
195
195
196
196
ÍNDICE GENERAL DE
XCIII. Como fabld la douzella con su
ama su poridad 197
XCIV. Como la donzella vino a la cama
de Galaz 197
XCV. De como Galaz reprehendió' a la
donzella que vino a su cania 197
XCVI. Como la donzella se mato por-
que la reprehendió Galaz 198
XCVII. Como dixeron al rey como su
tija estaua muerta en la cámara do
yazian los caualleros 198
XCVIII. De como se quexaua el rey
por su fija a los caualleros 199
XCIX. Como venció Boores al rey por
la muerte de la donzella 199
C. Como el rey mando a sus caualleros
que estuuiessen en paz 200
CI. Como Galaz e Boores hallaron a
Palomades que yua em pos la bestia. 200
CII. Como contó Esclabor a Galaz e a
Boores toda su fazienda 201
CII I. Como contó Esclabor a Boores e
a Galaz la muerte de sus fijos. . . . 201
CIV. Como contó Esclabor la auentura
del rayo que mato los siete caualle-
ros 202
C V . Como contó Esclabor por qual razón
se torno cristiano 202
CVI. Como Galuan se torno del padrón
que estaua cerca del castillo 202
CVI I. Como Yuan de Cinel entro en el
castillo follón 203
CVIII. Como los del castillo prendieron
a Yuan de Cinel 203
CIX. De como Yuan de Cinel fue preso
e muerto de los del castillo 203
ex. Como supo el rey Artur la muerte
de Yuan de Cinel 203
CXI. Como Galuan dixo a la hermana
de Yuan de Cinel do lo fallarla.. . . 203
CXII. Como la hermana de Yuan de
Cinel supo la muerte de su hermano. 204
CXIII. Como la donzella se amorteció
por su hermano 204
CXIV. Como la hermana de Yuan se
hallo con Patrides, y se le querello
de Galuan. 204
CXV. Como la donzella se partió de
Galuan haciendo muy grande duelo. 205
(JXVI. Como Galuan se fallo con Estor
de Mares, e se conocieron, e se fue-
ron juntos 205
CXVII. Como Estor e Galuan fallaron
a Lain el blanco mal ferido, que lo
ferio Palomades 206
CXVIII. Como Estor fue em pos de
Palomades, e fallo la donzella. . . . 206
CXIX. Como Palomades y Estor jus-
taron en vno, e fue Estor derribado. 207
LIBROS DE CARALLERÍAS. — 35
LA PRIMERA PARTE 545
CXX. Como la hermana de Yuan de
Cinel reutaua a Galuan 207
ex XI. Como el rey Vandemagus e
Galuan se conocieron, y dexaron la
justa 207
ex XII. De como los compañeros fa-
blauan de Palomades, v llegaron a la
hermita ." 208
ex XI II. Como Layn vio la dueña de
la capilla salir del monumento. . . . 208
CXXLV. Como Layn y Estor guares-
cieron de las llagas en la capilla. . . 209
CXXV. Como Galuan y Estor e Layn
se partieron de en vno 2U9
CXXVI. Como la donzella dixo a Gal-
uan nueuas de su hermano Gariete. . 210
CXXVII. De como finco Galuan en la
ermita por guarecer de sus llagas. . . 210
CXX VIII. Como la donzella lleuo a
Erec e Merengis al castillo, e le pidió
vn don 211
CXXIX. Como la donzella y Erec e
Merengis llegaron al castillo 211
CXXX. Como la donzella y Erec e Me-
rengis entraron dentro en el castillo. 211
CXXXI. Como el rey beuio la pon9oña
e luego fue muerto 211
CXXXII. Como el rey Artur tomo en
su encomienda los dos fijos del rey
Cañan 212
CXXXIIl. Como los fijos del rey Di-
rac mataron al rey su tio 212
CXXXIV. Como Erec e Merengis ma-
taron a los hijos del rey Dirac. ... 212
CXXXV. Como Erec e Merengis se
conbatieron con los del castillo. ... 213
CXX XVI. Como los del castillo reci-
bieron a Erec por señor 213
CXXXVII. De como la donzella mala
demanda a Erec la cabe5a de su her-
mana 213
eXXXVIII. Como los del castillo ro-
gauan a Merengis que rogasse a Erec
por su hermana 213
CXXXTX. Como Erec rogaua a la
mala donzella por su hermana. ... 214
CXL. Como la donzella rogaua a su her-
mano que no la quisiesse matar.. . . 214
eXLI. Como Erec corto la cabeca a su
hermana e la dio a la mala donzella. 214
CXLII. Como vino fuego del cielo que
mato la mala donzella 215
CXLIII. Como Erec yua haziendo su
duelo por sr hermana que auia muerta. 215
CXLIV. Como Erec se partió de Me-
rengis, e como lo dexo dormiendo. . 215
CXLV. Como Erec llego a la celda de
la emparedada 216
CXL VI. Como la emparedada dixo a
546
índice general de
Erec lo que le auernia, e lo conforto
mucho 216
ex L VII. Como la dueña dixo a Erec
que lo mataria vn cauallero su com-
pañero 216
CXLVIII. Como Erec demando a la
dueña si sabia quien lo auia de ma-
tar 216
CXLIX. Como Merengis quedo dor-
miendo e se fue Erec 217
CL. Como Estor de Mares derril>o a
Merengis 217
CLI. Como Estor e Merengis se cono-
cieron, e se fueron de consuno. ... 217
CLII. Como Galuan prouo a ver la don-
zella e la corona 21H
CLI II. Como Erec justo con Galuan e
fue vencido Galuan 21.'-<
CLIV. Como Galuan supo que era Erec
el que lo venciera 219
CLV. Como Erec derribo a Galuan e
no quiso la corona ni la donzella. . . 219
CLVI. De como auino la auentura de
la virgen 220
CLVII. Como el diablo aparescio al
donzel que estaua triste 220
CLVIII. Como prometió al diablo el
donzel que le traeria a su hermana. 221
CLIX. De como el diablo se partió del
donzel por le poner en mayor cuv-
dado ' . 221
CLX. Como la donzella yua con su her-
mano, e la leuo do mando el diablo,
y le pidió su amor 222
CLXI. Como murió el donzel que se
quiso echar con su hermana 222
CLXII. Como fue llamada la fuente de
la virgen 222
CLXIII. De como las donzellas cata-
uan a Erec, e como le sacaron de cabe
la fuente 223
CLXIV. De como Erec derribo a Sa-
gramor dos vezes 223
CLXV. De como Erec e Yuan el de las
blancas manos se combatieron. . . . 224
CLXVI. De como Erec pregunto a
Yuan que como auia nombre, e no ge
lo quiso dezir 224
CLXVII. Como Erec llago a Yuan de
a muerte 225
CLXVIII. De como murió Yuan el de
las blancas manos 225
CLXIX. Como Galuan fallo mueilo a
Yuan e fue en pos de Erec e lo al-
canQO 225
CLXX. Como Galuan no cometió a
Erec por razón que lo vio llagado
mal 226
CLX XI. De como Erec dezia a Galuan
LA PRIMERA PARTE
que fazia mal en lo acometer estando
tan mal herido 226
CLX XII. Como Galuan mato el caua-
11o a Erec por lo matar a el 226
CLX XIII. De como Galuan mato a
Erec muy malamente e con gran des •
lealtad 227
CLXXTV. Como Erec quedo llagado a
muerte, y se partió Galuan del. . . . 227
CLXXV. De como Estor y Merengis
fallaron a Erec que estaua en punto
de muerte 227
CLX XVI. Como Estor e Merengis co-
nocieron a Erec, y estaua llagado a
muerte 227
CLXX VII. Del duelo que fazian Estor
e Merengis, de que conocieron a Erec
que estaua llagado 228
CLXX VIII. Como murió Erec, e del
duelo que hazian por el Estor e Me-
rengis 228
CLXXIX. Como metieron el cuerpo
de Erec en andas, para lo leuar a
casa del rey Artur 229
CLX XX. Como Estor e Merengis lle-
garon al castillo con las andas. . . . 229
CLXXXI. Como el rey Artur hazia
cada dia mirar la Mesa Redonda. . . 229
CLXXXII. Como supo el rey Artur
que era muerto el rey Vandema-
gus 229
CLXXXIII. Como llegaron los dos ca-
ualleros a casa del Artur con el cuer-
po de Erec 230
CLX XXIV. Como el rey Artur e sus
caualleros ouieron gran pesar por la
muerte de Erec 230
CLXXXV. Como el rey preguntaua
por nueuas a los dos caualleros. ... 230
CLX XXVI. Como Merengis gano la
honra de la Mesa Redonda 231
CLX XXVII. De como Merengis supo
cnvo hijo era e de qual liuage venia. 231
CLXXXVIII. Como Claudin e Artur
el pequeño ganaron la honra de la
Mesa Redonda 2'^2
CLX XX IX. Como el rey Artur se
echo con la donzella a la fuente.. . . 232
CXC. Como el padre lleuo su hija pre-
ñada e parió vn hijo 238
CXCI. Como el rey Artur supo por
cierto que Artur el pequeño era su
hijo 233
CXCII. Como Artur el pequeño supo
nueua quel rey Artur era su padre. . 234
CXCIII. De como Claudin demando a
Artur si era cierto de lo que le de-
mandaua 234
CXCIV. Como el rey Artur supo como
ÍNDICK OENKRAL DE
eran veynte e vn caualleros muertos
en la demanda. 235
CXCV. Como Lanbeg^us dixo a Tristan
como le derribara ante las tiendas . . 235
CXCVI. De como Tristan mato al ca-
uallero ante las tiendas 236
CXCVII. De como Tristan mato otro
caualleio ante las tiendas del rey, e
después al hermano del rey 236
CXCVIII. De como Palomades llego
do trayan inal a Tristan 236
CXCIX. De como Galaz sobreuino en
ayuda de Tristan y de Palomades. . 237
ce. De la batalla de Tristan y de Pa-
lomades y de Galaz y de los suyos. . 237
CCI. Como Tristan finco llagado en la
abadia 238
CCII. Como Gala/, llego al castillo de
Corberic 288
ce I II. De como el encantador dixo al
rey quien era 238
ce IV. De como el encantador fizo sus
encantamentos quando Galaz salió
fuera 239
CCV. Como los diablos lleuaron al en-
cantador ardiendo por los ayres.. . . 239
ce VI. De como Eliazer, fijo del rey
Pelles, se armo para yr em pos de
Galaz 239
CeVlI. De como Eliazer, hijo del rey
Pelles, desafio a Galaz porque le no
quiso dezir su nombre 240
CCVin. De como Galaz derribo a su
tio Eliazer, e lo firio 240
CCíX. Como Galaz derribo a Eliazer
del espada 240
CCX. Como el rey Pelles castigaua a
su hijo Eliazer que no fuesse em pos
de caualleros andantes 241
CCXI. Como Galaz llego a casa del
hermitaño, do fue bien seruido. ... 241
CCXII. De como la donzella vino lla-
mar a Galaz a casa del ermitaño. . . 241
CCXIII. Como la donzella metió a Ga-
laz en el castillo 241
CCXIV. Como la donzella demoniada
fue sana por la venida de Galaz. . . 242
CCXV. Como Galaz fallo a Brioberis a
la entrada de la floresta 242
CCX VI. Como Senda, e Baradan, e
Damatal, desafiaron a Galaz 242
CCX VII. Como Galaz e Breoberis ma-
taron a Senela, e a Donas, e a Bara-
dan, e a Damatal 243
CCXVIll. Como Breoberis mato a
Caulac 243
CCXIX. Como Amatin, e Agameuor,
e Arpian, dixeron que prouarian a
Galaz 244
LA PRIMERA PARTE 547
CCXX . Como la donzella dixo que
auia de guarescer con la estameña de
Galaz 244
CCXXl. De como la donzella guare.s-
cio con la vestimenta de Galaz . . . 244
CCX XII. Como Galaz rogo a la don-
zella que le touiesse poridad 245
CCXXIII. Como Galaz derribo a Aga-
meuor e Amatin 245
CCXX IV. Como Agamenor, e Amatin,
e Arpian, desafiaron a Corante y a
Danubro 245
CCXXV. Como Agamenor, e Amatin,
e Arpian, mataron a Danubro. . . . 246
CCXXVI. Como Galaz, e sus compa-
ñeros, e la donzella, vieron a Cayfas
en la Peña 246
CCXX VII. Como Cayfas dixo su nom-
bre e su hazienda a Galaz e a sus
compañeros 247
CCX XVIII. Como Cayfas dixo a Ga-
laz e a sus conpañeros que auia an-
dado dozientos años por la mar.. . . 247
CCX XIX. Como Galaz e sus coupa-
ñeros dexaron a Cayfas en la peña y
tornáronse a la barca 247
CCXXX. Como el rey Mares desama-
ua a su sobrino Tristan por la reyna
que leuara 248
CCXXXI. De como Alderec consejo al
rey Mares que fuesse sobre el rey
Artur 248
CCXXXII. De como el rey Mares des-
truyo la Joyosa Guarda, e leuo ende
la reyna Yseo 248
CCXX XIII. Como el rey Artur supo
nueuas que el rey Mares entraña en
su tierra 249
CCX XXIV. Como el rey Mares vino
sobre el rey Artur 249
CCXXXV. De como el rey Mares llago
al rey Artur e lo derribo del cauallo. 249
CCXX XVI. Como el rey Mares cerco
al rey Artur 250
CCXX XVII. Como Galaz fallo a Ar-
tur el pequeño lidiando con Paloma-
des 250
CCXXXVIII. Como Galaz derribo a
Artur el pequeño de la lan(?a 251
CCXXX [X. Como Galaz derribo a Ar-
tur el pequeño de la espada 251
CCXL. Como Artur el pequeño fue con
Palomades para Camaloc 251
CCXLI. Como Galaz fallo Arciel. que
se matara con su hermano 252
CCXLII. Como Galaz, y Esclauor, e
Palomades, e Artur el pequeño, ma-
taron los caualleros que salian de la
corte 252
548
índice oeneral de la primera parte
CCXLIII. Como Galaz e sus compa-
ñeros supieron de la hueste 253
CCXLIV. Como Galaz se consejo con
sus compañeros como í'aria contra los
de la hueste 253
CCXLV. Como Palomades se partió de
sus conpañeros entrante la batalla. . 25:5
CCXLVI. Como Galaz, y Esclauor, e
Artur el pequeño fueron ferir en la
hueste del rey Mares 254
CCXLVIl. Como el rey Mares e su
compaña fueron en priessa con Ga-
laz e sus compañeros 254
CCXLVIII. Como el rey Mares e su
compaña fueron desbaratados e fu-
yeron 255
CCXLIX. Como Galaz se partió de la
batalla e de sus compañeros, y se fue
su camino 255
CCL. Como el rey Artur supo que por
Galaz fue vencida la batalla 256
CCLI. Como Palomades se metió en la
demanda de la bestia ladradora. . . . 257
CCLII. Como Galaz fallo a Bren el
negro en el abadia 257
CCLIII. De como los frayles ouieron
gran alegría de las nueuas que dixo
Galaz 257
CCLIV. De como Bren pregunto al
buen Galaz si fuera en el desbarato
del rey Mares 258
CCLV. Como el rey Mares llego al aba-
dia do era Galaz y Bren el negro.. . 258
CCLVI. Como Galaz se armo, y fue a
preguntar que qual era el rey Mares. 259
CCL VII. Como Galaz amenazo al rey
Mares, y le dixo fiziera traycion. . . 259
CCL VIII. Como el rey Mares conoció
que quería matar a Galaz con pon-
90ña 260
CCLIX. De como el escudero demando
sus armas a Galaz y que ge las lle-
uaria 260
CCLX. Como el escudero maltruxo a
Galaz porque no quiso justar con el
cauallero 260
CCLXI. Como Agraiiayn, e Gariete, e
Morderec, despreciaron a Galaz . . . 261
CCLXII. Como la donzella del castillo
raaltraya a Galaz 262
CCLXIII. Como Gariete, e Agrauayn,
e Morderec, supieron por Galaz que
el rey Artur era descercado 262
CCLXIV. Como Galaz se partió de los
tres hermanos e se fue su camino.. . 262
CCLXV. Como los tres hermanos ha-
llaron a Galuan, e a Quea, y a Blan-
dalis 263
CCLXVI. Conio Galnan, e Blandalis,
e Quea, dixeron que tomarían el es-
cudo a Galaz 26Í5
CCLX VI I. Como Galaz derribo a
Quea, e a Blandalis, e a Galuan, e a
Gariete. e a Agrauain 263
CCLXVIII ComoEstor desafio a Gal-
uan por la muerte de Erec 264
CCLXIX. Como Galaz, y Estor, y Me-
rengis fallaron a la donzella, que les
dixo que no fuessen al castillo. . . . 264
CCLXX. Como Galaz, y Estor, e Me-
rengís, se partieron de Galuan e de
sus compañeros 265
CCLXXI. Como Estor, e Galaz, e Me-
rengis, llegaron al castillo follón. . . 265
CCLXXII. De como se tornaron los
del castillo christianos, e fue llamado
castillo follón 266
CCLXXIII. De como Arpian, el señor
del castillo, puso las letras en el pa-
drón 266
CCLXXIV. De como los caualleros e
las donzellas estauaTi captíuos . . . . 266
CCLXXV. Como Galaz e sus compa-
ñeros fueron bien rescebidos en el
castillo follón 266
CCLXXVI. Como Galaz e sus compa-
ñeros fueron presos en el castillo fo-
llón 267
CCLXX VIL De como el ángel dixo a
Galaz en sueños que ayna serían suel-
tos de la prisión 267
CCLXXVIII. Como Galaz confortaua
a sus conpañeros que ayna serian li-
bres 267
CCLXXIX. Como el rayo hendió la
torre por medio, do estaua Galaz e
sus compañeros 267
CCLXXX. De como Galaz e sus com-
pañeros mataron a todos los del cas-
tillo 268
CCLXXXI. Como las donzellas dixe-
ron que auian de ser libres por la ve-
nida de Galaz 268
CCLXXXTI. Como Galaz pregunto a
las donzellas como sabían que por el
auian de ser libres 268
CCLXXXIII. Como Galaz dixo a las
donzellas que le saludassen al rey Ar-
tur e a toda su compaña 269
CCLX XXIV. Como las donzellas lle-
garon a casa del rey Artur 269
CCLXXX V. De como Dios no quiso
que el castillo fuesse poblado 269
CCLXXXVI. De como el rey Artur
quiso fazer la torre, e non quiso Dios. 269
CCLXXXVII. Como la boz dixo al
rey Artur que Carlos auia de fazer
la torre 269
ÍNDICE GENERAL DE
CCLXXXVIII. Como el rey Carlos
puso la y majen en la torre a honrra
de Galaz 270
CCLXXXIX. Como Galaz dixo a
Tristan que el rey Mares fuera des-
baratado 270
CCXC. De como Tristan ouo muy gran
pesar de las nueuas que le dixo Ga-
laz 270
CCXCI. Como Galaz se partió de Es-
tor e de Merengis 271
CCXCII. Como Galaz llego a casa de
la buena dueña, que le fizo mucha
honra 271
CCXCIII. Como la buena dueña mos-
tró su hazienda a Galaz 271
CCXCIV. Como la donzella mostró a
Galaz do hallaria al conde Bedayn. . 272
CCXCV. Como Galaz amenazo a Be-
dayn 272
CCXC VI. Como Perseual y Boores
llegaron a la choca do estaua Galaz. 272
CCXCVÍI. Como Perseual e Boores
quedaron con Galaz a fazerle compa-
ña e ayuda 273
CCXCVIIí. Como Galaz prometió a
Samaliel que lo faria cauallero. ... 273
CCXCIX. Como Galaz y Perseual
otorgaron la batalla de los caualleros. 273
CCC. CoiQo Samaliel tomo el cauallo e
las armas de vn cauallero dellos. . . 273
CCCI. Como los caualleros dixeron a
Bedain de los tres compañeros. . . . 274
CCCII. Como el donzel vino por escu-
cha a los tres compañeros 274
CCCIII. Como el conde Bedayn fue de
noche con dos caualleros por matar a
Galaz 274
CCCIV. Como Galaz derribo al conde
Bedayn e a los que venian con el.. . 275
CCCV. Como Galaz prendió al conde
Bedan, e lo dio a Boores e a Perseual. 275
CCCVI. Como Galaz hizo a Samaliel
cauallero en la hermita, como le auia
prometido 276
CCCVII. Como Samaliel se partió de
Galaz 276
CCCVIII. Como Galaz fallo a Yuan
muy mal llagado 276
CCCIX. De como Samaliel tomo la es-
pada a la donzella 277
CCCX. De como Samaliel derribo a
Don Quea 278
CCCXI. De como Giflete desafio a Sa-
maliel 278
CCCXII. De como Samaliel derribo a
Giflete e a Don Gariete 278
CCCXIII. Como Samaliel fallo dur-
miendo al rey Artur 279
LIBROi DE CABALLERÍAS. — 35 ^'
LA PRIMERA PARTE 549
CCCXIV. Como el rey conoció que no
era su espada, e supo la auentura. . 279
CCCXV. Como Lanparote llego al cas-
tillo de Corberic y entro en el pala-
cio 280
CCCXVI. Como Atanabos encanto el
castillo de Corberic 280
CCCXVII. Como Lan9arote quiso ver
el sancto Grial a fuerza 280
CCCXVIII. De como fallaron a Lan-
garote amortecido en la cámara, e no
lo conoscio sino la hija del rey Pe-
lles ■ 280
CCCXIX. De como acordó Langarote,
e supo que era en Corberic 281
CCCXX. De como contó el rey Peles
a Lancarote lo del palacio auentu-
roso 281
CCCXXL Como Estor llamo a la puer-
ta del palacio, e no le quisieron abrir. 282
CCCXXII. Como Estor se fue, y el rey
embio por el e no quiso tornar. . . . 282
CCCXX III. Como Galuan e Gariete se
fueron al palacio auenturoso 282
CCCXXIV. De como Galuan se queria
tornar a la corte sino por Gariete, y
lo denostaua la donzella 283
CCCXXV. Como Galuan se escusaua
de la muerte de Erec 283
CCCXX VI. Como Paloraades derribo
a Estor e' a Gariete 284
CCCXX VII. Como se partió la bata-
lla entre Paloniades y Langarote.. . 284
CCCXXVIII. Como Galuan desafio a
Palomades 285
CCCXXIX. Como Palomades el pa-
gano derribo a Galuan del cauallo. . 285
CCCXXX. Como Galaz hallo a Gal-
uan herido, e se le querello de Palo-
mades i . . . . 285
CCCXXXI. Como Galaz desafio a Pa-
lomades por lo de Galuan 286
CCCXXXII. Como Galaz e Paloma-
des pusieron plazo para auer su ba-
talla 286
CCCXXXIII. Como se partió Galaz
de Palomades el pagano 286
CCCXXXIV. Como dixo Palomades
a su padre que se auia de conbatir
con Galaz 287
CCCXXXV. Como prometió Paloma-
des de se tornar christiano si esca-
passe de la batalla 287
CCCXXXVI. Como Palomades prouo
sus armas nueuas 287
CCCXXXVII. Como Esclabor dio su
bendición a su hijo Palomades, e di-
xole que le tornasse a ver 288
CCCXXX VIII. Como Palomades fallo
550
índice general de la primera parte
a Galuaa, e como Galuan desafio a
Palomades 288
CCCXXXIX. Como Palomades derri-
bo a Galuan del cauallo en tierra.. . 288
CCCXL. Como Galuan hallo a su her-
mano Gariete, y se le querello de Pa-
lomades 289
CCCXLI. Como Palomades espero a
la fuente a Galaz, do ouieron su ba-
talla 289
CCCXLII. Como Galaz rogo a Paloma-
des que se tornasse christiano, e que
le ayudarla en todo lugar 289
CCCXLIII. Como Galaz e Palomades
se partieron por amigos e fueron a
casa del padre de Palomades 290
CCCXLÍV. Como Palomades fue chris-
tiano, e sano luego de sus llagas. . . 290
CCCXLV. Como Palomades se partió
de Galaz e se fue a la corte, y gano
la silla de la Tabla Redonda 291
CCCXLVI. Como Palomades se partió
de la corte e fallo a Galaz 291
CCCXLYII. Como ouo gran plazer Pa-
lomades con Galaz porque lo fallara,
y otrosi Galaz con el 291
CCCXL VIII. Como Galaz otorgo la
batalla con el cauallero de la fuente a
Palomades, y le dixo su arte 292
CCCXLIX. Como se conbatio Palo-
mades con el cauallero de la fuente. 292
CCCL. Como el cauallero de la fuente
cobraua su fuerza quando beuia del
agua 293
CCCLI. Como Galaz e Palomades sa-
caron a Galuan e a Gariete de la pri-
sión 293
CCCLI í. Como Galaz llego a la fuente
que hernia 294
CCCLIII. Como la donzella fue muer-
ta en la fuente 294
CCCLIV. Como Galaz acabo la auen-
tura de la fuente que feruia 295
CCCLV. Como Lan9arote y Palomades
ouieron la batalla 295
CCCLVI. Como Palomades contó las
nueuas a Lan9arote y a Estor, de
Galaz y de los otros 295
CCCL VII. De como Galuan e Agra-
uayn mataron a Palomades 296
CCCLVIII. Como Lanfarote y Estor
llegaron a la muerte de Palomades. 296
CCCLIX. Como Esclabor se mato por
duelo de su hijo Palomades 299
CCCLX. Como fue enterrado Paloma-
des en el abadia, e hazian duelo por el. 300
CCCLXI. De la cuyta que hazia Es-
clabor el desconoscido por la muerte
de Palomades su hijo 300
CCCLXII. Como Galaz, e Perseual, e
Boores, fueron en Corberic
CCCLXIII. Como la hija del rey Ypo-
raenos amo por su mal a su her-
mano
CCCLXIV. Como el diablo engaño la
donzella, que se queria matar. . . .
CCCLXV. Como otorgo la donzella su
amor al diablo
CCCLX VI. Como la donzella embio
por su hermano, por auer con el su
amor
CCCLX VIL Como el rey ayunto toda
su corte sobre el hecho de su fijo e de
su fija
CCCLXVIII. Como el rey Gamalaz
venció al rey Mordrain
CCCLXIX. Como fue puesta la batalla
entre Gamalaz y Nascian
CCCLXX. De la dueña de la capilla.
CCCLXXI. Como mato el cauallero al
rey.
CCCLXXII. Como cuydaron matar
los hijos a su madre
CCCLX'XIII. Como Galaz e Perseual
se metieron en el torneo
CCCLXXIV. Como Eliazer, hijo del
rey Pelles, traya la espada
CCCLXXV. Como la boz dixo a los de
la Tabla Redonda
CCCLXXVI. De como se partió Jose-
phes el obispo de Galaz y de Perse-
ual
CCCLXXVII. Como el Nuestro Señor
ahondo la santa mesa del santo vaso.
CCCLXXVIII. Como tomo la lan9a
que estaua en la tabla, e tomo de la
sangre, e vnto con ella al rey
CCCLXXIX. Como Galaz rogo a los
caualleros que le saludassen al rey
Artur, y a la reyna, e a todos los ca-
ualleros
CCCLXXX. Como Perseual e Boores
ouieron alegría de la cuyta que ouie-
ron
CCCLXXXI. Como fue rey Galaz, e
fue sagrado e crismado
CCCLXXXII. Como el rey Galaz se
echo en oración a Jesu Cristo nues-
tro señor
CCCLXXXIII. De como Perseual e
Boores oyeran las palabras que el
obispo dezia al rey Galaz
CCCLXXXIV. Como Boores entendió
que ayna seria la muerte de Galaz. .
CCCLX XXV. Como el rey Galaz oyó
lo que la boz le dixo
CCCLXXXVI. Como supieron las bo-
zes que daua por gracia del Señor. .
301
301
301
302
302
302
303
303
304
304
304
304
305
306
307
308
308
309
309
309
3ioy
310
310
311
311
ÍNDICE GENERAL DE LA PRIMERA PARTE
551
CCCLXXXVn. Como el buen rey Ga-
laz fino y fue enterrado 312
CCCLXXXVIII. Que se metió Perse-
ual en la mongia quando fino Ga-
laz 312
CCCLXXXIX. Que tiempo duro Per-
seual en la mongia después que fino
Galaz 312
CCCXC. Que Boores salió de la ñaue,
y llego a Camaloc 312
CCCXCI. Como contó Boores las auen-
turas que acaecieron a Galaz 313
CCCXCII. Que respondió o que dixo '"^
Gariete 313
CCCXCin. Como entro el rey Artur
en la cámara do estañan sus sobrinos
hablando de Langarote e de la reyna. 313
CCCXCrV". Como salieron de la cáma-
ra, e de lo que ellos dixeron 314
CGCXCY. Como el rey e sus caualle-
ros fueron y dos a caca 314
CCCXCVI. Como Boores vio a Lan9a-
rote armado 315
CCCXCYn. Como vuieron consejo to-
dos con los caualleros 316
CCCXCYin. Como el cuento dixo de
Langarote como escapo de aquellos. 316
CCCXCEX. Como el rey mando a Gra-
uain e a Morderec que era lo que
mandauan se hiziesse de la reyna. . . 316
CCCC. Como leuauan a quemar a la
reyna Ginebra 316
CCCCI. Que fueron armados e salidos
de la villa 317
CCCCn. Que Lancarote vuo pesar de
la muerte de Gariete 318
CCCCrn. Que Lancarote se fue para
la Joyosa Guarda 318
CCCCIY. Como el rey Artur vio venir
huyendo a los suyos del canpo. . . . 318
CCCCV. Como mando hazer el rey las
cartas para embiar por todas partes
de su reyno 319
CCCCYI: Como fazian grandes duelos
por la muerte de Gariete 319
CCCCYn. Como fazia duelo Galuan por
Gariete su hermano 320
CCCCYm. Como el rey se cuytaua
mucho por la muerte de los caualle-
ros 320
CÓCCIX. Que el rey fizo sus cumpli-
mientos a los caualleros que murie-
ron en la batalla 320
CCCCX. Que el rey Artur auia conse-
jo con sus ricos honbres 321
CCCCXI. Que auia gran rebuelta en el
palacio del i-ey Artur por la reyna. . 321
CCCCXII. Que consejaron al rey que
fuesse sobre Lan9arote 321
CCCCXIII. Que se fizo la guerra entre
el rey Artur e Lan9arote 322
CCCCXIY. Que el rey Artur puso pla-
zo a sus gentes que viniessen a su
mandado 322
CCCCXY. Que comieron a la mesa del
rey Artur siete reyes 322
CCCCXYI. Como pusieron celada del
castillo a los del rey Artur 323
CCCCXYII. Que la donzella fue con su
mensaje al rey Artur 323
CCCCXYÍII. Como la donzella se tor-
no con el mensaje a su señor don
Langarote 323
CCCCXIX. Que Langarote fizo leuan-
tar la seña en la torre 324
CCCCXX. De como el rey Artur se que-
xaba mucho porque cercaron a Lan-
garote 324
CCCCXXI. Como el rey Artur e Lan-
garote fizieron su auenencia 324
CCCCXXn. Como los romanos fueron
vencidos 325
CCCCXXm. Que el rey Artur passo
la mar con gran gente 325
CCCCXXIY. De la batalla que fue en
los campos de Salaberes, e murió alli
gran gente 325
CCCCXXY. Como fizieron vna torre
en el campo do fue la dolorosa ba-
talla 326
CCCCXXYI. Como el rey Artur se par-
tió de la batalla 326
CCCCXXYn. Como el rey Artur mato
a Lucan el copero por no poder
mas 326
CCCCXXYin. Que el argobispo e Bleo-
beris fizieron la torre 327
CCCCXXIX. Como el argobispo se fue
para la hermita, e Bleoberis do la
ventura lo leuo 327
CCCCXXX. Que Artur el pequeño e
Bleoberis combatieron 327
CCCCXXXI. De la batalla que ouieron
Artur el pequeño e Bleoberis 328
CCCCXXXn. Como el rey Artur llego
al mar e saco la espada 328
CCCCXXXm. Como el rey Artur fizo
echar la espada en el lago a Gi-
£g¿g 229
CCCCXXx'lY.ComoGiflete fue a do
el rey le mando 329
CCCCXXXY. Que Giflete fue a la her-
mita do e> rey le mando 330
CCCCXXXYI. Que Giflete se amorte-
ció sobre el monumento 330
CCCCXXXYn. Como Giflete fue al
monumento por ver si era aquel el
rey Artur 330
552
índice general de la primera parte
CCCCXXXVIII. Como los hijos de
Morderec supieron nueuas que el rey
Artur era perdido 330
CCCCXXXIX. Como la reyna Gine-
bra snpi> como murieron todos en la
batalla 331
CCCCXL. Que B cores respondió e
consejo al rey que pasasse la
mar 331
CCCCXLI. Como la reyna se metió
en la orden por pauor de los hijos de
Morderec 331
CCCCXLII. Como en la abadia auia
vna monja que amaua mucho a Lan-
Qarote 332
CCCCXLIII. Que la donzella dixo
nueuas que Langarote era en la Gran
Bretaña 332
CCCCXLIV. Como Langarote oyó
nueuas de la reyna^ e vuo con ellas
gran pesar 332
CCCCXLV. Que vuieron la batalla el
rey Boores e Meliel 333
CCCCXLVI. Que Lan9arote amena-
9aua al duque, y el vuo miedo que
lo mataría 333
CCCCXLVII. Que fue la gran batalla
en Guncestre 334
CCCCXLVIII. Que mando el rey Boo-
res buscar a Langarote 334
CCCCXLIX. Como Estor e Langaro-
te se fallaron e conocieron 334
CCCCL. Que leuauan muerto a Langa-
rote, e fazian por el duelo 335
CCCCLl. Como el arzobispo e Briobe-
ris contaron toda la vida de Langa-
rote al rey Boores 335
CCCCLII. Que fue sabida la muerte
de Langarote 336
CCCCLIII. Que el rey Mares entro en
la tierra del rey Artur 336
CCCCLIV. Como consejaron al rey
Mares que matasse al rey Boores e
Brioberís 337
CCCCLV. Como el rey Mares mato al
argobispo de Conturbel 337
Libro del esforcado caoallero don
Tristan de Leonis y de SÜ8 gran-
des HECHOS en ARMAS 339
El Prohemio 339
Comienga la obra. — 1 339
II. De como el rey Meliadux salió vn
dia a caga con sus gentes, y se per-
dio en la floresta peligrosa 340
III. De como el sabio Merlin dixo al
rey Meliadux que le traería a su hijo
don Trístan 342
IV. De como mataron al rey Meliadux,
e como Tristan se fue a la corte del
Rey Feremondo 344
V. De como tuuieron a don Tristan
para cortar la cabega, porque noque-
ria amar a Belisenda, hija del rey
Feremondo 345
VI. De como Tristan llego a la corte
del rey Mares de Cornualla, e de lo
quel enano dixo ante quel viniesse. . 348
VII. Como Morlot de Yrlanda armo
gran flota para contra el rey Mares
de Cornualla 348
VIII. De como don Tristan se conba-
tio con Morlot, e lo venció e mato. . 349
IX. De como Morlot arribo con su flota
en Yrlanda 350
X. De como Tristan fue a buscar por la
mar sus auenturas do guareciesse, y
como llego al reyno de Yrlanda. . . 351
XI. De como don Tristan fue a hazer
reuerencia al rey, y fue sano de la
herida que le dio Morlot de Yrlanda
con el arco 352
XII. De como se hizo el torneo, y de
como Tristan fue conoscido e puesto
a peligro de muerte por la muerte
que el auia dado a Morlot 353
XIII. De como el rey fizo venir ante si
a Brangel, y le declaro como Tristan
era el que venció el torneo 355
XIV. De como Tristan llego a Cornua-
lla, e como la dueña del lago del Es-
pina le enbio a dezir que se fuesse a
ver con ella 356
XV. De como el rey se combatió con
Tristan de Leonis 357
XVI. De como Lanbagues, marido de
la dueña del lago del Espina, vio que
se yua el cauallero con ella, fue en
pos del e combatióse con el, e Lan-
bagues fue herido, y el cauallero lleuo
a la dueña 359
XVII. De como don Tristan se partió
de la corte del rey Mares de Cornua-
lla su tio, en busca de la donzella
que le auia vltrajado delante del rey
e de los caualleros de su corte; y de
la dueña del lago del Espina que lle-
uaua el cauallero 361
XVIII. De como don Tristan se torno
a la corte y peso al rey Mares con el;
y de como le embio a Yrlanda por
Yseo la brunda, por que lo matassen
alia. Por cuanto la reyna, muger del
rey Languines, lo queria mal porque
mato a su hermano Morlot; e la tru-
xo consigo por su buena caualleria. 362
XIX. De como Tristan entro en canpo
con Brauor, sobrino de Langarote, y
INPICE GENKRAI, DE
lo mato, por escusar al rey Langui-
nes de vna traycion que le acusa-
ban
XX. De como el rey Languines de Yr-
landa e don Tristau llegaron al puer-
to de Yrlanda, e de como le salieron
a recebir la reyna e sii hija Yseo la
brunda
XXI. De como don Tristan e Yseo par-
tieron de Yrlanda, e de como los echo
la tormenta en la ysla del Gigante,
e como los prendieron los de la ysla.
XXII. De como Tristan se conbatio con
Brauor el gigante, señor de la ysla,
e como lo venció e mato, e Tristan e
Yseo fueron señores de la ysla . . .
XXIII. De como don Tristan, por la
costumbre de la tierra e de la ysla,
fizo cortar la cabera a la dueña, de
que ouo gran pesar, y hizolo con mas
no poder
XXIV. De como la tija de Brauor el
gigante tomo el cuerpo de su padre
e la cabe9a de su madre, y se metió
en vna uaue para yr a buscar a Ga-
leote su hermano, a le contar el daño
que don Tristan de Leonis le auia
fecho
XXV. De como don Tristan peleo con
Galeote, hijo de Brauor el gigante,
señor de la insola, que mato Tristan.
XXVI. De cómo don Tristan e Yseo
n anegaron fasta que llegaron a Tin-
toyl
XX Vil. De como la reyna Yseo man-
do a dos escuderos que leuassen a
vna floresta a Brangel y la matassen
alia
XXVIII. De como Palomades dexo a
Brangel en el monesterio y fue en
busca de los caualleros que la auian
atado en la floresta por la vengar, y
de lo que alli les acónteselo
XXIX. De como Sagramor siguió a
Pa'omades, por quitalle la reyna que
Ueuaua contra su voluntad e de toda
la corte
XXX. De como don Tristan fue en bus-
ca de Palomades, que Ueuaua a la
reyna Yseo, y se combatió con el.. .
XXXI. De como don Tristan e Gorua-
lan e la reyna Yseo partieron de la
torre e fueron a la corte del rey Ma-
res
XXXII. De como don Tristan se com-
batió con Lamarad e con su primo, e
como los venció
XXXIII. De como Lamarad se conba-
tio con vn cauallero que aconpañaua
364
365
366
367
368
368
369
371
372
374
376
377
380
380
I, A PRIMERA PARTE 553
a vna donzella que Ueuaua vn cuerno
encantado 382
XXXIV. De como don Tristan derribo
los dos caualleros e los embio al rey
Mares; e le enihio a dezir que le em-
biasse sus armas, si no que assi faria
a todos quantos caualleros hallasse
de Cornualla 384
XXXV. Como vn mensajero se pre-
sento ante el rey de parte de Tristan. 387
XXXVI. De como don Tristan, e la
reyna Yseo, e Gorualan, se fueron a
casa de la sabia donzella 387
XXXVII. De como la reyna Yseo fue
tomada de la torre a donde estaua y
fue puesta en prisión 388
XXXVIII. De como don Tristan e
Gorualan se fueron al puerto de Tin-
toyl, y entraron en vna nao, y fueron
a la pequeña Bretaña 390
XXXIX. Como el conde venció al rey
y a toda su gente 391
XL. De como don Tristan entro e tomo
por fuerza de armas la cibdad de
Egipta, que era del conde 392
XLI. De como pareció ante el rey Ma-
res de Cornualla vn cauallero, e le
dixo nueuas en como Tristan era ca-
sado con Yseo de las blancas manos. 394
XLII. De como don Tristan, e Quedin
su cuñado, se partieron con Brangel
su viaje por la mar, a causa de vna
carta que ella truxo de la reyna Yseo
la brunda 395
XLIII. De como Lamarad e Melianes
se combatieron, e lo que en el conba-
te les acontescii> 399
XLIV. De como don Tristan se encon-
tró con don Queas 400
XL V. De como Tristan derribo a Gara-
con, hermano de Palomades, y de
como hallo vna donzella llorando y
de como libro de la muerte al rey
Artur 402
XLVI. De como el rey Artur e don
Tristan encontraron con Galuan e
con otros caualleros, y como llegaron
todos a casa de vn florestero 403
XLVII. De como el rey Artur fue su
camino e llego en casa del florestero, e
fallo ende los tres caualleros que don
Tristan derribo, e a don Queas su
mayordomo 404
XLVIII. De como Tristan, y Quedin,
e Gorualan, e Brangel, fizieron su
viaje y llegaron al puerto de Tintoyl. 405
XLIX. De como el rey hizo llamar a
Tristan para le mandar que guardas-
se el i)as80 de Tintoyl, porque don
554
índice oeneral de la primera parte
Tristan se combatiesse con los cana-
Ueros andantes de la Tabla Redonda
e alguno lo matasse 406
L. De como don Tristan prendió a Bor-
dón, e a Estor de Mares, y a Leo-
nel 407
LI. De como Lan9arote e vn escudero
se fueron con la donzella, e de como
se conbatio Langarote con Dinadan
el roxo e con los otros cinco caualle-
ros 409
LII. De como la donzella se fue presen-
tar al rey y a la reyna Yseo de parte
de don Langarote del Lago 410
LTII. De como don Tristan enbio a
Quedin su cuñado e a Gorualan a su
reyno de Leonis 4i0
LIV. De como Tristan e la reyna Yseo
encontraron con Dinadan, e anduuie-
ron su camino, e lo que les auino . . 412
LY. De como don Tristan e la reyna
llegaron al castillo donde estañan
don Langarote del Lago e la reyna
Ginebra 413
LVI. De como Gorualan y Brangel lle-
garon al castilo do era Tristan e Yseo,
con otro cauallero andante 415
LYIL De como don Tristan derribo al
rey Artur en el torneo, y de como
don Tristan e don Langarote se con-
bieron 415
LVITI. De como don Tristan e Gorua-
lan llenaron a la reyna Yseo al tor-
neo a la ciudad de Camalot 416
LIX. De como Tristan e la reyna Yseo
fueron al otro torneo bien acompa-
ñados de caualleros 417
LX. De como Palomades se conbatio
con el cauallero sin pauor, e los des-
partió el buen Tristan de Leonis. . . 420
LXL De como los siete compañeros ca-
ualleros desbarataron el torneo, y de
como el rey Artur derribo a Tristan
de Leonis del cauallo a tierra en el
torneo 421
LXIL De como estando el rey Artur
en su cama, acompañado de médicos
y perlados, embio por Lancarote. . . 421
LXIII. De como Palomades hirió en el
torneo contra los seys caualleros sus
conpañeros 423
LXIV. De como Tristan e don Lan9a-
rote del Lago se combatieron en el
torneo 423
LXV. De como el rey Mares fue a Ca-
malot por auer venganza de Tristan,
e como el rey Artur los conformo a
Tristan, e a el, e a la reyna, e los
traxo consigo a Cornualla 425
LXVL De como el rey Artur fizo jun-
tar en su palacio a todos los caua-
lleros 426
LXVII. De como Tristan salió de la
corte escondidamente, e se fue a bus-
car sus auenturas y se topo con Pa-
lomades; e como se ouieran muerto
sino por vn cauallero que auia nom-
bre Brandelis 427
LXVIIL De como don Tristan desba-
rato los caualleros de la hada Mor-
gayna 429
LXIX. De como el buen rey Artur fue
al monesterio donde estañan don
Tristan de Leonis y don Lanfarote. 430
LXX. De como don Tristan juro la Ta-
bla, y fue asentado en la silla que auia
sido de Morlot de Yrlanda 431
LXXI. De como el mensajero del caua-
llero anciano llego antel rey Artur
con el mensaje de su señor 432
LXXII. De como Palomades se comba
tio con el cauallero anciano 433
LXXIII. De como el cauallero anciano,
por ruego de vna donzella, fue en so-
corro de vn su castillo que le tenia
cercado vn conde, y ge lo fizo des-
cercar , 436
LXXIV. De como el cauallero anciano
salió a la batalla e la venció, y mato
mucha gente, y tomo preso al conde. 439
LXXV. De como el mensajero llego a
Camalot con el mensaje del anciano
cauallero su señor. . 4 10
LX XVI. De como don Tristan salió de
la corte del rey Artur y fue a buscar
auenturas. y como desbarato los cient
caualleros que guardauan la hada
Morgayna 442
LXXVII. De como don Tristan, an-
dando buscando sus auenturas, acer-
tó en vn castillo de vn su enemigo no
lo sabiendo, y de lo que alli le acón-
teselo 444
LXXVIIL Como se combatieron Tris-
tan e Palomades con el santo Galaz. 445
LXXIX. De como don Tristan, e don
Galaz, e don Palomades, fueron al
castillo de Dinadan el Roxo, e libra-
ron de la muerte a los quatro caua-
lleros de la Tabla 448
LXXX. De como Tristan estaua en la
cama folgando con la reyna Yseo, e
le vino reuelacion que auia de ser
muerto Tristan 449
LXXXI. De como vino vn mensajero
al rey Mares de como don Tristan no
podia escapar ni durar mas de tres
dias 4.50
ÍNDICE GENERAL DE
LXXXII. De como la royna Yseovino
a ver a don Tristan 451
LX XXIII. De como la royna Yseo, y
Gorualan, y Brangel, Fueron a la
yglesia a tener vigilia por la "salud
de don Tristan 45o
Crónica dk los muy notables caüa-
LLER08 TaBLANTE DE RlCAMONTE,
Y DE JOKRE, HIJO DEL CONDE Do-
NABON 459
I. Como Tablante de Rioamonte vino a
la corte del rey Artur y se conbatio
con el conde don Milian, y lo Agencio,
y lo lleno preso al castillo de Rica-
monte, y lo mandaua acj-otar dos ve-
zes en el año por deshonra del rey. . 459
II. Como Jotre demando licencia al rey
para se yr de la corte, porque el rey
no lo qneria armar cauallero para yr
en busca de Tablante por vei.gar al
conde, y como a la postre la reyna lo
hizo hazer, y lo fue a buscar; y de
las auenturas que le acontescieron en
el camino 462
III. Como yendo Jofre en busca de Ta-
blante, estando reposando, lo hnuiera
muerto otro cauallero pensando que
era su enemigo, porque traya assi las
armas; y Jofre se libro, y se comba-
tió con el, y lo venció, y lo embio
preso a la corte 464
IV. Como el cauallero que Jofre venció
se presento a la reyna Ginebra.. . . 465
V. Como yendo Jofre a buscar a Ta-
blante topo con vn Enano, que era
hijo del diablo, y guardaua vna lan^a,
qua se dezia la lanca peligrosa,
por vn cauallero que era su señor; y
Jofre se combatió con el cauallero y
lo mato, y soltó al Enano y a veynte
caualleros que estauan alli presos en
vn monesterio, y los embio a la rey-
na Ginebra a Camalot 466
VI. Como el Enano y los veynte caua-
lleros se presentaron en la corte a la
reyna Ginebra 467
VIL Como salió Jofre desta auentura,
y yendo a buscar a Tablante, topo
con Montesino el fuerte, combatien-
do vna torre por fuer9a vna donze-
11a, y lo venció 468
VIII. Como Montesinos se presento en
la corte a la reyna Ginebra 469
IX. Como Jofre topo vn cauallero, que
le dixo todas las auenturas que hauia
en toda la tierra 469
X. Como yendo Jofre en busca de Ta-
blante de Ricamonte hallo vna don-
LA PRIMERA PARTE 555
/ella y vn cauallero, y por librar la
donzeíla se combatió con el cauallero
y lo venció 476
XI. Como Jofre llego a la puerta del
castillo de la Floresta, donde fue pre-
so, y huyo de la prisión 479
XII. De las cosas que Bruniessen, se-
ñora del castillo, hizo quando supo
que Jofre era suelto de la prisión.. . 4H1
XIII. Como Jofre llego a vn moneste-
rio, y alli llegaron dos caualleros que
dixeron mal del rey su señor, y se
combatió con ellos y los venció.. . . 483
XIV. Como yendo Jofre en busca de
Tablante, oyó dar gritos a vna muger,
la qual lo llevo a la casa encantada
del malato, y lo mato, y libro vna
donzeíla y trezientos niños que tenia
para degollar, y deshizo la casa. . . 485
XV. Como vn sayón, criado del malato,
lleuo los niños a sus madres, y Jofre
lleno la donzeíla que libro a casa de
vn cauallero su padre 487
XVI. Como Jofre lleuo la donzeíla que
libro, y la lleuo a casa de su padre,
donde lo huuieran muerto 487
XVII. Como yendo Jofre en busca de
Tablante, perdió el camino, y hallo
la' fuente Peligrosa, donde mato el
malato del diablo que estaña alli, y la
madre del malato y del Enano. . . . 490
XVIII. Como llego Jofre al castillo de
Ricamonte, y no hallo ay a Tablante,
y los suyos le mostraron al conde don
Milian y trezientos caualleros que es-
tauan presos 490
XIX. Como Jofre, boluiendo al castillo
del Hierro a buscar a Tablante, se
conbatio con vn cauallero por librar
a vna donzeíla, y lo mato 490
XX. Como llego Jofre al castillo del
Hierro, y espero alli hasta que supo
que Tablante era venido a Rica-
monte 492
XXI. Como Jofre fue a Ricamonte y
hallo alli a Tablante; y de las razones
que entre ellos passaron, y como se
combatió con el y lo venció, y libro
al conde don Milian y a los otros
trezientos caualleros que tenia pre-
sos 492
XXII. Como llego Tablante de Rica- i
monte a la corte del rey Artur por
prisioner-^ de Jofre, y lleuo consigo
los trezientos caualleros que Jofre
libro 493
XXIII. Como Tablante partió del cas-
tillo del Hierro con los trezientos ca-
ualleros; y como fue recebido del rey
556
índice general de la primera parte
y de la reyna; y esperaron alli hasta
que vino Jofre 495
XXI Y. Como llego el conde don Mi-
lian al castillo de la Floresta, que era
de Bruniessen su sobrina 496
XXV. Como el conde don Milian estu-
uo en el castillo del Hierro algunos
dias, y alli le supo como Jofre hauia
librado a su sobrina, y como mato al
malatu 406
XXVI. Como Jofre llego a Camalot, a
la corte del rey Artur; y del recebi-
miento que le hizieron, y de todas
las cosas que passaron 497
Ciclo Caroliiigio
Cuento del enperador Carlos Mav-
NE8 E DE la ENPERATR18 SeUILLA.
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
501
503
503
503
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504
505
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506
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509
509
XV 510
XVI 510
XVII 510
XVIII 511
XIX 511
XX 512
XXI 512
XXII 512
XXIII 513
XXIV 514
XXV 515
XXVI 515
XXVII 516
XXVIIÍ 517
XXIX 517
XXX : 519
XXXI 519
XXXII 520
XXXIII 520
XXXIV 521
XXXV 522
XXXVI 523
XXXVII 524
XXXVIII 525
XXXIX 527
XL 527
XLI 528
XLII 529
XLIII 530
XLIV 530
XLV 531
XLVI 532
Tetuáu de Chamartín. — Imp. de Bailly-Bailliére é hijos.
O
BINDING SECT. JUM 1 7 1966
PQ
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C5B66
pte.l
Bonilla y ^an Martin, Adolfo
(ed.)
Libros de caballerías
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