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Full text of "Los prisioneros españoles en poder de los tagalos : relato histórico de este cautiverio y de las gestiones llevadas á cabo para libertarlos"

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ü 


S  PRISIONEROS  ESPíiOLES 

SN  PODER  DS  LOS  TAGALOS 


RELATO  HÍSTORÍCO 

de  este  cautiverio  y  de  las  gestiones  llevadas 
á  cabo  para  libertarlos 


POR 

Luis   Moreko   Jbrbz 


•i-  MANtLA-DICIEMBRE-1899'¡ 


MANILA 

ESTAB.  TlP.-LlT.  DEL  «DiARIO  DE  MANILA.» 

Escolta,   nüm    31 

1900 


^     y//^.       /f¿P^ 


O/ec 


DEDICATORIA 


DIPUTADO    Á  CORTES,    DIRECTOR    DEL    PE- 
RIÓDICO    «EL    IMPARCIAL.>> 


Nadie  con  más  méritos  que  V.  para 
que  su  nombre  figure  en  las  pri- 
meras páginas  de  este  libro.  El  ejército 
español^  ¿que  digo?^  España  entera 
es  á  y .  deudora  de  inmensa  gratitud 
por  su  feli:^  iniciativa^  hermosamente 
desarrollada^  acudiendo  al  socorro  del 
infeli:{  soldado  de  nuestras  guerras  de 
Cuba   y   Filipinas. 

Ningún  español  podrá  olvidar  que  el 
periódico  que  V.  tan  dignamente  dirige 
ha  repartido  más  de  un  millón  de  pese- 
tas en  la  obra  anteriormente  citada  y 
este  hecho ^  reconocido  como  de  gran  filan- 
tropía^ le  ha  conquistado  el  nombre  de 
benemérito  de^la   patria. 

La  índole  de  mi  trabajo^    consagrado 


IV 

á  la  simpática  otra  de  poner  de  relieve 
cuantas  gestiones  hayan  podido  favorecer 
á  los  infelices  prisioneros  de  los  tagalos, 
ha  de  ser  acogida  por  V.  con  benevo- 
lencia y  cariño  y  por  esta  causa  me  he 
tomado   la   lihertad  de  dedicárselo. 

Si  V.  lo  acepta^  tendrá  para  mi  el 
indiscutible  mérito  de  verse  honrado 
con  su  nombre. 

Su  afectísimo  s.  s.  y  amigo ^ 


PROEMIO 


t>»<« 


rODo  cuanto  afecta  á  Jos  prisio- 
neros españoles,  en  poder  de  los 
tagalos,  y  la  triste  prolongación  de 
su  cautiverio  en  estas  islas,  tiene  ver- 
dadera importancia  en  los  actuales 
momentos,  en  que  Ja  noble  nación 
española  y,  más  aúr?,  las  personas 
interesadas,  demandan,  con  la  urgen- 
cia que  el  caso  requiere,  la  libertad 
de  tantos  infelices  hermanos,  victi- 
mas de  los  desaciertos  de  nuestros 
gobiernos  que  nos  llevaron,  con  sus 


VI 

imprevisiones,  al  triste  estado  de  in 
pérdida  de  un  rico  impeiio  coIooiaK 

Objeto  de  todas  las  conversaciones 
son, asi  mismo,  Jas  gestiones  que  cerca 
de  los  tagalos  se  vienen  haciendo  para 
conseguir  tan  ansiada  libertad.  Mu- 
cho se  dice,  sin  conocimiento  de  cab- 
sa,  que  afecfa  á  esta  impoitán'ísicca 
cuestión  y  es  materia  de  gran  con- 
troversia el  estado  en  que  se  encuer- 
tran  nuestros  hermanos  cautivos;  el 
trato  que  reciben  por  parte  de  la  re- 
volución filipina,  que  los  retiene,  y 
otra  porción  de  circunstancias  que 
de  poner  en  claro  han  de  ser  el  ob- 
jeto  del   presente    libro. 

^i  a^gún  beneficio  han  de  encon- 
trar los  prisioneros  con  la  publicación 
de  esta  obra  y,  por  otra  parte,  si  Ja 
misma  pudiera  servir  como  prelimi- 
nar á  Ja  persona  ó  personas  que, 
con  mayores  elementos,  quieran,  en 
su  día,  perpetuar  la  momoria  de  este 


vil 
desdichado  cautiverio,  será  evidente 
que  no  perdimos  el  tiempo,  guiándo- 
nos  siempre  las  más  puras  intencic- 
nes,  que  vendrán  á  compensar  nues- 
tras Eotorias  deficiencias  que,  si  el 
lector  quiere  perdonar,  le  estaremos 
muy   agradecidos. 


Manila,  1899 


S^  ZMOM^^-Í^J-Sá^ZM^^tm 


CAPITULO   I 

El  desacierto  y  falta  de  iniciativas  del  general  Augustin  son  el 
origen  de  haber  caido  prisioneras  las  tropas  españolas  que 
guarnecían  el  archipiélago.  Cómo  debieron  hacerse  las  re- 
concentraciones en  evitación  de  estos  desastres.  Fechas  en 
que  capitularon  los  principales  núcleos  de  fuerzas  espa- 
ñolas. Fechas  en  que  se  rindieron  las  principales  capitales 
de  provinciu,  origen  de  la  prisión  del  eleiuento  civil  espa- 
ñol   y  frailes.  Consideraciones    generales. 


'^dTAO  entra  en  el  objeto  de  esta  obra  juzgar 
[^^de  los  hechos  que  durante  el  mando  del  ge- 
^^'  'neral  Augustin  se  desarrollaron  en  el  ar- 
chipiélago filipino  y  que  tuvieron  por  término  la 
pérdida  para  España  de  tan  estinaable  colonia. 
Al  general  Augustin  lo  hemos  de  juzgar  como 
imprevisor,  dando  lugar,  con  su  carencia  de  ini- 
ciativas y  pocas  facultades  de  mando,  á  que  las 
tropas  españolas  que  operaban  en  el  archipiélago 
contra  la  insurrección  cayeran  en  poder  de  la 
misma. 

Bien  cierto  es  que  en  Filipinas  se  acumularon 
muchos  malíi  en  aquellos  augustiosos  momentos 
en  que  se  tambaleaba  la  soberanía  española,  so- 
bresaliendo, entre  todos,  la  carencia  de  una  auto- 
ridad entendida  y  prestigiosa  que,   con  sus  inicia- 


—  a  — 

tivas,  hubiera  encontrado  elementos  y  recursos 
para  haber  conseguido  el  sufrimiento,  en  su  más 
mínima  parte,  del  grandioso  desastre  que  nos 
amagaba  Las  únicas  ideas  reden  oras  que  se  le 
ocu  rieron  al  general  Augustin,  por  aquel  enton- 
ces, solo  sirvieron  para  amargar,  más  y  más,  la 
situación,  acelerándola  en  tedas  sus  partes. 

El  nuevo  gobernador  general,  desconocedor  del 
país,  rodeado  d¿  esa  camarilla  consejera  que 
siempre  se  ba  enseñoreado  aquí  en  torno  de  los 
gobernantes,  mal  imbuido  v  peor  aconsejado  por 
alguno  de  los  señores  que  componían  la  junta 
('e  autoridades,  perdió  la  acción  de  manera  tanta 
que  no  previo  la  magnitud  de  los  sucesos  que 
se  nos  venían  encima,  cual  lo  demuestra  el  he- 
cho tan  elemental  de  no  haber  ordenado  la  re- 
concentración de  todas  las  fuerzas  del  archipié- 
lago, que  tuvieron  tiempo  más  que  suficiente  para 
llegar  á  Manila,  en  cuyo  lugar  hubiéranse  evi- 
tado las  prisiones  acaecidas,  y  en  espera  de  futu- 
ros acontecimientos,  desde  esta  población  podría 
haberse  emprendido  de  nuevo,  caso  necesario,  la 
reconquista  del  archipiélago. 

Varios  entendidos  jefes  militares  conocieron 
muy  á  tiempo  la  grave  situación  del  país,  que 
nos  era  completamente  hostil,  y  ante  la  carencia 
de  defensas  y  otros  elementos  de  guerra,  avisa- 
ron á  la  autoriiad  superior  la  conveniencia  de 
una  inmediata  reconcentración.  El  gobernador 
general  confió  demasiado  ordenando  que  los  nú- 
cleos de  fuerzas  permaneciesen  en  sus  respectivas 
guarniciones,  las  que,  transcurridos  muy  pocos 
días,    sin   elementos  de   combate  y    en   situacióa 


muv  comprometida,  capitulaban  ante  su  enemigo, 
que   lus  asediaba  en  grandísimas  masas. 

El  general  Augilstín,  convencido  en  parte  de 
su  error  y  allá  por  los  días  28  al  30  de  Mayo 
envió  telegramas  a  algunos  gobernadores  Político 
Mi'itares  v  Jefes  de  fuerza?,  autorizándoles  á  re- 
tirarse ó  reconcentrarse,  si  lo  creían  conveniente; 
pero  era  ya  tarde,  pues  cuantas  fuerzas  ó  colo- 
nias cjue  componían  las  capitales  de  provii  cía 
íe  pu<^ieron  en  movimier.to  con  el  ánimo  de  sal- 
varse, fueron  cayendo  en  poder  del  enemigo,  al 
que,  después  de  batido  en  algunos  puntos  tuvie- 
ron por  fin  que  rendirse. 

De  este  gravísimo  error  en  un  gobernante 
nace  el  oiígen  de  los  prisioneros  españoles  en 
Filipina§. 

No  hoce  falta,  ciertamente,  d  sponer  de  un 
mapa  donde  conste  la  situación  de  las  fuerzas 
que  guar^  ecían  la  isla  de  Luzón  jara  apre- 
ciar á  simple  vista  cómo  debieron  bacerse  las 
reconcentraciones  que  dejamos  indicadas.  Las 
tropas  estacionadas  en  las  provincias  de  Bulacan, 
Pampanga,  Tar  ac,  Pangasinan,  Nueva  Ecija  y 
Nueva  Vizcava  debieron  agruparse  sobre  uno  ó 
varios  puntos  de  la  vía  férrea  para  desde  allí 
venir  á  Manila,  y  como  creemos  que  la  crden 
de  reconcentración  debió  darse  tan  pronto  como 
en  Filipinas  se  supo  la  rup  ura  de  las  relaciones 
amistosas  entre  España  y  América,  (21  de  abril 
de  1898^  conociéndose  ciertamente  que  una  es- 
ci^adra  americana  estaba  prJxima  al  arcl.ipiélago, 
las  demá'í  fueizas  que  guarnecían  provincias  cuya 
capital  era  puerto  de  mar,  a  estas  cabeceras  debió 


acudir  la  reconcentración  para  venir  á  Manila 
por  vía  marítima.  En  este  último  caso  se  hu- 
bieran encontrado  las  provmcias  de  Cavite,  Zam- 
bales,  Union,  llocos,  Cagayan,  Principe,  Bataan, 
Laguna,  Camarines  y  otras;  y  aún  dado  el  caso 
de  haberse  >a  establecido  el  bloqueo  de  la  ca- 
pital, por  la  escuadra  americana,  hubiéranse  ha- 
llado medios  hábiles  de  reconcentración  durante 
aquellos  días  que  mediaron  entre  el  i."  al 
19  de  Mavo,  fecha  esta  última  en  que  habiendo 
regresado  Aguinaldo  al  archipiélago,  empezó  de 
nuevo  la  tarea   de  organizar  la  insurrección. 

Esta  organización  salvadora  debió  tenerse  es- 
tudiada y  preparada  para  ponerla  en  ejecución 
€n  ei  momento  preciso,  y  llegado  este  caso  de- 
biera haberse  facilitado  la  venida  á  Manila  del 
elemento  civil,  y  cuantos  particulares  lo  hubieren 
deseado,  con  los  caudales  del  gobierno  existentes 
en  las  respectivas  provincias  v  'a  impedimenta 
más  indispensable.  A  lo  sumo  puede  concederse 
que  alguna  provincia  ó  destacamento  más  distantes, 
sin  tiempo  hábil  para  la  reconcentración,  ca  era 
en  poder  del  enemigo,  lo  cual  hubiera  su|.'Uesto 
muy    poco. 

Puede  decírsenos  que  no  convenía  abandonar 
las  provincias  entrcgai  dolas  a  la  anarquía.  A  esto 
responderemos  que  las  provincias  y  el  orden  in- 
terior debió  confiarse  á  las  milicias  provinciales  crea- 
das recientemente.  Si  no  hubo  reparo  para  armar- 
las, tampoco  debió  existir  para  entregarles  la 
custodia  del  territorio. 

No  se  realizaron  así  las  cosas  ocurrió  lo  que 
forzosamente    tenía    que  ocurrir.    Aguinaldo    con 


—  5  — 

avuda  de  los  americanos  v  los  elementos 
que  candidamente  le  diera  el  general  Augustin, 
organizó  de  nuevo  la  insurrección  armada  contrn 
los  españoles,  distribuyó  sus  fuerzas  en  varias 
provincias  y  el  día  27  de  Maro  de  1898  se  lan- 
zaba al  campo  proclamfndose  el  libertador  del 
pueblo  filipino.  Atacó  con  denuedo  y  en  intervalo 
de  tiempo,  mas  ó  menos  largo,  á  todos  los  des- 
destacamentos españoles  diseminados  en  el  ar- 
chipiélago, T  aunque  por  el  pronto  esros  rechaza- 
ron el  rigoroso  ataque,  faltos  de  víveres  y  mu- 
niciones, rodeados  de  enemigos  por  todas  partes 
y  abandonados  á  sus  propias  fuerzas,  tuvieron  al 
cabo  que  sucumbir  capitulando  con  los  taea'os. 
El  primer  destacamento  español  que  firmó  su 
ac'a  de  capitulación  ante  los  filipinos  lo  fué  el 
de  Imus,  en  la  provincia  de  Cavite,  que  lo  ve- 
rificó el  día  30  de  Mayo  de  i8g8,  después  de 
tres  días  de  heroica  resistencia.  Siguieron  las 
rendiciones  en  esta  misma  provmcia  por  el  si- 
guiente orden:  Dasmariñas  el  i.°  de  Junio  de 
1898:  San  Francisco  de  Malabon  el  3  de  Junio 
de  1898:  en  este  punto  quedó  prisionero  el  ge- 
neral de  brigada  D.  Leopoldo  García  Peña.  De 
los  restantes  puntos  del  archipiélago  recordamos 
las  siguientes  fechas  en  que  se  llevaron  á  cabo 
las  capitulaciones:  Bacolor,  Pampanga,  4  Junio 
1898  :  Calumpit,  10  Junio  1898  :  Batangas,  20 
Junio  1898  :  Bulacan,  (24  Junio  1898  :  Lioa,  Ba- 
tangas, 25  Junio  1898]:  Tarlac,  11  Julio  1898  : 
Dagupan,  Pangasinan,  22  Julio  1898:  Iba,  'Zam- 
bales,  25  Julio  1898  :  Romblon,  27  Julio  1898  : 
San    Fernando,  i Union,    31    Julio   1898  :    Bangar, 


^  6  - 
í Union,  7  Agosto  i8gS):  Tagudir,  (llocos  Sur, 
1 1  Agosto  1898):  La'-.ag,  (Ta'  abas.  17  Agosto 
1898);  Vigan, 'lloros  Sur,  17  Agrslo  i8g8)  llocos 
Norte,  17  Agos  o  1898:  Tanay,  (MoronF,  19  Agosto 
1898):  Isabela,  (Cagaban,  20  Agosto  1S98):  Bangui, 
'llocos  Norte,  25  Agosto  1898):  Lal-loc,  (Cagayan, 
25  Agosto  189S):  Aparri,  (26  Agesto  1898:  acui  quedó 
hec'io  prisionero  el  señor  Obispo  de  Nueva  Segovia: 
Bontoc,  (Lepanto,  26  Agosto  1898  :  Claveria,  (Le- 
panto.  27  Agosto  1898;:  Santa  Cruz  de  la  La- 
guna, (2  Septiembre  1898):  Morong,  (4  Septiem- 
bre 1898):  Daet,  (Nueva  Cáceres,  25  Septiembre 
1898):  Bayombong,  í Nueva  Vizcaya,  (27  Septiem- 
bre 1898):  (i)  V  algunos  otros  cuvas  fec  as  nos 
ha   sido   imposible   averiguar. 

Como  consecuencia  final  de  estos  hechos,  que- 
daron en  poder  de  los  tagalos,  aproximadamente, 
los   siguientes  prisioneros  españoles: 

Generales,  jefes,  oficiales  v  soldados.  8200 

Empleados  civiles  de  todos  los  ordenes  250 

Particulares 310 

Obispos  y  frailes 399 

Total.     .     .     9159  (2) 


(i)  Las  especialisimas  circunstancias  que  concurrieren  en  el 
valiente  destacamento  que  guarnecia  el  pueblo  de  Baler  (Distiito 
del  Principe),  que  como  todos  saben  sostuvo  con  arrojo  un 
estrecho  sitio  de  once  meses,  hace  que  no  mencionemos  aquí  su 
capit'  lación  Además  dichas  fuerzas,  al  rendirse  á  los  tagalos, 
quedaron  en    completa    libertad,    viniendo  enseguida   á   Manila. 

^a)  El  el  acta  de  constitución  del  gobierno  revolucionario 
de  Filipinas  firmada  por  Aguinaldo  en  B^coor,  provincia  de 
Cavite,  el    día  6  de  Septiembre   de  1898,  se  dice   entre   otras  co- 


Cifra  aterradora  que.  á  nuestro  juicio,  jamás 
debió  sucumbir  al  enemigo,  si,  como  Irem.os  dicho 
anteriormente,  se  hubiesen  tomado  las  prudentes 
medidas  que  entonces  aconsejaban  las  circuns- 
tanc'as  y  que  no  e-aa  otras  que  una  reconcen- 
tración gentral  en    la    capital  del  arc+iipiélago 


sas,  lo  que  sigae:  «La  revolución  domica  en  la  aetualidad  en 
las  provincias  de  Cavite,  Batargas,  Mindoro,  Tayabas.  Laguna, 
Morong,  Bulacaa,  Bataan,  Pampanga,  Nueva  Ecija.  Tarlac,  Pan- 
gasinan,  Uniorj  Infanta  y  Zambales.  La  revolución  tiene  ade- 
más unos  nueve  mil  prisioneros  de  guerra,  que  son  tratados 
con  arreglo  á  los  usos  de  la  g-uerra  entre  las  naciones  cultas 
y    á    les  sentimientos  humanitarios,   eto 


,#l.^¿SÍ^^&t^#Í^S€¿£!Í5áS*Ji* 


"^i&y 


CAPITULO    II 

Trato  que  :e  dio  á  los  prisioneros  españoles.  AtropeJlo»,  mar- 
tirios y  otros  excesos.  Alimentación.  Algnroí  testimonios. 
Excepciones  que  conviene  señalar.  Docaoientos  auténticos. 
Proceder    inicuo    de    algunos    periódiccs    de    Manila. 


IJ/  L  primer  número  del  periódico  La  Inde- 
^^ pendencia,  órcano  del  gobierno  revolucionario, 
^■^  contenía  un  artículo  titulado  «Los  prisione- 
ros», en  donde,  entre  otras  cosas,  y  después  de 
manifestar  que  la  desgraciada  condición  de  un 
prisionero  le  despoja  de  la  calidad  de  enemigo  y 
se  convierte  en  hermano  digno  de  conmiseración 
y  de  que  su  vida  ^  1  onor  sean  respetados,  dice 
lo    que   copiamos   textualmente: 

«Esto  es  lo  que  el  gobierno  ha  hecho  y  se- 
>guirá  haciendo  con  los  nueve  mil  prisioneros 
»que  en  la  actualidad  tiene  á  su  disposición  en 
«diversos  puntos  de  la  isla  de  Luzón.  En  vlvsl 
»forma    adecuada    á    sus  escasos  recurscs,.  el  go- 

2 


—  i8   - 

»bierro  revolucionario  proporciona  á  esta  muchc- 
»dumbre  alojamiento  relativamente  cómodo,  coslea 
»su  alimentación,  ofrece  algunos  socorros  y  tiene 
»preparado  un  servicio  facultativo,  organizado  con- 
»venientemente.  Es  mr.s;  los  que  por  su  estado 
»de  salud  ó  por  su  especial  condición  no  pueden 
^permanecer  prisioneros,  sin  que  se  quebranten 
^determinados  convenios  internacionales  ó  se  ul- 
»trajen  los  altos  intereses  de  humanidad,  son 
apuestos  en  libertad  por  el  gobierno  revolucio- 
»nario.  Añádase  á  lo  dicho  que  la  libertad  de 
»estos  nueve  mil  prisioneros  no  se  resiente  dc- 
»masiado,  que  su  vigilancia  no  es  extrema  ni 
^irritante,  que  se  les  permiten  aquellas  expansiones 
»que  no  riñen  con  una  vulgar  previsión,  y  se 
»t8ndrá  idea  de  que  la  situación  de  los  prisioneros 
»no  es  tan  triste  y  penosa  como  la  pintan  los  que 
^/Sistemáticamente  achacan  al  filipino  las  más 
^enormes  barbaridades.» 

Basta  á  nuestros  propósitos  las  l'rases  que  de- 
jamos copiadas.  Preguntamos  ahora;  ¿correspon- 
dieron los  tratamientos  á  los  prisioneros,  siquiera 
fuese  en  los  pr' meros  meses  de  su  cautiverio,  a 
los  sentimientos  de  humanidad  de  que  hacia  alar- 
de el  gobierno  revolucionario?  Desgraciada- 
mente   hay  que  confesar   que   no. 

Tarea  es  esta  muy  delicada,  mucho  más  para 
nosotros  que,  sin  haber  presenciado  los  hechos, 
queremo»  ser  imparciales  al  tratar  de  esta  cues- 
tión y  nada  mejor,  para  conseguirlo,  que  atenerse 
á  los  testimonios  que  nos  merezcan  toda  consi- 
deración, 

Muclío    se    ha   dicho,    quizá    exagerado,  de  los 


—  I<)  — 

crueles  martirios  á  que  estaban  sometidos  ?os 
prisioneros  de  la  revolución  tagala  Durante  los 
primeros  meses  de  este  cautiverio  solo  se  reci- 
b'an  del  campo  filipino  Ins  noticias  más  horri- 
pilantes con  respecto  á  este  asunto  y  eran  muy 
raras  v,  por  lo  tanto,  acojidas  con  aprfldo,  las 
noticias  de  algún  hecho  humanitario  llevado  á 
cabo    con   los  cautivos. 

Bastar  i  á  los  lectores  para  penetrarse  de 
cuanto  ocurría  en  aquellos  tiempos,  transcr  bir 
aqui  a'gunos  párrafos  de  la  notable  memoria  que  ha 
publicado  el  gobernador  que  fué  de  la  provincia  de 
La  Laguna  Señor  del  Rio,  cuyo  escrito,  que  repro- 
ducimos con  su  permiso,  puede  servir  como  un  re- 
sumen de  esto?  sucesos,  siendo,  además,  el  citado  un 
traba] o  que  consideramos  de  excepcional  importan- 
cia, porque  dicho  señor  del  Rio  fué  prisionero  délos 
tagalos  V  refleja  en  .su  memoria,  sin  apasionamiento 
de  ningún  genero,  cuanto  vio  y  observó  en  el  campo 
de  Aguinaldo  eii  los  penosos  meses  de  su  cautiverio 
Juzgue  el  lector  de  tan  interesante  al  par  que 
triste  relato: 

»Las  oclio  de  la  noche  serian  cuando  levó 
//anclas  el  CovaJonoa  (i)  haciendo  rumbo  al  Pasig, 
»/  á  las  cinco  de  la  mañana  llegamos  á  San  Pedro 
»Macatí,  residencia  del  general  insurrecto  Fio  del 
»Pilar,  ex-comandante  de  Milicias  provinciales, 
»de  irascible  carácter,  que  ordenó  nuestra  deten- 
»ción  á  pesar  de  las  observaciones  que  sobre  nuestro 


(i)  El  señor  del  Rio,  c^n  toda  la  cobnia  española,  estaba 
e.iibarcado  en  el  vpor  Covadonga  y  en  la  idea  de  que  los 
llevarían  á  Manila  según  se  convino  en  la  capitulación  til  evacnnr 
la    ciudad  de   Santa   Cruz,  en  la  provincia  de  la  Laguna, 


—  20  — 

^derecho  al  libre  transito  le  hice,  invocando,  ade- 
»más,  la  capitulación,  bi-lateral  contrato  que  por 
»igual  obligaba;  pero  era  perder  tiempo  hablar  de 
»dercchosá  un  hon^bre  de  tales  condiciones.  Debo 
»sin  embargo,  bac«r  constar  que  permitía  que  el 
^enfermo  Juez  de  i.a  instancia  y  yo  seguie-^ 
»semos  á  Manila,  quedando  detenida  el  resto  de 
»la  coló  ia;  rermiso  que  en  el  acto  despreciamos 
»pues  entendía  que  mi  deber  era  seguir  en  todo 
»la  suerte  de  una  Colonia  tan  digna  y  tan  honrada 
»que  á  gala  podía  tener  cualquiera  en  presidirla. 

»Separados  de  nosotros  los  frailes  fueron  inco- 
»municados.  Descargados  los  equipages,  me  sus- 
»trajeron  una  porción  de  armas  blancas  de  Min- 
»danao   y  Joló. 

^Alojados  en  una  sala  sin  sillas,  camas  ni  mesa 
»rodeados  de  centinelas  cual  si  de  criminales  se 
»tratara,  hacinados  allí  hombres,  mujeres  y  ni- 
>ños,  pasamos  aquel  largo  día  y  aquella  noche 
»interminablc,  porque  groseramente  tratados  el 
«inhumanamente  robados  por  los  que  nos  ven- 
»dían  algunos  víveres  para  comer,  el  mismo  ge- 
»neral  ordenó  pagásemos  á  medio  peso  la  libra 
»de  carne,  cuando  su  precio  era  el  de  una  pe- 
»seta,)  nada  bueno  podíamos  presagiar  de  la  ac- 
»titud  altanera  y  hostil  de  aquella  harapienta 
»turba,  perfectamente  armada  con  los  fusiles  que 
»el  decreto  del  general  Augustin  les  había  entre- 
»gado. 

»A1  siguiente  día  recibimos  la  orden  de  salir 
»para  el  pueblo  de  Santa  Ana,  en  casco,  especie 
»de  gabarra,   custodiados    por  20  s  ddados. 

>;§e  nos    alojó    en    la   casa  que  allí   poseía  el 


j>Señor  Arzobispo  de  Manila  y  empezamos  -í  en- 
»cauzar  la  vida  creyendo  que  nos  dejarían  un 
»tanto  t'anquilos,  á  pesar  de  los  centinelas  apos. 
»tados  en  los  corredores,  puertas,  habitación  y 
^escaleras;  pero  no  fué  así.  A  los  dos  ó  tras 
»dias  vimos  subir  á  los  frailes  armados  de  es- 
»cobas  para  barrer  y  abrillantar  los  pisos,  des- 
»pués  de  haberles  hecho  escardar  y  limpiar  las 
»hierbas  de  un  contiguo  jardin.  No  nos  fué  por 
»sible  guardar  silencio;  la  sangre  se  agolpaba  al 
» rostro  y  la  indignación  subía  de  punto  al  ver 
»así  tratados  á  aquellos  que,  fuesen  las  que  fue- 
»sen  sus  faltas,  no  se  podia  prescindir  de  su  ca- 
»racter  sacerdotí\l,  ni  era  posible  olvidar  que  mu- 
»chos  de  esos  ancianos  hablan  derramado  el  agua 
»bautismal  sobre  aquellos  deprimidos  cráneos. 
»Con  mal  comprimida  ira  hablé  al  cabo  de 
»vara  para  que  nos  permitiesen  barrer  á 
»nosotros,  ó  que  lo  hiciesen  unos  criados  á 
»los    cuales  pagaríamos,    como  así  se  hizo. 

»E1  dia  10  de  Septiembre  el  digno  juez  de 
»!.•'  instancia  Don  José  de  Céspedes,  cediendo  á 
»los  dolores  físicos  y  morales,  tuvo  que  guardar 
»cama,  para  no  levantarse  de  ella  más  que  pnra 
»la  tumba.  Careciendo  de  médicos  y  de  medici- 
»nas  el  mal  hizo  grandes  progresos  y  por  más 
»quc  reclamamos,  suplicando  >  pidiendo  en  todas 
»las  formas,  el  permiso  de  que  fuese  trasladado 
ȇ  Manila  para  ser  mejor  atendido  el  integro 
«funcionario,  fueron  despiadadamente  desoídas  las 
» súplicas  de  la  infeliz  esposa,  las  lágrimas  de  su 
tierno  hijo  y  las  reiteradas  instancias  de  la  co- 
>lonia,   que  veía  perder  terreno   al  hombre    que, 


—  ¿2    — 

»va  enfermo,  consentía  morir  antes  que  abando- 
»nar  á  sus  compañeros  de  infortunio,  cuando  el 
»día  2  le  ofrecía   el  euemio^o   su  libertad. 

»También  me  dirigí,  en  carta  oficial,  dando  de 
»todo  cuenta,  al  Excmo.  Señor  Don  Fermin  Jau- 
»denés.  Gobernador  general  interino,  sin  que  tu- 
«viese  la  dignación  de  contestarme  á  pesar  de 
«haberle  sido   entregada  en  propia  mano. 

»El  dia  nueve,  un  mestizo  que  respondía  al 
»nombre  de  Ruíz,  con  uniforme  de  comandante  del 
«ejército  revolucionario,  vino  á  verme;  •  después 
»de  preguiita  me  si  nos  trataban  bien,  si  teníamos 
»que  hacer  algún  recLuiio,  sacramentales  frases 
>>que  repiten  sin  cesar,  aún  después  de  pegar  a 
valguno,  saquearlo  ó  tratarlo  mal,  me  dijo  en 
>.nombre  del  general:  <íQuc  si  querva  dar  liberind  á  los 
> frailes  era  preciso  diesen  ^2.000  p¿sos  pues  de  otro 
•»')iodo  serian  tratados  dirí^mente^:  como  le  hiciese 
» notar  no  tem'an  semejante  enorme  suma,  ni  había 
«derecho  para  reclamar  cosa  alguna,  pues  además 
xde  la  capitulación  que  los  amparaba,  bien  cara 
» habían  pagado  esa  libertad  que  se  les  vendía. 
»exíjiü  escribiese  el  Vicario  foráneo  una  carta 
>.al  Provincial  de  la  orden,  carta  que  abierta  le 
ífué  entregada  cesando  de  ese  modo,  é  ínterin  no 
; recibía  contestación,  los  malos    tratamiento?. 

xEl  día  once  se  nos  dijo  que  podíamos  mandaí 
>. venir  de  Manila  un  carruaje  para  conducir  al 
í. enfermo  Juez;  y  en  efecto,  ya  vestido  y  cuando 
>/lo  íbamos  á  llevar  al  carruaje,  se  revocó  la 
xórden,  dindonos  la  de  emprender  la  marcha  y 
>/á  pié  al  pueblo  de  San  Juan  del  Monte,  sepa- 
•randonos  asi  del  moribundo  digno  amigo  que  allí 


—  23   — 

»se  quedaba  para  dar  toda  una  vida  de  honradez 
>y  de  laboriosidad   por  la  patria  (i). 

>Se  nos  exigió  la  firma  de  un  docunnento  ha- 
>ciendo  constar  el  buen  trato  que  se  nos  diera. 
»Esto  no  obstante,  y  al  salir  del  pueblo,  como 
»no  podíamos  llevar  los  equipajes,  saltaron  las 
» cerraduras  de  mis  baúles  1  ev.nidose  todo  lo  que 
¿quisieron  )'  expidiendo  un  recibo  que  empieza 
'diciendo;  (iSustrajs  de  los  baúles  d>^  D.  Antonio  del 
'.\io  cincuenta  y  siete  armas  blancas  de  Joló  r 
'  Mindanao     etc. 

»E1  trece    y  á   ]as  doce    v    media   del     dia    em- 
prendimos    la   marcl:!a,   que  el  d  a  anterior  y  en 
>la  misma    forma    liaban  l.echo    los    frailes,    ba- 
•  biendp  llegado   al  pueblo   de  San  Juan   del  Monte 
á    las  cuatro  de    la  tarde   v     encerrados    en    una 
?/ pequeña  habitación  de  la  casa-cuartel. 

»Era  la  una  de  la  madru  ada  del  dia  siguiente 
/.y  aJn  no  liabíamos  comido.  Al  siguiente  día, 
^catorce,  emprendieron  los  frailes  su  peregrina- 
>;ción  á  pié  V-  sin  equipaje  alguno,  en  \n  misma 
/.forma  que  nosotros  viajábamos.  No  sabíamos  á 
/.dónde  nos   llevaban. 

>/Ese  día  dieron  la  orden  de  salir  la  colonia  al 
«siguiente  para  el  pueblo  de  Caloocan;  v  dado  el 
>/cansancio  y  la  enfermedad  de  algunos,  Folicita- 
//mos  nos  permitiesen  alquilar  caballos  para  hacer 
?/la  marcha;   pero    no    fué    posible    conseguirlo  ) 


fi)  El  desgraciado  Sr.  Don  José  Emilio  Céspedes,  Juez  de 
I. a  iustaacia  da  la  Lagaña,  luarió  en  Santa  Ani  poco  tiempo 
des5.ues  de  estos  sacisos,  veriaoándosa  su  sepelio  y  funerales 
con  graa  pjmpa  y  acojipaña-jiieato.  para  cuyos  actos  dio  las 
oportunas  órdeaes  el   aeasral  riVolucioDario  Pío    del   Pilar. 


—  24  — 
y.solo  como  una   excepción,     v    dndo   el  estado  de 
»mis  llagados  p"és,  me  ofreció   el  titulado  coronel 
7/Montenegro  un  caballo  que  rehusé. 

?.A  las  siete  de  la  mañana  emprendimos  el  via- 
j-je,  todos  á  pié  .y  yo  descalzo,  y  á  campo  atravie- 
^sa.  por  medio  de  las  aementeras  de  palay,  con 
>.el  agua  hasta  las  rodillas  custodiados  por  la 
;  acostumbrada     soldadesco    que    nos    insultaba    y 

>  amenazaba  cuando  nr.   se  le   daba    el  dinero  que 

>  pedia;  y  queriendo  descansar  un  momento  y  pre- 
•  tender  yo  curar  los  pies  en  el  Hospital  de  chi- 
í-nos  ea  la  Loma,  se  nos  empujaba  y  decía: 
xaielantí^  iii  ifuna  patay»  muertos  Así,  cubiertos 
»de  lodo,  jadeando  de  'atiga,  muerLos  de  hambre 
>.y  sed  llegamos  ei  el  estado  que  V.  E.  *  podrá 
»suponer,  al  pueblo  de  Caloocan,  á  la  una  de  la 
.tarde,  destinando  -os  á  la  Presidencia  local,  en 
■  donde  se  nos  permitió  por  el  Presidente,  hombre 
*que,  condolido  de  nuestra  desgraciada  suerte,  nos 
»prodigó  toda  clase  de  atenciones,  tomar  un  poco 
//de  pan  y  queso   que  pudimos   adquirir. 

»A  la  seis  de  la  tarde  recibimos  la  orden  de 
>. marcha  para  el  pueblo  de  M alólos,  al  que  llega- 
>.mos  á  las  ocho  y  media  de  la  noche,  (i)  hora 
/.en  que  las  músicas  atronaban  el  espacio,  porque 
>aque'  dia  había  celebrado  su  sesión  inaugural 
i  el  congreso.  Llevados  al  c>;nvento,  residencia 
'.'á&X  jefe  Aguinaldo,  estuvimos  tirados  en  as  es- 
>/Caleras  hasta  las  doce,  hora  ea  que  nos  destina- 
j/ron  á  la  Presidencia  local  y  alojados  en  una 
'/reducidísima   habitación,  sin  luz    ni    sillas   y  por 


(I)     Hits  viaje  lo  bicierou  por  fono-carril  en  ua  coche  de  tercera. 


—    <2-^    — 

>cama  el  duro     suelo     jicro  perfectamente   custo- 
diados por  centinelas  que  se  divertían  en  levan- 
tar y  bajar  el  martillo   de   los   fusiles  españoles. 
>A    los    frailes,    que  habían   llegado  a   víspera, 
se  les  destinó   a  la  gallera,  en   donde  eran   trata- 
"tados    CJQ    todo  rigor. 

»A  los  pocos  días  de  núes  ra  llegada  corno 
el  rumor  de  que  el  Piesideate  Aguinaldo  hab.a 
<sido  envenenado  por  un  cazador  español  suges- 
/-tionado  por  tres  frail;-  de  la  Laguna;  indigna 
2 supere  ería  que  si  tuvo  que  desvanecerse  por 
ino  haber  existido,  fué,  sin  embargo,  el  supuesto 
^atentado  lo  bastante  para  ¡edoblar  la  vigilancia, 
^rroceder  á  minuc  asos  registros  y  hacer  blanco 
.  de  las  iras  a  unos  inofensivos  frailes  que  en  su 
/'desgraciada  situación,  nada  podían  hacer  y  me- 
nos pensar  como  no  fuese  en  su  última  hora. 
>El  veintiséis,  a  las  cuatro  de  la  mañana,  vino 
»á  tubar  nuestro  intranquilo  sueño  un  capitán 
/.que,  sin  mas  ceremonial  que  la  punta  de  su 
//bota,  nos  dij  la  orden  de  marcha  á  la  estación 
xdel   ferro-carril. 

»Sin  lavarnos  ni  desavunar  salimos  á  la  calle, 
■  en  donde  se  nos  formó  ,  pasó  lista  siete  ú  ocho 
^;veces,  y  alu,  á  pié  firme,  estuvimos  hasta  las 
»diez,  en  que  se  eos  ordenó  la  marcl^a  para  la 
i  estación  ferroviaria  en  donde  estuvimos  hasta 
»*la  una  v  med  a  que  llegó  de  Maiüla  el  tren 
>que  nos  condujo  a  Dagupan,  a  cu. o  punto 
allegamos  á  las  nueve  de  la  noc'ic,  siendo  ins- 
>/talados  en  un  magn-.fico  eiiñcio,  propiedad  de  los 
>/Dominlcos,  en  donde  permanecimos  hasta  el 
»ouce  de  Noviembre  que  nos  trisaáaron  al  con- 


—   26    — 

-vento,    continuando   all    hasta   el  día  treinta    del 

jmes  de  la  feca   que  nos   dieron  libertad.  Enero 

de    1899 

>.Vigiiados  siempre  por  centinelas  que   nos   im- 

y^ponían  su   voluntad,    mas  que   d  tenidos  arbi  ra- 

n'iamente   cuando  nos  ampaiaba    la   capitulación, 

>más  que  prisioneros   de  guerra  cufo   calificativo 

xnos   dieron  á   pesar    de  mi    constante    protesta, 

vparec  amos  presos    suje'os  á  procedimientos  cri- 

2-minales   ó  ya  cumpliendo    condena. 

)Des:Ie  el  primero  de  Septiembre  que  salimos 
xde  la  Laguna,  1  asta  el  treinta  del  actual,  ni  un 
xsolo  céntimo  se  n^s  ha  ofrecido  como  socorro 
>  por  el  gobierno  revolucionario;  bien  es  cierto 
i^que  lo  hubiéramos  rehusado,  porque  contábamos 
xcon  que  las  autoridades  superiores,  tan  pronto 
>-les  uese  conocido  nuestro  m  sero  estado,  S3 
> apresurarían  (i)  á  env  a  nos  los  habcren  que 
xcomo  empleados  nos  correspond  an,  máxime  sa- 
>:h  endü  que  en  Manila  se  pagaba  religiosamente 
)á  sus  compañeros  que  tuvier  n  la  suerte  de 
> servir  en  la  capital;  y  por  más  que  entende- 
»mos  no  es  ningún  crimen  servir  á  la  Patria  en 
:iprovincias  y  por  ella  sufri  todo  linaje  de  pri- 
ivaciones  y  malos  ti'atamientos,  es  el  ca?o  que 
«fuimos  objeto  de  preterición  tan  manifiestamente 
injusta. 

> Durante  tm  'arga  estancia  en  Dagupan  fue 
j-nuestra    vida   un   constante  suf'imiento     físico    \ 


(i)  Mas  adilante  liablarsiuos  del  escandaloso  abaudono  en 
que  las  autoridades  españolas,  en  el  aroiiipielago,  tuvieron  á  los 
infelices    prisioneros. 


~  S7  — 

>  moral  que  a'guiios  no  pudieron  resistir.  A  los 
/.pocos  días  de  nuestra  llegada  un  titulado  coro- 
nel jefe  del  cuarto  militar  de  Aguinaldo,  para- 
>-base  delante  de  una  habitación  en  la  que  esta- 
/.ban  jugando  al  tresillo  el  capitán  Sr.  Paredes, 
//cl  médico  militar  Sr.  Muñoz,  el  particular  señor 
>.  Alvarez  y  el  jefe  de  telégrafos  de  la  provincia 
»D,  Antonio  Padilla.  Al  presentarse  el  coronel, 
>,que  no  liabia  sido  visto,  levantáronse  todos  y  al  ser 
» preguntados  porqué  jugaban,  contestó  el  Sr.  Pa- 
>.dilla  que  no  j. gabán  á  intereses,  que  no  teman, 
xpero  que  además  era  distracción  permitida;  y 
-como  a  esta  justa  observación,  añadiese  las  1ra- 
»ses  cari.iosas  de  <ihijo  mio,'>  saltó  encima  el  fla- 
mante coronel  y  le  llenó  la  cara  de  bofetadas 
;>y  el  cuerpo  de  patada'-,  llegando,  en  su  brutal 
ensañamiento,  al  extremo  de  querer  herirle  con 
»un  puñal,  intento  que  impidió  un  comandante, 
1  cuñado,  según  decian,  del  Presidente  Aguinaldo. 
»Los  oaciales  que  montaban  la  guardia  no  per- 
>-mitian  correr  á  los  niños;  y  cuando  se  entablaba 
/.alguna  discusión  en  tono  un  tanto  subido,  se 
i-presentaban   imponiéndose  de  un  modo  brutal. 

'/Las  cartas  que  recibían  los  prisioneros  tenían 
//que  ser  abiertas  ante  un  oficial  y  por  este  leidasj 
>pero  dióse  el  risible  caso  de  que  alguno,  no 
/.conociendo  el  idioma  español  llamaba  al  sargento, 
>que  estaba  á  la  misma  altura,  y  ae  contentaban 
>.con  decir   al  prisionero:  «lee  tu» 

/.Habiéndose  retardado   un    cazador  á    la     list', 
:  el  sargento   de  guari'a  le    ordenó  S3     tumbase^ 
ny   le  dio   una  porción  de  bejucazos. 
»Daba  miedo  y   pena  ver  á    nuestros    ialelices 


-   28   - 

;  soldados  extenuados  de  hambre,  completamente 
xdescalzos  y  desnudos,  enfermos,  cubier  os  de 
>llaga<5,  á  quienes  tuvimos  que  atender  porque 
)  estaban  abandonados  á  su  suerte.  Ingresaban 
xaquello.s  infelices,  verdaderos  héroes  y  mártires, 
>en  una  enfermería  en  donde  eran  asistido-,  de 
*vez  en  cuando,  por  unos  indios  que  ejercían  de 
^practicantes,  anteriores  vacunadorci  los,  careciendo 
?/de  toda  clase  de  medicamentos,  al  extremo,  Ex- 
xcelentisimo  señor,  que  tuv.mos  que  emplear  sul- 
»fato  de  cobre  para  lavar  heridas,  por  no  t«ner 
»acido  fénico,  sublimado  corrosivo,  ni  siquiera 
»agua  boratada;  y  como  el  pobre  soldado  enfermo 
»nopjdía  comer  la  morisqueta,  tuvimos,  las  colonias 
»y  los  oficiales,  que  repartir  coa  él  nuestra  pobre 
alimentación 

Has'a  aquí  las  palabras  del  señor  del  Rio  que, 
cjn  pequeñis  diferencias,  pueden  aplicarse  á  todos 
los  prisioneros  durante  los  primeros  meses  de 
la  cautividad,  cuyos  hechos  no  correspondían 
ciertemente  á  los  sentimientos  humanitarios  de 
qu3  blasonaba  la  revolución.  Ahora  por  nuestra 
cuenta,    añadiremos   los  siguientes   detalles. 

Desde  los  primeros  momentos  del  cautiverio 
se  dieron  escasísimos  socorros  á  los  jefes  y  ofi- 
ciales de  las  tropas  españolas,  y  ninguno  á  los  em- 
pleados civiles  y  particulares,  casi  todos  los  cuales 
tuvieron  que  sufrir  el  despojo  más  completo  de 
cuanto  poseían  y  que  representar  pudiera  valor 
al.'uno.  Por  excepción,  respetr'ronle^,  y  eso  no 
á  lodos,  las  cantidades  que  teiian  en  metálico 
cuando  alegaban  que  les  eran  precisas  para  su 
susteuto.  Los  Soldados  fueron  socjirido   desde   un 


—   29    — 

principio,  pero  en  una  forma  tan  mezquina  que 
á  duras  penas  bastaba  la  cantidad  que  recibían 
para  su  alim;nto. 

Comprendemos  perfectamente  que  el  gobierno 
revolucionario  no  estaba  muy  sobrado  y  que  ade- 
más tenía  numeroso  ejército  que  mantener,  pero 
entendemos  que  al  prisionero  debió  dársele  lo 
necesario  para  una  suficiente  alimentación  y,  de 
no  haber  podido  ser  satisfacba  esta  necesidad, 
debió   decretarse  su  libertad    inmediatamente. 

Véasa  de  que  se  componían  los  socorros  que 
se  entregaban  á  los  prisioneros  y  que  variaban 
mucbo  por  razón  de  localidad  y  recursos  deque 
se  dispon:'an:  Al  principio  Sá  entregaba  á  cada 
soldado  una  chupa  de  arroz  ''i)  y  ocbo  cuartos 
en  mano  para  un  día:  en  otros  paraje>  solamente 
seis  cuarto?:  en  algunos  diez  cuartos  Nunca  ex- 
cedió el  metílico  de  esta  cantidad,  babiendo  mu- 
clios  sitios  don^e  se  daba  una  peseta  para  23  tom- 
ures.  En  diversas  provincias  se  repartía  la  chupa 
de  arroz  por  cabeza  y  unas  dos  onzas  de  carne 
de  carabao,  alimento  que  más  tarde  fué  sustituido 
por  un  puñadito    de  pescados   pequeños. 

Durante  los  últimos  meses  del  año  1899  ex- 
caseabari  mucho  los  socorres,  y,  aUi  donde  se 
daban,  solo  ascendían  á  media  chupa  de  arroz 
y  cuatro  cuartos. 

Nada  de  extraño  tiene  que  habiendo  sido  tan 
escasos  los  socorros  en  todas  las  épocas,  los 
prisioneros  hayan     procurado  valerse  de  ir.finidad 


fi)     La    ehiipa  es    una   madida  del   pais    que  equivale,   próiim«- 
luamente,  á  una  libra  de  arroz. 


—  30  — 

de  medios  para  asesjurar  su  subsistencia  sobre 
todo  en  aquellos  calam'to^os  femp'^s  en  que  el 
S^ob'erno  español  los  ten'a  abandonados,  co«;i 
que  ocurrió  por  espacio  de  bastantes  rrcsc?.  Se 
^  a  visto,  en  tan  larj^o  ca^t'verio,  muchos  prisio 
ñeros  de  todas  cate^orias  que  vivían  de  la  car'dad 
pública;  otros  servian  como  criados  en  las  casas 
de  los  natura'es  que  admit'an  sus  servicios  y  los 
menos  se  f^edicaban  á  la  pesca  v  al  corte  de  leña 
en  los  bosques,  vendiendo  estos  productos  al  pre- 
cio que  se  los  querían  pagar,  que  nunca  fué  cosa 
extraordinaria. 

Con  semejant  •  e-^casez  de  medios,  con  los 
su  rimicntos  morales  y  materiales  de  que  todos 
eran  víctimas  y  con  la  circunstancia  especial'sima 
del  estado  en  que  se  hallaba  nuestro  ejército 
cuando  se  rindió  al  enemig-^,  no  "es  de  extrañar 
que  la  anemia  v  otras  enfer  ned  de  se  cebaran 
en  nuestros  compatriotas,  reí^istrándose  muchas 
defunciones  que  aclaraban  las  filas  de  los  desdicha, 
dos  cautivos.  Otro  de  los  suVimientos  mu  '  co- 
munes en  nuestros  prisioneros,  era  y  ba  sido, 
en  casi  odas  las  époc  s,  el  continuo  tr' siego  y 
cambio  de  lugar  á  que  los  sometían,  marchas  que 
ver  ficaban  á  pié  y  descalzos  durante  muchas  jor- 
nadas, llenas,  no  cabe  dudarlo,  de  penalidades  v 
fatigas.  Se  acentuaban  mss  y  más  los  tratos 
bruscos  y  la  frecuencia  de  estos  traslados, 
cuando  algún  prisionero,  mis  listo  que  los  demás, 
conseguía  fugarse,  lo  que  irritaba  á  los  jefes  en- 
cargados de  la  custodia,  que  ordenaba  que  fue- 
sen   conducidos   m::s   al    interior  de  la    isla. 

Allá  por  el  mes   de   Octubre    del    año    1898.    fc 


—  3T  — 

registraron  una  porción  de  fugas  en  los  prisione- 
ros, lo  que  hizo  que  el  gobierno  de  los  tagalos 
díctase  el   s'guiente    decreto: 

D.  Emilio  Aguinaldo  y  Famy,  Presidente,  del  Go- 
bierno Revolucionario  de  Fili  inas,  Capitán  Ge- 
neral y   General  e     Jefe    de   sti  Ejército. 

»Hago    saber: 

'Las  cont  nuadas  evasiones  de  los  prisioneros 
>^de  guena  de  este  Gobierno  Revolucionario  re- 
»claman  la  adopción  de  med  das  conducentes  á 
>.evitarlas  en  lo  sucesivo,  cast'ga-do  con  rigor  á 
>aqiiellos  que  facilite  ^  medios  de  fuga  en  menos- 
>cabo  de  mi  autoridad.  A  cuyo  fin  v  teniendo  en 
•  cuenta  que  las  personas  en  general  que  de  algún 
modo  facilite  á  los  prisionej'os  de  guerra  medios 
de  evasión  incurren  en  manifiesta  traición  á 
feste  gobierno,  violando  las  leves  de  guerra; 
>/vengo  en  decretar  lo  siguiente: 

>  Art.  I  o  Toda  persona  que  facilitare  la  fui^a 
>de  los  prisioneros  de  güera  de  este  Gobierno 
»Revolucionar¡o  será  considerada  oomo  traidor 
»á  la  Patria  y  sujeta  á  jurisdicción  militar  ■  en 
»juicio   sumarisimo. 

>/Art.  2.0  La  pena  que  se  ha  de  imponer 
«para  el  caso  del  x\rtículo  aa'erior,  será  la  de 
>veinte   años   de  reclusión. 

>Art.  3.0  Los  Comandantes  superiores  ó  de  zona 
ítan  luego  tengan  noticia  de  la  fuga  de  ua  pri- 
//sionero  ordenarán  inmediatamente  'a  formación 
>/del  Oj-ortuno  expediente  contra  la  persona  á 
>.cuya    vigilancia  se    encuentran    los  prisioneros, 


~  32  — 

»con   arreglo    á   las  disposiciones  de  los  artículos 
»25   y   26  del  decreto   de   23   de  Julio   último. 

>Art.  4.0  A  les  efectos  consigirentes,  bagase 
»circular  á  todos  los  Je'"es  mi  itares  por  la  Se- 
»cretaria  de  Guerra,  y  transcríbase  á  la  Serre- 
»taria  del  Interior,  á  fin  de  que  por  los  Jefes 
»provinciales  v  locales  se  dé  publicidad  en  todos 
»los  pueblos  de  sii  jurisdicción,  por  bandillos  y 
»cada  dia,  durante  una  semana. 
»Dado  en   Malolos   á   5  de  Noviembre   de  i8g8. 

El  General  en  Jefe  Emilio  Aguinaldo. 
No  satisfechos  con  esta  previsio  es,  ordenó 
el  gobierno  revolucionario  una  completa  recon- 
centración de  prisioneros  que  duró  algunos  me- 
ses al  objeto  de  que  internados  más  y  ms, 
pudieran     evitarse  las  deserciones. 

Las  marchas  ó  traslados  más  notables  que 
registra  la  historia  de'  este  cautiverio  son  las 
verificadas  en  10  de  Noviembre,  en  que  varios 
oficia  es  fueron  sacados  de  Malolos  y  Bigaá  y 
üevados  á  la  provincia  de  Nueva  Ecija.  La  ve- 
rificada á  fines  de  este  mismo  mes  á  consecuencia 
de  la  cual  varias  provincias  reconcentraron  los 
enfermos  españoles  *  en  el  hospital  de  ^íalabon, 
recien  construido  v  donde  algunos  infelices  fue- 
ron  muy    mal  tratados. 

Por  estos  mismos  días,  importantes  grupos  de 
españoles  eran  llevados  desde  puntos  muy  dis- 
tantes al  pueblo  de  Camiling  de  la  provincia  de 
Tarlac,  á  causa  de  haber  e  intentando  algunas 
evasiones.  A  primeros  de  Diciembre  del  año 
1898,  llevaba  á  cabo  en  Batangas  la  reconcen- 
tración   de  todos   los  prisioneros   que   residían  en 


—  35  — 
aquella  pro-  incia  y  á  los  pocos  dias  se  llevó  á 
cabo  un  extenso  movimiento,  correspondiendo  á 
este  traslado  la  célebre  marcha  que  desde  Malo- 
Ios  á  San  Miguel  de  Ma\  umo  hicieron  muchos 
jefes  de  nuestro  ejército  entre  ellos  el  General 
Peña,  que  llevaron  en  un  carruaje.  Más  adelante 
los  ueron  llevando  al  Abra  ^  otros  puncos  del 
norte  y  desde  que  los  americanos  iniciaron  su 
avance  por  el  centro  de  Luzón,  las  marchas  y 
contramarchas  de  los  piisionercs  han  sido  cons- 
tantes, si  bien  a'gunos  traslados  han  servido 
para  que  muchos  obtengan  fácilmente  la  liber- 
tad 

Finalmente,  es  de  rigor  hacer  constar  que  en 
todo  el  liempo  del  cautiverio.  Aguinaldo  empleó 
á  los  cazadores  españoles  en  el  arreglo  y  lim- 
pieza de  plazas,  paseos  y  calzadas. 

Los  muchos  prisioneros  que  en  todo  tiem- 
po pudieron  fugarse  nos  han  proporcionado  bas- 
tantes de  los  detalles  que  dejamos  señalados, 
detalles  que  acabamos  de  confirmar  plenamente, 
pues  á  consecuencia  de  las  decisivas  operaciones 
de  guerra  que  se  llevan  á  cabo  en  los  momen- 
tos que  escribimos  estas  páginas  llegan  á  Manila 
por  cientos  nuestros  prisioneros.  Por  lo  qv.e  to_ 
dos  refieren,  más  por  los  datos  que  tenemos  de 
otro  origen,  hemos  llegado  al  convencimiento  de 
que  pasados  los  primeros  meses  de  la  cautividad, 
que,  fueron  los  m's  penosos  y  de  grandes  sufri- 
mientos, nuestros  infelices  compatriotas  se  habían 
acostumbrado  á  la  vida  que  llevaban  y,  lo  que 
es  más,  arreglado  su  vida  de  manera  y  modo  que 
cubrían  sus    necesidades    con    relativo    desahogo, 

3 


—  34  -- 

cosjL    que  nos  lo  prueba  el   buen    semblante    de 
casi  todos  los  que  han  podido  llegar  á  Manila. 

Quiera  Dios  que  los  que  restan  aún  en  poder 
de  Aguinaldo  se  vean  Tronco  libres,  pues  cree- 
mos de  todas  veras  que  en  estos  momentos  en 
que  la  revolución  filipina  sufre  terribles  convul- 
siones de  muerte,  ha  de  ser  por  extremo  penosa 
la  cautividad  de  nuestros  compatriotas. 

*     • 

Puestos  ja  de  manifiesto  los  sufrimientos  y 
desdichas  por  que  atravesaron  los  prisioneros,  no 
seríamos  i m parciales  ni  justos  si  no  rindiéramos 
aqui  culto  á  la  verdad  manifeítando  que  hubo 
generales  y  je  es  revolucionarios  y  bastantes  pue- 
blos en  la  isla  de  Luzon  que  trataban  con  toda 
consideración  á  su  cautivos,  prodigándoles  con- 
suelos y  atenciones  y  cuantos  socorros  bailaron 
á  mano.  Nos  consta  que  algunos  je''es  del  ejército 
de  Aguinaldo  dictaron  severos  castigos  para  aque- 
llos que  ofendieran  á  os  españoles  y  casa  pu- 
diente hubo  de  naturales  que  alojó  desinteresada- 
mente, bajo  su  techo,  á  bastantes  oficiales  du- 
rante muchísimos  meses.  No  pocos  pris  oneros 
alcanzaron  su  libertad  gracias  á  las  bondades  de 
los  generales  que  mandaban  fuerzas  en  aquellos 
sitios  en  que  residían  los  afortunados. 

Como  caritativas  en  grado  sumo  se  señalaron 
las  provincias  de  Pangasinan,  La  Union,  llocos, 
Cagayan    y   la  Isabela. 

El  Sr.  Robles  Lahesa,  fiscal  de  la  Audiencia 
de  Vigan,  fué  uno  de  los  que  consiguieron  la  li- 
bertad gracias  á  los  sentimientos  del  coronel 
Tirona  y  pública    es  la   manifestación  de  agrade- 


—  35  ^ 
cimiento  que  este  señor  hizo  á  su  llegada  a  Ma- 
nila. Lo  mismo  ocurrió  al  médico  militar  Sr.  Mo- 
reno, que  quedó  libre  en  el  mes  de  Septiembre 
del  g8  per  disposición  del  general  Macabulos  y 
de  la  misma  gracia  gozaron  los  capellanes  del 
ejército  español  Sres.  Porqueras  y  Peral,  puestos 
en    libertad   por  el  general   Artemio   Ricarte. 

Por  acto  generoso  de  Aguinaldo  se  concedió  la 
libertad,  el  dia  28  de  Agosto  de  iSgS,  á  D.  José 
Morales,  oficial  i.°  de  A.  M.  que  era  de  Batan- 
gas  y  al  2.°  D.  Eduardo  Cabrerito;  también  el 
dia  30  eran  libres  el  teniente  coronel  D.  Lu- 
ciano Toledo  y  los  médicos  de  S.  M.  D.  Emilio 
Martínez,  D.  Pablo  Barrenechea,  D.  Felipe  Benzo, 
D.  Manuel  Arinao,  D.  Fernando  Rev,  D.  En- 
rique Ferrandiz,  D.  Antonio  Gamundi:  los  far- 
macéuticos del  ejército  D.  José  Lozano  y  Don 
Pablo  Barrera  y  el  médico  de  la  armada  Don 
Matías  Zaragoza. 

Aquí  se  le  presentó  ocasión  al  gobierno  revo- 
lucionario para  haber  cumplimentado,  dando  con 
el!o  una  prueba  de  humanidad,  lo  acordado  en  el 
convenio  de  Ginebra  y  tratados  internacionales, 
dejando  en  completa  libertad  á  todo  el  personal 
afecto  al  servicio  de  Sanidad  Militar,  pero  no  se 
hizo  así  y  aún  continúan  prisioneros  bastantes  médi- 
cos. 

Consta  por  modo  muy  cierto  en  la  historia 
de  este  cautiverio  que  Aguinaldo  fué  siempre  par- 
tidario de  conceder  la  libertad  á  todos  los  pri- 
sioneros, pero  le  salieron  al  encuentro  sus  con- 
sejeros, creyendo  que  con  la  retención  de  aque- 
llos la  causa  revolucionaria  ganaba  terreno,  cuando 


-  36- 
lo  que  resultó  fué    que  la  restó,  por  este   hecho, 
cariños    v    simpat''as. 

La  copia  de  algunos  documentos  que  obran 
en  nuestro  poder  y  procedentes  de  prisioneros 
españoles  acabarán  por  demostrar  la  verdad  de 
estas    afi'-maciones. 

Helos  aquí: 
Excmo.  Sr.  D.  Carlos  Vega  Verdugo,  Conde 
de  Alba  Real  del  Tajo, 
Dagupan   i."  de  Agosto   de   1898. 

>Mi  querido  Car' os: 

»E1  día  22  de  Julio  último  se  rindió  esta  plaza 
ȇ  las  fuerzas  filipinas  mandadas  por  el  general 
»D.  Francisco  Makabulos  quedando  todo  el  ele- 
>/mento  oficial,  civil  y  militar,  en  la  situación  de 
»prisioneros  de  guerra. 

7/Al  mismo  tiempo  que  te  participo  esto,  no 
^puedo  por  menos  de  decirte,  ni  encuentro  fra- 
»ses  para  explicarte  el  cúmulo  de  atenciones  y 
^deferencias  de  que  somos  objeto  por  parte,  no 
>/tan  sólo  del  digno  general  Sr.  Makabulos,  sino 
>  también  de  toda  la  oficialidad  á  sus  órdenes. 
»Todo  el  elemento  oficial  se  halla  alojado  en 
xun  gran  edificio  y  únicamente  el  jefe  militar 
)  que  era  de  esta  provincia  el  gobernador  y  yo 
>/estamos  en  el  convento,  donde  se  halla  e'  cuartel 
>general,  haciéndonos  el  honor  de  comer  con  el 
>general  Sr.    Makabulos. 

?>Te  digo  esto  porque  deseo,  dada  tu  influen- 
»cia  y  puesto  que  ocupas  un  alto  puesto  lo  ha- 
igas constar  en  la  Junta  de  Autoridades,  pues 
»tanto  yo  como  todo  los  dem^s,  empezando  por 
»el   gobernador,     nos  creemos  obligados    a   hacer 


—  37  — 
>cuanto  más  públicas  nuestras  impresiones   de  ver- 
>dadera   gratitud    al    General     Sr.    Makabulos   y 
»demás  jefes  y  oficiales. 

»Ya  sabrás  que  Bu'acan  Parapanga,  Tarlac, 
>esta  provincia  de  Pangasinan  como  ves  y  hace 
>dos  d.as  la  Union  estin  todas  entregabas,  te- 
«niendo  noticias  de  que  en  todas  ellas  se  trata 
>á  los  rendidos  con  la  misma  consideración  y 
»aún  más  si  cabe  que  pudiera  efectuarlo  la  na- 
/yción   mís   culta   y   civilizada. 

» Aprovecho  esta  ocasión  para  que  digas  á 
♦Josefina  todo  esto  y  esté  tranquila,  dando  mu- 
»chos  recuerdos   a   Lore  o   y  Concha. 

»No  sé  el  liempo  que  permaneceremos  en  e  ta, 
xpues  bemos  pedido  y  nos  ha  concedido  el  ge- 
»neral  Sr.  Makabulos  el  que  le  acompañemos  al 
»punto  donde  él  se  dirija   cuando  lo  e  ectúe. 

>Sin  mas  te  ruego  des  un  apretad  simo  abrazo 
*i  Josefina  y  Loreto  y  besos  á  mi  Maria  y 
•  Angelita  }   para  ti    cuanto  quieras  de  tu  pariente. 

Enriqtie   G.a  Hidalgo. 
Excnio.  Sr.  D.  Fei  niin  Jáiideiies. 

Dagupan,   31  de  Juüj  de   1898. 

«Mi  respetable  y  distinguido  general:  Escribí 
»á  V.  E.  á  mediados  de  Abril,  y  desde  entonces 
>y  con  haber  estado  incomunicados  con  esa  ca- 
>pital,  no  he  podido  hacerlo  hasta  hoy  que  se 
>me  presenta  ocasión  de  que  Legue  esta  á  sus 
»mancs. 

»El  día  2  del  corriente,  y  ordenada  la  con- 
ícentración    d;  la  colon. a   de   Lin¿ayen    en    este 


-  58- 

»pueblo.  nos  trasladamos  al  mismo,  siendo  sitia- 
ndo el  día  i8  por  fuerzas  numerosas  habiéndose 
»la  plaza,  el  22,  entregado  por  el  comandante 
>Sr.    Ceballos. 

s>Desde  entonces  estamos  los  funcionarios 
^civiles  y  militares  alojados  en  un  buen  edificio 
>que  tenían  para  colegio  los  Dominicos,  y  si 
»bien  conside  ados  como  prisioneros  de  guerra, 
^tratados  tanto  por  el  Excmo.  Sr.  general  Ma- 
»kabulos,  como  por  los  oficiales  y  fuerzas  á  sus 
»órdenes  con  toda  clase  de  consideraciones,  su- 
*miaistraí.donos  diariamente  raciones  de  arroz 
py  carne    y  siendo    objeto    de  grandes  atenciones. 

»De  la  misma  suerte  que  nosotros,  y  dadas 
»Ias  deferencias  que  nos  guardan,  creo  estarin 
»tra:adas  las  colonias  de  Bacolod,  Tarlac  y  San 
vFernando  de  la  Union  pudiéndose  trasladar  cada 
j-peniíisular  al  sitio  que  escoja  dentro  de  la  isla 
*de  Luzon,  hasta  tanto  se  solucionen  los  pro- 
»blemas  pendientes. 

»Esto  es  lo  ocurrido  que  pongo  en  su  cono- 
acimiento,  y,  como  yo,  todos  estamos  sumamente 
^agradecidos  á  la  caballerosidad  con  que  nos 
Viraan. 

»Y  sin  otro  particular  queda  como  siempre 
>á  sus  órdenes,  y  es  suyo  muy  afectísimo  y 
>respetuoso  amigo    s.  s.  q.  b.  s.  m. 

Jorge  R,  de  Bustamaníe. 
Juez  qiie  fué  de  Pangasinan. 

Un   profesor     que    ha  sido  de    la    Universidad    ' 


—  30  — 
de  Manila,     en  otra  particular    á  un   amigo  dice, 
entre  otras   cosas,   lo  que   sigue: 

>Estoy  en  Aparri,  preso  con  la  dem.s  colonia 
♦española,  tratan  bien  á  todos,  especialmeiue  á  mí, 
j-porque  el  coronel  Sr.  Daniel  Tirona  fué  discí- 
»pulo  mío,  pero  apcsar  de  eso,  como  tanto  la 
»familia  con  quien  vivo,  como  ^o,  carecemos 
»de  recursos  y  vivimos  abusando  de  la  amab;- 
>Iidad  de  un  amigo,  deseamos  ir  á  Manila.> 

•  Luis  M,  Saez, 

He   aqui  el   párrafo  de  otra   carta, 

»En  esta  provincia  (Kamarines  se  llevó  á 
»cabo  la  evolución  sin  casi  revolución  y  bas- 
»tante  felizmente,  y  aunque  estamos  sin  poder 
»salir  de  la  cabecera  hasta  que  lleguen  órdenes 
»supcriores,  estamos  con  todas  las  consideracio- 
»nes  que  se  pudieran  desear,  viviendo  en  nuestras 
»casas  y  muy  agradecidos  el  general  Sr.  Lukbjn 
»y   á  todos   los   que  le    acompañan/* 

Finalmente  terminamos  con  esta  otra  importan- 
tísima  carta,  según  apreciarán  los  lectores. 


Juez  de  I. a  Instancia 

de  Batangas,  á  29  de  Nobre.  1898. 

Bataagas 

—  Sr.  Director  de  •'£!  Español." 

Particular. 

Manila. 

»Muy  Señor  mió  y   de  mi  consideración; 
>Lector  asiduo  de  la  publicación  que  Vd,  acer- 
»tadamente  dirije,  como  lo   somos  aquí  todos  los 


-  40  — 

>que,  procedentes  de  esta  provincia,  de  la  de 
>Mindoro  y  de  la  de  Romblon,  estamos  prisione- 
>ros  ó  capitulados  desde  hace  seis  meses  ó  poco 
»menos,  agradeciendo  á  Vd.  sobre  manera  las 
»gestiones  que  en  pro  de  nuestra  mejjr  situación  6 
de  nuestra  libertad  viene  haciendo,  fundándome  na  ■ 
»da  más  que  en  el  sentimiento  de  caridad  y  de  pa- 
»triotismo  que  á  Vd.  anima,  me  permito  dirigirle 
»estas  lineas  y  rogarle  que  les  dé  cabida  y  pu- 
»blicidad  en  su  diario,  para  que  llegando  asi  á  cono- 
»cimiento  de  quien  pueda  y  ^obre  todo  de  los  seño- 
>/res  que  dirijea  el  Casino  Espaaol,  se  dignen  hacer 
»algo  en  favor  de  los  que  en  esta  provincia  estamos, 
*en  la  proporción  de  las  necesidades  de  cada  uno. 
»Debo,  ante  todo,  hacer  una  manifestación  justa 
i  y  verdadera,  tanto  más  debida  cuanto  que  en 
»su  mismo  periódico  leemos  con  frecuencia  amar- 
»gas  quejas  generales  acerca  de  la  situación  de 
»los  prisioneros  y  del  trato  que  se  nos  dá  ó  se 
»les  dá  por  los  funcionarios  y  aucoridades  del 
-nuevo  gobierno  ó  gobierno  revolucionario,  que- 
»jas  que,  por  lo  que  respecta  á  esta  provincia, 
»no   son  merecidas. 

»Nccesario  es  distinguir,  Sr.  Director,  entre 
isituación  y  trato.  La  primera,  efecto  natural  de 
>^ia  guerra,  tiene  que  ser  de  la  misma  naturaleza 
»que  su  causa  v  consecuente  con  ella.  Desde  el 
>>momento  en  que  un  pueblo  acude  á  la  guerra 
>para  sus  fines,  ios  medios  todos  de  que  se  ha 
»de  valer  y  las  formas  y  leyes  que  ha  de  estable 
>;cer,  tienen  que  ser  las  de  la  guerra;  y  Us  me- 
»didas  á  que  ha  de  acudir  han  de  ser  las  que 
^determine  el  estado  de  guerra  en    que   se    halla. 


-  41  - 
»asi  no  hay,  pues,  para  qué  ocuparse  de  las  me- 
ididas  preven '.ivas  y  represivas  de  que  se  haga  uso, 
xsi  racionalmente  la  parte  que  guerrea  las  cree 
>ynecesarias,  como  son  la  reclusión,  la  interdicción 
;  de  correspondencia,  la  determinación  de  lugar,  etc. 
'-Y  aún  en  esto,  no  solo  no  ha  habido  exageración 
i  en  Batangas,  sino  que  desde  los  primeros  mo- 
»mentos,  hasta  Loy,  ha  habido  lenidad  ó  per  lo 
í>menOb  tolerancia. 

»En  cuanto  al  trato,  el  material,  la  alimenta- 
»ción  y  la  habitación  han  sido  y  son  lo  posibles, 
^atendidas  la  población  }•  las  circunstancias;  y 
>siempre  mejores,  real  y  comparat.vamente,  que 
»las    acordadas  al   mismo  ejército  revolucionario. 

»Sin  fondos,  ó  con  los  meramente  precisos  para 
»todas  sus  muchas  atenciones,  esta  Presidencia 
provincial  dá  ración  diaria  de  carne  de  vaca  y 
i  de  pan  blanco  y  del  día  á  todos  los  prisioneros 
■>que  la  desean,  y  habitación  en  las  mismas  casas 
»en  que  vivíamos  ó  en  el  edificio  cárcel,  que  no 
*cs  malo,  y  en  el  cual,  antes  de  la  capitulación, 
«estuvo  el  hosp.tal  militar  y  hasta  vivían  algunos 
»ofic¡ales  de  Administración   ó  de  Sanidad. 

»E1  trato  social  es  atento,  es  cordial,  es  cari- 
»tativo,  j  si  de  esto  se  dudara,  puedo  citar  uom- 
^bres  pr  pios.  Los  mismos  uncionar.os  del  actual 
>/régimen  nos  han  evacuado  encargos  de  suma 
^confianza  en  Manila  y  en  algún  otro  punto,  y 
»estamo5  por  ello  satisfechos  y  á  ehos  agradeci- 
»dos.  Y  no  es  raro,  sino  diario  ver,  en  el  único 
reentro  de  recreo,  jugar  juntos  al  billar  vence- 
idores   y  vencidos  y    obsequiarse  mutuamente. 

>En  la  población  bay  limpieza,  orden  completo 


—  43  — 

>v  seguridad  absoluta,  á  pesar  de  que  no  es 
»la  prudencia  la  virtud  que  á  los  prisio- 
X ñeros  distingue,  como  no  eran  la  moderación 
y>  la  prudencia  las  cualidades  relevantes  de  los 
1  mismos  antes  de  serlo. 

«Trabajan  ahora  los  cazadores  dos  horas  por 
//mañana  y  tarde  en  la  limpieza  ó  chapeo  de  la 
xplaza,  trabajo  higiénico  y  no  pesado;  y  en  cam- 
xbio  el  actual  Sr.  Presidente  provincial  Sr.  Genato 
3&ies  ha  aumentado  la  ración  con  café  y  alguna 
xotra  cosilla.  Por  último,  habiéndose  suscitado  un 
jjuicio  civil  entre  un  prisionero  peninsular  y  un 
»filipino,  me  complazco  en  hacer  constar  que  he 
»vis:o  afán,  deseo,  propósito  de  hacer  recta  justi- 
í'Cia,  accediendo,  sin  embargo,  á  cuantas  peticiones 
3  de  sustanciación  hizo  el  peninsular.  Esta  es  la 
»verdad,  la  verdad  pura. 

>/ Vamos  ahora,  Sr.  Director,  á  la  principal  de 
>esta  carta.  Estamos  aquí,  de  elemento  civil  pri- 
.  sionero,  empleados  de  Gobernación,  de  Hacienda, 
;de  Montes,  da  Obras  públicas,  cinco  Médicos,  dos 
'Promotores  fiscales,  un  Secretario  Asesor,  tres 
>- Jueces  de  primera  instancia  y  dos  Gobernadores 
>Político-militarcs,  casi  todos  con  familia.  Llevamos 
»ce[ca  de  seis  meses  sin  cobrar  paga  alguna;  los 
?/menos  teníamos  algunos  recursos.  Todos  ó  casi 
xtodos  hemos  escrito  á  nuestros  superiores  y  á 
xotros  importantes  personajes  oficiales,  en  Manila, 
'algunos  de  nosotros  habri  recibido  contestación; 
jotro,  uno  solo,  una  paga;  los  mis  ni  aún  acuse 
jde  recibo.  La  ración  no  puede  ser  abundante,  ni 
»por  si  sola  constituye  todo  lo  necesario  Esta  es 
í-tarabién  la  verdad    pura. 


—  45  — 

»No  parece  sino  que  entre  los  afortunados  de 
»Manila  haya  establecido  su  asiento  el  mss  arrai- 
/gado  egoísmo  que,  ahogando  todo  sentimiento  de 
»caridad  v  toda  idea  de  deber,  hace  que  se  nos 
atenga  en  el  m-s  completo  abandono.  Vemos  ó 
;  sabemos  que  en  Manila  se  i  a  recibido  dinero, 
jque  se  paga  casi  al  corriente  ó  se  ha  pagado  á 
ríos  empleados,  y  aún  á  los  que,  procedentes  de 
)  provincias,   han  logrado  llegar  á  la  capital. 

»No  nos  pesa  de  ello,  pero,  ¿no  se  podría  hacer 
>algo  por  nosotros?  ¿no  hay  forma  de  entenderse 
»con  algún  comerciante  ó  negociante  de  esta  pro- 
j>vincia,  para  que  llegue  á  nosotros  algún  soco- 
>rro,  antes  de  que,  marchando  á  España,  como 
í-va  sucediend  .,  todos  los  Jefes  de  Centro,  no 
>  quede  ahí  persona  á  quien  acudamos?  Ese  no- 
»ble  Casino  Español,  ¿no  hará  algo  por  estos 
/.desgraciados? 

7  Un  ruego  más.  Señor  Director,  para  termi- 
/  nar.  Dado  todo  lo  que  queda  dic'.o,  y  es  cierto, 
»sobre  nuestra  situación  .  el  trato  que  recibimos, 
>/V.  comprenderá  fácilmente  cuan  injustas  son,  á 
■  nuestro  parecer,  y,  sobre  tjdo,  cuan  peligrosas 
»para  nosotros  las  frases  v  motes  dirig  dos  y 
^aplicados  á  los  jefes  é  miportantes  personajes  del 
¿gobierno  revolucionario,  que  con  frecuencia  te- 
memos el  disgusto  de  leer  en  su  apreciable  dia- 
>rio  )  en  algún  otro.  Desde  luego  no  son  de  la 
i-mayor  cultura,  ni  mu/  propias  de  la  misión 
»de  la  Prensa  periódica. 

),Mas  por  otra  parte,  si  aquellas  personalidades 
»son  tales  como  en  di:hos  diarios  se  les  moteja 
»y  califica,  ¿cómo  el  gobierno  español  les  conce- 


—  44  — 

>dió,  á  lo  menos  á  algunos  de  ellos,  honores 
>y  distinciones  de  que  carecemos  la  ma_yor  parte 
>de  nosotros  los  per  insulares?  Si  tan  indoctos, 
»rudos  y  algo  más  son,  coma  en  los  aludidos 
»periódicos  se  dice,  ¿no  será  de  temer  que  desa- 
» bogue  a  en  nosotros,  los  prisioneros,  el  natural 
>disgusto  que  aquellas  calificaciones  y  motes  les 
causen?  ¿es  prudente  obrar   asi? 

»Por  supuesto  que  buena  prueba  es  de  que  no 
>merecen  tales  imputaciones  el  hecho  de  que 
»aún  no  hayamos  nosotros  tenido  que  sentir  por 
>ello. 

»¿0  es  que  queremos,  Sr.  Director,  persistir  en 
xel  pacto  con  el  error,  en  que,  sobre  todo  lo 
>de  Filipinas,  hemos  estado  siempre?  ¿Pretende- 
xremos  insistir,  refiriéndonos  al  filipino,  en  que 
>/no  vale,  no  sirve,  no  piensa,  no  discurre,  no 
Asiente  ni  distingue?  Pues  imposible  es  negar  los 
i  hechos,  y  estos  acreditan  que  han  sabido  con- 
»quistar,  y  que  al  mismo  tiempo  combatiau  y 
»conquistaban,  ó  si  Vd.  quiere  recuperaban,  or- 
>ganizabaa  también,  que  han  sabido  conspirar  me- 
xjor  que  nosotros  y  que  si  quiera  sea  copián- 
?/doiios  ó  imitándon  s,  van  organizando  su  Es- 
>>tado,  bien  que  al  amparo  de  una  poderosa  na- 
>-cion  nuestra  enemiga,  (i) 


(I)  La  conducta  inexplicable  y  la  falta  de  tacto  en  las  per- 
sonas que  dirigían  en  Manila  los  periódicos  "£1  Español"  y 
"The  Kon  Leche",  fueron  la  causa,  en  muchas  ocisiones,  de 
que  los  filipinos  maltratasen  á  los  infelices  prisioneros.  Estas 
publicaciones,  que  pamposameute  se  titulaban  españolas,  olvida- 
ron que  miles  de  hermanos  nuestros  gemían  en  el  cautiveriü» 
y  s;    cojjpUcíaa    ea  llamar  c-nncro  á    *guiaald.>  y  otros  epíteto 


—  4^  — 
»Por  todo  ello,  y  parque  aquella  fraseologfí'a 
»es  impropia  de  la  seriedad  del  El  Español, 
>/agradecenamos  á  Vd  ,  Señor  Director,  que  no 
v>se  prodigara;  y  en  ello  as'  como  en  la  publica- 
»cion  de  esta  carta,  le  quedará  reconocido  y  obli- 
vgado  su  atento  y  afect  simo  seguro  servidor  y 
»amigo  q.   b.  s.  m. 

Manuel  Redrigiiez  de  Vera. 


á  cual  más  inconveni;nte3,  cojtra  el  gobierno  revolucioDario, 
palabras  que  los  tagalos  recogían  para  abofetear  después,  en  re- 
presalia, el  rostro  de  los  españoles.  Conducta  tan  poco  delicada  y 
edificante,  era  aqui  aplaudida  por  muchos  españoles  que,  falto  = 
en  absoluto  de  la  idea  de  la  realidad  hacían,  con  sus  mofa?  y 
cuchufletas,  más  dura  y  penosa  la  vida  de  los  prisioneros. 


^^ 


CAPITULO  III 

Abandono  en  que  el  Gobierno  Español  y  sus  representantes  en 
el  «rchipiélago  tuv¡er''n  á  los  prisioneros  de  los  tapal"s 
durante  muchos  meses,  al  principio  de  su  cauUverio.  Al- 
gunos documentos  que  iust'tican  este  abandono  v  que  putr- 
dea  servir    taaibien    como  continuación  del  capitulo  art<-rior. 


parece  sino  que  la  torpeza  de  las  autori- 
l^r^dades   españolas  que  residían  en    Manila,    á 
^^raiz  de  la  capitulación,  se  conjuraba  con  vi- 
sible perjuicio   de  los  infelices  prisioneros 

Mientras  que  en  la  misma  capital  se  pagaba 
puntualmente  á  todos  los  empleados  de  los  fe- 
necidos organismos  del  Estado,  nadie  se  ocupaba, 
mejor  dicho,  nadie  recordaba  que  en  diferentes 
provincias  de  Luzón  existían  muchos  prisioneros 
de  los  tagalos,  más  dignos  de  compasión  y  me- 
moria por  su  cruenta   calidad   de  cautivos. 

Y  decimos  esto  porque  es  notorio  que  nin- 
guna   autoridad  se    ocupó  en  asunto  tan  irapor- 


^  4S  - 
tante,  siendo  asf  que  la  razón  más  elemental 
aconsejaba  la  creación  de  una  juntn  o  comisión 
quCj  desde  los  -primeros  momentos,  se  hubiese  in- 
teresado por  la  situacií'n  y  socorro  de  los  pri- 
sión''ros. 

Era  muelo  más  precisa  esta  circunstancia 
cuando  las  autoridades  españolas  no  ignoraban 
que  los  prisioneros  habían  sido  totalmente  saquea- 
dos y,  per  ende,  se  hallaban  faltos  de  recursos. 
No  encontramos  nosotros  calificativo  adecuado 
para  definir  efte  abandono  que  durante  mucb-'si- 
mos  meses  tuvieron  que  soportar  los  infelices 
cautivos,  bpsta  que  la  iniciativa  particular  ver- 
güenza da  decirlo,  se  encargó  de  acudir  en  so- 
corro   de    tanta  neces'dad  t  tanto  infortunio. 

Así  era  como  se  recompensaban  los  leales  ser- 
vicios r restados  á  la  Patria  v  rl  estado  triste 
en  que  por  defendcrlaj  se  encontraban  esos  miles 
de  españoles.  Es  bien  seguro  que  en  Manila 
solo  se  ocupaban  las  autoridades  en  formular  la 
propuesta  de  recompensas  por  la  defensa  de  la 
plaza,  tan   triste    como  precipitadamente  rendida. 

Hasta  el  mes  de  Marzo  de  1899,  ísiete  meses 
después  de  la  capitulaci(')n)  en  que  una  comisión 
de  señores  socios  del  Casino  Español  de  Manila 
realizaba  su  primer  viaje  á  Batangas,  y  del  que 
hablaremos  mas  adelante,  llevando  auxilios  á  los 
prisioneros,  nadie  se  acordó  que  estos  existían, 
apesar  de  que  los  mismos  se  dirigían  á  las  au- 
toridades en  todas  las  formas  y  sentidos,  obte- 
niendo, por  toda  contestación,  el  más  irritante 
silencio. 

Para  que   todo    viniera  :\  conjurarse   en  perjui- 


—  49  — 

cío  de  los  prisioneros,  muchos  de  ellos  viendo  que 
la  autoridad  superior  no  les  atendía  se  dirigieron 
á  sus  compañeros  de  armas,  los  que  eran  mili- 
tares, y  á  los  suyos,  los  que  serv'an  al  Estado 
en  calidad  de  civiles,  obteniendo  por  replica  mil 
excusas  con  las  que  ciertamente  no  se  mitiga- 
ban  necesidades  que  iban  apremiando. 

Señalaremos  aqui  algunas  honrosas  excepciones, 
como  son  Ifis  llevadas  á  cabo  por  el  jefe  y  ofi- 
ciales del  batallón  número  cuatro,  que  socorrie- 
ron desde  los  frimeros  momentos  á  sus  compa- 
ñeros de  infortunio;  y  esta  excepción  también  la 
hacemos  de  aquellos  que  procedieran  en  la  misma 
forma  y  que  no  citamos  por  sernos  en  absoluto 
desconocidos.  Lo  cierto  es,  como  se  verá  por  los 
drjcunientos  y  testimonios  que  van  más  adelante, 
que  el  abandono  fué  general  y  que  se  negaba  á 
los  prisioneros  o  más  indispensable  y  téngase  en 
cuenta  que  muelos  de  ellos  reclamaban  los  fon- 
dos que  ten'an  depositados  en  Manila,  ó  sus 
pagas  legalmerte  devengadas. 

La  autoridad  superior  españo  a  en  el  archi- 
piélago, no  tenía  excusa  alguna  para  obrar  de  este 
modo,  pues  exist  an  elementos  para  formar  la 
Comisión  de  que  hablamos  más  adelarte  y  vías 
de  comunicación  regu'ares  y  expeditas  para  haber 
enviado  cua  tos  socorros  la  venían  pidiendo  con 
verdaderas  ansias,  desde  todos  los  puntos  del 
archipiélago. 

Y,  lo  que  decimos  de  la  autoridad  superior,  lo 
hacemos  extensivo  á  los  habilitados  y  jefes  de 
cuerpo  que  en  tan  lamentable  abandono  tuvieron 
á    sus  compañeros. 

4 


—  50  - 

Obran  en  nuestro  poder  infinidad  de  cartas  de 
los  desgraciados  cautivos,  que  jacndrían  de  ma- 
nifiesto el  irritar, te  abandono  en  que  se  les  tuvo, 
pero  esta  verdad  quedará  plenamente  demostrada 
con  la  publicación  de  las  siguientes: 

Una  prestigiosa  persona  que  había  ocupado 
elevado  puesto  administrativo  en  una  de  las  pro- 
vincias del  archipiélago  y  que  se  hallaba  prisio- 
nero en  Dagupan,  cansado  de  dirigirse  á  las 
autoridades  superiores  en  Manib,  terminaba  así 
un  escrito  que  dirigía  á  las  mismas,  allá  por 
el   mes   de   Diciembre   del  98. 

>Al  dar  cuenta  á  V.  E.  de  estns  tristes  hechos 
»y  del  más  triste  abandono  en  que  se  nos  tiene, 
>sin  que  conozcamos  noticia  de  alguna  gestión 
>oficiosa  para  nuestra  libertad,  lo  hago  en  cum- 
»plimiento  de  lo  que  >o  creo  deber  sacratísimo, 
»para  que  en  todo  tiempo  conste  y  por  si  situa- 
-*ción  tan  desesperada  pudiera  conducirnos  á  rio- 
»lentas  y  extremas  resoluciones  que,  con  sonrojo 
xde  quien  puiiera  evitarlas,  no  puso  los  medios, 
^resultaran  poco  ajustadas  á  santos  y  patrióticos 
x-deberes.  V.  E.  se  ha  de  servir  considerar,  en 
»su  alto  criterio,  lo  mortificante  que  para  la 
.  desgracia  resulta  ver  privilegi  s  de  odios  simo 
xcaracter:  que  otra  cosa  ro  es  el  que  el  fun- 
>;cionario  en  Manila  perciba  más  ó  menos  ha- 
/yberes  y  el  que  gime  en  la  prisión  por  la  Patria, 
>despues  de  haber  dado  por  ella  unos  la  vida, 
»otros  su  sangre,  todos  ^us  sacrificios,  se  vean 
ílos  supervivientes   preteridos  » 

Véanse  ahora    las   siguientes  cartas: 

>Maragondón  28  de   Febrero  de    1899. 


-  51  — 
>Sr.  D 

>Mi  distinguido  amigo  y  paisano:  Le  escribo 
ȇ  V.  en  nombre  de  la  humanidad  y  caridad 
>cristiana,  por  si  en  virtud  del  cargo  que  ejerce 
>  puede  hacer  que  el  Casino  Español  envíe  fondos 
»para  unos  cuantos  oficiales  que  se  encuentran 
»muy  necesitados  y  en  el  más  completo  aban- 
»dono,  viviendo  de  la  caridad  de  los  compañeros. 
>Como  estos  no  tienen  tampoco  mucho,  si  la 
>situación  se  prolonga  no  sé  que  vá  á  ser  de 
>todcs.  Hay  también  aquí  unos  treinta  soldados 
>en   la  mayor  indigencia,  etc 

Sebastian  de  la  Torre. 

El  pundonoroso  militar.  Coronel  Sr.  Rodríguez 
Navas  escribía  desde  Batangas,  por  esta  misma 
♦"echa,  á  un  su  amigo   de  Manila  lo   siguiente: 

»Me  concreto  á  suplicarle  encarecidamente,  que 
>>por  cuenta  de  mis  sueldos  devengados,  se  me 
:«' faciliten  doscientos  pesos  para  comer.  ¡¡¡Por  Dios, 
»quc  venga  pronto  este  socorro  !!!  ¿No  sería 
»posible  nombrar  una  comisión  de  hermanas  de 
»la  Caridad  que  vinieran  con  socorros?  ¿No  sería 
>posible  recabar  del  Gobierno  un  tercio  ó  un 
xcuarto  de  paga  mensuales?  Yo,  amigo  mío,  me 
s.encuentro  hoy  en  Batangas  protegido  por  el 
»piadoso  Sr.  D.  Santiago  Rillo,  pero  sufro  mucho 
»v  sufriré  basta  que  me  someta  á  la  desarticu- 
>lación  del  hombro  izquierdo.  No  sé  ti  habrá  en 
xesa  comisión  de  nuestro  gobierno   etc.    .    .    . 

He  aquí  otro  documento  interesante: 

»Lipa  23  de  Julio  de   1899. 


—  52  — 

»Sr.  D 

»No  te  puedes  formar  idea  de  las  penalidades 
»y  vicisitudes  que  hemos  pasado  desde  que  es- 
»tuviste  aqui:  de  dia  en  dia  aumenta  la  tirantez 
»para  con  nosotros  y  al  propio  tiempo  se  hace 
2,imposible  la  vida  por  el  abandono  en  que  nos 
xtienep;  la  tropa  la  reconcentraron  en  el  interior 
»y  poco  después  salimos  todos  de  Batangas,  ba- 
»biendo  podido  yo  quedarme  en  esta,  donde  aún 
).me  consideran,  pero  como  tú  comprenderás 
)  esto  no  es  óbice  para  que  reconozca  lo  que 
>. están  pasando  todos  en  general:  en  la  marcha 
»que  ban  verificado  á  Tayabas  van  muertos  más 
»de  cien  de  los   pobres  soldados. 

» Procura  ver  los  medios  de  que  nuestros  jefes 
>.nos  remitan  auxilios  y  socorros,  pues  de  no 
ihacerlo  es  sentenciarnos  á  muerte:  ropas,  cal- 
izados,  y  medicinas,  especialm.ente  quinina,  pues 
>los  víveres  es  imp  sible  el  reparto  en  las  con- 
»diciones  en  que  estamos. 

>/i?.    Mor  al. n 

El  autor  de  estas  pobres  líneas,  estuvo  en 
relación  constante  con  varios  prisioneros  del 
Centro  de  Luzón,  á  los  que  sirvió  en  todo  tiempo 
con  mucho  gusto  v  grandísimos  deseos.  Hé  aquí 
para  terminar  este  capítulo,  la  carta  que  entre 
otras  muchas,    recibió   de   uno   de  los  aludidos: 

»Tarlac   lo  de  Noviembre  de  1898. 

>Nuestros  jefes  y  autoridades  lamentarán  nues- 
»lra  situa:ción,  pero  maldito  el  interés  que  «c 
>tomaQ   por   mejorarla,  como  lo  prueba  la  resis- 


—    «51    — 

>tencia     pasiva    que    ba     estado    denivstrando  el 

»Sr para  remitirme  el  dinero  mío  y 

>todo  cuanto  le  tengo  pedido.  Aquí  la  inmensa 
>  mayoría  de  los  scldados  andan  descalzos  y  en 
•calzoncillos,  sin  probar  el  pan,  pues  tienen  que 
•amoldarse  á  comer  los  alimentos  que  usan  los 
»indio3  en  cuyas  casas  estiin  prestando  servicio 
>de  criados  y  cocheros.  Los  oficiales  que  como 
»yo    tenían    algo    en   Manila,    no    lo  pasan    mal, 

•  corno    algunos  que  tenían  ó  traían  consigo  fondos 

•  propios,  pero  los  demás  tienen  que  andar  im- 
Jíplorando  la  caridad  de  los  compañeros  aquí  re 
»sidentes.  ¡Medrados  estaríamcs  si  hubiésemos 
•tenido  que  comer  con  lo  que  nos  proporciona- 
•ran  los  compañeros  y  autoridades  de  Manila! 
«En  Dagupan,  según  nos  han  informado,  los 
•oficiales  están  peor,   pues  se  quedaron  hast.\   sin 

•  maletas  y  tienen  que  vivir  con  el  puñado  de 
•arroz    y    meJia    pe  eta   diaria   que    les   facilitan 

•  las  autoridades  revolucionarias,  dándose  el  es- 
•pecticulo  de  que  los  n.ismcs  oficiales  tergan 
•que  ir  al  rio  para  lavarse  la  ropa,  pero  sin 
•jabón.  De  todo   esto    es    nidudable    que   tendrín 

•  conocimiento  nuestras  autoridades  y  jefes  de 
•cuerpo,  sin  que  hasta  la  fechase  hayan  t 'mado 
•interés  por  socorrernos  á  excepción  de  los  ofi- 
•ciales  del  número  cuatro  que  han  llevado  á 
•cabo  una   suscripción  y    remitido  15  pesos  para 

•  cada  uno  de.  los  existentes  en  esta  plaza  y  que 
•pertenecen  al  citado  batallón,  etc 

*  Man  ¡el  del   V'^^lle,» 
Tan  lamentable  y  manifiesta  gestión  de  la  auto- 
ridad superior  española  en  estas  islas,  hacía  su- 


—  54  — 

poner  que  el  asunto  de  los  prisioneros,   ya  desd 
los  primeros  momentos,  tropezaba   en   su  camin--- 
con  la  falta  de  miciativas  necesarias,  causas  todas 
que  han  servido  para  hacer  mas  triste  y  memorable 
la  historia    de  este  cautiverio. 


CAPITULO  IV 

Uo  poco  de  historia  de  la  guerrilla  del  í  asino  Español  da  Manila. 
Empieza  la  iaiciativa  de  es  e  Centro  de  recreo  á  trabajar  ea 
favor  de  los  prisioneros  españoles.  Las  primeras  gestiones  del 
presidente  doQ  Antonio  Fuset.  Suscripción  para  el  socorio  de 
los  cautivos.  Telegrama  al  señor  Fuser  del  Gobierco  de  Es- 
paña. La  suscripción  de  Primo  de  Rivera.  Viajes  del  señor 
Fuset  :'.l  campo  de  Aguinaldo.  Resultados.  Decreto  de  liber- 
tad de  los  prisioneros  civiles  y  nilitares    eaifermos. 


ara  entrar  de  lleno  en  la  humanitaria  cuan 
hermosa  gestión  que  á  favor  de  los  prisio- 
neros españoles,  hizo  el  Casino  Español  de 
Manila  á  iniciativa  de  su  digno  Presidente  el  señor 
don  Antonio  Fuset,  nos  es  preciso  retroceder  al- 
gún tanto  para  encauzar  los  hechos  desde  el  prin- 
cipio de  la  guerra. 

Conoc  das  en  Manía  la  ruptura  de  hostilidades 
entre  España  y  la  nación  americana,  el  Casino 
Español  reorganizó  su  guerrilla,  siendo  nombrado 


Comandante  de  la  misma,  por  el  general  Augustin, 
el  presidente  de  aquel  Centro  señor  Fuset. 
Importantes  en  grado  sumo  fueron  los  servicios 
que  durante  toda  la  campaña  prestó  esta  patriótica 
institución  armada,  ora  conduciendo  convoyes^ 
ora  en  las  avanzadas,  o  ya  contribu  cndo  al  ser- 
vició de  la  plaza,  cuando  las  fuerzas  r-gulares 
dejaban  el  rec  nto  y  excaseaban  visiblemente 
Jos  elementos  para  la  guarnición  Allá  por  el  mes 
de  Junio  de  1898  y  cumpliendo  órdenes  super  o- 
res,  tuvo  la  gloria  esta  guerrilla,  de  recibir  su 
bautismo  de  sangre  en  una  arr  esgadísima  salida- 
que  bizo  á  la  provincia  de  la  Laguna.  La  co- 
lumnita  se  compona  de  cien  hombres  mandados 
personalmente  por  el  señor  Fuset  v  el  objeto  de 
lu  operación  era  recojer  el  comprometido  desta- 
camento de  Pasanjan.  Gran  trabajo  costó  á  estos 
guerrilleros  llegar  al  punto  de  su  destino  pero  lo 
cons  guieron  con  tan  mala  suerte  que  después 
de  tres  horas  de  raort  fero  fue:o,  para  abrirse 
paso,  se  encont-aron  con  la  novedad  de  que  aquel 
destacamento  que  b  scaban,  Labias^  rendido  á  los 
tagalos,  circunscribiéndose  á  verificar  un  detenido 
reconocimiento  en  el  que  notaron  señales  recientes 
de  encarnizada  luc  a,  sin  duda  a  guna  producida 
por  aquellos  va  ient  s  antes  de  entregarse.  Cum- 
pliendo órdenes  recibidas,  la  gueriUa  se  retiro, 
pero  con  mayores  precauciones  que  á  la  ida,  pues 
se  tuvo  conocimiento  de  que  los  nsurrectos  es- 
peraban esta  regreso,  en  grandes  masas  en  la 
barra  del  rio  Pasig.  El  valeroso  y  entendido  co- 
mandante Sr.  Fuset,  tom  3  medidas  tan  acertadas, 
que  secundadas  habi  mente  por    sus  guerrilleros, 


—  5?  — 
consiguieron    burlar  al  enemigo  llegando    sio   no- 
vedad á   Manila. 

Durante  el  prolongado  y  calamitoso  bloqu  o  de 
Manila,  el  Casino  Español  fué  ]a  providencia  de 
cuantos  necc-itados  á  él  se  acercaban,  no  te- 
niendo sus  socio  otra  misión,  fuera  de  las  horas 
que  les  dejaba  francos  el  servicio  militar,  que 
acudir  á  las  trine,  eras,  á  repar  ir  á  nuestros  ca- 
zadores, moc  os  socorros  de  víveres  j  tabacos 
que  siempre  costeJ  de  sus  ondos  este  Centro 
de  recreo. 

Rendida  Manila  al  ameiicano,  la  grand  sima 
previsión  del  señor  Fuset,  le  hizo  concebir  en- 
seguida, que  en  poder  de  los  tagalos  habia  miles 
de  compatriotas  prisioneíos  y  pensó  cuerdamente, 
movido  de  las  mas  patrióticas  y  humanas  inten- 
ciones, que  aquellos  infelices  hablan  de  geaiir 
bajo  el  espantoso  yugo  de  la  esclavitud  y  era 
prec  so  socorrerLs  -sin  esperar  la  gestión  oficial 
que  en  nuestra  patria  siempre  t  a  sido  lenta  y  llena 
de  dificultades  y  el  caso  de  que  se  trataba,  de- 
mandaba  un  pronto  y  eficaz  remedio. 

A  los  quince  dias  del  acaecimiento  de  estos  su- 
cesos, el  señor  Fuset  con  el  beneplácito  de  la 
Junta  Directiva,  á  quien  expuso  su  pensamiento, 
inicio,  en  nombre  del  Casino  una  suscripción  que 
aquel  Centro  encabezaba  con  ciaco  mil  duros. 
Al  miimj  tiempo  se  dirigió  cablegraficamente, 
reclamando  el  apovo  de  nuestros  compatriotas  de 
las  Repúbl  cas  sud-americanas.  Cámaras  de  Co- 
mercio Españolas  en  la  Península,  París,  Londres. 
Bruselas,  etc,  como  también  á  todus  los  impor- 
tantes Centros  de  recreo  de  Madrid,   Barcelona  y 


-  58  - 

Sevilla  y  otras  pcsonalidades  de   Filipinas. 

Justo  es  manifestar  que  todo  el  mundo  acudió 
solicito  á  tan  simpático  llamamiento,  consiguién- 
dose á  los  cuatro  meses  de  iniciada  la  suscripción, 
un  resultado  de  26000  petos,   (i) 

También  se  hicieron  algunas  gestiones  para  que 
el  General  Primo  de  Rivera  cediese  en  favor  de 
esta  patriótica  obra,  el  crecido  importe  á  que  al- 
canzaba la  suscripción  que  en  su  obsequio  se  hizo 
en  este  archipiélago  por  la  llamada  pacificación 
de  Filipinas;  pero  á  este  señor  no  agradaron  dic  -  as 
gestiones  y  llegó  á  mani  estar  públicamente,  por 
medio  de  la  prensa  de  Madrid,  que  él  no  nece- 
sitaba excitaciones  ni  consejeros  y  que  haría  lo 
que  tuviese  por  conveniente. 

Ya  lo  vimos  después  de  algún  tiempo:  su  de- 
licadeza le  impidió  aceptar  el  obsequio  y  se  de- 
volvió el  importe  de  la  donación  á  cada  suscriptor, 
privándose  así  de  este  auxilio  al  necesitado  pri- 
sionero, cuando  casi  todos  los  donantes,  á  quienes 
se  consultó,  estaban  con''ormes,  en  de^^tinar  su 
parte  al  fin  que  se  proponía  el  Casino,  pero 
siempre  con  la  conformidad  del  Marqués  de 
Estella. 

El  Sr.  Fuset  pensó  muy  acertadamente,  que 
mientras    la  suscripción  se  engrosaba  para  acudir 

(i)  £&tos  Centros  españoles  en  el  extraogeio  y  nuesti os  com- 
patriotas de  las  Repúblicas  Sud-auíericanas,  al  acudir  ,soJic  tos  á 
la  petición  del  Casino  Español  da  Manila,  enviari-n  lus  fondos 
per  condu  to  del  Gobierno  de  Madrid  y  tanto  se  tardaba  en  man- 
dar 3  Manía  diclio  dinero  que  hubo  necesidad  de  enviar  poderes 
á  don  Fraucisco  Fuset  para  qus  negociase  en  la  Corte  la  niayo'^ 
actividad  «n  el  »nvio  d,-l  metálico.  Dicho  señor  cumplió  prontu 
j  blou  dicho  encargo,  por  lo  que  el  Casino  Is  nombró  socio  de  mérito. 


—  59  — 

con  relativo  desahogo  á  tanto  necesitado,  nada 
más  natural  que  llevar  á  cabo  gestiones  directas 
con  el  gobierno  de  Aguinaldo,  para  conocer  el 
animo  ea  que  respecto  á  este  asunto  se  encon- 
traba, y  recabar  la  libertad  de  los  prisioneros. 
Sin  pérdida  de  tiempo  celebró  algunas  conferen- 
cias con  los  personajes  de  la  revolución,  que 
residían  en  Manila,  y  con  el  apovo  prometido  de 
estos  señores,  después  de  obtenido  el  correspon- 
diente permiso  para  entrar  en  el  campo  filipino, 
á  él  fué  el  Sr.  Fuset  en  la  primera  decena  del 
mes  de  Octubre  de  1898.  Ciertas  dificultades  de 
pura  lórmula,  no  dieron  los  resallados  apeteci- 
dos en  esta  primera  negociación,  pero  quedó  el 
terreno  muy  bien  dispuesto  para  lo  sucesivo, 
circunstancia  que  ob'igó  al  Sr.  Fuset  á  escribir 
á  Aguinaldo  expresándole  su  agradecí oaicnto  por 
las  deferencias,  atencioues  y  promesas  de  que 
había  sido  objeto,  insistiendo  de  nuevo  en  su 
deseo  por  la  pronta  libertad  de  los  pr  sioneroü, 
acto  que  llenar  a  de  simpatías  al  pueblo  filipino. 

Acababa  de  llegar  á  Manila  el  general  R;os 
procedente  de  Iloilo,  cuando  el  Sr.  Fuset  recibía 
de  Madrid  el  siguiente  telegrama: 

«18  Enero  99-12-20  p.  m, — El  Ministro  de  Ul- 
tramar a  D.  Antonio  Fuset,  Presidente  Casino 
>E8pañol.  Manila — Unión  Ibero  Americana  con 
^asistencia  firmantes,  ruega  procure  libertad  pri- 
»sioneros  españoles  poniendo  todo  esfuerzo  para 
>conseguirla — Rodríguez  Sampedro — Coraengc — 
*Suarez — Guanez — Alvarez  Guerra  -López  Na- 
»varro  -BatUe— Beneito — Santa  Marina — Vigil. — 
>A1  trasmitirle  cate  telegrama  ruego  á  V,  lo  repro- 


—  6o  — 

>-duzca  á  Sres.  Arzobispo.  Director  Jesuítas,  Ca- 
»yetano  Arellano,  Inchausti  Comp  ',  Pedro  A.  Pa- 
>-terno,  Juan  Macleod,  Felipe  Buen  camino,  Rian- 
»zares  Bautista,  Mariano  Marti,  Ambrosio  Salvador, 
^Gonzalo  Tuasón,    Gonzalo  Céspedes,    (i) 

Con  dicho  documento  fué  el  Presidente  del  Ca- 
sino á  Ter  al  general  Ríos  quien  á  la  vista  del 
mismo  rogó  al  Sr.  Fuset  no  lo  pusiera  en  co- 
nocimiento de  ninguno  de  los  señores  á  quienes 
se  al'-idía,  bien  po-que  muchos  de  los  que  allí 
figuraban,  estaban  en  la  revolución,  bien  por  la 
necesidad  de  que  las  gestiones  para  la  libertad  de 
los  prisioneros  debían  desde  aquel  momento  re- 
vestir cierto  carácter  oficial,  existiendo  como 
existía  en  Manila  un  representante  del  gobierno 
español. 

La  nobleza  y  caballerosidad  del  Sr.  Fuset  no 
supo  negarse  á  la  petición  del  general  Ríos  y 
aquí  hemos  de  lamentar  este  acto  benévolo  del 
iniciador  de  la  gestión  en  favor  de  los  prisioneros, 
pues  que  su  labor  perfectamente  encauzada  hasta 
aquellas  fechas,  una  vez  que  se  la  revistió  más 
ó  menos  de  carácter  oficial  cambió  de  rumbu 
diametralmente  haciendo  despertar  codicias  y 
descos,  antes  dormidos  ó  ignorados  por  Agui* 
naldo  y  su  gobierno. 


(I)  El  gobierno  español  al  pasar  este  telegrama  confiesa  su 
abandono  en  la  lib.rtad  de  los  pr¡si<^neros  puesto  que  se  coa- 
forma  con  la  iniciativa  particular  y  al  mismo  tiempo  su  igno- 
rancia al  no  saber  que  muchas  de  las  personas  que  en  el 
mismo  so  citan,  estaban  en  la  insurrección  y  eran  por  lo 
tanto  arbitros  da  los  españole*  cautivos.  Esto  d«spnas  d«  clncQ 
meses  de    rendida    A^níla. 


—  6x  - 

Pero  como  había  que  hacer  algo  en  vista  del 
telegrama  recibido,  el  Sr.  Fuset,  acompañado 
del  comandante  de  E.  M.  Sr.  Ocaña,  celebró 
una  segunda  entrevista  con  Aguinaldo,  que  se 
llevó  á  cabo  en  la  primera  quincena  del  mes  de 
Enero  del  99.  El  Sr.  Fuset  desplegó  una  labor 
diplomática  de  primera  fuerza  basta  el  extremo 
de  conseguir  de  Mabini,  Presidente  del  Consejo 
filipino,  un  decreto,  en  que  para  conmemorar  el 
santo  del  Rey  de  España  D.  Alfor  so  XII',  se 
concedía  la  libertad  de  todos  los  prisioneros  ci- 
viles y  militares  enfermos.  Aguinaldo  firmó  este 
decreto  el  dia  22  de  Enero  de  1899,  alcanzando 
esta  gracia  un  reducido  número  de  compatriotas. 
Después  por  unas  y  otras  causas  no  ha  sido 
ampliada  su  ejecución. 

Y,  con  esta  simpática  nota,  puede  decirse  que 
terminó,  en  este  asunto  la  gestión  particular  del 
Sr.  Fuset,  llevada  á  cabo  tan  noble  cuan  desintere- 
sadamente, pues  según  le  oimos  decir  varias  veces, 
por  humanidad  solamente,  y  si  alcanzaba  la  tan 
deseada  liberación,  toda  la  gloria  ser'a  para 
Aguinaldo  y  para  el  Casino  Español  de   Manila. 

Pronto  hablaremos  de  otra  acción  importante 
llevada  á  cabo  por  este  Casino  y  que  revela  los 
sentimientos  humanitarios  del  mismo.  Nos  refe- 
rimos al  viaje  á  Batangas  en  socorro  de  los 
prieioneros, 

O^ 

O^L/ 


CAPITULO  V 

El  gobierno  español  intenta  la  libertad  de  los  prisioneros  pot 
la  mediación  americana  Gestiones  de  Otis  cerca  de  A^ai- 
naldo.    Dos    cartas   importante». 


•  urante  el  mes  de  Octubre  del  año  1898  hizo 
^|fl' el  gobierno  español,  a'gunas  gestiones  para 
'^%ls  cons  guir  la  libertad  de   los  prisioneros. 

Sea  que  por  aquellas  fechas  no  estaba  aún  de- 
finido cuil  bab  a  de  ser  el  porvenir  de  las  Islas 
Filipinas;  sea  que  nuestros  políticos  no  considera- 
ran prudente  entablar  negociaciones  directas  con 
Aguinaldo  para  estos  fin^s,  lo  que  á  nuestro  juicio 
hubieía  sido  lo  más  eficaz  y  acerado,  es  lo  cierto 
que  tedas  las  negociaciones  se  realizaban  de  una 
manera  indirecta,  sin  avanzar  un  paso  en  la  tan 
ansiada  liberación. 

El  gobierno  revolucionario,  por  med'o  de  sus 
órganos  en  la  prensa,  extrañaba  la   conducta  del 


-64- 

gobierno  español  que  le^uía  todo  trato  con  los 
tagalos  y  aseguraba  que  una  sola  frrise  pronun- 
ciada con  carácter  oficial,  era  lo  bastante  para 
conseguir  la  libertad  de  los  prisioneros.  Los  po- 
líticos de  .aguinaldo  achacaban  á  orgullo  esta  con- 
ducta que  tanto  perjudicaba  á  los  cautivos  y  \  acían 
responsable  al  gobierno  de  España  de  la  prolon- 
gación de  este  estado  de  co  as,  añadiendo  que  en 
esta  delicada  cuestión  era  lev  fundamental  la 
reciprocidad  y  mientras  los  españoles  no  se  con- 
dujeran ccn  los  tagalos  en  f  rma  conecta  á  nada 
tendr  an  derecho  £us  prisioneros.  No  olvidaban 
tampoco  los  filipinos  que  sus  prisioneros  deportados 
en  la  metrópoli  aún  no  hab  an  sido  enviados  á 
su  patria  y  todas  estas  circunstancias  conducían 
por   mal  camino  las  negociaciones. 

El  gobierno  español,  que  necesariamente  co- 
nocería la  disposición  y  deseos  de  los  filipino"- 
en  este  asunto,  no  dio  su  brazo  á  torcer  y  en- 
caminó por  otro  rumbo  sus  negociaciones.  Al 
efecto  solicitó  el  apoyo  de  América  para  recabar 
la  libertad  de  sus  cautivos,  encariro  que  el  go- 
bierno american  aceptó,  aunque  sin  gran  interés 
y  en  vista  de  que  sus  relaciones  con  los  filipinos 
eran,  por  aquel  entonces,  excelentes. 

América  transmitió  órdenes  á  Otis  e  ;  este 
sentido  y  esta  autoridad  se  concretó,  por  bacer 
a'go,  á  escribir  á  Aguinaldo  en  demanda  de  la 
libertad  de  los  españoles. 

El  presidente  de  la  revolución  filipina  rcurió 
en  consejo  a  sus  más  significados  políticos  .  y 
milita'-es,  para  discutir  Ampliamente  la  petición 
que  se  le  hiciera  por   el  general    Otis.   El  resul- 


~  6s  - 
tado   de  esta  gestión*  la  verán  nuestros  lectores  en 
las  siguientes  cartas    que    reflejan    en   un  todo   la 
manera   de   pensar,  respecto    del    asunto,   del  go- 
bierno filipino. 

Malolos,   3  de  Noviembre  de  1898. 

»Al  Mayor  General  E.  S.  Oíis.  Comandante  en  jefe 
<de  las  fuer  las  americana^  de  ocupación  en  Ma- 
€  n  Ha . 

«Genera!  ::í/ 

»Tengo  el  gusto  de  acusarle  recibo  de  su  atenta 
«comunicación  de  fecha  de  ayer,  y  debo  advertirle 
>que  sus  observaciones,  lejos  de  molestarme,  me 
»son  muy  útiles,  como  dictadas  por  la  ilustración 
»aprendida  en  el  seno  de  un  pueblo  libre. 

»Debo  advertirle  también,  sobre  todo,  que  no 
»bacemos  prisioneros  á  las  mujeres  y  á  los  niños 
»ni  mucho  menos  á  lis  monjas.  Si  entre  nuestros 
» prisioneros  se  encuentran  alguna  que  otra  mujer 
»ó  algún  que  otro  niño,  es  porque  constituyen  la 
•familia  de  uno  de  ellos,  de  quien  no  quiere  se- 
» pararse,  viéndonos  obligados  á  mantenerlos  á  costa 
»del  Tesoro  filipino.  Este  detalle  no  está  previsto 
»en  las  leyes  internacionales,  pero  lo  observan 
>los  filipinos  á  impulsos  de  los  sentimientos  hu- 
»manitarios. 

»Me  alegro  de  que  V.  diga  que  los  clérigos  es- 
»pañoles  y  los  funcionarios  civiles  españoles  no 
»pueden  ser  prisioneros  de  guerra,  según  las  leyes 
i>internacionales.  Antes  de  contestar  este  punto, 
>perm  tame  observarle  que  no  hemos  hecho  pri- 
*sioneros  sino  á  sacerdotes  religiosos  pcrtenecien- 

5 


-  66  — 
t-tes  al  clero  regular  español,  y  no  á  los  que  no 
*llevan  la  vida  monacal,  y  me  permito  aclarar 
»este  punto,  para  la  mejor  inteligencia  de  las  ex- 
>plicaciones  que  tengo  el  gusto  de  darle  v  para 
>que  no  se  desvíe  la  opinión  pública  extranjera. 
»Es  verdad  que  las  leyes  internacionales  decla- 
>ran,  en  general,  que  los  clérigos  y  funcionarios 
«civiles  no  pueden  ser  prisioneros  de  guerra,  pero 
»el  espíritu  de  estas  mismas  leyes  exclu'  e  á  los 
^sacerdotes  religiosos  y  funcionarios  civiles  espa- 
sñolcs  en  Filipinas,  pues  sólo  tienen  de  dic'  a 
»clase  de  personas  el  nombre. 

>Empezando  por  los    funcionarios    civiles  espa- 
>ñoles,   rae  permito    significarle  que    á   raiz  de  la 
»declaracnn  de   guerra  entre   los    Estados  Unidos 
>de  America  v    España    fueron  obligados  por  el 
>!.general    Augustin  al    servicio    de   las   armas,    sin 
^distinci  n  de   clase.  Y  aún  antes,  durante  la  pri- 
>mera    época    de    la  revolución  filipina,  los  fun- 
>iCÍonarios  civiles   españoles  ^a   formaban  cuerpos 
íde  voluntarios  armados  que,  si  no  sallan  al  campo 
»con  frecuencia   en  compañia  de  los  soldados  re- 
>. guiares,   fusilaban   y    prendan  á   los  vecinos  pa- 
í cíñeos   é  indefensos,    para  encarcelarlos  y  some- 
terlos á  indecibles  torturas.  Además  debo  adver- 
>.tirle   que,  en  los  penales  y  establecimientos   pe- 
>  nitenciarios   españoles  gimen  aún     centenares  de 
;í,presos  y  deportados   filipinos,   arrancados  de  sus 
t>]  ogares    por   la  suspicacia  del   antiguo   gobierno 
>, español  y   merced  á  las  artes    v  malas  mañas  de 
j^lüs    sacerdotes  religiosos,   titulados  ministros   de 
2' la  paz. 
/-En  cuanto   á    los  clérigos,    ó  mejor  dicho,   sa- 


-^  67  - 

>cerdotes   religiosos  españoles,   me  permito  hacerle 
»presentes  las  siguientes  consideraciones: 

»a.)  Las  corporaciones  religiosas  en  Filipinas  se 
>.ban  creado  grandes  colonias  aerícolas,  é  fuerza 
>de  engaño.  Antiguamente  los  filipinos,  llevados 
i  de  su  religiosidad,  regulaban  una  parte  del  pro- 
yducto  de  sus  tierras  á  los  antiguos  sacerdotes  re- 
»ligiosos,  para  que  estos  se  mantuviesen  con  ella, 
xpero  andando  el  tiempo,  los  que  iban  sucediendo 
:fcen  el  ministerio  espiritual  hicieron  obligatorio  el 
>;pago,  apoderándose  de  las  tierras  para  asegurarlo 
>  mejor  y  convirtiendo  en  tributarios  ó  colonos 
>siyos  á  los  propietarios,  quienes  no  podian  ne- 
>garse  al  despojo  por  miedo  á  las  venganzas  de 
/.las  Autoridades  españolas  á  quienes  procuraban 
'dichos  sacerdotes  tener  de  su  parte  á  fuerza  de 
>sobornos. 

>b)  Según  las  le\  es  canónicas  de  la  Iglesia  ro- 
'  mana  los  sacerdotes  religiosos  no  pueden  ejer- 
/  cer  la  cura  de  almas,  reservada  únicamente  á 
>/los  de  clero  secular,  á  que  pertenecen  los  sa- 
>/cerdotes  filipinos.  No  obstante,  los  religiesos,  para 
» poder  seguir  ejerciendo  los  cargos  de  Cura  Pá- 
>/rroco  en  los  pueblos  de  Filipinas,  han  venido 
j engañando  al  Vat  cano  7  á  la  opinicn  pública 
>extranjera,  pintando  á  estos  pueblos  como  ran- 
»cherías  de  salvajes,  que  exigen  el  cuidado  cons- 
;-tante  de  los  misioneros  religiosos  españoles,  para 
>yque.  los  naturales  no  vuelvan  a  su  antigua  ido- 
vlatria.  Los  sacerdotes  filipinos  que  han  pretendido 
^reformar  esa  falsa  opinión  del  Vaticano  acerca 
»del  estado  religioso  del  pais,  para  recabar  los 
^derechos  qu3  les  reconocen  las  le)  es  can-  nicas, 


—  68  - 

xmurieron  martirizados  y  acusados  como  pertur- 
ibadores  por  los  religiosos. 

»C;  Los  mismos  religiosos  pretendieron  engañar 
í)también  al  Gobierno  español,  haciéndole  creer 
»que  eran  los  únicos  mantenedores  en  Filipinas 
»de  la  soberanía  española,  y  aunque  posterior- 
>/mente  las  Autoridades  españolas  conocieron  el 
^engaño,  no  quisieron  ver  ya  nada,  deslumbra- 
>  das  por  el  oro  de  las  corporaciones  religiosas. 
í;Estas,  ejerciendo  la  cura  de  almas,  en  los  pue- 
*blos  de  Filipinas,  han  sido  dueñas  absolutas  por 
*mucl:o  tiempo,  de  las  vidas,  hacienda  y  honor 
»de  los  filipinos.  Por  eso  es  público  y  notorio,  y 
>todos  los  extranjeros  que  han  estudiado  losasun- 
vtos  filipinos  reconocen  unánimes  que  la  causa 
^.primordial  de  la  revolución  filipina  son  las  cor- 
»poraciones  monacales  que,  valiéndose  del  corrom- 
xpido  Gobierno  español,  han  explotado  el  país  ce- 
»rrindole  el  paso  á  una  vida  de  progreso  y  de  li- 
>bertad. 

)>Con  estos  antecedentes.  General,  comprenderá 
»V.  que  dada  la  influencia  y  los  intereses  de  las 
^corporaciones  religiosas  en  Filipinas,  no  es  justo 
»ni  politice  dejar  en  libertad  á  los  sacerdotes  re- 
>>ligiosos.  Tanto  el  Arzobispo  como  los  Obispos 
2 españoles  en  Filipinas  pertenecen  al  elevo  regu- 
>lar  español,  y  no  es  lícito  que  sigan  predomi- 
»nando  en  las  Islas,  porque  pueden  promover  una 
»contra  revolución  ayudados  de  su  oro  y  de  al- 
»gunos  fanáticos  filipinos  que  obedecen  todavía 
ȇ  sus  inspiraciones.  Cuando  los  sacerdotes  fili- 
»pinos,  injus! amenté  preferidos  por  el  Vaticano, 
>;hayan  conseguido  de  este  el   nombramiento  para 


^.  6q   - 

>el  cargo  de  Obispos  y  Curas  Párrocos  en  su 
ipaís,  entonces  no  ofrecena  peligro  alguno  para 
>la  tranquilidad  pública  la  libertad  de  los  religiosos. 

>E1  Gobierno  español  y  el  Papado  han  demos- 
>trado  desconocen  la  legalidad  y  la  justicia,  cuan- 
í>do  de  sus  intereses  se  trata;  por  eso  el  pueblo 
^.filipino  quiere  retener  á  los  funcionarios  civiles 
«españoles,  para  conseguir  la  libertad  de  los  pre- 
»sos  y  deportados  filipinos,  v  á  los  sacerdotes  re- 
>ligiosos  para  conseguir  del  Vaticano  el  recono- 
)  cimiento  de  los  derechos  seculares  del  clero  filipino. 

»Y  como  representante  del  Gobierno  de  los  Es- 
»tados  Unidos  en  estas  Islas,  ruego  á  V.,  General 
>con  el  mayor  encarecimiento  que  le  manifieste 
»que  no  el  odio  ni  la  venganza  animan  á  los  fi- 
>lipinos,  al  retener  á  ios  empleados  civiles  y  re- 
>ligiosos  españoles;  sino  el  interés  político  y  la 
»tranquilidad  del  pueblo  filipino  demandan  e.^^ta 
V medida.  Las  leves  internacionales  tienen  que  en- 
»mudecer  ante  la  causa  justa  de  un  pueblo  de 
>miliones  de  almas,  porque  esta  causa  es  la  de 
»la  humanidad,  de  la  civilización  v  del  progreso. 
>Mi  pueblo  exige  dicha  medida  y  no  puedo  me- 
ónos de  cumplir  su  voluntad. 

»Si  V.,  General,  consigne  interpretar  estos  sen- 
itimientos  del  pueblo  ante  su  Gobierno  y  la  opi- 
xnión  pública  extranjera,  y  por  este  medio  re- 
»formaran  una  v  otra  sus  juicios  erróneos  pro- 
>vinientes  del  desconocimiento  de  la  verdadera 
isituación  del  país,  se  baria  V.  acreedor  á  la  gra- 
»titud  del  pueblo  filipino  y  del  mundo  civilizado. 

»Soy  de  V.  con  la  mayor  consideración,  atento 
>y  seguro  servidor. — Emilio  Aguinaldo. 


—  70  — 
El  General  Otis  volvió    á  insistir   sobre   su   pe- 
tición á  los   pocos   días  y    he   aqui  los  resultados; 

>^Al  Mayor  General  S.  E.  Otis,    General  en  Jefe  de 
»las  fuerzas  Americanas   de  ocupación  en  Manila. 

>/Malolos  1 8  de  Noviembre  de   i898. 

»  General: 

»Acuso  á  V.  recibo  de  su  atenta  carta  de  fecha 
»io  del  corriente,  rogándole  dispense  la  tardanza 
)  con  que  contesto  á  ella,  debida  á  mis  muchas  y 
^perentorias  ocupaciones. 

»Tengo  en  gran  estima  su  buen  deseo  de  inter- 
»ceder  por  la  libertad  de  los  empleados  civiles 
>.y  sacerdotes  religiosos  españoles;  y  esté  V.  se- 
»guro  de  que,  si  razones  bien  fundadas  no  exis- 
>-tieran  para  tenerlos  prisioneros,  atento,  como 
^siempre,  á  las  leyes  de  humanidad  y  conforme 
icon  los  principios  que  regulan  las  relaciones  de 
»los  Estados  independientes,  no  hubiera  dado  á 
»V.  lugar  para  hacer,  en  pro  de  aquellos,  la  pe- 
xtición   que  tanto  le  enaltece, 

).En  mi  carta  anterior  le  he  expuesto  las  ra- 
)Zones  en  que  me  he  fundado  para  considerar 
»prisioneros  de  guerra  á  dichos  empleados  y  re- 
»ligiosos.  Sin  embargo,  V.  trata  de  desvirtuar 
»la  fuerza  de  mis  argumentos  con  meras  conside- 
»raciones,  respecto  á  las  que  yo  ruego  á  V  en- 
jcarecidamente   tenga  á    bien  oir  mi  contestación. 

>Dice  V.  en  su  carta  que,  á  tenor  de  un  prin- 
»cipio  de  Derecho,  bien  establecido,  ios  Jefes  em- 
^pleados  de  un  gobierno  enemigo,  tales  como  sus 


—  71  — 
>agentes  diplomáticos  y  aquellos  qu©  prestan  ser- 
»vicios  de  singular  imponancia,  pueden   ser  con- 
»siderados  prisiones  de  guerra,  pero  que  no   cree 
»que  meros    empleados    puedan     ser   clasificados 
>en    dicha    categoría,    á    menos    que     estén    ar- 
»mados   o    de  algún  modo  agregados  á    un  ejér- 
>ciio    hostil,  con    proposito  de  prestar  ajuda  ac- 
>tiva.  Y  ante  esta  afirmación,  venida  de  persona  tan 
^competente,  no  puedo  menos  de  felicitarme,  pues 
>con  ella  reconoce  V.,  como  justificada  la  princi- 
»pal    razón  en  que    me  apoyo,  al    retener  como 
>piisioneros  de  guerra  tanto  a  lus  empleados   ci- 
»civiles   como   á  los  sacerdotes  religiosos 
^^  ^Admitido  aquel    principio,    fuerza  es   confesar 
»que  ss  ajusta   estrictamente    á    él  mi    conducta, 
»si  se  tiene  en  cuenta,   y  ello  es   innegable,    que 
»asi    los  empleados    civiles,    como   1oí>    Párrocos 
»regulares,  no  sólo  han  coadyuvado    de  una  ma- 
»nera    activa  a  los  que   combatían  contra   los  re- 
*voluciouarios  filipinos,  sino  también  tomado  per- 
»sonalaiente  las  armas  para    lucuar  contra  ellos. 
.Ya  dije  en  mi    carta    anterior  que  el  Decreto 
»del  General  AUéUstm    de  fecua   23  de  Abril   úl- 
»timo,  obligó    a  lomar    las    armas    no  sólo   á  los 
^empleados  del    Estado    y    Municipio,   sino    tam- 
»üién    á  los  peninsulares  é  uijos  de    és.os;   ^    que 
»en  la  primera    época    de    la    revolución    filipina 
^formaban   unos   y    otros  cuerpos    de  voluntarios 
>armados  que  nacían  la  vijilaucia   en  los  pueblos, 
» llevaban  a  cabo  detenciones,  torturaban  a  ios  pre- 
*süs,  sino  fusilaban    a   indelensos    ciudadanos,   ó 
»se  unían  a  los  soldados  regulares    para    comba- 
»tir  contra  los  revolucionarios,   X^ea  V.,  General 


—  72  — 
»con  detenimiento  los  periódicos  de  la  localidad 
»'i  partir  de  la  fecha  en  que  estalló  la  revolu- 
>cion,  y  verá  confirmado  lo  que  acabo  de  decir. 
>Las  páginas  de  dichos  periódicos  son  pruebas 
^irrecusables  de  los  servicios  militares,  prestados 
»por  los  empleados  del  Gobierno  español  y  de 
»las  recompensas  recibidas  por  los  mismos  en  pre- 
»mio  de  sus  servicios.  Con  estos  antecedentes 
»¿cabe  aún  argüirme  que  no  pueden  ser  reteni- 
»dos  como  prisioneros  de  guerra  los  empleados 
» civiles    españoles? 

«Otro  tanto,  sino  peor,  puede  decirse  de  los 
» sacerdotes  regulares.  Estos,  degradando  comple'a- 
» mente  su  ministerio,  convertidos  de  siervos  del 
)  Señor,  en  señores  feudales  dueños  absolutos  de  las 
»vidas,  haciendas  y  honras  de  los  filipinos  alam- 
»paro  del  Gobierno  Español,  no  desempeñaron, 
»al  estallar  la  revolución  el  papel  de  sacerdotes 
:^de  la  paz,  de  predicadores  de  la  mansedumbre 
»y  caridad  cristianas,  sino  que,  profanando  su 
>sagrada  misión,  convirtiéronse  en  esbirros  del 
»Gobierno  español,  en  falsos  denunciadores  de 
j-inocentes  ciudadanos, 

»Increible  parece  que  los  que  debieran  elevar 
»al  cielo  sus  oraciones  para  que  cesaran  tanta- 
«crueldad  é  infamias  cometidas  por  los  represen- 
'.tantes  del  Gobierno  español;  los  que  debieran 
«entregarse  al  recogimiento  y  á  la  mortificación. 
»en  desagravio  de  tanto  crimen,  fueran  precisa- 
>mente  los  que  m?s  intervinieran  en  el  asunto 
>y  los  que  con  insinuaciones  interesadas,  con  in- 
>»formes  calumniosos  y  vengativas  delaciones,  avi- 
» varan  más  y  más  el  fuego  de  la  pira  de  muerte 


—  73  — 
j-y  difamación,    en   que    fueron  sacrificadas    vidas 
»preciosas  é  inocentes  y  la  honra  de  muchos  ciu- 
»dadanos. 

»Más  no  la  venganza  me  mueve,  al  tratar  á 
»dicbos  religiosos  como  prisioneros  de  guerra.  Me 
>/ajusto  igualmente,  respecto  á  ellos,  al  principio 
>de  Derecho  internacional  por  V.  invocado,  pues 
ȇ  parte  los  abusos  cometidos  por  les  mismos 
»que  he  referido  en  mi  carta  anterior  y  los  he- 
7/chos  que  aüado  en  la  presente,  tiene  V.  que 
» muchos  de  dichos  sacerdotes  han  tomado  las  ar- 
>mas  contra  la  revolución;  algunos,  ejemplo  el 
>párroco  del  pueblo  de  Lipa,  provincia  de  Batan- 
»gas,  hanse  puesto  como  Jefes  al  frente  de  los 
>cuerpos  de  voluntarios;  en  Manila,  durante  el 
> sitio  de  la  plaza  por  mis  fuerzas,  todos  los  re- 
ííligiosos  constituyeron  un  cuerpo  militar  organi- 
»zado  y  uniformado,  que  formó  parte  del  soma- 
nten municipal  y  todos,  puede  asegurarse, 
y  han  prestado  cooperación  directa  y  efec- 
>tiva  á  las  fuerzas  que  peleaban  contra  los  fi- 
>lipiaos,  bien  manteniendo,  á  sus  expensas,  hues- 
>tes  armadas,  bien  acompañándolas  en  sus  expe- 
»diciones,   incitándolas  á  la  pelea. 

»Los  conventos  han  sido  las  defensas  más 
¡►inexpugnables,  en  donde  los  combatientes  espa- 
>ñoles  se  parapetaban  con  el  Párroco  para  atacar 
»sobre  seguro  á  los  revolucionarios,  y  este  Go- 
»bierno  conserva  un  buen  número  de  fusiles  ocu- 
>pado  á  los  religiosos.» 

»De  manera  que,  con  relación  á  ellos,  puede 
>aplicarse  el  mismo  principio  que  V.  invoca,  y 
>procede,  en  su  consecuencia,  tratarlos  como  pri- 


—  74  — 
»sioneros  de  guerra,  mAxime  si  se  tiene  en  cuenta 
j>que,  dadas  las  atribuciones  civiles  que  ten-an  y 
2>se  tomaban,  durante  el  Gobierno  español,  cabe 
»clasificarlos  en  la  categoría  de  Jefes  empleados, 
»ó  de  los  que  prestan  servicios  de  singular  im- 
>portancia.» 

»Los  principios  de  Derecho  internacional  sus- 
»tentados  por  los  más  notables  publicistas  en 
>dicba  materia,  se  han  tenido  en  consideración 
»por  mi  al  tratar  como  prisioneros  á  los  em- 
>pleados  civiles,  sacerdotes  religiosos.  Fiore,  Mar- 
¿tens,  BluntsCwli  y  otros  sostienen  que  todas  las 
>personas  que  sin  formar  parte  del  ejército  le  sigan 
>para  cumplir  sus  funciones  pacificas,  pueden  ser 
i  detenidas  como  prisioneros  de  guerra,  excepto 
>sólo  el  personal  de  Sanidad,  con  arreglo  á  la 
»convención  de  Ginebra,  siempre  que  no  tome 
» parte  activa  en  la  guerra.  Y  el  diccionario  En- 
*ciclopédico  Hispano— Americano  dice:  Cuantos 
» forman  parte  de  las  fuerzas  enemigas,  sea  como 
>tropas  regulares  ó  como  milicias,  cuantos  acom- 
ípañan  en  las  expediciones  a  los  Ejércitos;  los 
>. corresponsales  de  los  periódicos,  ios  proveedores, 
Aos  funcionarios  civiles  mismos,  pueden  ser  he- 
íchos   prisioneros» 

«Ademas,  la  represalia  es  un  derecho  admitido 
»por  las  naciones  mas  cultas,  como  poder  penal 
1  ejercido  por  una  de  las  potencias  beligerantes 
>respecto  a  la  otra,  cuando  ésta  vio  las  reglas 
>ó  le)  es  generalmente  adoptadas;  ó  como  sanción 
>al  dereciio  de  la  guerra,  en  el  sentido  de  que 
»las  represalias  tienden  a  conseguir  que  vuelva 
»cl  enemigo  al   cumplimiento  de  sus    deberes.» 


—  7'S  — 
>En  virtud  del  derecho  de  represalias,  durante 
»la  guerra  de  la  independencia  en  la  América 
»del  Norte,  el  gran  Washington,  vengando  el  fu- 
»si!amiento  de  un  coronel  americano,  prisionero 
rde  los  ingleses,  ordenó  fuera  al  punto  pasado 
>.por  las  armas  el  coronel  inglés  Argigll,  prisio- 
>nero  de  los  americanos;  y  gracias  á  la  interce- 
»sión  de  la  reina  de  Francia,  no  fué  llevada  á  cabo 
>la  orden.» 

»En  virtud  del  mismo  derecho,  los  generales 
^alemanes  mandaron  incendiar  y  destruir,  durante 
lia  guerra  de  1870,  las  viviendas  en  donde  sus 
asoldados  hab  an  sido  atacados  traidoramente. » 

>Si  no  hubiera,  pues,  reglas  internacionales  que 
íjustificarán  la  retención,  como  prisioneros  de 
;  guerra,  de  los  funcionarios  civiles  y  sacerdotes 
»religiosos,  podríamos  los  filipinos,  no  reconoci- 
/.dos  siquiera  como  beligerantes  por  las  otras  na- 
«ciones,  invocar  el  derecho  de  represalias  para 
/.adoptar  aquella  medida,  á  fin  de  obligar  al  go- 
vbiérno  español  á  dar  la  libertad  á  muchos  fili- 
//pinos,  presos  políticamente,  y  á  no  seguir  su  pro- 
i ceder  bárbaro  é  inhumano,  torturando  y  fusilando 
»á  los  que  son  amantes  de  la  libertad  é  indepen- 
>dencia  de  su  país. 

>Hé  aquí  la  razón  de  por  qué  en  mi  carta  an- 
»terior  decía  que  las  leyes  internacionales  tienen 
i  que  enmudecer  ante  la  causa  justa  de  un  pueblo 
jde  millones  de  almas,  porque  esta  causa  es  la 
ido  la  humanidad,  de  la  civilización  y  del  pro- 
xgreso. 

»Lejos  de  mi  ánimo,  al  hacer  esta  afirmación, 
•  significar  á   V,  que  al  retener    como   prisioneros 


-  76  - 
ȇ  las  personas,    por  cuya  libertad    se    interssa, 
»prescmdo  de    'las   leyes    internacionales     y    sólo 

>  atiendo  á  las  exigencias  de  mi  pueblo,  pues  bien 
»he  demostrado  que  al  tomar  aquella   determina- 
ción me   he  guiado  precisamente  por  esas  le  es; 

>ni  menos  que  estas  se  hallan  en  pugna  con  el 
>.bien  de  un  pueblo.  Hé  querido  sólo  decir  que, 
>.en  muchos  casos,  los  principios  de  Derecho  In- 
iternacional,  generalmente  observados   por  las  na- 

>  clones  cultas,  tienen  que  ceder  ante  circunstan- 
»cias  del  momento,  ante  el  interés  de  mi  pueblo 
»que  reclama  la  violación  de  esas  leyes.  Así  sólo 
>se  comprende  que  los  pueblos  más  civilizados 
^reconozcan  el  derecho  de  represalia. 

>Así  también.  General,  al  decir  á  V.  que  el 
»pueblo  filipino  quiere  retener  á  los  funcionarios 
Aciviles  para  consiguir  la  libertad  de  los  presos 
^y  deportados  filipinos;  y  á  los  sacerdotes  reli- 
giosos para  conseguir  del  Vatica  -o  el  reconoci- 
»miento  de  los  derechos  seculares  del  clero  filipino, 
/no  he  querido  atribuir  á  dichas  razones  la  me- 
¿dida  adoptada,  cuando  otras  muy  fundadas  jus- 
»tificau  mi  conducta.  He  querido  sólo  indicar  el 
>nTioraento  oportuno,  en  que,  no  obstante  los  mo- 
itivos  antes  expuestos,  se  podía  conceder  la  liber- 
¿tad  á  aquellos  prisioneros,  sin  desagrado  para 
>el  pueblo. 

»Yo  quisiera  ver  llegada  cuanto  antes  esa  oca- 
»sióu,  para  demostrar  á  V.  mi  más  viva  simpa - 
>Aia.  por  sus  deseos,  que  hoy  me  impiden  satis- 
í'facer  motivos  bien  atendibles. 

»El  pueblo  filipino,  que  aspira  á  la  vida  de  la 
^libertad    y  de    la  independencia,    siquiera    hasta 


—  77  — 

I  ahora  no  ba  merecido  de  las  naciones  civiliza- 
jdas,  ni  de  la  misma  América  del  Norte,  el  re- 
»conocimientode  sus  derechos,  en  la  guerra  con- 
jtra  España,  tiene  la  vanagloria  de  haber  cum- 
»p  ido  con  las  reglas  que  está  llamada  á  observar 
>una  potencia  beligerante,  sin  queotro  tanto  pueda 
xdecirse  de  la  contraria. 

»Yo  no  dudo,  General,  de  que,  dados  sus  no- 
»bles  impulsos,  su  ilustrado  criterio  v  sus  simpa- 
>tías  bacía  mi  pueblo,  sabrá  interpretar  los  sen- 
»timientos  de  este  ante  su  gobierno  7  el  mundo 
•civilizado,  y  justificará  mi  conducta  al  retener 
»como  prisioneros  de  guerra  á  los  funcionarios  ci- 
»viles  y  sacerdotes  religiosos. 

•Termino  la  carta,  rogándole  perdone  la  mo- 
«lestia  que  le  habrá  de  causar  su  lectura,  y  lei- 
xterándome  su  más  respetuoso  servidor.  -  £wí7to 
>  Aguinaldo.» 

Como  se  podrá  juzgar,  nada  se  consiguió  por 
medio  de  la  gestión  Americana.  Lo  único  prác- 
tico que  resultó  de  estos  trabajos  fué  la  repatria- 
ción á  las  filipinas  de  los  deportados  tagalos  que 
aún  residían  en  España  v  que  el  gobierno  espa  ■ 
ñol  facilitó  sin  obedecer  á  exigencias  de  nadie,  si 
bien  trabajó  mucho  en  este  sentido  el  Sr.  Centu- 
rión que  tenía  dos  hijos  militares  como  prisio- 
neros. 

Si  nuestra  tarea,  no  fuese  tan  solo  de  informa- 
ción en  toJo  lo  que  respecta  á  este  cautiverio,  nos 
sería  muy  fácil  destruir  los  fundamentos  en  que 
se  basaban  los  filipinos  para  retener  á  los  prisio- 
neros; argumentos,  á  nuestro  juicio,  faltos  de  base 
y   que    solo    han    indicado    siempre   el  deseo    de 


~  78- 
sacar  de   esta  situación,  el  mayor  partido  posible 
con   detrimento  de   las   leyes  de    la  humanidad. 


mm 


íí,^ég^i^©^é^^^'^^é^#b  \ 


■<  '  1 1  Mi    JI^M^B 


CAPITULO  VI 

El  viaje  á  Batangas  verificado  por  el  Casino  Español.  Efectuase 
la  expedición  en  el  vapor  Xastellam».  Socorros  et.tr(  gados  á 
los  prisioneros.  La  ¡abor  del  Casino  Español,  El  Señor  Don 
Antonio  Fuset. 


señor  Fuset,  presidente  del  Casino,  que  ha- 
Dia  cesado  en  su  gestión  particular  á  fa- 
vor de  los  prisioneros,  para  dejar  ancho 
campo  á  la  oficial,  iniciada  por  el  General  Rics, 
no  quiso  permanecer  inactivo,  preparando  una 
expedición  con  socorros  que  hab  a  de  efectuarse 
en  la  provincia  de  Batangas. 

Muchos  obstáculos  hubo  que  vencer  para  lle- 
var á  cabo  este  pensamiento,  pues  no  debemos 
olvidar  que  este  viaje  se  proyectó  en  el  mes  de 
Marzo  de  1899.  época  en  que  ya  se  habían  roto 
las  hostilidades  entre  americanos  y  filipinos.  Te- 
naz en  sus  idea  el  señor  Fuset,  penetrado  de  la  ne- 
cesidad de  socorrer  á  tantos  in.e  ices,  supo  vencer 
cuantos  inconvenientes  se  oi^onían  á  su  filantrópica 


—  8o  — 

idea,  consiguiendo,  por  fin,  del  general  Otis,  el 
competente  permÍ5?o  para  llevar  á  la  práctica 
tan  hermoso    pensamiento 

A  últimos  del  citado  mes  de  Marzo,  salió  el 
Sr.  Fuset  acompañado  de  los  vocales  D.  Juan 
Sanz  y  D.  Enrique  Godino,  á  bordo  del  va- 
por <'Castellano>,  que  iba  con  la  bandera  de  la 
Cruz  Roja,  á  desempeñar  la  misión  que  se  ha- 
bía propuesto  el  Casino  que,  dejando  á  parte  pe- 
queños contra  tiempos,  se  llevó  á  cabo  con  felicidad, 
estando   de   regreso    en  Manila  el  dia  2  de  abril. 

La  espedición  dejó  para  los  prisioneros  de  Ba- 
tangas  5'  Boac,  500  trajes  de  rayadillo,  290  pares 
de  zapatos,  100  de  alpargatas,  14375  cajetillas 
de  cigarros  y  1287  pesos  en  metüico,  que  en- 
tregó á  una  comisión  de  prisioneros  residentes 
en  Batangas  y  autoridades  locales^  recogiendo  los 
oportunos  recibos  y  levantándose  finalmente  un 
acta  de  toda  la  operación  que  no  publicamos 
por  su  mucha    extensión. 

El  señor  Fuset  no  desaprovechó  el  tiempo  du- 
rante su  breve  estancia  en  Batangas  y  solicitó 
del  general  filipino  Trias,  que  en  aquella  znn-x 
comandaba,  la  libertad  de  los  prisioneros  civi'es 
y  militares  enfermos  residentes  en  la  jurisdic- 
ción de  su  mando,  por  bailarse  comprendidos  en 
el  decreto  de  libertad  firmado  por  Aguinaldo  el 
23  de  Enero;  pero  el  aludido  general  no  quiso 
complacer  la  petición  alegando  que  no  estaba  au- 
torizado para  ello.  La  Comisión  del  Casino  pro- 
digó frases  de  consuelo  y  esperanza  á  les  prisio- 
neros, recojiendo  millares  de  cartas  y  encargos 
que   aquellos  le  dieron  para  Manila. 


—  8i  — 

Creemos  llegado  el  momento  de  hacer  resaltar 
aquí  la  conducta  del  Casino  Español,  digna  en 
todo  tiempo  del  mayor  encomio,  mucho  mas 
si  cabe,  en  estos  últimos  tiempos  de  desordenes 
para  Filipinas,  en  que  dicho  Centro  ha  prodigado 
su  dinero  á  manos  llenas,  siempre  solicito  á  acu- 
dir donde  la  neces  dad  le  reolamaba. 

A  este  elevado  espíritu  de  miras  se  debe  la  her- 
mosa labor  que  aquí  se  hizo  en  favor  de  nues- 
tros prisioneros,  pudiendo  añadir  que,  la  gestión 
del  Sr.  Fuset  como  Presidente  de  aquel  cir- 
culo, ei  la  nota  mas  saliente  y  simpática  que  re- 
gistra la  historia  durante  nuestras  desdichas 
coloniales. 

La  gran  modestia  de  que  siempre  se  halla  re- 
vestido el  Sr.  Fuset;  v  por  otra  parte  la  sin- 
gular satisfacción  de  contarnos  entre  el  número 
de  sus  amigos,  nos  Teda  el  prodigarle  todas  las 
alabanzas  de  que  es  acreedor  por  su  populari- 
dad y  humanos  sentimientos.  Del  Sr.  Fuset 
puede  hacerse  una  corta  pero  muy  sentida  biogra- 
fía. Reputado  comerciante,  de  un  trato  exqui- 
sito por  su  caballerosidad  é  hidalguía,  reúne  una 
vasta  ilustración  y  una  idea  muy*  elevada  del  ho- 
nor: figuró  en  el  municipio  de  Manila  como 
representante  de  la  Cámara  de  Comercio,  que 
por  voto  unánime  lo  eligió  para  la  defensa 
de  los  factores  de  riqueza  que  encierra  este  pais. 
Por  varios  servicios  á  la  Patria  fué  agraciado 
con  el  título  de  Comendador  de  Carlos  III  y 
por  los  que  prestó,  exclusivamente  en  Filipinas, 
se  le  concedió  la  Cruz  Roja  de  2.a  clase  del  Mé- 
rito militar,   estando  ademas  en     posesión  de  las 


—  8a  - 

medallas  de  la  campaña  de  Luzón  y  Toluntariós. 
El  Sr,  Fuset,  fué  el  primero  que,  conociendo 
los  sucesos  que  se  avecinaban  en  Filipinas,  pi- 
dió al  general  Blanco  la  creación  de  los  Ba- 
tallones de  voluntarios,  petición  acojida  con  be- 
nevolencia '  cuya  ejecución  algunas  personas  tra- 
taron de  dificultar,  para  llevarla  después  á  la 
práctica  con  toda  precipitación 

Conocido  es  de  todo  el  mundo  lo  mucho  que 
tienen  que  agradecerle  nuestros  infelices  prisio- 
neros. {Cuantas  madres,  que  no  desconocen  su» 
humanos  sentimientos,  le  alabarán  y  bendecirán 
desde  lo  más  profundo    de  su  corazón! 

Hace  poco,  agoviado  por  el  cansancio,  4ejó 
de  ser  Presidente  del  Casino  Español,  reempla- 
zándole en  esta  gestión,  el  no  menos  caballe- 
roso coronel  de  Infantería  Sr.  Carbo,  del  cual 
tendremos  que  ocuparnos,  cuando  hablemos  algo 
de  la  Comisión  de  Selección  española,  encargada 
en  Manila  de  poner  en  orden  los  últimos  asun- 
tos que  aquí  dejó  pendientes  la  Soberanía  es- 
pañola. 


CAPÍTULO  VII 

La  gestión  del  general  Rios.  Comisiones  que  en  su  tiempo 
fueron  ai  campo  filipino.  Se  busca  el  apoyo  de  los  cón- 
sules y  comerciantes  extranjeros.  RcsulUidos  negativos  de 
e«ta  g;st-on.    Algunas  con;ideraciones. 


I  cabado  de  llegar  el  general  Rios  á  Mani- 
,i^¿;.  la  V  ftprovechando  algunas  indicaciones  que 
"^^^  respecto  á  los  prisioneros  le  bacía  desde 
Madrid  nuestro  Gobierno,  contestó  el  Hia  4  de 
Enero  de  1899  en  los  siguientes  términos:  «La  si- 
>tuación  grav;sima  de  les  americanos  con  res- 
>  respecto  a  los  in5urrect'  s  imposibilita  gestiones 
' sobre  prisioneros  que  pudieran  ser  contraprodu- 
>ce!tes;  pero  puede  el  Gobierno  tenerla  seguri- 
/dad  de  que  haré  cuanto  sea  posible  para  bus- 
icar  la  solución  que  V.  E.  me  recomienda.» 

No  sabemos  con  qué  objeto  revistió  de  gravedad 
el  general  Rios  la  situación  del  archipiélago  con 
relación  á  los   prisioneros,    siendo  asi   que   apesar 


-84  - 
de  la  estreclir.  tirantez  que  existía  entre  ameri- 
canos y  tagalos,  unos  y  otros  daban  siempre 
grandes  facilidades  para  que  se  llevaran  á  efecto 
las  gestiones.  Ahora  bien;  ¿correspondieron  las 
que  hizo  el  general  Ríos  con  lo  que  expresaba 
en  los  últimrs  renglones  de  su  telegrama?  Eso 
lo  veremos   m^s  ade'ante. 

Empezó  el  general  Rios  su  gesti:^n  impidiendo 
el  que  el  Sr.  Fuset  la  continuara,  como  hemos 
visto  en  el  lugar  correspondiente.  Después  se  con- 
cretó á  establecer  una  correspondencia  escrita  con 
Aguinaldo  llena  de  frases  huecas,  que  no  dieron 
resultado  de  ninguna  clase,     (i) 

Conociendo,  pues,  que  estos  trabajos  no  lleva- 
ban á  su  gestor  más  que  al  descrédito,  allá  por 
principios  de  Abril  el  representante  del  gobierno 
español  en  Manila  qvdso  realizar  un  acto  de  mu- 
cho relumbrón  y  trascendencia  y  al  efecto  convocó 
una  junta  magna  de  los  cónsules  y  comerciantes 
extranjeros,  así  como  toda  clase  de  personas  de 
algu  la  significación  y  además  el  concurso  de  la 
prensa.  En  ella  expuso  el  general  Rios  el  mal 
resultado  de  su  gestión  cerca  de  Aguinaldo  y  (.-idió 
parecer  á  los  convocados  para  que  indicaran  un 
medio  rápido  y  eficaz  de  conseguir  lo  que  se  de- 
seaba. Se  discutió  el  Hsunto,  per^sándose  prime- 
ramente en  nombrar  una  comisión  en  la  que  fi- 
gurasen todos  los  COI  sules  extranjeros  y  que  estos 
directamente  pidiesen  en  persona  al  jefe  de  los 
tagalos  la  libertad  de  los   cautivos.  Un  poco  fuerte 


(i)     Pos-jenios   la    copia  de  algunas  de  estas  cartas   qne   no  pu- 
blicainjs  por   su  poca    impoitancia 


-  8s  - 
debió  parecer  esta  resolución,  cuando  se  acabó  por 
determinar  el  suscribir  una  carta  por  todo  el  co- 
mercio extranjero  fn  demanda  de  aquella  pro- 
posición, (i)  Dicho  escrito  llev  lo  al  campo  de 
Aguinaldo  el  subdito  francés  Sr.  Barón  Du'Marais 
que,  á  pretesto  de  ser  un  e>pia,  quedó  prisionero 
de  los  tagalos,  siendo  m  s  adelante  asesinado  de 
un  modo  horrible.  Aguinaldo  contestó  excusándose. 
El  general  Rios,  disgustado  por  el  mal  resultado 
de  todas  sus  iniciativas,  previos  los  trámites  con- 
siguientes, despachó,  el  20  del  mismo  mes,  para 
el  campo  de  los  filipinos,  una  comisión  compuesta 


(i)     He  aquí   ti  testo  de  aquel  tJGCumento: 
«•Sr.  D.  Eíuiüo  Aguinaldo 

> Extranjeros  de  diversas  nacioaaÜdados,  que  por  tres  cuartos 
>de  siglo  haa  tnantecido  amistosas  relaciones  niercarttles  crn 
>todo  el  pueblo  filipino,  nos  nnimos  hoy  para  dirigirnos  á  tis- 
>teJ  en  favor  de  los  prisioneros  españoles,  lo  que  hacemos  con 
»!a  aprobación   de  Jas  autoridades   aaier¡can?s. 

»Sin    representación    oñcial    alguna   creemos    tener    .'a    moral  de  • 
>]as    Naciones   á  que  respectivamente    pertenecemos.  Sin  duda  po- 
>demos  asegurar  que   Europa  y  el  mundo  entero  se  hallan  á  nues- 
^tro   lado, 

*>íaí  tri  i;n  ■>ir-ialidad  absoluta  en  la  pisada  lucha,  nuestro 
idesinterés  actual  y  la  uDaoimidaJ  de  nuestro  sentir  soa  pren- 
»da3  de  acierto  en  el  juicio  que  hemos  forrando  respecto  á  esta 
>cue5t¡on  y  esperamos  que,  por  lo  mismo,  nuestro  parecer  ha  He 
»pesar   algo    en  su   animo   y  en  el  pueblo  filipico. 

»Eq  este  es  segiro  que  dominará  la  idea  de  que  la  libertad  in- 
>dividual  es  el  don  más  apreciable  para  el  hombre,  y  que  si  pue- 
»de  la  guerra  privar  de  ella,  se  recobia  desde  luego,  como  derecho 
lactusl  que  es,  en  cuanto  cesa  definiíivamente  aquella:  todos  rioso- 
>tros  estamos  plenamerte  persuadidos  da  que  en  nuestras  respec- 
>tivas  naciones  no  ss  ritenlria  á  los  prisioneros  en  circunstaocias 
«análogas.  Y  por  cuanto  vivimos  en  medio  da  este  pueblo,  qui* 
•sieramos  que  esta  misma  persuación  Qo  se  desvaneciese  de  nues- 
»tro  ánimo. 


~  86  - 

del  auditor  de  guerra  D.  Octaviarlo  Romeo,  á  quien 
acompañaba  el  Comandante  de  Ingenieros  Sr.  Las 
Heras.  Dichos  señores  se  las  prometían  muy  fe- 
lices, pero  al  llegar  á  Calumpit  se  encontraron 
con  el  tenaz  combate  que  contra  Luna  sostenía  el 
general  Mac-Arthur  y  tuvieron  que  regresar  á  Ma- 
nila, donde  á  los  dos  ó  tres  dias  el  general  Rios 
dispuso  de  nuevo  la  salida  por  mar  de  dichos  se- 
ñores, al  objeto  de  encontrar  á  Aguinaldo  donde 
quiera  que  se  hallase,  aunque  se  sabía  de  cierto 
que  su  residencia  era  en  la  provincia  de  Tarlac 
La  Comisión  saliJ-  con  dirección  á  Lingayen  á 
bordo  del  vapor  Nuestra  Señora  del  Carmen, 
llegando  felizmente  á  íondear  en  Dagupan,  donde 
los  filipinos  se  opusieron  tenazmente  á  su  deí^em- 
barqui.  Entre  los  comisionados  iba  el  señor  Cen- 
turión, pero  por  más  súplicas  que  les  hicieron 
unos  y  otros,  solo  fué  posible  que  se  entendieran 
telegráficamente  con  Aguinaldo  y  eso  debido  á  que 


>Y  si  V.  llegase  á  acoger  esta  expresión  nnániuie  y  muy  s;ii, 
»tida  de  las  distiotas  represeataciones  de  pueblos  civilizados  que 
>sQScriben  el  presente  documento,  de  que  muy  pronto  quizas 
»se  haga  eco  la  preusa  de  uno  y  otro  hemis'erio,  ganaría  el  iiie- 
*jor  aplauso  y  la  más  encumbrada  gloria  pira  su  nombra  y  el  del 
>pueblo  filipino. 

>S-)mos  de  V.  attos  y  s.  s.  q.  b.  s.  m.  Smith  Bell  y  C.a---Ker 
>y  comp.— Donalson  Sim  y  comp.— John  Macleod — Blanchar.^ 
>K  Laino— Henry.  — Stevenson  y  conip.--Levy  hermanos-E  Andrá- 
>y  comp. — Tillsou  Herrmman  yccmp  —Enrique  Spitz.  — Villemcr  — 
.«Warner  Barnes  y  comp.— Pedro  Blanch.— L.  Andrews--Gfru)an  y 
*comp.--Heinszen  y  comp.--Grok  Froclich  Kutaer  y  comp.--GrJil5. 

*saminer  herma  nos --Baer    Sénior    y  comp.-"Strukinan    y  comp. 

*KuenzL'  Str¿iff  y  comp.-- VVieb  y  coup.--Warlomo.it  hermanos. 
>M(ierkamp  y  comp. — Fitton  y  comp.  y  alguna»  otras  firmas  que 
>uo   recordamos. 


-87  - 

el  general  filipino  que  mandaba  las  fuerzas  de 
Dagupan  consintió  en  hacer  ese  favor  á  los  co- 
misiQnados.  Pespues  de  transcurridas  ir ucbf simas 
horas»  el  señor  Romeo  recibió  de  Aguinaldo  un 
telegrama  concebido  en  estos  ó  parecidos  términos: 

«Estando  en  negociaciones  con  el  gobierno  ameri- 
cano respecto  á  la  libertad  de  los  prisioneros  espa- 
ñoles, no  puedo  entablar  negociaciones  de  nin- 
guna clase  con  el  gobierno  de  España.» 

Efectivamente,  los  filipinos  á  raiz  del  combate 
de  Calumpit  pidieron  parlamento  con  los  ameri- 
canos para  negociar  una  paz  honrosa,  donde  se 
trató  también  de  nuestros  prisioneros.  Los  taga- 
los sustentaban  entonces  la  peregrina  teoría  de 
que  habiendo  sido  hechos  esos  prisioneros  cuando 
se  estaba  en  guerra  con  España  y  habiendo  su- 
cedido los  Estados  Unidos  á  España  en  sus  dere- 
chos de  soberanía  sobre  Filipinas,  los  españoles 
prisioneros  debían  considerarse  como  americanos. 

Este  fué  el  resultado  de  la  esiéril  gestión  del 
general  Rios,  quien  el  día  3  de  Junio  abandonaba 
el  archipiélago,  con  gran  sentimiento,  no  cabe 
dudarlo,  de  no  haber  conseguido  la  gloria  de  ha- 
ber libertado  á  los  prisioneros. 

A  la  vista  de  tan  repetidos  y  continuos  fraca- 
sos en  la  humanitaria  causa  que  se  perseguía,  es 
muy  oportuno,  para  terminar  este  capítulo,  la 
exposición  de  los  siguientes  hechos  cuyos  comen- 
tarios íntegros  dejamos  á  la  discreción  del  benévolo 
lector. 

Decían  aquí  significados  é  imparciales  filipinos 
quo  no  les  estt^añaban  los  fracasos  que  se  suce- 
dían en  las  gestiones  á  favor  de  los   prisioneros. 


«.  88  — 

Ai  comité  filipino  de  Madrid  se  le  había  beclio 
creer  que  si  los  tagalos  no  entregaban  los  prisio- 
neros les  sería  más  fácil  obtener  la  independen- 
cia. Que  había  presidido  poco  tacto  por  parte  del 
gobierno  español  y  las  autoridades  aquí  encarga- 
das de  gestionar  este  asunto  y  finalmente  se  ha- 
bía acudido  tarde  al  rescate  por  dinero,  pues  si 
ahora  el  gobierno  americano  se  oponía  á  las  nego- 
ciaciones bajo  esta  base,  no  hubiera  sido  a§i  du- 
rante los  últimos  meses  del  año  98  en  que  las  re- 
laciones entre  filipinos  y  americanos  eran  muy 
cordiales  y  no  se  pensaba  en  llegar  á  las  hosti- 
lidades. 

Pero  estaba  escrito  que  aún  quedaba  que  sufrir 
mucho  á   nuestros  infelices  hermanos. 


CAPITULO  VIII 

Los  prisioneros  frailes.  Tratos  que  les  dieroa  los  ñlipioos.  Gesti(E< 
que  ie  hicieron  para  libertarlos.  Otros  antecedente». 


*\  asunto  de  los  prisioneros  frailes  bien  me- 
jrece  que  se  le  dedique  un  capítulo  en  nuestra 
obra,  sin  tocar  para  nada  la  tan  delicada  cues- 
tión de  si  estos  religiosos  fueron  un  bien  ó  un  mal 
para  el  archipiélago  filipino,  por  no  creer  sea  este 
el  lugar  más  apropósito  para  debatir  cuestión  de 
por  si  tan  espinosa. 

Nos  concretaremos,  pues,  á  hacer  la  historia  de 
su  cautiverio,  los  tratos  de  que  fueron  objeto  por 
parte  de  la  Revolución  filipina  y  las  gestiones, 
que  nosotros  sabemos,  se  llevaron  á  cabo  para 
libertarlos. 

No  puede  dudarse  que  gran  parte  de  los  hom- 
bres de  la  revolución  tagala  eran  poco  afec- 
tos   de    los    frailes     y     de     aquí    el    que     estos 


— '90  — 

ha  an  sufrido  más  ó  menos  vejaciones,  según  las 
manos  á   c^lc  se  bailaba  confiada  su  custodia. 

Los  tratos  á  que  se  les  sometió,  sobre  todo 
en  los  primeros  tiempos  de  su  cautiverio,  pueden  ca- 
lificarse de  medianos  y  solo  se  nos  ocurre,  pa- 
radiando  á  un  inteligente  funcionario,  establecer 
las  siguientes  preguntas:  ¿Fueron  grandes  los  errores 
de  las  órdenes  regulares  en  Filipinas?  ¿Cometieron 
actos  contrarios  á  su  institución  y  á  la  salud  de 
la  patria?  La  historia  lo  dirá  en  su  dia;  de  todos 
modos,  no  babía  razón  alguna  que  aconsejara  el 
tomarse  por  la  mano  ninguna  clase  de  ven- 
ganza. 

No  queremos  hacer  aquí,  para  demostrar  la 
verdad  de  lo  que  decimos,  una  exposición  de  to- 
dos los  hechos  que  han  llegado  á  nuestro  conoci- 
miento; queremos  ser  mas  verídicos  dejando  la  pa- 
labra á  personas  que  han  presenciado  y  descr  to 
después  estos  malos  tratos,  dando  la  preferencia  á  lo 
que  eo  su  ya  citada  memoria  expone  el  celoso 
ex-gobernadorde  la  Laguna  Don  Antonio  del  Rio. 

Dice  así  el  citado  señor: 
«¿Fueron  tratados  duramente  los  frailes  Dominicos, 
>  Agustinos,  Recoletos  y  Franciscanos?  A  esta  pre- 
zgunta  no  responderé  con  negaciones  ni  afirma- 
>ciones;  lo  haré  con  hechos  que  se  llevaron  á 
>cabo  con  los  frailes  de  la  Laguna  y  Pangasinau 
>que  conozco.  Los  demás  hechos  los  sé  por  re- 
»ferencia  y  de  estos  no  habré  de  ocuparme.  Los 
>gobernadores  de  las  demás  provincias  ya  lo  ha- 
>brán  dicho  antes  y  mejor  que  lo  hari  el  que 
«suscribe. 
..  ȣa  el  curso  de  esta  memoria  dejoconsigaadoa 


Aos  malos  tratamientos  de  que  fueron  objeto  los 
»de  la  Laguna,  llamados  desde  Malolos  á  S.  Fer- 
>nando  de  la  Pampanga  y  de  allí  á  un  pueblo  de 
•pésimas  condiciones  sanitarias  y  sometidos  á  tra- 
)  bajos  más  que  penosos,  denigrantes,  y  socorridos 
■  de  modo  harto  miserable.  En  la  provincia  de 
»Pangasinan  se  hallaban  diez  y  seis  frailes  insta- 
);lados  con  nosotros  en  el  Colegio;  vasto  edificio 
>>por  los  Dominicos  construido  para  la  enseñanza, 
1  socorridos  como  les  soldados  con  seis  cuartos  y 
:^una  chupa  de  arroz  y  raro  el  dia  que  no  recibían 
?.la  visita  de  Jefes  y  Oficiales  del  ejército  revolu- 
xcionario  para  interrogarles  por  el  dinero  que  su- 
j.ponían  tenían  enterrado,  siendo  objeto  de  in- 
/vvultos  y  diarias  amenazas  con  el  bejuco.  Vestían 
/de  paisanos  y  usaban  barba  y  no  se  les  permitía 
?/decir  misa.  Deslizóse  tranquila  su  existencia  has- 
»ta  un  día  que  se  presentaron  unos  cuantas  bar- 
>beros  que  los  afeitaron  y  raparon,  dejándcles 
);tan  corta  cinta  de  pelo  que,  dado  el  trage  que  la 
•caridad  de  una  muger  les  proporcionó,  presenta - 
)  ban  ridiculo  aspecto  que  sobrellevaron  con  toda 
•resignación.  A  los  pocos  dias  fueron  llevados  á 
>la  jefatura  militar  y  allí,  según  un  padre  nos 
'  contó,  les  dieron  bofetadas  y  golpes,  y  á  seis 
/.de  ellos,  los  que  creían  con  dinero  ó  mas  odio 
-les  teñan,  les  dieron  cien  bejucazos;  horroroso 
suplicio  que  solo  hombres  muy  tuertes  pueden 
//resistir.  Ya  no  los  hemos  vuelto  á  ver,  pues  los 
^llevaron  a  la  provincia  de  Tarlac  en  donde  pa- 
2>rece  han  fallecido  dos  de  los  tan  duramente  cas- 
•tigados. 
Hasta  aquí  el  señor  del  Río;    pero  los  informes 


-  9!i  — 
que  recibimos   por  autorizado   conducto  y  lo    que 
sabemos  por  prisioneros  que  acaban    de   c  btener 
la  libertad,   nos  permite    añadir  lo   siguiente: 

El  reverendo  Obispo  de  Nueva  Segovia  Don 
Fr.  José  Hevia  Campomanes,  fué  al  princi- 
pio de  este  cautiverio  objeto  de  algunos 
atropellos,  sin  que  su  alto  car.icter  sacer- 
dotal inspirara  el  respeto  que  se  merecía.  To- 
dos los  frailes  que  le  rodeaban  y  los  reconcen- 
trados en  diferentes  sitios  del  arcbipié  ¿go,  fueron 
también  objeto  de  malos  tratamientos,  salvo  muy 
contadas  excepciones. 

También  fué  un  sufrimiento  grande  para  es- 
tos prisioneros,  los  frecuentes  viages  á  que  se 
les  obligaba,  por  exigencias  de  recuncentración, 
que  verificaban  á  pié,  descalzos  y  por  caminos  im- 
practicables. La  marcha  mas  notable  á  que  se  obligó 
á  los  fr.AÍles  tuvo  lugar  en  el  mes  de  Octubre  de 
iSgS,  cuando  se  ordenó  el  reunidos  en  Vigan  y 
en  Lepanto,  dándose  el  caso  curioso  de  que  en 
tan  largas  marchas  les  acompañaban  muchos  fe- 
ligreses que  les  socorrían  á  medida  de  sus  fuerzas. 

Los  malos  tratos  á  que  en  un  principio  fueron 
sometidos  los  frailes,  llegaron  .i  conocimiento  de  los 
superiores  de  las  Ordenes  que  residen  en  Manila 
y  estos  debieron  dirigirse  á  Roma  en  demanda  de 
alguna  protección,  toda  vez  que  el  Papa  León  XIII, 
allá  por  el  mes  de  Septiembre  del  g8  pidió  al 
Presidente  Mac-Kinley  interviniese  en  esta  cuestión 
para  evitar  las  depredaciones  de  que  eran  vícti- 
mas los  frai'es  de  filipinas.  Mac-Kinle^  tele^raf  o 
á  Otis  en  este  sentido  y  este  general  después  d  e 
hacer   algunas  averiguaciones,    contestó  á  su  go- 


—  93  — 
tierno  que  los  religiosos  eran  bien  tratados  según 
le  aseguraban  los  filipinos. 

Pero  si  es  lo  cierto  que  en  contra  de  todas  las  le- 
yes humanas,  existieron  algunos  sinsabores  para  los 
frailes,  es  también  cierto  que,  muchísimos  fil-pinos 
de  todos  los  órdenes  y  g.-rarqufas  se  portaron  bien 
con  los  religiosos  y  no  seriamos  imparciales  si 
no  rindiésemos  aquí  el  justo  tributo  á  esta  ver- 
dad que  expondremos  con  algunos  detalles. 

.Sucedió  con  mucha  frecuencia  que  los  soldados 
indios  encargados  de  la  custodia  de  los  frailes,  se 
acercaban  á  ellos  y  llorando  como  niños,  ponían 
en  sus  manos  cuatro  ó  seis  céntimos  de  peso  di- 
ciéndoles.— sPadre,  este  me  dio  mi  muger  para  tí: 
no  tenemos  mas  dinero  en  casa,  v  Otros  les  lle- 
vaban cantidades  mayores  y  otros  finalmente,  ro- 
pas y    comestib'es. 

Los  pueblos  de  las  provincias  del  valle  de  Ca- 
ga sn,  se  portaron  en  notable  caballerosidad  con 
todos  los  Padres,  socorriéndolos  á  porfía  y  lle- 
gando á  conseguir  licencia  del  gobierno  Revolu- 
cionario, para  que  algunos  continuaran  ejerciendo 
en  sus  propios  pueblos,  el  oficio  de  pírrocos  y 
misioneros.  El  Gobernador  militar  del  Valle  de 
Cagayan,  D.  Daniel  Tirona,  se  porto  siempre  mu  ■ 
bien  Coa  el  Sr.  Obispo  prisionero  y  los  Padres 
que  le  acompañaban,  haciendo  cesar  por  com  • 
pleto,  las  tropelías  que  algunos  Jefes  y  munícipes 
cometían  con  ellos.  Los  frailes  prisioneros,  ya  li- 
bres, con  quien  bemcs  hablado,  alaban  sobre- 
manera la  conducta  observada  para  con  ellos, 
por  los  generales  filipinas  D.  Venancio  Concep- 
ción y  D  Licerio  Gerónimo,   así    comD    del  Jefe 


—  94  -^ 
provinial  de  la  Isabela  D.  Raimundo  Alaidada. 
Los  mismos  clérigos  filipinos  que  se  encargaron 
de  las  parroquias  del  Archipiélago,  mu-.-  justa 
nos  parece  l'acer  esta  ohservacicn,  se  cuida- 
ban de  que  los  padres  fuesen  bien  tratados, 
alojándolos  en  sus  propias  casas,  alim-ent-índolos 
y  vistiéndolos  y  facilitándoles,  en  fin,  cuanto  era 
necesario.  Entre  los  muchos  clérigos  que  se  ros 
citan  recordamos  al  párrrco  de  As'ngan  Sr.  Norie- 
ga,  al  de  S.  Fabián  D.  Domingo  de  Vera  "  Ios- 
hermanos  D.  Bartolomé  Espíritu  y  D.  Rafael 
Estrada. 

También  se  porto  caballerosamente  con  los  re- 
ligiosos el  conocido  abogado  Sr.  Rinnzares  Bau- 
tista y  otros  muchos  significados  filipinos  que,  en 
todas  las  ocasiones  condenaron  estos  tratamientos, 
si  bien  no  les  fué  siempre  posible  el  evitarlos. 

Bien  puede  asegurarse,  mu  '  al  contrario  de  lo 
que  pasó  con  los  demás  prisioneros,  que  las  Corpo- 
raciones Religiosas  trataron  en  todo  tiempo  de 
que  no  faltirni  socorros  á  sus  prisioneros,  hasta 
el  extremo  de  qué  puede  decirse  que,  los  frailes 
son  los  que  menos  privaciones  y  miserias  han 
sufrido  en  su  cautiverio.  Muchos  prisioneros,  \a  li- 
bres nos  han  uicho  estas  palabras. — '<Todo  el  mun- 
do habla  contra  los  frailes,  pero  nosotros  si  no 
teníamos  dinero  nos  moríamos  de  hambre  y  los 
frailes  adquir  an  sin  pagar  mucho  de  lo  que  ne- 
cesitaban y  los  indios  les  besaban  las  manos 
pidiéndoles  su  bendición» 

Después  de  los  primeros  dias  de  la  insurrección 
general,  los  Procuradores  délas  Ordenes  Religio- 
sas, se  valicion  de  personas  de-su  confianza,  hom- 


—  95  — 

bres  y  mugeres,  adictos  algunos  á  la  revolución, 
para  enviar  dinero  á  sus  religiosos.  Entre  estos 
mandaderos  se  distingue  la  filipina  Doña  Sixta 
del  Rosario,  hermana  de  un  general  de  la  Re- 
pública, la  cual  fué  varias  veces  á  Pangasinan 
V  una  vez  á  Caga  an,  llevando  dinero  y  rcpa 
para  los  frailes,  especialmente  para  los  Do- 
minicos. Con  motivo  de  haberla  sorprendido 
unas  cartas  que  llevaba  para  el  Obispo  Sr.  He- 
via  Campomanes,  los  tribunales  de  Malolos  la 
condenaron  á  un  raes  de  prisión  y  no  fueron  con 
ella  mas  severos,  gracias  á  la  protección  que  la 
dispensaron  su  hermano  y  varios  parientes  cerca- 
nos que  desempeñaban  los  primeros  cargos  hono- 
ríficos de  la  República. 

En  Cagayan  se  encargó  la  Compañía  Tabacalera, 
de  proporcionar  á  los  frailes  de  las  provincias 
de  Cagayan,  Isabela  y  Nueva  Vizcaya,  todo  cuan- 
to necesitaban  para  la  subsistencia,  reintegrándose 
en  Manila  los  gastos.  La  Compañía  Tabacalera, 
que  es  justo  reconocer  se  portó  con  gran  huma- 
nidad en  esta  ocasión,  hizo  extensiva  esta  obra 
de  caridad  en  el  adelanto  de  fondos  á  los  frailes 
que  se  bailaban  en  las  provincias  de  ambos  llocos, 
la  Union  y  Lepanto,  que  casi  todos  eran  de  la  or- 
den de  San  Agustín. 

A  los  padres  que  estuvieron  cautivos  en  la 
provincia  de  Tarlac,  les  servía  la  comida  un  fon- 
dista, á  razón  de  un  tanto  diario  y  semanal- 
raente  le  reintegraban  en  Manila  las  procuracio- 
nes de  Dominicos,  Agustinos  y  Franciscanos. 

« 

Como  verá  el  paciente  lector  en  el  transcurso 


-  96  - 

de  tste  libro,  las  corporaciones  oficiales  incluye- 
ron siempre  á  los  frailes  en  sus  negociaciones  de 
libertad  y  aunque  nos  ha  sido  imposible  averi- 
guar la  forma  en  que  lo  hicieron,  es  lo  cierto 
que  en  Roma  y  en  Washington  las  corporaciones 
religiosas  trabajaron  directamente  su  libertad, 
pero  siempre  encontraron  notables  exigencias  por 
parte  de  los  filipinos,  en  favor  de  su  iglesia,  exi- 
gencias á  las  que  probablemente  el  soberano  Pontí- 
fice no  habrá  podido  acceder. 


^-^^CDi 


CAPITULO  IX 

Empiezan  las  gestiones  del  general  Jaramillo.  Peticiones  á  Otis, 
Nombramiento  de  una  Coiuisión  que  pase  al  campo  filipino. 
Son  nombrados  los  señores  del  Rio  y  Toral  que  emprenden 
el  viaje.  Llegada  de  los  comisionados  á  la  residencia  del  go- 
bierno de  Aguinaldo.  Recibimiento  afectnoso.  Presentación  ce 
credenciales  y  propósitos.  Aguinaldo  nombra  una  comisión  para 
qae  se  entienda  con  los  españoles.  Interesantes  conferencias  lle- 
vadas á  cabo.  Libertad  del  destacamento  de  Baler.  Final  de  la 
negociación.  Otros  prisioneros  libres.  Regresan  a  Macila  los 
señores  del  Rio  v  Toral. 


or  haberse  ausentado  el  general  Rios  del  ar- 
chipiélago filipino,  se  hizo  cargo  en  Manila 
"^  w  de  la  comisión  de  Selección  española  el  ge- 
neral de  brigada  D.  Nicolás  Jaramillo  que,  como 
su  antecesor,  tomó  á  su  cargo  la  pesada  gestión 
de  conseguir  la  libertad  de  los  prisioneros. 

Apesar  del  estado  tan  lamentable  en  que  se  en- 
contraba esta  importantísima  cuestión,  el  general 
Jaramillo,  á  excitación  del    gobierno    de  Madrid, 

7 


-98- 
la  emprendió  con  tanto  ahinco  é  interés,  penetrán- 
dose de  tal  manera  del  trabajo  que  había  que 
desarrollar  para  estos  fines,  que  bien  puede  ase- 
gurarse que  su  gestión  es  la  más  importante  de 
las  llevadas  á  cabo  en  Filipinas  con  este  objeto, 
y  no  escasa  de  éxitos  lisonjeros  dadas  las  gran- 
des dificultades  con  que  en  todo  tiempo  hubo  que 
luchar  y  el  carácter  especial  en  que  estaban 
aquí  colocados  los  representantes  de  la  nación 
española  con  respecto  á  americanos  y  filipinos. 

El  general  Jaramillo,  para  estos  fines,  supo  ro- 
dearse de  personas  de  gran  prestigio,  á  las  que 
encargó  llevar  á  buen  término  la  cuestión  de 
los  prisioneros,  y  por  el  relato  que  con  gran  mi 
nudosidad  hemos  de  exponer,  se  comprenderá 
toda  la  importancia  de  las  gestiones  que  desem- 
peñaron, primero  en  Manila  el  general  Jaramillo, 
después  en  el  campo  filipino  los  Sres.  D.  Antonio 
del  Rio  y  el  Comandante  de  E.  M  D.  Enrique 
Toral,  y  en  todo  tiempo,  al  frente  de  la  oficina 
de  la  comisión,  el  coronel  de  ejército  D.  Fer- 
nando Garbo. 

Dos  importantísimas  gestiones  diplomáticas  se 
llevaron  a  cabo  por  los  señores  del  Rio  y  Toral, 
cerca  de  Aguinaldo,  gestiones  desarrolladas  con 
gran  habilidad,  llenas  de  curiosos  incidentes  que 
debido  á  lo  que  unos  y  otros  nos  han  dicho  y 
a  nuestro  especial  conocimiento  con  ciertos  per- 
sonajes de  la  Revolución,  que  residentes  hoy  en 
Manila,  intervinieron  por  modo  muy  directo  en 
estas  negociaciones,  nos  permiten  exponerlas  á  la 
natural  curiosidad   de  los  lectores. 

Teniendo  el  general  Jaramillo   la  seguridad  que 


i 


—  99  — 

una  comisión  española  había  de  ser  bien  recibida 
en    el  campo  de    Aguinaldo,    al   objeto  de  tratar 
sobre  la  libertad   de   los  prisioneros,  con  fecba  8 
de  Junio  de  i8g8  se   dirigió  al    general  Otis  so- 
licitando los  pases  necesarios  para  que  los  señores 
del   Rio  y  Toral,  á    quienes    había  confiado    este 
encargo,  pudieran  pasar  sin   inconveniente  las  lí- 
neas arr. encanas.  El  general  Otis  contestó    ofre- 
ciendo su  concurso  para    obra    tan    humanitaria, 
pero,  antes   de  extender  los  pases,    rogaba  á   la 
autoridad  española  su  deseo  de  que  se  le  informase 
el  carácter  que  habían  de  tener  las  negociaciones 
que  la  comisión    había  de  llevar  á    cabo  con  los 
filipinos.  Los  recelos  que  suponían  la  pregunta  del 
jefe    americano  fueron  mu^r    pronto  desvanecidos, 
pues   el  general  Jaramillo^  con   muy  buen  sentido, 
contestó    manifestando  que  ignoraba   la    índole  de 
la  negociación  que    había  de  realizarse  pues  que 
esta  habla  de    ser  según   y    conforme  la    presen- 
tarán las   circunstancias,     añadiendo    que  por    el 
momento   y  dada  la  buena   disposición   de   los  fi- 
lipinos con   respecto    á   los  prisioneros,   quedaría 
aquella  reducida    á  explorar  esas  buenas  disposi- 
ciones para  que,    conoci.las    las    aspiraciones   de 
Aguinaldo,  fuesen  puestas  en  conocimiento  del  go- 
bierno de  España,  quien  decidiría.  Basto  al  general 
Otis  esta    contestación,    porque    con    techa  13  de 
Junio   envió,   sin    más  reparos,   los   pases  que  se 
deseaban. 

Los  comisionados  españoles  emprendieron  la  mar- 
cha para  el  campo  filipino  el  dia  15  de  Junio, 
llevando  en  su  poder  una  sentida  carta  del  gene- 
ral Jaramillo  para  el  Presidente  de  la  República  en 


—     lOO  — 

la  que  los  acreditaba  y  presentaba  con  los  pode- 
res necesarios,  (i) 

No  hemos  de  seguir  paso  á  paso  los  inconve- 
nientes con  que  la  comisión  luchó  para  llegar  has- 
ta el  territorio  deseado;  sépase  únicamente  que 
había  que  atravesar  las  líneas  de  combate  entre 
americanos  y  filipinos  y  está  dicho  todo  para  en- 
carecer la  gestión  de  los  señores  del  Rio  y 
Toral. 

El  dia  i6  de  Junio  llegaban  estos  señores  á 
Baliuag  apresurándose  á  ponerlo  en  conocimiento 
de  Aguinaldo,  pidiéndole  su  venia  para  llegar 
hasta  la  residencia  del  gobierno  y  dado  el  des- 
conocimiento del  itinerario  que  debían  seguir,  le 
rogaban  que  las  fuerzas  de  San  Miguel  de  Mayumo 
les  dispensaran  todos  los  auxilios  necesarios  que 
la  personal  seguridad  demandaba.  La  comisión 
siguió  basta  San  Miguel  de  Mayumo,  donde  el 
dia  i8  volvía  de  nuevo  á  saludar  al  Presidente, 
pues  el  gobierno  filipino.,  accediendo  gustoso  á  la  pe- 
tición de  los  comisionados,  les  envió  una  escolta 
que  los    acompañó  desde    Baliuag. 

En  San  Miguel  de  Mayumo  supieron  los  seño- 
res del  Rio  y  Toral  que  el  gobierno  filipino  es- 
taba instalado  en  Tarlac,  en  cuya  dirección  empren- 
dieron la  marcha  inmediatamente.  A  la  llegada 
a  San  Isidro  de  Nueva  Ecija  se  encontraron  los 
comisionados  con  un  pliego  de  Aguinaldo  en  el 
que  les   preguntaba    si   su  viaje   era  como  envia- 

fi)  A  la  comisión  española  acompañaba,  formando  parte  de  la 
misma,  el  comerciante  filipino  D,  Enrique  Marcaida,  que  de- 
seoso de  la  libertad  de  los  prisioneros,  prejtó,  en  este  sentido, 
ituportaates   servicios    muy  dignos   de  agradecimiento. 


—    lOI    — 

dos  oficiales  por  el  gobierno  de  España,  á  lo  que 
contestaron  con  la  remisión  directa  de  las  cartas 
credenciales  proporcionadas  en  Manila  por  el  ge- 
neral Jaramillo,  y  sin  más  incidentes  continuó  la 
marcha  hacia  Tarlac  á  donde  llegaron  el  dia 
23    de  Junio. 

Muy  bien  recibidos  en  aquella  capital  é  insta- 
lados en  la  casa  del  Subsecretrio  de  guerra  don 
Ambrosio  Flores  recibieron  un  pliego  de  la  Pre- 
sidencia de  la  República  en  la  que  se  les  hacía 
saber  que  el  gobierno  de  la  misma  había  nom- 
brado á  los  Sres.  D.  León  María  Guerrero, 
D.  Ambrosio  Flores  y  D.  Alberto  Barreto  como 
especiales  comisionados  para  acordar,  previa  ra- 
tificación,  la  libertad  de  los  prisioneros  españoles. 

Antes  de  reunirse  á  deliberar  ambas  comisio- 
nes, la  española  fué  invitada  á  un  banquete  que 
en  su  honor  se  dio  en  la  Presidencia  y  en  ti 
que  los  filipinos  dedicaron  frases  afectuosas  para 
España  y  su  Rey  D.  Alfonso  Xlll.  frases  que 
recogió  hábilmente  el  Sr.  del  Rio  manifestando 
los  grandes  deseos  que  en  su  patria  tenían  por 
la  pronta  libertad  de  los  prisioneros,  acci  in  hu- 
manitaria que  esperaba  lograr  del  gobierno  filipino. 

El  dia  2^  de  Junio  se  reunían  por  primera 
vez  las  dos  comisiones.  La  filipina  empezó  por 
manifestar  los  grandes  deseos  que  animaban  á  su 
gobierno  para  dar  una  prueba  de  cariño  y  res- 
petuosa consideración  á  la  que  hasta  hacía  poco 
había  sido  su  madre  patria  con  la  entrega  de  los 
prisioneros  que  ellos  retenían  por  cuestiones  po- 
líticas, deseos  bien  manifiestos  en  el  decreto  de 
23  de  Enero,   que   hubo   que  suspcLiderse    por    la 


—    102   — 

ruptura  de  hostilidades  entre  americanos  y  filipi- 
nos. Siguió  diciendo  la  comisión  que  al  otorgar 
esta  libertad  lo  hacía  Aguinaldo  expontáneamente 
y  en  vista  de  que  el  gobierno  americano  no  cum- 
plía su  ofrecimiento  respecto  del  asunto,  pero  se 
veían  en  el  caso  de  excluir  de  esta  gracia  á  los 
indiv.duos  de  las  órdenes  regulares,  sin  perjuicio 
de  que  más  adelante,  desaparecidas  las  causas 
que  entonces  existían,  se  hiciera  también  á  ellos 
extensiva  la  libertad.  Para  obrar  asi  alegaban 
razones  de  orden  político  y  conveniencias  de  su 
gobierno. 

La  comisión  española,  interpretando  fielmente 
los  deseos  de  su  gobierno,  contestó  diciendo  que 
la  petición  formulada  era  absolutamente  para 
obtener  la  libertad  de  todos  los  prisioneros  y 
desde  el  momento  que  en  ese  punto  tan  esencial 
se  hacía  la  más  leve  excepción,  la  comisión  se 
veía  en  el  sensible  caso  de  suspender  toda  ne- 
gociación. España— añadieron — los  señores  del  Rio 
y  Toral  -  no  puede  consentir,  noble  es  decirlo, 
una  exclusión  que  rechaza  la  conciencia  y  que 
pugna  abiertamente  con  los  altos  principios  de 
moralidad  en  que  debe  inspirarse  todo  acto;  Es- 
paña no  vé  en  los  prisioneros  más  que  prisio- 
neros, hijos  suyos  muy  queridos,  é  inútil  seria 
proponerle,  para  cuanto  más  aceptar,  una  excep- 
ción  de   tan   odioso  carácter. 

Los  comisionados  filipinos  creyeron  oportuno 
consultar  con  su  gobierno  antes  de  proseguir  la 
negociación,  interrumpiéndose  la  tarea  por  algu- 
nas  horas  para  evacuar  aquella  consulta. 

Reunidas  de  nuevo  y  en   el  mismo   día  dichas 


—  105  - 
comisiones,  los  filipinos  hicieron  presente  que  su 
gobierno  sostenía  el  mismo  criterio  de  exclusión 
de  las  órdenes  religiosas  alegando  los  mismos 
razonamientos  anteriores.  Los  españoles  mantu- 
vieron su  propósito  de  no  seguir  adelante  las 
negociaciones  si  no  era  bajo  la  base  de  la  liber- 
tad absoluta  de  todos  los  prisioneros.  Así  se 
terminó  aquella  primera  sesión  prometiendo  los 
filipinos  interponer  sus  buenos  oficios  para  conse- 
guir de  su  gobierno  la  amplitud  de  la  gracia  que 
se  solicitaba. 

Al  día  siguiente  se  reunían  de  nuevo  los  comi- 
sionados. La  representación  filipina  dijo  que  de- 
bido á  sus  gestiones  y  á  la  buena  voluntad  de 
su  gobierno,  deseoso  de  complacer  á  la  Nación 
española,  había  acordado  la  libertad  absoluta  de 
todos  los  prisioneros,  sin  excepción  de  ningún 
género,  pero  consignando  la  más  solemne  pro- 
testa de  que  solo  en  fuerza  del  caiiño  que  á 
su  antigua  patria  les  unía,  bacía  extensiva  la 
libertad  á  las  órdenes  monásticas.  Los  comisio- 
nados españoles  hicieron  presente  su  agradeci- 
miento Los  filipinos,  á  su  vez,  creen  interpretar 
fielmente  Jos  deseos  de  su  gobierno  manifestando 
lo  siguiente:  Que  los  deseos  del  pueblo  filipino  son 
el  otorgar  la  libertad  de  esos  prisioneros  en  la 
forma  más  amplia  y  generosa  sin  imponer  con- 
dición alguna;  mas  la  triste  realidad  de  los  hechos, 
el  desamparo  en  que  se  encuentra  la  naciente 
República,  les  mueven  á  imponer,  fuera  de  sus 
propósitos,  á  esa  libertad  las  siguientes  condiciones, 
hijas  del  natural  deseo  de  adquirir  para  Filipinas 
la  personalidad  jurídica  á    que  por  su   actual    es- 


"—  104  — 

ado  se  cree  con  derecho:  i."  El  reconocimiento 
de  su  independencia  y  de  que  la  cesión  hecha 
por  España  de  su  soberanía  en  Filipinas  á  la 
Nación  americana,  carece  en  absoluto  de  los  re- 
quisitos indispensables  para  su  validez  según  el 
derecho  internacional  público.  2.  Previo  ese  re- 
conocimiento, Filipinas  otorga  la  más  amplia  li- 
bertad á  todos  los  prisioneros  españoles,  compro- 
metiéndose, haciendo  un  esfuerzo  supremo,  á  su- 
fragar los  gastos  que  origine  la  repatriación; 
mas  si  por  las  condiciones  en  que  la  Nación 
española  se  encuentra  le  imposibilita  á  ejecutar 
un  acto  tan  ajustado  del  derecho,  el  gobierno 
filipino  aceptnna,  forzado  por  las  circunstancias, 
la  remuneración  por  la  libertad  solicitada  en 
armas,  municiones,  provisiones,  etc.,  ó  su  equi- 
valencia en  metálico.  3.°  Que  por  el  gobierno 
de  Madrid  se  habrá  de  admitir  el  canje  por 
los  títulos  definitivos  las  carpetas  provisionales 
del  empréstito  filipino  sene  B  sin  excepción  ni 
oposición  alguna  por  el  lapso  de  tiempo  trans- 
currido á  los  plazos  que  otorgó  la  comisión  de 
Hacienda  para  este  canje  y  que  mucljos,  por  di- 
versas causas,   no   han   podido    verificarlo. 

En  vista  de  estas  conclusiones  la  comisión 
española  hizo  una  réplica  muy  hábil  manifestando 
que  carecía  en  absoluto  de  poderes  para  tratarlas 
en  el  fondo  y  en  la  forma,  para  cuanto  más  re- 
solver, ni  aún  en  principio,  sobre  ellas.  Guardó 
profundo  silencio  respecto  al  particular  limitán- 
dose á  aceptar  las  últimas  palabras  de  la  segunda 
condición  ó  sea  su  equivalencia  en  metálico.  Acepta 
también     la    tercera    condición    sin    variantes    de 


—  105  "~ 
ninguna  especie,    pero    hace  constar    que  todo  lo 
que  se  acepte  y   suponga    obligación    de    cumpli- 
miento necesita  la  aprobación  expresa  del  gobierno 
español. 

Invitados  los  filipinos  á  que  señalen  la  cantidad 
metálica  equivalente  y  resistiéndose  á  ello  rogando 
ofrezcan  los  españoles,  esta  última  comisión  lo 
hace  por  la  suma  de  un  millón  de  pesos  que  con- 
sidera más  que  excesivo  por  el  rescate  de  sus 
prisioneros.  Se  dá  por  terminada  la  sesión,  pues  la 
comisión  filipina  desea  consultar  con  su  gobierno. 

El  dia  29  de  Junio  se  celebró  la  tercera  con- 
ferencia empezando  la  comisión  filipina  por  ma- 
nifestar que  al  Presidente  Aguinaldo,  asi  como 
á  su  gobierno,  le  ba  parecido  muy  exigua  la  can- 
tidad de  un  millón  de  pesos  ofrecida  por  el  res- 
cate de  los  prisioneros,  y  en  su  defecto  fijan 
en  iiete  millones  la  suma  que  ha  de  entregar 
España  por  la  liberación  que  se  desea.  La  co- 
misión española  oye  con  verdadero  estupor  la 
cifra  propuesta  por  los  filipinos  y  al  indicar  que 
no  puede  aceptar  aquella  enorme  suma,  considera 
tal  exigencia  como  un  signo  evidente  de  excusa 
para  dar  libertad  á  los  prisioneros  españoles. 
Así  y  todo  da  por  terminada  esta  primera  ne- 
gociación y  manifiesta  que  pondrá  en  conocimiento 
de  su  poderdante  todos  los  deseos  de  los  filipinos 
para  que  resuelva  con  nrreglo  á  sus  intereses. 
Hace  constar  la  deferencia  y  distinción  con  que 
fué  tratada  la  comisión  española,  lo  cual  agra- 
decían y  antes  de  abandonar  el  campo  filipino 
rogaban  á  los  señores  comisionados  de  Aguinaldo 
interpusiesen     sus    buenos    oficios    para    que    se 


—  io6  — 

ponga  en  ejecución  el  decreto  de  23  de  Enero 
del  99  por  el  cual  se  otorgaba  la  libertad  de  los 
prisioneros  civiles  y  militares  en  ermos.  Acceden 
á  ello  desde  luego  los  comisionados  filipinos, 
asegurando  que  aquel  decreto,  suspendido  por  las 
circunstancias,  se  llevará  inmediatamente  á  la 
práctica,  para  lo  cual  y  de  acuerdo  con  la  comi- 
sión española,  fijarán  dia  y  sitio  para  la  concen- 
tración á  fin  de  que  estos  prisioneros  puedan  ser 
recogidos  y  conducidos  en  la  forma  que  la  co- 
misión crea  más   conveniente. 

Los  Sres.  del  Rio  y  Toral  agradecieron  viva- 
mente aquellos  ofrecimientos  quedando  en  ponerse 
de  acuerdo  para  la  ejecución  de  tan  humanitaria 
obra  y  ya  que  tan  nobles  eran  los  propósitos 
que  animaban  á  los  filipinos  no  quer.an  dejar 
pasar  la  propicia  ocasión  que  se  presentaba  para 
dirigir  otro  ruego,  que  por  el  fin  laudable  que 
le  guiaba  merecía  toda  clase  de  respetos. 

En  el  pueblo  de  Baler,  cabecera  del  Principe, 
encerrados  en  un  Convento,  hiciéronse  fuer. es, 
cumpliendo  altísimos  deberes,  un  puñado  de  vale- 
rosos españoles  que,  despreciando  la  vida,  estaban 
dispuestos  á  sacrificarla  por  sostener  heniesto  el 
glorioso  pabellón  de  la  Patria  que  ostentaron  con 
arrogancia  por  espacio  de  trece  meses,  defendiendo 
allí  la  integridad  del  territorio  español,  limitado, 
en  todo  Filipinas,  al  área  del  edificio  que  ocupa- 
ban aquellos  valientes,  sucesores  directos  del  le- 
genda: io  valor  español,  mantenedores  de  aquella 
roja  y  gualda  enseña  que  se  paseó  triunfante  de 
uno  á  otro  confin  de    la  tierra  habitada. 

Pero  todo  tiene  un  término — siguieron  diciendo 


—  loy  — 
los  comisionados  españoles:  acabáronse  las  pro- 
visiones de  boca  y  ya  el  seguir  adelante  sería  te- 
merario. Entregáronse  y  es  el  momento  para  que 
admirando  aquel  valor  no  se  someta  á  este  desta- 
camento á  las  condiciones  de  la  prisión  y  por 
sola  excepción  se  le  dejo  en  libertad  para  dar 
paso  franco   al  héroe   ya  señalado  por  tanto  valor. 

Los  comisionados  filipinos  creen  que  su  gobierno 
accederá  á  lo  propuesto  y  manifiestan  finalmente 
que  están  animados  del  mejor  deseo  para  los  me- 
jores resultados  de   una  futura  negociación. 

Las  comisiones  á  que  nos  venimos  refiriendo  ce- 
lebraron al  dia  siguiente  la  última  sesión  que 
había  de  poner  término,  por  el  momento,  á  estas 
primeras  negociaciones.  Los  españ  les,  con  el  fin 
de  obtener  en  el  asunto  una  solución  satisfacto- 
ria, fijan  en  dos  millones  la  cantidad  que  habría 
de  darse  por  el  rescate  de  los  prisioneros,  con- 
testando los  filipinos  que  con  uno  menos  podr  a 
quizá  llegarse  á  la  solución  final,  pero  nunca  con 
una  diferencia  tan  grande  como  la  que  aún  existía. 
El  presidente  de  la  comisión  filipina  dice  á  los 
españoles  que  el  Sr.  Presidente  y  su  gobierno, 
atendiendo  gustosos  al  ruego  que  por  su  conducto 
le  hizo  la  española,  acababa  de  firmar  el  decreto 
dando  libertad  á  los  héroes  de  Baler,  no  consi- 
derándoles como  prisioneros  de  guerra  y  ponién- 
dolos desde  luego  á  disposición  de  los  señores 
comisionados  españoles.  Los  Sres.  del  Rio  y  Toral 
recibieron  por  escrito   el  decreto   citado,  (i) 

*    * 
No  quedando  nada  que  hacer  á  la  comisión  es- 


(i)    No   podemos    menos    de   copiar  aqui,   por   creerlo  muy   in« 


—  i©8  — 
pañola  en  el  campo  filipino,  recogió  enseguida  el 
destacamento  de  Baler,  que  á  sus  iniciativas  ha- 
bía quedado  libre  y  á  los  prisioneros  civiles  y  mili- 
tares enfermos  que  residían  en  Tarlac  y  con  to- 
dos ellos  se  dispuso  el  regreso  á  Manila,  dando 
así  por  terminada  esta  primera  gestión,  para  em- 
prender, más  tarde,  una  segunda  y  definitiva, 
más  llena,  si  cabe,  de  sorpresas  é  impresiones. 
Los  prisioneros  que  vinieron  á  Manila  con  los 
señores  del  Rio  y  Toral  fueron  los  siguientes: 
Teniente  de  infantería  señor  Ruiz;  oficial  de  Ad- 
ministración Militar  señor  Vito;  señores  Gómez 
Morato,  tenientes  de  infantería,  bijos  del  Sr.  Cen- 
turión; Sr.  Puyol,  jefe  de  Telégrafos;  Sr.  Campos, 
Administrador  de  H.  P.  de  la  Unión;  D.  José 
M.*  Castell,  oficial  4.°  de  la  Unión;  siete  parti- 
culares y  cinco   cazadores. 


teresante,  el  decreto  que  dictó  Aguinaldo  dando  la  libertad  á 
las   fuerzas    que    coinponian  el  destacamento  de    baler. 

Dice  así    el   citado    documento: 

«Habiéndose  hecho  acreedoras  á  la  admiración  del  mando  las 
»fuerzas  españolas  que  guarne  ian  el  destacamento  de  Baler,  por 
>su  valor,  constancia  y  heroi»mo  de  aquel  puñado  de  hombres, 
>que  aislado,  sin  esperanzas  de  auxilio  alguao,  ba  defendido  su 
í>bandera  por  espacio  de  un  año,  realizando  una  epopeya  tan 
>gloríosa  y  tan  propia  del  legendario  valor  de  los  hijos 
»del  Cid  y  de  Pelayo,  rindiendo  cuito  á  Ins  virtudes  militares, 
»é  interpretando  los  sentimientos  del  ejército  lie  la  República, 
>que  biz«rramente  le*  ha  combatido,  á  propuesta  de  mi  Secre- 
>tario  de  Guerra  y  de  acuerdo  con  el  Consejo  de  Gobierno- 
avengo  en  disponer  lo  siguiente:  Articulo  único:  Los  individuo^ 
>de  que  s-j  componen  las  expresadas  fuerzas,  uo  serán  conside- 
wrados  como  prisioneros,  sino  por  el  contrario,  como  amigas  y  en 
#$u   cünsácuenci»    sa    lei    proveerá,    por    la    Capitanía  general,  de 


—  109  "" 

>los  pasas  necesarios  par»  que  puedan  regresar  á  sn  -pais.  Dado 
)»en  Tarlac  a  30  de  Junio  de  1899. — El  presidente  de  la  Rc- 
>pública.-  Emilio  Aguinaldo 


^.^^^sm^G^s. 


CAPITULO  X 

Cómo  procedía  el  Gobierno  español.  Nuevo  decreto  de  Aguí' 
naldo  sobre  la  libertad  de  los  prisioneros  Preparativos  para 
uua  segunda  expedición  al  campo  filipino.  Surgen  dificul- 
tades de  carácter  internacional  El  general  Jaramillo  solicita 
la  venia  de  Otis  para  llevar  socorros  á  los  prisioneros.  Ne 
gativas  del  general  americano.  Los  barcos  con  bandera  espa- 
ñola y  de  la  Cruz  Roja.  Nuevos  incidentes.  Conferencia  de 
los    generales  Jaramillo   y   Otis.    La    bandera    americana. 


,  ^^  uesto  en  conocimiento  del  Gobierno  de  S.  M. 
!í^f  ^1  resultado  de  las  negociaciones  que  cerca  de 
'1  "^  Aguinaldo  acababa  de  hacer  la  comisión  es- 
pañola, nos  inclinamos  á  creer  que  este  las 
aprobó  de  hecho,  dando  una  norma  ó  base  fija 
para  los  futuros  trabajos  que  debían  emprenderse. 
Nos  consta,  sin  embargo,  que  el  gobierno  espa- 
ñol se  tomaba  muchísimos  días  para  decidir  en 
estos  asuntos,  hasta  el  extremo  de  tardar  veinte 
ó  veinte  y  tres  fechas  en  contestar  á  preguntas 
urgentes  de  las  cuales  dependiera  muchas  veces 
el  buen   resultado  de  las  gestiones  que  se  venían 


—    112    — 

practicando,  además  de  un  regateo  constante  que 
encerraba  á  los  comisionados  dentro  de  un  círculo 
de  hierro. 

El  general  Jaramillo,  al  que  siempre  vimos  ani- 
moso en  estos  trabajos,  no  podía  menos  de  la- 
mentar estas  tardanzas,  pues  que  ellas  venían  á 
interrumpir  toda  una  tarea  de  laboriosidad  y  bue- 
nos propósitos. 

En  los  primeros  días  del  mes  de  Agosto  reci- 
bió el  general  Jaramillo  y  procedente  del  campo 
de  Aguinaldo  el  siguiente  decreto,  que  los  fili- 
pinos prometieron  dar  para  la  liberación  de  los 
prisioneros  comprendidos  en  el  de  23  de  Enero 
y  que  tan  hábilmente  habían  conseg^aido  los  se- 
ñores del  Rio  V  Toral  al  poner  término  á  su  pri- 
mera negociación: 
«Don  Emilio   Aguinaldo  y  Famy,  Presidente  de  la 

«República  Filipina,    Capitán  general  y  General 

?.en  Jefe  de  su  Ejército. 

»Dado  mi  anterior  decreto  del  2  de  Junio  pa- 
usado, por  el  cual  se  declara  disuelta  la  comi- 
>sión  mixta  creada  por  el  del  veintitrés  de  Enero 
I  del  presente  año,  refundiendo  las  facultades  de 
>.sus    miembros    en    las    de    los    Secretarios   de 

>  Guerra  y  Hacienda;  ansioso  de  dar  rápida  eje- 
>cución  á  aquellos  decreto?',  aliviando  así  la  si- 
)tuación  de  los  prisioneros,  deseando  complacer 
>á  la  comisión  española  en  sus  gestiones  acerca 
"de  este  particular,  dándole  prueba  del  aprecio  y 
i  consideración  personal  que  les  ha  guardado  el 
xpueblo   filipino,    de    acuerdo    con  el    Consejo  de 

>  Gobierno,    vengo    en  decretar    lo   «siguiente: 

>  Articulo  j.'     Los  prisioneros  civiles  y  militares 


^     113  — 

» enfermos  á  quienes  alcanza  la  gracia  de  mi 
«decreto  del  23  de  Enero  último,  se  reconcentra - 
irán  el  dia  31  del  presente  mes  en  los  puertos 
>-que  á  continuación  se  expresan:  los  de  las  pro- 
/'Vincias  de  Isabela,  Cagayan,  llocos  Norte,  Abra, 
>Bontoc,  Lepanto,  Tiag^an,  llocos  Sur,  Benguet, 
> Unión  'en  San  Fernando  de  la  Unión);  Nueva 
»Ecija,  Bulacan,  Pampanga,  Tarlac,  Pangasinan, 
»Nueva  Vizcaya  fen  Dagupan»;  Sorsogcn,  Cama- 
2-rines,  Albay  (en  Daet).  Laguna,  Tayabas  Ca- 
ivite,  Batangas  :en  Sta.    Cruz  ó   Calamba.) 

>Art.  2."  Los  barcos  que  se  presenten  en  los 
»referidos  puntos  á  recoger  á  dichos  prisioneros 
>»ostentarán,  á  más  de  bandera  española,  la  blanca 
3. con  Cruz  Roja,  y  por  la  autoridad  de  les  puntos 
sindicados  serán  los  prisioneros  á  quienes  compren- 
/de  este  decreto  entregados  inmediatamente  a  la 
apersona  ó  personas  que  vayan  comisionadas  en 
>  debida  forma  por  la  autoridad  española  con  este 
»objeto.  debiendo  extenderse  relaciones  de  reci- 
>.bo    y   entrega. por  ambas   partes. 

>Art.  3."  Por  las  Secretaría  de  Guerra  é  Inte- 
>rior  se  darán  las  órdenes  oportunas  para  el  exacto 
>.é  inmediato  cumplimiento  de  este    decreto. 

>.Dado  en  Tarlac  á  5  de  Julio  de  1899.— El 
»Presidente  de  la  República,  FtniHo  Aguinaldo. — 
xíRubricado.)— El  Presidente  del  Consejo,  Pedro  A. 
-í-Paiemo.—  (Rubricado.)» 

La  copiada  disposición,  mas  la  necesidad  pe- 
rentoria de  llevar  á  los  prisioneros  algunos  re- 
cursos, hicieron  concebir  al  general  Jaramillo  la 
necesidad  de  que  la  misma  comisión,  que  cerca  de 
los  filipinos  había  negociado  primeramente,  volviese 

8 


—  114  — 

de  nuevo  á  Tailac,  no  tan  solo  para  llevar  los 
deseados  recursos  y  presidir  el  cumplimiento  del 
anterior  decreto,  si  que  también  para  proseguir 
las  negociaciones  en  pro  de  la  libertad  de  todos 
los  prisioneros. 

Preparábase  la  comisión  á  verificar  su  segundo 
viaje,  cuando  telegramas  de  Madrid  al  general  Ja- 
ramillo  le  anunciaban  que  debía  por  el  pronto, 
suspenderse  toda  negociación  relacionada  con  los 
prisioneros,  por  haber  surgido  algunas  dificultades 
de  carácter  internacional  que   asi  lo  aconsejaban. 

No  estamos  en  el  secreto  de  lo  que  pudieran 
motivar  estás  dificultades,  mas  no  es  aventurado 
suponer  que  habie  do  llegado  á  conoc  miento  de 
los  americanos  que  se  t' ataba  de  la  libertad  de 
los  prisioneros  bajo  la  base  de  una  cantidad  me- 
tálica, esta  suma  había  de  dar  grandes  elementos 
á  la  Hacienda  filipina,  siendo  un  medio  seguro  para 
acrecentar  y  mejorar  las  condiciones  de  la  guerra 
en  centrada  los  ejércitos  de  la  Unión.  Quizá  también 
apercibidas  algunas  potencias  de  que  este  hecho 
podr.a  sentar  un  precedente  en  los  sucesos  que  el 
porvenir  deparase  á  sus  colonias,  intervinieran  en 
el  asunto,  haciendo  coro  con  América  para  evitar 
esta  base  en  las  negociaciones  en  favor  de  los  pri- 
sioneros, (ij 


(i)  Couio  so  couipreadera,  nadie,  eu  bueaa  ley,  podia  evitar  que 
España  negociara  la  libertad  de  sus  f-riiionfros  en  la  forma  que  es- 
timase más  conveniente,  siempre  que  esta  Nación  no  faltase  abler- 
taojente  á  las  condiciones  de  neutralidad  que  habia  d(  clarado  en  el 
confl'clo  tagalo-americano.  Si  negoció  poniendo  por  base  el  dinero 
íúé  porque  asi  lo  exigían  los  filipinos  y  estando  admitido  este  caso 
en  el  derecho  ¡nternacioaal,  España  estaba  interesada,  á  todo  trance, 


—  115  — 

Habiendo  cesado,  al  parecer,  estos  inconvenien- 
tes, con  fecha  9  de  Agosto  el  general  Jaramillo  se 
dirige  de  nuevo  á  Otis  manifestándole  que  deseaba 
llevar  á  los  prisioneros  algunos  víveres  y  ropas 
encontrándose  con  la  dificultad  de  poder  llegar  á 
San  Fernando  de  la  Unión  á  causa  del  cierre  de 
puertos  que  había  decretado  el  gobierno  filipino.  En 
su  consecuencia  pro  ictaba,  para  cumplir  esta  mi- 
sión, enviar  el  barco  de  guerra  español  «General 
Álava»  ó  uno  mercante  con  bandera  española  y 
de  la  Cruz  Roja,  si  para  ello  se  le  autorizaba.  En 
uno  ú  otro  caso  solicitaba  el  competente  pe'rmiso.. 

El  general  Otis  tuvo  á  bien  contestar  que  en 
vista  del  decreto  de  los  insurrectos  cerrando  los 
puertos  á  la  bandera  americana,  determinación  que 
se  había  dado  á  conocer  á  los  cónsules  extranjeros, 
no  podía  tomaise  en  consideración  la  petición  for- 
mulada. 

Un  verdadero  derroche  de  habilidad  é  inte- 
ligencia empleó  desde  este  momento  el  general 
Jaramillo  para  convencer  á  Otis  de  lo  poco  hu- 
manitario de  su  determ  nación,  gestión  muy  espi- 
nosa llena  de  curiosos  incidentes  como  se  verá  á 
continuación. 


[  or  la  libertad  de  sus  infelices  hijos.  La  revolución  filipina  nunca 
careció  de  elementos  pecui;iarios.  como  equivocadamente  se  ha  s'u- 
puásto,  y  la  compra  de  los  prisioneros  por  dos  ó  tres  millones  j-.o 
hubiera  influido  en  gran  cosa  al  acrecen  amiento  de  la  guerra  dados 
los  grandes  elementos  deque  en  todo  tiempo  dispusieron  les  am¿- 
rif  anos.  Encontramos,  pues,  en  este  asunto  una  exagerada  prevención 
en  pugna  con  los  sentimientos  humanitarios  A  buen  seguro  que  si 
en  el  mes  de  Agosto  del  98  se  hubieran  hecho  las  cegcciaciones 
eco  este  cerácter,  r.o  se  hubieran    opuesto  á    elljis  los  americanos. 


-=.  ii6  - 

El  día  13  de  Agosto  ei  g:eneral  Jaramillo  insistía 
en  su  petición  aduciendo  que  no  tratándose  de  un 
asunto  político  ni  comercial  y  sí  de  pretensiones 
para  llegar  á  u  i  fia  altamente  humanitario,  in- 
sistía de  nuevo  en  su  demanda,  por  entender  que 
la  realización  de  ese  acto  en  nada  habría  de  per- 
judicar á  la  nación  americana,  todo  al  contrario, 
aquella  había  de  encontrar  la  satisfacción  natural 
que  produce  el  haber  contribuido  al  alivio  de  mi- 
llares de  prisioneros  que  perecían  de  hambre 
por  falta  de  recursos.  Otis  no  dio  su  brazo  á 
torcer;  contestó  enseguida  diciendo  que  reconocía 
los  sentimientos  humanitarios  que  se  le  invocaban 
pero  que  accediendo  ala  referida  pretensión  com- 
prometía la  dignidad  de  los  Estados  Unidos. 

El  asunto  qued  •  p?iralizado  por  espacio  de  vein- 
tiséis dias,  pero  al  llegar  este  término  el  general 
Jaramillo  creyó  prudente  renovarlo  y  en  5  de  Sep- 
tiembre dingise  á  Otis  manifestándole  que  los 
filipinos  tenían  reconcentrados  á  los  prisioneros, 
faltando  solo  el  ir  á  recojerlos  en  los  puertos  en 
que  aquellos  se  encontraban:  le  agradecía  el  permiso 
que  le  ha  enviado  para  ir  por  tierra  a  verificar  esta 
liberación  pero  le  hacía  presente  as  dificultades 
insuperables  que  se  habían  de  presentar  para  ello, 
dado  el  crecido  número  de  enfermos  que  existían, 
inútiles  en  su  mayoría,  v  acababa  por  rogarle  le  au- 
torizase »  enviar  un  barco  que  tenía  preparado  con 
bandera  de  la  Cruz  Roja,  ensena  respetada  y  ad- 
mitida en  todas   las  partes  del  globo. 

A  los  tres  dias  el  general  Otis  contestaba  diciendo 
que  después  de  un  maduro  examen  de  la  petición 
formulada,  entendía  que  el  llamado  decreto  de  Aguí- 


—  T17  — 
naldo  bastaría  p^r  st  solo  para  negar  lo  solicitado, 
pues  que  al  consentir  de  curilquier  modo  á  la  preten- 
sión de  Aguinaldo  de  limitar  uno  ó  va'Mos  puer'os 
de  Luzón  pnra  el  embarque  de  los  españoles,  ser.a 
no  solo  lumillante  s'no  ridículo.  Olis  aseguraba 
que  recibido  en  breve  el  aumento  de  í^u  cj  rciM, 
los  puertos  de  Luzóa  quedarían  en  condic  ones 
de  paz  V  en  onces  los  Estados  Unidos  coadyu- 
var an  á  la  libertad  de  ios  prisioneros  con  ele- 
mentos de  todo  género. 

La  contestad  n  del  general  Jaramillo  á  la  ré- 
plica arterior  fué  tnn  enérgica  >  omo  digna;  !e 
aquí  lo  que  sobre  po  o  más  ó  me  os  •  ino  á 
dcc  r  el  representante  e-pañol: 

«Guirdo  del  alto  fin  bumanit-irio  "ue  inú  il- 
»me:  te  vengo  tratando  de  conseguir  de  vuestra 
•  autoridad,  vov  á  permitirme  contestar  á  vues- 
»tros  argumentos,  con  la  fuerza  que  di  la  razm 
>y  a  lógica  fría  v  desapasionada.  Reconozco  que 
?,la  naci  n  americana  es  la  soberana  en  el  arcbi- 
»piélago  filipino  desde  el  momento  en  que  se  firmó 
»  1  tra  ado  de  París  y  en  este  concepto  no  es 
» lógico  que  podáis  admitir  que  en  este  territorio 
ise  déii  más  disposiciones  y  decretos  qje  los  que 
•procedan  de  vuestra  autoridad,  pero  á  mi  vez 
xos  pregunto:  ¿es  culpa  de  España,  la  es  acaso 
?.de  los  prisioneros  que  gimen  en  tan  doloroso 
xcautiverio,  el  que  en  el  archiriélago  filipino, 
•dentro  de  un  gobierno  legalmente  cons'ituido, 
iexi-ta  una  colectividad  que  se  titule  Gobierno, 
>/que  dicte  disposiciones  con  el  titulo  de  decretos 
•y  que  retenga  en  su  poder  mi^es  de  subditos  es- 
xpañoles?  ¿Puede  ser  lógico  que  España  y  sus  hi- 


—  n8  - 

>  jos  paguen  culpas  de  las  que  no  son  responsables, 
7.y  justo  y  humanitario  el  que  por  un  ii  otivo 
»tan  fútil,  como  lo  es  esta  cuestión  de  nombre, 
»s'gan  en  la  prisión  los  que  pudieran  ya  gozar 
jde  la  libertad?  Yo  me  atrevo  á  haceros  pre- 
i senté  que  esos  prisioneros,  puestos  en  libertad 
»por  una  disposición  que  yo  no  puedo  mipedir 
»que  llamen  decreto  los  que  la  han  dictado,  es- 
>.peran  ansiosos  el  momento  de  la  libertad  y  ese 
»raomento  se  retarda  porque  se  considera  humi- 
»llante  para  vuestra  patria  el  permitir  que  vaya 
ȇ  recojerlos  un  barco  con  bandera  neutral  y  de 
»la  Cruz  Roja  respetada  y  venerada  por  todos 
)los  combatientes  del  mundo:  entiendo  que  lejos 
»de  ser  eso  humillante  seria  para  honra  y  gene- 
»ral  aplauso  de  la  gran  nación  americana.» 

El  general  Jaramillo  terminaba  pidiendo  de 
nuevo  el  permiso  para  enviar  un  barco  en  busca 
de   los  prisioneros. 

Otis  tuvo  á  bien  no  contestar  este  escrito,  por 
lo  que  el  general  Jaramillo  se  vio  precisado  á 
recordárselo  en  los  días  i8  y  22  de  Septiembre, 
indicando  además  que  detenía  por  cuarenta  y  ocho 
horas  la  salida  de  vapor  «P.  de  Satrú-^tegui»,  por 
si.  contestando  favorablemente  a  la  petición,  este 
barco  sería  el  encargado  de  la  recogida  de  los 
prisioneros,    (i) 


\i)  Por  estas  fechas  ocurría  en  Manila  im  incidente  que  pudo 
traer  graves  consecuencias  para  los  prisioneros.  En  el  mes  de 
Septiembre  llegó  á  Manila  nna  señora  que  se  decia  perte- 
necer  á  la  Junta  de  Damas  de  Barcelona,  sociedad  alli  creada  para 
gestionar  la  libertad  de  los  prisioneros.  Dicha  señora  vino  ;il  ar- 
chipiéla^^o  con  el  carácter    de   representante  de  dicha  Junta  y  era 


-  ÍI9  - 

Concluyendo  el  plazo  de  ampliación  dada  á  la 
salida  del  «Satrústegui»  y  no  habiendo  contestado 
el  general  Otis,  el  generaljaramillo  fué  á  verlo 
personalmente,  celebrando  ambcs  una  entrevista 
algo  ruidosa  pues  que  el  representante  español 
no  desperdició  la  ocasión  que  se  le  presentaba 
para  hacer  notar  á  la  autoridad  americana  la  poca 
consideración  de  que  venia  siendo  objeto  un  asunto 
de  tanta  importancia.  Los  juicios  y  frases  que  al 
calor  de  la  discusión  se  vertieron  por  ambas  auto- 
ridades y  los  inciden 'es  de  la  entrevista,  con  dig- 
nidad^ mantenida  por  el  general  Jaramillo,  los 
conocemos  por  entero,  mas  no  juzgamos  oportuno 


portadora  de  un  albuin  conteniendo  unas  treinta  mil  firmas,  por  el 
que  se  pedia  á  Aguinaldo  la  li:)ertad  de  los  prisioneros,  pero  ha- 
ciendo en  el  documento  apraciaciones  algún  tanto  molestas  para  los 
americanos.  Esta  señora  se  presentó  á  la  Comisión  civil  española 
con  el  fin  de  que  su  gestión  en  la  entrega  del  álbum  se  considerase 
oficial;  pero  habiendo  sido  desarada  por  el  general  Jaramillo,  quien 
coa  buenas  razones  la  hizo  comprender  que  su  proceder  en  el 
asunto  de  los  prisioneros  tenia  que  ser  puraments  personal,  lievó 
el  alba  n  al  Casino  Español,  quien  tampoco  quiso  hacerse  solidario 
de  la  cuestión,  negándole  su  ayuda.  La  señora  imprimió  en  Manila 
la  exposición  que  la  Junta  de  Damas  dirigía  á  Aguinaldo  y  la  cir- 
culó con  profusión,  viéodo'se  el  general  Jaramillo  en  la  necesidad 
de  enviar  copia  del  documento  al  general  Otis,  protestando  de  su 
contenido  y  d^ndo  adamas  cuenta  del  hecho  al  gobierno  español. 
Este  desautorizó  por  completo^la  conducta  expresada,  y  gracias  á 
que  Otis  no  dio  importjDcia  al  asunto  se  evi,.ó  un  seguro  conflicto 
para  los  prisioneros. 

Y  llegado  esté  momento,  ju  to  es  decir  que  el  afán  de  precipitar  los 
sucesos  y  actuar  da  dóiuíues,  desconociendo  en  absolutj  las  ■nego- 
ciaciones qui  llevaba  á  cabo  el  gobierno,  resultaron  improceden- 
tes de  todo  gene  o  las  gestiones  oticiosas  que  por  varias  personas 
se  hicieron  en  Madrid  y. París,  lasque  no  dieron  n'ngun  provecho 
ypadieron.  por  el  contrario,   causar   muchos  perjuicios. 


—  lao  — 

el  publicarlos:  sépase  únicamente  que  Otis  per- 
sistió e  1  su  negativa,  si  bien  propuso  al  general 
Jaramillo  que  iuflu  ese  con  Aguinaldo  para  que 
dejara  entrar  en  sus  puertos  un  barco  con  ban- 
dera americana  al  objeto  de  recojer  los  prisio- 
neros,   (i) 


(x)  No  comprendemos  cómo  la  autoridad  americana  encontró  más 
depresivo  permitir  el  pase  á  la  bandíT.i  espaüola,  nación  amiga, 
á  la  venia  que  para  el  estrellado  pabellón  solicitaba  del  enemigo 
qae  le  disputaba  coa  la>  armas  eu  la  mano  su  soberanía  de  derecho. 


CAPITULO  XI 

La  comisión  española  emprende  su  segundo  viaje  al  campo  fili- 
pino. Un  telegrama  del  gobierno  español.  Bases  para  tratar 
qU9  proponen  los  comisiorados  esfañoles.  Los  miembros 
del  gobierno  filipino  señores  Paterno  y  Buencamino  empie- 
zan á  obstruir  las  negociaciones.  Niéganse  los  filipinos  á 
admitir  en  sus  puertos  la  bandera  americana.  Nuevo  de- 
creto de  reconcentración.  El  gobierno  filipino  trata  de  no 
reconocer  poder  bastante  á  los  comisionados  españoles. 
Notable  réplica  de  los  señores  del  Rio  y  Toral.  El  go- 
bierno filipino  reconoce  los  poderes.  Única  sesión  que  se 
celebra  á  consecuencia  de  la  cual  quedan  rotas  las  nego- 
ciaciones. Notables  frases  al  finalizar  la  sesión.  El  gobierno 
filipino  no  tiene  fijeza  de  ideas.  Negativa  á  toda  petición 
de  los  co;uisionados  españoles.  Reciben  estos,  sin  pedirlos, 
los  pasaportes  para  abandonar  el  campo  filipino.  Otro  decreto 
de  los  filipinos.  Regreso  a  Manila  Socorros  que  repartió  la 
comisión. 


jnfirmada  nuevamente  la  negativa  del  general 
_  tis  en  el  sentido  de  que  un  barco  con  bandera 
^española  y, de  la  Cruz  Roja  saliese  á  recojer 
los   prisioneros,  la  tan  debatida   cuestión  tomaba 


desde  aquel  momento  un  nuevo  aspecto  ó  sea  el 
conseguir  de  Agumaldo  que  los  buques  encar-» 
gados  de  aquella  misión  arribaran  á  los  puer- 
tos  filipinos   con    bandera  americana. 

Difícil  sino  imposible  pareció  á  todos  el  po- 
der conseguir  esta  autorización  de  los  tagalos, 
pero  no  haba  más  remedio  que  intentarla  y  á 
este  objeto  más  al  de  la  continuación  de  las  nego- 
ciaciones V  reparto  de  socorros,  la  comisión  es- 
pañola, compuesta  de  los  señores  del  Rio  y  Toral, 
volvió  de  nuevo  á  salir  para  Tarlac  el  dia  29 
de  Septiembre. 

Con  las  fatigas  consiguientes  al  estado  de  la 
guerra,  la  comisión  llego  sin  novedad  á  su  destino, 
apresurándose  á  enviar  á  Aguinaldo  un  documento 
en  el  que  se  manifestaba  la  gestión  que  cerca  de 
Otis  había  realizado  el  general  Jaramillo  para  la 
recojida  de  los  prisioneros  y  las  negativas  de 
la  autoridad  americana,  terminando  por  solicitar 
el  permiso  consiguiente  para  que,  siquiera  por 
una  vez  y  dado  el  espíritu  humanitario  que  al 
asunto  guiaba,  autorizase  el  gobierno  filipino  la 
entrada  en  sus  puertos  de  la  bandera  estrellada. 
Aguinaldo  por  sí  no  se  atrevió  á  resolver  é  in- 
dicó á  los  comisionados  que  se  dirigieran  á  su 
gobierno. 

Al  mismo  tiempo  que  asi  se  verificaba,  los 
señores  del  Rio  y  Toral  aprovecharon  la  oca- 
sión para  enviar  á  Aguinaldo  un  notable  docu- 
mento por  el  cual  quedaban  planteadas  las  bases 
firmes  de  una  futura  negociación  en  pro  de  la  liber- 
tad de  los  prisioneros  y  que  seguri  creemos  recor- 
dar  decía  sobre  poco  más  ó  menos  lo   siguiente; 


—   125  — 

í'La  comisión   española,    en  el  vehemente  deseo 
de  obtener   el   mayor  número  posible    de   prisio- 
neros  y   contando  desde  luego  con  la  aprobación 
del  gobierno  filipino,  ha  telegrafiado  al  suyo  dándole 
á  conocer  las  negativas  del  general  Otis  y  añadiendo 
que   por   las  amistades  que  los   comisionados  tie- 
nen con  Aguinaldo,  esperan    conseguir  gran  am- 
plitud á  su   decreto    de    libertad,   pactando  desde 
luego   con   el   mayor  secreto  en  el  sentido   de  que 
las  condiciones  que  en  su  dia   se  estipulen    para 
la  libertad  de  todos,  sean  las  mismas  cualquiera 
que  fuese   el    número  de   prisioneros  que   queden. 
El  gobierno   español    contestó   accediendo  en   un 
todo  á   lo  propuesto  y  no   hay  por  que  encarecer 
la    importancia     de  esta   determinación   que  per- 
mite asegurar  un    feliz   término  á   la  cuestión  que 
los  comisionados  solicitan   del    gobierno    filipino. 
Prescindiendo,    pues,  de  lo   que  en  nosotros  pu- 
diera ser  un  sentimiento  de   amor  propio,  aún  á 
trueque    de  incurrir   en  la   imperdonable  falta  de 
suponer    en  vos  y   vuestro  gobierno,   otro  de  sus- 
picacia, que  descae  luego  no  creemos,   ponemos  á 
vuestra  disposición    el    criginal    del    cablegrama 
referido  para  que   por  los  medios  que  gustéis  po- 
dáis comprobar  su  autenticidad,  bien  en  las  ofici- 
nas   del     cable    en    Manila,    bien    por    medio  de 
vuestro   agente  diplomático  en   Europa  Sr.  Agon- 
cillo,  bien  directamente  con  el  Sr.  Silvela.  (i)  En 
este  caso  daríamos  las  facilidades  necesarias.  En 


(i)  Los  ComisioDai.'os  españoles  expresaron  tantos  medios  para 
comprobar  la  autenticidad  del  telegrama,  porque  en  la  confe- 
rencia que  artes  habian  celebrado  con  Aguinaldo  y  Paterno,  este 
se  peimitió  dudar  de  la  legalidad  del  documento. 


—   1Q4   — 

el  supuesto  de  que  por  vos  fuese  desde  luego 
admitida  la  resolución  del  gobierno  de  Españ», 
e?e  telegrama  obraría  por  cabeza  en  las  futuras 
negociaciones  que  se  entablen  para  la  libertad  de 
los  prisioneros.  Nada  más  fácil  nada  más  seguro 
V  firme  de  ejecutir  que  las  condiciones  oficiales 
del  acta  que  pusiera  tin  á  las  negocia  iones,  pues 
que  aparte  de  otras  garant  as  de  primer  orden 
que  en  si  misma  lleva  aparejada  toda  negociaión, 
tiene  una  de  grado  superior,  de  una  e  i.a  ia  tal 
que  ella  por  si  sola  bastaría  para  dar  fuerza  de 
ejecución  al  convenio  que  respetarían  gustosos 
todos  los  gobiernos  que  en  España  se  pudieran 
suceder  y  esa  garantía  no  es  otra  que  la  vo- 
luntad de  la  afligida  pero  noble  P.tria  que  no 
habr;a  condici  n  q;  e  no  aceptase,  por  onerosa 
que  fuese,  tratándose  de  la  libertad,  no  de  mi'es, 
no  de  cientos,  de  un  solo  español,  de  un  her- 
mano que  en  garantía  de  cumplimiento  quedase 
en  poder  de  los  filipinos,  para  cuanto  mas  tra- 
tándose de  un  respetable  cont  ngente  de  prisio- 
neros que  como  rehenes  estar.a  á  vuestra  dispo- 
sición y  que  fuesen  luego  cualquiera  las  medi- 
das que  adoptaseis  para  el  cumplimiento,  resul- 
tar an  justificadas  ante  el  mundo  entero,  con  la 
sola  publicidad  de  la  negodacion.  Fijaos,  pues, 
señor,  detenidamente  en  la  forma  de  compromiso 
que  adjunta  acompañamos  y  penetraros  de  cuan 
razonables  y  exactos  son  los  razonamientos  que 
dejamos  expuestos  v  volver  los  ojos  al  efecto 
moral  que  liabra  de  produdr  en  el  mundo  entero  que 
hoy  contempla  v  estudia  al  pueblo  filipino  para 
emitir  el  veredicto  de  gran  transcendencia  social.» 


—   125  — 

He  aqui  las  bases  del  compromiso  que  presen- 
taron á  Aguinaldo  los  comisionados  españoles: 

i.°  El  gobierno  filipino  teniendo  en  cuenta  el 
cablegrama  del  Sr.  Presidente  del  Consejo  de  Mi- 
nistros de  España  que  obra  por  cabeza  del  acta, 
concede  la  libertad  á  todos  los  prisioneros  espa- 
ñoles según  se  estipuló  en  la  sesión  del  26  de 
Junio  último  entre  los  comisionados  filipinos  y 
españoles.  El  gobierno  filipino  se  reserva  el  20 
por  100  de  los  prisioneros  como  garantía  de  cum- 
plimiento, por  parte  del  gobierno  español,  de  las 
condiciones  que  en  su  dia  se  estipulen  para  la 
libertad  de  todos. 

2.*  Los  comisionados  españoles  se  comprome- 
ten, por  su  parte,  en  nombre  y  representación 
de  su  gobierno,  á  suscribir  la  condición  anterior, 
haciendo  constar  los  prisioneros  que  á  partir  de 
esta  fecha  se  les  entreguen,  así  como  los  que 
deban  su  libertad  á  casos  imprevistos,  como 
evasión  por  consecuencia  de  ataques  de  los  ameri- 
canos ú  otras  causas,  se  considerarán  como  en- 
tregados por  el  gobierno  filipino  el  dia  en  que 
pueda  estipularse  la  libertad   da  todos. 

3.°  Los  prisioneros  que  queden  como  garantía 
se  concentrarán  en  la  zona  que  de  común  acuerdo 
se  fije  y  queaan  desde  luego  atendidos  por  el  go- 
bierno español,  conviniéndose  la  forma  en  que 
periódicamente  vengan  los  comisionados  á  entre- 
garles los  medios  de  subsistencia,  cesando  desde  tal 
momento  el  socorro  que  se  les  facilita  por  el  go- 
bierno filipino. 

Antes  de  proseguir  más  ade'ante  en  la  narra- 
ción    de     estos   hechos,    debemos   advertir  que 


—    126    — 

en  esta  seguada  negociación,  llevada  á  cabo  por 
los  comisionados  españoles  y  que  tantas  segu- 
ridades revestía  de  cumplimiento  en  lo  que  se 
acordase,  los  señores  Paterno  y  Buencamiuo, 
Secretarios  del  Consejo  de  Aguinaldo,  trataron,  por 
todos  los  medios,  de  dificultar  esta  gestión,  dán- 
dose el  caso  de  anular  disposiciones  que  habían 
dictado  anteriormente,  no  existiendo,  en  fin,  idea 
fija  de  ningún  orden,  pues  pensaban  hoy  lo  que 
habían  de  destruir  mañana.  ¿Qué  deseaban  los 
señores  Paterno  y  Buencamino  al  obstruir  por 
modo  tan  notable  la  facilidad  de  las  negociacio- 
nes? Lo  ignoramos  por  completo,  pero  con  su 
conducta  se  expusieron  á  que  la  maledicencia  no 
pensase  bien  de  ellos.  De  todos  modos  bueno  os 
que  el  lector  sepa  que  existieron  muchas  trabas 
por  parte  de  estos  señores,  como  se  verá  por  el 
curso    y  final  de   los  resultados. 

Efectivamente,  el  gobierno  filipino,  cuyos  direc- 
tores lo  eran  Paterno  y  Buencamino,  resolvió 
la  primera  petición  de  los  españoles  en  el  sen- 
tido de  que  no  procedía  la  entrada  en  sus  puer- 
tos de  los  barcos  con  bandera  americana  aña- 
diendo, sin  emb-irgo,  que  siendo  de  toda  justicia 
la  libertad  de  los  prisioneros  enfermos,  decre- 
tada en  23  de  Enero,  el  gobierno  filipino  lle- 
varía á  cabo  las  gestiones  precisas  y  rápidas  para 
este  objeto  desentendiéndose  en  absoluto  de  los 
comisionados   españoles. 

Estas  gestiones  á  que  aludía  el  gobierno  fili- 
pino no  fueron  otras  que  dictar  el  siguiente  de- 
creto: 


—    137   "" 

*Don  Emilio  Aguinaldo  y  Fam-. ,  Presidente  de  la 

»República  de  Filipinas,  Capitán  general    v  Ge- 

zneral  en  Jefe  de  su  Ejército. 

íEn  vista  de  que  por  les  ataques  del  enemigo 

emprendidos  en  los  dias  pasados  por  tierra  y  por 

)mar  no  se  ha  pedido  llevar    á  efecto    el  decreto 

xde    ^  de  Julio  referente  á  la   reconcentraci  'n  de 

los  prisioneros   civiles   y   militares  enfermos  que 

>  deben  salir  en  libertad  conforme  á  los  decretos 

xde    23    de  Erero  y   2  de  Julio  del  presente  año, 

xhaciendo    dichos  ataques  casi  imposible  la  recon- 

zcentración  de  los  agraciados  en  los  puntos  deter- 

^minados,   sobre  tcdo  en  el  puerto  de  S.  Fernando 

>de  la  Unión,  contra  cu'o  poblado  indefenso  han 

>estado   los  barcos    enemigrs  bombardeando  diez 

»y  siete  dias  seguidos,  convirtiendo   en    polvo  los 

•edificios  de    la    población    y    matando    mujeres, 

j niños  y  pescadores  infelices. 

xCcnside-ando  que  el  gobierno  está  interesado 
xen  cumplimentar  dichos  decretos  no  obstante  tan 
> grandes  obstáculos,  entre  les  cuales  es  también 
»la  dificultad  de  las  comunicaciones  por  la  exce- 
>siva  vigilrncia  del  enemigo,  que  hace  prisioneros 
ȇ  nuestros  mensajeros,  secuestrando  nuestros  plie- 
>.gos  y  correspondencias. 

?.  Considerando  que  existiendo  ;' a  un  Cónsul 
>. español  en  Manüa,  es  deb  do  entenderse  con 
•dicho  funcionario  para  la  fácil  salida  de  los  pri- 
»sioneros  agraciados  del  territorio  de  la  República. 

>Esta  Presidencia,  en  vista  de  lodo  lo  expuesto 
»y  de  acuerdo  con  el  Cor.sejo  de  Gobierno,  ha 
•tenido  á  bien  disponer  lo  siguiente: 

>Art  culo  i,°    Para   la    reconcentración  de    los 


—    128   — 

»prisioncros  aludidos  en  el  art.  i.°  del  decreto 
»de  =.  de  Julio  próximo  pasad  ^  se  señala  el  dia  ig 
»de  Octubre  próximo  venidero  en  los  siguientes 
» puertos  de  Salomague  y  Dagupan,  Aparri,  Daet 
»y  Lucena. 

»Art.  :.*  Comuniqúese  por  la  Secretaría  del  Ex- 
sterior  este  decreto  y  el  de  5  de  Julio  al  Sr.  Cón- 
»sul  de  España  en  Manila,  para  que  pueda  preparar 
»los  barcos  que  han  de  recojer  á  los  prisionerOvS 
» agraciados  en  los  puertos  y  fecla  «eñalados  en  el 
>artículo  anterior,  teniendo  en  cuenta  la  distancia 
>y  dificultades  de  las  vias  de  comunicación  que  me- 
»dian  entre  esta  capital  de  la  República  con  las 
«provincias  del  Sur. 

»Art.  3.°  Por  las  Secretarías  de  Guerra  y  del 
»Interior  se  darán  las  órdenes  oportunas  p:ra  el 
>exacto  é  inmediato  cumplimiento  de  este  decreto. 

»Dado  en  Tarlac  á  29  de  Agosto  de  1899.  -  El 
»Presidente  de  la  República  Filipina,  E'i.iüo  Agui- 
»naldo.  -  Rubricado.— El  Presidente  del  Consejo  de 
>Sec!etarios,  Pedro  A.  Paterno. — Rubricado.» 

Ignoramos  lo  que  ocurrió  con  este  decreto.  Es  lo 
cierto  que  el  Cónsul  español  no  debió  reciba' co- 
pia del  mismo  á  juzgar  por  los  resultados,  pues 
nos  consta  que  ni  preparó  los  barcos  necesarios, 
ni  dio  cuenta  del  asunto  al  general  Jaramillo, 
único  representante  de  España  en  este  caso.  Tam- 
bién puede  ser  que  el  gobierno  filipino,  tan  pró- 
digo en  redactar  decretos,  cambiase  de  parecer, 
porque  nada  se  bizo  en  concordancia  con  semejante 
disposicihi 

A  In  segunda  pcticii'n  _v  prcsentncióny de  las 
bases   más    arriba   citadas    c<  iitcstj   el     gobierno 


—   129    — 

filipino  que  no  había  lugar,  por  el  momento,  á 
pactar  con  la  comisión  española  sobre  la  libertad 
de  los  prisioneros,  ínterin  los  señores  comisio- 
nados no  presentasen  credenciales  en  forma  ema- 
nadas del  gobierno  español  que  acreditasen- sü 
representación  oficial,  y  que  para  demostrar- el 
constante  deseo  de  los  filipinos  en  la  libertad 
que  se  venía  negociando,  hacían  constar  que  tra- 
tarían este  asunto  de  justicia  y  humanidad  cafi 
cualquier  potencia  que  deseara  intermediar  bajo 
la  fórmula  de  un  tratado  internacional,  ó  sea  de 
Estado  á  Estado,  para  que  no  aparezca -el  trato 
como   secuestradores  ó  cautives.  - 

Ante  cúmulo  tal  de  conceptos  erróneos,  con- 
tradicciones y  extravagantes  pretensiones,  les  sé- 
ñores  del  Rio  y  Toral  conocieron  el  desaire  que 
para  ellos  indicaba  semejante  conducta  y  no  pu- 
diendo  comprender  cóm.o  en  fechas  anteriores  se 
les  había  reconocido  con  poder  bastante  y- ahora 
no,  enviaron  un  escrito  al  Presidente  de  la-  Ré- 
piíblica  refutando  magistralmente  todas  las  reso- 
luciones que  acababan  de  ser  emanadas  del  go- 
bierno de  los  tagalos  y  más  especialmente  de 
los  señores  Paterno  y   Buencamino. 

«No  sería  noble  por  nuestra  parte- decía  la 
comisión  española — dejar  de  someter  al  criterio  de 
los  filipinos  algunas  consideraciones  acerca  de 
lo  que  significa  la  actitud  en  que  acaba  de  co- 
locarse el  gobierno  tagalo  y  á  fin  de  que  nunca 
pueda  quedar  el  remordimiento  de  haber  corres- 
pondido coc  el  silencio  á  las  atenciones  que  los 
filipinos  guardaron  en  todo  tieiiipo  con  la  comisión. 

»Dos  puntos  esenciales  comprende  la  resolución 

9 


—  130  — 

que  el  Gobierno  filipino  ha  dado  á  la  petición  de 
los  comisionados  españoles:  la  primera  relativa  ano 
considerar  bastante  la  representación  de  que  aquellos 
se  bal'an  investidos;  la  segunda  el  deseo  de  re- 
solver este  asunto  de  humanidad  con  arreglo  á 
las  practicas  del  D  recbo  Internacional. 

^Respecto  al  primer  punto,  consta  de  un  modo 
evidente  y  cierto  que  el  gobierno  filipino  reconoció 
dichos  poderes  en  el  mes  de  Junio,  cuando  se 
llevaron  á  cabo  las  primeras  negociaciones,  faci- 
litando una  escolta  de  honor  que  les  comisiona- 
dos agradecieron;  dándonos  también  audiencia  ofi- 
cial y,  por  último,  nombrando  una  comisión  fili- 
pina para  tratar  con  nosotros  el  asunto  de  los  pri- 
sioneros. Ambas  comisiones  celebraron  cuatro  se- 
siones cuyos  resultados  constan  en  otras  tantas  actas 
que  seguramente  obrarán  en  poder  de  los  filipinos. 

2-Rindiendo  culto  á  la  verdad  no  puede  negarse 
que  si  en  aquella  ocasión  hubiera  habido  un  acuerdo 
entre  ambas  comisiones  en  el  p  nto  concreto  de 
la  remuneración  metódica,  el  a<^unto  que  se  de- 
batía hubiera  quedado  total  y  felizmente  terminado. 

>Es  así  mismo  muy  conveniente  recordar  que 
durante  la  conferencia  oficial  que  los  comisiona- 
dos españoles  celebraron  personalmente  con  el 
P'esidente  de  la  República  y  á  la  que  per  modo 
oficioso  asistió  el  Sr.  Paterno,  cuando  este  exigió 
las  credenciales  suscritas  por  la  Reina  de  España, 
se  hubo  de  objetar  por  Aguinaldo  *gite  esta  era 
una  negociaciófi  semi-oficial,  donde  no  podían  exigirse 
ciertos  requisitos,  porque  el  hacerlo  equivaldría  a  exi- 
gir p^r  España  el  reconocitniento  de  Filipinas,  lo  cual 
era  imposible. 


-    131  — 

» Luego  si  demostrado  queda  que  se  reconoció 
poder  bastante  á  la  comisión  española  para  nego- 
ciar y  esta  trató  con  la  filipina  de  la  libertad 
de  los  prisioneros,  la  conducta  que  ahora  se  si- 
gue para  con  ella  hace  deducir  la  necesaria  con- 
secuencia, ineludible,  evidente  de  que  para  el 
Gobierno  filipino  no  significa  nada  lo  pactado  y  que 
aquellos  acuerdos  que  se  tomaron  y  que  origina- 
les obran  en  poder  de  españoles  y  filipinos,  son 
letra  muerta  por  el  solo  hecho  de  no  querer  cum- 
plirlos, por  el  solo  motivo  de  negar  hoy  lo  que 
se  reconoció    ayer. 

s-Expresa  el  segundo  concepto  que  el  Gobierno 
filipino,  para  acreditar  su  deseo  de  poner  en  li- 
bertad á  los  prisioneros,  tratará  este  asun<o  con 
cualquier  otra  potencia  que  desee  intermediar  bajo 
la  fórmula  de  un  tratado  internacional.  Respecto 
á  este  punto,  forzoso  es  admitir  que  solo  se  pre- 
tende entorpecer  ó  impedir  por  completo  toda 
negociación  que  tienda  al  fin  deseado;  y  la  razón 
es  evidente.  Los  tratados  internacionales,  como 
su  nombre  lo  indica,  son  de  Nación  á  Nación, 
de  Estado  á  Estado;  ahora  bien,  ¿ha  reconocido 
la  independencia  de  Filipinas  alguna  de  las  po- 
tencias del  mundo?  No,  es  la  única  contestación; 
luego,  ¿cuál  es  la  Potencia  que  pueda  hacer  con 
Filipinas  un  tratado  internacional  de  Nación  á  Na- 
ción, de  Estado  á  Estado?  Evidentemente  que  nin- 
guna. Cualquiera  que  lo  hiciera  equivaldría  á  un 
reconocimiento  previo  de  Filipinas  que  sería  con- 
siderado por  los  Estados  Unidos  como  un  castis- 
helli, 

>Pero  si  tan  constante  es  el  deseo  de  los  filipi- 


—    132    — 

nos  de  resolver  este  asunto,  que  ellos  mismos 
llaman  de  humanidad  y  justicia,  con  arreglo  á 
derecho,  este  prescribe  que  siempre  que  cesen  las 
hostilidades  entre  dos  pueblos  deberán  volverse 
mutuamente  sus  prisioneros,  porque  el  retenerlos 
supone  una  conculcación  de  este  derecho.  Se  ha 
alegado  repetidas  veces  que  los  prisioneros  con- 
tinuaban retenidos  porque  España  no  los  había 
pedido;  pero  si  este  motivo  pudo  existir  hasta  hace 
poco,  hoy  no  puede  serlo  desde  el  momento  que 
en  nombre  de  su  patria  lo  piden  los  comisiona- 
dos. Pero  aún  hay  más:  prescribe  el  Derecho  In- 
ternacional ciertas  prácticas  llamadas  represalias 
ó  correspondencia  de  acción,  las  cuales  autorizan 
á  un  pueblo  en  litigio  con  otro  para  obrar  en  ar- 
monía con  lo  que  aquel  otro  practique  y  en  este 
caso  nada  haría  de  más  el  Gobierno  de  Aguinaldo 
al  libertar  los  prisioneros,  teniendo  en  cuenta  que 
el  Gobierno  español  retenía  también  algunos  fi- 
lipinos y  al  cesar  su  soberanía  en  el  archipiélago 
decretó  la  libertad  de  todos  y  por  su  cuenta  los 
condujo  á  estas   islas.» 

Argumentos  de  tanto  peso  dieron  por  resultado 
que  el  Gobierno  filipino  reconociera  poder  bas- 
tante á  los  Comisionados  españoles  y  nombrase 
de  nuevo  otra  comisión  para  entenderse  y  pactar 
en  definitiva  la  libertad  de  todos  los  prisioneros. 

Ambas  comisiones  se  reunieron  el  día  23  de 
Octubre  y  el  resultado  de  la  negociación  sirvió 
para  que  el  Gobierno  filipino,  ya  predispuesto  á 
la  ruptura,  resolviese  de  una  manera  arbitraria  el 
no  haber  lugar  á  seguir  tratando  con  los  Comi- 
sionados españoles   y   dando  por  terminada  toda 


gestión  en  el  sentido  que  se  deseaba.  ¿Qué  ocurrió, 
pues,  en  aquella  sesión  para  que  el  resultado 
fuese  tan  negativo  é  imprevisto?  Sencillamente 
que  los  filipinos  proponían  lo  siguiente:  i."  El 
Gobierno  español,  tan  pronto  cesen  las  dificulta- 
des que  hoy  se  oponen  por  los  Estados  Unidoi 
en  este  archipiélago,  reconocerá  la  independencia 
del  Gobierno  filipino.  2.  El  Gobierno  español 
además  cumplirá  con  tcdo  lo  establecido  en  el 
acta  núm.  4  refente  a  remuneración,  (i) 

Los  señores  del  Rio  y  Toral  rechazaron  por 
improcedente  la  primera  condición  é  hicieron  cons- 
tar no  podía  admitirse  la  excesiva  suma  que  se 
consignaba  en  la  segunda;  todo  esto  expuesto  con 
cierta  vehemencia,  muy  natural  en  aquellos  rpo- 
mentos  en  que  parecía  que  los  filipinos  tomaban 
á  juego,  con  sus  divagaciones,  semejante  asunto. 
Los  comisionados  de  Aguinaldo  rechazaron  algu- 
nos conceptos  que  creyeron  molestos,  terminando  la 
sesión  con  las  siguientes  memorables  frases,  que 
en  todo  tiempo  recordará  la  historia  de  estas  ncr 
gociaciones:  «£/  gobierno  filipino  no  retiene  por 
placer  ni  gusto  los  prisioneros  españoles  ni  obstacu- 
liza su  liberacim,  sino  que  pretende  sola  y  exclusi- 
vamente sacar  de  este  asunto  las  ventajas  que  le  pro- 
porcionan sus  derechos,   conveniencias  e  intereses. 

Los  señores  Paterno  y  Buencamino,  en  vista  del 
resultado  de  esta  sesión,  tuvieron  á  bien  extender 
un  decreto  en  el  que  se  decía  que  visto  que  los 
comisionados  españoles  consideraban  excesiva  la 
cantidad  de  siete  millones  de  pesos,  visto  que  no 


(i)    £1  pago  de  siete  miiioaes  de  pesoa  fueitss. 


tenían  facultades  para  prometer  en  su  día  el  re- 
conocimiento de  Filipinas,  visto  igualmente  que 
los  comisionados  ofrecían  transmitir  á  su  gobierno 
las  dos  condiciones  propuestas,  por  falta  de  po- 
deres, considerando  que  al  hacer  los  comisionados 
en  esta  negociación  referencias  al  telegrama  del 
gobierno  español,  indican  claramente  su  actitud 
de  pactar  con  Aguinaldo  y  no  con  su  gobierno; 
considerando  que  si  se  admitió  á  los  comisionados 
para  esta  negociación  fué  con  la  condición  de 
pactar  con  el  gobierno  filipino,  por  no  ser  posible 
hacerlo  de  otro  modo  sin  detrimento  del  buen  nom- 
bre y  dignidad  nacional;  considerando,  por  último, 
que  los  sinceros  deseos  del  gobierno  filipino  de 
libeitar  á  los  prisioneros,  se  estrellan  ante  los  obs- 
táculos que  opone  el  gobierno  de  Madrid  que  no 
confiere  facultades  amplias  y  definitivas  á  sus  co- 
misionados, que  con  muy  buenos  deseos  vienen  . 
hace  cinco  meses  empleando  todo  género  de  in- 
genios, habilidades  y  hasta  sacrificios  personales, 
se  resuelve  que  cese  toda  negociación  con  la  Co- 
misión española  y  que  en  lo  sucesivo  no  sean 
admitidos  los  señores  que  la  componen,  mientras 
no  presenten  los  poderes  que  acrediten  suficiente- 
mente su  alta  representación,  haciendo  presente 
que  el  Gobierno  filipino  hará  gestiones,  para  la 
libertad  ansiada,  directamente  con  el  gobierno  de 
Madrid. 

No  paró  aquí  tan  extraño  proceder  y  hosti- 
lidad tan  manifiesta,  sino  que  en  vista  de  estos 
resultados  y  al  invocar  los  señores  del  Rio  y  To- 
ral se  les  entregasen  los  prisioneros  civiles  y  mi- 
litares enfermos  comprendidos    en  el   decreto    de 


-  n5  — 

23  de  Enero,  para  conducirlos  por  tierra  á  Manila, 
se  les  contestó  que  tampoco  procedía  acceder,  en 
vista  de  que  el  gobierno  filipino  había  ya  empe- 
zado á  practicar  gestiones  para  dar  cumplimiento 
al  referido  decreto. 

A  tan  amarga  decepción  se  unió  el  extraño  y 
significativo  proceder  de  enviar  á  los  comisionados 
españoles,  sin  que  ellos  los  pidieran,  los  pasaportes 
para  abandonar  el  territoiio  filipino. 

La  dignidad  personal,  el  decoro  tan  altamente 
sostenido  por  los  señores  del  Rio  y  Toral,  du- 
rante el  curso  de  las  negociaciones,  no  les  per- 
mitió permanecer  un  solo  momento  en  el  campo 
de  Aguinaldo  y  regresaron   á  Manila. 

« 
*     • 

Por  modo  tan  raro  como  imprevisto  terminaron 
estas  negociaciones. 

¿Qué  alegaron  los  filipinos  para  justificar  su  re- 
solución tan  intempestiva  como  arbitraria?;  lo  de 
siempre.  De  un  modo  oficioso  el  periódico  «La 
Independencia>^  órgano  del  gobierno  de  Aguinaldo, 
decía  que  el  fracaso  debía  atribuirse  á  que  los 
españoles  no  procedían  en  este  asunto  como  lo 
exigían  las  circunstancias,     (i) 

(i)  Influyeron  en  mucho  a  que  fracasaran  estas  negociaciones 
los  siguientes  hechos  que  ponemos  á  la  consideración  de  los  lectores: 

Cuando  la  Comisión  española  llevaba  á  cabo  esta  segund» 
negociación,  llegó  á  Tarlac  la  noticia  de  una  probable  alianza 
entre  Francia,  Rusia,  Alemania  y  España.  Los  filipinos  creyeron 
Ver  en  esta  manifestación  de  las  potencias  sucesos  probables 
para  su  país  y  dicha  circunstancia  entró  por  mucho  en  la  forma 
tan   inveroiiimil   con   que  concluyó   el  asunto  de  los  prisioneros. 

He  aqui  otra  importante  causa: 

Los  Comisionados  españoles  y  filipinos  se   separaron   ti    1^  d« 


-  136  - 

El  gobierno  filipino,  es  decir  los  señores  Pa- 
terno y  Buencamino  se  justificaron  con  rara  ha- 
bilidad dictando  otro  nuevo  decreto  en  el  que  ma- 
nifestaban que  no  habiendo  existido  inteligencia 
con  los  comisionados  españoles  para  la  libertad 
de  los  prisioneros  y  persistiendo  los  filipinos  en 
sus  nobles  deseos,  quedaba  acordado  entregar  los  pri- 
sioneros al  gobierno  americano,  para  lo  cual  se 
enviaría  al  general  Otis  una  comisión  bajo  ciertas 
formalidades  dignas  y  decorosas  para  ambas  par- 
tes beligerantes,  (i) 
-..Mes    y    medio  después  de  estos  acaecimientos. 


Octubre  después  de  levantar  el  acta  de  la  sesión  que  celebraron 
aquel  dia  quedando  en  reuuirse  al  siguiente  para  continuar  la 
negociación,  cosa  que  no  tuvo  lugar  ni  el  24  ni  el  25,  en  el  cual 
recibieran  la  notiScación  de  que  cesaba  toda  negociación  con  ellos 
por  no  estar  provistos  de  poderes  bastantes  para  el  caso:  ¿Qué  ocurrió 
para  éste  rápido  y  brusco  ca;nbio?  Puede  atribuirse  á  lo  siguiente:  el 
Secreta: io  de  Guerra,  D,  Ambrosio  Flores,  Jefe  de  la  masonería  fili- 
pirna,  recibiera  una  carta  de  Manila  firmada  por  un  Satiirnus  en  la  cual 
decía  que  el  Vice-Cónsul  de  España  había  manifestado  que  do  entre- 
gasen los  prisioneros  á  los  Comisionados  dc|  Rio  y  Toral  que  ca- 
recían de  títulos  para  ello  y  que  como  prueba  Jes  pidiesen  las  cre- 
denciales :que  se  acostumbran  en  estos  casos:  que  todo  lo  que  se 
hiciere  sin  la  intervención  del  Cónsul  seria  nulo,  pues  él  era  el 
único   representante  de  España. 

Esta  carta  fué  leida  en  Consejo  de  Secretarios,  y  claro  es  que 
vino  á  dar  fuerza  á  los  argumentos  en  que  Paterno  y  Buencamino 
Inundaban  su  obstrucción,  acordándose  entonces  suspender  toda  n«- 
gociacióa  con  los  Comisionados. 

A  fuer  de  imparciales  no  creemos  que  ningún  español  y  menos 
ia  persona  á  que  se  hace  referencia,  cometiera  la  acción  que  se 
le  supone.  Sin  duda  el  llamado  S.iiurnus,  debió  sufrir,  al  in- 
forijiar  así,  alguna  equivocación. 

(i)  ¿En  qué  quédanos?  ¿No  habla  decretado  el  gobierno  fili- 
pino )iacia  poco  entenderse  directamente  con   el   de  Madrid? 


-  í3'7  - 
las  fuerzas  americanas  iniciaban  con  energía  suá 
operaciones  por  el  Norte  de  Luzon,  derrotando 
á  los  filipinos,  tomándoles  todos  los  pueblos  im- 
portantes y  obligando  a  Aguinaldo  á  diseminar  sus 
fuerzas  que  en  estos  movimientos  fueron  abando- 
nando los  prisioneros  españoles  á  los  que  era  ya 
imposible  prestar  debida  custodia.  Por  miles  acu- 
dieron estos  á  los  parajes  que  ocupaban  las 
tropas  de  la  Union  que  los  recibían  con  amabi- 
lidad conduciéndolos  á  Manila.  En  el  momento 
de  escribir  estas  líneas  puede  asegurarse  que  se 
encuentran  libres  todos  los  prisioneros  españoles 
que  se  hallaban  en  el  Centro  y  Norte  de  Luzon. 

El  caso  estaba  previsto;  todo  el  mundo  lo  veía 
menos  el  gobierno  de  Aguinaldo,  que  teniendo  en 
la  mano  una  nota  tan  simpática  para  su  causa,  no 
quiso  dar  esta  prueba  de  humanidad  al  mundo  civi- 
lizado, que  con  tanto  interés  lo  contemplaba. 

La  gloria  de  esta  libertad  es  toda  entera  para 
los  americanos. 


* 
*  * 


Respecto  a  los  señores  del  Rio  y  Toral  no 
puede  negarse  que  pusieron  basta  la  evidencia  por 
modo  notable  su  habilidad  diplomática  y  que  su 
gestión  con  los  filipinos  fué  siempre  brillante,  por 
lo  que,  en  unión  del  veterano  general  Jaramillo, 
director  de  esta  negociación,  se  han  hecho  dignos 
de  la  gratitud  nacional. 

Para  terminar  este  capítulo  diremos  que  los  co- 
misionados españoles,  en  este  segundo  viaje  al 
campo  filipino,  enviaron  24.592  pesos  al  general 
Peña  para  que  los  repartiese  entre  los  prisione- 
ros  que  existían  en  el  Norte;   1375  pesos  al  co- 


-i?8- 

mandante  Flandes    que    residía    en    Tarlac  y  con 

igual  objeto;  300  pesos  al  teniente  coronel  Ochoa, 
enfermo  en  el  hospital  de  Gerona,  para  repartir- 
los entre  los  enfermos  españoles  que  allí  existían; 
1 40  pesos  al  capitán  Pérez  y  12  soldados  enfer- 
mos en  Cabanatuan;  5000  pesos  distribuidos  in- 
dividualmente en  Tarlac  y  finalmente  algunas  ropas 
y  zapatos,  que  en  Manila  había  preparado  la  co- 
misión de  Selección  de  la  que  nos  ocuparemos  en 
capítulo  siguiente. 


'   >'^TCp 


# 


CAPITULO  XII 

La  Coiriisión  de  Selección  en  Manila.  Sus  trabajos  en  favor  de 
los  prisioneros.  Modo  de  comunicarse  con  ellos.  Circular 
importante.  Socorros  y  liquidaciones.  Los  filipinos  proponen 
nuevas,  negociaciones  para  libertar  á  los  prisioneros  del  Su"-. 
Negativa  del  gobierno  español.  Conclusión. 


I'  reemos  muy  justo  dedicar  algunas  palabias 
%i  la  Comisión  de  Selección  española,  encar- 

'^^gada  en  Manila  del  asunto  de  los  prisioneros 
y  la  que  ha  realizado,  en  todo  tiempo,  importantes 
trabajos,  preparando  cuantos  socorros  han  sido  en- 
viados á  los  infelices  cautivos. 

Es  mucho  mayor  el  mérito  de  los  trabajos  de 
la  comisión  si  tenemos  en  cuenta  cuál  era  la  situa- 
ción de  los  españoles  en  el  Archipiélago  con  respecto 
á  americanos  y  filipinos;  véase,  pues,  la  habilidad 
que  representa  haber  conseguido  comunicarse  con 
todos  los  prisioneros,  enviándoles,  con  relativa  fre- 
cuencia, socorros,  tanto  en  efectos  como  en  metá- 
lico, venciendo  para  ello  y  con  la  mayor  diplo- 
macia los    escrúpulos  del   gobernador  americano, 


*-  140  — 
que  eran  constantes,  en  evitación  de  contraer  res- 
ponsabilidades. 

La  Comisión  de  Selección  tiene  establecidas  sus 
oficinas  en  el  antiguo  Parque  de  Ingenieros  y  en 
aquella  casa,  que  preside  el  general  Jaramillo,  y  á 
cuya  acertada  gestión  contribuyen  notablemente  los 
coroneles  señores  Aguilar  y  Carbó,  se  trabaja  mucho 
y  bien  y  sobre  todo  se  atiende  á  los  prisioneros 
en   aquello   que  es   humanamente  posible. 

El  trabajo  oficinesco  de  la  comisión  es  minu- 
cioso y  como  dirigido  por  persona  en  extremo  or- 
denancista. En  aquellas  habitaciones,  no  muy  nutri- 
das de  personal  por  cierto,  puede  examinarse  todo  el 
importante  mecanismo  que  ha  servido  y  sirve  to- 
davía para  regular  el  asunto  de  los  prisioneros. 

Libros  de  inscripción  donde  se  hallan  anotados 
todos  los  cautivos;  sus  expedientes  compuestos 
de  cartas,  notas  y  otros  documentos  que  forman  en 
conjunto  laf  estadística  mas  completa  que  pudiera 
apetecerse  sobre  el  particular.  Cualquier  noticia 
que  se  recibe  de  un  prisionero  se  anota  enseguida 
en  su  expediente,  viéndose,  por  este  detalle,  el 
interés  de  la  comisión  en  completar  los  antece- 
dentes que  pudieran  servir  en  cualquier  momento 
para  conocer  la  verdadera  situación  de  los  cau- 
tivos. 

La  comisión  se  ha  comunicado  'con  los  prisio- 
neros de  una  manera  bastante  regular  y  precisa 
enviándoles  órdenes  y  circulares  que  tienden  á  la 
mejora  de  su  situación  y  recibe  de  los  mismos 
justificantes  de  revista  con  una  regularidad  asom- 
brosa dada  la  situación  del  archipiélago. 

He  aquí,  á  nuestro  juicio,  el    documento    más 


—  141  — 
importante  que  la   comisión    ha    dictado  con  res- 
pecto á  los  prisioneros: 

COMISIÓN  DE  SELECCIÓN 

Y 

Transporte  del  Material 
DE  Guerra. 

Circtilar, 

»La  necesidad  de  conocer  con  la  mayor  exac. 
»titud  posible  la  localidad  en  que  se  encuentran 
>los  prisioneros,  y  los  medios  de  que  lleguen  a 
7/Su  poder  los  recursos  indispensables,  con  la  ma- 
»yor  prontitud  y  seguridad  relativas,  me  sugiere 
>la  idea  de  que  por  los  medios  más  rápidos  que 
>  tengan  á  su  alcance,  remitan  á  esta  comisión 
»los  siguientes  documentos: 

»i."*  Justificante  de  revistas  por  cada  localidad. 
»en  la  forma  que  indica  el  formulario  adjunto  nú- 
»raero   i. 

■»2.'°  Autorización,  si  tienen  persona  de  confianza» 
jpara  que  previos  los  recibos  que  debe  traer,  se- 
»gun  modelo  núm.  2,  firmados  por  cada  jefe  ú  ofi- 
»cial  que  lo  desee,  se  le  entregue  la  cantidad  que 
»se  cita,  para  sus  indispensables  necesidades. 

»3.°  Relación  de  las  clases  é  individuos  de  tropa, 
> autorizadas  por  el  jefe  ú  oficial  más  caracterizado 
»del  punto  donde  residan  ó  inmediato,  señalando  á 
»cada  uno  de  los  que  soliciten  seis  pesos,  cncar- 
*gándose  el  oficial  de  referencia  de  su  distribución 
>/tan  pronto  como  reciba  el  total  importe,  que  lle- 
•vará  la  persona  de  confianza  que  determine  al 
2>enviar  la  relación  citada  á  esta  comisión. 


—    142    — 

?.Como  según  las  condiciones  dé  localidad  ser/a 
aprobable  encontrar  persona  que  le  conviniese  ade- 
i>lantar  algunas  cantidades  para  su  cobro  en  Manila, 
>no  hay  inconveniente  en  qu2  desde  luego  lo  efec- 
»túe,  en  la  inteligencia  que  con  la  autorización  que 
»le  dé  el  más  caracterizado,  y  los  recibos  de  los 
»intcresados  que  presente,  le  será  satisfecho  su  im- 
» porte  en  el  acto,  por  esta  comisión. 

^/Conveniente  es  que  cuando  no  sea  posible  en- 
>/Contrar  persona  de  confianza  que  se  encargue  de 
»conducir  los  fondos,  lo  manifiesten,  citando  las 
»localidades  en  que  esto  ocurra,  para  que  la  comi- 
»sión  arbitre  la  manera  dü  que  lleguen  á  poder 
»de  los  prisioneros  los  indispensables  recursos 
*para  su  manutención,  Ínterin  se  consigne  termi- 
»nen  las  constantes  gestiones  que  se  llevan  á  cabo 
/-para  su  deseada  libertad 

7/En  vista  de  la  frecuente  movilidad  á  que  están 
>sujetos  los  prisioneros,  siempre  que  esto  ocurra 
»despues  de  haber  hecho  un  pedido  de  fondos 
»á  esta  comisión,  y  fueran  trasladados  de  un 
»lugar  á  otro  distinto  del  que  se  encontraban 
»ó  tuvieran  noticia  de  ello,  procurarán  por  el  me - 
»dio  más  rápido  posible,  siempre  que  sea  fac- 
»tible,  comunicarlo  á  esta  comisión,  para  que  no 
^resulten  infructuosas  las  gestiones  practicadas  con 
>el  fin  de  aliviar  en  parte  su  desgraciada  si- 
*tuación. 

Manila  23  de  Agosto  de  1899. 
El  General  Presidente, 


Sr.  jfe/e  encargado  del  núcleo  de  prisioneros  en.  .  ,  ,< 


—  141  — 

Los  prisioneros  ban  adquirido  dinero  muchas 
veces  en  los  puntos  de  su  residencia,  girando  con- 
tra la  comisión,  que  abonó  en  el  momento  á  la 
presentación  de  los  comprobantes. 

Finalmente  hemos  visto  llegar  á  Manila  nú- 
cleos importantes  de  prisioneros  ya  libertos  y 
no  p'^demos  comprender  como  á  veces  con  tal 
prontitud  se  ba  podido  socorrer  á4oo  ó  too  hom- 
bres, que  habiendo  llegado  medio  desnudos  y 
descalzos,  á  la  media  hora  se  presentaban  en 
público  con  toda  decencia.  Y  esto  viene  suce- 
diendo con  frecuencia  á  cualquier  hora  del  dia 
y  de    la  noche. 

En  cuanto  á  las  liquidaciones  totales  por  in- 
dividuo, en  una  semana  se  han  realizado  cerca 
de  tres  mil 

Por  semejante  interés  en  la  gestión  que,  le 
está  encomendada  es  digna  de  aplauso  la  comi- 
sión   aludida. 

*% 

Vamos  á  terminar:  hubiera  sido  nuestro  deseo 
hacer  un  balance,  siquiera  aproximado,  de  todos  ^ 
los  prisioneros  que  acaban  de  ser  libertados,  los 
que  fallecieron  en  el  cautiverio  y,  por  último,  de 
los  que  aún  quedan  en  poder  de  la  revolución 
tagala.  [Pero  este  trabajo  nos  ha  sido  imposible 
realizarlo,  porque  siendo  en  los  actuales  momen- 
tos cuando  se  verifican  en  toda  su  fuerza  estas 
libertades,  ni  la  comisión  de  Selección  tiene  or- 
denados estos  datos,  ni  las  nuevas  libertades  que 
se  esperan  darían  una  nota  verdad  á  esta  curiosa 
estadística. 


—  144  — 

Sépase  únicamente  que  de  los  nueve  mil  y 
pico  de  prisioneros  que  quedaron  en  poder  de  la 
revolución  filipina  ya  están  libres  más  de  5000, 
continuando  cautivos  todos  los  que  residen  en 
las  provincias  del  Sur  de  Luzón,  en  espera  de 
conseguir  la  libertad  ansiada  en  el  momento 
mismo  que  los  americanos  inicien  sus  operacio- 
nes de  guerra,  por  aquella  parte,  si  antes,  como 
será  muy  probable,  no  se  hacen  gestiones  para 
libertarlos.  (1) 

Respecto  á  los  fallecidos  en  el  campo  filipino, 
son  bastantes,  pero  la  cifra  nos  ha  sido  im- 
posible averiguarla.  Sea  para  aquellos  infelices 
nuestro  último  recuerdo,  pues  abrigamos  la  se- 
guridad de  que  su  muerte,  aparte  de  las  fa- 
milias interesadas,  pasará  desapercibida  para  todos. 
■Rindamos,    pues,    un    tributo    de    admiración    á 


(1)    Nos  consta  de  una    maner»  positiva  que   hacia  fines    de  Di- 
ciembre del   99  los  Sres.  Toral  y   del  Rio  recibieron  del  campo  fi- 
lipino invitación    para   entablar    negociaciones  con  el  fin  de  poner 
en  libertad  á  los  prisiüoeros   del    Sur:   que  dichos  señores  habrían 
'de' poner  el;  caso    e.i  conocimiento    del  general   Jaramillo    y  est: 
en  el    del  Gobierno  no  cabe  duda,  toda  vez  que  pr  eos  dias  dr spue« 
se   contestó  á    los    del    campo   que    el    gobierno    español  no  podin 
entraren  negociación  de   ninguna   clase.    Desconocemos  los  móvi- 
les qui  impulsaron    al  gobierno  á  no  intentar  la    libertad  de  aooo 
españoles  que    aún    estaban    en   poder  de  la  revolución    filipina: 
quizá    confiase  en  que    en  breve   serian  libertados  por  las  fuerza-; 
americanas,  pero  aunque  asi  sea  no  puede  menos  de  merecer  amargas 
censuras  su  conducta,  pues  un  dia,  una  hora  que  pudiese  aLorrarse 
"  de  sufrimieutos  á- nuestros  hermanos  era  lo  bastarte  para  justificür 
(Ipdos. los   sacrificios    de  la    Pátiia,   ¿Si    esos    mácheteos  que    estos 
-  dias    nos  anuncia  el  rumor  público,    ocurridos    en    Camarines,  se 
cor. fiiiuai.cn,  tle  quien  stria  la  responsabilidad,    Sr.    Silvela?    ¿Pu- 
lirán esos  desgraciares  n;arli'es    de   la  F'ótr'a   ser    ya   libertades  r. 
por  unos    ui   por  otros?  •    -.    -^' 


—   I4S  — 
aquellos    héroes     que    sucumbieron     en    cumpli- 
miento de  los   deberes  á  que    la   Patria  los  había 
destinado. 


FIN 


10 


HpéDdice  r^ürrj.  I 


Acta  de  la  capitulación 
de    Sta.    Cru^    de   La   Laguna. 


ACTA   1.=^ 


Sitiada  la  plaza  de  Sta.  Cruz  de  la  Laguna  desde 
el  día  13  de  Junio  último  por  fuerzas  revolucio- 
narias é  intimada  la  rertdición  de  la  misma  el  dia 
23  del  corriente  mes  al  teniente  coronel  del  ba- 
tallón de  Cazadores  núra.  12,  D.  Mariano  Alberti 
Leonés,  como  Gobernador  militar  de  aquella  y 
iefe  de  las  fuerzas  españolas  que  operan  en  su  te- 
rritorio, por  Paciano  Rizal  Mercado,  jefe  de  las 
fuerzas  sitiadoras;  con  el  fin  de  evitar  mayor  efu- 
sión de  sangre  y  considerar  que  la  plaza  se  ha 
defendido  con  exceso,  ampliamente  tratada  esta 
cuestión  por  los  parlamentarios  designados  por 
ambas  partes,  que  lo  son  pur  parte  de  les  sitia- 
dores D,  Fidel  de  Sario  Angeles,  Secretario  de 
campaña  del  jefe  sitiador  y  D.  Laureano  Cruz, 
primer  teniente  de  la  misma,  faerza,  y  por  parte 


—  i50  — 
de  los  sitiados  D.  Enrique  Quian  Palomares,  ca- 
pitán ayudante  del  batallón  Cazadores  núai.  12 
y  D.  Jacobo  Gener,  alférez  de  navio,  comandante 
de  la  lancha  «Oceaníav;  han  convenido  y  estipu- 
lado las  siguientes  bases  que  han  de  observarse 
para  la  capitulación  y  entrega  de  la  mencionada 
plaza  de  Sta.  Cruz: 

Primera.  Serán  respetadas  y  protegidas  las  vi- 
das de  los  que  constituyen  la  guarnición. 

Segunda.  La  fuerza  saldrá  con  todos  los  hono- 
res de  la  guerra  y  una  vez  entregadas  las  armas 
se  constituirá  prisionera  de  guerra  hasta  la  cele- 
bración definitiva  de  la  paz. 

Tercera.  La  tropa  con  sus  jefes  y  oficiales  dis- 
frutarán de  la  libertad  y  el  respeto  debido  dentro 
del  recinto  de  la  población  á  que  se  les  destine 
mientras  se  observen  las  reglas  prescritas  por 
su  gobierno  y  leyes  vigentes  en  tanto  no  sean 
contrarias  al  honor  de  su  bandera. 

Cuarta.  Los  jefes  y  oficiales  conservarán  sus 
sables  únicamente  y  caballos,  si  los  tienen,  y 
toda  la   guarnición    su  propiedad  particular. 

Quinta.  La  evacuación  de  la  plaza  tendrá  lu- 
gar el  día  que  de  común  acuerdo  se  designe  por 
ambos  jetes  contratantes  en  presencia  de  una  co- 
misión de  jefes  y  oficiales  de  las  fuerzas  sitia, 
doras  que  se  harán  cargo  del  a  mamento  y  mu- 
nuciones  y  almacén  de  la  fuerza  sitiada,  mediante 
inventarios  por  duplicado  firmados  por  el  jefe  de 
aquellas,  uno  de  cuyos  ejemplares  se  entregará 
al  teniente  coronel  del  batallón  de  Cazadores  n°.  12. 

Sexta.  Será  respetada  la  documentación  del  ba- 
tallón  y  con  él  trasportada. 


—  mi  — 

Séptima.  Al  hacerse  cargo  las  fuerzas  sitia- 
doras de  la  caja  del  batallón  se  hará  constar  la 
cantidad  existente  en  ella,  mediante  inventario 
por  duplicado  que  firmará  el  jefe  de  las  fuerzas 
sitiadoras  entregándose  uno  de  ellos  al  jefe  del 
batallón  de  Cazadores  núm,   12. 

Octava.  Se  respetará  la  documentación  de  la 
Factoría,  de  la  Administración  militar  y  al  incau- 
tarse las  fuerzas  sitiadoras  del  material  de  la. 
misma  lo  hará  en  virtud  de  inventario  en  la  pro- 
pia forma  que  los  anteriores,  entregándose  un 
ejemplar   al  oficial  de   dicho  cuerpo. 

Novena.  Acompañará  á  la  fuerza  el  Hospital 
militar  con  toda  su  dependencia  y  material. 

Décima.  Para  facilidad  del  suministro  de  vi- 
veres  todos  los  prisioneros  de  guerra  se  distri- 
buirán en  los  pueblos  de  Calamba,  Cabuyaw  y 
Santa  Rosa. 

Undécima.  La  conducción  de  la  fuerza  se  hará 
en  vapores  y  solamente  por  tierra  en  aquella  parte 
de  su  viaje  en  que  no  pudiera  utilizarse  la  Laguna, 

Duodécimo.  Se  permitirá  á  las  familias  de  los 
jefes  y  oficiales  seguirles  al  punto  donde  fuesen 
destinados. 

Décima  tercera.  Las  fuerzas  sitiadoras  no  en- 
trarán en  la  plaza  hasta  el  momen'o  en  que  esta 
haya  sido  completamente  evacuada  por  las  si- 
tiadas. 

Décima  cuarta.  Los  prisioneros  serán  mante- 
nidos por  el  Gobierno  revolucionario,  según  su 
graduación. 

Décima  quinta.  Las  fuerzas  de  marina,  aten- 
diendo  á  las  disposiciones  especiales  por  que    se 


—   1S2   — 

rigen,  celebrarán  una  capitula  :ión  aparte  con  las 
fuerzas  sitiadoras. 

Décima  sexta.  El  capitán  y  fuerzas  de  la  Guar- 
dia civil  se  sujetarán  en  todo  á  las  fuerzas  sitia- 
doras. 

Décima  séptima.  El  jefe  de  las  fuerzas  sitia- 
doras se  compromete  á  mantener  en  el  punto  á 
donde  fueren  conducidas  las  fuerzas  sitiadas, 
una  guarnición  de  tropas  regulares  del  ejército  re- 
volucionario, para  protejer  la  vida  de  aquellas,  en 
caso  necesario. 

Décima  actava.  Serán  respetadas  las  vidas  y 
haciendas  de  todo  el  elemento  peninsular  tanto 
oficial  como  particular,  así  como  las  de  todos  los 
natura  es  del  pais,  empleados  y  particulares  que 
se  encuentran  dentro  de  la  plaza  y  han  permane- 
cido en  la  obediencia  de  las  autoridades  espa- 
ñolas. 

Décima  nona.  Serán  exceptuados  de  la  regla 
del  art  culo  anterior  todos  lo  bienes  pertenecientes 
al  clero,  de  los  cuales  se  incautarán  las  fuerzas 
sitiadoras. 

Vigésima.  El  elemento  peninsular  oficial  y  par- 
ticular con  sus  familias  y  el  del  país,  que  ha  es- 
tado á  su  lado,  y  lo  solicite,  será  trasportado 
libremente  á  Pasig,  cesando  desde  dicho  punto  las 
responsabilidades  que  pudieran  caber  al  jefe  si- 
tiador. 

Vigésima  primera.  Al  trasladarse  el  elemen- 
to peninsular  y  del  país  que  lo  solicite  á  Pasig, 
saldrán  libremente  y  podrán  llevar  su  dinero, 
alhajas,  equipajes,  libros  y  demás  efectos  de  su 
pertenencia.  Para  su  trasporte  facilitarán  las  fuezas 


—  155  — 
sitiadoras  los   vapores  y    medios    de    conducción, 
en  la  forma  que  se  determine 

Vigésima  segunda.  Habiendo  de  salir  de  la 
plaza  todo  el  elemento  oficial  peninsular,  entre- 
garán previamente  las  oficinas  y  archivos  de  su 
cargo  á  la  Comisión  que  se  menciona  en  la  base 
<).*,  recogiendo  aquellos  los  justificantes,  inventa- 
rios y  documentos  que  consideren  necesarios  para 
bacer  constar  á  las  Autoridades  de  que  dependen, 
el  estado  en  que  dejaron  las  oficinas  que  les  es- 
taban confiadas,  debiendo  la  mencionada  comisión 
facilitar  la  expresada  justificación  para  la  ins- 
pección que  se  considere  necesaria, 

Vigésima  tercera.-  No  serán  puestos  en  liber- 
tad los  presos  y  detenidos  en  la  cárcel  de  esta 
población,  por  cualquier  concepto  que  lo  estuvieren, 
hasta  la  completa  evacuación  de  la  plaza. 

Paciano  Rizal  Mercado  y  D.  Mariano  Alverti 
Leonés,  se  comprometen  bajo  su  palabra  de  ho- 
nor al  cumplimiento  de  las  condiciones  estipu- 
ladas en  la  presente  capitulación  en  lo  que  res- 
pectivamente concierne  á  cada  una  de  las  partes 
contratantes. 

Esta  capitulación  será  válida  en  todos  sus  par- 
ticulares desde  el  momento  de  su  firma,  no  estando 
sujeta  su  eficacia  á  ninguna  aprobación  en  virtud 
de  los  plenos  poderes  que  por  su  honor  a  egura 
Paciano  Rizal    Mercado,   le  han    sido    conferidos. 

En  virtud  de  todo  lo  pactado,  firman  la  presente 
arabos  jefes  contráiites  con  los  parlamentarios  nom- 
brados al  efecto  en  Sta.  Cruz  de  la  Laguna  á  trein- 
ta de  Agosto  de  mil  ochocientos  noventa  y  ocho. 
Jacobo  Gener.  — Enrique  Quian.     Fidel  S   Angeles. 


—  154  - 
Laureano  Cruz.    Conforms:  el  Jefe  de  las  fuerzas 
españolas,  Mariano  Alberti.     Conforme:   el  jefe  de 
las  tuerzas   sitiadoras:  Pacieno   Rizal  Mercado. 


ACTA  2." 


Sitiada  la  plaza  de  Santa  Cruz  de  la  Laguna 
desde  el  día  trece  de  Junio  último  por  fuerzas 
revolucionarias  é  intiinada  la  rendición  de  la  misma 
el  día  23  del  corriente  raes,  al  teniente  coronel 
del  batallón  de  Cazadores  núm.  12  D,  Mariano 
Alberti  Leonés,  Gobernador  militai  de  aquella 
y  jefe  de  las  fuerzas  españolas  que  operan  en  su 
territorio,  porPaciano  Rizal  Mercado,  jefe  délas 
fuerzas  sitiadoras,  con  el  fin  de  evitar  mayor  efusión 
de  sangre  y  considerar  que  la  plaza  se  ha  defen- 
dido con  exeso.-  Por  defender  las  lanchas  Otálora 
y  Oceanía  dadas  las  condiciones  de  estar  ocupa- 
das todas  las  costas  de  la  Laguna,  por  fuerzas 
revolucionarias  única  y  exclusivamente  de  la  plaza 
de  referencia,  fué  intimada  al  mismo  tiempo  la 
rendición  de  aquellas  al  alférez  de  navio  coman- 
dante de  la  O'dhra,  que  por  su  antigüedad  lo  es 
de  las  fuerzas  de  mar  españolas,  por  el  jefe  de 
las  fuerzas  revolucionarias  que  sostienen  el  sitio 
de  Santa  Cruz  y  discutida  su  rendición  por  los 
parlamentarios  nombrados  al  efecto,  que  son  por 
parte  de  los  españoles,  D.  Enrique  Quian  Palo- 
mares, capitán  ayudante  del  Batallón  de  cazadores 
núm.    22   y  D.    Jacobo   Geuer    y   Jossé,     alférez 


—  155  - 
de  navio,  comandante  de  la  lancha  Ocean>'a  y 
por  parte  de  los  revolucionarios  D.  Fidel  Serio 
Angeles,  Secretario  de  campaña  del  jefe  sitiador 
y  D.  Laureano  Cruz,  teniente  de  las  fuerzas  re- 
volucionarias, han  convenido  y  estipulado  las  si- 
guientes bases  que  han  de  observarse  para  la 
capitulación  y  entrega  de  las  lanchas  de  referencia: 

Artículo  I."  Serán  respetadas  y  protejidas  las 
vidas  de  todos  los  que  constituyen  las  dota- 
ciones. 

Art.  2."  Después  de  entregadas  las  lanchas  á 
la  comisión  nombrada  al  efecto  por  el  Gobierno 
Revolucionario,  bajarán  al  pantalán  las  dotacio- 
nes, con  su  armamento,  para  que  en  unión  de  las 
fuerzas  del  ejército,  hacer  entrega  de  él  y  saür  de 
la  plaza,  como  aquellos,  con  todos  los  honores  de 
la  guerra. 

Art.  3."  Una  vez  entregadas  las  armas,  las  do- 
taciones se  constituirán  prisioneras  de  guerra 
hasta  la  celebración  definitiva   de    la   paz. 

Art.  4."  Como  desde  el  momento  de  abando- 
nar las  lanchas,  las  dotaciones  se  unen  á  las 
fuerzas  de  la  plaza,  ellas,  lo  mismo  que  éstas,  en 
unión  de  sus  comandantes,  disfrutarán  de  la  li- 
bertad y  respeto  debidos,  dentro  del  recinto  de 
la  población  á  que  se  les  destine,  mientras  ob- 
serven las  reglas  prescriptas  y  leyes  vigentes, 
siempre  que  no  sean  contrarias  al  honor  de  su  ban- 
dera. 

5."  Al  distribuir  las  fuerzas  en  los  pueblos,  á 
ios  comandantes  se  les  destniar.i  aquel  á  donde  vava 
la  Plana  mayor   de  las  fuerzas   españolas. 

Art.  6."    Los  comandantes  conservarán  sus  ar- 


^  156  - 

mas   y,  como  sus  dotaciones,    toda   la    propiedad 
particular. 

Art.  8."  La  entrega  de  las  lanchas  á  la  comi- 
sión del  Gobierno  Revolucionario  se  hará  por 
inventario  duplicado,  firmado  por  el  jefe  de  la 
comisión  y  el  comandante  de  la  lancha,  quedán- 
dose cada  comandante  con  un  ejemplar  de  los 
duplicados  que  correspondan  á  los  de  su  lancha. 
Art.  8."  SerA  respetada  la  documentación  de 
las  lanchas  que  llevarán  consigo  sus  comandan- 
tes, y  al  entregar  la  caja  se  dará  á  cada  co- 
mandante un  recibo  de  la  cantidad  existente  para 
que   como   resguardo  pueda  servirle. 

Art.  9."  La  conducción  de  las  documentacio- 
nes se  hará  en  vapores  y  sólo  por  tierra  cuando 
la   Laguna  no  pueda  utilizarse. 

Art.  10.  Las  dotaciones  que  el  Gobierno  Re- 
volucionario destine  á  las  lanchas,  no  embarca- 
rán en  ellas  hasta  no  estar  las  dotaciones  del 
gobierno  español  desembarcadas. 

Art.  II.  Los  prisioneros  serán  mantenidos  por 
el  Gobierno  Revolucionario,  según  su  graduación. 

Art.  12.  Al  mismo  tiempo  que  las  lanchas, 
se  entregará  á  la  comisión  del  Gobierno  Revolu- 
cionario un  casco  recogido  en  Hala-hala,  cargado 
de   leña,  que  hoy  no  existe. 

Paciano  Rizal  Mercado  y  D.  Carlos  Preysler 
y  Moreno  se  comprometen  y  obligan,  bajo  su 
palabra  de  honor,  al  cumplimiento  de  las  condi- 
ciones estipuladas  en  la  presente  capitulación  en 
lo  que  respectivamente  concierne  á  cada  una  de 
las  partes  contratantes. 

Esta  capitulación  será  válida  en  todos  sus   par- 


—  157  - 

ticulares,  desde  el  moirento  de  su  firma,  no  es- 
tando sujeta  su  eficacia  á  ninguna  aprobación  en 
virtud  de  los  plenos  poderes  que,  por  su  honor, 
asegura  Paciano  Rizal  \  Mercado,  le  han  sido  con- 
feridos. 

En  virtud  de  todo  lo  pactado  firman  la  presente 
ambos  jefes  contratantes  con  les  parlamentarios 
nombrados  al  efecto,  en  Santa  Cruz  de  la  Laguna 
á  treinta  de  Agosto  de  mil  ochocientos  noventa 
y  ocho. — Jacobo  Gener.- Fidel  S.  Angeles — Enri- 
que Quian. — Laureano  Cruz. — Conforme.— El  Co- 
mandante de  la  Oiálora,  Carlos  Pre>sler. — Con- 
forme. El  jefe  de  la  fuerza  sitiadora,  Paciano  Ri- 
zal Mercado, 


Acta  de  la  capítuJación  de  Zamlales. 


En  el  pueblo  de  Castillejos.— Zambales  á  28  de 
Junio  de  3898,  reunidos  de  una  parte  el  Coman- 
dante D.  Joaquín  Benedicto,  Jefe  Militar  de  la 
Zona  Sur  de  la  citada  provincia,  acompañando  de 
los  Capitanes  D.  Enrique  Vergara  Navarro,  de 
la  Guardia  Civil,  D.  Olegario  Lancedo  y  Ra- 
nura, de  la  4.*  Compañía  del  8.°  de  Cazadores,  don 
Diego  Lequeza  López,  de  la  i.*  de  Voluntarios  de 
Ta' abas  y  D.  Ricardo  Morales  Díaz,  déla  4.*  de 
Pangasinan  y  los  2'"  Tenientes  Comandantes  de 
fuerzas,  D.  Simeón  Guramen,  de  la  i*  del  i-^  Ba- 
tallón del  Regimiento  73  y  D.   Enrique  Fernandez 


-158- 
de  li  6*  del  6"  de  Cazadores;  y  de  otra  parte 
el  General  de  Brigada  del  Ejército  Revolucionario 
D.  Gregorio  González,  acompañado  también  de  su 
Teniente  Coronel  y  Capitán  ayudante  respectiva- 
mente. D.  Rafael  Melizo  y  D.  Martin  Basa  hacen 
constar  lo  siguiente;— En  el  día  25  del  expresado 
mes  citado,  la  columna  del  Ejercito  español  man- 
dada por  dicho  Jefe  Comandante  Benedicto  en 
la  cumbre  del  monte  Amaonge.  término  del  pueblo 
de  San  Antonio,  en  marcha  para  Olongapó,  se 
recibió  una  carta  del  citado  General  Revoluciona- 
rio, que  ased'aba,  invitando  á  la  rendición  de  ar- 
mas; previos  los  parlamentos  celebrados,  dicho 
Jefe  del  Ejército  español  de  acuerdo  con  los  Ca- 
pitanes y  Comandantes  de  fuerza,  bajo  la  presión 
de  causas  que  no  son  del  caso  citar,  aceptó  dicha 
rendición  bajo  las  condiciones  siguientes. —  i."*  La 
fuerza  española  deponía  desde  luego  las  ar- 
mas haciendo  entrega  inmediatamente  de  cuantas 
municiones  de  guerra  llevaba,  continuando  la  tropa 
con  los  fusiles  hasta  Subic  donde  serían  entre- 
gados totalmente,  á  fin  de  deirostrar  á  los  pueblos 
del  tránsito  la  forma  honrosa  de  la  capitulación. 
-  2.*  El  referido  General  por  su  parte,  á  nombre 
del  Gobierno  Dictatorial  de  Filipinas,  que  repre- 
sentaba, prometía  respetar  y  hacer  respetar  las 
vidas  é  intereses  de  todos  los  que  componían  la 
columna,  así  militares,  eclesiásticos,  paisanos  y 
familias  de  unos  y  otros.-  3.'  Permitir,  bajo  las  se- 
guridades correspondientes  á  los  paisanos  que  lo  de- 
seasen, volver  á  sus  hogares  y  conducir  á  los  miltares 
con  sus  familias,  paisanos  y  eclesiásticos  hasta  Su- 
bic, desde  cuyo  punto  serian  trasportados  por  cuenta 


»  159  — 

del  Gobierno  Dictatorial,  en  buque  de  vapor  á 
Cavite,  donde  se  halla  establecido;  y  todo  en  bue- 
nas condiciones  de  trato  y  alimentación,  que  seria 
gratuita  por  todo  el  tiempo  que  permanezcan  su- 
jetos á  su  poder,  garantizando  su  estancia  en  el 
pais  4.*  Que  la  residencia  de  todos  y  cada  uno 
basta  la  terminación  de  la  guerra  será  á  libre 
elección  de  los  interesados,  siempre  que  sea  en 
punto  dominado  por  la  revolución  y  5.°  El  Ge- 
neral de  Brigada  referido,  responde  con  su  pres- 
tigio, bajo  su  palabra  de  honor  y  caballero, 
del  exacto  cumplimiento  de  lo  pactado:  como 
artículo  adicional  se  bace  constar  que  en  la  ren- 
dición solo  ha  intervenido  el  referido  General 
González  y  fuerzas  á  sus  órdenes. 

Conformes  ambas  partes  en  todos  los  extremos 
de  esta  acta,  la  firman  en  el  citado  pueblo  de  Cas- 
tellejos,  haciendo  constar  que  no  se  estendió  en 
el  punto  donde  se  celebró  el  parlamento  por  falta 
de  medios.  Enrique  Fernandez  — Ricardo  Morales. 
— Olegario  Lancedo. — Rafael  Martin.— Gregorio 
González. -Simeón  Guraman. — Diego  Sequera.— 
Capitán  Martin.— Enrique  Vergara  y  Joaquín  Be- 
nedicto, 


Ac.^a  de  la  capitulación  de  Negros, 


Don  Isidro  Castro  y  Cinceros,  Gobernador  P.  M. 
de  Negros  Occidental,  D.  Braulio  Sanz  y  Alvaro, 
D.   Manuel    Alcuza    é  Ibarra,    Promotor    Fiscal, 


—  i6o  — 

D.  Ramón  Arenada  y  Heredia,  Administrador  de 
H.  P.,  D.  Emilio  Monasterio  y  Mandillo,  Regis- 
trador de  la  propiedad  y  D.  Domingo  Ureta  y 
Lerena,  Notario  público,  por  una  parte  en  repre- 
sentación del  Gobierno  español  y  de  la  otra  don 
Aniceto  Lacson  y  Ledesma,  Jefe  de  las  tropas  li- 
bertadoras del  Norte  de  esta  provincia  D.  Juan 
Araneta  y  Tomás,  con  el  mismo  carácter  de  la 
zona  del  Sur,  D.  Nicolás  Gales  y  Coloso,  segundo 
jefe  militar  del  Norte,  D.  Leandro  Lacson  y 
de  la  Rama,  Presidente  local  de  Silay,  D.  Simón 
Lizares,  Presidente  de  Minuluan,  D.  Julio  Diaz 
y  Diaz,  vocal  del  Comité  del  mismo  pueblo,  don 
José  Montilla  y  Samson,  capitán  del  Ejercito  li- 
bertador en  representación  del  Gobierno  libertador, 
han  convocado  y  pactado  la  capitulación  de  las 
fuerzas  á  sus  órdenes  que  guarnecen  esta  cabe- 
cera, bajo    las   bases  siguientes: 

i/  Las  tropas  españolas  europeas  é  indígenas 
capitulaíi  con  la  plaza  y  sus  defensas,  entregando 
inmediatamente  sus  armas  y  municiones  á  la  co- 
misión que  designen  los  jefes  del  Ejército  liber- 
tador y  permaneciendo  acurteladas  en  el  local  ó 
locales  que  designen  dichos  Jefes,  estando  sujetos 
á  las  órdenes  de  la  fuerza  libertadora  encargada 
de  su  custodia  basta  la  conclusión  del  tratado 
de  Paz  entre  los  Estados-Unidos  de  la  América 
del  Norte  y  España, 

2.'  Los  Jefes  y  oficiales  de  tropa  regular  es- 
pañola, conservarán  sus  armas  de  cinto  y  caballos 
de  propiedad  privada. 

3.*  A  los  oficiales  y  soldados  comprendidos  en 
la  capitulación  se  les  proveerá,  según  su  categoría, 


-  i6i  — 
de  las  raciones    y   socorros    necesarios    nasta  la 
conclusión  del  tratado  de  paz    mencionado    en  el 
artículo  primero. 

4.'  Todos  los  fondos  del  Tesoro  español  v 
otros  públicos,  se  entregarán  inmediatamente  de 
firmado  este  convenio. 

5.»  Quedan  también  en  clase  de  prisioneros  los 
funcionarios  públicos  y  sus  familias  los  cuales  se- 
rán igualmente  tratados  y  mantenidos  con  arreglo 
á  su  categoría,  así  como  respetadas  sus  vidas  y 
haciendas. 

6/  Esta  provincia,  sus  habitantes,  sus  iglesias 
y  su  culto  religioso,  sus  establecimientos  de  en- 
señanza y  su  propiedad  privada,  de  cualquiera 
índole,  serán  respetados  y  quedan  bajo  la  salva- 
guardia especial  de  la  fé  y  el  honor  del  Ejército 
libertador. 

7.*  Los  representantes  del  Gobierno  español 
aceptan  las  condiciones  expresadas  bajo  la  salva- 
guardia de  la  palabra  de  honor  de  los  jeíes  del 
Ejército  libertador. 

8."  Los  mismos  apelan  á  la  generosidad  de  la 
junta  revolucionaria  para  que  permita  á  los  ca- 
pitulados y  sus  familias,  exepción  hecha  de  la 
tropa,  embarcarse  para  distintos  puntos  del  ar- 
chipiélago con  sus  intereses,  base  aceptada  por 
los  representantes  del  Ejército  libertador. 

g.^  Aun  cuando  se  rompieran  de  nuevo  las  hos- 
tilidades entre  España  y  los  Estados  Unidos,  los  que 
quedasen  bajo  las  bases  de  esta  capitulación,  se- 
rán respetados,  tanto  en  sus  vidas  como  en  sus 
haciendas. 

Y   para  que  conste  se  formaliza  la  presente  acta, 

n 


—   102    — 

sacando  cinco  de  un  tenor,  que  firman  en  Ba- 
külod  á  seis  de  Nov  iembre  de  mil  ochocientos 
noventa   y  ocho.  _  Siguen  las  firmas. 


Acta  de  la  capitulación  de  Dagupan, 


En  Dagupan  á  veinte  y  dos  de  Julio  de  mil 
ochocientos  noventa  y  ocho,  reunidos  en  consejo 
de  guerra  los  oficiales  de  la  guarnición  bajo  mí 
presidencia,  acordaron  en  vista  de  la  l.ostilidad 
manifiesta  de  todo  el  pais,  contándose  entre  los 
españoles  ciento  doce  heridos  y  enfermos,  y  ha- 
biendo hecho  dos  meses  de  continuada  resistencia 
y  uno  de  asedio  de  esta  plaza,  ante  la  imposibi- 
lidad de  resistir  por  más  tiempo  á  las  fuerzas 
que  la  atacan,  y  evitar  el  derramamiento  de  san- 
gre inútil  y  estéril,  tanto  de  las  fuerzas  de  la 
guarnición,  cuanto  de  la  numerosa  colonia  euro- 
pea existente  en  la  plaza,  todos  de  acuerdo,  de- 
cidieron la  rendición  y  entrega  de  la  plaza  bajo 
las  condiciones   siguientes: 

Primera.  Se  arriará  la  bandera  con  los  hono- 
res de  ordenanza. 

Segunda.  Las  fuerzas  de  la  guarnición  saldrán 
con  los  honores  de  la  guerra,  haciendo  entrega 
de  las  armas,  municiones  y  demás  efectos  de 
guerra,  reservándose  á  los  Jefes  y  oficiales,  el 
derecho  a  conservar  sus  armas,  compuestas  de 
revólver    y   sable,  como  de  su  lejitima  propiedad. 


^  163- 

Tercera.  Se  respetaran  las  vidas  é  intereses  de 
todos  los  españoles  y  de  los  naturales  que  hasta 
la  fecha  han  estado  acojidos   ni  pabellón  Español 

Cuarta.  Los  heridos  y  enfermos  quedarán  bajo  la 
responsabilidad  del  jefe  que  mande  la  guarnición 
de  esta  plaza,  observándose  con  ellos  lo  que  la 
humanidad  ordena  y  est4  prescrito  en  el  tratado 
de    Ginebra. 

Quinta.  Olvido  completo  de  agravios  pasados 
relacionados  con  la  campaña,  ó  por  todo  acto  de 
servicio. 

Sexta.  Que  no  pueda  obligarse  á  ningún  jefe, 
oficial,  ni  soldado  español  á  tomar  las  armas  cen- 
tra España    sí  opta   por  quedarse   aquí. 

Y  para  que  conste  se  levanta  la  presente  acta 
de  la  cual  se  harán  siete  ejemplares  que  firman 
todos   los  reunidos. 

Juan  Lorite.— José  Rey  Suarez— Luis    Gil    de 

Palacio.— Pedro      Avalle José    Muñoz. — Manuel 

Martínez. — Juan  Moreno  —  Eusebio  Guisasola.— 
Francisco  de  Orozco.— José  Rey  Martin  de  Mar- 
tin.—Miguel  Liado.  Tomás  Vaulan  José  Mo- 
reno.—Mateo  Prieto.  Juan  Llobregat.-  Cayetano 
Muñoz.-  José  Asér— Julio  Barbera- José  del 
Prado. — Natalio  Fernandez.  Basilio  Torrecilla. 
— Paulino  Loyola. — Fernando  Val— Wenceslao 
Casille. -P.  Lozano.— Manuel  Guarde.— José 
Alvarez.-  Urbano  Mola. — J.  G.  Ceballos, 


Rpérjdice  i^ünQ.  2. 


Relato  curioso  é  interesante  que  de  su  viaje  a  Fi- 
lipinas hace  el  cazador  español  Matias  Sánchez 
Garda,  del  Batallón  expedicionario  núm.  8,  que 
fué  prisionero  de  los  tagalos  y  quedó  libre  en 
Noviembre  de  1899  después  de  17  meses  y  seis 
dias  de  cautiverio,  en  cuyo  tiempo  recorrió  a  pié 
gran  parte  de  la  isla  de  Luzon  en  un  trayecto  de 
466  Kilómetros,  (i) 


Corría  el  año  de  1896.  España  sostenía  dos 
guerras  en  sus  colonias,  pues  su  bandera  había 
sido  ultrajada  en  aquellas  partes.  En  vista  de 
estos  desordenes,  el  Gobierno  se  vio  precisado  á 
llamar  á  las  armas  á  varios  hombres  que  en  su 
casa  gozaban  de  completa  tranquilidad:  uno  de 
ellos  fui  yo,  que  deseaba  vengar  por  momentos 
el   ultraje  inferido  á  mi  querida  Patria. 


(i)  Esta  relato  está  copiado  al  pié  de  la  letra  del  cuaderno 
original  que,  día  por  dia,  llevó  el  interesado.  Hemos  hecho .  lo 
posible  por  conservar  el  lenguaje  piiniilivo,  pues  en  él  explica 
su  autor  cuanto  le  ocurrió  ea  su  cautiverio,  que  puede  apli- 
carse, con  ligeras  variantes,  á  todos  los  prisioneros  de  su  con- 
dición. Únicamente  hemos  modificado  lo  más  preciso  para 
conseguir  la  mejor  inteligencia.  También  ponemos  varias  notas 
que  aclararán  algunos  nombres  y  conceptos  que  se  usan  en 
la   relación. 


—  ibS  — 

Salí  de  mi  casa  el  dia  31  de  agosto  del  mismo 
año,  cuyo  dia  fué  de  mucha  tristeza  para  mi 
familia  por  nuestra  separación  y  ausencia.  El  dia 
primero  de  Septiembre  llegué  á  Salamanca  donde, 
acompañado  de  otros  muchos  quintos  que  iban 
por  la  misma  suerte  que  yo,  permanecimos  cua- 
tro dias.  Nos  pusieron  á  las  órdenes  de  un  se- 
gundo teniente  y  un  sargento,  y  nosotros,  como 
buenos  soldados,  obedecimos  todas  sus  órdenes: 
allí  nos  dieron  el  socorro  correspondiente  á  los 
dias  que  permanecimos  en  dicho  punto. 

El  dia  4,  á  las  cinco  de  la  tarde,  tomamos  el  tren 
con  dirección  á  Madrid,  á  donde  llegamos  el  5 
por  la  mañana,  siendo  conducidos  al  cuartel  de 
San  Francisco,  sitio  en  que  se  hallaba  el  Re- 
gimiento de  Infantería  de  Canarias  núm.  42, 
donde  íbamos  destinados:  allí  nos  colocaron  en  las 
compañías,  tocándome  á  mí  la  tercera,  en  unión  de 
otros  compañeros  de  viaje.  Aquí  pasábamos  el 
tiempo,  unas  veces  haciendo  la  instrucción,  otras 
limpiando  el  correaje  y  otras  veces  llevando  latigazos 
de  nuestros  cabos  y  sargentos  que  no  había  otro 
remedio  que  sufrir  con  paciencia.  En  esta  situación 
permanecimos  todo  el  mes  de  Septiembre. 

El  dia  I."  de  Octubre  salimos  todo  el  Bata- 
llón con  dirección  á  Leganés,  donde  fuimos 
destinados.  El  dia  4  se  celebró  un  sorteo  para 
Filipinas,  sorteo  que  tocó  á  cinco  individuos  por 
compañía  y  sin  más  novedad  permanecimos  en 
este  punto  hasta  el  dia  4  de  Noviembre  que 
volvió  á  celebrarse  otro  sorteo  para  el  referido 
archipiélago.  Este  sorteo  tocó  á  siete  hombres 
por  compañía  y  uno  de  ellos  fui   yo. 


—  169  — 

Verificamos  la  entrega  del  correaje  y  el  día 
7,  ya  vestidos  con  ropa  de  Ultramar,  empren- 
díamos la  marcha  con  dirección  á  Madrid  donde 
permanecimos  una  sola  noche.  El  dia  nueve  to- 
mamos el  tren  con  dirección  á  Guadalajara,  en 
cuyo  sitió  permanecimos  diez  y  siete  dias,  tiempo 
que  s¿  tardó  en  organizar  el  Batallón  expedi- 
cionario núm.  8  á  donde  fui  definitivamente  des- 
tinado. 

El  dia  25  de  Noviembre,  á  las  ocho  de  la  no- 
'  che,  salimos  con  dirección  á  Zaragoza,  llegando 
al  dia  siguiente,  en  que  nos  recibieron  con  mú- 
sica y  gran  entusiasmo,  mucha  marcha  de  Cá- 
diz y  dándonos  un  rancho  extraordinario  de  gar- 
banzos, carne,  judias  y  patatas  (i  .  A  las  doce 
seguíamos  con  dirección  á  Barcelona  llegando 
felizmente  el  dia  27,  alojándonos  en  el  cuartel 
de  Alfonso  XII  hasta  las  diez  de  la  mañana  que, 
conducidos  al  muelle  de  Colon,  nos  embarcaron 
á  bordo  de  un  hermoso  vapor  que  llevaba  por 
nombre  San  Femando. 

Ya  el  buque  empezaba  á  ponerse  en  movi  ■ 
miento  tomando  rumbo  hacia  la  Oceanía,  llevan- 
do á  su  bordo  2200  hombres  dispuestos  á  derra- 
mar la  última  gota  de  sangre  en  defensa  de  su 
bandera.  (2)  La  noche  se  echaba  encima  y  el  barco 
continuaba  su  viaje,    perdiéndose  de  vista  mi  que- 


(1/  No  vemos    nada    de    extraordinario    en    este    r.'ücho. 

(2!  Las  circunstancias  especialisimas  que  se  desairoliaron  en 
esta  segunda  guerra  de  Filipinas,  no  dieron  lugar,  y  más  vale 
asi.  á  que  se  verificasen  los  deseos  de  aquellos  valientes.  Es 
de  notar  qne  en  el  manuscrito  original  se  trató  de  borrar  este 
hermoso   concepto,    quizá    cuando    fué    reparado  por    su  autor. 


^  170  — 

rida  Espafia:  nada  importa,  se  decían  unos  á 
otros,  el  perder  de  vista  á  la  Patria;  lo  que  im- 
porta es  acudir   á  la  defensa  de  sus   colonias. 

El  buque  sigue  navegando  por  el  golfo  de  Lión; 
sitio  en  el  que  tuvimos  mucho  mareo  á  conse- 
cuencia de  los  movimientos  que  ocasionaban  las 
olas,  que  eran  tan  altas  que  pasaban  por  enci- 
ma de  la  cubierta.  Así  fuimos  por  espacio  de 
tres  días. 

El  día  2  de  Diciembre,  á  las  ocho  de  la  no- 
che, llegamos  á  Port  Said  permaneciendo  allí  du- 
rante toda  la  noche,  mientras  el  barco  tomaba 
carbón,  agua  y  toros  que  los  eng9nchaban  al 
pescuezo  para  trabajar  (i)  En  este  punto  vi  los 
primeros  negros  del  África  que  no  les  entendíamos 
nada  de  lo  que  hablaban. 

Amanecía  el  día  3  cuando  entrábamos  en  el 
canal  de  Suez  que  tardó  el  barco  en  pasarlo  diez 
y  ocho  horas:  durante  este  paso  vi  los  camellos 
y  los  hombres  con  tapa-rrabos,  cosa  para  mí 
hasta  entonces  desconocida.  El  buque  sale  del 
canal  y  sigue  navegando  por  los  anchos  mares: 
al  poco  rato  y  allá  á  lo  lejos  se  divisa  una  por- 
ción de  tierra:  ¿sen  aquello  Filipinas?  nos  de- 
cíamos unos  y  otros,  pero  como  solo  llevába- 
mos nueve  días  de  navegación  no  podía  ser  aquello 
Filipinas. 

El  buque  no  cesa  de  navegar  pero  atavesando 
mares  terribles  que  no  calman    hasta  pasados  tres 


(i)  Efectivamente,  ya  en  Port  Said  la  armadura  de  tiro  en  los 
carros  la  colocan  en  el  «pescuezo  de  los  toros  y  vacas  dedi- 
cados á  la  iraccióa.  Asi  mismo  lo  ejecutan  en  las  colonia- 
de    los   Estrechos    y    eu    Filipinas. 


-  lyi  — 
dias,  librándonos  así  de  las  pasadas  penas,  (i)  Fon- 
deamos eu  Aden  el  día  ig,  puerto  de  la  Ara- 
bia, donde  viraos  los  hombres  mucho  más 
negros  que  los  de  Port  Said.  Aquí  el  barco 
tomó  carbón,  agua  y  comestibles  haciéndose  á 
la  mar  con  el  mismo  rumbo  y  atravesando  olas 
muy  grandes. 

Al  puerto  de  Singapore  llegamos  el  dia  20,  á 
las  5  de  la  mañana,  viendo  con  sorpresa  que 
aquí  eran  los  hombres  más  blancos  que  los  que 
hab.amos  visto  anteriormente.  Aquí  son  de  la 
china  y  gastan  el  pelo  lo  mismo  que  las  mu- 
geres  en  España.  (2)  Apesar  de  que  llevábamos 
24  días  de  navegación  encerrados  en  el  barco, 
nuestros  jefes  no  nos  dejaron  bajar  á  tierra. 
Como  en  los  otros,  también  en  este  sitio  tomó 
el  buque  carbón,  agua  y  comestibles,  haciéndose 
á  la  mar  con   rumbo  a  Filipinas  el  día  21. 

Navegamos  sin  novedad  hasta  el  día  24,  en 
que  alborotados  grandemente  los  anchos  mareas 
de  la  China  parecía  que  iba  á  naufragar  el  bu- 
que. ¡Qué  día  tan  terrible!;  sin  comer  por  ser 
imposible  recojer  el  rancho  á  causa  del  gran  ba- 
lanceo que  teníamos.  El  día  27  fondeamos  en 
el  puerto  de  Manila,  término  de  nuestro  viaje, 
donde  nos  dieron  el  correaje  y  armamento  antes 
de  echar  pió  á  tierra.  Al  día  siguiente  desem- 
barcábamos en  el  muelle  de   la  Capitanía  vien- 


(i)  Aquellos  terribles  mares  á  que  se  hace  referencia  no  de- 
bieron ser  otros  que   el  paso   del  cabo   de  Guardafuí. 

(2)  Se  refería  á  los  chinos  que  excluyendo  el  afeite  del  cer- 
quillo hasta  el  centro  de  la  cabeza,  en  el  resto  tienen  abun- 
dante mata  de  pelo   que    lo  trenzan    for.naado  una  larga  coleta. 


—  172  — 

do  los  primeros  carabaos  con  unas  astas  que  pa- 
recían palancas.  Yo  le  dije  á  mi  compañero  si 
podía  decirme  cómo  se  llamaba  aquel  animal  que 
iba  tirando  de  un  carretón  y  otro  cazador  que 
llevaba  quince  días  en  Manila  nos  dijo  se  lla- 
ma carabao. 

Desde  dicho  muelle  fué  formado  todo  el  ba- 
tallón, al  compás  de  la  marcba  de  Cádiz,  hasta 
el  cuartel  de  Meisic.  En  esta  capital  ya  vimos 
á  los  Filipinos,  ó  por  mejor  decir  mdios.  que  es 
su  propio  nombre  u);  queríamos  hablar  con 
ellos  y  no  nos  entendían  y  por  señas  nos  daban 
las  cosas  que  les  pedíamos  En  Manila  permane- 
cimos hasta  el  30  de  Diciembre  en  cuyo  dia  y 
á  las  ocho  de  la  noche  nos  embarcamos  en  el 
vapor  «Villalobos»  que  tomó  rumbo  con  dirección 
a  la  provincia  de  Batangas,  llegando  al  dia  siguiente 
al  pueblo  llamado  Balayan,  donde  desembarcamos: 
allí  no  teníamos  que  comer,  pan  no  había  y  nos 
dieron  dos  galletas  á  cada  uno,  las  cuales  es- 
taban llenas  de  gusanos  y  era  imposible  el  co- 
merlas: este  dia  lo  pasamos  con  un  poco  de 
café  ó,  por  mejor  decir,  agua  clara.   (2) 

El  dia  I."  de  "Enero  del  año  1897  tomamos 
café  por  la  mañana  y  después  fuimos  á  conducir 
un  convoy  de  víveres  á  un  pueblo  que  se  llama 
Tuy,  cuyo  convoy  fué  llevado  con  muchas  fa- 
tigas por   los  incontables   ríos  que   tuvimos   que 


(i)  El  autor,  por  lo  que  se  vé,  no  pulo  coQ;ebir  que  los 
indios    que    vio   en    Miaila  fu?sea    los    mUiuoi    tilipiaos . 

[a]  £s  tristísioio  considerar  qu^  á  los  dos  dias  ds  llegar  á 
Manila  nuestro  héroe  ya  sufriera  los  rigores  del  hambre,  que 
tanto    se    dejó    S;:nlir   en   las  campadas  de  Filipinas. 


-  173  — 
pasar,  pero  regresamos  al  pueblo  aquella  misma 
tarde,  donde  tomamos  el  primer  rancho  y  úl- 
timo de  aquel  dia  Después  de  tres  dias  de  quie- 
tud, salimos  el  4  con  dirección  á  un  pueblo  que 
distaba  unas  dos  horas,  llamado  Calaca,  donde 
existía  un  destacamento  del  Batallón  de  cazado- 
res núm.  2  que  fué  relevado  por  nosotros.  En 
este  pueblo  pasábainos  el  tiempo  haciendo  ins- 
trucción y  algunos  recorridos  por  el  bosque,  has- 
ta el  18  que  veinte  y  cinco  hombres,  con  el  ca- 
pitán y  un  segundo  teniente,  hicimos  una  salida, 
encontrando  una  partida  del  enemigo  que  estaba 
haciendo  rrorisqueta  (i)  .  en  un  bahay  (2"  y 
atacándola  de  improviso  pudimos  cojerle  dos  es- 
copetas y  cuatro  talibones  Í3)  y  tres  taos  Í4)  á 
los  cuales  los  amarramos  llevándolos  al  destaca- 
mento para  que  declarasen:  mas  como  no  quisieran 
hacerlo  nos  dieron  orden  de  conducirlos  á  la 
autoridad  superior  y  el  dia  20,  ya  de  camino, 
trataron  de  fugarse  por  lo  que  nos  vimos  obli- 
gados á  hacerles  fuego.  Regresamos  á  Calaca  sin 
novedad  y  el  día  27  fuimos  atacados  por  una  nu- 
merosa partida  en  el  destacamento,  pero  nos  de 
fendimos  perfectamente.  Nosotros  estábamos  den- 
tro de  la  iglesia    y   del   convento  y  ademas  éra- 


[i]  Más  adelante  explica  el  autor  de  qué  se  compone  el  ali- 
mento corocido    en    Filipinas    por    el    nombre    de    morisqueta, 

\%]     La    casa   de  los  indios. 

',}]  Cnchilio  largo  que  usan  los  aoros  en  Mindauao.  Aquí 
el  autor  quiso,  sin  duda,  referirse  al  cococido  bolo,  que  no  es 
otra  cosa  sino  un  cuchillo  plano,  de  poco  más  de  media  vara 
de  largo  y  que  los  indios  usan  para  todo.  Lo  mismo  sirve  de 
amia    guerrera    que    de    heiramienta    para   el  trabaio. 

[4]    Hombres, 


—  174  — 
mos  8o  soldados  europeos  v  23  indígenas,  at 
mando  de  un  capitán  y  dos  segundos  tenientes  que 
ordenaron  nos  pusiéramos  todos  de  centinela  para 
cubrir  el  edificio  El  dia  28  llegó  el  comandante 
de  mi  batallón  con  una  compañía  del  núm.  13 
y  parte  de  la  mía  que  estaba  en  Taal  y  no 
volvimos  á  ver  á  los  insurrectos  en  unos  cuantos 
días.  Se  desertaron,  el  dia  4  de  Febrero,  cinco  sol- 
dados y  un  cabo  indígenas  que  estaban  con  nosotros, 
llevándose  500  cartuchos  y  cuatro  fusiles,  teniendo 
bastante  tiroteo  por  la  noc^e,  pero  sin  conse- 
cuencia. El  día  15  fuimos  trasladados  á  Bala  an 
pueblo  donde  anteriormente   habíamos  estado. 

Al  llegar  á  este  punto  los  ochenta  cazadores  que 
Íbamos,  nos  destribuveron  en  seis  destacamentos 
y  dos  avanzadas  que  rodeaban  todo  el  pueblo, 
siendo  forzoso  pasar  el  tiempo  siempre  de  guar- 
dia por  la  falta  de  soldados.  A  la  caída  de  la 
tarde  del  dia  24.  el  cabecilla  de  la  partida  que 
andaba  por  allí,  mandó  una  carta  al  capitán  de 
mi  compañía  diciéndole  que  se  preparase  con  la 
fuerza  pues  aquella  noche  atacaría  el  pueblo. 
Efectivamente,  á  las  diez  nos  vimos  obligados  rí 
romper  el  fuego  y  á  la  media  hora  ardía  el  pueblo 
por  todos  lados.  A  la  una  mandó  el  capitán  á 
cuatro  soldados  y  un  cabo  para  que  fuesen  á 
prestar  auxilio  á  otros  catorce  hombres  que  se 
alojaban  en  una  casa  cerca  del  poblado  y  que 
era  precisamente  donde  más  fuego  había:  uno  de 
los  cuatro  soldados  fui  yo,  que  cruzamos  el  pue- 
blo por  entre  las  llamas  hasta  llegar  por  milagro 
al  sitió  deseado.  Al  amanecer  del  25  hicimos 
una  descubierta  encontrando  23    muertos  y    mu- 


-  175  — 
chos    rastros    de    sangre.    Nosotros   tuvimos  dos 
heridos    leves. 

Sin  ninguna  novedad  estuvimos  en  este  punto 
hasta  el  dia  i8de  Abril,  cuya  fecha  fué  la  primera 
de  mis  calenturas.  El  ig  embarcamos  en  una  lan- 
cha cañonera  que  nos  llevó  á  Taal,  siendo  yo 
transportado  en  una  camilla  hasta  el  cuartel  don- 
de nos  alojaron  Poco  tiempo  estuvimos  en  Taal, 
porque  el  21  embarcábamos  en  el  vaporcito  Chu- 
rruca  que  nos  condujo  á  Manila  aquella  misma 
nocbe.  En  esta  capital  dormimos  hasta  las  tres 
de  la  mañana,  en  cuya  hora  mi  compañía  salió 
con  direcci'n  á  la  provincia  de  Bulacan  y  yo 
marché,  conducido  por  otro  compañero,  al  Hospital 
Militar  de  Arroceros.  En  este  hospital  pasé  en- 
fermo hasta  el  7  de  Ma^o,  soportando  fuertes 
calenturas  y  el  9  me  dieron  el  alta,  presentán- 
dome en  las  oficinas  de  mi  Batallón  donde  per- 
manecí dos  dias.  El  once  me  embarqué  á  bordo 
del  vapor  Alerta,  que  en  la  misma  fecha  tomo 
rumbo  con  dirección  á  la  provincia  de  Zambales 
donde  se  encontraba  la  5.*  coivipañia  á  que  yo 
iba  destinado.  Desembarqué  en  el  puerto  de  Su- 
big,  donde  se  hallaba  un  destacamento  de  dicha 
compañsa  que  estaba  al  mando  de  un  primer  te- 
niente, pero  a  los  pocos  dias  se  incorporó  el  ca- 
pitán. El  dia  14  salimos  con  dirección  á  Castillejos, 
donde  permanecimos  haciendo  muelas  guardias 
y  patrullas  por  las  noches  y  sobre  todo  largas 
marchas  por  los  montes  y  bosques  de  dicha  tierra. 
Así  pasamos  hasta  el  dia  27  de  junio,  que  salimos 
trasladados  al  pueblo  de  San  Narciso.  Aquí  es- 
tuvimos hasta  el  1 2  de  Septiembre,  haciendo  guar- 


(^ia  y  patrulla.  Desde  este  dia  hasta  el  15  que 
llegamos  á  Subig,  pasamos  por  los  poblados  de  San 
Antonio,  San  Marcelino  y  de  nuevo  á  Castillejos. 
En  Subig  embarcamos  á  bordo  del  vapor  Chu- 
rruca,  que  nos  condujo  á  Manila,  donde  otra  voz 
nos  alojaron  en  el  cuartel  de  Meisic  permitiéndonos, 
durante  tres  dias  que  allí  permanecimos,  salir  de 
paseo   por    la  capital  dos   horas  por    la  tarde. 

El  23  tomábamos  el  tren  en  la  estación  del 
ferro-carril,  marchando  directamente  á  Dagupan, 
última  estación  de  dicha  vía  férrea*  Por  la  ma- 
ñana nos  hicieron  ir  á  Tárlac  donde  permaneci- 
mos tres  días  haciendo  guardias  en  la  cárcel  y 
el  Gobierno.  Para  el  día  97  estaba  distribuida 
toda  mi  compañía  en  destacamentos  que  fueron 
■destinados  á  los  sigTiientes  pueblos  de  la  provin- 
cia de  Tárlac:  Gerona,  Pura,  Moneada,  Paniquí, 
Victoria,  Malayuntayú,  Camilin,  y  Santa  Ignacia; 
yo  fui  á  Gerona  con  once  compañeros  y  un  sar- 
gento y  después  de  dos  dias  me  trasladaron  á 
Paniquí,  encontrándome  con  nueve  compañeros, 
un  cabo  y  un  primer  teniente,  que  era  el  encar- 
gado de  la  compañía.  El  día  30  de  este  mes  se 
nos  incorporaron  27  soldados  a  los  que  hacía 
nueve  meses  que  yo  no  había  visto.  Aquí  pasa- 
mos el  tiempo  descansando;  no  teníamos  nada 
que  hacer.  Únicamente  la  guardia  del  cuartel 
donde  estábamos  y  alguna  que  otra  patrulla,  muy 
pocas.  Nos  volvieron  á  destinar  a  Tárlac  el  día 
17  de  Marzo  y  allí  se  reunió  toda  mi  compañía, 
que  se  fraccionó  el  día  21,  pasando  á  Zambales 
'^o  soldados,  un  sargento  y  dos  tenientes  )•  que- 
dándonos los  demás  en    Tárlac- 


—  177  — 

Los  que  habíamos  quedado  en  este  punto  mar- 
chames de  nuevo  el  día  23  á  los  pueblos  de  Ge- 
rona, Victoria  y  Moneada:  yo  fui  á  Gerona,  don- 
de después  de  15  días  marché  á  Moneada  y  de 
aquí,  el  i~  de  Mayo,  el  tren  nos  condujo  á  San 
Fernando,  capital  de  la  Pampanga,  en  cuyo  sitio 
estuvimos  hasta  el  día  31  que  pasamos  á  Calum- 
pit,  primer  pueblo  c^e  la  provincia  de  Bulacán,  Sin 
novedad  pasamos  dos  días,  pero  el  2  de  Junio,  á 
las  once  de  la  mañana  sonaron  los  primeros  ti- 
ros del  enemigo  que  venía  con  el  propósito  de 
sitiarnos.  Nosotros  nos  defendíamos  bien,  y  aguar- 
dábamos al  general  Monet  que  nos  avisó  vendría 
en  nuestra  defensa;  pero  este  general  no  venía; 
le  habían  cortado  el  paso  en  Santo  Tomas  y  no 
pudo  volver  íi).  El  número  de  insurrectos  que  nos 
atacaba  era  cada  vez  mayor  y  no  teníamos  co- 
mestibles nada  más  que  para  cuatro  dias  y  de 
agua  carecíamos  por  completo. 

En  vista  de  esto,  ordenó  el  capitán,  coman- 
dante del  Destacamento,  que  se  hiciera  un  pozo  den- 
tro del  fuerte,  realizándose  bastante  hondo,  pero 
daba  tan  poca  agua  que  á  los  cinco  dias  cesó  de 
manar.  Como  llevábamos  des  dias  sitiados  y  no 
venían  auxilios  ni  refuerzos  de  rirguna  parte,  se 
escatimaron  los  víveres,  empezando  á  distribuirse, 
desde  el  segundo  dia,  dos  galletas  por  individuo 
y   una  lata    de  sardinas    para  cada  dos   hombres; 


(i)  No  sabemos  á  puntT  fiio  si  los  filipinos  cortaron  e¡  pa- 
fo  al  general  Mooet.  Lo  que  sí  sabemos  es  qi  e  cuando  todo 
el  mTindo  lo  esperaba  en  Manila  con  sus  fuerzas,  llegó  pero 
solo,  después  de  haber  dejado  sn  gente  en  el  pueblo  de 
Macabebe. 

\2 


—  178  — 

debo  advertir  que  cada  lata  tenía  cuntro  sardinas 
pequeñitas.  El  dia  7  se  habían  terminado  las 
latns  de  este  pescado  y  no  quedaban  más  que 
cuatro  cajas  da  galletas,  pero  estaban  podridas 
de  !a  humedad  y  llenas  de  gusanos,  pero  aún 
así  y  todo  distribuyeron   una  por  individuo. 

Los  apuros  eran  grnndisimos;  escaseaban  tam- 
bién las  municiones,  los  víveres  y  el  agua  y 
otra  tempestad  mayor  que  fué  la  viruela,  pues 
teniamos  un  soldado  con  ella  y  muchos  con 
sarna,  aparte  de  los  varios  heridos  que  diaria- 
mente nos  hacía  el  enemigo.  Se  agravaba  la  si- 
tuación porque  las  casillas  (i)  las  teníamos  den- 
tro del  cdicfiio.  que  era  de  13  metros  cuadrados, 
donde  nos  defendíamos  130  hombres,  de  los  cuales 
44  eran  indigenas,  32  procedentes  de  la  enfci- 
meria  de  San  Isidro  de  Nueva  Ecija  y  54  del 
Batallón  de  cazadores  núm.   8. 

Amanecí j  el  día  10  en  que,  careciendo  de 
toda  claí^e  de  auxilios  y  recursos,  rendimos  las 
armas  á  las  nueve  de  la  mañana  Después  de  capitu- 
lar quedamos  á  las  ordenes  de  un  coronel  revo- 
lucionario que  nos  envió  al  convento,  dándonos  allí 
de  comer  y  beber,  cosa  que  tanto  necesitábamos, 
pero  á  la  tarde  se  nos  comunicó  que  quedábamos 
prisioneros  y  destinados  á  diferentes  pueblos.  Yo 
fui  á  uno  que  se  llama  Pulilan  con  27  compa- 
ñeros más  y  el  capitán  de  la  compañía.  Pasamos 
los  primeros  días  alojados  en  el  Convento  y  pa- 
seando por  las  calles:  nos  daban  por  las  ma- 
ñanas   un    vaso    de    té,    á    medio    día  un    ran- 

(i)    Retretes, 


cho  de  mongos  d^  y  arroz  y  por  la  noche  otro 
ranc'^o  de  lo  mismo.  El  día  2  de  Julio  fuimos 
trasladados  al  pueblo  de  Baliuag,  donde  llegamos 
á  las  tres  de  la  tarde,  sin  que  nos  dieran  nada 
de  comer.  Nos  alojaron  en  una  casi  donde  se 
encontraba  un  Medico  mayor  y  un  Comisario  de 
guerra,  un  Capitán  de  Administración  Militar,  un 
segundo  teniente  de  Ingenieros,  un  farmacéutico 
y  25  soldados,  pero  como  también  estaban  prisio- 
neros no  pudieran  socorrernos  con  nada  (1) 

El  día  3  nos  alojaron  por  los  hahais  para  que 
nos  dieran  de  comer  y  aquí  empezaron  nuestros 
suspiros:  nos  daban  arroz  cocido  con  agua  clara 
que  aquf  llaman  morisqueta  y  una  especie  de  co- 
cido que  en  el  pais  hacen  con  camarones  peque- 
ñitos  y  cuando  están  podridos  que  echan  muy 
mal  olor  es  cuando  lo  comen.  Dicho  cocido  lo 
llaman  bagón.  Esto  era,  pues,  lo  que  allí  nos  daban 
de  comer  y  haciéndonos  trabajar  en  el  arreglo  de 
calles  y  como  criados,  arrimándonos  bastantes  beju- 
cazos  y  diciéndonos  mncbo puiang  ina  mo  Castíla.  (3) 
Así  pasamos  el  tiempo  con  muchos  disgustos  y 
viendo  morir  de  hambre  i  varios  compañeros.  En 
este  paraje  permanecimos  hasta  el  día  73  de  No- 
viembre,   en  cuya  fecha    partimos   para  Quingua, 


''  fi)  Especie  de  cerel  parecido  á  las  algarrobas  qne  en  Espa- 
ña   se  nsan    para   alimento  de   las  palomas. 

(j;  Se  liabrá  querido  decir  qae  la  condición  do  prisioneros 
en  que  aquella  gente  se  encontraba,  les  snponfá  la  carencia  de 
elementos  con  que  socorrer  á  sus  compañeros. 

fj)  ffi  de  pu^  como  escribió  el  fniigne  Cervantes.  Castíla  ts 
palabra  con  que  el  indio  nombra  al  espafiol  desde  la  época  de 
U   con(}n¡sta    y   ya  generalizada  para   con  todos  los   europeo*. 


—  i8o  — 

acompañados  de  polistas  (i)  y  sin  darnos  socorro 
de  ninguna  clase.  Al  llegar  lo  primero  que  hicieron 
fué  encerrarnos  en  una  casa  donde  no  había  nada 
que  comer,  poniéndonos  dos  centinelas  á  la  puerta 
para  que  nadie  saliese  á  la  calle.  Pasamos  el  día 
de  la  llegada  sin  comer,  pues  no  nos  dieron  socorro 
alguno.  El  día  19  nos  dejaron  salir  á  la  calle,  pero 
sin  darnos  nada,  así  es  que  el  que  tenía  dinero  comía 
y  el  que  no,  no  quedando  otro  remedio  que 
recorrer  el  pueblo  pidiendo  limosna,  dado  el  caso 
de  encontrar  un  alma  caritativa  que  nos  socorriese. 
En  algunas  casas  nos  dieron  un  poco  de  moris- 
queta, pero  en  otras  nos  despachaban  con  frases 
injuriosas. 

El  día  ai,  á  las  once  de  la  mañana,  emprendi- 
mos la  marcha  con  dirección  á  la  provmcia  de 
Nueva  Ecija,  haciendo  noche  en  México,  provin- 
cia de  la  Pampanga.  donde  nos.  dieron  medio 
peso  para  43  españoles  que  Íbamos:  el  día  22 
continuamos  el  viaje,  descansando  dos  horas  en 
Santa  Ana,  desde  donde,  acompañados  de  polistas, 
llegamos  á  Arayat  á  las  4  de  la  tarde.  Nos  lle- 
varon al  Convento  y  en  este  sitio  el  Coronel  fili- 
pino dio  de  bofetadas  y  bejucazos  á  un  oficial 
nuestro  por  no  haberle  hecho  el  saludo:  de  allí 
nos  mandaron  á  dormir  á  una  casa,  en  el  piso 
bajo,  que  estaba  chorreando  agua  y  su  extensión 
era  de  cinco  metros  en  cuadro:  pues  allí  pisamos 
la   noche  sin   comer    nada,    sin  poder  salir  á  la 


(i)  PoliUas:  estos  son  ciudadaaos  filipiaos  que  por  no  haber 
tomado  ceduli  parsonal  de  uaa  clase  determinada,  se  les  obliga, 
por  espacio  de  ua  tiempo  marcado,  á  trabajar  en  el  arreglo  d» 
calzadas,    placas,    puentes   y    otras  obras  públicas. 


^  i8i  — 

calle  al  día  siguiente  y  sin  recibir  auxilios  de 
ninguna  especie.  En  este  sitio  íué  donde  senti- 
mos el  peor  trato  desde  que  estábamos  prisioneros. 

Al  amanecer  del  dia  23  continuábamos  el  via- 
je llevando  á  nuestros  hombros  todo  el  casangca- 
pan  (i>  que  más  bión  parecíamos  caballerías  y 
para  alivio  de  nuestros  males,  los  soldados  que 
nos  conducían  nos  daban  bastantes  culatazos. 
Por  la  noche  llegamos  á  Cabiao  donde  nos  trata- 
ron mejor:  fumios  al  Convento  y  nos  dieron  de 
comer,  saliendo  a  la  calle  cuando  queríamos.  El 
24,  después  del  desa  uno,  seguimos  nuestra  mar- 
cha con  dirección  a  San  Isidro,  capital  de  la  pro- 
vincia de  Nueva  Ecija  que  era  el  punto  donde  íba- 
mos destinados.  Lleganius  á  las  tres  de  la  tarde, 
alojándonos  en  una  casa  donde  se  encontraban  mas 
prisioneros.  Lo  prnnero  que  hicieron  á  nuestra  lle- 
gada tué  registrarnos  para  ver  quien  llevaba  di- 
nero y  quitárselo,  pero  no  pudieron  encontrarnos 
nada.  Nos  daban  de  socorro  dos  cl.upas  de  arroz 
y  siete  céntimos  de  peso  por  cada  individuo,  con- 
tinuando asi  en  este  pueblo,  sin  ser  maltratados 
por  nadie,  durante  cuatro  meses  y  ocho  dias  en 
que  reanudábamos  nuestra  peregrinación. 

El  dia  2  de  Abril  del  año  1899  marchamos  a 
Cabanatuan,  pueblo  de  la  misma  provincia,  alo- 
ngándonos en  los  bahais  para  que  nos  dieran  de 
comer  y  beber:  á  mi  me  dieron  morisqueta  y  Co- 
razón de  plátano  y  agua  clara  del  rio.  También 
me  dieron  bastante  trabajo,  esto  es,  medir  palay, 


[ij     luipedimeata  o  equipaje. 


—    I»2   — 

pilar  arroz,  etc.  ;i)  Pasamos  en  este  pueblo  hasta 
el  10  de  Mayo,  ea  cuya  techa,  á  las  tres  de  la 
mañana,  nos  hicieron  salir  con  dirección  á  la 
capital  de  llocos  Sur,  realizando  el  siguiente 
viaje:  Dia  n  á  Talavera;  en  la  misma  fecha  á 
Santo  Domingo,  donde  nos  dieron  dos  chupas  de 
arro^  por  individuo  y  alojamiento  para  pasar  la 
noche:  Dia  12  á  Sulipa,  donde  dormimos  sin  so- 
corro alguno:  Dia  13  á  San  José,  pueblo  donde 
nos  encontramos  con  600  prisioneros,  un  general 
español  y  mucüos  jefes  y  oficiales.  [2.)  En  este 
pueblo  no  había  que  comer,  pero  nos  dieron  como 
socorro  dos  chupas  de  arroz.  Después  de  dos 
días  de  descanso  y  reunidos  ya  700  prisioneros 
nus  hicieron  salir  para  Carranglan,  pueblo  que 
está  situado  en   el  centro  de    unas   montañas.   El 

15  llegamos  á   Poncan  sin    recibir    socorro    y    el 

16  a  Carranglan,  en  cuyo  camino  tuvimos  que 
atravesar  32  rios  con  bastante  agua  y  tres  mon- 
tañas, en  uaa  de  ellas  nos  encontramos  una  par- 
tida de  carabaos  cimarrones,  cuyos  animales  tu- 
vieron que  ser  batidos  por  los  soldados  que  nos 
acompañaban,  logrando  tumbar  á  tres  y  de  su 
carne  comimos  al  llegar  á  Carranglan  (3)  En 
este  punto  no  pudimos  encontrar  ni  sal  ni  man  - 
teca  para    hacer  nuestros  guisos. 

[ij  Palay;  el  grano  de  arroz  ea  su  cascara;  pUar  pala/, 
descascarillario  ea  el  aparato  llamado  ea  tagalog  lusong^  opera- 
ción que  se  veriáca  á  golpes   de    mazo, 

[a\  üste  general  español  era  D.  Leopoldo  G.  Pafla,  gobamador 
que   fué    de    envite. 

{¿)  Carabao:  especie  de  búfalo,  muy  útil  en  Filipina»  para  las 
labores  agrícolas  y  llevar  grandes  pesos.  Domesticado  es  muy 
dócil,    no    asi    «a  Mtado  salvaje,  que  es    temible. 


-    i83   - 

El  dia  19  emprendíamos  la  marcha  por  donde 
habíamos  venido  anteriormente  llegando  á  San 
José,  donde  permanecimos  dos  días:  el  23  á  San 
Quintín,  donde  sin  descanso  seguímos  á  Tayut 
sin  recibir  socorro  alguno.  Por  fin  el  24  nos 
dieron  dos  chupas  de  arroz  y  cuatro  cuartos. 
Este  pueblo  de  Tayut  es  el  primero  de  la  pro- 
vincia de  Pangasinan.  El  26  seguíamos  nuestra 
marcha  á  Asingan,  donde  dormimos,  recibiendo 
el  socorro  de  dos  chupas  de  arroz  y  ocho  cuar- 
tos: el  27  en  Binalonan  y  Pozo  Rubio,  con  so- 
corro de  arroz  y  ocho  cuartos:  el  28  en  Álava, 
con  el  socorro  de  una  libra  de  carne  de  carabao: 
el  30  en  San  Fabián  socorridos  con  media  pe- 
seta: el  31  en  el  mismo  punto  con  socorro  de 
arroz    y  ocho  cuartos. 

El  dia  primero  de  Junio  pasábamos  por  Santo 
Tomás  sin  socorro  alguno:  el  2  por  Aringay  y 
Caba  con  socorro  de  un  rancho  de  carne  con 
morisqueta:  el  3  por  Bubuan  con  socorro  de 
arroz  y  ocho  cuartos:  el  4  llegamos  á  S:in  Fer- 
nando de  la  Unión,  capital  de  la  provincia,  donde 
nos  dieron  arroz  y  carne  de  carabao.  El  5  en 
el  mismo  sitió  con  igual  socorro:  el  6  salimos 
para  San  Juan  y  Bagnotan  socorrirlos  con  arroz 
y  ocho  cuartos:  el  7  en  Namicpacan  con  igual 
socorro:  el  8  por  Bangaud  y  Tagudin  sin  socarro: 
el  9  en  el  mismo  pueblo  con  una  peseta  de  sa- 
corro:  el  10  pisamos  por  Sevilla,  Sta.  Cruz, 
Sta.  Lucia  y  Candon.  socorriéndon  )S  con  dos 
chupas  de  arroz  y  ocho  cuartos.  En  Candon  nos 
alojaron  por  los  bahais  para  qu3  nos  dieran  de 
de    comer,   donde    lo    hicieron    muy  ma'   durante 


—  184  — 

los  dias  12,  13  y  14  que  allí  permanecimos.  Én 
esta  última  fecha  salimos  para  Santiago  con 
el  socorro  de  arroz  y  ocho  cuartos:  el  15,  y  so- 
corridos en  la  misma  forma,  pasamos  por  San 
Esteban,  Sta.  María  y  Narvacan  donde  nos  die- 
ran una  libra  de  carne  de  vaca.  De  aquí  salimos 
para  Vigan,  capital  de  llocos  Sur,  y  punto  donde 
Íbamos  destinados.  Llegamos  el  dia  19  socorrién- 
donos con  media  peseta.  El  dia  23  no  pudiendo 
resistir  más  entré  en  el  Hospital  de  Vigan.  (i) 
Aquí  pasamos  muy  bien  el  tiempo,  pues  nos 
daban  media  peseta  diaria  y  no  eramos  maltra- 
tados por  nadie.  El  dia  23  de  Noviembre  del 
99  dieron  la  orden  de  que  los  enfermos  en  el 
Hospital  que  pudieran  andar  salieran  con  dirección 
á  la  provincia  del  Abra  y  efectivamente  nos  lle- 
varon al  embarcadero.  Los  oficiales  enfermos  re- 
clamaron al  general  filipino  Benito  Natividad  di- 
ciendole   que  todos    estábamos    comprendidos    en 


[i)  CuaaJo  el  autor  del  ininuscrito  llegó  á  Viga  a  había  ve- 
rificado á  pié  y  descalzo  el  siguiente  itinerario:  Calumpit  á  Pu- 
lilan,  9  kilómetros  y  medio;  á  Baliuag  lo;  á  Qj.iingua  nueve  y 
medio;  á  Ma!o!os  7  y  medio;  de  aqui  eu  tren  debieron  llevarlo 
á  San  F  rnando:  a  México  5  y  medio;  á  Santa  Aaa  8  y  medio; 
á  Arnyat  6;  á  Cabiao  17.  a  Sao  Isidro  9;  a  Cabanatuan  24,  á  Ta- 
lavera  11  y  medio;  á  Santo  Domingo  10;  á  Sulipa  9;  a  San  Jusé 
6;  á  Puncan  18;  á  Carranglan  11;  á  San  José  99;  á  Umingan  »}  y 
nieJio;  á  San  Q^iíiitin  9;  á  Tavúg  9;  á  Asingan  8  y  medio;  á 
Binalonaa  8;  á  Pozo  Rubio  10;  á  Álava  8;  á  San  Fabián  u;  a 
Saiito  Tomas  so;  á  Aringay  14;  á  Cabá  4;  á  uabaaa  u;  á  Sju 
Fernando  de  la  Unión  9;  á  San  Juan  ó;  á  Bagnotan  4;  á  Na- 
macpacun  19;  á  Bangued  6;  á  Tagudin  5;  á  Sevilla  10;  á  Santa 
Cruz  8;  á  Santa  Lucia  6;  á  Candon  8;  á  Santiago  11:  a  San  Este- 
ban 3;  á  Santa  Maria  6;  á  Narvacan  í:  y  á  Vigan  la.  Que  hacen 
va    total   Je    ^66    kilómetros, 


>-  i85  - 
el  decreto  publicado  por  Emilio  Aguinaldo  pre- 
sidente de  la  República,  el  día  23  de  Enero  de  aquel 
año  y  qu2  por  lo  tanto  debíamos  de  regresar  á 
Vigan  donde  se  habían  cjuedado  los  empleados 
civiles,  comprendidos  también  en  esc  decreto.  Be- 
nito Naiividad,  accedió  á  dicha  petición,  siendo 
de  nuevo  conducidos  á  Vigan  donde  volvimos  á 
entrar  en   el  Hospital. 

El  día  26  de  Noviembre  las  fuerzas  filipinas 
tocaron  llamada  á  paso  ligero  reuniéndose  todas 
en  la  plaza:  a  las  ocho  oimos  fuego  de  cañón 
y  fusilería,  lo  que  nos  alegro  sobremanera,  pues 
comprendimos  que  los  americanos  atacaban  y  po- 
'  díamos  salvarnos.  Poco  después  de  esta  hora  gra- 
nadas de  gran  calibre  pasaban  por  encima  del 
pueblo  y  á  cada  una  tanto  oficiales  como  soldados 
gritábamos  ¡otra!  ¡otra!  A  las  10  y  media  las  autorida- 
des de  Vigan  pusieron  bandera  blanca  en  la  Ca- 
tedral y  fueron  d  por  un  americano  que  tenían 
prisionero  en  el  Hospital.  Los  yankis  que  ataca- 
ban suspendieron  el  fuego  y  las  autoridades  fili- 
pinas, con  el  prisionero  americano,  salieron  á  par- 
lamentar. A  las  12  entraban  en  el  pueblo  unos 
veinte  americanos  que  eran  recibidos  con  música, 
por  las  autoridades  y  gran  número  de  chiquillos 
y  pueblo.  Dieron  vivas  á  América  y  poco  á  poco 
fueron  llegando  más  fuerzas  americanas,  que  en  el 
palacio  del  Obispo  pusieron  la  bandera  nacional 
mientras  desde  un  balcón  del  mismo  edificio  un 
Jefe  americano  daba  vivas  á  América  que  eran 
contestados  por  todo  el  mundo. 

Nosotros  estábamos  muy  contentos,  porque  desde 
aquel    momento   liábamos  dejado  de    ser   prisio- 


—  i86  — 
ñeros  y  de  pasar  tantas  hambres  v  fatigas  como 
veníamos  sufriendo  de  largo  tiempo:  lo  único 
que  todos  sentíamos  era  que  Filipinas  fuesen 
americanas  y  no  españolas.  A  la  caída  de  la 
tarde  del  día  26  fué  un  capitán  de  los  prisionerí^s 
españoles  á  saludar  al  jefe  americano  y  decirle 
los  muchos  prisioneros  quí  estábamos  allí  tarto 
civiles  como  militares  y  al  poco  rato  llegó  al 
Hospital  un  medico  americano  que  nos  llevó 
café,  azúcar,  galletas  y  latas  de  carne,  lo  que  nos 
sentó  perfectamente  pues  en  la  plaza  no  que- 
rían vendernos  nada.  El  27  por  la  noche  se  pre- 
sentó en  el  hospital  •  el  comandante  del  buque 
de  guerra  Oregon  ordenando  que  al  día  si- 
guiente, bien  temprano,  estuviésemos  todos  en 
la  plaza  para  embarcar  con  rumbo  á  Manila, 
orden  que  se  circuló  entre  los  soldados  y  cívües 
que   había  refugiados   por  todo  el  pueblo. 

A  las  cucitro  de  la  mañana  del  díi  28  toma- 
mos café  y  después  de  pasar  un  gran  trabajo  en 
reunir  carretones  para  que  nos  llevaran  la  poca 
ropa  que  teníamos,  como  así  mismo  á  los  enfer- 
mos que  no  podían  andar,  llegamos  al  muelle, 
pero  el  Oregon  estaba  tan  lejos  que  tuvimos  que 
ir  en  botes  y  en  muchas  tandas,  mojándonos  y 
mareándonos  mucho,  pues  el  mar  se  hallaba  bas- 
tante picado.  Embarcamos  por  fin  112  personas 
entre  soldado"*,  empleados  civiles  y  un  fraile.  El 
barco  Orejón  es  mu/  hermoso:  tiene  muchos  ca- 
ñones y  ametralladoras.  Ya  á  bordo  nos  daban 
de  comer  tres  veces  al  día  pescado  y  carne  y  á 
todas  horas  café  con  pan  y  mantequilla.  Los  sol- 
dados descansamos  en  el    dormitorio  de  la   tropa 


-  i87   - 
americana  y  los  oficiales    y    paisanos    sobre    cu- 
bierta, menos  los   más   enfermos    que    durmieron 
en  el  comedor. 

Llegamos  á  Manila  el  dia  30.  En  esta  madru- 
gada se  murió  un  soldado  de  mi  batallón  que 
venia  muy  enfermo.  Los  americanos  le  hicieron 
una  caja  amortajándole  con  la  bandera  española. 
Cuando  desembarcamos  nos  esperaban  en  el  mue- 
lle el  Coronel  Carbó  y  otros  Jefes  y  Oficiales 
españoles.  Nos  llevaron  a  los  más  enfermos  al 
Hospital  y  á  los  demás  al  Convento  de  S.  Agustín 
donde  al  entra  exclamamos:  ¡Gracias  á  Dios  que 
hemos  dejado  de  pasar  miseria  y  estamos  ya  ves- 
tidos y  calzados!  Ya  nos  habían  dado  á  cada  uno 
dos  trajes  de  rayadillo,  un  par  de  zapatos,  dos 
camisetas,  dos  toballas,  dos  camisas,  un  sombrero, 
una  manta  y  dos  fajas.  El  día  i.°  de  Diciembre 
nos  dieron  once  pesos  y  el  plus  de  dos  dias  del 
mes  de  Noviembre,  lo  que  agradecimos  mucho  por 
hacer  bastante  tiempo  que  el  dinero  no  se  veía 
en   nuestros  manos. 

El  dia  8  de  Diciembre,  dia  de  la  Purísima  Con- 
cepción, patrona  de  la  Infantería,  fuimos  á  misa 
todos  los  soldados  que  se  hallaban  en  Manila, 
presididos  por  el  general  Jaramillo,  (_i) 


[t]  Hasta  aquí  la  relasióa  dsl  cazador.  £l  día  lá  de  Diciem- 
bre de  189S  embarcaba  con  rumbo  á  la  Pduíasula  española,  eu, 
el  v<;por   Leóa  XIJLi,  el  individuo  Matías  Sánchez. 


Rpéi^dice  nüriQ.   3 


Relación  nominal  de  los  prisioneros,  General,  jefes 
y  oficiales  del  Ejercito,  Empleados  civiles  y  Orde- 
denes  Religiosas. 


EJERCITO 

General  de  Brigada:  Pon  Leopoldo  García 
Peña. 

Coronel:   Don   Juan  Rodríguez  Navss. 

Tenientes  Coroneles:  Don  Julián  Blazquez; 
D.  Manuel  de  Nagera;  D.  Bernardo  Baquero;  don 
Mariano  Alberti;  D.  José  Rodríguez;  D.  José 
Ferrer  y    D.    Gregorio    Cuesta. 

Comandantes:  Don  Juan  Genova;  D.  Cinlo  Pé- 
rez; D.  Agíipito  González;  D.  Francisco  Vara  de 
Rev;  D.  Miguel  Orozco;  D.  Dionis'o  Carbó;  don 
Mariano  Arques;  D.  Ángel  Ortiz;  D.  Gabino  Otero; 
D.  Bienvenido  Flandes,  D.  Federico  Julio,  don 
Manuel  Infante;  D.  Ricardo  Escrich;  D.  Enrique 
Groso;  D.  Félix  Martin;  D.  Manuel  López;  don 
Joaquín  Benedicto;  D.  Antonio  Sastre;  D.  Rafael 
Morales:    D.  Mariano  Cartan;   y  D.  José  Herrero. 

Capitanes:    D.  Gabriel  Herrero;  D.  Juan  Moris; 


—  iq2  — 

D.    José  Te  ;    D.  Enrique   de   las   Morenas;    don 
Juan  Plaza.    D.  Isidoro  Domingnez,    D.  Salvador 
Miró;  D.  Manuel  Sato;  D.  Juan  Alba;  D.   Ricardo 
Muriel.  D.   Antonio   Muriel;    D.    Manuel    Saldon; 
D.    Manuel    Alvarez,   D    Eustaquio    Estener;  don 
Bartolomé   Delgado:    D.    Blas    Garcia;    D.    Bar- 
tolomé   Barlece;    D.    Inocencio    Martin;    D.    Ma" 
nuel  Arroyo    D.   Lorenzo  Tomás    D.  lenasio  Ma- 
teo;  D.   Inocencio  Lafuente;  D.  Mateo  Prieto;  don 
Ensebio   Salvador;  D.  Federico  Rabadán:  D.  León 
Gil;    D.  Carlos    Mendoza.    D.  Juan  Ventosa;  don 
Ciriaco   Pérez;    D.   Mateo   Ayllon;   D.   Mateo  Al- 
masar;    D.   Francisco    Portilla.    D.    Lorenzo    Mo- 
lino;   D.    Feliciano    Pérez;    D.   Ricardo  Morales; 
D.  Marcelo    González;    D.  Francisco  Garcia;  don 
D.  Antonio    Moran;   D.   Manuel   Quero;   D.    Pas- 
cual   Gener;  D.    Mariano   Enrique;    D.    Fernando 
Paredes;  D.   Federico   Morazo;  D   Baldomcro  San 
Román;    D.    Silvestre    Cantero.    D.    Manuel  del 
Valle;  D.  José  Fresno;    D     Carlos    Pintados  don 
Fabriciano  López;  D.  José    Ureña;    D.   Casimiro 
Aoizanda;    D.   Fulgencio  Ortega;    D.  Daniel  Mar- 
tinez;   D.  Pedro  Marquesa;  D.  Juan  Escobar;  don 
Gabriel  Francisco,  D.  Vicente  Llinas.  D.  Vicenta 
Estever.    D.  Miguel  Liado;  D.  Toribio  Mendoza; 
D.  Candido    Hernández;    D.    Melchor   Fernandez; 
D.    Guillermo  Rodrifzuez:  D    Ángel  Sequera;  don 
Enrique  Quion;    D.    Jesús     Sánchez;    D.    Manuel 
Larraz,   D,  Gregorio  Arraiza;  D.  José  Ricon;  don 
Hilario  Dominguez;    D.  Pedro  Sorraguo;  D.    An- 
tonio Bejar.   D.    Francisco  Ternero;  D.    Eduardo 
Xandaró    D.Rafael  Yanc^uas:   D.  Ildefonso  Parra; 
D.  Diego  Ramírez;  D.  Tomás»'  Tejeiro;  D.  Carlos 


^    193  — 

Mendoza;   D.   Antonio  Sta.  Cruz  y  D,  Sebastian 
de  la  Torre. 

PRIMER-^ s  tenientes:  D.  FcHx  Muñoz,  D.  Con- 
rado Gallego;  D.  Mateo  Puchades;  D.  Rafael 
Guerra;  D.  Juan  Crame;  D.  Juan  Jiménez;  D.  Mi- 
^el  García;  D.  Salvador  Rizar;  D.  Juan  Lu- 
que;  D.  Segundo  Rodríguez;  Fracisco  Suarez; 
D.  Luis  Gómez;  D.  Agustín  Pinela;  D.  Inocencio 
Pirla;  D.  Santiago  Bergoa;  D.  Sebastian  Font; 
D.  José  Guillo;  D.  José  Ponas;  D.  José  González; 
D.  Indalecio  Vallejo;  D.  Ramón  Cases;  D.  Joa- 
quín Suarez;  D.  Justo  Amba;  D.  Gabriel  Toro; 
D.  José  Bancal;  D.  Martín  Martin;  D.  José  Ca- 
sado; D.  Ramón  Corona;  D.  Leopoldo  Rodax; 
D.  Natalio  Fernandez;  D.  Hemenegildo  Escribano; 
D.  Antonio  Pérez;  D.  José  Canoy;  D.  Juan  Co- 
llas; D.  Juan  López;  D.  Antonio  Martínez;  D.  To- 
mas Ruiz;  D.  José  López;  D.  Venancio  Mo- 
reno; D.  Inocencio  Paz;  D.  Pablo  Morey;  D.  José 
Rodr'gnez;  D.  Manuel  Gimeno;  D.  Leonardo 
García;  D.  Ramón  Giner;  D.  Teodoro  Otero; 
D.  José  Gutan;  D.  Emilio  Rodríguez;  D.  Miguel 
Blanco;  D.  Tomas  Várela;  D.  Ángel  Olavarrieta; 
D.  Cayetano  Ruiz;  D.  Juan  Domínguez;  D.  Luis 
Castillo;  D.  José  Dáceres;  D.  José  Sánchez; 
D.  José  Rodríguez;  D.  Francisco  Cardón:  D.  Juan 
Crespo;  D  Antonio  González;  D.  Joaquín  Manas; 
D.  Fermín  Casas;  D.  Bernardino  García;  D.  Juan 
López:  D.  Fernando  Martin;  D.  Juan  Salas;  D. 
Exequiel  Martínez;  D.  José  González;  D.  Mariano 
Díaz;  D.  Francisco  Balagibo;  D,  Francisco  Gon- 
zález; D.  Manuel  Guardia;  D.  Juan  Pujal;  D.  Ju- 
lián   Hidalgo;    D,    Bonifacio   González;   D.   Ger- 

13 


—  1^94  — 
vasio  Hernández;  D.  Antonio  Manblan;  D.  Francisco 
García;  Ildefonso  Mavayo;  D.  Carmelo  Pérez; 
D.  Manuel  González;  D,  Eduardo  Suarez;  D.  Die- 
go Pagés;  D.  Manuel  Pérez;  D.  Vicente  Her- 
mida;  D.  Francisco  García;  D.  Lorenzo  Ruano. 
D.  Roberto  Zaragoza;  D.  Juan  Verd;  D.  Camilo 
Rueda;    y  D.  Eduardo  Fanin. 

SEGUNDOS  TENIENTES  D.  Tomas  García;  D.  Nar- 
ciso Rodoy;  D.  Laureano  Melcon;  D.  Ramón 
Gómez;  D.  Victor  Gil;  D.  Rafael  García;  D.  Ge- 
rónimo Fernandez;  D.  Eliías  Pons;  D.  Gabriel 
Colas.  D.  Tiburcio  Blanco;  D.  Félix  Magtanang; 
D.  Diego  SantiUana;  D.  Joaquín  González;  D.  Se- 
bastian Román  D.  Antonio  Carpió;  D,  Vicente 
Portillas;  D.  Gabriel  Camacho;  D.  Juan  Barrera; 
D.  Julián  Fulve;  D.  Gregorio  Feyjoó;  D,  Silves- 
trs  Maquera;  D.  Pedro  Martin;  D.  Luis  Pareja; 
D.  Francisco  Muñoz;  D,  Juan  López;  D.  José 
Noriega;  D.  José  Martínez;  D.  Manuel  Lorenzo; 
D.  Máximo  Grajal;  D.  Matas  Fuentes;  D.  Pe- 
dro Martínez;  D.  Manuel  Montalvo;  D.  Bernabé 
Xuñez;  D.  Cresencio  Rebullida;  D  Toribio  Cris- 
tóbal; D.  Esteban  Ferrero;  D.  Claudio  Giménez; 
D.  Tomas  González;  D.  Daniel  Vicuña;  D  Pru- 
dencio Santa  Maria;  D.  Aniceto  Máximo;  D.  Juan 
Valdearenas;  D.  Leoncio  Celdran;  D.  Pedro  Me- 
dina; D.  Ricardo  Planchuela;  O.  Salvador  Piera; 
D,  Juan  Espejo,  O.  Andrés  Gómez;  D.  Andrés 
Jorrez;  D.  Lázaro  López;  D.  Juan  Ruiz;  D.  Donato 
Hormelleja;  D.  Manuel  Lara;  D.  Vicente  Martínez; 
D.  Juan  Solano;  D.  Josa  Herrería;  D.  Luis  Mu- 
ñoz; Ü.  Francisco  Pérez;  D.  José  Gómez;  D.  Ra- 
fael Duyos;  D,  Joaquín  Zulueta;  D,  Ricardo  Clierre- 


—  iqs  — 
guiñe:  D.  José  del  R:c;  D.  Eduardo  Cruz;  D.  José 
Alambiaga;  D.  Pascual  Bermudez;  D.  Balbino 
Sanz;  D.  Wenceslao  Cardias;  D.  Francisco  Ra- 
mos; D.  Demetrio  Diaz;  D.  Isidoro  Hernández; 
P.  Juan  Ballesteros;  D.  Emilio  Tejido;  D.  Do- 
mingo Tegedor;  D.  José  Nieto;  D.  Rafael  Rapo- 
so; D.  Juan  Alfonso;  D.  Saturnmo  Martin; 
D.  Salvador  Rivero;  D.  Antonio  Salanova. 
D.  Mateo  Oliver:  D.  Braulio  Villanueva  D.  Ri- 
cardo González.  D.  Benito  Nuñez.  D.  José  Ca- 
ridad; D.  Juan  Rodríguez.  D.  Eduardo  Olamañana, 
D.  Andrés  Montero.  D.  Manuel  Martínez.  D.  An- 
tonio Alvarez.  D.  Pedro  de  la  Vega.  D.  Lázaro 
Carranza.  D.  Manuel  Bastida;  D  Francisco  Mon- 
tijano;  D.  Antonio  García,  D.  Ruperto  Sevillano, 
D.  Fermín  Moreno.  D.  Joaquín  Rodríguez.  D.  Jor- 
ge Balaguer;  D.  Fernando  Víllaverde.  D.  Mi- 
guel Ritell;  D.  Juan  Sadía:  D.  Enrique  Fernan- 
dez. D  Jesús  del  Pozo.  D.  Francisco  Valle;  D.  Ma- 
nuel Ponce;  D.  José  Luengo;  D.  Justo  Sal- 
vador. D,  Cristóbal  Marín.  D.  Manuel  Rodríguez: 
D,  Agustín  Bcrges;  D.  Narciso  de  Vera;  D.  Fer- 
mín Gómez.  D.  Ciríaco  Falcon.  D.  Joaquín  Cor 
tés;  D.  José  Aser.  D.  Mariano  Pérez;  D.  Franl 
cisco  López;  D.  Francisco  Fernandez;  D.  Manue- 
Martinez;  D.  Miguel  Cisneros;  D.  Serafín  Ro- 
dríguez: D.  Enrique  Ocon;  D.  Victoriano  Vecino; 
D.  Miguel  Blanco;  D.  José  Moren;  D.  Pedro 
Gamundí;  D.  Urbano  Mota;  D.  José  Espejo;  D.  Jo- 
sé Barrio;  D.  Juan  Ballesteros;  D.  Francisco 
Caune;  D.  Juan  Domínguez;  D.  Inocente  Montes; 
D.  Pedro  Pérez;  D.  José  María;  D.  Juan  Es- 
cricb;   D.    Félix  Alonso;  D.  Rafael  Torres;  D.Fe- 


—  196  — 
lix  Pacual;  D.  José  Muñoz;  D.  Josi  Riqueras; 
D.  Felipe  Hernández:  D.  Francisco  Romero; 
D.  Cleto  Ruiz;  D.  Basilio  Torrecilla;  D  Manuel 
Martinez.  D.  José  Gutiérrez.  D.  Carlos  Aranda; 
D.  Mariano  Hernández;  D.  Germán  Salvo;  D.  Jo- 
sé Alvarez;  D.  Julio  Barbera;  D.  Federico  Gó- 
mez; D.  Manuel  Puchi;  D.  Juan  Lorite,  D.  José 
Sánchez;  D.  Brau  io  Prior;  D.  José  Garcia.  D.  Ma- 
riano Giménez;  D.  José  Bustos;  D.  Mariano 
Robledano;  D.  Manuel  Gil;  D.  Antonio  López; 
D.  José  Ridrigue¿;  D.  José  Ategui.  D.  Mariano 
Mechano;  D.  Agustín  Escudero;  D.  Pedro  Cantero, 
D.  Froilan  de  Aliño;  D.  Andrés  Blasquez;  D.Mi- 
guel Rivas;  D.  Pablo  González;  D.  Francisco 
López,  D.  Daniel  López;  D.  José  Pavo;  D.  José 
Farmés;  D.  Francisco  Cauit;  D.  Isaias  Valderrama; 
D.  Alejandro  Viamonte,  D.  Vicente  Salvatierra^ 
D.  Cipriano  Liseano;  D.  Antonio  Diazi  D.  An- 
tonio Fuertes;  D.  Evaristo  Rodríguez;  D.  Leo- 
poldo Garcia;  D.  Mariano  Genio,  D.  Ángel  Apari- 
cio. O.  Vicente  Obrilla;  D.  Diodoso  Siena,  D.  Juan 
Garcia;  D.  Julián  Salabre,  D.  Juan  Moreno; 
D.  José  Rodríguez;  D.  Sebastian  Sinnes,  D.  Juan 
Calles  y    D.   Gregorio   Pérez. 

Médicos  Militares.  D.  Francisco  Planchuelo; 
D.  Santos  Rubiano:  D.  Rogelio  Vigil;  D.  José 
Jurado;  D.  Emilio  Garcia;  D.  Pió  Arias;  D.  Fran- 
cisco Tupayarquas  y   D.  Antonio  Pérez. 

Administración  Militar.  Comisarios,  D.  En- 
rique Groso,  D  Félix  Martin;  y  D.  Manuel  Ló- 
pez; Oficiales  primeros,  D.  Rafael  Hidalgo.  D.  Ve- 
nancio Zanon;  D.  Juan  de  la  Peña.  D.  José 
Jiménez;   D,  Félix  Fernandez;    D,    Juan  Isarb   y 


—  107  - 
D.  Matías  Vilo.  Oficiales  segundos,  D.  José  Gar- 
da; D.  José  Puiggan;  D.  Julio  Fernandez;  y 
D.  Leopoldo  Visto.  Oficiales  terceros,  D  José  Mar- 
tin; D.  Manuel  Pardo;  D.  Francisco  Cañadillas 
D.  Félix  Toledo. 

Capellán:  D.   Antonio   Vicente 

Profesor  Veterinario;   D.  Alfred>>  Garcia. 

Músico  Mayor:    D.   Ramón  de   la  Aurora. 


EMPLEADOS  CIVILES 

D.  Antonio  del  Rio;  D.  Tomas  Pardo;  D.  José 
Carnero;  D.  Macario  Marco;  D.  Francisco  Comas; 
D.  Manuel  Ruvina;  D.  Mariano  Lacra;  D.  Bo- 
nifacio Rosello;  D.  Aurelio  Rusca;  D.  Remigio 
Rusca;  D.  José  G.  Céspedes;  D.  José  Ferrer; 
D.  Antonio  de  Córdoba;  D.  José  Cisneros;  D.  En- 
rique Alvarez;  D.  Emilio  Sánchez;  D.  Enrique 
Gutiérrez  D  Manuel  Sarthou;  D  Juan  Hernán- 
dez, L).  José  Biciter,  D.  Antonio  Galindo;  D.  Ra- 
món Fernandez.  U.  Marcelino  de  la  Matta  D.  Do- 
mingo Zamora;  D.  Emilio  Sigüenza;  D.  Ra- 
món M.  Cariso-  D.  Domingo  Pcrez,  D.  Francis- 
co G.  Ponce.  D.Jacinto  Romeo,  D.  Eugenio  Sal- 
cedo. D.  Sebastian  de  Castro;  ü.  Federico  Jacques, 
D.  José  Gómez.  D.  José  M.  Gutiérrez,  D.  Agus- 
tín Gómez,  D.  Manuel  Barreiro.  D.  Emilio  Ba- 
del.  D.  Emilio  Bono,  D.  Valentín  Jiménez,  D.  En- 
rique Aitamirano.  D.  Juan  López,  D  Cecilio  Gar- 
cia; D.  Francisco  Maqucda,  U.  Ramón  G.  Alias, 
D    Pablo  Camasos,   D.  Ignacio  Herrero  D.    Can- 


—  198  — 

dido  Jacques;  D.  Guillermo  Yarais;  D.  Rafael 
Luque.  D.  José  Benito,  D.  Mariano  Martin; 
D.  Francisco  de  P.  Romero;  D  José  Cavestany 
D.  José  González;  D.  Cristóbal  Ramos.  D.  Pedro 
Villar,  D.  Agustín  García  D.  Florentino  Sacristán, 
D.  Jorje  de  Sánchez.  D.  Antonio  Nadal;  D.  Va- 
leriano Morales;  D.  Celestino  Pozas;  D.  José 
M.  de  Vera;  D  Nicolás  Herrero;  D.  Ramón  Ar- 
mada: D.  José  Bravo.  Manuel  Atienza;  D.  Alejan- 
dro Tester;  D.  Emilio  Monasterio;  D.  Fiancisco 
Brivaron;  D.  Peregrín  Mestre.  D.  Julio  Lalatu; 
L\  Baltasar  Mira;  D.  Antonio  Verdegay;  D.  Joa- 
quín Chinchilla;  D.  José  M  Castels;  D.  Agustín 
Laauza;  D.  José  Orozco.  D.  Francisco  Campos; 
D.  Julián  Reiter  D.  Ramón  Pujol.  D.  Alfredo 
Gómez.  D.  José  Díaz  D.  Federico  Trugillo;  D.  Ga- 
briel F,  Céspedes.  D.  Pedro  Ochoa:  D.  Luis  Su- 
riano D.  José  González;  D.  Juan  Martin.  D.  En- 
rique Polo;  D.  Fernando  Morphi.  D.  Evar-sto 
Alvarez;  D,  Antonio  Esmerado.  D.  Miguel  G. 
I  biricú.  D.  Antonio  Echevarría;  D.  José  Villasan; 
D.  Francisco  Barranco;  D.  Luis  del  Pino.  D.  Ama- 
dor Gongora;  D,  José  Isaac;  D.  Antonio  Con- 
rado. D.  Carlos  Diez  D.  Julio  Martínez;  D.  Ma- 
nuel López;  D.Juan  Bros;  D.  Casimiro  Alcubierre; 
D,  Vicente  Zaidin  D.  Ignacio  Martínez,  D.  Tirso 
Canacbo;  D  Carlos  Biero;  D.  Ramón  M.  Zaidin; 
D.  Luis  Moré;  D.  FeÜx  Muaoz.  D.  Augusto  Ru- 
bio; D.  Luis  M.  Saez.  D.  Maximino  Bravo;  D  Eu- 
genio Sánchez  D.  José  Brea,  D.  Juan  García; 
D.  Lorenzo  De  vera;  ]>.  Abdon  Vicente;  D.  Adolfo 
Lizarso;  D.  Agripino  de  Molina;  D.  Pedro  Fer- 
nandez.  D.   Faustino  Ruiz;    D.   Pedro   Montañés; 


— -  I9Q  — 
D.  Emilio  Ruiz,  D.  Rafael  García  D.  Emilio 
Maffei;  D.  Arturo  de  Diego;  D.  José  M.  Pérez; 
D.  Inocencio  G.  de  Diego.  D.  Arturo  Echevarría; 
D.  Gerardo  Rodríguez;  D.  Rafael  Arribas.  D.  Va- 
lentín Blob;  D,  Joaquín  Pacneco;  D.  Andrés 
Sainzj  D.  Damián  Martínez  D.  Emilio  Fernan- 
dez; D.  Enrique  Avala;  D.  Salo  Ponte;  D.  Eu^^e- 
nio  Martínez,  D.  José  Herrero;  D.  Carlos  Dupuy. 
U.  Ricardo  Molleda;  D.  Julio  de  Castro.  D.  Vi- 
cente García  D.  Bernardo  Alias;  D.  Luis  Tornel- 
D.  Joaquín  Ramírez;  D.  Valentín  Iglesias;  D.  An- 
tonio Juncadelia,  D.  José  J.  Urengochea;  D,  En- 
rique G.  Hidalgo;  D.  Hipjlito  González,  D.  An- 
tonio Escalera;  D.  Ángel  Jiménez;  D.  Antonio 
Navarro,  D.  José  Nuuez,  D.  Rafael  Monserrat; 
D.  Eduardo  Amor;  ü.  Rafael  Gastet;  D.  Pe- 
dro Aballe;  D.  orge  Bustamante,  D.  AntíolíoJ. 
Padilla;  U.  Julio  Inchaustí,  D.  José  Boreny  D.  José 
Caballero;  D.  José  Mar^a  ülaide,  D  Marcial 
jesús;  U.  Agustín  Alvarez,  D.  Miguel  Palomino, 
D.  Luis  de  León;  D.  Cesar  Joranam,  D.  Ale- 
jandro M.  Escribano,  D.  José  Martínez;  D.  San- 
tiago Cardell,  U.Francisco  Rigo,  D  Manuel  Mu- 
sas, ü  Juan  García,  ú.  Mateo  Ventura,  D.l-ran- 
cisco  S.  Feíjóo,  U.  Juan  Comín;  D  Manuel 
Rodríguez,  u.  Manuel  Soto.  ü.  Manuel  Puei'ani, 
i'.  Eieuterio  Granados,  U.  1  lorencio  González, 
D.  Ramón  Carlota;  ü.  José  Caballero,  D.  José 
M.  de  Oialde,  D.  Marcial  Jesús,  D.  Agustín  Al- 
varez, D.  Miguel  Palomino,  D.  Luis  de  León; 
D  Cesar  Lorrasaui,  Ü.  Alejandro  M  Escribano, 
D  Juan  Üntaneda,  D,  Juan  Arce;  O.  José  Mb 
Gii.  D.  Manuel  T.  Vergara,  D.  Román  Iscariano; 


—  200  — 
D.  Antonio  Velano;  D.  Francisco  Manejo.  D.  Ra- 
món Barriaaga;  D.  Luis  M.  Regife.  D.  José  Cal- 
derón; D.  José  ReviUa;  D.  Francisco  Trejo;  D.  San- 
tos Molinia;  D.  Manuel  Castellano;  D.  Arturo  del 
Moral;  D  Marcial  Morcira  D.  Dario  Cañizal;  D.  Vi- 
cente Vila;  D.  T.  Bosanta;  D.  Antonio  Trujillo, 
D.  Ignacio  Hernández;  D.  Manuel  Rodríguez; 
D.  Blas  de  Rivera;  D.Manuel  Arroyo;  D.  Federico 
Martínez;  D.  Bruno  Cuenca;  D.  Patricio  Marzo; 
D.  Enrique  Jobiondo;  D.  Eufrasio  Moreno,  D.  Luis 
Pereira;  D.  Gregorio  Arauza,  D.  José  Aráullo. 
V   D.   Cecilio  Rafael. 


RELIGIOSOS. 

Agustinos:  Fr,  Domingo  La  Prieta;  Fr.  Isidro 
Prada;  Fr.  Miguel  de  Celis.  Fr.  Felipe  Lazcano. 
Fr.  Pedro  Quirós,  Fr.  Felipa  Laudaburo,  Fr.  Lo- 
renzo Melero.  Fr.  Santiago  Pe.-ez;  Fr.  Agapito 
Peña,  Frr  Mariano  de  los  Reyes;  Fr.  Santos  Ve- 
ga; Fr.  Carlos  Valdes.  Fr.  Mariano  Rivas.  Fr. 
Nicanor  González;  Fr.  Victoriano  x\.  Gallo,  Fr. 
Clemente  Ibañez;  Fr.  Joaquin  D.  Duran.  Fr.  Juan 
del  Olmo,  Fr.  Ángel  Fernandez,  Fr.  Servulo  Uri- 
goitia,  Fr.  Benito  Ibeas.  Fr.  Antonio  K^dondo; 
Fr.  Agustín  Muñoz.  Fr.  Fernando  Garcia;  Fr.  To- 
nbio  Faujul,  Fr.  Galo  de  la  Calle,  Fr  Fernan- 
do Vázquez;  Fr.  Bernabé  Jiménez;  Fr.  Celestino 
Garcia,  Fr.  V  cente  Ruiz  Fr.  Bernardo  Martínez; 
Fr.  Vicente  Martínez,  Fr.  Pedro  Diez,  Fr.  Faus- 
tino   Diez,    Fr.    Ramón    L.    Zorrilla;   Fr.     Fcr- 


—  aoi  — 
rain  SarJóii,  Fr.  Miguel  Foiiturbsl.  Fr.  José  R 
Prada;  Fr.  PoUcarpo  Oimio',  Fí\  Leoiiai-do  Arbo- 
laya,  Fr.  Juan  Za  lo;  Fr.  Ricardo  Alonso;  Fr.  Vic- 
toriano García;  Fr.  Mariano  Ortiz.  Fr.  Ricardo 
Desa;  Fr.  Juan  Callejo;  Fr.  Cirilo  Ayala;  Fr.  Fi- 
del Franco,  Fr.  David  Díaz,  Fr.  Bonifacio  Car- 
retero, Fr.  Casimiro  Castro,  Fr.  Felipe  Bar- 
ba, Fr.  Ángel  Corujedo;  Fr.  Francisco  Ormunia. 
Fr.  José  Vázquez,  Fr.  Lisardo  Villanueva.  Fr.  An- 
tonio Garcia;  Fr.  Clemente  Hidalgo;  Fr.  Aqui- 
lino Garcia;  Fr.  José  Fraia;  Fr.  Pedro  Ibafiez; 
Fr.  Mariano  Lorenzo,  Fr.  Paulino  Fernan- 
dez; Fr.  José  R.  Cabeza;  Fr.  Leandro  Collado^ 
Fr.  Marcelino  Ceballos;  Fr.  Manuel  Foy;  Fr.  Baldo- 
mcro Arrauz;  Fr.  Juan  Garcia;  Fr.  Juan  López  i 
Fr.  Ramón  Rivera;  Fr.  Ángel  Oyanguren,  Fr.  Il- 
defonso Villanueva.  Fr.  Inocencio  Vega;  Fr.  Pa- 
tricio Bernaoé,  Fr.  Juvencio  Hospital;  Fr  Cecilo 
Guernes;  Fr.  Juan  x\rrate^  Fr.  Pedro  Martí- 
nez, Fr.  Román  Toledo;  Fr.  Emilio  Seisd.dos, 
Fr.  Emilio  Fernandez,  Fr.  Luis  Rodríguez.  Fr.  Sil- 
vano CampoiTü,  Fr.  Nicolás  Marino,  Fr.  Gregorio 
Palicio,  Fr.  Gu.nersindo  Peláez,  Fr.  Sotero  Re- 
dondo, Fr.  Matías  A.  Palomo;  Fr.  Maximiliano 
Estevanez,  Fr.  Juan  Y.  Iglesias,  Fr.  Evaristo 
González;  Fr.  Pedro  Ordoñez.  Fr.  Jesús  Delga- 
do, Fr,  Graciano  Martínez,  Fr.  Antonio  Záeta; 
Fr.  Ant  jnio  Lozano;  Fr.  Ramón  Pérez.  Fr.  Tiburcio 
Recio;  Fr.  Joaquín  Santos;  Fr.  Komualdo  Cres- 
po; FY.  Ricardo  Sanche,?;  Fr.  Román  González; 
Fr.  Fidel  Larrinaga;  Fr,  Urbano  Alvarez;  Fr.  Ma- 
riano Rodríguez;  Fr.  Antonio  Blanco;  Fr.  Sabino 
Laso;  Fr,  Gaudencio  Castrillo;  Fr.  Ricardo  Can- 


—    202    — 

tero;  Fr.  Francisco  de   la  Ronda;    Fr.    Gregorio 
Cabrero  y  Fr.  Venancio   Aguinaco. 

Recoletos:  Fr.  Victor  Escos;  Fr.  Mariano 
Asencio:  Fr.  Aniceto  Aris;  Fr.  Cipriano  Bene- 
dicto; Fr.  Hilario  Vega;  Fr.  Alejandro  Echazarra; 
Fr.  Nicolás  Rodeles;  Fr.  Félix  Pérez;  Fr.  Mariano 
Morales;  Fr.  Bernabé  Pena:  Fr.  Miguel  Ga- 
lán. Fr.  Félix  Garces;  Fr.  Alejandro  Labordo; 
Fr.  Bernardino  Vázquez;  Fr.  Calis lo  Moral;  Fr  Pe- 
dro Oiave;  Fr.  Victoriano  Román;  Fr.  Bruno 
Capanaga;  Fr.  Isidro  Sanz;  Fr.  Andrés  Ló- 
pez; Ir.  Crisanto  Aspileneta;  Fr.  Manuel  Jiménez; 
Fr.  Buenaventura  Iturri;  Fr.  Maximiano  Martínez; 
Fr.  Juan  Ortiz;  Fr.  Pablo  Calvillo;  Fr.  Luis 
Cabello;  Fr.  Francisco  Moreno;  Fr.  Fernando  Her- 
nández; Fr.  Valentín  Bosobia;  Fr.  Agustin  Pé- 
rez, Fr.  Hipólito  Navascues;  Fr.  Javier  Jesma; 
Fr.  Vicente  Pinilla;  Fr.  Dionisio  Gurbindo;  Fr.  Vi- 
cente Soler;  Fr.  Pedro  López;  Fr.  Celestino  Toldi; 
Fr.  i  ederico  Serrano;  Fr.  Anselmo  Ruiz;  Fr.  Pau- 
lino Jiménez;  Fr.  Agustin  Pérez;  Fr.  Félix 
Lacalle;  Fr.  Julián  Ortiz;  Fr.  Manuel  Gómez; 
Fr.  Miguel  Garcia;  Fr.  Gregorio  Bucio;  Fr.  Se- 
rapio  Llórente;  Fr.  Manuel  Navarro;  Fr.  Julián 
Iberragua;  Fr.  Pablo  Vicente;  Fr.  Florencio 
Herranda;  Fr.  Miguel  Alvarez;  Fr.  Inocencio  Soláj 
Fr.  Francisco  Ecnagaurregui;  Fr.  Ángel  Martinez; 
Fr.  Juan  Benito;  Fr.  Antonio  Hernández;  Fr.  Vi- 
cente Vázquez;  Fr.  Mauricio  Ferrero;  Fr.  León 
Ociioa;  Fr.  Mariano  Lasa;  Fr.  Melchor  Ardanaz; 
Fr.  Claudio  Argote;  Fr.  Eulogio  Laenez;  Fr-  Fer* 
nando  Cuenca;  Fr.  Juan  de  Dios  Martínez;  Fr.  To- 
mas Arvago;    Fr     Tiburcio   Fernandez;     Fr.  Gre- 


—  203  — 
godo  Alfaro.  Vi-.  Aiigel  Fabo.  Tr.  Cipriano  Le- 
garraga.  Fr.  Pedro  Pérez;  Fr.  Niculas  Genaro, 
Fr.  Felipe  Segura;  Fr.  José  Lapardina  Fr.  Tomás 
Gaya.  Fr.  Juan  Briones,  Fr.  Marcelino  Limonera, 
Fr.  Pedro  Moreno.  Fr.  Manuel  García,  Fr.  Vic- 
toriano Tarazona;  Pedro  Jiménez  Fr.  Pedro  Ben - 
gosej  Fr.  Blas  Marti:. -z;  Fr.  Francisco  Cabido; 
FY.  José  Rada:  Fr.  Gregorio  Paredes;  Fr,  Pas- 
cual  Laguna       y    Fr.    Vicente  Soler. 

FR.\NCiscAN03;  Fr.  Eulogio  Gómez;  Fr.  Leo- 
nardo Eraso;  "F'r.  Agapito  López;  Fr.  Vicente  Gó- 
mez; Fr.  Antonio  M.  Vidales;  Fr,  Francisco  García 
Clemente;  Fr.  Francisco  Santa  Olalla;  Fr.  Vicente 
Herrero;  Fr.  Marcelino  G.  Tapetano;  Fr.  Jesús 
Román;  Fr.  Román  Pérez;  Fr.  Felipe  de  Mata; 
Fr.  Félix  Moya;  Fr.  Cipriano  Ortiz;  Fr.  José  Ma- 
ría Cabanas;  Fr.  Jesús  Rodríguez;  Fr.  Ángel  Gó- 
mez; Fr.  Román  Fernandez;  Fr.  Agustín  Jiménez; 
Fr.  Arienio  García;  Fr  Fi^cisco  Patino;  Fr. 
Julián  López;  Fr,  Saturnino  5Rfeuel  Fr.  Dámaso 
Boiaños;  Fr.  Anacleto  Vaquero;  F^N|*erfecto  Mén- 
dez: Fr.  Miguel  González;  Fr,  Severiaypo  Marcos; 
Fr.  Lope  Toledo;  Fr.  Victoriano  Jener;  Fr.  Brau- 
lio Pelaez;  Fr.  Jesús  Lillo;  Fr.  Manuel  García; 
Fr.  Telesforo  del  Rio;  Marcelino  Sancnez;  Fr. 
Francisco  Santos;  Fr.  Arecio  Cidad;  Fr.  Alfonso 
Rodríguez.  Fr.  Leandro  Corrales;  Fr.  Ángel  Gar- 
cía; Fr.  Félix  Ángel;  Fr,  Félix  Gómez;  Fr.  Eduar- 
do de  la  Torre:  Fr,  Anastasio  Gutiérrez;  Fr . 
Leoncio  García  Platero;  Fr.  Mariano  Pérez;  Fr. 
Juan  Marcos;  Fr.  Casiano  Rodríguez;  Fr.  Gregorio 
Pérez;  Fr.  M'ariano  Camuflas;  Fr,  Pió  Jiménez; 
Fr.   Francisco   Pliego;    Fr.  Severiano  Valenciano; 


—  H04  — 
Fr.  Rafael  Garcon;  Fr  Gabino  Muñoz;  Fr.  Manuel 
Salinas;  Fr.  Justo  López;  Fr.  Vicente  Varona; 
Fr.  Jesús  Sierra;  Fr.  Antonio  Mariblanco  Fr.  To- 
ribio  Martínez;  Fr.  José  Cardeñoso;  Fr.  Pablo 
Sánchez;  Fr.  Salvino  Pérez;  Fr.  Ildefonso  García; 
Fr.  Santiago  Rebato;  Fr.  Victoriano  Santa  María; 
Fr.  Marcos  Gómez;  Fr.  Casimiro  Fuentes;  Fr. 
Félix  Jiménez;  Fr,  Cipriano  Delgado;  Fr.  Pablo 
Benavides;  Fr.  Felipe  Vasquez;  Fr.  Mariano  G. 
Atienza;  Fr.  Candido  Gómez;  Fr.  Juan  López; 
y   Fr.    Félix  Minaya. 

Dominicos:  Ilustrísimo  Señor  Fr.  Hevia  Cam- 
pomanes,  Obispo;  Fr.  Saturnino  Gómez;  ir.  Felipe 
Domínguez;  Fr.  Santiago  Ibarra;  Fr.  José  Codina; 
Fr.  Prudencio  Martínez;  Fr.  Vicente  Fernandez; 
Ir.  F:ancisco  García;  Ulpiano  Herrero;  Fr.  Miguel 
Portell;  Fr  Fermin  P.  G.  Julián;  Fr.  Toribio 
Ardanza;  Fr.  Jerardo  Ramiro;  Fr.  Julián  Misol; 
Fr.  Telesforo  Galarreta;  Fr.  Manuel  Giraldez; 
Fr.  Tomas  Rodríguez;  Fr.  Blas  G.  Aldana;  ¥r. 
Jorge  Arjol;  Fr.  Raymundo  Carrera;  Fr.  Vicente 
Istegui;  Fr.  José  Bartolo;  Fr.  Ruñno  Irazabal; 
Fr.  Pedro  Muñoz,  J  r.  Víctor  Herrero  Fr.  Román 
Cúbenos;  Fr.  Juan  B.  Tenza;  Fr.  Fabriciano  Ruizj 
Fr.  Raymundo  Aranceta,  Fr.  Vicente  Avila,  Fr. 
Francisco  Pulido;  Fr.  Paulino  Agiur,  Fr.  Aniceto 
Casamitjana;  Fr.  Francisco  Salaum;  Fr.  Agustín 
Masip^  Fr,  Ceferino  Martínez,  ¥r.  Manuel  Tara- 
zona;  Fr.  Arsenio  Gómez,  Fr.  Ignacio  Cabido.  Fr, 
Víctor  Escalera,  Fr.  Manuel  Garmendia;  Fv.  José 
Vergis.  F'r.  Ildefonso  Delgado,  F"r.  F'elipe  Zabala; 
Fr.  Mariano  Urbano;  Fr,  Ignacio  Legarretaj  Fr, 
Joaquín   L.  Portea,  Fr,  José   .María   Celaya,    Fr, 


—  505  "" 
Próculo  Martin;  Fr.  Juan  Delgado;  Fr.  Francisco 
Elorriega:  Fr.  Romualdo  Aguado:  Fr.  Manuel  Blan- 
co; Fr.  Deogracias  García  Fr.  Miguel  Bonel.  Fr. 
Primo  Calzada;  Fr.  Segundo  Rodríguez  Fr.  Mi- 
guel García;  Fr.  Mariano  García"  Fr.  Genaro  Pé- 
rez, Fr.  Domingo  Campo.  Fr  Manuel  Candela; 
Fr.  Salvador  Nalda;  Fr.  Venancio  Peña:  Fr.  Lucio 
Urroz;  Fr.  José  Maria  Méndez;  Fr.  Fidel  Matta, 
Fr.  Juan  Zabala;  Fr.  Eugenio  Aguirrezabal;  Fr. 
Luis  C.  Ramos;  Fr-  Bonifacio  Corujedo;  Fr.  Bue- 
naventura Mata;  Fr.  Ensebio  Chillaron;  Fr.  José 
Brugues;  Fr.  Julián  Malumbres;  Fr.  Pedro  Pérez; 
Fr.  José  Fito;  Fr.  Dionisio  Casas;  Fr.  Francisco 
Marin;  Fr.  Francisco  Bueno;  Fr.  Aniceto  Marcos; 
Fr.  Maximiano  Fernandez;  Fr.  Juan  B.  González; 
Fr.  Victoriano  Martínez;  Fr.  Ildefonso  Barba;  Fr. 
Santiago  Capdevila;  Fr.  Dionisio  García  Fr.  Isi- 
dro Rodríguez;  Fr.  Isidro  Fernandez:  Fr.  Pedro 
Linacero;  Fr.  Cipriano  Rodríguez;  Fr.  Braulio 
Prieto;  Fr.  Cipriano  Diez;  Fr.  Pedro  Vicandi,  Fr, 
Mariano  Velasco;  Fr.  Florentino  Fernandez;  Fr. 
Juan  Tejedor;  Fr.  Ramón  Zulueta;  Fr.  Ignacio  Zati- 
ca;  Fr.  Alfredo  Colinas  Fr.  Julián  Silva;  Fr.  Juan 
Maria  Recio:  Fr.  Juan  Gómez;  Fr.  Casto  Prieto;  Fr. 
Daniel  González;  ÍY.  Mariano  Somer;  Fr.  José  Le- 
rrés;  Fr,  Placido  Martin;  Fr.  Joaquín  Camblor,  Fr. 
Anastasio  Irigoras;  Fr.  Enrique  Platero;  Fr.  Ma- 
nuel Blasco;  Fr.  León  Dagné;  Fr.  Casimiro  Gon- 
zález  y    Fr.    Hilario    Estever. 

Religiosas  Dominicas:  Sor  Maria  Socorro; 
Sor  Antonia  del  Rosario;  Sor  Inocencia  de  los 
Angeles;  Sor  Petra  de  Santa  Catalina;  Sor  Do- 
lores de  San  José;  Sor   Maria  Sacorro  de    Mar- 


—    20(1    — 

tires:  Sor  Josefa  de  Jesús  y  Sor  Tomasa  del  Co- 
razón  de  Maria. 

Benedictinos:  P.  Eladio  Alonso;  P.  Esteban 
Bruhs:  P.  Tomás  López;  P.  Fructuoso  Carreras; 
P.  Romualdo  Moral:  P.  Rosendo  Ros;  P.  Martin 
Diez:  P.  Placido  Carreras;  P.  Fausto  Canñel; 
P.  Román  Queralto;  P.  Jerardo  Castañares  y 
P.   Isidoro   Arnais. 

Jesuítas:  P.  Alberto  Masoliver:  P.  Ignacio 
Vila:  P.  Juan  Casellas;  P.  Pascual  Lasala;  P. 
Anselmo  Pérez  P.  Francisco  Nenob:  P.  Fran- 
cisco Foradada:  P.  José  España;  P.  Miguel  Alaiz; 
P.  Bernardino  Lionera:  P.  Guillermo  Lluguera; 
P.  Fernando  Diego  P.  Francisco  Mompó.  P.  Mi- 
guel Surreda;  P.  Juan  Corta;  P.  Antonio  Anger; 
P.  Pedro  Simó;  P.  Magín  Bertrán;  P.  Mateo 
Gisberb;  P.  Magín  Angeles;  P.  Juan  Galmes; 
P.  Raymundo  Perruga  P.  Juan  B.  Heras;  P. 
Francisco  Chorro;  P.  Nicolás  Palomar;  P.  Ra- 
món Pancies;  P.  Ramón  Vila;  P,  Juan  Martin. 
P.  Clemente  Beamonte.  P.  Pablo  Güila;  P.  Joa- 
quín Tricas;  P.  Juan  Angeles.  P.  Juan  Molí; 
P.  Miguel    Llul  y  P.   José  Vilanova. 


5in  ñe  Ins  apf'ndirEs, 


ÍNDICE 


D1DICA.T0KIA.  I 

Phobmio,  III 

Páginas. 


Cxpim-O  I:  El  desacierto  y  falta  de  iniciativas  del  ge- 
neral Agustín,  son  el  origen  de  haber  caido  prisioneras 
las  tropas  españolas  que  guarnecían  el  archipiélago 
Como  debieron  hacerse  las  reconcentraciones,  en 
evitación  de  estos  desastres  Fechas  en  que  capitu- 
laron los  principales  núcleos  de  fuerzas  españolas. 
Fechas  en  que  se  rindieron  las  principales  capitales 
de  provincia,  origen  de  la  prisión  del  elemento  ci- 
vil   español    y   frailes,    consideraciones    generales  i 

Capitulo  II:  Trato  que  se  dio  á  los  prisioneros  españo- 
les. Atropellos,  martirios  y  otros  excesos.  Alimen- 
tación. Algunos  textimonios.  Excepciones  que  con- 
viene señalar.  Documentos  auténticos.  Proceder 
inicuo    de  alRunos  periódicos  de   Manila  i" 

CAPITULO  III:  Abacdono  en  que  el  gobierno  español  y 
sus  representantes  en  el  archipiélago,  tuvieron  á  los 
prisioneros  de  los  tagalos,  durante  muchos  meses 
al  principio  de  su  cautiveiio.  Algunos  documentos 
que  justifican  este  abandono  y  que  pueden  servir 
como  continuación    del  capitulo   anterior.  A^ 

CAPITULO  IV:  Un  poco  de  historia  del  Casino  Español 
de  Manila.  Empieza  la  iniciativa  de  este  Centro  de 
recreo  á  trabajar  en  favor  de  los  prisioneros  Españo- 
les. Las  primeras  gestiones  del  Presidente  señor  Fuset. 
Suscripción  para  el  socorro  de  los  cautivos.  Telegrama 
al  señor  Fuset  del  Gobierno  de  España.  La  sus- 
cripción de  Primo  de  Rivera.   Viajes   del  señor  Fuset 


—    210  — 

al   campo    de  Aguinaldo.    Resultados.   Decreto  oe  li- 
bertad  de   Jos  prisicDeros  civiles  y  agüitares  enfernios.       55 

C/piTCio  V;  El  gobieiro  español  ¡Bteita  la  libertad  de 
los  prisioneros  por  la  mediación  ameiicaca.  Gestiones 
de    Otis   cerca  de  Aguinaldo.   Dos  cartas  importantes.       63 

CAriTCTO  VI:  El  vieje  á  Batargas  verificado  por  el  Ca- 
sino Español.  Efectuase  la  expedición  en  el  vapor 
Castellano.  Socorros  entregados  á  los  prisioneros.  La 
labor  del  Casino  Español.  El  señor  don  Antonio 
Fuset.  79 

CAPiTtJio  VII:  La  gestión  del  general  Rios.  Comisiones 
qne  en  su  tiempo  fueron  al  campo  Filipico  Se  busca 
el.apoyo  de  los  Cónsules  y  comerciantes  extrangeros. 
Resultados  negativos  de  esta  gestión.  Algunas  con- 
sideraciones. 83 

CAPrrcLO  VIII:  Los  prisioneros  Frailes.  Tratos  que  les 
dieron  los  tagalos.  Gestiones  que  se  hicieron  para 
libertarlos.    Otros    antecedentes.  89 

CAPiTUio  IX"  Empiezan  las  gestiones  del  general  Jara- 
millo.  Peticiones  á  Otis.  Nombramiento  de  una  co- 
misión que  pase  al  campo  Filipino.  Son  nombrados 
los  señores  del  Rio  y  Toral  que  emprenden  el 
viaje.  Llegada  de  los  comisionados  á  la  residencia 
del  Gobierno  de  Aguinaldo.  Recibimiento  afectuoso. 
Presentación  de  credenciales  y  propósitos.  Aguinaldo 
nombra  una  comisión  para  que  se  entienda  con 
los  españoles.  Interesantes  conferencias  llevadas  á 
cabo.  Libertad  del  destacamento  de  Baler.  Final  de 
la  negociación.  Otros  prisioneros  libres.  Regresan  á 
Manila  los  señores  del   Rio  y  Toral.  97 

CAPrnjLO  X.  Como  procedía  el  gobierno  Español.  Nuevo 
decreto  de  Aguinaldo  sobre  la  libertad  de  los  prisio- 
neros Preparativos  para  una  segunda  expedición  al 
campo  Filipino.  Surgen  dificultades  de  carácter  inter- 
nacional. £1  general  Jaramiüo  solicita  la  venia  de 
Otis  para  llevar  socorros  á  los  prisioneros.  Negativas 
del  general  americano.  Los  ba'cos  coa  bandera  es- 
paño'a  y  de  la  Grur  Roja.  Nuevos  incidentes.  Con- 
ferencia de  los  gíaerales  Jarainillo  y  Otis.  La  ban- 
dera   americana.  rit 

qkptttjlo  XI.  La  Comisión  española  emprende  sa  según- 


—  311    — 

do  viaje  al  campo  Filipino.  Un  telegrama  del  go- 
bieroo  español  Bases  para  tratar  que  proponen  los 
Go.nisioQados  españoles.  Los  miembros  del  gobierno 
Filipiao  señores  Paterno  y  Baencamino  empiezan  á 
obstruir  las  negociaciones.  Niegaase  los  Filipinos  á  ad- 
mitir en  sus  puertos  la  bandera  americana.  El  gobierno 
Filipino  trata  de  no  reconocer  pode  r  bastante  á  los 
Cojiisionados  españoles.  Notable  réplica  de  lot  se* 
ñores  del  Rio  y  Toral.  El  gobierno  Filipino  reconoce 
los  poderes.  Única  sesión  que  se  celebra  á  conse- 
cuencia de  la  cual  quedan  rotas  las  negociaciones. 
Notables  frases  al  ñnalizar  la  sesión.  £1  Gobierno 
Filipino  no  tiene  fijesa  de  ideas.  Negativa  á  toda  pe- 
tición de  los  Comisionados  españoles.  Reciben  estos, 
sin  pedirlos,  los  pasaportes  paia  abandonar  el  campo 
Filipino.  Nuevo  decreto  de  los  Filipinos.  Regreso  á 
Manila.    Socorros  que  repartió    la    comisión.  lai 

Capitulo    XII;     La  Comisión  de  Selección  en  Manila.  Sus 
trabajos    en  favor    de   los   prisioneros.     Modo  da    co- 
municarse  con   ellos.  Circular  inportaote.    Socorros    y 
liquidaciones.  Los  Filipinos  proponen  nuevas  negocia  - 
cioaes  para  libertar  a  los   priiioneros  del  Sur.   Nega- 
tiva  del  Gobierno  español.   Cjuclusión*  139 

Apbhdícb    ¡íÓJi.    I.    Actas    de    las    capitulaciones     de    La 

Laguna,   Zambales,   Isla  de    Negros  y  Dagupan.  149 

Apbndice  nóm.  II.  Curiosa  relación  que  de  su  viaje  y  cau- 
tiverio en  Filipinas  hace  elcazalor  del  Batallón  expe- 
dicionario núm.  8,  Matias  Sánchez  García. 

Apbndice  núm.  III.  Relación  nomiual  de  los  prisioneros,  ge- 
nerales, jefes  y  oficiales  del  ejército,  empleados  civiles 
7  religiosos.  lyt 


„^^.--  •»  ..*_.4r>'^*"*4. 


Esta  obra  es  propiedad  del  autor,  el  que  se  reserva 
todos  sus  derechos. 


Se   acabó   de    imprimir   esta   obra   el  mes   de 

Marzo   de    1900,    en   la   imprenta    de 

Ramirez  hermanos,  Manila. 


University  oí  British  Columbia  Library 

DUE  DATE 

ET-6 

UNIVERSITY   OF  B.C.    LIBRARY 


3  9424  00973  6643 


O-