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Full text of "Manojo de guarias."

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maco  Cfyaoama 


Manojo 
de  guarías 


San  3osé 
pronta  Utoberna 


1913 


■ 


ÜSIMACO  CHAVARRIA 


Lisímaco  Chavarría 


MANOJO 
DE  GUARIAS 


SAN  JOSE,  C.  R. 

IMPREN TA  MODERNA 


1913 


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Dos  cartas 


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San  José,  Costa  Rica,  Noviembre  22  de  1912. 

Señor  don  Modesto  Martínez. 

Caro  amigo:  Efectivamente,  como  Ud.  lo  afirma, 
hace  días  hablamos  de  una  nueva  obra  mía  que  tengo 
lista  sobre  asuntos  puramente  costarriqueños. 

Y aunque  Rubén  Darío,  Argiiello,  Rodó  (José 
Enrique),  y Ugarte  me  han  ofrecido  prologar  obras 
mías  (perdóneme  mi  vanidad),  lo  prefiero,  antes 
que  aquellos  maestros,  a Ud.  Las  razones  huelgan; 
Ud.  es  costarricense,  conoce  nuestras  costumbres  y 
nuestras  bellezas  nativas:  las  pastoras  y las  guarías 
que  matizan  las  vegas  del  riachuelo,  las  guacamayas 
que  se  disparan  como  dardos  de  colores, 

“del  arco  de  esmeralda  de  los  montes.” 

Usted  ha  visto  las  cogedoras  de  café  de  retorno  de 
la  hacienda,  al  bohío  alegre  del  villorrio;  los  turnos 
en  que  el  coplero  popular  lanza  al  público  de  cam- 
pesinos bombas  como  ésta: 


“Desís  que  no  me  querés 
porque  no  tengo  bigote, 
mañana  me  lo  veres 
de  plumas  de  zopilote.” 

Y esta  otra 

“Las  viejas  sian  de  querer, 
unque  nunca  tengan  dientes; 
porque  son  muy  buenas  gentes 
y dan  mucho  que  comer.” 

Coplas  que  son  recibidas  por  los  labriegos  devotos 
de  San  Rafael , patrón  del  barrio,  con  estrepitosas 
risas  y gritos  que  repercuten  en  las  montañas  con  eco 
formidable;  usted  ha  presenciado  las  bodas  típicas  de 
nuestros  montañeses,  que  las  más  de  las  veces  terminan 
a chafirrazos  mortales  bajo  el  atisbo  de  esos  plenilu- 
nios que  recortan,  con  su  lumbre  de  ámbar,  los 
perfiles  de  las  selvas  olorosas  a flor  de  cedro  y a reinas 
de  la  noche.  Esa  poesía  usted  la  comprende  como 
la  comprendió  Trueba,  el  cantor  de  San  Antón,  esa 
poesía  dulce  de  que  es  depositario  único  el  pueblo, 
el  gran  poeta  anónimo. 

No  hace  mucho  me  escribió  Vicente  Medina,  desde 
Buenos  Aires,  y me  decía  entre  otras  cosas: 

“He  visto,  en  sus  versos,  Las  cogederas  de  café , en 
los  frondosos  cafetales  de  sartas  purpurinas.  . . he 
visto  el  paisaje  tropical.  . . Persevere  Ud.  en  libros 
que  den  la  visión  de  su  hermosa  tierra”,  etc. 

Por  otro  lado,  Ud.  querido  Ramiro  Pérez , está 


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bastante  indagado  sobre  historia  precolombina,  sabe 
de  su  mitología,  de  sus  tatuajes  y del  poder  de  las 
flechas  temerarias,  espanto  de  las  dantas  y los  pumas 
y jaguares,  lanzados  por  nuestros  progenitores  de  piel 
cobriza  y de  ojos  oblicuos  que  acusan  nuestra  descen- 
dencia de  la  raza  amarilla.  Ud.  será  quien  prologue 
mi  nuevo  libro  al  cual  pondrá  también  título  para 
que  no  me  vaya  a resultar  de  mármol  siendo  de  bronce, 
o de  hojalata  siendo  de  cartón.  Ud.  será  mi  laza- 
rillo, y acaso  mi  defensor. 

Pronto,  muy  en  breve,  le  pasaré  los  originales  a 
ver  qué  hace  usted  con  ellos. 

Mientras  tanto,  siga  contando  con  la  admiración 
de  su  devoto  amigo, 

Lisímaco  Chavarría . 


San  José,  Noviembre  de  1913. 

A Lisímaco  Chavarría. 

Estimado  amigo: 

Con  mucho  agrado  he  recibido  su  carta  de  ayer, 
porque  en  ella  me  da  cuenta  de  que  persiste  en  la 
idea  de  formar  un  tomo  de  poesías  eminentemente 
ticas . Desde  luego  cuente  con  el  prólogo,  que  haré  con 
tanto  mayor  gusto  cuanto  que  me  prefiere  Ud.  a 


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gentes  de  alto  rango  literario  y de  fama  mundial.  Y 
si  bien  no  haré  una  filigrana  de  arte  como  la  harían 
Darío,  Arguello,  ligarte,  Rodó,  etcétera,  sí  le  haré 
algo  que  huela  a lo  que  huele  la  tierra  cuando  la 
mojan  los  primeros  aguaceros,  que  sepa  a chocolate 
en  jicara  y a bizcocho  recién  horneado,  algo,  en  fin, 
que  tenga  sabor  nacional.  Su  obra  le  dará  fama  por 
allá  en  el  extranjero, — aquí  nó — ya  puede  suponerlo. 
Y yo  aprovecharé  la  oportunidad  para  ir  en  ancas  de 
su  Pegaso,  a darme  una  escapadita  y demostrar  fuera 
de  aquí  algo  del  “tiquismo”  agudo  de  que  vivo 
poseído. 

Yo  creo  que  todos  estamos  obligados  a poner  un 
granito  de  arena  para  construir  el  edificio  de  la  litera- 
tura nacional,  del  cual  apenas  asoman  los  cimientos. 
Los  éxitos  de  Aquiíeo  con  sus  Concherías , de  doña 
María  de  Tinoco  con  la  novela  Zulay  y de  Ricardo 
Fernández  Guardia  con  los  Cuentos  Ticos  deberían 
ser  estímulo  suficiente  para  sacudir  de  su  apatía  a 
nuestra  juventud  y empujar  una  joven  falange  de 
mineros  a los  ricos  filones  del  Foik-Iore  costarricense, 
de  la  vida  de  la  conquista  y de  los  primeros  años 
de  la  República,  de  los  cuales  puede  obtenerse  exce- 
lente material. 

Termine,  pues,  su  libro,  y ya  veremos  la  manera 
de  editarlo,  que  será  el  gran  problema  para  Ud.,  que 
no  es  rico.  Estoy  seguro  que  habrá  muchas  gentes 
dispuestas  a contribuir  para  la  edición,  porque  aunque 
parece  que  vivimos  permanentemente  aplastados  por 
la  “Losa  de  los  sueños”,  hay  una  pequeña  minoría 


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que  sueña  aún  bajo  el  peso  de  la  losa  misma,  y que 
por  darse  el  placer  de  saborear  producciones  de  arte 
nacional  puro,  son  capaces  de  desprenderse  de  una 
pequeña  suma.  Ya  le  enviaré  una  lista  de  los  que 
están  dispuestos  a contribuir. 

Y con  mis  mejores  agradecimientos  por  sus  finos 
conceptos,  quedo  su  servidor  y amigo, 

Modesto  Martínez. 


7 


v. 


ClI  lector 


Vistas  las  cartas  anteriores,  el  lector  discreto  no 
reputará  como  demasía  de  mi  parte  el  que  escriba  estas 
líneas.  Fue  un  deseo  del  poeta,  y ese  deseo  es  para 
mí  tanto  más  sagrado  cuanto  que  hace  pocos  días 
tuvimos  la  desdicha  de  perder  a Lisímaco  Chavarría, 
fallecido  el  27  del  mes  último  en  su  ciudad  natal, 
San  Ramón. 

Había  pensado  en  tiempos  mejores,  aprovechar  las 
páginas  liminares  de  este  tomo  para  hacer  algo  de 
propaganda  en  favor  de  la  literatura  nacional;  pero 
hoy,  abrumado  de  pena  por  la  muerte  del  autor,  me 
siento  incapaz  de  ese  empeño,  que  dejo  para  otra 
oportunidad,  y doy  paso  a los  lectores  hacia  las 
páginas  de  este  libro,  en  las  cuales  encontrará  compo- 
siciones sencillas  y delicadas  hechas  de  reflejos  de  las 
bellezas  naturales,  de  la  vida  de  los  labriegos,  del 
sol,  del  aire  y del  agua  de  esta  región  tropical. 

Este  es  un  libro  íntimo.  Un  libro  que  sólo  com- 
prenderemos los  miembros  de  la  familia  costarricense. 


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los  que  viviendo  en  este  ambiente  tenemos  el  sentido 
especial  que  se  necesita  para  apreciar  sus  raros  encan- 
tos. La  crítica,  tal  vez  lo  encontrará  defectuoso,  sin 
reparar  en  que  no  pudo  darle  el  poeta  el  último  puli- 
mento. Para  los  culteranos  y para  los  gustos  exóticos 
faltarán  las  palabras  extrañas,  los  tropos  de  sutiles 
contexturas;  pero  para  la  gran  mayoría  de  los  hijos 
del  país,  este  tomito  será  manjar  delicioso  y si  no  se 
verá  tal  vez  en  los  ricos  anaqueles,  y sobre  los  lujosos 
escritorios,  sí  formará  parte  de  la  biblioteca  de  las 
gentes  sencillas  que  sabrán  apreciar  el  perfume  de 
cada  una  de  estas  rimas  de  un  ingenio  en  quien  el 
amor  a la  patria  fue  la  más  alta  virtud. 

Chavarría  quiso  que  este  libro,  por  su  sabor  y 
matices  regionales,  se  llamara  Manojo  de  Guarías 
Las  guarías  son  las  más  populares  de  las  orquídeas 
costarricenses.  Su  nombre  científico  es  Calleja  Sfyineri. 
Florece  en  ramos,  en  el  ápice  de  pedúnculos  estriados 
y cada  flor  es  una  maravilla  de  diseño  y un  alarde  de 
alegría  por  el  color  carmín  múrice  de  sus  pétalos 
sutiles.  Se  contenta  la  guaría  con  muy  poca  cosa  para 
vivir  y basta  que  tengan  sus  raíces  un  asidero,  aun 
cuando  no  sea  más  que  un  fragmento  de  madera 
seca  o una  piedra,  para  que  crezca  la  planta  y para 
que  dispare — cuando  llega  febrero  con  los  soles 


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ardientes — la  salva  de  sus  flores  rojas  en  el  éter  azul 
de  los  estíos. 

Como  una  planta  de  guarías  fue  el  poeta:  humilde 
y pobre,  sin  más  asidero  en  la  vida  que  un  sueldo 
ganado  con  afanes  prolijos,  florecía,  sin  embargo,  su 
numen  bajo  los  soles  de  la  inspiración  en  hermosísi- 
mas composiciones  poéticas  y nos  hacía  detenernos 
sorprendidos  en  nuestro  pesado  viaje  de  peregrinos  de 
la  vida,  a escuchar  sus  trovas,  como  se  detiene  el 
cazador  en  la  selva  o el  caminante  junto  a los  pretiles 
a contemplar  un  ramo  de  guarías  opulentas. 

Si  la  vida  de  Lisímaco  sirve  de  estímulo  a la 
juventud  que  debe  meditar  cómo  el  hombre  puede 
surgir  a las  mayores  alturas,  sin  más  apoyo  que  su 
propio  esfuerzo  y a pesar  de  la  envidia  y de  la 
ignorancia;  si  la  literatura  nacional  se  enriquece  con 
nuevas  producciones;  si  el  noble  ejercicio  de  las  artes 
bellas  encuentra  nuevos  apóstoles  abnegados,  este 
Manojo  de  Cuarias  vivirá  perpetuamente  fresco  sobre 
los  mármoles  de  la  tumba  del  más  humilde  de  los 
hombres,  y del  más  alto  de  los  poetas  costarricenses. 

Modesto  Martínez. 

San  José,  Costa  Rica,  Setiembre  10  de  1913. 


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LISÍMACO  CHAV ARRÍA 


líTartojo  be  (Suarias 

Moradas  cual  la  túnica  de  Cristo, 
columpiando  sus  pétalos  de  seda, 
en  mis  bosques  nativos  las  he  visto 
donde  el  sinsonte  al  manantial  remeda. 

Caprichos  de  amatista  suspendidos 
en  los  troncos  de  ceibas  centenarias, 
fulgores  de  la  aurora  detenidos 
sobre  el  remanso  azul,  así  las  guarías. 

La  más  preciada  flor  costarriqueña 
que  florece  en  tejados  y pretiles, 
parece  un  alma  que  en  la  tarde  sueña 
con  el  paje  floral  de  los  abriles. 

De  noche,  cuando  salen  las  estrellas, 
como  pálidas  niñas  del  espacio, 
riegan  collares  de  ópalos  sobre  ellas 
y entonces  son  joyeles  de  topacio. 


13 


MANOJO  DE  GUARIAS 


Un  manojo  de  guarías , tal  los  versos 
que  vengo  a deshojar  a tu  ventana; 
son  candorosas  cual  tus  labios  tersos, 
como  tu  sien  de  rosa  y porcelana. 

Te  ofrezco  el  ramillete  delicado 
de  las  fresca*  parásitas  nativas: 
lo  recogí  no  ha  mucho  de  mi  prado 
de  heléchos  y jaral  y siemprevivas 

Aun  viene  con  las  gotas  del  rocío 
que  sobre  él  salpicaron  las  auroras; 
tiene  fragancia  del  terruño  mío, 
de  reinas  de  la  noche  y de  pastoras. 

Lo  vieron  florecer  los  campesinos 
en  las  mañanas  tibias  de  labranza, 
cuando  los  bueyes  van  por  los  caminos 
oyéndole  al  jilguero  su  romanza. 

Lo  vieron  reventar  los  manantiales 
en  las  noches  de  luna,  en  las  montañas, 
como  rizos  de  sedas  orientales 
junto  a la  paz  rural  de  las  cabañas. 


14 


LISÍMACO  CHA V ABRÍA 


¿Para  quién  han  de  ser?  ¡Oh  dulce  niña! 
Para  tí  compañera  de  mis  rutas 
son  las  ñores  que  bordan  mi  campiña 
rica  de  mies  y de  doradas  frutas. 

¿Para  quién  han  de  ser?  Entre  tus  manos 
serán  así  como  imperial  ofrenda, 
cual  jirón  que  te  dejen  los  veranos 
cuando  la  tarde  en  el  azul  descienda. 

Recibe  este  manojo  hecho  de  guarías 
que  fueron  el  collar  de  las  encinas; 
ellas  te  llevan  las  cadencias  varias 
que  saben  las  dulzainas  campesinas. 


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MANOJO  DE  GUARIAS 


En  d 3arrio 

Hay  una  imagen  de  Santa  Rita 
en  cuyo  rostro  muestra  candores, 
las  mozas  llevan  hasta  su  ermita 
de  las  montañas  les  frescas  flores. 

Las  tristes  viudas  que  llevan  luto 
y las  muchachas,  ya  casaderas, 
van  a dejarle  como  tributo 
ramos  de  salvia  de  las  praderas. 

Dicen  las  gentes  que  es  milagrosa, 
que  ella  consuela  los  afligidos, 
cuando  una  joven  va  a ser  esposa 
deja  en  su  trono  cirios  prendidos. 

La  moza  alegre,  la  viejecita 
y los  abuelos,  ya  centenarios, 
van  a buscarla  dentro  su  ermita 
para  rezarle  sendos  rosarios. 


16 


LISÍMACO  CHAV ARRÍA 


3obas  campestres 

Cantan  los  gallos,  es  la  del  alba, 
“coge  las  bestias — dice  el  abuelo — 
hay  ya  clarores  sobre  el  Turrialba 
y las  palomas  bajan  al  suelo.” 

“Muchachas,  vamos,  arriba  todas, 
ya  se  oyen  gritos  sobre  la  cuesta” ; 
así  se  anuncian  aquellas  bodas 
y los  cohetes  cuentan  la  fiesta. 

La  novia  es  joven,  el  novio  sano, 
del  barrio  al  pueblo  distan  dos  leguas; 
diez  montañeses  bajan  al  llano 
y van  alzando  polvo  sus  yeguas. 

Va  el  novio  alegre,  feliz  la  moza 
y la  noticia  va  a los  confines.  . . . 
otros  aguardan  allá  en  la  choza 
con  dos  guitarras  y dos  violines. 


17 


MANOJO  DE  GUARIAS 


De  tierra  fértil 

Zas.  . . zas.  . . Resuena  el  tajo  entre  el  cafeto 
bajo  el  sol  que  los  páramos  rescalda 
y dobla  pudreorejas  de  esmeralda 
que  simulan  encajes  en  el  seto. 

El  fresco  manantial  discurre  inquieto 
de  la  colina  en  la  vistosa  falda, 
y finge  el  cafetal  una  guirnalda, 

— joyel  de  Ceres  de  rubís  repleto — 

Zas.  . . zas.  . . zas.  . . zas.  Trabajan  los  paleros 
y sudan  bajo  el  sol,  en  sus  labores, 
mientras  cantan  yigüirros  y jilgueros. 

Suspenden  su  labor  ¡os  labradores 
y toman  al  hogar  por  los  senderos 
que  perfumaron  las  silvestres  flores. 


18 


LISÍMACO  CHAVARRÍA 


promesas  be  la  tierra 


Hay  un  olor  de  vida 
en  el  huerto,  en  el  aire  y en  las  cosas; 
es  un  olor  a tierra  humedecida 
que  va  anunciando  la  precoz  venida 
de  la  mies  y del  fruto  y de  las  rosas. 

Hay  nuncios  y promesas  en  el  rayo 
que  el  Sol  derrama  encima  de  las  eras ; 
durmió  la  tierra  como  en  un  desmayo, 
pero  las  lluvias  del  florido  mayo 
fecundarán  las  mustias  sementeras. 

Hay  regocijos  hondos  en  los  prados 
y enrojecen  sus  flores  las  piñuelas ; 
van  peinando  la  tierra  los  arados ; 
hila  el  yigiiirro  versos  delicados 
y el  labriego  labora  sus  parcelas. 


19 


MANOJO  DE  GUARIAS 


El  campo  reverdece  y fatigosas 
tornan  las  yuntas  de  mover  la  tierra 
tan  pródiga  en  ofrendas  hechas  rosas 
y espigas . . . Vida  nueva  hay  en  las  cosas 
y en  las  verduras  que  el  cercado  encierra 


201 


LISÍMACO  CRAY  ARRÍA 


€1  Cristo  5e  Csqutpulas 

El  gallo — ese  clarín  de  la  primera 
luz — alza  el  canto  anunciador  del  día 
y la  gente  devota  en  romería, 
invade  la  polvosa  carretera. 

La  viuda,  la  casada  y la  soltera 
conducen  sus  promesas  v en  la  vía 
refieren  los  milagros  a porfía 
que  el  Cristo  de  Esquipulas  les  hiciera. 

Aquella  porta  un  corazón  de  plata, 
promesa  que  nació  de  unos  amores 
que  echó  por  tierra  la  traición  de  un  suegro. 

Y la  otra  se  curó  una  catarata, 
lleva  un  ojo,  hecho  de  oro,  y unas  flores 
en  pago  del  milagro  al  Cristo  Negro. 


21 


MANOJO  DE  GUARIAS 


Pírgiltana 


Dijo  el  vaquerillo 
a su  moza  franca: 

— yo  te  haré  una  choza 
junto  a la  montaña 
muy  cerca  del  río, 
donde  dice  el  agua 
al  pasar  caricias 
y dulces  baladas, 
cual  las  notas  dulces 
que  da  mi  dulzaina — , 
y la  moza  fresca 
rió  y lo  miraba 
y en  sus  ojos  negros 
dejó  la  mañana 
todo  aquel  paisaje 
de  frondas  y garzas 
y un  rumor  de  besos 
oyeron  las  guarías; 


22 


LISÍMACO  CHA  V ARRÍA 


día  ruborosa 
bajó  a la  quebrada, 
y el  siguió  el  sendero 
en  pos  de  sus  vacas. 


23 


MANOJO  DE  GUARIAS 


ía  Kocct  be  darbaíío 

Semejase  a una  esfinge  de  pedernal  eterno 
erguida  ante  el  abismo  del  piélago  sonoro ; 
sobre  ella  el  Sol  despunta  doscientos  dardos  de  oro 
y ante  ella  el  mar  levanta  su  canto  sempiterno. 

El  fuego  del  verano,  las  lluvias  del  invierno, 
los  foscos  huracanes  que  van  rugiendo  en  coro 
y todas  las  estrellas  que  vierten  su  tesoro, 
descienden  por  su  espalda  de  cíclope  de  averno. 

En  ella  se  posaron  Saturno  y los  Vestiglos 
a contemplar  la  marcha  de  todas  las  edades 
que  fueron  en  los  potros  piafantes  de  los  siglos. 

El  piélago  le  dice  de  aquella  raza  trunca, 
señora  que  fue  dueña  de  aquellas  soledades, 
en  una  edad  remota  que  ya  no  vuelve  nunca. 


24 


LISÍMACO  CHAV ARRÍA 


(En  puníarenas 

Aroma  suave  da  la  reseda 
y el  mar  sus  tumbos  rima  en  la  playa 
donde  la  espuma  vibrando  queda 
como  heliotropo  que  se  desmaya. 

Un  marinero  fuma  cachimba 
viendo  dos  barcos  en  lontananza; 
allá  las  notas  de  una  marimba 
se  unen  rimando  costeña  danza. 

Una  morena  de  ojos  quemantes, 
de  curvaturas  hechas  pecado, 
ha  vuelto  locos  dos  navegantes 
que  van  tras  ella  para  el  mercado. 

Se  ven  dos  bongos  en  el  Estero 
dando  tirones  a las  amarras, 
y junta  notas  el  marimbero 
acompañado  de  dos  guitarras. 


25 


MANOJO  DE  GUARIAS 


(£1  zopilote 

Señor  de  los  poblados,  cuando  subes 
describiendo  espirales  con  el  vuelo 
semejas  una  cruz  bajo  del  cielo 
santiguando  la  frente  de  las  nubes. 

En  tus  éxodos  nada  te  detiene, 
de  carroñas  preparas  tus  festines 
y vas,  de  la  ciudad,  a los  confines 
corno  un  celoso  policial  de  higiene. 

Del  tejado  te  posas  en  la  cumbre 
y abres  al  Sol  tus  abanicos  negros 
en  las  mañanas  de  dorada  lumbre. 

Enamoras  a la  hembra  con  ternura, 
el  cadáver  del  can  te  infunde  alegros 
y visitas  los  astros  en  la  altura. 


26 


LIS f MACO  CHAVARRÍA 


£a  Paca 

Compañera  inseparable 
de  los  mansos  bueyes  viejos , 
vayan  para  tí  mis  loas 
y las  rosas  de  mis  versos.  . . 

Al  mugir  en  las  dehesas 
en  llamamiento  al  becerro, 
de  las  madres  cariñosas 
nos  haces  un  fiel  recuerdo. 
Cuando  despunta  la  aurora 
y pone  sobre  los  cerros, 
y en  la  quiebra  de  los  montes, 
como  una  reina,  su  cetro ; 
cuando  cantan  los  yigüirros 
en  la  copa  de  los  cedros, 
como  bardos  de  alto  numen 
que  pulsaran  dulces  plectros ; 
cuando  las  fuentes  discurren 
fingiendo  alegres  gorjeos 
entre  guijas  y entre  flores 
en  sonoro  cabrilleo, 


27 


MANOJO  DE  GUARIAS 


tú  pasas  dócil  y mansa 
obedeciendo  al  vaquero: 
un  lozano  campesino 
un  mozalbete  travieso 
que  roba  limas  y guabas 
para  llevarle  al  maestro. 

Tú  sabes  de  las  frescuras 
de  los  más  frondosos  ceibos; 
tú  sabes  de  los  cantares 
de  los  monjas  mañaneros; 
tú  sabes  lo  que  refieren 
los  pajarillos  enfermos 
que  dejan  viudos  las  ráfagas 
del  temporal  del  invierno, 
sabes  también  del  idilio 
de  aquel  montañés  apuesto 
que  en  una  tarde  de  junio, 
en  el  trillo  del  potrero, 
a aquella  moza  del  barrio 
le  protestó  amor  eterno, 
mientras  la  tarde  su  bronce 
diluía  allá  en  los  cielos 
simulando  en  los  cantiles 
devoradores  incendios. 


28 


LIS f MACO  CHAVARRÍA 


Vaca,  mansa  compañera 
de  los  nobles  bueyes  viejos 
que  saben  de  los  afanes 
de  los  fuertes  jornaleros, 
en  tus  pupilas  retratas 
el  paisaje  verde  y fresco, 
el  vuelo  de  las  palomas 
y los  verdes  limoneros, 
el  cristal  de  los  torrentes 
que  riman  extraños  versos 
y cantan  como  tenores 
y vibran  como  panderos; 
las  humedeces  con  lágrimas 
cuando  lejano  el  ternero 
te  reclama,  como  niño, 
con  su  sentido  cencerro. 

Tienes  la  filosofía 
de  ser  mansa ...  Si  los  perros 
van  a oponerse  a tu  paso 
ni  los  miras,  tu  desprecio 
domestica  sus  bravezas 
y al  fin  son  tus  compañeros. 
Cuántos  regocijos  pones 
cuando  llegas  del  potrero 


29 


MANOJO  DE  GUARIAS 


y brindas  la  ubre  repleta 
del  delicado  alimento 
a las  mozas  campesinas.  . . 
cierras  los  ojos.  . . sus  dedos 
tus  cuatro  mamas  ordeñan, 
en  tanto  que  haciendo  esfuerzos 
el  ternerillo  se  tuerce 
en  mil  escorzos  supremos . . . 
y tú  sueñas,  si  no  lames 
de  tu  hijo  el  lomo  sedeño. 

Las  églogas  de  Virgilio 
ensalzan  ese  alimento 
que  es  más  albo  que  la  nieve 
y que  del  lirio  los  pétalos, 
y más  sabroso  que  el  néctar 
del  colmenar  del  Himeto. 

Compañera  inseparable 
de  los  mansos  bueyes  viejos , 
vayan  para  tí  mis  loas 
y las  rosas  de  mis  versos. 


30 


LTSÍMACO  CHAVARRÍA 


Kuestra  bandera 

Rojo:  así  son  los  labios  de  las  niñas, 
el  tinte  del  crespúsculo,  la  rosa 
de  Sión  y el  arrebol  de  la  sabrosa 
granada  que  sazona  en  mis  campiñas. 

Azul:  así  el  color  de  las  montañas 
erguidas  al  espacio,  así  los  mares 
y el  cielo  en  donde  ruedan  a millares 
los  astros  como  fúlgidas  arañas. 

Blanco : la  nieve  secular  es  blanca, 
la  inocencia,  la  espuma  del  riachuelo 
y el  rostro  casto  de  la  Venus  manca. 

Los  tintes  más  preciados  de  las  flores, 
luces,  bandera,  cual  jirón  que  el  cielo 
colgara  de  la  altura,  hecho  colores. 


31 


MANOJO  DE  GUARIAS 


drtoíía 

El  joven  campesino,  ya  cíe  tarde, 
volvió,  con  la  herramienta,  hacia  la  choza; 
hizo  un  manojo  de  silvestres  flores 
paia  ofrecer  a su  gallarda  novia. 

La  tarde  rubia  coloreó  de  bronce 
la  seda  delicada  de  las  rosas 
y tal  como  un  renglón,  cruzó  el  espacio, 
una  hilera  lejana  de  palomas. 

La  alegre  carretera  quedó  muda 
como  sierpe  dormida  entre  la  sombra; 
en  tanto  que  el  trapiche  lugareño 
echó  a los  vientos  su  canción  monótona. 

Más  tarde  la  guitarra  de  aquel  mozo 
bajo  un  alero  detalló  sus  notas; 
al  montañés  lo  sorprendió  la  luna 
con  las  flores  cantándole  a la  novia. 


32 


LISÍMACO  CHA  V ARRÍA 


ے  maestro  be  escuela 

Es  un  leva  con  cara  que  da  miedo, 
nariz  muy  larga  y con  los  ojos  gatos; 
los  dedos  se  le  ven  por  los  zapatos, 

— le  dice  ña  Pascuala  a ñor  Alfredo. — 

Y o no  lo  bajo  unque  me  rece  el  credo ; 

— ni  yo  tampoco,  pos  parece,  en  ratos, 

lo  mesmo  quena  aquellos  mojigatos 

que  echamos  con  escritos.  . . ¡yo  no  puedo! 

En  el  trapiche  le  contó  a ñor  Mora 
quél  sabe  mancho  de  la  Magia  Negra, 
quél  a un  cristiano  lo  convierte  en  lora. 

Sopló  un  diacuaíro  que  prestó  ña  Rita, 
dijo  una  cosa  en  que  mentó  a la  suegra, 
y entre  sus  manos  se  volvió  nadita. 


33 


MANOJO  DE  GUARIAS 


ias  guacamayas 

Sobre  la  selva  virgen  de  altivos  huiscoyoles , 
que  abanican  las  hojas  de  armónicas  pacayas, 
batiendo  treinta  remos  van  quince  guacamayas 
luciendo  luengas  colas  de  visos  tornasoles. 

El  éxodo  es  de  días,  quizá  de  cuatro  soles; 
alegres  van  en  busca  de  tropicales  playas, 
de  marañones  rojos  y frutecidas  hayas, 
o de  la  copa  fresca  de  enhiestos  guapinoles . 

Al  quebrarse  los  besos  del  Sol  sobre  sus  plumas 
semejan  gallardetes  de  bermellón  y gualdas 
y atruenan  el  espacio  con  estridente  grito. 

Amadas  de  Atahualpa  y de  ambos  Montezumas; 
al  dilatar  el  vuelo  parecen  esmeraldas 
rayando  el  lapislázuli  del  éter  infinito. 


34 


LISÍMACO  CHAV ARRÍA 


Ctromas  be  montaña 

Hay  un  aliento  puro  que  viene  de  las  eras 
contándome  la  vida  de  campos  de  labranzas, 
en  donde  cada  hiíavo  enseña  treinta  lanzas, 
en  donde  cada  nube  se  rasga  en  des  banderas. 

El  hálito  me  dice  de  brisas  mañaneras 
que  fueron  como  liras  tejiendo  sus  romanzas; 
ese  hálito  me  dice  mis  viejas  añoranzas 
cargadas  ele  perfume  de  ñor  de  las  praderas. 

Columpian  en  el  aire  su  copa  los  manzanos ; 
avanzan  de  retomo,  dos  fuertes  labradores, 
traen  olor  de  yerbas  prendido  de  las  manos. 

Un  joven  limonero  cubierto  de  blancores, 
se  apronta  para  darles  fragancia  a los  veranos, 
frescura  a los  labriegos  y al  céfiro  sus  flores. 


35 


MANOJO  DE  GUARIAS 


€1  canto  bel  cuyeo 

Avecilla  pardo-obscura 
que  te  posas  en  las  veras 
del  camino  solitario 
que  del  monte  va  a la  aldea; 
avecilla  misteriosa, 
con  las  mustias  hojas  secas 
se  confunde  tu  plumaje 
en  las  tardes  veraniegas. 

Nunca  olvidas  el  verano, 
ni  la  luz  de  las  estrellas, 
ni  el  rumor  de  los  cañales , 
ni  el  tomillo  de  las  huertas, 
ni  los  líricos  jardines 
ni  las  curvas  carreteras ; 
tu  canción  es  un  enigma 
que  interroga  las  tinieblas, 
el  murmurio  de  las  fuentes 
y la  luz  de  las  estrellas; 


36 


LISÍMACO  CHAVARRÍA 


tu  canción  es  una  frase 
que  nos  habla  de  tristezas, 
del  villorrio,  del  cortijo, 
de  los  setos,  de  las  huertas, 
de  las  noches  enlutadas, 
de  las  tardes  que  se  alejan; 
tu  canción  yo  la  comprendo 
cuando  cantas  en  las  veras 
florecidas  del  camino 
que  conduce  a las  viviendas 
donde  viven  los  labriegos 
esperando  las  cosechas. 

En  las  tardes  de  verano 
te  deslizas  en  la  selva 
como  negra  mariposa, 
o como  una  flor  de  seda, 
y en  las  frondas  resequidas 
te  confundes  con  las  secas 
hojarascas  que  los  vientos 
en  macabra  burla  llevan, 
y en  las  noches  de  febrero 
yo  he  escuchado  tu  nocturno 
que  comprende  cinco  letras. 


37 


MANOJO  DE  GUARIAS 


Es  tu  pobre  abecedario 
como  rústica  leyenda 
que  articulas  en  las  hojas 
sin  verdor,  amarillentas, 
en  que  posas  tu  plumaje 
en  las  tardes  veraniegas, 
como  obscura  mariposa 
o como  una  ñor  de  seda. 

Di  tu  verso  en  los  caminos 
cuando  tome . . . cuando  vuelva 
al  jardín  de  la  tierruca, 
y al  torrente  de  la  cuesta 
que  escuchó  la  serenata 
de  tu  flauta  plañidera. 


38 


L1SÍMAC0  CHAVARRÍA 


En  ú trapiche 

Hay  regocijos  en  la  cabaña 
tiende  la  tarde  rojos  cendales 
y dos  carretas  llenas  de  caña 
vienen  vibrando  de  los  cañales . 

Crujen  las  mazas  dando  sus  vueltas 
y ¡os  gañanes  el  homo  atizan 
y dos  chicuelos  de  mangas  sueltas 
con  sus  cuchillos  la  caña  alisan. 

Los  bueyes  giran  por  un  camino 
que  en  el  bagazo  finge  una  boa, 
y baja  el  jugo,  color  de  vino, 
haciendo  espumas  en  la  canoa. 

Cantan  los  mozos  y un  chico  baila 
oyendo  aquellos  cantar  en  coro, 
y sobre  el  fuego  hierve  la  paila 
echando  al  aire  burbujas  de  oro. 


39 


MANOJO  DE  GUARIAS 


# 

& 

Ha  danuta 

No  omite  bailes  y es  rezadora, 
ella  adivina  y es  curandera ; 
cuando  alguien  muere  finge  que  llora, 
de  todos  sabe  la  vida  entera. 

“Esa  muchacha  la  vi  onde  el  cura”, 

— dice  la  vieja — “yo  no  la  fío”; 

“juygo  de  cuentos”,  ella  murmura, 
mas  pone  en  ascuas  el  caserío. 

Cura  el  mal  de  ojos,  el  maleficio, 
vende  oraciones  de  brujería; 
compra  arpeos  para  su  oficio 
y en  casa  ajena  se  pasa  el  día. 

No  pierde  misas,  menos  rosarios; 
todos  los  meses  ella  comulga ; 
va  siempre  llena  de  escapularios, 
pero  es  dañina  como  la  pulga. 


40 


LIS t MACO  CHAVARRÍA 


ía  paz  6eí  campo 

La  paz  del  campo  llega  y me  habla  de  la  infancia; 
los  tulipanes  ríen  en  el  jardín  despierto; 
se  yerguen  las  begonias,  las  rosas  dan  fragancia 
y las  legumbres  frescas  me  incitan  en  el  huerto. 

Alegre  todo  me  habla  de  muchas  cosas  viejas, 
del  manantial  de  plata,  del  viejo  limonero 
vestido  de  azahares  y azules  “puclreorejas,, 
como  dosel  vistoso  erguido  en  el  “p°*rero”* 

Despide  olor  de  leche  la  negra  vaca  mansa, 
anuncian  que  pusieron  en  el  corral  las  aves, 
el  perro  bajo  el  árbol,  huyendo  al  sol,  descansa, 
y copia  las  faenas  en  sus  pupilas  graves. 

¡ Bendita  paz  campestre ! Mi  casa  lugareña 
le  infunde  nueva  vida  a mi  vigor  escaso ; 
en  un  guacal  muy  limpio  mi  buena  madre  ordeña 
su  vaca  preferida  para  ofrecerme  un  vaso. 


41 


MANOJO  DE  GUARIAS 


Al  frente  de  la  casa  en  el  jardín  florece 
la  enredadera  dócil  que  invade  hasta  las  tejas; 
aromas  orientales  el  jazminero  ofrece 
y se  oyen  los  zumbidos  de  errátiles  abejas. 

Mi  madre  y mis  hermanos  se  sientan  en  mi  tomo 
y el  sol  en  los  manzanos  enreda  rubios  lampos . . . 
Celebran  los  chicuelos  con  gracias,  mi  retorno 
al  dulce  hogar  paterno,  a mis  tranquilos  campos. 


42 


LISÍMACO  CH AV. ARRÍA 


(El  titiritero 

Zapatos  rotos,  roto  el  sombrero, 
la  piel  curtida  por  los  calores, 
pasa  el  jocoso  titiritero 
para  el  poblado  de  labradores. 

“¡  Baile  a Perucho !”  le  gritan  todos. 
“Cuándo  los  juega?”  “¡Baile  el  Payaso!” 
y él  sigue  alegre  por  los  recodos 
que  tiene  el  pueblo,  con  firme  paso. 

Llega  al  villorrio . . . Todo  se  alista 
para  la  escena  de  actores  chicos ; 
corre  la  nueva  del  viejo  artista 
y se  preparan  pobres  y ricos. 

El  padre  cura  le  da  su  casa 
y unas  cortinas  para  escenario; 
se  animan  todos,  la  gente  pasa, 
y cuida  el  orden  un  comisario. 


43 


MANOJO  DE  GUARIAS 


“Función  primera  para  esta  noche”, 
en  las  paredes  dice  un  letrero.  . . 
Principia  el  acto,  sale  un  fantoche 
que  mueve  el  hábil  titiritero. 

Rompe  en  silbidos  el  populacho 
y voces  burdas  al  aire  lanza . . . 

El  vulgo  dice: — “¡baile  el  borracho l’5 
y el  guitarrista  toca  la  danza. 


44 


LISÍMACO  CHA V ARRÍA 


frotabas  lugareñas 


Sobre  las  lomas  del  campo 
el  alba  arroja  sus  gemas 
y en  las  aristas  del  monte 
hay  un  tinte  de  violeta. 
Ensayan  suspiros  dulces 
las  tórtolas  mañaneras 
y el  mozoüllo  detalla 
sus  complicadas  cadencias 
desde  la  copa  del  árbol 
o desde  la  alta  palmera . . . 

El  manantial  fugitivo 
ondula  como  culebra 
de  baccarat  reluciente 
y baja  y surca  la  cuesta, 
brinca,  retoza,  se  pierde 
como  un  alma  de  las  peñas; 
ora  finge  carcajadas, 
ora  sus  risas  destrenza, 


45 


MANOJO  DE  GUARIAS 


o bien  simula  una  lira 
que  va  rimando  querellas 
en  la  penumbra  del  soto 
o en  el  frescor  de  la  huerta. 

* * # 

Sendero  de  la  montaña, 
con  el  alma  placentera, 
caminan  dos  montañeses 
al  campo  de  sus  faenas, 
allá  donde  los  maizales 
penachos  rubios  ostentan, 
en  donde  engarzan  las  lluvias 
finos  collares  de  perlas 
y los  pinceles  del  alba 
radiosos  nácares  dejan; 
pasan  festivos,  cantando 
una  canción  de  la  aldea; 
en  el  semblante,  alegría, 
en  el  hombro,  la  herramienta.  . . 
La  blanca  ermita  del  barrio, 

— interrogación  eterna 
a la  mudez  de  los  cielos, 
esfinge  que  no  contesta! — 


46 


LISÍMACO  CHAV ARRÍA 


esmalta  con  los  celajes 
su  campanario  de  piedra; 
y el  humo  de  las  cabañas 
circula,  asciende,  penetra 
en  el  azul  donde  brillan 
del  Sol  las  ígneas  saetas 
que  descienden  hechas  lluvia, 
de  topacios  y de  perlas, 
hasta  el  penacho  del  monte 
y a la  silvestre  azucena. 

Una  moza  campesina 
gallarda,  graciosa,  esbelta, 
en  la  boca  la  sonrisa 
que  regocijos  revela, 
va  portando  una  tinaja 
en  la  robusta  cadera, 
por  la  ruta  florecida 
de  salvias  y de  verbenas, 
que  conduce  hasta  la  fuente 
que  brinda  el  agua  a la  aldea; 
y así  discurren  las  horas 
de  la  mañana  montesa. 


MANOJO  DE  GUARIAS 


alegrada  por  los  quioros 
y las  aves  tempraneras 
y la  canción  de  los  vientos 
que  van  vibrando  en  las  selvas 
como  alegre  cabalgata 
anunciada  por  trompetas 
a los  confines  del  valle, 
y a las  lejanas  praderas, 
y a las  montañas  azules 
en  donde  el  Sol  se  doblega 
cuando  la  noche  desciende 
con  su  cortejo  de  estrellas. 


48 


LISÍMACO  CHAV ARRÍA 


£as  quemas 

Todo  está  listo  para  las  quemas: 
los  labradores  sobre  las  rondas 
prenden  el  fuego.  Color  de  gemas 
toman  las  llamas  quemando  frondas. 

Los  vientos  soplan  y las  corales 
salen  en  fuga  de  la  maraña; 
saltan  las  chispas  a los  cañales 
y de  estos  vuelan  a la  montaña. 

Arden  los  montes  y arrecia  el  viento 
como  una  trompa  de  acentos  broncos; 
y entonces  se  oye  como  un  lamento 
que  al  desgajarse  lanzan  los  troncos. 

Y por  la  noche  mira  el  labriego, 
cual  si  salieran  de  la  negrura, 
dos  grandes  sierpes  hechas  de  fuego 
peregrinando  para  la  altura. 


49 


MANOJO  DE  GUARIAS 


€í  tñoíinista 

Es  ñor  Juan  Pelos,  o ñor  Veintiuno , 
(son  sus  apodos),  un  viejo  artista; 
toca  dulzaina  como  ninguno 
y es  del  villorio  gran  violinista. 

Las  piezas  nuevas  y las  de  antaño 
forman  unidas  su  repertorio: 

Toca  Las  Olas  y El  Desengaño 
y canta  salves  en  el  velorio. 

En  los  rosarios  de  nochebuena, 
da  gusto  oirle  los  villancicos; 
cuando  sus  danzas  él  desenfrena, 
bailan  de  gozo  viejas  y chicos. 

El  es  el  alma  de  la  alegría, 
él  regocija  la  villa  entera, 
y el  toca  en  bodas,  mas  otro  día 
duerme  en  las  calles  su  borrachera. 


50 


LISÍMACO  CHAVARRÍA 


Tío  supe  naba 

Por  la  vereda  que  baja  al  yurro 
marchan  dos  mozos  bajo  la  tarde; 
hay  en  los  tuetes  como  un  susurro 
y el  Sol  poniente  parece  que  arde. 

Ella  es  descalza,  de  trenza  doble, 
de  ojos  muy  negros  y muy  risueña; 
él  es  robusto, — tal  es  un  roble, — 
de  manos  fuertes  y faz  trigueña. 

Ambos,  unidos,  marchan  del  brazo, 
entre  güitites  de  fronda  verde, 
cantando  bajan  por  el  ribazo 
y la  pareja  por  fin  se  pierde. 

Venus  que  atisba  desde  la  altura, 
los  vio  ocultarse  tras  la  enramada.  . . 
“¡Nunca  me  olvides!”,  ella  murmura, 
y al  fin  de  todo.  . . no  supe  nada. 


51 


MANOJO  DE  GUARIAS 


(Esmerabas  vivas 

(£n  la  cosía 

Ensaya  el  marinero  en  su  canoa 
un  aire  de  nativa  cantinela, 
y el  Sol  se  expande  encima  de  la  estela 
que  hierve  y fulge  al  avanzar  la  proa. 

Debajo  de  una  ceiba  está  una  boa, 
dijérase  que  atisba  con  cautela, 
mientras  la  garza  por  el  éter  vuela 
copiándose  en  el  ponto  de  Balboa. 

El  Dios  de  lumbre  al  derramar  sus  oros 
del  piélago  de  añil  sobre  la  espalda, 
de  la  selva  abrillanta  los  colores. 

Bajo  el  fuego  que  al  trópico  rescalda, 
emigran,  hacia  el  Norte,  treinta  loros 
fingiendo  treinta  dardos  de  esmeralda. 


52 


L1SÍMAC0  CHAVARRÍA 


fjimrto  be  las  ruchas 

Dilúyense  en  las  auras  aromas  de  violetas 
y el  Sol  pone  en  la  ermita  nenúfares  de  fuego; 
desciende  de  las  abras  el  rústico  labriego 
y cantan  sus  estrofas  de  vida  las  carretas. 

Parece  que  anunciaran  sus  triunfos  a las  metas 
del  plácido  cortijo  que  es  urna  de  sosiego ; 
simulan  epinicios,  o bien  un  largo  ruego 
que  llevan  a otros  campos  las  brisas  indiscretas. 

Ya  bajan  de  los  montes,  cantando  por  los  flancos 
y tejen  con  sus  notas  urdimbre  de  las  arias 
que  saben  las  campiñas,  las  cumbres  y barrancos. 

Sepulta  el  Sol  su  disco  detrás  del  bosque  verde, 
inciensan  a la  noche  las  rosas  y las  guarías 
y el  himno  de  las  ruedas  prolóngase ...  y se  pierde . . . 


53 


MANOJO  DE  GUARIAS 


(Eoníienba  bárbara 

Es  ella  una  serpiente  de  colores 
versada  en  quebrantar  en  los  cubiles 
cachorros  de  jaguar,  pumas  sutiles 
en  las  selvas,  y pájaros  cantores. 

El  un  perro  de  buenos  cazadores 
que  supo  desgarrar,  con  sus  marfiles, 
el  apuesto  león  y aun  los  reptiles 
que  fueron  a enroscarse  tras  las  flores. 

Precipítase  el  can,  ella  lo  espera 
encógese ...  y alárgase ...  y da  un  silbido 
y le  inyecta  su  tósigo  de  fiera. 

El  perro  la  sacude  al  verse  herido 
y recorre  por  toda  la  pradera 
un  grito  de  dolor  hecho  alarido. 


54 


LIS í MACO  CHAVARRÍA 


Carbes  campestres 

Tiende  la  tarde 
fúlgidas  gasas, 
finge  Occidente 
rojiza  fragua; 
dejan  la  vega 
todas  las  garzas 
batiendo  al  aire 
sus  niveas  alas . . . 

Semeja  el  barrio 
verde  guirnalda; 

¡de  aves  y flores 
feliz  morada! 

* # * 

Entre  la  hondura 
canta  que  canta, 
corre  un  torrente 
como  de  plata. 


55 


MANOJO  DE  GUARIAS 


y en  las  riberas 
deja  en  su  marcha, 
blancos  encajes 
de  espumas  blancas. 
Allá  una  choza 
de  hojas  de  caña 
semeja  un  nido 
bajo  las  ramas 
que  tiende  un  árbol 
con  flores  albas, 
y de  un  trapiche 
crujen  las  mazas 
con  ruido  ronco 
cual  de  matracas. 

* * * 

Ya  de  la  ermita, 
sonoras  llaman 
con  sus  repiques 
ledas  campanas; 
para  el  rosario 
las  viejas  pasan, 
y por  la  calle 
van  cabizbajas. 


56 


LISÍMACO  CHAYARRÍA 


* # * 

Los  mozos  tornan 
de  sus  labranzas 
y al  hombro  llevan 
lucientes  palas, 
y los  coloquios, 
que  con  Nazaria, 
tuvo  en  la  fuente, 
noche  pasada, 
cuenta  a Norberto, 
en  tosca  charla, 
un  mozo  imberbe 
de  piel  tostada. 

* * * 

Allá  un  muchacho 
junto  a una  tranca , 
entusiasmado 
toca  dulzaina; 
más  lejos  se  oye 
alegre  danza 
que  alguien  preludia 
en  su  guitarra. 


57 


MANOJO  DE  GUARIAS 


* # * 

Por  el  sendero, 
una  muchacha, 
viene  cantando 
de  la  quebrada ; 
en  la  cabeza 
ostenta  ufana 
pesado  lío 
de  ropa  blanca 
y en  la  cadera 
una  tinaja 
que  con  el  brazo 
tiene  y abraza. 

* * # 

Allí  una  vieja 
con  voz  cansada 
le  da  consejos 
a Nicolasa: 
moza  del  barrio 
muy  vivaracha 
que  a quince  abriles 
está  ya  entrada; 


58 


LISÍMACO  CH AY ARRÍA 


con  voz  muy  queda 
le  habla  la  anciana; 
dícela  cómo 
el  Diablo  engaña 
a aquellas  niñas 
no  recatadas. 

— No  siás  zopenca 
ve  lo  que  a Juana 
le  ha  sucedió 
con  Lucas  Parra, 

¿ si  son  los  hombres 
el  mesmo  Patas! — 
Dice  la  abuela 
a la  muchacha. 

* * * 

Cesó  el  rosario, 
las  viejas  pasan.  . . 
van  por  las  calles 
cual  sombras  vagas. 
El  Sol  se  oculta 
tras  las  montañas, 
y al  fin  la  tarde 
lenta  se  apaga . . . 


59 


MANOJO  DE  GUARIAS 


Los  paj arillos 
en  la  enramada 
dan  a la  noche 
su  serenata; 
los  campesinos 
vanse  a sus  casas 
y satisfechos 
en  toscas  bancas 
cenan  alegres 
queso  de  vaca 
y albas  tortillas 
bien  aliñadas. 

* * * 

Así  concluyen, 
llenas  de  charlas, 
de  nuestros  campos 
las  tardes  plácidas, 
las  bellas  tardes 
que  el  Sol  esmalta 
con  sus  pinceles 
de  rosa  y nácar. 


60 


LISÍMACO  CHAVABRÍA 


(El  yigüirro 

Es  el  clarín  de  Mayo.  Su  plumaje 
es  obscuro  y ajeno  a todas  galas, 
pero  sabe  las  líricas  escalas 
que  ignoran  otras  aves  del  boscaje. 

Su  tribuna  es  la  copa  del  manzano 
cuando  le  canta  a las  auroras  rubias ; 
es  así  como  heraldo  de  las  lluvias 
y en  la  selva  se  oculta  en  el  verano. 

Es  el  bardo  de  todas  las  campiñas, 
del  dorado  arrozal  y del  zarcero 
y el  dulce  trovador  de  mi  tierruca. 

El  ánfora  de  miel  le  dan  las  pinas, 
manojos  de  azahar  el  limonero, 
su  fruto  el  árbol  y su  flor  la  yuca. 


61 


MANOJO  DE  GUARIAS 


pubreorqas 

Campanillas  azules  de  mi  casa 
que  adornan  los  naranjos,  campanillas 
que  despierta  la  aurora  cuando  pasa, 
desatando  la  aurora  sus  gavillas. 

Delicadas  campánulas  azules 
tendidas  en  las  cercas  del  camino 
donde  brilláis  como  sedeños  tules 
a los  ojos  del  sano  campesino. 

Copas  del  campo,  de  color  de  cielo, 
volcadas  a mirarse  en  los  cristales 
sonoros  del  sinfónico  riachuelo 
que  va  como  un  afán  entre  cristales. 

Alegres  y vistosas  pudreorejas 
donde  columpia  el  Sol  todos  sus  lampos; 
vuestras  son  las  errátiles  abejas 
de  las  dulces  colmenas  de  los  campos. 


62 


LISÍMACO  CHAVABRÍA 


Adorno  de  las  cruces  del  sendero 
que  conocen  un  crimen  de  venganza; 
alfombra  del  jardín  y del  potrero 
que  guardan  placideces  de  añoranza. 

Hermanas  del  chirrite  y las  pastoras 
que  escuchan,  en  las  sendas,  el  sinsonte 
bajo  el  oro  sutil  de  las  auroras 
que  fueron  como  incendios  sobre  el  monte. 


63 


Este  libro  fue  impreso 
en  los  talleres  de  la  Imprenta  Moderna 
y quedó  terminada  la  edición 
á los  treinta  días  del  mes  de  Setiembre 
MCMXIII