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Full text of "Martín Alonso Pinzón; estudio histórico"

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UC-NRLF 

I 


ESCOGIDOS 


MARTÍN  ALONSO 

PINZÓN 


EbTÜJ)IO  HISTÓRICO 


JOSÉ  MARÍA  ASENSIO 

Dii-ccio  de  la  Acad'.j.ua  de  T-'íenas  letras  de  Se- 
villa. Corytspviidíenic  de  I  ^  .fe  ¡a  ITist-ria  de  Ma- 
drid ,  ele. 


MADRID 

tiA   ESPAÑA    MODBHNA 
Cta.  de  Sto.  Doming-o,  ](> 


GE  ITT  OF 
JoCoCIElBIKIUíJ^ 


MARTIN  ALONSO  PINZÓN 


COLECCIÓN  DE  LIBROS  ESCOGIDOS 

MARTÍN   ALONSO 

PINZÓN 

w 

E8TIIDT0  HISTÓRICO 


POR 


JOSÉ  MARÍA  ASENSIO 


MADRID 
LA  ESPAÑA   MODERNA 

Cttt.  lio  Sto.  Düming-o,  lü. 


Es  propiedad.— Queda 
hecho  el  depósito  que  mar- 
ca la  Ley. 


"aoi-stin  AvRiAlIl^^e  la  Comp.  de  Impr.  y  LiU.    < 
S.  B«rnardo,  »2.-T«léfon«  Büm  «.•««. 


MARTÍN  ALONSO  PINZÓN 


PROLOGO. 


Llama  la  atención  que  en  los 
momentos  mismos  en  que 
todos  los  pueblos  civilizados 
se  disponen  á  celebrar  el  cuarto 
centenario  del  descubrimiento  del 
Nuevo  Mundo,  cuando  el  nombre 
de  Cristóbal  Colón  resuena  en  todos 
los  ámbitos  de  la  tierra  y  su  glo- 
ria se  recuerda  por  la  humanidad 
entera,  si  así  puede  decirse,  j  se 
levantan  estatuas  y  monumentos 
que  perpetúen  su  memoria  y  la  ad- 
miración que  despiertan  sus  heroi- 
cos hechos,  hayan  aparecido  opi- 


338311 


MAR^tÑ' AIJONSO   PINZÓN 


niones  exageradas  de  algunos  pen- 
sadores que  se  oponen  al  torrente 
de  las  ideas,  y  buscan  manchas  en 
la  conducta  del  genio  que  atrae  la 
atención  universal,  mostrando,  más 
ó  menos  embozadamente,  la  ten- 
dencia de  amenguar  sus  grandes 
merecimientos ,  rebajar  su  carácter 
y  discutir  la  gloriosa  empresa  de 
aquel  para  quien  la  humanidad 
nunca  tendrá  sobrada  gratitud  ni 
sobrada  admiración ,  aporque  rom- 
pió el  velo  que  envolvía  m^edio  mun- 
do. ¡Singular  coincidencia,  y  más 
extraña  muestra  de  las  aberracio- 
nes de  la  razón  humana! 

Encontramos  la  causa  de  tal  exa- 
geración en  un  sentimiento  falso  de 
patriotismo,  que  juzga  rebajada  ó 
colocada  en  lugar  secundario  la  im- 
portancia de  la  nación  española  que 
acogió  los  proyectos  del  gran  mari- 


POR  J.    M.    ASEN8I0 


no  genovés,  porque  este  aparezca 
como  la  primera  figura  del  descu- 
brimiento ;  en  un  alarde  de  supues- 
ta imparcialidad ,  que  con  deseo  de 
disimular  las  manchas  que  en  el  li- 
bro de  la  historia  oscurecen  las  re- 
levantes cualidades  de  muchos  de 
los  españoles  ilustres  que  en  aque- 
lla grandiosa  empresa  ayudaron  á 
Cristóbal  Colón ,  ó  estuvieron  á  su 
lado  por  mandamiento  expreso  de 
los  Reyes  Católicos ,  entienden  que 
se  disimularán  aquellas,  si  en  las 
acciones  del  descubridor  encuentran 
algo  digno  de  censura ;  y  de  un  mal 
paso  caen  en  otro  peor,  juzgando 
que  las  figuras  de  nuestros  compa- 
triotas crecerán  y  se  verán  á  me- 
jor luz  si  logran  reducir  las  colosa- 
les proporciones  del  héroe  que  se 
les  pone  delante  y  atrae  la  admira- 
ción de  todos. 


MARTÍN    ALONSO   PINZÓN 


Tal  vez  el  intento  es  digno  de 
alabanza; pero  equivocan  lastimosa- 
mente el  camino  los  que  tal  obra 
han  comenzado ,  y  puede  conseguir- 
se el  resultado  apetecido  y  hacer 
justicia  á  los  insignes  españoles  que 
tanta  parte  tuvieron  en  la  arriesga- 
da empresa,  compartiendo  la  gloria 
de  Cristóbal  Colón ,  sin  que  ningu- 
no pierda  ni  caiga  del  alto  pedes- 
tal que  debe  á  sus  merecimientos,  y 
antes  por  el  contrario ,  elevándolos 
á  todos  al  grado  que  les  correspon- 
de por  los  grandes  servicios  que 
prestaron  á  la  causa  de  la  civiliza- 
ción en  aquellos  importantes  acon- 
tecimientos. 

Noble  j  simpático  campo  puede 
recorrerse  al  vindicar  á  los  compa- 
ñeros de  Colón  y  á  los  primeros 
descubridores  que  siguieron  sus 
huellas,  así  como  á  los  colonizado- 


POR   J.    M.    A8ENS10 


res  j  administradores  de  la  contra- 
tación de  Indias  ,  de  los  cargos  que 
la  pasión  ó  la  ignorancia  haya  po- 
dido formarles  sin  la  justificación 
necesaria;  que  siempre  es  noble  3'' 
grata  la  tarea  del  que  se  propone 
que  brille  la  justicia  y  se  aquilaten 
y  aprecien  en  su  valor  las  acciones 
de  los  hombres  ilustres;  pero  es  in- 
gratísima labor,  y  repulsiva  para 
la  inmensa  mayoría  de  los  hombres 
dedicados  al  estudio  y  aun  para 
todos  los  pueblos  cultos,  la  de  pre- 
tender se  arrojen  puñados  de  lodo 
sobre  las  estatuas  que  por  voto  uná- 
nime de  cuatro  siglos  se  van  á  ele- 
var á  la  gloria  del  revelador  de  un 
mundo  nuevo,  ó  borrar  del  nimbo 
refulgente  que  rodea  su  nombre  al- 
guna de  las  brillantes  cualidades 
que  la  humanidad  admira,  y  por 
las  cuales  se  prepara  á  honrarlo 


10     MARTÍN  ALONSO  PINZÓN 


proclamándole  en  todas  las  lenguas 
conocidas  la  primer  figura,  el  más 
grande  de  todos  los  caracteres  que 
conserva  la  historia. 

Es  un  patriotismo  laudable ,  pero 
exagerado,  una  idea  plausible,  pero 
equivocada,  la  que  ha  producido 
esas  opiniones  extrañas  y  guiado  la 
pluma  de  los  escritores  que  las  sos- 
tienen ;  y  aceptando  de  ellas  lo  que 
tienen  de  razonable,  creemos  que 
es  muy  fácil  apartarlos  del  error  en 
que  corren  á  despeñarse ,  llevándo- 
les por  camino  más  recto  y  que 
ciertamente  llegará  á  más  favora- 
ble resultado. 

Sin  disminuir  en  un  ápice  el  méri- 
to de  Cristóbal  Colón ,  sin  atentar  á 
su  gloria ,  pueden  y  deben  traerse  á 
nuevo  examen  y  ponerse  en  el  de- 
bido lugar  las  altas  condiciones  de 
los  marinos  que  le  acompañaron; 


Pv)R   J.    M.    ASENSIO  11 

y  aunque  censuremos  justificada- 
mente los  actos  que  merezcan  vitu- 
perio ,  no  por  eso  han  de  relegarse 
al  olvido  los  grandes  servicios  que 
prestaron  y  la  abnegación  con  que 
ayudaron  al  descubrimiento  ;  que 
tal  vez  sin  ellos  no  se  hubiera  lle- 
vado á  cabo  aquel  acontecimiento, 
grandioso  y  trascendental  como 
ningún  otro  de  cuantos  registradla 
historia. 

En  el  próximo  centenario  se  con- 
memorarán juntas  la  gloria  de  Cris- 
tóbal (Jolón  y  la  de  nuestra  Espa- 
ña; tan  unidas  ambas,  que  no  es 
posible  separai'las,  ni  puede  un  es- 
pañol denigrar  al  genio  genovés  á 
quien  adoptó  nuestra  patria,  y  que 
forma  con  su  ciencia  y  su  fe  una  de 
nuestras  maj^ores  glorias ,  sin  que 
sus  censuras  lastimen  en  algo  á  la 
ilación  que  se  hizo  solidaria  en  un 


12  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

principio  de  sus  proyectos  y  conti- 
nuó luego  sus  empresas;  logrando 
con  el  descubrimiento  y  la  conquis- 
ta la  más  brillante  página  de  la  his- 
toria de  la  civilización,  que  nos  per- 
tenece por  entero ,  por  más  que  la 
envidia  ladre. 

Pero  á  más  de  la  causa  indicada, 
existe  otra  de  muy  diferente  índo- 
le ,  aunque  ha  venido  á  producir  el 
mismo  resultado. 

Ley  es  de  la  condición  humana 
tocar  en  todo  los  extremos ;  una 
injusticia  provoca  otra,  de  una  in- 
considerada apreciación  se  sigue 
casi  siempre  la  contraria,  caminan- 
do constantemente  de  reacción  en 
reacción ,  y  así  ha  sucedido ,  á  nues- 
tro sentir,  en  el  presente  caso.  Por 
largo  espacio  de  cerca  de  cuatro  si- 
glos ,  los  historiadores  de  todas  las 
ilaciones  han  estudiado  el  descubrí- 


POR  J.    M.    A6ÉÑ6IÓ  i  3 

miento  de  las  Indias  Occidentales 
bajo  todas  sus  fases,  y  cada  cual  con 
diferente  criterio,  y  sin  interrup- 
ción han  repetido  las  alabanzas  del 
primer  Almirante  que  las  descubrió, 
sin  hallar  sombra  en  su  gloria. 

Pero  el  entusiasmo  exagerado, 
la  irreflexiva  pasión  de  un  escritor 
francés  contemporáneo,  que,  for- 
jando en  su  imaginación  un  ser  pri- 
vilegiado, un  héroe  semi-fantástico, 
quiso  hacer  un  santo  de  Cristóbal 
Colón^  ha  dado  origen  á  las  exagera- 
ciones contrarias  que  deploramos. 
No  se  contentó  el  conde  Roselly  de 
Lorgues  con  ser  el  hagiógrafo  y 
presentar  al  descubridor  como  san- 
to ;  de  éstos  los  ha  habido  harto  pe- 
cadores ,  que  por  el  arrepentimiento 
y  los  sacrificios ,  por  la  expiación  y 
las  santas  obras,  han  redimido  sus 
taitas  siendo  actualmente  alto  ejem- 


14  MARTÍN   ALOiNiáO   PINZÓN 

pío  para  la  humanidad.  El  Conde 
quiso  dibujar  al  inmortal  navegan- 
te como  un  ser  excepcional  é  inspi- 
rado solamente  por  la  divinidad  en 
la  concepción  de  su  gran  pensa- 
miento ,  sin  que  debiera  cosa  alguna 
á  la  ciencia  de  sus  contemporáneos, 
ni  á  las  tendencias  de  su  época  ni 
aun  á  su  propia  experiencia;  y  lle- 
vando todavía  más  allá  su  propósi- 
to, aspiró  á  demostrar  que  había 
sido  impecable ,  y  que  prescindien- 
do de  los  datos  históricos ,  escribien- 
do sus  hechos  más  con  el  corazón 
que  con  I03  documentos,  podía  la- 
vársele de  toda  culpa,  y  para  ello 
borrar  con  elocuente  palabrería 
cuantas  faltas  se  notaban  en  su  con- 
ducta como  particular,  en  sus  actos 
como  gobernador  y  como  jefe,  como 
capitán  y  como  administrador.  El 
Mensajero  de  Dios^  el  Enviado  para 


POR  J.    M.    ASENSIO 


extender  la  fe  de  Cristo ,  el  Revela- 
dor de  otro  mundo  no  había  tenido 
mancha  alguna,  siendo  todas  las 
culpas  de  los  que  le  rodeaban ;  no 
era  posible  dirigirle  censuras,  y 
cuantas  faltas  se  le  atribuían  eran 
calumnias  forjadas  por  los  enemi- 
gos de  la  religión  cristiana,  por 
autores  de  tan  escasa  valía  como 
Robertson,  Humboldt,  Prescott, 
Washington  Irving  y  otros  protes- 
tantes que  monopolizaban  la  histo- 
ria del  Héroe  Evangélico,  y  por  fa- 
náticos españoles  tan  ignorantes 
como  D.  Martin  Fernández  Nava- 
rrete  y  D.  Juan  Bautista  Muñoz. 
El  conde  Roselly  de  Lorgues  no 
escribió  la  historia ,  sino  la  leyenda 
mística  de  Cristóbal  Colón, 

A  tamañas  exageraciones  respon- 
den las  primeras  censuras  dirigidas 
á  la  conducta  de   Cristóbal  Calón, 


16            MARTÍN   AL0N80   PÍNZÓxV 
_________^ ■•>i 

que  luego  se  han  querido  extender 
á  su  carácter  y  á  su  ciencia  misma. 
Como  el  polo  opuesto,  como  la 
antítesis  más  viva  de  la  obra  del 
conde  Roselly  de  Lorgues,  apareció 
en  New- York,  en  1874,  la  que  se 
titula  Historia  del  carácter  y  de  las 
empresas  del  llamado  Cristóbal  Co- 
lón (1).  Su  autor,  Mr.  Aaron  Goo- 
drich, se  propone,  al  parecer,  pa- 
tentizar el  escaso  valer  de  la  obra 
del  Conde  francés,  sin  referirse  á 
ella,  poniendo  en  claro  cuan  fácil 
es  hacer  la  demostración  de  los  ma- 
yores absurdos,  con  visos  de  razón, 
y  con  el  intento  de  minar  una  por 
una  las  piedras  del  edificio  liviano 


( 1 )  A  History  of  the  character  and  achievé' 
mens  of  the  so-called  Christopher  Columbus, 
by  Aaron  Goodrich ,  with  numerous  ilustra- 
tions. — New  York,  Appleton,  1874,  un  tomo 
en  4."  _  _^ 


POR  J.    M.    ASENRIO  17 

levantado  por  el  Conde,  como  dice 
con  tanta  verdad  el  docto  escritor 
D.  Cesáreo  Fernández  Duro  (1), 
«  ejercitando  el  frío  razonamiento 
y>áe  la  protesta  anti-católica  contra 
»el  ferviente  deseo  del  biógrafo 
» ortodoxo,  apalancando  con  la  fan- 
»tasía  el  idealismo,  con  la  pasión  la 
»pasión ,  el  misticismo  con  la  irre- 
»verencia,  hasta  poner  al  lado  de  la 
»leyenda  seráfica  francesa  otra  le- 
>  yenda  mitológica  de  Ultramar.  > 
Pero  el  impulso  estaba  dado ,  y 
sin  ir  tan  lejos  como  el  anglo-ame- 
ricano  (roodrich ,  hubo  muchos  que 
á  fuer  de  buenos  españoles,  dieron 
en  pensar  que  se  habían  exagerado 
los  merecimientos  de  Cristóbal  Co- 
lón, y  que  entusiasmados  por  su 
gloria  todos  los  escritores  que  del 

fl)     Nebulosa  de  Colón. —Wnáril,  Suceso- 
res de  Rivadeneyra,  1890. 

2 


18  MARTÍN    ALONSO    PINZÓN 

descubrimiento  del  Nuevo  Mundo 
habían  tratado,  menospreciaban  á 
los  que  ayudaron  á  tan  gran  suce- 
so, oscureciendo  con  las  alabanzas 
al  genovés  los  méritos  de  los  espa- 
ñoles, según  antes  decíamos.  Cre- 
yendo que  desde  el  P.  las  Casas 
hasta  Washington  Irying,  todos  los 
historiadores  habían  hecho  la  apo- 
teosis de  Colón ,  buscaron  algo  que 
decir  en  su  contra,  para  que,  oscure- 
ciéndose el  brillo  de  su  nombre,  lu- 
cieran mejor  los  de  sus  compañeros. 
Y  es  doloroso  ver  que  por  ese  fal- 
so camino  se  han  comenzado  á  des- 
lizar escritores  de  verdadero  talen- 
to ,  y  alguno  entre  ellos  cuyas  ex- 
celentes condiciones  son  justamente 
alabadas  en  otros  terrenos ,  y  muy 
señaladamente  en  cuanto  á  las  cues- 
tiones  colombinas   se  reñere.  Tal 
pensamiento   ha  logrado    cegar  á 


POR   J.    M.    ASENSIO  10 

muchos  espíritus,  por  más  que  el 
mayor  número  de  pensadores  lo  re- 
chaza por  infundado ,  y  se  han 
puesto  nuevamente  en  tela  de  juicio 
las  condiciones  de  carácter,  la  fe, 
la  generosidad  y  hasta  la  ciencia 
del  descubridor,  suponiendo  que 
había  tenido  conocimiento  de  la 
existencia  de  las  tierras  occidenta- 
les por  las  sagas  de  los  islandeses  ó 
por  el  fantástico  piloto  que  murió 
en  su  casa ,  cuyo  nombre  nadie  co- 
noció, hasta  que  más  de  un  siglo 
después  lo  estampó  el  inca  Garcila- 
so  de  la  Vega  en  sus  Comentarios, 
con  animadversión  bien  conocida; 
y  ya  los  detractores  de  Colón  dan 
como  indiscutible  la  existencia  de 
Alonso  Sánchez  de  Huelva  y  refie- 
ren su  viaje,  y  que,  por  tanto,  no 
pertenecía  á  aquél  la  originalidad 
de  la  concepción  que  tanto  avalora 


MARTIN   ALONSO    PINZÓN 


SU  talento ;  y  que  era  inferior  en  co- 
nocimientos náuticos ,  en  práctica  y 
aun  en  constancia  y  dotes  de  man- 
do V  de  administración ,  á  muchos 
de  los  que  le  acompañaron ,  siendo 
mnj  justos  y  razonables  aquellos 
jueces  pesquisidores  que  tantas  vio- 
lencias ejecutaron  ,  y  que  durante 
cuatro  siglos  han  merecido  la  exe- 
cración de  la  posteridad. 

No  es  nuestro  intento  en  este  en- 
sayo discutir  el  origen  de  los  pro- 
yectos de  navegación  hacia  Occi- 
dente en  el  siglo  xv ,  ni  estudiar  la 
extensión  que  fueron  tomando  las 
empresas  marítimas ,  ni  las  noticias 
que  circulaban  de  la  existencia  de 
tierras  desconocidas  al  otro  lado  de 
los  mares.  En  otro  libro  (1)  hemos 

[  1 )  Cristóbal  Colón,  su  v¿c¿a ,  sus  viajes,  sus 
descubriMienios. — Bircelona,  Kspasa  y  Corn- 
pañía  editores,  1888-91. 


PÓK  J.    M.    ABENSIO  21 

indicado  alguna  de  las  muchas  opi- 
niones que  sobre  estos  extremos  se 
han  manifestado,  conformando  la 
nuestra  con  la  del  sabio  Alejandro 
Humboldt. 

Aun  admitiendo,  como  creemos 
debe  admirirse,  la  certeza  de  los 
viajes  de  los  escandinavos  en  los  úl- 
timos años  ^:el  siglo  x ,  teníamos  por 
resuelta  la  cuestión  en  favor  de 
nuestros  navegantes  del  siglo  xv ,  y 
colocada  en  su  verdadero  terreno, 
del  que  no  seria  posible  volverla  á 
distraer,  después  de  la  sólida  argu- 
mentación del  Sr.  D.  Pedro  José 
Pidal.  Encontrar  por  casualidad  no 
es  más  que  fortuna ,  y  no  se  funda 
en  precedentes  científicos ;  abando- 
nar lo  encontrado  sin  darse  cuenta 
de  su  importancia ,  sin  que  produz- 
ca resultados  tangibles  en  el  pro- 
greso de  la  humanidad,  no  se  llama 


22  MARTÍN    ALONSO   PINZÓN 

descubrimiento  y  se  olvida  bien 
pronto.  Los  escandinavos  pisaron 
el  continente  occidental:  «Pero  si 
»la  gloria  consiste  en  concebir,  de- 
»cia  aquel  pensador  profundo  (1), 
»  en  medio  de  un  siglo  ilustrado  que 
»unánimente  lo  deniega,  que  hay 
»más  allá  de  los  mares  frecuentados 
>por  tantos  siglos,  un   continente 

>  y  regiones  nuevas  y  desconocidas, 
>en  consagrar  su  vida  á  la  inven- 
»ción  de  este  Nuevo  Mundo,  en 
» arrostrar  y  vencer  millares  de 
»  obstáculos  y  dificultades ,  y ,  sobre 
>todo,  en  producir  inmensos  resul- 
>tados,  ¿quién  negará  aquella  glo- 

>  ria  á  Colón  y  á  la  gran  nación  que 
>le  supo   comprender  y  apreciar? 

>  La  obra  de  Colón  y  de  Castilla  fué 


(1)    Revista  de  Madrid.— ^egMu^tí  serie. — 
Tomo  II,  1839. 


pon   J.    M.    ASÉNSIÓ  2íí 

»la  obra  del  saber,  del  genio  y  de 
»  una  alta  j  fecunda  inteligencia;  la 
»  de  los  escandinavos ,  la  del  azar  j 
»  de  la  casualidad.  La  primera  pro- 
»  duj o  resultados  inconmensurables, 
» inmensos  en  el  orden  político  y 
»  social  de  las  naciones,  y  causó  una 
>  completa  revolución  en  las  rela- 
»  ciones  de  los  pueblos ;  la  segunda 
»no  produjo  la  más  pequeña  utili- 
»  dad ,  ni  fué  de  la  menor  trascen- 
»dencia.» 

No  creemos  que  la  fama  de  Cris- 
tóbal Colón  puede  ser  oscurecida  en 
este  ni  en  otro  concepto  alguno :  en- 
tendemos que  los  escritores  que,  guia- 
dos por  el  noble  anhelo  de  vindicar 
á  la  nación  española,  han  emprendi- 
do la  tarea  de  rebajar  el  mérito  del 
genio  geno  vés ,  han  equivocado  las- 
timosamente el  camino,  como  dijo  un 
escritor  muy  celebrado ,  empleando 


24  MARTIN    AlA)NSl)    PINZÓN 

medios  que  no  han  de  conducirles  al 
logro  de  su  buen  propósito,  3%  antes 
por  el  contrario,  pueden  resultar 
contraproducentes.  El  amor  patrio 
ha  turbado  su  vista. 

En  el  libro  titulado  Cristóbal  Co- 
lón ,  su  vida^  sus  viajes,  sus  descu- 
brimientos ,  recientemente  publica- 
do ,  hemos  procurado  .  sin  pasión  y 
con  ardiente  anhelo  de  escribir  la 
verdad,  colocar  en  su  verdadera 
luz  los  altos  merecimientos  de  Mar- 
tin Alonso  Pi7izón  y  de  otros  mu- 
chos de  los  que  ayudaron  al  primer 
Almirante  que  descubrió  las  Indias, 
para  que  pudiera  llevar  á  la  prác- 
tica su  atrevido  proyecto ,  pues  por 
ellos  puede  decirse  que  el  descubri- 
miento y  conquista  del  Nuevo  Mun- 
do es  gloria  de  España. 

E\  o'euio  £?enovés  la  Europa  entera 
corrió,  pidiendo  á  guisa  de  meodigo, 


POU   J.    M.    AtíENSIO  25 

á  SUS  tiüuos  uu  rey  para  la  esfera 
que  al  nacer  á  la  luz  trajo  consigo; 
en  vano,  el  Nuevo  Mundo  nunca  fuera 
del  saber  de  Colón  noble  testigo, 
si  no  hallara  en  Castilla  una  matrona 
cual  nunca  alguna  que  ciñó  corona  (1). 

Isabel  la  Católica  fué  colocada 
por  Dios  en  el  trono  de  España  para 
que  pudiera  realizarse  la  colosal  em- 
presa. Su  genio  comprendió  al  genio 
n  quien  tenían  todos  por  loco  y  so- 
ñador. Pero  al  lado  de  la  excelsa 
soberana  de  Castilla,  brillan  Fray 
Juan  Pérez  y  Alonso  de  Quintani- 
11a,  Juan  de  la  Cosa  y  Martín  Alon- 
so Pinzón ,  Deza  y  Santángel ,  Mar- 
chena  y  otros  muchos  que,  decla- 
rándose favorecedores  de  Cristóbal 
6bfón,  hicieron  española  su  empresa. 

Mas  como  después  de  haber  cir- 


(1)     Hernán  CoHé? ,  por  D.  Patricio  de  la 
Escosura. 


26  MARTÍN   ALONSO    PINZÓN 

culado  aquella  obra,  j  no  obstante 
nuestra  convicción  de  haber  hecho 
en  ella  cumplida  justicia  al  méri- 
to singular  del  marino  de  Palos  y 
ponderado  sus  servicios ,  todavía  no 
aparecen  éstos  bien  apreciados  en 
concepto  de  algunos  diligentísimos 
y  doctos  colombistas  ,  á  quienes  en 
vano  hemos  procurado  convencer 
de  la  imparcialidad  de  nuestres  jui- 
cios ;  nos  hemos  decidido  á  empren- 
der nuevo  estudio  con  el  sólo  y  ex- 
clusivo objeto  de  dejar  bien  en  claro 
las  acciones  de  nuestro  ilustre  com- 
patriota Martín  Alonso  Pmzón,  y 
la  gloria  de  su  nombre  como  va- 
leroso y  entendido  marino ;  porque 
juzgamos  que  no  se  ha  entendido 
en  todo  su  alcance  la  apreciación 
que  de  sus  grandes  servicios  formu- 
lamos. 

Siempre  nos  desvelamos  porque 


Poli   J.    M.    ASENélO 


nuestra  historia,  como  espejo  lim- 
pio ,  refleje  las  figuras  de  los  perso- 
najes todos  sin  disimular  sus  imper- 
fecciones; y  este  es  un  defecto,  al 
parecer ,  en  sentir  de  los  nuevos  crí- 
ticos que,  llevados,  según  decíamos, 
por  un  exceso  de  patriotismo ,  sola- 
mente quieren  ver  el  lado  bueno; 
como  si  los  héroes  más  celebrados 
y  de  mayor  renombre  dejaran  de 
formar  parte  de  la  humanidad,  y 
de  ser ,  como  todo  lo  humano,  com- 
puestos de  pasiones ,  que  por  inhe- 
rentes á  la  naturaleza ,  ninguno 
puede  librarse  de  ellas ,  y  cuya  pin- 
tura, lucha,  contraste  y  narración 
es  uno  de  los  principales  elementos 
de  la  historia.  En  la  generalidad  de 
los  hombres ,  las  pasiones  están  en 
equilibrio  más  ó  menos  perfecto,  sin 
haber  ninguna  sobresaliente;  en  los 
santos ,  los  héroes  y  los  genios  su- 


28  MARTIN    AL0N80   PINZüN 

periores  se  encuentran  algunas  de 
las  más  excelentes  en  grado  verda- 
deramente heroico,  y  esto  los  le- 
vanta sobre  el  vulgo  j  los  hace  ob- 
jeto de  veneración  Pero  son  muy 
pocos,  tal  vez  ninguno,  los  que  al 
lado  de  sus  grandes  cualidades  no 
descubren  faltas,  propias  de  las  otras 
pasiones  menos  elevadas  que  sien- 
ten todos  los  corazones.  Asi  es  el 
hombre ;  así  hemos  pintado  á  Mar- 
tin  Alonso  Pinzón ,  porque  tal  re- 
sulta de  la  historia ,  porque  tales  son 
todos  los  actos  humanos. 

Toutefois  aux  grands  coeurs  donnez  quelques  faiblesses 

A  ees  petits  défauts  mai-qués  dans  la  peinture. 
L'esprit  avec  plaisir  reconnait  la  nature, 

Como  decía  con  tanta  profundi- 
dad de  observación  el  célebre  Ni- 
colás Boileau  (1). 


(1)    Art poctique ,  Chant  troisiéme. 


POR   J.    M.    ASEN8I0  29 

No  es,  pues,  una  obra  nueva  la 
que  ahora  publicamos;  es  una  re- 
copilación de  cuanto  en  otra  más 
extensa  se  contiene  relativo  á  los 
hechos  de  Martin  Alonso  Pinzón, 
para  presentarlos  unidos,  y  con  al- 
gunas observaciones  especiales  para 
demostrar,  por  una  parte,  el  alto 
aprecio  que  siempre  hemos  hecho 
del  marino  de  Palos,  llegando  has- 
ta el  punto  de  consignar  que  sin  él 
quizá  no  se  hubiera  llevado  á  efec- 
to el  descubrimiento  del  Nuevo 
Mundo;  j  por  otra,  que  la  falta  en 
que  pudiera  incurrir,  movido  por 
una  pasión  poco  noble,  y  que  tal  vez 
él  mismo  juzgó  con  la  mayor  seve- 
ridad, en  nada  oscurece  el  brillo  de 
sus  grandes  hechos;  asi  como  que  su 
fama,  por  muy  alta  que  se  levante, 
como  es  justo  y  debido,  nunca  dis- 
minuirá la  gloria  de  Cristóbal  Colón, 


30  MARTIN    ALONSO   PINZÓN 

Aspiramos,  con  el  presente  tra- 
bajo ,  á  dar  cumplida  respuesta  y 
satisfacción  á  esos  escritores  celosos 
que  juzgan  se  ha  obrado  con  injus- 
ticia al  narrar  el  papel  que  los  espa- 
ñoles, y  muy  señaladamente  Pin- 
zón, tuvieron  en  la  gloriosa  hazaña 
del  descubrimiento,  y  que  si  mayor 
renombre  no  ha  cabido  á  este,  fuá 
por  su  fin  prematuro  y  desgraciado 
que  le  impidió  tomar  parte  en  los 
sucesivos  viajes,  privando  á  España 
de  los  grandes  servicios  que  tan 
ilustre  hijo  pudiera  haberle  presta- 
do, y  á  él  de  recoger  el  fruto  de  sus 
trabajos. 


PARTE  PRIMERA 


Al  lado  de  Cristóbal  Colón,,  y  co- 
mo factor  indispensable  para  que 
pudiera  tener  feliz  resultado  el  via- 
je primero  que  aquél  emprendió 
para  el  descubrimiento  del  Nuevo 
Mundo,  se  levanta  la  figura  de  un 
ilustre  marino  español,  cuyo  nom- 
bre es  una  de  las  glorias  de  nuestra 
historia.  Martin  Alonso  Pmzón  pa- 
rece designado  por  la  Divina  Pro- 
videncia para  que  se  realizaran  los 
proyectos  asombrosos  que  Colón  ha- 
bía concebido;  mas  por  desgracia 
suya,  y  quizá  de  ambos  ilustres  na- 


32  MARTÍN   AT,0N8i>    PINZÓN 


vegantes  y  aun  de  la  nación  españo- 
la, desaparece  en  el  momento  criti- 
co de  regresar  del  descubrimiento, 
tras  de  un  penoso  viaje,  y  le  arre- 
bató la  muerte  sin  que  pudiera  in- 
tervenir en  la  colonización,  ni  re- 
coger los  laureles  que  la  gloria  le 
ofrecía  en  sucesivos  viajes. 

Los  hechos  conocidos  de  la  vida 
de  aquel  ilustre  marino  sólo  pue- 
den averiguarse  en  el  Diario  de  na- 
vegación que  Cristóbal  Colón  abrió 
en  el  dia  mismo  en  que  zarparon 
del  puerto  de  Palos  las  tres  carabe- 
las que  iban  al  descubrimiento,  y  en 
las  declaraciones  que  muchos  años 
después,  en  el  pleito  que  siguió  el 
segundo  Almirante  D.  Diego  Colón 
con  el  fiscal  del  Rey,  que  principió 
en  el  año  1508,  prestaron  muchos 
de  los  marineros  y  pilotos  que  fue- 
ron al  primer  viaje  ,  y  algunos  ve- 


ͻOK    j.    M.    ASENSIO  33 

cinos  de  Palos  que  habían  conocido 
á  Colón  y  á  Pinzón  y  presenciaron 
el  regreso  de  ambos  y  la  muerte  de 
éste.  Alguna  luz  pueden  prestar  los 
historiadores  primitivos,  Las  Casas, 
Oviedo  y  D.  Hernando  Colón,  que 
con  buenas  referencias  escribieron 
aquellos  sucesos;  pero  ninguno  de 
ellos  conoció  personalmente  á  Mar- 
tin Alonso  Pinzón^  ni  pudo  escu- 
char de  sus  labios  la  narración  de 
los  hechos,  dato  importante  que  no 
puede  perderse  de  vista. 


II 


Las  cuestiones  que  se  debaten  so- 
bre la  patria  y  familia  del  primer 
Almirante  que  descubrió  las  Indias, 

3 


34  MARTÍN   ALONSO   PINZÓK 

de  SU  edad  y  de  su  matrimonio,  de 
su  venida  á  Portugal  y  sus  traba- 
jos en  aquel  reino,  asi  como  de  su 
vida  en  España  y  triste  fortuna  que 
corrió  en  el  largo  espacio  de  siete  á 
ocho  años,  desde  el  de  1484  á  1492, 
reclaman  largo  estudio  y  exposición 
detenida,  tanto  por  el  interés  que 
despiertan,  como  por  la  oscuridad 
que  las  rodea,  y  á  ellas  hemos  con- 
sagrado ya  un  trabajo  especial. 

Vencidas  las  dificultades  que  á 
tan  alta  empresa  se  oponían  des- 
pués de  largos  años  de  fe  y  de  cons- 
tancia, favorecido  por  algunos  y 
menospreciado  por  otros,  obtuvo 
Cristóbal  Colón  las  concesiones  que 
deseaba ,  y  los  Reyes  Católicos  fir- 
maron las  capitulaciones  en  San- 
ta Fe,  en  17  de  Abril,  y  luego  en 
Granada  en  30  del  mismo  mes 
de  1492. 


Pok    J.    M.    ASRÑ8I0  S5 

Llevando  los  despachos  á  su  favor, 
que  con  arreglo  á  ellas  se  le  exten- 
dieron, llegó  el  Almirante  á  la  villa 
de  Palos ,  y  en  su  iglesia ,  ante  no- 
tario y  con  gran  concurso,  se  leye- 
ron los  documentos ,  para  que  con- 
forme á  ellos  fuera  reconocido  Colón 
como  Almirante,  Virrey  y  Gober- 
nador de  las  islas  y  tierra  firme  que 
lograse  descubrir  en  el  mar  Océano, 
y  para  que  por  el  regimiento  de  la 
villa  se  le  facilitaran  las  carabelas 
con  que  estaba  obligada  á  servir, 
por  cierto  tiempo  y  á  su  costa ,  por 
pena  impuesta  en  virtud  de  reales 
disposiciones  (1). 

El  escribano  Alonso  Pardo  causó 
el  embargo  de  los  barcos ,  en  cum- 
plimiento de  la  orden  de  los  Reyes; 


(1)  Navarrete:  Colecciói  de  viajas  y  des- 
cubrimientos, etc.,  tomo  II.  Documento  uiime- 
ro  VII 


36  MARTIN    ÁL0M60    PINZÓN 

pero  aunque  éstas  eran  muy  termi- 
nantes, y  Colón,  por  su  parte,  y  por 
la  suya  los  monjes  de  la  Rábida, 
grandes  favorecedores  del  nave- 
gante, procuraron  enganchar  tri- 
pulaciones y  facilitar  el  viaje,  tal  vez 
nunca  estuvo  éste  más  dudoso,  ni 
más  comprometida  la  empresa  que 
en  aquel  momento  supremo. 

Corrían  por  el  pueblo  las  más 
absurdas  consejas:  se  repetía  de  boca 
en  boca  que  aquel  viaje  había  sido 
calificado  muchas  veces  de  temera- 
rio; que  los  hombres  de  mayor  sa- 
biduría y  experiencia  de  Portugal, 
como  los  de  España,  lo  juzgaban 
imposible,  y  que  aquel  extranjero 
que  tanto  había  importunado  á  los 
Reyes  quería  conducir  á  una  muer- 
te segura  á  los  mejores  marineros 
de  Andalucía,  llevándolos  á  pe- 
recer en  un  mar  desconocido  por 


POR  J.    M.    ASENSIO  37 


satisfacer  sus  ambiciosas  aspira- 
ciones. 

Los  buques  fueron  embargados 
por  orden  de  los  alcaldes  de  Palos 
para  cumplir  el  mandato  real ;  pero 
los  marineros  desertaron  de  á  bordo 
y  no  había  posibilidad  de  emprender 
el  viaje,  porque  ni  un  solo  hombre 
quería  embarcarse  l)ajo  la  dirección 
del  extranjero ,  como  declararon 
muchos  de  ellos. 

La  contrariedad  era  grande,  la 
situación  dificilísima. 

(Jolón  acudió  en  queja  á  los  Re- 
yes porque,  aunque  en  la  Real  cé- 
dula de  30  de  Abril ,  al  mismo  tiem- 
po que  se  disponía  se  entregasen  á 
Colón  las  carabelas  con  que  la  villa 
de  Palos  estaba  obligada  á  servir,  se 
mandaba  «se  constriñera  á  los  maes- 
>  tres  y  gentes  de  las  naos  que  vayan 
>con  él  para  que  las  pudiera  llevar 


38  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

»adonde  por  los  rej^es  le  había  sido 
>mandado,  pagando  el  sueldo  que 
^justamente  por  ellos  é  por  la  di- 
»cha  compañia  o  vieren  de  haber  el 
»tiempo  que  en  el  servicio  las  tu- 
»vierené  devengaren»,  los  hombres 
de  mar  no  cumplían  tales  preceptos, 
y  las  autoridades  de  la  villa  los  aca- 
taban con  demostraciones  de  respe- 
to ,  pero  no  se  mostraban  muy  solí- 
citos á  obligarlos  por  la  fuerza.  Los 
Soberanos  cometieron  á  su  contino 
Juan  de  Peñalosa  el  cumplimiento 
de  aquella  Real  orden  por  otras  dos, 
fechas  20  de  Junio ,  dadas  en  la  Pue- 
bla de  Guadalupe  (1). 

Ni  estas  nuevas  órdenes,  ni  el 
nombramiento  de  un  corregidor  es- 
pecial para  la  villa  de  Palos,  que 


(1)  Navarrete:  Colección  de  los  majes,  etc., 
tomo  III.  Suplemento  á  la  Colección  diplomá- 
iica.  Documentos  núms.  VIII  y  IX. 


POR  J.    M.    A8EN8IO  39 

recayó  en  el  capitán  Juan  de  Cepe- 
da ;  ni  la  amenaza  de  hacer  uso  de 
la  artillería  de  la  fortaleza  j  las 
multas  con  que  se  conminaba ,  ha- 
cían desistir  de  su  actitud  á  los  hom- 
bres de  mar ;  y  ya  el  Almirante  se 
disponía  á  hacer  uso  de  la  facultad 
que  le  habían  concedido  los  Reyes 
para  que  se  suspendiera  el  conoci- 
miento de  las  causas  criminales  que 
pendieran  contra  los  que  tomaran 
parte  en  el  viaje,  y  hubo  testigo  que 
oyó  decir  entonces  que  querían  sacar 
los  presos  de  la  cárcel  de  Palos  para 
llevarlos  á  tripular  los  buques;  pero 
felizmente  no  hubo  necesidad  de  re- 
currir á  tan  deplorable  extremo. 

Muchos  años  habían  transcurrido 
desde  que  Cristóbal  Colón,  cansado 
y  pobre,  había  desembarcado  de 
arribada  en  las  playas  cercanas  al 
monasterio  de  la  Rábida^  llevando 


40  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

de  la  mano  á  su  pequeño  Diego, 
único  hijo  de  su  matrimonio  con 
doña  Felipa  Mogniz.  Venia  de  Por- 
tugal desengañado  j  lleno  de  pesar 
por  la  conducta  que  con  él  habían 
seguido,  triste  además  por  la  muer- 
te de  su  esposa;  y  viéndose  con  un 
niño  pequeño  que  necesitaba  ciertos 
cuidados,  se  dirigía  á  Palos  ó  á 
Huelva  en  busca  de  una  hermana 
de  su  mujer,  llamada  Violante,  que 
allí  vivía,  casada  con  un  español 
llamado  Miguel  Muliarte.  Subiendo 
la  colina  donde  está  edificado  el 
convento ,  llegó  Colón  á  la  portería 
á  pedir  una  poca  de  agua  para  re- 
mediar el  cansancio  de  su  hijo,  y 
desde  aquel  punto  había  encontrado 
amigos  y  protectores  en.  los  religio- 
sos franciscanos  que  allí  moraban, 
señaladamente  en  el  guardián  fray 
Juan  Pérez  y  en  otro  fraile ,  al  pa- 


POR  J.    M.    A8EN8I0  41 

recer  muy  ilustrado ,  que  se  nom- 
braba Fr.  Antonio  de  Marchena. 

Ellos  le  dieron  recomendaciones, 
ellos  le  alentaron  en  sus  decaimien- 
tos, cuando  tras  de  largas  vicisitu- 
des perdía  la  esperanza,  j  hasta  in- 
terpusieron sus  personales  influen- 
cias para  que  los  Reyes  Católicos 
accedieran  á  las  peticiones  del  ex- 
tranjero, que  aparecía  con  excesi- 
vas exigencias  á  los  ojos  de  la  cor- 
te ;  3^  cuando  obtenido  el  consenti- 
miento se  firmaron  las  capitulacio- 
nes, el  prior  de  la  Rábida  se  en- 
contró al  lado  de  Colón  en  tanto  se 
leyeron  aquéllas,  con  las  órdenes 
que  las  acompañaban ,  en  la  iglesia 
de  San  Jorge,  en  la  villa  de  Palos, 
el  miércoles  23  de  Mayo  de  1492,  á 
presencia  de  los  alcaldes  y  regido- 
res, por  el  escribano  Francisco  Fer- 
nández, 


42  MAETÍN   ALONSO  PINZÓN 

Bien  se  puede  comprender  el  dis- 
gusto que  á  aquellos  religiosos  cau- 
sarían las  últimas  contrariedades 
que  experimentaba  la  empresa  por 
falta  de  navegantes ,  j  cuántos  se- 
rían sus  esfuerzos  para  allanar  las 
difícültades  é  impedir  se  acudiera  al 
desesperado  recurso  de  indultar  á 
los  criminales. 

Buscando  hombres  decididos  y 
experimentados  que  pudieran  dar 
al  proyecto  la  popularidad  de  que 
carecía,  se  fijaron  en  los  hermanos 
Pinzón^  marinos  muy  prácticos, 
armadores  que  contaban  con  algún 
capital  y  cuya  reputación  de  honra- 
dos ,  valientes  y  peritos  era  de  todos 
conocida  en  la  villa.  A  ellos  se  di- 
rigió el  guardián  Fr.  Juan  Pérez, 
y  por  su  inñuencia  entraron  aqué- 
llos en  tratos  con  el  Almirante 
nombrado  por  los  Reyes  Caiólicos, 


PvOH  J.    M.    ASEN8I0  43 


III 


Martin  Alonso  Pinzón  era  el 
mayor  de  los  tres  hermanos ,  y  po- 
dría tener,  según  razonables  conje- 
turas deducidas  de  las  declaracio- 
nes que  prestó  su  hijo,  cincuenta 
años,  poco  más  ó  menos,  en  el  de 
1492.  Sus  hermanos  Vicente  Yáñez 
y  Francisco  Martín ,  también  hom- 
bres de  mar ,  eran  menores  que  él. 

Era  Martin  Alonso  hombre  es- 
forzado y  emprendedor,  que  toda  su 
vida  se  había  ocupado  en  la  nave- 
gación, teniendo  siempre  á  la  con- 
tina un  navio  por  suyo  (1 ) ,  y  á  ve- 


( l )    Declaración  de  Pero  Ortiz.  —  Esta  de- 
claración j  las  que  luego  se  citan,  se  encuen- 


44  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

ees  tenia  dos ,  que  eran  una  carabe- 
la y  un  barco  (1) ,  llegando  en  algún 
tiempo  hasta  ser  dueño  de  tres  ( 2) , 
según  las  circunstancias;  y  era  el 
más  valeroso  hombre  de  su  persona 
que  habia  en  aquella  tierra,  y  con 
un  navio  que  tenia  le  temían  los 
portugueses  en  su  juventud  que  no 
habia  navio  de  portugueses  que  le 
osase  aguardar  (3) ,  pues  no  habia 
otro  tan  ardil  "pava,  las  cosas  de  gue- 
rra como  él,  ni  más  determinado, 
ni  que  tanto  crédito  tuviese  su  per- 
sona para  hacer  cualquier  cosa. 

Dedicado  al  comercio,  parece  que 
supo  aumentar  su  fortuna ,  llevan- 


tran  extractadas  de  sus  originales  en  el  estu- 
dio del  Sr.  Fernández  Duro,  titulado  Colón  y 
Pinzón. 

(1)  Declaración  de  Fernando  Valiente. 

(2)  Declaración  de  Francisco  Medel. 

(3)  Declaración  de  Fernán   Yaüez  Mon- 
tilla. 


1*011   J.    M.    ASENtílO  45 

do  los  productos  del  país  á  varios 
puntos  de  Europa  y  hasta  á  algu- 
nos de  África  en  las  nuevas  colo- 
nias portuguesas  de  la  costa  de  Gui- 
nea ;  y  tanto  por  su  carácter  como 
por  su  experiencia  y  por  el  trato 
que  sostenía  con  todos  los  navegan- 
tes del  vecino  reino,  era  el  mejor 
informado  de  todos  los  descubri- 
mientos y  novedades  y  el  más  dis- 
puesto para  comprender  la  posibili- 
dad de  realizar  los  atrevidos  pro- 
yectos del  geno  vés. 

A  él  se  dirigieron,  por  tanto, 
Fr.  Juan  Pérez  y  Fr.  Antonio  de 
Marchena,  y  tan  persuasivas  fue- 
ron sus  palabras ,  tantos  sus  esfuer- 
zos y  tal  la  claridad  de  los  razona- 
mientos que  emplearon ,  que  el  va- 
leroso marino  se  sintió  atraído  por 
ellos,  celebró  varias  conferencias 
con   Cristóbal   Colón  ^   tanto  en  el 


46  MARTIN    ALONSO    PINZÓN 

monasterio  de  la  Rábida  como  en 
su  propia  casa,  siendo  el  resultado 
que  abrazara  con  entusiasmo  la 
idea  y  entrara  en  negociación  para 
concurrir  al  proyectado  descubri- 
miento con  sus  barcos ,  con  sus  in- 
tereses y  con  su  persona  y  las  de 
sus  hermanos  y  amigos.  Desde  el 
momento  en  que  convinieron  en  ha- 
cer juntos  el  viaje,  cambiaron  por 
completo  las  condiciones  en  que  éste 
se  proyectaba.  La  influencia  de  Pin- 
zón era  grande  entre  sus  conveci- 
nos ,  y  su  resolución  bastó  para  que 
muchos  marineros  se  dispusieran  á 
acompañarle  y  la  generalidad  mi- 
rase ya  con  buenos  ojos  aquel  pro- 
yecto que  poco  antes  juzgaban  des- 
cabellado, y  concibieran  esperan- 
zas en  el  éxito  de  una  empresa  cali- 
ficada de  imposible. 

Desde  luego  se  dejaron  libres  las 


l*Oíl  J.    M.    ÁSEÑ8I0  47 

dos  embarcaciones  que  á  virtud  de 
la  orden  de  los  Reyes  estaban  em- 
bargadas. Martin  Alonso  ofreció 
dos  que  á  Colón  parecieron  muy 
aptas  para  la  navegación  que  iban 
á  emprender,  y  se  volvió  á  nego- 
ciar con  un  piloto  natural  de  San- 
toña,  dueño  de  otra  carabela  de 
más  de  cien  toneladas  que  acciden- 
talmente se  encontraba  anclada  en 
el  puerto  de  Palos  ,  y  con  el  que  ya 
Colón  había  entablado  relaciones 
anteriormente ,  aunque  sin  obtener 
resultado. 

Se  empezaron  á  reclutar  marine- 
ros ,  á  los  que  se  ofrecía  buena  sol- 
dada, anticipándoles  cantidades  para 
su  equipo,  y  al  mismo  tiempo  se 
apresuró  el  acopio  de  víveres  para 
adelantar  el  tiempo  perdido  ;  y  muy 
luego  se  comprendió  que  con  el 
cuento  de  maravedís  que  Colón  ha- 


48  MARTÍN   ALONSO    PINZÓÑ 

bía  obtenido  para  el  viaje,  no  era 
posible  acudir  á  todos  los  gastos. 

Martín  Alonso  Pinzón  estaba  ya 
identificado  con  Cristóbal  Colón  en 
el  deseo  de  llevar  á  cabo  la  empre- 
sa, y  dispuesto  á  poner  de  su  parte 
cuanto  fuera  necesario  para  allanar 
todas  las  dificultades;  y  así  como 
facilitó  los  barcos  para  que  no  se 
demorase  la  salida  de  lá  expedición, 
se  dedicó  con  empeño  á  buscar  los 
marineros  más  prácticos,  y  llegó 
sin  duda  alguna  á  anticipar  fondos, 
prestando  al  Almirante  de  los  Re- 
yes ,  no  solamente  la  cantidad  que 
debía  gastar  para  tomar  parte  en  las 
utilidades  conforme  á  lo  estipulado, 
sino  cuanto  fué  necesario  para  que 
las  carabelas  salieran  bien  aprovi- 
sionadas y  abastecidas  para  un  largo 
viaje.  Pero  cada  uno  de  estos  extre- 
mos merece  especial  consideración. 


POR  J.    M.    ASENSIO  49 


IV 


Venía  asentándose  como  cosa  in- 
dudable que,  concertados  los  her- 
manos Pinzón  con  el  Almirante,  y 
decididos  á  tomar  parte  en  la  em- 
presa, habían  facilitado  tres  buques 
de  su  propiedad ,  en  los  cuales  había 
salido  la  expedición. 

Este,  sin  embargo,  es  uno  de  los 
puntos  que  con  más  fundamento 
pueden  ponerse  en  duda;  porque 
acerca  de  la  propiedad  de  cada  una 
de  las  embarcaciones,  hay  datos  es- 
parcidos en  las  inforníaciones  y  pro- 
banzas del  pleito,  que  son  contradic- 
torias entre  si ,  y  no  se  conforman 
tampoco  con  las  anteriores,  noticias 

4 


50  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

de  los  historiadores,  ni  con  las  que 
constan  en  otros  documentos  indu- 
dables. 

Datos  existen  para  poder  añrmar 
que  ninguna  de  las  tres  carabelas 
era  de  la  propiedad  de  Martín  Alon- 
so Pinzón  ni  de  sus  hermanos ,  aun- 
que ellos  contribuyeran  á  facilitar 
sus  contratos. 

Desde  luego,  la  Saiita  María,  que 
era  la  mayor  de  las  tres,  y  en  la 
que  se  embarcó  Cristóbal  Colón, 
pertenecía  á  un  joven  marino  natu- 
ral de  Santoña ,  que  ocupó  el  pues- 
to de  maestre  de  la  nave.  Llamá- 
base Juan  de  la  Cosa,  y  su  nom- 
bre es  tan  célebre  cuanto  conocido 
en  la  historia  de  los  descubrimien- 
tos ,  no  solamente  por  haber  forma- 
do parte  del  primer  viaje  de  Colón, 
por  la  intrepidez  de  su  carácter  y 
su  heroica  y  desgraciada  muerte, 


POR  J.    M.    ASENSIO  51 

sino  también  por  haber  dejado  tra- 
zados de  su  mano  los  mapas  de  los 
países  nuevamente  hallados  y  de 
todo  el  mundo  conocido,  que  tan 
alto  aprecio  tienen  entre  los  que  se 
dedican  á  los  estudios  geográficos. 
En  las  primeras  páginas  del  Dia- 
rio de  navegación  ya  encontramos 
la  noticia  de  que  antes  de  llegar  á 
las  islas  Canarias,  cuando  apenas 
contaban  cuatro  días  desde  la  salida 
de  Palos ,  se  desencajó  el  timón  de 
la  Pinta  ^  y  sospechóse  fuera  por 
industria  de  un  Gómez  Rascón  y 
Cristóbal  Quintero,  cuya  era  la  ca- 
rabela {\)y  porque  les  pesaba  ir  en 
aquel  viaje.  Así  asentó  Colón  el  su- 
ceso en  el  domingo  6  de  Agosto ;  y 
sin  entrar  en  otras  averiguaciones. 


( 1 )    Navarrete:  Coleccióii  de  los  viajes,  etc., 
lomo  I,  pág.  156  de  la  segunda  edición, 


52  MARTÍN   ALONSO    PINZÓN 

aparece  desde  luego  que  aquel  barco, 
en  el  que  iba  por  capitán  Martin 
Alonso^  y  por  piloto  su  hermano 
Francisco  Martin,  no  era,  por  lo 
menos  en  su  totalidad,  de  la  propie- 
dad de  aquél ,  siendo ,  al  parecer, 
condueños  Rascón  y  Quintero,  que 
también  iban  á  bordo. 

Quedaba  la  Niña,  la  más  peque- 
ña de  todas ,  que  podría  haber  per- 
tenecido á  Martin  Alonso  Pinzón  ó 
á  sus  hermanos ,  j  haber  sido  traí- 
da por  ellos ;  pero  tampoco  esto  es 
exacto. 

Llama  desde  luego  la  atención 
que  á  bordo  de  ésta  iba  por  maestre 
de  la  nao  Juan  Niño,  por  piloto 
Pero  Alonso  Niño ,  y  en  calidad  de 
simple  marinero  Francisco  Niño; 
aunque  no  era  esto  indicio  suficien- 
te para  atribuir  á  ninguno  la  pro- 
piedad del  barco.   Pero  reciente- 


POE   j.    M.    A8ENSI0  53 

mente ,  en  un  documento  muy  cu- 
rioso encontrado  en  el  Archivo  de 
Indias ,  y  que  en  otro  libro  hemos 
dado  á  conocer  (1),  existe  una  in- 
dicación que  manifiesta  quiénes  eran 
los  dueños  de  aquél.  Declarando 
Juan  de  Aragón,  grumete  en  el 
año  1492,  natural  de  Moguer,  expre- 
só que  Juan  Niño  llevó  al  descubri- 
miento, por  mandado  de  los  Reyes 
Católicos ,  una  carabela  suya  llama- 
da la  Niña^  en  la  cual  iba  el  dicho 
Juan  Niño  y  sus  hermanos  y  pa- 

(1)  Cristóbal  Colón,  su  vida,  sus  viajes^  sus 
descMbrimienios ,  por  D.  José  María  Asensio, 
Barcelona,  Espasa  y  Compañía,  1889-1891. — 
Dos  tomos  en  folio  de  800  páginas,  con  graba- 
dos.— Tomo  1 ,  pág.  262  (  Archivo  general 
DE  Indias.— Patr.  I,  2,  Vae)-—!^^^!"!^ ación 
hecha  en  la  villa  de  Moguer,  viernes  29  de 
Enero  de  1552...  á  instancia  de  Francisco  Ve- 
negas,  en  nombre  y  con  poder  de  Alonso  Ve- 
negas,  presbítero,  vecino  de  Sevilla,  en  San 
Lorente. 


54  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

rientes.  Si  hemos  de  dar  crédito, 
pues ,  á  la  manifestación  de  este  tes- 
tigo, que  declaró  en  el  año  1552, 
cuando  ya  contaba  setenta  años ,  y 
ningún  interés  podía  tener  en  alte- 
rar los  hechos,  la  Ñifla  no  era  en 
todo  ni  en  parte  de  la  propiedad  de 
la  familia  Pinzón. 

Añádase  á  esto  el  testimonio  del 
anciano  piloto  Hernán  Pérez  Ma- 
teos, testigo  presentado  en  la  isla  de 
Santo  Domingo  en  la  probanza  he- 
cha por  el  fiscal  del  Rey,  y  quedará 
convencido  el  ánimo  de  que  los  bu- 
que no  pertenecían  á  Pinzón ,  y 
aun  dudará  de  la  parte  que  tuviera 
éste  en  la  negociación  de  los  fleta- 
mentos. 

En  la  pregunta  undécima  del  in- 
terrogatorio repetido  por  el  Fiscal 
presentando  los  hechos  de  una  ma- 
nera capciosa,  se  articulaba. — €lten: 


vor  j.  m.  asensio  55 


»si  saben  que  entretanto  quel  dicho 
>  Cristóbal  Colon  fué  á  la  Vega  de 
» Granada  á  capitular  con  los  Reyes 
> Católicos,  el  dicho  Martin  Alonso 
» Pinzón,  como  compañero  del  di- 
>cho  Colon ,  aderezó  y  aprestó  tres 
>navios  suyos  y  de  sus  hermanos  y 
» parientes  y  amigos  en  el  puerto  de 
»Palos,  para  ir  á  hacer  el  dicho  des- 
»cubrimiento,  en  lo  cual  gastó  el 
> dicho  Pinzón  mucha  parte  de  su 
>>hacienda,  sin  poner  cosa  alguna 
»el  dicho  Colon ,  porque  estaba  muy 
> necesitado  y  tenia  mucha  nece- 
»sidad,  y  que  esto  es  ansí  ver- 
»dad,  etc.» 

Declarando  el  anciano  piloto,  que 
contaba  más  de  ochenta  años,  no  se 
dejó  arrastrar  por  aquel  engaño  ,  y 
colocando  los  hechos  en  su  verda- 
dero lugar  y  carácter,  contestó: 
— «No  sabe  más,  de  que  cuando  vino 


56  Martín  alonso  i-inzón 

>Don  Christobal  Colon  con  la  mer- 
>ced  de  la  navegación  para  el  des- 
» cubrimiento  destas  partes,  tomó 
> consigo  á  Martin  Alonso  Pinzón, 
>é  á  dos  hermanos  suyos  llamados 
>  Vicente  Yañez  é  Francisco  Martin 
)>Pinzon;  los  cuales  trajo  consigo 
»por  personas  principales  para  la 
^navegación ,  en  tres  navios  nom- 
>brados  la  Pinta ,  en  que  venia  el 
» dicho  Martin  Alonso  Pinzón  por  ca- 
»pitan  y  Francisco  Martin  Pinzón^ 
>su  hermano,  por  maestre;  el  otro 
»navio  se  nombraba  la  Niña,  en  el 
»cual  venia  por  capitán  Vicente 
» Yañez,  y  el  otro  navio  se  nombra- 
)>ba  Maria- Galante ^  en  el  que  venía 
»el  dicho  Don  Christobal  Colon;  é 
»que  los  dichos  navios,  el  dicho  Don 
y>  Christobal  Colon  los  fletó  para  ve- 
»nir  á  estas  partes,  é  que  no  sabe 
>otra  cosa,  ó  questo  que  dicho  tie- 


tOR    J.    M.    ABENSIÓ  57 


»ne  este  testigo  lo  vido ,  e  se  halló 
apresen  te  á  todo  ello»  (1). 

Parécenos  que  basta  con  lo  ex- 
puesto; pero  aun  dejando  aparte  lo 
declarado  por  otros,  queda  un  tes- 
tigo de  mayor  calidad,  cuyo  dicho, 
como  de  interesado ,  basta  para  ale- 
jar las  dudas.  Por  el  referido  inte- 
rrogatorio del  Fiscal  declaró  Juan 
Martín  Pinzón ,  hijo  de  Martin 
Alonso  Pinzón,  que  era  el  que  más 
favorecía  las  miras  de  la  corona ,  á 
la  que  cedió  los  derechos  que  decía 
haber  adquirido  su  padre,  y  con- 
testando á  la  pregunta  duodécima, 
dijo:— «Que  lo  que  della  sabe  es 
»que  vio  ir  al  dicho  Martin  Alonso 
>  Pinzón  é  á  ciertos  parientes  y  her- 
>manos  suyos  y  amigos  con  el  di- 
>cho  Don  Christobal  Colon  á  hacer 


(1)     Colón  y  Pinzón^  pág.  103. 


58  MARTÍN   ALONSO  PINZÓn 

»el  dicho  descubrimiento ,  é  que  lo 
además  en  la  pregunta  contenido 
»no  lo  sabe,  antes  ey^an  los  navios 
y>de  otras  personas  ^  que  ni  eran  de 
>  Martin  Alonso  Pinzón  y  del  dicho 
»Don  Christohal  Colon  é  que  no  se 
» acuerda  como  se  llamaban  las  di- 
»chas  "personas, > 

Lo  que  este  interesado  no  nos  dice 
lo  comprueban  los  datos  que  asen- 
tamos al  principio ;  y  es  cuanto  po- 
demos consignar  con  relación  á  la 
propiedad  de  las  carabelas. 


V 


En  el  reclutamiento  y  ajuste  de 
los  tripulantes  fué  mucho  más  di- 
recta, activa  y  efícaz  la  acción  de 
Martin  Alonso  Pinzón, 


{>0R   J.    M.    ASEN6I0  59 


Testigos  presenciales  declararon 
haberle  visto  andar  por  las  calles 
de  Palos  animando  á  los  tímidos, 
decidiendo  á  los  indiferentes ,  y 
uniendo  las  palabras  al  ejemplo,  de- 
cirles á  todos: — jhnigos^  andad  acá; 
idos  con  nosotros  esta  jornada:  que 
andáis  acá  misereando:  haced  esta 
jornada^  que  según  fama  habernos 
de  fallar  las  casas  con  las  tejas  de 
oro  y  é  todos  verneis  ricos  é  de  buena 
ventura. 

Fernando  Valiente  expuso  el  poco 
crédito  que  tenía  Colón  ^  como  ex- 
tranjero ,  entre  los  vecinos  de  Palos, 
y  que  no  hubiera  encontrado  entre 
ellos  quien  se  embarcara;  pero  como 
vieron  que  Martin  Alonso ,  que  era 
hombre  honrado  é  rico  se  determi- 
naba de  ir^  fueron.  Es  lo  que  sabe  y 
se  halló  presente. 

Otros  muchos  testigos  hacen  ig^ua* 


60  MARTÍN    AL0N80   P1N5ÍÓN 

les  afirmaciones  (1);  añadiendo  Juan 
de  Quexo  que  estuvo  determinado 
de  ir  con  Pinzón  y  sus  hermanos, 
sobrinos  y  parientes ,  y  Pero  Ortiz 
que  había  de  ir  con  ellos ,  é  dejó  de 
ir  porque  su  suegro  se  lo  estorbó. 

No  puede ,  por  tanto ,  desconocer- 
se el  gran  beneficio  que  de  haber 
tomado  consigo  Colón  á  Martín 
Alonso  obtuvo  la  expedición,  y  el 
servicio  que  éste  prestó  con  su  in- 
fluencia; aunque  estas  mismas  cir- 
cunstancias, que  sencillamente  ex- 
ponen los  testigos ,  dan  á  entender 
desde  luego  la  posición  respectiva 
en  que  habían  de  encontrarse  los 


(1)  Dijeron  que  «Colón  no  era  conoscido 
ni  tenía  ningund  crédito ,  ni  hallara  quien  fue- 
ra con  él  si  no  fuera  el  dicho  Martin  Alonso...» 
Los  testigos  Francisco  Medel,  Antonio  Ro- 
mero, Antonio  Gallego,  Fernán  Yañez  Mon- 
tilla  y  otros,  diciendo  todos  que  eso  era  muy 
público. 


POR    J.     M.     A8ENSI0  61 

capitanes  después  de  emprendido  el 
viaje,  j  ofrecen  datos  importantí- 
simos para  juzgar  cuál  podría  ser  el 
papel  que  cada  cual  representara 
en  todos  aquellos  sucesos  en  que 
pudieran  intervenir  las  tripulacio- 
nes que  bajo  tales  auspicios  se  re- 
clutaron. 


VI 


Así  se  armó  la  expedición  y  se 
proporcionaron  barcos  y  marineros 
para  aquel  viaje  tan  arriesgado  y 
de  tan  dudoso  éxito ,  cuyos  resulta- 
dos no  era  dado  calcular  á  la  previ- 
sión humana. 

Pero  queda  otro  punto ,  de  igual 
importancia  que  los  anteriores,  que 
con  todos  los  datos  que   pudimos 


62  MARTÍN  ALONSO   PINZÓN 

reunir  dejamos  tratado  en  otra  oca- 
sión. Con  el  cuento  de  maravedís, 
decíamos,  que  Cristóbal  Colón  pedía 
á  la  Reina ,  y  que  se  le  concedió  con 
el  auxilio  del  Contador  Luis  de 
Santángel,  se  comenzaron  los  apres- 
tos de  la  expedición  y  se  hicieron 
los  primeros  gastos ;  pero  muy  lue- 
go se  comprendería  la  insuficiencia 
de  tan  corta  suma ,  que  no  debió  al- 
canzar á  cubrir  las  precisas  atencio- 
nes de  anticipos  á  los  navegantes  y 
de  provisiones  de  todo  género.  Co- 
lón se  había  comprometido  además 
á  contribuir  con  el  ochavo,  ó  sea  la 
octava  parte  de  lo  que  montasen  los 
gastos  del  viaje;  pero  no  solamente 
como  exigencia  legal ,  cuyo  recuer- 
do aún  hoy  se  conserva  en  varias 
disposiciones,  de  que  el  capitán  ten- 
ga una  parte  de  interés  en  el  barco 
que  manda,  para  estimular  su  celo, 


POR    J.    M.    ASENSIO  63 


sino  también  como  galardón  de  sus 
servicios,  tomando  parte  en  las  ga- 
nancias que  de  la  expedición  resul- 
taran. 

Por  una  j  otra  causa  debió  en- 
contrarse Colón  en  la  necesidad  de 
buscar  quien  le  prestase  algunas 
cantidades,  pues  no  podrá  suponer 
se  que  con  sus  propios  recursos  pu- 
diera hacer  frente  á  tales  desembol- 
sos ,  el  que  por  espacio  de  siete  años 
había  vivido  en  Castilla  ayudán- 
dose con  el  producto  de  su  trabajo, 
y  seguido  con  varia  fortuna  la  corte 
de  los  Reyes  Católicos,  sostenido 
por  la  magnánima  generosidad  délos 
nobles ,  sus  amigos ,  y  con  las  can- 
tidades que  repetidamente  le  con- 
cedieron aquéllos  del  Tesoro  por 
ocuparse  en  cosas  de  su  servicio. 

Y  debemos  considerar  de  igual 
manera,  las  graves  dificultades  con- 


64  MARTÍN    ALONSO   PINZÓN 


que  tropezarían  el  mismo  Colón  y 
los  Padres  del  monasterio  de  la  Rá- 
bida ,  para  encontrar  personas  que 
quisieran  exponer  sus  capitales  en 
tan  arriesgada  empresa,  y  mucho 
mayores  no  siendo  grandes  los  cau- 
dales que  poseían  los  vecinos  de  la 
villa  de  Palos. 

En  tales  condiciones ,  la  idea  del 
préstamo  se  impone ,  y  está  además 
comprobado  el  hecho  por  las  decla- 
raciones de  muchos  testigos.  Ha- 
ciendo sobre  esto  algunas  indaga- 
ciones ,  y  fundados  en  algún  indicio 
que  parece  encontrarse  en  las  mis- 
mas ,  nos  inclinamos  en  otro  tiem- 
po á  sospechar  si  la  familia  de  doña 
Beatriz  Enríquez,  los  Arana  de 
Córdoba,  ó  por  su  mediación  algu- 
nos otros  hidalgos  de  aquella  ciu- 
dad, habrían  acudido  con  sumas 
bastantes  á  que  Colón  pudiera  ter- 


POR    J.    M.    ASENSIO  65 


minar  los  preparativos   del  viaje, 
cubriendo  los  crecidos  gastos  que  se 
iban  ocasionando,  y  contribuyendo 
con  lo  estipulado  para  tomar  parte 
en  las  utilidades.  Pero  con  las  decla- 
raciones que  en  las  diferentes  pro- 
banzas del  fiscal  del  Rey  se  contie- 
nen, queda  desvirtuada  esa  conjetu- 
ra, pues  en  ellas  se  designa  á  Martin 
Alonso  Pinzón  como  la  persona  que 
facilitó  los   recursos   que   faltaban 
después  de  gastado  el  cuento  de  ma- 
ravedís. Lo  que  no  dicen  esos  testi- 
gos son  los  términos  del  contrato, 
las  condiciones  en  que  el  préstamo 
se  hizo;  y  el  dilatado  silencio  de  los 
herederos  de  aquél  hasta  el  año  1508, 
deja  conocer  que  los  convenios  es- 
tablecidos se  cumplieron  fielmente 
por  Cristóbal  Colón, 

«Cosa  es  verosímil  y  cercana  de 
>la  verdad— escribe  el  P.  las  Ca- 

5 


66  MARTÍN  ALONSO   PINZÓN 

»sas  (1) — que  el  dicho  Martin  Alon- 
»so,  según  yo  tengo  entendido,  pres- 
>tó  sólo  al  Cristóbal  Colón  el  medio 
> cuento,  ó  él  y  sus  hermanos.»  Más 
que  por  este  auxilio,  por  el  présta- 
mo del  medio  cuento  de  maravedís, 
ofreciera  Colón  la  mitad  de  todo  el 
interés,  honra  y  provecho  que  pu- 
diera obtener  del  descubrimiento, 
como  expresó  únicamente  el  testigo 
Diego  Fernández  Colmenero;  no  se 
justifica  de  modo  alguno,  y  entre 
una  y  otra  cosa  media  gran  distan- 
cia. Tan  importantes  ofrecimientos 
no  habían  de  fiarse  á  la  palabra. 
«Cierto — continúa  el  mismo  Fray 
)>Bartolomé  de  las  Casas — si  le  ovie- 
>ra  prometido  Cristóbal  Colon  la 
»mitad  de  las  mercedes ,  no  era  tan 


(1)    Historia  de  las  Indias ,  libro  I,  capítu- 
lo XXXIV. 


POR    J.     M.    ASEN8I0  67 

»simple  Martin  Alonso ,  siendo  él  y 
»sus  hermanos  sabios  y  estimados 
»por  tales ,  que  no  oviéranle  pedido 
»algima  escriptura  dello,  aunque 
»no  fuera  sino  un  simple  cognosci- 
>miento  con  su  firma,  ó  al  menos, 
>pusiéranle  algún  pleito  sus  here- 
»deros ;  y  Vicente  Yañez,  que  vivió 
»despues  muchos  años,  el  cual  yo 
»cognoscia,  oviera  alguna  queja  ó 
Ȓama  dello  ;  pero  nunca  ovo  dello 
»memoria,  ni  tal  se  boqueó  (lo  cual 
»yo  creo  que  á  mi  no  se  me  encu- 
»briera ,  como  yo  sea  muj^  de  aque- 
»llos  tiempos),  hasta  que  el  dicho 
»pleito  se  comenzó ,  que  creo  fué  el 
»año  de  1508,  venido  el  Rey  Cató- 
»lico  de  Ñapóles.» 

Esta  manifestación  del  autor  de 
la  Historia  de  las  Lidias ,  es  razo- 
nable y  justa  bajo  cualquier  aspecto 
que  se  la  considere  ,  como  fundada 


68  MARTÍN    ALONSO    PINZÓN 

en  lo  que  significa  la  conducta  ob- 
servada por  Pinzón  j  su  familia,  y 
en  el  exacto  conocimiento  de  los 
hechos  y  de  las  personas. 

Estudiado  sin  pasión  este  punto, 
teniendo  en  cuenta  todos  los  ante- 
cedentes, nace  el  convencimiento 
de  que  si  en  efecto  Martin  Alonso 
Pinzón ,  á  más  de  entrar  en  la  em- 
presa con  su  persona  y  de  alentar 
á  los  que  habían  de  tomar  parte  en 
ella  con  su  influencia  y  sus  reflexio- 
nes ,  hizo  el  préstamo  en  metálico  á 
Cristóbal  Colón^  los  tratos  que  me- 
diaron entre  ambos,  fueron  cumpli- 
dos á  su  tiempo,  sin  que  hubiera 
necesidad  de  recurrir  á  medios  vio- 
lentos, ni  por  lo  tanto,  produjeran 
diferencias  ni  cuestiones  que  tuvie- 
ran que  ventilarse  en  público. 

Que  Colón  tuvo  necesidad  del 
medio  cuento   de   maravedís  para 


POR    .T.    M.     ASENSIO  69 

completar  el  pago  de  los  gastos  de 
la  expedición  y  hubo  de  buscarlos 
usando  de  su  crédito ,  es  punto  que 
parece  fuera  de  duda.  ¿  Pero  no  pu- 
dieron proporcionárselo  sus  protec- 
tores en  la  corte?  ¿No  está  en  lo 
posible  que  lo  adelantaran  los  mon- 
jes de  Santa  María  de  la  Rábida,  ó 
algunas  otras  personas  por  su  me- 
diación? Lo  más  verosímil  es  que  lo 
recibiera  del  mismo  Martin  Alonso; 
pero  en  cualquiera  de  los  casos,  fue- 
ra quien  fuese  el  prestamista,  Colón 
debió  cumplir  religiosamente  sus 
compromisos,  tanto  en  lo  tocante  á 
la  devolución  de  la  suma,  como  á 
la  utilidad  ó  recompensa  que  ofre- 
ciera. 


70  MARTÍN   ALONSO  PINZÓN 


Vil 


Vencidas  tales  dificultades,  se 
terminó  el  armamento  de  la  expe- 
dición, ayudando  Martin  Alonso 
Pinzón  con  cuantos  medios  estaban 
en  su  mano.  Desde  el  momento  en 
que  este  experto  marino  de  Palos 
tomó  parte  en  la  empresa,  entró  en 
\ías  de  ejecución  el  proyecto, y  pudo 
preverse  un  éxito  favorable  al  pensa- 
miento atrevido  de  Cristóbal  Colón. 

La  Providencia  puso  en  el  cami- 
no de  éste  á  Martín  Alonso^  sin  cu- 
yo concurso  no  es  posible  imaginar 
lo  que  hubiera  sido  de  la  arriesgada 
empresa.  El  fué  el  brazo  en  aque- 
llos momentos;  Cristóbal  Colón  era 
la  cabeza.  La  actividad  de  Pinzón^ 


POR    J.    M.    ASENSIO  71 

SU  pericia,  la  grande  influencia  que 
ejercía,  el  prestigio  de  su  nombre 
en  la  comarca  fueron  gran  parte  á 
que  desaparecieran  todos  los  incon- 
venientes que  impedían  la  realiza- 
ción del  proyecto. 

Y  nos  complace  el  creer  que  en 
aquellos  momentos  se  despertó  un 
verdadero  afecto  en  los  corazones 
de  aquellos  dos  hombres  superio- 
res. La  amistad  fué  sincera,  nobles 
llena  de  gratitud  por  parte  de  Co- 
lón; leal,  decidida,  confiada,  por 
parte  de  Martin  Alonso  Pinzón, 
Este  ponía  á  disposición  del  Almi- 
rante, con  noble  desinterés,  su  fortu- 
na, su  nombre  y  hasta  su  propia 
vida;  aquél  se  sentía  poseído  de 
profundo  agradecimiento,  y  abriga- 
ba la  esperanza  de  compensar  sus 
sacrificios  dividiendo  entre  ambos 
los  beneficios  que  se  obtuvieran,  y 


72  MARTÍN    ALONSO   PINZÓN 

SU  abnegación  haciendo  que  los  Re- 
yes Católicos  le  concedieran  hono- 
res que  recordaran  tantos  servicios. 
Sin  contrato  expreso,  pero  por  la 
fuerza  misma  de  los  sucesos,  Colón 
quedó  como  jefe  de  la  expedición  con 
titulo  despachado  por  la  corona,  y 
llevando  su  representación ;  Martin 
Alonso  fué  su  lugarteniente,  su  au- 
xiliar, el  hombre  de  maj^or  confianza 
y  autoridad  después  de  la  del  Almi- 
rante. Este  había  concebido  el  ex- 
traordinario proyecto,  y  había  tra- 
bajado con  fe  viva  y  perseverancia 
sin  igual  para  que  los  Reyes  lo  acep- 
tasen; aquél  había  facilitado  la  eje- 
cución, difícil  ó  imposible  sin  su 
concurso^  por  los  medios  de  que  él 
solamente  podía  disponer.  Ambos  al 
lanzarse  al  mar  arriesgaban  su  pre- 
sente y  su  porvenir,  sus  ensueños  de 
gloria  y  sus  esperanzas  de  fortuna. 


PARTE  SEGUNDA 


En  estas  condiciones  se  empren- 
dió el  viaje.  Y  hemos  comenzado 
por  repetir  textualmente  algunos 
conceptos  de  los  que  estampamos  al 
escribir  la  Historia  de  Cristóbal 
ColóUy  porque  en  nuestro  vehemen- 
te deseo  de  que  resplandezca  en  to- 
da su  grandeza  la  ilustre  figura  de 
Pinzón^  queremos  demostrar  tam- 
bién que  no  nace  nuestra  convicción 
de  las  nuevas  opiniones  que  ahora 
se  sustentan,  sino  que  se  formó  ha- 
ce mucho  tiempo,  en  el  concienzudo 


74  MARTÍN  ALONSO   PINZÓN 

estudio  de  los  hechos  que  hicimos  pa- 
ra escribir  la  Historia  del  Almiri^i- 
te,  j  hoy  las  exponemos  con  separa- 
ción, contribuyendo,  en  cuanto  nues- 
tras razones  puedan  hacerlo,  á  que 
se  eleve  la  gloria  de  Martín  Alonso 
Pinzón  hasta  la  altura  que  de  jus- 
ticia le  corresponde. 

Dos  pruebas,  ambas  muy  signifi- 
cativas, se  encuentran  en  hechos 
que  tuvieron  lugar  durante  el  viaje, 
antes  de  descubrir  las  tierras  del 
Nuevo  Mundo,  que  son  buena  prue- 
ba de  cuanto  dejamos  expuesto,  ma- 
nifestando las  cordiales  relaciones  y 
la  confianza  mutua  de  Colón  y  de 
Martin  Alonso, 

A  los  tres  días  de  viaje,  cuando 
todavía  no  se  avistaban  las  Islas  Ca- 
narias, con  mar  gruesa  que  impedía 
á  las  embarcaciones  acercarse  las 
unas  á  las  otras ,  ocurrió  una  averia 


POR    J.    M.    ASENSIO  75 

á  la  Pinta^  inutilizándosele  el  timón. 
Era  grave  la  situación  quedando  sin 
gobierno  la  nave.  Cristóbal  Colón  lo 
sintió  mucho  «y  vídose  en  gran  tur- 
»bacion,  por  no  poder  socorrer  la 
» carabela  sin  su  propio  peligro, 
»pero  dice  que  perdia  alguna  de  la 
»mucha  pena  que  tenia  por  cognos- 
>cer  que  Martín  Alonso  era  persona 
^esforzada  y  de  buen  ingenio.» 

Esta  referencia  da  á  entender  con 
claridad  el  concepto  verdadero  que 
el  genovés  había  formado  de  las 
cualidades  del  capitán  de  Palos.  El 
segundo  hecho  es  más  terminante, 
si  cabe,  porque  se  ven  en  acción  los 
dos  marinos. 

En  todo  el  Diario  de  Navegación 
no  se  encuentra  vestigio  de  la  su- 
blevación de  los  marineros,  de  que 
tanto  partido  han  sacado  poetas  y 
novelistas.  Vénse  en  él,  en  repeti- 


76  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

das  ocasiones,  referencias  al  dis- 
gusto de  las  tripulaciones  cuando  ya 
llevaban  corridas  700  ú  800  leguas, 
siempre  navegando  hacia  Occidente 
por  un  mar  desconocido  j  llevados 
por  vientos  casi  constantes;  pero  no 
existe  indicación  alguna  de  que  fal- 
tasen al  respeto  á  los  jefes,  ni  mu- 
cho menos  de  que  amenazaran  á 
Cristóbal  Colón,  hasta  el  punto  de 
que  peligrase  su  existencia  y  tuvie- 
ra que  transigir  con  su  tripulación 
sublevada,  ofreciéndoles  poner  la 
proa  con  rumbo  á  España  si  en  el 
preciso  termino  de  tres  días  no  en- 
contraba la  anhelada  tierra. 

El  disgusto  de  los  marineros, 
sus  murmuraciones,  se  consignan 
alguna  vez  por  el  Almirante  en  sus 
términos  propios,  sin  acudir  á  ex- 
tremos pormenores,  hijos  de  la  fan- 
tasía y  puramente  novelescos,  aun- 


POR    J.     M.    ASENSIO  77 

que  por  desgracia  son  muchas  las 
personas  que  los  refieren  como  muy 
ciertos  al  hablar  del  descubrimiento. 
Mas  entre  los  centenares  de  de- 
claraciones que  se  tomaron  en  las 
pruebas  articuladas  en  el  pleito  ya 
citado,  tanto  á  instancia  de  Juan 
Martín  Pinzón,  hijo  de  Martín 
Alonso^  como  del  segundo  Almi- 
rante 3'  del  fiscal  del  Rey ,  hay  al- 
gunas muy  dignas  de  atención,  y 
entre  todas  las  que  á  los  síntomas 
de  insubordinación  que  durante  el 
viaje  se  notaron  á  bordo  de  las  ca- 
rabelas se  refieren ,  no  puede  dejar 
de  tomarse  en  cuenta,  como  la  más 
notable  de  todas ,  la  del  anciano  pi- 
loto Hernán  Pérez  Mateos  ,  que  ya 
anteriormente  hemos  referido.  Era 
este  testigo  primo  hermano  de  los 
Pinzones,  y  que  contaba  más  de 
ochenta  años  cuando  declaró  el  26 


78  MARTÍN    ALONSO   PINZÓN 

de  Enero  de  1536  en  Santo  Domin- 
go, donde  se  había  establecido  des- 
pués de  sus  largos  viajes  (1). 

Dijo  el  piloto  que  no  sabía  más ,  y 
esto  por  haberlo  oído  á  Martín 
Alonso  Pinzón  j  á  sus  hermanos, 
que  al  ir  camino  de  las  Indias  en  el 
primer  viaje ,  muchos  di  as  antes  del 
descubrimiento,  «la  jente  que  ve- 
»nia  en  los  navios  ,  habiendo  nave- 
>gado  muchos  dias  é  no  descubrien- 
»do  tierra,  los  que  venían  con  Don 
»  Cristóbal  Colon  se  querían  amoti- 
»nar  é  alzar  contra  él  diciendo  que 
»iban  perdidos ,  y  entonces  el  dicho 
>D.  Cristóbal  Colon  habia  dicho  á 
^Martin  Alonso  lo  que  pasaba  con 
»aquella  jente ,  é  que  le  parecía  que 
»debian  de  hacer,  y  el  dicho  Mar- 
>tin  Alonso  le  habia  respondido:  — 


( 1 )    Colón  y  Pinzón ,  por  D.  Cesáreo  Fer- 
nández Duro. — Loe.  cit. 


POR    J.    M.    ASENSIO  79 

> Señor,  ahorque  vuesty^a  merced 
^media  docena  dellos ,  ó  échelos  á  la 
>mar^  y  si  no  se  atreve^  yo  y  mis 
y>hermanos  barloaremos  sobre  ellos  y 
>lo  haremos j  que  armada  que  salió 
y>con  mandado  de  tan  altos  princi- 
>pes  no  habrá  de  volver  atrás  sin 
^buenas  nuevas;  y  que  con  esto  to- 
»dos  se  animaron,  y  el  dicho  Don 
»Cris'obal  Colon  había  dicho:  — 
y> Martin  Alonso  ,  con  estos  hidalgos 
y>haycimosnos  bien  y  andemos  otros 
y>diaSf  é  si  en  estos  no  halláremos 
atierra,  daremos  otra  orden  en  lo 
»que  debemos  hacer,  y  ansi  navega- 
»ron  otros  siete  dias ,  y  sobre  noche 
» vieron  fuego  en  una  tierra  que  se 
»decia  Las  Princesas ,  é  agora  se 
»llamaLo5  Lucayos ;  j  qú.o  es  lo  que 
»le  han  dicho  á  este  testigo,  y  lo 
»que  le  contaron  los  dichos  Martin 
y> Alonso  v  sus  hermanos.» 


80  MARTÍN    ALONSO   PINZÓN 

El  origen  no  puede  ser  más  dig- 
no de  atención.  Hemos  alegado  esta 
notable  declaración  al  historiar  la 
vida  del  Almirante ,  para  demostrar 
que  no  hubo  insurrección  armada, 
ni  amenazas  á  la  vida  de  Colón^ 
cuando  después  de  aquella  manifes- 
tación de  descontento  navegaron 
otros  siete  días,  y  como  gráfica 
pintura  de  los  caracteres  de  ambos 
capitanes ,  enérgico  y  decidido  siem- 
pre el  de  Pinzón^  prudente,  conci- 
liador, templado  el  del  Almirante. 
Mas  ahora  la  traemos  textual ,  para 
demostración  de  la  confianza  que 
mediaba  entre  ellos  ,  sin  sombra  de 
emulación ,  sin  vislumbre  de  disgus- 
to; así  continuaron  sin  duda  algu- 
na hasta  que  se  efectuó  el  gran  des- 
cubrimiento ,  ó ,  mejor  dicho ,  hasta 
después  del  desembarco  y  toma  de 
posesión  de  la  isla  de  Guanahani. 


POR    J.    M.    ASEiíSIO  81 


II 


Propensión  natural  es  del  co- 
razón humano ,  sin  mezcla  de  mez- 
quina pasión ,  la  de  querer  igualar 
en  merecimientos  á  los  mejores,  y 
aspirar  á  la  recompensa  debida,  que 
nunca  se  estima  excesiva  cuando 
recae  sobre  propios  servicios.  Esta 
es  aquella  clase  de  envidia  que  Cer- 
vantes decía  noble  y  elevada,  pero 
que  rara  vez  se  contiene  en  los  lí- 
mites de  la  justicia,  y  con  harta 
frecuencia  nos  lleva  á  mirar  con 
malos  ojos  los  honores  y  beneficios 
que  á  otros  se  conceden,  estable- 
ciendo desventajosas  comparacio- 
nes, creyéndolas  superiores  á  los 
actos  que  se  trata  de  galardonar. 

6 


82  MARTÍN    ALONSO   TINZÓN 


Desde  la  noble  emulación  á  la  envi- 
dia es  muy  corta  la  distancia ,  y  ésta 
se  recorre  casi  siempre  con  dema- 
siada rapidez;  la  envidia  es,  des- 
graciadamente ,  más  general  de  lo 
que  puede  creerse ;  pasión  que  nos 
hace  menospreciar  lo  propio  y  es- 
timar con  exceso  lo  ajeno,  y  muy 
pocas  veces  se  levanta  á  la  altura 
que  expresaba  el  inmortal  autor  de 
El  Ingenioso  hidalgo. 

Entendemos  que  sin  darse  cuen- 
ta de  ello,  y  por  un  movimiento 
espontáneo,  se  despertó  la  emula- 
ción en  el  pecho  de  Martín  Alonso 
Pinzón,  al  punto  mismo  de  ver  á 
su  compañero  y  amigo  tomar  pose- 
sión á  nombre  de  los  Reyes  Católi- 
cos de  aquella  isla  hasta  entonces 
desconocida ,  que  llamó  San  Salva- 
dor^ y  ser  reconocido  como  Visorey 
y  Gobernador  de  ella  y  de  todas  las 


POR  J.    M.    A8ENSI0  83 

demás  islas  j  tierra  firme  que  pu- 
dieran descubrirse. 

Y  á  la  verdad,  disculpable  parece 
ser  aquel  sentimiento,  si  alguna 
vez  puede  serlo.  Era  Pinzón  rudo 
y  franco  marino,  capaz  de  aco- 
meter grandes  empresas,  sin  otro 
móvil  que  el  de  ganar  renombre  de 
arrojado  y  emprendedor;  carácter 
verdaderamente  andaluz,  con  más 
anhelo  de  singularizarse  que  de  bus- 
car provecho;  de  imaginación  ar- 
diente, más  fantástica  que  calcula- 
dora. Así  se  unió  á  Cristóbal  Colón, 
atraído  con  mayor  fuerza  por  la 
ilusión  de  lo  desconocido  que  por 
el  deseo  de  medrar,  pensando  en 
vencer  peligros  y  descubrir  fantás- 
ticos países,  como  se  desprende 
claramente  de  las  palabras  con  que 
exhortaba  á  sus  convecinos  para 
que  se  embarcasen  con  él  y  le  acom- 


84  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 


pañaran  en  la  expedición.  Aunque 
les  hablaba  para  estimular  su  codi- 
cia de  ciudades  que  tenían  palacios 
de  cristal  j  casas  con  las  tejas  de 
oro ,  bien  se  deja  entender  que  Pin- 
zón soñaba  con  empresas  imagina- 
rias ,  y  fué  en  el  principio  de  sus  re- 
laciones admirador  de  Colón  j  muy 
luego  su  amigo;  trabajó  con  ardor 
para  preparar  el  viaje ,  y  le  ayudó 
durante  la  penosa  travesía  con  su 
pericia  y  con  la  influencia  que  ejer- 
cía su  ejemplo  sobre  las  tripulacio- 
nes, y  sus  palabras  en  aquellos 
hombres  que  la  mayor  parte  le  res- 
petaban por  ser  de  Palos,  de  Mo- 
guer ,  de  Huelva  y  de  otros  pueblos 
cercanos  donde  era  grande  su  pres- 
tigio y  conocido  su  valor. 

Pero  en  el  momento  del  desem- 
barco en  la  tierra  de  Indias,  se  es- 
tableció una  diferencia  harto  nota- 


POR   J.    M.    ASENSIO  85 

ble  en  la  consideración  de  ambos 
capitanes,  y  Pinzón  la  sintió  sin 
darse,  tal  vez,  cuenta  de  ello. 

Cristóbal  Colón,  que  había  conce- 
bido el  grandioso  proyecto ,  veía  sa- 
tisfechas todas  sus  ambiciones  al 
realizarse,  y  era  Almirante  y  Virrey. 
Pinzón^  que  había  ayudado  con  to- 
das sus  fuerzas,  con  todos  sus  re- 
cursos á  la  realización,  continuaba 
siendo,  al  menos  por  entonces,  el 
capitán  de  la  carabela  Pinta,  Ambos 
habían  arriesgado,  al  salir  del  puerto 
de  Palos ,  como  antes  decíamos ,  su 
presente  y  su  porvenir,  sus  ensue- 
ños de  gloria  y  sus  esperanzas  de 
fortuna.  Colón^  al  fijar  su  planta  en 
aquellas  tierras  vírgenes,  tocaba  la 
recompensa;  para  Pinzón^  caso  de 
que  la  hubiera,  quedaba  todavía 
muy  lejana.  ¿No  era  cosa  natural 
que  la  diferencia  que  en  aquel  punto 


86  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

se  establecia  saltara  á  la  vista  del 
intrépido  Martin  Alonso  é  hiriese 
en  cierto  modo  su  amor  propio? 

Cristóbal  Colón ,  Almirante  de  los 
Reyes  Católicos  en  el  mar  Océano, 
Visorey  y  (jobernador  de  las  tierras 
que  se  descubriesen  al  Occidente, 
tomó  posesión  de  la  isla  de  Gua- 
nahani  ó  San  Salvador,  é  inmedia- 
tamente después  determinado  aquel 
acto  oficial  recibió  el  homenaje  de- 
bido al  rango  que  acababa  de  con- 
quistar, prestándole  obediencia  los 
oficiales  enviados  por  la  corona,  los 
jefes  y  las  tripulaciones.  Para  Mar- 
tm  Alo7iso  Pinzón^  en  aquella  hora, 
no  había  más  recompensa  que  la 
gloria  de  haber  contribuido  á  reali- 
zar tan  alta  hazaña. 

Las  condiciones  eran  por  todo  ex- 
tremo diferentes,  y  hacemos  por 
presentar  de  relieve  las  posiciones 


POR  J.    M.    A8ENSI0  87 

de  ambos  descubridores,  porque,  en 
nuestro  juicio,  ellas  dan  la  clave  de 
muchos  sucesos  posteriores ,  y  sir- 
ven para  aclaración  de  esas  cues- 
tiones que  hoj^  se  promueven  y  con 
tan  distinto  criterio  se  resuelven, 
más  por  la  pasión  que  por  los  datos 
históricos. 


III 


A  partir  de  aquel  momento,  exis- 
tió en  el  alma  de  Martm  Alonso  un 
sentimiento  nuevo,  un  germen  de 
disgusto ,  que  había  de  ir  creciendo 
insensiblemente  y  cuyas  consecuen- 
cias no  podían  tardar  en  ser  cono- 
cidas, dando  tristes  frutos,  por  na- 
cer de  persona  por  tantos  títulos 
importante  y  que  tanto  significaba 
en  la  expedición. 


MARTÍN   ALONSO  PINZÓN 


Y  llegamos  al  punto  crudo,  al 
cargo  más  grave  que  un  escritor 
ilustre,  y  que  sobre  otras  muchas 
ventajas  tiene  la  de  su  reconocida 
pericia  en  la  náutica ,  cree  que  he- 
mos dirigido  á  Pinzón,  después  de 
meditado  estudio,  no  dejándonos 
llevar  por  el  juicio  de  otros  autores, 
sino  cargándolo  más  con  suposicio- 
nes ofensivas ,  originales  nuestras. 

Muy  lejos  nos  parece  de  la  exac- 
titud tamaña  censura ,  y  expuestas 
quedan  ya  consideraciones  que  co- 
mienzan á  persuadirlo.  Y  si  cierto 
es  que  al  suceso  de  la  separación  de 
la  carabela  Pinta  dimos  más  espa- 
cio y  atención  que  los  dedicados  en 
nuestra  historia  á  objetos  de  alta 
importancia  real,  es  prueba  palma- 
ria del  verdadero  interés  con  que 
miramos  siempre  cuanto  á  Martín 
Alonso  Pinzón  se  refiere,  cuanto 


POR  J.    M.    ASENSIO  89 

con  SU  conducta  se  relaciona;  y 
siendo  su  separación  del  Almirante 
el  hecho  más  grave ,  quizá  el  único 
en  que  salieron  al  exterior  y  se  ma- 
nifestaron, de  una  manera  tan  os- 
tensible como  deplorable,  los  senti- 
mientos que  desde  el  día  del  desem- 
barco y  toma  de  posesión  de  Gua- 
nahaní  se  habian  albergado  en  su 
alma,  nos  creímos  en  el  deber  de 
examinarlo  con  detención,  con  ma- 
duro examen,  antes  de  señalar  una 
falta  en  la  conducta  de  aquel  á  quien 
tanto  se  debía  en  el  grandioso  suceso 
que  para  gloria  de  España  se  aca- 
baba de  verificar. 

Razón  tiene  el  Sr.  D.  Cesáreo 
Fernández  Duro ,  que  es  el  autor  á 
que  aludimos;  nuestra  opinión ,  in- 
cluyendo en  esta  colectividad  á 
Washington  Irving  y  á  Muñoz,  no 
puede  parecer  muy  digna  de  aten- 


90  MARTÍN    ALONSO»    PINZÓN 

ción  por  no  ser  los  que  la  sostienen 
marinos  experimentados;  un 'perito 
la  merece  siempre  en  concurrencia 
con  los  que  no  lo  son,  en  cualquier 
número  que  los  últimos  compongan, 
porque  da  valor  á  sus  razones  con 
los  conocimientos  técnicos  que  le 
adornan,  y  en  este  terreno  nadie 
podrá  dudar  de  nuestra  inferioridad 
para  discutir.  Por  eso  acudimos 
única  y  exclusivamente  á  la  apre- 
ciación de  los  hechos;  por  eso  los 
expusimos  con  precisión  y  claridad, 
á  nuestro  entender,  y  seguimos 
creyendo  que  de  la  simple  lectura 
de  ellos  se  desprende  el  cargo  que, 
con  harto  pesar ,  dirigimos  á  Pin- 
zón, y  que  si  no  es  bastante  grave, 
en.,  verdad ,  para  oscurecer  su  glo- 
ria y  amenguar  su  mérito ,  es ,  sin 
embargo,  una  mancha  en  aquel  ca- 
rácter noble  y  altivo,  tan  digno  de 


POR  J.    M.    ASENSIO  91 


admiración  en  todos  los  demás  ac- 
tos en  que  intervino. 

Ciertamente  el  insigne  escritor  á 
quien  aludimos'  no  nos  supera  en 
admiración  á  las  grandes  dotes  del 
capitán  de  la  carabela  Pinta;  mas 
después  de  leidas  con  verdadera  sa- 
tisfacción sus  observaciones,  aún 
desearíamos  que  fueran  concluyen- 
tes  al  objeto  que  se  propone,  y  se- 
guimos creyendo  que  no  aprecia  en 
justicia  los  datos  ni  deduce  las  exac- 
tas consecuencias ;  por  lo  que  no  lo- 
gra, por  desgracia,  llevar  la  con- 
vicción al  ánimo  de  los  lectores.  Y 
tan  profunda  es  la  nuestra,  que  hu- 
yendo al  propio  tiempo  de  dar  á 
este  tratado  el  carácter  de  enojosa 
polémica,  vamos  á  limitarnos  á  re- 
petir la  exposición  del  suceso  en 
los  propios  términos  que  anterior- 
mente lo  habíamos  hecho ,  y  que  el 


92  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

Sr.  Fernández  Duro  nos  hace  la 
honra  de  asentar  en  su  libro,  con 
frases  hijas  más  de  su  cariñosa  amis- 
tad que  de  lo  que  la  justicia  reclama. 


IV 


«1.  El  19  de  Noviembre  se  dio 
otra  vez  á  la  vela  (Colón) ,  saliendo 
al  mar  en  dirección  Noroeste  de 
Puerto  Principe,  y  navegó  dos  días 
con  mucho  trabajo  por  la  variedad 
de  los  vientos,  adelantando  muy 
poca  cosa,  hasta  que  creciendo  la 
fuerza  del  viento  contrario,  en  la 
noche  del  miércoles  2\ ,  determinó 
el  Almirante  volverse  á  Cuba,  y 
puso  las  señales  convenidas  para  que 
las  otras  dos  carabelas  le  siguiesen, 
como  acontecía  de  ordinario.  Obe- 
deció desde  luego  la  Niña,  cam- 


POR   J.    M.    ASENSIO  93 

biando  de  rumbo  y  dirigiéndose 
viento  en  popa  por  el  mismo  que 
llevaba  la  capitana;  pero  al  poco 
tiempo  notó  Colón  que  la  Pinta 
continuaba  adelantando  en  su  pri- 
mitiva dirección,  sin  hacer  caso  de 
las  señales  que  se  le  hacían.  Repi- 
tieron éstas,  aunque  también  sin 
resultado,  y  creyendo  el  Almirante 
que  Martín  Alonso  Pinzón  no  las 
hubiera  visto  á  tiempo,  como  ya 
cerraba  la  noche ,  hizo  poner  faroles 
en  los  mástiles  y  recogió  velas  para 
disminuir  la  marcha  hasta  que  se 
hubieran  reunido  los  tres  buques. 
Pero  vino  la  mañana  y  la  Pinta  se 
había  perdido  de  vista  en  un  mar 
desconocido, 

>2.  Esta  separación  de  Martín 
Alonso  causó  gran  disgusto  al  Al- 
mirante, por  lo  que  en  sí  misma 
significaba  y  por  las  consecuencias 


94  MARTÍN   ALONSO    PINZÓN 

que  podía  tener  para  los  resultados 
de  la  expedición.  No  podía  calcu- 
larse cuál  era  el  pensamiento  de 
Pinzón  al  desertar'  de  la  bandera^ 
desoyendo  las  órdenes  del  je  fe  nom- 
brado por  los  Reyes ;  pero  desde 
luego  su  conducta  respondía  á  las 
muestras  continuas  de  descontento 
que  entre  los  marineros  de  Palos 
se  habían  venido  notando  hacía 
mucho  tiempo.  Desde  que  los  espa- 
ñoles pusieron  el  pié  en  la  primera 
isla;  desde  que  el  descubrimiento 
fué  una  verdad ,  comprendieron  to- 
dos la  gran  resonancia  que  el  suceso 
había  de  tener  en  Europa  y  la  glo- 
ria de  que  se  cubría  Cristóbal  Co- 
lón. Entonces  pesó,  sin  duda,  á 
Martín  Alonso  Pinzón  de  haber 
aceptado  un  papel  secundario  en  la 
expedición  que  le  obligaba  á  sufrir 
las  molestias  del  viaje,  á  compartir 


POR   J.    M.    ASENSIO  95 

los  peligros  y  le  privaba  de  la  fama, 
que  caía  de  lleno  sobre  el  nombre 
de  aquel  extranjero  que,  pobre,  sin 
recursos ,  había  llegado  un  día  á  las 
puertas  de  su  casa.  Pinzón  con- 
tribuía al  buen  resultado  de  la  em- 
presa con  sus  buques ,  con  sus  inte- 
reses y  con  su  persona;  había  pues- 
to su  inteligencia  y  sus  recursos  al 
servicio  de  la  idea,  y  por  el  presti- 
gio de  su  nombre,  por  el  ejemplo 
que  les  diera,  se  habían  embarcado 
en  las  carabelas  los  mejores  mari- 
nos de  Palos,  de  Moguery  de  Huel- 
va.  En  el  peligro  todos  eran  igua- 
les; todos  habían  sufrido  las  mismas 
penalidades,  los  mismos  trabajos; 
pero  al  llegar  la  hora  de  las  recom- 
pensas la  diferencia  había  de  ser 
muy  grande  y  el  nombre  de  Colón 
oscurecería  á  todos. 

>3.     Estas  ó  parecidas  ideas  re- 


96  MARTÍN   ALONSO  PINZÓN 

volvia  en  su  mente  Martin  Alonso 
Pinzón  desde  el  momento  en  que 
en  la  isla  de  Guanahaní  reconocie- 
ron todos  á  Colón  por  almirante, 
visorrey  y  gobernador  de  las  islas  y 
tierra  firme  del  mar  Océano.  El 
descontento  que  le  agitaba  se  cono- 
cía en  su  semblante  y  se  reflejaba 
en  todas  sus  acciones.  Hubo  de  fijar- 
se en  su  mente  un  ambicioso  pensa- 
miento, y  quiso  tener  su  parte  en  el 
provecho ,  en  la  celebridad  y  en  la 
fama. 

>4.  Comprendía  muy  bien  que 
para  que  en  España  se  concediera 
desde  luego  al  descubrimiento  toda 
la  importancia  que  verdaderamente 
tenia,  era  de  necesidad  ofrecer  prue- 
bas ,  presentar  datos  que  todos  pu- 
dieran apreciar,  principalmente  el 
oro ;  cuanto  oro  pudiera  adquirirse 
'para  deslumhrar  desde  el  primer 


POR    J.    M.    ABENSIO  97 


momento  á  los  monarcas  j  estimu- 
lar los  aplausos  del  pueblo.  Y  como 
los  resultados  obtenidos  hasta  en- 
tonces eran  casi  nulos ;  como  el  oro 
recogido  era  insignificante ,  Pinzón 
díó  oídos  á  las  noticias  de  grandes 
riquezas  que  le  comunicaron  los  in- 
dios que  llevaba  á  bordo,  y  aprove- 
chó la  primera  ocasión  para  sepa- 
rarse é  intentar  por  sí  solo  algún 
descubrimiento  que  pudiera  colmar 
sus  deseos  j  satisfacer  su  ambición. 
»5.  No  podían  ocultarse  al  Al- 
mirante los  pensamientos  del  capi- 
tán de  la  Pinta,  Leía  su  disgusto 
en  sus  ojos  y  lo  veía  en  sus  accio 
nes,  que  más  de  una  vez  hubieron 
de  ser  bastante  bruscas  é  inconve- 
nientes ;  por  eso ,  al  consignar  en  el 
Diario  que  Martín  Alonso  se  había 
separado  sin  voluntad  ni  obediencia 

suya,  añade:  0/ra5  muchas  me  tiene 

1 


98         martIn  atonso  pinsíóx 

hecho  y  dicho,  Pero  no  era  posible 
que  en  el  momento  mismo  de  la  de- 
serción se  adivinara  el  camino  que 
pensaba  tomar  la  carabela,  ni  el  in- 
tento de  su  capitán. 

>6.  Cruzó  por  la  mente  de  Co- 
lón la  idea  de  que  Pinzón  quisiera 
volverse  desde  aquel  punto  á  Espa- 
ña á  llevar  la  noticia  del  descubri- 
miento, presentar  á  los  Reyes  los 
indios  y  las  aves  que  llevaba  á  bor- 
do, y  usurparle  la  gloria  que  á  tanta 
costa  había  conseguido.  Pero  aun- 
que esto  no  sucediera;  aunque  la 
Pinta  no  se  hubiera  separado  por 
otra  causa  que  sustraerse  al  mando 
del  extranjero  y  caminar  libremen- 
te bajo  las  órdenes  del  intrépido 
marino  de  Palos,  la  situación  era 
muy  grave  para  el  Almirante,  y 
tuvo  necesidad  de  todo  su  talento  y 
de  toda  su  discreción  para  dominarla. 


POR   J.    M.    ASENSIO  99 

»7.  Desde  luego  quedadan  muy 
reducidos  los  medios  de  que  Cristó- 
bal Colón  podía  disponer,  y  se  ha- 
cia más  dificultosa  la  continuación 
de  las  operaciones  para  lo  sucesivo, 
en  la  previsión  de  accidentes  que 
no  tardaron  en  sobrevenir. 

>8.  Juzgamos  que  la  pérdida  de 
la  Santa  María  ^  ocurrida  un  mes 
después,  fué  debida  en  gran  parte  á 
la  falta  de  Martin  Alonso;  pues  de 
haber  estado  reunidas  las  tres  em- 
barcaciones, ciertamente  el  Almi- 
rante hubiera  emprendido  otro  rum- 
bo: el  costeo  se  hubiera  hecho  en 
condiciones  harto  diferentes  por  los 
recursos  con  que  se  contaban;  y  aun 
si  extremando  las  deducciones  y  su- 
biendo de  una  en  otra  dejáramos  co- 
rrer la  imaginación,  tal  vez  hasta  po- 
dríamos considerar  que  otra  hubie- 
ra sido  la  iraportancia,  el  carácter  v 


100  MARTÍN    ALONSO    PINZÓN 


la  suerte  del  primer  establecimiento 
de  los  españoles  en  el  Nuevo  Mundo. 
»9.  La  deserción  de  la  Pinta 
fué  un  hecho  gravísimo  y  de  gran 
trascendencia.  Privaba  á  la  expedi- 
ción de  uno  de  sus  mejores  barcos, 
de  la  tercera  parte  de  sus  hombres 
y  de  un  capitán  de  gran  experiencia 
y  valor,  con  el  que  siempre  había 
contado  el  Almirante  en  los  lances 
más  difíciles ,  y  cuya  influencia  era 
indudable  en  el  ánimo  de  los  mari- 
neros, casi  todos  amigos  y  parientes 
suyos.  Mientras  más  altas  se  juz- 
guen las  cualidades  de  Martín  Alon- 
so (y  nosotros  se  las  reconocemos 
muy  superiores),  mayor  podemos 
considerar  el  vacio  que  dejaba  con 
su  ausencia,  y  más  desastrosas  las 
consecuencias  de  su  inconsiderada 
conducta.  La  situación  del  Almi- 
rante   quedó    muy    comprometida 


POR  J.    M.   A8ENSI0  101 


desde  que  la  Pinta  se  apartó  para 
no  obedecer  sus  órdenes,  y  de  aquel 
paso  resultaron  dificultades ,  pérdi- 
das y  desdichas  que  hoy,  á  tan  larga 
distancia,  no  es  posible  apreciar  con 
exactitud 

»10.  Doloroso  es  para  nosotros 
no  encontrar  razones  que  disculpen 
á  Martin  Alonso  Pinzón ,  ó  á  lo  me- 
nos atenúen  su  responsabilidad  en 
aquel  acto  de  indisciplina^  haciendo 
la  misma  apreciación  desfavorable 
para  aquel  grande  hombre  D.  Juan 
Bautista  Muñoz,  Washington  Ir- 
ving  y  los  más  juiciosos  historiado- 
res. Únicamente  nuestro  docto  ami- 
go el  Sr.  D.  Cesáreo  Fernández 
Duro,  llevado  del  entusiasmo  que 
le  producen  las  altas  dotes  de  aquel 
intrépido  marino ,  y  haciendo  gala 
de  un  exagerado  amor  á  la  impar- 
cialidad, intenta  alguna  disculpa, 


102  MARTÍN    AL0N80   PINZÓN 

alguna  atenuación ;  pero  de  tal  na- 
turaleza, tan  infundada  de  suyo, 
que  nada  puede  conducir  al  noble 
fin  que  se  propone.  ¡  Cuan  otra  hu- 
biera sido  la  defensa  si  en  su  claro 
talento  hubiera  encontrado  razones 
en  que  apoyarla!... 

»11.  Pero  analicemos  la  excul- 
pación. 

«Dije  haber  contradicción,  escri- 
»be  el  Sr.  Fernández  Duro,  en  las 
>aseveraciones  de  D.  Fernando,  por 
»cuanto  de  sus  propias  palabras, 
>como  de  las  del  P.  las  Casas ,  se 
» deduce  que  navegando  de  noche,  y 
restando  á  barlovento  la  Pinta, 
>como  más  velera,  cambió  el  Almi- 
arante de  parecer  y  varió  el  rumbo, 
^arribando  sobre  la  isla  de  Cuba. 
»E1  fué,  por  consiguiente,  la  causa 
»de  la  separación ,  no  ignorando  que 
Ao  más  probable  fuera  que  Pinzón 


POR  J.    M.    ASEN8I0  103 


>no  viese ,  como  no  vio ,  señales  de 
>luz  que  no  esperaba ,  y  que  siem- 
»pre  son  inciertas  en  la  mar.  La 
y>  Pinta  continuó  navegando  en  la 
> dirección  convenida  y  ordenada 
> previamente;  no  hay,  por  lo  tanto, 
» motivo  ni  razón  para  culpar  en 
>juicio  al  capitán,  y  mucho  menos 
>para  penetrar  sus  intenciones  con 
»la  ofensiva  y  pueril  suposición  de 
>que  un  indio ,  cuya  lengua  no  en- 
>tendia  más  que  el  Almirante,  le 
^prometiera  llevarle  á  un  sitio  don- 
>de  abundaba  el  oro,  y  de  que  la 
acodicia  y  la  soberbia  tenían  re- 
»suelta  en  su  ánimo  la  separa- 
»ción.> 

>12.  No  queremos  interrumpir 
con  comentarios  la  alegación  de 
descargos,  tanto  menos  cuanto  muy 
raro  será  el  lector  que  tenga  nece- 
sidad de  que  se  llame  su  atención 


104  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 


sobre  la  capciosa  forma  en  que  está 
hecha.  Prosigamos: 

»13.  «Mírese como  se  quiera  ésta, 
»no  tuviera  el  juez  más  severo  otro 
»cargo  que  formular  contra  Pinzón 
»que  el  de  no  haber  hecho  más  ac- 
>tivas  diligencias  para  incorporarse 
ȇ  su  jefe  desde  el  momento  en  que 
^advirtió  el  alejamiento,  ó  sea  desde 
»la  amanecida  del  22  de  Noviembre, 
»y  acaso  las  hizo,  porque  en  reali- 
>lidad  el  Almirante  sabia  el  rumbo 
>que  la  Pinta  había  llevado,  pero 
>ignoraba  Pinzón  el  que  tomó  la 
>Santa  María,  y  sólo  casual  y  ra- 
>risimamente  cabía  encontrarla. 
» Viento  en  popa,  navegando  hacia 
>el  Oeste ,  vino  el  6  de  Enero  á  en- 
» centrar  la  otra  carabela;  Pinzón 
>disculpó  entonces  la  ausencia  dañ- 
ado sus  razones.  ¿  Por  qué  las  ad- 
»mitió  Colón  sólo  aparentemente, 


POR    J.     M.     ASENSIO  105 

>y  en  el  recogimiento  de  la  cámara, 
»abiertas  las  hojas  del  Diario^  vació 
>su  pensamiento  agravando  las  pri- 
» meras  acusaciones  con  las  de  men- 
»tiroso,  soberbio,  defraudador  j 
»mal  hablado?  ¿Por  qué  dejó  tras- 
>  lucir  que  el  temor  del  ascendiente 
»y  popularidad  que  gozaba  Pinzón 
»le  contenían?  Las  declaraciones 
»del  pleito  lo  indican.» 

» 1 4.  «A  pesar  de  la  errónea  pro- 
aposición  delFiscal,  ningunainsinúa 
>que  la  separación  de  la  carabela 
y> Pinta  fuera  intencionada.  Arias 
»Pérez  dijo  que  se  verificó  de  noche 
>por  causa  del  temporal ,  convinien- 
»do  otros  testigos  en  que  dio  por  re- 
»sultado  que  Martin  Alonso  descu- 
»briera  la  isla  de  Haiti  ó  Española 
cantes  que  el  Almirante.» 

»15.  Breves  reflexiones  bastan 
para  destruir  este  razonamiento  es- 


106  MARTÍN    ALONtííJ    PIíNZÓN 


pecioso,  cuja  debilidad  resalta  á  la 
simple  lectura.  Reconociendo  que 
el  6  de  Enero,  al  encontrarse  las 
carabelas,  Pinzón  disculpó  la  au- 
sencia^ se  comienza  por  convenir 
en  que  lo  necesitaba ;  en  que  de  su 
parte  había  de  verse  culpabilidad. 
Colón  las  escuchó  como  capitán 
prudente  ,  pesando  con  extremada 
discreción  las  circunstancias,  y  evi- 
tando todo  motivo  de  rencilla,  toda 
causa  de  disgusto  que  pudiera  re- 
sultar en  perjuicio  de  la  empresa 
con  tanta  felicidad  llevada  á  cabo. 
¿Eran  aquellos  momentos  propios 
para  formular  cargos,  para  pensar 
en  castigos?  Se  emprendía  el  viaje 
de  regreso,  y  lo  necesario,  lo  ur- 
gente, era  traer  á  España  la  noticia 
de  los  países  que  se  habían  descu- 
bierto, guardando  en  el  fondo  del 
corazón  todo  género  de    resentí- 


i 


POR    J.    M.    ASKNHIO  107 

miento,  y  procurando  con  el  disi- 
mulo la  concordia  de  las  tripulacio- 
nes. 

»16.  ¿Y  qué  frases  estampó  el 
Almirante  en  su  Diario  que  no  co- 
rrespondieran á  su  conducta  noble 
y  previsora?  Cuando  el  21  de  No- 
viembre vio  alejarse  la  Pinta,  con- 
signó que  lo  hizo  sin  obediencia  y 
voluntad  del  Almirante^  por  codi- 
cia. . .  sin  causa  del  mal  tiempo^  sÍ7io 
porque  quiso,  añadiendo  únicamen- 
te, según  ya  dijimos,  una  frase  co- 
mo desahogo  de  anteriores  sufri- 
mientos: otras  muchas  me  tiene  he- 
cho y  dicho.  Por  más  que  las  medi- 
tamos ,  no  encontramos  en  ellas 
rastro  de  odio  ó  mala  voluntad. 

>17.  Cuando  amaneció  y  vio 
que  la  carabela  de  Pinzón  se  había 
perdido  totalmente  de  vista,  es- 
tampó  el  hecho  sin  comentarios. 


108  MARTÍN   ALONSO    PINZÓN 


«Anduvo  el  Almirante  toda  la  no- 
»che  la  vuelta  de  tierra,  y  hizo  fo- 
rmar algunas  de  las  velas  y  tener 
y> farol  toda  la  noche^  porque  le  pa- 
»reció  que  venía  hacia  él ,  y  la  no- 
>che  hizo  muy  clara,  y  el  vientecillo 
>era  bueno  para  venir  si  quisiera.  > 
»18.  Esta  sencillez  de  Cristóbal 
Colón  demuestra  bien  á  las  claras 
el  estado  de  su  ánimo.  Después  del 
domingo  6  de  Enero,  «cuando  vino 
» Martín  Alonso  á  la  carabela  Nifía^ 
adonde  iba  el  Almirante ,  para  se 
^excusar  diciendo  que  se  había 
^perdido  del  contra  su  voluntad», 
no  pudo  Colón  poner  en  olvido  las 
circunstancias  que  acompañaron  á 
la  deserción,  pero  disimuló  con  ex- 
quisita prudencia  para  no  impedir 
el  viaje,  aunque  no  pudo  menos  de 
escribir  que  eran  falsas  todas  las 
razones  «y  que  con  mucha  codicia 


POR  J.    M.    ASENSIO  109 

»y  soberbia  se  había  apartado  aque- 
lla noche  que  se  apartó  del.»  Y 
en  el  martes  8  volvió  á  repetir 
la  causa  de  su  disimulo;  «el  Mar- 
»tin  Alonso  le  dejó  —  dice — des- 
»de  el  21  de  Noviembre  hasta  6 
»de  Enero,  sin  causa  ni  razón,  si- 
)i>no  por  su  desobediencia;  todo  lo 
y^cual  el  Almirante  habla  sufrido  y 
y^callado  por  dar  buen  fina  su  viajo 
»19.  Prescinde  de  estas  pala- 
bras el  Sr.  D.  Cesáreo  Fernández 
Duro ,  j  funda  su  opinión  de  que 
puede  ser  imputable  á  aquél  la  se- 
paración de  la  Pinta  en  ciertas 
frases  de  las  declaraciones  de  algún 
testigo  de  la  información.  No  foi'- 
maron  la  misma  los  célebres  histo- 
riadores que  arriba  citamos.  «Pin- 
)»zón  dio  crédito — dice  Washington 
»Irving — álos  extravagantes  infor- 
»mes  de  un  indio  que  iba  á  bordo  de 


lio  MARTÍN    ALONSO   PJNZÓN 


»su  carabela,  y  le  ofrecía  guiarlo  á 
»una  isla  ó  región  de  grandes  ri- 
»quezas.  Su  avaricia  se  despertó 
»repentinamente;  siendo  su  barco  el 
»más  Yelero,  podía  virar  con  facili- 
»dad  á  barlovento^  á  donde  no  po- 
»drian  seguirle  los  otros.  Podía  él 
»misino  ser,  por  lo  tanto,  el  prime- 
>ro  que  descubriera  aquella  dorada 
»Babeque,  enriqueciéndose  con  sus 
»primicias.> 

>20.  Casi  en  iguales  términos 
resume  su  opinión  D.  Juan  Bautista 
Muñoz,  en  esta  forma:  «Estimulado 
>de  su  altivez,  confiado  en  su  peri- 
»cia  náutica  y  en  el  buen  andar  de 
»su  carabela,  guió  adelante  con  in- 
)» tención  de  hacer  por  sí  este  rico 
»descubrimiento.>  í'ué  voluntaria 
la  falta,  aunque  cueste  trabajo  el 
confesarlo:  fué  una  verdadera  deser- 
ción^ y  sus  consecuencias  extraor- 


POR   J.    M.    A6ENBI0  11 


(linariamente  sensibles  y  muy  de- 
sastrosas. El  cronista  Antonio  de 
Herrera,  que  tan  cercano  estuvo  á 
los  sucesos,  dice  que  Pinzón  €se 
>apartó  del  Almirante  sin  fuerza 
>de  tiempo ,  ni  otra  legitima  causa; 
»y  por  ser  su  navio  muy  velero  se 
>fué  adelantando  hasta  que,  llegada 
<la  noche,  totalmente  desapareció.» 
>21 .  Mucho  nos  hemos  detenido 
en  la  apreciación  de  este  suceso  y 
de  las  causas  que  lo  produjeron, 
pero  es  que  tuvo  tal  importancia, 
causó  tal  variación  en  todos  los  ac- 
tos posteriores  de  la  expedición,  que 
no  sólo  nos  ha  parecido  de  necesi- 
dad fijarlo  en  la  manera  más  clara, 
sino  también  dar  á  conocer  las  opi- 
niones de  los  historiadores  más  re- 
nombrados ,  tratándose  de  un  espa- 
ñol tan  ilustre  como  Martin  Alonso 
Pinzón,  cuyos  actos  tienen  siempre 


112  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

gran  interés  en  la  historia  del  des- 
cubrimiento. No  encontrando  legí- 
tima excusa  su  proceder,  hemos 
querido  consignar  los  textos,  para 
que  en  vista  de  ellos  se  confirme  el 
mayor  ó  menor  alcance  de  su  res- 
ponsabilidad. > 


V 


Pocas,  escasas  observaciones  he- 
mos de  oponer  á  las  que  á  los  pá- 
rrafos transcritos  hace  el  docto  mari- 
no, justamente  porque  como  decía- 
mos, y  él  mismo  reconoce,  le  dan 
inmensa  superioridad  sus  conoci- 
mientos especiales ,  y  sería  necia 
presunción  y  temeridad  censurable 
entrar  en  discusión  técnica  quien  no 
tiene  estudios  en  la  materia,  con  el 


POR   J.    M.    ASEN8I0  113 

que  además  de  su  título  y  grado,  es 
reconocido,  respetado  y  aplaudido 
por  su  ciencia  y  pericia  entre  los 
más  notables  jefes  de  nuestra  glo- 
riosa marina. 

Tanto  menos  hemos  de  acercar- 
nos á  aquel  terreno,  cuanto  que 
abrigamos  la  convicción  de  no  ser 
necesario  hacerlo  para  juzgar  el  su- 
ceso, y  basta  la  exposición  de  los 
hechos,  como  antes  decíamos,  para 
que  rectamente  puedan  ser  aprecia- 
dos; y  huimos  además,  por  sistema, 
de  polémica  que  casi  siempre  es 
enojosa. 

El  tiempo  estaba  bonancible  en 

la  tarde  del  21  de  Noviembre;  el 

viento,  aunque  recio,  era  contrario 

para  seguir  el  rumbo  que  llevaban 

y  que  por  su  voluntad  siguió  Pin- 

zórij  y  favorable  para  regresar,  que 

fué  la  razón  que  movió  al  Almiran- 

8 


114  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 


te  á  volver  la  popa;  y  aunque  se 
conceda  que  la  Pinta  fuera  algo 
delantera  y  distante ,  no  es  dudoso 
tampoco  que  pudo  y  debió  observar- 
se desde  ella  el  nuevo  rumbo  que 
tomaba  el  Almirante  y  seguía  la 
Niña ,  y  ver  las  señales  que  la  ca- 
pitana hizo. 

Que  la  separación  fué  voluntaria 
é  intencionada,  se  comprende  con 
claridad  de  las  premisas  expuestas, 
y  de  los  hechos  que  después  vinie- 
ron. Desde  21  de  Noviembre  hasta 
6  de  Enero  del  siguiente  año,  estu- 
vo la  Pinta  costeando  por  su  cuen- 
ta; visitó  dos  ó  tres  islas  próximas, 
y  se  detuvo  seis  semanas  en  el  que 
el  capitán  de  Palos  denominó  río  de 
Martin  Alonso^  rescatando  con  los 
naturales  y  recogiendo  abundantes 
muestras  de  oro  que  dividía  con  su 
tripulación.   Luego  hay  bastantes 


POR    J.    M.     ASENSIO  11 0 

indicios  que  hacen  probable  la  sos- 
pecha de  que.  quiso  disimular  el 
tiempo  que  allí  se  había  detenido  y 
aun  el  provecho  que  obtuviera.  No 
le  formulamos  cargo  porque  no  es- 
tá más  que  indicado  tal  proceder; 
pero  á  nuestro  entender  esto  per- 
suade que  la  separación  tuvo  un  fin, 
un  objeto  preconcebido,  ora  fuera 
originado  por  las  señas  que  ha- 
cían los  indios  que  llevaba  á  bordo 
y  por  sus  palabras  mal  entendidas, 
ora  por  el  deseo  de  hacer  algún 
descubrimiento  con  independencia 
del  Almirante. 

Ambos  móviles  debieron  influir 
en  el  ánimo  de  Pinzón;  y  mirándo- 
los á  buena  luz ,  sin  pasión  alguna, 
no  parece  que  puede  sostenerse,  co- 
mo hasta  ahora  se  ha  dicho,  que  tal 
movimiento  de  codicia  no  es  proba- 
ble^ pues  no  se  entendían  bien  con 


116  MARTÍN    ALONSO   PINZÓN 

los  españoles  los  indios  lucayos,  ni 
aquellos  podian  tomar  noticias  de 
éstos  referentes  al  país  de  Babeque, 
ni  á  sus  criaderos  de  oro.  El  resul- 
tado prueba  lo  contrario.  Martin 
Alonso  Pinzón  fué  guiado  á  la  isla 
de  Haiti,  y  hacia  la  comarca  más 
próxima  á  las  montañas  de  Cibao, 
en  las  que  existían  las  mejores  mi- 
nas ,  de  las  que  tantas  riquezas  se 
extrajeron  muy  poco  después  por 
los  que  fueron  en  el  segundo  viaje. 

No  es  aventurada  suposición  la 
de  creer  que  alguna  vislumbre  de 
aquella  producción  de  oro  se  dedu- 
jera de  los  gestos,  de  las  voces  y  de 
las  señales  de  los  indios. 

Y  dado  tal  supuesto,  cobran  ma- 
yor fuerza  de  verdad  las  consecuen- 
cias. 

No  insistiremos.  El  efecto  que 
causó  la  separación  no  pudo  ser  más 


POR    J.    M,     A8ENSI0  117 

funesto,  bajo  cualquier  punto  de 
vista  que  quiera  mirarse.  Expues- 
tas quedan  varias  de  las  desgracias 
que  sobrevinieron  después  de  aque- 
lla deserción  de  la  Pinta  ^  y  no  es 
posible  que  deje  de  conocer  el  que 
estudia  el  suceso,  por  muchas  re- 
flexiones que  en  contrario  se  aduz- 
can, y  por  mucho  talento  y  agude- 
za que  en  ellas  se  despliegue,  que 
la  falta  de  uno  de  los  buques  y  de  la 
tercera  parte  de  los  hombres  que 
formaban  la  expedición,  con  un  ca- 
pitán experto,  valiente  y  reputado, 
había  de  sentirse  fatalmente  en  to- 
do cuanto  desde  aquel  punto  se  em- 
prendiera. 

En  el  ánimo  de  Cristóbal  Colón, 
también  produjo  aquel  acto  grave 
perturbación  y  fué  causa  de  temo- 
res. Comprendía  lo  que  pasaba  en 
el  corazón  de  Martín  Alonso  hacía 


118  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

tiempo,  leía  su  pensamiento  en  sus 
ojos  y  lo  veía  transparentar  en  todas 
sus  acciones,  adivinando  la  causa  de 
aquel  disgusto;  pero  al  tocar  tan 
grave  resultado  se  llenó  de  confu- 
sión, no  pudiendo  sospechar  el  in- 
tento que  á  aquél  guiara. 

Deserción  llamaron  á  la  resolu- 
ción de  Martin  Áloítso  de  aban- 
donar al  Almirante  de  los  Reyes, 
tanto  Washington  Irving,  como 
D.  Juan  Bautista  Muñoz,  y  de  igual 
manera  la  califica  el  P.  Ricardo 
Cappa,  después  de  consideradas, 
con  su  pericia  náutica,  las  circuns- 
tancias en  que  se  efectuó,  el  estado 
del  mar,  la  dirección  del  viento,  las 
condiciones  de  las  carabelas  y  de- 
más que  puedan  apreciarse ;  y  aun 
después  de  leído  con  verdadero  de- 
seo de  convencernos  de  lo  contrario, 
cuanto  con  noble  pasión  se  ha  es- 


POR  J.    M.    ASEN8I0  1  19 

crito  para  disculpar  á  Pinzón ,  no 
encontramos,  bien  á  nuestro  pesar, 
otro  modo  de  señalar  la  falta. 

Su  conducta,  como  se  desprende 
de  las  consideraciones  que  ya  deja- 
mos expuestas,  no  puede  calificarse 
de  otra  manera,  aunque  hay  causas 
de  atenuación  para  mirarla  con  ri- 
gor extremado;  fué  hija  de  una 
emulación  noble ,  que  juzgamos  en 
parte  natural  y  justificada;  y  su  de- 
serción no  ha  de  juzgarse  como  la 
del  soldado  que  abandona  su  bande- 
ra, pues  él  no  estaba  en  la  expedi- 
ción más  que  por  su  voluntad,  y  al 
separarse  llevó  por  objeto  ampliar 
y  completar  el  descubrimiento,  por 
más  que  aspiraba,  al  hacerlo,  á  au- 
mentar su  propia  importancia  dan- 
do muestra  de  su  valor  y  colocán- 
dose en  posición  más  independiente. 


láO  MARTIN   ALONSO  PINJiÓN 


VI 


Las  consecuencias  de  la  separa- 
ción de  la  Pinta  fueron  desastrosas, 
tanto  para  la  parte  material  como 
para  la  moral  de  la  pequeña  escua- 
dra que  tan  dudoso  viaje  había  em- 
prendido ;  y  jamás  hubiéramos  creí- 
do que  tan  sencilla  apreciación  pu- 
diera ponerse  en  duda,  ni  dirigir 
por  ella  algún  cargo  al  que  por  re- 
sultado de  sus  reflexiones  la  consig- 
nara ,  basada  en  atendibles  razones. 

Constaba  la  expedición  de  tres 
buques  y  de  unos  ciento  á  ciento 
veinte  hombres  entre  la  dotación  de 
todos  ellos.  Juntos  habían  arrostra- 
do los  peligros,  vendido  las  des- 
confianzas   naturales   que    inspira 


POR   J.    M.    A8ENtíI0  121 


siempre  lo  desconocido,  dominado 
las  penalidades  de  un  largo  viaje  j 
rasgado  el  velo  del  mar  tenebroso, 
poniendo  de  manifiesto  que  al  otro 
lado  del  Océano ,  en  latitudes  nun- 
ca antes  exploradas  ni  científica- 
mente conocidas,  había  tierras  férti- 
les y  pueblos  numerosos  que  habían 
de  entrar  muy  luego  en  el  concier- 
to de  las  naciones  civilizadas,  lle- 
vando á  ellas  nueva  savia  y  otros 
gérmenes  de  prosperidad  y  elemen- 
tos de  progreso. 

Y  en  el  momento  en  que  tal  vic- 
toria se  había  alcanzado ,  en  el  pun  - 
to  crítico  en  que  era  de  necesidad 
proceder  con  la  mayor  prudencia 
al  reconocimiento  de  aquellas  islas 
y  de  las  tribus  que  las  habitaban,  y 
estudiar  alguna  parte  de  sus  cos- 
tumbres, y  recoger  sus  productos,  y 
buscar  los  frutos  de  su  suelo ,  la  dis- 


122    MARTÍN  ALONSO  PINZÓN 


cordia  se  manifestaba  de  una  mane- 
ra inesperada  entre  aquel  puñado 
de  heroicos  marinos;  y  el  capitán 
de  mayor  prestigio  y  experiencia 
después  del  jefe ,  abandonaba  á  éste, 
llevándose  una  de  las  embarcacio- 
nes y  la  tercera  parte  de  los  hom- 
bres que  á  tan  peligroso  viaje  ha- 
bían venido. 

No  son  necesarios  argumentos 
poderosos  ni  grandes  esfuerzos  de 
imaginación  para  comprender  los 
gravísimos  males  que  aquella  dis- 
cordia había  de  llevar  en  pos  de  si. 
En  cualquier  suceso  desgraciado 
que  á  los  unos  ó  á  los  otros  so- 
breviniera, había  de  conocerse  la 
falta  de  apoyo  que  podían  prestarse 
estando  unidos.  Que  el  hecho  fué 
funesto  bajo  cualquier  aspecto  que 
se  le  considere,  no  creemos  posible 
que  se  ponga  en  duda. 


POR   J.    M.    ASENSIO  1*23 


Que  lastimado  el  Almirante  lo 
recordara  con  amargura  posterior- 
mente en  diversas  ocasiones  al  to- 
car sus  desfavorables  resultados, 
lejos  de  extrañarse ,  aparece  como 
el  sentimiento  más  natural. 

Expuesto  y  apreciado  el  grave 
suceso  de  la  separación  de  la  cara- 
bela que  Pinzón  mandaba;  si  la 
conducta  de  Cristóbal  Colón  tuviera 
necesidad  de  alguna  explicación;  si 
la  nobleza  de  su  corazón  y  la  leal- 
tad de  su  afecto  al  capitán  de  la  Pin- 
ta tuvieran  que  demostrarse,  bien 
claros  aparecen  con  la  sencilla  lec- 
tura del  Diario  de  navegación  des- 
pués de  la  ocurrencia.  Lo  conside- 
ramos á  tan  diferente  luz  y  ofrece 
á  nuestros  ojos  tan  distinto  punto 
de  vista  que  á  los  del  docto  D.  Ce- 
sáreo Fernández  Duro ,  que  las  con- 
secuencias que  deducimos    ambos 


124  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

son  diametralmente  opuestas,  en- 
teramente contrarias. 

En  la  seguridad  de  que  su  expo- 
sición es  el  argumento  más  podero- 
so ,  vamos  á  extractar  textualmen- 
te cuanto  después  de  tan  desagra- 
dable acontecimiento  consignó  el 
Almirante.  Y  decimos  después,  por- 
que desde  la  salida  de  las  carabelas 
del  puerto  de  Palos,  hasta  el  día 
21  de  Noviembre  en  que  ocurrió  la 
separación  de  la  Pinta ,  no  hay  en 
todo  el  escrito  de  Colón  ni  una  sola 
frase ,  ni  una  reticencia  que  pueda 
decirse  puesta  en  descrédito  de  Pm- 
zón  ó  que  revele  mala  voluntad 
á  su  persona;  y,  antes  al  contra- 
rio, las  que  hemos  citado  y  algu- 
nas otras  que  pudieran  buscarse, 
dan  á  entender  la  buena  inteligen- 
cia que  entre  ambos  capitanes 
mediaba  y  que  no  se  había  turba- 


POR   J.    M.    A8EN8I0  125 


do  por  ninguna  circunstancia  ad- 
versa. 

Si  Cristóbal  Colón  después  del 
desembarco  y  de  haber  tomado  po- 
sesión en  nombre  de  los  Reyes  Ca- 
tólicos de  las  regiones  que  acababa 
de  descubrir  en  lá  isla  de  Guana- 
haní  conoció  el  disgusto  que  co- 
menzaba á  enseñorearse  del  pecho 
de  Martín  Alonso  Pinzón;  si  vio 
en  él  muestras  de  descontento  y  en 
sus  acciones  menos  atención  y  co- 
medimiento del  que  antes  había 
usado  y  aun  algo  de  desatención  á 
la  autoridad  del  Almirante,  guardó 
en  lo  más  profundo  sus  observacio- 
nes ,  con  el  pesar  que  debieron  cau- 
sarle, y  no  las  fió  al  papel,  ni  aun 
en  las  páginas  de  aquel  Diario  que 
para  todos  había  de  permanecer  re- 
servado. 

Tal  vez  enajenado  por  el  gozo, 


126  MARTÍN   ALONSO    PINZÓN 

turbado  por  el  éxito ,  creía  que  todos 
participaban  igualmente  de  su  ale- 
gría, y  no  veía  en  todos  los  sem- 
blantes sino  el  reflejo  de  su  propia 
satisfacción.  Si  esto  era  asi,  demos- 
tración sería  bien  clara  de  lo  mu- 
cho que  le  preocupaban  las  conse- 
cuencias de  su  triunfo;  si  lo  com- 
prendía y  ocultaba,  no  podrá  dudar- 
se de  la  elevación  de  sus  sentimien- 
tos que  en  momentos  tan  solemnes 
no  daban  cabida  á  nada  mezquino,  y 
solamente  se  mostraba  llenó  de  su 
gran  pensamiento. 

Abriendo  el  Diario  de  navegación 
por  esa  desventurada  fecha  de  21 
de  Noviembre  (1),  encontramos  que 
Colón  consignó  el  hecho  con  estas 
palabras:  «Este  dia  se  apartó  Mar- 


(1)    ls-<i\2LTTe\.Q\  Colección  de  viajes,    etc., 
tomo  I ,  pág.  213. 


POR   J.    M.    ASENSIO  127 


>tin  Alonso  Pinzón  con  la  carabela 
y^Pinta^  sin  obediencia  y  voluntad 
>del  Almirante,  por  cudicia  diz  que 
^pensando  que  un  indio,  que  el  al- 
>mirante  habia  mandado  poner  en 
>  aquella  carabela ,  le  habia  de  dar 
>mucho  oro ;  y  asi  se  fué  sin  espe- 
>rar,  sin  causa  de  mal  tiempo,  sino 
»porque  quiso.»  Y  dice  aquí  el  Al- 
mirante :  otras  muchas  me  tiene  he- 
cho y  dicho. 

Parece  que  no  cabe  mayor  senci- 
llez ni  menor  señal  de  pasión ;  casi 
no  se  aventura  juicio;  pues  aun  la 
causa  que  pudiera  haber  movido  á 
Martin  Alonso  para  apartarse  sin 
obediencia,  no  la  expresa  Colón 
como  de  su  creencia ,  sino  como  es- 
cuchada ,  al  parecer ,  entre  la  gente 
de  los  otros  buques,  y  por  eso  escri- 
bió: diz  que  pensando  que  un  in- 
dio.,, le  habia  de  dar  mucho  oro. 


128  MARTÍN   ALONBO   PINZÓN 

El  Almirante  no  escribió  las  pa- 
labras desertor  ni  insubordinado 
para  calificar  la  conducta  de  Pin- 
zón^ como  reconoce  el  Sr.  Fer- 
nández Duro,  y  esto  patentiza  la 
nobleza  de  su  corazón  y  que  no  era 
su  intento  acriminarle.  ¿Puede  ad- 
mitirse por  ningún  ánimo  desapa- 
sionado que  se  haga  cargo  á  Colón 
por  aquellas  frases,  otras  muchas 
me  tiene  dicho  y  hecho?  diciendo: 
« ¿  No  fuera  noble  recordar  lo  que 
le  hizo  en  Palos  para  el  armamento, 
lo  que  le  dijo  en  el  golfo  cuando  las 
tripulaciones  murmuraban  ?>  Esto 
ya  es  declarada  malquerencia.  Cuan- 
do se  acaba  de  recibir  una  ofen- 
sa; cuando  al  verse  desobedecido 
se  sublevaba  la  autoridad  de  jefe 
y  el  prestigio  de  hombre ,  disculpa- 
ble hubiera  sido  algún  calificativo 
más  ó  menos  duro  dictado  por  la 


POR    J.    M.    ASENSIO  129 

pasión.  El  momento  no  era  de  re- 
cordar beneficios,  sino  de  lamentar 
ingratitudes.  Colón  ^  sin  embargo, 
ni  aun  dio  cabida  á  sus  quejas ;  las 
había  recibido  más  ó  menos  graves, 
más  ó  menos  directas,  y  se  limitó 
á  la  indicación  somera  de  ellas. 

Y  á  esto  se  reduce  todo :  á  men- 
cionar ofensas  anteriores ,  sin  deta- 
llarlas, sin  insistir  en  su  recuerdo. 
No  comprendemos  cómo  se  acrimina 
tan  sencillo  proceder. 

El  mal  estaba  hecho;  el  efecto 
moral  de  la  separación  de  la  Pinta 
podía  revestir  gran  importancia  en 
el  ánimo  de  los  tripulantes  de  las 
otras  dos  carabelas ,  y  Cristóbal  Co- 
lón debió  pesar  su  trascendencia  con 
verdadera  tristeza  durante  aquella 
noche.  Sin  embargo,  al  hablar  de 
ello  en  el  siguiente  día,  jueves  22, 
sólo  escribió  lo  siguiente:  —  «Esta 


l'M)  MARTÍN    ALONSO   PINZÓN 


>noclie  Martin  Alonso  siguió  el  ca- 
>>mino  de  Leste  para  ir  á  la  isla  de 
>Badeque,  donde  dicen  los  indios 
>que  hay  mucho  oro ,  el  cual  iba  á 
» vista  del  Almirante  y  habria  hasta 
>él  16  millas.  Anduvo  el  Almirante 
)>toda  la  noche  la  vuelta  de  tierra  y 
»hizo  tomar  algunas  de  las  velas  y 
»tener  farol  toda  la  noche,  porque 
>  le  pareció  que  venia  hacia  él^  y  la 
>noche  hizo  muy  clara  y  el  viente- 
» cilio  bueno  para  venir  á  él  si  qui- 
»siera.  > 

Ni  un  comentario  desfavorable, 
ni  una  frase  dura ,  ningún  califica- 
tivo ;  y  eso  que  bien  se  deduce  de  lo 
poco  que  asienta  que  el  viento  era 
contrario  á  Pinzón  para  continuar 
el  rumbo  que  emprendía ,  y  bueno 
para  reunirse  con  el  Almirante. 

Y  desde  aquel  día  verdaderamente 
iníaustü  para  los  descubridores ,  no 


POB    J.     M.    A8ENSI0  131 

vuelve  Colón  á  mencionar  la  Pinta 
ni  á  estampar  para  bueno  ni  para 
malo  el  nombre  de  Martin  Alonso ^ 
á  pesar  de  la  pérdida  de  su  mayor 
nao,  la  carabela  Santa  María,  j  de 
haber  decidido  dejar  algunos  hom- 
bres en  aquella  tierra  casi  descono- 
cida, tal  vez,  entre  otras  razones, 
por  no  poder  aventurarse  con  todos 
en  el  viaje  de  regreso  á  España,  á 
bordo  de  una  pequeña  embarca- 
ción. 

Un  recuerdo  consignó  de  la  falta 
que  le  hacía  el  buque  desertor ,  pero 
fué  mucho  más  de  un  mes  después, 
y  también  sin  hacer  cargo  directo 
á  Pinzón,  El  dia  31  de  Diciembre 
se  ocupaba  ya  en  proveer  de  agua 
y  leña  á  la  Niña  para  la  partida  á 
España,  pues  deseaba  traer  á  los 
Reyes  la  noticia  del  descubrimiento, 
y  las  muestras  de  la  producción  de 


132  MARTÍN    ALONSO    PINZÓN 

frutos  y  ganados  de  aquellas  tierras 
privilegiadas.  Bien  hubiera  querido 
adquirir  nuevas  de  las  otras  islas, 
«mas  como  oviese  quedado  con  un 
»solo  navio,  no  le  parecia  razonable 
>cosa  ponerse  á  los  peligros  que  le 
> pudieran  ocurrir  descubriendo.  Y 
y>  quejábase  que  todo  aquel  mal  é  m- 
> conveniente  provenía  de  haberse 
y^ apartado  la  carabela  Pinta,  >  Esto 
era  verdad  indiscutible. 


VII 


Insistir  sobre  la  prudente  con- 
ducta del  Almirante  cuando  volvió 
á  reunirsele  Martín  Alonso  Pinzón 
después  de  mes  y  medio  de  ausen- 
cia, fuera  repetir  lo  que  ya  dejamos 
dicho. 


POR    J.    M.    A8EHSI0  133 

En  el  juicio  del  proceder  de  am- 
bos capitanes,  en  la  apreciación  de 
sus  móviles,  nada  podemos  añadir 
á  lo  antes  expuesto.  Existen  por 
desgracia  hoy ,  en  este  punto ,  dos 
criterios,  dos  opiniones  contrarias: 
no  ha  de  ser  la  nuestra  la  que  pueda 
decidir  la  contienda,  que  es  harto 
pequeña  y  de  escasa  valía ;  pero  en- 
tendemos que  tampoco  ha  de  fallarse 
por  lo  que  exageren  los  novísimos  y 
desgraciados  adversarios  de  Cristó- 
bal Colón,  El  juicio  de  la  posteridad 
se  ha  de  formar  con  vista  de  datos 
indudables,  y  por  eso  nuestro  afán 
de  exponer  las  palabras  mismas  del 
Diario  de  navegación ,  porque  cree- 
mos sin  pasión  que  en  ellas  se  pinta 
la  nobleza  del  alma  del  grande  hom- 
bre; su  pensamiento,  que  lleno  de 
la  altura  de  su  misión  no  abrigaba 
mezquinos  rencores  y  daba  al  ol- 


134  MARTÍN    ALONSO   PINZÓN 

vido  toda  idea  que  no  correspon- 
diese al  descubrimiento;  su  pruden- 
cia de  capitán,  su  moderación  j  su 
mansedumbre,  que  todo  lo  posponía 
al  logro  de  su  empresa ,  j  dominaba 
cuanto  era  posible  su  natural  or- 
gullo para  que  no  se  turbara  la  paz 
á  bordo,  j  llegaran  á  España  las 
noticias  de  la  gloria  alcanzada. 

Con  ingenua  claridad  lo  estampó 
el  mismo  Colón :  <  Vino  Martin 
>Alonso  Pinzón,  dice  (Domingo  6  de 
»Enero  de  1493) ,  a  la  carabela  Niña 
> donde  iba  el  Almirante ,  á  se  ex- 
y>ciisar^  diciendo  que  se  habia  par- 
»tido  del  contra  su  voluntad ,  dando 
»razones  para  ello;  pero  el  Almi- 
»rante  dice  que  eran  falsas  todas,  y 
»que  con  mucha  soberbia  j  codicia 
»se  habia  apartado  aquella  noche 
»que  se  apartó  del,  j  que  no  sabia 
>de  donde  lo  oviesen  venido  las  so- 


POR   J.    M.    ASEN8I0  135 

»berbias  y  deshonestidad  que  habia 
> usado  con  él  aquel  viaje ,  las  quales 
> quiso  el  Almirante  disimular  "por 
>no  dar  lugar  á  las  malas  obras  de 
y>  Satanás  que  deseaba  impedir  aquel 
y>vioje  como  hasta  entonces  habia 
>hecho,,.> 

En  esta  manifestación,  confiada  al 
papel  de  su  Diario  en  la  soledad  y 
secreto  de  la  cámara,  que  de  nadie 
había  de  ser  conocida ,  se  funda  todo 
el  cargo  que  á  Colón  se  dirige  so- 
bre la  lealtad  de  sus  relaciones 
con  Pinzón,  Como  no  creemos  que 
haya  fundamento,  la  exponemos  sin 
comentario. 

Si  lo  necesitara  para  algunos  lec- 
tores ,  no  seriamos  nosotros  los  que 
lo  hiciéramos ,  tachados  ya  de  par- 
cialidad ,  aunque  sea  por  otros  muy 
más  parciales ,  que  dicen  hemos  he- 
cho nitevo,  aunqice  hermoso ,  pane- 


136  MARTÍN   ALONSO    PINZÓN 

girico  del  Almirante  (1 ).  Otras  pa- 
labras del  mismo  Diario  sirven  de 
explicación  y  complemento  á  las  ya 
copiadas ,  y  dan  por  entero  la  razón 
al  jefe  que  de  tanta  previsión  se  re- 
vestía en  difíciles  circunstancias. 
Los  capitanes  que  puso  en  las  cara- 
belas eran  hermanos,  Martín  y  Vi- 
cente Yáñez  Pinzón ,  á  los  que  se- 
guían otros  muchos  con  soberbia  y 
codicia  «estimando  que  todo  era  ya 
>suyo ,  no  mirando  la  honra  que  el 
»Almirante  les  habia  hecho  y  dado, 
>no  habían  obedecido  ni  obedecían 
»sus  mandamientos,  antes  hacían  y 
> decían  muchas  cosas  no  debidas 
>contra  él...  todo  lo  qual  el  Almí- 
>rante  habia  sufrido  y  callado  por 
»dar  buen  fin  á  su  viaje;  así  que  por 


(1)    Pinzón  en  el  descubrimiento  de  las  In- 
dias,  por  Cesáreo  Fernández  Duro,  pág.  102. 


POR   J.    M.    ABENSIO  137 

» salir  de  tan  mala  compañia,  con  los 
>cuales,  dice,  que  compila  disimu- 
»far,  aunque  jente  desmandada;  y 
>aunque  diz  tenia  consigo  muchos 
» hombres  de  bien,  pero  no  era  tiem- 
>po  de  entender  en  castigo;  acordó 
>volverse,  y  no  parar  mas  con  la 
»mayor  priesa  que  le  fuese  posible. » 
Si  estas  no  son  razones  dignas  de 
atención;  si  no  revelan  á  un  tiempo 
mismo  elevación  de  ánimo  y  pre- 
caución laudable,  no  sabemos  qué 
explicación  podrá  dárseles. 


VIH 


Con  dos  buques  bastante  maltra- 
tados por  una  larga  navegación  y  con 
los  mástiles  resentidos  por  el  tra- 
bajo del  velamen  en  los  recios  ven- 


138  MARTÍN   ALONSO    PINZÓN 

davales  de  aquellas  latitudes,  em- 
prendió el  Almirante  su  viaje  de 
vuelta;  aunque,  á  decir  verdad,  era 
bastante  arriesgado  el  decidirse  á 
tan  larga  travesía.  Pero  no  había 
otro  recurso.  « Hacían  mucha  agua 
)>las  carabelas  por  las  quillas,  j 
aquejábase  mucho  de  los  calafates 
»que  en  Palos  las  calafatearon  muy 
>mal ,  y  que  cuando  vieron  que  el 
» Al  mirante  había  entendido  el  de- 
»fecto  de  su  obra,  y  los  quisiera 
>constreñir  á  que  la  enmendaran, 
>huyeron.>  Este  mal  era,  según  pa- 
rece, común  á  antrambas ,  pero  á 
más  la  Pinta  andaba  mal  de  las  bo- 
binas ,  y  la  Niña  tenía  muchas  ve- 
ces que  esperarla,  porque  se  ayuda- 
ba poco  de  la  mesana,  por  el  mástil 
no  ser  bueno;  y  en  estas  contrarie- 
dades recordó  otra  vez  lo  pasado,  y 
escribió  Colón:  «Si  el  capitán  della, 


POR    .T.     M.     A8EN8IO  139 

>que  es  Martin  Alonso  Pinzón,  tu- 
>viera  tanto  cuidado  de  proveerse 
>de  un  buen  mastel  en  las  Indias, 
» donde  tantos  y  tales  habia,  como 
»fué  cudicioso  de  se  apartar  del, 
>pensando  en  henchir  el  navio  de 
»oro,  él  lo  pusiera  bueno.» 

Juntos  continuaron  su  derrota, 
sin  embargo,  sin  suceso  desagrada- 
ble entre  ellos ,  y  antes  por  el  con- 
trario conformando,  al  parecer,  en 
el  rumbo,  y  tomándolo  hacia  el 
Norte  en  dirección  á  las  Azores, 
mucho  más  alto  del  que  habian  lle- 
vado á  la  ida;  pero  ya  en  las  altu- 
ras de  aquéllas  comenzaron  recias 
borrascas,  y  en  la  noche  del  jue- 
ves 14  de  Febrero  creció  mucho  la 
mar  y  el  viento,  y  aunque  resistie- 
ron algunas  horas,  tuvieron  al  cabo 
que  correr  el  temporal  porque  no 
tenían    fuerzas  las  embarcaciones; 


140  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

para  cortarlo,  y  se  dejaron  ir  po- 
niendo la  popa  al  viento  donde  les 
llevase.  «Entonces  comenzó  á  co- 
>rrer  la  carabela  Pinta^  en  que  iba 
»  Martin  A  lonso ,  y  desapareció ,  aun- 
»que  toda  la  noche  hizo  faroles  el 
»Almirante  y  el  otro  le  respondia; 
^hasta  que  parece  que  no  pudo  7nás 
>por  la  fuerza  de  la  tormenta^  y 
»porque  se  hallaba  muy  fuera  del 
»camino  del  Almirante.» 

De  tan  sencilla  manera  refiere 
éste  aquella  separación  forzosa,  sin 
ocurrirle  siquiera  dudar  de  la  im- 
periosa necesidad  que  tuvo  Pinzón 
de  separarse.  Sin  embargo,  todavía 
este  hecho  tan  natural  y  tan  fre- 
cuente, da  lugar  al  ilustrado  mari- 
no Sr.  Fernández  Duro,  á  buscar 
algo  que  demuestre  poca  pericia  en 
Cristóbal  Colón ,  y  muy  superior  en 
Martín  Alonso,  Y  en  su  afán  de 


í>OR    J.    M.    ASEN6I0  141 


encontrar  la  superioridad  de  éste, 
incurre,  á  nuestro  corto  entender, 
en  evidente  contradicción.  «Venía, 
»dice,  la  carabela  iVma,  desde  las 
» Azores  en  busca  de  las  costas  de  la 
»Pen ínsula  con  rumbo  algo  más  alto 
>del  que  conviniera  para  avistar  el 
>cabo  de  San  Vicente,  punto  natu- 
»ral  de  recalada. . . »  Y  luego  elogia  á 
PinzÓ7i  porque  siguió,  aunque  con- 
tra su  voluntad,  rumbo  mucho  más 
alto,  y  se  encontró  sin  saber  cómo 
en  Bayona  de  Galicia.  Pero  para  el 
docto  Fernández  Duro,  aquel  fué 
golpe  de  habilidad,  y  lo  juzga  en 
estos  términos:  «Conocida  con  su 
avista  la  situación,  nada  más  fácil 
>que  dirigirse  (con  Sur  y  Sueste), 
» viento  en  popa,  á  cualquiera  de  los 
»puertos  del  Norte  de  España;  asi 
»hubo  de  hacerlo  Pinzón;  Colón 
»procedió  de  otro  modo:  quiso  en- 


142  MARTÍN    ALONSO   PIN'/ÓN 

y>tra7'  en  Lisboa;  se  aproximó  á  Cas- 
»caes,  exponiéndose  á  caer  en  sus 
» bajíos^  y  logró  enfilar  la  barra  del 
»Tajo;^:>^ro  es  evidente  que  ni  la  ne- 
»cesidad  ni  el  peligro  aconsejaban 
>acometer  el  puerto,  antes  por  el 
» contrario ,  había  en  la  entrada 
» riesgo  voluntariamente  corrido^ 
)>que  se  evitara  marchando  á  hus- 
mear las  rías  de  (jalicia.» 

Con  gran  temor  lo  decimos,  aten- 
dida la  reconocida  pericia  del  docto 
capitán  de  navio,  pero  nos  parece 
que  incurre  en  evidente  contradic- 
ción al  censurar  el  rumbo  de  Colón 
por  ser  más  alto  de  lo  que  convinie- 
ra, y  alabar  á  Pinzón  porque  lo 
tomó  mucho  más  alto;  asi  como  se 
deja  llevar  de  clara  parcialidad  al 
asegurar,  sin  dato  alguno,  que  el 
Almirante  corrió  voluntariamente 
el  riesgo  de  enfilar  la  barra  del  Tajo, 


POK    J.    M.     AHENSIO  14»-i 


y  que  Martm  Alonso  arribó  inten- 
cionadamente á  la  costa  de  Galicia. 

Preciso  es  para  hacer  tales  apre- 
ciaciones poner  en  olvido  los  antece- 
dentes. Desde  el  14  de  Febrero  al  4 
de  Marzo  corrieron  diez  y  ocho  dias 
de  continuas  borrascas,  de  tormen- 
tas violentísimas  y  vientos  huraca- 
nados. La  separación  de  las  cara- 
belas no  fué  voluntaria,  sino  forzo- 
sa, ocasionada  por  las  tormentas. 
Ambas  corrieron  el  temporal,  dan- 
do la  Pinta  la  popa  al  viento  y  de- 
jándose ir  donde  la  llevase,  porque 
no  había  otro  remedio. 

Venciendo  la  natural  desconfian- 
za, expondremos  datos ,  á  nuestro 
entender  razonables ,  para  que  otros 
críticos,conmayores  conocimientos, 
puedan  dictar  el  fallo  definitivo.  Si 
los  vientos  huracanados  que  cons- 
tantemente dejaron  sentir  su  fuerza 


144  MARTÍN   ALONSO  PINZÓN 


en  los  últimos  días  del  mes  de  Fe- 
brero y  en  los  primeros  de  Marzo 
podían  ser  favorables  á  una  nave- 
gación hacia  los  puertos  del  Norte 
de  España,  ciertamente  no  lo  serían 
para  bajar  en  demanda  del  cabo  de 
San  Vicente,  punto  natural  de  reca- 
lada que  debía  buscar  el  Almirante, 
según  la  apreciación  de  su  impug- 
nador. 

Que  el  tiempo  era  violentísimo 
y  las  carabelas  llegaban  al  estado 
más  deplorable ,  no  somos  nosotros 
los  que  lo  decimos;  datos  hay  que 
no  pueden  olvidarse.  La  Pinta,  des- 
de el  14  de  Febrero,  fué  juguete  de 
las  embravecidas  olas,  corrió  á  mer- 
ced de  los  desencadenados  elemen- 
tos. Sus  desgraciados  tripulantes  no 
tuvieron  momento  de  reposo ;  el  día 
y  la  noche  fueron  iguales  para  aquel 
trabajo,  paraaquella  lucha  constante 


POR   J.   M.    A8EN8IO  145 


con  la  muerte  que  de  mil  modos  les 
amenazaba.  No  se  olvide  que  en  tan 
rudo  combate,  en  tantos  días  de  su- 
frimiento, fue  indudablemente  cuan- 
do contrajo  el  heroico  Martin  Alon- 
so Pinzón  la  enfermedad  que  tan 
prematura ,  cuánto  desgraciada- 
mente le  condujo  al  sepulcro. 

Deshecha  casi  la  carabela,  rendi- 
dos y  exánimes  los  tripulantes  avis- 
taron una  costa,  cuando  apenas  po- 
dían gobernar  para  aproximarse. 
No  sabían  el  punto  donde  se  encon- 
traban, y  su  gozo  fué  grande  cuando 
reconocieron  las  costas  del  Norte 
de  España  y  pudieron  recalar  en  el 
pequeño  puerto  de  Bayona. 


10 


141)        MAirrÍN  A\j):^i-o  cinzón 


IX 


No  era  menos  precaria  la  suerte 
de  la  Niña,  cuando  sin  velas  la 
arrojó  la  tormenta  sobre  las  playas 
de  Portugal.  Casi  desarbolada  la 
nave  en  la  noche  del  domingo ,  3  de 
Marzo,  vídose  en  gran  peligro,  del 
que  sólo  Dios  pudo  librarla,  pues 
inútiles  eran  los  esfuerzos  de  los 
tripulantes ,  rendidos  de  cansancio, 
faltos  de  fuerzas  j  sin  medios  para 
dominar  la  borrasca.  En  aquella  si- 
tuación, y  á  la  hora  de  la  primera 
guardia ,  dieron  los  marineros  la 
voz  de  ¡tierra!  que  venía  á  aumen- 
tar el  peligro ,  dado  el  estado  de  Ja 
carabela.  Pero  aquí  no  puede  haber 


poí:   j.    m.   aííKNSIO  147 


niej'jr  medio  de  convicción  que  de- 
jar hablar  al  Almirante  mismo. 

«Entonces,  por  no  llegar  á  ella 
^  hasta  conoscella  por  ver  si  hallaba 
^ algún  puerto  ó  lugar  donde  se  sal- 
ivar ,  dio  el  papahígo  por  no  tener 
»otro  remedio,  y  andar  algo,  aun- 
»'que  con  gran  peligro ,  haciéndose 
»á  la  mar,  y  así  los  guardó  Dios 
»hasta  el  dia,  que  diz  que  fué  con 
»iníinito  trabajo  y  espanto.  Venido 
>el  dia  conosció  la  tierra,  que  era  la 
»roca  de  Cintra,  ques  junto  con  el 
»rio  de  Lisboa,  adonde  determinó 
» entrar ,  porque  no  podía  hacer  otra 
y^cosa,  tan  terrible  era  la  tormenta 
»que  hacia,  en  la  villa  de  Cascaes 
»que  es  á  la  entrada  del  rio.> 

¿  Puede  dudarse  por  algún  mari- 
no de  la  verdad  de  estos  anteceden- 
tes? ¿Puede  dirigirse  cargo  al  ca- 
pitán que  en  tales  condiciones  toma 


148  MARTIIs    ALONSO    Tl^ZÓN 

abrigo  en  el  primer  puerto  que  la 
fortuna  le  depara?  ¿Es  posible  ima- 
ginar siquiera  que  se  anda  buscan- 
do ocasión  de  hacer  alardes  de  cien- 
cia en  momentos  de  ver  la  muerte 
tan  cercana?  Y  tan  próxima  estaba, 
que  á  renglón  seguido  escribió  Cris- 
tóbal Colón:  «  Los  del  pueblo  diz 
»que  estuvieron  toda  aquella  maña- 
»na  haciendo  plegarias  por  ellos,  y 
» después  que  estuvo  dentro  venia  la 
»gente  á  verlos  por  maravilla  de 
»cómo  habian  escapado.» 

Teniendo  en  cuenta  estos  antece- 
dentes y  el  estado  de  ambas  cara- 
belas al  llegar  de  arribada,  y  por 
verdadero  azar  de  la  suerte  á  los 
primeros  puertos  que  á  cada  una  se 
le  depararan,  nosotros  abandona- 
mos al  juicio  de  los  lectores  peritos 
é  indoctos  que  decidan  si  es  posi- 
ble escribir  sin  pasión :  «  No  podrá. 


POR   J.    M.    ASENSIO  149 

»pues,  desconocerse  que  la  navega- 
»cion  de  Martin  Alonso  Pinzón, 
»fué  también  en  el  viaje  de  vuelta 
»7nás  hábil,  náuticmnente  consiúe- 
y>rada,  sin  caer,  por  otro  lado,  en  el 
^desacierto  político  de  la  del  Almi- 
»rante...  (1).» 

¡Triste  fué  en  verdad  el  destino 
de  Cristóbal  Colón  ,  puesta  su  honra 
en  boca  de  mezquinos  enemigos  du- 
rante sus  días,  y  triste  es  hoy  traída 
á  discusión  su  fama  por  los  que  de 
estudiosos  se  precian  al  cabo  de 
cuatro  siglos!  En  vida  le  calum- 
niaron suponiendo  que  había  diri- 
gido el  rumbo  á  Portugal  y  á  la 
corte  misma  de  Lisboa,  para  ven- 
der al  rev  Don  Juan  el  hemisferio 
que  con  la  protección  de  los  Reyes 


(l)    Pinzón  en  el  descubrimiento  de  las  In- 
dias, por  Cesáreo  Fernández  Duro,  pág.  119. 


150  MARTÍN   ALONSO    PINZÓN 

Católicos  había  descubierto.  Su  res- 
puesta es  conmovedora:  «Yo  creo, 
»escribia  á  doña  Juana  de  la  Torre, 
>que  se  acordará  vuestra  merced 
»cuando  la  tormenta  sin  velas  me 
»echó  en  Lisbona,  que  fui  acusado 
>falsamente  que  habia  ido  allá  al 
»Rey  para  darle  las  Indias.  Después 
>supieron  sus  Altezas  al  contrario, 
»j  que  todo  fué  con  malicia.  Bien 
»que  yo  sepa  poco ,  no  sé  quién  me 
>tenga  por  tan  torpe  que  yo  no 
>conozca  que  aunque  las  Indias  fue- 
>sen  mias ,  que  yo  no  me  pudiera 
»sostener  sin  ayuda  de  Prínci- 
>pe.»  (1). 
Los  escritores  de  nuestra  época 


(1)  Códice  Diplomático  Colomho  americano, 
Genova,  1829;  Habana,  1867.  —  Navarrete: 
Colección  de  viajes,  tomo  I,  pág.  419,  segunda 
edición.  —  Carta  del  Almirante  al  ama  que 
había  sido  del  Príncipe  Don  Juan. 


POR   J.    M.   ASENSIO  151 

juzgan  el  hecho  de  muy  diferente 
manera,  aunque  no  menos  infunda- 
da. Colón  entró  voluntariamente  en 
el  Tajo  para  manifestar  al  rey  de 
Portugal  su  desacierto  en  no  haber 
aceptado  los  ofrecimientos  que  en 
tiempo  le  hiciera,  para  darle  envi- 
dia con  su  triunfo ,  llegando  alguno 
al  extremo  de  consignar  que  llegado 
Colón  á  Lisboa  y  reconvino  al  Rey 
por  no  haberle  creído.  A  tales  ex- 
tremos nos  extravía  la  pasión;  y 
bien  puede  afirmarse  que  tan  equi- 
vocada es  una  suposición  como  la 
otra;  tan  destituida  de  fundamento 
es  la  actual  presentada  por  los  pen- 
sadores, como  lo  fué  la  antigua 
propalada  por  los  envidiosos. 


152  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 


Aquel  temporal  tan  violento, 
aquella  serie  de  tempestades  que 
desde  el  24  de  Febrero  reinaron 
constantemente  haciendo  del  in- 
vierno de  1493  uno  de  los  más  te- 
rribles de  que  había  memoria,  pro- 
duciendo infinitos  desastres  y  pér- 
didas de  embarcaciones,  empujó  á 
la  carabela  Pinta  muy  lejos  del 
camino  que  se  proponía  llevar.  No 
hay  datos  para  calcular  hasta  qué 
punto  la  arrebataron  los  vientos 
huracanados  que  se  dejaban  sentir. 
Los  tripulantes  sufrieron  penalida- 
des sin  cuento,  expuestos  al  rigor 
de  los  elementos  y  sin  poder  aban- 
donar un  instante  el  trabajo, á  pesar 


POR   J.   M.    ASENSIO  153 

de  la  furia  del  viento  y  de  las  aguas 
que  los  azotaban.  A  las  inclemen- 
cias del  cielo  se  juntaba  el  temor 
continuo  de  la  muerte  que  ante  los 
ojos  tenían,  porque  la  frágil  em- 
barcación debía  zozobrar  al  menor 
descuido...  Crueles  fueron  los  días 
que  pasaron  aquellos  expertos  ma- 
rinos ,  y  sin  duda  más  amargos  que 
todos  ellos  los  sufrió  Martin  Alonso 
Pinzón. 

Extenuados  de  fatiga,  mal  ali- 
mentados y  rendidos  de  cansancio 
avistaron  una  costa  en  los  primeros 
días  del  mes  de  Marzo ,  y  sin  saber 
cuál  pudiera  ser,  pusieron  la  proa 
en  su  demanda,  como  único  recur- 
so en  tan  desesperada  situación. 
Casi  tan  grande  como  la  pasada  an- 
gustia fué  la  alegría  de  aquel  mo- 
mento en  que  reconocieron  las  tie- 
rras de  Galicia  y  la  atalaya  de  Mon- 


154  MATJTÍN    ALONSO    PINZÓN 


te  Buey  que  daba  aviso  de  su  lle- 
gada 
Miño 


ííada    á   la    rada    de    Bayona   del 


XI 


Este  suceso,  que  tanto  tiene  de 
importante  como  de  curioso,  ha 
sido  muy  poco  estudiado ,  hasta  que 
la  publicación  de  las  Probanzas 
practicadas  en  el  pleito  seguido  en- 
tre el  fiscal  del  Rey  y  el  segundo 
Almirante  D.  Diego  Colón ,  ha  ve- 
nido á  traer  muchos  datos  que  lo 
aclaran  y  á  ofrecer  detalles  intere- 
santes. 

Parece  que  poco  después  de  la 
arribada  de  la  Pinta  al  puerto  de 
Bayona,  llegó  allí  otra  embarcación 
que  venia  de  Flan  des,  y  traía  á  bor- 


POR  J.    M.    ASENSIO  155 

do  muchos  soldados  de  aquellos  ter- 
cios que  regresaban  á  sus  hogares. 

Se  encontraba  entre  ellos  Hernán 
Pérez  Mateos ,  piloto  de  Palos , 
deudo  de  los  hermanos  Pinzón,  que 
fué  mandando  luego  una  de  las  na- 
ves en  el  segundo  viaje.  Ya  muy 
anciano ,  pues  pasaba  de  los  ochen- 
ta años ,  fué  examinado  en  la  ciudad 
de  Santo  Domingo ,  en  la  isla  Espa- 
ñola, donde  había  fijado  su  residen- 
cia ,  y  su  declaración  es  interesan- 
tísima en  todos  los  puntos  que  abra- 
za. Refiriéndose  al  punto  que  nos 
ocupa,  expresó  contestando  á  la 
pregunta  \9  del  interrogatorio  del 
fiscal : 

«Que  oyó  á  muchas  personas,  y 
»principalmente  á  los  dichos  Mar- 
»tm  Alonso  y  sus  hermanos,  que 
» dicho  Don  Cristo  val  Colon  habia 
»hallado  en  esta  isla  Española  mués- 


156  MARTÍN   ALONSO    PINZÓN 


>tra  de  oro  y  rescates,  é  con  lo  que 
>habian  podido  haber  se  habían 
»vuelto  á  España  á  hacer  Relación 
>á  los  Reyes,  éal  tiempo  q'el  dicho 

>  Martin  Alonso  llegó  á  Bayona  este 

>  testigo  lo  vio  y  le  habló  como  á  deb- 
>do^  y  el  dicho  Martin  Alonso  le 
>hizo  relación  de  todo  lo  que  habia 
>pasado,  é  le  dijo  que  Don  Cristoval 
>Colon  habia  salido  destas  partes, 
>el  dicho  Don  Cristoval  Colon  de 
»donde  está  agora  Puerto  Real,  y 
»el  dicho  Martin  Alonso  del  Puerto 
»de  Gracia,  é  que  se  habían  juntado 
»en  la  mar,  é  con  tormenta  se  ha- 
>bian  apartado,  y  dicho  Don  Cris- 
>toval  Colon  habia  ido  á  Lisboa,  y 
>él  habia  llegado  alli  á  Bayona  (I) .» 


(1)  Por  su  importancia  insertaremos  ínte- 
gra por  Apéndice  esta  declaración,  copiada  ti 
la  letra  de  su  original  que  se  conserva  en  el 
Archivo  de  Indias,  en  Sevilla. 


POR  J.    M.   A8ENS10  157 


No  expresa  el  piloto  l:v  razón  por 
que  se  encontraba  en  aquella  sazón 
en  Bayona  de  Galicia ;  pero  los  tes- 
tigos Pero  Arias  Pérez,  hijo  de 
Martín  Alonso ,  y  Hernando  Este- 
ban fueron  más  explícitos,  pues  pro- 
bablemente volvían ,  según  hemos 
dicho,  de  servir  en  los  tercios  espa- 
ñoles. El  primero  dijo,  contestando 
á  la  pregunta  15  del  interrogatorio: 

«Que  sabe  su  contenido ,  porque 
»vido  partir  de  aquí  al  dicho  Mar- 
>tin  Alonso,  su  padre,,,  é  que  este 
»testigo  no  fué  con  ellos;  pero  des- 
»pues  vinieron  á  aportar  á  Galicia, 
y>y  este  testigo  venia  de  Flandes^  é 
y>se  hallaron  todos  en  un  di  a  en  el 
^puerto  de  Bayona ,  é  de  allí  de  los 
»del  navio  de  su  padre  é  de  los 
»otros  navios...  este  testigo  oyó  de- 
»cir  muchas  veces  aquello  que  se 
^contiene  en  el  dicho  artículo.» 


158  MARTÍ-N    ALu^HíX)    PiNZÓN 


Hernando  Esteban,  contestando 
á  la  pregunta  21 ,  dijo: 

«Que  vido  cómo  vinieron  á  Cas- 
>tilla  después  de  descubierto  lo  su- 
>sodicho,  é  que  este  testigo  viniendo 
^de  Flandes  los  encontraron  é  se 
>hallaron  en  el  puerto  de  Bayona 
>de  Miño ,  é  que  por  esto  sabe ,  y 
>asi  es  público  y  notorio  como  se 
» contiene  en  las  dichas  pregun- 
tas.» 

Otro  testigo  presentado  por  el 
Almirante  I).  Diego,  en  Santo  Do- 
mingo ,  en  la  probanza  que  hizo  en 
el  año  1512,  fué  Pero  Enriquez, 
vecino  de  Palos,  que  dijo: 

«Que  al  tiempo  que  el  Almirante 
»venia  del  viaje,  un  navio  suyo  en 
»el  que  venia  Martin  Alonso  Pin- 
»zon  por  capitán,  llegó  á  Bayona 
»de  Galicia,  é este  testigo  vido  allí 
>los  indios  que  traian  de  la  isla  de 


POR    J.    M.     ASENSIO  150 


Guanahaní ^  é  allí  le  dijeron  que 
>el  Almirante  habia  descubierto  las 
»islas  Conhayatin  é  las  demás,  é 
>que  este  testigo  ovo  de  presente 
»cuatro  pesos  de  oro  que  le  dio  el 
»  contramaestre. » 

El  objeto  especial  de  las  infor- 
maciones de  una  parte  y  lo  conciso 
de  las  respuestas  de  otra ,  nos  hace 
lamentar  que  los  testigos  no  se  ex- 
tendieran á  consignar  el  estado  en 
que  vieron  á  los  tripulantes  de  la 
carabela ,  las  noticias  que  éstos  les 
dieran  de  los  trabajos  que  habían 
sufrido  en  las  pasadas  tormentas,  y 
otras  muchas  circunstancias  del  ma- 
yor interés  que  pudieron  recoger  en 
aquellos  momentos  de  los  labios 
mismos  de  los  capitanes  y  marine- 
ros ,  sus  paisanos  j  amigos. 

Indudable  parece  que  todos  lle- 
garon rendidos  de  cansancio,  ex  te- 


160  MARTÍN    ALONSO   PINZÓN 


miados  por  la  fatiga,  faltos  de  sue- 
ño y  de  alimento ;  muchos  enfermos, 
siendo  uno  de  éstos  el  valeroso  Mar- 
tin Alonso  Pinzón^  que  en  aquellos 
azarosos  días  perdió  la  salud  rendi- 
do por  tan  excesivos  trabajos,  y 
por  las  privaciones  y  sufrimientos. 
¿Qué  sabían  los  tripulantes  de  la 
Pinta  de  la  suerte  que  había  corrido 
la  Niña?  ¿Qué  podían  conjeturar 
que  hubiera  sucedido  al  Almirante 
y  á  sus  compañeros?  Salvados  mila- 
grosamente ,  después  de  muchos  días 
de  continuada  lucha  y  de  correr 
grandes  peligros ,  bien  podía  creer 
Martin  Alonso  que  la  carabela  del 
Almirante  había  sido  sumergida  por 
las  olas,  así  como  Colóyi  pensaría 
muchas  veces  que  la  Pinta  se  había 
perdido  sin  remedio  por  no  haber 
tenido  la  suerte  de  aproximarse  á 
la  costa,  como  á  él  le  había  ocurrí- 


POR  J.    M.    ASENSIO  161 

do  en  punto  tan  crítico,  pudiendo 
ganar  la  embocadura  del  Tajo. 

Los  dos  capitanes  creyeron,  á  no 
dudar,  que  su  salvación  era  mila- 
grosa y  que  la  otra  carabela  había 
naufragado.  Ambas  volvían  muy 
quebrantadas  del  largo  viaje,  con 
ocho  meses  de  penosa  navegación, 
mal  calafateadas  j  con  averías,  y 
tras  de  tan  prolongadas  borrascas 
no  era  probable  que  las  dos  hubie- 
ran vencido  la  furia  de  los  desenca- 
denados elementos. 

Sin  más  pensamiento  que  el  de 
una  verdadera  pena ,  Colón  y  Pi7i- 
zón  pudieron  creerse  respectiva- 
mente sepultados  en  el  mar  el  uno 
al  otro,  cuando  por  término  de  sus 
angustias  pudieron  ganar  los  puer- 
tos de  Cascaes  y  de  Bayona. 

Y  en  tal  situación  adquiere  gran- 
des probabilidades  de  certeza  la  afir- 

U 


162  MAETÍN   ALONSO   PINZÓN 

mación  que  hace  Don  Fernando 
Colón  en  la  vida  del  Almirante  su 
padre. 

De  la  misma  manera  que  éste  al 
encontrarse  á  salvo  de  los  pasados 
peligros  dentro  de  las  aguas  del 
Tajo,  tuvo  por  primer  cuidado  en- 
viar á  los  Reyes  Católicos  la  noti- 
cia de  su  arribada  en  el  mismo  día 
4  de  Marzo,  como  lo  justifica  la 
postdata  de  su  primera  carta,  pudo 
Martín  Alonso  tener  igual  pensa- 
miento y  ponerlo  en  ejecución  al 
desembarcar  en  Bayona  del  Miño. 
Lejos  de  podérsele  formular  cargo 
alguno  por  haberlo  hecho,  puede 
sostenerse  que  cumplía  con  un  de- 
ber,  cuando  tal  vez  el  jefe  de  la  ex- 
pedición había  perecido,  y  él  era  el 
único  depositario  de  las  noticias  del 
descubrimiento. 

Don  Fernando  escribió  lo  siguien- 


POR   J.    M.    A8EN8I0  163 


te:  (1)  «Luego  sucedió,  que  cuando 
»el  Almirante  llegó  á Palos,  Pinzón 
>arribó  á  Galicia  y  quería  ir  á  Bar- 
»celona  á  dar  cuenta  en  derechura 
»del  suceso  á  los  Reyes  Católicos, 
»los  cuales  le  dieron  á  entender  que 
»no  fuese  sino  con  el  Almirante, 
»que  era  al  que  habían  enviado  al 
»  descubrimiento . . .  > 

Lejos  de  parecer  intencionada  y 
poco  cierta  tal  indicación ,  tiene  to- 
dos los  visos  de  probabilidad.  En  su 
primera  parte ,  por  las  razones  que 
dejamos  apuntadas;  en  la  segunda, 
por  la  sesuda  reflexión  que  á  otro 
propósito  consigna  el  mismo  señor 
Fernández  Duro :  « Los  Reyes  ha- 
>bian  de  preguntar  por  el  jefe  de 
>la  expedición:  ¿qué  responder 
^mientras  llegaba  el  que  se  pres- 


(1}    Historia,  cap.  XLI. 


164  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

>tara  á  hacer  papel  de  correo  avan- 
>zado?  (1).>  Y  esto  exactamente,  es 
lo  que  traduce  la  respuesta  de  los 
Reyes  que  traslada  Don  Fernando. 
Sin  rebajar  en  un  ápice  á  Pinzón 
ni  menos  desconocer  sus  servicios, 
pudieron  los  Reyes  Católicos  decir- 
le que  se  uniese  á  Don  Cristóbal 
Colón,  cuando  ya  tenían  las  noti- 
cias de  haber  llegado  el  Almirante 
á  Lisboa.  La  responsabihdad  y  la 
gloria  de  una  expedición ,  el  crédi- 
to ó  el  descrédito,  reflejan  siempre 
sobre  el  jefe  que  la  dirige,  sean 
cualesquiera  los  hechos  de  sus  su- 
bordinados. 


(1)    Pinzón  en  el  descubrimiento,  etc.,  pá- 
gina iOO. 


POR   J.    M.    ASENSIO  165 


XII 


Lo  extraordinario,  lo  que  no 
puede  atribuirse  al  acaso,  porque, 
como  en  otros  sucesos  de  la  vida  de 
Cristóbal  Colón,  se  vé  claramente 
un  acontecimiento  providencial,  fué 
la  llegada  de  los  dos  capitanes  en 
un  mismo  día  al  puerto  de  Palos. 
Después  de  tan  larga  separación  y 
de  haber  corrido  tantos  peligros,  el 
día  15  de  Marzo  de  1493  entraron 
las  dos  carabelas  en  aquel  pequeño 
puerto  de  donde  habían  salido. 

El  suceso  se  presta  á  profundas  y 
varias  consideraciones. 

^Pinzón  volvía  cansado,  lleno  de 
achaques  por  los  grandes  trabajos 
sufridos,  según  hemos  dicho  en  otro 


166  MARTÍN   ALONBO   PINZÓN 

libro;  molesto  además,  caviloso  y 
apesadumbrado  porque  su  concien- 
cia le  reprochaba  la  ilegitimidad  de 
algunos  de  sus  actos,  y  temía  el 
juicio  que  de  ellos  pudiera  formar- 
se cuando  fueran  bien  conocidos.  Su 
turbación  creció  de  punto  cuando 
al  dirigirse  á  la  barra  de  Saltes, 
anhelado  término  de  tantos  sinsa- 
bores ,  vio  ondear  en  los  mástiles  de 
la  Niña,  que  estaba  fondeada  en  el 
puerto ,  la  enseña  del  Almirante ,  á 
quien  creía  sepultado  en  las  aguas. 
» Profundamente  afectado  con 
aquella  vista,  meditó  indeciso  el 
partido  que  debería  tomar,  y  dando 
las  órdenes  convenientes  para  que 
la  Pinta  fuese  á  dar  fondo  al  costa- 
do de  la  Niña,  mandó  echar  la  bar- 
ca al  mar,  y  entrando  en  ella  se 
hizo  conducir  á  una  casa  que  poseía 
muy  cerca  del  pueblo.  Durante  el 


POR  J.   M.    ASENSO  167 

camino  llegaban  á  sus  oídos,  lle- 
nando su  alma  de  amarguras,  los 
alegres  vítores  de  los  vecinos  de 
Palos ,  el  sonoro  repique  de  las 
campanas,  los  acordes  de  las  músi- 
cas populares  y  los  ecos  de  las  fies- 
tas j  cantares  que  le  demostraban 
el  regocijo  de  que  todos  se  hallaban 
poseídos  en  aquel  instante. 

»La  Pinta  entró  en  el  río:  los 
marineros  salieron  poco  á  poco  á 
tierra,  mezclándose  con  los  grupos 
donde  se  festejaba  á  sus  compañe- 
ros, y  sólo  entonces  se  supo  la  lle- 
gada de  las  otras  carabelas ,  admi- 
rando los  misteriosos  designios  de 
Dios  y  la  profunda  lección  que  en- 
cerraba el  diferente  recibimiento 
que  unos  y  otros  habían  tenido. 


>Ciertamente  hubo  de  dar  pábu- 


168  MARTÍN  ALONSO   PINZÓN 

lo  á  muchas  conversaciones ,  tanto 
entre  los  vecinos  de  la  villa ,  como 
entre  los  moradores  del  convento, 
la  llegada  de  la  Pinta  en  el  mismo 
día  que  la  Niña^  j  la  desaparición 
voluntaria  de  Martín  Alonso ,  á  la 
que  cada  uno  atribuía  una  causa; 
sosteniendo  sus  amigos  que  venía 
enfermo  del  excesivo  trabajo  y  fal- 
ta de  alimento  en  las  semanas  que  ¡i 
duraron  los  últimos  temporales, 
creyendo  otros  que  se  retiraba  por 
temor  de  que  el  Almirante  publica- 
ría su  deserción  y  desobediencia, 
de  suerte  que,  como  dice  uno  de  los 
testigos  de  la  Probanza  del  fiscal^ 
no  había  otra  plática  en  el  pueblo, 

>  Extraño  podrá  parecer  que  los 
dos  capitanes  estuvieran  separados 
sin  verse  en  toda  la  semana  que 
permaneció  Colón  en  la  Rábida, 
y  más  todavía  estando  por  medio  el 


I 


POR  J.   M.    ASENSIO  169 

P.  Fr,  Juan  Pérez,  que  había  sido 
causa  de  que  aquellos  se  pusieran 
de  acuerdo  para  emprender  el  via- 
je, y  tan  satisfecho  debía  de  estar 
del  resultado  de  sus  gestiones,  sien- 
do por  lo  tanto  más  vehemente  su 
deseo  de  que  se  reconciharan ,  co- 
mo dice  con  sobrada  razón  el  señor 
I).  Cesáreo  Fernández  Duro. 

>Pero  es  lo  cierto,  según  el  mis- 
mo escritor  lo  advierte ,  que  el  Al- 
mirante no  esperó  la  respuesta  de  la 
corte,  ni  pensó  en  hacer  el  viaje 
con  su  compañero  de  expedición. 

>La  versión  más  exacta  es  la 
contenida  en  el  libro  de  Gonzalo 
Fernández  de  Oviedo  (1),  basada 
en  la  que  escribió  D.  Hernando  Co- 
lón (2) ,  y  que  aceptaron  el  cronista 


( 1 )  Historia  general  y  Natural  de  las  In- 
dias. Cap.  II.  lib.  IX. 

(2)  i7ú/ona,  cap.  XLI. 


170    MARTÍN  ALONSO  PINZÓN 

Herrera  y  D.  Martin  Fernández  de 
Navarrete,  porque  en  ella  se  descu- 
bre un  gran  fondo  de  verdad ,  aun- 
que Oviedo  añade  algunos  acciden- 
tes y  detalles  muy  esenciales ,  pero 
que  están  consignados  en  las  decla- 
raciones de  los  testigos  de  la  Infor- 
mación, Supone  D.  Fernando  Colón 
que  Martin  Alonso  tuvo  respuesta 
de  los  Reyes  Católicos,  diciéndole 
que  no  se  presentase  á  ellos  sino 
con  el  Almirante;  de  que  recibió 
tan  gran  pesar,  que  cayó  enfermo  y 
se  dirigió  á  Palos^  pero  antes  que  él 
llegase  hahia partido  el  Almirante  á 
Sevilla  con  intención  de  ir  á  Barce- 
lona, 

» Estando  ya  cerca  de  Europa, 
»dice  Oviedo,  por  tormenta  se  apar- 
ataron la  una  carabela  de  la  otra,  é 
acorrió  el  Almirante  á  Lisbona  y  el 
>Martín  Alonso  á  Bayona  de  Gali- 


POR  J.    M.    A6EN8IO  171 

»cia.  E  después  cada  navio  destos 
»tomó  su  camino  para  el  rio  de  Sal- 
»tes,  é  de  caso  entraron  en  un  mes- 
>mo  día;  y  entró  el  Almirante  por 
>la  mañana^  é  la  otra  carabela  lie- 
>gó  en  la  tarde,  E  porque  se  tuvo 
^sospecha  que  por  las  cosas  pasadas 
>el  Almirante  faria  prender  al  Mar- 
»tin  Alonso  Pinzón,  salióse  en  una 
»barca  del  navio,  así  como  entraba 
>á  la  vela,  é  fuese  donde  le  pareció 
>secretamente,  y  el  Almirante  lue- 
ngo se  partió  para  la  corte  con  la 
> grande  nueva  de  su  descubrí  mien- 
»to.  Y  como  el  Martin  Alonso  supo 
»que  era  ido,  fuese  á  Palos  á  su  ca- 
»sa  é  murió  dende  á  pocos  dias, 
aporque  iba  muy  doliente.  > 


PARTE  TERCERA 


Repetidas  veces  han  deplorado 
cuantos  dedican  sus  vigilias  á  in- 
vestigaciones históricas,  la  incu- 
ria, el  descuido  con  que  frecuen- 
temente abandonan  los  escritores 
contemporáneos  de  los  sucesos, 
noticias  y  detalles  que  más  tar- 
de son  necesarios  para  formar  jui- 
cio completo  de  los  mismos.  No 
se  da  importancia  y  se  deja  de 
consignar  aquello  que  por  muy  sa- 
bido parece  de  escasa  significación. 


174  MARTÍN    ALONSO   PINZÓN 

y  sin  embargo ,  la  posteridad  tiene 
sus  exigencias ,  y  la  historia  nece- 
sita para  formar  la  síntesis  de  los 
adelantos  de  una  época ,  ó  la  apre- 
ciación del  carácter  de  un  personaje 
histórico,  conocer  pormenores  de 
la  vida  intima,  que  después  del 
transcurso  de  largos  años  no  hay 
medio  alguno  de  procurar. 

El  suceso  de  la  muerte  de  Martín 
Alonso  Pinzón  no  fué  mirado  con 
la  atención  que  por  muchas  razones 
merecía.  Los  historiadores  contem- 
poráneos, con  la  vista  fija  en  la 
corte  de  los  Reyes  y  en  la  sensación 
profunda  que  produjo  en  todos  los 
pueblos  la  llegada  del  Almirante  y 
de  los  que  le  acompañaron ,  con  los 
objetos  que  revelaban  la  existencia 
de  tierras  desconocidas,  de  hom- 
bres y  productos  extraños  y  nunca 
vistos,  no  se  cuidaron  de  recoger 


POR  j.  M.  ;\SENeio  175 

los  datos  referentes  á  los  últimos 
momentos  de  aquel  español  ilustre 
que  hoy  buscamos  con  tanto  in- 
terés. 

De  esto  no  puede  culparse  verda- 
deramente á  ninguno  de  los  con- 
temporáneos ,  porque  hay  aconteci- 
mientos cuya  magnitud  asombra, 
cuya  novedad  absorbe  por  entero  la 
atención,  que  por  lo  extraordinarios 
sorprenden,  y  embargando  el  áni- 
mo, no  dejan  lugar  á  otros  pensa- 
mientos. El  primer  viaje  de  Cristó- 
hal  Colón  fué  uno  de  esos  grandes 
sucesos;  y  así  vemos  que  desde  el 
instante  en  que  se  esparce  por  Eu- 
ropa la  noticia  cierta  del  descubri- 
miento de  las  Indias  occidentales 
parece  quedan  en  suspenso  todas  las 
otras  manifestaciones  de  la  activi- 
dad social,  y  todas  las  naciones  se 
ocupan  con  avidez  en  investigar  el 


176    MARTÍN  ALONSO  PINZÓN 

hecho  extraordinario,  en  conocer 
la  verdad  y  adivinar  sus  consecuen- 
cias ;  y  todos  sus  esfuerzos  conver- 
gen al  afán  de  descubrir ,  que  por 
eso  la  época  se  denomina  con  exac- 
titud de  los  descubrimientos ,  por- 
que ese  fué  el  hecho  culminante  que 
la  caracteriza. 

Pero  á  pesar  de  estas  considera- 
ciones ,  produce  hoy  sensación  dolo- 
rosa  el  leer  en  la  Historia  de  las  In- 
dias,  de  Fr.  Bartolomé  de  las  Ca- 
sas ,  escritor  que  fué  amigo  de  todos 
los  descubridores  y  que  con  tanto 
interés  se  ocupa  de  sus  empresas, 
tratándose  de  un  marino  de  la  im- 
portancia de  Martin  Alonso  Pin- 
zón^ después  de  referir  su  llegada  al 
puerto  de  Palos,  que  solamente  es- 
criba: «y  porque  en  breves  dias 
>  murió ,  no  me  ocurrió  más  que  del 
> pudiera  decir». 


POB  J.   M.   A8ENSI0  177 

Cierto  que  la  prematura  y  des- 
graciada muerte  del  valeroso  capi- 
tán de  la  Pinta  le  hizo  desaparecer 
de  la  escena  de  aquel  importantísi- 
mo período  en  el  momento  mismo 
en  que  empezaba  á  desarrollarse ,  y 
fué  también  causa  de  que  no  le  co- 
nociera ni  tratara  ninguno  de  los 
historiadores  primitivos  del  des- 
cubrimiento. Por  estas  razones 
carecemos  de  muchos  datos  in- 
teresantes ,  aunque  por  fortuna 
pueden  suplirse  las  noticias  que 
faltan  con  otras  tomadas  de  ori- 
gen auténtico  que  procuraremos 
reunir. 

Con  el  deseo  de  reparar  la  injus- 
ticia que  envuelven  las  palabras  de 
Fr.  Bartolomé  de  las  Casas,  que  de- 
jamos citadas,  y  llenar  el  vacío  que 
en  su  historia  se  nota,  tratándose 

de  un  español  que  tanta  parte  tuvo 

i.¿> 


178  MARTÍN  ALONSO   PINZÓN 

en  la  empresa,  cuyo  recuerdo  se 
despierta  tan  vivamente  al  encon- 
trarnos en  el  año  del  cuarto  cente- 
nario, vamos  á  dejar  consignados 
los  datos  más  importantes  que  sobre 
los  últimos  días  de  Martin  Alonso 
Pinzón  se  encuentran  diseminados 
en  las  declaraciones  de  los  vecinos 
de  Palos,  presentados  como  testi- 
gos en  distintas  informaciones  para 
las  Probmizas  del  pleito  entre  la 
corona  y  los  sucesores  del  primer 
Almirante ,  que  tantas  veces  hemos 
citado ,  como  fuente  á  que  se  puede 
acudir  para  llenar  la  falta  de  los 
historiadores. 


von  J.  M.  ASENsio  179 


II 


Desde  Bayona  del  Miño  se  diri- 
gió Pinzón  á  Palos  á  esperar  la 
contestación  de  los  Reyes  Católicos 
á  la  carta  que  desde  allí  les  había 
enviado  á  Barcelona,  como  era  muy 
natural,  para  que  tuvieran  noticia 
del  éxito  de  la  expedición  en  el  caso 
probable  para  él  de  que  ColÓ7i  hu- 
biera perecido  con  su  carabela. — 
«Bien  es  de  creer,  como  dice  el 
>P.  Las  Casas,  que  padeció  los  te- 

>  rribles  golpes  y  tormentas  que  el 
»  Almirante  padecido  había ,  y  que 

>  escaparse  como  él  fué  prodigiosa 
> dicha...»  Pero  si  bien  salvó  la  ca- 
rabela y  escapó  con  la  vida,  su  sa- 


180         MARTÍN   ALONSO  PINZÓN 

lud  no  resistió  á  tanto  sufrimiento; 
la  vencieron  los  continuos  trabajos 
y  privaciones ,  y  por  desgracia  no 
volvió  á  recobrarla. 

Y  acudiendo  á  las  declaraciones 
de  los  testigos,  volvemos  á  recordar 
la  más  importante,  sin  duda  algu- 
na, entre  las  muchas  que  se  recibie- 
ron á  instancia  del  fiscal  del  Rey,  y 
por  su  interrogatorio;  circunstancia 
primera  que  le  presta  indudable 
autoridad.  Es  la  del  piloto  Hernán 
Pérez  Mateos,  cuyas  condiciones 
dejamos  advertidas  antes  de  ahora. 
Contaba  más  de  cuarenta  años 
cuando  se  hizo  el  viaje  de  descubri- 
miento; era  primo  de  Martín  Alon- 
so Pinzón,  y  fué  piloto  de  uno  de 
los  buques  en  el  segundo  viaje,  por 
lo  que  tenía  exacto  conocimiento  de 
cuanto  habia  sucedido. 

Por  las  noticias  que  de  Pinzón 


POR  J.    M.    A8ENSI0  181 

ofrece ,  es  digna  de  notarse  la  res- 
puesta que  dio  el  anciano  y  honra- 
do piloto  á  la  pregunta  22  del  inte- 
rrogatorio del  Fiscal;  contestación 
que  nos  extraña  no  haya  copiado  el 
Sr.  Fernández  Duro,  en  su  notable 
informe  titulado  Colón  y  Pinzón, 
siendo  de  tanta  importancia,  y  con- 
teniéndose en  ella  un  dato  fidedig- 
no del  fallecimiento  del  capitán  de 
la  Pinta. 

Pregunta  XXII. — «ítem,  si  sa- 
>ben,  que  hecho  el  primer  descu- 
>brimiento,  los  dichos  Cristóbal  Co- 
>lon  y  Martin  Alonso  Pinzón  se 
>volvieron  á  estos  reinos  de  Casti- 
>lla  á  dar  cuenta  á  los  Rej'^es  Cató- 
>licos  del  dicho  descubrimiento,  y 
>aun  el  dicho  Colon  reñia  con  el 
> dicho  Pinzón^  porque  queria  des- 
>  cubrir  á  sus  Altezas  la  verdad ,  y 
>se  vinieron  derechos  á  la  dicha 


182         MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

» villa  de  Palos,  á  casa  del  dicho 
>Ma?'¿m  Alonso  Pinzón ,  do  estu- 
»vieron  el  dicho  Colon  j  el  dicho 
^Pinzón,  hasta  que,  estando  para 
»venir  á  dar  cuenta  á  sus  Altezas, 
»adolesció  el  dicho  Pinzón  del  mal 
>de  que  falleció,  y  que  asi  es  ver- 
»dad,  público  ó  común  y  general 
»  opinión.» 

Contestando  Hernán  Pérez  Ma- 
teos, dijo:  «Que  no  sabe  dello  más 
»de  que,  vuelto  el  dicho  Martin 
> Alonso  á  los  reinos  de  Castilla,  no 
>se  juntaba  con  el  dicho  D.  Cristo- 
y>hal  Colon^  porque  supo  este  testigo 
»que  le  habia  miedo  el  dicho  Martin 
y> Alonso,  non  sabe  por  qué  causa; 
»mas  de  que  oyó  decir  que  si  el  di- 
»cho  D.  Cristóbal  Colon  pudiera 
»prender  al  dicho  Martin  Alonso  lo 
aprendiera,  y  lo  llevara  preso  con- 
»sigo  á  la  corte,  é  que  dende  á  po- 


POR  J.   M.    ASENSIO  183 

>cos  dias  quel  dicho  Martin  Alonso 
»llegó  á  la  villa  de  Palos,  no  en- 
»trando  dentro  se  fué  á  una  here- 
»dad  suya,  que  está  en  término  de 
»Moguer,  é  allí  adolesció,  e  estando 
^doliente  lo  trajeron  ciertos  debdos 
»suyos  á  un  monesterio  de  francis- 
»cos,  que  se  dice  la  Rábida,  en  tér- 
»mino  de  Palos,  adonde  el  dicho 
> Martin  Alonso  fallesció  desta  pre- 
»sente  vida,  lo  que  vido  este  testigo 
»estando  en  aquella  sazón  en  aquella 
»tierra,  e  lo  demás  que  no  lo  sabe.» 
La  verdad  resplandece  en  toda  la 
declaración  del  octogenario  piloto — 
dice  con  mucha  razón  el  Sr.  Fer- 
nández Duro; — por  eso  copiamos  esa 
pregunta  y  su  respuesta  sin  comen- 
tarios. En  sus  palabras  vemos  des- 
mentidas todas  las  afirmaciones  del 
Fiscal,  y  presentado  el  estado  de 
ánimo  de  Martin  Alonso  desde  que 


184  MARTÍN  ALONSO   PINZÓN 

regresó  de  Bayona  de  Galicia  á 
Palos,  en  un  todo  conforme  á  lo 
que  escribió  el  cronista  Gonzalo 
Fernández  de  Oviedo^  que  en  este 
punto  recogió  buenos  informes.  En 
ella  tenemos  también  noticia  muy 
importante. 

Volviendo  á  nuestro  intento,  este 
testigo,  que  fué  á  ver  en  aquella  sa- 
zón á  su  primo  Martin  Alonso  Pin- 
zón, dice  ya  lo  que  no  fijaron  Ovie- 
do ni  Las  Casas.  Enfermó  en  la 
casa  de  campo  que  tenia  cerca  de 
Moguer,  donde  se  había  retirado; 
se  lo  llevaron  al  monasterio  de  la 
Rábida,  y  allí  falleció. 

Francisco  Medel ,  que  declaró  en 
Sevilla,  á  15  de  Diciembre  de  1535, 
confirma  lo  dicho  por  Hernán  Pé- 
rez Mateos ,  pues  contestando  á  la 
pregunta  14,  dijo:  «Que  al  tiempo 
>que  vinieron  de  hacer  el  descubrí- 


POR  J.   M.    A8EN8IO  185 

>miento,  el  Martin  Alonso  llegó 
>malo,  j  lo  llevaron  de  su  casa  al 
»monasterio  de  la  Rábida,  y  este 
>testigo  le  fué  á  visitar...»  Y  des- 
pués, en  la  contestación  á  la  pregun- 
ta 21,  dijo:  «Que  oyó  decir  á  las 
>personas  que  fueron  en  dicha  ar- 
>mada,  que  por  haber  sido  Martin 
>J.fon50  el  primero  que  descubrió  la 
>isla  Española,  se  le  había  puesto 
>su  nombre  á  un  rio  de  Martin 
> Alonso,  y  que  allí  éste  habia 
>muerto  un  lagarto  é  lo  trajo  sala- 
> do,  y  el  pellejo  del  está  en  el  mo- 
>nasterio  de  la  Rábida ,  donde  el 
> dicho  Martin  está  enterrado,  y  este 
> testigo  lo  habia  visto. > 

A  más  de  lo  manifestado  por  es- 
tos testigos  de  mayor  importancia, 
por  las  circunstancias  que  expre- 
san, y  contestando  á  la  misma  pre- 
gunta22,  ya  copiada,  dijeron:  Alón- 


186  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

SO  Gallego^  que  «vio  que  Martin 
Alonso  fallesció  desde  á  pocos  días 
que  vino.»  Gil  Romero^  «que  den- 
de  ciertos  días,  el  dicho  Martín 
Alonso  falleció,  y  este  testigo  lo  vio 
enterrar, >  Y  Juan  de  Quexo^  «que 
luego  que  llegaron  desde  á  quince 
ó  veinte  dias ,  murió  el  Martin 
Alonso  en  esta  villa.» 

Con  estas  indicaciones,  que  todas 
proceden  de  origen  seguro ,  pues 
son  de  testigos  de  vista,  vecinos  de 
Palos,  ancianos,  amigos  ó  parientes 
de  Martin  Alonso  Pinzón^  j  que 
presenciaron  su  enfermedad  y  ente- 
rramiento ,  puede  llenarse  en  algu- 
na parte  la  laguna  que  dejaron  los 
escritores  del  tiempo.  * 

A  consecuencia  de  los  grandes 
sufrimientos ,  continuos  trabajos, 
falta  de  sosiego  y  de  alimentos,  y 
tantas  penalidades  reunidas,  debió 


POR  J.   M.    ASEN8I0  187 

llegar  la  tripulación  de  la  carabela 
Pinta  muy  quebrantada,  rendida, 
cuando  pudo  dar  fondo  en  la  embo- 
cadura del  Miño.  Más  quebrantado 
que  todos  los  demás  debemos  supo- 
ner á  Pinzón,  que  en  su  calidad  de 
jefe,  y  por  su  carácter  enérgico  y 
activo,  pasaría  largas  horas  expues- 
to al  viento  y  á  la  lluvia.  No  es  de 
extrañar ,  sino  muy  probable ,  que 
su  naturaleza,  aunque  vigorosa,  se 
rindiera  á  la  fatiga. 

Y  al  padecimiento  físico  se  unía 
también  el  abatimiento  moral.  Pin- 
zón sabía  muy  bien  el  repeto  que 
se  debe  á  la  autoridad  del  jefe,  más 
todavía  por  la  persona  que  se  en- 
cuentra también  revestida  de  atri- 
buciones de  confianza,  y  ejerce  car- 
go en  que  debe  dar  ejemplo  de  res- 
peto; y  cuando  meditara  sosegada- 
mente en  la  soledad  de  su  camarote 


188  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

el  USO  que  habia  hecho  de  su  in- 
fluencia sobre  las  tripulaciones ,  su 
conciencia  honrada  le  presentaría 
con  vivos  colores  los  males  que  por 
un  deseo  inmoderado  de  riquezas, 
ó  de  gloria,  había  acarreado  á  los 
descubridores,  sus  compañeros  y 
amigos,  y  miraría  su  falta  revestida 
de  caracteres  mucho  más  graves  de 
los  que  en  realidad  tenía.  Pinzón 
era  hombre  de  altas  cualidades  mo- 
rales, según  testimonio  de  todos 
sus  contemporáneos,  y  en  el  limpio 
espejo  de  su  conducta  veía  la  man- 
cha ocasionada  por  un  momento  de 
obcecación,  por  un  rapto  de  envi- 
dia, y  la  juzgaba  indisculpable. 

Temía  más  aún,  y  era  que  el  Al- 
mirante no  olvidara,  en  medio  de 
su  triunfo,  aquella  ligera  falta,  y 
pudiera  él  verse  infamado  por  ella, 
y  hasta  preso  quizá,  aunque  fuera 


POR  J.    M.   A8EK8IO  189 

momentáneamente,  como  expresó 
el  piloto  Pérez  Mateos,  que  era  deu- 
do suyo . 

A  la  postración  de  sus  fuerzas 
físicas  se  unía  el  abatimiento  mo- 
ral; la  preocupación  constante  de  su 
ánimo  aumentaba  la  gravedad  de 
sus  padecimientos.  Pero  si  grande 
y  noble  es  Martin  Alonso  Pinzón 
al  entrar  decidido  en  la  empresa 
del  descubrimiento ;  si  esforzado  le 
admiramos  al  decir  en  medio  de  los 
mares  á  Cristóbal  Colón  que  despre- 
ciara las  murmuraciones  de  sus  ma- 
rineros, y  ahorcando  algunos,  si 
fuere  preciso,  continuase  adelante^ 
no  es  menos  digno  de  admiración 
cuando,  reconociendo  una  falta,  y 
al  ver  anclada  en  el  puerto  de  Palos 
la  carabela  Niña  con  la  enseña  del 
Almirante ,  sale  ocultamente  de  su 
buque ,  abandona  la  Pinta  y  va  á 


190  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

recogerse  á  una  quinta  separada 
para  pensar  en  su  situación.  Aque- 
lla angustia  manifiesta  su  rectitud 
y  le  purifica.  Su  vida  es  en  todo  la 
de  un  héroe,  la  de  un  hombre  digno 
de  la  más  alta  estimación;  un  hecho 
censurable,  un  momento  desgracia- 
do, no  son  bastantes  á  oscurecer  su 
fama  ni  aun  á  menoscabar  su  glo- 
ria. Pero  su  conciencia  se  subleva- 
ba ante  el  recuerdo  del  acto  de  in- 
subordinación á  que  le  había  arras- 
trado una  pasión  irresistible  é  in- 
digna; su  rectitud  le  presentaba 
con  negros  colores  y  aumenta- 
ba exageradamente  las  proporcio- 
nes de  aquel  momento  de  extravío 
en  que  la  ambición  se  sobrepuso 
al  deber,  haciéndole  que  lo  olvi- 
dase. 


POR  J.   M.   A8ENSI0  191 


III 


De  las  declaraciones  de  los  testi- 
gos parece  deducirse,  poniéndolas 
en  relación  unas  con  otras,  que 
Pinzón  se  sintió  enfermo  en  aque- 
lla heredad  que  poseía  en  término 
de  la  villa  de  Moguer ,  á  la  que  se 
retiró  en  el  punto  mismo  de  su  lle- 
gada, según  manifiestan  el  piloto 
Hernán  Pérez  Mateos  y  el  historia- 
dor Gonzalo  Fernández  de  Oviedo. 

Debió  venir  desde  allí  á  su  casa 
de  Palos,  buscando  mayor  comodi- 
dad y  más  abundantes  recursos  para 
su  enfermedad ;  y  agravándose  por 
dias,  fué  trasladado  al  monasterio 
de  la  Rábida,  tal  vez  por  devoción 


192  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

á  aquella  antigua  imagen,  ó  por  al- 
guna otra  causa  que  no  conocemos. 
En  el  convento  le  visitaron  sus  ma- 
rineros más  adictos ,  Francisco  Me- 
del ,  Juan  de  Quexo  y  otros ;  y  en 
aquel  lugar  consagrado  á  la  reli- 
gión, habitado  por  monjes  Francis- 
canos ,  y  donde  tanto  se  hnbia  tra- 
bajado por  el  descubrimiento  de  las 
Indias  occidentales  y  tantas  sim- 
patías encontraban  sus  recuerdos, 
exhaló  su  último  suspiro  uno  de  los 
primeros  descubridores ,  el  valeroso 
compañero  de  Cristóbal  Colón ,  sien- 
do sepultado  en  la  iglesia  del  Mo- 
nasterio (1). 


(1)  Ea  un  artículo  titulado  Los  Pinzones, 
firmado  por  D.  Adolfo  de  Castro,  que  apare- 
ció en  el  núnaero  7  de  la  revista  El  Centena- 
rio^ se  dice  lo  que  sigue:  «Dícese  que  Martín 
Alonso  Pinzón  no  salió  de  su  retiro  (una 
quinta  cercana)  hasta  que  el  Almirante  tomó 
la  vía  de  Sevilla   donde  recibió  las  órdenes  de 


POR   J.    M.    ASEN6I0  193 

Con  verdadero  interés  hemos  pro- 
curado en  diferentes  ocasiones  bus- 
car alguna  indicación  del  lugar  en 
que  recibiera  sepultura  el  ilustre 
marino.  No  la  hemos  encontrado  en 
parte  alguna.  El  pavimento  de  la 
iglesia  ha  sido  removido  en  varias 
ocasiones,  las  bóvedas  han  estado 


los  Reyes  para  trasladarse  á  Barcelona :  des- 
pués, agravada  su  dolencia,  pasó  al  monaste- 
rio de  la  Rábida,  donde  fué  inmediato  su 
tránsito  á  mejor  vida;  como  si  aquel  sagrado 
retiro  admitiese  á  moribundos,  y  á  moribun- 
dos con  riqueza  y  familia,  incongruencia  que 
no  pudo  observar  en  su  ofuscación  el  inven- 
tor de  este  hecho,  pero  que  no  debe  quedar 
velada  á  los  ojos  de  la  perspicacia  histórica 
ni  al  más  mediano  criterio». 

No  hemos  querido  refutar  en  el  texto  tan 
singular  perspicacia  histórica,  porque  ni  el 
argumento  en  que  se  basa  es  tal  argumento, 
sino  puerilidad ,  ni  el  hecho  ha  tenido  inventor, 
pues  resulta ,  como  han  podido  ver  los  lecto- 
res de  las  declaraciones  de  muchos  testigos 
presenciales,  que  desconocía  el  autor  del  ar- 
tículo. 

-  •  ^13  i 


194  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

abiertas  durante  mucho  tiempo ,  se- 
gún las  noticias  que  pudimos  adqui- 
rir con  harto  trabajo,  y  los  huesos 
que  se  sacaron  de  todas  ellas  se  lle- 
varon confundidos  á  una  fosa  co- 
mún debajo  del  coro. 

Pero  aún  sospechamos  que  esas 
noticias  no  se  refieren  al  tiempo  de 
que  nos  ocupamos.  En  todo  eso  se 
trata  de  enterramientos  más  recien- 
tes ;  probablemente  de  los  restos  de 
los  monjes  de  un  siglo  ó  poco  más 
á  esta  parte ,  sin  haberse  conserva- 
do memoria  de  traslaciones  más  an- 
tiguas ,  ni  de  las  sepulturas  que  pu- 
dieran existir  en  la  iglesia  perte- 
necientes á  los  siglos  XV  y  XVI.  Ante 
las  gradas  del  altar  mayor  hay  una 
bóveda  antigua,  que  debía  ser  la 
más  señalada;  hoy  la  cubre  una 
losa  con  el  epitafio  de  Diego  Prieto, 
el  que  era  alcalde  de  Palos  en  los 


POR   J.    M.    ASENSIO  l95 

días  de  Colón;  pei:o  á  nuestro  pare- 
cer esa  losa  ha  sido  trasladada  alli 
desde  otro  lugar,  cuando  se  hizo  la 
obra  que  costearon  los  señores  infan- 
tes duques  de  Montpensier  en  1856. 
Cubriría  anteriormente  otra  lauda 
aquella  bóveda  preferente,  y  en  ella 
sospechamos  que  debió  haberse  co- 
locado el  cadáver  de  Martin  Alonso 
Pinzón.,,^  pero  la  bóveda  está  aho- 
ra completamente  vacía. 

Ni  aun  siquiera  se  conserva  la 
piel  de  aquella  horrible  cuanto  in- 
ofensiva iguana  ó  lagarto  que  trajo 
salada  Martin  Alonso  Pinzón ,  se- 
gún atestigua  Francisco  Medel  (1), 


(1)  En  el  Diario  de  navegación.,  con  fecha 
lunes  21  de  Octubre  de  1492,  reñere  el  Almi- 
rante la  muerte  de  la  iguana  que  él  mató ;  y 
en  el  martes  siguiente,  dice:  «en  la  dicha  la- 
guna Martin  Alonso  Pinzón,  capitán  de  la 
Pinta  mató  otra  tal  sierpe  como  la  otra  de 
ayer,  de  siete  palmos». — Véase  también  el 


190  MARTÍN    ALONSO   PINZÓN 

j  que  muchos  años  después  de  la 
exclaustración  de  los  frailes  Fran- 
ciscanos en  1836,  se  encontraba  to- 
davía colgada  á  la  entrada  de  la 
iglesia,  como  vivo  recuerdo  de 
aquel  viaje. 

Como  faltan  indicaciones  contem- 
poráneas, y  además  del  largo  espa- 
cio de  cuatro  siglos  que  han  pasado 
desde  la  muerte  de  Martin  Alonso 
el  Monasterio  ha  experimentado 
tantas  alteraciones,  casi  perdemos 
la  esperanza  de  que  puedan  encon- 
trarse los  restos  del  ilustre  capitán 
de  la  Pinta  y  para  darles  sepultura 
digna  que  recordase  á  la  posteridad 
sus  o'randes  servicios.  Otro  monu- 

c 

mentó  á  su  nombre  puede  suplir  la 
falta  de  aquél. 


libro  titulado  Colón  y  la  Rábida ,  por  el  reve- 
rendo P.  Fr.  José  Coll,  Franciscano,  segunda 
edición,  pág.  312. 


POU.   .í.    M.    A8EN8TO  197 


IV 


Fueron  hijos  de  Martin  Alonso 
Pinzón  y  de  su  esposa  María  Alva- 
rez,  Arias  Pérez  Pinzón,  Juan  y 
Diego  Martín,  con  una  hermana 
enferma  de  gota  coral ,  y  otros  dos 
cuyos  nombres  no  constan.  Acerca 
de  ellos,  y  como  únicos  datos  cono- 
cidos, dice  el  docto  franciscano 
Fr.  José  Coll  en  su  citado  libro 
Colón  y  la  Rábida:  «Para  terminar, 
diremos,  que  por  lo  que  anterior- 
mente hemos  visto  que  atestigua 
Medel  respecto  á  que  Pinzón  tuvo 
dos  hijos  y  una  hija,  no  se  ha  de 
entender  que  no  hubiese  tenido  más 
prole ;  pues  consta  que  aquéllos  fue- 


198  MARTÍN    ALONSO  PINZÓN 

ron  cinco ,  si  no  seis ,  una  hembra  y 
los  demás  varones.  Padecía  aquélla 
el  mal  de  epilepsia ,  j  después  de  la 
muerte  de  su  padre  estuvo  por  al- 
gún tiempo  al  cuidado  de  su  her- 
mano maj'Or  Arias  Pérez  Pinzón; 
mas  como  su  enfermedad  era  suma- 
mente molesta,  este  último  solicitó 
de  los  Reyes  que  se  dividiera  la 
carga  entre  toda  la  familia,  resul- 
tando en  consecuencia  que  por  la 
Real  provisión  de  5  de  Diciembre 
del  año  1500,  la  cual  ha  publicado 
Navarrete ,  se  mandó  que  la  referi- 
da enferma  estuviese  alternativa- 
mente al  cuidado  de  cada  uno  de  sus 
hermanos,  como  así  parece  haberse 
religiosamente  ejecutado. » 

De  escasa  importancia  aquella 
provisión  en  cuanto  á  su  precepto, 
conserva  algún  interés  en  su  prin- 
cipio, por  la  noticia  oficial,  diga- 


POR    J.    M.    A8ENSI0  199 

moslo  así ,  que  contiene  de  la  fami- 
lia de  Pinzón,  Es  como  sigue: 
«Don  Fernando  y  Doña  Isabel  (1): 
»A  vos  el  Corregidor  é  Alcaldes 
Ȏ  otras  justicias  cualesquier  de  la 
» villa  de  Palos,  salud  ó  gracia:  Se- 
»pades,  que  Arias  Pinzón  fijo  de 
» Martin  Alonso  Pinzón  ,  vecino 
»desa  villa,  nos  fizo  relación  por  su 
^petición ,  diciendo  que  puede  auer 
»oclio  años,  poco  mas  ó  menos,  quel 
»diclio  su  padre  fálleselo  desta  pre- 
»sente  vida,  y  que  dejó  por  sus  hi- 
»jos,  legítimos  herederos,  á  él  é  á 
»otros  cuatro ,  entre  los  cuales  fué 
»una  hermana  enferma  de  gota  co- 
»ral,  é  que  ellos  ficieron  partición  é 
^división  de  los  bienes  e  herencia 
»del  dicho  su  padre,  é  fué  cada  uno 


(1)  Archivo  de  Simancas. —Estado.— Na- 
varrete.  Colección  de  viajes,  etc.,  tomo  III, 
documento  núm.  8.° 


200  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

>  entregado  en  la  parte  que  le  perte- 
>nescia,  é  que  asimismo  á  la  dicha 
»su  hermana  le  fué  dada  su  parte 
>igual;  é  diz  que  puede  aver  cinco 
»años ,  poco  más  ó  menos ,  quél  tie- 
>ne  en  su  poder  á  la  dicha  su  her- 
>mana  é  á  sus  bienes,  la  que  á  cabsa 
>de  la  dicha  su  enfermedad,  diz  que 
>le  da  muchapenaé  trabajo...»,  etc. 


V 


Mucho  más  importante  y  digna 
de  ser  conocida  de  todos ,  al  menos 
en  su  parte  esencial ,  es  otra  Real 
provisión,  expedida  por  los  reyes 
D.  Carlos  y  doña  Juana,  su  madre, 
con  fecha  23  de  Setiembre  de  1519, 
concediendo  el  uso  de  armas  á  los 


POR  J.    M.    A8ENSI0  201 

descendientes  de  muchos  de  los 
descubridores,  y  entre  ellos  á  los 
nietos  de  Martín  Alonso  Pinzón; 
porque  ya  se  ha  citado  varias  ve- 
ces á  diferentes  objetos ,  y  el  te- 
ner presente  su  texto,  nos  parece  el 
medio  más  fácil  y  sencillo  de  poner 
término  á  interpretaciones  arbi- 
trarias. 

«El  resplandor  con  que  brilla  en 
»España primero,  y  en  todo  el  mun- 
ido antiguo  después — decía  el  tan- 
»tas.  veces  citado  colombista  D.  Ce- 
»sáreo  Fernández  Duro  (1) — el  por- 
»tador  de  las  nuevas  indianas,  oscu- 
>rece  los  orígenes  de  la  luz ,  siguen 
»al  descuido  impremeditado,  injus- 
»ticia  irritante,  olvido  antipatrióti- 
»co  y  calumnia  atroz...  El  empera- 


(1)    Colón  y  Pinzófi. — Memorias  de  la  Real 
Academia  de  la  Historia,  tomoX,  pág.  237. 


202  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

»dor  Carlos  V  principió  su  obra  de 
» rehabilitación ,  mandando  que  los 
» descendientes  de  los  Pinzones^  por- 
»que  de  ellos  haya  perpetua  memo- 
»ria,  puedan  usar  en  sus  casas  j  re- 
»posteros ,  por  armas  conocidas, 
»tres  carabelas  al  natural  en  la 
»mar,»  etc 

«Algo  más  tarde — dice  el  mismo 
»escritor  en  otro  libro  (1) — otorgó 
»el  emperador  Garlos  V  á  los  Pin- 
y>zones  un  escudo  de  armas...  Algo 
»tarde ,  digo ,  porque  con  el  blasón 
»no  salieron  de  la  miseria  á  que  la 
»liberalidad  del  mayor  los  había 
»conducido.» 

La  Real  provisión  á  que  se  alude 
está  concebida  en  estos  términos: 


(1)  Pinzón  en  el  descubrimiento  de  ¿as  In- 
dias. —  Madrid »  Sucesores  de  Rivadeney- 
ra,  1892,  pág.  128. 


POR   J.    M.    ASEN8I0  203 

«Don  Carlos  y  por  la  gracia  de 
»Dios,  Rey  de  Romanos,  Bmpera- 
»dor  semper  Augusto;  Doña  Jita- 
>na^  su  madre,  é  el  mismo  Don 
»  Carlos  por  la  misma  gracia  Reyes 
»de  Castilla,  de  León,  etc. — Por 
» cuanto  por  parte  de  vos  Juan  Ro- 
»driguez  Mafra,  nuestro  piloto,  é 
»  Ginés  Murió ,  nuestro  capellán ,  é 
» Diego  Martin  Pinzón,  é  Alvaro 
» Alfonso  Nortes,  é  Juan  Pinzón  é 
» Alonso  González,  vecinos  y  natu- 
» rales  de  la  villa  de  Palos ,  nos  fué 
» fecha  relación  que  Martin  Alonso 
»  Pinzón  é  Vicente  Yañez  Pinzón ,  é 
» Andrés  González  Pinzón,  é  Diego 
» de  Lepe ,  é  Miguel  Alonso ,  capi- 
» tañes ,  vuestros  abuelos  é  padres  y 
»tíos  é  hermanos,  en  cierto  viaje, 
»j  ornada  é  armada  que  los  Reyes  Ca- 
» tólicos  de  gloriosa  memoria ,  nues- 
» tros  abuelos,  que  hayan  santa  glo- 


204  MARTÍN   ALÓN;  O  PINZÓN 

>  ria,  mandaron  inviar  á  cierto  des- 

>  cubrimiento  de  que  diz  que  fué  por 
» capitán  general  el  Almirante  Don 
»  Oristoval  Colon  en  descubrimien- 
»to  de  la  isla  Española  y  en  otras 
» islas;  j  después  en  otro  cier- 
»to  descubrimiento  que  fué  á  la 
»  costa  de  las  perlas ,  en  cierto  asien- 
>to  que  con  ellos  y  algunos  de  vos- 
» otros  fué  tasado  por  el  muy  revé- 

>  rendo  P.  in  Christo  Don  Juan 
»  Rodríguez  de  Fonseca ,  Arzobispo 
»  de  Rosano ,  obispo  de  Burgos ,  del 
»  nuestro  Consejo ,  por  mandado  de 
»los  dichos  Católicos  Reyes,  en 
>que  se  ofrecieron  de  armar  tres 
»  navios  á  su  costa  para  ir  á  cierto 
» descubrimiento  á  la  tierra  firme, 
»é  para  los  armar  vendieron  é  des- 
» pendieron  sus  haciendas  con  las 
»quales  diz  que  descubrieron  seis- 
»cientas  leguas  de  tierra  firme,  é 


POR   J.    M.   ASENSIO  205 


»  hallaron  el  gran  río  y  el  Brasil ,  y 
» rescataron  con  ciertos  indios  en  la 
»  dicha  tierra  firme  oro  y  perlas ;  y 
» somos  ciertos  y  certificados  que 
»  en  todas  estas  conquistas  fallescie- 
»  ron  y  fueron  muertos  en  nuestro 
» servicio  los  dichos  tres  capitanes 
>de  vuestro  linaje^  y  otros  mu- 
»chos  parientes,  algunos  de  ellos 
» de  flecha  con  yerbas  que  los  in- 
»dios  caribes  de  la  dicha  tierra  les 
» tiraban,  é  otros  en  seguimiento 
»  de  los  dichos  viajes...;  por  ende, 
»Nos  acatando  los  dichos  servicios, 
>é porque  de  los  dichos  vuestros 
y> parientes  y  de  vosotros  haya  per- 
^petua  memoria^  y  vosotros  y  vues- 
» tros  descendientes  seáis  más  hon- 
>rados;  por  la  presente  nos  hace- 
»mos  merced  y  queremos  que  po- 
>dais  tener  y  traer  por  vuestras 
»  armas  conocidas  tres  carabelas  al 


206  MARTÍN   ALONSO  PINZÓN 


»  natural  en  la  mar ,  é  de  cada  una 
»dellas  salga  una  mano  mostrando 
»la  primera  tierra  que  así  hallaron 
Ȏ  descubrieron,  en  un  modo  atal 
»como  éste: 

fAquí  estaba  el  dibujo  del  escudo.) 

»  j  como  tales  las  podáis  y  puedan 
» traer  en  vuestros  reposteros  y  ca 
»sas,  etc.» 

No  necesita  extensos  comentarios 
esta  Provisión,  porque  su  contexto 
es  bien  claro,  desde  el  punto  mismo 
en  que  comienza  manifestando,  á 
suplicación  de  quienes  se  daba,  los 
viajes  de  exploración  y  descubierta 
á  que  se  referia,  y  los  navegantes 
á  los  que  se  hacia  la  gracia  y  con- 
cesión de  armas,  para  que  los  di- 
chos vuestros  parientes  éde  vosotros 
haya  perpetua  memoria.  No  se  men- 
cionan, pues,  únicamente  los  des- 


POR   J.   M.    ASENSIO  207 

cendientes  de  Martin  Alonso.  Aun- 
que se  hace  referencia  al  primer 
viaje  del  Almirante  cuando  se  hizo 
el  descubrimiento  del  Nuevo  Mun- 
do, los  servicios  que  principalmen- 
te se  trataba  de  recompensar  eran 
los  prestados  después  en  otro  cierto 
descubrimiento  que  fué  á  las  costas 
de  las  perlas  en  cierto  asiento  que 
con  ellos  é  algunos  de  vosotros  fue 
tasado  por  el  Muy  Rdo,  Padre  in 
Christo  D.  Joan  Rodriguez  de  Fon- 
seca^  Arzobispo  de  Rosano.,,  en  que 
se  ofrecieron  de  armar  tres  navios 
á  su  costa,  j  hallaron  el  gran  río 
y  el  Brasil ;  es  decir,  que  se  galar- 
donaba á  los  que  habian  ido  en  las 
expediciones  de  Alonso  de  Ojeda, 
de  Vicente  Yañez  Pinzón  y  de  Die- 
go de  Lepe,  á  los  que  se  nombra 
señaladamente  y  con  mención  es- 
pecial. 


208  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 


Se  vé  también  desde  luego  que 
las  tres  carabelas  que  figuran  en  el 
escuvdo  de  armas  concedido ,  con 
una  mano  que  saliendo  de  cada  una 
de  ellas  mostrara  la  primera  tierra 
que  así  hallaron  y  descubrieron,  no 
eran  las  del  primer  viaje  en  que 
fué  Colón  el  jefe,  sino  las  que  ar- 
maron los  otros  dichos  navegantes, 
para  lo  cual  vendieron  é  dispen- 
dieron  sus  haciendas,  y  con  las  que 
descubrieron  seiscientas  leguas  de 
tierra  firme ,  el  gran  río  y  el 
Brasil. 

Muchos  de  aquellos  marinos  ha- 
bían perecido  en  los  viajes,  algunos 
muertos  con  flecha  de  yerba,  sin 
señalar  cuáles  fueron.  Posible  es 
que  se  aluda  á  Vicente  Yáñez  Pin- 
zón, cuya  muerte  se  ignora  dónde 
aconteció,  y  á  Alonso  de  Ojeday 
Diego  de  Lepe,  á  menos  que  se  re- 


POR   J.    M.    A8ENSI0  209 

cuerde  el  trágico  fin  de  Juan  de  la 
Cosa,  que  murió  heroicamente,  en 
1509,  herido  de  flechas  con  yerba. 
Es  lo  cierto  que  se  concede  igual 
escudo  de  armas  á  Juan  Rodríguez 
Mafra,  al  capellán  Ginés  Murió,  á 
Diego  y  Juan  Pinzón,  y  á  Alvaro 
Alfonso  de  Nortes  y  á  Alonso  Gon- 
zález, descendientes  de  los  marinos 
que  habían  perecido  en  aquellos 
viajes. 


VI 


Del  extracto  que  llevamos  he- 
cho ,  se  desprende  con  sobrada  cla- 
ridad que  no  en  todos  los  extremos 
se  puede  obtener  resultado  igual- 
mente satisfactorio,  porque  varían 
las  condiciones  según  los  intereses 

14 


210  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

que  se  agitaban.  Ofrece  verdadera 
dificultad  la  investigación  de  los 
acontecimientos  de  la  vida  de  Mar- 
Un  Alonso  Pinzón^  anteriores  al 
momento  histórico  en  que  Cristóbal 
Colón  se  presentó  en  la  iglesia  de 
San  Jorge  de  la  villa  de  Palos, 
acompañado  de  Fr.  Juan  Pérez  y 
del  escribano  Francisco  Fernández, 
para  leer  las  capitulaciones  firma- 
das por  los  Reyes  Católicos  en  Gra- 
nada, y  las  órdenes  expedidas  para 
su  cumplimiento,  que  tantas  difi- 
cultades presentaron  para  su  eje- 
cución. 

Donde  en  mayor  número  se  en- 
cuentran referidos  por  incidencia 
aquellos  hechos,  según  se  ha  podi- 
do observar,  es  en  las  declaracio- 
nes de  los  testigos  que  fueron  exa- 
minados en  las  diferentes  Proban- 
zas que  se  practicaron  en  el  pleito. 


POR  J.   M.   ASEN8I0  211 

tantas  veces  referido ,  que  se  siguió 
entre  el  fiscal  del  Rey  y  los  Almi- 
rantes D.  Diego  y  D.  Luis  Colón, 
desde  el  año  1508  al  1536,  en  dis- 
tintos puntos  de  España  y  en  la  isla 
de  Santo  Domingo.  Pero  en  las  de- 
claraciones de  esos  testigos  hay 
parcialidad  evidente  en  la  mayor 
parte  de  los  hechos  que  refieren ,  y 
falsedad  notoria  en  algunos,  por 
causas  muy  fáciles  de  conocer  á  su 
simple  lectura;  aunque  eliminando 
la  parte  que  tales  caracteres  osten- 
ta en  ellas ,  queda  otra  muy  apre- 
ciable  y  con  la  que  se  puede  formar 
historia. 

Todos  convienen  en  que  Martín 
Alonso  PinzÓ7i  y  sus  hermanos ,  se 
dedicaron  desde  sus  primeros  años 
al  ejercicio  del  mar,  siendo  dueños 
de  ciertos  buques,  y  haciendo  co- 
mercio en  ellos  por  su  cuenta,  y 


212  MARTÍN    ALONSO   PINZÓN 

que  aquel  hermano  mayor  estaba 
adornado  de  singulares  prendas 
personales  de  arrojo  é  intrepidez, 
así  como  de  gran  pericia  náutica 
adquirida  en  larga  experiencia  y  en 
constantes  viajes ,  por  lo  que  goza- 
ba gran  consideración  y  crédito  en 
todo  el  país  circunvecino. 

De  su  carácter  y  condiciones  se 
forma  conocimiento  exacto  por  lo 
que  manifiestan  sus  amigos  y  pa- 
rientes, así  como  del  verdadero 
aprecio  en  que  todos  le  tuvieron, 
muy  á  las  claras  demostrado  por 
los  muchos  testigos  que  dicen  se 
decidieron  á  embarcarse  para  el 
viaje  de  descubrimiento  porque  vie- 
ron que  en  él  iba  Pinzón  y  sus  her- 
manos. En  cuanto  á  otros  hechos  de 
los  que  refieren ,  es  necesario  pro- 
ceder con  verdadera  cautela  antes 
de  aceptarlos  y  someterlos  á  déte- 


POR   J.    M.    ASENSIO  213 

nido  examen;  que  bien  fácilmente 
se  ve  en  muchos  de  ellos  el  intento 
de  contribuir  á  los  fines  que  el  fis- 
cal se  proponía ,  dando  por  cierto  lo 
que  era  notoriamente  falso ;  y  á  ve- 
ces basta  la  atenta  lectura  de  lo  que 
declaran  para  darles  el  lugar  que 
merecen. 

Pero  como  resultado  de  todas 
ellas ,  y  resumen  de  cuanto  más  ex- 
tensamente queda  expuesto ,  la  figu- 
ra de  Martin  Alo7tso  Pinzón  se  di- 
buja claramente  con  líneas  y  carác- 
ter bastante  salientes  para  justificar 
el  interés  que  despierta ;  destaca  al 
lado  mismo  de  la  del  primer  Almi- 
rante ,  y  brilla  con  luz  propia ,  sin 
tener  necesidad  de  que  se  le  presten 
falsas  galas  ni  colores  exagerados. 

Su  influencia  fué  grandísima  en 
la  empresa;  sus  servicios  en  alto 
grado  importantes.  Sin  el  concurso 


214  MARTÍN  ALONSO  PINZÓN 

de  los  hermanos  Pinzón,  tal  vez  no 
se  hubiera  podido  realizar  el  via- 
je^ ó  de  haberse  emprendido  lo  hu- 
biera sido  en  condiciones  tales,  que 
no  hubiera  producido  resultado. 
Martin  Alonso  y  sus  hermanos  fue- 
ron el  complemento  necesario  é  in- 
dispensable de  la  obra.  Colón  habia 
tenido  el  pensamiento...  Sin  la  con- 
currencia providencial  de  Pinzón, 
es  casi  seguro  que  no  hubiera  pa- 
sado del  terreno  de  las  teorías,  más 
ó  menos  atrevidas  y  grandiosas ,  sin 
llegar  jamás  á  la  práctica.  Esta  es 
la  más  exacta  apreciación  que  en- 
contramos puede  hacerse  del  papel 
que  los  expertos  marinos  de  Palos 
representaron  en  aquel  gran  acon- 
tecimiento, de  su  influencia  en  el 
primer  viaje  á  las  Indias  occiden- 
tales. 

A  Cristóbal  Colón  toda  la  gloria 


POR  J.   M.    ASENSIO  215 

del  pensamiento ,  de  la  concepción 
extraordinaria,  su  estudio,  su  de- 
mostración ;  para  él  los  inmarcesi- 
bles laureles  merecidos  por  la  cons- 
tancia para  llegar  al  objeto,  por  la 
fe  con  que  sostuvo  sus  convicciones 
á  través  de  las  mayores  contrarie- 
dades, de  todo  género  de  oposicio- 
nes y  desprecios.  A  su  lado  debe 
figurar  Martin  Alonso  Pinzón  y 
sus  hermanos ,  desde  el  momento  en 
que  tropiezan  con  las  mayores  difi- 
cultades para  la  ejecución  del  pro- 
yecto. Y  no  nos  cansamos  de  repe- 
tirlo ;  sin  su  concurso ,  sin  su  pres- 
tigio y  su  valor  tal  vez  hubieran 
quedado  reducidas  á  letra  muerta 
las  capitulaciones  concertadas  en  la 
vega  de  Granada  entre  los  Reyes 
Católicos  y  el  navegante  geno  vés, 
ó  hubiera  tenido  el  viaje  un  funesto 
desenlace. 


216    MAETÍN  ALONSO  PINZÓN 

Pero  después  de  tan  expücito  re- 
conocimiento del  inmenso  servicio 
prestado  por  los  Pinzones  en  aque- 
llos momentos  supremos,  puede  y 
debe  en  la  historia  hacerse  impar- 
cialmente  el  juicio  de  Martin  Alon- 
so Pinzón ,  presentándole  de  cuer- 
po entero ,  si  así  puede  decirse ,  con 
todas  sus  grandes  cualidades  y  sus 
pequeños  defectos ;  que  en  nada 
oscurecerán  éstos  el  verdadero  mé- 
rito de  aquéllas. 


VII 


No  se  rebajará  el  prestigio  del 
gran  marino  español  porque  se  exa- 
mine su  vida  bajo  todos  aspectos, 
porque  se  conozcan  perfectamente 
todas  sus  acciones ;  no  perderá  por 


POR  J.    M.   ASENSIO  217 

ello  su  nombre  el  esclarecido  lugar 
que  de  derecho  le  corresponde ;  y 
esta  conclusión  nos  parece  resulta 
bien  patente  del  estudio  que  acaba- 
mos de  hacer.  En  aquel  gran  mo- 
mento de  la  historia  todos  tuvieron 
decisiva  influencia,  y  gloria  hay 
para  todos,  igualmente  merecida. 
Si  Cristóbal  Colón  fué  la  cabeza, 
Martin  Alonso  Pinzón  fué  el  brazo; 
al  primero  corresponde  la  inciativa, 
al  segundo  parte  principalísima  en 
la  ejecución. 

Nuestro  juicio  está  consignado 
hace  mucho  tiempo,  y  cuanto  de 
entonces  hasta  ahora  se  ha  escrito 
no  ha  hecho  más  que  confirmar  la 
justicia  de  la  apreciación.  No  en- 
contramos razón  para  variar.  «La 
» actividad  inteligente  de  Pinzón^ 
>su  energía  proverbial,  su  pericia, 
»la  influencia  de  que  gozaba,  elpres- 


218  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

»tigio  de  su  nombre  en  la  comar- 
»ca,  señaladamente  entre  los  hom- 
»bres  de  mar,  fueron  gran  parte  á 
»que  desaparecieran  todos  los  in- 
»convenientes  que  rodearon  en  el 
»principio  la  realización  del  viaje. 

>  Cristóbal  Colón  ^  doña  Isabel  la 
»  Católica  j  Martin  Alonso  Pinzón 
»son  los  astros  de  primera  magni- 
»tud  en  aquella  época  de  los  descu- 
>brimientos;  todos  los  demás  se 
> agitan  á  su  alrededor  como  estre- 
>llas  menores ,  que  solamente  lucen 
ȇ  intervalos  cuando  se  ocultan  los 
»grandes  luminares  de  la  ciencia, 
>de  la  fe  y  del  entusiasmo. 

» Colón  concibió  el  atrevido  pro- 
»yecto ;  lo  maduró  con  el  estudio, 
»lo  adelantó  con  la  experiencia ;  sin 
»la  fe  de  la  reina  de  Castilla,  sin  el 
^entusiasmo  y  abnegación  del  ma- 


POR  J.   M.    A8ENSI0  219 

»rino  experimentado  de  Palos,  nun- 
»ca  hubiera  realizado  aquél  su  por- 
»tentoso  descubrimiento,  nunca  hu- 
»biera  emprendido  el  peligroso 
»viaje  hacia  lo  desconocido.  ¡  Lásti- 
»ma  que  nuestro  compatriota  des- 
» apareciera  tan  pronto  de  aquella 
^gloriosa  escena,  donde  tan  princi- 
»pal  papel  representaba!  ¿Cuántos 
^hubieran  sido  sus  triunfos  y  cuál 
»sería  hoy  su  renombre  si  el  cielo 
>le  hubiera  concedido  más  largos 
»años  de  vida?» 

Juzgamos  hoy,  como  entonces, 
que  no  puede  hacerse  más  cumpli- 
do elogio  de  Martin  Alonso  Pin- 
zón, 

Coloqúese  en  buen  hora  su  nom- 
bre con  los  de  sus  hermanos  y  com- 
pañeros en  muy  alto  pedestal ,  que 
hartos  merecimientos  tienen  para 
ello;  pero  no  se  ponga  en  olvido, 


220  MARTÍN  ALONSO   PINZÓN 

como  dice  un  escritor  contemporá- 
neo ,  que  sin  Colón  no  hubiera  ha- 
bido Pinzones,  ni  Marchenas,  ni 
Quintanillas ,  ni  Cosa,  ni  aun  una 
Isabel  I  que  hubiera  emprendido 
tan  altos  hechos.  Al  genio  de  Colón 
se  debe  la  fama ,  la  eterna  aureola 
que  sobre  todos  brilla  como  descu- 
bridores de  un  Nuevo  Mundo. 


LA  LEYENDA  COLOMBINA 


í! 


LA  LEYENDA  COLOMBINA 


Historia  antigua. — Leyenda  moderna 

Casi  todos  los  hombres  céle- 
bres y  la  mayor  parte  de  los 
sucesos  extraordinarios  tie- 
nen su  leyenda  en  la  imaginación 
de  los  pueblos.  Fórmase  ésta  de  pe- 
queñas circunstancias ,  de  minucio- 
sos detalles,  de  accidentes  que  la 
historia  no  consigna  y  la  tradición 
oral  ó  escrita  recoge ;  que  reunién- 
dose y  creciendo  llegan  á  ser  com- 
plemento indispensable  de  las  vidas 
de  los  santos  y  de  los  héroes;  luz 


224  MARTÍN    ALONSO   PINZÓN 

difusa,  á  través  de  la  cual,  como 
por  medio  de  una  niebla  mágica, 
alcanza  á  ver  la  inteligencia  popu- 
lar los  acontecimientos  de  la  histo- 
ria ,  que  no  pueden  llegar  á  su  co- 
nocimiento por  la  lectura  de  las 
crónicas  ni  de  las  escrituras ,  y  los 
aprende  como  mitos,  como  tipos 
embellecidos  á  veces,  á  veces  ilumi- 
nados, y  oscurecidos  también  en 
otras,  con  fábulas  más  ó  menos  cer- 
canas á  la  verdad ,  pero  siempre  en 
carácter,  contribuyendo  de  conti- 
nuo á  la  pintura  perfecta  de  la  épo- 
ca, del  suceso  ó  del  personaje.  De 
las  tradiciones  se  forma  la  leyenda, 
que  es  vestidura  pintoresca  con  que 
la  imaginación  reviste  á  sus  héroes 
para  completar  sus  caracteres ,  los 
acontecimientos  para  describirlos 
más  gráficamente. 

Esta  es  verdad  sabida  de  todos. 


POR   J.    M.    ASENSIO  '225 

así  como  todos  saben  que  la  leyenda 
comienza  donde  la  historia  conclu- 
ye; siempre,  cuando  ya  ha  pasado 
largo  tiempo  del  suceso  á  que  se  re- 
fiere, cuando  la  crónica  se  ha  escrito 
y  la  tradición  trae  al  recuerdo  lo 
que  aquélla  no  aprovecha  ni  per- 
mite en  su  narración  severa,  pro- 
funda, concienzuda  y  justificada. 

Por  eso  causa  tanta  extrañeza 
como  admiración  el  ver  que  hoy  se 
intenta  llamar  Leyenda  Colombina 
á  los  sucesos  de  la  vida  del  descu- 
bridor del  Nuevo  Mundo,  que  con- 
signaron en  sus  libros  y  en  sus  car- 
tas los  historiadores  de  aquel  gran 
acontecimiento,  los  escritores  que 
conocieron  y  trataron  á  cuantos 
personajes  habían  intervenido  en 
los  hechos  que  refieren  y  aun  ha- 
bían tomado  parte  en  muchos  de 
ellos.  Los  actos  de  la  existencia  de 

15 


2 -,^6  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

Cristóbal  Colón  que  relata  su  hijo 
D.  Fernando,  los  que  escribieron 
Gonzalo  Fernández  de  Oviedo,  Pe- 
dro Mártir  de  Anglería,  el  obispo  de 
Chiapa  Fray  Bartolomé  de  las  Ca- 
sas, el  cronista  Antonio  de  Herrera 
y  otros  muchos  que  dejaron  escrito 
lo  que  ante  sus  ojos  pasaba ,  en  car- 
tas y  Memorias  que  á  veces  no  se 
destinaban  á  ver  la  luz  pública ,  no 
pueden  ser  llamados  leyenda,  sino 
historia  verídica  y  fiel;  la  única  his- 
toria que  puede  satisfacer  á  la  pos- 
teridad y  servir  de  base  á  los  estu- 
dios del  hombre  de  ciencia;  que  una 
de  las  condiciones,  la  principal  de 
todas,  las  que  dan  valor  al  testimo- 
nio del  cronista  ante  la  crítica  cien- 
tífica, es  haber  presenciado  los  su- 
cesos, ser  contemporáneo  de  ellos, 
haber  conocido  á  los  que  los  lleva- 
ron á  cabo. 


rOR  J.   M.    A8ENSI0  227 


D.  Fernando  Colón  era  hijo  del 
inmortal  navegante,  y  heredó  su 
genio;  le  acompañó  muchos  años 
en  España  y  corrió  á  su  lado  todos 
los  azares  del  cuarto  y  último  via- 
je ,  sin  separarse  de  él  hasta  que  ex- 
haló el  postrer  aliento.  Fray  Bar- 
tolomé de  las  Casas  conoció  y  trató 
á  Cristóbal  Colón ^  á  sus  hijos  y 
hermanos ,  y  á  gran  parte  de  los 
marineros ,  pilotos  y  soldados  que 
tomaron  parte  en  sus  expediciones; 
y  poseyó  además  los  papeles,  mapas 
y  cartas  originales  de  toda  su  fami- 
lia. Pedro  Mártir  de  Anglería, 
maestro  del  Príncipe,  estaba  al  lado 
de  los  Reyes  cuando  Colón  hablaba 
con  ellos  en  la  Vega  de  Granada, 
antes  de  firmarse  los  conciertos.  En 
Barcelona  se  encontraba  Gonzalo 
Fernández  de  Oviedo ,  paje  del  mis- 
mo príncipe  D.  Juan,   cuando  los 


228  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

Reyes  Católicos  le  recibieron  en  pú- 
blico á  la  vuelta  del  primer  viaje... 
¿Pueden  llamarse  leyenda  los  he- 
chos que  estos  testigos  presenciaron 
y  escribieron  en  sus  obras?  Amigo 
de  Cristóbal  Colón  era  el  obispo  de 
Chiapa ,  mas  nadie  ha  dudado  hasta 
hoy  de  la  sinceridad  de  su  carácter, 
más  bien  inclinado  á  acriminar  que 
á  favorecer  á  los  descubridores ,  ni 
de  su  veracidad  como  historiador. 
No  era  afecto  al  Almirante  Gonzalo 
Fernández  de  Oviedo,  ni  creia jus- 
tas sus  pretensiones ;  pero  su  dicho 
es  por  eso  más  digno  de  crédito.  Lo 
que  tales  historiadores  consignaron 
son  verdades  para  cuantos  estudian 
sin  prevención  el  descubrimiento 
del  Nuevo  Mundo. 

Sin  embargo ,  un  doctísimo  escri- 
tor pone  en  duda  muchos  de  los  su- 
cesos referidos  por  esos  cronistas 


POR  J.    M.    A8EN6IO  229 

contemporáneos,  y  los  califica  de 
imaginarios  (1).  «La  leyenda — dice 
> — es  á  la  historia  como  el  retoque 
»á  la  fotografía.  Borrando  pecas, 
»  suavizando  líneas ,  corrigiendo  en 
»el  claro -oscuro  descuidos  de  la  na- 
»turalezay  deterioros  del  tiempo, 
»la  mano  ejercitada  metamorfosea 
» sobre  el  papel  en  faz  hermosa  ó 
»  noble  cualquier  vulgar  figura,  con 
»no  más  embarazo  que  pone,  tro- 
» cando  por  el  pincel  la  pluma ,  en 
»boca  de  un  pastor  discursos  cicero- 
»nianos...  En  tal  caso  se  encuentra 
»la  imagen  del  primer  almirante 
>de  las  Indias.» 

¡  Válganos  el  cielo !  ¡  Si  justamen- 
te con  el  retrato  moral  y  con  los 


(1)  Amigos  y  enemigos  de  Colón ,  confe- 
rencia leída  en  el  Ateneo  de  Madrid  por  Don 
Cesáreo  Fernández  Duro  en  14  de  Enero  do 
1892. 


230     MARTÍN  ALONSO  PINZÓN 

sucesos  de  la  vida  de  Cristóbal  Co- 
lón sucede  todo  lo  contrario!  De- 
jaron fotografiada  su  figura,  tanto 
en  lo  físico  como  en  lo  moral ,  los 
cronistas  que  le  conocieron ;  y  los 
modernos  pensadores,  los  críticos 
de  nuestros  días  son  los  que  preten- 
den retocarla  al  cabo  de  cuatro- 
cientos años ,  borrando  las  más  her- 
mosas de  sus  líneas  características, 
introduciendo  la  duda  en  hechos 
importantísimos.  Y  al  mismo  tiem- 
po se  deleitan  en  corregir  en  el  cla- 
ro-oscuro descuidos  de  la  naturale- 
za y  deterioros  del  tiempo^  borrando 
las  pecas  (¡pero  qué  pecas!)  que 
sacaron  en  las  fotografías  de  Ovie- 
do y  de  Fr.  Bartolomé  de  Las  Ca- 
sas un  Fonseca  y  un  Ovando,  Ji- 
meno  de  Briviesca  y  Bobadilla. 

En  vida  de  los  hombres  ilustres, 
mientras  dura  su  peregrinación  en- 


POR  J.    M.    A??ENSIO  231 

tre  nosotros  y  pueden  contemplar- 
se sus  acciones ,  se  escriben ,  como 
deciamos ,  las  crónicas  de  los  gran- 
des hechos  en  que  toman  parte ;  la 
leyenda  nace  tiempos  adelante, 
cuando  sus  imágenes  se  van  con- 
fundiendo, cuando  la  distancia  les 
presta  el  tinte  majestuoso  y  vago  de 
la  lejanía.  Lo  que  de  antiguo  con- 
servamos es  la  historia  de  Cristóbal 
Colón;  la  que  hoy  se  nos  quiere  for- 
jar es  la  leyenda,  muy  alejada, 
por  cierto,  de  la  verdad.  Se  aspira 
con  el  lujo  de  las  frases  á  invertir 
los  términos. 

Y  la  demostración  es  harto  fácil. 
Tomaremos  al  acaso  algunos  suce- 
sos de  esos  que  los  imparciales  es- 
critores de  nuestros  días  ponen  en 
tela  de  juicio  para  fundamento  de 
sus  opiniones. 


232  MARTÍN   ALONSO  PINZÓN 

II 

El  recibimiento  en  Barcelona. 


Después  de  examinar  las  mani- 
festaciones de  los  contemporáneos 
del  Almirante  relativas  á  la  entra- 
da del  mismo  en  Barcelona  al  re- 
greso de  su  primer  viaje,  y  recibi- 
miento que  le  hicieron  los  Reyes 
Católicos,  y  de  aducir  los  reparos  y 
escrúpulos  que  se  ofrecen  sobre  ellos 
á  algunos  críticos  modernos,  y  es- 
pecialmente á  M.  Aarón  Goodrich, 
dice  el  tantas  veces  citado  colombis- 
ta  D.  Cesáreo  Fernández  Duro  (1). 


(1)    N'ebulosa  de  Colón,  Madrid,  1890;  pági- 
na 77. 


POR   J.    M.   ASEN8I0  233 

«Con  estos  datos,  visto  que  ni  el 
^Dietario  municipal,  ni  otros  que 
»existen  en  Barcelona  lo  consig- 
»nan,  es  de  creer  que  los  Concelle- 
»res  no  sacaron  á  la  calle  para  re- 
»cibir  á  Colón  las  gramallas  ni  las 
»banderas;  que  no  se  le  hizo  demos- 
>cwn  pública^  y  que  hasta  tanto 
»que  los  Reyes  no  escucharon  la 
»relación  del  descubrimiento  no  le 
» dispensaron  las  honras  prematu- 
>ramente  adjudicadas  ^or  los  escri- 
>tores  de  ahora, » 

Lo  que  no  se  encuentra  de  modo 
alguno  es  la  razón  para  querer  des- 
mentir un  hecho  que  viene  consig- 
nado en  la  historia  de  antes,  y  los 
escritores  de  ahora  ponen  en  duda, 
queriendo  borrar  con  el  silencio  de 
un  cronista  lo  que  otros  muchos 
aseguran  paladinamente. 

Los  documentos  eooistentes  no  apo- 


234  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

yan  la  creencia  de  la  entrada  solem- 
ne de  Colón  en  Barcelona^  dice  el 
Sr.  Fernández  Duro.  Veámoslo. 

En  la  Historia  de  las  Indias  de 
Fr.  Bartolomé  de  las  Casas,  que 
copia  el  escritor  citado,  asienta  el 
autor  que  los  Reyes  Católicos,  sa- 
bida la  llegada  de  Colón ^  «mandá- 
»ronle  hacer  solemne  recibimiento 
»para  lo  cual  salió  toda  la  gente  y 
»toda  la  ciudad  que  no  cabían  por 
»las  calles,  admirados  de  queaque- 
»lla  veneranda  persona  fuera  la  que 
»había  descubierto  otro  mundo». 

Esto  no  se  inventa.  Cierto  que 
el  P.  Las  Casas,  estudiante  á  la  sa- 
zón en  Sevilla,  no  se  encontraba  en- 
tonces en  Barcelona  cuando  llegó  á 
la  ciudad  Cristóbal  Colón;  pero  á  los 
dos  meses  del  suceso  le  volvió  á 
ver  en  la  primera  de  aquellas  ciu- 
dades, y  escuchó  las  relaciones  he- 


POK  J.    M.   ASENSÍO  235 

chas  por  todos  los  que  le  acompa- 
ñaron j  estuvieron  en  el  recibi- 
miento, pues  estuvo  constantemente 
entre  ellos  al  lado  de  su  padre,  en 
tanto  que  éste  hacia  los  preparati- 
vos para  embarcarse  en  la  segunda 
expedición.  No  es,  pues,  sospechoso 
ni  recusable  el  testimonio  del  cele- 
brado historiador,  y  menos  en  pun- 
to tan  secundario;,  donde  ningún 
interés  pudo  moverle. 

Digno  de  igual  consideración  y 
crédito  es  Gonzalo  Fernández  de 
Oviedo ,  que  presenció  el  suceso ,  y 
aunque  no  se  extiende  en  descrip- 
ciones ,  tal  vez  por  la  índole  de  la 
Historia  general  y  natural  que  es- 
cribia,  dice  lo  bastante  para  ver 
confirmado  el  relato  del  P.  Las  Ca- 
sas. «Llegó  Colón  á  Barcelona  — 
»escribe  —  é  llegó  á  la  Corte  ^  en  lo 
>qual  yo  hablo  como  testigo  de  vis- 


236  MARTÍN   ALONSO  PINZÓN 


>ta,..  Fué  muy  graciosa  é  benigna- 
» mente  recebido  del  Rey  é  de  la 
»R;eina,  é  después  que  ovo  dada 
»muy  larga  é  particular  relación  de 
»todo  lo  que  en  su  viaje  é  descobri- 
»miento  habia  pasado,  le  fizieron 
»muchas  mercedes  é  le  comenzaron 
»á  tratar  como  hombre  generoso  é 
»de  Estado.» 

La  noticia  del  descubrimiento  y 
muchos  pormenores  del  viaje  eran 
conocidos  por  los  Reyes  Católicos 
desde  más  de  un  mes  antes  de  la 
llegada  del  Almirante  á  Barcelona, 
por  la  carta  que  éste  les  dirigiera 
desde  Lisboa  en  el  día  mismo  de  su 
arribada  á  la  embocadura  del  Tajo 
(4  de  Marzo  de  1493) ,  y  por  las  que 
debieron  llegar  de  Palos,  y  más  aún 
desde  Sevilla  al  regresar  el  correo 
que  allá  mandaron  los  Reyes.  Pre- 
parados, pues,  debían  estar  para  el 


POR  J.    M.    A8ENSI0  237 

recibimiento ,  y  ciertamente  estaba 
todo  dispuesto ,  como  dice  Las  Ca- 
sas, para  darle  el  carácter  y  solem- 
nidad que  merecía. 

Más  explícito  aún  que  los  ante- 
riores ,  el  cronista  Antonio  de  He- 
rrera ,  que  escribió  su  Historia  por 
orden  del  Rey,  con  vista  de  cuan- 
tos documentos  se  guardaban  en- 
tonces en  los  archivos  públicos,  con- 
signa pormenores  y  detalles  que  no 
es  posible  sostener,  ni  aun  sospe- 
char, que  fueran  invención,  ni  aje- 
nos á  la  verdad  del  suceso ;  y  mu- 
cho menos  cuando  concuerdan  en 
lo  esencial  con  lo  dicho  por  otros 
historiadores ,  cuyas  obras  no  pudo 
conocer  Herrera. 

«Llegado  el  Almirante  á  Barce- 
»lona — dice  (1) — mediado  el  mes  de 


(1)    Historia  general  de  los  hechos  de  los  cas- 


238  MARTÍN  ALONSO   PINZÓN 

>  Abril ,  mandósele  hacer  un  solem- 
»ne  recibimiento,  al  que  salió  la 
» Corte  y  la  ciudad  con  tanta  gente 
»que  no  cabian  por  las  calles...  Y 
»para  más  honrar  al  Almirante, 
^mandaron  los  Reyes  poner  enpú- 
Mico  su  estrado  y  solio  Real  adon- 
»de  estaban  sentados,  y  con  ellos  el 
»principe  D.  Juan. » 

¿Puede  todo  esto  ser  falso?  No 
hay  un  dato  histórico  siquiera  que 
contradiga  la  relación  hecha  por 
Fr.  Bartolomé  de  las  Casas,  apren- 
dida de  las  personas  mismas  que 
acompañaban  al  Almirante  y  de 
testigos  presenciales  de  la  entrada, 
y  por  Antonio  de  Herrera,  con  vista 
de  los  documentos  oñciales.  Alegar, 
para  quitar  fuerza  á  estas  crónicas. 


tellanos  en  las  islas  y  tierra  firme,  etc.— Ma- 
drid, Juan  Flamenco,  1601.— Década  I,  lib.  II, 
cap.  3.° 


POR   J.    M.    ASEN8I0  239 

el  silencio  del  cura  de  los  Palacios, 
que  escribió  su  historia  en  una  al- 
dea cerca  de  Sevilla,  y  no  trató  á 
Colón  hasta  cuatro  años  después, 
cuando  regresaba  del  segundo  viaje, 
no  es  argumentó  serio  ni  que  pueda 
convencer;  pues  ni  esa  omisión,  ni 
la  de  que  en  algún  otro  historiador 
y  en  los  Dietarios  que  se  conservan 
en  la  ciudad  de  los  Condes  no  se 
encuentre  mención  del  suceso ,  son 
razones  para  acusar  de  falsedad  alo 
escrito,  ni  el  silencio  de  unos  ha 
sido  nunca  argumento  para  borrar 
lo  que  otros  consignaron ,  ni  menos 
para  que  se  ponga  en  duda  la  vera- 
cidad de  autores  que  son  la  base  de 
la  historia  del  descubrimiento ,  y  de 
las  vidas  de  los  que  en  él  intervi- 
nieron, como  sucede  con  Las  Casas, 
Oviedo  y  Herrera. 

Que  se  hizo  á  Cristóbal  Colón  de- 


240  MARTÍN   AL0N80   PINZÓN 

7nostracwn  pública  á  su  llegada  á 
Barcelona,  es  un  hecho  consignado 
terminantemente  por  los  contempo- 
ráneos; y  no  pudiendo  dejar  de  ad- 
mitirlo como  verdadero,  tampoco 
puede  rechazarse  la  descripción  del 
acto  que  por  los  mismos  se  hace. 

Pero  queremos  robustecer  el  ar- 
gumento. Además  de  los  citados, 
hay  otro  libro  coetáneo  que  asienta 
como  cosa  corriente  y  sabida  el  he- 
cho de  la  recepción  pública;  y  aun- 
que luego  haremos  de  él  más  dete- 
nida cita  á  otro  propósito  mucho 
más  importante ,  no  podemos  dejar 
de  recordarlo  ahora  con  el  objeto 
indicado ,  como  dato  para  confirmar 
lo  escrito  por  el  P.  Las  Casas  y  por 
el  cronista  Herrera. 

La  edición  que  tenemos  á  la  vista 
del  curioso  libro  titulado  Paesi 
mcovamente  rettrovati^  fué  estampa- 


POR   J.   M.    A8ENSI0  241 

da  en  Milán  por  J.  A.  Szinzenler 
en  el  año  1512  (1),  aunque  existen 
varias  ediciones  anteriores  desde  la 
primera  de  1507  de  Vicenza,  y  en 
ese  libro  cuya  importancia  han  re- 
conocido muchos  americanistas  y 
especialmente  el  célebre  Alejandro 
Humboldt  (2),  la  relación  de  los  pri- 
meros yiajes  de  Colón  no  aparece 


(1)  Biblioteca  Provincial  y  Universitaria 
de  Sevilla,  83,  Ih. 

(2)  «El  verdadero  compilador  de  esta  cu- 
»riosa  é  importante  recopilación  de  Vicenza, 
»no  es,  como  ha  venido  creyéndose  mucho 
»tiempo,  ni  Montalboddo  Fracanzano,  de  Vi- 
»cenza,  ni  Francazio  de  Montalboddo,  es  de- 
»cir,  natural  de  Mont-Alboddo ,  en  la  Marca 
»de  Ancona  y  profesor  de  buenas  letras  en 
» Vicenza,  sino,  según  la  ingeniosa  observa- 
»ción  del  conde  Baldelli,  Alejandro  Zorzi, 
»hábil  cosmógrafo  y  dibujante  de  mapas  en 
»Venecia.»  (Examen  critique  de  la  geographie 
et  Vhistoire  du  Nouveau  Continent,  tomo  iv, 
pág.  80.) 

16 


242  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

copiada ,  como  en  otros ,  de  las  car- 
tas mismas  del  navegante ,  sino  más 
bien  de  las  relaciones  ó  notas  de 
algunos  de  sus  compañeros;  porque 
es  circunstancia  muy  digna  de  aten- 
ción que  la  obra  se  escribió  cuando 
el  Almirante  se  encontraba  en  Gra- 
nada á  la  vuelta  de  su  tercer  viaje, 
y  por  persona  que  también  estaba 
en  la  corte. 

En  el  capítulo  LXXXIV  empie- 
za la  relación  del  descubrimiento, 
y  cómo  el  rey  de  España  armó  tres 
naves  para  Colombo ;  y  en  el  XCI, 
al  consignar  cómo  Colombo  fué  lla- 
mado Almirante^  dice :  «Recibieron 
y>ellos  á  Colombo  con  agradabilísimo 
» semblante ,  y  le  hicieron  grandisi- 
y>mos  honores  y  que  se  sentase  pú- 
Micamente  delante  de  ellos ,  que  es 
»en  su  corte  de  los  mayores  hono- 
>res;  y  quisieron  que  fuese  llamado 


POR   J     M.    ASENSlO  243 

> Almirante  del  mar  Océano  (1).» 
Juzgamos  que  contra  este  testi- 
monio, unido  al  del  P.  Las  Casas 
y  á  los  de  Oviedo  y  Herrera ,  no  es 
posible  hacer  valer  el  silencio  de 
algunos  otros ;  ni  puede  aventurar- 
se en  buena  lógica  contra  la  añrma- 
ción  clara,  terminante,  detallada 
de  autores  intachables ,  el  testimo- 
nio negativo  para  concluir  que  no 
se  hizo  demostración  pública  en 
Barcelona  á  la  llegada  del  Almi- 
rante. 


(1)    He  aquí  el  texto  original: 

«II  Re  é  la  Regina  che  altronon  desiano  che 
»auginentar  la  religione  christiana  et  redurre 
»molte  simplici  natione  al  divin  culto,  facil- 
»niente  commossi  non  solo  da  Colombo  ma 
»etianidio  da  piu  de  ducento  spagnoli  che 
»erano  stati  con  el  Colombo  ;  ricevetero  esso 
»Colombo  con  gratíssima  faza,  et  li  fecero 
»grandissimi  honori,  et  sentar  publicamente 
»davanti  loro,  etc.» 


244  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 


III 


Noticias  anteriores  del  Nuevo  Mundo  y 
primer  viaje  de  «Cristóbal  Colón». 

Continúan  en  la  tarea  de  formar 
á  su  placer  La  Leyenda  colombina^ 
prescindiendo  ó  anulando  los  datos 
históricos ,  esos  pensadores  que  han 
tomado  á  su  cargo  preparar  debi- 
damente los  ánimos  para  la  celebra- 
ción del  cuarto  centenario ,  y  ocu- 
pándose de  las  noticias  y  antece- 
dentes que  pudiera  tener  Cristóbal 
Colón  para  fijar  su  convicción  tan 
profundamente,  hay  un  distinguido 
escritor,  marino  tan  ilustre  cuanto 
modesto ,  que  llega  al  punto  de  ase- 
gurar que  el   navegante   genovés 


POR   J.    M.    ASENSTO  245 

hizo  su  primer  viaje  al  Nuevo  Mun- 
do precisa  y  justamente  en  el  año 
1477,  quince  años  antes  del  que 
emprendió  con  la  flotilla  facilitada 
por  los  reyes  de  España. 

Es  curioso  observar  de  qué  ma- 
nera se  ha  ido  formando  la  bola  de 
nieve  en  este  punto.  Podemos  se- 
guir el  progreso  de  la  leyenda ,  y  su 
desarrollo  nos  servirá  de  norma 
para  formar  juicio  exacto  de  con- 
ceptos análogos. 

Porque  ya  aquí  no  se  trata  de 
robustecer  con  nuevos  argumentos 
ni  con  datos  desconocidos  aquel  an- 
tiguo procedimiento  de  los  envidio- 
sos ,  á  quienes  juzgó  el  gran  marino 
de  una  vez  para  siempre  cuando 
escribió  á  los  Reyes  Católicos: 
«Siete  años  estuve  en  su  Real  Cor- 
»te,  que  á  cuantos  se  fabló  desta 
» empresa  todos  á  una  dijeron  que 


246  MARTÍN    /VLONBO    PINZÓN 

»era  hurla;  agora  fasta  los  sastres 
»  suplican  por  descubrir.  »  En  siete 
años  y  más,  todos  le  apellidaron 
loco^  visionario;  en  siete  años  á 
ninguno  se  le  ocurrió  decir  que  tu- 
viera noticia  de  tierras  al  Occiden- 
te; mas,  creían  que  se  perdería  en  el 
mar  tenebroso  y  desconocido ,  y  no 
volvería  á  pisar  el  suelo  de  España. 
Pero  en  el  punto  en  que  Colón  hizo 
el  descubrimiento  no  había  ignoran- 
te que  no  se  hubiera  atrevido  á  ha- 
cer lo  mismo,  y  entonces  dijeron  que 
era  cosa  muy  sabida.  Entonces  na- 
cieron y  corrieron  entre  el  vulgo 
de  los  entendidos  muchas  fábulas  y 
anécdotas  inverosímiles ,  y  entre 
ellas  la  del  imaginario  piloto  vizcaí- 
no, andaluz  ó  portugués,  á  quien  la 
tempestad  había  arrojado  casual- 
mente á  la  misma  isla  que  luego  se 
llamó  Española,  y  que  vino  tam- 


POR    J.    M.    ASENSIO  247 

bien  por  acaso,  sin  saber  el  camino, 
á  caer  de  nuevo  en  las  costas  de 
España  y  á  morir  en  brazos  de 
Cristóbal  Colón  ^  haciéndole  único 
depositario  de  su  secreto. 

Pero  el  docto  marino  D.  Patri- 
cio Ferrazón  no  se  ocupa  de  tales 
patrañas.  En  su  concepto ,  el  mismo 
Colón  fué  quien  descubrió,  no  las 
islas,  sino  el  continente  occiden- 
tal que  hoy  llamamos  América,  y 
guardó  el  secreto  durante  quince 
años ,  á  pesar  de  sus  muchos  traba- 
jos y  de  su  miseria  á  veces,  hasta 
que  pudo  engañar  á  un  monarca 
poderoso  y  obtener  grandes  recom- 
pensas por  ir  á  descubrir  lo  que  ya 
sabía  ciertamente  que  existia.  El 
centenario,  por  tanto,  no  debe  cele- 
brarse en  1892 ,  sino  que  debió  serlo 
en  1877,  fecha  verdadera  del  primer 
viaje  de  Colón  á  aquellas  regiones. 


248  MARTÍN    ALONSO    PINZÓN 

Y  repito  que  es  digno  de  estudio 
el  desarrollo  de  esta  fábula.  Toma 
aquí  por  punto  de  partida  unas  pa- 
labras que  el  geno  vés  ilustre  dejó 
escritas  en  un  trabajo  dedicado  á 
demostrar  que  las  cinco  zonas  son 
habitables:  «Yo  navegué  el  año 
cuatrocientos  y  setenta  y  siete  en  el 
mes  de  Febrero ,  ultra  Tile  isla  cien 
leguas...  y  al  tiempo  que  yo  á  ella 
fui  no  estaba  congelado  el  mar,  aun- 
que había  grandísimas  mareas... > 
Que  hizo  el  viaje  no  puede  dudar- 
se, ni  tampoco  el  objeto  que  fué 
comprobar  sus  cálculos  y  aumen- 
tar las  observaciones;  y  en  esto 
solamente  han  visto  los  más  graves 
historiadores  una  prueba  del  traba- 
jo que  precedió  á  la  convicción  del 
navegante.  Pero  descubiertos  en  un 
monasterio  de  la  isla  de  Flatey  los 
manuscritos  que  contenían  la  na- 


POR  J.    M.    A8ENSI0  249 

rríición  de  los  viajes  de  los  islande- 
ses á  las  tierras  que  denominaron 
Vinland  j  Markland  en  los  últimos 
años  del  siglo  x  y  primeros  del  xi, 
y  hechos  del  dominio  público  por 
la  Sociedad  de  anticuarios  del  Nor- 
te ( i ),  no  faltó  quien  hiciera  observar 
que  Colón  ^  en  su  viaje  á  Islandia, 
pudo  tener  conocimiento  de  aque- 
llos códices,  ó,  á  lo  menos,  alguna 
noticia  de  las  expediciones  de  Tor- 
phin,  de  Eric  el  Rojo  y  de  Bjorn, 
que  le  confirmaran  en  sus  opiniones. 
Y  de  esta  sospecha ,  más  ó  menos 
fundada,  nos  lanzamos  ya  al  terre- 
no de  la  fantasía,  y  el  Sr.  D.  Pa- 
tricio Ferrazón  crea  un  sistema,  y 


(1)  Antiqvitates  americancB,  sive  scripiores 
septentrionales  rerum  ante-columhianarum  in 
America.  —  Edidit  Societas  Regia  antiqva- 
riorum  septentrionalium.  — Hafnise.  —  Tipis 
officinae  schultzianse ,  1837. 


250  MARTÍN    ALONSO   PINZÓN 

lo  presenta  como  hecho  histórico, 
reformando  en  un  punto  la  historia 
del  descubrimiento.  En  1888,  escri- 
bía el  docto  marino,  que  «si  la  So- 
»ciedad  de  anticuarios  del  Norte 
» antes,  y  algunas  norte-americanas 
»ahora,  hubieran  dicho  que  en  el 
»año  1477  se  hizo  por  Colón  el  ver- 
»dadero  viaje  de  descubierta^  lie- 
yogando  á  América  y  costeándola  de 
> Norte  á  Sur  hasta  la  extremidad 
y>meridional  de  la  Florida ,  tal  vez 
»la  congetura  pareciera  más  racio- 
»nal  y  probable...»  Pero  ya  en  1892, 
la  bola  de  nieve  ha  tomado  colosa- 
les proporciones;  lo  que  entonces, 
en  1888  era  hipotético,  es  ahora 
hecho  probable  y  aun  probado.  El 
haber  partido  Cristóbal  Colón  de  la 
Gomera,  que  está  en  el  mismo  pa- 
ralelo que  la  Florida;  el  apuntar 
constantemente  las  proas  de  las  ca- 


POR   J.    M.    ASENBIO  251 

rabelas  á  la  extremidad  meridional 
de  la  misma  Península,  ó  sea  al 
cabo  de  Sable...,  son  circunstancias 
que  hacen  creer  que  en  un  viaje  an- 
terior llegara  á  Terranova  ó  á  Nue- 
va Escocia.. .  y  explorando  las  costas 
al  Sur,  naturalmente^  llegara  hasta 
dicho  cabo  Sable. . .  La  excursión ,  aun- 
que de  muchos  miles  de  leguas,  fué 
cosa  sencilla  según  parece,  y  no 
tuvo  contratiempo  ni  accidentes 
desgraciados.  Lo  que  sigue  es  más 
sencillo  todavía.  —  En  el  viaje  del 
año  92,  INDUDABLEMENTE  no  se propo- 
nia  (Colón)  otra  cosa  que  reconocer 
la  Florida^  ya  marcada  en  su  carta, 
Pero  llegamos  al  final :  « Los 
»liombres  blancos  que  los  indios  di- 
»jeron  al  P.  Las  Casas  que  ha- 
»bían  visitado  la  isla  de  Haití  antes 
»del  año  92,  no  fueron  otros ,  á  mi 
»juicio ,  que  Colón  j  sus  compañe- 


252  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

»ros ;  el  piloto  Sánchez  y  los  mari- 
»neros  que  una  tradición,  tenida 
»por  falsa,  supone  que  murieron  en 
»casa  de  Colón  revelándole  la  exis- 
»tencia  de  América,  yo  entiendo 
»que  fueron  los  mismos  compañe- 
»ros  de  su  primer  viaje...»  (1). 

¿Podrá  dudarse  de  que  se  quiere 
escribir  la  leyenda? 


IV 

Colón  y  Bobadilla. 

Terminaremos  con  otro  punto  que 
no  por  ser  igualmente  extraño  deja 
de  tener  gran  importancia. 


(1)  Carta  del  Sr.  D.  Patricio  Ferrazón,  fe- 
cha 31  de  Marzo  de  1892.  — Publicada  en  el 
periódico  de  Madrid  El  ImparciaL 


POR  J.    M.    A8ENSI0  253 


«ColónyBobadilla. — Rompiendo 
lanzas  á  favor  del  segundo,  j  cla- 
vándoselas hasta  el  cuento  al  pri- 
mero ,  dio  anoche  una  notable  con- 
ferencia en  la  cátedra  del  Ateneo  el 
distinguido  publicista  y  erudito  se- 
ñor D.  Luis  Vidart.» 

En  estos  términos  daba  cuenta 
del  suceso  un  acreditado  periódico 
de  Madrid.  Y  lo  llamamos  suceso, 
porque  lo  es,  y  no  pequeño,  en  el 
terreno  histórico ,  romper  de  repen- 
te con  el  criterio  adoptado  durante 
siglos ,  en  vista  y  con  presencia  de 
crónicas  y  documentos ,  y  querer  á 
vuelta  de  esfuerzos  de  ingenio  cam- 
biar el  orden  de  los  factores ,  trocar 
las  posiciones  de  un  héroe  y  de  un 
malvado,  y  arrojar  áSan  Bartolo- 
mé á  los  pies  de  Satanás. 

D.  Luis  Vidart  es  un  escritor  bien 
conocido  en  toda  España,  que  ha 


^54  MARTÍN    ALONSO    PINZÓN 

ejercitado  su  pluma  en  diferentes 
géneros  y  siempre  con  acierto;  es 
un  filósofo  de  muchísimo  talento  y 
profundo  pensador;  pero  también  es 
poeta  de  imaginación  ardiente,  y  se 
deja  llevar  á  veces  por  ella  al  afán 
de  ostentar  originalidad.  En  su  buen 
juicio  deben  haber  dejado  honda 
huella  las  frases  de  algunos  de  sus 
amigos,  muy  benévolas,  como  es 
justo,  para  el  orador,  pero  muy  se- 
veras en  muchos  conceptos  para  las 
opiniones  que  sustenta. 

No  es  nuestro  intento  trazar  la 
biografía  del  comendador  Bobadi- 
11a,  ni  desentrañar  sus  merecimien- 
tos y  las  virtudes  que  pudieran 
adornarle.  Algunas  tendría,  ya  pue- 
de suponerse,  cuando  los  Reyes 
Católicos  se  fijaron  en  su  persona 
para  que  fuera  á  la  isla  Española. 
El  P.  Fr.  Bartolomé  de  las  Casas, 


POR  J.    M.    ASEN8I0  255 

que  censura  su  conducta  en  las  In- 
dias y  execra  el  hecho  á  que  debe 
su  funesto  renombre ,  nada  dice  de 
sus  antecedentes,  limitándose  á  es- 
cribir: «Eligieron  á  un  comenda- 
»dor  de  la  orden  de  Calatrava,  que 
»se  llamó  Francisco  de  Bobadilla,  j 
»diéronle  provisiones  y  nombre  de 
» Pesquisidor...»  No  parece  que  de- 
bería ser  persona  muy  notable  la 
que  así  se  anunciaba;  mas,  repeti- 
remos que  esto  á  nada  conduce.  Era 
Bobadilla  un  hombre  de  buen  con- 
cepto y  por  eso  le  eligieron  los  Re- 
yes... Pero  ¿para  qué  lo  comisio- 
naron? Aunque  los  documentos  se 
conservan  íntegros  y  señalan  bien 
claramente  el  orden  y  límite  de  las 
atribuciones  que  se  le  concedieron, 
el  mismo  Comendador  lo  dijo  á  los 
que  á  su  llegada  á  Santo  Domingo 
salieron  en  canoas  á  informarse... 


256  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

El  P.  Las  Casas  ha  conservado  sus 
palabras:  «Llegaron,  pues,  en  su  ca- 
»noalostres  (1) ,  y  preguntando  quién 
»venia  en  las  carabelas  y  si  venia 
»D.  Diego,  asomóse  el  comendador 
»Bobadilla^  que  venia  en  la  carabela 
»  Gorda^  y  dijo :  Que  él  venia  envia- 
»do  por  los  Reyes  por  Pesquisidor 
»sobre  los  que  andaban  alzados  en 
»esta  isla.,.»  (2).  Y  como  estas  pa- 
labras están  perfectamente  de  acuer- 
do con  las  que  contiene  la  Real  cé- 
dula de  21  de  Marzo  de  1499,  que 
fué  la  primera  que  se  le  expidió  (3) , 


(1)  Eran  un  Cristóbal  Rodríguez  ,  intér- 
prete, Juan  Arráez  y  Nicolás  de  Gaeta,  á  los 
que  envió  á  las  carabelas ,  que  estaban  á  una 
legua  de  tierra,  el  hermano  del  Almirante 
para  que  supiesen  si  venía  su  sobrino  D.  Die- 
go, hijo  mayor  de  Cristóbal  Colón. 

(2)  Historia  de  las  Indias,  lib.  í,  capítu- 
lo CLXXVIII. 

(3)  Navarrete:  Colección  de  los  viajes  y  des- 


POK   J.   M.   ASENSIO  257 

parece  que  no  dudaba  el  Comenda- 
dor del  objeto  de  su  encargo. 

No  se  crea  ociosa  esta  observa- 
ción. Quizá  hasta  aquel  momento 
no  había  pensado  Bobadilla  más 
que  en  cumplir  las  órdenes  de  los 
soberanos  sin  extralimitarse.  Pero 
allí  es  donde  debemos  dirigir  nues- 
tros esfuerzos  para  conocer  la  ver- 
dad de  los  sucesos,  y  la  causa  de  los 
atropellos  é  iniquidades  que  aquel 
cometiera. 

Todo  lo  que  discutiéramos  sobre 
los  hechos  anteriores  de  la  vida  del 
Comendador,  que  además  son  del 
todo  oscuros  y  desconocidos ,  sería 
perder  tiempo.  En  el  momento  de 
empezar  á  hacer  uso  de  sus  atribu- 
ciones, es  cuando  entra  en  el  domi- 


euhrimigntos ,   etc.,  tomo  TI,   Doc.    número 
CLXXVII. 

17 


258  MARTÍN    ALONSO   PIN'/ÓX 

nio  de  la  historia.  Y  ya  el  doctisimo 
D.  Martín  Fernández  Nav.irrete, 
en  la  InlrorJitcdón  de  su  obra,  dice 
muy  intencionadamente  (1):  «Que 
)i>los  Reyes  tuvieron  justos  motivos 
>para  enviar  un  juez  Pesquisidor  á 
»la  isla  Española,  y  que  eligieron 
»para  ello  á  un  caballero ,  antiguo 
>criado  de  la  casa  real,  que  hasta 
y^entonces  merecía  distinguido  con- 
>cepto.y>  Bien  se  comprende  lo  que 
tales  palabras  significan ;  separando 
el  concienzudo  historiador,  con  ex- 
quisito tacto,  los  tiempos,  para  juz- 
gar los  hechos.  Hasta  entonces  ha- 
bía tenido  buen  concepto  el  comen- 
mendador  Bobadilla...  de  allí  en 
adelante  fué  al  contrario:  no  corres- 
pondió á  lo  que  de  él  se  esperaba,  y 


(1)    Navarrete  :  Loe.  a7.  —  Introd.,  pagi- 
na 105,  2.*  edición. 


POP  J.   M.    ASENStO  259 

los  primeros  actos  de  su  gobierno 
dieron  motivo  para  que  se  le  priva- 
se de  él. 

¿Y  cuál  fué  la  causa  de  tal  cam- 
bio en  la  conducta  del  aquel  funcio- 
nario? ¿Qué  móvil  poderoso  pudo 
llevarle  á  proceder  contra  el  Almi- 
rante de  una  manera  tan  inicua  y 
extraña?  A  estas  interrogaciones 
no  había  podido  darse  hasta  hoy 
respuesta  satisfactoria,  y  con  ellas 
se  justificaba;,  ó  se  intentaba  justi- 
ficar, por  inducción,  la  conducta 
de  Bobadilla. 

Mas  por  fortuna,  también  puede 
responderse  cumplidamente ,  y  pro- 
bar con  el  dicho  de  un  autor  con- 
temporáneo la  causa  del  cambio  en 
la  conducta  del  Comendador  y  el 
origen  de  aquellos  desmanes.  Nos 
valemos  nuevamente  de  aquel  cu- 
riosímo  libro  titulado  Paesi  mcova- 


26Ó  MARTÍN   ALONSO   PÍNZÓN 

mente  rettrovati,  que  antes  citába- 
mos ;  libro  que  fué  de  los  primeros 
que  se  escribieron  sobre  el  descu- 
brimiento del  Nuevo  Mundo,  cuya 
primera  edición  es  de  Vicenza, 
año  1507  ,  ó  por  lo  menos  esta  es  la 
más  antigua  que  vemos  citada  (1). 
Se  tiene  por  indudable  que  en  la 
parte  relativa  á  los  viajes  de  Co- 
lón es  repetición  del  rarísimo  Li- 
bretto  de  Albertino  Vercellesse,  pu- 
blicado en  1504,  que  nunca  he- 
mos logrado  ver,  y  que  á  su  vez 
incluyó  lo  esencial  de  la  prime- 
ra Década  de  Pedro  Mártir  de  An- 
gieria,  antes  de  que  su  autor  la  die- 
ra á  la  estampa,  aumentándola  con 
algunos  datos  recogidos  por  Angelo 
Trivigiano,  secretario  del  embaja- 


(1)    Bibliotheca  Americana   Vetustissima. 
Kew  York,  1866.— Núm.  48. 


POR   J.    M.    A8ENSI0  26l 

dor  de  Venecia,  Dominico  Pizani, 
que  conoció  y  trató  con  cierta  in- 
timidad á  Cristóbal  Colón  en  Gra- 
nada, á  la  vuelta  de  su  tercer  viaje, 
y  con  otros  informes  particulares. 

Las  noticias,  por  tanto,  que  en 
ese  libro  se  contienen  y  que  no  se 
encuentran  en  ningún  otro,  son 
muy  apreciables,  porque  Trivigiano 
tenía  amistad  con  el  Almirante  y 
relaciones  en  la  corte  de  los  Re- 
yes, donde  oyó  á  los  compañeros 
de  Colón  y  conoció  á  sus  enemigos. 

El  libro  IV  está  dedicado  á  las 
navegaciones  del  rey  de  España, 
desde  que  concedió  á  Colón  los  tres 
barcos  que  le  pedía.  Y  el  cap.  CVII 
trata:  «De  como  el  Almirante  fue 
enviado  en  cadenas  con  su  hermano 
á  España. » 

Es  tan  notable,  bajo  muchos  as- 
pectos, que  nonos  permitimos  ni  aun 


262  MARTÍN   A[,ONS0   PINZÓN 

la  libertad  de  traducirlo ,  dejándolo 
en  la  misma  sencillez  con  que  está 
escrito  en  la  lengua  original,  es  de- 
cir, en  italiano,  con  mucha  parte  de 
dialecto  veneciano. 

In  questo  mezo  li  serenissimí  Re 
recevetero  le  lettere  de  lo  admirante 
et  de  li  adversara  soi,  et  vedendo 
que  per  queste  discensione  de  tanta 
copia  de  oro  ne  trazeva  pocha  uti- 
litá^  mandarono  un  suo  governa- 
tore  que  avese  ad  inquiriré  e  quelli 
che  fusseno  in  errore  li  castigasse;  o 
ver  mandasse  m  Spagna  che  li  cas- 
tigar ebbe:  et  zo7ito  questo  guberna- 
tore  al  isola  Spagnola,  per  sobor- 
nita:  et  fraudulentia  de  quelli  sce- 
lerati  Spagnoli:  et  per  grande  in- 
vidia  che  haveva  al  admirante  é  suo 
fratello,  li  quali  in  ferri  furono 
mandati  a  la  volta  de  Spagna:  et 
zonti  che  forono  á  Cades  li  Seré- 


POR  J.    M.    ASENSIO  263 

nissimi  Re  intendendo  li  mandano 
á  liberare:  et  feceli  andaré  á  corte 
vohmtariamente:  dove  etiam  al  pre- 
sente zorno  se  ritrovano. 

Buscábamos  una  causa  al  arbitra- 
rio proceder  de  Bobadilla,  y  dos  á 
cual  más  graves ,  y  mezquinas  am- 
bas ,  consigna  ese  libro.  Al  llegar 
el  Comendador  á  Santo  Domingo 
entraron  en  su  buque ,  antes  que  las 
quejas  contra  Colón  ^  los  montones 
de  oro  que  aquellos  mafoac?^^  habían 
recogido.  Sobornaron  al  juez;  y 
como  éste ,  además ,  tenía  gran  en- 
vidia al  Almirante  y  á  su  hermano, 
no  se  necesita  más  explicación  para 
lo  que  sucedió  después.  Per  sobor- 
nita  et  fraudulentia  di  quelli  scele- 
rati  spagnuoli  vinieron  presos  á  Es- 
paña el  Almirante  y  sus  hermanos. 

No  hemos  de  repetir  lo  que  ya 
está  dicho  muchas  veces  sobre  la 


264  MARTÍN    ALONSO    PINZÓN 

conducta  de  Bobadilla,  para  quien 
es  poco  el  epíteto  de  infame.  Si  sus 
defensores  quieren  recordar  el  jui- 
cio de  algunos  autores,  nos  limita- 
remos á  presentar  el  más  antiguo  y 
el  más  reciente,  para  que  se  vea 
con  claridad  que  no  ha  variado  el 
criterio  en  el  trascurso  de  cuatro 
siglos. 

Ausente  de  la  ciudad  Cristóbal 
Colón,  desembarcó  el  Comendador 
j  se  aposentó  en  su  casa,  se  apo- 
deró de  sus  bienes,  joyas  y  libros, 
usando  de  todo  como  si  fuera  de  su 
propiedad.  Cuando  á  pocos  días 
llegó  el  Almirante  á  Santo  Domin- 
go «vale  á  ver,  y  el  recebimiento 
»que  le  hizo  fué  mandalle  poner 
» unos  grillos  y  metelle  en  la  for- 
» taleza ,  donde  ni  él  lo  vido  ni  le  ha- 
>  bló  mas,  ni  consintió  que  hombre 
ajamas  le  hablase,  >  Esta  fué  la  fór- 


POR   J.    M.    A6ENST0  265 

muía  de  juicio,  y  la  libertad  de  de- 
fensa que  se  concedió  al  Almirante 
de  los  Reyes.  «Cosa  pareció  esta 
»  absurdísima — exclama  Fr.  Barto- 
» lomé  de  las  Casas — descomedida  y 

>  detestable ,  juntamente  miseranda 
»y  miserable..,  1> 

Rodolfo  Cronau ,  en  su  libro  ti- 
tulado América^  habla  de  la  carta 
de  Colón  á  doña  Juana  de  la  Torre, 
y  dice :  «  Cuando  esta  carta  llegó  á 
>su  destino,  y  los  Reyes  tuvieron 

>  conocimiento  de  lo  ocurrido,  que- 
y>dáronse  altamente  sorprendidos, 
»Reconociendo  que  se  habían  ex- 
»tralimitado  en  las  medidas  toma- 
»  das  contra  el  Almirante,  apresurá- 
»ronse  á  demostrar  al  mundo  que 
»la  prisión  y  el  aherrojamiento  de 
»  éste  se  habían  hecho  contra  sus  órde' 
nes  y  deseos, y>  Ya  antes  había  dicho 
presentando  antecedentes:   «Fran- 


266  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 


»  cisco  Bobadilla,  que  era  el  elegido, 
»  estaba  considerado  por  algunos  de 
»sus  contemporáneos  como  hombre 
y>de  pasiones  violentas^  ambicioso  y 
» rencoroso,  j  por  lo  tanto  poco  á 
>  propósito  para  una  misión  tan  deli' 
»cada  é  importante.  > 

Las  consecuencias  de  tal  maldad 
fueron  las  que  debían  esperarse.  En 
el  punto  de  conocer  los  Reyes  el 
abuso  cometido ,  quedó  acordada  la 
deposición  del  tristemente  célebre 
Comendador.  Encargóse  á  su  suce- 
sor Fr.  Nicolás  de  Ovando  que  re- 
parase las  injusticias  cometidas  con 
el  Almirante;  se  revocaron  las  dis- 
posiciones perjudiciales  y  abusivas 
que  solamente  con  el  deseo  de  alle- 
gar oro  había  dado  Bobadilla...  y 
y  la  divina  Providencia  se  encargó 
de  lo  demás. 

No  juzgo  ,  ni  pretendo  que  para 


POR   J.    M.    ASENSIO  267 

todos  los  que  la  consideren ,  tenga 
el  mismo  carácter  y  tanta  significa- 
ción como  tiene  para  nosotros  la 
horrible  catástrofe  que  hundió  en 
el  mar  instantáneamente  al  comen- 
dador Bodadilla  con  todo  su  oro,  y 
al  rebelde  Francisco  Roldan  con 
muchos  de  los  que  en  sus  cruelda- 
des le  habían  seguido,  y  con  todas 
las  riquezas  tan  mal  adquiridas  y 
que  habían  sido  causa  y  medio  de 
lograr  el  descrédito  del  Almirante 
sobornando  al  juez  pesquisidor.  Mu- 
chos son  los  que  aprecian  como  visi- 
ble escarmiento  aquel  desastre,  pues 
para  más  unirlo  con  la  inicua  hu- 
millación que  á  Colón  se  impusiera, 
dio  la  coincidencia  de  que  perecie- 
ran todos  por  no  haber  dado  oídos 
al  consejo  de  su  víctima.  Después 
de  una  agonía  incalculable ,  de  una 
angustia  cruel,  las  enfurecidas  olas 


268  MARTÍN   ALONSO  PINZÓN 

sepultaron  para  siempre  á  los  re- 
beldes y  al  Comendador.  A  hechos 
de  esta  naturaleza,  como  dice  Fer- 
nán Caballero,  los  creyentes  les 
llaman  milagros,  los  descreídos 
casualidades. 

Bien  pudo  D.  Fernando  Colón, 
que  tan  lastimado  se  encontraba  por 
las  injurias  causadas  á  su  padre,  es- 
cribir que  si  hubieran  llegado  á  Es- 
paña, con  el  oro  hubieran  evitado 
el  castigo ,  pues  por  mucho  que  hu- 
biera sido  éste ,  nunca  llegara,  por 
lo  tremendo  y  lo  ejemplar  ,  al  que 
sufrieron  sus  maldades. 

La  memoria  de  Bobadilla  no  tie- 
ne defensa. 


1>0R  3.  u.  aseNsió  269 


Y  se  han  levantado  mil  voces,  en 
tonos  diferentes ,  para  retraer  de  su 
mal  camino  á  los  innovadores. 

El  poeta  D.  José  Lamarque,  en 
un  arranque  de  indignación,  escribe: 

Tal  en  umbrosa  arboleda 
Cuando  en  Majo  reina  Flora, 
Entre  el  alegre  concierto 
De  las  avecillas  todas, 
Se  oye  el  zumbido  del  tábano 
Como  discordante  nota. 
Mas  ¿ante  el  coro  del  mundo 
Sus  disonancias  qué  importan? 
Así  el  can  ladra  á  la  luna 
Cuando  por  Oriente  asoma. 
Mientras  ella,  entre  luceros. 
Se  alza  al  zenit  triunfadora  (1). 


(1)    Cristóbal  Colón:  Poema,  por  José  La- 
marque  de  NoYoa,  Sevilla.— E.  Rasco,  1892. 


270  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 


Y  Manuel  del  Palacio  ha  podido 
decir  con  tanta  gracia  como  agudeza: 


¡Pobre  Colón!  Su  laurel 
Autores  buenos  y  malos 
Riegan  con  vinagre  y  hiél; 
Salió  del  puerto  de  Palos... 
Pero  vuelve  á  entrar  en  él. 

Llorábamos  tiempo  atrás 
Su  prisión  y  su  mancilla; 
¡Qué  tontos  fuimos,  Colas! 
Si  lo  ahorcara  Bobadilla 
No  hiciera  nada  de  más. 

Pero  al  llegar  á  este  punto  nos 
asalta  un  escrúpulo,  nace  en  nues- 
tra mente  una  duda...  quizá  hemos 
dado  demasiada  importancia  y  sa- 
cado de  su  verdadero  terreno  esta 
manifestación  extraña.  Tal  vez  Luis 
Vidart,  que  piensa  y  sabe,  no  ha 


Tirada  de  400  ejemplares  que  no  se  ven- 
den. Está  dedicado  á  la  Sociedad  Colombina 
Onuvense. 


POR  J.    M.    ASENSIO  27 1 

querido  más  que  hacer  un  alarde  de 
ingenio,  demoi^trar  que  con  talento 
y  elocuencia,  con  travesura  y  agu- 
deza se  pueden  dar  visos  de  razón 
á  cualquier  paradoja,  y  que  no  hay 
asunto  malo  cuando  se  sazona  con 
las  galas  del  ingenio;  pero  en  todo 
caso  no  será  perdido  el  trabajo  que 
hemos  empleado,  pues  algunos  han 
podido  dejarse  engañar  tomando 
por  moneda  de  buena  ley  las  virtu- 
del  Comendador  y  los  defectos  del 
Almirante. 

Nace  esta  sospecha  de  ver  el  giro 
que  ha  tomado  el  docto  conferen- 
ciante del  Ateneo.  En  galana  ora- 
ción expuso  su  pensamiento  en 
aquella  cátedra;  llevóla  después  al 
periodismo  político^  pero  por  con- 
clusión lo  ha  presentado  en  el  se- 
manario titulado  Blanco  y  Negro^ 
y  hasta  con  caricaturas ,  en  las  que 


%72       Martín  alonso  pinzón 

el  comendador  Bobadilla  se  bate 
con  Peña  y  Goñi,  y  doña  Beatriz 
Enríquez  se  desmaya  en  brazos  de 
Cesáreo  Fernández  Duro. 


APÉNDICE 


18 


APÉNDICE 

Declaración  del  piloto  Hernán  Pérez 
Mateos. 

Hemos  citado  tantas  veces  en  el 
texto  las  respuestas  dadas  por  este 
testigo  á  las  preguntas  del  interroga- 
torio del  Fiscal,  y  es  de  tanta  impor- 
tancia su  declaración ,  que  nos  he- 
mos resuelto  á  darla  íntegra  en  este 
lugar,  seguros  de  que  los  aficiona- 
dos á  los  estudios  colombinos  han 
de  agradecer  y  aprovechar  el  tra- 
bajo. 

Es,  sin  duda  alguna,  la  más  im- 
portante entre  las  muchísimas  que 
se  recibieron  á  instancia  de  ambas 
partes  en  aquel  pleito  que  duró  tan- 


276  MARTÍN  ALONSO  PINZÓN 

tos  años.  Las  condiciones  especiales 
del  testigo  le  colocan  desde  lue- 
go en  el  primer  término,  porque 
á  más  de  ser  primo  de  Martin 
Alonso  Pinzón  y  haber  mandado 
un  buque  en  la  segunda  expedición, 
como  ya  notamos  á  su  tiempo,  pre- 
senció casi  todos  los  hechos  que  re- 
fiere, ó  los  oyó  á  las  mismas  perso- 
nas interesadas,  y  da  tales  razones 
y  tan  justas  causas  á  sus  asertos, 
que  desde  luego  merece  preferente 
lugar. 

Sus  manifestaciones  son  verda- 
dera historia;  y  tal  concepto  ha  me- 
recido al  célebre  y  docto  colombis- 
ta,  á  quien  también  hemos  citado 
con  repetición,  que  dice  en  su  nota- 
ble informe  leído  ante  la  Real  Aca- 
demia de  la  Historia,  bajo  el  titulo 
de  Colón  y  Pinzón:  «Repetidas 
>veces  he  recomendado  al  lector  la 


POR  J.  Jí.   ASENSIO  277 

»verdad  que  resplandece  en  la  de- 
»claración  del  octogenario  piloto 
»Hernán  Pérez  Mateos,  retirado  en 
>la  isla  de  Santo  Domingo  cuando 
>fué  llamado  á  examen.» 

Con  la  prudencia  propia  de  su 
carácter,  con  la  calma  y  seguridad 
que  traen  consigo  los  años,  rechaza 
suavemente  todas  las  falacias  que 
iban  envueltas  en  las  preguntas  ar- 
ticuladas por  el  fiscal  del  Rey;  re- 
fiere los  sucesos  con  naturalidad, 
sin  tratar  de  alterarlos  por  favore- 
cer á  ninguno  de  los  litigantes,  aun- 
que era  deudo  cercano  de  los  Pin-- 
zones,  y  desde  que  se  leen  aus  pri- 
meras respuestas  adquiere  el  lector 
la  seguridad  de  que  el  testigo  dice 
la  verdad ,  y  no  pasa  más  allá  de  lo 
que  sabe. 

Además,  esta  declaración  está 
comprobada  en  muchos  de  los  pun- 


278  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

tos  que  abraza  por  las  de  otros  tes- 
tigos, y  á  la  vez  sirve  de  poderoso 
comprobante  á  las  narraciones  que 
hicieron  en  sus  respectivas  histo- 
rias Fr.  Bartolomé  de  las  Casas  y 
Gonzalo  Fernández  de  Oviedo,  que 
por  ella  se  ve  tuvieron  informes 
fidedignos  para  lo  que  escribieron. 

Para  nosotros,  en  el  caso  pre- 
sente, la  declaración  de  Hernán 
Pérez  Mateos,  tiene  el  mérito  in- 
apreciable de  contener  detalles  cier- 
tos de  la  vida  de  Martin  Alonso  Pin- 
zón ,  que  son  interesantísimos  y  en 
vano  buscaríamos  en  otra  parte. 

Se  ha  copiado  exactamente  de  la 
información  original  que  se  guarda 
en  el  Archivo  general  de  Indias  de 
Sevilla,  y  cotejado  por  el  ilustrado 
jefe  de  aquel  importantísimo  cen- 
tro el  Sr.  D.  Carlos  Jiménez  Placer, 
cuya  firma  autoriza  la  copia. 


ARCHIVO  GENERAL  DE  INDIAS  DE  SEVILLA 


(Patronato.— Est.  l.—Caj.  1.— Leg.*  ViaO 
(Pieza  14.) 

DEGLARACrÓN   DEL  PILOTO  HERNÁN  PÉ- 
REZ MATEOS. 

<(^Testigo, — El  dicho  hernan  peres 
mateos ,  vecino  desta  cibdad  de  san- 
to domingo ,  testigo  presentado  ea 
la  dicha  Razón  por  el  dicho  bachi- 
ller johan  carrillo  e  fiscal  susodicho, 
el  qual,  aviendo  jurado  en  forma  de 
derecho  e  syendo  preguntado  por 
el  tenor  de  las  preguntas  del  dicho 
ynterrogatorio,  dixo  e  depuso  lo  sy- 
guiente : 

»A  la  primera  pregunta  dixo  que 


280  MARTÍN  ALONSO  PINZÓN 

conosce  e  conoscio  a  los  en  ella  con- 
tenidos a  don  cristoval  colon  almi- 
rante que  fue  puede  aver  quarenta 
años  antes  mas  que  menos  e  a  mar- 
tin  alonso  pincon  dende  que  nasció 
que  a  mas  de  sesenta  años. 

>  Preguntado  por  las  preguntas 
generales  de  la  ley  dixo  que  es  de 
hedad  de  más  de  ochenta  años  e  quel 
dicho  martin  alonso  pincon  fue  pri- 
mo deste  testigo  e  que  venga  este 
pleyto  quien  tuviere  justicia. 

>A  la  segunda  pregunta  por  mi 
el  dicho  escrivano  le  fueron  mos- 
tradas e  leydas  la  provisión  e  pre- 
vilegio  de  que  el  dicho  fiscal  hico 
presentación  contenidos  en  las  pre- 
guntas como  en  ellas  se  contiene. 

>A  la  tercera  pregunta  dixo  que 
le  paresge  a  este  testigo  que  se  deve 
de  guardar  e  mantener  la  palabra 
Real  de  los  rreyes  e  que  en  lo  de- 


POR   J.    M.    ASENSIO  281 

más  contenido  en  la  pregunta  de 
que  si  es  perjuizio  o  no  lo  concedi- 
do a  don  cristo  val  colon  o  a  sus  he- 
rederos e  subcesores  por  los  rreyes 
católicos  de  gloriosa  memoria  este 
testigo  no  lo  sabe  declarar  ni  bien 
decir  porque  es  cosa  muy  ardua  e 
de  mucho  tomo  para  su  juicio  e  que 
en  españa  ay  muchos  letrados  de 
quien  se  puede  saber  lo  contenido 
en  esta  pregunta. 

>A  la  quarta  pregunta  dixo  que 
dise  lo  que  dicho  ha  en  la  pregunta 
antes  desta  en  que  se  afirma,  y  que 
de  los  dapnos  e  ynconvinientes  con- 
tenidos en  esta  pregunta  este  testi- 
go al  presente  no  tiene  noticiíi  sy 
son  en  dapno  de  la  corona  Real  o 
de  los  vezinos  y  abitantes  en  estas 
partes  porque  hasta  agora  no  á  vis- 
to subgeder  ninguno  dellos  e  lo  que 
adelante  fuere  el  Rey  como  señor 


282  MARTÍN    ALONSO   PINZÓN 

general  lo  puede  proveer  como  en 
cossa  suya ,  y  esto  le  paresce  e  no 
sabe  dezir  otra  cosa  en  esta  Razón. 

»A  la  quinta  pregunta  dixo  que 
dize  lo  que  dicho  tiene  en  las  pre  • 
guntas  antes  desta  en  que  se  afirma 
e  que  le  paresce  que  sabida  la  ver- 
dad por  personas  doctas  y  de  con- 
cencia  lo  que  estos  tales  dixesen,  su 
magestad  lo  devía  mandar  proveer 
siendo  en  pro  de  su  corona  Real  e 
de  sus  subditos  vasallos ,  asy  de  los 
Reynos  de  españa  como  destas  par- 
tes ,  no  quitando  á  nadie  lo  suyo  y 
esto  dize  en  quanto  a  lo  que  toca  en 
esta  pregunta  y  en  las  demás  que 
tiene  declaradas. 

»A  la  sexta  pregunta  dixo  que 
dize  lo  que  dicho  a  en  las  preguntas 
antes  desta  en  que  se  afirma  e  que 
le  paresce  a  este  testigo  que  es  muy 
bien  y  santa  cosa  ser  Regidos  e  go- 


POR   J.   M.    A8EN8IO  583 

vernados  por  un  rrey  e  señor  y  no 
por  muchos  señores  y  cerca  desto 
se  puede  hacer  lo  que  convenga  á  la 
corona  rreal  y  esto  dize  en  quanto 
s'  alcanca  e  no  sabe  mas  desta  pre- 
gunta. 

»A  la  séptima  pregunta  dixo  que 
le  paresce  que  sería  bien  que  estas 
partes  fuesen  governadas  por  la  co- 
rona Real  como  al  presente  lo  son, 
e  que  lo  demás  que  dize  la  pregunta 
es  cosa  que  toca  á  personas  de  mas 
saber  e  letras  que  este  testigo  tyene, 
los  quales  podrán  dezir  su  paresger 
gerca  dello ,  y  esto  le  paresce  en 
Razón  de  lo  contenido  en  esta  pre- 
gunta. 

»A  la  octava  pregunta  dixo  que 
no  sabe  ni  a  oydo  decir  lo  contenido 
en  la  pregunta  hasta  el  día  de  oy. 

»A  la  novena  pregunta  dixo  que 
sabe  quel  dicho  martin  alonso  pin- 


284  MARTÍN   ALONSO  PINZÓN 

QOií  era  onbre  de  la  mar  conviene 
á  saber  marinero  experto  e  sabio 
en  el  arte  de  navegar  esto  en  las 
mares  que  solía  aver  dende  ñapóles 
á  ytalia  e  a  Roma  e  a  España  e  a 
otras  partes  que  se  corrían  e  nave- 
ga van  agora  cinquenta  años,  pero 
que  no  le  cognoscio  ni  supo  del  que 
tuviese  conoscimiento  en  aquella 
sazón  del  mar  océano  ni  destas  par- 
tes de  tyerra  firme  e  que  es  verdad 
que  dicho  martin  alonso  pincon  te- 
nía hermanos  y  parientes  y  amigos 
personas  de  bien  e  sabios  en  las  na- 
vegaciones quel  dicho  martin  alonso 
sabía  e  que  le  conosció  tener  en 
aquel  tiempo  un  barco  con  que  na- 
vegaba dende  castilla  a  Roma  e  a 
portugal  e  a  las  yslas  de  canaria  e 
que  no  le  conosgió  otra  mas  posybi- 
lidad  de  navios  aunque  a  la  verdad 
tenía  Razonable  hazienda  e  que  lo 


tOR  j.  M.  Asmm.0  ItS^ 

demás  contenido  en  la  pregunta 
este  testigo  no  lo  sabe. 

>A  la  dezena  pregunta  dixo  que 
se  Refiere  á  lo  capitulado  con  su 
magestad  e  que  lo  demás  que  no 
lo  sabe  ni  tal  a  oydo  hasta  agora 
aunquel  dicho  martin  alonso  pin- 
^n  hera  su  primo  deste  testigo. 

>A  las  onze  preguntas  dixo  que 
no  sabe  della  mas  de  que  quando 
vino  don  cristoval  colon  con  la 
merged  de  la  negogiagion  para  el 
descubrimiento  destas  partes  tomo 
consygo  al  dicho  martin  alonso 
pincon  e  a  dos  hermanos  suyos  lla- 
mados Vicente  yanes  e  francisco 
martin  pincfon ,  los  quales  el  dicho 
don  cristoval  colon  traxo  consygo 
por  personas  principales  para  la 
navegación  en  tres  navios  nombra- 
dos la  pinta,  en  la  qual  venia  el  di- 
cho martin  alonso  pintón  por  capi- 


286  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

tan ,  y  el  dicho  francisco  martin ,  su 
hermano,  por  maestre,  y  el  otro  na- 
vio se  nombrava  la  niña ,  en  el  qual 
venia  por  capitán  el  dicho  vigente 
yañes ,  y  el  otro  navio  se  nombrava 
maria  galante ,  en  el  qual  venia  el 
dicho  don  cristoval  colon,  e  que 
los  dichos  navios  el  dicho  don  cris- 
toval colon  los  fleto  para  venir  á  es- 
tas partes ,  e  que  esto  es  lo  que  sabe 
desta  pregunta  e  no  sabe  otra  cossa 
della  e  questo  que  dicho  tiene  este 
testigo  lo  bido  e  se  hallo  presente  a 
todo  ello. 

»A  la  dozena  pregunta  dixo  que 
dize  lo  que  dicho  a  en  la  pregunta 
antes  desta  en  que  se  afirma  e  lo 
demás  este  testigo  no  lo  sabe. 

»A  la  treze  preguntas  dixo  que 
dize  lo  que  dicho  a  en  las  onze  pre- 
guntas en  que  se  afirma. 

>A  las  catorce  preguntas  dixo 


POB  J.    M.    A8ENSI0  287 

que  no  la  sabe  mas  de  aver  oydo 
dezir  a  los  dichos  martin  alonso 
pingon  e  sus  hermanos  que  vinyen- 
do  á  estas  partes  la  gente  que  venia 
en  los  navios,  aviendo  navegado 
muchos  dias  e  no  descubriendo  tie- 
rra los  que  venian  con  el  dicho  don 
cristo  val  colon  se  querían  amotinar 
y  algar  contra  el  diziendo  que  yvan 
perdidos,  y  entonges  el  dicho  don 
cristoval  colon  avia  dicho  al  dicho 
martin  alonso  pingon  lo  que  pasava 
con  aquella  gente ,  y  que  le  páres- 
ela que  devian  de  hazer  y  quel  di- 
cho martin  alonso  le  avia  Respon- 
dido señor  ahorque  vuestra  merced 
media  dozena  dellos  o  échelos  á  la 
mar  y  si  no  se  atreve  yo  e  mis  her- 
manos barloaremos  sobrellos  y  lo 
haremos  que  armada  que  salió  con 
mandado  de  tan  altos  principes  no 
avia  de  bolver  atrás  syn  buenas 


288    MARTÍN  ALONSO  PINZÓN 

nuevas  y  que  con  esto  todos  se  ani- 
maron y  el  dicho  don  cristoval  co- 
lon avia  dicho  martin  alonso  con 
estos  hidalgos  ayamonos  bien  y  an- 
demos otros  ocho  dias ,  y  si  en  estos 
no  hallaremos  tierra  daremos  otra 
horden  en  lo  que  devemos  hazer,  y 
desta  manera  navegaron  otros  sye- 
te  dias,  y  sobre  noche  vieron  fuego 
en  una  tierra  que  se  dezia  las  prin- 
cesas y  agora  se  llama  los  lucayos 
yesto  es  lo  que  le  han  dicho  á  este 
testigo  y  lo  que  le  contaron  los  di- 
chos martin  alonso  y  sus  hermanos. 

>A  las  quinze  preguntas  dixo  que 
dize  lo  que  dicho  á  en  las  pregun- 
tas antes  desta  en  que  se  afirma  e 
lo  demás  que  lo  non  sabe. 

»A  la  diez  e  seys  preguntas  dixo 
que  no  la  sabe  ni  tal  a  oydo  dezir 
hasta  agora. 

»A  la  diez  y  siete  preguntas  dixo 


POR   J.    M.    ASENBIO  289 

que  no  la  sabe  ni  tal  a  oydo  dezir 
hasta  agora. 

»A  la  diez  e  ocho  preguntas  dixo 
que  no  la  sabe  ni  tal  a  oydo  dezir. 

»A  las  diez  e  nueve  preguntas 
dixo  que  a  oydo  dezir  á  muchas 
personas  especialmente  á  los  dichos 
martin  alonso  e  sus  hermanos  quel 
dicho  don  cristoval  colon  avia  ha- 
llado en  esta  ysla  española  muestra 
de  oro  y  resgates  e  que  con  lo  que 
avian  podido  aver  se  avian  buelto 
a  españa  a  hazer  Relación  de  lo  que 
les  avia  subcedido  a  los  Reyes  ca- 
tólicos que  están  en  gloria  e  que  al 
tiempo  quel  dicho  martin  alonso 
llego  á  vayona  este  testigo  lo  topo 
y  le  habló  como  a  debdo  y  el  dicho 
martin  alonso  le  hizo  Relación  de 
todo  lo  que  avia  pasado  y  le  dixo 
quel  dicho  don  cristoval  colon  y  el 
avian  salido  destas  partes  el  dicho 

19 


290  MARTÍN   ALONSO   PINZÓN 

don  cristo  val  colon  de  do  dizen  ago- 
ra puerto  Real  y  el  dicho  martyn 
alonso  de.  puerto  de  gracia  e  que  se 
avian  juntado  en  la  mar  e  con  tor- 
menta se  avian  apartado  y  el  dicho 
don  cristo  val  colon  avia  y  do  a  lys- 
hona  y  el  avia  llegado  alli  que  es 
el  dicho  puerto  de  vaj^ona  e  que 
esto  sabe  desta  pregunta  e  no  otra 
cosa. 

»A  las  veynte  preguntas  dixo 
que  dize  lo  que  dicho  a  en  las  pre- 
guntas antes  desta  en  que  se  afirma 
e  lo  demás  que  lo  non  sabe. 

»A  las  A^eynte  e  una  preguntas 
dixo  que  no  la  sabe  e  que  es  verdad 
que  este  testigo  a  oydo  dezir  que 
pusieron  nombre  a  un  Rio  que  esta 
en  esta  ysla  en  la  vanda  del  norte 
el  Rio  de  martin  alonso  porque  el 
diz  que  el  dicho  martin  alonso  avia 
llegado  e  entrado  en  el  dicho  Rio 


POR   J.    M.    A8EN6IO  291 

en  el  qual  este  testigo  a  estado  mu- 
chas vezes  e  lo  demás  que  no  lo 
sabe. 

»A  las  Yejnte  e  dos  preguntas 
dixo  que  no  sabe  della  mas  de  que 
buelto  el  dicho  martin  alonso  a  los 
Reynos  de  castilla  no  se  juntava 
con  el  dicho  don  cristoval  colon 
porque  supo  este  testigo  que  le  abia 
miedo  el  dicho  martin  alonso  non 
sabe  por  que  cabsa  mas  de  que  oyó 
decir  que  sy  el  dicho  don  cristoval 
colon  pudiera  prender  al  dicho  mar- 
tin alonso  lo  prendiera  y  lo  llevara 
preso  consygo  á  la  corte  e  que  den- 
de  á  pocos  dias  quel  dicho  martin 
alonso  llegó  á  la  villa  de  palos  no 
entrando  dentro  se  fue  a  una  here- 
dad suya  que  está  en  término  de 
moguer  e  allí  adolescio  e  estando 
doliente  lo  traxeron  ciertos  debdos 
suyos  á  un  monasterio  de  francis- 


292  MARTÍN    ALONSO   PINZÓN 

eos  que  se  dize  la  Ravida  en  térmi- 
no de  palos  a  donde  el  dicho  mar- 
tin  alonso  fálleselo  desta  presente 
vida  lo  qual  vido  este  testigo  estan- 
do en  aquella  sázon  en  aquella  tie- 
rra e  lo  demás  que  no  lo  sabe. 

»A  las  veynte  e  tres  preguntas 
dixo  la  sabe  como  en  ella  se  contie- 
ne preguntado  como  la  sabe  dixo 
que  porque  este  testigo  a  visto  lo 
en  ella  contenido  y  es  debdo  del  di- 
cho Juan  martin  pincon  hijo  del  di- 
cho martin  alonso  e  que  lo  vido 
nascer  e  criar  en  su  casa  como  su 
fijo  lejítimo  lo  qual  es  muy  público 
e  notorio  en  la  dicha  villa  de  palos 
y  en  otras  partes  donde  tienen  de- 
llos  noticia  e  conoscimiento. 

>A  las  veynte  e  quatro  pregun- 
tas dixo  que  lo  que  sabe  desta  pre- 
gunta es  que  este  testigo  bino  con 
el  dicho  don  cristoval  colon  por  su 


POR   J.    M.    ASENSIO  29Í 


piloto  el  segundo  viaje  que  hizo  á 
estas  partes  y  en  el  dicho  segundo 
yiaje  el  dicho  don  cristo  val  colon 
con  su  yndustria  descubrió  las  ys- 
las  en  las  preguntas  contenidas  y 
este  testigo  las  ayudo  á  descubrir 
como  su  piloto  y  esto  sabe  destas 
preguntas  y  es  la  verdad  y  lo  de- 
mas  que  no  lo  sabe. 

>A  las  veinte  e  cinco  preguntas 
dixo  que  no  la  sabe  e  que  dicho  don 
oristoval  colon  descubrió  las  par- 
tes en  la  pregunta  contenidas  yen- 
do este  testigo  por  su  piloto. 

»A  las  veynte  e  seys  preguntas 
dixo  que  dize  lo  que  dicho  a  en  la 
pregunta  antes  desta  e  que  quando 
el  dicho  don  cristoval  colon  descu- 
brió las  partes  e  yslas  contenidas 
en  la  pregunta  dende  a  cierto  tiem- 
po vinieron  por  allí  otras  perso- 
nas que  venían  con  cargos  de  los 


294    MARTÍN  AL0N60  PINZÓN 

Reyes  católicos  é  no  sabe  otra 
cosa. 

»A  las  veynte  e  siete  preguntas 
dixo  que  no  la  sabe  mas  de  que  cree 
que  dicho  don  cristoval  colon  y 
después  don  diego  colon  su  hijo  e 
don  luis  colon  su  nieto,  almirante 
que  agora  es  an  llevado  aquella 
parte  de  que  su  magestad  y  los  Re- 
yes católicos  le  hizieron  merced,  y 
assi  lo  a  oydo  dezir  publicamente 
y  que  se  Remite  a  los  libros  de  su 
magestad. 

»A  las  veynte  e  ocho  preguntas 
dixo  que  dize  lo  que  dicho  a  en 
que  se  afirma  e  que  deste  caso  esto 
es  lo  que  sabe  y  la  verdad  para  el 
juramento  que  hizo  e  no  firmo  por- 
que dixo  que  no  sabia  escrevir  e 
dixo  que  por  que  antes  de  agora 
tiene  dicho  su  dicho  en  Razón  de  lo 
contenido   en  las  preguntas  deste 


POR   J.    M.    ABEN8I0  295 


ynterrogatorio  que  se  Remite  a  lo 
que  asy  tiene  dicho  en  todo  ello 
e  lo  demás  no  lo  sabe. 

Es  copia  literal  del  documento  á 
que  se  refiere,  existente  en  este  Ar- 
chivo, 

C.  Jiménez  Placer. 


llSJ-DIOE 


Págs. 

Prólogo 5 

Parte  primera 31 

Parte  segunda 71 

Parte  tercera 173 

La   leyenda   colombina. — I.    Historia 

antigua.— Leyenda  moderna 223 

IL — El  recibimiento  en  Barcelona 232 

IIL— Noticias  anteriores  del  Nuevo  Mun- 
do V  primer  viaje  de  Cristóbal  Colón.  244 

IV.— Colón  y  Bobadilla 252 

Apéndick.— Declaración  del  piloto  Her- 
nán Pérez  Mateos t 273 

Archivo  general  de  Indias  de  Sevilla. . .  279 


LA  ESPAÑA  MODERNA 


REVISTA  IBERO -AMERICANA 


Cada  número  forma  un  grueso  volumen  de 
más  de  200  páginas ,  gran  tamaño ,  á  dos  co- 
lumnas. 

Se  divide  en  dos  secciones:  española  y  ex- 
tranjera. La  española  está  escrita  por  Are« 
nal  (D.*  Concepción),  Karrantes,  Cam- 
poamor ,  Cánovas  ^  Castelar ,  Échela- 
ray,  Galdón,  llenéndez  y  I*elayo,  Par- 
do Bazán  (D.^  Emilia),  Palacio  Valdés, 
Pí  y  Margall,  Thebusseni,Talera  y  Zo- 
rrilla, con  los  que  alternan,  en  concepto  de 
colaboradores,  los  primeros  publicistas  es- 
pañoles. La  parte  extranjera  estará  redacta- 
da por  Oour^et,  Cantú,  Coppée,  Cher- 
liuliez,  Daudet,  Dostoyusky,  Gladstone, 
Goncourt,  Ricliepin,  Tolstoy,  Tiirgue- 
uef  y  Zola. 


Precios  de  suscrición,  pagando  por  ade- 
lantado : 

En  España,  seis  meses,  diez  y  siete  pesetas; 
un  año,  treinta  pesetas. — En  las  demás  nacio- 
nes europeas  y  americanas ,  y  en  las  posesio- 
nes españolas,  un  año,  cuarenta  francos,  en- 
viando el  importe  á  esta  Administración  en 
letras  sobre  Madrid,  París  ó  Londres. 

Las  suscriciones,  sea  cualquiera  la  fecha 
en  que  se  hagan,  se  sirven  á  partir  del  mes 
de  Enero  de  cada  año.  A  los  que  se  suscriban 
después,  se  les  entregarán  los  números  atra- 
sados. 

Se  remite  un  tomo  de  muestra  gratis  á 
quien  lo  pida  por  escrito  al  Administrador  de 
La  España  Moderna,  Cuesta  de  Santo  Do- 
mingo, 16,  principal. 

Quedan  algunas  colecciones  de  los  años 
1889,  90  y  91,  á  30  pesetas  en  rústica,  y  "lO 
en  pasta. 


LA  NUEVA 

CIENCIA  jurídica 


antropología-sociología 

Las  ciencias  jurídicas  y  sociales  atraviesan 
un  período  de  profunda  y  radical  transforma- 
ción. El  clasicismo  agoniza  y  el  positivismo 
moderno  gana  terreno  de  día  en  día.  El  méto- 
do experimental  y  de  observación,  que  tiempo 
atrás  produjo  tan  beneficiosos  resultados  en 
las  ciencias  físicas  y  naturales ,  se  aplica  hoy 
con  innegables  frutos  al  estudio  de  las  mora- 
les y  políticas.  Al  fundar  una  revista  españo- 
la que  sirva  de  palenque  á  todas  las  ideas  bajo 
el  lema:  «La  nueva  ciencia  jurídica»—  título 
de  ancha  base  que  permite  tratar  del  mismo 
modo  y  bajo  distintos  aspectos,  las  cuestiones 
sociales  y  los  problemas  puestos  sobre  el  ta- 
pete por  los  modernos  criminalistas  italia- 
nos—  nos  proponemos  dar  á  conocer  las  pro- 
ducciones más  notables,  en  orden  á  estos  tra- 
bajos, de  los  escritores  nacionales  y  extranje- 
ros, y  fomentar  de  una  manera  especialísima 


en  nuestra  España  la  afición  al  estudio  de 
esta  nueva  fase  de  las  ciencias  sociales  y  jurí- 
dicas. Contamos  con  la  cooperación  valiosísi- 
ma de  los  más  ilustres  tratadistas  españoles, 
y  la  sección  extranjera  estará  á  cargo  de  per- 
sonalidades tan  eminentes  como  Lombroso, 
Ferri,  Garofalo,  D'Aguanno,  Fioretti,  Marro, 
Lacassagne,  Puglia,  Benedik,  Tarde,  Ribot, 
Morselli,  Frenek-Feré,  Sergi  y  Morrison. 
Condicione»  de  suscrición : 
Cada  mes  verá  la  luz  un  cuaderno  de  64  pá- 
ginas grandes,  á  dos  columnas.  Sólo  se  admi- 
ten suscriciones  por  un  año,  á  partir  de  Ene- 
ro, aunque  se  haga  el  abono  después  del  refe- 
rido mes :  en  este  caso  se  entregarán  al  sus- 
critor  los  números  atrasados. 

En  España ,  un  año 12  pesetas. 

Fuera  de  España ,  lo  mismo 
en  Europa  que  en  América,  fld      — 

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España  Moderna  y  de  La  Nueva  Ciencia 
Jurídica,  Cuesta  de  Santo  Domingo,  16,  pral., 
Madrid,  enviando  el  importe  en  letras  de  fácil 
cobro  ó  en  sellos,  pero  en  este  caso  certifican- 
do la  carta; 


NOVELAS  Y  CAPRICHOS 

Precioso  libro  que  contiene  lo  siguiente: 

Sopas  de  ajo  (cuento) ,  por  el  Doctor  Tebussem. — 
El  collar  de  perlas  (cuento  árabe) ,  por  Manuel  del 
Palacio.— Virtudes  premiadas  (novela),  por  J.  Octa- 
vio Picón.— El  poder  de  la  ilusión  (poema) ,  por  Ra- 
món de  Campoamor.— El  mechón  blanco  (cuento), 
por  Emilia  Pardo  Bazán— Tisis  poética  (leyenda), 
por  José  Zorrilla.— Chucho  (agua-fuerte),  por  A.  Pa- 
lacio Valdes. — La  risa  del  payaso  (cuento),  por  Emi- 
lio Ferrari. — El  novenario  de  ánimas  (cuento),  por 
Narciso  Oller— Placidez  (cuento),  por  Eugenio 
Selles.— La  condesa  de  Palenzuela  (cuento),  por  Anto- 
nio de  Valbuena. 

ORABJlDOS 

Historias  mudas. — Tomando  el  baño.  Destreza  de 
un  boml)ero,  Se  paró  el  carro,  El  tigre  y  la  suegra.  Seré- 
nala romántio-naturalista,  Dicha  breve,  De  la  novia  á  la 
suegra,  Culpa  y  castigo.  El  fotógrafo,  El  que  mucho  abar- 
ca, Cambio  de  sacos,  El  perrillo  amaestrado,  Sueño  inte- 
rrumpido, El  telescopio,  En  el  circo.  El  pescador  inglés, 
Desequilibrio,  El  viajero,  Quien  con  perros  se  mete,  El 
perrillo  juguetón. 

Autógrafos— Del  P.  Luis  Coloma ,  de  Ayala,  de 
Alarcón,  de  Núñez  de  Arce,  de  Hartzenbusch,  de  Ventu- 
ra Ruix  Aguilera,  de  Zapata,  de  Fernández  y  González, 
de  Selgas. 

Retratos. — De  Juan  Eugenio  Hartzenbusch,  de  Nú- 
ñez  de  Arce,  del  P.  Luis  Coloma,  de  Ventura  de  la  Vega, 
de  Tula  Avellaneda,  de  Wagner,  de  Fernán-Caballero, 
de  Tolstoy. 

Retratos  históricos.— Napoleón  I  en  Austerlitz  y 
en  Waterloo,  Napoleón  III,  Federico  el  Grande,  Ricardo 
Wagner,  Listz,  Wagner  y  Bülow,  Ricardo  Wagner  en 
El  Anillo  de  los  Nibelungos. 

Sombras— Bismarck,  Crispi. 

Grabados  sueltos. — Transformación  de  una  cafe- 
tera, Estudio  de  Fernán- Caballero,  Un  descanso.  Un  niño 
artista,  Teatro  de  Bayreuth,  Retrato  de  familia,  Wagner 
llevando  la  batuta,  El  Mesías  de  los  judíos,  Caricatura. 

Un  volumen  de  más  de  300  páginas,  treS  pesetas 
en  las  principales  librerías. 


COLECCIÓN  DE  LIBROS  ESCOGIDOS 


Obras  del  Conde  León  Tolstoy 


LA  SONATA  DE  KREUTZER 

En  un  estudio  que  la  Sra.  Pardo  Bazán  ha 
escrito  acerca  de  Zola  y  Tolstoy,  los  más 
grandes  novelistas  contemporáneos,  dice  la 
ilustre  escritora:  «Tolstoy,  cuando  acierta, 
marca  la  huella  profundísima  de  su  garra  de 
león,  creando  un  drama  tan  real,  tan  hondo 
tan  amargo,  tan  sublime  — no  es  hiperbólico 
el  elogio  —  como  La  Sonata  de  Kreuher,  acaso 
la  novela  más  profunda  y  genial  de  la  tem- 
porada del  90  á  91.» 

Se  vende  á  tres  pesetas  en  las  principales 
librerías,  así  como  Marido  y  mujer  ^  Dos  gene- 
raciones, El  Ahorcado  y  El  Princijae  Wekhli,  En. 
el  Oáucaso  y  La  Muerte,  del  propio  autor,  que 
pertenecen  también  á  la  «Colección  de  libros 
escogidos. » 


) 


U.C.  BERKELEYLIBRARIES 


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