UC-NRLF
I
ESCOGIDOS
MARTÍN ALONSO
PINZÓN
EbTÜJ)IO HISTÓRICO
JOSÉ MARÍA ASENSIO
Dii-ccio de la Acad'.j.ua de T-'íenas letras de Se-
villa. Corytspviidíenic de I ^ .fe ¡a ITist-ria de Ma-
drid , ele.
MADRID
tiA ESPAÑA MODBHNA
Cta. de Sto. Doming-o, ](>
GE ITT OF
JoCoCIElBIKIUíJ^
MARTIN ALONSO PINZÓN
COLECCIÓN DE LIBROS ESCOGIDOS
MARTÍN ALONSO
PINZÓN
w
E8TIIDT0 HISTÓRICO
POR
JOSÉ MARÍA ASENSIO
MADRID
LA ESPAÑA MODERNA
Cttt. lio Sto. Düming-o, lü.
Es propiedad.— Queda
hecho el depósito que mar-
ca la Ley.
"aoi-stin AvRiAlIl^^e la Comp. de Impr. y LiU. <
S. B«rnardo, »2.-T«léfon« Büm «.•««.
MARTÍN ALONSO PINZÓN
PROLOGO.
Llama la atención que en los
momentos mismos en que
todos los pueblos civilizados
se disponen á celebrar el cuarto
centenario del descubrimiento del
Nuevo Mundo, cuando el nombre
de Cristóbal Colón resuena en todos
los ámbitos de la tierra y su glo-
ria se recuerda por la humanidad
entera, si así puede decirse, j se
levantan estatuas y monumentos
que perpetúen su memoria y la ad-
miración que despiertan sus heroi-
cos hechos, hayan aparecido opi-
338311
MAR^tÑ' AIJONSO PINZÓN
niones exageradas de algunos pen-
sadores que se oponen al torrente
de las ideas, y buscan manchas en
la conducta del genio que atrae la
atención universal, mostrando, más
ó menos embozadamente, la ten-
dencia de amenguar sus grandes
merecimientos , rebajar su carácter
y discutir la gloriosa empresa de
aquel para quien la humanidad
nunca tendrá sobrada gratitud ni
sobrada admiración , aporque rom-
pió el velo que envolvía m^edio mun-
do. ¡Singular coincidencia, y más
extraña muestra de las aberracio-
nes de la razón humana!
Encontramos la causa de tal exa-
geración en un sentimiento falso de
patriotismo, que juzga rebajada ó
colocada en lugar secundario la im-
portancia de la nación española que
acogió los proyectos del gran mari-
POR J. M. ASEN8I0
no genovés, porque este aparezca
como la primera figura del descu-
brimiento ; en un alarde de supues-
ta imparcialidad , que con deseo de
disimular las manchas que en el li-
bro de la historia oscurecen las re-
levantes cualidades de muchos de
los españoles ilustres que en aque-
lla grandiosa empresa ayudaron á
Cristóbal Colón , ó estuvieron á su
lado por mandamiento expreso de
los Reyes Católicos , entienden que
se disimularán aquellas, si en las
acciones del descubridor encuentran
algo digno de censura ; y de un mal
paso caen en otro peor, juzgando
que las figuras de nuestros compa-
triotas crecerán y se verán á me-
jor luz si logran reducir las colosa-
les proporciones del héroe que se
les pone delante y atrae la admira-
ción de todos.
MARTÍN ALONSO PINZÓN
Tal vez el intento es digno de
alabanza; pero equivocan lastimosa-
mente el camino los que tal obra
han comenzado , y puede conseguir-
se el resultado apetecido y hacer
justicia á los insignes españoles que
tanta parte tuvieron en la arriesga-
da empresa, compartiendo la gloria
de Cristóbal Colón , sin que ningu-
no pierda ni caiga del alto pedes-
tal que debe á sus merecimientos, y
antes por el contrario , elevándolos
á todos al grado que les correspon-
de por los grandes servicios que
prestaron á la causa de la civiliza-
ción en aquellos importantes acon-
tecimientos.
Noble j simpático campo puede
recorrerse al vindicar á los compa-
ñeros de Colón y á los primeros
descubridores que siguieron sus
huellas, así como á los colonizado-
POR J. M. A8ENS10
res j administradores de la contra-
tación de Indias , de los cargos que
la pasión ó la ignorancia haya po-
dido formarles sin la justificación
necesaria; que siempre es noble 3''
grata la tarea del que se propone
que brille la justicia y se aquilaten
y aprecien en su valor las acciones
de los hombres ilustres; pero es in-
gratísima labor, y repulsiva para
la inmensa mayoría de los hombres
dedicados al estudio y aun para
todos los pueblos cultos, la de pre-
tender se arrojen puñados de lodo
sobre las estatuas que por voto uná-
nime de cuatro siglos se van á ele-
var á la gloria del revelador de un
mundo nuevo, ó borrar del nimbo
refulgente que rodea su nombre al-
guna de las brillantes cualidades
que la humanidad admira, y por
las cuales se prepara á honrarlo
10 MARTÍN ALONSO PINZÓN
proclamándole en todas las lenguas
conocidas la primer figura, el más
grande de todos los caracteres que
conserva la historia.
Es un patriotismo laudable , pero
exagerado, una idea plausible, pero
equivocada, la que ha producido
esas opiniones extrañas y guiado la
pluma de los escritores que las sos-
tienen ; y aceptando de ellas lo que
tienen de razonable, creemos que
es muy fácil apartarlos del error en
que corren á despeñarse , llevándo-
les por camino más recto y que
ciertamente llegará á más favora-
ble resultado.
Sin disminuir en un ápice el méri-
to de Cristóbal Colón , sin atentar á
su gloria , pueden y deben traerse á
nuevo examen y ponerse en el de-
bido lugar las altas condiciones de
los marinos que le acompañaron;
Pv)R J. M. ASENSIO 11
y aunque censuremos justificada-
mente los actos que merezcan vitu-
perio , no por eso han de relegarse
al olvido los grandes servicios que
prestaron y la abnegación con que
ayudaron al descubrimiento ; que
tal vez sin ellos no se hubiera lle-
vado á cabo aquel acontecimiento,
grandioso y trascendental como
ningún otro de cuantos registradla
historia.
En el próximo centenario se con-
memorarán juntas la gloria de Cris-
tóbal (Jolón y la de nuestra Espa-
ña; tan unidas ambas, que no es
posible separai'las, ni puede un es-
pañol denigrar al genio genovés á
quien adoptó nuestra patria, y que
forma con su ciencia y su fe una de
nuestras maj^ores glorias , sin que
sus censuras lastimen en algo á la
ilación que se hizo solidaria en un
12 MARTÍN ALONSO PINZÓN
principio de sus proyectos y conti-
nuó luego sus empresas; logrando
con el descubrimiento y la conquis-
ta la más brillante página de la his-
toria de la civilización, que nos per-
tenece por entero , por más que la
envidia ladre.
Pero á más de la causa indicada,
existe otra de muy diferente índo-
le , aunque ha venido á producir el
mismo resultado.
Ley es de la condición humana
tocar en todo los extremos ; una
injusticia provoca otra, de una in-
considerada apreciación se sigue
casi siempre la contraria, caminan-
do constantemente de reacción en
reacción , y así ha sucedido , á nues-
tro sentir, en el presente caso. Por
largo espacio de cerca de cuatro si-
glos , los historiadores de todas las
ilaciones han estudiado el descubrí-
POR J. M. A6ÉÑ6IÓ i 3
miento de las Indias Occidentales
bajo todas sus fases, y cada cual con
diferente criterio, y sin interrup-
ción han repetido las alabanzas del
primer Almirante que las descubrió,
sin hallar sombra en su gloria.
Pero el entusiasmo exagerado,
la irreflexiva pasión de un escritor
francés contemporáneo, que, for-
jando en su imaginación un ser pri-
vilegiado, un héroe semi-fantástico,
quiso hacer un santo de Cristóbal
Colón^ ha dado origen á las exagera-
ciones contrarias que deploramos.
No se contentó el conde Roselly de
Lorgues con ser el hagiógrafo y
presentar al descubridor como san-
to ; de éstos los ha habido harto pe-
cadores , que por el arrepentimiento
y los sacrificios , por la expiación y
las santas obras, han redimido sus
taitas siendo actualmente alto ejem-
14 MARTÍN ALOiNiáO PINZÓN
pío para la humanidad. El Conde
quiso dibujar al inmortal navegan-
te como un ser excepcional é inspi-
rado solamente por la divinidad en
la concepción de su gran pensa-
miento , sin que debiera cosa alguna
á la ciencia de sus contemporáneos,
ni á las tendencias de su época ni
aun á su propia experiencia; y lle-
vando todavía más allá su propósi-
to, aspiró á demostrar que había
sido impecable , y que prescindien-
do de los datos históricos , escribien-
do sus hechos más con el corazón
que con I03 documentos, podía la-
vársele de toda culpa, y para ello
borrar con elocuente palabrería
cuantas faltas se notaban en su con-
ducta como particular, en sus actos
como gobernador y como jefe, como
capitán y como administrador. El
Mensajero de Dios^ el Enviado para
POR J. M. ASENSIO
extender la fe de Cristo , el Revela-
dor de otro mundo no había tenido
mancha alguna, siendo todas las
culpas de los que le rodeaban ; no
era posible dirigirle censuras, y
cuantas faltas se le atribuían eran
calumnias forjadas por los enemi-
gos de la religión cristiana, por
autores de tan escasa valía como
Robertson, Humboldt, Prescott,
Washington Irving y otros protes-
tantes que monopolizaban la histo-
ria del Héroe Evangélico, y por fa-
náticos españoles tan ignorantes
como D. Martin Fernández Nava-
rrete y D. Juan Bautista Muñoz.
El conde Roselly de Lorgues no
escribió la historia , sino la leyenda
mística de Cristóbal Colón,
A tamañas exageraciones respon-
den las primeras censuras dirigidas
á la conducta de Cristóbal Calón,
16 MARTÍN AL0N80 PÍNZÓxV
_________^ ■•>i
que luego se han querido extender
á su carácter y á su ciencia misma.
Como el polo opuesto, como la
antítesis más viva de la obra del
conde Roselly de Lorgues, apareció
en New- York, en 1874, la que se
titula Historia del carácter y de las
empresas del llamado Cristóbal Co-
lón (1). Su autor, Mr. Aaron Goo-
drich, se propone, al parecer, pa-
tentizar el escaso valer de la obra
del Conde francés, sin referirse á
ella, poniendo en claro cuan fácil
es hacer la demostración de los ma-
yores absurdos, con visos de razón,
y con el intento de minar una por
una las piedras del edificio liviano
( 1 ) A History of the character and achievé'
mens of the so-called Christopher Columbus,
by Aaron Goodrich , with numerous ilustra-
tions. — New York, Appleton, 1874, un tomo
en 4." _ _^
POR J. M. ASENRIO 17
levantado por el Conde, como dice
con tanta verdad el docto escritor
D. Cesáreo Fernández Duro (1),
« ejercitando el frío razonamiento
y>áe la protesta anti-católica contra
»el ferviente deseo del biógrafo
» ortodoxo, apalancando con la fan-
»tasía el idealismo, con la pasión la
»pasión , el misticismo con la irre-
»verencia, hasta poner al lado de la
»leyenda seráfica francesa otra le-
> yenda mitológica de Ultramar. >
Pero el impulso estaba dado , y
sin ir tan lejos como el anglo-ame-
ricano (roodrich , hubo muchos que
á fuer de buenos españoles, dieron
en pensar que se habían exagerado
los merecimientos de Cristóbal Co-
lón, y que entusiasmados por su
gloria todos los escritores que del
fl) Nebulosa de Colón. —Wnáril, Suceso-
res de Rivadeneyra, 1890.
2
18 MARTÍN ALONSO PINZÓN
descubrimiento del Nuevo Mundo
habían tratado, menospreciaban á
los que ayudaron á tan gran suce-
so, oscureciendo con las alabanzas
al genovés los méritos de los espa-
ñoles, según antes decíamos. Cre-
yendo que desde el P. las Casas
hasta Washington Irying, todos los
historiadores habían hecho la apo-
teosis de Colón , buscaron algo que
decir en su contra, para que, oscure-
ciéndose el brillo de su nombre, lu-
cieran mejor los de sus compañeros.
Y es doloroso ver que por ese fal-
so camino se han comenzado á des-
lizar escritores de verdadero talen-
to , y alguno entre ellos cuyas ex-
celentes condiciones son justamente
alabadas en otros terrenos , y muy
señaladamente en cuanto á las cues-
tiones colombinas se reñere. Tal
pensamiento ha logrado cegar á
POR J. M. ASENSIO 10
muchos espíritus, por más que el
mayor número de pensadores lo re-
chaza por infundado , y se han
puesto nuevamente en tela de juicio
las condiciones de carácter, la fe,
la generosidad y hasta la ciencia
del descubridor, suponiendo que
había tenido conocimiento de la
existencia de las tierras occidenta-
les por las sagas de los islandeses ó
por el fantástico piloto que murió
en su casa , cuyo nombre nadie co-
noció, hasta que más de un siglo
después lo estampó el inca Garcila-
so de la Vega en sus Comentarios,
con animadversión bien conocida;
y ya los detractores de Colón dan
como indiscutible la existencia de
Alonso Sánchez de Huelva y refie-
ren su viaje, y que, por tanto, no
pertenecía á aquél la originalidad
de la concepción que tanto avalora
MARTIN ALONSO PINZÓN
SU talento ; y que era inferior en co-
nocimientos náuticos , en práctica y
aun en constancia y dotes de man-
do V de administración , á muchos
de los que le acompañaron , siendo
mnj justos y razonables aquellos
jueces pesquisidores que tantas vio-
lencias ejecutaron , y que durante
cuatro siglos han merecido la exe-
cración de la posteridad.
No es nuestro intento en este en-
sayo discutir el origen de los pro-
yectos de navegación hacia Occi-
dente en el siglo xv , ni estudiar la
extensión que fueron tomando las
empresas marítimas , ni las noticias
que circulaban de la existencia de
tierras desconocidas al otro lado de
los mares. En otro libro (1) hemos
[ 1 ) Cristóbal Colón, su v¿c¿a , sus viajes, sus
descubriMienios. — Bircelona, Kspasa y Corn-
pañía editores, 1888-91.
PÓK J. M. ABENSIO 21
indicado alguna de las muchas opi-
niones que sobre estos extremos se
han manifestado, conformando la
nuestra con la del sabio Alejandro
Humboldt.
Aun admitiendo, como creemos
debe admirirse, la certeza de los
viajes de los escandinavos en los úl-
timos años ^:el siglo x , teníamos por
resuelta la cuestión en favor de
nuestros navegantes del siglo xv , y
colocada en su verdadero terreno,
del que no seria posible volverla á
distraer, después de la sólida argu-
mentación del Sr. D. Pedro José
Pidal. Encontrar por casualidad no
es más que fortuna , y no se funda
en precedentes científicos ; abando-
nar lo encontrado sin darse cuenta
de su importancia , sin que produz-
ca resultados tangibles en el pro-
greso de la humanidad, no se llama
22 MARTÍN ALONSO PINZÓN
descubrimiento y se olvida bien
pronto. Los escandinavos pisaron
el continente occidental: «Pero si
»la gloria consiste en concebir, de-
»cia aquel pensador profundo (1),
» en medio de un siglo ilustrado que
»unánimente lo deniega, que hay
»más allá de los mares frecuentados
>por tantos siglos, un continente
> y regiones nuevas y desconocidas,
>en consagrar su vida á la inven-
»ción de este Nuevo Mundo, en
» arrostrar y vencer millares de
» obstáculos y dificultades , y , sobre
>todo, en producir inmensos resul-
>tados, ¿quién negará aquella glo-
> ria á Colón y á la gran nación que
>le supo comprender y apreciar?
> La obra de Colón y de Castilla fué
(1) Revista de Madrid.— ^egMu^tí serie. —
Tomo II, 1839.
pon J. M. ASÉNSIÓ 2íí
»la obra del saber, del genio y de
» una alta j fecunda inteligencia; la
» de los escandinavos , la del azar j
» de la casualidad. La primera pro-
» duj o resultados inconmensurables,
» inmensos en el orden político y
» social de las naciones, y causó una
> completa revolución en las rela-
» ciones de los pueblos ; la segunda
»no produjo la más pequeña utili-
» dad , ni fué de la menor trascen-
»dencia.»
No creemos que la fama de Cris-
tóbal Colón puede ser oscurecida en
este ni en otro concepto alguno : en-
tendemos que los escritores que, guia-
dos por el noble anhelo de vindicar
á la nación española, han emprendi-
do la tarea de rebajar el mérito del
genio geno vés , han equivocado las-
timosamente el camino, como dijo un
escritor muy celebrado , empleando
24 MARTIN AlA)NSl) PINZÓN
medios que no han de conducirles al
logro de su buen propósito, 3% antes
por el contrario, pueden resultar
contraproducentes. El amor patrio
ha turbado su vista.
En el libro titulado Cristóbal Co-
lón , su vida^ sus viajes, sus descu-
brimientos , recientemente publica-
do , hemos procurado . sin pasión y
con ardiente anhelo de escribir la
verdad, colocar en su verdadera
luz los altos merecimientos de Mar-
tin Alonso Pi7izón y de otros mu-
chos de los que ayudaron al primer
Almirante que descubrió las Indias,
para que pudiera llevar á la prác-
tica su atrevido proyecto , pues por
ellos puede decirse que el descubri-
miento y conquista del Nuevo Mun-
do es gloria de España.
E\ o'euio £?enovés la Europa entera
corrió, pidiendo á guisa de meodigo,
POU J. M. AtíENSIO 25
á SUS tiüuos uu rey para la esfera
que al nacer á la luz trajo consigo;
en vano, el Nuevo Mundo nunca fuera
del saber de Colón noble testigo,
si no hallara en Castilla una matrona
cual nunca alguna que ciñó corona (1).
Isabel la Católica fué colocada
por Dios en el trono de España para
que pudiera realizarse la colosal em-
presa. Su genio comprendió al genio
n quien tenían todos por loco y so-
ñador. Pero al lado de la excelsa
soberana de Castilla, brillan Fray
Juan Pérez y Alonso de Quintani-
11a, Juan de la Cosa y Martín Alon-
so Pinzón , Deza y Santángel , Mar-
chena y otros muchos que, decla-
rándose favorecedores de Cristóbal
6bfón, hicieron española su empresa.
Mas como después de haber cir-
(1) Hernán CoHé? , por D. Patricio de la
Escosura.
26 MARTÍN ALONSO PINZÓN
culado aquella obra, j no obstante
nuestra convicción de haber hecho
en ella cumplida justicia al méri-
to singular del marino de Palos y
ponderado sus servicios , todavía no
aparecen éstos bien apreciados en
concepto de algunos diligentísimos
y doctos colombistas , á quienes en
vano hemos procurado convencer
de la imparcialidad de nuestres jui-
cios ; nos hemos decidido á empren-
der nuevo estudio con el sólo y ex-
clusivo objeto de dejar bien en claro
las acciones de nuestro ilustre com-
patriota Martín Alonso Pmzón, y
la gloria de su nombre como va-
leroso y entendido marino ; porque
juzgamos que no se ha entendido
en todo su alcance la apreciación
que de sus grandes servicios formu-
lamos.
Siempre nos desvelamos porque
Poli J. M. ASENélO
nuestra historia, como espejo lim-
pio , refleje las figuras de los perso-
najes todos sin disimular sus imper-
fecciones; y este es un defecto, al
parecer , en sentir de los nuevos crí-
ticos que, llevados, según decíamos,
por un exceso de patriotismo , sola-
mente quieren ver el lado bueno;
como si los héroes más celebrados
y de mayor renombre dejaran de
formar parte de la humanidad, y
de ser , como todo lo humano, com-
puestos de pasiones , que por inhe-
rentes á la naturaleza , ninguno
puede librarse de ellas , y cuya pin-
tura, lucha, contraste y narración
es uno de los principales elementos
de la historia. En la generalidad de
los hombres , las pasiones están en
equilibrio más ó menos perfecto, sin
haber ninguna sobresaliente; en los
santos , los héroes y los genios su-
28 MARTIN AL0N80 PINZüN
periores se encuentran algunas de
las más excelentes en grado verda-
deramente heroico, y esto los le-
vanta sobre el vulgo j los hace ob-
jeto de veneración Pero son muy
pocos, tal vez ninguno, los que al
lado de sus grandes cualidades no
descubren faltas, propias de las otras
pasiones menos elevadas que sien-
ten todos los corazones. Asi es el
hombre ; así hemos pintado á Mar-
tin Alonso Pinzón , porque tal re-
sulta de la historia , porque tales son
todos los actos humanos.
Toutefois aux grands coeurs donnez quelques faiblesses
A ees petits défauts mai-qués dans la peinture.
L'esprit avec plaisir reconnait la nature,
Como decía con tanta profundi-
dad de observación el célebre Ni-
colás Boileau (1).
(1) Art poctique , Chant troisiéme.
POR J. M. ASEN8I0 29
No es, pues, una obra nueva la
que ahora publicamos; es una re-
copilación de cuanto en otra más
extensa se contiene relativo á los
hechos de Martin Alonso Pinzón,
para presentarlos unidos, y con al-
gunas observaciones especiales para
demostrar, por una parte, el alto
aprecio que siempre hemos hecho
del marino de Palos, llegando has-
ta el punto de consignar que sin él
quizá no se hubiera llevado á efec-
to el descubrimiento del Nuevo
Mundo; j por otra, que la falta en
que pudiera incurrir, movido por
una pasión poco noble, y que tal vez
él mismo juzgó con la mayor seve-
ridad, en nada oscurece el brillo de
sus grandes hechos; asi como que su
fama, por muy alta que se levante,
como es justo y debido, nunca dis-
minuirá la gloria de Cristóbal Colón,
30 MARTIN ALONSO PINZÓN
Aspiramos, con el presente tra-
bajo , á dar cumplida respuesta y
satisfacción á esos escritores celosos
que juzgan se ha obrado con injus-
ticia al narrar el papel que los espa-
ñoles, y muy señaladamente Pin-
zón, tuvieron en la gloriosa hazaña
del descubrimiento, y que si mayor
renombre no ha cabido á este, fuá
por su fin prematuro y desgraciado
que le impidió tomar parte en los
sucesivos viajes, privando á España
de los grandes servicios que tan
ilustre hijo pudiera haberle presta-
do, y á él de recoger el fruto de sus
trabajos.
PARTE PRIMERA
Al lado de Cristóbal Colón,, y co-
mo factor indispensable para que
pudiera tener feliz resultado el via-
je primero que aquél emprendió
para el descubrimiento del Nuevo
Mundo, se levanta la figura de un
ilustre marino español, cuyo nom-
bre es una de las glorias de nuestra
historia. Martin Alonso Pmzón pa-
rece designado por la Divina Pro-
videncia para que se realizaran los
proyectos asombrosos que Colón ha-
bía concebido; mas por desgracia
suya, y quizá de ambos ilustres na-
32 MARTÍN AT,0N8i> PINZÓN
vegantes y aun de la nación españo-
la, desaparece en el momento criti-
co de regresar del descubrimiento,
tras de un penoso viaje, y le arre-
bató la muerte sin que pudiera in-
tervenir en la colonización, ni re-
coger los laureles que la gloria le
ofrecía en sucesivos viajes.
Los hechos conocidos de la vida
de aquel ilustre marino sólo pue-
den averiguarse en el Diario de na-
vegación que Cristóbal Colón abrió
en el dia mismo en que zarparon
del puerto de Palos las tres carabe-
las que iban al descubrimiento, y en
las declaraciones que muchos años
después, en el pleito que siguió el
segundo Almirante D. Diego Colón
con el fiscal del Rey, que principió
en el año 1508, prestaron muchos
de los marineros y pilotos que fue-
ron al primer viaje , y algunos ve-
ͻOK j. M. ASENSIO 33
cinos de Palos que habían conocido
á Colón y á Pinzón y presenciaron
el regreso de ambos y la muerte de
éste. Alguna luz pueden prestar los
historiadores primitivos, Las Casas,
Oviedo y D. Hernando Colón, que
con buenas referencias escribieron
aquellos sucesos; pero ninguno de
ellos conoció personalmente á Mar-
tin Alonso Pinzón^ ni pudo escu-
char de sus labios la narración de
los hechos, dato importante que no
puede perderse de vista.
II
Las cuestiones que se debaten so-
bre la patria y familia del primer
Almirante que descubrió las Indias,
3
34 MARTÍN ALONSO PINZÓK
de SU edad y de su matrimonio, de
su venida á Portugal y sus traba-
jos en aquel reino, asi como de su
vida en España y triste fortuna que
corrió en el largo espacio de siete á
ocho años, desde el de 1484 á 1492,
reclaman largo estudio y exposición
detenida, tanto por el interés que
despiertan, como por la oscuridad
que las rodea, y á ellas hemos con-
sagrado ya un trabajo especial.
Vencidas las dificultades que á
tan alta empresa se oponían des-
pués de largos años de fe y de cons-
tancia, favorecido por algunos y
menospreciado por otros, obtuvo
Cristóbal Colón las concesiones que
deseaba , y los Reyes Católicos fir-
maron las capitulaciones en San-
ta Fe, en 17 de Abril, y luego en
Granada en 30 del mismo mes
de 1492.
Pok J. M. ASRÑ8I0 S5
Llevando los despachos á su favor,
que con arreglo á ellas se le exten-
dieron, llegó el Almirante á la villa
de Palos , y en su iglesia , ante no-
tario y con gran concurso, se leye-
ron los documentos , para que con-
forme á ellos fuera reconocido Colón
como Almirante, Virrey y Gober-
nador de las islas y tierra firme que
lograse descubrir en el mar Océano,
y para que por el regimiento de la
villa se le facilitaran las carabelas
con que estaba obligada á servir,
por cierto tiempo y á su costa , por
pena impuesta en virtud de reales
disposiciones (1).
El escribano Alonso Pardo causó
el embargo de los barcos , en cum-
plimiento de la orden de los Reyes;
(1) Navarrete: Colecciói de viajas y des-
cubrimientos, etc., tomo II. Documento uiime-
ro VII
36 MARTIN ÁL0M60 PINZÓN
pero aunque éstas eran muy termi-
nantes, y Colón, por su parte, y por
la suya los monjes de la Rábida,
grandes favorecedores del nave-
gante, procuraron enganchar tri-
pulaciones y facilitar el viaje, tal vez
nunca estuvo éste más dudoso, ni
más comprometida la empresa que
en aquel momento supremo.
Corrían por el pueblo las más
absurdas consejas: se repetía de boca
en boca que aquel viaje había sido
calificado muchas veces de temera-
rio; que los hombres de mayor sa-
biduría y experiencia de Portugal,
como los de España, lo juzgaban
imposible, y que aquel extranjero
que tanto había importunado á los
Reyes quería conducir á una muer-
te segura á los mejores marineros
de Andalucía, llevándolos á pe-
recer en un mar desconocido por
POR J. M. ASENSIO 37
satisfacer sus ambiciosas aspira-
ciones.
Los buques fueron embargados
por orden de los alcaldes de Palos
para cumplir el mandato real ; pero
los marineros desertaron de á bordo
y no había posibilidad de emprender
el viaje, porque ni un solo hombre
quería embarcarse l)ajo la dirección
del extranjero , como declararon
muchos de ellos.
La contrariedad era grande, la
situación dificilísima.
(Jolón acudió en queja á los Re-
yes porque, aunque en la Real cé-
dula de 30 de Abril , al mismo tiem-
po que se disponía se entregasen á
Colón las carabelas con que la villa
de Palos estaba obligada á servir, se
mandaba «se constriñera á los maes-
> tres y gentes de las naos que vayan
>con él para que las pudiera llevar
38 MARTÍN ALONSO PINZÓN
»adonde por los rej^es le había sido
>mandado, pagando el sueldo que
^justamente por ellos é por la di-
»cha compañia o vieren de haber el
»tiempo que en el servicio las tu-
»vierené devengaren», los hombres
de mar no cumplían tales preceptos,
y las autoridades de la villa los aca-
taban con demostraciones de respe-
to , pero no se mostraban muy solí-
citos á obligarlos por la fuerza. Los
Soberanos cometieron á su contino
Juan de Peñalosa el cumplimiento
de aquella Real orden por otras dos,
fechas 20 de Junio , dadas en la Pue-
bla de Guadalupe (1).
Ni estas nuevas órdenes, ni el
nombramiento de un corregidor es-
pecial para la villa de Palos, que
(1) Navarrete: Colección de los majes, etc.,
tomo III. Suplemento á la Colección diplomá-
iica. Documentos núms. VIII y IX.
POR J. M. A8EN8IO 39
recayó en el capitán Juan de Cepe-
da ; ni la amenaza de hacer uso de
la artillería de la fortaleza j las
multas con que se conminaba , ha-
cían desistir de su actitud á los hom-
bres de mar ; y ya el Almirante se
disponía á hacer uso de la facultad
que le habían concedido los Reyes
para que se suspendiera el conoci-
miento de las causas criminales que
pendieran contra los que tomaran
parte en el viaje, y hubo testigo que
oyó decir entonces que querían sacar
los presos de la cárcel de Palos para
llevarlos á tripular los buques; pero
felizmente no hubo necesidad de re-
currir á tan deplorable extremo.
Muchos años habían transcurrido
desde que Cristóbal Colón, cansado
y pobre, había desembarcado de
arribada en las playas cercanas al
monasterio de la Rábida^ llevando
40 MARTÍN ALONSO PINZÓN
de la mano á su pequeño Diego,
único hijo de su matrimonio con
doña Felipa Mogniz. Venia de Por-
tugal desengañado j lleno de pesar
por la conducta que con él habían
seguido, triste además por la muer-
te de su esposa; y viéndose con un
niño pequeño que necesitaba ciertos
cuidados, se dirigía á Palos ó á
Huelva en busca de una hermana
de su mujer, llamada Violante, que
allí vivía, casada con un español
llamado Miguel Muliarte. Subiendo
la colina donde está edificado el
convento , llegó Colón á la portería
á pedir una poca de agua para re-
mediar el cansancio de su hijo, y
desde aquel punto había encontrado
amigos y protectores en. los religio-
sos franciscanos que allí moraban,
señaladamente en el guardián fray
Juan Pérez y en otro fraile , al pa-
POR J. M. A8EN8I0 41
recer muy ilustrado , que se nom-
braba Fr. Antonio de Marchena.
Ellos le dieron recomendaciones,
ellos le alentaron en sus decaimien-
tos, cuando tras de largas vicisitu-
des perdía la esperanza, j hasta in-
terpusieron sus personales influen-
cias para que los Reyes Católicos
accedieran á las peticiones del ex-
tranjero, que aparecía con excesi-
vas exigencias á los ojos de la cor-
te ; 3^ cuando obtenido el consenti-
miento se firmaron las capitulacio-
nes, el prior de la Rábida se en-
contró al lado de Colón en tanto se
leyeron aquéllas, con las órdenes
que las acompañaban , en la iglesia
de San Jorge, en la villa de Palos,
el miércoles 23 de Mayo de 1492, á
presencia de los alcaldes y regido-
res, por el escribano Francisco Fer-
nández,
42 MAETÍN ALONSO PINZÓN
Bien se puede comprender el dis-
gusto que á aquellos religiosos cau-
sarían las últimas contrariedades
que experimentaba la empresa por
falta de navegantes , j cuántos se-
rían sus esfuerzos para allanar las
difícültades é impedir se acudiera al
desesperado recurso de indultar á
los criminales.
Buscando hombres decididos y
experimentados que pudieran dar
al proyecto la popularidad de que
carecía, se fijaron en los hermanos
Pinzón^ marinos muy prácticos,
armadores que contaban con algún
capital y cuya reputación de honra-
dos , valientes y peritos era de todos
conocida en la villa. A ellos se di-
rigió el guardián Fr. Juan Pérez,
y por su inñuencia entraron aqué-
llos en tratos con el Almirante
nombrado por los Reyes Caiólicos,
PvOH J. M. ASEN8I0 43
III
Martin Alonso Pinzón era el
mayor de los tres hermanos , y po-
dría tener, según razonables conje-
turas deducidas de las declaracio-
nes que prestó su hijo, cincuenta
años, poco más ó menos, en el de
1492. Sus hermanos Vicente Yáñez
y Francisco Martín , también hom-
bres de mar , eran menores que él.
Era Martin Alonso hombre es-
forzado y emprendedor, que toda su
vida se había ocupado en la nave-
gación, teniendo siempre á la con-
tina un navio por suyo (1 ) , y á ve-
( l ) Declaración de Pero Ortiz. — Esta de-
claración j las que luego se citan, se encuen-
44 MARTÍN ALONSO PINZÓN
ees tenia dos , que eran una carabe-
la y un barco (1) , llegando en algún
tiempo hasta ser dueño de tres ( 2) ,
según las circunstancias; y era el
más valeroso hombre de su persona
que habia en aquella tierra, y con
un navio que tenia le temían los
portugueses en su juventud que no
habia navio de portugueses que le
osase aguardar (3) , pues no habia
otro tan ardil "pava, las cosas de gue-
rra como él, ni más determinado,
ni que tanto crédito tuviese su per-
sona para hacer cualquier cosa.
Dedicado al comercio, parece que
supo aumentar su fortuna , llevan-
tran extractadas de sus originales en el estu-
dio del Sr. Fernández Duro, titulado Colón y
Pinzón.
(1) Declaración de Fernando Valiente.
(2) Declaración de Francisco Medel.
(3) Declaración de Fernán Yaüez Mon-
tilla.
1*011 J. M. ASENtílO 45
do los productos del país á varios
puntos de Europa y hasta á algu-
nos de África en las nuevas colo-
nias portuguesas de la costa de Gui-
nea ; y tanto por su carácter como
por su experiencia y por el trato
que sostenía con todos los navegan-
tes del vecino reino, era el mejor
informado de todos los descubri-
mientos y novedades y el más dis-
puesto para comprender la posibili-
dad de realizar los atrevidos pro-
yectos del geno vés.
A él se dirigieron, por tanto,
Fr. Juan Pérez y Fr. Antonio de
Marchena, y tan persuasivas fue-
ron sus palabras , tantos sus esfuer-
zos y tal la claridad de los razona-
mientos que emplearon , que el va-
leroso marino se sintió atraído por
ellos, celebró varias conferencias
con Cristóbal Colón ^ tanto en el
46 MARTIN ALONSO PINZÓN
monasterio de la Rábida como en
su propia casa, siendo el resultado
que abrazara con entusiasmo la
idea y entrara en negociación para
concurrir al proyectado descubri-
miento con sus barcos , con sus in-
tereses y con su persona y las de
sus hermanos y amigos. Desde el
momento en que convinieron en ha-
cer juntos el viaje, cambiaron por
completo las condiciones en que éste
se proyectaba. La influencia de Pin-
zón era grande entre sus conveci-
nos , y su resolución bastó para que
muchos marineros se dispusieran á
acompañarle y la generalidad mi-
rase ya con buenos ojos aquel pro-
yecto que poco antes juzgaban des-
cabellado, y concibieran esperan-
zas en el éxito de una empresa cali-
ficada de imposible.
Desde luego se dejaron libres las
l*Oíl J. M. ÁSEÑ8I0 47
dos embarcaciones que á virtud de
la orden de los Reyes estaban em-
bargadas. Martin Alonso ofreció
dos que á Colón parecieron muy
aptas para la navegación que iban
á emprender, y se volvió á nego-
ciar con un piloto natural de San-
toña, dueño de otra carabela de
más de cien toneladas que acciden-
talmente se encontraba anclada en
el puerto de Palos , y con el que ya
Colón había entablado relaciones
anteriormente , aunque sin obtener
resultado.
Se empezaron á reclutar marine-
ros , á los que se ofrecía buena sol-
dada, anticipándoles cantidades para
su equipo, y al mismo tiempo se
apresuró el acopio de víveres para
adelantar el tiempo perdido ; y muy
luego se comprendió que con el
cuento de maravedís que Colón ha-
48 MARTÍN ALONSO PINZÓÑ
bía obtenido para el viaje, no era
posible acudir á todos los gastos.
Martín Alonso Pinzón estaba ya
identificado con Cristóbal Colón en
el deseo de llevar á cabo la empre-
sa, y dispuesto á poner de su parte
cuanto fuera necesario para allanar
todas las dificultades; y así como
facilitó los barcos para que no se
demorase la salida de lá expedición,
se dedicó con empeño á buscar los
marineros más prácticos, y llegó
sin duda alguna á anticipar fondos,
prestando al Almirante de los Re-
yes , no solamente la cantidad que
debía gastar para tomar parte en las
utilidades conforme á lo estipulado,
sino cuanto fué necesario para que
las carabelas salieran bien aprovi-
sionadas y abastecidas para un largo
viaje. Pero cada uno de estos extre-
mos merece especial consideración.
POR J. M. ASENSIO 49
IV
Venía asentándose como cosa in-
dudable que, concertados los her-
manos Pinzón con el Almirante, y
decididos á tomar parte en la em-
presa, habían facilitado tres buques
de su propiedad , en los cuales había
salido la expedición.
Este, sin embargo, es uno de los
puntos que con más fundamento
pueden ponerse en duda; porque
acerca de la propiedad de cada una
de las embarcaciones, hay datos es-
parcidos en las inforníaciones y pro-
banzas del pleito, que son contradic-
torias entre si , y no se conforman
tampoco con las anteriores, noticias
4
50 MARTÍN ALONSO PINZÓN
de los historiadores, ni con las que
constan en otros documentos indu-
dables.
Datos existen para poder añrmar
que ninguna de las tres carabelas
era de la propiedad de Martín Alon-
so Pinzón ni de sus hermanos , aun-
que ellos contribuyeran á facilitar
sus contratos.
Desde luego, la Saiita María, que
era la mayor de las tres, y en la
que se embarcó Cristóbal Colón,
pertenecía á un joven marino natu-
ral de Santoña , que ocupó el pues-
to de maestre de la nave. Llamá-
base Juan de la Cosa, y su nom-
bre es tan célebre cuanto conocido
en la historia de los descubrimien-
tos , no solamente por haber forma-
do parte del primer viaje de Colón,
por la intrepidez de su carácter y
su heroica y desgraciada muerte,
POR J. M. ASENSIO 51
sino también por haber dejado tra-
zados de su mano los mapas de los
países nuevamente hallados y de
todo el mundo conocido, que tan
alto aprecio tienen entre los que se
dedican á los estudios geográficos.
En las primeras páginas del Dia-
rio de navegación ya encontramos
la noticia de que antes de llegar á
las islas Canarias, cuando apenas
contaban cuatro días desde la salida
de Palos , se desencajó el timón de
la Pinta ^ y sospechóse fuera por
industria de un Gómez Rascón y
Cristóbal Quintero, cuya era la ca-
rabela {\)y porque les pesaba ir en
aquel viaje. Así asentó Colón el su-
ceso en el domingo 6 de Agosto ; y
sin entrar en otras averiguaciones.
( 1 ) Navarrete: Coleccióii de los viajes, etc.,
lomo I, pág. 156 de la segunda edición,
52 MARTÍN ALONSO PINZÓN
aparece desde luego que aquel barco,
en el que iba por capitán Martin
Alonso^ y por piloto su hermano
Francisco Martin, no era, por lo
menos en su totalidad, de la propie-
dad de aquél , siendo , al parecer,
condueños Rascón y Quintero, que
también iban á bordo.
Quedaba la Niña, la más peque-
ña de todas , que podría haber per-
tenecido á Martin Alonso Pinzón ó
á sus hermanos , j haber sido traí-
da por ellos ; pero tampoco esto es
exacto.
Llama desde luego la atención
que á bordo de ésta iba por maestre
de la nao Juan Niño, por piloto
Pero Alonso Niño , y en calidad de
simple marinero Francisco Niño;
aunque no era esto indicio suficien-
te para atribuir á ninguno la pro-
piedad del barco. Pero reciente-
POE j. M. A8ENSI0 53
mente , en un documento muy cu-
rioso encontrado en el Archivo de
Indias , y que en otro libro hemos
dado á conocer (1), existe una in-
dicación que manifiesta quiénes eran
los dueños de aquél. Declarando
Juan de Aragón, grumete en el
año 1492, natural de Moguer, expre-
só que Juan Niño llevó al descubri-
miento, por mandado de los Reyes
Católicos , una carabela suya llama-
da la Niña^ en la cual iba el dicho
Juan Niño y sus hermanos y pa-
(1) Cristóbal Colón, su vida, sus viajes^ sus
descMbrimienios , por D. José María Asensio,
Barcelona, Espasa y Compañía, 1889-1891. —
Dos tomos en folio de 800 páginas, con graba-
dos.— Tomo 1 , pág. 262 ( Archivo general
DE Indias.— Patr. I, 2, Vae)-—!^^^!"!^ ación
hecha en la villa de Moguer, viernes 29 de
Enero de 1552... á instancia de Francisco Ve-
negas, en nombre y con poder de Alonso Ve-
negas, presbítero, vecino de Sevilla, en San
Lorente.
54 MARTÍN ALONSO PINZÓN
rientes. Si hemos de dar crédito,
pues , á la manifestación de este tes-
tigo, que declaró en el año 1552,
cuando ya contaba setenta años , y
ningún interés podía tener en alte-
rar los hechos, la Ñifla no era en
todo ni en parte de la propiedad de
la familia Pinzón.
Añádase á esto el testimonio del
anciano piloto Hernán Pérez Ma-
teos, testigo presentado en la isla de
Santo Domingo en la probanza he-
cha por el fiscal del Rey, y quedará
convencido el ánimo de que los bu-
que no pertenecían á Pinzón , y
aun dudará de la parte que tuviera
éste en la negociación de los fleta-
mentos.
En la pregunta undécima del in-
terrogatorio repetido por el Fiscal
presentando los hechos de una ma-
nera capciosa, se articulaba. — €lten:
vor j. m. asensio 55
»si saben que entretanto quel dicho
> Cristóbal Colon fué á la Vega de
» Granada á capitular con los Reyes
> Católicos, el dicho Martin Alonso
» Pinzón, como compañero del di-
>cho Colon , aderezó y aprestó tres
>navios suyos y de sus hermanos y
» parientes y amigos en el puerto de
»Palos, para ir á hacer el dicho des-
»cubrimiento, en lo cual gastó el
> dicho Pinzón mucha parte de su
>>hacienda, sin poner cosa alguna
»el dicho Colon , porque estaba muy
> necesitado y tenia mucha nece-
»sidad, y que esto es ansí ver-
»dad, etc.»
Declarando el anciano piloto, que
contaba más de ochenta años, no se
dejó arrastrar por aquel engaño , y
colocando los hechos en su verda-
dero lugar y carácter, contestó:
— «No sabe más, de que cuando vino
56 Martín alonso i-inzón
>Don Christobal Colon con la mer-
>ced de la navegación para el des-
» cubrimiento destas partes, tomó
> consigo á Martin Alonso Pinzón,
>é á dos hermanos suyos llamados
> Vicente Yañez é Francisco Martin
)>Pinzon; los cuales trajo consigo
»por personas principales para la
^navegación , en tres navios nom-
>brados la Pinta , en que venia el
» dicho Martin Alonso Pinzón por ca-
»pitan y Francisco Martin Pinzón^
>su hermano, por maestre; el otro
»navio se nombraba la Niña, en el
»cual venia por capitán Vicente
» Yañez, y el otro navio se nombra-
)>ba Maria- Galante ^ en el que venía
»el dicho Don Christobal Colon; é
»que los dichos navios, el dicho Don
y> Christobal Colon los fletó para ve-
»nir á estas partes, é que no sabe
>otra cosa, ó questo que dicho tie-
tOR J. M. ABENSIÓ 57
»ne este testigo lo vido , e se halló
apresen te á todo ello» (1).
Parécenos que basta con lo ex-
puesto; pero aun dejando aparte lo
declarado por otros, queda un tes-
tigo de mayor calidad, cuyo dicho,
como de interesado , basta para ale-
jar las dudas. Por el referido inte-
rrogatorio del Fiscal declaró Juan
Martín Pinzón , hijo de Martin
Alonso Pinzón, que era el que más
favorecía las miras de la corona , á
la que cedió los derechos que decía
haber adquirido su padre, y con-
testando á la pregunta duodécima,
dijo:— «Que lo que della sabe es
»que vio ir al dicho Martin Alonso
> Pinzón é á ciertos parientes y her-
>manos suyos y amigos con el di-
>cho Don Christobal Colon á hacer
(1) Colón y Pinzón^ pág. 103.
58 MARTÍN ALONSO PINZÓn
»el dicho descubrimiento , é que lo
además en la pregunta contenido
»no lo sabe, antes ey^an los navios
y>de otras personas ^ que ni eran de
> Martin Alonso Pinzón y del dicho
»Don Christohal Colon é que no se
» acuerda como se llamaban las di-
»chas "personas, >
Lo que este interesado no nos dice
lo comprueban los datos que asen-
tamos al principio ; y es cuanto po-
demos consignar con relación á la
propiedad de las carabelas.
V
En el reclutamiento y ajuste de
los tripulantes fué mucho más di-
recta, activa y efícaz la acción de
Martin Alonso Pinzón,
{>0R J. M. ASEN6I0 59
Testigos presenciales declararon
haberle visto andar por las calles
de Palos animando á los tímidos,
decidiendo á los indiferentes , y
uniendo las palabras al ejemplo, de-
cirles á todos: — jhnigos^ andad acá;
idos con nosotros esta jornada: que
andáis acá misereando: haced esta
jornada^ que según fama habernos
de fallar las casas con las tejas de
oro y é todos verneis ricos é de buena
ventura.
Fernando Valiente expuso el poco
crédito que tenía Colón ^ como ex-
tranjero , entre los vecinos de Palos,
y que no hubiera encontrado entre
ellos quien se embarcara; pero como
vieron que Martin Alonso , que era
hombre honrado é rico se determi-
naba de ir^ fueron. Es lo que sabe y
se halló presente.
Otros muchos testigos hacen ig^ua*
60 MARTÍN AL0N80 P1N5ÍÓN
les afirmaciones (1); añadiendo Juan
de Quexo que estuvo determinado
de ir con Pinzón y sus hermanos,
sobrinos y parientes , y Pero Ortiz
que había de ir con ellos , é dejó de
ir porque su suegro se lo estorbó.
No puede , por tanto , desconocer-
se el gran beneficio que de haber
tomado consigo Colón á Martín
Alonso obtuvo la expedición, y el
servicio que éste prestó con su in-
fluencia; aunque estas mismas cir-
cunstancias, que sencillamente ex-
ponen los testigos , dan á entender
desde luego la posición respectiva
en que habían de encontrarse los
(1) Dijeron que «Colón no era conoscido
ni tenía ningund crédito , ni hallara quien fue-
ra con él si no fuera el dicho Martin Alonso...»
Los testigos Francisco Medel, Antonio Ro-
mero, Antonio Gallego, Fernán Yañez Mon-
tilla y otros, diciendo todos que eso era muy
público.
POR J. M. A8ENSI0 61
capitanes después de emprendido el
viaje, j ofrecen datos importantí-
simos para juzgar cuál podría ser el
papel que cada cual representara
en todos aquellos sucesos en que
pudieran intervenir las tripulacio-
nes que bajo tales auspicios se re-
clutaron.
VI
Así se armó la expedición y se
proporcionaron barcos y marineros
para aquel viaje tan arriesgado y
de tan dudoso éxito , cuyos resulta-
dos no era dado calcular á la previ-
sión humana.
Pero queda otro punto , de igual
importancia que los anteriores, que
con todos los datos que pudimos
62 MARTÍN ALONSO PINZÓN
reunir dejamos tratado en otra oca-
sión. Con el cuento de maravedís,
decíamos, que Cristóbal Colón pedía
á la Reina , y que se le concedió con
el auxilio del Contador Luis de
Santángel, se comenzaron los apres-
tos de la expedición y se hicieron
los primeros gastos ; pero muy lue-
go se comprendería la insuficiencia
de tan corta suma , que no debió al-
canzar á cubrir las precisas atencio-
nes de anticipos á los navegantes y
de provisiones de todo género. Co-
lón se había comprometido además
á contribuir con el ochavo, ó sea la
octava parte de lo que montasen los
gastos del viaje; pero no solamente
como exigencia legal , cuyo recuer-
do aún hoy se conserva en varias
disposiciones, de que el capitán ten-
ga una parte de interés en el barco
que manda, para estimular su celo,
POR J. M. ASENSIO 63
sino también como galardón de sus
servicios, tomando parte en las ga-
nancias que de la expedición resul-
taran.
Por una j otra causa debió en-
contrarse Colón en la necesidad de
buscar quien le prestase algunas
cantidades, pues no podrá suponer
se que con sus propios recursos pu-
diera hacer frente á tales desembol-
sos , el que por espacio de siete años
había vivido en Castilla ayudán-
dose con el producto de su trabajo,
y seguido con varia fortuna la corte
de los Reyes Católicos, sostenido
por la magnánima generosidad délos
nobles , sus amigos , y con las can-
tidades que repetidamente le con-
cedieron aquéllos del Tesoro por
ocuparse en cosas de su servicio.
Y debemos considerar de igual
manera, las graves dificultades con-
64 MARTÍN ALONSO PINZÓN
que tropezarían el mismo Colón y
los Padres del monasterio de la Rá-
bida , para encontrar personas que
quisieran exponer sus capitales en
tan arriesgada empresa, y mucho
mayores no siendo grandes los cau-
dales que poseían los vecinos de la
villa de Palos.
En tales condiciones , la idea del
préstamo se impone , y está además
comprobado el hecho por las decla-
raciones de muchos testigos. Ha-
ciendo sobre esto algunas indaga-
ciones , y fundados en algún indicio
que parece encontrarse en las mis-
mas , nos inclinamos en otro tiem-
po á sospechar si la familia de doña
Beatriz Enríquez, los Arana de
Córdoba, ó por su mediación algu-
nos otros hidalgos de aquella ciu-
dad, habrían acudido con sumas
bastantes á que Colón pudiera ter-
POR J. M. ASENSIO 65
minar los preparativos del viaje,
cubriendo los crecidos gastos que se
iban ocasionando, y contribuyendo
con lo estipulado para tomar parte
en las utilidades. Pero con las decla-
raciones que en las diferentes pro-
banzas del fiscal del Rey se contie-
nen, queda desvirtuada esa conjetu-
ra, pues en ellas se designa á Martin
Alonso Pinzón como la persona que
facilitó los recursos que faltaban
después de gastado el cuento de ma-
ravedís. Lo que no dicen esos testi-
gos son los términos del contrato,
las condiciones en que el préstamo
se hizo; y el dilatado silencio de los
herederos de aquél hasta el año 1508,
deja conocer que los convenios es-
tablecidos se cumplieron fielmente
por Cristóbal Colón,
«Cosa es verosímil y cercana de
>la verdad— escribe el P. las Ca-
5
66 MARTÍN ALONSO PINZÓN
»sas (1) — que el dicho Martin Alon-
»so, según yo tengo entendido, pres-
>tó sólo al Cristóbal Colón el medio
> cuento, ó él y sus hermanos.» Más
que por este auxilio, por el présta-
mo del medio cuento de maravedís,
ofreciera Colón la mitad de todo el
interés, honra y provecho que pu-
diera obtener del descubrimiento,
como expresó únicamente el testigo
Diego Fernández Colmenero; no se
justifica de modo alguno, y entre
una y otra cosa media gran distan-
cia. Tan importantes ofrecimientos
no habían de fiarse á la palabra.
«Cierto — continúa el mismo Fray
)>Bartolomé de las Casas — si le ovie-
>ra prometido Cristóbal Colon la
»mitad de las mercedes , no era tan
(1) Historia de las Indias , libro I, capítu-
lo XXXIV.
POR J. M. ASEN8I0 67
»simple Martin Alonso , siendo él y
»sus hermanos sabios y estimados
»por tales , que no oviéranle pedido
»algima escriptura dello, aunque
»no fuera sino un simple cognosci-
>miento con su firma, ó al menos,
>pusiéranle algún pleito sus here-
»deros ; y Vicente Yañez, que vivió
»despues muchos años, el cual yo
»cognoscia, oviera alguna queja ó
Ȓama dello ; pero nunca ovo dello
»memoria, ni tal se boqueó (lo cual
»yo creo que á mi no se me encu-
»briera , como yo sea muj^ de aque-
»llos tiempos), hasta que el dicho
»pleito se comenzó , que creo fué el
»año de 1508, venido el Rey Cató-
»lico de Ñapóles.»
Esta manifestación del autor de
la Historia de las Lidias , es razo-
nable y justa bajo cualquier aspecto
que se la considere , como fundada
68 MARTÍN ALONSO PINZÓN
en lo que significa la conducta ob-
servada por Pinzón j su familia, y
en el exacto conocimiento de los
hechos y de las personas.
Estudiado sin pasión este punto,
teniendo en cuenta todos los ante-
cedentes, nace el convencimiento
de que si en efecto Martin Alonso
Pinzón , á más de entrar en la em-
presa con su persona y de alentar
á los que habían de tomar parte en
ella con su influencia y sus reflexio-
nes , hizo el préstamo en metálico á
Cristóbal Colón^ los tratos que me-
diaron entre ambos, fueron cumpli-
dos á su tiempo, sin que hubiera
necesidad de recurrir á medios vio-
lentos, ni por lo tanto, produjeran
diferencias ni cuestiones que tuvie-
ran que ventilarse en público.
Que Colón tuvo necesidad del
medio cuento de maravedís para
POR .T. M. ASENSIO 69
completar el pago de los gastos de
la expedición y hubo de buscarlos
usando de su crédito , es punto que
parece fuera de duda. ¿ Pero no pu-
dieron proporcionárselo sus protec-
tores en la corte? ¿No está en lo
posible que lo adelantaran los mon-
jes de Santa María de la Rábida, ó
algunas otras personas por su me-
diación? Lo más verosímil es que lo
recibiera del mismo Martin Alonso;
pero en cualquiera de los casos, fue-
ra quien fuese el prestamista, Colón
debió cumplir religiosamente sus
compromisos, tanto en lo tocante á
la devolución de la suma, como á
la utilidad ó recompensa que ofre-
ciera.
70 MARTÍN ALONSO PINZÓN
Vil
Vencidas tales dificultades, se
terminó el armamento de la expe-
dición, ayudando Martin Alonso
Pinzón con cuantos medios estaban
en su mano. Desde el momento en
que este experto marino de Palos
tomó parte en la empresa, entró en
\ías de ejecución el proyecto, y pudo
preverse un éxito favorable al pensa-
miento atrevido de Cristóbal Colón.
La Providencia puso en el cami-
no de éste á Martín Alonso^ sin cu-
yo concurso no es posible imaginar
lo que hubiera sido de la arriesgada
empresa. El fué el brazo en aque-
llos momentos; Cristóbal Colón era
la cabeza. La actividad de Pinzón^
POR J. M. ASENSIO 71
SU pericia, la grande influencia que
ejercía, el prestigio de su nombre
en la comarca fueron gran parte á
que desaparecieran todos los incon-
venientes que impedían la realiza-
ción del proyecto.
Y nos complace el creer que en
aquellos momentos se despertó un
verdadero afecto en los corazones
de aquellos dos hombres superio-
res. La amistad fué sincera, nobles
llena de gratitud por parte de Co-
lón; leal, decidida, confiada, por
parte de Martin Alonso Pinzón,
Este ponía á disposición del Almi-
rante, con noble desinterés, su fortu-
na, su nombre y hasta su propia
vida; aquél se sentía poseído de
profundo agradecimiento, y abriga-
ba la esperanza de compensar sus
sacrificios dividiendo entre ambos
los beneficios que se obtuvieran, y
72 MARTÍN ALONSO PINZÓN
SU abnegación haciendo que los Re-
yes Católicos le concedieran hono-
res que recordaran tantos servicios.
Sin contrato expreso, pero por la
fuerza misma de los sucesos, Colón
quedó como jefe de la expedición con
titulo despachado por la corona, y
llevando su representación ; Martin
Alonso fué su lugarteniente, su au-
xiliar, el hombre de maj^or confianza
y autoridad después de la del Almi-
rante. Este había concebido el ex-
traordinario proyecto, y había tra-
bajado con fe viva y perseverancia
sin igual para que los Reyes lo acep-
tasen; aquél había facilitado la eje-
cución, difícil ó imposible sin su
concurso^ por los medios de que él
solamente podía disponer. Ambos al
lanzarse al mar arriesgaban su pre-
sente y su porvenir, sus ensueños de
gloria y sus esperanzas de fortuna.
PARTE SEGUNDA
En estas condiciones se empren-
dió el viaje. Y hemos comenzado
por repetir textualmente algunos
conceptos de los que estampamos al
escribir la Historia de Cristóbal
ColóUy porque en nuestro vehemen-
te deseo de que resplandezca en to-
da su grandeza la ilustre figura de
Pinzón^ queremos demostrar tam-
bién que no nace nuestra convicción
de las nuevas opiniones que ahora
se sustentan, sino que se formó ha-
ce mucho tiempo, en el concienzudo
74 MARTÍN ALONSO PINZÓN
estudio de los hechos que hicimos pa-
ra escribir la Historia del Almiri^i-
te, j hoy las exponemos con separa-
ción, contribuyendo, en cuanto nues-
tras razones puedan hacerlo, á que
se eleve la gloria de Martín Alonso
Pinzón hasta la altura que de jus-
ticia le corresponde.
Dos pruebas, ambas muy signifi-
cativas, se encuentran en hechos
que tuvieron lugar durante el viaje,
antes de descubrir las tierras del
Nuevo Mundo, que son buena prue-
ba de cuanto dejamos expuesto, ma-
nifestando las cordiales relaciones y
la confianza mutua de Colón y de
Martin Alonso,
A los tres días de viaje, cuando
todavía no se avistaban las Islas Ca-
narias, con mar gruesa que impedía
á las embarcaciones acercarse las
unas á las otras , ocurrió una averia
POR J. M. ASENSIO 75
á la Pinta^ inutilizándosele el timón.
Era grave la situación quedando sin
gobierno la nave. Cristóbal Colón lo
sintió mucho «y vídose en gran tur-
»bacion, por no poder socorrer la
» carabela sin su propio peligro,
»pero dice que perdia alguna de la
»mucha pena que tenia por cognos-
>cer que Martín Alonso era persona
^esforzada y de buen ingenio.»
Esta referencia da á entender con
claridad el concepto verdadero que
el genovés había formado de las
cualidades del capitán de Palos. El
segundo hecho es más terminante,
si cabe, porque se ven en acción los
dos marinos.
En todo el Diario de Navegación
no se encuentra vestigio de la su-
blevación de los marineros, de que
tanto partido han sacado poetas y
novelistas. Vénse en él, en repeti-
76 MARTÍN ALONSO PINZÓN
das ocasiones, referencias al dis-
gusto de las tripulaciones cuando ya
llevaban corridas 700 ú 800 leguas,
siempre navegando hacia Occidente
por un mar desconocido j llevados
por vientos casi constantes; pero no
existe indicación alguna de que fal-
tasen al respeto á los jefes, ni mu-
cho menos de que amenazaran á
Cristóbal Colón, hasta el punto de
que peligrase su existencia y tuvie-
ra que transigir con su tripulación
sublevada, ofreciéndoles poner la
proa con rumbo á España si en el
preciso termino de tres días no en-
contraba la anhelada tierra.
El disgusto de los marineros,
sus murmuraciones, se consignan
alguna vez por el Almirante en sus
términos propios, sin acudir á ex-
tremos pormenores, hijos de la fan-
tasía y puramente novelescos, aun-
POR J. M. ASENSIO 77
que por desgracia son muchas las
personas que los refieren como muy
ciertos al hablar del descubrimiento.
Mas entre los centenares de de-
claraciones que se tomaron en las
pruebas articuladas en el pleito ya
citado, tanto á instancia de Juan
Martín Pinzón, hijo de Martín
Alonso^ como del segundo Almi-
rante 3' del fiscal del Rey , hay al-
gunas muy dignas de atención, y
entre todas las que á los síntomas
de insubordinación que durante el
viaje se notaron á bordo de las ca-
rabelas se refieren , no puede dejar
de tomarse en cuenta, como la más
notable de todas , la del anciano pi-
loto Hernán Pérez Mateos , que ya
anteriormente hemos referido. Era
este testigo primo hermano de los
Pinzones, y que contaba más de
ochenta años cuando declaró el 26
78 MARTÍN ALONSO PINZÓN
de Enero de 1536 en Santo Domin-
go, donde se había establecido des-
pués de sus largos viajes (1).
Dijo el piloto que no sabía más , y
esto por haberlo oído á Martín
Alonso Pinzón j á sus hermanos,
que al ir camino de las Indias en el
primer viaje , muchos di as antes del
descubrimiento, «la jente que ve-
»nia en los navios , habiendo nave-
>gado muchos dias é no descubrien-
»do tierra, los que venían con Don
» Cristóbal Colon se querían amoti-
»nar é alzar contra él diciendo que
»iban perdidos , y entonces el dicho
>D. Cristóbal Colon habia dicho á
^Martin Alonso lo que pasaba con
»aquella jente , é que le parecía que
»debian de hacer, y el dicho Mar-
>tin Alonso le habia respondido: —
( 1 ) Colón y Pinzón , por D. Cesáreo Fer-
nández Duro. — Loe. cit.
POR J. M. ASENSIO 79
> Señor, ahorque vuesty^a merced
^media docena dellos , ó échelos á la
>mar^ y si no se atreve^ yo y mis
y>hermanos barloaremos sobre ellos y
>lo haremos j que armada que salió
y>con mandado de tan altos princi-
>pes no habrá de volver atrás sin
^buenas nuevas; y que con esto to-
»dos se animaron, y el dicho Don
»Cris'obal Colon había dicho: —
y> Martin Alonso , con estos hidalgos
y>haycimosnos bien y andemos otros
y>diaSf é si en estos no halláremos
atierra, daremos otra orden en lo
»que debemos hacer, y ansi navega-
»ron otros siete dias , y sobre noche
» vieron fuego en una tierra que se
»decia Las Princesas , é agora se
»llamaLo5 Lucayos ; j qú.o es lo que
»le han dicho á este testigo, y lo
»que le contaron los dichos Martin
y> Alonso v sus hermanos.»
80 MARTÍN ALONSO PINZÓN
El origen no puede ser más dig-
no de atención. Hemos alegado esta
notable declaración al historiar la
vida del Almirante , para demostrar
que no hubo insurrección armada,
ni amenazas á la vida de Colón^
cuando después de aquella manifes-
tación de descontento navegaron
otros siete días, y como gráfica
pintura de los caracteres de ambos
capitanes , enérgico y decidido siem-
pre el de Pinzón^ prudente, conci-
liador, templado el del Almirante.
Mas ahora la traemos textual , para
demostración de la confianza que
mediaba entre ellos , sin sombra de
emulación , sin vislumbre de disgus-
to; así continuaron sin duda algu-
na hasta que se efectuó el gran des-
cubrimiento , ó , mejor dicho , hasta
después del desembarco y toma de
posesión de la isla de Guanahani.
POR J. M. ASEiíSIO 81
II
Propensión natural es del co-
razón humano , sin mezcla de mez-
quina pasión , la de querer igualar
en merecimientos á los mejores, y
aspirar á la recompensa debida, que
nunca se estima excesiva cuando
recae sobre propios servicios. Esta
es aquella clase de envidia que Cer-
vantes decía noble y elevada, pero
que rara vez se contiene en los lí-
mites de la justicia, y con harta
frecuencia nos lleva á mirar con
malos ojos los honores y beneficios
que á otros se conceden, estable-
ciendo desventajosas comparacio-
nes, creyéndolas superiores á los
actos que se trata de galardonar.
6
82 MARTÍN ALONSO TINZÓN
Desde la noble emulación á la envi-
dia es muy corta la distancia , y ésta
se recorre casi siempre con dema-
siada rapidez; la envidia es, des-
graciadamente , más general de lo
que puede creerse ; pasión que nos
hace menospreciar lo propio y es-
timar con exceso lo ajeno, y muy
pocas veces se levanta á la altura
que expresaba el inmortal autor de
El Ingenioso hidalgo.
Entendemos que sin darse cuen-
ta de ello, y por un movimiento
espontáneo, se despertó la emula-
ción en el pecho de Martín Alonso
Pinzón, al punto mismo de ver á
su compañero y amigo tomar pose-
sión á nombre de los Reyes Católi-
cos de aquella isla hasta entonces
desconocida , que llamó San Salva-
dor^ y ser reconocido como Visorey
y Gobernador de ella y de todas las
POR J. M. A8ENSI0 83
demás islas j tierra firme que pu-
dieran descubrirse.
Y á la verdad, disculpable parece
ser aquel sentimiento, si alguna
vez puede serlo. Era Pinzón rudo
y franco marino, capaz de aco-
meter grandes empresas, sin otro
móvil que el de ganar renombre de
arrojado y emprendedor; carácter
verdaderamente andaluz, con más
anhelo de singularizarse que de bus-
car provecho; de imaginación ar-
diente, más fantástica que calcula-
dora. Así se unió á Cristóbal Colón,
atraído con mayor fuerza por la
ilusión de lo desconocido que por
el deseo de medrar, pensando en
vencer peligros y descubrir fantás-
ticos países, como se desprende
claramente de las palabras con que
exhortaba á sus convecinos para
que se embarcasen con él y le acom-
84 MARTÍN ALONSO PINZÓN
pañaran en la expedición. Aunque
les hablaba para estimular su codi-
cia de ciudades que tenían palacios
de cristal j casas con las tejas de
oro , bien se deja entender que Pin-
zón soñaba con empresas imagina-
rias , y fué en el principio de sus re-
laciones admirador de Colón j muy
luego su amigo; trabajó con ardor
para preparar el viaje , y le ayudó
durante la penosa travesía con su
pericia y con la influencia que ejer-
cía su ejemplo sobre las tripulacio-
nes, y sus palabras en aquellos
hombres que la mayor parte le res-
petaban por ser de Palos, de Mo-
guer , de Huelva y de otros pueblos
cercanos donde era grande su pres-
tigio y conocido su valor.
Pero en el momento del desem-
barco en la tierra de Indias, se es-
tableció una diferencia harto nota-
POR J. M. ASENSIO 85
ble en la consideración de ambos
capitanes, y Pinzón la sintió sin
darse, tal vez, cuenta de ello.
Cristóbal Colón, que había conce-
bido el grandioso proyecto , veía sa-
tisfechas todas sus ambiciones al
realizarse, y era Almirante y Virrey.
Pinzón^ que había ayudado con to-
das sus fuerzas, con todos sus re-
cursos á la realización, continuaba
siendo, al menos por entonces, el
capitán de la carabela Pinta, Ambos
habían arriesgado, al salir del puerto
de Palos , como antes decíamos , su
presente y su porvenir, sus ensue-
ños de gloria y sus esperanzas de
fortuna. Colón^ al fijar su planta en
aquellas tierras vírgenes, tocaba la
recompensa; para Pinzón^ caso de
que la hubiera, quedaba todavía
muy lejana. ¿No era cosa natural
que la diferencia que en aquel punto
86 MARTÍN ALONSO PINZÓN
se establecia saltara á la vista del
intrépido Martin Alonso é hiriese
en cierto modo su amor propio?
Cristóbal Colón , Almirante de los
Reyes Católicos en el mar Océano,
Visorey y (jobernador de las tierras
que se descubriesen al Occidente,
tomó posesión de la isla de Gua-
nahani ó San Salvador, é inmedia-
tamente después determinado aquel
acto oficial recibió el homenaje de-
bido al rango que acababa de con-
quistar, prestándole obediencia los
oficiales enviados por la corona, los
jefes y las tripulaciones. Para Mar-
tm Alo7iso Pinzón^ en aquella hora,
no había más recompensa que la
gloria de haber contribuido á reali-
zar tan alta hazaña.
Las condiciones eran por todo ex-
tremo diferentes, y hacemos por
presentar de relieve las posiciones
POR J. M. A8ENSI0 87
de ambos descubridores, porque, en
nuestro juicio, ellas dan la clave de
muchos sucesos posteriores , y sir-
ven para aclaración de esas cues-
tiones que hoj^ se promueven y con
tan distinto criterio se resuelven,
más por la pasión que por los datos
históricos.
III
A partir de aquel momento, exis-
tió en el alma de Martm Alonso un
sentimiento nuevo, un germen de
disgusto , que había de ir creciendo
insensiblemente y cuyas consecuen-
cias no podían tardar en ser cono-
cidas, dando tristes frutos, por na-
cer de persona por tantos títulos
importante y que tanto significaba
en la expedición.
MARTÍN ALONSO PINZÓN
Y llegamos al punto crudo, al
cargo más grave que un escritor
ilustre, y que sobre otras muchas
ventajas tiene la de su reconocida
pericia en la náutica , cree que he-
mos dirigido á Pinzón, después de
meditado estudio, no dejándonos
llevar por el juicio de otros autores,
sino cargándolo más con suposicio-
nes ofensivas , originales nuestras.
Muy lejos nos parece de la exac-
titud tamaña censura , y expuestas
quedan ya consideraciones que co-
mienzan á persuadirlo. Y si cierto
es que al suceso de la separación de
la carabela Pinta dimos más espa-
cio y atención que los dedicados en
nuestra historia á objetos de alta
importancia real, es prueba palma-
ria del verdadero interés con que
miramos siempre cuanto á Martín
Alonso Pinzón se refiere, cuanto
POR J. M. ASENSIO 89
con SU conducta se relaciona; y
siendo su separación del Almirante
el hecho más grave , quizá el único
en que salieron al exterior y se ma-
nifestaron, de una manera tan os-
tensible como deplorable, los senti-
mientos que desde el día del desem-
barco y toma de posesión de Gua-
nahaní se habian albergado en su
alma, nos creímos en el deber de
examinarlo con detención, con ma-
duro examen, antes de señalar una
falta en la conducta de aquel á quien
tanto se debía en el grandioso suceso
que para gloria de España se aca-
baba de verificar.
Razón tiene el Sr. D. Cesáreo
Fernández Duro , que es el autor á
que aludimos; nuestra opinión , in-
cluyendo en esta colectividad á
Washington Irving y á Muñoz, no
puede parecer muy digna de aten-
90 MARTÍN ALONSO» PINZÓN
ción por no ser los que la sostienen
marinos experimentados; un 'perito
la merece siempre en concurrencia
con los que no lo son, en cualquier
número que los últimos compongan,
porque da valor á sus razones con
los conocimientos técnicos que le
adornan, y en este terreno nadie
podrá dudar de nuestra inferioridad
para discutir. Por eso acudimos
única y exclusivamente á la apre-
ciación de los hechos; por eso los
expusimos con precisión y claridad,
á nuestro entender, y seguimos
creyendo que de la simple lectura
de ellos se desprende el cargo que,
con harto pesar , dirigimos á Pin-
zón, y que si no es bastante grave,
en., verdad , para oscurecer su glo-
ria y amenguar su mérito , es , sin
embargo, una mancha en aquel ca-
rácter noble y altivo, tan digno de
POR J. M. ASENSIO 91
admiración en todos los demás ac-
tos en que intervino.
Ciertamente el insigne escritor á
quien aludimos' no nos supera en
admiración á las grandes dotes del
capitán de la carabela Pinta; mas
después de leidas con verdadera sa-
tisfacción sus observaciones, aún
desearíamos que fueran concluyen-
tes al objeto que se propone, y se-
guimos creyendo que no aprecia en
justicia los datos ni deduce las exac-
tas consecuencias ; por lo que no lo-
gra, por desgracia, llevar la con-
vicción al ánimo de los lectores. Y
tan profunda es la nuestra, que hu-
yendo al propio tiempo de dar á
este tratado el carácter de enojosa
polémica, vamos á limitarnos á re-
petir la exposición del suceso en
los propios términos que anterior-
mente lo habíamos hecho , y que el
92 MARTÍN ALONSO PINZÓN
Sr. Fernández Duro nos hace la
honra de asentar en su libro, con
frases hijas más de su cariñosa amis-
tad que de lo que la justicia reclama.
IV
«1. El 19 de Noviembre se dio
otra vez á la vela (Colón) , saliendo
al mar en dirección Noroeste de
Puerto Principe, y navegó dos días
con mucho trabajo por la variedad
de los vientos, adelantando muy
poca cosa, hasta que creciendo la
fuerza del viento contrario, en la
noche del miércoles 2\ , determinó
el Almirante volverse á Cuba, y
puso las señales convenidas para que
las otras dos carabelas le siguiesen,
como acontecía de ordinario. Obe-
deció desde luego la Niña, cam-
POR J. M. ASENSIO 93
biando de rumbo y dirigiéndose
viento en popa por el mismo que
llevaba la capitana; pero al poco
tiempo notó Colón que la Pinta
continuaba adelantando en su pri-
mitiva dirección, sin hacer caso de
las señales que se le hacían. Repi-
tieron éstas, aunque también sin
resultado, y creyendo el Almirante
que Martín Alonso Pinzón no las
hubiera visto á tiempo, como ya
cerraba la noche , hizo poner faroles
en los mástiles y recogió velas para
disminuir la marcha hasta que se
hubieran reunido los tres buques.
Pero vino la mañana y la Pinta se
había perdido de vista en un mar
desconocido,
>2. Esta separación de Martín
Alonso causó gran disgusto al Al-
mirante, por lo que en sí misma
significaba y por las consecuencias
94 MARTÍN ALONSO PINZÓN
que podía tener para los resultados
de la expedición. No podía calcu-
larse cuál era el pensamiento de
Pinzón al desertar' de la bandera^
desoyendo las órdenes del je fe nom-
brado por los Reyes ; pero desde
luego su conducta respondía á las
muestras continuas de descontento
que entre los marineros de Palos
se habían venido notando hacía
mucho tiempo. Desde que los espa-
ñoles pusieron el pié en la primera
isla; desde que el descubrimiento
fué una verdad , comprendieron to-
dos la gran resonancia que el suceso
había de tener en Europa y la glo-
ria de que se cubría Cristóbal Co-
lón. Entonces pesó, sin duda, á
Martín Alonso Pinzón de haber
aceptado un papel secundario en la
expedición que le obligaba á sufrir
las molestias del viaje, á compartir
POR J. M. ASENSIO 95
los peligros y le privaba de la fama,
que caía de lleno sobre el nombre
de aquel extranjero que, pobre, sin
recursos , había llegado un día á las
puertas de su casa. Pinzón con-
tribuía al buen resultado de la em-
presa con sus buques , con sus inte-
reses y con su persona; había pues-
to su inteligencia y sus recursos al
servicio de la idea, y por el presti-
gio de su nombre, por el ejemplo
que les diera, se habían embarcado
en las carabelas los mejores mari-
nos de Palos, de Moguery de Huel-
va. En el peligro todos eran igua-
les; todos habían sufrido las mismas
penalidades, los mismos trabajos;
pero al llegar la hora de las recom-
pensas la diferencia había de ser
muy grande y el nombre de Colón
oscurecería á todos.
>3. Estas ó parecidas ideas re-
96 MARTÍN ALONSO PINZÓN
volvia en su mente Martin Alonso
Pinzón desde el momento en que
en la isla de Guanahaní reconocie-
ron todos á Colón por almirante,
visorrey y gobernador de las islas y
tierra firme del mar Océano. El
descontento que le agitaba se cono-
cía en su semblante y se reflejaba
en todas sus acciones. Hubo de fijar-
se en su mente un ambicioso pensa-
miento, y quiso tener su parte en el
provecho , en la celebridad y en la
fama.
>4. Comprendía muy bien que
para que en España se concediera
desde luego al descubrimiento toda
la importancia que verdaderamente
tenia, era de necesidad ofrecer prue-
bas , presentar datos que todos pu-
dieran apreciar, principalmente el
oro ; cuanto oro pudiera adquirirse
'para deslumhrar desde el primer
POR J. M. ABENSIO 97
momento á los monarcas j estimu-
lar los aplausos del pueblo. Y como
los resultados obtenidos hasta en-
tonces eran casi nulos ; como el oro
recogido era insignificante , Pinzón
díó oídos á las noticias de grandes
riquezas que le comunicaron los in-
dios que llevaba á bordo, y aprove-
chó la primera ocasión para sepa-
rarse é intentar por sí solo algún
descubrimiento que pudiera colmar
sus deseos j satisfacer su ambición.
»5. No podían ocultarse al Al-
mirante los pensamientos del capi-
tán de la Pinta, Leía su disgusto
en sus ojos y lo veía en sus accio
nes, que más de una vez hubieron
de ser bastante bruscas é inconve-
nientes ; por eso , al consignar en el
Diario que Martín Alonso se había
separado sin voluntad ni obediencia
suya, añade: 0/ra5 muchas me tiene
1
98 martIn atonso pinsíóx
hecho y dicho, Pero no era posible
que en el momento mismo de la de-
serción se adivinara el camino que
pensaba tomar la carabela, ni el in-
tento de su capitán.
>6. Cruzó por la mente de Co-
lón la idea de que Pinzón quisiera
volverse desde aquel punto á Espa-
ña á llevar la noticia del descubri-
miento, presentar á los Reyes los
indios y las aves que llevaba á bor-
do, y usurparle la gloria que á tanta
costa había conseguido. Pero aun-
que esto no sucediera; aunque la
Pinta no se hubiera separado por
otra causa que sustraerse al mando
del extranjero y caminar libremen-
te bajo las órdenes del intrépido
marino de Palos, la situación era
muy grave para el Almirante, y
tuvo necesidad de todo su talento y
de toda su discreción para dominarla.
POR J. M. ASENSIO 99
»7. Desde luego quedadan muy
reducidos los medios de que Cristó-
bal Colón podía disponer, y se ha-
cia más dificultosa la continuación
de las operaciones para lo sucesivo,
en la previsión de accidentes que
no tardaron en sobrevenir.
>8. Juzgamos que la pérdida de
la Santa María ^ ocurrida un mes
después, fué debida en gran parte á
la falta de Martin Alonso; pues de
haber estado reunidas las tres em-
barcaciones, ciertamente el Almi-
rante hubiera emprendido otro rum-
bo: el costeo se hubiera hecho en
condiciones harto diferentes por los
recursos con que se contaban; y aun
si extremando las deducciones y su-
biendo de una en otra dejáramos co-
rrer la imaginación, tal vez hasta po-
dríamos considerar que otra hubie-
ra sido la iraportancia, el carácter v
100 MARTÍN ALONSO PINZÓN
la suerte del primer establecimiento
de los españoles en el Nuevo Mundo.
»9. La deserción de la Pinta
fué un hecho gravísimo y de gran
trascendencia. Privaba á la expedi-
ción de uno de sus mejores barcos,
de la tercera parte de sus hombres
y de un capitán de gran experiencia
y valor, con el que siempre había
contado el Almirante en los lances
más difíciles , y cuya influencia era
indudable en el ánimo de los mari-
neros, casi todos amigos y parientes
suyos. Mientras más altas se juz-
guen las cualidades de Martín Alon-
so (y nosotros se las reconocemos
muy superiores), mayor podemos
considerar el vacio que dejaba con
su ausencia, y más desastrosas las
consecuencias de su inconsiderada
conducta. La situación del Almi-
rante quedó muy comprometida
POR J. M. A8ENSI0 101
desde que la Pinta se apartó para
no obedecer sus órdenes, y de aquel
paso resultaron dificultades , pérdi-
das y desdichas que hoy, á tan larga
distancia, no es posible apreciar con
exactitud
»10. Doloroso es para nosotros
no encontrar razones que disculpen
á Martin Alonso Pinzón , ó á lo me-
nos atenúen su responsabilidad en
aquel acto de indisciplina^ haciendo
la misma apreciación desfavorable
para aquel grande hombre D. Juan
Bautista Muñoz, Washington Ir-
ving y los más juiciosos historiado-
res. Únicamente nuestro docto ami-
go el Sr. D. Cesáreo Fernández
Duro, llevado del entusiasmo que
le producen las altas dotes de aquel
intrépido marino , y haciendo gala
de un exagerado amor á la impar-
cialidad, intenta alguna disculpa,
102 MARTÍN AL0N80 PINZÓN
alguna atenuación ; pero de tal na-
turaleza, tan infundada de suyo,
que nada puede conducir al noble
fin que se propone. ¡ Cuan otra hu-
biera sido la defensa si en su claro
talento hubiera encontrado razones
en que apoyarla!...
»11. Pero analicemos la excul-
pación.
«Dije haber contradicción, escri-
»be el Sr. Fernández Duro, en las
>aseveraciones de D. Fernando, por
»cuanto de sus propias palabras,
>como de las del P. las Casas , se
» deduce que navegando de noche, y
restando á barlovento la Pinta,
>como más velera, cambió el Almi-
arante de parecer y varió el rumbo,
^arribando sobre la isla de Cuba.
»E1 fué, por consiguiente, la causa
»de la separación , no ignorando que
Ao más probable fuera que Pinzón
POR J. M. ASEN8I0 103
>no viese , como no vio , señales de
>luz que no esperaba , y que siem-
»pre son inciertas en la mar. La
y> Pinta continuó navegando en la
> dirección convenida y ordenada
> previamente; no hay, por lo tanto,
» motivo ni razón para culpar en
>juicio al capitán, y mucho menos
>para penetrar sus intenciones con
»la ofensiva y pueril suposición de
>que un indio , cuya lengua no en-
>tendia más que el Almirante, le
^prometiera llevarle á un sitio don-
>de abundaba el oro, y de que la
acodicia y la soberbia tenían re-
»suelta en su ánimo la separa-
»ción.>
>12. No queremos interrumpir
con comentarios la alegación de
descargos, tanto menos cuanto muy
raro será el lector que tenga nece-
sidad de que se llame su atención
104 MARTÍN ALONSO PINZÓN
sobre la capciosa forma en que está
hecha. Prosigamos:
»13. «Mírese como se quiera ésta,
»no tuviera el juez más severo otro
»cargo que formular contra Pinzón
»que el de no haber hecho más ac-
>tivas diligencias para incorporarse
ȇ su jefe desde el momento en que
^advirtió el alejamiento, ó sea desde
»la amanecida del 22 de Noviembre,
»y acaso las hizo, porque en reali-
>lidad el Almirante sabia el rumbo
>que la Pinta había llevado, pero
>ignoraba Pinzón el que tomó la
>Santa María, y sólo casual y ra-
>risimamente cabía encontrarla.
» Viento en popa, navegando hacia
>el Oeste , vino el 6 de Enero á en-
» centrar la otra carabela; Pinzón
>disculpó entonces la ausencia dañ-
ado sus razones. ¿ Por qué las ad-
»mitió Colón sólo aparentemente,
POR J. M. ASENSIO 105
>y en el recogimiento de la cámara,
»abiertas las hojas del Diario^ vació
>su pensamiento agravando las pri-
» meras acusaciones con las de men-
»tiroso, soberbio, defraudador j
»mal hablado? ¿Por qué dejó tras-
> lucir que el temor del ascendiente
»y popularidad que gozaba Pinzón
»le contenían? Las declaraciones
»del pleito lo indican.»
» 1 4. «A pesar de la errónea pro-
aposición delFiscal, ningunainsinúa
>que la separación de la carabela
y> Pinta fuera intencionada. Arias
»Pérez dijo que se verificó de noche
>por causa del temporal , convinien-
»do otros testigos en que dio por re-
»sultado que Martin Alonso descu-
»briera la isla de Haiti ó Española
cantes que el Almirante.»
»15. Breves reflexiones bastan
para destruir este razonamiento es-
106 MARTÍN ALONtííJ PIíNZÓN
pecioso, cuja debilidad resalta á la
simple lectura. Reconociendo que
el 6 de Enero, al encontrarse las
carabelas, Pinzón disculpó la au-
sencia^ se comienza por convenir
en que lo necesitaba ; en que de su
parte había de verse culpabilidad.
Colón las escuchó como capitán
prudente , pesando con extremada
discreción las circunstancias, y evi-
tando todo motivo de rencilla, toda
causa de disgusto que pudiera re-
sultar en perjuicio de la empresa
con tanta felicidad llevada á cabo.
¿Eran aquellos momentos propios
para formular cargos, para pensar
en castigos? Se emprendía el viaje
de regreso, y lo necesario, lo ur-
gente, era traer á España la noticia
de los países que se habían descu-
bierto, guardando en el fondo del
corazón todo género de resentí-
i
POR J. M. ASKNHIO 107
miento, y procurando con el disi-
mulo la concordia de las tripulacio-
nes.
»16. ¿Y qué frases estampó el
Almirante en su Diario que no co-
rrespondieran á su conducta noble
y previsora? Cuando el 21 de No-
viembre vio alejarse la Pinta, con-
signó que lo hizo sin obediencia y
voluntad del Almirante^ por codi-
cia. . . sin causa del mal tiempo^ sÍ7io
porque quiso, añadiendo únicamen-
te, según ya dijimos, una frase co-
mo desahogo de anteriores sufri-
mientos: otras muchas me tiene he-
cho y dicho. Por más que las medi-
tamos , no encontramos en ellas
rastro de odio ó mala voluntad.
>17. Cuando amaneció y vio
que la carabela de Pinzón se había
perdido totalmente de vista, es-
tampó el hecho sin comentarios.
108 MARTÍN ALONSO PINZÓN
«Anduvo el Almirante toda la no-
»che la vuelta de tierra, y hizo fo-
rmar algunas de las velas y tener
y> farol toda la noche^ porque le pa-
»reció que venía hacia él , y la no-
>che hizo muy clara, y el vientecillo
>era bueno para venir si quisiera. >
»18. Esta sencillez de Cristóbal
Colón demuestra bien á las claras
el estado de su ánimo. Después del
domingo 6 de Enero, «cuando vino
» Martín Alonso á la carabela Nifía^
adonde iba el Almirante , para se
^excusar diciendo que se había
^perdido del contra su voluntad»,
no pudo Colón poner en olvido las
circunstancias que acompañaron á
la deserción, pero disimuló con ex-
quisita prudencia para no impedir
el viaje, aunque no pudo menos de
escribir que eran falsas todas las
razones «y que con mucha codicia
POR J. M. ASENSIO 109
»y soberbia se había apartado aque-
lla noche que se apartó del.» Y
en el martes 8 volvió á repetir
la causa de su disimulo; «el Mar-
»tin Alonso le dejó — dice — des-
»de el 21 de Noviembre hasta 6
»de Enero, sin causa ni razón, si-
)i>no por su desobediencia; todo lo
y^cual el Almirante habla sufrido y
y^callado por dar buen fina su viajo
»19. Prescinde de estas pala-
bras el Sr. D. Cesáreo Fernández
Duro , j funda su opinión de que
puede ser imputable á aquél la se-
paración de la Pinta en ciertas
frases de las declaraciones de algún
testigo de la información. No foi'-
maron la misma los célebres histo-
riadores que arriba citamos. «Pin-
)»zón dio crédito — dice Washington
»Irving — álos extravagantes infor-
»mes de un indio que iba á bordo de
lio MARTÍN ALONSO PJNZÓN
»su carabela, y le ofrecía guiarlo á
»una isla ó región de grandes ri-
»quezas. Su avaricia se despertó
»repentinamente; siendo su barco el
»más Yelero, podía virar con facili-
»dad á barlovento^ á donde no po-
»drian seguirle los otros. Podía él
»misino ser, por lo tanto, el prime-
>ro que descubriera aquella dorada
»Babeque, enriqueciéndose con sus
»primicias.>
>20. Casi en iguales términos
resume su opinión D. Juan Bautista
Muñoz, en esta forma: «Estimulado
>de su altivez, confiado en su peri-
»cia náutica y en el buen andar de
»su carabela, guió adelante con in-
)» tención de hacer por sí este rico
»descubrimiento.> í'ué voluntaria
la falta, aunque cueste trabajo el
confesarlo: fué una verdadera deser-
ción^ y sus consecuencias extraor-
POR J. M. A6ENBI0 11
(linariamente sensibles y muy de-
sastrosas. El cronista Antonio de
Herrera, que tan cercano estuvo á
los sucesos, dice que Pinzón €se
>apartó del Almirante sin fuerza
>de tiempo , ni otra legitima causa;
»y por ser su navio muy velero se
>fué adelantando hasta que, llegada
<la noche, totalmente desapareció.»
>21 . Mucho nos hemos detenido
en la apreciación de este suceso y
de las causas que lo produjeron,
pero es que tuvo tal importancia,
causó tal variación en todos los ac-
tos posteriores de la expedición, que
no sólo nos ha parecido de necesi-
dad fijarlo en la manera más clara,
sino también dar á conocer las opi-
niones de los historiadores más re-
nombrados , tratándose de un espa-
ñol tan ilustre como Martin Alonso
Pinzón, cuyos actos tienen siempre
112 MARTÍN ALONSO PINZÓN
gran interés en la historia del des-
cubrimiento. No encontrando legí-
tima excusa su proceder, hemos
querido consignar los textos, para
que en vista de ellos se confirme el
mayor ó menor alcance de su res-
ponsabilidad. >
V
Pocas, escasas observaciones he-
mos de oponer á las que á los pá-
rrafos transcritos hace el docto mari-
no, justamente porque como decía-
mos, y él mismo reconoce, le dan
inmensa superioridad sus conoci-
mientos especiales , y sería necia
presunción y temeridad censurable
entrar en discusión técnica quien no
tiene estudios en la materia, con el
POR J. M. ASEN8I0 113
que además de su título y grado, es
reconocido, respetado y aplaudido
por su ciencia y pericia entre los
más notables jefes de nuestra glo-
riosa marina.
Tanto menos hemos de acercar-
nos á aquel terreno, cuanto que
abrigamos la convicción de no ser
necesario hacerlo para juzgar el su-
ceso, y basta la exposición de los
hechos, como antes decíamos, para
que rectamente puedan ser aprecia-
dos; y huimos además, por sistema,
de polémica que casi siempre es
enojosa.
El tiempo estaba bonancible en
la tarde del 21 de Noviembre; el
viento, aunque recio, era contrario
para seguir el rumbo que llevaban
y que por su voluntad siguió Pin-
zórij y favorable para regresar, que
fué la razón que movió al Almiran-
8
114 MARTÍN ALONSO PINZÓN
te á volver la popa; y aunque se
conceda que la Pinta fuera algo
delantera y distante , no es dudoso
tampoco que pudo y debió observar-
se desde ella el nuevo rumbo que
tomaba el Almirante y seguía la
Niña , y ver las señales que la ca-
pitana hizo.
Que la separación fué voluntaria
é intencionada, se comprende con
claridad de las premisas expuestas,
y de los hechos que después vinie-
ron. Desde 21 de Noviembre hasta
6 de Enero del siguiente año, estu-
vo la Pinta costeando por su cuen-
ta; visitó dos ó tres islas próximas,
y se detuvo seis semanas en el que
el capitán de Palos denominó río de
Martin Alonso^ rescatando con los
naturales y recogiendo abundantes
muestras de oro que dividía con su
tripulación. Luego hay bastantes
POR J. M. ASENSIO 11 0
indicios que hacen probable la sos-
pecha de que. quiso disimular el
tiempo que allí se había detenido y
aun el provecho que obtuviera. No
le formulamos cargo porque no es-
tá más que indicado tal proceder;
pero á nuestro entender esto per-
suade que la separación tuvo un fin,
un objeto preconcebido, ora fuera
originado por las señas que ha-
cían los indios que llevaba á bordo
y por sus palabras mal entendidas,
ora por el deseo de hacer algún
descubrimiento con independencia
del Almirante.
Ambos móviles debieron influir
en el ánimo de Pinzón; y mirándo-
los á buena luz , sin pasión alguna,
no parece que puede sostenerse, co-
mo hasta ahora se ha dicho, que tal
movimiento de codicia no es proba-
ble^ pues no se entendían bien con
116 MARTÍN ALONSO PINZÓN
los españoles los indios lucayos, ni
aquellos podian tomar noticias de
éstos referentes al país de Babeque,
ni á sus criaderos de oro. El resul-
tado prueba lo contrario. Martin
Alonso Pinzón fué guiado á la isla
de Haiti, y hacia la comarca más
próxima á las montañas de Cibao,
en las que existían las mejores mi-
nas , de las que tantas riquezas se
extrajeron muy poco después por
los que fueron en el segundo viaje.
No es aventurada suposición la
de creer que alguna vislumbre de
aquella producción de oro se dedu-
jera de los gestos, de las voces y de
las señales de los indios.
Y dado tal supuesto, cobran ma-
yor fuerza de verdad las consecuen-
cias.
No insistiremos. El efecto que
causó la separación no pudo ser más
POR J. M, A8ENSI0 117
funesto, bajo cualquier punto de
vista que quiera mirarse. Expues-
tas quedan varias de las desgracias
que sobrevinieron después de aque-
lla deserción de la Pinta ^ y no es
posible que deje de conocer el que
estudia el suceso, por muchas re-
flexiones que en contrario se aduz-
can, y por mucho talento y agude-
za que en ellas se despliegue, que
la falta de uno de los buques y de la
tercera parte de los hombres que
formaban la expedición, con un ca-
pitán experto, valiente y reputado,
había de sentirse fatalmente en to-
do cuanto desde aquel punto se em-
prendiera.
En el ánimo de Cristóbal Colón,
también produjo aquel acto grave
perturbación y fué causa de temo-
res. Comprendía lo que pasaba en
el corazón de Martín Alonso hacía
118 MARTÍN ALONSO PINZÓN
tiempo, leía su pensamiento en sus
ojos y lo veía transparentar en todas
sus acciones, adivinando la causa de
aquel disgusto; pero al tocar tan
grave resultado se llenó de confu-
sión, no pudiendo sospechar el in-
tento que á aquél guiara.
Deserción llamaron á la resolu-
ción de Martin Áloítso de aban-
donar al Almirante de los Reyes,
tanto Washington Irving, como
D. Juan Bautista Muñoz, y de igual
manera la califica el P. Ricardo
Cappa, después de consideradas,
con su pericia náutica, las circuns-
tancias en que se efectuó, el estado
del mar, la dirección del viento, las
condiciones de las carabelas y de-
más que puedan apreciarse ; y aun
después de leído con verdadero de-
seo de convencernos de lo contrario,
cuanto con noble pasión se ha es-
POR J. M. ASEN8I0 1 19
crito para disculpar á Pinzón , no
encontramos, bien á nuestro pesar,
otro modo de señalar la falta.
Su conducta, como se desprende
de las consideraciones que ya deja-
mos expuestas, no puede calificarse
de otra manera, aunque hay causas
de atenuación para mirarla con ri-
gor extremado; fué hija de una
emulación noble , que juzgamos en
parte natural y justificada; y su de-
serción no ha de juzgarse como la
del soldado que abandona su bande-
ra, pues él no estaba en la expedi-
ción más que por su voluntad, y al
separarse llevó por objeto ampliar
y completar el descubrimiento, por
más que aspiraba, al hacerlo, á au-
mentar su propia importancia dan-
do muestra de su valor y colocán-
dose en posición más independiente.
láO MARTIN ALONSO PINJiÓN
VI
Las consecuencias de la separa-
ción de la Pinta fueron desastrosas,
tanto para la parte material como
para la moral de la pequeña escua-
dra que tan dudoso viaje había em-
prendido ; y jamás hubiéramos creí-
do que tan sencilla apreciación pu-
diera ponerse en duda, ni dirigir
por ella algún cargo al que por re-
sultado de sus reflexiones la consig-
nara , basada en atendibles razones.
Constaba la expedición de tres
buques y de unos ciento á ciento
veinte hombres entre la dotación de
todos ellos. Juntos habían arrostra-
do los peligros, vendido las des-
confianzas naturales que inspira
POR J. M. A8ENtíI0 121
siempre lo desconocido, dominado
las penalidades de un largo viaje j
rasgado el velo del mar tenebroso,
poniendo de manifiesto que al otro
lado del Océano , en latitudes nun-
ca antes exploradas ni científica-
mente conocidas, había tierras férti-
les y pueblos numerosos que habían
de entrar muy luego en el concier-
to de las naciones civilizadas, lle-
vando á ellas nueva savia y otros
gérmenes de prosperidad y elemen-
tos de progreso.
Y en el momento en que tal vic-
toria se había alcanzado , en el pun -
to crítico en que era de necesidad
proceder con la mayor prudencia
al reconocimiento de aquellas islas
y de las tribus que las habitaban, y
estudiar alguna parte de sus cos-
tumbres, y recoger sus productos, y
buscar los frutos de su suelo , la dis-
122 MARTÍN ALONSO PINZÓN
cordia se manifestaba de una mane-
ra inesperada entre aquel puñado
de heroicos marinos; y el capitán
de mayor prestigio y experiencia
después del jefe , abandonaba á éste,
llevándose una de las embarcacio-
nes y la tercera parte de los hom-
bres que á tan peligroso viaje ha-
bían venido.
No son necesarios argumentos
poderosos ni grandes esfuerzos de
imaginación para comprender los
gravísimos males que aquella dis-
cordia había de llevar en pos de si.
En cualquier suceso desgraciado
que á los unos ó á los otros so-
breviniera, había de conocerse la
falta de apoyo que podían prestarse
estando unidos. Que el hecho fué
funesto bajo cualquier aspecto que
se le considere, no creemos posible
que se ponga en duda.
POR J. M. ASENSIO 1*23
Que lastimado el Almirante lo
recordara con amargura posterior-
mente en diversas ocasiones al to-
car sus desfavorables resultados,
lejos de extrañarse , aparece como
el sentimiento más natural.
Expuesto y apreciado el grave
suceso de la separación de la cara-
bela que Pinzón mandaba; si la
conducta de Cristóbal Colón tuviera
necesidad de alguna explicación; si
la nobleza de su corazón y la leal-
tad de su afecto al capitán de la Pin-
ta tuvieran que demostrarse, bien
claros aparecen con la sencilla lec-
tura del Diario de navegación des-
pués de la ocurrencia. Lo conside-
ramos á tan diferente luz y ofrece
á nuestros ojos tan distinto punto
de vista que á los del docto D. Ce-
sáreo Fernández Duro , que las con-
secuencias que deducimos ambos
124 MARTÍN ALONSO PINZÓN
son diametralmente opuestas, en-
teramente contrarias.
En la seguridad de que su expo-
sición es el argumento más podero-
so , vamos á extractar textualmen-
te cuanto después de tan desagra-
dable acontecimiento consignó el
Almirante. Y decimos después, por-
que desde la salida de las carabelas
del puerto de Palos, hasta el día
21 de Noviembre en que ocurrió la
separación de la Pinta , no hay en
todo el escrito de Colón ni una sola
frase , ni una reticencia que pueda
decirse puesta en descrédito de Pm-
zón ó que revele mala voluntad
á su persona; y, antes al contra-
rio, las que hemos citado y algu-
nas otras que pudieran buscarse,
dan á entender la buena inteligen-
cia que entre ambos capitanes
mediaba y que no se había turba-
POR J. M. A8EN8I0 125
do por ninguna circunstancia ad-
versa.
Si Cristóbal Colón después del
desembarco y de haber tomado po-
sesión en nombre de los Reyes Ca-
tólicos de las regiones que acababa
de descubrir en lá isla de Guana-
haní conoció el disgusto que co-
menzaba á enseñorearse del pecho
de Martín Alonso Pinzón; si vio
en él muestras de descontento y en
sus acciones menos atención y co-
medimiento del que antes había
usado y aun algo de desatención á
la autoridad del Almirante, guardó
en lo más profundo sus observacio-
nes , con el pesar que debieron cau-
sarle, y no las fió al papel, ni aun
en las páginas de aquel Diario que
para todos había de permanecer re-
servado.
Tal vez enajenado por el gozo,
126 MARTÍN ALONSO PINZÓN
turbado por el éxito , creía que todos
participaban igualmente de su ale-
gría, y no veía en todos los sem-
blantes sino el reflejo de su propia
satisfacción. Si esto era asi, demos-
tración sería bien clara de lo mu-
cho que le preocupaban las conse-
cuencias de su triunfo; si lo com-
prendía y ocultaba, no podrá dudar-
se de la elevación de sus sentimien-
tos que en momentos tan solemnes
no daban cabida á nada mezquino, y
solamente se mostraba llenó de su
gran pensamiento.
Abriendo el Diario de navegación
por esa desventurada fecha de 21
de Noviembre (1), encontramos que
Colón consignó el hecho con estas
palabras: «Este dia se apartó Mar-
(1) ls-<i\2LTTe\.Q\ Colección de viajes, etc.,
tomo I , pág. 213.
POR J. M. ASENSIO 127
>tin Alonso Pinzón con la carabela
y^Pinta^ sin obediencia y voluntad
>del Almirante, por cudicia diz que
^pensando que un indio, que el al-
>mirante habia mandado poner en
> aquella carabela , le habia de dar
>mucho oro ; y asi se fué sin espe-
>rar, sin causa de mal tiempo, sino
»porque quiso.» Y dice aquí el Al-
mirante : otras muchas me tiene he-
cho y dicho.
Parece que no cabe mayor senci-
llez ni menor señal de pasión ; casi
no se aventura juicio; pues aun la
causa que pudiera haber movido á
Martin Alonso para apartarse sin
obediencia, no la expresa Colón
como de su creencia , sino como es-
cuchada , al parecer , entre la gente
de los otros buques, y por eso escri-
bió: diz que pensando que un in-
dio.,, le habia de dar mucho oro.
128 MARTÍN ALONBO PINZÓN
El Almirante no escribió las pa-
labras desertor ni insubordinado
para calificar la conducta de Pin-
zón^ como reconoce el Sr. Fer-
nández Duro, y esto patentiza la
nobleza de su corazón y que no era
su intento acriminarle. ¿Puede ad-
mitirse por ningún ánimo desapa-
sionado que se haga cargo á Colón
por aquellas frases, otras muchas
me tiene dicho y hecho? diciendo:
« ¿ No fuera noble recordar lo que
le hizo en Palos para el armamento,
lo que le dijo en el golfo cuando las
tripulaciones murmuraban ?> Esto
ya es declarada malquerencia. Cuan-
do se acaba de recibir una ofen-
sa; cuando al verse desobedecido
se sublevaba la autoridad de jefe
y el prestigio de hombre , disculpa-
ble hubiera sido algún calificativo
más ó menos duro dictado por la
POR J. M. ASENSIO 129
pasión. El momento no era de re-
cordar beneficios, sino de lamentar
ingratitudes. Colón ^ sin embargo,
ni aun dio cabida á sus quejas ; las
había recibido más ó menos graves,
más ó menos directas, y se limitó
á la indicación somera de ellas.
Y á esto se reduce todo : á men-
cionar ofensas anteriores , sin deta-
llarlas, sin insistir en su recuerdo.
No comprendemos cómo se acrimina
tan sencillo proceder.
El mal estaba hecho; el efecto
moral de la separación de la Pinta
podía revestir gran importancia en
el ánimo de los tripulantes de las
otras dos carabelas , y Cristóbal Co-
lón debió pesar su trascendencia con
verdadera tristeza durante aquella
noche. Sin embargo, al hablar de
ello en el siguiente día, jueves 22,
sólo escribió lo siguiente: — «Esta
l'M) MARTÍN ALONSO PINZÓN
>noclie Martin Alonso siguió el ca-
>>mino de Leste para ir á la isla de
>Badeque, donde dicen los indios
>que hay mucho oro , el cual iba á
» vista del Almirante y habria hasta
>él 16 millas. Anduvo el Almirante
)>toda la noche la vuelta de tierra y
»hizo tomar algunas de las velas y
»tener farol toda la noche, porque
> le pareció que venia hacia él^ y la
>noche hizo muy clara y el viente-
» cilio bueno para venir á él si qui-
»siera. >
Ni un comentario desfavorable,
ni una frase dura , ningún califica-
tivo ; y eso que bien se deduce de lo
poco que asienta que el viento era
contrario á Pinzón para continuar
el rumbo que emprendía , y bueno
para reunirse con el Almirante.
Y desde aquel día verdaderamente
iníaustü para los descubridores , no
POB J. M. A8ENSI0 131
vuelve Colón á mencionar la Pinta
ni á estampar para bueno ni para
malo el nombre de Martin Alonso ^
á pesar de la pérdida de su mayor
nao, la carabela Santa María, j de
haber decidido dejar algunos hom-
bres en aquella tierra casi descono-
cida, tal vez, entre otras razones,
por no poder aventurarse con todos
en el viaje de regreso á España, á
bordo de una pequeña embarca-
ción.
Un recuerdo consignó de la falta
que le hacía el buque desertor , pero
fué mucho más de un mes después,
y también sin hacer cargo directo
á Pinzón, El dia 31 de Diciembre
se ocupaba ya en proveer de agua
y leña á la Niña para la partida á
España, pues deseaba traer á los
Reyes la noticia del descubrimiento,
y las muestras de la producción de
132 MARTÍN ALONSO PINZÓN
frutos y ganados de aquellas tierras
privilegiadas. Bien hubiera querido
adquirir nuevas de las otras islas,
«mas como oviese quedado con un
»solo navio, no le parecia razonable
>cosa ponerse á los peligros que le
> pudieran ocurrir descubriendo. Y
y> quejábase que todo aquel mal é m-
> conveniente provenía de haberse
y^ apartado la carabela Pinta, > Esto
era verdad indiscutible.
VII
Insistir sobre la prudente con-
ducta del Almirante cuando volvió
á reunirsele Martín Alonso Pinzón
después de mes y medio de ausen-
cia, fuera repetir lo que ya dejamos
dicho.
POR J. M. A8EHSI0 133
En el juicio del proceder de am-
bos capitanes, en la apreciación de
sus móviles, nada podemos añadir
á lo antes expuesto. Existen por
desgracia hoy , en este punto , dos
criterios, dos opiniones contrarias:
no ha de ser la nuestra la que pueda
decidir la contienda, que es harto
pequeña y de escasa valía ; pero en-
tendemos que tampoco ha de fallarse
por lo que exageren los novísimos y
desgraciados adversarios de Cristó-
bal Colón, El juicio de la posteridad
se ha de formar con vista de datos
indudables, y por eso nuestro afán
de exponer las palabras mismas del
Diario de navegación , porque cree-
mos sin pasión que en ellas se pinta
la nobleza del alma del grande hom-
bre; su pensamiento, que lleno de
la altura de su misión no abrigaba
mezquinos rencores y daba al ol-
134 MARTÍN ALONSO PINZÓN
vido toda idea que no correspon-
diese al descubrimiento; su pruden-
cia de capitán, su moderación j su
mansedumbre, que todo lo posponía
al logro de su empresa , j dominaba
cuanto era posible su natural or-
gullo para que no se turbara la paz
á bordo, j llegaran á España las
noticias de la gloria alcanzada.
Con ingenua claridad lo estampó
el mismo Colón : < Vino Martin
>Alonso Pinzón, dice (Domingo 6 de
»Enero de 1493) , a la carabela Niña
> donde iba el Almirante , á se ex-
y>ciisar^ diciendo que se habia par-
»tido del contra su voluntad , dando
»razones para ello; pero el Almi-
»rante dice que eran falsas todas, y
»que con mucha soberbia j codicia
»se habia apartado aquella noche
»que se apartó del, j que no sabia
>de donde lo oviesen venido las so-
POR J. M. ASEN8I0 135
»berbias y deshonestidad que habia
> usado con él aquel viaje , las quales
> quiso el Almirante disimular "por
>no dar lugar á las malas obras de
y> Satanás que deseaba impedir aquel
y>vioje como hasta entonces habia
>hecho,,.>
En esta manifestación, confiada al
papel de su Diario en la soledad y
secreto de la cámara, que de nadie
había de ser conocida , se funda todo
el cargo que á Colón se dirige so-
bre la lealtad de sus relaciones
con Pinzón, Como no creemos que
haya fundamento, la exponemos sin
comentario.
Si lo necesitara para algunos lec-
tores , no seriamos nosotros los que
lo hiciéramos , tachados ya de par-
cialidad , aunque sea por otros muy
más parciales , que dicen hemos he-
cho nitevo, aunqice hermoso , pane-
136 MARTÍN ALONSO PINZÓN
girico del Almirante (1 ). Otras pa-
labras del mismo Diario sirven de
explicación y complemento á las ya
copiadas , y dan por entero la razón
al jefe que de tanta previsión se re-
vestía en difíciles circunstancias.
Los capitanes que puso en las cara-
belas eran hermanos, Martín y Vi-
cente Yáñez Pinzón , á los que se-
guían otros muchos con soberbia y
codicia «estimando que todo era ya
>suyo , no mirando la honra que el
»Almirante les habia hecho y dado,
>no habían obedecido ni obedecían
»sus mandamientos, antes hacían y
> decían muchas cosas no debidas
>contra él... todo lo qual el Almí-
>rante habia sufrido y callado por
»dar buen fin á su viaje; así que por
(1) Pinzón en el descubrimiento de las In-
dias, por Cesáreo Fernández Duro, pág. 102.
POR J. M. ABENSIO 137
» salir de tan mala compañia, con los
>cuales, dice, que compila disimu-
»far, aunque jente desmandada; y
>aunque diz tenia consigo muchos
» hombres de bien, pero no era tiem-
>po de entender en castigo; acordó
>volverse, y no parar mas con la
»mayor priesa que le fuese posible. »
Si estas no son razones dignas de
atención; si no revelan á un tiempo
mismo elevación de ánimo y pre-
caución laudable, no sabemos qué
explicación podrá dárseles.
VIH
Con dos buques bastante maltra-
tados por una larga navegación y con
los mástiles resentidos por el tra-
bajo del velamen en los recios ven-
138 MARTÍN ALONSO PINZÓN
davales de aquellas latitudes, em-
prendió el Almirante su viaje de
vuelta; aunque, á decir verdad, era
bastante arriesgado el decidirse á
tan larga travesía. Pero no había
otro recurso. « Hacían mucha agua
)>las carabelas por las quillas, j
aquejábase mucho de los calafates
»que en Palos las calafatearon muy
>mal , y que cuando vieron que el
» Al mirante había entendido el de-
»fecto de su obra, y los quisiera
>constreñir á que la enmendaran,
>huyeron.> Este mal era, según pa-
rece, común á antrambas , pero á
más la Pinta andaba mal de las bo-
binas , y la Niña tenía muchas ve-
ces que esperarla, porque se ayuda-
ba poco de la mesana, por el mástil
no ser bueno; y en estas contrarie-
dades recordó otra vez lo pasado, y
escribió Colón: «Si el capitán della,
POR .T. M. A8EN8IO 139
>que es Martin Alonso Pinzón, tu-
>viera tanto cuidado de proveerse
>de un buen mastel en las Indias,
» donde tantos y tales habia, como
»fué cudicioso de se apartar del,
>pensando en henchir el navio de
»oro, él lo pusiera bueno.»
Juntos continuaron su derrota,
sin embargo, sin suceso desagrada-
ble entre ellos , y antes por el con-
trario conformando, al parecer, en
el rumbo, y tomándolo hacia el
Norte en dirección á las Azores,
mucho más alto del que habian lle-
vado á la ida; pero ya en las altu-
ras de aquéllas comenzaron recias
borrascas, y en la noche del jue-
ves 14 de Febrero creció mucho la
mar y el viento, y aunque resistie-
ron algunas horas, tuvieron al cabo
que correr el temporal porque no
tenían fuerzas las embarcaciones;
140 MARTÍN ALONSO PINZÓN
para cortarlo, y se dejaron ir po-
niendo la popa al viento donde les
llevase. «Entonces comenzó á co-
>rrer la carabela Pinta^ en que iba
» Martin A lonso , y desapareció , aun-
»que toda la noche hizo faroles el
»Almirante y el otro le respondia;
^hasta que parece que no pudo 7nás
>por la fuerza de la tormenta^ y
»porque se hallaba muy fuera del
»camino del Almirante.»
De tan sencilla manera refiere
éste aquella separación forzosa, sin
ocurrirle siquiera dudar de la im-
periosa necesidad que tuvo Pinzón
de separarse. Sin embargo, todavía
este hecho tan natural y tan fre-
cuente, da lugar al ilustrado mari-
no Sr. Fernández Duro, á buscar
algo que demuestre poca pericia en
Cristóbal Colón , y muy superior en
Martín Alonso, Y en su afán de
í>OR J. M. ASEN6I0 141
encontrar la superioridad de éste,
incurre, á nuestro corto entender,
en evidente contradicción. «Venía,
»dice, la carabela iVma, desde las
» Azores en busca de las costas de la
»Pen ínsula con rumbo algo más alto
>del que conviniera para avistar el
>cabo de San Vicente, punto natu-
»ral de recalada. . . » Y luego elogia á
PinzÓ7i porque siguió, aunque con-
tra su voluntad, rumbo mucho más
alto, y se encontró sin saber cómo
en Bayona de Galicia. Pero para el
docto Fernández Duro, aquel fué
golpe de habilidad, y lo juzga en
estos términos: «Conocida con su
avista la situación, nada más fácil
>que dirigirse (con Sur y Sueste),
» viento en popa, á cualquiera de los
»puertos del Norte de España; asi
»hubo de hacerlo Pinzón; Colón
»procedió de otro modo: quiso en-
142 MARTÍN ALONSO PIN'/ÓN
y>tra7' en Lisboa; se aproximó á Cas-
»caes, exponiéndose á caer en sus
» bajíos^ y logró enfilar la barra del
»Tajo;^:>^ro es evidente que ni la ne-
»cesidad ni el peligro aconsejaban
>acometer el puerto, antes por el
» contrario , había en la entrada
» riesgo voluntariamente corrido^
)>que se evitara marchando á hus-
mear las rías de (jalicia.»
Con gran temor lo decimos, aten-
dida la reconocida pericia del docto
capitán de navio, pero nos parece
que incurre en evidente contradic-
ción al censurar el rumbo de Colón
por ser más alto de lo que convinie-
ra, y alabar á Pinzón porque lo
tomó mucho más alto; asi como se
deja llevar de clara parcialidad al
asegurar, sin dato alguno, que el
Almirante corrió voluntariamente
el riesgo de enfilar la barra del Tajo,
POK J. M. AHENSIO 14»-i
y que Martm Alonso arribó inten-
cionadamente á la costa de Galicia.
Preciso es para hacer tales apre-
ciaciones poner en olvido los antece-
dentes. Desde el 14 de Febrero al 4
de Marzo corrieron diez y ocho dias
de continuas borrascas, de tormen-
tas violentísimas y vientos huraca-
nados. La separación de las cara-
belas no fué voluntaria, sino forzo-
sa, ocasionada por las tormentas.
Ambas corrieron el temporal, dan-
do la Pinta la popa al viento y de-
jándose ir donde la llevase, porque
no había otro remedio.
Venciendo la natural desconfian-
za, expondremos datos , á nuestro
entender razonables , para que otros
críticos,conmayores conocimientos,
puedan dictar el fallo definitivo. Si
los vientos huracanados que cons-
tantemente dejaron sentir su fuerza
144 MARTÍN ALONSO PINZÓN
en los últimos días del mes de Fe-
brero y en los primeros de Marzo
podían ser favorables á una nave-
gación hacia los puertos del Norte
de España, ciertamente no lo serían
para bajar en demanda del cabo de
San Vicente, punto natural de reca-
lada que debía buscar el Almirante,
según la apreciación de su impug-
nador.
Que el tiempo era violentísimo
y las carabelas llegaban al estado
más deplorable , no somos nosotros
los que lo decimos; datos hay que
no pueden olvidarse. La Pinta, des-
de el 14 de Febrero, fué juguete de
las embravecidas olas, corrió á mer-
ced de los desencadenados elemen-
tos. Sus desgraciados tripulantes no
tuvieron momento de reposo ; el día
y la noche fueron iguales para aquel
trabajo, paraaquella lucha constante
POR J. M. A8EN8IO 145
con la muerte que de mil modos les
amenazaba. No se olvide que en tan
rudo combate, en tantos días de su-
frimiento, fue indudablemente cuan-
do contrajo el heroico Martin Alon-
so Pinzón la enfermedad que tan
prematura , cuánto desgraciada-
mente le condujo al sepulcro.
Deshecha casi la carabela, rendi-
dos y exánimes los tripulantes avis-
taron una costa, cuando apenas po-
dían gobernar para aproximarse.
No sabían el punto donde se encon-
traban, y su gozo fué grande cuando
reconocieron las costas del Norte
de España y pudieron recalar en el
pequeño puerto de Bayona.
10
141) MAirrÍN A\j):^i-o cinzón
IX
No era menos precaria la suerte
de la Niña, cuando sin velas la
arrojó la tormenta sobre las playas
de Portugal. Casi desarbolada la
nave en la noche del domingo , 3 de
Marzo, vídose en gran peligro, del
que sólo Dios pudo librarla, pues
inútiles eran los esfuerzos de los
tripulantes , rendidos de cansancio,
faltos de fuerzas j sin medios para
dominar la borrasca. En aquella si-
tuación, y á la hora de la primera
guardia , dieron los marineros la
voz de ¡tierra! que venía á aumen-
tar el peligro , dado el estado de Ja
carabela. Pero aquí no puede haber
poí: j. m. aííKNSIO 147
niej'jr medio de convicción que de-
jar hablar al Almirante mismo.
«Entonces, por no llegar á ella
^ hasta conoscella por ver si hallaba
^ algún puerto ó lugar donde se sal-
ivar , dio el papahígo por no tener
»otro remedio, y andar algo, aun-
»'que con gran peligro , haciéndose
»á la mar, y así los guardó Dios
»hasta el dia, que diz que fué con
»iníinito trabajo y espanto. Venido
>el dia conosció la tierra, que era la
»roca de Cintra, ques junto con el
»rio de Lisboa, adonde determinó
» entrar , porque no podía hacer otra
y^cosa, tan terrible era la tormenta
»que hacia, en la villa de Cascaes
»que es á la entrada del rio.>
¿ Puede dudarse por algún mari-
no de la verdad de estos anteceden-
tes? ¿Puede dirigirse cargo al ca-
pitán que en tales condiciones toma
148 MARTIIs ALONSO Tl^ZÓN
abrigo en el primer puerto que la
fortuna le depara? ¿Es posible ima-
ginar siquiera que se anda buscan-
do ocasión de hacer alardes de cien-
cia en momentos de ver la muerte
tan cercana? Y tan próxima estaba,
que á renglón seguido escribió Cris-
tóbal Colón: « Los del pueblo diz
»que estuvieron toda aquella maña-
»na haciendo plegarias por ellos, y
» después que estuvo dentro venia la
»gente á verlos por maravilla de
»cómo habian escapado.»
Teniendo en cuenta estos antece-
dentes y el estado de ambas cara-
belas al llegar de arribada, y por
verdadero azar de la suerte á los
primeros puertos que á cada una se
le depararan, nosotros abandona-
mos al juicio de los lectores peritos
é indoctos que decidan si es posi-
ble escribir sin pasión : « No podrá.
POR J. M. ASENSIO 149
»pues, desconocerse que la navega-
»cion de Martin Alonso Pinzón,
»fué también en el viaje de vuelta
»7nás hábil, náuticmnente consiúe-
y>rada, sin caer, por otro lado, en el
^desacierto político de la del Almi-
»rante... (1).»
¡Triste fué en verdad el destino
de Cristóbal Colón , puesta su honra
en boca de mezquinos enemigos du-
rante sus días, y triste es hoy traída
á discusión su fama por los que de
estudiosos se precian al cabo de
cuatro siglos! En vida le calum-
niaron suponiendo que había diri-
gido el rumbo á Portugal y á la
corte misma de Lisboa, para ven-
der al rev Don Juan el hemisferio
que con la protección de los Reyes
(l) Pinzón en el descubrimiento de las In-
dias, por Cesáreo Fernández Duro, pág. 119.
150 MARTÍN ALONSO PINZÓN
Católicos había descubierto. Su res-
puesta es conmovedora: «Yo creo,
»escribia á doña Juana de la Torre,
>que se acordará vuestra merced
»cuando la tormenta sin velas me
»echó en Lisbona, que fui acusado
>falsamente que habia ido allá al
»Rey para darle las Indias. Después
>supieron sus Altezas al contrario,
»j que todo fué con malicia. Bien
»que yo sepa poco , no sé quién me
>tenga por tan torpe que yo no
>conozca que aunque las Indias fue-
>sen mias , que yo no me pudiera
»sostener sin ayuda de Prínci-
>pe.» (1).
Los escritores de nuestra época
(1) Códice Diplomático Colomho americano,
Genova, 1829; Habana, 1867. — Navarrete:
Colección de viajes, tomo I, pág. 419, segunda
edición. — Carta del Almirante al ama que
había sido del Príncipe Don Juan.
POR J. M. ASENSIO 151
juzgan el hecho de muy diferente
manera, aunque no menos infunda-
da. Colón entró voluntariamente en
el Tajo para manifestar al rey de
Portugal su desacierto en no haber
aceptado los ofrecimientos que en
tiempo le hiciera, para darle envi-
dia con su triunfo , llegando alguno
al extremo de consignar que llegado
Colón á Lisboa y reconvino al Rey
por no haberle creído. A tales ex-
tremos nos extravía la pasión; y
bien puede afirmarse que tan equi-
vocada es una suposición como la
otra; tan destituida de fundamento
es la actual presentada por los pen-
sadores, como lo fué la antigua
propalada por los envidiosos.
152 MARTÍN ALONSO PINZÓN
Aquel temporal tan violento,
aquella serie de tempestades que
desde el 24 de Febrero reinaron
constantemente haciendo del in-
vierno de 1493 uno de los más te-
rribles de que había memoria, pro-
duciendo infinitos desastres y pér-
didas de embarcaciones, empujó á
la carabela Pinta muy lejos del
camino que se proponía llevar. No
hay datos para calcular hasta qué
punto la arrebataron los vientos
huracanados que se dejaban sentir.
Los tripulantes sufrieron penalida-
des sin cuento, expuestos al rigor
de los elementos y sin poder aban-
donar un instante el trabajo, á pesar
POR J. M. ASENSIO 153
de la furia del viento y de las aguas
que los azotaban. A las inclemen-
cias del cielo se juntaba el temor
continuo de la muerte que ante los
ojos tenían, porque la frágil em-
barcación debía zozobrar al menor
descuido... Crueles fueron los días
que pasaron aquellos expertos ma-
rinos , y sin duda más amargos que
todos ellos los sufrió Martin Alonso
Pinzón.
Extenuados de fatiga, mal ali-
mentados y rendidos de cansancio
avistaron una costa en los primeros
días del mes de Marzo , y sin saber
cuál pudiera ser, pusieron la proa
en su demanda, como único recur-
so en tan desesperada situación.
Casi tan grande como la pasada an-
gustia fué la alegría de aquel mo-
mento en que reconocieron las tie-
rras de Galicia y la atalaya de Mon-
154 MATJTÍN ALONSO PINZÓN
te Buey que daba aviso de su lle-
gada
Miño
ííada á la rada de Bayona del
XI
Este suceso, que tanto tiene de
importante como de curioso, ha
sido muy poco estudiado , hasta que
la publicación de las Probanzas
practicadas en el pleito seguido en-
tre el fiscal del Rey y el segundo
Almirante D. Diego Colón , ha ve-
nido á traer muchos datos que lo
aclaran y á ofrecer detalles intere-
santes.
Parece que poco después de la
arribada de la Pinta al puerto de
Bayona, llegó allí otra embarcación
que venia de Flan des, y traía á bor-
POR J. M. ASENSIO 155
do muchos soldados de aquellos ter-
cios que regresaban á sus hogares.
Se encontraba entre ellos Hernán
Pérez Mateos , piloto de Palos ,
deudo de los hermanos Pinzón, que
fué mandando luego una de las na-
ves en el segundo viaje. Ya muy
anciano , pues pasaba de los ochen-
ta años , fué examinado en la ciudad
de Santo Domingo , en la isla Espa-
ñola, donde había fijado su residen-
cia , y su declaración es interesan-
tísima en todos los puntos que abra-
za. Refiriéndose al punto que nos
ocupa, expresó contestando á la
pregunta \9 del interrogatorio del
fiscal :
«Que oyó á muchas personas, y
»principalmente á los dichos Mar-
»tm Alonso y sus hermanos, que
» dicho Don Cristo val Colon habia
»hallado en esta isla Española mués-
156 MARTÍN ALONSO PINZÓN
>tra de oro y rescates, é con lo que
>habian podido haber se habían
»vuelto á España á hacer Relación
>á los Reyes, éal tiempo q'el dicho
> Martin Alonso llegó á Bayona este
> testigo lo vio y le habló como á deb-
>do^ y el dicho Martin Alonso le
>hizo relación de todo lo que habia
>pasado, é le dijo que Don Cristoval
>Colon habia salido destas partes,
>el dicho Don Cristoval Colon de
»donde está agora Puerto Real, y
»el dicho Martin Alonso del Puerto
»de Gracia, é que se habían juntado
»en la mar, é con tormenta se ha-
>bian apartado, y dicho Don Cris-
>toval Colon habia ido á Lisboa, y
>él habia llegado alli á Bayona (I) .»
(1) Por su importancia insertaremos ínte-
gra por Apéndice esta declaración, copiada ti
la letra de su original que se conserva en el
Archivo de Indias, en Sevilla.
POR J. M. A8ENS10 157
No expresa el piloto l:v razón por
que se encontraba en aquella sazón
en Bayona de Galicia ; pero los tes-
tigos Pero Arias Pérez, hijo de
Martín Alonso , y Hernando Este-
ban fueron más explícitos, pues pro-
bablemente volvían , según hemos
dicho, de servir en los tercios espa-
ñoles. El primero dijo, contestando
á la pregunta 15 del interrogatorio:
«Que sabe su contenido , porque
»vido partir de aquí al dicho Mar-
>tin Alonso, su padre,,, é que este
»testigo no fué con ellos; pero des-
»pues vinieron á aportar á Galicia,
y>y este testigo venia de Flandes^ é
y>se hallaron todos en un di a en el
^puerto de Bayona , é de allí de los
»del navio de su padre é de los
»otros navios... este testigo oyó de-
»cir muchas veces aquello que se
^contiene en el dicho artículo.»
158 MARTÍ-N ALu^HíX) PiNZÓN
Hernando Esteban, contestando
á la pregunta 21 , dijo:
«Que vido cómo vinieron á Cas-
>tilla después de descubierto lo su-
>sodicho, é que este testigo viniendo
^de Flandes los encontraron é se
>hallaron en el puerto de Bayona
>de Miño , é que por esto sabe , y
>asi es público y notorio como se
» contiene en las dichas pregun-
tas.»
Otro testigo presentado por el
Almirante I). Diego, en Santo Do-
mingo , en la probanza que hizo en
el año 1512, fué Pero Enriquez,
vecino de Palos, que dijo:
«Que al tiempo que el Almirante
»venia del viaje, un navio suyo en
»el que venia Martin Alonso Pin-
»zon por capitán, llegó á Bayona
»de Galicia, é este testigo vido allí
>los indios que traian de la isla de
POR J. M. ASENSIO 150
Guanahaní ^ é allí le dijeron que
>el Almirante habia descubierto las
»islas Conhayatin é las demás, é
>que este testigo ovo de presente
»cuatro pesos de oro que le dio el
» contramaestre. »
El objeto especial de las infor-
maciones de una parte y lo conciso
de las respuestas de otra , nos hace
lamentar que los testigos no se ex-
tendieran á consignar el estado en
que vieron á los tripulantes de la
carabela , las noticias que éstos les
dieran de los trabajos que habían
sufrido en las pasadas tormentas, y
otras muchas circunstancias del ma-
yor interés que pudieron recoger en
aquellos momentos de los labios
mismos de los capitanes y marine-
ros , sus paisanos j amigos.
Indudable parece que todos lle-
garon rendidos de cansancio, ex te-
160 MARTÍN ALONSO PINZÓN
miados por la fatiga, faltos de sue-
ño y de alimento ; muchos enfermos,
siendo uno de éstos el valeroso Mar-
tin Alonso Pinzón^ que en aquellos
azarosos días perdió la salud rendi-
do por tan excesivos trabajos, y
por las privaciones y sufrimientos.
¿Qué sabían los tripulantes de la
Pinta de la suerte que había corrido
la Niña? ¿Qué podían conjeturar
que hubiera sucedido al Almirante
y á sus compañeros? Salvados mila-
grosamente , después de muchos días
de continuada lucha y de correr
grandes peligros , bien podía creer
Martin Alonso que la carabela del
Almirante había sido sumergida por
las olas, así como Colóyi pensaría
muchas veces que la Pinta se había
perdido sin remedio por no haber
tenido la suerte de aproximarse á
la costa, como á él le había ocurrí-
POR J. M. ASENSIO 161
do en punto tan crítico, pudiendo
ganar la embocadura del Tajo.
Los dos capitanes creyeron, á no
dudar, que su salvación era mila-
grosa y que la otra carabela había
naufragado. Ambas volvían muy
quebrantadas del largo viaje, con
ocho meses de penosa navegación,
mal calafateadas j con averías, y
tras de tan prolongadas borrascas
no era probable que las dos hubie-
ran vencido la furia de los desenca-
denados elementos.
Sin más pensamiento que el de
una verdadera pena , Colón y Pi7i-
zón pudieron creerse respectiva-
mente sepultados en el mar el uno
al otro, cuando por término de sus
angustias pudieron ganar los puer-
tos de Cascaes y de Bayona.
Y en tal situación adquiere gran-
des probabilidades de certeza la afir-
U
162 MAETÍN ALONSO PINZÓN
mación que hace Don Fernando
Colón en la vida del Almirante su
padre.
De la misma manera que éste al
encontrarse á salvo de los pasados
peligros dentro de las aguas del
Tajo, tuvo por primer cuidado en-
viar á los Reyes Católicos la noti-
cia de su arribada en el mismo día
4 de Marzo, como lo justifica la
postdata de su primera carta, pudo
Martín Alonso tener igual pensa-
miento y ponerlo en ejecución al
desembarcar en Bayona del Miño.
Lejos de podérsele formular cargo
alguno por haberlo hecho, puede
sostenerse que cumplía con un de-
ber, cuando tal vez el jefe de la ex-
pedición había perecido, y él era el
único depositario de las noticias del
descubrimiento.
Don Fernando escribió lo siguien-
POR J. M. A8EN8I0 163
te: (1) «Luego sucedió, que cuando
»el Almirante llegó á Palos, Pinzón
>arribó á Galicia y quería ir á Bar-
»celona á dar cuenta en derechura
»del suceso á los Reyes Católicos,
»los cuales le dieron á entender que
»no fuese sino con el Almirante,
»que era al que habían enviado al
» descubrimiento . . . >
Lejos de parecer intencionada y
poco cierta tal indicación , tiene to-
dos los visos de probabilidad. En su
primera parte , por las razones que
dejamos apuntadas; en la segunda,
por la sesuda reflexión que á otro
propósito consigna el mismo señor
Fernández Duro : « Los Reyes ha-
>bian de preguntar por el jefe de
>la expedición: ¿qué responder
^mientras llegaba el que se pres-
(1} Historia, cap. XLI.
164 MARTÍN ALONSO PINZÓN
>tara á hacer papel de correo avan-
>zado? (1).> Y esto exactamente, es
lo que traduce la respuesta de los
Reyes que traslada Don Fernando.
Sin rebajar en un ápice á Pinzón
ni menos desconocer sus servicios,
pudieron los Reyes Católicos decir-
le que se uniese á Don Cristóbal
Colón, cuando ya tenían las noti-
cias de haber llegado el Almirante
á Lisboa. La responsabihdad y la
gloria de una expedición , el crédi-
to ó el descrédito, reflejan siempre
sobre el jefe que la dirige, sean
cualesquiera los hechos de sus su-
bordinados.
(1) Pinzón en el descubrimiento, etc., pá-
gina iOO.
POR J. M. ASENSIO 165
XII
Lo extraordinario, lo que no
puede atribuirse al acaso, porque,
como en otros sucesos de la vida de
Cristóbal Colón, se vé claramente
un acontecimiento providencial, fué
la llegada de los dos capitanes en
un mismo día al puerto de Palos.
Después de tan larga separación y
de haber corrido tantos peligros, el
día 15 de Marzo de 1493 entraron
las dos carabelas en aquel pequeño
puerto de donde habían salido.
El suceso se presta á profundas y
varias consideraciones.
^Pinzón volvía cansado, lleno de
achaques por los grandes trabajos
sufridos, según hemos dicho en otro
166 MARTÍN ALONBO PINZÓN
libro; molesto además, caviloso y
apesadumbrado porque su concien-
cia le reprochaba la ilegitimidad de
algunos de sus actos, y temía el
juicio que de ellos pudiera formar-
se cuando fueran bien conocidos. Su
turbación creció de punto cuando
al dirigirse á la barra de Saltes,
anhelado término de tantos sinsa-
bores , vio ondear en los mástiles de
la Niña, que estaba fondeada en el
puerto , la enseña del Almirante , á
quien creía sepultado en las aguas.
» Profundamente afectado con
aquella vista, meditó indeciso el
partido que debería tomar, y dando
las órdenes convenientes para que
la Pinta fuese á dar fondo al costa-
do de la Niña, mandó echar la bar-
ca al mar, y entrando en ella se
hizo conducir á una casa que poseía
muy cerca del pueblo. Durante el
POR J. M. ASENSO 167
camino llegaban á sus oídos, lle-
nando su alma de amarguras, los
alegres vítores de los vecinos de
Palos , el sonoro repique de las
campanas, los acordes de las músi-
cas populares y los ecos de las fies-
tas j cantares que le demostraban
el regocijo de que todos se hallaban
poseídos en aquel instante.
»La Pinta entró en el río: los
marineros salieron poco á poco á
tierra, mezclándose con los grupos
donde se festejaba á sus compañe-
ros, y sólo entonces se supo la lle-
gada de las otras carabelas , admi-
rando los misteriosos designios de
Dios y la profunda lección que en-
cerraba el diferente recibimiento
que unos y otros habían tenido.
>Ciertamente hubo de dar pábu-
168 MARTÍN ALONSO PINZÓN
lo á muchas conversaciones , tanto
entre los vecinos de la villa , como
entre los moradores del convento,
la llegada de la Pinta en el mismo
día que la Niña^ j la desaparición
voluntaria de Martín Alonso , á la
que cada uno atribuía una causa;
sosteniendo sus amigos que venía
enfermo del excesivo trabajo y fal-
ta de alimento en las semanas que ¡i
duraron los últimos temporales,
creyendo otros que se retiraba por
temor de que el Almirante publica-
ría su deserción y desobediencia,
de suerte que, como dice uno de los
testigos de la Probanza del fiscal^
no había otra plática en el pueblo,
> Extraño podrá parecer que los
dos capitanes estuvieran separados
sin verse en toda la semana que
permaneció Colón en la Rábida,
y más todavía estando por medio el
I
POR J. M. ASENSIO 169
P. Fr, Juan Pérez, que había sido
causa de que aquellos se pusieran
de acuerdo para emprender el via-
je, y tan satisfecho debía de estar
del resultado de sus gestiones, sien-
do por lo tanto más vehemente su
deseo de que se reconciharan , co-
mo dice con sobrada razón el señor
I). Cesáreo Fernández Duro.
>Pero es lo cierto, según el mis-
mo escritor lo advierte , que el Al-
mirante no esperó la respuesta de la
corte, ni pensó en hacer el viaje
con su compañero de expedición.
>La versión más exacta es la
contenida en el libro de Gonzalo
Fernández de Oviedo (1), basada
en la que escribió D. Hernando Co-
lón (2) , y que aceptaron el cronista
( 1 ) Historia general y Natural de las In-
dias. Cap. II. lib. IX.
(2) i7ú/ona, cap. XLI.
170 MARTÍN ALONSO PINZÓN
Herrera y D. Martin Fernández de
Navarrete, porque en ella se descu-
bre un gran fondo de verdad , aun-
que Oviedo añade algunos acciden-
tes y detalles muy esenciales , pero
que están consignados en las decla-
raciones de los testigos de la Infor-
mación, Supone D. Fernando Colón
que Martin Alonso tuvo respuesta
de los Reyes Católicos, diciéndole
que no se presentase á ellos sino
con el Almirante; de que recibió
tan gran pesar, que cayó enfermo y
se dirigió á Palos^ pero antes que él
llegase hahia partido el Almirante á
Sevilla con intención de ir á Barce-
lona,
» Estando ya cerca de Europa,
»dice Oviedo, por tormenta se apar-
ataron la una carabela de la otra, é
acorrió el Almirante á Lisbona y el
>Martín Alonso á Bayona de Gali-
POR J. M. A6EN8IO 171
»cia. E después cada navio destos
»tomó su camino para el rio de Sal-
»tes, é de caso entraron en un mes-
>mo día; y entró el Almirante por
>la mañana^ é la otra carabela lie-
>gó en la tarde, E porque se tuvo
^sospecha que por las cosas pasadas
>el Almirante faria prender al Mar-
»tin Alonso Pinzón, salióse en una
»barca del navio, así como entraba
>á la vela, é fuese donde le pareció
>secretamente, y el Almirante lue-
ngo se partió para la corte con la
> grande nueva de su descubrí mien-
»to. Y como el Martin Alonso supo
»que era ido, fuese á Palos á su ca-
»sa é murió dende á pocos dias,
aporque iba muy doliente. >
PARTE TERCERA
Repetidas veces han deplorado
cuantos dedican sus vigilias á in-
vestigaciones históricas, la incu-
ria, el descuido con que frecuen-
temente abandonan los escritores
contemporáneos de los sucesos,
noticias y detalles que más tar-
de son necesarios para formar jui-
cio completo de los mismos. No
se da importancia y se deja de
consignar aquello que por muy sa-
bido parece de escasa significación.
174 MARTÍN ALONSO PINZÓN
y sin embargo , la posteridad tiene
sus exigencias , y la historia nece-
sita para formar la síntesis de los
adelantos de una época , ó la apre-
ciación del carácter de un personaje
histórico, conocer pormenores de
la vida intima, que después del
transcurso de largos años no hay
medio alguno de procurar.
El suceso de la muerte de Martín
Alonso Pinzón no fué mirado con
la atención que por muchas razones
merecía. Los historiadores contem-
poráneos, con la vista fija en la
corte de los Reyes y en la sensación
profunda que produjo en todos los
pueblos la llegada del Almirante y
de los que le acompañaron , con los
objetos que revelaban la existencia
de tierras desconocidas, de hom-
bres y productos extraños y nunca
vistos, no se cuidaron de recoger
POR j. M. ;\SENeio 175
los datos referentes á los últimos
momentos de aquel español ilustre
que hoy buscamos con tanto in-
terés.
De esto no puede culparse verda-
deramente á ninguno de los con-
temporáneos , porque hay aconteci-
mientos cuya magnitud asombra,
cuya novedad absorbe por entero la
atención, que por lo extraordinarios
sorprenden, y embargando el áni-
mo, no dejan lugar á otros pensa-
mientos. El primer viaje de Cristó-
hal Colón fué uno de esos grandes
sucesos; y así vemos que desde el
instante en que se esparce por Eu-
ropa la noticia cierta del descubri-
miento de las Indias occidentales
parece quedan en suspenso todas las
otras manifestaciones de la activi-
dad social, y todas las naciones se
ocupan con avidez en investigar el
176 MARTÍN ALONSO PINZÓN
hecho extraordinario, en conocer
la verdad y adivinar sus consecuen-
cias ; y todos sus esfuerzos conver-
gen al afán de descubrir , que por
eso la época se denomina con exac-
titud de los descubrimientos , por-
que ese fué el hecho culminante que
la caracteriza.
Pero á pesar de estas considera-
ciones , produce hoy sensación dolo-
rosa el leer en la Historia de las In-
dias, de Fr. Bartolomé de las Ca-
sas , escritor que fué amigo de todos
los descubridores y que con tanto
interés se ocupa de sus empresas,
tratándose de un marino de la im-
portancia de Martin Alonso Pin-
zón^ después de referir su llegada al
puerto de Palos, que solamente es-
criba: «y porque en breves dias
> murió , no me ocurrió más que del
> pudiera decir».
POB J. M. A8ENSI0 177
Cierto que la prematura y des-
graciada muerte del valeroso capi-
tán de la Pinta le hizo desaparecer
de la escena de aquel importantísi-
mo período en el momento mismo
en que empezaba á desarrollarse , y
fué también causa de que no le co-
nociera ni tratara ninguno de los
historiadores primitivos del des-
cubrimiento. Por estas razones
carecemos de muchos datos in-
teresantes , aunque por fortuna
pueden suplirse las noticias que
faltan con otras tomadas de ori-
gen auténtico que procuraremos
reunir.
Con el deseo de reparar la injus-
ticia que envuelven las palabras de
Fr. Bartolomé de las Casas, que de-
jamos citadas, y llenar el vacío que
en su historia se nota, tratándose
de un español que tanta parte tuvo
i.¿>
178 MARTÍN ALONSO PINZÓN
en la empresa, cuyo recuerdo se
despierta tan vivamente al encon-
trarnos en el año del cuarto cente-
nario, vamos á dejar consignados
los datos más importantes que sobre
los últimos días de Martin Alonso
Pinzón se encuentran diseminados
en las declaraciones de los vecinos
de Palos, presentados como testi-
gos en distintas informaciones para
las Probmizas del pleito entre la
corona y los sucesores del primer
Almirante , que tantas veces hemos
citado , como fuente á que se puede
acudir para llenar la falta de los
historiadores.
von J. M. ASENsio 179
II
Desde Bayona del Miño se diri-
gió Pinzón á Palos á esperar la
contestación de los Reyes Católicos
á la carta que desde allí les había
enviado á Barcelona, como era muy
natural, para que tuvieran noticia
del éxito de la expedición en el caso
probable para él de que ColÓ7i hu-
biera perecido con su carabela. —
«Bien es de creer, como dice el
>P. Las Casas, que padeció los te-
> rribles golpes y tormentas que el
» Almirante padecido había , y que
> escaparse como él fué prodigiosa
> dicha...» Pero si bien salvó la ca-
rabela y escapó con la vida, su sa-
180 MARTÍN ALONSO PINZÓN
lud no resistió á tanto sufrimiento;
la vencieron los continuos trabajos
y privaciones , y por desgracia no
volvió á recobrarla.
Y acudiendo á las declaraciones
de los testigos, volvemos á recordar
la más importante, sin duda algu-
na, entre las muchas que se recibie-
ron á instancia del fiscal del Rey, y
por su interrogatorio; circunstancia
primera que le presta indudable
autoridad. Es la del piloto Hernán
Pérez Mateos, cuyas condiciones
dejamos advertidas antes de ahora.
Contaba más de cuarenta años
cuando se hizo el viaje de descubri-
miento; era primo de Martín Alon-
so Pinzón, y fué piloto de uno de
los buques en el segundo viaje, por
lo que tenía exacto conocimiento de
cuanto habia sucedido.
Por las noticias que de Pinzón
POR J. M. A8ENSI0 181
ofrece , es digna de notarse la res-
puesta que dio el anciano y honra-
do piloto á la pregunta 22 del inte-
rrogatorio del Fiscal; contestación
que nos extraña no haya copiado el
Sr. Fernández Duro, en su notable
informe titulado Colón y Pinzón,
siendo de tanta importancia, y con-
teniéndose en ella un dato fidedig-
no del fallecimiento del capitán de
la Pinta.
Pregunta XXII. — «ítem, si sa-
>ben, que hecho el primer descu-
>brimiento, los dichos Cristóbal Co-
>lon y Martin Alonso Pinzón se
>volvieron á estos reinos de Casti-
>lla á dar cuenta á los Rej'^es Cató-
>licos del dicho descubrimiento, y
>aun el dicho Colon reñia con el
> dicho Pinzón^ porque queria des-
> cubrir á sus Altezas la verdad , y
>se vinieron derechos á la dicha
182 MARTÍN ALONSO PINZÓN
» villa de Palos, á casa del dicho
>Ma?'¿m Alonso Pinzón , do estu-
»vieron el dicho Colon j el dicho
^Pinzón, hasta que, estando para
»venir á dar cuenta á sus Altezas,
»adolesció el dicho Pinzón del mal
>de que falleció, y que asi es ver-
»dad, público ó común y general
» opinión.»
Contestando Hernán Pérez Ma-
teos, dijo: «Que no sabe dello más
»de que, vuelto el dicho Martin
> Alonso á los reinos de Castilla, no
>se juntaba con el dicho D. Cristo-
y>hal Colon^ porque supo este testigo
»que le habia miedo el dicho Martin
y> Alonso, non sabe por qué causa;
»mas de que oyó decir que si el di-
»cho D. Cristóbal Colon pudiera
»prender al dicho Martin Alonso lo
aprendiera, y lo llevara preso con-
»sigo á la corte, é que dende á po-
POR J. M. ASENSIO 183
>cos dias quel dicho Martin Alonso
»llegó á la villa de Palos, no en-
»trando dentro se fué á una here-
»dad suya, que está en término de
»Moguer, é allí adolesció, e estando
^doliente lo trajeron ciertos debdos
»suyos á un monesterio de francis-
»cos, que se dice la Rábida, en tér-
»mino de Palos, adonde el dicho
> Martin Alonso fallesció desta pre-
»sente vida, lo que vido este testigo
»estando en aquella sazón en aquella
»tierra, e lo demás que no lo sabe.»
La verdad resplandece en toda la
declaración del octogenario piloto —
dice con mucha razón el Sr. Fer-
nández Duro; — por eso copiamos esa
pregunta y su respuesta sin comen-
tarios. En sus palabras vemos des-
mentidas todas las afirmaciones del
Fiscal, y presentado el estado de
ánimo de Martin Alonso desde que
184 MARTÍN ALONSO PINZÓN
regresó de Bayona de Galicia á
Palos, en un todo conforme á lo
que escribió el cronista Gonzalo
Fernández de Oviedo^ que en este
punto recogió buenos informes. En
ella tenemos también noticia muy
importante.
Volviendo á nuestro intento, este
testigo, que fué á ver en aquella sa-
zón á su primo Martin Alonso Pin-
zón, dice ya lo que no fijaron Ovie-
do ni Las Casas. Enfermó en la
casa de campo que tenia cerca de
Moguer, donde se había retirado;
se lo llevaron al monasterio de la
Rábida, y allí falleció.
Francisco Medel , que declaró en
Sevilla, á 15 de Diciembre de 1535,
confirma lo dicho por Hernán Pé-
rez Mateos , pues contestando á la
pregunta 14, dijo: «Que al tiempo
>que vinieron de hacer el descubrí-
POR J. M. A8EN8IO 185
>miento, el Martin Alonso llegó
>malo, j lo llevaron de su casa al
»monasterio de la Rábida, y este
>testigo le fué á visitar...» Y des-
pués, en la contestación á la pregun-
ta 21, dijo: «Que oyó decir á las
>personas que fueron en dicha ar-
>mada, que por haber sido Martin
>J.fon50 el primero que descubrió la
>isla Española, se le había puesto
>su nombre á un rio de Martin
> Alonso, y que allí éste habia
>muerto un lagarto é lo trajo sala-
> do, y el pellejo del está en el mo-
>nasterio de la Rábida , donde el
> dicho Martin está enterrado, y este
> testigo lo habia visto. >
A más de lo manifestado por es-
tos testigos de mayor importancia,
por las circunstancias que expre-
san, y contestando á la misma pre-
gunta22, ya copiada, dijeron: Alón-
186 MARTÍN ALONSO PINZÓN
SO Gallego^ que «vio que Martin
Alonso fallesció desde á pocos días
que vino.» Gil Romero^ «que den-
de ciertos días, el dicho Martín
Alonso falleció, y este testigo lo vio
enterrar, > Y Juan de Quexo^ «que
luego que llegaron desde á quince
ó veinte dias , murió el Martin
Alonso en esta villa.»
Con estas indicaciones, que todas
proceden de origen seguro , pues
son de testigos de vista, vecinos de
Palos, ancianos, amigos ó parientes
de Martin Alonso Pinzón^ j que
presenciaron su enfermedad y ente-
rramiento , puede llenarse en algu-
na parte la laguna que dejaron los
escritores del tiempo. *
A consecuencia de los grandes
sufrimientos , continuos trabajos,
falta de sosiego y de alimentos, y
tantas penalidades reunidas, debió
POR J. M. ASEN8I0 187
llegar la tripulación de la carabela
Pinta muy quebrantada, rendida,
cuando pudo dar fondo en la embo-
cadura del Miño. Más quebrantado
que todos los demás debemos supo-
ner á Pinzón, que en su calidad de
jefe, y por su carácter enérgico y
activo, pasaría largas horas expues-
to al viento y á la lluvia. No es de
extrañar , sino muy probable , que
su naturaleza, aunque vigorosa, se
rindiera á la fatiga.
Y al padecimiento físico se unía
también el abatimiento moral. Pin-
zón sabía muy bien el repeto que
se debe á la autoridad del jefe, más
todavía por la persona que se en-
cuentra también revestida de atri-
buciones de confianza, y ejerce car-
go en que debe dar ejemplo de res-
peto; y cuando meditara sosegada-
mente en la soledad de su camarote
188 MARTÍN ALONSO PINZÓN
el USO que habia hecho de su in-
fluencia sobre las tripulaciones , su
conciencia honrada le presentaría
con vivos colores los males que por
un deseo inmoderado de riquezas,
ó de gloria, había acarreado á los
descubridores, sus compañeros y
amigos, y miraría su falta revestida
de caracteres mucho más graves de
los que en realidad tenía. Pinzón
era hombre de altas cualidades mo-
rales, según testimonio de todos
sus contemporáneos, y en el limpio
espejo de su conducta veía la man-
cha ocasionada por un momento de
obcecación, por un rapto de envi-
dia, y la juzgaba indisculpable.
Temía más aún, y era que el Al-
mirante no olvidara, en medio de
su triunfo, aquella ligera falta, y
pudiera él verse infamado por ella,
y hasta preso quizá, aunque fuera
POR J. M. A8EK8IO 189
momentáneamente, como expresó
el piloto Pérez Mateos, que era deu-
do suyo .
A la postración de sus fuerzas
físicas se unía el abatimiento mo-
ral; la preocupación constante de su
ánimo aumentaba la gravedad de
sus padecimientos. Pero si grande
y noble es Martin Alonso Pinzón
al entrar decidido en la empresa
del descubrimiento ; si esforzado le
admiramos al decir en medio de los
mares á Cristóbal Colón que despre-
ciara las murmuraciones de sus ma-
rineros, y ahorcando algunos, si
fuere preciso, continuase adelante^
no es menos digno de admiración
cuando, reconociendo una falta, y
al ver anclada en el puerto de Palos
la carabela Niña con la enseña del
Almirante , sale ocultamente de su
buque , abandona la Pinta y va á
190 MARTÍN ALONSO PINZÓN
recogerse á una quinta separada
para pensar en su situación. Aque-
lla angustia manifiesta su rectitud
y le purifica. Su vida es en todo la
de un héroe, la de un hombre digno
de la más alta estimación; un hecho
censurable, un momento desgracia-
do, no son bastantes á oscurecer su
fama ni aun á menoscabar su glo-
ria. Pero su conciencia se subleva-
ba ante el recuerdo del acto de in-
subordinación á que le había arras-
trado una pasión irresistible é in-
digna; su rectitud le presentaba
con negros colores y aumenta-
ba exageradamente las proporcio-
nes de aquel momento de extravío
en que la ambición se sobrepuso
al deber, haciéndole que lo olvi-
dase.
POR J. M. A8ENSI0 191
III
De las declaraciones de los testi-
gos parece deducirse, poniéndolas
en relación unas con otras, que
Pinzón se sintió enfermo en aque-
lla heredad que poseía en término
de la villa de Moguer , á la que se
retiró en el punto mismo de su lle-
gada, según manifiestan el piloto
Hernán Pérez Mateos y el historia-
dor Gonzalo Fernández de Oviedo.
Debió venir desde allí á su casa
de Palos, buscando mayor comodi-
dad y más abundantes recursos para
su enfermedad ; y agravándose por
dias, fué trasladado al monasterio
de la Rábida, tal vez por devoción
192 MARTÍN ALONSO PINZÓN
á aquella antigua imagen, ó por al-
guna otra causa que no conocemos.
En el convento le visitaron sus ma-
rineros más adictos , Francisco Me-
del , Juan de Quexo y otros ; y en
aquel lugar consagrado á la reli-
gión, habitado por monjes Francis-
canos , y donde tanto se hnbia tra-
bajado por el descubrimiento de las
Indias occidentales y tantas sim-
patías encontraban sus recuerdos,
exhaló su último suspiro uno de los
primeros descubridores , el valeroso
compañero de Cristóbal Colón , sien-
do sepultado en la iglesia del Mo-
nasterio (1).
(1) Ea un artículo titulado Los Pinzones,
firmado por D. Adolfo de Castro, que apare-
ció en el núnaero 7 de la revista El Centena-
rio^ se dice lo que sigue: «Dícese que Martín
Alonso Pinzón no salió de su retiro (una
quinta cercana) hasta que el Almirante tomó
la vía de Sevilla donde recibió las órdenes de
POR J. M. ASEN6I0 193
Con verdadero interés hemos pro-
curado en diferentes ocasiones bus-
car alguna indicación del lugar en
que recibiera sepultura el ilustre
marino. No la hemos encontrado en
parte alguna. El pavimento de la
iglesia ha sido removido en varias
ocasiones, las bóvedas han estado
los Reyes para trasladarse á Barcelona : des-
pués, agravada su dolencia, pasó al monaste-
rio de la Rábida, donde fué inmediato su
tránsito á mejor vida; como si aquel sagrado
retiro admitiese á moribundos, y á moribun-
dos con riqueza y familia, incongruencia que
no pudo observar en su ofuscación el inven-
tor de este hecho, pero que no debe quedar
velada á los ojos de la perspicacia histórica
ni al más mediano criterio».
No hemos querido refutar en el texto tan
singular perspicacia histórica, porque ni el
argumento en que se basa es tal argumento,
sino puerilidad , ni el hecho ha tenido inventor,
pues resulta , como han podido ver los lecto-
res de las declaraciones de muchos testigos
presenciales, que desconocía el autor del ar-
tículo.
- • ^13 i
194 MARTÍN ALONSO PINZÓN
abiertas durante mucho tiempo , se-
gún las noticias que pudimos adqui-
rir con harto trabajo, y los huesos
que se sacaron de todas ellas se lle-
varon confundidos á una fosa co-
mún debajo del coro.
Pero aún sospechamos que esas
noticias no se refieren al tiempo de
que nos ocupamos. En todo eso se
trata de enterramientos más recien-
tes ; probablemente de los restos de
los monjes de un siglo ó poco más
á esta parte , sin haberse conserva-
do memoria de traslaciones más an-
tiguas , ni de las sepulturas que pu-
dieran existir en la iglesia perte-
necientes á los siglos XV y XVI. Ante
las gradas del altar mayor hay una
bóveda antigua, que debía ser la
más señalada; hoy la cubre una
losa con el epitafio de Diego Prieto,
el que era alcalde de Palos en los
POR J. M. ASENSIO l95
días de Colón; pei:o á nuestro pare-
cer esa losa ha sido trasladada alli
desde otro lugar, cuando se hizo la
obra que costearon los señores infan-
tes duques de Montpensier en 1856.
Cubriría anteriormente otra lauda
aquella bóveda preferente, y en ella
sospechamos que debió haberse co-
locado el cadáver de Martin Alonso
Pinzón.,,^ pero la bóveda está aho-
ra completamente vacía.
Ni aun siquiera se conserva la
piel de aquella horrible cuanto in-
ofensiva iguana ó lagarto que trajo
salada Martin Alonso Pinzón , se-
gún atestigua Francisco Medel (1),
(1) En el Diario de navegación., con fecha
lunes 21 de Octubre de 1492, reñere el Almi-
rante la muerte de la iguana que él mató ; y
en el martes siguiente, dice: «en la dicha la-
guna Martin Alonso Pinzón, capitán de la
Pinta mató otra tal sierpe como la otra de
ayer, de siete palmos». — Véase también el
190 MARTÍN ALONSO PINZÓN
j que muchos años después de la
exclaustración de los frailes Fran-
ciscanos en 1836, se encontraba to-
davía colgada á la entrada de la
iglesia, como vivo recuerdo de
aquel viaje.
Como faltan indicaciones contem-
poráneas, y además del largo espa-
cio de cuatro siglos que han pasado
desde la muerte de Martin Alonso
el Monasterio ha experimentado
tantas alteraciones, casi perdemos
la esperanza de que puedan encon-
trarse los restos del ilustre capitán
de la Pinta y para darles sepultura
digna que recordase á la posteridad
sus o'randes servicios. Otro monu-
c
mentó á su nombre puede suplir la
falta de aquél.
libro titulado Colón y la Rábida , por el reve-
rendo P. Fr. José Coll, Franciscano, segunda
edición, pág. 312.
POU. .í. M. A8EN8TO 197
IV
Fueron hijos de Martin Alonso
Pinzón y de su esposa María Alva-
rez, Arias Pérez Pinzón, Juan y
Diego Martín, con una hermana
enferma de gota coral , y otros dos
cuyos nombres no constan. Acerca
de ellos, y como únicos datos cono-
cidos, dice el docto franciscano
Fr. José Coll en su citado libro
Colón y la Rábida: «Para terminar,
diremos, que por lo que anterior-
mente hemos visto que atestigua
Medel respecto á que Pinzón tuvo
dos hijos y una hija, no se ha de
entender que no hubiese tenido más
prole ; pues consta que aquéllos fue-
198 MARTÍN ALONSO PINZÓN
ron cinco , si no seis , una hembra y
los demás varones. Padecía aquélla
el mal de epilepsia , j después de la
muerte de su padre estuvo por al-
gún tiempo al cuidado de su her-
mano maj'Or Arias Pérez Pinzón;
mas como su enfermedad era suma-
mente molesta, este último solicitó
de los Reyes que se dividiera la
carga entre toda la familia, resul-
tando en consecuencia que por la
Real provisión de 5 de Diciembre
del año 1500, la cual ha publicado
Navarrete , se mandó que la referi-
da enferma estuviese alternativa-
mente al cuidado de cada uno de sus
hermanos, como así parece haberse
religiosamente ejecutado. »
De escasa importancia aquella
provisión en cuanto á su precepto,
conserva algún interés en su prin-
cipio, por la noticia oficial, diga-
POR J. M. A8ENSI0 199
moslo así , que contiene de la fami-
lia de Pinzón, Es como sigue:
«Don Fernando y Doña Isabel (1):
»A vos el Corregidor é Alcaldes
Ȏ otras justicias cualesquier de la
» villa de Palos, salud ó gracia: Se-
»pades, que Arias Pinzón fijo de
» Martin Alonso Pinzón , vecino
»desa villa, nos fizo relación por su
^petición , diciendo que puede auer
»oclio años, poco mas ó menos, quel
»diclio su padre fálleselo desta pre-
»sente vida, y que dejó por sus hi-
»jos, legítimos herederos, á él é á
»otros cuatro , entre los cuales fué
»una hermana enferma de gota co-
»ral, é que ellos ficieron partición é
^división de los bienes e herencia
»del dicho su padre, é fué cada uno
(1) Archivo de Simancas. —Estado.— Na-
varrete. Colección de viajes, etc., tomo III,
documento núm. 8.°
200 MARTÍN ALONSO PINZÓN
> entregado en la parte que le perte-
>nescia, é que asimismo á la dicha
»su hermana le fué dada su parte
>igual; é diz que puede aver cinco
»años , poco más ó menos , quél tie-
>ne en su poder á la dicha su her-
>mana é á sus bienes, la que á cabsa
>de la dicha su enfermedad, diz que
>le da muchapenaé trabajo...», etc.
V
Mucho más importante y digna
de ser conocida de todos , al menos
en su parte esencial , es otra Real
provisión, expedida por los reyes
D. Carlos y doña Juana, su madre,
con fecha 23 de Setiembre de 1519,
concediendo el uso de armas á los
POR J. M. A8ENSI0 201
descendientes de muchos de los
descubridores, y entre ellos á los
nietos de Martín Alonso Pinzón;
porque ya se ha citado varias ve-
ces á diferentes objetos , y el te-
ner presente su texto, nos parece el
medio más fácil y sencillo de poner
término á interpretaciones arbi-
trarias.
«El resplandor con que brilla en
»España primero, y en todo el mun-
ido antiguo después — decía el tan-
»tas. veces citado colombista D. Ce-
»sáreo Fernández Duro (1) — el por-
»tador de las nuevas indianas, oscu-
>rece los orígenes de la luz , siguen
»al descuido impremeditado, injus-
»ticia irritante, olvido antipatrióti-
»co y calumnia atroz... El empera-
(1) Colón y Pinzófi. — Memorias de la Real
Academia de la Historia, tomoX, pág. 237.
202 MARTÍN ALONSO PINZÓN
»dor Carlos V principió su obra de
» rehabilitación , mandando que los
» descendientes de los Pinzones^ por-
»que de ellos haya perpetua memo-
»ria, puedan usar en sus casas j re-
»posteros , por armas conocidas,
»tres carabelas al natural en la
»mar,» etc
«Algo más tarde — dice el mismo
»escritor en otro libro (1) — otorgó
»el emperador Garlos V á los Pin-
y>zones un escudo de armas... Algo
»tarde , digo , porque con el blasón
»no salieron de la miseria á que la
»liberalidad del mayor los había
»conducido.»
La Real provisión á que se alude
está concebida en estos términos:
(1) Pinzón en el descubrimiento de ¿as In-
dias. — Madrid » Sucesores de Rivadeney-
ra, 1892, pág. 128.
POR J. M. ASEN8I0 203
«Don Carlos y por la gracia de
»Dios, Rey de Romanos, Bmpera-
»dor semper Augusto; Doña Jita-
>na^ su madre, é el mismo Don
» Carlos por la misma gracia Reyes
»de Castilla, de León, etc. — Por
» cuanto por parte de vos Juan Ro-
»driguez Mafra, nuestro piloto, é
» Ginés Murió , nuestro capellán , é
» Diego Martin Pinzón, é Alvaro
» Alfonso Nortes, é Juan Pinzón é
» Alonso González, vecinos y natu-
» rales de la villa de Palos , nos fué
» fecha relación que Martin Alonso
» Pinzón é Vicente Yañez Pinzón , é
» Andrés González Pinzón, é Diego
» de Lepe , é Miguel Alonso , capi-
» tañes , vuestros abuelos é padres y
»tíos é hermanos, en cierto viaje,
»j ornada é armada que los Reyes Ca-
» tólicos de gloriosa memoria , nues-
» tros abuelos, que hayan santa glo-
204 MARTÍN ALÓN; O PINZÓN
> ria, mandaron inviar á cierto des-
> cubrimiento de que diz que fué por
» capitán general el Almirante Don
» Oristoval Colon en descubrimien-
»to de la isla Española y en otras
» islas; j después en otro cier-
»to descubrimiento que fué á la
» costa de las perlas , en cierto asien-
>to que con ellos y algunos de vos-
» otros fué tasado por el muy revé-
> rendo P. in Christo Don Juan
» Rodríguez de Fonseca , Arzobispo
» de Rosano , obispo de Burgos , del
» nuestro Consejo , por mandado de
»los dichos Católicos Reyes, en
>que se ofrecieron de armar tres
» navios á su costa para ir á cierto
» descubrimiento á la tierra firme,
»é para los armar vendieron é des-
» pendieron sus haciendas con las
»quales diz que descubrieron seis-
»cientas leguas de tierra firme, é
POR J. M. ASENSIO 205
» hallaron el gran río y el Brasil , y
» rescataron con ciertos indios en la
» dicha tierra firme oro y perlas ; y
» somos ciertos y certificados que
» en todas estas conquistas fallescie-
» ron y fueron muertos en nuestro
» servicio los dichos tres capitanes
>de vuestro linaje^ y otros mu-
»chos parientes, algunos de ellos
» de flecha con yerbas que los in-
»dios caribes de la dicha tierra les
» tiraban, é otros en seguimiento
» de los dichos viajes...; por ende,
»Nos acatando los dichos servicios,
>é porque de los dichos vuestros
y> parientes y de vosotros haya per-
^petua memoria^ y vosotros y vues-
» tros descendientes seáis más hon-
>rados; por la presente nos hace-
»mos merced y queremos que po-
>dais tener y traer por vuestras
» armas conocidas tres carabelas al
206 MARTÍN ALONSO PINZÓN
» natural en la mar , é de cada una
»dellas salga una mano mostrando
»la primera tierra que así hallaron
Ȏ descubrieron, en un modo atal
»como éste:
fAquí estaba el dibujo del escudo.)
» j como tales las podáis y puedan
» traer en vuestros reposteros y ca
»sas, etc.»
No necesita extensos comentarios
esta Provisión, porque su contexto
es bien claro, desde el punto mismo
en que comienza manifestando, á
suplicación de quienes se daba, los
viajes de exploración y descubierta
á que se referia, y los navegantes
á los que se hacia la gracia y con-
cesión de armas, para que los di-
chos vuestros parientes éde vosotros
haya perpetua memoria. No se men-
cionan, pues, únicamente los des-
POR J. M. ASENSIO 207
cendientes de Martin Alonso. Aun-
que se hace referencia al primer
viaje del Almirante cuando se hizo
el descubrimiento del Nuevo Mun-
do, los servicios que principalmen-
te se trataba de recompensar eran
los prestados después en otro cierto
descubrimiento que fué á las costas
de las perlas en cierto asiento que
con ellos é algunos de vosotros fue
tasado por el Muy Rdo, Padre in
Christo D. Joan Rodriguez de Fon-
seca^ Arzobispo de Rosano.,, en que
se ofrecieron de armar tres navios
á su costa, j hallaron el gran río
y el Brasil ; es decir, que se galar-
donaba á los que habian ido en las
expediciones de Alonso de Ojeda,
de Vicente Yañez Pinzón y de Die-
go de Lepe, á los que se nombra
señaladamente y con mención es-
pecial.
208 MARTÍN ALONSO PINZÓN
Se vé también desde luego que
las tres carabelas que figuran en el
escuvdo de armas concedido , con
una mano que saliendo de cada una
de ellas mostrara la primera tierra
que así hallaron y descubrieron, no
eran las del primer viaje en que
fué Colón el jefe, sino las que ar-
maron los otros dichos navegantes,
para lo cual vendieron é dispen-
dieron sus haciendas, y con las que
descubrieron seiscientas leguas de
tierra firme , el gran río y el
Brasil.
Muchos de aquellos marinos ha-
bían perecido en los viajes, algunos
muertos con flecha de yerba, sin
señalar cuáles fueron. Posible es
que se aluda á Vicente Yáñez Pin-
zón, cuya muerte se ignora dónde
aconteció, y á Alonso de Ojeday
Diego de Lepe, á menos que se re-
POR J. M. A8ENSI0 209
cuerde el trágico fin de Juan de la
Cosa, que murió heroicamente, en
1509, herido de flechas con yerba.
Es lo cierto que se concede igual
escudo de armas á Juan Rodríguez
Mafra, al capellán Ginés Murió, á
Diego y Juan Pinzón, y á Alvaro
Alfonso de Nortes y á Alonso Gon-
zález, descendientes de los marinos
que habían perecido en aquellos
viajes.
VI
Del extracto que llevamos he-
cho , se desprende con sobrada cla-
ridad que no en todos los extremos
se puede obtener resultado igual-
mente satisfactorio, porque varían
las condiciones según los intereses
14
210 MARTÍN ALONSO PINZÓN
que se agitaban. Ofrece verdadera
dificultad la investigación de los
acontecimientos de la vida de Mar-
Un Alonso Pinzón^ anteriores al
momento histórico en que Cristóbal
Colón se presentó en la iglesia de
San Jorge de la villa de Palos,
acompañado de Fr. Juan Pérez y
del escribano Francisco Fernández,
para leer las capitulaciones firma-
das por los Reyes Católicos en Gra-
nada, y las órdenes expedidas para
su cumplimiento, que tantas difi-
cultades presentaron para su eje-
cución.
Donde en mayor número se en-
cuentran referidos por incidencia
aquellos hechos, según se ha podi-
do observar, es en las declaracio-
nes de los testigos que fueron exa-
minados en las diferentes Proban-
zas que se practicaron en el pleito.
POR J. M. ASEN8I0 211
tantas veces referido , que se siguió
entre el fiscal del Rey y los Almi-
rantes D. Diego y D. Luis Colón,
desde el año 1508 al 1536, en dis-
tintos puntos de España y en la isla
de Santo Domingo. Pero en las de-
claraciones de esos testigos hay
parcialidad evidente en la mayor
parte de los hechos que refieren , y
falsedad notoria en algunos, por
causas muy fáciles de conocer á su
simple lectura; aunque eliminando
la parte que tales caracteres osten-
ta en ellas , queda otra muy apre-
ciable y con la que se puede formar
historia.
Todos convienen en que Martín
Alonso PinzÓ7i y sus hermanos , se
dedicaron desde sus primeros años
al ejercicio del mar, siendo dueños
de ciertos buques, y haciendo co-
mercio en ellos por su cuenta, y
212 MARTÍN ALONSO PINZÓN
que aquel hermano mayor estaba
adornado de singulares prendas
personales de arrojo é intrepidez,
así como de gran pericia náutica
adquirida en larga experiencia y en
constantes viajes , por lo que goza-
ba gran consideración y crédito en
todo el país circunvecino.
De su carácter y condiciones se
forma conocimiento exacto por lo
que manifiestan sus amigos y pa-
rientes, así como del verdadero
aprecio en que todos le tuvieron,
muy á las claras demostrado por
los muchos testigos que dicen se
decidieron á embarcarse para el
viaje de descubrimiento porque vie-
ron que en él iba Pinzón y sus her-
manos. En cuanto á otros hechos de
los que refieren , es necesario pro-
ceder con verdadera cautela antes
de aceptarlos y someterlos á déte-
POR J. M. ASENSIO 213
nido examen; que bien fácilmente
se ve en muchos de ellos el intento
de contribuir á los fines que el fis-
cal se proponía , dando por cierto lo
que era notoriamente falso ; y á ve-
ces basta la atenta lectura de lo que
declaran para darles el lugar que
merecen.
Pero como resultado de todas
ellas , y resumen de cuanto más ex-
tensamente queda expuesto , la figu-
ra de Martin Alo7tso Pinzón se di-
buja claramente con líneas y carác-
ter bastante salientes para justificar
el interés que despierta ; destaca al
lado mismo de la del primer Almi-
rante , y brilla con luz propia , sin
tener necesidad de que se le presten
falsas galas ni colores exagerados.
Su influencia fué grandísima en
la empresa; sus servicios en alto
grado importantes. Sin el concurso
214 MARTÍN ALONSO PINZÓN
de los hermanos Pinzón, tal vez no
se hubiera podido realizar el via-
je^ ó de haberse emprendido lo hu-
biera sido en condiciones tales, que
no hubiera producido resultado.
Martin Alonso y sus hermanos fue-
ron el complemento necesario é in-
dispensable de la obra. Colón habia
tenido el pensamiento... Sin la con-
currencia providencial de Pinzón,
es casi seguro que no hubiera pa-
sado del terreno de las teorías, más
ó menos atrevidas y grandiosas , sin
llegar jamás á la práctica. Esta es
la más exacta apreciación que en-
contramos puede hacerse del papel
que los expertos marinos de Palos
representaron en aquel gran acon-
tecimiento, de su influencia en el
primer viaje á las Indias occiden-
tales.
A Cristóbal Colón toda la gloria
POR J. M. ASENSIO 215
del pensamiento , de la concepción
extraordinaria, su estudio, su de-
mostración ; para él los inmarcesi-
bles laureles merecidos por la cons-
tancia para llegar al objeto, por la
fe con que sostuvo sus convicciones
á través de las mayores contrarie-
dades, de todo género de oposicio-
nes y desprecios. A su lado debe
figurar Martin Alonso Pinzón y
sus hermanos , desde el momento en
que tropiezan con las mayores difi-
cultades para la ejecución del pro-
yecto. Y no nos cansamos de repe-
tirlo ; sin su concurso , sin su pres-
tigio y su valor tal vez hubieran
quedado reducidas á letra muerta
las capitulaciones concertadas en la
vega de Granada entre los Reyes
Católicos y el navegante geno vés,
ó hubiera tenido el viaje un funesto
desenlace.
216 MAETÍN ALONSO PINZÓN
Pero después de tan expücito re-
conocimiento del inmenso servicio
prestado por los Pinzones en aque-
llos momentos supremos, puede y
debe en la historia hacerse impar-
cialmente el juicio de Martin Alon-
so Pinzón , presentándole de cuer-
po entero , si así puede decirse , con
todas sus grandes cualidades y sus
pequeños defectos ; que en nada
oscurecerán éstos el verdadero mé-
rito de aquéllas.
VII
No se rebajará el prestigio del
gran marino español porque se exa-
mine su vida bajo todos aspectos,
porque se conozcan perfectamente
todas sus acciones ; no perderá por
POR J. M. ASENSIO 217
ello su nombre el esclarecido lugar
que de derecho le corresponde ; y
esta conclusión nos parece resulta
bien patente del estudio que acaba-
mos de hacer. En aquel gran mo-
mento de la historia todos tuvieron
decisiva influencia, y gloria hay
para todos, igualmente merecida.
Si Cristóbal Colón fué la cabeza,
Martin Alonso Pinzón fué el brazo;
al primero corresponde la inciativa,
al segundo parte principalísima en
la ejecución.
Nuestro juicio está consignado
hace mucho tiempo, y cuanto de
entonces hasta ahora se ha escrito
no ha hecho más que confirmar la
justicia de la apreciación. No en-
contramos razón para variar. «La
» actividad inteligente de Pinzón^
>su energía proverbial, su pericia,
»la influencia de que gozaba, elpres-
218 MARTÍN ALONSO PINZÓN
»tigio de su nombre en la comar-
»ca, señaladamente entre los hom-
»bres de mar, fueron gran parte á
»que desaparecieran todos los in-
»convenientes que rodearon en el
»principio la realización del viaje.
> Cristóbal Colón ^ doña Isabel la
» Católica j Martin Alonso Pinzón
»son los astros de primera magni-
»tud en aquella época de los descu-
>brimientos; todos los demás se
> agitan á su alrededor como estre-
>llas menores , que solamente lucen
ȇ intervalos cuando se ocultan los
»grandes luminares de la ciencia,
>de la fe y del entusiasmo.
» Colón concibió el atrevido pro-
»yecto ; lo maduró con el estudio,
»lo adelantó con la experiencia ; sin
»la fe de la reina de Castilla, sin el
^entusiasmo y abnegación del ma-
POR J. M. A8ENSI0 219
»rino experimentado de Palos, nun-
»ca hubiera realizado aquél su por-
»tentoso descubrimiento, nunca hu-
»biera emprendido el peligroso
»viaje hacia lo desconocido. ¡ Lásti-
»ma que nuestro compatriota des-
» apareciera tan pronto de aquella
^gloriosa escena, donde tan princi-
»pal papel representaba! ¿Cuántos
^hubieran sido sus triunfos y cuál
»sería hoy su renombre si el cielo
>le hubiera concedido más largos
»años de vida?»
Juzgamos hoy, como entonces,
que no puede hacerse más cumpli-
do elogio de Martin Alonso Pin-
zón,
Coloqúese en buen hora su nom-
bre con los de sus hermanos y com-
pañeros en muy alto pedestal , que
hartos merecimientos tienen para
ello; pero no se ponga en olvido,
220 MARTÍN ALONSO PINZÓN
como dice un escritor contemporá-
neo , que sin Colón no hubiera ha-
bido Pinzones, ni Marchenas, ni
Quintanillas , ni Cosa, ni aun una
Isabel I que hubiera emprendido
tan altos hechos. Al genio de Colón
se debe la fama , la eterna aureola
que sobre todos brilla como descu-
bridores de un Nuevo Mundo.
LA LEYENDA COLOMBINA
í!
LA LEYENDA COLOMBINA
Historia antigua. — Leyenda moderna
Casi todos los hombres céle-
bres y la mayor parte de los
sucesos extraordinarios tie-
nen su leyenda en la imaginación
de los pueblos. Fórmase ésta de pe-
queñas circunstancias , de minucio-
sos detalles, de accidentes que la
historia no consigna y la tradición
oral ó escrita recoge ; que reunién-
dose y creciendo llegan á ser com-
plemento indispensable de las vidas
de los santos y de los héroes; luz
224 MARTÍN ALONSO PINZÓN
difusa, á través de la cual, como
por medio de una niebla mágica,
alcanza á ver la inteligencia popu-
lar los acontecimientos de la histo-
ria , que no pueden llegar á su co-
nocimiento por la lectura de las
crónicas ni de las escrituras , y los
aprende como mitos, como tipos
embellecidos á veces, á veces ilumi-
nados, y oscurecidos también en
otras, con fábulas más ó menos cer-
canas á la verdad , pero siempre en
carácter, contribuyendo de conti-
nuo á la pintura perfecta de la épo-
ca, del suceso ó del personaje. De
las tradiciones se forma la leyenda,
que es vestidura pintoresca con que
la imaginación reviste á sus héroes
para completar sus caracteres , los
acontecimientos para describirlos
más gráficamente.
Esta es verdad sabida de todos.
POR J. M. ASENSIO '225
así como todos saben que la leyenda
comienza donde la historia conclu-
ye; siempre, cuando ya ha pasado
largo tiempo del suceso á que se re-
fiere, cuando la crónica se ha escrito
y la tradición trae al recuerdo lo
que aquélla no aprovecha ni per-
mite en su narración severa, pro-
funda, concienzuda y justificada.
Por eso causa tanta extrañeza
como admiración el ver que hoy se
intenta llamar Leyenda Colombina
á los sucesos de la vida del descu-
bridor del Nuevo Mundo, que con-
signaron en sus libros y en sus car-
tas los historiadores de aquel gran
acontecimiento, los escritores que
conocieron y trataron á cuantos
personajes habían intervenido en
los hechos que refieren y aun ha-
bían tomado parte en muchos de
ellos. Los actos de la existencia de
15
2 -,^6 MARTÍN ALONSO PINZÓN
Cristóbal Colón que relata su hijo
D. Fernando, los que escribieron
Gonzalo Fernández de Oviedo, Pe-
dro Mártir de Anglería, el obispo de
Chiapa Fray Bartolomé de las Ca-
sas, el cronista Antonio de Herrera
y otros muchos que dejaron escrito
lo que ante sus ojos pasaba , en car-
tas y Memorias que á veces no se
destinaban á ver la luz pública , no
pueden ser llamados leyenda, sino
historia verídica y fiel; la única his-
toria que puede satisfacer á la pos-
teridad y servir de base á los estu-
dios del hombre de ciencia; que una
de las condiciones, la principal de
todas, las que dan valor al testimo-
nio del cronista ante la crítica cien-
tífica, es haber presenciado los su-
cesos, ser contemporáneo de ellos,
haber conocido á los que los lleva-
ron á cabo.
rOR J. M. A8ENSI0 227
D. Fernando Colón era hijo del
inmortal navegante, y heredó su
genio; le acompañó muchos años
en España y corrió á su lado todos
los azares del cuarto y último via-
je , sin separarse de él hasta que ex-
haló el postrer aliento. Fray Bar-
tolomé de las Casas conoció y trató
á Cristóbal Colón ^ á sus hijos y
hermanos , y á gran parte de los
marineros , pilotos y soldados que
tomaron parte en sus expediciones;
y poseyó además los papeles, mapas
y cartas originales de toda su fami-
lia. Pedro Mártir de Anglería,
maestro del Príncipe, estaba al lado
de los Reyes cuando Colón hablaba
con ellos en la Vega de Granada,
antes de firmarse los conciertos. En
Barcelona se encontraba Gonzalo
Fernández de Oviedo , paje del mis-
mo príncipe D. Juan, cuando los
228 MARTÍN ALONSO PINZÓN
Reyes Católicos le recibieron en pú-
blico á la vuelta del primer viaje...
¿Pueden llamarse leyenda los he-
chos que estos testigos presenciaron
y escribieron en sus obras? Amigo
de Cristóbal Colón era el obispo de
Chiapa , mas nadie ha dudado hasta
hoy de la sinceridad de su carácter,
más bien inclinado á acriminar que
á favorecer á los descubridores , ni
de su veracidad como historiador.
No era afecto al Almirante Gonzalo
Fernández de Oviedo, ni creia jus-
tas sus pretensiones ; pero su dicho
es por eso más digno de crédito. Lo
que tales historiadores consignaron
son verdades para cuantos estudian
sin prevención el descubrimiento
del Nuevo Mundo.
Sin embargo , un doctísimo escri-
tor pone en duda muchos de los su-
cesos referidos por esos cronistas
POR J. M. A8EN6IO 229
contemporáneos, y los califica de
imaginarios (1). «La leyenda — dice
> — es á la historia como el retoque
»á la fotografía. Borrando pecas,
» suavizando líneas , corrigiendo en
»el claro -oscuro descuidos de la na-
»turalezay deterioros del tiempo,
»la mano ejercitada metamorfosea
» sobre el papel en faz hermosa ó
» noble cualquier vulgar figura, con
»no más embarazo que pone, tro-
» cando por el pincel la pluma , en
»boca de un pastor discursos cicero-
»nianos... En tal caso se encuentra
»la imagen del primer almirante
>de las Indias.»
¡ Válganos el cielo ! ¡ Si justamen-
te con el retrato moral y con los
(1) Amigos y enemigos de Colón , confe-
rencia leída en el Ateneo de Madrid por Don
Cesáreo Fernández Duro en 14 de Enero do
1892.
230 MARTÍN ALONSO PINZÓN
sucesos de la vida de Cristóbal Co-
lón sucede todo lo contrario! De-
jaron fotografiada su figura, tanto
en lo físico como en lo moral , los
cronistas que le conocieron ; y los
modernos pensadores, los críticos
de nuestros días son los que preten-
den retocarla al cabo de cuatro-
cientos años , borrando las más her-
mosas de sus líneas características,
introduciendo la duda en hechos
importantísimos. Y al mismo tiem-
po se deleitan en corregir en el cla-
ro-oscuro descuidos de la naturale-
za y deterioros del tiempo^ borrando
las pecas (¡pero qué pecas!) que
sacaron en las fotografías de Ovie-
do y de Fr. Bartolomé de Las Ca-
sas un Fonseca y un Ovando, Ji-
meno de Briviesca y Bobadilla.
En vida de los hombres ilustres,
mientras dura su peregrinación en-
POR J. M. A??ENSIO 231
tre nosotros y pueden contemplar-
se sus acciones , se escriben , como
deciamos , las crónicas de los gran-
des hechos en que toman parte ; la
leyenda nace tiempos adelante,
cuando sus imágenes se van con-
fundiendo, cuando la distancia les
presta el tinte majestuoso y vago de
la lejanía. Lo que de antiguo con-
servamos es la historia de Cristóbal
Colón; la que hoy se nos quiere for-
jar es la leyenda, muy alejada,
por cierto, de la verdad. Se aspira
con el lujo de las frases á invertir
los términos.
Y la demostración es harto fácil.
Tomaremos al acaso algunos suce-
sos de esos que los imparciales es-
critores de nuestros días ponen en
tela de juicio para fundamento de
sus opiniones.
232 MARTÍN ALONSO PINZÓN
II
El recibimiento en Barcelona.
Después de examinar las mani-
festaciones de los contemporáneos
del Almirante relativas á la entra-
da del mismo en Barcelona al re-
greso de su primer viaje, y recibi-
miento que le hicieron los Reyes
Católicos, y de aducir los reparos y
escrúpulos que se ofrecen sobre ellos
á algunos críticos modernos, y es-
pecialmente á M. Aarón Goodrich,
dice el tantas veces citado colombis-
ta D. Cesáreo Fernández Duro (1).
(1) N'ebulosa de Colón, Madrid, 1890; pági-
na 77.
POR J. M. ASEN8I0 233
«Con estos datos, visto que ni el
^Dietario municipal, ni otros que
»existen en Barcelona lo consig-
»nan, es de creer que los Concelle-
»res no sacaron á la calle para re-
»cibir á Colón las gramallas ni las
»banderas; que no se le hizo demos-
>cwn pública^ y que hasta tanto
»que los Reyes no escucharon la
»relación del descubrimiento no le
» dispensaron las honras prematu-
>ramente adjudicadas ^or los escri-
>tores de ahora, »
Lo que no se encuentra de modo
alguno es la razón para querer des-
mentir un hecho que viene consig-
nado en la historia de antes, y los
escritores de ahora ponen en duda,
queriendo borrar con el silencio de
un cronista lo que otros muchos
aseguran paladinamente.
Los documentos eooistentes no apo-
234 MARTÍN ALONSO PINZÓN
yan la creencia de la entrada solem-
ne de Colón en Barcelona^ dice el
Sr. Fernández Duro. Veámoslo.
En la Historia de las Indias de
Fr. Bartolomé de las Casas, que
copia el escritor citado, asienta el
autor que los Reyes Católicos, sa-
bida la llegada de Colón ^ «mandá-
»ronle hacer solemne recibimiento
»para lo cual salió toda la gente y
»toda la ciudad que no cabían por
»las calles, admirados de queaque-
»lla veneranda persona fuera la que
»había descubierto otro mundo».
Esto no se inventa. Cierto que
el P. Las Casas, estudiante á la sa-
zón en Sevilla, no se encontraba en-
tonces en Barcelona cuando llegó á
la ciudad Cristóbal Colón; pero á los
dos meses del suceso le volvió á
ver en la primera de aquellas ciu-
dades, y escuchó las relaciones he-
POK J. M. ASENSÍO 235
chas por todos los que le acompa-
ñaron j estuvieron en el recibi-
miento, pues estuvo constantemente
entre ellos al lado de su padre, en
tanto que éste hacia los preparati-
vos para embarcarse en la segunda
expedición. No es, pues, sospechoso
ni recusable el testimonio del cele-
brado historiador, y menos en pun-
to tan secundario;, donde ningún
interés pudo moverle.
Digno de igual consideración y
crédito es Gonzalo Fernández de
Oviedo , que presenció el suceso , y
aunque no se extiende en descrip-
ciones , tal vez por la índole de la
Historia general y natural que es-
cribia, dice lo bastante para ver
confirmado el relato del P. Las Ca-
sas. «Llegó Colón á Barcelona —
»escribe — é llegó á la Corte ^ en lo
>qual yo hablo como testigo de vis-
236 MARTÍN ALONSO PINZÓN
>ta,.. Fué muy graciosa é benigna-
» mente recebido del Rey é de la
»R;eina, é después que ovo dada
»muy larga é particular relación de
»todo lo que en su viaje é descobri-
»miento habia pasado, le fizieron
»muchas mercedes é le comenzaron
»á tratar como hombre generoso é
»de Estado.»
La noticia del descubrimiento y
muchos pormenores del viaje eran
conocidos por los Reyes Católicos
desde más de un mes antes de la
llegada del Almirante á Barcelona,
por la carta que éste les dirigiera
desde Lisboa en el día mismo de su
arribada á la embocadura del Tajo
(4 de Marzo de 1493) , y por las que
debieron llegar de Palos, y más aún
desde Sevilla al regresar el correo
que allá mandaron los Reyes. Pre-
parados, pues, debían estar para el
POR J. M. A8ENSI0 237
recibimiento , y ciertamente estaba
todo dispuesto , como dice Las Ca-
sas, para darle el carácter y solem-
nidad que merecía.
Más explícito aún que los ante-
riores , el cronista Antonio de He-
rrera , que escribió su Historia por
orden del Rey, con vista de cuan-
tos documentos se guardaban en-
tonces en los archivos públicos, con-
signa pormenores y detalles que no
es posible sostener, ni aun sospe-
char, que fueran invención, ni aje-
nos á la verdad del suceso ; y mu-
cho menos cuando concuerdan en
lo esencial con lo dicho por otros
historiadores , cuyas obras no pudo
conocer Herrera.
«Llegado el Almirante á Barce-
»lona — dice (1) — mediado el mes de
(1) Historia general de los hechos de los cas-
238 MARTÍN ALONSO PINZÓN
> Abril , mandósele hacer un solem-
»ne recibimiento, al que salió la
» Corte y la ciudad con tanta gente
»que no cabian por las calles... Y
»para más honrar al Almirante,
^mandaron los Reyes poner enpú-
Mico su estrado y solio Real adon-
»de estaban sentados, y con ellos el
»principe D. Juan. »
¿Puede todo esto ser falso? No
hay un dato histórico siquiera que
contradiga la relación hecha por
Fr. Bartolomé de las Casas, apren-
dida de las personas mismas que
acompañaban al Almirante y de
testigos presenciales de la entrada,
y por Antonio de Herrera, con vista
de los documentos oñciales. Alegar,
para quitar fuerza á estas crónicas.
tellanos en las islas y tierra firme, etc.— Ma-
drid, Juan Flamenco, 1601.— Década I, lib. II,
cap. 3.°
POR J. M. ASEN8I0 239
el silencio del cura de los Palacios,
que escribió su historia en una al-
dea cerca de Sevilla, y no trató á
Colón hasta cuatro años después,
cuando regresaba del segundo viaje,
no es argumentó serio ni que pueda
convencer; pues ni esa omisión, ni
la de que en algún otro historiador
y en los Dietarios que se conservan
en la ciudad de los Condes no se
encuentre mención del suceso , son
razones para acusar de falsedad alo
escrito, ni el silencio de unos ha
sido nunca argumento para borrar
lo que otros consignaron , ni menos
para que se ponga en duda la vera-
cidad de autores que son la base de
la historia del descubrimiento , y de
las vidas de los que en él intervi-
nieron, como sucede con Las Casas,
Oviedo y Herrera.
Que se hizo á Cristóbal Colón de-
240 MARTÍN AL0N80 PINZÓN
7nostracwn pública á su llegada á
Barcelona, es un hecho consignado
terminantemente por los contempo-
ráneos; y no pudiendo dejar de ad-
mitirlo como verdadero, tampoco
puede rechazarse la descripción del
acto que por los mismos se hace.
Pero queremos robustecer el ar-
gumento. Además de los citados,
hay otro libro coetáneo que asienta
como cosa corriente y sabida el he-
cho de la recepción pública; y aun-
que luego haremos de él más dete-
nida cita á otro propósito mucho
más importante , no podemos dejar
de recordarlo ahora con el objeto
indicado , como dato para confirmar
lo escrito por el P. Las Casas y por
el cronista Herrera.
La edición que tenemos á la vista
del curioso libro titulado Paesi
mcovamente rettrovati^ fué estampa-
POR J. M. A8ENSI0 241
da en Milán por J. A. Szinzenler
en el año 1512 (1), aunque existen
varias ediciones anteriores desde la
primera de 1507 de Vicenza, y en
ese libro cuya importancia han re-
conocido muchos americanistas y
especialmente el célebre Alejandro
Humboldt (2), la relación de los pri-
meros yiajes de Colón no aparece
(1) Biblioteca Provincial y Universitaria
de Sevilla, 83, Ih.
(2) «El verdadero compilador de esta cu-
»riosa é importante recopilación de Vicenza,
»no es, como ha venido creyéndose mucho
»tiempo, ni Montalboddo Fracanzano, de Vi-
»cenza, ni Francazio de Montalboddo, es de-
»cir, natural de Mont-Alboddo , en la Marca
»de Ancona y profesor de buenas letras en
» Vicenza, sino, según la ingeniosa observa-
»ción del conde Baldelli, Alejandro Zorzi,
»hábil cosmógrafo y dibujante de mapas en
»Venecia.» (Examen critique de la geographie
et Vhistoire du Nouveau Continent, tomo iv,
pág. 80.)
16
242 MARTÍN ALONSO PINZÓN
copiada , como en otros , de las car-
tas mismas del navegante , sino más
bien de las relaciones ó notas de
algunos de sus compañeros; porque
es circunstancia muy digna de aten-
ción que la obra se escribió cuando
el Almirante se encontraba en Gra-
nada á la vuelta de su tercer viaje,
y por persona que también estaba
en la corte.
En el capítulo LXXXIV empie-
za la relación del descubrimiento,
y cómo el rey de España armó tres
naves para Colombo ; y en el XCI,
al consignar cómo Colombo fué lla-
mado Almirante^ dice : «Recibieron
y>ellos á Colombo con agradabilísimo
» semblante , y le hicieron grandisi-
y>mos honores y que se sentase pú-
Micamente delante de ellos , que es
»en su corte de los mayores hono-
>res; y quisieron que fuese llamado
POR J M. ASENSlO 243
> Almirante del mar Océano (1).»
Juzgamos que contra este testi-
monio, unido al del P. Las Casas
y á los de Oviedo y Herrera , no es
posible hacer valer el silencio de
algunos otros ; ni puede aventurar-
se en buena lógica contra la añrma-
ción clara, terminante, detallada
de autores intachables , el testimo-
nio negativo para concluir que no
se hizo demostración pública en
Barcelona á la llegada del Almi-
rante.
(1) He aquí el texto original:
«II Re é la Regina che altronon desiano che
»auginentar la religione christiana et redurre
»molte simplici natione al divin culto, facil-
»niente commossi non solo da Colombo ma
»etianidio da piu de ducento spagnoli che
»erano stati con el Colombo ; ricevetero esso
»Colombo con gratíssima faza, et li fecero
»grandissimi honori, et sentar publicamente
»davanti loro, etc.»
244 MARTÍN ALONSO PINZÓN
III
Noticias anteriores del Nuevo Mundo y
primer viaje de «Cristóbal Colón».
Continúan en la tarea de formar
á su placer La Leyenda colombina^
prescindiendo ó anulando los datos
históricos , esos pensadores que han
tomado á su cargo preparar debi-
damente los ánimos para la celebra-
ción del cuarto centenario , y ocu-
pándose de las noticias y antece-
dentes que pudiera tener Cristóbal
Colón para fijar su convicción tan
profundamente, hay un distinguido
escritor, marino tan ilustre cuanto
modesto , que llega al punto de ase-
gurar que el navegante genovés
POR J. M. ASENSTO 245
hizo su primer viaje al Nuevo Mun-
do precisa y justamente en el año
1477, quince años antes del que
emprendió con la flotilla facilitada
por los reyes de España.
Es curioso observar de qué ma-
nera se ha ido formando la bola de
nieve en este punto. Podemos se-
guir el progreso de la leyenda , y su
desarrollo nos servirá de norma
para formar juicio exacto de con-
ceptos análogos.
Porque ya aquí no se trata de
robustecer con nuevos argumentos
ni con datos desconocidos aquel an-
tiguo procedimiento de los envidio-
sos , á quienes juzgó el gran marino
de una vez para siempre cuando
escribió á los Reyes Católicos:
«Siete años estuve en su Real Cor-
»te, que á cuantos se fabló desta
» empresa todos á una dijeron que
246 MARTÍN /VLONBO PINZÓN
»era hurla; agora fasta los sastres
» suplican por descubrir. » En siete
años y más, todos le apellidaron
loco^ visionario; en siete años á
ninguno se le ocurrió decir que tu-
viera noticia de tierras al Occiden-
te; mas, creían que se perdería en el
mar tenebroso y desconocido , y no
volvería á pisar el suelo de España.
Pero en el punto en que Colón hizo
el descubrimiento no había ignoran-
te que no se hubiera atrevido á ha-
cer lo mismo, y entonces dijeron que
era cosa muy sabida. Entonces na-
cieron y corrieron entre el vulgo
de los entendidos muchas fábulas y
anécdotas inverosímiles , y entre
ellas la del imaginario piloto vizcaí-
no, andaluz ó portugués, á quien la
tempestad había arrojado casual-
mente á la misma isla que luego se
llamó Española, y que vino tam-
POR J. M. ASENSIO 247
bien por acaso, sin saber el camino,
á caer de nuevo en las costas de
España y á morir en brazos de
Cristóbal Colón ^ haciéndole único
depositario de su secreto.
Pero el docto marino D. Patri-
cio Ferrazón no se ocupa de tales
patrañas. En su concepto , el mismo
Colón fué quien descubrió, no las
islas, sino el continente occiden-
tal que hoy llamamos América, y
guardó el secreto durante quince
años , á pesar de sus muchos traba-
jos y de su miseria á veces, hasta
que pudo engañar á un monarca
poderoso y obtener grandes recom-
pensas por ir á descubrir lo que ya
sabía ciertamente que existia. El
centenario, por tanto, no debe cele-
brarse en 1892 , sino que debió serlo
en 1877, fecha verdadera del primer
viaje de Colón á aquellas regiones.
248 MARTÍN ALONSO PINZÓN
Y repito que es digno de estudio
el desarrollo de esta fábula. Toma
aquí por punto de partida unas pa-
labras que el geno vés ilustre dejó
escritas en un trabajo dedicado á
demostrar que las cinco zonas son
habitables: «Yo navegué el año
cuatrocientos y setenta y siete en el
mes de Febrero , ultra Tile isla cien
leguas... y al tiempo que yo á ella
fui no estaba congelado el mar, aun-
que había grandísimas mareas... >
Que hizo el viaje no puede dudar-
se, ni tampoco el objeto que fué
comprobar sus cálculos y aumen-
tar las observaciones; y en esto
solamente han visto los más graves
historiadores una prueba del traba-
jo que precedió á la convicción del
navegante. Pero descubiertos en un
monasterio de la isla de Flatey los
manuscritos que contenían la na-
POR J. M. A8ENSI0 249
rríición de los viajes de los islande-
ses á las tierras que denominaron
Vinland j Markland en los últimos
años del siglo x y primeros del xi,
y hechos del dominio público por
la Sociedad de anticuarios del Nor-
te ( i ), no faltó quien hiciera observar
que Colón ^ en su viaje á Islandia,
pudo tener conocimiento de aque-
llos códices, ó, á lo menos, alguna
noticia de las expediciones de Tor-
phin, de Eric el Rojo y de Bjorn,
que le confirmaran en sus opiniones.
Y de esta sospecha , más ó menos
fundada, nos lanzamos ya al terre-
no de la fantasía, y el Sr. D. Pa-
tricio Ferrazón crea un sistema, y
(1) Antiqvitates americancB, sive scripiores
septentrionales rerum ante-columhianarum in
America. — Edidit Societas Regia antiqva-
riorum septentrionalium. — Hafnise. — Tipis
officinae schultzianse , 1837.
250 MARTÍN ALONSO PINZÓN
lo presenta como hecho histórico,
reformando en un punto la historia
del descubrimiento. En 1888, escri-
bía el docto marino, que «si la So-
»ciedad de anticuarios del Norte
» antes, y algunas norte-americanas
»ahora, hubieran dicho que en el
»año 1477 se hizo por Colón el ver-
»dadero viaje de descubierta^ lie-
yogando á América y costeándola de
> Norte á Sur hasta la extremidad
y>meridional de la Florida , tal vez
»la congetura pareciera más racio-
»nal y probable...» Pero ya en 1892,
la bola de nieve ha tomado colosa-
les proporciones; lo que entonces,
en 1888 era hipotético, es ahora
hecho probable y aun probado. El
haber partido Cristóbal Colón de la
Gomera, que está en el mismo pa-
ralelo que la Florida; el apuntar
constantemente las proas de las ca-
POR J. M. ASENBIO 251
rabelas á la extremidad meridional
de la misma Península, ó sea al
cabo de Sable..., son circunstancias
que hacen creer que en un viaje an-
terior llegara á Terranova ó á Nue-
va Escocia.. . y explorando las costas
al Sur, naturalmente^ llegara hasta
dicho cabo Sable. . . La excursión , aun-
que de muchos miles de leguas, fué
cosa sencilla según parece, y no
tuvo contratiempo ni accidentes
desgraciados. Lo que sigue es más
sencillo todavía. — En el viaje del
año 92, INDUDABLEMENTE no se propo-
nia (Colón) otra cosa que reconocer
la Florida^ ya marcada en su carta,
Pero llegamos al final : « Los
»liombres blancos que los indios di-
»jeron al P. Las Casas que ha-
»bían visitado la isla de Haití antes
»del año 92, no fueron otros , á mi
»juicio , que Colón j sus compañe-
252 MARTÍN ALONSO PINZÓN
»ros ; el piloto Sánchez y los mari-
»neros que una tradición, tenida
»por falsa, supone que murieron en
»casa de Colón revelándole la exis-
»tencia de América, yo entiendo
»que fueron los mismos compañe-
»ros de su primer viaje...» (1).
¿Podrá dudarse de que se quiere
escribir la leyenda?
IV
Colón y Bobadilla.
Terminaremos con otro punto que
no por ser igualmente extraño deja
de tener gran importancia.
(1) Carta del Sr. D. Patricio Ferrazón, fe-
cha 31 de Marzo de 1892. — Publicada en el
periódico de Madrid El ImparciaL
POR J. M. A8ENSI0 253
«ColónyBobadilla. — Rompiendo
lanzas á favor del segundo, j cla-
vándoselas hasta el cuento al pri-
mero , dio anoche una notable con-
ferencia en la cátedra del Ateneo el
distinguido publicista y erudito se-
ñor D. Luis Vidart.»
En estos términos daba cuenta
del suceso un acreditado periódico
de Madrid. Y lo llamamos suceso,
porque lo es, y no pequeño, en el
terreno histórico , romper de repen-
te con el criterio adoptado durante
siglos , en vista y con presencia de
crónicas y documentos , y querer á
vuelta de esfuerzos de ingenio cam-
biar el orden de los factores , trocar
las posiciones de un héroe y de un
malvado, y arrojar áSan Bartolo-
mé á los pies de Satanás.
D. Luis Vidart es un escritor bien
conocido en toda España, que ha
^54 MARTÍN ALONSO PINZÓN
ejercitado su pluma en diferentes
géneros y siempre con acierto; es
un filósofo de muchísimo talento y
profundo pensador; pero también es
poeta de imaginación ardiente, y se
deja llevar á veces por ella al afán
de ostentar originalidad. En su buen
juicio deben haber dejado honda
huella las frases de algunos de sus
amigos, muy benévolas, como es
justo, para el orador, pero muy se-
veras en muchos conceptos para las
opiniones que sustenta.
No es nuestro intento trazar la
biografía del comendador Bobadi-
11a, ni desentrañar sus merecimien-
tos y las virtudes que pudieran
adornarle. Algunas tendría, ya pue-
de suponerse, cuando los Reyes
Católicos se fijaron en su persona
para que fuera á la isla Española.
El P. Fr. Bartolomé de las Casas,
POR J. M. ASEN8I0 255
que censura su conducta en las In-
dias y execra el hecho á que debe
su funesto renombre , nada dice de
sus antecedentes, limitándose á es-
cribir: «Eligieron á un comenda-
»dor de la orden de Calatrava, que
»se llamó Francisco de Bobadilla, j
»diéronle provisiones y nombre de
» Pesquisidor...» No parece que de-
bería ser persona muy notable la
que así se anunciaba; mas, repeti-
remos que esto á nada conduce. Era
Bobadilla un hombre de buen con-
cepto y por eso le eligieron los Re-
yes... Pero ¿para qué lo comisio-
naron? Aunque los documentos se
conservan íntegros y señalan bien
claramente el orden y límite de las
atribuciones que se le concedieron,
el mismo Comendador lo dijo á los
que á su llegada á Santo Domingo
salieron en canoas á informarse...
256 MARTÍN ALONSO PINZÓN
El P. Las Casas ha conservado sus
palabras: «Llegaron, pues, en su ca-
»noalostres (1) , y preguntando quién
»venia en las carabelas y si venia
»D. Diego, asomóse el comendador
»Bobadilla^ que venia en la carabela
» Gorda^ y dijo : Que él venia envia-
»do por los Reyes por Pesquisidor
»sobre los que andaban alzados en
»esta isla.,.» (2). Y como estas pa-
labras están perfectamente de acuer-
do con las que contiene la Real cé-
dula de 21 de Marzo de 1499, que
fué la primera que se le expidió (3) ,
(1) Eran un Cristóbal Rodríguez , intér-
prete, Juan Arráez y Nicolás de Gaeta, á los
que envió á las carabelas , que estaban á una
legua de tierra, el hermano del Almirante
para que supiesen si venía su sobrino D. Die-
go, hijo mayor de Cristóbal Colón.
(2) Historia de las Indias, lib. í, capítu-
lo CLXXVIII.
(3) Navarrete: Colección de los viajes y des-
POK J. M. ASENSIO 257
parece que no dudaba el Comenda-
dor del objeto de su encargo.
No se crea ociosa esta observa-
ción. Quizá hasta aquel momento
no había pensado Bobadilla más
que en cumplir las órdenes de los
soberanos sin extralimitarse. Pero
allí es donde debemos dirigir nues-
tros esfuerzos para conocer la ver-
dad de los sucesos, y la causa de los
atropellos é iniquidades que aquel
cometiera.
Todo lo que discutiéramos sobre
los hechos anteriores de la vida del
Comendador, que además son del
todo oscuros y desconocidos , sería
perder tiempo. En el momento de
empezar á hacer uso de sus atribu-
ciones, es cuando entra en el domi-
euhrimigntos , etc., tomo TI, Doc. número
CLXXVII.
17
258 MARTÍN ALONSO PIN'/ÓX
nio de la historia. Y ya el doctisimo
D. Martín Fernández Nav.irrete,
en la InlrorJitcdón de su obra, dice
muy intencionadamente (1): «Que
)i>los Reyes tuvieron justos motivos
>para enviar un juez Pesquisidor á
»la isla Española, y que eligieron
»para ello á un caballero , antiguo
>criado de la casa real, que hasta
y^entonces merecía distinguido con-
>cepto.y> Bien se comprende lo que
tales palabras significan ; separando
el concienzudo historiador, con ex-
quisito tacto, los tiempos, para juz-
gar los hechos. Hasta entonces ha-
bía tenido buen concepto el comen-
mendador Bobadilla... de allí en
adelante fué al contrario: no corres-
pondió á lo que de él se esperaba, y
(1) Navarrete : Loe. a7. — Introd., pagi-
na 105, 2.* edición.
POP J. M. ASENStO 259
los primeros actos de su gobierno
dieron motivo para que se le priva-
se de él.
¿Y cuál fué la causa de tal cam-
bio en la conducta del aquel funcio-
nario? ¿Qué móvil poderoso pudo
llevarle á proceder contra el Almi-
rante de una manera tan inicua y
extraña? A estas interrogaciones
no había podido darse hasta hoy
respuesta satisfactoria, y con ellas
se justificaba;, ó se intentaba justi-
ficar, por inducción, la conducta
de Bobadilla.
Mas por fortuna, también puede
responderse cumplidamente , y pro-
bar con el dicho de un autor con-
temporáneo la causa del cambio en
la conducta del Comendador y el
origen de aquellos desmanes. Nos
valemos nuevamente de aquel cu-
riosímo libro titulado Paesi mcova-
26Ó MARTÍN ALONSO PÍNZÓN
mente rettrovati, que antes citába-
mos ; libro que fué de los primeros
que se escribieron sobre el descu-
brimiento del Nuevo Mundo, cuya
primera edición es de Vicenza,
año 1507 , ó por lo menos esta es la
más antigua que vemos citada (1).
Se tiene por indudable que en la
parte relativa á los viajes de Co-
lón es repetición del rarísimo Li-
bretto de Albertino Vercellesse, pu-
blicado en 1504, que nunca he-
mos logrado ver, y que á su vez
incluyó lo esencial de la prime-
ra Década de Pedro Mártir de An-
gieria, antes de que su autor la die-
ra á la estampa, aumentándola con
algunos datos recogidos por Angelo
Trivigiano, secretario del embaja-
(1) Bibliotheca Americana Vetustissima.
Kew York, 1866.— Núm. 48.
POR J. M. A8ENSI0 26l
dor de Venecia, Dominico Pizani,
que conoció y trató con cierta in-
timidad á Cristóbal Colón en Gra-
nada, á la vuelta de su tercer viaje,
y con otros informes particulares.
Las noticias, por tanto, que en
ese libro se contienen y que no se
encuentran en ningún otro, son
muy apreciables, porque Trivigiano
tenía amistad con el Almirante y
relaciones en la corte de los Re-
yes, donde oyó á los compañeros
de Colón y conoció á sus enemigos.
El libro IV está dedicado á las
navegaciones del rey de España,
desde que concedió á Colón los tres
barcos que le pedía. Y el cap. CVII
trata: «De como el Almirante fue
enviado en cadenas con su hermano
á España. »
Es tan notable, bajo muchos as-
pectos, que nonos permitimos ni aun
262 MARTÍN A[,ONS0 PINZÓN
la libertad de traducirlo , dejándolo
en la misma sencillez con que está
escrito en la lengua original, es de-
cir, en italiano, con mucha parte de
dialecto veneciano.
In questo mezo li serenissimí Re
recevetero le lettere de lo admirante
et de li adversara soi, et vedendo
que per queste discensione de tanta
copia de oro ne trazeva pocha uti-
litá^ mandarono un suo governa-
tore que avese ad inquiriré e quelli
che fusseno in errore li castigasse; o
ver mandasse m Spagna che li cas-
tigar ebbe: et zo7ito questo guberna-
tore al isola Spagnola, per sobor-
nita: et fraudulentia de quelli sce-
lerati Spagnoli: et per grande in-
vidia che haveva al admirante é suo
fratello, li quali in ferri furono
mandati a la volta de Spagna: et
zonti che forono á Cades li Seré-
POR J. M. ASENSIO 263
nissimi Re intendendo li mandano
á liberare: et feceli andaré á corte
vohmtariamente: dove etiam al pre-
sente zorno se ritrovano.
Buscábamos una causa al arbitra-
rio proceder de Bobadilla, y dos á
cual más graves , y mezquinas am-
bas , consigna ese libro. Al llegar
el Comendador á Santo Domingo
entraron en su buque , antes que las
quejas contra Colón ^ los montones
de oro que aquellos mafoac?^^ habían
recogido. Sobornaron al juez; y
como éste , además , tenía gran en-
vidia al Almirante y á su hermano,
no se necesita más explicación para
lo que sucedió después. Per sobor-
nita et fraudulentia di quelli scele-
rati spagnuoli vinieron presos á Es-
paña el Almirante y sus hermanos.
No hemos de repetir lo que ya
está dicho muchas veces sobre la
264 MARTÍN ALONSO PINZÓN
conducta de Bobadilla, para quien
es poco el epíteto de infame. Si sus
defensores quieren recordar el jui-
cio de algunos autores, nos limita-
remos á presentar el más antiguo y
el más reciente, para que se vea
con claridad que no ha variado el
criterio en el trascurso de cuatro
siglos.
Ausente de la ciudad Cristóbal
Colón, desembarcó el Comendador
j se aposentó en su casa, se apo-
deró de sus bienes, joyas y libros,
usando de todo como si fuera de su
propiedad. Cuando á pocos días
llegó el Almirante á Santo Domin-
go «vale á ver, y el recebimiento
»que le hizo fué mandalle poner
» unos grillos y metelle en la for-
» taleza , donde ni él lo vido ni le ha-
> bló mas, ni consintió que hombre
ajamas le hablase, > Esta fué la fór-
POR J. M. A6ENST0 265
muía de juicio, y la libertad de de-
fensa que se concedió al Almirante
de los Reyes. «Cosa pareció esta
» absurdísima — exclama Fr. Barto-
» lomé de las Casas — descomedida y
> detestable , juntamente miseranda
»y miserable.., 1>
Rodolfo Cronau , en su libro ti-
tulado América^ habla de la carta
de Colón á doña Juana de la Torre,
y dice : « Cuando esta carta llegó á
>su destino, y los Reyes tuvieron
> conocimiento de lo ocurrido, que-
y>dáronse altamente sorprendidos,
»Reconociendo que se habían ex-
»tralimitado en las medidas toma-
» das contra el Almirante, apresurá-
»ronse á demostrar al mundo que
»la prisión y el aherrojamiento de
» éste se habían hecho contra sus órde'
nes y deseos, y> Ya antes había dicho
presentando antecedentes: «Fran-
266 MARTÍN ALONSO PINZÓN
» cisco Bobadilla, que era el elegido,
» estaba considerado por algunos de
»sus contemporáneos como hombre
y>de pasiones violentas^ ambicioso y
» rencoroso, j por lo tanto poco á
> propósito para una misión tan deli'
»cada é importante. >
Las consecuencias de tal maldad
fueron las que debían esperarse. En
el punto de conocer los Reyes el
abuso cometido , quedó acordada la
deposición del tristemente célebre
Comendador. Encargóse á su suce-
sor Fr. Nicolás de Ovando que re-
parase las injusticias cometidas con
el Almirante; se revocaron las dis-
posiciones perjudiciales y abusivas
que solamente con el deseo de alle-
gar oro había dado Bobadilla... y
y la divina Providencia se encargó
de lo demás.
No juzgo , ni pretendo que para
POR J. M. ASENSIO 267
todos los que la consideren , tenga
el mismo carácter y tanta significa-
ción como tiene para nosotros la
horrible catástrofe que hundió en
el mar instantáneamente al comen-
dador Bodadilla con todo su oro, y
al rebelde Francisco Roldan con
muchos de los que en sus cruelda-
des le habían seguido, y con todas
las riquezas tan mal adquiridas y
que habían sido causa y medio de
lograr el descrédito del Almirante
sobornando al juez pesquisidor. Mu-
chos son los que aprecian como visi-
ble escarmiento aquel desastre, pues
para más unirlo con la inicua hu-
millación que á Colón se impusiera,
dio la coincidencia de que perecie-
ran todos por no haber dado oídos
al consejo de su víctima. Después
de una agonía incalculable , de una
angustia cruel, las enfurecidas olas
268 MARTÍN ALONSO PINZÓN
sepultaron para siempre á los re-
beldes y al Comendador. A hechos
de esta naturaleza, como dice Fer-
nán Caballero, los creyentes les
llaman milagros, los descreídos
casualidades.
Bien pudo D. Fernando Colón,
que tan lastimado se encontraba por
las injurias causadas á su padre, es-
cribir que si hubieran llegado á Es-
paña, con el oro hubieran evitado
el castigo , pues por mucho que hu-
biera sido éste , nunca llegara, por
lo tremendo y lo ejemplar , al que
sufrieron sus maldades.
La memoria de Bobadilla no tie-
ne defensa.
1>0R 3. u. aseNsió 269
Y se han levantado mil voces, en
tonos diferentes , para retraer de su
mal camino á los innovadores.
El poeta D. José Lamarque, en
un arranque de indignación, escribe:
Tal en umbrosa arboleda
Cuando en Majo reina Flora,
Entre el alegre concierto
De las avecillas todas,
Se oye el zumbido del tábano
Como discordante nota.
Mas ¿ante el coro del mundo
Sus disonancias qué importan?
Así el can ladra á la luna
Cuando por Oriente asoma.
Mientras ella, entre luceros.
Se alza al zenit triunfadora (1).
(1) Cristóbal Colón: Poema, por José La-
marque de NoYoa, Sevilla.— E. Rasco, 1892.
270 MARTÍN ALONSO PINZÓN
Y Manuel del Palacio ha podido
decir con tanta gracia como agudeza:
¡Pobre Colón! Su laurel
Autores buenos y malos
Riegan con vinagre y hiél;
Salió del puerto de Palos...
Pero vuelve á entrar en él.
Llorábamos tiempo atrás
Su prisión y su mancilla;
¡Qué tontos fuimos, Colas!
Si lo ahorcara Bobadilla
No hiciera nada de más.
Pero al llegar á este punto nos
asalta un escrúpulo, nace en nues-
tra mente una duda... quizá hemos
dado demasiada importancia y sa-
cado de su verdadero terreno esta
manifestación extraña. Tal vez Luis
Vidart, que piensa y sabe, no ha
Tirada de 400 ejemplares que no se ven-
den. Está dedicado á la Sociedad Colombina
Onuvense.
POR J. M. ASENSIO 27 1
querido más que hacer un alarde de
ingenio, demoi^trar que con talento
y elocuencia, con travesura y agu-
deza se pueden dar visos de razón
á cualquier paradoja, y que no hay
asunto malo cuando se sazona con
las galas del ingenio; pero en todo
caso no será perdido el trabajo que
hemos empleado, pues algunos han
podido dejarse engañar tomando
por moneda de buena ley las virtu-
del Comendador y los defectos del
Almirante.
Nace esta sospecha de ver el giro
que ha tomado el docto conferen-
ciante del Ateneo. En galana ora-
ción expuso su pensamiento en
aquella cátedra; llevóla después al
periodismo político^ pero por con-
clusión lo ha presentado en el se-
manario titulado Blanco y Negro^
y hasta con caricaturas , en las que
%72 Martín alonso pinzón
el comendador Bobadilla se bate
con Peña y Goñi, y doña Beatriz
Enríquez se desmaya en brazos de
Cesáreo Fernández Duro.
APÉNDICE
18
APÉNDICE
Declaración del piloto Hernán Pérez
Mateos.
Hemos citado tantas veces en el
texto las respuestas dadas por este
testigo á las preguntas del interroga-
torio del Fiscal, y es de tanta impor-
tancia su declaración , que nos he-
mos resuelto á darla íntegra en este
lugar, seguros de que los aficiona-
dos á los estudios colombinos han
de agradecer y aprovechar el tra-
bajo.
Es, sin duda alguna, la más im-
portante entre las muchísimas que
se recibieron á instancia de ambas
partes en aquel pleito que duró tan-
276 MARTÍN ALONSO PINZÓN
tos años. Las condiciones especiales
del testigo le colocan desde lue-
go en el primer término, porque
á más de ser primo de Martin
Alonso Pinzón y haber mandado
un buque en la segunda expedición,
como ya notamos á su tiempo, pre-
senció casi todos los hechos que re-
fiere, ó los oyó á las mismas perso-
nas interesadas, y da tales razones
y tan justas causas á sus asertos,
que desde luego merece preferente
lugar.
Sus manifestaciones son verda-
dera historia; y tal concepto ha me-
recido al célebre y docto colombis-
ta, á quien también hemos citado
con repetición, que dice en su nota-
ble informe leído ante la Real Aca-
demia de la Historia, bajo el titulo
de Colón y Pinzón: «Repetidas
>veces he recomendado al lector la
POR J. Jí. ASENSIO 277
»verdad que resplandece en la de-
»claración del octogenario piloto
»Hernán Pérez Mateos, retirado en
>la isla de Santo Domingo cuando
>fué llamado á examen.»
Con la prudencia propia de su
carácter, con la calma y seguridad
que traen consigo los años, rechaza
suavemente todas las falacias que
iban envueltas en las preguntas ar-
ticuladas por el fiscal del Rey; re-
fiere los sucesos con naturalidad,
sin tratar de alterarlos por favore-
cer á ninguno de los litigantes, aun-
que era deudo cercano de los Pin--
zones, y desde que se leen aus pri-
meras respuestas adquiere el lector
la seguridad de que el testigo dice
la verdad , y no pasa más allá de lo
que sabe.
Además, esta declaración está
comprobada en muchos de los pun-
278 MARTÍN ALONSO PINZÓN
tos que abraza por las de otros tes-
tigos, y á la vez sirve de poderoso
comprobante á las narraciones que
hicieron en sus respectivas histo-
rias Fr. Bartolomé de las Casas y
Gonzalo Fernández de Oviedo, que
por ella se ve tuvieron informes
fidedignos para lo que escribieron.
Para nosotros, en el caso pre-
sente, la declaración de Hernán
Pérez Mateos, tiene el mérito in-
apreciable de contener detalles cier-
tos de la vida de Martin Alonso Pin-
zón , que son interesantísimos y en
vano buscaríamos en otra parte.
Se ha copiado exactamente de la
información original que se guarda
en el Archivo general de Indias de
Sevilla, y cotejado por el ilustrado
jefe de aquel importantísimo cen-
tro el Sr. D. Carlos Jiménez Placer,
cuya firma autoriza la copia.
ARCHIVO GENERAL DE INDIAS DE SEVILLA
(Patronato.— Est. l.—Caj. 1.— Leg.* ViaO
(Pieza 14.)
DEGLARACrÓN DEL PILOTO HERNÁN PÉ-
REZ MATEOS.
<(^Testigo, — El dicho hernan peres
mateos , vecino desta cibdad de san-
to domingo , testigo presentado ea
la dicha Razón por el dicho bachi-
ller johan carrillo e fiscal susodicho,
el qual, aviendo jurado en forma de
derecho e syendo preguntado por
el tenor de las preguntas del dicho
ynterrogatorio, dixo e depuso lo sy-
guiente :
»A la primera pregunta dixo que
280 MARTÍN ALONSO PINZÓN
conosce e conoscio a los en ella con-
tenidos a don cristoval colon almi-
rante que fue puede aver quarenta
años antes mas que menos e a mar-
tin alonso pincon dende que nasció
que a mas de sesenta años.
> Preguntado por las preguntas
generales de la ley dixo que es de
hedad de más de ochenta años e quel
dicho martin alonso pincon fue pri-
mo deste testigo e que venga este
pleyto quien tuviere justicia.
>A la segunda pregunta por mi
el dicho escrivano le fueron mos-
tradas e leydas la provisión e pre-
vilegio de que el dicho fiscal hico
presentación contenidos en las pre-
guntas como en ellas se contiene.
>A la tercera pregunta dixo que
le paresge a este testigo que se deve
de guardar e mantener la palabra
Real de los rreyes e que en lo de-
POR J. M. ASENSIO 281
más contenido en la pregunta de
que si es perjuizio o no lo concedi-
do a don cristo val colon o a sus he-
rederos e subcesores por los rreyes
católicos de gloriosa memoria este
testigo no lo sabe declarar ni bien
decir porque es cosa muy ardua e
de mucho tomo para su juicio e que
en españa ay muchos letrados de
quien se puede saber lo contenido
en esta pregunta.
>A la quarta pregunta dixo que
dise lo que dicho ha en la pregunta
antes desta en que se afirma, y que
de los dapnos e ynconvinientes con-
tenidos en esta pregunta este testi-
go al presente no tiene noticiíi sy
son en dapno de la corona Real o
de los vezinos y abitantes en estas
partes porque hasta agora no á vis-
to subgeder ninguno dellos e lo que
adelante fuere el Rey como señor
282 MARTÍN ALONSO PINZÓN
general lo puede proveer como en
cossa suya , y esto le paresce e no
sabe dezir otra cosa en esta Razón.
»A la quinta pregunta dixo que
dize lo que dicho tiene en las pre •
guntas antes desta en que se afirma
e que le paresce que sabida la ver-
dad por personas doctas y de con-
cencia lo que estos tales dixesen, su
magestad lo devía mandar proveer
siendo en pro de su corona Real e
de sus subditos vasallos , asy de los
Reynos de españa como destas par-
tes , no quitando á nadie lo suyo y
esto dize en quanto a lo que toca en
esta pregunta y en las demás que
tiene declaradas.
»A la sexta pregunta dixo que
dize lo que dicho a en las preguntas
antes desta en que se afirma e que
le paresce a este testigo que es muy
bien y santa cosa ser Regidos e go-
POR J. M. A8EN8IO 583
vernados por un rrey e señor y no
por muchos señores y cerca desto
se puede hacer lo que convenga á la
corona rreal y esto dize en quanto
s' alcanca e no sabe mas desta pre-
gunta.
»A la séptima pregunta dixo que
le paresce que sería bien que estas
partes fuesen governadas por la co-
rona Real como al presente lo son,
e que lo demás que dize la pregunta
es cosa que toca á personas de mas
saber e letras que este testigo tyene,
los quales podrán dezir su paresger
gerca dello , y esto le paresce en
Razón de lo contenido en esta pre-
gunta.
»A la octava pregunta dixo que
no sabe ni a oydo decir lo contenido
en la pregunta hasta el día de oy.
»A la novena pregunta dixo que
sabe quel dicho martin alonso pin-
284 MARTÍN ALONSO PINZÓN
QOií era onbre de la mar conviene
á saber marinero experto e sabio
en el arte de navegar esto en las
mares que solía aver dende ñapóles
á ytalia e a Roma e a España e a
otras partes que se corrían e nave-
ga van agora cinquenta años, pero
que no le cognoscio ni supo del que
tuviese conoscimiento en aquella
sazón del mar océano ni destas par-
tes de tyerra firme e que es verdad
que dicho martin alonso pincon te-
nía hermanos y parientes y amigos
personas de bien e sabios en las na-
vegaciones quel dicho martin alonso
sabía e que le conosció tener en
aquel tiempo un barco con que na-
vegaba dende castilla a Roma e a
portugal e a las yslas de canaria e
que no le conosgió otra mas posybi-
lidad de navios aunque a la verdad
tenía Razonable hazienda e que lo
tOR j. M. Asmm.0 ItS^
demás contenido en la pregunta
este testigo no lo sabe.
>A la dezena pregunta dixo que
se Refiere á lo capitulado con su
magestad e que lo demás que no
lo sabe ni tal a oydo hasta agora
aunquel dicho martin alonso pin-
^n hera su primo deste testigo.
>A las onze preguntas dixo que
no sabe della mas de que quando
vino don cristoval colon con la
merged de la negogiagion para el
descubrimiento destas partes tomo
consygo al dicho martin alonso
pincon e a dos hermanos suyos lla-
mados Vicente yanes e francisco
martin pincfon , los quales el dicho
don cristoval colon traxo consygo
por personas principales para la
navegación en tres navios nombra-
dos la pinta, en la qual venia el di-
cho martin alonso pintón por capi-
286 MARTÍN ALONSO PINZÓN
tan , y el dicho francisco martin , su
hermano, por maestre, y el otro na-
vio se nombrava la niña , en el qual
venia por capitán el dicho vigente
yañes , y el otro navio se nombrava
maria galante , en el qual venia el
dicho don cristoval colon, e que
los dichos navios el dicho don cris-
toval colon los fleto para venir á es-
tas partes , e que esto es lo que sabe
desta pregunta e no sabe otra cossa
della e questo que dicho tiene este
testigo lo bido e se hallo presente a
todo ello.
»A la dozena pregunta dixo que
dize lo que dicho a en la pregunta
antes desta en que se afirma e lo
demás este testigo no lo sabe.
»A la treze preguntas dixo que
dize lo que dicho a en las onze pre-
guntas en que se afirma.
>A las catorce preguntas dixo
POB J. M. A8ENSI0 287
que no la sabe mas de aver oydo
dezir a los dichos martin alonso
pingon e sus hermanos que vinyen-
do á estas partes la gente que venia
en los navios, aviendo navegado
muchos dias e no descubriendo tie-
rra los que venian con el dicho don
cristo val colon se querían amotinar
y algar contra el diziendo que yvan
perdidos, y entonges el dicho don
cristoval colon avia dicho al dicho
martin alonso pingon lo que pasava
con aquella gente , y que le páres-
ela que devian de hazer y quel di-
cho martin alonso le avia Respon-
dido señor ahorque vuestra merced
media dozena dellos o échelos á la
mar y si no se atreve yo e mis her-
manos barloaremos sobrellos y lo
haremos que armada que salió con
mandado de tan altos principes no
avia de bolver atrás syn buenas
288 MARTÍN ALONSO PINZÓN
nuevas y que con esto todos se ani-
maron y el dicho don cristoval co-
lon avia dicho martin alonso con
estos hidalgos ayamonos bien y an-
demos otros ocho dias , y si en estos
no hallaremos tierra daremos otra
horden en lo que devemos hazer, y
desta manera navegaron otros sye-
te dias, y sobre noche vieron fuego
en una tierra que se dezia las prin-
cesas y agora se llama los lucayos
yesto es lo que le han dicho á este
testigo y lo que le contaron los di-
chos martin alonso y sus hermanos.
>A las quinze preguntas dixo que
dize lo que dicho á en las pregun-
tas antes desta en que se afirma e
lo demás que lo non sabe.
»A la diez e seys preguntas dixo
que no la sabe ni tal a oydo dezir
hasta agora.
»A la diez y siete preguntas dixo
POR J. M. ASENBIO 289
que no la sabe ni tal a oydo dezir
hasta agora.
»A la diez e ocho preguntas dixo
que no la sabe ni tal a oydo dezir.
»A las diez e nueve preguntas
dixo que a oydo dezir á muchas
personas especialmente á los dichos
martin alonso e sus hermanos quel
dicho don cristoval colon avia ha-
llado en esta ysla española muestra
de oro y resgates e que con lo que
avian podido aver se avian buelto
a españa a hazer Relación de lo que
les avia subcedido a los Reyes ca-
tólicos que están en gloria e que al
tiempo quel dicho martin alonso
llego á vayona este testigo lo topo
y le habló como a debdo y el dicho
martin alonso le hizo Relación de
todo lo que avia pasado y le dixo
quel dicho don cristoval colon y el
avian salido destas partes el dicho
19
290 MARTÍN ALONSO PINZÓN
don cristo val colon de do dizen ago-
ra puerto Real y el dicho martyn
alonso de. puerto de gracia e que se
avian juntado en la mar e con tor-
menta se avian apartado y el dicho
don cristo val colon avia y do a lys-
hona y el avia llegado alli que es
el dicho puerto de vaj^ona e que
esto sabe desta pregunta e no otra
cosa.
»A las veynte preguntas dixo
que dize lo que dicho a en las pre-
guntas antes desta en que se afirma
e lo demás que lo non sabe.
»A las A^eynte e una preguntas
dixo que no la sabe e que es verdad
que este testigo a oydo dezir que
pusieron nombre a un Rio que esta
en esta ysla en la vanda del norte
el Rio de martin alonso porque el
diz que el dicho martin alonso avia
llegado e entrado en el dicho Rio
POR J. M. A8EN6IO 291
en el qual este testigo a estado mu-
chas vezes e lo demás que no lo
sabe.
»A las Yejnte e dos preguntas
dixo que no sabe della mas de que
buelto el dicho martin alonso a los
Reynos de castilla no se juntava
con el dicho don cristoval colon
porque supo este testigo que le abia
miedo el dicho martin alonso non
sabe por que cabsa mas de que oyó
decir que sy el dicho don cristoval
colon pudiera prender al dicho mar-
tin alonso lo prendiera y lo llevara
preso consygo á la corte e que den-
de á pocos dias quel dicho martin
alonso llegó á la villa de palos no
entrando dentro se fue a una here-
dad suya que está en término de
moguer e allí adolescio e estando
doliente lo traxeron ciertos debdos
suyos á un monasterio de francis-
292 MARTÍN ALONSO PINZÓN
eos que se dize la Ravida en térmi-
no de palos a donde el dicho mar-
tin alonso fálleselo desta presente
vida lo qual vido este testigo estan-
do en aquella sázon en aquella tie-
rra e lo demás que no lo sabe.
»A las veynte e tres preguntas
dixo la sabe como en ella se contie-
ne preguntado como la sabe dixo
que porque este testigo a visto lo
en ella contenido y es debdo del di-
cho Juan martin pincon hijo del di-
cho martin alonso e que lo vido
nascer e criar en su casa como su
fijo lejítimo lo qual es muy público
e notorio en la dicha villa de palos
y en otras partes donde tienen de-
llos noticia e conoscimiento.
>A las veynte e quatro pregun-
tas dixo que lo que sabe desta pre-
gunta es que este testigo bino con
el dicho don cristoval colon por su
POR J. M. ASENSIO 29Í
piloto el segundo viaje que hizo á
estas partes y en el dicho segundo
yiaje el dicho don cristo val colon
con su yndustria descubrió las ys-
las en las preguntas contenidas y
este testigo las ayudo á descubrir
como su piloto y esto sabe destas
preguntas y es la verdad y lo de-
mas que no lo sabe.
>A las veinte e cinco preguntas
dixo que no la sabe e que dicho don
oristoval colon descubrió las par-
tes en la pregunta contenidas yen-
do este testigo por su piloto.
»A las veynte e seys preguntas
dixo que dize lo que dicho a en la
pregunta antes desta e que quando
el dicho don cristoval colon descu-
brió las partes e yslas contenidas
en la pregunta dende a cierto tiem-
po vinieron por allí otras perso-
nas que venían con cargos de los
294 MARTÍN AL0N60 PINZÓN
Reyes católicos é no sabe otra
cosa.
»A las veynte e siete preguntas
dixo que no la sabe mas de que cree
que dicho don cristoval colon y
después don diego colon su hijo e
don luis colon su nieto, almirante
que agora es an llevado aquella
parte de que su magestad y los Re-
yes católicos le hizieron merced, y
assi lo a oydo dezir publicamente
y que se Remite a los libros de su
magestad.
»A las veynte e ocho preguntas
dixo que dize lo que dicho a en
que se afirma e que deste caso esto
es lo que sabe y la verdad para el
juramento que hizo e no firmo por-
que dixo que no sabia escrevir e
dixo que por que antes de agora
tiene dicho su dicho en Razón de lo
contenido en las preguntas deste
POR J. M. ABEN8I0 295
ynterrogatorio que se Remite a lo
que asy tiene dicho en todo ello
e lo demás no lo sabe.
Es copia literal del documento á
que se refiere, existente en este Ar-
chivo,
C. Jiménez Placer.
llSJ-DIOE
Págs.
Prólogo 5
Parte primera 31
Parte segunda 71
Parte tercera 173
La leyenda colombina. — I. Historia
antigua.— Leyenda moderna 223
IL — El recibimiento en Barcelona 232
IIL— Noticias anteriores del Nuevo Mun-
do V primer viaje de Cristóbal Colón. 244
IV.— Colón y Bobadilla 252
Apéndick.— Declaración del piloto Her-
nán Pérez Mateos t 273
Archivo general de Indias de Sevilla. . . 279
LA ESPAÑA MODERNA
REVISTA IBERO -AMERICANA
Cada número forma un grueso volumen de
más de 200 páginas , gran tamaño , á dos co-
lumnas.
Se divide en dos secciones: española y ex-
tranjera. La española está escrita por Are«
nal (D.* Concepción), Karrantes, Cam-
poamor , Cánovas ^ Castelar , Échela-
ray, Galdón, llenéndez y I*elayo, Par-
do Bazán (D.^ Emilia), Palacio Valdés,
Pí y Margall, Thebusseni,Talera y Zo-
rrilla, con los que alternan, en concepto de
colaboradores, los primeros publicistas es-
pañoles. La parte extranjera estará redacta-
da por Oour^et, Cantú, Coppée, Cher-
liuliez, Daudet, Dostoyusky, Gladstone,
Goncourt, Ricliepin, Tolstoy, Tiirgue-
uef y Zola.
Precios de suscrición, pagando por ade-
lantado :
En España, seis meses, diez y siete pesetas;
un año, treinta pesetas. — En las demás nacio-
nes europeas y americanas , y en las posesio-
nes españolas, un año, cuarenta francos, en-
viando el importe á esta Administración en
letras sobre Madrid, París ó Londres.
Las suscriciones, sea cualquiera la fecha
en que se hagan, se sirven á partir del mes
de Enero de cada año. A los que se suscriban
después, se les entregarán los números atra-
sados.
Se remite un tomo de muestra gratis á
quien lo pida por escrito al Administrador de
La España Moderna, Cuesta de Santo Do-
mingo, 16, principal.
Quedan algunas colecciones de los años
1889, 90 y 91, á 30 pesetas en rústica, y "lO
en pasta.
LA NUEVA
CIENCIA jurídica
antropología-sociología
Las ciencias jurídicas y sociales atraviesan
un período de profunda y radical transforma-
ción. El clasicismo agoniza y el positivismo
moderno gana terreno de día en día. El méto-
do experimental y de observación, que tiempo
atrás produjo tan beneficiosos resultados en
las ciencias físicas y naturales , se aplica hoy
con innegables frutos al estudio de las mora-
les y políticas. Al fundar una revista españo-
la que sirva de palenque á todas las ideas bajo
el lema: «La nueva ciencia jurídica»— título
de ancha base que permite tratar del mismo
modo y bajo distintos aspectos, las cuestiones
sociales y los problemas puestos sobre el ta-
pete por los modernos criminalistas italia-
nos— nos proponemos dar á conocer las pro-
ducciones más notables, en orden á estos tra-
bajos, de los escritores nacionales y extranje-
ros, y fomentar de una manera especialísima
en nuestra España la afición al estudio de
esta nueva fase de las ciencias sociales y jurí-
dicas. Contamos con la cooperación valiosísi-
ma de los más ilustres tratadistas españoles,
y la sección extranjera estará á cargo de per-
sonalidades tan eminentes como Lombroso,
Ferri, Garofalo, D'Aguanno, Fioretti, Marro,
Lacassagne, Puglia, Benedik, Tarde, Ribot,
Morselli, Frenek-Feré, Sergi y Morrison.
Condicione» de suscrición :
Cada mes verá la luz un cuaderno de 64 pá-
ginas grandes, á dos columnas. Sólo se admi-
ten suscriciones por un año, á partir de Ene-
ro, aunque se haga el abono después del refe-
rido mes : en este caso se entregarán al sus-
critor los números atrasados.
En España , un año 12 pesetas.
Fuera de España , lo mismo
en Europa que en América, fld —
Se suscribe en la Administración de La
España Moderna y de La Nueva Ciencia
Jurídica, Cuesta de Santo Domingo, 16, pral.,
Madrid, enviando el importe en letras de fácil
cobro ó en sellos, pero en este caso certifican-
do la carta;
NOVELAS Y CAPRICHOS
Precioso libro que contiene lo siguiente:
Sopas de ajo (cuento) , por el Doctor Tebussem. —
El collar de perlas (cuento árabe) , por Manuel del
Palacio.— Virtudes premiadas (novela), por J. Octa-
vio Picón.— El poder de la ilusión (poema) , por Ra-
món de Campoamor.— El mechón blanco (cuento),
por Emilia Pardo Bazán— Tisis poética (leyenda),
por José Zorrilla.— Chucho (agua-fuerte), por A. Pa-
lacio Valdes. — La risa del payaso (cuento), por Emi-
lio Ferrari. — El novenario de ánimas (cuento), por
Narciso Oller— Placidez (cuento), por Eugenio
Selles.— La condesa de Palenzuela (cuento), por Anto-
nio de Valbuena.
ORABJlDOS
Historias mudas. — Tomando el baño. Destreza de
un boml)ero, Se paró el carro, El tigre y la suegra. Seré-
nala romántio-naturalista, Dicha breve, De la novia á la
suegra, Culpa y castigo. El fotógrafo, El que mucho abar-
ca, Cambio de sacos, El perrillo amaestrado, Sueño inte-
rrumpido, El telescopio, En el circo. El pescador inglés,
Desequilibrio, El viajero, Quien con perros se mete, El
perrillo juguetón.
Autógrafos— Del P. Luis Coloma , de Ayala, de
Alarcón, de Núñez de Arce, de Hartzenbusch, de Ventu-
ra Ruix Aguilera, de Zapata, de Fernández y González,
de Selgas.
Retratos. — De Juan Eugenio Hartzenbusch, de Nú-
ñez de Arce, del P. Luis Coloma, de Ventura de la Vega,
de Tula Avellaneda, de Wagner, de Fernán-Caballero,
de Tolstoy.
Retratos históricos.— Napoleón I en Austerlitz y
en Waterloo, Napoleón III, Federico el Grande, Ricardo
Wagner, Listz, Wagner y Bülow, Ricardo Wagner en
El Anillo de los Nibelungos.
Sombras— Bismarck, Crispi.
Grabados sueltos. — Transformación de una cafe-
tera, Estudio de Fernán- Caballero, Un descanso. Un niño
artista, Teatro de Bayreuth, Retrato de familia, Wagner
llevando la batuta, El Mesías de los judíos, Caricatura.
Un volumen de más de 300 páginas, treS pesetas
en las principales librerías.
COLECCIÓN DE LIBROS ESCOGIDOS
Obras del Conde León Tolstoy
LA SONATA DE KREUTZER
En un estudio que la Sra. Pardo Bazán ha
escrito acerca de Zola y Tolstoy, los más
grandes novelistas contemporáneos, dice la
ilustre escritora: «Tolstoy, cuando acierta,
marca la huella profundísima de su garra de
león, creando un drama tan real, tan hondo
tan amargo, tan sublime — no es hiperbólico
el elogio — como La Sonata de Kreuher, acaso
la novela más profunda y genial de la tem-
porada del 90 á 91.»
Se vende á tres pesetas en las principales
librerías, así como Marido y mujer ^ Dos gene-
raciones, El Ahorcado y El Princijae Wekhli, En.
el Oáucaso y La Muerte, del propio autor, que
pertenecen también á la «Colección de libros
escogidos. »
)
U.C. BERKELEYLIBRARIES
CDSflDDM^E?
Tsí\%
! UNIVERSITY OF CAUFORNIA LIBRARY