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COLECCIÓN
DE DOCUMENTOS, OPÚSCULOS í ANTiGÜEDADES
QUE PUBLICA
LA REAL ACADEMIA DEíLA HISTORIA
TOMO XXIV
MADRID
IMPRENTA Y FUNDICIÓN DE MANUEL TELLO
IHPBESOB DE CÁMARA DE 8. U.
Don Evaristo, 8
1893
L
LIBRARY
721489
UK'.VERSITY OF TORONTO
lE LOS MUCHOS SUCESOS .DIGNOS DE MEMORIA
QVJt HAN OCUREIDO BN
BiECELOM í OÍEOS LÜGiEES DI ClfiLüM
CRÓNICA ESCRITA POR
ENTRE LOS AÑOS DE 1626 A 1660
TOlS/LO "y
Coeprende desde NoTieibre de 1641 hasta Jonio de 1652.
NOTA PRELIMINAR.
Con la inesperada muerte de D. Celestino Pujol y
Gamps, perdió la Real Academia de la Historia uno de
sus más laboriosos individuos, y el Memorial Históri-
co un inteligente y constante colaborador. Desde 1888
venía publicando, comentando é ilustrando un curio-
so manuscrito que posee nuestro compañero D. Pas-
cual Gayangos, conocido por la Crónica del Espade-
ro, y que ha resultado ser la Crónica de los muchos
sucesos dignos de memoria que ocurrieron en Barce-
lona y otros lugares de Cataluña, escrita por Miguel
Parets desde el año 1626 á 1660, y en la que prefe-
rentemente se ocupa de la revolución y guerra de Ca-
taluña, que acaso fuese uno de los más grave» suce-
sos que amargaron el reinado de Felipe IV.
Era el Académico Pujol avaro y codicioso en la in-
vestigación, entusiasta por las glorias de su país; pero
estas condiciones ni amenguaban ni desvanecían su
amor á la verdad histórica, tan olvidada como obscu-
recida por los antiguos cronistas é historiadores, y
mucho más si éstos eran regnícolas y relataban su-
cesos de su país. Comenzó el tomo I señalando y des-
cubriendo el verdadero autor de la Crónica, y ofre-
ciendo á la crítica una preciosa serie de documentos
VI
inexplorados que iban á esclarecer puntos dudosos y
á derramar clarísima luz acerca de acontecimientos
importantísimos de la historia nacional.
Objeto de diversos y aun contradictorios juicios ha-
bía sido el origen y naturaleza de aquellos movimien-
tos, separación y guerra de Cataluña, que desde Meló
á Balaguer han preocupado á tantos ingenios; pero
hasta que Pujol .lo dijo y probó en el tomo II de su
importante trabajo, no se ha conocido la poco sabida
trama que fué el fomento de la revolución. Guando
el 7 de Junio de 1640 los segadores armados penetra-
ron en la capital del Principado, y á sus manos mo-
rían asesinados los representantes del Poder Real, ya
los Diputados de Cataluña habían iniciado las secre-
tas inteligencias con la Francia, que terminaron con
el tratado suscripto por ambas partes el 15 de Agosto
del referido año. Acerca de este punto, la prueba es
acabada y concluyente, y á evidenciarla se aportó la
nutrida documentación de los tomos II, III y IV.
Después, y hasta el año 1660, continuó la guerra
con su forzoso séquito de horrores y desventuras, y
en 22 de Mayo de 1659 convinieron España y Francia
en una suspensión de armas para escuchar la conso-
ladora idea de la paz. Con efecto, en la isla de los Fai-
sanes se concertó el tratado llamado de los Pirineos,
consignándose que éstos formarían en adelante la va-
lla que separase á la España de la Francia. Si hubiera
de documentarse según comenzó la serie de aconteci-
mientos y vicisitudes de una guerra que duró veinte
VII
años, el trabajo no revestiría la importancia que, por
circunstancias excepcionales, adquirieron los cuatro
primeros tomos de la Crónica de. Parets, prueba de la
laboriosa actividad del malogrado Pujol, y el Memo-
rial Histórico perdería el carácter y principal fin de
su creación.
La Real Academia de la Historia confió al que sus-
cribe esta Nota la continuación de la Crónica de Pa-
réis; pero no habiendo encontrado entre los papeles
reunidos, y que entregó la familia del finado, apunte
alguno que revelara el plan que el Sr. Pujol se pro-
ponía seguir, acudió á la Corporación que le había
honrado con tan delicado encargo, indicando varios
sistemas para continuar la publicación, y en sesión de
6 de Abril de 1892 se acordó dedicar á la Crónica pre-
ferente atención, y por notas y extractos, y literal-
mente en lo importante, dar á conocer la documen-
tación reunida y ofrecida por el mismo Sr. Pujol al
finalizar su Nota preliminar al tomo IV.
Cumpliendo este acuerdo, el tomo XXIV del Meivio-
RIA.L Histórico, V de la Crónica de Parets, comprende
el texto de ésta desde el capítulo i 12 del tomo I, hasta
el fin de la primera parte del tomo II; y el tomo XXV
del Memorial, VI de la Crónica, comprenderá el resto
de la misma, publicando por Apéndices, al final de di-
cho tomo, lo más interesante de la documentación
reunida y coleccionada.
Manuel Dan vil a.
Madrid 28 de Febrero de 1893.
CRÓNICA CATALANA
MIGUEL PARETS
CAPÍTULO 112.
ENTRA EN EOSELLON EL MAEISCAL DE VERSE CON PRIVILEGIO DE
VIRREY—JURA COMO TAL EN LA JUNQUERA Y QUEDA EN EOSE-
LLON CON EL EXÉRCITO.
Reconociendo el Rey de Francia los cordiales afec-
tos de este Principado de que informó Mosiur de Ar-
genten, y concordados los pactos y capitulaciones de
conservar los privilegios antiguos, condescendió á las
súplicas de embiar Virrey que administrase justicia,
de que se necesitava mucho en aquella ocasión, y asi
nombró al Mariscal de Verse, mui válido, hombre jus-
ticiero, gran soldado y mui afable y humilde.
Llegó al Rosellón con mucha gente y resolución de
pasar luego á Barcelona á jurar primero como Procu-
rador del Rey todas las Constituciones de Cataluña, y
después como á Virrey y Presidente; pero apenas en-
tró en Rosellón quando supo que la Armada de mar
española desembarcava en Colblliure el socorro para
Perpiñán y demás plazas, y así resolbió quedarse allá
hasta ver en qué pararían los subcesos: había en aquel
Condado mucha Cavallería ó Infantería francesa y ca-
talana governada por el Príncipe de Conde, y Lugar-
teniente suyo Marqués de Asperjen. Juntóse la gente
Tomo xxiv \
2
que entrava francesa, que ya estava para guarnecer
los puertos ó impedir los socorros que intentaron los
castellanos varias veces.
Estávase Verse en Argeles; y viendo por una parte
que la función de los socorros se diferia, y que por otra
las materias políticas y de justicia pedían remedio, se
concordó con Consistorios para acudir á todo, que en
el lugar de la Junquera, dos horas distante donde él
se hallava, fuesen á tomarle el juramento. Ajustóse
así para el día 30 de Diciembre de 1642, y saviendo
ya que los puestos havían llegado á la Junquera, un
día al amanecer hizo tocar arma en el exórcito, y aun-
que los Gavos principales savían el motivo, hizo estar
á las milicias con las armas en la mano todo el tiem-
po que hubo menester para hir en posta á la Junque-
ra, prestar el juramento y bolberse al Campo. Execu-
tólo así, y después de jurado se bolbió, dando órdenes
para diferentes castigos que se empezaron á executar.
Buelto al Rosellón el S.°'^' Virrey, resolvió pasar á
Elna para acercarse más á Perpiñán, dejando en Ar-
geles guarnición francesa y catalana y guarnecidos
los puertos lo mejor que pudo. Y haviendo tenido in-
teligencias que el Castellano intentava primera vez el
socorro de Perpiñán desde Oblliure para fiestas de Na-
vidad, despachó orden á Barcelona para que se hicie-
ran especiales rogativas á Dios Nro. Señor, y para el
feliz suceso executóse promptamente por todas las
iglesias, teniendo patente el Santísimo y haciendo va-
rias procesiones. El que havía emprendido el socorro
con quinientos caballos y mil infantes era el Marqués
de Torrecusa: embistió á Argeles; y aunque estava
bien guarnecido, no pudiendo resistir la pujanza cas-
tellana, se huvieron de rendir á vida salva, y encon-
trando algunos catalanes en el fortín, mataron unos
3
y hecharon oíros en galeras, y el Castellano puso allí
guarnición. Intentó pasar Torrecusa delante; pero el
Virrey cerró tan bien los pasos, que no pudo lograrlo,
y llegando á las manos huvo un fiero choque, en que
perdió mucha gente de una y otra parte, y particular-
mente de la nuestra, á ocasión de ser los soldados cas-
tellanos gente veterana de calidad, que viendo el
3 or Virrey la pérdida, huvo de llegar en persona á
pelear. Y asi los castellanos huvieron de retirarse á
Argeles con todas las provisiones y esperar ocasión
más favorable.
CAPÍTULO 113.
SOCOEEBN LOS CASTELLANOS Á PERPIÑÁN DESDE AEGELÉS—
LANCES Y SUCESOS DE ESTE SOCORRO.
Lunes 27 de Enero de 1642, al romper el día, los va-
tidores de la Marina dieron aviso al 8.°"^ Virrey cómo
los castellanos marchavan desde Argeles con todo el
grueso hacia Perpiñán, que serían hasta seis mil in-
fantes y seiscientos cavallos, pero toda gente vetera-
na y los más reformados; que la cavallería llevava
sacos en las ancas de los cavallos y la infantería tam-
bién á las espaldas, que era el socorro para Perpiñán.
Recivido el aviso, mandó S. Ex.^ juntar la gente que
estava por los quar teles, que serían cinco mil infan-
tes y mil cavallos entre la gente del país y franceses.
Oyó Misa S. Ex.-*^, aunque los repetidos abisos de la
marcha del enemigo no dio lugar á que acavara de
oyrla del todo. Montó á cavallo y enderezó sus pasos
á la Marina para reconocer la postura y designios da
los españoles; y viendo que eran de marchar por la
Marina al abrigo de ocho galeras y otras tantas bar-
cas que navega van al compás que las tropas camina-
4
van por tierra, se volvió á Cornelia, media legua dis-
tante de Elna, en donde las Milicias que no le havían
podido seguir le aguardavan; y juzgando que el ene-
migo pasaria entre el estaño de Ganet y el Mar, ya
fuese para tomar el socorro que las galeras trahían y
de allí pasarlo á Perpiñán, que sólo dista dos leguas,
ó ya para suprender Ganet con el amparo de las ga-
leras y desde allí por la vecindad lograr mejor la en-
trada á Perpiñán, procuró estor varíes el intento ade-
lantándose á una eminencia que está en los llanos del
estaño y Marina hacia Perpiñán: poco después llegó
el enemigo á esta otra parte del estaño ó punta donde
empieza, y viendo nuestras tropas tan adelantadas y
en la eminencia, hizo alto y muestras de retirarse y
torcer el camino por entre Elna y Sulellas. Gonocía-
sele el designio y salióle S. Ex.* al encuentro, y alió
á los españoles arrojados en el bosque que hay entre
Elna y el Mar, y disponiendo sus tropas para la ba-
talla esperó á los españoles, pero no se movieron,
sino que cogiéndoles la noche en esta postura, hicie-
ron muchos fuego, y recelándose el S.^'^ Virrey que
aquello no fuese darle con la entretenida y pasar el
socorro por la parte del mar ó por la del río Tec, es-
parció muchas centinelas por diversas partes y juntó
Gonsejo de guerra, en donde se discurrió si sería me-
jor acercarse á Perpiñán y allí esperar al Castellano
y darle la batalla, ó hirle siguiendo y cansarle con
picarle siempre: prevaleció este dictamen, porque en
distancia de dos leguas se travajaría al enemigo mui
á su salvo, haciéndole malograr la función con varios
encuentros, lo que no sería sino uno y contigente,
aguardándole al paso: así sucedió, pues, dando órde-
nes para que no se perdiese de vista al Castellano.
Llegó el día, y hallando al enemigo en forma de ba-
5
talla, puso S. Ex.* su gente en orden para ella, y á
cosa de las siete de la mañana fuese acercando al ene-
migo y haciendo jugar la artillería que iba á mano
derecha. Los castellanos también hacían lo mismo de
la suia, y estando cerca embistió la cavallería en dos
alas, una francesa y otra catalana, y al mismo tiempo
el cuerpo de exército iba marchando. La cavallería
no pudo llegar á la espada por haver fabricado aque-
lla noche el Castellano un foso tan ondo que no se
atrevieron los castellanos á salvarlo, y se davan las
cargas de una y otra parte, ocasionando la artillería
no poco estrago, pues se averiguó havían muerto más
de ducientos hombres de los castellanos y ciento y
veinte caballos. Cesó aquí el convate, y retirándose
nuestras tropas á refrescar, advirtieron que el Gaste-
llano, bien esquadronada su gente, iba abanzando su
marcha; bolbió S. Ex.*' á infestarlo, ya por la reta-
guardia y ya por los lados, de modo que se vio la in-
fantería española aligerar el peso de los sacos que lle-
vava, dejándolos por las viñas y derramando el trigo
que en ellos iva, y llegando á una sierrezuela, mal su-
frido, S. Ex.^ embistió con su batallón á otro de los
castellanos, y bien que lo abrió, le mataron el cavallo
ó se lo hirieron de muerte, y ad virtiéndolo su cava-
llerizo lo tomó de la rienda diciendo: — Señor, salga-
mos de aquí, que las tropas nuestras están algo apar-
tadas.— El cavallerizo quedó erido de un mosquetazo
en las espaldas.
El valor con que el señor Mariscal Virrey se portó es
imponderable, así por los peligros á que se expuso
como por los travajos, cosa que robó los corazones á
los catalanes ya en esta primera función: el enemigo,
no obstante que en tres varios lances se vio totalmen-
te desecho y perdido, prosiguió su marcha con resolu-
6
ción casi desesperada; entraron en Perpiñán los que
pudieron, dejando por el camino más de mil y quinien-
tos muertos sin los heridos, pasadas de quatrocientas
cargas de trigo y otras provisiones y algunos mil mos-
quetes y arcabuces. D. Lorenzo Sinisterra y el tenien-
te Borrell tomaron al Marqués de Mortara mucha
parte de plata y ropa de su servicio. Oyóse de un ter-
cio de castellanos que pedia hon quartel y á voces
misericordia. De los nuestros perecieron algunos du-
cientos hombres sin los heridos, y entre ellos quatro
Capitanes franceses, y erido el Capitán Forell de Plaza.
Entró el socorro en Perpiñán, aunque respecto de la
gente era cosa para algunos quince días; pero se mur-
muró después que el de Conde y Mosiur de Aspernan
habían dejado pasar mucha porción que no se savia y
que podían haver estorvado. S. Ex.'' quedó mui gozo-
so del valor de los catalanes y dio las gracias á Don
Felipe Sorrivas y otros Cavos con grande expresión
de su cariño. Vendíase en Elna públicamente y con
gran gusto y comodidad el pillaje que se havía echo
al enemigo en esta refriega.
CAPÍTULO 114.
TÓMALA ARMADA DE FRANCIA UNA GALFRA GENO VESA Á ESPAÑA
CON EL GENERAL JUANETÍN DORIA.
Havía unas seis galeras genovesas que governava
Juanetín Doria que servían de conducir provisiones de
Rosas á CoplUbre y demás plazas del Rosellón, y ha-
llándose en Collibre y precisadas á venir á Rosas, que-
riéndose desbiar de Cadaqués, donde havían dado fon-
do seis galeras francesas y algunos navios, partió el
día 6 de Febrero de 1642 al anochecer de Copllibre,
7
entrándose al mar para no ser descubierto de france-
sas, y estando alta mar le embistió una tan desecha
borrasca y desusados levantes, que en breve rato di-
bidió las galeras unas de otras sin saver qué derrota
tomaron: la Capitana, á fuerza de los vientos y las
olas, vino á parar al amanecer enfrente de Blanas; y
reconociendo Jonatín Doria el paraje, publicando que
más queria perderse en alta mar que dar en manos
de catalanes y franceses, peleava contra el viento para
entrarse al mar; pero la borrasca bolbía la proa luego
á tierra, batallando en esto fatigada la chusma, des-
pavoridos los marineros y rota la xarcia y remos, de-
seavan todos tomar tierra y salvar las vidas, sino Do-
ria. Mirávanse los de Blanas el suceso; y conociendo
que la ocasión les venía á la mano para aquella pilla,
acoreraron muchos barcos, y armados dieron buelta á
la galera, desde donde la gente les ceñava embistie-
ran: hiciéronlo, y en breve rato se apoderaron de la
galera; apresaron á Jonatín Doria y los Gavos, y ama-
rrando la galera á tierra la saquearon. Dióse luego
aviso á Barcelona que era 7 de Febrero, y D. Francis-
co Tamarit y el Sr. Argenton que tenía la Vicerre-
gencia, embiaron unas compañías de cavallos y un
coche en que trujeron á Tin Doria y Gavos, mientras
llegavan. Pelegro, Berardo y Jacovo de Negro, geno-
veses ricos que estavan aquí, fueron á ver los de la
Vicerregia para pedirles diesen una casa por cárcel á
Jonatín Doria, prometiendo grandiosas cantidades en
resguardo de la persona; pero se les respondió que la
misma casa que el de S.*'^ Goloma dio al Diputado se
le daría á Doria, que era la torre de la cárcel: consi-
guiéronlo el entapizarla y alajarla; llegó Tin Doria, y
después de haver cenado con Argenten le llevaron á
la Torre, y entró después el Gapitán y demás Oficiales
8
de la primera Plana de la galera, en donde estubo
unos diez días, hasta que llegó orden del Xpmo. para
pasarlos á Francia, que fué dentro unos quince días; la
chusma y marineros llegaron algunos días después, y
cerráronla á la Taracana para armar una nueva ga-
lera que havía y darla á nuestro Rey Xpmo. en satis-
fación de una que perdió su armada viniendo á Cata-
luña; a los más de los marineros se les dio livertad
por haver consentido en la presa; la Galera no pudo
servir porque la tormenta y los de Blanas la echaron
á perder.
CAPÍTULO 115.
ÚÑENSE LOS EXÉRCITOS ESPAÑOLES DE ARAGÓN Y CAMPO DE
TARRAGONA SIN ENCUENTRO ALGUNO.
Hallávase el enemigo castellano con dos mil cava-
llos y siete mil infantes, toda gente veterana y de mu-
cho valor. Capitaneava este exército con vices de Ge-
neral, D. Pedro de Aragón, Marqués de Povar, hijo
segundo del Duque de Cardona, y estando á la parte
de Fraga marcharon la buelta de Torres de Segur,
IJevando consigo una puente fabricada de barcas; lle-
gados al lugar derecho, plantaron su puente y pasa-
ron las Milicias á esta parte de Cataluña y quemaron
luego el puente: haviendo entendido Mosiur de la Mota
que se hallava en el campo de Tarragona el pasaje de
D. Pedro de Aragón, dejando guarnecidos los pasos,
marchó á impedir el tránsito de esta gente; hizo lo mis-
mo el Marqués del Río, que se hallava en Lérida; pre-
sentáronse delante el enemigo, y viendo que no se mo-
vía reusaron darle la batalla por hallarse inferior en
fuerzas y por creer que intentaría el tránsito por algún
collado de los más usados; pero burlóles la esperanza,
9
y aunque no le perdieron de vista, temiendo no per-
diera la cosecha de Urgel, que siendo á primeros de
Marzo esta va ya adelantada, una noche mui de secre-
to tomó la marcha por el bosque de Poblec, que tiene
dos leguas de largo, y por lo fragoso ó inusitado es-
tava bien olbidado de los nuestros, que quando advir-
tieron la marcha ya el enemigo se hallava en el cam-
po mezclado con los tarraconenses sin haver perdido
ni un cavo de cuerda, suceso que nos dio harto que
sentir.
CAPÍTULO 116.
ENTRA EN BAECELONA EL MAEISCAL DE VEESE, PEIMER VIRREY
POR FRANCIA.-HÁCENLE FIESTAS.
Haviendo socorrido los españoles á Perpiñán mu-
cho más de lo que se dixo ni pensó, bien que á costa
de tantas vidas y tanta sangre de una y otra parte, y
que conservando ellos algún puerto de mar en aquel
país, era infructuosa la asistencia de las Milicias é
inútil el travajo y bloqueo de la plaza, y así se resol-
vió nuestro Rey Xpmo. de venir en persona á Nar-
bona y tomar á Gaplliure, como abajo se dirá, y que
antes se viniese el Mariscal de Verse á Barcelona: en
esta conformidad se señaló para la entrada del nuevo
Virrey el día 23 de Febrero de 1642, haviendo prime-
ro llegado al Rosellón con un numeroso exórcito el
Mariscal la Milliere, llamado Charles de la Porta, de
que adelante hablaremos.
Prevenido ya el Palacio para el S.^*"^ Virrey, que fué
en casa el de Santa Coloma al llano de San Francisco,
diligencia que corría al cuidado de Aspernan; llega-
da la familia y cámara de S. Ex.^, vino el día seña-
lado en que mandó la ciudad formar un tercio de las
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cofradías, que constava de mil infantes, governado
por Galcerán Dusall, Mestre de campo; D. Gerónimo
Miguel, Sargento maior, y cinco cavalleros por Capi-
tanes; además otras compañías sueltas que ocupavan
varios puestos. Partió el tercio de la Plaza de Santa
Ana para la Cruz de San Francisco, camino de Per-
piñán, en donde formó un lucido esquadrón y en don-
de los Tribunales y Consistorios avían de recivir á
S. Ex.^; y ajustada la hora, que se procuró fuese tem-
prano, y precedidas las sólitas ceremonias que en
tiempo de España se observa van, salieron los Conse-
jos, Diputación y Ciudad con sus trompetas y mazas
y acompañamiento de nobleza y ciudadanos, que es
estilo en tal función, aunque en ésta se esmeraron por
ser la primera y suceder con tanto aplauso.
Llegó el S.^"" Virrey, y entre la Cruz nombrada y
Molino de Garbonell se hicieron las ceremonias y
cumplimientos que se acostumbra, y partiendo para
la ciudad con la misma orden que es estilo, el tercio
hizo salva y procuró hallarse en la Rambla para quan-
do pasara S. Ex.'' El S.'^'" Mariscal era hombre grue-
so, de edad de sesenta pocos menos años y entrecano;
venía con algunos camaradas, y su guardia, llamada
de la Caravina, que serían unos sesenta hombres; la
librea lucida carmesí y verde; su vestido era también
colorado y oro; venía en cuerpo sobre un hermoso ca-
vallo ricamente enjaezado y con gran plumage; entró
en la ciudad, y sin cubrirse jamás, sino haciendo mu-
chas cortesías á un lado y otro, llegó al Aseo donde
se le tomó el juramento: al entrar en la ciudad la ar-
tillería le hizo salva, y por todas las calles que pasó
estaban llenas de Milicias disparando de continuo.
Hecha la ceremonia y con la misma orden, partió
de la iglesia, y por la plaza y puerta férrica salió á la
41
Rambla, hallándola con la misma compostura de Mili-
cia que en las demás calles; y añadido el tercio y mu-
chos calderones y cantidad de hachas que para suplir
la luz 'del día se havía prevenido, y en verdad que era
en tanta cantidad y en tan buen orden, que no se
echa va menos el día, por la Rambla y Taracana llegó
S. Ex.^ á su palacio, hallando la plaza con gran con-
curso de Milicia y gente, y al entrar en su casa la ar-
tillería de la Marina le hizo segunda salva; y después
de los cumplimientos y cortesanías de vidas, los pues-
tos se volvieron á sus casas dejando al sosiego y des-
canso al nuevo Presidente á quien ^^isitaron todos en
los siguientes días.
CAPÍTULO 117.
LLEGA Á NAEBONA EL REY DE FRANCIA.-ENTRAN TROPAS EN EL
ROSELLÓN.— APRIÉTANSE AQUELLAS PLAZAS.
Antes de dejar el señor Marqués de Verse el Rose-
llón; antes de venirse á Barcelona, como queda referi-
do de su gran valor, armas é industria, dejó al ene-
migo deteriorado de fuerzas, reduciéndole de once mil
infantes y mil cavallos á cinco mil infantes y quatro-
cientos cavallos en el espacio de mes y medio: esta
gente repartió el enemigo entre Salses, Perpiñán y
Cobllibre, dejando aquí la maior fuerza por ser plaza
marítima y que importaba para el desembarco de los
socorros; y aunque el de Perpiñán le lograron los ene-
migos, respecto del que havían menester, fué pe-
queño.
Estando en estas operaciones tubo aviso S. Ex.'* que
S. M .Xpma., que Dios guarde, con el Cardenal venían
personalmente á Narbona, para dar calor á las ope-
raciones y acavar de sacudir enteramente el yugo de
42
los españoles que llegaron á 10 de Marzo de 1642 en
Narbona, y anteriormente havía entrado el Mariscal
de la Mallera en el Rosellón con sus tropas, que era
un buen pedazo de exército: visto esto S. Ex.-'*, dados
los órdenes necesarios al condado de Rosellón, reco-
conocido personalmente el terreno de Rosas y guarne-
cidos los collados, embió las tropas que le quedaron al
Mariscal de la Mota, que estava en Momblac con poca
gente.
El día 20 de dicho mes el Mariscal de la Mulera
puso cerco á Gobllibre, y en una tarde sola ganó las
eminencias, apresando quinientos españoles, siguiendo
los demás hasta el foso de Gollibre, en donde plantan-
do sus baterías y abriendo trincheras empezó á caño-
near el fuerte de S.'' Juan con horrible furia; y vien-
do que no logra va su intento, dando un asalto gene-
ral se apoderó de la plaza, degollando y aprisionando
la guarnición, que se componía de tres mil infantes
y quatrocientos cavallos, governada por el Marqués
de Mortara; tomado el fuerte fué fácil ganar la villa;
engañóle al Marqués de Mortara su valor, pues havía
escrito á Madrid que defendería las eminencias un
mes, y en pocos días le ganaron eminencias y plaza,
y con esto se aseguró el ganar en breve el resto del
Rosellón. A este tiempo amaneció delante de Barcelo-
na una esquadra de navios españoles á socorrer las
plazas del Rosellón, que permitió Dios que una dese-
cha y temporal bolbió á echar á Poniente los navios,
con que se imposibilitó el socorro, y en el intermedio
se formaron bastiones en la Marina para imposibili-
tar qualquier desembarco de los españoles.
43
CAPÍTULO 118.
INTENTAN LOS ESPAÑOLES SOCORRER POR TIERRA LOS PRESIDIOS
DEL ROSE LLÓN. -PIERDEN TODA LA GENTE HASTA EL GENERAL»
Y SUCESOS CON EXTENSIÓN DE ESTA EMPRESA.
Viendo los castellanos el aprieto en que decía el de
Mortara estava Gobllibre, y que perdida esta plaza se
perderían las demás; que Perpiñán estava falto de
gente, particularmente de cavallería, para correr la
campaña y con ella acudir á impedir las entradas de
las tropas francesas por el Lenguadoc, y que esta ca-
vallería podría pasar por mar, se tomó la resolución
más ardua que se ha visto en historias ni en opera-
ciones militares, que fué socorrer de cavallería ó in-
fantería el Rosellón, pasándola por tierra desde Ta-
rragona hasta Perpiñán, que teniendo todo el país
enemigo y sobre eso la asistencia de su Rey de Fran-
cia, podrá considerar qualquiera quán desesperada
determinación era: nombróse Cabo de este socorro á
D. Pedro de Aragón, Marqués de Povar, que poco há
le vimos salir de Barcelona con su madre en trueque
de los Embajadores que esta van en Madrid; nombrá-
ronle á éste, tanto por lo soldado, como porque ha-
viéndose criado en Cataluña le juzgaron más afecto
de los catalanes, y que con esto le molestarían menos^
en sus tránsitos; al mismo tiempo se resolbió pasaran
los navios que por la inclemencia del tiempo no pu-
dieron adelantar su viage. Puesto en Tarragona como
se ha referido en otro capítulo el S.*'"' D. Pedro, se le
dispuso un trozo de la gente más lucida y veterana
que havía en el de España, esto es, dos mü y qui-
nientos cavallos entre carrozas y cavallos ligeros, mil
u
dragones y mil infantes, casi todos Oficiales vibos y
reformados, que no podía ser sino sobrado valor el
intentar pasar treinta leguas de país enemigo tan ás-
pero, montuoso y poblado como se save: dispuesto
esto por el Marqués de la Inojosa, Governador de
Perpiñán, y D. Pedro, llegó la orden de Madrid de
que perderse ó pasar al Rosellón, y para executar las
jornadas con brevedad tubo orden el S.^'^ D. Pedro de
no entretenerse á tomar plaza alguna y de que se die-
ran muías á la infantería y á cada uno víveres y mu-
niciones para doce días.
Después de la entrada del Mariscal de Millera, como
está dicho, llegaron cada día rejimientos de infantería
y cavallería que embiava el S.<»^ Virrey al Alariscal
de la Mota en Momblac: con estas entradas se engañó
el de la Mota bastante tiempo. Llegó aviso á S. Ex.'' de
la villa de Tremp de que por aquella partida entrava
D. Vicente de Aragón con un trozo de cavallería y
infantería, bien que poca, pero que se recelava no
pusiesen sitio á Tremp. Recivió este aviso; le partici-
pó S. Ex.'' al de la Mota, con orden que reconociese
al enemigo y socorriese aquel partido, Executóse jun-
tando gran número de somatén. Llegó el enemigo á
vista de Tremp y embió un trompeta diciendo se rin-
dieran á su Rey que venía á librarlos de la opresión
francesa, á que respondieron los naturales que no se
juzgava opresión, sino mui gustosos en el dominio del
Rey de Francia, y de calidad que, no haviendo en la
villa francés alguno, ellos los llamarían para que los
defendieran de los españoles; trata vase de alguna re-
friega á tiempo que llegó el socorro que emibiava
Mosiur de la Mota: con él y los sometenes obligaron
á D. Vicente á retirarse á Aragón más que de paso.
Publicóse que esta entrada era para divertir á los
15
nuestros y facilitar el paso á D. Pedro, que bien per-
trechado, y con las tropas que queda referido, partió
del campo de Tarragona á 24 de Marzo de ^642, en-
derezando su viage hacia el Rosellón, como hemos di-
cho; y así como sacó el pie del campo, los pueblos cir-
cunvecinos repitieron los avisos, unos al S.^"^ Virrey
y otros al Mariscal de la Mota.
Havida noticia del movimiento y marcha del ene-
migo, despachó S. Ex.^- correos á la Corte y á los Ma-
riscales de la Millera y la Mota, para que puesto te-
nían bastante cavallería, bajase por la parte de Igua-
lada para dar sobre la retaguardia del enemigo, juz-
gando era forzoso toparle al pasar el río Llobregat ó
entre Martorell y Esparraguera; así mismo se despa-
chó orden á todos los pueblos para que levantando so-
matenes diesen sobre el enemigo, y éstos se portaron
con tal fervor y fineza, que mostraron bien el odio que
tenían los castellanos y la ovediencia puntual á Su
Excelencia.
Al mismo tiempo que D. Pedro de Aragón empezó
su marcha, el Marqués de la Inojosa, con las tropas
que le quedavan, hizo frente por todos los collados al
S.^*" de la Mota, á cuio cargo estavan militando vajo
las órdenes de D. Jph. Margarit; pero reconociendo la
Mota que era estratagema del de la Inojosa para que,
no se siguiese á D. Pedro de Aragón, dio orden á los
rejimientos de los Mosiures Aubaye, Aubusi, Maunsi
y de Ales, y á las compañías catalanas de D. Jph.
Amat y del comendador Enrrique Juan para que, en-
caminándose á Piera, se fuesen juntando y dando so-
bre la retaguardia del enemigo. La Mota continuó en
hacer frente en los collados y dejándolos á custodia de
Mosiur de Ferrail, se partió á Piera dando aviso de
todo á S. Ex.*
i6
Llegó D. Pedro de Aragón á los Arbos, y de tránsi-
to embió un trompeta diciéndole se rindiese dándole
pactos mui honrrosos, alegando ser él también patri-
cio; respondieron que no fiavan en promesas castella-
nas, como se havía experimentado en Gambrils, que
haviéndose rendido á vida salva colgaron los Gavos
principales que eran cavalleros y pasaron á cuchillo
los demás, y que así pasase adelante ó tratase de pe-
lear, que ésta era la resolución en que estavan. Por no
perder la jornada marchó delante dejando á Villafran-
ca á un lado; pero como esta villa estava prevenida
para qualquiera sitio, empezóles á disparar á la larga
y á publicar voces á desafiar el exército, y las dos
compañías cathalanas que dejamos arriva dichas, ove-
deciendo las órdenes del de la Mota, fueron siguiendo
la retaguardia.
Llegó la Mota á Piera, y apenas lo supo S. Ex.* le
embió 65 soldados de los de su Guardia de la Garavina,
y además un trozo de cavallería que esperando ser
montada se hallava á la vista de Barcelona alojada,
hallándose la Mota con pasados de mil cavallos y el
enemigo en San Sadurní, éste á una legua del río
Llobregat y el otro á dos, bien que era forzoso toparse
al pasar el agua, aunque dividían los exércitos la as-
pereza y montaña que hay entre Piera y San Sadurní
por venir el uno camino real de Tarragona y el otro
camino real de Lérida. Á esta ocasión el Gobernador
de Gataluña D. Jph. Margarit entró en Barcelona, y
tomando las órdenes de S. Ex.'' pasó á San Saloni y le-
vantó los somatenes de todos aquellos lugares, juntan-
do en aquel distrito hasta tres mil catalanes con áni-
mo de perder primero la vida que permitir el tránsito
de los castellanos. Al mismo tiempo dio orden que las
tropas que venían de Francia para pasar á Momblac
17
se detuMesen en San Saloni, y á Mosiur de Argenten,
que venía de París, se le dio orden parase en Gerona;
y teniendo esta noticia de los designios del enemigo,
pidió á la ciudad de G-erona hiciese alguna leva, que lo
executó con puntualidad, formando una de 200 mos-
queteros, y formando de cavallería é infantería dos
mangas, se dispuso que la una ocupara la parte de tie-
rra, que con los somatenes que se havían convocado
en aquel distrito era un número mui crecido. Dio avi-
so de esto al Governador Margarit y juntamente or-
denó que el rejimiento de Terraín se adelantase á Hos-
tarlic para unirse á las tropas de San Saloni, que en nú-
mero pasavan de 6.000 infantes y 400 cavallos, núme-
ro que, havido respecto al terreno, era bastante para
detener qualquier exército. El Mariscal de la Millera,
apenas tubo aviso, hizo pasar del Rosellón al Empur-
dán el rejimiento de cavallería de Lorán, uniéndosele
el de Magaloví con los Ayudantes de Campo Mosiur
Guitaud y Mosiur Fontvillia, para juntarse con la ca-
vallería catalana ó infantería del batallón que estava
de guarnición en Castellón de Empurias. El Maestre
de Campo D. Jph. Sacosta convocó todos los pueblos del
Empurdán hasta Aulot, que son muchos, y con ellos,
las tropas catalanas y francesas quedó el Empurdán
echo un cuerpo de guardia para concluir con quales-
quiera tropas castellanas que, escapando de los pasos
arriva referidos, llegasen á aquel parage. La Ciudad de
Manrresa, puntual siempre en sus servicios, convocó
de su veguería quatro compañías que, haciéndolas pa-
sar por asperezas y montañas inaccesibles, las puso á
la orden del S.«'' de la Mota.
Ija ciudad de Barcelona, tan fina como atenta siem-
pre al servicio de su Rey, luego que supo el movi-
miento de D. Pedro de Aragón, convocó Consejo de
Tomo xxiv 2
18
Ciento y resolvió hacer una leva de quinientos mos-
queteros que, bien municionados y socorridos con qua-
tro rs. todos los días, estuvieron á la orden de S. Ex.*
el S.**^ Virrey. Executóse esta leva en menos de seis
horas, y pusieron á la orden de S. Ex.'' la gente ar-
mada y socorrida que lo estimó infinito, y mando mar-
chasen luego á topar al S.'^'^ de la Mota, á quien escri-
bió la fineza y gran servicio de la ciudad. Últimamen-
te, todos los pueblos de la provincia grandes y chi-
cos que estavan á seis leguas del camino real á una y
otra parte, se pusieron en arma continua para no dejar
pasar castellano alguno: éste era el aparato y ésta la
disposición y vigilancia que contra D. Pedro de Ara-
gón y sus tropas se tenía. Veamos ahora los sucesos.
El día 25 de Marzo partió el S.^"" de la Mota de Fie-
ra, dos oras antes de día, con sus tropas para topar al
enemigo en el puesto por donde havía de esguazar el
río Llobregat; á las seis de la mañana llegaron á su
campo los dos Mariscales de Campo de Oquinqurt y el
Marqués de la Lucerna. Á las ocho de la mañana avi-
saron los batidores de la estrada de la marcha del
enemigo. Puso sus tropas en batalla en terreno ven-
tajoso, y reconocido el enemigo, dejó descansar y re-
frescar la cavallería, y entre tanto ordenó que la
mosquetería catalana en orden de escaramuza, entre-
tubiese al enemigo para obligarlo á que dejase infan-
tería á la retaguardia: sucedió así, porque pasando el
enemigo el río dieron los nuestros sobre su retaguar-
dia con la gente de las Caravinas del Marqués Ville y
de Maty, sustentado de otra gente en escaramuza, y
cargando sobre ellos con tal derecho, que perdió allí
el enemigo pasados de ducientos hombres, entre he-
ridos, muertos y presos, todos de suposición, y con
esto vino á dormir el de la Mota á Martorell: el ene-
\9
migo encaminóse por Terrasa, desviándose del cami-
no real. El día 21 hizo el S.*"" de la Mota marchar sus
tropas á San Andrés de Palomar, siendo la jornada de
cinco leguas; y ese mismo día pasó por Barcelona á
recibir las órdenes de S. Ex.*, y sin más detención que
la de tomar un refresco, marchó á San Andrés; si-
guiéronle muchos ca valleros catalanes y gente de Bar-
celona, con resolución de perder las vidas por su Rey
Xpmo. y por su pa'ria. Á este tiempo se descubrieron
en alta mar trece navios grandes de España que pasa-
van á Levante, y se supo Uevavan mantenimientos so-
lamente á Rosas. Llegado el S.»"" de la Mota -á San An-
drés, tubo aviso que el enemigo marchava á Mollet,
dos leguas distanLes de San Andrés. Partió luego á
encontrarle, y topó en el camino los quinientos mos-
queteros de Barcelona, con otras reservas y una com-
pañía de su rejimiento: hicieron alto aquella noche
en un bosque pegado al camino real, medio quarto de
legua del enemigo, á quien tubo toda la noche en
arma y sin sosegar un instante por las repetidas que
le da va.
El día 28, savido que los exércitos estavan á la vis-
ta como se acava de decir, el Consejo de Ciento resol-
vió segunda leva de 500 mosqueteros con el mismo
socorro y que marcharan luego, y para que fuera de
soldados veteranos suplicó á S. Ex.^ los sacara de las
galeras; pero hallando reparo en desarmarlas de gen-
te, marcharon los naturales aquella misma noche á
incorporarse con las demás tropas. Ese mismo día 28
al amanecer se despobló Barcelona de hombres, por-
que apenas se encontravan por las calles qué fuesen
aviles para las armas: sacóse por quenta que los vo-
luntarios que salieron ese día con armas en aiuda del
S,°' de la Mota pasaron de seis mil hombres, tanto
20
que para guarnecer los puestos fué menester que los
QQ^coa y frayles tomasen las armas en seguimiento de
aquéllos, y con socorros de víveres, paños, ungüen-
tos y variedad de regalos fueron un sinnúmero de mu-
jeres, acción que pasmó á S. Ex.^ y pasmara á qual-
quier nación; el S.»"" de la Mota, mientras que su gen-
te y tropas se iba ordenando en batalla, reconoció al
enemigo, que sin ánimo de pelear proseguía su mar-
cha, y comenzándose á empeñar en el estrecho del
camino real que entra al mesón que llaman de la
Grúa, vio el S.°^ de la Mota ser la ocasión y el terre-
no apr opósito para embestir y dar sobre el enemigo:
conociólo el enemigo, y dando orden que los batallo-
nes de cavallería más lucidos hicieran cara, y que la
demás gente pasara adelante, y no obstante que en
número y calidad de cavallería era ventajoso el ene-
migo, con todo, el S.^'^ de la Mota le embistió con tal
denuedo, que dividiendo en trozos su retaguardia, le
hizo cruel destrozo; la cavallería catalana, y particu-
larmente la que salió de Barcelona y la gente gover-
nada toda por D. Jph. Dardena, como le tocó la man-
guardia y estavan abanzados, pelearon con estremado
valor. Embistió la compañía de las guardias de Su
Excelencia, que aquel día obró maravillas, con tal
ímpetu, que no pudo resistirla el enemigo: las com-
pañías de Gasio, de Saboya, de Subini, de Busi, de Ales
y de Ati, una espada en mano, y otras con achas,
executaron tal rigor, que regaron aquella campiña de
sangre castellana. Quedaron prisioneros en esta oca-
sión del exórcito castellano D. Vicente de la Marra,
Teniente general de cavallería, y un sobrino suyo Ca-
pitán de cavallos; el Comisario general de caballería,
doce Capitanes de cavallos, cruzados de Santiago, y
más de cinquenta Oficiales vibos, sin algunos cavalle-
21
ros y gente de quenta. Perdió el 'Castellano en esta
ocasión más de mil hombres entre los presos, eridos,
muertos y fugitihos.
De parte de nuestro exército murieron D. Ramón
de Villalva, y á pocos días de las cridas D. Gaspar de
Llupia, Capitán de cavallos, de edad de 16 años, mozo
de gran valor y prudencia; D. Juan Copons, Comen-
dador de San Juan, y D. Juan Tamarite: franceses, el
Capitán de las guardias de S. Ex.^, y un corneta, Mo-
siur de Otil; eridos catalanes fueron: D. Antonio Ca-
zador, D. Salvador Bayle de Flasas, Capitán de cava-
llos; D. Gerónimo Tamarit, hermano de D. Juan;
T. Callar, D. Gerónimo Torres y el Teniente refor-
mado-Ximónez, y de los franceses Mosiur Catani, Mo-
siur Castolet, Capitán de cavallos, y alganos otros que
por no tenerlos en nómina se dejan de indibiduar.
Los prisioneros de nuestra parte fueron Mosiur de
la Ro vinera, Mosiur de Montaña, Teniente de cava-
Hería y de la guarda de S. Ex.^; catalanes sólo quedó
uno, que fué el Capitán de cavallos D. Man-uel Daux.
De los cavalleros catalanes que capitaneaba el Maes-
tre de campo D. Jph. Dardena, los que más se seña-
laron fueron dos que quedaron ocupando las primeras
ileras del trozo; embistieron al enemigo con gran de-
nuedo y nunca visto valor, ocasionándole mucho te-
rror y detrimento; los franceses pelearon mucho y
con gran constancia, y quien entre todos se señaló
más aquel día fué Mosiur de Onquincurt y de la Lu-
cerna, á quien después de muerto el cavallo, con es-
pada en mano y á pie peleó cerca de media ora con
valor mucho, hasta que socorrido de los suios pudo
tomar un cavallo. Los Mosiures de Catane, de la Ro-
vinera, de Cabot y de la Vallée obraron muy á satis-
facción del S.**"^ de la Mota; pero no es de admirar
quando S. Ex.^ se portó con tanto esfuerzo y valen-
tía que bastava para infundir valor en el ánimo más
acobardado y femenino: sucedióle á S. Ex.^ á los pri-
meros encuentros entrarse en el balallón de D. Vicen-
te la Marra, que, ansioso de rendirle, experimentó
contraria suerte, quedando él prisionero de S. Ex.^
Derrotado, como se aoava'üe leer, el enemigo, con
fuga bien apresurada se retiró á un valle largo que
está entre el camino real de la Grúa á Granolles y de
la Rúa á la Roca; la infantería ocupava la eminencia,
y la cavallería en el valle se reacia del pasado encuen-
tro llorando todos su poca suerte. El S.»'' de la Mota,
reconociendo fatigadas sus tropas, las hizo marchar á
Granolles, una legua distante del campo en donde se
avía peleado, para que con más comodidad descansa-
sen y refrescasen.
El día siguiente 29, á las tres de la mañana, tubo
aviso el S.°^ de la Mota de que el Campo castellano
estava ya para marchar; puso su gente en batalla
fuera de la villa, y encaminó su marcha hacia Garde-
deu con ánimo de cortar el paso al Gaslellano y co~
gerlo en lo más angosto del terreno; pero á breve rato
tubo nuevo aviso de que el Castellano, quizá noticioso
de las prevenciones y lances que adelante havía y te-
mía sucederle, pegado fuego al bagaxe y desgarrota-
das las muías y cavallos que por fatigados reconoció
ser inútiles, bolbía atrás camino de Tarrasa, de don-
de havía salido el día antes arrepentido de su loco
arrojo, y procurando si pudo salbar algo de lo que
llevaba.
Viendo el S.^*" de la Mota que el enemigo bolbía la
cara, bolbióla también con sus tropas en su alcance,
y dentro dos horas llegó á descubrir al Castellano al
pasar de un valle, y los batidores le encontraron á la
23
otra parte puestos ya en esquadrones. Dio aviso la
Mota á S. Ex.^ de la contramarcha y rumbo que to-
maba el Castellano, y que mandara á Mosiur de Ta-
rril que á toda diligencia vajara á Villafranca de Pa-
nados á atajar el paso al enemigo; mandó también
que por la sierra pasaran á la otra parte del valle qui-
nientos mosqueteros para escaramucear al enemigo, y
mientras tanto refrescó su cavallería. El S.'''' -Virrey
despachó correo á Tarrail para que vajara á ganar la
manguardia al enemigo, que ovedeció promptamente.
Los mosqueteros, así de sueldo como somatenes y vo-
luntarios, que componían hasta quince mil hombres,
fueron por diversas partes siguiendo y dando armas
al Castellano por todas partes, sin dejarlo sosegar de
día ni de noche, ni darle tiempo para refrescar ni rea-
cerse: entre tanto el S.*^^' de la Mota con sus milicias
se abanzó y pasó Martorell, ganándole mucho abance
al Castellano. Partió de Martorell el día siguiente tres
horas antes de amanecer, y llegó á Villafranca á las
nueve de la mañana; refrescó allí su gente, y á las
tres de la tarde avisó por los vatidores que el Caste-
llano estava una hora ya de la villa. A este tiempo,
D. Joseph Margarit, que se hallava en San Saloni,
supo la contramarcha del enemigo y con su gente
partió á toda diligencia, de modo que el día mismo 29
que la Mota dormía en Martorell llegó Margarit á re-
frescar en Capuchate del Valles, y marchando aquella
misma noche y saviendo que el de la Mota estava ya
á vista del enemigo, encaminó sus tropas á guarnecer
aquellos pasos de entre las bebidas y la villa de Piera,
para estorvar el tránsito del enemigo á Igualada, en
caso que quisiese huir del S.°^" de la Mota y dar por la
parte de Urgel, que huviera dado arto que temer y
arto en que entender.
24
A vista de Villafranca se puso el enemigo en bata-
lla, formando su campo lo mejor que pudo en la on-
dura de un valle; íuóle á reconocer en persona el S.**'^
de la Mota, y hallóle que su frente mui larga esta va
en batalla, y coligiendo que con las sombras y quie-
tud de la noche marcharía, y que podía elegir de dos
caminos que hay para Tarragona el que le pareciere,
embió á ocupar por el rejimiento de S.*^ Eulalia, go-
vernado por el Sargento maior D. Fran.<=° Sorribas, al
qual se agregaron 200 mosqueteros de Villafranca,
todas las eminencias de entrambos caminos con orden
de que en repetidos puestos de ella se hiciese fuego
toda la noche; al S.'»' de Terrail le embió con su trozo
á que en la parte de la marina estuviese á la izquierda
mano del enemigo, y S. Ex.^ se puso con su cavalle-
ría en medio de los dos caminos, refrescando unos y
otros en el mismo campo de batalla, aguardando en
esta forma hasta las cinco de la mañana del siguien-
te día.
No se descuidava en esta ocasión el Governador
D. Jph. Margarit, que saviendo la postura del enemi-
go y la nuestra, se arrimó hacia aquella parte, sem-
brando todas las eminencias de alambores y trompe-
tas, persuadiendo con esto al enemigo que aquellos
pasos de Igualada estavan bien guarnecidos, ardid que
importava mucho para el suceso que se tubo.
Por algunos prisioneros ó fujitibos que del enemigo
llevavan al S.«^ de la Mota, se supo que el Castellano
marchava á mano derecha ó izquierda de S. Ex.^, y al
instante caminó hacia aquella parte para cortarle el
paso, é imbió á llamar á Tarrail y al amanecer se
halló en Villafranca. Llegado Tarrail puso en orden
de batalla sus tropas: en la manguardia al Marqués
de la Lucerna con el rejimiento de Montí, y á D. Jph.
2o
Dardena con la cavallería catalana; en la retaguardia
á Mosiur de Oquincurt y de Tarrail con los rejimientos
de Rosí y de Miranvile y con los infantes sueltos del
rejimiento de S. Ex.% y á D. Fran/° Sorrivas que con
su rejimiento y las levas que á él se havían agregado
hiciese frente á la infantería enemiga: dispuesto así el
campo, vino según la orden y el terreno á atacar al
enemigo por los lados, y por la frente empezó Sorri-
vas con sus rejimientos de mosqueteros á dar las car-
gas con la infantería castellana; sufriólas subiendo
una eminencia, sin dar la suia hasta estar arriva, y
apenas la huvo dado quando empezó á desquadernar-
se la infantería castellana. Embistió el S.®'" de la Mota
á este tiempo con su cavallería con tal valor y viza-
rría, que dadas las primeras cargas y cubriendo de
horror al enemigo, le obligaron á pedir quartel, ape-
llidando viba Francia y embaynando espadas y vajan-
do las pistolas; aclamaron nuestra la victoria, y lue-
go el S.^"' D. Pedro de Aragón con los principales Ga-
vos del exército y los prisioneros nuestros, se fué á
rendir con y en nombre de su gente al S.°^ de la
Mota, y en éste á las siempre vitoriosas armas de
nuestro Xpmo. Monarca, dándole por prisionero todo
aquel exército, cesó el combate. Y previniendo el 8.°"^
de la Mota con su gran experiencia y expíritu que no
le sucediese lo que á algunos Generales, que embele-
sados ó desvanecidos con la vitoria dejan la rienda á
la Milicia para que haga el pillage, y de vitoriosos se
han visto vencidos por el interés y el robo, echó van-
do, pena de la vida, que todo el exército se pusiera en
batalla, y con las armas en la mano, porque el enemi-
go, aunque rendido, le teuía y estava junto aún, apro-
vechó algo la diligencia, pero no para que la codicia
de algunos dejase de saciarse en la pilla, que fué de
26
treinta mil doblones que se llevavan á Rosas, y de tres
mil cavalgaduras entre cavallos y muías, sin lo demás
que puede juzgar el lector, que no se dice ni se supo,
pero se puede presumir de exórcito que se componía
de gente de quenta y tan lucida.
Despachó el S.^'' de la Mota un correo de sus guar-
dias al S.^»" Virrey con el aviso de este suceso: el co-
rreo llegó á Barcelona en ocasión que se havía salido á
pasearse por la ciudad, y así como pasando por las ca-
lles publicava el soldado la vitoria. Al llegar á la ca-
rroza de S. Ex.* ya fué con un concurso de gente que,
aclamando á voces la vitoria, la supo por ellos prime-
ro que por la carta. Viba el Rey y viba Francia era
el continuo grito por las calles. Llegó S. Ex.* á Pala-
cio con tanto séquito de hombres, mujeres y niños, que
dudo se haya visto igual; leyó la carta, y leyda la em-
bió á Jos Consistorios de Diputación y Ciudad, y des-
pachó por las postas al Capitán de su guardia á París
con la noticia de tan glorioso ó importante suceso.
Juntáronse los Consistorios y en ellos se resolvió
que, en acción de gracias de tan señalada vitoria, se
celebrasen los tres días siguientes oficios solemnes en
la iglesia del Aseo y demás iglesias, y que el último
día se hiciese una procesión general. Executóse así, y
á todas estas funciones asistió S. Ex.^ y los Consisto-
rios con los comunes; también se hicieron tres noches
de luminarias y salvas reales de artillería, todo con la
pompa, grandeza y bullicio que save Barcelona hacer
estas fiestas y que pedía tan singular suceso como era
éste y de tanta importancia para el Rey y para Cata-
luña.
El día siguiente acudieron los Consistorios por su
orden á dar la enorabuena al S.°'' Virrey y convidarlo
para las fiestas; condescendió al convite y asistió con
gala diferente y riquísima cada día. Dio orden Su Ex-
celencia para que se fueran á buscar los Generales
prisioneros y cavos de suposición del Rey Católico y
despachó su Gavallerizo con tres carrozas, una de seis
cavallos para D. Pedro de Aragón y D. Francisco To-
rralto, y queriendo onrrar á la nación catalana orde-
nó que rindieran las espadas estos dos. El Maestre de
Campo General D. Jph. Dardena sintieron esto tanto
por ser catalán, que al Mr á darlas las rompieron ellos
mismos diciendo que pues liavían aprovechado poco
que mejor estavan quebradas.
El tercero día de las fiestas y regocijos, que fué 3 de
Abril de 1642, por la tarde entraron los prisioneros
rendidos; salió mucha gente fuera la puerta de San
Antonio á verlos entrar: venían en la carroza de seis
cavallos D. Pedro de Aragón, D. Francisco Torralto,
D. Vicente la Marra y D, Diego Sanz; en las otras ve-
nían los que cupieron y los demás á cavallo de los de
quenta. O fuese sentimiento del suceso pasado, ó. el
que les mira va toda Barcelona, despojo de franceses,
no pudieron reprimir el dolor sin que pasase á mos-
trarse por los ojos. Comboyábanlos algunas compa-
ñías de la Caravina; á estos quatro con sus criados les
dio quarto el S.^'^ Virrey en su palacio; á otros en las
casas de los Duques de Cardona; á otros en la Atara-
cana, y á otros en las cárceles reales graduando los
sujetos y los oficios; los demás rendidos del exército
quedaron en el lugar del Hospitalete y desde allí se
fueron aviando á Francia en comboyes de ducientos
á trescientos. Á los quatro primeros, casi cada día los
tenía en su mesa el S.*''' Virrey vanqueteándolos y
agasajándolos, de modo que confesaron que sus viza-
rrías tenían más rendidas sus voluntades que su va-
lor las espadas. Llegó el S.«^ de la Mota, á quien
S. Ex.'' recivió con muchos abrazos, y el pueblo con
grandes aclamaciones y alborozo; los Consistorios,
Comunes y nobleza acudieron á rendirle norabuena y
gracias por dever á su valor digno de todo premio
aquel buen suceso; confirió con S. Ex.^ los puntos que
importa van, y á pocos días partió á la Virgen de
Monserrate á dar gracias de la vitoria, pues á vista
de su santuario la havía conseguido y tenía por fee
viba deverla á su auxilio por avórselo rogado y pedi-
do así anteriormente y que fuese su dichoso día á la
vista de sus montes como lo logró: el mismo día que
partió la Mota llegó de París Mosiur de Mont, Capitán
de la guardia del S.^"^ Virrey, que havía partido de
aquí á la posta con el aviso á S. M. del rendimiento
de D. Pedro de Aragón, y entre otros despachos que le
llegaron al S.*''" Virrey fué una orden para que en
nombre de S. M. diese el bastón é imbestidura de Ma-
riscal de Francia al S.»"" de la Mota Dundecurt, pre-
rrogativa ó acción que no la dispensan los Reyes
Xpmos. a nadie, así como los cathólicos el hacer
grandes; quedó S. Ex.^ tan gustoso de esta orden, no
tanto por el poder que se le dava, quanto por ser pre-
miado el valor del S.^"" de la Mota por su mano, que
aseguró no havía tenido día más alegre en su vida.
Despachóle un gentil-hombre al S.''^ de la Mota con la
noticia que le encontró ya en casa de la Virgen, que
sólo en ella podía esperar tales favores humanos; re-
civió éste con el gozo que se puede pensar, y dando las
gracias á la SS.*"-' Virgen se partió para Barcelona en
donde le recivió la nobleza francesa y catalana con
gran regocijo, y aquella misma noche le entregó el
S or Virrey el bastón, en cuia función dio muestras el
g^or Virrey de su so verano ingenio y gran sutileza en
una plática que le hizo mui remontada de las obliga-
29
ciones que tenían los Mariscales de Francia, diciéndo-
le muchísimo en breves y misteriosas palabras, á que
con gran rendimiento y conceptuosas razones respon-
dió el S.^'^ Mariscal la Mota Oudencurt, que así se lla-
mó en adelante. Cenó con el 8.°'* Virrey, y después le
acompañó hasta la carroza con repetidos abrazos,
muestras de su grande amor, y el día siguiente partió
el nuebo Mariscal de Barcelona.
Mandó el S.*''' Virrey pocos días después prevenir las
carrozas y vagajes para despachar á Francia los pri-
sioneros españoles cuios nombres, por no ser prolijo,
pasaré en silencio, y sólo nombraré los de primera su-
posición. Por tierra, en carrozas y muías, fueron:
D. Pedro Aragón; D. Francisco Torralto, Teniente ge-
neral; el Marqués de Rivas, General de la artillería;
D. Vicencio la Marra, General de cavallería; D. Die-
go Sanz, Comisario general; el Varón de Letosa, Co-
misario general; D. Marn. Múxica y D. Pedro Pardo,
Maestres de Campo; Francisco Martini; dos criados
de D. Pedro y cinco de los demás cavalleros: condu-
cía éstos á Mompeller Mosiur de Mont, Capitán de las
guardias del S.*'"' Virrey. Por mar, en seis galeras, em-
barcaron los siguientes: en la galera llamada la Car-
dinala, trece Capitanes de cavallos con cinco otros
Cavos, como son Lugares tenientes y Ayudantes de
Maestros de Campo, con quatro criados; en la galera
Ducal, trece Capitanes de cavallos y siete Oficiales
maiores con quatro criados; en la Monrreal, veinte
cavalleros Cavos de cavallería, y quatro criados; en
la Vigilante, diez Capitanes de infantería y otros Ofi-
ciales de ella con quatro criados; en la Seguerana,
veinte Tenientes de cavallería, quince cornetas y qua-
tro criados. Por tierra, condujo Mosiur de Aubini tres
Capitanes de cavallos, diez Tenientes, veinte y nueve
30
cornetas, tres Ayudantes, cinco Capitanes de infante-
ría, cinco Alféreces vivos y 24 reformados y un Comi-
sario: éste es el número de Oficiales, sin los quales se
despacharon dos mil ciento y cinquenta soldados, de
quinientos en quinientos, pues como desde el General
al soldadillo menor se rindieron, no se deve estrañar
el número, que pronostica felicísimos sucesos á nuestra
provincia en lo venidero.
CAPÍTULO 119.
RENDIMIENTO Y CAPITULACIÓN DE LA PLAZA DE COPLLTBEE.
En capítulos atrás se dixo el aprieto en que se ha-
llava la plaza de Gapllibre que governava el Marqués
de Mortara; el valor é incansable fatiga con que la
expugnava el S.^*" de la Millera: digamos aora su ren-
dimiento. Granada ya la villa, reducidos los castella-
nos á la cindadela, en ella convatidos y acosados de
fuertes y repetidas baterías, fortificada la marina para
impedir el socorro, y cerrado por todas partes el ali-
vio, se hallavan los asediados quando les llegó la no-
ticia del triste suceso que havía tenido el Marqués de
Povar, en cuio arribo y socorro fiavan únicamente
su consuelo; destituidos de él, procuraron rendir la
plaza con los pactos más honoríficos que pudieron.
Executáronlo así el día 15 de Abril de 1642, saliendo
la guarnición con dos piezas de artillería, cuerda en-
cendida, municiones, vagaje, ropa, y que los enfer-
mos huviesen de llevar á Rosas y de allí á Tarrago-
na: así capituló Mortara, y observándolo así, ocupó
Francia la plaza en donde pocos días después halló
dos piezas de batir enterradas.
31
CAPÍTULO 120.
PONE SITIO EL RP]Y DE FRANCIA Á PEEPIÑÁN EN PERSONA. Y
ÓTEOS SUCESOS DE GUEKEA.
Rendido Gapllibre, dispuso el Rey Xpmo., Señor
nuestro, sitiar ó tomar la inexpunable fortaleza que
no describo, pues save el mundo ser una de las me-
jores que tenía la Corona de España, aunque tan di-
latada; en Narvona esperava el Xpmo. el suceso de
Capllibre, y viéndole ya en su Corona, marchó con
su Campo á la vista de Perpiñán, y ordenó que las
tropas del Rosellón se juntasen con las suias, así se
hizo, juntando un número de treinta y un mil comba-
tientes, 25 ® infantes j 6 (¡i) cavallos; ni este grueso
bastó para que informado el Rey de lo que era Perpi-
ñán se atreviese á ponerle batería, por ser inútil en
la muralla de que se guarnece, y así resolbió blo-
quearla y que la necesidad y la hambre venciese lo
que no podía el valor: consiguiólo, pues no hay fuer-
zas, corazón ni valentía que no se rinda, no se venza
y no se humille á la falla del sustento. Alojóse S. M. en
la villa que llaman de Santistevan, y disponiendo el
cordón, sitió la plaza, cometiendo el govierno de las
armas al S.^"" de la Millera, y divirtiéndose S. M., ya
en la caza, ya en el juego, dava calor á sus milicias,
que importa mucho la presencia del Rey aunque sea
jugando.
Luego que se supo la entrada del Rey en el Rose-
llón, embió la Diputación quatro ca valleros para dar-
le la bien venida y rendirle de nuevo la provincia á
sus pies. Reciviólos S. M. con muestras de sumo gozo
y cariño y benignidad; despachólos dando á cada uno
32
en muestras de su amor una cadena de oro; pendiente
de ella una medalla con su efigie, que baldría unas
cien doblas. Poco después la ciudad de Barcelona em-
bió otros quatro sujetos, y queriéndolos igualar en la
dádiva, así como en lo cariñoso á los de la Diputa-
ción, no hallándose con iguales prendas, las mandó
hacer, y muchos días después de estar los embajado-
res en sus casas las embió desde el campo, acción bien
singular de un Rey para con sus vasallos, aprisionán-
dolos á todos con estas cadenas.
Por constitución de Cataluña está dispuesto que pi-
sando el Rey la provincia espira el oficio de Virrey y
queda la Vicerregia á la Governación, y así luego que
se supo que estava S. M. en el Rosellón, el Mariscal
de Verse hizo dejación, y recojiendo su ropa, así por
esto, como porque gozava aquí poca salud, partió á
Rosellón á primeros de Mayo de 1642.
Proseguía S. M. en el sitio, quando á mediado de
Julio se partió á algunas de sus provincias de su co-
rona, que mal aliadas con su ausencia intentavan al-
gunos levantamientos, y también para tomar nues-
tros baños, que acostumbrava todos los años. Murmu-
róse estando en el campo que un Privado suyo le ha-
vía urdido darle muerte y achacar la alevosía á los
catalanes; pero descubrióse á tiempo, y prendiendo al
Privado después en Tolosa, le cortaron la caveza, se-
gún dijo, y que se llamava Mosiur el Grande: antes
de partirse, se despidió por cartas de los Consistorios,
diciendo les dejava en su lugar al S.°^ de la Millera,
y encargando á su industria, valor y lealtad aquella
función, de quien tenía largas experiencias.
El Mariscal de la Mota se hallava á esta sazón con
un buen pedazo de cavallería, y no saviendo estar
ocioso su valor, hizo algunas surtidas por la parte de
33
Tortosa, entrando en el reyno de Valencia, saqueando
algunos lugares y malográndole al enemigo las cose-
chas de aquel año; y á no a ver se descubierto una in-
terpresa que tenía dispuesta en Tortosa,, huviera ocu-
pádola con poca costa; hiciéronla de sus vidas algunos
que se havían entrado jen la ciudad por haverse des-
cuidado, y savídose su ánimo, visto esto, y que los
mantenimientos le falta van, se huvo de retirar y ha-
cer sus operaciones por .la parte de Tamarit y Mon-
zón, en el reyno de Aragón.
CAPÍTULO 121.
EííTfíAN LOS CASTELLANOS EL LÜGAE DEL VENDEELL
Y EXECÜTAN EXTORSIONES EN ÉL.
Viendo la guarnición castellana de Tarragona que
el S.o'" de la Mota se entretenía en la parte de Aragón,
y que á petición de los de Villafranca de Panados avía
sacado de aquel partido mil cavallos franceses, que
para dar forrage sega van los panes jsl en,primeros de
Mayo, resolbió el Mariscal de Aguilar que governava
entonces Tarragona hacer con parte de la guarnición
una surtida al Panados. Executóla, llegando hasta el
Vendrell, en donde por estar murado el lugar y guar-
necerle quatro compañías de infantería catalana y
una de micaletes, alió alguna resistencia; pero des-
pués de algunas horas de combate lo rindieron, sacan-
do pactos de que por Tortosa y Aragón avían de pa-
sar prisioneros, entraron el lugar, saqueáronle, y ta-
lando la cosecha de todo aquel llano, se bolbieron á
Tarragona: eran ellos unos quatro mil infantes y
ochocientos cavallos; murieron algunos, y entre otros
el Capitán de la artillería, buen soldado, y que sintió
Tomo xxiv 3
34
mucho el de Aguilar. De los nuestros murió un Sar-
gento maior del tercio de la ciudad, cuio nombre no
digo por no sa verlo, y el Capitán de miicaletes Paulo
Godai, hombre de mucho valor.
>
CAPÍTULO 122.
ARRIVA SEGUNDA ARMADA FRANCR3A, PASA Á PONIENTE
Y SUCESOS DE ELLA.
Después de rendido Gapllibre pocos días llegaron de
Levante 23 vageles gruesos de guerra franceses con
algunos brulotes; dieron fondo delante Barcelona, y
tomando algunos bastimentos se hicieron á la vela á
la parte de Poniente, llevándose las galeras que aquí
havía. Navegavan á incorporarse con otro pedazo de
armada que se savia havía pasado el estrecho por te-
mor que la castellana no diese con ella, y también por
si podía hacer alguna pilla, que se tenía noticia que se
hiva juntando la castellana en los Alfaques y Tarra-
gona. Quiso la desgracia que una mañana antes de
amanecer se toparon en las costas de Valencia la ar-
mada que venía y la que hiva: juzgándose enemigas,
traváronse entre sí un recio combate en que murieron
algunos; retirándose una de otra á aguardar el día, re-
conocieron ser de un rey ambas; diéronse el pésame y
norabuena, y juntándose bolbieron juntos, llegando á
Barcelona en 5 de Junio de 1642, que eran 30 navios
todos bellos y bien guarnecidos de todo. Governáva-
los un hijo de Brase, Virrey pasado, y saviendo que su
padre se havía ido y que el Rey estava en el Rosellón,
hizo vela y partió á ver al uno y tomar las órdenes
del otro.
35
CAPITULO 123.
PASA EL DE LA MOTA CON LAS TROPAS Á ARAGÓN.- SAQUEAN
LA VILLA DE TAMAPJTE.
Executadas algunas correrías y entradas por la
parte de Torfosa en la raya de Valencia, como se á di-
cho, tomó el Mariscal de la Mota con sus tropas buel-
ta á Lérida para entrar en Tamarit y tomar el casti-
llo de Monzón, primera fortaleza que los aragoneses
tienen por esta parte. Llegó á la vista de Tamarit, vi-
lla populosa y por la maña de sus moradores y fértil
terreno de las ricas que tiene aquel reyno de Ara-
gón. Embióles la Mota trompeta para que se rindie-
ran y prestaran la ovediencia, amedrantados los áni-
mos del poder, francés, más que de su voluntad dieron
puerta franca y exterior agasajo: entró el Mariscal
tratándolos con benignidad porque necesitava de
aquel pueblo para los progresos que esperava en Mon-
zón y lugares de aquella frontera; y no reconociendo
en los naturales toda la seguridad que deseava, al
partirse dejó algunas compañías de guarnición y to-
mó su viage para Monzón; apenas la Mota perdió de
vista la villa, quando los naturales trataron de dego-
llar á los franceses porque llevavan mal el ageno do-
minio y reconocían era menos el número; pusieron
mano á la obra; pero á poco rato de la sublevación
tuvieron al Mariscal encima, que receloso de lo mismo
no quiso adelantarse; llegó furioso, y dando á saco y
degüello la villa, executaron los suios el más orrible
estrago que puede referirse: mujeres, niños y eclesiás-
ticos le merecieron la venignidad de sus vidas, y sa-
cándolos á unos para Lérida y á otros para Aragón,
dejó aquel lugar casi totalmente despoblado y sus sol-
36
dados enrriquecidos, pues no es ponderable lo que en
dinero y mercaderías encerrava aquel pueblo: los lu-
gares comarcanos compraron bien varato quanto qui-
sieron, y se hicieron dueños de muchas haciendas y
moradores de Tamarit.
CAPÍTULO 124.
SITIO, REN PIMIENTO, CAPITULACIÓN DEL CASTILLO Y VILLA DE MONZÓN
Y OTROS PROGRESOS DE LAS ARMAS EN ARAGÓN.
Á veinte y dos de Mayo 1648 (1) partió el Mariscal de
la Mota con su exército de Tamarite derecho á Mon-
zón; dexó al de la Lucerna con dos reximientos para
aguardar la artillería, y al S.<^^ de Dorea, Intendente
del dinero ó Proveedor, para que las provisiones y bas-
timientos no faltasen y fuese á acampar su gente al
lugar de Sant Esteban, legua y media Je Monzón. Á
23 fué embiado el de Tarraill con quinientos cavallos
á reconocer el sitio, fortaleza y campo de Monzón:
halló una villa populosa murada, aunque de muralla
débil y mala, sita al pie de un montezuelo, y entre él
y el lugar un castillo fuerte de naturaleza por estar
fabricado sobre una peña viva dominando el pueblo y
las avenidas sobre otra eminencia, y entre las dos hay
naturalmente una playa ó llano en el qual está fabri-
cado un capaz combento de religiosos, y por parte de
la plaza hay una ravina escarpada dentro la misma
peña. Parecióle al de la Mota famoso el sitio y de
combeniencia la plaza; y aunque supo estaba bien
abastecida y guarnecida, no desistió de atacarla.
Los días 24 y 25 se detuvo en San Estovan aguar-
dando la artillería, que por las lluvias excesibas se
{\) Es equivocación, pues se rindió en 15 de Junio de i 642. —(Nota
do D. Pascual de Gayangos.j
37
tardaba, y llegándole el día 26 dos piezas gruesas y
noticia de que habían ya pasado de Lérida el resto de
lo necesario para su intento, hizo partir al Conde de
Roxes con trescientos cavallos, y siguiendo luego con
su exército se puso á tiro de artillería de Monzón y
personalmente le reconoció el S.°^' Mariscal. Á las 4 de
la tarde mandó formar dos alas, una á mano izquier-
da para embestir por la hermita de Santa Quiteria, y
otra á mano derecha para embestir por un convento
de los arrabales, en distancia una de otra de 200 pasos:
aquélla compuesta del S.°'' de Ouquincurt, con los regi-
mientos de Tonens, Priñari y Miralpex, sustentada con
parte de cavallería, y ésta por el S.**'' de Tarraill, con
los regimientos de la Mota y compañías reales; em-
bistieron á un tiempo con tal valor, que hechos due-
ños de el convento retiraron la gente á la villa, y de
la otra parte, siguiendo la cavallería gobernada por el
Capitán Cambaut, llegó hasta las fortificaciones de
Santa Quiteria, matando en ellas algunos treinta hom-
bres de los que las guardaban. Á 27 el S.^'^ de la Lu-
cerna cuio era el día hizo trabajar una batería para
arrasar un reducto que estaba á la hermita de Santa
Quiteria; á las cuatro de la tarde empezó á jugar la ba-
tería, y á las siete se atacó el reducto y se tomó á fuer-
za para cubrirse del castillo y de Santa Quiteria. Esta
misma noche acometió Tarraill la villa con los regi-
mientos de Leonís y Xautange, ganando parte de ella
y la iglesia parroquial, en donde se rindieron 30 hom-
bres á m.* de señor.
Á 28 el 8.°'" de Ouquincurt hizo trabajar una batería
contra las defensas de Santa Quiteria, y á 29 el de la
Lucerna una trinchera para ir á la contra escarpa de
Santa Quiteria. Entretanto el de Tarraill acabó de ga-
nar la villa, y apoderándose de un combento de reli-
38
giosas rindió en él cinquenta soldados que, hauiendo
peleado hasta el último extremo, se le rindieron á vida
salva.
Á treinta á las ocho de la mañana empezó á jugar
la batería, y continuando todo el día, y á la noche los
nuestros se aloxaron á la contrascarpa de Santa Qui-
teña, y el S.*^^ de Ouquincurt, de quien era el día, hizo
brecha en la muralla y arruinó parte de la iglesia de
Santa Quiteria.
Á primero de Junio tocó al de Ouquincurt, y conti-
nuando la batería el Governador ó Comandante del
fuerte de Santa Quiteria reconoció el aprieto en que
se hallaba y pidió capitular por sí solo sin comprehen-
der al Governador principal del castillo y sacar 500
hombres del fuerte: no quiso oír el Mariscal la pro-
puesta de este Governador; replicóle pidiendo treguas
de 24 horas para tratar con el principal Governador
del castillo. Otorgóselas el Mariscal, pues no malogra-
ba en esto sus trabajos y le daba lugar para recono-
cer la brecha y postura del fuerte. Cumplidas las ho-
ras, hizo entender el Mariscal que pues no se le bolbía
respuesta, cesaba la suspensión de armas. Salió á esto
un Capitán con la lista de los pactos, y no agradándo-
le al Mariscal, embió su primer Capitán con los que
él tenía intención rendir el castillo; entre datas y res-
puestas se advirtió que el Governador del castillo ex-
poliaba la gente inútil; cogiéronle unos quarenta, y
bolbiéndoselos á embiar le desengañaron estar acaba-
da la tregua. Continuóse aquel día la mina y la bre-
cha y el arrasar una pequeña fortificación que se des-
cubría á mano derecha.
Aquella noche, teniendo abierto el foso de orden
del Mariscal, fué el de Lucerna á reconocer la dispo-
sición que hauia de embestir, sin aguardar el efecto
39
de la mina, y que hallándola de forzar al enemigo lo
hiciese, y para executarlo emhió al S.*'^ Solanas, Alú-
dante de Campo, para sustentar un Sargento que iba
delante con veinte hombres, y el S.°^ de la Lucerna con
los regimientos de Tonens y Grinava; y viendo que el
enemigo titubeaba, acometió al instante por la bre-
cha; dexaron el fuerte los enemigos y fueron segui-
dos hasta cerca del castillo; retiráronse los nuestros á
hacer su alojamiento en Santa Quiteria, porque que-
daba al descubierto por la parte que miraba al casti-
llo. El S.^^ Solanas quedó mal herido de esta función
con un mosquetazo.
El día 3 el S.*"" de la Lucerna hizo llenar el foso
para pasar la artillería y empezar una batería á San-
ta Quiteria; el día 4 el de Tarraill, que hauía ocupádo-
se en la villa haciendo los alojamientos muy cerca del
enemigo, comenzó á tocarle su día y hizo acabar la
batería en la plaza de S.** Quiteria y los alojamientos.
El día 5 á romper el alba estubo la batería á punto,
y á las seis empezó á disparar sobre las del enemigo,
obligándole á retirarlas; el resto del día se ocupó en
batir las defensas del castillo, y nuestra infantería se
alojó en una pequeñuela capilla, entre el castillo y
Santa Quiteria, en donde se hallaron 400 corazas, can-
tidad de instrumentos para fabricar balas y otras mu-
niciones de guerra; al anochecer el de Lucerna hizo
tomar los puestos, abanzándose para que los minado-
res y gastadores pudieran acercarse á la muralla del
castillo; pero á media noche, con una surtida que el
enemigo hizo, obligó á retirar 80 hombres que guar-
daban los puestos y la capilla, recuperándolos los
nuestros poco antes de amanecer. El día 6 tocó al de
Ouquincurt: los regimientos de la Mota y Miralpex se
alojaron y mantubieron tan cerca del castillo, que no
40
obstante los rebatos de los sitiados, pudieron los mi-
nadores acercarse y empezar á obrar al pie de una to-
rre de las del castillo.
El día 7 los minadores obraron baxo cubierto; pero
allí mismo se advirtió una abertura por donde los si-
tiados arroxaban aceite hirviendo contra los gastado-
res, y que con bombas y cadenas les rompieron los
tablones y mantaletes, con que hubieron de retirarse
y desistir de la obra. A la noche el de Tarraill dispuso
las guardias y postas de modo que no pudiera el ene-
migo lograr surtida alguna, con que los minadores
pudieron acercarse á una peña que era cimiento de la
muralla, trabajando primero en cubrirse, y lo consi-
guieron ya á las quatro de la tarde, de modo que los
sitiados no podían embarazar la operación, aunque
antes murió de un mosquetazo uno de los minadores;
á la noche del día 8 hicieron los del castillo surtida
para degollar los gastadores, pero fueron rechazados.
Los días 9 y 10 se prosiguió la mina, y aunque en
ellos procuraron estorbarlo los sitiados, fué sin fruto
alguno; en los días 11 y 12 hicieron surtida por mano
derecha é izquierda con 120 hombres, pero los regi-
mientos de la Mota y Monpeiro los rechazaron vale-
rosamente hasta acorralarlos en el res tillo, con pérdi-
da de algunos.
El' día 14 estubo la mina á punto de volar, y si-
guiendo los estilos militares, el S.'^'' Mariscal hizo se
le notificara al Governador del castillo, que era Don
Martín de Azlor: éste pidió permiso para que algún
cabo de los suyos reconociera la mina si era conforme
se decía, y hallándola, y viendo el peligro y que no
hauía podido ser socorrido, se hizo llamada á capitu-
lar, cuios pactos fueron los siguientes, que después de
varias dadas y respuestas se ajustaron y conclaieron:
41
CAPITULACIÓN.
F.^ que si el día 16 del presente mes no le hauían
socorrido las armas de su Rey, rendiría el castillo,
saliendo él, toda su guarnición y toda la demás gen-
te, assí de Monzón como de lugares circunvecinos que
allí se hauían retirado, monjas y religiosos con van-
deras desplegadas, caxas tocando, cuerda encendida,
bala en boca y las municiones que cada uno pudiera
sobre sí llevar.
I.'" que se les haya de dar veinte carros para car-
gar la ropa, que será de la milicia y paisanos, y que
en ellos se carguen los enfermos, llevándolos con la
ropa hasta el río Ginca, en donde por el Rey Gathóli-
co se tendrán barcas para el pasaje.
I."' que á los naturales se les dexe en su libertad el
quedarse en sus casas, prestando el juramento al Rey
que eligieren, y que con su ropa puedan ó irse ó que-
darse, según la propia voluntad.
I.'" que assí mismo á las religiosas y religiosos se
les dexe á su arbitrio el irse ó quedarse, y que si que-
daren presten juramento de fidelidad al Cristianísi-
mo, y si se fueren á dominios del Rey Gathólico, se
les trate con veneración.
I." que para seguridad de la capitulación se entre-
guen recíprocamente dos renes por cada parte, y que
á los franceses que entraran en el castillo se les per-
mita ver desde luego las municiones y pertrechos de
guerra, para que no haya después desorden al salir la
guarnición, y que de una y otra parte se cese en ha-
cer hostilidades y nuebas defensas.
I.*" que el S.°^ Mariscal se ofrece á dar saibó con-
42
ducto ,y escolta á todos los que salieren del castilla
hasta la orilla del agua del río Ginca, y que desde allí
corra por quenta del Rey Gathólico darles carruaxe,
y que para que lo puedan embiar á buscar se les con-
cederá pasaporte á los que el Governador quisiere
embiar.
1.°^ que de nuebo se les permitirá á los assediados
que por dos Sargentos mayores se reconozca la mina
y demás ruinas, y que hallándose como se les ha
dicho, estén unos y otros obUgados á guardar y man-
tener la presente capitulación: reconociéronla D. Se-
bastián de Pueyo y D. Fernando de Ribera; y viendo
el peligro en que se hallaban y que no hauía otro
medio, se firmó lo capitulado, el día 15 de Junio de
1642, en el castillo de Monzón.
Mientras la capitulación se disponía, apareció de la
otra parte de Ginca el jurado en Gap de Zaragoza, ca-
pitaneando unos tres mil hombres y quatrocientos
cavallos, toda gente visoña y advenediza, y que al
ver nuestro campo, que entre cavallería é infantería
se componía de diez y seis mil combatientes, empeza-
ron á decir á los de Monzón oprobios y desvergüen-
zas, de que por qué no se rendían viendo aquella pu-
janza, y que para qué les sacaban de sus casas á cosa
que no podían obrar ni ser de provecho; por último, el
castillo se entregó el día 16, saliendo la guarnición y
demás gente según lo capitulado. Entraron las armas
de nuestro Rey Gtu'islianísimo, y se hallaron en el cas-
tillo pasados de seis mil mosquetes, sin otra infinidad
de armas, municiones y pertrechos de guerra, que
como era fortaleza fronteriza, y de consequencia esta-
ba bien abastecida, y porque jamás se creyó España
que se entrase tan allá, salieron del castillo 1.500
hombres de pelea, sin religiosos, religiosas, mugeres
43
y niños que se hauían guarecido á él . Causó á España
no poco dolor, y á los aragoneses mucho temor, que
ya en Zaragoza no se daban por seguros, temiendo
ser asaltados. Quedaron á la obediencia de Su Mages-
tad Glirístianísima, dentro de Aragón, y de esta parte
de Ginca, Monzón, Saidi, Osso, Albalate, Rafols, Be-
lluer, Alfanticha, Vinaset, Fons, La Almunia, San
Esteban, Vinafa, Algayo, Oriols, Sanui, Alcampes,
Baells, Naya, Gastillón Roy, Valdelou, Albelda, Vini-
porquet, Tamarite, pueblos de no pocos vecinos. Obró
valerosamente en esta expugnación Monsieur Con-
dreau, Goinandante de la artillería, y cada uno de por
sí procuró señalarse valerosamente.
GAPÍTULO 125.
BATALLA NAVAL ENTRE LAS ARMADAS FRANCESA Y ESPAÑOLA
Á VISTA DE BARCELONA.
Díxose pocos capítulos acras que el General Bresse
que governaba la Armada de mar havía pasado á to-
mar los órdenes del Rey y ver su padre en Rosellón;
bolbió lueo'o, v entrando en Barcelona fué visitado
de las dos Gasas y nobleza; bolbió las visitas, y siem-
pre con gran concurso, porque le seguía la gente por
las calles con públicas aclamaciones, entreteníase
aguardando la armada castellana (que se tenía aviso
y se dixo se iba juntando en los Alfaques) que pasaba
con socorro al Rosellón: entretanto llegaron á este
puerto las galeras, juntándose hasta diez y siete.
Víspera de S.^ Juan tubo aviso el S.^^^ Marqués de
Bresse que la armada enemiga estaba jsl en la playa
de Tarragona, que se componía de diez galeras, vein-
te naves grandes de Dunquerqae, diez galeones de ca-
rrera de Indias, quatro navios de fuego y otras em-
44
Larcaciones, llegando todas á número de 52 velas,
governadas por el Duque de Ciudad Real.
Sabida esta noticia, salió luego del puerto el S.®''
Marqués con su armada en busca de la enemiga, tan
valeroso como deseoso de toparla: n,o lo logró por ha-
ver zarpado (según se supo) á una misma hora, ésta
de Tarragona y aquélla de Barcelona. Llegó la nues-
tra al amanecer á la playa de Tarragona; y no dando
con el enemigo, pasó, reconociendo aquellas costas,
hasta Vinaroz, en donde topando dos galeones y un
barco longo les pegaron fuego, y supieron de algunos
soldados que el de Ciudad Real havía dado vela desde
Tarragona el día que se ha dicho, y con mucho deseo
de llegar á la pelea con la armada francesa. No pu-
diendo adquirir más noticias ni sabiendo qué hacerse,
só bolbió el Marqués á Barcelona y dio fondo el día
29 de Junio: essa misma tarde llegaron de Levante
ocho naves para engrosar más nuestra armada, y pa-
rece que el cielo las conduxo.
El día 30 por la mañana señaló Monjuique armada
nabal de Poniente; súpose luego ser la castellana que
navegaba viento en popa: juntó Consejo de guerra el
Marqués, y mandó disparar cañón de leva para que
los que hauían saltado á tierra se embarcasen, que no
fué muy fácil por ser sobrafuerte el viento y estar los
navios alta mar; diéronse al viento las velas á punto
de mediodía para esperar al enemigo sobre el Zerro,
cosa bien dañosa para nosotros, a] paso que favorable
al enemigo; el viento era fuerte y contrario; la tarde
borrascosa y con lluvia; pero haciendo todo el esfuer-
zo posible, se tiró á ganar la punta de Monjuique para
poder con favorable biento embestir al enemigo; y
como no todas las nabes son igualmente ligeras ni ve-
leras, fué imposible que todas á un tiempo pudiesen
45
ganar la punía y ponerse en orden de batalla. Nues-
tra Almirante, con lo más de su esquadra y el cavalle-
ro Cange, Contra almirante y parte de su escuadra,
barlobenteando se adelantaron ganando el viento: se-
guía el resto con la Vice almirante navegando á diez
millas de tierra y la enemiga á trece; la nuestra pro-
curó cautelosa entrarse al mar, para coxerle al ene-
migo el varlobento.
La gente de Barcelona, poblando el muelle, mura-
lla, texados, cuteas y todas las eminencias, salía an-
siosa á ver el sucesso; y para que lo lográramos feliz,
se puso patente en todas las iglesias el Santísimo Sa-
cramento, peleando aquí con oraciones para que allá
con las armas se venciese.
Á las quatro de la tarde la Almirante enemiga dis-
puso su vela para embestir, y hechando al mar las
naves de Dunquerque, se puso á atacar los quince na-
vios que se hauían adelantado con nuestra Almiran-
ta, y llegando á tiro de mosquete, dieron los enemi-
gos fiera carga contra nuestro Marqués: resistiéronla
él y el de Gange con gran valor, no obstante la des-
igualdad y estar baxo viento; advirtió el enemigo la
resistencia, y que nuestra Vice almiranta se hallaba
tan desíaborecida del viento dexando una buena es-
quadra para entretener al Marqués, dio sobre la Vice
almirante creyendo sacar buen barato de nuestra ar-
mada, el Comendador Montigni, Vice almirante, á
exemplo de su general, resistió con igual valor hasta
que advertido por el Marqués, que con sus quince na-
vios podía ganarles el viento, lo executó pasando por
medio del enemigo, y embistiendo con gran furia se
empezó con fiereza el combate, pareciendo un conti-
nuado trueno el tirar, y un infierno el fuego; discurría
el S."^^ Marqués por su navio de popa á proa, animan-
46
do y dando órdenes, 3^ al mismo tiempo mostrando su
gran valor y heredada vizarría.
Advirtió la enemiga esquadra el herror cometido en
dexarse ganar el viento por embestir nuestra Vice al-
mirante, y queriéndolo recuperar antes que nuestro
Marqués travesase por su grueso de armada, no le fué
fácil porque ya se vio en medio de la furiosa batalla:
en esta confusión quisieron los tres brulotes enemigos
pegar fuego á nuesta Almiranta: abordáronse á ella,
pero con felicidad y valor los desviaron, y en pago de
su atrevimiento llebaron el quedar abrasados, á cuio
horror despaboridos los enemigos temían ser despojos
de nuestra armada, ocasionándoles no poca desorden,
y tanta, que á durar más el día no sé cómo hubieran
quedado, y más si nuestras Almirante y Vice almiran-
te hubieran podido unirse, que jamás pudieron conse-
guirlo en el discurso de la pelea; advirtióse que la
Vice almirante enemiga (aunque ya era noche) se
abordó á uno de sus galeones mui mallraiada y casi
arruinadas las jarcias: apretaban al galeón nuestra
Vice almiranta y otras naves, y al mJsmo abordó un
brulote nuestro para pegarle fuego; y viéndose ó per-
dido ó quemado, pidió quartel, y rendido para guar-
nición de nuestra Vice almirante: este galeón era lla-
mado Santo Thomds de AquÍ7io, de ochocientas to-
neladas, de los mejores de carrera de Indias: sólo ha-
cía tres años que pisaba el mar, llebaba treinta y seis
cañones de bronce, sin otros tantos de yerro, y su
Capitán era un Gavallero del háuito de Santiago.
Muchos de nuestros navios quedaban vaxo viento
en quienes intentaba el enemigo hacer su fuego, pero
el S.o^' Marqués que estaba sobre viento se lo impedía;
<;erró la noche, y el enemigo, entrándose al mar, se
alexó tres millas á sentir su desgracia.
47
El S.^''" Bailli de SorLon, General de las 17 galeras,
no pudo cargar al tiempo que la armada por falta de
provisiones y aver de espalmar algunas; dióse toda
dilixencia, y el día siguiente pudo, remolcando los na-
vios, ponerlos unidos y en orden. Mandó el Marqués
al S.""* de Ternes que con tres galeras conduxera el
galeón á Barcelona, advirtiéndoles que los prisioneros
intentaban sublevarse y -que cuidara de ellos. Llega-
dos al puerto, se entraron luego en Barcelona con ale-
gría de toda ella, pues á sus ojos pasó todo lo referido.
Unida nuestra armada y puesta en buen orden, se-
guía á la enemiga, aunque le llevaba la ventaja de-
recha y la de mejor viento, reusando bolber á las ma-
nos. Por los prisioneros se supo que el Duque de Ciu-
dad Real estaba atemorizado del combate pasado, y
tanto, que quería retirarse á puerto; pero que el Co-
mandante de los Dunquerque le dixo que ó pelear ó que
si no él se volvía. Y assi mismo que la Almirante ene-
miga, por no dar la gloria á los de Dunquerque (aun-
que siempre embestían), deseaba ser la que chocase
con nuestra Almirante: con estas inteligencias se na-
vegaba sobre aviso, y á las tres de la tarde bolbió á
embestir el enemigo, embistiendo la esquadra de Dun-
querque con otros navios, y la Almirante á la nues-
tra, y los demás cada uno según su puesto al contra-
rio, en ilera puestos unos y otros se peleaba, guar-
dando todos su orden sin descaecer de ánimo, dándo-
se el combate de poder á poder, y pensando cada qual
salir victorioso porque andubo Marte neutral.
El S.°^ de Gange resistió valeroso las cargas y pri-
meros ataques, tanto, que quando quiso juntarse con
su Almirante, según la orden que tenía, ya no pudo
hacerlo por tener el velamen y jarcias hechadas á pi-
que, en medio de esta confusión, el mayor de los ga-
48
leones enemigos, llamado la Madalena, de 6Q cañones
y 800 hombres de pelea á bordo con la Vice Almiran-
te del S.^''^ de Cange: aquí hubo braba refriega hasta
poner al galeón en esiado de pedir quartel, y se hu-
biera apresado á no acudir dos galeones á socorrer su
compañero; viendo los nuestros que era preciso con
el nuevo socorro rendirse el S.^'' de Cange, resolbie-
ron pegar fuego con dos brulotes al galeón y Vice Al-
mirante nuestra, para que no fuera despojo de los
enemigos. ¿Qué sería ver abrasarse quatro vaxeles á
un mismo tiempo los dos brulotes y Vice Almirante
nuestra con el galeón? Discúrralo cada uno según su
imaginación, que yo no me atrebo á pintar tan ho-
rroroso expectáculo.
Viendo que allí perecía gente de ambas partes, de
la una y la otra embiaron barcos para salbar las vi-
das sin distinción alguna, y assí recojíanse assí espa-
ñoles como franceses á donde primero podían, pero
con diferencia, porque los nuestros daban buen trata-
miento á el enemigo, y él á quantos cogía nuestros
cor (aba las manos y bolbía á arroxar al agua, inuma-
nidad que no executara el más cruel pirata.
Mientras esto pasaba, las dos Almirantes con sus
esquadras se cañoneaban furiosamente, pero sin lle-
gar á bordarse nunca, que en esto andubo el enemigo
poco valeroso, pues teniendo el mar y viento más en
su abono no se atrebía, lo que no hubiera reusado el
Marqués á trocarse los puestos, porque los nuestros,
todos con igual valor y deseo de vencer, combatían sin
diferencia alguna. Monsieur de Bailli tenía orden de
ganar el viento con su esquadra y las galeras y com-
batir al enemigo por la retaguardia: executólo feliz-
mente á no hallar famosa resistencia en los galeones;
pero uno de ellos quedó bien maltratado, cerró la no-
49
che y cesó el combate, que 3^a era ardid del enemigo
no permitir las peleas sino á la tarde para que la no-
che diese treguas á ellas.
Sintióse mucho la pérdida delS.^'' de Gange, porque
era famoso navio y que hauía seruido de Almirante
quando el Arzobispo de Bordeus vino; pero esto se re-
sarcía con el galeón de Santo Tkomds, que sólo había
tres años estaba fabricado, aquél trenta, éste de más
cañones, aquél sólo de 52, y lo doloroso era sólo la
vida del de Gange, que no se recuperaba con baxel
alguno, ni á su valor y experiencia se hallaba igual.
Recogió el Marqués sus velas y púsose en segui-
miento del enemigo, siempre á tres millas de distan-
cia; amaneció el día siguiente y calmó el viento para
el enemigo, quedando algún poco en nuestro fabor, y
con él quiso el Marqués que nuestras galeras con los
navios de fuego atacasen al enemigo: no pudo lograr-
se porque cesó totalmente el viento. Dentro dos horas
bolbió á moberse tan recio y faborable al enemigo
como lo hubiera logrado en toda su navegación y aun
más, y á nosotros no, que el favorecernos menos era
causa de llebar siempre una legua de ventaja; á la
tarde, viendo nuestra Almiranta que se le atrasaban
las demás velas, hubo de recoxer todas las suias para
aguardar los otros navios: ni esto bastó para que el
enemigo la embistiera, ni aun haciéndose al mar; es-
tando en esto cerró la noche, y siguiente día ya no se
descubrió la armada enemiga por parte alguna y se
juzgó habría retirado á alguna isla á reparar sus
daños.
Juntó Gonsejo el Marqués, y resolbieron venirse á
Barcelona, assí para refrescar y rehacerse como para
la provisión de víveres; entraron en la playa y dieron
fondo el día 4 de Julio; púsose luego mano á todo,
Tomo xxiv 4
oO
cargando bastimentos, municiones y todo lo necesa-
rio y curar los heridos para bolber presto en busca del
enemigo. Súpose por la gente que había escapado del
nauío del S.°^ de Gange que el enemigo había perdido
unos cinquenta hombres del galeón, y que el Capitán
estaba herido de un mosquetazo en un brazo, y no
podían asegurar si se havía anegado ó muerto.
Sábado á 5, estando aprestándose nuestra armada,
señaló Monjuique la enemiga que navegaba hacia Le-
vante; en la postura que se hallaba el Marqués dispa-
ró á leva, y fué en busca del enemigo con ánimo de
darle la batalla: seis días navegó en su seguimiento,
procurándole ocasiones para llegar á las manos, pero
siempre huyó el cuerpo á la pelea, y lo más que se
consiguió faé que torciese su navegación á medio día
y obligarle á cerrarse en el puerto de Mahó, que á no
ser tan fuerte de naturaleza por su estrecha boca y
guardarla un castillo en el mismo puerto, hubiera pe-
recido á manos de la nuestra, que se restituyó á Bar-
celona el día 1 1 de Julio muy victoriosa, pues queda-
ba dueña del mar y el enemigo se retiraba huyendo
la ocasión de llegar á batalla: súpose que á el enemigo
se le hauían disminuido 16 velas, ora sea retirándose
á repararse en los puertos ú hechadas á fondo, porque
la vimos con 50 velas al venir, y al entrar en Mahó
sólo eran treinta y quatro.
CAPÍTULO 126.
OCUPAN LOS ESPAÑOLES LOS COLLADOS DE LILLA Y CABRA
y SAQUEAN PARTE DEL PAÍS.
Impacientes los castellanos que estaban en Tarra-
gona por los aprietos en que se hallaba Perpiñán sin
esperanzas de poderlo socorrer , intentaron hacer un
51
estrago en nuestro país y tomar los collados de Lilla
y Cabra, que sólo se guarnecían de pay sanos que mal
asistidos iban desamparando los puestos, y para lo-
grarlo amenazaron por una parte, y dieron en otro
ardid ordinario en la guerra. Hauía en Tarragona
hasta ocho mil infantes y ochocientos cavallos; sabían
que el S.^^' de la Mota atendía á la custodia del Pana-
dos, recelándose siempre de alguna embestida por essa
parte, y assí, haciendo por ella surtida con número
bien crecido, intentaron embestir á Villafranca, no
obstante lo bien guarnecido que se hallaba; llegaron
algunos hasta los restillos y quemaron algunas mieses
que estaban en las eras, pero no pudiendo más por
estar el de la Mota á la vista, se retiraron y dieron
sobre los collados de Lilla y Cabra, que á poca costa
ganaron, y puesta guarnición en ellos se entraron por
las Cencas de Barbera quemando, saqueando y talan-
do todos los pueblos, hasta mui cerca del llano de Ur-
gel, y dexándose la guarnición en los collados se bol-
bieron ricos de despojos, pero poco vengados, pues
valía más la joya que se perdía en Perpiñán.
CAPÍTULO 127.
PACTOS Y RENDIMIENTO DE LA PLAZA DE PEEPIÑÁN, CON NOTICIA
DE LO SUCEDIDO.
Mucho dolor pide este capítulo (perdóname, autor),
y tú lo refieres con mucho alborozo; pero creo se tro-
<íará la suerte y que algún día llorará sin esperanza
de consuelo lo que aora ríe esta confusa ó infausta
provincia, que hasta las Monarquías padecen los re-
veses de una adversa fortuna. Dexo ponderaciones de
sentimiento, porque jamás hubo pena que pudiesen
explicarla retóricas frases, gime, suspire, llore y pa-
52
dezca el corazón del buen catalán, español ó francés,
no sólo aora que el tiempo representa esta comedia,
sino para el venidero en que se trocará la farsa; que
yo paso á contar sin ponderación ni adorno alguno el
motibo de la pena.
Hallábase el castillo de Perpiñán en el último extre-
mo de necesidad, pues ya la hambre tenía poslrados
los más valerosos ánimos, enflaquecida la mayor ro-
bustez, y rendida la fuerza más valiente; esperanza
de socorro no la hauía, si no que fuera del Cielo, como
el que en desecha borrasca, sumergida la nave, queda
al beneficio de las olas, que cada una es un poderoso
enemigo y aguarda en cada una el sepulcro de su
cuerpo, y el quedar sus alientos á ser moradores del
golfo: assí se hallaban los que defendían la fortaleza;
y viendo ya frustradas todas las diligencias del soco-
rro, resolvieron rendirse, y dia 29 de Agosto, en que
la Iglesia celebra el martirio de San Juan en su ini-
qua degollación (¡a! casos hay y cosas suceden en días
que parecen misteriosísimos: ¡hay España! que en este
día degüellan, si no á toda tú, por lo menos el más
precioso miembro de tu cuerpo), llamaron á capitular
el modo de rendirse, y convinieron las partes en la
forma siguiente:
1.° Que si para el día 9 de Septiembre 1642 el Rey
Gathólico no hauía socorrido la plaza con dos mil infan-
tes, mil cauallos y ducientas cargas de mantenimien-
to, esse mismo día, á las ocho horas de la mañana, el
S.*'^ Marqués de Flores y su Consejo de guerra ofrecían
entregar al que gobernaba el exército del Rey Chris-
tianísimo ó á quien sus veces tubiera; y á sus armas,
la villa y castillo de Perpiñán con toda la artillería y
demás pertrechos de guerra que se hallaban en él y
ella, y que desde luego hubiese suspensión de armas.
53
2.° Es pactado y concordado que toda la guarni-
ción, assi de infantería como de cavalleria, con todos
los naturales que quisieren seguirla, criados, tanto de
soldados como de cualquiera personage, mugeres, ni-
ños y demás gente de diversos estados, no puedan ser
detenidos; que la milicia saldrá con vanderas desple-
gadas, caxas y trompetas sonando, dos cabos de cuer-
da encendidos, bala en boca, seis piezas de cañón, y
munición para veinte tiros por pieza, y toda la demás
que hubiere menester la milicia para sus armas res-
pectibe. Que el General francés tenga y baga de po-
ner en batalla su exérciio, y echar vando pena de la
vida que ninguno se aíreba ni de palabra ni de obra
á tratar mai á ninguno de los rendidos ni á los que
con ellos fueren, ni á reconocer las cargas ni ropa que
se llebaren, y que cada uno pueda libremenóe Uebar-
se consigo quanto fuere suyo de cosas movibles.
3.^ Que todos los naturales, assi de Perpiñán como
del Rosellón, que querrían seguir las armas y partido
del Rey Galhólico, pudiesen sin emba.^azo alguno y
baxo las mismas condiciones que la milicia; y que
aquéllos que para ajustar sus negocios, vender sus ha-
ciendas ó cosas semejantes se les ofrecería hauer me-
nester tiempo, se les concedía ocho meses, dentro de
los quales hauían de despacharse, y con pasaporte y
saibó conducto se podrían pasar.
4.° Que á los rendidos se les diesen 200 carros y
cien vagajes de silla para conducir sus bienes, y sol-
dados hasta GopUiure y Rosas, y quatro sugetos en
rehenes, que los acompañasen los dos por mar desde
GopUiure, y los dos hasta Rosas por tierra, y que no
pudiesen detenerse en estos puestos más tiempo que
el preciso para la embarcación, y encaminarse dere-
chos á Tarragona.
54
5.^ Que se les diese á costa del Ghristianísimo des-
de Goplliure á Tarragona para los enfermos y demás
gente que necesitara de ella, ofreciendo libre pasapor-
te el Marqués de Flores para la buelta á las embarcacio-
nes, como al carruaje y vagaxe que se le entregaría.
6.° Que pudiese el Marqués llebarse consigo todos
los papeles pertenecientes al Rey Gathólico, menos los
concernientes al Condado del Rosellón.
7° Que Antonio de Riu y Raphael Pasaral y
Fran.*'*^ Jaén, que administraban los cargos ó hacienda
real, estubiesen obligados á dar quentas, y que dexa-
rían rehenes para la seguridad de los que no irían de
buena gana al viage; y que assí mismo para la segu-
ridad de las cosas presentes se entregarían recíproca-
mente quatro personas en rehenes, y que se pudiesen
detener hasta haverse cumplido todo enteramente por
cada parte, y que las marchas fuesen saliendo de Per-
piñán el día 9 á loxarse en Elna, el día 10 á Goplliu-
re, el día 11 á Bañólas, el de 12 á la Seiba y el de 13
á Rosas.
8.° Que pudiese libremente el S.*^'" Marqués despa-
char á la posta correo á los Generales del Rey Gathó-
lico, advirtiéndoles el estado en que se hallaba y de la
presente capitulación, y que al bolber el correo no
hubiese ni debiese hablar á ningún naíural, sino á
oficial de la guarnición delante algún oíro del exérci-'
to del Ghristianísimo, y que dado caso no holbiese se
entregaría assí mismo la plaza el día señalado. Y que
cumplido todo se entregarían las rehenes, el Español
las francesas en Gastellón de Ampurias, y el Francés-
las españolas en Rosas. Dado en el campo de Perpi-
ñán, día 29 de Agosto 1642.
Firmaron por Francia: El Mariscal Descomberch,
El Mariscal de Mesleraya.
55
Firmaron por España: El Marqués de Flores Dávi-
la, D. Diego Gauallero, D. Diego Faxardo, D. Juan de
Arce.
Llegó el día nueve de Sep/" 1642, y el más fatal
que España tendrá en esta centuria ni en muchas, sin
que huuiese sido socorrido Perpiñán, y rindióse .en
manos de los dichos dos Mariscales.
Dispúsose el exórcito francés en forma de batalla á
dos alas, que constaba entonces de diez mil infantes y
tres mil cauallos énlre franceses y catalanes; hauía
800 cauallos que montaba la nobleza con ricas galas
y jaeces; asistió también Ramón Vas, Governador de
los Condados de Rosellón y Gerdaña, constante y va-
leroso varón. Puesto assí el exército á las nuebe de la
mañana, empezó á salir la guarnición, precediendo
ciento y sesenta carros cargados, que según todos
aseguraban llebaban mucha riqueza; las seis piezas de
artillería medianas, y sólo quinientos hombres salie-
ron que pudieran sustentarse sobre sus pies, j aun era
milagro, según lo pálido y flaco y descaído se mira-
ban. Salieron también más de ducientas mugeres cas-
tellanas (vergüenza es decirlo, pero más lo fuera no
decir la verdad): considere el pío lector con qué sen-
timiento y tristeza saldrían, dexando para siempre la
piedra más preciosa que tenía la Corona de España.
Acompañaban hasta los Arcos de El va al Marqués los
Duques de Lui (de real estirpe), padre é hijo; el gran
Maestre de las Armas, el Mariscal de Mesleraya y otra
mucha nobleza, y allí se dispidieron.
Entretanto entró el Governador de los Condados á
tomar la posesión de la villa y castillo de Perpiñán en
nombre del Rey Christianísimo, poner la guarnición,
reconocer el presidio y demás cosas que en tales casos
se acostumbra hacer. Halláronse 160 cañones de bron-
56
ce, bellas piezas; armas para armar cien mil hombres,
municioDes para pelear sin escasez diez años conti-
nuos; pero nada es de admirar siendo la plaza lo que
es, y haver recoxido todo el reslo de las campañas de
Salsas y la Ocata, y á no ser la falta de mantenimien-
to era imposible ganarla.
Ocupada la plaza y distribuida la guarnición por
sus puestos, se acudió á dar las gracias al Dios de los
exércitos en la Igl.'' de S." Juan. Dixose el Tedeum
laudamus, y el Arzobispo de Narbona celebró el ofi-
cio, y el Obispo de Vimas predicó, y después en pro-
cesión llebaron el Sanctissimo por las calles, y el Ma-
gistrado con sus gramallas llebaba el palio: concluida
se retiró todo hombre á su casa y los Generales á des-
pachar correos á todos los Príncipes sus aliados para
que aiudasen á celebrar tan memorable victoria.
CAPÍTULO 128.
FIESTAS Y PÚBLICOS APLAUSOS CON QUE BARCELONA CELEBRA
EL RENDIMIENTO DE PERPIÑAN.
El juebes día 11 de Septiembre 1642 llegó á Bar-
celona la nueba del rendimiento: no me detengo en
escribir los júbilos y alborozos con que toda esta ciu-
dad celebró esíe sucesso, porque fuera qualquier exa-
geración corto bosquexo, y dexando al juicio del lec-
tor lo más, diré las demostraciones públicas. Assí como
llegó la nueba se mandó disparar la artillería, tocar
las campanas en todas las iglesias, y que en cada una
de ellas se cantase el Te Deum, que todo se executó;
ordenáronse unas luminarias para el día 13 á la no-
che, pero prolongólas el arribo de la armada caste-
llana hasta el día 20, que hauiéndose hecho á la vela
dexó libres los ánimos para entregarse á los regocijos;
o7
continuáronse los tres días con la grandeza que sabe
gastar Barcelona en semejantes fiestas, subiendo de
punto cada noche, assí en el número de las luces, di-
versas invenciones de fuego, como en lo rico y visto-
so de las galas de los de la encamisada, pues cada no-
che hubo la suya en que la nobleza mostró su gene-
roso pecho en varias quadrillas, presidiendo en la
principal Monsieur de Argenten, D. Joseph Marga-
rit y un embiado del Nuncio de Francia á la averi-
guación de algunos siniestros informes que hauían
dado en París los mal intencionados en materias de la
religión, y se hallaron ser falsos, porque se conserba-
ba con la limpieza que siempre.
Mientras en lo profano se hacían demostraciones de
gozo, se rendían cultos, veneraciones y gracias á Dios
en el templo del Asseo; los tres días en esta iglesia
hubo solemnes oficios: en el primero predicó el Padre
Salas de San 'Agustín, electo Abad de San Gucuphate;
en el segundo el Padre Prelado Prediches, mercenario,
y en el tercero el Padre Puitg, de la Compañía de Je-
sús, y acabóse essa tarde con una procesión general
como la del Corpus, asisLida de los Consistorios, Con-
sejos y nobleza. El juebes siguiente, en la iglesia de
Santiago, se hizo la misma fiesta y fué orador panegí-
rico el Padre Fray Joseph Pons, carmelita descalzo; en
las demás iglesias respectibamente se hicieron fiestas.
Señaláronse en los festejos públicos por buenos va-
sallos del Rey Christianísimo el Deán Paulo del Roso,
que hizo una fuente de vino que todo el día manó con
gran abundancia y consuelo de muchos y arrojando
en varias ocasiones cantidad de moneda al pueblo, y
D. Grau Reguer, que en abundancia de luces, varie-
dad de imbenciones de fuego y cuetes se aventajó á
todos; en el llano de San Francisco hubo una grande
58
imbención de fuego la primer noche; la segunda en la
plaza de Santa Ana delante casa Reguer, y la tercera
en la plaza nueba, dispuesta á forma de un cadahalso,
y en medio de él un león por despojo de las garras y
pusilanimidad de un gallo, que al paso que la inven-
ción iba quemando era maior el aprieto del león has-
ta quedar derecho. Si acaso algunas casas mal halla-
das de este sucesso se negaban al regocijo, la plebe en
tumulto las obligaba á hacerlo contra su voluntad,
molexándoles de leoncicos domados.
CAPÍTULO 129.
PARTE lÁ armada DE FRANCIA DE LA PLAYA DE BARCELONA
Y LLEGA LA DE ESPAÑA Y DA FONDO.
El mismo día que llegó la nueba del rendimiento de
Perpiñán, el S.°^ de Erase se partió con nuestra arma-
da marítima á imbernar como acostumbra en los
puertos más seguros de Francia; y aún no la hauía-
mos perdido de vista, quando Monjuique señaló la de
España por Poniente con gran pujanza. Bien podía la
nuestra bolber á combatirla, pues se llegaron á ver
una de otra, y de Barcelona ambas á un tiempo; pero
ó sea que el gozo de tener ya la joya deseada le obli-
gase á dexarla de lástima, ó que temiendo una deses-
peración española quisiese guardar sus navios, prosi-
guió su viaxe disimulando el hauerla visto. La caste-
llana se puso en ala frente de Barcelona fuera del ca-
ñón, y dando fondo tan de propósito como si viniera
á sitiarnos, dexando dos galeras, una á cada lado, en
continuo mouimiento para que no pudiese entrar ni
un barco: estúbose en esta forma desde la noche de
once hasta la tarde del día 13, que se hizo á la vela
acia Levante; pescó en estas horas algunas barcas de
59
provisiones qme venían de la costa, y á nosotros el
susto de estar en continuo recelo y con las armas en
la mano fortificando de nuebo toda la marina y te-
miendo de alguna embestida, pero partióse sin decir
ni hacer nada á llorar su desventura.
CAPÍTULO 130.
RENDIMIENTO Y CAPITULACIÓN DEL CASTILLO DE SALSAS.
Viendo el Governador del castillo de Salsas el des-
graciado fin de Perpiñán, y que sin darle parte se ha-
bía rendido su Governador y que con más razón po-
día él á aquellas horas desesperar de consuelo y soco-
rro, sin esperar hostilidad alguna (aunque por forma
se arrimó allí parte del exército francés), capituló
D. Benito Enríquez de Quiroga, Maestre de campo
general y Governador de la plaza, en esta forma:
I."" Que el día 29 de Septiembre 1642, á las ocho
de la mañana, saldrá de la plaza con sus milicias y
toda la gente que en ella se hallare á vida salba con
sus armas, municiones, dos cabos encendidos, bande-
ras tendidas, caxas tocando, y que con escolta serán
conducidos por la Francia á Navarra, sin que de obra
ni palabra puedan ser injuriados en los dominios de
Su Mag.*^ Ghristianíssima, y que se entregará la pla-
za á los señores Mariscales ó á quien su orden tubie-
re, con todas las municiones, armas y bastimentos
que el día de la capitulación se hallaren en ella.
2.° Que se les haya de dar doce carros para llebar
su ropa y trastes, y doce bagajes para los Oficiales que
no podrán ir á pie, y que á costa de Su Mag.'i Ghris-
tianíssima hayan de ser alimentados y conducidos
hasta Pamplona, sin que las marchas sean más de á
tres leguas cada día.
60
3.° Que para seguridad y cumplimieiito de lo ca-
pitulado se entregarán dos Capitanes de cada parte en
rehenes, y que no se hará hostilidad ninguna contra
la plaza, ni en ella se podrá entrar bastimento ni
arma ninguna sin consentimiento de los señores Ge-
nerales de Francia.
4."^ Que, últimamente, se le dé pasaporte á un co-
rreo que despachará el Governador á Tarragona con
noticia y un tanto de su resolución y capitulación á
los Generales de España, y que los naturales que que-
rrán seguir el partido del Rey Gathólico, puedan; los
que no, que retirados á sus casas presten el juramen-
to de fidelidad á Su Magostad Ghristianissima. Fecho
en Perpiñán á 15 de Sep/^ 1642.
Escomherch, La Milleraye.
D. Benito Enriq.^ de Quiroga, Joseph Lorenzo Ló-
pez y Marcello de Marras.
Llegó el día 29, y cumpliendo cada parte lo que le
tocaba, se rindió la plaza á los señores Mariscales
arriba firmados, y la ocuparon las armas de nuestro
feliz Monarca Luis decimotercio. — Nota: Lector mío,
si has visto los capítulos atrás de esta Historia, que
en los años 1639 y 1640 costó tanta sangre, tanta no-
bleza y vidas esta plaza, y que aora sin costar una on-
za de pólbora se ha rendido y entregado á baibenes de
fortuna, ¡ah cosas de esta vida, y quán inconstantes os
miramos! Dexemos á Dios estas causas que las go-
uierna su inapeable juicio; tan en silencio pasó Cata-
luña este sucesso para en materia de fiestas, como si
tal no hubiera en el mundo, quando al recuperarla
otra vez de los franceses fueron indecibles los rego-
cijos.
61
CAPITULO 131.
EELACIÓN EXTENSA DE LO QUE SUCEDIÓ EN EL SITIO DE PERPIÑÁN, Y
UNA ADICCIÜN DE PARTICULAPJDADES OMITIDAS EN LOS CAPÍTULOS
PASADOS.
Ya parece (oh lector mío) que oigo cómo me dices:
— Es posible que nada pasó en el sitio de Perpiñán dig-
no de mención en esta Historia; — á que te respondo que
sí, y que el no hauerlo referido antes es por hauerme
parecido preciso noticiarte primero de esos dos capí-
tulos que acabo de escribir, y también porque, á de-
cirte verdad, como en materia de armas nada sucedió
que pueda escriuirse, quería callar las crueldades y
exacrables acciones que executaron los Cabos caste-
llanos con los naturales mientras duró el sitio, pues
más son para llorarlas en el silencio que para escri—
uirlas ni acordarlas en papel: pero pues hubo dureza
para executarlas, tinta ha de hauer para decirlas.
Procuraron los perpiñaneses con su acostumbrado
cathólico celo que no se faltase al culto divino y ve-
neración de los sagrados templos, y ya que no pudie-
se ser con aquella pompa y grandeza que en la quie-
tud y la paz se hacía, por lo menos que fuese según
permitirían los tiempos, y para no faltar á esto se ex-
pusieron á perder haciendas y vidas á manos de mu-
chas crueldades, y para que no quedase también des-
poblada aquella villa, pues no parece tiraron á otro
los Cabos castellanos.
El primer rigor que experimentaron íué que dan-
do los cabos libertad de conciencia á las milicias se
apoderasen de todos los bastimentos y biveres que los
naturales hauían recogido para su sustento, sin per-
donar combentos, iglesias ni clausuras, de forma que
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no eran dueños de poder tener ni un pedazo de pan ni
grano de trigo que no lo arrebatase el soldado, aun-
que fuese del altar. Á vista de esta necesidad fué ins-
tado el Marqués de Flores Dáuila, por los tres comben-
tos de religiosas, que S. E. les diese lo preciso para
conserbar la vida ó permiso para salir de la clausura
y villa; respondióles que si no tenían pan que comie-
sen piedras, pues importaba poco que vibieran ó mu-
rieran; repetíanse los clamores, y en segunda instan-
cia sólo sacaron á onza de pan por cada una en cada
semana. Últimamente, viendo esta inhumanidad las
de Santa Clara, se resolbieron un día á salir del com-
bento y en procesión juntas irse á casa del Marqués á
pedir misericordia: executáronlo, y llegadas á la
puerta, de rodillas y á voces y suspiros gritaban mi-
sericordia, ó lo que en tal lance el dolor y la necesi-
dad les permitiría; alcanzaron con esto algún socorro
de trigo, aunque no debió de ser mui sobrado: suce-
dió este lance en ocasión que hauía en la villa un
trompeta del enemigo, y zuzurróse que las monjas
hauían obrado esto con inducción del Magistrado, y
sintiéronlo los Cabos quanto es imaginable, pues era
decir al enemigo el mismo estado en que se hallaban.
Fuese D. Diego Cauallero á la Casa de la Villa y dixo
mil pesares á los Jurados, amenazándoles que estaba
para tocar á degüello en todos los naturales: era tan
soberbio D. Diego, que dixo un día á unos Capitanes
que allí ni Dios, el Rey ni el Marqués de Flores go-
uernaban, sino él; pero permisión divina, que en me- ■
dio de tanta sinrazón y calamidad no muriese ni de
desgracia ni enfermedad persona alguna de quenta en
todo el sitio. ¡Parece milagro!
Llegó la hambre y la necesidad á tal extremo, que
no hallándose ahmentos casi á precio alguno, se ali-
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mentaban algunos de los excrementos de los cavallos,
Y otros de entre ellos escogían los granos de la ceba-
da para bacer pan; otros comían las cascas de los ca-
racoles; los soldados enfermos las pajas de los jergo-
nes: de éstos murieron más de mil y ochocientos de
pura hambre; otros se alimentaban de los excremen-
tos de persona después de secos, y hubo soldado que
de esto sólo vibió más de ocho días. Era quebranto de
corazones ver los tiernos infantes rendir las vidas á
los pechos de las madres por falta de alimento; es muy
de este lugar este caso: pasaba un religioso dominico
por una^ calle; acércesele una muger pidiéndole por
caridad un poco de pan; hecho mano el reHg-ioso á
darle alguna moneda; replicó ella con gran angustia:
— No se socorre, padre, mi necesidad con dinero, pues
sólo busco un pedacito de pan con que redimir mi
vida. — Díxola el religioso Je siguiese, que partiría con
ella su pitanza; á pocos pasos oió el religioso un ge-
mido y caída; bolbió los ojos y halló tan difunta aque-
lla pobre hambrienta, que ni capaz de absolución la
miró ya. Los Presidentes de Santo Domingo, S.'^ Fran-
cisco y Capuchinos, socorrieron mucho aquel aprieto
mientras tubieron con qué: hasta la hortaliza y yer-
bas de la huerta agotaron, haciendo ollas para ali-
mentar á quantos pudieron. Intentaron los Cabos, in-
ducidos solos de D. Diego Cauallero, apoderarse de la
plata de las iglesias y de quanto en ellas hauían reti-
rado los particulares; resistieron los eclesiásticos
quanto pudieron, defendiendo ya con papeles como
con representaciones fervorosas la inmunidad ecle-
siástica, y lo consiguieron mediante Dios.
Á tanto obligó la codicia ó la necesidad de los sol-
dados, que desenterrando los cadáveres recientemente
enterrados, y hechos quartos, los vendían en la plaza
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en vez de carne de cauallo, que no creo haya ni lle-
gue á verse en historias mayor inhumanidad; y esto
es tan verdadero, que por confesión de los mismos
reos quedó probado en proceso á tres que los ajusti-
ciaron por ello, y refirióme el religioso mínimo que
los acompañó al suplicio hauerlo oído él mismo de
ellos. Una muger castellana vibía amancebada, y la
encontraron en una esquina dando muerte con una
des I ral á una niña de unos nuebe años, y llevándola
al suplicio, confesó haver muerto un niño y comído-
selo ella y su mancebo.
En medio de estas calamidades no cesaba la codicia
de los "castellanos de discurrir y maquinar nuebas ex-
torsiones contra los afligidos perpiñaneses, y en com-
beniencia suya D. Diego Cauallero (que parece le ha-
uía Dios tomado por instrumento y azote de su jus Li-
cia) aconsejó al de Flores que multara ó compusiera
los particulares; executóse luego, pecuniando á unos
en 200, á oti"os en 500 y en. 800 reales de á ocho, se-
gún se les antojaba estar acomodado cada uno, sin
que de este pecho riguroso se eximiere el noble, el
eclesiástico, el plebeyo ni la desconsolada viuda, y no
contribuyendo luego, los prendían, y en los calabozos
del castillo los hacían pasar lastimosa vida, sin que el
asilo de las iglesias valiera para librarse de su saña,
y murieron algunos al rigor de esta tiranía, y otros
tolerábanla con la esperanza de que no podría durar.
Dióse soplo que en el combento de San Francisco
hauía cantidad de suela y baquetas y otro género de
pieles que, bien remojadas y aderezadas, era sabroso
manjar en aquella sazón. Acudió Gavallero con tropa
de milicia á reconocer el combento; quiso resistirse el
Presidente; pero alzando la mengala amenazóle que le
daría de palos (acción mui ordinaria en este sugeto
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sin distinción de personas); franqueó entonces la puer-
ta el religioso, y permitió Dios que no hallaran cosa
alguna: de este sucesso y otros semejantes acordaron
los superiores de lo eclesiástico que, acabados los divi-
nos oficios, se cerrasen las iglesias, combentos y casas;
pero con toda esta vigilancia sucedió que un soldado,
intentando robar la prodigiosa reliquia y brazo de
San Juan Bautista que tienen los dominicos, se cerró ó
escondió en la iglesia, y al querer executar su robo,
rotas ya las dos puertas, al romper la tercera se halló
cortado é inmóbil; mudó de resolución viendo lo que
por sí pasaba, y rabioso en vez de contrito se fué al
altar de Santo Domingo en Soriano, y robó las preseas
y dones que por diversos milagros hauían dado al-
gunos. Este soldado estaba antes preso en un cuerpo
de guardia por semejantes hechos, y ó fuese maña
suya ó permiso del Cabo salió á esta acción; divulgóse
luego, y dando quexas el sacristán al Sargento mayor
del tercio, hombre virtuoso, hizo su reseña, y topando
al tal soldado con parte del robo lo mandó justiciar por
más medios que se interpusieron.
Llegó el día 29 de Agosto 1642, que era el señalado
para entregar la fortaleza, y combocando el clero y
todo el pueblo en la iglesia del glorioso San Juan Bau-
tista para celebrar su degollación, como era costum-
bre, con gran piedad y pompa, al querer entonar el
clero el himno Deus tuormn militum, equibocando
las palabras y sin advertirlo entonaron el Te Deu7n
laudamiis; pasmóse el pueblo de la equibocación y aun
el mismo clero turbóse, mirándose unos á otros y pre-
guntándose qué era aquello, porque solos muí pocos ó
alguno sabía la capitulación; con que atribuyéndolo á
milagro se empezó á mormurar entre los circunstan-
tes, sin que entonces ni después se haya oído que fuese
Tomo xxiv 5
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advertida la equibocación, sino milagrosa quizás pues
que en día que un mártir como el Baptista salía de las
cárceles de esta vida á gozar de Dios, quería también
anunciar á tanto innocente afligido que salía del pe-
noso cautiverio de la soberbia castellana.
Aunque la hambre, calamidades y trabajos que se
padecieron en el discurso del sitio fueron impondera-
bles, por más que quieran expresarse, se sintieron más
algunos maltratamientos y sinrazones que se hacían
desde el día que se capituló, juró y firmó el rendi-
miento hasta que se efectuó, y entre otros es de ad-
vertir que acudiendo la piedad de los deudos y amigos
á socorrer con el alimento á los presos que estaban en
el castillo, robando los soldados del restillo los hecha-
ban de él con oprobios, ignominias y á palos, que ase-
guran que ni en Argel no se trata peor á los esclabos
de las mazmorras: esto les hería el alma á muchos y
á algunos les costó la vida.
Esto es, en suma, lo que puedo referir del sitio no
apartándome de la verdad, y excusando la prolixidad
de cosas más menudas: discurra el entendido y curio-
so qué júbilo debió tener aquel pueblo al verse libre
de esta opresión y baxo el dominio benigníssimo de
nuestro invicto 3^ esclarecido Monarca Luis décimo-
tercio; y fué tal la blandura y amor de sus Ministros,
que atraxo para sí á muchas familias del campo de
Tarragona que, aborreciendo los castellanos, se fueron
á poblar y morar en el Rosellón, viendo que allí vivi-
rían seguros de sus tiranías, pues quedaban expelidos
para siempre.
Aunque paso adelante esta historia, en el capítulo
siguiente no quiero dexar de poner antes algunas no-
tas de cosas particulares que en lo que hasta aquí ten-
go escrito reconozco hauer omitido impensadamente
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y llebado de las ocupaciones de mi casa, que hauiendo
pasado de hijo de familias á dueño de ellas por la
muerte de mi padre, me desbió algo de esta empresa.
Repartirélas en sus años para que el curioso sepa con
fundamento quándo sucedieron.
El año 1626.
Quando la Magestad de PheMpe quarto vino á Bar-
celona, que se hallaba Virrey entonces el Obispo de
Barcelona, sucedióle á éste el Obispo de Urgel en el
cargo: era fraile benito; murió de viruelas: eran Gon-
selleres Julián de Rabel, en Gap; Francisco G-aba, 2.°;
J. Ximénez, 3."; Antonio Roure, é.'^, y Severo Pedral
bes. Notario, 5.°
El año 1627.
Fueron Gonselleres de Barcelona Beltrán Des-
valls; 2.°, Raphsel Llauder; 3.°, Dimas Polit; 4.*", Juan
Paulo Rifos; 5."", Bernardo Serrat; fué también Virrey
por ínterin el Obispo de Gelsona.
El año 1628.
Fueron Gonselleres Gualber de Gorbera, que murió
á pocos meses, y en su lugar para el resto del año sor-
teó Joseph de Bellafilla; 2.% Rafael Cervera; 3.°, Ber-
nardo Berengueri; 4.*", Nicolás Ferrer; 5.*", Villarru-
bia, boticario.
Este año se padeció gran sequera, de calidad que los
sembrados apenas nacieron, y los que nacieron no pu-
dieron segarse, sino arrancarse, y no todos: sobre esta
necesidad faltó el agua para los molinos en tanto ex-
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tremo que para la panadería de la ciudad era menes-
ter ir á hacer harina á Igualada y á Tarragona, y
viendo se continuaba se hicieron los molinos de vien-
to al baluarte de Levante y acomodaron los de la Cruz
cubierta, y la gente de fuera, viendo esto, en vez de
traer trigo traían harina, y se les daba á tres y quatro
reales más por cuartera, con que la falta de pan no
fué mui notable. Fué Mostazaf ese año patia amargos.
Por recelos de peste se pusieron guardas de morbo
desde Julio hasta Marzo; hauía solas tres puertas
abiertas, y en cada una quatro hombres de guardia
para ese efecto que nombraba la ciudad, sin permitir
entrase ninguno sin boleta, y para atemorizar se pu-
sieron en cada puerta unas horcas.
El año 1629.
Sortearon Gonselleres de Barcelona: Bartholomó
Sala, en Gap; Buenaventura Gualbes, segundo; D.^'^
Francisco Ribas, 3.°; Pablo Magarola, 4.°, y Juan
Hix, quinto. Este año sucedieron las questiones ó di-
ferencias entre la ciudad de Barcelona y villa de Per-
piñán, de calidad que aquí se hicieron represalias de
las haciendas de algunos que vibían allá, y en Perpi-
ñán obraron lo mismo con las haciendas de los que
aquí vibían, pasando á mayores hostilidades y á tener
resolución tomada los perpiñaneses de venir con ar-
mada contra Barcelona. Partieron" de aquí el Juez
Guiamet y D. Bernardo Cabrera para sosegarlos; pero
hubiéronse de retirar al castillo, porque no los reci-
bieron de buena gana. En el principio de este año
hubo mucha carestía de trigo, á ocasión de la seque-
dad del antecedente, y de que hauiéndose partido á
Castellón de Ampurias el Duque de Cardona, dio per-
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miso para sacar trigo al Rosellón y Francia; acción
mui mal pensada, y también porque los roselloneses,
por las diferencias de Perpiñán, embargaron el trigo
que allí tenían comprado los arrendadores del Pastrín ,
de Barcelona, que todo se juntó para mayor descon-
suelo; pero próuidos los Magistrados en hacer seruir
los molinos de viento que á la sazón se acababan, y
permitiendo la entrada de la harina á los de la provin-
cia, y asistiendo un Gonseller á los puestos doude se
vendía, para que según la familia de cada casa se les
vendiese (que era á diez y once sueldos la arroba), se
socorría con orden y alibio de todos la necesidad de
cada uno.
A últimos de Marzo hubo guardas de morbo, que se
recelaba de la peste que en León, Tolosa y Narbona
de Francia se hauía encendido; priuóse el comercio de
estas ciudades, y en las puertas de Mar, San Antonio,
Ángel y Nueva entraba uno de guardia de 24 en 24
horas; pero en el resto de la provincia apenas se guar-
daban.
En 21 de Junio murió el Gonseller 4.'', Paulo Maga-
rola: ya lo sorteó en su lugar para el resto del año
M. Francisco Vila, Mercader, Gaxero de la Tabla.
Á 6 de Junio partió de Barcelona el Obispo de Gel-
sona, que era Virrey, y se fué á Gervera por entrar
ya en la provincia el Duque de Feria que le sucedía
en los puestos, y el día 1 1 del mismo mes entró en
Barcelona y juró, como queda referido en el capítu-
lo 15; tubo su palacio en la calle Ancha, en donde los
demás Virreyes casados solían tenerle, porque los
Obispos le elexían en donde les gustaba, menos el de
Barcelona, que no dejaba el suyo; los demás, unos al
palacio del Rey, otros en otras partes, assí como que-
rían: quando entró el de Feria, ocupaba la casa el
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Conde de Eril, que hubo de desocuparla y irse delan-
te de Junqueras. '
Este año, que era Corpus, á 14 de Junio, no se pudo
hacer la procesión el mismo día, porque llovió de me-
dia tarde abaxo, y aunque las parroquias, religiones
y cofradías hauían acudido, y la gente puestos varios
altares por las calles, no pudo executarse, y á cinco y
media de la tarde, viendo no cesaba la Ilubia, resolbie-
ron dexarla para el domingo; y el sábado siguiente
por la mañana se amonestó y combidó con pregones
públicos que el día siguiente se haría la procesión, y
essa tarde misma se hicieron las solemnidades acos-
tumbradas en la víspera de Corpus, y el domingo a la
tarde la procesión con la misma solemnidad que se
acostumbra en el mismo día y con asistencia del S.^"
Virrey. La parroquia de Santa María dilató la suya
hasta el lunes, y los religiosos dominicos, aunque la
hicieron, fué sin salir del pórtico del cómbente.
El día 29 de Octubre resolbió el Consejo de Ciento
se desiciesen todas las barracas de la marina, por in-
famias que hacían los taberneros, assí en las compras
de los vinos que llegaban á la playa, como en las mez-
clas y las ventas después á los naturales; y aunque al-
gunas veces se hauía hecho lo mismo por los Gonse-
lleres á solas, y luego se bolbían, puso el Consejo pena
dé privación de salario al Consejero que propondría
el debolberlas.
Sábado, á 15 de Diciembre, á la noche se movió tan
recio aire de Levante, que ocasionó muchas ruinas en
las casas, derribando tabiques y ventanas y una casa
entera de un zurrador, muriendo entre la ruina la
muger y una criatura muy pequeña: todo este año se
guardó en Barcelona de la peste y con tal rigor, que
cerrando los caminos que cruzan de uno á otro en todo
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el término de la ciudad, se redujo á que todos entra-
ran por las puertas de Mar, Nueva j San Antonio, y
reconociéndose cada noche las casas de afuera para
que no se acogiera ningún forastero, y hasta llegar á
cerrar algunas. Este año se empezó á guardar la fies-
ta del glorioso Patriarca San Joseph: mandóla el S.®'*
Obispo D. Juan Santis, por orden de la Sede Apostó-
lica y á petición del Rey nuestro Señor.
El año 1630.
Sortearon Gonselleres de esta ciudad de Barcelona:
Gerónimo de Rabel, ciudadano en Gap; 2.^, Antich
Saleta y Morgades, ciudadano; 3.°, Joseph Jover, mi-
litar; 4.°, Honofre Palau, mercader; 5.°, Jerónimo
Bosch, notario; obreros, D. Fran."*» de Oms, Señor de
S.'' Jorge, y D. Palau Barias, mercader; Mostazaf Jo-
seph Balart, mercader; Glavari Gerónimo de Rabel,
el Gonseller en Gap.
Este año pasó la Serenissima Infanta Doña María
de Austria á casarse con el Rey de Ungría, hijo del
Emperador de Alemania: entró en Barcelona y se le
hicieron las fiestas que atrás se refieren, en donde se
cuentan los sucesos de este año.
A 4 de Septiembre, por orden del Virrey, pegaron
fuego á una barca que venía de Alexandría de Egipto
cargada de varias mercadurías, porque se decía hauía
peste en aquellas partes, y según los despachos no ha-
uía purgado en puerto alguno, sino que de Alexan-
dría hauía venido aquí sin abrir la cubierta en todo el
viaje; á los marineros les dexaron el laúd y dieron
comida, y orden pena de la vida que no desembarca-
sen en costas de Gataluña; la barca era catalana y ve-
nía á cargo de J. Falguera, Gorredor de oreja: S. E.
no permitió que éste ni los que la aseguraban recibie-
sen daño alguno; la barca, al darle fuego, diéronle
también vela para que se quemara bien afuera del
puerfo.
Domingo 24 de Octubre llegó una galera de Ponien-
te de las de Sicilia, que se vio bien á pique de perder-
se,- porque en el viaje los esclabos y buenas bovas se
bauían lebantado contra el Capitán y guarnición y
ganado casi la mitad de la galera, pero pagaron con
las vidas el rebelión.
Á 5 de Octubre vino orden del Rey para que se des-
terrasen de Cataluña todos los franceses que hubiesen
entrado en ella un mes antes, porque se sabía bauían
partido de Ginebra tres franceses que llebaban unos
polbos con ánimo de encender peste en Cataluña y
España, como se hauía experimentado en el estado de
Milán y otras ciudades de Italia; executóse luego, y
se hicieron varias rogatibas, y permitió Dios que no
sucediese aquel año cosa alguna que verificase las sos-
pechas, ni por más diligencias que se hicieron para
descubrir algo.
Martes 29 de Octubre salió el Duque de Feria, Vi-
rrey, para General y Governador de Milán, por oca-
sión de las guerras, y el día 7 de Noviembre entró el
Duque de Cardona y juró por Virrey de Cataluña.
Miércoles 31 de Diciembre el S.<^^ Obispo D. Juan
Sentís, después de hauer celebrado de Pontifical con
asistencia de los Conselleres, puso la primera piedra
del altar de S.** María de la Mar, con gran ruido y
fiesta: la piedra era quadrada, esculpidas las armas de
la Iglesia en ella, y en medio un agujero con el aucto
del Altar: concedió S. 111.™* 40 días de perdón á todos
los que visitarían aquella piedra.
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El año 1631.
Fueron Gonselleres de Barcelona: Jorje de Fluccia,
militar en Gap; Mathías Vilar, 2.°; Joseph Estebanell,
ciudadano, S.'^; Antonio Segura, mercader, 4."^, y Jo-
seph Sayos, 5.°; obreros, Joseph Bals, militar, 3^ Juan
Ferrer, confitero de la Plaza de Sancta Ana.
Á 10 de Enero hizo la primera tintura de azul Jai-
me Carreras, hijo de Juan de Carreras, zurrador que
vino de Valencia y aprendió el tinte de Castillo.
Á 31 de Enero por la noche se movió cruel tempes-
tad de viento y borrasca en el mar, de calidad que se
desamarraron los navios y corrieron la fortuna que
Dios fue servido; los marineros desamparaban las na-
ves y barcas, y la providencia de los Conselleres hizo
encender tan copiosos fuegos de teas, que parecía el
día; últimamente se llebó la reserua de Santa María
de la Mar y la reliquia de San R.amón al baluarte de
Levante, y estubieron allí gran parte de la noche,
hasta que sosegó á la mañana algo la tormenta: en
ella sólo perecieron dos marineros; pero muchas bar-
cas quedaron maltratadas mucho, y tres ó quatro he-
chas pedazos.
Martes 9 de Abril llebaron el cuerpo de San Sever
á Santa Clara con la solemnidad que se acostumbra
en rogatiua por agua, y siruióse Dios socorrernos con
ella y buena cosecha, y después se hizo una procesión
general en acción de gracias, llenando los cuerpos del
santo y de Santa Madrona, y ésta la bolbieron á su
casa como se suele en tales ocasiones.
Viernes 2 de Mayo llegaron nuebe galeras con el
Duque de Alba y demás señores y gente que hauían
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pasado acompañando la Reyna de Ungría, menos el
Arzobispo de Sevilla, que murió en el camino, hombre
ya de edad.
El año 1632.
Fueron Gonselleres D. Bernardo Sala, en Gap; Doc-
tor J. Boquet, 2.°; Nicolás Bonet, 3.°; Francisco Ros,
Mercader, 4.°, y Amador Vilar, 5.°; obreros, Fran-
cisco Genovés Gavallero y J. Rubís, Mercader; Mosta-
zaf, J. D.*"' Prats, que estaba á la Boquería.
Lunes 3 de Mayo de este año bolbió á Barcelona el
Rey nuestro Señor D. Phelipe IV con sus dos herma-
nos, y el día 19 se bolbió dexando al Infante Garde-
nal Presidente de las Gortes, con condición que se con-
cluyesen; pero no sucedió assí, como ya se dice atrás
en su lugar, por causa de la ciudad.
FA año 1633.
Fueron Gonselleres de Barcelona: el S.*"* Francisco
Bru, en Gap; el S.»"- Xammar, 2.°; Honofre Vila, 3.°;
D.*»"" Magriñas, 4."*, y Miguel Oliver, Platero, 5.°; obre-
ros, Micer Montaner y M. Soler, Girujano; Mostazaf,
el S.*'"' Boxados, el viejo militar.
Jueves 19 de Mayo juró por Virrey en ínterin el
Duque de Gardona, con asistencia de los Gonselleres,
por haverse á 1 1 de Abril partido el Infante Gardenal
con 18 galeras á Flandes, que de esto y lo sucedido
mientras estubo en Barcelona se da razón en el cuer-
po de esta historia atrás. El mismo día 19 á las dos
de la noche se obserbó por toda Gataluña un espan-
toso terremoto, sin que dexase de sentirse de todos,
75
y muchas casas padecieron grandes ruinas: juicios
de Dios que no podemos apear qué quiere decirnos
con eso.
El año 1634.
Fueron Gonselleres de Barcelona: D. Grau de Pa-
guera, en Gap; D.""" J. Migedel, 2.°; Josef Mora, 3.°;
Galcerán Nabo, 4.°, y Antonio Gasanobas, confite-
ro, 5."; obreros, Francisco Play de Gadell y M. Mata-
li; Mostazaf, D. Feliciano Gordellas.
GAPÍTULO 132.
MARCHAS DE LOS EXÉRCITOS FRANCÉS Y ESPAÑOL, Y COMBATE Á VISTA
DE LÉRIDA.
El día 17 de Septiembre de 1642 tuvo aviso cierto
el Mariscal de la Mota de que los exércitos del Gaste-
llano, governados por los Marqueses de Inojosa, To-
rrecusa y Mor tara, marchavan del campo de Tarra-
gona á juntarse con el Marqués de Leganés, que co-
mandava otro trozo de gente, y todos juntos de acuer-
do sitiar ó asaltar á Lérida, y que para el tránsito de
los collados que dividen el campo de Tarragona del
llano de Urgel, se havían, avanzado al luga$* del Pía,
que es al Goll de Gabra, por donde el designio del Gas-
tellano era pasar.
Halla vase el Mariscal de la Mota en Santa Goloma,
tres leguas distante del Gollado de Gabra, y luego or-
denó se juntasen todas sus tropas; túbolas juntas á
toda diligencia el día 22 por la mañana, y continuan-
do los avisos de que el enemigo executava su pasaje.
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marchó su gente la buelta de Rocaíbrt, reconociendo
el terreno cómodo para la conservación del país é in-
comodar al enemigo: llegó á las 10 de la mañana, y
saviendo que el Castellano havía pegado fuego á la
villa de Garreal, tomó un esquadrón del rejimiento de
Tarrail para irlo á reconocer personalmente, y man-
dó acometer á los batidores del enemigo, que toman-
do quince de ellos supo qpe toda la vanguardia avía
ya pasado y que estavan en batalla en terreno y pos-
tura que, si no era á la desliada, no se le podía acome-
ter. Mandó alojar su exército el Mariscal de Rocafort,
y él se subió á una eminencia no muy lejos del ene-
migo, desde donde pudo ver su campo, marcha y for-
mación.
El día 23 al amanecer salió el Mariscal con 500 ca-
vallos y 500 mosqueteros la buelta de Garreal, y en-
contrando algunos de los enemigos, los aprisionó; pasó
adelante, y encontrando con un puente que los ene-
migos hacían guardar, se apoderó de él, obligando á
la guarnición á retirarse Ijasta el grueso de su exér-
cito. Este día fué todo escaramucear: en él perdió el
enemigo hasta 50 hombres entre presos y muertos, y
nosotros unos quatro, entre los quales fué mal erido
el S."'' de Mont en una mano de un caravinazo: era
Ayudante de campo.
El día 24, dos horas antes del amanecer, adbertido de
las centinelas, espías y batidores que el enemigo mar-
chava á Lérida, encaminó el Mariscal su marcha á
Gervera, para irle al enemigo siempre á la vista. Des-
pachó el Comendador Gambón, Capitán del rejimiento
de Mirrambile, con 50 maestres, para que de cerca ob-
servase los pasos del enemigo y le continuase los avi-
sos, pero con orden de no empeñarse en batallar. Al
castillo de Alborea embió otro Capitán de su rejimien-
77
to con 50 mosqueteros para que atendiesen las opera-
ciones del enemigo en el llano de TJrgel.
El día 25, siguiendo las marchas al enemigo, se par-
tió á Belpuche el Mariscal, lugar del llano de Urgel, y
por donde el Castellano havía de pasar, y desde donde
podía dar calor á la guarnición de Lérida: havía en
ella un rejimiento francés, cien mosqueteros catala-
nes, sin otra soldadesca paisana, y bastante dinero
para el socorro; llegó á mediodía á Belpuche, y supo
por seis prisioneros que embió Gambón que el Castella-
no marchava de continuo, que aquella noche havía de
alojar en el lugar de Bímbodí; procuró S. Ex.^ más y
mejores noticias por espías más ciertas que embió.
El día 26 tuvo noticia que el Castellano se descu-
bría con todo su campo cerca del lugar de las Bo-
ras: al instante partió á Albeca con el regimiento
de Ales, que dista media legua de las Boxas, y reco-
nocido el enemigo se bolbió á su campo, dando órde-
nes al Varón de Les que con su regimiento intentase
alguna operación; executóla felizmente, pues embos-
cándose dio sobre parte del enemigo, haciendo diez y
ocho prisioneros, tomando parte del ganado del ene-
migo y el carro del bagaje del de Torrecusá, y dando
aviso de que el enemigo permanecía aloxado en las
Boxas, hasta 27 le observa sus designios: ese mis-
mo día el de Gambón desbarató un esquadrón de 40
cavallos, y aprisionó 14; el enemigo guardava en las
Borjas la artillería.
Á 28, á las dos de la mañana, se supo que el Caste-
llano marchava á Lérida: embió el Mariscal parte de
la cavallería, pero nada pudo porque el Castellano
marchava en famosa orden de batalla; y saviendo que
estava aloxado el Castellano á tiro de cañón de Lérida,
hizo abanzar un partido.
El 29, al romper el alba, partió S. Ex.* á reconocer
la postura del enemigo, y vista juzgó no poder soco-
rrer la plaza, menos que pasando el río Segre, y así re-
solvió con todo el grueso pasarlo por Balaguer por la
comodidad del puente, y encaminándose á aquella
ciudad avisó al Gobernador de Lérida de su designio
por Monsiur Segueri, Ayudante de campo; el día 30,
durmió en Balaguer con todas sus tropas, y el si-
guiente se encaminó á Lérida y supo que el enemigo,
noticioso de la marcha, se ha vía retirado á Torres de
Segre, dos leguas de Lérida.
Á 2, pasando por Lérida todo el exército nuestro,
se fué á aloxar á Villanovela, puesto que el enemigo
ha vía dejado; rindieron en este lugar ocho cavalleros
del enemigo por quienes se supo que estava falto de
víveres. A 3 embió el Marqués á hacer partidas con-
tra el enemigo, y por algunos prisioneros, y otros vo-
luntariamente rendidos se supo que el enemigo fabri-
cava una puente, y que viniendo grueso el río le oca-
sionava mucho travajo, y que los víveres le venían
con barcas de Fraga: este mismo día embió el Maris-
cal al Conde de Roxes con 400 mestres y de acer-
carse tanto á Fraga por la parte de Aytona, que pu-
diese apresar los combéis de víveres que venían al
enemigo todas las noches, y averiguar las marchas,
del de Leganés; y llegando entre Lérida y Aytona topó
con una partida del enemigo, y combatiéndola apri-
sionó al Capitán y quince cavallos, dejando muchos
muertos, y juzgándose descubierto se retiró.
El 5 al anochecer embió al Varón de Ales sobre el
cuerno izquierdo del enemigo, y dando sobre 200 ca-
vallos los desvárate, y aprisionó 50 con casi otros tan-
tos muertos. Á 6 por la mañana, con una partida de
cavallería, fué S. Ex.* á vista del enemigo y á recono-
79
cer los caminos por donde podía retirarse, en caso que
el contrario quisiese atacarle, y á la noche tubo avi-
so que Leganés partía á juntarse con los otros.
Á 7 volvió- su Ex.^ en persona por la parte de Ayto-
na á imbestigar las marchas de Leganés, y no encon-
trando noticia alguna, se retiró luego á su exército,
y no pasó un cuarto de hora quando los vatidores
avisaron venía el enemigo en batalla contra nuestro
campD; salió él mismo á verlo, dando orden se toma-
ran las armas, y con tal orden estava todo, que en
poco rato estubo la gente en orden de batalla; cada
qual en su puesto señalado, y dada orden á las guar-
dias abanzadas de lo que devían obrar, entró S. Ex.*
al cuerpo de su exército, y mandó al Conde de Rose-
Uón que en orden de pelea ocupase las eminencias
que juzgó más necesarias: todo se obró con tal pres-
teza, que antes de llegar el enemigo tenía hasta la
artillería á punto de pelear; tomó uno de los batidores
del contrario, por quien se supo que el de Leganés,
junto con los demás, mandava el exército y venía mui
pujante con ánimo de chocar. En vista de estas noti-
cias, animó el Mariscal sus tropas; dio al de Tarrail
la ala derecha; al Conde de Rosellón, Sargento de ba-
talla, por ser su día, toda la infantería de la vanguar-
dia; el enemigo marchava con tal orden, que hera de
admirar lo bien dispuesto que venía: llegó á ocupar
todas las eminencias que los nuestros no podían guar-
dar, aunque sufriendo grandes incomodidades de nues-
tra artillería.
En nuestra ala derecha estavan los rejimientos de
cavallería de Roisac y de Aubaie, governados por
éste y sustentados por el de San Simón; en la izquier-
da, los rejimientos de Tarrail y Regues, governados
de éste y sustentados del de Ruisis: la infantería hera
80
los rejimientos del Mariscal de Tarins, de Rebe, de
Badi, de Poeto, de Lionés y Lingmars. Puestos en esta
orden, travóse la pelea á las diez de la mañana, em-
bistiendo lo más lucido y noble del exército español,
y la cavallería del tronco de las órdenes, sustentada
por más de dos mil otros cavallos; y los tercios de in-
fantería del Príncipe y Conde Duque con tal resolu-
ción y valor tan superior, que por más que nuestra
cavallería del cuerno derecho quiso resistir, fué des-
varatada, y el S.^"" de Tarrail roto un brazo; ganaron
los contrarios una eminencia en que teníamos tres ca-
ñones de los cuales se hizo dueño: al mismo tiempo
que con igual esfuerzo se vio atacado el cuerno iz-
quierdo, y al primer choque mataron al S."^' de Ro-
gues; pero vigilante el Mariscal, hizo abanzar el reji-
miento de Ales, que rechazó al contrario furiosamen-
te. Mientras esto pasava, nuestra infantería se vio ata-
cada por el grueso de cavallería del contrario; pero
se peleó con tal valor, que no obstante la pujanza cas-
tellana, se conservaron nuestros escuadrones sin rotu-
ra, y ocasionaron muchas más muertes en los enemi-
gos que éstos en los nuestros: viendo el Mariscal roto
el cuerno derecho, cargó allí dos esquadrones del de
Magaloti, mientras hacía abanzar su rejimiento de in-
fantería que formava seis bellos batallones; dieron
éstos sobre el enemigo y le obligaron á retirarse, re-
cuperando nuestra artillería y ganando una pieza suia,
y á no ser lo favorable una eminencia, enteramente
le descomponía.
Duró el combate mientras dio luz el día para la pe-
lea, y á la noche el enemigo se retiró muy silencioso,
dejándonos señores del campo de batalla y de sus
muertos, que pasaron de 400, todos de condición; entre
ellos, D. Francisco Sanz, veedor general del trozo de
órdenes; D. Rodrigo de Herrera, Comisario general
del mismo trozo; D: Alonso de Lemos, Lugarteniente
general de la artillería. Los prisioneros de calidad pa-
saron de 50, y otros muchos cavalleros j soldados; y
es constante que perdió el enemigo en esta batalla
más de 400 Oficiales, 300 cavallos y mil infantes; sus
carros los ocupó el enemigo en retirar los eridos, y
dejó las municiones, acción que calificó, que eran per-
sonajes de quenta, y lo amargo que se retira van.
Tomáronsele seis estandartes y quatro banderas; de
aquéllos se embiaron dos á París, bordados en el uno
la imagen del Apóstol Santiago en medio, y en los
quatro lados los escudos de las Órdenes de Santiago,
Galatrava, Alcántara y Montesa; en el otro, la Cruz de
Santiago y una bandera: lo demás repartió el Mariscal
entre los pueblos vecinos, que así lo pedían para me-
moria del combate.
De los nuestros murieron el Conde de Roches; el
S.'"' de Bolatieras, Ayudante de campo; el S.^^ de
Poan, Capitán del rejimiento de Tarrail; el S.^"" de Ben-
fort. Lugarteniente de Maestre de campo del rejimien-
to de la Mota; el S.^'' de Ebatut, Capitán del rejimiento
de Torrens;el Comandante del rejimiento del Rosellón;
quatro Tenientes de cavallería, otros tantos Maríscales
de alojamientos, y otros diez Oficiales de infantería.
Los eridos fueron: Tarrail, un brazo roto; el S.®'' de
Solanes, Ayudante de campo, la pierna rota; Travail,
voluntario, de una pierna rota; el S.^^ de Quilló, Ayo
de Aubaye, y unos veinte Oficiales, ciento y cinquenta
Cavalleros ó soldados muertos, y algunos 300 de eri-
dos. Presos: el Varón de Pujol, Capitán de cavallos, y
el S.*''' de Nerón, Capitán de infantería del rejimiento
de la Mota.
De quienes se deve hacer memoria por lo valeroso,
Tomo xxiv 6
82
vigilante y diestramente que obraron y se portaron en
este día, cada uno en la que le tocó: Tarrail, Conde
de Rosellón, Sargento maior de batalla, que era el día
suyo; el S.°^" de Aubaye; los de Vignoles, Daviarge,
Revila, Capitán de su rejimiento; el Varón de Ales
obró maravillas; imitóle el S.^"" Balthasar y todos los
de su rejimiento; el S.""" de Marín governando el reji-
miento de San Simón, y todos los suios obraron quan-
to devían; así mismo el rejimiento de Terrail, coman-
dado por el S."'' de Gombult; el S.»'* de San Germán,
Comandante del rejimiento de cavallería del S.*''' Ma-
riscal, y los Capitanes Beaufort, Autoriva, La Roque-
ta, Gauyach, Risi, Montauban y Rabat y de Gabillet,
obraron prodigiosamente. Los S/^^ de Rius, Lugarte-
niente, y Fouquet, Corneta de Maestre de campo, con
los demás Oficiales de aquel cuerpo; el Comendador
Simeneux, Comandante del rejimiento de Magaloti, y
sus Capitanes, Varones de Espers, de Riusi y de Mon-
devergue, se portaron valerosamente; no menos el
S.""" de Cantellbrian governando el rejimiento de Busi
de Veres, y los Capitanes Brunard y de Coudre, y ge-
neralmente todos los Oficiales obraron valerosamente.
Los S."^ de Catoliers, de Travail, de Perigrinau, de Fu-
mel y de Ruquets, voluntarios, asistieron al lado del
Mariscal y no se portaron mal; los Ayudantes de cam-
po Solanes, Aubigni y Seguer hicieron prodigios.
Devido es que se haga mención de lo bien que se
portó la infantería en este lance, pues hasta aora nin-
guno se le á ofrecido en que pudiese obrar: aquí se
conoció su valor, principalmente el de los rejimientos
de la Mota, governado por el Maestre de campo Man-
tolacher; el de Siones, governado por el S.^*^ de Bais; el
el de Rebe, governado por el S.^^'^ de Camperou; el de
Tonins, governado por el S.*'^ Pedelmas: el S.*'^ de
83
Rome, Alférez de campaña de infantería y hermano
del Capitán de las guardias de S. Ex.*^, governando la
infantería suelta hizo bellezas; quedó erido de un mos-
quetazo el 8.°'^ de Venvete, Capitán del rejimiento de
San Simón y Mariscal de alojamiento de cavallería li-
gera; el S.o"" de Couderau, Lugarteniente de artillería,
y los rejimientos de Vaudí, Poeto, Lionés y Sincmars,
y cada Cavo, Oficial y soldado procuraron señalarse á
competencia en esta ocasión.
El S^*" Gerónimo de Miguel, Teniente Coronel del
tercio de Barcelona, fué ordenado con cien hombres
del tercio á escaramucear al enemigo, y lo hizo muí á
V satisfacción del General, y también el Comisario gene-
ral de cavallería, D. Jph. de Ardena, que de el campo
de reserva se destacó con algunos caballos catalanes en
medio de la pelea. La demás cavallería é infantería ca-
talana no pudo obrar por tocarle la retaguardia este
día con la cavallería de los Gasiones; pero con bravo
corage aguardavan les llegase su lance y no lo logra-
ron, porque cansados los campos se retiró cada qual á
curar sus eridos, quedando la vitoria nuestra y con
afrenta del Castellano, pues eran á cinco ó más por
uno que no los nuestros: Dios asistió y quiso mirar
por nuestra causa, que de otro modo era imposible sa-
Ijr vitoriosos: asístanos, pues, siempre.
Retiróse el enemigo á Torres de Segre, y pasó la
otra parte del río; y alojándose entre Segre y Cinca,
le sobrevinieron tales Ilubias y crecidas de ambos
ríos, que durando más de ocho días, sin poder ser so-
corridos de víveres ni mejorar de terreno, perdió mu-
cha gente, así por enfermedades, como porque la am-
bre les hacía provar el vado y perecían en el agua:
pasada esta inclemencia se fueron á Camps y otros lu-
gares á la desliada, dejando aquel sitio mui poblado
84
de armas y de cavallos, que después recogieron los
nuestros; con esto se alojaron los exércitos, cada uno'
á su partido, como mejor pudo, dejando guarnición en
donde le pareció combenir.
CAPÍTULO 133.
JUBA EL MARISCAL DE LA MOTA EN VIRREY DE CATALUÑA.
Havía muchos meses que el S.^"" Mariscal dé la Mo-
ta tenía del Rey Xpmo. la gracia y privilegios de Vi-
rrey de Cataluña; pero por las ocupaciones de las
campañas no havía podido entrar en posesión ni exer-
cicio de los cargos, y así retirado que huvo al Gaste-
llano de las líneas de Cataluña y puestas las fronteras
en defensa y la plaza de Lérida bien guarnecida de
Cabos y milicia, se encaminó á Barcelona á dar cum-
plimiento á las Reales órdenes y prestar el juramento:
aplazóse para éste el día 4 de Diciembre de 1642, previ-
niéndose la ciudad. Diputación y nobleza para una lu-
cida entrada; comió S. Ex."" ese día en San Feliú tan de
buen hora, que recividos los cumplimientos de los pues-
tos, idas y venidas de correos, visitas de particulares,
que las tuvo muchas, se hallava á las tres de la tarde
en la puerta de San Antonio para lograr el veneficia
del día, que no es largo en aquel mes: observóse con
S. Ex.* lo que se hace con todos los Virreyes, menos-
que desde la Cruz Cubierta hasta su palacio fué siem-
pre por medio de soldadesca que le repetían salvas, y
á diversos puestos esquadrones formados de ella, por-
que havía dispuesto la ciudad para este día dos nume-
rosos tercios y sembrado la muralla de artillería:' re-
cividas las sólitas cortesanías de los Consistorios, Ca-
vildo, Universidades y de mucha nobleza, aunque no
85
todos obravan de gana, sino por. no poder menos, en-
tró al lado del Gonseller en Gap sobre un hermoso ca—
vallo, vestido bordado de oro y plata sobre campo
pardo, el sombrero en la mano y con rostro afable
agasajando á todos; hízole salba la artillería y acla-
móle el pueblo en repetidos vítores con tal alborozo y
aplauso que parecía Barcelona otra Jerusalén en la
entrada del Salvador, pero no se deve admirar guan-
do le devía tanto Cataluña. Llegó al Aseo; prestó su
juramento, y procediendo por las calles de la Horia,
Moneada, Cambios y Ancha, llegó al llano de San
Francisco, en donde tenía su casa en las que eran del
de Santa Coloma; aquí havía un tercio formado que
repitió salbas, y la artillería de la marina; en el Torn
sucedió otro tanto con otro, y de continuo el séquito
y concurso de la gente, que era cosa de pasmo y que
ni se vio ni verá en entrada ni aun de Rey. Despidié-
ronse los Consistorios y quedóse S. Ex.»' á descansar.
CAPÍTULO 134.
MUERTE Y E2CEQUIAS DEL CARDENAL ROCHELL
Llegó al S.*''" Virrey la nueva triste del fallecimien-
to del S.*»^ Cardenal Rocheli, Privado de nuestro
Xpmo. Rey y el más célebre sujeto que ha conocido
el orve, el maior Ministro que ha tenido Monarca y el
político más famoso que reconoce el mundo, como lo
aclaman sus resoluciones y como se verá en los siglos
venideros, pues á su gran comprehensión únicamente
deve la augusta Corona de Francia la altura en que
se mira, pues él solo supo curar la cancerada llaga de
tanta guerra civil como amenazava muerte segura á
aquella Monarchía, y á él solo deve Cataluña verse
86
libre del yugo y opresión castellana: agradecida esta
provincia á tanto beneficio, ya que en sus últimos
acentos la recomendó con ternura á su Rey, procuró
prevenir lágrimas que mostrasen su dolor, y así se re-
solbió hacerle las exequias el día 22 de Diciembre de
1642.
Dispúsose el capilardente como se hace para los
Obispos; dentro del coro, y sobre el túmulo que re-
presenta el cadáver, havía un capelo de Cardenal y á
los pies una corona real; quemavan alrededor ciento
y cinquenta achas, éstas amarillas y aquéllas blan-
cas, todas con escudos de las armas de Su Em.*^: sobre
el capilardente ardían 500 velas de á media libra, y
en cada esquina una acha. Asistió el S.^'^ Virrey y los
Consistorios vestidos de luto; dijo el oficio el Deán
Paulo del Roso, y la fúnebre oración el P.^ F. Gaspar
Sala, Abad y Predicador de S. M. Xpma., con la doc-
trina y sutileza que de su gran capacidad se deve
creer: todo se vio tan célebre como funesto; pero no
tanto como lo eternizarán sus obras al buen Cardenal
en los anales de la fama.
CAPÍTULO 135.
LLÁMASE A CORTES EL PEINCIPADO PARA JURAR SACRAMENTOS
Y OMENAJE AL XPxMO.
Pasados algunos días del juramento, despachó
S. Ex.* cartillas á todas la ciudades, villas y univer-
sidades, obispos, abades, títulos, cavalleros y demás,
para que en el día que se les señalava compareciesen
por sí ó por legítimo procurador á su palacio y pre-
sencia á prestar el juramento de fidelidad y omenaje
al Rey Xpmo. (que Dios guarde), so pena de inove-
dientes y traidores á la Real Corona. Pasadas fiestas
de Navidad era el plazo, y llegado, tubo solio tres días
S. Ex.'' en su casa, esto es, que en un salón grande
asistía vajo dosel el Mariscal, y á sus pies, en un bu-
fetillo y sobre unas almuadas, estava una veracruz,
sobre la qual, y arrodillado, decía el que jurava: —
Yo N. juro sacramento de fidelidad y omenaje al Rey
nuestro S.*^'' Xpmo., y de no tomar las armas ni de
obrar cosa contra su Real Corona; antes bien obrar en
su servicio asta perder la vida. — Esto hecho, los asen-
tavan en un libro, y duró esta ceremonia tres días:
vien se dijo que no havían venido todos los llamados,
excusándose unos por indisposición y otros por no
querer, y que se ha vi a de bolber á llamar.
Ello fué cierto que ningún Obispo quiso prestarle,
dando por motivo que le havían prestado ya al Rey
Cathólico, y que menos que con decreto suio y orden
del Papa no le prestarían; intimóseles que jurar ó sa-
lir de la provincia; abrazaron lo último, y el de Ge-
rona y Barcelona se embarcaron para Valencia; el de
Solsona se pasó por tierra; el de Vique, que era D. Ra-
món Semmenat, Canónigo que havía sido de Barcelo-
na, ni le prestó ni se fué, no sé por qué atenciones;
en Elna ni Lérida no los havía, ni los de Tarragona y
Tortosa entravan en esto, por estar aquello ocupado
de los castellanos; quiso nuestro Rey proveer los
Obispados, pero el Papa no lo admitió, con que sólo el
de Vique vino á quedar en Cataluña, y no mucho
tiempo; bien es berdad que mientras los dichos Obis-
pos vivieron con el nombre de estos Obispados se dijo
no los proveería S. M. Xpma.
88
CAPÍTULO 136.
SURTIDA DE LOS ESPAÑOLES POR LA RIVERA DE EBRO, Y PILLAXE.
Viendo los castellanos nuestro exército aquartelado
para ymbernar, procuraron aprovechar la ocasión, y
así, juntando su gente, empezaron á saquear y tomar
las villas que están á la otra parte del río en las líneas
de Cataluña, porque la guarnición sólo era en los cas-
tillos y pueblos grandes, y así tomaron á Mora, á Orta
(aunque les costaron no poca gente) y Gandeza, con
otros lugares, saqueando y executando en todos ex-
torsiones y crueldades indecibles, particularmente en
Mora, que hasta las mugeres y niños se dijo degoUa-
van; en Bateya no dejaron alma nacida, que hasta los
niños pasavan á cuchillo: quisieron pasará Flix; pero
como es lugar fuerte y está bien guarnecido y con fa-
moso Cavo, que por ser jurisdicción de Barcelona tubo
particular mira el S.^'^ Virrey, los rechazaron siempre,
y de desengañados que era pelear en valde, lo dejaron
estar.
CAPÍTULO 137.
SITIAN LOS ESPAÑOLES Á MIRAVETE Y SOCÓRRENLO FRANCESES.
A vista de que en Flix no havían logrado su inten-
to, lo encaminaron á poner sitio en el castillo de Mi-
ravet, que también está á la orilla del río Ebro: avían
precedido prevenciones nuestras, porque el S.^'" Ma-
riscal, aunque en el sosiego de Barcelona se desvela-
va mucho en todo lo que conducía á la guerra, y lue-
go que supo que los castellanos salían de Tarragona
89
para saquear aquellos lugares, mandó al S.*^^ de la
Roca, S/ Gamarán, governan te del rejimiento de San
Simón, que con la cavallería y 50 Mestres del trozo
de Miran vila, comandados por Rocatallada, se pusie-
ran á vista de Tarragona con ostentación de ser más
para divertir al enemigo y obligarle á alguna surti-
da; consiguióla, y en la primera que hizo el Castella-
no, con 200 cavallos perdió 115, 70 muertos y 46 pri-
sioneros; publicó al mismo tiempo que S. Ex.^ salía á
socorrer á Flix, con que todo esto motivó poner á ML-
ravet en maior defensa que se persuadía el Castella-
no. Llegó á Barcelona la noticia del asedio el día 23
de Febrero de 1643, y resolvió salir á socorrer el cas-
tillo; mandó marchar luego su rejimiento y los de An-
guien y Santange, y alguna porción de cavallería es-
cogida de la demás para juntarse con las tropas que
estavan en Flix, y S. Ex.^ salió el día 25 de Febrero
de 1643 á la madrugada, executando en dos días na-
turales sus marchas con la compañía de las guardias.
Las tropas ó rejimientos llegaron el día 28 á la tarde;
dio luego aviso á los cercados del ánimo de socorrer-
los y que le tenían á la vista.
El primero de Marzo, á las dos de la tarde, mandó
S. Ex.'' á las tropas esguacasen el río, y encaminán-
dose ó haciendo la muestra de marchar á Gandesa,
donde se hallava el de la Inojosa, General de aquellas
tropas, que se componían de 1 .600 hombres de infan-
tería y 200 cavallos que bloquea van el castillo, va-
tiéndolo con dos piezas, y el S.^'^ General con el resto
del exórcito se hallava en Gandesa, supo los designios
de nuestro Virrey, y corriendo la voz de que iba á ata-
carle se pasó á Batea; de allí á Camps, y se dijo que
huiendo avía quien no se dava por seguro en Tarra-
gona. Llegando el arma hasta Madrid; savida la retí-
90
rada del de la Inojosa, encaminóse S. Ex.^ al castillo
de Miravet, y llegando á la vista, supo que se hallava
apretadísima, que el enemigo estava alojado á la pla-
za baja del castillo y tenía minado el oraenaje y la
mina á punto de bolar: á vista de estos aprietos, va-
liéndose de varios ardides se puso dentro la plaza por
una ventanilla, y por la misma introdujo 600 hombres
de los de sus tropas, governados por el Teniente coronel
del reji miento de Rebe y Ayudante de campo, Mon-
siur.de Raume, y dejando Gobernadores de campo de
batalla á los S/^^ Berracieras y Gabot, para detener
qualquier socorro que pudiese llegar á los cercadores;
y reconocidos desde adentro los hizo acometer con tal
fuerza, que poco rato quedaron dueños de las trinche-
ras y artillería, y con más de mil prisioneros y algu-
nos 400 muertos, toda gente de condición, y solamente
en los prisioneros se hallaron más de 200 Oficiales, y
todo el bagaxe quedó por nuestro. De nuestra parte,
entre soldados y Oficiales murieron algunos- 20; el S.*"
de Beaume se portó con gran valentía en este lance,
y los demás Oficiales obraron con gran esfuerzo: que-
dó erido de una mano el S.^'^ Julate.
El sitió duró 18 días; governava el castillo el S.*^"" de
la Val con el de Bompas, Gapitán del rejimiento de
Anduca, que se defendieron famosamente; concurrie-
ron circunstancias bien particulares en esta jornada
de S. Ex.^, y para que no se atribúlese á milagro, fué
menester que muriesen algunos en ella. El Gapitán
Gulcón quiso á la orilla provar la fuerza de los suios
en el modo de bever agua; pero el S.*»'' Virrey, dán-
dolos á todos por varones fuertes, trató sólo de que la
esguacasen. El Marqués de la Inojosa publicava daría
mil escudos á quien le diese la nueva del arrivo del
S.""^ Mariscal para poder bolber huir, y éste los hu-
91
viera dado á quien se lo hu viera hecho detener. Últi-
mamente corriendo fué S. Ex.^; corriendo venció; co-
rriendo vino, que salió á 25 de Febrero, y á 7 de Mar-
zo entra va en Barcelona tan vitorioso, que apenas se
le escapó ninguno de los que sitiaron el castillo, por-
que consigo ó á su retaguardia trajo 1.200 prisione-
ros comboyados por compañías de micaletes y cava-
Hería francesa; y siendo más ellos que la escolta, in-
tentaron levantarse dos ó tres veces: salióles mal y
pagaron con las vidas los que eran Gavos de re vellón;
entráronlos en Barcelona el día 14 atados en cuerdas
largas, y los Gavos principales á caballo; paseáronlos
por Barcelona antes de cerrarlos en la Tara9ana, para
pública demostración de la vitoria, que dudo aya su-
cedido otra con tanta diligencia, felicidad y aplau-
so: túbolo S. Ex.^, y con ostentoso lucimiento en-
tró y bolbió á continuar en recivir el juramento de
fidelidad que prestavan ya más gustosos ó más preci-
sados.
Los prisioneros quedaron para hacer trueques, y en
breves días se llevaron 250 de ellos á Rosas para
cambiar con otros tantos que havían apresado dos
bergantines con una varea que venía de Francia á
Barcelona; acompañólos el Negre de San Andreu, Ga-
pitán de micaletes, que también hizo proezas en esta
jornada.
Á últimos de Marzo llegó mucha parte de infante-
ría en barcas, desde Narbona á Barcelona, viniendo
por tierra los Oficiales y la cavallería, y así mismo las
municiones, éstas por mar y tierra, y en llegando la
gente marchava luego á Lérida sin detención ni mo-
lestia del país, en que se reconocía lo mucho que se
havía mejorado de dominio, y lo que S. M. Xpma.
amava esta provincia asistiéndola de tropas, pertre-
92
chos y bastimientos, sin que al paisano le costase el
dar un vagaje, bien diferente de lo que se vio con los
castellanos en los sucesos de Salsas y la Eucata.
CAPÍTULO 138.
SUCESOS DE LA VALLE DE ARAN Elf Sü PÉRDIDA Y RECUPERACIÓN.
Es el castillo de León, último lugar de la valle de
Aran, confinante por una parte con Francia y por
otra con el rey no de Aragón, de su naturaleza algo
fuerte, así por la eminencia como por cercarle dos
ríos. La valle consta de unas 20 poblaciones, y por su
terreno áspera, fría y poco tratable; es lo espiritual
de aquel distrito del Obispo de Gomenge, francés.
Manteníase esta valle á devoción de la provincia, y
con guarnición de gente de ella misma. Governava el
castillo y valle D. Jacinto de Torralla, también natu-
ral de ella. Éste, con algunos otros cavalleros, ma-
quinaron el reducir aquella gente á la ovediencia de
Castilla, y lo consiguieron con facilidad; y poniendo
hasta unos 300 castellanos y balones de guarnición en
el castillo, y fortificando lo que pudieron las villas
maiores, juraron con todo secreto la ovediencia al Rey
de Castilla. Llegó la noticia de esto al S.*'^" Mariscal el
Jueves Santo 2 de Abril de 1643, y mandó, luego que
marchara el Governador D. Joseph Margarit, que le-
vantara los somatenes que le parecía convenir; partió
el viernes de Lérida: también se mandó subiera algún
tercio de catalanes, porque la cavallería no podía ha-
cer oposición por lo áspero é inacesible del país; llegó
el Governador, y viendo pasava lo que se ha referido
y que los castellanos se iban juntando y disponiendo
el acometerle, resolvió con el S.*''' Mariscal y otros
93
Cavos que llevaba consigo de embestirles antes de de-
jarles poner en orden, y bien que no tenía la jente
toda junta por no haver llegado aún, con la que se
halló los embistió una tarde; y como los catalanes, ya
por belicosos, y ya por más echos al país, los obligaron
á encerrarse en Viella, villa de algunos 400 vecinos
y caveza de aquella valle, viendo los tenían acorra-
lados, que la noche les venía, y recelándose que el
día siguiente no les llegase socorro, resolvió el Go-
vernador cercar la villa y pegarle fuego por quatro
partes; executólo, y con tal felicidad, que en breve
rato, ayudado de un vientecillo y ser las casas de ma-
dera, se vio en pocas oras otra Troya abrasándose en
voraces llamas, que consumieron lo más de la pobla-
ción y muchas vidas, así de naturales como de milita-
res, y sólo pudieron escapar los que con sobrado va-
lor treparon por el incendio y por el rigor de los cer-
cadores, entre los quales fueron D. Pedro Amorot,
D. Jacinto Torralla y D. Martín de Azlor, que esca-
paron al monte; el día siguiente se redujo la valle á
vista de lo pasado en Viella, confesando su engaño; el
castillo capituló, que si dentro de ocho días no le ve-
nía socorro se rendiría, y así fué, que no viniéndole,
le ocuparon nuestras armas.
Quando llegó el Governador Margarit no tenía aún
toda la gente de Lérida, y apenas huvo posado pasa-
ron el puerto, quando los castellanos tocaron arma
con algunos 200, y no obstante lo fatigado que llega-
van los nuestros, y haver de pelear sobre la nieve,
salieron tan gloriosos que los hicieron retirar con no
poca pérdida de gente; al retirarse los nuestros llegó
la retaguardia, y al mismo tiempo tocó al arma el
enemigo cerca el lugar de Garos, y no obstante que
nos embistió y ocupó unas eminencias, las huvo de
94
desamparar y retirarse desordenado por la furia con
que le acometieron los nuestros, que sin perder su lu-
gar y ordenanza obraron con extremado valor, como
lo acredita la brevedad con que redujeron aquel país,
pues en dos días naturales lo hicieron, y ganándole
al enemigo una pieza de artillería y sin perder sino
algunos 15 hombres entre muertos y heridos, aprisio-
naron los nuestros al Maestre de campo D. Martín de
Azlor al pasar el portillo: éste era el que governava
el castillo de Monzón por los castellanos.
CAPÍTULO 139.
SITIO Y RENDIMIENTO DE ALMENAR POR LOS FRANCESES.
Mandó el S."*" Mariscal de la Mota, Duque ya de Car-
dona, por gracia de S. M. Xpma., al S.'^'' de la Ferri-
xera, Mariscal de campo, que con diez batallones de
cavallería ó infantería fuese á recuperar el castillo
de Almenar; el día 4 de Mayo de 1643 pasó por Lé-
rida el de la Ferrixera con sus tropas y tres piezas de
vatir, y fuese á dormir á Villanueva de Picaset; el
día 5 á la madrugada á Monsiur Chambaule, gover-
nante del rejimiento de Terraill, con 200 cavallos le
mandó abanzar la plaza, y entrando con 40 cavallos
del Castellano los hizo cerrar la plaza. Llegó la Ferri-
chera con el resto de gente á las diez de la mañana, y
á las tres de la tarde se aprovecharon vajo de las emi-
nencias del mismo castillo los rejimientos de Canty y
Kebe, alojándose á cien pasos de la muralla. Comen-
dóse luego á Monsiur de Senesi pasar dos cañones vajo
las eminencias, y asistido de los demás Oficiales de ar-
tillería, lo logró felizmente; al anochecer abanzó el
rejimiento de Tonens, y echo dueño de ella, se alojó
9o
en las casas más vecinas del castillo; á las tres de la
mañana empezaron á jugar las dos piezas, y á las nue-
ve horas de la misma llamaron á capitular los sitia-
dos, oprimidos del valor con que los apretavan los de
afuera; no concordaron por querer pactos ventajosos,
y. continuando en batirlos se hu vieron de rendir des-
pués á vida salba y prisioneros de guerra: eran los
Gavos D. Juan Mola, Sargento maior y Governador;
el Capitán D. Miguel Gariñot Balador, Lugarteniente
de cavallería del Capitán Lanuza; Christóval de Car-
ser, Alférez de Cariños y Ayudante del castillo; dos
Alféreces, dos Sargentos, cuatro Cavos de esquadra,
25 balones, 70 castellanos y 40 cavallos: halláronse
en el castillo dos piezas de bronce, mucha munición
y pertrecho y más de 600 mosquetes; le tomaron los
castellanos, pero con todo el poder de un exército que
se ocupó algunos días, y aora sólo en 24 horas lo re-
cobraron los nuestros con dos vidas y quatro eridos;
de los castellanos entre muertos y heridos unos 200:
al de la Ferrichera le mataron el cavallo corriendo la
batería.
CAPÍTULO 140.
DESTIERROS Y CASTIGOS DE ALGUNOS POR ORDEN DEL VIRREY
MARISCAL DE LA MOTA.
Empezó el S.^'^ Virrey á experimentar muchas ale-
vosías y infidelidades, y que de cada día se aumenta-
van, dando aviso á los castellanos de quanto aquí se
resolbía y obra va y aun de lo más secreto, porque los
mismos que entravan en las juntas eran los mal afec-
tos y los que más conservavan el león interiormente.
A vista de esto, empezó á hacer escrutinio secreto y
procesos para expelir tan malos humores de que ado-
96
lecía, no sólo la provincia, pero Barcelona, y no poco»
y dando destierro á unos de la provincia y á oü^os de
los dominios de España con cominación de confisca-
ción de hacienda sacó á muchos, emhiándolos á Ge-
nova, y otros voluntariamente se salieron temiendo
maior daño, y pedían pasaportes, que se concedían de
huena gana según quienes heran.
Esto lo empezaron ya á executar en el principio de
las turbulencias algunos de los cavalleros que tenían
manejo en la Diputación y ciudad, temiendo que á
ocasión de motín los matarían, tomando entonces los
pasaportes de la misma provincia por no haverse aún
entregado al Xpmo., y se les concedía ó para Genova
ó Mallorca; entre otros salieron entonces éstos: Don
Bernardino de Marimón con su hijo el maior. Capitán
que era de la Tara9ana; D. Ghristóval Jeart, Cruzado
de Alcántara; D. Jph. Cardona, Conde de Montagut, y
otros, y en breves días estubieron en Castilla, dejando
aquí sus hijos y casas para que no se les confiscasen las
haciendas, y fiando mucho en el Rey de España, con
la esperanza de que presto bolberían á mandarnos y
ellos serían los dueños; pero veremos qué será, y en-
tre tanto van á servir en tierras estrangeras los que
en su patria podrían ser servidos.
Hasta aora no se lee que se huviera echo sentencia
de alguno de los mal afectos á S. M. Xpma.; pero en
primeros de Enero de 1643 se dio garrote á un ca va-
llero, T. Arles, Sargento maior que hera quando los
castellanos entraron en el Vendrell, por haver cojido
unas cartas suias que de su orden llevava un hombre
á Tarragona con la noticia de quanto aquí pasava, á
vista de lo qual mandó el S.*"' Mariscal de la Mota lo
ajusticiasen. Prendieron también á un clérigo herma-
no de este Arles que le servía de secretario en las ta-
97
les cartas, y entregándolo el S.^''* Virrey á D. Galce-
rán de Semmenat, Vicario general, para que lo casti-
gase, por no ser de su jurisdicción y no querer mez-
clarse en lo eclesiástico. D. Galcerán le dio por fugi-
tivo, aviándole de secreto, con que escapó el clérigo,
pero presto veremos lo que le costó á Semmenat.
En las deposiciones que se le tomaron á este cava-
llero Arles, y en el último trance de su vida, descu-
brió muchos que eran mal afectos á la patria y finos
españoles, cuias declaraciones fueron causa que algu-
nos se pasasen al partido de España, y á otros fueron
presos, entre ellos un tal D.^ Marán, el negro: éste
murió en la cárcel, quién dice que de pesar, quién
porque los suyos le dieron veneno, porque su causa
tenía mal rostro; también prendieron un T. D/ Car-
mona, abogado que havía sido en la ciudad y que en
tiempo del motín le havían hecho Prevoste general
para perseguir los tumultadores, y con 25 hombres á
quienes dava la ciudad seis reales de socorro, y con el
verdugo detrás, discurría las calles prehendiendo y
haciendo sentencia luego de los perturbadores de la
quietud pública, y un día yendo á prender ciertos su-
jetos en la Rivera, le mataron el verdugo y él huvo
de escapar corriendo: éste, pues, con todos estos ho-
nores, era el más alevoso á la patria, y no obstante
eso, se contentó el S.^"" Mariscal con desterrarlo á Ge-
nova, dándole por compañeros á F. Lloverás y F. So-
lano, que fueron notarios del criminal: mayor castigo
merecían por lo más que havían obrado con su pa-
tria; desterraron también un F. Pedro de la Leona,
que era el que tenía el juego de los ca valleros por
haver ablado mal ó blasfemado del Rey Xpmo.; por
lo mismo á un labrador del llano de Vique le hicieron
pasear las calles en un borrico con el verdugo detrás
Tomo xxiv 7
98
y una mordaza en la voca, y después lo pusieron á la
vergüenza de ese modo seis horas en la Plaza de la
Lonja, y por lo propio dentro pocos días padeció otro
la misma pena: estas demostraciones obligaron á que
algunos se pasasen voluntarios á España, aunque des-
pués los pregonavan por tray dores; con esto se limpió
algo Barcelona de tales sugetos, y no menos la pro-
vincia, que de verdad havía muchos alevosos.
Al Canónigo y Vicario general de Barcelona D. Gal-
cerán Semmenat, le formó el S.«^ Mariscal un proceso
secreto, así del avío del clérigo Arles que arriva diji-
mos, como de otras cosillas de mal afecto; y substan-
ciada la causa aguardó ocasión para prenderle, y te-
niéndola el día 16 de. Mayo de 1643, que D. Galcerán
se partía á Vique á ver á su hermano el Obispo, des-
pachó guardas para que delante de San Andreu lo es-
perasen y prendiesen: hiciéronlo así, y preso, embian-
do la cavalgadura á Barcelona, lo llevaron al castillo
de Mongat; al anochecer despacharon del muelle una
barca, poniendo en ella á un capellán ó criado de Don
Galcerán, M. Benito, Beneficiado de Santa María, que
havía días estava preso por mal afecto; echaron en
ella también al Chantre de Lérida, Prexeus, y al Rec-
tor del Pino, T. García: á éstos los prendieron aquella
tarde, y sin darles lugar aun para tomar una camisa,
los embarcaron y pasaron á tomar á Semmenat y jun-
tos los aviaron de calidad que de muchos días no se
supo dónde.
Viendo estas operaciones la ciudad y cavildo, se
unieron ambos Comunes; hicieron embajada al S.°^
Mariscal de la Mota, Virrey, representando el uno ser
contra Constitución, y el otro pidiendo á los eclesiás-
ticos, pues no podía S. Ex.*' detenerlos presos sino 24
horas: á todo respondió el S.<»^ Mariscal que no desea-
99
Ya no era su ánimo faltar á Constitución alguna, ni
el castigar los eclesiásticos, que ya savia que no podía;
pero que pues no havía en Barcelona superior que
pudiese remediar aquellos excesos, él formava los pro-
cesos del delito y remitía á los reos con los procesos á
S. S., para que como lexítimo superior los castigase
según merecía cada qual; que esto era lo que él obra-
va sin creer faltar á Constitución, y que todas las te-
nía y ponía sobre su caveza: callavan todos á vista de
esta respuesta, y también porque tenía de su parte al
Nuncio de S. S., que á la sazón se hallava en Barce-
lona.
Halláronse presos también en esta ocurrencia Don
Joseph de Sorrivas, Coronel que fué de la Diputación
en la guerra de Salsas, y un tal Codina, ciudadano
honrrado, uno de los Embajadores que estubieron pre-
sos en Madrid, ambos bien mal afectos, y todos sus hi-
jos, que entre unos j otros urdían bellas cosas á favor
de España, como si fuera fácil bolber la provincia á
su dominio: apretávanseles las causas, y el día que
menos se pensaron los hecharon en una galera y los
llevaron á Gopllibre y de allí á Perpiñán presos; tam-
bién pregonaron por enemigos de la patria á D. Luis
de Paguera y á D. Jph. de Pinos, que después de ha-
verlos honrrado ella con los puestos de Capitán al uno
y al otro de Sargento maior, se les averiguó tratavan
algunas cosas contra la provincia y en favor del Cas-
tellano. No obstante estas demostraciones siempre ha-
vía alevosos y de quien temerse, porque eran -muchos
los que pensavan que no havía de durar el dominio
francés.
CAPÍTULO 141.
PASA EL EXÉRCITO FRANCÉS Á ARAGÓN POR FLIX.
Aliándose nuestro exórcito á la parte de Lérida arta
numeroso, se resolbió salir á recuperar los lugares que
el Castellano nos havía tomado en el imbierno, y así
pasaron nuestras tropas el río Ebro por Flix, y empe-
zaron á pillar todos aquellos lugarcillos y poblaciones
abiertas que están á la otra parte del Ebro: llegaron á
la villa de Mora, que á poco rato de batirla se rindió á
buena guerra; pusieron guarnición y pasaron á Orta,
que con poca resistencia se entregó á vida salva, y
que pudiese la guarnición pasar á su campo: vino en
esta capitulación nuestro General; pero saviendo que
el Castellano disponía emboscada para pillar el com-
boy, le hizo entender que, pues por su parte se falta-
va al estilo de la guerra, que él tampoco daría liber-
tad á los prisioneros, y así los embió á Barcelona y
prosiguió su pillaxe, entrándose por Aragón hasta
Maella la infantería, y dicen que la cavallería llegó á
Fuentes, una jornada de Zaragoza, y que tubo arto
que temer aquella ciudad porque no encontraron los
nuestros sino un esquadrón que se les opusiese. Sa-
quearon aquel país y se enrriquecieron los soldados,
porque estavan acomodados aquellos lugares y la villa
de Maella rica: retiráronse mui á su salvo á Lérida sin
perder un soldado.
lOi
CAPÍTULO 142.
MUERTE Y EXEQUIAS DE LUIS 13, REY DE FRANCIA, QUE HACB
BARCELONA.
Teníase noticias de la grave enfermedad que afligía
y amenazava la muerte al Rey Xpmo. Luis 13; im-
plorávase el divino favor por medios de continuas, re-
petidas y fervorosas rogativas y oraciones, así en lo
público y común de todas las iglesias y combentos de
esta ciudad, como en lo particular y secreto de mu-
chas personas virtuosas y por el resto de la provincia:
pero como son tan altos los juicios de Dios, y tan inex-
crutables sus disposiciones, estubo sordo el cielo á
tanto ruego, quizás porque así cómbenla, pues el día
29 de MsLjo llegó la dolorosa nueva de su fallecimien-
to y tránsito á maior reyno; cubrióse todo de tristeza,
y salió á los rostros el sentimiento de perder en tan
gran Monarca el amparo y desconsuelo que esperimen-
tava esta desvalida provincia: cesaron los exercicios
de milicia y política, hasta que llegase el S.^*" de Ar-
genson que venía de París con orden de todo lo que
devía hacerse. Empezaron las campanas en lamenta-
bles ecos á sembrar de dolor el viento; pasaron á en-
lutarse los comunes y particulares, y en fúnebres de-
mostraciones concurrieron todos según su orden á dar
el pósame al S.^"" Virrey, y es cierto que movía á llan-
to ver estas funciones tan lúgubres. Llegó pocos días
después el S.^'" de Argenson, y á 6 de Junio de 1643
se juró de nuevo al S.*''" Mariscal de la Mota en los car-
gos de Virrey y Capitán general, sin ostentación por-
que no la permitía el luto, y luego se cantó un Tedeum
laudamus y se tocaron las campanas en acción de gra-
102
cias por haver socorrido el S.^'' Duque de Anguien la
plaza de Recroy, que tenían cercada y con aprieto los-
castellanos, aviendo éstos perdido seis ó siete mil hom-
bres entre muertos y presos, la artillería, el vagaje y
haver dejado libre la plaza: sucedió esto cinco días des-
pués de difunto el Rey, feliz vaticinio para las armas
del nuevo sucesor.
Convínose en que las exequias de S. M. se hiciesen
sávado día 20 de Junio de 1643: entre tanto se dis-
pusieron los lutos para los consistoriales de ambas
Gasas y para los oficiales de ellas, y el día 7 por la
mañana, mediodía y tarde, se empezaron ha hacer
tres toques en cada ora de éstas, durando los trece
días sin parar, hasta el de las exequias; dispúsose el
capilardente sobre las gradas ó escalera de S.*'' Eula-
lia, en el Aseo, tan ostentoso y alto como funesto y
triste. Los días 17, 18 y 19, los Gonselleres tubieron
el luto en el salón del Consejo de Ciento, todo él cu-
bierto de bayetas y con luz muí escasa, asistiendo allí
los tres días mañana y tarde para recibir los pésames;
el día 20 á las diez de la mañana se empezaron los
oficios; estava la iglesia en esta forma: el altar, pres-
viterio y asientos, todo de bayeta, hasta el mismo pa-
vimento; el capilardente en el puesto que queda refe-
rido, con 300 achas y más de mil velas; avía en el tú-
mulo un dosel con las armas reales y los cavos negro
y oro; en el túmulo estavan la corona, cetro y una
palma con las armas reales de la provincia; acudieron
los Conselleres con todos los oficiales de la casa, arras-
trando todos mucha bayeta y mucho capuz, y se sen-
taron á la parte de la Epístola; vino el 8.°'^ Mariscal
con su capuz y mui cubierto, acompañado del Nuncio
de S. S., Audiencia y Monsiures, todos con sus capu-
zas y mucho luto, y tomaron sus asientos en la parte
103
del Evangelio. Asistieron así mismo enlutados los Di-
putados, teniendo lugar entre el Virrey y Conselleres,
contra las rexas del altar maior; asistieron también
los Tribunales de Bailía racional, Cónsules de Lloxe
y Alcaldes de la Seca, que le tenían á la circunferen-
cia del capilardente ó túmulo. Avía una tribuna dis-
puesta en un tablado algo elevado de tierra, entre la
coluna y presviterio, de parte del órgano, toda ella
cerrada, menos la parte del altar, para las damas del
luto: eran las principales las mugeres del Governador
y Gonseller en Gap, con la asistencia de las demás se-
ñoras de Barcelona.
Empezóse el oficio con la solemnidad, pompa y ma-
gestad que se puede imaginar en tal función: el Pres-
te era un Pre vendado cuio nombre no me acuerdo. Al
ofertorio dieron al S.^"" Virrey una antorcha, y una
moneda de oro á los demás del presviterio y seiseno.
Levantáronse tres para ofrecer, el S.°^ Virrey, Nuncio
y otro, y para los demás discurrieron los Diáconos y
Subdiáconos por el presviterio, para aorrar tiempo y
embarazo; al Virrey dieron á besar la Paz; á los otros
la estola; el orador de estas dolorosas lágrimas y ora-
ción íiié el Padre Puig, de la Compañía de Jesús, Pre-
dicador de S. M. El piilpito estava arriva en el pres-
viterio, cerca los Conselleres; fué tan celebrado el ser-
món como pedía la ocasión, aunque entendido de po-
cos y oído de menos, respeto del indecible concurso,
porque estava la iglesia atestada de gente hasta los
corredores de arriva de las naves, y entre el ardor de
las luces, el calor del tiempo y la multitud, no se po-
día evitar.' Concluyese la función con un responso ge-
neral, y retíranse á sus casas á sentir tan gran pena
y pérdida.
104
CAPÍTULO 143.
HONRRAS QUE HACE LA DIPUTACIÓN POR EL REY DIFUNTO.
El día 22 de Junio de 1643 celebró sus exequias la
Diputación en el salón de S.^ Jorge, con toda la gran-
deza y' luto que permitía la capacidad de la pieza, con
dosel y demás ornamentos negros, tan costosos y ri-
cos como se save los tiene aquella Gasa, que suelen
celebrarse los aniversarios de la Gasa: el capilardente
ó túmulo se dispuso fuera del salón, á la puerta, por-
que el tiempo ni el sitio dava lugar á otro; cubrióse
el túmulo con un paño de terciopelo negro liso con
las armas de la Diputación y franxa de oro; encima
se pusieron corona y cetro, y alrededor mucho gero-
glífico: avía unas 80 achas; asistió S. E. con mucha
nobleza y los Gonselleres y Diputados. Predicó un re-
ligioso trinitario, y toda la mañana se celebraron mi-
sas rezadas por todas las salas de la Gasa, dando la
Diputación la caridad á quantos acudieron: el concur-
so fué grande también, así como la tristeza de ha ver
perdido tan gran Monarca, cuia alma permita .Dios
reyne en Monarquía perpetua y dé á la Reyna mu-
chos aciertos y á Luis 14 los felices progresos que ne-
cesita y esta provincia desea.
CAPÍTULO 144.
DISPOSICIÓN TESTAMENTARIA DEL REY XPMO! SOBRE EL GOVIERNO
DE SU CORONA EN LA MENOR EDAD DEL PRÍNCIPE.
Luis, por la gracia de Dios Rey de Francia, de Na-
varra, etc. Á todos los presentes y venideros, salud y
paz en nuestro S.^'' Jesuchristo.
405
Después que comenzamos á reynar nos ha echo ver
y conocer Dios mui claramente su gran proteción de
tal manera, que podemos sin grande admiración con-
siderar, quanto y más decir, todas las aciones, su-
cesos y procedimiento que han pasado y hemos te-
nido en el discurso de nuestro rey nado, que son tan
claras y evidentes señales de la divina misericordia
que no es posible decirlos ni explicarlos, y no pudién-
dolos referir con caval declaración y encarecimiento,
los dejamos á la consideración del universo y con par-
ticularidad á los de nuestros caros y amados vasallos:
entramos á rejir y governar de tan poca edad, que no
obstante que pudo ser motivo para que algunos mal
afectos, sembrando discordias, motivasen con ellas
como causa principal la turbación ó inquietud de todo
un reyno, la Divina Omnipotencia, con su protección
y amparo, se dignó tomar por suya la causa de nues-
tra justicia y librar nuestra inocencia de las manos y
tiranía de nuestros enemigos caseros en la ocasión
que más creídos en sus alevosas operaciones juzgaron
protervos destruirnos y poner por tierra nuestras ar-
mas, autoridad y persona, y devimos tanto á la Mise-
ricordia Divina que asistidos de sus auxilios por va-
rios medios, salimos del peligro y elevamos nuestra
autoridad al poder, pujanza y grandeza en que oy se
ve con admiración de toda la Eilropa.
Después que los ereges en tan crecido número y po-
der se solevaron en nuestro reyno, queriendo nuestras
principales cavezas privarnos de la autoridad real y
de nuestras haciendas, quiso la clemencia soberana
tomarnos por intrumento (no por nuestros méritos) de
su gloria, concediendo y dándonos valor y esfuerzo
para reintegrar el culto divino y la religión christia-
na á su principio y destruir y poner por tierra lo que
106
la eregía havía levantado; y desde el instante en que
empezamos benignos abrir los brazos para recivir en
ellos á los que pedían nuestro favor y proteción, y
apiadados de sus travajos ó injusticias procuramos su
consuelo, parece que la Magestad Divina á querido
premiarnos dando á nuestras armas tan conocidas Vi-
torias y á nosotros tan felices sucesos, que han sido
bien impensados á nuestros émulos y contrarios que
juzgarían tenernos ya en lo sumo de la desdicha y
procura van conseguirlo con todo esfuerzo; pero con-
tra todos hemos prevalecido y restituido á todos en
sus posesiones y primeros estados, sirviendo esto mis-
mo de confusión á la ambición y designios malos de
nuestros opuestos. Y por coronar últimamente Dios
nuestra buena fortuna y obstentar más su gran mi-
sericordia, nos ha querido consolar después de tantos
años de esperanza con la subcesión y fruto deseado de
dos hijos, y en ocasión que ya juzgava el mundo que-
daba esta corona destituida de sucesor nuestro.
Pero si por una parte nos ha puesto en el estado
más grande y poderoso que á Príncipe de la Europa,
no menos nos ha hecho conocer que los Monarcas,
Reyes y Príncipes no se eximen de la condición y
común ley de todos los hombres, como es el morir: él
á permitido que en lo mejor y más alto de nuestra pu-
janza y felicidad tocásemos con nuestras manos los
efectos y baxeza de nuestra naturaleza humana; y
aunque las enfermedades padecidas y la que hoy pa-
decemos son grandes, no perdemos la esperanza de co-
brar una perfecta salud, pues no hemos llegado á tér-
minos que para ella dexe de haver remedio, antes bien
nos dan ciertas apariencias y esperanzas de recobrar
la salud perdida. Pero como los acidentes y sucesos de
las enfermedades son tan variables é inciertos que los
407
más experimentados en ellas muchas veces se enga-
ñan, juzgamos por más acertado y estimamos más en-
trar á pensar todo aquello que será necesario para
conservar la quietud y tranquilidad de nuestro reyno
y estado en caso que viniésemos á faltar, teniendo por
cierto que así como nuestro S.^^ ha sido servido por su
misericordia conceder tantas gracias á nos y á toda
esta nuestra Monarchía.
Confiando aún que por su Divina Misericordia que-
rrá y será de su agrado asistirnos con su gracia para
que acertemos en ésta nuestra última acción de pru-
dencia para que ella califique las demás, y será dis-
poner y dejar un buen orden y concierto en el modo
que ha de go vernarse y regirse ésta nuestra Corona,
por si Dios se sirve llamarnos á otra vida: ninguna
cosa puede minorar nuestra grandeza (maiormente en
la menor edad de nuestro sucesor) que la necesidad
que tiene de conservar y prevalecer el govierno con
la fuerza y valor que se necesita para mantener en su
punto la autoridad real; creyendo nos que ésta es la
más precisa para hacer decaer todas las fuerzas y es-
peranzas que aora tienen y tendrán todos nuestros
enemigos por causa de nuestra muerte,, nos parece
que éste es el único medio que puede obligar á pedir
y tratar paces, establecer mientras bivimos una bue-
na disposición y firme oixienanza para mantener nues-
tra Corona en el estado en que oy se halla.
La Francia ha echo ver claramente que siendo un
cuerpo toda ella, es invencible, y que en su unión es-
triva su fuerza y grandeza, como también que de su
desunión pende la ruina y perdición ^ie toda ella, y
que manteniéndose así la fuerza, los malos franceses
se reportarán, los malos afectos refrenarán sus desig-
nios sin pasar á operaciones, temiendo que les ha de
108
salir mui contra su combpniencia; principalmente si
ven ellos que la autoridad real se funda sobre finos y
buenos cimientos, conocerán que no pueden con faci-
lidad contractarse ni destruirse. Y finalmente, quan-
do ellos verán que se govierna del mismo modo que
basta aquí, con igual cuidado y vigilancia, sustentan-
do, con la misma grandeza, el mismo rigor j valor
nuestra Monarquía, considerarán que deven conser-
var la unión con nuestros aliados, que es una de las
principales fuerzas de la Francia.
Nuestras acciones y procedimientos pasados son tes-
tigos que advertirán y claramente dan á conocer el
amor grande que tenemos á nuestros pueblos, y el de-
seo de que se conserven y de que á costado nuestros
travajos adquieran y gocen de una perfecta quietud,
y la resolución que aora últimamente tomamos no es
á otro fin que al de manifestar nuestra grande afición
y voluntad hacia nuestros pueblos, queriendo clara-
mente mostrarla en ocasión de la muerte para que la
execución de nuestras últimas voluntades produzga
sus efectos en un tiempo que nos no tendremos ni ve-
remos, y aparte la felicidad de éste nuestro reyno, aun-
que al presente nos es de gran contento y alegría la
esperanza y consideración del buen estado y sucesos
que ha de tener nuestra Monarquía.
Ahora, pues, para poner en execución nuestro in-
tento, havemos pensado que no podíamos tomar ni
hallar camino más seguro que aquél que en tales oca-
siones tomaron los Reyes nuestros predecesores. Aque-
llos grandes Príncipes juzgaron, y con mucha razón,
que el rejimiento y govierno de un reyno consistía en
la instrucción y crianza de los Reyes en las menores
edades, y que no podía disponerse ni darse mejor que
á las mismas madres de los Reyes y sucesores, que
109
sin duda son las más interesadas en la conservación
de las personas de sus propios hijos y de su propia co-
rona: ningunos otros, por cierto, podrian ser elegidos
para tal ministerio con más justicia y razón que ellas.
Por estas causas y razones de nuestra cierta cien-
cia, entera potestad y real autoridad, ordenamos, que-
remos, es de nuestro gusto y avernos ordenado antes
de nuestra muerte que todo el tiempo que nuestro
hijo primogénito el Delfín, hasta tanto que tenga la
edad de diez y nueve años cumplidos, ó en caso que
nuestro dicho hijo sucediese morir, de nuestro segun-
do hijo el Duque de Anjou, nuestra cara y amada es-
posa y dulce compañía la Reina Madre de nuestros
hijos sea rejente j governadora en Francia, y que
ella tenga y á ella toque la crianza y educación de
dichos nuestros hijos, juntamente con la administra-
ción y govierno de todo nuestro rey no, hasta tanto
que aquél que havrá de reynar llegue á la edad seña-
lada, con consentimiento empero de todo el Consejo y
de la manera que más abajo ordenaremos. Y en caso
que dicha Rey na, seguida nuestra muerte, sucediese
en el tiempo de su govierno alguna indisposición, y
acavase sus días antes que dichos nuestros hijos lle-
guen á la edad de poder governar, disponemos, que-
remos y ordenamos que ella, con parecer del Consejo
que abajo formaremos, pueda elegir alguna persona á
la qual toque el govierno y crianza de nuestros hijos
y del reyno hasta tanto que qualquier de los dos lle-
gue á la edad señalada; declaramos desde aora que
confirmamos y hacemos buena la disposición que será
por ella echa, y queremos que aquélla tenga seguro y
verdadero efecto, como si nos la huviéramos ordena-
do y dispuesto de aquella manera, y por testigo de
aquesta verdad lo será nuestro amado hermano el Du-
no
que de Orleans, que ninguna de las cosas sucedidas es
bastante motivo para minorar la grande afición y vo-
luntad que tenemos á su persona. Ordenamos y que-
remos que después de nuestra muerte él sea Lugarte-
niente del Rey menor en todas las provincias de Fran-
cia, exercitando este cargo todo el tiempo que tarda-
re á reynar mi dicho hijo el Delfín, ó por caso de su
muerte mi segundo hijo el Duque de Anjou, devajo
empero de la autoridad de dicha Reyna Regenta j
Governadora y del Consejo que por nos será ahajo or-
denado, y no obstante la declaración hecha, leyda y
rexistrada en nuestra Corte del Parlamento de París,
la qual privava de toda administración dentro nues-
tro reyno, nos la anulamos y derogamos como ya la
avemos anulado y derogado por las presentes, y por
esta causa y efecto confiamos de su buen natural y
prometemos honrrará y estimará nuestra voluntad con
una ovediencia leal y entera, y que él servirá al reyno
y á nuestros hijos con la fidelidad, voluntad y afición
que su sangre, su nacimiento y las gracias de nos le
obligan. Declaramos empero que si él llegase á desen-
tir ó con algo contradecir á nuestros órdenes, en tal
caso ordenamos, queremos y con la presente declara-
ción mandamos que sea del todo privado del dicho
cargo y oficio de Lugarteniente general, previniendo
desde aora para en tal caso á nuestros vasallos que no
le ovedezcan ni reconozcan como á tal, antes lo ayan y
reputen como á depuesto de tal cargo; pero nos tenemos
.una segura esperanza déla virtud, piedad y prudencia
de nuestra cara y amada esposa la Reyna Madre de
nuestros hijos, que há de tener con esto maior vigilan-
ola de engrandecer y ensalzar nuestra Corona.
Pero como el cargo de governar es de tan grave
peso que en él consiste la salud y entera conservación
111
de nuestro reino, y que casi es imposible, y que ella
pueda tener total y perfecta conigción, y tan caval
como se necesita, y para la resolución de tan graves
y difíciles negocios, que sólo se alcanza con larga ex-
periencia. Por tanto, havemos juzgado ser de mucha
consideración, y por consiguiente preciso, establecer,
formar y ordenar un Consejo, que asista siempre cer-
ca de ella para el rejimiento y govierno, dándose no-
ticia de todo, poniéndolo empero vajo de su autoridad;
los grandes ó importantes negocios se resolverán con
voto, y para disponer mejor el cuerpo de este consejo
hemos juzgado que no podíamos hacer cosa más acer-
tada y más puesta en su punto que hacer Ministros y
Consejeros de Estado á nuestros amados parientes el
Príncipe de Conde y Cardenal Mazerino, nuestros
amados y leales vasallos: el S.**^ Seguier, Consejero de
Francia, guardia de los sellos y Comendador de nues-
tras órdenes; el S.^"" Botillier, sobre intendente de
nuestras finanzas y tesorero de nuestras órdenes, y el
S.°'' Caviny, Secretario de Estado y de nuestras órde-
nes y mandamientos. Queremos y ordenamos que
nuestro caro y amado hermano el Duque de Orleans,
y en su falta nuestros caros y amados parientes Prín-
cipe de Conde y Cardenal Mazerino, sean cavezas ó
Presidentes del Consejo, según la orden para esto dada,
bajo empero la autoridad de la dicha Reina Rejente y
Governadora de todo nuestro rey no. Y por quanto nos
creemos que no podríamos hacer cosa mejor que ésta,
por tanto ordenamos, queremos y expresamente pri-
vamos que en manera alguna pueda mudarse dicho
Consejo, tanto queriendo disminuir como aumentar,
entendido empero que sacando una ó más de las plazas
de dicho Consejo por muerte ú otra causa, entren en
ellas y sean proveídas las personas que la dicha Reyna
H2
juzgará dignas, pero con parecer y votos por maior
parte del Consejo. Queremos y declaramos que todos los
negocios, tanto de paz como de guerra, como también
todos aquellos negocios de importancia para nuestro
Estado y Reyno, atendiendo siempre á la disposición
de nuestras últimas voluntades, sean deliverados y re-
sueltos por el susodiclio Consejo por más número de
votos, así mismo para ver aquéllos que han de ser pro-
movidos quando faltan los que oy se hallan y entran
en los oficios de nuestra Corona, como son sobre inten-
dentes de las finanzas, primero Presidente., Pror. gene-
ral en nuestra Corte y Parlamento de París, S/'<^^ de Es-
tado y Guerra, Governadores de plazas francesas, etc.,
que también serán provistos por dicha Reyna Regen-
te con parecer del Consejo, sin el qual no podrá dispo-
ner ni hacer negocio alguno de los referidos; y quan-
to á estos negocios, podrá ella disponer sólo con la par-
ticipación del Consejo, y para los Arzovispados, Obis-
pados y Abadías que tocan nombrar como nos hemos
hecho hasta de presente, tendrá cuidado particular de
que sean provistos en las dichas dignidades sujetos de
méritos y virtudes y que haya tres años que estén cons-
tituidos en orden sacerdotal. Creemos y tenemos por
cierto haver recivido tantas gracias de la divina mano,
que están obligados á obrar de manera que la reyna
madre de nuestros hijos sea cuidadosa y siga en la pro-
visión de las dignidades eclesiásticas el orden que le
havemos dado, que lo consultará y tomará parecer del
amado Cardenal Mazerino, al qual havemos echo ver
y conocer la afición y voluntad que nos deve, que nues-
tro señor sea en todo glorificado, y como él, por su
dignidad grande que ocupa en la Iglesia, está más obli-
gado á procurar que la quede bien asistida y venera-
da, y á mirar que sean promovidos en dichas digni-
dades las personas más pías y ejemplares en orden,
santidad y literatura, tenemos por cierto que él acon-
sejará rectamente y que se conformará con nuestras
intenciones; él nos ha dado con varias experiencias
y pruevas de su fidelidad y grande inteligencia en
ocasión de graves ó importantísimos negocios, así en
los tocantes al reyno, como también en los pertene-
cientes á fuera de él; que havemos creído y tenido por
cierto que no podíamos confiar después de nos para
la execución de esta orden, de otra persona más apro-
pósito y que con más seguridad lo pueda hacer que
nuestro amado pariente el Cardenal Mazerino, y por
convenir mucho por graves razones, y por el bien de
nuestro reyno, hemos sido obligados á privar al S.""^ de
Gastelnuevo oficio y cargo de guardar el sello de Fran-
cia y de hacerlo llevar con guarda al castillo de Ango-
lesma, en donde oy se halla con orden nuestro, quere-
mos y mandamos que el dicho S.*^'" de Gastellnou prosi-
ga en el mismo estado en que se halla en el castillo de
Angolesma, hasta que las paces sean tratadas y ajus-
tadas, y no podrá ninguno mirar por sus negocios ni
darle livertad sino por orden de la Rey na Regente con
parecer del Consejo, señalándole un lugar para reti-
rarse dentro ó fuera del reyno, según á ellos les será
bien visto; y como nuestros deseos é intenciones no
sean otro que ver de qué modo podrían quitarse todas
las ocasiones de inquietud y discordias para mantener
la paz, conservar la quietud y tranquilidad de nuestro
reyno, y por el conocimiento y experiencia que tene-
mos de la mala condición de la S/* Duquesa de Che-
reuse, de las trazas con que á procurado hasta oy sem-
brar discordias dentro nuestro reyno, las facciones,
comercio y las inteligencias que tiene con nuestros
particulares enemigos de afuera, juzgamos y creemos
Tomo xxiv 8
114
ser niui proveclioso privarla como la privarnos de la
entrada en nuestro reino durante la guerra: querien-
do así mismo que después que sean tratadas y conclui-
das las paces no pueda bolber la Duquesa dentro nues-
tro reyno, sino con licencia y orden de la Rey na y de
parecer de nuestro Consejo, con pacto y condición que
no pueda estar ni avitar aun en ese caso en lugar cer-
cano á la Corte, ni cerca la Reyna; y quando alguno ó
algunos de nuestros vasallos de qualquier grado, cali-
dad y condición que sean, hayan sido compelidos por
sentencia, condenación ú otro modo á salir de nuestro
reyno, queremos que la dicha Reina Regente no pue-
da tomar ni hacer resolución para que buelban sin pa-
recer del Consejo: queremos y ordenamos que nuestra
amada y cara esposa la Reyna, madre de nuestros hi-
jos, y nuestro caro y amado hermano el Duque de Or-
leans, hagan juramento ante nos y en presencia de los*
Príncipes de la sangre, otros Príncipes, Duques, Pa-
res, Mariscales de Francia y Oficiales de nuestra Co-
rona, de observar y guardar todo lo contenido en esta
nuestra declaración, sin que en manera alguna pue-
dan contradecir á ella: y así mismo ordenamos á nues-
tros amados y fieles Oficiales del Parlamento y Corte
de París, que esta presente declaración la hagan leer,
publicar y rexistrar, para mui puntualmente sea ob-
servada y guardada, sin que haya ni se haga contra-
dicción alguna por modo, camino ó vía alguna, por-
que éste es mi gusto y voluntad; y para que esta de-
claración tenga más fuerza y sea de maior valor, para
siempre la firmamos de nuestra mano y queremos y
hacemos firmar bajo la nuestra amada esposa y nues-
tro caro hermano el Duque de Orleans, y de los tres
S."°« de Estado y de nuestras órdenes, estando todos
presentes ante nos, y avernos mandado poner nuestro
115
sello maior. Hecho en San Germán en el mes de Abril
de 1643 de nuestro reynado 33 años.
Todo lo sobre diclio es mi expresada y última volun-
tad y queremos y mandamos sea executada. — Luis. —
Anna. — Visa. — Philipeaux. — Buitiller. — De Gaune. —
Gastón. — Gava.
CAPÍTULO 145.
ENTIERRO Y TRANSPORTACIÓN DEL CUERPO DEL REY DESDE
SAN GERMÁN A SAN DIONÍS.
Experiméntase bien amenudo la misericordia divi-
na, pues aunque permite el desconsuelo y travajo,
save luego con liveral y franca mano embiar y dar el
consuelo, y así nunca deve un pueblo, por afligido que
se halle de angustias y persecuciones, desconfiar del
aUvio y remedio. La Sagrada Escritura nos lo acuerda
á cada paso: léala el curioso, que por no dilatarme
aquí le remito á ella sin cotarle los lugares. Llorava
toda la Francia en fúnebres exequias y tristes lágrimas
la muerte de su Rey Luis treceno, y no bien el humo
de tanta lúgubre antorcha se avía perdido de vista,
quando quiso el cielo consolarla con la fehz y memo-
rable Vitoria que consiguieron las armas francesas, go-
vernadas por el de Anguien en el sitio de Rocroy, con
muerte de más de ocho mil enemigos, según reza la
Gaceta: vaticinó este suceso S. M. antes de morir, di-r-
ciendo al Príncipe de Conde que estubiese alegre, que
su hijo el Duque de Anguien, caro y amado pariente
suio, ha de ser mui dichoso, y dentro de poco tiempo
ha de conseguir una señalada victoria, que sin duda
era ésta que sucedió ocho días después de su falleci-
miento, y no falta quien asegura que en medio de la
refriega se vio visiblemente al mismo Rey difunto so-
i16
bre un cavallo blanco peleando contra los enemigos
de su corona: así lo persuaden con mucha aseveración
personas de conocida virtud, y si es así, dichoso Rey
que eterno reyno goza corona perpetua y dichosa mo-
narquía, pues tiene en el Impíreo quien henee batallas
á poca costa y quien la asegura gloriosos progresos.
Pasemos al asunto, y prevenga el corazón más duro
ternezas, que aunque sea diamante ha de parecer de
cera.
El día 19 de Mayo de 1643, á las tres de la tarde,
vestido de pontifical el Obispo de Meaux, asistido de
los Capellanes limosneros de S. M. con sobrepelhces,
levantó el cuerpo del Rey difunto en esta forma: toma-
ron las quatro esquinas del paño los quatro Capellanes
más antiguos de S. M. Xpma., honor que sólo pudo
pertenecerle á ellos, negándolo á los Pares y Grandes
de Francia por resolución y parecer del S.*'^ deSaintot,
que conformando con la voluntad de S. M., dispuso la
función sin pompa ni ruido, para evitar con esto los
disturbios que ocasiona entre los Grandes la pretensión
de precedencias.
La música de la Capilla real cantó el salmo De pro-
fundis, y acavado dijo el Obispo las sólitas oraciones,
y el S.»"" de Cetón, Capitán de la Guardia escocesa, con
doce soldados, tomó el cuerpo y lo llevaron desde el
aposento ó cámara hasta el carro que estava preveni-
do en la plaza del Castillo á la puerta de las guardias,
en el cual estava toda la guardia puesta en ala. La no-
bleza y principales Oficiales del Real Palacio, llevan-
do por Cavo al S.*''" de Sonuray, siguieron el Real ca-
dáver, conducido por las guardas; venía el Conde de
Xarroti, Capitán de la guardia del cuerpo, que según
se observó guardava el cuerpo con la misma vigilan-
cia que si viviese; el Duque de San Simón, el Mariscal
i17
Escomberch, el S.'"' de Lincourt, el Marqués de Mon-
temar, los S/^^ Montespan de la Xastre, Capitán de
la guardia, y cantidad de otros Grandes del reyno,
acompañados de mucha nobleza y gente de condición,
que acompañaron el cadáver hasta el carro, en el cual
se depuso la guarda escocesa y cubrió con un paño de
terciopelo negro cruzado con raso blanco y rodados de
escudos de las armas reales, y á cada esquina llevava
diez y seis; arrastrava el paño por tierra; tiravan el
carro seis cavallos negros engarzados de terciopelo
negro y con gualdrapas cruzadas de raso blanco. El
Gura de San Germán, asistido de su clero y feligreses,
con sus velas aguardó el féretro ó carro á la puerta
del castillo y le acompañó hasta la villa de Pet: allí le
recivió el Gura de Pet y le acompañó hasta el lugar
más vecino, y sucesivamente los demás cleros y curas
por donde pasava, hasta llegar á San Dionís lo hicie-
ron así.
La cavallería y las compañías de las Órdenes de la
guarda del Rey que fueron nombradas para esta fun-
ción; los archeros del gran Praboste, del Gapitán déla
Posta y otros de infantería que acompañavan el cuer-
po, fueron ordenados de adelantarse á un quarto de
legua de San Dionís, y que tomando sus puestos cada
uno según le tenía al salir de San Germán, aguarda-
sen el acompañamiento: governava esto el S.'^'^ de
Saintot.
La compañía de mosqueteros del Rey marchava ade-
lante sin que la caja tocase; el S.»"* de Serville, capi-
tán á la manguardia; venía consecutiva la compañía
de 200 cavallos ligeros de la guardia, y el Mariscal
Scombert, sin que sonase el clarín ni la trompeta; se-
guíanlos los ordinarios, Gentiles hombres y criados del
Rey, Mayordomos y demás Oficiales del Real Palacio;
H8
en una carroza del Rey que seguían venían los Limos-
neros de S. M. vestidos con roquete y bonetes, dando
limosna por donde pasa van; marchavan después los
Camareros, Gentiles hombres de Cámara, aludas de
Cámara, reposteros y guarda ropas, componiendo este
género de Oficiales hasta 300 hombres á cavallo y
vestidos de luto de dos en dos; sucedía otra carroza de
Limosneros y Capellanes del Rey.
Venía después el carro ó carroza del Rey, y en ella
el S.*»" de Souvray, Cavo del acompañamiento; el Obis-
po de Meaux; los primeros Gentiles hombres de la Cá-
mara, y el Confesor del Rey; el S.'*'" Bretón, rey de ar-
mas, y seis archeros, que es lo mismo que flerauti, con
las armas y caravinas en las manos delante el carro
en que iba el cuerpo, á cavallo, y más de quarenta
pages á pie con achas encendidas en la circunferencia
del carro; seguíanlo el Conde de Jaroti, Capitán de las
guardias; el Duque de San Simón, primero cavallerizo
de las guardas del cuerpo y de los cavallerizos de la
primera cavalleriza; marchava después la compañía
de ducientos de armas de la guardia del Rey, el Conde
de Saligni, y el S.*"* de Beuspis á la retaguardia con
un gran número de otros cavalleros que seguían el
acompañamiento .
Llegóse á media legua de San Dionís á ocasión que
faltó la luz del día; supliéronla la de las achas, conti-
nuando el viaje hasta medio quarto de San Dionís; el
S.o'' de Sainet hizo tomar puesto á los archeros del
Paborte de Palacio; después los cavallos ligeros y
cien suizos marchando más presto delante del cuerpo
con una acha cada uno encendida y las puntas de las
alavardas hacia tierra; seguían las trompetas y ata-
bores sin ruido alguno.
Después de esto tomaron puesto los Oficiales de la
119
Gasa Real á 200 pasos de San Dionís en filera, con
achas encendidas cada uno; seguían después los Oficia-
les generales y otras personas de nobleza, y todos se
apearon, y lo misrao los que venían en las carrozas,
llegando este acompañamiento asta la puerta del lu-
gar de San Dionís que llaman de París; el S.^"^ Obispo
de Meaux, asistido de los Limosneros y Capellanes y
vestido de capa plubial y mitra, encontraron todos los
religiosos de la Abadía acompañados de las órdenes
eclesiásticas, rectores, curas y canónigos de quarenta
partes, religiosos de San Francisco y de otras religio-
nes, y todos con achas encendidas. Los religiosos can-
taron sus responsorios, y rodeando la carroza en que es-
tava el cuerpo, incensando dijeron sus oraciones }• se
bolbieron á esperar con el clero el cuerpo. Y llegan-
do el Obispo de Meaux, primero Limosnero de S. M.,
se le entregó en propia mano el cuerpo del Rey, y
prosiguiendo se entró dentro del lugar de San Dionís;
el rejimiento de suizos formava en ilera una calle des-
de la puerta del lugar hasta la de la iglesia: estavan
las ventanas llenas de linternas con luces, y en cada
puerta de las casas una acha encendida porque eran
las diez de la noche para la gente de guerra y demás
acompañamiento; delante de la iglesia, en la orden ya
referida y llegando el superior de los monges de San
Dionís, preguntó (según antigua costumbre) al Obispo
si era aquél el verdadero cuerpo del Rey difunto; y
respondiendo que sí, dijo el superior su oración, y to-
mando la guarda escocesa el cadáver del carro ó ca-
rroza le llevó dentro la iglesia y lo colocó en lo emi-
nente del capilardente que esta va dispuesto en medio
de la iglesia: ésta, así coro, presviterio como puertas
y las de la villa, estaban cubiertas de paño negro; diez
annas en alto, que es algo más que diez varas, con pa-
420
samanes de terciopelo negro y escudos de las armas
reales; todo el contorno de la iglesia, travesías del
coro y ruedo del altar maior estava lleno de velas
blancas á tres ileras, entrando todos dentro el coro: en
él se tomaron lugar los eclesiásticos sin atender á pre-
heminencias, y se cantaron las vísperas y oficios de
difuntos con gran solemnidad y otras rogativas y ora-
ciones con suma devoción, como suelen aquellos san-
tos monges y lo pedía la ocasión, y concluidas se res-
tituieron todos hasta el día siguiente, que en concurso
de muchos Arzobispos, Obispos, clero y religiosos y
grandes de Francia, con los Oficiales de la Real Gasa,
sin atención de puestos ni lugar destinado se celebró
por aquellos religiosos las solemnes exequias que re-
quería tal personage: acavadas éstas se repartió una
general y crecida limosna á diez mil pobres; al mismo
tiempo y con no menos devoción, solemnidad y ter-
nura, en el convento de los recoletos de San Francisco
se celebraron oficios por el difunto Rey y por su al-
ma; no sólo en San Dionís, pero en lo más de la Fran-
cia, se ofrecían millares de sacrificios y Misas; acava-
dos los oficios, quedó el cuerpo en el mismo lugar y
con guardia escocesa hasta que á la noche del día 20
se le dio sepoltura entre los demás Reyes en el pan-
teón de la casa deBorbón. O cathólicos catalanes, apli-
cad la consideración á lo que havóis perdido en la
muerte de este Xpmo. Monarca; bolved los ojos atrás
y mirad la opresión, vejaciones, desonrras, infortu-
nios y cautiverio en que os tenían los castellanos;
atended á que por su mano y medio os halláis libres
de todo, pues no contento con socorrernos con tropas,
cabos, municiones, víberes y dinero, vino personal-
mente como se ha visto á la jornada de Perpiñán, que
es la última que hizo; acordaos de aciones tan de pa-
121
dre y rogad por su alma, y temed que no se muden las
cosas, pues en las mudanzas del govierno suelen dar al
través las Monarquías; y aunque nos queda una Reyna
tan prudente y savia, devenios recelar, pues no tenien-
do aún no tenemos del todo fuera de casa al enemigo,
y pudiera serlo estaría presto á no haverse apagado
el aliento de nuestro Monarca; pero fiemos de que en
más seguro imperio lo tenemos por nuestro patrón:
así suceda, y que con los tutelares que esta provincia
venera nos consigan de Dios entera quietud: reynó 33
años, edad de Ghristo; y si se deve dar crédito á lo que
se refiere que de 20 en 20 Reyes de Francia ay uno
santo, éste cumple los 20, con que podemos con más
esperanza prometernos muchas felicidades de quien
tanto nos amó en vida.
CAPÍTULO 146.
PARTE Á LÉRIDA EL MARISCAL, ENTRA POR ARAGÓN Y PROGRESOS
DE LAS ARMAS EN RIVAGORZA.
Deseando el S.^»*" Mariscal de la Mota proseguir sus
operaciones de la guerra por la parte de Aragón y
apoderarse del Condado de Rivagorza, país muí im-
portante á sus designios, después de prevenido lo ne-
cesario en Lérida, partió S. Ex.^ para. aquella ciudad
mui á la ligera y sin ruido el día 23 de Junio de 1643;
llegó á Lérida, y á primeros de Julio pasó S. Ex.* á
Monzón con dos cañones de batir y seis piezas de cam-
paña; estubo allí dos días, en los quales se le tomaron
al enemigo diez batidores, y por ellos se supo que las
tropas castellanas constavan sólo de mil cavallos y
poca infantería y mui visoña, que parecía lo que á nos-
otros nos sucedía en los principios de nuestra restau-
ración. Mandó S. Ex.^ al S.«^ de Terrail, Mariscal de
122
campo más antiguo en el exórcito, que con gente bas-
tante para la empresa se adelante á tomar la villa de
Estadilla; llegó á ella, y no se le queriendo rendir, dio
quenta á S. Ex.^, el qual á las quatro de la mañana
estubo sobre ella, y á poco rato la rindió á merced de
Rey, pacto concertado entre los naturales y el S."'' de
Tarrail; el castillo se resistió, pero fué batido con tal
pujanza, que al mediodía intentaron darle asalto por
una torre que á la fuerza de la batería caió en tierra;
temieron los sitiados, y á costa de muchos ruegos y lá-
grimas alcanzaron de S. Ex.^ el rendirse á merced de
señor. Mandó S. Ex.^ comboyar las mugeres, viejos y
niños, que pasavan de 800, hasta tierra del enemigo,
y retirar los prisioneros aptos para las armas á Mon-
zón, que pasavan de 500. El pillaje que luego se des-
cubrió importava más de mil ducados, y aseguravan
havía mucha riqueza oculta: este suceso se devió á
Madona de Monserrate y á la visita que la hizo
S. Ex."* al pasar á Lérida, pues el día 4 de Julio esta-
va ya concluido.
Mandó S. Ex.^ á los que comboyaron las mugeres
que no fuesen ofendidas en cosa alguna, y particular-
mente en cosa de honor; á la que bolbían del comboy
vio S. Ex.^ que havía dos mugeres desviadas del cami-
no y de edad da 70 años cada una, y que un soldado es-
tava deshonestamente tratando con una: no pudo su-
frirlo su celo, porque disparando una pistola al soldado,
le tiró; y no contento con esto, mandó que luego allí
mismo le arcabuceasen: echo, mandó que qualquier
soldado ú oficial que tubiese muger en amancebamien-
to fuese indigno de pretender merced alguna de S. M.,
y no sólo esto, pero que estubiese reputado por infame:
tanto era lo que celava la honestidad; con poco menos
rigor procedía contra los que maltratavan al paisano.
\23
Lunes siguiente 6 de Julio de 1643 partió el S.^"^ de
la Ferrixera, Mariscal de campo, con 600 cavallos y
2.000 infantes para la villa de Venavarre, pobla-
ción mui populosa, acomodada y caveza del Condado
de Rivagorza, que consta de 300 pueblos, y por todo
esto de mucha importancia para nuestros intentos y
para poder recobrar la Corona de Francia el Reyno de
Navarra, que injustamente tiene usurpado el Rey de
España: viendo los de Venavarre la pujanza de nues-
tras armas, capitularon luego que se tendrían por
Francia: así como el Principado de Cataluña, y con la
esperanza de que en breve se reduciría el resto del
Condado.
Tenía el 8.°'^ Virrey dispuesto el fabricar un puente
de barcas y madera para pasar el río Cinta, y la ar-
tillería también á punto; pero mandóla retirar á Lé-
rida, y así mismo las barcas al río Segre, porque el
señor no las maltratase: frustróse esta idea el averse
savido que todo lo que ofrecieron fué sólo por hacer
tiempo hasta que llegase el socorro del Castellano; y
como el país de Rivagorza por su aspereza sea inac-
cesible ó incapaz de la artillería, retiró S. Ex.^ la suia
y paró en el designio pasar Cinca, porque no asegu-
rando la Rivagorza, era exponerse á evidente riesgo;
saqueáronse las villas de Calasaz, Peralta de la Sal y
otras, destruiendo aquella frontera; los pueblos que
sin resistencia se rendían se libra van del saco; los que
hacían armas se davan á pillaje; algunos castillos que
se hallavan se hechavan á tierra, para que el enemi-
go no se pudiese hacer fuerte en ellos.
El miércoles partió el S.^"* Virrey á Benavarre en
persona para ver si podía obligarles con su presencia
á tener lo ofrecido como caveza de la Rivagorza, ó
que si no lo pasaría á fuego y sangre: en los lugares
134
que se saquearon se alió mucho de tocino, vino, acei-
te de que abunda aquel país, lana, ganado, ropa blan-
ca, arambre y cobre de calidad, que los vivanderos
hubieran de perder lo que llevavan y cargar de lo que
vendían los soldados; á Lérida llegó mucho ganado y
aceyte, que después de bastecido y mantenido el exór-
cito sobraba; avía famosa cosecha, con que la cavalle-
ría tubo lindos forrajes, y quando no se huviera con-
seguido otro que enriquecer y mantener el exército en
tierra del enemigo, era hacer mucho; y las memorias
que de esto quedó á la Ribagorza duraron muchos
años; escapóse Fraga no sé cómo, que arto mal nos es-
tubo; publicóse que á 20 ha vía de estar el exército
junto en Tamarite para ir sobre Tarragona, porque la
armada del Castellano havía ido á Oran porque el
Moro imbadía por aquella parte.
El Marqués de Mortara estava á la otra parte de
Ginca sin poder dar socorro á la Ribagorza por venir
mui crecido el río; otros dicen que por tener poca gen-
te, bien que se murmura que para el Octubre ha de
venir con gran poder á sitiar á Lérida, pero defende-
ráse como lo demás; S. Ex.* retiró el exército á Ta-
marite, y él se entró en Lérida con las dos personas
que los de Benabarre havían dado en renes, de las
quales se divulgava harían justicia. Quemaron las más
de las casas de Benabarre, dejando indene la iglesia,
y á mediado Jubo se vino S. Ex.* á Barcelona, em-
biando parte de cavallería al campo de Tarragona
para que al llegar la armada de mar se pudiesen efec-
tuar los intentos de sitiarla.
125
CAPÍTULO 147.
LLEGA A BARCELONA LA ARMADA DE MAR FRANCESA, Y LO QUE OBRA
CONTRA LA ENEMIGA.
Por la muerte de S. M. Xpma. se entró en gran des-
confianza creiendo que se mudarían mucho las cosas:
en parte sucedió así, y que no veríamos más la arma-
da de mar; pero Dios asiste á los suyos en las maiores
aflicciones: sucedió así con nosotros, pues viernes á 7
de Agosto, por la mañana, empezó Monjuique á seña-
lar armada de mar de Levante; empezóse á descubrir
alta mar en derechura del muelle y las proas derecho
á Barcelona; y como no se tenía noticia de que nave-
gase por estos mares la ai;mada de Francia, temieron
todos con el S.*'"' Virrey no fuese la Castellana que por
las islas viniese á darnos algún recelo; mandó apres-
tar las nueve galeras que estavan en el muelle y re-
forzar una quanto pudo para que saliese á descubrir
qué armada era aquélla, dándole dos señas, una de paz
y otra de guerra, para que en conocerla diese aviso;
partió la galera, y después de bien reconocida la ar-
mada hizo señal de paz, con que todo el cuidado se
convirtió en gozo y alegría; llegó á dar fondo á la tar-
de: constaba de 36 navios entre brulotes y de pelea;
governávala el S.*'"' Duque de Verso, y venía con la
misma capitana que el año pasado, que era un hermo-
so y fuerte vagel; el día siguiente entraron á ver al
General el S.^^^ Virrey y el de Argenson, y tubieron en
la cámara de popa largo rato de tratar sobre materias
de la guerra: quando llegó la armada hizo salva á la
tierra; respondió ésta, y Jas galeras, saliendo del mue-
lle, hicieron también vella salba, así de artillería como
de mosquetería.
126
Son incomprensibles los juicios de Dios y los modos
por donde suele umillar soberbios y castigar en esta
yida las culpas y pecados, y aun á veces no bastan sus
avisos para desviarnos de nuestras depravadas inten-
ciones: sucedióles así á los castellanos, pues algunos,
tres o quatro días antes de llegar nuestra armada para
custodia de estas costas, intentaron pasar un socorro
á Rosas con tres navios de Dunquerque: uno de mer-
caderes, una polaca y una barca; pero el viento con-
trario los hizo retirar hacia Poniente, y lo que á ellos
era contrario, á nosotros era favorable, pues navega-
va á estos mares la armada con el viento que á ellos
les hacía retirar.
Domingo 9 de Agosto 1643 por la mañana, hecho
Monjuique lo treu y Pomo á Poniente señalando ar-
mada de vageles, descubriéronse las velas referidas
españolas, y dudando en Barcelona si sería algún com-
boy que vendría á unirse con nuestra armada, avía
variedad de pareceres; pero redujéronse á uno viendo
se hacían muí al mar las tales velas y que en reti-
rarse adentro se hacían sospechosas, j así mandaron
el S.**"" Virrey y General Verse que las 9 galeras con 8
navios saliesen á darles caza; púsose por obra á toda
diligencia, y faltando el viento á los navios, dieron
cavo á las galeras para que los remolcasen; dióronse
los nuestros tan buena priesa, que aunque los enemi-
gos huían, antes de cerrarse la noche los alcanzaron
y llegaron á la pelea; procuraron las galeras ponerse
bajo la artillería, y empezaron á cañonearse unos y
otros con tan desusado valor, que sin duda ha sido la
batalla más reñida que se ha visto de nuestros tiem-
pos: parecía un ynfierno por el fuego, humo y es-
truendo que causavan; por último, aprisionaron los
nuestros todo el comboy ó socorro sin escapar ni una
127
barca. Bien que la barca que venía, aun después de
presa, intentó escaparse con el veneficio de la noche,
y no haviéndolo podido conseguir al desvío de la ga-
lera que la traya de custodia, procuraron los cavos de
la barca trasladarse á la xalupa con lo mejor que pu-
dieron, y dando barreno á la barca poco antes de ama-
necer escaparon á las islas y la barca vino á fondo,
sin que se aprovechase de toda ella ni un palmo de
cuerda; el Gobernador ó General de este socorro tam-
bién se escapó en dos xalupas con dos señoras, algu-
nos marineros, el oro y plata y dinero que trayan,
quando vio era forzoso el averse de rendir, con que
nada de dinero, ni de oro ni plata se halló en las jus-
tas que quedaron: dixeron \oh rendidos que en la bar-
ca havía mucha cosa y que por eso la echaron á fon-
do. Murieron sobre los navios 42 hombres y huvo 7
heridos. Los prisioneros fueron de 6 á 700 hombres, y
entre ellos muchos cavos.
Esta presa fué aún de maiores consecuencias que se
puede imaginar, porque sobre que los navios iban car-
gados de trigo, vino, cevada, avas y algunos molinos
de sangre, con otras provisiones de guerra que queda-
ron en nuestro favor, al enemigo se le disminuieron
y los de Rosas quedaron con menos esperanzas de po-
derse conservar, y nosotros con las de conseguir su-
cesos de mucha importancia con tan buenos Gene-
rales.
Aviendo el S.*'^ Duque de Brese dispuesto de la pre-
sa, ordenó que las galeras que estaban en el puerto
navegasen á las costas de Francia: partieron el día 19
de Agosto de 1643, y S. Ex.^ partió el día 22 con el
resto de la armada para las costas de Poniente; com-
poníase la armada de 34 velas, 20 navios de guerra,
12 de fuego y dos fragatas; su designio era hacer al-
128
guna operación de importancia en las costas y puer-
tos de Castilla hasta pasar el estrecho. Navegó hasta
el cavo de San Martin, en donde quatro navios de los
suios apresaron una nave inglesa que conducía 200
españoles á Tarragona: por éstos supo el S.*^"" Duque
de Brese que dentro del puerto de Gibraltar avía 39
naves de guerra del Rey de España, sin saver para qué
estavan destinadas; confirmóse el Duque en su desig-
nio con esta noticia y con la esperanza de que no se-
ría su viaje en vano. "Continuó su derrota hasta de-
lante de Cartagena, á donde llegó el día 30 de Agosto
de 1643, á las cinco de la tarde, y reconociendo el puer-
to aquella noche vio en él quatro navios de guerra,
seis galeras, algunas saetías y vageles de mercancía;
resolbió hacer alguna acción memorable, y tomando
parecer del Comandante Gutus y otros Capitanes, re-
solvió dar fondo á la boca del puerto el día siguiente:
todo fué admiración y temor en los cartagineses; ob-
servavan los nuestros todas las acciones de los contra-
rios: éstos formaron al entrar del puerto una estaca-
da de vareos y árboles, y detrás de esto algunas var-
eas de mercancía encadenadas con sus áncoras, á fin
de que no pudiesen los vageles de fuego entrar; dis-
pusieron mucha mosquetería tras de unas valsas que
están atrás del puerto: viendo esto el S.*'"' Duque, re-
solbió atacar el puerto con parecer de su Consejo de
Guerra; y así, dividiendo en tres partes su armada y
quedando él en el cuerpo de batalla para ir dando ca-
lor al lado que sería menester, llevando la mira á que
unos embistiesen al castillo, otros á la villa y otros á
las plataformas, y todos juntos mantener los navios
de fuego para que hiciesen la suya entrando en el
puerto: dispuesto así, pocas oras antes de la señalada
para embestir sobrevino un viento de tierra tan recio
129
y contrario, que obligó á levantar la áncora y hacer-
se á la vela por temor de maior ruina: fué para los
cartagineses de gran gozo, al paso que ha vía sido de
temor y fué de dolor para los nuestros; viendo malo-
grado su intento, prosiguió su viaje hasta llegar al cavo
de Gata, en donde, topando viento contrario, dio fondo
para no descaminar lo caminado.
El día siguiente se descubrió un navio que al pare-
cer se creyó ser de turcos: despacháronse las fragatas
á darle caza y le obligaron á que llegasen al cañón;
vióse ser olandés, y que confirmava el Capitán la no-
ticia de Gibraltar. La armada estubo allí dos días en
la playa por no dar lugar el viento á proseguir su
viaje.
Al otro día, que era el de 3 de Septiembre de 1643,
las centinelas que estavan en las gavias de los navios
descubrieron hasta 25 navios de alta mar, y según lo
que se dejava alcanzar eran de guerra, conviniendo
todos en ser la armada enemiga que venía de la par-
te del estrecho. No fué menester dar nuebas órdenes,
porque ya cada uno las tenía de lo que devía obrar
y disponer en tal encuentro, y así, tomando sus pues-
tos los navios se fueron uniendo cada uno donde le to-
cava: navegaron de esta suerte hacia el enemigo, re-
pitiendo el embiar xalupas en el discurso de la noche
para por ellas y por los fuegos saver la navegación que
llevava; poco más de amanecido el día quatro se ha-
llaron á una legua de la armada castellana, y descu-
brieron ser 5 galeones, 6 grandes navios flamencos y
14 de Dunquerque, llevando el que menos de 30 á 40
cañones y la mejor gente del mar que tenía España,
y en su navegación dieron á conocer buscar ellos á
los nuestros, así como nosotros á ellos.
Á cosa de las 7 oras de la mañana mando el S.^"" Du-
TOMO XXIT 9
i 30
que de Brese disparar una pieza sin vala por su Viceal-
mirante en seña de embestir; siguióle toda la armada,
quién más lexos, quién más cerca, según el velero de
cada navio; al mismo tiempo el Almirante castellano
hizo vela por toda su armada á fin de unirla, y viendo
que un navio su matalote estava lejos del cuerpo de
la armada y que corría fortuna por estar destacado y
preso de los nuestros, llegó sobre ellos con un vagel
de Dunquerque para hacer maior resistencia.
Aviendo el S.^"" de Brese reconocido la navegación
del enemigo, embió por una xalupa orden al 8.°'' de
la Ferte para que con quatro navios que capitanea-
va Gavarres, Larotxe, Brasdefer y Guitón de Ferli
para que embistiesen algunos navios de fuego: hicie-
ron éstos sus esfuerzos para hacerlos juntar; pero re-
celoso el Almirante castellano, y temeroso de estos
vaxeles, bolvió las velas y puso su armada dentro su
cinta antes que nuestros navios llegasen á tiro de ca-
ñón: no obstante eso, nuestro General, asistido de los
S/®" de Montada, de Bayrrte, Masant, de Recorlart y
del Gavallero de Salando con sus navios, siguió la rota
del Almirante castellano, sufriendo siempre la carga
del enemigo sin disparar los nuestros ni un tiro: el
Duque de Brese llegó primero al Almirante castellano
y al mismo tiempo los vageles de Dunquerque se re-
volvieron con su Almirante para poder guardarle, y
uno de. ellos se destacó para embestir nuestro Almi-
rante y darle una ruciada de cañones: entendió el S.^^
Duque el designio, y mandando que con buena pun-
tería se le disparase, logró el que á pocos tiros se pe-
gase fuego á las municiones y diese á fondo, que fué
el primero que perdieron: era este navio de 30 caño-
nes y 300 hombres de guarnición, sin que se salvase
alguno; en llegando nuestro Almirante á medio tiro
13i
de cañón del de Castilla, el S.^**" de Moneada, adelan-
tándose á tomar su puesto, se puso dentro la zinca de
los navios de Dunquerque que guardavan el Almiran-
te castellano, y estuvo alli solo más de tres oras re-
sistiendo la mosquetería y cañonazos de los de Dun-
querque y su Almirante. Juntáronsele los S/«* de Ba-
yart, Marcach y cavallero de la Landa, uniéndose casi
con los enemigos; y siguieron á éstos Rualar, Du-
querna, San Martín y Maran, combatiendo juntos con
nuestro Almirante largo tiempo y resistiendo con bra-
va porfía la carga del enemigo; mientras éstos obra-
ban esto contra el Almirante castellano y su custodia,
los ca valleros de la Sescaseria y Lucera}^, seguidos de
dos brulotes, davan caza al Vicealmirante castellano;
pero viendo que er?» más velero que no ellos, y que el
Almirante de Ñapóles se desviava del cuerpo de su ar-
mada, dio el S.^»* de la Sescaseria en seguirlo y fué con
tanta felicidad y presteza, que al primer cañonazo le
bolo parte de la proa; y preso el S.'^'' de la Monta-
da, dejando atrás al S.^"* de la Sescaseria combatiólo
dos oras cara á cara y teniéndole ya casi á punto de
rendirse, el S.»^' de la Sescaseria le hizo abordar uno
de sus brulotes que le dio fuego; hecho perder este na-
vio, dio la Sescaseria por medio de la armada enemi-
ga, combatiendo largo rato con famoso valor hasta
que salió trepado de valas; poco antes el de Luceray,
haciendo lo mismo, salió desarbolado y mui mal pues-
to; el Almirante de Ñapóles, que se quemó, era navio
de 50 piezas de bronce y cerca de 500 hombres de
guarnición, de los quales se salvaron algunos que
se arrojaron al agua, y los Oficiales en número de 60.
Los SJ^^ de la Roche, Bras de Fert, Gavarret y cavalle-
ro de la Fertó, que desde el principio del combate si-
guieron al Vicealmirante castellano, y viendo éste que
132
el matalote que le seguía, si no era mui velero, lo aban-
donó, los nuestros lo atacaron poco después, y al fin
de un gran combate fué abordado por los dichos Ro-
che, Gavarret y de la Ferté, rindiéndole á fuerza de
pica y espada: llevaba este vagel 46 cañones y 350
hombres, y entre ellos muchos Oficiales; el S."'' de la
Roche, peleando, fué erido de un mosquetazo y murió
del al cavo de quatro días; Gavarret recivió en la cara
un pistoletazo, pero no fué de peligro la herida; el
cavallero de cinco marcos se hizo conducir sobre un
navio enemigo, y teniéndole ya casi rendido á fuerza
de batalla, se lo estorvó un brulote nuestro rompién-
dole impensadamente con sus garfios la vela maestra;
reparóse el daño, y uniéndose con nuestro Almirante,
que enfervorizado en la pelea qbligó al Almirante
castellano á hechar su velamen fuera y ponerse en
huida con su armada á la buelta de Cartagena, aban-
donando xalupas y todo quanto no podía seguir: tal
era el horror y temor que le hacían los nuestros. Los
nuestros dieron en su seguimiento con todo esfuerzo,
y dando con un vagel enemigo, estuvieron más de
media ora en batalla; viéndose este galeón casi per-
dido por el fuego que le dava nuestro Almirante, esti-
mó más el abordar á su baxel menor, y teniendo opor-
tunidad de hacerlo por más cercano el 8.°'' de Rayarte
Masarch, lo embistió creyendo lograr la presa; pero al
arrojarle el garfio recivió en el árbol maestro un ca-
ñonazo con que el galeón tubo tiempo de destacarse y
apartarse del nuestro, pero dio con el S.**'' de Montada
que lo abordó y rindió. Llevaba este galeón 30 caño-
nes y 300 hombres, y entre ellos 22 Oficiales; el in-
tento del S.**'' Duque de Rrase no era aprisionar este
vagel, sino echarlo á fondo y seguir la armada enemi-
ga; pero por más esfuerzo que se puso no se pudo lo-
<33
grar, porque llegando la noche se perdieron de vista,
y el Castellano, que huía como quien teme, apresuró
su navegación quanto permitió el viento para tomar
el puerto; y á no moverse un vientecillo de tierra, no
ganara la embocadura del puerto de Cartagena antes
del amanecer nuestro Duque de Brase: en acavándose
el día, juntó su armada y puso en cobro los prisione-
ros, con ánimo el día siguiente de bolber á la pelea;
pero no lo consiguió, porque ya el enemigo, guarecido
de 15 galeras que salieron á recivirle de Cartagena
que governava el de Fernandina, se entró en el puer-
to á sentir su poca fortuna; viendo esto el S.^"" Duque
de Brase, se retiró á las islas de Ibiza y la Tormentera
á repararse de sus daños y dar cuenta á S. M. Xpma.
de esta victoria, que fué maior de lo que se ha dicho;
pues se supo después de quatro vageles de Dunquer-
que, no pudiendo con las bombas vaciar el agua que
hacían, se undieron casi al entrar al puerto de Carta-
gena.
Reparada la armada del S:»"* Duque de Brase y bas-
tecida, prosiguió su viaje al estrecho y costas de Ber-
vería, en donde obró prodigios que serían largos de
contar.
CAPÍTULO 148.
ALGUNOS DESTIERROS DE AFICIONADOS A ESPAÑA ROBAN LA RESERVA
DE LA TRINIDAD Y LO QUE SOBRE ESTO SE OBRA.
Prosiguiendo en Cataluña las guerras, y ocupando
los castellanos á Tarragona y Rosas, permanecían acá
dentro siempre personas mal intencionadas y mal
afectas á la patria y mui de parte de las cosas de Es-
paña, y particularmente estrangeros, como son arago-
neses, valencianos y mallorquines, que davan noticia
134
de quanto pasava aquí dentro á los de Tarragona y
Rosas por espías secretas; señalávanse más en esto los
religiosos que con más simulación hacían sus opera-
ciones yendo y viniendo de Tarragona, en tanto de
que, recelándose de que el convento de Jerusalén de
Mayas franciscanas havía una religiosa que era como
á depósito ó correo maior en donde paravan cartas de
Tarragona para muchos de aquí, y éstos davan la res-
puesta á la misma que cuidava de emhiarlas, creció la
sospecha y resolbió el S.*^" Virrey que el Guardián y
Provincial de San Francisco, acompañados de algunos
Jueces y Ministros reales, entrasen á reconocer la cel-
da de la monja de quien se tenía sospecha: entraron
y toparon varias cartas y papeles con diversos carac-
teres y cifras escritos sin que se pudiese conocer su
contenido; creció con esto los recelos contra los fray-
Íes por aver poco que havía venido uno trinitario de
Tarragona con quien la tal religiosa tenía algún co-
mercio.
Sentido el S.°^ Virrey á vista de esto, despachó car-
tillas de destierro de Cataluña á todos los frayles es-
trangeros y naturales de los dominios de España, que
á la sazón avía muchos, como son mallorquines, va-
lencianos, andaluces y aragon-eses, y que dentro 24
oras saliesen de Barcelona: sintiéronlo mucho algu-
nos, ya por su edad, ya por aver muchos años que es-
ta van conventuales; en fin, todos volaron.
En el convento de Trinitarios Calzados avía algu-
nos religiosos graves que sintieron infinito el ausen-
tarse: entre ellos avía uno que á su costa havía echo
fabricar la custodia ó vaso en donde se reservavan las
formas para dar la comunión en la capilla de la Vir-
gen del Remedio, y ó fuese que el fray le, viendo que
le sacavan de aquí, quisiese tomar tan infame despi-
135
que, ó que fuese otra cosa, el día 12 de Agosto 1643
se halló menos la tal custodia, y con ella cerca de 200
formas consagradas que havían quedado el día antes:
dibulgóse el caso con título de robo á tiempo que ya
los frayles avían salido del puerto. Pasóse á la demos-
tración que pedía ésta, prendiendo á unos y otros,
pero jamás se podía provar cosa alguna. La Inquisi-
ción pasó á fulminar censuras, y viendo que éstas y
el estar cerrada la capilla sin decir en ella misa, no
dava noticia del actor del delito, pasó el Santo Tribu-
nal á ir un día de fiesta en la iglesia del Pino: y allí, en
forma de Tribunal, cubierto de luto el altar maior y un
Santo Ghristo en medio, empezó uno desde el pulpito á
proferir las excomuniones y maldiciones que suele la
Iglesia en los más atroces casos pronunciar contra el
que havía cometido tal delito y contra los que le ocul-
tarían y tendrían noticia del que hera orror oirlo;
procedió mandato antes para que todas las cavezas de
casa ó familia de la parroquia acudiesen aquel día á la
iglesia: estava el convento sito dentro esta parroquia:
era lástima ver los rostros de la gente quan amedren-
tados y despavoridos se mostravan; aumentava el do-
lor de este suceso la voz que corría y lo que en los
pulpitos se decía en Aragón, Castilla y Valencia, de
que en Cataluña se predicava la Preixa, y que la mi-
tad de los catalanes se bolbían luteranos. Hacíanse
muchas rogativas para saber quién havía robado la
custodia, hasta que por orden de la ciudad fueron á la
Virgen de Monserrate doce doncellas bestidas de blan-
co, á pie descalzo, en modo de procesión, con un Santo
Ghristo por guía, y quatro religiosos capuchinos con
otros tantos hombres y mugeres, ancianos y veneran-
dos para comboy y custodia de las muchachas. Costeó
la ciudad todo el viaje, y dio á cada doncella 25 libras
136
para aiuda de su dote; fueron cantando las letanías, y
allá se hicieron diversas rogativas; pero nada aprove-
chó: pasaron á poner cesado adivinis en todas las igle-
sias, hasta en las de San Juan, Santiago y la capilla de
la Piedad, que por especial privilegio son exemptas de
ello; pero por esta vez dieron lugar y no se celebrava
sino una misa rezada en cada iglesia: duró este luto y
terror ocho días, y en ellos se hicieron varias diligen-
cias; pero todas fueron inútiles, pues jamás se descu-
brió cosa alguna, con que se hizo juicio que los fray-
Íes mallorquines sumieron las formas y llevaron la
custodia.
CAPÍTULO 149.
PARTE Á PARÍS POR LA PROVINCIA EL REJENTE FONTANELLA
PARA EL CONGRESO DE MUNSTER.
Allávanse las guerras tan sangrientas entre Francia
y España, que no sólo se veían las campañas aquí,
pero en Italia, Flandes y otras partes avía crueles
vatallas, estando todos los Príncipes, potentados, re-
públicas, y hasta el Pontífice, con las armas en la
mano, siendo toda Europa una palestra de Marte. El
Emperador, viendo que se aniquilavan los reynos y
despoblaban las Coronas, trató de ajustar, si era po-
sible, unas paces generales, y á este fin escrivió á los
Reyes, Príncipes y repúblicas, mediando por la paz
común y pidiendo á cada uno embiase su Plenipoten-
ciario, señalando para el Congreso la ciudad de Muns-
ter, en donde se tratasen los intereses de cada uno y
se conociese el derecho y justicia que le asistía.
Con este motivo, y aver de embiar la Xpma. Reyna
su Plenipotenciario, se dignó por sus reales Cartas á
los Consistorios de ciudad y diputación de pedir em-
137
biasen una persona de inteligencia y noticia para que
pudiese ynformar de lleno al Plenipotenciario de su
Corona de los motibos y título que allegaba esta pro-
vincia para unirse á la Corona de Francia y separarse
de la de España, para que en el Congreso de Munster
tubiese razones que alegar y con que resistir á las que
daría el Plenipotenciario español; juntáronse los Con-
sejos y Brazos, y de conformidad con aprovación del
S or Virrey, eligieron todos juntos al Doctor Joseph
Fontanella, hombre tan noticioso, letrado y célebre
como publican sus escritos y obras, que se allava Re-
gente de Cataluña: despachóla con mucha ostentación
y con todos los poderes y cartas de creencia necesa-
rias, señalándole para su plato 400 escudos cada mes,
200 cada casa; partió para París á 18 de Agosto 1643,
y el día antes avía partido Monsiur de Argenson, por
ha verle nombrado la Reyna del Consejo de Estado,
y en sus cargos le sucedió Monsiur de la Bretxera,
hombre muí capaz en todo género de materias.
CAPÍTULO 150.
AVÍO DE LOS INQUISIDORES POR ESPAÑA Y POSESIÓN
DE LOS NOMBRADOS POR FRANCIA.
Aliáronse en Barcelona, quando sucedieron las re-
voluciones el año pasado, de 40, dos Inquisidores nom-
brados por España, el uno llamado Doctor Cotoner,
mallorquín, y el otro un Abad: aquél, por librarse de
algún siniestro suceso, se embarcó y pasó á Mallorca,
que se hallava mal recivido de los catalanes; el Abad
permaneció atendiendo á sólo las cosas de la fee, pero
desviándose á otras del estado y conservación él y to-
dos los Ministros del Tribunal, mucho afecto á Es-
paña; y reconociendo muí malas consequencias de esta
138
afección, se resolvió S. M. Xpma. en nombrar por In-
quisidores de Cataluña al Doctor Paulo Ferrán, oydor
que era el año 41 , quando la pelea de Monjuique, y al
Doctor Joseph Pía, Canónigo de Gerona, y pidió á
S. S. les concediese todos los despachos, bujlas y de-
más poderes que es estilo: hízolo S. S. con gran be-
nignidad, y llegando los despachos en 26 de Septiem-
bre 1643, se les dio posesión, bien que se resistió el
Inquisidor Abad; pero viendo las bulas bien despacha-
das, y que no le podía salir bien, cedió, y desocupando
la casa, entraron los nuevos Inquisidores, y á él, con
quantos quisieron seguirle, se les dio pasaporte y em-
barcación para Valencia: siguiéronle uno que se 11a-
mava Pastor y otro Rivera, Notarios ambos del Tri-
bunal, y poco después se mudaron todos los Ministros
del, menos M.° Jph. Vila, Ayudante de Secretario. Y
si el mallorquín Cotoner no se va, temo que no le ha-
vría valido el sagrado de Inquisidor, porque havría
tramado mucha máquina contra los catalanes y en fa-
vor de España.
CAPÍTULO 151.
SALE EL MARISCAL A LÉRIDA PARA OPONERSE AL CASTELLANO;
SITIA A MONZÓN, Y LO QUE SUCEDE.
El día 18 de Octubre 1643 tubo noticia el S.^'* Ma-
riscal de la Mota, Duque de Cardona, que los castella-
nos juntavan grueso de exército á la partida de Fra-
ga con designio de imbadir Lérida ó Balaguer y aque-
llas fronteras, y luego sin detención despachó órde-
nes á sus tropas para que se juntasen en Lérida, para
donde partió S. Ex.^ ese mismo día á toda diligencia á
Lérida; y reconocido sus fronteras, dando los órdenes
que juzgó convenían según los avisos que le venían
139
del enemigo, y siendo de que venian hacia Lérida,
queriéndose fiar de otro (como solía), salió en perso-
na con 200 cavallos, los de su maior confianza, á re-
conocer la marcha, postura y numerosidad del exér-
cito castellano; salió de Lérida, y no mui lexos de
ella subió á una eminencia de donde con mucha distin-
ción y sobrada cercanía vio las marchas y disposición
del Castellano, tanto que, advirtiendo éste tal vez
quién le mirava, destacó una tropa de cavallería de
su grueso y obligó á la nuestra á pelea algún rato.
Viendo el Castellano que se resistían los nuestros, em-
bió maior pedazo de cavallería, y obligó á que S. Ex/
mismo xocase de calidad, que hallándole menos por
averse mezclado gran rato con los castellanos. Le tu-
bieron los suios por preso, y aumentando el esfuerzo
y concurriendo al ruido de la pelea gente de Lérida,
obligaron á que se retirase el enemigo; bolbieron los
nuestros con S. Ex.^ á Lérida: en este recuentro mu-
rió de nuestra parte el Capitán de la guardia ó 5 ó 6
soldados eridos, aunque no de consideración, Monsiur
de la Ferrasiera y Monsiur de San G-ermán. Del ene-
migo murieron más, pero no de la suposición que los
nuestros, y no fué poco salir tan bien librados siendo
el contrario tan poderoso: sucedió este choque el día
24 de Octubre 1643.
Después de retirado el enemigo, supo el S.*^^ Maris-
cal que llevava designio de sitiar á Monzón con famo-
sas trincheras para que los nuestros no le obligasen
á levantar el sitio: viendo esto el S.*''' Mariscal, re-
solbió darle vatalla campal, para cuio efecto dio avi-
so á la ciudad de Barcelona y á la Diputación y de-
más Universidades, á fin de que, haciendo un esfuer-
zo, se formasen las levas más numerosas que se pu-
dieran, asegurando que dentro un mes se bolberían
uo
todos á sus casas y que sólo las deseava para esa jor-
nada.
Llegó la noticia á Barcelona día de Todos Santos
por la mañana, y ese mismo día, juntando Consejo de
Ciento, resolvió servir la ciudad con mil infantes en
cinco compañías con un Sargento maior, dando de so-
corro á cada soldado tres reales al día; fuéronlos des-
pachando de dos en trescientos hombres, y fué presto
concluida la leva, aunque no llegó á la campaña toda
ella, pero era famosa gente y lindos mosqueteros; las
demás ciudades, veguerías y pueblos sirvieron según
cada uno tenía el poder, de modo que á 14 de Noviem-
bre tubo ya S. Ex.^ entre su milicia y la leva junto
un exórcito de 20 ® infantes ya® cavallos: con esta
gente llegó á presentar la batalla al Castellano, que
atrincherado en el cerco de Monzón hizo del desenten-
dido, procurando sólo de guardar sus trincheras; re-
plica el S.*''' Mariscal por tres veces; pero respondióle
D. Juan de Meneses, G-eneral del exórcito castellano,
que la orden que tenía de su Rey era sólo de mante-
nerse en las trincheras y defenderlas; que si en ellas
le buscava, le respondería.
A vista de esta respuesta y que para romper las
trincheras havía de arriesgar la maior parte de la gen-
te por lo grande y fuerte de ellas, y con la considera-
ción de que el castillo esta va bien guarnecido, bien
abastecido y fuerte, y que el tiempo era rigurosísimo
de ielos, lluvias y horas, todo bastante para que el
exórcito castellano se aniquilase sin provecho alguno,
resolvió S. Ex.^ el S.'»'" Mariscal retirar sus tropas, des-
pachar los somatenes á sus casas y mandar que cesa-
sen las levas, y que las compañías que estavan de via-
je se bolbiesen á su casa: todo se executó; así que aún
avía algunas que estavan en camino, y aloxó sus mi-
141
licias al contorno de Monzón. Aquí en Barcelona se
tubo patente el Santísimo y se hicieron muchas y va-
rias rogativas el tiempo que estuvo en campaña el
S.°^ Mariscal, y sin duda que á ellas y al favor de Dios
se deve la resolución del Consejo de Guerra en no em-
bestir las trincheras, pues en ellas huviera perecido
mucha gente sin provecho ni gloria alguna.
Después de aloxado y retirado nuestro exórcito,
porque se veya el enemigo combatido de niebes, llu-
vias, yelos, lodos y sequío, que eran enemigos que le
hacían no pequeña y cruda guerra, dio el S.'^*' Mariscal
en correr personalmente la Estrada, como solía, con
incansable valor para solicitar á sus inferiores el ali-
vio y consuelo que á costa de sí propio save procurar
el que es General con las superiores prendas que lo es
S. Ex/; prosiguiendo este exercicio, un día topó en
el llano de Almenara una partida del enemigo que
llegava á cerca de cien cavallos de famosa calidad, y
llegó á verse en la precisión de acometerla, como lo
hizo, y ceniéndola con famosa industria la apretó de
calidad que huvo de rendirse á merced del Señor, ac-
ción que causó al Castellano no poco error, así como á
S. Ex." mucha gloria: los cavallos eran bellos y los
soldados de suposición; condugóronlos á Lérida.
CAPÍTULO 152.
RINDEN LOS ESPAÑOLES Á MONZÓN. -PACTOS DE LOS FRANCESES
Y LO QUE COSTÓ.
Viendo el Castellano que las inclemencias del cielo
le ocasionavan mucha ruina en su exército; que el
castillo, sobre fuerte y pertrechado, estava muí bien
bastecido, y que nuestras tropas estavan á la vista.
142
trató de apretar las minas, así como á él los rigores
del imbierno le afligían, abrió con gran diligencia tres
minas reales, y aunque los de adentro travajavan en
contraminar, no pudieron evitar el que una de las
tres dejase de obrar, tanto que voló un gran pedazo
de cortina de muralla: vióronse los de dentro sin es-
peranzas de socorro y descubiertos, y así, trataron de
rendirse, pactando el sacar una pieza de cañón, que
todos saliesen á vida salva, armas en mano, cuerda
encendida, bala en voca y banderas desplegadas, y
finalmente, con todo el honor que se puede permitir
en un rendimiento, y que todos se llevasen lo que era
suio, por causa de haver retirado los de la villa lo
bueno y mejor que tenían, y la plata y oro de la igle-
sia, aunque por esto tubieron algunos devates, por-
que los castellanos no querían que los nuestros se lle-
vasen cosa que fuese de la iglesia. Entregóse el casti-
llo á últimos de Noviembre, y se dijo avía dentro 1.200
hombres entre franceses y paisanos, porque al poner
el sitio se retiró al castillo mucha gente catalana y de
la villa, que governavan el castillo de Limos, y su te-
niente Monsiur de Aubini: rendido el castillo, pasaron
muestra los castellanos y vieron que entre muertos,
así en las embestidas como por los yelos, y entre fu-
gitivos, al pie de 1 ÍD hombres entre infantería y ca-
vallería: todo esto les costó un castillo que tenían en
su casa (si decir se puede) que á nosotros no nos servía
sino para poder entrar en Aragón quando se ofrecía.
143
CAPÍTULO 153.
SURTIDA DE LA GUARNICIÓN DE ROSAS CONTRA EL LUGAR Y CASTILLO
DE CADAQUÉS.
Teniendo la guarnición castellana que estava en
Rosas alguna conspiración en Gadaqués, por aver al-
gún alevoso de la tierra, ó puede ser también por ha-
cer alguna interpresa si allavan descuidada la guar-
nición de Rosas, resolbió ir á ver si podía executar
lance tomando la villa y puerto de Gadaquós, que nos
hu viera sido arto dañoso: el día ó noche de 29 de No-
viembre de 1643 salió la guarnición de Rosas, y para
poder dar razón de lo sucedido pondré aquí la carta
que los de Gadaquós escrivieron al S.®"" Mariscal, que
dice así: «Excmo. Señor: esta noche á las dos á llegado
aquí el enemigo de Rosas, que según entendemos es
el mismo Governador D. Diego Gavallero: con mil in-
fantes han nos atacado por dos puestos, por el uno con
escalas y por el otro avriendo brecha; pero los hemos
rechazado con ánimo valeroso, tanto los señores fran-
ceses como nosotros, que hasta las mugeres se han
portado valerosísimamente, trayendo piedras, muni-
ciones y refrescos que era velleza verlas. Al fin, señor,
no tenemos persona á quien culpar que no se haya
portado bien: la pelea ha durado tres oras largas. Los
muertos de nuestra parte es un Gapitán solo, y dos
franceses y tres paisanos eridos, pero no de peligro;
del enemigo han quedado muertos más de 200. Lo pri-
mero que atacaron fué el fuerte: rindiéronlo por ser
ora descuidada, y antes de rendirlo pegaron fuego y lo
destruieron, y saquearon el arraval, quemando en él
dos casas; hanse retirado al amanecer, y no entende-
i 44
mos se atrevan á bolber, porque no les á salido bien.
Con todo, para qualquier lance estamos siempre pron-
tos y de mui buen ánimo para servir á S. M. y á V. E.,
que guarde Dios, á 29 de Noviembre de 1643.— Los
Cónsules de Gadaqués.»
CAPÍTULO 154.
LO QUte SE PADECIÓ EN BARCELONA EL AÑO DE 1644 POR FALTA DE PAN.
En el año de 1643 la cosecha de trigo fué mui poca
en Cataluña, maiormente sustentándose en el Princi-
pado tanta gente de guerra; falta va también el abasto
que suele dar el campo de Tarragona, el Ampurdán y
llano de Urgel: el primero eslava casi inculto por ser
palestra de guerra, á ocasión de ser Tarragona del
Castellano; el segundo, por las plazas que allá ocupa-
va también, era de poco servicio, y el último, á causa
de los tránsitos de la cavallería, se desfrutava antes
de tiempo las cosechas: por éstos y otros motivos que
podrian fácilmente decirse, se experimentó la carestía
con todo; llegava á la plaza bastantemente trigo, así
de la tierra como de fuera por mar, que hacían traer
algunos mercaderes: fiados en esto, juzgaron los Con-
selleres proseguirían, y aunque hicieron alguna provi-
sión, no toda la que era menester para abasto de una
ciudad, y más en una guerra; y no mirando á lo que
podía suceder, aunque el trigo se vendía en la plaza á
28 rs. la quartera, no privaron la saca, y sucedía que
á comboyes carga van el trigo para los lugares comar-
canos. Pero á últimos de Septiembre paró la abundan-
cia de la plaza, ora sea por acavarse el trigo de los
forasteros, ora sea por interés de la moneda ó por
otras razones, llegó á estado que ninguno sacava tri-
U5
go á vender, aunque éstos que de lexos sienten ó pu-
blican el mal año tonían mucho trigo retirado; viendo
esto los Gonselleres, huvieron de sacar á la plaza y
poner el precio á 29 rs. La ciudad avía echo arren-
damiento á los panaderos, pero sólo para masar, dán-
doles la ciudad el trigo que huviesen menester á 27 rs.,
y ellos havían de dar cierta cantidad de pan, así de
blanco como de moreno: esta escasez y el haver de re-
civir sólo en la Aduana y Pallot la gente el trigo para
sus casas, ocasionava disensiones cada día, aunque
estavan presentes dos alguaciles y precedía escrivir-
los á los que se havía de dar trigo; pero era con tal
confusión, que acia uno arto en dos días de sacar tri-
go: en dos días subió 6 rs. la quartera. Los panaderos
compraron en la Sagarra tres mil quarteras. Los Gon-
selleres, como acavavan á San Andrés, y en este tiem-
po todos cuidan más de su provecho que del bien pú-
blico, descuidábanse en esto, dexando á los venideros
el hueso que roer. •
Entraron los nuevos, y viendo el miserable estado
que siguen, aseguran los que lo veían por adentro
vino á poco de perderse ó levantarse un motín: jun-
taron luego Consejo, y resolbió embiar personages á
varias partes con letras, dinero y crédito para com-
prar é imbiar trigo á Liorna. Partió á Loi Planes con
la nave de Patro Ferret, á Marsella Hipólito Mestres;
pero éste bolbió luego porque ni en Marsella ni otras
partes encontró sino carestía. A Loi Planes, luego que
llegó, cargó la nave y seis barcas. La nave llegó; pero
las barcas, tocando en Marsella, que también padecía,
se quedaron con el trigo, pagándole en virtud de privi-
legio que dice tener aquella ciudad para poder obrar
así en caso de estar falta de trigo: viendo estola ciudad,
el peligro que la amenazava y la insolencia de algunos
Tomo xxiv 10
146
alevosos que escrivían á Liorna no fiasen de Planes, y
otras cosas á este tenor, porque en breve se vería Bar-
celona sitiada de los castellanos y perderían quanto
huviesen aventurado, despachó tres naves francesas
que estavan en el puerto con dinero y letras para Pla-
nes, y permitió la Divina Misericordia, para alivio de
muchos y confusión de otros, que en doce días natu-
rales fueron y vinieron cargadas con seis mil quarte-
ras de trigo, llegando aquí día de Santo Thomás, á 21
de Diciembre de 1643: continuaron en hir y venir na-
ves, con que en poco tiempo trageron pasadas de cien
mil quarteras de trigo, aunque venía á estar caro, así
por el interés de la moneda como por la diferencia del
país y transportación, porque allá les costava á 40 y á
46 rs. la quartera; algunos mercaderes que lo hacían
traer los vendían á 52 rs. quartera en la plaza, de for-
ma que fué peor año éste que el de la hambre, pues
en aquél sólo faltaría el trigo, pero en éste nada de
mantenimiento havía con comodidad: la carne se ven-
día á 2 rs. y seis la libra, y aun asegurava la ciudad
que ni á tres avría ganado apenas; el aceite iba á 142,
la quarta en las tiendas y con limitación; y bolbien-
do á lo del trigo, como toda Cataluña padecía lo más
del pan y trigo que aquí dentro se comprava, salía
fuera de calidad que entre lo que se dava á los pana-
deros para amasar y lo que se despachava en la pla-
za, no le bastaron á la ciudad 20 ® quarteras de tri-
go cada mes: viendo la ciudad este desorden, puso
guardias en las puertas y murallas para no dexar de
sacar trigo ni pan á fuera, reconociendo á todos y qui-
tando quanto encontravan. Padecían mucho los lu-
gares, y así venían los magistrados, y la ciudad pia-
dosamente los socorría, á quién con cien ó más quar-
teras, según la población; pagávanlo al mismo precio
147
que á la ciudad le costava; abía solas tres puertas
abiertas: la del mar, la nueva y la de San Antonio,
y en ellas se vendía pan para los -de fuera, dándoles
media libra menos que á los de adentro por cada real,
y se despachava mucho. Descri víanse las casas y quán-
tos eran en cada una, para saver qué trigo havían me-
nester: dividíase esto por quartos, siendo los que cui-
davan de ello los mismos Gonselleres, y siempre que
havían de menester trigo iban los dueños de la casa
á pedir al Gonseller á cuio cargo tocava aquel distri-
to la orden, y con se les dava lo que avían menester
con su dinero, que no de otro modo, y para salir á mo-
lerlo era menester dar prenda á la puerta, y no la co-
bravan si no bolbían á entrar; la arina pagávase á
46 rs. la quartera. Por todo esto y aun mucho más se
pasó hasta que vino la cosecha, y aunque la huvo
abundante no huvo esperanzas de abaratarse el trigo
por ocasión de la guerra, que fué gran providencia de
Dios no sucediese un motín. Líbrenos Dios de tal ca-
restía.
CAPÍTULO 155.
AUTO GENERAL QUE CELEBRARON LOS INQUISIDORES ELECTOS
Y PUESTOS POR FRANCIA.
Empezóse á divulgar que los nuevos Inquisidores
por S. M. Xpma. no tenían aquel pleno poder que los
otros en tiempo de España, y para desvanecer este
concepto, tanto ó más quepor administrar la justicia,
se resolvió celebrar auto con nombre y forma de ge-
neral el día 2^ de Febrero de 1644, en la plaza que
llaman del Rey, y con menos pompa y aparato que
el del año de 1625; eslava la plaza dispuesta así:
contra la pared y puesto de Santa Ágata estava el ta-
blado para los señores Inquisidores, con sus sillas y
paño de terciopelo negro' con las armas de la Inquisi-
ción; á la parte del- Racional estava el tablado de los
Jueces, Alguaciles y demás del Brazo real; al frente
de la plaza estava el tablado para los penitentes fami-
liares y demás Ministros del Santo Tribunal; á la par-
te de la fuente havía muchos tablados de particulares
que pagando dejavan subir la gente. El S.^"" Mariscal
Virrey estava en la ventana que da sobre la puerta
del palacio del Rey; los Diputados y Gonselleres por
las demás ventanas: así dispuesto, á las dos de la tarde,
que ya no cavia gente en la plaza, ventanas y texados,
llegaron los señores Inquisidores, precediendo su van-
dera y acompañados de los calificadores de varias re-
ligiones, y tomaron su asiento en su tablado; siguie-
ron poco después los familiares, llevando por guía un
Santo Ghristo, y tras de ellos tres penitentes con sus
corozas, en ellas pintado su delito, manteta verde,
cuerda de esparto al cuello y vela verde en la mano:
uno de los tres estava tullido y Uevávanlo en hom-
bros; subieron á su tablado, colocando en él al Santo
Ghristo, y luego en un púJpito que estava enfrente de
los Inquisidores subió el P. Fr. Joseph Pons, descalzo
de San Joseph, que predicó en elogios del Santo Tri-
bunal y de quán necesario era para la conservación
de la fe: hubiérase alargado más á no haverlo emba-
razado el tumulto de la gente; subió después el Secre-
tario Villa, y empezó á leer los procesos de los reos
como se estila: el uno era por haver casado dos veces
viviendo la primera mujer; el segundo por pecados
de bestialidad y averie cogido en delito fragante; el
tercero, que hera el tullido, por blasfemo y casi erexe,
pues decía que él era verdadero Dios, y que no estan-
do él en la Iglesia, ni en ella ni en la ostia estava Dios,
U9
y cosas á este igual que hacía orror el oirías: éste fué
condenado á dar un garrote y después quemar su cuer-
po. Leída la sentencia, se entregó luego á la justicia
secular, y desde allí mismo lo llevaron al Gañ ot á exe-
cutarla, y con esto se disolbió el auto.
CAPÍTULO 156.
ENTRA MOSIUR DE MARCA !PARA TENIENTE DE VIRREY EN AUSENCIA
DE LA MOTA.
Gomo los cuidados y aplicaciones de la guerra piden
por sí solos todo un hombre, aviendo de salir á cam-
paña la primavera viniente el señor Mariscal de la
Mota, quiso S. M- Xpma. aliviarle de los cuidados po-
líticos y darle sostituto ó lugarteniente el señor de
Marca, sujeto eclesiástico de grandes prendas, y así
embiólo con sus despachos y cartas para los comunes
para que le asistieran, veneraran y cumplieran sus
órdenes, pues venía, á fin de suplir las ausencias del
señor Mariscal, á dar cobro á todo lo que importase del
real servicio y á visitar la provincia, premiando á los
leales y castigando á los que no lo heran. Llegó el día
25 de Abril de 1644; salióle á recivir mucha nobleza,
así catalana como francesa; ospedósele en. el Palacio
Episcopal, que estava vacío á la sazón; el Gt)vernador
Margarit le entró en su coche, dándole la mano dere-
cha. Portóse en sus cargos con grande desinterés y
rectitud, averiguando papeles de servicio y premian-
do á cada uno según se merecía, que por no hacerlo
se havían pasado algunos cavalleros al partido de Es-
paña en los principios, viendo que no se estimavan los
veneficios echos en favor de la patria: este señor de
Marca era electo Arzobispo de Francia.
loO
CAPÍTULO 157.
BNTEAN TROPAS DE FRANCIA; DERROTAN LOS CASTELLANOS
AL MARISCAL LA MOTA.
Á 5 de Mayo de 1644 llegaron 9 vajeles y 9 galeras
de Francia; pocos días después llegaron una galera y
dos navios más para juntarse con la demás armada:
ésta conboyaba unas quarenta barcas cargadas de
pertrechos de guerra y cinco mil infantes que desem-
barcaron el día siguiente, y poco á poco los fueron
despachando á Lérida, para donde encaminava el ene-
migo exército mui considerable, con ánimo de sitiar
á Lérida. Pocos días antes havía partido también á
Lérida el regimiento de la Mota y el de Esportella^
reclutados en la costa con famosa gente. Sávado á 7
de Mayo partió el señor Mariscal; pasó por la Virgen
de Monserrate y Gervera, y dio orden le fuese siguien-
do toda la cavallería y las tropas que le iban llegando
de Francia. Desde Gervera empezó á ir observando los
designios del enemigo, que se anticipó mucho esta
primavera porque savia que no podía tener nuestro
General tan temprano juntas sus tropas. Dio el ene-
migo por esta parte por estorvar á la Mota el intento
que llevava de ir sobre Tarragona aquel verano, á
cuio fin se avía travajado mucho en la Atarazana de-
lineando varias cosas que delineava el Ingeniero maior
del Rey; pero con tanto secreto y recelo, que no lo
dexavan ver á nadie, ni á los carpinteros, porque tra-
vajadas las piezas ó tablas que el ingeniero les seña-
lava, las entravan dentro y otros las asentavan, sin
que jamás se rastrease la menor cosa; hicieron llevar
á la Ataragana muchos centenares de votas vacías de
151
éstas que ponen á rengada muchos cestones grandes y
espuertas de mimbres de diferentes hechuras. Todo
éste aparejo y mucho otro que no savia, era para to-
mar Tarragona; y aunque el exórcito marchava á Lé-
rida, la armada navegó á Tarragona á ver si podía
obrar algo, haviendo embarcado todo el aparejo la
misma noche que llegó, según se dijo.
Bolbiendo nuestro Mariscal, que estava entre Ta-
rragona, Belpuche y Gervera, juntando y recogiendo
su jente para acudir á donde el enemigo daría, éste
estava á la otra parte del Segre, y tomó la buelta ha-
cia Ba laguer y rindió á Castellón deFarfana. Juzgando
el Virrey que el Castellano dava sobre Balaguer y que
la plaza estava desmantelada de gente, sacó mil in-
fantes de Lérida y los puso en Balaguer; el enemigo
estubo allá algunos días, y una noche, quando menos
se creió, dijo sobre Lérida, dividiendo su exército en
dos partes, y pasando el río con puentes y barcas que
traía dispuestas, pasó el grueso de esta parte de acá.
Gonstava su exórcito de 1 4® infantes y 4.000 cavallos.
Governávanle Don Phelipe de Silva y el Marqués de
Mortara, y al instante empezaron á levantar trinche-
ras y fortificarse para el sitio; vio esto el señor Ma-
riscal y discurrió: si esta gente se fortifica, ha de cos-
tar mucho sacarla después, y así resolbió con 7 ® in-
fantes y 1.500 cavallos que tenía no más de embestir-
los, y desde Belpuche escrivió á Barcelona su resolu-
ción, y que le encomendasen á Dios porque él partía
á embestir. Recibido el aviso, que era á 15 de Mayo,
que era día de Pentecostés: se empezó á tener descu-
bierto el Santísimo en el Aseo. Ese mismo día, y á las
9 oras de la mañana, embistió el señor Mariscal al
enemigo en sus trincheras, ó como algunos quieren
decir, el enemigo le embistió. Los nuestros embistie-
152
ron con tal esfuerzo, que desaloxaron al Castellano de
las trincheras y le obligaron á retirarse de primera
embestida; reízose el enemigo, y quiso ceñir los nues-
tros usando de una estratagema y ardid bien dañoso
para nosotros; empezó al embestir á clamar «vitoria,
Vitoria, que la Mota es muerto:» el regimiento de
Aubaye que abrigaba el tercio de Gapostella, catalán,
y otro de suizos, que serian unos 700, todos vestidos
de colorado, que oyó estas voces y vio el valor con que
embestía el español, bolbió grupa, y encaminándose
á la tienda del Virrey con la voz de que hera muerto,
pensó aprovecharse délo que en ella havía, y dejó á los
dos tercios sufriendo todo el rigor del enemigo; y vién-
dose casi perdidos, dispusieron disparar la artillería
con vala de mosquete que la llevavan ellos y todo el
bagaje consigo, que causó gran matanza en la cava-
11er ía castellana; pero no pudieron excusar el verse
ceñidos y el que no se executase cruel matanza: los
suizos pelearon mientras tubieron aliento de vida, y
casi el tercio de Garpotalla hizo lo mismo, ocasionan-
do gran daño al enemigo: cuando el Virrey vio esto y
la ruindad de Aubaye y que ya no podía hacer otro
que retirarse, se apuró de calidad que la retirada fué
hasta Gervera.
Perdióse todo el vagaje y algunas ocho piezas de ar-
tillería, y él, desde Gervera, fué recogiendo su gente,
y al llegar la del tercio de Aubaye dicen que S. E.
mismo mató á pistoletazos dos Gapitanes; al GalDO lo
embió preso á París con su proceso, por ser persona
de suposición, para que la Reina lo castigase, y los sol-
dados los fué agregando á otros regimientos para es-
cusar que no le usasen otra calagarda como la pasada,
que ya no hera la primera que de ellos havía experi-
mentado: estando en Gervera le avisaron de Lérida
153
que havían entrado suios en el discurso de la refriega
2.500 infantes, y con ellos principales Cabos de la ar-
tillería; con que haviéndose logrado el socorrer la
plaza de gente, que era el principal intento para lo
que se havía sacado de Balaguer, fué menos sensible
el mal suceso del golpe , pues quedando en la plaza
4.000 franceses, con la gente del país havía bastante
para inquietar al enemigo en surtidas.
El enemigo nos hizo prisioneros más de 2 ® infan-
tes, sin los muertos y eridos; el Conde de Cevalla mu-
rió. También quedó prisionero el Varón de Caportella,
Maestre de Campo de nuestro batallón, y algunos Ca-
pitanes; la cavallería catalana no se halló, que aún no
había llegado; la francesa no padeció nada, pero la
del enemigo mucho; bolbió el enemigo á sus trinche-
ras, fortificándose como quiso, pues quedava señor
del campo, y con la livertad de mover sus tropas sin
embarazo alguno, pues con ocasión de sus puentes las
paraba acá y allá, á donde mejor le estavan; el S.^''
Mariscal dio quenta á París del suceso, pidiendo soco-
rro y asistencia, y esperándolas muí crecidas, para
bolber á chocar con el Castellano, y qon ánimo de
mejor suceso, porque le venía gente de muchas partes.
CAPÍTULO 158.
SITIAN LOS CASTELLANOS Á LÉRIDA Y FORTIFÍCANSE
EN LAS TRINCHERAS.
Mientras el S.^"" de la Mota dio quenta á París de
esta derrota, pidió socorro; mientras allá se dio la
orden, se juntó la gente y llegó acá, pasó mes y me-
dio, en cuio tiempo, noticioso el enemigo de que no
teníamos fuerzas con que estorvarle sus operaciones y
verse dueño de la campaña, hizo lo que quiso, y se for-
154
tificó terriblemente, elevando trincheras contra trin-
cheras, fortines y fosos con agua que era pasmo; las
trincheras eran altísimas: estúbose en ellas apretando
la plaza y bien socorrido de YÍveres por la parte de
Fraga, esperando ver qué obraríamos nosotros. Avisó
el Virrey á todas las ciudades, villas y lugares el su-
ceso que había tenido, y que se hiciese todo el esfuer-
zo en levantar gente para socorrer á Lérida. Ávida la
noticia en Barcelona, se juntó luego el Consejo y se
resolbió que con una leva de 1 (0) 500 infantes, soco-
rridos con dos reales y un pan de á real todos los días
cada infante, partiese por Coronel el Conseller en Cap,
que era Micer Montaner; y para acavar de formar
este número, se valió la ciudad de las cofradías, como
lo suele, que lo hicieron muí bien, dando crecidas en-
tradas, con que en breve estuvo formado el tercio y
cumphdo el número. El Común de Lloxe también sir-
vió con una compañía de 70 hombres; la Inquisición
con otra; los Jueces con otra; de suerte que salieron
de Barcelona 2 (í) hombres: las demás Universidades y
Comunes respectivamente obraron lo que pudieron;
acudiendo todos á la plaza de armas en la villa de Cer-
vera, en donde el S."'' de la Mota esta va recogiendo la
gente y socorros que ya llegavan de Francia; formó un
exército arto competente, así de cavallería como de
infantería, y se encaminó á Balaguer, y pasando por
aquel puente, el exército hizo alto en la villa de Me-
nasgues, poco distante de las trincheras del enemigo;
y puesto en forma de batalla su campo, despachó un
trompeta á D. Felipe de Silva, General del Castellano,
desafiándole á batalla campal; respondióle éste que la
orden que tenía de su Rey era guardar las trincheras;
que si él se sentía en ánimo de romperlas, que allí le
esperaba sin pensar moverse: estaban las trincheras
155
mui altas, mui bien dispuestas, fuertes, grandes fosos,
los fortines buenos y bien guarnecidos de artillería, y
por todo esto imposibilitado nuestro Mariscal de rom-
perlas, aunque aventurase el exórcito que llevava.
Viendo esta imposibilidad, y que no era tratable ope-
ración provechosa, pasóse á un estrecho entre Lérida
y Fraga para impedir los socorros que le entravan al
enemigo; y aunque á los primeros pasos topó la cava-
Hería con algún conboy, no vieron venir más porque
osaron de embiar viendo allí nuestro exército, y por-
que no necesitaba el Castellano, por estar abastecido
para muchos meses dentro sus trincheras. Los nues-
tros pudieron permanecer poco en aquel paraje, por
falta de víveres y aguas, siendo calurosísimo el tiem-
po; tubieron Consejo de guerra para ver si se embes-
tirían las trincheras, pero todos dijeron que no, y así
se volvieron á pasar el río, fiados en el valor de los si-
tiados y de estar bien bastecida la plaza.
CAPÍTULO 159.
RINDEN LOS CASTELLANOS Á LÉRIDA Y LO QL"E SUCEDE DURANTE EL SITIO.
Tenía el S.^^ Mariscal inteligencia de que dentro de
Lérida havía muchos afectos á España, y que quando
se murmuraba del sitio se urdía una conspiración en-
tre los alevosos á la Corona para entregar la ciudad
al Castellano: para la averiguación de esto y castigar
á los que lo mereciesen, embió S. E. al Doctor Anglesi,
Juez del Real Consejo, antes que llegase el lance de si-
tiar el Castellano la ciudad; con que el Doctor Anglesi
quedó también sitiado: proseguían los conspiradores
durante el sitio en su designio de disponer un motín
dentro de la ciudad, y mientras los Gavos estarían so-
156
segándolo, hacer seña al Castellano, darle entrada por
puesto ya determinado. Consentían en esto algunos de
los Paheres y parte del Consejo; el suceso fue así: tenían
las juntas de la ciudad arriva en el Aseo; asistía á ellas
el dicho Anglesi: dispusieron un día juntarse en Conse-
jo, y estando ya congregados sobre otras materias mo-
vióse entre ellos alguna controversia: quiso irse Angle-
si; pero el Paher en Cap, coxiéndole del brazo, le dijo
no se fuera; no bien esta va en esto, guando un Notario
se levantó de su asiento; embistiendo por atrás al Doc-
tor Anglesi le dio de puñaladas, de las quales murió allí
luego, y pusiéronse mucho á vocear viva España; salie-
ron las voces y extendiéronse presto, y llegando *á oy-
dos del Governador, vajava á dar cobro á las puertas,
quando vio que le aguardava uno de los magnates con
resolución de matarle: embistió con él á estocadas, y
antes que pudiese disparar la pistola le dejó en tierra y
murió allí; presumióse el Governador la calagarda y
fué pronto á reforzar las puertas y muralla: bailóle la
diligencia, porque dando la seña al Castellano desde
lo alf.0 con una llamarada, acudió á una puerta y lien-
zo de muralla; pero hallando otro de lo que pensava,
sólo le sirvió de perder no poca gente al rigor del plo-
mo y vala, con que se retiró harto corrido. El Gover-
nador, sosegado el ruido, prendió el Notario que avía
muerto á Anglesi, y hecho quartos los sembró por las
partes públicas de la ciudad, y después hizo inquisi-
ción de los demás que intervenían en la conspiración,
y murieron algunos; otros los embió presos con un
trompeta al enemigo, y se dixo no havía querido re-
ci virios; el Virrey dio quenta á la Reyna de este su-
ceso, y S. M. embió á buscar dos niños que tenía el
Doctor Anglesi ya creciditos, para criarlos allá y aco-
modarlos, y á la madre de éstos y muger del difunto
157
se le consignaron 500 escudos sobre la Hacienda real
mientras viviese, todos los años, en premio de los ser-
vicios de su marido.
Bolbamos á los del sitio, que se resistían bellamente:
esta va bien fortificado el castillo de Garden y desde la
torre ocasionavan al Castellano mucho daño, tanto,
que por tres veces intentó tomarla con mucho esfuer-
zo; pero no pudo conseguirlo hasta la última, en que
apurado y enfadado echó pundonor: se salió con ella, y
de cólera de lo que le havía costado no quiso dar quar-
tel á algunos Gavos, sino que los sentenció; en tenien-
do la torre empezó á batir la ciudad y destruirla con
bombas, por ser igual ó algo más eminente el terre-
no. Los sitiados, á vista del estrago que ocasionava
la vatería y bombas de la cumbre, que se padecía y
de que no avía esperanza de socorro por haverse re-
tirado nuestro exército, trataron de rendirse, capitu-
lando de este modo: que rendirían la plaza el día 3 de
Agosto de 1644, dejándoles sacar dos piezas de arti-
llería y llevarlas á Balaguer; que la soldadesca, así
catalana como francesa, con sus armas, bala en voca,
cuerda encendida, banderas desplegadas, cajas tem-
pladas y con todos los honores que se permiten en es-
tilo militar, y que á costas del Rey de Castilla los ha-
vían de entrar en Francia por Fuenterravía; que todos
los Oficiales catalanes tubiesen el mismo pasaporte,
y que los naturales que no quisiesen quedar estubie-
sen á su livertad: así capitularon y obraron, entre-
gando la plaza al Castellano el día 3 de Agosto como
está dicho.
158
CAPÍTULO 160.
PONE SITIO A TARRAGONA EL MARISCAL Y LO QUE SE TRAVAJA EN ÉL.
Después de reconocidas las trincheras y haver visto
el S.*^^ de la Mota que no podía sobre ellas obrar cosa
alguna para no malograr el exército que tenía junto,
con la mejor y maior parte resolvió ir sobre Tarra-
gona segunda vez, y para este efecto escrivió al Du-
que de Brese, que estava en Tolón con la armada de
mar presta para hacerse á la vela, que él se encami-
nava por tierra sobre Tarragona, y que así él con la
armada por mar hiciese lo mismo luego, y no tarda-
ron unos ni otros en llegar; con brevedad comenzaron
á poner su sitio y acercarse quanto pudieron con mu-
cha celeridad por la parte del mar, y con ataques y
bravo valor ganaron algunos fortines en poco tiempo;
el enemigo estava fuertemente fortificado por la par-
te del mar, porque desde la ciudad hasta bajo el puer-
to era todo trincheras, fortines y varios reductos, mui
guarnecido todo de gente, y menos que empezando por
esta parte era imposible la expugnación de la ciudad,
para lo que se dispuso luego la batería y ataques.
La mañana del día 22 de Agosto de 1644 hizo sur-
tida el enemigo gozando la ocasión de una lluvia que,
haviendo durado toda la noche, puso á los nuestros
casi inútiles; salió con quatro batallones de caballería
por el baluarte nuevo que mira á Gonstantí, y con 30
caballos y parte de infantería; por la surtida que mira
al Puerto y la brecha que nuestra batería avía avier-
to dieron los 30 cavallos ó infantería sobre la van-
guardia de nuestros ataques, cerrando sobre la misma
159
batería los cavallos, y encontraron tan despavoridos
á los que guardavan la vatería, que totalmente esta-
van inútiles para las armas. Enclavaron quatro caño-
nes de los seis que havía, y los dos hu viera sido lo
mismo á no defenderlos los catalanes; pero aprovechó
poco la enclavadura, pues antes de media ora estuvie-
ron desenclavados con admiración de todos y terror
del Castellano. Los ataques iban á mucha desorden;
pero el Marqués de la Trusa, Mariscal de campo que
los governava, sobrevino con tal ímpetu, y luego el se-
ñor Mariscal con el rejimiento de Champaña, siguien-
do los regimientos franceses en aquella abrigada con
los dos tercios catalanes; Don Joseph Sacosta del Ba-
tallo y Don Alexo Semmanat, de Barcelona, rechazaron
al enemigo con gran valor, y la cavallería nuestra de
gente de armas acuchillando á la enemiga la acom-
pañó hasta la puerta de la surtida, y la infantería cas-
tellana se retiró entre tanto por la brecha, haviendo
retirado algo antes los quatro batallones por la misma
surtida del baluarte nuevo; quedaron eridos de suposi-
ción en nuestro exército el Maestre de campo de Cham-
paña en un brazo y un Capitán, suio el Teniente Co-
ronel del tercio de S. E. murió, y entre otros Oficiales
ordinarios y algunos soldados hasta el número de 30.
El día 23 resolbió el señor Mariscal dar un abance
á la brecha que nuestra batería avía hecho sobre el
molino del puente, con intención de ganar el puerto,
y para este efecto se escogieron de los tercios france-
ses y catalanes los soldados catalanes mexores. Suplicó
á S. E. Don Joseph Sacosta le hiciese merced, y fué
electo su Sargento maior Joseph Tord y Paguera para
governar y mandar los 300 catalanes que se havían
nombrado de los tercios del país.
Á 24 á las quatro de la tarde se empezó el asalto:
160
fué nombrado para embestir la brecha el Conde de Be-
liar, Maestre de campo de infantería, con los soldados
de su regimiento y del de Vervi; al Capitán Joseph de
Basedos del tercio de Sacosta, con 40 soldados, Alfé-
rez y dos Sargentos, se le ordenó siguiese, como lo
hizo el Conde de Bellac; los regimientos de España y
la Marina fueron nombrados para la mampostería y
mantener los que embestían la brecha. Dava calor en
persona S. E. á este asalto acompañado del Marqués
de la Trusa, del de Farrisiera, del de Bauduy y mu-
chos otros Oficiales franceses, particularmente de Mo-
siur Gostella, que vino en lugar del Marqués de Vi-
llarue, y quedó erido de un mosquetazo.
Embistió por la parte del Puerto el señor de Terrall
con cien cavallos, y el Sargento maior Tord con 300
catalanes de diferentes tercios; á éste se le mandó lue-
go ir á la torre de los Capuchinos para impedir la sur-
tida de la cavallería castellana que, aunque salió tres
veces con gran pujanza y furor, otras tantas fué re-
chazada de los catalanes con su acostumbrado valor.
Aliáronse en esta función el Capitán Jayme Portiales,
el Capitán Joseph Basedas y sus Alféreces, el Ayudan-
te Joseph Oseras, Pons de Fox y seis Sargentos: éstos
eran del tercio de Sacosta, llamado el batallón del ter-
cio de Semmenat, el Capitán Isidro Gorchs y su Alfé-
rez. Del tercio de D. Jaime de Eril, el Capitán Modo-
lell, su Alférez y quatro Sargentos. De Barcelona el Ca-
pitán Portell, Gorchs, sus Alféreces y quatro Sargen-
tos, los quales, con los 300 catalanes que iban á cargo
del Sargento maior Torel, pelearon con tal valor, que
dejaron eterna su memoria en los anales de la fama,
imitando á sus pasados, que supieron ganar reynos: á
boca llena lo publican franceses; con arto sentimiento
lo experimentan los castellanos. Murieron en esta fun-
i61
ción un Sargento del tercio de Sacosta , seis infantes,
y quedaron eridos tres de los franceses: algunos bien
que pudieron causar embidia por su intrépido valor,
que no puede tener ponderación.
La armada de mar obró tan prodigiosamente, que á
ella se le puede dar el lauro de este suceso, porque
puesta en orden, empezó á disparar con tal furia y
continuación, que parecía un continuo trueno y un
granizo de valas que llovía sobre aquel puerto; de mo-
do que, viendo el enemigo tanto orror y inopinado va-
lor y estruendo, y verse por las milicias embestido y
roto, desesperado de poderse conservar, se retiró á la
plaza arto corrido, dejando el puerto y sus fortifica-
ciones. Gastaron los navios y galeras en este comba-
te de pocas oras 80 (E) libras de pólvora y 5® 814 ba-
las de artillería: el asalto se dio entre seis y siete de la
tarde, y en menos de media ora tubimos por nuestras
las fortificaciones, menos la torre del puerto, que la
guarnecían quince soldados con tres piezas de artille-
ría; pero antes de amanecer estuvo rendida.
Tenían los nuestros los ataques algo más allá de los
Capuchinos, cerca el baluarte de San Francisco, con
esperanza de que presto estaría junto á la muralla.
S. E., con incansable valor y infatigable cansancio y
cuidado, asistió de día y de noche al travajo de los
abances y obras para acercarse á la muralla, dando á
cada soldado que travajava un doblón por día y otro
por la noche, y animando personalmente á los gastas-
dores y soldados, y llegó á poner con esto cuidado á
la batería, á los baluartes de San Francisco y Santa
Clara, sin permitir avitase en ellos persona alguna.
Tovo vxiv 11
Í62
CAPITULO 161.
LEVÁNTASE EL SITIO DE TARRAGONA: DÍCESB LA CAUSA.
Estando las cosas del sitio de Tarragona en el esta-
do que se acava de leer el día 14 de Septiembre de
1644, repentinamente, y sin consejo alguno, mandó el
señor Mariscal retirar y embarcar la artillería de la
batería y todos los pertrechos que pudo, dejando una
inmensa cantidad de artificios de guerra que había
sacado de la Atarazana de Barcelona con muchas bar-
cas, que era pasmo ver tanto maderaje, como son trin-
cheras, galerías para fabricar ornillos, parapetos, una
máquina de sesteros para la artillería, espuertas para
formar trincheras, palas de yerro, azadones, picos,
capazos y otros instrumentos que quien no lo vio no
puede encarecerlo; y aunque quemaron lo que pudie-
ron, lo más quedó allí, sin aver aprovechado; ni aun
los vivanderos pudieron recojer las vituallas, unos por
no tener el vagaje, y otros por no tener las barcas;
que por salvar la vida todos siguieron el exército, y
aunque muchos rompieron las cubas, con todo queda-
ron en las trincheras muchísimas vituallas; el exérci-
to marchó á Urgel y la armada á Marsella y Tolón,
dejando al enemigo libre y bien acomodado de per-
trechos y víveres. Publicóse por cosa cierta que el se-
ñor Mariscal ha vía sitiado á Tarragona sin orden, y
que desesperado del suceso de Lérida y no saver qué
hacerse de la gente, emprendió esa facción sin tener
bastante exército, porque no pasava de 6 á 7 ® hom-
bres, y que le vino orden de París para que levantase
el sitio y fuese al llano de Urgel para detener al ene-
163
migo, que como señor de la campaña hacía quanto
quería. Y ésta fué, dicen, la causa de tan inopina-
da resolución, y parece lo permitió Dios porque se
movieron unas lluvias tan crecidas que duraron ocho
días continuos, y es cierto se huvieran perdido todos
en las trincheras, porque en la Sagarra hicieron gran-
dísimo daño y se anegaron muchísimos franceses, que
los hallaron muertos por los caminos, y en Tarraga el
agua derrivó la iglesia maior y el convento de San
Agustín, en donde perecieron más de 300 franceses, y
en otras partes también. De otra parte, la Mota era
poco ovedecido y menos temido de los militares, por-
que havía muchos de suposición maior que no él, y
havía llegado al extremo que, por no darle á él la glo-
ria de las azañas, no sólo no se aconsejavan y ovede-
cían lo que convenía, sino que obravan todo al con-
trario, y la lástima era que lo padecía el país sin te-
ner culpa. Aquarteláronse las tropas por el Urgel pa-
ra custodia del país y de la cosecha.
CAPÍTULO 162.
EMBIAN SINDICO Á PARÍS LOS CONSISTORIOS: ES FRANCISCO SALA.
Viendo la Diputación y ciudad los desórdenes de la
guerra, y que todo el año de 1644 avía sido perder y
más perder por estar los cavos encontrados, resolvie-
ron embiar síndico ó embajador á París para dar ra-
zón de lo que pasava y solicitar algún consuelo con
mejores Generales: nombraron para esta embajada á
Don Francisco Sala, hombre de famosos respetos y
muy ladino: hiciéronlo partir á toda diligencia, y con
la misma llegó á París, y á boca, ynformó á la Reyna
por menudo de quanto aquí pasava: de la poca esti-
164
mación que se hacía de la Mota; de cómo los españo-
les iban victoriosos y los nuestros amedrentados; de
que podía temerse algún movimiento aun en los más
bien intencionados; de cómo havía muchos mal afec-
tos á su real corona que iban impresionando en los
naturales mucha desconfianza, persuadiendo que ya
Francia declinava en su poder y que se retiraría de-
jándonos desamparados y expuestos á mil desdichas y
abatimientos, y que por todos estos motivos se supli-
cava á S. M. tubiese á bien de embiar algún Príncipe
de la sangre con maior poder para que fuese más ove-
decido de los soldados, temido de los enemigos y ama-
do de los catalanes: de estas razones y de otras de igual
ponderación, compuso su embajada y representación;
hízolo también á los primeros Ministros, y después de
haberlo consultado y premeditado en los Consejos sie-
te meses, que tanto estuvo en París el D." Francisco
Sala, se resolbió embiar un numeroso exército á Ca-
taluña, y que se pusiese todo esfuerzo en echar de la
provincia al español y que viniese por general Enri-
que de Lorena, Conde de Ancourt: tomada esta reso-
lución, se dio toda prisa á la formación del exército y
avío de las tropas, y el Embajador se despidió de la
Reyna y Consejeros y de S. A. La Reyna le regaló con
una preciosa cadena y una efigie con una medalla del
Rey. Llegó á Barcelona D." Francisco Sala, y con la
noticia de lo que se havía resuelto y la palabra de la
Reyna de sacar de Cataluña al Castellano, se animó
mucho la gente.
165
CAPÍTULO 163.
MUERTE Y EXEQUIAS DE URBANO 8.«, Y ELECCIÓN
DE INOCENCIO DÉCIMO.
Murió en Roma la Santidad de Urbano octavo á 29
de Junio de 1644, á las once oras del relox de Italia.
Governó la tiaría 28 años con el maior acierto que
Pontífice alguno: celebráronse las exequias por diez
días continuos, como es estilo. Llegó la nueba á Bar-
celona, y en la Seo se hizo un gran capilardente, y
por todas las iglesias se celebraron exequias con gran
solemnidad y concurso de gente, tocando muchos días
antes las campanas como se acostumbra. Difunto Ur-
bano y echas aquellas disposiciones que se acostum-
bran y aver el Colegio cardenalicio hecho todo esfuer-
zo y puesto todo cuidado en evitar los desórdenes que
suelen suceder en las vacantes, prohiviendo, vajo gra-
vísimas penas, el traer armas, y el encargarse de la
observancia y vigilancia para la quietud de Roma el
Excmo. Señor Príncipe Savelli, Governador, y distri-
buida soldadesca en catorce puestos de la ciudad, se
trató de entrar al cónclave: para la nueva elección es-
tubieron juntos ya los Cardenales que se ha vían de
juntar el día 9 de Agosto de 1644, y estuvieron cerra-
dos en cónclave hasta el día 15 de Septiembre á me-
dio día; en este intermedio se repetían las rogativas
por la elección, y á ocasión de dilatarse más de lo que
pensavan, sucedían algunas revoluciones en el pueblo;
en fin, el día 15 de Septiembre, á medio día, se publi-
có la elección en el señor Cardenal Pamphilio, que se
llamó después Inocencio décimo. Abrieron el cóncla-
ve; salieron los señores Cardenales con su Santidad,
<66
vestido ya de pontifical en su silla; lleváronlo á la
iglesia de San Pedro, y antes de entrar le hicieron la
segunda adoración; entraban en la iglesia, y puesto
en el solio le hicieron tercera adoración, y luego el
castillo de San Angelo disparó la artillería y las mili-
cias hicieron la salva; no es menester decir quál estaría
la iglesia y plaza de San Pedro de gente, que arto lo
juzgará qualquier. La elección fué muy aplaudida y
festejada de todos, así Principes y señores como el pue-
blo, con luminarias y otras demostraciones públicas.
CAPÍTULO 164.
GANAN Á BALAGÜER, AGRAMUT Y AGER LOS CASTELLANOS.
Viéndose el Castellano señor de la campaña, vic-
torioso con el suceso de Lérida, y que nuestro exórci-
to no le dava ni le podía dar embarazo por lo desmem-
brado que se hallava, marchó sobre Balaguer, que mal
fortificado con guarnición francesa y muchos de los
ciudadanos que desea van bolber al dominio de Espa-
ña, á poco sitio y batería, aunque la puso por ésta y
por otra parte del río Segre, se rindió el Governador
desesperado de socorro, sacando por pactos que con
sus armas y vanderas dejasen bolber la guarnición al
exército francés: así se le permitió, y entraron los
castellanos.
Tomado Balaguer, embiaron un trompeta á la villa
de Agramurt, diciendo se rindiese á buena guerra. En
esta población havía muchos mui afectos á España; y
persuadidos todos de que no se les tocaría nada de sus
haciendas, se rindieron luego temerosos de que en-
trándolos á fuerza no les dejarían cosa alguna. Entra-
ron los castellanos y fortificáronlo un poco; en Agrá-
i 67.
mut havían retirado los del llano de Urgel toda la co-
secha y panes con que el Castellano proveyó su exór-
cito, y Lérida quanto quiso porque havía muchísimo
trigo: bien es verdad se publicó que lo pagaron con
mui buenos reales de á ocho, y que á carretadas lle-
vavan el trigo á Lérida; rindiéronse aquellos lugares
circunvecinos por no tener resistencia alguna.
Á todo esto se estava quieto el señor de la Mota con
su exército en la villa de Gervera, fortificándola en
gran manera, ya por ser plaza de armas, ya por estar
aniquilada de gente y ya porque ni aun para defen-
derse tenía bastantes tropas, y porque temían el Cas-
tellano no diese sobre Cervera, porque vatiendo la en-
trada por todo el Urgel llega va hasta la misma villa,
estando en esta postura, el día que menos se pensaron
dio el Castellano sobre la villa y castillo de Ager, en
donde estava de guarnición D. Phelipe de Eril con lo
mejor de su tercio y parte del de Sacosta, que era lo
más y lucido del batallón. Governávalo D. Phelipe.
Luego que lo supo el 8.°'^ Mariscal, que se hallava en
Cervera, embió parte de su exército de cavallería é
infantería para socorrerlos; pero halló al enemigo tan
fortificado en sus trincheras, que no fué posible soco-
rrerlos ni romper el cerco. Los de adendro padecían
de ambre, porque los cogieron los sitiadores sin pre-
vención alguna, con que se huvieron de rendir los
nuestros á merced de señor que por catalanes no pu-
dieron mejorar los pactos. Eran pasados de 300 y la
mejor gente de la campaña. Entráronla por Castilla,
sin querer admitir trueque, aunque los da van dos y tres
de los suios por uno de los nuestros; fortificáronse los
castellanos y pusieron guarnición, y nuestras tropas se
retiraron á Cervera, que estávamos ya en Noviembre.
CAPITULO 165.
LLAMAN A PARÍS AL MARISCAL LA MOTA Y LO QUE SE MURMURÓ DEL.
Á 25 de Noviembre 1644 vino de Gervera á Barce-
lona el S.^'^ Mariscal de la Mota, Virre}^ de este Prin-
cipado y Duque de Cardona, electo por la Magestad
Xpma. de Luis treceno, que Dios haya. Entró con su
acostumbrada guardia de las caravinas; saliéronle á
recivir el Governador y algunos cavalleros que se alla-
van en Barcelona, acompañándolo á su acostumbrado
palacio; dentro pocos días, fué á la casa de Diputación
y Ciudad á despedirse, porque con orden expreso le
llama van á París; dexá vanos á todos con gran descon-
suelo y pena su partida, porque le devía mucho esta
provincia; en lo más arduo y recio de sus travajos dié-
ronselo á conocer los Consistorios con demostraciones
de mucho dolor; correspondió S. Ex.^ con iguales de su
mucho cariño y rendidos ofrecimientos, asegurando lo
hallarían siempre á su disposición; el día 7 de Diciem-
bre 1644 oyó misa en la capilla de Santa Eulalia en el
Aseo, y despedido de la Santa, partió desde allí en su
carroza á Francia, acompañándole el Governador y al-
gunos cavalleros hasta fuera de la ciudad. Llegó por
sus jornadas hasta la ciudad de León de Francia, en
donde por orden de la Reyna quedó preso; hacíanle
(según se dijo) cargo de la pérdida de Lérida, de que
saviendo que el enemigo juntava su exército á la par-
te de Fraga, él se esta va en Barcelona divirtiéndose
en festines y en saraos; de que no reconoció ni proveió
de basümentos la plaza, pues á estarlo, no la hubieran
rendido tan presto; y también del descuido y omisión
169
en hacer venir las tropas de Francia y hacer juntar el
exórcito, porque á no haber ávido en esto tanto des-
cuido, ni lo hubieran derrotado sobre el socorro de
Lérida, ni arrinconado todo aquel año de 1644, que no
hizo sino ir de caída: por éstos y otros cargos fué pre-
so con guardas de vista en Lión. Despojáronle del du-
cado de Cardona con pretexto de que quando el Rey le
hizo ]a merced, no savia qué estado era éste, y que, á
saberlo, no lo huviera empleado en sujeto de tan vaja
esfera como era la Mota, aunque las armas le tuvieron
elevado á tanta altura: resérveselo S. M. para em-
plearlo en persona más digna. Poco se le debió dar al
Mariscal esto, pues le cogía después de haver embia-
do á su casa mucha riqueza que hera de los Duques de
Cardona que la halló empañada, como es mucha can-
tidad de oro y de plata labrada; mucha tapicería de oro
y seda, que era lo mejor que tenían los Duques y de
inestimable valor; muchísimo dinero y muchos y bue-
nos cavallos que ha vía tomado al Castellano en varias
ocasiones de refriega: con que llegando la caída en
ocasión de estar tan rico, ni devió ser grande, ni pudo
sentirla tanto. Y fué la común opinión que la emula-
ción y embidia de los Cavos franceses, viendo lo que
se avía aprovechado, no pararon hasta que le derri-
varón del puesto y de la fortuna que goza va: no se
supo en qué paró su causa.
CAPÍTULO 166.
INTENTAN LOS CASTELLANOS OCUPAR Á TREMP Y NO LO CONSIGUEN.
Por dos ó tres veces quiso el Castellano hacerse due-
ño de la Cerca de Tremp y aquel país; pero otras tan-
tas fué rechazado y bien destrozado por los mismos
470
paisanos con mucha vizarría y como quien savia me-
jor que el Castellano lo que era el terreno tan quebra-
do y áspero de su naturaleza, que cuando menos se ca-
tava se veía cortado por todas partes. La última vez
que lo intentó fué por el mes de Diciembre 1644, em-
peñándose tan adentro de las montañas, que quiso lle-
gar hasta la villa de Tremp"; y súpolo el Governador
de aquel país, que era D. Jph. Rocabruna, y preve-
nido con la gente de los lugares y acompañado de su
acostumbrado valor, dio sobre el enemigo destropeán-
dole, con tanta pérdida de gente, que desunidos tiró á
salvarse cada uno como pudo y perdieron la gana de
bolber otra vez.
CAPITULO 167.
PROCURAN LOS FRANCESES RECUPERAR Á AGER: NO LO LOGRAN.
LA GUARNICIÓN DE ROSAS HACE SURTIDA.
Estándose nuestras tropas ó exército fortificado en
la villa de Gervera y algunos lugares de la Sagarra y
llano de Urgel, quisieron hacer una interpresa de la
villa y castillo de Ager, ofreciéndoles la entrada unos
clérigos de Ager por las espaldas- de la iglesia; y así,
fué una noche parte de cavallería y infantería y alia-
ron la guarnición de la villa, que eran 84 hombres
con su Cavo, adormida por sus cuarteles, con que sin
resistencia alguna los rindieron: sacáronlos de la villa
por temor de socorro. Los del castillo sintieron el es-
truendo, y sin permitir entrada á nadie se cerraron y
fortificaron dentro, disparando fieramente. Estuvie-
ron los nuestros ocho días en la villa aguardando so-
corro, pero por temor del enemigo no osó el General
socorrerlos; y sonando de que el enemigo venía á so-
correr el castillo, desampararon los nuestros la villa.
Llegaron los castellanos y hicieron estrado por aver
dado ocasión los de Ager á aquella interpresa. Allá-
vase en aquella función Hierónimo de Calders, cava-
llero catalán, y vino á Barcelona comboyando los 84
prisioneros.
Allávase en Castellón de Ampurias y lugares cir-
cunvecinos parte de la infantería del batallón con una
poca de cavallería francesa para detener en algo ó
evitar las surtidas que hacía la guarnición de Rosas
y pillaxes y sacos que á menudo dava por aquel país.
Tenía el Castellano gran cuidado y vigilancia en cómo
podría destrozar esta gente, para con más desemba-
razo poder executar las surtidas, y para esto tenían
sus espías, que nunca faltaron traidores; y sa viendo
un día que estavan los nuestros descuidados, salió mu-
cha infantería y cavallería de Rosas y dieron sobre
los nuestros con grande furia; y como eran todos sol-
dados veteranos y los nuestros apenas sabían jugar las
armas, porque de una leva nueva avía poco que los
havían llevado allí, se atemorizaron, aiudando á ello
el que la cavallería francesa, afiirdida del ímpetu de
los castellanos, bolbió las espaldas , dejando la pobre
infantería sin abrigo ni amparo alguno: entre muer-
tos y presos, que se llevaron á Rosas, perdimos qua-
trocientos iníantes en este encuentro. Y sucedió que se
hallava ya en Perpiñán el Conde de Ancourt, que ve-
nía por Virrey y Capitán general de Cataluña.
CAPÍTULO 168.
ENTRADA Y JURAMENTO DE VIRREY DEL CONDE DE ANCOURT
Y ENTRADA QUE LE HACE BARCELONA.
Ya queda referido cómo condescendió la Reina
Xpma. á las súpUcas de esta provincia en darnos un
Í72
Capitán general de toda suposición, y que se nombró
al S.*^"" Enrique de Lorena, Conde de Ancourt, Prínci-
pe de la sangre, y de tan conocido valor como publi-
can las Vitorias que dio á la Corona en los países de
Flandes y en la Italia sobre el Casal, y tan respetado
y ovedecido de los suios como temido de los enemi-
gos; procuróse despachar S. A. y que las tropas vinie-
sen delante, y para que acavasen de pasar algunas, se
detubo algunos días en Perpiñán, y también para
ajustar el día de su entrada, que fué el 22 de Marzo
de 1645, y para ese día llamó la ciudad sus quatro
tercios; y municionando la gente y señalando á cada
uno sus puestos, se dispuso que desde la Cruz de San
Francisco hasta su palacio, por todas las calles y pues-
tos por donde S. A. pasaría, fuese una calle de milicia
que le fuesen repitiendo salvas, empezando desde la
Puerta Nueva, San Agustín, Capilla de Mereus, calle
de Moneada, Born, y por donde suele pasar la proce-
sión del Corpus, hasta la Seo: tocó al tercio de Galce-
rán Durai el puesto desde la Puerta Nueva hasta la
Cruz de San Francisco.
Llegó el día señalado, y puestas las miUcias en for-
ma, á las tres de la tarde salió el Governador D. Joseph
Margarii con muchos cavalleros catalanes, todos com-
pitiéndose en riquísimas galas y adrezos; salieron los
Diputados con su acostumbrada comitiva, y tras de
éstos los Conselleres con lucido acompañamiento: en-
contraron á S. A. pasada la Cruz de San Francisco,
cerca el Molino de Cardonell, en donde el Doctor Agi-
la, Conseller en Cap, dio su embajada en nombre de
la ciudad, y cumplidas las acostumbradas cortesanías
se dispuso la entrada así:
Venían quatro Gentiles hombres ó alabarderos á
pie y en cuerpo con sus alavardas, con librea azul y
173
en trajes de suizos, con mucha guarnición de pasama-
nes de seda todo el vestido; seguían 20 acémilas con
ricos reposteros que traían la repostería ó cámara del
Príncipe; tras de éstos venía el Capitán de la Guardia
ricamente vestido, tres trompetas con librea de S. A.,
á quien seguían cien soldados de á cavallo, que era la
guardia de la persona, con librea azul y capas del mis-
mo color con pasamanes de plata. Luego entravan los
cavalleros catalanes, precediendo el Governador Mar-
garit; D. Joseph Dárdena, General de la cavallería
catalana, y algunos Capitanes de la misma cavallería
con famosas galas; sucedían los maceres de Diputa-
ción, Consejos y Ciudad, y después los puertos por su
orden, y por último S. A., dándole el Conseller en
Cap la mano derecha; venía el Príncipe sobre un her-
moso caballo ricamente enxaezado: la clin dava casi
á tierra; el aderezo era nácar y oro, y la cola con tal
artificio, y aderezada tan ricamente, que era de admi-
rar; el vestido de S. A., ó la casaca, era color platea-
do el calzón y capa colorado; pero tan quajado todo de
oro que apenas se divisava otra cosa, y así la persona,
como el adrezo del cavallo, iban tan ricos, que era de
incomparable valor; era S. A. de media estatura,
grueso de cuerpo, colorado de rostro y muy afable; el
cavello rubio. Llevaba el sombrero en la mano siem-
pre, y con rostro mui risueño manifestava el gozo y
alegría interior: dióse orden que hasta aver pasado
S. A. ninguno disparara. Llegó á la Puerta Nueva, y
allí hizo salva la artillería de aquellos puertos: en la
punta de diamante del fuerte de la Puerta ha vía una
bandera de la ciudad con un pedazo de infantería, que
también hizo su salva quando la artillería. Llegó al
Aseo por los puestos ya referidos, estando todos sem-
brados de soldadescas como se ha dicho; tómesele el
174
juramento como .se acostumbra; estava dada la orden
que mientras el juramento se mudasen las milicias á
las otras calles por donde se havía de pasar, que eran
Plaza Nueva, Puerta Ferriza, y por la rambla hasta el
Llano de San Francisco, en donde estava el palacio,
en las casas que fueron del de Santa Coloma; salió
S. A. del Aseo, y con el mismo orden que llegó á ella,
fué discurriendo por donde acavo de decir hasta su
palacio, hallando en los puestos que dava lugar el te-
rreno esquadrones formados de infantería; llegado ál
Llano de San Francisco, disparó la artillería del ba-
luarte y toda la que guarnecía aquella muralla, con
grande aclamación del pueblo, que le empezó á seguir
ya desde la Cruz de San Francisco, pues esperava de
su gran valor y largas esperiencias muchas Vitorias;
entróse en su palacio, y los puestos y acompañamien-
to se fueron á sus casas.
Empezó luego S. A. á fabricar muchos quartos en
la casa y hermosearla, porque llevava intento de ha-
cer venir su muger; fabricó un puente sobre la calle
Ancha, desde el palacio á las casas de los Duques de
Cardona, y en quanto pudo creció y adornó la avita-
ción del palacio.
El tiempo que se detubo en Barcelona procuró reco-
nocer las murallas, baluartes, fuertes, atarazana, sala
de armas y mucha parte de la ciudad, paseando las
calles y visitando iglesias, llevándose á los que iban
á oir misa no sólo el estrado y sitial para los ad rezos
del altar, hasta frontales; y como estava mui rico,
dava muchas albricias ó gajes á donde quiera que iba:
tratávase con mucho fausto y grandeza; convidava al-
gunos cavalleros catalanes, aquéllos de quien él tenia
satisfación, que eran bien afectos; mudava casi cada
día de galas, todas bordadas; tenía muchas, y riquísi-
175
mas carrozas y tiros de caballos bellísimos; siempre
que salía le acompañava una esquadra de soldados de
la caravina y mucho número de pajes y lacayos, y en
todo se portava como quien era.
CAPÍTULO 169.
SALE EL DE ANCOURT A CERVERA PARA DISPONER SU BXÉRCITO
Y CAMPAÑA.
Después de ha ver el S.^'" Príncipe paseado y recono-
cido Barcelona y sus fortalezas, y ha verle llegado con
barcas mucha infantería y pasado por tierra la cava-
Hería hacia Gervera, cuio General era Musiur de San-
tones, hijo de Mosiur Barrí, Governador que fué de la
Aucata quando el de Cardona la sitió, y á quien el
Xpmo. mandó prender por acomulársele- alguna trai-
ción, y verificóla, el pasarse á España y servir al Rey
de Castilla hasta que nuestro Luis tercero, y consegui-
do el perdón en el govierno de la Reyna, se huyó de
España y restituyó á Francia, y llegado allá consiguió
para su hijo el Generalato de la cavallería, que serían
hasta unos cinco mil cavallos los que governava; se
puso S. A. en marcha, pues tenía jsl juntos 22 ® in-
fantes y la cavallería que hemos referido, sin las tro-
pas de la provincia; salió de Barcelona la segunda
fiesta de Pasqua, á 17 de Abril de 1645, á cosa de las
doce del día, haviendo oydo Misa y haviendo echo al-
gunas devociones en su carroza, acompañado de su
guardia, muchos Gavos franceses y algunos, aunque
pocos, cavalleros catalanes: encaminóse á visitar la
Virgen de Monserrate, que es la medianera con el Dios
de los exércitos y Vitorias; desde allí pasó á Gervera,
plaza de armas de todo nuestro exército, para dispo-
176
ner las cosas de la guerra y poder salir presto á cam-
paña; pasó luego muestra general del exército en Mar-
torell; á la orilla del río Nova se havían echo fabri-
car veinte barcas y un barco longo, y así mismo vein-
te carros, sobre los quales se havían de llevar las bar-
cas, que los tiravan quatro muías para cada carro; en
Barcelona se havía echo fabricar una gruesa y larga
cadena de yerro, todas disposiciones para formar un
puente y pasar el río Segre en donde convendría. Lue-
go que salió S. A. de Barcelona, marcharon estas bar-
cas y todos los demás pertrechos, y en tenerlos y estar
toda la gente junta en Cervera fué disponiendo su cam-
po y dando las órdenes á cada uno según su puesto.
CAPÍTULO 170.
RECUPERA A AGRAMUNT EL DE ANCOURT.
Formado ya el campo, y tomando la marcha para
Agramunt el 1.° de Mayo de 1645, el Castellano, que
estava en Agramunt, saviendo el exército que los
nuestros llevavan, sacó de la villa todos los pertrechos,
granos y víveres que havía, y retirólo todo á Lérida
y Balaguer, dejando solos unos quarenta hombres de
guarnición, sólo por razón de estado; embió S. A. par-
te de infantería y caballería para rendir á Agramunt,
y apenas llegaron, quando luego dio la ovediencia;
quiso S. A. derrivar toda la población, abrasado de la
alevosía que havían usado á la Mota, llamándolo y
después haciéndole perecer mucha gente; pero reco-
nociendo que era pueblo muí numeroso, se contentó
con echar á tierra las murallas, la casa de la Villa y
algunas de los principales alevosos que se havían pa-
sado á España, y que en adelante no se llamase sino
177
aldea; también executó algunos particulares castigos,
como se dirá en adelante, todo en despique de Mosiur
de la Mota.
CAPÍTULO 171.
8ITI0 Y HENDIMIENTO DEL CASTILLO Y PLAZA DE ROSAS.
Habiendo pasado mucha cavallería é infantería para
incorporarse con S. A. en el llano de Urgel, pocos días
después pasava un gran personaje de Francia, que ve-
nía á estar en compañía de S. A., que era, según se
dijo, gran soldado, y venía por Lugarteniente del
Príncipe; pasava á la ligera con algunos camaradas,
y llegando al Ostalnou, que llaman en el Empurdán,
que está enfrente de Rosas, en el mismo camino real
salieron de Rosas algunas compañías de cavallería,
que como solían quedar al país arto que sentir y á los
pasageros que temer, dieron con este sujeto, y aprisio-
nándolo con sus siete ú ocho camaradas, los entraron
en Rosas: esto fué á últimos de Abril 1645, y pasados
quatro ó seis días sin que del se huviese tenido noticia
ni se huviese oydo cosa alguna, amaneció un nuebo
exército de Francia sobre la plaza de Rosas, que re-
pentinamente empezó á atacar la plaza y castillo con
bravo rigor. Por mar también vinieron 18 ó 20 navios
gruesos con algunas galeras del Rosellón y Empurdán;
también acudió mucha gente, con que se formó un
exército arto copioso: venía por General de este exér-
cito Mosiur Platis Plasí; D. Diego Gavallero, aunque
lo tubo á burlas por lo excesivamente que se hallava
fortificado y proveído en la plaza, procuró no descui-
darse: estava la plaza sumamente fortificada antes de
llegar á la muralla; no obstante todo esto, y juzgar
Tomo xxiv 12
larga la empresa fiando en su valor el buen suceso,
con muchedumbre de gente empezaron á batir y ex-
pugnar las fortificaciones exteriores, y bien que á cos-
ta de mucha gente, en pocos días ganaron los reduc-
tos de la parte de tierra, y aunque mui á menudo re-
petían surtidas los de adentro desbaratando los nues-
tros, siempre se retiravan con pérdida, y poco á poco
se vinieron á disminuir, de forma que tenían arto que
hacer en guardar las fortificaciones de adentro. Llega-
ron los nuestros á poner batería á la villa y atacarla
de suerte que no osava salir alma nacida; embiaron á
buscar doce cañones aquí á Barcelona con un Cavo
llamado Bassons, hombre mui práctico y que havía
servido dentro Lérida durante el sitio. Lleváronse los
cañones y las baterías catalanas que hacían gran ven-
taja á las francesas y el General las estimava mucho.
S. A. tomó la posta desde su exército y pasó á ver-
se con Plasis, con quien estuvo un día para dar las ór-
denes necesarias para la expunación de la plaza, ver
el estado en que se hallava, y bolbióse luego, porque
esta va deteniendo al enemigo á la otra parte de Segre,
y para embestirlo sólo aguardava tener á Rosas ren-
dida.
Los sitiadores llegaron á plantar las baterías casi á
la orilla del foso ó mui cerca, de modo que hacían
grandísimo daño á las murallas. Por la parte del mar,
los vageles hacían su deber. Las galeras no pudieron
permanecer allí mucho así, por ser mui malo aquel
golfo para ellas en aquel tiempo, como por haverse
perdido dos con una borrasca y con ellas mucha cosa.
De armada enemiga no se ablaba, que bien savían los
nuestros no la podían tener, con que con poca guardia
por el mar huvo arto; algunas falúas entravan con la
obscuridad de la noche, y de ellas tomaron alguna con
179
avisos: por presto se les quitó este consuelo, pues en-
tenas y gúmenas favricaron un cero que quedava pre-
sa qualquier embarcación que intentase entrar, con
que estubo bien cerrado el paso.
Los nuestros batian horriblemente, y los de adentro
no menos animosos se defendían y tiravan; sucedió
una desgracia en la plaza, y fué que como huviesen
puesto dos culebrinas sobre la iglesia maior para des-
cubrir más terreno y causar más daño á los nuestros,
sacando de los amagacenes un soldado algún barril de
pólvora que por su desdicha estava agujerado, fué
sembrando pólvora y acertóse á pasar delante la igle-
sia sin advertir lo que iba dejando; tiraron las cule-
brinas, y un taco de ellas encendido dio sobre el ras-
tro de la pólvora que pegándose fuego llegó al ama-
gacón, en donde havía 200 barriles de pólvora, y en-
cendiéndose, bolo algunas casas, y el maior daño fué
que la cavallería tenía el quartel cerca, y la ruina de
los edificios mató la maior parte de la cavallería: su-
ceso que les cortó la pierna á los de adentro, y que nos
dio á nosotros grande ánimo y valor.
En lo que juzgaron los castellanos su maior defensa,
aliaron su pérdida, que fué llenando el foso de agua,
que por ser mui ancho y ondo, juzgaron que los nues-
tros no podrían llegar á minarlos; pero usaron los
nuestros de otra traza, que fué echar en el foso una
barca cubierta de maderos y tablones mui gruesos fo-
rrados de yerro, y con ella se acercaron á la muralla
sin que bombas, ni otros ingenios de fuegos, ni pie-
dras que arrojavan de arriba, les podía ser de daño;
iban en la barca algunos y un ingeniero; hicieron en
la muralla ornillos los que quisieron, llenaron la par-
te del foso de faxina y tierra, y con la barca executa-
ron quanto se les antojó; con los ornillos abrieron una
180
brecha que podían pasar dos ó tres carros juntos, y
por la parte que havían terraplenado embistieron los-
nuestros y se hicieron dueños de la muralla. Los cas-
tellanos se retiraron á la villa, y viéndose ya perdidos
llamaron á capitular; hicieron salir á Mosiur que te-
nían preso, y á no ser los agasajos y buen tratamien-
to que le hicieron á él el tiempo que estubo prisione-
ro, es cierto que no conseguían tan onrrados pactos
como se les permitieron, sino que todos havrían que-
dado prisioneros y se abría entrado la villa á saco. Los
pactos fueron éstos:
Que á todos los soldados, así castellanos, naciones,
como catalanes que quisiesen seguir el partido de Es-
paña, los huviesen de comboyar con barcas hasta los
Alfaes, y que los enfermos y eridos los huviesen de de-
xar en Tarragona. Que havían de salir las milicias de
la plaza con sus armas, cuerdas encendidas, bala en
boca, banderas desplegadas, trompetas y atambores
tocando; que todo lo que quisiesen llevar se pudiesen;
tenían mucha riqueza del pillaxe que havían hecho en
el país. Salieron con estos honrosos pactos el día 27 de
Mayo de 1645, embarcándose en muchas barcas; el
Governador D. Diego Gavallero, y al pasar por delan-
te Barcelona, hizo saludar el país con quatro tiros.
Llevaron á los Alfaques y no quisieron recivirlos, por-
que eran pasados de 1.500 hombres. Lleváronlos á Va-
lencia, en donde juzgavan esta va socorrida Rosas, y
quando vieron allí Ja guarnición, quedaron pasmados;
bolbiéronse las barcas, y los nuestros reedificaron las
ruinas que se havían echo en Rosas.
181
CAPÍTULO 172.
FIESTAS QUE HACE BARCELONA POR EL RENDIMIENTO DE ROSAS.
Apenas se supo en Barcelona el rendimiento de Ro-
sas, guando en públicos alborozos procuró la ciudad
mostrar la alegría con que celebraba tan favorable
suceso, que lo era maior de lo que se puede creer, pues
siempre lo dañoso que era aquel padrasto á la pro-
vincia. Barcelona lo experimentava más, porque nin-
guna barca llegava de las costas de Francia que no
fuese con riesgo, porque havía en Rosas una máqui-
na de bergantines de Mallorca que salían á dar caza
y tomaron muchísimas, con que se limpió la costa de
esta ladronera. Llegada la nueva, mandó la ciudad se
hicieran tres salvas de artillería, y se resolvió en Con-
sejo de Ciento que se hicieran las mismas ó iguales
fiestas que al rendimiento de Puirdán; señalóse un día
para un sávado 10 de Junio 1645; hicióronse tres días
de luminarias lucidísimas, esforzándose la gente quan-
to pudo y aumentando de cada noche las luces en la
Plaza de Santa Ana: enfrente de casa de Mosiur de
Marca huvo cada noche invención de fuego, y en otros
puestos de la ciudad dispara vase tres veces al día la
artillería: por la mañana, al mediodía y al anochecer;
el primer día se hizo una procesión general como la del
Corpus, que no obstante era el domingo de la Trinidad
y tan vecino á la fiesta, no se quiso pasar sin hacerla
con la misma solemnidad, y el tercer día, para cum-
plimiento de todo, se hicieron celebrar aniversarios
en todas las iglesias, y en la del Aseo asistieron los
Conselleres con gramallas de luto por las almas de los
i82
que havían muerto sobre el sitio y para que Dios nos
continuase las Vitorias.
CAPÍTULO 173.
OCUPAN FRANCESES EL PUENTE Y VILLA DE CAMARASA.
El Serenísimo Conde de Ancourt, havióndose puesto
en campaña con el exórcito que él governava, mien-
tras el de Plasis procurava ganar Rosas, fué detenien-
do y estando á la mira al exército castellano para que
no intentase socorrer á Rosas, ó que para divertir
nuestras fuerzas no diese sobre alguna plaza de las que
nosotros ocupávamos; y para más asegurarse de estos
recelos, procuró sacarlo del llano de Urgel y ponerlo
á la otra parte del río Segre. Ya queda referido que de
Agramut escaparon con sola la amenaza. Pero de Ca-
marasa no fué tan varato, porque como tiene un cas-
tillo arto fuerte que defiende el paso de un puente que
está sobre aquella rivera, y creyeron los castellanos
poderse conservar y defenderse allí para tener seguro
el paso al Urgel siempre que querían, y con eso hacer
dar la ovediencia á algunos lugares circunvecinos, y
para este fin Don Antonio Cantelmo, General del Rey
de España, fué á reconocerlo en persona, y juzgándo-
lo de la conveniencia que acavamos de decir, lo hizo
reforzar y proveer de pertrechos, bastimentos y guar-
nición. En vista de esto, aviéndose el señor Conde
adelantado á la villa de Rinolla, una legua de Bala-
guer y dos de Camarasa, resolvió que fuesésiempre la
villa de Camarasa el General de la cavallería Santo-
nes con 600 cavallos y mil infantes, y con orden de
embestirla si allava oportunidad, ó si no reconocer
cómo estava. Avía Don Joseph Sacosta, Maestre de
483
campo del batallón que guardava otro puesto en Alos,
cerca de Garaarasa, hecho abanzar de orden de S. A.
una partida á la misma villa. Llegó Santones cerca del
puerto dos oras antes de amanecer el día 8 de Mayo
de 1645, y se determinó de atacar la villa al salir el
sol, aunque se hallava sin artillería, y antes de exe-
cutarlo embió una trompeta á los castellanos, dicién-
doles que si no se rendían y que si en su resistencia
se moría algún soldado no se les permitiría quar-
tel. Los castellanos despreciaron el aviso y desecharon
la proposición y partido que por medio de un teniente
suio que con salbaguardia salió á ablar con Santones,
les hizo ofrecer. Viendo esta confianza, embistió San-
tones la villa con tal fuerza por todos lados, que pres-
to se vieron dentro los nuestros, unos por murallas y
otros por agujeros; retiráronse los castellanos á unas
trincheras que havían fabricado de faxina; pero des-
pués de haver dado algunas cargas se huvieron de ce-
rrar en el castillo con ánimo de defenderse mui bien,
como podían, teniendo soldados y municiones, si no
para hacer venir todo el exército, por lo menos maior
número de tropa y artillería; el G-overnador del cas-
tillo procuró conservarlo exortando y animando á los
de su guarnición, y empezaron á tirar y arrojar fuego
sobre los nuestros con gran yalor, pero no por eso de-
xaron los nuestros de acercarse, y al mismo tiempo
Mosiur de Santones hizo arrimar un ingeniero que
supo tanvión apretarlos y disponer una mina, que ame-
drentados los soldados y cavos, juzgaron vana qual-
quiera resistencia, de tal modo que se rindieron á
merced de Señor. Á este tiempo, Don Joseph Sacosta,
que havía quedado en el puente para impedir el paso,
hizo retirar un socorro de los castellanos que llegava
casi al mismo tiempo que se rendía el castillo. La guar-
184
nición constava de una partida del tercio del Conde
Gransfelt, de algunos catalanes y parte de michaletes,
que en todos serian unos 250 hombres, que salieron
luego y fueron llevados á Monsiur de Santones y que-
dó guarnición nuestra; no creyó Santones ganarla tan
presto, ni que el enemigo la perdiese tan á poca costa.
Perdiéronse de los nuestros Mosiur de Ubernet, Al-
férez del regimiento de Norestarig, de un mosquetazo
en la caveza, y algunos 20 soldados. Quedaron eridos
Mosiur de Vilars, Capitán del regimiento de la Marine,
y Mosiur de Cruere, Capitán del de Ferrerón, y Ubi,
Comisario de la artillería, perdió un dedo pulgar de un
mosquetazo, tirando una granada. Á Mosiur de Santa
Coloma Marín, Sargento de batalla, le mataron el ca-
vallo en que iba. El Barón de Aler, Maestre de Campo
de cavallería; el Barón de Sais, Capitán de cavallería
del regimiento de S. A., y algunos otros cavalleros
franceses, se portaron en esta ocasión con grande va-
lor, á imitación de Santones, que dio con esta ocasión
muestras de su grande valentía, cordura y destreza.
CAPÍTULO 174.
PROGKESOS DEL EKÉRCITO FRANCÉS EN LOS TRÁNSITOS DE LOS RÍOS
SEGRE Y NOGUERA, CON RELACIÓN DE TODO LO SUCEDIDO.
El rendimiento del castillo y villa de Rosas fué de
las consecuencias que conocen todos, pues sin él no
podía S. A. poner en execución designio alguno de
quantos llevava para pasar el río con su armada, que
sólo la tenía á esta parte del río Segre para detener é
impedir al Castellano el poder socorrer á Rosas; y por
esto el Conde Plasis Praslin, Lugarteniente de S. A.,
se dio tanta priesa en la expugnación de la plaza, y
antes que el Castellano pensase en socorrerla, con la
185
suposición de que era plaza que podía resistirse meses
enteros, se la vio rendida y en nuestro poder. El exór-
cito castellano esta va á la otra parte del Segre, bella-
mente atrincherados por todas las partes que juzgó
podía intentarse el vado, que menos que aventurando
la gente era imposible provar el pasage, porque las
aguas venían mui crecidas á causa de que las nieves
en las montañas se derretían, y de cada día se hacía
más caudaloso el Segre, sin permitir por parte alguna
el vadearse, y con esta ocasión la tubo el Castellano
de fortificarse bien en los pasos menos seguros: impa-
ciente S. A. de la dilación, hizo intentar algunos días
antes áe\ rendimiento de Rosas el pasaje del río por
un grueso de 2.200 infantes y 400 cavallos, vajo la
orden del señor Conde Xavot, como tan afortunado
en la empresa del puente de Camarasa, en donde con
no menos felicidad y valor havía el señor de Santones
ocupado asimismo la villa pocos días antes, como que-
da referido, el Conde de Xavot, junto con el Conde de
Austrain y señor de San Marín, Ayudantes de Maes-
tre de campo que avían por orden de S. A. pasado el
río á nado con diez ó doce cavallos ligeros y soldados;
no aviendo podido seguirlos, se hicieron señores por
buena fortuna del reducto del cavo del Puente, que
ocupavan los enemigos.
Ciento y veinte hombres que rindieron á discreción
creiendo tan poco numeroso de gente, no los embes-
tiría teniendo una crecida escolta que los amparase:
este suceso fué sin provecho, porque los enemigos pe-
garon fuego á uno de los arcos del puente que estava
reparado de faxina y madera, encendiéndose con tal
furia, que fué imposible apagarlo hasta que lo quemó
del todo. Viendo que se nos havía malogrado el pasaje
del puente en esta ocasión, y que el señor Conde de
186
Xavot no podía conseguir su designio de hacer pasar
las tropas en las barcas que S. A. le avía embiado, por
impedirlo lo sobervio y crecido de las aguas, desquitó
su cólera con degollar pasados de 500 hombres del
enemigo de unas tropas que havían pasado á esta par-
te para estorvarnos el tránsito del río.
Dispuestas así las cosas el señor de Santones, se
hallaron en el mismo día á media ora del camino, y
puestos por donde havían de pasar el río, y el señor
de Aubin les dio aviso que el puente de cuerdas esta-
va ya travajado y que havían pasado 100 hombres del
regimiento de Santorge y 50 de los del batallón de
Cataluña, comendados por un Capitán y Alférez, y
guiados por dos curas ó rectores que singularmente
se havían señalado en la fábrica y travajo del puente,
y sirvieron mui bien en el pasaje de las montañas, y
también 40 paisanos que las havían ocupado.
Juebes á 15 de Julio el de Duplesi pasó el puente con
la infantería, empleando desde las cinco de la maña-
na hasta las de la tarde en esto solo, por causa de la
estrechez del puente, porque esta va echo de solo qua-
tro pequeñas gúmenas, que por no poderlas retirar lo
bastante para ponerlo á nivel estava en forma de arco
al revés, de calidad que uno tras otro podían pasar
solamente, pero la aficción de los que asistían y la
dicha disposición que se executara sin desgracia al-
guna el tránsito; y como la diligencia es lo que más
suele importar, pasó el Conde de Borigne á la testa de
los dos batallones del regimiento de Campaña, y el de
Duplesi en el segundo, valiéndose de una pequeña bar-
ca que havía echo vajar de Tremp para pasar al mis-
mo tiempo el batallón del regimiento de Aucourt;
mientras que el resto de la infantería desilava sobre
el puente, el S.*»"^ Duplesi ganó la eminencia de un
187
monte en quatro esquadrones del primer batallón, de
donde sacó al S.^''' de Glaramont para que se adelanta-
se hasta la vista del vado Masana, por donde nuestra
cavallería ha vía de esguazar el río; seguíalo el de Du-
plesi con la cercanía que juzgó necesaria para susten-
tarlo, quando llegaría á sazón y distancia de poder
embestir; y sucedió con tanta felicidad esto, que los
enemigos que guardavan el vado dentro sus fortines,
apenas se vieron reconocer se vieron en fuga por los
montes, tan aceleradamente, que fueron mui pocos
los que se pudieron hacer prisioneros.
Al mismo tiempo el de Santones se abanzó con la
cavallería y se hecho en el vado acompañado del Se-
ñor de Fubreallot, Teniente de su compañía de cava-
llos ligeros; del ca vallero Mangirón; del Conde de
Bruilla Descombies, Ayudante de campo, y de algunos
otros, pasando á nado, y á su imitación fué seguido
con tal fortuna y afición de toda su cavallería, que sin
acídente alguno pasó todo, y en execución de las ór-
denes se juntó con los quatro batallones al anochecer,
no obstante una lluvia arto molesta, que haviendo
empezado á media tarde duró lo que bastó para hacer
crecer el río más de media, y de calidad que el vaga-
je que venía con las municiones y pertrechos de gue-
rra no se atrevió á pasar, quedando con este inciden-
te las cosas en bien raro conñicto; pero la diligencia
que se hizo aquella noche, en que 50 cavallos del regi-
miento de S. E. y del de Baltasar, con los soldados
desnudos, bolbiesen á pasar y cargase cada uno al ar-
zón de la silla todo lo que pudiese sufrir el cavallo,
suplió la falta; y haviéndose minorado el río, pasaron
antes de amanecer todos los vagajes con la provisión,
y el señor de Santones, que havía tomado campo apar-
te, se halló en el lugar que la noche antes se había
188
acordado con el de Duplesi; con que hallándose con to-
das las tropas, y haviendo reconocido otras los pues-
tos en donde podía el enemigo conservar su resisten-
cia, dio orden para ocuparlos.
La parte de infantería que governava el Conde Ore-
ni tomó la derecha, y la que governava el Barón de
Palios la izquierda, á fin de poder obrar á un tiem-
po en diversos tiempos; el Conde Biorllo seguía la iz-
quierda con una partida de cavallería, y el de Santo-
nes la derecha con el resto, siendo el de Duplesi prin-
cipal Cavo de la infantería. Con esta orden y frente
bajavan nuestras tropas de la montaña, sacando y
arrojando los enemigos de los puestos que guarnecían
en las mismas montañas, bien que con alguna resis-
tencia, porque eran de 4 á 500 infantes del regimien-
to de Sabec y de Irlandeses, pero quedaron prisione-
ros con los Cavos. Al mismo tiempo, los quatro bata-
llones de las segundas tropas vajaron á lo más infe-
rior de las montañas para atacar las trincheras y for-
tines del Cavo del Puente de Camarasa, que guarne-
cían los enemigos con 1 .200 hombres, y el de Santo-
nes acudió con una partida de cavallería para lo
mismo.
Corriendo las materias en este estado, el exército
enemigo, que el día antes havía savido el pasage de
nuestras tropas, apareció marchando en orden para
socorrer los puestos de Camarasa y guardar los pasos
estrechos por donde nuestras tropas havían de entrar
en el llano. Obligó esto al de Duplesi á aguardar los
quatro batallones de las primeras tropas y los esqua-
drones que aún no havían vajado, por guardar los
puestos de donde los havían sacado, sin la conserva-
ción de los quales se ponía en duda el suceso de esta
empresa.
<89
Mientras esto se obrava á la otra parte del río, no
descuidaba S. A. de esta otra de hacer lo que podía, y
haviendo avanzado todo su exército cerca de Gamara-
sa, según el acuerdo que avía, embiava por diversas
partes á la otra parte del río á saver la marcha de sus
tropas y también la del enemigo, que venía por el lado
de Llorens; y para divertir la parte de exército que
venía de Balaguer, hizo S. A. una contramarcha de
un pedazo de cavallería y logró su intento, pues de-
tubo parte del enemigo con esta demostración el se-
ñor de Santones, que havía bajado para atacar los for-
tines, aviendo ganado el primero á viba fuerza y obli-
gado á los demás á rendirse, con pérdida entre presos
y muertos de más de 140 oficiales y 900 soldados de
las mexores tropas enemigas. Pero haviendo el ene-
migo con parte de su exército abanzádose á los pues-
tos que ocupava el batallón de Ancourt y el regimien-
to de suizos de Raón, atacó nuestras tropas con tal ri-
gor y número, que después de todas las resistencias
imaginables de nuestra parte nos forzó el enemigo á
subirnos más arriba, bien que con pérdida igual, me-
nos algunos oficiales del regimiento de Ancourt y de
un Lugarteniente suizo, que después de ha ver obrado
maravillas y haver rechazado al enemigo de sus pues-
tos y de los que nosotros ocupávamos, quedaron muer-
tos, presos ó mal eridos. Para reparo de esta pequeña
pérdida, dispuso el de Duplesi que diferentes mangas
de infantería del regimiento de Campaña sustentasen
aquéllos á quienes el enemigo avía rechazado, y que
de tanto en tanto fuesen socorridos: con esto, y venir
el de Santones con 30 mestres del regimiento de S. A.,
governados por el cavallero Mangirón, fueron recha-
zados los enemigos con pérdida de más de 300 hom-
bres, y los nuestros recuperaron el puesto.
190
Entre tanto hizo aloxar S. A. el exórcito que le que-
da va consigo cerca de Gamarasa, y ha viendo puesto
una barca y sirga para pasar con ella las municiones
de boca y guerra de que los nuestros se hallavan ne-
cesitados, y para pasar las provisiones que los nues-
tros havían cojido al enemigo, pasó S. A. con la mis-
ma barca á conferirse con Santones y Duplesi, con los
quales resolvió alojar la cavallería cerca del río y de-
jar sobre las vecinas eminencias á Gamarasa la infan-
tería que podía bastar para favorecer el pasaje de
nuestro exórcito á dentro el llano de Balaguer.
Para hacer comprehender la generosa resolución de
S. A. en la empresa de esta ardua execución é impor-
tantísima, su celo y extraordinaria pasión á la maior
gloria de las armas de S. M,, que están fiadas á su or-
den y govierno y valor mostrado en tan grandes oca-
siones, como también á la prudencia, actividad y pa-
sión de los señores Mariscales y otros oficiales princi-
pales que han obrado y ovedecido sus órdenes. Basta
decir que para concluir con este designio se resolvió
á separar un gran número de su exórcito en tres días
de continua marcha á la otra parte del río y pasarlo
por un puente de cuerda á la desliada, en ocasión que
en un día de marcha podía el enemigo embestirnos y
darnos combate con duplicadas fuerzas que las nues-
tras; que las tropas separadas hicieron sus marchas sin
más víberes que los que cada uno podía llevar sus es-
paldas, y navegando por fragosos y dificultosísimos
caminos antes de pasar el río, y después de pasado,
por montañas asperísimas dentro las quales era pre-
ciso á la cavallería averse de apear cada instante, y al
mismo tiempo que avían de superar tanta aspereza,
avían á cada paso de pelear con los enemigos para
echarlos de los puestos que para seguridad de los pa-
191
sages ocupavan dentro las mismas montañas, acavan-
do las marchas con execución, forzando parte de las
tropas reductos y fuertes que ocupa va el enemigo con
más de 1.600 hombres en lo alto y vajo de Gamarasa,
donde es la montaña quebrada y por donde el río Se-
gre tiene su incesable curso, y haver de sustentar nues-
tras tropas el esfuerzo que los enemigos hacían para
socorrer los que guardavan el pasaje de Gamarasa.
Los señores Mariscales de campo han sido dichosos,
pues en todos estos encuentros, fatigas y travajos,
ninguno quedó erido ni imposivilitado de continuar
más si fuere menester, y muchos cavos que también
han dado muestras de su gran valor peleando famosa
y valerosamente, salieron sin daño alguno. Algunos
Capitanes, Ayudantes y Oficiales han quedado quáles
muertos, quáles eridos, y algunos prisioneros. Pero no
en tanto número con el del enemigo, que según en
los nuestros se ha reconocido y de los enemigos se ha
savido por algunos que se han pasado con los nues-
tros, de 3 á 400 los que faltan: del enemigo, entre
muertos y prisioneros, sin los eridos, pasan de 1.800,
con más de 300 oficiales, que son de los tercios de Sa-
bac y Gransfelt, Pedro Asteris, Irlandeses y otros
cuerpos, y entre éstos el Teniente coronel y el Capi-
tán maior del tercio de Sabac, que se llamavan Jorge
Foesan y Sevastián Sanmán.
El número de los prisioneros son del tercio de Feli-
pe Seugmendía, doce capitanes, trece lugartenientes,
nueve alféreces y 17 sargentos del tercio del Gonde de
Gransfelt, el Sargento maior, cinco capitanes, un lu-
garteniente, tres alféreces, 10 sargentos^ el Prevoste
y su lugarteniente, y un teniente reformado. Del ter-
cio de D. Diego Presten, irlandés, un Alférez y 3 sar-
gentos. Del tercio de D. Pedro Esteris, de infantería
\92
española, un Maestre de campo, un Sargento maior,
un Capellán maior, dos Aiudantes de campo, once ca-
pitanes vibos y 7 reformados, diez Alféreces vivos y 7
reformados, siete sargentos vibos y dos reformados:
todos éstos fueron entregados al señor de Jali, Prevos-
te general de nuestro exército, para convoyarlos á
Barcelona y de allí á Francia; también se tomaron al-
gunas vanderas que las trujeron á Barcelona, y quatro
piezas de artillería que tenían los enemigos en sus
fuertes las arrojaron al río quando supieron que los
nuestros iban á embestirlos: en prosecución de esta
empresa, se ocupó todo el día 17 de Junio 1645 en
favricar el puente para que pasase el exército, que
empezó á pasar ya el día 18, para después resolberse á
algún hecho glorioso y memorable, y todo esto moti-
vó á que los enemigos llamasen al Conde de Ancourt
el prudente, ardidoso y afortunado Capitán.
CAPÍTULO 175.
BATALLA DEL LLANO DE LLORENT QUE DIO EL DE ARCOURT
AL CASTELLANO Y RELACIÓN EXTENSA DE ELLA.
Vencidas ya todas las dificultades que ocurrieron
para que nuestro exército pasase el río Segre, fabrica-
do el puente de las barcas y pasado parte del exército
real, se dispuso S. A. para atacar el de los enemigos
en el sitio y llano de Llorent, donde eslava con reso-
lución de impedir la entrada á los nuestros en la lla-
nura, teniendo en su favor la parte del río para que
los nuestros no pudiesen hir á ellos sino por un estre-
cho, que cieij hombres podían detener todo un exérci-
to por razón del terreno, y por la misma y ser tan fra-
goso el paso no sólo podíamos llevar la artillería, pero
ni aun los cavallos se havían de guiar de las riendas,
193
y esto no podía ser sin una gran desorden, después de
cansada y larga marcha por ásperos ó inusitados ca-
minos que parecía imposible pasar exército, y aquél
del río sin tener la entrada del llano ni dar siquiera la
ventaja de poder forzar al enemigo que dentro de sus
travajos procura va su defensa con valor, y después de
haverle muerto y derrotado 2 ® hombres, como se ha
dicho, resolvió S. A. vencer quantose oponía para pa-
sar las tropas por las montañas y hacerse dueño del
llano, para cuio fin dejó por guardia del castillo de Ga-
marasa seguridad del puente de barcas de la artillería;
y del vagaje que quedava en Gamarasa, el regimiento
de cavallería de Ferrón con orden de batir la entrada
sobre el camino de Balaguer, 100 hombres del regi-
miento de Santange, una compañía franca de alema-
nes de 120 hombres y dos regimientos del batallón de
Gataluña, de los quales se sacaron cien mosqueteros
para guarda del vado del río delante de Llorent por
donde podían escapar muchos de los enemigos. Para
el mismo fin dexó en el estrecho de Llorent á la orilla
del río los regimientos de Santa Mesmes y de Ferrier
con quatro piezas de campaña y cien cavallos escoji-
dos de los mexores cuerpos para custodia y abrigo de
la infantería.
El grueso del exército avía pasado el río el día 21
de Junio 1645, y esa misma noche hizo S. A. subir
toda la infantería á la eminencia de la primer monta-
ña y el regimiento de cavallería de Baltasar, que fué
destinado para servir á la testa del exército según la
ocasión se podría presentar. Desde el amanecer del
día 22 todo el resto de la cavallería estubo montada y
puesta en orden de batalla en el puesto señalado: el
Gonde de Miran vile. Mariscal de campo que se halla va
ya al despuntar el día, tomd el ala derecha del exér-
ToMo xxir 13
194
cito, compuesta de los regimientos de cavallería de
S. A., del de San Simón, de la Mota y de los catalanes
y de los regimientos de infantería de S. A., Revé, Gar-
visón, Pailler, Gueme y Batufort; el Conde Xavot tomó
el ala izquierda con los regimientos de cavallería de
S. E., Meambille, Gastenbriau y Santones y con los de
infantería de la marina Vaillac, Montpouvillau, Ro-
quellaure, Sanguedoc, Montpuerois, Miralpes y Andu-
ce; el S.""" de Santones se encargó de hacer el cargo de
Maestre de campo de la caballería, y el Marqués de San
Maigrín con particularidad de encaminar la infante-,
ría; el S.°^ de Duplesis Binsanson quedo cercado S. A. y
marchava en medio de las dos líneas con sos dos com-
pañías de guardias y gente de armas, y el regimiento
de cavallería del Varón de Ales y el de suizos de infan-
tería de Rom, que marchava á las espaldas de todo en
reserva de un cuerpo para el refuerzo y ocurrencia á
una batalla en caso que las primeras tropas á los pri-
meros encuentros tubiesen algún desorden en tan im-
portante ocasión. Las grandes su vidas y vajadas de
las montañas tan continuadas nos rindieron, siendo
tan penosos los caminos para las tropas; y aunque em-
pezaron á caminar á las tres de la mañana hasta las
nuebe de la misma, no pudiendo llegar al puesto por
donde havían de vajar del monte á un quarto de le-
gua de Llorent, aguardándolos el enemigo en medio del
llano en muí buen orden de batalla: el día del comba-
te se vieron las armadas como sitiadas y tan cercanas
que cada qual que podía ver qué hacía el contrario en
la suia: el enemigo se dispuso el día 21 para recivir-
nos y darnos la batalla con menos riesgo, haciendo re-
tirar al amanecer todos sus vagajes, cañón del lado de
Balaguer y separar sus milicias en tres cuerpos: el pri-
mero seguido más cerca por el cañón; el segundo to-
195
mó la falda de la montaña para aguardar una deslia-
da, que era el puesto por donde los nuestros havían de
embestir, y el tercero hizo alto en medio del llano,
compuesto de las mexores tropas de su exército, que
eran la cavallería de las órdenes, y de Ñapóles de las
compañías de la guardia de D. Andrés Gantelmo
(General del exército), del Marqués de Mor tara, Te-
niente General, y de los tercios de infantería de Don
Pedro Valenzuela, español; Tito Brancacho, Barón de
Amato; napolitanos del tercio de Navarra, y de las
compañías de D. Pedro Esteriz, español, y de los ir-
landeses: con este lucido cuerpo de sus mejores tro-
pas, en el qual esta va Gantelmo y sus primeros Ge-
nerales, esperavan poner nuestras primeras tropas en
desorden, que no podían bajar sino desechas y sin or-
den; entre tanto otras tropas suias se adelantaron á
nuestra retaguardia para combatirnos con las mismas
ventajas. Nuestras tropas se descubrieron sobre lo alto
de la montaña á las nueve de la mañana, y por el
puesto que havían de vajar al llano. Los regimientos
de cavallería de S. A., de San Simón Balthasar y al-
gunos esquadrones del de la Mota, fueron los más di-
ligentes en vajar. Las compañías de guardas y gente
de armas de S. A. apresuraron la orden de su marcha
por el deseo de chocar con el enemigo, y S. A. bajó
con su tropa para desterrar temor y dar exemplo á
los d'emás.
Apenas se vieron los primeros pisar el llano quan-
do diez grandes batallones de cavallería y quatro de
infantería española acometieron á los nuestros; fuó-
ronlos á resistir el de Miranville y el de Santones,
cargándoseles el regimiento de S. A., governado por
el cavallero Monguiron, el qual fué destacado con
quarenta Maestres y go ver nados por el cavallero Gas-
196
tellard, sostenidos por el esquadrón del Maestre de
campo que governava el Conde de Garni, seguido de
cinco otros esquadrones del mismo regimiento, abri-
gado del de San Simón y de Balthasar. S. A. dio asi-
mismo con sus compañías de guardia y gente de ar-
mas, governados por los señores de Ballee y Ghava-
nieu y parte de aquél de la Mota: este lance se exe-
cutó con tanta ventaja y gloria de nuestra parte, que
quatro ó cinco esquadrones del enemigo, con el tercio
de Navarra, quedaron desechos, y los demás, arrojan-
do las armas, se pusieron á huir, y parte de los que
quisieron pasar el río quedaron anegados; el Mar-
qués de Mortara, Maestre de campo general, fué pre-
so por el señor de Beliue, uno de los Brigadieres de
la campaña de las Guardias de S. A., y siendo peque-
ño este esquadrón, rechazó al de Mortara con 30 ó 40
cavallos, que se escaparon con él ala orilla del río, en
donde fué preso, y governava este esquadrón Mosiur
Espergnaut, teniente de la Guardia. También queda-
ron prisioneros D. Ñuño Pardo, Lugarteniente de la
cavallería de las Órdenes; el Barón Amato, Maestre
de campo; un capitán de cavallos del trozo de las Ór-
denes, que havía sido paje del Guión del Rey de Es-
paña, y otros Oficiales de consideración.
Al mismo tiempo las demás tropas • de cavallería é
infantería enemiga arriva mencionadas que estavan
en la ala derecha, á quienes hacía frente el Conde
Xavot con los regimientos de cavallería de Miranvile
Casteubrian y aquél de la Marina, el señor de San
Maigrin tomó la pica en la mano, y á la testa del
regimiento de campaña marcharon derecho al enemi-
go; entre tanto, el regimiento de Su Eminencia, go-
vernado por el Conde Brollo, que havía vajado más
hacia mano derecha para hallarse á los primeros en-
197
quentros con orden del señor Duplesi Bisanson para
sostener campaña, y el regimiento de S. A. Mompo-
villan y otros que vajaron á la desliada, acometieron
juntos tan valerosamente al enemigo, que le obliga-
ron á que, haciendo media vuelta, se desliase para
ganar el vado del río; pero viéndolo S. A. y previ-
niéndose de valor, hizo dar la carga á la derecha con
dos esquadrones del regimiento de la Mota y la com-
pañía de sus guardias, que hizo dividir en tres peque-
ños trozos y los hizo dar en la testa; asimismo dio or-
den el de Duplesi de hacer abanzar el regimiento de
Santones y la cavallería catalana, con que acometie-
ron por lo más débil, y del mismo modo el señor de
San Maigrin con el regimiento de Gampagne; viéndose
los enemigos cercados, se resolbieron á librarse del pe-
ligro presente ú á morir, haciendo con esta resolución
más sangriento el choque en este puesto que en los
otros; pero, por último, cedió su desesperación al va-
lor de los nuestros, quedando casi todos entre presos,
muertos y anegados, y los que á nado pasaron el río
aliaron mal recivimiento, así porque lo más del regi-
miento de Baltasar pasaron en su seguimiento, como
por los mosqueteros del batallón de Cataluña que S. A.
havía dejado prevenidos como adivinando lo que suce-
dió. Y no sólo aprovecharon para esto los mosquete-
ros allí aloxados, sino también para molestar de con-
tinuo á los castellanos en sus marchas cerca de Llo-
rent, entre tanto que el señor de Santa Mesma y Fa-
rrier que, con tres regimientos, guardavan el estrecho
cerca del río Llorent, destacaron de sus mosqueteros
un buen número, sostenido de otro igual de los mis-
mos regimientos para acavar de sacar los españoles
de Llorent, como de echo poco (después) antes del
combate los acavar on de rendir.
.198
El resto del exórcito castellano que estava hacia la
parte de Balaguer, viendo la rota de sus primeras y
principales tropas, que havían combatido con las
nuestras primeras y que á éstas seguían otras con
mucho coraje, juzgó el combate por muy cruel, y que
no podía favorecerlos, se retiró con los que llegaron
huiendo del primer encuentro, entre los quales esca-
pó D. Andrés Gantelmo, favoreciéndole el polvo, que
no se vían los ca valles, para que un trompeta que le
conocía mui bien y no pudiese advertirlo al señor de
Mangiron, que lo tubo de cerca, por haverlo perdido
de vista, con tal priesa, que no huvo forma de seguir-
lo, así por la apresurada marcha, ventaja que noslle-
vava, como por abrigarle su artillería y no poder nos-
otros pasar sin gran riesgo.
De esta suerte se concluió el combate en pocas oras,
perdiendo en él los castellanos más de 1 (n) cavallos
y de 2 á 3 (0) infantes; los muertos en la campaña ó
anegados en el río fueron 1 .600, los prisioneros 2.000,
y entre éstos casi todos los Oficiales generales y 200
ó 300 otros Oficiales de primera suposición. Maes-
tres de campo, Coroneles, Capitanes de infantería
y de cavallería, Lugarestenientes, Alféreces y cor-
netas, y todos llegaron á Barcelona á 9 de Julio
1645. Los Generales y Maestres de campo, que serían
unos 15 ú 16, llegaron algunos días antes y los apo-
sentaron en casa de D. Juan Terrer, á la plaza de
Santa Ana; y aunque los tratavan y regalavan mui
bien, estuvieron siempre con guardias de vista. Los
Capitanes y Tenientes, así de infantería como de ca-
vallería, los cerraron en la cárcel. Los Alféreces, Sar-
gentos y soldados en la Atarazana, con mui buena
guardia.
Los Oficiales castellanos que quedaron prisioneros
199
en esta ocasión son el Marqués de Mortara, Maestre
de campo general y Teniente general de la Armada;
D. Niño Pardo, Lugarteniente general de la cavalle-
ría de las Órdenes; D. Juan de Oto, Comisario general
de la misma cavallerla; ü. Miguel Pinateli, Governa-
dor de la cavallerla de Ñapóles; D. Tiverio Garrafa,
Comisario general de la misma cavallería; el Duque
de Lauretana, Coronel general de la infantería de Ña-
póles; D. Phelipe Salazar, A^^udante de Teniente ge-
neral. Los Capitanes de la cavallería de las Ordenes
son: D. Antonio Soviza; D. Tomás de Velasco, del
ávito de San Juan y Sargento maior; D. Joseph de
Fauxe, D. César Carrafa, D. Alonso de Alarcón, Don
Ñuño Mote; D. Gerónimo Campero, Teniente refor-
mado; D. Pedro Miguel y D. Benito Berto, cornetas;
D. Francisco de Tapia, D. Pedro Ortiz de Velasco,
D. Este van de Roques y D. Marcos Barelle, corne-
tas reformados; Capitanes del trozo de Ñápeles y Ofi-
ciales, D. Antonio Noche, D. Joseph de Pozelques,
D. Donato Amorós, D. Lorenzo Gamador, Ayudante
de cavallería; Capitanes reformados, D. Diego Manrri-
que, D. Vito Chalpo, D. Octavio Manrrique y D. An-
tonio París; Tenientes, D. Gerónimo Capase y D. 'Pa-
blo Chansoul, cornetas; cornetas reformados, Pablo
Cornet, Matheo Montaniegre y Pedro Vespesián, Juan
Bautista Órlense y Onofre Saletre. Del regimiento de
cavallería de Pinateli: D. Alfonso Oresón, Ayudante;
cornetas, D. Pablo Petón, D. Thoniás Pierolo y Don
Francisco Sombart. De la compañía de la guardia del
General: el Capitán D. Manuel Carrafa y el corneta
D. Andrés Palmier, y el Gentilhombre de la misma
guardia D, Lorenzo de Jerque; Oficiales reformados,
Domingo Perlón y Pedro Picatolt; otro Oficial de la
caballería, Francisco Perora, corneta reformado de
so o
Matamoros; Oficiales de la artillería, Joseph Guisóse,
Georg-e Maire, Jayme Vimasequi; infantería, tres com-
pañías que quedaron enteras del regimiento de Don
Pedro Estarris Castellano, Alférez Domingo López,
Gavriol Álvarez, Juan Espinosa, Martín de Senos. Re-
gimiento de Fray Juan Bautista Brancacho, de cava-
Hería italiana: Capitanes, Marcos Batane, Juan Ro-
que, Escavio Peroesa, Christóval Rincón, Thomás
Conde, Matheo Luis, Andrés Pagnón; Capitanes apun-
tados, Neriot Galisse, Juan Antonio Monso, Carlos Ri-
cart, Paulo Mariol, Jacinto Campan, Francisco Mo-
lón y Angelo Básele; Ayudantes, Antonio Matulo, Don
Joseph Surgent y D. Juan de Marín; Alféreces vibos,
Juan de Esteva, Francisco Pavil y Bernardino Folio;
Alféreces reformados, Domingo Evangelista, Tho-
más Gallu, Estéfano Mase, Sevastián Rouse, Joseph
Profit, Gerónimo de Geronne, Carlos Rouse, Mario
Save y Francisco Gartel; Sargentos vibos, Juan Cami-
lo Nardo de Conato, Vicencio Leto, Donato Causi, Juan
Evangeliste y Francisco Cérico; Sargentos reformados,
Prosepo Soldano, lañóla la Prendera. Regimiento de
Navarra: D. Blas Dongai, D. Donato de Navarra y
D. Domingo de Boritón; Capitanes reformados Don
Diego Macirieg, D. Agustín de Valencia, D. Luis Ba-
rreta, D. Benito del Río y D. Martin Fernández Mon-
talvo; Capitanes apuntados D. Carlos Juatoi; Alfére-
ces vivos, D. Joseph Darnis, D. Pedro de Venayudo,
D. Juan de Rase, D. Juan Basane, D. Diego Somoza,
D. Domingo López y D. Matheo de Mourga; Alféreces
reformados, Juan Tercoso de Vazques, Juan Apelicou-
se, Emanuel de Ravan, Gerónimo Moneste, Valentín
Cortés, Gabriel de Celis, Alonso Peñalosa, Carlos Co-
mentrave, Manuel de Navarrete, Manuel Martín, Die-
go Rodríguez, Juan de Marine, Phelipe de Vega y
20 í
Oruetite. Regimiento del Varón Amato Italiano: el
Maestre de campo Lucas Parrese, Sargento maior;
Juan María Gallar, Sargento maior reformado; Capi-
tanes, Paulo de Rogera, D. Alexandro Garato, Don
Amelo Tornatore, D. Domingo Mesare, D. Juan Mon-
te de Franco y D. Francisco Bunada; Ayudante ma-
ior, Joseplí Tansimia y Vicenció Surrentino; Capi-
tanes reformados, D. Doracio Jatania, D. Francisco
Torilla, D. Francisco Salerno, D. Escanio Lucano,
D. Nicolás Trodoro y D. Francisco Nar dille; Alfére-
ces, César Pasaro, Doracio MarLineli, Juan María La-
guardia, Gerónimo Roncaldo y Lázaro Verola; Alfére-
ces reformado^, Vicenció Cardenal, Joseph Escorcovi-
lie, Juan Bata Trompeta, Antonio Vidama, Leonardo
Maiora, Aníbal Palmer, Antonio Salvata y Cosme de
Juan; Sargentos vibos, Angelo Dionisio, Diego Calvo,
Diego Carlos, Vicenció Calenda y Nardo Portugués;
Sargentos reformados, Joseph Veriens, Julio Jeangen-
teli y Onofre Cavallero. Regimiento de Lauretana: el
Maestre de campo; Capitanes, D. Francisco Blandino,
D. Angelo Bancura, D. Fuctio de Benadis, D. Juaspa-
ta Damiano y D. Lorenzo Jorge; Capitanes reformados,
D. Juan Lamencelos, D. Carlos Catarina y D. Carlos
de Azcont; Alféreces, Salvador Grimato, Juanto de
Milio y Vicenció Fastore; Alféreces reformados, Fran-
cisco Melia, Andrea Dagarina, Francisco Santomen-
go, Joseph Santomano, Julio de Merino, Francisco
Ornano, Nardo Antonino, Sealera Jeusepe, Pascal Ju-
seph de Bandio, Miguel de Porrel, Carlos Monello, Pa-
ledino Vierganio, Marcuro Garalufa, Onofre Marang-
siüo, Antonio de Luca y Francisco Antonio Mance-
11a; Sargentos, Antonio de la Victo, Donato Antonio
de Lobeto, Sio María Peretino, Nótalo Salomeno,
Thomás de Vico, Marco Antonio Gal tierra y Pedro
Caima; Sargentos reformados, Francisco Alvanale,
Hufrio Siuscario, Garlos Lataran, Francisco Capanio,
Agustín de la Guilave, Domingo Primiguer, Pastólo
Pasqual, Gerónimo Moro, Andrés Capel, Francisco de
la Gomo, Ansipe Capile, Francisco Fidele, Andrés Zu-
rro, Vicencio de Paulo y Francisco de Jusepe; del Re-
gimiento Alemán de Valdestrada, Antonie Lachsfeliz,
Alférez v otros oficiales; D. Pedro Valenzuela, Maes-
tre de campo del tercio de infantería española; D.Juan
Serviente, Maestre de campo reformado. La maior
parte de las banderas y cornetas de las tropas de in-
fantería y cavallería, quedaron en nuestro poder y se
embiaron á París; tomáronse también 600 cavallos del
trozo de las Órdenes, 400 del trozo de Ñápeles, 100 de
Matamoros, 60 de Gransfelt. De la infantería, el ter-
cio de Valenzuela español, el tercio viejo de Ñapóles
de Laurel:ana, el de Tito Brancacho, el de Potique, el
del Varón de Mata, también tercios napolitanos; el de
Esteris, español ; tres compañías, y el restante al pa-
sar el río también quedó prisionero.
Esta fué la pérdida de los castellanos, como se aca-
va de referir, y de nuestra parte se reconoció falta-
van algunos 300 entre muertos y heridos ó prisione-
ros; y entre los de la primera suposición, fueron: el
Conde de Gharin, Capitán teniente de la compañía de
cavallos ligeros de S. A.; el señor de Gathelart, Capi-
tán teniente de la compañía del Conde de Armagnac,
hijo maior de S. A., que murieron después de obrar
proezas y eternizar su memoria con el valor: así mis-
mo lo mostraron grande el señor de Anticaurt, Te-
niente de un regimiento; los dos hermanos del señor
de Pondeus, Tenientes de Maestre de campo del regi-
miento de la Mota, que quedaron heridos; imitáronlos
el señor de Santarbie, Ayudante de campo, y otros
203
tenientes y oficiales menores, así de cavallería ó in-
fantería, que entre eridos y muertos formaron el nú-
mero que refiero de 300.
En esta prompta y gloriosa jornada, en que que-
dando los nuestros señores de la campaña, quando los
castellanos se hallavan en ella tan anticipadamente
tan pertrechados señores del mejor terreno y tan ani-
mosos, pareciéndoles era segura la vitoria, se recono-
ció que solo de la mano de Dios viene, y que á Él se
deve sólo atribuir, aunque concurran la buena direc-
ción, valor, industria y exemplo de un Oeneral, á
quien, con _valor ó incansable fatiga, contribuían y
ovedezcan los cavos y tropas inferiores; y si bien alu-
dan á los buenos sucesos quando las ventajas son tan-
tas, la Divina Omnipotencia es sola la que los ase-
gura.
Los señores Mariscales de nuestro campo han dado
seguras pruevas en esta ocasión de la velocidad en las
acciones, de la firmeza y bondad de un grande cora-
zón y de la vibeza del entendimiento que han menes-
ter los que executan las órdenes de un General y el
cuidado y vigilancia en los ataques, en donde han
mostrado valor más que humano eternizando glorio-
sas sus famas y Vitorias las armas de su Rey.
El señor de Santa Golumbe, Sargento de batalla, ha
servido sólo en este cargo; el de Chambón se halla
erido de un mosquetazo, yendo á reconocer las postas
de la montaña los días pasados, sirviendo mucho en
esta ocasión, como también á sus órdenes, el Conde
de Origne, Maestre de campo del reginiiento de Gam-
pagne, y todos sus Oficiales, en donde los señores de
la Prune y de la Marche, Gapifanes, quedaron eri-
dos, el uno de un golpe de cañón y el otro de un mos-
quetazo; el Conde de Santa Mesne, de Vaillach, Rom-
204
pavillon, Paules, Momperains, de Andure y Ferrier,
Maestres de campo; el cavallero de la Tause, Gover-
nador del regimiento de la Marina; el señor de la Mo-
te, Sargento maior, governando el de S. A.; el de la
Baume, el de la Bost, el de Benafau, el de Rosel y el
de Ghesmaye; Tenientes coroneles del regimiento de
Rebe, de Lenguadoc, de Guiena, de Carnisou y de
Miralpex, por enfermedad de sus Coroneles; los seño-
res de Griste, de la Tur, Tenientes de los regimientos
de Roquelaure y de Benfort, por estar eridos, de que
han muerto, sus Coroneles; el Conde Broglio, el cava-
llero Mongiron, el señor de la Roque Sant Camerat,
de Beaufort Peallix, de la Rochelindon, de Bauchei y
el cavallero de la Marcarause; governadores de los
regimientos de S. E., de S. A., de San Simón, de la
Mota, de Miranville, de Chattenbriau y de Santones,
D. Joseph Cardona, General de la cavallería catala-
na; sus Capitanes el señor Remi, governando el regi-
miento de Balthasar, por aver éste quedado erido de
un mosquetazo al pasar el río, y el señor de San Glas,
Ayudante de campo, que murió de una crida: todos
éstos, Cavos y Oficiales, y el señor Aubini de Luzan,
Charmon, Corbet, San Barbie, Maraut, Castiaurey,
Dupin y Descorbet, Ayudantes de campo, son digní-
simos de qualquier elogio y premio, aunque algunos
no hayan podido mostrar su valor y corazón por no
poder asistir al combate, dentro del qual los señores
de Belle, de Poinagut y el de Mey, Capitán, Teniente
y Mariscal de Alojamientos de la compañía de las
guardas de S. A.; los señores Condes de Chavanat, de
Suli y el de Launay, Teniente del Guión y Mariscal
de alojamientos de l§. A.; los señores Barones de Go-
ligni, de Lambespin, de Says Tarabias y de Buil, Ca-
pitanes de su regimiento de cavallería; el Vizconde
205
de Rabat, el Varón de Bisi, los señores de Goiai y Fo-
canet, Capitanes del regimiento de la Mota; el señor
de Boudeaus, Teniente de Maestre de campo, y otros
Oficiales de dicho regimiento, se mostraron en este
lance valerosos hombres; también el Marqués de la
Barre, Teniente general de la artillería del exército,
y el señor de Ghanfort, Lugarteniente de la artillería
de la provincia, que después de haver dado sus órde-
nes en el estrecho de la batería de Llorent, que tra-
vajó de manera á los enemigos que estavan en el lla-
no de batalla, que los obligó á rendir á vista de S. A.;
obraron también proezas el Marqués de Vite, el Con-
de de Valenci, el Varón de Maulan, hermanos del de
la Barre; el Varón de Villari, de Fábregas y de Pom-
pigna, el Vizconde de Alegre, los señores de Mon-
tagne, el cavallero de Escaubes, los señores de Ray-
mandi, de Avignon, de Aimin Guide y de Borns,
Francisco y Joseph de Tamarit y otros cavalleros ca-
talanes, han hecho comprehender en este lance su
natural valor, y que son más dignos de memorables
soldados, pues, voluntarios, gastan sus haciendas y
exponen sus vidas para gloria de las armas de S. M.
Xpma. que Dios guarde.
CAPÍTULO 176.
SITIO Y RENDIMIENTO DE BALAGUER Y FORTIFICACIÓN DE TERMENS
CON LO DEMÁS QUE SE EXECUTÓ ESA CAMPAÑA.
Después de esta tan gloriosa Vitoria que queda re-
ferida, y hallándose nuestro exército señor de la cam-
paña y ribera del Segre, teniendo encerrados en Ba-
laguer 5 ó 6 mil infantes y dos ó tres mil cavallos y el
General Cantelmo, resolbió el señor Conde de Ancourt
sitiar y rendir la plaza por hambre, juzgando que á
206
fuerza de armas era imposible ó que le havía de costar
por lo menos muchísima sangre, siendo la guarnición
tan numerosa, lucida y de valor, juzgando también
que los víberes les tendrían limitados, y que no dejan-
do entrar era preciso que en breve se rindiesen, y así,
remitiendo al tiempo la expugnación, trató del blo-
queo, y para esto, teniendo bien asegurado el paso del
puente, buscó parage en donde asegurar una buena y
firme retirada para prevención de lo que podía suce-
der y para tener seguro puente para el pasaje, por es-
tar entre Lérida y Balaguer, plazas enemigas. Des-
pués reconocidos los puestos, eligió el de Termens por
más apto y apropósito para su intento. Aquí, pues,
formó una plaza elevando un fuerte de faxina y tierra
mui crecido y fortalecido, enterrando en medio del lu-
gar de Termens á esta parte del río Segre y añadién-
dole once baluartes ó fortines del mismo material con
sus fosos y artillería. Á la otra parte del río, que mira
á Menargos, fabricó mui ondos fosos con sus fortines,
barracas y quarteles dentro, proveídos todos de mu-
chos víberes y municiones, asegurándose de todo para
tener allí su exército buen reparo en qualquier acon-
tecimiento; y como se allava tan sin resistencia, po-
día y executava á su espacio quanto quería, atendien-
do en esto á dos ñnes: al de su conservación el prime-
ro, y al de impedir el socorro y provisiones de los si-
tiados el segundo, y lo dispuso con tal arte, que ni po-
día salir ninguno de Balaguer ni entrar, ni menos
arriesgarse su exército, porque cerrado en Termens
avía de menester una numerosa armada para contras-
tarle, tan fortificado se allava y en lugar eminente, ó
bien era necesario alguna alevosía para destruirlo.
Dispuesto el sitio en esta forma, no quiso se disparase
ni un mosquetazo, suponiendo que la hambre les lia-
207
ría presto cruel guerra: no obstante todo esto, no fal-
taron muchos vivanderos, así catalanes como france-
ses, que les llevavan algunos víberes porque les paga-
van en muí buenos doblones y reales de á ocho; cojió-
ronse algunos y los ahorcaron á vista de los de Bala-
guer, con que en adelante no se atrevieron.
Los sitiados tenían mucha esperanza del socorro y
de que^su Rey haría algún esfuerzo teniéndolos tan
vecinos á su dominio y siendo la guarnición tan nu-
merosa que podía facilitar mucho el ser socorrida ha-
ciendo surtidas numerosas. Pero S. A. tenía, tomados
los pasos por donde podían salir y ser socorridos por
la Puente de Lérida, de Castellón de Farfana y de
Ager, bien que aseguran que por la eminencia en que
está la casa del Santo Ghristo y aquellas montañuelas
tenía la cavallería de la plaza la entrada y salida mui
libre, pero tanvién dicen que no quiso desamparar la
plaza, teniendo por seguro el socorro. Intentáronlo
por dos veces y salióles en vano, porque la vigilancia
de los nuestros y su buena disposición les amenazava
la imposibilidad, procuraron vencerla disponiendo un
grueso de tropas considerable, sacando para este efec-
to las guarniciones de soldados viejos de Tarragona y
Tortosa y poniendo levas nuevas de Aragón y Valen-
cia en estos presidios. Á mediados Septiembre inten-
taron el socorro formando dos cuerpos, uno del com-
boy y víberes y otro para divertir nuestras milicias
embistiéndolas por distintos puestos, á fin de qife
mientras se pelearía por una parte entrase por otra el
socorro. Pero como en todas partes hay alevosos, no
faltó quien dio á S. A. la noticia con toda individua-
ción, y teniéndola, dividió su exército en dos puestos,
el uno á donde havía de entrar el socorro y el otro por
donde havían de embestir; logróse dichosamente, por-
208
que los que embistieron fueron rechazados con gran
pérdida suia y crédito nuestro, y del socorro se toma-
ron más de quatrocientos vagajes cargados de mante-
nimientos y casi toda la gente del comboy, conserván-
dose siempre los nuestros en su puesto.
Desesperados los de adentro del socorro á vista de
este suceso, trataron de aliviar el presidio de guarni-
ción, y una noche el General Gantelmo con los demás
oficiales maiores y maior parte de la cavallería, mu-
cho secreto y diligencia, se salieron por la parte del
Santo Ghristo, y quando á la mañana los nuestros lo
advirtieron, se hallava ya Gantelmo á la buelta de
Ager, que como se dijo no era fácil guardar los nues-
tros esta salida. Quedó en la plaza por Governador
D. Simón Mascareñas con buena guarnición y poca
cavallería, teniendo por seguro que al último trance
se sacaría siempre buen partido, y no huviera sido tan
ventajoso ni se huviera dilatado tanto el rendimiento
á no haver algunos naturales tan de la parte de Es-
paña que con su industria y maña, aunque á costa de
los demás, la sustentaron muchos días hasta el último
extremo; pero pagáronlo después algunos perdiendo
la vida afrentosamente.
Biéndose los sitiados en Balaguer sin esperanzas de
socorro, y que los víberes se acavaban, trataron de
capitular y concordaron entre el Serenísimo Conde de
Ancourt, Virrey y Capitán general en el Principado
de Cataluña por la Magostad de Luis catorceno, por
una parte, y D. Simón Mascareñas, General de las tro-
pas del Rey de España y Governador de la plaza y
ciudad de Balaguer, los pactos y capítulos siguientes:
Primero, que el día 20 de Octubre 1645 el señor
Conde D. Simón Mascareñas entregará la plaza de Ba-
laguer á S. A. el señor Conde.
209
Segundo, que todas las tropas así de infantería como
de cávallería que se hallarían dentro de Balaguer, sal-
drían dicho día á las ocho de la mañana con vida sal-
va, atambores tocando, vanderas desplegadas, vala
en boca, cuerdas encendidas, armas, cavallos y vaga-
jes, conduciéndolos hasta Fuenterravía con buena y
entera escolta, pasando por medio Cataluña, Rosellón,
Lenguadoc, Guienna, Bearn y camino más breve y
acomodado, haciendo en Cataluña y Rosellón dos le-
guas cada día y en Francia tres, dando ó permitiendo
de cinco en cinco días uno de sosiego, haciendo las
marchas en dos meses, ocho días más ó menos.
Tercero, que se les diese 30 carros ó carretas y otros
tantos cavallos ó muías hasta Fuenterravía por todo
el camino, para llevar los vagajes y oficiales ó solda-
dos enfermos.
Quarto, que el Rey á su costa havía de dar el man-
tenimiento necesario á las dichas tropas en especie ú
en dinero durante 1^ marcha por dominios del Xpmo.
Quinto, que á los soldados enfermos que no podrían
seguir las marchas, serían recividos en los hospitales
de las villas ó lugares donde quedarían hasta estar
curados, y después se les daría pasaporte y dinero
para su sustento hasta Fuenterravía por el mismo ca-
mino y en la forma ya dicha.
Sexto, que los soldados de las dichas tropas, así de
infantería como de cávallería, de qualquier calidad ó
nación que fuese, y que huviesen tomado sueldo de
qualquier otro Príncipe sin el Rey Cathólico, avrían
de seguir á libre pasaje el camino ya dicho, como tam-
bién la demás gente de guerra que saldría de Bala-
guer, exceptuando los que serían sujetos al Rey Xpmo.
y que havían dejado su servicio.
Séptimo, que los Oficiales generales de la artillería.
Tomo xxiv 14
210
de víveres, de veeduría, de contaduría, y todos otros
oficiales que sirviesen en las tropas que estavan den-
tro de Balaguer, podrían con la misma seguridad y
por el mismo camino salir con sus cavallos, ropas y
vagaje.
Octavo, que la ropa, servicio plata y vagajes que
dejaron en Balaguer D. Andrés Gantelmo, cavo y
oficiales que le seguían, sería todo conducido segura-
mente á la ciudad de Lérida.
Nono, que todas las piezas de artillería y municio-
nes de guerra que estavan dentro Balaguer, se entre-
garían fielmente en mano del Teniente general de la
artillería del exército del Rey Xpmo. el día antes del
rendimiento de dicha plaza.
Décimo, que si el día antes de la entrega de la pla-
za la armada del Rey Gathólico ó parte de tropas su-
yas llegasen para socorrer Balaguer, no pudiese la
guarnición de la plaza ayudarles ni darles socorro al-
guno. •
Onceno, que el señor Conde D. Simón dexaría en
Balaguer en arinas, trigo, bizcocho y otros granos,
víveres para quince días, á razón de tres mil raciones
por cada día.
Para la segura execución y cumplimiento de los
sobredichos capítulos y pactos, se dieron recíproca-
mente dos renes por cada una de las partes, es á sa-
ber: un Sargento, un Lugarteniente Coronel de infan-
tería y dos Ayudantes de campo, acordando que no
saldría la guarnición de Balaguer que no estubiesen
primero en Lérida los reenes de parte del Xpmo., y
unas y otras se detendrían hasta la total execución
de este tratado. Dado en campo de Termens y Menar-
ques, á 19 de Octubre de 1645.
Estos pactos llegaron á tener su efecto por no ser
211
socorrida la plaza, y saliendo la guarnición el día .20
de Octubre de 1645, que eran más de tres mil hom-
bres, entraron los nuestros y S. A. con ellos. Los na-
turales de la ciudad que quisieron quedar echándose
á pies de S. A. que, como Príncipe benigno, los per-
donó, exceptuando algunos que huyan que fueron ar-
to dañosos para su patria, los quales le buscaron y
truxeron presos á Barcelona, particularmente á M.*'
Parellas, que hizo los más malos oficios y fué causa
de que se alargara mucho tiempo el rendimiento. La
ciudad se volvió á poblar bellamente.
Bolbiendo á la guarnición que salió de Balaguer y
proseguía sus marchas por Cataluña, no se deve ca-
llar que D. Simón Mascareñas enfermó á pocas jorna-
das, y llegando á Martorell acavó sus días. Depositaron
allí su cuerpo y la gente prosiguió su viaje, llegando
delante Barcelona un domingo 29 de Octubre 1645:
ese día havía salido de San Feliú y pasava á dormir á
San Andrés; hicieron alto y se esquadronaron á la
Cruz de Bargallo, camino de Sarria, esperando licen-
cia para entrar, pero negándola el Governador, pa-
saron adelante; salió á verlos la mitad de Barcelona;
avía famosa gente y lucidos cavos, pero venían muy
flacos, dóviles y estropeados: trayan mucho vagaje.
Aquí doy fin á este libro, ofreciendo al curioso lec-
tor el continuar en otro los sucesos de esta tráxica
provincia. Dios los dé quales convenga á su maior
gloria.
LIBRO SEGUNDO.
En que se continúaE los sucesos de Cataluña prosiguiendo su historia, y
con particularidad lo que ha pasado en Barcelona desde 15 de Agosto
de 1645, en donde acava el libro primero.
ADVERTENCIA AL CURIOSO LECTOR.
El libro que he concluido da fin á los sucesos de
su historia con el rendimiento de la ciudad de Bala-
guer, conquistada por el serenísimo Conde de An-
court, Enrique de Lorena, Príncipe de la sangre, pri-
mer Gavallerizo del Rey christianísimo y su Virrey y
Capitán general en el Principado de Cataluña y Con-
dados de Rosell^n y Cerdaña: sucedió á 15 de Octubre
de 1645, como queda largamente allí referido; y para
qne no falte al curioso lector la noticia de los demás
sucesos que en tiempo tan travajoso vio esta provin-
cia, siendo un vibo teatro de Marte, ofrezco conti-
nuarlos en este segundo volumen, aunque con idioma
poco elegante, pues ni es de mi profesión el sutilizar
ni pulir narraciones, ni parece que se compete lo ele-
vado de una retórica, quando lo principal del asump-
to convida á la curiosidad y hace más suave la pena
de leer. Y así, haciendo esta protesta, entro al dis-
curso de mi intento, que es dar noticia, día por día,
de quanto la puede alcanzar, y aunque en la posposi-
ción ó anteposición de algunos puede haver reparo y
214
admiración, será culpable la omisión, porque será
equivocación no voluntaria; por último, si con esta
prevención no merecieren disimulación mis yerros,
más culpable la calumnia que les diere qualquiera que
no ellos, pues á mi costa y Iravajo doy el gusto de
que otros vean y sepan lo que sin él ignoran.
CAPÍTULO PRIMERO.
LLEGA Á BARCELONA LA ARMADA CASTELLANA; SOSPÉCHASE TRAICIÓN
Y NO SE LOGRA; VA SE LA ARMADA.
Haviendo ganado el Conde de Ancourt aquella me-
morable batalla del llano de Llorent, cerca de Bala-
guer, el día 22 de Junio de 1645, y echo prisioneros
al Marqués de Mor tara, otros Gavos y cerca de tres
mil infantes, traídolos á Barcelona y repartidos en los
puestos que ya en el primer libro he referido, sucedió
sacar de Barcelona los Cavos principales, dejar en la
Cárcel los de segunda clase y los infantes en la Ata-
racana. Prosiguió S. A. en la campaña, y como su vi-
gilancia era tan gí^ande, tubo algunas noticias; por
aquí dentro se disponía no sé qué traición, y asimis-
mo de que á Tarragona havía de llegar una armada
de mar castellana, compuesta de 34 navios y 23 ga-
leras, y que luego havía de pasar á ponerse delante
de Barcelona: con estas noticias tubo motivo para que
á toda diligencia viniese á Barcelona el Conde Xa-
vot, sujeto de su primer confianza, con cartas y par-
ticulares direcciones para los Conselleres; llegó Xa-
vot, y apenas le savia Barcelona quando la maña-
na de 15 de Agosto de 1645, día de la Virgen, llegó
la armada castellana y dio fondo delante Barcelona,
y así como empezó á señalarla Monjuique recelando
2^5
lo que podía ser, dividieron los prisioneros de la Ata-
racana, llevando parte á la Universidad y parte al
Gorralet, cerca de la Universidad, poniendo en cada
uno cerca de una compañía numerosa de guardia, de
noche y día, de los tercios que guarnecían el Presi-
dio; hicieron lo mismo en Gasa de la Ciudad, Sala de
Armas, puerta de Mar y otros puestos peligrosos: au-
mentáronse en todos las guardias; no permitían acer-
carse gente con capa á la muralla ni muchos juntos,
aunque no la trajeran; rondahan el Governador, Xa-
vot y Gonselleres, y últimamente en todo y por todos
era un continuado desvelo y cuidado, temiendo algu-
na traición de que ya S. A. en la campaña tenía secre-
tas noticias. Estuvo la armada dos días dada fondo; las
galeras corrían de una á otra parte, tomando algunas
barcas; hizo vela hacia Levante, pero holhió luego, y
entre remocalse por esta costa y playa estuvo ocho
días sin que Monjuique la perdiera de vista; después
marchó á Tarragona y no se vio más.
Gausó á todos suma admiración y quedaron suspen-
sos de la demostración de esta armada, pues no po-
día ser sin determinado fin; todo era discurrir con va-
rios pareceres, pero todos, tiraron á lo cierto, que se-
ría haber aquí dentro alguna secreta conspiración y
traidor trato; y fué así, según corrió la voz y se dejó
ver después quando algunos de los que padecieron
muerte por esto se les hizo cargo de que se nombra-
ran en su lugar, pues en éste sólo toca decir la dis-
posición que havían tomado los que havían de execu-
tarla, que era de esta suerte: muchos cavos de parcia-
lidad del Valles, Mataró y la Gosta, habían de introdu-
cir en Barcelona todos los sequaces suyos con pretex-
to de que la ciudad se hallava falta de gente y en pe-
ligro grande, por causa de tener la armada marítima
216
delante, que como sólo entre los cavos corría la noti-
cia, disimulavan con este pretexto la entrada en Bar-
celona; ó introducida esta gente aquí, que llevavan
quenta de ser hasta 3.000 hombres, ya también tenían
aquí en la ciudad muchos ganados de su parte, unos
con dádivas y otros con promesas, para que en la fun-
ción les asistiesen. Estava también acordado el día y
la seña que los de adentro havían de hacer á los de la
armada, para que en viéndola embistiesen á la Ata-
racana y fuertes marítimos en donde ya también te-
nían de los de su parte para que, franqueando la en-
trada á los de la alevosía, se pudiesen hacer dueños en
breve de las fortalezas, y dando armas á los prisione-
ros de la Atara9ana y los demás que estavan en la
ciudad con la gente que echaría la armada, se hicie-
se un copioso número. Corría también de acuerdo en-
tre los de la conspiración, nombre y seña, para que
llegando los que no cooperavan en ella pudiesen ser
expelidos ó muertos, y para que entre los amigos y de
un mismo vando no huviese confusión en medio de la
que ocasionava la execución de tan alevoso y san-
griento intento; pues era, á lo que se dijo, de quitar la
vida á todos los que embarazasen el hacerse dueños de
la ciudad, y á tanto inocente que siéndolo de tal trai-
ción quería hallar asilo en los mismos que buscavan
su ruyna. Pero Dios, que es sumamente misericordio-
so, no permitió se derramase tanta sangre inocente, y
previno el medio disponiendo que se descubriese al-
guna cosa para que llegando el S.^'' Conde Xabot, di-
vidiendo los primeros, aplicando mucho cuidado y
desvelo, tomando las armas todos y no dejándolas no-
che y día, y no entrando los cavos que de afuera ha-
vían de entrar por no quererles seguir la gente de ar-
mas,.no saviendo á dónde iban, se desvaneció todo, y
217
la armada, viendo que no se le hizo la seña como te-
nía acordado y todo era sobre recelo, se desiló hacia
Poniente y la ciudad se quietó. Descubrióse la máqui-
na quando S. A. bolbió de la campaña, y en la Cuares-
ma se executaron los castigos como se verá en su lu-
gar cuando se ofrezca tratar de ello, para donde re-
servo lo particular de los sugetos que supo intervenían
en esta azaña.
CAPÍTULO 2.^
TOMAN k FLIX LOS CASTELLANOS Y RECUPÉRANLO LUEGO
LOS FRANCESES.
Desvelávase el castellano quanto podía para cau-
sarnos daño, imaginando por todas las vías que podía
lo que reconocía ser en detrimento de esta provincia;
y considerando quánto importava á sus designios re-
cuperar la villa y castillo de Flix, pues con ella hacía
tener á raya la maior parte del Principado, viendo
que el S."'" Conde eslava con todas sus fuerzas y aten-
ción sobre el sitio de Balaguer, y constándole que en
Flix sólo havía una poca guarnición francesa, resol-
vió que desde Lérida fuese el Coronel Luis Amel, que
lo era de un tercio de alemanes con 1.500 infantes y
200 cavallos, á tomar Flix: era este Coronel sobre mui
valeroso, mui práctico en aquel país, por haver estado
alojado en él algún tiempo. Partió animoso y deseoso
de hacer á su Rey este servicio; pasó el río Ebro la in-
fantería con barcas y la cavallería á vado, cosa bien
singular, pues raras veces ó ninguna permite lo cau-
daloso de su corriente el vadearse; pero á causa de la
sequera de aquel año, dio lugar á este tránsito. Contá-
vamos27 de Agosto 1645, quando apenas se vio el Co-
ronel en la isla que forma aquel terreno, embistió la
218
villa^con tal furia de asaltos, que no pudiéndolos resis-
tir la guarnición ni la gente, se retiraron al castillo
dejando la villa; desde el castillo se defendieron dos ó
tres días, pero también se huvieron de rendir, y todo
fué con tal diligencia, que tan presto se supo en nro.
campo la jornada del Coronel como el rendimiento de
Flix, el Coronel, viéndose dueño de Flix con tanta fe-
licidad, despachó órdenes á los lugares comarcanos
para que le asistiesen con provisiones, pero no las
obedecieron los naturales. No bien estava en esto el
Coronel, quando S. A., haviendo savido la marcha so-
bre Flix, que no se descuidava en lo que era gloria de
sus armas, dio orden al Conde Xabot para que con
1.500 infantes y 300 cavallos fuese á oponerse al Cas-
tellano, y que si havía ocupado la plaza, la recupera-
se ó muriese con los suyos en la dem^anda; pasó Xa-
bot su gente por la barca de Carsiá, y llegando á vis-
ta de Flix embió un trompeta mandando desocupar al
Castellano la plaza, ó que de no hacerlo, executaría
todo rigor militar con él; respondió el enemigo que lo
haría, pero que havía de ser con pactos honrrosos.
Parecióle á Xabot menoscavo el concederlos, sino que
devía castigar el atrevimiento de haberla ocupado, y
así embistió con furioso ímpetu, travando una san-
grienta y cruel batalla; pero quedó nra. la victoria y la
plaza, sin que escapase ninguno de los castellanos que
no fuese muerto ó preso, con que perdió el enemigo
los 1.500 infantes y 200 cavallos; de los nuestros fal-
taron algunos 30 solamente, entre muertos y heridos.
Consideró S. A. por de grandísima importancia esta
función, y así con maior número de tropas fué des-
pués personalmente para asistir en ella y socorrer al
de Xabot; y llegando á Casteldurríus supo la recupe-
ración y se holiió mui gozoso á Balaguer, dando vista
219
con sus tropas á Lérida y ocasionando con ellas al-
gún susto á los de Lérida. Quando el de Xavot partió
á esta recuperación se hallava por aquellos partidos el
Gobernador D. Francisco Galanas, natural de Barce-
lona y famoso patricio, el qual, sabiendo que los cas-
tellanos liavían ocupado Flix, juntó de aquellos luga-
res de su governación hasta 30 hombres, y ocupando
los pasos y barcas del río asistió al de Xavot, logran-
do mucha parte de tan glorioso suceso, que lo fué
para todos por el valor que catalanes y franceses mos-
traron en esta ocasión.
Truxeron á Barcelona los prisioneros castellanos, y
como aquí havía ya tantos, procuraron en tropas ha-
cerlos pasar á Francia con sus cavos, para evitar que
la multitud de ellos no ocasionase algún encuentro, y
así los despacharon á todos. Luego que en Barcelona
se supo la recuperación de Flix, hizo la ciudad por
tres días en demostración de alegría, con otras fiestas,
y también que se celebrasen muchos aniversarios por
las almas para que fuesen medianeras con Dios, que
nos continuase la felicidad en los sucesos. Vino el se-
ñor Conde Xavot á Barcelona para dar quenta á los
Gonselleres del suceso, que como Flix es de la ciudad
de Barcelona, se olgó muchísimo Xavot que por su
medio y valor se huviese recuperado, y los Gonselleres
le dieroii muchas gracias y hicieron grandes ofreci-
mientos; era el Gonde Xavot Mariscal de campo, de
buen aspecto, alegre rostro, elegante, prudente, acti-
vo y sumamente recto, de forma que jamás sufría que
los soldados causasen desabrimiento alguno al paisa-
no, y si lo hacían, los castigava y pagava el daño que
ocasionavan: prendas todas que le ganaron comunes
aplausos en todos, y ser de los más amados de quan-
tos franceses avían llegado á Gataluña.
220
CAPÍTULO 3.''
VIENE S. A. Á BARCELONA, GANADO BALAQUER, Y SORTEAN
CONSELLERES.
Haviendo el S.*'^ Conde de Ancourt rendido Bala-
guer, como queda referido en el primer libro, á 19 de
Octubre de 1645, y retirádose los exórcitos de una y
otra parte, dispuso las cosas de Balaguer y aguártelo
sus tropas para imbernar á vista de que el Castellano
hacía lo mismo, y dispuso su buelta á Barcelona para
descansar de la fatiga de la campaña y dar disposición
á la venidera: publicóse la entrada para el día 29 de
Octubre 1645; saliéronle á recivir los Diputados, Gon-
selleres, Consejo y puestos, como si fuera la primera
vez que entrava en Barcelona, menos el formarle
compañías ni jurar. Venían con S. A. Santones, Conde
Xavot y otros cavos franceses vestidos de mucha gala,
y S. A. con la misma que usava en campaña, que era
un coleto guarnecido de oro, manchado todo de las
armaduras: así entró al lado del Conseller en Cap por
la puerta de San Antonio; hízosele ruidosa salva; pasó
al Aseo á visitar Santa Eulalia, y desde allí por la pla-
za del Rey, Boria y calle de Moneada, con mucha
aclamación, llegó á su casa y al apearse repitió su sal-
ba la artillería de la Marina.
El día de San Andrés, como es costumbre, se hizo
la extracción de Conselleres para el año 1646, y sor-
tearon en Cap D. Felipe Sorrivas, menor; segundo,
Francisco Villa, ciudadano; tercero, Mr. Monfa, ciu-
dadano; quarto, Luis Claresvalls, mercader; quinto,
Luis Bataller, Notario, y sexto, Pedro BufuruU, texe-
221
dor de lino, bien que no travajaba del oficio, sino que
negociava con guantes. Éste murió pocos días pasado
Pasqua, y en su lugar sorteó Narcis Costa, soguero.
CAPÍTULO 4.^
ARRIVO DE LA CONDESA DE ANCOUET, VIRREINA. -RECIVIMIENTO,
ENTRADA Y FIESTAS QUE LE HIZO BARCELONA.
Antes de salir S. A. el señor Conde á la campaña de
Balaguer, dispuso que la Condesa, su muger, viniese
de París á Barcelona, y para su abitación le compuso
y adornó la casa de los Duques de Cardona, y de ésta
ala de ios Condes de Santa Coloma, en donde S. A. avi-
tava, fabricó un puente sobre la calle Ancha mui es-
pacioso y vistoso, para que se pudiesen comunicar por
él anibas casas; compuso el jardín, que estava destro-
zado, y hizo travajar una escalera para que desde el
quarto de la Condesa se pudiese vajar al jardín.
El salón en donde havía de recibir las visitas de su
primera fábrica era quadrado y espacioso, rodeado de
ventanage con sus rejas; añadióle S. A. unas bidrieras
ricas á todo el ventanage; fabricó la bóveda á cielo
raso; corrió una cornisa, y en prespectiva pintó varias
columnas, y en los nichos diversas historias y á trechos
sus armas. El cielo de la pieza le adornavan países
óreos con variedad de aves. El pavimiento todo azule-
jos, y para recreo tenía á pie llano un terrapleno con
valagostado de yerro, matizando toda la circunferen-
cia con abundancia de rosales y flores extravagantes.
En la misma pieza havía una cama de damasco verde
con franxas de oro para la Condesa, y cercávala un
valagostado que dava á la cintura poco menos dorado,
y distava de la cama unos tres pasos. También avía
en la pieza una chiminea á la francesa que se cerrava
222
con sus puertas, y á otro lado un dosel rico de broca-
to y silla de damasco carmesí sobre tarima, que era
donde havía de estar la Condesa al recivir las visitas.
En lo demás de la sala no havía silla alguna, sino ta-
buretes de tixera de damasco verde encolchados en
algodón,. alombras y almoadas, por lo demás, carme-
síes de terciopelo, que como Princesa á nadie dava
igual asiento. La pieza en donde comía también tenía
un dosel mui bueno con su silla, porque estilava co-
mer vajo dosel y colgadas las paredes dfe paño de ras
ricos. Avía echóse de nuevo la galería que da al llano
de San Francisco, y últimamente, toda la casa estava
vellamente dispuesta y ricamente alaxada, y en casi
las más piezas havía chimineas á la francesa. Dispues-
to ya el palacio, aceleró la señora Condesa sus jorna-
das, no sin mucha incomodidad y travajo, por ser tan-
tas las de París á Barcelona para una señora, por los
rigores del imbierno y por los puertos y nieves que
havía de pasar; salieron de Barcelona muchas damas
y ca valleros con costosas galas y mucho lucimiento
para recivirla al entrar en la raya de Cataluña y cor-
tejarla hasta Barcelona: llegó á Perpiñán, y asi en
aquel lugar, como en todos los demás por donde pasó,
la íestexaron con públicos festines y regocijos. S. A.
la salió á visitar primera vez á Hostalric, y acompa-
ñóla hasta Granollers, y dejándola allí se bolbió á Bar-
celona.
Publicóse el día de la entrada para el de 7 de Fe-
brero 1646; el día antes salió el Conde segunda vez á
visitarla á San Andrés, y después de haver estado un
rato con ella se bolbió con sus camaradas. Avía la ciu-
dad llamado sus quatro tercios para que con aplausos
mihtares concurriesen á la entrada de la Condesa;
dispúsose la formación de hileras y esquadrones como
223
quando entró el Conde, y menos la del juramento, se
observó en el recivimiento de la Condesa todo el faus-
to y grandeza que quando entró su marido; y así para
la ora señalada salió Diputación, Consejos, Ciudad y
deriiás puestos en toda forma á topar S. A. á la Cruz
de Jesús, y la acompañaron hasta el palacio.
El modo de su acompañamiento y entrada fué así:
precedían las tres trompetas de S. A. con sus libreas,
y quatro lacayos á pie con las mismas y sus armas; ve-
nían inmediatas doce acémilas con la recámara de la
señora Condesa, con mui buenos reposteros; seguían-
se mucha nobleza catalana y francesa, que acavava de
estar retirado el exórcito; concurrían todos los caves
y cavalleros en Barcelona á aquella sazón, compitién-
dose unos á otros en el rico y lucido de las galas; ve-
nían los señores Conselleres con sus cavallos con el
numeroso y acostumbrado acompañamiento, y tras de
todos el Conseller en Cap, D. Francisco Sorrivas, al
lado de las literas de la Condesa, que estava guarne-
cida de terciopelo carmesí, galones y franxas de oro
con clavazón dorada, estava descubierta de arriva, á
modo de la que truxo la Reyna de Ungría, con que se
dexava ver de todos la persona. Era S. A. joben, ros-
tro alegre, onesto, y afable y hermosa, mostrando á
todos particular agrado. Rodeavan la litera número
de pajes con librea azul y calzón tirado, vistiendo el
color y estímulo de la familia del Rey, que como á
Príncipe de la sangre se le permitía ese favor; venía
en conserva el Capitán de la guardia con algunos sol-
dados, y tras de éstos la carroza de la Condesa con su
aya y algunas damas: tirávanla seis bellos cavallos
blancos. Era la carroza grande, de terciopelo carme-
sí, con ricos pasamanes de oro y plata por dentro y
fuera, y excedía en lo rico y hermoso á la que truje-
224
ron el Rey de Castilla y Reyna de Ungría; en otra
carroza venían las damas de S. A., y últimamente
venían en sus coches las damas catalanas que salieron
á recivirla y no la dejaron hasta su misma casa; entró
S. A. por la Puerta del Ángel, y encaminó el curso de
las calles por la plaza de Santa Ana á casa del Mar-
qués de Aytona, calle del Auvexo, plaza Nueva, pala-
cio del Obispo, Lonja del Aseo, plaza del Rey, Boría,
Moneada, Vidriería, Sala de las Armas, Encomies y
calle Ancha, á apearse en su casa. Al entrar la puer-
ta, se le disparó toda la artillería de la muralla y va-
luartes de la ciudad; mirávalo el Conde (y el concur-
so, que era innumerable) desde la Capilla del Ángel
Custodio, y en haviendo pasado tomó su carroza, y
por otra vereda fué á esperarla y recivirla en su pa-
lacio, y al entrar en él bolbió á hacérsele segunda sal-
va. Y. la infantería que estava en ylera por todas las
calles al pasar hizo lo mismo, y muchos travucos, que
parecía un trueno continuado por toda Barcelona, y
universal en ella el aplauso con el arrivo de esta se-
ñora.
Es cosa notoria, no sólo á los catalanes, pero á las
naciones más remotas, quán celebradas han sido siem-
pre las Carnestolendas de Barcelona por su numeroso
concurso de máscaras de buen gusto, bayles, saraos,
festines y ricas j lucidas galas que se veían aquellos
días, adquiriendo con esto y lo imbentivo y primoro-
so de los bailes el nombre de célebres por el mundo
y de calidad que concurrían á verlas de mui distantes
países, porque ni en la narración ni con la pintura es
posible encarecerlo bastantemente. En medio de esta
grandeza y bullicios se cometían muchísimas malda-
des y se hacían grandísimas ofensas á Dios, tanto
que motivó á la Ciudad el año 1641, quando los cas-
225
tellanos vinieron sobre Barcelona, hacer voto de no
continuarlas ni permitirlas, mas antes bien de com-
bertir en obras pías y sufragios el dinero que se con-
sumía en'pagar músicos, comprar tea y otras cosas,
para ver si se desenoxaría Dios y daría más consuelo
á esta aflixida provincia. Avíase observado en los
años venideros sin permitir jama» máscaras ni bayles
públicos, sino que los tres días de Carnestolendas se
celebrasen sufragios por las almas para que fuesen
medianeras con Dios.
Llegó la Condesa de Ancourt víspera del Juebes de
Carnestolendas, y noticiosa por la fama de lo que he-
mos dicho, quiso que las hu viese aquel año; pero re-
sistióse la Ciudad por más que lo procuró la Condesa,
porque no se diese de nuebo motivo á la Divina Jus-
ticia para castigarnos, y no queriéndola dejar sin al-
gún regocijo y fiesta pública, se resolbió en Consejo
de Ciento que se hiciesen tres días luminarias por la
ciudad, y que' en los puestos acostumbrados huviese
músicos y se permitiesen los bayles sin disfraz, ni cu-
brirse alguno el rostro; executóse de esta suerte, las
tres noches de 7, 8 y 9 de Febrero con gran lucimien-
to, numerosos concursos, famosos bayles por las calles,
y ardiéndose todo en alborozos. La segunda noche se
hizo una encamisada de á cavallo, en que concurrie-
ron la Diputación y Ciudad en forma, y el señor Con-
de en medio del Diputado y Conseller en Cap, y toda la
nobleza, así militar como togada, de franceses y cata-
lanes, esmerándose cada uno en lo primoroso y costo-
so de las galas, y se puede decir sin encarecimiento
que no ha visto Barcelona fiesta más lucida y nume-
rosa en sus días; precedían á todos S. A. con el Dipu-
tado eclesiástico y Conseller en Cap, éste á mano de-
recha de ambos; seguíanse después los otros Conselle-
Tojio XXIV 15
226
res con el sobrino de S. A.; Conde Xavot, y demás no-
bleza; cerraban la tropa el Marqués de la Trusa y el
Governador Margarit, que como havía poco se le ha-
YÍa muerto la muger, iba atrás en bien coinpuestas
parejas; discurrieron por toda Barcelona, que con las
luces de las ventanas y las achas que llevavan, no se
echava menos el día. La calle de la Vedrería excedió
á todas en lo artificioso y excesivo de las luces.
El sávado á la noche, que era la última de las tres,
que se dio fin con un grandioso sarao en la sala de los
Reyes en la Diputación, asistiendo Sus Altezas, y fué
tan grandioso, que ni lo rico de las galas, así de las
damas como de los cavalleros, ni Jo numeroso ni ce-
lebrado que fué, puede encarecerse; pues se esmeró la
nobleza en que aventajase á quantos en límites de sa-
rao se ha vían hecho. Á las nueve de la noche se dio
principio á él, y se acavó al amanecer; y en haviendo
entrado las señoras, fué menester se cerrasen las puer-
tas: tal hera el tropel de la gente.
MOMERÍA Y TORNEO.
Gomo de antemano se savia la venida de la señora
Condesa, quiso y tubo tiempo la nobleza para festejar-
la una momería, torneo y sarao que se celebró en la
sala que llaman de Loche, el día de Santa Eulaha 12
de Febrero de 1646, que acertó á ser aquel año el lu-
nes de Carnestolendas; cinco ó seis días antes de la
fiesta se empezó á aderezar la sala: colgáronla toda
de la mejor tapicería que havía en Barcelona, hasta
las columnas, y dejando la nave de en medio desem-
barazada para la fiesta, formaron en las otras dos gra-
das hasta media pared, en donde sin estar muy apre-
tadas, podían caver ocho mil personas; en el cavo de
227
la nave del medio, pusieron un tablado con dosel para
Sus Altezas; y desde él abajo, se dispuso un estrado
hasta tierra muí bien aderezado para las damas, que-
dando tan desembarazado lo de arriva, que se seño-
reava la parte más remota del salón; eslava todo sem-
brado de salomones con tanta abundancia de luces,
que ni á medio día podía estar más claro, y de colum-
na á columna corrían hileras de achas y velas que
era un pasmo.
Llegó el día de Santa Eulalia, y después de haver
echo la procesión que por voto de la ciudad se hace
todos los años en obsequio de la Santa, vístola la se-
ñora Condesa en casa D. Jayme Bru, thesorero, en la
calle de Moneada, asistido S. A. en ella con una an-
torcha, y haver cenado, acudieron SS. A A. á la fiesta,
la Diputación, Ciudad, damas y cavalleros, y tal con-
curso de gente, que ni Jueces ni Alabarderos podían
ser dueños de las puertas. En estando Sus Altezas en
el solio, llegaron con sus coches las damas de la mo-
mería, que eran doce, en dos quadrillas: la una de se-
ñoras casadas, y la otra de damas mozas; de ésta era
cavo de quadrilla Doña Rafaela Margarit, hija del
Governador Margarit, vestida de brillantes de azul j
plata, con turbantes de plumas azules y blancas, mu-
chas joyas y ricas, y el trage venía á ser á lo turques-
co, mui escotadas, pero de hermoso parecer. De la
quadrilla de las casadas, era cavo Doña Luisa Darde-
na, muger de D. Joseph Dardena, y siendo el trage el
mismo que el de las otras, sin diferencia que sólo en el
color, porque el de éstas era nácar y blanco con tur-
bantes matizados también de plumas coloradas y blan-
cas, y todas juntas con ricos vestidos, joyas, gargan-
tillas y aderezos, que era gusto y admiración el ver-
las. Los doce cavalleros momos se dividían en dos
228
quadrillas, seis casados y seis mozos: de éstos, era cavo
D. Hierónimo Tamarit; vestían el color nácar y blan-
co y havían de ser momos de las casadas. De los ca-
sados era cavo el Governador D. Joseph Margarit;
vestían el color azul y blanco y eran momos de las
señoras damas mozas: todos llevaban sus turbantes de
plumas y brillantes del color que les tocaba y con
muchas joyas en ellos, formando una vistosa y agra-
dable primavera por la diversidad de colores y bri-
llantes de la plata; llevavan, así momas como mo-
mos, una antorcha en la mano, dorada y del color de
su divisa; do la hermosura y riqueza de galas de las
damas que asistían á la fiesta, no es posible con la
pluma dar bastante noticia, y así quede al discurso de
cada uno, que, por mucho que lo alargue, quedará
corto. Sus Altezas havían entrado á ocupar sus pues-
tos; el Conde por la puerta de los Naranjos y la Con-
desa por la que mira al mar, y con escaleras que se
havían dispuesto para el fin, salían á ocupar sus pues-
tos sin pasar por el concurso. Formado así todo, se
dio principio á la fiesta á cosa de las nueve de la no-
che, danzando primero algunas señoras, y después se
empezó la momería, saliendo los doce caballeros, seis
por cada parte, de la que da al General, y las doce
damas, seis de cada esquina, de las que dan al huerto
de los Naranjos; todos, con sus antorchillas encendi-
das y danzando, llegaron á encontrarse en medio del
salón, y cruzándose se pusieron en dos hileras para
saludar á Sus Altezas y para seguir su bayle, que, com-
puesto de varias mudanzas y entretexidos de muchas
damas y fiestas, que en la capacidad de un salón no
hay que desear más: duró una ora larga, porque se
hizo con mucha pausa y salió famosa y mui aplaudi-
da de todos; acavada la memora se prosiguieron las
229
damas de otras señoras, y en ínterin los doce cava-
lleros se fueron á armar para el torneo; volvieron lu-
cidamente armados con mucho plumaxe y hicieron su
función, y á lo último una folla, al son de trompetas
y atamhores, como si fuese de los torneos que se solían
hacer al Born algún tiempo.
No se puede pasar en silencio la espléndida y cos-
tosa colación que dio S. A. á los del festín, haviendo
querido corriese á su costa y cuidado, para cuio efec-
to mandó S. A. se previniesen pasadas quarenta arro-
vas de exquisitas y variadas confituras, haciéndolas
travajar por los mejores oficiales que se hallaron en
Barcelona, y con no poco coste; á medio de la fiesta
se dio la colación, saliendo los cavalleros en cuerpo,
con las fuentes de la estancia del dro. nuevo, á servir
á las damas, con los dulces y las aguas, y después á
los demás de la sala, con tal abundancia, que se re-
conoció bien ser grandeza de un Príncipe real. Duró
la fiesta hasta las quatro de la mañana, con nunca
visto lucimiento y aplauso, y sin que sucediese des-
gracia alguna, que siendo el concurso tan sin núme-
ro no es poco: sólo un soldado de la guardia de las ca-
ravinas, estando reclinado sre. su misma caravina, se
le disparó, y dándole la carga en el brazo, dijeron
havía muerto de la herida.
CAPÍTULO 5.°
DESCUÉRENSE LOS ACTORES DE LA TRAICK^N QUEíHÜVO EN BARCELONA;
SENTENCIASE ALGUNOS Y DESTIÉRRANSE Á OTROS.
Una de las principales "políticas de S. A. hera no
sufrir los que heran afectos á España en esta provin-
cia y más en Barcelona; y aunque más los procuró sa-
car, era imposible, porque unos á otros se pegavan
230
el achaque de España, por más sangre que viesen
verter; y así, pues el capítulo es de sentencias, será
bien que antes que entre yo á referir los que padecie-
ron muerte por la alevosía de conspirar Barcelona,
daré razón de otros que murieron antes por mal afec-
tos á la patria y al Rey Xpmo.
Antes que S. A. bolbiese de la campaña y á buelta ■
de Todos Santos, aorcaron en el suplicio de la Atara-
cana á Agustín Laniiza, maestro zapatero que tenía
su botiga, mujer y hijos, á los Escudilleros. Éste ha-
vía sido Sargento del batallón, y por sus altivezes ó
locuras (que las tenía mui famosas) se pasó de Bar-
celona á Tarragona y de allí á Lérida, y sirvió en
ella contra la provincia vajo la vandera del Castella-
no, y fué preso en el socorro de Balaguer y traído á
Barcelona, en donde por el Auditor real fué conde-
nado á muerte. En el tormento hasta que murió es-
tubo firme en que no conocía otro Rey que el de Es-
paña, y que por vasallo suyo quería morir: así lo con-
siguió á vista de inmenso concurso, que, como era
tan conocido, le fueron á ver morir j^nfinitos.
Poco después dieron garrote en la plaza de los Trai-
dores, que es la que está entre el General y Lloxe, á
un cardador, natural y avitante en Barcelona, porque
traya cartas de Tarragona, Lérida y Balaguer á al-
gunos de aquí dentro, y las llevava también á quien
ellos le decían. Éste fué condenado á semejante muer-
te por los prohombres de Consejo de la ciudad.
Luego que S. A. llegó á Barcelona, hizo dar garro-
te á Micer tal Parrellas, natural de Lérida, porque
hallándose dentro Balaguer quando el sitio, fué causa
que se dilató muchos días, y obró con demasiado fer-
vor contra las armas de la provincia. . El día que se
entregó Balaguer, este sujeto huyó hacia Barcelona,
231
y S. A., que le tenía sobre ojo, le mandó prender y
traer á Barcelona para esto: concediósele sepultura á
éste y algunos otros, pero no á todos.
Después padecieron la misma suerte dos vizarros
y hermosos cavalleros: el uno de Balaguer, llamado
D. Joseph Torre; el otro de Puigcerdá ú del Empur-
dán, llamado D. Ramón Guexas, porque siendo sol-
dados del batallón se pasaron al Castellano, y vajo
sus vanderas tomaron las armas contra la provincia.
Por el mismo delito dieron garrote el día 22 de
Enero de 1646 á D. Diego Acinis, que havía sido Sar-
gento maior del batallón, y por cierta emulación se
havía pasado al partido de España. Era un famoso y
galán cavallero: suponga el lector que todas estas
sentencias se executavan en la plaza de los Traidores,
que es la que tengo referida, y á vista de todo el
pueblo.
Entremos aora á tratar de cómo se descubrió la en-
trega que querían hacer de Barcelona el día 15 de
Agosto de 1645 y de los que murieron por ella. Es
cosa bien asentada que hazañas como ésta no la pue-
den executar pocos, y que al paso que ha de ser con
gran secreto, es casi imposible que, haviendo de inter-
venir tantos, sean todos tan callados y sufridos que
no llegue á "traslucirse, y más quando unos y otros
vivían en desconfianza de sí propios, temiendo que el
otro no le descubriese. Vacilava en estas dudas más
que todos D. Jayme Magarola, y para asegurar su
vida trató de perder muchas. Fuese á un Juez de la
Real Audiencia y todos á S. A., y allí descubrió toda
la maraña y los que en ella estavan comprehendidos
en el trato; prendieron luego á Mr. Amigant, Mr. Jo-
seph Ferrer, Honofre Quílez, mercader, y tal Forne-
11a, Bayle de Mataré, que por otras cosas lo tenían
232
arrestado; también quisieron prender á Mig-uel Sie-
rra, Notario, que también era de los principales en la
conspiración; pero les huyó, sin que jamás pudieran
haverlo á manos. Plonofre Quílez quiso hacer lo mis-
mo; pero no le favoreció la fortuna como á Sierra,
porque apenas vio S. A. que estos dos no se hallaban,
quando mandó á los Gonselleres que doblaran guar-
dias en las puertas y pusiesen gente que conociese á
los sujetos de la conspiración, para que en traje dis-
frazado lio pudiese salir alguno. Entrava de guardia en
cada puerta Consejeros mismos de Ciento; echáronse
vandos rigurosos pena de la vida y de traidores á to-
dos los que les dieren favor y aiuda y que los ocultara,
y dando cantidad de dinero y hombres y fuera de mal
á quien los descubriera ó entregarla: con esto el que
no lo savia procuraba descubrir, y el que lo sabía no
lo calla va. Fué descubierto Honofre Quílez en el com-
bento del Carmen. La espía era mui segura, y dando
noticia á S. A., fué en persona con la misma espía un
alguacil y parte de su guardia una mañana, á las nue-
ve oras, y sin decir cosa alguna se puso dentro del Car-
men y prendió á dho. Quílez, que estava detrás del al-
tar maior en puesto que no siendo la espía tan buena
era imposible toparle. Hízolo poner en un coche y lle-
varlo á palacio. Este sujeto tenía gran cavimiento con
S. A. y primeros Ministros y Cavos franceses, por
cuio motivo no quiso S. A. encomendar la prisión á
ningún otro ni llevarlo á la cárcel, sino tenerlo en su
mismo palacio, en donde también estava el Bayle de
Mataró y otros con guardias de vista y órdenes tan
apretadas de no dejarles hablar con nadie, que por
aver una de las guardias ministrado tinta y papel al
Bayle de Mataró para escrivir un papel á su mujer,
mandó luego S. A. aorcar sin remisión á la guardia
233
sólo por este delito. Estos eran los principales Cavos
de la traición; otros muchos se prendieron que por
inducción consentían en ella, de los quales huvo unos
desterrados; otros á galeras, según su más ó menos
culpa y graduación de personas, como se dirá.
Presos éstos, se dio priesa S. A. en que se les hiciera
la causa en justicia, j el primero fué el Bayle de Ma-
taró, que sentenciaron á que en público cadaalso, en
la plaza de los Traidores, se le diera, y después se le
cortara la caveza, y en una jaula se colgara á media
casa del General, en la esquina que mira á la puerta
del Mar, y que su cuerpo fuera echo pedazos y espar-
cidos por los caminos, y su hacienda confiscada, y
arrasada su casa, sembrando en ella sal. Publicóse la
sentencia en palacio mismo, y después llevaron al reo
á las cárceles reales y le atormentaron in cargue so-
tiorum. Descubrió á muchos en los tormentos, y al-
gunos fueron presos. Sábado á 3 de Marzo 1646 se
executó la sentencia en la persona del Bayle, como
está dho., j el día siguiente en sus vienes y casas.
La misma sentencia se fulminó contra Honofre Quí-
lez; pero al pasar los tormentos, negoció que si se la
minoravan descubriría á muchos: se le concedió como
no pidiese la vida, y que en lo demás se le haría toda
gracia; sacó de partido todo lo que pidió, que fué no se
le cortase la caveza ni se le hiciese quartos, que se le
diese sepultura, que su casa y hacienda quedase para
su mujer sin lesión ni minoración alguna, que á un
hijo bastardo que tenía se le diesen todos los años 200
escudos: cumpliósele todo, y el día 17 de Marzo se le
dio garrote en el mismo punto que al Bayle, y des-
pués llevaron los suyos el cadáver á su casa con áni-
mo de hacerle el día siguiente un ostentoso y onrroso
entierro; pero saviéndolo S. A. les envió á decir que
234
quien moría tan infamemente no merecía tanta cele-
bridad en su entierro, y que si tal executavan, lo
mandaría desenterrar y hacer quartos: con que se
contentaron con enterrarle de secreto una noche en
el convento de Jesús. Este hombre estava mui rico;
tenía famosa hacienda; su casa bellamente puesta y
grande en la calle de Basca, cerca las Escalas de Ca-
zador; mui emparentado; tenía muchos hermanos
frailes- y monjas capuchinas y clérigos, que rogaron
y aplicaron medios, pero ninguno aprovechó; por
quanta era la confianza que el Virrey y franceses
hacían de Quílez, tanto fué el enojo de verle traidor.
El tercero que padeció del mismo modo que Quílez
fué Mr. Joseph Ferrer, á 7 de Abril de 1646; enterrá-
ronle en Santa Cathalina de secreto. Este hombre, de
pobre estudiante, havía llegado á adquirir mucha ha-
cienda y estimación igual en Barcelona; el trienio an-
tecedente avía sido Oydor del Principado y se hallava
entonces Asesor de la Diputación; perdióse por querer
suvir más, el que quatro días havía no tenía que
comer.
Sábado á 14 de Abril 1646 padeció asimismo Micer
Amigan t, usándole la misma gracia que al dho. Fe-
rrer. Éste era joven de algunos veintiséis años; muí
rico; tenía su- casa y hacienda en la ciudad de Man-
resa, aunqua»avitava en la de Barcelona con grande
estimación; su padre había sido Diputado el trienio an-
tes. Con éste, que era cavo de la conspiración, se aca-
varon las sentencias de muerte: por ella entremos ao-
ra á los desterrados.
Fueron presos el Abad de San Pedro de Galligans;
D. Gisperto Amat, Diputado eclesiástico actualmente
de Cataluña, y el Abad de San Pablo de Barcelona,
que cavían en la traición, y por eclesiásticos y faltar
235
jurisdicción contra ellos fueron llevados en dos coches
y con guardias al castillo de Perpiñán para hacerles
la causa á su tiempo y sazón.
La principal caveza que dio motivo á toda esta cons-
piración fué Doña Hipólita de Aragón, cuñada ó her-
mana de D. Joseph de Ardena: era aragonesa, y aun-
que casada, no vivía con su marido; era muger mui
hermosa, de linda retórica y discreción, y sobre todas
estas prendas personales y gran nobleza se murmura-
va por mui distraída y poco atenta á su honor, cul-
pándola de algunas fragilidades: ésta fué la que in-
duxo al Diputado, á Quílez y á los demás en la cons-
piración y entrega de Barcelona para el día 15 de
Agosto, y la que ocasionó tantas muertes, destierros
y castigos; descubrióla Quílez en el tormento, y en él
mismo le encomendó al hijo bastardo con tales expre-
siones y eficacia, y con tales demostraciones de amor
y eficacia lo admitió ella, que pudo dar que sospechar
si era vínculo de sus divertimientos. Y más, havién-
dose publicado que la tal Doña Hipólita Barona del
Albi el tiempo que estuvo Quílez oculto procuró sa-
carle de Barcelona y lo llevó toda una tarde en el pe-
sebrón del coche cubierto con las basquinas, y que ja-
más pudo el cochero hacer que las muías pasaran
puerta alguna; otros dicen que al pasar por la calle
del Carmen se rompió un usillo del coche, de calidad
que no pudo hacer otro que entrarse Quílez en el Car-
men, y parece lo más probable esto: muchas cosas
permite Dios por sus justos juicios, sin que podamos
atinar sus fines. Prendieron á Doña Hipólita, y estu-
bo muchos días presa en Palacio, y sin duda que su
sexo, nobleza, prendas y desembolturas debieron ayu-
darle para que no pasase por el rigor que los prime-
ros, sino que se le castigase con sólo el destierro, y
236
así, mandóla S. A. llevar á Tarragona acompañada
de dos principales Cavalleros de Barcelona. Llevóse
consigo el hijo de Quílez, que devía de ser de diez ú
once años, cumpliendo con lo que devía, ya que por su
causa ha vía muerto su padre.
Otras muchas personas fueron desterradas á Fran-
cia, unas con tiempo determinado, otras por el. que
S. A. querría, y de éstas fueron D. Vicente Magarola;
otro cavallero llamado Donis; Joseph Masana, ciuda-
dano onrrado que hera Gonseller el año de 1640, quan-
do las turbaciones; Rafael Robre, que era Gonseller
la primera vez que vino Phelipe quarto á Barcelona;
tal Font, espartero, y Roger, mercader, y otros mu-
chos, unos porque saviendo la conspiración no la des-
cubrieron, y otros porque se carteavan con los caste-
llanos estándoles prohivido; fué condenado á siete
años de galeras Gabriel Sancana, oficial de un baluar-
te y grande camarada de Quílez, y el Bayle de Mataró,
con quienes havía convenido obrar á favor de España
en el lanze. Por cinco años fué condenado Joseph Tor-
ner, espadero, por admitir y tener en su casa algunas
juntas de los que conspiraban, y convidallos en ella.
Por tres fué condenado un bidriero, T. Axut, por ha-
blar mal de las cosas de Francia y bien de las de Es-
paña: estos tres fueron en una barca á Marsella; otros
muchos se castigaron y desterraron, que fuera nunca
acavar si se avían de nombrar todos. Luego que salió
de Cataluña el Diputado, sacaron otro en su lugar y
sorteó la dignidad de la Iglesia de Urgel.
Después de algún tiempo que havía S. A. buelto de
la campaña y presa de Balaguer, hizo desterrar tres
capitulares y algunos eclesiásticos porque se cartea-
van y escrivían con los del partido y tierra de España,
y porque se havía dado posesión de un Canonicato á
237
D. Fulano Rocaberti, hermano del Conde de Peralada,
que havía venido del partido de España provisto por
el Papa del Canonicato, contraviniendo en esto á la
orden de la Reyna de no dar posesión á ninguno que
fuese sospechoso, y á una embajada de S. A. por el
mismo Canonicato; y viendo el señor Conde quán con-
trariamente se obrava, mandó ir en forma todo el Ga-
vildo con macero á palacio, con manteo y bonete, y
S. A., leyéndoles algunas cartas y tratándoles de trai-
dores, les dio fiera reprehensión, y allí mismo, antes
de dividirse ni salirse el Gavildo, hizo poner en un co-
che al Chantre Osona y Canónigo Taverner y Goll y
llevarlos á la Tarazana, por donde ios embarcaron
luego en un navio que estava ya haciendo vela á Le-
vante, y al nuevo Canónigo mandó partir á Gerona,
y con pena de no bolber aquí sin su licencia; despa-
chó al Cavildo, después de executado esto, mui afren-
tado y desabrido, como se puede creer; negociaron los
medios para que aquella noche se les pudiese dar á los
tres embarcados sombreros, ropas *y dinero para el
viaje, y que desde el navio encomendaran y ajustaran
lo de sus casas: fueron desterrados á Roma; al Chan-
tre Osona ya era la segunda vez que esto le sucedía
por ser español de corazón, y jamás pudo ser otro;
también se desterraron algunos clérigos,^por lo mis-
mo que eran muchos los que estavan tocados de esta
enfermedad.
238
CAPÍTULO 6.^^
EMBÍ A Á PARÍS EMBAJADOR PARA EL TRATO DE PAZES -TOMAN LOS
CASTELLANOS EL FORTÍN DE TERMENS.-BENDÍCESE LA TIERRA— DES-
HERRASE AL OBISPO DE VIQUE Y QUEDA CATALUÑA SIN OBISPO.
Avía ya buelto de la ciudad de Munster, que está
en Alemania ó Países Vajos, donde era el Congreso
de las paces, el rejente Fontanella después de muchos
meses de residencia por ver que no se concluía cosa
alguna y que el Tratado de paces iba mui ti vio; bol-
vióse con los acidentes de las guerras á tratar, y la
Reyna á pedir á Cataluña sujeto en lugar de Fontane-
lla, porque no quería la Reyna faltase en aquel Con-
greso quien por parte de Cataluña pudiese defender y
exponer sus intereses; antes de concluirse las paces
nombró el Consistorio á un hijo del Dr. Martí, Juez
de la Real Audiencia, mozo de grande inteligencia, y
que por lo bien que servía su padre merecía esta hon-
rra. Partió para París á 16 de Abril de 1646, con ins-
trucciones, así para el punto principal de su jornada,
como para otros importantes á la provincia y que ha-
vían de tratarse con la Reyna, y con órdenes de con-
ferir en todo,y seguir los dictámenes del General de
la cavallería catalana D. Joseph Dardena, que se ha-
llava en París desde primeros de Noviembre, que ha-
vía ido á besar la mano de la Reyna y darle repetidas
gracias por muchas mercedes que se le hacían por
S. M. Daráse adelante quenta de lo más que obraron
y de lo que resultó de esta embajada contra la. pro-
vincia.
En los últimos capítulos del primer libro se hizo
descripción y se dio quenta del fuerte que S. A. man-
239
dó levantar en el lugar de Termens guando sitió á
Balaguer; quán capaz, fuerte y de conveniencia era,
pues sobre de servir de plaza de armas podía ser re-
fugio de todo el exórcito en cualquier contingencia.
Después de tomado Balaguer y aloxado su exército,
S. A. mandó sacar de allí la artillería y dejó guarni-
ción, conservándolo así por razón de estado como por
padrastro de Lérida, y por lo que convendría para la
expugnación de ella, que disponía (jn la campaña vi-
niente, aunque por Balaguer le quedava libre el paso
del río. Esta plaza, aunque de faxina y tierra, com-
prehendía los lugares de Termens y Menargues y los
dos al río Segre en medio; el Castellano, saviendo que
havía poca guarnición y que le servía de padrastro,
trazó el Governador de Lérida la sorpresa, consintien-
do en ella un Sargento de los de la guarnición, fran-
cés, á quien dieron cantidad de dinero: éste convino
en que á primero de Abril, que él entrava en la puerta
principal de guardia, daría el nombre al enemigo para
que con disimulo una noche se entrase en el fortín.
Ajustado esto, una mañana de las primeras de Abril
1646, antes de amanecer, con todo secreto se pusieron
delante Termens 20 hombres de la guarnición de Lé-
rida, y dando el Sargento á las postas el nombre y
santo, entraron el fortín los castellanos, y dando so-
bre la milicia con espada en mano, antes que se acor-
dó quedó la maior parte muerta y prisionera; algunos
se escalaron y huieron; el tercio del batallón que es-
tava allí recivió gran daño; los castellanos sacaron
luego las municiones y bituallas, y con los prisioneros
las embiaron á Lérida y arrasaron todas las fortifica-
ciones, de calidad que no aprovecharon más para de-
fensa alguna, y se bolbieron á Lérida.
Experimentando los labradores y hortelanos de Bar-
240
celona que la tierra no frutava como solía y que todo
era malo lo que producía, pidieron á Su Santidad un
Jubileo plenísimo y permiso para bendicir la tierra.
Concediólo Su Santidad, y previniéndose con aiunos y
oraciones desde el miércoles 11 de Abril 1646, visi-
tando su parrochia cada uno, ganando indulgencia
plenaria, rogando á Dios embiase su bendición sobre
la tierra. La bendijo el domingo 15 el Deán Paulo del
Roso, saliendo en ^procesión desde el Aseo con todas
las Cofradías, ,y asistiendo S. A. y Gonselleres hasta
la Puerta que llaman Deis Tellers, y acavada la ben-
dición, se bolbió con la misma solemnidad á la iglesia.
No havía en Cataluña prelado Obispo sino el de
Vique, D. Ramón Semmanat, y éste tan fino español,
que jamás havía querido prestar la ovediencia sino á
España; y no contento con esto, ni agradecido á que
se le toleraba estar. aquí en su iglesia, obrava tan con-
tra las cosas dei Estado que fué preciso desterrarlo, y
acompañado de un alguacil real, con todas las cargas
y personas que le quisieron seguir, ' fué conducido
hasta la raya de Aragón á primeros de Mayo. 1646: él
se fué á Madrid, y Cataluña quedó sin Obispo alguno.
CAPÍTULO 7."
SALE Á CAMPAÑA S. A. PARA EL SITIO DE LÉKIDA.-MUERE EL CONDE
XAVOT DE UN MOSQUETAZO.-ONllRAS Y ENTIERRO QUE LE HACE BAR-
CELONA EN SAN FRANCISCO.-LLEGAN Á BARCELONA LOS DOS HIJOS DE
S. A. EL SEÑOR CONDE.
Haviendo S. A. con su gran vigilancia, prudencia y
alta providencia, descubierto los achaques que pade-
cía Barcelona en sus moradores mal afectos al domi-
nio Xpmo., sangrádola y curádola como se ha visto
con los castigos de muerte y destierros que hemos re-
2i1
ferido, para que en su ausencia no peligrase como la
vez pasada; haviendo encaminado á Gervera y Bala-
guer las tropas de infaníería y cavallería que venían
de Francia para recluta del ejército; haviendo dispues-
to las cosas para la campaña, y embiado muchos ca-
rros de municiones, pertrechos de guerra y bastimen-
tos para el exército, partió S, A. el S.°^' Conde de An-
court, martes primero de Maj^o 1646, á las dos oras de
la tarde, después de haverse despedido de su mujer;
salió de Barcelona acompañado de los cavos franceses
y alguno catalán, con su guardia de caravinas ende-
rezando sus pasos á la Virgen de Monserrate, para que
como verdadero norte y guía encaminase sus accio-
nes á la maior gloria y dicha de este Principado, y
fuese su protectora en todo. Pasó de allí á la villa de
Gervera, para disponer y ordenar los negocios del
exército y de la campaña. Mandó conducir muchas
barcas en carros para fabricar dos puentes sobre el
Segre ó Noguera, y que todas las tropas marchasen á
Balaguer, en donde el día 6 de Mayo pasó muestra ge-
neral en campaña de 5.500 cavallos y 12 ® infantes,
toda gente efectiva y de pelea, sin que en ésta se in-
cluiese la cavallería catalana ni muchas compañías
del batallón que estavan esparcidas en rechitas que
ciada día llega van de Francia. Al otro día de la mues-
tra pasó el exército la otra parte de Balaguer, y el día
8 acampó todo el grueso eutre Alguaire y Almenar,
pasado ya el río Noguera. Prosiguiendo en sus desig-
nios, juzgando que no podía emprender hazaña más
gloriosa á las armas de su Rey, ni de maior conve-
niencia para la provincia que la expugnación de Lé-
rida y poner miedo y espanto con su exército en las
tierras del enemigo, siendo la plaza de Lérida la pri-
mera y la más bien pertrechada que tenía el Gastella-
ToMO XXIV 16
242
no, guarneciéndola pasados de 5 ® hombres de batalla
sin los naturales. Llegó el día 9: dentro de las huertas
de Lérida, hacia la parte de Fraga pasado el río Segre,
ya S. A. havía dividido las tropas necesarias y dejado
á estotra parte del Segre para ocupar los puestos que
importaría para formar el sitio. El Castellano juntava
su exército en la villa de Fraga para aquella campaña,
y llegó S. A. en tan buena sazón á ponerse en las
huertas de Lérida, que dos días antes havían los cas-
tellanos sacado los dos mejores tercios que tenían en
la plaza, y puesto en su lugar gente visoña y recién
hecha; también dejaron en la plaza sólo ciento y diez
cavallos, sacando los qpe havían hasta ducientos, y de
aquéllos se destrozó una partida dos días antes por Mo-
siur de Balthasar, Coronel, que havía quedado á esta
parte del Segre con orden de ocupar la eminencia y
lugar de la Gollegeta, y recivir los rejimientos de Revé
y Rom que salían de Flix y se havían de unir con los
reclutas que iban llegando, y formar un famoso quar-
tel en la Collegeta que servía para amparar y com-
boyar los carros que llevavan las barcas para la for-
mación del puente: todo sucedió con felicidad, de vién-
dose al cuidado y vigilancia del S.«^ Conde Xavot, Ma-
riscal de campo, á quien S. A. embió por Comandan-
te de aquel quartel quando dividió las tropas y formó
los quar teles el día 10 de Mayo 1646.
Embió S. A. á la parte del castillo de Gardiny una
partida de su exército vaj'o la orn. del señor Conde
Govenge, Lugarteniente general, asistido del Marqués
de Gusures, de los señores de Santa Columba y de Cla-
banach, Mariscal de batalla, y del señor de Boysach,
governando la cavallería, y los señores de Cambon y
cavallero de Monguirón, Mariscales de batalla, para
tomar su quartel con el resto de las tropas á tiro de
243
mosquete del río, á la parte que S. A. quería fabricar
la puente. Á 11 S. A., juzgando ser de conveniencia
formar un quartel entre el suyo y el de Govonge, dio
el mando al señor de Comben, como á más antiguo
Mariscal de batalla; y el señor de la Valdera, que ha-
vía venido de Flix para servir este sitio, quedó cerca
de S. A.; y el señor de Santa Columba, que havía de-
jado al de Clavanach cerca del de Covonge; y el cava-
11er o de Mongirón fué mandado servir al quartel de
Xavot: el dlio. día 11, el de Covonge asaltó de orn. de
S. A. el castillo de Alcarraz, que estava entre su
quartel y Fraga, que era mui necesario al enemigo,
en donde tenía algunos 50 hombres de guarnición;
embistió el señor de Clavanat, y lo rindió el mismo
día, aunque sufriendo algunos cañonazos, de los qua-
les murió Chomel, primer Capitán y Comandante del
regimiento de Santamesma: podíase defender el casti-
llo más de quince días, y esto hizo feliz el suceso. Vi-
nieron los rendidos á S. A., que les confirmó la capi-
tulación, que fué pasar por Cataluña y Francia á
Fuenterravía; el de Xavot, poco después, rindió los
de Albatarre con la misma capitulación, y tomó su
quartel en Villanueva á la vista del puente de Lérida.
Ha viendo á 13 recivido el de Xavot las barcas que
venían en los carros, mandó luego fabricar la puente,
y dióse tal maña, aphcación y cuidado el de Xanfort,
teniente de artillería, que el día siguiente estuvo aca~
vada, y con ella franca la comunicación de los quar-
teles unos con otros.
La noche del día 17 tuvo orden el Conde de Xavot
de reconocer y atacar la media luna que estava al
cavo del puente de Lérida, para cuio efecto destacó
cien hombres del regimiento de Rebe, governados del
de Beaume, Ayudante de campo y Lugarteniente de
244
Coronel del mismo regimiento, que obró con todo va-
lor, y el Conde Xavot, que le seguía para sustentar-
le, tomando á mano derecha, dio en unos travajos ó
fuertes ignorados del enemigo, y perdió la vida de
un mosquetazo en la caveza. Esta pérdida ocasionó
confusión en nra. gente, haciéndoles perder el tiempo
en conservación del de Beaume, que, por último, huvo
de retirarse con pérdida de algunos soldados y dos
sargentos; del enemigo murieron algunos veinte.
La circunstancia de ser tan amado de los catalanes
el Conde de Xavot y de tan apacibles prendas, me ha-
ce ingerir en este capítulo las exequias que le celebró
la ciudad de Barcelona, y que, rompiendo el ylo de la
historia, dé quenta de ellas.
Difunto el Conde, como queda referido, trajeron en
una litera el cadáver á Barcelona para depositarlo en
la iglesia de San Francisco, y el día 24 de Mayo 1646
se le hicieron las honrras, elevando túmulo ó capilar-
dente mui alto, cubierto de bayetas, con cinquenta ha-
chas y duplicadas velas, y á trechos los escudos de sus
armas, que eran tres peces que llamamos Gavot, con
corona real que, por parte del de la madre, era de
real estirpe.
Correspondían sus procederes y prendas á la real
sangre que le animava, y su bondad, justificación,
benignidad, liberalidad y apacible trato, era imán de
los corazones, junto con lo lucido que siempre iba y
lo mucho que gastava, sin hacer ni permitir extorsión
alguna; circunstancias que le hacían amable de to-
dos'y que hicieron más sensible su muerte.
Viendo S. A. que sus quarteles quedaban estableci-
dos y comunicables, y haviendo dejado orn. para juntar
en el campo toda la artillería de batir y municiones de
guerra que havía echo adelantar á Cervera, y asimis-
245
mo para que de Barcelona fuera llegando maior can-
tidad con las barcas que quedavan dispuestas para la
fábrica del segundo puente, mandó disponer sus ama-
gacenes para todo género de víveres j pertrechos de
guerra para que el exército estuviera bien asistido; y
asimismo puso todo cuidado en concluir la circumba-
lación de la plaza, procurando que las milicias, á cuio
cargo esta van los quarteles, cuidasen de la perfección
de esta obra.
Los sitiados hasta entonces no ha vían echo surtida
de consideración, bien que se havían fortificado fa-
mosamente, y que la que executaron al quartel de Vi-
llanueva, aunque murió el de Xavot (sucediéndole en
el mando el Marqués de Gesures), no fué tan gloriosa
como podían esperar del número de gente y cavalle-
ría que salió de la plaza y del descuido ó desgracia de
los sitiados, porque obrando el de Xavot con su acos-
tumbrado valor y mañosa disposición, con inferior
número de tropas los rechazó varias veces, y, por úl-
timo, los obligó á retirar con pérdida de más de 20 Ofi-
ciales y soldados que quedaron sobre el fortín y 10 ú
12 prisioneros, dos de los quales aseguravan haver
visto retirar al Governador D. Gregorio Brito, atrave-
sado el cuerpo de un mosquetazo; asimismo lo quedó
el Marqués de Gesures y Vinebre, de que murió, ha-
viendo mostrado su innato valor y esclarecida sangre,
que sin duda excedía en ella al de Xavot, según las
demostraciones que en sus funerarias se hicieron: era
cavallero joven, mui rico; gastava gran lucimiento;
su cadáver lo pasaron á Francia en una caja de plo-
mo dentro de otra de madera.
Los castellanos se hallavan entre Monzón y Fraga,
á la rivera del río Ginca, juntando las fuerzas que sa-
cavan de los presidios y levas que se hacían en Ara-
246
gón y Navarra, con ánimo de socorrer la plaza ú ha-
cer alguna diversión.
No se contentó el Sermo. Príncipe con traer á este
Principado su esposa; ermosear el palacio, fijando en
muchos puestos del sus armas, sino que para acavar
de mostrar lo mucho que amava á los catalanes, hizo
venir sus dos hijos. Entrai^on lunes 28 de Mayo 1646,
acompañados de mucha nobleza catalana, que salió
á recivirlos, y el tesorero con algunos cavalleros á
Perpiñán, y francesa, que venía con ellos: eran de
unos quatro años el uno, y el otro de tres; veuían con
sus coticas de rico hrocato y sus espadinicos; entraron
en un coche; eran donosos muchachos y mui seme-
jantes á su padre en todo, á quien esperaron en com-
pañía de su madre para, con su presencia, aiudarle á
celebrar la vitoria que adelante se dirá, antes de con-
cluir la campaña.
CAPÍTULO 8."
CONTINÚASE EL SITIO DE LÉJÍIDA; TOMA DE LA VILLA DE ALGUAIKE;
EMBESTIDA DE TOTAVILA Á MOMBLANC; LOS SUCESOS DE UNAS Y
OTRAS OPERACIONES.
Á los 30 de dicho mes de Mayo le llegaron á S. A.
las barcas que havía dispuesto para la fábrica del se-
gundo puente, y luego se executó, siendo importantí-
simo, porque sin él era imposible socorrerse el quar-
tel de Villanueva con el de Monsiur de Convengo, ni
se le podían impedir al Castellano sus movimientos y
designios acia el socorro da la plaza menos que te-
niendo este puente. Encargóse el cuidado y diligencia
al de Couvenge, que en la presteza y apertura de la
plaza por su parte mostró bien su celo y vigilancia y
valor. Fabricóse el puente vajo el castillo de Gardeny,
247
en el Segre: el quartel de Villanueva le comendava
Miranville, Mariscal de campo, recién llegado, y des-
de la muerte de Gesures hasta que éste entró, le man-
dava dignamente el cavallero de Monguirón.
Último día de Mayo tubo noticia S. A. que el Gover-
nador de Tarragona, Varón de Totavila, havía alista-
do dos mil infantes y quatrocientos cavallos, con al-
gunos recién venidos de Castilla: con esto, dos piezas
de campaña y algunos mil seiscientos paisanos, mar-
chava á sitiar la villa de Momblanc;S. A., con esta in-
teligencia, desmembró de su exército quatrocientos
cavallos, dando el mando de ellos al de Santa Golum-
be*. Mariscal de batalla, asistido del de Aubini, Ayu-
dante de Campo, y orden para que fueran levantando
los somatenes de los lugares y chocaren con Totavila,
si tenía gana de llegar á ello, y no contentarse con
hacerle oposición; pero el intento de Totavila era sólo
divertir nuestro exército, y antes que llegasen nues-
tras tropas vengarse de los naturales de Momblanc y
de la ignominia que á sus antecesores havían echo en
las campañas antecedentes yéndoles á atacar el cam-
po, y que al mismo tiempo lograse el exército caste-
llano alguna fación. Todo le salió falaz á Totavila,
porque hallando no poca resistencia en Momblanc, no
logró cosa alguna y se huvo de retirar con descrédito
antes que arrivase Santa Golumbe. Devióse esta resis-
tencia al cuidado de Mosiur de Mingault governando
las reclutas del rejimiento de Ferrer que S. A. havía
embiado á Momblanc previniendo esta intentona, á la
fineza de los naturales y á la buena disposición de Ri-
cart Veguer, que era de aquel distrito, que se portó
famosamente en este lanze.
Viendo Totavila frustrado su principal designio,
apeló á lo que pudo en ruina de los de Momblanc, sa-
248
queando todo el contorno de Momblanc con tan crueles
ó inhumanos modos, que permitió en la Guardia, al-
dea de Momblanc, no sólo el saco, sino que se executa-
ron atroces muertes hasta en ios niños y mugeres, sin
perdonar aun á los sacerdotes, pues dos que havía el
uno murió de un alfanjanzo y al otro cortaron las
orejas, robando la iglesia hasta los cálices y vasos sa-
grados; pasó más allá su sacrilego obrar, pues no per-
donaron imagen de santo alguno que no hechasen en
una hoguera que havían echo, hasta la de un Santo
Ghristo, que haviéndola arrojado su furor en la hogue-
ra, se halló después íntegra y sólo arrugada la forma
del cuerpo y denegrida, al modo de quando un cuerpo
humano ha pasado por las llamas, que sólo se le arru-
ga la cutis y humea, conservándose esta prodigiosa
imagen ilesa para hacer más patente su barbaridad y
mostrar su inmenso poder, y que con este patente mi-
lagro se confirmaron las justas lamentaciones de la
afligida provincia en los incendios, sacrilegios é inau-
ditas operaciones que en su primer movimiento expe-
rimentó de los castellanos. El fruto que consiguió To-
tavila de todo esto fué perder pasados de trescientos'
hombres y retirarse sin reputación para con Dios y con
el mundo, y dejar aquellos pueblos tan amargos, que
por sí solos y sin tropa miUtar obravan después en
ofensa de los españoles quanto cavia en humano po-
der; alentólos S. A., y asistiólos la provincia quanto
pudo por su fineza y valor.
S. A., desde que salió á campaña, llevó la idea de
apretar cuanto pudiese á Lérida, y la de ocupar ellu-
gar y eminencia del Guayre, puesto muy ventajoso
para nuestra conveniencia, porque ultra de ser una
eminencia cortada á los tres lados á vista de nuestro
€ampo y vecino al río Noguera, era puesto que los
249
castellanos le tenían fortificado y que les servía de
resguardo para el tránsito y socorro á Lérida, Fraga,
Monzón y Balaguer, quatro puestos los más importan-
tes para su conservación; y por todo esto, dava más
deseo de ocuparlo. Y así, úllimo de Mayo, teniendo
noticia S. A. que de Alguaire se mudava la guarni-
ción y que para ello havía salido porción de la que es-
tava, quedando sólo 60 hombres, dio ese mismo día
orden al cavallero*de la Valiera y Mariscal de batalla
en el exórcito para ir á reconocer el puesto; y el día
siguiente, para atacarlo con 420 infantes, los 150 del
rejimiento de- campaña, governados por el Capitán
Danvila, del mismo rejimiento; 120 del rejimiento de
Ancourt, governados por Mosieur de la Mate, Capitán
y Sargento maior del mismo rejimiento; 100 del de
Mompavillat, governados por el Capitán Moyot, y 50
del rejimiento de Miralper, governados por el Capitán
Páraselas; y toda esta infantería vajo la orden de
Mompavillat, Maese de campo de este parado, y los
Ayudantes Cajou y Monguert, á quienes ajustó veinte
Maestres del rejimiento de Ancourt, governados por
Berengat, corneta en la campaña del Marqués de Ar-
maga, hijo de S. A. Y sabiendo que los españoles se
havian fortificado sólo por las avenidas de Lérida y
parte que mira á Fraga, ha viendo hecho tras de la
muralla del lugar que mira al convento una empaliza-
da que servía de reducto, con un parapeto de piedra y
una estacada harto espesa, con foso de á seis pies de
ondo y ocho varas de ancho, dejando hacia la parte de
la torre un camino cuvierto y sin escarpa la tercer
parte de la plaza, que parece no ser necesario por es-
tar cubierta un camino de una estacada; estando en
esta forma, mandó S. A. que el atacarla fuese por la
cortadura del terreno, porque cuando pasó con el
250
exército le parecía no era inaccesible la su vida, y que
el enemigo cuidaría menos de esta parte. Partió la
Valiera del campo á las nueve de la noche en secreto,
j llegó al puesto dos oras antes de amanecer el día 2
de Junio, y dispuso el ataque en esta forma: dos Sar-
gentos de campaña con 15 soldados cada uno, con un
Lugarteniente con 20 soldados, y consecutivamente,
un Capitán con 45 infantes; los otros cuerpos en la
misma orden, componiendo un esquadrón para reacer
la gente, embistieron la estacada sin haver sido descu-
viertos de la guarnición, así por su flaqueza como por
el descuido y confianza en lo cortado del terreno. Los
del Tejimiento de campaña dieron á mano derecha; los
del de Ancourt á la izquierda, y los de Mompavillat
por medio, llevándose la estacada, y de carrera embis-
tieron el convento y lugar; retiróse la gente á la to-
rre, en donde se defendieron tres oras, y pasadas se
rindieron á vida salva. Portáronse los cavos y solda-
dos valerosamente, y sólo el de Mompavillat quedó
erido en la cara de una granada.
S. k. ese mismo día dio buelta en persona á reco-
nocer el puesto, disponer lo que se havía de fortificar,
señalar la guarnición y poner los pertrechos necesa-
rios para todo, dejando por Governador de este fuerte
al de Sillian, con 240 infantes de los rejimientos de
Vallian y Rocalaura.
Haviendo acavado de llegar las barcas, artillería y
demás pertrechos para el puente el día 2 de dicho mes,
el de Convengo, asistido del de Ganfort, Comandante
de la artillería, se pusieron al travajo, no obstante lo
que desde la plaza infestavan con la artillería hacia
aquel puesto, se concluió la obra al día siguiente, per-
diendo los sitiados la esperanza de poder ser socorri-
dos por la parte del llano y puente de Lérida y logran-
251
do quietud en ]a plaza, cesando las surtidas, aunque
constava la guarnición de quatro á cinco mil hombres
sin los naturales, pero prometía la numerosidad más
en breve la falta de víveres no les pudiendo entrar.
Mientras esto se hacía, el Castellano iba juntando
las tropas de que se havía de componer su exórcito á
la rivera de Ginca y contorno de Fraga. Fabricó un
puente á Mequinen9a, haciendo muestra de querer si-
tiar á Flix; pero S. A. mandó guarecerla y abastecer-
la, de calidad que sin otro socorro pudiese conservarse
ocho meses. Y no le pesara intentase la interpresa para
facilitar este suceso y poder acudir después á otros.
Concluida ya la circumbalación de la plaza, dispu-
so S. A. que las trincheras y cordón se fortificase todo
lo posible para hacerlas inexpugnables.
Así se executó, fabricando muchas barracas de ma-
dera y tierra, cuidando cada Cavo del aumento de su
quartel. Llegó á tal extremo que entre las tiendas y
barracas se fabricó una ciudad en aquel campo de va-
rias y hermosas calles, y haviendo riquísimas tiendas
de quanto era imaginable y se podía desear, sin que
faltase el regalo de nieve ni de lo que es apetecible en
la población más deliciosa, y sin que se experimenta-
se en los precios que aquello era campaña, pues ase-
guraron los que lo vieron aver tiendas que pasavan
sus mercaderías de quarenta mil ducados y que no se
havía visto campaña y sitio ni más rico, abundante
y de maior conveniencia.
Repetían los asediados las surtidas, y el día de San
Juan hicieron una, llegando hasta el quartel de S. A.,
que obligándole á montar á cavallo y xocar con no
poca furia, asistióle á su lado D. Juan Calvo, cavalle-
ro catalán, y por haverse empeñado tanto los castella-
nos se perdieron muchos entre presos, eridos y muer-
252
tos; pero S. A., que tirava á rendir la plaza por ham-
bre, restituyó en ésta y demás ocasiones los prisione-
ros y eridos á la plaza para que fuera maior el número
de los víveres. Pegóse fuego por dos ó tres ocasiones
en las barracas del Rey, qne era el de S. A.; y presu-
miendo era conspiración porque hacía surtida la plaza
en esta coyuntura, mandó en una, pena de la vida, que
ninguno dejase el puesto, temiendo que la numerosi-
dad del enemigo daría que temer, como le obligó á
tomar el cavallo y xocar hasta retirarlos á la plaza;
quemáronse ducientas barcas y valor de más de cien
mil ducados; pagaron algunos con la vida el indicio
de tener parte y conspirar en los incendios, con que en
adelante no sucedieron más.
CAPÍTULO 9.^
BUELBE DE PARÍS DARDENA, IIACE SU EMBAJADA Y LO QUE DE ELLA
RESULTA.
Ya en capítulos antecedentes queda insinuada la
partida de D. Joseph Dardena, General de la cavalle-
ría catalana, á París, el día de San Andrés, 1645, pa-
ra negocios particulares, y que además los Consisto-
rios de Diputación y Ciudad le hicieron poderes y die-
ron algunas instrucciones de puntos coDcernientes al
bien público y materias de la paz para conferirlos
con S. M. y sus Ministros; pero es de notar que quan-
do este cavallero partió se hallava Diputado ecco. Don
Gispert, Abad de San Pedro de Galligans, sujeto que,
por cómplice en la interpresa de Barcelona y mui afec-
to al Rey Cathólico, fué preso y llevado al castillo de
Salsas, seis meses después de estar en París Dardena.
Las instrucciones que los Comunes deliveraron se die-
sen á Dardena y al Dr. Martín, embiado á París, fue-
253
ron para que se instase con todo esfuerzo con la Rei-
na Xpma. y sus primeros Ministros que en el tratado
de paces que se esta va disponiendo en el Congreso de
Manster entré las dos Coronas no se permitiese que-
dara Cathaluña al Rey Cathólico, y que se le hiciese
constar de algunos dros. que, por la antigüedad, ha-
llavan tenía el Xpmo. á la provincia de Cathaluña.
El Diputado ecco., llevado de su afecto al Rey Cathó-
lico, trocó las instrucciones y despachos que dio á
Dardena en quejas contra Mosiur de Marca y de Don
Joseph Margarit, abominando de su gobierno y repre-
sentando convenía mudarlos (quizás para que en otros
sujetos hallasen más cavida sus intentos), y esforzan-
do esto con otras razones y ponderaciones de que era
en detrimento de la provincia no hacerlo.
Continu^ase en Munster la Dieta de las paces ge-
nerales y controvertíase entre los nombrados por las
dos Coronas fuertemente el punto de lo de Cathaluña.
Ajustáronse España y Olanda, concluyendo paces por
veinte años (ó treguas). Lo mismo proponía Francia,
alegando derecho á Cathaluña, y que por Lérida, Ta-
rragona y Tortosa, que ocupava España, daría Fran-
cia, en Flandes, las tres plazas que quisiese, y que asi-
mismo cedería todos los dros. que tenía al reyno de
Navarra, y que hiciese lo mismo España de Cataluña:
no coii vinieron, porque cada parte reconocía lo que le
convenía Cathaluña; propúsose que durando la guerra
hasta Navidad, cada uno quedase con lo que ocuparía,
y que el comercio quedase en Cathaluña de ciertas mer-
caderías con las naciones: este punto se dijo á Dar-
dena y Dr. Martín en París, y que asintieron á él sin
dar parte ásus principales; todo esto y la falsedad de
las instrucciones se aclaró con la venida de Dardena,
que, haviendo llegado á primeros de Junio, vistóse en
254
campaña con S. A.; hizo relación á los Consistorios en
compañia de Marca el 16 de Junio: en vista de ella,
resolvieron instantáneamente revocar al Dr. Martín
los poderes y deponerlo de Asesor de la Baylia, sacan-
do en su lugar á Micer Gisteller; que se despachasen
correos á París dando noticias de todo, y esforzase de
nuevo no quedar á la ovediencia de España: executó-
se luego todo, y después se nombró, en lugar del Doc-
tor Martín, á Francisco Puigener, ca vallero de mucha
viveza, experiencia y actividad, y que se esperava sa-
vría dar cobro á negocio tan importante. Partió en
breve á París con todos los poderes ó instrucciones
necesarias.
CAPÍTULO 10.
O
COPIA DE REALES CARTAS A LOS CONSISTORIOS DE DIPUTACIÓN Y CIU-
DAD; RESOLUCIONES DE ÉSTOS Y EMBAJADA A PARÍS; TOMA DE LA
CIUDAD DE CONTRAY; LEVAS DE GENTE.
Señor: Los españoles, para poner disensiones entre
el Rey y los confederados, han hecho entender á los
Príncipes medianeros de la paz, ó por mejor decir, á
sus embajadores en Munster, que el Rey Gathólico
ha vía remitido las condiciones de la paz al Rey nro.
Señor; y al mismo tiempo han echo entender contra
toda verdad á los olandeses que su Rey estava conve-
nido con Francia, con condición que el Rey nro. Señor
casaría con la Infanta de España, trayéndole en dote
los Payses de Flandes, mediando la restitución de Ga-
thaluña, de lo qual es cierto no se ha tratado cosa algu-
na en todo ni en parte. Después la Reyna nra. Señora,
haviendo dado la respuesta á los Príncipes medianeros
de la paz que S. M. remitirá las condiciones á la Ma-
gestad Gathólica, con tal que considerasen el estado
255
de las cosas, las ventajas que Francia tiene de todas
partes y los progresos que sus armas pueden hacer
durando la continuación de la guerra, el Rey Gathó-
lico ha concedido para conseguir la paz que Francia
retenga quatro villas de los Payses de Flandes, es á
saber: Baupama, Hedim, Santer y otra, con condición
que le ha de restituir las provincias enteras y un gran
número de ciudades y plazas fuertes que la Francia le
ha ganado; que las fortificaciones del Casal sean arra-
sadas, y que Francia haga con él Liga ofensiva y de-
fensiva.
Á que esta proposición ha extrañado á Sus Mages-
tades Xpmas., porque piensan que España pretende
han de dejar á Gathaluña, á cuya protección y defen-
sa no faltarán jamás; de manera que los de ese Prin-
cipado no tienen^que temer que se haga en el tratado
de la paz que sea en perjuicio alguno suyo, supuesto
que, á más de la inclinación que Sus Magestades tie-
nen de defenderle y ampararle sin interés alguno, no
podrán abandonarle sin recivir notable daño y gran
perjuicio en sus estados. — Mosieur de Tallier, del
Consejo del Rey ntro. Señor y su Srio. de Estado.
Copia de cartas de S. M. Xpma. al señor Conde de
Áncourt^ Virrey y Capitán general de Cathaluña,
Mi primo: Vos veréis por la Memoria que va inclu-
sa lo que se ha propuesto y negociado hasta de pre-
sente en Munster por el tratado de la paz general en
lo que pertenece á esta Corona con lo de Cathaluña; y
porque yo he creído daría á conocer á los Diputados
del Principado y Consejeros de Barcelona las buenas
intenciones de la Reina Regente, Madama mi madre y
2o6
los mismos. Las ventajas de Gathaluña en este parti-
cular: D. Joseph Dardena, su Embajador, ha sido mui
contento de hallarse en disposición de poder partir por
la posta á Barcelona por este fin; y sin esto, yo le he
echo bien informar particularmente de una viva voz
de todo lo que ha pasado en dho. negocio, y que la
dha. Memoria conviene todo lo que se ha negociado.
Yo he querido haceros esta carta por- el aviso de la
Reina Regente, mi dha. Dama y madre, para deciros
que mi intención es (no obstante lo que me aseí^^ura
dho. D. Joseph Dardena, hará bien y con fidelidad
todo lo que se le ha ordenado sobre dhas. cosas) que
hagáis en bien de dar bien á entender y persuadir á
dhos. Consistorios y á todos los que conoceréis ser con-
veniente la sinceridad de mis intenciones en este par-
ticular, el proceder de mis plenipotenciarios para la
paz y que los intereses de Gathaluña y de mi Corona
es una misma cosa. No hay motivo alguno que pueda
obligar á separarme de los justos derechos de esta Co-
rona sobre dicha provincia y las ventajas que recibi-
rá este Estado por su conservación. Vos daréis bien á
entender dentro los espíritus de todos aquesta mi in-
tención, y lo mismo haréis al pueblo, de modo que
ninguno lo pueda dudar, dándoles á conocer que las
treguas de largos años próximo pasadas por el mismo
efecto por mantener á Cathaluña como si fuera un
tratado de paz, de que descansaré sobre vra. pruden-
cia y acostumbrada afición, y dando orden al de Mar-
ca de ajustar sus cuidados con los vros. para el mis-
mo fin, como si fuera negocio que no se supiera lle-
var con arto zelo y calor. Y no tengo que deciros más
sino rogar á Dios que os tenga, mi primo, en su santa
guardia. Escrita en Compinge á 13 de Mayo 1646. —
Lilis.
237
Copia de carta escrita por S. A., desde el campo de
Lérida, d los Diputados del PrÍ7icipado.
Á más de lo que Mosiur de Marca avrá ya referido
V. S. conforme que ha tenido de las últimas proposi-
ciones que sobre lo de Gathaluña los Plenipotenciarios
la Paz, hago á V. S. la presente para combidarle á
admitir las eróicas demostraciones que el Rey nuestro
Señor ostenta del amor y pasión con que afecta de todo
á que este Principado en su ovediencia, pues que á
fin de cobrar las plazas de Tarragona, Lérida y Tor-
tosa, á echo ofrecer por los dichos Plenipotenciarios
seis de las mejores plazas ocupadas por sus dentro
de Flandes, y aun de renunciar todos sus derechos so-
bre el realme de Navarra, cediendo á su dicha Mages-
tad, con el tratado de la paz, esta provincia de Gatha-
luña sin alguna reserva, y con orden á los dichos Ple-
nipotenciarios, de hacer quanto les sea posible para
hacer subsistir dicha proposición. Para lo qual, el Rey
no puede con maior evidencia mostrar la mucha vo-
luntad que tiene de mantener á su Corona en la pose-
sión íntegra y pacífica de este Principado y sus con-
dados, atento los profiere á un realme que es el anti-
guo patrimonio de sus abuelos y de la casa de Borbón;
y queriendo demás restituir seis plazas de las que
aumentan más y aseguran mejor la frontera de Fran-
cia á la parte de Flandes, que es á S. M. lo más sen-
sible por la proximidad de la villa capital de su mo-
narquía y de su avitación ordinaria, por tener tres
dentro Gathaluña ó solamente dos considerando el buen
estado de este sitio, teniendo todas esperanzas de un
buen suceso asistidos que estemos de la Omnipotencia
Tomo XXIV n
258
Divina. Al fin S. M. (Dios le guarde) no puede dar
mejores pruevas del amor con que estima á éstos sus
buenos y fieles vasallos.
Quanto á mí, no savría con palabras explicar á V. S.
el regocijo, contento y alegría que tengo por la parte
que tomo en los intereses de la provincia, y porque
con pasión singular y afecto tengan todas sus cosas
felicísimo suceso: y así he dado en particular repeti-
das á S. M. las gracias, prometiendo con algún fun-
damento la dicha que me deseo, que es de ver estable-
cida en este país una buena paz y toda la felicidad que
V. S. desea, á quien guarde Dios.
En el campo de Lérida d 27 de Agosto de 1646.
IIen7vHque de Lorena.
Con las primeras carias después de haver visto al
Príncipe en la campaña, entró en Barcelona Dardena,
y echas relaciones á los Consistorios y enseñadas las
cartas del Rey y la Memoria que cita, oró el de Marca á
los Consistorios, persuadiéndoles con diversas y efica-
ces razones lo que contenían y lo que devían al Rey:
esto movió á que de nuevo se hicieron representacio-
nes para que de ningún modo quedase la provincia á
España, sino que antes bien pusiese S. M. toda hechu-
ra en ocupar las tres plazas ya nombradas.
La Reyna Regente escrivió á la Ciudad una carta
mui dilatada persuadiendo lo que se obra va por Ga-
thaluña en el Congreso de Munster, disculpando á Don
Joseph Dardena y D. Martín, que vino en breves días,
y mostrando los esfuerzos que se hacían para sacudir
á España de esta provincia; que havía llegado Puig
Gener, oydosele su embajada. Esta carta corrió im-
presa para que llegara á noticia de todos; también
259
pidió en ella hiciera la Ciudad algún esfuerzo para la
conquista de las tres plazas: se le ovedeció, formando
en breve un tercio de mil infantes, y para la maior
brevedad se valió la Ciudad de los colegios, cofradías
y magistrados, con que presto estubo en efecto, y se
nombró por Maese de Campo á D. G-rao Alemán, y
Sargento maior á D. Joseph Galbo, y los Capitanes y
Oficiales maiores eran los más oficiales de diferentes
oficios y soldados que havían servido en muchas cam-
pañas. Á imitación de la Ciudad, las demás del Prin-
cipado y todas las universidades hicieron quanto pu-
dieron para formar unas numerosas levas, porque ade-
más de las órdenes reales el de Marca persuadía mucho
que el tratado de paces se concluía, ó importaba no
poco para el maior logro de la provincia expeler al
Castellano de ella y tener en campaña este verano un
numeroso exército, (fon que á 14 de Agosto partieron
de un golpe 600 infantes, y fueron continuando hasta
cumplimentar el número de los mil, y para que lle-
gasen al campo de Lérida descansados iban en sus ca-
rros. Estimólo muchísimo S. A.
Lunes 30 de Julio llegó carta de la R.eyna á la Ciu-
dad con aviso de una memorable vitoria que havían
alcanzado las armas Xpmas. ganando la ciudad de
Centre, y en celebración de ella se hizo aquella noche
salva real, y el día siguiente, con asistencia de los
puestos, se cantó Te Deicm laudamus en el Aseo, re-
pitiendo las salvas con artillería.
260
CAPÍTULO 11.
ROGATIVAS POR AGÜA.-DESGRACIAS QUE CAUSAN LOS RAYOS.-LLEGA
UNA GALERA DE LA SEÑORÍA DE GENOVA Y PIDE BASTIMENTO— JUN-
TA ESPAÑA EL EXÉRCITO PARA SOCORRER Á LÉRIDA.-CRÜELDADES
QUE HACE EL GOVERNADOR BRITOS EN LA PLAZA.
El verano del año 1646 fué tan seco y estéril de agua
que ocasionó muchísimas enfermedades y muertes,
pues pasaron más de quatro meses sin llover poco ni
mucho: á vista de la necesidad y aver ya vajado de su
convento á la gloriosa Sania Madrona con la devoción
y pompa ordinaria, recurrió la piedad al santo mártir
San Gever, para ver si por su intercesión se aplaca-
ría la Divina Justicia y nos socorrería con agua. Re-
solvióse, según el eslilo antiguo, llevar su cuerpo en
procesión el lunes 14 de Agosto 1646 al convento de
Santa Clara, vestidos los texedores de lino blanco, con
sus achas, á pie descalzo, costumbre antiquísima por
haver sido el Santo de ese oficio: salió la procesión,
asistida del Gavildo, y por los puestos que hoy mismo
quando sucede semejante función suele ir; se encami-
nó á Santa Clara, y dicho allí un solemne oficio se
bolbió al Aseo por el Born y Platería.
Como el estío havía sido tan seco, apenas se dispo-
nía el cielo para llover se armavan tan fieras y orri-
bles borrascas y truenos, que causavan terror y es-
panto á los vivientes, disparando muchísimos rayos
que, por no perdonar lo sagrado de los templos, refe-
riré de dos: fué el primero una noche pasado medio
Agosto, que cayó sobre la iglesia del Aseo, y trepan-
do la bóveda, irió en el órgano, abrasando en él todas
las teclas de madera y descomponiendo las de metal;
salió por el lado que mira al altar maior, rompiendo
26<
una piedra gruesa que servía de vasa al arco de ma-
dera en donde fundava aquella parte de órgano, con
que vino todo el quarto aquél á tierra; pasó el rayo
al arco de la capilla de Santa Eulalia, y sin hacer daño
alguno feneció allí; entendida esta ruyna por el Se-
renísimo Príncipe de Ancourt, de su volsillo dio mil
escudos para ayuda de la reparación del daño, con
que se procuró luego bolber á su primer estado.
El día 28 de Agosto 1646 á medio día, desprendido
otro rayo de una recia tempestad, dio sobre la iglesia
del convento de Religiosas Gerónimas de Barcelona,
y rompiendo la bóveda de una capilla que está á mano
izquierda de un Santo Ghristo, irió por la caveza de
la imagen, hechándola en tierra, y un brazo, y conse-
cutivamente desprendida de la cruz, cayó la santa
imagen sobre el altar. Ay en la capilla una reja que
sirve de locutorio para las monxas, y se hallava á la
sazón un cavallero hablando con una, que ambos que-
daron desmayados del suceso; bol vieron á unir las
partes de la imagen, y oy se venera mucho con terror
de todos por lo que se dexa dicho.
Poco después otro rayo pegó en las astas de la ata-
la^'a de Monjuique, y fué preciso mudar una ó dos de
las de parte de Poniente.
Á 4 de Septiembre 1646, á medio día, se descubrió
una galera que venía de parte de Mallorca; fuese acer-
cando hacia el muelle, y á cosa de dos tiros de pieza
disparó una de las suyas como haciendo salva, y em-
pezó con llamaradas y otras señas á pedir alguna cosa,
acercándose á un tiempo al puerto. Á vista de esto, los
Gonselleres tuvieron junta en Lloxe, interviniendo
Mosiur de Marca y D. Joseph Margarit y otros cava-
lleros del Consejo de Guerra, y resolvieron con algu-
nos marineros, á vista de haverse parado la galera,
262
que con alguna faluca fuesen algunos cavalleros y el
patrón Ferrer á ver lo que era, qué pedía y qué se ha»
vía de hacer con ella. Llegados á ella, reconocieron
ser de la Señoría de Genova, y de su capiláa enten-
dieron que haviéndole dado caza toda la noche y día
antecedente quatro galeras de moros, siendo su viaje
de Cartagena á Genova, para aligerarse para la fuga
huvo de echar al mar la agua que trahian, las áncoras
y otras muchas cosas, y que hallándose sin bastimen-
tos para la chusma y provisiones, no obstante la gue-
rra, se veía precisado á pedir salvo conducto, y con
su dinero las provisiones de que se hallava falta. Bol-
bió la faluca, y con ella un Gentilhombre genovés pi-
diendo á la ciudad y Governadores lo que necesitava;
resolvieron que siendo de la Señoría país neutral, se
le diese con su dinero todo lo que pidiera. Y así orde-
naron al patrón Ferrer que con gente de la Rivera y
los esquifes naturales proveyera la galera de todo lo
que pidiese: executóse, y á la tarde se hizo á la vela la
galei'a sin haver entrado en el muelle ni disparado al
partirse, que no lo sintieron, bien pues por agradeci-
miento devía hacer la salva. Díxose pasava en ella un
Embajador de la Señoría que venía de Madrid, y que
llevava la galera mucho dinero y riqueza; ella llegó á
salvo en Genova.
Viendo el Castellano que Lérida estava apretada y
que havía cinco meses que el Conde de Ancourt la
tenía sitiada, trató de aprestar un numeroso exército
para socorrerla. Hallávase el Rey Cathólico en Zara-
goza con su hijo el Príncipe D. Baltasar, y así compu-
so de diversas ievas y soldados veteranos hasta 14000
infantes y quatro mil cavallos. Fuese juntando este
exército en la villa y contorno de Fraga: venía por su
General el Marqués de Leganés, gran soldado, de mu-
263
cha experiencia y valor y ardides. Marchó hacia Me-
quinenza, y con un puente de barcas que fraya sobre
unos carros, pasó todo su exército el río Segre el día
28 de Septiembre de 1646 á dos legüecitas del campo
de Lérida, y acavado el tránsito, levantó el puente y
se lo llevó consigo el exército para lo que podía ofre-
cérsele. Puesto el exército á esta parte, marchó hacia
las trincheras del sitio, y llegando hacía la eminencia
y llano que llaman de las Oreas, hizo alto y frente de
banderas contra nuestro campo, desde donde dispara-
ron algunos cañonazos á los del sitio; pero como nin-
guno se atreviera á desamparar los puestos, y el de
Leganés tubiese noticias que la plaza se mantendría
aún algún tiempo, pasados dos ó tres días levantó el
campo, y dejando el socorro en Torres de Segre con
4 (¡D hombres de guarnición, se va jó con el resto del
exército á la villa de Arbeca, en donde havía guarni-
ción francesa. Pero presto la rindieron, porque á los
primeros cañonazos la entregó el que la governava, y
según se oyó decir la rindió por interés, porque se
fué con los castellanos: avía en esta villa muchísimo
trigo, vino y aceyte, porque la gente y lugares del
contorno, fiados en la guarnición, lo retiraron allí
todo; saquearon la villa; enrriquecióse el exército.
Los granos y frutos se los llevaron con carros á To-
rres de Segre. La gente de la guarnición se fué á las
trincheras, y sólo el Cavo tomó el partido de España.
Acampóse el exército castellano por el Urgel raui á su
salvo; hízose dueño de la villa de Gasteldases, lugar
fuerto: es de los cartuxos de la de Agramunt, donde
hallaron infinitos trigos y otros granos; todo lo ba-
rrieron; pasaron á Tarraga, villa mui abastecida de
todo, y la cavallería llegó hasta las murallas de Ger-
vera, plaza de armas nuestra, y en donde estava todo
264
el abasto, así de víveres como de pertrechos de gue-
rra para el campo y sitio de Lérida; cortóse con esto
el paso de poder socorrerse el campo sino por Gama-
rasa y Pons, y esto con numerosos comboyes y mu-
cha dilación; pero temiéndose el Conde de Ancourt lo
que le sucedía, abasteció de antemano el campo, con
que no padeció: el Castellano consiguió el mantener y
enrriquecer sus tropas en país enemigo más de mes y
medio, saqueando los pueblos que quiso, y aunque se
dixo que pagavan todo lo que tomavan y que davan
letras para hir á cobrarlas á Zaragoza, lo cierto era
que nadie iba, que ellos pagavan poco ó nada, y que
executaba no pocas extorsiones y crueldades.
No es para disimular la que usó D. Gregorio Brito
con los naturales de Lérida, Governador de aquella
plaza, que, aunque política ardidosa y de buen solda-
do, no escapa de cruel ó hija de su natural. Conoció
que los mantenimientos se le iban acabando, y para
aorrar el consumo procuró expeler del presidio la
gente que no podía ser útil para las armas; esparció
voz que el de Ancourt havía embiado un trompeta di-
ciendo procurase que la gente no pereciese de ambre,
y que así, pues, él no tenía acudiesen á él con esta
traza al parecer piadosa; hecho una mañana de la pla-
za hasta trescientas personas entre mujeres, niños y
viejos; entendieron los franceses era alguna surtida;
diéronles algunas cargas, pero á los llantos y ningu-
na resistencia conocieron lo que era; despachó S. A.
un trompeta, diciendo recobrase aquella miserable
gente ó que él obraría de otro modo; despidió al trom-
peta con decirle que obrase como quisiese, que él se
defendería, y encarando los cañones contra el mísero
y frágil esquadrón, disparó algunos con vala de mos-
quete, dejando por blanco de los rigores aquellas ino-
265
ceníes vidas que estubieron tres , sin que unos ni
otros les diesen que comer, sino algunos que oculta-
mente les davan algún pan de munición y esto pagán-
dolo á real de á ocho. Movido de piedad el de Ancourt,
mandó entrar aquella gente en las trincheras: avía
muchas mujeres de buen rostro y parecer, y las más
doncellas, con que los Gavos franceses, á título de
ampararlas, las recogían en sus tiendas y, quisieran
ó no, las gozavan; entendiólo S. A., y echó vando
pena de la vida que ningún Cavo recogiese mujer al-
guna de las que ha vían salido de Lérida, y á éstas y
todos los que con ellas salieron que marchasen del
campo y se entrasen por Gathaluña. En tal desam-
paro marcharon todos, aviendo perecido entre uno y
otro campo más de sesenta personas. Executó esta
inumanidad Britos, día 4 de Octubre 1646 y fiesta del
Patriarca San Francisco.
CAPÍTULO 12.
SUCESO DEL GINESTAR; DISPONE LA PROVINCIA NUEVOS SOCORROS DE
GENTE PARA EL SITIO DE LÉRIDA; MUERTE DEL PRÍNCIPE D. BALTHA-
SAR; SALVA POR EL SUCESO DE DUNQUERQUE.
La guarnición de la ciudad de Tortosa, que hera de
castellanos, tuvo noticia que en la villa de Ginestar,
lugar de la rivera de Ebro, que estava por Francia,
avía poca gente, y la maior parte enferma, con que
•resolvieron darle saco, y el día 5 de Octubre de 1646,
con 400 mosqueteros y 60 cavallos, partieron á exe-
cutarlo, y por distar poco de la ciudad, apenas ama-
neció, quando estuvieron ya sobre el lugar; pero la
gente del, aunque enfermiza, sacando fuerzas de fla-
queza, se resistieron lo bastante para que no fuera
general el saco, y poder combocar gente á repique de
266
campanas de los lugares vecinos y por propios, que
por más que fueron diligentes y la gente en venir en
su aiuda, no evitaron el que lo más de lugar lo entra-
sen y violasen; pero aprobechóles poco, porque al
quererse retirar por huir la furia de la gente, les pi-
caron la retaguardia, de modo que, con pérdida de
muchos soldados, les hicieron dexar la pilla, y si-
guiéndolos hasta las mismas puertas de Tortosa, los
encerraron bien escalabrados y bien desminuído el
número de los que salieron.
En el capítulo antecedente queda referido cómo el
exército del Castellano quedaba dueño del campo de
Urgel, y que su cavallería ó batidores llegavan has-
ta Gervera, plaza de armas de nro. exército; y es
cierto que si la embisten se la llevan de carrera, y
que hubiera sido bien desgraciado suceso para nros.,
así como para el Castellano de gran consequencia: te-
nía éste su real en la villa de Tarraga, una legua de
Gervera; viendo esto el Conde de Ancourt, embió á
Gervera por Cavo al Conde Rius, fiando de su valor y
vigilancia la conservación de aquel puesto, en donde
tenía todos los pertrechos y vastimentos del exército;
despachó al mismo tiempo S. A. cartas á la ciudad de
Barcelona y Governador Margarit manifestando el
aprieto en que se hallaba, y que se hiciese algún es-
fuerzo para socorro de gente, y. al Governador que
juntase comboy de víveres y gente que procurase en-
trarlo en las trincheras. Despacháronse los Jueces por
la Provincia á esforzar las levas y juntar víveres con
disposición de que se combocase en la villa de Igualada
á toda diligencia, para desde allí pasar á Gervera ó á las
trincheras. La ciudad juntó Consejo de Ciento, que re-
solvió nueva leva de mil mosqueteros; y para que se
efectuase promptamente, se valió de las cofradías y co-
267
legios, dando crecido sueldo y grande entrada. Logró-
se presto, pues el día 26 de Octubre 1646 partieron
pasados de 600 soldados, famosos mozos, y se conti-
nuó el avío asta los mil. Por la Provincia no cesavan
las levas y recoger ganados y yíberes para remitir al
campo: el día 21 de Octubre salió el Diputado militar
D. Juan Argensola para Igualada, acompañado de al-
gunos cavalleros, en donde incorporándose con la
gente de la provincia, havía de capitanearla y tomar
las órdenes de lo que havía de obrar.
El Governador Margarit no quedava ocioso mien-
tras esto se disponía, pues dando diligencia en nego-
cio que tanto importava, juntó dos comboyes crecidos
y con abundancia de bagajes: ya que por el llano de
Urgel no podían entrar, los encaminó el uno por Pons,
Gamarasa y Balaguer, y el otro por las sierras y mon-
tes de Pradas, que aunque tan fragosos y bien que con
sumo trabajo llegó como el otro con felicidad al cam-
po de Lérida; con que socorrido con estas dos entra-
das, se sentía menos la vecindad del Castellano.
Resolvió el de Leganés, á vista de estos dos soco-
rros, embiar cavallería ó infantería á ocupar el paso de
Gamarasa; pero así por estar fortificado y resistirse
bien, como porque no embarazava con él el paso de
Pons, aunque con maior ronda y travajo embió á to-
mar la villa de Pons, resistióse ésta hasta tercera em-
bestida; pero enfadado el de Leganés de tanta defensa,
embió un numeroso trozo de tropas, á cuia multitud y
esfuerzo se aturdieron la guarnición y los naturales, y
sin resistirse se salieron por la parte de arriva, pasan-
do el Segre y dejando casi desierta la población, abri-
gándose al presidio de Gamarasa y sepultando unos, y
otros llevándose lo que tenían y pudieron: entraron
los castellanos, desquitando con el saco, violencias,
268
muertes y sacrilegios lo que se les havía defendido en
las embestidas pasadas; quedó con esto el Castellano
dueño de todo aquel partido y del de Urgel^ teniendo
su grueso en Tarraga y llegando á vista de Gervera,
que se escapó de milagro en el principio; pero con la
entrada del Conde Rius con porción de cavallería é
infantería, con el arrivo de la gente y quatro piezas
de artillería que llevaron de Barcelona, que no havían
ni aun una al principio, se puso la plaza en famoso es-
tado, pues pasa van de 6® hombres de armas los que
havía sin los naturales; súpolo el de Leganés, y arre-
pentido de su descuido, se contentó con destruir el
país áS granos y paja, que no fué de poco daño para
el Principado.
Estando en esta confusión de cosas, llegó nueva á
Barcelona como el día 9 de Octubre 1646 avía muer-
to en Zaragoza el Príncipe D. Balthasar, hijo único del
Rey Cathólico, de edad de diez y seis años, Príncipe
de grandes esperanzas, aunque de ánimo cruel; murió
de enfermedad natural, dejando á España para la su-
cesión con sola una hija, que si bien eredan á la Co-
rona, dejan mil confusiones; hallávase, según se dijo,
viudo el Rey, ó poco después murió la Reyna, con que
trató luego su casamiento con la hija del Emperador
y sobrina suya.
Domingo 14 de Noviembre 1646 recivió la ciudad
de Barcelona carta de la Reyna Xpma., en que avi-
sava cómo sus armas, governadas por el Serenísimo,
Príncipe de Anguien, hijo del de Conde, havían ocupa-
do la plaza, fortaleza y puerto de Dunquerque, después
de un proUxo y sangriento sitio, suceso de grandísi-
mas consequencias é importantísimo á la Corona por
lo fuerte y casi inexpugnable de la plaza: celebróse
esta nueva con universal regocijo; hízose repetidas
269
gracias, y el día siguiente en el Aseo se cantó el Te
Deum laudamus con asistencia de los puestos, conti-
nuándose las salvas y en la gente el gozo; tomáronse
algunos vajeles también en el puerto con mucha ar-
tillería.
CAPÍTULO 13.
SOCORREN Á LÉRIDA LOS CASTELLANOS; LEVÁNTASE EL SITIO; RETÍ-
RASE VENCIDO EL EXÉRCITO; PERTRECHA S. A. LAS PLAZAS; ENTRA
BN BAR; SORTEAN CONSELLERES PARA EL AÑO 1647.
Havía mes y medio que el Castellano mantenía su
exército en el campo de Urgel, siendo dueño de todo
el llano y teniendo como sitiado dentro del cordón y
trincheras del campo de Lérida al de Ancourt con to-
do su exército, pues sin gran riesgo no podría ser so-
corrido, padeciendo con la estación del tiempo no poca
incomodidad; dispuso el de Leganés en este tiempo,
á fuerza de dinero, que ya suele España valerse de
este medio, el poder socorrer la plaza mediando algu-
na alevosía en Cavos franceses, que ya es en ellos pro-
pio vencerse del interés, según se presumió y se seña-
la, aunque de paso.
Movió el Castellano su exército el día 21 de Noviem-
bre 1646, dividiéndolo en dos porciones: una, de qua-
tro mil combatientes entre infantería y cavallería,
hizo pasar el río con el puente que llevava consigo
por el mismo puesto que havía entrado; con ésta in-
corporó el socorro que havía de entrar en la plaza,
y con el resto del exército, al anochecer, hizo frente
en el llano y eminencia de las Oreas, y puso batería
contra nras. trincheras. Los nros., que desde los for-
tines y línea del cerro vieron echar el puente y que
pasavan tropas, juzgaron se retiravan, y alegres de
270
este juicio, les asaltó la novedad de los tiros y vérse-
los delante: era la noche mui clara, porque favorecía,
sin sombras, la luna. Á cosa de las diez oras de la mis-
ma noche embistieron los castellanos por el fortín de
Mosiur de Revé (de quien se presume la traición), y
sin que se oyese un tiro de pistola siquiera, ocuparon
las armas castellanas el fortín, y sin que se les hiciera
resistencia alguna. Aliaron la artillería de él cargada
de vala de mosquete; dio por disculpa Revé al cargo
que havía despachado la gente con el seguro de que
el enemigo se retirava dejando mui pocos soldados.
Los fortines vecinos, reconociendo la novedad y el rui-
do, empezaron á disparar y á vocear la gente de ar-
mas, arma. Mientras la noticia llegó al fuerte real de
S. A., que distava una legua, ya los castellanos ha-
vían ganado otros fortines, y fortificándose no poco,
en ambos empezó á cargar gente en el cerco y á cre-
cer la confusión en todos por lo impensado del suceso.
Los primeros tercios que llegaron fué el regimiento
de la Marina y el tercio del batallón que governava
D. Jerónimo Tamarit, y que murió en defensa de los
fortines con valor y ánimo mui digno de memoria;
aumenta vase el desorden y orror, porque todo el exér-
cito estaba en arma, y como los castellanos eran tan-
tos, no savia la gente dónde acudir; disparavan los
castellanos la artillería con vala de mosquete, con que
del batallón quedaron poquísimos á vida; de los regi-
mientos de la Marina y Revé perecieron los más. Lle-
gó S. A. con la gente para socorrer el puesto, y vien-
do que los castellanos eran tantos dentro las trinche-
ras, encaminó sus designios á impedirles el que no en-
trasen en la plaza; pero quedó burlado, porque la
porción de los quatro mil que con el socorro havían
pasado el río embistió el cordón, y hallándolo despre-
271
venido, porque todos acudían á los fortines casi sin
hallar quien los embarazara el paso, se entraron sin
parar hasta dentro la misma plaza. Los sitiados, vién-
dose socorridos, empezaron con voces y fuego á cla-
mar Vitoria y á mostrar con señales estar dentro el
socorro. Al mismo tiempo la cavallería que había en-
trado, con la que estava en la plaza, salió á favorecer
á los que havían ganado los fortines, haciendo no po-
co destrozo en los nuestros.
Viendo el serenísimo Conde de Ancourt tanto golpe
y furia de cavallería, conoció estava socorrida la pla-
za, y que era imposible ganarla, con que resolvió ins-
tantáneamente tocar á retirar, como se executó por
la parte de Balaguer con todo el exército, bien contra
su voluntad y bien estropeado, pobre y fatigado, pues
desde las diez de la noche hasta las quatro de la ma-
ñana se estuvo peleando; y aunque la noche era cla-
ra, la confusión y desorden ocasionó muchísima pér-
dida de gente en todos. D. Joseph Dardena, General
de nuestra cavallería, quedó erido en una pierna, y
aunque curó, anduvo en muletas mucho tiempo.
Gomo la retirada fué tan impensada y repentina y
arrevatada, sólo se retiró una pieza, quedando en el
campo más de 20 con las municiones, pertrechos, ví-
veres y abasto que, ganada la plaza, avían de ponerse
en ella; sin todo esto quedaron las tiendas de merca-
deres y vibanderos, que era de imponderable valor, y
todo junto de indecible aprecio, porque como el ene-
migo iba siguiendo casi hasta Balaguer mismo, todos
tratavan de aligerar para salvar la vida sin atender
ni aun los Gavos á lo más preciso: el despojo lo reco-
gió el Castellano, quedando vitorioso á costa de nues-
tro dolor y sentimiento, perdiéndose S. A. en este
lance por demasiado confiado, por ser el cerco y cor-
272
don mui estendido y porque en mes y medio no entró
gente de recluta, y á ocasión de las humedades, fríos
y malsano del país, murió mucha gente y muchos ca-
vallos.
Retirado S. A. á Balaguer, se hizo fortificar todo
lo que permite el terreno y planta del lugar; guarne-
ciólo y basteciólo lo que era menester para que el Cas-
tellano no le ocupase, porque haviendo ido á la villa
de Alguaire con artillería, la recuperó en pocas horas
y amenazava á Balaguer, pero no se atrevió á embes-
tirle. De allí con la demás gente pasó á Gervera, y de-
jando allí las tropas y bien abastecido el presidio se
partió á Barcelona, llegando domingo 16 de Diciem-
bre 1646 con solos algunos Gavos; quiso la Giudad ha-
cerle pomposa entrada, pero no lo permitió, con que
sólo salieron los Gonsistorios, y al entrar en la ciu-
dad se le hizo salva y al llegar á su casa: no bolbió
mui alegre como el año antecedente, que bolbía vi-
torioso del suceso de Balaguer, y ahora entrava ven-
cido; pero llegó con salud, que los sucesos son varios,
como dijo el otro, y podrá ser que no sea así el año
siguiente.
Para él sortearon Gonselleres el día de San Andrés
de 1646: en Gap, Honofre Vila; segundo, el Dr. Alva-
ro Boser, médico; tercero, Dr. Batista Borrel, mé-
dico; quarto, Miguel García, mercader; quinto, T. Ri-
quer, zirujano, y sexto, Francisco Ferrer Capa, pe-
layre, y governaron todo el año. Y á éste se da fin
con esto.
273
J^lSfO DJE 16 4^
CAPÍTULO 14.
MADAMA MARGARITA DE LORENA PARE ÜN HIJO SIENDO VIRREYNA:
SÁCALE DE PILA LA CIUDAD.-FIESTAS QUE SE HACEN POR EL NACL
MIENTO, Y PARTIDA DE SUS ALTEZAS Á PARÍS.
Ya diximos antecedentemente cómo el Serenísimo
Conde de Ancourt trujo á Barcelona su muger, que
entró á 7 de Febrero del año pasado, v que su avita-
ción en las casas de los Duques de Cardona al llano de
San Francisco. Quedó esta señora preñada quando el
Conde salió á campaña: prosiguió felizmente el acha-
que, y el día 9 de Febrero de este año con próspero
suceso sacó á luz un hermoso niño que causó en el
Príncipe singular placer y en todos particular albo-
rozo; acudieron los puestos á dar las enorabuenas y
paravienes á Sus Altezas, y al darle la Ciudad, y por
ella los Conselleres, la enorabuena al Conde, les dijo
S. A. que la Ciudad había de sacar de pila al recién
nacido, y que ella eligiese la padrina que gastase, pues
corría por su quenta el Christianismo. Los Conselleres,
viendo esto, dieron luego parte al Consejo de Ciento:
resolvió éste que en Junta de teólogos se viese cómo
podía la Ciudad, siendo cuerpo fantástico, dar gusto á
S. A.; se acordó que el Conseller en Cap, con los demás
como cavezas de aquel cuerpo imaginario, podrían ser
los padrinos: suscitóse otra duda en Consejo de Ciento
sobre quién havía de ser padrina, para evitar la cong-
nación espiritual con tantos; convínose también con
parecer de los teólogos lo fuese una dama moza de las
Tomo xxiv 18
274
principales de Barcelona, pues por el estado y calidad
no se devía de desdeñar S. A.: nombraron á Doña Ma-
ría de Rocaberti, señora de unos *diez y seis años (hija
de D. Miguel de Rocaberti, ya difanto), que estava con
su madre. Gombenidos ya todos en esto, dio el Consejo
de Ciento facultad á los Conselleres para que en el
fausto del Xpmo., fiestas y galas se gastase sin limi-
tación y se hiciese con la maior pompa y grandeza que
fuese posible.
Señalóse para el bautizo el domingo día 24 de Fe-
brero 1647, y tomóse así mismo resolución en esa Jun-
ta por los Conselleres de las fiestas que havían de ha-
cerse, y después de las ordinarias se deliveró celebrar
la fiesta de la entrada de la Reyna de Catay, así lla-
mada, y que por lo antiguo, costoso y no visto de los
de aquella era, fué lo más que se pudo hacer; nom-
bráronse los Gavos para la fiesta, á quienes la Ciudad
costeó todas las galas y gasto; mandáronse labrar 400
achas para el día del bateo, que siendo tan pequeños
los días, era preciso supliesen las luces del sol las ar-
tificiales y repetidas de las achas: llegó el día de la
función, que era en el Aseo. Gombidó la padrina á to-
das las señoras y damas de Barcelona, que ninguna se
excusó ni dejó de prevenir para ese día la más lucida
y costosa gala, corriendo á competencia unas á otras;
y siendo la emulación la que en mugeres picava para
lucir, excusado queda el ponderar lo rico, primoroso
y brillante de joyas, galas y aderezos que ese día se
vieron: el de la Rocaverti era una saya de raso car-
mesí ú nácar, todo él cuajado de ñores á relieve de
oro; el aderezo de joya y demás aderentes no tiene
ponderación: partieron de Palacio las damas con el
Infante al anochecer en repetidos coches y multiplica-
das luces; llegaron al Aseo, en donde S. A., con los
275
Gonselleres y toda la nobleza catalana y francesa, re-
civieron á las damas con obsequiosos rendimientos y
continuada música; las galas de éstos no bay para qué
ponderarlas, pues donde asiste nobleza, pundonor y
medios, dicho se está que podía ser: el que bautizó fué
el Dean Paulo del Roso; hizose la ceremonia que pide
y permite la Iglesia con los magnates, y encaminados
al presbiterio en donde estava el dosel y estrado para
S. A., se concluyó allí todo lo que pertenece al Xpmo.,
que devían ser entre ocho y nueve de la noche; bol-
bieron las damas á sus carrozas yrestituieron al Infan-
te á su casa, comboyadas de la nobleza: el concurso de
gente no hay para qué exagerarlo, pues con decir que
ni aun las damas se libraron de verse agoviadas y en
sumo aprieto, y que era función que no se ha visto en
muchísimos años, queda bastantemente ponderado.
Dejaron las señoras al nuebo Ángel en su casa, y
retiráronse todos á las suyas á cenar para bolber lue-
go al sarao que estava prevenido en el salón de San
Jorge en la Diputación, donde es costumbre celebrar-
se los festines: estava la pieza riquísimamente adere-
zada, quaxada de luces (y lo mismo las otras de la
casa); avía repetidos tablados para los puestos y con-
curso de gente; dosel para Sus Altezas, que llegaron
después de estar las damas (tan vellas y con las mis-
mas galas como queda insinuado), y los Comunes de
Ciudad y Diputación. La Serenísima Madama Marga-
rita de Lorena asistió ostentando su natural hermosura
y excediendo en gala y velleza á todo el esquadrón mu-
geriero empezó el sarao, que duró hasta el día siguien-
te á las diez de la mañana; los dulces, agua y grandeza
que en él huvo, no es necesario describir quando la
Ciudad hera quien lo costeava, y se save quán extre-
mados son los catalanes en este género de festines.
S76
FIESTA DEL CATAY.
Para el martes siguiente 26 del mismo mes se dis-
puso la fiesta del Gafay en la plaza del Born: adere-
zóse y compúsose ésta cuanto es decible de hermosos
y vistosos tablados, sin dejar ni un palmp de pared
que no se procurase aprovechar y ermosear, corrien-
do en las bocas-calles los tablados, menos en la que
entra por los Cambios y llano de Lluy; todo lo demás
corría como se deja ver. Para SS. AA. se avía dis-
puesto un hermoso valcón que boleava fuera de la
pared vara y media, jaspeado á colores y dorado todo
él, en el puesto que acostumbran las personas reales
ver las fiestas; y porque antes no havía sido ventana
y no se podía señorear la plaza, se hizo entonces el bal-
cón de maderaje. En la misma cera, aunque á lo in-
ferior al balcón, se dispuso un tablado muí espacioso,
con algo de pendiente, que ocupaba todo el frente de
la Gasa de Meca, hacia la calle de la Mantería: éste
era para las damas y señoras de primera graduación.
El concurso de gente que acudió á ver esta fiesta, que
havía más de treinta años no se havía hecho, fué in-
numerable, y bastará decir que los asientos y puestos
de los tablados se pagavan á quarenta y cinco reales
por persona. Los balcones, ventanas, terrados, cuteas
y tejados, de donde podía descubrirse la plaza, eslava
de gente con los cavellos en la caveza.
Entraron las damas á ocupar el tablado que se man-
dava por una ventana de Gasa de Meca, y en ésta ha-
vía dos cavalleros que las recivían y comboyavan á
su puesto: no havía almuadas, sino unas silletas pe-
queñas; pero llenóse de modo que parecían ñores en
277
un ameno jardín, sin darse lugar unas á otras las ga-
las y joyas. Considéreselas quien esto leyere quáles se-
rían: estavan también en este tablado algunas damas
de la familia de S. A., y no haviendo bastante sitio
huvieron algunas señoras de apelar á balcones; siguié-
ronse SS. A A. con sus hijos y primeros criados en sus
carrozas, y ocuparon su balcón.
Puesta ya la plaüi en forma, procuróse despejar de
la gente, pero era por demás intentarlo: tal hera la
multitud, sin que pudiese con ella Oficiales reales,
guardia ni poder alguno, tanto que huvo de hacerse
venir tres compañías de cavallería del batallón, que
eran las que havían entrado en Barcelona para la fun-
ción y fiesta del Catay: entraron éstas á brida vatida, y
formando muchos caracoles y una escaramuza que dio
mucho gusto á todos, despejaron la plaza y se dispuso
la entrada de dha. Reyna, que serían las diez de la ma-
ñana, y fué así:
Entraron por la calle de los Cambios tres esquadro-
nes de cavallería en guardia de la Reyna; seguían
atambores, timbales, clarines, trompetas y chirimías
á cavallo; después la cámara con sesenta acémilas con
muí buenos reposteros, y de dos en dos un arriero con
su librea. Dos á cavallo con vestidos más ricos, pero
del mismo color, que represen tavan ser criados del
acemilero maior, que venía inmediato, sentado sobre
una silla y guarnecida y asida sobre el baste de una
acémila, bien que iban dos criados á los lados susten-
tando la silla para que al movimiento no cayese: éste
era un cavallero gallardamente vestido con calzón,
capotillo y monterilla de raso de nácar bordado, en
traje de arriero con su charpa, calabaza y curriaca,
todo guarnecido de plata, pero remedando á un ver-
dadero arriero; venían después muchos reyes de ar-
278
mas de diversas naciones, hasta moros ó indios, ves-
tidos cada uno ricamente al traje de la nación que re-
presentava, con sus criados todos de librea á la mis-
ma usanza; sucedían á éstos ocho cavalleros vestidos
á la española, con ongarinas de terciopelo negro hasta
rodilla, forradas en ricos brocatos y bueltas las aldas
hacia tras: iban á cavallo en parejas con gualdrapas,
los cavallos entallados de oropel(,econ diversidad de
colores; menos que de dos en dos, así en la gala y co-
lor de las libreas, iban iguales, y en el número de
criados, llevando las quatro parejas los colores azu-
les, verde, nácar y amarillo; entraron con sus masca-
rillas y lamas doradas, porque havían de correr un
estafermo; entrava luego la guardia de la persona con
su Capitán de milicias tudesca, suiza, alemana y otras
naciones, vestidos todos según su nación y con sus
alabardas. Llegó inmediata la Rey na de Catay: ésta
la hacía un donoso muchacho que venía en la misma
litera que entró madama de Ancourt, descubierta y
toda echa un asqua de oro, ricamente vestida de ver-
de, con corona imperial en la caveza y riquísimas jo-
yas; rodeavan la litera mucho número de meninos y
criados de la Reyna á pie; tras de la litera venían
mucho número de criados á cavallo con lucidas galas,
representando varios oficios y puestos que tiene una
casa real. Goronava esta entrada quatro carros triun-
fales guarnecidos de entretallados de papeles de colo-
res y oropel, y en cada carro venían seis cavalleros
armados de punta en blanco, con su cabo ó padrino en
cada carro: todo este acompañamiento, así como fué
entrando, iba haciendo sus cortesías á SS. AA. y to-
mando sus puestos en la plaza, y los carros las quatro
esquinas de la plaza; en medio de ella se havía dispues-
to un bosque de pinos y otro género de árboles, y es-
279
tando todo esto como se ha dicho, fingieron una caza
de conejos; aves de diversas especies, hasta las perdi-
ces, y muchos cazadores con perros y arcabuces, ya ti-
rando al huelo, ya por tierra: coxieron mucha caza,
porque como se soltaba allí de repente, no sería mu-
cho. Goncluióse este divertimiento soltando un javalí
que se tenía prevenido, y dando los perroe y cazado-
res tras él, dio algunas bueltas el sitio; pero la multi-
tud de la gente no dio lugar á que se gozase de esta
fiesta. Concluida ésta despejaron el sitio, y salieron
los ocho cavalleros que diximos á la española y co-
rrieron su estafermo, ha viendo uno en cada cavo de
la plaza: eran diestros, y en las parejas y lucimien-
to pareció muy bien; remataron su exercicio con una
vistosa y bien tramada escaramuza ó folla. Retirados
estos ocho, salieron de los carros los cavalleros arma-
dos con sus celadas puestas y sus libreas; dieron una
buelta á pie por la plaza; acavada se dividieron én
dos quadrillas, y plantada una baila ó tela en medio,
tornearon un gran rato, acavando también con una
folla ó escaramuza que dio fin á toda la fiesta, y bol-
biendo á hacer sus cortesías, se salió el acompaña-
miento con la orden y por el mismo puesto que havía
entrado, yendo hasta la sala de Loxe, en donde se des-
nudaron. Al venir partieron del llano de Lluy, y reti-
róse el concurso de la plaza porque ya se hacía tarde.
Estava dispuesto para esa misma noche un ostentoso
y lucido sarao en el salón de San Jorge, aderezado de
sus tapicerías, multitud de luces y tablados como sue-
le hacerse. Concurrieron todas las damas y noblezas
con ricas galas y costosas joyas, y á las diez, después
de haver cenado, llegaron SS. AA. á ocupar su dosel
en la testera del salón, y las damas de la Condesa en
la tarima, y todo el estrado de las damas delante del
280
dosel. Madama es cierto que ese día hizo ostentación
de ermosura, gentileza, afavilidad y prendas grandes
de señora, pues sin agravio de las catalanas, excedía
en todo á todas: salió ese día toda en trajo francés con
un vestido de terciopelo labrado negro con ricos fran-
jones de oro, mucha joya y su rebozo de bolante, que
uno y otro hacía brillar más su blancura, nácar y ru-
bio del rostro y rizos del cavello. Dióse fin con este
sarao á las fiestas el miércoles, ya el sol salido.
Los franceses, embidiosos ó émulos de ver lo que
los barceloneses hacían en festexo y obsequio de
SS. AA., hicieron correr la voz que dos días después
de la referida entrada querían ellos hacer una fiesta
por su quenta: dieron intención para que no se deshi-
ciese la planta de la plaza. Pero, ó que no se atrevie-
ran por no gastar, ó porque havían de quedar cortos,
ó por burlarse de la nación, hicieron echadizo un co-
rreo el día 27 de Febrero, con aviso de que el Gaste-
llano havía tomado Gamarasa. A cuia noticia todos
marcharon, y se supo después havía sido estratagema
suya solamente para excusarse de la fiesta.
Haviendo tenido noticias el Serenísimo Conde de
Ancourt que queda va nombrado por Virrey y Capi-
tán general el Príncipe de Gondó y orden con que le
llamavan á París, dispuso su partida con muestras de
mucho sentimiento y cariño de dexar á Cataluña: bien
podía, pues devía lo que ningún otro Príncipe.
Despidióse de la Ciudad y Diputación en sus casas, y
el día 28 de Marzo, jueves, se salió á cavallo por la
calle Ancha, Born y puerta de San Daniel, acompaña-
do del Governador y mucha nobleza catalana, y ca-
vallería que llevava la mira de esperar en Perpiñán
al Príncipe de Conde; tomó el viaje por la costa del
mar y Rosas: el día 30 del mismo mfes salió con sus
28i
lujos la Condesa en sus carrozas, 3^así ella como sus
damas y familia, mostraron muchísimo dolor de ha-
verse de partir y ausentar, y no se de ve admirar por-
que estavan mui bien aliados todos y con salud y aga-
sajados, y muéstralo lo mucho que havían obrado en
el Palacio y lo que lo havían ermoseado, dejando en
muchos escudos de sus armas la memoria de sus cari-
ños, y en los corazones de infinitos mui perpetuas sus
prendas: salió la Condesa por el mismo sitio que el
Conde; pero llevó el viaje por el camino real hasta
Perpiñán, en donde havía de encontrar á su marido y
proseguir hasta París juntos.
CAPÍTULO 15.
ENTRA Y JURA POR VIRREY EL PRÍNCIPE DE CONDÉ.-LLEGAN TROPAS
PARA EL EXÉRCITO. -OSTENTA EL PRÍNCIPE SU GRANDEZA.-SALE A
CAMPA ÑA.-ATACA Á LÉRIDA Y SE RETIRA SIN TOMARLA.
Luego que el Príncipe de Conde tubo la merced de
Virrey y Capitán general, dispuso su partida de París;
y sin esperar el fausto de su casa y familia, con unos
seis á siete camaradas partió á la lixera tomando las
postas; á medio camino ó pocas jornadas ó la última,
antes de entrar en Perpiñán, se vio con el de Ancourt
y confirieron el estado de la provincia, de las armas,
de los naturales y de quanto avía de que informarse:
era este Príncipe el segundo de la línea de los de la
sangre real, porque según las etiquetas y privilegios
de aquella Corona, sólo la casa y título de Orleans es
la inmediata á la Corona después de los hijos del Rey,
y en segundo lugar entra la de Conde. Era este Prín-
cipe de algunos veinte y dos años; avía poco que su
padre avía muerto, y no obstante la poca eda'd, havía
282
sido General algunas campañas en Flandes, y en la
presa de Dunquerque se halló él por General de la ar-
mada; era de los señores más acomodados de la Fran-
cia; trailla consigo y por su Teniente al Marqués de
Agramont, sujeto de madura edad, mucho valor y ex-
periencia en materias de guerra, y otros Gavos y Con-
sejeros de importancia.
Haviendo la provincia entendido su arrivo, embió
á la frontera sus Embajadores, Ministros y puestos
para recivirle y tomarle la jura como es estilo. La ciu-
dad hizo lo mismo según le toca, y señalóse para su
entrada en Barcelona el día 11 de Abril 1647. Previnié-
ronse todos para recivirle como á persona real; alistá-
ronse los quatro tercios de las compañías de la guarni-
ción, y señaláronseles los puestos acostumbrados: entró
S. A. á cosa de las tres de la tarde por la Puerta Nueva,
asistido de los Gonselleres, Diputados y Ministros como
es estilo, y de muchos cavalleros catalanes rozando
muchas galas; pero S. A. entró mui á la ligera y muy
sencillo, porque sólo trahía hasta seis entre camara-
das y criados, y sin nada de comitiva; su vestido era
de un paño negro mui liso, y todo cuvierto de polvo
del camino. Quando le vio así la gente, aunque lleva-
va luto que parecía un estudiantino, empezó á correr
la voz de que era algún hombre ordinario, y que que-
rían dar á entender ser el Príncipe de Conde; encami-
nóse por el Born, Sala de las Armas y calle Ancha,
por el Regomí al Aseo á su jura, que hecha, vajando
por la Plaza Nueva á la Rambla, lo conduxeron al pa-
lacio en que havía estado el de Ancourt; repitieron las
salbas de artillería y petardos como al entrar la Puer-
ta; pero á los mosqueteros no se les perjuitió disparar,
por evitar con alguna desgracia si los cavallos inquie-
tavan: el semblante era afable y mui cortés. Los días
283
siguientes todo fué admitir enorabuenas de los pues-
tos y conocer los genios.
Gomo el Príncipe se vino de Francia tan á priesa y
tan á la Jixera, no trujo consigo las tropas que se pre-
venían para la campaña siguiente, aguardándolas,
pero no mucho, porque el segundo día de Pasqua de
Resurreción llegaron al muelle al pie de cien barcas
cargadas de municiones y pertrechos de guerra y qua-
tro mil infantes, sin los que cada día entravan por
tierra, y mucha y buena oavallería que pasa va de lar-
go, todo hacia Gervera, y así mismo esta gente y per-
trechos havía de marchar el día siguiente. Gon que
aquella noche parecía una Babilonia aquel muelle y
Atara9ana, y un infierno según el ruido y confusión
de carros y bulla de descargar y carrear y disponer
para la marcha, porque apenas amaneció el tercer día
de Pasqua, quando se empezó á salir de la Atara9ana
un lucido exército entre gente, carruage y vagaje, con
algunos cañones de campaña (que también havían ve-
nido con las barcas): eran innumerables los pertrechos
de guerra que se hallavan, y muchísimas barcas sobre
carros para puentes sobre los ríos; salieron ese día
cerca de siete mil infantes, toda bella gente, y apenas
estubieron fuera la Puerta de San Antonio, cada reji-
miento formó su esquadrón; salió el Príncipe á cava-
lio á verlo todo, que como mozo y ardiente de espíri-
tu, en todo quería hallarse; sucedióle al pasar por un
rejimiento (según se dijo) que un soldado le havía di-
cho Mosiur Baylanos del Argant, y apenas lo oyó
mandóle arcabucear, y para excusar el perdón, dar la
orden y al cavallo la espuela fué todo uno; marchó
hacia la Cruz Gubierta mientras se executava la orden,
que no tardó, pues amarrado á un palo lo despacha-
ron luego á dos mosquetazos; bolbió el Príncipe, y
284
acavada la muestra, despachó las tropas que se alo-
xaron aquella noche en aquellos lugares vecinos del
camino, y el Príncipe se bolbió á su palacio, asistido
siempre del Mariscal Agramont, su Lugarteniente y
algunos Gavos: no se havía visto pedazo de armada y
exército más lucido en todos los años pasados. La ca-
vallería que pasava por el Valles era también lucidí-
sima y en mucho número, porque se prevenía una
gran campaña. Llegaron también 16 galeras y 14 va-
góles: éstos quedaron en la playa y las galeras en el
muelle, porque se discurría en ir sobre Tarragona,
porque las tropas que venían eran muchas y havía
deseo de obrar.
Llegó á noticias del Príncipe el vajo j pobre con-
cepto que de él se havía formado y de sus cortos me-
dios ó mucha tacería (que nunca faltan chismosos),
con que antes de salir á campaña quiso desvanecerlo
y satisfacer á los incrédulos: ha víale ya llegado el
tren de su casa, criados y libreas, y así al otro día,
Pasqua, salió en público á oír misa á la capilla de
Santa Eulalia. Llevó cien soldados de su guardia de la
Garavina, con librea colorada y franxones de plata;
los pajes y lacayos pasa van de ciento y subían de pun-
to en lo rico de las libreas, galas y variedad de plu-
mas: llevaban el contrapunto. Los camaradas y cria-
dos de primera graduación en lo rico de los vestidos,
mengalas y plumajes. El Príncipe llevaba lo alio en-
tre todos, pues ni del vestido ni de la capa se pudo
discernir quál hera el campo: tan rebutido iba de
oro, que es cierto parecería de martillo, en lo salido
y yerto, si estubiera la capa derecha en el suelo.
Las carrozas y coches seguían en lo ermoso y rico
con la gala del dueño: oyó su misa baxa en Santa
Eulalia, y salió á pasearse por las calles, dejando á
285
unos gozosos y á otros suspensos de tanta grandeza.
No se contentó con esta demostración el Príncipe,
sino que, pasando á otra maior, el día 5 de Mayo por
la tarde salió á pasear la Marina.
Concurrieron á palacio todos los Cabos de primera
línea y de otras que, como estavan en vísperas de sa-
lir á campaña, todos asistían cerca de la persona, y
salieron con S. A., mudando nuevas galas, pasados
de ducientos Oficiales, sin la inmensa comitiva de pa-
jes y lacayos con nueva librea, muchas y varias plu-
mas y no menor número de ermosos y bellos cavallos:
era un delicioso campo á la vista tanto número de
gente con tanta variedad de colores y ricos vestidos,
que no es posible hacer descripción de ellos por ser
muchos, y el número de Mariscales, Coroneles, Maes-
tres de campo, Capitanes, Tenientes y otros Oficiales
mui crecido, pasearon toda esa tarde, que era domin-
go, hasta que al anochecer volbíeron al Príncipe á pa-
lacio y los demás se retiraron á sus casas.
Quiso el Príncipe dar tercer desengaño á los incré-
dulos de su poder y grandeza, y fué que haviendo re-
suelto partir para campaña el día 8 de Mayo, el de 7
por la mañana mandó que antes de salir de Barcelo-
na el tren de su cámara y tiendas pasease por Barce-
lona, y así salió por la mañana, discurriendo por las
calles con la guardia de la Caravina, que pasaban de
ducientos soldados con librea de paño colorado y fran-
jones de plata: iban comboyando acémilas de altos y
esforzados mulos, cargados de diversas cosas, con sus
plumajes y riquísimos reposteros, y de dos en dos acé-
milas, un mozo con la misma librea. Seguían muchos
carros de á seis cavallos, cargados de diversas provi-
siones para la campaña y cuviertos con sus vaquetas
para detener la Ilubia é inclemencia del tiempo. Ve-
286
nía la cámara del Mariscal de Agramont, con cien
soldados de Garavina, de librea amarilla, que se com-
ponía de muchas acémilas y carros de campaña. Se-
guía la del Intendente y Pagadores y Oficiales maio-
res del exórcito, j concluyan un sinnúmero de coches
de camino: esta tropa, que duraba de pasar dos oras
largas por qualquier punto, paseó Barcelona, salien-
do porción aquella tarde para la campaña y lo demás
quedó, que no podía salir todo junto. Con estas de-
mostraciones de grandeza (no vista aún en los Monar-
cas) quedó el bulgo, no sólo satisfecho, pero corrido y
atónito.
El día 8 de Mayo, haviendo oydo misa en San Fran-
cisco, partió aquella mañana el Príncipe á Monserra-
te con la comitiva de los Gavos de la guerra y algunos
particulares; hizo en aquel santuario sus devociones
á la Virgen santísima, y sin detenerse pasó á Gervera,
en donde de su orden estaban ya las tropas á punto
de marcha. Llegado, pasó su muestra y hizo marchar
las milicias todas hacia Lérida: llegadas allá, formó su
campo y sitio contra la plaza, pasando la metad de su
exército con dos puentes de las barcas que lleva va á
la otra parte del río.
Llegó la noticia á Barcelona de que el cerco estava
sobre Lérida; la armada de mar marchó luego á Fran-
cia; la gente y cavallería que iba llegando, que era
mucha, marchava luego al campo, que como al Prín-
cipe le estimavan y flavan mucho, las asistencias y
socorros eran grandes; acá tampoco havía pereza, y
que para el havío de las municiones no se contenta-
van los Jueces con salir por la provincia á embargar
vagajes, sino que las galeras y muías de los coches de
particulares de Barcelona se toma van también, tra va-
jan do sin cesar en el correo de municiones hasta que
287
se transportaron al campo; que como eran tantas, y el
vagaje tanto, desde el amanecer hasta la noche no
paravan en la Ataracana. También el Governador
Margarit hizo montar quatro compañías de cavallería
catalana con dinero y á costa del Rey de Francia; re-
coxióla por la provincia, y sería en número hasta 260
cavallos bien armados y famosa gente: era el Gover-
nador de ella D. Gaspar Margarit, hijo del Governa-
dor; pasaron muestra, y mancharon á Lérida el día 29
de Mayo.
S. A., apenas tubo la gente á la otra parte del río,
apretó la plaza con quatro baterías que incesantemen-
te la tiravan, aunque al plantarlas perdió mucha
gente y artilleros; aprovecháronse y empezaron á fa-
bricar y trabajar muchas minas y acercarse tanto, que
los de una parte estavan ya en el foso. Los de la pla-
za no dormían ni cesavan y disparar contra los gas-
tadores, baterías y esquadrones, y en hacer numero-
sas y sangrientas surtidas, ocasionando en los france-
ses una gran pérdida: en una pereció el Ingeniero
maior de Francia; pero ni con eso cesavan de trava-
jar y acercarse ala plaza: en unas partes encontravan
peña, en otras agua, en unas llevavan fiera zurra, en
otras la davan, corriendo sitiados y sitiadores varias
fortunas, y no cesando de una y otra parte de ofen-
derse y defenderse quanto en humanas corresponden-
cias cavia.
Gaminavan las operaciones con esta celeridad y
orror, ofreciendo á todos y esperando alguna gran fac-
ción, porque estavan ya para jugar una mina y dar
asalto á la plaza, según se publicava; llegó nueva á
Barcelona, día 20 de Junio por la mañana, que el Prín-
cipe havía levantado el sitio y retirado todo el exér-
cito á esta parte de Termens y Villanueva; y como
288
estas resoluciones en los Príncipes tienen mucho de
divinas, se discurrió variamente. Davan por motivo
que queriéndola entrar por asalto y aventurar la gen-
te que tenía, pasó muestra el Príncipe y alió le havía
disminuido el exército siete mil hombres entre muer-
tos y fugitivos, y que no tenía arta gente para la fun-
ción; otros dijeron que sentido de que no le emhiaban
de París toda la asistencia que le havían ofrecido y
que noticioso de que el Jastellano junta va en Fraga
un copioso exército y temeroso de que si llegava y
allava con tan poca gente no experimentase algún
mal suceso, quiso retirarse; otros daban otra causa
menos decorosa y que toca va en la entereza: sea lo
que fuere, él se retiró y esperó en Villanueva que el
exército se retirase con buen orden y encerrase en
Gervera los pertrechos y puentes. El Castellano soco-
rrió la plaza de todo mui á su saibó y como quiso.
CAPÍTULO 16.
FORTIFÍCASE Á CONSTANTÍ Y SALOU.-ENTRA EN BARCELONA EL PRÍN-
CIPE Y BUELBE Á SALIR LUEGO.— OCUPA EL CASTILLO Y LUGAR DR
AGER, Y LOS CASTELLANOS EMBISTEN Á CONSTANTÍ.
Retirado el exército á esta parte del río y Villanue-
va, marchó el Príncipe á los lugares de las Borjas y
Alberca, atrincherándose y fortificándose en ellas, y
desde allí mandó guarnecer y bastecer los presidios de
Balaguer y Flix y otros comarcanos de todo género
de víberes y pertrechos, pues los tenía sobrados. Man-
dó en el ínterin combocar de las villas y lugares de la
provincia hasta quinientos maestros albañiles, sin que
se les trasluciera el fin, hasta que teniéndolos los des-
pachó al campo de Tarragona con un grueso pedazo
de cavallería y el Mariscal Agramot, para hacerles
289
travajar dos fuertes á un mismo tiempo, el uno en
Gonstantí, y el otro al puerto de Salou, para tener se-
guro el desembarco y con eso asistir al de Gonstantí.
La cavallería servía de escolta para que la guarnición
de Tarragona no embarazase la obra, como de echo no
se atrevió á salir. S. A. estava de escolta para que el
exército castellano no pasase al campo y se juntase
con los tarraconenses; el de Agramot iba y venía á
conferir con el Príncipe lo que hera de utilidad.
Mientras esto se travajava, dejando encargadas las
cosas al Mariscal, se entró de secreto en Barcelona el
Príncipe el día quatro de Septiembre á la noche, y
estubo hasta el de 10 del mismo que bolbió á salir;
díxose aver venido á conferir algunos negocios con la
Diputación y Giudad, y lo mostrava las repetidas con-
ferencias que se tenían. Partióse á Villafranca, y ese
mismo día aerearon á Joseph Piferrer, natural de
Barcelona, a quien por mal afecto havía desterrado á
Genova; y no obstante que por haver quebrantado la
m alienta le hicieron pagar 500 libras, aviándose des-
pués pasado á España, lo cogieron en la última cam-
paña de Lérida con un comboy que pasava á Fraga,
y con vara de Alguacil real hiciéronle su culpa y ese
padeció muerte: era famoso mozo y causó mucha lásti-
ma. Reconociendo S. A. que los castellanos, ocupando
la villa y castillo de Ager, ocasionavan no poco daño
en los lugares circunvecinos y sujetos á sus armas, y
que aunque se havía intentado tomar varias ocasio-
nes, no havía tenido efecto por lo áspero del sitio y
fragosas montañas, por donde no podía conducirse ar-
tillería, resolbió á primeros de Octubre ir en persona
con 400 ca valles y dos mil infantes, y para facilitar la
empresa con mañosa industria, llevar dos cañones á
espaldas de hombres por puestos, y en acémilas por
Tomo xxiv 19
290
donde podían pasar. Llegados allá, plantaron la bate-
ría haciendo fiera brecha, aturdiéndose los de la guar-
nición porque juzgaron imposible lo que veían; rin-
diéronse á buena guerra, y S. A. reparó lo que se avía
derrivado y dexó muí buena guarnición, dio parte del
suceso á la Ciudad, cantóse Te Deum laudamus y se
hizo salva.
Estando S. A. ocupado en lo de Ager, quiso la guar-
nición de Tarragona intentar alguna operación con-
tra los dos nuebos fuertes que se labravan contra ella,
por serles ambos de gran perjuicio, y más el de Salou;
pero llegó ya tarde, porque estavan en buena defensa
y con artillería montada. Los que la guarnecían, que
eran muchos entre franceses y catalanes, defendiéron-
se con mucho valor y los despacharon bien escalabra-
dos. A los de Gonstantí embistieron primero poniendo
cerco, y porque no estava aún en toda la defensa nece-
saria, sabiendo que el Príncipe, noticioso de su salida,
mandava marchar al de Agrámente con un grueso de
exórcito, dieron escalada al lugar; entró algún núme-
ro de milicia; pero rechazaron con mucho esfuerzo, y
viendo que llegava el de Agramonte, se retiraron á Ta-
rragona no mui bien librados, y es cierto que si Totavi-
la se descuida algunas horas más que lo arriesga todo
con la surtida, porque le iba Agramonte álos alcanzes.
CAPÍTULO 17.
REFIÉRESE LO SUCEDIDO EN LA ENTRADA DEL DE AYTONA EN CATALUÑA
CON EXÉRCITO; SU RETIRADA Á LÉRIDA; EL SEGUNDO SITIO Ó EMBESTI-
DA Á CONSTANTÍN Y LA RETIRADA, Y VUELTA DE S. A. A BARCELONA.
Hallándose en Tarraga el Príncipe con el Mariscal
de Agramont, después de haver buelto del campo de
Tarragona, tuvieron noticia el día 10 de Octubre que
291
el exército del Castellano, governado por el Marqués
de Aytona, havía pasado el río Segre, y aloxádose en
el llano de Lérida. Con esta noticia mandó S. A. jun-
tar todas sus tropas, con ánimo y resolución de que
si el Castellano entrava en el llano no aguardar otro
para embestirle sin dejarle poner en postura. Al ano-
checer vino otro aviso que ya el Castellano pisava el
llano de Urgel, y se halla va aloxado en el lugar de
Juneda, y según las muestras, de embestir á Arbeca,
y el día siguiente por la mañana marcharon á la villa
de las Borjas y se abrigaron de las mismas trincheras
que los nros. havían fabricado el verano antecedente.
S. A. marchó el día siguiente á Belpuche, distante de
las Borjas tres oras de camino, llevando la mira de
ocupar al otro día el sitio y lugar á Juneda, cortán-
doles con esto el paso y embarazárseles el socorro de
los de Lérida, provisión de víveres y impedirles la
retirada para obligarles á dexar las trincheras y no
poder excusar una batalla campal. Esa misma noche
los batidores del Príncipe tomaron un Oficial de la
guardia del Castellano, y dio por noticia que su Gene-
ral, con el exército, estavan en forma de batalla y re-
sueltos para embestir, para cuio efecto se havían con-
fesado ya los Cavos principales: en vista de esto, el
Príncipe, asistido de Agramont y del Varón de Marcin,,
Teniente general del exército, con los regimientos de
Dardena y Balthasar, pasó en persona á reconocer la
postura y designios del Castellano, dejando orn. á las
tropas andasen en forma de batalla, y á los Marisca-
les de campo que velasen y executasen lo que él man-
daría desde donde se hallase.
No bien llega van los dos exércitos á distar media
legua el uno del otrp el día 14, quando al amanecer
oyeron disparar tres tiros de la artillería de Arbeca,
292
señal de que el Castellano, con la misma marcha, se
retira va derecho á Lérida; despachó orden al exército
para que á toda diligencia torciese la marcha hacia
Lérida, mientras S. A. le iha observando los pasos con
los dos regimientos, y caminando á la vista les echa-
va partidas de la retaguardia á fin de detenerle y dar
tiempo á que sus tropas se adelantasen y juntasen.
Gomo la distancia de las Borjas á- Lérida es dos leguas
menos que el Belpuche, y el Castellano empezó su
marcha á media noche, haviendo emhiado adelante el
bagaxe y artillería, y el paso que llevava era acelera-
do, de las tropas del Príncipe, las que más se adelan-
taron pudieron llegar al ponerse el sol á vista del Cas-
tellano, que ya ocupava unamontañuela media ora de
Lérida,
El Príncipe, no obstante el abanze, tomando la ca-
valleríá que havía llegado (porque la infantería venía
lexos), quería empeñar al Castellano á que empezara
el combate, porque si entrava en la huerta de Léri-
da no podía lograrse, así por cubrirlo la artillería de
la plaza como por la caudalosa acequia que está de
por medio y servía de embarazo, y un margen creci-
do que naturalmente era un cordón y fuerte trinchera.
Para lograr este designio echó el Príncipe á mano de-
recha, para ocupar la eminencia en que el de Leganés
y el de la Mota tubieron aquel choque cinco años hace;
el de Agramont tomó la izquierda, encaminándose á
una ondura ó valle en donde se descubrían unos esqua-
drones del Castellano en forma de batalla: el de Ayto-
na, que hasta entonces sólo havía tratado de retirarse,
viéndose cercado bolbió cara y se dispuso en campo de
batalla; entre tanto, la cavallería francesa marchava
hacia él, y el Príncipe tiró á ganar la. eminencia que
ellos dejavan. Pero apenas estubo en ella, vio que el
293
Castellano con toda su gente se encaminava para el de
Agramonte, encubiertos por una estrechura, sin que el
Mariscal lo advirtiese, y temiéndolo así el Príncipe, le
despachó unos cavallos á todo correr con el aviso, y
aprovechóle, porque se puso con sus quatro batallones
en defensa, á tiempo que á distancia de trescientos pa-
sos vio al Castellano que le venía encima con espada en
mano; y aunque mostró valor' para despreciar el ade-
mán, no le huviera salido mui felizmente á no embes-
tir el Príncipe por el lado derecho y hecho parar al
Castellano con su arribo. Cerró la noche á esta sazón,
y quedaron los campos con esperanza de combatir en
amaneciendo. Pero el Castellano, que no buscava eso,
se fué entrando con gran silencio y diligencia á la
Huerta. Los nuestros le fueron siguiendo hasta la emi-
nencia de Villanueva, y allí se pusieron en forma de
combatir, pues estava ya nuestro exórcito junto: dis-
paróse la artillería contra el Castellano; respondió la
suya, pero sin dejar sahr ni un hombre de las trin-
cheras; estubieron los nuestros tres oras largas en for-
ma de batalla, hasta que cansados y sedientos por ha-
ver caminado treinta y seis oras sin topar agua, hu-
vieron de tomar puesto donde la huviese. A^ste tiempo
el de Aytona con su exórcito bolbió á pasar el Segre,
retirándose á Aragón, y S. A. se pasó á Belpuche.
Al Castellano se le han preso y muerto algunos sol-
dados en los revatos que se le dava á la retaguardia
y dos cavallos del Marqués, uno de los quales le havía
dado el Rey de España de los de su cavalleriza. Pero
el Príncipe quiso andar tan vizarro que se los bolbió,
en guío retorno el Marqués le regaló con un rico re-
lox guarnecido de diamantes y una cadena de oro de
mucha curiosidad y aprecio, dando al que se los lle-
vó muy buenos guantes; refirieron algunos prisione-
294
ros que la artillería les havía echo muchísimo daño.
La retirada del Castellano fué tanto más vergonzosa
y acobardada quanto havía sido su entrada intempes-
tiva, arrogante y llena de retos, pues públicamente
decía havía de destruir nuestro exército ó hacerle re-
tirar hasta Barcelona; pero tomó mal las medidas, pues
le faltó paño para tanto vestido, y sólo se detuvo un
día en el llano de Urgel; también le falló el intento de
lo de Gonstantí, porque según se vio por algunas car-
tas que se tomaron, el de Aytona embió orden al de
Totavila para que le tomase, asegurándole que él con
su exército combatiría el nuestro y daría tiempo y oca-
sión para concluir con el presidio, pues vergonzosa-
mente nos haría retirar hasta Barcelona. Totavila con
este seguro, su infantería, quatrocientos cavallos y
siete piezas, fué sobre Gonstantí y empezó á batirlo fu-
riosamente. S. A., ya por las cartas cojidas y ya por
los avisos, supo lo que pasava: tubo tiempo al otro día,
retirado el de Aytona, de embiar al Varón de Marcin,
Teniente general del exército; el Gonde de Brollo, Ma-
riscal de campo, los rejimientos de cavallería de la
Mota, Alez, Marín, la Gompañía de las Guardias y
cinquenta hombres de armas y de infantería. Los re-
jimientos de Mompullan, Perigort, Miropux y dos
compañías de esguíceros del rejimiento de Rom para
que hiciesen la salva á Totavila. Mientras éstos mar-
chavan y se disponían, Totavila apretó á Gonstantí,
de forma que por el barrio vajo abrió tres brechas y
dio tres asaltos, entrando el lugar; retiráronse los na-
turales y la guarnición hasta el castillo, y proseguían
los españoles en atacarlos durante estas refriegas des-
de jueves 24 de Octubre hasta domingo por la maña-
na, que teniendo noticias (como la otra vez) de que iba
Marcin sobre ellos, tuvieron forma de retirar la arti-
295
Hería, y á tanta diligencia, que no pudiendo hacerlo
de la pólvora la pegaron fuego, y dexaron cantidad
de valas y un carro de los de la artillería, salvándose
ellos como pudieron; entró Marcin y mandó recuperar
lo derribado, y dexó un buen socorro de víberes que
el Intendente havía conducido, y acrecentó la guar-
nición y municiones. Dóvese alavar el valor y resis-
tencia del señor de Beaume, pues con tal constan-
cia y ánimo rechazó por dos veces al enemigo, siendo
tal su denuedo en las embestidas; y no contentándo-
se con defender la plaza, lo embió siempre escala-
brado.
De las cartas cojidas y del ainco en querer tomar á
Gonstantí, entró el Príncipe en juicio de que el de Ay-
tona no quiso obrar repentinamente alguna acción,
pues se estava á vista de Lérida y savia se havía em-
biado al socorro de Gonstantí porción de las tropas, y
para evitarlo, se aloxó las que le quedavan al contor-
no de Vimbodí, puesto por donde havía de pasar el
Gastellano; pero como sólo tratava de entrar las mu-
niciones que havía sacado de Lérida y aquartelarse
para imbernar, ninguna execución intentó, sino que,
introducidas las provisiones en Lérida, pasó el río
Ginca.
S. A., viendo eso, trató de aquartelar su exórcito y
disponer las materias de aquellos presidios á la maior
combeniencia y venirse á Barcelona, dejando en cam-
paña al Mariscal Agrámente para el govierno de las
armas, y S. A., con algunos camaradas, entró el día 2
de Noviembre ya muí tarde y mui de secreto.
296
CAPÍTULO 18.
AUTO GENERAL CELEBRADO POR LA SANTA INQUISICIÓN EN EL BORN.
Haviendo llegado S. A. y saviendo estava de parti-
da para Francia, para que viese el cathólico zelo de
los catalanes, que se castigan las eregías, que no se
sufrían y que se administrava en justicia, se dispuso
para el día 7 de Noviembre 1647 un auto general por
los señores Inquisidores en la plaza del Born, la qual
se dispuso de tablados como se refirió ya en el primer
libro en otra función que se celebró el año 1627; el día
6 á la noche colocó el clero de Santa María en un ta-
blado, vajo un dosel, una cruz grande verde con seis
candeleros, trayéndola desde la Inquisición en proce-
sión solemne; el día siguiente, á las 8 de la mañana,
salieron los Inquisidores, precediendo el estandarte del
Santo Tribunal, á quienes seguían los familiares cali-
ficadores en mucho número; después venían los In-
quisidores y detrás los penitentes, con muchos oficia-
les y comitiva. Llegaron á la plaza, y tomando los
puestos, ocupó su balcón S. A. con el Governador, y
dio principio á la función un religioso dominico con
un vello sermón; concluido éste, se leyó el cartel que
es estilo, y luego, pasando uno de los reos á un pulpito
elevado algo en el mismo tablado, se empezó á leer los
procesos de los reos: éstos eran siete hombres, cinco
mugeres y dos estatuas de dos que havían renegado y
se hallavan en tierra de moros: padeció muerte uno
por sodomita, que después de muerto lo quemaron
junto con las estatuas al Ganet, como se suele; los de-
más era por echicerías, y dos veces, vibiendo el pri-
mer marido y primera muger: á éstos, acavado de leer
297
SU cansa, á unos condenaron á azotes, otros á destie-
rros, y el de muerte con las estatuas se entregaron á
la Audiencia. Avía también un apóstata del orden del
Carmen descalzo: entregado que se huvo al rejente el
que havía de ser quemado, y sacado de entre los otros
para el suplicio, llevaron los demás reos al tablado en
donde estavan los Inquisidores, y puestos de rodillas ó
postrados, mientras la capilla cantava el Psahno del
Miserere, les davan con unas varas sobre las espal-
das, y acavado, les dieron la solución y los restituie-
ron á la Inquisición, y se concluyó con el auto no mui
tarde. ^
CAPÍTULO 19.
PARTE Á PARÍS EL CONDE.-SORTEAN CONSELLERES PARA EL AÑO 1648.-
ENTRA POR VIRREY Y JURA EL CARDENAL MACERINO Y DICE DE PON-
TIFICAL.
El mismo día 7, acavada la función que queda re-
ferida, se retiró S. A. á comer y despachó recado á los
Diputados y Conselleres que se llegasen á Palacio, que
deseava hablarles antes de partirse y que sólo se de-
tendría hasta acavar de comer; fueron á palacio y de
pie se despidió de ellos, y les aseguró les asistiría á la
provincia con las veras que experimentarían, y mon-
tando á cavallo á las tres, se salió de Barcelona mui
á la lixera con sólo algunos camaradas, como havía
venido, y aquella noche durmió en Granollers, toman-
do de allí las jornadas para París. Su casa y familia
salió poco después.
El día de San Andrés, según es costumbre, se hizo
la extracción de Conselleres para el año siguiente de
1648. Sorteó Conseller en Cap J. Sagui y de Capella;
segando, D. Rafael Casamitjana y Mora, Médico;
298
quarto, Aloy Planas; quinto, Francisco Reverter, No-
tario; y sexto, Jayme Mur, calcetero, que governaron
juntos todo el año siguiente.
Año 1648.
Haviendo partido el Príncipe de Conde, entró la
Vicerregia, que duró dos meses y medio: en este tiem-
po se tubo aviso estava nombrado por Virrey el Car-
denal Macerino, Arzobispo de Ays, religioso dominico
y hermano del Cardenal Macerino, Privado que fué del
Rey. Vino el Privilegjo, rexistróse y se señaló día
para su entrada á 28 de Febrero 1648, y que se le hi-
ciese el recivimiento que á los demás.
Llegó el día señalado, y salieron los Ministros y Di-
putados á recivir á Su Eminencia hasta la Cruz de San
Francisco: diéronle allí su bienvenida y norabuena,
acompañándole hasta encontrar con la Ciudad, y des-
pués con ella como es costumbre. Al entrarla Puerta
Nueva disparó la artillería y muchos petardos que es-
ta van prevenidos, formando los soldados de los tercios
calle á dos lleras por donde pasó, que fué Capilla de
Merens, calle de Moneada, Born, calle Ancha, por los
Encantes y Regomí al Aseo, de donde echó el jura-
mento; salió por la Plaza Nueva á la Puerta Ferriza,
Rambla y Dormitorio de San Francisco, á su palacio;
al entrar en él se repitieron las salvas; en cada plaza
ó puesto anchuroso avía esquadrón formado de los
tercios, y por no sé qué encuentro que los Maeses de
Campo tubieron con los Conselleres, no concurrieron
con sus tercios, y solos los Ayudantes, aun sin Sar-
gento maior, huvieron de esquadronar la gente: de
esta suerte comboyaron al Cardenal hasta su casa. Era
Su Eminencia joben, de buen aspecto y humano; no
299
traía mucha pompa por eclesiástico: venía por su ca-
marada el Obispo de Orange, también dominico; en-
tró á cavallo sobre un hermoso y andaluz cavallo con
gualdrapa de terciopelo carmesí con franxa y guar-
nición de oro; su vestido era de Cardenal, en que no
pudo haver gala, y por razón de Arzovispo llevava
cruz alta y maza de plata sobredorada, con el escudo
de sus armas delante. Por ser el cavallo algo inquieto
y no estar hecho á ir á cavallo, se dio orden á los mos-
queteros que no disparasen. La carroza que trahia
para la persona era donosa; el maderaxe negro. Los
cavos seda morada y oro; muy grandes cristales guar-
necidos en bronce dorado, que parecía una asqua de
oro á trechos; la clavazón era de lo mismo, grande:
tirávanla seis frisones castaños, que con guarniciones
de vaqueta negra, franxas moradas y evillas de bron-
ce, formavan á la vista una hermosa diversión.
Venía en ia carroza la familia de escalera arriba:
el traje era calzas atacadas. La librea de los lacayos
era negra y cabos morados. La de la guardia de la
caravina, que eran al pie de cien soldados, de paño
colorado y cruces de Lama de plata: no eran los cria-
dos muchos, pero lucidos, y los más italianos, que
como su amo lo era, estava aficionado á la nación.
Gomo el Cardenal era religioso dominico y entró cerca
de las fiestas de Santo Thomás de Aquino, quisieron
los religiosos les celebrase ese día. Saplicáronselo, y
admitiólo. Llegó el día, y haviendo convidado á los
Conselleres dexaron de concurrir porque Su Eminen-
cia hizo poner dosel en el presviterio á la parte de la
sacristía; corrieron recados de Su Eminencia á los
Conselleres y de éstos á Su Eminencia, replicando que
no sufría dosel la Ciudad si no era para el Rey; ale-
gava ser Príncipe de la Iglesia y que devía ponerlo
300
en donde hacía función pública. Ello no concurrió la
Ciudad con Su Eminencia en puesto público mientras
estubo en Barcelona.
Vistióse Su Eminencia vajo el dosel con las cere-
monias que suelen los Arzobispos, y celebró su Ponti-
fical asistido de dos Dignidades y dos Canónigos del
Aseo; predicó el maestro Tapias, de San Benito. El
concurso y la fiesta fué grande, ese día por muchas
circunstancias que será ocioso el referirlas. Coronó el
día la entrada del General de los Dominicos, que llegó
esa noche al acavar la procesión. Venía de Castilla, y
por llegar ya noche, la multitud de las achas de la
procesión suplieron las luces del día. Reciviéroülo con
cruz alta los religiosos, y conducido al altar maior,
echa la oración, visitó la reserva, y después sobre la
sepultura de la Comunidad cantaron un responso; pasó
á la capilla de San Ramón y oró al Santo; buelto al
altar maior, sentado en una silla, le besó la mano toda
la Comunidad de religiosos y se retiraron á sus celdas,
quedando la religión dominica mui gozosa, pues tenía
á un tiempo su General, un Virrey y un Obispo de su
Orden en Barcelona.
CAPÍTULO 20.
JUBILEO PLENÍSIMO POR CAUSA DE LAS GUERRAS QUE CONCEDE EL PON-
TÍFICE.—CUÉNTASE EL ESFUERZO DE UN CAVALLO Y ROTURA DE LA
BARRA DE LOXE Ú LOS ENCANTES, Y LO SUCEDIDO CON DOS GALERAS
GENOVESAS QUE PASAVAN AL CONDESTABLE DE CASTILLA.
El Pontífice Inocencio décimo alió la Iglesia mui
apretada y la christiandad padeciendo crueles y san-
grientas guerras. El Moro se havía apoderado de Can-
día y aquella isla proseguía en hacerse dueño de los
países venecianos, amenazando su ambición á maio-
301
res empresas. Los Príncipes christianos estavan todos
con las armas y las batallas entre sí cada día; y para
ver si por medio de las oraciones se servía Dios de
aplacar su Divina Justicia y mejorar el estado de las
cosas abriendo los tesoros de la Iglesia, concedió un
Jubileo unibersal y plenísimo con reservación de solos
tres casos, mandando en él que para ganarle se ayu-
nase tres días, se confesase y comulgase y se asis-
tiese á una procesión general que havía de hacer la
iglesia maior de cada pueblo, y el que no pudiese asis-
tir visitase una iglesia. Publicóse este Jubileo en Bar-
celona el 21 de Abril, y el miércoles siguiente se hizo
la procesión como la del Corpus y aun con maior con-
curso: en lugar de la reserva llevavan una efigie de
la Verónica, y las dos semanas consecutivas se visi-
taron las iglesias, hicieron muchas devociones y pe-
nitencias para que Dios nos consolara y diera perma-
nente paz.
Por cosa digna de admiración se deve referir el es-
fuerzo de un cavallo, que á no haverlo visto yo pu-
diera tenerlo por fabuloso. Vendía un hortelano un
rocín ó cavallo que tenía de mui buena casta y mucha
fuerza á un mosiur primer día de Mayo para llevár-
selo á campaña, y después de visto y reconocido en el
llano de San Francisco no se pudieron convenir en el
precio: pedía el dueño 25 doblones; el francés sólo
quería dar 20: no ajustándose, se lo llevaba su dueño
á casa, que vibía á las Huertas de la Puerta Nueva, y
al pasar por la fuente del Ángel, ó que el albardón le
hiciese cosquillas ó que se espantase, tomó la carrera
furiosa, y sacudido el peso del dueño, desenfrenado
dio hacia las barras de- ierro de los Encantes, y dando
de pechos en una, no obstante, su doblez, pues pasa de
ser como la moñeca de qualquiera brazo, la tronchó
302
por medio qual pudiera si fuera una dévil caña, que
siendo corto el ámbito hizo no sólo estremecer las de-
más, sino que diera lugar una sortija del Pilarillo más
vecino; pasó por medio de la rotura y á pocos pasos
caió muerto y rebentado; el varrón de hierro, de su
mismo esfuerzo, se vino á juntar pasado el cavallo,
que sólo está de abierto alguna mano; él se deja ver
de todo, porque está bien en público, y á no haver
visto el lance se me hiciera dudoso.
Día 5 de Mayo llegaron al puerto dos galeras de la
señoría de Genova, que trahían al Condestable de Gas-
tilla que pasava de Italia á España; venían con pasa-
porte de la Reina christianísima, y con ese salvo con-
ducto fué costeando toda esa provincia. Llegaron de-
lante del muelle y saludaron la tierra; respondióles el
baluarte, pero no parecían bien; entraron en el puer-
to y dieron fondo; apenas la Ciudad supo el personage
que trahían, sospechándose que la detención por las
costas no sería conveniente, hicieron entender que
criados del Condestable ni pasagero alguno se osara
entrar ni desembarcar, que si necesitavan de mante-
nimientos ó qualquier otra cosa la pidiesen, que se les
daría, y para que se observase esta ley, puso la Ciudad
sus guardias en la puerta del Mar y muelle. El Carde-
nal Virrey, que por estar desabrido con los Conselle-
res estava en una torre cerca de Sarria, apenas supo
el arribo de las galeras entró en la ciudad, que, según
lo que se bió, ó tenía orden ó deseava ospedar al Con-
destable, porque embió recado á la Ciudad tubiese en
bien de permitir desembarcase el Condestable. Juntó-
se Consejo de Ciento, y resolvieron que no sólo el Con-
destable, pero ni criado suyo ni otro pasajero alguno
intentase desembarcar, que no estava tan lexos Ta-
rragona. Viendo el .Cardenal esta resolución, no re-
303
plicó, sino que con su Secretario dio quenta al Con-
destable de lo que pasava; sintiólo mucho, porque hiva
algo desganado, y con el Secretario entró en la ca-
rroza un Gentilhombre á hablar con S. E., que no se
detubo media ora: el día siguiente á la noche carga-
ron; pero al pasar la torre del rio se les movió viento
contrario con algo de borrasca, que les obligó á bol-
ber al puerto, en donde estubieron hasta el día 10.
S. E. les hizo un abundantísimo presente de dulces y
otras cosas esquisitas. El intento era desembarcar en
Cartagena; pero por la poca salud, miedo de unas ga-
leras de moros y no arriesgar la mucha riqueza que
trahía, desembarcó en Tarragona, y con literas que
embió á buscar á Barcelona executó su viaje por tie-
rra á Madrid.
CAPÍTULO 21.
VASE EL CARDENAL MACERINO Y POR QüÉ. -ENTRA EN SU LUGAR EL
DUQUE DE LOVIS, MARISCAL XANBERT.-SALE Á CAMPAÑA Y TOMA Á
TORTOSA.
Como el Cardenal Macerino vivía desabrido con los
Comunes, Ciudad y Diputación, así por los puestos
como porque era público vendía todas las provisiones
y puestos, procurando solamente enrriquecerse y sin
ser útil para la provincia y sus cosas; crecieron las
quejas al Rey, y fueron tan repetidas y poderosas en
el ánimo de S. M. tan piadoso, que luego vino, orden
al Cardenal Macerino marchase á París, con que el día
14 de Mayo partió á toda diligencia para la corte, y
su ropa y familia la embarcaron en un navio para
Marsella.
Ya que se dice lo malo, no es razón que se calle lo
bueno: poco más de dos meses fué Virrey, y en ellos
304
ana acción sola le acreditó de justiciero. Desde un bal-
cón de su palacio vio un medio día que í'rancisco
Guinart y Gerónimo Santa Gana arriva en la muralla
tiraron al Bayle de Mataró, de que murió en breves
oras; viéndolo, mandó á su guardia y á los que se ha-
lla van. con él siguieran los agresores sin perderlos de
vista; hiciéronlo, y sin que les valiera. el haverse aco-
gido al sagrado de Santa Mónica, los llevaron á la
cárcel, y aquella noche, para no dar lugar á la com-
petencia, se les dio tormento y un garrote, amane-
ciendo colgados en las oreas en donde havían cometi-
do el delito: estos hombres, aunque eran acomodados
y con mucha parentela en Barcelona, no hicieron mu-
cho duelo, porque havían cometido algunas muertes
y estavan cada día en pendencias é inquietando á to-
dos, con que alavaron mucho la diligencia de quitar
dos hombres tan dañosos á la república.
Luego que el Cardenal salió, llegó avisos de estar
nombrados para Virrey el Mariscal Xarles de Xam-
bert. Duque de Lovis y Teniente de la Guardia suiza
de S. M., que vino también mui de prisa á la lixera;
rexistróse su privilegio, y se resolbió no se les hiciese
en adelante las pomposas entradas que se hacían, pues
se mu da van mui amenudo de Virrey y que se execu-
tase como antiguamente con los Virreyes de Castilla.
En esta forma se recivió, sembrando por las murallas
algunas piezas y saliéndole á recivir los Ministros y
Diputados hasta el molino de Carbonell, y después la
Ciudad, aorrando tanto gasto superfluo; entró el Du-
que á 5 de Junio arto temprano, y por venir á la li-
xera se valió de los criados y libreas del Cardenal;
entró por lá Puerta Nueba, y calles acostumbradas, á
prestar su juramento en .el Aseo; de allí, por estar
achacoso de la gota, sin rodeo se fué á descansar á su
305
palacio: era famoso cavallero; gozava poca salud; lle-
gó después su familia arto lucida, y la librea color
leonado con cavos de oro.
Ya antes que el Duque entrase en Barcelona ha-
vían llegado muchas tropas de infantería y cavalle-
ría; y apenas llegavan, pasa van luego á Gervera y
Santa Colonia, en donde esta va Mosiur de Marcin,
buen soldado, que governava las armas, y haviendo
hecho frente á Tarragona, marchó luego hacia Léri-
da como si la quisiese sitiar. Estas variaciones tenían
suspensa la gente; pero como el intento era otro quan-
do vio la sazón, dividiendo el exército en dos partes,
una para Flix y otra por esta parte del rio, dio sobre
Tortosa. El Duque lo savia como quien obrava, pero
callólo hasta el día 10 de Junio, víspera del Corpus,
que sin esperar la celebridad del día, y pasándolo en
Monserrate, partió por Santa Coloma á hallarse en la
expugnación de la Plana, y dejando orden le siguie-
sen las tropas, porque consigo sólo llevó su guardia y
algo de cavallería.
Nunca creieron los castellanos que las armas ene-
migas intentasen tomar á Tortosa, así por lo extra-
viado como por la dificultad que havía en conservarla
estando tan distante y siendo frontera de Aragón y
Valencia. Con esta confianza vibían descuidados, tan-
to, que sirviendo de amagacén para las provisiones y
pertrechos, tanto de Tarragona y Lérida como de los
exércitos, sólo tenía de guarnición hasta seiscientos
hombres; corrieron tan secreta la resolución y opera-
cione&ípara este sitio, que cogió á los de Tortosa de
improviso, pues nada recelaron hasta que se vieron
delante la gente. El Duque de Lovis caminó con esta
disimulación hasta que Marcin le avisó se hallava so-
bre la plaza, y partió de Barcelona. Componíase su
Tomo xxiv 20
306
exército de catorce mil infantes y quatro mil cavallos,
toda buena gente: llegados á Tortosa, dispusieron á
toda diligencia el cordón, líneas, trincheras, plata-
formas y vaterías, y con la misma se procuró condu-
cir por tierra y por mar á un tiempo los víveres, per-
trechos y artillería. Último de Junio partió por mar
un comhoy de quarenta barcas y dos baxeles que fué
á parar á los Alfaques. El otro de tierra partió desde
Santa Goloma de Querol y por Gambril; el de mar llegó
primero, y entre uno y otro llevaron veinte cañones
de batir y algunos de campaña. Mientras éstos mar-
chavan y los sitiadores travajavan sus trincheras y
lineavan el cerco, los sitiados, haciendo mofa y di-
ciendo si havían empeñado la artillería para comprar
vino, executavan algunas surtidas no poco dañosas á
los franceses por cogerlos sobre las obras, y en otras
llevavan arto que sentir.
Llegó la artillería, y dióse priesa á plantar la bate-
ría (que mucha gente y con gana travajan mucho);
acudieron al campo muchos vibanderos con muchas
provisioties. Día 10 de Julio empezó á jugar la bate-
ría principal, que era de 14 piezas juntas, tirando in-
cesantemente á toda ruina. Las bombas, granadas j
valas atemorizaron á todos los sitiados, de forma que
no sabían lo que obravan. La batería principal abrió
una disforme brecha, y día 13 del mismo, que lo es de
la traslación de Santa Eulalia, entre la una y las dos
del día, que era domingo, mandó el Duque que el ter-
cio de Mostaros, que era del batallón de los suizos, y
el de Campaña, con compañías sueltas de otros reji-
mientos, avanzasen á ocupar la media luna del Cavo
del Puente. Executóse por tres partes á un tiempo, y
con tal felicidad, que la guarnición atemorizada se
puso en huida la ciudad adentro; siguieron los que
307
asaltavan clamando vitoria, y en un instante se hi-
cieron dueños de la ciudad y sus murallas; la guarni-
ción se retiró al castillo, y otros por las iglesias gri-
tando misericordia; en esta entrada murió muchísima
gente nuestra, porque después de haver entrado juga-
ron dos minas que se llevaron dos calles enteras, y en
ellas mucha gente nuestra. De suposición sólo murie-
ron el Marqués de la Trusa y Mosiur Gorbí: el prime-
ro era Governador de Rosas, mui rico, que havía
años que estava en Cataluña; murió de un mosque-
tazo en la caveza, Dárdena quedó erido en los pe-
chos de una pedrada; debióse este buen suceso al ter-
cio de Mostaro y al de los Balones, que fueron mui va-
lerosos.
Apenas se vieron dentro, quando empezaron á sa-
quear las, casas y las iglesias, menos la cathedral, que
pusieron salvaguardia; y aunque el Duque echó van-
do, pena de la vida, que ninguna iglesia ni lugar sa-
grado fuese saqueado ni violado, como los exércitos
franceses se componen de todas sectas, no se vio exi-
mida la religiosa en el retrete de su monasterio, la
doncella en el de su casa ni la casada en el amparo de
su marido, que no se viesen violentadas, sino todas las
del primer estado peligró alguna, y quien ni por Dios
ni por la justicia no dejó el sagrado de un cómbente
libre, menos dejaría de saquear las iglesias; y aunque
se arcabuceaban algunos, no fué posible detener tan-
ta ambición de una gente sin fee y sin Dios. Ello duró
el saco, según el que menos dice, siete oras continuas;
otros dicen que veinte y quatro: ello es cierto que el
saco fué general, que se vertió mucha sangre virgi-
nal, que el exército se enrriqueció, que era orror oirlo
referir á ellos mismos, y que, últimamente, quedaba
desolada aquella mísera población, y así, crea el lee-
308
tor lo que quisiere alargar su discurso. Viendo S. E.
que dexavan las casas yermas, y que por mar y tierra
se llevavan las alaxas, hecho vando que quien se qui-
siera quedar, quedase, y que las alaxas se vendiesen
todas á los mismos naturales: muchas familias se pa-
saron á Aragón y Valencia, y otras quedaron.
Los castellanos que se havían retirado al castillo
con su Cavo D. Diego Bruzuela, y el Ohispo, pedían
unos pactos onrrosos; negóseles todo arvitrio por la
cobardía con que havían huido, y así el lunes se rin-
dieron á merced de señor, saliendo del castillo hasta
quatrocientos hombres, todos de vizarro aspecto; al
Cabo lo hicieron salir con una caña: de ese modo pasó
con la gente por delante Barcelona camino de Fran-
cia; el Obispo pasó á Valencia.
No tienen ponderación las provisiones de granos,,
municiones y pertrechos que se hallaron dentro, que
como era el amagacén de los españoles para los exér-
citos y plazas, se deja bien creer. Fortificaciones tenía
muchas y buenas; pero como faltó valor y gente, y se
le dio tanta priesa (porque para el día 25 decían ha-
vía de ser socorrida), en tres días naturales y doce
antes del señalado para el socorro se vio rendida. El
Duque se detubo allí algunos días, haciendo reparar
las fortificaciones y disponiendo lo necesario, y la
dejó con tres mil infantes, algo de cavallería y un
buen Governador, y aquartelando su resto de tropas
entre el camino dé Tarragona, el de Urgel y la Saga-
rra, se retiró á Barcelona, dejando á Marcin para que
acavase de perficionar todas las materias, pues su va-
lor é industria havía tenido tanta parte en este suce-
so; entró S. E. el día 26 de Julio en Barcelona, por-
que la gota lo tenía muí aquexado, y toda esa campa-
ña lo havía maltratado mucho. Saliéronle á recivir
309
Diputados, Ministros, Gonselleres, Governador y mu-
chos cavalleros y Oficiales de guerra, que, como ve-
nía victorioso, todos le rendían obsequios; entró por
la Puerta de San Antonio; disparó toda la artillería, y
deseando que paseara las calles, se ha vían prevenido
muchos calderones de tea por ellas y más de trescien-
tas achas, por ser ya noche quando entrava; pero
como S. E. venía aquexado del dolor de la gota, sólo
llegó al Aseo á dar gracias, y de allí, por lo más bre-
ve, se fué á descansar en su palacio, y no obstante
eso, no se dejó de emplear la prevención de las luces,
que parecían las calles como noche de luminarias.
CAPÍTULO 22.
FIESTAS POR EL SUCESO DE TURTOS A. —ENCUENTRO DE CANG Y CONSE-
LLERES.-SACAN Á SANTA MADRONA k ESA SAZÓN. -SEGUNDAS FIES-
TAS POR OTRA VITORIA.
Para celebrar con fiesta la toma de Tortosa, esperó
la Ciudad que llegase el Duque, y en haviendo llegado
se deliberó en Consejo de Ciento se hicieran tres días
de luminarias ó tres noches á costa de cada qual, y que
así mismo se celebrasen tres solemnes Oficios en los
tres días en la Aseo, por las almas el último, y los dos
en acimiento de gracias, el primero al Santísimo Sa-
cramento,' el segundo á Nuestra Señora y Santa Eula-
lia, y el tercero, de difantos, empezó el primero de
Agosto, que era domingo; y como siempre en este gé-
nero de fiestas, y por esta causa Barcelona se ha es-
merado, no fué menos en esta ocasión: era admira-
ción discurrir por la Ciudad aquellas noches, y parti-
cularmente la Vidrería. El Duque, no obstante su
achaque de la gota, salió la segunda noche por la Ciu-
dad en una litera descubierta, acompañado de todos
310
los Gavos de milicia que se hallavan, del Governador,
de Dardena y toda la nobleza catalana y francesa, con
ricas galas y muchas achas á cavallo. En los Oficios
asistieron el Duque, Ciudad, Diputación y Consejos en
público, conforme se acostumbra; el segundo día de las
fiestas, como los Gonselleres aguardavan al Duque en
el Aseo, al salir á recivirle Ciudad y Cavildo como es
de costumbre, el Cavildo dio agua bendita á S. E., y el
Arcediano y Sacristán lo cogieron en medio: ofendié-
ronse de eso los Gonselleres, replicando allí mismo;
respondió el Cavildo le tocava á él acompañarle hasta
la puerta del coro y á la Ciudad el recivirle allí y
acompañarlo hasta su estrado; suscitóse la disputa de
eso y otras cosas, y S. E., enfadado de que no lo hu-
viesen prevenido antes, se salió ante» de acavar la
fiesta y se fué esa tarde á la torre del Arcediano de
Santa María á Sarria, y aunque se interpuso para
ajustarlo ,y también los Diputados, como adelante se
dirá, no se consiguió por entonces, antes bien resultó
que el tercer Oficio no quiso la Ciudad se celebrase en
el Aseo, sino que en lugar de él repartió el día si-
guiente por los conventos é iglesias trescientas libras
para que se celebrasen misas rezadas. El Cavildo, sen-
tido de esto, celebró el Oficio con toda pompa y so-
lemnidad á costa suia.
Corriendo así las cosas, era preciso por la seca ha-
cer rogativas por agua, porque no sólo para el resto
de la cosecha, sino para la salud, ymportaba que Uo-
biese; y como el primer recurso es á Santa Madrona,
concurriendo el Cavildo y Ciudad, estando el desabri-
miento de por medio, para evitar la concurrencia de-
liberó el Consejo de Ciento, hasta que las materias es-
tubieran compuestas, que los Gonselleres y proómenes
subieran á Santa Madrona, y descubriéndola ó sacan-
311
dola al altar maior con el Santísimo patente, hiciera
celebrar un solemne Oficio, y que los días siguientes
fueran por los conventos de religiosos á asistir y hacer
celebrar una misa solemne, y que la tarde fuesen los
frayles en procesión á la casa de la santa pidiendo
agua. Executóse de esa suerte, empezando el día 7 de
Octubre, y concluiéronse las rogativas el de 27, que
subiendo los Gonselleres con la misma autoridad se ce-
lebró otro Oficio y cantó Te Dewn laudamus y se re-
servó el cuerpo de la santa. A estas funciones asistió la
capilla de frayles franciscanos, que la tenían entonces.
Tubo la Ciudad carta de la Reyna nuestra señora,
con aviso de una célebre vitoria que el Príncipe de
Conde havía tenido en Bohemia contra las armas del
Emperador en una batalla campal, siendo entre am-
bos exórcitos más de setenta mil combatientes, y que
el Emperador havía quedado totalmente destrozado,
perdiendo artillería, bagaxe y mucha riqueza, y la
gente entre presa y muerta casi toda á esfuerzos é in-
dustria de las armas y valor de los franceses. Llegado
el aviso, se hicieron tres salvas reales, y por todas las
iglesias Te Deicm laudamus; se publicaron tres días
de luminarias, que se hicieron lucidísimas, aunque á
costa de los particulares, y se dieron gracias á Dios,
celebrando tres Oficios solemnes: el primero fué en el
Aseo, asistiendo el Duque, pero no la Ciudad; ésta hizo
el segundo en Santa María de la Mar, por razón de no
correr bien con los. Canónigos, y el tercero la Diputa-
ción en la capilla de palacio de la Condesa. El día 13
de Septiembre 1648, que hera el último, á la noche
coronó la fiesta S. E. con una ymbención de fuego en
el llano de San Francisco: ésta era un castillo y en
lo superior un cavallero á cavallo en un lucido bruto,
con tres ó quatro soldados de á pie, que todo rebutido
312
de coetes de diferentes imbenciones vinieron con el
castillo á parar en pabesas: pareció mui bien á todos
y se celebró con victoria.
CAPÍTULO 23.
VASE 1 PARÍS EL DUQUE; RECONOCE PRIMERO LAS PLAZAS; SORTEAN
CONSELLERES; AJUSTES DE ÉSTOS CON LOS CANÓNIGOS.— DISCORDIAS
EN PARÍS Y LOS EFECTOS DE ELLAS.
Por causa de su poca salud j de lo mucho que se le
agravaba la gota ó podagre, trató el Duque de Lovis
de retirarse á París: esta causa dio, no se oyó otra, y
cumpliendo con las obligaciones de buen soldado y
vasallo quiso reconocer las plazas y fronteras, para
cuio fin partió de Barcelona día 31 de Octubre con al-
gunos camaradas, cavalleros y su guardia, derecho á
Monserrate; de allí á Gervera, Balaguer y Flix y Tor-
tosa, y dando en todas las órdenes convenientes para
su maior conservación, sé restituió por el campo de
Tarragona á Barcelona, en donde entró á 28 de No-
viembre: al pasar por el campo se supo que el Gover-
nador de Tarragona, noticioso del tránsito y que venía
con una porción de cavallería, quiso armarle una em-
boscada; pero salióle mal, porque no sólo no logró el
intento, sino que á más de paso se huvo de retirar.-
El día de San Andrés sortearon por Gonselleres en
Gap D. Hierónimo Gava; segundo, T. Gafont; tercero,
Joachim Gampaña, ciudadanos ambos; quarto, Segis-
mundo Damians, mercader; quinto, Francisco Fitor,
Notario; sexto, Pedro Paulo Sivit, cerrajero, que ya lo
havía sido quatro años havía.
Luego que S. E. llegó á Barcelona, trató de su par-
tida, porque sus achaques lo tenían los más de los días
en cama, y quando no en muletas; fuese á despedir
313
de ambas casas de Ciudad y Diputación, mostrando
mucho cariño y sentimiento de haverse de ausentar,
y dejando por Governador de las armas á su Teniente
Marcin, mui buen soldado, partióse vispera de año
nuebo, dexándonos con mucha tristeza por lo bien que
se havía portado. El mismo día que partió mandó jus-
ticiar al Governador de Gastelldasas por las excesivas
contribuciones que hacía pagar á los paisanos, extor-
siones que usava con ellos y con los pasajeros porque
los hacía prender, y en el castillo á fuerzas del tor-
mento y rigor les hacía redimir la vida á peso de di-
nero: pro várensele estos delitos, y así se le cortó la
caveza en la plaza del Rey último día del año; díxose
era luterano, y que quiso y acavó reconocido y como
cathólico.
Corriendo las disensiones entre Cavildo y Ciudad,
desearon mucho se ajustaran por lo mal que parecía
y estava al bien público no correr uniformes estos
Cuerpos y no asistir los repúblicos en las festibidades,
hasta estar sin aquéllos y ellos sin aquélla. Los Canó-
nigos corrían firmes y consolados en su dictamen;
avían aprendido algunos cantores á tañer las chiri-
mías, y avíase el Cavildo hecho paho de lama, nácar y
plata con las armas de la Iglesia, para las funciones,
que es lo que suele dar la Ciudad. Avíanse interpues-
to varios personages y tenido muchas juntas para con-
venirlos en tiempo de los Conselleres pasados, y jamás
havían podido recavar cosa alguna. Por último, luego
que salieron los nuevos Conselleres, se interpusieron
los Diputados y S. E. el Duque de Lovis, y los concor-
daron con que siempre que concurriese persona real,
Virrey ó otro personage á quien se deviese recivir en
la iglesia, hubiese de salir el Cavildo á la puerta ma-
ior y dar el agua bendita á la persona, reci viéndola y
314
acompañándola hasta puerta del coro ó muí cerca de
ella, y que allí la huviesen de recivir los Gonselleres,
retirándose los Canónigos y acompañarle hasta el si-
tial ó silla en el Presviterio, y que en las procesiones
que no fuesen á costa ó petición de la Ciudad huviese
de llevarse el palio del Cavildo, y en las que fuesen por
quenta de la 'Ciudad, el palio de la Ciudad: ajustados
de esta suerte concurrieron, y S. E. el día de Nuestra
Señora de la Concepción, á la fiesta del Aseo, con gozo
unihersal y mucho placer del Duque de Lo vis, que sen-
tía infinito la desunión.
Año de 1649.
Es costumbre antigua en la Francia juntar el Par-
lamento Supremo ó Cortes generales (como llamamos
en nuestra España) en el día de los Reyes, en el qual
se tratan y confieren las materias del Estado, así po-
líticas como militares, se nombran los Cavos y seña-
lan las asistencias con juzgar convenir. Para esto se
juntaron este año de 1649. Y en ocasión que la razón
ó embidia avía levantado grande emulación contra el
Cardenal Macerino, Privado de los Reyes y de nación
italiano, y aunque gran Ministro y maior político, la
razón de extrangero á la de ser tan hombre con título
de que estava el reyno exausto. Los naturales, cansa-
dos de tanta pecha j contribución, maquinó el Parla-
mento apearlo de la privanza y mudar de govierno.
Llevavan la vandera de este séquito el Príncipe de
Contí, hermano del de Conde; el Príncipe de Bullón,
que tenía ganado al pueblo mal contento de las con-
tribuciones, y sin esto se dijo, y sería más que cierto,
que entenderían en la facción muchos de los de pri-
mera magnitud.
315
Para mover la ruina en el Parlamento, se le pidió
al Cardenal diese quenta de en qué y cómo se havían
expendido ciertos millones de dinero. Hicieron oposi-
ción el Rey y Reyna, á quien y al Privado seguían el
Duque de Orleans, el Príncipe de Conde, el Conde de
Ancourt, el Gran Maestre de la artillería y otros mu-
chos (que en tales turbulencias unos por lisonja, y
otros por la conveniencia, aun contra razón se arri-
man á éste y á aquel partido). Estos esforzavan que no
havía ley que precisase al Rey, que ovedeciese lo que
el Parlamento decretava, que éste representase y ove-
deciese, que el Rey haría lo que le tocase. Esto llegó
á controvertirse y disputarse en el Parlamento, de for-
ma que pasando á términos violentos se conmovió en
la corte una solevación ó motín general, que pública-
mente por las calles y aun por Palacio mismo se gri-
tava viva el Rey y viba el mal govierno, y otras voces
más graves y de no poco recelo, acompañadas con irse
armando la gente. Llegó esto á estado que los Reyes,
el Privado y sus sequaces huvieron de salir ocultos y
á sombra de la noche de París, y convocar las milicias
y tropas del reyno, para entrar á fuerza y saquear la
corte. Juntas las tropas, se formó un campo ó cerco á
la corte: los de adentro, resueltos á todo, se defendie-
ron haciendo surtidas y estragos en las campañas y
gente, como pudieran con los enemigos más declara-
dos, y fortificándose quanto podían. Los cabos de una
y otra facción están ya nombrados arriba, sin que de
los que favorecían el partido del Rey dexasen de asis-
tir en secreto á los del vando contrario, teniendo com-
placencia de que no lograse el Privado sus intentos;
que no hay ninguno que deje de pensar que á no re-
buelto y en mutaciones de gobierno, puede tener al-
gún logro. Duraron estas ostilidades pasados de qua-
316
tro meses, y en ellos no sólo se destruieron y talaron
todas aquellas campañas del contorno de París, sino
que todas !as materias de la Corona y disposiciones de
guerra se calmaron, á que se tubo por seguro asistía
y fomenta va España. Viendo los Reyes tanta duración
y que no se podía atender á lo más importante, trata-
ron de entrar en pactos y se ajustaron, como abaxo y
más adelante se dirá: á Mosiur de la Mota le havían
quitado quanto en Cataluña le havían dado del duca-
do de Cardona.
CAPÍTULO 24.
PROCESIÓN DE SEIS CUERPOS SANTOS. -ARRIBO DE QÜATRO GALERAS DE
ESPAÑA; LO QUE PASA CON ELLAS.-LLEGA EL GENERAL DE CAPUCHI-
NOS; AJUSTASE PACES CON EL EMPERADOR, Y LAS DIFERENCIAS ENTRE
EL REY Y LOS DE PARÍS.
Havía un particular que tenía en su casa seis cuer-
pos de santos, ú por lo menos huesos que correspon-
dían á reliquias insignes de seis santos; y como en ca-
sas particulares jamás se pueden tener tales prendas
con el culto y veneración que deve, llevado el dueño
del escrúpulo ú la devoción, los dio á los religiosos del
Carmen Calzados, para que allí estuvieran con toda
decencia. El día 24 de Enero por la mañana los puso
el dueño en la capilla de Nuestra Señora de Monserra-
te en sus seis caxas, mui guarnecidas y adornadas de
flores, sobre una peana; y á la tarde, á las quatro, con-
currieron la comunidad de Santa María de la Mar y
los religiosos Carmelitanos con las cofradías que tie-
nen su imbocación ó fundación en el Carmen, que asis-
tiero'n con sus banderas, y los colegios que hacen sus
fiestas en el Carinen acudieron con achas, que no fue-
ron pocas las que éstos y otros devotos aplicaron para
317
lucir esta procesión: asistieron á ella los Gonselleres á
llevar el palio, y con mucha devoción y lucida asis-
tencia los llevaron al Carmen, pasando la procesión
por la Vidrería, calle de Moneada, Boria, Pórtico de
Santiago, Plaza Nueva, Puerta Férrica y la calle del
Carmen. Tuvieron los tres días patentes en el altar
maior haciendo diferentes fiestas, y después los colo-
caron en un nicho que hoy se conserva con su reja al
lado del mismo altar maior.
Martes 10 de Febrero, á la tarde, llegaron quatro
galeras de España delante Barcelona, y paradas en-
frente de San Bertrán, despacharon faluca al puerto.
Por ésta se supo iba en ellas el Duque de Maqueda,
que pasava de Valencia á Genova á recivir y hospe-
dar, como Mayordomo suyo, á una hija del Empera-
dor y sobrina del Rey Cathólico, que venía á casarse
con éste y avía tiempo que la esperava por partido de
Alemania. El Duque venía con pasaporte de la Reyna
Christianísima y permiso para tocar en todos los puer-
tos de Francia, y en fee de él pedía puerto y provisio-
nes y refresco para la chusma; respondió la Ciudad se
juntaría, y de lo que resolviese avisaría. Juntáronse,
y lo primero fué echar vando, pena de la vida, que
ninguna faluca ni esquife fuera osado acercarse á di-
chas galeras ni comerciar con los que venían en
ellas. En la junta huvo varios dictámenes: el de Mar-
ca (que con el Governador concurrían) era que se le
permitiese el desembarco; pero la Ciudad prevaleció
en que no, como dueña absoluta en estas materias de
comercios con los sospechosos del contagio, y el mo-
tivo que dio fué que las galeras venían de Valencia,
en cuios países j costas se ardían de peste los años
pasados, y que no se savia estuviesen libres de ella,
por cuio motivo no se havían dado pláticas á otras
318
embarcaciones de aquel reyno: con esta excusa (que
sólo lo era para evitar el desembarcar y que no im-
presionasen los castellanos algunas novedades en los
ánimos barceloneses) se le embiaron dos personages
al Duque negándole enteramente el comercio; sintiólo
mucho, y tomando algunas provisiones, cargó el día
siguiente á la tarde; pero el mal tiempo las retiró
aquella noche algo dentro el muelle. Por la costa se
entretubieron algunos dias, y más en Gadaqués, espe-
rando bonanza para engolfarse. Dexaron los pueblos
en donde tocavan ricos de reales de á ocho, cosa que
á la gente les causava no poco cariño.
Domingo 7 de Marzo llegó á Monte Calvario el Ge-
neral de los capuchinos, que venía de Castilla y avía
cinco años que iba visitando su religión. Era tenido en
opinión de santo; obrava muchos prodigios en curas
de diferentes enfermedades con sólo la señal de la
cruz; referían que hallándose con Inocencio Décimo,
que entonces governáva la Iglesia santa, á visitar á
Doña IpóUta Panfilio, sobrina de Su Santidad, que es-
tava gravemente enferma, con la señal de la cruz que
le hizo en la caveza la dexó curada, y en vista de eso,
le mandó el Pontífice en virtud de santa ovediencia
discurriese por el orbe y que curase con esa señal á
quantos enfermos ó impedidos le pidiesen salud. Corrió
la voz de estos prodigios, y acudía la gente á buscar
su remedio á exércitos enteros. Salía á las tardes á la
puerta de la iglesia en su mismo convento y hacía sus
cruces á los dolientes: muchos curava y algunos no,
porque eran según la fee con que iban y pedían el re-
medio; estuvo en este convento hasta el día 15 de Mar-
zo: en éstos entró en Barcelona á visitar algunas igle-
sias y santos y á bolber las visitas á la Diputación y
Ciudad; la multitud de la gente que le seguía es im-
319
ponderable. Llamávase Fray Inocencio de Sicilia,
hombre de edad, bello aspecto y gran barba; pasava
visitando la Francia, y en la villa de Vinsa havía de
celebrar Capitulo provincial, y de allí se bolbía á
Francia, y los religiosos y conventos que no podía lle-
gar á visitar, aunque iba á cavallo en una mulica par-
da, los llamava al convento vecino. Havía muchos
años que en Munster estavan los Plenipotenciarios en
la Dieta para concordar y ajustar las paces entre los
Príncipes christianos que tanta sangre vertían y vi-
das se acavaban en adquirir sus derechos ó pretensio-
nes. Entre España y Francia era intratable el ajuste,
siendo la causa Gathaluña, porque ambas Coronas
pretendían que no quedándoles el Principado para sí
no havía que tratar en lo demás. Estando en estos
altercados, se ajustaron los olandeses y España, fir-
mando paces ó treguas por veinte años. Ajustáronse
también paces entre Francia j el Imperio, sin que
éste pudiese aiudar á España: así lo avisó la Reyna á
la provincia y á la Ciudad en cartas que se escri-
vieron á 5 de Abril, primero de Pasqua de Resurre-
ción, y el siguiente se acudió á dar gracias á Dios
en el Aseo con un solemne oficio y Te Dsum lauda-
mus, y la artillería de los baluartes y muralla hizo su
salva.
En los capítulos penúltimos queda referida la su-
blevación de los parisienses contra su Ptoy, Privado y
primeros Ministros, y que les obligaron á formar exér-
cito y ponerse en campaña: estos accidentes fueron
bien dañosos á la Corona, porque ocupadas la atención
y fuerzas al remedio de aquel mal interno, se descuidó
del externo, y lo padeció este Principado; también
como miembro de aquel Cuerpo, y se dijo por cosa muí
cierta, que cooperó y fomentó España á esta subleva-
3^20
ción para divertir las fuerzas, y la duración lo mostró,
pues desde 6 de Enero hasta 19 de Agosto estuvo el
Rey sin poder entrar en París y con exército puesto,
y por último huvo de venir á pactos con sus vasallos
y parisienses: quáles fueron no se supo, y sí el que los
Gavos del revelión contra el Rey quedaron en los pues-
tos y honores que se tenían, con que se deja ver con
quánto descrédito de la autoridad real huvieron de ser.
El Rey entró el día 19; reciviéronle los puestos, seño-
res, nobleza y pueblo de París con solemnes aclama-
ciones, singulares demostraciones de regocijo, grande
acompañamiento de milicias, guardias, repetidas sal-
vas y continuados vanquetes y brindis, pues aseguran
estavan las calles y caminos por donde el Rey havía de
pasar con las mesas puestas y llenas de aves y comida
con mui exquisitos y abundantes vinos, y todo era brin-
dar á la salud del Rey y vitorearle. Los Jurados de Pa-
rís, que llaman echevins, contoda la nobleza y prebos-
tes délos mercaderes, salieron á recivir al Rey áquatro
leguas de París; entraron los Reyes en una carroza: en
un estribo iba el Rey y el de Anjou, en el otro el de
Orleans y de Conde, y dentro la Reyna, Madamaysela
y Cardenal Macerino. Al entrar en Palacio todo fué
músicas, clarines y diversos entretenimientos, que
con muchas luminarias duraron por tres días con-
tinuos, sin que puedan descrivirse por menudo todas
las circunstancias de fiesta y alegría con tjue los re-
ci vieron, desquitándose con esto (si pudo haver des-
quite) siete meses de reveldía: quiera Dios darles mu-
cha quietud.
321
CAPITULO 25.
TRÁNSITO DE LA REYNA DE ESPAÑA TOR DELANTE BARCELONA; LO QUE
SUCEDE CON ELLA; EXPULSIÓN DE AFECTOS Á ESPAÑA EN BARCELONA.
Sávado 28 de Agosto 1649 se descubrieron 19 ga-
leras que venían de Mediodía hacia Barcelona; dieron
artos recelos y motivaron el doblar las guarniciones
y que los Gavos acudieran á sus puestos. Llegaron de-
lante el muelle é hicieron alto ama^-nando las velas,
y luego con una faluca enlró en el puerto un Gentil-
hombre y trujo á la Ciudad el pasaporte, y por éstos
se supo y por los estandartes ser las galeras de Espa-
ña, que pasa va la hija de la de Ungría, Emperatriz que
se hallava entonces y hermana del Rey cathólico, que
pasava á casarse con éste, siendo á un tiempo sobrina
y esposa. Á más de las galeras venían con ella mu-
chos navios cargados de infantería; pero éstos no se
llegaron á ver, que pasaron por Mallorca. Díxose que
en dejando la Reyna bolbían sobre Barcelona con ar-
mada de mar y tierra. El pasaporte era de la Reyna
de Francia, en que concedía libremente, no sc)lo el co-
merciar en los puertos de su ovediencia, sino también
el desembarcar y entrar en tierra siempre y como la
Reyna quisiese, tanto en borrasca como sin ella. Re-
conocido el pasaporte, juntóse la Ciudad y Junta de
Guerra en el baluarte de Mediodía: asistieron en ella
el Governador Mosiur de Cuigui, General de la cava-
Hería francesa á la sazón, y otros muchos Cavós fran-
ceses y catalanes, y después de varias conferencias re-
solvieron embiar quatro embajadores á la Reyna di-
ciendo que en quanto á entrar en el muelle no era
tratable con las galeras, que si S. M. y la armada gus-
Toju) x.Mv 34
322
tavan ó necesitavan de provisiones y refresco, entra-
se sólo una galera con los Mayordomos y Gavalleros
que fuese servida y que tomarían lo que quisiese, que
por causa de guardarse de peste de Mallorca y de don-
de venía la armada no se podía hacer más. j
Entró la galera con los Mayordomos ó dispenseros,
y com boyados por los mercaderes que se hallavan de
guardia aquel día por la ciudad, compraron lo que
havían menester y quisieron, y mucha cantidad de
nieve, Mosiur de Marca, electo Obispo y que se de-
tenía aquí por jurisconsulto del Rey y eminente suje-
to en todo, la hizo un famoso presente á la Reyna. La
galera, luego que tuvieron echo su provisión, se fué ó
incorporó con las demás, y todas sin detención carga-
ron hacia Tarragona, porque tenían favorable el tiem-
po: como al descubrirse las galeras todos los Gavos y
milicias acudieron á sus puestos, comendava la torre
del Cavo del Río T. Quintana el viejo, y no acudiendo
él en persona embió un hijo suio de pocos años y me-
nos experiencia en las etiquetas de la mihcia. Las ga-
leras navegavan tierra á tierra, y la una casi pasó to-
cando al pie de la torre; el Capitán, poco cuerdo, sin
averiguación ninguna, encaró la artillería á las gale-
ras y les disparó siete cañonazos; con que asustada la
Reyna, huvieron de hacerse el mar adentro: sintiólo
infinito la Ciudad, y disculpándose con el Capitán de la
galera, que aún estava en el muelle ajustando algunas
cosas, le dixeron asegurara á la Reyna havía sido mo-
cedad del Cavo, y que no tenía orden para tal desaca-
to; que los perdonase, pues era visoño y no havía
cooperado malicia; respondió el Capitán á los Conse-
lleres: <Ya yo pensó que era visoño. > El dio por discul-
pa no saver que era persona real en la galera. La Ciu-
dad, para sanearse con España y con Francia, mandó
323
prender á entrambos Quintanas á tiempo que estava
para partir un correo para París, y dieron aviso que—
dava preso el viejo; que el joven, como estava fuera,
huyó, y que se castigaría según sus méritos; pero den-
tro dos meses en Consejo de Ciento, dándole la ciudad
por cárcel, se acomodó todo: sólo la torre experimen-
tó el rigor, pues años después la derrivaron para que
no quedara memoria. La Rey na devía de ser de quin-
ce años de edad, y sintió infinito el suceso.
Avía juntado el Rey Gathólico un pequeño exército
en Aragón á la parte de Lérida, y murmurávase era
con ánimo de llegar sobre Barcelona y sorprenderla.
Dícese pequeño, aunque constava de ocho mil infantes
y tres mil y quinientos cavallos, y aunque havía de
pasar á juntarse con los de Tarragona y gente que ha-
vían desembarcado los navios, que en todos compon-
drían hasta diez y seis mil combatientes, que era poco
para empresa tan grande como la de entrar tantas le-
guas de país enemigo y después ganar fortaleza, de
las consequencias y resistencia que Barcelona que en
el año 41 que lo intentó el de los Vélez con 27 ® hom-
bres sin tener que vencer tanto en el país ni Barcelo-
na más que un poco de cavallería mal adestrada, y
algún tercio francés, y la gente natural no lo consi-
guió, con mucha más razón se podía tener á vano
arrojo en ocasión de tener un pedazo de cavallería ve-
terana, infantería disciplinada y buenos y valerosos
Gavos, intentase el Castellano tal azaña; hallávanse
por Governador de las armas Mosiur de Marcin,
de nación alemán, y por General de la cavallería,
Griqui. Ocasionó en los Ministros y Gavos grande ar-
monía la intentona de los castellanos por las razones
que dejamos insinuadas, y por otras de las quales y
algunas noticias que llegaron de París, se entró en
324
recelo y cuidado de que en Barcelona se fraguava al-
guna traición y conspiración. Las cartas de París lo
decían claro, y pronosticavan y vendrían á sitiar á
Barcelona, y que de adentro avía quien entregara al-
gunos baluartes. Corría la mina y el fuego tan oculto,
que ni aun el humo se havía transcendido.
Entraron el Governador y Real Consejo en inquirir
y hacer exactos informes: lo que de ellos se averiguó
no se supo; lo que se vio fué que á primeros de Sep-
tiembre prendieron al Oydor militar T. Negrell de
Puigcerdá; á D. Gerónimo Miguel, Maese de Campo de
uno de los quatro tercios de la ciudad; á D. Francisco
Navel, también Maese de Campo de la ciudad, que ha-
bía sido Capitán de cavallos del trozo de Dardena; á
D. Joseph Amat, también Capitán del mismo trozo y
ermano que era del Abad de San Pedro de Galligans,
que siendo Diputado eclesiástico el trienio antecedente,
por el mismo achaque fué llevado al castillo de Salsas,
(le donde por dinero le dieron escape y se pasó á Espa-
ña, y á D. Francisco Alemán: estos cinco se prendie-
ron, y con una esquadra de cavallería y un alguacil en
un coche fueron llevados á Perpiñán y entregados al
Governador del castillo para que los tuviera en buena
custodia. Otros muchos tuvieron larga cárcel en Bar-
celona, y más de ducientos que por cartillas se deste-
rraron de Barcelona, no dando más de seis oras á unos,
á otros tres y á otros sólo dos, mandando en ellas com-
parecieran delante el Governador de Perpiñán y estu-
])ieran á sus órdenes. Estas órdenes las despachava el
Consejo Real y las presentava un alguacil. El Gover-
nador, viendo que el número crecía tanto, temiendo en
I-crpíñán algún bazar, los mandó salir de la villa, se-
íjíjlándolcs todo el Rosellón por cárcel, y quedándose
con sjIo los cinco prisioneros que le entregaron prime-
325
ros. Á éstos de las cartillas no se les provó, según se
dijo, sino que de palabra havían delinquido en algo»
sin que pasase á acto positivo, y se llebó con tanto ri-
gor en uno y otro que, dada la orden, no se admitía
mediación alguna ni se atrevían, porque se les diera ea
rostro tal sois con él: á dos Ayudantes de los tercios
de la ciudad, llamados el uno Fornells, platero, y el
otro Lanuza, zapatero, les comprehendió esta fortuna
por haver hablado con demasiada livertad ó porque
sospechasen algo más de ellos: esta expulsión fué muí
provechosa, como después lo confesaron los enemigos,
y contentó á muchos.
CAPÍTULO 26.
ENTRA EL EXÉRCITO CASTELLANO POR EL LLANO DE URGEL CON APA-
RIENCIAS DE LLEGAR SOBRE BARCELONA; PREVENCIONES DE ÉSTA Y
SOCORROS QUE LE LLEGAN DE LAS UNIBERSIDADES.
El día 19 de Septiembre entró el exército castellano
por Lérida y llano de Urgel adentro, capitaneado por
su General D. Juan de Garay: constava de 6 © infan-
tes, algo más y 3.500 cavallos; pasó por medio del Ur-
gel, y llegando á Tarragona torció la marcha hacia
Santa Goloma de Queralt, Cuello Cabra y Poblete; hizo
alto en Vibodí y Poblete antes de pasar el Collado,
porque nuestro exército, que constava de quatro mil
cavallos y poca infantería, gobernado por el de Mar-
cin, Criqui y Dardena, qne entonces no havía Virrey
ni Capitán general, le iba siguiendo á tiro de cañón y
observando sus designios: en este alto del enemigo lo
hizo Marcin en Sarreal, estando á la mira, porque el
Castellano se puso en forma y muestras de querer com-
batir: detúbose en esta postura algunos días, en los
quales pasó el bagaxe y carruage el Collado, y en Po-
326
Wete se travajava mucho pan de munición. Marcharon
de improviso y entraron en el campo todos, la man-
guardia castellana á Momblanc, en donde ejecutó al-
gunas pillas y crueldades en desquite de lo que havían
echo con la guarnición de Tarragona. De aquí se en-
caminó todo el grueso á la villa de Valles, en donde se
juntó, agregándosele las gentes que havían desembar-
cado de la armada y la que pudo salir de la guarnición
de Tarragona, que venía á ser en todo doce mil infan-
tes y la cavallería ya nombrada. En Tarragona esta-
va la armada de mar, compuesta de veinte vaxeles de
alto bordo y las diez y nuebe galeras: con ésfa y el
exército de tierra dieron sobre el fuerte de Salou, que
después de haver causado no pocos daños al Castellano
y verse combatido cruelmente y sin esperanza de so-
corro, se rindió con onrrosos pactos. Pasaron á Gons-
tantí, y por las mismas razones y con el mismo valor
vino á capitular y entregarse. Este fuerte dixeron le
demolieron los castellanos por lo dañoso que era á Ta-
rragona. Publicaron los castellanos echas estas dos
operaciones que venían sobre Barcelona, y que tenían
orden para ello y muchos amigos dentro. Viendo Mar-
cin que el Castellano se encaminava á Barcelona, re-
tiró sus tropas á Igualada, Piera y lugares vecinos, y
embió á Barcelona los tres tercios suizos, Xampaña y
franceses, toda gente veterana y experta, para que,
caso de llegar á sitiarla, tubiera ya dentro esta por-
ción de infantería buena, quedando en disposición de
enviar mil cavallos si el enemigo llegava á la execu-
ción del cerco: repartiéronse estos tercios por los claus-
tros de algunos combentos por no introducir el aloja-
miento por las casas.
Embió también Marcin á Barcelona el Ingeniero
maior, para que reconociera las fortalezas y se hicie-
327
ran las necesarias para la defensa de la plaza en lance
de sitiarla. Discurrieron los Conselleres y Consejeros
de guerra con el Ingeniero por la plaza y muralla;
muchas veces resolbieron, entre otras fortalezas, la-
brar una tenaza á la Puerta Nueba, de tal capacidad,
que encerrava dentro la iglesia de Santa Eulalia, el
Molino de la Pólbora y otros, subiendo encima la ace-
quia que llaman de los Gavallos: hiciéronla de tierra
y faxina, y la gente, así soldados como del país, que
travajavan, ganavan á quatro y cinco reales de jornal
cada día. Á la Puerta de San Pablo travajavan una
media luna también de tierra y faxina, y también se
dio á estajo á un tercio de suizos, que era de quinien-
tos hombres, y travajaron día y noche hasta haverla
concluido; en la Puerta de la Ataracana travajaron
también su fortín con estacada ó trinchera que coxía
hasta la mar mui alta y de mucha defensa: ésta la tomó
á precio echo el tercio de Xampaña de franceses, que
constava de mil infantes; corrían por la superficie de
estos fuertes una línea de estacas á modo de una es-
trada encuvierta, que sobre estar bien era de no poca
defensa, aunque costó á la Ciudad largos millares de
ducados. El Ingeniero, después de esto, dixo se havía
de fabricar una estrada encubierta desde el fuerte de
San Antonio hasta la Puerta de la Ataracana, para de-
fender aquel lienzo de muralla, y para que la cava-
Hería ó infantería de las surtidas, en caso de birles mal
y haverse de retirar promptamente, tubiesen dónde
guarecerse, y que se havían de travajar á toda dili-
gencia porque el enemigo amenazava con el sitio de
la ciudad, que havía gastado sin límite ni pondera-
ción, y vio que se aumentava el travajo y el »asto,
tomó el arbitrio de señalar quartos en la ciudad para
que sus avitantes acudiesen al travajo alternatim y
328
fuese de menos coste al Común. Señalóse en qualro
partes la ciudad: señalóse la línea desde la Plaza de
Santiago á la Puerta del Ángel al lado de San Anto-
nio, á la Nueva y á la Marina, y de esta suerte acu-
dían el día que les tocava el travajo en donde asistía
el Ingeniero; tiradas las líneas con sus cordeles, y
puesto la forma para correr el terrapleno, la Ciudad
hacía correr la faxina y la gente acudía á cubrirla de
tierra, y es de notar lo voluntario de los moradores,
que hasta las mugeres, y en él havía días que concu-
rrían pasadas de quatro mil personas. Llevóse esto con
gran calor mientras el Castellano continuó en los
amagos del sitio; pero en dar muestras de retirada se
calmó en los fortines. Mientras estos fortines se tra-
vajavan, clamaba la gente porque no se fortificaba
Monjuique, que no era de menor consequencia: estas
voces obligaron á la Ciudad á elegir una quatreta,
dando pleno poder para gastar en las fortificaciones
quanto fuese menester; aplicáronse luego al fuerte de
Monjuique, y siguiendo las líneas y fundamentos de
los fortines que se dispusieron el año 1641, añadien-
do trinchera contra trinchera, estacada y estrada en-
cubierta, lo pusieron en breves días en estado de de-
fensa, y continuando el travajo algunos meses, con-
curriendo á él cerca de 700 hombres cada día, pagán-
doles á quatro y cinco reales de jornal y uno de los de
la quatreta por sobrestante, lo pusieron en toda per-
fección; resolbió después el Consejo de Ciento, y esta-
bleció para siempre que para guarnición del fuerte su-
biesen cada día de las compañías de la Ciudad un Alfé-
rez, Sargento y Cabo de esquadra con treinta mosque-
teros, y que se mudase de veinte y quatro en veinte y
quatro horas, señalando de sueldo á éstos mientras es-
tavan arriva de guarnición: al soldado, cinco; al Cavo
329
de esquadra, seis; al Sargento, siete, y al Alférez, ocho
reales.
No se eximió en esta coyuntura el estado eclesiás-
tico del travajo, porque se les señaló la Atarazana y
baluarte de la torre de las Pulgas para terraplenarlo y
fortificarla, y acudían las Comunidades de religiosos y
clérigos por su turno como en procesión al travajo
todos los días. Avía vando pena de la capa que todo
hombre de qualquier estado fuera en cuerpo y con es-
pada en cinta ó en atalay, y para la observancia dis-
currían los Jueces por la ciudad de día y de noche con
la comitiva de mozos armados y para que no sucediese
tumulto ni inquietud, y se logró que no los huviera,
sino mucha unión y sosiego.
Los artilleros en sus baluartes, torres ó plataformas
se atrincheraron famosamente, dándoles para ello la
Ciudad gente pagada. Al mismo tiempo la Ciudad hizo
labrar gran cantidad de bombas, granadas y foxina
alquitranada, caballos de frisa para tapar brechas y
otra inmensidad de pertrechos que conducen á la de-
fensa de un asedio, no descuidándose en la provisión
de víveres y municiones, gastando en todo millones
dfe dinero, pero poniéndose en postura de resistir qual-
quier sitio.
Viéndose la ciudad de Barcelona en esta apretura y
estado de armarse para resistir un sitio, despachó car-
tas y un Síndico á las ciudades, villas y lugares pi-
diendo como de justicia y rogando como de necesidad
la asistiesen con gente y víveres, no sólo para la de-
fensa propia, pero para defender que el Castellano no
llegase á cerrarla, pues como caveza de todas las de-
más universidades devían mirar por su conservación,
porque perdida ella, ninguna otra quedaría segura, y
para que lo estuvieran gastava y havían gastado mu-
330
chísimos millones en la guerra, pudiendo con seguri-
dad decir que en los nuebe años que havía durava cos-
teó casi lo más que se consumió en las campañas y en
ésta que hablamos, hallándose Marcin sin medios y la
cavallería de forma que no la tenía para salir á cam-
paña; á título de préstamo (como los demás Genera-
les) le dio siete mil doblones, con los quales sov dispu-
so y salió á campaña: con estas razones y las muchas
de los servicios echos á la Real Corona, pidió en re-
compensa de finezas la asistencia en este lance, y
obraron tan finos que todos se pusieron en arm,a y en
levas, pareciendo toda la provincia un campo de ba-
talla y llenándose los caminos y ciudad de gente de
famosa calidad, así de la Gerdaña, Rosellón y Empur-
dán, como de los de los demás partidos del Principa-
do, en que se conoció lo mucho que amavan j vene-
ravan la caveza. La gente, así como iba llegando, se
aquartelava en los conventos, y se despachavan á
guarnecer las costas de mar y juntarse con Marcin en
Piera y Igualada, por donde asistía el Diputado Real.
La gente que concurrió no es fácil numerarla, y qual-
quier ponderación será corta. Juzgue el lector lo que
quisiere, que no excederá á vista de los esfuerzos de
una provincia. Sólo los religiosos no salieron, pero
quedaron alistados para el lance del sitio. La univer-
sidad también formó sus compañías, una de cada cien-
cia, y no fueron las menos numerosas y lucidas, y to-
dos pasaron sus guardias y acudían á sus puestos,
velando y disciplinando para quando llegase la oca-
sión.
Viendo la Ciudad que el Castellano marchava á ori-
llas del mar desde Tarragona, y se encaminava á la
villa de Sitjas, tenía por mui cierto el silio, y que
vendría sobre Barcelona; y para proveerse de man te-
331
nimientos y quitarlos al enemigo en caso de llegar á
sitiarla, se mandó generalmente á tres leguas y qua-
tro á la redonda de Barcelona, que todo hombre en-
trase y recogiese dentro la ciudad todo género de gra-
nos y pajas. Obedecieron gustosos la ley, así por sub-
venir la caveza como por asegurar sus haciendas, tan-
to, que no sólo de los límites señalados, sino de maior
distancia, trahían los granos y muebles que tenían,
ganados y aves, todo lo cerra van en Barcelona; de
forma era, que por las mañanas durava tres y quatro
horas el tránsito de los carros y vagajes por las puer-
tas: ello fué sin número la cantidad de granos de to-
das especies que se entró. Los particulares cada qual
procura va avastecer su casa quanto le era posible en
todo género de mantenimientos; de forma vino á ser,
que servía de confusión y que quedó opulenta quanto
se haya visto jamás, y sin temer penuria por dilatado
que fuera el sitio. La Ciudad en común se previno de
gran cantidad de arina, porque á millares de quarte-
ras la entravan por mar. Mandó fabricar algunos mo-
linos de sangre y algunos de viento para lo que podía
suceder, con que quedó la plaza con prevenciones y
ánimo para resistir quanto pudiera sucederle.
Atendióse también á poner en saibó toda la plata y
oro de Nuestra Señora de Monserrate; y aunque se re-
sistían mucho los monotes á traerla á Barcelona v sa-
caria de casa, y querían en ese caso que fuese á costa
de la Ciudad, por último fué un Diputado á protestar-
les y asegurarles; con que los vencieron, y la trajeron
y pusieron en el palacio del Rey, donde estubo bien
guardada.
Á la misma sazón se entraron en Barcelona las re-
ligiosas franciscanas de Pedralbas con todo quanto te-
nían en el convento; vinieron en sus coches combo-
332
yadas de muchas señoras ancianas, personas eclesiás-
ticas y una compañía de infantería, que era la de los
sastres, cuio Capitán era D. Pablo Amat; señáleseles
para su ahitación la casa de D. Berenguer de Onís á
la Riera de San Juan, que saca tribuna á la iglesia de
San Juan, aunque se servían poco de ella por tener
oratorio capaz en la misma casa en donde rezavan sus
oras, y también porque en la casa del Prior de Gatha-
luña, que estavaal otro lado de la iglesia, estavan ocho
ó diez monjas de las de Alguaire, que por haverles
destruido los exércitos el combento, andubieron algu-
nos años por casas de sus deudos divididas, hasta que
llevadas de su religioso celo, éstas que estavan en
Barcelona pidieron al gran Maestre les señalara para
su retiro esa casa é iglesia; y obtenido el indulto, el
Prior se retiró á los quartos del jardín y dejó lo demás
de la casa á las religiosas, que puestas en común ofi-
ciavan su coro en la iglesia de San Juan, empezando
el día del santo, 25 de Junio de este año, que como
son cruzadas de San Juan quisieron empezar ese día.
Las franciscanas de Pedralbas estubieron desde pri-
mero de Octubre hasta 14 de Febrero 1650 que bolbie-
ron á su propio combento, y el día que bolbieron fué
con asistencia de muchas señoras, cavalleros y carro-
zas; oyeron antes de partir un oficio solemne en San
Francisco, en donde las asistieron y cortejaron los Gon-
selleres. Acavado el oficio quisieron las monjas ver el
convento todo, con que los Gonselleres se despidieron;
de allí pasaron á ver los conventos de Santa Gathari-
na, mártir; el de Hierusalén y el de las Gapuchinas, y
en estas curiosidades gastaron casi todo el día, con
que salieron ya tarde y se remojaron bien en el cami-
no por la mucha lluvia.
Intentóse también entrar las Bernardas de Validen-
333
celia, y con efecto, entraron toda la ropa y alajas,
quedando las monjas dispuestas para entrar á la lixe-
ra, si el enemigo pasava el río Llobregate; no lo pasó,
con que se les bolbió la ropa y alajas luego.
CAPÍTULO 27.
PKOSÍGUESE EN LAS OPERACIONES DEL CASTELLANO.-SÜ RETIRADA;
OPERACIONES DE MARCIN Y INSTRUCCIONES QUE TENÍA GARAY.
Después de haver el Castellano tomado á Gonstantí
y á Salou, descansó algunos días en Tarragona; pasa-
dos, se encaminó con la armada de mar y tierra á la
torre de Embarra, Villanueva y Sichas: en las dos pri-
meras, como eran lugares abiertos y sin resistencia, ni
ellos la bicieron ni el enemigo les molestó, sino que
pasó de largo; en Sicbas, que por ser murallada y aver
la ciudad de Barcelona embiado una compañía de cien
hombres de las nuevas levas con un Capitán francés,
con el Capitán catalán y el ayudante Casanova, que lo
era de los tercios de la Ciudad, y algunos franceses, se
fortificaron lo que permitió el tiempo y el terreno; ha-
lló el enemigo resistencia para dos días, que á esfuer-
zos de batería por mar y tierra y uua escalada por
donde menos pensaron los de adentro, se enseñorearon
de lo más del lugar. Y viendo esto los soldados des-
pués de haver muerto algunos de ambas partes por
los furiosos combates, que eran pocos y cansados, pues
los naturales los havían dejado, se entregaron dando
el lugar á saco y pactando que á ellos los detendrían
en el cuerpo del exército dos meses, y que pasados
esos los entregarían á la plaza más vecina de guarni-
ción francesa; pero no lo cumplieron, porque los de-
tuvieron cuatro meses, y en ellos los soldados rasos se
334
escaparon los más, quedando sólo los Cabos; entró el
Castellano y la saqueó á su libre arbitrio. Los navios
estuvieron á la vista mientras las galeras acarreavan
á Tarragona; procuraron fortificarla y tomar la torre
de Garraf, para tener seguro el paso, dejando en am-
bos puestos la guarnición necesaria.
Tomó el exército la derrota hacia Villafranca de Pa-
nados, para donde desde Sichas havían avierto carre-
tera; llegaron al lugar del Arbós; resistiéronse algo los
del lugar, pero como eran pocos fué fácil el entrarlo,
y pagaron la resistencia con el saco, otros estragos y
quemarles las puertas del lugar. Llegaron á Villafran-
ca, en donde no hallaron resistencia alguna, por te-
mor de que no hicieran con ellos lo que con los demás
lugares: aquí formaron sus trincheras y plaza de ar-
mas en la campaña, como si hubieran de permanecer
mucho tiempo, y estúbose observando lo que pasaba
por la provincia y aguardando las órdenes de Madrid
para saber lo que havía de obrar. Compraron gran
cantidad de trigo (es fértil aquel país) pagándolo á dos
reales de á ocho la quartera, que entonces por la alte-
ración de la moneda era á razón de 40 rs.; por quar-
tera solían venderlo á 60 rs,, pero ellos no lo quisie-
ron pagar á más, y aun esto yendo á buscar el dinero
á Tarragona y quedándose algunos sin cobrarlo por
querer más ó por no querérselo pagar. Todo el trigo
se llevó á Tarragona y quedándose algunos sin co-
brarlo. No se hizo extorsión ni molestia alguna al pai-
sano; y si acaso la hacían algunos soldados, en llegan-
do la queja al General D. Juan de Garay los mandava
pasar por las armas á los soldados, con que se vivió
con gran quietud desde mediado Octubre que es íu vie-
ron hasta primeros de Noviembre que se retiraron.
Mantúbose el Castellano estos quince días en Villa-
335
franca de Panados con ánimo á los primeros de poner-
se sobre Barcelona sin pelear ni hacer ostilidades, si-
no que aiiidado de los naturales que entendió tener
dentro de su fación, que poco há diximos los sacaron,
y con la persuasión y benignidad ver si podía hacerse
dueño de los ánimos y ganar la ciudad á buena gue-
rra; pero como le constó por los espías el destierro de
sus aliados; las muchas levas de gen fe que habían en-
trado en Barcelona con los tercios franceses, valones
y suizos; los fortines que se havían travajado y se tra-
vajavan; lo sublevado que estaba la provincia para
socorrer á Barcelona; las provisiones y pertrechos de
guerra con que se havía prevenido y municionado, y,
últimamente, la vigilancia, rectitud y unión con que
se vivía y conformidad en los naturales, con todo lo
demás que se ha referido, descaeció de ánimo y perdió
la esperanza de lograr el buen suceso que deseava y
trahía persuadido; hasta tener firme desengaño de to-
do esto permaneció en aquel sitio é hizo venir delan-
te Barcelona seis navios de los más gruesos que tenía
en esta armada, y se pusieron en forma de cerco á
una legüecilla dentro el mar para impedir no entrase
socorro por el puerto, que como era el tiempo que vie-
nen las embarcaciones de la pesca entendió impedir-
lo; pero fué en vano, porque á sus ojos entraron tres
navichuelos cargados de abadejo, y á uno que abro-
charon en la plaza de Mataró se libró en la misma
arena, y defendido de los naturales desde tierra, los
burló á los seis, y se quedó libre.
Estávase D. Juan de Garay en Villafranca arto te-
meroso y sin saver qué hacerse, y á no ser porque
Marcin obró con alevosía, como se verá adelante, no
hubiera salido tan bien librado, porque de las cartas
que se hallaron á un correo que en disfraz de pobre
336
despacha va Garay á Lérida, j con la de algunos par-
ticulares del mismo exórcito que havióndolo prendido
los nuestros llegaron á Barcelona, se vio patente su
temor, j cómo dava razón de quanto pasava dentro
Barcelona y de que quedaron fustrados sus intentos:
viéndose desengañado ya en ellos, día de Todos los
Santos, resolbió retirarse á Tarragona, y al executarlo
quemó las barracas, deshizo las trincheras y derribó
las murallas y obró en su retirada algunos daños, y
dejando buena guarnición en Sichas, sólo con algu-
nas fuerzas reales se pasó al campo de Tarragona y
se detubo allí has la 12 de Noviembre, que determinó
pasar los collados y bolverse á Lérida. Los seis na-
vios también desaparecieron día de Todos Santos.
Mientras pasava todo esto,- nuestra caballería é in-
fantería se estubo sin hacer oposición alguna entre
Igualada, Piera, Santa Colonia y Garreal, que si Mar-
cin hubiera querido le podía dar malos ratos al Gaste-
llano, ó por lo menos guarnecer los collados para em-
barazarle el paso. Lo que obró fué que pasados los co-
llados mandó Marcin á Griqui, General de cavallería,
que embistiera por la manguardia, que él con el res-
to, que sería tres mil cavallos y otros tantos infantes,
daría sobre la retaguardia: toda era buena gente.
Griqui lo hizo con valor y diligencia, pero Marcin
mui ruinmente, pues no dejando de empeñar a Griqui
en el choque, dejó de asistirle y dar sobre la reta-
guardia como havía ofrecido, estándose mui quieto, y
casi á la vista abrasóse Griqui, y procuró lo mejor que
pudo lograr su retirada, que no pudo ser menos que
con pérdida de trescientos y más cavallos y la nota y
burla del Castellano .
Llegó Griqui á Santa Goloma, donde estaba Marcin,
y llegando á disputar y reñir la acción en la publici-
337
dad de la plaza, hubo Griqui empuñada la espada
contra Marcin; dexó de escrimirla por respetarle Ge-
neral, y remitió el duelo á los pies del Rey, para
donde caminó luego con las postas y dio razón en Pa-
rís de todo lo que pasa va. Quedó Marcin de este he-
cho mui vituperado y se dijo del mil insolencias: que
se avía conferido dos veces con D. Juan de Garay y
que éste quedó muy asegurado del que no le harían
oposición ni embarazo alguno; cumpliólo bien, por-
que jamás quiso juntar grueso de exército para dar
sobre el enemigo, siendo así que podía unir triplica-
das fuerzas á las del Castellano de sólo las levas de la
provincia; pero no sólo no quiso, sino que para simu-
lar su doblez dividió las tropas, dejando mucha parte
hacia Blanas y Mataró con pretexto de que sabía que
la armada de mar del Castellano quería desembarcar
mucha gente por aquellas playas Castel dell fels (1):
puso otra porción y cargo,, la mayor á Barcelona, se-
parando tan distintamente las milicias y no querien-
do unir jamás, aun estando á vista del contrario.
Quando Marcin conoció que el Castellano quería re-
tirarse, apartó de sí á Dardena, mandándole que con
su cavallería catalana, que era mil cavallos y mil in-
fantes, entrasen por aquellos lugares fronterizos del
reyno de Valencia á pillaje, como son Peñíscola, Ve-
nicarló, San Mat^o y otras poblaciones, en las quales
executaron los soldados grandísimo estrago; pero tru-
jeron el maior para sí y para Cataluña, porque en aquel
reyno y frontera de Valencia ardía aún la peste que
el año pasado havía padecido, y en tanto que llegaron
á saquear muchos lugares que los naturales no osa-
van aún bolber, y como entre las milicias en materia
{{) Quiso escribir Castell del fels.
Tomo xxiv 2Í
338
de pillaje no se atiende á los daños futuros, cargaron
con ropa y trastos inficionados y contagiosos: todo en-
tráronlo en Tortosa, pegóse allí la peste y de allí se
esparció por la ribera de Ebro, campo de Tarragona
y provincia, como se verá en adelante, sin lo que
pudo esparcirse por los mismos soldados. Mientras
éstos trujeron esta mercaduría, el Castellano pasó y
retiró á Lérida.
No deven omitirse para el curioso las instrucciones
que havía dado el Rey Gathólico á D. Juan de Garay
para cuando se viese dentro de Barcelona, con la su-
posición que tenía de ocuparla en breve: el modo por
donde éstas se traslucieron fué que asistiendo un sa-
cerdote á un castellano y de suposición del exéroito
de Garay, estando enfermo y á últimos lances de su
vida, desaogándose con este buen clérigo con mues-
tras de mucho sentimiento, le aseguró que Garay
traía instrucciones duplicadas, unas- de benignidad
para asegurar la entrada pacífica y promisoriar, y
otras para executadas y de castigo, y que así le en-
cargava y dava permiso para que las participare á
quien juzgare conveniente, y el sacerdote, juntando
las crueles y de castigo, escribió á un caballero de
Barcelona las que le ocurrieron de benignidad y man-
sedumbre (puédese creer no hubiera sino las primeras,
y que las segundas, que se suponen sean hijas de la
malicia y el rencor), cuio contenido, sacado de la car-
ta,, es éste:
Que trate bien á mis vasallos del Principado de Ca-
taluña y que no permita que los soldados hagan ex-
torsiones y violencias ni desacatos en los lugares
adonde lleguen, y que se pague cuanto se tomare del
paisano y se agasagen y abrasen amigablemente á los
catalanes, asegurándoles que en breve se verán libres
339
del dominio francés; que no tolere que soldado algu-
no pierda el respeto, hable mal ni moteje á los cata-
lanes, y si alguno lo hiciere, sea castigado cruel y
severamente. Que las cartas que lleva del Rey Gathó-
lico para los Diputados y Ciudad de Barcelona, como
caveza del Principado, las envíe por un trompeta. El
contenido de estas cartas heran muchos ofrecimientos;
así de nuehps privilegias como de haciendas, y un
perdón general sin exceptuación de persona alguna.
Que se empeñava á reparar todos los daños que havía
recivido Cataluña, y en paga de los gastos hechos en
estos años de guerra, por primera paga ofrece dar dos
millones de oro.
Que prometen jurar de nuevo las constituciones
establecidas y conceder nuevos privilegios, y que den-
tro de seis meses promete, á costa de su Real patrimo-
nio, cobrar las plazas que el Francés posehe en Cata-
luña, sin que ningún catalán vaia forzado, sino mui
de su voluntad y gusto.
Que quedarán los Oficiales y Ministros de justicia
nombrados por el Rey de Francia en el puesto que
cada uno ocupa al presente.
Que sacará á su costa al Francés del Principado de
Cataluña, librando á sus fieles vasallos de las opresio-
nes y yugo que causa el Goviérno francés.
Que no pedirá quenta de lo que ha perdido el Rey
Cathólico de su hacienda en Cataluña.
Que se presente con su armada real delante de Bar-
celona, en donde sin disparar un tiro esperará la re-
solución, que se moverá dentro por mis vien inten-
cionados y gente de confianza que tengo dentro de
ella.
Y finalmente, que rechazado el Francés, se entre
dentro y tome posesión de todo, dejando los Oficiales,
340
Ministros y Govierno como están, asegurándoles que
el Rey los tratará con amor y benignidad de padre.
Todo esto era el brindis y ofrecimiento engañoso
para facilitar y conseguir la entrada. Lo que después
se havía de executar es lo que se sigue.
Que cuando los catalanes estarán resueltos á tomar
las armas contra el Francés, les obligará con vigor á
que vayan todos desde catorce años arriba, sin aten-
der á las promesas hechas.
Que todos los que son y han sido Ministros, así de
justicia como de govierno, los llame con cautela y
castigue, sin que el pueblo se commueva ni alborote.
Que á lo3 Ministros actuales les notifique las pérdi-
das que el Rey Gathólico ha perdido en estos años de
guerra, las cuales han de ser satisfechas de qualquier
modo.
Que se ha de dar quenta y pagar las municiones y
bastimentos que estavan en los amagacenes de la Ata-
racana, y todo lo demás que constare, havía y faltare.
Que á costa de sus haciendas y vidas se han de re-
cuperar las plazas que el Francés ocupara en el Prin-
cipado.
Que los dos millones ofrecidos vajo de palabra real,
se tomarán en desquento de muchos más que el Rey
Gathólico ha perdido y consumido en el Principado.
Finalmente, tratará á los catalanes con todo el ri-
gor posible para exemplo del mundo; embiará á la
corte los que tiene nombrados en papel aparte, para
que conste á todos el real sentimiento de los males; se
hará un público y exemplar castigo.
Estas ynstruciones aseguró el cavallero havía leydo,
y en breve refirió las que ocurrieron á la memoria,
advirtiendo que en el segundo aranzel havía cosas de
mucho terror y espanto, tales, que escritas serían in-
341
creíbles, teniendo sólo á los ojos engañar la provincia
y obligándola á mirar al Rey Cristianísimo nuestro
señor por capital enemigo para que en otros lances no
nos asista. Lo demás (dice el sacerdote) para cuando
nos veamos; Dios nos guarde de tales engaños y
quiera no se logren como no se ha logrado en esta
ocasión, salióndoles como se ha referido y se deja ver,
quizá porque Dios aborrece las alevosías y premia las
verdades.
CAPÍTULO 28.
CORREOS QUE SE DESPACHAN! PARÍS.-EXTR ACIÓN DE CONSELLBRES.—
EMBÍANSB EMBAJADORES Á PARÍS.— LLAMAN JUSTICIA LOS LUGARES,
Y LOS EFECTOS DE TODO ESTO.
Viendo la Provincia que el Castellano se entrava
por ella con exército, y por otra parte que el país ha-
cía los maiores esfuerzos para su defensa, y que á todo
esto de Francia no venía socorro ni consuelo alguno,
ni se hablava de cambiar Virrey, que hacía cerca de
un año que durava el ínterin, y que las milicias esta-
van pereciendo por no venir un real, se juntaron Di-
putados, Gonselleres, Grovernador y Marcha, y resol-
vieron escrivirí con todo aprieto á la Reyna por un ex-
traordinario'á toda diligencia, representándole el mí-
sero estado de las cosas y clamando todos embiase
S. M. tropas y dinero, porque de otro modo era imposi-
ble se costease esto. Al Síndico que esta va en París,
Micer Monfar, se le dio orden que incesantemente soli-
citase estas tres cosas. No había aún llegado este co-
rreo á París (que en siete días naturales havía de en-
trar), quando motivados de acercarse el Castellano á
Barcelona, despacharon segundo correo. Los mismos
comunes representaron sus desconsuelos, necesidad y
342
falta de justicia, levantando de punto las voces para
mover el real ánimo. Llegaron á París estos correos;
detubióronlos algunos días, y de buelta entró el pri-
mero en Barcelona, á 4 de Noviembre, con carta de
la Reyna de mucho consuelo y ofrecimiento, y con
diez mil doblones para socorro de las milicias, y que
en breve vendría Virrey; el segundo correo entró á
18 del mismo. Éste traía el privilegio de Virrey del
Duque Mercurio Bandoma, nieto del Rey Enrique
cuarto, y también partida de dinero, asegurando la
Reyna asistiría y consolaría al Principado, que no se
desanimase.
Sortearon en Gonselleres para el govierno del año
de 1650 el Doctor en Medicina T. Miguel. Segundo,
por militar, Francisco Puigener. Tercero, Luis Bata-
11er, ciudadano que, como Notario, lo havía sido en
el año de 1646, y después sacó privilegio de ciudada-
no. Quarto, Paulo Ferrer, mercader. Quinto, Francis-
co Serra, zirujano. Y sexto, Joseph Soler, sastre: sir-
vieron todos íntegramente el año.
Acávase de referir el fervor con que los Consisto-
rios solicitavan las asistencias y el que viniese Virrey
por medio de los dos correos, y que el último que llegó,
á 18 de Noviembre, trajo el privilegio de Virrey, con
lo cual y los ofrecimientos de la Reyna, creyeron
quedar en breve consolados; pero estando ya á vuel-
tas de Navidad, estavan las cosas muy calmadas, sin
que se hablara de venir Virre}^ asistencias ni tropas.
'Á este desconsuelo se añadía el desorden de los solda-
dos, así catalanes como franceses, con los paisanos y
lugares, haciendo las extorsiones, violencias y hurtos
en sus propias casas, después de las fatigas ó indeci-
bles gastos que ha vían tenido quando el Castellano
entró para las nuevas levas y socorros; dieron en
343
desvergonzarse con los naturales á la retirada del se-
guimiento del Castellano, y llegó á término su desen-
freno, que el trozo de la Reyna, que eran las compa-
ñías que á costa del Rey havía echo montar y formar
el Governador, coadunadas con los tercios franceses
por particulares parcialidades que tenían algunos sol-
dados con los de la villa de Moya, la entraron, y he-
chos dueños de ella, la saquearon como se les antojó,
cometiendo insultos y muertes que les pareció; pasa-
ron de allí al llano de Vique, en donde también liicie-
ron de las suyas, que como heran los más catalanes,
querían vengar lo que les pasava por la caveza; y á
no ha verse interpuesto algunas personas, es cierto que
hu viera perecido esa cavallería.
La villa de Moya y los demás lugares agraviados
dieron en clamar justicia á los Consistorios; conocie-
ron éstos que estos desórdenes nacían de no haver Vi-
rrey que governara y General que castigara, y que
havían de crecer de cada día si no se ponía remedio;
vían también que estava olvidado todo esto: resolvie-
ron en vista de todo esto ambas casas embiar cada
qual su Embajador á París para solicitar el remedio de
tanto desorden, y que tuvieran efecto las peticiones
echas por los dos correos ya dichos y el recelo de que,
cansada la provincia, no diese contra las milicias y
acavase con ellas, y que para exonerarse los Consis-
torios de todo, los Embajadores partiesen á esforzar y
representarlo todo. Por la Diputación fué el Abad
Monpalau, que partió por Pasqua de Navidad, y poco
después por la Ciudad partió Francisco Sangenis, ciu-
dadano onrrado, ambos á toda diligencia y con todas
las asistencias y lucimiento que correspondía á la obli-
gación y puesto que los embiava.
344
CAPITULO 29.
PRISIONES DE MARCIN EN BARCELONA Y DEL PRÍNCIPE DE CONDE Y
OTROS EN PARÍS.-INTERPRESA DE TARRAGONA, Y EMPIEZA EL AÑO
DE 1650.
Á los 28 de Enero llegó orden de París al Governa-
dor D. Joseph de Margarit y á Monsiur de Marcha,
para que prendieran, se aseguraran y tuvieran á bue-
na custodia la persona de Mosiur Marcin, y al Gover-
nador, que con una buena guarda lo llevara á Perpi-
ñán y lo entregase en propias manos y poder del Go-
vernador del castillo, el Marqués de Novalles, porque
así convenía á la Corona y Real servicio, por las mu-
chas y graves causas que para ello tenía el Rey. A la
Ciudad vino también carta para que diera toda su asis-
tencia á la execución de esta orden y prisión. El Go-
vernador sin detención alguna pasó á executarla y
obedecerla, y asegurado ya de la persona, se le dio por
cárcel á la casa del Intendente, en la calle Ancha, al
cavo de la carnicería den Sortí, y se le puso un algua-
cil con algunos fadrínes de guardia de vista, y á la
puerta de la casa otro con la misma comisión. Execu-
tado todo esto se dio la carta á la Ciudad, y como en
ella encargava tanto la Reina la seguridad de la per-
sona y que se asistiera al Governador, en eso resol-
vieron poner tres compañías de guardia á la casa,
circumbalando el sitio y ocupando las bocas calles no-
che y día, sin permitir á otros transitar por ellas, que
á los dueños que tenían allí sus casas, formando dos
cuerpos de guardia, á la plazuela de la bajada de los
Leones y boca calle que entra hacia el Regomí, y á la
carnicería den Sortí v á la entrada de la calle Ancha
34o
y puerta principal de ]a Gasa, de forma que parecía
un presidio cercado; á las noches todo era encender
calderones y fuegos sin dejar transitar las calles; las
compañías se mudavan de 24 en 24 horas: esto duró
seis, en los cuales ajustó Marcin sus cosas y pagó, que
devía largos reales, que como havía governado Tor-
tosa, tubo algún comercio; entre tanto, vino otro Go-
vernador. El día 8 de Febrero el Governador se plan-
tó en su carroza á la puerta de la de Marcin á medio
día con algunos camaradas y algunos alguaciles rea-
les, cavalleros y una compañía de á cavallo; tomaron
á Marcin y marcharon con él por la puerta de San
Daniel, recta vía á Perpiñán, haciéndose comboyar de
lugar en lugar por los somatenes. Antes de salir de
aquí ya havían echo marchar los rejimientos, con que
llegó con seguridad á entregarse al Governador Mar-
qués de Novalles, que lo puso á buena custodia.
Es'a prisión fué generalmente aplaudida de todos,
porque no havía entrado francés en Cataluña para
materia de govierno que más odiado y aborrecido
hu viese sido, y de quien menos seguridad se bu viese
ienido. El era de natural ambicioso, y como pudiera
adquirir dinero, se le dava poco de lo demás; tenía el
país exasperado y aniquilado á puro de contribuciones
y repetidos servicios y continuos gastos, y sobre todo
esto, no ha ver obrado facción alguna de provecho,
pudiendo antes bien proceder como se dijo y se vio en
esta última entrada del Castellano con alevosía.
Imputósele por tal el mal suceso que tubo la inter-
presa de Tarragona que se intentó hacer algunos días
antes que le prendiesen. La disposición que dentro la
plaza havía no llegó á mi noticia: el suceso fué que
supuesta la asistencia de algunos de adentro, se havía
de emboscar á la ronda de la Ciudad nuestra cavalle-
346
ría é infantería, y fingiendo un comboy de arina que
venía de Valles, acompañado de algunos hombres con
armas disimuladas, vestidos á la catalana, se havían
de hacer dueños de la puerta y rastrillos, y á esa sazón
embestir la infantería y la cavallería: ello se dispuso
así, y aviendo entrado ya algunos á lo disimulado,
cuando llegó el comboy dijo la centinela, qué gente,
de dónde buena; respondió uno de los del comboy de
Vaus, que como franceses no supieron hablar la len-
gua á decir de Valls; conoció la centinela por el idio-
ma la nación y presumió la alevosía, con que dispa-
rando mosquetazo y dando voces á arma, cerraron el
rastrillo y acavaron con las vidas de los que venían
en el comboy y avían entrado, y quando las tropas
emboscadas pensaron lograr el intento se volbieron
burladas. De esta acción se culpó á Marcin, ó por in-
teligente con el Gobernador de Tarragona para perder
aquella gente, ó porque no encomendando la acción á
catalanes más diestros én el lenguaje y en el respon-
der, malogró la ocasión de tomar esta plaza y hacer
ese servicio á su Rey, y por el mal afecto que mostró
siempre á la provincia.
También se atribuyó la prisión de Marcin á causas
más. soberanas, porque á la misma sazón prendieron
en París al Príncipe de Conde, á su hermano el Duque
de Anguien, Príncipe de Gonti, y á su cuñado el Duque
de Fongavile, todos de la sangre real y de la primera
graduación y mando en la Francia. La prisión de to-
dos éstos fué de orn. del Parlamento y Reyna, ávida
primero madura consideración en el Parlamento. Los
motivos que corrieron públicos para estas demostra-
ciones son que el Conde, hallándose primo hermano
del Rey Luis décimo tercio y el vasallo más rico y po-
deroso que entonces se conociera en monarca alguno,
347
tiró á hacerse dueño del patrimonio real, y como á tan
velicoso y soberano haviese echo arbitro del Parla-
mento de París, por donde guantas provisiones y mer-
cedes se hacían las ponía en sujetos de su devoción,
queriendo que únicamente se atribuieran á él como
primer móvil. Las dignidades, cargos y rentas mejo-
res que sacavan, las ponía en su caveza, viniendo á ser
despótico Gobernador y destribuidor del patrimonio y
gobierno de toda la Francia. Avía puesto General de
la mar á su cuñado el de Miranvalle. Al de Anguien
tenía como hermano, con las armas y milicias á su
mano: estando en esta altura pretendió que de gracia
ó por fuerza havía de ser Condestable de Francia,
puesto que va anexo y unido á la casa de los Duques
de Orleans, y por pertenencia á su tío, hermano del
Rey difunto. Sobre esta ambiciosa pretensión se sus-
citaron varias contiendas y encuentros, pasando algu-
nas revoluciones en París, y de todo resultó descubrir-
se que los intentos del de Conde era ceñirse la corona,
para lo cual havía llenado de echuras suyas y en los
primeros puestos y de mayor manejo toda la Francia;
havía adquirido mucho dinero, estados y rentas; co-
rría secreta confederación con España y otros poten-
tados para que en el lance (procurara cada cual lo que
era suyo) le aiudasen á sentarse la corona y empuñar
el cetro: éstas fueron las causas que corrieron públicas-
para estas prisiones.
Pero como Dios no suele sufrir alevosías, permitió
se descubriera ésta, y asi, prendiendo á estos tres su-
jetos, fueron llevados á un castillo fuera de París, des-
tinado ya para cárcel de Príncipes; confiscados todos-
sus bienes y expoliados de todos los cargos y oficios,
no sólo lo que por merced real tenían, sino también
de los que por naturaleza gozava y los estados que ha~
348
vía comprado, entre otros el castillo de Villaguardia,
en donde tenía mucho dinero depositado, y con tal
guarnición, que huvo de hir exército á ganarle á fuer-
za de armas. Marcin hera como entre otros de su fac-
ción que havían de obrar en su seguimiento llegada
la ocasión: este suceso costó grandes recelos y alboro-
tos á la Francia, por ser tantos y tan poderosos los
que el de Conde, ya por obligados y ya por afectos, te-
nía á su devoción, y que deseavan perder la vida en
su servicio , Dexemos executando prisiones y pasemos
á lo de Cataluña.
CAPÍTULO 30.
ENTRADA DEL DUQUE DE MERCURIO, PRÍNCIPE DE BANDOMA,
POR VIRREY EN CATALUÑA.
Trece meses y veinte y dos días hacía que se halla-
va Cataluña sin Virrey, y con suma necesidad de ad-
ministración por los desórdenes que cometían los sol-
dados; y aunque havía ocho meses que estava nom-
brado el Duque Mercurio, Príncipe de Bandoma, nie-
to del Rey Enrrique cuarto de Francia, y en la misma
línea que el de Conde, Príncipe de la real sangre, no
podía ni se le permitía venir á servir sus cargos por
las rcboluciones referidas de la Francia;* pero las ins-
tancias de los Embajadores y continuas representacio-
nes del Principado, hicieron aligerar su partida y que
viniera tan á la ligera, que sólo su persona con algu-
nos criados partió de París á la posta; llegó la noche
del 21 de Febrero á cenar á GranoUers, en donde le
ospedó D. Joseph de Pinos y regaló opulenta y cos-
tosamente, y el día 22, después de haver comido en
San Andreu, entró en Barcelona mui sencillamente;
349
reciviéronle anticipadamente los Governadores Mar-
garit 3' Dardena con las milicias, y á sus puestos sa-
lieron los de la Ciudad, Diputación, Audiencia y Loxe,
como es estilo, y se hizo con el de Llui, último Vi-
rrey. Llegado á la Cruz de San Francisco, empezó la
artillería ha hacer salva: avíanse dividido y sembrado
los cañones por la muralla; entró por la Puerta Nueva,
y acompañado de todo el concurso, por las calles acos-
tumbradas fué á prestar el juramento al Aseo, y de
allí á descansar al palacio ordinario, y por ser ya no-
che se encendieron pasadas de 150 achas y muchos
calderones á trechos por las calles, continuando hasta
que llegó á su casa la salva de la artillería y petardos;
en palacio fué recivido con música de cuerda, clarines
y varios ynstrumentos, mostrando en aclamaciones el
gozo de tener ya Virrey: era hombre de buen aspecto,
buen rostro, mui rubio, blanco y colorado, y de edad
de algunos treinta y cinco años, y como venía tan sin
asistencia de criados y vestidos, entró sencillísimo, y
para la función un Marqués francés, Marselin, que ha-
vía casado con la muger que fué de el Conde de Ce-
balla en BarceJona, le prestó su carrozilla, arto dono-
sa y nueva, y se sirvió de ella hasta que vinieron las
suias, que fué por la Octava del Corpus, que como no
tenía nada aprestado para el viaje, se dilató todo ese
tiempo en llegar su carruaje y ropa.
Truxéronle dos carrozas con tiro de á seis cavallos,
todo mui rico, lucido y bueno. La una particularmen-
te era toda la clavazón dorada, con cabos de terciope-
lo carmesí y franxones de oro y seda. Las galas de la
persona llevaron ventaja á las de los otros Virreyes,
menos el de Conde. La librea de pages y criados de
escalera arriva mui lucida y rica, color de oro con ca-
vos de oro y seda, y taláis bordados y mucha pluma.
350
Los pajes con calza tirada. Los lacayos con librea azul
y cabos de plata. La librea de la guardia de la cara-
Yiua era también azul con mucha botonada de plata,
con las cruces por los capotillos de plata, rodeadas de
coronas imperiales labradas de galón de plata. Los
restantes de los coches eran unos florones de bronce
dorado con escudos de las armas reales, que eran las
suyas. No estava casado; pero se esperava en breve
acavar de ajustar su casamiento con una sobrina del
Cardenal Macerino, Primado de los Reyes.
CAPÍTULO 31.
EMPIEZAN LOS RECELOS DE LA PESTE POR TORTOSA; DILIGENCIAS PARA
LA AVERIGUACIÓN. -ESTIÉNDESE Á TARRAGONA; PREVENCIONES Y
ROGATIVAS POR ESO Y POR AGUA.
Ya queda prevenido en los capítulos atrás, que por
los dobleces de Marcin y franquearle el paso en su re-
tirada al Castellano, embió á Dardena con dos mil
hombres á pillaxe al reino de Valencia, en donde ha-
vía todo aquel año abrasado la peste. De las ropas y
pillaxe que los soldados havían retirado á Tortosa,
como no estavan aún bastante limpias ni expurgadas
del contagio (que de su naturaleza suele este mal ce-
sar, de forma, que parece no hay ya rastro del, y luego
boelbe á encenderse), se encendió en aquella ciudad y
rivera del Ebro con mucha fuerza, extendiéndose en
breve por toda aquella comarca; declaróse en ella por
mal contagioso, y á esta ocasión la ciudad de Barce-
lona quitó totalmente el comercio de aquel partido,
vibiendo con gran recelo y cuidado de no admitir á
nadie.
Resolbió así mismo, como es costumbre, embiar un
351
Médico y Cirujano para tener seguro desengaño de si
era peste: fueron á Tortosa el Dr. March Xelpí, Médi-
co, y Matas, de la calle Ancha, Cirujano, cOn dietas
muy crecidas á costa de la Ciudad; y á la vuelta, por
excusarse el mal paso de unas montañas, quisieron em-
barcarse en el río Ebro agua arriba hasta pasar aquel
riesgo, pero dieron en otro mayor, porque llegando á
un estrecho de dos altos montes por donde el río tie-
ne su corriente, dieron en manos de unos micaletes
que acaso, ó espiados de la parte de Aragón, los hicie-
ron prisioneros y llevaron al reyno de Aragón aden-
tro, y pidiendo por su rescate mil y quinientos doblo-
nes para negociarlo y dar parte de lo sucedido, permi-
tieron que el Cirujano viniera á Barcelona, quedando
en renes el Médico, que, como savían corría por quen-
ta de la Ciudad, pedían tan buen rescate; interpúsose
el Virrey con los de Valencia y Arafífón, ofreciendo dar
otros prisioneros en cambio: no se admitió el partido;
reusava la Ciudad el pagar por no haverles dicho se
embarcaran ni ser prisioneros de guerra; pero por pos-
tre huvo de pagar 675 doblones en tiempo que pasava
á ocho escudos y medio de sisenes el doblón, y además
embiar segundo Módico, que fué el Dr. Vileta.
Estavan las puertas de Barcelona reducidas á tres,
puerta del Mar, de Argel y San Antonio, con muy
buenas guardias, sin permitir entrar á nadie de aquel
partido sin boleta ni con ella. Declaróse también la
peste en Tarragona, introducida con la ropa que se
admitió de Valencia en una barca, y encendióse de tal
forma en la ciudad y villas del campo, como Villaseca
y otras, que fué preciso en breve, por los muchos que
morían, desamparar el poblado y abarracarse en cam-
paña, formando sus hospitales y morbería y admitir
los mantenimientos de los vecinos con gran precau-
352
ción y escasez. Las milicias de Tarragona se aquar te-
laron en la marina como pudieron.
En Barcelona crecía el desconsuelo y temor; acu-
dióse á Dios por medio de rogativas, en procesiones y
devotísimas funciones, para que Dios aplacara su Divi-
na Justicia; en cada iglesia, empezando por la Seo, y
las demás por turno, se tuvo á Nuestro Señor paten-
te, acudiendo muchas procesiones con penitencias muí
singulares á pedir misericordia á su Divina Mageslad.
Los combentos y comunidades de monjas y religiosas
estavan incesantemente orando; las guardas del mor-
bo se aumentaron, y procedían con gran actividad;
quisieron estrechar á dos puertas, la del Mar y la del
Ángel, el comercio; pero como la última es tan angos-
ta y el carreo de carruaje y vagaje era tanto, no bas-
tava vigilancia humana á dar cobro todo, con que se
hubieron de abrir más y aumentar la guardia para
evitar mayores daños é inconvenientes con tales apre-
turas.
Corriendo entre estos procelosos sustos y riesgos,
amenazava el de una estéril coxida por la falta de agua
sin haver llovido meses había: esta necesidad era uni-
bersal por todo el Principado, y en todo él eran conti-
nuas y extraordinarias las rogativas; por los caminos
no se encontravan sino procesiones de unos lugares á
otros con tragos mui penitentes y llenas de peregrinos
con ásperas penitencias. En la Ciudad empezaron sus
rogativas á Santa Madrona: bajáronla á la Aseo; acu-
dieron las comunidades procesionalmente; pasó la Seo
á tener descubierto el Santísimo, á visitar las ermitas
y cambras que dicen, y en ellas hacer los Divinos Ofi-
cios; seguían las parroquias y los conventos los mis-
mos pasos: todo era inbentar procesiones; hiciéronse
algunas llenas de doncellas y peregrinos vestidos de
3o3
blanco con sus Santos Cristos en las manos (que jamás
se han visto más Cristos) y todos gritando misericor-
dia y agua, Señor, que era un continuo dolor y triste
espectáculo: á todo estavan cerrados los cielos.
Recurrieron al glorioso San Se ver, y viernes 20 de
Mayo llevaron su cuerpo el Cabildo y texedores, con
la devota y penitente procesión que se acostumbra, á
Santa Clara, en donde las religiosas dijeron el Oficio,
y en rogativa continuada lo bolbieron á la Seo, y de-
jándolo en el altar maior, acudieron innumerables
procesiones á visitarle, y las iglesias unas á otras lo
hacían: ni esto ni lo mucho que tantas almas santas
se ajustaron con Dios fué bastante para que nos con-
solara en tal aprieto, con que la cosecha fué muy poca
ó nada, y esto por toda la provincia; con que queda-
van sobre ella las tres maiores plagas, que eran am-
bre, guerra y peste: el cielo se apiade de quien tanto
padeciere, que todo Dios es menester para la tole-
rancia.
CAPÍTULO 31.
SALE BANDOMA A RECONOCER LAS PLAZAS.— SITIA Á CASTELLÓN.-SO-
CÓRRENLO LOS CASTELLANOS— VUELVE BANDOMA PARA LA PESTE
AL AMPURDÁN.-CONDENACIÓN Y LIBRAMIENTO DEL OYDOR NEGRELL.
Á 6 de Mayo partió S. A. el Duque Mercurio con
mucha parte de cavallería á reconocer las plazas fron-
teras y país; empezó por el campo de Tarragona, y
quísose acercar tanto á la plaza, que con la artillería
le hicieron no poco daño en sus tropas, matándole al-
gunos cavalleros y cavallos, y húbose de retirar á toda
priesa, y por allí pasó al llano de Urgel y á Balaguer
por el castillo de Flix y aquella frontera.
Mientras S. A. hiva reconociendo el país con unas
Tomo xxiv 23
354
tropas y levas francesas que entraron de Francia por
la valle de Aran y partida que embió de aquí, hizo
poner sitio al castillo de León, que está en la misma
valle de Aran, confinante á un mismo tiempo con Ara-
gón, Cataluña y Francia, siendo puerto y paso para
aquel reyno. Pero aviéndolo entendido los castellanos
levantaron somatén general de Aragón para socorrer
el castillo: ó porque no huviera bastante gente ó por
mala disposición, los sitiadores llevaron mala zurra,
y se huvieron de retirar con mucha pérdida, y quedó
el castillo socorrido.
Llegó la noticia á S. A., que se hallaba en Bala-
guer, del socorro y pérdida referidos, y se partió lue-
go para Barcelona, en donde entró último día de Ma-
yo, y dos días después, noticioso de que el Castellano
iba juntando armada de mar, quiso reconocer todos
los fortines, baluartes y murallas muy por menudo, y
amagacenes y quanto havía en la plaza: executólo
con mucho acompañamiento de los militares y noble-
za catalana, y es de notar que asistiéndole S. A. en
esta función el Conseller en Gap Dr. T. Miguel, Mé-
dico, le favoreció tanto S. A., que, yendo solos en su
coche, le dio siempre la mano derecha sin desdeñarse
de ello y sin reparar que era Virrey y Príncipe de
real sangre; acción que se admiró mucho y que le hi-
zo más amable acordándose de la soberbia castellana,
y de que nunca les parece á los Virreyes castellanos
estar bastantemente venerados y entronizados, y éste
era al contrario.
Á primeros de Junio ya llegó noticia á Barcelona de
que en San Pedro Pescador, lugar del Ampurdán, havía
contagio, y que los naturales desamparavan el lugar,
porque el daño se hiva extendiendo por aquel país. Por
Corpus ya se supo que en Gerona estava introducido
355
y mucha gente empestada, con que Barcelona refirmó
las guardias y redució á dos puertas el comercio, co-
rriendo con nueva vigilancia en no admitir persona
que viniera de parte sospechosa; emhió á Gerona al
Dr. Vileta para que consultase con aquellos Médicos
y se declarase si era ó no peste, porque corría con
duda; pero ó que no lo fuese, ó que no lo conociesen, ó
que corriesen algunas dádivas, el Dr. Vileta con los
demás declararon eran sólo enfermedades malignas:
con esto se resolvió á admitir el comercio en Barce-
lona, que duró algunos ocho días, en los quales mu-
chas familias desempararon á Gerona y se vinieron á
Barcelona, porque temieron lo que era, y fué parti-
cular milagro de Dios que entonces no se introdujese
la peste en Barcelona. Pero reconociendo los muchos
■que morían, y con tanta brevedad privaron totalmen-
te el comercio, y resolhió la Junta del morbo embiar
médico y cirujano para tener seguro desengaño: éstos
fueron el Dr. Argila y Jayme Texedor, los dos más
peritos en Medicina y Girujía. Éstos partieron á últi-
mos de Julio y entraron en Gerona, donde estuvieron
ocho días,' y resolvieron ser peste en realidad lo que
allí padecían, y que no lo tuviesen á burlas; quando
volvieron á Barcelona les hicieron purgar la quaren-
tena en una torre cerca de Sarria, de la misma Argila,
y desde entonces se guardó con gran cuidado, sin
permitir el menor ensanche del mundo.
En Gerona padecían muchísimo, no sólo del mal,
sino también de víberes y mantenimientos, porque la
gente huía de ellos, y aun con su dinero no hallavan
quien les socorriese, y fué preciso que el Real Con-
sejo embiara un Juez con mucha gente: éste fué
el Dr. Gamps y Rubí; aquartelóse en campaña á la
circunferencia de Gerona, señalando con estacada un
356
pedazo de terreno, dentro del qual no se admitía á
ninguno de la ciudad ni del salía alguno, y si alguno
pasava la linea havía permiso para darle la muerte.
Este Ministro les hacía traer de los lugares vecinos
mantenimientos, y acudiendo á la línea lo recivían pa-
sando el dinero con que pagavan por fuego ó por vi-
nagre, y pedían de nuevo lo que havían menester. La
Ciudad y el Gavildo havían echo cuerpo y costeavan
quanto se gastava, y para que no hu viera diversión,
á un puesto solo acudían, que estava señalado con un
palo.
De esta suerte estavan recluidos los dolientes, y se
evitava que se extendiese el mal, quedando todos so-
corridos, porque era de tal suerte la gente que moría,
que havía día de á 200 muertos. Tuvieron mucha cul-
pa los geroneses, porque á primeros de Ahril ya mo-'
rían muchos de la peste, y por quererlo ocultar y no
privarse del comercio, llegó á extenderse por aquel
partido y á encenderse tanto en ellos. Los de Olot,
apenas se vieron con el mal, quando, escarmentados
por los de Gerona, dieron providencia y excusarían
la comunicación, con que no fué en aquella villa tan
cruel.
En Barcelona eran continuas las rogativas y el es-
tar nuestro Señor descubierto por las iglesias, porque
sobre la peste estaba con la guerra la esterilidad del
agua y falta de pan, siendo las tres plagas universa-
les por Cataluña. Duró casi el Agosto y Septiembre en
Barcelona la penuria del pan, con tanto ó maior rigor
que el año de la hambre, de modo que llegó la gente á
término de rebentar en los ornos por la prisa de com-
prar pan; no era tanta la falta de trigo quanta pa-
recían, sino que la ambición de algunos tenía agrá-
nerado el trigo, queriendo precio exorbitante, aunque
t
357
ya entonces corría á nueve escudos la quartera, moti-
vos que pusieron en riesgos de una rebolución á Bar-
celona: sosegóse algo la ciudad; tomó por su cuenta el
pastrín, haciendo masar en varias partes y socorrien-
do el pueblo para que se quietara: estas necesidades y
rumores eran por todo el Principado, quizá por nues-
tras enormes culpas, que sí debían serlo, pues con
ocasión de la guerra, peste y hambre se cometían exe-
crables delitos y ofensas; no se respetavan á los ecle-
siásticos, porque los matavan y herían sin haver más
suposición que si fueran seculares, y se vivía sin te-
mor de Dios ni á la justicia, de que la Divina, empu-
ñando la espada de tres hilos, la esgrimía cruelmente
con la guerra, peste y hambre sobre esta desdichada
provincia, aunque havía algunos justos que templa-
van el enojo de Dios.
Ya se dijo la expulsión y prisiones que se hicieron
en Barcelona quando D. Juan de Garay venía para
sitiar Barcelona, y cómo se llevaron presos á Perpi-
ñán cinco cavalleros catalanes por la conspiración
que se temía. Después de haber llegado á Barcelona
el de Bandoma, quisieron sustanciar los procesos y
hacer la causa á estos cavalleros: trujáronlos de Per-
piñán y S. A. puso en palacio al Oydor Negrell y á
D. Gerónimo Miguel, y después de algunos meses de
prisión instó el Oydor (los otros tres estavan en la
cárcel real) Negrell se le hiciera la causa, porque no
estuviera bien probado el delito, ó porque rey nava la
malicia. Condenáronlo á dar un garrote y á que en-
trara en tormento para descubrir de raíz los cómpli-
ces y poderle con plena provanza hacerle padecer.
Pasó tres días de tormentos continuados con sumo
rigor, pero jamás dijo otro sino que padecía injusta-
mente y que nada savia en lo que le preguntavan.
358
Dexáronlo, quedando corridos los del Consejo de ha—
verle condenado y de que havía pasado los tormentos
sin descubrir cosa alguna. Á vista de esto se resolvió
el Duque á visitarlo dos veces en distintas noches en
la cárcel, y asegurándole la vida y hacienda, le per-
suadió á que descubriere los cómplices en la traición,
y que se asegurase como quisiese, como no dejasen de
decir lo que entendían en el negocio, si lo hizo uno
queda en duda: lo que pasó es que haviéndole dado un
mes de tiempo, se dijo havía asegurádose y descu-
bierto á muchos.
En breve tiempo prendieron á un Notario real lla-
mado Pedro Mártir Costa, por culpado en que llevava
las cartas de los confidentes á Zaragoza al Virrey y
las volbía, y esto repetidas veces: por ello, y por otros
delitos como éste y de poca fidelidad, le condenaron
á un garrote púbUco en la plaza de los traydores, en
donde acabó sus días. Mientras á éste se le hizo la
causa, se ausentaron y pasaron á España muchos, y
entre ellos un cavallero Ríus, uno de los cuatro algua-
ciles de vida. También se ausentó el Escribano maior
de la Diputación, T. Bruniquer, y se dijo que éste
sellava las cartas con el sello de la Provincia y con-
trahacía las firmas de los Diputados en las cartas que
hivan á Zaragoza, pidiendo gente al Rey Gathólico
para sacudir el yugo francés por las violencias que
cometían y rigores que experimentavan, todo á fin de
commover al pueblo. Llegó á término esta máquina,
que en Zaragoza fingieron un Gonseller en Cap, que
con la gramalla y asistencia de las mazas de la ciudad
de Barcelona dio embajada al Rey Cathólico en nom-
bre de la ciudad y provincia, pidiendo socorro para la
expulsión de los franceses de Cataluña, y estas estra-
tagemas dijeron era para obligar á que las milicias
359
vinieran voluntarias, porque no venían con gusto á
las campañas de Cataluña. El Oydor quedó libre de la
muerte y restituida su hacienda, con condición que no
pudiese eredar. al hijo maior, porque estava también
comprendido en esta facción y se havía ausentado.
Esto pasó á primeros de Julio, y el día 22 lo desinsi-
cularon y condenaron á presidio perpetuo con Don
Gerónimo Miguel y D. Joseph Amat, y á primeros de
Septiembre fueron llevados al castillo de Perpiñán, en
donde havían de permanecer durante la guerra, y
después quedar á merced de Rey; á D. Jph. Navel lo
libraron por fatuo ó falto de juicio; á D. Jph. Amat lo
sacaron acopleuta ó malleuta: á los cuatro, menos á
Negrell, se les provó mui poco ó nada; á otros muchos
desterraron; á algunos pusieron en galera, obrando en
esto como se les antojava ó cojía la manía, que aun
en cosas tan grandes obran los jueces según las pa-
siones.
CAPÍTULO 32.
LEVANTARSE LOS DE FALSETE CONTRA LOS FRANCESES; ACUDE EL VI-
RREY Y SACA Á LOS CASTELLANOS. -ROGATIVAS POR LOS TRAVAJOS
PRESENTES-SITIO Y RENDIMIENTO DE FLIX Y TRÁNSITO DE LA AR-
MADA DE MAR Y SUS OPERACIONES.
Por las continuas vejaciones y violencias que los
soldados franceses y catalanes executaron en los luga-
res, villas y caseríos, con descrédito y ruina de los
paisanos, haciéndose dar de comer y contribuir á su
libre alvedrío, llegaron repetidas quexas al Virrey
para que aplicase remedio, con amenaza de que no ha-
ciéndolo él, se lo tomarían las Universidades. A todo
se hacía el sordo, ó porque contentava ese obrar, ó
porque como no venían asistencias de Francia y no se
360
pagavan las milicias, era preciso que de una ó otra
parte se alimentasen los soldados, y nada se remedia-
va; apuróse la gente, y mancomunados los pueblos,
negaron el alojamiento, y puestos en arma matavan
quantos franceses llegavan haver en toda aquella ri-
vera de Ebro: esto obligó á que el Governador Mar-
gante, con asistencia de gente y somatenes, fuese á
sosegar aquellos tumultos. El Bayle de Vimbodí, que
profesava amistad al Governador, le asistía con tres ó
qua trecientos hombres que havía levantado para ser-
vicio de la tierra, guiándolo por aquellas asperezas,
si bien se dijo era alevosa esta amistad y que le tenía
emboscada dispuesta para prender al Governador.,
como de hecho estubo cercado tres días, y fué menes-
ter socorrerlo con gente para sacarlo de allí; pero li-
bre de esta emboscada, pasó á Fhx, Falset y otras vi-
llas populosas, y las dejó al parecer quietas, ofrecién-
dolos se sacaría de Flix al Governador Monsiur Santa
Coloma, que por su ambición y contribuciones tenía
toda aquella comarca desesperada y clamava porque
lo sacasen, y también se ajustaría todo lo de los sol-
dados.
Con esto se vino á Barcelona Margante; pero como
el remedio no era eficaz y la enfermedad quedava en
su vigor y los ánimos irritados, apenas se ausentó,
que era á últimos de Julio, quando bolbieron las cri-
das abr ollar sangre; y asistidos de la infantería que
seis galeras de España condujeron (y pasaron días an-
tes por Barcelona) del rendimiento de Portolongón, que
desembarcaron en una casería más allá Tarragona lla-
mada Rivamar, convenidos con los castellanos intro-
dujeron secretamente y guiándolos desde el desembar-
co, quatrocientos hombres en la villa de Falset, lugar
cercado, juntándose con ellos todos los cavos de aque-
361
líos lugares, y mucha gente que se havía levantado
contra los franceses. Allávase á todo esto S. A. el Du-
que Mercurio en Momblac, dándole no poco que temer
esta operación y que hacer; resolbióse á ir en perso-
na con unos seis mil hombres entre cavallería ó in-
fantería, y llevar algunas piezas de campaña (que para
otras no da lugar el país), y antes que se fortificasen,
procurar sacarlos de allí. Logrólo después de tres días
de continua vatería, llegando á capitular los de aden-
tro; que todos los castellanos, con los catalanes que
quisiesen seguirlos, pasasen comboyados á Tarrago-
na, y los demás á merced del señor; siguieron los ca-
vos y mucha otra gente á Tarragona: con los que que-
daron, usó el Virrey de gran benignidad, y hecho van-
do pena de la vida que ningún soldado tocase nada al
paisano, y que lo pasado quedase así. Dexó su guar-
nición y se retiró aquarteladas las tropas, y entró en
Barcelona á 21 de Agosto 1650.
Viendo la severidad con que Dios añigía á esta des-
dichada provincia, pues sobre la ambre, peste, gue-
rra, se añadía la de falta de dinero, y el trigo corría
á ocho escudos la quartera y el de simiente á diez, y
esto antes de todos Santos, moneda de oro y plata
apenas se veía: el real de á ocho valía 25 reales; el
doblón, 92, y el trentín, 100 reales, sin que se admi-
tiera en Barcelona otro vellón que el de sisenes que
fabricava entonces la Ciudad; con que todo se unía
para formar un orroroso y triste espectáculo. Pensá-
vanse nuevas rogativas, por medio de las cuales se
suavizase y aplacase el divino rigor. Resolvióse que
de nuevo se tuviera patente el Santísimo en cada igle-
sia por antigüedad, y que por fin de eso se hiciese una
procesión general con asistencia de parroquias, reli-
giones y cofradías, y que se visitasen procesionalmen-
362
te las iglesias con la mayor devoción posible. La pro-
cesión general fué día del Apóstol San Bartholoraé,
24 de Agosto, con muchos penitentes y peregrinos que
enternecía el verlos, y más las tragedias que de Ge-
rona, Aulot y lugares en que la peste hacía de las su-
yas se centava. Dios por quienes se digne no castigar
con semejante azotea pueblo alguno.
Rendida la fortaleza de Portolongón en Italia, apli-
có el Rey Gathólico todas aquellas fuerzas contra Ca-
taluña, que fué á último de Julio, y luego pasaron
(como queda insinuado) seis galeras hacia Tarrago-
na, que sin duda llevavan la noticia. Después el día 2
de Septiembre se mostraron delante Barcelona veinte
y dos navios grandes que venían de Italia y navega-
van á Poniente; estuvieron todo un día bordeando por
la playa, y vinieron á unirse con ellos las seis galeras
que es lavan en Tarragona, y juntos hicieron vela ha-
cia Poniente, desapareciendo una noche.
Al tiempo que los navios estavan haciendo frente á
Barcelona, salióse de Lérida el Marqués de Mortara
con seis mil infantes y tres mil y quinientos cavallos,
entrándose por el Urgel. Llegó la noticia de esta en-
trada á Bandoma, que estava en Barcelona, y partió
el día 5 para Gervera á observar los designios del ene-
migo y obrar lo que conviniese. EmJjió orden á un
tercio que havía sacado de franceses de Flix para la
recuperación del Salsete, que no havía aún restituí-
dose al presidio que estuviera vigilante en las mar-
chas del Marqués, y que si era á Gervera, como se
temía, entrase en Gervera, y si para Flix, entrase en
Flix; pero noticioso el Marqués tal vez de las órdenes,
ó que se obrase de acaso engaño en la marcha, por-
que la emprendió por el camino real á Gervera, el
tercio avanzó por llegar primero, y el Marqués, en
363
estando enfrente de las Borjas, torció el camino á Flix,
y con aceleradas marchas se puso á la vista y cerró el
paso al tercio y gente- que intentase entrar á guarne-
cer Flix, que arto dañoso fué coxerlo tan despreveni-
do de guarnición.
Governaba á Flix Mosiur de Santa Goloma contra
toda la voluntad, no sólo de aquellos lugares comar-
canos, sino de la provincia, y generalmente de todos,
porque tenía tan exasperados los ánimos de aquella
frontera, que obligó á que los consistorios, por medio
de sus embajadores en París, mediando un proceso de
los procederes iniquos de este francés, se pidiese al
Rey lo sacase de aquel cargo, y que de no hacerlo da-
van por constante se perdería y levantaría aquel país
y frontera contra las armas reales: nada de esfo fué
bastante para que le depusiesen, porque todas las ins-
tancias lo conservaron en el puesto Alosiur de Teller,
Secretario del Rey en París, y el de Marcha aquí en
Cataluña, y consiguieron con esto, que el Castellano
llamado de los paisanos se pusiese sobre la plaza, por-
que apenas estuvo quando el número de los catalanes
vajo las banderas españolas era maior que el de los
soldados, blasonando que ellos havían de ganar la
plaza y reducir el país á la ovediencia del Cathóli-
co. Este fruto da un ánimo desesperado, no havión-
dolo consolado cuando se pudo. Como los castellanos
vieron tan buena acojida, empezó á venirles gente de
Aragón sin número; vadeávase en aquella ocurrencia
el río Ebro por muchas partes, y la astucia del Go-
vernador havía dispuesto en los vados unos tablones
con unas púas de yerro hacia arriba muí penetrantes
y largas que, disimuladas en la corriente, hicieron pe-
recer muchos cavallos y soldados de España; al que-
rer esguazar el río, anegáronse unos y otros, y entre
364
ellos un cavallero catalán llamado D. Hierónimo To-
rres, que desde el principio de las guerras servía á Es-
paña y se hallava Capitán de corazas; de otros no se
supo el nombre. El Marqués apretó breve y rigurosa-
mente la plaza con batería y cuanto pudo; ganó la vi-
lla, y tomó cuantas provisiones havía. El Governador
con la guarnición se retiró al castillo, y desde allí re-
cuperó la villa con mucha mortandad; pero ni por
esas desistieron del sitio y asaltos, antes con maior
furor y valor la combatían y procuravan ganar.
Viendo esto el Príncipe de Bandoma, intentó soco-
rrerla con la gente que tenía, que eran de tres á qua-
tro mil infantes y dos mil y quinientos cavallos; pasó
el río á Mora, y se puso en Arcón, una legüecita de
Flix, mirando cómo podía socorrer; pero halló al Cas-
tellano mui bien pertrechado y puesto en las líneas,
y que havía de perder toda su gente sin lograr el in-
tento: á esto se le añadió que plantado allí se vio en-
tre enemigos por todos lados, porque el país estava
contra él y le tenían como sitiado, sin permitirlo lle-
gar vibandero ni francés alguno con provisión, tanto
que la hambre ó imposibilidad de socorro lo hizo re-
tirar y aloxarse en el campo de Tarragona.
Viendo esto el de Mortara, trató de apretar de nue-
bo á Santa Goloma y cansarle con continuos abances
la guarnición, que era poca, y pocos los víveres; que
como el Francés sólo tratava de hacer dinero, y tenía
por seguro sacaría siempre buenos pactos, no cuidó
jamás de prevenirse y estar pertrechado y guarnecido,
y así, ó forzado de las armas, ó del interés, según se
dijo, que le havían dado algunos doblones, rindió la
plaza con onrrosos pactos á 21 de Septiembre. Este su-,
' ceso dejó aturdidos á los catalanes, porque nunca cre-
yeron que plaza tan fuerte por su naturaleza, y en
36o
país fronterizo al enemigo, estuviera tan despreveni-
da que á tan pocos días llegase á rendirse; atribuye-
ron muchos á que encerraba no poco misterio esto,
según la tivieza en las asistencias, y lo que pasava en
otras cosas; otros disculpavan al Governador por ver-
se desesperado de remedio y tan sangrientamente
combatido, y algunos que la havía vendido: ello la
perdió; lo demás lo save Dios.
Monsiur de Santa Goloma, Governador, pasó á ver
al General luego que estava en Santa Goloma de Que-
ralt; habló al Virrey, y sin responderle palabra lo
mandó prender y traer preso á la Tara9ana de Barce-
lona; dijese que en el monasterio de Poblet tenía mu-
cho dinero y que el Virrey se lo tomó.
También se dijo que entre aquellos religiosos (por
alguno que se aseguró) se havía descubierto alguna
traición, y que allí se pagaba á los micaletes de Espa-
ña, y que queriéndolo castigar el Virrey, los más de
los religiosos se pasaron al partido de los castellanos.
A esa misma sazón también se descubrió en Barcelo-
na que una monja de Jerusalón ó Montesión se car-
teava con el Rey Gathólico y sus Ministros, trazando
una gran conspiración: sacáronla sequestrada del con-
vento y pusieron en una casa con guardia de un al-
guacil real, hasta que S. A. llegase y se viese lo que
havía de ser de esta religiosa, porque se suscitavan
conspiraciones á cada paso. Dios nos libre de alevo-
sías y quiera descubrirlas.
Mientras se vivía ocupados en lo de Flix, día de San-
ta Gruz, 14 de Septiembre á la noche, de las seis gale-
ras de España que estavan en Tarragona después de
haver con los navios, desembarcavan la gente que
llevaban, pasaron por Barcelona, y puestas frente del
río Basos, espiaron dos barcas que salían de Barcelo-
366
na de desembarcar una crecida partida de trigo. Ape-
nas las barcas descubrieron las galeras, quando se die-
ron por perdidas; procuraron amarrar á tierra entre
Badalona 3^ Mongat. Las galeras dieron con ellas á ca-
ñonazos; procuraron los de las barcas en salir á tierra
y salvar el dinero, aunque era vellón, porque enten-
dían cargar de mercadería en Mataró y Ganet; al rui-
do de las artillerías acudió la gente de Badalona y
aquel contorno con armas en socorro de las barcas;
amarraron la una á tierra, y las galeras disparando
cañonazos á la gente para que se apartaran; ésta ti-
rando mosquetazos á las galeras impidiendo no salta-
ran en tierra, que lo intentaron. Por último, los mari-
neros desampararon la una barca, y puestos en la
otra, trataron de salvarla como lo consiguieron; ayu-
dados de tierra, entendido esto por la ciudad de Bar-
celona, despachó uno de los quatro tercios de oficiales
que tenía para su guarnición, que era el de Soler, y
constava de unos ochocientos hombres, con dos piezas
de artillería, á Badalona para socorrer aquellos luga-
res. Llegó allá al medio día el 14, y las galeras quan-
do vieron tanta gente y artillería, se hicieron á la
mar con la una de las dos barcas, ya que no pudieron
más; bolbióse la gente á Barcelona, y las galeras el
día siguiente pasaron con la barca por frente de la
ciudad. Fué particular providencia de Dios que ha-
biendo pasado de 200 los tiros que dispararon las ga-
leras, sólo se supo que dos hombres murieron; de las
galeras no se tubo noticia, aunque se cree fué más el
daño, porque no se yerra tanto en el mosquete, como
con la artillería: pareció muy bien el socorro que la
Ciudad embió.
367
CAPITULO 33.
PROSIGUEN LAS ROGATIVAS POR AGUA.-DASB CUENTA DE LA REBELIÓN
DE BORDEUS Y SU AJÜSTE.-DEL SITIO Y RENDIMIENTO AL CASTELLA-
NO DE LA CIUDAD DE TORTOSA, Y LO SUCEDIDO EN AMBAS COSAS.
La cosecha avía sido este año estérilísima por todo
el Principado; la sementera havía llegado; el cuerpo
de Santa Madrona estava en el Aseo haciéndoles con-
tinuadas rogativas, }- á todo esto havía meses muchos
que no llovía, y la tierra tan seca, que hera preciso
cultivarla. Á vista de todo esto, se resolvió hacer una
procesión general como la del Corpus, pero en trajes
de penitencia y con mucha luminaria, y llevar el
cuerpo de la Santa por las calles. Acordóse para eslía
el domingo 16 de Octubre; pero apiadado Dios de
nuestra miseria, nos dio agua ese día, con tanta abun-
dancia, que no pudo hacerse la procesión: quedó se-
ñalado el martes 18, día de San Lucas, para hacerla.
La noche antes, y lo más del día del Santo, todo fué
llover, con que tampoco pudo hacerse, que parece no
quería Dios fuese su santa Virgen y esposa por las ca-
lles, pues no havía exemplar huviese pasado sino de
su casa al Aseo y buelto por el mismo camino.
Difirióse la procesión para el domingo siguiente 23,
y que fuese en acción de gracias, con toda lá solem-
nidad que la del Corpus, menos la concurrencia de gi-
gantes y savandijas, pues estava ya socorrida la tie-
rra y el sementero con gran esperanza: así se execu-
tó con general gozo de todos, que se sembrava ya á
toda priesa y el sol favorecía fecundando la tierra, y
el sávado siguiente, 29 del mismo, volvieron á Santa
Madrona á su casa con toda solemnidad y universal
368
alegría, de que por su medio nos hubiese Dios soco-
rrido.
Referidas quedan en los capítulos pasados las revo-
luciones del país contra el Rey por el Govierno del
Cardenal Macerino. La prisión del Príncipe de Conde
y muchos otros personajes, y el séquito de éste y sus-
pensión en que quedavan la Francia y Príncipes co-
marcanos de tales operaciones, que como Príncipe tan
poderoso, el de Conde tenía muchos aliados que le
asislían. Corriendo en esta suspensión las cosas, se
despertó un nuebo achaque á la Francia en la suble-
vación de la ciudad de Burdeos, á donde los magnates
de primera graduación y todos los parciales del de
Conde se havían retirado con su madre, negando la
ovediencia á las reales órdenes si no se aparta va del
Govierno al Cardenal Macerino: todo el pueblo y Mi-
nistros corrían en este dictamen, con que fué preciso
llegara el Rey en persona con exército sobre Burdeos.
Viendo esto los de Burdeos, hicieron embajada al Rey,
dicióndole que si gustava entrar le obedecerían, pero
no mientras Macerino estuviese en la privanza, y pi-
diendo juntamente otras cosas. Pero el Rey echó pun-
to de la Magestad y el poder; se negó á todo, remi-
tiendo á las armas la venganza, castigo y rendimien-
to; empezóse el sitio con las mayores hostilidades (dí-
xose tenía contra ella cuarenta cañones); defendíanse
los de adentro valerosamente, porque la plaza es for-
tísima y en las surtidas le matavan al Rey muchísima
gente; llegaron muchas veces á pactar el Rey con los
de adentro, pero no podían combenirse, durando mu-
chos meses, que ni el Rey quería ceder de sus preten-
siones ni los de adentro rendirse sin conseguir las su-
yas, fiados en los potentados que les asistían, que eran
muchos, y particularmente España, que era el princi-
369
pal, haviendo tomado el expediente de fomentar estas
guerras civiles en la Francia para divertir las fuerzas
y entre tanto adelantar sus progresos en Flandes y
Cataluña, como lo lograva, pues en Flandes avía ocu-
pado algunas plazas, y en Cataluña la de Flix, y se-
gún la disposición de las cosas, esperava maiores su-
cesos y se los podía prometer.
Viendo el Rey Cristianísimo la tenacidad de los de
Burdeos, y los Ministros que el exército se aniquilava
sin esperanza de conseguir fruto alguno por lo fuerte
de la plaza y por la asistencia de los Príncipes extran-
jeros, trataron de entrar en ajuste, y pactaron, con-
cordando no en todo lo que pedían los de Burdeos, ni
el Rey negándolo; el Cardenal quedó en el govierno,
3^ en lo de Conde que haría el Rey lo que le toca va de
gracia y un perdón general; puestos en diferentes lu-
gares los personados, publicóse así, pero no hay duda
que el Rey obró forzado y por necesidad, y que ofre-
cería quanto pidieron para acudir á lo de fuera, pues
le iban tomando plazas sin resistencia; él entró en
Burdeos después de muchos meses de sitio y perdido
un exército con indecorosos pactos.
Lió parte á la provincia de Cataluña del ajuste ó de
que quedava ajustada (porque estando en el sitio se le
emvió embajador pidiendo socorros de gente y dine-
ro), y que luego embiaría 2.500 infantes que ya esta-
van destinados y con orden para venir, y que en or-
den á dinero embiaría una partida de doblones sobre
los diez mil que de mesada se embiavan de continuos
al Virrey, y que para los socorros tenia dadas órdenes
se aplicasen unas cantidades que havía en el Lengua-
doc, y que todo se efectuaría y asistiría con puntuali-
dad, pues estavan quietas aquellas cosas de Burdeos.
Otras contenía también las cartas que escribió á los
Tomo xxiv í4
370
Consistorios de mucho favor y consuelo que trujo el
embajador T. Pranst de Dignes, que fué á Burdeos.
Á 3 de Noviembre entró á la lijera S. A. en Barce-
lona de vuelta de Momblac y Santa Goloma, y á tiem-
po que el Castellano, prosiguiendo sus victorias, avía
rendido á Miravete después de algunos días de sitio y
batería, que como iba glorioso y tenía toda aquella
ribera suya, lograva quanto emprendía en ella. Los de
Miravete, después de haverse resistido, sacaron on-
rrosos pactos, saliendo con banderas desplegadas, bala
en boca y cuerda encendida, según estilos militares.
El Marqués de Mortara, viendo la fortuna favorable
y el ánimo y devoción de los catalanes fronterizos
aclamando España (arto lo amargaron, como se dirá
por abajo), se encaminó derecho á Tortosa y puso su
sitio en toda forma.
El Virrey, que se reconoció con tan poca infantería
y exórcito, solicitó con la Provincia y Ciudad se hi-
ciesen levas y algún esfuerzo para juntar grueso de
tropas con que oponerse al Marqués y socorrer á Tor-
tosa. La Ciudad juntó su Consejo, y resolbió levantar
mil infantes, dando de entrada á cada soldado á qua-
renta reales, los 20 el día se asentava la plaza, y los
veinte en la campaña, y tres reales de socorro cada
día. Para los gastos de estas levas llamó la Ciudad á
los cavalleros, ciudadanos y mercaderes, á las cofra-
días y colegios, y representándoles los muchos gastos
que la Ciudad tenía, lo alcanzada que se hallava y
lo mucho que avía de gastar en sustentar la nueva
leva, se les pedía graciosamente y sin violencia lo que
cada uno pudiera dar en dinero, así como en otras
ocasiones se les pedía; levantáronse soldados; cada
uno dio lo que pudo, y se hizo una buena suma de di-
nero, que se depositó en la tabla de los depósitos, y
37Í
de ella se pagó esa leva. Las demás universidades del
Principado hicieron lo que pudieron, obrando con mu-
cha fineza á petición de las cartas del Virrey, que se
despacharon á todas las que estavan á la ovediencia,
y no obstante lo fatigado que se hallavan por los alo-
jamientos y por la pobreza, ocasionada de las malas
cosechas, se conoció obraron con por su patria.
El cavildo de Canónigos del Aseo de Barcelona le-
vantó una compañía de cien hombres, dando seis li-
bras de entrada y tres reales de socorro, y pagada y
municionada á su costa: la mantuvo toda la campaña.
S. A. embargó quatro navios que avía en el muelle
para conducir con más brevedad el socorro de muni-
ciones, pertrechos, víveres y gente á donde comben-
dría, y para el pronto desembarco y embarco unió á
ellas muchos esquifes con gente de la rivera. Partió
S. A. dentro ocho días sin detenerse otros en Barcelo-
na á la campaña, y dejó aquí cavos de satisfación para
acavar de disponer las materias y acudir con el soco-
rro para el día señalado. Á 13 partieron quatro cien-
tos hombres de la leva de la ciudad, todos buena gen-
te, pagados y municionados: comboyábalos el Sargen-
to maior Francisco Granollats y Salvagomera, uno de
los quatro que governavan la ciudad. A 15 salió la
compañía del Cavildo, j después consecutivamente los
que se alistavan de la ciudad, que no pudieron ser más
en todos que unos 800, porque no se hallaban más.
Las Universidades también con toda diligencia pusie-
ron en campaña la gente que levantavan.
Para cargar y despachar los navios que estavan en
el muelle con el socorro, fué menester que la Ciudad
contribuyese con artillería, valas, cuerdas, quatro ca-
ñones de campaña, y quarenta culumbrinas que hasta
entonces no havían servido, y todo recién hecho y con
372
gran abundancia, que siempre ha sido la Ciudad la que
ha llevado la cruz en estas guerras, contribniendo con
dinero, municiones, víheres y pertrechos con gran
largueza, de que son buenos testigos todos los Gene-
rales, y todo i)or servir á su Rey con amor y hacien-
das, sin faltar en necesidad infragante alguna.
Cargados los navios, se reconoció que los dos no
querían ir; que era el uno un vaxel flamenco, hermo-
sa y gruesa pieza, y llegaron á término que el Capitán
quedó aquí preso, porque siendo vasallo de España, y
saviendo que las seis galeras españolas gnardavan la
boca del río Ebro en Tortosa, no quería pelear contra
su Rey, y ojalá huvieran quedado los marineros, que
no huviera sucedido lo que se verá; el otro era una
urca que también iba forzada; los otros dos eran fran-
ceses que estavan aquí para guardar la cosfa; por úl-
timo, con el socorro de municiones y mucha arina,
partieron el día 20 de Noviembre á descargar en Gom-
briles, en donde se hallava el Duque con muchos ca-
rros para pasar por el cuello de Balaguer el socorro,
por recelo de que las seis galeras no davan lugar á
pasarlo más allá por el mar: empezaron á desem-
barcar á toda diligencia; pero poco havían sacado,
quando avisadas las galeras de alguna espía, amane-
cieron el día 24 sobre los navios al principio del des-
embarco. Reconocieron los navios el riesgo, y que-
riendo hacerse á la vela les faltó el vienío, y por más
que fondearon, como las galeras venían boga arran-
cadas, luego estuvieron en pelea; resistiéronse los na-
vios franceses (que el uno, llamado San Af/ustin^ era
arto buen vaso; el otro, llamado la Guarda, consta no
tanto) quanto les permitió la calma y dieron lugar las
diligencias que havían hecho para no ser cogidos so-
bre el ferro, y después de algún estrago sobre las gale-
373
ras, que no pudo ser mucho, por no dar lugar sino una
andanada, se hubieron de rendir por no hir á fondo.
No obstante la guarnición francesa que llevava,
pasaron las galeras al flamenco y la urca sin disparar
un mosquetazo; se rindieron luego por no perder los
buques. Este suceso fué á los ojos del Duque, que co-
gía el cielo con las manos y patea va de furor de ver
que los dos mejores vasos últimos no habían querido
pelear. Con esta presa tubo el enemigo buen socorro
y con que poder asistir su exército y proveer después
á Torlosa. Siempre se temió este fin del socorro, por-
que la gente y navios todos iban forzados y mui con-
tra su voluntad.
Viendo esto el de Bandoma, despachó luego á Bar-
celona por nuevas provisiones de arina y municiones,
y que se embargasen todos los vagaxes, carretas y
galeras con las muías, sin perdonar la de Marca y
del Governador, con título de ser preciso para soco-
rrer á Torlosa, siendo el fin verdadero de socorrer y
proveer de mantenimientos al exército, que puesto en
el campo y collado de Balaguer, perecía de hambre,
porque los paisanos, todos echos micaletes, estavan
contra el exército sin dejarle llevar vivandero alguno
ni provisión, ocupando para impedirlo los collados en
donde perecía cualquiera que intentava pasar, con que
era preciso que las provisiones para el exército llega-
sen con comboy, y aun así con arto riesgo. Tal éralo
mal que estava aquel país con los franceses por las in-
solencias y vejaciones que experimenta van del domi-
nio francés.
Con las provisiones que tomó el Castellano en los
vajeles, tubo para socorrer sus tropas, y apretar
con nuebos rigores y valor á la ciudad de Tortosa,
como lo hizo.
374
Los de adentro, cansados y noticiosos de lo que pa-
sava, y desesperados de que se pudiese juntar nueva
socorro, ni ellos tenerle, llamaron á capitular, y con-
cordaron en que entregarían la plaza lunes 5 de Di-
ciembre 1650, y que ha vían de salir banderas desple-
gadas, cajas sonando, cuerdas encendidas, bala en
boca y con algunos cañones de artillería, que como no
llegó á Barcelona, no se supo el número; que los sol-
dados y eridos hu viesen de ser conducidos á Barcelo-
na, y que aquella guarnición que salía no pudiese to-
mar las armas contra España sin haver pasado una
jornada de Barcelona, y que no pasase á vista de ella:
así se cumplió todo, porque el regimiento de suizos
que eslava en Tortosa pasó por San Gucufate del Va-
lles y llegó á Ostalric; de allí bolbió á Barcelona, y
partió para Gervera segunda fiesta de Navidad. El Gas-
tellano ocupó Tortosa á poca costa, y el de Bandoma
se retiró al campo de Tarragona, en donde las mate-
rias mudavan ya de rostro, porque los tarraconenses,
y de allí adelante ya todos, anelavan á bolber al do-
minio de España, aborreciendo mortalmente á los
franceses por su tirano y cruel proceder, juntándose
en tropas, y como á micaletes, estavan cada día dan-
do armas al exército francés y disminuiéndolo mucho,
porque no dejavan franceses á vida en poderlo pescar.
Á este desgraciado fin los conducía sus insolentes y
depravadas costumbres y tratamiento con los catala-
nes, que como por aquel país lo experimentavan más,
fué el primero que trató de sacudirse tan pesada
carga.
375
CAPÍTULO 34.
EXTEACCldN DE CONSELLERES.— DESPEDIDA DE BANDOMA Y PARTIDA
A PARÍS.-EMBAJADA DE PINOS AL XPMO.-EMPIÉZASE k DESCUBRIR
LA PESTE EN BARCELONA.-PRBVENCIONES QUE SE HACEN Y LEVAS
PARA LA GUARNICIÓN DE BARCELONA.
El día de San Andrés, para el govierno del año si-
guiente, 1650, sortearon Gonselleres en Gap Mr. Fá-
bregas; segundo, el Dr. Francisco Matheo; tercero,
Juan Carreras, militar; quarto, Joseph Rubio, merca-
der; quinto, Joseph Paysa, notario real, y sexto, Mi-
guel Llargues, platero. La segunda fiesta de Pascua
murió Fcibregas, Conseller en Cap, y en su lugar para
el resto del año desde 10 de Abril sorteó Francisco
Villa, ciudadano.
Rendida Tortosa, y aquartelado el exército en el
campo de Tarragona, y dispuestas las cosas de la gue-
rra, se vino el Duque de Mercurio con mui poca gen-
te á Barcelona; no se le hizo entrada, y dentro pocos
días llamó á los Conselleres á su palacio y les dixo era
preciso a verse de partir luego, porque havía de ha-
llarse el día de los Reyes en París para negocios que
importavan mucho; que procuraría bolber presto con
maiores asistencias y exército para recuperar lo que
havía perdido á la provincia, y que quando no ven-
dría sujeto venemérito, y que él procuraría y sería
protector de esta provincia para con Su Magestad,
y que con entrañable amor la serviría y á los particu-
lares de ella en quanto le fuese posible, y otras razo-
nes de igual expresión, mostrando mucho cariño á
Cataluña: con las mismas ponderaciones se despidió
de la Diputación y demás puestos.
376
Pasando estos oficios con los catalanes, sucedió que
un día se juntaron los Cavos franceses en Palacio pi-
diendo al Duque les pagase los sueldos vencidos, y so-
bre resistirse ú excusarse pensó aver un motín en Pa-
lacio, llegando á términos de descortesía con el Ge-
neral y decirle sobre algunos pesares que no saldría
de Barcelona sin pagarles, y hacerle ademanes de ar-
mas; corrió voz muy válida de que este ca vallero avía
recojido y retirado á Francia mucho dinero, no sólo
del que embiava el Rey, sino del que con acciones y
tratos no decorosos y á costa del Principado y contra
sus constituciones havía adquirido, que como su pa-
trim^onio era corto y estava de bodas, trató de ateso-
rar, á costa de su crédito, de la hacienda agena, del
sustento de los soldados y del servicio del Rey, pues
el haverse deteriorado tanto el progreso de las armas
era por no pagar y írsele los soldados. Esto se dijo: lo
que se vio fué que él dejó empeñadas las tapicerías y
alajas, y que mui sencillamente y á la ligera se salió
de Barcelona con muchas deudas á unos y á otros sá-
vado 17 de Diciembre.
Aviéndose partido el Príncipe de Bandoma, queda-
ron la Ciudad y provincia mui desconsoladas, así por
los malos presagios que se oyan, como por la falta de
justicia y govierno militar y político, aunque para
aquél havía venido Monsiur de Magrina, y para éste
havían formado una Junta de doce sujetos, quatro por
la Diputación, quatro por la Ciudad y quatro por la
Real Audiencia, que se juntavan siempre que se ofre-
cía haver de tratar materias del bien ó interés públi-
co, teniendo poder de los tres Cuerpos para resolver y
executar lo que conviniese. Los puestos para juntarse
eran: casa el Conseller en Cap, casas de la Ciudad y
Diputación, siguiendo su turno y preheminencia; en
377
esta Junta resolbieron fuera por Embajador á París
persona de resolución, de desinterés y de calidad, para
que con viveza y veras representase á los Rey, Rey-
na y Minisíros el estado de la provincia y quán decaí-
da se hallava si no procuraba. S. M. conservarla en su
Real Patrimonio. Nombraron á D. Joseph de Pinos,
Gavallero de la graduación que sabe Cataluña, que nin-
guna familia le excede en lustre de mucho valor y
pundonor, y que por su mucha hacienda no havía ja-
más arostrado el admitir vienes ni títulos confiscados
de los que seguían el dominio español, antes bien ha-
bía consumido mucho sirviendo al Rey Xpmo.: éste
partió á 28 de Diciembre por la posta, y luego á toda
diligencia se le despachó el carruaje con galas y cria-
dos, que sobre la asistencia de la provincia hizo pun-
donor de gastar de su patrimonio en lucirse y honrrar
la patria y esclarecida sangre con exceder á todos los
que havían ido en lucimiento. Llevó sus instrucciones,
y á la sazón estavan en París D. Jph. Dardena y el
rejeníe Fontanella, que el Rey los havía llamado para
negocios de la provincia.
Corría á esta sazón tan calamitosa y miserable era
en todas materias, que causa quebranto el acordarla:
vivíase en notable confusión y penuria de moneda por
la su vida que iba haciendo, pues ya pasava el doblón
á diez libras; el trentín á doce; el real de á ocho á
treinfa reales, y reconociendo ser ésta la maior ruina
y extrago de un reyno, quiso el Real Consejo poner
remedio haciendo pregones vajo penas pecuniarias, y
prendiendo algunos y ausentándose otros, porque no
suviera la moneda. Calmó algunos días; pero luego
bolbió á tomar la suvida, y entonces hecho vandopena
de la vida que no se pudiese pedir ni dar más de diez
libras por el doblón, y 28 reales por el de á ocho, y
378
así respectivamente de las demás monedas; pero en
secreto, quien las havía de menester, dava maior pre-
cio. Seguíase á todo esto el no salir nada de trigo á la
plaza, y si alguno lo vendía por las casas, era pagán-
doselo á once y doce excudos la quartera; con que to-
dos, ó los más, havían de comprar el pan en las pana-
derías de la ciudad, de forma que no bastavan á ma-
sar y se movían tales confusiones al comprarlo, que se
llegava á reventar gente y á tener pendencia: ocasio-
nava esto que la gente de á tres y más leguas de dis-
tancia de Barcelona acudían por pan á la ciudad, que
ni fcastavan las guardias que esiavan en las puertas
para no dejarlo sacar, porque la gente perecía de am-
bre, y los demás mantenimientos seguían el rumbo que
la moneda en subir. ¡O infeliz y lamentable tiempo!
Empiezan los sucesos del año de 1651.
Domingo 8 de Enero se supo que en la calle Nueva,
en casa un ciego llamado Martín Langa, havían muer-
to su muger y una deuda suya de peste, ó así se pre-
sumía, y que los que havían comerciado con ellos ha-
vían enfermado: savido esto por los Gonselleres, esta
noche en secreto, por no alterar la gente, hicieron lle-
var los enfermos á los Ángeles viejos á la Puerta Nue-
ba, que esta va destinado para hospital de em pesiados,
y los que havían comerciado en esas casas los llevaron
á las torres de San Paulo y San Sever para evitar la
comunicación, y perfumaron y limpiaron las casas lo
mejor que pudieron, quemando mucha ropa. Pero como
en la calle suele vibir gente no muy virtuosa, siempre
huvo quien cargó con ropa de vestir y otras alaxas,
con las quales se esparció á otros barrios el mal y mu-
rieron algunos. Á esa misma sazón se introdujo en el
379
hospital general Juan Gampderos, revendedor que vi-
vía en el Born, el qual se guardava por deudas, y
quando la peste estava encendida en Olot vivía allá,
de donde vino con el tamor abierto; advirtiéronlo los
médicos y cirujanos del hospital, y no queriéndolo ad-
mitir, lo despacharon á los Ángeles viejos (murmuró-
se los casügarían por el atrevimiento); curó, y des-
pués se hizo enfermero de los empestados, y bolbién-
dose á encontrarse en Jesús, á donde trasladaron el
hospital, murió allí.
También se murmuró que en casa del Dr. Tristán
havía llegado un empestado que vibe tras San Juste,
y que haviéndolo savido lo despacharon secretamente
á fuera á curar; en casa de un zapatero, á la suvida
de la cárcel, en el callejón que sale á la dao:uería, se
supo havía muerto una persona de ese mal antes de
Navidad, con que de la comunicación de éstos y ma-
nejo de la ropa se fué extendiendo á otros.
Luego que se empezó á zuzurrar esto, entre la duda
de si era ó no era las familias que havían venido de Ge-
rona como escarmentadas de lo que allí havían visto, y
otros de havérselo oydo referir con mucha lástima, tra-
taron de recojer sus ropas y alajas, y encomendándolas
en los monasterios de monjas, se salían de Brírcelona
á otros lugares sanos, porque de esty achaque siempre
es mejor huir en los principios para hallar acojida en
los otros pueblos. Corrió la materia entre dudas muy
silenciosamente, aunque la continuación de caer en-
fermos y llevarlos al hospital de los Ángeles lo hacía
arto público; pero como toda era gente ordinaria y po-
bre la que cahía, atribuíanlo á los malos alimentos y
suma necesidad, por no poderse adelantar á comprar
el pan en las panaderías por los excesivos concursos,
que aunque la Ciudad próvida procuraba se masase
380
todo lo posible y que no saliese de la ciudad, no se po-
día recavar, porque por la muralla lo arroxavan de
noche á los forasteros los que de día con mano podero-
sa lo alcanza van, y los pobres, alimentados de yerbas
y brocería, con facilidad se les pegava el contagio.
Aguardávase la buelta de la luna; que en tales ocu-
rrencias hace subida ó vajada el mal; fué á 24 de Ene-
ro, y aunque no se reconoció alteración, la gente se
ausentava por no esperar lo que después sucedía.
Viendo el Consejo de Ciento lo que padecían los po-
bres, los oficios cuan al abajo camina van, y que se
salía la gene de Barcelona á tropas liechas, resolvió
alistar setecientos hombres de las mismas cofradías y
oficios, dando al soldado raso tres reales de socorro to-
dos los días, al cavo de esquadra quatro, al sargento
cinco y al alférez seis; capitanes no se nombraron,
sino que los governavan los Maeses de campo y Sar-
gentos maiores que tenía la ciudad antiguos: dividié-
ronlos en quatro tercios y ocho compañías, señalán-
doles al uno el baluarte de Levante, al otro el de Me-
diodía, y al otro el de Santa Madrona, y al último el
reducto de la Puerta de San Antonio. En cada com-
pañía havía dos alféreces vibos, quatro sargentos y
seis reformados: á estos tercios tocava guarnecer de
noche y de día sus puertos, cortinas de murallas y
puertas, guardando la saca del pan, dándoles todo lo
que podían hallar se sacava, y suvir cada día quaren-
ta hombres á Monjuique mudándose las guardias en
los puesíos de 24 en 24 oras, y no obstante tanto tra-
vajo, lo lleva va la gente gustosamente, pues se reme-
diavan con eso y no se salía de Barcelona, que mu-
chos se hubieran ausentado á no ser ese socorro, y con
él se consolavan los pobres y la ciudad quedava guar-
dada y asistida con la vigilancia de los cavos.
38Í
CAPITULO 35.
JUSTICIA QUE SE HACE DE LADRONES Y ASESINOS EN DIFERENTES PUES-
TOS PÚBLICOS.-SACAN Á SANTA MADRONA POR AGUA.-PROSIGUE LA
PESTE Y PÓNESE HOSPITAL EN FORMA PARA CURAR Y ASISTIR Á LOS
ENFERMOS.
Qiiando en un rey no se experimentan la peste, ham-
bre y guerra, se originan de ellas oíros daños, nada
menores ni de menos ruina, padecía la Barcelona por
la falta de justicia y de Virrey y grande en la poca
seguridad de las vidas y haciendas aun dentro las ca-
sas, porque se matavan y robaba á rienda suelta sin
temor á Dios ni al mundo; la justicia ordinaria, ni
aun con la comitiva de veinte y tantos hombres iba
segura, porque los facinerosos heran soldados del ba-
tallón, y muchos que con capa de soldados para ven-
gar sus propias pasiones roban y cometen insultos, sin
haver persona segura por las calles, en anocheciendo
se unían y pasavan plaza de soldados. Día de San An-
tonio, 17 de Enero, tres picaros se pusieron en la plaza
de Santiago á las siete de la tarde para robar á un al-
férez que verjía de la casa del juego, acompañávalo el
garitero de nación italiano, pero casado en Barcelona,
llamado Nardo, y sin ser soldados embisüeron con el
alférez para quitarle algunos doblones que llevava; el
garitero dio voces, querellándose de la maldad, y á
ellas uno de los tres le dio de puñaladas, y acavó allí
prontamente: el agresor se llamava Salvador Gontre-
ras, cerrajero; uno de los otros dos, queriendo dar de
puñaladas al alférez, embistió con su compañero por
la gran seguridad, y lo puso de calidad, que dentro
dos días murió, era también cerrajero: el alférez es-
382
capó libre de esta refriega; estava á la vista en el pór-
tico de Santiago tres, que aunque heran amigos de los
agresores, poco antes havían vevido juntos, en una
taberna quedados de acuerdo de encontrarse en la di-
cha plaza, nada savían de sus intentos y mañas (como
de hecho no se les provó), pero estuvieron á la mir^,
y conociendo á sus amigos, los dejaron correr; la jus-
ticia, ofendida de este caso, púsose en escrutinio, tubo
noticia del cerrajero erido, y en secreto se le tomó la
deposición por un notario real y juez, y por ella se
descubrió la cuadrilla, y así el día de San Sebastián
prendieron en la misma iglesia al Salvador Gontreras,
y en otra parte á Raymundo Font, vidriero de luz;
hízoseles causa y provóseles el delito á toda priesa,
porque el alférez era parte en la muerte de Nardo: el
día 25, en juicio de proómenes, fueron condenados á
muerte en horca pública y en la misma plaza donde
cometieron el delito. Intimada la sentencia, quiso
Gontreras interponer la competencia por haverle sa-
cado de la iglesia; pero noticiosa la justicia, no le dio
lugar á firmarla, porque la misma noche del día 25,
y en que se cumplían los ocho del delito, los aorcaron
casi á la misma ora y en el mismo puesto; para la
custodia llevaron una compañía de mosqueteros, y
por el concurso de la gente se encendieron unos cal-
derones. Estuvieron aquella noche y el día siguiente
hasta las once en el suplicio, y después les dieron tie-
rra sagrada; de los tres que estuvieron á la mira, se
prendieron dos, pero ni los agresores los culpavan ni
se les provó cosa alguna, con que salieron libres.
Pocos días después se executó otra sentencia, y fué
el caso que una boca noche llegó un asesino á casa, un
sombrerero, T. Poli, que vivía en la esquina de la
calle de los Miralles frente de Santa María, y llegando
383
al dueño de la casa con seña de algún negocio, le dis-
paró un pistoletazo y le dejó muerto; era el agresor un
hortelano de las huertas de San Pablo, y por interés
de cien reales executó la muerte; entróse en averigua-
ción del caso, y por pregón se ofreció premio á quien
lo descubriese. Vínose que T. Tiana también sombre-
rero, y que pocos días antes havía tenido una penden-
cia con Poli, y amenazándole se la pagaría, se havía
ausentado (que siempre la conciencia es el maior fis-
cal), y en la realidad era quien lo havía echo hacer;
de uno en otro indicio se topó con el homicida horte-
lano, prendiéronlo y provado el delito fué condenado
á muerte, y que en frente de casa de Poli se le cortase
la mano, y después llevado á las oreas del mar y aor-
cado: así executado á primeros de Febrero. Con estos
dos castigos exem piares temieron los facinerosos y la-
drones, se ausentaron muchos, dejando en paz y se-
guridad la ciudad.
Bastantemente queda ponderada la necesidad de pan
así en Barcelona como en toda Cataluña, y el excesi-
vo precio del trigo, con la vigilancia y aprietos que se
podía alcanzar pan y lo mucho que salía de la ciudad
por mar y tierra, sin que la solicitud y cuidado de las
guardias bastante á excusarlo; no se vendían quader-
nas porque era tan pequeño el pan, que no cavia tan
moderado precio y división. Á esta sazón que era á
primeros de Marzo, la cosecha padecía muchísimo y
se arriesgaba por falta de agua; se resolvió acudir al
acostumbrado refugio de Santa Madrona y traerla al
Aseo el día 5 de Marzo, y como era tan vecino á la
fiesta de la Santa, resistíanse los religiosos, porque les
savia mal tenerla fuera de casa en su día, acordaron
que si la Santa alcanzava de Dios socorro antes, la
bolberían para su día. Oyó Nuestro Señor los ruegos.
384
y dio bastantemente antes del día de la Santa y des-
pués, pero no la pudieron bolber por algunas ocurren-
cias hasta el siguiente á su fiesta que la resLituieron
con Te Deum laudamus y mucho gozo.
En el capítulo antecedente se dijo de algunas en-
fermedades y muertes de peste, y que se atribuía, como
era gente pobre, á los malos alimentos que havía te-
nido todo el ibierno, pues pasavan los días enteros
sin comer bocado de pan por no alcanzarlo ó por po-
breza: llenavan la barriga de coles, azanorias y arro-
fas y hortaliza, de que resultavan las malas disposi-
ciones y las enfermedades; con este motivo coloravan
para no alterar el pueblo las continuas muertes, en-
fermedades y el llenarse el hospital de enfermos, y
para disimular, los conducían de noche con el algua-
cil al morbo. M.° Goll, corredor de oreja á los Ángeles
viejos, entre San Daniel y Puerta Nueba; allí avía
médico, cirujano, medicina y religiosos, con todo lo
demás necesario para la asistencia y curación. Gelá-
vase muchísimo que no se declarase ser con I agio por
no ahuyentar los vecinos, que por más que lo procu-
ravan se iban ausentando y dejando despoblada la ciu-
dad; observávanse mucho para salirse ó no los movi-
mientos de las enfermedades con las buelias de la luna.
En la de Febrero ya se conoció aumento, y también
la gente se iba en maior número. Ya no hera arto ca-
paz la casa de los Ángeles, y también que se re puta va
por malsana á causa de los estanques y humedades del
Gañet y huertas, con que sacaron los i'eligiosos de Je-
sús: algunos se fueron lexos, y otros en forma de co-
munidad á la torre de Ruñaña y Sarria, y tomaron el
convento para hospital: en él se pusieron un sinnúmero
de camas, y en toda forma la curación y ho.spilalidad,
porque hiva creciendo por instantes el número de en-
385
fermos: tras todo esto no ha vía que tratar de que fue-
ra peste, sino otra enfermedad; pero la luna de Marzo
desengañó bastantemente al pueblo, que murieron
muchísimos con los carbúnculos, verigas y tumores
como nuececillas hechas una grana, y en la superficie
negra: aquí fué el aturdirse la gente y salirse de Bar-
celona, liando la ropa y cerrándola en los monasterios
de monjas; algunos llevándosela, y otros paredándola
en las mismas casas con lo mejor de las alajas, para
que si alguno se introducía no se mezclase con la ropa
y trastos, porque iba salpicando y extendiéndose por
barrios la peste: en estas tres embestidas del mal se au-
sentaron de Barcelona las dos partes de sus moradores,
dejándola casi desierta, y lamentable llanto y soledad.
¿Qué se dirá de las rogativas, procesiones, peniten-
tes y demostraciones públicas de dolor para templar
la Divina justicia, que con tan penetrante cuchillo se
satisfacía de sus agravios y de nuestras infinitas y
enormes culpas? No tiene ponderación lo que se veía
en los combentos, religiones, 3^ comunidades y proce-
siones: éstas eran cotidianas á diferentes iglesias, y
llenas de peregrinos y penitentes á pie descalzo bes-
tidos de blanco, y niños y doncellas con las cruces en
la mano, levantando al cielo las voces de «Señor y
verdadero Dios, misericordia:» era para ablandar un
bronce tan lastimosos é inocentes gemidos. Pero Dios,
que aún nos quería más penitentes y reconocidos, al
compás del llanto y rogativas iba apretando la mano
del castigo y encendiéndose la peste: ese año se qui-
taron las procesiones de Semana Santa; se cerraron á
las diez el Jueves Santo las iglesias, y se evitaron las
adoraciones de los sepulcros de la Pasqua, para excu-
sar los concursos y comunicación, que es lo más se-
guro para librarse de ese mal.
Tomo XX it 15
386
CAPÍTULO 36.
VOTA LA CIUDAD POR PATRÓN Á SAN FRANCISCO DE PAULA, Y COMO
ROGATIVAS DIFERENTES POR LA SALUD Y EL MODO DE ADMINISTRAR
LOS SACRAMENTOS EN ESA OCASIÓN.
«
Gomo todo era recurrir á los santos para que me-
diasen con Dios por la salud y consuelo del pueblo, los
particulares y comunes, todo era devociones: en 26 de
Marzo, en Consejo de Ciento, por inducción de perso-
nas pías y devotas, se tomó acuerdo de votar por pa-
trono y protector á San Francisco de Paula; que el
día del Santo fuese fiesta de guardar, y que el Cavildo
procesionalmente fuese ese día todos los años á la igle-
sia del Santo á celebrar un Oficio como se hacía en San
Raymundo; á 27 del mismo mes se puso en execución,
iendo la Ciudad y Consejo de Ciento en forma á la
iglesia del Santo: salieron de las casas de Ciudad, pre-
cediendo los tres Conselleres, y siguiendo en ilera los
Consejeros de dos en dos, á una parte los cavalleros y
ciudadanos y á la otra los mercaderes y artistas, y ce-
rravan la ilera los otros tres Conselleres. Llegaron á
la iglesia, y celebrada una misa con mucha solemni-
dad y música, y gran concurso que no cavia en la igle-
sia, se hizo el voto solemne estando patente el Santí-
simo Sacramento. Este año ocurrió la fiesta del Santo
en Domingo de Ramos, y así se defirió la proseción
para el segundo lunes después de Pasqua, que con mu-
cha celebridad y concurso se logró, partiendo del Aseo
con el Cavildo, encaminándose derechos por el calle-
jón del Infierno y riera de San Juan á la iglesia del
Santo: reciviólo aquella religiosa comunidad con mu-
cha devoción; dixeron su misa solemne, disparando
387
muchos tiros al alzar á Dios; deliberóse también ha-
cer una imagen de plata del Santo para llevarla en la
procesión; que se solemnizara la fiesta con tres noches
de luminarias generales, y que se pintara un quadro
del Sanfo que vaja por el aire con un basfón, y los
Gonselleres y Ciudad devajo. Todo se cumplió con sin-
gular gozo y aplauso, esmerándose los particulares á
porfía en festejar al Santo. El cuadro permanece oy
en la iglesia del Santo, cuias efigies son de los Gonse-
lleres nombrados atrás, y todo era para que el Santo
interpusiera sus méritos y ruegos para aplacar á Dios
en su Divina justicia.
Aunque en el capítulo último queda dicho que se
bolbió á Santa Madrona, á su casa, el día 16 de Marzo
por havernos socorrido Dios con agua j haver ofreci-
do restituirla, con esa brevedad se bolbió el tiempo de
tal serenidad y recios soles, que secaron el terreno de
forma que se arriesgava la cosecha, y más estando á
tiempo de espigar, y como el pueblo afligido de la
mala cosecha antecedente y del rigor de la peste, qual-
quier amenaza temía por castigo. Auméníavase el con-
tagio, porque en la luna de Abril fué excesiva la mor-
tandad y número de personas que enfermaron, y el de
las que salieron de la ciudad con imponderable des-
consuelo por la prolixidad de los viaxes, riesgos, ne-
cesidades y purgaciones que havían de hacer antes de
llegar al término que llevavan de intento, como se
dirá más latamente. Concurría también la gran ca-
restía de trigo, que pagándolo á treinta y más libras
la quartera, no se hallava sino con muchos sacramen-
tos y amistades, y á no haver sido que un baxel que
se havía fabricado en Barcelona dos años havía hizo
dos viajes á Liorna y condujo á la ciudad á nuebe y
diez mil quarteras de trigo en cada viaxe, es evidente
388
hubiera perecido y despobládose totalmente. Para re-
medio y consuelo de todas estas angustias y trabajos,
se bolbió á vajar á la gloriosa y siempre abogada el día
24 de Abril, para que con su intercesión socorriese
Dios la tierra y usase de misericordia con esta aflixida
ciudad; la lluvia la tubimos luego con abundancia,
para que fuese más tolerable lo demás, que los trava-
jos con pan son buenos.
Viendo la Ciudad cuan severa y ríjidamente la opri-
mía el divino castigo de la peste, sin que tan conti-
nuadas oraciones y repetidas rogativas lo suavizasen,
deliveró para el día 30 de Abril hacer una procesión
general y devotísima, con la reliquia de San Sever,
por donde va la del Corpus: asistieron los Conselleres
y Governador D. Joseph Margarit y Viure Los texe-
dores de lino y lana, como es costumbre, á pie des-
calzo y vestidos de peregrinos, con achas encendidas
y muchísima devoción, y detrás seguía mucho con-
curso de gente con devotísimo semblante y compun-
ción; y porque se reconoció ser muy dañosos los con-
cursos y comunicación para pegarse la peste, se re-
solbió no hacer procesiones en público y reducir á par-
ticulares y privadas las rogativas. También se acordó
que en las iglesias no hubiese concursos; separávanse
unos de otros y acudían pocos de una vez á las igle-
sias: en los conbentos de religiosos, que las capillas se
pasan unas á otras por dentro, cerravan los rejados, y
el celebrante, quando salía á decir misa, pasava por
aquellas puertecillas sin refregarse con seculares ni
admitirlos en la capilla, dejando para ellos el ámbito
de la iglesia. Las porterías todas estavan cerradas, y
no admitían seglares sino tal ó cual; en los comben tos
y iglesias que no hay tránsito privado para las capi-
llas, se hicieron vallas por alrededor, por donde pasa-
389
va el sacerdote sin comunicarse ni rozarse con los
seculares: á todo esto y aún más truxo el miserable
estado de la peste.
Á últimos de Abril y primeros de Mayo se encendió
tanto la pesie, que ya públicamente se Uevavan los
muertos y los enfermos á la morbería de Jesús con
mucho esceso. Los vicarios unos se iban y otros se mo-
rían, con que no havía clérigos que quisiesen servir
laj3 vicarías y administrar los sacramentos; y para re-
mediar necesidad tan grande, hicieron repartir religio-
sos de diferentes órdenes por las parroquias, ponien-
do en cada una dos ó más, según lo numeroso y es-
tendido de las parroquias. Éstos avilavan de día y de
noche en las casas de los vicarios de las parroquias;
en las que havía dos, iban juntos: el uno llevava la
reserva y el otro para confesar, y ambos con achas
encendidas, y las ponían entre el enfermo y el religio-
so, porque como con más facilidad se comunica este
mal es por la respiración y aliento, interpuesta la lla-
ma del fuego, pudiese consumir y destruir las cuali-
dades venenosas que respira va el doliente, á más que
la distancia del uno al otro era cuanta permitía el ám-
bito de la pieza donde esta va el enfermo. La deten-
ción era poquísima, porque en estos lances las confe-
siones se abrevian quanto se pueden. El Viático se los
ministravan con una varilla de plata larguita, y luego
la Extremaunción, despachándose de los tres sacra-
mentos de una vez, y quedava el doliente á la Divina
Misericordia. Después dávase de derecho al monecillo
por lo que toca á la parroquia 8 Is. por cada doliente:
en donde havía sólo un religioso hacía solo todas las
funciones con un monecillo, sólo que llevava la luz y
campanilla, por lo qual se savia que Nuestro Señor
pasava, porque no havía palio, tañer campanas ni
390
acompañamiento, que á veces hivan solos el sacer-
dote con su roquete plubial y sacramentos, con el es-
colanillo. No salía expecialmente por uno, sino que
era estilo escribir las calles y casas á donde ha vía en-
fermos y que avisavan á las vicarias, y en ha viendo
algunos salía Nuestro Señor, y era con tal exceso y
abundancia, que ya á los últimos de Mayo huvo vez
era para sacramentar setenta y ochenta y aún más,
con que volvía rendido el Preste, j algunos havía que
sin haver avisado, viendo que pasava, lo llamavan,
procuravan poner los enfermos á los segundos suelos,
así para la comodidad del que los asistía y que pu-
diera ser uno solo, como para la de la administración
de los sacramentos. Los religiosos vestían el ávito
corto has'a media pierna, para excusar con la ropa el
recoger el polho inficcionado. Murieron muchísimos
en este sanio exercicio; pero jamás faltava quien con
mucho ce) o y gustoso se dedicase y expusiese á este
boluntario martirio por el bien de las almas: en sen-
tirse eridos .se iban á sus conventos ó casa que havía
destinada para ello, en donde los asistían y cnravan,
y el que escapava bolbía echa la purgación á donde
le señala van, que á no ser estos santos varones Dios
save quánías almas se hubieran perdido, que reduci-
das por los sacramentos á su Criador por medio de
estos religiosos, devemos creer estavan gozando la
gloria. Es mui de consuelo para los cristianos que fue-
ron poquísimos los que se sabe murieron sin los sa-
cramentos, aun en tan penosa y arriesgada era. Por-
que los que tenían un mediano juicio, las visitas de
médico espiritual y temporal eran á un mismo tiem-
po, y aun primero las del prin^ro. Causó esta vigi-
lancia y cathólico celo el haver algunos en los prin-
cipios por no alterar los enfermos, esperar á ver qué
891
será mañana, y á esfuerzos de la calentura cogerles
un delirio frenético, con el cual espiraban, sin tener
lugar de confesarse. De estos escarmientos se sacava
mucho fruto y temor á Dios.
CAPÍTULO 37.
SÁLENSE DE BARCELONA POR LA PESTE LOS DIPUTADOS Y LA AUDIEN-
CIA, Y PÓNENSE PALOS.-BUELBE MARCIN PARA GOVERNAR LAS AR-
* MAS-HUYEN TODOS LOS PRESOS DE LAS CÁRCELES REALES.
Pasando lo que queda referido en orden á la peste,
aún no se atrevía á declarar la Ciudad que lo fuese,
por los daños que resulta va, por lo exausta que se
hallava de víveres y medios, y porque llegando á de-
clarar era contagio, se havían de salir de Barcelona
los Diputados en forma de Consistorio, y la Audiencia,
que ya havía muchos días tenía vacaciones sin correr
negocio alguno, que como personas públicas y que ha-
vían de cuidar del govierno de la provincia y admi-
nistración de justicia, no podían estar presidiados, y
porque deben cuidar de que Barcelona esté asistida.
Por último, viendo quán adelante pasava y que Dios
no usava de sus misericordias, cuias esperanzas ha-
vían detenido á la declaración, por más que se lo ro-
gavan, se resolbieron á declarar era peste, á últimos
de Abril y antes de hacerlo se salieron el Consistorio
y la Audiencia. El primero se fué á Tarrasa con todos
sus Oficiales; los Jueces del civil se dividieron por di-
versos lugares de Cataluña, y los del criminal se es-
tubieron juntos á la torre Pallaresa, cerca del comben-
to de gerónimos de la Murta.
Si gente havía salido de Barcelona desde los prime-
ros recelos hasta aora, en este lance de salir los Dipu-
392
tados y Jueces fué con más exceso, porque la gente,
atemorizada y llena de desconsuelo, procuraba hallar
alivio por afuera; avíalos detenido á muchos la espe-
ranza de que se calmaría el contagio, y la considera-
ción de que el desbalijar y dejar su casa uno ha de ser
el último remedio, inconsiderados reparos quando
amenaza tan evidentes riesgos de la vida. Pagáronlo
bien, porque como toda la provincia esta va alborota-
da por la misma causa, estavan los caminos rolos, lle-
nos de guardias, y los términos y casetas con centine-
las, vigilantes i más, sin permitir se acercara ni pa-
sara por dentro persona alguna. Avían de dormir al
raso, y al lugar donde iban, que no en todos los admi-
tían, havían de estar quarenta días haciendo la pur-
gación con guardias á su costa, j después les quema-
van la ropa que trahían y obliga van ha hacerla nue-
va, y aun de este modo era fineza suma. Con más ex-
tensión y el propósito se dirá lo que se padecía en
esto.
Apenas salieron los Diputados se pusieron palos ó
maderos derechos para señalar los puestos adonde ha-
vían de parar los que traían las provisiones á la ciu-
dad, y adonde havían de salir los de ésta á comprar-
las. A la parte de Levante por la Puerta Nueva, se fixó
al Puente de San Martín; á la de Poniente por la de San
Antonio, á la carnicería Sanz: húvose de retirar más á
la ciudad éste, por la gente que acudía de aquellos lu-
gares y caseríos á comprar la carne á la carnicería, á
la Puerta de Mar, al sitio de la Llavena, adonde las bar-
cas que carreavan provisiones las descargavan, y con
esquifes de la ciudad se trahían después. A la puerta
del Ángel no le havía, porque esa era sólo para pa-
sar los em pesiados y muertos, los sepoliureros y ofi-
ciales del Hospital, con los mantenimientos, y si otros
393
pasa van, era con grandísimas penas que ha vi a im-
puestas.
La forma en que estavan los palos era que rompían
los caminos unos valles ó fosas mui anchos, profundos
y largos: éstos servían de línea y división entre los fo-
rasteros que conducían las provisiones, y los de la ciu-
dad que iban á comprarlas. Para poder recibir de uno
á otro la mercadería y el dinero, havía tres mesas en
cada puesto mui largas, sobre maderos que salían del
valle, y á modo de torno dispuestas, que poniendo el
uno la mercadería á un cabo dava buelta, y la toma-
va el comprador; y ajustados del precio ponía el dine-
ro, y á otra buelta lo recibía el vendedor; y llevava
consigo una olla de vinagre por donde purificar la mo-
neda ó con una sartén y después al fuego, y limpia de
este modo la contava y se bolbía cada uno: los reca-
deros ó revendedores acudían también al palo, y com-
pravan también la fruta, aves ó víveres, y después la
vendía en el Born para los que no querían salir; de
este modo estava bastecida Barcelona lo bastante en
tan infeliz tiempo. El estilo y forma de guardar en dos
palos era que la Ciudad tenía en cada puesto dos per-
sonas de toda su satisfacción, con quatro ó seis mos-
queteros de los que guarnecían los baluartes de la ciu-
dad, y estavan á la orden de las dos personas, mudán-
dose unos y otros de veinte en veinte y quatro oras:
el cargo de éstos era guardar que los de la ciudad no
pasasen la línea ni comunicasen, mezclándose con los
de afuera por política; havía dos barracas, una para
éstos, y otra para un vibanderoque tenía como mesón
ó dispensa para dar refresco y de comer á los que allá
iban; á la otra parte del foso y línea havía una ba-
rraca grande y espaciosa, en la cual avitava un Juez
cuio cargo era cuidar de que los lugares cercanos tru-
394
jeran mantenimientos á la ciudad, y que en esto nó
huviera falta, pues tenía su conveniencia, y se le man-
tenía con toda su familia para eso; pero trata va cada
uno de hacer su negocio, y no de lo que era beneficio
de la ciudad: esta va también á cargo de este Ministro
hacer cuidar que los forasteros no tratasen con los de
adentro ni se comunicasen pasando la línea, y tam-
bién de despachar bolletas á los que venían al palo de
afuera, haciendo fe que no havían comunicado con los
dd la ciudad ni pasado la línea: de esta suerte podían
comunicarse los de la línea con los de la ciudad; y si
alguno necesitava hablar con los de adentro, los llama-
va al palo y confería su negocio, y dava las cartas 6
papeles que traía; pero para salir del palo afuera, era
menester licencia de los Gonselleres, que sin grave
causa no la da van, y para entrar, y en entrando sin
la dicha licencia, no havía que salir; sobre las riguro-
sas cuarentenas para que havían de hacer á qualquier
parte que Uegavan.
Todo esto estava mandado observar pena de la vida,
6 con bolletas de donde salían ó por donde pasavan;
pero tras tan rigurosa pena, no dejavan algunos de
arriesgarse, ó con bolletas falsas ó sin ellas: esto se
entiende con los de afuera de las líneas, que con los de
dentro, ellos entravan y salían á todas oras sin reparo.
Este año por las ocurrencias tan calamitosas de la
provincia, porque se havía de jurar y coronar por Rey
el Xpmo. en París, para cuia función se hallavan ó
querían hallar presentes los grandes y primeros suje-
tos de Francia, ó por más altas causas no vino Virrey
á Cataluña, smo que embiaron para governarla armas
á Mosieur de Marcin, que no obstante havía salido
preso como se ha referido. Gomo la maior causa fué
por las dependencias del Príncipe de Conde, éste, des-
39o
pues de ajustadas las cosas de Burdeus, bolbió al ma-
nejo y puestos que antes tenía. También bolbió Mar-
cin al en que se hallava y todos los demás igualmen-
te; llegó Marcin á Granollers á últimos de Mayo, y no
queriendo entrar en Barcelona pasó al foso y línea del
puente de San Martín, y allí acudieron los Gonselleres
y Governador Margante para tratar los negocios de la
guerra y todo lo que combenía para la expedición de
la campaña, porque el Castellano juntava grueso exér-
cito en Lérida para venir sobre Barcelona, como lo
executó conferidas las materias. Marcin se bolbió á
Granollers, de donde mandó marchar y juntar las tro-
pas á Gervera, de que se tratará adelante, y los Gonse-
lleres con el Governador se entraron en la ciudad.
Esfendiéudose la peste como se puede juzgar, aiuda-
da del calor que ya picava entonces, pegóse entre los
presos de la cárcel, que como eran tantos, la limpieza
tan poca, los aires no pasa van, y los alimentos malos
y el padecer no poco, murieron algunos; las guardas,
atemorizadas del mal, no querían guardar ni llevarles
de comer, y es de creer que la justicia devía de des-
cuidar de eso, pues la divina estava exerciendo sus ri-
gores y tenía en cárcel á toda la provincia. Clamavan
los del corral (como aora vía fora fam) vía fora peste
que iots jios creman tráyeunos de asi. Las guardas se
ausentaron según se dijo. Gon que encomendadas las
llaves á una mujer, empezaron á salirse los de la cá-
mara y corral un día de Pentecostés á medio del día;
avisóse al Governador; fué, é hizo bolber á cerrar la
rotura; pero fué con floxedad, porque se tenía poco
cuidado ó se quería tener. Á pocos días bolbieron una
tarde á emprender la fuga enseñoreados de las llaves;
salieron todos, menos los de la Judeca; hallóse el Go-
vernador y con mucha gente les corrió detras al pa-
396
recer por forma; cojió dos á Santa Catalina; pero poco
después las mismas guardias, movidas de lástima,
abrieron las puertas de la Judeca, y sacaron de las ca-
denas á los que estavan, con que quedó yerta la cárcel
y sin avitador alguno; perfumáronla y limpiáronla
luego para si se ofrecía entrar alguno.
CAPÍTULO 38.
REFIÉRENSE SUCESOS DE LA CONTINUACIÓN DE LA PESTE, LOS EXTRA
GOS DE ELLAS, GASTOS Y TRAVAJOS, DESCONSUELOS, LÁSTIMAS, EX-
TRAÑEZAS, INJUSTICIAS É INIQUIDADES QUE SE EXPERIMENTARON
POR CAUSA DE ELLA. Y CASTIGOS QUE SE HICIERON.
Por fiestas de Pentecostés y algunos días antes, que
hera á últimos de Mayo, se reconoció grandísimo ex-
trago, porque ya los sepoltureros, que esLavan dividi-
dos por seis quartos, governando cada uno un Gonse-
11er, no bastavan á conducir los muertos y enfermos
á Jesús, y fué preciso valerse de chirriones ó carretas
para los muertos y del féretro para los enfermos, éstos
los sepultureros, y así éstos como los carretones iban
com boyados de un alguacil del morbo, previniendo á
la gente que se apartasen.
Era el más lastimoso objeto el ver las carretas lle-
nas de difuntos, unos vestidos, otros en camisa, otros
desnudos y otros embueltos en las sábanas, mezclados
y 'amontonados como si fuesen paja, y esto con tal
frasqueza, que mui amenudo se topava con las carre-
tas, sin que pudiese haver número determinado en
ellas. Seguían á los difuntos otras carretas llenas de
los colchones y ropa en que avían muerto; al en-
fermo también le seguía la cama que tenía, para po-
derla tener en la morbería, y el que no la lleva va
queda va en tierra, porque havía llegado á extremo el
397
número de enfermos y muertos, que para los prime-
ros no sólo fallaron camas, pero puesto para hacer-
las á cubierto, que ni en celdas, corredores, oficinas
y desvanes del combento de Jesús bavía capacidad
para tanto, y se huvieron de fabricar cubiertos de ma-
dera por los huertos, que llegó sazón que pasavan de.
quatro mil los enfermos de la morbería, sin los par-
ticulares por las casas y otros puestos, y sin los gue
por instantes espira van: esto ocasionó no poder dar
providencia á la curación y asistencia de tantos, aun-
que parece se hacía todo lo posible; pero sólo Dios po-
día atender en tan miserable ocurrencia á que estu-
biera cada uno asistido como hera menester.
Á vista de tan imponderable rigor y desdicha tan
sin remedio, la poca gente que queda, espavorida y
sin sentidos, resolvió salirse y abarracarse fuera, ya
por la montaña de Monjuique, el llano de Valdecenlla,
Sarria y otros puestos, y algunos más lexos, conso-
lándose con pasar por cualquier travajo como quedase
esperanza de salbar la vida, con que quedó el lugar
de forma que parecía milagro encontrar alguno, y no
es encarecimiento decir nacían las yervas por las ca-
lles como por los campos, que no los huella planta
humana: alguno se topava, y hera sólo para salir á
buscar la medicina y recado para el enfermo.
La asistencia y curación fué descaeciendo y desmi-
nuyendo al paso que crecía el mal (dióse mucha cul-
pa á los que governavan, ó quiso Dios fuese así para
que no se atribúlese todo á su Divina Justicia), por-
que murieron muchos que no hubieran muerto á tener
más providencia y cuidado de asistirles, y esto tanto
en la ciudad como en el hospital. En éste llega van
muchos enfermos, y en pasando días morían sin que
médico ni cirujano los viese. Todos los módicos y ci-
398
rujanos que asistían allá eran jóvenes y sin ciencia ni
experiencia, que como morían algunos no se hallava
quien quisiese entrar en la ciudad; ya liavía algunos
por los quartos que eran buenos, y de Gerona y á Olot
havían venido también los experimentados reciente-
mente.
A todos, así médicos como cirujanos, tanto del hos-
pital de Jesús como de la ciudad, les dava ésta diez es-
cudos á cada uno, sin los guantes que los particulares
davan, que hera mucho; viendo la Ciudad tanta infe-
licidad y extrago y que comunicavan unos con otros,
echó vandos pena de la vida que hombre ni muger que
governase á algún enfermo pudiese salir por la ciudad
ni con los sanos comunicar, y para excusarlo asalarió
gente por los quartos para que llevasen la carne, man-
tenimientos y demás necesario, que nadie pudiese en-
trar por las casas que huviese enfermos: la señal de
ellas era una cruz de Santa Eulalia blanca sobre la
puerta: en viéndola, todos huían; y que las casas don-
de se havía muerto alguno ó llevado enfermo al hos-
pital de Jesús, se cerrasen y clavasen con unos ma-
deros atravesados, y que nadie fuese osado de abrirlas
sin licencia del Gonseller del mismo quarto, vajo la
dicha pena de vida. De esto resultó ponerse las casas
quales se referirá adelante.
Túbose por estilo durante la peste en Barcelona que
los que queda van en las casas de los que havían
muerto de peste ó llevado á Jesús, si no tenían posivi-
lidad para sustentarse ó eran muchachos sin govier-
no, se llevavan á unas casas á la calle de Jesús, que
llamavan la Purga, ó al estudio nuebo ó Colegio del
Obispo, á Nazaret, y allí los sustentava la Ciudad y
hacían la quarentena y purgavan todo lo que era me-
nester hasta limpiarlos bien, en estas casas que no
399
quedavan avitantes se cerravan y clavavan como se
ha dicho y hajo la referida pena que no se tocase cosa
de ellas hasta estar bien limpias, exaladas y perfuma-
das. Pero como aun en tales tiempos ay hijos del de-
monio sin conciencia ni temor, asegurados que en las
casas no ha vía quien los detubiese, las abrían de no-
che f robaban lo que les parecía, que, siendo con ex-
ceso, eligió la Ciudad un preboste ó alguacil en cada
quarto que rondase ó hiciese pesquisa de los ladrones:
en los principios andubo demasiado benigna la Ciu-
dad en castigarlos, comutando en algunos la pena de
la vida en azotes y servir tanto tiempo al hospital.
Esto causó que, en Junio, un mozo que era criado de
D. Francisco de Aguabiva, correo maior, entró á ro-
bar la casa de Joseph Vibes, confitero, á la esquina
de la Capilla de Mercus, que estava cerrada por ha-
berse muerto de la peste un hermano del dicho Vives,
y éste con su familia, ausentándose antes, cogieron
al tal ladrón en el mismo delito, y promptamente los
Gonselleres, usando de la absoluta que en semejante
tiempo tienen los Magistrados, lo condenaron á cien
azotes, condenándole por mediaciones el resto de la
pena y que sirviese en el hospital, con cominación
de muerte si falta va á ello y entra va en la ciudad sin
ha ver cumplido el término. Executóse la sentencia;
pero sin duda que el hombre tenía el hado de morir
en la orea, porque dentro de pocos días, quebrantan-
do la le}^, se entró en la ciudad y se fué á robar la
misma casa. Cogiéronlo en el hurto, y por haver in-
currido en dos cominaciones de muerte lo condena-
ron á ella; y plantando unas horcas enfrente de la
misma casa, pagó en ellas la pena merecida por sus
delitos. Este castigo sirvió de mucho remedio en lo
úe robar las casas en adelante.
400
En el distrito y líneas del Hospital de Jesús havía
también vando y ley promulgada pena de la vida,
así para los oficiales y sirvientes del Morbo como
para los enfermos, que ninguno osase salir del hospi-
tal ni para las casas de la Purga, que eran en la mis-
ma calle, ni de un lugar á otro, ni entrar en ciudad
sin licencia, y si alguno entrava era con una guSrdia
al lado, para celar que no comunicasen con otros y
para advertir se apartasen y no tratasen con él, y esto
aun con ir los médicos y cirujanos señalados con una
banda de tafetán blanco, porque sin estas prevencio-
nes no podían salir de allí menos que incurriendo en
dicha pena; y viendo que havía poca observancia en
la ley y mucho abuso en contravenir á ellas, cogie-
ron á tres de los más inovedientes y los condenaron á
garrote, que se executó luego en dichos tres, ponién-
dolos en público para escarmiento de los demás.
Sucedía en aquel hospital otro desorden, si no más
dañoso al bien público, por lo menos al bien de las
almas y de servicio y ofensa de Dios, sino sucedió, se
dijo y pudo ser que en materia de desonestidades ,y vi-
cios era aquella santa casa y cerco un pequeño bor-
del, porque llegando alguna mujer enferma y de buen
parecer y que fuese del agrado de alguno de los ofi-
ciales, la servían y asistían con gran cuidado, y en
curando era el empleo y amiga del oficial, que, aun-
que entrase mui honesta y recatada, salía mui ubre y
disoluta deteniéndose allí, y sacándolas de la Purga
como se les antojava. Quién creyera que hubiese hi-
jos de perdición tan obstinados que, teniendo tan fre-
cuentemente á los ojos la muerte y en ellos el riesgo,
y tan patente y palpable la Divina Justicia y sus ri-
gores, se entregasen tan á rienda suelta al vicio y la
sensualidad; quando deviera ser por tantas razones y
401
circunsfancias un seminario de virtud, penitencia y
ejemplo, no lo fué, supuesto que, amonestados los
Consellcres de algunos bien intencionados, pasaron á
executar algunas sentencias de azotes en las mujeres
que se hal lavan culpadas de desonestas, y en los hom-
bres privaciones de puesto y oficio, con purgación de
quarentena mui estrecha, porque llegó á término de
ser público, que en el hospital sólo hallavan consuelo
y asistencia para mujeres jóvenes y de buen parecer,
y que aunque de sí fuesen buenas, los oficiales y gen-
te que governava las hacía ser frágiles y desonestas:
con estos castigos se reconoció alguna enmienda, si no
la total que se devía y devemos creer.
Para lo que resta referir en este capítulo, desearía
(lector amigo) tener mucha eloqaencia, energía y vi-
veza de términos propios, con razones de toda pon-
deración y quales pide el traer á la memoria el más
doloroso 3^ lastimoso suceso que hallarás, no sólo en
los dos libros de esta historia, sino en los que pudie-
ras leer de tragedias lamentables y compasivas; y por
si la desgracia te trugere á ver semejante era, sírvate
de documento y de escarmiento lo que aquí se dirá.
En el libro que dejó escrito el Dr. RouU (lustre de
los catalanes en la Medicina), haviéndose hallado en
otro contagio y hablando de los remedios, para él por
único y más útil, aconseja que es huir de los primeros
en qualquier parte que sea la peste, y bolber el últi-
mo y quando ya se a borrado de la memoria de los
vivientes el contagio, que de esta suerte y no de otra
podrán librarse, y yo soy de sentir que no sólo ha de
ser esta fuga por huir del peligro de enfermar, sino de
ver y oir tan indecibles aogos, calamidades, ruynas y
lamentos, que llevan consigo tanto dolor y aflicción
como padecer el mismo mal, porque pena ay que igua-
ToMo XXIV 2tí
402
le á la de verse un christiano, apenas adolecía, con tal
soledad, que deudos y amigos le buelban la espalda,
3^ los estraños y todos huían del, sin que el padre con-
suele al hijo ni éste al padre, negándose unos á otros
la comunicación y asistencia; entre hermanos pasava
casi lo mismo; las madres eran pocas las que dejavan
de hacerlo, olvidando el amor materno por huir el
riesgo de apestarse; si entre «marido y muger havía
compasión y asistencia, mediando tan sagrado y es-
trecho vínculo, no era poco consuelo, que á veces
éste faltava; de entre hermanos puedo referirlo por
experiencia, porque haviendo enfermado mi muger de
un carbunclo á la pierna y tumor á la ingle, no huvo
medio que alguna de dos hermanas suyas, no sólo
quererla asistir, pero ni aun ver, siendo así que de la
casa de enfrente no lo podían lograr libres de todo
riesgo y dar este consuelo á su hermana, que las lla-
mó Y avisé yo muchas veces porque las deseava ver y
hablar antes de morir. No hubo remedio, aunque en sa-
lud eran mui hermanas y se querían mucho. Esto pasa-
va frecuentemente, con que el que quería estar asistido
avía de ser á golpe de dinero, pagando doce y catorce
reales y la comida todos los días, y después veinte y
treinta escudos para purgar la quarentena, muriese ó
vibiese el enfermo, y estos sirvientes era más el ansia
de desocuparse presto para ganar otro tanto con otro,
que la de cuidar de la salud del doliente; aun así, se
allava con dificultad, más que hacer salir de uno á
otro enfermo; y era preciso acudir ó á la morbería ó
á la purga, que aquéllos como experimentados esta-
van más animosos haviendo pasado y curado el mis-
mo achaque, y para sacarlos de allí era preciso ville-
te y permiso del Gonseller del quarto en que vibía el
que lo pedía, y á golpe de dinero.
403
Entremos á considerar qué dolor y mortal pena se-
ria en éstos acordándose que en otras enfermedades se
veían asistidos de padres, madres, hermanos, deudos
ú amigos, y visitados de todos, asistidos y regalados,
y que sólo se atendía á que cobrase la salud, y aora
verse á la disposición de un extraño, que tal vez ni le
havía visto ni tratado hasta que le entrava á servir en
la cama, aver de admitir de su mano y como quería el
sustento y los remedios en que estrivava su vida, y
siendo el enfermero de tal genio y desamor que sólo
atendía á pasarlo bien ó comer lo mejor de la presa y
á que el enfermo acavase presto para cobrar su sala-
rio en que esta van, ajustados y pasar á ganar otra tan-
ta en la casa vecina ú otra, cuia ambición ocasionava
que ni el aUmento ni el remedio se dava como y quan-
do estava dispuesto ni como el dohente lo pagava y
disponía, que se verificó en muchas partes, y que sólo
€l verse pasar por esto es bastante, y lo hera, para
acavar con la vida muchos de mero desconsuelo y pa-
sión do ánimo.
Pues qué diremos de las pobres criaturas de pe-
cho, que apenas se empestava la madre les quita-
van el darles la leche, y algunos aventuraban ma-
dre é hijo dexéndosela dar. Pero las que morían y de-
javan niños del pecho, á quienes se havía de buscar
quien les diese leche (aquí del llanto y el dolor), iban
los padres de puerta en puerta con el hijuelo buscan-
do quien les diese el pecho, leche ó ama que se en-
cargase de él, y ver el modo con que los despacha-
van al oler que madre ó hijo havía muerto ó estaba
erido de la peste: era para quebrantar las piedras; y
si por suerte ó desgracia se encontrava alguna, que
era por el interés de ciento ó ciento cinquenta libras
cada año, según reconocían la imposibilidad de los
404
padres, era (antes de encargarse el ama de la criatu-
ra) desnudándola en carnes y lavándola con vinagre,
Lien fuese perfumarla mAicho con yerbas conforta (ivas
y pasándola por las llamas, y después de todo esto ves-
tirlas de ropa nueva que no huviese servido jamás: este
martirio ni un angelito tolerarle podía si se a segura va
con él su crianza; pero sucedía enfermar la ama de alli
á dos días ó el siguiente, }' al rccivirle otra avía de re-
petirse el mismo martirio; pues ¿qué sucedía si el niño
ó niña se empesíava? Luego lo bolbían á sus padres,
sin que á precio alguno se hallase quien les diese el pe-
cho, ¡qué infelicidad para un padre! pues por más que
tubiera se veía sujeto á estos contratiempos. Para ello
havía dispuesto la política tener en las casas de la
purga ó combalecencia, en la calle de Jesús, á más
que asistidas y regaladas de todo, criavan y davan le-
che á los que allí llevavan, y aun pagando exorvitan-
le salario á éstas y estando á pedir de voca servidas,
se hallavan pocas que se quisiesen aplicar; allá las le-
vaban y entregavan los padres, señalándolas con una
cinta y el nombre de ellos para bolberla á recobrar si
vivían pasado el mal. Lo que estos angelitos padecían
de descuidos, necesidades y extrañeza con mucha por-
quería. Dios sólo puede sa verlo: parecían aquellas ca-
sas cavañas de corderillos recién nacidos dando vali-
dos por la madre; y como las tales amas suelen ser
como vacazas poltronas y dadas al vicio, cuidavan
poco de su obligación y haciendo el sordo á todo, ó
porque no pudiesen acudir á la limpieza, pues tenían
seis ú ocho y más cada una, estavan los cuerpecillos
todos sangrientos y espellejados, y tras de este pade-
cer solían después quedar sin padres ni quien los aco-
jiese; de éstos y de los ya destetados, que también se
llevaban á las mismas casas cuando los padres al hos-
40o
pital, perecieron un sinnúmero por quedar sin quien
los amparase ni quien los conociese quando echas las
quaren tenas los despacha van y bolbían á la ciudad.
Las muge res que los hijos ó á quienes da va el pecho
se les morían de pesie, padecían infinito de la leche
por no hallar quien la tomase, si no encontravan
otros que las madres ó amas huviesen muerto empes-
tadas, que en ese lance, consolándose unos y otros,
hallavan alivio, y en este riesg-o perecieron muchos y
otros se libraron de ambas partes.
Las preñadas padecían en esa ocasión lo que no es
decible: mostró la experiencia que de las ciento apenas
escapavan dos, y en llegando el lance de parir queda-
van madre ó hijo en la demanda, porque las comadres
no querían asistir; y si los maridos ó alguna amiga
por gran fineza no hacían el oficio de comadre, pere-
cían irremediablemente vidas y alma; si la madre mo-
ría y qiiedava el recién nacido, era otro nuevo tor-
mento buscar por la ciudad quien le diese leche, y si
no era, como acabo de referir arriva, que alguna em-
pestada, ó que se le hubiese muerto el que criava
arriesgando la vida, la perdía el ángel en los brazos
de su padre por falta de sustento.
No era de menor dolor el riesgo de salvar las al^as
en tan procelosa borrasca, porque morían todos sin
que tubiesen el consuelo de hacerles acordar pidiesen á
Dios perdón y los absolbiese de sus culpas, porque sa-
cerdote alguno no ha vía que buscar para eso: avíalo de
hacer el que le servía en la enfermedad, y éste solía
ser francés (que huvo muchos que se aplicaron á ese
exercicio),y tal vez no cathójico, con que se deja ver el
evidente riesgo de la salud de las almas; y si se aplica -
va á eso el enfermo, procuraría más presto despachar
al doliente que detenerlo, para hacer pesquisas de sus
406
preseas y haciendas, porque hasta que los sepultureros
cargavan con el cadáver emhuelto en la sábana que-
dava dueño de la casa, sin que nadie se atreviese á su-
vir, y después se cerrava como queda dicho.
Diremos algo aora de lo mucho que padecieron los
que en medio del maior estrago de la peste quisieron
por su tema salir de Barcelona y abarracarse á vista
de la ciudad, porque á otros lugares con quarentena
ni sin ella y con guardas de vista no se les admitía ni
dava terreno, porque en oyendo que havían salido de
Barcelona se hura de ellos como de la peste. Estos pro-
curavan aloxarse en barracas de tierra y faxina, ó fa-
xina y tablas en la campaña una legua á la redonda
de la ciudad: éstos eran de los que en las caserías ó
lugarejos á cuio abrigo estava la barraca, hallavan
quien por parentesco, amistad ó mucho interés los ad-
mitiese y diese lu^ar á ello y procurase por su soco-
rro y alimento, y era hacer la maior fineza y agasajo
que puede ponderarse, que los que no tenían ese asilo
se havían de quedar en la ciudad y encerrados en sus
casas esperar que los trujesen á ella los alimentos, que
siendo de carne los escaldavan antes de admitirlos, y
de lo demás, ó bien perfumando ó pasando por vina-
gre, y sin que quien les traía se atreviese á entrar,
que unos de otros se guardavan, y en dando en algu-
no de los de la casa la pjste, que sucedía ó por ima-
ginación, por temor ó porque era así, avían de bus-
car otra avitación y quien sirviera al enfermo, que uno
y otro era 1an difícil de hallar, que no hay término que
pueda explicarlo, y por último, el enfermo pasava al
hospital.
Avía o-ros que, no teniendo quien les permitiese
cerca las barracas y el temor y orror les obligava á sa-
lir de la ciudad por mejorar de ayres y no ver ni oyr
407
tan funestos y lamentables sucesos, se abarracaron en
las faldas y montañas de Monjuique y llano del Val-
doncelle; pero lo de éstos era ridicula cosa, porque no
conseguian más veneficio que el que se deja decir,
que en lo demás avían de recibir los mantenimientos
de adentro de la ciudad con el riesgo que se deja ver,
pues el conductor avía de comunicar con los de aden-
tro y de afuera, todos bien sospechosos y expuestos á
que en cada instante caiesen, como sucedió, y en ca-
yendo enfermos, ó los havían de llevar á Jesús ó en-
trarse en la ciudad y dar fuego á la barraca algunos,
ó muchos que quisieron curar en ellas murieron sin
sacramentos, y tuvieron por sepoltura el mismo cam-
po, y sin que de las barracas vecinas tuviesen socorro
ni alivio alguno, aun de salud, porque unos de otros
se temían.
Avía algunos otro« que, teniendo en los lugares ve-
cinos y l)arrios de Bcivcelona deudos mui cercancfs ó
personas de gran inclusión y amistad, se salían á ellos,
y en barracas que les disponían se aloxavan, y de las
casas del bienechor les llevaban la comida, dejándola
un pedazo lexos de la barraca, para que el que la Ue-
vava no se comunicase con los de ella, y los del tér-
mino les ponían guardias de vista á su costa, y pagan-
do á diez y doce reales cada día los de las barracas:
esto les durava treinta ó quarenta días, que, pasados
esos, mudados la ropa, perfumados y lavados con vi-
nagre, los admitían en las casas, y mientras durava
la salud lo pasa van bien; pero en enfermando tan mal
como el que más, porque luego lo plantavan en su ba-
rraca solo con el que havía de asistirle, que si no se
hallava quién lo hiciera, precisavan á uno de la com-
pañía que lo hiciera. La medicina, médicos y ciruja-
nos avía de venir de Jesús y de Barcelona, y todo á
408
peso (le dinero y con la dificultad que se deja conocer;
de éstos morían muchos sin sacramentarse, y la se-
poltura era en un campo ó margen, sin más ceremo-
nia, y muchos que, puestos en las barracas, quedavan
á la Divina Providencia sin otro consuelo. El mismo
experimentaron muchos que saheron de las casas y
poblados: les embestía el mal por el camino, y cami-
navan mientras avía fuerzas, j en falíando, arrima-
dos á un ribazo lucha van con las ansias y espira van
allí, sirviéndoles de cama y sepultura, porque aunque
los viese gente, por no llevarse con la ropa (que es
donde más se pega) el mal, se los dejaba en su último
y desgraciado fin.
De mí y por experiencia puedo decir, que fué gran-
de error salir de la ciudad en ocasión de haberse de-
clarado ya la peste, porque mal por mal se pasava
mejor en la ciudad, porque si havía medios, se ha-
llavá con ellos todo lo que era menester, caro ó ba-
rato, y el que no los tenía hallava socorro en el hos-
pital, pues á nadie se negava, que afuera era intra-
table.
En mi casa murieron mi mujer y quatro hijos de la
peste, y la pasó mi madre y otro hijo que me queda-
ba: todos tubieron su asistencia, de que me consta lo
que cuesta y se padece; pero abrumado de tanto pa-
decer y ver padecer junto con las instancias que Be-
nito Mans, hermano de mi mujer, labrador de Sarria,
me hizo, para que fuera allá con mi familia, deseoso
de ver si podría hbrarme, nos salimos de Barcelona,
recogido y puesto en recaudo lo de casa á 9 de Junio,
otro día de Corpus, y en la barraca que nos dispu-
so, y con el cuidado de hacernos traer aún pedazo
que comer, pasamos la quareuiena, y acavada nos
entramos en su casa, en donde estuvimos hasta 4 de
409
Agosto, que el Castellano, sitiando á Barcelona, nos
hizo retirar. En este tiempo vi y oí tales lástimas y
travajos de los que se habían salido de Barcelona, que
lo hasta aquí referido es un pequeño y lixero apun-
tamiento, y para lo demás no hallo razones ni térmi-
nos con que explicarlo, y así quede al juicio del com-
pasivo lector.
Suele el contagio,' con los recios calenturones que
da, causar frenesíes insuperables; y mientras los pa-
decían algunos en las casas particulares, unos se arro-
javan por Jas ventanas y rebentavan, otros se salían
por las calles en la postura en que se hallavan; y
como la fuerza que tienen en esos lances es tan indo-
mable y no havía quien los detubiese, porque el en-
fermero no bastava, sino que de acaso se encontrasen
los sepoUureros, corrían y di vaga van hasta que espi-
ra van, ó que de rendidos se dejaban caer, y por más
que fuera gritando el que asistía, ni hallava aiuda ni
recavaba cosa alguna. En la Morbería de Jesús se vio
esto cada instante, y si daban en ir á beber á el es-
tanque morían dé repente, y aunque se quisiera tener
providencia en eso, como lo hacían los sepultureros,
atándolos al llevarlos, no era fácil, pues avia ocasio-
nes que pasaban los quatro mil largamente los enfer-
mos, con que no podían atenderse á eso, así como no
se atendía ó no quería atender á la puntualidad de cu-
rarlos las llagas, porque havía enfermos que pasavan
diez y doce días sin curarse, de que resultó morirse
muchos millares más que no huvieran muerto (salva
la Divina disposición) en Jesús á tener algo de más
providencia, y esto es constantísimo, y se deja bien
conocer, porque las mujeres de buen parecer y agra-
do, y que se dejavan llevar de la solicitación de los
oficiales, casi todas ó la mayor parte libraron bien,
4Í0
porque aunque se castigó el vicio, como se ha dicho,
nunca dejó de haver muchísima ruindad en eso, por-
que la que quería resistirse perdía la vida y necesi-
dad, pocos años y gran solicitación, y en lances como
aquéllos derrivaran la más casta y constante mujer,
y no será temerario decir que por tanta torpeza como
allí se veía, se dilató y fué más riguroso el castigo de
Dios, pues en vez de enmienda después de la enfer-
medad, se dava más rienda á la lascivia, la que tal
vez hasta entonces no la hahía conocido.
Goncluio este capítulo con decir, que quando se re-
conoció alguna mejora en el contagio, que fué á pri-
meros de Agosto, se empezó á ver la ruina en la ha-
cienda, la pobreza y necesidades, porque mientras
duró lo furioso de ella, difiriendo la gente el cultivo y
el travajar por no hallar gente para ello, no atender
por no poder, se alió después destruidas las hereda-
des, las casas y los hienes, la pobreza, por lo consi-
guiente, porque atendiendo á salvar la vida para asis-
tirse, el que ya no tenía á dónde holherse, vendía
para el sustento quanla plata, oro, ropa y alaxas po-
día hallar quien le comprara, de que resulta el que-
dar, si con vida, no con qué pasarla. Las necesidades
y de no menor lástima que lo que se havía echo, era
ver tanto muchacho y niño que, difuntos sus padres,
iban pidiendo limosna y perdidos por la provincia,
haviéndose criado en sus casas y vístose mui asisti-
dos y regalados, y que aora no hallavan un pedazo de
pan, con dolor de quien los havía visto y conocido en
buena fortuna y no podía socorrerlos. Estos estragos
los experimicntarán muchos años las repúblicas, las
iglesias y religiones, porque los sujetos que havían de
florecer de aquella era los sumergió la borrasca de
guerra, peste y hambre. Discurre, lector, sobre lo que
411
as leído en este capítulo, y cree que lo que no se dice
y á tu discurso remiio de estas calamidades, es mucho
más de lo que señalo.
CAPÍTULO 39.
TOMA LA ARMADA ESPAÑOLA EL YAGEL DEL PATRÓN FERRET EN MA-
TARON-CESA LA PESTE.-LLAMA LA CIUDAD SUS VECINOS AUSENTES.-
DA GRACIAS Á DIOS POR LA MEJORA.— VIENE Á SITIAR Á BARCELONA
EL CASTELLANO.
Tenía Barcelona un marinero valeroso y dichoso en
marinería, llamado el patrón Ferret,que de puro viejos
ó inútiles esta van arrimados ya dos vaxeles que havía
governado y capitaneado de particulares catalanes con
mucha suerte y viajes de importancia y conbeniencia:
estava mal hallado con el ocio y así redujo á algunos
mercaderes poderosos para que hiciesen labrar unvajel
grande que havía de ser la gloria de Bai-celona: fabri-
cóse en Barcelona vajo el valuarte de Mediodía en el
arsenal; duró la obra dos años y tres meses y su coste
pasó de sesenta mil escudos, con indecible fatiga del
patrón. Vendixéronlo víspera de la Virgen de Agosto,
año 1649, con gran solemnidad, concurso y ruido de
artillería, habiendo puesto una tienda muy grande que
cubría todo el navio y concurso^ tratóse luego de po-
nerlo en el agua, y llegando á la lengua de ella, que
era por la Virgen de Septiembre, enfermó el patrón
Ferret, según se dijo, de fatigado, y en breves días mu-
rió: era hombre dispuesto y grueso y de lindas atencio-
nes: causó mucho duelo á todos y mucho más á los
interesados en el navio, teniendo ya por mal agüero
aquel acaso. Armáronlo de árboles, xarcias, artillería,
marineros y pilotos, nombrando por capiíán á Lorenzo
Bardana, mozo experto y que Ucvava el negocio de
412
Ghristóval Sangenís, mercader y uno de los principales
dueños del vajel: hízose á la vela segunda fiesta de Na-
vidad, y de primera jornada marchó á Xatelines, en
Turquía, á buscar trigo. Después executó los dos viajes
á Liorna, traiendo el trigo que en otra parte se ha di-
cho el año pasado, y eslava en el muelle aguardando
que la Ciudad lo despachase, que, ocupada en lo del
contagio, lo dilató más de lo que deviera y havría im-
portado, porque la armada castellana se junta va en Ta-
rragona y á primeros de Julio tres navios de ella lle-
garon delante Barcelona, y bordeando á dicho vajel, le
obligaron á meterse vajo el muelle, disparándole algu-
nos cañonazos, y él les respondió, y de la ciudad tam-
bién les tiravan, obligándoles á bolverse hacia Tarra-
gona. Á 11 de Juño pasaron por Barcelona 22 galeras
de España en que hiva por General el Príncipe D. Juan
de Austria, en seguimiento del vajel que havía salido
del muelle dos días antes hacia Mataré: encontráron-
lo allí y dieron con él á cañonazos, disparándole pa-
sados de 500 tiros, con los quales hicieron mucho
daño al pueblo, y de las torres también á las galeras.
Apresaron el vajel, porque ni un marinero siquiera
quedó en él para defenderle, y pasaron el día siguien-
te por la mañana las galeras con el vajel para Po-
niente; hazaña grande: ¡22 galeras contra un vajel in-
defenso !
Parece prodigio de la Divina Omnipotencia que á
últimos de Julio y primeros de Agosto, que es lo recio
del canicular, empezase á dar treguas la peste y á re-
conocer alivio en los enfermos; pero maior prodigio
es que viniendo el Castellano á sitiar á Barcelona con
numeroso exórcito, todos los lugares circunvecinos y
gente que estava fuera se metieron en Barcelona con
sus familias y haciendas, sin reparar en el riesgo de
413
la vida y en que anteriormente por las calles de maior
concurso apenas se veían quatro personas, porque la
opinión más válida es que murieron de la peste pasa-
dos de quarenta mil personas, y quizás no se incluien
en esar; las que se ignoraron, sin que el cargarse de
gente nueva la población suscitase la peste que harto
se temía, antes quanto más entrava amaynava más
la enfermedad, de que noticiosos los que avían ausen-
tado y que se preciavan de buenos patricios, acudie-
ron luego á servir y socorrer la Ciudad en el sitio que
la amenazava, aunque fuera con el riesgo que podían
temer, pues totalmente no havía cesado el contagio.
Algunos sujetos huvo (indignos de llamarse catalanes)
que por algunos fines reusaron entrar y se alejaron
más.
Advertido esto, el Consejo de Ciento hecho vando
que todos los vecinos y ciudadanos que se avían au-
sentado dentro quince días acudiesen á asistir la Ciu-
dad en este fragante, en pena de que pasado ese tér-
mino se desinsincularían los inseculados; los que no lo
estarían, no podrían insecularse de diez años, y los
que tenían oficios privados de ellos, y en su lugar sor-
tearse otro. Prorrogáronse estos quince días en otros
tantos más en dos veces con público pregón cada una:
en estos plazos los que tuvieron causas, los allegaron
y dieron memoriales al Consejo. Este mandó á alistar
en memorial todos los que se hallavan ausentes, dis-
curriendo por calles .para la maior averiguación, y^ el
día 26, estando junto el Consejo, se leyó la lista y se
cometió á doce personas la cognición de las causas y
motivos que allegavan algunos para no bolber, y su
aprobación, y sin desgregarse el Consejo se admitie-
ron las que se devían y desecharon las que no pasan-
do luego á desinsecular y hacer extracción de oficios,
414
que siendo las dos de la noche que aún no havían
concluido se disgregó el Consejo, haciendo comisión
á las doce personas para que el siguiente día conclu-
iesen la inavilitación de sinseculación y extracción.
Observóse esto rigurosamente, porque algunos vinie-
ron, j no á todos se les admitió las causas por haver
echo esa demostración con maduro acuerdo y tenien-
do ya veinticuatro oras avía al exórcito castellano á
la vista.
Reconociendo el Govierno que más era milagro que
causa natural la venignidad que se experimentaba en
el contagio, deliveró el Consejo de Ciento se diesen
gracias á Dios por la misericordia que nos hacía. El
día 7 de Agosto se hizo en el Aseo diciendo un oficio
solemne, y después ana procesión por dentro la igle-
sia con Te Deiim laudarnus á. que asistieron los Gonse-
lleres y maior número de Consejeros. Fué mui singu-
lar el divino favor en este punto, porque calmó de
forma la peste que vino á cerrarse el hospital á me-
diado Septiembre, y alguno que incidía ó recaya en la
enfermedad lo lie va van á las casas de la purga, y allí
se cura va en breve, ó porque la experiencia havía sa-
cado maestros, ó porque la malignidad no era ya
tanta.
Acudióse luego á limpiar las calles que esta van lle-
nas de cieno y ponzoña de la ropa y trastes que arro-
javan de las casas que havían muerto los empestados,
llevándolo á carretadas á la arboleda ó muralla donde
lo quemaban todo, y entre eso havía algunas cosas
mui buenas, pero todo perecía. También se fabricaron
en la pisina unos ornos mui grandes, en los quales á
fuego lento se purificava la ropa de los particulares y
cosas que havían padecido peste. Perfumaron las ca-
sas de alto á vajo famosamente de todos los que havían
415
padecido, sin que ninguna de las cerradas se atreviera
su dueño á abrirla ni entrar en ella sin haver echo
esta diligencia, y para su execucicn y las de arriva
mencionadas, tenía cada Gonseller en su quarto hom-
bres destinados que se aplicavan á ello con toda acti-
vidad para no fiarlo á los particulares. Con esta vigi-
lancia y disposición fué en aumento la salud, aunque
los concursos y apreturas, particularmente en las pa-
naderías y carnicerías, eran grandes, porque ya el si-
tio impedía el moler y hacer las provisiones con des-
aogo; y siendo el calor excesivo, se ve manifiestamen-
te que Dios, por medio de algunos santos y personas
de virtud, aplacó su Justicia y usó de su misericordia.
Es estilo de la milicia quando se llega á sitiar algu-
na plaza embiar un trompeta pidiendo se rindan y en-
treguen las llaves del presidio. Venía marchando el
Castellano mui pujante con once mil infantes y 2.500
cavallos á sitiar á Barcelona (poco número para tanta
empresa); havía á primeros de Julio pasado Villafran-
ca; el Consejo de Ciento quiso prevenir la respuesta
que havía de dar al trompeta, y tomó la resolución de
presentar las llaves á la Virgen de la Concepción: exe-
cutáronlo á 19 de Julio con las de yerro, y 25 de Agos-
to, día de San Luis, acavados los Divinos Oficios en
el Aseo, pasaron los Conselleres á la capilla de la Vir-
gen, y cantando una Salve solemne, le presentaron
quatro llaves de plaza, y aguardando al trompeta para
responderle dixera á su General las tenía la Virgen,
que se lo averiguase con ella si las quería dar: no vino,
noticioso tal vez de tan ridicula respuesta.
Este exército castellano, governado por el de Mor-
tara, salió de Lérida para Tarragona á juntarse con
la guarnición, y desde allí por el Panados encaminar-
se á Barcelona. Nuestras tropas, que serían tres mil
416
infantes y mil y quinientos cavallos, governados por
Marcin, ninguna oposición hicieron, sino que á una
legua del Castellano se iba retirando, quando creye-
ron todos que en algún estrecho ó esguazo do río ha-
rían alguna operación. Llegó el Castellano á pasar
Llobregate á 2 de Agosto, y ya Marcin eslava vajo la
artillería de la plaza; puso su quartel en el convento
de Valdoncellas, que las monjas, por esta causa y la
peste, parte havía en la torre Pallaresa y parte más
allá. D. Joseph Dardena puso su tienda ó quartel
más allá de los Ángeles viejos. La cavallería de éste
cubría el foso desde la marina hasta la Puerla Nueva,
y desde ésta hasta la de San Antonio. La de Marcin,
haviéndose aloxado cavallería y infantería fuera de
la ciudad, vajó el cañón fabricando sus tiendas y ba-
rracas, que parecía segunda ciudad con nuebas tien-
das de mercaderes, y talando y arrasando la huerta
y la campaña, que no es decible el fruto que perdieron
y daño que se hizo á los particulares.
Encaminóse Mortara á la Torre del Río y empezóla
á batir y expunar rigurosamente, resistiéndose los de
adentro, que serían unos treinta hombres, unos qua-
tro días con tres piezas de artillería, dándole al Caste-
llano no poco daño. Fabricaron unos ornillos ó mina
los de fuera, y llamados los de adentro á verla, reco-
nociendo ser imposible salvarse, se rindieron á vida
salva el día 8 de Agosto: puestos en el exército caste-
llano, los reconocieron, y los que havían estado ó esta-
van empestados los embiaron á Barcelona; los otros
quedaron en el exército, y luego volaron la torre sin
dejar señales de ella: quisieron decir que por el daño
que les havía echo. Lo cierto es que por ha ver dispa-
rado á las galeras quando pasó á casarse la Reyna Ga-
thólica, quisieron borrar su memoria en la provincia.
417
CAPITULO 40.
PREVENCIONES DE LA CIUDAD CON LOS LUGARES Y GENTE DEL CON-
TORNO.-AQUARTÉLASE EL CASTELLANO Y SUS OPERACIONES CON EL
PAÍS. -YNSTANCIA DE LOS SITIADOS, CORREOS Y EMBAJADORES Á PA-
RÍS.-TOPE DE MARCIN CON MARGARITE, GOVERNADOR.-SALIDA DE
MARCÍN Y JURAMENTO DEL REY EN PARÍS.
Lneí?o qne se tubo noücia de los desio-nios del ene-
mi.í^o y de su marcha, que fué á mediado Julio, em-
pezca el Governador á despachar por los lu,!?ares y po-
blaciones vecinas órdenes y persuasiones para que se
relirasen dentro la ciudad todos los granos y pajas;
rc'^islióse la gente; pa^ó á vando^ por todos los lugares
vecinos en pena de los granos perdidos, y otras arbi-
trarias al Real Conseja; pero recelosos los dueños de
la pesfe, de perder su hacienda y que Uevavan otra
idea, no se dieron por eniendidos, an^es bien lo reti-
ra van á los combentos de Sarria y Pedral has, San Ge-
rónimo de la Murta y Sabrón y oíros lugares, enten-
diéndolo asegurar de ese modo que el maior motivo
era por la peste, que aún afligía demasiado.
La Ciudad pasó á publicar pregones que todos los
que quisiesen vender los granos se le pagarían al pre-
cio corriente; que los que quisiesen fiarlo ó prestarlo
se lo bolberían en propia especie en saliendo del si-
tio; que quien los quisiese deponer en custodia se le
restituiría el mismo y que excriviese su nombre: esto
para el de simiente; y para la entrega de uno y otro
y cobrar recibo ó dinero, se señaló el convento de
Valdoncellal tampoco se logró fruto de esía diligencia.
El Governador executó otra más utilosa, y fué lla-
mar todos los bayles y jurados de los lugares á dos
Tomo xxiv 27
418
leguas de Barcelona para un día á la torre de Novell,
en el término de Sanz. con pretexto del real servicio
y bien de la provincia. Congregados allí, salieron el
Governador y los Gonselleres en Gap y segundo, y re-
presentando con mucho encarecimiento y ponderacio-
nes que arriesgavan sus haciendas porque el Castella-
no venía á toda priesa y que se haría dueño de todo
lo que esta va fuera de Barcelona, y que destruiría lu-
gares y todo quanto havía que lo tuvieron por cons-
tante, y no se quejasen de que no los havían desengaña-
do. Á vista de esto, la gente empezó acarrear granos
y alajas, que fué una Bavilonia unos quantos días que
incesantemente entravan carretadas de granos, mies
sin trillar y trastos, poniéndolos cada uno en casa de
sus deudos y amigos, con que quedó bastecida la ciu-
dad bastantemente por aver sido fértil aquel año la
cosecha. Algunos que la representación de estos seño-
res no les convenció y quisieron quedarse con sus vie-
nes por los combentos y lugares, perdieron los unos y
los otros y padecieron muchos travajos.
El exército castellano, aviendo bolado la torre, se
vino al llano de Barcelona, y recelosos que no embis-
tiera Monjuique como el año 41, después de bien for-
tificado, pertrechado y municionado, entró de guar-
nición Mastarós con su tercio y algunas compañías
sueltas, que en todo serían basta mil hombres, que con
ellos y algunas piezas de artillería havía de costar
muchas vidas antes de ganarlo; pero el Castellano, en
llegando á Sanz, que era á 10 de Agosto, se subió ha-
cia Pedralbas y Sarria y se aloxó aquella noche por
aquel contorno, y el General con algunos Gavos en-
traron en el cerco de Pedralbas en las casas de los
clérigos y religiosos: iba Capitán de corazas D. Miguel
Ramona, ca vallero catalán, que por ciertas causas
419
seguía el partido castellano y tenía una hermana mon-
ja en aquel combento, con cuya causa y la de ser muy
estimado de todos Ramona pasaron aquella noche mui
regalados y en onrroso bureo, pero con mucha vene-
ración á las religiosas; el día siguiente á las tres de
la mañana marchó todo el campo en forma por la fal-
da de la montañuela, y al tránsito les disparava la
plaza, pero sin ningún úfil; pasaron á San Andreu y
San Martín, extendiéndose hasta la orilla del Agua del
mar, formando al sitio de la fuente que llaman de
Alió un hermoso fuerte con quatro baluartes y su foso,
poniéndolo con mucha artillería para asegurar el des-
embarco y las provisiones que llega van por el mar,
que con la armada é infinitas barcas que de la costa
de Poniente les acarreavan víveres, tuvieron la cam-
paña abundantísima de todo y estubieron bien forti-
ficados. La tierra la cojieron llena de frutos, que por
el contagio la gente ha vía dilatado desazer la mies,
con que se bastecieron de todo á medida de su deseo.
Después de aloxado el Castellano al Glot, San Mar-
tín y San Andreu, como esfá dicho, y formando su
cordón, empezó la cavallería é infantería á executar
correrías y pillaxes en los lugares y caseríos de toda
la falda de la montaña, y hasta el hospital, aprove-
chándose de granos, pajas y otras muchas cosas con
exceso, porque mucha gente de la que se havía reti-
rado de esos paraxes á Barcelona, viendo que el Cas-
tellano avía pasado á esta otra parte, y no pensando
en las correrías, salían á traerlo; pero por mucho que
madruga van ya la cavallería castellana esta va sobre
ellos y les pillava ganados de todo género y quanto
consigo trahían. Á muchos arrieros y pasageros que
venían por el camino real les sucedía lo mismo en los
principios, siendo de mucho aprecio y número de pri-
4^0
sioneros los que en estos lances se llevava el Gaste-
llano. Marcin, teniendo mil cavallos lo menos de fa-
mosa calidad, se es'ava á la mira; quexávasele la Ciu-
dad, y eso respondía no tener orden del Rey ni gente
bastante para embestir, sino para guardar la plaza,
que si hnviera querido ohrar ya contra el exército al
tiempo de pasar ó contra les comboyes y parlidas, po-
día hacerle mucho daño al Castellano y no recivirle él
por estar bajo la artillería: si alguna vez salía contra
alguna parlida, era sólo llegar á la vista y escaramu-
cear algo yendo con los micaletes, y bolber la grupa
en viendo que el enemigo se retirava; pero como te-
nía la opinión ganada de poco leal, y lo havía mos-
trado en el año de 49, ya se vivía con desconsuelo y
se temía no haría cosa de provecho, como no la hizo,
aunque podía mui bien; a la parle del Valles, hasta
Mommalo, saqueó el Cas'eilano á su salvo, ariuinando
todo aquel país y desbastándolo con ésie de Barcelona
á todo rigor: fué preciso que la cavallería de Dardena
pasase al Valles para consolar aquel parlido y defen-
derlo, porque si no eran algunos micaletes y gente del
país qu ; se recogía (y ocasionaron en pasos estrechos
no poca ruina al Castellano), no havía quien los de-
fendiese. Llegó tarde, porque ya los castellanos avían
pillado y destruido el país, con lo cual, y con lo que le
en'rava por mar, tubo su exército mui abasLecido. La
artillería de la torre de San Juan á la puerta de San
Daniel, que eran tres piezas harto largas, le hacían de
conünuo al Castellano algún estrago, y la de la Ciudad
á las partidas, que corrían con tal confianza, que so-
lían pasar por vajo del cañón muchas veces.
Tienen por estilo los Generales franceses, á donde
quiera que se hallen, hacer mucha fiesta al santo cuio
nombre lleva consigo el Rey Xpmo.: á este fin ú á
421
otro particular la víspera de San Luis, 24 de Aí:os*o,
previnieron en el valuarle de Levante un banquete
explendidísimo, y cubriendo con una vela todo el te-
rraplén del baluarte, comieron allí en público y á
vista y oídos del Castellano, todos los Generales, xMae-
ses de Campo, Sargentos maiores y gente principal,
así francesa como catalana y nacional: algunos Con-
selleres también asis'ieron. Empezando á vever dis-
paró la artillería del baluarte y lienzos de muralla
con vala, continuándolo quanlas veces se vevía y
brindavan. Los clarines y trompetas incesantemente
tocaron: duró la comida bas'a las tres de la tarde,
porque fué en lo exquisito de platos y abundantes cosa
estupenda: al anochecer se esquadrenó cavallería é
infantería vajo el mismo baluarte en campo de bata-
lla, y á las Avemarias empezó la artillería de toda la
plaza á disparar con vala; hicieron lo mismo los es-
quadrones, repitiéndolo todos hasta tres veces: no fué
aplaudida esta acción, por tener á la vista el enemigo
y no haver echo surtida alguna. Hubo (ambién varias
opiniones de quién hizo el execivo gasto en aquel día,
si era Marcin ó la Ciudad: yo creeré píamente que lo
vino á pagar ésta, y que á su costa quisieron los Ge-
nerales hacer ese agasajo ú obsequio al Rey; á los cas-
tellanos la burla, y á tres ó quatro capí anes ó solda-
dos la de despacharlos á cenar con Christo, pues como
las salvas iban con vala, y devía haber algunos ca-
lientes de cascos, mataron á diez ó doce, y ésta fué la
fiesta á los años del santo del nombre del Rey.
Á primeros de Agosto, viéndose la ciudad con el si-
tio, despachó en cinco ó seis días dos extraordinarios
á París, pidiendo con todo aprieto socorro de tropas,
dinero, víveres y Virrey. Pero como dice el adagio,
quien cara ve cara honrra, y que cartas tienen rópli-
422
cas, deliveró el Consejo de Ciento partiera por Emba-
jador Joseph Ximénez de Monrrodón, para que á más
de lo que obrava Pinos esforzara con el Rey y Minis-
tros las asistencias y representara como buen testigo
el miserable estado y apreturas de la ciudad. Partió á
23 de Agosto, y huvo de ir comboyado de cavallería
hasta Marlorell, por estar cerrado este otro paso .y
acamparse el enemigo hasta la orilla de Llobregat á
esa sazón, con que fué preciso bolber por San Culgat á
tomar el camino.
No heran sin mucha causa estas ynstancias, porque
sobre lo gastado y padecido en la peste estava actual-
mente manteniendo la Ciudad á su costa todas las tro-
pas del exército, ó por lo menos se distribuía todos los
días entre franceses y suizos 4.6J 2 raciones de pan,
sin los tercios del batallón y los setecientos que guar-
necían la ciudad, y sobre esto avía de atender amasar
para casi lo más de la gente del pueblo, que toda com-
pra va el pan, y á sazón que se havía de hir á moler á
Martorell y Camello, y con numerosos comboyes de
gente para que el enemigo no pillase al salir ó entrar,
así como havía quitado el agua para no hacer arina
dentro la ciudad. Sobre esto entró Marcin en Consejo
de Ciento, pidiendo 300 quarteras de arina para soco-
rrer el exército, y 20.000 libras, ofreciéndolo bolber de
hacienda del Rey, y dando para el dinero por las 10.000
en fianza á Baltasar Aymeric, mercader francés y ca-
sado en Barcelona, y por las 10.000 consignava las
rentas del Condado de Santa Coloma, de que le havía
echo gracia el Rey las diez mil primeras, y la arina
sacó porque las abonó Aymeric, pero las otras no. De
que se puede inferir quán sin número era lo que gas-
tava la Ciudad para su conservación.
La presentación de las llaves de plata á la Virgen
423
de la Goncepción^se hizo como queda referido; añadiré
que fueron quatro por las qiiatro puertas que liavía
abiertas no más, que son la de Mar, San Antonio, An-
o-el y Nueba, y juntamente un quatro con las efigies de
los Gonselleres y Governador, y un ángel que presen-
tava las llaves á la Virgen, y más abajo el Consejo de
Ciento y la Ciudad, todo se presentó en su capilla á 25
de Agosto.
Después de aquartelado Marcin en el convento de
Valdonceila, se entró en Barcelona, y parecióle que
hallándose en la plaza y Governador general de las ar-
mas en la provincia le tocava dar el nombre á las cen-
tinelas y cuerpos de guardias. Opúsose el Governador
por ser peculiar de su puesto. Sobre esto pasaron al-
gunos lances ario desabridos entre los dos. Entró por
medianera la Ciudad para sosegar y que no sucedieran
maiores enquentros, y en una junta que para esto se
tubo en casa el Governador, se resolbió que atenta la
superioridad de Marcin respecto de Governador y Te-
niente general de las armas diese el nombre al Gover-
nador de la plaza: cediendo (por su bizarría), convino
en ello, y Marcin dio el nombre mientras estuvo en la
plaza.
Cumplió el Rey Xpmo. Luis catorce de este nombre
los trece años de su edad á 7 de Septiembre, y a vién-
dose de jurar por Rey y entrar en el govierno según
disposiciones y leyes gálicas, convocó para el día 8
toda la nobleza y parlamentos de la Francia en París:
celebróse la función con mucha fiesta y aplauso uni-
versal. Sólo faltó ese día el Príncipe de Conde, que
por ser la segunda casa de los Príncipes de la sangre
fué bien murmurado, y por los incidentes pasados
arto sospechoso; escribió al Rey pidiendo el permiso
para no concurrir, con pretexto de que por la prisión
42 i
pasada y sucesos tenía en París ese día sus maiores
émulos, y que concurriendo avían de suceder algunos
escándalos, que por eso dejava de asistir; y qae en
quanto á otras causas, ni las creyese ni diese oydos,
porque se preciava de tan leal y sujeto á la Real Coro-
na como el que más: en lo exterior í'oé así; pero des-
cubriráse luego el inlerior: el Rey avisó á las provin-
cias de su jura y govierno, y á la de Calaluña y Ciu-
dad lo mismo, con ofertas de muchos socorros y asis-
tencias, como se verá adelante.
No quedan muy atrás reíeriJas las prisiones de Mar-
cin, Príncipe de Conde, y sus hechuras y deudos, con
los molivos que para ello se tubo, y así será excusado
repetirlo aquí, y bastará decir que continuando Es-
paña en favorecer al de Coiídó, para que prosiguiese
en sus altos pensamientos de coronarse y por ese me-
dio tener la Francia en guerras civiles para adelantar
sus partidos en Cataluña y Flandes, estava fomen'an-
do á este Príncipe en sus designios, y para proseguir-
los se retiró á Burdeus al tiempo que el Rey tra'ava de
su jura, y en aquella ciudad, toda á su devoción, con
sus aliados y sequaces juntó un pedazo de armada para
ir contra el Rey.
Despachó á Marcin un correo mui en secreto, pi-
diéndole que con el maior número y mejor de cava-
Hería pasase á Burdeus. Reci violo Marcin, y cum-
pliendo el guslo de quien lo avía elevado y dado los
puestos, y olvidado de las obligaciones á su Rey, fin-
gió que havía de salir la noche del 21 de Septiembre,
con mil cavallos y mil infantes, á obrar una hazaña
de consideración contra el Castellano: ignorávanse
las operaciones y designios del de Conde, y así llenos
de buena intención se lo creyeron todos; salió esa no-
che á las diez con sus dos mil hombres, los de mejor
423
calidad, mui en secreto, celando dónde marchava,
porque no llegase á nolicia del Gas!ellano: marchó á
San Feliú, j por la rivera de. Ruví á San Cucufaíe,
Manresa, Si.u de Urgel, y por allí se entró en Fran-
cia, bien que algunos ducieníos cavallos, y entre ellos
el regimiento de la Mola, que iban engañados: cuan-
do reconocieron el inten'o, bolvieron grupa y resLi-
tuieron á Barcelona; quedó ésía y quedaron todos en
indecible suspensión esperando el éxito de aquella
surtida; la dilación y ialta de noticias hacia discurrir
con gran variedad, pero nadie en que fuese tan des-
vergonzada alevosía, hasta que los Cónsules de la ciu-
dad de Urgel escri vieron á los Diputados esta van en
Manresa y éstos á la Ciudad el suceso y tránsito de
Marcin: quál quedaría la ciudad teniendo el si lio en-
cima discúrralo qualquiera, pues si le quedaban dos-
cientos cavallos era al todo, con algunos dtl regi-
miento de la Reyna y el regimiento del Marqués de
Marcelin, francés, casado con hija del de Centellas,
viuda del de Gevalla, que murió en la derrota que
tuvo la Mota frente de Lérida, que avilava de conti-
nuo en Barcelona, y si buen francés avía venido, en-
tre todos era él. La cavallería catalana esta va al Va-
lles, como se dijo, y si en este fragente huviese inten-
tado el Castellano alguna operación, tal vez la huvie-
ra logrado: quiso Dios que no, ya que el ruin de Mar-
cin executava segunda alevosía contra el Principado.
Dios se lo perdone á quien lo trujo segunda vez y em-
barazó viniera en su lugar el de la Mota, coriio estava
resuelto.
426
CAPÍTULO 41.
ERÍGESE SEGUNDO CONSISTORIO DE DIPUTACIÓN— PROSIGUEN LAS OPE-
RACIONES DEL CASTELLANO-FUERTE QUE FABRICAN LOS NUESTROS
EN MONJUIQUE.-BATERÍA QUE PONE EL CASTELLANO EN SANTA MA-
DRONA Y LO QUE OBRA— ENTRA D. JUAN DE AUSTRIA EN EL EXÉRCI-
TO CASTELLANO-SEGUNDO FUERTE DE LOS NUESTROS PARA PASO Á
MONJUIQUE.
Aviendo salido el Consistorio de Diputación, como
se dijo, por la peste, y por ella alexándose á Manre-
sa, y sobrevenido después el sitio, á vista del qual se
retiraron solamente el Diputado eclesiástico Paulo del
Roso y el Oydor real T. Farriol á Barcelona, queda-
ron los otros con el Consistorio formando en Manre-
sa. Ay constitución de Cataluña expresa de que en
tiempo de guerra deven residir ambos Consistorios en
Barcelona para poderse dar Ciudad y Diputación la
mano y atender á la conservación del Principado y
Ciudad; y por ella, porque los dos Consistoriales no po-
dían resolver cosa alguna, y porque lo pedía la ocu-
rrencia, resolvió el Consejo de Ciento se suplicara á
los Diputados vinieran, escriviéndoles por la Ciudad á
particulares y Común con estrechez y amisfad; res-
pondieron que desde allí obrarían en defensa de la
Ciudad quanto podrían, así en las levas como ea lo
demás que convendría, pero que á entrar dentro no
podían coartarles mienlras la peste no estuviera to-
talmente desvanecida. Bolbió la Ciudad á replicar con
maior aprieto y algo de aspereza, pero nada se consi-
guió, y á vista de esto dispusieron que el Diputado
eclesiástico y Oydor real juntaran los Brazos y vie-
ran qué se de vía obrar con tal ocurrencia, ofrecién-
427
dose en la junta los dos á obrar quanto pudieran
como la Ciudad entrara fiadora de todos los daños
que podían en razón de visita resultar á los Diputa-
dos, Ojdor y muchos Consistoriales: á todo adereció
el Consejo de Ciento, y asegurado este cavo se hicie-
ron nuebos Consistoriales por estar todos en Manre-
sa, y se formó nueva Diputación, aviendo á un mis-
mo tiempo dos en el Principado: los de Barcelona
enarbolaron luego bandera para reclutar el batallón.
Esto sucedió á últimos de Septiembre.
Con la omisión que Marcin tenía en hacer oposición
al Castellano (que parece avía pactado con él no em-
barazarle surtida ni pillaxe que intentara), corría la
cavallería de una parte á oirá á su libre alvedrío,
obrando y pillando quanto quería. Verificóse la sos-
pecha, y el que se quisiera oponerse daría que mere-
cer al Castellano. Día 14 de Septiembre, que por estar
desganado Marcin salió el Marqués de Aguilar, D. Jo-
seph Margarite (que por Governador le tocava obrar
aquel día), con la cavallería, y tubo con la castellana
un encuentro, y con pérdida de algunos muertos y
presos la hizo retirar nuesíra cavallería; entendiólo
Marcin y dio agria queja al Governador por la salida,
coonestándola con que no se devía arriesgar la cava-
llería, porque consistía en ella la conservación de la
provincia, y así dio orden á toda la cavallería que no
saliese á facción alguna sin su persona, y con esto li-
vertar al Castellano para que pudiese ir es ¡Techando
el paso de los víveres y socorros.
Creció más el aprieto y cerrar los pasos apenas su-
pieron havían marchado con Marcin los dos mil hom-
bres corriendo todo el llano y pecuniando las casas y
particulares, haciendo se redimiesen de la opresión á
peso de dinero. Los comboyes de arina venían de Mar-
428
torell con buena escolta; no todos pasavan con liver-
tad, y algunos se llevaron los castellanos, con que era
preciso vajar á pasarle á la torre de Gap la Riu, así
llamada, y trepar loda la montaña de Monjuiquo era
con gran fatiga y casi insuperable.
Duró poco este socorro y alivio, porque á tres de
Octubre se dividió el exército cas'ellano, pasando la
metad á la parte de Sanz, y fabricando allí sus forti-
nes con mucha artillería; corrió una trinchera y cor-
dón hasta la torre de Novell y Corles de Sarria, aloxán-
dose en aquellas caserías y demoliendo algunas para
la fábrica de baluartes en los fortines, que bien guar-
necidos de artillería quedaron fortificados en forma;
corrieron el cordón hasta San Martín, labrando á tre-
chos hasta la moni aña de nuestra del GoU y Oria sus
'ortines, que dándose la mano unos á otros venían á
cerrar, como cerravan, lodo el ámbito, sin que pu-
diese entrar socorro alguno por la parte de tierra,
aunque con mucho riesgo y á tarde solían pasar algu-
nos con el silencio y obscuridad de la noche hasta la
torre que Uamavan de Alfonso, vajo Monjuique, á la
orilla del mar, por donde solía pasar algo de socorro;
la tomaron una noche, yendo con artillería y hacien-
do prisioneros por un mes á los que la guardavan,
después de perder algunos soldados, la rindieron y de-
molieron. Con que de una á otra orilla del mar tenían
estendida su línea para embarazar los socorros por
parte de tierra, con que si no eran algunos barcos que
por mar entravan de noche, no venían apenas man-
tenimientos de afuera.
Viendo los nuestros que los castellanos se fortifica-
ban tanto á la parte de Sanz, quisieron labrar un fuer-
te á la falda de Monjuique, de donde con artillería pu-
diesen molestar á los de afuera, para cuio fin tomaron
429
la torre de Micer Lauger, que es'ava en una eminen-
cia Iras Santa Madrona a! pendieufe del Fort que se-
ñorea va todo aquel llano de vSanz; delineáronse unos
fortines y puntas de diamantes con sus fosos y aplica-
ron al travajo quatrocientos hombres todos los días:
prosiguieron en ello quatro, y con gran molestia de
la ariiilería de Sanz mientras se travajava; pero reco-
nociendo el Castellano la porfía y el daño que havía de
hacerle aquel fuerte si se concluía, resol vi«3 ocuparlo
antes de estar en defensa, y lo puso por obra la noche
del día 10 de Octubre que subió con un golpe de gen-
te. AUávase de guarnición el ('a pitan Prados, del ter-
cio de Mostarós, con ochenta hombres, lodos de valor
tanto, que duró el combatir de!=;de las diez de la noche
has:a entre tres y quatro de la mañana, que les preci-
só el cansancio y fuerza casíellann á rendirse, havien-
do muerto mucho número de españoles y de ellos nin-
guno; salieron con onrrosos pac'os y con ({ue huvie-
sen de quedar un mes presos en el exército, y después
dejarlos libres.
El día siguiente, viéndose dueño de la eminencia,
pasó el Castellano á ocupar á Santa Madrona y San
Ferriol, en que no halló resistencia alguna; y recono-
ciendo el siiio de Santa Madrona muí apropósito para
batir la ciudad á ruina, derrivó la torre que estava
delante llamada de la Negra, porque havía embarazo,
y la que havía de Micer Lauger, y fueron disponien-
do su fortín y cubriendo para ba Lir á toda ruina la ciu-
dad, y en lo más eminente de la liuer'a de los religiosos
pusieron siete piezas de á 26, 30, 33, 40 y 46 libras de
vala: duró el estar á punto de poder jugar la batería
hasta 21 de Octubre, que empezó á disparar, que solían
ser todas de una vez y de quando en quando. La Ciu-
dad puso á la muralla de San Antonio ocho cañones
430
que jugaron contra la batería, y en Monjuique seis ó
siete, que también la davan fuego: quien recivió el
daño de éstas fueron los edificios de Santa Madrona y
San Farriol, que los de la batería estavan bien cubier-
tos y defendidos de más piezas; el estrago que causaba
la batería de Santa Madrona era poco, porque si no
eran algunos tejados y paredes de casas que trepavan
algunas valas, llega van á Santa Catalina, la Seo y
Puerta de Mar y baluarte de Mediodía; en los princi-
pios causó mucho miedo, pero fuese pasando, porque
desde 24 de Octubre has'a Navidad no se supo que hu-
vieran muerto sino quatro personas, siendo así que
cada día repetían muchos tiros: el maior daño era al
rabal.
Las contrabaterías de la Ciudad, que eran tres ó
quatro en aquel lienzo de muralla de San Antonio á
San Paulo, y que asistía el Juez de Ginebrada, pre-
ciado de artillero, con las de Monjuique, que estavan
á la puerta del fortín, en los principios hicieron mu-
cho daño al Castellano; pero el escarmiento lo hizo cu-
brir, con que no hera de provecho después.
Viendo la Ciudad quán vecino estava el enemigo
á Monjuique, temió que algún día no se hiciera due-
ño del, y así sobre lo fortificado que estava corrió dos
nuevas estacadas que cercavan todo el fuerte, una ex-
terior y otra interior á la primera, retirada con otras
obras, á que se aplicaron mientras se hicieron á mil
y quinientos hombres casi los más días.
Puesta la batería y empezado á disparar, repitió to-
das las noches el enemigo armas á la plaza, y algunas
dos veces, con que todo era ruido de campañas y acu-
dir á su puesto hasta los religiosos, que también los
tenían señalados, y no sólo de noche, sino aún de día,
acudieron muchos á guarnecer sus puestos: estava
431
dispuesto que en haviendo arma la campana de las
oras tocase á rebato y siguiesen las demás; pero como
se reconociese que el enemigo sólo Uegava á mover el
arma con algunos esquadrones y en ver la ciudad re-
buelta se retirava, se vio que su fin era sólo fatigar
la gente y hacerla disgusto tomando las armas sin
provecho, y así resolvió se guarneciesen bien los pues-
tos y que en los cuerpos de guardia huviese buen re-
tén para acudir á fortificar las postas y donde convi-
niese, y que el pueblo esLubiese en sosiego. Con esto
se logró que el enemigo (aviéndoles entendido el in-
tento) no continuase los revatos, como no los continuó
en adelante.
Á 10 de Octubre llegó D. Juan de Austria, hijo na-
tural del Rey Gathólico, al exército de España á go-
vernarle con superioridad y veces de General, que
aunque en realidad quien le governava (según se de-
cía) eran el Marqués de Montara, General de cavalle-
ría, y el Barón de Sava, Teniente General, todos es-
tavan á la orden de S. A., que de vi a ser de algunos
22 años, y por razón de ser hijo del Rey ovedecían
los otros, aunque eran más soldados. Llegaron con
S. A. nueve galeras y un vajel delante Barcelona, y
avía siete más algunas galeras y vareas que guarda-
van no entrase socorro y lo carreavan de Tarragona
al exército las demás galeras hasta las 23 que pillaron
el vagel de Ferret; las aguardavan con gente de Le-
vante, y con éstas llegó un tercio de 800 hombres; des-
embarcó el Príncipe al fuerte de San Martín ó Tañ-
ías, y al desembarco y entrar en la línea dispararon
tres veces, así la armada de mar como la de tierra,
que todo se descubría y oya claramente en la plaza:
tenía su quartel á San Martín con su familia, que an-
ticipadamente havía venido. El día siguiente corrió la
432
línea hasta Sanz, reconociendo las trincheras; visitó
también las monjas de Pedralbas; también con el va-
gel Irujeron algunos cañones de batir sobre los que ya
tenían.
Temiendo los de la plaza que el Castellano no ata-
jase el paso de Monjaique, empezó á travajar un for-
tín tan grande y capaz como el de Monjuique arriva
en el cementerio que llaman de los Judíos, con sus
estacadas y restillos: empezóse la obra, y el de Mar-
celin tomó á su cargo guardarlo hasta averse concluí-
do, que aunque travajavan á quinientos hombres cada
día, duró pasados de dos meses hasfa quedar perficio-
nado, en q\ie gastó la Ciudad largos doblones; acavóse,
y se guarneció de calidad que hubiese de costa ríe á Es-
pañ'i mucha sangre antes de ocuparle; dejáronse dis-
puestas quaíro minas para encaso de haverlo de perder
bolarlo luego; púsose guarnición en dos ó tres torres
•que mediavan enlre Sania Madrona y este fortín, con
que quedó asegurado el paso y socorro de Monjuique.
CAPÍTULO 42.
INTERPRESA PARA TOMAR M A TARÓ.- ENTRA EN BARCELONA DARDENA
CON LA CAVALLERÍA.— DISGÚSTASE CON EL GOBERNADOR-LANCES QUE
PASARON SOBRE ESO Y ÓRDENES REALES.-JUNTA QUE SE FORMA PARA
LOS NEGOCIOS DE LA QUKRRA.
Como siempre el que sitia se desvela en cómo es-
trechar por todos caminos al si(iado: en esta con-
formidad determinó el enemigo ver si podía ocu-
par Malaró y aquellos lugares de la costa ó mañosa-
mente ó á fuerza de armas, pues para lo uno tenía
dentro muchos de su partido, y para otro podía apli-
car parte de sus tropas. Tuvo alguna inteligencia el
Gobernador, con que á toda prisa mandó juntar el
433
maior número de .^ente que pudo de los lugares co-
marcanos, y con algo de cavallería francesa procuró
guarnecer el collado de Mongat y atrincherarse allí
la gente, encomendando esta facción al Sargento ma-
ior Francisco Mari, que lo era del tercio de Francisco
GranoUats y de Millas, hombre valeroso y experto.
Esta va Mari mui bien guarnecido en su puesto y con
gente, quando el Castellano, no obslante todo eso, con
dos mil infantes y unos quinientos cavallos pasó á
executar su intento, y comboyados de gente práctica
del terreno, salieron del cordón (que nunca faltan
guías), y llegaron al collado haciendo frente á los que
guarnecían, y travando con ellos una entretenida es-
caramuza, los divirtieron mientras por la riera de
Tiana pasavan las tropas de cavallería é infantería
que ellos quisieron. Advirtiéronlo los nuestros, pero
fué quando ya se vieron cogidas las espaldas y ataja-
dos los puestos de su retirada, con que la huvieron de
fiar en su valor y diligencia y por donde pudieron,
míen I ras la cavallería iba deteniendo en el llano al
enemigo, con que unos dieron á la parte de Mataró,
otros á ésta, y el Sargento maior Mari huvo de esca-
parse en una falúa por mar: ocupó el puesto el Cas-
tellano y lo fortificó, vajándose después á Tiana.
Es de notar que Francisco Mari era hombre mui
acomodado: tenía una famosa casa y hacienda; no fal-
taron émulos suios que advirtieron á los castellanos de
la torre y hacienda de Mari, que era de calidad, que
se cogían á tres y quatrocientas cargas de famoso
vino y mucho grano; teníalo todo en aquella torre, y
muchas alaxas que havía sacado de Barcelona por la
peste, dieron en la torre y la saquearon á su livertad,
y lo que consigo no podían llevar lo destruieron, sin
dejarle arreo ni cuba sana, derramando el vino: al
Tomo xxiv 28
434
mismo tiempo le ocupavan en San Andrés de Palo-
mar o Ira casa mui grande los castellanos, que era pa-
trimonio de su mujer, y otra que tenía dentro de Bar-
celona las Milicias francesas, porque no la avitava
nadie la destruieron, sacando el maderaje para que-
mar durante el sitio: estava esta casa al lado de la
capilla de Monserrate, enfrente de la Torre Nueva,
con que quedó este pobre cavallero destruido en poco
tiempo.
El enemigo, después de ocupado el paso de Monga-
te, acampóse por el llano del Más nuevo y Mataré has-
ta Vilasar; los nuestros, que se havían retirado, se aco-
gieron, y Mari dentro Mataré, en cuia población, por
causa de los excesivos derechos, avía muchas tiendas
ricas, porque los mercaderes genoveses y franceses to-
dos acudían allá para el negocio, desviándolo de Bar-
celona y acarreando este concurso particular oxeriza
de aquel lugar contra la ciudad, que viene de antiguo
y proseguirá en lo venidero solicitando con la ruiua
de ésta el aumento y explendor de aquélla (necia pre-
sümpción): estos principios ú otros particulares fines
tenía á muchos de los de más mano mui inclinados- á
España, y procuravan inducir á los demás para que
conformes se entregasen al dominio español, pues era
imposible dejar de rendirse Barcelona de esta vez. Al
Gastgjilano persuadían embiase un Cavo con algunas
galeras á pedir la ovediencia, ofreciéndoles toda ve-
nignidad y premio. Convino en esto el Castellano, y
mientras tanto repetían sus pláticas los afectos á los
demás, prometiéndoles serían dueños del país y se le-
vantarían á maiores, porque de esta vez quedaría aso-
lada Barcelona. El Castellano embió con una galera á
D. Luis Munsuar, cavallero catalán, y que havía sido
Bayle general de Cataluña: fué con una galera y van-
435
dera de paz, entró en la villa ó hizo una larga plática
al pueblo con varias ofertas y representaciones; á la
respuesta prevalecieron los votos de que si dentro de
tres días no eran socorridos, que ellos darían la ove-
diencia, y que en ese ínterin avisarían al Governador.
Los afectos á España quedaron contento^, persuadidos
de que haviendo por su parte armadas de mar y tierra
no sería íacil quedar socorridos en tan breve plazo. Sa-
lióles falaz el juicio, porque luego tuvieron la cavalle-
ría de Dardena y Barón de Ales, que eslava de guar-
nición al Valles. Los del partido de España se hicieron
fuertes negando la entrada; los de Francia solicitán-
dola, y mientras unos á otros se vencían dentro, la ca-
vallería la entró á fuerza de armas con algunos peones
y gente que comboyava Mari, que en iodos serían de
siete á ochocientos hombres. Huieron los del partido
de España y que pudieron escapar al exórcito, y quedó
la villa al saco y alojamiento de seiscientos cavallos,
que prosiguiendo algún tiempo domaron bien su orgu-
llo ¥ la dejaron totalmente arruinada. Uno de los prin-
cipales Gavos del partido español y caveza de parciali-
dad que se pasó al exército era Onofre Arnau, que ya
por semejante delito perdió á Fornells, Bayle de la
villa, que justiciaron en Barcelona; siguiéronle mu-
chos, que á averíos podido coger se huviera echo
exemplar castigo, como se hizo de T. Matas, zapatero,
bien que no hacía del oficio, sino que servía á D. En-
rrique Semmanat, que era mui del partido de España,
y era preciso tenerlo fuera de Barcelona. Á este mozo
dieron garrote en la plaza de los traidores: avría pa-
decido lo mismo un jurado de Mataró que prendió Dar-
dena á no haver muerto en la cárcel, porque esto lío
de Arnau con Matas y otros inducían al pueblo para
darse á España y entregar la villa.
436
Estávase Dardena con Barón de Ales en Mataró for-
tificando la villa y guarneciéndola, á tiempo que re-
conociendo el enemigo no havia cavallería en Barce-
lona que le embarazase sus pillaxes, llegava casi has-
ta las murallas y se llega va la gente que salía y pi~
llava libremente, por lo cual instó la Ciudad á Darde-
na en! rase con su cavallería. Resistíase éste por mu-
chos inconvenientes y por el de las pajas y sustento
para los cavallos; obligóse la Ciudad á dársela, quitán-
dolo de las seis mil libras que pagava cada mes para
mantener dicha cavallería. Con esto se redujo y entró
en Barcelona á 24 de Octubre, á las nuebe de la no-
che, por la puerta del Ángel, con 400 cavallos de
bonísima calidad. Vino por Valvidriera, sin que el
enemigo le hiciese resistencia alguna; y como llegó
de noche, ocasionó una ruidosa arma en la ciudad,
entendiendo era cavallería enemiga. Ales acompañó
á Dardena hasta San Cucufate, y de allí marchó á San
Boy á juntarse con aquellos 200 cavallos que no qui-
sieron seguir á Marcin y que havían vuelto para c«n
ellos y los suyos guardar el Valles; pero aprovechava
poco, porque el enemigo se entrava hasta donde que-
ría, y haciendo mucha destroza, se trahían grandes
comboyes de paja y granos.
Estando ya dentro D. Joseph Dardena, Conde de
Illa y General de las cavallerías francesa y catalana,
por cuios títulos se le dava Ex.^, pretendió que hallán-
dose en Barcelona, y con veces de Governador de las
armas, le tocava dar el nombre á las centinelas y
guarnición como lo dava Marcin. El Governador Don
Joseph Margante, Marqués de Aguilar, que también
tenía Ex.®, pretendió le tocava sólo á él, como Gover-
nador que se hallava de la plaza y de Cataluña, no
haviendo Virrey. Origináronse algunos desabrimien-
437
tos de esto; ventilóse entre ellos algunos días; opúso-
se la Ciudad á entrambos, diciendo hallava por privi-
legios antiguos que, en falta de Capitán General, to-
cava dar el nombre sólo al Gonseller en Cap como
Coronel que era, y á cuio cargo es Lavan la guarni-
ción, baluartes, murallas, puertas j custodia de la
ciudad, y que si no sé mantenía en la posesión era
que, como la guerra no estava tan viba antiguamen-
te, no estavan en ello, y los governadores havían ti-
rado á usurpárselo siempre. No pudieron jamás con-
venirse las partes, y así resolvieron despachar un per-
sonaje al Rey para que, ynformando de las pretensio-
nes, resolviese S. M. lo que era . de razón, con vista
del Consejo de Guerra y alegaciones de cada una de
las partes, y que mientras tardaría la resolución y or-
den real, alternasen en el govierno Dardena y Mar-
garite, y que el nombre lo diese siempre el Conseller
en Cap como Coronel: convenidos así y observándolo
todos, partió D. Francisco Calvo á verse con el Rey
ó 3'nformarle del estado de las materias: este cava-
Uero era cuñado del Governador y Coronel ú Gover-
nador de las tropas de cavallería de la Reyna. Las
partes entregaron sus pliegos, y de la Ciudad iba al
Embajador último Ximénez de Morondón.
Tomado este asiento las materias, entró á governar
el de Illa, día de Todos los Santos á la tarde, y el de las
Almas pasó muestra general de todas las milicias que
guarnecían la ciudad en la Rambla, tanto de las que
cobravan sueldo real como de las que pagava la Ciu-
dad, cofradías y compañías sueltas que se havían for-
mado de los labradores y gente forastera y agregado á
los tercios de la ciudad. Combocó toda la gente entre
Santa Mónica y Casas de las Comedias, y esquadrona-
da allí entró en todo rigor militar; reconoció la gente
438
el de Illa, y desde el mismo fué repartiendo la guarni-
ción de los presidios, nombrando á Monjuique, que tan-
tos á tal fuerte, tanto y de esta suerte, hasta que ba-
luartes, puertas, cortinas de muralla, tenazas, medias
lunas y todas las demás fortificaciones externas esta-
van guarnecidas; iba despachando en forma la gente
así como salía del esquadrón, sin atender á división al-
guna entre los naturales de cofradías ó compañías suel-
tas de labradores, que las de los tercios ya corrían jun-
tas, y éstas y los soldados que la Ciudad daba sueldo,
eran los qne guarnecían lodo lo de afuera, y los que
no quedavan dentro la ciudad, continuase esta forma-
lidad tres días consecutivos, juntándose al mismo tiem-
po, con que venían á juntarse á entrar las guardias á
medio día, y estavan veinticuatro horas en los puestos.
Pasados esos días ya sin más que señalar los Maeses de
Campo los puestos de tres á tres días, se mudavan las
guardias y las milicias que tenían sueldo, francesas,
suizas y catalanas; en saliendo de guardia entra van de
retén en los puestos señalados todas las noches, como
eran baluartes, pescadería, puerta de Mar, plaza de
Santa Ana y otras partes, con porción de cavallería
para lo que podía suceder. Religiosos y eclesiásticos
también estavan prevenidos con armas y municiones;
quedava la Ciudad para en caso de rebatos, y tenían
señalados sus puestos á donde avían de acudir, que lo
executavan y guarnecían con gran puntualidad.
Á 11 de Noviembre bolbió D. Francisco Calvo de
verse con el Rey, quien lo alió en Poties, mucho más
acá de París: quién duda que siendo cuñado del Go-
bernador obraría más por él que por los demás. Trujo
cartas y órdenes para todos. A 12 se juntó el Consejo
de Ciento, y se leyeron las de la Ciudad, cuio conte-
nido era por maior: que todos los negocios de la gue-
439
rra esfavan cometidos al Marqués de Aguilar, Go-
vernador de Cataluña; que todos estuviesen á sus ór-
denes; que nadie se entrometiese en materias de
guerra sino el Marqués; que el Conde de Illa saliese
de Barcelona con la cavallería, si á la Ciudad no
pareciese que convenía quedarse. Las mismas órde-
nes tenían el de Aguilar y el de Illa. Viendo la Ciu-
dad el laverinto en que se hallava, que si la cavalle-
ría salía era arriesgar la Ciudad, porque el enemigo
executaría grandes daños no teniendo oposición, y lo
tendría á todas horas á las puertas, considerava por
otra parte los reñidos encuentros que havían pasado
entre los dos sujetos (que heran grandes) los que su-
cederían, porque ninguno quería ceder de sus preten-
siones quedando en la plaza, y que broqueleados am-
bos con las órdenes reales, todos querían executarlas
para librarse de disturbios, y todo recaería en perjui-
cio de la Ciudad: fluctuando en esta borrascosa y en-
contrando vientos, resolvió la Ciudad, sin disgregarse
el Consejo, embiar embajada á entrambos señores con
un militar y un ciudadano á cada uno. Al Governa-
dor, representándole quán perjudicial era quedar sin
la cavallería y quán arriesgado estaba todo, y que así
se sirviese dejar correr el Gobierno con la alternativa
que havía dispuesto, hasta que llegase el de la Mota,
que se allava ya en Perpiñán. Al de Illa representán-
dole lo mismo, y que pues que Su Majestad dejava á
disposición de la Ciudad que saliese ó no, valiéndose
de eso le pedía quedase y que el Govierno quedaría
como corría. Resistíanse fuertemente, el uno con que
el Rey le mand#va governar, y el otro en que le man-
dava salir: éste tenía la cavallería montada en la
Rambla, con que la Ciudad mandó cerrar las puertas
y llevar las llaves al Consejo de Ciento. Fueron y vi-
440
nieron recados y réplicas de unos á otros, teniendo
mucha tiesura; por último, viendo la Ciudad resultas
y con ánimo de que se havían de vencer, se reduje-
ron todos á lo que el Consejo pedía, con condición que
escriviesen aquel correo al Rey y á la Mota que, por
su interposición ó insl anclas, havían dejado ambos de
obedecer, y que si culpa se les imputa va fuese sobre
la Ciudad. En esto quedaron, y así se executó, prosi-
guiendo el Govierno alternando y el Conseller en dar
el nombre; diéronse por la Ciudad las gracias á en-
trambos y más al Governador, pues era quien" más ce-
día y quien con más galantería por el bien común
supo reducirse. La pretensión de Ja Ciudad no pudo
verse en aquella ocasión, porque el Embajador estaba
en París y el Rey en Podes, y la priesa de Calvo no
dio lugar á que el Embajador obrase. Adelante se dirá
lo que resultó.
Viendo la Ciudad que el Castellano proseguía en
apretarla y ostigarla; que el socorro de Francia se di-
latava, sin saber quándo llegaría, y que era preciso
tener quien de propósito cuidase de las materias del
sitio y prevenciones, deliveró el Consejo de Ciento se
formase una Junta magna y que todo lo que ésta re-
solbiera y dispusiera se ovedeciera y obrara. Nom-
bráronse para la Junta al Marqués de Aguilar, el
Conde de Illa, el Diputado eclesiástico, el Oydor real,
el Marqués de Marcelin, el Conseller en Gap y el Ba-
rón de Ales (que entendían entraría en la plaza y no
fué así), con que los cinco de estos seis se juntavan en
casa la Ciudad ó donde querían, y según las ocurren-
cias resolvían lo que convenía, y los demás ovedecían
ciegamente. La Ciudad se hallava gastando sin nú-
mero, pues cuidando de la cavallería, en pajas, gra-
nos y sueldos, costeava todos los días 4.100 raciones
441
á franceses }■ suizos, sólo de á 3 francos 4 cada una
moneda francesa, y sin eso dava quatro reales á cada
soldado ordinario de los quatro tercios y en guarni-
ción en Monjuique; de suerte. era que sólo la Ciudad
pagava y hacía la guerra en que consumía patrimo-
nio y dinero que á qualquiera Monarca daría harto
cuidado, y esto desde primeros de Septiembre y á úl-
timos de Enero se coniinuava aún el gasto.
CAPÍTULO 43.
INTENTAN LOS CASTELLANOS TOMAR Á MONJUIQUE Y NO LO LOGRAN—
ROMPEN LAS BATERÍAS LA CRUZ DE LA PUERTA DE MAR. -EXTRAC-
CIÓN DE CONSELLERES.-DASE PRECIO ALA MONEDA PARA EVITAR LA
CONFUSIÓN QUE HAVÍA.
Domingo 5 de Nobiembre, día que governava Dar-
dena, subió con la cavaliería y parte de infantería á
Monjuique, y sacando una pieza de baür, se abanzó
por la cuesta avajo hasta descubrir bien á San Ferriol,
y empezó á cañonearla fuertemente, haciendo^mucha
destroza en la gente. Á vista de esto, embió el Caste-
llano parte de infantería y cavaliería, con que se tra-
vo una escaramuza, aunque poca. Retiróse el Caste-
llano hasta lo ínfimo de la montaña: Dardena, viendo
eso, se vajó con la cavaliería y dejó unos quantos ca-
vallos arriva; supo luego el Castellano que nuestra
cavaliería se havía retirado: con maior número de
gente subió, y con grande ímpetu embistió hacia el
fuerte de Monjuique. No pudieron resistir nuestros
cavallos y se hubieron de retirar dentro del fuerte.
Los castellanos, valerosamente obrando, llegaron hasta
la estacada, entendiendo llevarse de carrera el fortín;
pero allí recibieron de la artillería y piezas con vala
de mosquete gran destrozo y mortandad, con que se
442
huvieron de retirar: lleváronse un cañón que estava
avanzado fuera el fortín. Á este tiempo nuestra cava-
Uería subió á rienda suelta, pero pudo alcanzar ya
poco porque el enemigo se retirava; y para que no
constase el daño que le hacían en todas las refriegas,
se lleva va y ocultava todos los muertos y eridos: si
la cavallería de la plaza se huviera aliado, lograra un
buen día; pero como los xefes estavan encontrados
por no darse el uno al otro la gloria, no obravan cosa
de provecho y todo resulta va en perjuicio de las armas
y de la plaza.
De los nuestros murieron en esíe lance hasta quin-
ce ó diez y seis, y entre ellos Mosiur Gaxo, Mariscal
de Campo, que su mucho valor y amor á los catalanes
lo perdió, dexándose cortar: de una herida ó mosque-
tazo en la caveza murió. Vaxáronlo á la ciudad, y en
la Aseo le hicieron un suntuoso entierro con asisten-
cia de los primeros Gavos, Gonselleres y nobleza, y al
acavar dio tres cargas la Milicia, que estava esqua-
dronada á este fin. Avía sido Governador de-Tortosa,
y tan amable, que se llevava tras sí los corazones de
los paisanos y nobleza francesa y catalana. La batería
de mar repetía como la de tierra sus tiros á la ciu-
dad. Los navios, que eran algunos once, las más de
las noches con las galeras se acercavan quanto po-
dían y cañoneavan la ciudad. De las galeras y caño-
nes de curia algunas valas entravan en la ciudad;
pero paYa poco daño de los navios ninguna: todas
quedavan fuera en el arenal. En los principios atemo-
rizavan y ocasionavan muchos revatos; pero dando en
la quenta se hacía poco caso y se les bolbía la razón,
disparándoles el muelle, baluartes y murallas, y al
último todos se cansaron y cesa van en tirar. Las de
Santa Madrona no, que á lo menos seis ó siete veces
443
al día no deja van de disparar. Un domingo, 19 de
Noviembre, una vala de las de Santa Madrona pegó
en la columna de la cruz que estava en la puerfa del
Mar, fabricada de mármol blanco y negro, y en su es-
pecie y arquitectura aseguravan quantos forasteros
veían que en gran parte no havía obra como ella, y
la alavavan muchísimo. Sintióse infinito, > porque la
hicieron pedazos, que parece imposil)le que á tal dis-
tancia y en cuerpo tan delgado pudiese erir una vala.
Recogiéronse los desperdicios para unirlos en tiempo
más sosegado. En el arrabal hacía mucho estrago la
batería de Santa Madrona.
Los Gonselleres del año de 51 tubieron una gran in-
seculación que hacer, porque entre los que havían
muerto aquel año y los que no avían acudido al lla-
mamiento quando el sitio y estavan ausentes, vaca-
van pasados de 700 teruelos ó redolines; llenáronlos
todos y se pasó á la extracción. Sortearon Gonseller
en Gap D. Rafael Gasimitjana, militar; segundo, Vi-
cente Farriol, que se hallava Oydor; tercero, Jeróni-
mo Novell; quarto, José Barceló, mercader; quinto, T.
Maurici, confitero, y sexto, Joseph Garau, marinero.
Éste y el tercero se havían inseculado aquel año.
La maior guerra y ruina que padecía la Giudad era
la inconstancia y su vidas en las monedas, y á este
compás los víveres y mantenimientos que, por más
que los Ministros reales lo estrechasen con pregones
y penas, no avía forma, y devía ser la causa que los
Gavos y primeros sujetos de Barcelona, como tenían
más doblones y plata, hacían lo que querían: ello lle-
gó á término en lo último del año, que el doblón pa-
sava á 15 libras, el real de á ooho mejicano á 34 rs.,
el perulero á 28 y 30. Los víveres, aunque subían,
era más por razón del sitio y no poder entregar sin
444
mucho riesgo que por razón de la moneda, y aun era
dicha que aquel año avía sido fértil y casi todo ó más
grano que se havía cogido se havía entrado en Bar-
celona. Con todo esto, ó que el cuidado de la peste, el
mucho gasto ó las turbulencias del sitio embarazasen,
havían tenido poca providencia los Conselleres, pasa-
dos en recoger granos, porque el día que acavaron
los oficios sólo tenía la Ciudad 89 quarteras de trigo,
haviendo menester todos los días 200 para el pastrín
y pan de munición, sin las abas que se mezcla van,
bien que tenían prevenidas muchas arinas por la cos-
ta, que entra van con gran riesgo. Los nuevos huvie-
ron de apelar al trigo de los labradores y particula-
res, discurriendo por las casas, y según lo que tenían
tomava la Ciudad el que le pareciese pagando á 15 li-
bras la quartera; las abas, á diez; el ordio y avena pa-
ra la cavallería, á seis y siete libras: quedaron las do-
blas entonces á ese precio; y al respecto las demás mo-
nedas y granos, sin que nadie pudiese ni diese más
de los víveres, se tratará más adelante.
CAPÍTULO 44.
ENTRADA DE LA MOTA EN CATALUÑA.-EMBAJADA QUE SE LE HACE Y
SU RESPUESTA-CARTA QUE ESGRIVE.-TOMA DE UNA FALUCA DE ES-
PAÑA.-SENTENCIA DE LOS MARINEROS Y PRINCIPIO DE LOS SUCESOS
DEL AÑO DE 1652.
Teniendo la Ciudad en París á Joseph Ximónez de
Monrodón para que intentara las asistencias y soco-
rros, y con especialidad el que viniese persona para
el govierno por lo que estava sucediendo, resolbió el
Rey con sus consejos .que viniera el de la Mota, que
así, por lo soldado, por lo interesado en su riqueza,
pues gozava el Ducado de Cardona, como por lo bien
4i5
admitido de los catalanes, lo juzgaron por el más á
propósito. Esta última circunstancia es cierto la tenía
con ventajas á cuantos Virreyes franceses havían ve-
nido, porque lo amavan mucho. Aceptó gustoso el car-
go y se dispuso luego á venir. Entre' tanto escrivió á la
Diputación y Ciudad y el Rey también, ofreciendo
muchas asistencias y socorros; y como el de la Mota
savia lo que era esto y lo que avía menester, lo esfor-
zava con el Rey.
Apresuró la Mota quanto pudo su venida saviendo
el estado en que nos hallávamos, y se traía consi-
go quatro mil infantes entre franceses y suizos y dos
mil y quinientos cavallos, toda buena gente. Entró
en Perpiñán á 10 de Diciembre; á 12 juró, porque ya
havían la Diputación y Ciudad dado poderes y preve-
nido personas en Gerona y Perpiñán para tomarle la
jura, por no poder salir de aquí los Síndicos, como es
estilo, por causa del sitio.
Luego que los consistorios supieron havía llegado
el de la Mota á Perpiñán, nombraron uniformes á Mi-
cer Gabriel, Antonio Boser, sujeto de gran noticia,
inteligencia y viveza para que diera la enhorabuena
al de la Mota y le informara del estado de la Ciudad
y provincia para prevenir lo que importase; dióronle
las instrucciones, y con una embarcación mui ligera
llamada Caro, que iba y venía de Mataró, salió una
noche bien pertrechada y pasó por la armada enemi-
ga sin ser reconocida. En Mataró tomó las postas y
partió á topar á S. Ex.^, que lo halló ya en Figueras,
y cumplió con gran acierto y gusto de la Mota su ofi-
cio de Embajador.
Estuvo de vuelta en breve, porque entró en Barce-
lona con el mismo Caro y otros diez de provisiones, el
primero de Enero á la noche. El día 5 mandó la Giu-
446
dad juntar el Consejo de Ciento para oyr la embajada
ó respuesta de ella y para consolar al pueblo, ó por
otros fines se'publicó avía de ser en público, con que
se llenó el salón de gente; empezó á orar Micer Bo-
ser, y referir qiián cariñoso venía el de la Mota y
deseoso de libertar al Principado; las tropas nombran-
do con individuación los rejimientos que en breve
vendrían; doce navios con más de cinquenta barcas
para socorrer á Barcelona, y que S. Ex."* por tierra, y
la armada por mar, no perderían punto en consolar
al Principado. Goncluió su oración después de media
ora de relación. Vitoreáronle mucho, y el pueblo que-
dó consolado, y se deliveró que desde allí luego fue-
sen los Conselleres á hacer cantar una Salve á Santa
Eulalia; que el día 7 se cantase un oficio solemne á
Nuestra Señora de la Concepción, y que se celebrasen
misas por las almas (fueron 600) para que mediasen
con Dios por la livertad de la ciudad y provincia, y
por las victorias de las armas christianísimas.
La misma noche de año nuebo los carros que ve-
nían con el ^Embajador Boser apresaron una faluca
que bueltas de cavo del río navegava á Tarragona con
un Gentilhombre que llevava unos pliegos. No pudie-
ron hallar, porque astutamente los hecho el Gentil-
hombre en el mar. Entraron en Barcelona, es á saver,
el Gentilhombre con dos marineros napolitanos, que
la faluca y algunos otros marineros la llevaron á Ca-
ñete para ver si con ese cange podían recobrar algu-
nos marineros que avían preso las galeras de los mis-
mos Gavos; pusieron presos en la Ataracana al Gen-
tilhombre y napolitanos, y haviendo savido el Gover-
nador que en el exórcito havían ahorcado dos mari-
neros presos en unos carros que entravan provisiones
en Barcelona, mandó hacer lo mismo de estos dos na-
417
poli taños, y para maior burla de los españoles hizo
plantar las oreas vajo el baluarte de Santa Madrona y
los^ navios los pudiesen ver; dia 6 de Enero corícurrió
macha gente, y viéndolo desde Santa Madrona, dispa-
raron dos piezas: la una dio casi á los pies de la orea
y la otra más allá, con que la gente se retiró á más de
paso; uno de los penitentes no podía acavar de morir,
con que el verdugo sacó una pistola y lo acavó; des-
pués de difuntos, para más mofa, los llevaron cerca
del molino de Garbonell, y con un rótulo á los pechos
que declarava el por qué los colgaron en uií árbol, y
luego los enterraron los castellanos.
Caminando el de la Mota para Barcelona, fué con-
vocando levas por toda la provincia, dando órdenes á
todas las universidades, que con el maior número de
gente que pudiesen acudiesen, pagada y municionada,
á la plaza de armas, que señalava en el lugar de la Ga-
rriga para quince de Enero, y para quince días se tru-
jeron bastimentos, que en ellos los despacharía para
sus casas sin falta: acudió mucha gente y con valero-
so ánimo, pero no se logró.
Desde San Saloni escribió á la Ciudad el de la Mota
con un Gentilhombre de su guardia, que embarcado
en Mataré con un barco longo entró en Barcelona á
16 de Enero por la noche. Nunca embarazó la arma-
da de mar que entrase en Barcelona quanto era me-
nester. El ^contenido de la carta que se leyó en el Con-
sejo de Ciento era las diligencias que hacía, levas que
formava, y que dentro pocos días se vería dentro Bar-
celona con un grueso exército para consolarla y li-
brarla de los aprietos del sitio; que se olgara mucho
tener á su lado en la jornada un Conseller; pero que
ya que no podía lograrlo, á lo menos saliese con la
surtida que había de salir de la plaza. En vista de esto,
44H
se deliveró que saliera el Gonseller en Gap, como Co-
ronel, con el tercio de la Ciudad, y á su lado, para go-
vernar las armas, el Maese de Campo y General de •
Monjuique, Mostarós, catalán de mucho valor, expe-
riencia y confianza.
También vinieron cartas para los de Aguilar y de
Illa para disponer la surtida el día del choque; tu-
biéronse las Juntas en casa el de Illa, por estar algo
desganado: en ellas se acordó que para esta función
se alistasen 600 suizos, 400 franceses y 600 catalanes
de los quatro tercios que la Ciudad pagaba, y 450 ca-
vallos de las tropas más lucidas, y que por Cabo prin-
cipal saliese el de Illa si la salud dava lugar, y si no
el de Marcelin, como el más antiguo Mariscal de Cam-
po. Esto llevava mal la gente, porque el de Marcelin
era poco experto; y así elde Illa ofreció salir por poco
que pudiese tenerse á cavallo: escogió la mejor gente,
y alistada, quedó en silencio el día del suceso para que
no pasara á noticia del enemigo, y sólo servía de
acuerdo que la Mota aria unas llamadas ó señales á
la hermita de San Pedro Mártir, sobre Pedralbas, y
que de Monjuique respondieran que esto entre los su-
periores y según las ocurrencias corría solo.
También en la 24.^ de la Ciudad se acordó los pues-
tos que devían tener los (castellanos) Conselleres ese
día; la gente de la ciudad adonde avía de acudir, se-
ñalando puestos para seculares, religiosos y eclesiásti-
cos y frayles confesores para los de la surtida y los de
dentro. Proveyéronse los hospitales y se nombraron
cirujanos para curar los eridos. Masóse pan para los
de la surtida; previniéronse vagajes y carros para las
municiones y mantenimientos, y vino para dar re-
fresco á los soldados, con medicinas, paños y todo lo
necesario. Aprestáronse dos piezas de campaña, y
440
quedó asentado que el Governador no saliese de la
plaza. Con relación de todo lo acordado y prevenido
se despachó relación al señor de la Mota, el cual bol-
bió á escrivir en 24 de Enero, en que allava muchos
inconvenientes en que saliera el Gonseller en Gap con
la surtida, y así ordena va lo excusase. Sintióse mu-
cho esto, porque se presumió avía sido por informa-
ciones de aquí dentro y emulaciones, que no querían
tubiese la Ciudad parte en la gloria y buenos sucesos:
quisieron replicar á S. Ex."*, pero prevaleció el sentir
que en materias de guerra, pierda ó ganase, lo más
seguro es ovedecer al General, y así se asentó, y que
no saliese.
CAPÍTULO 45.
ENTRAN PROVISIONES EN BARCELONA.-HACE FRENTE DE BANDERAS AL
CASTELLANO-INTENTA EL SOCORRO.— NO LO LOGRA.— ENTRAN MÁS
PROVISIONES, Y GARROTE DE UN ALFÉREZ DE LA CIUDAD POR TRAYDOR.
Desde que se empezó el sitio hasta de presente ja-
más corrieron otros vientos que ponientes, maestrales
y tremontanas, con que faltando los de Levante para
la navegación, estavan en los puercos y calas de la
costa mucho número de barcas gruesas cargadas de
diferentes bastimentos y víveres, y recelosas de que
la calma no les daría lugar al pasaje y que podrían
quedar entre los navios y galeras de España, no se
atrevían á intentar el entrar en Barcelona: aviavan
con barcas y caros las provisiones, así de la costa
como de algunos que se armaron en Barcelona: en
los principios apresaron algunos que simplemente y
sin prevención se resolvían á pasar; pero dando des-
pués en la quenta, se junta van muchos y armados
de pedreros, mosquetes y chuzos; según era el vaso,
Tomo xxív 29
450
pasavan con segundad. Así lo executaron la noche
del día 22 de Enero: entraron 53 entre caros y barcas
llenos de provisiones, pasando por medio de la arma-
da con lo más claro de la luna. Los vajeles y galeras
los cañonearon mucho; pero viendo se resistían y dis-
paravan tanto, ni aun los barcos longos se atrevían
acercarse, y sólo perdieron dos vasos de la armada
pequeña, que lo parecía quando entraron en el mue-
lle. El miedo que ha vían cobrado los caros á la arma-
da y el ser las noches tan claras les embarazava el
entrar, y en la ciudad hacía subir los precios á los
víveres; pero con esta acción y entrada perdieron el
miedo y se socorrió algo la ciudad.
Los víveres estavan á tan alto precio, que el vino,
si por suerte se hallava en la plaza, era á ochenta y
á noventa libras la carga, y dentro la ciudad, si algu-
no lo tenía, porque de taberna ya no se hablava, pe-
día 120 hbras de la carga, y á ese precio corría á la
menuda porque todas las tavernas estavan cerradas,
ó por lo menos las más. Á esa sazón, una barca fran-
cesa que guardava tiempo para entrar en la costa, se
resolvió una noche echarse el mar adentro, y el día
siguiente, disimulando el marinaxe y mostrando ve-
nía de Mallorca, la dejaron pasar dos vajeles que es-
tavan á la voca del río presumiendo venía con provi-
siones para la armada; pero quando llegó á tiro, bol-
biendo las velas se entró en el muelle, y quando los
enemigos quisieron embarazarlo no pudieron. Esta
trujo 140 cargas de vino francés bien ruin y que en al-
gún tiempo se lo hubieran vertido, y entonces lo ven-
dió á 50 y 54 libras la carga con mucha requesta, por-
que mucha gente vebía ya agua de canela y anís por
no poder alcanzar para vino, y la más agua clara. El
aceite en las tiendas se vendía ya á seis reales la quar-
45 i
tera; y si alguna vota llegava por mar, lo vendían á
80 y á 90 reales el quintal. Carne se comía poquísima:
si algo entrava de Mataró, apenas llegava; entre Gon-
selleres y Oficiales de guerra se la partían á nueve rea-
les la libra, que era el precio acordado por el Consejo,
y aún perdía mucho la Ciudad. Algunos revaños de
machos y cabras entra van los particulares de fuera,
pasándolos de noche por Collserola y Gracia, combo-
yados con una compañía de micaletes y con gran ries-
go, que carneros no se atrevían á pasar por ser gana-
do flemático, que éste pmesto en el riesgo apresura y
salta para librarse, y aun esto durc) poco, porque lue-
go pusieron restrillos los castellanos por todos los
puestos que podían transitar, y por razón del riesgo
vendían la libra de macho á catorce y diez y seis rea-
les, la oveja á doce y á catorce, la vaca á diez, el to-
cino fresco á doce y el salado á diez; y como la ga-
nancia era tanta, la gente se arriesgava no poco, y á
no ser eso y algunos caros y barcas se hubiera pe-
recido.
Aviendo convenido los governadores de la plaza con
el de la Mota en las señales y día de la surtida, el sá-
vado 27 de Enero empezaron á verse muchísimos fue -
gos por la tarde; gran número de llamaradas y fuegos
por toda la montaña de San Gerónimo de Abrón y
Collserola, que faó el señal de que por allí hacía fren-
te el de la Mota en anocheciendo. También el enemi-
go hizo fuegos por todo su distrito, que parecía ar-
derse todo el monte: esto duró toda aquella noche, y
el siguiente día 28 se hicieron en la ermita de San
Pedro Martín las tres llamaradas, que era el señal
para la surtida de la plaza. Juntóse luego la gente, la
infantería en la rambla y la cavallería en la plaza de
Santa Ana: ésta eran 500 cavallos y aquélla dos mil
452
infantes; salieron por la plaza del Ángel y llegaron
hasta los Capuchinos en campo de hatalla. Los quatro
cañones que estavan prevenidos delante casa el de
Illa á la Puerta del Ángel, no salieron, ni tampoco los
Generales, sino que despacharon un correo por mar
al de la Mota, que lo recivió aquella misma noche, di-
ciéndole estava fuera la gente; pero que no havían
comprendido hien las señales, y que el enemigo esta-
va muí fortificado; que no sería fácil romperle, y que
asi se retirarían y tendrían la gente esquadronada en
la rambla dos días hasta que Si Ex/ mandase otra cosa.
Con esto la gente holbió á entrar á las nueve de la
noche en la ciudad, quedando en esquadrones los dos
días: en ellos entra van las guardias de los presidios,
las cofradías y labradores circunvecinos; vinieron
pliegos de la Mota , y la gente se retiró á los quarte-
les. Desmayaron entonces mucho los catalanes, así de
afuera como de dentro, porque el de la Mota tenía
ocho mil provinciales dentro en su exército y todos
estavan animosísimos, que en ninguna campaña se
havía visto ni número ni deseo de obrar igual al de
esta ocasión: sobrevinieron unas aguas, y todo se des-
hizo, y la Mota huvo de mudar de puesto.
Gomo los vientos de Levante todo el invierno ha-
vían cesado, de forma que los navios y galeras esta-
van alta mar, dado fondo con tal sosiego como en el
verano más apacible. Cosa bien singular, pues apenas
deja de ser el invierno borrascoso y de perderse va-
xelles aun dentro el mismo muelle. Por esta causa es-
tavan detenidas las barcas por la costa, y por hacer
luna cesavan los caros y barcos de entrar con provi-
siones, que en esa era suvían los precios de los víveres
al creciente de la luna y menguavan algo al menguan-
te. Á primeros de Febrero se movieron unos gregales
453
algo fuertes, con los quales en una noche entraron tre-
ce barcas entre francesas y catalanas, que la menor era
de á mil y quinientos quintales y las más de á dos mil:
éstas venían cargadas de vino, aceite, tocino, trigo,
abas y todo género de mantenimientos; además de
ellas, continuavan todas las noches los carros en ca-
rrear provisiones, con que se avarataron, de suerte
que medio por medio de lo que poco há se dijo hicie-
ron de vaja, y además se hallava en las tavernas el
vino á la menuda á diez reales el quarterón y el acei-
te en las tiendas á siete sueldos la quarta. Las carni-
cerías se vían llenas de carne, que, siendo por Carnes-
tolendas, era mucho los particulares por sus ganan-
cias hacían fuesen tan abundante que la Ciudad dio
livertad á quien quisiese vender: con todo esto se
mantuvo á 15 reales la libra. Pero, pues lo avía, era
menos sensible; mas llenaron de una vez estas barcas,
que en muchas los caros, que lo eran en echos y en
nombre.
Vivía en Barcelona Pedro Samsó, natural de la villa
de Almenar, cerca de Lérida, con madre y una her-
mana y casa puesta: era de natural charlatán y gran
mequetrefe. Estando el de Ancourt sobre Lérida, ser-
vía este Samsó á España y pasóse á nro. exército, y
dio al Conde noticia de un comboy que havía de en-
trar en la plaza y disposición para cogerlo, como se
cogió; en pago de este servicio le admitió el Conde por
soldado de sus guardias: sirvió en ellas con los demás
Virreyes; y como por la peste falta va tanta gente y
no havía Virrey, tubo maña para conseguir en el ter-
cio de Novell (que era de los que formó y paga va la
Ciudad) un venablo de Alférez: servía su oficio y en-
trava sus guardias como soldado pagado; estando el
sitio rozava muchas galas y gastava largos doblones:
454
sospechávase algo del (que quien una vez fué traidor
lleva mal sobre escrito), pero sin fundamento caval;
travo grande amistad con un soldado rendido que se
havía pasado del Castellano, j por su medio, sin duda,
se comunicava con los del campo enemigo y disponía
entregar el fortín nuevo del cementerio de los judíos,
dando una noche el nombre á la guarnición de Santa
Madrona. El día 3 de Febrero entregó Samsó al ren-
dido una carta para que la pasara al campo enemigo;
este soldado, ó por no ser traidor á la plaza ó por temor
de que si bolbía á su exórcito no le arcabuceasen (que
sería lo más cierto), llevó la carta al Governador Mar-
gante, y en vista de ella embió á toda diligencia, ya
de noche, á prender al Alférez que estava de guarni-
ción en dicho fuerte, y que lo vajaran con buena
guardia y que le reconocieran la casa por si le alla-
van las cartas: no se supo si las havía. Á 4 le dieron
tormento, que era domingo. Lunes 5 un garrote en la
plaza de los traydores, y luego lo llevaron á las oreas
entre los fuertes de Monjuique para que sirviese de es-
carmiento á catalanes, franceses y españoles, pues to-
dos le vehían en el suplicio: merecíalo el delito, pues
entregando el nombre al enemigo podía en una no-
che y á un tiempo ganar la plaza y fortaleza de afue-
ra. Suele España mucho usar esíos ardides y conse-
guir mucho por el ynterés, y el oro que todo lo vence.
CAPÍTULO 46.
MUDA LA PLAZA DE ARMAS EL DE LA MOTA.-ARBITRIOS DE LA CIUDAD
EN LO DE LAS MONEDAS.- ARMA QUATRO BARCOS LONGOS PARA EL
CARREO DE TRIGO. -SUCESOS DE LA PESTE Y GRACIAS POR LA MEXORA.
Ya se ha referido cómo el de la Mota hizo frente
por toda aquella montaña de San Gerónimo de La-
453
brón. Pero no pudiendo lograr su designio por aque-
llos puestos, faltarle agaas para la cavallerla y sobre-
venir unas execisas lluvias, hubo de mudar de sitio
y desistir de su pretensión por entonces: sintiéronlo
infinito los paisanos de las levas, y de ocho mil que
había se retiraron los seis mil á sus casas con mu-
cho desconsuelo; pasóse con el resto de la gente, que
sería dos mil cavallos buenos y de quatro á cinco mil
infantes, á la parte de S^n Boy. La guarnición que
ocupava el castillo y guarnición y población desde que
entró el Castellano en el país, viendo el grueso de
exército que lleva va la Mota, bolo el castillo, que era
muy bueno, y estava en una eminencia, y que no to-
das las fortificaciones de afuera, retirándose al Hos-
pitalete y fuerte de Sanz: á éste llegó á hacer frente
la Mota á 8 de Febrero por la mañana, y á la tarde se
retiró á San Boy, alojándose allí S. Ex/, y repartien-
do el exército en Viladecans, Gaván y á esta parte del
río en San Juan, Despí, Cornelia y otros lugares, á la
villa de Sichas embió una partida de gente, que siem-
pre fué del último que la ocupava, para que teniendo
en ella guarnición no trújese de allí provisiones á la
armada y campo enemigo, porque eran muchas las
que de aquel lugar le venían por mar y por tierra, y
para que se llevaran á nuestro campo en adelante. Á
primeros de Febrero el campo castellano estava tam-
bién mui falto de mantenimientos; pero el mismo día
que la Mota mudó su quartel les llegaron muchos na-
vios gruesos, galeras y barcas grandes llenas de pro-
visiones,'con que se abasteció mucho y salió de la ne-
cesidad en que el de la Mota, no dejándoles campear
por tierra, les havía puesto. En Barcelona también á
la sazón se padecía muchísimo, y se hacían grandes
vellaquerías en materia de vender y comprar. Sucedió
456
que algunos particulares hacían traer carneros muer-
tos, veinte ó treinta cada vez, y limpios de todo, me-
nos pies y cuernos, los llevavan al desollado, y allí los
vendían pieza entera á veinte y quatro reales la libra,
con que los cuernos se pagavan á ese precio según pe-
savan; por comprar los demás fué muy murmurada
esta acción. Después llegó mucha abundancia de par-
ticulares también, como dijimos, y la vendían á 15
reales, y la que quedó pasado Carnestolendas á 14. La
Ciudad jamás subió la que por su quenta se tomava de
nueve reales, y, por último, á la corta ó á la larga con
el dinero todo se hallava.
Estando la Ciudad en tan execivos gastos por una
peste tan prolija y costosa, en que havía consumido
muchos millares, sobrevenirle un sitio tan molesto y
en que expendía tanto como se deja ver y se a refe-
rido, puesto sólo de raciones de pan á franceses, sui-
zos y catalanes (á éstos sin el sueldo), se davan todos
los días 4.700; á lá cavallería setenta quarteras de
cebada, sin la paga, y acavada ésta salvado en lugar
de la paga; fué necesario hacer rebajas: en la prime-
ra se quitaron 500 y en la segunda 300 raciones, con
que vinieron á quedar en 3.900 raciones, y éstas se
pagavan de los siete días de la semana los seis; que-
dando de alivio el sávado con la cavallería, no huvo
revaja: esto havía ocho meses que durava, porque
Marcin, antes de ejecutar su alevosía, pidió este so-
corro para quince días y á título de préstamo, y con el
mismo y de quince en quince días se continuava todo
ese tiempo, bien que haciéndolo crédito para cobrarlo
después del Rey: si se cobró lo save Dios; por lo me-
nos en todo ese tiempo no se vio ni una barca siquiera
con provisiones por quenta del Rey. Sobre estos gas-
tos llevaba la Ciudad los de municiones, víveres, per-
457
trechos, sueldos de soldados y artilleros, sin otros mu-
chos que se puede discurrir qualquier, y que sería ja-
más acavar el referirlos, y no tener derechos de en-
tradas, porque sólo por la puerta del Mar venía algo,
y eso con tanta escasez, que no se puede hacer men-
ción.
Por la puerta del Ángel (que no avía más abierta)
nada entrava, con que mucho consumo y ningún
emolumento la pusieron en mísero estado. En la fá-
brica de los Sisenes ningún útil le quedava, porque
el carreo y dificultad del carbón con el precio del
arambre, que ya no se halla va, y las hechuras, se lle-
vavan casi lo mismo que sacava, con que hallándose
sin dinero ni de dónde fabricarle á últimos de Enero,
resolbió el Consejo de Ciento se sacasen del Erario
una partida de reales de á cinco para pagar las Mili-
cias y que la Junta de la Sua les diese algún valor ó
estimación maior extrínseca, con que en dos Consejos
de Ciento se deliveró sacar cinquenta mil piezas de á
cinco y la/unta les señaló el valor de veinte reales á
cada una, marcándolas con las varras de Cataluña y
el año de 1652 á un lado y al otro con dos Y y una R,
que decía veinte reales, y esta moneda prometía des-
pués la Ciudad bolberla á cobrar y dar los 20 reales.
Pero duraron poco estos cien mil escudos, y así se
pasó á otro arbitrio, y fué que se fabricase moneda
de plata hasta ducientos mil escudos en realitos de
molinillo acendrados con la liga de la plata mexica-
na, dándoles veinte y dos dineros de plata buena y la
estimación de éstos de á 10 reales de vellón, y mar-
cados á la una parte con la efigie de Luis catorceno,
y á la otra la cruz de dos reales de molinete con las
armas de Barcelona. Los medios para fabricar esta
moneda fué que la Ciudad resolvió pedir 'prestadas du-
438
cientas mil libras de plata de marco, señalando pa-
garla á 40 reales la onza, y que quien la quisiese de-
jar se le crearía por la cantidad que daría cambio á
razón de ocho por ciento, ó censual á razón de cinco
por ciento, en esta individuación: que si era cambio,
pasado el sitio, no pudiese pagarse sino una feria, y
luego hacerlo censual á cinco por ciento, ó luirlo por
entero, y que siendo censual, fuesen todos los creados
por esa causa privilegiados á los antiguos, y que no se
pudiesen luir en ningún tiempo sino los últimos: hicié-
ronse pregones reales con todos estos pactos y obliga-
ción de abonar dicha moneda después del sitio, y era
todo eso por no llegar á valerse de la plata de los par-
ticulares, y con violencia y graciosamente se llegó á
ver la Ciudad en breves días con más plata de la que
pedía, porque la gente se desacía de alajas y las muje-
res de cucharas, llaveros y otros diges. Empezaron á
correr estos reales á primeros de Marzo, sin que pa-
rase jamás la fábrica de los seisenes. Otros arbitrios
discurrían algunos, como es labrar moneda de bron-
ce, hacer villetes de pergamino sellados y firmados de
la Ciudad, dando y señalando á cada uno su valor;
pero el mejor pareció el de los realitos de molinillo.
El año pasado, por razón de la peste, dejaron de
hacerse las procesiones de la Semana Santa y se. ce-
rraron las yglesias al anochecer hasta que fuese de
día el viernes: lo mismo se observó este año, aña-
diendo que por el gran consumo de la cera en monu-
mentos y Semana Santa y hallarse tan poca, que como
viene fuera rey no apenas llegava en aquella sazón, y
la poca que havía se vendía á 26 reales la libra; se
estrecharon los monumentos á capillas estrechas y
cerradas, y se quitara el rodar las yglesias como se
suele de velas. El Aseo lo hizo en la capilla de Santa
459
Eulalia, y sólo el rejado de la capilla puso de velas;
las demás capillas á su imitación también se estre-
chavan, y quitaron las adoraciones por el contagio.
El medio de tomar á los particulares los granos que
para susustento avían entrado en la ciudad duró poco,
porque el consumo era grande, que no bastavan 200
quarteras al día para amasar para el abasto de los
que compra van el pan y para las raciones de la Mili-
cia, porque quien lo tenía sobrado lo escondía hasta
vajo de tierra, pensando sacar de cada quartera. si el
sitio proseguía y ,aun fuera él, á 20 y 30 libras la
quartera, como de hecho á la Pascua se vendía en se-
creto á los panaderos que masavan y á algunos par-
ticulares á 20 libras. Y últimamente, porque la Ciu-
dad no lo pagava de contado, sino que llevando quen-
ta hacía crédito, y los días de tabla, que eran pocos y
á tarde, por falta de carbón para labrar moneda, da-
van á los acrehedores 25 á 30 libras, con que la gen-
te no quería alargar el trigo y antes lo sepultava, y á
esta causa la ciudad padecía mucha necesidad de trigo.
Para subvenirla fué preciso valerse de todos los
medios posibles y recurrir á los de afuera, ya que
dentro no los havía, y procurar que el de la Mofa,
pues estava en San Boy, diese también providencia.
Asistía á su lado Gabriel Antonio Rosau, embiado de
la Ciudad: á éste se le dio orden, con sindicato, que
comprara todo el trigo que aliaría. S. Ex.^ mandó á
D. Joseph de Copons, del Real Consejo, pasara al Pa-
nados y tomase todo el trigo que hallase para la Ciu-
dad y lo hiciese conducir á Siches ó Castillo de Fols,
concertándolo desde luego y pagándolo, en estar libres
del sitio, con copones iba Micer Boser. Á la parte de
Levante estavan por la Ciudad Christóval de San-
guenís, y por SE. el abad Mompalau y D. Tapia, del
460
Real Consejo, para con los caros y barcos hacer en-
trar provisiones en Barcelona: á Sanguenís dio orden
también la Ciudad tomara quanto género de granos
aliaría y mantenimientos, así del país como foraste-
ros, al precio que podría ajustarse, y que lo del país
se pagaría pasado el sitio, y el forastero, con oro ó
plata, en especie ó en moneda, como querrían, y á
éste embiavan dinero así como pedía. Estas compras
así de una como de otra parte tuvieron efecto, con que
para el conducto de ellas, viendo que los caros y bar-
cos eran menester para el vino y carne y que eran
pequeños vasos, y quedándoles á seis y siete libras de
flete por quartera desde San Feliú á Barcelona, no
querían los patrones cargar, sino que por fuerza lo hi-
cieran hacer los Ministros del Rey. Se resolvió la Ciu-
dad á sacar quatro barcos longos de la Ataracana, que
estavan aún del tiempo de España y Rey Católico, cu-
ios eran, y que por quenta de algunos mercaderes par-
ticulares se armasen de gente y armas: con estas em-
barcaciones como bergantines llevan á doce y catorce
bancos y sus pedreros, y que carreavan á ducientas
quarteras, el que menos, cada viaje: éstos, bien per-
trechados de gente con el comboy de otros barcos, en-
travan y salían en las noches más obscuras por medio
de la armada; y si algunas veces eran descubiertos y
llegavan á las manos con ios barcos longos de la ar-
mada, proeuravan retirarse y lograr otra noche; otras
veces pasavan sin ser oydos, y tal qual barquillo que-
daba preso en otras ocasiones. Con esta penuria solía
socorrerse Barcelona.
La mejora de la peste fué continuando, como dije
en el capítulo que se refieren las gracias que se die-
ron á Dios por ello, aunque sin embargo se conser-
vaba la forma de hospital en la calle de Jesús, y
461
avía médico, cirujano y mancebo conducidos, porque
siempre se llevavan algunos á la cura hasta últimos
de Marzo, que, viendo la Ciudad que ya no ha vía en-
fermos y que estavan ociosos, resolvió en 8 de Abril
se cerrase el hospital y acavasen de desconducir los
oficiales, y que el lunes después de Quasimodo, que se
celebrava la festividad de la Virgen de Marzo, por ha-
ver caído en Semana Santa, se hiciese procesión por
la Aseo y claustros con Te Deum laudamus en acción
de gracias. Así se executó con asistencia de los Gon-
selleres en 8 de Abril.
. Gomo este mal del contagio quando Dios lo permite
no es sólo para un pueblo, sino que se extiende á pro-
vincias y reynos, se fué dilatando de un lugar á otro
y salpicando toda la provincia con más ó menos fuer-
za en este vaquel partido, y quando Barcelona se vio
libre procuró poner buenas guardias en las dos puer-
tas abiertas, celando mucho el comercio, y empeza-
ron los de Gonsejo de Giento como es costumbre, y
después siguieron los demás; en la villa de Mataré,
entre otras de la provincia, se abrasavan entonces de
peste, con que guardándose de ella llegó un bergan-
tillo con provisiones y gente que se retirava; quemá-
ronlo bajo el baluarte del vino, y despacharon la gen-
te: uno de los que estuvieron en la quema se encon-
tró, pero curó luego en la calle de Jesús.
Mientras el sitio estuvo en Barcelona, siempre tuvo
el Gastellano en su exército la peste, particularmente
á la parte de San Martín, donde tenía el hospital; mu-
riéronle mucha gente, y parte se lo merecían, pues
sin reparo alguno, quando llegaron á sitiar la ciudad,
se entraron por San Andrés y otros lugares que se es-
taban ardiendo de peste, y fué causa de que en Bar-
celona no se acavase totalmente, porque como siem-
462
pre entrava gente de la armada, por prisioneros, por
rendidos que se pasavan, por rescatados de los nues-
tros, y por trompetas, tambores y otros estilos mili-
tares, y se comunicavan con los naturales, de conti-
nuo avía poco ó mucho, y para excusarlo se dispuso
que todos los que venían pasasen por unos ornos que
havía dispuestos para eso antes de admitirlos á la co-
municación, y así se executava, y guiándolos desde la
puerta del Ángel por la muralla á la pisina, y allí avía
hombres que, haciéndolos desnudar, los hacían en-
trar en un orno templado, y en otro más vivo la ropa,
hasta que reconocían podían quedar purificados. Con
esto los aviavan, y con limpiar bien las calles de tan-
ta inmundicia, se experimentó mucha mejora en la
Ciudad. Dios se digne por quien es de no afligir pue-
blo alguno con tal contagio.
CAPÍTULO 47.
ENTRA EN BARCELONA CON GENTE LA MOTA. -.TUR A POR VIRREY.-EN
UNA SURTIDA LO YEREN.-CONVÓCASE GENTE EN EL LLANO DE VICH
ACLAMANDO VIVA ESPAÑA.
Avía quatro meses que el de la Mota hizo muestra
y frente al enemigo, como dijimos, y que navega va ó
estava á vista de Barcelona, governando en ella siem-
pre con la alternativa Margarite y Dardena: la gente
lo llevava muy mal, porque por sus particulares en-
quentros y pasiones se dejavan de obrar unos y otros
en veneficio del Común y de la plaza. El de la Mota,
noticioso de todo, resolbió entrar en la plaza con no-
ticia de pocos. Hizo aliñar el camino que pasa sobre
San Beltrán de Barcelona á la torre de Alfonso, entre
el mar y Monjuique, con voz de que el Varón de Ales
avía de entrar con quinientos cavallos, y el intento
463
era ]iacer tratable aquel paso, que no lo estava por su
aspereza, para entrar provisiones de ganado y oyente
en la plaza; acordóse que para la noche del día 23 de
Abril, con pretexto de sorprender el fortín de los Re-
yes, que estava en la montaña de Monjuique, y la to-
rre de Alfonso, que el español havía fortificado mu-
cho con estacadas, sita á la orilla del mar, saliese la
cavallería de la plaza y la g-ente que se havía alis-
tado para la surtida: salió toda esa noche, y á las dos
oras de ella dieron arma á un mismo tiempo al fortín
de los Reyes, San Ferriol y Santa Madrona, y el de
Marcelin estava comendado para darla y pelear con
la torre de Alfonso; pero ó fuese su miedo ú otra cau-
sa, no obró como devía.
El de la Mota se halló al mismo tiempo con sus es-
quadrones de cavallería é infantería batallando con
las guarniciones de la dicha torre y estacadas (díxose
que se intentó escalarla, y que por ser cortas las es-
calas no se logró el sorprenderla); rompieron éstas un
pedazo entre la torre y el mar, y otro entre la torre y
la tierra, con que por estos dos y el estanque de puer-
to, aunque peleando muchísimo y con gran pérdida,
pasaron el cordón muchos de los nuestros, pues sólo
de cavallería entraron de quinientos á seiscientos, y
algunos quatrocientos infantes; pasó también el se-
ñor de la Mota por el estanque, casi nadando el cava-
lio con grandísimo riesgo; de la cavallería enemiga
acudieron algunos esquadrones á socorrer la torre de
Alfonso, y después de bien escalonados se retiraron:
1© que más destroza hizo en los nuestros fueron tres
galeras con algunos barcos longos que abordaron á
tierra, disparando cañones pedreros y mosquetería,
que parecía lluvia las valas que arrojavan; en pasan-
do el señor de la Mota con la gente referida, se retiró
464
á SU plaza de armas el resto del exórcito con el Te-
niente general de S. Ex.*, Mosiiir de San Andreu, Ma-
riscal de campo antiguo y gran soldado. S. Ex.^ envió
á Monjuique, causando mucha novedad, á la milicia,
porque ignoravan que entrase, dieron luego muchas
señales desde la atalaya, para que saliesen de ciudad
los de la armada y San Andreu, y mandó retirar lue-
go todas las tropas á la plaza, vajándose con ellas, y
entró á cosa de las quatro de la mañana: fuese á os-
pedar en casa el Governador, porque el palacio estava
desprevenido, por ser impensado y de novedad para
todos su arrivo. Avitava el Governador, Marqués de
Aguilar, en casa el Marqués de Aytona, de cuios es-
tados le havía echo merced el Rey nuevamente; pú-
sose en la cama S. Ex.'', porque llegó rendido, y dejó
orden que para las nueve estuviesen prevenidos para
tomarle el j^uramento.
ISío devían aún ser las diez de la mañana el mismo
día de San Jorge, quando ya estuvo S. Ex.'"' en el Aseo
con algunos cavalleros y los que devían asistir al ju-
ramento. Prestóle con universal consuelo y novedad
de todos, porque tan presto le vieron jurar como su-
pieron que havía entrado, oyó su misa y retiróse á
comer; inmediatamente de haver comido, con algunos
cavalleros y Oficiales de guerra, montó á cavallo y
subió á reconocer Monjuique. Admiróse de ver que
tan á corta distancia hubiese permitido al Castellano
levantar un fuerfe como el de los Reyes; riñólo y man-
dó que luego se travajase una batería de tres cañones,
y que estubiese á punto de obrar al siguiente día al
anochecer, diciendo á los Oficiales que era tiempo de
travajar y no estarse ociosos. Cumplióse como lo ha-
vía mandado, y al siguiente día, que eran 24 de Abril,
mandó subir ó salir de la plaza toda la cavallería é in-
405
fantería y ponerla en campo de batalla á la parte de la
plaza, y mui de mañana se suvió S. Ex.^ y empezó la
batería á jugar contra el fuerte de los Reyes sin parar
un instante; viendo el enemigo quán reciamente le va-
tían, plantó una contra-batería en campo raso contra
la nuestra, al lado de una torre que era de los frayles
mercenarios, con la qual causó no poca ruina á la
nuestra y á los esquadrones, y temiendo' no quisiesen
abanzar al fuerte, hizo pasar el enemigo de los otros
la guarnición y que estuviera de retén y observando
los movimientos de nuestras tropas: todo el día estuvo
en este exercicio y S. Ex.^ sin moverse, y expuesto al
maior riesgo, tanto que las estillas de un valazo le ras-
garon el casacón, y poco antes de anochecer mandó
retirar los cañones al fuerte de Monjuique y las tropas
á la plaza, con las cuales entró S. Ex.^ Díxose que
esta demostración no fué con ánimo de tomar el fuer-
te, sino el reconocer desde la eminencia las fuerzas
del enemigo, sus presidios, la guarnición que sacava
de ellos, los movimientos que hacía y la forma que
tenía para hacer caval juicio, y asimismo ver dentro
la plaza qué gente havía, de qué calidad era y lo que
se podía prometer de ella: obrava en esto como pru-
dente General. Mientras estuvieron fuera los tercios
é infantería, guarnecieron los baluartes y presidios
de la plaza las cofradías y colegios.
Esa misma mañana se descubrieron de la parte de
Poniente doce navios gruesos: cre3'eron los más que
sería algún socorro que embiava el Rey Ghristianísi-
mo á la plaza, que la necesidad, el deseo y la voz que
havía corrido le hacía persuadir con gran facilidad;
pero presto nos desengañamos, porque una de las ga-
leras de España salió á reconocerlos, saludáronse y
pusiéronse en plática; los navios pasaron á Levante y
Tomo xx[V 30
466
la galera se incorporó con las demás: súpose después
que heran ocho navios de mercancia olandeses, y que
para su custodia llevavan quatro de guerra grandes;
también se discurrió si serian de España quando se vio
tener plática con la galera: esto atemorizava, al paso
que el otro discurso da va ánimo y consuelo.
Cerca la batería del fortín de los Reyes havía un
soldado suizo que estava de centinela á un barril de
pólbora que servía para cargar los cañones, y al dis-
parar uno, fuese la cercanía, fuese el va o ó fuese al-
guna centella á causa del viento recio que hacía, dio
fuego al barril y voló al soldado tan alto como qual-
quier torre, arrojándolo quién dice al arsenal, quién
á media montaña, y después de gran rato vieron que
se desnudava y que en carnes suvía al fuerte de Mon-
juique toda la piel quemada y los vestidos echos ce-
niza, quando creieron havía quedado echo mil peda-
zos; aiudáronle algunos camaradas suios á subir, y
aseguraron no murió de esa desgracia y que llegó á
estar totalmente bueno.
Viendo el de la Mota el riesgo con que entravan las
provisiones en la plaza por el mar; quán pocas, tar-
de y con quánta violencia las conducían los marine-
ros, intentó querer abrir paso por la torre de Alfonso,
que el enemigo tenía bien ocupada y fortalecida; hizo
acomodar el camino sobre San Bertrán, y resolvió
salir sávado 27 de Abril por la noche (al enemigo nada
se le encubría, que tubo tan buenos 3^ finos espías que
jamás logramos facción alguna): noticioso el Castella-
no, fortificó más el puesto. Para el día dicho mandó
juntar en la rambla el de la Mota toda la cavallería é
infantería francesa y catalana que podía salir de la
plaza, escogiendo la mejor, y á las diez de la noche,
llevándose la manguardia, salió con la gente por la
467
Puerta de la Ataracana; tomaron el camino de la to-
rre sobre San Bertrán, que ya estava tratable parala
cavallería. MosLarós, desde Monjuique y fuerte de los
Judíos, dava arma al mismo tiempo para divertir el
socorro de la torre, y advirtiendo dos batallones de
cavallería enemiga, pasó llevado de su ardor y valor
á quererlos reconocer con el suyo, travando con ellos
sangrienta escaramuza; pero como el Castellano savia
los designios estubo firme, y á los primeros encuen-
tros quedó el de la Mota erido de un pistoletazo con
dos valas en una pierna, con que mandó luego reti-
rar toda su gente á buena orden, dejando aquellos dos
batallones desechos y muchos oficiales de ellos muer-
tos, y aseguraron fué dicha se retiraran tan presto los
nuestros, porque ventajosos en el terreno los caste-
llanos y prevenidos de todo, davan por sentado hu-
bieran degollado toda nuestra gente á poquísima cos-
ta. Entraron al amanecer los nuestros en la plaza, y
el señor de la Mota sobre una escalera de las que lle-
vavan para la escalada, porque no podía tenerse ni á
cavallo; retiróse á casa el de Aytona, y tomáronlo en
cura módicos y cirujanos franceses y catalanes: los
primeros andubieron inadvertidos, que cargando so-
brado alimento contra el sentir de los catalanes, y pro-
curando cerrar presto las llagas, aunque no havía to-
cado nervio ni hueso, se levantó calentura y sobresa-
nó la erida, de forma que interiormente llegó á gan-
grenarse y poner al doliente en grandísimo riesgo de
la vida; y después de aver despedido á unos y á otros,
llamó á los catalanes solamente, que manifestando de
nuebo todas las cridas y gran parte de la pierna, em-
prendieron su curación, consiguiéndola con el tiempo
y los peligros que quedan insinuados.
Gomo siempre, el Castellano tuvo muchos confiden-
468
tes por Cataluña: viendo éstos el mal estado de la ciu-
dad de Barcelona, procuraron atraer asi número de
gente y mover desuniones y alborotos, para con ellos
lograr sus intentos en el llano de Vich, donde avía
muchos aficionados al partido español; se travajó mu-
cho en aquel país en reducirle y juntar número para
hacer una facción, y quando la juzgaron en buen es-
tado, pidieron al exército castellano algo de cavplle-
ría: asegurando el buen suceso, pasaron á la eminen-
cia de San Segismundo unos ochenta cavallos con una
partida de micaletes catalanes que servían á España,
y de allí vajaron á Terradel, donde era la convoca-
ción, con ánimo de ocupar la ciudad de Vich.
Allávase en Vich el Dr. Balthasar Tapias, del Real
Consejo, y dispuso que todos los naturales se pusiesen
en arma, y que de los lugares del llano se convocase
la gente y se pusiese en los puestos para romper al
enemigo. La noche del día 12 de Mayo dio embestida
el enemigo á la Ciudad; pero hallóla tan prevenida y
con quatro tercios de la gente del país y tan fortifica-
da, que no consiguió fruto alguno; antes bien su total
ruina, porque los somatenes de los lugares havían co-
gido los pasos de la retirada. Con que por más que
clamavan ¡viba España! fueron todos desechos, y los
más prisioneros y muertos; algunos que escaparon fué
por su diligencia y avilidad. Acudía el Varón de Ales
con su cavallería desde San Boy, con que por aquel
llano los fueron cazando y persiguiendo como si fueran
conexos. Llevaron á Hostalrrich los prisioneros para
ver en justicia lo que merecían. En Puigcerdá y llano
de Cerdaña huvo á la misma sazón otra conspiración
semejante, y fué forzoso embiar cavallería é infante-
ría, que por toda la provincia se estava minando y
conspirando, como se verá en los capítulos siguientes.
469
CAPÍTULO 48.
EMBESTIDA DEL FUERTE DE SAN FERRIOL Y LAS VIDAS QUE COSTÓ.—
PROCESIÓN DE CORPUS.-ARMA QUE DIO ESA NOCHE EL ENEMIGO Y SU
INTENTO—VUELVE PINOS DE PARÍS.-EFECTOS DE SU EMBAJADA Y
OTROS SUCESOS.
Á 13 de Mayo, por la noche, surtió de la plaza toda
la infantería y cavallería, quedando de guarnición en
los presidios y muralla las cofradías y colegios; y aun-
que el de la Mota eslava en cama, resolvieron alguna
facción. Por la puerta del Ángel salió Dardena con
toda la cavallería ó infantería francesa y suiza; la in-
fantería catalana, que servían unos seiscientos hom-
bres, subió á Monjuique: está governada por Mosta-
rós; con todo lo que pudo sacar de Monjuique embis-
tieron el fuerte de San Ferriol, y de carrera rompie-
ron la estacada y entraron el foso, y quando quisie-
ron dar la escalada reconocieron que, por ser tan
profundo el foso, ha vían errado la medida de las es-
caleras, y que por cortas no pudo ningún soldado ocu-
par la muralla. Los enemigos, cuando vieron la fuer-
za, se rindieron por perdidos y pedían ya quartel,
porque á la verdad, á no ser la cortedad de las esca-
las, se lo Uevavan de carrera. Advirtieron los caste-
llanos el suceso, y bueltos sobre sí dieron tal ruciada
de balas sobre ellos, que dejaron muchísimos en el
foso y fueron pocos los que sin erida se escaparon á la
retirada, que fué toda en desorden por la fiereza con
que los sacudían desde el fuerte. Francisco de Mosta-
rós quedó erido de un mosquetazo en la pierna; el Ca-
pitán Nicolás, del mismo tercio y valeroso y gran sol-
dado veterano, quedó con tres eridas, de que murió
470
quatro días después. El Capitán Dionisio, del propio
tercio, también quedó mui mal erido, y otros muchos
oficiales, con que bien escalabrados y menos huvieron
de retirarse. La cavallería que tubo quieta con Dar-
dena vajó á los Capuchinos, y viendo que no havía
surtido la intentona, culparon mucho ai Maestre de
Campo Mostarós porque no havía de haver acometi-
do hasta que Mosiur de San Andreu Mombrun huvie-
se hecho unas señales que havía de hacer sobre la
hermita de San Pedro Mártir para embestir con la ca-
vallería é infantería que estava á la otra parte del
enemigo, y que por no haverlos hecho Dardena no se
movía, y que Mostarós obró sin orden. Al amanecer
todos se retiraron á la plaza.
El Maestre de Campo Mostarós llegó á mejorar de
la herida 3^ estar fuera de riesgo; pero la muerte de su
íntimo amigo el Capitán Nicolás, de quien él hacía
maior confianza, y el haver oydo algunas razones mui
pesadas y de sentimiento, hicieron tal impresión y
movimiento en los humores que, malignándose la cri-
da y encendiéndose una fiebre, murió dentro de dos
días, á 8 de Junio. Á 9 lo enterraron en San Francis-
co, con gran pompa y qual correspondía á un Maese
de Campo y Governador de las armas de la Ciudad
como lo era. Asistieron á las exequias veinte conven-
tos de religiosos, los Maeses de Campo y Oficiales ma-
iores de los tercios catalanes, y la infantería, al se-
pultarlo, dio tres cargas, que estava esquadronada en
el llano y Dormitorio.
La Ciudad quiso mostrar sus lágrimas por la pérdi-
da de un hijo suyo tan soldado, tan valeroso y tan
amable, en unas honrras que le hizo en el Aseo el
día 14 del mismo con un capilardente mui magestuo-
so, asistiendo á ellas los Conselleres con gramallas ne-
471
gras y toda la nobleza catalana, y celebrándose los
oficios con mucha solemnidad y música, qual merecía
quien tan bien havía servido á su patria.
El año pasado, por razón de la peste, se havía de-
jado de hacer la procesión del Corpus, y á la imita-
ción de la Aseo, dejaron de hacer las demás iglesias y
conventos, sin que en ningún otro dia, por la misma
peste y sitio, se le huviese hecho á Dios ese obsequio
como se acostumbraba; y aunque se padecían las in-
clemencias y travajos del sitio, resolvieron los Gonse-
lleres que se hiciese este año con toda la solemnidad
acostumbrada, como se hizo, pero fué reforzando las
guarniciones de los presidios, y sacando fuera la ca-
vallería para que el enemigo no intentase alguna ope-
ración viéndonos ocupados en la procesión, bien que
también se aplicó al mismo culto esa tarde.
También se avían privado todo ese año los sermo-
nes, sin que en todo él se huviesen predicado si no es
dos, uno día de la Concepción y otro día de Santa
Eulalia. Dióse permiso para que en el octavario se
pudiese predicar en las iglesias, y no más, hasta otra
deliveración. Este ano la cosecha qae se espera va era
poquísima, porque la gente, acosada de la peste y del
sitio, havía sembrado poquísimo, y aun huviera sido
menos ó nada si los dueños huvieran sas^ido el fin 5^ no
creyeran que al recogerla estaría ya fuera el Caste-
llano; con la esperanza de que el sitio se levantaría,
sembraron algunos los campos que juzgavan más se-
guros y cubiertos de la artillería, mui á costa de tra-
vajos, sustos y riesgos.
Llegó tiempo de rendir fruto las abas, y dieron tal
batería á ellas los soldados de la plaza, que el dueño,
que para su casa le dejaron coger, se dava mui bien
librado, sin poder remediar el daño, por más que se
472
quexaroD; entrábanlas á sacos y canastas, vendién-
dolas los soldados públicamente, y tal vez á sus pro-
pios amos; diéronse tal priesa, que ni una por señal
se secó en la ciudad, siendo así que es mercadería que
tiene estimación y aprovecha mucho en Barcelona en-
tre año. Llegando á las cevadas, como ha vía mucho
tiempo que la cavallería, en vez de paja,comía salva-
do, apenas estuvieron para poderse dar por forrajes
quando á tropas echas salían á segarlas y entrarlas
públicamente, por más que apretaban los vandos de
pena de la vida y guardias; á los portales solía salir
con la cavallería un Mariscal de Campo, y acercávan-
se á veces tanto al enemigo, que muí á menudo tenían
encuentros, quedando de una y otra parte algunos;
pero el Castellano, con la artillería que ponía por las
torres vecinas, dava mucha destroza á los nuestros en
viéndoles íbrraxear. Reconociendo la Ciudad los de-
trimentos que recibían los particulares y que no tenía
remedio, convino con S. Ex."^ que la cavallería reci-
biese de mano de la Ciudad los forraxes á quenta de
la paja que se les avía de dar: acordados en esto, hizo
la Ciudad hir estimando ó apreciando los campos de
las cevadas y pagando á sus dueños lo que juzgaban
valer, y entra valos por quenta de la Ciudad y al es-
tudia nuebo se repartían entre la cavallería.
De esta suerte se consumió en hierva todo el ceba-
dio de aquel año sin sacar grano alguno. Llegando á
estar los trigos en estado de acavar de granar y tomar
algo de color la gente, sobre aver cercado los cam-
pos de estacada y salir escolta de milicia á guardarlos
por donde el enemigo podía venir. El día 13 de Junio,
que era el del Corpus, juzgando el Castellano que con
la ocupación de procesión y festividad y gente de la
plaza estaría divertida ó descuidada, á las once de la
473
noche, con parte de la cavallería y muchos segadores,
salió á talar y arrasar la campaña, y á los primeros
lances logró su intento en algunos campos, hasta que
advirtiéndolo los centinelas el número de la gente
que se acercava, tocaron arma y las campanas reva-
tos; saüó la cavallería, y chocando hizo retirar al Es-
pañol, y la gente de la plaza, noticiosa del fin, se so-
segó y retiró á sus casas.
Los Governadores, deseando el consuelo de los na-
turales, mandaron á vista de esto y de algún daño que
la cavallería enemiga hacía todas las noches que sa-
liese la mitad de la guarnición de la plaza para cus-
todia de la cosecha, y que se chocase con el enemigo
si algo intentava duro; esto mientras se segaron y re-
cogieron los panes, que fué á toda priesa, y así como
los ihan segando y agavillando los entra van en la
Ciudad, y á la arboleda de mar los ponían á secar, ca-
da dueño dividido el suyo, en donde la Ciudad ponía
de noche sus guardias para la custodia de ellos hasta
que estuviese para trillarse. Los Gavos de la cavalle-
ría se ajusfaron con los dueños de campos, dándoles
lo que concertavan por los restrojos como los dejasen
algo altos, y los hacían arrancar promptamente, dan-
do de jornal á quien lo hacía á seis y siete reales, y lo
metían en la plaza para darlo, después de seco y lim-
pio, á la cavallería, y fué de mucho útil este arbitrio.
En haviéndose secado la mies, la Ciudad la mandó
trillar, y dando á sus dueños el que se juzgava havían
menester para su gasto, les pagavan los demás á 22
libras la quartera, y les compravan la paja también,
dando el dinero de contado; y aunque el trigo era
bien desdichado por lo mal cultivado de la tierra y
por averio segado en tiempo, se aprovechó no poco
la Ciudad con él y aiudó á pasar adelante en el sitio.
474
porque llegó tiempo que por lo numeroso de la arma-
da no podía entrar barco ni vaso alguno con mante-
nimientos por el mar, porque vinieron muchas gale-
ras, navios y barcos longos al enemigo.
Ya se refirió el año pasado cómo D. Joseph de Pinos
partió por Embajador de la provincia y Ciudad al
Ghristianísimo en 28 de Diciembre de 1650. Llegó á la
corte, y haviendo dado su embajada al Rey pidiendo
socorro de dinero, víveres, tropa y General, y haver
informado á los Ministros del estado de la provincia,
y no pudiendo el Rey ni Reyna ni los Consejos por
entonces socorrernos por estar divertidas por enton-
ces todas las fuerzas y ocupadas en las cosas del Prín-
cipe de Conde, resolvieron embiar dicho D. Joseph
por Embajador del Rey al de Portugal para que, pues
tenía guerra con España, le asistiese con algunos na-
vios y armada de gente para socorrer Cataluña en este
frangente, y que esta súplica y petición la hiciera en
nombre de la Corona francesa. Partió Pinos de París
para Portugal á 3 de Noviembre de 1651, á tiempo que
ya Barcelona estava sitiada; llegó á Lisboa y dio su
embajada á aquel Monarca, el qual respondió que te-
nía todas las fuerzas marítimas ocupadas en el com-
boy de los galeones de la flota, por cuio motivo no po-
día servir con ella al Xpmo., pero que quanto cavia
en su posivilidad por entonces era hacer entrar por
Castilla un exército de doce mil hombres para que á
esa causa se divirtieran las fuerzas y sitio que esta van
sobre Barcelona. Si lo hizo ó no, no se dijo: lo que se
vio que el sitio prosiguió con la misma constancia que
empezó. Despachóse Pinos de Lisboa con esto y mu-
chos agasajos del Portugués, con demostraciones de
sentimiento de no poder servir al Xpmo.; fué á París,
y aviendo dado su respuesta y besado la mano á los
47o
Reyes, trató de su buelta á Barcelona v del despacho
que el Rey avía de darle para consuelo del Princi-
pado.
Lo que consiguió Pinos no se supo, y sí que para él
trujo la merced de Mariscal de Campo.
Entró en Barcelona Pinos á primeros de Mayo de
1652 á media noche, con una falúa, por la parte de
nuestro exórcito, y el día siguiente fué á visitar al de
la Mota, que aún estava en la cama, y á la casa de la
Ciudad y Diputación á holber su respuesta: cuál fué
no se publicó; pero se tuvo por cierto era poco gusto-
sa y de menos consuelo quando no se dio en público
en el Consejo de Ciento como se havía eslilado en otras
ocasiones; el celarse la respuesta de Pinos dio motivo
á que la gente quedase mal contenta y se moviese al-
gún murmureo de que las cosas iban de mala data y
que el Francés nos dejava padecer; que fuese mañoso
ardid del de la Mota ó verdad, esparció por Barcelona
para sosegar los ánimos havía recivido carta del Ge-
neral de la armada marítima Mosiur de la Ferrixera
que para 15 ó 20 de Mayo á todo tardar estaría á la
yela con la armada para venir á socorrernos, y al
mismo tiempo la Ciudad esparció voz que avía recivi-
do carta del Arcediano Xavari, electo Obispo de Cel-
sona, escrita en Marsella, diciendo que al partir de la
corte le avía mandado el Rey pasase á Tolón y soli-
citase el despacho de la armada y no saliese de allí
has i a que hubiese partido la armada para socorrer
Barcelona; pero que haviendo savido que el Governa-
dor de Tolón estava de parte del de Conde, y éstos
conspirando con España para que la armada no salie-
se, en que travajava mucho al Cathólico, le avía sido
preciso pasar á Marsella á encontrar al de la Ferrixe-
ra, General de la armada, y que éste tenía ya ocho
476
navios á punto y estava aprestando seis á toda priesa
con quatro brulotes para venir sobre la armada (fran-
cesa) española, y que los Cónsules que esta van en
Marsella travajavan admirablemente para el prompto
despacho. Esto motivó á que la Ciudad despachase una
faluca con pliegos al dicho Arcediano Xavari para que
en nombre de la Ciudad diese las gracias á los Cónsu-
les y solicitasen de nuevo la partida de la armada.
Bolbió la faluca, que por causa de la peste no la de-
jaron entrar en el puerto; trujo su respuesta, y dijeron
los marineros que ellos no havían podido ver la arma-
da, pero que se decía vendría presto.
Pasó todo el Mayo sin que se viese tal armada; es-
parcieron otra nueva que para quince de Junio ven-
dría: tampoco se vio, y entonces la gente empezó á
desmandarse de razones, cansados de tanto embeleso
y tanto padecer. Viendo esto Pinos y que la armada
nunca venía, que es lo que él jamás pudo creer, por-
que siempre lo dava por constante, resolvió con pa-
recer de los Generales dar la respuesta de la embaja-
da al Consejo de Ciento en público, de donde se coli-
gió que si la armada hubiese llegado y socorrido nun-
ca se abría ablado más de tal embajada ni respuesta.
Á 15 de Junio, que estava junto el Consejo de Ciento,
entró Pinos acompañado del Coronel de los suizos; y
aunque avía mucha gente que aguardava para oir la
embajada, no lo pudo lograr, con que la publicidad se
redujo á los Consejeros de Ciento, el Coronel y algu-
nos Oficiales de la casa. No fué muí largo Pinos en su
oración, porque refiriéndose á lo que por cartas avía
participado al Consistorio, vino á reducirse en subs-
tancia el mucho sentimiento del Rey en no podernos
socorrer porque las guerras civiles que avía movido
y algunos potentados tenían todas las fuerzas y aten-
477
ción de la monarquía francesa ocupadas y sin poder
cobrar las rentas y alcavalas de los estados por el mo-
vimiento en que estavan, y que mientras no cesasen
estos recelos é inquietudes era casi irremediable el
asistir y socorrer al Principado; que sólo podía embiar
una pequeña armada, y que ésta ya eslava sino para
conducir socorro de las barcas y bolberse; que esto
decía en nombre del Rey; que con mucho dolor y sen-
timiento se lo havía expresado, y de suio añadió con
palabras ambiguas, que la pequeña armada eran los
ocho navios y quatro brulotes; que éstas eran las es-
peranzas que podían quedar de la Francia, insinuan-
do que si guerra quería el Principado, que la costea-
se, porque pasó á decir que el remedio lo tenía en su
mano, y á ofrecer desde luego la plata y oro que tenía
en el erario de la Ciudad para que se valiese de ella
como quisiese, ya que un lugar que tenía de sus pa-
dres en el Valles, llamado Barvara, lo vendiese la Ciu-
dad y aplicase el dinero á lo que conviniese para su
socorro: con esto parece que quiso decir á todos hicie-
sen lo mismo y costeasen la defensa del Principado
para la Corona de Francia. Concluió su respuesta por
maior con estas razones ú otras de igual preñez y des-
consuelo, y se salió del Consejo.
Quedó congregado el Consejo, y tomando por pro-
posición la misma embajada, pasó á votar y resolber
lo que se avía de hacer, y deliveró que se formase una
Junta de diez y seis personas, las cuales fuesen nom-
bradas quatro por la Ciudad, quatro por la Diputación,
quatro por el de la Mota y quatro por el Real Conse-
jo, y que éstas discurriesen y viesen con D. Joseph de
Pinos, pues decía estava en manos del Común el re-
medio; que viesen estos diez y seis sujetos qué arbi-
trios hallavan y qué forma tenían para conservarse la
478
provincia por Francia, hasta que el Xpmo. pudiese
asistirla y socorrerla, y que diesen su voto en escrito
al Consejo de Ciento, sin que éste tubiese otra fuerza
que de voto consultivo, y qne al mismo tiempo escri-
viesen de conformidad al Rey ambos Consistorios los
aprietos en que se hallava la plaza y la provincia: todo
se executó así.
Nombrados los sujetos, se juntaron varias veces,
buscando y confiriendo arbitrios y medios para la con-
servación, y, acordados en ellos, los pusieron por es-
crito y mandaron juntar el Consejo de Ciento, al qual
entregaron un papel, cuio arancel es el siguiente:
«Junto el Consejo de Ciento en 22 de Junio, se leyó
un papel de la Junta que, por maior, se reducía á que
atento que pai^a sacar al enemigo de las trincheras no
teníamos bastante poder, ni lo podíamos esperar del
Rey promptamente, que se hiciesen en la Francia le-
vas hasta seis mil infantes y quinientos cavallos de
gente veterana y disciplinada, para los quales era me-
nester 75.000 doblones, en especie ó plata, así para la
leva como para los sueldos. De tres meses que se juz-
gava haverse de ocupar, y que aunque la mitad fuese
en vellón de los dhos. 75.000 doblones, no hacía al caso,
pues serviría para pagarlos dentro de la provincia.
Que para este medio- era fácil y lo empezavan á plati-
car los señores de la Junta, ofreciendo quién mil do-
blones, quién quinientos, quién tantos cientos de on-
zas de plata, quién tanta cantidad de trigo cada uno,
según podía, y que esto avía de ser á título de prés-
tamo á la Ciudad, con obligación de corresponder su
interés, y en estar desahogada lo huviese de bolber, y
que á proporción hiciesen lo mismo los vecinos de la
ciudad; que S. Ex.^ ofrecía aplicar las rentas de un
año del Ducado de Cardona para esto, y que se con-
479
signarían para la expedición de la guerra todas las ha-
ciendas que se confiscarían en adelante, reservándose
sólo doce mil libras para la Real Tesorería; que todos
los que gozavan haciendas confiscadas, aplicasen la
renta de un año para la guerra; que todos los que co-
braban renta real diesen el salario de seis meses para
lo mismo; que S. Ex.^ suplicaría al Nuncio de Su San-
tidad (que estava en G-erona) so sirviese aplicar por
tiempo de un año las rentas de los Obispados vacan-
tes en la provincia (que eran todos entonces), y que
la Ciudad pidiese á las iglesias toda la plata por prés-
tamo gracioso, y sin violencia se valiese de ella y de
la Monserrate, pues la havían ofrecido, obligándose
la Ciudad á bolberla por entero en la misma especie
y forma pasada la guerra. >
Leídos estos cavos ,y otros que al mismo tono con-
tenía el papel, desagradó mucho á los Consejeros de
Ciento hallar para cada punto un abismo de inconve-
nientes y dificultades irremediables,- y lo que más mal
se admilió y con más viveza se desechó fué el de va-
lerse de la plata de las iglesias, aborreciendo mortal-
mente el que se hablase de esto, y fiando que sin nin-
gún consuelo avían log-rado ni esperavan lograr en lo
pasado y venidero, era todo en premio del culto y ve-
neración que se ha vía tenido á las iglesias y casas san-
tas; que no se tratase de eso, y tocándolos demás pun-
tos, juzgavan que el Nuncio no vendría bien á la pe-
tición; que, caso que viniese, que el colectar esa renta
y las demás que se consignavan, sería materia muí
costosa y larga, y mucho más el de haver de hacer
las levas en la Francia, en que antes de llegar aquí la
gente estarían consumidos los 75.000 doblones, y que
una vez asentada la obra para continuarla y aun au-
mentarla se havían de menester muchos más medios.
480
y que, por iiltimo, ya no estaba la plaza para medios y
socorros de tanta dilación porque padecía sobrado, y
que así se callase en ese punto y se remitiese todo á la
Divina Providencia, después de ha ver discurrido unos
y otros en Consejo de Ciento latísimamente sobre és-
tos y otros puntos. Por último, concluió el Consejo en
tres puntos: el primero, que se recurriese á Dios y
María Purísima de la Concepción, á cuio cargo se vi-
vía, y que para obligarles fuesen el día 24 de Junio
los Gonselleres y Consejo de Ciento en forma á la ca-
pilla de la Virgen, y que allí se cantase una Misa so-
lemne, y que en ella comulgasen todos para que sus
ruegos fuesen más admitidos de la Divina Misericor-
dia y nos consolara. T^o segundo, que se repitieran
por cartas las instancias al Rey, y las noticias de los
aprietos en que estaba la plaza. Ambos se executaron
luego. El tercero era se pusiese toda hechura y dili-
gencia en entrar trigo en la plaza, pues consistía en
eso la única conserbación, y era lo que más dificultad
causaba, por lo que estrecha va el enemigo por mar y
por tierra, pues sin evidentes peligros de la vida no
era posible entrarlo.
Fin de la primera parte del tomo segundo.
FIN DEL TOMO XXIV
Y QUINTO DE ESTA CRÓNICA.
índice.
Pá|;¡naB-
CAPÍTULO H 2.— Entra ea Rosellón el Mariscal de Versó con
privilegio de Virrey.— Jura como tal eu la Junquera y queda
cu RoscllÓQ coa el excrcito 1
CAPÍTULO 113.— Socorren los castellanos á Perpiñán desde Ar-
geles.— Lances y sucesos de este socorro 3
APÍTÜLO 114.— Toma la armada de Francia una galera geno-
novesa á España con el General Juanetiu Doria 6
CAPÍTULO 115.— Úñense los excrcitos españoles de Aragón y
campo de Tarragona sin encuentro alguno 8
CAPITULO 116. — Entra el Mariscal de Versé, primer Virrey por
Francia. — Hácenle fiestas 9
CAPÍTULO 117.— Llega á Narbona el Rey de Francia.— Entran
tropas en el Rosellón.— Aprictause aquellas plazas 11
CAPÍTULO 118 — Intentan los españoles socorrer por tierra los
presidios del Rosellón.— Pierden toda la gente hasta el gene-
ral, y sucesos con extensión de esta empresa 13
CAPÍTULO 119.— Rendimiento y capitulición de la plaza de
Copllibre 30
CAPÍTULO 1?0. — Pone sitio el Rey de Francia á Perpiñán en per-
sona, y otros sucesos de guerra 31
CAPÍTULO 121.— Entra u los castellanos eu el lugar de Vendrell
y cxecutan extorsiones en él 33
CAPÍTULO 122.— Arriva segunda armada francesa, pasa á Po-
niente y sucesos de ella 34
CAPÍTULO 123 —Pasa el de la Mota con las tropas á Aragón.—
Saquean la villa de Tamarite 35
CAPÍTULO 124.— Sitio, rendimiento, capitulación del castillo y
villa de Monzón y otros progresos de las armas eu Aragón.. . 36
CAPÍTULO 125.— Batalla naval entre las armadas francesa y es-
pañola á vista de Barcelona 43
CAPÍTULO 126.— Ocupan los españoles los collados de Lilla y
Cabra y saquean parte del país 80
CAPÍTULO 127.— Pactos y rendimiento de la plaza de Perpiñán,
con noticia de lo sucedido 51
Tomo xxiv 31
482
Páginas.
CAPITULO 128.— Fiestas y públicos aplausos coa que B;irceloaa
celebra el readimieato de Perpiñáa 56
CAPITULO 129.— Parte la armada de Francif de la playa de Bar-
celona y llega la de Esparia y da fondo 58
CAPITULO 130.— Rendimiento y capitulación del castillo de
Salsas 59
CAPÍTULO 131.— Relación extensa de lo que sucedió en el sitio
de Perpiñán, y uoa adición de particularidades omitidas en
los capítulos pasados 61
CAPÍTULO 132.— Marchas de los exércitos francés y español, y
combate á vista de Lérida 75
CAPÍTULO 133.— Jura el Mariscal de la Mota en Virrey de Ca-
taluña 84
CAPÍTULO 134.— Muerte y exequias del Cardenal Rochell 85
CAPÍTULO 133. —Llámase á Cortes el Principado para jurar
sacrameütos y omenajo al Xpmo 86
CAPÍTULO 1 30. —Surtida de los españoles por la rivera del Ebro,
y pillaxe 88
CAPÍTULO 137.— Sitian los españoles á Miravete y socórrenlo
franceses 88
CAPÍTULO 138. — Sucesos de la valle de Aran en su perdida y
recuperación 92
CAPÍTULO 139.— Sitio y rendimieato de Almenar por los fran-
ceses y 4
CAl^ÍTULO 1 40 —Destierros y castigos de algunos por orden del
Virrey Mariscal de la Mota 95
CAPÍTULO 141,— Pasa el exórcito francés á Aragón por Flix.. . 100
CAPÍTULO 142.— Muerte y exequias de Luis 13, Rey de Francid,
que hace Barcelona 101
CAPÍTULO 143.— Honrras que hace la Diputación por el Rey di-
funto 104
CAPÍTULO 144. — Disposición testamentaria del Rey Xpmo. so-
bre el govierno de su Corona en la menor edad del Principe. 104
CAPÍTULO 145.— Ectierro y transportación del cuerpo del Rey
desde San Germán á San Dionís 115
CAPÍTULO 146. — Parte á Lérida el Mariscal, entra por Aragón y
progresos de las armas ea Rivagorza 121
CAPÍTULO 147.— Llega á Barcelona la armada de mar francesa,
y lo que obra contra la enemiga 1 25
CAPÍTULO 148. — Algunos destierros de aficionados á España
roban la reserva de la Trinidad y lo que sobre esto se obra. . 433
CAPÍTULO 149.— Parte á París por la provincia el Rejente Fon-
tanella para el Congreso de Munster 13fi
483
CAPÍTULO 150.— Avío de los Inquisidores por España y pose-
sión de los nombrados por Francia -1 37
CAPÍTULO 151. — Silla el Mariscal á Lérida para oponerse al Cas-
tellano; sitia á Monzón y lo que sucede 138
CAPÍTULO 1 52. —Rinden los españoles á Monzón, —Pactos de los
franceses y lo que costó 141
CAPÍTULO 153.— Surtida de la guarnición de Rosas contra el lu-
gar y castillo de Cadaqués 143
CAPÍTULO 154. — Lo que se padeció en Barcelona el año de 1644
por falta de pan 1 44
CAPÍTULO 155, — Auto general que celebraron los Inquisidores
electos y puestos por Francia 1 47
CAPÍTULO 156.— Entra Mosiur de Marca para Teniente de Virrey
en ausencia de la Mota 149
CAPÍTULO 157. -Entran tropas de Francia; derrotan los caste-
llanos al Mariscal la Mota 150
CAPÍTULO 158.— Sitian los castellanos á Lérida y fortifícause en
las trincheras 153
CAPITULO 159. — Rinden los castellanos á Lérida y lo que suce-
de durante el sitio 155
'CAPÍLULO 160.— Pone sitio á Tarragona el Mariscal y lo que
se travaja en él 158
CAPÍTULO 161. — Levántase el sitio de Tarragona: dicese la
causa 162
CAPÍTULO 162. — Enibían síndico á París los Consistorios: es
Francisco Sala 163
CAPÍTULO 163.— Muerte y exequias de Urbano 8.°, y elección de
Inocencio décimo. . , 165
CAPITULO 164.— Ganan á Balaguer, Agramut y Ager los caste-
llanos '1*^6
CAPÍTULO 165.— Llaman á París al Mariscal la Mota y lo que se
murmuró del '1 68
CAPÍTULO 166.— (nlentan los castellanos ocupar á Tremp y no
lo consiguen 169
CAI>ÍTULO 167. — Procuran los franceses recuperar á Ager: no lo
logran. La guarnición de Rosas hace surtida 170
CAPÍTULO 168. — Entrada y juramento de Virrey del Conde de
Ancourt y entrada que le hace Barcelona 171
CAPÍTULO 169. — Sale el de Ancourt á Cervera para disponer
su exércilo y campaña 1 76
CAPITULO 170.— Recupera á Agramut el de Ancourt 176
CAPÍTULO 171.— Sitio y rendimiento del castillo y plaza de
Rosas 1 '' ~
484
PáfiTÍn&s.
CAPÍTULO 172.— Fiestas que hace Barcelona por el rendimieato
de Rosas Í8I
CAPÍTULO 173.— Ocupan franceses el puente y villa de Gama-
rasa 48i
CAPÍTULO -174.— Progresos del exército francés en los tránsitos
de los rios Segre y Noguera, con relación de todo lo sucedido. <84
CAPÍTULO 175.— Batalla del llano de Llorent que dio el de Ar-
court al Castellano y relación extensa de ella 192
CAPÍTULO 17(3.— Sitio y rendimiento de B.ilaguer y fortificación
de Termeos, con lo demás que se executó esa campaña 205
LIBRO SEGUNDO.
KN QUE SE CONTINÚAN LOS SUCESOS DE CATALUÑA PROSIGUIENDO SU HIS-
TORIA, Y CON PARTIGÜLARÍDAD LO QUE UA PASADO EN BARCELONA DESDK
15 DE AGOSTO DE 1645, EN DONDE AGAVA EL LIBRO PRIMERO.
Advertencia al curioso legtoh 213
CAPÍTULO PRIMERO.— Llega á Barcelona la armada castellana;
sospócliiise traición y no se logra; vase la armada 214
CAPÍTULO 2.°— Toman á Flix los castellanos y recupéranlo lue-
go los franceses ' 217
CAPÍTULO 3.°— Viene S. A. á Barcelona, ganado Balaguer, y sor-
tean Conselleres 220
CAPÍTULO 4.°— Arrivo de la Condesa de Ancourt, Virreina.—
Recivimiento, entrada y fiestas que le hizo Barcelona 221
CAPÍTULO 5.°— Descúbrense los actores de la traición que hu-
vo en Barcelona, sentenciase algunos y destiérranse á otros.. 229
CAPÍTULO 6.°— Embía á París Embajador para el trato de pa-
zes.— Toman los castellanos el fortín de Termens. — Bendícese
la tierra. — Dostiérrase al Obispo de Vique y queda Cataluña
sin Obispo 238
CAPÍTULO 7.°— Sale á campaña S. A. para el sitio de Lérida. —
Muere el Conde Xabot de un mosquetazo. — Onrras y entierro
que le hace Barcelona en San Francisco.— Llegan á Barcelo-
na los dos hijos de S. A, el señor Conde 240
CAPÍTULO 8.°— Continúase el sitio de Lérida; toma de la villa de
Alguaire: embestida de Totavila á Momblanc; los sucesos de
una y otras operaciones 246
CAPÍTULO 9."— Bueibe de París Dardena, hace su embajada y
lo que de ella resulta 251
485
Págrioas.
CAPÍTULO 40. — Copia de Reales cartas á los consistorios de Üi-
putacióü y Ciudad; resoluciofles de éstos y embajada á París;
toma de la ciudad de Coutray; levas de geate 254
CAPÍTULO -1 1.— Rogativas por agua. — Desgracias que causaa los
rayos.— Llega uaa galera de la Señoría de Gerona y pide bas-
timento.— .Junta España el exército para socorrer á Lérida. —
Crueldades que hace el Gobernador Britos en la plaza 260
CAPÍTULO 12.— Suceso de Ginestar; dispone la provincia nue-
vos socorros de gente para el sitio de Lérida; muerte del
Príncipe D. Balthasar; salva por el suceso de Dunquerque.... 265
CAPÍTULO 13.— Socorren á Lérida los Castellanos; levántase el
sitio; retírase vencido el exército; pertrecha S. A, las plazas;
entra en Bar; sortean Conselleres para el año 1 647 269
CAPÍTULO 14,— Madama Margarita de Lorena pare un hijo sien-
do Virrey na; sácale de pila la ciudad.— Fiestas que se hacen
por el nacimiento, y partida de Sus Altezas á París 273
CAPÍTULO lo.— Entra y jura por Virrey el Príncipe de Conde.
—Llegan tropas para el exército.— Ostenta el Principe su gran-
deza.—Sale á campaña.— Ataca á Lérida y se retira sin to-
marla 284
CAPÍTULO 16.— Fortifícase á Constantí y Salou.— Entra en Bar-
celona el Principe y buelbe á salir luego.— Ocupa el castillo y
lugar de Ager, y los castellanos embisten á Constantí 288
CAPÍTULO 17.— Refiérese lo sucedido en la entrada del de Ay-
tona en Cataluña con exército; su retirada á Lérida; el segun-
do sitio ó embestida á Constantí y la retirada, y vuelta de
S. A. á Barcelona 290
CAPÍTULO 18.— Auto general celebrado por la Santa Inquisición
en el Born 296
CAPÍTULO 19.— Parte á París el Conde.- Sortean Conselleres
para el año 1648.- Entra por Virrey y jura el Cardenal Mace-
rino y dice de pontifical 297
CAPÍTULO 20.— Jubileo plenísimo por causa de las guerras que
concede el Pontífice.— Cuéntase el esfuerzo de un cavallo y.
rotura de la barra de Loxe ú los encantes, y lo sucedido con
dos galeras genovesas que pasavan al Condestable de Cas-
tilla 300
CAPÍTULO 21.— Vaseel Cardenal Macerino y por qué.— Entra
en su lugar el Duque de Lovis, Mariscal Xanbert,— Sale á cam-
paña y toma á Tortosa 303
CAPÍTULO 22.— Fiestas por el suceso de Tortosa.— Encuentro
de Cang y Conselleres.— Sacan á Santa Madrona á esa sazón.
—Segundas fiestas por otra Vitoria 309
486
Páginas-
CAPÍTULO 23.— Vase á París el Duque; recOQOce primero las
plazas; sortean conselleres; ajustes de éstos coa los canóni-
gos.—Discordias en Paris y los efectos de ellas 312
CAPÍTULO 24.— Procesión de seis cuerpos santos.— Arribo de
cuatro galeras de España; lo que pasa con ellas. — Llega el Ge-
neral de Capuchinos; ajustase paces con el Emperador, y las
diferencias entre el Rey y los de París .• 316
CAPÍTULO 25.— Tránsito de la Reyoa de España por delante de
Barcelona; lo que sucede con ella; expulsión de afectos á Es-
paña en Barcelona 32 i
CAPÍTULO 26.— Entra el exórcito castellano por el llano de Ur-
gel con apariencias de llegar sobre Barcelona; prevenciones
de ésta y socorros que le llegan de las Unibersidades 325
CAPÍTULO 27.— Prosigúese en las operaciones del castellano.—
Su retirada; operaciones de Marcin y instrucciones que tenía
Garay 333
CAPÍTULO 28. — Correos que se despachan á París. — Extracción
de Conselleres. — Embíanse Embajadores á París.— Llaman
justicia los lugares, y los efectos de todo esto 341
CAPÍTULO 29.— Prisiones de Marcin en Barcelona y del Prínci-
pe de Conde y otros en París.- Inlerpresa de Tarragona, y
empieza el año de 1650 344
CAPÍTULO 30.— Entrada del Duque de Mercurio, Príncipe de
Bandoma, por Virrey en Cataluña 348
CAPÍTULO 31.— Empiezan los recelos de la peste por Tortosa;
diligencias para la averiguación. — Estiéndese á Tarragona;
prevenciones y rogativas por oso y por agua 350
CAPÍTULO 31 (1).— Sale Bandoma á reconocer las plazas. —Sitia á
Castellón.— Socórrenlo los castellanos.— Vuelve BandAna para
la peste al Anpurdán.— Condenación y libramiento del Oydor
Negrell "... 353
CAPÍTULO 32.— Levántanse los de Falsete contra los franceses;
acude el Virrey y saca á los castellanos.— Rogativas por los
travajos presentes.— Sitio y rendimiento de Flix y tránsito de
la Armada de mar y sus operaciones 35Í)
CAPÍTULO 33. — Prosiguen las rogativas por agua.— Dase cuen-
ta de la rebelión de Bordeus y su ajuste.— Del sitio y rendi-
miento al castellano de la ciudad de Tortosa y lo sucedido en
ambas cosas 367
CAPÍTULO 34. — Extracción de Conselleres.— Despedida de Ban-
doma y partida á París. — Embajada de Pinos al Xpmo.— Em-
(1) Repetido el número de este capítulo en el original.
487
Páginas,
piózase á descubrir la peste ea Barcelona.— Preveociones que
se hacea y levas para la guaraicióo de Barcelona 375
CAPITULO 35.— Justicia que se hace de ladrones y asesioos en
diferentes puestos públicos.— Sacan á Santa Madrona por agua.
— Prosigue la peste y pónese hospital en forma para curar y
asistir á los enfermos 38 <
CAPÍTULO 36. — Vota la Ciudad por patrón á San Francisco de
Paula, y como rogativas diferentes por la salud y el modo de
administrar los sacramentos en esa ocasión , . . 38G
CAPÍTULO 37.— Sálense de Barcelona por la peste los Diputados
y la Audiencia, y pónanse palos.— Buelbe Marcin para gover-
uar l;is armas — Huyen todos los presos de las cárceles reales. 3m
CAPÍTULO 38. — Refiérense sucesos de la continuación de la pes-
te, los extragos de ellas, gastos y travajos, desconsuelos, lás-
timas, extrañezas, injusticias ó iniquidades que .se experimen-
taron por causa de ella, y castigos que se hicieron 396
CAPÍTULO 39. — Toma la armada española el vagel del patrón
Ferret en Mataró.— Cesa la peste.— Llama la Ciudad sus ve-
cinos ausentes.— Da gracias á Dios por la mejora.— Viene ú si-
tiar á Barcelona el Castellano 4 H
CAPÍTULO 40.— Prevenciones de la Ciudad con los lugares y
gente del contorno.— Aquartélase el Castellano y sus operacio-
nes con el país. — Ynstaneia de los sitiados, correos y embaja-
dores á París. — Tope de Marcin con Margarite, Governador.—
Salida de Marcin y juramento del Rey en París iil
CAPÍTULO 41. — Erígese segundo Consistorio de Diputación. —
Prosiguen las operaciones del Castellano.— Fuerte que fabri-
can los nuestros en Moajuique. — B.itería que pone el Caste-
llano en Santfl Madrona y lo que obra.— Entra D. luán de Aus-
tria en el exórcito castellano. — Segundo fuerte de los nuestros
para paso á Moujuique 426
CAPÍTULO 42.— [nterpresa para tomar Mataró.— Entra en Bar-
celona Dardenaconla cavallería.— Disgústase con el Governa-
dor.—Lances que pasaron sobre eso y órdenes reales. — Junta
que se forma para los negocios de la guerra 43 2
CAPÍTULO 43.— Intentan los castellanos tomar á Moojuiqoe y
no lo logran. — Rompen las baterías la cruz de la Puerta de
Mar. — Extracción de Consellercs.— Dase precio á la moneda
para evitar la confusión que havía 4il
CAPÍTULO 44.— Entrada de la Mota en Cataluña. — Embajada
que se le hace y su respuesta.— Carta que escrive,— Toma de
una faluca de España.— Sentencia de los marineros y princi-
pio de los sucesos del año de 4 652 444
488
Páginas.
CAPÍTULO 45.— Entran provisiones en Barcelona.— Hace frente
de banderas al Castellano.— Intenta el socorro. — No lo logra.
— Entran más provisiones, y garrote de un Alférez de la Ciu-
dad por traydor 449
CAPÍTULO 46 —Muda la plaza de armas el de la Mota.— Arbitrios
de la Ciudad en lo de las monedas.— Arma quatro barcos lon-
gos para el carreo de trigo. — Sucesos de la peste y gracias por
la mexora 434
CAPÍTULO 47.— Entra en Barcelona con gente la Mota— Jura por
Virrey. — En una surtida lo yeren.—Conuócase gente en el lla-
no de Vich aclamando viva España 462
CAPÍTULO 48.— Embestida del fuerte de San Ferriol y las vidas
que costó.— Procesión de Corpus.— Armas que dio esa noche
el enemigo y su intento. — Vuelve Pinos de París. — Efectos de
su embajada y otros sucesos 469
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Academia do la Historia,
3
Madrid.
Aló
Memorial histórico
t.24
español
t. 24
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