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Full text of "Memorial histórico espãnol"

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COLECCIÓN 


DE  DOCUMENTOS,  OPÚSCULOS  í  ANTiGÜEDADES 


QUE    PUBLICA 


LA  REAL  ACADEMIA  DEíLA  HISTORIA 


TOMO     XXIV 


MADRID 

IMPRENTA  Y  FUNDICIÓN  DE  MANUEL   TELLO 

IHPBESOB  DE  CÁMARA  DE  8.  U. 
Don  Evaristo,  8 

1893 


L 


LIBRARY 

721489 

UK'.VERSITY  OF  TORONTO 


lE  LOS  MUCHOS  SUCESOS  .DIGNOS  DE  MEMORIA 


QVJt  HAN   OCUREIDO  BN 


BiECELOM  í  OÍEOS  LÜGiEES  DI  ClfiLüM 

CRÓNICA    ESCRITA    POR 

ENTRE  LOS   AÑOS  DE  1626  A  1660 


TOlS/LO    "y 

Coeprende  desde  NoTieibre  de  1641  hasta  Jonio  de  1652. 


NOTA  PRELIMINAR. 


Con  la  inesperada  muerte  de  D.  Celestino  Pujol  y 
Gamps,  perdió  la  Real  Academia  de  la  Historia  uno  de 
sus  más  laboriosos  individuos,  y  el  Memorial  Históri- 
co un  inteligente  y  constante  colaborador.  Desde  1888 
venía  publicando,  comentando  é  ilustrando  un  curio- 
so manuscrito  que  posee  nuestro  compañero  D.  Pas- 
cual Gayangos,  conocido  por  la  Crónica  del  Espade- 
ro, y  que  ha  resultado  ser  la  Crónica  de  los  muchos 
sucesos  dignos  de  memoria  que  ocurrieron  en  Barce- 
lona y  otros  lugares  de  Cataluña,  escrita  por  Miguel 
Parets  desde  el  año  1626  á  1660,  y  en  la  que  prefe- 
rentemente se  ocupa  de  la  revolución  y  guerra  de  Ca- 
taluña, que  acaso  fuese  uno  de  los  más  grave»  suce- 
sos que  amargaron  el  reinado  de  Felipe  IV. 

Era  el  Académico  Pujol  avaro  y  codicioso  en  la  in- 
vestigación, entusiasta  por  las  glorias  de  su  país;  pero 
estas  condiciones  ni  amenguaban  ni  desvanecían  su 
amor  á  la  verdad  histórica,  tan  olvidada  como  obscu- 
recida por  los  antiguos  cronistas  é  historiadores,  y 
mucho  más  si  éstos  eran  regnícolas  y  relataban  su- 
cesos de  su  país.  Comenzó  el  tomo  I  señalando  y  des- 
cubriendo el  verdadero  autor  de  la  Crónica,  y  ofre- 
ciendo á  la  crítica  una  preciosa  serie  de  documentos 


VI 


inexplorados  que  iban  á  esclarecer  puntos  dudosos  y 
á  derramar  clarísima  luz  acerca  de  acontecimientos 
importantísimos  de  la  historia  nacional. 

Objeto  de  diversos  y  aun  contradictorios  juicios  ha- 
bía sido  el  origen  y  naturaleza  de  aquellos  movimien- 
tos, separación  y  guerra  de  Cataluña,  que  desde  Meló 
á  Balaguer  han  preocupado  á  tantos  ingenios;  pero 
hasta  que  Pujol  .lo  dijo  y  probó  en  el  tomo  II  de  su 
importante  trabajo,  no  se  ha  conocido  la  poco  sabida 
trama  que  fué  el  fomento  de  la  revolución.  Guando 
el  7  de  Junio  de  1640  los  segadores  armados  penetra- 
ron en  la  capital  del  Principado,  y  á  sus  manos  mo- 
rían asesinados  los  representantes  del  Poder  Real,  ya 
los  Diputados  de  Cataluña  habían  iniciado  las  secre- 
tas inteligencias  con  la  Francia,  que  terminaron  con 
el  tratado  suscripto  por  ambas  partes  el  15  de  Agosto 
del  referido  año.  Acerca  de  este  punto,  la  prueba  es 
acabada  y  concluyente,  y  á  evidenciarla  se  aportó  la 
nutrida  documentación  de  los  tomos  II,  III  y  IV. 

Después,  y  hasta  el  año  1660,  continuó  la  guerra 
con  su  forzoso  séquito  de  horrores  y  desventuras,  y 
en  22  de  Mayo  de  1659  convinieron  España  y  Francia 
en  una  suspensión  de  armas  para  escuchar  la  conso- 
ladora idea  de  la  paz.  Con  efecto,  en  la  isla  de  los  Fai- 
sanes se  concertó  el  tratado  llamado  de  los  Pirineos, 
consignándose  que  éstos  formarían  en  adelante  la  va- 
lla que  separase  á  la  España  de  la  Francia.  Si  hubiera 
de  documentarse  según  comenzó  la  serie  de  aconteci- 
mientos y  vicisitudes  de  una  guerra  que  duró  veinte 


VII 


años,  el  trabajo  no  revestiría  la  importancia  que,  por 
circunstancias  excepcionales,  adquirieron  los  cuatro 
primeros  tomos  de  la  Crónica  de.  Parets,  prueba  de  la 
laboriosa  actividad  del  malogrado  Pujol,  y  el  Memo- 
rial Histórico  perdería  el  carácter  y  principal  fin  de 
su  creación. 

La  Real  Academia  de  la  Historia  confió  al  que  sus- 
cribe esta  Nota  la  continuación  de  la  Crónica  de  Pa- 
réis; pero  no  habiendo  encontrado  entre  los  papeles 
reunidos,  y  que  entregó  la  familia  del  finado,  apunte 
alguno  que  revelara  el  plan  que  el  Sr.  Pujol  se  pro- 
ponía seguir,  acudió  á  la  Corporación  que  le  había 
honrado  con  tan  delicado  encargo,  indicando  varios 
sistemas  para  continuar  la  publicación,  y  en  sesión  de 
6  de  Abril  de  1892  se  acordó  dedicar  á  la  Crónica  pre- 
ferente atención,  y  por  notas  y  extractos,  y  literal- 
mente en  lo  importante,  dar  á  conocer  la  documen- 
tación reunida  y  ofrecida  por  el  mismo  Sr.  Pujol  al 
finalizar  su  Nota  preliminar  al  tomo  IV. 

Cumpliendo  este  acuerdo,  el  tomo  XXIV  del  Meivio- 
RIA.L  Histórico,  V  de  la  Crónica  de  Parets,  comprende 
el  texto  de  ésta  desde  el  capítulo  i  12  del  tomo  I,  hasta 
el  fin  de  la  primera  parte  del  tomo  II;  y  el  tomo  XXV 
del  Memorial,  VI  de  la  Crónica,  comprenderá  el  resto 
de  la  misma,  publicando  por  Apéndices,  al  final  de  di- 
cho tomo,  lo  más  interesante  de  la  documentación 

reunida  y  coleccionada. 

Manuel  Dan  vil  a. 

Madrid  28  de  Febrero  de  1893. 


CRÓNICA  CATALANA 


MIGUEL     PARETS 


CAPÍTULO  112. 

ENTRA  EN  EOSELLON  EL  MAEISCAL  DE  VERSE  CON  PRIVILEGIO  DE 
VIRREY—JURA  COMO  TAL  EN  LA  JUNQUERA  Y  QUEDA  EN  EOSE- 
LLON CON  EL  EXÉRCITO. 

Reconociendo  el  Rey  de  Francia  los  cordiales  afec- 
tos de  este  Principado  de  que  informó  Mosiur  de  Ar- 
genten, y  concordados  los  pactos  y  capitulaciones  de 
conservar  los  privilegios  antiguos,  condescendió  á  las 
súplicas  de  embiar  Virrey  que  administrase  justicia, 
de  que  se  necesitava  mucho  en  aquella  ocasión,  y  asi 
nombró  al  Mariscal  de  Verse,  mui  válido,  hombre  jus- 
ticiero, gran  soldado  y  mui  afable  y  humilde. 

Llegó  al  Rosellón  con  mucha  gente  y  resolución  de 
pasar  luego  á  Barcelona  á  jurar  primero  como  Procu- 
rador del  Rey  todas  las  Constituciones  de  Cataluña,  y 
después  como  á  Virrey  y  Presidente;  pero  apenas  en- 
tró en  Rosellón  quando  supo  que  la  Armada  de  mar 
española  desembarcava  en  Colblliure  el  socorro  para 
Perpiñán  y  demás  plazas,  y  así  resolbió  quedarse  allá 
hasta  ver  en  qué  pararían  los  subcesos:  había  en  aquel 
Condado  mucha  Cavallería  ó  Infantería  francesa  y  ca- 
talana governada  por  el  Príncipe  de  Conde,  y  Lugar- 
teniente suyo  Marqués  de  Asperjen.  Juntóse  la  gente 

Tomo  xxiv  \ 


2 

que  entrava  francesa,  que  ya  estava  para  guarnecer 
los  puertos  ó  impedir  los  socorros  que  intentaron  los 
castellanos  varias  veces. 

Estávase  Verse  en  Argeles;  y  viendo  por  una  parte 
que  la  función  de  los  socorros  se  diferia,  y  que  por  otra 
las  materias  políticas  y  de  justicia  pedían  remedio,  se 
concordó  con  Consistorios  para  acudir  á  todo,  que  en 
el  lugar  de  la  Junquera,  dos  horas  distante  donde  él 
se  hallava,  fuesen  á  tomarle  el  juramento.  Ajustóse 
así  para  el  día  30  de  Diciembre  de  1642,  y  saviendo 
ya  que  los  puestos  havían  llegado  á  la  Junquera,  un 
día  al  amanecer  hizo  tocar  arma  en  el  exórcito,  y  aun- 
que los  Gavos  principales  savían  el  motivo,  hizo  estar 
á  las  milicias  con  las  armas  en  la  mano  todo  el  tiem- 
po que  hubo  menester  para  hir  en  posta  á  la  Junque- 
ra, prestar  el  juramento  y  bolberse  al  Campo.  Execu- 
tólo  así,  y  después  de  jurado  se  bolbió,  dando  órdenes 
para  diferentes  castigos  que  se  empezaron  á  executar. 

Buelto  al  Rosellón  el  S.°'^'  Virrey,  resolvió  pasar  á 
Elna  para  acercarse  más  á  Perpiñán,  dejando  en  Ar- 
geles guarnición  francesa  y  catalana  y  guarnecidos 
los  puertos  lo  mejor  que  pudo.  Y  haviendo  tenido  in- 
teligencias que  el  Castellano  intentava  primera  vez  el 
socorro  de  Perpiñán  desde  Oblliure  para  fiestas  de  Na- 
vidad, despachó  orden  á  Barcelona  para  que  se  hicie- 
ran especiales  rogativas  á  Dios  Nro.  Señor,  y  para  el 
feliz  suceso  executóse  promptamente  por  todas  las 
iglesias,  teniendo  patente  el  Santísimo  y  haciendo  va- 
rias procesiones.  El  que  havía  emprendido  el  socorro 
con  quinientos  caballos  y  mil  infantes  era  el  Marqués 
de  Torrecusa:  embistió  á  Argeles;  y  aunque  estava 
bien  guarnecido,  no  pudiendo  resistir  la  pujanza  cas- 
tellana, se  huvieron  de  rendir  á  vida  salva,  y  encon- 
trando algunos  catalanes  en  el  fortín,  mataron  unos 


3 

y  hecharon  oíros  en  galeras,  y  el  Castellano  puso  allí 
guarnición.  Intentó  pasar  Torrecusa  delante;  pero  el 
Virrey  cerró  tan  bien  los  pasos,  que  no  pudo  lograrlo, 
y  llegando  á  las  manos  huvo  un  fiero  choque,  en  que 
perdió  mucha  gente  de  una  y  otra  parte,  y  particular- 
mente de  la  nuestra,  á  ocasión  de  ser  los  soldados  cas- 
tellanos gente  veterana  de  calidad,  que  viendo  el 
3  or  Virrey  la  pérdida,  huvo  de  llegar  en  persona  á 
pelear.  Y  asi  los  castellanos  huvieron  de  retirarse  á 
Argeles  con  todas  las  provisiones  y  esperar  ocasión 
más  favorable. 

CAPÍTULO  113. 

SOCOEEBN  LOS  CASTELLANOS  Á  PERPIÑÁN  DESDE  AEGELÉS— 
LANCES  Y  SUCESOS  DE  ESTE  SOCORRO. 

Lunes  27  de  Enero  de  1642,  al  romper  el  día,  los  va- 
tidores  de  la  Marina  dieron  aviso  al  8.°"^  Virrey  cómo 
los  castellanos  marchavan  desde  Argeles  con  todo  el 
grueso  hacia  Perpiñán,  que  serían  hasta  seis  mil  in- 
fantes y  seiscientos  cavallos,  pero  toda  gente  vetera- 
na y  los  más  reformados;  que  la  cavallería  llevava 
sacos  en  las  ancas  de  los  cavallos  y  la  infantería  tam- 
bién á  las  espaldas,  que  era  el  socorro  para  Perpiñán. 
Recivido  el  aviso,  mandó  S.  Ex.^  juntar  la  gente  que 
estava  por  los  quar teles,  que  serían  cinco  mil  infan- 
tes y  mil  cavallos  entre  la  gente  del  país  y  franceses. 
Oyó  Misa  S.  Ex.-*^,  aunque  los  repetidos  abisos  de  la 
marcha  del  enemigo  no  dio  lugar  á  que  acavara  de 
oyrla  del  todo.  Montó  á  cavallo  y  enderezó  sus  pasos 
á  la  Marina  para  reconocer  la  postura  y  designios  da 
los  españoles;  y  viendo  que  eran  de  marchar  por  la 
Marina  al  abrigo  de  ocho  galeras  y  otras  tantas  bar- 
cas que  navega  van  al  compás  que  las  tropas  camina- 


4 

van  por  tierra,  se  volvió  á  Cornelia,  media  legua  dis- 
tante de  Elna,  en  donde  las  Milicias  que  no  le  havían 
podido  seguir  le  aguardavan;  y  juzgando  que  el  ene- 
migo pasaria  entre  el  estaño  de  Ganet  y  el  Mar,  ya 
fuese  para  tomar  el  socorro  que  las  galeras  trahían  y 
de  allí  pasarlo  á  Perpiñán,  que  sólo  dista  dos  leguas, 
ó  ya  para  suprender  Ganet  con  el  amparo  de  las  ga- 
leras y  desde  allí  por  la  vecindad  lograr  mejor  la  en- 
trada á  Perpiñán,  procuró  estor varíes  el  intento  ade- 
lantándose á  una  eminencia  que  está  en  los  llanos  del 
estaño  y  Marina  hacia  Perpiñán:  poco  después  llegó 
el  enemigo  á  esta  otra  parte  del  estaño  ó  punta  donde 
empieza,  y  viendo  nuestras  tropas  tan  adelantadas  y 
en  la  eminencia,  hizo  alto  y  muestras  de  retirarse  y 
torcer  el  camino  por  entre  Elna  y  Sulellas.  Gonocía- 
sele  el  designio  y  salióle  S.  Ex.*  al  encuentro,  y  alió 
á  los  españoles  arrojados  en  el  bosque  que  hay  entre 
Elna  y  el  Mar,  y  disponiendo  sus  tropas  para  la  ba- 
talla esperó  á  los  españoles,  pero  no  se  movieron, 
sino  que  cogiéndoles  la  noche  en  esta  postura,  hicie- 
ron muchos  fuego,  y  recelándose  el  S.^'^  Virrey  que 
aquello  no  fuese  darle  con  la  entretenida  y  pasar  el 
socorro  por  la  parte  del  mar  ó  por  la  del  río  Tec,  es- 
parció muchas  centinelas  por  diversas  partes  y  juntó 
Gonsejo  de  guerra,  en  donde  se  discurrió  si  sería  me- 
jor acercarse  á  Perpiñán  y  allí  esperar  al  Castellano 
y  darle  la  batalla,  ó  hirle  siguiendo  y  cansarle  con 
picarle  siempre:  prevaleció  este  dictamen,  porque  en 
distancia  de  dos  leguas  se  travajaría  al  enemigo  mui 
á  su  salvo,  haciéndole  malograr  la  función  con  varios 
encuentros,  lo  que  no  sería  sino  uno  y  contigente, 
aguardándole  al  paso:  así  sucedió,  pues,  dando  órde- 
nes para  que  no  se  perdiese  de  vista  al  Castellano. 
Llegó  el  día,  y  hallando  al  enemigo  en  forma  de  ba- 


5 

talla,  puso  S.  Ex.*  su  gente  en  orden  para  ella,  y  á 
cosa  de  las  siete  de  la  mañana  fuese  acercando  al  ene- 
migo y  haciendo  jugar  la  artillería  que  iba  á  mano 
derecha.  Los  castellanos  también  hacían  lo  mismo  de 
la  suia,  y  estando  cerca  embistió  la  cavallería  en  dos 
alas,  una  francesa  y  otra  catalana,  y  al  mismo  tiempo 
el  cuerpo  de  exército  iba  marchando.  La  cavallería 
no  pudo  llegar  á  la  espada  por  haver  fabricado  aque- 
lla noche  el  Castellano  un  foso  tan  ondo  que  no  se 
atrevieron  los  castellanos  á  salvarlo,  y  se  davan  las 
cargas  de  una  y  otra  parte,  ocasionando  la  artillería 
no  poco  estrago,  pues  se  averiguó  havían  muerto  más 
de  ducientos  hombres  de  los  castellanos  y  ciento  y 
veinte  caballos.  Cesó  aquí  el  convate,  y  retirándose 
nuestras  tropas  á  refrescar,  advirtieron  que  el  Gaste- 
llano,  bien  esquadronada  su  gente,  iba  abanzando  su 
marcha;  bolbió  S.  Ex.*'  á  infestarlo,  ya  por  la  reta- 
guardia y  ya  por  los  lados,  de  modo  que  se  vio  la  in- 
fantería española  aligerar  el  peso  de  los  sacos  que  lle- 
vava,  dejándolos  por  las  viñas  y  derramando  el  trigo 
que  en  ellos  iva,  y  llegando  á  una  sierrezuela,  mal  su- 
frido, S.  Ex.^  embistió  con  su  batallón  á  otro  de  los 
castellanos,  y  bien  que  lo  abrió,  le  mataron  el  cavallo 
ó  se  lo  hirieron  de  muerte,  y  ad virtiéndolo  su  cava- 
llerizo  lo  tomó  de  la  rienda  diciendo: — Señor,  salga- 
mos de  aquí,  que  las  tropas  nuestras  están  algo  apar- 
tadas.— El  cavallerizo  quedó  erido  de  un  mosquetazo 
en  las  espaldas. 

El  valor  con  que  el  señor  Mariscal  Virrey  se  portó  es 
imponderable,  así  por  los  peligros  á  que  se  expuso 
como  por  los  travajos,  cosa  que  robó  los  corazones  á 
los  catalanes  ya  en  esta  primera  función:  el  enemigo, 
no  obstante  que  en  tres  varios  lances  se  vio  totalmen- 
te desecho  y  perdido,  prosiguió  su  marcha  con  resolu- 


6 

ción  casi  desesperada;  entraron  en  Perpiñán  los  que 
pudieron,  dejando  por  el  camino  más  de  mil  y  quinien- 
tos muertos  sin  los  heridos,  pasadas  de  quatrocientas 
cargas  de  trigo  y  otras  provisiones  y  algunos  mil  mos- 
quetes y  arcabuces.  D.  Lorenzo  Sinisterra  y  el  tenien- 
te Borrell  tomaron  al  Marqués  de  Mortara  mucha 
parte  de  plata  y  ropa  de  su  servicio.  Oyóse  de  un  ter- 
cio de  castellanos  que  pedia  hon  quartel  y  á  voces 
misericordia.  De  los  nuestros  perecieron  algunos  du- 
cientos  hombres  sin  los  heridos,  y  entre  ellos  quatro 
Capitanes  franceses,  y  erido  el  Capitán  Forell  de  Plaza. 
Entró  el  socorro  en  Perpiñán,  aunque  respecto  de  la 
gente  era  cosa  para  algunos  quince  días;  pero  se  mur- 
muró después  que  el  de  Conde  y  Mosiur  de  Aspernan 
habían  dejado  pasar  mucha  porción  que  no  se  savia  y 
que  podían  haver  estorvado.  S.  Ex.''  quedó  mui  gozo- 
so del  valor  de  los  catalanes  y  dio  las  gracias  á  Don 
Felipe  Sorrivas  y  otros  Cavos  con  grande  expresión 
de  su  cariño.  Vendíase  en  Elna  públicamente  y  con 
gran  gusto  y  comodidad  el  pillaje  que  se  havía  echo 
al  enemigo  en  esta  refriega. 

CAPÍTULO  114. 


TÓMALA  ARMADA  DE  FRANCIA  UNA  GALFRA  GENO  VESA  Á  ESPAÑA 
CON  EL  GENERAL  JUANETÍN  DORIA. 


Havía  unas  seis  galeras  genovesas  que  governava 
Juanetín  Doria  que  servían  de  conducir  provisiones  de 
Rosas  á  CoplUbre  y  demás  plazas  del  Rosellón,  y  ha- 
llándose en  Collibre  y  precisadas  á  venir  á  Rosas,  que- 
riéndose desbiar  de  Cadaqués,  donde  havían  dado  fon- 
do seis  galeras  francesas  y  algunos  navios,  partió  el 
día  6  de  Febrero  de  1642  al  anochecer  de  Copllibre, 


7 
entrándose  al  mar  para  no  ser  descubierto  de  france- 
sas, y  estando  alta  mar  le  embistió  una  tan  desecha 
borrasca  y  desusados  levantes,  que  en  breve  rato  di- 
bidió  las  galeras  unas  de  otras  sin  saver  qué  derrota 
tomaron:  la  Capitana,  á  fuerza  de  los  vientos  y  las 
olas,  vino  á  parar  al  amanecer  enfrente  de  Blanas;  y 
reconociendo  Jonatín  Doria  el  paraje,  publicando  que 
más  queria  perderse  en  alta  mar  que  dar  en  manos 
de  catalanes  y  franceses,  peleava  contra  el  viento  para 
entrarse  al  mar;  pero  la  borrasca  bolbía  la  proa  luego 
á  tierra,  batallando  en  esto  fatigada  la  chusma,  des- 
pavoridos los  marineros  y  rota  la  xarcia  y  remos,  de- 
seavan  todos  tomar  tierra  y  salvar  las  vidas,  sino  Do- 
ria. Mirávanse  los  de  Blanas  el  suceso;  y  conociendo 
que  la  ocasión  les  venía  á  la  mano  para  aquella  pilla, 
acoreraron  muchos  barcos,  y  armados  dieron  buelta  á 
la  galera,  desde  donde  la  gente  les  ceñava  embistie- 
ran: hiciéronlo,  y  en  breve  rato  se  apoderaron  de  la 
galera;  apresaron  á  Jonatín  Doria  y  los  Gavos,  y  ama- 
rrando la  galera  á  tierra  la  saquearon.  Dióse  luego 
aviso  á  Barcelona  que  era  7  de  Febrero,  y  D.  Francis- 
co Tamarit  y  el  Sr.  Argenton  que  tenía  la  Vicerre- 
gencia,  embiaron  unas  compañías  de  cavallos  y  un 
coche  en  que  trujeron  á  Tin  Doria  y  Gavos,  mientras 
llegavan.  Pelegro,  Berardo  y  Jacovo  de  Negro,  geno- 
veses  ricos  que  estavan  aquí,  fueron  á  ver  los  de  la 
Vicerregia  para  pedirles  diesen  una  casa  por  cárcel  á 
Jonatín  Doria,  prometiendo  grandiosas  cantidades  en 
resguardo  de  la  persona;  pero  se  les  respondió  que  la 
misma  casa  que  el  de  S.*'^  Goloma  dio  al  Diputado  se 
le  daría  á  Doria,  que  era  la  torre  de  la  cárcel:  consi- 
guiéronlo el  entapizarla  y  alajarla;  llegó  Tin  Doria,  y 
después  de  haver  cenado  con  Argenten  le  llevaron  á 
la  Torre,  y  entró  después  el  Gapitán  y  demás  Oficiales 


8 

de  la  primera  Plana  de  la  galera,  en  donde  estubo 
unos  diez  días,  hasta  que  llegó  orden  del  Xpmo.  para 
pasarlos  á  Francia,  que  fué  dentro  unos  quince  días;  la 
chusma  y  marineros  llegaron  algunos  días  después,  y 
cerráronla  á  la  Taracana  para  armar  una  nueva  ga- 
lera que  havía  y  darla  á  nuestro  Rey  Xpmo.  en  satis- 
fación  de  una  que  perdió  su  armada  viniendo  á  Cata- 
luña; a  los  más  de  los  marineros  se  les  dio  livertad 
por  haver  consentido  en  la  presa;  la  Galera  no  pudo 
servir  porque  la  tormenta  y  los  de  Blanas  la  echaron 
á  perder. 

CAPÍTULO  115. 

ÚÑENSE    LOS  EXÉRCITOS   ESPAÑOLES    DE  ARAGÓN  Y  CAMPO   DE 

TARRAGONA  SIN  ENCUENTRO  ALGUNO. 

Hallávase  el  enemigo  castellano  con  dos  mil  cava- 
llos  y  siete  mil  infantes,  toda  gente  veterana  y  de  mu- 
cho valor.  Capitaneava  este  exército  con  vices  de  Ge- 
neral, D.  Pedro  de  Aragón,  Marqués  de  Povar,  hijo 
segundo  del  Duque  de  Cardona,  y  estando  á  la  parte 
de  Fraga  marcharon  la  buelta  de  Torres  de  Segur, 
IJevando  consigo  una  puente  fabricada  de  barcas;  lle- 
gados al  lugar  derecho,  plantaron  su  puente  y  pasa- 
ron las  Milicias  á  esta  parte  de  Cataluña  y  quemaron 
luego  el  puente:  haviendo  entendido  Mosiur  de  la  Mota 
que  se  hallava  en  el  campo  de  Tarragona  el  pasaje  de 
D.  Pedro  de  Aragón,  dejando  guarnecidos  los  pasos, 
marchó  á  impedir  el  tránsito  de  esta  gente;  hizo  lo  mis- 
mo el  Marqués  del  Río,  que  se  hallava  en  Lérida;  pre- 
sentáronse delante  el  enemigo,  y  viendo  que  no  se  mo- 
vía reusaron  darle  la  batalla  por  hallarse  inferior  en 
fuerzas  y  por  creer  que  intentaría  el  tránsito  por  algún 
collado  de  los  más  usados;  pero  burlóles  la  esperanza, 


9 

y  aunque  no  le  perdieron  de  vista,  temiendo  no  per- 
diera la  cosecha  de  Urgel,  que  siendo  á  primeros  de 
Marzo  esta  va  ya  adelantada,  una  noche  mui  de  secre- 
to tomó  la  marcha  por  el  bosque  de  Poblec,  que  tiene 
dos  leguas  de  largo,  y  por  lo  fragoso  ó  inusitado  es- 
tava  bien  olbidado  de  los  nuestros,  que  quando  advir- 
tieron la  marcha  ya  el  enemigo  se  hallava  en  el  cam- 
po mezclado  con  los  tarraconenses  sin  haver  perdido 
ni  un  cavo  de  cuerda,  suceso  que  nos  dio  harto  que 
sentir. 

CAPÍTULO  116. 

ENTRA  EN  BAECELONA  EL  MAEISCAL  DE  VEESE,  PEIMER  VIRREY 
POR  FRANCIA.-HÁCENLE  FIESTAS. 

Haviendo  socorrido  los  españoles  á  Perpiñán  mu- 
cho más  de  lo  que  se  dixo  ni  pensó,  bien  que  á  costa 
de  tantas  vidas  y  tanta  sangre  de  una  y  otra  parte,  y 
que  conservando  ellos  algún  puerto  de  mar  en  aquel 
país,  era  infructuosa  la  asistencia  de  las  Milicias  é 
inútil  el  travajo  y  bloqueo  de  la  plaza,  y  así  se  resol- 
vió nuestro  Rey  Xpmo.  de  venir  en  persona  á  Nar- 
bona  y  tomar  á  Gaplliure,  como  abajo  se  dirá,  y  que 
antes  se  viniese  el  Mariscal  de  Verse  á  Barcelona:  en 
esta  conformidad  se  señaló  para  la  entrada  del  nuevo 
Virrey  el  día  23  de  Febrero  de  1642,  haviendo  prime- 
ro llegado  al  Rosellón  con  un  numeroso  exórcito  el 
Mariscal  la  Milliere,  llamado  Charles  de  la  Porta,  de 
que  adelante  hablaremos. 

Prevenido  ya  el  Palacio  para  el  S.^*"^  Virrey,  que  fué 
en  casa  el  de  Santa  Coloma  al  llano  de  San  Francisco, 
diligencia  que  corría  al  cuidado  de  Aspernan;  llega- 
da la  familia  y  cámara  de  S.  Ex.^,  vino  el  día  seña- 
lado en  que  mandó  la  ciudad  formar  un  tercio  de  las 


10 

cofradías,  que  constava  de  mil  infantes,  governado 
por  Galcerán  Dusall,  Mestre  de  campo;  D.  Gerónimo 
Miguel,  Sargento  maior,  y  cinco  cavalleros  por  Capi- 
tanes; además  otras  compañías  sueltas  que  ocupavan 
varios  puestos.  Partió  el  tercio  de  la  Plaza  de  Santa 
Ana  para  la  Cruz  de  San  Francisco,  camino  de  Per- 
piñán,  en  donde  formó  un  lucido  esquadrón  y  en  don- 
de los  Tribunales  y  Consistorios  avían  de  recivir  á 
S.  Ex.^;  y  ajustada  la  hora,  que  se  procuró  fuese  tem- 
prano, y  precedidas  las  sólitas  ceremonias  que  en 
tiempo  de  España  se  observa  van,  salieron  los  Conse- 
jos, Diputación  y  Ciudad  con  sus  trompetas  y  mazas 
y  acompañamiento  de  nobleza  y  ciudadanos,  que  es 
estilo  en  tal  función,  aunque  en  ésta  se  esmeraron  por 
ser  la  primera  y  suceder  con  tanto  aplauso. 

Llegó  el  S.^""  Virrey,  y  entre  la  Cruz  nombrada  y 
Molino  de  Garbonell  se  hicieron  las  ceremonias  y 
cumplimientos  que  se  acostumbra,  y  partiendo  para 
la  ciudad  con  la  misma  orden  que  es  estilo,  el  tercio 
hizo  salva  y  procuró  hallarse  en  la  Rambla  para  quan- 
do  pasara  S.  Ex.''  El  S.'^'"  Mariscal  era  hombre  grue- 
so, de  edad  de  sesenta  pocos  menos  años  y  entrecano; 
venía  con  algunos  camaradas,  y  su  guardia,  llamada 
de  la  Caravina,  que  serían  unos  sesenta  hombres;  la 
librea  lucida  carmesí  y  verde;  su  vestido  era  también 
colorado  y  oro;  venía  en  cuerpo  sobre  un  hermoso  ca- 
vallo  ricamente  enjaezado  y  con  gran  plumage;  entró 
en  la  ciudad,  y  sin  cubrirse  jamás,  sino  haciendo  mu- 
chas cortesías  á  un  lado  y  otro,  llegó  al  Aseo  donde 
se  le  tomó  el  juramento:  al  entrar  en  la  ciudad  la  ar- 
tillería le  hizo  salva,  y  por  todas  las  calles  que  pasó 
estaban  llenas  de  Milicias  disparando  de  continuo. 

Hecha  la  ceremonia  y  con  la  misma  orden,  partió 
de  la  iglesia,  y  por  la  plaza  y  puerta  férrica  salió  á  la 


41 

Rambla,  hallándola  con  la  misma  compostura  de  Mili- 
cia que  en  las  demás  calles;  y  añadido  el  tercio  y  mu- 
chos calderones  y  cantidad  de  hachas  que  para  suplir 
la  luz 'del  día  se  havía  prevenido,  y  en  verdad  que  era 
en  tanta  cantidad  y  en  tan  buen  orden,  que  no  se 
echa  va  menos  el  día,  por  la  Rambla  y  Taracana  llegó 
S.  Ex.^  á  su  palacio,  hallando  la  plaza  con  gran  con- 
curso de  Milicia  y  gente,  y  al  entrar  en  su  casa  la  ar- 
tillería de  la  Marina  le  hizo  segunda  salva;  y  después 
de  los  cumplimientos  y  cortesanías  de  vidas,  los  pues- 
tos se  volvieron  á  sus  casas  dejando  al  sosiego  y  des- 
canso al  nuevo  Presidente  á  quien  ^^isitaron  todos  en 
los  siguientes  días. 

CAPÍTULO  117. 

LLEGA  Á  NAEBONA  EL  REY  DE  FRANCIA.-ENTRAN  TROPAS  EN  EL 
ROSELLÓN.— APRIÉTANSE  AQUELLAS  PLAZAS. 

Antes  de  dejar  el  señor  Marqués  de  Verse  el  Rose- 
llón;  antes  de  venirse  á  Barcelona,  como  queda  referi- 
do de  su  gran  valor,  armas  é  industria,  dejó  al  ene- 
migo deteriorado  de  fuerzas,  reduciéndole  de  once  mil 
infantes  y  mil  cavallos  á  cinco  mil  infantes  y  quatro- 
cientos  cavallos  en  el  espacio  de  mes  y  medio:  esta 
gente  repartió  el  enemigo  entre  Salses,  Perpiñán  y 
Cobllibre,  dejando  aquí  la  maior  fuerza  por  ser  plaza 
marítima  y  que  importaba  para  el  desembarco  de  los 
socorros;  y  aunque  el  de  Perpiñán  le  lograron  los  ene- 
migos, respecto  del  que  havían  menester,  fué  pe- 
queño. 

Estando  en  estas  operaciones  tubo  aviso  S.  Ex.'*  que 
S.  M  .Xpma.,  que  Dios  guarde,  con  el  Cardenal  venían 
personalmente  á  Narbona,  para  dar  calor  á  las  ope- 
raciones y  acavar  de  sacudir  enteramente  el  yugo  de 


42 

los  españoles  que  llegaron  á  10  de  Marzo  de  1642  en 
Narbona,  y  anteriormente  havía  entrado  el  Mariscal 
de  la  Mallera  en  el  Rosellón  con  sus  tropas,  que  era 
un  buen  pedazo  de  exército:  visto  esto  S.  Ex.-'*,  dados 
los  órdenes  necesarios  al  condado  de  Rosellón,  reco- 
conocido  personalmente  el  terreno  de  Rosas  y  guarne- 
cidos los  collados,  embió  las  tropas  que  le  quedaron  al 
Mariscal  de  la  Mota,  que  estava  en  Momblac  con  poca 
gente. 

El  día  20  de  dicho  mes  el  Mariscal  de  la  Mulera 
puso  cerco  á  Gobllibre,  y  en  una  tarde  sola  ganó  las 
eminencias,  apresando  quinientos  españoles,  siguiendo 
los  demás  hasta  el  foso  de  Gollibre,  en  donde  plantan- 
do sus  baterías  y  abriendo  trincheras  empezó  á  caño- 
near el  fuerte  de  S.''  Juan  con  horrible  furia;  y  vien- 
do que  no  logra  va  su  intento,  dando  un  asalto  gene- 
ral se  apoderó  de  la  plaza,  degollando  y  aprisionando 
la  guarnición,  que  se  componía  de  tres  mil  infantes 
y  quatrocientos  cavallos,  governada  por  el  Marqués 
de  Mortara;  tomado  el  fuerte  fué  fácil  ganar  la  villa; 
engañóle  al  Marqués  de  Mortara  su  valor,  pues  havía 
escrito  á  Madrid  que  defendería  las  eminencias  un 
mes,  y  en  pocos  días  le  ganaron  eminencias  y  plaza, 
y  con  esto  se  aseguró  el  ganar  en  breve  el  resto  del 
Rosellón.  A  este  tiempo  amaneció  delante  de  Barcelo- 
na una  esquadra  de  navios  españoles  á  socorrer  las 
plazas  del  Rosellón,  que  permitió  Dios  que  una  dese- 
cha y  temporal  bolbió  á  echar  á  Poniente  los  navios, 
con  que  se  imposibilitó  el  socorro,  y  en  el  intermedio 
se  formaron  bastiones  en  la  Marina  para  imposibili- 
tar qualquier  desembarco  de  los  españoles. 


43 


CAPÍTULO  118. 

INTENTAN  LOS  ESPAÑOLES  SOCORRER  POR  TIERRA  LOS  PRESIDIOS 
DEL  ROSE LLÓN. -PIERDEN  TODA  LA  GENTE  HASTA  EL  GENERAL» 
Y  SUCESOS  CON  EXTENSIÓN  DE  ESTA  EMPRESA. 

Viendo  los  castellanos  el  aprieto  en  que  decía  el  de 
Mortara  estava  Gobllibre,  y  que  perdida  esta  plaza  se 
perderían  las  demás;  que  Perpiñán  estava  falto  de 
gente,  particularmente  de  cavallería,  para  correr  la 
campaña  y  con  ella  acudir  á  impedir  las  entradas  de 
las  tropas  francesas  por  el  Lenguadoc,  y  que  esta  ca- 
vallería podría  pasar  por  mar,  se  tomó  la  resolución 
más  ardua  que  se  ha  visto  en  historias  ni  en  opera- 
ciones militares,  que  fué  socorrer  de  cavallería  ó  in- 
fantería el  Rosellón,  pasándola  por  tierra  desde  Ta- 
rragona hasta  Perpiñán,  que  teniendo  todo  el  país 
enemigo  y  sobre  eso  la  asistencia  de  su  Rey  de  Fran- 
cia, podrá  considerar  qualquiera  quán  desesperada 
determinación  era:  nombróse  Cabo  de  este  socorro  á 
D.  Pedro  de  Aragón,  Marqués  de  Povar,  que  poco  há 
le  vimos  salir  de  Barcelona  con  su  madre  en  trueque 
de  los  Embajadores  que  esta  van  en  Madrid;  nombrá- 
ronle á  éste,  tanto  por  lo  soldado,  como  porque  ha- 
viéndose  criado  en  Cataluña  le  juzgaron  más  afecto 
de  los  catalanes,  y  que  con  esto  le  molestarían  menos^ 
en  sus  tránsitos;  al  mismo  tiempo  se  resolbió  pasaran 
los  navios  que  por  la  inclemencia  del  tiempo  no  pu- 
dieron adelantar  su  viage.  Puesto  en  Tarragona  como 
se  ha  referido  en  otro  capítulo  el  S.*'"'  D.  Pedro,  se  le 
dispuso  un  trozo  de  la  gente  más  lucida  y  veterana 
que  havía  en  el  de  España,  esto  es,  dos  mü  y  qui- 
nientos cavallos  entre  carrozas  y  cavallos  ligeros,  mil 


u 

dragones  y  mil  infantes,  casi  todos  Oficiales  vibos  y 
reformados,  que  no  podía  ser  sino  sobrado  valor  el 
intentar  pasar  treinta  leguas  de  país  enemigo  tan  ás- 
pero, montuoso  y  poblado  como  se  save:  dispuesto 
esto  por  el  Marqués  de  la  Inojosa,  Governador  de 
Perpiñán,  y  D.  Pedro,  llegó  la  orden  de  Madrid  de 
que  perderse  ó  pasar  al  Rosellón,  y  para  executar  las 
jornadas  con  brevedad  tubo  orden  el  S.^'^  D.  Pedro  de 
no  entretenerse  á  tomar  plaza  alguna  y  de  que  se  die- 
ran muías  á  la  infantería  y  á  cada  uno  víveres  y  mu- 
niciones para  doce  días. 

Después  de  la  entrada  del  Mariscal  de  Millera,  como 
está  dicho,  llegaron  cada  día  rejimientos  de  infantería 
y  cavallería  que  embiava  el  S.<»^  Virrey  al  Alariscal 
de  la  Mota  en  Momblac:  con  estas  entradas  se  engañó 
el  de  la  Mota  bastante  tiempo.  Llegó  aviso  á  S.  Ex.''  de 
la  villa  de  Tremp  de  que  por  aquella  partida  entrava 
D.  Vicente  de  Aragón  con  un  trozo  de  cavallería  y 
infantería,  bien  que  poca,  pero  que  se  recelava  no 
pusiesen  sitio  á  Tremp.  Recivió  este  aviso;  le  partici- 
pó S.  Ex.''  al  de  la  Mota,  con  orden  que  reconociese 
al  enemigo  y  socorriese  aquel  partido,  Executóse  jun- 
tando gran  número  de  somatén.  Llegó  el  enemigo  á 
vista  de  Tremp  y  embió  un  trompeta  diciendo  se  rin- 
dieran á  su  Rey  que  venía  á  librarlos  de  la  opresión 
francesa,  á  que  respondieron  los  naturales  que  no  se 
juzgava  opresión,  sino  mui  gustosos  en  el  dominio  del 
Rey  de  Francia,  y  de  calidad  que,  no  haviendo  en  la 
villa  francés  alguno,  ellos  los  llamarían  para  que  los 
defendieran  de  los  españoles;  trata vase  de  alguna  re- 
friega á  tiempo  que  llegó  el  socorro  que  emibiava 
Mosiur  de  la  Mota:  con  él  y  los  sometenes  obligaron 
á  D.  Vicente  á  retirarse  á  Aragón  más  que  de  paso. 
Publicóse  que  esta  entrada  era  para  divertir  á  los 


15 

nuestros  y  facilitar  el  paso  á  D.  Pedro,  que  bien  per- 
trechado, y  con  las  tropas  que  queda  referido,  partió 
del  campo  de  Tarragona  á  24  de  Marzo  de  ^642,  en- 
derezando su  viage  hacia  el  Rosellón,  como  hemos  di- 
cho; y  así  como  sacó  el  pie  del  campo,  los  pueblos  cir- 
cunvecinos repitieron  los  avisos,  unos  al  S.^"^  Virrey 
y  otros  al  Mariscal  de  la  Mota. 

Havida  noticia  del  movimiento  y  marcha  del  ene- 
migo, despachó  S.  Ex.^- correos  á  la  Corte  y  á  los  Ma- 
riscales de  la  Millera  y  la  Mota,  para  que  puesto  te- 
nían bastante  cavallería,  bajase  por  la  parte  de  Igua- 
lada para  dar  sobre  la  retaguardia  del  enemigo,  juz- 
gando era  forzoso  toparle  al  pasar  el  río  Llobregat  ó 
entre  Martorell  y  Esparraguera;  así  mismo  se  despa- 
chó orden  á  todos  los  pueblos  para  que  levantando  so- 
matenes diesen  sobre  el  enemigo,  y  éstos  se  portaron 
con  tal  fervor  y  fineza,  que  mostraron  bien  el  odio  que 
tenían  los  castellanos  y  la  ovediencia  puntual  á  Su 
Excelencia. 

Al  mismo  tiempo  que  D.  Pedro  de  Aragón  empezó 
su  marcha,  el  Marqués  de  la  Inojosa,  con  las  tropas 
que  le  quedavan,  hizo  frente  por  todos  los  collados  al 
S.^*"  de  la  Mota,  á  cuio  cargo  estavan  militando  vajo 
las  órdenes  de  D.  Jph.  Margarit;  pero  reconociendo  la 
Mota  que  era  estratagema  del  de  la  Inojosa  para  que, 
no  se  siguiese  á  D.  Pedro  de  Aragón,  dio  orden  á  los 
rejimientos  de  los  Mosiures  Aubaye,  Aubusi,  Maunsi 
y  de  Ales,  y  á  las  compañías  catalanas  de  D.  Jph. 
Amat  y  del  comendador  Enrrique  Juan  para  que,  en- 
caminándose á  Piera,  se  fuesen  juntando  y  dando  so- 
bre la  retaguardia  del  enemigo.  La  Mota  continuó  en 
hacer  frente  en  los  collados  y  dejándolos  á  custodia  de 
Mosiur  de  Ferrail,  se  partió  á  Piera  dando  aviso  de 
todo  á  S.  Ex.* 


i6 

Llegó  D.  Pedro  de  Aragón  á  los  Arbos,  y  de  tránsi- 
to embió  un  trompeta  diciéndole  se  rindiese  dándole 
pactos  mui  honrrosos,  alegando  ser  él  también  patri- 
cio; respondieron  que  no  fiavan  en  promesas  castella- 
nas, como  se  havía  experimentado  en  Gambrils,  que 
haviéndose  rendido  á  vida  salva  colgaron  los  Gavos 
principales  que  eran  cavalleros  y  pasaron  á  cuchillo 
los  demás,  y  que  así  pasase  adelante  ó  tratase  de  pe- 
lear, que  ésta  era  la  resolución  en  que  estavan.  Por  no 
perder  la  jornada  marchó  delante  dejando  á  Villafran- 
ca  á  un  lado;  pero  como  esta  villa  estava  prevenida 
para  qualquiera  sitio,  empezóles  á  disparar  á  la  larga 
y  á  publicar  voces  á  desafiar  el  exército,  y  las  dos 
compañías  cathalanas  que  dejamos  arriva  dichas,  ove- 
deciendo  las  órdenes  del  de  la  Mota,  fueron  siguiendo 
la  retaguardia. 

Llegó  la  Mota  á  Piera,  y  apenas  lo  supo  S.  Ex.*  le 
embió  65  soldados  de  los  de  su  Guardia  de  la  Garavina, 
y  además  un  trozo  de  cavallería  que  esperando  ser 
montada  se  hallava  á  la  vista  de  Barcelona  alojada, 
hallándose  la  Mota  con  pasados  de  mil  cavallos  y  el 
enemigo  en  San  Sadurní,  éste  á  una  legua  del  río 
Llobregat  y  el  otro  á  dos,  bien  que  era  forzoso  toparse 
al  pasar  el  agua,  aunque  dividían  los  exércitos  la  as- 
pereza y  montaña  que  hay  entre  Piera  y  San  Sadurní 
por  venir  el  uno  camino  real  de  Tarragona  y  el  otro 
camino  real  de  Lérida.  Á  esta  ocasión  el  Gobernador 
de  Gataluña  D.  Jph.  Margarit  entró  en  Barcelona,  y 
tomando  las  órdenes  de  S.  Ex.''  pasó  á  San  Saloni  y  le- 
vantó los  somatenes  de  todos  aquellos  lugares,  juntan- 
do en  aquel  distrito  hasta  tres  mil  catalanes  con  áni- 
mo de  perder  primero  la  vida  que  permitir  el  tránsito 
de  los  castellanos.  Al  mismo  tiempo  dio  orden  que  las 
tropas  que  venían  de  Francia  para  pasar  á  Momblac 


17 

se  detuMesen  en  San  Saloni,  y  á  Mosiur  de  Argenten, 
que  venía  de  París,  se  le  dio  orden  parase  en  Gerona; 
y  teniendo  esta  noticia  de  los  designios  del  enemigo, 
pidió  á  la  ciudad  de  G-erona  hiciese  alguna  leva,  que  lo 
executó  con  puntualidad,  formando  una  de  200  mos- 
queteros, y  formando  de  cavallería  é  infantería  dos 
mangas,  se  dispuso  que  la  una  ocupara  la  parte  de  tie- 
rra, que  con  los  somatenes  que  se  havían  convocado 
en  aquel  distrito  era  un  número  mui  crecido.  Dio  avi- 
so de  esto  al  Governador  Margarit  y  juntamente  or- 
denó que  el  rejimiento  de  Terraín  se  adelantase  á  Hos- 
tarlic  para  unirse  á  las  tropas  de  San  Saloni,  que  en  nú- 
mero pasavan  de  6.000  infantes  y  400  cavallos,  núme- 
ro que,  havido  respecto  al  terreno,  era  bastante  para 
detener  qualquier  exército.  El  Mariscal  de  la  Millera, 
apenas  tubo  aviso,  hizo  pasar  del  Rosellón  al  Empur- 
dán  el  rejimiento  de  cavallería  de  Lorán,  uniéndosele 
el  de  Magaloví  con  los  Ayudantes  de  Campo  Mosiur 
Guitaud  y  Mosiur  Fontvillia,  para  juntarse  con  la  ca- 
vallería catalana  ó  infantería  del  batallón  que  estava 
de  guarnición  en  Castellón  de  Empurias.  El  Maestre 
de  Campo  D.  Jph.  Sacosta  convocó  todos  los  pueblos  del 
Empurdán  hasta  Aulot,  que  son  muchos,  y  con  ellos, 
las  tropas  catalanas  y  francesas  quedó  el  Empurdán 
echo  un  cuerpo  de  guardia  para  concluir  con  quales- 
quiera  tropas  castellanas  que,  escapando  de  los  pasos 
arriva  referidos,  llegasen  á  aquel  parage.  La  Ciudad  de 
Manrresa,  puntual  siempre  en  sus  servicios,  convocó 
de  su  veguería  quatro  compañías  que,  haciéndolas  pa- 
sar por  asperezas  y  montañas  inaccesibles,  las  puso  á 
la  orden  del  S.«''  de  la  Mota. 

Ija  ciudad  de  Barcelona,  tan  fina  como  atenta  siem- 
pre al  servicio  de  su  Rey,  luego  que  supo  el  movi- 
miento de  D.  Pedro  de  Aragón,  convocó  Consejo  de 

Tomo  xxiv  2 


18 
Ciento  y  resolvió  hacer  una  leva  de  quinientos  mos- 
queteros que,  bien  municionados  y  socorridos  con  qua- 
tro  rs.  todos  los  días,  estuvieron  á  la  orden  de  S.  Ex.* 
el  S.**^  Virrey.  Executóse  esta  leva  en  menos  de  seis 
horas,  y  pusieron  á  la  orden  de  S.  Ex.''  la  gente  ar- 
mada y  socorrida  que  lo  estimó  infinito,  y  mando  mar- 
chasen luego  á  topar  al  S.'^'^  de  la  Mota,  á  quien  escri- 
bió la  fineza  y  gran  servicio  de  la  ciudad.  Últimamen- 
te, todos  los  pueblos  de  la  provincia  grandes  y  chi- 
cos que  estavan  á  seis  leguas  del  camino  real  á  una  y 
otra  parte,  se  pusieron  en  arma  continua  para  no  dejar 
pasar  castellano  alguno:  éste  era  el  aparato  y  ésta  la 
disposición  y  vigilancia  que  contra  D.  Pedro  de  Ara- 
gón y  sus  tropas  se  tenía.  Veamos  ahora  los  sucesos. 
El  día  25  de  Marzo  partió  el  S.^""  de  la  Mota  de  Fie- 
ra, dos  oras  antes  de  día,  con  sus  tropas  para  topar  al 
enemigo  en  el  puesto  por  donde  havía  de  esguazar  el 
río  Llobregat;  á  las  seis  de  la  mañana  llegaron  á  su 
campo  los  dos  Mariscales  de  Campo  de  Oquinqurt  y  el 
Marqués  de  la  Lucerna.  Á  las  ocho  de  la  mañana  avi- 
saron los  batidores  de  la  estrada  de  la  marcha  del 
enemigo.  Puso  sus  tropas  en  batalla  en  terreno  ven- 
tajoso, y  reconocido  el  enemigo,  dejó  descansar  y  re- 
frescar la  cavallería,  y  entre  tanto  ordenó  que  la 
mosquetería  catalana  en  orden  de  escaramuza,  entre- 
tubiese  al  enemigo  para  obligarlo  á  que  dejase  infan- 
tería á  la  retaguardia:  sucedió  así,  porque  pasando  el 
enemigo  el  río  dieron  los  nuestros  sobre  su  retaguar- 
dia con  la  gente  de  las  Caravinas  del  Marqués  Ville  y 
de  Maty,  sustentado  de  otra  gente  en  escaramuza,  y 
cargando  sobre  ellos  con  tal  derecho,  que  perdió  allí 
el  enemigo  pasados  de  ducientos  hombres,  entre  he- 
ridos, muertos  y  presos,  todos  de  suposición,  y  con 
esto  vino  á  dormir  el  de  la  Mota  á  Martorell:  el  ene- 


\9 

migo  encaminóse  por  Terrasa,  desviándose  del  cami- 
no real.  El  día  21  hizo  el  S.*""  de  la  Mota  marchar  sus 
tropas  á  San  Andrés  de  Palomar,  siendo  la  jornada  de 
cinco  leguas;  y  ese  mismo  día  pasó  por  Barcelona  á 
recibir  las  órdenes  de  S.  Ex.*,  y  sin  más  detención  que 
la  de  tomar  un  refresco,  marchó  á  San  Andrés;  si- 
guiéronle muchos  ca valleros  catalanes  y  gente  de  Bar- 
celona, con  resolución  de  perder  las  vidas  por  su  Rey 
Xpmo.  y  por  su  pa'ria.  Á  este  tiempo  se  descubrieron 
en  alta  mar  trece  navios  grandes  de  España  que  pasa- 
van  á  Levante,  y  se  supo  Uevavan  mantenimientos  so- 
lamente á  Rosas.  Llegado  el  S.»""  de  la  Mota  -á  San  An- 
drés, tubo  aviso  que  el  enemigo  marchava  á  Mollet, 
dos  leguas  distanLes  de  San  Andrés.  Partió  luego  á 
encontrarle,  y  topó  en  el  camino  los  quinientos  mos- 
queteros de  Barcelona,  con  otras  reservas  y  una  com- 
pañía de  su  rejimiento:  hicieron  alto  aquella  noche 
en  un  bosque  pegado  al  camino  real,  medio  quarto  de 
legua  del  enemigo,  á  quien  tubo  toda  la  noche  en 
arma  y  sin  sosegar  un  instante  por  las  repetidas  que 
le  da  va. 

El  día  28,  savido  que  los  exércitos  estavan  á  la  vis- 
ta como  se  acava  de  decir,  el  Consejo  de  Ciento  resol- 
vió segunda  leva  de  500  mosqueteros  con  el  mismo 
socorro  y  que  marcharan  luego,  y  para  que  fuera  de 
soldados  veteranos  suplicó  á  S.  Ex.^  los  sacara  de  las 
galeras;  pero  hallando  reparo  en  desarmarlas  de  gen- 
te, marcharon  los  naturales  aquella  misma  noche  á 
incorporarse  con  las  demás  tropas.  Ese  mismo  día  28 
al  amanecer  se  despobló  Barcelona  de  hombres,  por- 
que apenas  se  encontravan  por  las  calles  qué  fuesen 
aviles  para  las  armas:  sacóse  por  quenta  que  los  vo- 
luntarios que  salieron  ese  día  con  armas  en  aiuda  del 
S,°'  de  la  Mota  pasaron  de  seis  mil  hombres,  tanto 


20 

que  para  guarnecer  los  puestos  fué  menester  que  los 
QQ^coa  y  frayles  tomasen  las  armas  en  seguimiento  de 
aquéllos,  y  con  socorros  de  víveres,  paños,  ungüen- 
tos y  variedad  de  regalos  fueron  un  sinnúmero  de  mu- 
jeres, acción  que  pasmó  á  S.  Ex.^  y  pasmara  á  qual- 
quier  nación;  el  S.»""  de  la  Mota,  mientras  que  su  gen- 
te y  tropas  se  iba  ordenando  en  batalla,  reconoció  al 
enemigo,  que  sin  ánimo  de  pelear  proseguía  su  mar- 
cha, y  comenzándose  á  empeñar  en  el  estrecho  del 
camino  real  que  entra  al  mesón  que  llaman  de  la 
Grúa,  vio  el  S.°^  de  la  Mota  ser  la  ocasión  y  el  terre- 
no apr opósito  para  embestir  y  dar  sobre  el  enemigo: 
conociólo  el  enemigo,  y  dando  orden  que  los  batallo- 
nes de  cavallería  más  lucidos  hicieran  cara,  y  que  la 
demás  gente  pasara  adelante,  y  no  obstante  que  en 
número  y  calidad  de  cavallería  era  ventajoso  el  ene- 
migo, con  todo,  el  S.^'^  de  la  Mota  le  embistió  con  tal 
denuedo,  que  dividiendo  en  trozos  su  retaguardia,  le 
hizo  cruel  destrozo;  la  cavallería  catalana,  y  particu- 
larmente la  que  salió  de  Barcelona  y  la  gente  gover- 
nada  toda  por  D.  Jph.  Dardena,  como  le  tocó  la  man- 
guardia y  estavan  abanzados,  pelearon  con  estremado 
valor.  Embistió  la  compañía  de  las  guardias  de  Su 
Excelencia,  que  aquel  día  obró  maravillas,  con  tal 
ímpetu,  que  no  pudo  resistirla  el  enemigo:  las  com- 
pañías de  Gasio,  de  Saboya,  de  Subini,  de  Busi,  de  Ales 
y  de  Ati,  una  espada  en  mano,  y  otras  con  achas, 
executaron  tal  rigor,  que  regaron  aquella  campiña  de 
sangre  castellana.  Quedaron  prisioneros  en  esta  oca- 
sión del  exórcito  castellano  D.  Vicente  de  la  Marra, 
Teniente  general  de  cavallería,  y  un  sobrino  suyo  Ca- 
pitán de  cavallos;  el  Comisario  general  de  caballería, 
doce  Capitanes  de  cavallos,  cruzados  de  Santiago,  y 
más  de  cinquenta  Oficiales  vibos,  sin  algunos  cavalle- 


21 

ros  y  gente  de  quenta.  Perdió  el 'Castellano  en  esta 
ocasión  más  de  mil  hombres  entre  los  presos,  eridos, 
muertos  y  fugitihos. 

De  parte  de  nuestro  exército  murieron  D.  Ramón 
de  Villalva,  y  á  pocos  días  de  las  cridas  D.  Gaspar  de 
Llupia,  Capitán  de  cavallos,  de  edad  de  16  años,  mozo 
de  gran  valor  y  prudencia;  D.  Juan  Copons,  Comen- 
dador de  San  Juan,  y  D.  Juan  Tamarite:  franceses,  el 
Capitán  de  las  guardias  de  S.  Ex.^,  y  un  corneta,  Mo- 
siur  de  Otil;  eridos  catalanes  fueron:  D.  Antonio  Ca- 
zador, D.  Salvador  Bayle  de  Flasas,  Capitán  de  cava- 
llos; D.  Gerónimo  Tamarit,  hermano  de  D.  Juan; 
T.  Callar,  D.  Gerónimo  Torres  y  el  Teniente  refor- 
mado-Ximónez,  y  de  los  franceses  Mosiur  Catani,  Mo- 
siur  Castolet,  Capitán  de  cavallos,  y  alganos  otros  que 
por  no  tenerlos  en  nómina  se  dejan  de  indibiduar. 

Los  prisioneros  de  nuestra  parte  fueron  Mosiur  de 
la  Ro vinera,  Mosiur  de  Montaña,  Teniente  de  cava- 
Hería  y  de  la  guarda  de  S.  Ex.^;  catalanes  sólo  quedó 
uno,  que  fué  el  Capitán  de  cavallos  D.  Man-uel  Daux. 

De  los  cavalleros  catalanes  que  capitaneaba  el  Maes- 
tre de  campo  D.  Jph.  Dardena,  los  que  más  se  seña- 
laron fueron  dos  que  quedaron  ocupando  las  primeras 
ileras  del  trozo;  embistieron  al  enemigo  con  gran  de- 
nuedo y  nunca  visto  valor,  ocasionándole  mucho  te- 
rror y  detrimento;  los  franceses  pelearon  mucho  y 
con  gran  constancia,  y  quien  entre  todos  se  señaló 
más  aquel  día  fué  Mosiur  de  Onquincurt  y  de  la  Lu- 
cerna, á  quien  después  de  muerto  el  cavallo,  con  es- 
pada en  mano  y  á  pie  peleó  cerca  de  media  ora  con 
valor  mucho,  hasta  que  socorrido  de  los  suios  pudo 
tomar  un  cavallo.  Los  Mosiures  de  Catane,  de  la  Ro- 
vinera,  de  Cabot  y  de  la  Vallée  obraron  muy  á  satis- 
facción del  S.**"^  de  la  Mota;  pero  no  es  de  admirar 


quando  S.  Ex.^  se  portó  con  tanto  esfuerzo  y  valen- 
tía que  bastava  para  infundir  valor  en  el  ánimo  más 
acobardado  y  femenino:  sucedióle  á  S.  Ex.^  á  los  pri- 
meros encuentros  entrarse  en  el  balallón  de  D.  Vicen- 
te la  Marra,  que,  ansioso  de  rendirle,  experimentó 
contraria  suerte,  quedando  él  prisionero  de  S.  Ex.^ 

Derrotado,  como  se  aoava'üe  leer,  el  enemigo,  con 
fuga  bien  apresurada  se  retiró  á  un  valle  largo  que 
está  entre  el  camino  real  de  la  Grúa  á  Granolles  y  de 
la  Rúa  á  la  Roca;  la  infantería  ocupava  la  eminencia, 
y  la  cavallería  en  el  valle  se  reacia  del  pasado  encuen- 
tro llorando  todos  su  poca  suerte.  El  S.»''  de  la  Mota, 
reconociendo  fatigadas  sus  tropas,  las  hizo  marchar  á 
Granolles,  una  legua  distante  del  campo  en  donde  se 
avía  peleado,  para  que  con  más  comodidad  descansa- 
sen y  refrescasen. 

El  día  siguiente  29,  á  las  tres  de  la  mañana,  tubo 
aviso  el  S.°^  de  la  Mota  de  que  el  Campo  castellano 
estava  ya  para  marchar;  puso  su  gente  en  batalla 
fuera  de  la  villa,  y  encaminó  su  marcha  hacia  Garde- 
deu  con  ánimo  de  cortar  el  paso  al  Gaslellano  y  co~ 
gerlo  en  lo  más  angosto  del  terreno;  pero  á  breve  rato 
tubo  nuevo  aviso  de  que  el  Castellano,  quizá  noticioso 
de  las  prevenciones  y  lances  que  adelante  havía  y  te- 
mía sucederle,  pegado  fuego  al  bagaxe  y  desgarrota- 
das  las  muías  y  cavallos  que  por  fatigados  reconoció 
ser  inútiles,  bolbía  atrás  camino  de  Tarrasa,  de  don- 
de havía  salido  el  día  antes  arrepentido  de  su  loco 
arrojo,  y  procurando  si  pudo  salbar  algo  de  lo  que 
llevaba. 

Viendo  el  S.^*"  de  la  Mota  que  el  enemigo  bolbía  la 
cara,  bolbióla  también  con  sus  tropas  en  su  alcance, 
y  dentro  dos  horas  llegó  á  descubrir  al  Castellano  al 
pasar  de  un  valle,  y  los  batidores  le  encontraron  á  la 


23 

otra  parte  puestos  ya  en  esquadrones.  Dio  aviso  la 
Mota  á  S.  Ex.^  de  la  contramarcha  y  rumbo  que  to- 
maba el  Castellano,  y  que  mandara  á  Mosiur  de  Ta- 
rril  que  á  toda  diligencia  vajara  á  Villafranca  de  Pa- 
nados á  atajar  el  paso  al  enemigo;  mandó  también 
que  por  la  sierra  pasaran  á  la  otra  parte  del  valle  qui- 
nientos mosqueteros  para  escaramucear  al  enemigo,  y 
mientras  tanto  refrescó  su  cavallería.  El  S.'''' -Virrey 
despachó  correo  á  Tarrail  para  que  vajara  á  ganar  la 
manguardia  al  enemigo,  que  ovedeció  promptamente. 
Los  mosqueteros,  así  de  sueldo  como  somatenes  y  vo- 
luntarios, que  componían  hasta  quince  mil  hombres, 
fueron  por  diversas  partes  siguiendo  y  dando  armas 
al  Castellano  por  todas  partes,  sin  dejarlo  sosegar  de 
día  ni  de  noche,  ni  darle  tiempo  para  refrescar  ni  rea- 
cerse:  entre  tanto  el  S.*^^'  de  la  Mota  con  sus  milicias 
se  abanzó  y  pasó  Martorell,  ganándole  mucho  abance 
al  Castellano.  Partió  de  Martorell  el  día  siguiente  tres 
horas  antes  de  amanecer,  y  llegó  á  Villafranca  á  las 
nueve  de  la  mañana;  refrescó  allí  su  gente,  y  á  las 
tres  de  la  tarde  avisó  por  los  vatidores  que  el  Caste- 
llano estava  una  hora  ya  de  la  villa.  A  este  tiempo, 
D.  Joseph  Margarit,  que  se  hallava  en  San  Saloni, 
supo  la  contramarcha  del  enemigo  y  con  su  gente 
partió  á  toda  diligencia,  de  modo  que  el  día  mismo  29 
que  la  Mota  dormía  en  Martorell  llegó  Margarit  á  re- 
frescar en  Capuchate  del  Valles,  y  marchando  aquella 
misma  noche  y  saviendo  que  el  de  la  Mota  estava  ya 
á  vista  del  enemigo,  encaminó  sus  tropas  á  guarnecer 
aquellos  pasos  de  entre  las  bebidas  y  la  villa  de  Piera, 
para  estorvar  el  tránsito  del  enemigo  á  Igualada,  en 
caso  que  quisiese  huir  del  S.°^"  de  la  Mota  y  dar  por  la 
parte  de  Urgel,  que  huviera  dado  arto  que  temer  y 
arto  en  que  entender. 


24 

A  vista  de  Villafranca  se  puso  el  enemigo  en  bata- 
lla, formando  su  campo  lo  mejor  que  pudo  en  la  on- 
dura  de  un  valle;  íuóle  á  reconocer  en  persona  el  S.**'^ 
de  la  Mota,  y  hallóle  que  su  frente  mui  larga  esta  va 
en  batalla,  y  coligiendo  que  con  las  sombras  y  quie- 
tud de  la  noche  marcharía,  y  que  podía  elegir  de  dos 
caminos  que  hay  para  Tarragona  el  que  le  pareciere, 
embió  á  ocupar  por  el  rejimiento  de  S.*^  Eulalia,  go- 
vernado  por  el  Sargento  maior  D.  Fran.<=°  Sorribas,  al 
qual  se  agregaron  200  mosqueteros  de  Villafranca, 
todas  las  eminencias  de  entrambos  caminos  con  orden 
de  que  en  repetidos  puestos  de  ella  se  hiciese  fuego 
toda  la  noche;  al  S.'»'  de  Terrail  le  embió  con  su  trozo 
á  que  en  la  parte  de  la  marina  estuviese  á  la  izquierda 
mano  del  enemigo,  y  S.  Ex.^  se  puso  con  su  cavalle- 
ría  en  medio  de  los  dos  caminos,  refrescando  unos  y 
otros  en  el  mismo  campo  de  batalla,  aguardando  en 
esta  forma  hasta  las  cinco  de  la  mañana  del  siguien- 
te día. 

No  se  descuidava  en  esta  ocasión  el  Governador 
D.  Jph.  Margarit,  que  saviendo  la  postura  del  enemi- 
go y  la  nuestra,  se  arrimó  hacia  aquella  parte,  sem- 
brando todas  las  eminencias  de  alambores  y  trompe- 
tas, persuadiendo  con  esto  al  enemigo  que  aquellos 
pasos  de  Igualada  estavan  bien  guarnecidos,  ardid  que 
importava  mucho  para  el  suceso  que  se  tubo. 

Por  algunos  prisioneros  ó  fujitibos  que  del  enemigo 
llevavan  al  S.«^  de  la  Mota,  se  supo  que  el  Castellano 
marchava  á  mano  derecha  ó  izquierda  de  S.  Ex.^,  y  al 
instante  caminó  hacia  aquella  parte  para  cortarle  el 
paso,  é  imbió  á  llamar  á  Tarrail  y  al  amanecer  se 
halló  en  Villafranca.  Llegado  Tarrail  puso  en  orden 
de  batalla  sus  tropas:  en  la  manguardia  al  Marqués 
de  la  Lucerna  con  el  rejimiento  de  Montí,  y  á  D.  Jph. 


2o 

Dardena  con  la  cavallería  catalana;  en  la  retaguardia 
á  Mosiur  de  Oquincurt  y  de  Tarrail  con  los  rejimientos 
de  Rosí  y  de  Miranvile  y  con  los  infantes  sueltos  del 
rejimiento  de  S.  Ex.%  y  á  D.  Fran/°  Sorrivas  que  con 
su  rejimiento  y  las  levas  que  á  él  se  havían  agregado 
hiciese  frente  á  la  infantería  enemiga:  dispuesto  así  el 
campo,  vino  según  la  orden  y  el  terreno  á  atacar  al 
enemigo  por  los  lados,  y  por  la  frente  empezó  Sorri- 
vas con  sus  rejimientos  de  mosqueteros  á  dar  las  car- 
gas con  la  infantería  castellana;  sufriólas  subiendo 
una  eminencia,  sin  dar  la  suia  hasta  estar  arriva,  y 
apenas  la  huvo  dado  quando  empezó  á  desquadernar- 
se  la  infantería  castellana.  Embistió  el  S.®'"  de  la  Mota 
á  este  tiempo  con  su  cavallería  con  tal  valor  y  viza- 
rría,  que  dadas  las  primeras  cargas  y  cubriendo  de 
horror  al  enemigo,  le  obligaron  á  pedir  quartel,  ape- 
llidando viba  Francia  y  embaynando  espadas  y  vajan- 
do  las  pistolas;  aclamaron  nuestra  la  victoria,  y  lue- 
go el  S.^"'  D.  Pedro  de  Aragón  con  los  principales  Ga- 
vos  del  exército  y  los  prisioneros  nuestros,  se  fué  á 
rendir  con  y  en  nombre  de  su  gente  al  S.°^  de  la 
Mota,  y  en  éste  á  las  siempre  vitoriosas  armas  de 
nuestro  Xpmo.  Monarca,  dándole  por  prisionero  todo 
aquel  exército,  cesó  el  combate.  Y  previniendo  el  8.°"^ 
de  la  Mota  con  su  gran  experiencia  y  expíritu  que  no 
le  sucediese  lo  que  á  algunos  Generales,  que  embele- 
sados ó  desvanecidos  con  la  vitoria  dejan  la  rienda  á 
la  Milicia  para  que  haga  el  pillage,  y  de  vitoriosos  se 
han  visto  vencidos  por  el  interés  y  el  robo,  echó  van- 
do,  pena  de  la  vida,  que  todo  el  exército  se  pusiera  en 
batalla,  y  con  las  armas  en  la  mano,  porque  el  enemi- 
go, aunque  rendido,  le  teuía  y  estava  junto  aún,  apro- 
vechó algo  la  diligencia,  pero  no  para  que  la  codicia 
de  algunos  dejase  de  saciarse  en  la  pilla,  que  fué  de 


26 

treinta  mil  doblones  que  se  llevavan  á  Rosas,  y  de  tres 
mil  cavalgaduras  entre  cavallos  y  muías,  sin  lo  demás 
que  puede  juzgar  el  lector,  que  no  se  dice  ni  se  supo, 
pero  se  puede  presumir  de  exórcito  que  se  componía 
de  gente  de  quenta  y  tan  lucida. 

Despachó  el  S.^''  de  la  Mota  un  correo  de  sus  guar- 
dias al  S.^»"  Virrey  con  el  aviso  de  este  suceso:  el  co- 
rreo llegó  á  Barcelona  en  ocasión  que  se  havía  salido  á 
pasearse  por  la  ciudad,  y  así  como  pasando  por  las  ca- 
lles publicava  el  soldado  la  vitoria.  Al  llegar  á  la  ca- 
rroza de  S.  Ex.*  ya  fué  con  un  concurso  de  gente  que, 
aclamando  á  voces  la  vitoria,  la  supo  por  ellos  prime- 
ro que  por  la  carta.  Viba  el  Rey  y  viba  Francia  era 
el  continuo  grito  por  las  calles.  Llegó  S.  Ex.*  á  Pala- 
cio con  tanto  séquito  de  hombres,  mujeres  y  niños,  que 
dudo  se  haya  visto  igual;  leyó  la  carta,  y  leyda  la  em- 
bió  á  Jos  Consistorios  de  Diputación  y  Ciudad,  y  des- 
pachó por  las  postas  al  Capitán  de  su  guardia  á  París 
con  la  noticia  de  tan  glorioso  ó  importante  suceso. 

Juntáronse  los  Consistorios  y  en  ellos  se  resolvió 
que,  en  acción  de  gracias  de  tan  señalada  vitoria,  se 
celebrasen  los  tres  días  siguientes  oficios  solemnes  en 
la  iglesia  del  Aseo  y  demás  iglesias,  y  que  el  último 
día  se  hiciese  una  procesión  general.  Executóse  así,  y 
á  todas  estas  funciones  asistió  S.  Ex.^  y  los  Consisto- 
rios con  los  comunes;  también  se  hicieron  tres  noches 
de  luminarias  y  salvas  reales  de  artillería,  todo  con  la 
pompa,  grandeza  y  bullicio  que  save  Barcelona  hacer 
estas  fiestas  y  que  pedía  tan  singular  suceso  como  era 
éste  y  de  tanta  importancia  para  el  Rey  y  para  Cata- 
luña. 

El  día  siguiente  acudieron  los  Consistorios  por  su 
orden  á  dar  la  enorabuena  al  S.°''  Virrey  y  convidarlo 
para  las  fiestas;  condescendió  al  convite  y  asistió  con 


gala  diferente  y  riquísima  cada  día.  Dio  orden  Su  Ex- 
celencia para  que  se  fueran  á  buscar  los  Generales 
prisioneros  y  cavos  de  suposición  del  Rey  Católico  y 
despachó  su  Gavallerizo  con  tres  carrozas,  una  de  seis 
cavallos  para  D.  Pedro  de  Aragón  y  D.  Francisco  To- 
rralto,  y  queriendo  onrrar  á  la  nación  catalana  orde- 
nó que  rindieran  las  espadas  estos  dos.  El  Maestre  de 
Campo  General  D.  Jph.  Dardena  sintieron  esto  tanto 
por  ser  catalán,  que  al  Mr  á  darlas  las  rompieron  ellos 
mismos  diciendo  que  pues  liavían  aprovechado  poco 
que  mejor  estavan  quebradas. 

El  tercero  día  de  las  fiestas  y  regocijos,  que  fué  3  de 
Abril  de  1642,  por  la  tarde  entraron  los  prisioneros 
rendidos;  salió  mucha  gente  fuera  la  puerta  de  San 
Antonio  á  verlos  entrar:  venían  en  la  carroza  de  seis 
cavallos  D.  Pedro  de  Aragón,  D.  Francisco  Torralto, 
D.  Vicente  la  Marra  y  D,  Diego  Sanz;  en  las  otras  ve- 
nían los  que  cupieron  y  los  demás  á  cavallo  de  los  de 
quenta.  O  fuese  sentimiento  del  suceso  pasado,  ó. el 
que  les  mira  va  toda  Barcelona,  despojo  de  franceses, 
no  pudieron  reprimir  el  dolor  sin  que  pasase  á  mos- 
trarse por  los  ojos.  Comboyábanlos  algunas  compa- 
ñías de  la  Caravina;  á  estos  quatro  con  sus  criados  les 
dio  quarto  el  S.^'^  Virrey  en  su  palacio;  á  otros  en  las 
casas  de  los  Duques  de  Cardona;  á  otros  en  la  Atara- 
cana,  y  á  otros  en  las  cárceles  reales  graduando  los 
sujetos  y  los  oficios;  los  demás  rendidos  del  exército 
quedaron  en  el  lugar  del  Hospitalete  y  desde  allí  se 
fueron  aviando  á  Francia  en  comboyes  de  ducientos 
á  trescientos.  Á  los  quatro  primeros,  casi  cada  día  los 
tenía  en  su  mesa  el  S.*'''  Virrey  vanqueteándolos  y 
agasajándolos,  de  modo  que  confesaron  que  sus  viza- 
rrías  tenían  más  rendidas  sus  voluntades  que  su  va- 
lor las  espadas.  Llegó  el  S.«^  de  la  Mota,  á  quien 


S.  Ex.''  recivió  con  muchos  abrazos,  y  el  pueblo  con 
grandes  aclamaciones  y  alborozo;  los  Consistorios, 
Comunes  y  nobleza  acudieron  á  rendirle  norabuena  y 
gracias  por  dever  á  su  valor  digno  de  todo  premio 
aquel  buen  suceso;  confirió  con  S.  Ex.^  los  puntos  que 
importa  van,  y  á  pocos  días  partió  á  la  Virgen  de 
Monserrate  á  dar  gracias  de  la  vitoria,  pues  á  vista 
de  su  santuario  la  havía  conseguido  y  tenía  por  fee 
viba  deverla  á  su  auxilio  por  avórselo  rogado  y  pedi- 
do así  anteriormente  y  que  fuese  su  dichoso  día  á  la 
vista  de  sus  montes  como  lo  logró:  el  mismo  día  que 
partió  la  Mota  llegó  de  París  Mosiur  de  Mont,  Capitán 
de  la  guardia  del  S.^"^  Virrey,  que  havía  partido  de 
aquí  á  la  posta  con  el  aviso  á  S.  M.  del  rendimiento 
de  D.  Pedro  de  Aragón,  y  entre  otros  despachos  que  le 
llegaron  al  S.*''"  Virrey  fué  una  orden  para  que  en 
nombre  de  S.  M.  diese  el  bastón  é  imbestidura  de  Ma- 
riscal de  Francia  al  S.»""  de  la  Mota  Dundecurt,  pre- 
rrogativa ó  acción  que  no  la  dispensan  los  Reyes 
Xpmos.  a  nadie,  así  como  los  cathólicos  el  hacer 
grandes;  quedó  S.  Ex.^  tan  gustoso  de  esta  orden,  no 
tanto  por  el  poder  que  se  le  dava,  quanto  por  ser  pre- 
miado el  valor  del  S.^""  de  la  Mota  por  su  mano,  que 
aseguró  no  havía  tenido  día  más  alegre  en  su  vida. 
Despachóle  un  gentil-hombre  al  S.''^  de  la  Mota  con  la 
noticia  que  le  encontró  ya  en  casa  de  la  Virgen,  que 
sólo  en  ella  podía  esperar  tales  favores  humanos;  re- 
civió éste  con  el  gozo  que  se  puede  pensar,  y  dando  las 
gracias  á  la  SS.*"-'  Virgen  se  partió  para  Barcelona  en 
donde  le  recivió  la  nobleza  francesa  y  catalana  con 
gran  regocijo,  y  aquella  misma  noche  le  entregó  el 
S  or  Virrey  el  bastón,  en  cuia  función  dio  muestras  el 
g^or  Virrey  de  su  so  verano  ingenio  y  gran  sutileza  en 
una  plática  que  le  hizo  mui  remontada  de  las  obliga- 


29 
ciones  que  tenían  los  Mariscales  de  Francia,  diciéndo- 
le  muchísimo  en  breves  y  misteriosas  palabras,  á  que 
con  gran  rendimiento  y  conceptuosas  razones  respon- 
dió el  S.^'^  Mariscal  la  Mota  Oudencurt,  que  así  se  lla- 
mó en  adelante.  Cenó  con  el  8.°'*  Virrey,  y  después  le 
acompañó  hasta  la  carroza  con  repetidos  abrazos, 
muestras  de  su  grande  amor,  y  el  día  siguiente  partió 
el  nuebo  Mariscal  de  Barcelona. 

Mandó  el  S.*'''  Virrey  pocos  días  después  prevenir  las 
carrozas  y  vagajes  para  despachar  á  Francia  los  pri- 
sioneros españoles  cuios  nombres,  por  no  ser  prolijo, 
pasaré  en  silencio,  y  sólo  nombraré  los  de  primera  su- 
posición. Por  tierra,  en  carrozas  y  muías,  fueron: 
D.  Pedro  Aragón;  D.  Francisco  Torralto,  Teniente  ge- 
neral; el  Marqués  de  Rivas,  General  de  la  artillería; 
D.  Vicencio  la  Marra,  General  de  cavallería;  D.  Die- 
go Sanz,  Comisario  general;  el  Varón  de  Letosa,  Co- 
misario general;  D.  Marn.  Múxica  y  D.  Pedro  Pardo, 
Maestres  de  Campo;  Francisco  Martini;  dos  criados 
de  D.  Pedro  y  cinco  de  los  demás  cavalleros:  condu- 
cía éstos  á  Mompeller  Mosiur  de  Mont,  Capitán  de  las 
guardias  del  S.*'"'  Virrey.  Por  mar,  en  seis  galeras,  em- 
barcaron los  siguientes:  en  la  galera  llamada  la  Car- 
dinala,  trece  Capitanes  de  cavallos  con  cinco  otros 
Cavos,  como  son  Lugares  tenientes  y  Ayudantes  de 
Maestros  de  Campo,  con  quatro  criados;  en  la  galera 
Ducal,  trece  Capitanes  de  cavallos  y  siete  Oficiales 
maiores  con  quatro  criados;  en  la  Monrreal,  veinte 
cavalleros  Cavos  de  cavallería,  y  quatro  criados;  en 
la  Vigilante,  diez  Capitanes  de  infantería  y  otros  Ofi- 
ciales de  ella  con  quatro  criados;  en  la  Seguerana, 
veinte  Tenientes  de  cavallería,  quince  cornetas  y  qua- 
tro criados.  Por  tierra,  condujo  Mosiur  de  Aubini  tres 
Capitanes  de  cavallos,  diez  Tenientes,  veinte  y  nueve 


30 

cornetas,  tres  Ayudantes,  cinco  Capitanes  de  infante- 
ría, cinco  Alféreces  vivos  y  24  reformados  y  un  Comi- 
sario: éste  es  el  número  de  Oficiales,  sin  los  quales  se 
despacharon  dos  mil  ciento  y  cinquenta  soldados,  de 
quinientos  en  quinientos,  pues  como  desde  el  General 
al  soldadillo  menor  se  rindieron,  no  se  deve  estrañar 
el  número,  que  pronostica  felicísimos  sucesos  á  nuestra 
provincia  en  lo  venidero. 

CAPÍTULO   119. 

RENDIMIENTO  Y  CAPITULACIÓN  DE  LA  PLAZA  DE  COPLLTBEE. 

En  capítulos  atrás  se  dixo  el  aprieto  en  que  se  ha- 
llava  la  plaza  de  Gapllibre  que  governava  el  Marqués 
de  Mortara;  el  valor  é  incansable  fatiga  con  que  la 
expugnava  el  S.^*"  de  la  Millera:  digamos  aora  su  ren- 
dimiento. Granada  ya  la  villa,  reducidos  los  castella- 
nos á  la  cindadela,  en  ella  convatidos  y  acosados  de 
fuertes  y  repetidas  baterías,  fortificada  la  marina  para 
impedir  el  socorro,  y  cerrado  por  todas  partes  el  ali- 
vio, se  hallavan  los  asediados  quando  les  llegó  la  no- 
ticia del  triste  suceso  que  havía  tenido  el  Marqués  de 
Povar,  en  cuio  arribo  y  socorro  fiavan  únicamente 
su  consuelo;  destituidos  de  él,  procuraron  rendir  la 
plaza  con  los  pactos  más  honoríficos  que  pudieron. 
Executáronlo  así  el  día  15  de  Abril  de  1642,  saliendo 
la  guarnición  con  dos  piezas  de  artillería,  cuerda  en- 
cendida, municiones,  vagaje,  ropa,  y  que  los  enfer- 
mos huviesen  de  llevar  á  Rosas  y  de  allí  á  Tarrago- 
na: así  capituló  Mortara,  y  observándolo  así,  ocupó 
Francia  la  plaza  en  donde  pocos  días  después  halló 
dos  piezas  de  batir  enterradas. 


31 


CAPÍTULO  120. 

PONE  SITIO  EL  RP]Y  DE  FRANCIA  Á  PEEPIÑÁN  EN  PERSONA.  Y 
ÓTEOS  SUCESOS  DE  GUEKEA. 

Rendido  Gapllibre,  dispuso  el  Rey  Xpmo.,  Señor 
nuestro,  sitiar  ó  tomar  la  inexpunable  fortaleza  que 
no  describo,  pues  save  el  mundo  ser  una  de  las  me- 
jores que  tenía  la  Corona  de  España,  aunque  tan  di- 
latada; en  Narvona  esperava  el  Xpmo.  el  suceso  de 
Capllibre,  y  viéndole  ya  en  su  Corona,  marchó  con 
su  Campo  á  la  vista  de  Perpiñán,  y  ordenó  que  las 
tropas  del  Rosellón  se  juntasen  con  las  suias,  así  se 
hizo,  juntando  un  número  de  treinta  y  un  mil  comba- 
tientes, 25  ®  infantes  j  6  (¡i)  cavallos;  ni  este  grueso 
bastó  para  que  informado  el  Rey  de  lo  que  era  Perpi- 
ñán se  atreviese  á  ponerle  batería,  por  ser  inútil  en 
la  muralla  de  que  se  guarnece,  y  así  resolbió  blo- 
quearla y  que  la  necesidad  y  la  hambre  venciese  lo 
que  no  podía  el  valor:  consiguiólo,  pues  no  hay  fuer- 
zas, corazón  ni  valentía  que  no  se  rinda,  no  se  venza 
y  no  se  humille  á  la  falla  del  sustento.  Alojóse  S.  M.  en 
la  villa  que  llaman  de  Santistevan,  y  disponiendo  el 
cordón,  sitió  la  plaza,  cometiendo  el  govierno  de  las 
armas  al  S.^""  de  la  Millera,  y  divirtiéndose  S.  M.,  ya 
en  la  caza,  ya  en  el  juego,  dava  calor  á  sus  milicias, 
que  importa  mucho  la  presencia  del  Rey  aunque  sea 
jugando. 

Luego  que  se  supo  la  entrada  del  Rey  en  el  Rose- 
llón, embió  la  Diputación  quatro  ca valleros  para  dar- 
le la  bien  venida  y  rendirle  de  nuevo  la  provincia  á 
sus  pies.  Reciviólos  S.  M.  con  muestras  de  sumo  gozo 
y  cariño  y  benignidad;  despachólos  dando  á  cada  uno 


32 

en  muestras  de  su  amor  una  cadena  de  oro;  pendiente 
de  ella  una  medalla  con  su  efigie,  que  baldría  unas 
cien  doblas.  Poco  después  la  ciudad  de  Barcelona  em- 
bió  otros  quatro  sujetos,  y  queriéndolos  igualar  en  la 
dádiva,  así  como  en  lo  cariñoso  á  los  de  la  Diputa- 
ción, no  hallándose  con  iguales  prendas,  las  mandó 
hacer,  y  muchos  días  después  de  estar  los  embajado- 
res en  sus  casas  las  embió  desde  el  campo,  acción  bien 
singular  de  un  Rey  para  con  sus  vasallos,  aprisionán- 
dolos á  todos  con  estas  cadenas. 

Por  constitución  de  Cataluña  está  dispuesto  que  pi- 
sando el  Rey  la  provincia  espira  el  oficio  de  Virrey  y 
queda  la  Vicerregia  á  la  Governación,  y  así  luego  que 
se  supo  que  estava  S.  M.  en  el  Rosellón,  el  Mariscal 
de  Verse  hizo  dejación,  y  recojiendo  su  ropa,  así  por 
esto,  como  porque  gozava  aquí  poca  salud,  partió  á 
Rosellón  á  primeros  de  Mayo  de  1642. 

Proseguía  S.  M.  en  el  sitio,  quando  á  mediado  de 
Julio  se  partió  á  algunas  de  sus  provincias  de  su  co- 
rona, que  mal  aliadas  con  su  ausencia  intentavan  al- 
gunos levantamientos,  y  también  para  tomar  nues- 
tros baños,  que  acostumbrava  todos  los  años.  Murmu- 
róse estando  en  el  campo  que  un  Privado  suyo  le  ha- 
vía  urdido  darle  muerte  y  achacar  la  alevosía  á  los 
catalanes;  pero  descubrióse  á  tiempo,  y  prendiendo  al 
Privado  después  en  Tolosa,  le  cortaron  la  caveza,  se- 
gún dijo,  y  que  se  llamava  Mosiur  el  Grande:  antes 
de  partirse,  se  despidió  por  cartas  de  los  Consistorios, 
diciendo  les  dejava  en  su  lugar  al  S.°^  de  la  Millera, 
y  encargando  á  su  industria,  valor  y  lealtad  aquella 
función,  de  quien  tenía  largas  experiencias. 

El  Mariscal  de  la  Mota  se  hallava  á  esta  sazón  con 
un  buen  pedazo  de  cavallería,  y  no  saviendo  estar 
ocioso  su  valor,  hizo  algunas  surtidas  por  la  parte  de 


33 

Tortosa,  entrando  en  el  reyno  de  Valencia,  saqueando 
algunos  lugares  y  malográndole  al  enemigo  las  cose- 
chas de  aquel  año;  y  á  no  a  ver  se  descubierto  una  in- 
terpresa que  tenía  dispuesta  en  Tortosa,,  huviera  ocu- 
pádola  con  poca  costa;  hiciéronla  de  sus  vidas  algunos 
que  se  havían  entrado  jen  la  ciudad  por  haverse  des- 
cuidado, y  savídose  su  ánimo,  visto  esto,  y  que  los 
mantenimientos  le  falta  van,  se  huvo  de  retirar  y  ha- 
cer sus  operaciones  por  .la  parte  de  Tamarit  y  Mon- 
zón, en  el  reyno  de  Aragón. 

CAPÍTULO  121. 

EííTfíAN  LOS  CASTELLANOS  EL  LÜGAE  DEL  VENDEELL 
Y  EXECÜTAN  EXTORSIONES  EN  ÉL. 

Viendo  la  guarnición  castellana  de  Tarragona  que 
el  S.o'"  de  la  Mota  se  entretenía  en  la  parte  de  Aragón, 
y  que  á  petición  de  los  de  Villafranca  de  Panados  avía 
sacado  de  aquel  partido  mil  cavallos  franceses,  que 
para  dar  forrage  sega  van  los  panes  jsl  en,primeros  de 
Mayo,  resolbió  el  Mariscal  de  Aguilar  que  governava 
entonces  Tarragona  hacer  con  parte  de  la  guarnición 
una  surtida  al  Panados.  Executóla,  llegando  hasta  el 
Vendrell,  en  donde  por  estar  murado  el  lugar  y  guar- 
necerle quatro  compañías  de  infantería  catalana  y 
una  de  micaletes,  alió  alguna  resistencia;  pero  des- 
pués de  algunas  horas  de  combate  lo  rindieron,  sacan- 
do pactos  de  que  por  Tortosa  y  Aragón  avían  de  pa- 
sar prisioneros,  entraron  el  lugar,  saqueáronle,  y  ta- 
lando la  cosecha  de  todo  aquel  llano,  se  bolbieron  á 
Tarragona:  eran  ellos  unos  quatro  mil  infantes  y 
ochocientos  cavallos;  murieron  algunos,  y  entre  otros 
el  Capitán  de  la  artillería,  buen  soldado,  y  que  sintió 

Tomo  xxiv  3 


34 

mucho  el  de  Aguilar.  De  los  nuestros  murió  un  Sar- 
gento maior  del  tercio  de  la  ciudad,  cuio  nombre  no 
digo  por  no  sa verlo,  y  el  Capitán  de  miicaletes  Paulo 
Godai,  hombre  de  mucho  valor. 


> 


CAPÍTULO   122. 

ARRIVA  SEGUNDA  ARMADA  FRANCR3A,  PASA  Á  PONIENTE 
Y  SUCESOS  DE  ELLA. 

Después  de  rendido  Gapllibre  pocos  días  llegaron  de 
Levante  23  vageles  gruesos  de  guerra  franceses  con 
algunos  brulotes;  dieron  fondo  delante  Barcelona,  y 
tomando  algunos  bastimentos  se  hicieron  á  la  vela  á 
la  parte  de  Poniente,  llevándose  las  galeras  que  aquí 
havía.  Navegavan  á  incorporarse  con  otro  pedazo  de 
armada  que  se  savia  havía  pasado  el  estrecho  por  te- 
mor que  la  castellana  no  diese  con  ella,  y  también  por 
si  podía  hacer  alguna  pilla,  que  se  tenía  noticia  que  se 
hiva  juntando  la  castellana  en  los  Alfaques  y  Tarra- 
gona. Quiso  la  desgracia  que  una  mañana  antes  de 
amanecer  se  toparon  en  las  costas  de  Valencia  la  ar- 
mada que  venía  y  la  que  hiva:  juzgándose  enemigas, 
traváronse  entre  sí  un  recio  combate  en  que  murieron 
algunos;  retirándose  una  de  otra  á  aguardar  el  día,  re- 
conocieron ser  de  un  rey  ambas;  diéronse  el  pésame  y 
norabuena,  y  juntándose  bolbieron  juntos,  llegando  á 
Barcelona  en  5  de  Junio  de  1642,  que  eran  30  navios 
todos  bellos  y  bien  guarnecidos  de  todo.  Governáva- 
los  un  hijo  de  Brase,  Virrey  pasado,  y  saviendo  que  su 
padre  se  havía  ido  y  que  el  Rey  estava  en  el  Rosellón, 
hizo  vela  y  partió  á  ver  al  uno  y  tomar  las  órdenes 
del  otro. 


35 


CAPITULO  123. 

PASA  EL  DE  LA  MOTA  CON  LAS  TROPAS  Á  ARAGÓN.- SAQUEAN 
LA  VILLA  DE  TAMAPJTE. 

Executadas  algunas  correrías  y  entradas  por  la 
parte  de  Torfosa  en  la  raya  de  Valencia,  como  se  á  di- 
cho, tomó  el  Mariscal  de  la  Mota  con  sus  tropas  buel- 
ta  á  Lérida  para  entrar  en  Tamarit  y  tomar  el  casti- 
llo de  Monzón,  primera  fortaleza  que  los  aragoneses 
tienen  por  esta  parte.  Llegó  á  la  vista  de  Tamarit,  vi- 
lla populosa  y  por  la  maña  de  sus  moradores  y  fértil 
terreno  de  las  ricas  que  tiene  aquel  reyno  de  Ara- 
gón. Embióles  la  Mota  trompeta  para  que  se  rindie- 
ran y  prestaran  la  ovediencia,  amedrantados  los  áni- 
mos del  poder,  francés,  más  que  de  su  voluntad  dieron 
puerta  franca  y  exterior  agasajo:  entró  el  Mariscal 
tratándolos  con  benignidad  porque  necesitava  de 
aquel  pueblo  para  los  progresos  que  esperava  en  Mon- 
zón y  lugares  de  aquella  frontera;  y  no  reconociendo 
en  los  naturales  toda  la  seguridad  que  deseava,  al 
partirse  dejó  algunas  compañías  de  guarnición  y  to- 
mó su  viage  para  Monzón;  apenas  la  Mota  perdió  de 
vista  la  villa,  quando  los  naturales  trataron  de  dego- 
llar á  los  franceses  porque  llevavan  mal  el  ageno  do- 
minio y  reconocían  era  menos  el  número;  pusieron 
mano  á  la  obra;  pero  á  poco  rato  de  la  sublevación 
tuvieron  al  Mariscal  encima,  que  receloso  de  lo  mismo 
no  quiso  adelantarse;  llegó  furioso,  y  dando  á  saco  y 
degüello  la  villa,  executaron  los  suios  el  más  orrible 
estrago  que  puede  referirse:  mujeres,  niños  y  eclesiás- 
ticos le  merecieron  la  venignidad  de  sus  vidas,  y  sa- 
cándolos á  unos  para  Lérida  y  á  otros  para  Aragón, 
dejó  aquel  lugar  casi  totalmente  despoblado  y  sus  sol- 


36 
dados  enrriquecidos,  pues  no  es  ponderable  lo  que  en 
dinero  y  mercaderías  encerrava  aquel  pueblo:  los  lu- 
gares comarcanos  compraron  bien  varato  quanto  qui- 
sieron, y  se  hicieron  dueños  de  muchas  haciendas  y 
moradores  de  Tamarit. 

CAPÍTULO  124. 

SITIO,  REN  PIMIENTO,  CAPITULACIÓN  DEL  CASTILLO  Y  VILLA  DE  MONZÓN 
Y  OTROS  PROGRESOS  DE  LAS  ARMAS  EN  ARAGÓN. 

Á  veinte  y  dos  de  Mayo  1648  (1)  partió  el  Mariscal  de 
la  Mota  con  su  exército  de  Tamarite  derecho  á  Mon- 
zón; dexó  al  de  la  Lucerna  con  dos  reximientos  para 
aguardar  la  artillería,  y  al  S.<^^  de  Dorea,  Intendente 
del  dinero  ó  Proveedor,  para  que  las  provisiones  y  bas- 
timientos  no  faltasen  y  fuese  á  acampar  su  gente  al 
lugar  de  Sant  Esteban,  legua  y  media  Je  Monzón.  Á 
23  fué  embiado  el  de  Tarraill  con  quinientos  cavallos 
á  reconocer  el  sitio,  fortaleza  y  campo  de  Monzón: 
halló  una  villa  populosa  murada,  aunque  de  muralla 
débil  y  mala,  sita  al  pie  de  un  montezuelo,  y  entre  él 
y  el  lugar  un  castillo  fuerte  de  naturaleza  por  estar 
fabricado  sobre  una  peña  viva  dominando  el  pueblo  y 
las  avenidas  sobre  otra  eminencia,  y  entre  las  dos  hay 
naturalmente  una  playa  ó  llano  en  el  qual  está  fabri- 
cado un  capaz  combento  de  religiosos,  y  por  parte  de 
la  plaza  hay  una  ravina  escarpada  dentro  la  misma 
peña.  Parecióle  al  de  la  Mota  famoso  el  sitio  y  de 
combeniencia  la  plaza;  y  aunque  supo  estaba  bien 
abastecida  y  guarnecida,  no  desistió  de  atacarla. 

Los  días  24  y  25  se  detuvo  en  San  Estovan  aguar- 
dando la  artillería,  que  por  las  lluvias  excesibas  se 

{\)  Es  equivocación,  pues  se  rindió  en  15  de  Junio  de  i 642. —(Nota 
do  D.  Pascual  de  Gayangos.j 


37 
tardaba,  y  llegándole  el  día  26  dos  piezas  gruesas  y 
noticia  de  que  habían  ya  pasado  de  Lérida  el  resto  de 
lo  necesario  para  su  intento,  hizo  partir  al  Conde  de 
Roxes  con  trescientos  cavallos,  y  siguiendo  luego  con 
su  exército  se  puso  á  tiro  de  artillería  de  Monzón  y 
personalmente  le  reconoció  el  S.°^'  Mariscal.  Á  las  4  de 
la  tarde  mandó  formar  dos  alas,  una  á  mano  izquier- 
da para  embestir  por  la  hermita  de  Santa  Quiteria,  y 
otra  á  mano  derecha  para  embestir  por  un  convento 
de  los  arrabales,  en  distancia  una  de  otra  de  200  pasos: 
aquélla  compuesta  del  S.°''  de  Ouquincurt,  con  los  regi- 
mientos de  Tonens,  Priñari  y  Miralpex,  sustentada  con 
parte  de  cavallería,  y  ésta  por  el  S.**''  de  Tarraill,  con 
los  regimientos  de  la  Mota  y  compañías  reales;  em- 
bistieron á  un  tiempo  con  tal  valor,  que  hechos  due- 
ños de  el  convento  retiraron  la  gente  á  la  villa,  y  de 
la  otra  parte,  siguiendo  la  cavallería  gobernada  por  el 
Capitán  Cambaut,  llegó  hasta  las  fortificaciones  de 
Santa  Quiteria,  matando  en  ellas  algunos  treinta  hom- 
bres de  los  que  las  guardaban.  Á  27  el  S.^'^  de  la  Lu- 
cerna cuio  era  el  día  hizo  trabajar  una  batería  para 
arrasar  un  reducto  que  estaba  á  la  hermita  de  Santa 
Quiteria;  á  las  cuatro  de  la  tarde  empezó  á  jugar  la  ba- 
tería, y  á  las  siete  se  atacó  el  reducto  y  se  tomó  á  fuer- 
za para  cubrirse  del  castillo  y  de  Santa  Quiteria.  Esta 
misma  noche  acometió  Tarraill  la  villa  con  los  regi- 
mientos de  Leonís  y  Xautange,  ganando  parte  de  ella 
y  la  iglesia  parroquial,  en  donde  se  rindieron  30  hom- 
bres á  m.*  de  señor. 

Á  28  el  8.°'"  de  Ouquincurt  hizo  trabajar  una  batería 
contra  las  defensas  de  Santa  Quiteria,  y  á  29  el  de  la 
Lucerna  una  trinchera  para  ir  á  la  contra  escarpa  de 
Santa  Quiteria.  Entretanto  el  de  Tarraill  acabó  de  ga- 
nar la  villa,  y  apoderándose  de  un  combento  de  reli- 


38 
giosas  rindió  en  él  cinquenta  soldados  que,  hauiendo 
peleado  hasta  el  último  extremo,  se  le  rindieron  á  vida 
salva. 

Á  treinta  á  las  ocho  de  la  mañana  empezó  á  jugar 
la  batería,  y  continuando  todo  el  día,  y  á  la  noche  los 
nuestros  se  aloxaron  á  la  contrascarpa  de  Santa  Qui- 
teña, y  el  S.*^^  de  Ouquincurt,  de  quien  era  el  día,  hizo 
brecha  en  la  muralla  y  arruinó  parte  de  la  iglesia  de 
Santa  Quiteria. 

Á  primero  de  Junio  tocó  al  de  Ouquincurt,  y  conti- 
nuando la  batería  el  Governador  ó  Comandante  del 
fuerte  de  Santa  Quiteria  reconoció  el  aprieto  en  que 
se  hallaba  y  pidió  capitular  por  sí  solo  sin  comprehen- 
der  al  Governador  principal  del  castillo  y  sacar  500 
hombres  del  fuerte:  no  quiso  oír  el  Mariscal  la  pro- 
puesta de  este  Governador;  replicóle  pidiendo  treguas 
de  24  horas  para  tratar  con  el  principal  Governador 
del  castillo.  Otorgóselas  el  Mariscal,  pues  no  malogra- 
ba en  esto  sus  trabajos  y  le  daba  lugar  para  recono- 
cer la  brecha  y  postura  del  fuerte.  Cumplidas  las  ho- 
ras, hizo  entender  el  Mariscal  que  pues  no  se  le  bolbía 
respuesta,  cesaba  la  suspensión  de  armas.  Salió  á  esto 
un  Capitán  con  la  lista  de  los  pactos,  y  no  agradándo- 
le  al  Mariscal,  embió  su  primer  Capitán  con  los  que 
él  tenía  intención  rendir  el  castillo;  entre  datas  y  res- 
puestas se  advirtió  que  el  Governador  del  castillo  ex- 
poliaba la  gente  inútil;  cogiéronle  unos  quarenta,  y 
bolbiéndoselos  á  embiar  le  desengañaron  estar  acaba- 
da la  tregua.  Continuóse  aquel  día  la  mina  y  la  bre- 
cha y  el  arrasar  una  pequeña  fortificación  que  se  des- 
cubría á  mano  derecha. 

Aquella  noche,  teniendo  abierto  el  foso  de  orden 
del  Mariscal,  fué  el  de  Lucerna  á  reconocer  la  dispo- 
sición que  hauia  de  embestir,  sin  aguardar  el  efecto 


39 

de  la  mina,  y  que  hallándola  de  forzar  al  enemigo  lo 
hiciese,  y  para  executarlo  emhió  al  S.*'^  Solanas,  Alú- 
dante de  Campo,  para  sustentar  un  Sargento  que  iba 
delante  con  veinte  hombres,  y  el  S.°^  de  la  Lucerna  con 
los  regimientos  de  Tonens  y  Grinava;  y  viendo  que  el 
enemigo  titubeaba,  acometió  al  instante  por  la  bre- 
cha; dexaron  el  fuerte  los  enemigos  y  fueron  segui- 
dos hasta  cerca  del  castillo;  retiráronse  los  nuestros  á 
hacer  su  alojamiento  en  Santa  Quiteria,  porque  que- 
daba al  descubierto  por  la  parte  que  miraba  al  casti- 
llo. El  S.^^  Solanas  quedó  mal  herido  de  esta  función 
con  un  mosquetazo. 

El  día  3  el  S.*""  de  la  Lucerna  hizo  llenar  el  foso 
para  pasar  la  artillería  y  empezar  una  batería  á  San- 
ta Quiteria;  el  día  4  el  de  Tarraill,  que  hauía  ocupádo- 
se  en  la  villa  haciendo  los  alojamientos  muy  cerca  del 
enemigo,  comenzó  á  tocarle  su  día  y  hizo  acabar  la 
batería  en  la  plaza  de  S.**  Quiteria  y  los  alojamientos. 
El  día  5  á  romper  el  alba  estubo  la  batería  á  punto, 
y  á  las  seis  empezó  á  disparar  sobre  las  del  enemigo, 
obligándole  á  retirarlas;  el  resto  del  día  se  ocupó  en 
batir  las  defensas  del  castillo,  y  nuestra  infantería  se 
alojó  en  una  pequeñuela  capilla,  entre  el  castillo  y 
Santa  Quiteria,  en  donde  se  hallaron  400  corazas,  can- 
tidad de  instrumentos  para  fabricar  balas  y  otras  mu- 
niciones de  guerra;  al  anochecer  el  de  Lucerna  hizo 
tomar  los  puestos,  abanzándose  para  que  los  minado- 
res y  gastadores  pudieran  acercarse  á  la  muralla  del 
castillo;  pero  á  media  noche,  con  una  surtida  que  el 
enemigo  hizo,  obligó  á  retirar  80  hombres  que  guar- 
daban los  puestos  y  la  capilla,  recuperándolos  los 
nuestros  poco  antes  de  amanecer.  El  día  6  tocó  al  de 
Ouquincurt:  los  regimientos  de  la  Mota  y  Miralpex  se 
alojaron  y  mantubieron  tan  cerca  del  castillo,  que  no 


40 
obstante  los  rebatos  de  los  sitiados,  pudieron  los  mi- 
nadores acercarse  y  empezar  á  obrar  al  pie  de  una  to- 
rre de  las  del  castillo. 

El  día  7  los  minadores  obraron  baxo  cubierto;  pero 
allí  mismo  se  advirtió  una  abertura  por  donde  los  si- 
tiados arroxaban  aceite  hirviendo  contra  los  gastado- 
res, y  que  con  bombas  y  cadenas  les  rompieron  los 
tablones  y  mantaletes,  con  que  hubieron  de  retirarse 
y  desistir  de  la  obra.  A  la  noche  el  de  Tarraill  dispuso 
las  guardias  y  postas  de  modo  que  no  pudiera  el  ene- 
migo lograr  surtida  alguna,  con  que  los  minadores 
pudieron  acercarse  á  una  peña  que  era  cimiento  de  la 
muralla,  trabajando  primero  en  cubrirse,  y  lo  consi- 
guieron ya  á  las  quatro  de  la  tarde,  de  modo  que  los 
sitiados  no  podían  embarazar  la  operación,  aunque 
antes  murió  de  un  mosquetazo  uno  de  los  minadores; 
á  la  noche  del  día  8  hicieron  los  del  castillo  surtida 
para  degollar  los  gastadores,  pero  fueron  rechazados. 
Los  días  9  y  10  se  prosiguió  la  mina,  y  aunque  en 
ellos  procuraron  estorbarlo  los  sitiados,  fué  sin  fruto 
alguno;  en  los  días  11  y  12  hicieron  surtida  por  mano 
derecha  é  izquierda  con  120  hombres,  pero  los  regi- 
mientos de  la  Mota  y  Monpeiro  los  rechazaron  vale- 
rosamente hasta  acorralarlos  en  el  res  tillo,  con  pérdi- 
da de  algunos. 

El'  día  14  estubo  la  mina  á  punto  de  volar,  y  si- 
guiendo los  estilos  militares,  el  S.'^''  Mariscal  hizo  se 
le  notificara  al  Governador  del  castillo,  que  era  Don 
Martín  de  Azlor:  éste  pidió  permiso  para  que  algún 
cabo  de  los  suyos  reconociera  la  mina  si  era  conforme 
se  decía,  y  hallándola,  y  viendo  el  peligro  y  que  no 
hauía  podido  ser  socorrido,  se  hizo  llamada  á  capitu- 
lar, cuios  pactos  fueron  los  siguientes,  que  después  de 
varias  dadas  y  respuestas  se  ajustaron  y  conclaieron: 


41 


CAPITULACIÓN. 


F.^  que  si  el  día  16  del  presente  mes  no  le  hauían 
socorrido  las  armas  de  su  Rey,  rendiría  el  castillo, 
saliendo  él,  toda  su  guarnición  y  toda  la  demás  gen- 
te, assí  de  Monzón  como  de  lugares  circunvecinos  que 
allí  se  hauían  retirado,  monjas  y  religiosos  con  van- 
deras  desplegadas,  caxas  tocando,  cuerda  encendida, 
bala  en  boca  y  las  municiones  que  cada  uno  pudiera 
sobre  sí  llevar. 

I.'"  que  se  les  haya  de  dar  veinte  carros  para  car- 
gar la  ropa,  que  será  de  la  milicia  y  paisanos,  y  que 
en  ellos  se  carguen  los  enfermos,  llevándolos  con  la 
ropa  hasta  el  río  Ginca,  en  donde  por  el  Rey  Gathóli- 
co  se  tendrán  barcas  para  el  pasaje. 

I."'  que  á  los  naturales  se  les  dexe  en  su  libertad  el 
quedarse  en  sus  casas,  prestando  el  juramento  al  Rey 
que  eligieren,  y  que  con  su  ropa  puedan  ó  irse  ó  que- 
darse, según  la  propia  voluntad. 

I.'"  que  assí  mismo  á  las  religiosas  y  religiosos  se 
les  dexe  á  su  arbitrio  el  irse  ó  quedarse,  y  que  si  que- 
daren presten  juramento  de  fidelidad  al  Cristianísi- 
mo, y  si  se  fueren  á  dominios  del  Rey  Gathólico,  se 
les  trate  con  veneración. 

I."  que  para  seguridad  de  la  capitulación  se  entre- 
guen recíprocamente  dos  renes  por  cada  parte,  y  que 
á  los  franceses  que  entraran  en  el  castillo  se  les  per- 
mita ver  desde  luego  las  municiones  y  pertrechos  de 
guerra,  para  que  no  haya  después  desorden  al  salir  la 
guarnición,  y  que  de  una  y  otra  parte  se  cese  en  ha- 
cer hostilidades  y  nuebas  defensas. 

I.*"  que  el  S.°^  Mariscal  se  ofrece  á  dar  saibó  con- 


42 

ducto  ,y  escolta  á  todos  los  que  salieren  del  castilla 
hasta  la  orilla  del  agua  del  río  Ginca,  y  que  desde  allí 
corra  por  quenta  del  Rey  Gathólico  darles  carruaxe, 
y  que  para  que  lo  puedan  embiar  á  buscar  se  les  con- 
cederá pasaporte  á  los  que  el  Governador  quisiere 
embiar. 

1.°^  que  de  nuebo  se  les  permitirá  á  los  assediados 
que  por  dos  Sargentos  mayores  se  reconozca  la  mina 
y  demás  ruinas,  y  que  hallándose  como  se  les  ha 
dicho,  estén  unos  y  otros  obUgados  á  guardar  y  man- 
tener la  presente  capitulación:  reconociéronla  D.  Se- 
bastián de  Pueyo  y  D.  Fernando  de  Ribera;  y  viendo 
el  peligro  en  que  se  hallaban  y  que  no  hauía  otro 
medio,  se  firmó  lo  capitulado,  el  día  15  de  Junio  de 
1642,  en  el  castillo  de  Monzón. 

Mientras  la  capitulación  se  disponía,  apareció  de  la 
otra  parte  de  Ginca  el  jurado  en  Gap  de  Zaragoza,  ca- 
pitaneando unos  tres  mil  hombres  y  quatrocientos 
cavallos,  toda  gente  visoña  y  advenediza,  y  que  al 
ver  nuestro  campo,  que  entre  cavallería  é  infantería 
se  componía  de  diez  y  seis  mil  combatientes,  empeza- 
ron á  decir  á  los  de  Monzón  oprobios  y  desvergüen- 
zas, de  que  por  qué  no  se  rendían  viendo  aquella  pu- 
janza, y  que  para  qué  les  sacaban  de  sus  casas  á  cosa 
que  no  podían  obrar  ni  ser  de  provecho;  por  último,  el 
castillo  se  entregó  el  día  16,  saliendo  la  guarnición  y 
demás  gente  según  lo  capitulado.  Entraron  las  armas 
de  nuestro  Rey  Gtu'islianísimo,  y  se  hallaron  en  el  cas- 
tillo pasados  de  seis  mil  mosquetes,  sin  otra  infinidad 
de  armas,  municiones  y  pertrechos  de  guerra,  que 
como  era  fortaleza  fronteriza,  y  de  consequencia  esta- 
ba bien  abastecida,  y  porque  jamás  se  creyó  España 
que  se  entrase  tan  allá,  salieron  del  castillo  1.500 
hombres  de  pelea,  sin  religiosos,  religiosas,  mugeres 


43 

y  niños  que  se  hauían  guarecido  á  él .  Causó  á  España 
no  poco  dolor,  y  á  los  aragoneses  mucho  temor,  que 
ya  en  Zaragoza  no  se  daban  por  seguros,  temiendo 
ser  asaltados.  Quedaron  á  la  obediencia  de  Su  Mages- 
tad  Glirístianísima,  dentro  de  Aragón,  y  de  esta  parte 
de  Ginca,  Monzón,  Saidi,  Osso,  Albalate,  Rafols,  Be- 
lluer,  Alfanticha,  Vinaset,  Fons,  La  Almunia,  San 
Esteban,  Vinafa,  Algayo,  Oriols,  Sanui,  Alcampes, 
Baells,  Naya,  Gastillón  Roy,  Valdelou,  Albelda,  Vini- 
porquet,  Tamarite,  pueblos  de  no  pocos  vecinos.  Obró 
valerosamente  en  esta  expugnación  Monsieur  Con- 
dreau,  Goinandante  de  la  artillería,  y  cada  uno  de  por 
sí  procuró  señalarse  valerosamente. 

GAPÍTULO  125. 

BATALLA  NAVAL  ENTRE  LAS  ARMADAS  FRANCESA  Y  ESPAÑOLA 
Á  VISTA  DE  BARCELONA. 

Díxose  pocos  capítulos  acras  que  el  General  Bresse 
que  governaba  la  Armada  de  mar  havía  pasado  á  to- 
mar los  órdenes  del  Rey  y  ver  su  padre  en  Rosellón; 
bolbió  lueo'o,  v  entrando  en  Barcelona  fué  visitado 
de  las  dos  Gasas  y  nobleza;  bolbió  las  visitas,  y  siem- 
pre con  gran  concurso,  porque  le  seguía  la  gente  por 
las  calles  con  públicas  aclamaciones,  entreteníase 
aguardando  la  armada  castellana  (que  se  tenía  aviso 
y  se  dixo  se  iba  juntando  en  los  Alfaques)  que  pasaba 
con  socorro  al  Rosellón:  entretanto  llegaron  á  este 
puerto  las  galeras,  juntándose  hasta  diez  y  siete. 

Víspera  de  S.^  Juan  tubo  aviso  el  S.^^^  Marqués  de 
Bresse  que  la  armada  enemiga  estaba  jsl  en  la  playa 
de  Tarragona,  que  se  componía  de  diez  galeras,  vein- 
te naves  grandes  de  Dunquerqae,  diez  galeones  de  ca- 
rrera de  Indias,  quatro  navios  de  fuego  y  otras  em- 


44 
Larcaciones,  llegando  todas  á  número  de  52  velas, 
governadas  por  el  Duque  de  Ciudad  Real. 

Sabida  esta  noticia,  salió  luego  del  puerto  el  S.®'' 
Marqués  con  su  armada  en  busca  de  la  enemiga,  tan 
valeroso  como  deseoso  de  toparla:  n,o  lo  logró  por  ha- 
ver  zarpado  (según  se  supo)  á  una  misma  hora,  ésta 
de  Tarragona  y  aquélla  de  Barcelona.  Llegó  la  nues- 
tra al  amanecer  á  la  playa  de  Tarragona;  y  no  dando 
con  el  enemigo,  pasó,  reconociendo  aquellas  costas, 
hasta  Vinaroz,  en  donde  topando  dos  galeones  y  un 
barco  longo  les  pegaron  fuego,  y  supieron  de  algunos 
soldados  que  el  de  Ciudad  Real  havía  dado  vela  desde 
Tarragona  el  día  que  se  ha  dicho,  y  con  mucho  deseo 
de  llegar  á  la  pelea  con  la  armada  francesa.  No  pu- 
diendo  adquirir  más  noticias  ni  sabiendo  qué  hacerse, 
só  bolbió  el  Marqués  á  Barcelona  y  dio  fondo  el  día 
29  de  Junio:  essa  misma  tarde  llegaron  de  Levante 
ocho  naves  para  engrosar  más  nuestra  armada,  y  pa- 
rece que  el  cielo  las  conduxo. 

El  día  30  por  la  mañana  señaló  Monjuique  armada 
nabal  de  Poniente;  súpose  luego  ser  la  castellana  que 
navegaba  viento  en  popa:  juntó  Consejo  de  guerra  el 
Marqués,  y  mandó  disparar  cañón  de  leva  para  que 
los  que  hauían  saltado  á  tierra  se  embarcasen,  que  no 
fué  muy  fácil  por  ser  sobrafuerte  el  viento  y  estar  los 
navios  alta  mar;  diéronse  al  viento  las  velas  á  punto 
de  mediodía  para  esperar  al  enemigo  sobre  el  Zerro, 
cosa  bien  dañosa  para  nosotros,  a]  paso  que  favorable 
al  enemigo;  el  viento  era  fuerte  y  contrario;  la  tarde 
borrascosa  y  con  lluvia;  pero  haciendo  todo  el  esfuer- 
zo posible,  se  tiró  á  ganar  la  punta  de  Monjuique  para 
poder  con  favorable  biento  embestir  al  enemigo;  y 
como  no  todas  las  nabes  son  igualmente  ligeras  ni  ve- 
leras, fué  imposible  que  todas  á  un  tiempo  pudiesen 


45 

ganar  la  punía  y  ponerse  en  orden  de  batalla.  Nues- 
tra Almirante,  con  lo  más  de  su  esquadra  y  el  cavalle- 
ro  Cange,  Contra  almirante  y  parte  de  su  escuadra, 
barlobenteando  se  adelantaron  ganando  el  viento:  se- 
guía el  resto  con  la  Vice  almirante  navegando  á  diez 
millas  de  tierra  y  la  enemiga  á  trece;  la  nuestra  pro- 
curó cautelosa  entrarse  al  mar,  para  coxerle  al  ene- 
migo el  varlobento. 

La  gente  de  Barcelona,  poblando  el  muelle,  mura- 
lla, texados,  cuteas  y  todas  las  eminencias,  salía  an- 
siosa á  ver  el  sucesso;  y  para  que  lo  lográramos  feliz, 
se  puso  patente  en  todas  las  iglesias  el  Santísimo  Sa- 
cramento, peleando  aquí  con  oraciones  para  que  allá 
con  las  armas  se  venciese. 

Á  las  quatro  de  la  tarde  la  Almirante  enemiga  dis- 
puso su  vela  para  embestir,  y  hechando  al  mar  las 
naves  de  Dunquerque,  se  puso  á  atacar  los  quince  na- 
vios que  se  hauían  adelantado  con  nuestra  Almiran- 
ta,  y  llegando  á  tiro  de  mosquete,  dieron  los  enemi- 
gos fiera  carga  contra  nuestro  Marqués:  resistiéronla 
él  y  el  de  Gange  con  gran  valor,  no  obstante  la  des- 
igualdad y  estar  baxo  viento;  advirtió  el  enemigo  la 
resistencia,  y  que  nuestra  Vice  almiranta  se  hallaba 
tan  desíaborecida  del  viento  dexando  una  buena  es- 
quadra para  entretener  al  Marqués,  dio  sobre  la  Vice 
almirante  creyendo  sacar  buen  barato  de  nuestra  ar- 
mada, el  Comendador  Montigni,  Vice  almirante,  á 
exemplo  de  su  general,  resistió  con  igual  valor  hasta 
que  advertido  por  el  Marqués,  que  con  sus  quince  na- 
vios podía  ganarles  el  viento,  lo  executó  pasando  por 
medio  del  enemigo,  y  embistiendo  con  gran  furia  se 
empezó  con  fiereza  el  combate,  pareciendo  un  conti- 
nuado trueno  el  tirar,  y  un  infierno  el  fuego;  discurría 
el  S."^^  Marqués  por  su  navio  de  popa  á  proa,  animan- 


46 

do  y  dando  órdenes,  3^  al  mismo  tiempo  mostrando  su 
gran  valor  y  heredada  vizarría. 

Advirtió  la  enemiga  esquadra  el  herror  cometido  en 
dexarse  ganar  el  viento  por  embestir  nuestra  Vice  al- 
mirante, y  queriéndolo  recuperar  antes  que  nuestro 
Marqués  travesase  por  su  grueso  de  armada,  no  le  fué 
fácil  porque  ya  se  vio  en  medio  de  la  furiosa  batalla: 
en  esta  confusión  quisieron  los  tres  brulotes  enemigos 
pegar  fuego  á  nuesta  Almiranta:  abordáronse  á  ella, 
pero  con  felicidad  y  valor  los  desviaron,  y  en  pago  de 
su  atrevimiento  llebaron  el  quedar  abrasados,  á  cuio 
horror  despaboridos  los  enemigos  temían  ser  despojos 
de  nuestra  armada,  ocasionándoles  no  poca  desorden, 
y  tanta,  que  á  durar  más  el  día  no  sé  cómo  hubieran 
quedado,  y  más  si  nuestras  Almirante  y  Vice  almiran- 
te hubieran  podido  unirse,  que  jamás  pudieron  conse- 
guirlo en  el  discurso  de  la  pelea;  advirtióse  que  la 
Vice  almirante  enemiga  (aunque  ya  era  noche)  se 
abordó  á  uno  de  sus  galeones  mui  mallraiada  y  casi 
arruinadas  las  jarcias:  apretaban  al  galeón  nuestra 
Vice  almiranta  y  otras  naves,  y  al  mJsmo  abordó  un 
brulote  nuestro  para  pegarle  fuego;  y  viéndose  ó  per- 
dido ó  quemado,  pidió  quartel,  y  rendido  para  guar- 
nición de  nuestra  Vice  almirante:  este  galeón  era  lla- 
mado Santo  Thomds  de  AquÍ7io,  de  ochocientas  to- 
neladas, de  los  mejores  de  carrera  de  Indias:  sólo  ha- 
cía tres  años  que  pisaba  el  mar,  llebaba  treinta  y  seis 
cañones  de  bronce,  sin  otros  tantos  de  yerro,  y  su 
Capitán  era  un  Gavallero  del  háuito  de  Santiago. 

Muchos  de  nuestros  navios  quedaban  vaxo  viento 
en  quienes  intentaba  el  enemigo  hacer  su  fuego,  pero 
el  S.o^'  Marqués  que  estaba  sobre  viento  se  lo  impedía; 
<;erró  la  noche,  y  el  enemigo,  entrándose  al  mar,  se 
alexó  tres  millas  á  sentir  su  desgracia. 


47 

El  S.^''"  Bailli  de  SorLon,  General  de  las  17  galeras, 
no  pudo  cargar  al  tiempo  que  la  armada  por  falta  de 
provisiones  y  aver  de  espalmar  algunas;  dióse  toda 
dilixencia,  y  el  día  siguiente  pudo,  remolcando  los  na- 
vios, ponerlos  unidos  y  en  orden.  Mandó  el  Marqués 
al  S.""*  de  Ternes  que  con  tres  galeras  conduxera  el 
galeón  á  Barcelona,  advirtiéndoles  que  los  prisioneros 
intentaban  sublevarse  y -que  cuidara  de  ellos.  Llega- 
dos al  puerto,  se  entraron  luego  en  Barcelona  con  ale- 
gría de  toda  ella,  pues  á  sus  ojos  pasó  todo  lo  referido. 

Unida  nuestra  armada  y  puesta  en  buen  orden,  se- 
guía á  la  enemiga,  aunque  le  llevaba  la  ventaja  de- 
recha y  la  de  mejor  viento,  reusando  bolber  á  las  ma- 
nos. Por  los  prisioneros  se  supo  que  el  Duque  de  Ciu- 
dad Real  estaba  atemorizado  del  combate  pasado,  y 
tanto,  que  quería  retirarse  á  puerto;  pero  que  el  Co- 
mandante de  los  Dunquerque  le  dixo  que  ó  pelear  ó  que 
si  no  él  se  volvía.  Y  assi  mismo  que  la  Almirante  ene- 
miga, por  no  dar  la  gloria  á  los  de  Dunquerque  (aun- 
que siempre  embestían),  deseaba  ser  la  que  chocase 
con  nuestra  Almirante:  con  estas  inteligencias  se  na- 
vegaba sobre  aviso,  y  á  las  tres  de  la  tarde  bolbió  á 
embestir  el  enemigo,  embistiendo  la  esquadra  de  Dun- 
querque con  otros  navios,  y  la  Almirante  á  la  nues- 
tra, y  los  demás  cada  uno  según  su  puesto  al  contra- 
rio, en  ilera  puestos  unos  y  otros  se  peleaba,  guar- 
dando todos  su  orden  sin  descaecer  de  ánimo,  dándo- 
se el  combate  de  poder  á  poder,  y  pensando  cada  qual 
salir  victorioso  porque  andubo  Marte  neutral. 

El  S.°^  de  Gange  resistió  valeroso  las  cargas  y  pri- 
meros ataques,  tanto,  que  quando  quiso  juntarse  con 
su  Almirante,  según  la  orden  que  tenía,  ya  no  pudo 
hacerlo  por  tener  el  velamen  y  jarcias  hechadas  á  pi- 
que, en  medio  de  esta  confusión,  el  mayor  de  los  ga- 


48 
leones  enemigos,  llamado  la  Madalena,  de  6Q  cañones 
y  800  hombres  de  pelea  á  bordo  con  la  Vice  Almiran- 
te del  S.^''^  de  Cange:  aquí  hubo  braba  refriega  hasta 
poner  al  galeón  en  esiado  de  pedir  quartel,  y  se  hu- 
biera apresado  á  no  acudir  dos  galeones  á  socorrer  su 
compañero;  viendo  los  nuestros  que  era  preciso  con 
el  nuevo  socorro  rendirse  el  S.^''  de  Cange,  resolbie- 
ron  pegar  fuego  con  dos  brulotes  al  galeón  y  Vice  Al- 
mirante nuestra,  para  que  no  fuera  despojo  de  los 
enemigos.  ¿Qué  sería  ver  abrasarse  quatro  vaxeles  á 
un  mismo  tiempo  los  dos  brulotes  y  Vice  Almirante 
nuestra  con  el  galeón?  Discúrralo  cada  uno  según  su 
imaginación,  que  yo  no  me  atrebo  á  pintar  tan  ho- 
rroroso expectáculo. 

Viendo  que  allí  perecía  gente  de  ambas  partes,  de 
la  una  y  la  otra  embiaron  barcos  para  salbar  las  vi- 
das sin  distinción  alguna,  y  assí  recojíanse  assí  espa- 
ñoles como  franceses  á  donde  primero  podían,  pero 
con  diferencia,  porque  los  nuestros  daban  buen  trata- 
miento á  el  enemigo,  y  él  á  quantos  cogía  nuestros 
cor  (aba  las  manos  y  bolbía  á  arroxar  al  agua,  inuma- 
nidad  que  no  executara  el  más  cruel  pirata. 

Mientras  esto  pasaba,  las  dos  Almirantes  con  sus 
esquadras  se  cañoneaban  furiosamente,  pero  sin  lle- 
gar á  bordarse  nunca,  que  en  esto  andubo  el  enemigo 
poco  valeroso,  pues  teniendo  el  mar  y  viento  más  en 
su  abono  no  se  atrebía,  lo  que  no  hubiera  reusado  el 
Marqués  á  trocarse  los  puestos,  porque  los  nuestros, 
todos  con  igual  valor  y  deseo  de  vencer,  combatían  sin 
diferencia  alguna.  Monsieur  de  Bailli  tenía  orden  de 
ganar  el  viento  con  su  esquadra  y  las  galeras  y  com- 
batir al  enemigo  por  la  retaguardia:  executólo  feliz- 
mente á  no  hallar  famosa  resistencia  en  los  galeones; 
pero  uno  de  ellos  quedó  bien  maltratado,  cerró  la  no- 


49 
che  y  cesó  el  combate,  que  3^a  era  ardid  del  enemigo 
no  permitir  las  peleas  sino  á  la  tarde  para  que  la  no- 
che diese  treguas  á  ellas. 

Sintióse  mucho  la  pérdida  delS.^''  de  Gange,  porque 
era  famoso  navio  y  que  hauía  seruido  de  Almirante 
quando  el  Arzobispo  de  Bordeus  vino;  pero  esto  se  re- 
sarcía con  el  galeón  de  Santo  Tkomds,  que  sólo  había 
tres  años  estaba  fabricado,  aquél  trenta,  éste  de  más 
cañones,  aquél  sólo  de  52,  y  lo  doloroso  era  sólo  la 
vida  del  de  Gange,  que  no  se  recuperaba  con  baxel 
alguno,  ni  á  su  valor  y  experiencia  se  hallaba  igual. 

Recogió  el  Marqués  sus  velas  y  púsose  en  segui- 
miento del  enemigo,  siempre  á  tres  millas  de  distan- 
cia; amaneció  el  día  siguiente  y  calmó  el  viento  para 
el  enemigo,  quedando  algún  poco  en  nuestro  fabor,  y 
con  él  quiso  el  Marqués  que  nuestras  galeras  con  los 
navios  de  fuego  atacasen  al  enemigo:  no  pudo  lograr- 
se porque  cesó  totalmente  el  viento.  Dentro  dos  horas 
bolbió  á  moberse  tan  recio  y  faborable  al  enemigo 
como  lo  hubiera  logrado  en  toda  su  navegación  y  aun 
más,  y  á  nosotros  no,  que  el  favorecernos  menos  era 
causa  de  llebar  siempre  una  legua  de  ventaja;  á  la 
tarde,  viendo  nuestra  Almiranta  que  se  le  atrasaban 
las  demás  velas,  hubo  de  recoxer  todas  las  suias  para 
aguardar  los  otros  navios:  ni  esto  bastó  para  que  el 
enemigo  la  embistiera,  ni  aun  haciéndose  al  mar;  es- 
tando en  esto  cerró  la  noche,  y  siguiente  día  ya  no  se 
descubrió  la  armada  enemiga  por  parte  alguna  y  se 
juzgó  habría  retirado  á  alguna  isla  á  reparar  sus 
daños. 

Juntó  Gonsejo  el  Marqués,  y  resolbieron  venirse  á 
Barcelona,  assí  para  refrescar  y  rehacerse  como  para 
la  provisión  de  víveres;  entraron  en  la  playa  y  dieron 
fondo  el  día  4  de  Julio;  púsose  luego  mano  á  todo, 

Tomo  xxiv  4 


oO 

cargando  bastimentos,  municiones  y  todo  lo  necesa- 
rio y  curar  los  heridos  para  bolber  presto  en  busca  del 
enemigo.  Súpose  por  la  gente  que  había  escapado  del 
nauío  del  S.°^  de  Gange  que  el  enemigo  había  perdido 
unos  cinquenta  hombres  del  galeón,  y  que  el  Capitán 
estaba  herido  de  un  mosquetazo  en  un  brazo,  y  no 
podían  asegurar  si  se  havía  anegado  ó  muerto. 

Sábado  á  5,  estando  aprestándose  nuestra  armada, 
señaló  Monjuique  la  enemiga  que  navegaba  hacia  Le- 
vante; en  la  postura  que  se  hallaba  el  Marqués  dispa- 
ró á  leva,  y  fué  en  busca  del  enemigo  con  ánimo  de 
darle  la  batalla:  seis  días  navegó  en  su  seguimiento, 
procurándole  ocasiones  para  llegar  á  las  manos,  pero 
siempre  huyó  el  cuerpo  á  la  pelea,  y  lo  más  que  se 
consiguió  faé  que  torciese  su  navegación  á  medio  día 
y  obligarle  á  cerrarse  en  el  puerto  de  Mahó,  que  á  no 
ser  tan  fuerte  de  naturaleza  por  su  estrecha  boca  y 
guardarla  un  castillo  en  el  mismo  puerto,  hubiera  pe- 
recido á  manos  de  la  nuestra,  que  se  restituyó  á  Bar- 
celona el  día  1 1  de  Julio  muy  victoriosa,  pues  queda- 
ba dueña  del  mar  y  el  enemigo  se  retiraba  huyendo 
la  ocasión  de  llegar  á  batalla:  súpose  que  á  el  enemigo 
se  le  hauían  disminuido  16  velas,  ora  sea  retirándose 
á  repararse  en  los  puertos  ú  hechadas  á  fondo,  porque 
la  vimos  con  50  velas  al  venir,  y  al  entrar  en  Mahó 
sólo  eran  treinta  y  quatro. 

CAPÍTULO  126. 

OCUPAN  LOS  ESPAÑOLES  LOS  COLLADOS  DE  LILLA  Y  CABRA 
y  SAQUEAN  PARTE  DEL  PAÍS. 

Impacientes  los  castellanos  que  estaban  en  Tarra- 
gona por  los  aprietos  en  que  se  hallaba  Perpiñán  sin 
esperanzas  de  poderlo  socorrer ,  intentaron  hacer  un 


51 

estrago  en  nuestro  país  y  tomar  los  collados  de  Lilla 
y  Cabra,  que  sólo  se  guarnecían  de  pay sanos  que  mal 
asistidos  iban  desamparando  los  puestos,  y  para  lo- 
grarlo amenazaron  por  una  parte,  y  dieron  en  otro 
ardid  ordinario  en  la  guerra.  Hauía  en  Tarragona 
hasta  ocho  mil  infantes  y  ochocientos  cavallos;  sabían 
que  el  S.^^'  de  la  Mota  atendía  á  la  custodia  del  Pana- 
dos, recelándose  siempre  de  alguna  embestida  por  essa 
parte,  y  assí,  haciendo  por  ella  surtida  con  número 
bien  crecido,  intentaron  embestir  á  Villafranca,  no 
obstante  lo  bien  guarnecido  que  se  hallaba;  llegaron 
algunos  hasta  los  restillos  y  quemaron  algunas  mieses 
que  estaban  en  las  eras,  pero  no  pudiendo  más  por 
estar  el  de  la  Mota  á  la  vista,  se  retiraron  y  dieron 
sobre  los  collados  de  Lilla  y  Cabra,  que  á  poca  costa 
ganaron,  y  puesta  guarnición  en  ellos  se  entraron  por 
las  Cencas  de  Barbera  quemando,  saqueando  y  talan- 
do todos  los  pueblos,  hasta  mui  cerca  del  llano  de  Ur- 
gel,  y  dexándose  la  guarnición  en  los  collados  se  bol- 
bieron  ricos  de  despojos,  pero  poco  vengados,  pues 
valía  más  la  joya  que  se  perdía  en  Perpiñán. 

CAPÍTULO  127. 

PACTOS  Y  RENDIMIENTO  DE  LA  PLAZA  DE  PEEPIÑÁN,  CON  NOTICIA 
DE  LO  SUCEDIDO. 

Mucho  dolor  pide  este  capítulo  (perdóname,  autor), 
y  tú  lo  refieres  con  mucho  alborozo;  pero  creo  se  tro- 
<íará  la  suerte  y  que  algún  día  llorará  sin  esperanza 
de  consuelo  lo  que  aora  ríe  esta  confusa  ó  infausta 
provincia,  que  hasta  las  Monarquías  padecen  los  re- 
veses de  una  adversa  fortuna.  Dexo  ponderaciones  de 
sentimiento,  porque  jamás  hubo  pena  que  pudiesen 
explicarla  retóricas  frases,  gime,  suspire,  llore  y  pa- 


52 

dezca  el  corazón  del  buen  catalán,  español  ó  francés, 
no  sólo  aora  que  el  tiempo  representa  esta  comedia, 
sino  para  el  venidero  en  que  se  trocará  la  farsa;  que 
yo  paso  á  contar  sin  ponderación  ni  adorno  alguno  el 
motibo  de  la  pena. 

Hallábase  el  castillo  de  Perpiñán  en  el  último  extre- 
mo de  necesidad,  pues  ya  la  hambre  tenía  poslrados 
los  más  valerosos  ánimos,  enflaquecida  la  mayor  ro- 
bustez, y  rendida  la  fuerza  más  valiente;  esperanza 
de  socorro  no  la  hauía,  si  no  que  fuera  del  Cielo,  como 
el  que  en  desecha  borrasca,  sumergida  la  nave,  queda 
al  beneficio  de  las  olas,  que  cada  una  es  un  poderoso 
enemigo  y  aguarda  en  cada  una  el  sepulcro  de  su 
cuerpo,  y  el  quedar  sus  alientos  á  ser  moradores  del 
golfo:  assí  se  hallaban  los  que  defendían  la  fortaleza; 
y  viendo  ya  frustradas  todas  las  diligencias  del  soco- 
rro, resolvieron  rendirse,  y  dia  29  de  Agosto,  en  que 
la  Iglesia  celebra  el  martirio  de  San  Juan  en  su  ini- 
qua  degollación  (¡a!  casos  hay  y  cosas  suceden  en  días 
que  parecen  misteriosísimos:  ¡hay  España!  que  en  este 
día  degüellan,  si  no  á  toda  tú,  por  lo  menos  el  más 
precioso  miembro  de  tu  cuerpo),  llamaron  á  capitular 
el  modo  de  rendirse,  y  convinieron  las  partes  en  la 
forma  siguiente: 

1.°  Que  si  para  el  día  9  de  Septiembre  1642  el  Rey 
Gathólico  no  hauía  socorrido  la  plaza  con  dos  mil  infan- 
tes, mil  cauallos  y  ducientas  cargas  de  mantenimien- 
to, esse  mismo  día,  á  las  ocho  horas  de  la  mañana,  el 
S.*'^  Marqués  de  Flores  y  su  Consejo  de  guerra  ofrecían 
entregar  al  que  gobernaba  el  exército  del  Rey  Chris- 
tianísimo  ó  á  quien  sus  veces  tubiera;  y  á  sus  armas, 
la  villa  y  castillo  de  Perpiñán  con  toda  la  artillería  y 
demás  pertrechos  de  guerra  que  se  hallaban  en  él  y 
ella,  y  que  desde  luego  hubiese  suspensión  de  armas. 


53 

2.°  Es  pactado  y  concordado  que  toda  la  guarni- 
ción, assi  de  infantería  como  de  cavalleria,  con  todos 
los  naturales  que  quisieren  seguirla,  criados,  tanto  de 
soldados  como  de  cualquiera  personage,  mugeres,  ni- 
ños y  demás  gente  de  diversos  estados,  no  puedan  ser 
detenidos;  que  la  milicia  saldrá  con  vanderas  desple- 
gadas, caxas  y  trompetas  sonando,  dos  cabos  de  cuer- 
da encendidos,  bala  en  boca,  seis  piezas  de  cañón,  y 
munición  para  veinte  tiros  por  pieza,  y  toda  la  demás 
que  hubiere  menester  la  milicia  para  sus  armas  res- 
pectibe.  Que  el  General  francés  tenga  y  baga  de  po- 
ner en  batalla  su  exérciio,  y  echar  vando  pena  de  la 
vida  que  ninguno  se  aíreba  ni  de  palabra  ni  de  obra 
á  tratar  mai  á  ninguno  de  los  rendidos  ni  á  los  que 
con  ellos  fueren,  ni  á  reconocer  las  cargas  ni  ropa  que 
se  llebaren,  y  que  cada  uno  pueda  libremenóe  Uebar- 
se  consigo  quanto  fuere  suyo  de  cosas  movibles. 

3.^  Que  todos  los  naturales,  assi  de  Perpiñán  como 
del  Rosellón,  que  querrían  seguir  las  armas  y  partido 
del  Rey  Galhólico,  pudiesen  sin  emba.^azo  alguno  y 
baxo  las  mismas  condiciones  que  la  milicia;  y  que 
aquéllos  que  para  ajustar  sus  negocios,  vender  sus  ha- 
ciendas ó  cosas  semejantes  se  les  ofrecería  hauer  me- 
nester tiempo,  se  les  concedía  ocho  meses,  dentro  de 
los  quales  hauían  de  despacharse,  y  con  pasaporte  y 
saibó  conducto  se  podrían  pasar. 

4.°  Que  á  los  rendidos  se  les  diesen  200  carros  y 
cien  vagajes  de  silla  para  conducir  sus  bienes,  y  sol- 
dados hasta  GopUiure  y  Rosas,  y  quatro  sugetos  en 
rehenes,  que  los  acompañasen  los  dos  por  mar  desde 
GopUiure,  y  los  dos  hasta  Rosas  por  tierra,  y  que  no 
pudiesen  detenerse  en  estos  puestos  más  tiempo  que 
el  preciso  para  la  embarcación,  y  encaminarse  dere- 
chos á  Tarragona. 


54 

5.^  Que  se  les  diese  á  costa  del  Ghristianísimo  des- 
de Goplliure  á  Tarragona  para  los  enfermos  y  demás 
gente  que  necesitara  de  ella,  ofreciendo  libre  pasapor- 
te el  Marqués  de  Flores  para  la  buelta  á  las  embarcacio- 
nes, como  al  carruaje  y  vagaxe  que  se  le  entregaría. 

6.°  Que  pudiese  el  Marqués  llebarse  consigo  todos 
los  papeles  pertenecientes  al  Rey  Gathólico,  menos  los 
concernientes  al  Condado  del  Rosellón. 

7°  Que  Antonio  de  Riu  y  Raphael  Pasaral  y 
Fran.*'*^  Jaén,  que  administraban  los  cargos  ó  hacienda 
real,  estubiesen  obligados  á  dar  quentas,  y  que  dexa- 
rían  rehenes  para  la  seguridad  de  los  que  no  irían  de 
buena  gana  al  viage;  y  que  assí  mismo  para  la  segu- 
ridad de  las  cosas  presentes  se  entregarían  recíproca- 
mente quatro  personas  en  rehenes,  y  que  se  pudiesen 
detener  hasta  haverse  cumplido  todo  enteramente  por 
cada  parte,  y  que  las  marchas  fuesen  saliendo  de  Per- 
piñán  el  día  9  á  loxarse  en  Elna,  el  día  10  á  Goplliu- 
re, el  día  11  á  Bañólas,  el  de  12  á  la  Seiba  y  el  de  13 
á  Rosas. 

8.°  Que  pudiese  libremente  el  S.*^'"  Marqués  despa- 
char á  la  posta  correo  á  los  Generales  del  Rey  Gathó- 
lico, advirtiéndoles  el  estado  en  que  se  hallaba  y  de  la 
presente  capitulación,  y  que  al  bolber  el  correo  no 
hubiese  ni  debiese  hablar  á  ningún  naíural,  sino  á 
oficial  de  la  guarnición  delante  algún  oíro  del  exérci-' 
to  del  Ghristianísimo,  y  que  dado  caso  no  holbiese  se 
entregaría  assí  mismo  la  plaza  el  día  señalado.  Y  que 
cumplido  todo  se  entregarían  las  rehenes,  el  Español 
las  francesas  en  Gastellón  de  Ampurias,  y  el  Francés- 
las  españolas  en  Rosas.  Dado  en  el  campo  de  Perpi- 
ñán,  día  29  de  Agosto  1642. 

Firmaron  por  Francia:  El  Mariscal  Descomberch, 
El  Mariscal  de  Mesleraya. 


55 

Firmaron  por  España:  El  Marqués  de  Flores  Dávi- 
la,  D.  Diego  Gauallero,  D.  Diego  Faxardo,  D.  Juan  de 
Arce. 

Llegó  el  día  nueve  de  Sep/"  1642,  y  el  más  fatal 
que  España  tendrá  en  esta  centuria  ni  en  muchas,  sin 
que  huuiese  sido  socorrido  Perpiñán,  y  rindióse  .en 
manos  de  los  dichos  dos  Mariscales. 

Dispúsose  el  exórcito  francés  en  forma  de  batalla  á 
dos  alas,  que  constaba  entonces  de  diez  mil  infantes  y 
tres  mil  cauallos  énlre  franceses  y  catalanes;  hauía 
800  cauallos  que  montaba  la  nobleza  con  ricas  galas 
y  jaeces;  asistió  también  Ramón  Vas,  Governador  de 
los  Condados  de  Rosellón  y  Gerdaña,  constante  y  va- 
leroso varón.  Puesto  assí  el  exército  á  las  nuebe  de  la 
mañana,  empezó  á  salir  la  guarnición,  precediendo 
ciento  y  sesenta  carros  cargados,  que  según  todos 
aseguraban  llebaban  mucha  riqueza;  las  seis  piezas  de 
artillería  medianas,  y  sólo  quinientos  hombres  salie- 
ron que  pudieran  sustentarse  sobre  sus  pies,  j  aun  era 
milagro,  según  lo  pálido  y  flaco  y  descaído  se  mira- 
ban. Salieron  también  más  de  ducientas  mugeres  cas- 
tellanas (vergüenza  es  decirlo,  pero  más  lo  fuera  no 
decir  la  verdad):  considere  el  pío  lector  con  qué  sen- 
timiento y  tristeza  saldrían,  dexando  para  siempre  la 
piedra  más  preciosa  que  tenía  la  Corona  de  España. 
Acompañaban  hasta  los  Arcos  de  El  va  al  Marqués  los 
Duques  de  Lui  (de  real  estirpe),  padre  é  hijo;  el  gran 
Maestre  de  las  Armas,  el  Mariscal  de  Mesleraya  y  otra 
mucha  nobleza,  y  allí  se  dispidieron. 

Entretanto  entró  el  Governador  de  los  Condados  á 
tomar  la  posesión  de  la  villa  y  castillo  de  Perpiñán  en 
nombre  del  Rey  Christianísimo,  poner  la  guarnición, 
reconocer  el  presidio  y  demás  cosas  que  en  tales  casos 
se  acostumbra  hacer.  Halláronse  160  cañones  de  bron- 


56 

ce,  bellas  piezas;  armas  para  armar  cien  mil  hombres, 
municioDes  para  pelear  sin  escasez  diez  años  conti- 
nuos; pero  nada  es  de  admirar  siendo  la  plaza  lo  que 
es,  y  haver  recoxido  todo  el  reslo  de  las  campañas  de 
Salsas  y  la  Ocata,  y  á  no  ser  la  falta  de  mantenimien- 
to era  imposible  ganarla. 

Ocupada  la  plaza  y  distribuida  la  guarnición  por 
sus  puestos,  se  acudió  á  dar  las  gracias  al  Dios  de  los 
exércitos  en  la  Igl.''  de  S."  Juan.  Dixose  el  Tedeum 
laudamus,  y  el  Arzobispo  de  Narbona  celebró  el  ofi- 
cio, y  el  Obispo  de  Vimas  predicó,  y  después  en  pro- 
cesión llebaron  el  Sanctissimo  por  las  calles,  y  el  Ma- 
gistrado con  sus  gramallas  llebaba  el  palio:  concluida 
se  retiró  todo  hombre  á  su  casa  y  los  Generales  á  des- 
pachar correos  á  todos  los  Príncipes  sus  aliados  para 
que  aiudasen  á  celebrar  tan  memorable  victoria. 

CAPÍTULO  128. 

FIESTAS  Y  PÚBLICOS  APLAUSOS  CON  QUE  BARCELONA  CELEBRA 
EL  RENDIMIENTO  DE  PERPIÑAN. 

El  juebes  día  11  de  Septiembre  1642  llegó  á  Bar- 
celona la  nueba  del  rendimiento:  no  me  detengo  en 
escribir  los  júbilos  y  alborozos  con  que  toda  esta  ciu- 
dad celebró  esíe  sucesso,  porque  fuera  qualquier  exa- 
geración corto  bosquexo,  y  dexando  al  juicio  del  lec- 
tor lo  más,  diré  las  demostraciones  públicas.  Assí  como 
llegó  la  nueba  se  mandó  disparar  la  artillería,  tocar 
las  campanas  en  todas  las  iglesias,  y  que  en  cada  una 
de  ellas  se  cantase  el  Te  Deum,  que  todo  se  executó; 
ordenáronse  unas  luminarias  para  el  día  13  á  la  no- 
che, pero  prolongólas  el  arribo  de  la  armada  caste- 
llana hasta  el  día  20,  que  hauiéndose  hecho  á  la  vela 
dexó  libres  los  ánimos  para  entregarse  á  los  regocijos; 


o7 

continuáronse  los  tres  días  con  la  grandeza  que  sabe 
gastar  Barcelona  en  semejantes  fiestas,  subiendo  de 
punto  cada  noche,  assí  en  el  número  de  las  luces,  di- 
versas invenciones  de  fuego,  como  en  lo  rico  y  visto- 
so de  las  galas  de  los  de  la  encamisada,  pues  cada  no- 
che hubo  la  suya  en  que  la  nobleza  mostró  su  gene- 
roso pecho  en  varias  quadrillas,  presidiendo  en  la 
principal  Monsieur  de  Argenten,  D.  Joseph  Marga- 
rit  y  un  embiado  del  Nuncio  de  Francia  á  la  averi- 
guación de  algunos  siniestros  informes  que  hauían 
dado  en  París  los  mal  intencionados  en  materias  de  la 
religión,  y  se  hallaron  ser  falsos,  porque  se  conserba- 
ba  con  la  limpieza  que  siempre. 

Mientras  en  lo  profano  se  hacían  demostraciones  de 
gozo,  se  rendían  cultos,  veneraciones  y  gracias  á  Dios 
en  el  templo  del  Asseo;  los  tres  días  en  esta  iglesia 
hubo  solemnes  oficios:  en  el  primero  predicó  el  Padre 
Salas  de  San 'Agustín,  electo  Abad  de  San  Gucuphate; 
en  el  segundo  el  Padre  Prelado  Prediches,  mercenario, 
y  en  el  tercero  el  Padre  Puitg,  de  la  Compañía  de  Je- 
sús, y  acabóse  essa  tarde  con  una  procesión  general 
como  la  del  Corpus,  asisLida  de  los  Consistorios,  Con- 
sejos y  nobleza.  El  juebes  siguiente,  en  la  iglesia  de 
Santiago,  se  hizo  la  misma  fiesta  y  fué  orador  panegí- 
rico el  Padre  Fray  Joseph  Pons,  carmelita  descalzo;  en 
las  demás  iglesias  respectibamente  se  hicieron  fiestas. 

Señaláronse  en  los  festejos  públicos  por  buenos  va- 
sallos del  Rey  Christianísimo  el  Deán  Paulo  del  Roso, 
que  hizo  una  fuente  de  vino  que  todo  el  día  manó  con 
gran  abundancia  y  consuelo  de  muchos  y  arrojando 
en  varias  ocasiones  cantidad  de  moneda  al  pueblo,  y 
D.  Grau  Reguer,  que  en  abundancia  de  luces,  varie- 
dad de  imbenciones  de  fuego  y  cuetes  se  aventajó  á 
todos;  en  el  llano  de  San  Francisco  hubo  una  grande 


58 

imbención  de  fuego  la  primer  noche;  la  segunda  en  la 
plaza  de  Santa  Ana  delante  casa  Reguer,  y  la  tercera 
en  la  plaza  nueba,  dispuesta  á  forma  de  un  cadahalso, 
y  en  medio  de  él  un  león  por  despojo  de  las  garras  y 
pusilanimidad  de  un  gallo,  que  al  paso  que  la  inven- 
ción iba  quemando  era  maior  el  aprieto  del  león  has- 
ta quedar  derecho.  Si  acaso  algunas  casas  mal  halla- 
das de  este  sucesso  se  negaban  al  regocijo,  la  plebe  en 
tumulto  las  obligaba  á  hacerlo  contra  su  voluntad, 
molexándoles  de  leoncicos  domados. 

CAPÍTULO  129. 

PARTE  lÁ  armada  DE  FRANCIA  DE  LA  PLAYA  DE  BARCELONA 
Y  LLEGA  LA  DE  ESPAÑA  Y  DA  FONDO. 

El  mismo  día  que  llegó  la  nueba  del  rendimiento  de 
Perpiñán,  el  S.°^  de  Erase  se  partió  con  nuestra  arma- 
da marítima  á  imbernar  como  acostumbra  en  los 
puertos  más  seguros  de  Francia;  y  aún  no  la  hauía- 
mos  perdido  de  vista,  quando  Monjuique  señaló  la  de 
España  por  Poniente  con  gran  pujanza.  Bien  podía  la 
nuestra  bolber  á  combatirla,  pues  se  llegaron  á  ver 
una  de  otra,  y  de  Barcelona  ambas  á  un  tiempo;  pero 
ó  sea  que  el  gozo  de  tener  ya  la  joya  deseada  le  obli- 
gase á  dexarla  de  lástima,  ó  que  temiendo  una  deses- 
peración española  quisiese  guardar  sus  navios,  prosi- 
guió su  viaxe  disimulando  el  hauerla  visto.  La  caste- 
llana se  puso  en  ala  frente  de  Barcelona  fuera  del  ca- 
ñón, y  dando  fondo  tan  de  propósito  como  si  viniera 
á  sitiarnos,  dexando  dos  galeras,  una  á  cada  lado,  en 
continuo  mouimiento  para  que  no  pudiese  entrar  ni 
un  barco:  estúbose  en  esta  forma  desde  la  noche  de 
once  hasta  la  tarde  del  día  13,  que  se  hizo  á  la  vela 
acia  Levante;  pescó  en  estas  horas  algunas  barcas  de 


59 

provisiones  qme  venían  de  la  costa,  y  á  nosotros  el 
susto  de  estar  en  continuo  recelo  y  con  las  armas  en 
la  mano  fortificando  de  nuebo  toda  la  marina  y  te- 
miendo de  alguna  embestida,  pero  partióse  sin  decir 
ni  hacer  nada  á  llorar  su  desventura. 

CAPÍTULO  130. 

RENDIMIENTO  Y  CAPITULACIÓN  DEL  CASTILLO  DE  SALSAS. 

Viendo  el  Governador  del  castillo  de  Salsas  el  des- 
graciado fin  de  Perpiñán,  y  que  sin  darle  parte  se  ha- 
bía rendido  su  Governador  y  que  con  más  razón  po- 
día él  á  aquellas  horas  desesperar  de  consuelo  y  soco- 
rro, sin  esperar  hostilidad  alguna  (aunque  por  forma 
se  arrimó  allí  parte  del  exército  francés),  capituló 
D.  Benito  Enríquez  de  Quiroga,  Maestre  de  campo 
general  y  Governador  de  la  plaza,  en  esta  forma: 

I.""  Que  el  día  29  de  Septiembre  1642,  á  las  ocho 
de  la  mañana,  saldrá  de  la  plaza  con  sus  milicias  y 
toda  la  gente  que  en  ella  se  hallare  á  vida  salba  con 
sus  armas,  municiones,  dos  cabos  encendidos,  bande- 
ras tendidas,  caxas  tocando,  y  que  con  escolta  serán 
conducidos  por  la  Francia  á  Navarra,  sin  que  de  obra 
ni  palabra  puedan  ser  injuriados  en  los  dominios  de 
Su  Mag.*^  Ghristianíssima,  y  que  se  entregará  la  pla- 
za á  los  señores  Mariscales  ó  á  quien  su  orden  tubie- 
re,  con  todas  las  municiones,  armas  y  bastimentos 
que  el  día  de  la  capitulación  se  hallaren  en  ella. 

2.°  Que  se  les  haya  de  dar  doce  carros  para  llebar 
su  ropa  y  trastes,  y  doce  bagajes  para  los  Oficiales  que 
no  podrán  ir  á  pie,  y  que  á  costa  de  Su  Mag.'i  Ghris- 
tianíssima hayan  de  ser  alimentados  y  conducidos 
hasta  Pamplona,  sin  que  las  marchas  sean  más  de  á 
tres  leguas  cada  día. 


60 

3.°  Que  para  seguridad  y  cumplimieiito  de  lo  ca- 
pitulado se  entregarán  dos  Capitanes  de  cada  parte  en 
rehenes,  y  que  no  se  hará  hostilidad  ninguna  contra 
la  plaza,  ni  en  ella  se  podrá  entrar  bastimento  ni 
arma  ninguna  sin  consentimiento  de  los  señores  Ge- 
nerales de  Francia. 

4."^  Que,  últimamente,  se  le  dé  pasaporte  á  un  co- 
rreo que  despachará  el  Governador  á  Tarragona  con 
noticia  y  un  tanto  de  su  resolución  y  capitulación  á 
los  Generales  de  España,  y  que  los  naturales  que  que- 
rrán seguir  el  partido  del  Rey  Gathólico,  puedan;  los 
que  no,  que  retirados  á  sus  casas  presten  el  juramen- 
to de  fidelidad  á  Su  Magostad  Ghristianissima.  Fecho 
en  Perpiñán  á  15  de  Sep/^  1642. 

Escomherch,  La  Milleraye. 

D.  Benito  Enriq.^  de  Quiroga,  Joseph  Lorenzo  Ló- 
pez y  Marcello  de  Marras. 

Llegó  el  día  29,  y  cumpliendo  cada  parte  lo  que  le 
tocaba,  se  rindió  la  plaza  á  los  señores  Mariscales 
arriba  firmados,  y  la  ocuparon  las  armas  de  nuestro 
feliz  Monarca  Luis  decimotercio. — Nota:  Lector  mío, 
si  has  visto  los  capítulos  atrás  de  esta  Historia,  que 
en  los  años  1639  y  1640  costó  tanta  sangre,  tanta  no- 
bleza y  vidas  esta  plaza,  y  que  aora  sin  costar  una  on- 
za de  pólbora  se  ha  rendido  y  entregado  á  baibenes  de 
fortuna,  ¡ah  cosas  de  esta  vida,  y  quán  inconstantes  os 
miramos!  Dexemos  á  Dios  estas  causas  que  las  go- 
uierna  su  inapeable  juicio;  tan  en  silencio  pasó  Cata- 
luña este  sucesso  para  en  materia  de  fiestas,  como  si 
tal  no  hubiera  en  el  mundo,  quando  al  recuperarla 
otra  vez  de  los  franceses  fueron  indecibles  los  rego- 
cijos. 


61 


CAPITULO  131. 

EELACIÓN  EXTENSA  DE  LO  QUE  SUCEDIÓ  EN  EL  SITIO  DE  PERPIÑÁN,  Y 
UNA  ADICCIÜN  DE  PARTICULAPJDADES  OMITIDAS  EN  LOS  CAPÍTULOS 
PASADOS. 


Ya  parece  (oh  lector  mío)  que  oigo  cómo  me  dices: 
— Es  posible  que  nada  pasó  en  el  sitio  de  Perpiñán  dig- 
no de  mención  en  esta  Historia; — á  que  te  respondo  que 
sí,  y  que  el  no  hauerlo  referido  antes  es  por  hauerme 
parecido  preciso  noticiarte  primero  de  esos  dos  capí- 
tulos que  acabo  de  escribir,  y  también  porque,  á  de- 
cirte verdad,  como  en  materia  de  armas  nada  sucedió 
que  pueda  escriuirse,  quería  callar  las  crueldades  y 
exacrables  acciones  que  executaron  los  Cabos  caste- 
llanos con  los  naturales  mientras  duró  el  sitio,  pues 
más  son  para  llorarlas  en  el  silencio  que  para  escri— 
uirlas  ni  acordarlas  en  papel:  pero  pues  hubo  dureza 
para  executarlas,  tinta  ha  de  hauer  para  decirlas. 
Procuraron  los  perpiñaneses  con  su  acostumbrado 
cathólico  celo  que  no  se  faltase  al  culto  divino  y  ve- 
neración de  los  sagrados  templos,  y  ya  que  no  pudie- 
se ser  con  aquella  pompa  y  grandeza  que  en  la  quie- 
tud y  la  paz  se  hacía,  por  lo  menos  que  fuese  según 
permitirían  los  tiempos,  y  para  no  faltar  á  esto  se  ex- 
pusieron á  perder  haciendas  y  vidas  á  manos  de  mu- 
chas crueldades,  y  para  que  no  quedase  también  des- 
poblada aquella  villa,  pues  no  parece  tiraron  á  otro 
los  Cabos  castellanos. 

El  primer  rigor  que  experimentaron  íué  que  dan- 
do los  cabos  libertad  de  conciencia  á  las  milicias  se 
apoderasen  de  todos  los  bastimentos  y  biveres  que  los 
naturales  hauían  recogido  para  su  sustento,  sin  per- 
donar combentos,  iglesias  ni  clausuras,  de  forma  que 


62 

no  eran  dueños  de  poder  tener  ni  un  pedazo  de  pan  ni 
grano  de  trigo  que  no  lo  arrebatase  el  soldado,  aun- 
que fuese  del  altar.  Á  vista  de  esta  necesidad  fué  ins- 
tado el  Marqués  de  Flores  Dáuila,  por  los  tres  comben- 
tos  de  religiosas,  que  S.  E.  les  diese  lo  preciso  para 
conserbar  la  vida  ó  permiso  para  salir  de  la  clausura 
y  villa;  respondióles  que  si  no  tenían  pan  que  comie- 
sen piedras,  pues  importaba  poco  que  vibieran  ó  mu- 
rieran; repetíanse  los  clamores,  y  en  segunda  instan- 
cia sólo  sacaron  á  onza  de  pan  por  cada  una  en  cada 
semana.  Últimamente,  viendo  esta  inhumanidad  las 
de  Santa  Clara,  se  resolbieron  un  día  á  salir  del  com- 
bento  y  en  procesión  juntas  irse  á  casa  del  Marqués  á 
pedir  misericordia:  executáronlo,  y  llegadas  á  la 
puerta,  de  rodillas  y  á  voces  y  suspiros  gritaban  mi- 
sericordia, ó  lo  que  en  tal  lance  el  dolor  y  la  necesi- 
dad les  permitiría;  alcanzaron  con  esto  algún  socorro 
de  trigo,  aunque  no  debió  de  ser  mui  sobrado:  suce- 
dió este  lance  en  ocasión  que  hauía  en  la  villa  un 
trompeta  del  enemigo,  y  zuzurróse  que  las  monjas 
hauían  obrado  esto  con  inducción  del  Magistrado,  y 
sintiéronlo  los  Cabos  quanto  es  imaginable,  pues  era 
decir  al  enemigo  el  mismo  estado  en  que  se  hallaban. 
Fuese  D.  Diego  Cauallero  á  la  Casa  de  la  Villa  y  dixo 
mil  pesares  á  los  Jurados,  amenazándoles  que  estaba 
para  tocar  á  degüello  en  todos  los  naturales:  era  tan 
soberbio  D.  Diego,  que  dixo  un  día  á  unos  Capitanes 
que  allí  ni  Dios,  el  Rey  ni  el  Marqués  de  Flores  go- 
uernaban,  sino  él;  pero  permisión  divina,  que  en  me-  ■ 
dio  de  tanta  sinrazón  y  calamidad  no  muriese  ni  de 
desgracia  ni  enfermedad  persona  alguna  de  quenta  en 
todo  el  sitio.  ¡Parece  milagro! 

Llegó  la  hambre  y  la  necesidad  á  tal  extremo,  que 
no  hallándose  ahmentos  casi  á  precio  alguno,  se  ali- 


63 
mentaban  algunos  de  los  excrementos  de  los  cavallos, 
Y  otros  de  entre  ellos  escogían  los  granos  de  la  ceba- 
da para  bacer  pan;  otros  comían  las  cascas  de  los  ca- 
racoles; los  soldados  enfermos  las  pajas  de  los  jergo- 
nes: de  éstos  murieron  más  de  mil  y  ochocientos  de 
pura  hambre;  otros  se  alimentaban  de  los  excremen- 
tos de  persona  después  de  secos,  y  hubo  soldado  que 
de  esto  sólo  vibió  más  de  ocho  días.  Era  quebranto  de 
corazones  ver  los  tiernos  infantes  rendir  las  vidas  á 
los  pechos  de  las  madres  por  falta  de  alimento;  es  muy 
de  este  lugar  este  caso:  pasaba  un  religioso  dominico 
por  una^  calle;  acércesele  una  muger  pidiéndole  por 
caridad  un  poco  de  pan;  hecho  mano  el  reHg-ioso  á 
darle  alguna  moneda;  replicó  ella  con  gran  angustia: 
— No  se  socorre,  padre,  mi  necesidad  con  dinero,  pues 
sólo  busco  un  pedacito  de  pan  con  que  redimir  mi 
vida. — Díxola  el  religioso  Je  siguiese,  que  partiría  con 
ella  su  pitanza;  á  pocos  pasos  oió  el  religioso  un  ge- 
mido y  caída;  bolbió  los  ojos  y  halló  tan  difunta  aque- 
lla pobre  hambrienta,  que  ni  capaz  de  absolución  la 
miró  ya.  Los  Presidentes  de  Santo  Domingo,  S.'^  Fran- 
cisco y  Capuchinos,  socorrieron  mucho  aquel  aprieto 
mientras  tubieron  con  qué:  hasta  la  hortaliza  y  yer- 
bas de  la  huerta  agotaron,  haciendo  ollas  para  ali- 
mentar á  quantos  pudieron.  Intentaron  los  Cabos,  in- 
ducidos solos  de  D.  Diego  Cauallero,  apoderarse  de  la 
plata  de  las  iglesias  y  de  quanto  en  ellas  hauían  reti- 
rado los  particulares;  resistieron  los  eclesiásticos 
quanto  pudieron,  defendiendo  ya  con  papeles  como 
con  representaciones  fervorosas  la  inmunidad  ecle- 
siástica, y  lo  consiguieron  mediante  Dios. 

Á  tanto  obligó  la  codicia  ó  la  necesidad  de  los  sol- 
dados, que  desenterrando  los  cadáveres  recientemente 
enterrados,  y  hechos  quartos,  los  vendían  en  la  plaza 


64 
en  vez  de  carne  de  cauallo,  que  no  creo  haya  ni  lle- 
gue á  verse  en  historias  mayor  inhumanidad;  y  esto 
es  tan  verdadero,  que  por  confesión  de  los  mismos 
reos  quedó  probado  en  proceso  á  tres  que  los  ajusti- 
ciaron por  ello,  y  refirióme  el  religioso  mínimo  que 
los  acompañó  al  suplicio  hauerlo  oído  él  mismo  de 
ellos.  Una  muger  castellana  vibía  amancebada,  y  la 
encontraron  en  una  esquina  dando  muerte  con  una 
des  I  ral  á  una  niña  de  unos  nuebe  años,  y  llevándola 
al  suplicio,  confesó  haver  muerto  un  niño  y  comído- 
selo  ella  y  su  mancebo. 

En  medio  de  estas  calamidades  no  cesaba  la  codicia 
de  los  "castellanos  de  discurrir  y  maquinar  nuebas  ex- 
torsiones contra  los  afligidos  perpiñaneses,  y  en  com- 
beniencia  suya  D.  Diego  Cauallero  (que  parece  le  ha- 
uía  Dios  tomado  por  instrumento  y  azote  de  su  jus Li- 
cia) aconsejó  al  de  Flores  que  multara  ó  compusiera 
los  particulares;  executóse  luego,  pecuniando  á  unos 
en  200,  á  oti"os  en  500  y  en. 800  reales  de  á  ocho,  se- 
gún se  les  antojaba  estar  acomodado  cada  uno,  sin 
que  de  este  pecho  riguroso  se  eximiere  el  noble,  el 
eclesiástico,  el  plebeyo  ni  la  desconsolada  viuda,  y  no 
contribuyendo  luego,  los  prendían,  y  en  los  calabozos 
del  castillo  los  hacían  pasar  lastimosa  vida,  sin  que  el 
asilo  de  las  iglesias  valiera  para  librarse  de  su  saña, 
y  murieron  algunos  al  rigor  de  esta  tiranía,  y  otros 
tolerábanla  con  la  esperanza  de  que  no  podría  durar. 

Dióse  soplo  que  en  el  combento  de  San  Francisco 
hauía  cantidad  de  suela  y  baquetas  y  otro  género  de 
pieles  que,  bien  remojadas  y  aderezadas,  era  sabroso 
manjar  en  aquella  sazón.  Acudió  Gavallero  con  tropa 
de  milicia  á  reconocer  el  combento;  quiso  resistirse  el 
Presidente;  pero  alzando  la  mengala  amenazóle  que  le 
daría  de  palos  (acción  mui  ordinaria  en  este  sugeto 


6o 

sin  distinción  de  personas);  franqueó  entonces  la  puer- 
ta el  religioso,  y  permitió  Dios  que  no  hallaran  cosa 
alguna:  de  este  sucesso  y  otros  semejantes  acordaron 
los  superiores  de  lo  eclesiástico  que,  acabados  los  divi- 
nos oficios,  se  cerrasen  las  iglesias,  combentos  y  casas; 
pero  con  toda  esta  vigilancia  sucedió  que  un  soldado, 
intentando  robar  la  prodigiosa  reliquia  y  brazo  de 
San  Juan  Bautista  que  tienen  los  dominicos,  se  cerró  ó 
escondió  en  la  iglesia,  y  al  querer  executar  su  robo, 
rotas  ya  las  dos  puertas,  al  romper  la  tercera  se  halló 
cortado  é  inmóbil;  mudó  de  resolución  viendo  lo  que 
por  sí  pasaba,  y  rabioso  en  vez  de  contrito  se  fué  al 
altar  de  Santo  Domingo  en  Soriano,  y  robó  las  preseas 
y  dones  que  por  diversos  milagros  hauían  dado  al- 
gunos. Este  soldado  estaba  antes  preso  en  un  cuerpo 
de  guardia  por  semejantes  hechos,  y  ó  fuese  maña 
suya  ó  permiso  del  Cabo  salió  á  esta  acción;  divulgóse 
luego,  y  dando  quexas  el  sacristán  al  Sargento  mayor 
del  tercio,  hombre  virtuoso,  hizo  su  reseña,  y  topando 
al  tal  soldado  con  parte  del  robo  lo  mandó  justiciar  por 
más  medios  que  se  interpusieron. 

Llegó  el  día  29  de  Agosto  1642,  que  era  el  señalado 
para  entregar  la  fortaleza,  y  combocando  el  clero  y 
todo  el  pueblo  en  la  iglesia  del  glorioso  San  Juan  Bau- 
tista para  celebrar  su  degollación,  como  era  costum- 
bre, con  gran  piedad  y  pompa,  al  querer  entonar  el 
clero  el  himno  Deus  tuormn  militum,  equibocando 
las  palabras  y  sin  advertirlo  entonaron  el  Te  Deu7n 
laudamiis;  pasmóse  el  pueblo  de  la  equibocación  y  aun 
el  mismo  clero  turbóse,  mirándose  unos  á  otros  y  pre- 
guntándose qué  era  aquello,  porque  solos  muí  pocos  ó 
alguno  sabía  la  capitulación;  con  que  atribuyéndolo  á 
milagro  se  empezó  á  mormurar  entre  los  circunstan- 
tes, sin  que  entonces  ni  después  se  haya  oído  que  fuese 

Tomo  xxiv  5 


66 
advertida  la  equibocación,  sino  milagrosa  quizás  pues 
que  en  día  que  un  mártir  como  el  Baptista  salía  de  las 
cárceles  de  esta  vida  á  gozar  de  Dios,  quería  también 
anunciar  á  tanto  innocente  afligido  que  salía  del  pe- 
noso cautiverio  de  la  soberbia  castellana. 

Aunque  la  hambre,  calamidades  y  trabajos  que  se 
padecieron  en  el  discurso  del  sitio  fueron  impondera- 
bles, por  más  que  quieran  expresarse,  se  sintieron  más 
algunos  maltratamientos  y  sinrazones  que  se  hacían 
desde  el  día  que  se  capituló,  juró  y  firmó  el  rendi- 
miento hasta  que  se  efectuó,  y  entre  otros  es  de  ad- 
vertir que  acudiendo  la  piedad  de  los  deudos  y  amigos 
á  socorrer  con  el  alimento  á  los  presos  que  estaban  en 
el  castillo,  robando  los  soldados  del  restillo  los  hecha- 
ban  de  él  con  oprobios,  ignominias  y  á  palos,  que  ase- 
guran que  ni  en  Argel  no  se  trata  peor  á  los  esclabos 
de  las  mazmorras:  esto  les  hería  el  alma  á  muchos  y 
á  algunos  les  costó  la  vida. 

Esto  es,  en  suma,  lo  que  puedo  referir  del  sitio  no 
apartándome  de  la  verdad,  y  excusando  la  prolixidad 
de  cosas  más  menudas:  discurra  el  entendido  y  curio- 
so qué  júbilo  debió  tener  aquel  pueblo  al  verse  libre 
de  esta  opresión  y  baxo  el  dominio  benigníssimo  de 
nuestro  invicto  3^  esclarecido  Monarca  Luis  décimo- 
tercio;  y  fué  tal  la  blandura  y  amor  de  sus  Ministros, 
que  atraxo  para  sí  á  muchas  familias  del  campo  de 
Tarragona  que,  aborreciendo  los  castellanos,  se  fueron 
á  poblar  y  morar  en  el  Rosellón,  viendo  que  allí  vivi- 
rían seguros  de  sus  tiranías,  pues  quedaban  expelidos 
para  siempre. 

Aunque  paso  adelante  esta  historia,  en  el  capítulo 
siguiente  no  quiero  dexar  de  poner  antes  algunas  no- 
tas de  cosas  particulares  que  en  lo  que  hasta  aquí  ten- 
go escrito  reconozco  hauer  omitido  impensadamente 


67 
y  llebado  de  las  ocupaciones  de  mi  casa,  que  hauiendo 
pasado  de  hijo  de  familias  á  dueño  de  ellas  por  la 
muerte  de  mi  padre,  me  desbió  algo  de  esta  empresa. 
Repartirélas  en  sus  años  para  que  el  curioso  sepa  con 
fundamento  quándo  sucedieron. 

El  año  1626. 

Quando  la  Magestad  de  PheMpe  quarto  vino  á  Bar- 
celona, que  se  hallaba  Virrey  entonces  el  Obispo  de 
Barcelona,  sucedióle  á  éste  el  Obispo  de  Urgel  en  el 
cargo:  era  fraile  benito;  murió  de  viruelas:  eran  Gon- 
selleres  Julián  de  Rabel,  en  Gap;  Francisco  G-aba,  2.°; 
J.  Ximénez,  3.";  Antonio  Roure,  é.'^,  y  Severo  Pedral 
bes.  Notario,  5.° 

El  año  1627. 

Fueron  Gonselleres  de  Barcelona  Beltrán  Des- 
valls;  2.°,  Raphsel  Llauder;  3.°,  Dimas  Polit;  4.*",  Juan 
Paulo  Rifos;  5."",  Bernardo  Serrat;  fué  también  Virrey 
por  ínterin  el  Obispo  de  Gelsona. 

El  año  1628. 

Fueron  Gonselleres  Gualber  de  Gorbera,  que  murió 
á  pocos  meses,  y  en  su  lugar  para  el  resto  del  año  sor- 
teó Joseph  de  Bellafilla;  2.%  Rafael  Cervera;  3.°,  Ber- 
nardo Berengueri;  4.*",  Nicolás  Ferrer;  5.*",  Villarru- 
bia,  boticario. 

Este  año  se  padeció  gran  sequera,  de  calidad  que  los 
sembrados  apenas  nacieron,  y  los  que  nacieron  no  pu- 
dieron segarse,  sino  arrancarse,  y  no  todos:  sobre  esta 
necesidad  faltó  el  agua  para  los  molinos  en  tanto  ex- 


68 

tremo  que  para  la  panadería  de  la  ciudad  era  menes- 
ter ir  á  hacer  harina  á  Igualada  y  á  Tarragona,  y 
viendo  se  continuaba  se  hicieron  los  molinos  de  vien- 
to al  baluarte  de  Levante  y  acomodaron  los  de  la  Cruz 
cubierta,  y  la  gente  de  fuera,  viendo  esto,  en  vez  de 
traer  trigo  traían  harina,  y  se  les  daba  á  tres  y  quatro 
reales  más  por  cuartera,  con  que  la  falta  de  pan  no 
fué  mui  notable.  Fué  Mostazaf  ese  año  patia  amargos. 
Por  recelos  de  peste  se  pusieron  guardas  de  morbo 
desde  Julio  hasta  Marzo;  hauía  solas  tres  puertas 
abiertas,  y  en  cada  una  quatro  hombres  de  guardia 
para  ese  efecto  que  nombraba  la  ciudad,  sin  permitir 
entrase  ninguno  sin  boleta,  y  para  atemorizar  se  pu- 
sieron en  cada  puerta  unas  horcas. 

El  año  1629. 

Sortearon  Gonselleres  de  Barcelona:  Bartholomó 
Sala,  en  Gap;  Buenaventura  Gualbes,  segundo;  D.^'^ 
Francisco  Ribas,  3.°;  Pablo  Magarola,  4.°,  y  Juan 
Hix,  quinto.  Este  año  sucedieron  las  questiones  ó  di- 
ferencias entre  la  ciudad  de  Barcelona  y  villa  de  Per- 
piñán,  de  calidad  que  aquí  se  hicieron  represalias  de 
las  haciendas  de  algunos  que  vibían  allá,  y  en  Perpi- 
ñán  obraron  lo  mismo  con  las  haciendas  de  los  que 
aquí  vibían,  pasando  á  mayores  hostilidades  y  á  tener 
resolución  tomada  los  perpiñaneses  de  venir  con  ar- 
mada contra  Barcelona.  Partieron"  de  aquí  el  Juez 
Guiamet  y  D.  Bernardo  Cabrera  para  sosegarlos;  pero 
hubiéronse  de  retirar  al  castillo,  porque  no  los  reci- 
bieron de  buena  gana.  En  el  principio  de  este  año 
hubo  mucha  carestía  de  trigo,  á  ocasión  de  la  seque- 
dad del  antecedente,  y  de  que  hauiéndose  partido  á 
Castellón  de  Ampurias  el  Duque  de  Cardona,  dio  per- 


69 

miso  para  sacar  trigo  al  Rosellón  y  Francia;  acción 
mui  mal  pensada,  y  también  porque  los  roselloneses, 
por  las  diferencias  de  Perpiñán,  embargaron  el  trigo 
que  allí  tenían  comprado  los  arrendadores  del  Pastrín , 
de  Barcelona,  que  todo  se  juntó  para  mayor  descon- 
suelo; pero  próuidos  los  Magistrados  en  hacer  seruir 
los  molinos  de  viento  que  á  la  sazón  se  acababan,  y 
permitiendo  la  entrada  de  la  harina  á  los  de  la  provin- 
cia, y  asistiendo  un  Gonseller  á  los  puestos  doude  se 
vendía,  para  que  según  la  familia  de  cada  casa  se  les 
vendiese  (que  era  á  diez  y  once  sueldos  la  arroba),  se 
socorría  con  orden  y  alibio  de  todos  la  necesidad  de 
cada  uno. 

A  últimos  de  Marzo  hubo  guardas  de  morbo,  que  se 
recelaba  de  la  peste  que  en  León,  Tolosa  y  Narbona 
de  Francia  se  hauía  encendido;  priuóse  el  comercio  de 
estas  ciudades,  y  en  las  puertas  de  Mar,  San  Antonio, 
Ángel  y  Nueva  entraba  uno  de  guardia  de  24  en  24 
horas;  pero  en  el  resto  de  la  provincia  apenas  se  guar- 
daban. 

En  21  de  Junio  murió  el  Gonseller  4.'',  Paulo  Maga- 
rola:  ya  lo  sorteó  en  su  lugar  para  el  resto  del  año 
M.  Francisco  Vila,  Mercader,  Gaxero  de  la  Tabla. 

Á  6  de  Junio  partió  de  Barcelona  el  Obispo  de  Gel- 
sona,  que  era  Virrey,  y  se  fué  á  Gervera  por  entrar 
ya  en  la  provincia  el  Duque  de  Feria  que  le  sucedía 
en  los  puestos,  y  el  día  1 1  del  mismo  mes  entró  en 
Barcelona  y  juró,  como  queda  referido  en  el  capítu- 
lo 15;  tubo  su  palacio  en  la  calle  Ancha,  en  donde  los 
demás  Virreyes  casados  solían  tenerle,  porque  los 
Obispos  le  elexían  en  donde  les  gustaba,  menos  el  de 
Barcelona,  que  no  dejaba  el  suyo;  los  demás,  unos  al 
palacio  del  Rey,  otros  en  otras  partes,  assí  como  que- 
rían: quando  entró  el  de  Feria,  ocupaba  la  casa  el 


70 
Conde  de  Eril,  que  hubo  de  desocuparla  y  irse  delan- 
te de  Junqueras.  ' 

Este  año,  que  era  Corpus,  á  14  de  Junio,  no  se  pudo 
hacer  la  procesión  el  mismo  día,  porque  llovió  de  me- 
dia tarde  abaxo,  y  aunque  las  parroquias,  religiones 
y  cofradías  hauían  acudido,  y  la  gente  puestos  varios 
altares  por  las  calles,  no  pudo  executarse,  y  á  cinco  y 
media  de  la  tarde,  viendo  no  cesaba  la  Ilubia,  resolbie- 
ron  dexarla  para  el  domingo;  y  el  sábado  siguiente 
por  la  mañana  se  amonestó  y  combidó  con  pregones 
públicos  que  el  día  siguiente  se  haría  la  procesión,  y 
essa  tarde  misma  se  hicieron  las  solemnidades  acos- 
tumbradas en  la  víspera  de  Corpus,  y  el  domingo  a  la 
tarde  la  procesión  con  la  misma  solemnidad  que  se 
acostumbra  en  el  mismo  día  y  con  asistencia  del  S.^" 
Virrey.  La  parroquia  de  Santa  María  dilató  la  suya 
hasta  el  lunes,  y  los  religiosos  dominicos,  aunque  la 
hicieron,  fué  sin  salir  del  pórtico  del  cómbente. 

El  día  29  de  Octubre  resolbió  el  Consejo  de  Ciento 
se  desiciesen  todas  las  barracas  de  la  marina,  por  in- 
famias que  hacían  los  taberneros,  assí  en  las  compras 
de  los  vinos  que  llegaban  á  la  playa,  como  en  las  mez- 
clas y  las  ventas  después  á  los  naturales;  y  aunque  al- 
gunas veces  se  hauía  hecho  lo  mismo  por  los  Gonse- 
lleres  á  solas,  y  luego  se  bolbían,  puso  el  Consejo  pena 
dé  privación  de  salario  al  Consejero  que  propondría 
el  debolberlas. 

Sábado,  á  15  de  Diciembre,  á  la  noche  se  movió  tan 
recio  aire  de  Levante,  que  ocasionó  muchas  ruinas  en 
las  casas,  derribando  tabiques  y  ventanas  y  una  casa 
entera  de  un  zurrador,  muriendo  entre  la  ruina  la 
muger  y  una  criatura  muy  pequeña:  todo  este  año  se 
guardó  en  Barcelona  de  la  peste  y  con  tal  rigor,  que 
cerrando  los  caminos  que  cruzan  de  uno  á  otro  en  todo 


71 

el  término  de  la  ciudad,  se  redujo  á  que  todos  entra- 
ran por  las  puertas  de  Mar,  Nueva  j  San  Antonio,  y 
reconociéndose  cada  noche  las  casas  de  afuera  para 
que  no  se  acogiera  ningún  forastero,  y  hasta  llegar  á 
cerrar  algunas.  Este  año  se  empezó  á  guardar  la  fies- 
ta del  glorioso  Patriarca  San  Joseph:  mandóla  el  S.®'* 
Obispo  D.  Juan  Santis,  por  orden  de  la  Sede  Apostó- 
lica y  á  petición  del  Rey  nuestro  Señor. 

El  año  1630. 

Sortearon  Gonselleres  de  esta  ciudad  de  Barcelona: 
Gerónimo  de  Rabel,  ciudadano  en  Gap;  2.^,  Antich 
Saleta  y  Morgades,  ciudadano;  3.°,  Joseph  Jover,  mi- 
litar; 4.°,  Honofre  Palau,  mercader;  5.°,  Jerónimo 
Bosch,  notario;  obreros,  D.  Fran."*»  de  Oms,  Señor  de 
S.''  Jorge,  y  D.  Palau  Barias,  mercader;  Mostazaf  Jo- 
seph Balart,  mercader;  Glavari  Gerónimo  de  Rabel, 
el  Gonseller  en  Gap. 

Este  año  pasó  la  Serenissima  Infanta  Doña  María 
de  Austria  á  casarse  con  el  Rey  de  Ungría,  hijo  del 
Emperador  de  Alemania:  entró  en  Barcelona  y  se  le 
hicieron  las  fiestas  que  atrás  se  refieren,  en  donde  se 
cuentan  los  sucesos  de  este  año. 

A  4  de  Septiembre,  por  orden  del  Virrey,  pegaron 
fuego  á  una  barca  que  venía  de  Alexandría  de  Egipto 
cargada  de  varias  mercadurías,  porque  se  decía  hauía 
peste  en  aquellas  partes,  y  según  los  despachos  no  ha- 
uía purgado  en  puerto  alguno,  sino  que  de  Alexan- 
dría hauía  venido  aquí  sin  abrir  la  cubierta  en  todo  el 
viaje;  á  los  marineros  les  dexaron  el  laúd  y  dieron 
comida,  y  orden  pena  de  la  vida  que  no  desembarca- 
sen en  costas  de  Gataluña;  la  barca  era  catalana  y  ve- 
nía á  cargo  de  J.  Falguera,  Gorredor  de  oreja:  S.  E. 


no  permitió  que  éste  ni  los  que  la  aseguraban  recibie- 
sen daño  alguno;  la  barca,  al  darle  fuego,  diéronle 
también  vela  para  que  se  quemara  bien  afuera  del 
puerfo. 

Domingo  24  de  Octubre  llegó  una  galera  de  Ponien- 
te de  las  de  Sicilia,  que  se  vio  bien  á  pique  de  perder- 
se,- porque  en  el  viaje  los  esclabos  y  buenas  bovas  se 
bauían  lebantado  contra  el  Capitán  y  guarnición  y 
ganado  casi  la  mitad  de  la  galera,  pero  pagaron  con 
las  vidas  el  rebelión. 

Á  5  de  Octubre  vino  orden  del  Rey  para  que  se  des- 
terrasen de  Cataluña  todos  los  franceses  que  hubiesen 
entrado  en  ella  un  mes  antes,  porque  se  sabía  bauían 
partido  de  Ginebra  tres  franceses  que  llebaban  unos 
polbos  con  ánimo  de  encender  peste  en  Cataluña  y 
España,  como  se  hauía  experimentado  en  el  estado  de 
Milán  y  otras  ciudades  de  Italia;  executóse  luego,  y 
se  hicieron  varias  rogatibas,  y  permitió  Dios  que  no 
sucediese  aquel  año  cosa  alguna  que  verificase  las  sos- 
pechas, ni  por  más  diligencias  que  se  hicieron  para 
descubrir  algo. 

Martes  29  de  Octubre  salió  el  Duque  de  Feria,  Vi- 
rrey, para  General  y  Governador  de  Milán,  por  oca- 
sión de  las  guerras,  y  el  día  7  de  Noviembre  entró  el 
Duque  de  Cardona  y  juró  por  Virrey  de  Cataluña. 

Miércoles  31  de  Diciembre  el  S.<^^  Obispo  D.  Juan 
Sentís,  después  de  hauer  celebrado  de  Pontifical  con 
asistencia  de  los  Conselleres,  puso  la  primera  piedra 
del  altar  de  S.**  María  de  la  Mar,  con  gran  ruido  y 
fiesta:  la  piedra  era  quadrada,  esculpidas  las  armas  de 
la  Iglesia  en  ella,  y  en  medio  un  agujero  con  el  aucto 
del  Altar:  concedió  S.  111.™*  40  días  de  perdón  á  todos 
los  que  visitarían  aquella  piedra. 


73 


El  año  1631. 

Fueron  Gonselleres  de  Barcelona:  Jorje  de  Fluccia, 
militar  en  Gap;  Mathías  Vilar,  2.°;  Joseph  Estebanell, 
ciudadano,  S.'^;  Antonio  Segura,  mercader,  4."^,  y  Jo- 
seph Sayos,  5.°;  obreros,  Joseph  Bals,  militar,  3^  Juan 
Ferrer,  confitero  de  la  Plaza  de  Sancta  Ana. 

Á  10  de  Enero  hizo  la  primera  tintura  de  azul  Jai- 
me Carreras,  hijo  de  Juan  de  Carreras,  zurrador  que 
vino  de  Valencia  y  aprendió  el  tinte  de  Castillo. 

Á  31  de  Enero  por  la  noche  se  movió  cruel  tempes- 
tad de  viento  y  borrasca  en  el  mar,  de  calidad  que  se 
desamarraron  los  navios  y  corrieron  la  fortuna  que 
Dios  fue  servido;  los  marineros  desamparaban  las  na- 
ves y  barcas,  y  la  providencia  de  los  Conselleres  hizo 
encender  tan  copiosos  fuegos  de  teas,  que  parecía  el 
día;  últimamente  se  llebó  la  reserua  de  Santa  María 
de  la  Mar  y  la  reliquia  de  San  R.amón  al  baluarte  de 
Levante,  y  estubieron  allí  gran  parte  de  la  noche, 
hasta  que  sosegó  á  la  mañana  algo  la  tormenta:  en 
ella  sólo  perecieron  dos  marineros;  pero  muchas  bar- 
cas quedaron  maltratadas  mucho,  y  tres  ó  quatro  he- 
chas pedazos. 

Martes  9  de  Abril  llebaron  el  cuerpo  de  San  Sever 
á  Santa  Clara  con  la  solemnidad  que  se  acostumbra 
en  rogatiua  por  agua,  y  siruióse  Dios  socorrernos  con 
ella  y  buena  cosecha,  y  después  se  hizo  una  procesión 
general  en  acción  de  gracias,  llenando  los  cuerpos  del 
santo  y  de  Santa  Madrona,  y  ésta  la  bolbieron  á  su 
casa  como  se  suele  en  tales  ocasiones. 

Viernes  2  de  Mayo  llegaron  nuebe  galeras  con  el 
Duque  de  Alba  y  demás  señores  y  gente  que  hauían 


74 

pasado  acompañando  la  Reyna  de  Ungría,  menos  el 
Arzobispo  de  Sevilla,  que  murió  en  el  camino,  hombre 
ya  de  edad. 

El  año  1632. 

Fueron  Gonselleres  D.  Bernardo  Sala,  en  Gap;  Doc- 
tor J.  Boquet,  2.°;  Nicolás  Bonet,  3.°;  Francisco  Ros, 
Mercader,  4.°,  y  Amador  Vilar,  5.°;  obreros,  Fran- 
cisco Genovés  Gavallero  y  J.  Rubís,  Mercader;  Mosta- 
zaf,  J.  D.*"'  Prats,  que  estaba  á  la  Boquería. 

Lunes  3  de  Mayo  de  este  año  bolbió  á  Barcelona  el 
Rey  nuestro  Señor  D.  Phelipe  IV  con  sus  dos  herma- 
nos, y  el  día  19  se  bolbió  dexando  al  Infante  Garde- 
nal  Presidente  de  las  Gortes,  con  condición  que  se  con- 
cluyesen; pero  no  sucedió  assí,  como  ya  se  dice  atrás 
en  su  lugar,  por  causa  de  la  ciudad. 

FA  año  1633. 

Fueron  Gonselleres  de  Barcelona:  el  S.*"*  Francisco 
Bru,  en  Gap;  el  S.»"-  Xammar,  2.°;  Honofre  Vila,  3.°; 
D.*»""  Magriñas,  4."*,  y  Miguel  Oliver,  Platero,  5.°;  obre- 
ros, Micer  Montaner  y  M.  Soler,  Girujano;  Mostazaf, 
el  S.*'"'  Boxados,  el  viejo  militar. 

Jueves  19  de  Mayo  juró  por  Virrey  en  ínterin  el 
Duque  de  Gardona,  con  asistencia  de  los  Gonselleres, 
por  haverse  á  1 1  de  Abril  partido  el  Infante  Gardenal 
con  18  galeras  á  Flandes,  que  de  esto  y  lo  sucedido 
mientras  estubo  en  Barcelona  se  da  razón  en  el  cuer- 
po de  esta  historia  atrás.  El  mismo  día  19  á  las  dos 
de  la  noche  se  obserbó  por  toda  Gataluña  un  espan- 
toso terremoto,  sin  que  dexase  de  sentirse  de  todos, 


75 

y  muchas  casas  padecieron  grandes  ruinas:  juicios 
de  Dios  que  no  podemos  apear  qué  quiere  decirnos 
con  eso. 

El  año  1634. 

Fueron  Gonselleres  de  Barcelona:  D.  Grau  de  Pa- 
guera,  en  Gap;  D."""  J.  Migedel,  2.°;  Josef  Mora,  3.°; 
Galcerán  Nabo,  4.°,  y  Antonio  Gasanobas,  confite- 
ro, 5.";  obreros,  Francisco  Play  de  Gadell  y  M.  Mata- 
li;  Mostazaf,  D.  Feliciano  Gordellas. 

GAPÍTULO   132. 

MARCHAS  DE  LOS  EXÉRCITOS  FRANCÉS  Y  ESPAÑOL,  Y  COMBATE  Á  VISTA 

DE  LÉRIDA. 

El  día  17  de  Septiembre  de  1642  tuvo  aviso  cierto 
el  Mariscal  de  la  Mota  de  que  los  exércitos  del  Gaste- 
llano,  governados  por  los  Marqueses  de  Inojosa,  To- 
rrecusa  y  Mor  tara,  marchavan  del  campo  de  Tarra- 
gona á  juntarse  con  el  Marqués  de  Leganés,  que  co- 
mandava  otro  trozo  de  gente,  y  todos  juntos  de  acuer- 
do sitiar  ó  asaltar  á  Lérida,  y  que  para  el  tránsito  de 
los  collados  que  dividen  el  campo  de  Tarragona  del 
llano  de  Urgel,  se  havían,  avanzado  al  luga$*  del  Pía, 
que  es  al  Goll  de  Gabra,  por  donde  el  designio  del  Gas- 
tellano  era  pasar. 

Halla vase  el  Mariscal  de  la  Mota  en  Santa  Goloma, 
tres  leguas  distante  del  Gollado  de  Gabra,  y  luego  or- 
denó se  juntasen  todas  sus  tropas;  túbolas  juntas  á 
toda  diligencia  el  día  22  por  la  mañana,  y  continuan- 
do los  avisos  de  que  el  enemigo  executava  su  pasaje. 


76 
marchó  su  gente  la  buelta  de  Rocaíbrt,  reconociendo 
el  terreno  cómodo  para  la  conservación  del  país  é  in- 
comodar al  enemigo:  llegó  á  las  10  de  la  mañana,  y 
saviendo  que  el  Castellano  havía  pegado  fuego  á  la 
villa  de  Garreal,  tomó  un  esquadrón  del  rejimiento  de 
Tarrail  para  irlo  á  reconocer  personalmente,  y  man- 
dó acometer  á  los  batidores  del  enemigo,  que  toman- 
do quince  de  ellos  supo  qpe  toda  la  vanguardia  avía 
ya  pasado  y  que  estavan  en  batalla  en  terreno  y  pos- 
tura que,  si  no  era  á  la  desliada,  no  se  le  podía  acome- 
ter. Mandó  alojar  su  exército  el  Mariscal  de  Rocafort, 
y  él  se  subió  á  una  eminencia  no  muy  lejos  del  ene- 
migo,  desde  donde  pudo  ver  su  campo,  marcha  y  for- 
mación. 

El  día  23  al  amanecer  salió  el  Mariscal  con  500  ca- 
vallos  y  500  mosqueteros  la  buelta  de  Garreal,  y  en- 
contrando algunos  de  los  enemigos,  los  aprisionó;  pasó 
adelante,  y  encontrando  con  un  puente  que  los  ene- 
migos hacían  guardar,  se  apoderó  de  él,  obligando  á 
la  guarnición  á  retirarse  Ijasta  el  grueso  de  su  exér- 
cito. Este  día  fué  todo  escaramucear:  en  él  perdió  el 
enemigo  hasta  50  hombres  entre  presos  y  muertos,  y 
nosotros  unos  quatro,  entre  los  quales  fué  mal  erido 
el  S."''  de  Mont  en  una  mano  de  un  caravinazo:  era 
Ayudante  de  campo. 

El  día  24,  dos  horas  antes  del  amanecer,  adbertido  de 
las  centinelas,  espías  y  batidores  que  el  enemigo  mar- 
chava  á  Lérida,  encaminó  el  Mariscal  su  marcha  á 
Gervera,  para  irle  al  enemigo  siempre  á  la  vista.  Des- 
pachó el  Comendador  Gambón,  Capitán  del  rejimiento 
de  Mirrambile,  con  50  maestres,  para  que  de  cerca  ob- 
servase los  pasos  del  enemigo  y  le  continuase  los  avi- 
sos, pero  con  orden  de  no  empeñarse  en  batallar.  Al 
castillo  de  Alborea  embió  otro  Capitán  de  su  rejimien- 


77 
to  con  50  mosqueteros  para  que  atendiesen  las  opera- 
ciones del  enemigo  en  el  llano  de  TJrgel. 

El  día  25,  siguiendo  las  marchas  al  enemigo,  se  par- 
tió á  Belpuche  el  Mariscal,  lugar  del  llano  de  Urgel,  y 
por  donde  el  Castellano  havía  de  pasar,  y  desde  donde 
podía  dar  calor  á  la  guarnición  de  Lérida:  havía  en 
ella  un  rejimiento  francés,  cien  mosqueteros  catala- 
nes, sin  otra  soldadesca  paisana,  y  bastante  dinero 
para  el  socorro;  llegó  á  mediodía  á  Belpuche,  y  supo 
por  seis  prisioneros  que  embió  Gambón  que  el  Castella- 
no marchava  de  continuo,  que  aquella  noche  havía  de 
alojar  en  el  lugar  de  Bímbodí;  procuró  S.  Ex.^  más  y 
mejores  noticias  por  espías  más  ciertas  que  embió. 

El  día  26  tuvo  noticia  que  el  Castellano  se  descu- 
bría con  todo  su  campo  cerca  del  lugar  de  las  Bo- 
ras:  al  instante  partió  á  Albeca  con  el  regimiento 
de  Ales,  que  dista  media  legua  de  las  Boxas,  y  reco- 
nocido el  enemigo  se  bolbió  á  su  campo,  dando  órde- 
nes al  Varón  de  Les  que  con  su  regimiento  intentase 
alguna  operación;  executóla  felizmente,  pues  embos- 
cándose dio  sobre  parte  del  enemigo,  haciendo  diez  y 
ocho  prisioneros,  tomando  parte  del  ganado  del  ene- 
migo y  el  carro  del  bagaje  del  de  Torrecusá,  y  dando 
aviso  de  que  el  enemigo  permanecía  aloxado  en  las 
Boxas,  hasta  27  le  observa  sus  designios:  ese  mis- 
mo día  el  de  Gambón  desbarató  un  esquadrón  de  40 
cavallos,  y  aprisionó  14;  el  enemigo  guardava  en  las 
Borjas  la  artillería. 

Á  28,  á  las  dos  de  la  mañana,  se  supo  que  el  Caste- 
llano marchava  á  Lérida:  embió  el  Mariscal  parte  de 
la  cavallería,  pero  nada  pudo  porque  el  Castellano 
marchava  en  famosa  orden  de  batalla;  y  saviendo  que 
estava  aloxado  el  Castellano  á  tiro  de  cañón  de  Lérida, 
hizo  abanzar  un  partido. 


El  29,  al  romper  el  alba,  partió  S.  Ex.*  á  reconocer 
la  postura  del  enemigo,  y  vista  juzgó  no  poder  soco- 
rrer la  plaza,  menos  que  pasando  el  río  Segre,  y  así  re- 
solvió con  todo  el  grueso  pasarlo  por  Balaguer  por  la 
comodidad  del  puente,  y  encaminándose  á  aquella 
ciudad  avisó  al  Gobernador  de  Lérida  de  su  designio 
por  Monsiur  Segueri,  Ayudante  de  campo;  el  día  30, 
durmió  en  Balaguer  con  todas  sus  tropas,  y  el  si- 
guiente se  encaminó  á  Lérida  y  supo  que  el  enemigo, 
noticioso  de  la  marcha,  se  ha  vía  retirado  á  Torres  de 
Segre,  dos  leguas  de  Lérida. 

Á  2,  pasando  por  Lérida  todo  el  exército  nuestro, 
se  fué  á  aloxar  á  Villanovela,  puesto  que  el  enemigo 
ha  vía  dejado;  rindieron  en  este  lugar  ocho  cavalleros 
del  enemigo  por  quienes  se  supo  que  estava  falto  de 
víveres.  A  3  embió  el  Marqués  á  hacer  partidas  con- 
tra el  enemigo,  y  por  algunos  prisioneros,  y  otros  vo- 
luntariamente rendidos  se  supo  que  el  enemigo  fabri- 
cava  una  puente,  y  que  viniendo  grueso  el  río  le  oca- 
sionava  mucho  travajo,  y  que  los  víveres  le  venían 
con  barcas  de  Fraga:  este  mismo  día  embió  el  Maris- 
cal al  Conde  de  Roxes  con  400  mestres  y  de  acer- 
carse tanto  á  Fraga  por  la  parte  de  Aytona,  que  pu- 
diese apresar  los  combéis  de  víveres  que  venían  al 
enemigo  todas  las  noches,  y  averiguar  las  marchas, 
del  de  Leganés;  y  llegando  entre  Lérida  y  Aytona  topó 
con  una  partida  del  enemigo,  y  combatiéndola  apri- 
sionó al  Capitán  y  quince  cavallos,  dejando  muchos 
muertos,  y  juzgándose  descubierto  se  retiró. 

El  5  al  anochecer  embió  al  Varón  de  Ales  sobre  el 
cuerno  izquierdo  del  enemigo,  y  dando  sobre  200  ca- 
vallos los  desvárate,  y  aprisionó  50  con  casi  otros  tan- 
tos muertos.  Á  6  por  la  mañana,  con  una  partida  de 
cavallería,  fué  S.  Ex.*  á  vista  del  enemigo  y  á  recono- 


79 

cer  los  caminos  por  donde  podía  retirarse,  en  caso  que 
el  contrario  quisiese  atacarle,  y  á  la  noche  tubo  avi- 
so que  Leganés  partía  á  juntarse  con  los  otros. 

Á  7  volvió- su  Ex.^  en  persona  por  la  parte  de  Ayto- 
na  á  imbestigar  las  marchas  de  Leganés,  y  no  encon- 
trando noticia  alguna,  se  retiró  luego  á  su  exército, 
y  no  pasó  un  cuarto  de  hora  quando  los  vatidores 
avisaron  venía  el  enemigo  en  batalla  contra  nuestro 
campD;  salió  él  mismo  á  verlo,  dando  orden  se  toma- 
ran las  armas,  y  con  tal  orden  estava  todo,  que  en 
poco  rato  estubo  la  gente  en  orden  de  batalla;  cada 
qual  en  su  puesto  señalado,  y  dada  orden  á  las  guar- 
dias abanzadas  de  lo  que  devían  obrar,  entró  S.  Ex.* 
al  cuerpo  de  su  exército,  y  mandó  al  Conde  de  Rose- 
Uón  que  en  orden  de  pelea  ocupase  las  eminencias 
que  juzgó  más  necesarias:  todo  se  obró  con  tal  pres- 
teza, que  antes  de  llegar  el  enemigo  tenía  hasta  la 
artillería  á  punto  de  pelear;  tomó  uno  de  los  batidores 
del  contrario,  por  quien  se  supo  que  el  de  Leganés, 
junto  con  los  demás,  mandava  el  exército  y  venía  mui 
pujante  con  ánimo  de  chocar.  En  vista  de  estas  noti- 
cias, animó  el  Mariscal  sus  tropas;  dio  al  de  Tarrail 
la  ala  derecha;  al  Conde  de  Rosellón,  Sargento  de  ba- 
talla, por  ser  su  día,  toda  la  infantería  de  la  vanguar- 
dia; el  enemigo  marchava  con  tal  orden,  que  hera  de 
admirar  lo  bien  dispuesto  que  venía:  llegó  á  ocupar 
todas  las  eminencias  que  los  nuestros  no  podían  guar- 
dar, aunque  sufriendo  grandes  incomodidades  de  nues- 
tra artillería. 

En  nuestra  ala  derecha  estavan  los  rejimientos  de 
cavallería  de  Roisac  y  de  Aubaie,  governados  por 
éste  y  sustentados  por  el  de  San  Simón;  en  la  izquier- 
da, los  rejimientos  de  Tarrail  y  Regues,  governados 
de  éste  y  sustentados  del  de  Ruisis:  la  infantería  hera 


80 
los  rejimientos  del  Mariscal  de  Tarins,  de  Rebe,  de 
Badi,  de  Poeto,  de  Lionés  y  Lingmars.  Puestos  en  esta 
orden,  travóse  la  pelea  á  las  diez  de  la  mañana,  em- 
bistiendo lo  más  lucido  y  noble  del  exército  español, 
y  la  cavallería  del  tronco  de  las  órdenes,  sustentada 
por  más  de  dos  mil  otros  cavallos;  y  los  tercios  de  in- 
fantería del  Príncipe  y  Conde  Duque  con  tal  resolu- 
ción y  valor  tan  superior,  que  por  más  que  nuestra 
cavallería  del  cuerno  derecho  quiso  resistir,  fué  des- 
varatada,  y  el  S.^""  de  Tarrail  roto  un  brazo;  ganaron 
los  contrarios  una  eminencia  en  que  teníamos  tres  ca- 
ñones de  los  cuales  se  hizo  dueño:  al  mismo  tiempo 
que  con  igual  esfuerzo  se  vio  atacado  el  cuerno  iz- 
quierdo, y  al  primer  choque  mataron  al  S."^'  de  Ro- 
gues;  pero  vigilante  el  Mariscal,  hizo  abanzar  el  reji- 
miento  de  Ales,  que  rechazó  al  contrario  furiosamen- 
te. Mientras  esto  pasava,  nuestra  infantería  se  vio  ata- 
cada por  el  grueso  de  cavallería  del  contrario;  pero 
se  peleó  con  tal  valor,  que  no  obstante  la  pujanza  cas- 
tellana, se  conservaron  nuestros  escuadrones  sin  rotu- 
ra, y  ocasionaron  muchas  más  muertes  en  los  enemi- 
gos que  éstos  en  los  nuestros:  viendo  el  Mariscal  roto 
el  cuerno  derecho,  cargó  allí  dos  esquadrones  del  de 
Magaloti,  mientras  hacía  abanzar  su  rejimiento  de  in- 
fantería que  formava  seis  bellos  batallones;  dieron 
éstos  sobre  el  enemigo  y  le  obligaron  á  retirarse,  re- 
cuperando nuestra  artillería  y  ganando  una  pieza  suia, 
y  á  no  ser  lo  favorable  una  eminencia,  enteramente 
le  descomponía. 

Duró  el  combate  mientras  dio  luz  el  día  para  la  pe- 
lea, y  á  la  noche  el  enemigo  se  retiró  muy  silencioso, 
dejándonos  señores  del  campo  de  batalla  y  de  sus 
muertos,  que  pasaron  de  400,  todos  de  condición;  entre 
ellos,  D.  Francisco  Sanz,  veedor  general  del  trozo  de 


órdenes;  D.  Rodrigo  de  Herrera,  Comisario  general 
del  mismo  trozo;  D:  Alonso  de  Lemos,  Lugarteniente 
general  de  la  artillería.  Los  prisioneros  de  calidad  pa- 
saron de  50,  y  otros  muchos  cavalleros  j  soldados;  y 
es  constante  que  perdió  el  enemigo  en  esta  batalla 
más  de  400  Oficiales,  300  cavallos  y  mil  infantes;  sus 
carros  los  ocupó  el  enemigo  en  retirar  los  eridos,  y 
dejó  las  municiones,  acción  que  calificó,  que  eran  per- 
sonajes de  quenta,  y  lo  amargo  que  se  retira  van. 

Tomáronsele  seis  estandartes  y  quatro  banderas;  de 
aquéllos  se  embiaron  dos  á  París,  bordados  en  el  uno 
la  imagen  del  Apóstol  Santiago  en  medio,  y  en  los 
quatro  lados  los  escudos  de  las  Órdenes  de  Santiago, 
Galatrava,  Alcántara  y  Montesa;  en  el  otro,  la  Cruz  de 
Santiago  y  una  bandera:  lo  demás  repartió  el  Mariscal 
entre  los  pueblos  vecinos,  que  así  lo  pedían  para  me- 
moria del  combate. 

De  los  nuestros  murieron  el  Conde  de  Roches;  el 
S.'"'  de  Bolatieras,  Ayudante  de  campo;  el  S.^^  de 
Poan,  Capitán  del  rejimiento  de  Tarrail;  el  S.^""  de  Ben- 
fort.  Lugarteniente  de  Maestre  de  campo  del  rejimien- 
to de  la  Mota;  el  S.^''  de  Ebatut,  Capitán  del  rejimiento 
de  Torrens;el  Comandante  del  rejimiento  del  Rosellón; 
quatro  Tenientes  de  cavallería,  otros  tantos  Maríscales 
de  alojamientos,  y  otros  diez  Oficiales  de  infantería. 

Los  eridos  fueron:  Tarrail,  un  brazo  roto;  el  S.®''  de 
Solanes,  Ayudante  de  campo,  la  pierna  rota;  Travail, 
voluntario,  de  una  pierna  rota;  el  S.^^  de  Quilló,  Ayo 
de  Aubaye,  y  unos  veinte  Oficiales,  ciento  y  cinquenta 
Cavalleros  ó  soldados  muertos,  y  algunos  300  de  eri- 
dos. Presos:  el  Varón  de  Pujol,  Capitán  de  cavallos,  y 
el  S.*'''  de  Nerón,  Capitán  de  infantería  del  rejimiento 
de  la  Mota. 

De  quienes  se  deve  hacer  memoria  por  lo  valeroso, 

Tomo  xxiv  6 


82 

vigilante  y  diestramente  que  obraron  y  se  portaron  en 
este  día,  cada  uno  en  la  que  le  tocó:  Tarrail,  Conde 
de  Rosellón,  Sargento  maior  de  batalla,  que  era  el  día 
suyo;  el  S.°^"  de  Aubaye;  los  de  Vignoles,  Daviarge, 
Revila,  Capitán  de  su  rejimiento;  el  Varón  de  Ales 
obró  maravillas;  imitóle  el  S.^""  Balthasar  y  todos  los 
de  su  rejimiento;  el  S."""  de  Marín  governando  el  reji- 
miento de  San  Simón,  y  todos  los  suios  obraron  quan- 
to  devían;  así  mismo  el  rejimiento  de  Terrail,  coman- 
dado por  el  S."''  de  Gombult;  el  S.»'*  de  San  Germán, 
Comandante  del  rejimiento  de  cavallería  del  S.*'''  Ma- 
riscal, y  los  Capitanes  Beaufort,  Autoriva,  La  Roque- 
ta, Gauyach,  Risi,  Montauban  y  Rabat  y  de  Gabillet, 
obraron  prodigiosamente.  Los  S/^^  de  Rius,  Lugarte- 
niente, y  Fouquet,  Corneta  de  Maestre  de  campo,  con 
los  demás  Oficiales  de  aquel  cuerpo;  el  Comendador 
Simeneux,  Comandante  del  rejimiento  de  Magaloti,  y 
sus  Capitanes,  Varones  de  Espers,  de  Riusi  y  de  Mon- 
devergue,  se  portaron  valerosamente;  no  menos  el 
S."""  de  Cantellbrian  governando  el  rejimiento  de  Busi 
de  Veres,  y  los  Capitanes  Brunard  y  de  Coudre,  y  ge- 
neralmente todos  los  Oficiales  obraron  valerosamente. 
Los  S."^  de  Catoliers,  de  Travail,  de  Perigrinau,  de  Fu- 
mel  y  de  Ruquets,  voluntarios,  asistieron  al  lado  del 
Mariscal  y  no  se  portaron  mal;  los  Ayudantes  de  cam- 
po Solanes,  Aubigni  y  Seguer  hicieron  prodigios. 

Devido  es  que  se  haga  mención  de  lo  bien  que  se 
portó  la  infantería  en  este  lance,  pues  hasta  aora  nin- 
guno se  le  á  ofrecido  en  que  pudiese  obrar:  aquí  se 
conoció  su  valor,  principalmente  el  de  los  rejimientos 
de  la  Mota,  governado  por  el  Maestre  de  campo  Man- 
tolacher;  el  de  Siones,  governado  por  el  S.^*^  de  Bais;  el 
el  de  Rebe,  governado  por  el  S.^^'^  de  Camperou;  el  de 
Tonins,  governado  por  el  S.*'^  Pedelmas:  el  S.*'^  de 


83 
Rome,  Alférez  de  campaña  de  infantería  y  hermano 
del  Capitán  de  las  guardias  de  S.  Ex.*^,  governando  la 
infantería  suelta  hizo  bellezas;  quedó  erido  de  un  mos- 
quetazo el  8.°'^  de  Venvete,  Capitán  del  rejimiento  de 
San  Simón  y  Mariscal  de  alojamiento  de  cavallería  li- 
gera; el  S.o""  de  Couderau,  Lugarteniente  de  artillería, 
y  los  rejimientos  de  Vaudí,  Poeto,  Lionés  y  Sincmars, 
y  cada  Cavo,  Oficial  y  soldado  procuraron  señalarse  á 
competencia  en  esta  ocasión. 

El  S^*"  Gerónimo  de  Miguel,  Teniente  Coronel  del 
tercio  de  Barcelona,  fué  ordenado  con  cien  hombres 
del  tercio  á  escaramucear  al  enemigo,  y  lo  hizo  muí  á 
V  satisfacción  del  General,  y  también  el  Comisario  gene- 
ral de  cavallería,  D.  Jph.  de  Ardena,  que  de  el  campo 
de  reserva  se  destacó  con  algunos  caballos  catalanes  en 
medio  de  la  pelea.  La  demás  cavallería  é  infantería  ca- 
talana no  pudo  obrar  por  tocarle  la  retaguardia  este 
día  con  la  cavallería  de  los  Gasiones;  pero  con  bravo 
corage  aguardavan  les  llegase  su  lance  y  no  lo  logra- 
ron, porque  cansados  los  campos  se  retiró  cada  qual  á 
curar  sus  eridos,  quedando  la  vitoria  nuestra  y  con 
afrenta  del  Castellano,  pues  eran  á  cinco  ó  más  por 
uno  que  no  los  nuestros:  Dios  asistió  y  quiso  mirar 
por  nuestra  causa,  que  de  otro  modo  era  imposible  sa- 
Ijr  vitoriosos:  asístanos,  pues,  siempre. 

Retiróse  el  enemigo  á  Torres  de  Segre,  y  pasó  la 
otra  parte  del  río;  y  alojándose  entre  Segre  y  Cinca, 
le  sobrevinieron  tales  Ilubias  y  crecidas  de  ambos 
ríos,  que  durando  más  de  ocho  días,  sin  poder  ser  so- 
corridos de  víveres  ni  mejorar  de  terreno,  perdió  mu- 
cha gente,  así  por  enfermedades,  como  porque  la  am- 
bre  les  hacía  provar  el  vado  y  perecían  en  el  agua: 
pasada  esta  inclemencia  se  fueron  á  Camps  y  otros  lu- 
gares á  la  desliada,  dejando  aquel  sitio  mui  poblado 


84 
de  armas  y  de  cavallos,  que  después  recogieron  los 
nuestros;  con  esto  se  alojaron  los  exércitos,  cada  uno' 
á  su  partido,  como  mejor  pudo,  dejando  guarnición  en 
donde  le  pareció  combenir. 

CAPÍTULO  133. 

JUBA  EL  MARISCAL  DE  LA  MOTA  EN  VIRREY  DE  CATALUÑA. 

Havía  muchos  meses  que  el  S.^""  Mariscal  dé  la  Mo- 
ta tenía  del  Rey  Xpmo.  la  gracia  y  privilegios  de  Vi- 
rrey de  Cataluña;  pero  por  las  ocupaciones  de  las 
campañas  no  havía  podido  entrar  en  posesión  ni  exer- 
cicio  de  los  cargos,  y  así  retirado  que  huvo  al  Gaste- 
llano  de  las  líneas  de  Cataluña  y  puestas  las  fronteras 
en  defensa  y  la  plaza  de  Lérida  bien  guarnecida  de 
Cabos  y  milicia,  se  encaminó  á  Barcelona  á  dar  cum- 
plimiento á  las  Reales  órdenes  y  prestar  el  juramento: 
aplazóse  para  éste  el  día  4  de  Diciembre  de  1642,  previ- 
niéndose la  ciudad.  Diputación  y  nobleza  para  una  lu- 
cida entrada;  comió  S.  Ex.""  ese  día  en  San  Feliú  tan  de 
buen  hora,  que  recividos  los  cumplimientos  de  los  pues- 
tos, idas  y  venidas  de  correos,  visitas  de  particulares, 
que  las  tuvo  muchas,  se  hallava  á  las  tres  de  la  tarde 
en  la  puerta  de  San  Antonio  para  lograr  el  veneficia 
del  día,  que  no  es  largo  en  aquel  mes:  observóse  con 
S.  Ex.*  lo  que  se  hace  con  todos  los  Virreyes,  menos- 
que  desde  la  Cruz  Cubierta  hasta  su  palacio  fué  siem- 
pre por  medio  de  soldadesca  que  le  repetían  salvas,  y 
á  diversos  puestos  esquadrones  formados  de  ella,  por- 
que havía  dispuesto  la  ciudad  para  este  día  dos  nume- 
rosos tercios  y  sembrado  la  muralla  de  artillería:'  re- 
cividas  las  sólitas  cortesanías  de  los  Consistorios,  Ca- 
vildo,  Universidades  y  de  mucha  nobleza,  aunque  no 


85 

todos  obravan  de  gana,  sino  por.  no  poder  menos,  en- 
tró al  lado  del  Gonseller  en  Gap  sobre  un  hermoso  ca— 
vallo,  vestido  bordado  de  oro  y  plata  sobre  campo 
pardo,  el  sombrero  en  la  mano  y  con  rostro  afable 
agasajando  á  todos;  hízole  salba  la  artillería  y  acla- 
móle el  pueblo  en  repetidos  vítores  con  tal  alborozo  y 
aplauso  que  parecía  Barcelona  otra  Jerusalén  en  la 
entrada  del  Salvador,  pero  no  se  deve  admirar  guan- 
do le  devía  tanto  Cataluña.  Llegó  al  Aseo;  prestó  su 
juramento,  y  procediendo  por  las  calles  de  la  Horia, 
Moneada,  Cambios  y  Ancha,  llegó  al  llano  de  San 
Francisco,  en  donde  tenía  su  casa  en  las  que  eran  del 
de  Santa  Coloma;  aquí  havía  un  tercio  formado  que 
repitió  salbas,  y  la  artillería  de  la  marina;  en  el  Torn 
sucedió  otro  tanto  con  otro,  y  de  continuo  el  séquito 
y  concurso  de  la  gente,  que  era  cosa  de  pasmo  y  que 
ni  se  vio  ni  verá  en  entrada  ni  aun  de  Rey.  Despidié- 
ronse los  Consistorios  y  quedóse  S.  Ex.»'  á  descansar. 

CAPÍTULO  134. 

MUERTE  Y  E2CEQUIAS  DEL  CARDENAL  ROCHELL 

Llegó  al  S.*''"  Virrey  la  nueva  triste  del  fallecimien- 
to del  S.*»^  Cardenal  Rocheli,  Privado  de  nuestro 
Xpmo.  Rey  y  el  más  célebre  sujeto  que  ha  conocido 
el  orve,  el  maior  Ministro  que  ha  tenido  Monarca  y  el 
político  más  famoso  que  reconoce  el  mundo,  como  lo 
aclaman  sus  resoluciones  y  como  se  verá  en  los  siglos 
venideros,  pues  á  su  gran  comprehensión  únicamente 
deve  la  augusta  Corona  de  Francia  la  altura  en  que 
se  mira,  pues  él  solo  supo  curar  la  cancerada  llaga  de 
tanta  guerra  civil  como  amenazava  muerte  segura  á 
aquella  Monarchía,  y  á  él  solo  deve  Cataluña  verse 


86 
libre  del  yugo  y  opresión  castellana:  agradecida  esta 
provincia  á  tanto  beneficio,  ya  que  en  sus  últimos 
acentos  la  recomendó  con  ternura  á  su  Rey,  procuró 
prevenir  lágrimas  que  mostrasen  su  dolor,  y  así  se  re- 
solbió  hacerle  las  exequias  el  día  22  de  Diciembre  de 
1642. 

Dispúsose  el  capilardente  como  se  hace  para  los 
Obispos;  dentro  del  coro,  y  sobre  el  túmulo  que  re- 
presenta el  cadáver,  havía  un  capelo  de  Cardenal  y  á 
los  pies  una  corona  real;  quemavan  alrededor  ciento 
y  cinquenta  achas,  éstas  amarillas  y  aquéllas  blan- 
cas, todas  con  escudos  de  las  armas  de  Su  Em.*^:  sobre 
el  capilardente  ardían  500  velas  de  á  media  libra,  y 
en  cada  esquina  una  acha.  Asistió  el  S.^'^  Virrey  y  los 
Consistorios  vestidos  de  luto;  dijo  el  oficio  el  Deán 
Paulo  del  Roso,  y  la  fúnebre  oración  el  P.^  F.  Gaspar 
Sala,  Abad  y  Predicador  de  S.  M.  Xpma.,  con  la  doc- 
trina y  sutileza  que  de  su  gran  capacidad  se  deve 
creer:  todo  se  vio  tan  célebre  como  funesto;  pero  no 
tanto  como  lo  eternizarán  sus  obras  al  buen  Cardenal 
en  los  anales  de  la  fama. 

CAPÍTULO    135. 

LLÁMASE  A  CORTES  EL  PEINCIPADO  PARA  JURAR  SACRAMENTOS 
Y  OMENAJE  AL  XPxMO. 

Pasados  algunos  días  del  juramento,  despachó 
S.  Ex.*  cartillas  á  todas  la  ciudades,  villas  y  univer- 
sidades, obispos,  abades,  títulos,  cavalleros  y  demás, 
para  que  en  el  día  que  se  les  señalava  compareciesen 
por  sí  ó  por  legítimo  procurador  á  su  palacio  y  pre- 
sencia á  prestar  el  juramento  de  fidelidad  y  omenaje 
al  Rey  Xpmo.  (que  Dios  guarde),  so  pena  de  inove- 
dientes  y  traidores  á  la  Real  Corona.  Pasadas  fiestas 


de  Navidad  era  el  plazo,  y  llegado,  tubo  solio  tres  días 
S.  Ex.''  en  su  casa,  esto  es,  que  en  un  salón  grande 
asistía  vajo  dosel  el  Mariscal,  y  á  sus  pies,  en  un  bu- 
fetillo  y  sobre  unas  almuadas,  estava  una  veracruz, 
sobre  la  qual,  y  arrodillado,  decía  el  que  jurava: — 
Yo  N.  juro  sacramento  de  fidelidad  y  omenaje  al  Rey 
nuestro  S.*^''  Xpmo.,  y  de  no  tomar  las  armas  ni  de 
obrar  cosa  contra  su  Real  Corona;  antes  bien  obrar  en 
su  servicio  asta  perder  la  vida. — Esto  hecho,  los  asen- 
tavan  en  un  libro,  y  duró  esta  ceremonia  tres  días: 
vien  se  dijo  que  no  havían  venido  todos  los  llamados, 
excusándose  unos  por  indisposición  y  otros  por  no 
querer,  y  que  se  ha  vi  a  de  bolber  á  llamar. 

Ello  fué  cierto  que  ningún  Obispo  quiso  prestarle, 
dando  por  motivo  que  le  havían  prestado  ya  al  Rey 
Cathólico,  y  que  menos  que  con  decreto  suio  y  orden 
del  Papa  no  le  prestarían;  intimóseles  que  jurar  ó  sa- 
lir de  la  provincia;  abrazaron  lo  último,  y  el  de  Ge- 
rona y  Barcelona  se  embarcaron  para  Valencia;  el  de 
Solsona  se  pasó  por  tierra;  el  de  Vique,  que  era  D.  Ra- 
món Semmenat,  Canónigo  que  havía  sido  de  Barcelo- 
na, ni  le  prestó  ni  se  fué,  no  sé  por  qué  atenciones; 
en  Elna  ni  Lérida  no  los  havía,  ni  los  de  Tarragona  y 
Tortosa  entravan  en  esto,  por  estar  aquello  ocupado 
de  los  castellanos;  quiso  nuestro  Rey  proveer  los 
Obispados,  pero  el  Papa  no  lo  admitió,  con  que  sólo  el 
de  Vique  vino  á  quedar  en  Cataluña,  y  no  mucho 
tiempo;  bien  es  berdad  que  mientras  los  dichos  Obis- 
pos vivieron  con  el  nombre  de  estos  Obispados  se  dijo 
no  los  proveería  S.  M.  Xpma. 


88 
CAPÍTULO  136. 

SURTIDA  DE  LOS  ESPAÑOLES  POR  LA  RIVERA  DE  EBRO,  Y  PILLAXE. 

Viendo  los  castellanos  nuestro  exército  aquartelado 
para  ymbernar,  procuraron  aprovechar  la  ocasión,  y 
así,  juntando  su  gente,  empezaron  á  saquear  y  tomar 
las  villas  que  están  á  la  otra  parte  del  río  en  las  líneas 
de  Cataluña,  porque  la  guarnición  sólo  era  en  los  cas- 
tillos y  pueblos  grandes,  y  así  tomaron  á  Mora,  á  Orta 
(aunque  les  costaron  no  poca  gente)  y  Gandeza,  con 
otros  lugares,  saqueando  y  executando  en  todos  ex- 
torsiones y  crueldades  indecibles,  particularmente  en 
Mora,  que  hasta  las  mugeres  y  niños  se  dijo  degoUa- 
van;  en  Bateya  no  dejaron  alma  nacida,  que  hasta  los 
niños  pasavan  á  cuchillo:  quisieron  pasará  Flix;  pero 
como  es  lugar  fuerte  y  está  bien  guarnecido  y  con  fa- 
moso Cavo,  que  por  ser  jurisdicción  de  Barcelona  tubo 
particular  mira  el  S.^'^  Virrey,  los  rechazaron  siempre, 
y  de  desengañados  que  era  pelear  en  valde,  lo  dejaron 
estar. 

CAPÍTULO  137. 

SITIAN  LOS  ESPAÑOLES  Á  MIRAVETE  Y  SOCÓRRENLO  FRANCESES. 

A  vista  de  que  en  Flix  no  havían  logrado  su  inten- 
to, lo  encaminaron  á  poner  sitio  en  el  castillo  de  Mi- 
ravet,  que  también  está  á  la  orilla  del  río  Ebro:  avían 
precedido  prevenciones  nuestras,  porque  el  S.^'"  Ma- 
riscal, aunque  en  el  sosiego  de  Barcelona  se  desvela- 
va  mucho  en  todo  lo  que  conducía  á  la  guerra,  y  lue- 
go que  supo  que  los  castellanos  salían  de  Tarragona 


89 
para  saquear  aquellos  lugares,  mandó  al  S.*^^  de  la 
Roca,  S/  Gamarán,  governan  te  del  rejimiento  de  San 
Simón,  que  con  la  cavallería  y  50  Mestres  del  trozo 
de  Miran vila,  comandados  por  Rocatallada,  se  pusie- 
ran á  vista  de  Tarragona  con  ostentación  de  ser  más 
para  divertir  al  enemigo  y  obligarle  á  alguna  surti- 
da; consiguióla,  y  en  la  primera  que  hizo  el  Castella- 
no, con  200  cavallos  perdió  115,  70  muertos  y  46  pri- 
sioneros; publicó  al  mismo  tiempo  que  S.  Ex.^  salía  á 
socorrer  á  Flix,  con  que  todo  esto  motivó  poner  á  ML- 
ravet  en  maior  defensa  que  se  persuadía  el  Castella- 
no. Llegó  á  Barcelona  la  noticia  del  asedio  el  día  23 
de  Febrero  de  1643,  y  resolvió  salir  á  socorrer  el  cas- 
tillo; mandó  marchar  luego  su  rejimiento  y  los  de  An- 
guien  y  Santange,  y  alguna  porción  de  cavallería  es- 
cogida de  la  demás  para  juntarse  con  las  tropas  que 
estavan  en  Flix,  y  S.  Ex.^  salió  el  día  25  de  Febrero 
de  1643  á  la  madrugada,  executando  en  dos  días  na- 
turales sus  marchas  con  la  compañía  de  las  guardias. 
Las  tropas  ó  rejimientos  llegaron  el  día  28  á  la  tarde; 
dio  luego  aviso  á  los  cercados  del  ánimo  de  socorrer- 
los y  que  le  tenían  á  la  vista. 

El  primero  de  Marzo,  á  las  dos  de  la  tarde,  mandó 
S.  Ex.''  á  las  tropas  esguacasen  el  río,  y  encaminán- 
dose ó  haciendo  la  muestra  de  marchar  á  Gandesa, 
donde  se  hallava  el  de  la  Inojosa,  General  de  aquellas 
tropas,  que  se  componían  de  1 .600  hombres  de  infan- 
tería y  200  cavallos  que  bloquea  van  el  castillo,  va- 
tiéndolo  con  dos  piezas,  y  el  S.^'^  General  con  el  resto 
del  exórcito  se  hallava  en  Gandesa,  supo  los  designios 
de  nuestro  Virrey,  y  corriendo  la  voz  de  que  iba  á  ata- 
carle se  pasó  á  Batea;  de  allí  á  Camps,  y  se  dijo  que 
huiendo  avía  quien  no  se  dava  por  seguro  en  Tarra- 
gona. Llegando  el  arma  hasta  Madrid;  savida  la  retí- 


90 

rada  del  de  la  Inojosa,  encaminóse  S.  Ex.^  al  castillo 
de  Miravet,  y  llegando  á  la  vista,  supo  que  se  hallava 
apretadísima,  que  el  enemigo  estava  alojado  á  la  pla- 
za baja  del  castillo  y  tenía  minado  el  oraenaje  y  la 
mina  á  punto  de  bolar:  á  vista  de  estos  aprietos,  va- 
liéndose de  varios  ardides  se  puso  dentro  la  plaza  por 
una  ventanilla,  y  por  la  misma  introdujo  600  hombres 
de  los  de  sus  tropas,  governados  por  el  Teniente  coronel 
del  reji miento  de  Rebe  y  Ayudante  de  campo,  Mon- 
siur.de  Raume,  y  dejando  Gobernadores  de  campo  de 
batalla  á  los  S/^^  Berracieras  y  Gabot,  para  detener 
qualquier  socorro  que  pudiese  llegar  á  los  cercadores; 
y  reconocidos  desde  adentro  los  hizo  acometer  con  tal 
fuerza,  que  poco  rato  quedaron  dueños  de  las  trinche- 
ras y  artillería,  y  con  más  de  mil  prisioneros  y  algu- 
nos 400  muertos,  toda  gente  de  condición,  y  solamente 
en  los  prisioneros  se  hallaron  más  de  200  Oficiales,  y 
todo  el  bagaxe  quedó  por  nuestro.  De  nuestra  parte, 
entre  soldados  y  Oficiales  murieron  algunos- 20;  el  S.*" 
de  Beaume  se  portó  con  gran  valentía  en  este  lance, 
y  los  demás  Oficiales  obraron  con  gran  esfuerzo:  que- 
dó erido  de  una  mano  el  S.^'^  Julate. 

El  sitió  duró  18  días;  governava  el  castillo  el  S.*^""  de 
la  Val  con  el  de  Bompas,  Gapitán  del  rejimiento  de 
Anduca,  que  se  defendieron  famosamente;  concurrie- 
ron circunstancias  bien  particulares  en  esta  jornada 
de  S.  Ex.^,  y  para  que  no  se  atribúlese  á  milagro,  fué 
menester  que  muriesen  algunos  en  ella.  El  Gapitán 
Gulcón  quiso  á  la  orilla  provar  la  fuerza  de  los  suios 
en  el  modo  de  bever  agua;  pero  el  S.*»''  Virrey,  dán- 
dolos á  todos  por  varones  fuertes,  trató  sólo  de  que  la 
esguacasen.  El  Marqués  de  la  Inojosa  publicava  daría 
mil  escudos  á  quien  le  diese  la  nueva  del  arrivo  del 
S.""^  Mariscal  para  poder  bolber  huir,  y  éste  los  hu- 


91 

viera  dado  á  quien  se  lo  hu viera  hecho  detener.  Últi- 
mamente corriendo  fué  S.  Ex.^;  corriendo  venció;  co- 
rriendo vino,  que  salió  á  25  de  Febrero,  y  á  7  de  Mar- 
zo entra  va  en  Barcelona  tan  vitorioso,  que  apenas  se 
le  escapó  ninguno  de  los  que  sitiaron  el  castillo,  por- 
que consigo  ó  á  su  retaguardia  trajo  1.200  prisione- 
ros comboyados  por  compañías  de  micaletes  y  cava- 
Hería  francesa;  y  siendo  más  ellos  que  la  escolta,  in- 
tentaron levantarse  dos  ó  tres  veces:  salióles  mal  y 
pagaron  con  las  vidas  los  que  eran  Gavos  de  re  vellón; 
entráronlos  en  Barcelona  el  día  14  atados  en  cuerdas 
largas,  y  los  Gavos  principales  á  caballo;  paseáronlos 
por  Barcelona  antes  de  cerrarlos  en  la  Tara9ana,  para 
pública  demostración  de  la  vitoria,  que  dudo  aya  su- 
cedido otra  con  tanta  diligencia,  felicidad  y  aplau- 
so: túbolo  S.  Ex.^,  y  con  ostentoso  lucimiento  en- 
tró y  bolbió  á  continuar  en  recivir  el  juramento  de 
fidelidad  que  prestavan  ya  más  gustosos  ó  más  preci- 
sados. 

Los  prisioneros  quedaron  para  hacer  trueques,  y  en 
breves  días  se  llevaron  250  de  ellos  á  Rosas  para 
cambiar  con  otros  tantos  que  havían  apresado  dos 
bergantines  con  una  varea  que  venía  de  Francia  á 
Barcelona;  acompañólos  el  Negre  de  San  Andreu,  Ga- 
pitán  de  micaletes,  que  también  hizo  proezas  en  esta 
jornada. 

Á  últimos  de  Marzo  llegó  mucha  parte  de  infante- 
ría en  barcas,  desde  Narbona  á  Barcelona,  viniendo 
por  tierra  los  Oficiales  y  la  cavallería,  y  así  mismo  las 
municiones,  éstas  por  mar  y  tierra,  y  en  llegando  la 
gente  marchava  luego  á  Lérida  sin  detención  ni  mo- 
lestia del  país,  en  que  se  reconocía  lo  mucho  que  se 
havía  mejorado  de  dominio,  y  lo  que  S.  M.  Xpma. 
amava  esta  provincia  asistiéndola  de  tropas,  pertre- 


92 

chos  y  bastimientos,  sin  que  al  paisano  le  costase  el 
dar  un  vagaje,  bien  diferente  de  lo  que  se  vio  con  los 
castellanos  en  los  sucesos  de  Salsas  y  la  Eucata. 

CAPÍTULO  138. 

SUCESOS  DE  LA  VALLE  DE  ARAN  Elf  Sü  PÉRDIDA  Y  RECUPERACIÓN. 

Es  el  castillo  de  León,  último  lugar  de  la  valle  de 
Aran,  confinante  por  una  parte  con  Francia  y  por 
otra  con  el  rey  no  de  Aragón,  de  su  naturaleza  algo 
fuerte,  así  por  la  eminencia  como  por  cercarle  dos 
ríos.  La  valle  consta  de  unas  20  poblaciones,  y  por  su 
terreno  áspera,  fría  y  poco  tratable;  es  lo  espiritual 
de  aquel  distrito  del  Obispo  de  Gomenge,  francés. 
Manteníase  esta  valle  á  devoción  de  la  provincia,  y 
con  guarnición  de  gente  de  ella  misma.  Governava  el 
castillo  y  valle  D.  Jacinto  de  Torralla,  también  natu- 
ral de  ella.  Éste,  con  algunos  otros  cavalleros,  ma- 
quinaron el  reducir  aquella  gente  á  la  ovediencia  de 
Castilla,  y  lo  consiguieron  con  facilidad;  y  poniendo 
hasta  unos  300  castellanos  y  balones  de  guarnición  en 
el  castillo,  y  fortificando  lo  que  pudieron  las  villas 
maiores,  juraron  con  todo  secreto  la  ovediencia  al  Rey 
de  Castilla.  Llegó  la  noticia  de  esto  al  S.*'^"  Mariscal  el 
Jueves  Santo  2  de  Abril  de  1643,  y  mandó,  luego  que 
marchara  el  Governador  D.  Joseph  Margarit,  que  le- 
vantara los  somatenes  que  le  parecía  convenir;  partió 
el  viernes  de  Lérida:  también  se  mandó  subiera  algún 
tercio  de  catalanes,  porque  la  cavallería  no  podía  ha- 
cer oposición  por  lo  áspero  é  inacesible  del  país;  llegó 
el  Governador,  y  viendo  pasava  lo  que  se  ha  referido 
y  que  los  castellanos  se  iban  juntando  y  disponiendo 
el  acometerle,  resolvió  con  el  S.*'''  Mariscal  y  otros 


93 

Cavos  que  llevaba  consigo  de  embestirles  antes  de  de- 
jarles poner  en  orden,  y  bien  que  no  tenía  la  jente 
toda  junta  por  no  haver  llegado  aún,  con  la  que  se 
halló  los  embistió  una  tarde;  y  como  los  catalanes,  ya 
por  belicosos,  y  ya  por  más  echos  al  país,  los  obligaron 
á  encerrarse  en  Viella,  villa  de  algunos  400  vecinos 
y  caveza  de  aquella  valle,  viendo  los  tenían  acorra- 
lados, que  la  noche  les  venía,  y  recelándose  que  el 
día  siguiente  no  les  llegase  socorro,  resolvió  el  Go- 
vernador  cercar  la  villa  y  pegarle  fuego  por  quatro 
partes;  executólo,  y  con  tal  felicidad,  que  en  breve 
rato,  ayudado  de  un  vientecillo  y  ser  las  casas  de  ma- 
dera, se  vio  en  pocas  oras  otra  Troya  abrasándose  en 
voraces  llamas,  que  consumieron  lo  más  de  la  pobla- 
ción y  muchas  vidas,  así  de  naturales  como  de  milita- 
res, y  sólo  pudieron  escapar  los  que  con  sobrado  va- 
lor treparon  por  el  incendio  y  por  el  rigor  de  los  cer- 
cadores, entre  los  quales  fueron  D.  Pedro  Amorot, 
D.  Jacinto  Torralla  y  D.  Martín  de  Azlor,  que  esca- 
paron al  monte;  el  día  siguiente  se  redujo  la  valle  á 
vista  de  lo  pasado  en  Viella,  confesando  su  engaño;  el 
castillo  capituló,  que  si  dentro  de  ocho  días  no  le  ve- 
nía socorro  se  rendiría,  y  así  fué,  que  no  viniéndole, 
le  ocuparon  nuestras  armas. 

Quando  llegó  el  Governador  Margarit  no  tenía  aún 
toda  la  gente  de  Lérida,  y  apenas  huvo  posado  pasa- 
ron el  puerto,  quando  los  castellanos  tocaron  arma 
con  algunos  200,  y  no  obstante  lo  fatigado  que  llega- 
van  los  nuestros,  y  haver  de  pelear  sobre  la  nieve, 
salieron  tan  gloriosos  que  los  hicieron  retirar  con  no 
poca  pérdida  de  gente;  al  retirarse  los  nuestros  llegó 
la  retaguardia,  y  al  mismo  tiempo  tocó  al  arma  el 
enemigo  cerca  el  lugar  de  Garos,  y  no  obstante  que 
nos  embistió  y  ocupó  unas  eminencias,  las  huvo  de 


94 
desamparar  y  retirarse  desordenado  por  la  furia  con 
que  le  acometieron  los  nuestros,  que  sin  perder  su  lu- 
gar y  ordenanza  obraron  con  extremado  valor,  como 
lo  acredita  la  brevedad  con  que  redujeron  aquel  país, 
pues  en  dos  días  naturales  lo  hicieron,  y  ganándole 
al  enemigo  una  pieza  de  artillería  y  sin  perder  sino 
algunos  15  hombres  entre  muertos  y  heridos,  aprisio- 
naron los  nuestros  al  Maestre  de  campo  D.  Martín  de 
Azlor  al  pasar  el  portillo:  éste  era  el  que  governava 
el  castillo  de  Monzón  por  los  castellanos. 

CAPÍTULO  139. 

SITIO  Y  RENDIMIENTO  DE  ALMENAR  POR  LOS  FRANCESES. 

Mandó  el  S."*"  Mariscal  de  la  Mota,  Duque  ya  de  Car- 
dona, por  gracia  de  S.  M.  Xpma.,  al  S.'^''  de  la  Ferri- 
xera,  Mariscal  de  campo,  que  con  diez  batallones  de 
cavallería  ó  infantería  fuese  á  recuperar  el  castillo 
de  Almenar;  el  día  4  de  Mayo  de  1643  pasó  por  Lé- 
rida el  de  la  Ferrixera  con  sus  tropas  y  tres  piezas  de 
vatir,  y  fuese  á  dormir  á  Villanueva  de  Picaset;  el 
día  5  á  la  madrugada  á  Monsiur  Chambaule,  gover- 
nante  del  rejimiento  de  Terraill,  con  200  cavallos  le 
mandó  abanzar  la  plaza,  y  entrando  con  40  cavallos 
del  Castellano  los  hizo  cerrar  la  plaza.  Llegó  la  Ferri- 
chera  con  el  resto  de  gente  á  las  diez  de  la  mañana,  y 
á  las  tres  de  la  tarde  se  aprovecharon  vajo  de  las  emi- 
nencias del  mismo  castillo  los  rejimientos  de  Canty  y 
Kebe,  alojándose  á  cien  pasos  de  la  muralla.  Comen- 
dóse  luego  á  Monsiur  de  Senesi  pasar  dos  cañones  vajo 
las  eminencias,  y  asistido  de  los  demás  Oficiales  de  ar- 
tillería, lo  logró  felizmente;  al  anochecer  abanzó  el 
rejimiento  de  Tonens,  y  echo  dueño  de  ella,  se  alojó 


9o 

en  las  casas  más  vecinas  del  castillo;  á  las  tres  de  la 
mañana  empezaron  á  jugar  las  dos  piezas,  y  á  las  nue- 
ve horas  de  la  misma  llamaron  á  capitular  los  sitia- 
dos, oprimidos  del  valor  con  que  los  apretavan  los  de 
afuera;  no  concordaron  por  querer  pactos  ventajosos, 
y. continuando  en  batirlos  se  hu vieron  de  rendir  des- 
pués á  vida  salba  y  prisioneros  de  guerra:  eran  los 
Gavos  D.  Juan  Mola,  Sargento  maior  y  Governador; 
el  Capitán  D.  Miguel  Gariñot  Balador,  Lugarteniente 
de  cavallería  del  Capitán  Lanuza;  Christóval  de  Car- 
ser,  Alférez  de  Cariños  y  Ayudante  del  castillo;  dos 
Alféreces,  dos  Sargentos,  cuatro  Cavos  de  esquadra, 
25  balones,  70  castellanos  y  40  cavallos:  halláronse 
en  el  castillo  dos  piezas  de  bronce,  mucha  munición 
y  pertrecho  y  más  de  600  mosquetes;  le  tomaron  los 
castellanos,  pero  con  todo  el  poder  de  un  exército  que 
se  ocupó  algunos  días,  y  aora  sólo  en  24  horas  lo  re- 
cobraron los  nuestros  con  dos  vidas  y  quatro  eridos; 
de  los  castellanos  entre  muertos  y  heridos  unos  200: 
al  de  la  Ferrichera  le  mataron  el  cavallo  corriendo  la 
batería. 

CAPÍTULO  140. 

DESTIERROS  Y  CASTIGOS  DE  ALGUNOS  POR  ORDEN  DEL  VIRREY 
MARISCAL  DE  LA  MOTA. 

Empezó  el  S.^'^  Virrey  á  experimentar  muchas  ale- 
vosías y  infidelidades,  y  que  de  cada  día  se  aumenta- 
van,  dando  aviso  á  los  castellanos  de  quanto  aquí  se 
resolbía  y  obra  va  y  aun  de  lo  más  secreto,  porque  los 
mismos  que  entravan  en  las  juntas  eran  los  mal  afec- 
tos y  los  que  más  conservavan  el  león  interiormente. 
A  vista  de  esto,  empezó  á  hacer  escrutinio  secreto  y 
procesos  para  expelir  tan  malos  humores  de  que  ado- 


96 
lecía,  no  sólo  la  provincia,  pero  Barcelona,  y  no  poco» 
y  dando  destierro  á  unos  de  la  provincia  y  á  oü^os  de 
los  dominios  de  España  con  cominación  de  confisca- 
ción de  hacienda  sacó  á  muchos,  emhiándolos  á  Ge- 
nova, y  otros  voluntariamente  se  salieron  temiendo 
maior  daño,  y  pedían  pasaportes,  que  se  concedían  de 
huena  gana  según  quienes  heran. 

Esto  lo  empezaron  ya  á  executar  en  el  principio  de 
las  turbulencias  algunos  de  los  cavalleros  que  tenían 
manejo  en  la  Diputación  y  ciudad,  temiendo  que  á 
ocasión  de  motín  los  matarían,  tomando  entonces  los 
pasaportes  de  la  misma  provincia  por  no  haverse  aún 
entregado  al  Xpmo.,  y  se  les  concedía  ó  para  Genova 
ó  Mallorca;  entre  otros  salieron  entonces  éstos:  Don 
Bernardino  de  Marimón  con  su  hijo  el  maior.  Capitán 
que  era  de  la  Tara9ana;  D.  Ghristóval  Jeart,  Cruzado 
de  Alcántara;  D.  Jph.  Cardona,  Conde  de  Montagut,  y 
otros,  y  en  breves  días  estubieron  en  Castilla,  dejando 
aquí  sus  hijos  y  casas  para  que  no  se  les  confiscasen  las 
haciendas,  y  fiando  mucho  en  el  Rey  de  España,  con 
la  esperanza  de  que  presto  bolberían  á  mandarnos  y 
ellos  serían  los  dueños;  pero  veremos  qué  será,  y  en- 
tre tanto  van  á  servir  en  tierras  estrangeras  los  que 
en  su  patria  podrían  ser  servidos. 

Hasta  aora  no  se  lee  que  se  huviera  echo  sentencia 
de  alguno  de  los  mal  afectos  á  S.  M.  Xpma.;  pero  en 
primeros  de  Enero  de  1643  se  dio  garrote  á  un  ca va- 
llero, T.  Arles,  Sargento  maior  que  hera  quando  los 
castellanos  entraron  en  el  Vendrell,  por  haver  cojido 
unas  cartas  suias  que  de  su  orden  llevava  un  hombre 
á  Tarragona  con  la  noticia  de  quanto  aquí  pasava,  á 
vista  de  lo  qual  mandó  el  S.*"'  Mariscal  de  la  Mota  lo 
ajusticiasen.  Prendieron  también  á  un  clérigo  herma- 
no de  este  Arles  que  le  servía  de  secretario  en  las  ta- 


97 

les  cartas,  y  entregándolo  el  S.^''*  Virrey  á  D.  Galce- 
rán  de  Semmenat,  Vicario  general,  para  que  lo  casti- 
gase, por  no  ser  de  su  jurisdicción  y  no  querer  mez- 
clarse en  lo  eclesiástico.  D.  Galcerán  le  dio  por  fugi- 
tivo, aviándole  de  secreto,  con  que  escapó  el  clérigo, 
pero  presto  veremos  lo  que  le  costó  á  Semmenat. 

En  las  deposiciones  que  se  le  tomaron  á  este  cava- 
llero  Arles,  y  en  el  último  trance  de  su  vida,  descu- 
brió muchos  que  eran  mal  afectos  á  la  patria  y  finos 
españoles,  cuias  declaraciones  fueron  causa  que  algu- 
nos se  pasasen  al  partido  de  España,  y  á  otros  fueron 
presos,  entre  ellos  un  tal  D.^  Marán,  el  negro:  éste 
murió  en  la  cárcel,  quién  dice  que  de  pesar,  quién 
porque  los  suyos  le  dieron  veneno,  porque  su  causa 
tenía  mal  rostro;  también  prendieron  un  T.  D/  Car- 
mona,  abogado  que  havía  sido  en  la  ciudad  y  que  en 
tiempo  del  motín  le  havían  hecho  Prevoste  general 
para  perseguir  los  tumultadores,  y  con  25  hombres  á 
quienes  dava  la  ciudad  seis  reales  de  socorro,  y  con  el 
verdugo  detrás,  discurría  las  calles  prehendiendo  y 
haciendo  sentencia  luego  de  los  perturbadores  de  la 
quietud  pública,  y  un  día  yendo  á  prender  ciertos  su- 
jetos en  la  Rivera,  le  mataron  el  verdugo  y  él  huvo 
de  escapar  corriendo:  éste,  pues,  con  todos  estos  ho- 
nores, era  el  más  alevoso  á  la  patria,  y  no  obstante 
eso,  se  contentó  el  S.^""  Mariscal  con  desterrarlo  á  Ge- 
nova, dándole  por  compañeros  á  F.  Lloverás  y  F.  So- 
lano, que  fueron  notarios  del  criminal:  mayor  castigo 
merecían  por  lo  más  que  havían  obrado  con  su  pa- 
tria; desterraron  también  un  F.  Pedro  de  la  Leona, 
que  era  el  que  tenía  el  juego  de  los  ca valleros  por 
haver  ablado  mal  ó  blasfemado  del  Rey  Xpmo.;  por 
lo  mismo  á  un  labrador  del  llano  de  Vique  le  hicieron 
pasear  las  calles  en  un  borrico  con  el  verdugo  detrás 

Tomo  xxiv  7 


98 

y  una  mordaza  en  la  voca,  y  después  lo  pusieron  á  la 
vergüenza  de  ese  modo  seis  horas  en  la  Plaza  de  la 
Lonja,  y  por  lo  propio  dentro  pocos  días  padeció  otro 
la  misma  pena:  estas  demostraciones  obligaron  á  que 
algunos  se  pasasen  voluntarios  á  España,  aunque  des- 
pués los  pregonavan  por  tray dores;  con  esto  se  limpió 
algo  Barcelona  de  tales  sugetos,  y  no  menos  la  pro- 
vincia, que  de  verdad  havía  muchos  alevosos. 

Al  Canónigo  y  Vicario  general  de  Barcelona  D.  Gal- 
cerán  Semmenat,  le  formó  el  S.«^  Mariscal  un  proceso 
secreto,  así  del  avío  del  clérigo  Arles  que  arriva  diji- 
mos, como  de  otras  cosillas  de  mal  afecto;  y  substan- 
ciada la  causa  aguardó  ocasión  para  prenderle,  y  te- 
niéndola el  día  16  de.  Mayo  de  1643,  que  D.  Galcerán 
se  partía  á  Vique  á  ver  á  su  hermano  el  Obispo,  des- 
pachó guardas  para  que  delante  de  San  Andreu  lo  es- 
perasen y  prendiesen:  hiciéronlo  así,  y  preso,  embian- 
do  la  cavalgadura  á  Barcelona,  lo  llevaron  al  castillo 
de  Mongat;  al  anochecer  despacharon  del  muelle  una 
barca,  poniendo  en  ella  á  un  capellán  ó  criado  de  Don 
Galcerán,  M.  Benito,  Beneficiado  de  Santa  María,  que 
havía  días  estava  preso  por  mal  afecto;  echaron  en 
ella  también  al  Chantre  de  Lérida,  Prexeus,  y  al  Rec- 
tor del  Pino,  T.  García:  á  éstos  los  prendieron  aquella 
tarde,  y  sin  darles  lugar  aun  para  tomar  una  camisa, 
los  embarcaron  y  pasaron  á  tomar  á  Semmenat  y  jun- 
tos los  aviaron  de  calidad  que  de  muchos  días  no  se 
supo  dónde. 

Viendo  estas  operaciones  la  ciudad  y  cavildo,  se 
unieron  ambos  Comunes;  hicieron  embajada  al  S.°^ 
Mariscal  de  la  Mota,  Virrey,  representando  el  uno  ser 
contra  Constitución,  y  el  otro  pidiendo  á  los  eclesiás- 
ticos, pues  no  podía  S.  Ex.*'  detenerlos  presos  sino  24 
horas:  á  todo  respondió  el  S.<»^  Mariscal  que  no  desea- 


99 

Ya  no  era  su  ánimo  faltar  á  Constitución  alguna,  ni 
el  castigar  los  eclesiásticos,  que  ya  savia  que  no  podía; 
pero  que  pues  no  havía  en  Barcelona  superior  que 
pudiese  remediar  aquellos  excesos,  él  formava  los  pro- 
cesos del  delito  y  remitía  á  los  reos  con  los  procesos  á 
S.  S.,  para  que  como  lexítimo  superior  los  castigase 
según  merecía  cada  qual;  que  esto  era  lo  que  él  obra- 
va  sin  creer  faltar  á  Constitución,  y  que  todas  las  te- 
nía y  ponía  sobre  su  caveza:  callavan  todos  á  vista  de 
esta  respuesta,  y  también  porque  tenía  de  su  parte  al 
Nuncio  de  S.  S.,  que  á  la  sazón  se  hallava  en  Barce- 
lona. 

Halláronse  presos  también  en  esta  ocurrencia  Don 
Joseph  de  Sorrivas,  Coronel  que  fué  de  la  Diputación 
en  la  guerra  de  Salsas,  y  un  tal  Codina,  ciudadano 
honrrado,  uno  de  los  Embajadores  que  estubieron  pre- 
sos en  Madrid,  ambos  bien  mal  afectos,  y  todos  sus  hi- 
jos, que  entre  unos  j  otros  urdían  bellas  cosas  á  favor 
de  España,  como  si  fuera  fácil  bolber  la  provincia  á 
su  dominio:  apretávanseles  las  causas,  y  el  día  que 
menos  se  pensaron  los  hecharon  en  una  galera  y  los 
llevaron  á  Gopllibre  y  de  allí  á  Perpiñán  presos;  tam- 
bién pregonaron  por  enemigos  de  la  patria  á  D.  Luis 
de  Paguera  y  á  D.  Jph.  de  Pinos,  que  después  de  ha- 
verlos  honrrado  ella  con  los  puestos  de  Capitán  al  uno 
y  al  otro  de  Sargento  maior,  se  les  averiguó  tratavan 
algunas  cosas  contra  la  provincia  y  en  favor  del  Cas- 
tellano. No  obstante  estas  demostraciones  siempre  ha- 
vía  alevosos  y  de  quien  temerse,  porque  eran  -muchos 
los  que  pensavan  que  no  havía  de  durar  el  dominio 
francés. 


CAPÍTULO  141. 

PASA  EL  EXÉRCITO  FRANCÉS  Á  ARAGÓN  POR  FLIX. 

Aliándose  nuestro  exórcito  á  la  parte  de  Lérida  arta 
numeroso,  se  resolbió  salir  á  recuperar  los  lugares  que 
el  Castellano  nos  havía  tomado  en  el  imbierno,  y  así 
pasaron  nuestras  tropas  el  río  Ebro  por  Flix,  y  empe- 
zaron á  pillar  todos  aquellos  lugarcillos  y  poblaciones 
abiertas  que  están  á  la  otra  parte  del  Ebro:  llegaron  á 
la  villa  de  Mora,  que  á  poco  rato  de  batirla  se  rindió  á 
buena  guerra;  pusieron  guarnición  y  pasaron  á  Orta, 
que  con  poca  resistencia  se  entregó  á  vida  salva,  y 
que  pudiese  la  guarnición  pasar  á  su  campo:  vino  en 
esta  capitulación  nuestro  General;  pero  saviendo  que 
el  Castellano  disponía  emboscada  para  pillar  el  com- 
boy,  le  hizo  entender  que,  pues  por  su  parte  se  falta- 
va  al  estilo  de  la  guerra,  que  él  tampoco  daría  liber- 
tad á  los  prisioneros,  y  así  los  embió  á  Barcelona  y 
prosiguió  su  pillaxe,  entrándose  por  Aragón  hasta 
Maella  la  infantería,  y  dicen  que  la  cavallería  llegó  á 
Fuentes,  una  jornada  de  Zaragoza,  y  que  tubo  arto 
que  temer  aquella  ciudad  porque  no  encontraron  los 
nuestros  sino  un  esquadrón  que  se  les  opusiese.  Sa- 
quearon aquel  país  y  se  enrriquecieron  los  soldados, 
porque  estavan  acomodados  aquellos  lugares  y  la  villa 
de  Maella  rica:  retiráronse  mui  á  su  salvo  á  Lérida  sin 
perder  un  soldado. 


lOi 


CAPÍTULO  142. 

MUERTE  Y  EXEQUIAS  DE  LUIS  13,  REY  DE  FRANCIA,  QUE  HACB 
BARCELONA. 

Teníase  noticias  de  la  grave  enfermedad  que  afligía 
y  amenazava  la  muerte  al  Rey  Xpmo.  Luis  13;  im- 
plorávase  el  divino  favor  por  medios  de  continuas,  re- 
petidas y  fervorosas  rogativas  y  oraciones,  así  en  lo 
público  y  común  de  todas  las  iglesias  y  combentos  de 
esta  ciudad,  como  en  lo  particular  y  secreto  de  mu- 
chas personas  virtuosas  y  por  el  resto  de  la  provincia: 
pero  como  son  tan  altos  los  juicios  de  Dios,  y  tan  inex- 
crutables  sus  disposiciones,  estubo  sordo  el  cielo  á 
tanto  ruego,  quizás  porque  así  cómbenla,  pues  el  día 
29  de  MsLjo  llegó  la  dolorosa  nueva  de  su  fallecimien- 
to y  tránsito  á  maior  reyno;  cubrióse  todo  de  tristeza, 
y  salió  á  los  rostros  el  sentimiento  de  perder  en  tan 
gran  Monarca  el  amparo  y  desconsuelo  que  esperimen- 
tava  esta  desvalida  provincia:  cesaron  los  exercicios 
de  milicia  y  política,  hasta  que  llegase  el  S.^*"  de  Ar- 
genson  que  venía  de  París  con  orden  de  todo  lo  que 
devía  hacerse.  Empezaron  las  campanas  en  lamenta- 
bles ecos  á  sembrar  de  dolor  el  viento;  pasaron  á  en- 
lutarse los  comunes  y  particulares,  y  en  fúnebres  de- 
mostraciones  concurrieron  todos  según  su  orden  á  dar 
el  pósame  al  S.^""  Virrey,  y  es  cierto  que  movía  á  llan- 
to ver  estas  funciones  tan  lúgubres.  Llegó  pocos  días 
después  el  S.^'"  de  Argenson,  y  á  6  de  Junio  de  1643 
se  juró  de  nuevo  al  S.*''"  Mariscal  de  la  Mota  en  los  car- 
gos de  Virrey  y  Capitán  general,  sin  ostentación  por- 
que no  la  permitía  el  luto,  y  luego  se  cantó  un  Tedeum 
laudamus  y  se  tocaron  las  campanas  en  acción  de  gra- 


102 
cias  por  haver  socorrido  el  S.^''  Duque  de  Anguien  la 
plaza  de  Recroy,  que  tenían  cercada  y  con  aprieto  los- 
castellanos,  aviendo  éstos  perdido  seis  ó  siete  mil  hom- 
bres entre  muertos  y  presos,  la  artillería,  el  vagaje  y 
haver  dejado  libre  la  plaza:  sucedió  esto  cinco  días  des- 
pués de  difunto  el  Rey,  feliz  vaticinio  para  las  armas 
del  nuevo  sucesor. 

Convínose  en  que  las  exequias  de  S.  M.  se  hiciesen 
sávado  día  20  de  Junio  de  1643:  entre  tanto  se  dis- 
pusieron los  lutos  para  los  consistoriales  de  ambas 
Gasas  y  para  los  oficiales  de  ellas,  y  el  día  7  por  la 
mañana,  mediodía  y  tarde,  se  empezaron  ha  hacer 
tres  toques  en  cada  ora  de  éstas,  durando  los  trece 
días  sin  parar,  hasta  el  de  las  exequias;  dispúsose  el 
capilardente  sobre  las  gradas  ó  escalera  de  S.*''  Eula- 
lia, en  el  Aseo,  tan  ostentoso  y  alto  como  funesto  y 
triste.  Los  días  17,  18  y  19,  los  Gonselleres  tubieron 
el  luto  en  el  salón  del  Consejo  de  Ciento,  todo  él  cu- 
bierto de  bayetas  y  con  luz  muí  escasa,  asistiendo  allí 
los  tres  días  mañana  y  tarde  para  recibir  los  pésames; 
el  día  20  á  las  diez  de  la  mañana  se  empezaron  los 
oficios;  estava  la  iglesia  en  esta  forma:  el  altar,  pres- 
viterio  y  asientos,  todo  de  bayeta,  hasta  el  mismo  pa- 
vimento; el  capilardente  en  el  puesto  que  queda  refe- 
rido, con  300  achas  y  más  de  mil  velas;  avía  en  el  tú- 
mulo un  dosel  con  las  armas  reales  y  los  cavos  negro 
y  oro;  en  el  túmulo  estavan  la  corona,  cetro  y  una 
palma  con  las  armas  reales  de  la  provincia;  acudieron 
los  Conselleres  con  todos  los  oficiales  de  la  casa,  arras- 
trando todos  mucha  bayeta  y  mucho  capuz,  y  se  sen- 
taron á  la  parte  de  la  Epístola;  vino  el  8.°'^  Mariscal 
con  su  capuz  y  mui  cubierto,  acompañado  del  Nuncio 
de  S.  S.,  Audiencia  y  Monsiures,  todos  con  sus  capu- 
zas y  mucho  luto,  y  tomaron  sus  asientos  en  la  parte 


103 

del  Evangelio.  Asistieron  así  mismo  enlutados  los  Di- 
putados, teniendo  lugar  entre  el  Virrey  y  Conselleres, 
contra  las  rexas  del  altar  maior;  asistieron  también 
los  Tribunales  de  Bailía  racional,  Cónsules  de  Lloxe 
y  Alcaldes  de  la  Seca,  que  le  tenían  á  la  circunferen- 
cia del  capilardente  ó  túmulo.  Avía  una  tribuna  dis- 
puesta en  un  tablado  algo  elevado  de  tierra,  entre  la 
coluna  y  presviterio,  de  parte  del  órgano,  toda  ella 
cerrada,  menos  la  parte  del  altar,  para  las  damas  del 
luto:  eran  las  principales  las  mugeres  del  Governador 
y  Gonseller  en  Gap,  con  la  asistencia  de  las  demás  se- 
ñoras de  Barcelona. 

Empezóse  el  oficio  con  la  solemnidad,  pompa  y  ma- 
gestad  que  se  puede  imaginar  en  tal  función:  el  Pres- 
te era  un  Pre vendado  cuio  nombre  no  me  acuerdo.  Al 
ofertorio  dieron  al  S.^""  Virrey  una  antorcha,  y  una 
moneda  de  oro  á  los  demás  del  presviterio  y  seiseno. 
Levantáronse  tres  para  ofrecer,  el  S.°^  Virrey,  Nuncio 
y  otro,  y  para  los  demás  discurrieron  los  Diáconos  y 
Subdiáconos  por  el  presviterio,  para  aorrar  tiempo  y 
embarazo;  al  Virrey  dieron  á  besar  la  Paz;  á  los  otros 
la  estola;  el  orador  de  estas  dolorosas  lágrimas  y  ora- 
ción íiié  el  Padre  Puig,  de  la  Compañía  de  Jesús,  Pre- 
dicador de  S.  M.  El  piilpito  estava  arriva  en  el  pres- 
viterio, cerca  los  Conselleres;  fué  tan  celebrado  el  ser- 
món como  pedía  la  ocasión,  aunque  entendido  de  po- 
cos y  oído  de  menos,  respeto  del  indecible  concurso, 
porque  estava  la  iglesia  atestada  de  gente  hasta  los 
corredores  de  arriva  de  las  naves,  y  entre  el  ardor  de 
las  luces,  el  calor  del  tiempo  y  la  multitud,  no  se  po- 
día evitar.'  Concluyese  la  función  con  un  responso  ge- 
neral, y  retíranse  á  sus  casas  á  sentir  tan  gran  pena 
y  pérdida. 


104 


CAPÍTULO  143. 

HONRRAS  QUE  HACE  LA  DIPUTACIÓN  POR  EL  REY  DIFUNTO. 

El  día  22  de  Junio  de  1643  celebró  sus  exequias  la 
Diputación  en  el  salón  de  S.^  Jorge,  con  toda  la  gran- 
deza y'  luto  que  permitía  la  capacidad  de  la  pieza,  con 
dosel  y  demás  ornamentos  negros,  tan  costosos  y  ri- 
cos como  se  save  los  tiene  aquella  Gasa,  que  suelen 
celebrarse  los  aniversarios  de  la  Gasa:  el  capilardente 
ó  túmulo  se  dispuso  fuera  del  salón,  á  la  puerta,  por- 
que el  tiempo  ni  el  sitio  dava  lugar  á  otro;  cubrióse 
el  túmulo  con  un  paño  de  terciopelo  negro  liso  con 
las  armas  de  la  Diputación  y  franxa  de  oro;  encima 
se  pusieron  corona  y  cetro,  y  alrededor  mucho  gero- 
glífico:  avía  unas  80  achas;  asistió  S.  E.  con  mucha 
nobleza  y  los  Gonselleres  y  Diputados.  Predicó  un  re- 
ligioso trinitario,  y  toda  la  mañana  se  celebraron  mi- 
sas rezadas  por  todas  las  salas  de  la  Gasa,  dando  la 
Diputación  la  caridad  á  quantos  acudieron:  el  concur- 
so fué  grande  también,  así  como  la  tristeza  de  ha  ver 
perdido  tan  gran  Monarca,  cuia  alma  permita  .Dios 
reyne  en  Monarquía  perpetua  y  dé  á  la  Reyna  mu- 
chos aciertos  y  á  Luis  14  los  felices  progresos  que  ne- 
cesita y  esta  provincia  desea. 

CAPÍTULO  144. 

DISPOSICIÓN  TESTAMENTARIA  DEL  REY  XPMO!  SOBRE  EL  GOVIERNO 
DE  SU  CORONA  EN  LA  MENOR  EDAD  DEL  PRÍNCIPE. 

Luis,  por  la  gracia  de  Dios  Rey  de  Francia,  de  Na- 
varra, etc.  Á  todos  los  presentes  y  venideros,  salud  y 
paz  en  nuestro  S.^''  Jesuchristo. 


405 

Después  que  comenzamos  á  reynar  nos  ha  echo  ver 
y  conocer  Dios  mui  claramente  su  gran  proteción  de 
tal  manera,  que  podemos  sin  grande  admiración  con- 
siderar, quanto  y  más  decir,  todas  las  aciones,  su- 
cesos y  procedimiento  que  han  pasado  y  hemos  te- 
nido en  el  discurso  de  nuestro  rey  nado,  que  son  tan 
claras  y  evidentes  señales  de  la  divina  misericordia 
que  no  es  posible  decirlos  ni  explicarlos,  y  no  pudién- 
dolos referir  con  caval  declaración  y  encarecimiento, 
los  dejamos  á  la  consideración  del  universo  y  con  par- 
ticularidad á  los  de  nuestros  caros  y  amados  vasallos: 
entramos  á  rejir  y  governar  de  tan  poca  edad,  que  no 
obstante  que  pudo  ser  motivo  para  que  algunos  mal 
afectos,  sembrando  discordias,  motivasen  con  ellas 
como  causa  principal  la  turbación  ó  inquietud  de  todo 
un  reyno,  la  Divina  Omnipotencia,  con  su  protección 
y  amparo,  se  dignó  tomar  por  suya  la  causa  de  nues- 
tra justicia  y  librar  nuestra  inocencia  de  las  manos  y 
tiranía  de  nuestros  enemigos  caseros  en  la  ocasión 
que  más  creídos  en  sus  alevosas  operaciones  juzgaron 
protervos  destruirnos  y  poner  por  tierra  nuestras  ar- 
mas, autoridad  y  persona,  y  devimos  tanto  á  la  Mise- 
ricordia Divina  que  asistidos  de  sus  auxilios  por  va- 
rios medios,  salimos  del  peligro  y  elevamos  nuestra 
autoridad  al  poder,  pujanza  y  grandeza  en  que  oy  se 
ve  con  admiración  de  toda  la  Eilropa. 

Después  que  los  ereges  en  tan  crecido  número  y  po- 
der se  solevaron  en  nuestro  reyno,  queriendo  nuestras 
principales  cavezas  privarnos  de  la  autoridad  real  y 
de  nuestras  haciendas,  quiso  la  clemencia  soberana 
tomarnos  por  intrumento  (no  por  nuestros  méritos)  de 
su  gloria,  concediendo  y  dándonos  valor  y  esfuerzo 
para  reintegrar  el  culto  divino  y  la  religión  christia- 
na  á  su  principio  y  destruir  y  poner  por  tierra  lo  que 


106 

la  eregía  havía  levantado;  y  desde  el  instante  en  que 
empezamos  benignos  abrir  los  brazos  para  recivir  en 
ellos  á  los  que  pedían  nuestro  favor  y  proteción,  y 
apiadados  de  sus  travajos  ó  injusticias  procuramos  su 
consuelo,  parece  que  la  Magestad  Divina  á  querido 
premiarnos  dando  á  nuestras  armas  tan  conocidas  Vi- 
torias y  á  nosotros  tan  felices  sucesos,  que  han  sido 
bien  impensados  á  nuestros  émulos  y  contrarios  que 
juzgarían  tenernos  ya  en  lo  sumo  de  la  desdicha  y 
procura  van  conseguirlo  con  todo  esfuerzo;  pero  con- 
tra todos  hemos  prevalecido  y  restituido  á  todos  en 
sus  posesiones  y  primeros  estados,  sirviendo  esto  mis- 
mo de  confusión  á  la  ambición  y  designios  malos  de 
nuestros  opuestos.  Y  por  coronar  últimamente  Dios 
nuestra  buena  fortuna  y  obstentar  más  su  gran  mi- 
sericordia, nos  ha  querido  consolar  después  de  tantos 
años  de  esperanza  con  la  subcesión  y  fruto  deseado  de 
dos  hijos,  y  en  ocasión  que  ya  juzgava  el  mundo  que- 
daba esta  corona  destituida  de  sucesor  nuestro. 

Pero  si  por  una  parte  nos  ha  puesto  en  el  estado 
más  grande  y  poderoso  que  á  Príncipe  de  la  Europa, 
no  menos  nos  ha  hecho  conocer  que  los  Monarcas, 
Reyes  y  Príncipes  no  se  eximen  de  la  condición  y 
común  ley  de  todos  los  hombres,  como  es  el  morir:  él 
á  permitido  que  en  lo  mejor  y  más  alto  de  nuestra  pu- 
janza y  felicidad  tocásemos  con  nuestras  manos  los 
efectos  y  baxeza  de  nuestra  naturaleza  humana;  y 
aunque  las  enfermedades  padecidas  y  la  que  hoy  pa- 
decemos son  grandes,  no  perdemos  la  esperanza  de  co- 
brar una  perfecta  salud,  pues  no  hemos  llegado  á  tér- 
minos que  para  ella  dexe  de  haver  remedio,  antes  bien 
nos  dan  ciertas  apariencias  y  esperanzas  de  recobrar 
la  salud  perdida.  Pero  como  los  acidentes  y  sucesos  de 
las  enfermedades  son  tan  variables  é  inciertos  que  los 


407 
más  experimentados  en  ellas  muchas  veces  se  enga- 
ñan, juzgamos  por  más  acertado  y  estimamos  más  en- 
trar á  pensar  todo  aquello  que  será  necesario  para 
conservar  la  quietud  y  tranquilidad  de  nuestro  reyno 
y  estado  en  caso  que  viniésemos  á  faltar,  teniendo  por 
cierto  que  así  como  nuestro  S.^^  ha  sido  servido  por  su 
misericordia  conceder  tantas  gracias  á  nos  y  á  toda 
esta  nuestra  Monarchía. 

Confiando  aún  que  por  su  Divina  Misericordia  que- 
rrá y  será  de  su  agrado  asistirnos  con  su  gracia  para 
que  acertemos  en  ésta  nuestra  última  acción  de  pru- 
dencia para  que  ella  califique  las  demás,  y  será  dis- 
poner y  dejar  un  buen  orden  y  concierto  en  el  modo 
que  ha  de  go vernarse  y  regirse  ésta  nuestra  Corona, 
por  si  Dios  se  sirve  llamarnos  á  otra  vida:  ninguna 
cosa  puede  minorar  nuestra  grandeza  (maiormente  en 
la  menor  edad  de  nuestro  sucesor)  que  la  necesidad 
que  tiene  de  conservar  y  prevalecer  el  govierno  con 
la  fuerza  y  valor  que  se  necesita  para  mantener  en  su 
punto  la  autoridad  real;  creyendo  nos  que  ésta  es  la 
más  precisa  para  hacer  decaer  todas  las  fuerzas  y  es- 
peranzas que  aora  tienen  y  tendrán  todos  nuestros 
enemigos  por  causa  de  nuestra  muerte,,  nos  parece 
que  éste  es  el  único  medio  que  puede  obligar  á  pedir 
y  tratar  paces,  establecer  mientras  bivimos  una  bue- 
na disposición  y  firme  oixienanza  para  mantener  nues- 
tra Corona  en  el  estado  en  que  oy  se  halla. 

La  Francia  ha  echo  ver  claramente  que  siendo  un 
cuerpo  toda  ella,  es  invencible,  y  que  en  su  unión  es- 
triva  su  fuerza  y  grandeza,  como  también  que  de  su 
desunión  pende  la  ruina  y  perdición  ^ie  toda  ella,  y 
que  manteniéndose  así  la  fuerza,  los  malos  franceses 
se  reportarán,  los  malos  afectos  refrenarán  sus  desig- 
nios sin  pasar  á  operaciones,  temiendo  que  les  ha  de 


108 
salir  mui  contra  su  combpniencia;  principalmente  si 
ven  ellos  que  la  autoridad  real  se  funda  sobre  finos  y 
buenos  cimientos,  conocerán  que  no  pueden  con  faci- 
lidad contractarse  ni  destruirse.  Y  finalmente,  quan- 
do  ellos  verán  que  se  govierna  del  mismo  modo  que 
basta  aquí,  con  igual  cuidado  y  vigilancia,  sustentan- 
do, con  la  misma  grandeza,  el  mismo  rigor  j  valor 
nuestra  Monarquía,  considerarán  que  deven  conser- 
var la  unión  con  nuestros  aliados,  que  es  una  de  las 
principales  fuerzas  de  la  Francia. 

Nuestras  acciones  y  procedimientos  pasados  son  tes- 
tigos que  advertirán  y  claramente  dan  á  conocer  el 
amor  grande  que  tenemos  á  nuestros  pueblos,  y  el  de- 
seo de  que  se  conserven  y  de  que  á  costado  nuestros 
travajos  adquieran  y  gocen  de  una  perfecta  quietud, 
y  la  resolución  que  aora  últimamente  tomamos  no  es 
á  otro  fin  que  al  de  manifestar  nuestra  grande  afición 
y  voluntad  hacia  nuestros  pueblos,  queriendo  clara- 
mente mostrarla  en  ocasión  de  la  muerte  para  que  la 
execución  de  nuestras  últimas  voluntades  produzga 
sus  efectos  en  un  tiempo  que  nos  no  tendremos  ni  ve- 
remos, y  aparte  la  felicidad  de  éste  nuestro  reyno,  aun- 
que al  presente  nos  es  de  gran  contento  y  alegría  la 
esperanza  y  consideración  del  buen  estado  y  sucesos 
que  ha  de  tener  nuestra  Monarquía. 

Ahora,  pues,  para  poner  en  execución  nuestro  in- 
tento, havemos  pensado  que  no  podíamos  tomar  ni 
hallar  camino  más  seguro  que  aquél  que  en  tales  oca- 
siones tomaron  los  Reyes  nuestros  predecesores.  Aque- 
llos grandes  Príncipes  juzgaron,  y  con  mucha  razón, 
que  el  rejimiento  y  govierno  de  un  reyno  consistía  en 
la  instrucción  y  crianza  de  los  Reyes  en  las  menores 
edades,  y  que  no  podía  disponerse  ni  darse  mejor  que 
á  las  mismas  madres  de  los  Reyes  y  sucesores,  que 


109 

sin  duda  son  las  más  interesadas  en  la  conservación 
de  las  personas  de  sus  propios  hijos  y  de  su  propia  co- 
rona: ningunos  otros,  por  cierto,  podrian  ser  elegidos 
para  tal  ministerio  con  más  justicia  y  razón  que  ellas. 
Por  estas  causas  y  razones  de  nuestra  cierta  cien- 
cia, entera  potestad  y  real  autoridad,  ordenamos,  que- 
remos, es  de  nuestro  gusto  y  avernos  ordenado  antes 
de  nuestra  muerte  que  todo  el  tiempo  que  nuestro 
hijo  primogénito  el  Delfín,  hasta  tanto  que  tenga  la 
edad  de  diez  y  nueve  años  cumplidos,  ó  en  caso  que 
nuestro  dicho  hijo  sucediese  morir,  de  nuestro  segun- 
do hijo  el  Duque  de  Anjou,  nuestra  cara  y  amada  es- 
posa y  dulce  compañía  la  Reina  Madre  de  nuestros 
hijos  sea  rejente  j  governadora  en  Francia,  y  que 
ella  tenga  y  á  ella  toque  la  crianza  y  educación  de 
dichos  nuestros  hijos,  juntamente  con  la  administra- 
ción y  govierno  de  todo  nuestro  rey  no,  hasta  tanto 
que  aquél  que  havrá  de  reynar  llegue  á  la  edad  seña- 
lada, con  consentimiento  empero  de  todo  el  Consejo  y 
de  la  manera  que  más  abajo  ordenaremos.  Y  en  caso 
que  dicha  Rey  na,  seguida  nuestra  muerte,  sucediese 
en  el  tiempo  de  su  govierno  alguna  indisposición,  y 
acavase  sus  días  antes  que  dichos  nuestros  hijos  lle- 
guen á  la  edad  de  poder  governar,  disponemos,  que- 
remos y  ordenamos  que  ella,  con  parecer  del  Consejo 
que  abajo  formaremos,  pueda  elegir  alguna  persona  á 
la  qual  toque  el  govierno  y  crianza  de  nuestros  hijos 
y  del  reyno  hasta  tanto  que  qualquier  de  los  dos  lle- 
gue á  la  edad  señalada;  declaramos  desde  aora  que 
confirmamos  y  hacemos  buena  la  disposición  que  será 
por  ella  echa,  y  queremos  que  aquélla  tenga  seguro  y 
verdadero  efecto,  como  si  nos  la  huviéramos  ordena- 
do y  dispuesto  de  aquella  manera,  y  por  testigo  de 
aquesta  verdad  lo  será  nuestro  amado  hermano  el  Du- 


no 

que  de  Orleans,  que  ninguna  de  las  cosas  sucedidas  es 
bastante  motivo  para  minorar  la  grande  afición  y  vo- 
luntad que  tenemos  á  su  persona.  Ordenamos  y  que- 
remos que  después  de  nuestra  muerte  él  sea  Lugarte- 
niente del  Rey  menor  en  todas  las  provincias  de  Fran- 
cia, exercitando  este  cargo  todo  el  tiempo  que  tarda- 
re á  reynar  mi  dicho  hijo  el  Delfín,  ó  por  caso  de  su 
muerte  mi  segundo  hijo  el  Duque  de  Anjou,  devajo 
empero  de  la  autoridad  de  dicha  Reyna  Regenta  j 
Governadora  y  del  Consejo  que  por  nos  será  ahajo  or- 
denado, y  no  obstante  la  declaración  hecha,  leyda  y 
rexistrada  en  nuestra  Corte  del  Parlamento  de  París, 
la  qual  privava  de  toda  administración  dentro  nues- 
tro reyno,  nos  la  anulamos  y  derogamos  como  ya  la 
avemos  anulado  y  derogado  por  las  presentes,  y  por 
esta  causa  y  efecto  confiamos  de  su  buen  natural  y 
prometemos  honrrará  y  estimará  nuestra  voluntad  con 
una  ovediencia  leal  y  entera,  y  que  él  servirá  al  reyno 
y  á  nuestros  hijos  con  la  fidelidad,  voluntad  y  afición 
que  su  sangre,  su  nacimiento  y  las  gracias  de  nos  le 
obligan.  Declaramos  empero  que  si  él  llegase  á  desen- 
tir ó  con  algo  contradecir  á  nuestros  órdenes,  en  tal 
caso  ordenamos,  queremos  y  con  la  presente  declara- 
ción mandamos  que  sea  del  todo  privado  del  dicho 
cargo  y  oficio  de  Lugarteniente  general,  previniendo 
desde  aora  para  en  tal  caso  á  nuestros  vasallos  que  no 
le  ovedezcan  ni  reconozcan  como  á  tal,  antes  lo  ayan  y 
reputen  como  á  depuesto  de  tal  cargo;  pero  nos  tenemos 
.una  segura  esperanza  déla  virtud,  piedad  y  prudencia 
de  nuestra  cara  y  amada  esposa  la  Reyna  Madre  de 
nuestros  hijos,  que  há  de  tener  con  esto  maior  vigilan- 
ola  de  engrandecer  y  ensalzar  nuestra  Corona. 

Pero  como  el  cargo  de  governar  es  de  tan  grave 
peso  que  en  él  consiste  la  salud  y  entera  conservación 


111 

de  nuestro  reino,  y  que  casi  es  imposible,  y  que  ella 
pueda  tener  total  y  perfecta  conigción,  y  tan  caval 
como  se  necesita,  y  para  la  resolución  de  tan  graves 
y  difíciles  negocios,  que  sólo  se  alcanza  con  larga  ex- 
periencia. Por  tanto,  havemos  juzgado  ser  de  mucha 
consideración,  y  por  consiguiente  preciso,  establecer, 
formar  y  ordenar  un  Consejo,  que  asista  siempre  cer- 
ca de  ella  para  el  rejimiento  y  govierno,  dándose  no- 
ticia de  todo,  poniéndolo  empero  vajo  de  su  autoridad; 
los  grandes  ó  importantes  negocios  se  resolverán  con 
voto,  y  para  disponer  mejor  el  cuerpo  de  este  consejo 
hemos  juzgado  que  no  podíamos  hacer  cosa  más  acer- 
tada y  más  puesta  en  su  punto  que  hacer  Ministros  y 
Consejeros  de  Estado  á  nuestros  amados  parientes  el 
Príncipe  de  Conde  y  Cardenal  Mazerino,  nuestros 
amados  y  leales  vasallos:  el  S.**^  Seguier,  Consejero  de 
Francia,  guardia  de  los  sellos  y  Comendador  de  nues- 
tras órdenes;  el  S.^""  Botillier,  sobre  intendente  de 
nuestras  finanzas  y  tesorero  de  nuestras  órdenes,  y  el 
S.°''  Caviny,  Secretario  de  Estado  y  de  nuestras  órde- 
nes y  mandamientos.  Queremos  y  ordenamos  que 
nuestro  caro  y  amado  hermano  el  Duque  de  Orleans, 
y  en  su  falta  nuestros  caros  y  amados  parientes  Prín- 
cipe de  Conde  y  Cardenal  Mazerino,  sean  cavezas  ó 
Presidentes  del  Consejo,  según  la  orden  para  esto  dada, 
bajo  empero  la  autoridad  de  la  dicha  Reina  Rejente  y 
Governadora  de  todo  nuestro  rey  no.  Y  por  quanto  nos 
creemos  que  no  podríamos  hacer  cosa  mejor  que  ésta, 
por  tanto  ordenamos,  queremos  y  expresamente  pri- 
vamos que  en  manera  alguna  pueda  mudarse  dicho 
Consejo,  tanto  queriendo  disminuir  como  aumentar, 
entendido  empero  que  sacando  una  ó  más  de  las  plazas 
de  dicho  Consejo  por  muerte  ú  otra  causa,  entren  en 
ellas  y  sean  proveídas  las  personas  que  la  dicha  Reyna 


H2 

juzgará  dignas,  pero  con  parecer  y  votos  por  maior 
parte  del  Consejo.  Queremos  y  declaramos  que  todos  los 
negocios,  tanto  de  paz  como  de  guerra,  como  también 
todos  aquellos  negocios  de  importancia  para  nuestro 
Estado  y  Reyno,  atendiendo  siempre  á  la  disposición 
de  nuestras  últimas  voluntades,  sean  deliverados  y  re- 
sueltos por  el  susodiclio  Consejo  por  más  número  de 
votos,  así  mismo  para  ver  aquéllos  que  han  de  ser  pro- 
movidos quando  faltan  los  que  oy  se  hallan  y  entran 
en  los  oficios  de  nuestra  Corona,  como  son  sobre  inten- 
dentes de  las  finanzas,  primero  Presidente.,  Pror.  gene- 
ral en  nuestra  Corte  y  Parlamento  de  París,  S/'<^^  de  Es- 
tado y  Guerra,  Governadores  de  plazas  francesas,  etc., 
que  también  serán  provistos  por  dicha  Reyna  Regen- 
te con  parecer  del  Consejo,  sin  el  qual  no  podrá  dispo- 
ner ni  hacer  negocio  alguno  de  los  referidos;  y  quan- 
to  á  estos  negocios,  podrá  ella  disponer  sólo  con  la  par- 
ticipación del  Consejo,  y  para  los  Arzovispados,  Obis- 
pados y  Abadías  que  tocan  nombrar  como  nos  hemos 
hecho  hasta  de  presente,  tendrá  cuidado  particular  de 
que  sean  provistos  en  las  dichas  dignidades  sujetos  de 
méritos  y  virtudes  y  que  haya  tres  años  que  estén  cons- 
tituidos en  orden  sacerdotal.  Creemos  y  tenemos  por 
cierto  haver  recivido  tantas  gracias  de  la  divina  mano, 
que  están  obligados  á  obrar  de  manera  que  la  reyna 
madre  de  nuestros  hijos  sea  cuidadosa  y  siga  en  la  pro- 
visión de  las  dignidades  eclesiásticas  el  orden  que  le 
havemos  dado,  que  lo  consultará  y  tomará  parecer  del 
amado  Cardenal  Mazerino,  al  qual  havemos  echo  ver 
y  conocer  la  afición  y  voluntad  que  nos  deve,  que  nues- 
tro señor  sea  en  todo  glorificado,  y  como  él,  por  su 
dignidad  grande  que  ocupa  en  la  Iglesia,  está  más  obli- 
gado á  procurar  que  la  quede  bien  asistida  y  venera- 
da, y  á  mirar  que  sean  promovidos  en  dichas  digni- 


dades  las  personas  más  pías  y  ejemplares  en  orden, 
santidad  y  literatura,  tenemos  por  cierto  que  él  acon- 
sejará rectamente  y  que  se  conformará  con  nuestras 
intenciones;  él  nos  ha  dado  con  varias  experiencias 
y  pruevas  de  su  fidelidad  y  grande  inteligencia  en 
ocasión  de  graves  ó  importantísimos  negocios,  así  en 
los  tocantes  al  reyno,  como  también  en  los  pertene- 
cientes á  fuera  de  él;  que  havemos  creído  y  tenido  por 
cierto  que  no  podíamos  confiar  después  de  nos  para 
la  execución  de  esta  orden,  de  otra  persona  más  apro- 
pósito  y  que  con  más  seguridad  lo  pueda  hacer  que 
nuestro  amado  pariente  el  Cardenal  Mazerino,  y  por 
convenir  mucho  por  graves  razones,  y  por  el  bien  de 
nuestro  reyno,  hemos  sido  obligados  á  privar  al  S.""^  de 
Gastelnuevo  oficio  y  cargo  de  guardar  el  sello  de  Fran- 
cia y  de  hacerlo  llevar  con  guarda  al  castillo  de  Ango- 
lesma,  en  donde  oy  se  halla  con  orden  nuestro,  quere- 
mos y  mandamos  que  el  dicho  S.*^'"  de  Gastellnou  prosi- 
ga en  el  mismo  estado  en  que  se  halla  en  el  castillo  de 
Angolesma,  hasta  que  las  paces  sean  tratadas  y  ajus- 
tadas, y  no  podrá  ninguno  mirar  por  sus  negocios  ni 
darle  livertad  sino  por  orden  de  la  Rey  na  Regente  con 
parecer  del  Consejo,  señalándole  un  lugar  para  reti- 
rarse dentro  ó  fuera  del  reyno,  según  á  ellos  les  será 
bien  visto;  y  como  nuestros  deseos  é  intenciones  no 
sean  otro  que  ver  de  qué  modo  podrían  quitarse  todas 
las  ocasiones  de  inquietud  y  discordias  para  mantener 
la  paz,  conservar  la  quietud  y  tranquilidad  de  nuestro 
reyno,  y  por  el  conocimiento  y  experiencia  que  tene- 
mos de  la  mala  condición  de  la  S/*  Duquesa  de  Che- 
reuse,  de  las  trazas  con  que  á  procurado  hasta  oy  sem- 
brar discordias  dentro  nuestro  reyno,  las  facciones, 
comercio  y  las  inteligencias  que  tiene  con  nuestros 
particulares  enemigos  de  afuera,  juzgamos  y  creemos 

Tomo  xxiv  8 


114 
ser  niui  proveclioso  privarla  como  la  privarnos  de  la 
entrada  en  nuestro  reino  durante  la  guerra:  querien- 
do así  mismo  que  después  que  sean  tratadas  y  conclui- 
das las  paces  no  pueda  bolber  la  Duquesa  dentro  nues- 
tro reyno,  sino  con  licencia  y  orden  de  la  Rey  na  y  de 
parecer  de  nuestro  Consejo,  con  pacto  y  condición  que 
no  pueda  estar  ni  avitar  aun  en  ese  caso  en  lugar  cer- 
cano á  la  Corte,  ni  cerca  la  Reyna;  y  quando  alguno  ó 
algunos  de  nuestros  vasallos  de  qualquier  grado,  cali- 
dad y  condición  que  sean,  hayan  sido  compelidos  por 
sentencia,  condenación  ú  otro  modo  á  salir  de  nuestro 
reyno,  queremos  que  la  dicha  Reina  Regente  no  pue- 
da tomar  ni  hacer  resolución  para  que  buelban  sin  pa- 
recer del  Consejo:  queremos  y  ordenamos  que  nuestra 
amada  y  cara  esposa  la  Reyna,  madre  de  nuestros  hi- 
jos, y  nuestro  caro  y  amado  hermano  el  Duque  de  Or- 
leans,  hagan  juramento  ante  nos  y  en  presencia  de  los* 
Príncipes  de  la  sangre,  otros  Príncipes,  Duques,  Pa- 
res, Mariscales  de  Francia  y  Oficiales  de  nuestra  Co- 
rona, de  observar  y  guardar  todo  lo  contenido  en  esta 
nuestra  declaración,  sin  que  en  manera  alguna  pue- 
dan contradecir  á  ella:  y  así  mismo  ordenamos  á  nues- 
tros amados  y  fieles  Oficiales  del  Parlamento  y  Corte 
de  París,  que  esta  presente  declaración  la  hagan  leer, 
publicar  y  rexistrar,  para  mui  puntualmente  sea  ob- 
servada y  guardada,  sin  que  haya  ni  se  haga  contra- 
dicción alguna  por  modo,  camino  ó  vía  alguna,  por- 
que éste  es  mi  gusto  y  voluntad;  y  para  que  esta  de- 
claración tenga  más  fuerza  y  sea  de  maior  valor,  para 
siempre  la  firmamos  de  nuestra  mano  y  queremos  y 
hacemos  firmar  bajo  la  nuestra  amada  esposa  y  nues- 
tro caro  hermano  el  Duque  de  Orleans,  y  de  los  tres 
S."°«  de  Estado  y  de  nuestras  órdenes,  estando  todos 
presentes  ante  nos,  y  avernos  mandado  poner  nuestro 


115 
sello  maior.  Hecho  en  San  Germán  en  el  mes  de  Abril 
de  1643  de  nuestro  reynado  33  años. 

Todo  lo  sobre  diclio  es  mi  expresada  y  última  volun- 
tad y  queremos  y  mandamos  sea  executada. — Luis. — 
Anna. — Visa. — Philipeaux.  — Buitiller. — De  Gaune. — 
Gastón. — Gava. 

CAPÍTULO  145. 

ENTIERRO  Y  TRANSPORTACIÓN  DEL  CUERPO  DEL  REY  DESDE 

SAN  GERMÁN  A  SAN  DIONÍS. 

Experiméntase  bien  amenudo  la  misericordia  divi- 
na, pues  aunque  permite  el  desconsuelo  y  travajo, 
save  luego  con  liveral  y  franca  mano  embiar  y  dar  el 
consuelo,  y  así  nunca  deve  un  pueblo,  por  afligido  que 
se  halle  de  angustias  y  persecuciones,  desconfiar  del 
aUvio  y  remedio.  La  Sagrada  Escritura  nos  lo  acuerda 
á  cada  paso:  léala  el  curioso,  que  por  no  dilatarme 
aquí  le  remito  á  ella  sin  cotarle  los  lugares.  Llorava 
toda  la  Francia  en  fúnebres  exequias  y  tristes  lágrimas 
la  muerte  de  su  Rey  Luis  treceno,  y  no  bien  el  humo 
de  tanta  lúgubre  antorcha  se  avía  perdido  de  vista, 
quando  quiso  el  cielo  consolarla  con  la  fehz  y  memo- 
rable Vitoria  que  consiguieron  las  armas  francesas,  go- 
vernadas  por  el  de  Anguien  en  el  sitio  de  Rocroy,  con 
muerte  de  más  de  ocho  mil  enemigos,  según  reza  la 
Gaceta:  vaticinó  este  suceso  S.  M.  antes  de  morir,  di-r- 
ciendo  al  Príncipe  de  Conde  que  estubiese  alegre,  que 
su  hijo  el  Duque  de  Anguien,  caro  y  amado  pariente 
suio,  ha  de  ser  mui  dichoso,  y  dentro  de  poco  tiempo 
ha  de  conseguir  una  señalada  victoria,  que  sin  duda 
era  ésta  que  sucedió  ocho  días  después  de  su  falleci- 
miento, y  no  falta  quien  asegura  que  en  medio  de  la 
refriega  se  vio  visiblemente  al  mismo  Rey  difunto  so- 


i16 

bre  un  cavallo  blanco  peleando  contra  los  enemigos 
de  su  corona:  así  lo  persuaden  con  mucha  aseveración 
personas  de  conocida  virtud,  y  si  es  así,  dichoso  Rey 
que  eterno  reyno  goza  corona  perpetua  y  dichosa  mo- 
narquía, pues  tiene  en  el  Impíreo  quien  henee  batallas 
á  poca  costa  y  quien  la  asegura  gloriosos  progresos. 
Pasemos  al  asunto,  y  prevenga  el  corazón  más  duro 
ternezas,  que  aunque  sea  diamante  ha  de  parecer  de 
cera. 

El  día  19  de  Mayo  de  1643,  á  las  tres  de  la  tarde, 
vestido  de  pontifical  el  Obispo  de  Meaux,  asistido  de 
los  Capellanes  limosneros  de  S.  M.  con  sobrepelhces, 
levantó  el  cuerpo  del  Rey  difunto  en  esta  forma:  toma- 
ron las  quatro  esquinas  del  paño  los  quatro  Capellanes 
más  antiguos  de  S.  M.  Xpma.,  honor  que  sólo  pudo 
pertenecerle  á  ellos,  negándolo  á  los  Pares  y  Grandes 
de  Francia  por  resolución  y  parecer  del  S.*'^  deSaintot, 
que  conformando  con  la  voluntad  de  S.  M.,  dispuso  la 
función  sin  pompa  ni  ruido,  para  evitar  con  esto  los 
disturbios  que  ocasiona  entre  los  Grandes  la  pretensión 
de  precedencias. 

La  música  de  la  Capilla  real  cantó  el  salmo  De  pro- 
fundis,  y  acavado  dijo  el  Obispo  las  sólitas  oraciones, 
y  el  S.»""  de  Cetón,  Capitán  de  la  Guardia  escocesa,  con 
doce  soldados,  tomó  el  cuerpo  y  lo  llevaron  desde  el 
aposento  ó  cámara  hasta  el  carro  que  estava  preveni- 
do en  la  plaza  del  Castillo  á  la  puerta  de  las  guardias, 
en  el  cual  estava  toda  la  guardia  puesta  en  ala.  La  no- 
bleza y  principales  Oficiales  del  Real  Palacio,  llevan- 
do por  Cavo  al  S.*''"  de  Sonuray,  siguieron  el  Real  ca- 
dáver, conducido  por  las  guardas;  venía  el  Conde  de 
Xarroti,  Capitán  de  la  guardia  del  cuerpo,  que  según 
se  observó  guardava  el  cuerpo  con  la  misma  vigilan- 
cia que  si  viviese;  el  Duque  de  San  Simón,  el  Mariscal 


i17 

Escomberch,  el  S.'"'  de  Lincourt,  el  Marqués  de  Mon- 
temar,  los  S/^^  Montespan  de  la  Xastre,  Capitán  de 
la  guardia,  y  cantidad  de  otros  Grandes  del  reyno, 
acompañados  de  mucha  nobleza  y  gente  de  condición, 
que  acompañaron  el  cadáver  hasta  el  carro,  en  el  cual 
se  depuso  la  guarda  escocesa  y  cubrió  con  un  paño  de 
terciopelo  negro  cruzado  con  raso  blanco  y  rodados  de 
escudos  de  las  armas  reales,  y  á  cada  esquina  llevava 
diez  y  seis;  arrastrava  el  paño  por  tierra;  tiravan  el 
carro  seis  cavallos  negros  engarzados  de  terciopelo 
negro  y  con  gualdrapas  cruzadas  de  raso  blanco.  El 
Gura  de  San  Germán,  asistido  de  su  clero  y  feligreses, 
con  sus  velas  aguardó  el  féretro  ó  carro  á  la  puerta 
del  castillo  y  le  acompañó  hasta  la  villa  de  Pet:  allí  le 
recivió  el  Gura  de  Pet  y  le  acompañó  hasta  el  lugar 
más  vecino,  y  sucesivamente  los  demás  cleros  y  curas 
por  donde  pasava,  hasta  llegar  á  San  Dionís  lo  hicie- 
ron así. 

La  cavallería  y  las  compañías  de  las  Órdenes  de  la 
guarda  del  Rey  que  fueron  nombradas  para  esta  fun- 
ción; los  archeros  del  gran  Praboste,  del  Gapitán  déla 
Posta  y  otros  de  infantería  que  acompañavan  el  cuer- 
po, fueron  ordenados  de  adelantarse  á  un  quarto  de 
legua  de  San  Dionís,  y  que  tomando  sus  puestos  cada 
uno  según  le  tenía  al  salir  de  San  Germán,  aguarda- 
sen el  acompañamiento:  governava  esto  el  S.'^'^  de 
Saintot. 

La  compañía  de  mosqueteros  del  Rey  marchava  ade- 
lante sin  que  la  caja  tocase;  el  S.»"*  de  Serville,  capi- 
tán á  la  manguardia;  venía  consecutiva  la  compañía 
de  200  cavallos  ligeros  de  la  guardia,  y  el  Mariscal 
Scombert,  sin  que  sonase  el  clarín  ni  la  trompeta;  se- 
guíanlos los  ordinarios,  Gentiles  hombres  y  criados  del 
Rey,  Mayordomos  y  demás  Oficiales  del  Real  Palacio; 


H8 

en  una  carroza  del  Rey  que  seguían  venían  los  Limos- 
neros de  S.  M.  vestidos  con  roquete  y  bonetes,  dando 
limosna  por  donde  pasa  van;  marchavan  después  los 
Camareros,  Gentiles  hombres  de  Cámara,  aludas  de 
Cámara,  reposteros  y  guarda  ropas,  componiendo  este 
género  de  Oficiales  hasta  300  hombres  á  cavallo  y 
vestidos  de  luto  de  dos  en  dos;  sucedía  otra  carroza  de 
Limosneros  y  Capellanes  del  Rey. 

Venía  después  el  carro  ó  carroza  del  Rey,  y  en  ella 
el  S.*»"  de  Souvray,  Cavo  del  acompañamiento;  el  Obis- 
po de  Meaux;  los  primeros  Gentiles  hombres  de  la  Cá- 
mara, y  el  Confesor  del  Rey;  el  S.'*'"  Bretón,  rey  de  ar- 
mas, y  seis  archeros,  que  es  lo  mismo  que  flerauti,  con 
las  armas  y  caravinas  en  las  manos  delante  el  carro 
en  que  iba  el  cuerpo,  á  cavallo,  y  más  de  quarenta 
pages  á  pie  con  achas  encendidas  en  la  circunferencia 
del  carro;  seguíanlo  el  Conde  de  Jaroti,  Capitán  de  las 
guardias;  el  Duque  de  San  Simón,  primero  cavallerizo 
de  las  guardas  del  cuerpo  y  de  los  cavallerizos  de  la 
primera  cavalleriza;  marchava  después  la  compañía 
de  ducientos  de  armas  de  la  guardia  del  Rey,  el  Conde 
de  Saligni,  y  el  S.*"*  de  Beuspis  á  la  retaguardia  con 
un  gran  número  de  otros  cavalleros  que  seguían  el 
acompañamiento . 

Llegóse  á  media  legua  de  San  Dionís  á  ocasión  que 
faltó  la  luz  del  día;  supliéronla  la  de  las  achas,  conti- 
nuando el  viaje  hasta  medio  quarto  de  San  Dionís;  el 
S.o''  de  Sainet  hizo  tomar  puesto  á  los  archeros  del 
Paborte  de  Palacio;  después  los  cavallos  ligeros  y 
cien  suizos  marchando  más  presto  delante  del  cuerpo 
con  una  acha  cada  uno  encendida  y  las  puntas  de  las 
alavardas  hacia  tierra;  seguían  las  trompetas  y  ata- 
bores  sin  ruido  alguno. 

Después  de  esto  tomaron  puesto  los  Oficiales  de  la 


119 

Gasa  Real  á  200  pasos  de  San  Dionís  en  filera,  con 
achas  encendidas  cada  uno;  seguían  después  los  Oficia- 
les generales  y  otras  personas  de  nobleza,  y  todos  se 
apearon,  y  lo  misrao  los  que  venían  en  las  carrozas, 
llegando  este  acompañamiento  asta  la  puerta  del  lu- 
gar de  San  Dionís  que  llaman  de  París;  el  S.^"^  Obispo 
de  Meaux,  asistido  de  los  Limosneros  y  Capellanes  y 
vestido  de  capa  plubial  y  mitra,  encontraron  todos  los 
religiosos  de  la  Abadía  acompañados  de  las  órdenes 
eclesiásticas,  rectores,  curas  y  canónigos  de  quarenta 
partes,  religiosos  de  San  Francisco  y  de  otras  religio- 
nes, y  todos  con  achas  encendidas.  Los  religiosos  can- 
taron sus  responsorios,  y  rodeando  la  carroza  en  que  es- 
tava  el  cuerpo,  incensando  dijeron  sus  oraciones  }•  se 
bolbieron  á  esperar  con  el  clero  el  cuerpo.  Y  llegan- 
do el  Obispo  de  Meaux,  primero  Limosnero  de  S.  M., 
se  le  entregó  en  propia  mano  el  cuerpo  del  Rey,  y 
prosiguiendo  se  entró  dentro  del  lugar  de  San  Dionís; 
el  rejimiento  de  suizos  formava  en  ilera  una  calle  des- 
de la  puerta  del  lugar  hasta  la  de  la  iglesia:  estavan 
las  ventanas  llenas  de  linternas  con  luces,  y  en  cada 
puerta  de  las  casas  una  acha  encendida  porque  eran 
las  diez  de  la  noche  para  la  gente  de  guerra  y  demás 
acompañamiento;  delante  de  la  iglesia,  en  la  orden  ya 
referida  y  llegando  el  superior  de  los  monges  de  San 
Dionís,  preguntó  (según  antigua  costumbre)  al  Obispo 
si  era  aquél  el  verdadero  cuerpo  del  Rey  difunto;  y 
respondiendo  que  sí,  dijo  el  superior  su  oración,  y  to- 
mando la  guarda  escocesa  el  cadáver  del  carro  ó  ca- 
rroza le  llevó  dentro  la  iglesia  y  lo  colocó  en  lo  emi- 
nente del  capilardente  que  esta  va  dispuesto  en  medio 
de  la  iglesia:  ésta,  así  coro,  presviterio  como  puertas 
y  las  de  la  villa,  estaban  cubiertas  de  paño  negro;  diez 
annas  en  alto,  que  es  algo  más  que  diez  varas,  con  pa- 


420 
samanes  de  terciopelo  negro  y  escudos  de  las  armas 
reales;  todo  el  contorno  de  la  iglesia,  travesías  del 
coro  y  ruedo  del  altar  maior  estava  lleno  de  velas 
blancas  á  tres  ileras,  entrando  todos  dentro  el  coro:  en 
él  se  tomaron  lugar  los  eclesiásticos  sin  atender  á  pre- 
heminencias,  y  se  cantaron  las  vísperas  y  oficios  de 
difuntos  con  gran  solemnidad  y  otras  rogativas  y  ora- 
ciones con  suma  devoción,  como  suelen  aquellos  san- 
tos monges  y  lo  pedía  la  ocasión,  y  concluidas  se  res- 
tituieron  todos  hasta  el  día  siguiente,  que  en  concurso 
de  muchos  Arzobispos,  Obispos,  clero  y  religiosos  y 
grandes  de  Francia,  con  los  Oficiales  de  la  Real  Gasa, 
sin  atención  de  puestos  ni  lugar  destinado  se  celebró 
por  aquellos  religiosos  las  solemnes  exequias  que  re- 
quería tal  personage:  acavadas  éstas  se  repartió  una 
general  y  crecida  limosna  á  diez  mil  pobres;  al  mismo 
tiempo  y  con  no  menos  devoción,  solemnidad  y  ter- 
nura, en  el  convento  de  los  recoletos  de  San  Francisco 
se  celebraron  oficios  por  el  difunto  Rey  y  por  su  al- 
ma; no  sólo  en  San  Dionís,  pero  en  lo  más  de  la  Fran- 
cia, se  ofrecían  millares  de  sacrificios  y  Misas;  acava- 
dos  los  oficios,  quedó  el  cuerpo  en  el  mismo  lugar  y 
con  guardia  escocesa  hasta  que  á  la  noche  del  día  20 
se  le  dio  sepoltura  entre  los  demás  Reyes  en  el  pan- 
teón de  la  casa  deBorbón.  O  cathólicos  catalanes,  apli- 
cad la  consideración  á  lo  que  havóis  perdido  en  la 
muerte  de  este  Xpmo.  Monarca;  bolved  los  ojos  atrás 
y  mirad  la  opresión,  vejaciones,  desonrras,  infortu- 
nios y  cautiverio  en  que  os  tenían  los  castellanos; 
atended  á  que  por  su  mano  y  medio  os  halláis  libres 
de  todo,  pues  no  contento  con  socorrernos  con  tropas, 
cabos,  municiones,  víberes  y  dinero,  vino  personal- 
mente como  se  ha  visto  á  la  jornada  de  Perpiñán,  que 
es  la  última  que  hizo;  acordaos  de  aciones  tan  de  pa- 


121 

dre  y  rogad  por  su  alma,  y  temed  que  no  se  muden  las 
cosas,  pues  en  las  mudanzas  del  govierno  suelen  dar  al 
través  las  Monarquías;  y  aunque  nos  queda  una  Reyna 
tan  prudente  y  savia,  devenios  recelar,  pues  no  tenien- 
do aún  no  tenemos  del  todo  fuera  de  casa  al  enemigo, 
y  pudiera  serlo  estaría  presto  á  no  haverse  apagado 
el  aliento  de  nuestro  Monarca;  pero  fiemos  de  que  en 
más  seguro  imperio  lo  tenemos  por  nuestro  patrón: 
así  suceda,  y  que  con  los  tutelares  que  esta  provincia 
venera  nos  consigan  de  Dios  entera  quietud:  reynó  33 
años,  edad  de  Ghristo;  y  si  se  deve  dar  crédito  á  lo  que 
se  refiere  que  de  20  en  20  Reyes  de  Francia  ay  uno 
santo,  éste  cumple  los  20,  con  que  podemos  con  más 
esperanza  prometernos  muchas  felicidades  de  quien 
tanto  nos  amó  en  vida. 

CAPÍTULO  146. 

PARTE  Á  LÉRIDA  EL  MARISCAL,  ENTRA  POR  ARAGÓN  Y  PROGRESOS 
DE  LAS  ARMAS  EN  RIVAGORZA. 

Deseando  el  S.^»*"  Mariscal  de  la  Mota  proseguir  sus 
operaciones  de  la  guerra  por  la  parte  de  Aragón  y 
apoderarse  del  Condado  de  Rivagorza,  país  muí  im- 
portante á  sus  designios,  después  de  prevenido  lo  ne- 
cesario en  Lérida,  partió  S.  Ex.^  para. aquella  ciudad 
mui  á  la  ligera  y  sin  ruido  el  día  23  de  Junio  de  1643; 
llegó  á  Lérida,  y  á  primeros  de  Julio  pasó  S.  Ex.*  á 
Monzón  con  dos  cañones  de  batir  y  seis  piezas  de  cam- 
paña; estubo  allí  dos  días,  en  los  quales  se  le  tomaron 
al  enemigo  diez  batidores,  y  por  ellos  se  supo  que  las 
tropas  castellanas  constavan  sólo  de  mil  cavallos  y 
poca  infantería  y  mui  visoña,  que  parecía  lo  que  á  nos- 
otros nos  sucedía  en  los  principios  de  nuestra  restau- 
ración. Mandó  S.  Ex.^  al  S.«^  de  Terrail,  Mariscal  de 


122 

campo  más  antiguo  en  el  exórcito,  que  con  gente  bas- 
tante para  la  empresa  se  adelante  á  tomar  la  villa  de 
Estadilla;  llegó  á  ella,  y  no  se  le  queriendo  rendir,  dio 
quenta  á  S.  Ex.^,  el  qual  á  las  quatro  de  la  mañana 
estubo  sobre  ella,  y  á  poco  rato  la  rindió  á  merced  de 
Rey,  pacto  concertado  entre  los  naturales  y  el  S."''  de 
Tarrail;  el  castillo  se  resistió,  pero  fué  batido  con  tal 
pujanza,  que  al  mediodía  intentaron  darle  asalto  por 
una  torre  que  á  la  fuerza  de  la  batería  caió  en  tierra; 
temieron  los  sitiados,  y  á  costa  de  muchos  ruegos  y  lá- 
grimas alcanzaron  de  S.  Ex.^  el  rendirse  á  merced  de 
señor.  Mandó  S.  Ex.^  comboyar  las  mugeres,  viejos  y 
niños,  que  pasavan  de  800,  hasta  tierra  del  enemigo, 
y  retirar  los  prisioneros  aptos  para  las  armas  á  Mon- 
zón, que  pasavan  de  500.  El  pillaje  que  luego  se  des- 
cubrió importava  más  de  mil  ducados,  y  aseguravan 
havía  mucha  riqueza  oculta:  este  suceso  se  devió  á 
Madona  de  Monserrate  y  á  la  visita  que  la  hizo 
S.  Ex."*  al  pasar  á  Lérida,  pues  el  día  4  de  Julio  esta- 
va  ya  concluido. 

Mandó  S.  Ex.^  á  los  que  comboyaron  las  mugeres 
que  no  fuesen  ofendidas  en  cosa  alguna,  y  particular- 
mente en  cosa  de  honor;  á  la  que  bolbían  del  comboy 
vio  S.  Ex.^  que  havía  dos  mugeres  desviadas  del  cami- 
no y  de  edad  da  70  años  cada  una,  y  que  un  soldado  es- 
tava  deshonestamente  tratando  con  una:  no  pudo  su- 
frirlo su  celo,  porque  disparando  una  pistola  al  soldado, 
le  tiró;  y  no  contento  con  esto,  mandó  que  luego  allí 
mismo  le  arcabuceasen:  echo,  mandó  que  qualquier 
soldado  ú  oficial  que  tubiese  muger  en  amancebamien- 
to fuese  indigno  de  pretender  merced  alguna  de  S.  M., 
y  no  sólo  esto,  pero  que  estubiese  reputado  por  infame: 
tanto  era  lo  que  celava  la  honestidad;  con  poco  menos 
rigor  procedía  contra  los  que  maltratavan  al  paisano. 


\23 

Lunes  siguiente  6  de  Julio  de  1643  partió  el  S.^"^  de 
la  Ferrixera,  Mariscal  de  campo,  con  600  cavallos  y 
2.000  infantes  para  la  villa  de  Venavarre,  pobla- 
ción mui  populosa,  acomodada  y  caveza  del  Condado 
de  Rivagorza,  que  consta  de  300  pueblos,  y  por  todo 
esto  de  mucha  importancia  para  nuestros  intentos  y 
para  poder  recobrar  la  Corona  de  Francia  el  Reyno  de 
Navarra,  que  injustamente  tiene  usurpado  el  Rey  de 
España:  viendo  los  de  Venavarre  la  pujanza  de  nues- 
tras armas,  capitularon  luego  que  se  tendrían  por 
Francia:  así  como  el  Principado  de  Cataluña,  y  con  la 
esperanza  de  que  en  breve  se  reduciría  el  resto  del 
Condado. 

Tenía  el  8.°'^  Virrey  dispuesto  el  fabricar  un  puente 
de  barcas  y  madera  para  pasar  el  río  Cinta,  y  la  ar- 
tillería también  á  punto;  pero  mandóla  retirar  á  Lé- 
rida, y  así  mismo  las  barcas  al  río  Segre,  porque  el 
señor  no  las  maltratase:  frustróse  esta  idea  el  averse 
savido  que  todo  lo  que  ofrecieron  fué  sólo  por  hacer 
tiempo  hasta  que  llegase  el  socorro  del  Castellano;  y 
como  el  país  de  Rivagorza  por  su  aspereza  sea  inac- 
cesible ó  incapaz  de  la  artillería,  retiró  S.  Ex.^  la  suia 
y  paró  en  el  designio  pasar  Cinca,  porque  no  asegu- 
rando la  Rivagorza,  era  exponerse  á  evidente  riesgo; 
saqueáronse  las  villas  de  Calasaz,  Peralta  de  la  Sal  y 
otras,  destruiendo  aquella  frontera;  los  pueblos  que 
sin  resistencia  se  rendían  se  libra  van  del  saco;  los  que 
hacían  armas  se  davan  á  pillaje;  algunos  castillos  que 
se  hallavan  se  hechavan  á  tierra,  para  que  el  enemi- 
go no  se  pudiese  hacer  fuerte  en  ellos. 

El  miércoles  partió  el  S.^"*  Virrey  á  Benavarre  en 
persona  para  ver  si  podía  obligarles  con  su  presencia 
á  tener  lo  ofrecido  como  caveza  de  la  Rivagorza,  ó 
que  si  no  lo  pasaría  á  fuego  y  sangre:  en  los  lugares 


134 

que  se  saquearon  se  alió  mucho  de  tocino,  vino,  acei- 
te de  que  abunda  aquel  país,  lana,  ganado,  ropa  blan- 
ca, arambre  y  cobre  de  calidad,  que  los  vivanderos 
hubieran  de  perder  lo  que  llevavan  y  cargar  de  lo  que 
vendían  los  soldados;  á  Lérida  llegó  mucho  ganado  y 
aceyte,  que  después  de  bastecido  y  mantenido  el  exór- 
cito  sobraba;  avía  famosa  cosecha,  con  que  la  cavalle- 
ría  tubo  lindos  forrajes,  y  quando  no  se  huviera  con- 
seguido otro  que  enriquecer  y  mantener  el  exército  en 
tierra  del  enemigo,  era  hacer  mucho;  y  las  memorias 
que  de  esto  quedó  á  la  Ribagorza  duraron  muchos 
años;  escapóse  Fraga  no  sé  cómo,  que  arto  mal  nos  es- 
tubo;  publicóse  que  á  20  ha  vía  de  estar  el  exército 
junto  en  Tamarite  para  ir  sobre  Tarragona,  porque  la 
armada  del  Castellano  havía  ido  á  Oran  porque  el 
Moro  imbadía  por  aquella  parte. 

El  Marqués  de  Mortara  estava  á  la  otra  parte  de 
Ginca  sin  poder  dar  socorro  á  la  Ribagorza  por  venir 
mui  crecido  el  río;  otros  dicen  que  por  tener  poca  gen- 
te, bien  que  se  murmura  que  para  el  Octubre  ha  de 
venir  con  gran  poder  á  sitiar  á  Lérida,  pero  defende- 
ráse  como  lo  demás;  S.  Ex.*  retiró  el  exército  á  Ta- 
marite, y  él  se  entró  en  Lérida  con  las  dos  personas 
que  los  de  Benabarre  havían  dado  en  renes,  de  las 
quales  se  divulgava  harían  justicia.  Quemaron  las  más 
de  las  casas  de  Benabarre,  dejando  indene  la  iglesia, 
y  á  mediado  Jubo  se  vino  S.  Ex.*  á  Barcelona,  em- 
biando  parte  de  cavallería  al  campo  de  Tarragona 
para  que  al  llegar  la  armada  de  mar  se  pudiesen  efec- 
tuar los  intentos  de  sitiarla. 


125 


CAPÍTULO  147. 

LLEGA  A  BARCELONA  LA  ARMADA  DE  MAR  FRANCESA,  Y  LO  QUE  OBRA 
CONTRA    LA    ENEMIGA. 

Por  la  muerte  de  S.  M.  Xpma.  se  entró  en  gran  des- 
confianza creiendo  que  se  mudarían  mucho  las  cosas: 
en  parte  sucedió  así,  y  que  no  veríamos  más  la  arma- 
da de  mar;  pero  Dios  asiste  á  los  suyos  en  las  maiores 
aflicciones:  sucedió  así  con  nosotros,  pues  viernes  á  7 
de  Agosto,  por  la  mañana,  empezó  Monjuique  á  seña- 
lar armada  de  mar  de  Levante;  empezóse  á  descubrir 
alta  mar  en  derechura  del  muelle  y  las  proas  derecho 
á  Barcelona;  y  como  no  se  tenía  noticia  de  que  nave- 
gase por  estos  mares  la  ai;mada  de  Francia,  temieron 
todos  con  el  S.*'"'  Virrey  no  fuese  la  Castellana  que  por 
las  islas  viniese  á  darnos  algún  recelo;  mandó  apres- 
tar las  nueve  galeras  que  estavan  en  el  muelle  y  re- 
forzar una  quanto  pudo  para  que  saliese  á  descubrir 
qué  armada  era  aquélla,  dándole  dos  señas,  una  de  paz 
y  otra  de  guerra,  para  que  en  conocerla  diese  aviso; 
partió  la  galera,  y  después  de  bien  reconocida  la  ar- 
mada hizo  señal  de  paz,  con  que  todo  el  cuidado  se 
convirtió  en  gozo  y  alegría;  llegó  á  dar  fondo  á  la  tar- 
de: constaba  de  36  navios  entre  brulotes  y  de  pelea; 
governávala  el  S.*'"'  Duque  de  Verso,  y  venía  con  la 
misma  capitana  que  el  año  pasado,  que  era  un  hermo- 
so y  fuerte  vagel;  el  día  siguiente  entraron  á  ver  al 
General  el  S.^^^  Virrey  y  el  de  Argenson,  y  tubieron  en 
la  cámara  de  popa  largo  rato  de  tratar  sobre  materias 
de  la  guerra:  quando  llegó  la  armada  hizo  salva  á  la 
tierra;  respondió  ésta,  y  Jas  galeras,  saliendo  del  mue- 
lle, hicieron  también  vella  salba,  así  de  artillería  como 
de  mosquetería. 


126 

Son  incomprensibles  los  juicios  de  Dios  y  los  modos 
por  donde  suele  umillar  soberbios  y  castigar  en  esta 
yida  las  culpas  y  pecados,  y  aun  á  veces  no  bastan  sus 
avisos  para  desviarnos  de  nuestras  depravadas  inten- 
ciones: sucedióles  así  á  los  castellanos,  pues  algunos, 
tres  o  quatro  días  antes  de  llegar  nuestra  armada  para 
custodia  de  estas  costas,  intentaron  pasar  un  socorro 
á  Rosas  con  tres  navios  de  Dunquerque:  uno  de  mer- 
caderes, una  polaca  y  una  barca;  pero  el  viento  con- 
trario los  hizo  retirar  hacia  Poniente,  y  lo  que  á  ellos 
era  contrario,  á  nosotros  era  favorable,  pues  navega- 
va  á  estos  mares  la  armada  con  el  viento  que  á  ellos 
les  hacía  retirar. 

Domingo  9  de  Agosto  1643  por  la  mañana,  hecho 
Monjuique  lo  treu  y  Pomo  á  Poniente  señalando  ar- 
mada de  vageles,  descubriéronse  las  velas  referidas 
españolas,  y  dudando  en  Barcelona  si  sería  algún  com- 
boy  que  vendría  á  unirse  con  nuestra  armada,  avía 
variedad  de  pareceres;  pero  redujéronse  á  uno  viendo 
se  hacían  muí  al  mar  las  tales  velas  y  que  en  reti- 
rarse adentro  se  hacían  sospechosas,  j  así  mandaron 
el  S.**""  Virrey  y  General  Verse  que  las  9  galeras  con  8 
navios  saliesen  á  darles  caza;  púsose  por  obra  á  toda 
diligencia,  y  faltando  el  viento  á  los  navios,  dieron 
cavo  á  las  galeras  para  que  los  remolcasen;  dióronse 
los  nuestros  tan  buena  priesa,  que  aunque  los  enemi- 
gos huían,  antes  de  cerrarse  la  noche  los  alcanzaron 
y  llegaron  á  la  pelea;  procuraron  las  galeras  ponerse 
bajo  la  artillería,  y  empezaron  á  cañonearse  unos  y 
otros  con  tan  desusado  valor,  que  sin  duda  ha  sido  la 
batalla  más  reñida  que  se  ha  visto  de  nuestros  tiem- 
pos: parecía  un  ynfierno  por  el  fuego,  humo  y  es- 
truendo que  causavan;  por  último,  aprisionaron  los 
nuestros  todo  el  comboy  ó  socorro  sin  escapar  ni  una 


127 
barca.  Bien  que  la  barca  que  venía,  aun  después  de 
presa,  intentó  escaparse  con  el  veneficio  de  la  noche, 
y  no  haviéndolo  podido  conseguir  al  desvío  de  la  ga- 
lera que  la  traya  de  custodia,  procuraron  los  cavos  de 
la  barca  trasladarse  á  la  xalupa  con  lo  mejor  que  pu- 
dieron, y  dando  barreno  á  la  barca  poco  antes  de  ama- 
necer escaparon  á  las  islas  y  la  barca  vino  á  fondo, 
sin  que  se  aprovechase  de  toda  ella  ni  un  palmo  de 
cuerda;  el  Gobernador  ó  General  de  este  socorro  tam- 
bién se  escapó  en  dos  xalupas  con  dos  señoras,  algu- 
nos marineros,  el  oro  y  plata  y  dinero  que  trayan, 
quando  vio  era  forzoso  el  averse  de  rendir,  con  que 
nada  de  dinero,  ni  de  oro  ni  plata  se  halló  en  las  jus- 
tas que  quedaron:  dixeron  \oh  rendidos  que  en  la  bar- 
ca havía  mucha  cosa  y  que  por  eso  la  echaron  á  fon- 
do. Murieron  sobre  los  navios  42  hombres  y  huvo  7 
heridos.  Los  prisioneros  fueron  de  6  á  700  hombres,  y 
entre  ellos  muchos  cavos. 

Esta  presa  fué  aún  de  maiores  consecuencias  que  se 
puede  imaginar,  porque  sobre  que  los  navios  iban  car- 
gados de  trigo,  vino,  cevada,  avas  y  algunos  molinos 
de  sangre,  con  otras  provisiones  de  guerra  que  queda- 
ron en  nuestro  favor,  al  enemigo  se  le  disminuieron 
y  los  de  Rosas  quedaron  con  menos  esperanzas  de  po- 
derse conservar,  y  nosotros  con  las  de  conseguir  su- 
cesos de  mucha  importancia  con  tan  buenos  Gene- 
rales. 

Aviendo  el  S.*'^  Duque  de  Brese  dispuesto  de  la  pre- 
sa, ordenó  que  las  galeras  que  estaban  en  el  puerto 
navegasen  á  las  costas  de  Francia:  partieron  el  día  19 
de  Agosto  de  1643,  y  S.  Ex.^  partió  el  día  22  con  el 
resto  de  la  armada  para  las  costas  de  Poniente;  com- 
poníase la  armada  de  34  velas,  20  navios  de  guerra, 
12  de  fuego  y  dos  fragatas;  su  designio  era  hacer  al- 


128 

guna  operación  de  importancia  en  las  costas  y  puer- 
tos de  Castilla  hasta  pasar  el  estrecho.  Navegó  hasta 
el  cavo  de  San  Martin,  en  donde  quatro  navios  de  los 
suios  apresaron  una  nave  inglesa  que  conducía  200 
españoles  á  Tarragona:  por  éstos  supo  el  S.*^""  Duque 
de  Brese  que  dentro  del  puerto  de  Gibraltar  avía  39 
naves  de  guerra  del  Rey  de  España,  sin  saver  para  qué 
estavan  destinadas;  confirmóse  el  Duque  en  su  desig- 
nio con  esta  noticia  y  con  la  esperanza  de  que  no  se- 
ría su  viaje  en  vano.  "Continuó  su  derrota  hasta  de- 
lante de  Cartagena,  á  donde  llegó  el  día  30  de  Agosto 
de  1643,  á  las  cinco  de  la  tarde,  y  reconociendo  el  puer- 
to aquella  noche  vio  en  él  quatro  navios  de  guerra, 
seis  galeras,  algunas  saetías  y  vageles  de  mercancía; 
resolbió  hacer  alguna  acción  memorable,  y  tomando 
parecer  del  Comandante  Gutus  y  otros  Capitanes,  re- 
solvió dar  fondo  á  la  boca  del  puerto  el  día  siguiente: 
todo  fué  admiración  y  temor  en  los  cartagineses;  ob- 
servavan  los  nuestros  todas  las  acciones  de  los  contra- 
rios: éstos  formaron  al  entrar  del  puerto  una  estaca- 
da de  vareos  y  árboles,  y  detrás  de  esto  algunas  var- 
eas de  mercancía  encadenadas  con  sus  áncoras,  á  fin 
de  que  no  pudiesen  los  vageles  de  fuego  entrar;  dis- 
pusieron mucha  mosquetería  tras  de  unas  valsas  que 
están  atrás  del  puerto:  viendo  esto  el  S.*'"'  Duque,  re- 
solbió atacar  el  puerto  con  parecer  de  su  Consejo  de 
Guerra;  y  así,  dividiendo  en  tres  partes  su  armada  y 
quedando  él  en  el  cuerpo  de  batalla  para  ir  dando  ca- 
lor al  lado  que  sería  menester,  llevando  la  mira  á  que 
unos  embistiesen  al  castillo,  otros  á  la  villa  y  otros  á 
las  plataformas,  y  todos  juntos  mantener  los  navios 
de  fuego  para  que  hiciesen  la  suya  entrando  en  el 
puerto:  dispuesto  así,  pocas  oras  antes  de  la  señalada 
para  embestir  sobrevino  un  viento  de  tierra  tan  recio 


129 

y  contrario,  que  obligó  á  levantar  la  áncora  y  hacer- 
se á  la  vela  por  temor  de  maior  ruina:  fué  para  los 
cartagineses  de  gran  gozo,  al  paso  que  ha  vía  sido  de 
temor  y  fué  de  dolor  para  los  nuestros;  viendo  malo- 
grado su  intento,  prosiguió  su  viaje  hasta  llegar  al  cavo 
de  Gata,  en  donde,  topando  viento  contrario,  dio  fondo 
para  no  descaminar  lo  caminado. 

El  día  siguiente  se  descubrió  un  navio  que  al  pare- 
cer se  creyó  ser  de  turcos:  despacháronse  las  fragatas 
á  darle  caza  y  le  obligaron  á  que  llegasen  al  cañón; 
vióse  ser  olandés,  y  que  confirmava  el  Capitán  la  no- 
ticia de  Gibraltar.  La  armada  estubo  allí  dos  días  en 
la  playa  por  no  dar  lugar  el  viento  á  proseguir  su 
viaje. 

Al  otro  día,  que  era  el  de  3  de  Septiembre  de  1643, 
las  centinelas  que  estavan  en  las  gavias  de  los  navios 
descubrieron  hasta  25  navios  de  alta  mar,  y  según  lo 
que  se  dejava  alcanzar  eran  de  guerra,  conviniendo 
todos  en  ser  la  armada  enemiga  que  venía  de  la  par- 
te del  estrecho.  No  fué  menester  dar  nuebas  órdenes, 
porque  ya  cada  uno  las  tenía  de  lo  que  devía  obrar 
y  disponer  en  tal  encuentro,  y  así,  tomando  sus  pues- 
tos los  navios  se  fueron  uniendo  cada  uno  donde  le  to- 
cava:  navegaron  de  esta  suerte  hacia  el  enemigo,  re- 
pitiendo el  embiar  xalupas  en  el  discurso  de  la  noche 
para  por  ellas  y  por  los  fuegos  saver  la  navegación  que 
llevava;  poco  más  de  amanecido  el  día  quatro  se  ha- 
llaron á  una  legua  de  la  armada  castellana,  y  descu- 
brieron ser  5  galeones,  6  grandes  navios  flamencos  y 
14  de  Dunquerque,  llevando  el  que  menos  de  30  á  40 
cañones  y  la  mejor  gente  del  mar  que  tenía  España, 
y  en  su  navegación  dieron  á  conocer  buscar  ellos  á 
los  nuestros,  así  como  nosotros  á  ellos. 

Á  cosa  de  las  7  oras  de  la  mañana  mando  el  S.^""  Du- 

TOMO   XXIT  9 


i  30 

que  de  Brese  disparar  una  pieza  sin  vala  por  su  Viceal- 
mirante en  seña  de  embestir;  siguióle  toda  la  armada, 
quién  más  lexos,  quién  más  cerca,  según  el  velero  de 
cada  navio;  al  mismo  tiempo  el  Almirante  castellano 
hizo  vela  por  toda  su  armada  á  fin  de  unirla,  y  viendo 
que  un  navio  su  matalote  estava  lejos  del  cuerpo  de 
la  armada  y  que  corría  fortuna  por  estar  destacado  y 
preso  de  los  nuestros,  llegó  sobre  ellos  con  un  vagel 
de  Dunquerque  para  hacer  maior  resistencia. 

Aviendo  el  S.^""  de  Brese  reconocido  la  navegación 
del  enemigo,  embió  por  una  xalupa  orden  al  8.°''  de 
la  Ferte  para  que  con  quatro  navios  que  capitanea- 
va  Gavarres,  Larotxe,  Brasdefer  y  Guitón  de  Ferli 
para  que  embistiesen  algunos  navios  de  fuego:  hicie- 
ron éstos  sus  esfuerzos  para  hacerlos  juntar;  pero  re- 
celoso el  Almirante  castellano,  y  temeroso  de  estos 
vaxeles,  bolvió  las  velas  y  puso  su  armada  dentro  su 
cinta  antes  que  nuestros  navios  llegasen  á  tiro  de  ca- 
ñón: no  obstante  eso,  nuestro  General,  asistido  de  los 
S/®"  de  Montada,  de  Bayrrte,  Masant,  de  Recorlart  y 
del  Gavallero  de  Salando  con  sus  navios,  siguió  la  rota 
del  Almirante  castellano,  sufriendo  siempre  la  carga 
del  enemigo  sin  disparar  los  nuestros  ni  un  tiro:  el 
Duque  de  Brese  llegó  primero  al  Almirante  castellano 
y  al  mismo  tiempo  los  vageles  de  Dunquerque  se  re- 
volvieron con  su  Almirante  para  poder  guardarle,  y 
uno  de.  ellos  se  destacó  para  embestir  nuestro  Almi- 
rante y  darle  una  ruciada  de  cañones:  entendió  el  S.^^ 
Duque  el  designio,  y  mandando  que  con  buena  pun- 
tería se  le  disparase,  logró  el  que  á  pocos  tiros  se  pe- 
gase fuego  á  las  municiones  y  diese  á  fondo,  que  fué 
el  primero  que  perdieron:  era  este  navio  de  30  caño- 
nes y  300  hombres  de  guarnición,  sin  que  se  salvase 
alguno;  en  llegando  nuestro  Almirante  á  medio  tiro 


13i 

de  cañón  del  de  Castilla,  el  S.^**"  de  Moneada,  adelan- 
tándose á  tomar  su  puesto,  se  puso  dentro  la  zinca  de 
los  navios  de  Dunquerque  que  guardavan  el  Almiran- 
te castellano,  y  estuvo  alli  solo  más  de  tres  oras  re- 
sistiendo la  mosquetería  y  cañonazos  de  los  de  Dun- 
querque y  su  Almirante.  Juntáronsele  los  S/«*  de  Ba- 
yart,  Marcach  y  cavallero  de  la  Landa,  uniéndose  casi 
con  los  enemigos;  y  siguieron  á  éstos  Rualar,  Du- 
querna,  San  Martín  y  Maran,  combatiendo  juntos  con 
nuestro  Almirante  largo  tiempo  y  resistiendo  con  bra- 
va porfía  la  carga  del  enemigo;  mientras  éstos  obra- 
ban esto  contra  el  Almirante  castellano  y  su  custodia, 
los  ca valleros  de  la  Sescaseria  y  Lucera}^,  seguidos  de 
dos  brulotes,  davan  caza  al  Vicealmirante  castellano; 
pero  viendo  que  er?»  más  velero  que  no  ellos,  y  que  el 
Almirante  de  Ñapóles  se  desviava  del  cuerpo  de  su  ar- 
mada, dio  el  S.^»*  de  la  Sescaseria  en  seguirlo  y  fué  con 
tanta  felicidad  y  presteza,  que  al  primer  cañonazo  le 
bolo  parte  de  la  proa;  y  preso  el  S.'^''  de  la  Monta- 
da, dejando  atrás  al  S.^"*  de  la  Sescaseria  combatiólo 
dos  oras  cara  á  cara  y  teniéndole  ya  casi  á  punto  de 
rendirse,  el  S.»^'  de  la  Sescaseria  le  hizo  abordar  uno 
de  sus  brulotes  que  le  dio  fuego;  hecho  perder  este  na- 
vio, dio  la  Sescaseria  por  medio  de  la  armada  enemi- 
ga, combatiendo  largo  rato  con  famoso  valor  hasta 
que  salió  trepado  de  valas;  poco  antes  el  de  Luceray, 
haciendo  lo  mismo,  salió  desarbolado  y  mui  mal  pues- 
to; el  Almirante  de  Ñapóles,  que  se  quemó,  era  navio 
de  50  piezas  de  bronce  y  cerca  de  500  hombres  de 
guarnición,  de  los  quales  se  salvaron  algunos  que 
se  arrojaron  al  agua,  y  los  Oficiales  en  número  de  60. 
Los  SJ^^  de  la  Roche,  Bras  de  Fert,  Gavarret  y  cavalle- 
ro de  la  Fertó,  que  desde  el  principio  del  combate  si- 
guieron al  Vicealmirante  castellano,  y  viendo  éste  que 


132 
el  matalote  que  le  seguía,  si  no  era  mui  velero,  lo  aban- 
donó, los  nuestros  lo  atacaron  poco  después,  y  al  fin 
de  un  gran  combate  fué  abordado  por  los  dichos  Ro- 
che, Gavarret  y  de  la  Ferté,  rindiéndole  á  fuerza  de 
pica  y  espada:  llevaba  este  vagel  46  cañones  y  350 
hombres,  y  entre  ellos  muchos  Oficiales;  el  S."''  de  la 
Roche,  peleando,  fué  erido  de  un  mosquetazo  y  murió 
del  al  cavo  de  quatro  días;  Gavarret  recivió  en  la  cara 
un  pistoletazo,  pero  no  fué  de  peligro  la  herida;  el 
cavallero  de  cinco  marcos  se  hizo  conducir  sobre  un 
navio  enemigo,  y  teniéndole  ya  casi  rendido  á  fuerza 
de  batalla,  se  lo  estorvó  un  brulote  nuestro  rompién- 
dole impensadamente  con  sus  garfios  la  vela  maestra; 
reparóse  el  daño,  y  uniéndose  con  nuestro  Almirante, 
que  enfervorizado  en  la  pelea  qbligó  al  Almirante 
castellano  á  hechar  su  velamen  fuera  y  ponerse  en 
huida  con  su  armada  á  la  buelta  de  Cartagena,  aban- 
donando xalupas  y  todo  quanto  no  podía  seguir:  tal 
era  el  horror  y  temor  que  le  hacían  los  nuestros.  Los 
nuestros  dieron  en  su  seguimiento  con  todo  esfuerzo, 
y  dando  con  un  vagel  enemigo,  estuvieron  más  de 
media  ora  en  batalla;  viéndose  este  galeón  casi  per- 
dido por  el  fuego  que  le  dava  nuestro  Almirante,  esti- 
mó más  el  abordar  á  su  baxel  menor,  y  teniendo  opor- 
tunidad de  hacerlo  por  más  cercano  el  8.°''  de  Rayarte 
Masarch,  lo  embistió  creyendo  lograr  la  presa;  pero  al 
arrojarle  el  garfio  recivió  en  el  árbol  maestro  un  ca- 
ñonazo con  que  el  galeón  tubo  tiempo  de  destacarse  y 
apartarse  del  nuestro,  pero  dio  con  el  S.**''  de  Montada 
que  lo  abordó  y  rindió.  Llevaba  este  galeón  30  caño- 
nes y  300  hombres,  y  entre  ellos  22  Oficiales;  el  in- 
tento del  S.**''  Duque  de  Rrase  no  era  aprisionar  este 
vagel,  sino  echarlo  á  fondo  y  seguir  la  armada  enemi- 
ga; pero  por  más  esfuerzo  que  se  puso  no  se  pudo  lo- 


<33 

grar,  porque  llegando  la  noche  se  perdieron  de  vista, 
y  el  Castellano,  que  huía  como  quien  teme,  apresuró 
su  navegación  quanto  permitió  el  viento  para  tomar 
el  puerto;  y  á  no  moverse  un  vientecillo  de  tierra,  no 
ganara  la  embocadura  del  puerto  de  Cartagena  antes 
del  amanecer  nuestro  Duque  de  Brase:  en  acavándose 
el  día,  juntó  su  armada  y  puso  en  cobro  los  prisione- 
ros, con  ánimo  el  día  siguiente  de  bolber  á  la  pelea; 
pero  no  lo  consiguió,  porque  ya  el  enemigo,  guarecido 
de  15  galeras  que  salieron  á  recivirle  de  Cartagena 
que  governava  el  de  Fernandina,  se  entró  en  el  puer- 
to á  sentir  su  poca  fortuna;  viendo  esto  el  S.^""  Duque 
de  Brase,  se  retiró  á  las  islas  de  Ibiza  y  la  Tormentera 
á  repararse  de  sus  daños  y  dar  cuenta  á  S.  M.  Xpma. 
de  esta  victoria,  que  fué  maior  de  lo  que  se  ha  dicho; 
pues  se  supo  después  de  quatro  vageles  de  Dunquer- 
que,  no  pudiendo  con  las  bombas  vaciar  el  agua  que 
hacían,  se  undieron  casi  al  entrar  al  puerto  de  Carta- 
gena. 

Reparada  la  armada  del  S:»"*  Duque  de  Brase  y  bas- 
tecida, prosiguió  su  viaje  al  estrecho  y  costas  de  Ber- 
vería,  en  donde  obró  prodigios  que  serían  largos  de 
contar. 

CAPÍTULO  148. 

ALGUNOS  DESTIERROS  DE  AFICIONADOS  A  ESPAÑA  ROBAN  LA  RESERVA 
DE  LA  TRINIDAD  Y  LO  QUE  SOBRE  ESTO  SE  OBRA. 

Prosiguiendo  en  Cataluña  las  guerras,  y  ocupando 
los  castellanos  á  Tarragona  y  Rosas,  permanecían  acá 
dentro  siempre  personas  mal  intencionadas  y  mal 
afectas  á  la  patria  y  mui  de  parte  de  las  cosas  de  Es- 
paña, y  particularmente  estrangeros,  como  son  arago- 
neses, valencianos  y  mallorquines,  que  davan  noticia 


134 
de  quanto  pasava  aquí  dentro  á  los  de  Tarragona  y 
Rosas  por  espías  secretas;  señalávanse  más  en  esto  los 
religiosos  que  con  más  simulación  hacían  sus  opera- 
ciones yendo  y  viniendo  de  Tarragona,  en  tanto  de 
que,  recelándose  de  que  el  convento  de  Jerusalén  de 
Mayas  franciscanas  havía  una  religiosa  que  era  como 
á  depósito  ó  correo  maior  en  donde  paravan  cartas  de 
Tarragona  para  muchos  de  aquí,  y  éstos  davan  la  res- 
puesta á  la  misma  que  cuidava  de  emhiarlas,  creció  la 
sospecha  y  resolbió  el  S.*^"  Virrey  que  el  Guardián  y 
Provincial  de  San  Francisco,  acompañados  de  algunos 
Jueces  y  Ministros  reales,  entrasen  á  reconocer  la  cel- 
da de  la  monja  de  quien  se  tenía  sospecha:  entraron 
y  toparon  varias  cartas  y  papeles  con  diversos  carac- 
teres y  cifras  escritos  sin  que  se  pudiese  conocer  su 
contenido;  creció  con  esto  los  recelos  contra  los  fray- 
Íes  por  aver  poco  que  havía  venido  uno  trinitario  de 
Tarragona  con  quien  la  tal  religiosa  tenía  algún  co- 
mercio. 

Sentido  el  S.°^  Virrey  á  vista  de  esto,  despachó  car- 
tillas de  destierro  de  Cataluña  á  todos  los  frayles  es- 
trangeros  y  naturales  de  los  dominios  de  España,  que 
á  la  sazón  avía  muchos,  como  son  mallorquines,  va- 
lencianos, andaluces  y  aragon-eses,  y  que  dentro  24 
oras  saliesen  de  Barcelona:  sintiéronlo  mucho  algu- 
nos, ya  por  su  edad,  ya  por  aver  muchos  años  que  es- 
ta van  conventuales;  en  fin,  todos  volaron. 

En  el  convento  de  Trinitarios  Calzados  avía  algu- 
nos religiosos  graves  que  sintieron  infinito  el  ausen- 
tarse: entre  ellos  avía  uno  que  á  su  costa  havía  echo 
fabricar  la  custodia  ó  vaso  en  donde  se  reservavan  las 
formas  para  dar  la  comunión  en  la  capilla  de  la  Vir- 
gen del  Remedio,  y  ó  fuese  que  el  fray  le,  viendo  que 
le  sacavan  de  aquí,  quisiese  tomar  tan  infame  despi- 


135 

que,  ó  que  fuese  otra  cosa,  el  día  12  de  Agosto  1643 
se  halló  menos  la  tal  custodia,  y  con  ella  cerca  de  200 
formas  consagradas  que  havían  quedado  el  día  antes: 
dibulgóse  el  caso  con  título  de  robo  á  tiempo  que  ya 
los  frayles  avían  salido  del  puerto.  Pasóse  á  la  demos- 
tración que  pedía  ésta,  prendiendo  á  unos  y  otros, 
pero  jamás  se  podía  provar  cosa  alguna.  La  Inquisi- 
ción pasó  á  fulminar  censuras,  y  viendo  que  éstas  y 
el  estar  cerrada  la  capilla  sin  decir  en  ella  misa,  no 
dava  noticia  del  actor  del  delito,  pasó  el  Santo  Tribu- 
nal á  ir  un  día  de  fiesta  en  la  iglesia  del  Pino:  y  allí,  en 
forma  de  Tribunal,  cubierto  de  luto  el  altar  maior  y  un 
Santo  Ghristo  en  medio,  empezó  uno  desde  el  pulpito  á 
proferir  las  excomuniones  y  maldiciones  que  suele  la 
Iglesia  en  los  más  atroces  casos  pronunciar  contra  el 
que  havía  cometido  tal  delito  y  contra  los  que  le  ocul- 
tarían y  tendrían  noticia  del  que  hera  orror  oirlo; 
procedió  mandato  antes  para  que  todas  las  cavezas  de 
casa  ó  familia  de  la  parroquia  acudiesen  aquel  día  á  la 
iglesia:  estava  el  convento  sito  dentro  esta  parroquia: 
era  lástima  ver  los  rostros  de  la  gente  quan  amedren- 
tados y  despavoridos  se  mostravan;  aumentava  el  do- 
lor de  este  suceso  la  voz  que  corría  y  lo  que  en  los 
pulpitos  se  decía  en  Aragón,  Castilla  y  Valencia,  de 
que  en  Cataluña  se  predicava  la  Preixa,  y  que  la  mi- 
tad de  los  catalanes  se  bolbían  luteranos.  Hacíanse 
muchas  rogativas  para  saber  quién  havía  robado  la 
custodia,  hasta  que  por  orden  de  la  ciudad  fueron  á  la 
Virgen  de  Monserrate  doce  doncellas  bestidas  de  blan- 
co, á  pie  descalzo,  en  modo  de  procesión,  con  un  Santo 
Ghristo  por  guía,  y  quatro  religiosos  capuchinos  con 
otros  tantos  hombres  y  mugeres,  ancianos  y  veneran- 
dos para  comboy  y  custodia  de  las  muchachas.  Costeó 
la  ciudad  todo  el  viaje,  y  dio  á  cada  doncella  25  libras 


136 

para  aiuda  de  su  dote;  fueron  cantando  las  letanías,  y 
allá  se  hicieron  diversas  rogativas;  pero  nada  aprove- 
chó: pasaron  á  poner  cesado  adivinis  en  todas  las  igle- 
sias, hasta  en  las  de  San  Juan,  Santiago  y  la  capilla  de 
la  Piedad,  que  por  especial  privilegio  son  exemptas  de 
ello;  pero  por  esta  vez  dieron  lugar  y  no  se  celebrava 
sino  una  misa  rezada  en  cada  iglesia:  duró  este  luto  y 
terror  ocho  días,  y  en  ellos  se  hicieron  varias  diligen- 
cias; pero  todas  fueron  inútiles,  pues  jamás  se  descu- 
brió cosa  alguna,  con  que  se  hizo  juicio  que  los  fray- 
Íes  mallorquines  sumieron  las  formas  y  llevaron  la 
custodia. 

CAPÍTULO   149. 

PARTE  Á  PARÍS  POR  LA  PROVINCIA  EL  REJENTE  FONTANELLA 
PARA  EL  CONGRESO  DE  MUNSTER. 

Allávanse  las  guerras  tan  sangrientas  entre  Francia 
y  España,  que  no  sólo  se  veían  las  campañas  aquí, 
pero  en  Italia,  Flandes  y  otras  partes  avía  crueles 
vatallas,  estando  todos  los  Príncipes,  potentados,  re- 
públicas, y  hasta  el  Pontífice,  con  las  armas  en  la 
mano,  siendo  toda  Europa  una  palestra  de  Marte.  El 
Emperador,  viendo  que  se  aniquilavan  los  reynos  y 
despoblaban  las  Coronas,  trató  de  ajustar,  si  era  po- 
sible, unas  paces  generales,  y  á  este  fin  escrivió  á  los 
Reyes,  Príncipes  y  repúblicas,  mediando  por  la  paz 
común  y  pidiendo  á  cada  uno  embiase  su  Plenipoten- 
ciario, señalando  para  el  Congreso  la  ciudad  de  Muns- 
ter,  en  donde  se  tratasen  los  intereses  de  cada  uno  y 
se  conociese  el  derecho  y  justicia  que  le  asistía. 

Con  este  motivo,  y  aver  de  embiar  la  Xpma.  Reyna 
su  Plenipotenciario,  se  dignó  por  sus  reales  Cartas  á 
los  Consistorios  de  ciudad  y  diputación  de  pedir  em- 


137 
biasen  una  persona  de  inteligencia  y  noticia  para  que 
pudiese  ynformar  de  lleno  al  Plenipotenciario  de  su 
Corona  de  los  motibos  y  título  que  allegaba  esta  pro- 
vincia para  unirse  á  la  Corona  de  Francia  y  separarse 
de  la  de  España,  para  que  en  el  Congreso  de  Munster 
tubiese  razones  que  alegar  y  con  que  resistir  á  las  que 
daría  el  Plenipotenciario  español;  juntáronse  los  Con- 
sejos y  Brazos,  y  de  conformidad  con  aprovación  del 
S  or  Virrey,  eligieron  todos  juntos  al  Doctor  Joseph 
Fontanella,  hombre  tan  noticioso,  letrado  y  célebre 
como  publican  sus  escritos  y  obras,  que  se  allava  Re- 
gente de  Cataluña:  despachóla  con  mucha  ostentación 
y  con  todos  los  poderes  y  cartas  de  creencia  necesa- 
rias, señalándole  para  su  plato  400  escudos  cada  mes, 
200  cada  casa;  partió  para  París  á  18  de  Agosto  1643, 
y  el  día  antes  avía  partido  Monsiur  de  Argenson,  por 
ha  verle  nombrado  la  Reyna  del  Consejo  de  Estado, 
y  en  sus  cargos  le  sucedió  Monsiur  de  la  Bretxera, 
hombre  muí  capaz  en  todo  género  de  materias. 

CAPÍTULO  150. 

AVÍO  DE  LOS  INQUISIDORES  POR  ESPAÑA  Y  POSESIÓN 
DE  LOS  NOMBRADOS  POR  FRANCIA. 

Aliáronse  en  Barcelona,  quando  sucedieron  las  re- 
voluciones el  año  pasado,  de  40,  dos  Inquisidores  nom- 
brados por  España,  el  uno  llamado  Doctor  Cotoner, 
mallorquín,  y  el  otro  un  Abad:  aquél,  por  librarse  de 
algún  siniestro  suceso,  se  embarcó  y  pasó  á  Mallorca, 
que  se  hallava  mal  recivido  de  los  catalanes;  el  Abad 
permaneció  atendiendo  á  sólo  las  cosas  de  la  fee,  pero 
desviándose  á  otras  del  estado  y  conservación  él  y  to- 
dos los  Ministros  del  Tribunal,  mucho  afecto  á  Es- 
paña; y  reconociendo  muí  malas  consequencias  de  esta 


138 

afección,  se  resolvió  S.  M.  Xpma.  en  nombrar  por  In- 
quisidores de  Cataluña  al  Doctor  Paulo  Ferrán,  oydor 
que  era  el  año  41 ,  quando  la  pelea  de  Monjuique,  y  al 
Doctor  Joseph  Pía,  Canónigo  de  Gerona,  y  pidió  á 
S.  S.  les  concediese  todos  los  despachos,  bujlas  y  de- 
más poderes  que  es  estilo:  hízolo  S.  S.  con  gran  be- 
nignidad, y  llegando  los  despachos  en  26  de  Septiem- 
bre 1643,  se  les  dio  posesión,  bien  que  se  resistió  el 
Inquisidor  Abad;  pero  viendo  las  bulas  bien  despacha- 
das, y  que  no  le  podía  salir  bien,  cedió,  y  desocupando 
la  casa,  entraron  los  nuevos  Inquisidores,  y  á  él,  con 
quantos  quisieron  seguirle,  se  les  dio  pasaporte  y  em- 
barcación para  Valencia:  siguiéronle  uno  que  se  11a- 
mava  Pastor  y  otro  Rivera,  Notarios  ambos  del  Tri- 
bunal, y  poco  después  se  mudaron  todos  los  Ministros 
del,  menos  M.°  Jph.  Vila,  Ayudante  de  Secretario.  Y 
si  el  mallorquín  Cotoner  no  se  va,  temo  que  no  le  ha- 
vría  valido  el  sagrado  de  Inquisidor,  porque  havría 
tramado  mucha  máquina  contra  los  catalanes  y  en  fa- 
vor de  España. 

CAPÍTULO  151. 

SALE  EL  MARISCAL  A  LÉRIDA  PARA  OPONERSE  AL  CASTELLANO; 
SITIA  A  MONZÓN,  Y  LO  QUE  SUCEDE. 

El  día  18  de  Octubre  1643  tubo  noticia  el  S.^'*  Ma- 
riscal de  la  Mota,  Duque  de  Cardona,  que  los  castella- 
nos juntavan  grueso  de  exército  á  la  partida  de  Fra- 
ga con  designio  de  imbadir  Lérida  ó  Balaguer  y  aque- 
llas fronteras,  y  luego  sin  detención  despachó  órde- 
nes á  sus  tropas  para  que  se  juntasen  en  Lérida,  para 
donde  partió  S.  Ex.^  ese  mismo  día  á  toda  diligencia  á 
Lérida;  y  reconocido  sus  fronteras,  dando  los  órdenes 
que  juzgó  convenían  según  los  avisos  que  le  venían 


139 

del  enemigo,  y  siendo  de  que  venian  hacia  Lérida, 
queriéndose  fiar  de  otro  (como  solía),  salió  en  perso- 
na con  200  cavallos,  los  de  su  maior  confianza,  á  re- 
conocer la  marcha,  postura  y  numerosidad  del  exér- 
cito  castellano;  salió  de  Lérida,  y  no  mui  lexos  de 
ella  subió  á  una  eminencia  de  donde  con  mucha  distin- 
ción y  sobrada  cercanía  vio  las  marchas  y  disposición 
del  Castellano,  tanto  que,  advirtiendo  éste  tal  vez 
quién  le  mirava,  destacó  una  tropa  de  cavallería  de 
su  grueso  y  obligó  á  la  nuestra  á  pelea  algún  rato. 
Viendo  el  Castellano  que  se  resistían  los  nuestros,  em- 
bió  maior  pedazo  de  cavallería,  y  obligó  á  que  S.  Ex/ 
mismo  xocase  de  calidad,  que  hallándole  menos  por 
averse  mezclado  gran  rato  con  los  castellanos.  Le  tu- 
bieron  los  suios  por  preso,  y  aumentando  el  esfuerzo 
y  concurriendo  al  ruido  de  la  pelea  gente  de  Lérida, 
obligaron  á  que  se  retirase  el  enemigo;  bolbieron  los 
nuestros  con  S.  Ex.^  á  Lérida:  en  este  recuentro  mu- 
rió de  nuestra  parte  el  Capitán  de  la  guardia  ó  5  ó  6 
soldados  eridos,  aunque  no  de  consideración,  Monsiur 
de  la  Ferrasiera  y  Monsiur  de  San  G-ermán.  Del  ene- 
migo murieron  más,  pero  no  de  la  suposición  que  los 
nuestros,  y  no  fué  poco  salir  tan  bien  librados  siendo 
el  contrario  tan  poderoso:  sucedió  este  choque  el  día 
24  de  Octubre  1643. 

Después  de  retirado  el  enemigo,  supo  el  S.*^^  Maris- 
cal que  llevava  designio  de  sitiar  á  Monzón  con  famo- 
sas trincheras  para  que  los  nuestros  no  le  obligasen 
á  levantar  el  sitio:  viendo  esto  el  S.*'''  Mariscal,  re- 
solbió  darle  vatalla  campal,  para  cuio  efecto  dio  avi- 
so á  la  ciudad  de  Barcelona  y  á  la  Diputación  y  de- 
más Universidades,  á  fin  de  que,  haciendo  un  esfuer- 
zo, se  formasen  las  levas  más  numerosas  que  se  pu- 
dieran, asegurando  que  dentro  un  mes  se  bolberían 


uo 
todos  á  sus  casas  y  que  sólo  las  deseava  para  esa  jor- 
nada. 

Llegó  la  noticia  á  Barcelona  día  de  Todos  Santos 
por  la  mañana,  y  ese  mismo  día,  juntando  Consejo  de 
Ciento,  resolvió  servir  la  ciudad  con  mil  infantes  en 
cinco  compañías  con  un  Sargento  maior,  dando  de  so- 
corro á  cada  soldado  tres  reales  al  día;  fuéronlos  des- 
pachando de  dos  en  trescientos  hombres,  y  fué  presto 
concluida  la  leva,  aunque  no  llegó  á  la  campaña  toda 
ella,  pero  era  famosa  gente  y  lindos  mosqueteros;  las 
demás  ciudades,  veguerías  y  pueblos  sirvieron  según 
cada  uno  tenía  el  poder,  de  modo  que  á  14  de  Noviem- 
bre tubo  ya  S.  Ex.^  entre  su  milicia  y  la  leva  junto 
un  exórcito  de  20  ®  infantes  ya®  cavallos:  con  esta 
gente  llegó  á  presentar  la  batalla  al  Castellano,  que 
atrincherado  en  el  cerco  de  Monzón  hizo  del  desenten- 
dido, procurando  sólo  de  guardar  sus  trincheras;  re- 
plica el  S.*'''  Mariscal  por  tres  veces;  pero  respondióle 
D.  Juan  de  Meneses,  G-eneral  del  exórcito  castellano, 
que  la  orden  que  tenía  de  su  Rey  era  sólo  de  mante- 
nerse en  las  trincheras  y  defenderlas;  que  si  en  ellas 
le  buscava,  le  respondería. 

A  vista  de  esta  respuesta  y  que  para  romper  las 
trincheras  havía  de  arriesgar  la  maior  parte  de  la  gen- 
te por  lo  grande  y  fuerte  de  ellas,  y  con  la  considera- 
ción de  que  el  castillo  esta  va  bien  guarnecido,  bien 
abastecido  y  fuerte,  y  que  el  tiempo  era  rigurosísimo 
de  ielos,  lluvias  y  horas,  todo  bastante  para  que  el 
exórcito  castellano  se  aniquilase  sin  provecho  alguno, 
resolvió  S.  Ex.^  el  S.'»'"  Mariscal  retirar  sus  tropas,  des- 
pachar los  somatenes  á  sus  casas  y  mandar  que  cesa- 
sen las  levas,  y  que  las  compañías  que  estavan  de  via- 
je se  bolbiesen  á  su  casa:  todo  se  executó;  así  que  aún 
avía  algunas  que  estavan  en  camino,  y  aloxó  sus  mi- 


141 

licias  al  contorno  de  Monzón.  Aquí  en  Barcelona  se 
tubo  patente  el  Santísimo  y  se  hicieron  muchas  y  va- 
rias rogativas  el  tiempo  que  estuvo  en  campaña  el 
S.°^  Mariscal,  y  sin  duda  que  á  ellas  y  al  favor  de  Dios 
se  deve  la  resolución  del  Consejo  de  Guerra  en  no  em- 
bestir las  trincheras,  pues  en  ellas  huviera  perecido 
mucha  gente  sin  provecho  ni  gloria  alguna. 

Después  de  aloxado  y  retirado  nuestro  exórcito, 
porque  se  veya  el  enemigo  combatido  de  niebes,  llu- 
vias, yelos,  lodos  y  sequío,  que  eran  enemigos  que  le 
hacían  no  pequeña  y  cruda  guerra,  dio  el  S.'^*'  Mariscal 
en  correr  personalmente  la  Estrada,  como  solía,  con 
incansable  valor  para  solicitar  á  sus  inferiores  el  ali- 
vio y  consuelo  que  á  costa  de  sí  propio  save  procurar 
el  que  es  General  con  las  superiores  prendas  que  lo  es 
S.  Ex/;  prosiguiendo  este  exercicio,  un  día  topó  en 
el  llano  de  Almenara  una  partida  del  enemigo  que 
llegava  á  cerca  de  cien  cavallos  de  famosa  calidad,  y 
llegó  á  verse  en  la  precisión  de  acometerla,  como  lo 
hizo,  y  ceniéndola  con  famosa  industria  la  apretó  de 
calidad  que  huvo  de  rendirse  á  merced  del  Señor,  ac- 
ción que  causó  al  Castellano  no  poco  error,  así  como  á 
S.  Ex."  mucha  gloria:  los  cavallos  eran  bellos  y  los 
soldados  de  suposición;  condugóronlos  á  Lérida. 

CAPÍTULO  152. 

RINDEN  LOS  ESPAÑOLES  Á  MONZÓN. -PACTOS  DE  LOS  FRANCESES 
Y  LO  QUE  COSTÓ. 

Viendo  el  Castellano  que  las  inclemencias  del  cielo 
le  ocasionavan  mucha  ruina  en  su  exército;  que  el 
castillo,  sobre  fuerte  y  pertrechado,  estava  muí  bien 
bastecido,  y  que  nuestras  tropas  estavan  á  la  vista. 


142 

trató  de  apretar  las  minas,  así  como  á  él  los  rigores 
del  imbierno  le  afligían,  abrió  con  gran  diligencia  tres 
minas  reales,  y  aunque  los  de  adentro  travajavan  en 
contraminar,  no  pudieron  evitar  el  que  una  de  las 
tres  dejase  de  obrar,  tanto  que  voló  un  gran  pedazo 
de  cortina  de  muralla:  vióronse  los  de  dentro  sin  es- 
peranzas de  socorro  y  descubiertos,  y  así,  trataron  de 
rendirse,  pactando  el  sacar  una  pieza  de  cañón,  que 
todos  saliesen  á  vida  salva,  armas  en  mano,  cuerda 
encendida,  bala  en  voca  y  banderas  desplegadas,  y 
finalmente,  con  todo  el  honor  que  se  puede  permitir 
en  un  rendimiento,  y  que  todos  se  llevasen  lo  que  era 
suio,  por  causa  de  haver  retirado  los  de  la  villa  lo 
bueno  y  mejor  que  tenían,  y  la  plata  y  oro  de  la  igle- 
sia, aunque  por  esto  tubieron  algunos  devates,  por- 
que los  castellanos  no  querían  que  los  nuestros  se  lle- 
vasen cosa  que  fuese  de  la  iglesia.  Entregóse  el  casti- 
llo á  últimos  de  Noviembre,  y  se  dijo  avía  dentro  1.200 
hombres  entre  franceses  y  paisanos,  porque  al  poner 
el  sitio  se  retiró  al  castillo  mucha  gente  catalana  y  de 
la  villa,  que  governavan  el  castillo  de  Limos,  y  su  te- 
niente Monsiur  de  Aubini:  rendido  el  castillo,  pasaron 
muestra  los  castellanos  y  vieron  que  entre  muertos, 
así  en  las  embestidas  como  por  los  yelos,  y  entre  fu- 
gitivos, al  pie  de  1  ÍD  hombres  entre  infantería  y  ca- 
vallería:  todo  esto  les  costó  un  castillo  que  tenían  en 
su  casa  (si  decir  se  puede)  que  á  nosotros  no  nos  servía 
sino  para  poder  entrar  en  Aragón  quando  se  ofrecía. 


143 


CAPÍTULO  153. 

SURTIDA  DE  LA  GUARNICIÓN  DE  ROSAS  CONTRA  EL  LUGAR  Y  CASTILLO 

DE  CADAQUÉS. 

Teniendo  la  guarnición  castellana  que  estava  en 
Rosas  alguna  conspiración  en  Gadaqués,  por  aver  al- 
gún alevoso  de  la  tierra,  ó  puede  ser  también  por  ha- 
cer alguna  interpresa  si  allavan  descuidada  la  guar- 
nición de  Rosas,  resolbió  ir  á  ver  si  podía  executar 
lance  tomando  la  villa  y  puerto  de  Gadaquós,  que  nos 
hu viera  sido  arto  dañoso:  el  día  ó  noche  de  29  de  No- 
viembre de  1643  salió  la  guarnición  de  Rosas,  y  para 
poder  dar  razón  de  lo  sucedido  pondré  aquí  la  carta 
que  los  de  Gadaquós  escrivieron  al  S.®""  Mariscal,  que 
dice  así:  «Excmo.  Señor:  esta  noche  á  las  dos  á  llegado 
aquí  el  enemigo  de  Rosas,  que  según  entendemos  es 
el  mismo  Governador  D.  Diego  Gavallero:  con  mil  in- 
fantes han  nos  atacado  por  dos  puestos,  por  el  uno  con 
escalas  y  por  el  otro  avriendo  brecha;  pero  los  hemos 
rechazado  con  ánimo  valeroso,  tanto  los  señores  fran- 
ceses como  nosotros,  que  hasta  las  mugeres  se  han 
portado  valerosísimamente,  trayendo  piedras,  muni- 
ciones y  refrescos  que  era  velleza  verlas.  Al  fin,  señor, 
no  tenemos  persona  á  quien  culpar  que  no  se  haya 
portado  bien:  la  pelea  ha  durado  tres  oras  largas.  Los 
muertos  de  nuestra  parte  es  un  Gapitán  solo,  y  dos 
franceses  y  tres  paisanos  eridos,  pero  no  de  peligro; 
del  enemigo  han  quedado  muertos  más  de  200.  Lo  pri- 
mero que  atacaron  fué  el  fuerte:  rindiéronlo  por  ser 
ora  descuidada,  y  antes  de  rendirlo  pegaron  fuego  y  lo 
destruieron,  y  saquearon  el  arraval,  quemando  en  él 
dos  casas;  hanse  retirado  al  amanecer,  y  no  entende- 


i  44 
mos  se  atrevan  á  bolber,  porque  no  les  á  salido  bien. 
Con  todo,  para  qualquier  lance  estamos  siempre  pron- 
tos y  de  mui  buen  ánimo  para  servir  á  S.  M.  y  á  V.  E., 
que  guarde  Dios,  á  29  de  Noviembre  de  1643.— Los 
Cónsules  de  Gadaqués.» 

CAPÍTULO  154. 

LO  QUte  SE  PADECIÓ  EN  BARCELONA  EL  AÑO  DE  1644  POR  FALTA  DE  PAN. 

En  el  año  de  1643  la  cosecha  de  trigo  fué  mui  poca 
en  Cataluña,  maiormente  sustentándose  en  el  Princi- 
pado tanta  gente  de  guerra;  falta  va  también  el  abasto 
que  suele  dar  el  campo  de  Tarragona,  el  Ampurdán  y 
llano  de  Urgel:  el  primero  eslava  casi  inculto  por  ser 
palestra  de  guerra,  á  ocasión  de  ser  Tarragona  del 
Castellano;  el  segundo,  por  las  plazas  que  allá  ocupa- 
va  también,  era  de  poco  servicio,  y  el  último,  á  causa 
de  los  tránsitos  de  la  cavallería,  se  desfrutava  antes 
de  tiempo  las  cosechas:  por  éstos  y  otros  motivos  que 
podrian  fácilmente  decirse,  se  experimentó  la  carestía 
con  todo;  llegava  á  la  plaza  bastantemente  trigo,  así 
de  la  tierra  como  de  fuera  por  mar,  que  hacían  traer 
algunos  mercaderes:  fiados  en  esto,  juzgaron  los  Con- 
selleres  proseguirían,  y  aunque  hicieron  alguna  provi- 
sión, no  toda  la  que  era  menester  para  abasto  de  una 
ciudad,  y  más  en  una  guerra;  y  no  mirando  á  lo  que 
podía  suceder,  aunque  el  trigo  se  vendía  en  la  plaza  á 
28  rs.  la  quartera,  no  privaron  la  saca,  y  sucedía  que 
á  comboyes  carga  van  el  trigo  para  los  lugares  comar- 
canos. Pero  á  últimos  de  Septiembre  paró  la  abundan- 
cia de  la  plaza,  ora  sea  por  acavarse  el  trigo  de  los 
forasteros,  ora  sea  por  interés  de  la  moneda  ó  por 
otras  razones,  llegó  á  estado  que  ninguno  sacava  tri- 


U5 
go  á  vender,  aunque  éstos  que  de  lexos  sienten  ó  pu- 
blican el  mal  año  tonían  mucho  trigo  retirado;  viendo 
esto  los  Gonselleres,  huvieron  de  sacar  á  la  plaza  y 
poner  el  precio  á  29  rs.  La  ciudad  avía  echo  arren- 
damiento á  los  panaderos,  pero  sólo  para  masar,  dán- 
doles la  ciudad  el  trigo  que  huviesen  menester  á  27 rs., 
y  ellos  havían  de  dar  cierta  cantidad  de  pan,  así  de 
blanco  como  de  moreno:  esta  escasez  y  el  haver  de  re- 
civir  sólo  en  la  Aduana  y  Pallot  la  gente  el  trigo  para 
sus  casas,  ocasionava  disensiones  cada  día,  aunque 
estavan  presentes  dos  alguaciles  y  precedía  escrivir- 
los  á  los  que  se  havía  de  dar  trigo;  pero  era  con  tal 
confusión,  que  acia  uno  arto  en  dos  días  de  sacar  tri- 
go: en  dos  días  subió  6  rs.  la  quartera.  Los  panaderos 
compraron  en  la  Sagarra  tres  mil  quarteras.  Los  Gon- 
selleres, como  acavavan  á  San  Andrés,  y  en  este  tiem- 
po todos  cuidan  más  de  su  provecho  que  del  bien  pú- 
blico, descuidábanse  en  esto,  dexando  á  los  venideros 
el  hueso  que  roer.  • 

Entraron  los  nuevos,  y  viendo  el  miserable  estado 
que  siguen,  aseguran  los  que  lo  veían  por  adentro 
vino  á  poco  de  perderse  ó  levantarse  un  motín:  jun- 
taron luego  Consejo,  y  resolbió  embiar  personages  á 
varias  partes  con  letras,  dinero  y  crédito  para  com- 
prar é  imbiar  trigo  á  Liorna.  Partió  á  Loi  Planes  con 
la  nave  de  Patro  Ferret,  á  Marsella  Hipólito  Mestres; 
pero  éste  bolbió  luego  porque  ni  en  Marsella  ni  otras 
partes  encontró  sino  carestía.  A  Loi  Planes,  luego  que 
llegó,  cargó  la  nave  y  seis  barcas.  La  nave  llegó;  pero 
las  barcas,  tocando  en  Marsella,  que  también  padecía, 
se  quedaron  con  el  trigo,  pagándole  en  virtud  de  privi- 
legio que  dice  tener  aquella  ciudad  para  poder  obrar 
así  en  caso  de  estar  falta  de  trigo:  viendo  estola  ciudad, 
el  peligro  que  la  amenazava  y  la  insolencia  de  algunos 

Tomo  xxiv  10 


146 

alevosos  que  escrivían  á  Liorna  no  fiasen  de  Planes,  y 
otras  cosas  á  este  tenor,  porque  en  breve  se  vería  Bar- 
celona sitiada  de  los  castellanos  y  perderían  quanto 
huviesen  aventurado,  despachó  tres  naves  francesas 
que  estavan  en  el  puerto  con  dinero  y  letras  para  Pla- 
nes, y  permitió  la  Divina  Misericordia,  para  alivio  de 
muchos  y  confusión  de  otros,  que  en  doce  días  natu- 
rales fueron  y  vinieron  cargadas  con  seis  mil  quarte- 
ras  de  trigo,  llegando  aquí  día  de  Santo  Thomás,  á  21 
de  Diciembre  de  1643:  continuaron  en  hir  y  venir  na- 
ves, con  que  en  poco  tiempo  trageron  pasadas  de  cien 
mil  quarteras  de  trigo,  aunque  venía  á  estar  caro,  así 
por  el  interés  de  la  moneda  como  por  la  diferencia  del 
país  y  transportación,  porque  allá  les  costava  á  40  y  á 
46  rs.  la  quartera;  algunos  mercaderes  que  lo  hacían 
traer  los  vendían  á  52  rs.  quartera  en  la  plaza,  de  for- 
ma que  fué  peor  año  éste  que  el  de  la  hambre,  pues 
en  aquél  sólo  faltaría  el  trigo,  pero  en  éste  nada  de 
mantenimiento  havía  con  comodidad:  la  carne  se  ven- 
día á  2  rs.  y  seis  la  libra,  y  aun  asegurava  la  ciudad 
que  ni  á  tres  avría  ganado  apenas;  el  aceite  iba  á  142, 
la  quarta  en  las  tiendas  y  con  limitación;  y  bolbien- 
do  á  lo  del  trigo,  como  toda  Cataluña  padecía  lo  más 
del  pan  y  trigo  que  aquí  dentro  se  comprava,  salía 
fuera  de  calidad  que  entre  lo  que  se  dava  á  los  pana- 
deros para  amasar  y  lo  que  se  despachava  en  la  pla- 
za, no  le  bastaron  á  la  ciudad  20  ®  quarteras  de  tri- 
go cada  mes:  viendo  la  ciudad  este  desorden,  puso 
guardias  en  las  puertas  y  murallas  para  no  dexar  de 
sacar  trigo  ni  pan  á  fuera,  reconociendo  á  todos  y  qui- 
tando quanto  encontravan.  Padecían  mucho  los  lu- 
gares, y  así  venían  los  magistrados,  y  la  ciudad  pia- 
dosamente los  socorría,  á  quién  con  cien  ó  más  quar- 
teras, según  la  población;  pagávanlo  al  mismo  precio 


147 

que  á  la  ciudad  le  costava;  abía  solas  tres  puertas 
abiertas:  la  del  mar,  la  nueva  y  la  de  San  Antonio, 
y  en  ellas  se  vendía  pan  para  los -de  fuera,  dándoles 
media  libra  menos  que  á  los  de  adentro  por  cada  real, 
y  se  despachava  mucho.  Descri víanse  las  casas  y  quán- 
tos  eran  en  cada  una,  para  saver  qué  trigo  havían  me- 
nester: dividíase  esto  por  quartos,  siendo  los  que  cui- 
davan  de  ello  los  mismos  Gonselleres,  y  siempre  que 
havían  de  menester  trigo  iban  los  dueños  de  la  casa 
á  pedir  al  Gonseller  á  cuio  cargo  tocava  aquel  distri- 
to la  orden,  y  con  se  les  dava  lo  que  avían  menester 
con  su  dinero,  que  no  de  otro  modo,  y  para  salir  á  mo- 
lerlo era  menester  dar  prenda  á  la  puerta,  y  no  la  co- 
bravan  si  no  bolbían  á  entrar;  la  arina  pagávase  á 
46  rs.  la  quartera.  Por  todo  esto  y  aun  mucho  más  se 
pasó  hasta  que  vino  la  cosecha,  y  aunque  la  huvo 
abundante  no  huvo  esperanzas  de  abaratarse  el  trigo 
por  ocasión  de  la  guerra,  que  fué  gran  providencia  de 
Dios  no  sucediese  un  motín.  Líbrenos  Dios  de  tal  ca- 
restía. 

CAPÍTULO  155. 

AUTO  GENERAL  QUE  CELEBRARON  LOS  INQUISIDORES  ELECTOS 
Y  PUESTOS  POR  FRANCIA. 

Empezóse  á  divulgar  que  los  nuevos  Inquisidores 
por  S.  M.  Xpma.  no  tenían  aquel  pleno  poder  que  los 
otros  en  tiempo  de  España,  y  para  desvanecer  este 
concepto,  tanto  ó  más  quepor  administrar  la  justicia, 
se  resolvió  celebrar  auto  con  nombre  y  forma  de  ge- 
neral el  día  2^  de  Febrero  de  1644,  en  la  plaza  que 
llaman  del  Rey,  y  con  menos  pompa  y  aparato  que 
el  del  año  de  1625;  eslava  la  plaza  dispuesta  así: 
contra  la  pared  y  puesto  de  Santa  Ágata  estava  el  ta- 


blado  para  los  señores  Inquisidores,  con  sus  sillas  y 
paño  de  terciopelo  negro'  con  las  armas  de  la  Inquisi- 
ción; á  la  parte  del- Racional  estava  el  tablado  de  los 
Jueces,  Alguaciles  y  demás  del  Brazo  real;  al  frente 
de  la  plaza  estava  el  tablado  para  los  penitentes  fami- 
liares y  demás  Ministros  del  Santo  Tribunal;  á  la  par- 
te de  la  fuente  havía  muchos  tablados  de  particulares 
que  pagando  dejavan  subir  la  gente.  El  S.^""  Mariscal 
Virrey  estava  en  la  ventana  que  da  sobre  la  puerta 
del  palacio  del  Rey;  los  Diputados  y  Gonselleres  por 
las  demás  ventanas:  así  dispuesto,  á  las  dos  de  la  tarde, 
que  ya  no  cavia  gente  en  la  plaza,  ventanas  y  texados, 
llegaron  los  señores  Inquisidores,  precediendo  su  van- 
dera  y  acompañados  de  los  calificadores  de  varias  re- 
ligiones, y  tomaron  su  asiento  en  su  tablado;  siguie- 
ron poco  después  los  familiares,  llevando  por  guía  un 
Santo  Ghristo,  y  tras  de  ellos  tres  penitentes  con  sus 
corozas,  en  ellas  pintado  su  delito,  manteta  verde, 
cuerda  de  esparto  al  cuello  y  vela  verde  en  la  mano: 
uno  de  los  tres  estava  tullido  y  Uevávanlo  en  hom- 
bros; subieron  á  su  tablado,  colocando  en  él  al  Santo 
Ghristo,  y  luego  en  un  púJpito  que  estava  enfrente  de 
los  Inquisidores  subió  el  P.  Fr.  Joseph  Pons,  descalzo 
de  San  Joseph,  que  predicó  en  elogios  del  Santo  Tri- 
bunal y  de  quán  necesario  era  para  la  conservación 
de  la  fe:  hubiérase  alargado  más  á  no  haverlo  emba- 
razado el  tumulto  de  la  gente;  subió  después  el  Secre- 
tario Villa,  y  empezó  á  leer  los  procesos  de  los  reos 
como  se  estila:  el  uno  era  por  haver  casado  dos  veces 
viviendo  la  primera  mujer;  el  segundo  por  pecados 
de  bestialidad  y  averie  cogido  en  delito  fragante;  el 
tercero,  que  hera  el  tullido,  por  blasfemo  y  casi  erexe, 
pues  decía  que  él  era  verdadero  Dios,  y  que  no  estan- 
do él  en  la  Iglesia,  ni  en  ella  ni  en  la  ostia  estava  Dios, 


U9 
y  cosas  á  este  igual  que  hacía  orror  el  oirías:  éste  fué 
condenado  á  dar  un  garrote  y  después  quemar  su  cuer- 
po. Leída  la  sentencia,  se  entregó  luego  á  la  justicia 
secular,  y  desde  allí  mismo  lo  llevaron  al  Gañ  ot  á  exe- 
cutarla,  y  con  esto  se  disolbió  el  auto. 

CAPÍTULO  156. 

ENTRA  MOSIUR  DE  MARCA  !PARA  TENIENTE  DE  VIRREY  EN  AUSENCIA 

DE  LA  MOTA. 

Gomo  los  cuidados  y  aplicaciones  de  la  guerra  piden 
por  sí  solos  todo  un  hombre,  aviendo  de  salir  á  cam- 
paña la  primavera  viniente  el  señor  Mariscal  de  la 
Mota,  quiso  S.  M-  Xpma.  aliviarle  de  los  cuidados  po- 
líticos y  darle  sostituto  ó  lugarteniente  el  señor  de 
Marca,  sujeto  eclesiástico  de  grandes  prendas,  y  así 
embiólo  con  sus  despachos  y  cartas  para  los  comunes 
para  que  le  asistieran,  veneraran  y  cumplieran  sus 
órdenes,  pues  venía,  á  fin  de  suplir  las  ausencias  del 
señor  Mariscal,  á  dar  cobro  á  todo  lo  que  importase  del 
real  servicio  y  á  visitar  la  provincia,  premiando  á  los 
leales  y  castigando  á  los  que  no  lo  heran.  Llegó  el  día 
25  de  Abril  de  1644;  salióle  á  recivir  mucha  nobleza, 
así  catalana  como  francesa;  ospedósele  en.  el  Palacio 
Episcopal,  que  estava  vacío  á  la  sazón;  el  Gt)vernador 
Margarit  le  entró  en  su  coche,  dándole  la  mano  dere- 
cha. Portóse  en  sus  cargos  con  grande  desinterés  y 
rectitud,  averiguando  papeles  de  servicio  y  premian- 
do á  cada  uno  según  se  merecía,  que  por  no  hacerlo 
se  havían  pasado  algunos  cavalleros  al  partido  de  Es- 
paña en  los  principios,  viendo  que  no  se  estimavan  los 
veneficios  echos  en  favor  de  la  patria:  este  señor  de 
Marca  era  electo  Arzobispo  de  Francia. 


loO 


CAPÍTULO  157. 

BNTEAN  TROPAS  DE  FRANCIA;  DERROTAN  LOS  CASTELLANOS 
AL  MARISCAL  LA  MOTA. 

Á  5  de  Mayo  de  1644  llegaron  9  vajeles  y  9  galeras 
de  Francia;  pocos  días  después  llegaron  una  galera  y 
dos  navios  más  para  juntarse  con  la  demás  armada: 
ésta  conboyaba  unas  quarenta  barcas  cargadas  de 
pertrechos  de  guerra  y  cinco  mil  infantes  que  desem- 
barcaron el  día  siguiente,  y  poco  á  poco  los  fueron 
despachando  á  Lérida,  para  donde  encaminava  el  ene- 
migo exército  mui  considerable,  con  ánimo  de  sitiar 
á  Lérida.  Pocos  días  antes  havía  partido  también  á 
Lérida  el  regimiento  de  la  Mota  y  el  de  Esportella^ 
reclutados  en  la  costa  con  famosa  gente.  Sávado  á  7 
de  Mayo  partió  el  señor  Mariscal;  pasó  por  la  Virgen 
de  Monserrate  y  Gervera,  y  dio  orden  le  fuese  siguien- 
do toda  la  cavallería  y  las  tropas  que  le  iban  llegando 
de  Francia.  Desde  Gervera  empezó  á  ir  observando  los 
designios  del  enemigo,  que  se  anticipó  mucho  esta 
primavera  porque  savia  que  no  podía  tener  nuestro 
General  tan  temprano  juntas  sus  tropas.  Dio  el  ene- 
migo por  esta  parte  por  estorvar  á  la  Mota  el  intento 
que  llevava  de  ir  sobre  Tarragona  aquel  verano,  á 
cuio  fin  se  avía  travajado  mucho  en  la  Atarazana  de- 
lineando varias  cosas  que  delineava  el  Ingeniero  maior 
del  Rey;  pero  con  tanto  secreto  y  recelo,  que  no  lo 
dexavan  ver  á  nadie,  ni  á  los  carpinteros,  porque  tra- 
vajadas  las  piezas  ó  tablas  que  el  ingeniero  les  seña- 
lava,  las  entravan  dentro  y  otros  las  asentavan,  sin 
que  jamás  se  rastrease  la  menor  cosa;  hicieron  llevar 
á  la  Ataragana  muchos  centenares  de  votas  vacías  de 


151 

éstas  que  ponen  á  rengada  muchos  cestones  grandes  y 
espuertas  de  mimbres  de  diferentes  hechuras.  Todo 
éste  aparejo  y  mucho  otro  que  no  savia,  era  para  to- 
mar Tarragona;  y  aunque  el  exórcito  marchava  á  Lé- 
rida, la  armada  navegó  á  Tarragona  á  ver  si  podía 
obrar  algo,  haviendo  embarcado  todo  el  aparejo  la 
misma  noche  que  llegó,  según  se  dijo. 

Bolbiendo  nuestro  Mariscal,  que  estava  entre  Ta- 
rragona, Belpuche  y  Gervera,  juntando  y  recogiendo 
su  jente  para  acudir  á  donde  el  enemigo  daría,  éste 
estava  á  la  otra  parte  del  Segre,  y  tomó  la  buelta  ha- 
cia Ba laguer  y  rindió  á  Castellón  deFarfana.  Juzgando 
el  Virrey  que  el  Castellano  dava  sobre  Balaguer  y  que 
la  plaza  estava  desmantelada  de  gente,  sacó  mil  in- 
fantes de  Lérida  y  los  puso  en  Balaguer;  el  enemigo 
estubo  allá  algunos  días,  y  una  noche,  quando  menos 
se  creió,  dijo  sobre  Lérida,  dividiendo  su  exército  en 
dos  partes,  y  pasando  el  río  con  puentes  y  barcas  que 
traía  dispuestas,  pasó  el  grueso  de  esta  parte  de  acá. 
Gonstava  su  exórcito  de  1 4®  infantes  y  4.000  cavallos. 
Governávanle  Don  Phelipe  de  Silva  y  el  Marqués  de 
Mortara,  y  al  instante  empezaron  á  levantar  trinche- 
ras y  fortificarse  para  el  sitio;  vio  esto  el  señor  Ma- 
riscal y  discurrió:  si  esta  gente  se  fortifica,  ha  de  cos- 
tar mucho  sacarla  después,  y  así  resolbió  con  7  ®  in- 
fantes y  1.500  cavallos  que  tenía  no  más  de  embestir- 
los, y  desde  Belpuche  escrivió  á  Barcelona  su  resolu- 
ción, y  que  le  encomendasen  á  Dios  porque  él  partía 
á  embestir.  Recibido  el  aviso,  que  era  á  15  de  Mayo, 
que  era  día  de  Pentecostés:  se  empezó  á  tener  descu- 
bierto el  Santísimo  en  el  Aseo.  Ese  mismo  día,  y  á  las 
9  oras  de  la  mañana,  embistió  el  señor  Mariscal  al 
enemigo  en  sus  trincheras,  ó  como  algunos  quieren 
decir,  el  enemigo  le  embistió.  Los  nuestros  embistie- 


152 
ron  con  tal  esfuerzo,  que  desaloxaron  al  Castellano  de 
las  trincheras  y  le  obligaron  á  retirarse  de  primera 
embestida;  reízose  el  enemigo,  y  quiso  ceñir  los  nues- 
tros usando  de  una  estratagema  y  ardid  bien  dañoso 
para  nosotros;  empezó  al  embestir  á  clamar  «vitoria, 
Vitoria,  que  la  Mota  es  muerto:»  el  regimiento  de 
Aubaye  que  abrigaba  el  tercio  de  Gapostella,  catalán, 
y  otro  de  suizos,  que  serian  unos  700,  todos  vestidos 
de  colorado,  que  oyó  estas  voces  y  vio  el  valor  con  que 
embestía  el  español,  bolbió  grupa,  y  encaminándose 
á  la  tienda  del  Virrey  con  la  voz  de  que  hera  muerto, 
pensó  aprovecharse  délo  que  en  ella  havía,  y  dejó  á  los 
dos  tercios  sufriendo  todo  el  rigor  del  enemigo;  y  vién- 
dose casi  perdidos,  dispusieron  disparar  la  artillería 
con  vala  de  mosquete  que  la  llevavan  ellos  y  todo  el 
bagaje  consigo,  que  causó  gran  matanza  en  la  cava- 
11er ía  castellana;  pero  no  pudieron  excusar  el  verse 
ceñidos  y  el  que  no  se  executase  cruel  matanza:  los 
suizos  pelearon  mientras  tubieron  aliento  de  vida,  y 
casi  el  tercio  de  Garpotalla  hizo  lo  mismo,  ocasionan- 
do gran  daño  al  enemigo:  cuando  el  Virrey  vio  esto  y 
la  ruindad  de  Aubaye  y  que  ya  no  podía  hacer  otro 
que  retirarse,  se  apuró  de  calidad  que  la  retirada  fué 
hasta  Gervera. 

Perdióse  todo  el  vagaje  y  algunas  ocho  piezas  de  ar- 
tillería, y  él,  desde  Gervera,  fué  recogiendo  su  gente, 
y  al  llegar  la  del  tercio  de  Aubaye  dicen  que  S.  E. 
mismo  mató  á  pistoletazos  dos  Gapitanes;  al  GalDO  lo 
embió  preso  á  París  con  su  proceso,  por  ser  persona 
de  suposición,  para  que  la  Reina  lo  castigase,  y  los  sol- 
dados los  fué  agregando  á  otros  regimientos  para  es- 
cusar  que  no  le  usasen  otra  calagarda  como  la  pasada, 
que  ya  no  hera  la  primera  que  de  ellos  havía  experi- 
mentado: estando  en  Gervera  le  avisaron  de  Lérida 


153 

que  havían  entrado  suios  en  el  discurso  de  la  refriega 
2.500  infantes,  y  con  ellos  principales  Cabos  de  la  ar- 
tillería; con  que  haviéndose  logrado  el  socorrer  la 
plaza  de  gente,  que  era  el  principal  intento  para  lo 
que  se  havía  sacado  de  Balaguer,  fué  menos  sensible 
el  mal  suceso  del  golpe ,  pues  quedando  en  la  plaza 
4.000  franceses,  con  la  gente  del  país  havía  bastante 
para  inquietar  al  enemigo  en  surtidas. 

El  enemigo  nos  hizo  prisioneros  más  de  2  ®  infan- 
tes, sin  los  muertos  y  eridos;  el  Conde  de  Cevalla  mu- 
rió. También  quedó  prisionero  el  Varón  de  Caportella, 
Maestre  de  Campo  de  nuestro  batallón,  y  algunos  Ca- 
pitanes; la  cavallería  catalana  no  se  halló,  que  aún  no 
había  llegado;  la  francesa  no  padeció  nada,  pero  la 
del  enemigo  mucho;  bolbió  el  enemigo  á  sus  trinche- 
ras, fortificándose  como  quiso,  pues  quedava  señor 
del  campo,  y  con  la  livertad  de  mover  sus  tropas  sin 
embarazo  alguno,  pues  con  ocasión  de  sus  puentes  las 
paraba  acá  y  allá,  á  donde  mejor  le  estavan;  el  S.^'' 
Mariscal  dio  quenta  á  París  del  suceso,  pidiendo  soco- 
rro y  asistencia,  y  esperándolas  muí  crecidas,  para 
bolber  á  chocar  con  el  Castellano,  y  qon  ánimo  de 
mejor  suceso,  porque  le  venía  gente  de  muchas  partes. 

CAPÍTULO  158. 

SITIAN  LOS  CASTELLANOS  Á  LÉRIDA  Y  FORTIFÍCANSE 
EN    LAS  TRINCHERAS. 

Mientras  el  S.^""  de  la  Mota  dio  quenta  á  París  de 
esta  derrota,  pidió  socorro;  mientras  allá  se  dio  la 
orden,  se  juntó  la  gente  y  llegó  acá,  pasó  mes  y  me- 
dio, en  cuio  tiempo,  noticioso  el  enemigo  de  que  no 
teníamos  fuerzas  con  que  estorvarle  sus  operaciones  y 
verse  dueño  de  la  campaña,  hizo  lo  que  quiso,  y  se  for- 


154 
tificó  terriblemente,  elevando  trincheras  contra  trin- 
cheras, fortines  y  fosos  con  agua  que  era  pasmo;  las 
trincheras  eran  altísimas:  estúbose  en  ellas  apretando 
la  plaza  y  bien  socorrido  de  YÍveres  por  la  parte  de 
Fraga,  esperando  ver  qué  obraríamos  nosotros.  Avisó 
el  Virrey  á  todas  las  ciudades,  villas  y  lugares  el  su- 
ceso que  había  tenido,  y  que  se  hiciese  todo  el  esfuer- 
zo en  levantar  gente  para  socorrer  á  Lérida.  Ávida  la 
noticia  en  Barcelona,  se  juntó  luego  el  Consejo  y  se 
resolbió  que  con  una  leva  de  1  (0)  500  infantes,  soco- 
rridos con  dos  reales  y  un  pan  de  á  real  todos  los  días 
cada  infante,  partiese  por  Coronel  el  Conseller  en  Cap, 
que  era  Micer  Montaner;  y  para  acavar  de  formar 
este  número,  se  valió  la  ciudad  de  las  cofradías,  como 
lo  suele,  que  lo  hicieron  muí  bien,  dando  crecidas  en- 
tradas, con  que  en  breve  estuvo  formado  el  tercio  y 
cumphdo  el  número.  El  Común  de  Lloxe  también  sir- 
vió con  una  compañía  de  70  hombres;  la  Inquisición 
con  otra;  los  Jueces  con  otra;  de  suerte  que  salieron 
de  Barcelona  2  (í)  hombres:  las  demás  Universidades  y 
Comunes  respectivamente  obraron  lo  que  pudieron; 
acudiendo  todos  á  la  plaza  de  armas  en  la  villa  de  Cer- 
vera,  en  donde  el  S."''  de  la  Mota  esta  va  recogiendo  la 
gente  y  socorros  que  ya  llegavan  de  Francia;  formó  un 
exército  arto  competente,  así  de  cavallería  como  de 
infantería,  y  se  encaminó  á  Balaguer,  y  pasando  por 
aquel  puente,  el  exército  hizo  alto  en  la  villa  de  Me- 
nasgues,  poco  distante  de  las  trincheras  del  enemigo; 
y  puesto  en  forma  de  batalla  su  campo,  despachó  un 
trompeta  á  D.  Felipe  de  Silva,  General  del  Castellano, 
desafiándole  á  batalla  campal;  respondióle  éste  que  la 
orden  que  tenía  de  su  Rey  era  guardar  las  trincheras; 
que  si  él  se  sentía  en  ánimo  de  romperlas,  que  allí  le 
esperaba  sin  pensar  moverse:  estaban  las  trincheras 


155 

mui  altas,  mui  bien  dispuestas,  fuertes,  grandes  fosos, 
los  fortines  buenos  y  bien  guarnecidos  de  artillería,  y 
por  todo  esto  imposibilitado  nuestro  Mariscal  de  rom- 
perlas, aunque  aventurase  el  exórcito  que  llevava. 
Viendo  esta  imposibilidad,  y  que  no  era  tratable  ope- 
ración provechosa,  pasóse  á  un  estrecho  entre  Lérida 
y  Fraga  para  impedir  los  socorros  que  le  entravan  al 
enemigo;  y  aunque  á  los  primeros  pasos  topó  la  cava- 
Hería  con  algún  conboy,  no  vieron  venir  más  porque 
osaron  de  embiar  viendo  allí  nuestro  exército,  y  por- 
que no  necesitaba  el  Castellano,  por  estar  abastecido 
para  muchos  meses  dentro  sus  trincheras.  Los  nues- 
tros pudieron  permanecer  poco  en  aquel  paraje,  por 
falta  de  víveres  y  aguas,  siendo  calurosísimo  el  tiem- 
po; tubieron  Consejo  de  guerra  para  ver  si  se  embes- 
tirían las  trincheras,  pero  todos  dijeron  que  no,  y  así 
se  volvieron  á  pasar  el  río,  fiados  en  el  valor  de  los  si- 
tiados y  de  estar  bien  bastecida  la  plaza. 

CAPÍTULO  159. 

RINDEN  LOS  CASTELLANOS  Á  LÉRIDA  Y  LO  QL"E  SUCEDE  DURANTE  EL  SITIO. 

Tenía  el  S.^^  Mariscal  inteligencia  de  que  dentro  de 
Lérida  havía  muchos  afectos  á  España,  y  que  quando 
se  murmuraba  del  sitio  se  urdía  una  conspiración  en- 
tre los  alevosos  á  la  Corona  para  entregar  la  ciudad 
al  Castellano:  para  la  averiguación  de  esto  y  castigar 
á  los  que  lo  mereciesen,  embió  S.  E.  al  Doctor  Anglesi, 
Juez  del  Real  Consejo,  antes  que  llegase  el  lance  de  si- 
tiar el  Castellano  la  ciudad;  con  que  el  Doctor  Anglesi 
quedó  también  sitiado:  proseguían  los  conspiradores 
durante  el  sitio  en  su  designio  de  disponer  un  motín 
dentro  de  la  ciudad,  y  mientras  los  Gavos  estarían  so- 


156 
segándolo,  hacer  seña  al  Castellano,  darle  entrada  por 
puesto  ya  determinado.  Consentían  en  esto  algunos  de 
los  Paheres  y  parte  del  Consejo;  el  suceso  fue  así:  tenían 
las  juntas  de  la  ciudad  arriva  en  el  Aseo;  asistía  á  ellas 
el  dicho  Anglesi:  dispusieron  un  día  juntarse  en  Conse- 
jo, y  estando  ya  congregados  sobre  otras  materias  mo- 
vióse entre  ellos  alguna  controversia:  quiso  irse  Angle- 
si; pero  el  Paher  en  Cap,  coxiéndole  del  brazo,  le  dijo 
no  se  fuera;  no  bien  esta  va  en  esto,  guando  un  Notario 
se  levantó  de  su  asiento;  embistiendo  por  atrás  al  Doc- 
tor Anglesi  le  dio  de  puñaladas,  de  las  quales  murió  allí 
luego,  y  pusiéronse  mucho  á  vocear  viva  España;  salie- 
ron las  voces  y  extendiéronse  presto,  y  llegando *á  oy- 
dos  del  Governador,  vajava  á  dar  cobro  á  las  puertas, 
quando  vio  que  le  aguardava  uno  de  los  magnates  con 
resolución  de  matarle:  embistió  con  él  á  estocadas,  y 
antes  que  pudiese  disparar  la  pistola  le  dejó  en  tierra  y 
murió  allí;  presumióse  el  Governador  la  calagarda  y 
fué  pronto  á  reforzar  las  puertas  y  muralla:  bailóle  la 
diligencia,  porque  dando  la  seña  al  Castellano  desde 
lo  alf.0  con  una  llamarada,  acudió  á  una  puerta  y  lien- 
zo de  muralla;  pero  hallando  otro  de  lo  que  pensava, 
sólo  le  sirvió  de  perder  no  poca  gente  al  rigor  del  plo- 
mo y  vala,  con  que  se  retiró  harto  corrido.  El  Gover- 
nador, sosegado  el  ruido,  prendió  el  Notario  que  avía 
muerto  á  Anglesi,  y  hecho  quartos  los  sembró  por  las 
partes  públicas  de  la  ciudad,  y  después  hizo  inquisi- 
ción de  los  demás  que  intervenían  en  la  conspiración, 
y  murieron  algunos;  otros  los  embió  presos  con  un 
trompeta  al  enemigo,  y  se  dixo  no  havía  querido  re- 
ci virios;  el  Virrey  dio  quenta  á  la  Reyna  de  este  su- 
ceso, y  S.  M.  embió  á  buscar  dos  niños  que  tenía  el 
Doctor  Anglesi  ya  creciditos,  para  criarlos  allá  y  aco- 
modarlos, y  á  la  madre  de  éstos  y  muger  del  difunto 


157 

se  le  consignaron  500  escudos  sobre  la  Hacienda  real 
mientras  viviese,  todos  los  años,  en  premio  de  los  ser- 
vicios de  su  marido. 

Bolbamos  á  los  del  sitio,  que  se  resistían  bellamente: 
esta  va  bien  fortificado  el  castillo  de  Garden  y  desde  la 
torre  ocasionavan  al  Castellano  mucho  daño,  tanto, 
que  por  tres  veces  intentó  tomarla  con  mucho  esfuer- 
zo; pero  no  pudo  conseguirlo  hasta  la  última,  en  que 
apurado  y  enfadado  echó  pundonor:  se  salió  con  ella,  y 
de  cólera  de  lo  que  le  havía  costado  no  quiso  dar  quar- 
tel  á  algunos  Gavos,  sino  que  los  sentenció;  en  tenien- 
do la  torre  empezó  á  batir  la  ciudad  y  destruirla  con 
bombas,  por  ser  igual  ó  algo  más  eminente  el  terre- 
no. Los  sitiados,  á  vista  del  estrago  que  ocasionava 
la  vatería  y  bombas  de  la  cumbre,  que  se  padecía  y 
de  que  no  avía  esperanza  de  socorro  por  haverse  re- 
tirado nuestro  exército,  trataron  de  rendirse,  capitu- 
lando de  este  modo:  que  rendirían  la  plaza  el  día  3  de 
Agosto  de  1644,  dejándoles  sacar  dos  piezas  de  arti- 
llería y  llevarlas  á  Balaguer;  que  la  soldadesca,  así 
catalana  como  francesa,  con  sus  armas,  bala  en  voca, 
cuerda  encendida,  banderas  desplegadas,  cajas  tem- 
pladas y  con  todos  los  honores  que  se  permiten  en  es- 
tilo militar,  y  que  á  costas  del  Rey  de  Castilla  los  ha- 
vían  de  entrar  en  Francia  por  Fuenterravía;  que  todos 
los  Oficiales  catalanes  tubiesen  el  mismo  pasaporte, 
y  que  los  naturales  que  no  quisiesen  quedar  estubie- 
sen  á  su  livertad:  así  capitularon  y  obraron,  entre- 
gando la  plaza  al  Castellano  el  día  3  de  Agosto  como 
está  dicho. 


158 
CAPÍTULO  160. 

PONE  SITIO  A  TARRAGONA  EL  MARISCAL  Y  LO  QUE  SE  TRAVAJA  EN  ÉL. 

Después  de  reconocidas  las  trincheras  y  haver  visto 
el  S.*^^  de  la  Mota  que  no  podía  sobre  ellas  obrar  cosa 
alguna  para  no  malograr  el  exército  que  tenía  junto, 
con  la  mejor  y  maior  parte  resolvió  ir  sobre  Tarra- 
gona segunda  vez,  y  para  este  efecto  escrivió  al  Du- 
que de  Brese,  que  estava  en  Tolón  con  la  armada  de 
mar  presta  para  hacerse  á  la  vela,  que  él  se  encami- 
nava  por  tierra  sobre  Tarragona,  y  que  así  él  con  la 
armada  por  mar  hiciese  lo  mismo  luego,  y  no  tarda- 
ron unos  ni  otros  en  llegar;  con  brevedad  comenzaron 
á  poner  su  sitio  y  acercarse  quanto  pudieron  con  mu- 
cha celeridad  por  la  parte  del  mar,  y  con  ataques  y 
bravo  valor  ganaron  algunos  fortines  en  poco  tiempo; 
el  enemigo  estava  fuertemente  fortificado  por  la  par- 
te del  mar,  porque  desde  la  ciudad  hasta  bajo  el  puer- 
to era  todo  trincheras,  fortines  y  varios  reductos,  mui 
guarnecido  todo  de  gente,  y  menos  que  empezando  por 
esta  parte  era  imposible  la  expugnación  de  la  ciudad, 
para  lo  que  se  dispuso  luego  la  batería  y  ataques. 

La  mañana  del  día  22  de  Agosto  de  1644  hizo  sur- 
tida el  enemigo  gozando  la  ocasión  de  una  lluvia  que, 
haviendo  durado  toda  la  noche,  puso  á  los  nuestros 
casi  inútiles;  salió  con  quatro  batallones  de  caballería 
por  el  baluarte  nuevo  que  mira  á  Gonstantí,  y  con  30 
caballos  y  parte  de  infantería;  por  la  surtida  que  mira 
al  Puerto  y  la  brecha  que  nuestra  batería  avía  avier- 
to  dieron  los  30  cavallos  ó  infantería  sobre  la  van- 
guardia de  nuestros  ataques,  cerrando  sobre  la  misma 


159 
batería  los  cavallos,  y  encontraron  tan  despavoridos 
á  los  que  guardavan  la  vatería,  que  totalmente  esta- 
van  inútiles  para  las  armas.  Enclavaron  quatro  caño- 
nes de  los  seis  que  havía,  y  los  dos  hu viera  sido  lo 
mismo  á  no  defenderlos  los  catalanes;  pero  aprovechó 
poco  la  enclavadura,  pues  antes  de  media  ora  estuvie- 
ron desenclavados  con  admiración  de  todos  y  terror 
del  Castellano.  Los  ataques  iban  á  mucha  desorden; 
pero  el  Marqués  de  la  Trusa,  Mariscal  de  campo  que 
los  governava,  sobrevino  con  tal  ímpetu,  y  luego  el  se- 
ñor Mariscal  con  el  rejimiento  de  Champaña,  siguien- 
do los  regimientos  franceses  en  aquella  abrigada  con 
los  dos  tercios  catalanes;  Don  Joseph  Sacosta  del  Ba- 
tallo y  Don  Alexo  Semmanat,  de  Barcelona,  rechazaron 
al  enemigo  con  gran  valor,  y  la  cavallería  nuestra  de 
gente  de  armas  acuchillando  á  la  enemiga  la  acom- 
pañó hasta  la  puerta  de  la  surtida,  y  la  infantería  cas- 
tellana se  retiró  entre  tanto  por  la  brecha,  haviendo 
retirado  algo  antes  los  quatro  batallones  por  la  misma 
surtida  del  baluarte  nuevo;  quedaron  eridos  de  suposi- 
ción en  nuestro  exército  el  Maestre  de  campo  de  Cham- 
paña en  un  brazo  y  un  Capitán,  suio  el  Teniente  Co- 
ronel del  tercio  de  S.  E.  murió,  y  entre  otros  Oficiales 
ordinarios  y  algunos  soldados  hasta  el  número  de  30. 

El  día  23  resolbió  el  señor  Mariscal  dar  un  abance 
á  la  brecha  que  nuestra  batería  avía  hecho  sobre  el 
molino  del  puente,  con  intención  de  ganar  el  puerto, 
y  para  este  efecto  se  escogieron  de  los  tercios  france- 
ses y  catalanes  los  soldados  catalanes  mexores.  Suplicó 
á  S.  E.  Don  Joseph  Sacosta  le  hiciese  merced,  y  fué 
electo  su  Sargento  maior  Joseph  Tord  y  Paguera  para 
governar  y  mandar  los  300  catalanes  que  se  havían 
nombrado  de  los  tercios  del  país. 

Á  24  á  las  quatro  de  la  tarde  se  empezó  el  asalto: 


160 

fué  nombrado  para  embestir  la  brecha  el  Conde  de  Be- 
liar,  Maestre  de  campo  de  infantería,  con  los  soldados 
de  su  regimiento  y  del  de  Vervi;  al  Capitán  Joseph  de 
Basedos  del  tercio  de  Sacosta,  con  40  soldados,  Alfé- 
rez y  dos  Sargentos,  se  le  ordenó  siguiese,  como  lo 
hizo  el  Conde  de  Bellac;  los  regimientos  de  España  y 
la  Marina  fueron  nombrados  para  la  mampostería  y 
mantener  los  que  embestían  la  brecha.  Dava  calor  en 
persona  S.  E.  á  este  asalto  acompañado  del  Marqués 
de  la  Trusa,  del  de  Farrisiera,  del  de  Bauduy  y  mu- 
chos otros  Oficiales  franceses,  particularmente  de  Mo- 
siur  Gostella,  que  vino  en  lugar  del  Marqués  de  Vi- 
llarue,  y  quedó  erido  de  un  mosquetazo. 

Embistió  por  la  parte  del  Puerto  el  señor  de  Terrall 
con  cien  cavallos,  y  el  Sargento  maior  Tord  con  300 
catalanes  de  diferentes  tercios;  á  éste  se  le  mandó  lue- 
go ir  á  la  torre  de  los  Capuchinos  para  impedir  la  sur- 
tida de  la  cavallería  castellana  que,  aunque  salió  tres 
veces  con  gran  pujanza  y  furor,  otras  tantas  fué  re- 
chazada de  los  catalanes  con  su  acostumbrado  valor. 
Aliáronse  en  esta  función  el  Capitán  Jayme  Portiales, 
el  Capitán  Joseph  Basedas  y  sus  Alféreces,  el  Ayudan- 
te Joseph  Oseras,  Pons  de  Fox  y  seis  Sargentos:  éstos 
eran  del  tercio  de  Sacosta,  llamado  el  batallón  del  ter- 
cio de  Semmenat,  el  Capitán  Isidro  Gorchs  y  su  Alfé- 
rez. Del  tercio  de  D.  Jaime  de  Eril,  el  Capitán  Modo- 
lell,  su  Alférez  y  quatro  Sargentos.  De  Barcelona  el  Ca- 
pitán Portell,  Gorchs,  sus  Alféreces  y  quatro  Sargen- 
tos, los  quales,  con  los  300  catalanes  que  iban  á  cargo 
del  Sargento  maior  Torel,  pelearon  con  tal  valor,  que 
dejaron  eterna  su  memoria  en  los  anales  de  la  fama, 
imitando  á  sus  pasados,  que  supieron  ganar  reynos:  á 
boca  llena  lo  publican  franceses;  con  arto  sentimiento 
lo  experimentan  los  castellanos.  Murieron  en  esta  fun- 


i61 

ción  un  Sargento  del  tercio  de  Sacosta ,  seis  infantes, 
y  quedaron  eridos  tres  de  los  franceses:  algunos  bien 
que  pudieron  causar  embidia  por  su  intrépido  valor, 
que  no  puede  tener  ponderación. 

La  armada  de  mar  obró  tan  prodigiosamente,  que  á 
ella  se  le  puede  dar  el  lauro  de  este  suceso,  porque 
puesta  en  orden,  empezó  á  disparar  con  tal  furia  y 
continuación,  que  parecía  un  continuo  trueno  y  un 
granizo  de  valas  que  llovía  sobre  aquel  puerto;  de  mo- 
do que,  viendo  el  enemigo  tanto  orror  y  inopinado  va- 
lor y  estruendo,  y  verse  por  las  milicias  embestido  y 
roto,  desesperado  de  poderse  conservar,  se  retiró  á  la 
plaza  arto  corrido,  dejando  el  puerto  y  sus  fortifica- 
ciones. Gastaron  los  navios  y  galeras  en  este  comba- 
te de  pocas  oras  80  (E)  libras  de  pólvora  y  5®  814  ba- 
las de  artillería:  el  asalto  se  dio  entre  seis  y  siete  de  la 
tarde,  y  en  menos  de  media  ora  tubimos  por  nuestras 
las  fortificaciones,  menos  la  torre  del  puerto,  que  la 
guarnecían  quince  soldados  con  tres  piezas  de  artille- 
ría; pero  antes  de  amanecer  estuvo  rendida. 

Tenían  los  nuestros  los  ataques  algo  más  allá  de  los 
Capuchinos,  cerca  el  baluarte  de  San  Francisco,  con 
esperanza  de  que  presto  estaría  junto  á  la  muralla. 
S.  E.,  con  incansable  valor  y  infatigable  cansancio  y 
cuidado,  asistió  de  día  y  de  noche  al  travajo  de  los 
abances  y  obras  para  acercarse  á  la  muralla,  dando  á 
cada  soldado  que  travajava  un  doblón  por  día  y  otro 
por  la  noche,  y  animando  personalmente  á  los  gastas- 
dores  y  soldados,  y  llegó  á  poner  con  esto  cuidado  á 
la  batería,  á  los  baluartes  de  San  Francisco  y  Santa 
Clara,  sin  permitir  avitase  en  ellos  persona  alguna. 


Tovo  vxiv  11 


Í62 


CAPITULO  161. 

LEVÁNTASE  EL  SITIO  DE  TARRAGONA:  DÍCESB  LA  CAUSA. 

Estando  las  cosas  del  sitio  de  Tarragona  en  el  esta- 
do que  se  acava  de  leer  el  día  14  de  Septiembre  de 
1644,  repentinamente,  y  sin  consejo  alguno,  mandó  el 
señor  Mariscal  retirar  y  embarcar  la  artillería  de  la 
batería  y  todos  los  pertrechos  que  pudo,  dejando  una 
inmensa  cantidad  de  artificios  de  guerra  que  había 
sacado  de  la  Atarazana  de  Barcelona  con  muchas  bar- 
cas, que  era  pasmo  ver  tanto  maderaje,  como  son  trin- 
cheras, galerías  para  fabricar  ornillos,  parapetos,  una 
máquina  de  sesteros  para  la  artillería,  espuertas  para 
formar  trincheras,  palas  de  yerro,  azadones,  picos, 
capazos  y  otros  instrumentos  que  quien  no  lo  vio  no 
puede  encarecerlo;  y  aunque  quemaron  lo  que  pudie- 
ron, lo  más  quedó  allí,  sin  aver  aprovechado;  ni  aun 
los  vivanderos  pudieron  recojer  las  vituallas,  unos  por 
no  tener  el  vagaje,  y  otros  por  no  tener  las  barcas; 
que  por  salvar  la  vida  todos  siguieron  el  exército,  y 
aunque  muchos  rompieron  las  cubas,  con  todo  queda- 
ron en  las  trincheras  muchísimas  vituallas;  el  exérci- 
to marchó  á  Urgel  y  la  armada  á  Marsella  y  Tolón, 
dejando  al  enemigo  libre  y  bien  acomodado  de  per- 
trechos y  víveres.  Publicóse  por  cosa  cierta  que  el  se- 
ñor Mariscal  ha  vía  sitiado  á  Tarragona  sin  orden,  y 
que  desesperado  del  suceso  de  Lérida  y  no  saver  qué 
hacerse  de  la  gente,  emprendió  esa  facción  sin  tener 
bastante  exército,  porque  no  pasava  de  6  á  7  ®  hom- 
bres, y  que  le  vino  orden  de  París  para  que  levantase 
el  sitio  y  fuese  al  llano  de  Urgel  para  detener  al  ene- 


163 

migo,  que  como  señor  de  la  campaña  hacía  quanto 
quería.  Y  ésta  fué,  dicen,  la  causa  de  tan  inopina- 
da resolución,  y  parece  lo  permitió  Dios  porque  se 
movieron  unas  lluvias  tan  crecidas  que  duraron  ocho 
días  continuos,  y  es  cierto  se  huvieran  perdido  todos 
en  las  trincheras,  porque  en  la  Sagarra  hicieron  gran- 
dísimo daño  y  se  anegaron  muchísimos  franceses,  que 
los  hallaron  muertos  por  los  caminos,  y  en  Tarraga  el 
agua  derrivó  la  iglesia  maior  y  el  convento  de  San 
Agustín,  en  donde  perecieron  más  de  300  franceses,  y 
en  otras  partes  también.  De  otra  parte,  la  Mota  era 
poco  ovedecido  y  menos  temido  de  los  militares,  por- 
que havía  muchos  de  suposición  maior  que  no  él,  y 
havía  llegado  al  extremo  que,  por  no  darle  á  él  la  glo- 
ria de  las  azañas,  no  sólo  no  se  aconsejavan  y  ovede- 
cían  lo  que  convenía,  sino  que  obravan  todo  al  con- 
trario, y  la  lástima  era  que  lo  padecía  el  país  sin  te- 
ner culpa.  Aquarteláronse  las  tropas  por  el  Urgel  pa- 
ra custodia  del  país  y  de  la  cosecha. 

CAPÍTULO  162. 

EMBIAN  SINDICO  Á  PARÍS  LOS  CONSISTORIOS:  ES  FRANCISCO  SALA. 

Viendo  la  Diputación  y  ciudad  los  desórdenes  de  la 
guerra,  y  que  todo  el  año  de  1644  avía  sido  perder  y 
más  perder  por  estar  los  cavos  encontrados,  resolvie- 
ron embiar  síndico  ó  embajador  á  París  para  dar  ra- 
zón de  lo  que  pasava  y  solicitar  algún  consuelo  con 
mejores  Generales:  nombraron  para  esta  embajada  á 
Don  Francisco  Sala,  hombre  de  famosos  respetos  y 
muy  ladino:  hiciéronlo  partir  á  toda  diligencia,  y  con 
la  misma  llegó  á  París,  y  á  boca,  ynformó  á  la  Reyna 
por  menudo  de  quanto  aquí  pasava:  de  la  poca  esti- 


164 
mación  que  se  hacía  de  la  Mota;  de  cómo  los  españo- 
les iban  victoriosos  y  los  nuestros  amedrentados;  de 
que  podía  temerse  algún  movimiento  aun  en  los  más 
bien  intencionados;  de  cómo  havía  muchos  mal  afec- 
tos á  su  real  corona  que  iban  impresionando  en  los 
naturales  mucha  desconfianza,  persuadiendo  que  ya 
Francia  declinava  en  su  poder  y  que  se  retiraría  de- 
jándonos desamparados  y  expuestos  á  mil  desdichas  y 
abatimientos,  y  que  por  todos  estos  motivos  se  supli- 
cava  á  S.  M.  tubiese  á  bien  de  embiar  algún  Príncipe 
de  la  sangre  con  maior  poder  para  que  fuese  más  ove- 
decido  de  los  soldados,  temido  de  los  enemigos  y  ama- 
do de  los  catalanes:  de  estas  razones  y  de  otras  de  igual 
ponderación,  compuso  su  embajada  y  representación; 
hízolo  también  á  los  primeros  Ministros,  y  después  de 
haberlo  consultado  y  premeditado  en  los  Consejos  sie- 
te meses,  que  tanto  estuvo  en  París  el  D."  Francisco 
Sala,  se  resolbió  embiar  un  numeroso  exército  á  Ca- 
taluña, y  que  se  pusiese  todo  esfuerzo  en  echar  de  la 
provincia  al  español  y  que  viniese  por  general  Enri- 
que de  Lorena,  Conde  de  Ancourt:  tomada  esta  reso- 
lución, se  dio  toda  prisa  á  la  formación  del  exército  y 
avío  de  las  tropas,  y  el  Embajador  se  despidió  de  la 
Reyna  y  Consejeros  y  de  S.  A.  La  Reyna  le  regaló  con 
una  preciosa  cadena  y  una  efigie  con  una  medalla  del 
Rey.  Llegó  á  Barcelona  D."  Francisco  Sala,  y  con  la 
noticia  de  lo  que  se  havía  resuelto  y  la  palabra  de  la 
Reyna  de  sacar  de  Cataluña  al  Castellano,  se  animó 
mucho  la  gente. 


165 


CAPÍTULO   163. 


MUERTE  Y  EXEQUIAS  DE  URBANO  8.«,  Y  ELECCIÓN 
DE  INOCENCIO  DÉCIMO. 


Murió  en  Roma  la  Santidad  de  Urbano  octavo  á  29 
de  Junio  de  1644,  á  las  once  oras  del  relox  de  Italia. 
Governó  la  tiaría  28  años  con  el  maior  acierto  que 
Pontífice  alguno:  celebráronse  las  exequias  por  diez 
días  continuos,  como  es  estilo.  Llegó  la  nueba  á  Bar- 
celona, y  en  la  Seo  se  hizo  un  gran  capilardente,  y 
por  todas  las  iglesias  se  celebraron  exequias  con  gran 
solemnidad  y  concurso  de  gente,  tocando  muchos  días 
antes  las  campanas  como  se  acostumbra.  Difunto  Ur- 
bano y  echas  aquellas  disposiciones  que  se  acostum- 
bran y  aver  el  Colegio  cardenalicio  hecho  todo  esfuer- 
zo y  puesto  todo  cuidado  en  evitar  los  desórdenes  que 
suelen  suceder  en  las  vacantes,  prohiviendo,  vajo  gra- 
vísimas penas,  el  traer  armas,  y  el  encargarse  de  la 
observancia  y  vigilancia  para  la  quietud  de  Roma  el 
Excmo.  Señor  Príncipe  Savelli,  Governador,  y  distri- 
buida soldadesca  en  catorce  puestos  de  la  ciudad,  se 
trató  de  entrar  al  cónclave:  para  la  nueva  elección  es- 
tubieron  juntos  ya  los  Cardenales  que  se  ha  vían  de 
juntar  el  día  9  de  Agosto  de  1644,  y  estuvieron  cerra- 
dos en  cónclave  hasta  el  día  15  de  Septiembre  á  me- 
dio día;  en  este  intermedio  se  repetían  las  rogativas 
por  la  elección,  y  á  ocasión  de  dilatarse  más  de  lo  que 
pensavan,  sucedían  algunas  revoluciones  en  el  pueblo; 
en  fin,  el  día  15  de  Septiembre,  á  medio  día,  se  publi- 
có la  elección  en  el  señor  Cardenal  Pamphilio,  que  se 
llamó  después  Inocencio  décimo.  Abrieron  el  cóncla- 
ve; salieron  los  señores  Cardenales  con  su  Santidad, 


<66 

vestido  ya  de  pontifical  en  su  silla;  lleváronlo  á  la 
iglesia  de  San  Pedro,  y  antes  de  entrar  le  hicieron  la 
segunda  adoración;  entraban  en  la  iglesia,  y  puesto 
en  el  solio  le  hicieron  tercera  adoración,  y  luego  el 
castillo  de  San  Angelo  disparó  la  artillería  y  las  mili- 
cias hicieron  la  salva;  no  es  menester  decir  quál  estaría 
la  iglesia  y  plaza  de  San  Pedro  de  gente,  que  arto  lo 
juzgará  qualquier.  La  elección  fué  muy  aplaudida  y 
festejada  de  todos,  así  Principes  y  señores  como  el  pue- 
blo, con  luminarias  y  otras  demostraciones  públicas. 

CAPÍTULO  164. 

GANAN  Á  BALAGÜER,  AGRAMUT  Y  AGER  LOS  CASTELLANOS. 

Viéndose  el  Castellano  señor  de  la  campaña,  vic- 
torioso con  el  suceso  de  Lérida,  y  que  nuestro  exórci- 
to  no  le  dava  ni  le  podía  dar  embarazo  por  lo  desmem- 
brado que  se  hallava,  marchó  sobre  Balaguer,  que  mal 
fortificado  con  guarnición  francesa  y  muchos  de  los 
ciudadanos  que  desea  van  bolber  al  dominio  de  Espa- 
ña, á  poco  sitio  y  batería,  aunque  la  puso  por  ésta  y 
por  otra  parte  del  río  Segre,  se  rindió  el  Governador 
desesperado  de  socorro,  sacando  por  pactos  que  con 
sus  armas  y  vanderas  dejasen  bolber  la  guarnición  al 
exército  francés:  así  se  le  permitió,  y  entraron  los 
castellanos. 

Tomado  Balaguer,  embiaron  un  trompeta  á  la  villa 
de  Agramurt,  diciendo  se  rindiese  á  buena  guerra.  En 
esta  población  havía  muchos  mui  afectos  á  España;  y 
persuadidos  todos  de  que  no  se  les  tocaría  nada  de  sus 
haciendas,  se  rindieron  luego  temerosos  de  que  en- 
trándolos á  fuerza  no  les  dejarían  cosa  alguna.  Entra- 
ron los  castellanos  y  fortificáronlo  un  poco;  en  Agrá- 


i  67. 
mut  havían  retirado  los  del  llano  de  Urgel  toda  la  co- 
secha y  panes  con  que  el  Castellano  proveyó  su  exór- 
cito,  y  Lérida  quanto  quiso  porque  havía  muchísimo 
trigo:  bien  es  verdad  se  publicó  que  lo  pagaron  con 
mui  buenos  reales  de  á  ocho,  y  que  á  carretadas  lle- 
vavan  el  trigo  á  Lérida;  rindiéronse  aquellos  lugares 
circunvecinos  por  no  tener  resistencia  alguna. 

Á  todo  esto  se  estava  quieto  el  señor  de  la  Mota  con 
su  exército  en  la  villa  de  Gervera,  fortificándola  en 
gran  manera,  ya  por  ser  plaza  de  armas,  ya  por  estar 
aniquilada  de  gente  y  ya  porque  ni  aun  para  defen- 
derse tenía  bastantes  tropas,  y  porque  temían  el  Cas- 
tellano no  diese  sobre  Cervera,  porque  vatiendo  la  en- 
trada por  todo  el  Urgel  llega  va  hasta  la  misma  villa, 
estando  en  esta  postura,  el  día  que  menos  se  pensaron 
dio  el  Castellano  sobre  la  villa  y  castillo  de  Ager,  en 
donde  estava  de  guarnición  D.  Phelipe  de  Eril  con  lo 
mejor  de  su  tercio  y  parte  del  de  Sacosta,  que  era  lo 
más  y  lucido  del  batallón.  Governávalo  D.  Phelipe. 
Luego  que  lo  supo  el  8.°'^  Mariscal,  que  se  hallava  en 
Cervera,  embió  parte  de  su  exército  de  cavallería  é 
infantería  para  socorrerlos;  pero  halló  al  enemigo  tan 
fortificado  en  sus  trincheras,  que  no  fué  posible  soco- 
rrerlos ni  romper  el  cerco.  Los  de  adendro  padecían 
de  ambre,  porque  los  cogieron  los  sitiadores  sin  pre- 
vención alguna,  con  que  se  huvieron  de  rendir  los 
nuestros  á  merced  de  señor  que  por  catalanes  no  pu- 
dieron mejorar  los  pactos.  Eran  pasados  de  300  y  la 
mejor  gente  de  la  campaña.  Entráronla  por  Castilla, 
sin  querer  admitir  trueque,  aunque  los  da  van  dos  y  tres 
de  los  suios  por  uno  de  los  nuestros;  fortificáronse  los 
castellanos  y  pusieron  guarnición,  y  nuestras  tropas  se 
retiraron  á  Cervera,  que  estávamos  ya  en  Noviembre. 


CAPITULO  165. 

LLAMAN  A  PARÍS  AL  MARISCAL  LA  MOTA  Y  LO  QUE  SE  MURMURÓ  DEL. 

Á  25  de  Noviembre  1644  vino  de  Gervera  á  Barce- 
lona el  S.^'^  Mariscal  de  la  Mota,  Virre}^  de  este  Prin- 
cipado y  Duque  de  Cardona,  electo  por  la  Magestad 
Xpma.  de  Luis  treceno,  que  Dios  haya.  Entró  con  su 
acostumbrada  guardia  de  las  caravinas;  saliéronle  á 
recivir  el  Governador  y  algunos  cavalleros  que  se  alla- 
van  en  Barcelona,  acompañándolo  á  su  acostumbrado 
palacio;  dentro  pocos  días,  fué  á  la  casa  de  Diputación 
y  Ciudad  á  despedirse,  porque  con  orden  expreso  le 
llama  van  á  París;  dexá  vanos  á  todos  con  gran  descon- 
suelo y  pena  su  partida,  porque  le  devía  mucho  esta 
provincia;  en  lo  más  arduo  y  recio  de  sus  travajos  dié- 
ronselo  á  conocer  los  Consistorios  con  demostraciones 
de  mucho  dolor;  correspondió  S.  Ex.^  con  iguales  de  su 
mucho  cariño  y  rendidos  ofrecimientos,  asegurando  lo 
hallarían  siempre  á  su  disposición;  el  día  7  de  Diciem- 
bre 1644  oyó  misa  en  la  capilla  de  Santa  Eulalia  en  el 
Aseo,  y  despedido  de  la  Santa,  partió  desde  allí  en  su 
carroza  á  Francia,  acompañándole  el  Governador  y  al- 
gunos cavalleros  hasta  fuera  de  la  ciudad.  Llegó  por 
sus  jornadas  hasta  la  ciudad  de  León  de  Francia,  en 
donde  por  orden  de  la  Reyna  quedó  preso;  hacíanle 
(según  se  dijo)  cargo  de  la  pérdida  de  Lérida,  de  que 
saviendo  que  el  enemigo  juntava  su  exército  á  la  par- 
te de  Fraga,  él  se  esta  va  en  Barcelona  divirtiéndose 
en  festines  y  en  saraos;  de  que  no  reconoció  ni  proveió 
de  basümentos  la  plaza,  pues  á  estarlo,  no  la  hubieran 
rendido  tan  presto;  y  también  del  descuido  y  omisión 


169 
en  hacer  venir  las  tropas  de  Francia  y  hacer  juntar  el 
exórcito,  porque  á  no  haber  ávido  en  esto  tanto  des- 
cuido, ni  lo  hubieran  derrotado  sobre  el  socorro  de 
Lérida,  ni  arrinconado  todo  aquel  año  de  1644,  que  no 
hizo  sino  ir  de  caída:  por  éstos  y  otros  cargos  fué  pre- 
so con  guardas  de  vista  en  Lión.  Despojáronle  del  du- 
cado de  Cardona  con  pretexto  de  que  quando  el  Rey  le 
hizo  ]a  merced,  no  savia  qué  estado  era  éste,  y  que,  á 
saberlo,  no  lo  huviera  empleado  en  sujeto  de  tan  vaja 
esfera  como  era  la  Mota,  aunque  las  armas  le  tuvieron 
elevado  á  tanta  altura:  resérveselo  S.  M.  para  em- 
plearlo en  persona  más  digna.  Poco  se  le  debió  dar  al 
Mariscal  esto,  pues  le  cogía  después  de  haver  embia- 
do  á  su  casa  mucha  riqueza  que  hera  de  los  Duques  de 
Cardona  que  la  halló  empañada,  como  es  mucha  can- 
tidad de  oro  y  de  plata  labrada;  mucha  tapicería  de  oro 
y  seda,  que  era  lo  mejor  que  tenían  los  Duques  y  de 
inestimable  valor;  muchísimo  dinero  y  muchos  y  bue- 
nos cavallos  que  ha  vía  tomado  al  Castellano  en  varias 
ocasiones  de  refriega:  con  que  llegando  la  caída  en 
ocasión  de  estar  tan  rico,  ni  devió  ser  grande,  ni  pudo 
sentirla  tanto.  Y  fué  la  común  opinión  que  la  emula- 
ción y  embidia  de  los  Cavos  franceses,  viendo  lo  que 
se  avía  aprovechado,  no  pararon  hasta  que  le  derri- 
varón  del  puesto  y  de  la  fortuna  que  goza  va:  no  se 
supo  en  qué  paró  su  causa. 

CAPÍTULO  166. 

INTENTAN  LOS  CASTELLANOS  OCUPAR  Á  TREMP  Y  NO  LO  CONSIGUEN. 

Por  dos  ó  tres  veces  quiso  el  Castellano  hacerse  due- 
ño de  la  Cerca  de  Tremp  y  aquel  país;  pero  otras  tan- 
tas fué  rechazado  y  bien  destrozado  por  los  mismos 


470 
paisanos  con  mucha  vizarría  y  como  quien  savia  me- 
jor que  el  Castellano  lo  que  era  el  terreno  tan  quebra- 
do y  áspero  de  su  naturaleza,  que  cuando  menos  se  ca- 
tava  se  veía  cortado  por  todas  partes.  La  última  vez 
que  lo  intentó  fué  por  el  mes  de  Diciembre  1644,  em- 
peñándose tan  adentro  de  las  montañas,  que  quiso  lle- 
gar hasta  la  villa  de  Tremp";  y  súpolo  el  Governador 
de  aquel  país,  que  era  D.  Jph.  Rocabruna,  y  preve- 
nido con  la  gente  de  los  lugares  y  acompañado  de  su 
acostumbrado  valor,  dio  sobre  el  enemigo  destropeán- 
dole,  con  tanta  pérdida  de  gente,  que  desunidos  tiró  á 
salvarse  cada  uno  como  pudo  y  perdieron  la  gana  de 
bolber  otra  vez. 

CAPITULO  167. 

PROCURAN  LOS  FRANCESES  RECUPERAR  Á  AGER:    NO  LO  LOGRAN. 
LA  GUARNICIÓN  DE  ROSAS  HACE  SURTIDA. 

Estándose  nuestras  tropas  ó  exército  fortificado  en 
la  villa  de  Gervera  y  algunos  lugares  de  la  Sagarra  y 
llano  de  Urgel,  quisieron  hacer  una  interpresa  de  la 
villa  y  castillo  de  Ager,  ofreciéndoles  la  entrada  unos 
clérigos  de  Ager  por  las  espaldas-  de  la  iglesia;  y  así, 
fué  una  noche  parte  de  cavallería  y  infantería  y  alia- 
ron la  guarnición  de  la  villa,  que  eran  84  hombres 
con  su  Cavo,  adormida  por  sus  cuarteles,  con  que  sin 
resistencia  alguna  los  rindieron:  sacáronlos  de  la  villa 
por  temor  de  socorro.  Los  del  castillo  sintieron  el  es- 
truendo, y  sin  permitir  entrada  á  nadie  se  cerraron  y 
fortificaron  dentro,  disparando  fieramente.  Estuvie- 
ron los  nuestros  ocho  días  en  la  villa  aguardando  so- 
corro, pero  por  temor  del  enemigo  no  osó  el  General 
socorrerlos;  y  sonando  de  que  el  enemigo  venía  á  so- 
correr el  castillo,  desampararon  los  nuestros  la  villa. 


Llegaron  los  castellanos  y  hicieron  estrado  por  aver 
dado  ocasión  los  de  Ager  á  aquella  interpresa.  Allá- 
vase  en  aquella  función  Hierónimo  de  Calders,  cava- 
llero  catalán,  y  vino  á  Barcelona  comboyando  los  84 
prisioneros. 

Allávase  en  Castellón  de  Ampurias  y  lugares  cir- 
cunvecinos parte  de  la  infantería  del  batallón  con  una 
poca  de  cavallería  francesa  para  detener  en  algo  ó 
evitar  las  surtidas  que  hacía  la  guarnición  de  Rosas 
y  pillaxes  y  sacos  que  á  menudo  dava  por  aquel  país. 
Tenía  el  Castellano  gran  cuidado  y  vigilancia  en  cómo 
podría  destrozar  esta  gente,  para  con  más  desemba- 
razo poder  executar  las  surtidas,  y  para  esto  tenían 
sus  espías,  que  nunca  faltaron  traidores;  y  sa viendo 
un  día  que  estavan  los  nuestros  descuidados,  salió  mu- 
cha infantería  y  cavallería  de  Rosas  y  dieron  sobre 
los  nuestros  con  grande  furia;  y  como  eran  todos  sol- 
dados veteranos  y  los  nuestros  apenas  sabían  jugar  las 
armas,  porque  de  una  leva  nueva  avía  poco  que  los 
havían  llevado  allí,  se  atemorizaron,  aiudando  á  ello 
el  que  la  cavallería  francesa,  afiirdida  del  ímpetu  de 
los  castellanos,  bolbió  las  espaldas ,  dejando  la  pobre 
infantería  sin  abrigo  ni  amparo  alguno:  entre  muer- 
tos y  presos,  que  se  llevaron  á  Rosas,  perdimos  qua- 
trocientos  iníantes  en  este  encuentro.  Y  sucedió  que  se 
hallava  ya  en  Perpiñán  el  Conde  de  Ancourt,  que  ve- 
nía por  Virrey  y  Capitán  general  de  Cataluña. 

CAPÍTULO  168. 

ENTRADA  Y  JURAMENTO  DE  VIRREY  DEL  CONDE  DE  ANCOURT 
Y  ENTRADA  QUE  LE  HACE  BARCELONA. 

Ya  queda  referido  cómo  condescendió  la  Reina 
Xpma.  á  las  súpUcas  de  esta  provincia  en  darnos  un 


Í72 

Capitán  general  de  toda  suposición,  y  que  se  nombró 
al  S.*^""  Enrique  de  Lorena,  Conde  de  Ancourt,  Prínci- 
pe de  la  sangre,  y  de  tan  conocido  valor  como  publi- 
can las  Vitorias  que  dio  á  la  Corona  en  los  países  de 
Flandes  y  en  la  Italia  sobre  el  Casal,  y  tan  respetado 
y  ovedecido  de  los  suios  como  temido  de  los  enemi- 
gos; procuróse  despachar  S.  A.  y  que  las  tropas  vinie- 
sen delante,  y  para  que  acavasen  de  pasar  algunas,  se 
detubo  algunos  días  en  Perpiñán,  y  también  para 
ajustar  el  día  de  su  entrada,  que  fué  el  22  de  Marzo 
de  1645,  y  para  ese  día  llamó  la  ciudad  sus  quatro 
tercios;  y  municionando  la  gente  y  señalando  á  cada 
uno  sus  puestos,  se  dispuso  que  desde  la  Cruz  de  San 
Francisco  hasta  su  palacio,  por  todas  las  calles  y  pues- 
tos por  donde  S.  A.  pasaría,  fuese  una  calle  de  milicia 
que  le  fuesen  repitiendo  salvas,  empezando  desde  la 
Puerta  Nueva,  San  Agustín,  Capilla  de  Mereus,  calle 
de  Moneada,  Born,  y  por  donde  suele  pasar  la  proce- 
sión del  Corpus,  hasta  la  Seo:  tocó  al  tercio  de  Galce- 
rán  Durai  el  puesto  desde  la  Puerta  Nueva  hasta  la 
Cruz  de  San  Francisco. 

Llegó  el  día  señalado,  y  puestas  las  miUcias  en  for- 
ma, á  las  tres  de  la  tarde  salió  el  Governador  D.  Joseph 
Margarii  con  muchos  cavalleros  catalanes,  todos  com- 
pitiéndose en  riquísimas  galas  y  adrezos;  salieron  los 
Diputados  con  su  acostumbrada  comitiva,  y  tras  de 
éstos  los  Conselleres  con  lucido  acompañamiento:  en- 
contraron á  S.  A.  pasada  la  Cruz  de  San  Francisco, 
cerca  el  Molino  de  Cardonell,  en  donde  el  Doctor  Agi- 
la,  Conseller  en  Cap,  dio  su  embajada  en  nombre  de 
la  ciudad,  y  cumplidas  las  acostumbradas  cortesanías 
se  dispuso  la  entrada  así: 

Venían  quatro  Gentiles  hombres  ó  alabarderos  á 
pie  y  en  cuerpo  con  sus  alavardas,  con  librea  azul  y 


173 

en  trajes  de  suizos,  con  mucha  guarnición  de  pasama- 
nes de  seda  todo  el  vestido;  seguían  20  acémilas  con 
ricos  reposteros  que  traían  la  repostería  ó  cámara  del 
Príncipe;  tras  de  éstos  venía  el  Capitán  de  la  Guardia 
ricamente  vestido,  tres  trompetas  con  librea  de  S.  A., 
á  quien  seguían  cien  soldados  de  á  cavallo,  que  era  la 
guardia  de  la  persona,  con  librea  azul  y  capas  del  mis- 
mo color  con  pasamanes  de  plata.  Luego  entravan  los 
cavalleros  catalanes,  precediendo  el  Governador  Mar- 
garit;  D.  Joseph  Dárdena,  General  de  la  cavallería 
catalana,  y  algunos  Capitanes  de  la  misma  cavallería 
con  famosas  galas;  sucedían  los  maceres  de  Diputa- 
ción, Consejos  y  Ciudad,  y  después  los  puertos  por  su 
orden,  y  por  último  S.  A.,  dándole  el  Conseller  en 
Cap  la  mano  derecha;  venía  el  Príncipe  sobre  un  her- 
moso caballo  ricamente  enxaezado:  la  clin  dava  casi 
á  tierra;  el  aderezo  era  nácar  y  oro,  y  la  cola  con  tal 
artificio,  y  aderezada  tan  ricamente,  que  era  de  admi- 
rar; el  vestido  de  S.  A.,  ó  la  casaca,  era  color  platea- 
do el  calzón  y  capa  colorado;  pero  tan  quajado  todo  de 
oro  que  apenas  se  divisava  otra  cosa,  y  así  la  persona, 
como  el  adrezo  del  cavallo,  iban  tan  ricos,  que  era  de 
incomparable  valor;  era  S.  A.  de  media  estatura, 
grueso  de  cuerpo,  colorado  de  rostro  y  muy  afable;  el 
cavello  rubio.  Llevaba  el  sombrero  en  la  mano  siem- 
pre, y  con  rostro  mui  risueño  manifestava  el  gozo  y 
alegría  interior:  dióse  orden  que  hasta  aver  pasado 
S.  A.  ninguno  disparara.  Llegó  á  la  Puerta  Nueva,  y 
allí  hizo  salva  la  artillería  de  aquellos  puertos:  en  la 
punta  de  diamante  del  fuerte  de  la  Puerta  ha  vía  una 
bandera  de  la  ciudad  con  un  pedazo  de  infantería,  que 
también  hizo  su  salva  quando  la  artillería.  Llegó  al 
Aseo  por  los  puestos  ya  referidos,  estando  todos  sem- 
brados de  soldadescas  como  se  ha  dicho;  tómesele  el 


174 
juramento  como  .se  acostumbra;  estava  dada  la  orden 
que  mientras  el  juramento  se  mudasen  las  milicias  á 
las  otras  calles  por  donde  se  havía  de  pasar,  que  eran 
Plaza  Nueva,  Puerta  Ferriza,  y  por  la  rambla  hasta  el 
Llano  de  San  Francisco,  en  donde  estava  el  palacio, 
en  las  casas  que  fueron  del  de  Santa  Coloma;  salió 
S.  A.  del  Aseo,  y  con  el  mismo  orden  que  llegó  á  ella, 
fué  discurriendo  por  donde  acavo  de  decir  hasta  su 
palacio,  hallando  en  los  puestos  que  dava  lugar  el  te- 
rreno esquadrones  formados  de  infantería;  llegado  ál 
Llano  de  San  Francisco,  disparó  la  artillería  del  ba- 
luarte y  toda  la  que  guarnecía  aquella  muralla,  con 
grande  aclamación  del  pueblo,  que  le  empezó  á  seguir 
ya  desde  la  Cruz  de  San  Francisco,  pues  esperava  de 
su  gran  valor  y  largas  esperiencias  muchas  Vitorias; 
entróse  en  su  palacio,  y  los  puestos  y  acompañamien- 
to se  fueron  á  sus  casas. 

Empezó  luego  S.  A.  á  fabricar  muchos  quartos  en 
la  casa  y  hermosearla,  porque  llevava  intento  de  ha- 
cer venir  su  muger;  fabricó  un  puente  sobre  la  calle 
Ancha,  desde  el  palacio  á  las  casas  de  los  Duques  de 
Cardona,  y  en  quanto  pudo  creció  y  adornó  la  avita- 
ción  del  palacio. 

El  tiempo  que  se  detubo  en  Barcelona  procuró  reco- 
nocer las  murallas,  baluartes,  fuertes,  atarazana,  sala 
de  armas  y  mucha  parte  de  la  ciudad,  paseando  las 
calles  y  visitando  iglesias,  llevándose  á  los  que  iban 
á  oir  misa  no  sólo  el  estrado  y  sitial  para  los  ad rezos 
del  altar,  hasta  frontales;  y  como  estava  mui  rico, 
dava  muchas  albricias  ó  gajes  á  donde  quiera  que  iba: 
tratávase  con  mucho  fausto  y  grandeza;  convidava  al- 
gunos cavalleros  catalanes,  aquéllos  de  quien  él  tenia 
satisfación,  que  eran  bien  afectos;  mudava  casi  cada 
día  de  galas,  todas  bordadas;  tenía  muchas,  y  riquísi- 


175 

mas  carrozas  y  tiros  de  caballos  bellísimos;  siempre 
que  salía  le  acompañava  una  esquadra  de  soldados  de 
la  caravina  y  mucho  número  de  pajes  y  lacayos,  y  en 
todo  se  portava  como  quien  era. 

CAPÍTULO  169. 

SALE  EL  DE  ANCOURT  A  CERVERA  PARA  DISPONER  SU  BXÉRCITO 
Y  CAMPAÑA. 

Después  de  ha  ver  el  S.^'"  Príncipe  paseado  y  recono- 
cido Barcelona  y  sus  fortalezas,  y  ha  verle  llegado  con 
barcas  mucha  infantería  y  pasado  por  tierra  la  cava- 
Hería  hacia  Gervera,  cuio  General  era  Musiur  de  San- 
tones, hijo  de  Mosiur  Barrí,  Governador  que  fué  de  la 
Aucata  quando  el  de  Cardona  la  sitió,  y  á  quien  el 
Xpmo.  mandó  prender  por  acomulársele- alguna  trai- 
ción, y  verificóla,  el  pasarse  á  España  y  servir  al  Rey 
de  Castilla  hasta  que  nuestro  Luis  tercero,  y  consegui- 
do el  perdón  en  el  govierno  de  la  Reyna,  se  huyó  de 
España  y  restituyó  á  Francia,  y  llegado  allá  consiguió 
para  su  hijo  el  Generalato  de  la  cavallería,  que  serían 
hasta  unos  cinco  mil  cavallos  los  que  governava;  se 
puso  S.  A.  en  marcha,  pues  tenía  jsl  juntos  22  ®  in- 
fantes y  la  cavallería  que  hemos  referido,  sin  las  tro- 
pas de  la  provincia;  salió  de  Barcelona  la  segunda 
fiesta  de  Pasqua,  á  17  de  Abril  de  1645,  á  cosa  de  las 
doce  del  día,  haviendo  oydo  Misa  y  haviendo  echo  al- 
gunas devociones  en  su  carroza,  acompañado  de  su 
guardia,  muchos  Gavos  franceses  y  algunos,  aunque 
pocos,  cavalleros  catalanes:  encaminóse  á  visitar  la 
Virgen  de  Monserrate,  que  es  la  medianera  con  el  Dios 
de  los  exércitos  y  Vitorias;  desde  allí  pasó  á  Gervera, 
plaza  de  armas  de  todo  nuestro  exército,  para  dispo- 


176 

ner  las  cosas  de  la  guerra  y  poder  salir  presto  á  cam- 
paña; pasó  luego  muestra  general  del  exército  en  Mar- 
torell;  á  la  orilla  del  río  Nova  se  havían  echo  fabri- 
car veinte  barcas  y  un  barco  longo,  y  así  mismo  vein- 
te carros,  sobre  los  quales  se  havían  de  llevar  las  bar- 
cas, que  los  tiravan  quatro  muías  para  cada  carro;  en 
Barcelona  se  havía  echo  fabricar  una  gruesa  y  larga 
cadena  de  yerro,  todas  disposiciones  para  formar  un 
puente  y  pasar  el  río  Segre  en  donde  convendría.  Lue- 
go que  salió  S.  A.  de  Barcelona,  marcharon  estas  bar- 
cas y  todos  los  demás  pertrechos,  y  en  tenerlos  y  estar 
toda  la  gente  junta  en  Cervera  fué  disponiendo  su  cam- 
po y  dando  las  órdenes  á  cada  uno  según  su  puesto. 

CAPÍTULO  170. 

RECUPERA  A  AGRAMUNT  EL  DE  ANCOURT. 

Formado  ya  el  campo,  y  tomando  la  marcha  para 
Agramunt  el  1.°  de  Mayo  de  1645,  el  Castellano,  que 
estava  en  Agramunt,  saviendo  el  exército  que  los 
nuestros  llevavan,  sacó  de  la  villa  todos  los  pertrechos, 
granos  y  víveres  que  havía,  y  retirólo  todo  á  Lérida 
y  Balaguer,  dejando  solos  unos  quarenta  hombres  de 
guarnición,  sólo  por  razón  de  estado;  embió  S.  A.  par- 
te de  infantería  y  caballería  para  rendir  á  Agramunt, 
y  apenas  llegaron,  quando  luego  dio  la  ovediencia; 
quiso  S.  A.  derrivar  toda  la  población,  abrasado  de  la 
alevosía  que  havían  usado  á  la  Mota,  llamándolo  y 
después  haciéndole  perecer  mucha  gente;  pero  reco- 
nociendo que  era  pueblo  muí  numeroso,  se  contentó 
con  echar  á  tierra  las  murallas,  la  casa  de  la  Villa  y 
algunas  de  los  principales  alevosos  que  se  havían  pa- 
sado á  España,  y  que  en  adelante  no  se  llamase  sino 


177 
aldea;  también  executó  algunos  particulares  castigos, 
como  se  dirá  en  adelante,  todo  en  despique  de  Mosiur 
de  la  Mota. 

CAPÍTULO  171. 

8ITI0  Y  HENDIMIENTO  DEL  CASTILLO  Y  PLAZA  DE  ROSAS. 

Habiendo  pasado  mucha  cavallería  é  infantería  para 
incorporarse  con  S.  A.  en  el  llano  de  Urgel,  pocos  días 
después  pasava  un  gran  personaje  de  Francia,  que  ve- 
nía á  estar  en  compañía  de  S.  A.,  que  era,  según  se 
dijo,  gran  soldado,  y  venía  por  Lugarteniente  del 
Príncipe;  pasava  á  la  ligera  con  algunos  camaradas, 
y  llegando  al  Ostalnou,  que  llaman  en  el  Empurdán, 
que  está  enfrente  de  Rosas,  en  el  mismo  camino  real 
salieron  de  Rosas  algunas  compañías  de  cavallería, 
que  como  solían  quedar  al  país  arto  que  sentir  y  á  los 
pasageros  que  temer,  dieron  con  este  sujeto,  y  aprisio- 
nándolo con  sus  siete  ú  ocho  camaradas,  los  entraron 
en  Rosas:  esto  fué  á  últimos  de  Abril  1645,  y  pasados 
quatro  ó  seis  días  sin  que  del  se  huviese  tenido  noticia 
ni  se  huviese  oydo  cosa  alguna,  amaneció  un  nuebo 
exército  de  Francia  sobre  la  plaza  de  Rosas,  que  re- 
pentinamente empezó  á  atacar  la  plaza  y  castillo  con 
bravo  rigor.  Por  mar  también  vinieron  18  ó  20  navios 
gruesos  con  algunas  galeras  del  Rosellón  y  Empurdán; 
también  acudió  mucha  gente,  con  que  se  formó  un 
exército  arto  copioso:  venía  por  General  de  este  exér- 
cito Mosiur  Platis  Plasí;  D.  Diego  Gavallero,  aunque 
lo  tubo  á  burlas  por  lo  excesivamente  que  se  hallava 
fortificado  y  proveído  en  la  plaza,  procuró  no  descui- 
darse: estava  la  plaza  sumamente  fortificada  antes  de 
llegar  á  la  muralla;  no  obstante  todo  esto,  y  juzgar 

Tomo  xxiv  12 


larga  la  empresa  fiando  en  su  valor  el  buen  suceso, 
con  muchedumbre  de  gente  empezaron  á  batir  y  ex- 
pugnar las  fortificaciones  exteriores,  y  bien  que  á  cos- 
ta de  mucha  gente,  en  pocos  días  ganaron  los  reduc- 
tos de  la  parte  de  tierra,  y  aunque  mui  á  menudo  re- 
petían surtidas  los  de  adentro  desbaratando  los  nues- 
tros, siempre  se  retiravan  con  pérdida,  y  poco  á  poco 
se  vinieron  á  disminuir,  de  forma  que  tenían  arto  que 
hacer  en  guardar  las  fortificaciones  de  adentro.  Llega- 
ron los  nuestros  á  poner  batería  á  la  villa  y  atacarla 
de  suerte  que  no  osava  salir  alma  nacida;  embiaron  á 
buscar  doce  cañones  aquí  á  Barcelona  con  un  Cavo 
llamado  Bassons,  hombre  mui  práctico  y  que  havía 
servido  dentro  Lérida  durante  el  sitio.  Lleváronse  los 
cañones  y  las  baterías  catalanas  que  hacían  gran  ven- 
taja á  las  francesas  y  el  General  las  estimava  mucho. 

S.  A.  tomó  la  posta  desde  su  exército  y  pasó  á  ver- 
se con  Plasis,  con  quien  estuvo  un  día  para  dar  las  ór- 
denes necesarias  para  la  expunación  de  la  plaza,  ver 
el  estado  en  que  se  hallava,  y  bolbióse  luego,  porque 
esta  va  deteniendo  al  enemigo  á  la  otra  parte  de  Segre, 
y  para  embestirlo  sólo  aguardava  tener  á  Rosas  ren- 
dida. 

Los  sitiadores  llegaron  á  plantar  las  baterías  casi  á 
la  orilla  del  foso  ó  mui  cerca,  de  modo  que  hacían 
grandísimo  daño  á  las  murallas.  Por  la  parte  del  mar, 
los  vageles  hacían  su  deber.  Las  galeras  no  pudieron 
permanecer  allí  mucho  así,  por  ser  mui  malo  aquel 
golfo  para  ellas  en  aquel  tiempo,  como  por  haverse 
perdido  dos  con  una  borrasca  y  con  ellas  mucha  cosa. 
De  armada  enemiga  no  se  ablaba,  que  bien  savían  los 
nuestros  no  la  podían  tener,  con  que  con  poca  guardia 
por  el  mar  huvo  arto;  algunas  falúas  entravan  con  la 
obscuridad  de  la  noche,  y  de  ellas  tomaron  alguna  con 


179 
avisos:  por  presto  se  les  quitó  este  consuelo,  pues  en- 
tenas y  gúmenas  favricaron  un  cero  que  quedava  pre- 
sa qualquier  embarcación  que  intentase  entrar,  con 
que  estubo  bien  cerrado  el  paso. 

Los  nuestros  batian  horriblemente,  y  los  de  adentro 
no  menos  animosos  se  defendían  y  tiravan;  sucedió 
una  desgracia  en  la  plaza,  y  fué  que  como  huviesen 
puesto  dos  culebrinas  sobre  la  iglesia  maior  para  des- 
cubrir más  terreno  y  causar  más  daño  á  los  nuestros, 
sacando  de  los  amagacenes  un  soldado  algún  barril  de 
pólvora  que  por  su  desdicha  estava  agujerado,  fué 
sembrando  pólvora  y  acertóse  á  pasar  delante  la  igle- 
sia sin  advertir  lo  que  iba  dejando;  tiraron  las  cule- 
brinas, y  un  taco  de  ellas  encendido  dio  sobre  el  ras- 
tro de  la  pólvora  que  pegándose  fuego  llegó  al  ama- 
gacón,  en  donde  havía  200  barriles  de  pólvora,  y  en- 
cendiéndose, bolo  algunas  casas,  y  el  maior  daño  fué 
que  la  cavallería  tenía  el  quartel  cerca,  y  la  ruina  de 
los  edificios  mató  la  maior  parte  de  la  cavallería:  su- 
ceso que  les  cortó  la  pierna  á  los  de  adentro,  y  que  nos 
dio  á  nosotros  grande  ánimo  y  valor. 

En  lo  que  juzgaron  los  castellanos  su  maior  defensa, 
aliaron  su  pérdida,  que  fué  llenando  el  foso  de  agua, 
que  por  ser  mui  ancho  y  ondo,  juzgaron  que  los  nues- 
tros no  podrían  llegar  á  minarlos;  pero  usaron  los 
nuestros  de  otra  traza,  que  fué  echar  en  el  foso  una 
barca  cubierta  de  maderos  y  tablones  mui  gruesos  fo- 
rrados de  yerro,  y  con  ella  se  acercaron  á  la  muralla 
sin  que  bombas,  ni  otros  ingenios  de  fuegos,  ni  pie- 
dras que  arrojavan  de  arriba,  les  podía  ser  de  daño; 
iban  en  la  barca  algunos  y  un  ingeniero;  hicieron  en 
la  muralla  ornillos  los  que  quisieron,  llenaron  la  par- 
te del  foso  de  faxina  y  tierra,  y  con  la  barca  executa- 
ron  quanto  se  les  antojó;  con  los  ornillos  abrieron  una 


180 
brecha  que  podían  pasar  dos  ó  tres  carros  juntos,  y 
por  la  parte  que  havían  terraplenado  embistieron  los- 
nuestros  y  se  hicieron  dueños  de  la  muralla.  Los  cas- 
tellanos se  retiraron  á  la  villa,  y  viéndose  ya  perdidos 
llamaron  á  capitular;  hicieron  salir  á  Mosiur  que  te- 
nían preso,  y  á  no  ser  los  agasajos  y  buen  tratamien- 
to que  le  hicieron  á  él  el  tiempo  que  estubo  prisione- 
ro, es  cierto  que  no  conseguían  tan  onrrados  pactos 
como  se  les  permitieron,  sino  que  todos  havrían  que- 
dado prisioneros  y  se  abría  entrado  la  villa  á  saco.  Los 
pactos  fueron  éstos: 

Que  á  todos  los  soldados,  así  castellanos,  naciones, 
como  catalanes  que  quisiesen  seguir  el  partido  de  Es- 
paña, los  huviesen  de  comboyar  con  barcas  hasta  los 
Alfaes,  y  que  los  enfermos  y  eridos  los  huviesen  de  de- 
xar  en  Tarragona.  Que  havían  de  salir  las  milicias  de 
la  plaza  con  sus  armas,  cuerdas  encendidas,  bala  en 
boca,  banderas  desplegadas,  trompetas  y  atambores 
tocando;  que  todo  lo  que  quisiesen  llevar  se  pudiesen; 
tenían  mucha  riqueza  del  pillaxe  que  havían  hecho  en 
el  país.  Salieron  con  estos  honrosos  pactos  el  día  27  de 
Mayo  de  1645,  embarcándose  en  muchas  barcas;  el 
Governador  D.  Diego  Gavallero,  y  al  pasar  por  delan- 
te Barcelona,  hizo  saludar  el  país  con  quatro  tiros. 
Llevaron  á  los  Alfaques  y  no  quisieron  recivirlos,  por- 
que eran  pasados  de  1.500  hombres.  Lleváronlos  á  Va- 
lencia, en  donde  juzgavan  esta  va  socorrida  Rosas,  y 
quando  vieron  allí  Ja  guarnición,  quedaron  pasmados; 
bolbiéronse  las  barcas,  y  los  nuestros  reedificaron  las 
ruinas  que  se  havían  echo  en  Rosas. 


181 


CAPÍTULO  172. 

FIESTAS  QUE  HACE  BARCELONA  POR  EL  RENDIMIENTO  DE  ROSAS. 

Apenas  se  supo  en  Barcelona  el  rendimiento  de  Ro- 
sas, guando  en  públicos  alborozos  procuró  la  ciudad 
mostrar  la  alegría  con  que  celebraba  tan  favorable 
suceso,  que  lo  era  maior  de  lo  que  se  puede  creer,  pues 
siempre  lo  dañoso  que  era  aquel  padrasto  á  la  pro- 
vincia. Barcelona  lo  experimentava  más,  porque  nin- 
guna barca  llegava  de  las  costas  de  Francia  que  no 
fuese  con  riesgo,  porque  havía  en  Rosas  una  máqui- 
na de  bergantines  de  Mallorca  que  salían  á  dar  caza 
y  tomaron  muchísimas,  con  que  se  limpió  la  costa  de 
esta  ladronera.  Llegada  la  nueva,  mandó  la  ciudad  se 
hicieran  tres  salvas  de  artillería,  y  se  resolvió  en  Con- 
sejo de  Ciento  que  se  hicieran  las  mismas  ó  iguales 
fiestas  que  al  rendimiento  de  Puirdán;  señalóse  un  día 
para  un  sávado  10  de  Junio  1645;  hicióronse  tres  días 
de  luminarias  lucidísimas,  esforzándose  la  gente  quan- 
to  pudo  y  aumentando  de  cada  noche  las  luces  en  la 
Plaza  de  Santa  Ana:  enfrente  de  casa  de  Mosiur  de 
Marca  huvo  cada  noche  invención  de  fuego,  y  en  otros 
puestos  de  la  ciudad  dispara vase  tres  veces  al  día  la 
artillería:  por  la  mañana,  al  mediodía  y  al  anochecer; 
el  primer  día  se  hizo  una  procesión  general  como  la  del 
Corpus,  que  no  obstante  era  el  domingo  de  la  Trinidad 
y  tan  vecino  á  la  fiesta,  no  se  quiso  pasar  sin  hacerla 
con  la  misma  solemnidad,  y  el  tercer  día,  para  cum- 
plimiento de  todo,  se  hicieron  celebrar  aniversarios 
en  todas  las  iglesias,  y  en  la  del  Aseo  asistieron  los 
Conselleres  con  gramallas  de  luto  por  las  almas  de  los 


i82 

que  havían  muerto  sobre  el  sitio  y  para  que  Dios  nos 
continuase  las  Vitorias. 

CAPÍTULO  173. 

OCUPAN  FRANCESES  EL  PUENTE  Y  VILLA  DE  CAMARASA. 

El  Serenísimo  Conde  de  Ancourt,  havióndose  puesto 
en  campaña  con  el  exórcito  que  él  governava,  mien- 
tras el  de  Plasis  procurava  ganar  Rosas,  fué  detenien- 
do y  estando  á  la  mira  al  exército  castellano  para  que 
no  intentase  socorrer  á  Rosas,  ó  que  para  divertir 
nuestras  fuerzas  no  diese  sobre  alguna  plaza  de  las  que 
nosotros  ocupávamos;  y  para  más  asegurarse  de  estos 
recelos,  procuró  sacarlo  del  llano  de  Urgel  y  ponerlo 
á  la  otra  parte  del  río  Segre.  Ya  queda  referido  que  de 
Agramut  escaparon  con  sola  la  amenaza.  Pero  de  Ca- 
marasa  no  fué  tan  varato,  porque  como  tiene  un  cas- 
tillo arto  fuerte  que  defiende  el  paso  de  un  puente  que 
está  sobre  aquella  rivera,  y  creyeron  los  castellanos 
poderse  conservar  y  defenderse  allí  para  tener  seguro 
el  paso  al  Urgel  siempre  que  querían,  y  con  eso  hacer 
dar  la  ovediencia  á  algunos  lugares  circunvecinos,  y 
para  este  fin  Don  Antonio  Cantelmo,  General  del  Rey 
de  España,  fué  á  reconocerlo  en  persona,  y  juzgándo- 
lo de  la  conveniencia  que  acavamos  de  decir,  lo  hizo 
reforzar  y  proveer  de  pertrechos,  bastimentos  y  guar- 
nición. En  vista  de  esto,  aviéndose  el  señor  Conde 
adelantado  á  la  villa  de  Rinolla,  una  legua  de  Bala- 
guer  y  dos  de  Camarasa,  resolvió  que  fuesésiempre la 
villa  de  Camarasa  el  General  de  la  cavallería  Santo- 
nes con  600  cavallos  y  mil  infantes,  y  con  orden  de 
embestirla  si  allava  oportunidad,  ó  si  no  reconocer 
cómo  estava.  Avía  Don  Joseph  Sacosta,  Maestre  de 


483 

campo  del  batallón  que  guardava  otro  puesto  en  Alos, 
cerca  de  Garaarasa,  hecho  abanzar  de  orden  de  S.  A. 
una  partida  á  la  misma  villa.  Llegó  Santones  cerca  del 
puerto  dos  oras  antes  de  amanecer  el  día  8  de  Mayo 
de  1645,  y  se  determinó  de  atacar  la  villa  al  salir  el 
sol,  aunque  se  hallava  sin  artillería,  y  antes  de  exe- 
cutarlo  embió  una  trompeta  á  los  castellanos,  dicién- 
doles  que  si  no  se  rendían  y  que  si  en  su  resistencia 
se  moría  algún  soldado  no  se  les  permitiría  quar- 
tel.  Los  castellanos  despreciaron  el  aviso  y  desecharon 
la  proposición  y  partido  que  por  medio  de  un  teniente 
suio  que  con  salbaguardia  salió  á  ablar  con  Santones, 
les  hizo  ofrecer.  Viendo  esta  confianza,  embistió  San- 
tones la  villa  con  tal  fuerza  por  todos  lados,  que  pres- 
to se  vieron  dentro  los  nuestros,  unos  por  murallas  y 
otros  por  agujeros;  retiráronse  los  castellanos  á  unas 
trincheras  que  havían  fabricado  de  faxina;  pero  des- 
pués de  haver  dado  algunas  cargas  se  huvieron  de  ce- 
rrar en  el  castillo  con  ánimo  de  defenderse  mui  bien, 
como  podían,  teniendo  soldados  y  municiones,  si  no 
para  hacer  venir  todo  el  exército,  por  lo  menos  maior 
número  de  tropa  y  artillería;  el  G-overnador  del  cas- 
tillo procuró  conservarlo  exortando  y  animando  á  los 
de  su  guarnición,  y  empezaron  á  tirar  y  arrojar  fuego 
sobre  los  nuestros  con  gran  yalor,  pero  no  por  eso  de- 
xaron  los  nuestros  de  acercarse,  y  al  mismo  tiempo 
Mosiur  de  Santones  hizo  arrimar  un  ingeniero  que 
supo  tanvión  apretarlos  y  disponer  una  mina,  que  ame- 
drentados los  soldados  y  cavos,  juzgaron  vana  qual- 
quiera  resistencia,  de  tal  modo  que  se  rindieron  á 
merced  de  Señor.  Á  este  tiempo,  Don  Joseph  Sacosta, 
que  havía  quedado  en  el  puente  para  impedir  el  paso, 
hizo  retirar  un  socorro  de  los  castellanos  que  llegava 
casi  al  mismo  tiempo  que  se  rendía  el  castillo.  La  guar- 


184 

nición  constava  de  una  partida  del  tercio  del  Conde 
Gransfelt,  de  algunos  catalanes  y  parte  de  michaletes, 
que  en  todos  serian  unos  250  hombres,  que  salieron 
luego  y  fueron  llevados  á  Monsiur  de  Santones  y  que- 
dó guarnición  nuestra;  no  creyó  Santones  ganarla  tan 
presto,  ni  que  el  enemigo  la  perdiese  tan  á  poca  costa. 
Perdiéronse  de  los  nuestros  Mosiur  de  Ubernet,  Al- 
férez del  regimiento  de  Norestarig,  de  un  mosquetazo 
en  la  caveza,  y  algunos  20  soldados.  Quedaron  eridos 
Mosiur  de  Vilars,  Capitán  del  regimiento  de  la  Marine, 
y  Mosiur  de  Cruere,  Capitán  del  de  Ferrerón,  y  Ubi, 
Comisario  de  la  artillería,  perdió  un  dedo  pulgar  de  un 
mosquetazo,  tirando  una  granada.  Á  Mosiur  de  Santa 
Coloma  Marín,  Sargento  de  batalla,  le  mataron  el  ca- 
vallo  en  que  iba.  El  Barón  de  Aler,  Maestre  de  Campo 
de  cavallería;  el  Barón  de  Sais,  Capitán  de  cavallería 
del  regimiento  de  S.  A.,  y  algunos  otros  cavalleros 
franceses,  se  portaron  en  esta  ocasión  con  grande  va- 
lor, á  imitación  de  Santones,  que  dio  con  esta  ocasión 
muestras  de  su  grande  valentía,  cordura  y  destreza. 

CAPÍTULO  174. 

PROGKESOS  DEL  EKÉRCITO  FRANCÉS  EN  LOS  TRÁNSITOS  DE  LOS  RÍOS 
SEGRE  Y  NOGUERA,  CON  RELACIÓN  DE  TODO  LO  SUCEDIDO. 

El  rendimiento  del  castillo  y  villa  de  Rosas  fué  de 
las  consecuencias  que  conocen  todos,  pues  sin  él  no 
podía  S.  A.  poner  en  execución  designio  alguno  de 
quantos  llevava  para  pasar  el  río  con  su  armada,  que 
sólo  la  tenía  á  esta  parte  del  río  Segre  para  detener  é 
impedir  al  Castellano  el  poder  socorrer  á  Rosas;  y  por 
esto  el  Conde  Plasis  Praslin,  Lugarteniente  de  S.  A., 
se  dio  tanta  priesa  en  la  expugnación  de  la  plaza,  y 
antes  que  el  Castellano  pensase  en  socorrerla,  con  la 


185 

suposición  de  que  era  plaza  que  podía  resistirse  meses 
enteros,  se  la  vio  rendida  y  en  nuestro  poder.  El  exór- 
cito  castellano  esta  va  á  la  otra  parte  del  Segre,  bella- 
mente atrincherados  por  todas  las  partes  que  juzgó 
podía  intentarse  el  vado,  que  menos  que  aventurando 
la  gente  era  imposible  provar  el  pasage,  porque  las 
aguas  venían  mui  crecidas  á  causa  de  que  las  nieves 
en  las  montañas  se  derretían,  y  de  cada  día  se  hacía 
más  caudaloso  el  Segre,  sin  permitir  por  parte  alguna 
el  vadearse,  y  con  esta  ocasión  la  tubo  el  Castellano 
de  fortificarse  bien  en  los  pasos  menos  seguros:  impa- 
ciente S.  A.  de  la  dilación,  hizo  intentar  algunos  días 
antes  áe\  rendimiento  de  Rosas  el  pasaje  del  río  por 
un  grueso  de  2.200  infantes  y  400  cavallos,  vajo  la 
orden  del  señor  Conde  Xavot,  como  tan  afortunado 
en  la  empresa  del  puente  de  Camarasa,  en  donde  con 
no  menos  felicidad  y  valor  havía  el  señor  de  Santones 
ocupado  asimismo  la  villa  pocos  días  antes,  como  que- 
da referido,  el  Conde  de  Xavot,  junto  con  el  Conde  de 
Austrain  y  señor  de  San  Marín,  Ayudantes  de  Maes- 
tre de  campo  que  avían  por  orden  de  S.  A.  pasado  el 
río  á  nado  con  diez  ó  doce  cavallos  ligeros  y  soldados; 
no  aviendo  podido  seguirlos,  se  hicieron  señores  por 
buena  fortuna  del  reducto  del  cavo  del  Puente,  que 
ocupavan  los  enemigos. 

Ciento  y  veinte  hombres  que  rindieron  á  discreción 
creiendo  tan  poco  numeroso  de  gente,  no  los  embes- 
tiría teniendo  una  crecida  escolta  que  los  amparase: 
este  suceso  fué  sin  provecho,  porque  los  enemigos  pe- 
garon fuego  á  uno  de  los  arcos  del  puente  que  estava 
reparado  de  faxina  y  madera,  encendiéndose  con  tal 
furia,  que  fué  imposible  apagarlo  hasta  que  lo  quemó 
del  todo.  Viendo  que  se  nos  havía  malogrado  el  pasaje 
del  puente  en  esta  ocasión,  y  que  el  señor  Conde  de 


186 

Xavot  no  podía  conseguir  su  designio  de  hacer  pasar 
las  tropas  en  las  barcas  que  S.  A.  le  avía  embiado,  por 
impedirlo  lo  sobervio  y  crecido  de  las  aguas,  desquitó 
su  cólera  con  degollar  pasados  de  500  hombres  del 
enemigo  de  unas  tropas  que  havían  pasado  á  esta  par- 
te para  estorvarnos  el  tránsito  del  río. 

Dispuestas  así  las  cosas  el  señor  de  Santones,  se 
hallaron  en  el  mismo  día  á  media  ora  del  camino,  y 
puestos  por  donde  havían  de  pasar  el  río,  y  el  señor 
de  Aubin  les  dio  aviso  que  el  puente  de  cuerdas  esta- 
va  ya  travajado  y  que  havían  pasado  100  hombres  del 
regimiento  de  Santorge  y  50  de  los  del  batallón  de 
Cataluña,  comendados  por  un  Capitán  y  Alférez,  y 
guiados  por  dos  curas  ó  rectores  que  singularmente 
se  havían  señalado  en  la  fábrica  y  travajo  del  puente, 
y  sirvieron  mui  bien  en  el  pasaje  de  las  montañas,  y 
también  40  paisanos  que  las  havían  ocupado. 

Juebes  á  15  de  Julio  el  de  Duplesi  pasó  el  puente  con 
la  infantería,  empleando  desde  las  cinco  de  la  maña- 
na hasta  las  de  la  tarde  en  esto  solo,  por  causa  de  la 
estrechez  del  puente,  porque  esta  va  echo  de  solo  qua- 
tro  pequeñas  gúmenas,  que  por  no  poderlas  retirar  lo 
bastante  para  ponerlo  á  nivel  estava  en  forma  de  arco 
al  revés,  de  calidad  que  uno  tras  otro  podían  pasar 
solamente,  pero  la  aficción  de  los  que  asistían  y  la 
dicha  disposición  que  se  executara  sin  desgracia  al- 
guna el  tránsito;  y  como  la  diligencia  es  lo  que  más 
suele  importar,  pasó  el  Conde  de  Borigne  á  la  testa  de 
los  dos  batallones  del  regimiento  de  Campaña,  y  el  de 
Duplesi  en  el  segundo,  valiéndose  de  una  pequeña  bar- 
ca que  havía  echo  vajar  de  Tremp  para  pasar  al  mis- 
mo tiempo  el  batallón  del  regimiento  de  Aucourt; 
mientras  que  el  resto  de  la  infantería  desilava  sobre 
el  puente,  el  S.*»"^  Duplesi  ganó  la  eminencia  de  un 


187 

monte  en  quatro  esquadrones  del  primer  batallón,  de 
donde  sacó  al  S.^'''  de  Glaramont  para  que  se  adelanta- 
se hasta  la  vista  del  vado  Masana,  por  donde  nuestra 
cavallería  ha  vía  de  esguazar  el  río;  seguíalo  el  de  Du- 
plesi  con  la  cercanía  que  juzgó  necesaria  para  susten- 
tarlo, quando  llegaría  á  sazón  y  distancia  de  poder 
embestir;  y  sucedió  con  tanta  felicidad  esto,  que  los 
enemigos  que  guardavan  el  vado  dentro  sus  fortines, 
apenas  se  vieron  reconocer  se  vieron  en  fuga  por  los 
montes,  tan  aceleradamente,  que  fueron  mui  pocos 
los  que  se  pudieron  hacer  prisioneros. 

Al  mismo  tiempo  el  de  Santones  se  abanzó  con  la 
cavallería  y  se  hecho  en  el  vado  acompañado  del  Se- 
ñor de  Fubreallot,  Teniente  de  su  compañía  de  cava- 
llos  ligeros;  del  ca vallero  Mangirón;  del  Conde  de 
Bruilla  Descombies,  Ayudante  de  campo,  y  de  algunos 
otros,  pasando  á  nado,  y  á  su  imitación  fué  seguido 
con  tal  fortuna  y  afición  de  toda  su  cavallería,  que  sin 
acídente  alguno  pasó  todo,  y  en  execución  de  las  ór- 
denes se  juntó  con  los  quatro  batallones  al  anochecer, 
no  obstante  una  lluvia  arto  molesta,  que  haviendo 
empezado  á  media  tarde  duró  lo  que  bastó  para  hacer 
crecer  el  río  más  de  media,  y  de  calidad  que  el  vaga- 
je  que  venía  con  las  municiones  y  pertrechos  de  gue- 
rra no  se  atrevió  á  pasar,  quedando  con  este  inciden- 
te las  cosas  en  bien  raro  conñicto;  pero  la  diligencia 
que  se  hizo  aquella  noche,  en  que  50  cavallos  del  regi- 
miento de  S.  E.  y  del  de  Baltasar,  con  los  soldados 
desnudos,  bolbiesen  á  pasar  y  cargase  cada  uno  al  ar- 
zón de  la  silla  todo  lo  que  pudiese  sufrir  el  cavallo, 
suplió  la  falta;  y  haviéndose  minorado  el  río,  pasaron 
antes  de  amanecer  todos  los  vagajes  con  la  provisión, 
y  el  señor  de  Santones,  que  havía  tomado  campo  apar- 
te, se  halló  en  el  lugar  que  la  noche  antes  se  había 


188 

acordado  con  el  de  Duplesi;  con  que  hallándose  con  to- 
das las  tropas,  y  haviendo  reconocido  otras  los  pues- 
tos en  donde  podía  el  enemigo  conservar  su  resisten- 
cia, dio  orden  para  ocuparlos. 

La  parte  de  infantería  que  governava  el  Conde  Ore- 
ni  tomó  la  derecha,  y  la  que  governava  el  Barón  de 
Palios  la  izquierda,  á  fin  de  poder  obrar  á  un  tiem- 
po en  diversos  tiempos;  el  Conde  Biorllo  seguía  la  iz- 
quierda con  una  partida  de  cavallería,  y  el  de  Santo- 
nes la  derecha  con  el  resto,  siendo  el  de  Duplesi  prin- 
cipal Cavo  de  la  infantería.  Con  esta  orden  y  frente 
bajavan  nuestras  tropas  de  la  montaña,  sacando  y 
arrojando  los  enemigos  de  los  puestos  que  guarnecían 
en  las  mismas  montañas,  bien  que  con  alguna  resis- 
tencia, porque  eran  de  4  á  500  infantes  del  regimien- 
to de  Sabec  y  de  Irlandeses,  pero  quedaron  prisione- 
ros con  los  Cavos.  Al  mismo  tiempo,  los  quatro  bata- 
llones de  las  segundas  tropas  vajaron  á  lo  más  infe- 
rior de  las  montañas  para  atacar  las  trincheras  y  for- 
tines del  Cavo  del  Puente  de  Camarasa,  que  guarne- 
cían los  enemigos  con  1 .200  hombres,  y  el  de  Santo- 
nes acudió  con  una  partida  de  cavallería  para  lo 
mismo. 

Corriendo  las  materias  en  este  estado,  el  exército 
enemigo,  que  el  día  antes  havía  savido  el  pasage  de 
nuestras  tropas,  apareció  marchando  en  orden  para 
socorrer  los  puestos  de  Camarasa  y  guardar  los  pasos 
estrechos  por  donde  nuestras  tropas  havían  de  entrar 
en  el  llano.  Obligó  esto  al  de  Duplesi  á  aguardar  los 
quatro  batallones  de  las  primeras  tropas  y  los  esqua- 
drones  que  aún  no  havían  vajado,  por  guardar  los 
puestos  de  donde  los  havían  sacado,  sin  la  conserva- 
ción de  los  quales  se  ponía  en  duda  el  suceso  de  esta 
empresa. 


<89 

Mientras  esto  se  obrava  á  la  otra  parte  del  río,  no 
descuidaba  S.  A.  de  esta  otra  de  hacer  lo  que  podía,  y 
haviendo  avanzado  todo  su  exército  cerca  de  Gamara- 
sa,  según  el  acuerdo  que  avía,  embiava  por  diversas 
partes  á  la  otra  parte  del  río  á  saver  la  marcha  de  sus 
tropas  y  también  la  del  enemigo,  que  venía  por  el  lado 
de  Llorens;  y  para  divertir  la  parte  de  exército  que 
venía  de  Balaguer,  hizo  S.  A.  una  contramarcha  de 
un  pedazo  de  cavallería  y  logró  su  intento,  pues  de- 
tubo parte  del  enemigo  con  esta  demostración  el  se- 
ñor de  Santones,  que  havía  bajado  para  atacar  los  for- 
tines, aviendo  ganado  el  primero  á  viba  fuerza  y  obli- 
gado á  los  demás  á  rendirse,  con  pérdida  entre  presos 
y  muertos  de  más  de  140  oficiales  y  900  soldados  de 
las  mexores  tropas  enemigas.  Pero  haviendo  el  ene- 
migo con  parte  de  su  exército  abanzádose  á  los  pues- 
tos que  ocupava  el  batallón  de  Ancourt  y  el  regimien- 
to de  suizos  de  Raón,  atacó  nuestras  tropas  con  tal  ri- 
gor y  número,  que  después  de  todas  las  resistencias 
imaginables  de  nuestra  parte  nos  forzó  el  enemigo  á 
subirnos  más  arriba,  bien  que  con  pérdida  igual,  me- 
nos algunos  oficiales  del  regimiento  de  Ancourt  y  de 
un  Lugarteniente  suizo,  que  después  de  ha  ver  obrado 
maravillas  y  haver  rechazado  al  enemigo  de  sus  pues- 
tos y  de  los  que  nosotros  ocupávamos,  quedaron  muer- 
tos, presos  ó  mal  eridos.  Para  reparo  de  esta  pequeña 
pérdida,  dispuso  el  de  Duplesi  que  diferentes  mangas 
de  infantería  del  regimiento  de  Campaña  sustentasen 
aquéllos  á  quienes  el  enemigo  avía  rechazado,  y  que 
de  tanto  en  tanto  fuesen  socorridos:  con  esto,  y  venir 
el  de  Santones  con  30  mestres  del  regimiento  de  S.  A., 
governados  por  el  cavallero  Mangirón,  fueron  recha- 
zados los  enemigos  con  pérdida  de  más  de  300  hom- 
bres, y  los  nuestros  recuperaron  el  puesto. 


190 

Entre  tanto  hizo  aloxar  S.  A.  el  exórcito  que  le  que- 
da va  consigo  cerca  de  Gamarasa,  y  ha  viendo  puesto 
una  barca  y  sirga  para  pasar  con  ella  las  municiones 
de  boca  y  guerra  de  que  los  nuestros  se  hallavan  ne- 
cesitados, y  para  pasar  las  provisiones  que  los  nues- 
tros havían  cojido  al  enemigo,  pasó  S.  A.  con  la  mis- 
ma barca  á  conferirse  con  Santones  y  Duplesi,  con  los 
quales  resolvió  alojar  la  cavallería  cerca  del  río  y  de- 
jar sobre  las  vecinas  eminencias  á  Gamarasa  la  infan- 
tería que  podía  bastar  para  favorecer  el  pasaje  de 
nuestro  exórcito  á  dentro  el  llano  de  Balaguer. 

Para  hacer  comprehender  la  generosa  resolución  de 
S.  A.  en  la  empresa  de  esta  ardua  execución  é  impor- 
tantísima, su  celo  y  extraordinaria  pasión  á  la  maior 
gloria  de  las  armas  de  S.  M,,  que  están  fiadas  á  su  or- 
den y  govierno  y  valor  mostrado  en  tan  grandes  oca- 
siones, como  también  á  la  prudencia,  actividad  y  pa- 
sión de  los  señores  Mariscales  y  otros  oficiales  princi- 
pales que  han  obrado  y  ovedecido  sus  órdenes.  Basta 
decir  que  para  concluir  con  este  designio  se  resolvió 
á  separar  un  gran  número  de  su  exórcito  en  tres  días 
de  continua  marcha  á  la  otra  parte  del  río  y  pasarlo 
por  un  puente  de  cuerda  á  la  desliada,  en  ocasión  que 
en  un  día  de  marcha  podía  el  enemigo  embestirnos  y 
darnos  combate  con  duplicadas  fuerzas  que  las  nues- 
tras; que  las  tropas  separadas  hicieron  sus  marchas  sin 
más  víberes  que  los  que  cada  uno  podía  llevar  sus  es- 
paldas, y  navegando  por  fragosos  y  dificultosísimos 
caminos  antes  de  pasar  el  río,  y  después  de  pasado, 
por  montañas  asperísimas  dentro  las  quales  era  pre- 
ciso á  la  cavallería  averse  de  apear  cada  instante,  y  al 
mismo  tiempo  que  avían  de  superar  tanta  aspereza, 
avían  á  cada  paso  de  pelear  con  los  enemigos  para 
echarlos  de  los  puestos  que  para  seguridad  de  los  pa- 


191 

sages  ocupavan  dentro  las  mismas  montañas,  acavan- 
do  las  marchas  con  execución,  forzando  parte  de  las 
tropas  reductos  y  fuertes  que  ocupa  va  el  enemigo  con 
más  de  1.600  hombres  en  lo  alto  y  vajo  de  Gamarasa, 
donde  es  la  montaña  quebrada  y  por  donde  el  río  Se- 
gre  tiene  su  incesable  curso,  y  haver  de  sustentar  nues- 
tras tropas  el  esfuerzo  que  los  enemigos  hacían  para 
socorrer  los  que  guardavan  el  pasaje  de  Gamarasa. 

Los  señores  Mariscales  de  campo  han  sido  dichosos, 
pues  en  todos  estos  encuentros,  fatigas  y  travajos, 
ninguno  quedó  erido  ni  imposivilitado  de  continuar 
más  si  fuere  menester,  y  muchos  cavos  que  también 
han  dado  muestras  de  su  gran  valor  peleando  famosa 
y  valerosamente,  salieron  sin  daño  alguno.  Algunos 
Capitanes,  Ayudantes  y  Oficiales  han  quedado  quáles 
muertos,  quáles  eridos,  y  algunos  prisioneros.  Pero  no 
en  tanto  número  con  el  del  enemigo,  que  según  en 
los  nuestros  se  ha  reconocido  y  de  los  enemigos  se  ha 
savido  por  algunos  que  se  han  pasado  con  los  nues- 
tros, de  3  á  400  los  que  faltan:  del  enemigo,  entre 
muertos  y  prisioneros,  sin  los  eridos,  pasan  de  1.800, 
con  más  de  300  oficiales,  que  son  de  los  tercios  de  Sa- 
bac  y  Gransfelt,  Pedro  Asteris,  Irlandeses  y  otros 
cuerpos,  y  entre  éstos  el  Teniente  coronel  y  el  Capi- 
tán maior  del  tercio  de  Sabac,  que  se  llamavan  Jorge 
Foesan  y  Sevastián  Sanmán. 

El  número  de  los  prisioneros  son  del  tercio  de  Feli- 
pe Seugmendía,  doce  capitanes,  trece  lugartenientes, 
nueve  alféreces  y  17  sargentos  del  tercio  del  Gonde  de 
Gransfelt,  el  Sargento  maior,  cinco  capitanes,  un  lu- 
garteniente, tres  alféreces,  10  sargentos^  el  Prevoste 
y  su  lugarteniente,  y  un  teniente  reformado.  Del  ter- 
cio de  D.  Diego  Presten,  irlandés,  un  Alférez  y  3  sar- 
gentos. Del  tercio  de  D.  Pedro  Esteris,  de  infantería 


\92 

española,  un  Maestre  de  campo,  un  Sargento  maior, 
un  Capellán  maior,  dos  Aiudantes  de  campo,  once  ca- 
pitanes vibos  y  7  reformados,  diez  Alféreces  vivos  y  7 
reformados,  siete  sargentos  vibos  y  dos  reformados: 
todos  éstos  fueron  entregados  al  señor  de  Jali,  Prevos- 
te  general  de  nuestro  exército,  para  convoyarlos  á 
Barcelona  y  de  allí  á  Francia;  también  se  tomaron  al- 
gunas vanderas  que  las  trujeron  á  Barcelona,  y  quatro 
piezas  de  artillería  que  tenían  los  enemigos  en  sus 
fuertes  las  arrojaron  al  río  quando  supieron  que  los 
nuestros  iban  á  embestirlos:  en  prosecución  de  esta 
empresa,  se  ocupó  todo  el  día  17  de  Junio  1645  en 
favricar  el  puente  para  que  pasase  el  exército,  que 
empezó  á  pasar  ya  el  día  18,  para  después  resolberse  á 
algún  hecho  glorioso  y  memorable,  y  todo  esto  moti- 
vó á  que  los  enemigos  llamasen  al  Conde  de  Ancourt 
el  prudente,  ardidoso  y  afortunado  Capitán. 

CAPÍTULO  175. 

BATALLA  DEL  LLANO  DE  LLORENT  QUE  DIO  EL  DE  ARCOURT 
AL  CASTELLANO  Y  RELACIÓN  EXTENSA  DE  ELLA. 

Vencidas  ya  todas  las  dificultades  que  ocurrieron 
para  que  nuestro  exército  pasase  el  río  Segre,  fabrica- 
do el  puente  de  las  barcas  y  pasado  parte  del  exército 
real,  se  dispuso  S.  A.  para  atacar  el  de  los  enemigos 
en  el  sitio  y  llano  de  Llorent,  donde  eslava  con  reso- 
lución de  impedir  la  entrada  á  los  nuestros  en  la  lla- 
nura, teniendo  en  su  favor  la  parte  del  río  para  que 
los  nuestros  no  pudiesen  hir  á  ellos  sino  por  un  estre- 
cho, que  cieij  hombres  podían  detener  todo  un  exérci- 
to por  razón  del  terreno,  y  por  la  misma  y  ser  tan  fra- 
goso el  paso  no  sólo  podíamos  llevar  la  artillería,  pero 
ni  aun  los  cavallos  se  havían  de  guiar  de  las  riendas, 


193 

y  esto  no  podía  ser  sin  una  gran  desorden,  después  de 
cansada  y  larga  marcha  por  ásperos  ó  inusitados  ca- 
minos que  parecía  imposible  pasar  exército,  y  aquél 
del  río  sin  tener  la  entrada  del  llano  ni  dar  siquiera  la 
ventaja  de  poder  forzar  al  enemigo  que  dentro  de  sus 
travajos  procura  va  su  defensa  con  valor,  y  después  de 
haverle  muerto  y  derrotado  2  ®  hombres,  como  se  ha 
dicho,  resolvió  S.  A.  vencer  quantose  oponía  para  pa- 
sar las  tropas  por  las  montañas  y  hacerse  dueño  del 
llano,  para  cuio  fin  dejó  por  guardia  del  castillo  de  Ga- 
marasa  seguridad  del  puente  de  barcas  de  la  artillería; 
y  del  vagaje  que  quedava  en  Gamarasa,  el  regimiento 
de  cavallería  de  Ferrón  con  orden  de  batir  la  entrada 
sobre  el  camino  de  Balaguer,  100  hombres  del  regi- 
miento de  Santange,  una  compañía  franca  de  alema- 
nes de  120  hombres  y  dos  regimientos  del  batallón  de 
Gataluña,  de  los  quales  se  sacaron  cien  mosqueteros 
para  guarda  del  vado  del  río  delante  de  Llorent  por 
donde  podían  escapar  muchos  de  los  enemigos.  Para 
el  mismo  fin  dexó  en  el  estrecho  de  Llorent  á  la  orilla 
del  río  los  regimientos  de  Santa  Mesmes  y  de  Ferrier 
con  quatro  piezas  de  campaña  y  cien  cavallos  escoji- 
dos  de  los  mexores  cuerpos  para  custodia  y  abrigo  de 
la  infantería. 

El  grueso  del  exército  avía  pasado  el  río  el  día  21 
de  Junio  1645,  y  esa  misma  noche  hizo  S.  A.  subir 
toda  la  infantería  á  la  eminencia  de  la  primer  monta- 
ña y  el  regimiento  de  cavallería  de  Baltasar,  que  fué 
destinado  para  servir  á  la  testa  del  exército  según  la 
ocasión  se  podría  presentar.  Desde  el  amanecer  del 
día  22  todo  el  resto  de  la  cavallería  estubo  montada  y 
puesta  en  orden  de  batalla  en  el  puesto  señalado:  el 
Gonde  de  Miran  vile.  Mariscal  de  campo  que  se  halla  va 
ya  al  despuntar  el  día,  tomd  el  ala  derecha  del  exér- 

ToMo  xxir  13 


194 

cito,  compuesta  de  los  regimientos  de  cavallería  de 
S.  A.,  del  de  San  Simón,  de  la  Mota  y  de  los  catalanes 
y  de  los  regimientos  de  infantería  de  S.  A.,  Revé,  Gar- 
visón,  Pailler,  Gueme  y  Batufort;  el  Conde  Xavot  tomó 
el  ala  izquierda  con  los  regimientos  de  cavallería  de 
S.  E.,  Meambille,  Gastenbriau  y  Santones  y  con  los  de 
infantería  de  la  marina  Vaillac,  Montpouvillau,  Ro- 
quellaure,  Sanguedoc,  Montpuerois,  Miralpes  y  Andu- 
ce;  el  S."""  de  Santones  se  encargó  de  hacer  el  cargo  de 
Maestre  de  campo  de  la  caballería,  y  el  Marqués  de  San 
Maigrín  con  particularidad  de  encaminar  la  infante-, 
ría;  el  S.°^  de  Duplesis  Binsanson  quedo  cercado  S.  A. y 
marchava  en  medio  de  las  dos  líneas  con  sos  dos  com- 
pañías de  guardias  y  gente  de  armas,  y  el  regimiento 
de  cavallería  del  Varón  de  Ales  y  el  de  suizos  de  infan- 
tería de  Rom,  que  marchava  á  las  espaldas  de  todo  en 
reserva  de  un  cuerpo  para  el  refuerzo  y  ocurrencia  á 
una  batalla  en  caso  que  las  primeras  tropas  á  los  pri- 
meros encuentros  tubiesen  algún  desorden  en  tan  im- 
portante ocasión.  Las  grandes  su  vidas  y  vajadas  de 
las  montañas  tan  continuadas  nos  rindieron,  siendo 
tan  penosos  los  caminos  para  las  tropas;  y  aunque  em- 
pezaron á  caminar  á  las  tres  de  la  mañana  hasta  las 
nuebe  de  la  misma,  no  pudiendo  llegar  al  puesto  por 
donde  havían  de  vajar  del  monte  á  un  quarto  de  le- 
gua de  Llorent,  aguardándolos  el  enemigo  en  medio  del 
llano  en  muí  buen  orden  de  batalla:  el  día  del  comba- 
te se  vieron  las  armadas  como  sitiadas  y  tan  cercanas 
que  cada  qual  que  podía  ver  qué  hacía  el  contrario  en 
la  suia:  el  enemigo  se  dispuso  el  día  21  para  recivir- 
nos  y  darnos  la  batalla  con  menos  riesgo,  haciendo  re- 
tirar al  amanecer  todos  sus  vagajes,  cañón  del  lado  de 
Balaguer  y  separar  sus  milicias  en  tres  cuerpos:  el  pri- 
mero seguido  más  cerca  por  el  cañón;  el  segundo  to- 


195 

mó  la  falda  de  la  montaña  para  aguardar  una  deslia- 
da, que  era  el  puesto  por  donde  los  nuestros  havían  de 
embestir,  y  el  tercero  hizo  alto  en  medio  del  llano, 
compuesto  de  las  mexores  tropas  de  su  exército,  que 
eran  la  cavallería  de  las  órdenes,  y  de  Ñapóles  de  las 
compañías  de  la  guardia  de  D.  Andrés  Gantelmo 
(General  del  exército),  del  Marqués  de  Mor  tara,  Te- 
niente General,  y  de  los  tercios  de  infantería  de  Don 
Pedro  Valenzuela,  español;  Tito  Brancacho,  Barón  de 
Amato;  napolitanos  del  tercio  de  Navarra,  y  de  las 
compañías  de  D.  Pedro  Esteriz,  español,  y  de  los  ir- 
landeses: con  este  lucido  cuerpo  de  sus  mejores  tro- 
pas, en  el  qual  esta  va  Gantelmo  y  sus  primeros  Ge- 
nerales, esperavan  poner  nuestras  primeras  tropas  en 
desorden,  que  no  podían  bajar  sino  desechas  y  sin  or- 
den; entre  tanto  otras  tropas  suias  se  adelantaron  á 
nuestra  retaguardia  para  combatirnos  con  las  mismas 
ventajas.  Nuestras  tropas  se  descubrieron  sobre  lo  alto 
de  la  montaña  á  las  nueve  de  la  mañana,  y  por  el 
puesto  que  havían  de  vajar  al  llano.  Los  regimientos 
de  cavallería  de  S.  A.,  de  San  Simón  Balthasar  y  al- 
gunos esquadrones  del  de  la  Mota,  fueron  los  más  di- 
ligentes en  vajar.  Las  compañías  de  guardas  y  gente 
de  armas  de  S.  A.  apresuraron  la  orden  de  su  marcha 
por  el  deseo  de  chocar  con  el  enemigo,  y  S.  A.  bajó 
con  su  tropa  para  desterrar  temor  y  dar  exemplo  á 
los  d'emás. 

Apenas  se  vieron  los  primeros  pisar  el  llano  quan- 
do  diez  grandes  batallones  de  cavallería  y  quatro  de 
infantería  española  acometieron  á  los  nuestros;  fuó- 
ronlos  á  resistir  el  de  Miranville  y  el  de  Santones, 
cargándoseles  el  regimiento  de  S.  A.,  governado  por 
el  cavallero  Monguiron,  el  qual  fué  destacado  con 
quarenta  Maestres  y  go  ver  nados  por  el  cavallero  Gas- 


196 
tellard,  sostenidos  por  el  esquadrón  del  Maestre  de 
campo  que  governava  el  Conde  de  Garni,  seguido  de 
cinco  otros  esquadrones  del  mismo  regimiento,  abri- 
gado del  de  San  Simón  y  de  Balthasar.  S.  A.  dio  asi- 
mismo con  sus  compañías  de  guardia  y  gente  de  ar- 
mas, governados  por  los  señores  de  Ballee  y  Ghava- 
nieu  y  parte  de  aquél  de  la  Mota:  este  lance  se  exe- 
cutó  con  tanta  ventaja  y  gloria  de  nuestra  parte,  que 
quatro  ó  cinco  esquadrones  del  enemigo,  con  el  tercio 
de  Navarra,  quedaron  desechos,  y  los  demás,  arrojan- 
do las  armas,  se  pusieron  á  huir,  y  parte  de  los  que 
quisieron  pasar  el  río  quedaron  anegados;  el  Mar- 
qués de  Mortara,  Maestre  de  campo  general,  fué  pre- 
so por  el  señor  de  Beliue,  uno  de  los  Brigadieres  de 
la  campaña  de  las  Guardias  de  S.  A.,  y  siendo  peque- 
ño este  esquadrón,  rechazó  al  de  Mortara  con  30  ó  40 
cavallos,  que  se  escaparon  con  él  ala  orilla  del  río,  en 
donde  fué  preso,  y  governava  este  esquadrón  Mosiur 
Espergnaut,  teniente  de  la  Guardia.  También  queda- 
ron prisioneros  D.  Ñuño  Pardo,  Lugarteniente  de  la 
cavallería  de  las  Órdenes;  el  Barón  Amato,  Maestre 
de  campo;  un  capitán  de  cavallos  del  trozo  de  las  Ór- 
denes, que  havía  sido  paje  del  Guión  del  Rey  de  Es- 
paña, y  otros  Oficiales  de  consideración. 

Al  mismo  tiempo  las  demás  tropas  •  de  cavallería  é 
infantería  enemiga  arriva  mencionadas  que  estavan 
en  la  ala  derecha,  á  quienes  hacía  frente  el  Conde 
Xavot  con  los  regimientos  de  cavallería  de  Miranvile 
Casteubrian  y  aquél  de  la  Marina,  el  señor  de  San 
Maigrin  tomó  la  pica  en  la  mano,  y  á  la  testa  del 
regimiento  de  campaña  marcharon  derecho  al  enemi- 
go; entre  tanto,  el  regimiento  de  Su  Eminencia,  go- 
vernado  por  el  Conde  Brollo,  que  havía  vajado  más 
hacia  mano  derecha  para  hallarse  á  los  primeros  en- 


197 
quentros  con  orden  del  señor  Duplesi  Bisanson  para 
sostener  campaña,  y  el  regimiento  de  S.  A.  Mompo- 
villan  y  otros  que  vajaron  á  la  desliada,  acometieron 
juntos  tan  valerosamente  al  enemigo,  que  le  obliga- 
ron á  que,  haciendo  media  vuelta,  se  desliase  para 
ganar  el  vado  del  río;  pero  viéndolo  S.  A.  y  previ- 
niéndose de  valor,  hizo  dar  la  carga  á  la  derecha  con 
dos  esquadrones  del  regimiento  de  la  Mota  y  la  com- 
pañía de  sus  guardias,  que  hizo  dividir  en  tres  peque- 
ños trozos  y  los  hizo  dar  en  la  testa;  asimismo  dio  or- 
den el  de  Duplesi  de  hacer  abanzar  el  regimiento  de 
Santones  y  la  cavallería  catalana,  con  que  acometie- 
ron por  lo  más  débil,  y  del  mismo  modo  el  señor  de 
San  Maigrin  con  el  regimiento  de  Gampagne;  viéndose 
los  enemigos  cercados,  se  resolbieron  á  librarse  del  pe- 
ligro presente  ú  á  morir,  haciendo  con  esta  resolución 
más  sangriento  el  choque  en  este  puesto  que  en  los 
otros;  pero,  por  último,  cedió  su  desesperación  al  va- 
lor de  los  nuestros,  quedando  casi  todos  entre  presos, 
muertos  y  anegados,  y  los  que  á  nado  pasaron  el  río 
aliaron  mal  recivimiento,  así  porque  lo  más  del  regi- 
miento de  Baltasar  pasaron  en  su  seguimiento,  como 
por  los  mosqueteros  del  batallón  de  Cataluña  que  S.  A. 
havía  dejado  prevenidos  como  adivinando  lo  que  suce- 
dió. Y  no  sólo  aprovecharon  para  esto  los  mosquete- 
ros allí  aloxados,  sino  también  para  molestar  de  con- 
tinuo á  los  castellanos  en  sus  marchas  cerca  de  Llo- 
rent,  entre  tanto  que  el  señor  de  Santa  Mesma  y  Fa- 
rrier  que,  con  tres  regimientos,  guardavan  el  estrecho 
cerca  del  río  Llorent,  destacaron  de  sus  mosqueteros 
un  buen  número,  sostenido  de  otro  igual  de  los  mis- 
mos regimientos  para  acavar  de  sacar  los  españoles 
de  Llorent,  como  de  echo  poco  (después)  antes  del 
combate  los  acavar on  de  rendir. 


.198 

El  resto  del  exórcito  castellano  que  estava  hacia  la 
parte  de  Balaguer,  viendo  la  rota  de  sus  primeras  y 
principales  tropas,  que  havían  combatido  con  las 
nuestras  primeras  y  que  á  éstas  seguían  otras  con 
mucho  coraje,  juzgó  el  combate  por  muy  cruel,  y  que 
no  podía  favorecerlos,  se  retiró  con  los  que  llegaron 
huiendo  del  primer  encuentro,  entre  los  quales  esca- 
pó D.  Andrés  Gantelmo,  favoreciéndole  el  polvo,  que 
no  se  vían  los  ca valles,  para  que  un  trompeta  que  le 
conocía  mui  bien  y  no  pudiese  advertirlo  al  señor  de 
Mangiron,  que  lo  tubo  de  cerca,  por  haverlo  perdido 
de  vista,  con  tal  priesa,  que  no  huvo  forma  de  seguir- 
lo, así  por  la  apresurada  marcha,  ventaja  que  noslle- 
vava,  como  por  abrigarle  su  artillería  y  no  poder  nos- 
otros pasar  sin  gran  riesgo. 

De  esta  suerte  se  concluió  el  combate  en  pocas  oras, 
perdiendo  en  él  los  castellanos  más  de  1  (n)  cavallos 
y  de  2  á  3  (0)  infantes;  los  muertos  en  la  campaña  ó 
anegados  en  el  río  fueron  1 .600,  los  prisioneros  2.000, 
y  entre  éstos  casi  todos  los  Oficiales  generales  y  200 
ó  300  otros  Oficiales  de  primera  suposición.  Maes- 
tres de  campo,  Coroneles,  Capitanes  de  infantería 
y  de  cavallería,  Lugarestenientes,  Alféreces  y  cor- 
netas, y  todos  llegaron  á  Barcelona  á  9  de  Julio 
1645.  Los  Generales  y  Maestres  de  campo,  que  serían 
unos  15  ú  16,  llegaron  algunos  días  antes  y  los  apo- 
sentaron en  casa  de  D.  Juan  Terrer,  á  la  plaza  de 
Santa  Ana;  y  aunque  los  tratavan  y  regalavan  mui 
bien,  estuvieron  siempre  con  guardias  de  vista.  Los 
Capitanes  y  Tenientes,  así  de  infantería  como  de  ca- 
vallería, los  cerraron  en  la  cárcel.  Los  Alféreces,  Sar- 
gentos y  soldados  en  la  Atarazana,  con  mui  buena 
guardia. 

Los  Oficiales  castellanos  que  quedaron  prisioneros 


199 

en  esta  ocasión  son  el  Marqués  de  Mortara,  Maestre 
de  campo  general  y  Teniente  general  de  la  Armada; 
D.  Niño  Pardo,  Lugarteniente  general  de  la  cavalle- 
ría  de  las  Órdenes;  D.  Juan  de  Oto,  Comisario  general 
de  la  misma  cavallerla;  ü.  Miguel  Pinateli,  Governa- 
dor  de  la  cavallerla  de  Ñapóles;  D.  Tiverio  Garrafa, 
Comisario  general  de  la  misma  cavallería;  el  Duque 
de  Lauretana,  Coronel  general  de  la  infantería  de  Ña- 
póles; D.  Phelipe  Salazar,  A^^udante  de  Teniente  ge- 
neral. Los  Capitanes  de  la  cavallería  de  las  Ordenes 
son:  D.  Antonio  Soviza;  D.  Tomás  de  Velasco,  del 
ávito  de  San  Juan  y  Sargento  maior;  D.  Joseph  de 
Fauxe,  D.  César  Carrafa,  D.  Alonso  de  Alarcón,  Don 
Ñuño  Mote;  D.  Gerónimo  Campero,  Teniente  refor- 
mado; D.  Pedro  Miguel  y  D.  Benito  Berto,  cornetas; 
D.  Francisco  de  Tapia,  D.  Pedro  Ortiz  de  Velasco, 
D.  Este  van  de  Roques  y  D.  Marcos  Barelle,  corne- 
tas reformados;  Capitanes  del  trozo  de  Ñápeles  y  Ofi- 
ciales, D.  Antonio  Noche,  D.  Joseph  de  Pozelques, 
D.  Donato  Amorós,  D.  Lorenzo  Gamador,  Ayudante 
de  cavallería;  Capitanes  reformados,  D.  Diego  Manrri- 
que,  D.  Vito  Chalpo,  D.  Octavio  Manrrique  y  D.  An- 
tonio París;  Tenientes,  D.  Gerónimo  Capase  y  D. 'Pa- 
blo Chansoul,  cornetas;  cornetas  reformados,  Pablo 
Cornet,  Matheo  Montaniegre  y  Pedro  Vespesián,  Juan 
Bautista  Órlense  y  Onofre  Saletre.  Del  regimiento  de 
cavallería  de  Pinateli:  D.  Alfonso  Oresón,  Ayudante; 
cornetas,  D.  Pablo  Petón,  D.  Thoniás  Pierolo  y  Don 
Francisco  Sombart.  De  la  compañía  de  la  guardia  del 
General:  el  Capitán  D.  Manuel  Carrafa  y  el  corneta 
D.  Andrés  Palmier,  y  el  Gentilhombre  de  la  misma 
guardia  D,  Lorenzo  de  Jerque;  Oficiales  reformados, 
Domingo  Perlón  y  Pedro  Picatolt;  otro  Oficial  de  la 
caballería,  Francisco  Perora,  corneta  reformado  de 


so  o 
Matamoros;  Oficiales  de  la  artillería,  Joseph  Guisóse, 
Georg-e  Maire,  Jayme  Vimasequi;  infantería,  tres  com- 
pañías que  quedaron  enteras  del  regimiento  de  Don 
Pedro  Estarris  Castellano,  Alférez  Domingo  López, 
Gavriol  Álvarez,  Juan  Espinosa,  Martín  de  Senos.  Re- 
gimiento de  Fray  Juan  Bautista  Brancacho,  de  cava- 
Hería  italiana:  Capitanes,  Marcos  Batane,  Juan  Ro- 
que, Escavio  Peroesa,  Christóval  Rincón,  Thomás 
Conde,  Matheo  Luis,  Andrés  Pagnón;  Capitanes  apun- 
tados, Neriot  Galisse,  Juan  Antonio  Monso,  Carlos  Ri- 
cart,  Paulo  Mariol,  Jacinto  Campan,  Francisco  Mo- 
lón y  Angelo  Básele;  Ayudantes,  Antonio  Matulo,  Don 
Joseph  Surgent  y  D.  Juan  de  Marín;  Alféreces  vibos, 
Juan  de  Esteva,  Francisco  Pavil  y  Bernardino  Folio; 
Alféreces  reformados,  Domingo  Evangelista,  Tho- 
más Gallu,  Estéfano  Mase,  Sevastián  Rouse,  Joseph 
Profit,  Gerónimo  de  Geronne,  Carlos  Rouse,  Mario 
Save  y  Francisco  Gartel;  Sargentos  vibos,  Juan  Cami- 
lo Nardo  de  Conato,  Vicencio  Leto,  Donato  Causi,  Juan 
Evangeliste  y  Francisco  Cérico;  Sargentos  reformados, 
Prosepo  Soldano,  lañóla  la  Prendera.  Regimiento  de 
Navarra:  D.  Blas  Dongai,  D.  Donato  de  Navarra  y 
D.  Domingo  de  Boritón;  Capitanes  reformados  Don 
Diego  Macirieg,  D.  Agustín  de  Valencia,  D.  Luis  Ba- 
rreta, D.  Benito  del  Río  y  D.  Martin  Fernández  Mon- 
talvo;  Capitanes  apuntados  D.  Carlos  Juatoi;  Alfére- 
ces vivos,  D.  Joseph  Darnis,  D.  Pedro  de  Venayudo, 
D.  Juan  de  Rase,  D.  Juan  Basane,  D.  Diego  Somoza, 
D.  Domingo  López  y  D.  Matheo  de  Mourga;  Alféreces 
reformados,  Juan  Tercoso  de  Vazques,  Juan  Apelicou- 
se,  Emanuel  de  Ravan,  Gerónimo  Moneste,  Valentín 
Cortés,  Gabriel  de  Celis,  Alonso  Peñalosa,  Carlos  Co- 
mentrave,  Manuel  de  Navarrete,  Manuel  Martín,  Die- 
go Rodríguez,  Juan  de  Marine,  Phelipe  de  Vega  y 


20  í 

Oruetite.  Regimiento  del  Varón  Amato  Italiano:  el 
Maestre  de  campo  Lucas  Parrese,  Sargento  maior; 
Juan  María  Gallar,  Sargento  maior  reformado;  Capi- 
tanes, Paulo  de  Rogera,  D.  Alexandro  Garato,  Don 
Amelo  Tornatore,  D.  Domingo  Mesare,  D.  Juan  Mon- 
te de  Franco  y  D.  Francisco  Bunada;  Ayudante  ma- 
ior, Joseplí  Tansimia  y  Vicenció  Surrentino;  Capi- 
tanes reformados,  D.  Doracio  Jatania,  D.  Francisco 
Torilla,  D.  Francisco  Salerno,  D.  Escanio  Lucano, 
D.  Nicolás  Trodoro  y  D.  Francisco  Nar dille;  Alfére- 
ces, César  Pasaro,  Doracio  MarLineli,  Juan  María  La- 
guardia,  Gerónimo  Roncaldo  y  Lázaro  Verola;  Alfére- 
ces reformado^,  Vicenció  Cardenal,  Joseph  Escorcovi- 
lie,  Juan  Bata  Trompeta,  Antonio  Vidama,  Leonardo 
Maiora,  Aníbal  Palmer,  Antonio  Salvata  y  Cosme  de 
Juan;  Sargentos  vibos,  Angelo  Dionisio,  Diego  Calvo, 
Diego  Carlos,  Vicenció  Calenda  y  Nardo  Portugués; 
Sargentos  reformados,  Joseph  Veriens,  Julio  Jeangen- 
teli  y  Onofre  Cavallero.  Regimiento  de  Lauretana:  el 
Maestre  de  campo;  Capitanes,  D.  Francisco  Blandino, 
D.  Angelo  Bancura,  D.  Fuctio  de  Benadis,  D.  Juaspa- 
ta  Damiano  y  D.  Lorenzo  Jorge;  Capitanes  reformados, 
D.  Juan  Lamencelos,  D.  Carlos  Catarina  y  D.  Carlos 
de  Azcont;  Alféreces,  Salvador  Grimato,  Juanto  de 
Milio  y  Vicenció  Fastore;  Alféreces  reformados,  Fran- 
cisco Melia,  Andrea  Dagarina,  Francisco  Santomen- 
go,  Joseph  Santomano,  Julio  de  Merino,  Francisco 
Ornano,  Nardo  Antonino,  Sealera  Jeusepe,  Pascal  Ju- 
seph  de  Bandio,  Miguel  de  Porrel,  Carlos  Monello,  Pa- 
ledino  Vierganio,  Marcuro  Garalufa,  Onofre  Marang- 
siüo,  Antonio  de  Luca  y  Francisco  Antonio  Mance- 
11a;  Sargentos,  Antonio  de  la  Victo,  Donato  Antonio 
de  Lobeto,  Sio  María  Peretino,  Nótalo  Salomeno, 
Thomás  de  Vico,  Marco  Antonio  Gal  tierra  y  Pedro 


Caima;  Sargentos  reformados,  Francisco  Alvanale, 
Hufrio  Siuscario,  Garlos  Lataran,  Francisco  Capanio, 
Agustín  de  la  Guilave,  Domingo  Primiguer,  Pastólo 
Pasqual,  Gerónimo  Moro,  Andrés  Capel,  Francisco  de 
la  Gomo,  Ansipe  Capile,  Francisco  Fidele,  Andrés  Zu- 
rro, Vicencio  de  Paulo  y  Francisco  de  Jusepe;  del  Re- 
gimiento Alemán  de  Valdestrada,  Antonie  Lachsfeliz, 
Alférez  v  otros  oficiales;  D.  Pedro  Valenzuela,  Maes- 
tre de  campo  del  tercio  de  infantería  española;  D.Juan 
Serviente,  Maestre  de  campo  reformado.  La  maior 
parte  de  las  banderas  y  cornetas  de  las  tropas  de  in- 
fantería y  cavallería,  quedaron  en  nuestro  poder  y  se 
embiaron  á  París;  tomáronse  también  600  cavallos  del 
trozo  de  las  Órdenes,  400  del  trozo  de  Ñápeles,  100  de 
Matamoros,  60  de  Gransfelt.  De  la  infantería,  el  ter- 
cio de  Valenzuela  español,  el  tercio  viejo  de  Ñapóles 
de  Laurel:ana,  el  de  Tito  Brancacho,  el  de  Potique,  el 
del  Varón  de  Mata,  también  tercios  napolitanos;  el  de 
Esteris,  español ;  tres  compañías,  y  el  restante  al  pa- 
sar el  río  también  quedó  prisionero. 

Esta  fué  la  pérdida  de  los  castellanos,  como  se  aca- 
va  de  referir,  y  de  nuestra  parte  se  reconoció  falta- 
van  algunos  300  entre  muertos  y  heridos  ó  prisione- 
ros; y  entre  los  de  la  primera  suposición,  fueron:  el 
Conde  de  Gharin,  Capitán  teniente  de  la  compañía  de 
cavallos  ligeros  de  S.  A.;  el  señor  de  Gathelart,  Capi- 
tán teniente  de  la  compañía  del  Conde  de  Armagnac, 
hijo  maior  de  S.  A.,  que  murieron  después  de  obrar 
proezas  y  eternizar  su  memoria  con  el  valor:  así  mis- 
mo lo  mostraron  grande  el  señor  de  Anticaurt,  Te- 
niente de  un  regimiento;  los  dos  hermanos  del  señor 
de  Pondeus,  Tenientes  de  Maestre  de  campo  del  regi- 
miento de  la  Mota,  que  quedaron  heridos;  imitáronlos 
el  señor  de  Santarbie,  Ayudante  de  campo,  y  otros 


203 

tenientes  y  oficiales  menores,  así  de  cavallería  ó  in- 
fantería, que  entre  eridos  y  muertos  formaron  el  nú- 
mero que  refiero  de  300. 

En  esta  prompta  y  gloriosa  jornada,  en  que  que- 
dando los  nuestros  señores  de  la  campaña,  quando  los 
castellanos  se  hallavan  en  ella  tan  anticipadamente 
tan  pertrechados  señores  del  mejor  terreno  y  tan  ani- 
mosos, pareciéndoles  era  segura  la  vitoria,  se  recono- 
ció que  solo  de  la  mano  de  Dios  viene,  y  que  á  Él  se 
deve  sólo  atribuir,  aunque  concurran  la  buena  direc- 
ción, valor,  industria  y  exemplo  de  un  Oeneral,  á 
quien,  con  _valor  ó  incansable  fatiga,  contribuían  y 
ovedezcan  los  cavos  y  tropas  inferiores;  y  si  bien  alu- 
dan á  los  buenos  sucesos  quando  las  ventajas  son  tan- 
tas, la  Divina  Omnipotencia  es  sola  la  que  los  ase- 
gura. 

Los  señores  Mariscales  de  nuestro  campo  han  dado 
seguras  pruevas  en  esta  ocasión  de  la  velocidad  en  las 
acciones,  de  la  firmeza  y  bondad  de  un  grande  cora- 
zón y  de  la  vibeza  del  entendimiento  que  han  menes- 
ter los  que  executan  las  órdenes  de  un  General  y  el 
cuidado  y  vigilancia  en  los  ataques,  en  donde  han 
mostrado  valor  más  que  humano  eternizando  glorio- 
sas sus  famas  y  Vitorias  las  armas  de  su  Rey. 

El  señor  de  Santa  Golumbe,  Sargento  de  batalla,  ha 
servido  sólo  en  este  cargo;  el  de  Chambón  se  halla 
erido  de  un  mosquetazo,  yendo  á  reconocer  las  postas 
de  la  montaña  los  días  pasados,  sirviendo  mucho  en 
esta  ocasión,  como  también  á  sus  órdenes,  el  Conde 
de  Origne,  Maestre  de  campo  del  reginiiento  de  Gam- 
pagne,  y  todos  sus  Oficiales,  en  donde  los  señores  de 
la  Prune  y  de  la  Marche,  Gapifanes,  quedaron  eri- 
dos, el  uno  de  un  golpe  de  cañón  y  el  otro  de  un  mos- 
quetazo; el  Conde  de  Santa  Mesne,  de  Vaillach,  Rom- 


204 

pavillon,  Paules,  Momperains,  de  Andure  y  Ferrier, 
Maestres  de  campo;  el  cavallero  de  la  Tause,  Gover- 
nador  del  regimiento  de  la  Marina;  el  señor  de  la  Mo- 
te, Sargento  maior,  governando  el  de  S.  A.;  el  de  la 
Baume,  el  de  la  Bost,  el  de  Benafau,  el  de  Rosel  y  el 
de  Ghesmaye;  Tenientes  coroneles  del  regimiento  de 
Rebe,  de  Lenguadoc,  de  Guiena,  de  Carnisou  y  de 
Miralpex,  por  enfermedad  de  sus  Coroneles;  los  seño- 
res de  Griste,  de  la  Tur,  Tenientes  de  los  regimientos 
de  Roquelaure  y  de  Benfort,  por  estar  eridos,  de  que 
han  muerto,  sus  Coroneles;  el  Conde  Broglio,  el  cava- 
llero Mongiron,  el  señor  de  la  Roque  Sant  Camerat, 
de  Beaufort  Peallix,  de  la  Rochelindon,  de  Bauchei  y 
el  cavallero  de  la  Marcarause;  governadores  de  los 
regimientos  de  S.  E.,  de  S.  A.,  de  San  Simón,  de  la 
Mota,  de  Miranville,  de  Chattenbriau  y  de  Santones, 
D.  Joseph  Cardona,  General  de  la  cavallería  catala- 
na; sus  Capitanes  el  señor  Remi,  governando  el  regi- 
miento de  Balthasar,  por  aver  éste  quedado  erido  de 
un  mosquetazo  al  pasar  el  río,  y  el  señor  de  San  Glas, 
Ayudante  de  campo,  que  murió  de  una  crida:  todos 
éstos,  Cavos  y  Oficiales,  y  el  señor  Aubini  de  Luzan, 
Charmon,  Corbet,  San  Barbie,  Maraut,  Castiaurey, 
Dupin  y  Descorbet,  Ayudantes  de  campo,  son  digní- 
simos de  qualquier  elogio  y  premio,  aunque  algunos 
no  hayan  podido  mostrar  su  valor  y  corazón  por  no 
poder  asistir  al  combate,  dentro  del  qual  los  señores 
de  Belle,  de  Poinagut  y  el  de  Mey,  Capitán,  Teniente 
y  Mariscal  de  Alojamientos  de  la  compañía  de  las 
guardas  de  S.  A.;  los  señores  Condes  de  Chavanat,  de 
Suli  y  el  de  Launay,  Teniente  del  Guión  y  Mariscal 
de  alojamientos  de  l§.  A.;  los  señores  Barones  de  Go- 
ligni,  de  Lambespin,  de  Says  Tarabias  y  de  Buil,  Ca- 
pitanes de  su  regimiento  de  cavallería;  el  Vizconde 


205 

de  Rabat,  el  Varón  de  Bisi,  los  señores  de  Goiai  y  Fo- 
canet,  Capitanes  del  regimiento  de  la  Mota;  el  señor 
de  Boudeaus,  Teniente  de  Maestre  de  campo,  y  otros 
Oficiales  de  dicho  regimiento,  se  mostraron  en  este 
lance  valerosos  hombres;  también  el  Marqués  de  la 
Barre,  Teniente  general  de  la  artillería  del  exército, 
y  el  señor  de  Ghanfort,  Lugarteniente  de  la  artillería 
de  la  provincia,  que  después  de  haver  dado  sus  órde- 
nes en  el  estrecho  de  la  batería  de  Llorent,  que  tra- 
vajó  de  manera  á  los  enemigos  que  estavan  en  el  lla- 
no de  batalla,  que  los  obligó  á  rendir  á  vista  de  S.  A.; 
obraron  también  proezas  el  Marqués  de  Vite,  el  Con- 
de de  Valenci,  el  Varón  de  Maulan,  hermanos  del  de 
la  Barre;  el  Varón  de  Villari,  de  Fábregas  y  de  Pom- 
pigna,  el  Vizconde  de  Alegre,  los  señores  de  Mon- 
tagne,  el  cavallero  de  Escaubes,  los  señores  de  Ray- 
mandi,  de  Avignon,  de  Aimin  Guide  y  de  Borns, 
Francisco  y  Joseph  de  Tamarit  y  otros  cavalleros  ca- 
talanes, han  hecho  comprehender  en  este  lance  su 
natural  valor,  y  que  son  más  dignos  de  memorables 
soldados,  pues,  voluntarios,  gastan  sus  haciendas  y 
exponen  sus  vidas  para  gloria  de  las  armas  de  S.  M. 
Xpma.  que  Dios  guarde. 

CAPÍTULO  176. 

SITIO  Y  RENDIMIENTO  DE  BALAGUER  Y  FORTIFICACIÓN  DE  TERMENS 
CON  LO  DEMÁS  QUE  SE  EXECUTÓ  ESA  CAMPAÑA. 

Después  de  esta  tan  gloriosa  Vitoria  que  queda  re- 
ferida, y  hallándose  nuestro  exército  señor  de  la  cam- 
paña y  ribera  del  Segre,  teniendo  encerrados  en  Ba- 
laguer  5  ó  6  mil  infantes  y  dos  ó  tres  mil  cavallos  y  el 
General  Cantelmo,  resolbió  el  señor  Conde  de  Ancourt 
sitiar  y  rendir  la  plaza  por  hambre,  juzgando  que  á 


206 

fuerza  de  armas  era  imposible  ó  que  le  havía  de  costar 
por  lo  menos  muchísima  sangre,  siendo  la  guarnición 
tan  numerosa,  lucida  y  de  valor,  juzgando  también 
que  los  víberes  les  tendrían  limitados,  y  que  no  dejan- 
do entrar  era  preciso  que  en  breve  se  rindiesen,  y  así, 
remitiendo  al  tiempo  la  expugnación,  trató  del  blo- 
queo, y  para  esto,  teniendo  bien  asegurado  el  paso  del 
puente,  buscó  parage  en  donde  asegurar  una  buena  y 
firme  retirada  para  prevención  de  lo  que  podía  suce- 
der y  para  tener  seguro  puente  para  el  pasaje,  por  es- 
tar entre  Lérida  y  Balaguer,  plazas  enemigas.  Des- 
pués reconocidos  los  puestos,  eligió  el  de  Termens  por 
más  apto  y  apropósito  para  su  intento.  Aquí,  pues, 
formó  una  plaza  elevando  un  fuerte  de  faxina  y  tierra 
mui  crecido  y  fortalecido,  enterrando  en  medio  del  lu- 
gar de  Termens  á  esta  parte  del  río  Segre  y  añadién- 
dole once  baluartes  ó  fortines  del  mismo  material  con 
sus  fosos  y  artillería.  Á  la  otra  parte  del  río,  que  mira 
á  Menargos,  fabricó  mui  ondos  fosos  con  sus  fortines, 
barracas  y  quarteles  dentro,  proveídos  todos  de  mu- 
chos víberes  y  municiones,  asegurándose  de  todo  para 
tener  allí  su  exército  buen  reparo  en  qualquier  acon- 
tecimiento; y  como  se  allava  tan  sin  resistencia,  po- 
día y  executava  á  su  espacio  quanto  quería,  atendien- 
do en  esto  á  dos  ñnes:  al  de  su  conservación  el  prime- 
ro, y  al  de  impedir  el  socorro  y  provisiones  de  los  si- 
tiados el  segundo,  y  lo  dispuso  con  tal  arte,  que  ni  po- 
día salir  ninguno  de  Balaguer  ni  entrar,  ni  menos 
arriesgarse  su  exército,  porque  cerrado  en  Termens 
avía  de  menester  una  numerosa  armada  para  contras- 
tarle, tan  fortificado  se  allava  y  en  lugar  eminente,  ó 
bien  era  necesario  alguna  alevosía  para  destruirlo. 
Dispuesto  el  sitio  en  esta  forma,  no  quiso  se  disparase 
ni  un  mosquetazo,  suponiendo  que  la  hambre  les  lia- 


207 

ría  presto  cruel  guerra:  no  obstante  todo  esto,  no  fal- 
taron muchos  vivanderos,  así  catalanes  como  france- 
ses, que  les  llevavan  algunos  víberes  porque  les  paga- 
van  en  muí  buenos  doblones  y  reales  de  á  ocho;  cojió- 
ronse  algunos  y  los  ahorcaron  á  vista  de  los  de  Bala- 
guer,  con  que  en  adelante  no  se  atrevieron. 

Los  sitiados  tenían  mucha  esperanza  del  socorro  y 
de  que^su  Rey  haría  algún  esfuerzo  teniéndolos  tan 
vecinos  á  su  dominio  y  siendo  la  guarnición  tan  nu- 
merosa que  podía  facilitar  mucho  el  ser  socorrida  ha- 
ciendo surtidas  numerosas.  Pero  S.  A.  tenía,  tomados 
los  pasos  por  donde  podían  salir  y  ser  socorridos  por 
la  Puente  de  Lérida,  de  Castellón  de  Farfana  y  de 
Ager,  bien  que  aseguran  que  por  la  eminencia  en  que 
está  la  casa  del  Santo  Ghristo  y  aquellas  montañuelas 
tenía  la  cavallería  de  la  plaza  la  entrada  y  salida  mui 
libre,  pero  tanvién  dicen  que  no  quiso  desamparar  la 
plaza,  teniendo  por  seguro  el  socorro.  Intentáronlo 
por  dos  veces  y  salióles  en  vano,  porque  la  vigilancia 
de  los  nuestros  y  su  buena  disposición  les  amenazava 
la  imposibilidad,  procuraron  vencerla  disponiendo  un 
grueso  de  tropas  considerable,  sacando  para  este  efec- 
to las  guarniciones  de  soldados  viejos  de  Tarragona  y 
Tortosa  y  poniendo  levas  nuevas  de  Aragón  y  Valen- 
cia en  estos  presidios.  Á  mediados  Septiembre  inten- 
taron el  socorro  formando  dos  cuerpos,  uno  del  com- 
boy  y  víberes  y  otro  para  divertir  nuestras  milicias 
embistiéndolas  por  distintos  puestos,  á  fin  de  qife 
mientras  se  pelearía  por  una  parte  entrase  por  otra  el 
socorro.  Pero  como  en  todas  partes  hay  alevosos,  no 
faltó  quien  dio  á  S.  A.  la  noticia  con  toda  individua- 
ción, y  teniéndola,  dividió  su  exército  en  dos  puestos, 
el  uno  á  donde  havía  de  entrar  el  socorro  y  el  otro  por 
donde  havían  de  embestir;  logróse  dichosamente,  por- 


208 
que  los  que  embistieron  fueron  rechazados  con  gran 
pérdida  suia  y  crédito  nuestro,  y  del  socorro  se  toma- 
ron más  de  quatrocientos  vagajes  cargados  de  mante- 
nimientos y  casi  toda  la  gente  del  comboy,  conserván- 
dose siempre  los  nuestros  en  su  puesto. 

Desesperados  los  de  adentro  del  socorro  á  vista  de 
este  suceso,  trataron  de  aliviar  el  presidio  de  guarni- 
ción, y  una  noche  el  General  Gantelmo  con  los  demás 
oficiales  maiores  y  maior  parte  de  la  cavallería,  mu- 
cho secreto  y  diligencia,  se  salieron  por  la  parte  del 
Santo  Ghristo,  y  quando  á  la  mañana  los  nuestros  lo 
advirtieron,  se  hallava  ya  Gantelmo  á  la  buelta  de 
Ager,  que  como  se  dijo  no  era  fácil  guardar  los  nues- 
tros esta  salida.  Quedó  en  la  plaza  por  Governador 
D.  Simón  Mascareñas  con  buena  guarnición  y  poca 
cavallería,  teniendo  por  seguro  que  al  último  trance 
se  sacaría  siempre  buen  partido,  y  no  huviera  sido  tan 
ventajoso  ni  se  huviera  dilatado  tanto  el  rendimiento 
á  no  haver  algunos  naturales  tan  de  la  parte  de  Es- 
paña que  con  su  industria  y  maña,  aunque  á  costa  de 
los  demás,  la  sustentaron  muchos  días  hasta  el  último 
extremo;  pero  pagáronlo  después  algunos  perdiendo 
la  vida  afrentosamente. 

Biéndose  los  sitiados  en  Balaguer  sin  esperanzas  de 
socorro,  y  que  los  víberes  se  acavaban,  trataron  de 
capitular  y  concordaron  entre  el  Serenísimo  Conde  de 
Ancourt,  Virrey  y  Capitán  general  en  el  Principado 
de  Cataluña  por  la  Magostad  de  Luis  catorceno,  por 
una  parte,  y  D.  Simón  Mascareñas,  General  de  las  tro- 
pas del  Rey  de  España  y  Governador  de  la  plaza  y 
ciudad  de  Balaguer,  los  pactos  y  capítulos  siguientes: 

Primero,  que  el  día  20  de  Octubre  1645  el  señor 
Conde  D.  Simón  Mascareñas  entregará  la  plaza  de  Ba- 
laguer á  S.  A.  el  señor  Conde. 


209 

Segundo,  que  todas  las  tropas  así  de  infantería  como 
de  cávallería  que  se  hallarían  dentro  de  Balaguer,  sal- 
drían dicho  día  á  las  ocho  de  la  mañana  con  vida  sal- 
va, atambores  tocando,  vanderas  desplegadas,  vala 
en  boca,  cuerdas  encendidas,  armas,  cavallos  y  vaga- 
jes,  conduciéndolos  hasta  Fuenterravía  con  buena  y 
entera  escolta,  pasando  por  medio  Cataluña,  Rosellón, 
Lenguadoc,  Guienna,  Bearn  y  camino  más  breve  y 
acomodado,  haciendo  en  Cataluña  y  Rosellón  dos  le- 
guas cada  día  y  en  Francia  tres,  dando  ó  permitiendo 
de  cinco  en  cinco  días  uno  de  sosiego,  haciendo  las 
marchas  en  dos  meses,  ocho  días  más  ó  menos. 

Tercero,  que  se  les  diese  30  carros  ó  carretas  y  otros 
tantos  cavallos  ó  muías  hasta  Fuenterravía  por  todo 
el  camino,  para  llevar  los  vagajes  y  oficiales  ó  solda- 
dos enfermos. 

Quarto,  que  el  Rey  á  su  costa  havía  de  dar  el  man- 
tenimiento necesario  á  las  dichas  tropas  en  especie  ú 
en  dinero  durante  1^  marcha  por  dominios  del  Xpmo. 

Quinto,  que  á  los  soldados  enfermos  que  no  podrían 
seguir  las  marchas,  serían  recividos  en  los  hospitales 
de  las  villas  ó  lugares  donde  quedarían  hasta  estar 
curados,  y  después  se  les  daría  pasaporte  y  dinero 
para  su  sustento  hasta  Fuenterravía  por  el  mismo  ca- 
mino y  en  la  forma  ya  dicha. 

Sexto,  que  los  soldados  de  las  dichas  tropas,  así  de 
infantería  como  de  cávallería,  de  qualquier  calidad  ó 
nación  que  fuese,  y  que  huviesen  tomado  sueldo  de 
qualquier  otro  Príncipe  sin  el  Rey  Cathólico,  avrían 
de  seguir  á  libre  pasaje  el  camino  ya  dicho,  como  tam- 
bién la  demás  gente  de  guerra  que  saldría  de  Bala- 
guer, exceptuando  los  que  serían  sujetos  al  Rey  Xpmo. 
y  que  havían  dejado  su  servicio. 

Séptimo,  que  los  Oficiales  generales  de  la  artillería. 

Tomo  xxiv  14 


210 

de  víveres,  de  veeduría,  de  contaduría,  y  todos  otros 
oficiales  que  sirviesen  en  las  tropas  que  estavan  den- 
tro de  Balaguer,  podrían  con  la  misma  seguridad  y 
por  el  mismo  camino  salir  con  sus  cavallos,  ropas  y 
vagaje. 

Octavo,  que  la  ropa,  servicio  plata  y  vagajes  que 
dejaron  en  Balaguer  D.  Andrés  Gantelmo,  cavo  y 
oficiales  que  le  seguían,  sería  todo  conducido  segura- 
mente á  la  ciudad  de  Lérida. 

Nono,  que  todas  las  piezas  de  artillería  y  municio- 
nes de  guerra  que  estavan  dentro  Balaguer,  se  entre- 
garían fielmente  en  mano  del  Teniente  general  de  la 
artillería  del  exército  del  Rey  Xpmo.  el  día  antes  del 
rendimiento  de  dicha  plaza. 

Décimo,  que  si  el  día  antes  de  la  entrega  de  la  pla- 
za la  armada  del  Rey  Gathólico  ó  parte  de  tropas  su- 
yas llegasen  para  socorrer  Balaguer,  no  pudiese  la 
guarnición  de  la  plaza  ayudarles  ni  darles  socorro  al- 
guno. • 

Onceno,  que  el  señor  Conde  D.  Simón  dexaría  en 
Balaguer  en  arinas,  trigo,  bizcocho  y  otros  granos, 
víveres  para  quince  días,  á  razón  de  tres  mil  raciones 
por  cada  día. 

Para  la  segura  execución  y  cumplimiento  de  los 
sobredichos  capítulos  y  pactos,  se  dieron  recíproca- 
mente dos  renes  por  cada  una  de  las  partes,  es  á  sa- 
ber: un  Sargento,  un  Lugarteniente  Coronel  de  infan- 
tería y  dos  Ayudantes  de  campo,  acordando  que  no 
saldría  la  guarnición  de  Balaguer  que  no  estubiesen 
primero  en  Lérida  los  reenes  de  parte  del  Xpmo.,  y 
unas  y  otras  se  detendrían  hasta  la  total  execución 
de  este  tratado.  Dado  en  campo  de  Termens  y  Menar- 
ques,  á  19  de  Octubre  de  1645. 

Estos  pactos  llegaron  á  tener  su  efecto  por  no  ser 


211 

socorrida  la  plaza,  y  saliendo  la  guarnición  el  día  .20 
de  Octubre  de  1645,  que  eran  más  de  tres  mil  hom- 
bres, entraron  los  nuestros  y  S.  A.  con  ellos.  Los  na- 
turales de  la  ciudad  que  quisieron  quedar  echándose 
á  pies  de  S.  A.  que,  como  Príncipe  benigno,  los  per- 
donó, exceptuando  algunos  que  huyan  que  fueron  ar- 
to dañosos  para  su  patria,  los  quales  le  buscaron  y 
truxeron  presos  á  Barcelona,  particularmente  á  M.*' 
Parellas,  que  hizo  los  más  malos  oficios  y  fué  causa 
de  que  se  alargara  mucho  tiempo  el  rendimiento.  La 
ciudad  se  volvió  á  poblar  bellamente. 

Bolbiendo  á  la  guarnición  que  salió  de  Balaguer  y 
proseguía  sus  marchas  por  Cataluña,  no  se  deve  ca- 
llar que  D.  Simón  Mascareñas  enfermó  á  pocas  jorna- 
das, y  llegando  á  Martorell  acavó  sus  días.  Depositaron 
allí  su  cuerpo  y  la  gente  prosiguió  su  viaje,  llegando 
delante  Barcelona  un  domingo  29  de  Octubre  1645: 
ese  día  havía  salido  de  San  Feliú  y  pasava  á  dormir  á 
San  Andrés;  hicieron  alto  y  se  esquadronaron  á  la 
Cruz  de  Bargallo,  camino  de  Sarria,  esperando  licen- 
cia para  entrar,  pero  negándola  el  Governador,  pa- 
saron adelante;  salió  á  verlos  la  mitad  de  Barcelona; 
avía  famosa  gente  y  lucidos  cavos,  pero  venían  muy 
flacos,  dóviles  y  estropeados:  trayan  mucho  vagaje. 

Aquí  doy  fin  á  este  libro,  ofreciendo  al  curioso  lec- 
tor el  continuar  en  otro  los  sucesos  de  esta  tráxica 
provincia.  Dios  los  dé  quales  convenga  á  su  maior 
gloria. 


LIBRO  SEGUNDO. 

En  que  se  continúaE  los  sucesos  de  Cataluña  prosiguiendo  su  historia,  y 
con  particularidad  lo  que  ha  pasado  en  Barcelona  desde  15  de  Agosto 
de  1645,  en  donde  acava  el  libro  primero. 


ADVERTENCIA  AL  CURIOSO  LECTOR. 

El  libro  que  he  concluido  da  fin  á  los  sucesos  de 
su  historia  con  el  rendimiento  de  la  ciudad  de  Bala- 
guer,  conquistada  por  el  serenísimo  Conde  de  An- 
court,  Enrique  de  Lorena,  Príncipe  de  la  sangre,  pri- 
mer Gavallerizo  del  Rey  christianísimo  y  su  Virrey  y 
Capitán  general  en  el  Principado  de  Cataluña  y  Con- 
dados de  Rosell^n  y  Cerdaña:  sucedió  á  15  de  Octubre 
de  1645,  como  queda  largamente  allí  referido;  y  para 
qne  no  falte  al  curioso  lector  la  noticia  de  los  demás 
sucesos  que  en  tiempo  tan  travajoso  vio  esta  provin- 
cia, siendo  un  vibo  teatro  de  Marte,  ofrezco  conti- 
nuarlos en  este  segundo  volumen,  aunque  con  idioma 
poco  elegante,  pues  ni  es  de  mi  profesión  el  sutilizar 
ni  pulir  narraciones,  ni  parece  que  se  compete  lo  ele- 
vado de  una  retórica,  quando  lo  principal  del  asump- 
to  convida  á  la  curiosidad  y  hace  más  suave  la  pena 
de  leer.  Y  así,  haciendo  esta  protesta,  entro  al  dis- 
curso de  mi  intento,  que  es  dar  noticia,  día  por  día, 
de  quanto  la  puede  alcanzar,  y  aunque  en  la  posposi- 
ción ó  anteposición  de  algunos  puede  haver  reparo  y 


214 

admiración,  será  culpable  la  omisión,  porque  será 
equivocación  no  voluntaria;  por  último,  si  con  esta 
prevención  no  merecieren  disimulación  mis  yerros, 
más  culpable  la  calumnia  que  les  diere  qualquiera  que 
no  ellos,  pues  á  mi  costa  y  Iravajo  doy  el  gusto  de 
que  otros  vean  y  sepan  lo  que  sin  él  ignoran. 

CAPÍTULO  PRIMERO. 

LLEGA  Á  BARCELONA  LA  ARMADA  CASTELLANA;  SOSPÉCHASE  TRAICIÓN 
Y  NO  SE  LOGRA;  VA  SE  LA  ARMADA. 

Haviendo  ganado  el  Conde  de  Ancourt  aquella  me- 
morable batalla  del  llano  de  Llorent,  cerca  de  Bala- 
guer,  el  día  22  de  Junio  de  1645,  y  echo  prisioneros 
al  Marqués  de  Mor  tara,  otros  Gavos  y  cerca  de  tres 
mil  infantes,  traídolos  á  Barcelona  y  repartidos  en  los 
puestos  que  ya  en  el  primer  libro  he  referido,  sucedió 
sacar  de  Barcelona  los  Cavos  principales,  dejar  en  la 
Cárcel  los  de  segunda  clase  y  los  infantes  en  la  Ata- 
racana.  Prosiguió  S.  A.  en  la  campaña,  y  como  su  vi- 
gilancia era  tan  gí^ande,  tubo  algunas  noticias;  por 
aquí  dentro  se  disponía  no  sé  qué  traición,  y  asimis- 
mo de  que  á  Tarragona  havía  de  llegar  una  armada 
de  mar  castellana,  compuesta  de  34  navios  y  23  ga- 
leras, y  que  luego  havía  de  pasar  á  ponerse  delante 
de  Barcelona:  con  estas  noticias  tubo  motivo  para  que 
á  toda  diligencia  viniese  á  Barcelona  el  Conde  Xa- 
vot,  sujeto  de  su  primer  confianza,  con  cartas  y  par- 
ticulares direcciones  para  los  Conselleres;  llegó  Xa- 
vot,  y  apenas  le  savia  Barcelona  quando  la  maña- 
na de  15  de  Agosto  de  1645,  día  de  la  Virgen,  llegó 
la  armada  castellana  y  dio  fondo  delante  Barcelona, 
y  así  como  empezó  á  señalarla  Monjuique  recelando 


2^5 
lo  que  podía  ser,  dividieron  los  prisioneros  de  la  Ata- 
racana,  llevando  parte  á  la  Universidad  y  parte  al 
Gorralet,  cerca  de  la  Universidad,  poniendo  en  cada 
uno  cerca  de  una  compañía  numerosa  de  guardia,  de 
noche  y  día,  de  los  tercios  que  guarnecían  el  Presi- 
dio; hicieron  lo  mismo  en  Gasa  de  la  Ciudad,  Sala  de 
Armas,  puerta  de  Mar  y  otros  puestos  peligrosos:  au- 
mentáronse en  todos  las  guardias;  no  permitían  acer- 
carse gente  con  capa  á  la  muralla  ni  muchos  juntos, 
aunque  no  la  trajeran;  rondahan  el  Governador,  Xa- 
vot  y  Gonselleres,  y  últimamente  en  todo  y  por  todos 
era  un  continuado  desvelo  y  cuidado,  temiendo  algu- 
na traición  de  que  ya  S.  A.  en  la  campaña  tenía  secre- 
tas noticias.  Estuvo  la  armada  dos  días  dada  fondo;  las 
galeras  corrían  de  una  á  otra  parte,  tomando  algunas 
barcas;  hizo  vela  hacia  Levante,  pero  holhió  luego,  y 
entre  remocalse  por  esta  costa  y  playa  estuvo  ocho 
días  sin  que  Monjuique  la  perdiera  de  vista;  después 
marchó  á  Tarragona  y  no  se  vio  más. 

Gausó  á  todos  suma  admiración  y  quedaron  suspen- 
sos de  la  demostración  de  esta  armada,  pues  no  po- 
día ser  sin  determinado  fin;  todo  era  discurrir  con  va- 
rios pareceres,  pero  todos,  tiraron  á  lo  cierto,  que  se- 
ría haber  aquí  dentro  alguna  secreta  conspiración  y 
traidor  trato;  y  fué  así,  según  corrió  la  voz  y  se  dejó 
ver  después  quando  algunos  de  los  que  padecieron 
muerte  por  esto  se  les  hizo  cargo  de  que  se  nombra- 
ran en  su  lugar,  pues  en  éste  sólo  toca  decir  la  dis- 
posición que  havían  tomado  los  que  havían  de  execu- 
tarla,  que  era  de  esta  suerte:  muchos  cavos  de  parcia- 
lidad del  Valles,  Mataró  y  la  Gosta,  habían  de  introdu- 
cir en  Barcelona  todos  los  sequaces  suyos  con  pretex- 
to de  que  la  ciudad  se  hallava  falta  de  gente  y  en  pe- 
ligro grande,  por  causa  de  tener  la  armada  marítima 


216 

delante,  que  como  sólo  entre  los  cavos  corría  la  noti- 
cia, disimulavan  con  este  pretexto  la  entrada  en  Bar- 
celona; ó  introducida  esta  gente  aquí,  que  llevavan 
quenta  de  ser  hasta  3.000  hombres,  ya  también  tenían 
aquí  en  la  ciudad  muchos  ganados  de  su  parte,  unos 
con  dádivas  y  otros  con  promesas,  para  que  en  la  fun- 
ción les  asistiesen.  Estava  también  acordado  el  día  y 
la  seña  que  los  de  adentro  havían  de  hacer  á  los  de  la 
armada,  para  que  en  viéndola  embistiesen  á  la  Ata- 
racana  y  fuertes  marítimos  en  donde  ya  también  te- 
nían de  los  de  su  parte  para  que,  franqueando  la  en- 
trada á  los  de  la  alevosía,  se  pudiesen  hacer  dueños  en 
breve  de  las  fortalezas,  y  dando  armas  á  los  prisione- 
ros de  la  Atara9ana  y  los  demás  que  estavan  en  la 
ciudad  con  la  gente  que  echaría  la  armada,  se  hicie- 
se un  copioso  número.  Corría  también  de  acuerdo  en- 
tre los  de  la  conspiración,  nombre  y  seña,  para  que 
llegando  los  que  no  cooperavan  en  ella  pudiesen  ser 
expelidos  ó  muertos,  y  para  que  entre  los  amigos  y  de 
un  mismo  vando  no  huviese  confusión  en  medio  de  la 
que  ocasionava  la  execución  de  tan  alevoso  y  san- 
griento intento;  pues  era,  á  lo  que  se  dijo,  de  quitar  la 
vida  á  todos  los  que  embarazasen  el  hacerse  dueños  de 
la  ciudad,  y  á  tanto  inocente  que  siéndolo  de  tal  trai- 
ción quería  hallar  asilo  en  los  mismos  que  buscavan 
su  ruyna.  Pero  Dios,  que  es  sumamente  misericordio- 
so, no  permitió  se  derramase  tanta  sangre  inocente,  y 
previno  el  medio  disponiendo  que  se  descubriese  al- 
guna cosa  para  que  llegando  el  S.^''  Conde  Xabot,  di- 
vidiendo los  primeros,  aplicando  mucho  cuidado  y 
desvelo,  tomando  las  armas  todos  y  no  dejándolas  no- 
che y  día,  y  no  entrando  los  cavos  que  de  afuera  ha- 
vían de  entrar  por  no  quererles  seguir  la  gente  de  ar- 
mas,.no  saviendo  á  dónde  iban,  se  desvaneció  todo,  y 


217 
la  armada,  viendo  que  no  se  le  hizo  la  seña  como  te- 
nía acordado  y  todo  era  sobre  recelo,  se  desiló  hacia 
Poniente  y  la  ciudad  se  quietó.  Descubrióse  la  máqui- 
na quando  S.  A.  bolbió  de  la  campaña,  y  en  la  Cuares- 
ma se  executaron  los  castigos  como  se  verá  en  su  lu- 
gar cuando  se  ofrezca  tratar  de  ello,  para  donde  re- 
servo lo  particular  de  los  sugetos  que  supo  intervenían 
en  esta  azaña. 

CAPÍTULO  2.^ 

TOMAN  k  FLIX  LOS  CASTELLANOS  Y  RECUPÉRANLO  LUEGO 

LOS  FRANCESES. 

Desvelávase  el  castellano  quanto  podía  para  cau- 
sarnos daño,  imaginando  por  todas  las  vías  que  podía 
lo  que  reconocía  ser  en  detrimento  de  esta  provincia; 
y  considerando  quánto  importava  á  sus  designios  re- 
cuperar la  villa  y  castillo  de  Flix,  pues  con  ella  hacía 
tener  á  raya  la  maior  parte  del  Principado,  viendo 
que  el  S."'"  Conde  eslava  con  todas  sus  fuerzas  y  aten- 
ción sobre  el  sitio  de  Balaguer,  y  constándole  que  en 
Flix  sólo  havía  una  poca  guarnición  francesa,  resol- 
vió que  desde  Lérida  fuese  el  Coronel  Luis  Amel,  que 
lo  era  de  un  tercio  de  alemanes  con  1.500  infantes  y 
200  cavallos,  á  tomar  Flix:  era  este  Coronel  sobre  mui 
valeroso,  mui  práctico  en  aquel  país,  por  haver  estado 
alojado  en  él  algún  tiempo.  Partió  animoso  y  deseoso 
de  hacer  á  su  Rey  este  servicio;  pasó  el  río  Ebro  la  in- 
fantería con  barcas  y  la  cavallería  á  vado,  cosa  bien 
singular,  pues  raras  veces  ó  ninguna  permite  lo  cau- 
daloso de  su  corriente  el  vadearse;  pero  á  causa  de  la 
sequera  de  aquel  año,  dio  lugar  á  este  tránsito.  Contá- 
vamos27  de  Agosto  1645,  quando  apenas  se  vio  el  Co- 
ronel en  la  isla  que  forma  aquel  terreno,  embistió  la 


218 

villa^con  tal  furia  de  asaltos,  que  no  pudiéndolos  resis- 
tir la  guarnición  ni  la  gente,  se  retiraron  al  castillo 
dejando  la  villa;  desde  el  castillo  se  defendieron  dos  ó 
tres  días,  pero  también  se  huvieron  de  rendir,  y  todo 
fué  con  tal  diligencia,  que  tan  presto  se  supo  en  nro. 
campo  la  jornada  del  Coronel  como  el  rendimiento  de 
Flix,  el  Coronel,  viéndose  dueño  de  Flix  con  tanta  fe- 
licidad, despachó  órdenes  á  los  lugares  comarcanos 
para  que  le  asistiesen  con  provisiones,  pero  no  las 
obedecieron  los  naturales.  No  bien  estava  en  esto  el 
Coronel,  quando  S.  A.,  haviendo  savido  la  marcha  so- 
bre Flix,  que  no  se  descuidava  en  lo  que  era  gloria  de 
sus  armas,  dio  orden  al  Conde  Xabot  para  que  con 
1.500  infantes  y  300  cavallos  fuese  á  oponerse  al  Cas- 
tellano, y  que  si  havía  ocupado  la  plaza,  la  recupera- 
se ó  muriese  con  los  suyos  en  la  dem^anda;  pasó  Xa- 
bot su  gente  por  la  barca  de  Carsiá,  y  llegando  á  vis- 
ta de  Flix  embió  un  trompeta  mandando  desocupar  al 
Castellano  la  plaza,  ó  que  de  no  hacerlo,  executaría 
todo  rigor  militar  con  él;  respondió  el  enemigo  que  lo 
haría,  pero  que  havía  de  ser  con  pactos  honrrosos. 
Parecióle  á  Xabot  menoscavo  el  concederlos,  sino  que 
devía  castigar  el  atrevimiento  de  haberla  ocupado,  y 
así  embistió  con  furioso  ímpetu,  travando  una  san- 
grienta y  cruel  batalla;  pero  quedó  nra.  la  victoria  y  la 
plaza,  sin  que  escapase  ninguno  de  los  castellanos  que 
no  fuese  muerto  ó  preso,  con  que  perdió  el  enemigo 
los  1.500  infantes  y  200  cavallos;  de  los  nuestros  fal- 
taron algunos  30  solamente,  entre  muertos  y  heridos. 
Consideró  S.  A.  por  de  grandísima  importancia  esta 
función,  y  así  con  maior  número  de  tropas  fué  des- 
pués personalmente  para  asistir  en  ella  y  socorrer  al 
de  Xabot;  y  llegando  á  Casteldurríus  supo  la  recupe- 
ración y  se  holiió  mui  gozoso  á  Balaguer,  dando  vista 


219 

con  sus  tropas  á  Lérida  y  ocasionando  con  ellas  al- 
gún susto  á  los  de  Lérida.  Quando  el  de  Xavot  partió 
á  esta  recuperación  se  hallava  por  aquellos  partidos  el 
Gobernador  D.  Francisco  Galanas,  natural  de  Barce- 
lona y  famoso  patricio,  el  qual,  sabiendo  que  los  cas- 
tellanos liavían  ocupado  Flix,  juntó  de  aquellos  luga- 
res de  su  governación  hasta  30  hombres,  y  ocupando 
los  pasos  y  barcas  del  río  asistió  al  de  Xavot,  logran- 
do mucha  parte  de  tan  glorioso  suceso,  que  lo  fué 
para  todos  por  el  valor  que  catalanes  y  franceses  mos- 
traron en  esta  ocasión. 

Truxeron  á  Barcelona  los  prisioneros  castellanos,  y 
como  aquí  havía  ya  tantos,  procuraron  en  tropas  ha- 
cerlos pasar  á  Francia  con  sus  cavos,  para  evitar  que 
la  multitud  de  ellos  no  ocasionase  algún  encuentro,  y 
así  los  despacharon  á  todos.  Luego  que  en  Barcelona 
se  supo  la  recuperación  de  Flix,  hizo  la  ciudad  por 
tres  días  en  demostración  de  alegría,  con  otras  fiestas, 
y  también  que  se  celebrasen  muchos  aniversarios  por 
las  almas  para  que  fuesen  medianeras  con  Dios,  que 
nos  continuase  la  felicidad  en  los  sucesos.  Vino  el  se- 
ñor Conde  Xavot  á  Barcelona  para  dar  quenta  á  los 
Gonselleres  del  suceso,  que  como  Flix  es  de  la  ciudad 
de  Barcelona,  se  olgó  muchísimo  Xavot  que  por  su 
medio  y  valor  se  huviese  recuperado,  y  los  Gonselleres 
le  dieroii  muchas  gracias  y  hicieron  grandes  ofreci- 
mientos; era  el  Gonde  Xavot  Mariscal  de  campo,  de 
buen  aspecto,  alegre  rostro,  elegante,  prudente,  acti- 
vo y  sumamente  recto,  de  forma  que  jamás  sufría  que 
los  soldados  causasen  desabrimiento  alguno  al  paisa- 
no, y  si  lo  hacían,  los  castigava  y  pagava  el  daño  que 
ocasionavan:  prendas  todas  que  le  ganaron  comunes 
aplausos  en  todos,  y  ser  de  los  más  amados  de  quan- 
tos  franceses  avían  llegado  á  Gataluña. 


220 


CAPÍTULO  3.'' 


VIENE  S.  A.  Á  BARCELONA,  GANADO  BALAQUER,  Y  SORTEAN 
CONSELLERES. 


Haviendo  el  S.*'^  Conde  de  Ancourt  rendido  Bala- 
guer,  como  queda  referido  en  el  primer  libro,  á  19  de 
Octubre  de  1645,  y  retirádose  los  exórcitos  de  una  y 
otra  parte,  dispuso  las  cosas  de  Balaguer  y  aguártelo 
sus  tropas  para  imbernar  á  vista  de  que  el  Castellano 
hacía  lo  mismo,  y  dispuso  su  buelta  á  Barcelona  para 
descansar  de  la  fatiga  de  la  campaña  y  dar  disposición 
á  la  venidera:  publicóse  la  entrada  para  el  día  29  de 
Octubre  1645;  saliéronle  á  recivir  los  Diputados,  Gon- 
selleres,  Consejo  y  puestos,  como  si  fuera  la  primera 
vez  que  entrava  en  Barcelona,  menos  el  formarle 
compañías  ni  jurar.  Venían  con  S.  A.  Santones,  Conde 
Xavot  y  otros  cavos  franceses  vestidos  de  mucha  gala, 
y  S.  A.  con  la  misma  que  usava  en  campaña,  que  era 
un  coleto  guarnecido  de  oro,  manchado  todo  de  las 
armaduras:  así  entró  al  lado  del  Conseller  en  Cap  por 
la  puerta  de  San  Antonio;  hízosele  ruidosa  salva;  pasó 
al  Aseo  á  visitar  Santa  Eulalia,  y  desde  allí  por  la  pla- 
za del  Rey,  Boria  y  calle  de  Moneada,  con  mucha 
aclamación,  llegó  á  su  casa  y  al  apearse  repitió  su  sal- 
ba  la  artillería  de  la  Marina. 

El  día  de  San  Andrés,  como  es  costumbre,  se  hizo 
la  extracción  de  Conselleres  para  el  año  1646,  y  sor- 
tearon en  Cap  D.  Felipe  Sorrivas,  menor;  segundo, 
Francisco  Villa,  ciudadano;  tercero,  Mr.  Monfa,  ciu- 
dadano; quarto,  Luis  Claresvalls,  mercader;  quinto, 
Luis  Bataller,  Notario,  y  sexto,  Pedro  BufuruU,  texe- 


221 

dor  de  lino,  bien  que  no  travajaba  del  oficio,  sino  que 
negociava  con  guantes.  Éste  murió  pocos  días  pasado 
Pasqua,  y  en  su  lugar  sorteó  Narcis  Costa,  soguero. 

CAPÍTULO  4.^ 

ARRIVO  DE  LA  CONDESA  DE  ANCOUET,  VIRREINA. -RECIVIMIENTO, 
ENTRADA  Y  FIESTAS  QUE  LE  HIZO  BARCELONA. 

Antes  de  salir  S.  A.  el  señor  Conde  á  la  campaña  de 
Balaguer,  dispuso  que  la  Condesa,  su  muger,  viniese 
de  París  á  Barcelona,  y  para  su  abitación  le  compuso 
y  adornó  la  casa  de  los  Duques  de  Cardona,  y  de  ésta 
ala  de  ios  Condes  de  Santa  Coloma,  en  donde  S.  A.  avi- 
tava,  fabricó  un  puente  sobre  la  calle  Ancha  mui  es- 
pacioso y  vistoso,  para  que  se  pudiesen  comunicar  por 
él  anibas  casas;  compuso  el  jardín,  que  estava  destro- 
zado, y  hizo  travajar  una  escalera  para  que  desde  el 
quarto  de  la  Condesa  se  pudiese  vajar  al  jardín. 

El  salón  en  donde  havía  de  recibir  las  visitas  de  su 
primera  fábrica  era  quadrado  y  espacioso,  rodeado  de 
ventanage  con  sus  rejas;  añadióle  S.  A.  unas  bidrieras 
ricas  á  todo  el  ventanage;  fabricó  la  bóveda  á  cielo 
raso;  corrió  una  cornisa,  y  en  prespectiva  pintó  varias 
columnas,  y  en  los  nichos  diversas  historias  y  á  trechos 
sus  armas.  El  cielo  de  la  pieza  le  adornavan  países 
óreos  con  variedad  de  aves.  El  pavimiento  todo  azule- 
jos, y  para  recreo  tenía  á  pie  llano  un  terrapleno  con 
valagostado  de  yerro,  matizando  toda  la  circunferen- 
cia con  abundancia  de  rosales  y  flores  extravagantes. 
En  la  misma  pieza  havía  una  cama  de  damasco  verde 
con  franxas  de  oro  para  la  Condesa,  y  cercávala  un 
valagostado  que  dava  á  la  cintura  poco  menos  dorado, 
y  distava  de  la  cama  unos  tres  pasos.  También  avía 
en  la  pieza  una  chiminea  á  la  francesa  que  se  cerrava 


222 

con  sus  puertas,  y  á  otro  lado  un  dosel  rico  de  broca- 
to  y  silla  de  damasco  carmesí  sobre  tarima,  que  era 
donde  havía  de  estar  la  Condesa  al  recivir  las  visitas. 
En  lo  demás  de  la  sala  no  havía  silla  alguna,  sino  ta- 
buretes de  tixera  de  damasco  verde  encolchados  en 
algodón,. alombras  y  almoadas,  por  lo  demás,  carme- 
síes de  terciopelo,  que  como  Princesa  á  nadie  dava 
igual  asiento.  La  pieza  en  donde  comía  también  tenía 
un  dosel  mui  bueno  con  su  silla,  porque  estilava  co- 
mer vajo  dosel  y  colgadas  las  paredes  dfe  paño  de  ras 
ricos.  Avía  echóse  de  nuevo  la  galería  que  da  al  llano 
de  San  Francisco,  y  últimamente,  toda  la  casa  estava 
vellamente  dispuesta  y  ricamente  alaxada,  y  en  casi 
las  más  piezas  havía  chimineas  á  la  francesa.  Dispues- 
to ya  el  palacio,  aceleró  la  señora  Condesa  sus  jorna- 
das, no  sin  mucha  incomodidad  y  travajo,  por  ser  tan- 
tas las  de  París  á  Barcelona  para  una  señora,  por  los 
rigores  del  imbierno  y  por  los  puertos  y  nieves  que 
havía  de  pasar;  salieron  de  Barcelona  muchas  damas 
y  ca valleros  con  costosas  galas  y  mucho  lucimiento 
para  recivirla  al  entrar  en  la  raya  de  Cataluña  y  cor- 
tejarla hasta  Barcelona:  llegó  á  Perpiñán,  y  asi  en 
aquel  lugar,  como  en  todos  los  demás  por  donde  pasó, 
la  íestexaron  con  públicos  festines  y  regocijos.  S.  A. 
la  salió  á  visitar  primera  vez  á  Hostalric,  y  acompa- 
ñóla hasta  Granollers,  y  dejándola  allí  se  bolbió  á  Bar- 
celona. 

Publicóse  el  día  de  la  entrada  para  el  de  7  de  Fe- 
brero 1646;  el  día  antes  salió  el  Conde  segunda  vez  á 
visitarla  á  San  Andrés,  y  después  de  haver  estado  un 
rato  con  ella  se  bolbió  con  sus  camaradas.  Avía  la  ciu- 
dad llamado  sus  quatro  tercios  para  que  con  aplausos 
mihtares  concurriesen  á  la  entrada  de  la  Condesa; 
dispúsose  la  formación  de  hileras  y  esquadrones  como 


223 

quando  entró  el  Conde,  y  menos  la  del  juramento,  se 
observó  en  el  recivimiento  de  la  Condesa  todo  el  faus- 
to y  grandeza  que  quando  entró  su  marido;  y  así  para 
la  ora  señalada  salió  Diputación,  Consejos,  Ciudad  y 
deriiás  puestos  en  toda  forma  á  topar  S.  A.  á  la  Cruz 
de  Jesús,  y  la  acompañaron  hasta  el  palacio. 

El  modo  de  su  acompañamiento  y  entrada  fué  así: 
precedían  las  tres  trompetas  de  S.  A.  con  sus  libreas, 
y  quatro  lacayos  á  pie  con  las  mismas  y  sus  armas;  ve- 
nían inmediatas  doce  acémilas  con  la  recámara  de  la 
señora  Condesa,  con  mui  buenos  reposteros;  seguían- 
se mucha  nobleza  catalana  y  francesa,  que  acavava  de 
estar  retirado  el  exórcito;  concurrían  todos  los  caves 
y  cavalleros  en  Barcelona  á  aquella  sazón,  compitién- 
dose unos  á  otros  en  el  rico  y  lucido  de  las  galas;  ve- 
nían los  señores  Conselleres  con  sus  cavallos  con  el 
numeroso  y  acostumbrado  acompañamiento,  y  tras  de 
todos  el  Conseller  en  Cap,  D.  Francisco  Sorrivas,  al 
lado  de  las  literas  de  la  Condesa,  que  estava  guarne- 
cida de  terciopelo  carmesí,  galones  y  franxas  de  oro 
con  clavazón  dorada,  estava  descubierta  de  arriva,  á 
modo  de  la  que  truxo  la  Reyna  de  Ungría,  con  que  se 
dexava  ver  de  todos  la  persona.  Era  S.  A.  joben,  ros- 
tro alegre,  onesto,  y  afable  y  hermosa,  mostrando  á 
todos  particular  agrado.  Rodeavan  la  litera  número 
de  pajes  con  librea  azul  y  calzón  tirado,  vistiendo  el 
color  y  estímulo  de  la  familia  del  Rey,  que  como  á 
Príncipe  de  la  sangre  se  le  permitía  ese  favor;  venía 
en  conserva  el  Capitán  de  la  guardia  con  algunos  sol- 
dados, y  tras  de  éstos  la  carroza  de  la  Condesa  con  su 
aya  y  algunas  damas:  tirávanla  seis  bellos  cavallos 
blancos.  Era  la  carroza  grande,  de  terciopelo  carme- 
sí, con  ricos  pasamanes  de  oro  y  plata  por  dentro  y 
fuera,  y  excedía  en  lo  rico  y  hermoso  á  la  que  truje- 


224 
ron  el  Rey  de  Castilla  y  Reyna  de  Ungría;  en  otra 
carroza  venían  las  damas  de  S.  A.,  y  últimamente 
venían  en  sus  coches  las  damas  catalanas  que  salieron 
á  recivirla  y  no  la  dejaron  hasta  su  misma  casa;  entró 
S.  A.  por  la  Puerta  del  Ángel,  y  encaminó  el  curso  de 
las  calles  por  la  plaza  de  Santa  Ana  á  casa  del  Mar- 
qués de  Aytona,  calle  del  Auvexo,  plaza  Nueva,  pala- 
cio del  Obispo,  Lonja  del  Aseo,  plaza  del  Rey,  Boría, 
Moneada,  Vidriería,  Sala  de  las  Armas,  Encomies  y 
calle  Ancha,  á  apearse  en  su  casa.  Al  entrar  la  puer- 
ta, se  le  disparó  toda  la  artillería  de  la  muralla  y  va- 
luartes  de  la  ciudad;  mirávalo  el  Conde  (y  el  concur- 
so, que  era  innumerable)  desde  la  Capilla  del  Ángel 
Custodio,  y  en  haviendo  pasado  tomó  su  carroza,  y 
por  otra  vereda  fué  á  esperarla  y  recivirla  en  su  pa- 
lacio, y  al  entrar  en  él  bolbió  á  hacérsele  segunda  sal- 
va. Y.  la  infantería  que  estava  en  ylera  por  todas  las 
calles  al  pasar  hizo  lo  mismo,  y  muchos  travucos,  que 
parecía  un  trueno  continuado  por  toda  Barcelona,  y 
universal  en  ella  el  aplauso  con  el  arrivo  de  esta  se- 
ñora. 

Es  cosa  notoria,  no  sólo  á  los  catalanes,  pero  á  las 
naciones  más  remotas,  quán  celebradas  han  sido  siem- 
pre las  Carnestolendas  de  Barcelona  por  su  numeroso 
concurso  de  máscaras  de  buen  gusto,  bayles,  saraos, 
festines  y  ricas  j  lucidas  galas  que  se  veían  aquellos 
días,  adquiriendo  con  esto  y  lo  imbentivo  y  primoro- 
so de  los  bailes  el  nombre  de  célebres  por  el  mundo 
y  de  calidad  que  concurrían  á  verlas  de  mui  distantes 
países,  porque  ni  en  la  narración  ni  con  la  pintura  es 
posible  encarecerlo  bastantemente.  En  medio  de  esta 
grandeza  y  bullicios  se  cometían  muchísimas  malda- 
des y  se  hacían  grandísimas  ofensas  á  Dios,  tanto 
que  motivó  á  la  Ciudad  el  año  1641,  quando  los  cas- 


225 

tellanos  vinieron  sobre  Barcelona,  hacer  voto  de  no 
continuarlas  ni  permitirlas,  mas  antes  bien  de  com- 
bertir  en  obras  pías  y  sufragios  el  dinero  que  se  con- 
sumía en'pagar  músicos,  comprar  tea  y  otras  cosas, 
para  ver  si  se  desenoxaría  Dios  y  daría  más  consuelo 
á  esta  aflixida  provincia.  Avíase  observado  en  los 
años  venideros  sin  permitir  jama»  máscaras  ni  bayles 
públicos,  sino  que  los  tres  días  de  Carnestolendas  se 
celebrasen  sufragios  por  las  almas  para  que  fuesen 
medianeras  con  Dios. 

Llegó  la  Condesa  de  Ancourt  víspera  del  Juebes  de 
Carnestolendas,  y  noticiosa  por  la  fama  de  lo  que  he- 
mos dicho,  quiso  que  las  hu viese  aquel  año;  pero  re- 
sistióse la  Ciudad  por  más  que  lo  procuró  la  Condesa, 
porque  no  se  diese  de  nuebo  motivo  á  la  Divina  Jus- 
ticia para  castigarnos,  y  no  queriéndola  dejar  sin  al- 
gún regocijo  y  fiesta  pública,  se  resolbió  en  Consejo 
de  Ciento  que  se  hiciesen  tres  días  luminarias  por  la 
ciudad,  y  que' en  los  puestos  acostumbrados  huviese 
músicos  y  se  permitiesen  los  bayles  sin  disfraz,  ni  cu- 
brirse alguno  el  rostro;  executóse  de  esta  suerte,  las 
tres  noches  de  7,  8  y  9  de  Febrero  con  gran  lucimien- 
to, numerosos  concursos,  famosos  bayles  por  las  calles, 
y  ardiéndose  todo  en  alborozos.  La  segunda  noche  se 
hizo  una  encamisada  de  á  cavallo,  en  que  concurrie- 
ron la  Diputación  y  Ciudad  en  forma,  y  el  señor  Con- 
de en  medio  del  Diputado  y  Conseller  en  Cap,  y  toda  la 
nobleza,  así  militar  como  togada,  de  franceses  y  cata- 
lanes, esmerándose  cada  uno  en  lo  primoroso  y  costo- 
so de  las  galas,  y  se  puede  decir  sin  encarecimiento 
que  no  ha  visto  Barcelona  fiesta  más  lucida  y  nume- 
rosa en  sus  días;  precedían  á  todos  S.  A.  con  el  Dipu- 
tado eclesiástico  y  Conseller  en  Cap,  éste  á  mano  de- 
recha de  ambos;  seguíanse  después  los  otros  Conselle- 

Tojio  XXIV  15 


226 

res  con  el  sobrino  de  S.  A.;  Conde  Xavot,  y  demás  no- 
bleza; cerraban  la  tropa  el  Marqués  de  la  Trusa  y  el 
Governador  Margarit,  que  como  havía  poco  se  le  ha- 
YÍa  muerto  la  muger,  iba  atrás  en  bien  coinpuestas 
parejas;  discurrieron  por  toda  Barcelona,  que  con  las 
luces  de  las  ventanas  y  las  achas  que  llevavan,  no  se 
echava  menos  el  día.  La  calle  de  la  Vedrería  excedió 
á  todas  en  lo  artificioso  y  excesivo  de  las  luces. 

El  sávado  á  la  noche,  que  era  la  última  de  las  tres, 
que  se  dio  fin  con  un  grandioso  sarao  en  la  sala  de  los 
Reyes  en  la  Diputación,  asistiendo  Sus  Altezas,  y  fué 
tan  grandioso,  que  ni  lo  rico  de  las  galas,  así  de  las 
damas  como  de  los  cavalleros,  ni  Jo  numeroso  ni  ce- 
lebrado que  fué,  puede  encarecerse;  pues  se  esmeró  la 
nobleza  en  que  aventajase  á  quantos  en  límites  de  sa- 
rao se  ha  vían  hecho.  Á  las  nueve  de  la  noche  se  dio 
principio  á  él,  y  se  acavó  al  amanecer;  y  en  haviendo 
entrado  las  señoras,  fué  menester  se  cerrasen  las  puer- 
tas: tal  hera  el  tropel  de  la  gente. 

MOMERÍA   Y    TORNEO. 

Gomo  de  antemano  se  savia  la  venida  de  la  señora 
Condesa,  quiso  y  tubo  tiempo  la  nobleza  para  festejar- 
la una  momería,  torneo  y  sarao  que  se  celebró  en  la 
sala  que  llaman  de  Loche,  el  día  de  Santa  Eulaha  12 
de  Febrero  de  1646,  que  acertó  á  ser  aquel  año  el  lu- 
nes de  Carnestolendas;  cinco  ó  seis  días  antes  de  la 
fiesta  se  empezó  á  aderezar  la  sala:  colgáronla  toda 
de  la  mejor  tapicería  que  havía  en  Barcelona,  hasta 
las  columnas,  y  dejando  la  nave  de  en  medio  desem- 
barazada para  la  fiesta,  formaron  en  las  otras  dos  gra- 
das hasta  media  pared,  en  donde  sin  estar  muy  apre- 
tadas, podían  caver  ocho  mil  personas;  en  el  cavo  de 


227 
la  nave  del  medio,  pusieron  un  tablado  con  dosel  para 
Sus  Altezas;  y  desde  él  abajo,  se  dispuso  un  estrado 
hasta  tierra  muí  bien  aderezado  para  las  damas,  que- 
dando tan  desembarazado  lo  de  arriva,  que  se  seño- 
reava  la  parte  más  remota  del  salón;  eslava  todo  sem- 
brado de  salomones  con  tanta  abundancia  de  luces, 
que  ni  á  medio  día  podía  estar  más  claro,  y  de  colum- 
na á  columna  corrían  hileras  de  achas  y  velas  que 
era  un  pasmo. 

Llegó  el  día  de  Santa  Eulalia,  y  después  de  haver 
echo  la  procesión  que  por  voto  de  la  ciudad  se  hace 
todos  los  años  en  obsequio  de  la  Santa,  vístola  la  se- 
ñora Condesa  en  casa  D.  Jayme  Bru,  thesorero,  en  la 
calle  de  Moneada,  asistido  S.  A.  en  ella  con  una  an- 
torcha, y  haver  cenado,  acudieron  SS.  A  A.  á  la  fiesta, 
la  Diputación,  Ciudad,  damas  y  cavalleros,  y  tal  con- 
curso de  gente,  que  ni  Jueces  ni  Alabarderos  podían 
ser  dueños  de  las  puertas.  En  estando  Sus  Altezas  en 
el  solio,  llegaron  con  sus  coches  las  damas  de  la  mo- 
mería, que  eran  doce,  en  dos  quadrillas:  la  una  de  se- 
ñoras casadas,  y  la  otra  de  damas  mozas;  de  ésta  era 
cavo  de  quadrilla  Doña  Rafaela  Margarit,  hija  del 
Governador  Margarit,  vestida  de  brillantes  de  azul  j 
plata,  con  turbantes  de  plumas  azules  y  blancas,  mu- 
chas joyas  y  ricas,  y  el  trage  venía  á  ser  á  lo  turques- 
co, mui  escotadas,  pero  de  hermoso  parecer.  De  la 
quadrilla  de  las  casadas,  era  cavo  Doña  Luisa  Darde- 
na,  muger  de  D.  Joseph  Dardena,  y  siendo  el  trage  el 
mismo  que  el  de  las  otras,  sin  diferencia  que  sólo  en  el 
color,  porque  el  de  éstas  era  nácar  y  blanco  con  tur- 
bantes matizados  también  de  plumas  coloradas  y  blan- 
cas, y  todas  juntas  con  ricos  vestidos,  joyas,  gargan- 
tillas y  aderezos,  que  era  gusto  y  admiración  el  ver- 
las.  Los  doce  cavalleros  momos  se  dividían  en  dos 


228 

quadrillas,  seis  casados  y  seis  mozos:  de  éstos,  era  cavo 
D.  Hierónimo  Tamarit;  vestían  el  color  nácar  y  blan- 
co y  havían  de  ser  momos  de  las  casadas.  De  los  ca- 
sados era  cavo  el  Governador  D.  Joseph  Margarit; 
vestían  el  color  azul  y  blanco  y  eran  momos  de  las 
señoras  damas  mozas:  todos  llevaban  sus  turbantes  de 
plumas  y  brillantes  del  color  que  les  tocaba  y  con 
muchas  joyas  en  ellos,  formando  una  vistosa  y  agra- 
dable primavera  por  la  diversidad  de  colores  y  bri- 
llantes de  la  plata;  llevavan,  así  momas  como  mo- 
mos, una  antorcha  en  la  mano,  dorada  y  del  color  de 
su  divisa;  do  la  hermosura  y  riqueza  de  galas  de  las 
damas  que  asistían  á  la  fiesta,  no  es  posible  con  la 
pluma  dar  bastante  noticia,  y  así  quede  al  discurso  de 
cada  uno,  que,  por  mucho  que  lo  alargue,  quedará 
corto.  Sus  Altezas  havían  entrado  á  ocupar  sus  pues- 
tos; el  Conde  por  la  puerta  de  los  Naranjos  y  la  Con- 
desa por  la  que  mira  al  mar,  y  con  escaleras  que  se 
havían  dispuesto  para  el  fin,  salían  á  ocupar  sus  pues- 
tos sin  pasar  por  el  concurso.  Formado  así  todo,  se 
dio  principio  á  la  fiesta  á  cosa  de  las  nueve  de  la  no- 
che, danzando  primero  algunas  señoras,  y  después  se 
empezó  la  momería,  saliendo  los  doce  caballeros,  seis 
por  cada  parte,  de  la  que  da  al  General,  y  las  doce 
damas,  seis  de  cada  esquina,  de  las  que  dan  al  huerto 
de  los  Naranjos;  todos,  con  sus  antorchillas  encendi- 
das y  danzando,  llegaron  á  encontrarse  en  medio  del 
salón,  y  cruzándose  se  pusieron  en  dos  hileras  para 
saludar  á  Sus  Altezas  y  para  seguir  su  bayle,  que,  com- 
puesto de  varias  mudanzas  y  entretexidos  de  muchas 
damas  y  fiestas,  que  en  la  capacidad  de  un  salón  no 
hay  que  desear  más:  duró  una  ora  larga,  porque  se 
hizo  con  mucha  pausa  y  salió  famosa  y  mui  aplaudi- 
da de  todos;  acavada  la  memora  se  prosiguieron  las 


229 

damas  de  otras  señoras,  y  en  ínterin  los  doce  cava- 
lleros  se  fueron  á  armar  para  el  torneo;  volvieron  lu- 
cidamente armados  con  mucho  plumaxe  y  hicieron  su 
función,  y  á  lo  último  una  folla,  al  son  de  trompetas 
y  atamhores,  como  si  fuese  de  los  torneos  que  se  solían 
hacer  al  Born  algún  tiempo. 

No  se  puede  pasar  en  silencio  la  espléndida  y  cos- 
tosa colación  que  dio  S.  A.  á  los  del  festín,  haviendo 
querido  corriese  á  su  costa  y  cuidado,  para  cuio  efec- 
to mandó  S.  A.  se  previniesen  pasadas  quarenta  arro- 
vas  de  exquisitas  y  variadas  confituras,  haciéndolas 
travajar  por  los  mejores  oficiales  que  se  hallaron  en 
Barcelona,  y  con  no  poco  coste;  á  medio  de  la  fiesta 
se  dio  la  colación,  saliendo  los  cavalleros  en  cuerpo, 
con  las  fuentes  de  la  estancia  del  dro.  nuevo,  á  servir 
á  las  damas,  con  los  dulces  y  las  aguas,  y  después  á 
los  demás  de  la  sala,  con  tal  abundancia,  que  se  re- 
conoció bien  ser  grandeza  de  un  Príncipe  real.  Duró 
la  fiesta  hasta  las  quatro  de  la  mañana,  con  nunca 
visto  lucimiento  y  aplauso,  y  sin  que  sucediese  des- 
gracia alguna,  que  siendo  el  concurso  tan  sin  núme- 
ro no  es  poco:  sólo  un  soldado  de  la  guardia  de  las  ca- 
ravinas,  estando  reclinado  sre.  su  misma  caravina,  se 
le  disparó,  y  dándole  la  carga  en  el  brazo,  dijeron 
havía  muerto  de  la  herida. 

CAPÍTULO  5.° 

DESCUÉRENSE  LOS  ACTORES  DE  LA  TRAICK^N  QUEíHÜVO  EN  BARCELONA; 
SENTENCIASE  ALGUNOS  Y  DESTIÉRRANSE  Á  OTROS. 

Una  de  las  principales  "políticas  de  S.  A.  hera  no 
sufrir  los  que  heran  afectos  á  España  en  esta  provin- 
cia y  más  en  Barcelona;  y  aunque  más  los  procuró  sa- 
car, era  imposible,  porque  unos  á  otros  se  pegavan 


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el  achaque  de  España,  por  más  sangre  que  viesen 
verter;  y  así,  pues  el  capítulo  es  de  sentencias,  será 
bien  que  antes  que  entre  yo  á  referir  los  que  padecie- 
ron muerte  por  la  alevosía  de  conspirar  Barcelona, 
daré  razón  de  otros  que  murieron  antes  por  mal  afec- 
tos á  la  patria  y  al  Rey  Xpmo. 

Antes  que  S.  A.  bolbiese  de  la  campaña  y  á  buelta  ■ 
de  Todos  Santos,  aorcaron  en  el  suplicio  de  la  Atara- 
cana  á  Agustín  Laniiza,  maestro  zapatero  que  tenía 
su  botiga,  mujer  y  hijos,  á  los  Escudilleros.  Éste  ha- 
vía  sido  Sargento  del  batallón,  y  por  sus  altivezes  ó 
locuras  (que  las  tenía  mui  famosas)  se  pasó  de  Bar- 
celona á  Tarragona  y  de  allí  á  Lérida,  y  sirvió  en 
ella  contra  la  provincia  vajo  la  vandera  del  Castella- 
no, y  fué  preso  en  el  socorro  de  Balaguer  y  traído  á 
Barcelona,  en  donde  por  el  Auditor  real  fué  conde- 
nado á  muerte.  En  el  tormento  hasta  que  murió  es- 
tubo  firme  en  que  no  conocía  otro  Rey  que  el  de  Es- 
paña, y  que  por  vasallo  suyo  quería  morir:  así  lo  con- 
siguió á  vista  de  inmenso  concurso,  que,  como  era 
tan  conocido,  le  fueron  á  ver  morir  j^nfinitos. 

Poco  después  dieron  garrote  en  la  plaza  de  los  Trai- 
dores, que  es  la  que  está  entre  el  General  y  Lloxe,  á 
un  cardador,  natural  y  avitante  en  Barcelona,  porque 
traya  cartas  de  Tarragona,  Lérida  y  Balaguer  á  al- 
gunos de  aquí  dentro,  y  las  llevava  también  á  quien 
ellos  le  decían.  Éste  fué  condenado  á  semejante  muer- 
te por  los  prohombres  de  Consejo  de  la  ciudad. 

Luego  que  S.  A.  llegó  á  Barcelona,  hizo  dar  garro- 
te á  Micer  tal  Parrellas,  natural  de  Lérida,  porque 
hallándose  dentro  Balaguer  quando  el  sitio,  fué  causa 
que  se  dilató  muchos  días,  y  obró  con  demasiado  fer- 
vor contra  las  armas  de  la  provincia. .  El  día  que  se 
entregó  Balaguer,  este  sujeto  huyó  hacia  Barcelona, 


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y  S.  A.,  que  le  tenía  sobre  ojo,  le  mandó  prender  y 
traer  á  Barcelona  para  esto:  concediósele  sepultura  á 
éste  y  algunos  otros,  pero  no  á  todos. 

Después  padecieron  la  misma  suerte  dos  vizarros 
y  hermosos  cavalleros:  el  uno  de  Balaguer,  llamado 
D.  Joseph  Torre;  el  otro  de  Puigcerdá  ú  del  Empur- 
dán,  llamado  D.  Ramón  Guexas,  porque  siendo  sol- 
dados del  batallón  se  pasaron  al  Castellano,  y  vajo 
sus  vanderas  tomaron  las  armas  contra  la  provincia. 

Por  el  mismo  delito  dieron  garrote  el  día  22  de 
Enero  de  1646  á  D.  Diego  Acinis,  que  havía  sido  Sar- 
gento maior  del  batallón,  y  por  cierta  emulación  se 
havía  pasado  al  partido  de  España.  Era  un  famoso  y 
galán  cavallero:  suponga  el  lector  que  todas  estas 
sentencias  se  executavan  en  la  plaza  de  los  Traidores, 
que  es  la  que  tengo  referida,  y  á  vista  de  todo  el 
pueblo. 

Entremos  aora  á  tratar  de  cómo  se  descubrió  la  en- 
trega que  querían  hacer  de  Barcelona  el  día  15  de 
Agosto  de  1645  y  de  los  que  murieron  por  ella.  Es 
cosa  bien  asentada  que  hazañas  como  ésta  no  la  pue- 
den executar  pocos,  y  que  al  paso  que  ha  de  ser  con 
gran  secreto,  es  casi  imposible  que,  haviendo  de  inter- 
venir tantos,  sean  todos  tan  callados  y  sufridos  que 
no  llegue  á  "traslucirse,  y  más  quando  unos  y  otros 
vivían  en  desconfianza  de  sí  propios,  temiendo  que  el 
otro  no  le  descubriese.  Vacilava  en  estas  dudas  más 
que  todos  D.  Jayme  Magarola,  y  para  asegurar  su 
vida  trató  de  perder  muchas.  Fuese  á  un  Juez  de  la 
Real  Audiencia  y  todos  á  S.  A.,  y  allí  descubrió  toda 
la  maraña  y  los  que  en  ella  estavan  comprehendidos 
en  el  trato;  prendieron  luego  á  Mr.  Amigant,  Mr.  Jo- 
seph Ferrer,  Honofre  Quílez,  mercader,  y  tal  Forne- 
11a,  Bayle  de  Mataré,  que  por  otras  cosas  lo  tenían 


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arrestado;  también  quisieron  prender  á  Mig-uel  Sie- 
rra, Notario,  que  también  era  de  los  principales  en  la 
conspiración;  pero  les  huyó,  sin  que  jamás  pudieran 
haverlo  á  manos.  Plonofre  Quílez  quiso  hacer  lo  mis- 
mo; pero  no  le  favoreció  la  fortuna  como  á  Sierra, 
porque  apenas  vio  S.  A.  que  estos  dos  no  se  hallaban, 
quando  mandó  á  los  Gonselleres  que  doblaran  guar- 
dias en  las  puertas  y  pusiesen  gente  que  conociese  á 
los  sujetos  de  la  conspiración,  para  que  en  traje  dis- 
frazado lio  pudiese  salir  alguno.  Entrava  de  guardia  en 
cada  puerta  Consejeros  mismos  de  Ciento;  echáronse 
vandos  rigurosos  pena  de  la  vida  y  de  traidores  á  to- 
dos los  que  les  dieren  favor  y  aiuda  y  que  los  ocultara, 
y  dando  cantidad  de  dinero  y  hombres  y  fuera  de  mal 
á  quien  los  descubriera  ó  entregarla:  con  esto  el  que 
no  lo  savia  procuraba  descubrir,  y  el  que  lo  sabía  no 
lo  calla  va.  Fué  descubierto  Honofre  Quílez  en  el  com- 
bento  del  Carmen.  La  espía  era  mui  segura,  y  dando 
noticia  á  S.  A.,  fué  en  persona  con  la  misma  espía  un 
alguacil  y  parte  de  su  guardia  una  mañana,  á  las  nue- 
ve oras,  y  sin  decir  cosa  alguna  se  puso  dentro  del  Car- 
men y  prendió  á  dho.  Quílez,  que  estava  detrás  del  al- 
tar maior  en  puesto  que  no  siendo  la  espía  tan  buena 
era  imposible  toparle.  Hízolo  poner  en  un  coche  y  lle- 
varlo á  palacio.  Este  sujeto  tenía  gran  cavimiento  con 
S.  A.  y  primeros  Ministros  y  Cavos  franceses,  por 
cuio  motivo  no  quiso  S.  A.  encomendar  la  prisión  á 
ningún  otro  ni  llevarlo  á  la  cárcel,  sino  tenerlo  en  su 
mismo  palacio,  en  donde  también  estava  el  Bayle  de 
Mataró  y  otros  con  guardias  de  vista  y  órdenes  tan 
apretadas  de  no  dejarles  hablar  con  nadie,  que  por 
aver  una  de  las  guardias  ministrado  tinta  y  papel  al 
Bayle  de  Mataró  para  escrivir  un  papel  á  su  mujer, 
mandó  luego  S.  A.  aorcar  sin  remisión  á  la  guardia 


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sólo  por  este  delito.  Estos  eran  los  principales  Cavos 
de  la  traición;  otros  muchos  se  prendieron  que  por 
inducción  consentían  en  ella,  de  los  quales  huvo  unos 
desterrados;  otros  á  galeras,  según  su  más  ó  menos 
culpa  y  graduación  de  personas,  como  se  dirá. 

Presos  éstos,  se  dio  priesa  S.  A.  en  que  se  les  hiciera 
la  causa  en  justicia,  j  el  primero  fué  el  Bayle  de  Ma- 
taró,  que  sentenciaron  á  que  en  público  cadaalso,  en 
la  plaza  de  los  Traidores,  se  le  diera,  y  después  se  le 
cortara  la  caveza,  y  en  una  jaula  se  colgara  á  media 
casa  del  General,  en  la  esquina  que  mira  á  la  puerta 
del  Mar,  y  que  su  cuerpo  fuera  echo  pedazos  y  espar- 
cidos por  los  caminos,  y  su  hacienda  confiscada,  y 
arrasada  su  casa,  sembrando  en  ella  sal.  Publicóse  la 
sentencia  en  palacio  mismo,  y  después  llevaron  al  reo 
á  las  cárceles  reales  y  le  atormentaron  in  cargue  so- 
tiorum.  Descubrió  á  muchos  en  los  tormentos,  y  al- 
gunos fueron  presos.  Sábado  á  3  de  Marzo  1646  se 
executó  la  sentencia  en  la  persona  del  Bayle,  como 
está  dho.,  j  el  día  siguiente  en  sus  vienes  y  casas. 

La  misma  sentencia  se  fulminó  contra  Honofre  Quí- 
lez;  pero  al  pasar  los  tormentos,  negoció  que  si  se  la 
minoravan  descubriría  á  muchos:  se  le  concedió  como 
no  pidiese  la  vida,  y  que  en  lo  demás  se  le  haría  toda 
gracia;  sacó  de  partido  todo  lo  que  pidió,  que  fué  no  se 
le  cortase  la  caveza  ni  se  le  hiciese  quartos,  que  se  le 
diese  sepultura,  que  su  casa  y  hacienda  quedase  para 
su  mujer  sin  lesión  ni  minoración  alguna,  que  á  un 
hijo  bastardo  que  tenía  se  le  diesen  todos  los  años  200 
escudos:  cumpliósele  todo,  y  el  día  17  de  Marzo  se  le 
dio  garrote  en  el  mismo  punto  que  al  Bayle,  y  des- 
pués llevaron  los  suyos  el  cadáver  á  su  casa  con  áni- 
mo de  hacerle  el  día  siguiente  un  ostentoso  y  onrroso 
entierro;  pero  saviéndolo  S.  A.  les  envió  á  decir  que 


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quien  moría  tan  infamemente  no  merecía  tanta  cele- 
bridad en  su  entierro,  y  que  si  tal  executavan,  lo 
mandaría  desenterrar  y  hacer  quartos:  con  que  se 
contentaron  con  enterrarle  de  secreto  una  noche  en 
el  convento  de  Jesús.  Este  hombre  estava  mui  rico; 
tenía  famosa  hacienda;  su  casa  bellamente  puesta  y 
grande  en  la  calle  de  Basca,  cerca  las  Escalas  de  Ca- 
zador; mui  emparentado;  tenía  muchos  hermanos 
frailes- y  monjas  capuchinas  y  clérigos,  que  rogaron 
y  aplicaron  medios,  pero  ninguno  aprovechó;  por 
quanta  era  la  confianza  que  el  Virrey  y  franceses 
hacían  de  Quílez,  tanto  fué  el  enojo  de  verle  traidor. 

El  tercero  que  padeció  del  mismo  modo  que  Quílez 
fué  Mr.  Joseph  Ferrer,  á  7  de  Abril  de  1646;  enterrá- 
ronle en  Santa  Cathalina  de  secreto.  Este  hombre,  de 
pobre  estudiante,  havía  llegado  á  adquirir  mucha  ha- 
cienda y  estimación  igual  en  Barcelona;  el  trienio  an- 
tecedente avía  sido  Oydor  del  Principado  y  se  hallava 
entonces  Asesor  de  la  Diputación;  perdióse  por  querer 
suvir  más,  el  que  quatro  días  havía  no  tenía  que 
comer. 

Sábado  á  14  de  Abril  1646  padeció  asimismo  Micer 
Amigan  t,  usándole  la  misma  gracia  que  al  dho.  Fe- 
rrer. Éste  era  joven  de  algunos  veintiséis  años;  muí 
rico;  tenía  su- casa  y  hacienda  en  la  ciudad  de  Man- 
resa,  aunqua»avitava  en  la  de  Barcelona  con  grande 
estimación;  su  padre  había  sido  Diputado  el  trienio  an- 
tes. Con  éste,  que  era  cavo  de  la  conspiración,  se  aca- 
varon  las  sentencias  de  muerte:  por  ella  entremos  ao- 
ra  á  los  desterrados. 

Fueron  presos  el  Abad  de  San  Pedro  de  Galligans; 
D.  Gisperto  Amat,  Diputado  eclesiástico  actualmente 
de  Cataluña,  y  el  Abad  de  San  Pablo  de  Barcelona, 
que  cavían  en  la  traición,  y  por  eclesiásticos  y  faltar 


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jurisdicción  contra  ellos  fueron  llevados  en  dos  coches 
y  con  guardias  al  castillo  de  Perpiñán  para  hacerles 
la  causa  á  su  tiempo  y  sazón. 

La  principal  caveza  que  dio  motivo  á  toda  esta  cons- 
piración fué  Doña  Hipólita  de  Aragón,  cuñada  ó  her- 
mana de  D.  Joseph  de  Ardena:  era  aragonesa,  y  aun- 
que casada,  no  vivía  con  su  marido;  era  muger  mui 
hermosa,  de  linda  retórica  y  discreción,  y  sobre  todas 
estas  prendas  personales  y  gran  nobleza  se  murmura- 
va  por  mui  distraída  y  poco  atenta  á  su  honor,  cul- 
pándola de  algunas  fragilidades:  ésta  fué  la  que  in- 
duxo  al  Diputado,  á  Quílez  y  á  los  demás  en  la  cons- 
piración y  entrega  de  Barcelona  para  el  día  15  de 
Agosto,  y  la  que  ocasionó  tantas  muertes,  destierros 
y  castigos;  descubrióla  Quílez  en  el  tormento,  y  en  él 
mismo  le  encomendó  al  hijo  bastardo  con  tales  expre- 
siones y  eficacia,  y  con  tales  demostraciones  de  amor 
y  eficacia  lo  admitió  ella,  que  pudo  dar  que  sospechar 
si  era  vínculo  de  sus  divertimientos.  Y  más,  havién- 
dose  publicado  que  la  tal  Doña  Hipólita  Barona  del 
Albi  el  tiempo  que  estuvo  Quílez  oculto  procuró  sa- 
carle de  Barcelona  y  lo  llevó  toda  una  tarde  en  el  pe- 
sebrón del  coche  cubierto  con  las  basquinas,  y  que  ja- 
más pudo  el  cochero  hacer  que  las  muías  pasaran 
puerta  alguna;  otros  dicen  que  al  pasar  por  la  calle 
del  Carmen  se  rompió  un  usillo  del  coche,  de  calidad 
que  no  pudo  hacer  otro  que  entrarse  Quílez  en  el  Car- 
men, y  parece  lo  más  probable  esto:  muchas  cosas 
permite  Dios  por  sus  justos  juicios,  sin  que  podamos 
atinar  sus  fines.  Prendieron  á  Doña  Hipólita,  y  estu- 
bo  muchos  días  presa  en  Palacio,  y  sin  duda  que  su 
sexo,  nobleza,  prendas  y  desembolturas  debieron  ayu- 
darle para  que  no  pasase  por  el  rigor  que  los  prime- 
ros, sino  que  se  le  castigase  con  sólo  el  destierro,  y 


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así,  mandóla  S.  A.  llevar  á  Tarragona  acompañada 
de  dos  principales  Cavalleros  de  Barcelona.  Llevóse 
consigo  el  hijo  de  Quílez,  que  devía  de  ser  de  diez  ú 
once  años,  cumpliendo  con  lo  que  devía,  ya  que  por  su 
causa  ha  vía  muerto  su  padre. 

Otras  muchas  personas  fueron  desterradas  á  Fran- 
cia, unas  con  tiempo  determinado,  otras  por  el.  que 
S.  A.  querría,  y  de  éstas  fueron  D.  Vicente  Magarola; 
otro  cavallero  llamado  Donis;  Joseph  Masana,  ciuda- 
dano onrrado  que  hera  Gonseller  el  año  de  1640,  quan- 
do  las  turbaciones;  Rafael  Robre,  que  era  Gonseller 
la  primera  vez  que  vino  Phelipe  quarto  á  Barcelona; 
tal  Font,  espartero,  y  Roger,  mercader,  y  otros  mu- 
chos, unos  porque  saviendo  la  conspiración  no  la  des- 
cubrieron, y  otros  porque  se  carteavan  con  los  caste- 
llanos estándoles  prohivido;  fué  condenado  á  siete 
años  de  galeras  Gabriel  Sancana,  oficial  de  un  baluar- 
te y  grande  camarada  de  Quílez,  y  el  Bayle  de  Mataró, 
con  quienes  havía  convenido  obrar  á  favor  de  España 
en  el  lanze.  Por  cinco  años  fué  condenado  Joseph  Tor- 
ner,  espadero,  por  admitir  y  tener  en  su  casa  algunas 
juntas  de  los  que  conspiraban,  y  convidallos  en  ella. 
Por  tres  fué  condenado  un  bidriero,  T.  Axut,  por  ha- 
blar mal  de  las  cosas  de  Francia  y  bien  de  las  de  Es- 
paña: estos  tres  fueron  en  una  barca  á  Marsella;  otros 
muchos  se  castigaron  y  desterraron,  que  fuera  nunca 
acavar  si  se  avían  de  nombrar  todos.  Luego  que  salió 
de  Cataluña  el  Diputado,  sacaron  otro  en  su  lugar  y 
sorteó  la  dignidad  de  la  Iglesia  de  Urgel. 

Después  de  algún  tiempo  que  havía  S.  A.  buelto  de 
la  campaña  y  presa  de  Balaguer,  hizo  desterrar  tres 
capitulares  y  algunos  eclesiásticos  porque  se  cartea- 
van y  escrivían  con  los  del  partido  y  tierra  de  España, 
y  porque  se  havía  dado  posesión  de  un  Canonicato  á 


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D.  Fulano  Rocaberti,  hermano  del  Conde  de  Peralada, 
que  havía  venido  del  partido  de  España  provisto  por 
el  Papa  del  Canonicato,  contraviniendo  en  esto  á  la 
orden  de  la  Reyna  de  no  dar  posesión  á  ninguno  que 
fuese  sospechoso,  y  á  una  embajada  de  S.  A.  por  el 
mismo  Canonicato;  y  viendo  el  señor  Conde  quán  con- 
trariamente se  obrava,  mandó  ir  en  forma  todo  el  Ga- 
vildo  con  macero  á  palacio,  con  manteo  y  bonete,  y 
S.  A.,  leyéndoles  algunas  cartas  y  tratándoles  de  trai- 
dores, les  dio  fiera  reprehensión,  y  allí  mismo,  antes 
de  dividirse  ni  salirse  el  Gavildo,  hizo  poner  en  un  co- 
che al  Chantre  Osona  y  Canónigo  Taverner  y  Goll  y 
llevarlos  á  la  Tarazana,  por  donde  ios  embarcaron 
luego  en  un  navio  que  estava  ya  haciendo  vela  á  Le- 
vante, y  al  nuevo  Canónigo  mandó  partir  á  Gerona, 
y  con  pena  de  no  bolber  aquí  sin  su  licencia;  despa- 
chó al  Cavildo,  después  de  executado  esto,  mui  afren- 
tado y  desabrido,  como  se  puede  creer;  negociaron  los 
medios  para  que  aquella  noche  se  les  pudiese  dar  á  los 
tres  embarcados  sombreros,  ropas *y  dinero  para  el 
viaje,  y  que  desde  el  navio  encomendaran  y  ajustaran 
lo  de  sus  casas:  fueron  desterrados  á  Roma;  al  Chan- 
tre Osona  ya  era  la  segunda  vez  que  esto  le  sucedía 
por  ser  español  de  corazón,  y  jamás  pudo  ser  otro; 
también  se  desterraron  algunos  clérigos,^por  lo  mis- 
mo que  eran  muchos  los  que  estavan  tocados  de  esta 
enfermedad. 


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CAPÍTULO  6.^^ 

EMBÍ A  Á  PARÍS  EMBAJADOR  PARA  EL  TRATO  DE  PAZES -TOMAN  LOS 
CASTELLANOS  EL  FORTÍN  DE  TERMENS.-BENDÍCESE  LA  TIERRA— DES- 
HERRASE AL  OBISPO  DE  VIQUE  Y  QUEDA  CATALUÑA  SIN  OBISPO. 

Avía  ya  buelto  de  la  ciudad  de  Munster,  que  está 
en  Alemania  ó  Países  Vajos,  donde  era  el  Congreso 
de  las  paces,  el  rejente  Fontanella  después  de  muchos 
meses  de  residencia  por  ver  que  no  se  concluía  cosa 
alguna  y  que  el  Tratado  de  paces  iba  mui  ti  vio;  bol- 
vióse  con  los  acidentes  de  las  guerras  á  tratar,  y  la 
Reyna  á  pedir  á  Cataluña  sujeto  en  lugar  de  Fontane- 
lla, porque  no  quería  la  Reyna  faltase  en  aquel  Con- 
greso quien  por  parte  de  Cataluña  pudiese  defender  y 
exponer  sus  intereses;  antes  de  concluirse  las  paces 
nombró  el  Consistorio  á  un  hijo  del  Dr.  Martí,  Juez 
de  la  Real  Audiencia,  mozo  de  grande  inteligencia,  y 
que  por  lo  bien  que  servía  su  padre  merecía  esta  hon- 
rra.  Partió  para  París  á  16  de  Abril  de  1646,  con  ins- 
trucciones, así  para  el  punto  principal  de  su  jornada, 
como  para  otros  importantes  á  la  provincia  y  que  ha- 
vían  de  tratarse  con  la  Reyna,  y  con  órdenes  de  con- 
ferir en  todo,y  seguir  los  dictámenes  del  General  de 
la  cavallería  catalana  D.  Joseph  Dardena,  que  se  ha- 
llava  en  París  desde  primeros  de  Noviembre,  que  ha- 
vía  ido  á  besar  la  mano  de  la  Reyna  y  darle  repetidas 
gracias  por  muchas  mercedes  que  se  le  hacían  por 
S.  M.  Daráse  adelante  quenta  de  lo  más  que  obraron 
y  de  lo  que  resultó  de  esta  embajada  contra  la.  pro- 
vincia. 

En  los  últimos  capítulos  del  primer  libro  se  hizo 
descripción  y  se  dio  quenta  del  fuerte  que  S.  A.  man- 


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dó  levantar  en  el  lugar  de  Termens  guando  sitió  á 
Balaguer;  quán  capaz,  fuerte  y  de  conveniencia  era, 
pues  sobre  de  servir  de  plaza  de  armas  podía  ser  re- 
fugio de  todo  el  exórcito  en  cualquier  contingencia. 
Después  de  tomado  Balaguer  y  aloxado  su  exército, 
S.  A.  mandó  sacar  de  allí  la  artillería  y  dejó  guarni- 
ción, conservándolo  así  por  razón  de  estado  como  por 
padrastro  de  Lérida,  y  por  lo  que  convendría  para  la 
expugnación  de  ella,  que  disponía  (jn  la  campaña  vi- 
niente, aunque  por  Balaguer  le  quedava  libre  el  paso 
del  río.  Esta  plaza,  aunque  de  faxina  y  tierra,  com- 
prehendía  los  lugares  de  Termens  y  Menargues  y  los 
dos  al  río  Segre  en  medio;  el  Castellano,  saviendo  que 
havía  poca  guarnición  y  que  le  servía  de  padrastro, 
trazó  el  Governador  de  Lérida  la  sorpresa,  consintien- 
do en  ella  un  Sargento  de  los  de  la  guarnición,  fran- 
cés, á  quien  dieron  cantidad  de  dinero:  éste  convino 
en  que  á  primero  de  Abril,  que  él  entrava  en  la  puerta 
principal  de  guardia,  daría  el  nombre  al  enemigo  para 
que  con  disimulo  una  noche  se  entrase  en  el  fortín. 
Ajustado  esto,  una  mañana  de  las  primeras  de  Abril 
1646,  antes  de  amanecer,  con  todo  secreto  se  pusieron 
delante  Termens  20  hombres  de  la  guarnición  de  Lé- 
rida, y  dando  el  Sargento  á  las  postas  el  nombre  y 
santo,  entraron  el  fortín  los  castellanos,  y  dando  so- 
bre la  milicia  con  espada  en  mano,  antes  que  se  acor- 
dó quedó  la  maior  parte  muerta  y  prisionera;  algunos 
se  escalaron  y  huieron;  el  tercio  del  batallón  que  es- 
tava  allí  recivió  gran  daño;  los  castellanos  sacaron 
luego  las  municiones  y  bituallas,  y  con  los  prisioneros 
las  embiaron  á  Lérida  y  arrasaron  todas  las  fortifica- 
ciones, de  calidad  que  no  aprovecharon  más  para  de- 
fensa alguna,  y  se  bolbieron  á  Lérida. 
Experimentando  los  labradores  y  hortelanos  de  Bar- 


240 
celona  que  la  tierra  no  frutava  como  solía  y  que  todo 
era  malo  lo  que  producía,  pidieron  á  Su  Santidad  un 
Jubileo  plenísimo  y  permiso  para  bendicir  la  tierra. 
Concediólo  Su  Santidad,  y  previniéndose  con  aiunos  y 
oraciones  desde  el  miércoles  11  de  Abril  1646,  visi- 
tando su  parrochia  cada  uno,  ganando  indulgencia 
plenaria,  rogando  á  Dios  embiase  su  bendición  sobre 
la  tierra.  La  bendijo  el  domingo  15  el  Deán  Paulo  del 
Roso,  saliendo  en  ^procesión  desde  el  Aseo  con  todas 
las  Cofradías,  ,y  asistiendo  S.  A.  y  Gonselleres  hasta 
la  Puerta  que  llaman  Deis  Tellers,  y  acavada  la  ben- 
dición, se  bolbió  con  la  misma  solemnidad  á  la  iglesia. 
No  havía  en  Cataluña  prelado  Obispo  sino  el  de 
Vique,  D.  Ramón  Semmanat,  y  éste  tan  fino  español, 
que  jamás  havía  querido  prestar  la  ovediencia  sino  á 
España;  y  no  contento  con  esto,  ni  agradecido  á  que 
se  le  toleraba  estar. aquí  en  su  iglesia,  obrava  tan  con- 
tra las  cosas  dei  Estado  que  fué  preciso  desterrarlo,  y 
acompañado  de  un  alguacil  real,  con  todas  las  cargas 
y  personas  que  le  quisieron  seguir,  '  fué  conducido 
hasta  la  raya  de  Aragón  á  primeros  de  Mayo.  1646:  él 
se  fué  á  Madrid,  y  Cataluña  quedó  sin  Obispo  alguno. 

CAPÍTULO  7." 

SALE  Á  CAMPAÑA  S.  A.  PARA  EL  SITIO  DE  LÉKIDA.-MUERE  EL  CONDE 
XAVOT  DE  UN  MOSQUETAZO.-ONllRAS  Y  ENTIERRO  QUE  LE  HACE  BAR- 
CELONA EN  SAN  FRANCISCO.-LLEGAN  Á  BARCELONA  LOS  DOS  HIJOS  DE 
S.  A.  EL  SEÑOR  CONDE. 

Haviendo  S.  A.  con  su  gran  vigilancia,  prudencia  y 
alta  providencia,  descubierto  los  achaques  que  pade- 
cía Barcelona  en  sus  moradores  mal  afectos  al  domi- 
nio Xpmo.,  sangrádola  y  curádola  como  se  ha  visto 
con  los  castigos  de  muerte  y  destierros  que  hemos  re- 


2i1 

ferido,  para  que  en  su  ausencia  no  peligrase  como  la 
vez  pasada;  haviendo  encaminado  á  Gervera  y  Bala- 
guer  las  tropas  de  infaníería  y  cavallería  que  venían 
de  Francia  para  recluta  del  ejército;  haviendo  dispues- 
to las  cosas  para  la  campaña,  y  embiado  muchos  ca- 
rros de  municiones,  pertrechos  de  guerra  y  bastimen- 
tos para  el  exército,  partió  S,  A.  el  S.°^'  Conde  de  An- 
court,  martes  primero  de  Maj^o  1646,  á  las  dos  oras  de 
la  tarde,  después  de  haverse  despedido  de  su  mujer; 
salió  de  Barcelona  acompañado  de  los  cavos  franceses 
y  alguno  catalán,  con  su  guardia  de  caravinas  ende- 
rezando sus  pasos  á  la  Virgen  de  Monserrate,  para  que 
como  verdadero  norte  y  guía  encaminase  sus  accio- 
nes á  la  maior  gloria  y  dicha  de  este  Principado,  y 
fuese  su  protectora  en  todo.  Pasó  de  allí  á  la  villa  de 
Gervera,  para  disponer  y  ordenar  los  negocios  del 
exército  y  de  la  campaña.  Mandó  conducir  muchas 
barcas  en  carros  para  fabricar  dos  puentes  sobre  el 
Segre  ó  Noguera,  y  que  todas  las  tropas  marchasen  á 
Balaguer,  en  donde  el  día  6  de  Mayo  pasó  muestra  ge- 
neral en  campaña  de  5.500  cavallos  y  12  ®  infantes, 
toda  gente  efectiva  y  de  pelea,  sin  que  en  ésta  se  in- 
cluiese  la  cavallería  catalana  ni  muchas  compañías 
del  batallón  que  estavan  esparcidas  en  rechitas  que 
ciada  día  llega  van  de  Francia.  Al  otro  día  de  la  mues- 
tra pasó  el  exército  la  otra  parte  de  Balaguer,  y  el  día 
8  acampó  todo  el  grueso  eutre  Alguaire  y  Almenar, 
pasado  ya  el  río  Noguera.  Prosiguiendo  en  sus  desig- 
nios, juzgando  que  no  podía  emprender  hazaña  más 
gloriosa  á  las  armas  de  su  Rey,  ni  de  maior  conve- 
niencia para  la  provincia  que  la  expugnación  de  Lé- 
rida y  poner  miedo  y  espanto  con  su  exército  en  las 
tierras  del  enemigo,  siendo  la  plaza  de  Lérida  la  pri- 
mera y  la  más  bien  pertrechada  que  tenía  el  Gastella- 

ToMO  XXIV  16 


242 

no,  guarneciéndola  pasados  de  5  ®  hombres  de  batalla 
sin  los  naturales.  Llegó  el  día  9:  dentro  de  las  huertas 
de  Lérida,  hacia  la  parte  de  Fraga  pasado  el  río  Segre, 
ya  S.  A.  havía  dividido  las  tropas  necesarias  y  dejado 
á  estotra  parte  del  Segre  para  ocupar  los  puestos  que 
importaría  para  formar  el  sitio.  El  Castellano  juntava 
su  exército  en  la  villa  de  Fraga  para  aquella  campaña, 
y  llegó  S.  A.  en  tan  buena  sazón  á  ponerse  en  las 
huertas  de  Lérida,  que  dos  días  antes  havían  los  cas- 
tellanos sacado  los  dos  mejores  tercios  que  tenían  en 
la  plaza,  y  puesto  en  su  lugar  gente  visoña  y  recién 
hecha;  también  dejaron  en  la  plaza  sólo  ciento  y  diez 
cavallos,  sacando  los  qpe  havían  hasta  ducientos,  y  de 
aquéllos  se  destrozó  una  partida  dos  días  antes  por  Mo- 
siur  de  Balthasar,  Coronel,  que  havía  quedado  á  esta 
parte  del  Segre  con  orden  de  ocupar  la  eminencia  y 
lugar  de  la  Gollegeta,  y  recivir  los  rejimientos  de  Revé 
y  Rom  que  salían  de  Flix  y  se  havían  de  unir  con  los 
reclutas  que  iban  llegando,  y  formar  un  famoso  quar- 
tel  en  la  Collegeta  que  servía  para  amparar  y  com- 
boyar los  carros  que  llevavan  las  barcas  para  la  for- 
mación del  puente:  todo  sucedió  con  felicidad,  de  vién- 
dose al  cuidado  y  vigilancia  del  S.«^  Conde  Xavot,  Ma- 
riscal de  campo,  á  quien  S.  A.  embió  por  Comandan- 
te de  aquel  quartel  quando  dividió  las  tropas  y  formó 
los  quar teles  el  día  10  de  Mayo  1646. 

Embió  S.  A.  á  la  parte  del  castillo  de  Gardiny  una 
partida  de  su  exército  vaj'o  la  orn.  del  señor  Conde 
Govenge,  Lugarteniente  general,  asistido  del  Marqués 
de  Gusures,  de  los  señores  de  Santa  Columba  y  de  Cla- 
banach,  Mariscal  de  batalla,  y  del  señor  de  Boysach, 
governando  la  cavallería,  y  los  señores  de  Cambon  y 
cavallero  de  Monguirón,  Mariscales  de  batalla,  para 
tomar  su  quartel  con  el  resto  de  las  tropas  á  tiro  de 


243 

mosquete  del  río,  á  la  parte  que  S.  A.  quería  fabricar 
la  puente.  Á  11  S.  A.,  juzgando  ser  de  conveniencia 
formar  un  quartel  entre  el  suyo  y  el  de  Govonge,  dio 
el  mando  al  señor  de  Comben,  como  á  más  antiguo 
Mariscal  de  batalla;  y  el  señor  de  la  Valdera,  que  ha- 
vía  venido  de  Flix  para  servir  este  sitio,  quedó  cerca 
de  S.  A.;  y  el  señor  de  Santa  Columba,  que  havía  de- 
jado al  de  Clavanach  cerca  del  de  Covonge;  y  el  cava- 
11er o  de  Mongirón  fué  mandado  servir  al  quartel  de 
Xavot:  el  dlio.  día  11,  el  de  Covonge  asaltó  de  orn.  de 
S.  A.  el  castillo  de  Alcarraz,  que  estava  entre  su 
quartel  y  Fraga,  que  era  mui  necesario  al  enemigo, 
en  donde  tenía  algunos  50  hombres  de  guarnición; 
embistió  el  señor  de  Clavanat,  y  lo  rindió  el  mismo 
día,  aunque  sufriendo  algunos  cañonazos,  de  los  qua- 
les  murió  Chomel,  primer  Capitán  y  Comandante  del 
regimiento  de  Santamesma:  podíase  defender  el  casti- 
llo más  de  quince  días,  y  esto  hizo  feliz  el  suceso.  Vi- 
nieron los  rendidos  á  S.  A.,  que  les  confirmó  la  capi- 
tulación, que  fué  pasar  por  Cataluña  y  Francia  á 
Fuenterravía;  el  de  Xavot,  poco  después,  rindió  los 
de  Albatarre  con  la  misma  capitulación,  y  tomó  su 
quartel  en  Villanueva  á  la  vista  del  puente  de  Lérida. 

Ha  viendo  á  13  recivido  el  de  Xavot  las  barcas  que 
venían  en  los  carros,  mandó  luego  fabricar  la  puente, 
y  dióse  tal  maña,  aphcación  y  cuidado  el  de  Xanfort, 
teniente  de  artillería,  que  el  día  siguiente  estuvo  aca~ 
vada,  y  con  ella  franca  la  comunicación  de  los  quar- 
teles  unos  con  otros. 

La  noche  del  día  17  tuvo  orden  el  Conde  de  Xavot 
de  reconocer  y  atacar  la  media  luna  que  estava  al 
cavo  del  puente  de  Lérida,  para  cuio  efecto  destacó 
cien  hombres  del  regimiento  de  Rebe,  governados  del 
de  Beaume,  Ayudante  de  campo  y  Lugarteniente  de 


244 

Coronel  del  mismo  regimiento,  que  obró  con  todo  va- 
lor, y  el  Conde  Xavot,  que  le  seguía  para  sustentar- 
le, tomando  á  mano  derecha,  dio  en  unos  travajos  ó 
fuertes  ignorados  del  enemigo,  y  perdió  la  vida  de 
un  mosquetazo  en  la  caveza.  Esta  pérdida  ocasionó 
confusión  en  nra.  gente,  haciéndoles  perder  el  tiempo 
en  conservación  del  de  Beaume,  que,  por  último,  huvo 
de  retirarse  con  pérdida  de  algunos  soldados  y  dos 
sargentos;  del  enemigo  murieron  algunos  veinte. 

La  circunstancia  de  ser  tan  amado  de  los  catalanes 
el  Conde  de  Xavot  y  de  tan  apacibles  prendas,  me  ha- 
ce ingerir  en  este  capítulo  las  exequias  que  le  celebró 
la  ciudad  de  Barcelona,  y  que,  rompiendo  el  ylo  de  la 
historia,  dé  quenta  de  ellas. 

Difunto  el  Conde,  como  queda  referido,  trajeron  en 
una  litera  el  cadáver  á  Barcelona  para  depositarlo  en 
la  iglesia  de  San  Francisco,  y  el  día  24  de  Mayo  1646 
se  le  hicieron  las  honrras,  elevando  túmulo  ó  capilar- 
dente  mui  alto,  cubierto  de  bayetas,  con  cinquenta  ha- 
chas y  duplicadas  velas,  y  á  trechos  los  escudos  de  sus 
armas,  que  eran  tres  peces  que  llamamos  Gavot,  con 
corona  real  que,  por  parte  del  de  la  madre,  era  de 
real  estirpe. 

Correspondían  sus  procederes  y  prendas  á  la  real 
sangre  que  le  animava,  y  su  bondad,  justificación, 
benignidad,  liberalidad  y  apacible  trato,  era  imán  de 
los  corazones,  junto  con  lo  lucido  que  siempre  iba  y 
lo  mucho  que  gastava,  sin  hacer  ni  permitir  extorsión 
alguna;  circunstancias  que  le  hacían  amable  de  to- 
dos'y  que  hicieron  más  sensible  su  muerte. 

Viendo  S.  A.  que  sus  quarteles  quedaban  estableci- 
dos y  comunicables,  y  haviendo  dejado  orn.  para  juntar 
en  el  campo  toda  la  artillería  de  batir  y  municiones  de 
guerra  que  havía  echo  adelantar  á  Cervera,  y  asimis- 


245 
mo  para  que  de  Barcelona  fuera  llegando  maior  can- 
tidad con  las  barcas  que  quedavan  dispuestas  para  la 
fábrica  del  segundo  puente,  mandó  disponer  sus  ama- 
gacenes  para  todo  género  de  víveres  j  pertrechos  de 
guerra  para  que  el  exército  estuviera  bien  asistido;  y 
asimismo  puso  todo  cuidado  en  concluir  la  circumba- 
lación  de  la  plaza,  procurando  que  las  milicias,  á  cuio 
cargo  esta  van  los  quarteles,  cuidasen  de  la  perfección 
de  esta  obra. 

Los  sitiados  hasta  entonces  no  ha  vían  echo  surtida 
de  consideración,  bien  que  se  havían  fortificado  fa- 
mosamente, y  que  la  que  executaron  al  quartel  de  Vi- 
llanueva,  aunque  murió  el  de  Xavot  (sucediéndole  en 
el  mando  el  Marqués  de  Gesures),  no  fué  tan  gloriosa 
como  podían  esperar  del  número  de  gente  y  cavalle- 
ría  que  salió  de  la  plaza  y  del  descuido  ó  desgracia  de 
los  sitiados,  porque  obrando  el  de  Xavot  con  su  acos- 
tumbrado valor  y  mañosa  disposición,  con  inferior 
número  de  tropas  los  rechazó  varias  veces,  y,  por  úl- 
timo, los  obligó  á  retirar  con  pérdida  de  más  de  20  Ofi- 
ciales y  soldados  que  quedaron  sobre  el  fortín  y  10  ú 
12  prisioneros,  dos  de  los  quales  aseguravan  haver 
visto  retirar  al  Governador  D.  Gregorio  Brito,  atrave- 
sado el  cuerpo  de  un  mosquetazo;  asimismo  lo  quedó 
el  Marqués  de  Gesures  y  Vinebre,  de  que  murió,  ha- 
viendo  mostrado  su  innato  valor  y  esclarecida  sangre, 
que  sin  duda  excedía  en  ella  al  de  Xavot,  según  las 
demostraciones  que  en  sus  funerarias  se  hicieron:  era 
cavallero  joven,  mui  rico;  gastava  gran  lucimiento; 
su  cadáver  lo  pasaron  á  Francia  en  una  caja  de  plo- 
mo dentro  de  otra  de  madera. 

Los  castellanos  se  hallavan  entre  Monzón  y  Fraga, 
á  la  rivera  del  río  Ginca,  juntando  las  fuerzas  que  sa- 
cavan  de  los  presidios  y  levas  que  se  hacían  en  Ara- 


246 

gón  y  Navarra,  con  ánimo  de  socorrer  la  plaza  ú  ha- 
cer alguna  diversión. 

No  se  contentó  el  Sermo.  Príncipe  con  traer  á  este 
Principado  su  esposa;  ermosear  el  palacio,  fijando  en 
muchos  puestos  del  sus  armas,  sino  que  para  acavar 
de  mostrar  lo  mucho  que  amava  á  los  catalanes,  hizo 
venir  sus  dos  hijos.  Entrai^on  lunes  28  de  Mayo  1646, 
acompañados  de  mucha  nobleza  catalana,  que  salió 
á  recivirlos,  y  el  tesorero  con  algunos  cavalleros  á 
Perpiñán,  y  francesa,  que  venía  con  ellos:  eran  de 
unos  quatro  años  el  uno,  y  el  otro  de  tres;  veuían  con 
sus  coticas  de  rico  hrocato  y  sus  espadinicos;  entraron 
en  un  coche;  eran  donosos  muchachos  y  mui  seme- 
jantes á  su  padre  en  todo,  á  quien  esperaron  en  com- 
pañía de  su  madre  para,  con  su  presencia,  aiudarle  á 
celebrar  la  vitoria  que  adelante  se  dirá,  antes  de  con- 
cluir la  campaña. 

CAPÍTULO  8." 

CONTINÚASE  EL  SITIO  DE  LÉJÍIDA;  TOMA  DE  LA  VILLA  DE  ALGUAIKE; 
EMBESTIDA  DE  TOTAVILA  Á  MOMBLANC;  LOS  SUCESOS  DE  UNAS  Y 
OTRAS  OPERACIONES. 

Á  los  30  de  dicho  mes  de  Mayo  le  llegaron  á  S.  A. 
las  barcas  que  havía  dispuesto  para  la  fábrica  del  se- 
gundo puente,  y  luego  se  executó,  siendo  importantí- 
simo, porque  sin  él  era  imposible  socorrerse  el  quar- 
tel  de  Villanueva  con  el  de  Monsiur  de  Convengo,  ni 
se  le  podían  impedir  al  Castellano  sus  movimientos  y 
designios  acia  el  socorro  da  la  plaza  menos  que  te- 
niendo este  puente.  Encargóse  el  cuidado  y  diligencia 
al  de  Couvenge,  que  en  la  presteza  y  apertura  de  la 
plaza  por  su  parte  mostró  bien  su  celo  y  vigilancia  y 
valor.  Fabricóse  el  puente  vajo  el  castillo  de  Gardeny, 


247 
en  el  Segre:  el  quartel  de  Villanueva  le  comendava 
Miranville,  Mariscal  de  campo,  recién  llegado,  y  des- 
de la  muerte  de  Gesures  hasta  que  éste  entró,  le  man- 
dava  dignamente  el  cavallero  de  Monguirón. 

Último  día  de  Mayo  tubo  noticia  S.  A.  que  el  Gover- 
nador  de  Tarragona,  Varón  de  Totavila,  havía  alista- 
do dos  mil  infantes  y  quatrocientos  cavallos,  con  al- 
gunos recién  venidos  de  Castilla:  con  esto,  dos  piezas 
de  campaña  y  algunos  mil  seiscientos  paisanos,  mar- 
chava  á  sitiar  la  villa  de  Momblanc;S.  A.,  con  esta  in- 
teligencia, desmembró  de  su  exército  quatrocientos 
cavallos,  dando  el  mando  de  ellos  al  de  Santa  Golum- 
be*.  Mariscal  de  batalla,  asistido  del  de  Aubini,  Ayu- 
dante de  Campo,  y  orden  para  que  fueran  levantando 
los  somatenes  de  los  lugares  y  chocaren  con  Totavila, 
si  tenía  gana  de  llegar  á  ello,  y  no  contentarse  con 
hacerle  oposición;  pero  el  intento  de  Totavila  era  sólo 
divertir  nuestro  exército,  y  antes  que  llegasen  nues- 
tras tropas  vengarse  de  los  naturales  de  Momblanc  y 
de  la  ignominia  que  á  sus  antecesores  havían  echo  en 
las  campañas  antecedentes  yéndoles  á  atacar  el  cam- 
po, y  que  al  mismo  tiempo  lograse  el  exército  caste- 
llano alguna  fación.  Todo  le  salió  falaz  á  Totavila, 
porque  hallando  no  poca  resistencia  en  Momblanc,  no 
logró  cosa  alguna  y  se  huvo  de  retirar  con  descrédito 
antes  que  arrivase  Santa  Golumbe.  Devióse  esta  resis- 
tencia al  cuidado  de  Mosiur  de  Mingault  governando 
las  reclutas  del  rejimiento  de  Ferrer  que  S.  A.  havía 
embiado  á  Momblanc  previniendo  esta  intentona,  á  la 
fineza  de  los  naturales  y  á  la  buena  disposición  de  Ri- 
cart  Veguer,  que  era  de  aquel  distrito,  que  se  portó 
famosamente  en  este  lanze. 

Viendo  Totavila  frustrado  su  principal  designio, 
apeló  á  lo  que  pudo  en  ruina  de  los  de  Momblanc,  sa- 


248 

queando  todo  el  contorno  de  Momblanc  con  tan  crueles 
ó  inhumanos  modos,  que  permitió  en  la  Guardia,  al- 
dea de  Momblanc,  no  sólo  el  saco,  sino  que  se  executa- 
ron  atroces  muertes  hasta  en  ios  niños  y  mugeres,  sin 
perdonar  aun  á  los  sacerdotes,  pues  dos  que  havía  el 
uno  murió  de  un  alfanjanzo  y  al  otro  cortaron  las 
orejas,  robando  la  iglesia  hasta  los  cálices  y  vasos  sa- 
grados; pasó  más  allá  su  sacrilego  obrar,  pues  no  per- 
donaron imagen  de  santo  alguno  que  no  hechasen  en 
una  hoguera  que  havían  echo,  hasta  la  de  un  Santo 
Ghristo,  que  haviéndola  arrojado  su  furor  en  la  hogue- 
ra, se  halló  después  íntegra  y  sólo  arrugada  la  forma 
del  cuerpo  y  denegrida,  al  modo  de  quando  un  cuerpo 
humano  ha  pasado  por  las  llamas,  que  sólo  se  le  arru- 
ga la  cutis  y  humea,  conservándose  esta  prodigiosa 
imagen  ilesa  para  hacer  más  patente  su  barbaridad  y 
mostrar  su  inmenso  poder,  y  que  con  este  patente  mi- 
lagro se  confirmaron  las  justas  lamentaciones  de  la 
afligida  provincia  en  los  incendios,  sacrilegios  é  inau- 
ditas operaciones  que  en  su  primer  movimiento  expe- 
rimentó de  los  castellanos.  El  fruto  que  consiguió  To- 
tavila  de  todo  esto  fué  perder  pasados  de  trescientos' 
hombres  y  retirarse  sin  reputación  para  con  Dios  y  con 
el  mundo,  y  dejar  aquellos  pueblos  tan  amargos,  que 
por  sí  solos  y  sin  tropa  miUtar  obravan  después  en 
ofensa  de  los  españoles  quanto  cavia  en  humano  po- 
der; alentólos  S.  A.,  y  asistiólos  la  provincia  quanto 
pudo  por  su  fineza  y  valor. 

S.  A.,  desde  que  salió  á  campaña,  llevó  la  idea  de 
apretar  cuanto  pudiese  á  Lérida,  y  la  de  ocupar  ellu- 
gar  y  eminencia  del  Guayre,  puesto  muy  ventajoso 
para  nuestra  conveniencia,  porque  ultra  de  ser  una 
eminencia  cortada  á  los  tres  lados  á  vista  de  nuestro 
€ampo  y  vecino  al  río  Noguera,  era  puesto  que  los 


249 

castellanos  le  tenían  fortificado  y  que  les  servía  de 
resguardo  para  el  tránsito  y  socorro  á  Lérida,  Fraga, 
Monzón  y  Balaguer,  quatro  puestos  los  más  importan- 
tes para  su  conservación;  y  por  todo  esto,  dava  más 
deseo  de  ocuparlo.  Y  así,  úllimo  de  Mayo,  teniendo 
noticia  S.  A.  que  de  Alguaire  se  mudava  la  guarni- 
ción y  que  para  ello  havía  salido  porción  de  la  que  es- 
tava,  quedando  sólo  60  hombres,  dio  ese  mismo  día 
orden  al  cavallero*de  la  Valiera  y  Mariscal  de  batalla 
en  el  exórcito  para  ir  á  reconocer  el  puesto;  y  el  día 
siguiente,  para  atacarlo  con  420  infantes,  los  150  del 
rejimiento  de- campaña,  governados  por  el  Capitán 
Danvila,  del  mismo  rejimiento;  120  del  rejimiento  de 
Ancourt,  governados  por  Mosieur  de  la  Mate,  Capitán 
y  Sargento  maior  del  mismo  rejimiento;  100  del  de 
Mompavillat,  governados  por  el  Capitán  Moyot,  y  50 
del  rejimiento  de  Miralper,  governados  por  el  Capitán 
Páraselas;  y  toda  esta  infantería  vajo  la  orden  de 
Mompavillat,  Maese  de  campo  de  este  parado,  y  los 
Ayudantes  Cajou  y  Monguert,  á  quienes  ajustó  veinte 
Maestres  del  rejimiento  de  Ancourt,  governados  por 
Berengat,  corneta  en  la  campaña  del  Marqués  de  Ar- 
maga,  hijo  de  S.  A.  Y  sabiendo  que  los  españoles  se 
havian  fortificado  sólo  por  las  avenidas  de  Lérida  y 
parte  que  mira  á  Fraga,  ha  viendo  hecho  tras  de  la 
muralla  del  lugar  que  mira  al  convento  una  empaliza- 
da que  servía  de  reducto,  con  un  parapeto  de  piedra  y 
una  estacada  harto  espesa,  con  foso  de  á  seis  pies  de 
ondo  y  ocho  varas  de  ancho,  dejando  hacia  la  parte  de 
la  torre  un  camino  cuvierto  y  sin  escarpa  la  tercer 
parte  de  la  plaza,  que  parece  no  ser  necesario  por  es- 
tar cubierta  un  camino  de  una  estacada;  estando  en 
esta  forma,  mandó  S.  A.  que  el  atacarla  fuese  por  la 
cortadura  del  terreno,  porque  cuando  pasó  con  el 


250 

exército  le  parecía  no  era  inaccesible  la  su  vida,  y  que 
el  enemigo  cuidaría  menos  de  esta  parte.  Partió  la 
Valiera  del  campo  á  las  nueve  de  la  noche  en  secreto, 
j  llegó  al  puesto  dos  oras  antes  de  amanecer  el  día  2 
de  Junio,  y  dispuso  el  ataque  en  esta  forma:  dos  Sar- 
gentos de  campaña  con  15  soldados  cada  uno,  con  un 
Lugarteniente  con  20  soldados,  y  consecutivamente, 
un  Capitán  con  45  infantes;  los  otros  cuerpos  en  la 
misma  orden,  componiendo  un  esquadrón  para  reacer 
la  gente,  embistieron  la  estacada  sin  haver  sido  descu- 
viertos  de  la  guarnición,  así  por  su  flaqueza  como  por 
el  descuido  y  confianza  en  lo  cortado  del  terreno.  Los 
del  Tejimiento  de  campaña  dieron  á  mano  derecha;  los 
del  de  Ancourt  á  la  izquierda,  y  los  de  Mompavillat 
por  medio,  llevándose  la  estacada,  y  de  carrera  embis- 
tieron el  convento  y  lugar;  retiróse  la  gente  á  la  to- 
rre, en  donde  se  defendieron  tres  oras,  y  pasadas  se 
rindieron  á  vida  salva.  Portáronse  los  cavos  y  solda- 
dos valerosamente,  y  sólo  el  de  Mompavillat  quedó 
erido  en  la  cara  de  una  granada. 

S.  k.  ese  mismo  día  dio  buelta  en  persona  á  reco- 
nocer el  puesto,  disponer  lo  que  se  havía  de  fortificar, 
señalar  la  guarnición  y  poner  los  pertrechos  necesa- 
rios para  todo,  dejando  por  Governador  de  este  fuerte 
al  de  Sillian,  con  240  infantes  de  los  rejimientos  de 
Vallian  y  Rocalaura. 

Haviendo  acavado  de  llegar  las  barcas,  artillería  y 
demás  pertrechos  para  el  puente  el  día  2  de  dicho  mes, 
el  de  Convengo,  asistido  del  de  Ganfort,  Comandante 
de  la  artillería,  se  pusieron  al  travajo,  no  obstante  lo 
que  desde  la  plaza  infestavan  con  la  artillería  hacia 
aquel  puesto,  se  concluió  la  obra  al  día  siguiente,  per- 
diendo los  sitiados  la  esperanza  de  poder  ser  socorri- 
dos por  la  parte  del  llano  y  puente  de  Lérida  y  logran- 


251 

do  quietud  en  ]a  plaza,  cesando  las  surtidas,  aunque 
constava  la  guarnición  de  quatro  á  cinco  mil  hombres 
sin  los  naturales,  pero  prometía  la  numerosidad  más 
en  breve  la  falta  de  víveres  no  les  pudiendo  entrar. 

Mientras  esto  se  hacía,  el  Castellano  iba  juntando 
las  tropas  de  que  se  havía  de  componer  su  exórcito  á 
la  rivera  de  Ginca  y  contorno  de  Fraga.  Fabricó  un 
puente  á  Mequinen9a,  haciendo  muestra  de  querer  si- 
tiar á  Flix;  pero  S.  A.  mandó  guarecerla  y  abastecer- 
la, de  calidad  que  sin  otro  socorro  pudiese  conservarse 
ocho  meses.  Y  no  le  pesara  intentase  la  interpresa  para 
facilitar  este  suceso  y  poder  acudir  después  á  otros. 

Concluida  ya  la  circumbalación  de  la  plaza,  dispu- 
so S.  A.  que  las  trincheras  y  cordón  se  fortificase  todo 
lo  posible  para  hacerlas  inexpugnables. 

Así  se  executó,  fabricando  muchas  barracas  de  ma- 
dera y  tierra,  cuidando  cada  Cavo  del  aumento  de  su 
quartel.  Llegó  á  tal  extremo  que  entre  las  tiendas  y 
barracas  se  fabricó  una  ciudad  en  aquel  campo  de  va- 
rias y  hermosas  calles,  y  haviendo  riquísimas  tiendas 
de  quanto  era  imaginable  y  se  podía  desear,  sin  que 
faltase  el  regalo  de  nieve  ni  de  lo  que  es  apetecible  en 
la  población  más  deliciosa,  y  sin  que  se  experimenta- 
se en  los  precios  que  aquello  era  campaña,  pues  ase- 
guraron los  que  lo  vieron  aver  tiendas  que  pasavan 
sus  mercaderías  de  quarenta  mil  ducados  y  que  no  se 
havía  visto  campaña  y  sitio  ni  más  rico,  abundante 
y  de  maior  conveniencia. 

Repetían  los  asediados  las  surtidas,  y  el  día  de  San 
Juan  hicieron  una,  llegando  hasta  el  quartel  de  S.  A., 
que  obligándole  á  montar  á  cavallo  y  xocar  con  no 
poca  furia,  asistióle  á  su  lado  D.  Juan  Calvo,  cavalle- 
ro  catalán,  y  por  haverse  empeñado  tanto  los  castella- 
nos se  perdieron  muchos  entre  presos,  eridos  y  muer- 


252 
tos;  pero  S.  A.,  que  tirava  á  rendir  la  plaza  por  ham- 
bre, restituyó  en  ésta  y  demás  ocasiones  los  prisione- 
ros y  eridos  á  la  plaza  para  que  fuera  maior  el  número 
de  los  víveres.  Pegóse  fuego  por  dos  ó  tres  ocasiones 
en  las  barracas  del  Rey,  qne  era  el  de  S.  A.;  y  presu- 
miendo era  conspiración  porque  hacía  surtida  la  plaza 
en  esta  coyuntura,  mandó  en  una,  pena  de  la  vida,  que 
ninguno  dejase  el  puesto,  temiendo  que  la  numerosi- 
dad del  enemigo  daría  que  temer,  como  le  obligó  á 
tomar  el  cavallo  y  xocar  hasta  retirarlos  á  la  plaza; 
quemáronse  ducientas  barcas  y  valor  de  más  de  cien 
mil  ducados;  pagaron  algunos  con  la  vida  el  indicio 
de  tener  parte  y  conspirar  en  los  incendios,  con  que  en 
adelante  no  sucedieron  más. 

CAPÍTULO  9.^ 

BUELBE  DE  PARÍS  DARDENA,  IIACE  SU  EMBAJADA  Y  LO   QUE  DE   ELLA 

RESULTA. 

Ya  en  capítulos  antecedentes  queda  insinuada  la 
partida  de  D.  Joseph  Dardena,  General  de  la  cavalle- 
ría  catalana,  á  París,  el  día  de  San  Andrés,  1645,  pa- 
ra negocios  particulares,  y  que  además  los  Consisto- 
rios de  Diputación  y  Ciudad  le  hicieron  poderes  y  die- 
ron algunas  instrucciones  de  puntos  coDcernientes  al 
bien  público  y  materias  de  la  paz  para  conferirlos 
con  S.  M.  y  sus  Ministros;  pero  es  de  notar  que  quan- 
do  este  cavallero  partió  se  hallava  Diputado  ecco.  Don 
Gispert,  Abad  de  San  Pedro  de  Galligans,  sujeto  que, 
por  cómplice  en  la  interpresa  de  Barcelona  y  mui  afec- 
to al  Rey  Cathólico,  fué  preso  y  llevado  al  castillo  de 
Salsas,  seis  meses  después  de  estar  en  París  Dardena. 
Las  instrucciones  que  los  Comunes  deliveraron  se  die- 
sen á  Dardena  y  al  Dr.  Martín,  embiado  á  París,  fue- 


253 

ron  para  que  se  instase  con  todo  esfuerzo  con  la  Rei- 
na Xpma.  y  sus  primeros  Ministros  que  en  el  tratado 
de  paces  que  se  esta  va  disponiendo  en  el  Congreso  de 
Manster  entré  las  dos  Coronas  no  se  permitiese  que- 
dara Cathaluña  al  Rey  Cathólico,  y  que  se  le  hiciese 
constar  de  algunos  dros.  que,  por  la  antigüedad,  ha- 
llavan  tenía  el  Xpmo.  á  la  provincia  de  Cathaluña. 
El  Diputado  ecco.,  llevado  de  su  afecto  al  Rey  Cathó- 
lico, trocó  las  instrucciones  y  despachos  que  dio  á 
Dardena  en  quejas  contra  Mosiur  de  Marca  y  de  Don 
Joseph  Margarit,  abominando  de  su  gobierno  y  repre- 
sentando convenía  mudarlos  (quizás  para  que  en  otros 
sujetos  hallasen  más  cavida  sus  intentos),  y  esforzan- 
do esto  con  otras  razones  y  ponderaciones  de  que  era 
en  detrimento  de  la  provincia  no  hacerlo. 

Continu^ase  en  Munster  la  Dieta  de  las  paces  ge- 
nerales y  controvertíase  entre  los  nombrados  por  las 
dos  Coronas  fuertemente  el  punto  de  lo  de  Cathaluña. 
Ajustáronse  España  y  Olanda,  concluyendo  paces  por 
veinte  años  (ó  treguas).  Lo  mismo  proponía  Francia, 
alegando  derecho  á  Cathaluña,  y  que  por  Lérida,  Ta- 
rragona y  Tortosa,  que  ocupava  España,  daría  Fran- 
cia, en  Flandes,  las  tres  plazas  que  quisiese,  y  que  asi- 
mismo cedería  todos  los  dros.  que  tenía  al  reyno  de 
Navarra,  y  que  hiciese  lo  mismo  España  de  Cataluña: 
no  coii vinieron,  porque  cada  parte  reconocía  lo  que  le 
convenía  Cathaluña;  propúsose  que  durando  la  guerra 
hasta  Navidad,  cada  uno  quedase  con  lo  que  ocuparía, 
y  que  el  comercio  quedase  en  Cathaluña  de  ciertas  mer- 
caderías con  las  naciones:  este  punto  se  dijo  á  Dar- 
dena y  Dr.  Martín  en  París,  y  que  asintieron  á  él  sin 
dar  parte  ásus  principales;  todo  esto  y  la  falsedad  de 
las  instrucciones  se  aclaró  con  la  venida  de  Dardena, 
que,  haviendo  llegado  á  primeros  de  Junio,  vistóse  en 


254 
campaña  con  S.  A.;  hizo  relación  á  los  Consistorios  en 
compañia  de  Marca  el  16  de  Junio:  en  vista  de  ella, 
resolvieron  instantáneamente  revocar  al  Dr.  Martín 
los  poderes  y  deponerlo  de  Asesor  de  la  Baylia,  sacan- 
do en  su  lugar  á  Micer  Gisteller;  que  se  despachasen 
correos  á  París  dando  noticias  de  todo,  y  esforzase  de 
nuevo  no  quedar  á  la  ovediencia  de  España:  executó- 
se  luego  todo,  y  después  se  nombró,  en  lugar  del  Doc- 
tor Martín,  á  Francisco  Puigener,  ca vallero  de  mucha 
viveza,  experiencia  y  actividad,  y  que  se  esperava  sa- 
vría  dar  cobro  á  negocio  tan  importante.  Partió  en 
breve  á  París  con  todos  los  poderes  ó  instrucciones 
necesarias. 

CAPÍTULO  10. 

O 

COPIA  DE  REALES  CARTAS  A  LOS  CONSISTORIOS  DE  DIPUTACIÓN  Y  CIU- 
DAD; RESOLUCIONES  DE  ÉSTOS  Y  EMBAJADA  A  PARÍS;  TOMA  DE  LA 
CIUDAD  DE  CONTRAY;  LEVAS  DE  GENTE. 

Señor:  Los  españoles,  para  poner  disensiones  entre 
el  Rey  y  los  confederados,  han  hecho  entender  á  los 
Príncipes  medianeros  de  la  paz,  ó  por  mejor  decir,  á 
sus  embajadores  en  Munster,  que  el  Rey  Gathólico 
ha  vía  remitido  las  condiciones  de  la  paz  al  Rey  nro. 
Señor;  y  al  mismo  tiempo  han  echo  entender  contra 
toda  verdad  á  los  olandeses  que  su  Rey  estava  conve- 
nido con  Francia,  con  condición  que  el  Rey  nro. Señor 
casaría  con  la  Infanta  de  España,  trayéndole  en  dote 
los  Payses  de  Flandes,  mediando  la  restitución  de  Ga- 
thaluña,  de  lo  qual  es  cierto  no  se  ha  tratado  cosa  algu- 
na en  todo  ni  en  parte.  Después  la  Reyna  nra.  Señora, 
haviendo  dado  la  respuesta  á  los  Príncipes  medianeros 
de  la  paz  que  S.  M.  remitirá  las  condiciones  á  la  Ma- 
gestad  Gathólica,  con  tal  que  considerasen  el  estado 


255 

de  las  cosas,  las  ventajas  que  Francia  tiene  de  todas 
partes  y  los  progresos  que  sus  armas  pueden  hacer 
durando  la  continuación  de  la  guerra,  el  Rey  Gathó- 
lico  ha  concedido  para  conseguir  la  paz  que  Francia 
retenga  quatro  villas  de  los  Payses  de  Flandes,  es  á 
saber:  Baupama,  Hedim,  Santer  y  otra,  con  condición 
que  le  ha  de  restituir  las  provincias  enteras  y  un  gran 
número  de  ciudades  y  plazas  fuertes  que  la  Francia  le 
ha  ganado;  que  las  fortificaciones  del  Casal  sean  arra- 
sadas, y  que  Francia  haga  con  él  Liga  ofensiva  y  de- 
fensiva. 

Á  que  esta  proposición  ha  extrañado  á  Sus  Mages- 
tades  Xpmas.,  porque  piensan  que  España  pretende 
han  de  dejar  á  Gathaluña,  á  cuya  protección  y  defen- 
sa no  faltarán  jamás;  de  manera  que  los  de  ese  Prin- 
cipado no  tienen^que  temer  que  se  haga  en  el  tratado 
de  la  paz  que  sea  en  perjuicio  alguno  suyo,  supuesto 
que,  á  más  de  la  inclinación  que  Sus  Magestades  tie- 
nen de  defenderle  y  ampararle  sin  interés  alguno,  no 
podrán  abandonarle  sin  recivir  notable  daño  y  gran 
perjuicio  en  sus  estados. — Mosieur  de  Tallier,  del 
Consejo  del  Rey  ntro.  Señor  y  su  Srio.  de  Estado. 

Copia  de  cartas  de  S.  M.  Xpma.  al  señor  Conde  de 
Áncourt^  Virrey  y  Capitán  general  de  Cathaluña, 

Mi  primo:  Vos  veréis  por  la  Memoria  que  va  inclu- 
sa lo  que  se  ha  propuesto  y  negociado  hasta  de  pre- 
sente en  Munster  por  el  tratado  de  la  paz  general  en 
lo  que  pertenece  á  esta  Corona  con  lo  de  Cathaluña;  y 
porque  yo  he  creído  daría  á  conocer  á  los  Diputados 
del  Principado  y  Consejeros  de  Barcelona  las  buenas 
intenciones  de  la  Reina  Regente,  Madama  mi  madre  y 


2o6 

los  mismos.  Las  ventajas  de  Gathaluña  en  este  parti- 
cular: D.  Joseph  Dardena,  su  Embajador,  ha  sido  mui 
contento  de  hallarse  en  disposición  de  poder  partir  por 
la  posta  á  Barcelona  por  este  fin;  y  sin  esto,  yo  le  he 
echo  bien  informar  particularmente  de  una  viva  voz 
de  todo  lo  que  ha  pasado  en  dho.  negocio,  y  que  la 
dha.  Memoria  conviene  todo  lo  que  se  ha  negociado. 
Yo  he  querido  haceros  esta  carta  por-  el  aviso  de  la 
Reina  Regente,  mi  dha.  Dama  y  madre,  para  deciros 
que  mi  intención  es  (no  obstante  lo  que  me  aseí^^ura 
dho.  D.  Joseph  Dardena,  hará  bien  y  con  fidelidad 
todo  lo  que  se  le  ha  ordenado  sobre  dhas.  cosas)  que 
hagáis  en  bien  de  dar  bien  á  entender  y  persuadir  á 
dhos.  Consistorios  y  á  todos  los  que  conoceréis  ser  con- 
veniente la  sinceridad  de  mis  intenciones  en  este  par- 
ticular, el  proceder  de  mis  plenipotenciarios  para  la 
paz  y  que  los  intereses  de  Gathaluña  y  de  mi  Corona 
es  una  misma  cosa.  No  hay  motivo  alguno  que  pueda 
obligar  á  separarme  de  los  justos  derechos  de  esta  Co- 
rona sobre  dicha  provincia  y  las  ventajas  que  recibi- 
rá este  Estado  por  su  conservación.  Vos  daréis  bien  á 
entender  dentro  los  espíritus  de  todos  aquesta  mi  in- 
tención, y  lo  mismo  haréis  al  pueblo,  de  modo  que 
ninguno  lo  pueda  dudar,  dándoles  á  conocer  que  las 
treguas  de  largos  años  próximo  pasadas  por  el  mismo 
efecto  por  mantener  á  Cathaluña  como  si  fuera  un 
tratado  de  paz,  de  que  descansaré  sobre  vra.  pruden- 
cia y  acostumbrada  afición,  y  dando  orden  al  de  Mar- 
ca de  ajustar  sus  cuidados  con  los  vros.  para  el  mis- 
mo fin,  como  si  fuera  negocio  que  no  se  supiera  lle- 
var con  arto  zelo  y  calor.  Y  no  tengo  que  deciros  más 
sino  rogar  á  Dios  que  os  tenga,  mi  primo,  en  su  santa 
guardia.  Escrita  en  Compinge  á  13  de  Mayo  1646. — 
Lilis. 


237 


Copia  de  carta  escrita  por  S.  A.,  desde  el  campo  de 
Lérida,  d  los  Diputados  del  PrÍ7icipado. 

Á  más  de  lo  que  Mosiur  de  Marca  avrá  ya  referido 
V.  S.  conforme  que  ha  tenido  de  las  últimas  proposi- 
ciones que  sobre  lo  de  Gathaluña  los  Plenipotenciarios 
la  Paz,  hago  á  V.  S.  la  presente  para  combidarle  á 
admitir  las  eróicas  demostraciones  que  el  Rey  nuestro 
Señor  ostenta  del  amor  y  pasión  con  que  afecta  de  todo 
á  que  este  Principado  en  su  ovediencia,  pues  que  á 
fin  de  cobrar  las  plazas  de  Tarragona,  Lérida  y  Tor- 
tosa,  á  echo  ofrecer  por  los  dichos  Plenipotenciarios 

seis  de  las  mejores  plazas  ocupadas  por  sus dentro 

de  Flandes,  y  aun  de  renunciar  todos  sus  derechos  so- 
bre el  realme  de  Navarra,  cediendo  á  su  dicha  Mages- 
tad,  con  el  tratado  de  la  paz,  esta  provincia  de  Gatha- 
luña sin  alguna  reserva,  y  con  orden  á  los  dichos  Ple- 
nipotenciarios, de  hacer  quanto  les  sea  posible  para 
hacer  subsistir  dicha  proposición.  Para  lo  qual,  el  Rey 
no  puede  con  maior  evidencia  mostrar  la  mucha  vo- 
luntad que  tiene  de  mantener  á  su  Corona  en  la  pose- 
sión íntegra  y  pacífica  de  este  Principado  y  sus  con- 
dados, atento  los  profiere  á  un  realme  que  es  el  anti- 
guo patrimonio  de  sus  abuelos  y  de  la  casa  de  Borbón; 
y  queriendo  demás  restituir  seis  plazas  de  las  que 
aumentan  más  y  aseguran  mejor  la  frontera  de  Fran- 
cia á  la  parte  de  Flandes,  que  es  á  S.  M.  lo  más  sen- 
sible por  la  proximidad  de  la  villa  capital  de  su  mo- 
narquía y  de  su  avitación  ordinaria,  por  tener  tres 
dentro  Gathaluña  ó  solamente  dos  considerando  el  buen 
estado  de  este  sitio,  teniendo  todas  esperanzas  de  un 
buen  suceso  asistidos  que  estemos  de  la  Omnipotencia 

Tomo  XXIV  n 


258 

Divina.  Al  fin  S.  M.  (Dios  le  guarde)  no  puede  dar 
mejores  pruevas  del  amor  con  que  estima  á  éstos  sus 
buenos  y  fieles  vasallos. 

Quanto  á  mí,  no  savría  con  palabras  explicar  á  V.  S. 
el  regocijo,  contento  y  alegría  que  tengo  por  la  parte 
que  tomo  en  los  intereses  de  la  provincia,  y  porque 
con  pasión  singular  y  afecto  tengan  todas  sus  cosas 
felicísimo  suceso:  y  así  he  dado  en  particular  repeti- 
das á  S.  M.  las  gracias,  prometiendo  con  algún  fun- 
damento la  dicha  que  me  deseo,  que  es  de  ver  estable- 
cida en  este  país  una  buena  paz  y  toda  la  felicidad  que 
V.  S.  desea,  á  quien  guarde  Dios. 

En  el  campo  de  Lérida  d  27  de  Agosto  de  1646. 

IIen7vHque  de  Lorena. 

Con  las  primeras  carias  después  de  haver  visto  al 
Príncipe  en  la  campaña,  entró  en  Barcelona  Dardena, 
y  echas  relaciones  á  los  Consistorios  y  enseñadas  las 
cartas  del  Rey  y  la  Memoria  que  cita,  oró  el  de  Marca  á 
los  Consistorios,  persuadiéndoles  con  diversas  y  efica- 
ces razones  lo  que  contenían  y  lo  que  devían  al  Rey: 
esto  movió  á  que  de  nuevo  se  hicieron  representacio- 
nes para  que  de  ningún  modo  quedase  la  provincia  á 
España,  sino  que  antes  bien  pusiese  S.  M.  toda  hechu- 
ra en  ocupar  las  tres  plazas  ya  nombradas. 

La  Reyna  Regente  escrivió  á  la  Ciudad  una  carta 
mui  dilatada  persuadiendo  lo  que  se  obra  va  por  Ga- 
thaluña  en  el  Congreso  de  Munster,  disculpando  á  Don 
Joseph  Dardena  y  D.  Martín,  que  vino  en  breves  días, 
y  mostrando  los  esfuerzos  que  se  hacían  para  sacudir 
á  España  de  esta  provincia;  que  havía  llegado  Puig 
Gener,  oydosele  su  embajada.  Esta  carta  corrió  im- 
presa para  que  llegara  á  noticia  de  todos;  también 


259 

pidió  en  ella  hiciera  la  Ciudad  algún  esfuerzo  para  la 
conquista  de  las  tres  plazas:  se  le  ovedeció,  formando 
en  breve  un  tercio  de  mil  infantes,  y  para  la  maior 
brevedad  se  valió  la  Ciudad  de  los  colegios,  cofradías 
y  magistrados,  con  que  presto  estubo  en  efecto,  y  se 
nombró  por  Maese  de  Campo  á  D.  G-rao  Alemán,  y 
Sargento  maior  á  D.  Joseph  Galbo,  y  los  Capitanes  y 
Oficiales  maiores  eran  los  más  oficiales  de  diferentes 
oficios  y  soldados  que  havían  servido  en  muchas  cam- 
pañas. Á  imitación  de  la  Ciudad,  las  demás  del  Prin- 
cipado y  todas  las  universidades  hicieron  quanto  pu- 
dieron para  formar  unas  numerosas  levas,  porque  ade- 
más de  las  órdenes  reales  el  de  Marca  persuadía  mucho 
que  el  tratado  de  paces  se  concluía,  ó  importaba  no 
poco  para  el  maior  logro  de  la  provincia  expeler  al 
Castellano  de  ella  y  tener  en  campaña  este  verano  un 
numeroso  exército,  (fon  que  á  14  de  Agosto  partieron 
de  un  golpe  600  infantes,  y  fueron  continuando  hasta 
cumplimentar  el  número  de  los  mil,  y  para  que  lle- 
gasen al  campo  de  Lérida  descansados  iban  en  sus  ca- 
rros. Estimólo  muchísimo  S.  A. 

Lunes  30  de  Julio  llegó  carta  de  la  R.eyna  á  la  Ciu- 
dad con  aviso  de  una  memorable  vitoria  que  havían 
alcanzado  las  armas  Xpmas.  ganando  la  ciudad  de 
Centre,  y  en  celebración  de  ella  se  hizo  aquella  noche 
salva  real,  y  el  día  siguiente,  con  asistencia  de  los 
puestos,  se  cantó  Te  Deicm  laudamus  en  el  Aseo,  re- 
pitiendo las  salvas  con  artillería. 


260 


CAPÍTULO  11. 

ROGATIVAS  POR  AGÜA.-DESGRACIAS  QUE  CAUSAN  LOS  RAYOS.-LLEGA 
UNA  GALERA  DE  LA  SEÑORÍA  DE  GENOVA  Y  PIDE  BASTIMENTO— JUN- 
TA ESPAÑA  EL  EXÉRCITO  PARA  SOCORRER  Á  LÉRIDA.-CRÜELDADES 
QUE  HACE  EL  GOVERNADOR  BRITOS  EN  LA  PLAZA. 

El  verano  del  año  1646  fué  tan  seco  y  estéril  de  agua 
que  ocasionó  muchísimas  enfermedades  y  muertes, 
pues  pasaron  más  de  quatro  meses  sin  llover  poco  ni 
mucho:  á  vista  de  la  necesidad  y  aver  ya  vajado  de  su 
convento  á  la  gloriosa  Sania  Madrona  con  la  devoción 
y  pompa  ordinaria,  recurrió  la  piedad  al  santo  mártir 
San  Gever,  para  ver  si  por  su  intercesión  se  aplaca- 
ría la  Divina  Justicia  y  nos  socorrería  con  agua.  Re- 
solvióse, según  el  eslilo  antiguo,  llevar  su  cuerpo  en 
procesión  el  lunes  14  de  Agosto  1646  al  convento  de 
Santa  Clara,  vestidos  los  texedores  de  lino  blanco,  con 
sus  achas,  á  pie  descalzo,  costumbre  antiquísima  por 
haver  sido  el  Santo  de  ese  oficio:  salió  la  procesión, 
asistida  del  Gavildo,  y  por  los  puestos  que  hoy  mismo 
quando  sucede  semejante  función  suele  ir;  se  encami- 
nó á  Santa  Clara,  y  dicho  allí  un  solemne  oficio  se 
bolbió  al  Aseo  por  el  Born  y  Platería. 

Como  el  estío  havía  sido  tan  seco,  apenas  se  dispo- 
nía el  cielo  para  llover  se  armavan  tan  fieras  y  orri- 
bles  borrascas  y  truenos,  que  causavan  terror  y  es- 
panto á  los  vivientes,  disparando  muchísimos  rayos 
que,  por  no  perdonar  lo  sagrado  de  los  templos,  refe- 
riré de  dos:  fué  el  primero  una  noche  pasado  medio 
Agosto,  que  cayó  sobre  la  iglesia  del  Aseo,  y  trepan- 
do la  bóveda,  irió  en  el  órgano,  abrasando  en  él  todas 
las  teclas  de  madera  y  descomponiendo  las  de  metal; 
salió  por  el  lado  que  mira  al  altar  maior,  rompiendo 


26< 

una  piedra  gruesa  que  servía  de  vasa  al  arco  de  ma- 
dera en  donde  fundava  aquella  parte  de  órgano,  con 
que  vino  todo  el  quarto  aquél  á  tierra;  pasó  el  rayo 
al  arco  de  la  capilla  de  Santa  Eulalia,  y  sin  hacer  daño 
alguno  feneció  allí;  entendida  esta  ruyna  por  el  Se- 
renísimo Príncipe  de  Ancourt,  de  su  volsillo  dio  mil 
escudos  para  ayuda  de  la  reparación  del  daño,  con 
que  se  procuró  luego  bolber  á  su  primer  estado. 

El  día  28  de  Agosto  1646  á  medio  día,  desprendido 
otro  rayo  de  una  recia  tempestad,  dio  sobre  la  iglesia 
del  convento  de  Religiosas  Gerónimas  de  Barcelona, 
y  rompiendo  la  bóveda  de  una  capilla  que  está  á  mano 
izquierda  de  un  Santo  Ghristo,  irió  por  la  caveza  de 
la  imagen,  hechándola  en  tierra,  y  un  brazo,  y  conse- 
cutivamente desprendida  de  la  cruz,  cayó  la  santa 
imagen  sobre  el  altar.  Ay  en  la  capilla  una  reja  que 
sirve  de  locutorio  para  las  monxas,  y  se  hallava  á  la 
sazón  un  cavallero  hablando  con  una,  que  ambos  que- 
daron desmayados  del  suceso;  bol  vieron  á  unir  las 
partes  de  la  imagen,  y  oy  se  venera  mucho  con  terror 
de  todos  por  lo  que  se  dexa  dicho. 

Poco  después  otro  rayo  pegó  en  las  astas  de  la  ata- 
la^'a  de  Monjuique,  y  fué  preciso  mudar  una  ó  dos  de 
las  de  parte  de  Poniente. 

Á  4  de  Septiembre  1646,  á  medio  día,  se  descubrió 
una  galera  que  venía  de  parte  de  Mallorca;  fuese  acer- 
cando hacia  el  muelle,  y  á  cosa  de  dos  tiros  de  pieza 
disparó  una  de  las  suyas  como  haciendo  salva,  y  em- 
pezó con  llamaradas  y  otras  señas  á  pedir  alguna  cosa, 
acercándose  á  un  tiempo  al  puerto.  Á  vista  de  esto,  los 
Gonselleres  tuvieron  junta  en  Lloxe,  interviniendo 
Mosiur  de  Marca  y  D.  Joseph  Margarit  y  otros  cava- 
lleros  del  Consejo  de  Guerra,  y  resolvieron  con  algu- 
nos marineros,  á  vista  de  haverse  parado  la  galera, 


262 
que  con  alguna  faluca  fuesen  algunos  cavalleros  y  el 
patrón  Ferrer  á  ver  lo  que  era,  qué  pedía  y  qué  se  ha» 
vía  de  hacer  con  ella.  Llegados  á  ella,  reconocieron 
ser  de  la  Señoría  de  Genova,  y  de  su  capiláa  enten- 
dieron que  haviéndole  dado  caza  toda  la  noche  y  día 
antecedente  quatro  galeras  de  moros,  siendo  su  viaje 
de  Cartagena  á  Genova,  para  aligerarse  para  la  fuga 
huvo  de  echar  al  mar  la  agua  que  trahian,  las  áncoras 
y  otras  muchas  cosas,  y  que  hallándose  sin  bastimen- 
tos para  la  chusma  y  provisiones,  no  obstante  la  gue- 
rra, se  veía  precisado  á  pedir  salvo  conducto,  y  con 
su  dinero  las  provisiones  de  que  se  hallava  falta.  Bol- 
bió  la  faluca,  y  con  ella  un  Gentilhombre  genovés  pi- 
diendo á  la  ciudad  y  Governadores  lo  que  necesitava; 
resolvieron  que  siendo  de  la  Señoría  país  neutral,  se 
le  diese  con  su  dinero  todo  lo  que  pidiera.  Y  así  orde- 
naron al  patrón  Ferrer  que  con  gente  de  la  Rivera  y 
los  esquifes  naturales  proveyera  la  galera  de  todo  lo 
que  pidiese:  executóse,  y  á  la  tarde  se  hizo  á  la  vela  la 
galei'a  sin  haver  entrado  en  el  muelle  ni  disparado  al 
partirse,  que  no  lo  sintieron,  bien  pues  por  agradeci- 
miento devía  hacer  la  salva.  Díxose  pasava  en  ella  un 
Embajador  de  la  Señoría  que  venía  de  Madrid,  y  que 
llevava  la  galera  mucho  dinero  y  riqueza;  ella  llegó  á 
salvo  en  Genova. 

Viendo  el  Castellano  que  Lérida  estava  apretada  y 
que  havía  cinco  meses  que  el  Conde  de  Ancourt  la 
tenía  sitiada,  trató  de  aprestar  un  numeroso  exército 
para  socorrerla.  Hallávase  el  Rey  Cathólico  en  Zara- 
goza con  su  hijo  el  Príncipe  D.  Baltasar,  y  así  compu- 
so de  diversas  ievas  y  soldados  veteranos  hasta  14000 
infantes  y  quatro  mil  cavallos.  Fuese  juntando  este 
exército  en  la  villa  y  contorno  de  Fraga:  venía  por  su 
General  el  Marqués  de  Leganés,  gran  soldado,  de  mu- 


263 

cha  experiencia  y  valor  y  ardides.  Marchó  hacia  Me- 
quinenza,  y  con  un  puente  de  barcas  que  fraya  sobre 
unos  carros,  pasó  todo  su  exército  el  río  Segre  el  día 
28  de  Septiembre  de  1646  á  dos  legüecitas  del  campo 
de  Lérida,  y  acavado  el  tránsito,  levantó  el  puente  y 
se  lo  llevó  consigo  el  exército  para  lo  que  podía  ofre- 
cérsele. Puesto  el  exército  á  esta  parte,  marchó  hacia 
las  trincheras  del  sitio,  y  llegando  hacía  la  eminencia 
y  llano  que  llaman  de  las  Oreas,  hizo  alto  y  frente  de 
banderas  contra  nuestro  campo,  desde  donde  dispara- 
ron algunos  cañonazos  á  los  del  sitio;  pero  como  nin- 
guno se  atreviera  á  desamparar  los  puestos,  y  el  de 
Leganés  tubiese  noticias  que  la  plaza  se  mantendría 
aún  algún  tiempo,  pasados  dos  ó  tres  días  levantó  el 
campo,  y  dejando  el  socorro  en  Torres  de  Segre  con 
4  (¡D  hombres  de  guarnición,  se  va  jó  con  el  resto  del 
exército  á  la  villa  de  Arbeca,  en  donde  havía  guarni- 
ción francesa.  Pero  presto  la  rindieron,  porque  á  los 
primeros  cañonazos  la  entregó  el  que  la  governava,  y 
según  se  oyó  decir  la  rindió  por  interés,  porque  se 
fué  con  los  castellanos:  avía  en  esta  villa  muchísimo 
trigo,  vino  y  aceyte,  porque  la  gente  y  lugares  del 
contorno,  fiados  en  la  guarnición,  lo  retiraron  allí 
todo;  saquearon  la  villa;  enrriquecióse  el  exército. 
Los  granos  y  frutos  se  los  llevaron  con  carros  á  To- 
rres de  Segre.  La  gente  de  la  guarnición  se  fué  á  las 
trincheras,  y  sólo  el  Cavo  tomó  el  partido  de  España. 
Acampóse  el  exército  castellano  por  el  Urgel  raui  á  su 
salvo;  hízose  dueño  de  la  villa  de  Gasteldases,  lugar 
fuerto:  es  de  los  cartuxos  de  la  de  Agramunt,  donde 
hallaron  infinitos  trigos  y  otros  granos;  todo  lo  ba- 
rrieron; pasaron  á  Tarraga,  villa  mui  abastecida  de 
todo,  y  la  cavallería  llegó  hasta  las  murallas  de  Ger- 
vera,  plaza  de  armas  nuestra,  y  en  donde  estava  todo 


264 
el  abasto,  así  de  víveres  como  de  pertrechos  de  gue- 
rra para  el  campo  y  sitio  de  Lérida;  cortóse  con  esto 
el  paso  de  poder  socorrerse  el  campo  sino  por  Gama- 
rasa  y  Pons,  y  esto  con  numerosos  comboyes  y  mu- 
cha dilación;  pero  temiéndose  el  Conde  de  Ancourt  lo 
que  le  sucedía,  abasteció  de  antemano  el  campo,  con 
que  no  padeció:  el  Castellano  consiguió  el  mantener  y 
enrriquecer  sus  tropas  en  país  enemigo  más  de  mes  y 
medio,  saqueando  los  pueblos  que  quiso,  y  aunque  se 
dixo  que  pagavan  todo  lo  que  tomavan  y  que  davan 
letras  para  hir  á  cobrarlas  á  Zaragoza,  lo  cierto  era 
que  nadie  iba,  que  ellos  pagavan  poco  ó  nada,  y  que 
executaba  no  pocas  extorsiones  y  crueldades. 

No  es  para  disimular  la  que  usó  D.  Gregorio  Brito 
con  los  naturales  de  Lérida,  Governador  de  aquella 
plaza,  que,  aunque  política  ardidosa  y  de  buen  solda- 
do, no  escapa  de  cruel  ó  hija  de  su  natural.  Conoció 
que  los  mantenimientos  se  le  iban  acabando,  y  para 
aorrar  el  consumo  procuró  expeler  del  presidio  la 
gente  que  no  podía  ser  útil  para  las  armas;  esparció 
voz  que  el  de  Ancourt  havía  embiado  un  trompeta  di- 
ciendo procurase  que  la  gente  no  pereciese  de  ambre, 
y  que  así,  pues,  él  no  tenía  acudiesen  á  él  con  esta 
traza  al  parecer  piadosa;  hecho  una  mañana  de  la  pla- 
za hasta  trescientas  personas  entre  mujeres,  niños  y 
viejos;  entendieron  los  franceses  era  alguna  surtida; 
diéronles  algunas  cargas,  pero  á  los  llantos  y  ningu- 
na resistencia  conocieron  lo  que  era;  despachó  S.  A. 
un  trompeta,  diciendo  recobrase  aquella  miserable 
gente  ó  que  él  obraría  de  otro  modo;  despidió  al  trom- 
peta con  decirle  que  obrase  como  quisiese,  que  él  se 
defendería,  y  encarando  los  cañones  contra  el  mísero 
y  frágil  esquadrón,  disparó  algunos  con  vala  de  mos- 
quete, dejando  por  blanco  de  los  rigores  aquellas  ino- 


265 

ceníes  vidas  que  estubieron  tres ,  sin  que  unos  ni 

otros  les  diesen  que  comer,  sino  algunos  que  oculta- 
mente les  davan  algún  pan  de  munición  y  esto  pagán- 
dolo á  real  de  á  ocho.  Movido  de  piedad  el  de  Ancourt, 
mandó  entrar  aquella  gente  en  las  trincheras:  avía 
muchas  mujeres  de  buen  rostro  y  parecer,  y  las  más 
doncellas,  con  que  los  Gavos  franceses,  á  título  de 
ampararlas,  las  recogían  en  sus  tiendas  y,  quisieran 
ó  no,  las  gozavan;  entendiólo  S.  A.,  y  echó  vando 
pena  de  la  vida  que  ningún  Cavo  recogiese  mujer  al- 
guna de  las  que  ha  vían  salido  de  Lérida,  y  á  éstas  y 
todos  los  que  con  ellas  salieron  que  marchasen  del 
campo  y  se  entrasen  por  Gathaluña.  En  tal  desam- 
paro marcharon  todos,  aviendo  perecido  entre  uno  y 
otro  campo  más  de  sesenta  personas.  Executó  esta 
inumanidad  Britos,  día  4  de  Octubre  1646  y  fiesta  del 
Patriarca  San  Francisco. 

CAPÍTULO  12. 

SUCESO  DEL  GINESTAR;  DISPONE  LA  PROVINCIA  NUEVOS  SOCORROS  DE 
GENTE  PARA  EL  SITIO  DE  LÉRIDA;  MUERTE  DEL  PRÍNCIPE  D.  BALTHA- 
SAR;  SALVA  POR  EL  SUCESO  DE  DUNQUERQUE. 

La  guarnición  de  la  ciudad  de  Tortosa,  que  hera  de 
castellanos,  tuvo  noticia  que  en  la  villa  de  Ginestar, 
lugar  de  la  rivera  de  Ebro,  que  estava  por  Francia, 
avía  poca  gente,  y  la  maior  parte  enferma,  con  que 
•resolvieron  darle  saco,  y  el  día  5  de  Octubre  de  1646, 
con  400  mosqueteros  y  60  cavallos,  partieron  á  exe- 
cutarlo,  y  por  distar  poco  de  la  ciudad,  apenas  ama- 
neció, quando  estuvieron  ya  sobre  el  lugar;  pero  la 
gente  del,  aunque  enfermiza,  sacando  fuerzas  de  fla- 
queza, se  resistieron  lo  bastante  para  que  no  fuera 
general  el  saco,  y  poder  combocar  gente  á  repique  de 


266 

campanas  de  los  lugares  vecinos  y  por  propios,  que 
por  más  que  fueron  diligentes  y  la  gente  en  venir  en 
su  aiuda,  no  evitaron  el  que  lo  más  de  lugar  lo  entra- 
sen y  violasen;  pero  aprobechóles  poco,  porque  al 
quererse  retirar  por  huir  la  furia  de  la  gente,  les  pi- 
caron la  retaguardia,  de  modo  que,  con  pérdida  de 
muchos  soldados,  les  hicieron  dexar  la  pilla,  y  si- 
guiéndolos hasta  las  mismas  puertas  de  Tortosa,  los 
encerraron  bien  escalabrados  y  bien  desminuído  el 
número  de  los  que  salieron. 

En  el  capítulo  antecedente  queda  referido  cómo  el 
exército  del  Castellano  quedaba  dueño  del  campo  de 
Urgel,  y  que  su  cavallería  ó  batidores  llegavan  has- 
ta Gervera,  plaza  de  armas  de  nro.  exército;  y  es 
cierto  que  si  la  embisten  se  la  llevan  de  carrera,  y 
que  hubiera  sido  bien  desgraciado  suceso  para  nros., 
así  como  para  el  Castellano  de  gran  consequencia:  te- 
nía éste  su  real  en  la  villa  de  Tarraga,  una  legua  de 
Gervera;  viendo  esto  el  Conde  de  Ancourt,  embió  á 
Gervera  por  Cavo  al  Conde  Rius,  fiando  de  su  valor  y 
vigilancia  la  conservación  de  aquel  puesto,  en  donde 
tenía  todos  los  pertrechos  y  vastimentos  del  exército; 
despachó  al  mismo  tiempo  S.  A.  cartas  á  la  ciudad  de 
Barcelona  y  Governador  Margarit  manifestando  el 
aprieto  en  que  se  hallaba,  y  que  se  hiciese  algún  es- 
fuerzo para  socorro  de  gente,  y. al  Governador  que 
juntase  comboy  de  víveres  y  gente  que  procurase  en- 
trarlo en  las  trincheras.  Despacháronse  los  Jueces  por 
la  Provincia  á  esforzar  las  levas  y  juntar  víveres  con 
disposición  de  que  se  combocase  en  la  villa  de  Igualada 
á  toda  diligencia,  para  desde  allí  pasar  á  Gervera  ó  á  las 
trincheras.  La  ciudad  juntó  Consejo  de  Ciento,  que  re- 
solvió nueva  leva  de  mil  mosqueteros;  y  para  que  se 
efectuase  promptamente,  se  valió  de  las  cofradías  y  co- 


267 

legios,  dando  crecido  sueldo  y  grande  entrada.  Logró- 
se presto,  pues  el  día  26  de  Octubre  1646  partieron 
pasados  de  600  soldados,  famosos  mozos,  y  se  conti- 
nuó el  avío  asta  los  mil.  Por  la  Provincia  no  cesavan 
las  levas  y  recoger  ganados  y  yíberes  para  remitir  al 
campo:  el  día  21  de  Octubre  salió  el  Diputado  militar 
D.  Juan  Argensola  para  Igualada,  acompañado  de  al- 
gunos cavalleros,  en  donde  incorporándose  con  la 
gente  de  la  provincia,  havía  de  capitanearla  y  tomar 
las  órdenes  de  lo  que  havía  de  obrar. 

El  Governador  Margarit  no  quedava  ocioso  mien- 
tras esto  se  disponía,  pues  dando  diligencia  en  nego- 
cio que  tanto  importava,  juntó  dos  comboyes  crecidos 
y  con  abundancia  de  bagajes:  ya  que  por  el  llano  de 
Urgel  no  podían  entrar,  los  encaminó  el  uno  por  Pons, 
Gamarasa  y  Balaguer,  y  el  otro  por  las  sierras  y  mon- 
tes de  Pradas,  que  aunque  tan  fragosos  y  bien  que  con 
sumo  trabajo  llegó  como  el  otro  con  felicidad  al  cam- 
po de  Lérida;  con  que  socorrido  con  estas  dos  entra- 
das, se  sentía  menos  la  vecindad  del  Castellano. 

Resolvió  el  de  Leganés,  á  vista  de  estos  dos  soco- 
rros, embiar  cavallería  ó  infantería  á  ocupar  el  paso  de 
Gamarasa;  pero  así  por  estar  fortificado  y  resistirse 
bien,  como  porque  no  embarazava  con  él  el  paso  de 
Pons,  aunque  con  maior  ronda  y  travajo  embió  á  to- 
mar la  villa  de  Pons,  resistióse  ésta  hasta  tercera  em- 
bestida; pero  enfadado  el  de  Leganés  de  tanta  defensa, 
embió  un  numeroso  trozo  de  tropas,  á  cuia  multitud  y 
esfuerzo  se  aturdieron  la  guarnición  y  los  naturales,  y 
sin  resistirse  se  salieron  por  la  parte  de  arriva,  pasan- 
do el  Segre  y  dejando  casi  desierta  la  población,  abri- 
gándose al  presidio  de  Gamarasa  y  sepultando  unos,  y 
otros  llevándose  lo  que  tenían  y  pudieron:  entraron 
los  castellanos,  desquitando  con  el  saco,  violencias, 


268 

muertes  y  sacrilegios  lo  que  se  les  havía  defendido  en 
las  embestidas  pasadas;  quedó  con  esto  el  Castellano 
dueño  de  todo  aquel  partido  y  del  de  Urgel^  teniendo 
su  grueso  en  Tarraga  y  llegando  á  vista  de  Gervera, 
que  se  escapó  de  milagro  en  el  principio;  pero  con  la 
entrada  del  Conde  Rius  con  porción  de  cavallería  é 
infantería,  con  el  arrivo  de  la  gente  y  quatro  piezas 
de  artillería  que  llevaron  de  Barcelona,  que  no  havían 
ni  aun  una  al  principio,  se  puso  la  plaza  en  famoso  es- 
tado, pues  pasa  van  de  6®  hombres  de  armas  los  que 
havía  sin  los  naturales;  súpolo  el  de  Leganés,  y  arre- 
pentido de  su  descuido,  se  contentó  con  destruir  el 
país  áS  granos  y  paja,  que  no  fué  de  poco  daño  para 
el  Principado. 

Estando  en  esta  confusión  de  cosas,  llegó  nueva  á 
Barcelona  como  el  día  9  de  Octubre  1646  avía  muer- 
to en  Zaragoza  el  Príncipe  D.  Balthasar,  hijo  único  del 
Rey  Cathólico,  de  edad  de  diez  y  seis  años,  Príncipe 
de  grandes  esperanzas,  aunque  de  ánimo  cruel;  murió 
de  enfermedad  natural,  dejando  á  España  para  la  su- 
cesión con  sola  una  hija,  que  si  bien  eredan  á  la  Co- 
rona, dejan  mil  confusiones;  hallávase,  según  se  dijo, 
viudo  el  Rey,  ó  poco  después  murió  la  Reyna,  con  que 
trató  luego  su  casamiento  con  la  hija  del  Emperador 
y  sobrina  suya. 

Domingo  14  de  Noviembre  1646  recivió  la  ciudad 
de  Barcelona  carta  de  la  Reyna  Xpma.,  en  que  avi- 
sava  cómo  sus  armas,  governadas  por  el  Serenísimo, 
Príncipe  de  Anguien,  hijo  del  de  Conde,  havían  ocupa- 
do la  plaza,  fortaleza  y  puerto  de  Dunquerque,  después 
de  un  proUxo  y  sangriento  sitio,  suceso  de  grandísi- 
mas consequencias  é  importantísimo  á  la  Corona  por 
lo  fuerte  y  casi  inexpugnable  de  la  plaza:  celebróse 
esta  nueva  con  universal  regocijo;  hízose  repetidas 


269 

gracias,  y  el  día  siguiente  en  el  Aseo  se  cantó  el  Te 
Deum  laudamus  con  asistencia  de  los  puestos,  conti- 
nuándose las  salvas  y  en  la  gente  el  gozo;  tomáronse 
algunos  vajeles  también  en  el  puerto  con  mucha  ar- 
tillería. 

CAPÍTULO  13. 

SOCORREN  Á  LÉRIDA  LOS  CASTELLANOS;  LEVÁNTASE  EL  SITIO;  RETÍ- 
RASE VENCIDO  EL  EXÉRCITO;  PERTRECHA  S.  A.  LAS  PLAZAS;  ENTRA 
BN  BAR;  SORTEAN  CONSELLERES  PARA  EL  AÑO  1647. 

Havía  mes  y  medio  que  el  Castellano  mantenía  su 
exército  en  el  campo  de  Urgel,  siendo  dueño  de  todo 
el  llano  y  teniendo  como  sitiado  dentro  del  cordón  y 
trincheras  del  campo  de  Lérida  al  de  Ancourt  con  to- 
do su  exército,  pues  sin  gran  riesgo  no  podría  ser  so- 
corrido, padeciendo  con  la  estación  del  tiempo  no  poca 
incomodidad;  dispuso  el  de  Leganés  en  este  tiempo, 
á  fuerza  de  dinero,  que  ya  suele  España  valerse  de 
este  medio,  el  poder  socorrer  la  plaza  mediando  algu- 
na alevosía  en  Cavos  franceses,  que  ya  es  en  ellos  pro- 
pio vencerse  del  interés,  según  se  presumió  y  se  seña- 
la, aunque  de  paso. 

Movió  el  Castellano  su  exército  el  día  21  de  Noviem- 
bre 1646,  dividiéndolo  en  dos  porciones:  una,  de  qua- 
tro  mil  combatientes  entre  infantería  y  cavallería, 
hizo  pasar  el  río  con  el  puente  que  llevava  consigo 
por  el  mismo  puesto  que  havía  entrado;  con  ésta  in- 
corporó el  socorro  que  havía  de  entrar  en  la  plaza, 
y  con  el  resto  del  exército,  al  anochecer,  hizo  frente 
en  el  llano  y  eminencia  de  las  Oreas,  y  puso  batería 
contra  nras.  trincheras.  Los  nros.,  que  desde  los  for- 
tines y  línea  del  cerro  vieron  echar  el  puente  y  que 
pasavan  tropas,  juzgaron  se  retiravan,  y  alegres  de 


270 
este  juicio,  les  asaltó  la  novedad  de  los  tiros  y  vérse- 
los delante:  era  la  noche  mui  clara,  porque  favorecía, 
sin  sombras,  la  luna.  Á  cosa  de  las  diez  oras  de  la  mis- 
ma noche  embistieron  los  castellanos  por  el  fortín  de 
Mosiur  de  Revé  (de  quien  se  presume  la  traición),  y 
sin  que  se  oyese  un  tiro  de  pistola  siquiera,  ocuparon 
las  armas  castellanas  el  fortín,  y  sin  que  se  les  hiciera 
resistencia  alguna.  Aliaron  la  artillería  de  él  cargada 
de  vala  de  mosquete;  dio  por  disculpa  Revé  al  cargo 
que  havía  despachado  la  gente  con  el  seguro  de  que 
el  enemigo  se  retirava  dejando  mui  pocos  soldados. 
Los  fortines  vecinos,  reconociendo  la  novedad  y  el  rui- 
do, empezaron  á  disparar  y  á  vocear  la  gente  de  ar- 
mas, arma.  Mientras  la  noticia  llegó  al  fuerte  real  de 
S.  A.,  que  distava  una  legua,  ya  los  castellanos  ha- 
vían  ganado  otros  fortines,  y  fortificándose  no  poco, 
en  ambos  empezó  á  cargar  gente  en  el  cerco  y  á  cre- 
cer la  confusión  en  todos  por  lo  impensado  del  suceso. 
Los  primeros  tercios  que  llegaron  fué  el  regimiento 
de  la  Marina  y  el  tercio  del  batallón  que  governava 
D.  Jerónimo  Tamarit,  y  que  murió  en  defensa  de  los 
fortines  con  valor  y  ánimo  mui  digno  de  memoria; 
aumenta vase  el  desorden  y  orror,  porque  todo  el  exér- 
cito  estaba  en  arma,  y  como  los  castellanos  eran  tan- 
tos, no  savia  la  gente  dónde  acudir;  disparavan  los 
castellanos  la  artillería  con  vala  de  mosquete,  con  que 
del  batallón  quedaron  poquísimos  á  vida;  de  los  regi- 
mientos de  la  Marina  y  Revé  perecieron  los  más.  Lle- 
gó S.  A.  con  la  gente  para  socorrer  el  puesto,  y  vien- 
do que  los  castellanos  eran  tantos  dentro  las  trinche- 
ras, encaminó  sus  designios  á  impedirles  el  que  no  en- 
trasen en  la  plaza;  pero  quedó  burlado,  porque  la 
porción  de  los  quatro  mil  que  con  el  socorro  havían 
pasado  el  río  embistió  el  cordón,  y  hallándolo  despre- 


271 
venido,  porque  todos  acudían  á  los  fortines  casi  sin 
hallar  quien  los  embarazara  el  paso,  se  entraron  sin 
parar  hasta  dentro  la  misma  plaza.  Los  sitiados,  vién- 
dose socorridos,  empezaron  con  voces  y  fuego  á  cla- 
mar Vitoria  y  á  mostrar  con  señales  estar  dentro  el 
socorro.  Al  mismo  tiempo  la  cavallería  que  había  en- 
trado, con  la  que  estava  en  la  plaza,  salió  á  favorecer 
á  los  que  havían  ganado  los  fortines,  haciendo  no  po- 
co destrozo  en  los  nuestros. 

Viendo  el  serenísimo  Conde  de  Ancourt  tanto  golpe 
y  furia  de  cavallería,  conoció  estava  socorrida  la  pla- 
za, y  que  era  imposible  ganarla,  con  que  resolvió  ins- 
tantáneamente tocar  á  retirar,  como  se  executó  por 
la  parte  de  Balaguer  con  todo  el  exército,  bien  contra 
su  voluntad  y  bien  estropeado,  pobre  y  fatigado,  pues 
desde  las  diez  de  la  noche  hasta  las  quatro  de  la  ma- 
ñana se  estuvo  peleando;  y  aunque  la  noche  era  cla- 
ra, la  confusión  y  desorden  ocasionó  muchísima  pér- 
dida de  gente  en  todos.  D.  Joseph  Dardena,  General 
de  nuestra  cavallería,  quedó  erido  en  una  pierna,  y 
aunque  curó,  anduvo  en  muletas  mucho  tiempo. 

Gomo  la  retirada  fué  tan  impensada  y  repentina  y 
arrevatada,  sólo  se  retiró  una  pieza,  quedando  en  el 
campo  más  de  20  con  las  municiones,  pertrechos,  ví- 
veres y  abasto  que,  ganada  la  plaza,  avían  de  ponerse 
en  ella;  sin  todo  esto  quedaron  las  tiendas  de  merca- 
deres y  vibanderos,  que  era  de  imponderable  valor,  y 
todo  junto  de  indecible  aprecio,  porque  como  el  ene- 
migo iba  siguiendo  casi  hasta  Balaguer  mismo,  todos 
tratavan  de  aligerar  para  salvar  la  vida  sin  atender 
ni  aun  los  Gavos  á  lo  más  preciso:  el  despojo  lo  reco- 
gió el  Castellano,  quedando  vitorioso  á  costa  de  nues- 
tro dolor  y  sentimiento,  perdiéndose  S.  A.  en  este 
lance  por  demasiado  confiado,  por  ser  el  cerco  y  cor- 


272 
don  mui  estendido  y  porque  en  mes  y  medio  no  entró 
gente  de  recluta,  y  á  ocasión  de  las  humedades,  fríos 
y  malsano  del  país,  murió  mucha  gente  y  muchos  ca- 
vallos. 

Retirado  S.  A.  á  Balaguer,  se  hizo  fortificar  todo 
lo  que  permite  el  terreno  y  planta  del  lugar;  guarne- 
ciólo y  basteciólo  lo  que  era  menester  para  que  el  Cas- 
tellano no  le  ocupase,  porque  haviendo  ido  á  la  villa 
de  Alguaire  con  artillería,  la  recuperó  en  pocas  horas 
y  amenazava  á  Balaguer,  pero  no  se  atrevió  á  embes- 
tirle. De  allí  con  la  demás  gente  pasó  á  Gervera,  y  de- 
jando allí  las  tropas  y  bien  abastecido  el  presidio  se 
partió  á  Barcelona,  llegando  domingo  16  de  Diciem- 
bre 1646  con  solos  algunos  Gavos;  quiso  la  Giudad  ha- 
cerle pomposa  entrada,  pero  no  lo  permitió,  con  que 
sólo  salieron  los  Gonsistorios,  y  al  entrar  en  la  ciu- 
dad se  le  hizo  salva  y  al  llegar  á  su  casa:  no  bolbió 
mui  alegre  como  el  año  antecedente,  que  bolbía  vi- 
torioso  del  suceso  de  Balaguer,  y  ahora  entrava  ven- 
cido; pero  llegó  con  salud,  que  los  sucesos  son  varios, 
como  dijo  el  otro,  y  podrá  ser  que  no  sea  así  el  año 
siguiente. 

Para  él  sortearon  Gonselleres  el  día  de  San  Andrés 
de  1646:  en  Gap,  Honofre  Vila;  segundo,  el  Dr.  Alva- 
ro Boser,  médico;  tercero,  Dr.  Batista  Borrel,  mé- 
dico; quarto,  Miguel  García,  mercader;  quinto,  T.  Ri- 
quer,  zirujano,  y  sexto,  Francisco  Ferrer  Capa,  pe- 
layre,  y  governaron  todo  el  año.  Y  á  éste  se  da  fin 
con  esto. 


273 


J^lSfO    DJE    16  4^ 


CAPÍTULO  14. 

MADAMA  MARGARITA  DE  LORENA  PARE  ÜN  HIJO  SIENDO  VIRREYNA: 
SÁCALE  DE  PILA  LA  CIUDAD.-FIESTAS  QUE  SE  HACEN  POR  EL  NACL 
MIENTO,  Y  PARTIDA  DE  SUS  ALTEZAS  Á  PARÍS. 

Ya  diximos  antecedentemente  cómo  el  Serenísimo 
Conde  de  Ancourt  trujo  á  Barcelona  su  muger,  que 
entró  á  7  de  Febrero  del  año  pasado,  v  que  su  avita- 
ción  en  las  casas  de  los  Duques  de  Cardona  al  llano  de 
San  Francisco.  Quedó  esta  señora  preñada  quando  el 
Conde  salió  á  campaña:  prosiguió  felizmente  el  acha- 
que, y  el  día  9  de  Febrero  de  este  año  con  próspero 
suceso  sacó  á  luz  un  hermoso  niño  que  causó  en  el 
Príncipe  singular  placer  y  en  todos  particular  albo- 
rozo; acudieron  los  puestos  á  dar  las  enorabuenas  y 
paravienes  á  Sus  Altezas,  y  al  darle  la  Ciudad,  y  por 
ella  los  Conselleres,  la  enorabuena  al  Conde,  les  dijo 
S.  A.  que  la  Ciudad  había  de  sacar  de  pila  al  recién 
nacido,  y  que  ella  eligiese  la  padrina  que  gastase,  pues 
corría  por  su  quenta  el  Christianismo.  Los  Conselleres, 
viendo  esto,  dieron  luego  parte  al  Consejo  de  Ciento: 
resolvió  éste  que  en  Junta  de  teólogos  se  viese  cómo 
podía  la  Ciudad,  siendo  cuerpo  fantástico,  dar  gusto  á 
S.  A.;  se  acordó  que  el  Conseller  en  Cap,  con  los  demás 
como  cavezas  de  aquel  cuerpo  imaginario,  podrían  ser 
los  padrinos:  suscitóse  otra  duda  en  Consejo  de  Ciento 
sobre  quién  havía  de  ser  padrina,  para  evitar  la  cong- 
nación  espiritual  con  tantos;  convínose  también  con 
parecer  de  los  teólogos  lo  fuese  una  dama  moza  de  las 

Tomo  xxiv  18 


274 
principales  de  Barcelona,  pues  por  el  estado  y  calidad 
no  se  devía  de  desdeñar  S.  A.:  nombraron  á  Doña  Ma- 
ría de  Rocaberti,  señora  de  unos  *diez  y  seis  años  (hija 
de  D.  Miguel  de  Rocaberti,  ya  difanto),  que  estava  con 
su  madre.  Gombenidos  ya  todos  en  esto,  dio  el  Consejo 
de  Ciento  facultad  á  los  Conselleres  para  que  en  el 
fausto  del  Xpmo.,  fiestas  y  galas  se  gastase  sin  limi- 
tación y  se  hiciese  con  la  maior  pompa  y  grandeza  que 
fuese  posible. 

Señalóse  para  el  bautizo  el  domingo  día  24  de  Fe- 
brero 1647,  y  tomóse  así  mismo  resolución  en  esa  Jun- 
ta por  los  Conselleres  de  las  fiestas  que  havían  de  ha- 
cerse, y  después  de  las  ordinarias  se  deliveró  celebrar 
la  fiesta  de  la  entrada  de  la  Reyna  de  Catay,  así  lla- 
mada, y  que  por  lo  antiguo,  costoso  y  no  visto  de  los 
de  aquella  era,  fué  lo  más  que  se  pudo  hacer;  nom- 
bráronse los  Gavos  para  la  fiesta,  á  quienes  la  Ciudad 
costeó  todas  las  galas  y  gasto;  mandáronse  labrar  400 
achas  para  el  día  del  bateo,  que  siendo  tan  pequeños 
los  días,  era  preciso  supliesen  las  luces  del  sol  las  ar- 
tificiales y  repetidas  de  las  achas:  llegó  el  día  de  la 
función,  que  era  en  el  Aseo.  Gombidó  la  padrina  á  to- 
das las  señoras  y  damas  de  Barcelona,  que  ninguna  se 
excusó  ni  dejó  de  prevenir  para  ese  día  la  más  lucida 
y  costosa  gala,  corriendo  á  competencia  unas  á  otras; 
y  siendo  la  emulación  la  que  en  mugeres  picava  para 
lucir,  excusado  queda  el  ponderar  lo  rico,  primoroso 
y  brillante  de  joyas,  galas  y  aderezos  que  ese  día  se 
vieron:  el  de  la  Rocaverti  era  una  saya  de  raso  car- 
mesí ú  nácar,  todo  él  cuajado  de  ñores  á  relieve  de 
oro;  el  aderezo  de  joya  y  demás  aderentes  no  tiene 
ponderación:  partieron  de  Palacio  las  damas  con  el 
Infante  al  anochecer  en  repetidos  coches  y  multiplica- 
das luces;  llegaron  al  Aseo,  en  donde  S.  A.,  con  los 


275 

Gonselleres  y  toda  la  nobleza  catalana  y  francesa,  re- 
civieron  á  las  damas  con  obsequiosos  rendimientos  y 
continuada  música;  las  galas  de  éstos  no  bay  para  qué 
ponderarlas,  pues  donde  asiste  nobleza,  pundonor  y 
medios,  dicho  se  está  que  podía  ser:  el  que  bautizó  fué 
el  Dean  Paulo  del  Roso;  hizose  la  ceremonia  que  pide 
y  permite  la  Iglesia  con  los  magnates,  y  encaminados 
al  presbiterio  en  donde  estava  el  dosel  y  estrado  para 
S.  A.,  se  concluyó  allí  todo  lo  que  pertenece  al  Xpmo., 
que  devían  ser  entre  ocho  y  nueve  de  la  noche;  bol- 
bieron  las  damas  á  sus  carrozas  yrestituieron  al  Infan- 
te á  su  casa,  comboyadas  de  la  nobleza:  el  concurso  de 
gente  no  hay  para  qué  exagerarlo,  pues  con  decir  que 
ni  aun  las  damas  se  libraron  de  verse  agoviadas  y  en 
sumo  aprieto,  y  que  era  función  que  no  se  ha  visto  en 
muchísimos  años,  queda  bastantemente  ponderado. 

Dejaron  las  señoras  al  nuebo  Ángel  en  su  casa,  y 
retiráronse  todos  á  las  suyas  á  cenar  para  bolber  lue- 
go al  sarao  que  estava  prevenido  en  el  salón  de  San 
Jorge  en  la  Diputación,  donde  es  costumbre  celebrar- 
se los  festines:  estava  la  pieza  riquísimamente  adere- 
zada, quaxada  de  luces  (y  lo  mismo  las  otras  de  la 
casa);  avía  repetidos  tablados  para  los  puestos  y  con- 
curso de  gente;  dosel  para  Sus  Altezas,  que  llegaron 
después  de  estar  las  damas  (tan  vellas  y  con  las  mis- 
mas galas  como  queda  insinuado),  y  los  Comunes  de 
Ciudad  y  Diputación.  La  Serenísima  Madama  Marga- 
rita de  Lorena  asistió  ostentando  su  natural  hermosura 
y  excediendo  en  gala  y  velleza  á  todo  el  esquadrón  mu- 
geriero  empezó  el  sarao,  que  duró  hasta  el  día  siguien- 
te á  las  diez  de  la  mañana;  los  dulces,  agua  y  grandeza 
que  en  él  huvo,  no  es  necesario  describir  quando  la 
Ciudad  hera  quien  lo  costeava,  y  se  save  quán  extre- 
mados son  los  catalanes  en  este  género  de  festines. 


S76 


FIESTA    DEL    CATAY. 


Para  el  martes  siguiente  26  del  mismo  mes  se  dis- 
puso la  fiesta  del  Gafay  en  la  plaza  del  Born:  adere- 
zóse y  compúsose  ésta  cuanto  es  decible  de  hermosos 
y  vistosos  tablados,  sin  dejar  ni  un  palmp  de  pared 
que  no  se  procurase  aprovechar  y  ermosear,  corrien- 
do en  las  bocas-calles  los  tablados,  menos  en  la  que 
entra  por  los  Cambios  y  llano  de  Lluy;  todo  lo  demás 
corría  como  se  deja  ver.  Para  SS.  AA.  se  avía  dis- 
puesto un  hermoso  valcón  que  boleava  fuera  de  la 
pared  vara  y  media,  jaspeado  á  colores  y  dorado  todo 
él,  en  el  puesto  que  acostumbran  las  personas  reales 
ver  las  fiestas;  y  porque  antes  no  havía  sido  ventana 
y  no  se  podía  señorear  la  plaza,  se  hizo  entonces  el  bal- 
cón de  maderaje.  En  la  misma  cera,  aunque  á  lo  in- 
ferior al  balcón,  se  dispuso  un  tablado  muí  espacioso, 
con  algo  de  pendiente,  que  ocupaba  todo  el  frente  de 
la  Gasa  de  Meca,  hacia  la  calle  de  la  Mantería:  éste 
era  para  las  damas  y  señoras  de  primera  graduación. 
El  concurso  de  gente  que  acudió  á  ver  esta  fiesta,  que 
havía  más  de  treinta  años  no  se  havía  hecho,  fué  in- 
numerable, y  bastará  decir  que  los  asientos  y  puestos 
de  los  tablados  se  pagavan  á  quarenta  y  cinco  reales 
por  persona.  Los  balcones,  ventanas,  terrados,  cuteas 
y  tejados,  de  donde  podía  descubrirse  la  plaza,  eslava 
de  gente  con  los  cavellos  en  la  caveza. 

Entraron  las  damas  á  ocupar  el  tablado  que  se  man- 
dava  por  una  ventana  de  Gasa  de  Meca,  y  en  ésta  ha- 
vía dos  cavalleros  que  las  recivían  y  comboyavan  á 
su  puesto:  no  havía  almuadas,  sino  unas  silletas  pe- 
queñas; pero  llenóse  de  modo  que  parecían  ñores  en 


277 
un  ameno  jardín,  sin  darse  lugar  unas  á  otras  las  ga- 
las y  joyas.  Considéreselas  quien  esto  leyere  quáles  se- 
rían: estavan  también  en  este  tablado  algunas  damas 
de  la  familia  de  S.  A.,  y  no  haviendo  bastante  sitio 
huvieron  algunas  señoras  de  apelar  á  balcones;  siguié- 
ronse SS.  A  A.  con  sus  hijos  y  primeros  criados  en  sus 
carrozas,  y  ocuparon  su  balcón. 

Puesta  ya  la  plaüi  en  forma,  procuróse  despejar  de 
la  gente,  pero  era  por  demás  intentarlo:  tal  hera  la 
multitud,  sin  que  pudiese  con  ella  Oficiales  reales, 
guardia  ni  poder  alguno,  tanto  que  huvo  de  hacerse 
venir  tres  compañías  de  cavallería  del  batallón,  que 
eran  las  que  havían  entrado  en  Barcelona  para  la  fun- 
ción y  fiesta  del  Catay:  entraron  éstas  á  brida  vatida,  y 
formando  muchos  caracoles  y  una  escaramuza  que  dio 
mucho  gusto  á  todos,  despejaron  la  plaza  y  se  dispuso 
la  entrada  de  dha.  Reyna,  que  serían  las  diez  de  la  ma- 
ñana, y  fué  así: 

Entraron  por  la  calle  de  los  Cambios  tres  esquadro- 
nes  de  cavallería  en  guardia  de  la  Reyna;  seguían 
atambores,  timbales,  clarines,  trompetas  y  chirimías 
á  cavallo;  después  la  cámara  con  sesenta  acémilas  con 
muí  buenos  reposteros,  y  de  dos  en  dos  un  arriero  con 
su  librea.  Dos  á  cavallo  con  vestidos  más  ricos,  pero 
del  mismo  color,  que  represen  tavan  ser  criados  del 
acemilero  maior,  que  venía  inmediato,  sentado  sobre 
una  silla  y  guarnecida  y  asida  sobre  el  baste  de  una 
acémila,  bien  que  iban  dos  criados  á  los  lados  susten- 
tando la  silla  para  que  al  movimiento  no  cayese:  éste 
era  un  cavallero  gallardamente  vestido  con  calzón, 
capotillo  y  monterilla  de  raso  de  nácar  bordado,  en 
traje  de  arriero  con  su  charpa,  calabaza  y  curriaca, 
todo  guarnecido  de  plata,  pero  remedando  á  un  ver- 
dadero arriero;  venían  después  muchos  reyes  de  ar- 


278 
mas  de  diversas  naciones,  hasta  moros  ó  indios,  ves- 
tidos cada  uno  ricamente  al  traje  de  la  nación  que  re- 
presentava,  con  sus  criados  todos  de  librea  á  la  mis- 
ma usanza;  sucedían  á  éstos  ocho  cavalleros  vestidos 
á  la  española,  con  ongarinas  de  terciopelo  negro  hasta 
rodilla,  forradas  en  ricos  brocatos  y  bueltas  las  aldas 
hacia  tras:  iban  á  cavallo  en  parejas  con  gualdrapas, 
los  cavallos  entallados  de  oropel(,econ  diversidad  de 
colores;  menos  que  de  dos  en  dos,  así  en  la  gala  y  co- 
lor de  las  libreas,  iban  iguales,  y  en  el  número  de 
criados,  llevando  las  quatro  parejas  los  colores  azu- 
les, verde,  nácar  y  amarillo;  entraron  con  sus  masca- 
rillas y  lamas  doradas,  porque  havían  de  correr  un 
estafermo;  entrava  luego  la  guardia  de  la  persona  con 
su  Capitán  de  milicias  tudesca,  suiza,  alemana  y  otras 
naciones,  vestidos  todos  según  su  nación  y  con  sus 
alabardas.  Llegó  inmediata  la  Rey  na  de  Catay:  ésta 
la  hacía  un  donoso  muchacho  que  venía  en  la  misma 
litera  que  entró  madama  de  Ancourt,  descubierta  y 
toda  echa  un  asqua  de  oro,  ricamente  vestida  de  ver- 
de, con  corona  imperial  en  la  caveza  y  riquísimas  jo- 
yas; rodeavan  la  litera  mucho  número  de  meninos  y 
criados  de  la  Reyna  á  pie;  tras  de  la  litera  venían 
mucho  número  de  criados  á  cavallo  con  lucidas  galas, 
representando  varios  oficios  y  puestos  que  tiene  una 
casa  real.  Goronava  esta  entrada  quatro  carros  triun- 
fales guarnecidos  de  entretallados  de  papeles  de  colo- 
res y  oropel,  y  en  cada  carro  venían  seis  cavalleros 
armados  de  punta  en  blanco,  con  su  cabo  ó  padrino  en 
cada  carro:  todo  este  acompañamiento,  así  como  fué 
entrando,  iba  haciendo  sus  cortesías  á  SS.  AA.  y  to- 
mando sus  puestos  en  la  plaza,  y  los  carros  las  quatro 
esquinas  de  la  plaza;  en  medio  de  ella  se  havía  dispues- 
to un  bosque  de  pinos  y  otro  género  de  árboles,  y  es- 


279 

tando  todo  esto  como  se  ha  dicho,  fingieron  una  caza 
de  conejos;  aves  de  diversas  especies,  hasta  las  perdi- 
ces, y  muchos  cazadores  con  perros  y  arcabuces,  ya  ti- 
rando al  huelo,  ya  por  tierra:  coxieron  mucha  caza, 
porque  como  se  soltaba  allí  de  repente,  no  sería  mu- 
cho. Goncluióse  este  divertimiento  soltando  un  javalí 
que  se  tenía  prevenido,  y  dando  los  perroe  y  cazado- 
res tras  él,  dio  algunas  bueltas  el  sitio;  pero  la  multi- 
tud de  la  gente  no  dio  lugar  á  que  se  gozase  de  esta 
fiesta.  Concluida  ésta  despejaron  el  sitio,  y  salieron 
los  ocho  cavalleros  que  diximos  á  la  española  y  co- 
rrieron su  estafermo,  ha  viendo  uno  en  cada  cavo  de 
la  plaza:  eran  diestros,  y  en  las  parejas  y  lucimien- 
to pareció  muy  bien;  remataron  su  exercicio  con  una 
vistosa  y  bien  tramada  escaramuza  ó  folla.  Retirados 
estos  ocho,  salieron  de  los  carros  los  cavalleros  arma- 
dos con  sus  celadas  puestas  y  sus  libreas;  dieron  una 
buelta  á  pie  por  la  plaza;  acavada  se  dividieron  én 
dos  quadrillas,  y  plantada  una  baila  ó  tela  en  medio, 
tornearon  un  gran  rato,  acavando  también  con  una 
folla  ó  escaramuza  que  dio  fin  á  toda  la  fiesta,  y  bol- 
biendo  á  hacer  sus  cortesías,  se  salió  el  acompaña- 
miento con  la  orden  y  por  el  mismo  puesto  que  havía 
entrado,  yendo  hasta  la  sala  de  Loxe,  en  donde  se  des- 
nudaron. Al  venir  partieron  del  llano  de  Lluy,  y  reti- 
róse el  concurso  de  la  plaza  porque  ya  se  hacía  tarde. 
Estava  dispuesto  para  esa  misma  noche  un  ostentoso 
y  lucido  sarao  en  el  salón  de  San  Jorge,  aderezado  de 
sus  tapicerías,  multitud  de  luces  y  tablados  como  sue- 
le hacerse.  Concurrieron  todas  las  damas  y  noblezas 
con  ricas  galas  y  costosas  joyas,  y  á  las  diez,  después 
de  haver  cenado,  llegaron  SS.  AA.  á  ocupar  su  dosel 
en  la  testera  del  salón,  y  las  damas  de  la  Condesa  en 
la  tarima,  y  todo  el  estrado  de  las  damas  delante  del 


280 

dosel.  Madama  es  cierto  que  ese  día  hizo  ostentación 
de  ermosura,  gentileza,  afavilidad  y  prendas  grandes 
de  señora,  pues  sin  agravio  de  las  catalanas,  excedía 
en  todo  á  todas:  salió  ese  día  toda  en  trajo  francés  con 
un  vestido  de  terciopelo  labrado  negro  con  ricos  fran- 
jones  de  oro,  mucha  joya  y  su  rebozo  de  bolante,  que 
uno  y  otro  hacía  brillar  más  su  blancura,  nácar  y  ru- 
bio del  rostro  y  rizos  del  cavello.  Dióse  fin  con  este 
sarao  á  las  fiestas  el  miércoles,  ya  el  sol  salido. 

Los  franceses,  embidiosos  ó  émulos  de  ver  lo  que 
los  barceloneses  hacían  en  festexo  y  obsequio  de 
SS.  AA.,  hicieron  correr  la  voz  que  dos  días  después 
de  la  referida  entrada  querían  ellos  hacer  una  fiesta 
por  su  quenta:  dieron  intención  para  que  no  se  deshi- 
ciese la  planta  de  la  plaza.  Pero,  ó  que  no  se  atrevie- 
ran por  no  gastar,  ó  porque  havían  de  quedar  cortos, 
ó  por  burlarse  de  la  nación,  hicieron  echadizo  un  co- 
rreo el  día  27  de  Febrero,  con  aviso  de  que  el  Gaste- 
llano  havía  tomado  Gamarasa.  A  cuia  noticia  todos 
marcharon,  y  se  supo  después  havía  sido  estratagema 
suya  solamente  para  excusarse  de  la  fiesta. 

Haviendo  tenido  noticias  el  Serenísimo  Conde  de 
Ancourt  que  queda  va  nombrado  por  Virrey  y  Capi- 
tán general  el  Príncipe  de  Gondó  y  orden  con  que  le 
llamavan  á  París,  dispuso  su  partida  con  muestras  de 
mucho  sentimiento  y  cariño  de  dexar  á  Cataluña:  bien 
podía,  pues  devía  lo  que  ningún  otro  Príncipe. 

Despidióse  de  la  Ciudad  y  Diputación  en  sus  casas,  y 
el  día  28  de  Marzo,  jueves,  se  salió  á  cavallo  por  la 
calle  Ancha,  Born  y  puerta  de  San  Daniel,  acompaña- 
do del  Governador  y  mucha  nobleza  catalana,  y  ca- 
vallería  que  llevava  la  mira  de  esperar  en  Perpiñán 
al  Príncipe  de  Conde;  tomó  el  viaje  por  la  costa  del 
mar  y  Rosas:  el  día  30  del  mismo  mfes  salió  con  sus 


28i 
lujos  la  Condesa  en  sus  carrozas,  3^así  ella  como  sus 
damas  y  familia,  mostraron  muchísimo  dolor  de  ha- 
verse  de  partir  y  ausentar,  y  no  se  de  ve  admirar  por- 
que estavan  mui  bien  aliados  todos  y  con  salud  y  aga- 
sajados, y  muéstralo  lo  mucho  que  havían  obrado  en 
el  Palacio  y  lo  que  lo  havían  ermoseado,  dejando  en 
muchos  escudos  de  sus  armas  la  memoria  de  sus  cari- 
ños, y  en  los  corazones  de  infinitos  mui  perpetuas  sus 
prendas:  salió  la  Condesa  por  el  mismo  sitio  que  el 
Conde;  pero  llevó  el  viaje  por  el  camino  real  hasta 
Perpiñán,  en  donde  havía  de  encontrar  á  su  marido  y 
proseguir  hasta  París  juntos. 

CAPÍTULO  15. 

ENTRA  Y  JURA  POR  VIRREY  EL  PRÍNCIPE  DE  CONDÉ.-LLEGAN  TROPAS 
PARA  EL  EXÉRCITO.  -OSTENTA  EL  PRÍNCIPE  SU  GRANDEZA.-SALE  A 
CAMPA ÑA.-ATACA  Á  LÉRIDA  Y  SE  RETIRA  SIN  TOMARLA. 

Luego  que  el  Príncipe  de  Conde  tubo  la  merced  de 
Virrey  y  Capitán  general,  dispuso  su  partida  de  París; 
y  sin  esperar  el  fausto  de  su  casa  y  familia,  con  unos 
seis  á  siete  camaradas  partió  á  la  lixera  tomando  las 
postas;  á  medio  camino  ó  pocas  jornadas  ó  la  última, 
antes  de  entrar  en  Perpiñán,  se  vio  con  el  de  Ancourt 
y  confirieron  el  estado  de  la  provincia,  de  las  armas, 
de  los  naturales  y  de  quanto  avía  de  que  informarse: 
era  este  Príncipe  el  segundo  de  la  línea  de  los  de  la 
sangre  real,  porque  según  las  etiquetas  y  privilegios 
de  aquella  Corona,  sólo  la  casa  y  título  de  Orleans  es 
la  inmediata  á  la  Corona  después  de  los  hijos  del  Rey, 
y  en  segundo  lugar  entra  la  de  Conde.  Era  este  Prín- 
cipe de  algunos  veinte  y  dos  años;  avía  poco  que  su 
padre  avía  muerto,  y  no  obstante  la  poca  eda'd,  havía 


282 

sido  General  algunas  campañas  en  Flandes,  y  en  la 
presa  de  Dunquerque  se  halló  él  por  General  de  la  ar- 
mada; era  de  los  señores  más  acomodados  de  la  Fran- 
cia; trailla  consigo  y  por  su  Teniente  al  Marqués  de 
Agramont,  sujeto  de  madura  edad,  mucho  valor  y  ex- 
periencia en  materias  de  guerra,  y  otros  Gavos  y  Con- 
sejeros de  importancia. 

Haviendo  la  provincia  entendido  su  arrivo,  embió 
á  la  frontera  sus  Embajadores,  Ministros  y  puestos 
para  recivirle  y  tomarle  la  jura  como  es  estilo.  La  ciu- 
dad hizo  lo  mismo  según  le  toca,  y  señalóse  para  su 
entrada  en  Barcelona  el  día  11  de  Abril  1647.  Previnié- 
ronse todos  para  recivirle  como  á  persona  real;  alistá- 
ronse los  quatro  tercios  de  las  compañías  de  la  guarni- 
ción, y  señaláronseles  los  puestos  acostumbrados:  entró 
S.  A.  á  cosa  de  las  tres  de  la  tarde  por  la  Puerta  Nueva, 
asistido  de  los  Gonselleres,  Diputados  y  Ministros  como 
es  estilo,  y  de  muchos  cavalleros  catalanes  rozando 
muchas  galas;  pero  S.  A.  entró  mui  á  la  ligera  y  muy 
sencillo,  porque  sólo  trahía  hasta  seis  entre  camara- 
das  y  criados,  y  sin  nada  de  comitiva;  su  vestido  era 
de  un  paño  negro  mui  liso,  y  todo  cuvierto  de  polvo 
del  camino.  Quando  le  vio  así  la  gente,  aunque  lleva- 
va  luto  que  parecía  un  estudiantino,  empezó  á  correr 
la  voz  de  que  era  algún  hombre  ordinario,  y  que  que- 
rían dar  á  entender  ser  el  Príncipe  de  Conde;  encami- 
nóse por  el  Born,  Sala  de  las  Armas  y  calle  Ancha, 
por  el  Regomí  al  Aseo  á  su  jura,  que  hecha,  vajando 
por  la  Plaza  Nueva  á  la  Rambla,  lo  conduxeron  al  pa- 
lacio en  que  havía  estado  el  de  Ancourt;  repitieron  las 
salbas  de  artillería  y  petardos  como  al  entrar  la  Puer- 
ta; pero  á  los  mosqueteros  no  se  les  perjuitió  disparar, 
por  evitar  con  alguna  desgracia  si  los  cavallos  inquie- 
tavan:  el  semblante  era  afable  y  mui  cortés.  Los  días 


283 

siguientes  todo  fué  admitir  enorabuenas  de  los  pues- 
tos y  conocer  los  genios. 

Gomo  el  Príncipe  se  vino  de  Francia  tan  á  priesa  y 
tan  á  la  Jixera,  no  trujo  consigo  las  tropas  que  se  pre- 
venían para  la  campaña  siguiente,  aguardándolas, 
pero  no  mucho,  porque  el  segundo  día  de  Pasqua  de 
Resurreción  llegaron  al  muelle  al  pie  de  cien  barcas 
cargadas  de  municiones  y  pertrechos  de  guerra  y  qua- 
tro  mil  infantes,  sin  los  que  cada  día  entravan  por 
tierra,  y  mucha  y  buena  oavallería  que  pasa  va  de  lar- 
go, todo  hacia  Gervera,  y  así  mismo  esta  gente  y  per- 
trechos havía  de  marchar  el  día  siguiente.  Gon  que 
aquella  noche  parecía  una  Babilonia  aquel  muelle  y 
Atara9ana,  y  un  infierno  según  el  ruido  y  confusión 
de  carros  y  bulla  de  descargar  y  carrear  y  disponer 
para  la  marcha,  porque  apenas  amaneció  el  tercer  día 
de  Pasqua,  quando  se  empezó  á  salir  de  la  Atara9ana 
un  lucido  exército  entre  gente,  carruage  y  vagaje,  con 
algunos  cañones  de  campaña  (que  también  havían  ve- 
nido con  las  barcas):  eran  innumerables  los  pertrechos 
de  guerra  que  se  hallavan,  y  muchísimas  barcas  sobre 
carros  para  puentes  sobre  los  ríos;  salieron  ese  día 
cerca  de  siete  mil  infantes,  toda  bella  gente,  y  apenas 
estubieron  fuera  la  Puerta  de  San  Antonio,  cada  reji- 
miento  formó  su  esquadrón;  salió  el  Príncipe  á  cava- 
lio  á  verlo  todo,  que  como  mozo  y  ardiente  de  espíri- 
tu, en  todo  quería  hallarse;  sucedióle  al  pasar  por  un 
rejimiento  (según  se  dijo)  que  un  soldado  le  havía  di- 
cho Mosiur  Baylanos  del  Argant,  y  apenas  lo  oyó 
mandóle  arcabucear,  y  para  excusar  el  perdón,  dar  la 
orden  y  al  cavallo  la  espuela  fué  todo  uno;  marchó 
hacia  la  Cruz  Gubierta  mientras  se  executava  la  orden, 
que  no  tardó,  pues  amarrado  á  un  palo  lo  despacha- 
ron luego  á  dos  mosquetazos;  bolbió  el  Príncipe,  y 


284 

acavada  la  muestra,  despachó  las  tropas  que  se  alo- 
xaron  aquella  noche  en  aquellos  lugares  vecinos  del 
camino,  y  el  Príncipe  se  bolbió  á  su  palacio,  asistido 
siempre  del  Mariscal  Agramont,  su  Lugarteniente  y 
algunos  Gavos:  no  se  havía  visto  pedazo  de  armada  y 
exército  más  lucido  en  todos  los  años  pasados.  La  ca- 
vallería  que  pasava  por  el  Valles  era  también  lucidí- 
sima y  en  mucho  número,  porque  se  prevenía  una 
gran  campaña.  Llegaron  también  16  galeras  y  14  va- 
góles: éstos  quedaron  en  la  playa  y  las  galeras  en  el 
muelle,  porque  se  discurría  en  ir  sobre  Tarragona, 
porque  las  tropas  que  venían  eran  muchas  y  havía 
deseo  de  obrar. 

Llegó  á  noticias  del  Príncipe  el  vajo  j  pobre  con- 
cepto que  de  él  se  havía  formado  y  de  sus  cortos  me- 
dios ó  mucha  tacería  (que  nunca  faltan  chismosos), 
con  que  antes  de  salir  á  campaña  quiso  desvanecerlo 
y  satisfacer  á  los  incrédulos:  ha  víale  ya  llegado  el 
tren  de  su  casa,  criados  y  libreas,  y  así  al  otro  día, 
Pasqua,  salió  en  público  á  oír  misa  á  la  capilla  de 
Santa  Eulalia.  Llevó  cien  soldados  de  su  guardia  de  la 
Garavina,  con  librea  colorada  y  franxones  de  plata; 
los  pajes  y  lacayos  pasa  van  de  ciento  y  subían  de  pun- 
to en  lo  rico  de  las  libreas,  galas  y  variedad  de  plu- 
mas: llevaban  el  contrapunto.  Los  camaradas  y  cria- 
dos de  primera  graduación  en  lo  rico  de  los  vestidos, 
mengalas  y  plumajes.  El  Príncipe  llevaba  lo  alio  en- 
tre todos,  pues  ni  del  vestido  ni  de  la  capa  se  pudo 
discernir  quál  hera  el  campo:  tan  rebutido  iba  de 
oro,  que  es  cierto  parecería  de  martillo,  en  lo  salido 
y  yerto,  si  estubiera  la  capa  derecha  en  el  suelo. 
Las  carrozas  y  coches  seguían  en  lo  ermoso  y  rico 
con  la  gala  del  dueño:  oyó  su  misa  baxa  en  Santa 
Eulalia,  y  salió  á  pasearse  por  las  calles,  dejando  á 


285 

unos  gozosos  y  á  otros  suspensos  de  tanta  grandeza. 

No  se  contentó  con  esta  demostración  el  Príncipe, 
sino  que,  pasando  á  otra  maior,  el  día  5  de  Mayo  por 
la  tarde  salió  á  pasear  la  Marina. 

Concurrieron  á  palacio  todos  los  Cabos  de  primera 
línea  y  de  otras  que,  como  estavan  en  vísperas  de  sa- 
lir á  campaña,  todos  asistían  cerca  de  la  persona,  y 
salieron  con  S.  A.,  mudando  nuevas  galas,  pasados 
de  ducientos  Oficiales,  sin  la  inmensa  comitiva  de  pa- 
jes y  lacayos  con  nueva  librea,  muchas  y  varias  plu- 
mas y  no  menor  número  de  ermosos  y  bellos  cavallos: 
era  un  delicioso  campo  á  la  vista  tanto  número  de 
gente  con  tanta  variedad  de  colores  y  ricos  vestidos, 
que  no  es  posible  hacer  descripción  de  ellos  por  ser 
muchos,  y  el  número  de  Mariscales,  Coroneles,  Maes- 
tres de  campo,  Capitanes,  Tenientes  y  otros  Oficiales 
mui  crecido,  pasearon  toda  esa  tarde,  que  era  domin- 
go, hasta  que  al  anochecer  volbíeron  al  Príncipe  á  pa- 
lacio y  los  demás  se  retiraron  á  sus  casas. 

Quiso  el  Príncipe  dar  tercer  desengaño  á  los  incré- 
dulos de  su  poder  y  grandeza,  y  fué  que  haviendo  re- 
suelto partir  para  campaña  el  día  8  de  Mayo,  el  de  7 
por  la  mañana  mandó  que  antes  de  salir  de  Barcelo- 
na el  tren  de  su  cámara  y  tiendas  pasease  por  Barce- 
lona, y  así  salió  por  la  mañana,  discurriendo  por  las 
calles  con  la  guardia  de  la  Caravina,  que  pasaban  de 
ducientos  soldados  con  librea  de  paño  colorado  y  fran- 
jones  de  plata:  iban  comboyando  acémilas  de  altos  y 
esforzados  mulos,  cargados  de  diversas  cosas,  con  sus 
plumajes  y  riquísimos  reposteros,  y  de  dos  en  dos  acé- 
milas, un  mozo  con  la  misma  librea.  Seguían  muchos 
carros  de  á  seis  cavallos,  cargados  de  diversas  provi- 
siones para  la  campaña  y  cuviertos  con  sus  vaquetas 
para  detener  la  Ilubia  é  inclemencia  del  tiempo.  Ve- 


286 

nía  la  cámara  del  Mariscal  de  Agramont,  con  cien 
soldados  de  Garavina,  de  librea  amarilla,  que  se  com- 
ponía de  muchas  acémilas  y  carros  de  campaña.  Se- 
guía la  del  Intendente  y  Pagadores  y  Oficiales  maio- 
res  del  exórcito,  j  concluyan  un  sinnúmero  de  coches 
de  camino:  esta  tropa,  que  duraba  de  pasar  dos  oras 
largas  por  qualquier  punto,  paseó  Barcelona,  salien- 
do porción  aquella  tarde  para  la  campaña  y  lo  demás 
quedó,  que  no  podía  salir  todo  junto.  Con  estas  de- 
mostraciones de  grandeza  (no  vista  aún  en  los  Monar- 
cas) quedó  el  bulgo,  no  sólo  satisfecho,  pero  corrido  y 
atónito. 

El  día  8  de  Mayo,  haviendo  oydo  misa  en  San  Fran- 
cisco, partió  aquella  mañana  el  Príncipe  á  Monserra- 
te  con  la  comitiva  de  los  Gavos  de  la  guerra  y  algunos 
particulares;  hizo  en  aquel  santuario  sus  devociones 
á  la  Virgen  santísima,  y  sin  detenerse  pasó  á  Gervera, 
en  donde  de  su  orden  estaban  ya  las  tropas  á  punto 
de  marcha.  Llegado,  pasó  su  muestra  y  hizo  marchar 
las  milicias  todas  hacia  Lérida:  llegadas  allá,  formó  su 
campo  y  sitio  contra  la  plaza,  pasando  la  metad  de  su 
exército  con  dos  puentes  de  las  barcas  que  lleva  va  á 
la  otra  parte  del  río. 

Llegó  la  noticia  á  Barcelona  de  que  el  cerco  estava 
sobre  Lérida;  la  armada  de  mar  marchó  luego  á  Fran- 
cia; la  gente  y  cavallería  que  iba  llegando,  que  era 
mucha,  marchava  luego  al  campo,  que  como  al  Prín- 
cipe le  estimavan  y  flavan  mucho,  las  asistencias  y 
socorros  eran  grandes;  acá  tampoco  havía  pereza,  y 
que  para  el  havío  de  las  municiones  no  se  contenta- 
van  los  Jueces  con  salir  por  la  provincia  á  embargar 
vagajes,  sino  que  las  galeras  y  muías  de  los  coches  de 
particulares  de  Barcelona  se  toma  van  también,  tra  va- 
jan  do  sin  cesar  en  el  correo  de  municiones  hasta  que 


287 

se  transportaron  al  campo;  que  como  eran  tantas,  y  el 
vagaje  tanto,  desde  el  amanecer  hasta  la  noche  no 
paravan  en  la  Ataracana.  También  el  Governador 
Margarit  hizo  montar  quatro  compañías  de  cavallería 
catalana  con  dinero  y  á  costa  del  Rey  de  Francia;  re- 
coxióla  por  la  provincia,  y  sería  en  número  hasta  260 
cavallos  bien  armados  y  famosa  gente:  era  el  Gover- 
nador de  ella  D.  Gaspar  Margarit,  hijo  del  Governa- 
dor; pasaron  muestra,  y  mancharon  á  Lérida  el  día  29 
de  Mayo. 

S.  A.,  apenas  tubo  la  gente  á  la  otra  parte  del  río, 
apretó  la  plaza  con  quatro  baterías  que  incesantemen- 
te la  tiravan,  aunque  al  plantarlas  perdió  mucha 
gente  y  artilleros;  aprovecháronse  y  empezaron  á  fa- 
bricar y  trabajar  muchas  minas  y  acercarse  tanto,  que 
los  de  una  parte  estavan  ya  en  el  foso.  Los  de  la  pla- 
za no  dormían  ni  cesavan  y  disparar  contra  los  gas- 
tadores, baterías  y  esquadrones,  y  en  hacer  numero- 
sas y  sangrientas  surtidas,  ocasionando  en  los  france- 
ses una  gran  pérdida:  en  una  pereció  el  Ingeniero 
maior  de  Francia;  pero  ni  con  eso  cesavan  de  trava- 
jar  y  acercarse  ala  plaza:  en  unas  partes  encontravan 
peña,  en  otras  agua,  en  unas  llevavan  fiera  zurra,  en 
otras  la  davan,  corriendo  sitiados  y  sitiadores  varias 
fortunas,  y  no  cesando  de  una  y  otra  parte  de  ofen- 
derse y  defenderse  quanto  en  humanas  corresponden- 
cias cavia. 

Gaminavan  las  operaciones  con  esta  celeridad  y 
orror,  ofreciendo  á  todos  y  esperando  alguna  gran  fac- 
ción, porque  estavan  ya  para  jugar  una  mina  y  dar 
asalto  á  la  plaza,  según  se  publicava;  llegó  nueva  á 
Barcelona,  día  20  de  Junio  por  la  mañana,  que  el  Prín- 
cipe havía  levantado  el  sitio  y  retirado  todo  el  exér- 
cito  á  esta  parte  de  Termens  y  Villanueva;  y  como 


288 

estas  resoluciones  en  los  Príncipes  tienen  mucho  de 
divinas,  se  discurrió  variamente.  Davan  por  motivo 
que  queriéndola  entrar  por  asalto  y  aventurar  la  gen- 
te que  tenía,  pasó  muestra  el  Príncipe  y  alió  le  havía 
disminuido  el  exército  siete  mil  hombres  entre  muer- 
tos y  fugitivos,  y  que  no  tenía  arta  gente  para  la  fun- 
ción; otros  dijeron  que  sentido  de  que  no  le  emhiaban 
de  París  toda  la  asistencia  que  le  havían  ofrecido  y 
que  noticioso  de  que  el  Jastellano  junta  va  en  Fraga 
un  copioso  exército  y  temeroso  de  que  si  llegava  y 
allava  con  tan  poca  gente  no  experimentase  algún 
mal  suceso,  quiso  retirarse;  otros  daban  otra  causa 
menos  decorosa  y  que  toca  va  en  la  entereza:  sea  lo 
que  fuere,  él  se  retiró  y  esperó  en  Villanueva  que  el 
exército  se  retirase  con  buen  orden  y  encerrase  en 
Gervera  los  pertrechos  y  puentes.  El  Castellano  soco- 
rrió la  plaza  de  todo  mui  á  su  saibó  y  como  quiso. 

CAPÍTULO  16. 

FORTIFÍCASE  Á  CONSTANTÍ  Y  SALOU.-ENTRA  EN  BARCELONA  EL  PRÍN- 
CIPE Y  BUELBE  Á  SALIR  LUEGO.— OCUPA  EL  CASTILLO  Y  LUGAR  DR 
AGER,  Y  LOS  CASTELLANOS  EMBISTEN  Á  CONSTANTÍ. 

Retirado  el  exército  á  esta  parte  del  río  y  Villanue- 
va, marchó  el  Príncipe  á  los  lugares  de  las  Borjas  y 
Alberca,  atrincherándose  y  fortificándose  en  ellas,  y 
desde  allí  mandó  guarnecer  y  bastecer  los  presidios  de 
Balaguer  y  Flix  y  otros  comarcanos  de  todo  género 
de  víberes  y  pertrechos,  pues  los  tenía  sobrados.  Man- 
dó en  el  ínterin  combocar  de  las  villas  y  lugares  de  la 
provincia  hasta  quinientos  maestros  albañiles,  sin  que 
se  les  trasluciera  el  fin,  hasta  que  teniéndolos  los  des- 
pachó al  campo  de  Tarragona  con  un  grueso  pedazo 
de  cavallería  y  el  Mariscal  Agramot,  para  hacerles 


289 

travajar  dos  fuertes  á  un  mismo  tiempo,  el  uno  en 
Gonstantí,  y  el  otro  al  puerto  de  Salou,  para  tener  se- 
guro el  desembarco  y  con  eso  asistir  al  de  Gonstantí. 
La  cavallería  servía  de  escolta  para  que  la  guarnición 
de  Tarragona  no  embarazase  la  obra,  como  de  echo  no 
se  atrevió  á  salir.  S.  A.  estava  de  escolta  para  que  el 
exército  castellano  no  pasase  al  campo  y  se  juntase 
con  los  tarraconenses;  el  de  Agramot  iba  y  venía  á 
conferir  con  el  Príncipe  lo  que  hera  de  utilidad. 

Mientras  esto  se  travajava,  dejando  encargadas  las 
cosas  al  Mariscal,  se  entró  de  secreto  en  Barcelona  el 
Príncipe  el  día  quatro  de  Septiembre  á  la  noche,  y 
estubo  hasta  el  de  10  del  mismo  que  bolbió  á  salir; 
díxose  aver  venido  á  conferir  algunos  negocios  con  la 
Diputación  y  Giudad,  y  lo  mostrava  las  repetidas  con- 
ferencias que  se  tenían.  Partióse  á  Villafranca,  y  ese 
mismo  día  aerearon  á  Joseph  Piferrer,  natural  de 
Barcelona,  a  quien  por  mal  afecto  havía  desterrado  á 
Genova;  y  no  obstante  que  por  haver  quebrantado  la 
m alienta  le  hicieron  pagar  500  libras,  aviándose  des- 
pués pasado  á  España,  lo  cogieron  en  la  última  cam- 
paña de  Lérida  con  un  comboy  que  pasava  á  Fraga, 
y  con  vara  de  Alguacil  real  hiciéronle  su  culpa  y  ese 
padeció  muerte:  era  famoso  mozo  y  causó  mucha  lásti- 
ma. Reconociendo  S.  A.  que  los  castellanos,  ocupando 
la  villa  y  castillo  de  Ager,  ocasionavan  no  poco  daño 
en  los  lugares  circunvecinos  y  sujetos  á  sus  armas,  y 
que  aunque  se  havía  intentado  tomar  varias  ocasio- 
nes, no  havía  tenido  efecto  por  lo  áspero  del  sitio  y 
fragosas  montañas,  por  donde  no  podía  conducirse  ar- 
tillería, resolbió  á  primeros  de  Octubre  ir  en  persona 
con  400  ca  valles  y  dos  mil  infantes,  y  para  facilitar  la 
empresa  con  mañosa  industria,  llevar  dos  cañones  á 
espaldas  de  hombres  por  puestos,  y  en  acémilas  por 

Tomo  xxiv  19 


290 

donde  podían  pasar.  Llegados  allá,  plantaron  la  bate- 
ría haciendo  fiera  brecha,  aturdiéndose  los  de  la  guar- 
nición porque  juzgaron  imposible  lo  que  veían;  rin- 
diéronse á  buena  guerra,  y  S.  A.  reparó  lo  que  se  avía 
derrivado  y  dexó  muí  buena  guarnición,  dio  parte  del 
suceso  á  la  Ciudad,  cantóse  Te  Deum  laudamus  y  se 
hizo  salva. 

Estando  S.  A.  ocupado  en  lo  de  Ager,  quiso  la  guar- 
nición de  Tarragona  intentar  alguna  operación  con- 
tra los  dos  nuebos  fuertes  que  se  labravan  contra  ella, 
por  serles  ambos  de  gran  perjuicio,  y  más  el  de  Salou; 
pero  llegó  ya  tarde,  porque  estavan  en  buena  defensa 
y  con  artillería  montada.  Los  que  la  guarnecían,  que 
eran  muchos  entre  franceses  y  catalanes,  defendiéron- 
se con  mucho  valor  y  los  despacharon  bien  escalabra- 
dos. A  los  de  Gonstantí  embistieron  primero  poniendo 
cerco,  y  porque  no  estava  aún  en  toda  la  defensa  nece- 
saria, sabiendo  que  el  Príncipe,  noticioso  de  su  salida, 
mandava  marchar  al  de  Agrámente  con  un  grueso  de 
exórcito,  dieron  escalada  al  lugar;  entró  algún  núme- 
ro de  milicia;  pero  rechazaron  con  mucho  esfuerzo,  y 
viendo  que  llegava  el  de  Agramonte,  se  retiraron  á  Ta- 
rragona no  mui  bien  librados,  y  es  cierto  que  si  Totavi- 
la  se  descuida  algunas  horas  más  que  lo  arriesga  todo 
con  la  surtida,  porque  le  iba  Agramonte  álos  alcanzes. 

CAPÍTULO  17. 

REFIÉRESE  LO  SUCEDIDO  EN  LA  ENTRADA  DEL  DE  AYTONA  EN  CATALUÑA 
CON  EXÉRCITO;  SU  RETIRADA  Á  LÉRIDA;  EL  SEGUNDO  SITIO  Ó  EMBESTI- 
DA Á  CONSTANTÍN  Y  LA  RETIRADA,  Y  VUELTA  DE  S.  A.  A  BARCELONA. 

Hallándose  en  Tarraga  el  Príncipe  con  el  Mariscal 
de  Agramont,  después  de  haver  buelto  del  campo  de 
Tarragona,  tuvieron  noticia  el  día  10  de  Octubre  que 


291 

el  exército  del  Castellano,  governado  por  el  Marqués 
de  Aytona,  havía  pasado  el  río  Segre,  y  aloxádose  en 
el  llano  de  Lérida.  Con  esta  noticia  mandó  S.  A.  jun- 
tar todas  sus  tropas,  con  ánimo  y  resolución  de  que 
si  el  Castellano  entrava  en  el  llano  no  aguardar  otro 
para  embestirle  sin  dejarle  poner  en  postura.  Al  ano- 
checer vino  otro  aviso  que  ya  el  Castellano  pisava  el 
llano  de  Urgel,  y  se  halla  va  aloxado  en  el  lugar  de 
Juneda,  y  según  las  muestras,  de  embestir  á  Arbeca, 
y  el  día  siguiente  por  la  mañana  marcharon  á  la  villa 
de  las  Borjas  y  se  abrigaron  de  las  mismas  trincheras 
que  los  nros.  havían  fabricado  el  verano  antecedente. 
S.  A.  marchó  el  día  siguiente  á  Belpuche,  distante  de 
las  Borjas  tres  oras  de  camino,  llevando  la  mira  de 
ocupar  al  otro  día  el  sitio  y  lugar  á  Juneda,  cortán- 
doles con  esto  el  paso  y  embarazárseles  el  socorro  de 
los  de  Lérida,  provisión  de  víveres  y  impedirles  la 
retirada  para  obligarles  á  dexar  las  trincheras  y  no 
poder  excusar  una  batalla  campal.  Esa  misma  noche 
los  batidores  del  Príncipe  tomaron  un  Oficial  de  la 
guardia  del  Castellano,  y  dio  por  noticia  que  su  Gene- 
ral, con  el  exército,  estavan  en  forma  de  batalla  y  re- 
sueltos para  embestir,  para  cuio  efecto  se  havían  con- 
fesado ya  los  Cavos  principales:  en  vista  de  esto,  el 
Príncipe,  asistido  de  Agramont  y  del  Varón  de  Marcin,, 
Teniente  general  del  exército,  con  los  regimientos  de 
Dardena  y  Balthasar,  pasó  en  persona  á  reconocer  la 
postura  y  designios  del  Castellano,  dejando  orn.  á  las 
tropas  andasen  en  forma  de  batalla,  y  á  los  Marisca- 
les de  campo  que  velasen  y  executasen  lo  que  él  man- 
daría desde  donde  se  hallase. 

No  bien  llega  van  los  dos  exércitos  á  distar  media 
legua  el  uno  del  otrp  el  día  14,  quando  al  amanecer 
oyeron  disparar  tres  tiros  de  la  artillería  de  Arbeca, 


292 
señal  de  que  el  Castellano,  con  la  misma  marcha,  se 
retira  va  derecho  á  Lérida;  despachó  orden  al  exército 
para  que  á  toda  diligencia  torciese  la  marcha  hacia 
Lérida,  mientras  S.  A.  le  iha  observando  los  pasos  con 
los  dos  regimientos,  y  caminando  á  la  vista  les  echa- 
va  partidas  de  la  retaguardia  á  fin  de  detenerle  y  dar 
tiempo  á  que  sus  tropas  se  adelantasen  y  juntasen. 
Gomo  la  distancia  de  las  Borjas  á- Lérida  es  dos  leguas 
menos  que  el  Belpuche,  y  el  Castellano  empezó  su 
marcha  á  media  noche,  haviendo  emhiado  adelante  el 
bagaxe  y  artillería,  y  el  paso  que  llevava  era  acelera- 
do, de  las  tropas  del  Príncipe,  las  que  más  se  adelan- 
taron pudieron  llegar  al  ponerse  el  sol  á  vista  del  Cas- 
tellano, que  ya  ocupava  unamontañuela  media  ora  de 
Lérida, 

El  Príncipe,  no  obstante  el  abanze,  tomando  la  ca- 
valleríá  que  havía  llegado  (porque  la  infantería  venía 
lexos),  quería  empeñar  al  Castellano  á  que  empezara 
el  combate,  porque  si  entrava  en  la  huerta  de  Léri- 
da no  podía  lograrse,  así  por  cubrirlo  la  artillería  de 
la  plaza  como  por  la  caudalosa  acequia  que  está  de 
por  medio  y  servía  de  embarazo,  y  un  margen  creci- 
do que  naturalmente  era  un  cordón  y  fuerte  trinchera. 
Para  lograr  este  designio  echó  el  Príncipe  á  mano  de- 
recha,  para  ocupar  la  eminencia  en  que  el  de  Leganés 
y  el  de  la  Mota  tubieron  aquel  choque  cinco  años  hace; 
el  de  Agramont  tomó  la  izquierda,  encaminándose  á 
una  ondura  ó  valle  en  donde  se  descubrían  unos  esqua- 
drones  del  Castellano  en  forma  de  batalla:  el  de  Ayto- 
na,  que  hasta  entonces  sólo  havía  tratado  de  retirarse, 
viéndose  cercado  bolbió  cara  y  se  dispuso  en  campo  de 
batalla;  entre  tanto,  la  cavallería  francesa  marchava 
hacia  él,  y  el  Príncipe  tiró  á  ganar  la.  eminencia  que 
ellos  dejavan.  Pero  apenas  estubo  en  ella,  vio  que  el 


293 

Castellano  con  toda  su  gente  se  encaminava  para  el  de 
Agramonte,  encubiertos  por  una  estrechura,  sin  que  el 
Mariscal  lo  advirtiese,  y  temiéndolo  así  el  Príncipe,  le 
despachó  unos  cavallos  á  todo  correr  con  el  aviso,  y 
aprovechóle,  porque  se  puso  con  sus  quatro  batallones 
en  defensa,  á  tiempo  que  á  distancia  de  trescientos  pa- 
sos vio  al  Castellano  que  le  venía  encima  con  espada  en 
mano;  y  aunque  mostró  valor' para  despreciar  el  ade- 
mán, no  le  huviera  salido  mui  felizmente  á  no  embes- 
tir el  Príncipe  por  el  lado  derecho  y  hecho  parar  al 
Castellano  con  su  arribo.  Cerró  la  noche  á  esta  sazón, 
y  quedaron  los  campos  con  esperanza  de  combatir  en 
amaneciendo.  Pero  el  Castellano,  que  no  buscava  eso, 
se  fué  entrando  con  gran  silencio  y  diligencia  á  la 
Huerta.  Los  nuestros  le  fueron  siguiendo  hasta  la  emi- 
nencia de  Villanueva,  y  allí  se  pusieron  en  forma  de 
combatir,  pues  estava  ya  nuestro  exórcito  junto:  dis- 
paróse la  artillería  contra  el  Castellano;  respondió  la 
suya,  pero  sin  dejar  sahr  ni  un  hombre  de  las  trin- 
cheras; estubieron  los  nuestros  tres  oras  largas  en  for- 
ma de  batalla,  hasta  que  cansados  y  sedientos  por  ha- 
ver  caminado  treinta  y  seis  oras  sin  topar  agua,  hu- 
vieron  de  tomar  puesto  donde  la  huviese.  A^ste  tiempo 
el  de  Aytona  con  su  exórcito  bolbió  á  pasar  el  Segre, 
retirándose  á  Aragón,  y  S.  A.  se  pasó  á  Belpuche. 

Al  Castellano  se  le  han  preso  y  muerto  algunos  sol- 
dados en  los  revatos  que  se  le  dava  á  la  retaguardia 
y  dos  cavallos  del  Marqués,  uno  de  los  quales  le  havía 
dado  el  Rey  de  España  de  los  de  su  cavalleriza.  Pero 
el  Príncipe  quiso  andar  tan  vizarro  que  se  los  bolbió, 
en  guío  retorno  el  Marqués  le  regaló  con  un  rico  re- 
lox  guarnecido  de  diamantes  y  una  cadena  de  oro  de 
mucha  curiosidad  y  aprecio,  dando  al  que  se  los  lle- 
vó muy  buenos  guantes;  refirieron  algunos  prisione- 


294 
ros  que  la  artillería  les  havía  echo  muchísimo  daño. 
La  retirada  del  Castellano  fué  tanto  más  vergonzosa 
y  acobardada  quanto  havía  sido  su  entrada  intempes- 
tiva, arrogante  y  llena  de  retos,  pues  públicamente 
decía  havía  de  destruir  nuestro  exército  ó  hacerle  re- 
tirar hasta  Barcelona;  pero  tomó  mal  las  medidas,  pues 
le  faltó  paño  para  tanto  vestido,  y  sólo  se  detuvo  un 
día  en  el  llano  de  Urgel;  también  le  falló  el  intento  de 
lo  de  Gonstantí,  porque  según  se  vio  por  algunas  car- 
tas que  se  tomaron,  el  de  Aytona  embió  orden  al  de 
Totavila  para  que  le  tomase,  asegurándole  que  él  con 
su  exército  combatiría  el  nuestro  y  daría  tiempo  y  oca- 
sión para  concluir  con  el  presidio,  pues  vergonzosa- 
mente nos  haría  retirar  hasta  Barcelona.  Totavila  con 
este  seguro,  su  infantería,  quatrocientos  cavallos  y 
siete  piezas,  fué  sobre  Gonstantí  y  empezó  á  batirlo  fu- 
riosamente. S.  A.,  ya  por  las  cartas  cojidas  y  ya  por 
los  avisos,  supo  lo  que  pasava:  tubo  tiempo  al  otro  día, 
retirado  el  de  Aytona,  de  embiar  al  Varón  de  Marcin, 
Teniente  general  del  exército;  el  Gonde  de  Brollo,  Ma- 
riscal de  campo,  los  rejimientos  de  cavallería  de  la 
Mota,  Alez,  Marín,  la  Gompañía  de  las  Guardias  y 
cinquenta  hombres  de  armas  y  de  infantería.  Los  re- 
jimientos de  Mompullan,  Perigort,  Miropux  y  dos 
compañías  de  esguíceros  del  rejimiento  de  Rom  para 
que  hiciesen  la  salva  á  Totavila.  Mientras  éstos  mar- 
chavan  y  se  disponían,  Totavila  apretó  á  Gonstantí, 
de  forma  que  por  el  barrio  vajo  abrió  tres  brechas  y 
dio  tres  asaltos,  entrando  el  lugar;  retiráronse  los  na- 
turales y  la  guarnición  hasta  el  castillo,  y  proseguían 
los  españoles  en  atacarlos  durante  estas  refriegas  des- 
de jueves  24  de  Octubre  hasta  domingo  por  la  maña- 
na, que  teniendo  noticias  (como  la  otra  vez)  de  que  iba 
Marcin  sobre  ellos,  tuvieron  forma  de  retirar  la  arti- 


295 

Hería,  y  á  tanta  diligencia,  que  no  pudiendo  hacerlo 
de  la  pólvora  la  pegaron  fuego,  y  dexaron  cantidad 
de  valas  y  un  carro  de  los  de  la  artillería,  salvándose 
ellos  como  pudieron;  entró  Marcin  y  mandó  recuperar 
lo  derribado,  y  dexó  un  buen  socorro  de  víberes  que 
el  Intendente  havía  conducido,  y  acrecentó  la  guar- 
nición y  municiones.  Dóvese  alavar  el  valor  y  resis- 
tencia del  señor  de  Beaume,  pues  con  tal  constan- 
cia y  ánimo  rechazó  por  dos  veces  al  enemigo,  siendo 
tal  su  denuedo  en  las  embestidas;  y  no  contentándo- 
se con  defender  la  plaza,  lo  embió  siempre  escala- 
brado. 

De  las  cartas  cojidas  y  del  ainco  en  querer  tomar  á 
Gonstantí,  entró  el  Príncipe  en  juicio  de  que  el  de  Ay- 
tona  no  quiso  obrar  repentinamente  alguna  acción, 
pues  se  estava  á  vista  de  Lérida  y  savia  se  havía  em- 
biado  al  socorro  de  Gonstantí  porción  de  las  tropas,  y 
para  evitarlo,  se  aloxó  las  que  le  quedavan  al  contor- 
no de  Vimbodí,  puesto  por  donde  havía  de  pasar  el 
Gastellano;  pero  como  sólo  tratava  de  entrar  las  mu- 
niciones que  havía  sacado  de  Lérida  y  aquartelarse 
para  imbernar,  ninguna  execución  intentó,  sino  que, 
introducidas  las  provisiones  en  Lérida,  pasó  el  río 
Ginca. 

S.  A.,  viendo  eso,  trató  de  aquartelar  su  exórcito  y 
disponer  las  materias  de  aquellos  presidios  á  la  maior 
combeniencia  y  venirse  á  Barcelona,  dejando  en  cam- 
paña al  Mariscal  Agrámente  para  el  govierno  de  las 
armas,  y  S.  A.,  con  algunos  camaradas,  entró  el  día  2 
de  Noviembre  ya  muí  tarde  y  mui  de  secreto. 


296 
CAPÍTULO  18. 

AUTO  GENERAL  CELEBRADO  POR  LA  SANTA  INQUISICIÓN  EN  EL  BORN. 

Haviendo  llegado  S.  A.  y  saviendo  estava  de  parti- 
da para  Francia,  para  que  viese  el  cathólico  zelo  de 
los  catalanes,  que  se  castigan  las  eregías,  que  no  se 
sufrían  y  que  se  administrava  en  justicia,  se  dispuso 
para  el  día  7  de  Noviembre  1647  un  auto  general  por 
los  señores  Inquisidores  en  la  plaza  del  Born,  la  qual 
se  dispuso  de  tablados  como  se  refirió  ya  en  el  primer 
libro  en  otra  función  que  se  celebró  el  año  1627;  el  día 
6  á  la  noche  colocó  el  clero  de  Santa  María  en  un  ta- 
blado, vajo  un  dosel,  una  cruz  grande  verde  con  seis 
candeleros,  trayéndola  desde  la  Inquisición  en  proce- 
sión solemne;  el  día  siguiente,  á  las  8  de  la  mañana, 
salieron  los  Inquisidores,  precediendo  el  estandarte  del 
Santo  Tribunal,  á  quienes  seguían  los  familiares  cali- 
ficadores en  mucho  número;  después  venían  los  In- 
quisidores y  detrás  los  penitentes,  con  muchos  oficia- 
les y  comitiva.  Llegaron  á  la  plaza,  y  tomando  los 
puestos,  ocupó  su  balcón  S.  A.  con  el  Governador,  y 
dio  principio  á  la  función  un  religioso  dominico  con 
un  vello  sermón;  concluido  éste,  se  leyó  el  cartel  que 
es  estilo,  y  luego,  pasando  uno  de  los  reos  á  un  pulpito 
elevado  algo  en  el  mismo  tablado,  se  empezó  á  leer  los 
procesos  de  los  reos:  éstos  eran  siete  hombres,  cinco 
mugeres  y  dos  estatuas  de  dos  que  havían  renegado  y 
se  hallavan  en  tierra  de  moros:  padeció  muerte  uno 
por  sodomita,  que  después  de  muerto  lo  quemaron 
junto  con  las  estatuas  al  Ganet,  como  se  suele;  los  de- 
más era  por  echicerías,  y  dos  veces,  vibiendo  el  pri- 
mer marido  y  primera  muger:  á  éstos,  acavado  de  leer 


297 
SU  cansa,  á  unos  condenaron  á  azotes,  otros  á  destie- 
rros, y  el  de  muerte  con  las  estatuas  se  entregaron  á 
la  Audiencia.  Avía  también  un  apóstata  del  orden  del 
Carmen  descalzo:  entregado  que  se  huvo  al  rejente  el 
que  havía  de  ser  quemado,  y  sacado  de  entre  los  otros 
para  el  suplicio,  llevaron  los  demás  reos  al  tablado  en 
donde  estavan  los  Inquisidores,  y  puestos  de  rodillas  ó 
postrados,  mientras  la  capilla  cantava  el  Psahno  del 
Miserere,  les  davan  con  unas  varas  sobre  las  espal- 
das, y  acavado,  les  dieron  la  solución  y  los  restituie- 
ron  á  la  Inquisición,  y  se  concluyó  con  el  auto  no  mui 
tarde.  ^ 

CAPÍTULO  19. 

PARTE  Á  PARÍS  EL  CONDE.-SORTEAN  CONSELLERES  PARA  EL  AÑO  1648.- 
ENTRA  POR  VIRREY  Y  JURA  EL  CARDENAL  MACERINO  Y  DICE  DE  PON- 
TIFICAL. 

El  mismo  día  7,  acavada  la  función  que  queda  re- 
ferida, se  retiró  S.  A.  á  comer  y  despachó  recado  á  los 
Diputados  y  Conselleres  que  se  llegasen  á  Palacio,  que 
deseava  hablarles  antes  de  partirse  y  que  sólo  se  de- 
tendría hasta  acavar  de  comer;  fueron  á  palacio  y  de 
pie  se  despidió  de  ellos,  y  les  aseguró  les  asistiría  á  la 
provincia  con  las  veras  que  experimentarían,  y  mon- 
tando á  cavallo  á  las  tres,  se  salió  de  Barcelona  mui 
á  la  lixera  con  sólo  algunos  camaradas,  como  havía 
venido,  y  aquella  noche  durmió  en  Granollers,  toman- 
do de  allí  las  jornadas  para  París.  Su  casa  y  familia 
salió  poco  después. 

El  día  de  San  Andrés,  según  es  costumbre,  se  hizo 
la  extracción  de  Conselleres  para  el  año  siguiente  de 
1648.  Sorteó  Conseller  en  Cap  J.  Sagui  y  de  Capella; 
segando,  D.   Rafael  Casamitjana  y  Mora,   Médico; 


298 

quarto,  Aloy  Planas;  quinto,  Francisco  Reverter,  No- 
tario; y  sexto,  Jayme  Mur,  calcetero,  que  governaron 
juntos  todo  el  año  siguiente. 

Año  1648. 

Haviendo  partido  el  Príncipe  de  Conde,  entró  la 
Vicerregia,  que  duró  dos  meses  y  medio:  en  este  tiem- 
po se  tubo  aviso  estava  nombrado  por  Virrey  el  Car- 
denal Macerino,  Arzobispo  de  Ays,  religioso  dominico 
y  hermano  del  Cardenal  Macerino,  Privado  que  fué  del 
Rey.  Vino  el  Privilegjo,  rexistróse  y  se  señaló  día 
para  su  entrada  á  28  de  Febrero  1648,  y  que  se  le  hi- 
ciese el  recivimiento  que  á  los  demás. 

Llegó  el  día  señalado,  y  salieron  los  Ministros  y  Di- 
putados á  recivir  á  Su  Eminencia  hasta  la  Cruz  de  San 
Francisco:  diéronle  allí  su  bienvenida  y  norabuena, 
acompañándole  hasta  encontrar  con  la  Ciudad,  y  des- 
pués con  ella  como  es  costumbre.  Al  entrarla  Puerta 
Nueva  disparó  la  artillería  y  muchos  petardos  que  es- 
ta van  prevenidos,  formando  los  soldados  de  los  tercios 
calle  á  dos  lleras  por  donde  pasó,  que  fué  Capilla  de 
Merens,  calle  de  Moneada,  Born,  calle  Ancha,  por  los 
Encantes  y  Regomí  al  Aseo,  de  donde  echó  el  jura- 
mento; salió  por  la  Plaza  Nueva  á  la  Puerta  Ferriza, 
Rambla  y  Dormitorio  de  San  Francisco,  á  su  palacio; 
al  entrar  en  él  se  repitieron  las  salvas;  en  cada  plaza 
ó  puesto  anchuroso  avía  esquadrón  formado  de  los 
tercios,  y  por  no  sé  qué  encuentro  que  los  Maeses  de 
Campo  tubieron  con  los  Conselleres,  no  concurrieron 
con  sus  tercios,  y  solos  los  Ayudantes,  aun  sin  Sar- 
gento maior,  huvieron  de  esquadronar  la  gente:  de 
esta  suerte  comboyaron  al  Cardenal  hasta  su  casa.  Era 
Su  Eminencia  joben,  de  buen  aspecto  y  humano;  no 


299 

traía  mucha  pompa  por  eclesiástico:  venía  por  su  ca- 
marada  el  Obispo  de  Orange,  también  dominico;  en- 
tró á  cavallo  sobre  un  hermoso  y  andaluz  cavallo  con 
gualdrapa  de  terciopelo  carmesí  con  franxa  y  guar- 
nición de  oro;  su  vestido  era  de  Cardenal,  en  que  no 
pudo  haver  gala,  y  por  razón  de  Arzovispo  llevava 
cruz  alta  y  maza  de  plata  sobredorada,  con  el  escudo 
de  sus  armas  delante.  Por  ser  el  cavallo  algo  inquieto 
y  no  estar  hecho  á  ir  á  cavallo,  se  dio  orden  á  los  mos- 
queteros que  no  disparasen.  La  carroza  que  trahia 
para  la  persona  era  donosa;  el  maderaxe  negro.  Los 
cavos  seda  morada  y  oro;  muy  grandes  cristales  guar- 
necidos en  bronce  dorado,  que  parecía  una  asqua  de 
oro  á  trechos;  la  clavazón  era  de  lo  mismo,  grande: 
tirávanla  seis  frisones  castaños,  que  con  guarniciones 
de  vaqueta  negra,  franxas  moradas  y  evillas  de  bron- 
ce, formavan  á  la  vista  una  hermosa  diversión. 

Venía  en  ia  carroza  la  familia  de  escalera  arriba: 
el  traje  era  calzas  atacadas.  La  librea  de  los  lacayos 
era  negra  y  cabos  morados.  La  de  la  guardia  de  la 
caravina,  que  eran  al  pie  de  cien  soldados,  de  paño 
colorado  y  cruces  de  Lama  de  plata:  no  eran  los  cria- 
dos muchos,  pero  lucidos,  y  los  más  italianos,  que 
como  su  amo  lo  era,  estava  aficionado  á  la  nación. 
Gomo  el  Cardenal  era  religioso  dominico  y  entró  cerca 
de  las  fiestas  de  Santo  Thomás  de  Aquino,  quisieron 
los  religiosos  les  celebrase  ese  día.  Saplicáronselo,  y 
admitiólo.  Llegó  el  día,  y  haviendo  convidado  á  los 
Conselleres  dexaron  de  concurrir  porque  Su  Eminen- 
cia hizo  poner  dosel  en  el  presviterio  á  la  parte  de  la 
sacristía;  corrieron  recados  de  Su  Eminencia  á  los 
Conselleres  y  de  éstos  á  Su  Eminencia,  replicando  que 
no  sufría  dosel  la  Ciudad  si  no  era  para  el  Rey;  ale- 
gava  ser  Príncipe  de  la  Iglesia  y  que  devía  ponerlo 


300 

en  donde  hacía  función  pública.  Ello  no  concurrió  la 
Ciudad  con  Su  Eminencia  en  puesto  público  mientras 
estubo  en  Barcelona. 

Vistióse  Su  Eminencia  vajo  el  dosel  con  las  cere- 
monias que  suelen  los  Arzobispos,  y  celebró  su  Ponti- 
fical asistido  de  dos  Dignidades  y  dos  Canónigos  del 
Aseo;  predicó  el  maestro  Tapias,  de  San  Benito.  El 
concurso  y  la  fiesta  fué  grande,  ese  día  por  muchas 
circunstancias  que  será  ocioso  el  referirlas.  Coronó  el 
día  la  entrada  del  General  de  los  Dominicos,  que  llegó 
esa  noche  al  acavar  la  procesión.  Venía  de  Castilla,  y 
por  llegar  ya  noche,  la  multitud  de  las  achas  de  la 
procesión  suplieron  las  luces  del  día.  Reciviéroülo  con 
cruz  alta  los  religiosos,  y  conducido  al  altar  maior, 
echa  la  oración,  visitó  la  reserva,  y  después  sobre  la 
sepultura  de  la  Comunidad  cantaron  un  responso;  pasó 
á  la  capilla  de  San  Ramón  y  oró  al  Santo;  buelto  al 
altar  maior,  sentado  en  una  silla,  le  besó  la  mano  toda 
la  Comunidad  de  religiosos  y  se  retiraron  á  sus  celdas, 
quedando  la  religión  dominica  mui  gozosa,  pues  tenía 
á  un  tiempo  su  General,  un  Virrey  y  un  Obispo  de  su 
Orden  en  Barcelona. 

CAPÍTULO  20. 

JUBILEO  PLENÍSIMO  POR  CAUSA  DE  LAS  GUERRAS  QUE  CONCEDE  EL  PON- 
TÍFICE.—CUÉNTASE  EL  ESFUERZO  DE  UN  CAVALLO  Y  ROTURA  DE  LA 
BARRA  DE  LOXE  Ú  LOS  ENCANTES,  Y  LO  SUCEDIDO  CON  DOS  GALERAS 
GENOVESAS  QUE  PASAVAN  AL  CONDESTABLE  DE  CASTILLA. 

El  Pontífice  Inocencio  décimo  alió  la  Iglesia  mui 
apretada  y  la  christiandad  padeciendo  crueles  y  san- 
grientas guerras.  El  Moro  se  havía  apoderado  de  Can- 
día y  aquella  isla  proseguía  en  hacerse  dueño  de  los 
países  venecianos,  amenazando  su  ambición  á  maio- 


301 

res  empresas.  Los  Príncipes  christianos  estavan  todos 
con  las  armas  y  las  batallas  entre  sí  cada  día;  y  para 
ver  si  por  medio  de  las  oraciones  se  servía  Dios  de 
aplacar  su  Divina  Justicia  y  mejorar  el  estado  de  las 
cosas  abriendo  los  tesoros  de  la  Iglesia,  concedió  un 
Jubileo  unibersal  y  plenísimo  con  reservación  de  solos 
tres  casos,  mandando  en  él  que  para  ganarle  se  ayu- 
nase tres  días,  se  confesase  y  comulgase  y  se  asis- 
tiese á  una  procesión  general  que  havía  de  hacer  la 
iglesia  maior  de  cada  pueblo,  y  el  que  no  pudiese  asis- 
tir visitase  una  iglesia.  Publicóse  este  Jubileo  en  Bar- 
celona el  21  de  Abril,  y  el  miércoles  siguiente  se  hizo 
la  procesión  como  la  del  Corpus  y  aun  con  maior  con- 
curso: en  lugar  de  la  reserva  llevavan  una  efigie  de 
la  Verónica,  y  las  dos  semanas  consecutivas  se  visi- 
taron las  iglesias,  hicieron  muchas  devociones  y  pe- 
nitencias para  que  Dios  nos  consolara  y  diera  perma- 
nente paz. 

Por  cosa  digna  de  admiración  se  deve  referir  el  es- 
fuerzo de  un  cavallo,  que  á  no  haverlo  visto  yo  pu- 
diera tenerlo  por  fabuloso.  Vendía  un  hortelano  un 
rocín  ó  cavallo  que  tenía  de  mui  buena  casta  y  mucha 
fuerza  á  un  mosiur  primer  día  de  Mayo  para  llevár- 
selo á  campaña,  y  después  de  visto  y  reconocido  en  el 
llano  de  San  Francisco  no  se  pudieron  convenir  en  el 
precio:  pedía  el  dueño  25  doblones;  el  francés  sólo 
quería  dar  20:  no  ajustándose,  se  lo  llevaba  su  dueño 
á  casa,  que  vibía  á  las  Huertas  de  la  Puerta  Nueva,  y 
al  pasar  por  la  fuente  del  Ángel,  ó  que  el  albardón  le 
hiciese  cosquillas  ó  que  se  espantase,  tomó  la  carrera 
furiosa,  y  sacudido  el  peso  del  dueño,  desenfrenado 
dio  hacia  las  barras  de-  ierro  de  los  Encantes,  y  dando 
de  pechos  en  una,  no  obstante,  su  doblez,  pues  pasa  de 
ser  como  la  moñeca  de  qualquiera  brazo,  la  tronchó 


302 

por  medio  qual  pudiera  si  fuera  una  dévil  caña,  que 
siendo  corto  el  ámbito  hizo  no  sólo  estremecer  las  de- 
más, sino  que  diera  lugar  una  sortija  del  Pilarillo  más 
vecino;  pasó  por  medio  de  la  rotura  y  á  pocos  pasos 
caió  muerto  y  rebentado;  el  varrón  de  hierro,  de  su 
mismo  esfuerzo,  se  vino  á  juntar  pasado  el  cavallo, 
que  sólo  está  de  abierto  alguna  mano;  él  se  deja  ver 
de  todo,  porque  está  bien  en  público,  y  á  no  haver 
visto  el  lance  se  me  hiciera  dudoso. 

Día  5  de  Mayo  llegaron  al  puerto  dos  galeras  de  la 
señoría  de  Genova,  que  trahían  al  Condestable  de  Gas- 
tilla  que  pasava  de  Italia  á  España;  venían  con  pasa- 
porte de  la  Reina  christianísima,  y  con  ese  salvo  con- 
ducto fué  costeando  toda  esa  provincia.  Llegaron  de- 
lante del  muelle  y  saludaron  la  tierra;  respondióles  el 
baluarte,  pero  no  parecían  bien;  entraron  en  el  puer- 
to y  dieron  fondo;  apenas  la  Ciudad  supo  el  personage 
que  trahían,  sospechándose  que  la  detención  por  las 
costas  no  sería  conveniente,  hicieron  entender  que 
criados  del  Condestable  ni  pasagero  alguno  se  osara 
entrar  ni  desembarcar,  que  si  necesitavan  de  mante- 
nimientos ó  qualquier  otra  cosa  la  pidiesen,  que  se  les 
daría,  y  para  que  se  observase  esta  ley,  puso  la  Ciudad 
sus  guardias  en  la  puerta  del  Mar  y  muelle.  El  Carde- 
nal Virrey,  que  por  estar  desabrido  con  los  Conselle- 
res  estava  en  una  torre  cerca  de  Sarria,  apenas  supo 
el  arribo  de  las  galeras  entró  en  la  ciudad,  que,  según 
lo  que  se  bió,  ó  tenía  orden  ó  deseava  ospedar  al  Con- 
destable, porque  embió  recado  á  la  Ciudad  tubiese  en 
bien  de  permitir  desembarcase  el  Condestable.  Juntó- 
se Consejo  de  Ciento,  y  resolvieron  que  no  sólo  el  Con- 
destable, pero  ni  criado  suyo  ni  otro  pasajero  alguno 
intentase  desembarcar,  que  no  estava  tan  lexos  Ta- 
rragona. Viendo  el  .Cardenal  esta  resolución,  no  re- 


303 

plicó,  sino  que  con  su  Secretario  dio  quenta  al  Con- 
destable de  lo  que  pasava;  sintiólo  mucho,  porque  hiva 
algo  desganado,  y  con  el  Secretario  entró  en  la  ca- 
rroza un  Gentilhombre  á  hablar  con  S.  E.,  que  no  se 
detubo  media  ora:  el  día  siguiente  á  la  noche  carga- 
ron; pero  al  pasar  la  torre  del  rio  se  les  movió  viento 
contrario  con  algo  de  borrasca,  que  les  obligó  á  bol- 
ber  al  puerto,  en  donde  estubieron  hasta  el  día  10. 
S.  E.  les  hizo  un  abundantísimo  presente  de  dulces  y 
otras  cosas  esquisitas.  El  intento  era  desembarcar  en 
Cartagena;  pero  por  la  poca  salud,  miedo  de  unas  ga- 
leras de  moros  y  no  arriesgar  la  mucha  riqueza  que 
trahía,  desembarcó  en  Tarragona,  y  con  literas  que 
embió  á  buscar  á  Barcelona  executó  su  viaje  por  tie- 
rra á  Madrid. 

CAPÍTULO  21. 

VASE  EL  CARDENAL  MACERINO  Y  POR  QüÉ. -ENTRA  EN  SU  LUGAR  EL 
DUQUE  DE  LOVIS,  MARISCAL  XANBERT.-SALE  Á  CAMPAÑA  Y  TOMA  Á 
TORTOSA. 

Como  el  Cardenal  Macerino  vivía  desabrido  con  los 
Comunes,  Ciudad  y  Diputación,  así  por  los  puestos 
como  porque  era  público  vendía  todas  las  provisiones 
y  puestos,  procurando  solamente  enrriquecerse  y  sin 
ser  útil  para  la  provincia  y  sus  cosas;  crecieron  las 
quejas  al  Rey,  y  fueron  tan  repetidas  y  poderosas  en 
el  ánimo  de  S.  M.  tan  piadoso,  que  luego  vino,  orden 
al  Cardenal  Macerino  marchase  á  París,  con  que  el  día 
14  de  Mayo  partió  á  toda  diligencia  para  la  corte,  y 
su  ropa  y  familia  la  embarcaron  en  un  navio  para 
Marsella. 

Ya  que  se  dice  lo  malo,  no  es  razón  que  se  calle  lo 
bueno:  poco  más  de  dos  meses  fué  Virrey,  y  en  ellos 


304 

ana  acción  sola  le  acreditó  de  justiciero.  Desde  un  bal- 
cón de  su  palacio  vio  un  medio  día  que  í'rancisco 
Guinart  y  Gerónimo  Santa  Gana  arriva  en  la  muralla 
tiraron  al  Bayle  de  Mataró,  de  que  murió  en  breves 
oras;  viéndolo,  mandó  á  su  guardia  y  á  los  que  se  ha- 
lla van.  con  él  siguieran  los  agresores  sin  perderlos  de 
vista;  hiciéronlo,  y  sin  que  les  valiera. el  haverse  aco- 
gido al  sagrado  de  Santa  Mónica,  los  llevaron  á  la 
cárcel,  y  aquella  noche,  para  no  dar  lugar  á  la  com- 
petencia, se  les  dio  tormento  y  un  garrote,  amane- 
ciendo colgados  en  las  oreas  en  donde  havían  cometi- 
do el  delito:  estos  hombres,  aunque  eran  acomodados 
y  con  mucha  parentela  en  Barcelona,  no  hicieron  mu- 
cho duelo,  porque  havían  cometido  algunas  muertes 
y  estavan  cada  día  en  pendencias  é  inquietando  á  to- 
dos, con  que  alavaron  mucho  la  diligencia  de  quitar 
dos  hombres  tan  dañosos  á  la  república. 

Luego  que  el  Cardenal  salió,  llegó  avisos  de  estar 
nombrados  para  Virrey  el  Mariscal  Xarles  de  Xam- 
bert.  Duque  de  Lovis  y  Teniente  de  la  Guardia  suiza 
de  S.  M.,  que  vino  también  mui  de  prisa  á  la  lixera; 
rexistróse  su  privilegio,  y  se  resolbió  no  se  les  hiciese 
en  adelante  las  pomposas  entradas  que  se  hacían,  pues 
se  mu  da  van  mui  amenudo  de  Virrey  y  que  se  execu- 
tase  como  antiguamente  con  los  Virreyes  de  Castilla. 
En  esta  forma  se  recivió,  sembrando  por  las  murallas 
algunas  piezas  y  saliéndole  á  recivir  los  Ministros  y 
Diputados  hasta  el  molino  de  Carbonell,  y  después  la 
Ciudad,  aorrando  tanto  gasto  superfluo;  entró  el  Du- 
que á  5  de  Junio  arto  temprano,  y  por  venir  á  la  li- 
xera se  valió  de  los  criados  y  libreas  del  Cardenal; 
entró  por  lá  Puerta  Nueba,  y  calles  acostumbradas,  á 
prestar  su  juramento  en  .el  Aseo;  de  allí,  por  estar 
achacoso  de  la  gota,  sin  rodeo  se  fué  á  descansar  á  su 


305 

palacio:  era  famoso  cavallero;  gozava  poca  salud;  lle- 
gó después  su  familia  arto  lucida,  y  la  librea  color 
leonado  con  cavos  de  oro. 

Ya  antes  que  el  Duque  entrase  en  Barcelona  ha- 
vían  llegado  muchas  tropas  de  infantería  y  cavalle- 
ría;  y  apenas  llegavan,  pasa  van  luego  á  Gervera  y 
Santa  Colonia,  en  donde  esta  va  Mosiur  de  Marcin, 
buen  soldado,  que  governava  las  armas,  y  haviendo 
hecho  frente  á  Tarragona,  marchó  luego  hacia  Léri- 
da como  si  la  quisiese  sitiar.  Estas  variaciones  tenían 
suspensa  la  gente;  pero  como  el  intento  era  otro  quan- 
do  vio  la  sazón,  dividiendo  el  exército  en  dos  partes, 
una  para  Flix  y  otra  por  esta  parte  del  rio,  dio  sobre 
Tortosa.  El  Duque  lo  savia  como  quien  obrava,  pero 
callólo  hasta  el  día  10  de  Junio,  víspera  del  Corpus, 
que  sin  esperar  la  celebridad  del  día,  y  pasándolo  en 
Monserrate,  partió  por  Santa  Coloma  á  hallarse  en  la 
expugnación  de  la  Plana,  y  dejando  orden  le  siguie- 
sen las  tropas,  porque  consigo  sólo  llevó  su  guardia  y 
algo  de  cavallería. 

Nunca  creieron  los  castellanos  que  las  armas  ene- 
migas intentasen  tomar  á  Tortosa,  así  por  lo  extra- 
viado como  por  la  dificultad  que  havía  en  conservarla 
estando  tan  distante  y  siendo  frontera  de  Aragón  y 
Valencia.  Con  esta  confianza  vibían  descuidados,  tan- 
to, que  sirviendo  de  amagacén  para  las  provisiones  y 
pertrechos,  tanto  de  Tarragona  y  Lérida  como  de  los 
exércitos,  sólo  tenía  de  guarnición  hasta  seiscientos 
hombres;  corrieron  tan  secreta  la  resolución  y  opera- 
cione&ípara  este  sitio,  que  cogió  á  los  de  Tortosa  de 
improviso,  pues  nada  recelaron  hasta  que  se  vieron 
delante  la  gente.  El  Duque  de  Lovis  caminó  con  esta 
disimulación  hasta  que  Marcin  le  avisó  se  hallava  so- 
bre la  plaza,  y  partió  de  Barcelona.  Componíase  su 

Tomo  xxiv  20 


306 

exército  de  catorce  mil  infantes  y  quatro  mil  cavallos, 
toda  buena  gente:  llegados  á  Tortosa,  dispusieron  á 
toda  diligencia  el  cordón,  líneas,  trincheras,  plata- 
formas y  vaterías,  y  con  la  misma  se  procuró  condu- 
cir por  tierra  y  por  mar  á  un  tiempo  los  víveres,  per- 
trechos y  artillería.  Último  de  Junio  partió  por  mar 
un  comhoy  de  quarenta  barcas  y  dos  baxeles  que  fué 
á  parar  á  los  Alfaques.  El  otro  de  tierra  partió  desde 
Santa  Goloma  de  Querol  y  por  Gambril;  el  de  mar  llegó 
primero,  y  entre  uno  y  otro  llevaron  veinte  cañones 
de  batir  y  algunos  de  campaña.  Mientras  éstos  mar- 
chavan  y  los  sitiadores  travajavan  sus  trincheras  y 
lineavan  el  cerco,  los  sitiados,  haciendo  mofa  y  di- 
ciendo si  havían  empeñado  la  artillería  para  comprar 
vino,  executavan  algunas  surtidas  no  poco  dañosas  á 
los  franceses  por  cogerlos  sobre  las  obras,  y  en  otras 
llevavan  arto  que  sentir. 

Llegó  la  artillería,  y  dióse  priesa  á  plantar  la  bate- 
ría (que  mucha  gente  y  con  gana  travajan  mucho); 
acudieron  al  campo  muchos  vibanderos  con  muchas 
provisioties.  Día  10  de  Julio  empezó  á  jugar  la  bate- 
ría principal,  que  era  de  14  piezas  juntas,  tirando  in- 
cesantemente á  toda  ruina.  Las  bombas,  granadas  j 
valas  atemorizaron  á  todos  los  sitiados,  de  forma  que 
no  sabían  lo  que  obravan.  La  batería  principal  abrió 
una  disforme  brecha,  y  día  13  del  mismo,  que  lo  es  de 
la  traslación  de  Santa  Eulalia,  entre  la  una  y  las  dos 
del  día,  que  era  domingo,  mandó  el  Duque  que  el  ter- 
cio de  Mostaros,  que  era  del  batallón  de  los  suizos,  y 
el  de  Campaña,  con  compañías  sueltas  de  otros  reji- 
mientos,  avanzasen  á  ocupar  la  media  luna  del  Cavo 
del  Puente.  Executóse  por  tres  partes  á  un  tiempo,  y 
con  tal  felicidad,  que  la  guarnición  atemorizada  se 
puso  en  huida  la  ciudad  adentro;  siguieron  los  que 


307 
asaltavan  clamando  vitoria,  y  en  un  instante  se  hi- 
cieron dueños  de  la  ciudad  y  sus  murallas;  la  guarni- 
ción se  retiró  al  castillo,  y  otros  por  las  iglesias  gri- 
tando misericordia;  en  esta  entrada  murió  muchísima 
gente  nuestra,  porque  después  de  haver  entrado  juga- 
ron dos  minas  que  se  llevaron  dos  calles  enteras,  y  en 
ellas  mucha  gente  nuestra.  De  suposición  sólo  murie- 
ron el  Marqués  de  la  Trusa  y  Mosiur  Gorbí:  el  prime- 
ro era  Governador  de  Rosas,  mui  rico,  que  havía 
años  que  estava  en  Cataluña;  murió  de  un  mosque- 
tazo en  la  caveza,  Dárdena  quedó  erido  en  los  pe- 
chos de  una  pedrada;  debióse  este  buen  suceso  al  ter- 
cio de  Mostaro  y  al  de  los  Balones,  que  fueron  mui  va- 
lerosos. 

Apenas  se  vieron  dentro,  quando  empezaron  á  sa- 
quear las, casas  y  las  iglesias,  menos  la  cathedral,  que 
pusieron  salvaguardia;  y  aunque  el  Duque  echó  van- 
do,  pena  de  la  vida,  que  ninguna  iglesia  ni  lugar  sa- 
grado fuese  saqueado  ni  violado,  como  los  exércitos 
franceses  se  componen  de  todas  sectas,  no  se  vio  exi- 
mida la  religiosa  en  el  retrete  de  su  monasterio,  la 
doncella  en  el  de  su  casa  ni  la  casada  en  el  amparo  de 
su  marido,  que  no  se  viesen  violentadas,  sino  todas  las 
del  primer  estado  peligró  alguna,  y  quien  ni  por  Dios 
ni  por  la  justicia  no  dejó  el  sagrado  de  un  cómbente 
libre,  menos  dejaría  de  saquear  las  iglesias;  y  aunque 
se  arcabuceaban  algunos,  no  fué  posible  detener  tan- 
ta ambición  de  una  gente  sin  fee  y  sin  Dios.  Ello  duró 
el  saco,  según  el  que  menos  dice,  siete  oras  continuas; 
otros  dicen  que  veinte  y  quatro:  ello  es  cierto  que  el 
saco  fué  general,  que  se  vertió  mucha  sangre  virgi- 
nal, que  el  exército  se  enrriqueció,  que  era  orror  oirlo 
referir  á  ellos  mismos,  y  que,  últimamente,  quedaba 
desolada  aquella  mísera  población,  y  así,  crea  el  lee- 


308 
tor  lo  que  quisiere  alargar  su  discurso.  Viendo  S.  E. 
que  dexavan  las  casas  yermas,  y  que  por  mar  y  tierra 
se  llevavan  las  alaxas,  hecho  vando  que  quien  se  qui- 
siera quedar,  quedase,  y  que  las  alaxas  se  vendiesen 
todas  á  los  mismos  naturales:  muchas  familias  se  pa- 
saron á  Aragón  y  Valencia,  y  otras  quedaron. 

Los  castellanos  que  se  havían  retirado  al  castillo 
con  su  Cavo  D.  Diego  Bruzuela,  y  el  Ohispo,  pedían 
unos  pactos  onrrosos;  negóseles  todo  arvitrio  por  la 
cobardía  con  que  havían  huido,  y  así  el  lunes  se  rin- 
dieron á  merced  de  señor,  saliendo  del  castillo  hasta 
quatrocientos  hombres,  todos  de  vizarro  aspecto;  al 
Cabo  lo  hicieron  salir  con  una  caña:  de  ese  modo  pasó 
con  la  gente  por  delante  Barcelona  camino  de  Fran- 
cia; el  Obispo  pasó  á  Valencia. 

No  tienen  ponderación  las  provisiones  de  granos,, 
municiones  y  pertrechos  que  se  hallaron  dentro,  que 
como  era  el  amagacén  de  los  españoles  para  los  exér- 
citos  y  plazas,  se  deja  bien  creer.  Fortificaciones  tenía 
muchas  y  buenas;  pero  como  faltó  valor  y  gente,  y  se 
le  dio  tanta  priesa  (porque  para  el  día  25  decían  ha- 
vía  de  ser  socorrida),  en  tres  días  naturales  y  doce 
antes  del  señalado  para  el  socorro  se  vio  rendida.  El 
Duque  se  detubo  allí  algunos  días,  haciendo  reparar 
las  fortificaciones  y  disponiendo  lo  necesario,  y  la 
dejó  con  tres  mil  infantes,  algo  de  cavallería  y  un 
buen  Governador,  y  aquartelando  su  resto  de  tropas 
entre  el  camino  dé  Tarragona,  el  de  Urgel  y  la  Saga- 
rra,  se  retiró  á  Barcelona,  dejando  á  Marcin  para  que 
acavase  de  perficionar  todas  las  materias,  pues  su  va- 
lor é  industria  havía  tenido  tanta  parte  en  este  suce- 
so; entró  S.  E.  el  día  26  de  Julio  en  Barcelona,  por- 
que la  gota  lo  tenía  muí  aquexado,  y  toda  esa  campa- 
ña lo  havía  maltratado  mucho.  Saliéronle  á  recivir 


309 

Diputados,  Ministros,  Gonselleres,  Governador  y  mu- 
chos cavalleros  y  Oficiales  de  guerra,  que,  como  ve- 
nía victorioso,  todos  le  rendían  obsequios;  entró  por 
la  Puerta  de  San  Antonio;  disparó  toda  la  artillería,  y 
deseando  que  paseara  las  calles,  se  ha  vían  prevenido 
muchos  calderones  de  tea  por  ellas  y  más  de  trescien- 
tas achas,  por  ser  ya  noche  quando  entrava;  pero 
como  S.  E.  venía  aquexado  del  dolor  de  la  gota,  sólo 
llegó  al  Aseo  á  dar  gracias,  y  de  allí,  por  lo  más  bre- 
ve, se  fué  á  descansar  en  su  palacio,  y  no  obstante 
eso,  no  se  dejó  de  emplear  la  prevención  de  las  luces, 
que  parecían  las  calles  como  noche  de  luminarias. 

CAPÍTULO  22. 

FIESTAS  POR  EL  SUCESO  DE  TURTOS  A. —ENCUENTRO  DE  CANG  Y  CONSE- 
LLERES.-SACAN  Á  SANTA  MADRONA  k  ESA  SAZÓN. -SEGUNDAS  FIES- 
TAS POR  OTRA  VITORIA. 

Para  celebrar  con  fiesta  la  toma  de  Tortosa,  esperó 
la  Ciudad  que  llegase  el  Duque,  y  en  haviendo  llegado 
se  deliberó  en  Consejo  de  Ciento  se  hicieran  tres  días 
de  luminarias  ó  tres  noches  á  costa  de  cada  qual,  y  que 
así  mismo  se  celebrasen  tres  solemnes  Oficios  en  los 
tres  días  en  la  Aseo,  por  las  almas  el  último,  y  los  dos 
en  acimiento  de  gracias,  el  primero  al  Santísimo  Sa- 
cramento,' el  segundo  á  Nuestra  Señora  y  Santa  Eula- 
lia, y  el  tercero,  de  difantos,  empezó  el  primero  de 
Agosto,  que  era  domingo;  y  como  siempre  en  este  gé- 
nero de  fiestas,  y  por  esta  causa  Barcelona  se  ha  es- 
merado, no  fué  menos  en  esta  ocasión:  era  admira- 
ción discurrir  por  la  Ciudad  aquellas  noches,  y  parti- 
cularmente la  Vidrería.  El  Duque,  no  obstante  su 
achaque  de  la  gota,  salió  la  segunda  noche  por  la  Ciu- 
dad en  una  litera  descubierta,  acompañado  de  todos 


310 
los  Gavos  de  milicia  que  se  hallavan,  del  Governador, 
de  Dardena  y  toda  la  nobleza  catalana  y  francesa,  con 
ricas  galas  y  muchas  achas  á  cavallo.  En  los  Oficios 
asistieron  el  Duque,  Ciudad,  Diputación  y  Consejos  en 
público,  conforme  se  acostumbra;  el  segundo  día  de  las 
fiestas,  como  los  Gonselleres  aguardavan  al  Duque  en 
el  Aseo,  al  salir  á  recivirle  Ciudad  y  Cavildo  como  es 
de  costumbre,  el  Cavildo  dio  agua  bendita  á  S.  E.,  y  el 
Arcediano  y  Sacristán  lo  cogieron  en  medio:  ofendié- 
ronse de  eso  los  Gonselleres,  replicando  allí  mismo; 
respondió  el  Cavildo  le  tocava  á  él  acompañarle  hasta 
la  puerta  del  coro  y  á  la  Ciudad  el  recivirle  allí  y 
acompañarlo  hasta  su  estrado;  suscitóse  la  disputa  de 
eso  y  otras  cosas,  y  S.  E.,  enfadado  de  que  no  lo  hu- 
viesen  prevenido  antes,  se  salió  ante»  de  acavar  la 
fiesta  y  se  fué  esa  tarde  á  la  torre  del  Arcediano  de 
Santa  María  á  Sarria,  y  aunque  se  interpuso  para 
ajustarlo  ,y  también  los  Diputados,  como  adelante  se 
dirá,  no  se  consiguió  por  entonces,  antes  bien  resultó 
que  el  tercer  Oficio  no  quiso  la  Ciudad  se  celebrase  en 
el  Aseo,  sino  que  en  lugar  de  él  repartió  el  día  si- 
guiente por  los  conventos  é  iglesias  trescientas  libras 
para  que  se  celebrasen  misas  rezadas.  El  Cavildo,  sen- 
tido de  esto,  celebró  el  Oficio  con  toda  pompa  y  so- 
lemnidad á  costa  suia. 

Corriendo  así  las  cosas,  era  preciso  por  la  seca  ha- 
cer rogativas  por  agua,  porque  no  sólo  para  el  resto 
de  la  cosecha,  sino  para  la  salud,  ymportaba  que  Uo- 
biese;  y  como  el  primer  recurso  es  á  Santa  Madrona, 
concurriendo  el  Cavildo  y  Ciudad,  estando  el  desabri- 
miento de  por  medio,  para  evitar  la  concurrencia  de- 
liberó el  Consejo  de  Ciento,  hasta  que  las  materias  es- 
tubieran  compuestas,  que  los  Gonselleres  y  proómenes 
subieran  á  Santa  Madrona,  y  descubriéndola  ó  sacan- 


311 

dola  al  altar  maior  con  el  Santísimo  patente,  hiciera 
celebrar  un  solemne  Oficio,  y  que  los  días  siguientes 
fueran  por  los  conventos  de  religiosos  á  asistir  y  hacer 
celebrar  una  misa  solemne,  y  que  la  tarde  fuesen  los 
frayles  en  procesión  á  la  casa  de  la  santa  pidiendo 
agua.  Executóse  de  esa  suerte,  empezando  el  día  7  de 
Octubre,  y  concluiéronse  las  rogativas  el  de  27,  que 
subiendo  los  Gonselleres  con  la  misma  autoridad  se  ce- 
lebró otro  Oficio  y  cantó  Te  Dewn  laudamus  y  se  re- 
servó el  cuerpo  de  la  santa.  A  estas  funciones  asistió  la 
capilla  de  frayles  franciscanos,  que  la  tenían  entonces. 
Tubo  la  Ciudad  carta  de  la  Reyna  nuestra  señora, 
con  aviso  de  una  célebre  vitoria  que  el  Príncipe  de 
Conde  havía  tenido  en  Bohemia  contra  las  armas  del 
Emperador  en  una  batalla  campal,  siendo  entre  am- 
bos exórcitos  más  de  setenta  mil  combatientes,  y  que 
el  Emperador  havía  quedado  totalmente  destrozado, 
perdiendo  artillería,  bagaxe  y  mucha  riqueza,  y  la 
gente  entre  presa  y  muerta  casi  toda  á  esfuerzos  é  in- 
dustria de  las  armas  y  valor  de  los  franceses.  Llegado 
el  aviso,  se  hicieron  tres  salvas  reales,  y  por  todas  las 
iglesias  Te  Deicm  laudamus;  se  publicaron  tres  días 
de  luminarias,  que  se  hicieron  lucidísimas,  aunque  á 
costa  de  los  particulares,  y  se  dieron  gracias  á  Dios, 
celebrando  tres  Oficios  solemnes:  el  primero  fué  en  el 
Aseo,  asistiendo  el  Duque,  pero  no  la  Ciudad;  ésta  hizo 
el  segundo  en  Santa  María  de  la  Mar,  por  razón  de  no 
correr  bien  con  los.  Canónigos,  y  el  tercero  la  Diputa- 
ción en  la  capilla  de  palacio  de  la  Condesa.  El  día  13 
de  Septiembre  1648,  que  hera  el  último,  á  la  noche 
coronó  la  fiesta  S.  E.  con  una  ymbención  de  fuego  en 
el  llano  de  San  Francisco:  ésta  era  un  castillo  y  en 
lo  superior  un  cavallero  á  cavallo  en  un  lucido  bruto, 
con  tres  ó  quatro  soldados  de  á  pie,  que  todo  rebutido 


312 

de  coetes  de  diferentes  imbenciones  vinieron  con  el 
castillo  á  parar  en  pabesas:  pareció  mui  bien  á  todos 
y  se  celebró  con  victoria. 

CAPÍTULO  23. 

VASE  1  PARÍS  EL  DUQUE;  RECONOCE  PRIMERO  LAS  PLAZAS;  SORTEAN 
CONSELLERES;  AJUSTES  DE  ÉSTOS  CON  LOS  CANÓNIGOS.— DISCORDIAS 
EN  PARÍS  Y  LOS  EFECTOS  DE  ELLAS. 

Por  causa  de  su  poca  salud  j  de  lo  mucho  que  se  le 
agravaba  la  gota  ó  podagre,  trató  el  Duque  de  Lovis 
de  retirarse  á  París:  esta  causa  dio,  no  se  oyó  otra,  y 
cumpliendo  con  las  obligaciones  de  buen  soldado  y 
vasallo  quiso  reconocer  las  plazas  y  fronteras,  para 
cuio  fin  partió  de  Barcelona  día  31  de  Octubre  con  al- 
gunos camaradas,  cavalleros  y  su  guardia,  derecho  á 
Monserrate;  de  allí  á  Gervera,  Balaguer  y  Flix  y  Tor- 
tosa,  y  dando  en  todas  las  órdenes  convenientes  para 
su  maior  conservación,  sé  restituió  por  el  campo  de 
Tarragona  á  Barcelona,  en  donde  entró  á  28  de  No- 
viembre: al  pasar  por  el  campo  se  supo  que  el  Gover- 
nador  de  Tarragona,  noticioso  del  tránsito  y  que  venía 
con  una  porción  de  cavallería,  quiso  armarle  una  em- 
boscada; pero  salióle  mal,  porque  no  sólo  no  logró  el 
intento,  sino  que  á  más  de  paso  se  huvo  de  retirar.- 

El  día  de  San  Andrés  sortearon  por  Gonselleres  en 
Gap  D.  Hierónimo  Gava;  segundo,  T.  Gafont;  tercero, 
Joachim  Gampaña,  ciudadanos  ambos;  quarto,  Segis- 
mundo Damians,  mercader;  quinto,  Francisco  Fitor, 
Notario;  sexto,  Pedro  Paulo  Sivit,  cerrajero,  que  ya  lo 
havía  sido  quatro  años  havía. 

Luego  que  S.  E.  llegó  á  Barcelona,  trató  de  su  par- 
tida, porque  sus  achaques  lo  tenían  los  más  de  los  días 
en  cama,  y  quando  no  en  muletas;  fuese  á  despedir 


313 

de  ambas  casas  de  Ciudad  y  Diputación,  mostrando 
mucho  cariño  y  sentimiento  de  haverse  de  ausentar, 
y  dejando  por  Governador  de  las  armas  á  su  Teniente 
Marcin,  mui  buen  soldado,  partióse  vispera  de  año 
nuebo,  dexándonos  con  mucha  tristeza  por  lo  bien  que 
se  havía  portado.  El  mismo  día  que  partió  mandó  jus- 
ticiar al  Governador  de  Gastelldasas  por  las  excesivas 
contribuciones  que  hacía  pagar  á  los  paisanos,  extor- 
siones que  usava  con  ellos  y  con  los  pasajeros  porque 
los  hacía  prender,  y  en  el  castillo  á  fuerzas  del  tor- 
mento y  rigor  les  hacía  redimir  la  vida  á  peso  de  di- 
nero: pro  várensele  estos  delitos,  y  así  se  le  cortó  la 
caveza  en  la  plaza  del  Rey  último  día  del  año;  díxose 
era  luterano,  y  que  quiso  y  acavó  reconocido  y  como 
cathólico. 

Corriendo  las  disensiones  entre  Cavildo  y  Ciudad, 
desearon  mucho  se  ajustaran  por  lo  mal  que  parecía 
y  estava  al  bien  público  no  correr  uniformes  estos 
Cuerpos  y  no  asistir  los  repúblicos  en  las  festibidades, 
hasta  estar  sin  aquéllos  y  ellos  sin  aquélla.  Los  Canó- 
nigos corrían  firmes  y  consolados  en  su  dictamen; 
avían  aprendido  algunos  cantores  á  tañer  las  chiri- 
mías, y  avíase  el  Cavildo  hecho  paho  de  lama,  nácar  y 
plata  con  las  armas  de  la  Iglesia,  para  las  funciones, 
que  es  lo  que  suele  dar  la  Ciudad.  Avíanse  interpues- 
to varios  personages  y  tenido  muchas  juntas  para  con- 
venirlos en  tiempo  de  los  Conselleres  pasados,  y  jamás 
havían  podido  recavar  cosa  alguna.  Por  último,  luego 
que  salieron  los  nuevos  Conselleres,  se  interpusieron 
los  Diputados  y  S.  E.  el  Duque  de  Lovis,  y  los  concor- 
daron con  que  siempre  que  concurriese  persona  real, 
Virrey  ó  otro  personage  á  quien  se  deviese  recivir  en 
la  iglesia,  hubiese  de  salir  el  Cavildo  á  la  puerta  ma- 
ior  y  dar  el  agua  bendita  á  la  persona,  reci viéndola  y 


314 

acompañándola  hasta  puerta  del  coro  ó  muí  cerca  de 
ella,  y  que  allí  la  huviesen  de  recivir  los  Gonselleres, 
retirándose  los  Canónigos  y  acompañarle  hasta  el  si- 
tial ó  silla  en  el  Presviterio,  y  que  en  las  procesiones 
que  no  fuesen  á  costa  ó  petición  de  la  Ciudad  huviese 
de  llevarse  el  palio  del  Cavildo,  y  en  las  que  fuesen  por 
quenta  de  la 'Ciudad,  el  palio  de  la  Ciudad:  ajustados 
de  esta  suerte  concurrieron,  y  S.  E.  el  día  de  Nuestra 
Señora  de  la  Concepción,  á  la  fiesta  del  Aseo,  con  gozo 
unihersal  y  mucho  placer  del  Duque  de  Lo  vis,  que  sen- 
tía infinito  la  desunión. 

Año  de  1649. 

Es  costumbre  antigua  en  la  Francia  juntar  el  Par- 
lamento Supremo  ó  Cortes  generales  (como  llamamos 
en  nuestra  España)  en  el  día  de  los  Reyes,  en  el  qual 
se  tratan  y  confieren  las  materias  del  Estado,  así  po- 
líticas como  militares,  se  nombran  los  Cavos  y  seña- 
lan las  asistencias  con  juzgar  convenir.  Para  esto  se 
juntaron  este  año  de  1649.  Y  en  ocasión  que  la  razón 
ó  embidia  avía  levantado  grande  emulación  contra  el 
Cardenal  Macerino,  Privado  de  los  Reyes  y  de  nación 
italiano,  y  aunque  gran  Ministro  y  maior  político,  la 
razón  de  extrangero  á  la  de  ser  tan  hombre  con  título 
de  que  estava  el  reyno  exausto.  Los  naturales,  cansa- 
dos de  tanta  pecha  j  contribución,  maquinó  el  Parla- 
mento apearlo  de  la  privanza  y  mudar  de  govierno. 
Llevavan  la  vandera  de  este  séquito  el  Príncipe  de 
Contí,  hermano  del  de  Conde;  el  Príncipe  de  Bullón, 
que  tenía  ganado  al  pueblo  mal  contento  de  las  con- 
tribuciones, y  sin  esto  se  dijo,  y  sería  más  que  cierto, 
que  entenderían  en  la  facción  muchos  de  los  de  pri- 
mera magnitud. 


315 
Para  mover  la  ruina  en  el  Parlamento,  se  le  pidió 
al  Cardenal  diese  quenta  de  en  qué  y  cómo  se  havían 
expendido  ciertos  millones  de  dinero.  Hicieron  oposi- 
ción el  Rey  y  Reyna,  á  quien  y  al  Privado  seguían  el 
Duque  de  Orleans,  el  Príncipe  de  Conde,  el  Conde  de 
Ancourt,  el  Gran  Maestre  de  la  artillería  y  otros  mu- 
chos (que  en  tales  turbulencias  unos  por  lisonja,  y 
otros  por  la  conveniencia,  aun  contra  razón  se  arri- 
man á  éste  y  á  aquel  partido).  Estos  esforzavan  que  no 
havía  ley  que  precisase  al  Rey,  que  ovedeciese  lo  que 
el  Parlamento  decretava,  que  éste  representase  y  ove- 
deciese, que  el  Rey  haría  lo  que  le  tocase.  Esto  llegó 
á  controvertirse  y  disputarse  en  el  Parlamento,  de  for- 
ma que  pasando  á  términos  violentos  se  conmovió  en 
la  corte  una  solevación  ó  motín  general,  que  pública- 
mente por  las  calles  y  aun  por  Palacio  mismo  se  gri- 
tava  viva  el  Rey  y  viba  el  mal  govierno,  y  otras  voces 
más  graves  y  de  no  poco  recelo,  acompañadas  con  irse 
armando  la  gente.  Llegó  esto  á  estado  que  los  Reyes, 
el  Privado  y  sus  sequaces  huvieron  de  salir  ocultos  y 
á  sombra  de  la  noche  de  París,  y  convocar  las  milicias 
y  tropas  del  reyno,  para  entrar  á  fuerza  y  saquear  la 
corte.  Juntas  las  tropas,  se  formó  un  campo  ó  cerco  á 
la  corte:  los  de  adentro,  resueltos  á  todo,  se  defendie- 
ron haciendo  surtidas  y  estragos  en  las  campañas  y 
gente,  como  pudieran  con  los  enemigos  más  declara- 
dos, y  fortificándose  quanto  podían.  Los  cabos  de  una 
y  otra  facción  están  ya  nombrados  arriba,  sin  que  de 
los  que  favorecían  el  partido  del  Rey  dexasen  de  asis- 
tir en  secreto  á  los  del  vando  contrario,  teniendo  com- 
placencia de  que  no  lograse  el  Privado  sus  intentos; 
que  no  hay  ninguno  que  deje  de  pensar  que  á  no  re- 
buelto  y  en  mutaciones  de  gobierno,  puede  tener  al- 
gún logro.  Duraron  estas  ostilidades  pasados  de  qua- 


316 

tro  meses,  y  en  ellos  no  sólo  se  destruieron  y  talaron 
todas  aquellas  campañas  del  contorno  de  París,  sino 
que  todas  !as  materias  de  la  Corona  y  disposiciones  de 
guerra  se  calmaron,  á  que  se  tubo  por  seguro  asistía 
y  fomenta  va  España.  Viendo  los  Reyes  tanta  duración 
y  que  no  se  podía  atender  á  lo  más  importante,  trata- 
ron de  entrar  en  pactos  y  se  ajustaron,  como  abaxo  y 
más  adelante  se  dirá:  á  Mosiur  de  la  Mota  le  havían 
quitado  quanto  en  Cataluña  le  havían  dado  del  duca- 
do de  Cardona. 

CAPÍTULO  24. 

PROCESIÓN  DE  SEIS  CUERPOS  SANTOS. -ARRIBO  DE  QÜATRO  GALERAS  DE 
ESPAÑA;  LO  QUE  PASA  CON  ELLAS.-LLEGA  EL  GENERAL  DE  CAPUCHI- 
NOS; AJUSTASE  PACES  CON  EL  EMPERADOR,  Y  LAS  DIFERENCIAS  ENTRE 
EL  REY  Y  LOS  DE  PARÍS. 

Havía  un  particular  que  tenía  en  su  casa  seis  cuer- 
pos de  santos,  ú  por  lo  menos  huesos  que  correspon- 
dían á  reliquias  insignes  de  seis  santos;  y  como  en  ca- 
sas particulares  jamás  se  pueden  tener  tales  prendas 
con  el  culto  y  veneración  que  deve,  llevado  el  dueño 
del  escrúpulo  ú  la  devoción,  los  dio  á  los  religiosos  del 
Carmen  Calzados,  para  que  allí  estuvieran  con  toda 
decencia.  El  día  24  de  Enero  por  la  mañana  los  puso 
el  dueño  en  la  capilla  de  Nuestra  Señora  de  Monserra- 
te  en  sus  seis  caxas,  mui  guarnecidas  y  adornadas  de 
flores,  sobre  una  peana;  y  á  la  tarde,  á  las  quatro,  con- 
currieron la  comunidad  de  Santa  María  de  la  Mar  y 
los  religiosos  Carmelitanos  con  las  cofradías  que  tie- 
nen su  imbocación  ó  fundación  en  el  Carmen,  que  asis- 
tiero'n  con  sus  banderas,  y  los  colegios  que  hacen  sus 
fiestas  en  el  Carinen  acudieron  con  achas,  que  no  fue- 
ron pocas  las  que  éstos  y  otros  devotos  aplicaron  para 


317 
lucir  esta  procesión:  asistieron  á  ella  los  Gonselleres  á 
llevar  el  palio,  y  con  mucha  devoción  y  lucida  asis- 
tencia los  llevaron  al  Carmen,  pasando  la  procesión 
por  la  Vidrería,  calle  de  Moneada,  Boria,  Pórtico  de 
Santiago,  Plaza  Nueva,  Puerta  Férrica  y  la  calle  del 
Carmen.  Tuvieron  los  tres  días  patentes  en  el  altar 
maior  haciendo  diferentes  fiestas,  y  después  los  colo- 
caron en  un  nicho  que  hoy  se  conserva  con  su  reja  al 
lado  del  mismo  altar  maior. 

Martes  10  de  Febrero,  á  la  tarde,  llegaron  quatro 
galeras  de  España  delante  Barcelona,  y  paradas  en- 
frente de  San  Bertrán,  despacharon  faluca  al  puerto. 
Por  ésta  se  supo  iba  en  ellas  el  Duque  de  Maqueda, 
que  pasava  de  Valencia  á  Genova  á  recivir  y  hospe- 
dar, como  Mayordomo  suyo,  á  una  hija  del  Empera- 
dor y  sobrina  del  Rey  Cathólico,  que  venía  á  casarse 
con  éste  y  avía  tiempo  que  la  esperava  por  partido  de 
Alemania.  El  Duque  venía  con  pasaporte  de  la  Reyna 
Christianísima  y  permiso  para  tocar  en  todos  los  puer- 
tos de  Francia,  y  en  fee  de  él  pedía  puerto  y  provisio- 
nes y  refresco  para  la  chusma;  respondió  la  Ciudad  se 
juntaría,  y  de  lo  que  resolviese  avisaría.  Juntáronse, 
y  lo  primero  fué  echar  vando,  pena  de  la  vida,  que 
ninguna  faluca  ni  esquife  fuera  osado  acercarse  á  di- 
chas galeras  ni  comerciar  con  los  que  venían  en 
ellas.  En  la  junta  huvo  varios  dictámenes:  el  de  Mar- 
ca (que  con  el  Governador  concurrían)  era  que  se  le 
permitiese  el  desembarco;  pero  la  Ciudad  prevaleció 
en  que  no,  como  dueña  absoluta  en  estas  materias  de 
comercios  con  los  sospechosos  del  contagio,  y  el  mo- 
tivo que  dio  fué  que  las  galeras  venían  de  Valencia, 
en  cuios  países  j  costas  se  ardían  de  peste  los  años 
pasados,  y  que  no  se  savia  estuviesen  libres  de  ella, 
por  cuio  motivo  no  se  havían  dado  pláticas  á  otras 


318 
embarcaciones  de  aquel  reyno:  con  esta  excusa  (que 
sólo  lo  era  para  evitar  el  desembarcar  y  que  no  im- 
presionasen los  castellanos  algunas  novedades  en  los 
ánimos  barceloneses)  se  le  embiaron  dos  personages 
al  Duque  negándole  enteramente  el  comercio;  sintiólo 
mucho,  y  tomando  algunas  provisiones,  cargó  el  día 
siguiente  á  la  tarde;  pero  el  mal  tiempo  las  retiró 
aquella  noche  algo  dentro  el  muelle.  Por  la  costa  se 
entretubieron  algunos  dias,  y  más  en  Gadaqués,  espe- 
rando bonanza  para  engolfarse.  Dexaron  los  pueblos 
en  donde  tocavan  ricos  de  reales  de  á  ocho,  cosa  que 
á  la  gente  les  causava  no  poco  cariño. 

Domingo  7  de  Marzo  llegó  á  Monte  Calvario  el  Ge- 
neral de  los  capuchinos,  que  venía  de  Castilla  y  avía 
cinco  años  que  iba  visitando  su  religión.  Era  tenido  en 
opinión  de  santo;  obrava  muchos  prodigios  en  curas 
de  diferentes  enfermedades  con  sólo  la  señal  de  la 
cruz;  referían  que  hallándose  con  Inocencio  Décimo, 
que  entonces  governáva  la  Iglesia  santa,  á  visitar  á 
Doña  IpóUta  Panfilio,  sobrina  de  Su  Santidad,  que  es- 
tava  gravemente  enferma,  con  la  señal  de  la  cruz  que 
le  hizo  en  la  caveza  la  dexó  curada,  y  en  vista  de  eso, 
le  mandó  el  Pontífice  en  virtud  de  santa  ovediencia 
discurriese  por  el  orbe  y  que  curase  con  esa  señal  á 
quantos  enfermos  ó  impedidos  le  pidiesen  salud.  Corrió 
la  voz  de  estos  prodigios,  y  acudía  la  gente  á  buscar 
su  remedio  á  exércitos  enteros.  Salía  á  las  tardes  á  la 
puerta  de  la  iglesia  en  su  mismo  convento  y  hacía  sus 
cruces  á  los  dolientes:  muchos  curava  y  algunos  no, 
porque  eran  según  la  fee  con  que  iban  y  pedían  el  re- 
medio; estuvo  en  este  convento  hasta  el  día  15  de  Mar- 
zo: en  éstos  entró  en  Barcelona  á  visitar  algunas  igle- 
sias y  santos  y  á  bolber  las  visitas  á  la  Diputación  y 
Ciudad;  la  multitud  de  la  gente  que  le  seguía  es  im- 


319 

ponderable.  Llamávase  Fray  Inocencio  de  Sicilia, 
hombre  de  edad,  bello  aspecto  y  gran  barba;  pasava 
visitando  la  Francia,  y  en  la  villa  de  Vinsa  havía  de 
celebrar  Capitulo  provincial,  y  de  allí  se  bolbía  á 
Francia,  y  los  religiosos  y  conventos  que  no  podía  lle- 
gar á  visitar,  aunque  iba  á  cavallo  en  una  mulica  par- 
da, los  llamava  al  convento  vecino.  Havía  muchos 
años  que  en  Munster  estavan  los  Plenipotenciarios  en 
la  Dieta  para  concordar  y  ajustar  las  paces  entre  los 
Príncipes  christianos  que  tanta  sangre  vertían  y  vi- 
das se  acavaban  en  adquirir  sus  derechos  ó  pretensio- 
nes. Entre  España  y  Francia  era  intratable  el  ajuste, 
siendo  la  causa  Gathaluña,  porque  ambas  Coronas 
pretendían  que  no  quedándoles  el  Principado  para  sí 
no  havía  que  tratar  en  lo  demás.  Estando  en  estos 
altercados,  se  ajustaron  los  olandeses  y  España,  fir- 
mando paces  ó  treguas  por  veinte  años.  Ajustáronse 
también  paces  entre  Francia  j  el  Imperio,  sin  que 
éste  pudiese  aiudar  á  España:  así  lo  avisó  la  Reyna  á 
la  provincia  y  á  la  Ciudad  en  cartas  que  se  escri- 
vieron  á  5  de  Abril,  primero  de  Pasqua  de  Resurre- 
ción,  y  el  siguiente  se  acudió  á  dar  gracias  á  Dios 
en  el  Aseo  con  un  solemne  oficio  y  Te  Dsum  lauda- 
mus,  y  la  artillería  de  los  baluartes  y  muralla  hizo  su 
salva. 

En  los  capítulos  penúltimos  queda  referida  la  su- 
blevación de  los  parisienses  contra  su  Ptoy,  Privado  y 
primeros  Ministros,  y  que  les  obligaron  á  formar  exér- 
cito  y  ponerse  en  campaña:  estos  accidentes  fueron 
bien  dañosos  á  la  Corona,  porque  ocupadas  la  atención 
y  fuerzas  al  remedio  de  aquel  mal  interno,  se  descuidó 
del  externo,  y  lo  padeció  este  Principado;  también 
como  miembro  de  aquel  Cuerpo,  y  se  dijo  por  cosa  muí 
cierta,  que  cooperó  y  fomentó  España  á  esta  subleva- 


3^20 

ción  para  divertir  las  fuerzas,  y  la  duración  lo  mostró, 
pues  desde  6  de  Enero  hasta  19  de  Agosto  estuvo  el 
Rey  sin  poder  entrar  en  París  y  con  exército  puesto, 
y  por  último  huvo  de  venir  á  pactos  con  sus  vasallos 
y  parisienses:  quáles  fueron  no  se  supo,  y  sí  el  que  los 
Gavos  del  revelión  contra  el  Rey  quedaron  en  los  pues- 
tos y  honores  que  se  tenían,  con  que  se  deja  ver  con 
quánto  descrédito  de  la  autoridad  real  huvieron  de  ser. 
El  Rey  entró  el  día  19;  reciviéronle  los  puestos,  seño- 
res, nobleza  y  pueblo  de  París  con  solemnes  aclama- 
ciones, singulares  demostraciones  de  regocijo,  grande 
acompañamiento  de  milicias,  guardias,  repetidas  sal- 
vas y  continuados  vanquetes  y  brindis,  pues  aseguran 
estavan  las  calles  y  caminos  por  donde  el  Rey  havía  de 
pasar  con  las  mesas  puestas  y  llenas  de  aves  y  comida 
con  mui  exquisitos  y  abundantes  vinos,  y  todo  era  brin- 
dar á  la  salud  del  Rey  y  vitorearle.  Los  Jurados  de  Pa- 
rís, que  llaman  echevins,  contoda  la  nobleza  y  prebos- 
tes délos  mercaderes,  salieron á  recivir  al  Rey  áquatro 
leguas  de  París;  entraron  los  Reyes  en  una  carroza:  en 
un  estribo  iba  el  Rey  y  el  de  Anjou,  en  el  otro  el  de 
Orleans  y  de  Conde,  y  dentro  la  Reyna,  Madamaysela 
y  Cardenal  Macerino.  Al  entrar  en  Palacio  todo  fué 
músicas,  clarines  y  diversos  entretenimientos,  que 
con  muchas  luminarias  duraron  por  tres  días  con- 
tinuos, sin  que  puedan  descrivirse  por  menudo  todas 
las  circunstancias  de  fiesta  y  alegría  con  tjue  los  re- 
ci vieron,  desquitándose  con  esto  (si  pudo  haver  des- 
quite) siete  meses  de  reveldía:  quiera  Dios  darles  mu- 
cha quietud. 


321 


CAPITULO  25. 

TRÁNSITO  DE  LA  REYNA  DE  ESPAÑA  TOR  DELANTE  BARCELONA;  LO  QUE 
SUCEDE  CON  ELLA;  EXPULSIÓN  DE  AFECTOS  Á  ESPAÑA  EN  BARCELONA. 

Sávado  28  de  Agosto  1649  se  descubrieron  19  ga- 
leras que  venían  de  Mediodía  hacia  Barcelona;  dieron 
artos  recelos  y  motivaron  el  doblar  las  guarniciones 
y  que  los  Gavos  acudieran  á  sus  puestos.  Llegaron  de- 
lante el  muelle  é  hicieron  alto  ama^-nando  las  velas, 
y  luego  con  una  faluca  enlró  en  el  puerto  un  Gentil- 
hombre y  trujo  á  la  Ciudad  el  pasaporte,  y  por  éstos 
se  supo  y  por  los  estandartes  ser  las  galeras  de  Espa- 
ña, que  pasa  va  la  hija  de  la  de  Ungría,  Emperatriz  que 
se  hallava  entonces  y  hermana  del  Rey  cathólico,  que 
pasava  á  casarse  con  éste,  siendo  á  un  tiempo  sobrina 
y  esposa.  Á  más  de  las  galeras  venían  con  ella  mu- 
chos navios  cargados  de  infantería;  pero  éstos  no  se 
llegaron  á  ver,  que  pasaron  por  Mallorca.  Díxose  que 
en  dejando  la  Reyna  bolbían  sobre  Barcelona  con  ar- 
mada de  mar  y  tierra.  El  pasaporte  era  de  la  Reyna 
de  Francia,  en  que  concedía  libremente,  no  sc)lo  el  co- 
merciar en  los  puertos  de  su  ovediencia,  sino  también 
el  desembarcar  y  entrar  en  tierra  siempre  y  como  la 
Reyna  quisiese,  tanto  en  borrasca  como  sin  ella.  Re- 
conocido el  pasaporte,  juntóse  la  Ciudad  y  Junta  de 
Guerra  en  el  baluarte  de  Mediodía:  asistieron  en  ella 
el  Governador  Mosiur  de  Cuigui,  General  de  la  cava- 
Hería  francesa  á  la  sazón,  y  otros  muchos  Cavós  fran- 
ceses y  catalanes,  y  después  de  varias  conferencias  re- 
solvieron embiar  quatro  embajadores  á  la  Reyna  di- 
ciendo que  en  quanto  á  entrar  en  el  muelle  no  era 
tratable  con  las  galeras,  que  si  S.  M.  y  la  armada  gus- 

Toju)  x.Mv  34 


322 

tavan  ó  necesitavan  de  provisiones  y  refresco,  entra- 
se sólo  una  galera  con  los  Mayordomos  y  Gavalleros 
que  fuese  servida  y  que  tomarían  lo  que  quisiese,  que 
por  causa  de  guardarse  de  peste  de  Mallorca  y  de  don- 
de venía  la  armada  no  se  podía  hacer  más.  j 

Entró  la  galera  con  los  Mayordomos  ó  dispenseros, 
y  com boyados  por  los  mercaderes  que  se  hallavan  de 
guardia  aquel  día  por  la  ciudad,  compraron  lo  que 
havían  menester  y  quisieron,  y  mucha  cantidad  de 
nieve,  Mosiur  de  Marca,  electo  Obispo  y  que  se  de- 
tenía aquí  por  jurisconsulto  del  Rey  y  eminente  suje- 
to en  todo,  la  hizo  un  famoso  presente  á  la  Reyna.  La 
galera,  luego  que  tuvieron  echo  su  provisión,  se  fué  ó 
incorporó  con  las  demás,  y  todas  sin  detención  carga- 
ron hacia  Tarragona,  porque  tenían  favorable  el  tiem- 
po: como  al  descubrirse  las  galeras  todos  los  Gavos  y 
milicias  acudieron  á  sus  puestos,  comendava  la  torre 
del  Cavo  del  Río  T.  Quintana  el  viejo,  y  no  acudiendo 
él  en  persona  embió  un  hijo  suio  de  pocos  años  y  me- 
nos experiencia  en  las  etiquetas  de  la  mihcia.  Las  ga- 
leras navegavan  tierra  á  tierra,  y  la  una  casi  pasó  to- 
cando al  pie  de  la  torre;  el  Capitán,  poco  cuerdo,  sin 
averiguación  ninguna,  encaró  la  artillería  á  las  gale- 
ras y  les  disparó  siete  cañonazos;  con  que  asustada  la 
Reyna,  huvieron  de  hacerse  el  mar  adentro:  sintiólo 
infinito  la  Ciudad,  y  disculpándose  con  el  Capitán  de  la 
galera,  que  aún  estava  en  el  muelle  ajustando  algunas 
cosas,  le  dixeron  asegurara  á  la  Reyna  havía  sido  mo- 
cedad del  Cavo,  y  que  no  tenía  orden  para  tal  desaca- 
to; que  los  perdonase,  pues  era  visoño  y  no  havía 
cooperado  malicia;  respondió  el  Capitán  á  los  Conse- 
lleres:  <Ya  yo  pensó  que  era  visoño.  >  El  dio  por  discul- 
pa no  saver  que  era  persona  real  en  la  galera.  La  Ciu- 
dad, para  sanearse  con  España  y  con  Francia,  mandó 


323 

prender  á  entrambos  Quintanas  á  tiempo  que  estava 
para  partir  un  correo  para  París,  y  dieron  aviso  que— 
dava  preso  el  viejo;  que  el  joven,  como  estava  fuera, 
huyó,  y  que  se  castigaría  según  sus  méritos;  pero  den- 
tro dos  meses  en  Consejo  de  Ciento,  dándole  la  ciudad 
por  cárcel,  se  acomodó  todo:  sólo  la  torre  experimen- 
tó el  rigor,  pues  años  después  la  derrivaron  para  que 
no  quedara  memoria.  La  Rey  na  devía  de  ser  de  quin- 
ce años  de  edad,  y  sintió  infinito  el  suceso. 

Avía  juntado  el  Rey  Gathólico  un  pequeño  exército 
en  Aragón  á  la  parte  de  Lérida,  y  murmurávase  era 
con  ánimo  de  llegar  sobre  Barcelona  y  sorprenderla. 
Dícese  pequeño,  aunque  constava  de  ocho  mil  infantes 
y  tres  mil  y  quinientos  cavallos,  y  aunque  havía  de 
pasar  á  juntarse  con  los  de  Tarragona  y  gente  que  ha- 
vían  desembarcado  los  navios,  que  en  todos  compon- 
drían hasta  diez  y  seis  mil  combatientes,  que  era  poco 
para  empresa  tan  grande  como  la  de  entrar  tantas  le- 
guas de  país  enemigo  y  después  ganar  fortaleza,  de 
las  consequencias  y  resistencia  que  Barcelona  que  en 
el  año  41  que  lo  intentó  el  de  los  Vélez  con  27  ®  hom- 
bres sin  tener  que  vencer  tanto  en  el  país  ni  Barcelo- 
na más  que  un  poco  de  cavallería  mal  adestrada,  y 
algún  tercio  francés,  y  la  gente  natural  no  lo  consi- 
guió, con  mucha  más  razón  se  podía  tener  á  vano 
arrojo  en  ocasión  de  tener  un  pedazo  de  cavallería  ve- 
terana, infantería  disciplinada  y  buenos  y  valerosos 
Gavos,  intentase  el  Castellano  tal  azaña;  hallávanse 
por  Governador  de  las  armas  Mosiur  de  Marcin, 
de  nación  alemán,  y  por  General  de  la  cavallería, 
Griqui.  Ocasionó  en  los  Ministros  y  Gavos  grande  ar- 
monía la  intentona  de  los  castellanos  por  las  razones 
que  dejamos  insinuadas,  y  por  otras  de  las  quales  y 
algunas  noticias  que  llegaron  de  París,  se  entró  en 


324 

recelo  y  cuidado  de  que  en  Barcelona  se  fraguava  al- 
guna traición  y  conspiración.  Las  cartas  de  París  lo 
decían  claro,  y  pronosticavan  y  vendrían  á  sitiar  á 
Barcelona,  y  que  de  adentro  avía  quien  entregara  al- 
gunos baluartes.  Corría  la  mina  y  el  fuego  tan  oculto, 
que  ni  aun  el  humo  se  havía  transcendido. 

Entraron  el  Governador  y  Real  Consejo  en  inquirir 
y  hacer  exactos  informes:  lo  que  de  ellos  se  averiguó 
no  se  supo;  lo  que  se  vio  fué  que  á  primeros  de  Sep- 
tiembre prendieron  al  Oydor  militar  T.  Negrell  de 
Puigcerdá;  á  D.  Gerónimo  Miguel,  Maese  de  Campo  de 
uno  de  los  quatro  tercios  de  la  ciudad;  á  D.  Francisco 
Navel,  también  Maese  de  Campo  de  la  ciudad,  que  ha- 
bía sido  Capitán  de  cavallos  del  trozo  de  Dardena;  á 
D.  Joseph  Amat,  también  Capitán  del  mismo  trozo  y 
ermano  que  era  del  Abad  de  San  Pedro  de  Galligans, 
que  siendo  Diputado  eclesiástico  el  trienio  antecedente, 
por  el  mismo  achaque  fué  llevado  al  castillo  de  Salsas, 
(le  donde  por  dinero  le  dieron  escape  y  se  pasó  á  Espa- 
ña, y  á  D.  Francisco  Alemán:  estos  cinco  se  prendie- 
ron, y  con  una  esquadra  de  cavallería  y  un  alguacil  en 
un  coche  fueron  llevados  á  Perpiñán  y  entregados  al 
Governador  del  castillo  para  que  los  tuviera  en  buena 
custodia.  Otros  muchos  tuvieron  larga  cárcel  en  Bar- 
celona, y  más  de  ducientos  que  por  cartillas  se  deste- 
rraron de  Barcelona,  no  dando  más  de  seis  oras  á  unos, 
á  otros  tres  y  á  otros  sólo  dos,  mandando  en  ellas  com- 
parecieran delante  el  Governador  de  Perpiñán  y  estu- 
])ieran  á  sus  órdenes.  Estas  órdenes  las  despachava  el 
Consejo  Real  y  las  presentava  un  alguacil.  El  Gover- 
nador, viendo  que  el  número  crecía  tanto,  temiendo  en 
I-crpíñán  algún  bazar,  los  mandó  salir  de  la  villa,  se- 
íjíjlándolcs  todo  el  Rosellón  por  cárcel,  y  quedándose 
con  sjIo  los  cinco  prisioneros  que  le  entregaron  prime- 


325 

ros.  Á  éstos  de  las  cartillas  no  se  les  provó,  según  se 
dijo,  sino  que  de  palabra  havían  delinquido  en  algo» 
sin  que  pasase  á  acto  positivo,  y  se  llebó  con  tanto  ri- 
gor en  uno  y  otro  que,  dada  la  orden,  no  se  admitía 
mediación  alguna  ni  se  atrevían,  porque  se  les  diera  ea 
rostro  tal  sois  con  él:  á  dos  Ayudantes  de  los  tercios 
de  la  ciudad,  llamados  el  uno  Fornells,  platero,  y  el 
otro  Lanuza,  zapatero,  les  comprehendió  esta  fortuna 
por  haver  hablado  con  demasiada  livertad  ó  porque 
sospechasen  algo  más  de  ellos:  esta  expulsión  fué  muí 
provechosa,  como  después  lo  confesaron  los  enemigos, 
y  contentó  á  muchos. 

CAPÍTULO  26. 

ENTRA  EL  EXÉRCITO  CASTELLANO  POR  EL  LLANO  DE  URGEL  CON  APA- 
RIENCIAS DE  LLEGAR  SOBRE  BARCELONA;  PREVENCIONES  DE  ÉSTA  Y 
SOCORROS  QUE  LE  LLEGAN  DE  LAS  UNIBERSIDADES. 

El  día  19  de  Septiembre  entró  el  exército  castellano 
por  Lérida  y  llano  de  Urgel  adentro,  capitaneado  por 
su  General  D.  Juan  de  Garay:  constava  de  6  ©  infan- 
tes, algo  más  y  3.500  cavallos;  pasó  por  medio  del  Ur- 
gel, y  llegando  á  Tarragona  torció  la  marcha  hacia 
Santa  Goloma  de  Queralt,  Cuello  Cabra  y  Poblete;  hizo 
alto  en  Vibodí  y  Poblete  antes  de  pasar  el  Collado, 
porque  nuestro  exército,  que  constava  de  quatro  mil 
cavallos  y  poca  infantería,  gobernado  por  el  de  Mar- 
cin,  Criqui  y  Dardena,  qne  entonces  no  havía  Virrey 
ni  Capitán  general,  le  iba  siguiendo  á  tiro  de  cañón  y 
observando  sus  designios:  en  este  alto  del  enemigo  lo 
hizo  Marcin  en  Sarreal,  estando  á  la  mira,  porque  el 
Castellano  se  puso  en  forma  y  muestras  de  querer  com- 
batir: detúbose  en  esta  postura  algunos  días,  en  los 
quales  pasó  el  bagaxe  y  carruage  el  Collado,  y  en  Po- 


326 

Wete  se  travajava  mucho  pan  de  munición.  Marcharon 
de  improviso  y  entraron  en  el  campo  todos,  la  man- 
guardia castellana  á  Momblanc,  en  donde  ejecutó  al- 
gunas pillas  y  crueldades  en  desquite  de  lo  que  havían 
echo  con  la  guarnición  de  Tarragona.  De  aquí  se  en- 
caminó todo  el  grueso  á  la  villa  de  Valles,  en  donde  se 
juntó,  agregándosele  las  gentes  que  havían  desembar- 
cado de  la  armada  y  la  que  pudo  salir  de  la  guarnición 
de  Tarragona,  que  venía  á  ser  en  todo  doce  mil  infan- 
tes y  la  cavallería  ya  nombrada.  En  Tarragona  esta- 
va  la  armada  de  mar,  compuesta  de  veinte  vaxeles  de 
alto  bordo  y  las  diez  y  nuebe  galeras:  con  ésfa  y  el 
exército  de  tierra  dieron  sobre  el  fuerte  de  Salou,  que 
después  de  haver  causado  no  pocos  daños  al  Castellano 
y  verse  combatido  cruelmente  y  sin  esperanza  de  so- 
corro, se  rindió  con  onrrosos  pactos.  Pasaron  á  Gons- 
tantí,  y  por  las  mismas  razones  y  con  el  mismo  valor 
vino  á  capitular  y  entregarse.  Este  fuerte  dixeron  le 
demolieron  los  castellanos  por  lo  dañoso  que  era  á  Ta- 
rragona. Publicaron  los  castellanos  echas  estas  dos 
operaciones  que  venían  sobre  Barcelona,  y  que  tenían 
orden  para  ello  y  muchos  amigos  dentro.  Viendo  Mar- 
cin  que  el  Castellano  se  encaminava  á  Barcelona,  re- 
tiró sus  tropas  á  Igualada,  Piera  y  lugares  vecinos,  y 
embió  á  Barcelona  los  tres  tercios  suizos,  Xampaña  y 
franceses,  toda  gente  veterana  y  experta,  para  que, 
caso  de  llegar  á  sitiarla,  tubiera  ya  dentro  esta  por- 
ción de  infantería  buena,  quedando  en  disposición  de 
enviar  mil  cavallos  si  el  enemigo  llegava  á  la  execu- 
ción  del  cerco:  repartiéronse  estos  tercios  por  los  claus- 
tros de  algunos  combentos  por  no  introducir  el  aloja- 
miento por  las  casas. 

Embió  también  Marcin  á  Barcelona  el  Ingeniero 
maior,  para  que  reconociera  las  fortalezas  y  se  hicie- 


327 

ran  las  necesarias  para  la  defensa  de  la  plaza  en  lance 
de  sitiarla.  Discurrieron  los  Conselleres  y  Consejeros 
de  guerra  con  el  Ingeniero  por  la  plaza  y  muralla; 
muchas  veces  resolbieron,  entre  otras  fortalezas,  la- 
brar una  tenaza  á  la  Puerta  Nueba,  de  tal  capacidad, 
que  encerrava  dentro  la  iglesia  de  Santa  Eulalia,  el 
Molino  de  la  Pólbora  y  otros,  subiendo  encima  la  ace- 
quia que  llaman  de  los  Gavallos:  hiciéronla  de  tierra 
y  faxina,  y  la  gente,  así  soldados  como  del  país,  que 
travajavan,  ganavan  á  quatro  y  cinco  reales  de  jornal 
cada  día.  Á  la  Puerta  de  San  Pablo  travajavan  una 
media  luna  también  de  tierra  y  faxina,  y  también  se 
dio  á  estajo  á  un  tercio  de  suizos,  que  era  de  quinien- 
tos hombres,  y  travajaron  día  y  noche  hasta  haverla 
concluido;  en  la  Puerta  de  la  Ataracana  travajaron 
también  su  fortín  con  estacada  ó  trinchera  que  coxía 
hasta  la  mar  mui  alta  y  de  mucha  defensa:  ésta  la  tomó 
á  precio  echo  el  tercio  de  Xampaña  de  franceses,  que 
constava  de  mil  infantes;  corrían  por  la  superficie  de 
estos  fuertes  una  línea  de  estacas  á  modo  de  una  es- 
trada encuvierta,  que  sobre  estar  bien  era  de  no  poca 
defensa,  aunque  costó  á  la  Ciudad  largos  millares  de 
ducados.  El  Ingeniero,  después  de  esto,  dixo  se  havía 
de  fabricar  una  estrada  encubierta  desde  el  fuerte  de 
San  Antonio  hasta  la  Puerta  de  la  Ataracana,  para  de- 
fender aquel  lienzo  de  muralla,  y  para  que  la  cava- 
Hería  ó  infantería  de  las  surtidas,  en  caso  de  birles  mal 
y  haverse  de  retirar  promptamente,  tubiesen  dónde 
guarecerse,  y  que  se  havían  de  travajar  á  toda  dili- 
gencia porque  el  enemigo  amenazava  con  el  sitio  de 
la  ciudad,  que  havía  gastado  sin  límite  ni  pondera- 
ción, y  vio  que  se  aumentava  el  travajo  y  el  »asto, 
tomó  el  arbitrio  de  señalar  quartos  en  la  ciudad  para 
que  sus  avitantes  acudiesen  al  travajo  alternatim  y 


328 

fuese  de  menos  coste  al  Común.  Señalóse  en  qualro 
partes  la  ciudad:  señalóse  la  línea  desde  la  Plaza  de 
Santiago  á  la  Puerta  del  Ángel  al  lado  de  San  Anto- 
nio, á  la  Nueva  y  á  la  Marina,  y  de  esta  suerte  acu- 
dían el  día  que  les  tocava  el  travajo  en  donde  asistía 
el  Ingeniero;  tiradas  las  líneas  con  sus  cordeles,  y 
puesto  la  forma  para  correr  el  terrapleno,  la  Ciudad 
hacía  correr  la  faxina  y  la  gente  acudía  á  cubrirla  de 
tierra,  y  es  de  notar  lo  voluntario  de  los  moradores, 
que  hasta  las  mugeres,  y  en  él  havía  días  que  concu- 
rrían pasadas  de  quatro  mil  personas.  Llevóse  esto  con 
gran  calor  mientras  el  Castellano  continuó  en  los 
amagos  del  sitio;  pero  en  dar  muestras  de  retirada  se 
calmó  en  los  fortines.  Mientras  estos  fortines  se  tra- 
vajavan,  clamaba  la  gente  porque  no  se  fortificaba 
Monjuique,  que  no  era  de  menor  consequencia:  estas 
voces  obligaron  á  la  Ciudad  á  elegir  una  quatreta, 
dando  pleno  poder  para  gastar  en  las  fortificaciones 
quanto  fuese  menester;  aplicáronse  luego  al  fuerte  de 
Monjuique,  y  siguiendo  las  líneas  y  fundamentos  de 
los  fortines  que  se  dispusieron  el  año  1641,  añadien- 
do trinchera  contra  trinchera,  estacada  y  estrada  en- 
cubierta, lo  pusieron  en  breves  días  en  estado  de  de- 
fensa, y  continuando  el  travajo  algunos  meses,  con- 
curriendo á  él  cerca  de  700  hombres  cada  día,  pagán- 
doles á  quatro  y  cinco  reales  de  jornal  y  uno  de  los  de 
la  quatreta  por  sobrestante,  lo  pusieron  en  toda  per- 
fección; resolbió  después  el  Consejo  de  Ciento,  y  esta- 
bleció para  siempre  que  para  guarnición  del  fuerte  su- 
biesen cada  día  de  las  compañías  de  la  Ciudad  un  Alfé- 
rez, Sargento  y  Cabo  de  esquadra  con  treinta  mosque- 
teros, y  que  se  mudase  de  veinte  y  quatro  en  veinte  y 
quatro  horas,  señalando  de  sueldo  á  éstos  mientras  es- 
tavan  arriva  de  guarnición:  al  soldado,  cinco;  al  Cavo 


329 

de  esquadra,  seis;  al  Sargento,  siete,  y  al  Alférez,  ocho 
reales. 

No  se  eximió  en  esta  coyuntura  el  estado  eclesiás- 
tico del  travajo,  porque  se  les  señaló  la  Atarazana  y 
baluarte  de  la  torre  de  las  Pulgas  para  terraplenarlo  y 
fortificarla,  y  acudían  las  Comunidades  de  religiosos  y 
clérigos  por  su  turno  como  en  procesión  al  travajo 
todos  los  días.  Avía  vando  pena  de  la  capa  que  todo 
hombre  de  qualquier  estado  fuera  en  cuerpo  y  con  es- 
pada en  cinta  ó  en  atalay,  y  para  la  observancia  dis- 
currían los  Jueces  por  la  ciudad  de  día  y  de  noche  con 
la  comitiva  de  mozos  armados  y  para  que  no  sucediese 
tumulto  ni  inquietud,  y  se  logró  que  no  los  huviera, 
sino  mucha  unión  y  sosiego. 

Los  artilleros  en  sus  baluartes,  torres  ó  plataformas 
se  atrincheraron  famosamente,  dándoles  para  ello  la 
Ciudad  gente  pagada.  Al  mismo  tiempo  la  Ciudad  hizo 
labrar  gran  cantidad  de  bombas,  granadas  y  foxina 
alquitranada,  caballos  de  frisa  para  tapar  brechas  y 
otra  inmensidad  de  pertrechos  que  conducen  á  la  de- 
fensa de  un  asedio,  no  descuidándose  en  la  provisión 
de  víveres  y  municiones,  gastando  en  todo  millones 
dfe  dinero,  pero  poniéndose  en  postura  de  resistir  qual- 
quier sitio. 

Viéndose  la  ciudad  de  Barcelona  en  esta  apretura  y 
estado  de  armarse  para  resistir  un  sitio,  despachó  car- 
tas y  un  Síndico  á  las  ciudades,  villas  y  lugares  pi- 
diendo como  de  justicia  y  rogando  como  de  necesidad 
la  asistiesen  con  gente  y  víveres,  no  sólo  para  la  de- 
fensa propia,  pero  para  defender  que  el  Castellano  no 
llegase  á  cerrarla,  pues  como  caveza  de  todas  las  de- 
más universidades  devían  mirar  por  su  conservación, 
porque  perdida  ella,  ninguna  otra  quedaría  segura,  y 
para  que  lo  estuvieran  gastava  y  havían  gastado  mu- 


330 
chísimos  millones  en  la  guerra,  pudiendo  con  seguri- 
dad decir  que  en  los  nuebe  años  que  havía  durava  cos- 
teó casi  lo  más  que  se  consumió  en  las  campañas  y  en 
ésta  que  hablamos,  hallándose  Marcin  sin  medios  y  la 
cavallería  de  forma  que  no  la  tenía  para  salir  á  cam- 
paña; á  título  de  préstamo  (como  los  demás  Genera- 
les) le  dio  siete  mil  doblones,  con  los  quales  sov  dispu- 
so y  salió  á  campaña:  con  estas  razones  y  las  muchas 
de  los  servicios  echos  á  la  Real  Corona,  pidió  en  re- 
compensa de  finezas  la  asistencia  en  este  lance,  y 
obraron  tan  finos  que  todos  se  pusieron  en  arm,a  y  en 
levas,  pareciendo  toda  la  provincia  un  campo  de  ba- 
talla y  llenándose  los  caminos  y  ciudad  de  gente  de 
famosa  calidad,  así  de  la  Gerdaña,  Rosellón  y  Empur- 
dán,  como  de  los  de  los  demás  partidos  del  Principa- 
do, en  que  se  conoció  lo  mucho  que  amavan  j  vene- 
ravan  la  caveza.  La  gente,  así  como  iba  llegando,  se 
aquartelava  en  los  conventos,  y  se  despachavan  á 
guarnecer  las  costas  de  mar  y  juntarse  con  Marcin  en 
Piera  y  Igualada,  por  donde  asistía  el  Diputado  Real. 
La  gente  que  concurrió  no  es  fácil  numerarla,  y  qual- 
quier  ponderación  será  corta.  Juzgue  el  lector  lo  que 
quisiere,  que  no  excederá  á  vista  de  los  esfuerzos  de 
una  provincia.  Sólo  los  religiosos  no  salieron,  pero 
quedaron  alistados  para  el  lance  del  sitio.  La  univer- 
sidad también  formó  sus  compañías,  una  de  cada  cien- 
cia, y  no  fueron  las  menos  numerosas  y  lucidas,  y  to- 
dos pasaron  sus  guardias  y  acudían  á  sus  puestos, 
velando  y  disciplinando  para  quando  llegase  la  oca- 
sión. 

Viendo  la  Ciudad  que  el  Castellano  marchava  á  ori- 
llas del  mar  desde  Tarragona,  y  se  encaminava  á  la 
villa  de  Sitjas,  tenía  por  mui  cierto  el  silio,  y  que 
vendría  sobre  Barcelona;  y  para  proveerse  de  man  te- 


331 
nimientos  y  quitarlos  al  enemigo  en  caso  de  llegar  á 
sitiarla,  se  mandó  generalmente  á  tres  leguas  y  qua- 
tro  á  la  redonda  de  Barcelona,  que  todo  hombre  en- 
trase y  recogiese  dentro  la  ciudad  todo  género  de  gra- 
nos y  pajas.  Obedecieron  gustosos  la  ley,  así  por  sub- 
venir la  caveza  como  por  asegurar  sus  haciendas,  tan- 
to, que  no  sólo  de  los  límites  señalados,  sino  de  maior 
distancia,  trahían  los  granos  y  muebles  que  tenían, 
ganados  y  aves,  todo  lo  cerra  van  en  Barcelona;  de 
forma  era,  que  por  las  mañanas  durava  tres  y  quatro 
horas  el  tránsito  de  los  carros  y  vagajes  por  las  puer- 
tas: ello  fué  sin  número  la  cantidad  de  granos  de  to- 
das especies  que  se  entró.  Los  particulares  cada  qual 
procura  va  avastecer  su  casa  quanto  le  era  posible  en 
todo  género  de  mantenimientos;  de  forma  vino  á  ser, 
que  servía  de  confusión  y  que  quedó  opulenta  quanto 
se  haya  visto  jamás,  y  sin  temer  penuria  por  dilatado 
que  fuera  el  sitio.  La  Ciudad  en  común  se  previno  de 
gran  cantidad  de  arina,  porque  á  millares  de  quarte- 
ras  la  entravan  por  mar.  Mandó  fabricar  algunos  mo- 
linos de  sangre  y  algunos  de  viento  para  lo  que  podía 
suceder,  con  que  quedó  la  plaza  con  prevenciones  y 
ánimo  para  resistir  quanto  pudiera  sucederle. 

Atendióse  también  á  poner  en  saibó  toda  la  plata  y 
oro  de  Nuestra  Señora  de  Monserrate;  y  aunque  se  re- 
sistían mucho  los  monotes  á  traerla  á  Barcelona  v  sa- 
caria  de  casa,  y  querían  en  ese  caso  que  fuese  á  costa 
de  la  Ciudad,  por  último  fué  un  Diputado  á  protestar- 
les y  asegurarles;  con  que  los  vencieron,  y  la  trajeron 
y  pusieron  en  el  palacio  del  Rey,  donde  estubo  bien 
guardada. 

Á  la  misma  sazón  se  entraron  en  Barcelona  las  re- 
ligiosas franciscanas  de  Pedralbas  con  todo  quanto  te- 
nían en  el  convento;  vinieron  en  sus  coches  combo- 


332 

yadas  de  muchas  señoras  ancianas,  personas  eclesiás- 
ticas y  una  compañía  de  infantería,  que  era  la  de  los 
sastres,  cuio  Capitán  era  D.  Pablo  Amat;  señáleseles 
para  su  ahitación  la  casa  de  D.  Berenguer  de  Onís  á 
la  Riera  de  San  Juan,  que  saca  tribuna  á  la  iglesia  de 
San  Juan,  aunque  se  servían  poco  de  ella  por  tener 
oratorio  capaz  en  la  misma  casa  en  donde  rezavan  sus 
oras,  y  también  porque  en  la  casa  del  Prior  de  Gatha- 
luña,  que  estavaal  otro  lado  de  la  iglesia,  estavan  ocho 
ó  diez  monjas  de  las  de  Alguaire,  que  por  haverles 
destruido  los  exércitos  el  combento,  andubieron  algu- 
nos años  por  casas  de  sus  deudos  divididas,  hasta  que 
llevadas  de  su  religioso  celo,  éstas  que  estavan  en 
Barcelona  pidieron  al  gran  Maestre  les  señalara  para 
su  retiro  esa  casa  é  iglesia;  y  obtenido  el  indulto,  el 
Prior  se  retiró  á  los  quartos  del  jardín  y  dejó  lo  demás 
de  la  casa  á  las  religiosas,  que  puestas  en  común  ofi- 
ciavan  su  coro  en  la  iglesia  de  San  Juan,  empezando 
el  día  del  santo,  25  de  Junio  de  este  año,  que  como 
son  cruzadas  de  San  Juan  quisieron  empezar  ese  día. 

Las  franciscanas  de  Pedralbas  estubieron  desde  pri- 
mero de  Octubre  hasta  14  de  Febrero  1650  que  bolbie- 
ron  á  su  propio  combento,  y  el  día  que  bolbieron  fué 
con  asistencia  de  muchas  señoras,  cavalleros  y  carro- 
zas; oyeron  antes  de  partir  un  oficio  solemne  en  San 
Francisco,  en  donde  las  asistieron  y  cortejaron  los  Gon- 
selleres.  Acavado  el  oficio  quisieron  las  monjas  ver  el 
convento  todo,  con  que  los  Gonselleres  se  despidieron; 
de  allí  pasaron  á  ver  los  conventos  de  Santa  Gathari- 
na,  mártir;  el  de  Hierusalén  y  el  de  las  Gapuchinas,  y 
en  estas  curiosidades  gastaron  casi  todo  el  día,  con 
que  salieron  ya  tarde  y  se  remojaron  bien  en  el  cami- 
no por  la  mucha  lluvia. 

Intentóse  también  entrar  las  Bernardas  de  Validen- 


333 

celia,  y  con  efecto,  entraron  toda  la  ropa  y  alajas, 
quedando  las  monjas  dispuestas  para  entrar  á  la  lixe- 
ra,  si  el  enemigo  pasava  el  río  Llobregate;  no  lo  pasó, 
con  que  se  les  bolbió  la  ropa  y  alajas  luego. 

CAPÍTULO  27. 

PKOSÍGUESE  EN  LAS  OPERACIONES  DEL  CASTELLANO.-SÜ  RETIRADA; 
OPERACIONES  DE  MARCIN  Y  INSTRUCCIONES  QUE  TENÍA  GARAY. 

Después  de  haver  el  Castellano  tomado  á  Gonstantí 
y  á  Salou,  descansó  algunos  días  en  Tarragona;  pasa- 
dos, se  encaminó  con  la  armada  de  mar  y  tierra  á  la 
torre  de  Embarra,  Villanueva  y  Sichas:  en  las  dos  pri- 
meras, como  eran  lugares  abiertos  y  sin  resistencia,  ni 
ellos  la  bicieron  ni  el  enemigo  les  molestó,  sino  que 
pasó  de  largo;  en  Sicbas,  que  por  ser  murallada  y  aver 
la  ciudad  de  Barcelona  embiado  una  compañía  de  cien 
hombres  de  las  nuevas  levas  con  un  Capitán  francés, 
con  el  Capitán  catalán  y  el  ayudante  Casanova,  que  lo 
era  de  los  tercios  de  la  Ciudad,  y  algunos  franceses,  se 
fortificaron  lo  que  permitió  el  tiempo  y  el  terreno;  ha- 
lló el  enemigo  resistencia  para  dos  días,  que  á  esfuer- 
zos de  batería  por  mar  y  tierra  y  uua  escalada  por 
donde  menos  pensaron  los  de  adentro,  se  enseñorearon 
de  lo  más  del  lugar.  Y  viendo  esto  los  soldados  des- 
pués de  haver  muerto  algunos  de  ambas  partes  por 
los  furiosos  combates,  que  eran  pocos  y  cansados,  pues 
los  naturales  los  havían  dejado,  se  entregaron  dando 
el  lugar  á  saco  y  pactando  que  á  ellos  los  detendrían 
en  el  cuerpo  del  exército  dos  meses,  y  que  pasados 
esos  los  entregarían  á  la  plaza  más  vecina  de  guarni- 
ción francesa;  pero  no  lo  cumplieron,  porque  los  de- 
tuvieron cuatro  meses,  y  en  ellos  los  soldados  rasos  se 


334 

escaparon  los  más,  quedando  sólo  los  Cabos;  entró  el 
Castellano  y  la  saqueó  á  su  libre  arbitrio.  Los  navios 
estuvieron  á  la  vista  mientras  las  galeras  acarreavan 
á  Tarragona;  procuraron  fortificarla  y  tomar  la  torre 
de  Garraf,  para  tener  seguro  el  paso,  dejando  en  am- 
bos puestos  la  guarnición  necesaria. 

Tomó  el  exército  la  derrota  hacia  Villafranca  de  Pa- 
nados, para  donde  desde  Sichas  havían  avierto  carre- 
tera; llegaron  al  lugar  del  Arbós;  resistiéronse  algo  los 
del  lugar,  pero  como  eran  pocos  fué  fácil  el  entrarlo, 
y  pagaron  la  resistencia  con  el  saco,  otros  estragos  y 
quemarles  las  puertas  del  lugar.  Llegaron  á  Villafran- 
ca, en  donde  no  hallaron  resistencia  alguna,  por  te- 
mor de  que  no  hicieran  con  ellos  lo  que  con  los  demás 
lugares:  aquí  formaron  sus  trincheras  y  plaza  de  ar- 
mas en  la  campaña,  como  si  hubieran  de  permanecer 
mucho  tiempo,  y  estúbose  observando  lo  que  pasaba 
por  la  provincia  y  aguardando  las  órdenes  de  Madrid 
para  saber  lo  que  havía  de  obrar.  Compraron  gran 
cantidad  de  trigo  (es  fértil  aquel  país)  pagándolo  á  dos 
reales  de  á  ocho  la  quartera,  que  entonces  por  la  alte- 
ración de  la  moneda  era  á  razón  de  40  rs.;  por  quar- 
tera solían  venderlo  á  60  rs,,  pero  ellos  no  lo  quisie- 
ron pagar  á  más,  y  aun  esto  yendo  á  buscar  el  dinero 
á  Tarragona  y  quedándose  algunos  sin  cobrarlo  por 
querer  más  ó  por  no  querérselo  pagar.  Todo  el  trigo 
se  llevó  á  Tarragona  y  quedándose  algunos  sin  co- 
brarlo. No  se  hizo  extorsión  ni  molestia  alguna  al  pai- 
sano; y  si  acaso  la  hacían  algunos  soldados,  en  llegan- 
do la  queja  al  General  D.  Juan  de  Garay  los  mandava 
pasar  por  las  armas  á  los  soldados,  con  que  se  vivió 
con  gran  quietud  desde  mediado  Octubre  que  es íu vie- 
ron hasta  primeros  de  Noviembre  que  se  retiraron. 
Mantúbose  el  Castellano  estos  quince  días  en  Villa- 


335 

franca  de  Panados  con  ánimo  á  los  primeros  de  poner- 
se sobre  Barcelona  sin  pelear  ni  hacer  ostilidades,  si- 
no que  aiiidado  de  los  naturales  que  entendió  tener 
dentro  de  su  fación,  que  poco  há  diximos  los  sacaron, 
y  con  la  persuasión  y  benignidad  ver  si  podía  hacerse 
dueño  de  los  ánimos  y  ganar  la  ciudad  á  buena  gue- 
rra; pero  como  le  constó  por  los  espías  el  destierro  de 
sus  aliados;  las  muchas  levas  de  gen  fe  que  habían  en- 
trado en  Barcelona  con  los  tercios  franceses,  valones 
y  suizos;  los  fortines  que  se  havían  travajado  y  se  tra- 
vajavan;  lo  sublevado  que  estaba  la  provincia  para 
socorrer  á  Barcelona;  las  provisiones  y  pertrechos  de 
guerra  con  que  se  havía  prevenido  y  municionado,  y, 
últimamente,  la  vigilancia,  rectitud  y  unión  con  que 
se  vivía  y  conformidad  en  los  naturales,  con  todo  lo 
demás  que  se  ha  referido,  descaeció  de  ánimo  y  perdió 
la  esperanza  de  lograr  el  buen  suceso  que  deseava  y 
trahía  persuadido;  hasta  tener  firme  desengaño  de  to- 
do esto  permaneció  en  aquel  sitio  é  hizo  venir  delan- 
te Barcelona  seis  navios  de  los  más  gruesos  que  tenía 
en  esta  armada,  y  se  pusieron  en  forma  de  cerco  á 
una  legüecilla  dentro  el  mar  para  impedir  no  entrase 
socorro  por  el  puerto,  que  como  era  el  tiempo  que  vie- 
nen las  embarcaciones  de  la  pesca  entendió  impedir- 
lo; pero  fué  en  vano,  porque  á  sus  ojos  entraron  tres 
navichuelos  cargados  de  abadejo,  y  á  uno  que  abro- 
charon en  la  plaza  de  Mataró  se  libró  en  la  misma 
arena,  y  defendido  de  los  naturales  desde  tierra,  los 
burló  á  los  seis,  y  se  quedó  libre. 

Estávase  D.  Juan  de  Garay  en  Villafranca  arto  te- 
meroso y  sin  saver  qué  hacerse,  y  á  no  ser  porque 
Marcin  obró  con  alevosía,  como  se  verá  adelante,  no 
hubiera  salido  tan  bien  librado,  porque  de  las  cartas 
que  se  hallaron  á  un  correo  que  en  disfraz  de  pobre 


336 

despacha  va  Garay  á  Lérida,  j  con  la  de  algunos  par- 
ticulares del  mismo  exórcito  que  havióndolo  prendido 
los  nuestros  llegaron  á  Barcelona,  se  vio  patente  su 
temor,  j  cómo  dava  razón  de  quanto  pasava  dentro 
Barcelona  y  de  que  quedaron  fustrados  sus  intentos: 
viéndose  desengañado  ya  en  ellos,  día  de  Todos  los 
Santos,  resolbió  retirarse  á  Tarragona,  y  al  executarlo 
quemó  las  barracas,  deshizo  las  trincheras  y  derribó 
las  murallas  y  obró  en  su  retirada  algunos  daños,  y 
dejando  buena  guarnición  en  Sichas,  sólo  con  algu- 
nas fuerzas  reales  se  pasó  al  campo  de  Tarragona  y 
se  detubo  allí  has  la  12  de  Noviembre,  que  determinó 
pasar  los  collados  y  bolverse  á  Lérida.  Los  seis  na- 
vios también  desaparecieron  día  de  Todos  Santos. 

Mientras  pasava  todo  esto,- nuestra  caballería  é  in- 
fantería se  estubo  sin  hacer  oposición  alguna  entre 
Igualada,  Piera,  Santa  Colonia  y  Garreal,  que  si  Mar- 
cin  hubiera  querido  le  podía  dar  malos  ratos  al  Gaste- 
llano,  ó  por  lo  menos  guarnecer  los  collados  para  em- 
barazarle el  paso.  Lo  que  obró  fué  que  pasados  los  co- 
llados mandó  Marcin  á  Griqui,  General  de  cavallería, 
que  embistiera  por  la  manguardia,  que  él  con  el  res- 
to, que  sería  tres  mil  cavallos  y  otros  tantos  infantes, 
daría  sobre  la  retaguardia:  toda  era  buena  gente. 
Griqui  lo  hizo  con  valor  y  diligencia,  pero  Marcin 
mui  ruinmente,  pues  no  dejando  de  empeñar  a  Griqui 
en  el  choque,  dejó  de  asistirle  y  dar  sobre  la  reta- 
guardia como  havía  ofrecido,  estándose  mui  quieto,  y 
casi  á  la  vista  abrasóse  Griqui,  y  procuró  lo  mejor  que 
pudo  lograr  su  retirada,  que  no  pudo  ser  menos  que 
con  pérdida  de  trescientos  y  más  cavallos  y  la  nota  y 
burla  del  Castellano . 

Llegó  Griqui  á  Santa  Goloma,  donde  estaba  Marcin, 
y  llegando  á  disputar  y  reñir  la  acción  en  la  publici- 


337 
dad  de  la  plaza,  hubo  Griqui  empuñada  la  espada 
contra  Marcin;  dexó  de  escrimirla  por  respetarle  Ge- 
neral, y  remitió  el  duelo  á  los  pies  del  Rey,  para 
donde  caminó  luego  con  las  postas  y  dio  razón  en  Pa- 
rís de  todo  lo  que  pasa  va.  Quedó  Marcin  de  este  he- 
cho mui  vituperado  y  se  dijo  del  mil  insolencias:  que 
se  avía  conferido  dos  veces  con  D.  Juan  de  Garay  y 
que  éste  quedó  muy  asegurado  del  que  no  le  harían 
oposición  ni  embarazo  alguno;  cumpliólo  bien,  por- 
que jamás  quiso  juntar  grueso  de  exército  para  dar 
sobre  el  enemigo,  siendo  así  que  podía  unir  triplica- 
das fuerzas  á  las  del  Castellano  de  sólo  las  levas  de  la 
provincia;  pero  no  sólo  no  quiso,  sino  que  para  simu- 
lar su  doblez  dividió  las  tropas,  dejando  mucha  parte 
hacia  Blanas  y  Mataró  con  pretexto  de  que  sabía  que 
la  armada  de  mar  del  Castellano  quería  desembarcar 
mucha  gente  por  aquellas  playas  Castel  dell  fels  (1): 
puso  otra  porción  y  cargo,,  la  mayor  á  Barcelona,  se- 
parando tan  distintamente  las  milicias  y  no  querien- 
do unir  jamás,  aun  estando  á  vista  del  contrario. 

Quando  Marcin  conoció  que  el  Castellano  quería  re- 
tirarse, apartó  de  sí  á  Dardena,  mandándole  que  con 
su  cavallería  catalana,  que  era  mil  cavallos  y  mil  in- 
fantes, entrasen  por  aquellos  lugares  fronterizos  del 
reyno  de  Valencia  á  pillaje,  como  son  Peñíscola,  Ve- 
nicarló,  San  Mat^o  y  otras  poblaciones,  en  las  quales 
executaron  los  soldados  grandísimo  estrago;  pero  tru- 
jeron  el  maior  para  sí  y  para  Cataluña,  porque  en  aquel 
reyno  y  frontera  de  Valencia  ardía  aún  la  peste  que 
el  año  pasado  havía  padecido,  y  en  tanto  que  llegaron 
á  saquear  muchos  lugares  que  los  naturales  no  osa- 
van  aún  bolber,  y  como  entre  las  milicias  en  materia 

{{)    Quiso  escribir  Castell  del  fels. 

Tomo  xxiv  2Í 


338 

de  pillaje  no  se  atiende  á  los  daños  futuros,  cargaron 
con  ropa  y  trastos  inficionados  y  contagiosos:  todo  en- 
tráronlo en  Tortosa,  pegóse  allí  la  peste  y  de  allí  se 
esparció  por  la  ribera  de  Ebro,  campo  de  Tarragona 
y  provincia,  como  se  verá  en  adelante,  sin  lo  que 
pudo  esparcirse  por  los  mismos  soldados.  Mientras 
éstos  trujeron  esta  mercaduría,  el  Castellano  pasó  y 
retiró  á  Lérida. 

No  deven  omitirse  para  el  curioso  las  instrucciones 
que  havía  dado  el  Rey  Gathólico  á  D.  Juan  de  Garay 
para  cuando  se  viese  dentro  de  Barcelona,  con  la  su- 
posición que  tenía  de  ocuparla  en  breve:  el  modo  por 
donde  éstas  se  traslucieron  fué  que  asistiendo  un  sa- 
cerdote á  un  castellano  y  de  suposición  del  exéroito 
de  Garay,  estando  enfermo  y  á  últimos  lances  de  su 
vida,  desaogándose  con  este  buen  clérigo  con  mues- 
tras de  mucho  sentimiento,  le  aseguró  que  Garay 
traía  instrucciones  duplicadas,  unas-  de  benignidad 
para  asegurar  la  entrada  pacífica  y  promisoriar,  y 
otras  para  executadas  y  de  castigo,  y  que  así  le  en- 
cargava  y  dava  permiso  para  que  las  participare  á 
quien  juzgare  conveniente,  y  el  sacerdote,  juntando 
las  crueles  y  de  castigo,  escribió  á  un  caballero  de 
Barcelona  las  que  le  ocurrieron  de  benignidad  y  man- 
sedumbre (puédese  creer  no  hubiera  sino  las  primeras, 
y  que  las  segundas,  que  se  suponen  sean  hijas  de  la 
malicia  y  el  rencor),  cuio  contenido,  sacado  de  la  car- 
ta,, es  éste: 

Que  trate  bien  á  mis  vasallos  del  Principado  de  Ca- 
taluña y  que  no  permita  que  los  soldados  hagan  ex- 
torsiones y  violencias  ni  desacatos  en  los  lugares 
adonde  lleguen,  y  que  se  pague  cuanto  se  tomare  del 
paisano  y  se  agasagen  y  abrasen  amigablemente  á  los 
catalanes,  asegurándoles  que  en  breve  se  verán  libres 


339 

del  dominio  francés;  que  no  tolere  que  soldado  algu- 
no pierda  el  respeto,  hable  mal  ni  moteje  á  los  cata- 
lanes, y  si  alguno  lo  hiciere,  sea  castigado  cruel  y 
severamente.  Que  las  cartas  que  lleva  del  Rey  Gathó- 
lico  para  los  Diputados  y  Ciudad  de  Barcelona,  como 
caveza  del  Principado,  las  envíe  por  un  trompeta.  El 
contenido  de  estas  cartas  heran  muchos  ofrecimientos; 
así  de  nuehps  privilegias  como  de  haciendas,  y  un 
perdón  general  sin  exceptuación  de  persona  alguna. 
Que  se  empeñava  á  reparar  todos  los  daños  que  havía 
recivido  Cataluña,  y  en  paga  de  los  gastos  hechos  en 
estos  años  de  guerra,  por  primera  paga  ofrece  dar  dos 
millones  de  oro. 

Que  prometen  jurar  de  nuevo  las  constituciones 
establecidas  y  conceder  nuevos  privilegios,  y  que  den- 
tro  de  seis  meses  promete,  á  costa  de  su  Real  patrimo- 
nio, cobrar  las  plazas  que  el  Francés  posehe  en  Cata- 
luña, sin  que  ningún  catalán  vaia  forzado,  sino  mui 
de  su  voluntad  y  gusto. 

Que  quedarán  los  Oficiales  y  Ministros  de  justicia 
nombrados  por  el  Rey  de  Francia  en  el  puesto  que 
cada  uno  ocupa  al  presente. 

Que  sacará  á  su  costa  al  Francés  del  Principado  de 
Cataluña,  librando  á  sus  fieles  vasallos  de  las  opresio- 
nes y  yugo  que  causa  el  Goviérno  francés. 

Que  no  pedirá  quenta  de  lo  que  ha  perdido  el  Rey 
Cathólico  de  su  hacienda  en  Cataluña. 

Que  se  presente  con  su  armada  real  delante  de  Bar- 
celona, en  donde  sin  disparar  un  tiro  esperará  la  re- 
solución, que  se  moverá  dentro  por  mis  vien  inten- 
cionados y  gente  de  confianza  que  tengo  dentro  de 
ella. 

Y  finalmente,  que  rechazado  el  Francés,  se  entre 
dentro  y  tome  posesión  de  todo,  dejando  los  Oficiales, 


340 

Ministros  y  Govierno  como  están,  asegurándoles  que 
el  Rey  los  tratará  con  amor  y  benignidad  de  padre. 

Todo  esto  era  el  brindis  y  ofrecimiento  engañoso 
para  facilitar  y  conseguir  la  entrada.  Lo  que  después 
se  havía  de  executar  es  lo  que  se  sigue. 

Que  cuando  los  catalanes  estarán  resueltos  á  tomar 
las  armas  contra  el  Francés,  les  obligará  con  vigor  á 
que  vayan  todos  desde  catorce  años  arriba,  sin  aten- 
der á  las  promesas  hechas. 

Que  todos  los  que  son  y  han  sido  Ministros,  así  de 
justicia  como  de  govierno,  los  llame  con  cautela  y 
castigue,  sin  que  el  pueblo  se  commueva  ni  alborote. 

Que  á  lo3  Ministros  actuales  les  notifique  las  pérdi- 
das que  el  Rey  Gathólico  ha  perdido  en  estos  años  de 
guerra,  las  cuales  han  de  ser  satisfechas  de  qualquier 
modo. 

Que  se  ha  de  dar  quenta  y  pagar  las  municiones  y 
bastimentos  que  estavan  en  los  amagacenes  de  la  Ata- 
racana,  y  todo  lo  demás  que  constare,  havía  y  faltare. 

Que  á  costa  de  sus  haciendas  y  vidas  se  han  de  re- 
cuperar las  plazas  que  el  Francés  ocupara  en  el  Prin- 
cipado. 

Que  los  dos  millones  ofrecidos  vajo  de  palabra  real, 
se  tomarán  en  desquento  de  muchos  más  que  el  Rey 
Gathólico  ha  perdido  y  consumido  en  el  Principado. 

Finalmente,  tratará  á  los  catalanes  con  todo  el  ri- 
gor posible  para  exemplo  del  mundo;  embiará  á  la 
corte  los  que  tiene  nombrados  en  papel  aparte,  para 
que  conste  á  todos  el  real  sentimiento  de  los  males;  se 
hará  un  público  y  exemplar  castigo. 

Estas  ynstruciones  aseguró  el  cavallero  havía  leydo, 
y  en  breve  refirió  las  que  ocurrieron  á  la  memoria, 
advirtiendo  que  en  el  segundo  aranzel  havía  cosas  de 
mucho  terror  y  espanto,  tales,  que  escritas  serían  in- 


341 

creíbles,  teniendo  sólo  á  los  ojos  engañar  la  provincia 
y  obligándola  á  mirar  al  Rey  Cristianísimo  nuestro 
señor  por  capital  enemigo  para  que  en  otros  lances  no 
nos  asista.  Lo  demás  (dice  el  sacerdote)  para  cuando 
nos  veamos;  Dios  nos  guarde  de  tales  engaños  y 
quiera  no  se  logren  como  no  se  ha  logrado  en  esta 
ocasión,  salióndoles  como  se  ha  referido  y  se  deja  ver, 
quizá  porque  Dios  aborrece  las  alevosías  y  premia  las 
verdades. 

CAPÍTULO  28. 

CORREOS  QUE  SE  DESPACHAN!  PARÍS.-EXTR ACIÓN  DE  CONSELLBRES.— 
EMBÍANSB  EMBAJADORES  Á  PARÍS.— LLAMAN  JUSTICIA  LOS  LUGARES, 
Y  LOS  EFECTOS  DE  TODO  ESTO. 

Viendo  la  Provincia  que  el  Castellano  se  entrava 
por  ella  con  exército,  y  por  otra  parte  que  el  país  ha- 
cía los  maiores  esfuerzos  para  su  defensa,  y  que  á  todo 
esto  de  Francia  no  venía  socorro  ni  consuelo  alguno, 
ni  se  hablava  de  cambiar  Virrey,  que  hacía  cerca  de 
un  año  que  durava  el  ínterin,  y  que  las  milicias  esta- 
van  pereciendo  por  no  venir  un  real,  se  juntaron  Di- 
putados, Gonselleres,  Grovernador  y  Marcha,  y  resol- 
vieron escrivirí  con  todo  aprieto  á  la  Reyna  por  un  ex- 
traordinario'á  toda  diligencia,  representándole  el  mí- 
sero estado  de  las  cosas  y  clamando  todos  embiase 
S.  M.  tropas  y  dinero,  porque  de  otro  modo  era  imposi- 
ble se  costease  esto.  Al  Síndico  que  esta  va  en  París, 
Micer  Monfar,  se  le  dio  orden  que  incesantemente  soli- 
citase estas  tres  cosas.  No  había  aún  llegado  este  co- 
rreo á  París  (que  en  siete  días  naturales  havía  de  en- 
trar), quando  motivados  de  acercarse  el  Castellano  á 
Barcelona,  despacharon  segundo  correo.  Los  mismos 
comunes  representaron  sus  desconsuelos,  necesidad  y 


342 
falta  de  justicia,  levantando  de  punto  las  voces  para 
mover  el  real  ánimo.  Llegaron  á  París  estos  correos; 
detubióronlos  algunos  días,  y  de  buelta  entró  el  pri- 
mero en  Barcelona,  á  4  de  Noviembre,  con  carta  de 
la  Reyna  de  mucho  consuelo  y  ofrecimiento,  y  con 
diez  mil  doblones  para  socorro  de  las  milicias,  y  que 
en  breve  vendría  Virrey;  el  segundo  correo  entró  á 
18  del  mismo.  Éste  traía  el  privilegio  de  Virrey  del 
Duque  Mercurio  Bandoma,  nieto  del  Rey  Enrique 
cuarto,  y  también  partida  de  dinero,  asegurando  la 
Reyna  asistiría  y  consolaría  al  Principado,  que  no  se 
desanimase. 

Sortearon  en  Gonselleres  para  el  govierno  del  año 
de  1650  el  Doctor  en  Medicina  T.  Miguel.  Segundo, 
por  militar,  Francisco  Puigener.  Tercero,  Luis  Bata- 
11er,  ciudadano  que,  como  Notario,  lo  havía  sido  en 
el  año  de  1646,  y  después  sacó  privilegio  de  ciudada- 
no. Quarto,  Paulo  Ferrer,  mercader.  Quinto,  Francis- 
co Serra,  zirujano.  Y  sexto,  Joseph  Soler,  sastre:  sir- 
vieron todos  íntegramente  el  año. 

Acávase  de  referir  el  fervor  con  que  los  Consisto- 
rios solicitavan  las  asistencias  y  el  que  viniese  Virrey 
por  medio  de  los  dos  correos,  y  que  el  último  que  llegó, 
á  18  de  Noviembre,  trajo  el  privilegio  de  Virrey,  con 
lo  cual  y  los  ofrecimientos  de  la  Reyna,  creyeron 
quedar  en  breve  consolados;  pero  estando  ya  á  vuel- 
tas de  Navidad,  estavan  las  cosas  muy  calmadas,  sin 
que  se  hablara  de  venir  Virre}^  asistencias  ni  tropas. 
'Á  este  desconsuelo  se  añadía  el  desorden  de  los  solda- 
dos, así  catalanes  como  franceses,  con  los  paisanos  y 
lugares,  haciendo  las  extorsiones,  violencias  y  hurtos 
en  sus  propias  casas,  después  de  las  fatigas  ó  indeci- 
bles gastos  que  ha  vían  tenido  quando  el  Castellano 
entró  para  las  nuevas  levas  y  socorros;  dieron  en 


343 

desvergonzarse  con  los  naturales  á  la  retirada  del  se- 
guimiento del  Castellano,  y  llegó  á  término  su  desen- 
freno, que  el  trozo  de  la  Reyna,  que  eran  las  compa- 
ñías que  á  costa  del  Rey  havía  echo  montar  y  formar 
el  Governador,  coadunadas  con  los  tercios  franceses 
por  particulares  parcialidades  que  tenían  algunos  sol- 
dados con  los  de  la  villa  de  Moya,  la  entraron,  y  he- 
chos dueños  de  ella,  la  saquearon  como  se  les  antojó, 
cometiendo  insultos  y  muertes  que  les  pareció;  pasa- 
ron de  allí  al  llano  de  Vique,  en  donde  también  liicie- 
ron  de  las  suyas,  que  como  heran  los  más  catalanes, 
querían  vengar  lo  que  les  pasava  por  la  caveza;  y  á 
no  ha  verse  interpuesto  algunas  personas,  es  cierto  que 
hu viera  perecido  esa  cavallería. 

La  villa  de  Moya  y  los  demás  lugares  agraviados 
dieron  en  clamar  justicia  á  los  Consistorios;  conocie- 
ron éstos  que  estos  desórdenes  nacían  de  no  haver  Vi- 
rrey que  governara  y  General  que  castigara,  y  que 
havían  de  crecer  de  cada  día  si  no  se  ponía  remedio; 
vían  también  que  estava  olvidado  todo  esto:  resolvie- 
ron en  vista  de  todo  esto  ambas  casas  embiar  cada 
qual  su  Embajador  á  París  para  solicitar  el  remedio  de 
tanto  desorden,  y  que  tuvieran  efecto  las  peticiones 
echas  por  los  dos  correos  ya  dichos  y  el  recelo  de  que, 
cansada  la  provincia,  no  diese  contra  las  milicias  y 
acavase  con  ellas,  y  que  para  exonerarse  los  Consis- 
torios de  todo,  los  Embajadores  partiesen  á  esforzar  y 
representarlo  todo.  Por  la  Diputación  fué  el  Abad 
Monpalau,  que  partió  por  Pasqua  de  Navidad,  y  poco 
después  por  la  Ciudad  partió  Francisco  Sangenis,  ciu- 
dadano onrrado,  ambos  á  toda  diligencia  y  con  todas 
las  asistencias  y  lucimiento  que  correspondía  á  la  obli- 
gación y  puesto  que  los  embiava. 


344 


CAPITULO  29. 

PRISIONES  DE  MARCIN  EN  BARCELONA  Y  DEL  PRÍNCIPE  DE  CONDE  Y 
OTROS  EN  PARÍS.-INTERPRESA  DE  TARRAGONA,  Y  EMPIEZA  EL  AÑO 
DE  1650. 

Á  los  28  de  Enero  llegó  orden  de  París  al  Governa- 
dor  D.  Joseph  de  Margarit  y  á  Monsiur  de  Marcha, 
para  que  prendieran,  se  aseguraran  y  tuvieran  á  bue- 
na custodia  la  persona  de  Mosiur  Marcin,  y  al  Gover- 
nador,  que  con  una  buena  guarda  lo  llevara  á  Perpi- 
ñán  y  lo  entregase  en  propias  manos  y  poder  del  Go- 
vernador  del  castillo,  el  Marqués  de  Novalles,  porque 
así  convenía  á  la  Corona  y  Real  servicio,  por  las  mu- 
chas y  graves  causas  que  para  ello  tenía  el  Rey.  A  la 
Ciudad  vino  también  carta  para  que  diera  toda  su  asis- 
tencia á  la  execución  de  esta  orden  y  prisión.  El  Go- 
vernador  sin  detención  alguna  pasó  á  executarla  y 
obedecerla,  y  asegurado  ya  de  la  persona,  se  le  dio  por 
cárcel  á  la  casa  del  Intendente,  en  la  calle  Ancha,  al 
cavo  de  la  carnicería  den  Sortí,  y  se  le  puso  un  algua- 
cil con  algunos  fadrínes  de  guardia  de  vista,  y  á  la 
puerta  de  la  casa  otro  con  la  misma  comisión.  Execu- 
tado  todo  esto  se  dio  la  carta  á  la  Ciudad,  y  como  en 
ella  encargava  tanto  la  Reina  la  seguridad  de  la  per- 
sona y  que  se  asistiera  al  Governador,  en  eso  resol- 
vieron poner  tres  compañías  de  guardia  á  la  casa, 
circumbalando  el  sitio  y  ocupando  las  bocas  calles  no- 
che y  día,  sin  permitir  á  otros  transitar  por  ellas,  que 
á  los  dueños  que  tenían  allí  sus  casas,  formando  dos 
cuerpos  de  guardia,  á  la  plazuela  de  la  bajada  de  los 
Leones  y  boca  calle  que  entra  hacia  el  Regomí,  y  á  la 
carnicería  den  Sortí  v  á  la  entrada  de  la  calle  Ancha 


34o 

y  puerta  principal  de  ]a  Gasa,  de  forma  que  parecía 
un  presidio  cercado;  á  las  noches  todo  era  encender 
calderones  y  fuegos  sin  dejar  transitar  las  calles;  las 
compañías  se  mudavan  de  24  en  24  horas:  esto  duró 
seis,  en  los  cuales  ajustó  Marcin  sus  cosas  y  pagó,  que 
devía  largos  reales,  que  como  havía  governado  Tor- 
tosa,  tubo  algún  comercio;  entre  tanto,  vino  otro  Go- 
vernador.  El  día  8  de  Febrero  el  Governador  se  plan- 
tó en  su  carroza  á  la  puerta  de  la  de  Marcin  á  medio 
día  con  algunos  camaradas  y  algunos  alguaciles  rea- 
les, cavalleros  y  una  compañía  de  á  cavallo;  tomaron 
á  Marcin  y  marcharon  con  él  por  la  puerta  de  San 
Daniel,  recta  vía  á  Perpiñán,  haciéndose  comboyar  de 
lugar  en  lugar  por  los  somatenes.  Antes  de  salir  de 
aquí  ya  havían  echo  marchar  los  rejimientos,  con  que 
llegó  con  seguridad  á  entregarse  al  Governador  Mar- 
qués de  Novalles,  que  lo  puso  á  buena  custodia. 

Es'a  prisión  fué  generalmente  aplaudida  de  todos, 
porque  no  havía  entrado  francés  en  Cataluña  para 
materia  de  govierno  que  más  odiado  y  aborrecido 
hu  viese  sido,  y  de  quien  menos  seguridad  se  bu  viese 
ienido.  El  era  de  natural  ambicioso,  y  como  pudiera 
adquirir  dinero,  se  le  dava  poco  de  lo  demás;  tenía  el 
país  exasperado  y  aniquilado  á  puro  de  contribuciones 
y  repetidos  servicios  y  continuos  gastos,  y  sobre  todo 
esto,  no  ha  ver  obrado  facción  alguna  de  provecho, 
pudiendo  antes  bien  proceder  como  se  dijo  y  se  vio  en 
esta  última  entrada  del  Castellano  con  alevosía. 

Imputósele  por  tal  el  mal  suceso  que  tubo  la  inter- 
presa de  Tarragona  que  se  intentó  hacer  algunos  días 
antes  que  le  prendiesen.  La  disposición  que  dentro  la 
plaza  havía  no  llegó  á  mi  noticia:  el  suceso  fué  que 
supuesta  la  asistencia  de  algunos  de  adentro,  se  havía 
de  emboscar  á  la  ronda  de  la  Ciudad  nuestra  cavalle- 


346 

ría  é  infantería,  y  fingiendo  un  comboy  de  arina  que 
venía  de  Valles,  acompañado  de  algunos  hombres  con 
armas  disimuladas,  vestidos  á  la  catalana,  se  havían 
de  hacer  dueños  de  la  puerta  y  rastrillos,  y  á  esa  sazón 
embestir  la  infantería  y  la  cavallería:  ello  se  dispuso 
así,  y  aviendo  entrado  ya  algunos  á  lo  disimulado, 
cuando  llegó  el  comboy  dijo  la  centinela,  qué  gente, 
de  dónde  buena;  respondió  uno  de  los  del  comboy  de 
Vaus,  que  como  franceses  no  supieron  hablar  la  len- 
gua á  decir  de  Valls;  conoció  la  centinela  por  el  idio- 
ma la  nación  y  presumió  la  alevosía,  con  que  dispa- 
rando mosquetazo  y  dando  voces  á  arma,  cerraron  el 
rastrillo  y  acavaron  con  las  vidas  de  los  que  venían 
en  el  comboy  y  avían  entrado,  y  quando  las  tropas 
emboscadas  pensaron  lograr  el  intento  se  volbieron 
burladas.  De  esta  acción  se  culpó  á  Marcin,  ó  por  in- 
teligente con  el  Gobernador  de  Tarragona  para  perder 
aquella  gente,  ó  porque  no  encomendando  la  acción  á 
catalanes  más  diestros  én  el  lenguaje  y  en  el  respon- 
der, malogró  la  ocasión  de  tomar  esta  plaza  y  hacer 
ese  servicio  á  su  Rey,  y  por  el  mal  afecto  que  mostró 
siempre  á  la  provincia. 

También  se  atribuyó  la  prisión  de  Marcin  á  causas 
más. soberanas,  porque  á  la  misma  sazón  prendieron 
en  París  al  Príncipe  de  Conde,  á  su  hermano  el  Duque 
de  Anguien,  Príncipe  de  Gonti,  y  á  su  cuñado  el  Duque 
de  Fongavile,  todos  de  la  sangre  real  y  de  la  primera 
graduación  y  mando  en  la  Francia.  La  prisión  de  to- 
dos éstos  fué  de  orn.  del  Parlamento  y  Reyna,  ávida 
primero  madura  consideración  en  el  Parlamento.  Los 
motivos  que  corrieron  públicos  para  estas  demostra- 
ciones son  que  el  Conde,  hallándose  primo  hermano 
del  Rey  Luis  décimo  tercio  y  el  vasallo  más  rico  y  po- 
deroso que  entonces  se  conociera  en  monarca  alguno, 


347 
tiró  á  hacerse  dueño  del  patrimonio  real,  y  como  á  tan 
velicoso  y  soberano  haviese  echo  arbitro  del  Parla- 
mento de  París,  por  donde  guantas  provisiones  y  mer- 
cedes se  hacían  las  ponía  en  sujetos  de  su  devoción, 
queriendo  que  únicamente  se  atribuieran  á  él  como 
primer  móvil.  Las  dignidades,  cargos  y  rentas  mejo- 
res que  sacavan,  las  ponía  en  su  caveza,  viniendo  á  ser 
despótico  Gobernador  y  destribuidor  del  patrimonio  y 
gobierno  de  toda  la  Francia.  Avía  puesto  General  de 
la  mar  á  su  cuñado  el  de  Miranvalle.  Al  de  Anguien 
tenía  como  hermano,  con  las  armas  y  milicias  á  su 
mano:  estando  en  esta  altura  pretendió  que  de  gracia 
ó  por  fuerza  havía  de  ser  Condestable  de  Francia, 
puesto  que  va  anexo  y  unido  á  la  casa  de  los  Duques 
de  Orleans,  y  por  pertenencia  á  su  tío,  hermano  del 
Rey  difunto.  Sobre  esta  ambiciosa  pretensión  se  sus- 
citaron varias  contiendas  y  encuentros,  pasando  algu- 
nas revoluciones  en  París,  y  de  todo  resultó  descubrir- 
se que  los  intentos  del  de  Conde  era  ceñirse  la  corona, 
para  lo  cual  havía  llenado  de  echuras  suyas  y  en  los 
primeros  puestos  y  de  mayor  manejo  toda  la  Francia; 
havía  adquirido  mucho  dinero,  estados  y  rentas;  co- 
rría secreta  confederación  con  España  y  otros  poten- 
tados para  que  en  el  lance  (procurara  cada  cual  lo  que 
era  suyo)  le  aiudasen  á  sentarse  la  corona  y  empuñar 
el  cetro:  éstas  fueron  las  causas  que  corrieron  públicas- 
para  estas  prisiones. 

Pero  como  Dios  no  suele  sufrir  alevosías,  permitió 
se  descubriera  ésta,  y  asi,  prendiendo  á  estos  tres  su- 
jetos, fueron  llevados  á  un  castillo  fuera  de  París,  des- 
tinado ya  para  cárcel  de  Príncipes;  confiscados  todos- 
sus  bienes  y  expoliados  de  todos  los  cargos  y  oficios, 
no  sólo  lo  que  por  merced  real  tenían,  sino  también 
de  los  que  por  naturaleza  gozava  y  los  estados  que  ha~ 


348 

vía  comprado,  entre  otros  el  castillo  de  Villaguardia, 
en  donde  tenía  mucho  dinero  depositado,  y  con  tal 
guarnición,  que  huvo  de  hir  exército  á  ganarle  á  fuer- 
za de  armas.  Marcin  hera  como  entre  otros  de  su  fac- 
ción que  havían  de  obrar  en  su  seguimiento  llegada 
la  ocasión:  este  suceso  costó  grandes  recelos  y  alboro- 
tos á  la  Francia,  por  ser  tantos  y  tan  poderosos  los 
que  el  de  Conde,  ya  por  obligados  y  ya  por  afectos,  te- 
nía á  su  devoción,  y  que  deseavan  perder  la  vida  en 
su  servicio ,  Dexemos  executando  prisiones  y  pasemos 
á  lo  de  Cataluña. 

CAPÍTULO  30. 

ENTRADA  DEL  DUQUE  DE  MERCURIO,  PRÍNCIPE  DE  BANDOMA, 
POR  VIRREY  EN  CATALUÑA. 

Trece  meses  y  veinte  y  dos  días  hacía  que  se  halla- 
va  Cataluña  sin  Virrey,  y  con  suma  necesidad  de  ad- 
ministración por  los  desórdenes  que  cometían  los  sol- 
dados; y  aunque  havía  ocho  meses  que  estava  nom- 
brado el  Duque  Mercurio,  Príncipe  de  Bandoma,  nie- 
to del  Rey  Enrrique  cuarto  de  Francia,  y  en  la  misma 
línea  que  el  de  Conde,  Príncipe  de  la  real  sangre,  no 
podía  ni  se  le  permitía  venir  á  servir  sus  cargos  por 
las  rcboluciones  referidas  de  la  Francia;*  pero  las  ins- 
tancias de  los  Embajadores  y  continuas  representacio- 
nes del  Principado,  hicieron  aligerar  su  partida  y  que 
viniera  tan  á  la  ligera,  que  sólo  su  persona  con  algu- 
nos criados  partió  de  París  á  la  posta;  llegó  la  noche 
del  21  de  Febrero  á  cenar  á  GranoUers,  en  donde  le 
ospedó  D.  Joseph  de  Pinos  y  regaló  opulenta  y  cos- 
tosamente, y  el  día  22,  después  de  haver  comido  en 
San  Andreu,  entró  en  Barcelona  mui  sencillamente; 


349 

reciviéronle  anticipadamente  los  Governadores  Mar- 
garit  3'  Dardena  con  las  milicias,  y  á  sus  puestos  sa- 
lieron los  de  la  Ciudad,  Diputación,  Audiencia  y  Loxe, 
como  es  estilo,  y  se  hizo  con  el  de  Llui,  último  Vi- 
rrey. Llegado  á  la  Cruz  de  San  Francisco,  empezó  la 
artillería  ha  hacer  salva:  avíanse  dividido  y  sembrado 
los  cañones  por  la  muralla;  entró  por  la  Puerta  Nueva, 
y  acompañado  de  todo  el  concurso,  por  las  calles  acos- 
tumbradas fué  á  prestar  el  juramento  al  Aseo,  y  de 
allí  á  descansar  al  palacio  ordinario,  y  por  ser  ya  no- 
che se  encendieron  pasadas  de  150  achas  y  muchos 
calderones  á  trechos  por  las  calles,  continuando  hasta 
que  llegó  á  su  casa  la  salva  de  la  artillería  y  petardos; 
en  palacio  fué  recivido  con  música  de  cuerda,  clarines 
y  varios  ynstrumentos,  mostrando  en  aclamaciones  el 
gozo  de  tener  ya  Virrey:  era  hombre  de  buen  aspecto, 
buen  rostro,  mui  rubio,  blanco  y  colorado,  y  de  edad 
de  algunos  treinta  y  cinco  años,  y  como  venía  tan  sin 
asistencia  de  criados  y  vestidos,  entró  sencillísimo,  y 
para  la  función  un  Marqués  francés,  Marselin,  que  ha- 
vía  casado  con  la  muger  que  fué  de  el  Conde  de  Ce- 
balla  en  BarceJona,  le  prestó  su  carrozilla,  arto  dono- 
sa y  nueva,  y  se  sirvió  de  ella  hasta  que  vinieron  las 
suias,  que  fué  por  la  Octava  del  Corpus,  que  como  no 
tenía  nada  aprestado  para  el  viaje,  se  dilató  todo  ese 
tiempo  en  llegar  su  carruaje  y  ropa. 

Truxéronle  dos  carrozas  con  tiro  de  á  seis  cavallos, 
todo  mui  rico,  lucido  y  bueno.  La  una  particularmen- 
te era  toda  la  clavazón  dorada,  con  cabos  de  terciope- 
lo carmesí  y  franxones  de  oro  y  seda.  Las  galas  de  la 
persona  llevaron  ventaja  á  las  de  los  otros  Virreyes, 
menos  el  de  Conde.  La  librea  de  pages  y  criados  de 
escalera  arriva  mui  lucida  y  rica,  color  de  oro  con  ca- 
vos  de  oro  y  seda,  y  taláis  bordados  y  mucha  pluma. 


350 

Los  pajes  con  calza  tirada.  Los  lacayos  con  librea  azul 
y  cabos  de  plata.  La  librea  de  la  guardia  de  la  cara- 
Yiua  era  también  azul  con  mucha  botonada  de  plata, 
con  las  cruces  por  los  capotillos  de  plata,  rodeadas  de 
coronas  imperiales  labradas  de  galón  de  plata.  Los 
restantes  de  los  coches  eran  unos  florones  de  bronce 
dorado  con  escudos  de  las  armas  reales,  que  eran  las 
suyas.  No  estava  casado;  pero  se  esperava  en  breve 
acavar  de  ajustar  su  casamiento  con  una  sobrina  del 
Cardenal  Macerino,  Primado  de  los  Reyes. 

CAPÍTULO  31. 

EMPIEZAN  LOS  RECELOS  DE  LA  PESTE  POR  TORTOSA;  DILIGENCIAS  PARA 
LA  AVERIGUACIÓN. -ESTIÉNDESE  Á  TARRAGONA;  PREVENCIONES  Y 
ROGATIVAS  POR  ESO  Y  POR  AGUA. 

Ya  queda  prevenido  en  los  capítulos  atrás,  que  por 
los  dobleces  de  Marcin  y  franquearle  el  paso  en  su  re- 
tirada al  Castellano,  embió  á  Dardena  con  dos  mil 
hombres  á  pillaxe  al  reino  de  Valencia,  en  donde  ha- 
vía  todo  aquel  año  abrasado  la  peste.  De  las  ropas  y 
pillaxe  que  los  soldados  havían  retirado  á  Tortosa, 
como  no  estavan  aún  bastante  limpias  ni  expurgadas 
del  contagio  (que  de  su  naturaleza  suele  este  mal  ce- 
sar, de  forma,  que  parece  no  hay  ya  rastro  del,  y  luego 
boelbe  á  encenderse),  se  encendió  en  aquella  ciudad  y 
rivera  del  Ebro  con  mucha  fuerza,  extendiéndose  en 
breve  por  toda  aquella  comarca;  declaróse  en  ella  por 
mal  contagioso,  y  á  esta  ocasión  la  ciudad  de  Barce- 
lona quitó  totalmente  el  comercio  de  aquel  partido, 
vibiendo  con  gran  recelo  y  cuidado  de  no  admitir  á 
nadie. 

Resolbió  así  mismo,  como  es  costumbre,  embiar  un 


351 

Médico  y  Cirujano  para  tener  seguro  desengaño  de  si 
era  peste:  fueron  á  Tortosa  el  Dr.  March  Xelpí,  Médi- 
co, y  Matas,  de  la  calle  Ancha,  Cirujano,  cOn  dietas 
muy  crecidas  á  costa  de  la  Ciudad;  y  á  la  vuelta,  por 
excusarse  el  mal  paso  de  unas  montañas,  quisieron  em- 
barcarse en  el  río  Ebro  agua  arriba  hasta  pasar  aquel 
riesgo,  pero  dieron  en  otro  mayor,  porque  llegando  á 
un  estrecho  de  dos  altos  montes  por  donde  el  río  tie- 
ne su  corriente,  dieron  en  manos  de  unos  micaletes 
que  acaso,  ó  espiados  de  la  parte  de  Aragón,  los  hicie- 
ron prisioneros  y  llevaron  al  reyno  de  Aragón  aden- 
tro, y  pidiendo  por  su  rescate  mil  y  quinientos  doblo- 
nes para  negociarlo  y  dar  parte  de  lo  sucedido,  permi- 
tieron que  el  Cirujano  viniera  á  Barcelona,  quedando 
en  renes  el  Médico,  que,  como  savían  corría  por  quen- 
ta  de  la  Ciudad,  pedían  tan  buen  rescate;  interpúsose 
el  Virrey  con  los  de  Valencia  y  Arafífón,  ofreciendo  dar 
otros  prisioneros  en  cambio:  no  se  admitió  el  partido; 
reusava  la  Ciudad  el  pagar  por  no  haverles  dicho  se 
embarcaran  ni  ser  prisioneros  de  guerra;  pero  por  pos- 
tre huvo  de  pagar  675  doblones  en  tiempo  que  pasava 
á  ocho  escudos  y  medio  de  sisenes  el  doblón,  y  además 
embiar  segundo  Módico,  que  fué  el  Dr.  Vileta. 

Estavan  las  puertas  de  Barcelona  reducidas  á  tres, 
puerta  del  Mar,  de  Argel  y  San  Antonio,  con  muy 
buenas  guardias,  sin  permitir  entrar  á  nadie  de  aquel 
partido  sin  boleta  ni  con  ella.  Declaróse  también  la 
peste  en  Tarragona,  introducida  con  la  ropa  que  se 
admitió  de  Valencia  en  una  barca,  y  encendióse  de  tal 
forma  en  la  ciudad  y  villas  del  campo,  como  Villaseca 
y  otras,  que  fué  preciso  en  breve,  por  los  muchos  que 
morían,  desamparar  el  poblado  y  abarracarse  en  cam- 
paña, formando  sus  hospitales  y  morbería  y  admitir 
los  mantenimientos  de  los  vecinos  con  gran  precau- 


352 

ción  y  escasez.  Las  milicias  de  Tarragona  se  aquar te- 
laron en  la  marina  como  pudieron. 

En  Barcelona  crecía  el  desconsuelo  y  temor;  acu- 
dióse á  Dios  por  medio  de  rogativas,  en  procesiones  y 
devotísimas  funciones,  para  que  Dios  aplacara  su  Divi- 
na Justicia;  en  cada  iglesia,  empezando  por  la  Seo,  y 
las  demás  por  turno,  se  tuvo  á  Nuestro  Señor  paten- 
te, acudiendo  muchas  procesiones  con  penitencias  muí 
singulares  á  pedir  misericordia  á  su  Divina  Mageslad. 
Los  combentos  y  comunidades  de  monjas  y  religiosas 
estavan  incesantemente  orando;  las  guardas  del  mor- 
bo se  aumentaron,  y  procedían  con  gran  actividad; 
quisieron  estrechar  á  dos  puertas,  la  del  Mar  y  la  del 
Ángel,  el  comercio;  pero  como  la  última  es  tan  angos- 
ta y  el  carreo  de  carruaje  y  vagaje  era  tanto,  no  bas- 
tava  vigilancia  humana  á  dar  cobro  todo,  con  que  se 
hubieron  de  abrir  más  y  aumentar  la  guardia  para 
evitar  mayores  daños  é  inconvenientes  con  tales  apre- 
turas. 

Corriendo  entre  estos  procelosos  sustos  y  riesgos, 
amenazava  el  de  una  estéril  coxida  por  la  falta  de  agua 
sin  haver  llovido  meses  había:  esta  necesidad  era  uni- 
bersal  por  todo  el  Principado,  y  en  todo  él  eran  conti- 
nuas y  extraordinarias  las  rogativas;  por  los  caminos 
no  se  encontravan  sino  procesiones  de  unos  lugares  á 
otros  con  tragos  mui  penitentes  y  llenas  de  peregrinos 
con  ásperas  penitencias.  En  la  Ciudad  empezaron  sus 
rogativas  á  Santa  Madrona:  bajáronla  á  la  Aseo;  acu- 
dieron las  comunidades  procesionalmente;  pasó  la  Seo 
á  tener  descubierto  el  Santísimo,  á  visitar  las  ermitas 
y  cambras  que  dicen,  y  en  ellas  hacer  los  Divinos  Ofi- 
cios; seguían  las  parroquias  y  los  conventos  los  mis- 
mos pasos:  todo  era  inbentar  procesiones;  hiciéronse 
algunas  llenas  de  doncellas  y  peregrinos  vestidos  de 


3o3 

blanco  con  sus  Santos  Cristos  en  las  manos  (que  jamás 
se  han  visto  más  Cristos)  y  todos  gritando  misericor- 
dia y  agua,  Señor,  que  era  un  continuo  dolor  y  triste 
espectáculo:  á  todo  estavan  cerrados  los  cielos. 

Recurrieron  al  glorioso  San  Se  ver,  y  viernes  20  de 
Mayo  llevaron  su  cuerpo  el  Cabildo  y  texedores,  con 
la  devota  y  penitente  procesión  que  se  acostumbra,  á 
Santa  Clara,  en  donde  las  religiosas  dijeron  el  Oficio, 
y  en  rogativa  continuada  lo  bolbieron  á  la  Seo,  y  de- 
jándolo en  el  altar  maior,  acudieron  innumerables 
procesiones  á  visitarle,  y  las  iglesias  unas  á  otras  lo 
hacían:  ni  esto  ni  lo  mucho  que  tantas  almas  santas 
se  ajustaron  con  Dios  fué  bastante  para  que  nos  con- 
solara en  tal  aprieto,  con  que  la  cosecha  fué  muy  poca 
ó  nada,  y  esto  por  toda  la  provincia;  con  que  queda- 
van  sobre  ella  las  tres  maiores  plagas,  que  eran  am- 
bre,  guerra  y  peste:  el  cielo  se  apiade  de  quien  tanto 
padeciere,  que  todo  Dios  es  menester  para  la  tole- 
rancia. 

CAPÍTULO  31. 

SALE  BANDOMA  A  RECONOCER  LAS  PLAZAS.— SITIA  Á  CASTELLÓN.-SO- 
CÓRRENLO  LOS  CASTELLANOS— VUELVE  BANDOMA  PARA  LA  PESTE 
AL  AMPURDÁN.-CONDENACIÓN  Y  LIBRAMIENTO  DEL  OYDOR  NEGRELL. 

Á  6  de  Mayo  partió  S.  A.  el  Duque  Mercurio  con 
mucha  parte  de  cavallería  á  reconocer  las  plazas  fron- 
teras y  país;  empezó  por  el  campo  de  Tarragona,  y 
quísose  acercar  tanto  á  la  plaza,  que  con  la  artillería 
le  hicieron  no  poco  daño  en  sus  tropas,  matándole  al- 
gunos cavalleros  y  cavallos,  y  húbose  de  retirar  á  toda 
priesa,  y  por  allí  pasó  al  llano  de  Urgel  y  á  Balaguer 
por  el  castillo  de  Flix  y  aquella  frontera. 

Mientras  S.  A.  hiva  reconociendo  el  país  con  unas 

Tomo  xxiv  23 


354 

tropas  y  levas  francesas  que  entraron  de  Francia  por 
la  valle  de  Aran  y  partida  que  embió  de  aquí,  hizo 
poner  sitio  al  castillo  de  León,  que  está  en  la  misma 
valle  de  Aran,  confinante  á  un  mismo  tiempo  con  Ara- 
gón, Cataluña  y  Francia,  siendo  puerto  y  paso  para 
aquel  reyno.  Pero  aviéndolo  entendido  los  castellanos 
levantaron  somatén  general  de  Aragón  para  socorrer 
el  castillo:  ó  porque  no  huviera  bastante  gente  ó  por 
mala  disposición,  los  sitiadores  llevaron  mala  zurra, 
y  se  huvieron  de  retirar  con  mucha  pérdida,  y  quedó 
el  castillo  socorrido. 

Llegó  la  noticia  á  S.  A.,  que  se  hallaba  en  Bala- 
guer,  del  socorro  y  pérdida  referidos,  y  se  partió  lue- 
go para  Barcelona,  en  donde  entró  último  día  de  Ma- 
yo, y  dos  días  después,  noticioso  de  que  el  Castellano 
iba  juntando  armada  de  mar,  quiso  reconocer  todos 
los  fortines,  baluartes  y  murallas  muy  por  menudo,  y 
amagacenes  y  quanto  havía  en  la  plaza:  executólo 
con  mucho  acompañamiento  de  los  militares  y  noble- 
za catalana,  y  es  de  notar  que  asistiéndole  S.  A.  en 
esta  función  el  Conseller  en  Gap  Dr.  T.  Miguel,  Mé- 
dico, le  favoreció  tanto  S.  A.,  que,  yendo  solos  en  su 
coche,  le  dio  siempre  la  mano  derecha  sin  desdeñarse 
de  ello  y  sin  reparar  que  era  Virrey  y  Príncipe  de 
real  sangre;  acción  que  se  admiró  mucho  y  que  le  hi- 
zo más  amable  acordándose  de  la  soberbia  castellana, 
y  de  que  nunca  les  parece  á  los  Virreyes  castellanos 
estar  bastantemente  venerados  y  entronizados,  y  éste 
era  al  contrario. 

Á  primeros  de  Junio  ya  llegó  noticia  á  Barcelona  de 
que  en  San  Pedro  Pescador,  lugar  del  Ampurdán,  havía 
contagio,  y  que  los  naturales  desamparavan  el  lugar, 
porque  el  daño  se  hiva  extendiendo  por  aquel  país.  Por 
Corpus  ya  se  supo  que  en  Gerona  estava  introducido 


355 

y  mucha  gente  empestada,  con  que  Barcelona  refirmó 
las  guardias  y  redució  á  dos  puertas  el  comercio,  co- 
rriendo con  nueva  vigilancia  en  no  admitir  persona 
que  viniera  de  parte  sospechosa;  emhió  á  Gerona  al 
Dr.  Vileta  para  que  consultase  con  aquellos  Médicos 
y  se  declarase  si  era  ó  no  peste,  porque  corría  con 
duda;  pero  ó  que  no  lo  fuese,  ó  que  no  lo  conociesen,  ó 
que  corriesen  algunas  dádivas,  el  Dr.  Vileta  con  los 
demás  declararon  eran  sólo  enfermedades  malignas: 
con  esto  se  resolvió  á  admitir  el  comercio  en  Barce- 
lona, que  duró  algunos  ocho  días,  en  los  quales  mu- 
chas familias  desempararon  á  Gerona  y  se  vinieron  á 
Barcelona,  porque  temieron  lo  que  era,  y  fué  parti- 
cular milagro  de  Dios  que  entonces  no  se  introdujese 
la  peste  en  Barcelona.  Pero  reconociendo  los  muchos 
■que  morían,  y  con  tanta  brevedad  privaron  totalmen- 
te el  comercio,  y  resolhió  la  Junta  del  morbo  embiar 
médico  y  cirujano  para  tener  seguro  desengaño:  éstos 
fueron  el  Dr.  Argila  y  Jayme  Texedor,  los  dos  más 
peritos  en  Medicina  y  Girujía.  Éstos  partieron  á  últi- 
mos de  Julio  y  entraron  en  Gerona,  donde  estuvieron 
ocho  días,'  y  resolvieron  ser  peste  en  realidad  lo  que 
allí  padecían,  y  que  no  lo  tuviesen  á  burlas;  quando 
volvieron  á  Barcelona  les  hicieron  purgar  la  quaren- 
tena  en  una  torre  cerca  de  Sarria,  de  la  misma  Argila, 
y  desde  entonces  se  guardó  con  gran  cuidado,  sin 
permitir  el  menor  ensanche  del  mundo. 

En  Gerona  padecían  muchísimo,  no  sólo  del  mal, 
sino  también  de  víberes  y  mantenimientos,  porque  la 
gente  huía  de  ellos,  y  aun  con  su  dinero  no  hallavan 
quien  les  socorriese,  y  fué  preciso  que  el  Real  Con- 
sejo embiara  un  Juez  con  mucha  gente:  éste  fué 
el  Dr.  Gamps  y  Rubí;  aquartelóse  en  campaña  á  la 
circunferencia  de  Gerona,  señalando  con  estacada  un 


356 

pedazo  de  terreno,  dentro  del  qual  no  se  admitía  á 
ninguno  de  la  ciudad  ni  del  salía  alguno,  y  si  alguno 
pasava  la  linea  havía  permiso  para  darle  la  muerte. 
Este  Ministro  les  hacía  traer  de  los  lugares  vecinos 
mantenimientos,  y  acudiendo  á  la  línea  lo  recivían  pa- 
sando el  dinero  con  que  pagavan  por  fuego  ó  por  vi- 
nagre, y  pedían  de  nuevo  lo  que  havían  menester.  La 
Ciudad  y  el  Gavildo  havían  echo  cuerpo  y  costeavan 
quanto  se  gastava,  y  para  que  no  hu viera  diversión, 
á  un  puesto  solo  acudían,  que  estava  señalado  con  un 
palo. 

De  esta  suerte  estavan  recluidos  los  dolientes,  y  se 
evitava  que  se  extendiese  el  mal,  quedando  todos  so- 
corridos, porque  era  de  tal  suerte  la  gente  que  moría, 
que  havía  día  de  á  200  muertos.  Tuvieron  mucha  cul- 
pa los  geroneses,  porque  á  primeros  de  Ahril  ya  mo-' 
rían  muchos  de  la  peste,  y  por  quererlo  ocultar  y  no 
privarse  del  comercio,  llegó  á  extenderse  por  aquel 
partido  y  á  encenderse  tanto  en  ellos.  Los  de  Olot, 
apenas  se  vieron  con  el  mal,  quando,  escarmentados 
por  los  de  Gerona,  dieron  providencia  y  excusarían 
la  comunicación,  con  que  no  fué  en  aquella  villa  tan 
cruel. 

En  Barcelona  eran  continuas  las  rogativas  y  el  es- 
tar nuestro  Señor  descubierto  por  las  iglesias,  porque 
sobre  la  peste  estaba  con  la  guerra  la  esterilidad  del 
agua  y  falta  de  pan,  siendo  las  tres  plagas  universa- 
les por  Cataluña.  Duró  casi  el  Agosto  y  Septiembre  en 
Barcelona  la  penuria  del  pan,  con  tanto  ó  maior  rigor 
que  el  año  de  la  hambre,  de  modo  que  llegó  la  gente  á 
término  de  rebentar  en  los  ornos  por  la  prisa  de  com- 
prar pan;  no  era  tanta  la  falta  de  trigo  quanta  pa- 
recían, sino  que  la  ambición  de  algunos  tenía  agrá- 
nerado  el  trigo,  queriendo  precio  exorbitante,  aunque 


t 
357 

ya  entonces  corría  á  nueve  escudos  la  quartera,  moti- 
vos que  pusieron  en  riesgos  de  una  rebolución  á  Bar- 
celona: sosegóse  algo  la  ciudad;  tomó  por  su  cuenta  el 
pastrín,  haciendo  masar  en  varias  partes  y  socorrien- 
do el  pueblo  para  que  se  quietara:  estas  necesidades  y 
rumores  eran  por  todo  el  Principado,  quizá  por  nues- 
tras enormes  culpas,  que  sí  debían  serlo,  pues  con 
ocasión  de  la  guerra,  peste  y  hambre  se  cometían  exe- 
crables delitos  y  ofensas;  no  se  respetavan  á  los  ecle- 
siásticos, porque  los  matavan  y  herían  sin  haver  más 
suposición  que  si  fueran  seculares,  y  se  vivía  sin  te- 
mor de  Dios  ni  á  la  justicia,  de  que  la  Divina,  empu- 
ñando la  espada  de  tres  hilos,  la  esgrimía  cruelmente 
con  la  guerra,  peste  y  hambre  sobre  esta  desdichada 
provincia,  aunque  havía  algunos  justos  que  templa- 
van  el  enojo  de  Dios. 

Ya  se  dijo  la  expulsión  y  prisiones  que  se  hicieron 
en  Barcelona  quando  D.  Juan  de  Garay  venía  para 
sitiar  Barcelona,  y  cómo  se  llevaron  presos  á  Perpi- 
ñán  cinco  cavalleros  catalanes  por  la  conspiración 
que  se  temía.  Después  de  haber  llegado  á  Barcelona 
el  de  Bandoma,  quisieron  sustanciar  los  procesos  y 
hacer  la  causa  á  estos  cavalleros:  trujáronlos  de  Per- 
piñán  y  S.  A.  puso  en  palacio  al  Oydor  Negrell  y  á 
D.  Gerónimo  Miguel,  y  después  de  algunos  meses  de 
prisión  instó  el  Oydor  (los  otros  tres  estavan  en  la 
cárcel  real)  Negrell  se  le  hiciera  la  causa,  porque  no 
estuviera  bien  probado  el  delito,  ó  porque  rey  nava  la 
malicia.  Condenáronlo  á  dar  un  garrote  y  á  que  en- 
trara en  tormento  para  descubrir  de  raíz  los  cómpli- 
ces y  poderle  con  plena  provanza  hacerle  padecer. 
Pasó  tres  días  de  tormentos  continuados  con  sumo 
rigor,  pero  jamás  dijo  otro  sino  que  padecía  injusta- 
mente y  que  nada  savia  en  lo  que  le  preguntavan. 


358 

Dexáronlo,  quedando  corridos  los  del  Consejo  de  ha— 
verle  condenado  y  de  que  havía  pasado  los  tormentos 
sin  descubrir  cosa  alguna.  Á  vista  de  esto  se  resolvió 
el  Duque  á  visitarlo  dos  veces  en  distintas  noches  en 
la  cárcel,  y  asegurándole  la  vida  y  hacienda,  le  per- 
suadió á  que  descubriere  los  cómplices  en  la  traición, 
y  que  se  asegurase  como  quisiese,  como  no  dejasen  de 
decir  lo  que  entendían  en  el  negocio,  si  lo  hizo  uno 
queda  en  duda:  lo  que  pasó  es  que  haviéndole  dado  un 
mes  de  tiempo,  se  dijo  havía  asegurádose  y  descu- 
bierto á  muchos. 

En  breve  tiempo  prendieron  á  un  Notario  real  lla- 
mado Pedro  Mártir  Costa,  por  culpado  en  que  llevava 
las  cartas  de  los  confidentes  á  Zaragoza  al  Virrey  y 
las  volbía,  y  esto  repetidas  veces:  por  ello,  y  por  otros 
delitos  como  éste  y  de  poca  fidelidad,  le  condenaron 
á  un  garrote  púbUco  en  la  plaza  de  los  traydores,  en 
donde  acabó  sus  días.  Mientras  á  éste  se  le  hizo  la 
causa,  se  ausentaron  y  pasaron  á  España  muchos,  y 
entre  ellos  un  cavallero  Ríus,  uno  de  los  cuatro  algua- 
ciles de  vida.  También  se  ausentó  el  Escribano  maior 
de  la  Diputación,  T.  Bruniquer,  y  se  dijo  que  éste 
sellava  las  cartas  con  el  sello  de  la  Provincia  y  con- 
trahacía las  firmas  de  los  Diputados  en  las  cartas  que 
hivan  á  Zaragoza,  pidiendo  gente  al  Rey  Gathólico 
para  sacudir  el  yugo  francés  por  las  violencias  que 
cometían  y  rigores  que  experimentavan,  todo  á  fin  de 
commover  al  pueblo.  Llegó  á  término  esta  máquina, 
que  en  Zaragoza  fingieron  un  Gonseller  en  Cap,  que 
con  la  gramalla  y  asistencia  de  las  mazas  de  la  ciudad 
de  Barcelona  dio  embajada  al  Rey  Cathólico  en  nom- 
bre de  la  ciudad  y  provincia,  pidiendo  socorro  para  la 
expulsión  de  los  franceses  de  Cataluña,  y  estas  estra- 
tagemas dijeron  era  para  obligar  á  que  las  milicias 


359 

vinieran  voluntarias,  porque  no  venían  con  gusto  á 
las  campañas  de  Cataluña.  El  Oydor  quedó  libre  de  la 
muerte  y  restituida  su  hacienda,  con  condición  que  no 
pudiese  eredar.  al  hijo  maior,  porque  estava  también 
comprendido  en  esta  facción  y  se  havía  ausentado. 
Esto  pasó  á  primeros  de  Julio,  y  el  día  22  lo  desinsi- 
cularon  y  condenaron  á  presidio  perpetuo  con  Don 
Gerónimo  Miguel  y  D.  Joseph  Amat,  y  á  primeros  de 
Septiembre  fueron  llevados  al  castillo  de  Perpiñán,  en 
donde  havían  de  permanecer  durante  la  guerra,  y 
después  quedar  á  merced  de  Rey;  á  D.  Jph.  Navel  lo 
libraron  por  fatuo  ó  falto  de  juicio;  á  D.  Jph.  Amat  lo 
sacaron  acopleuta  ó  malleuta:  á  los  cuatro,  menos  á 
Negrell,  se  les  provó  mui  poco  ó  nada;  á  otros  muchos 
desterraron;  á  algunos  pusieron  en  galera,  obrando  en 
esto  como  se  les  antojava  ó  cojía  la  manía,  que  aun 
en  cosas  tan  grandes  obran  los  jueces  según  las  pa- 
siones. 

CAPÍTULO  32. 

LEVANTARSE  LOS  DE  FALSETE  CONTRA  LOS  FRANCESES;  ACUDE  EL  VI- 
RREY Y  SACA  Á  LOS  CASTELLANOS. -ROGATIVAS  POR  LOS  TRAVAJOS 
PRESENTES-SITIO  Y  RENDIMIENTO  DE  FLIX  Y  TRÁNSITO  DE  LA  AR- 
MADA DE  MAR  Y  SUS  OPERACIONES. 

Por  las  continuas  vejaciones  y  violencias  que  los 
soldados  franceses  y  catalanes  executaron  en  los  luga- 
res, villas  y  caseríos,  con  descrédito  y  ruina  de  los 
paisanos,  haciéndose  dar  de  comer  y  contribuir  á  su 
libre  alvedrío,  llegaron  repetidas  quexas  al  Virrey 
para  que  aplicase  remedio,  con  amenaza  de  que  no  ha- 
ciéndolo él,  se  lo  tomarían  las  Universidades.  A  todo 
se  hacía  el  sordo,  ó  porque  contentava  ese  obrar,  ó 
porque  como  no  venían  asistencias  de  Francia  y  no  se 


360 

pagavan  las  milicias,  era  preciso  que  de  una  ó  otra 
parte  se  alimentasen  los  soldados,  y  nada  se  remedia- 
va;  apuróse  la  gente,  y  mancomunados  los  pueblos, 
negaron  el  alojamiento,  y  puestos  en  arma  matavan 
quantos  franceses  llegavan  haver  en  toda  aquella  ri- 
vera de  Ebro:  esto  obligó  á  que  el  Governador  Mar- 
gante, con  asistencia  de  gente  y  somatenes,  fuese  á 
sosegar  aquellos  tumultos.  El  Bayle  de  Vimbodí,  que 
profesava  amistad  al  Governador,  le  asistía  con  tres  ó 
qua trecientos  hombres  que  havía  levantado  para  ser- 
vicio de  la  tierra,  guiándolo  por  aquellas  asperezas, 
si  bien  se  dijo  era  alevosa  esta  amistad  y  que  le  tenía 
emboscada  dispuesta  para  prender  al  Governador., 
como  de  hecho  estubo  cercado  tres  días,  y  fué  menes- 
ter socorrerlo  con  gente  para  sacarlo  de  allí;  pero  li- 
bre de  esta  emboscada,  pasó  á  Fhx,  Falset  y  otras  vi- 
llas populosas,  y  las  dejó  al  parecer  quietas,  ofrecién- 
dolos se  sacaría  de  Flix  al  Governador  Monsiur  Santa 
Coloma,  que  por  su  ambición  y  contribuciones  tenía 
toda  aquella  comarca  desesperada  y  clamava  porque 
lo  sacasen,  y  también  se  ajustaría  todo  lo  de  los  sol- 
dados. 

Con  esto  se  vino  á  Barcelona  Margante;  pero  como 
el  remedio  no  era  eficaz  y  la  enfermedad  quedava  en 
su  vigor  y  los  ánimos  irritados,  apenas  se  ausentó, 
que  era  á  últimos  de  Julio,  quando  bolbieron  las  cri- 
das abr ollar  sangre;  y  asistidos  de  la  infantería  que 
seis  galeras  de  España  condujeron  (y  pasaron  días  an- 
tes por  Barcelona)  del  rendimiento  de  Portolongón,  que 
desembarcaron  en  una  casería  más  allá  Tarragona  lla- 
mada Rivamar,  convenidos  con  los  castellanos  intro- 
dujeron secretamente  y  guiándolos  desde  el  desembar- 
co, quatrocientos  hombres  en  la  villa  de  Falset,  lugar 
cercado,  juntándose  con  ellos  todos  los  cavos  de  aque- 


361 

líos  lugares,  y  mucha  gente  que  se  havía  levantado 
contra  los  franceses.  Allávase  á  todo  esto  S.  A.  el  Du- 
que Mercurio  en  Momblac,  dándole  no  poco  que  temer 
esta  operación  y  que  hacer;  resolbióse  á  ir  en  perso- 
na con  unos  seis  mil  hombres  entre  cavallería  ó  in- 
fantería, y  llevar  algunas  piezas  de  campaña  (que  para 
otras  no  da  lugar  el  país),  y  antes  que  se  fortificasen, 
procurar  sacarlos  de  allí.  Logrólo  después  de  tres  días 
de  continua  vatería,  llegando  á  capitular  los  de  aden- 
tro; que  todos  los  castellanos,  con  los  catalanes  que 
quisiesen  seguirlos,  pasasen  comboyados  á  Tarrago- 
na, y  los  demás  á  merced  del  señor;  siguieron  los  ca- 
vos  y  mucha  otra  gente  á  Tarragona:  con  los  que  que- 
daron, usó  el  Virrey  de  gran  benignidad,  y  hecho  van- 
do  pena  de  la  vida  que  ningún  soldado  tocase  nada  al 
paisano,  y  que  lo  pasado  quedase  así.  Dexó  su  guar- 
nición y  se  retiró  aquarteladas  las  tropas,  y  entró  en 
Barcelona  á  21  de  Agosto  1650. 

Viendo  la  severidad  con  que  Dios  añigía  á  esta  des- 
dichada provincia,  pues  sobre  la  ambre,  peste,  gue- 
rra, se  añadía  la  de  falta  de  dinero,  y  el  trigo  corría 
á  ocho  escudos  la  quartera  y  el  de  simiente  á  diez,  y 
esto  antes  de  todos  Santos,  moneda  de  oro  y  plata 
apenas  se  veía:  el  real  de  á  ocho  valía  25  reales;  el 
doblón,  92,  y  el  trentín,  100  reales,  sin  que  se  admi- 
tiera en  Barcelona  otro  vellón  que  el  de  sisenes  que 
fabricava  entonces  la  Ciudad;  con  que  todo  se  unía 
para  formar  un  orroroso  y  triste  espectáculo.  Pensá- 
vanse  nuevas  rogativas,  por  medio  de  las  cuales  se 
suavizase  y  aplacase  el  divino  rigor.  Resolvióse  que 
de  nuevo  se  tuviera  patente  el  Santísimo  en  cada  igle- 
sia por  antigüedad,  y  que  por  fin  de  eso  se  hiciese  una 
procesión  general  con  asistencia  de  parroquias,  reli- 
giones y  cofradías,  y  que  se  visitasen  procesionalmen- 


362 

te  las  iglesias  con  la  mayor  devoción  posible.  La  pro- 
cesión general  fué  día  del  Apóstol  San  Bartholoraé, 
24  de  Agosto,  con  muchos  penitentes  y  peregrinos  que 
enternecía  el  verlos,  y  más  las  tragedias  que  de  Ge- 
rona, Aulot  y  lugares  en  que  la  peste  hacía  de  las  su- 
yas se  centava.  Dios  por  quienes  se  digne  no  castigar 
con  semejante  azotea  pueblo  alguno. 

Rendida  la  fortaleza  de  Portolongón  en  Italia,  apli- 
có el  Rey  Gathólico  todas  aquellas  fuerzas  contra  Ca- 
taluña, que  fué  á  último  de  Julio,  y  luego  pasaron 
(como  queda  insinuado)  seis  galeras  hacia  Tarrago- 
na, que  sin  duda  llevavan  la  noticia.  Después  el  día  2 
de  Septiembre  se  mostraron  delante  Barcelona  veinte 
y  dos  navios  grandes  que  venían  de  Italia  y  navega- 
van  á  Poniente;  estuvieron  todo  un  día  bordeando  por 
la  playa,  y  vinieron  á  unirse  con  ellos  las  seis  galeras 
que  es  lavan  en  Tarragona,  y  juntos  hicieron  vela  ha- 
cia Poniente,  desapareciendo  una  noche. 

Al  tiempo  que  los  navios  estavan  haciendo  frente  á 
Barcelona,  salióse  de  Lérida  el  Marqués  de  Mortara 
con  seis  mil  infantes  y  tres  mil  y  quinientos  cavallos, 
entrándose  por  el  Urgel.  Llegó  la  noticia  de  esta  en- 
trada á  Bandoma,  que  estava  en  Barcelona,  y  partió 
el  día  5  para  Gervera  á  observar  los  designios  del  ene- 
migo y  obrar  lo  que  conviniese.  EmJjió  orden  á  un 
tercio  que  havía  sacado  de  franceses  de  Flix  para  la 
recuperación  del  Salsete,  que  no  havía  aún  restituí- 
dose  al  presidio  que  estuviera  vigilante  en  las  mar- 
chas del  Marqués,  y  que  si  era  á  Gervera,  como  se 
temía,  entrase  en  Gervera,  y  si  para  Flix,  entrase  en 
Flix;  pero  noticioso  el  Marqués  tal  vez  de  las  órdenes, 
ó  que  se  obrase  de  acaso  engaño  en  la  marcha,  por- 
que la  emprendió  por  el  camino  real  á  Gervera,  el 
tercio  avanzó  por  llegar  primero,  y  el  Marqués,  en 


363 

estando  enfrente  de  las  Borjas,  torció  el  camino  á  Flix, 
y  con  aceleradas  marchas  se  puso  á  la  vista  y  cerró  el 
paso  al  tercio  y  gente-  que  intentase  entrar  á  guarne- 
cer Flix,  que  arto  dañoso  fué  coxerlo  tan  despreveni- 
do de  guarnición. 

Governaba  á  Flix  Mosiur  de  Santa  Goloma  contra 
toda  la  voluntad,  no  sólo  de  aquellos  lugares  comar- 
canos, sino  de  la  provincia,  y  generalmente  de  todos, 
porque  tenía  tan  exasperados  los  ánimos  de  aquella 
frontera,  que  obligó  á  que  los  consistorios,  por  medio 
de  sus  embajadores  en  París,  mediando  un  proceso  de 
los  procederes  iniquos  de  este  francés,  se  pidiese  al 
Rey  lo  sacase  de  aquel  cargo,  y  que  de  no  hacerlo  da- 
van  por  constante  se  perdería  y  levantaría  aquel  país 
y  frontera  contra  las  armas  reales:  nada  de  esfo  fué 
bastante  para  que  le  depusiesen,  porque  todas  las  ins- 
tancias lo  conservaron  en  el  puesto  Alosiur  de  Teller, 
Secretario  del  Rey  en  París,  y  el  de  Marcha  aquí  en 
Cataluña,  y  consiguieron  con  esto,  que  el  Castellano 
llamado  de  los  paisanos  se  pusiese  sobre  la  plaza,  por- 
que apenas  estuvo  quando  el  número  de  los  catalanes 
vajo  las  banderas  españolas  era  maior  que  el  de  los 
soldados,  blasonando  que  ellos  havían  de  ganar  la 
plaza  y  reducir  el  país  á  la  ovediencia  del  Cathóli- 
co.  Este  fruto  da  un  ánimo  desesperado,  no  havión- 
dolo  consolado  cuando  se  pudo.  Como  los  castellanos 
vieron  tan  buena  acojida,  empezó  á  venirles  gente  de 
Aragón  sin  número;  vadeávase  en  aquella  ocurrencia 
el  río  Ebro  por  muchas  partes,  y  la  astucia  del  Go- 
vernador  havía  dispuesto  en  los  vados  unos  tablones 
con  unas  púas  de  yerro  hacia  arriba  muí  penetrantes 
y  largas  que,  disimuladas  en  la  corriente,  hicieron  pe- 
recer muchos  cavallos  y  soldados  de  España;  al  que- 
rer esguazar  el  río,  anegáronse  unos  y  otros,  y  entre 


364 

ellos  un  cavallero  catalán  llamado  D.  Hierónimo  To- 
rres, que  desde  el  principio  de  las  guerras  servía  á  Es- 
paña y  se  hallava  Capitán  de  corazas;  de  otros  no  se 
supo  el  nombre.  El  Marqués  apretó  breve  y  rigurosa- 
mente la  plaza  con  batería  y  cuanto  pudo;  ganó  la  vi- 
lla, y  tomó  cuantas  provisiones  havía.  El  Governador 
con  la  guarnición  se  retiró  al  castillo,  y  desde  allí  re- 
cuperó la  villa  con  mucha  mortandad;  pero  ni  por 
esas  desistieron  del  sitio  y  asaltos,  antes  con  maior 
furor  y  valor  la  combatían  y  procuravan  ganar. 

Viendo  esto  el  Príncipe  de  Bandoma,  intentó  soco- 
rrerla con  la  gente  que  tenía,  que  eran  de  tres  á  qua- 
tro  mil  infantes  y  dos  mil  y  quinientos  cavallos;  pasó 
el  río  á  Mora,  y  se  puso  en  Arcón,  una  legüecita  de 
Flix,  mirando  cómo  podía  socorrer;  pero  halló  al  Cas- 
tellano mui  bien  pertrechado  y  puesto  en  las  líneas, 
y  que  havía  de  perder  toda  su  gente  sin  lograr  el  in- 
tento: á  esto  se  le  añadió  que  plantado  allí  se  vio  en- 
tre enemigos  por  todos  lados,  porque  el  país  estava 
contra  él  y  le  tenían  como  sitiado,  sin  permitirlo  lle- 
gar vibandero  ni  francés  alguno  con  provisión,  tanto 
que  la  hambre  ó  imposibilidad  de  socorro  lo  hizo  re- 
tirar y  aloxarse  en  el  campo  de  Tarragona. 

Viendo  esto  el  de  Mortara,  trató  de  apretar  de  nue- 
bo  á  Santa  Goloma  y  cansarle  con  continuos  abances 
la  guarnición,  que  era  poca,  y  pocos  los  víveres;  que 
como  el  Francés  sólo  tratava  de  hacer  dinero,  y  tenía 
por  seguro  sacaría  siempre  buenos  pactos,  no  cuidó 
jamás  de  prevenirse  y  estar  pertrechado  y  guarnecido, 
y  así,  ó  forzado  de  las  armas,  ó  del  interés,  según  se 
dijo,  que  le  havían  dado  algunos  doblones,  rindió  la 
plaza  con  onrrosos  pactos  á  21  de  Septiembre.  Este  su-, 
'  ceso  dejó  aturdidos  á  los  catalanes,  porque  nunca  cre- 
yeron que  plaza  tan  fuerte  por  su  naturaleza,  y  en 


36o 
país  fronterizo  al  enemigo,  estuviera  tan  despreveni- 
da que  á  tan  pocos  días  llegase  á  rendirse;  atribuye- 
ron muchos  á  que  encerraba  no  poco  misterio  esto, 
según  la  tivieza  en  las  asistencias,  y  lo  que  pasava  en 
otras  cosas;  otros  disculpavan  al  Governador  por  ver- 
se desesperado  de  remedio  y  tan  sangrientamente 
combatido,  y  algunos  que  la  havía  vendido:  ello  la 
perdió;  lo  demás  lo  save  Dios. 

Monsiur  de  Santa  Goloma,  Governador,  pasó  á  ver 
al  General  luego  que  estava  en  Santa  Goloma  de  Que- 
ralt;  habló  al  Virrey,  y  sin  responderle  palabra  lo 
mandó  prender  y  traer  preso  á  la  Tara9ana  de  Barce- 
lona; dijese  que  en  el  monasterio  de  Poblet  tenía  mu- 
cho dinero  y  que  el  Virrey  se  lo  tomó. 

También  se  dijo  que  entre  aquellos  religiosos  (por 
alguno  que  se  aseguró)  se  havía  descubierto  alguna 
traición,  y  que  allí  se  pagaba  á  los  micaletes  de  Espa- 
ña, y  que  queriéndolo  castigar  el  Virrey,  los  más  de 
los  religiosos  se  pasaron  al  partido  de  los  castellanos. 
A  esa  misma  sazón  también  se  descubrió  en  Barcelo- 
na que  una  monja  de  Jerusalón  ó  Montesión  se  car- 
teava  con  el  Rey  Gathólico  y  sus  Ministros,  trazando 
una  gran  conspiración:  sacáronla  sequestrada  del  con- 
vento y  pusieron  en  una  casa  con  guardia  de  un  al- 
guacil real,  hasta  que  S.  A.  llegase  y  se  viese  lo  que 
havía  de  ser  de  esta  religiosa,  porque  se  suscitavan 
conspiraciones  á  cada  paso.  Dios  nos  libre  de  alevo- 
sías y  quiera  descubrirlas. 

Mientras  se  vivía  ocupados  en  lo  de  Flix,  día  de  San- 
ta Gruz,  14  de  Septiembre  á  la  noche,  de  las  seis  gale- 
ras de  España  que  estavan  en  Tarragona  después  de 
haver  con  los  navios,  desembarcavan  la  gente  que 
llevaban,  pasaron  por  Barcelona,  y  puestas  frente  del 
río  Basos,  espiaron  dos  barcas  que  salían  de  Barcelo- 


366 

na  de  desembarcar  una  crecida  partida  de  trigo.  Ape- 
nas las  barcas  descubrieron  las  galeras,  quando  se  die- 
ron por  perdidas;  procuraron  amarrar  á  tierra  entre 
Badalona  3^  Mongat.  Las  galeras  dieron  con  ellas  á  ca- 
ñonazos; procuraron  los  de  las  barcas  en  salir  á  tierra 
y  salvar  el  dinero,  aunque  era  vellón,  porque  enten- 
dían cargar  de  mercadería  en  Mataró  y  Ganet;  al  rui- 
do de  las  artillerías  acudió  la  gente  de  Badalona  y 
aquel  contorno  con  armas  en  socorro  de  las  barcas; 
amarraron  la  una  á  tierra,  y  las  galeras  disparando 
cañonazos  á  la  gente  para  que  se  apartaran;  ésta  ti- 
rando mosquetazos  á  las  galeras  impidiendo  no  salta- 
ran en  tierra,  que  lo  intentaron.  Por  último,  los  mari- 
neros desampararon  la  una  barca,  y  puestos  en  la 
otra,  trataron  de  salvarla  como  lo  consiguieron;  ayu- 
dados de  tierra,  entendido  esto  por  la  ciudad  de  Bar- 
celona, despachó  uno  de  los  quatro  tercios  de  oficiales 
que  tenía  para  su  guarnición,  que  era  el  de  Soler,  y 
constava  de  unos  ochocientos  hombres,  con  dos  piezas 
de  artillería,  á  Badalona  para  socorrer  aquellos  luga- 
res. Llegó  allá  al  medio  día  el  14,  y  las  galeras  quan- 
do vieron  tanta  gente  y  artillería,  se  hicieron  á  la 
mar  con  la  una  de  las  dos  barcas,  ya  que  no  pudieron 
más;  bolbióse  la  gente  á  Barcelona,  y  las  galeras  el 
día  siguiente  pasaron  con  la  barca  por  frente  de  la 
ciudad.  Fué  particular  providencia  de  Dios  que  ha- 
biendo pasado  de  200  los  tiros  que  dispararon  las  ga- 
leras, sólo  se  supo  que  dos  hombres  murieron;  de  las 
galeras  no  se  tubo  noticia,  aunque  se  cree  fué  más  el 
daño,  porque  no  se  yerra  tanto  en  el  mosquete,  como 
con  la  artillería:  pareció  muy  bien  el  socorro  que  la 
Ciudad  embió. 


367 


CAPITULO  33. 

PROSIGUEN  LAS  ROGATIVAS  POR  AGUA.-DASB  CUENTA  DE  LA  REBELIÓN 
DE  BORDEUS  Y  SU  AJÜSTE.-DEL  SITIO  Y  RENDIMIENTO  AL  CASTELLA- 
NO DE  LA  CIUDAD  DE  TORTOSA,  Y  LO  SUCEDIDO  EN  AMBAS  COSAS. 

La  cosecha  avía  sido  este  año  estérilísima  por  todo 
el  Principado;  la  sementera  havía  llegado;  el  cuerpo 
de  Santa  Madrona  estava  en  el  Aseo  haciéndoles  con- 
tinuadas rogativas,  }-  á  todo  esto  havía  meses  muchos 
que  no  llovía,  y  la  tierra  tan  seca,  que  hera  preciso 
cultivarla.  Á  vista  de  todo  esto,  se  resolvió  hacer  una 
procesión  general  como  la  del  Corpus,  pero  en  trajes 
de  penitencia  y  con  mucha  luminaria,  y  llevar  el 
cuerpo  de  la  Santa  por  las  calles.  Acordóse  para  eslía 
el  domingo  16  de  Octubre;  pero  apiadado  Dios  de 
nuestra  miseria,  nos  dio  agua  ese  día,  con  tanta  abun- 
dancia, que  no  pudo  hacerse  la  procesión:  quedó  se- 
ñalado el  martes  18,  día  de  San  Lucas,  para  hacerla. 
La  noche  antes,  y  lo  más  del  día  del  Santo,  todo  fué 
llover,  con  que  tampoco  pudo  hacerse,  que  parece  no 
quería  Dios  fuese  su  santa  Virgen  y  esposa  por  las  ca- 
lles, pues  no  havía  exemplar  huviese  pasado  sino  de 
su  casa  al  Aseo  y  buelto  por  el  mismo  camino. 

Difirióse  la  procesión  para  el  domingo  siguiente  23, 
y  que  fuese  en  acción  de  gracias,  con  toda  lá  solem- 
nidad que  la  del  Corpus,  menos  la  concurrencia  de  gi- 
gantes y  savandijas,  pues  estava  ya  socorrida  la  tie- 
rra y  el  sementero  con  gran  esperanza:  así  se  execu- 
tó  con  general  gozo  de  todos,  que  se  sembrava  ya  á 
toda  priesa  y  el  sol  favorecía  fecundando  la  tierra,  y 
el  sávado  siguiente,  29  del  mismo,  volvieron  á  Santa 
Madrona  á  su  casa  con  toda  solemnidad  y  universal 


368 

alegría,  de  que  por  su  medio  nos  hubiese  Dios  soco- 
rrido. 

Referidas  quedan  en  los  capítulos  pasados  las  revo- 
luciones del  país  contra  el  Rey  por  el  Govierno  del 
Cardenal  Macerino.  La  prisión  del  Príncipe  de  Conde 
y  muchos  otros  personajes,  y  el  séquito  de  éste  y  sus- 
pensión en  que  quedavan  la  Francia  y  Príncipes  co- 
marcanos de  tales  operaciones,  que  como  Príncipe  tan 
poderoso,  el  de  Conde  tenía  muchos  aliados  que  le 
asislían.  Corriendo  en  esta  suspensión  las  cosas,  se 
despertó  un  nuebo  achaque  á  la  Francia  en  la  suble- 
vación de  la  ciudad  de  Burdeos,  á  donde  los  magnates 
de  primera  graduación  y  todos  los  parciales  del  de 
Conde  se  havían  retirado  con  su  madre,  negando  la 
ovediencia  á  las  reales  órdenes  si  no  se  aparta  va  del 
Govierno  al  Cardenal  Macerino:  todo  el  pueblo  y  Mi- 
nistros corrían  en  este  dictamen,  con  que  fué  preciso 
llegara  el  Rey  en  persona  con  exército  sobre  Burdeos. 
Viendo  esto  los  de  Burdeos,  hicieron  embajada  al  Rey, 
dicióndole  que  si  gustava  entrar  le  obedecerían,  pero 
no  mientras  Macerino  estuviese  en  la  privanza,  y  pi- 
diendo juntamente  otras  cosas.  Pero  el  Rey  echó  pun- 
to de  la  Magestad  y  el  poder;  se  negó  á  todo,  remi- 
tiendo á  las  armas  la  venganza,  castigo  y  rendimien- 
to; empezóse  el  sitio  con  las  mayores  hostilidades  (dí- 
xose  tenía  contra  ella  cuarenta  cañones);  defendíanse 
los  de  adentro  valerosamente,  porque  la  plaza  es  for- 
tísima  y  en  las  surtidas  le  matavan  al  Rey  muchísima 
gente;  llegaron  muchas  veces  á  pactar  el  Rey  con  los 
de  adentro,  pero  no  podían  combenirse,  durando  mu- 
chos meses,  que  ni  el  Rey  quería  ceder  de  sus  preten- 
siones ni  los  de  adentro  rendirse  sin  conseguir  las  su- 
yas, fiados  en  los  potentados  que  les  asistían,  que  eran 
muchos,  y  particularmente  España,  que  era  el  princi- 


369 
pal,  haviendo  tomado  el  expediente  de  fomentar  estas 
guerras  civiles  en  la  Francia  para  divertir  las  fuerzas 
y  entre  tanto  adelantar  sus  progresos  en  Flandes  y 
Cataluña,  como  lo  lograva,  pues  en  Flandes  avía  ocu- 
pado algunas  plazas,  y  en  Cataluña  la  de  Flix,  y  se- 
gún la  disposición  de  las  cosas,  esperava  maiores  su- 
cesos y  se  los  podía  prometer. 

Viendo  el  Rey  Cristianísimo  la  tenacidad  de  los  de 
Burdeos,  y  los  Ministros  que  el  exército  se  aniquilava 
sin  esperanza  de  conseguir  fruto  alguno  por  lo  fuerte 
de  la  plaza  y  por  la  asistencia  de  los  Príncipes  extran- 
jeros, trataron  de  entrar  en  ajuste,  y  pactaron,  con- 
cordando no  en  todo  lo  que  pedían  los  de  Burdeos,  ni 
el  Rey  negándolo;  el  Cardenal  quedó  en  el  govierno, 
3^  en  lo  de  Conde  que  haría  el  Rey  lo  que  le  toca  va  de 
gracia  y  un  perdón  general;  puestos  en  diferentes  lu- 
gares los  personados,  publicóse  así,  pero  no  hay  duda 
que  el  Rey  obró  forzado  y  por  necesidad,  y  que  ofre- 
cería quanto  pidieron  para  acudir  á  lo  de  fuera,  pues 
le  iban  tomando  plazas  sin  resistencia;  él  entró  en 
Burdeos  después  de  muchos  meses  de  sitio  y  perdido 
un  exército  con  indecorosos  pactos. 

Lió  parte  á  la  provincia  de  Cataluña  del  ajuste  ó  de 
que  quedava  ajustada  (porque  estando  en  el  sitio  se  le 
emvió  embajador  pidiendo  socorros  de  gente  y  dine- 
ro), y  que  luego  embiaría  2.500  infantes  que  ya  esta- 
van  destinados  y  con  orden  para  venir,  y  que  en  or- 
den á  dinero  embiaría  una  partida  de  doblones  sobre 
los  diez  mil  que  de  mesada  se  embiavan  de  continuos 
al  Virrey,  y  que  para  los  socorros  tenia  dadas  órdenes 
se  aplicasen  unas  cantidades  que  havía  en  el  Lengua- 
doc,  y  que  todo  se  efectuaría  y  asistiría  con  puntuali- 
dad, pues  estavan  quietas  aquellas  cosas  de  Burdeos. 
Otras  contenía  también  las  cartas  que  escribió  á  los 

Tomo  xxiv  í4 


370 
Consistorios  de  mucho  favor  y  consuelo  que  trujo  el 
embajador  T.  Pranst  de  Dignes,  que  fué  á  Burdeos. 

Á  3  de  Noviembre  entró  á  la  lijera  S.  A.  en  Barce- 
lona de  vuelta  de  Momblac  y  Santa  Goloma,  y  á  tiem- 
po que  el  Castellano,  prosiguiendo  sus  victorias,  avía 
rendido  á  Miravete  después  de  algunos  días  de  sitio  y 
batería,  que  como  iba  glorioso  y  tenía  toda  aquella 
ribera  suya,  lograva  quanto  emprendía  en  ella.  Los  de 
Miravete,  después  de  haverse  resistido,  sacaron  on- 
rrosos  pactos,  saliendo  con  banderas  desplegadas,  bala 
en  boca  y  cuerda  encendida,  según  estilos  militares. 
El  Marqués  de  Mortara,  viendo  la  fortuna  favorable 
y  el  ánimo  y  devoción  de  los  catalanes  fronterizos 
aclamando  España  (arto  lo  amargaron,  como  se  dirá 
por  abajo),  se  encaminó  derecho  á  Tortosa  y  puso  su 
sitio  en  toda  forma. 

El  Virrey,  que  se  reconoció  con  tan  poca  infantería 
y  exórcito,  solicitó  con  la  Provincia  y  Ciudad  se  hi- 
ciesen levas  y  algún  esfuerzo  para  juntar  grueso  de 
tropas  con  que  oponerse  al  Marqués  y  socorrer  á  Tor- 
tosa. La  Ciudad  juntó  su  Consejo,  y  resolbió  levantar 
mil  infantes,  dando  de  entrada  á  cada  soldado  á  qua- 
renta  reales,  los  20  el  día  se  asentava  la  plaza,  y  los 
veinte  en  la  campaña,  y  tres  reales  de  socorro  cada 
día.  Para  los  gastos  de  estas  levas  llamó  la  Ciudad  á 
los  cavalleros,  ciudadanos  y  mercaderes,  á  las  cofra- 
días y  colegios,  y  representándoles  los  muchos  gastos 
que  la  Ciudad  tenía,  lo  alcanzada  que  se  hallava  y 
lo  mucho  que  avía  de  gastar  en  sustentar  la  nueva 
leva,  se  les  pedía  graciosamente  y  sin  violencia  lo  que 
cada  uno  pudiera  dar  en  dinero,  así  como  en  otras 
ocasiones  se  les  pedía;  levantáronse  soldados;  cada 
uno  dio  lo  que  pudo,  y  se  hizo  una  buena  suma  de  di- 
nero, que  se  depositó  en  la  tabla  de  los  depósitos,  y 


37Í 
de  ella  se  pagó  esa  leva.  Las  demás  universidades  del 
Principado  hicieron  lo  que  pudieron,  obrando  con  mu- 
cha fineza  á  petición  de  las  cartas  del  Virrey,  que  se 
despacharon  á  todas  las  que  estavan  á  la  ovediencia, 
y  no  obstante  lo  fatigado  que  se  hallavan  por  los  alo- 
jamientos y  por  la  pobreza,  ocasionada  de  las  malas 
cosechas,  se  conoció  obraron  con  por  su  patria. 

El  cavildo  de  Canónigos  del  Aseo  de  Barcelona  le- 
vantó una  compañía  de  cien  hombres,  dando  seis  li- 
bras de  entrada  y  tres  reales  de  socorro,  y  pagada  y 
municionada  á  su  costa:  la  mantuvo  toda  la  campaña. 
S.  A.  embargó  quatro  navios  que  avía  en  el  muelle 
para  conducir  con  más  brevedad  el  socorro  de  muni- 
ciones, pertrechos,  víveres  y  gente  á  donde  comben- 
dría,  y  para  el  pronto  desembarco  y  embarco  unió  á 
ellas  muchos  esquifes  con  gente  de  la  rivera.  Partió 
S.  A.  dentro  ocho  días  sin  detenerse  otros  en  Barcelo- 
na á  la  campaña,  y  dejó  aquí  cavos  de  satisfación  para 
acavar  de  disponer  las  materias  y  acudir  con  el  soco- 
rro para  el  día  señalado.  Á  13  partieron  quatro  cien- 
tos hombres  de  la  leva  de  la  ciudad,  todos  buena  gen- 
te, pagados  y  municionados:  comboyábalos  el  Sargen- 
to maior  Francisco  Granollats  y  Salvagomera,  uno  de 
los  quatro  que  governavan  la  ciudad.  A  15  salió  la 
compañía  del  Cavildo,  j  después  consecutivamente  los 
que  se  alistavan  de  la  ciudad,  que  no  pudieron  ser  más 
en  todos  que  unos  800,  porque  no  se  hallaban  más. 
Las  Universidades  también  con  toda  diligencia  pusie- 
ron en  campaña  la  gente  que  levantavan. 

Para  cargar  y  despachar  los  navios  que  estavan  en 
el  muelle  con  el  socorro,  fué  menester  que  la  Ciudad 
contribuyese  con  artillería,  valas,  cuerdas,  quatro  ca- 
ñones de  campaña,  y  quarenta  culumbrinas  que  hasta 
entonces  no  havían  servido,  y  todo  recién  hecho  y  con 


372 
gran  abundancia,  que  siempre  ha  sido  la  Ciudad  la  que 
ha  llevado  la  cruz  en  estas  guerras,  contribniendo  con 
dinero,  municiones,  víheres  y  pertrechos  con  gran 
largueza,  de  que  son  buenos  testigos  todos  los  Gene- 
rales, y  todo  i)or  servir  á  su  Rey  con  amor  y  hacien- 
das, sin  faltar  en  necesidad  infragante  alguna. 

Cargados  los  navios,  se  reconoció  que  los  dos  no 
querían  ir;  que  era  el  uno  un  vaxel  flamenco,  hermo- 
sa y  gruesa  pieza,  y  llegaron  á  término  que  el  Capitán 
quedó  aquí  preso,  porque  siendo  vasallo  de  España,  y 
saviendo  que  las  seis  galeras  españolas  gnardavan  la 
boca  del  río  Ebro  en  Tortosa,  no  quería  pelear  contra 
su  Rey,  y  ojalá  huvieran  quedado  los  marineros,  que 
no  huviera  sucedido  lo  que  se  verá;  el  otro  era  una 
urca  que  también  iba  forzada;  los  otros  dos  eran  fran- 
ceses que  estavan  aquí  para  guardar  la  cosfa;  por  úl- 
timo, con  el  socorro  de  municiones  y  mucha  arina, 
partieron  el  día  20  de  Noviembre  á  descargar  en  Gom- 
briles,  en  donde  se  hallava  el  Duque  con  muchos  ca- 
rros para  pasar  por  el  cuello  de  Balaguer  el  socorro, 
por  recelo  de  que  las  seis  galeras  no  davan  lugar  á 
pasarlo  más  allá  por  el  mar:  empezaron  á  desem- 
barcar á  toda  diligencia;  pero  poco  havían  sacado, 
quando  avisadas  las  galeras  de  alguna  espía,  amane- 
cieron el  día  24  sobre  los  navios  al  principio  del  des- 
embarco. Reconocieron  los  navios  el  riesgo,  y  que- 
riendo hacerse  á  la  vela  les  faltó  el  vienío,  y  por  más 
que  fondearon,  como  las  galeras  venían  boga  arran- 
cadas, luego  estuvieron  en  pelea;  resistiéronse  los  na- 
vios franceses  (que  el  uno,  llamado  San  Af/ustin^  era 
arto  buen  vaso;  el  otro,  llamado  la  Guarda,  consta  no 
tanto)  quanto  les  permitió  la  calma  y  dieron  lugar  las 
diligencias  que  havían  hecho  para  no  ser  cogidos  so- 
bre el  ferro,  y  después  de  algún  estrago  sobre  las  gale- 


373 

ras,  que  no  pudo  ser  mucho,  por  no  dar  lugar  sino  una 
andanada,  se  hubieron  de  rendir  por  no  hir  á  fondo. 

No  obstante  la  guarnición  francesa  que  llevava, 
pasaron  las  galeras  al  flamenco  y  la  urca  sin  disparar 
un  mosquetazo;  se  rindieron  luego  por  no  perder  los 
buques.  Este  suceso  fué  á  los  ojos  del  Duque,  que  co- 
gía el  cielo  con  las  manos  y  patea  va  de  furor  de  ver 
que  los  dos  mejores  vasos  últimos  no  habían  querido 
pelear.  Con  esta  presa  tubo  el  enemigo  buen  socorro 
y  con  que  poder  asistir  su  exército  y  proveer  después 
á  Torlosa.  Siempre  se  temió  este  fin  del  socorro,  por- 
que la  gente  y  navios  todos  iban  forzados  y  mui  con- 
tra su  voluntad. 

Viendo  esto  el  de  Bandoma,  despachó  luego  á  Bar- 
celona por  nuevas  provisiones  de  arina  y  municiones, 
y  que  se  embargasen  todos  los  vagaxes,  carretas  y 
galeras  con  las  muías,  sin  perdonar  la  de  Marca  y 
del  Governador,  con  título  de  ser  preciso  para  soco- 
rrer á  Torlosa,  siendo  el  fin  verdadero  de  socorrer  y 
proveer  de  mantenimientos  al  exército,  que  puesto  en 
el  campo  y  collado  de  Balaguer,  perecía  de  hambre, 
porque  los  paisanos,  todos  echos  micaletes,  estavan 
contra  el  exército  sin  dejarle  llevar  vivandero  alguno 
ni  provisión,  ocupando  para  impedirlo  los  collados  en 
donde  perecía  cualquiera  que  intentava  pasar,  con  que 
era  preciso  que  las  provisiones  para  el  exército  llega- 
sen con  comboy,  y  aun  así  con  arto  riesgo.  Tal  éralo 
mal  que  estava  aquel  país  con  los  franceses  por  las  in- 
solencias y  vejaciones  que  experimenta  van  del  domi- 
nio francés. 

Con  las  provisiones  que  tomó  el  Castellano  en  los 
vajeles,  tubo  para  socorrer  sus  tropas,  y  apretar 
con  nuebos  rigores  y  valor  á  la  ciudad  de  Tortosa, 
como  lo  hizo. 


374 

Los  de  adentro,  cansados  y  noticiosos  de  lo  que  pa- 
sava,  y  desesperados  de  que  se  pudiese  juntar  nueva 
socorro,  ni  ellos  tenerle,  llamaron  á  capitular,  y  con- 
cordaron en  que  entregarían  la  plaza  lunes  5  de  Di- 
ciembre 1650,  y  que  ha  vían  de  salir  banderas  desple- 
gadas, cajas  sonando,  cuerdas  encendidas,  bala  en 
boca  y  con  algunos  cañones  de  artillería,  que  como  no 
llegó  á  Barcelona,  no  se  supo  el  número;  que  los  sol- 
dados y  eridos  hu viesen  de  ser  conducidos  á  Barcelo- 
na, y  que  aquella  guarnición  que  salía  no  pudiese  to- 
mar las  armas  contra  España  sin  haver  pasado  una 
jornada  de  Barcelona,  y  que  no  pasase  á  vista  de  ella: 
así  se  cumplió  todo,  porque  el  regimiento  de  suizos 
que  eslava  en  Tortosa  pasó  por  San  Gucufate  del  Va- 
lles y  llegó  á  Ostalric;  de  allí  bolbió  á  Barcelona,  y 
partió  para  Gervera  segunda  fiesta  de  Navidad.  El  Gas- 
tellano  ocupó  Tortosa  á  poca  costa,  y  el  de  Bandoma 
se  retiró  al  campo  de  Tarragona,  en  donde  las  mate- 
rias mudavan  ya  de  rostro,  porque  los  tarraconenses, 
y  de  allí  adelante  ya  todos,  anelavan  á  bolber  al  do- 
minio de  España,  aborreciendo  mortalmente  á  los 
franceses  por  su  tirano  y  cruel  proceder,  juntándose 
en  tropas,  y  como  á  micaletes,  estavan  cada  día  dan- 
do armas  al  exército  francés  y  disminuiéndolo  mucho, 
porque  no  dejavan  franceses  á  vida  en  poderlo  pescar. 
Á  este  desgraciado  fin  los  conducía  sus  insolentes  y 
depravadas  costumbres  y  tratamiento  con  los  catala- 
nes, que  como  por  aquel  país  lo  experimentavan  más, 
fué  el  primero  que  trató  de  sacudirse  tan  pesada 
carga. 


375 


CAPÍTULO  34. 

EXTEACCldN  DE  CONSELLERES.— DESPEDIDA  DE  BANDOMA  Y  PARTIDA 
A  PARÍS.-EMBAJADA  DE  PINOS  AL  XPMO.-EMPIÉZASE  k  DESCUBRIR 
LA  PESTE  EN  BARCELONA.-PRBVENCIONES  QUE  SE  HACEN  Y  LEVAS 
PARA  LA  GUARNICIÓN  DE  BARCELONA. 

El  día  de  San  Andrés,  para  el  govierno  del  año  si- 
guiente, 1650,  sortearon  Gonselleres  en  Gap  Mr.  Fá- 
bregas;  segundo,  el  Dr.  Francisco  Matheo;  tercero, 
Juan  Carreras,  militar;  quarto,  Joseph  Rubio,  merca- 
der; quinto,  Joseph  Paysa,  notario  real,  y  sexto,  Mi- 
guel Llargues,  platero.  La  segunda  fiesta  de  Pascua 
murió  Fcibregas,  Conseller  en  Cap,  y  en  su  lugar  para 
el  resto  del  año  desde  10  de  Abril  sorteó  Francisco 
Villa,  ciudadano. 

Rendida  Tortosa,  y  aquartelado  el  exército  en  el 
campo  de  Tarragona,  y  dispuestas  las  cosas  de  la  gue- 
rra, se  vino  el  Duque  de  Mercurio  con  mui  poca  gen- 
te á  Barcelona;  no  se  le  hizo  entrada,  y  dentro  pocos 
días  llamó  á  los  Conselleres  á  su  palacio  y  les  dixo  era 
preciso  a  verse  de  partir  luego,  porque  havía  de  ha- 
llarse el  día  de  los  Reyes  en  París  para  negocios  que 
importavan  mucho;  que  procuraría  bolber  presto  con 
maiores  asistencias  y  exército  para  recuperar  lo  que 
havía  perdido  á  la  provincia,  y  que  quando  no  ven- 
dría sujeto  venemérito,  y  que  él  procuraría  y  sería 
protector  de  esta  provincia  para  con  Su  Magestad, 
y  que  con  entrañable  amor  la  serviría  y  á  los  particu- 
lares de  ella  en  quanto  le  fuese  posible,  y  otras  razo- 
nes de  igual  expresión,  mostrando  mucho  cariño  á 
Cataluña:  con  las  mismas  ponderaciones  se  despidió 
de  la  Diputación  y  demás  puestos. 


376 

Pasando  estos  oficios  con  los  catalanes,  sucedió  que 
un  día  se  juntaron  los  Cavos  franceses  en  Palacio  pi- 
diendo al  Duque  les  pagase  los  sueldos  vencidos,  y  so- 
bre resistirse  ú  excusarse  pensó  aver  un  motín  en  Pa- 
lacio, llegando  á  términos  de  descortesía  con  el  Ge- 
neral y  decirle  sobre  algunos  pesares  que  no  saldría 
de  Barcelona  sin  pagarles,  y  hacerle  ademanes  de  ar- 
mas; corrió  voz  muy  válida  de  que  este  ca vallero  avía 
recojido  y  retirado  á  Francia  mucho  dinero,  no  sólo 
del  que  embiava  el  Rey,  sino  del  que  con  acciones  y 
tratos  no  decorosos  y  á  costa  del  Principado  y  contra 
sus  constituciones  havía  adquirido,  que  como  su  pa- 
trim^onio  era  corto  y  estava  de  bodas,  trató  de  ateso- 
rar, á  costa  de  su  crédito,  de  la  hacienda  agena,  del 
sustento  de  los  soldados  y  del  servicio  del  Rey,  pues 
el  haverse  deteriorado  tanto  el  progreso  de  las  armas 
era  por  no  pagar  y  írsele  los  soldados.  Esto  se  dijo:  lo 
que  se  vio  fué  que  él  dejó  empeñadas  las  tapicerías  y 
alajas,  y  que  mui  sencillamente  y  á  la  ligera  se  salió 
de  Barcelona  con  muchas  deudas  á  unos  y  á  otros  sá- 
vado  17  de  Diciembre. 

Aviéndose  partido  el  Príncipe  de  Bandoma,  queda- 
ron la  Ciudad  y  provincia  mui  desconsoladas,  así  por 
los  malos  presagios  que  se  oyan,  como  por  la  falta  de 
justicia  y  govierno  militar  y  político,  aunque  para 
aquél  havía  venido  Monsiur  de  Magrina,  y  para  éste 
havían  formado  una  Junta  de  doce  sujetos,  quatro  por 
la  Diputación,  quatro  por  la  Ciudad  y  quatro  por  la 
Real  Audiencia,  que  se  juntavan  siempre  que  se  ofre- 
cía haver  de  tratar  materias  del  bien  ó  interés  públi- 
co, teniendo  poder  de  los  tres  Cuerpos  para  resolver  y 
executar  lo  que  conviniese.  Los  puestos  para  juntarse 
eran:  casa  el  Conseller  en  Cap,  casas  de  la  Ciudad  y 
Diputación,  siguiendo  su  turno  y  preheminencia;  en 


377 
esta  Junta  resolbieron  fuera  por  Embajador  á  París 
persona  de  resolución,  de  desinterés  y  de  calidad,  para 
que  con  viveza  y  veras  representase  á  los  Rey,  Rey- 
na  y  Minisíros  el  estado  de  la  provincia  y  quán  decaí- 
da se  hallava  si  no  procuraba.  S.  M.  conservarla  en  su 
Real  Patrimonio.  Nombraron  á  D.  Joseph  de  Pinos, 
Gavallero  de  la  graduación  que  sabe  Cataluña,  que  nin- 
guna familia  le  excede  en  lustre  de  mucho  valor  y 
pundonor,  y  que  por  su  mucha  hacienda  no  havía  ja- 
más arostrado  el  admitir  vienes  ni  títulos  confiscados 
de  los  que  seguían  el  dominio  español,  antes  bien  ha- 
bía consumido  mucho  sirviendo  al  Rey  Xpmo.:  éste 
partió  á  28  de  Diciembre  por  la  posta,  y  luego  á  toda 
diligencia  se  le  despachó  el  carruaje  con  galas  y  cria- 
dos, que  sobre  la  asistencia  de  la  provincia  hizo  pun- 
donor de  gastar  de  su  patrimonio  en  lucirse  y  honrrar 
la  patria  y  esclarecida  sangre  con  exceder  á  todos  los 
que  havían  ido  en  lucimiento.  Llevó  sus  instrucciones, 
y  á  la  sazón  estavan  en  París  D.  Jph.  Dardena  y  el 
rejeníe  Fontanella,  que  el  Rey  los  havía  llamado  para 
negocios  de  la  provincia. 

Corría  á  esta  sazón  tan  calamitosa  y  miserable  era 
en  todas  materias,  que  causa  quebranto  el  acordarla: 
vivíase  en  notable  confusión  y  penuria  de  moneda  por 
la  su  vida  que  iba  haciendo,  pues  ya  pasava  el  doblón 
á  diez  libras;  el  trentín  á  doce;  el  real  de  á  ocho  á 
treinfa  reales,  y  reconociendo  ser  ésta  la  maior  ruina 
y  extrago  de  un  reyno,  quiso  el  Real  Consejo  poner 
remedio  haciendo  pregones  vajo  penas  pecuniarias,  y 
prendiendo  algunos  y  ausentándose  otros,  porque  no 
suviera  la  moneda.  Calmó  algunos  días;  pero  luego 
bolbió  á  tomar  la  suvida,  y  entonces  hecho  vandopena 
de  la  vida  que  no  se  pudiese  pedir  ni  dar  más  de  diez 
libras  por  el  doblón,  y  28  reales  por  el  de  á  ocho,  y 


378 

así  respectivamente  de  las  demás  monedas;  pero  en 
secreto,  quien  las  havía  de  menester,  dava  maior  pre- 
cio. Seguíase  á  todo  esto  el  no  salir  nada  de  trigo  á  la 
plaza,  y  si  alguno  lo  vendía  por  las  casas,  era  pagán- 
doselo á  once  y  doce  excudos  la  quartera;  con  que  to- 
dos, ó  los  más,  havían  de  comprar  el  pan  en  las  pana- 
derías de  la  ciudad,  de  forma  que  no  bastavan  á  ma- 
sar y  se  movían  tales  confusiones  al  comprarlo,  que  se 
llegava  á  reventar  gente  y  á  tener  pendencia:  ocasio- 
nava  esto  que  la  gente  de  á  tres  y  más  leguas  de  dis- 
tancia de  Barcelona  acudían  por  pan  á  la  ciudad,  que 
ni  fcastavan  las  guardias  que  esiavan  en  las  puertas 
para  no  dejarlo  sacar,  porque  la  gente  perecía  de  am- 
bre,  y  los  demás  mantenimientos  seguían  el  rumbo  que 
la  moneda  en  subir.  ¡O  infeliz  y  lamentable  tiempo! 

Empiezan  los  sucesos  del  año  de  1651. 

Domingo  8  de  Enero  se  supo  que  en  la  calle  Nueva, 
en  casa  un  ciego  llamado  Martín  Langa,  havían  muer- 
to su  muger  y  una  deuda  suya  de  peste,  ó  así  se  pre- 
sumía, y  que  los  que  havían  comerciado  con  ellos  ha- 
vían enfermado:  savido  esto  por  los  Gonselleres,  esta 
noche  en  secreto,  por  no  alterar  la  gente,  hicieron  lle- 
var los  enfermos  á  los  Ángeles  viejos  á  la  Puerta  Nue- 
ba,  que  esta  va  destinado  para  hospital  de  em  pesiados, 
y  los  que  havían  comerciado  en  esas  casas  los  llevaron 
á  las  torres  de  San  Paulo  y  San  Sever  para  evitar  la 
comunicación,  y  perfumaron  y  limpiaron  las  casas  lo 
mejor  que  pudieron,  quemando  mucha  ropa.  Pero  como 
en  la  calle  suele  vibir  gente  no  muy  virtuosa,  siempre 
huvo  quien  cargó  con  ropa  de  vestir  y  otras  alaxas, 
con  las  quales  se  esparció  á  otros  barrios  el  mal  y  mu- 
rieron algunos.  Á  esa  misma  sazón  se  introdujo  en  el 


379 
hospital  general  Juan  Gampderos,  revendedor  que  vi- 
vía en  el  Born,  el  qual  se  guardava  por  deudas,  y 
quando  la  peste  estava  encendida  en  Olot  vivía  allá, 
de  donde  vino  con  el  tamor  abierto;  advirtiéronlo  los 
médicos  y  cirujanos  del  hospital,  y  no  queriéndolo  ad- 
mitir, lo  despacharon  á  los  Ángeles  viejos  (murmuró- 
se los  casügarían  por  el  atrevimiento);  curó,  y  des- 
pués se  hizo  enfermero  de  los  empestados,  y  bolbién- 
dose  á  encontrarse  en  Jesús,  á  donde  trasladaron  el 
hospital,  murió  allí. 

También  se  murmuró  que  en  casa  del  Dr.  Tristán 
havía  llegado  un  empestado  que  vibe  tras  San  Juste, 
y  que  haviéndolo  savido  lo  despacharon  secretamente 
á  fuera  á  curar;  en  casa  de  un  zapatero,  á  la  suvida 
de  la  cárcel,  en  el  callejón  que  sale  á  la  dao:uería,  se 
supo  havía  muerto  una  persona  de  ese  mal  antes  de 
Navidad,  con  que  de  la  comunicación  de  éstos  y  ma- 
nejo de  la  ropa  se  fué  extendiendo  á  otros. 

Luego  que  se  empezó  á  zuzurrar  esto,  entre  la  duda 
de  si  era  ó  no  era  las  familias  que  havían  venido  de  Ge- 
rona como  escarmentadas  de  lo  que  allí  havían  visto,  y 
otros  de  havérselo  oydo  referir  con  mucha  lástima,  tra- 
taron de  recojer  sus  ropas  y  alajas,  y  encomendándolas 
en  los  monasterios  de  monjas,  se  salían  de  Brírcelona 
á  otros  lugares  sanos,  porque  de  esty  achaque  siempre 
es  mejor  huir  en  los  principios  para  hallar  acojida  en 
los  otros  pueblos.  Corrió  la  materia  entre  dudas  muy 
silenciosamente,  aunque  la  continuación  de  caer  en- 
fermos y  llevarlos  al  hospital  de  los  Ángeles  lo  hacía 
arto  público;  pero  como  toda  era  gente  ordinaria  y  po- 
bre la  que  cahía,  atribuíanlo  á  los  malos  alimentos  y 
suma  necesidad,  por  no  poderse  adelantar  á  comprar 
el  pan  en  las  panaderías  por  los  excesivos  concursos, 
que  aunque  la  Ciudad  próvida  procuraba  se  masase 


380 

todo  lo  posible  y  que  no  saliese  de  la  ciudad,  no  se  po- 
día recavar,  porque  por  la  muralla  lo  arroxavan  de 
noche  á  los  forasteros  los  que  de  día  con  mano  podero- 
sa lo  alcanza  van,  y  los  pobres,  alimentados  de  yerbas 
y  brocería,  con  facilidad  se  les  pegava  el  contagio. 
Aguardávase  la  buelta  de  la  luna;  que  en  tales  ocu- 
rrencias hace  subida  ó  vajada  el  mal;  fué  á  24  de  Ene- 
ro, y  aunque  no  se  reconoció  alteración,  la  gente  se 
ausentava  por  no  esperar  lo  que  después  sucedía. 

Viendo  el  Consejo  de  Ciento  lo  que  padecían  los  po- 
bres, los  oficios  cuan  al  abajo  camina  van,  y  que  se 
salía  la  gene  de  Barcelona  á  tropas  liechas,  resolvió 
alistar  setecientos  hombres  de  las  mismas  cofradías  y 
oficios,  dando  al  soldado  raso  tres  reales  de  socorro  to- 
dos los  días,  al  cavo  de  esquadra  quatro,  al  sargento 
cinco  y  al  alférez  seis;  capitanes  no  se  nombraron, 
sino  que  los  governavan  los  Maeses  de  campo  y  Sar- 
gentos maiores  que  tenía  la  ciudad  antiguos:  dividié- 
ronlos en  quatro  tercios  y  ocho  compañías,  señalán- 
doles al  uno  el  baluarte  de  Levante,  al  otro  el  de  Me- 
diodía, y  al  otro  el  de  Santa  Madrona,  y  al  último  el 
reducto  de  la  Puerta  de  San  Antonio.  En  cada  com- 
pañía havía  dos  alféreces  vibos,  quatro  sargentos  y 
seis  reformados:  á  estos  tercios  tocava  guarnecer  de 
noche  y  de  día  sus  puertos,  cortinas  de  murallas  y 
puertas,  guardando  la  saca  del  pan,  dándoles  todo  lo 
que  podían  hallar  se  sacava,  y  suvir  cada  día  quaren- 
ta  hombres  á  Monjuique  mudándose  las  guardias  en 
los  puesíos  de  24  en  24  oras,  y  no  obstante  tanto  tra- 
vajo,  lo  lleva  va  la  gente  gustosamente,  pues  se  reme- 
diavan  con  eso  y  no  se  salía  de  Barcelona,  que  mu- 
chos se  hubieran  ausentado  á  no  ser  ese  socorro,  y  con 
él  se  consolavan  los  pobres  y  la  ciudad  quedava  guar- 
dada y  asistida  con  la  vigilancia  de  los  cavos. 


38Í 


CAPITULO  35. 

JUSTICIA  QUE  SE  HACE  DE  LADRONES  Y  ASESINOS  EN  DIFERENTES  PUES- 
TOS PÚBLICOS.-SACAN  Á  SANTA  MADRONA  POR  AGUA.-PROSIGUE  LA 
PESTE  Y  PÓNESE  HOSPITAL  EN  FORMA  PARA  CURAR  Y  ASISTIR  Á  LOS 

ENFERMOS. 

Qiiando  en  un  rey  no  se  experimentan  la  peste,  ham- 
bre y  guerra,  se  originan  de  ellas  oíros  daños,  nada 
menores  ni  de  menos  ruina,  padecía  la  Barcelona  por 
la  falta  de  justicia  y  de  Virrey  y  grande  en  la  poca 
seguridad  de  las  vidas  y  haciendas  aun  dentro  las  ca- 
sas, porque  se  matavan  y  robaba  á  rienda  suelta  sin 
temor  á  Dios  ni  al  mundo;  la  justicia  ordinaria,  ni 
aun  con  la  comitiva  de  veinte  y  tantos  hombres  iba 
segura,  porque  los  facinerosos  heran  soldados  del  ba- 
tallón, y  muchos  que  con  capa  de  soldados  para  ven- 
gar sus  propias  pasiones  roban  y  cometen  insultos,  sin 
haver  persona  segura  por  las  calles,  en  anocheciendo 
se  unían  y  pasavan  plaza  de  soldados.  Día  de  San  An- 
tonio, 17  de  Enero,  tres  picaros  se  pusieron  en  la  plaza 
de  Santiago  á  las  siete  de  la  tarde  para  robar  á  un  al- 
férez que  verjía  de  la  casa  del  juego,  acompañávalo  el 
garitero  de  nación  italiano,  pero  casado  en  Barcelona, 
llamado  Nardo,  y  sin  ser  soldados  embisüeron  con  el 
alférez  para  quitarle  algunos  doblones  que  llevava;  el 
garitero  dio  voces,  querellándose  de  la  maldad,  y  á 
ellas  uno  de  los  tres  le  dio  de  puñaladas,  y  acavó  allí 
prontamente:  el  agresor  se  llamava  Salvador  Gontre- 
ras,  cerrajero;  uno  de  los  otros  dos,  queriendo  dar  de 
puñaladas  al  alférez,  embistió  con  su  compañero  por 
la  gran  seguridad,  y  lo  puso  de  calidad,  que  dentro 
dos  días  murió,  era  también  cerrajero:  el  alférez  es- 


382 
capó  libre  de  esta  refriega;  estava  á  la  vista  en  el  pór- 
tico de  Santiago  tres,  que  aunque  heran  amigos  de  los 
agresores,  poco  antes  havían  vevido  juntos,  en  una 
taberna  quedados  de  acuerdo  de  encontrarse  en  la  di- 
cha plaza,  nada  savían  de  sus  intentos  y  mañas  (como 
de  hecho  no  se  les  provó),  pero  estuvieron  á  la  mir^, 
y  conociendo  á  sus  amigos,  los  dejaron  correr;  la  jus- 
ticia, ofendida  de  este  caso,  púsose  en  escrutinio,  tubo 
noticia  del  cerrajero  erido,  y  en  secreto  se  le  tomó  la 
deposición  por  un  notario  real  y  juez,  y  por  ella  se 
descubrió  la  cuadrilla,  y  así  el  día  de  San  Sebastián 
prendieron  en  la  misma  iglesia  al  Salvador  Gontreras, 
y  en  otra  parte  á  Raymundo  Font,  vidriero  de  luz; 
hízoseles  causa  y  provóseles  el  delito  á  toda  priesa, 
porque  el  alférez  era  parte  en  la  muerte  de  Nardo:  el 
día  25,  en  juicio  de  proómenes,  fueron  condenados  á 
muerte  en  horca  pública  y  en  la  misma  plaza  donde 
cometieron  el  delito.  Intimada  la  sentencia,  quiso 
Gontreras  interponer  la  competencia  por  haverle  sa- 
cado de  la  iglesia;  pero  noticiosa  la  justicia,  no  le  dio 
lugar  á  firmarla,  porque  la  misma  noche  del  día  25, 
y  en  que  se  cumplían  los  ocho  del  delito,  los  aorcaron 
casi  á  la  misma  ora  y  en  el  mismo  puesto;  para  la 
custodia  llevaron  una  compañía  de  mosqueteros,  y 
por  el  concurso  de  la  gente  se  encendieron  unos  cal- 
derones. Estuvieron  aquella  noche  y  el  día  siguiente 
hasta  las  once  en  el  suplicio,  y  después  les  dieron  tie- 
rra sagrada;  de  los  tres  que  estuvieron  á  la  mira,  se 
prendieron  dos,  pero  ni  los  agresores  los  culpavan  ni 
se  les  provó  cosa  alguna,  con  que  salieron  libres. 

Pocos  días  después  se  executó  otra  sentencia,  y  fué 
el  caso  que  una  boca  noche  llegó  un  asesino  á  casa,  un 
sombrerero,  T.  Poli,  que  vivía  en  la  esquina  de  la 
calle  de  los  Miralles  frente  de  Santa  María,  y  llegando 


383 

al  dueño  de  la  casa  con  seña  de  algún  negocio,  le  dis- 
paró un  pistoletazo  y  le  dejó  muerto;  era  el  agresor  un 
hortelano  de  las  huertas  de  San  Pablo,  y  por  interés 
de  cien  reales  executó  la  muerte;  entróse  en  averigua- 
ción del  caso,  y  por  pregón  se  ofreció  premio  á  quien 
lo  descubriese.  Vínose  que  T.  Tiana  también  sombre- 
rero, y  que  pocos  días  antes  havía  tenido  una  penden- 
cia con  Poli,  y  amenazándole  se  la  pagaría,  se  havía 
ausentado  (que  siempre  la  conciencia  es  el  maior  fis- 
cal), y  en  la  realidad  era  quien  lo  havía  echo  hacer; 
de  uno  en  otro  indicio  se  topó  con  el  homicida  horte- 
lano, prendiéronlo  y  provado  el  delito  fué  condenado 
á  muerte,  y  que  en  frente  de  casa  de  Poli  se  le  cortase 
la  mano,  y  después  llevado  á  las  oreas  del  mar  y  aor- 
cado:  así  executado  á  primeros  de  Febrero.  Con  estos 
dos  castigos  exem piares  temieron  los  facinerosos  y  la- 
drones, se  ausentaron  muchos,  dejando  en  paz  y  se- 
guridad la  ciudad. 

Bastantemente  queda  ponderada  la  necesidad  de  pan 
así  en  Barcelona  como  en  toda  Cataluña,  y  el  excesi- 
vo precio  del  trigo,  con  la  vigilancia  y  aprietos  que  se 
podía  alcanzar  pan  y  lo  mucho  que  salía  de  la  ciudad 
por  mar  y  tierra,  sin  que  la  solicitud  y  cuidado  de  las 
guardias  bastante  á  excusarlo;  no  se  vendían  quader- 
nas  porque  era  tan  pequeño  el  pan,  que  no  cavia  tan 
moderado  precio  y  división.  Á  esta  sazón  que  era  á 
primeros  de  Marzo,  la  cosecha  padecía  muchísimo  y 
se  arriesgaba  por  falta  de  agua;  se  resolvió  acudir  al 
acostumbrado  refugio  de  Santa  Madrona  y  traerla  al 
Aseo  el  día  5  de  Marzo,  y  como  era  tan  vecino  á  la 
fiesta  de  la  Santa,  resistíanse  los  religiosos,  porque  les 
savia  mal  tenerla  fuera  de  casa  en  su  día,  acordaron 
que  si  la  Santa  alcanzava  de  Dios  socorro  antes,  la 
bolberían  para  su  día.  Oyó  Nuestro  Señor  los  ruegos. 


384 

y  dio  bastantemente  antes  del  día  de  la  Santa  y  des- 
pués, pero  no  la  pudieron  bolber  por  algunas  ocurren- 
cias hasta  el  siguiente  á  su  fiesta  que  la  resLituieron 
con  Te  Deum  laudamus  y  mucho  gozo. 

En  el  capítulo  antecedente  se  dijo  de  algunas  en- 
fermedades y  muertes  de  peste,  y  que  se  atribuía,  como 
era  gente  pobre,  á  los  malos  alimentos  que  havía  te- 
nido todo  el  ibierno,  pues  pasavan  los  días  enteros 
sin  comer  bocado  de  pan  por  no  alcanzarlo  ó  por  po- 
breza: llenavan  la  barriga  de  coles,  azanorias  y  arro- 
fas  y  hortaliza,  de  que  resultavan  las  malas  disposi- 
ciones y  las  enfermedades;  con  este  motivo  coloravan 
para  no  alterar  el  pueblo  las  continuas  muertes,  en- 
fermedades y  el  llenarse  el  hospital  de  enfermos,  y 
para  disimular,  los  conducían  de  noche  con  el  algua- 
cil al  morbo.  M.°  Goll,  corredor  de  oreja  á  los  Ángeles 
viejos,  entre  San  Daniel  y  Puerta  Nueba;  allí  avía 
médico,  cirujano,  medicina  y  religiosos,  con  todo  lo 
demás  necesario  para  la  asistencia  y  curación.  Gelá- 
vase  muchísimo  que  no  se  declarase  ser  con  I  agio  por 
no  ahuyentar  los  vecinos,  que  por  más  que  lo  procu- 
ravan  se  iban  ausentando  y  dejando  despoblada  la  ciu- 
dad; observávanse  mucho  para  salirse  ó  no  los  movi- 
mientos de  las  enfermedades  con  las  buelias  de  la  luna. 
En  la  de  Febrero  ya  se  conoció  aumento,  y  también 
la  gente  se  iba  en  maior  número.  Ya  no  hera  arto  ca- 
paz la  casa  de  los  Ángeles,  y  también  que  se  re  puta  va 
por  malsana  á  causa  de  los  estanques  y  humedades  del 
Gañet  y  huertas,  con  que  sacaron  los  i'eligiosos  de  Je- 
sús: algunos  se  fueron  lexos,  y  otros  en  forma  de  co- 
munidad á  la  torre  de  Ruñaña  y  Sarria,  y  tomaron  el 
convento  para  hospital:  en  él  se  pusieron  un  sinnúmero 
de  camas,  y  en  toda  forma  la  curación  y  ho.spilalidad, 
porque  hiva  creciendo  por  instantes  el  número  de  en- 


385 

fermos:  tras  todo  esto  no  ha  vía  que  tratar  de  que  fue- 
ra peste,  sino  otra  enfermedad;  pero  la  luna  de  Marzo 
desengañó  bastantemente  al  pueblo,  que  murieron 
muchísimos  con  los  carbúnculos,  verigas  y  tumores 
como  nuececillas  hechas  una  grana,  y  en  la  superficie 
negra:  aquí  fué  el  aturdirse  la  gente  y  salirse  de  Bar- 
celona, liando  la  ropa  y  cerrándola  en  los  monasterios 
de  monjas;  algunos  llevándosela,  y  otros  paredándola 
en  las  mismas  casas  con  lo  mejor  de  las  alajas,  para 
que  si  alguno  se  introducía  no  se  mezclase  con  la  ropa 
y  trastos,  porque  iba  salpicando  y  extendiéndose  por 
barrios  la  peste:  en  estas  tres  embestidas  del  mal  se  au- 
sentaron de  Barcelona  las  dos  partes  de  sus  moradores, 
dejándola  casi  desierta,  y  lamentable  llanto  y  soledad. 
¿Qué  se  dirá  de  las  rogativas,  procesiones,  peniten- 
tes y  demostraciones  públicas  de  dolor  para  templar 
la  Divina  justicia,  que  con  tan  penetrante  cuchillo  se 
satisfacía  de  sus  agravios  y  de  nuestras  infinitas  y 
enormes  culpas?  No  tiene  ponderación  lo  que  se  veía 
en  los  combentos,  religiones,  3^  comunidades  y  proce- 
siones: éstas  eran  cotidianas  á  diferentes  iglesias,  y 
llenas  de  peregrinos  y  penitentes  á  pie  descalzo  bes- 
tidos  de  blanco,  y  niños  y  doncellas  con  las  cruces  en 
la  mano,  levantando  al  cielo  las  voces  de  «Señor  y 
verdadero  Dios,  misericordia:»  era  para  ablandar  un 
bronce  tan  lastimosos  é  inocentes  gemidos.  Pero  Dios, 
que  aún  nos  quería  más  penitentes  y  reconocidos,  al 
compás  del  llanto  y  rogativas  iba  apretando  la  mano 
del  castigo  y  encendiéndose  la  peste:  ese  año  se  qui- 
taron las  procesiones  de  Semana  Santa;  se  cerraron  á 
las  diez  el  Jueves  Santo  las  iglesias,  y  se  evitaron  las 
adoraciones  de  los  sepulcros  de  la  Pasqua,  para  excu- 
sar los  concursos  y  comunicación,  que  es  lo  más  se- 
guro para  librarse  de  ese  mal. 

Tomo  XX  it  15 


386 


CAPÍTULO  36. 

VOTA  LA  CIUDAD  POR  PATRÓN  Á  SAN  FRANCISCO  DE  PAULA,  Y  COMO 
ROGATIVAS  DIFERENTES  POR  LA  SALUD  Y  EL  MODO  DE  ADMINISTRAR 
LOS  SACRAMENTOS  EN  ESA  OCASIÓN. 

« 

Gomo  todo  era  recurrir  á  los  santos  para  que  me- 
diasen con  Dios  por  la  salud  y  consuelo  del  pueblo,  los 
particulares  y  comunes,  todo  era  devociones:  en  26  de 
Marzo,  en  Consejo  de  Ciento,  por  inducción  de  perso- 
nas pías  y  devotas,  se  tomó  acuerdo  de  votar  por  pa- 
trono y  protector  á  San  Francisco  de  Paula;  que  el 
día  del  Santo  fuese  fiesta  de  guardar,  y  que  el  Cavildo 
procesionalmente  fuese  ese  día  todos  los  años  á  la  igle- 
sia del  Santo  á  celebrar  un  Oficio  como  se  hacía  en  San 
Raymundo;  á  27  del  mismo  mes  se  puso  en  execución, 
iendo  la  Ciudad  y  Consejo  de  Ciento  en  forma  á  la 
iglesia  del  Santo:  salieron  de  las  casas  de  Ciudad,  pre- 
cediendo los  tres  Conselleres,  y  siguiendo  en  ilera  los 
Consejeros  de  dos  en  dos,  á  una  parte  los  cavalleros  y 
ciudadanos  y  á  la  otra  los  mercaderes  y  artistas,  y  ce- 
rravan  la  ilera  los  otros  tres  Conselleres.  Llegaron  á 
la  iglesia,  y  celebrada  una  misa  con  mucha  solemni- 
dad y  música,  y  gran  concurso  que  no  cavia  en  la  igle- 
sia, se  hizo  el  voto  solemne  estando  patente  el  Santí- 
simo Sacramento.  Este  año  ocurrió  la  fiesta  del  Santo 
en  Domingo  de  Ramos,  y  así  se  defirió  la  proseción 
para  el  segundo  lunes  después  de  Pasqua,  que  con  mu- 
cha celebridad  y  concurso  se  logró,  partiendo  del  Aseo 
con  el  Cavildo,  encaminándose  derechos  por  el  calle- 
jón del  Infierno  y  riera  de  San  Juan  á  la  iglesia  del 
Santo:  reciviólo  aquella  religiosa  comunidad  con  mu- 
cha devoción;  dixeron  su  misa  solemne,  disparando 


387 
muchos  tiros  al  alzar  á  Dios;  deliberóse  también  ha- 
cer una  imagen  de  plata  del  Santo  para  llevarla  en  la 
procesión;  que  se  solemnizara  la  fiesta  con  tres  noches 
de  luminarias  generales,  y  que  se  pintara  un  quadro 
del  Sanfo  que  vaja  por  el  aire  con  un  basfón,  y  los 
Gonselleres  y  Ciudad  devajo.  Todo  se  cumplió  con  sin- 
gular gozo  y  aplauso,  esmerándose  los  particulares  á 
porfía  en  festejar  al  Santo.  El  cuadro  permanece  oy 
en  la  iglesia  del  Santo,  cuias  efigies  son  de  los  Gonse- 
lleres nombrados  atrás,  y  todo  era  para  que  el  Santo 
interpusiera  sus  méritos  y  ruegos  para  aplacar  á  Dios 
en  su  Divina  justicia. 

Aunque  en  el  capítulo  último  queda  dicho  que  se 
bolbió  á  Santa  Madrona,  á  su  casa,  el  día  16  de  Marzo 
por  havernos  socorrido  Dios  con  agua  j  haver  ofreci- 
do restituirla,  con  esa  brevedad  se  bolbió  el  tiempo  de 
tal  serenidad  y  recios  soles,  que  secaron  el  terreno  de 
forma  que  se  arriesgava  la  cosecha,  y  más  estando  á 
tiempo  de  espigar,  y  como  el  pueblo  afligido  de  la 
mala  cosecha  antecedente  y  del  rigor  de  la  peste,  qual- 
quier  amenaza  temía  por  castigo.  Auméníavase  el  con- 
tagio, porque  en  la  luna  de  Abril  fué  excesiva  la  mor- 
tandad y  número  de  personas  que  enfermaron,  y  el  de 
las  que  salieron  de  la  ciudad  con  imponderable  des- 
consuelo por  la  prolixidad  de  los  viaxes,  riesgos,  ne- 
cesidades y  purgaciones  que  havían  de  hacer  antes  de 
llegar  al  término  que  llevavan  de  intento,  como  se 
dirá  más  latamente.  Concurría  también  la  gran  ca- 
restía de  trigo,  que  pagándolo  á  treinta  y  más  libras 
la  quartera,  no  se  hallava  sino  con  muchos  sacramen- 
tos y  amistades,  y  á  no  haver  sido  que  un  baxel  que 
se  havía  fabricado  en  Barcelona  dos  años  havía  hizo 
dos  viajes  á  Liorna  y  condujo  á  la  ciudad  á  nuebe  y 
diez  mil  quarteras  de  trigo  en  cada  viaxe,  es  evidente 


388 

hubiera  perecido  y  despobládose  totalmente.  Para  re- 
medio y  consuelo  de  todas  estas  angustias  y  trabajos, 
se  bolbió  á  vajar  á  la  gloriosa  y  siempre  abogada  el  día 
24  de  Abril,  para  que  con  su  intercesión  socorriese 
Dios  la  tierra  y  usase  de  misericordia  con  esta  aflixida 
ciudad;  la  lluvia  la  tubimos  luego  con  abundancia, 
para  que  fuese  más  tolerable  lo  demás,  que  los  trava- 
jos  con  pan  son  buenos. 

Viendo  la  Ciudad  cuan  severa  y  ríjidamente  la  opri- 
mía el  divino  castigo  de  la  peste,  sin  que  tan  conti- 
nuadas oraciones  y  repetidas  rogativas  lo  suavizasen, 
deliveró  para  el  día  30  de  Abril  hacer  una  procesión 
general  y  devotísima,  con  la  reliquia  de  San  Sever, 
por  donde  va  la  del  Corpus:  asistieron  los  Conselleres 
y  Governador  D.  Joseph  Margarit  y  Viure  Los  texe- 
dores  de  lino  y  lana,  como  es  costumbre,  á  pie  des- 
calzo y  vestidos  de  peregrinos,  con  achas  encendidas 
y  muchísima  devoción,  y  detrás  seguía  mucho  con- 
curso de  gente  con  devotísimo  semblante  y  compun- 
ción; y  porque  se  reconoció  ser  muy  dañosos  los  con- 
cursos y  comunicación  para  pegarse  la  peste,  se  re- 
solbió  no  hacer  procesiones  en  público  y  reducir  á  par- 
ticulares y  privadas  las  rogativas.  También  se  acordó 
que  en  las  iglesias  no  hubiese  concursos;  separávanse 
unos  de  otros  y  acudían  pocos  de  una  vez  á  las  igle- 
sias: en  los  conbentos  de  religiosos,  que  las  capillas  se 
pasan  unas  á  otras  por  dentro,  cerravan  los  rejados,  y 
el  celebrante,  quando  salía  á  decir  misa,  pasava  por 
aquellas  puertecillas  sin  refregarse  con  seculares  ni 
admitirlos  en  la  capilla,  dejando  para  ellos  el  ámbito 
de  la  iglesia.  Las  porterías  todas  estavan  cerradas,  y 
no  admitían  seglares  sino  tal  ó  cual;  en  los  comben  tos 
y  iglesias  que  no  hay  tránsito  privado  para  las  capi- 
llas, se  hicieron  vallas  por  alrededor,  por  donde  pasa- 


389 

va  el  sacerdote  sin  comunicarse  ni  rozarse  con  los 
seculares:  á  todo  esto  y  aún  más  truxo  el  miserable 
estado  de  la  peste. 

Á  últimos  de  Abril  y  primeros  de  Mayo  se  encendió 
tanto  la  pesie,  que  ya  públicamente  se  Uevavan  los 
muertos  y  los  enfermos  á  la  morbería  de  Jesús  con 
mucho  esceso.  Los  vicarios  unos  se  iban  y  otros  se  mo- 
rían, con  que  no  havía  clérigos  que  quisiesen  servir 
laj3  vicarías  y  administrar  los  sacramentos;  y  para  re- 
mediar necesidad  tan  grande,  hicieron  repartir  religio- 
sos de  diferentes  órdenes  por  las  parroquias,  ponien- 
do en  cada  una  dos  ó  más,  según  lo  numeroso  y  es- 
tendido de  las  parroquias.  Éstos  avilavan  de  día  y  de 
noche  en  las  casas  de  los  vicarios  de  las  parroquias; 
en  las  que  havía  dos,  iban  juntos:  el  uno  llevava  la 
reserva  y  el  otro  para  confesar,  y  ambos  con  achas 
encendidas,  y  las  ponían  entre  el  enfermo  y  el  religio- 
so, porque  como  con  más  facilidad  se  comunica  este 
mal  es  por  la  respiración  y  aliento,  interpuesta  la  lla- 
ma del  fuego,  pudiese  consumir  y  destruir  las  cuali- 
dades venenosas  que  respira  va  el  doliente,  á  más  que 
la  distancia  del  uno  al  otro  era  cuanta  permitía  el  ám- 
bito de  la  pieza  donde  esta  va  el  enfermo.  La  deten- 
ción era  poquísima,  porque  en  estos  lances  las  confe- 
siones se  abrevian  quanto  se  pueden.  El  Viático  se  los 
ministravan  con  una  varilla  de  plata  larguita,  y  luego 
la  Extremaunción,  despachándose  de  los  tres  sacra- 
mentos de  una  vez,  y  quedava  el  doliente  á  la  Divina 
Misericordia.  Después  dávase  de  derecho  al  monecillo 
por  lo  que  toca  á  la  parroquia  8  Is.  por  cada  doliente: 
en  donde  havía  sólo  un  religioso  hacía  solo  todas  las 
funciones  con  un  monecillo,  sólo  que  llevava  la  luz  y 
campanilla,  por  lo  qual  se  savia  que  Nuestro  Señor 
pasava,  porque  no  havía  palio,  tañer  campanas  ni 


390 
acompañamiento,  que  á  veces  hivan  solos  el  sacer- 
dote con  su  roquete  plubial  y  sacramentos,  con  el  es- 
colanillo.  No  salía  expecialmente  por  uno,  sino  que 
era  estilo  escribir  las  calles  y  casas  á  donde  ha  vía  en- 
fermos y  que  avisavan  á  las  vicarias,  y  en  ha  viendo 
algunos  salía  Nuestro  Señor,  y  era  con  tal  exceso  y 
abundancia,  que  ya  á  los  últimos  de  Mayo  huvo  vez 
era  para  sacramentar  setenta  y  ochenta  y  aún  más, 
con  que  volvía  rendido  el  Preste,  j  algunos  havía  que 
sin  haver  avisado,  viendo  que  pasava,  lo  llamavan, 
procuravan  poner  los  enfermos  á  los  segundos  suelos, 
así  para  la  comodidad  del  que  los  asistía  y  que  pu- 
diera ser  uno  solo,  como  para  la  de  la  administración 
de  los  sacramentos.  Los  religiosos  vestían  el  ávito 
corto  has'a  media  pierna,  para  excusar  con  la  ropa  el 
recoger  el  polho  inficcionado.  Murieron  muchísimos 
en  este  sanio  exercicio;  pero  jamás  faltava  quien  con 
mucho  ce) o  y  gustoso  se  dedicase  y  expusiese  á  este 
boluntario  martirio  por  el  bien  de  las  almas:  en  sen- 
tirse eridos  .se  iban  á  sus  conventos  ó  casa  que  havía 
destinada  para  ello,  en  donde  los  asistían  y  cnravan, 
y  el  que  escapava  bolbía  echa  la  purgación  á  donde 
le  señala  van,  que  á  no  ser  estos  santos  varones  Dios 
save  quánías  almas  se  hubieran  perdido,  que  reduci- 
das por  los  sacramentos  á  su  Criador  por  medio  de 
estos  religiosos,  devemos  creer  estavan  gozando  la 
gloria.  Es  mui  de  consuelo  para  los  cristianos  que  fue- 
ron poquísimos  los  que  se  sabe  murieron  sin  los  sa- 
cramentos, aun  en  tan  penosa  y  arriesgada  era.  Por- 
que los  que  tenían  un  mediano  juicio,  las  visitas  de 
médico  espiritual  y  temporal  eran  á  un  mismo  tiem- 
po, y  aun  primero  las  del  prin^ro.  Causó  esta  vigi- 
lancia y  cathólico  celo  el  haver  algunos  en  los  prin- 
cipios por  no  alterar  los  enfermos,  esperar  á  ver  qué 


891 

será  mañana,  y  á  esfuerzos  de  la  calentura  cogerles 
un  delirio  frenético,  con  el  cual  espiraban,  sin  tener 
lugar  de  confesarse.  De  estos  escarmientos  se  sacava 
mucho  fruto  y  temor  á  Dios. 

CAPÍTULO  37. 

SÁLENSE  DE  BARCELONA  POR  LA  PESTE  LOS  DIPUTADOS  Y  LA  AUDIEN- 
CIA, Y  PÓNENSE  PALOS.-BUELBE   MARCIN  PARA   GOVERNAR  LAS  AR- 
*  MAS-HUYEN  TODOS  LOS  PRESOS  DE  LAS  CÁRCELES  REALES. 

Pasando  lo  que  queda  referido  en  orden  á  la  peste, 
aún  no  se  atrevía  á  declarar  la  Ciudad  que  lo  fuese, 
por  los  daños  que  resulta  va,  por  lo  exausta  que  se 
hallava  de  víveres  y  medios,  y  porque  llegando  á  de- 
clarar era  contagio,  se  havían  de  salir  de  Barcelona 
los  Diputados  en  forma  de  Consistorio,  y  la  Audiencia, 
que  ya  havía  muchos  días  tenía  vacaciones  sin  correr 
negocio  alguno,  que  como  personas  públicas  y  que  ha- 
vían de  cuidar  del  govierno  de  la  provincia  y  admi- 
nistración de  justicia,  no  podían  estar  presidiados,  y 
porque  deben  cuidar  de  que  Barcelona  esté  asistida. 
Por  último,  viendo  quán  adelante  pasava  y  que  Dios 
no  usava  de  sus  misericordias,  cuias  esperanzas  ha- 
vían detenido  á  la  declaración,  por  más  que  se  lo  ro- 
gavan,  se  resolbieron  á  declarar  era  peste,  á  últimos 
de  Abril  y  antes  de  hacerlo  se  salieron  el  Consistorio 
y  la  Audiencia.  El  primero  se  fué  á  Tarrasa  con  todos 
sus  Oficiales;  los  Jueces  del  civil  se  dividieron  por  di- 
versos lugares  de  Cataluña,  y  los  del  criminal  se  es- 
tubieron  juntos  á  la  torre  Pallaresa,  cerca  del  comben- 
to  de  gerónimos  de  la  Murta. 

Si  gente  havía  salido  de  Barcelona  desde  los  prime- 
ros recelos  hasta  aora,  en  este  lance  de  salir  los  Dipu- 


392 
tados  y  Jueces  fué  con  más  exceso,  porque  la  gente, 
atemorizada  y  llena  de  desconsuelo,  procuraba  hallar 
alivio  por  afuera;  avíalos  detenido  á  muchos  la  espe- 
ranza de  que  se  calmaría  el  contagio,  y  la  considera- 
ción de  que  el  desbalijar  y  dejar  su  casa  uno  ha  de  ser 
el  último  remedio,  inconsiderados  reparos  quando 
amenaza  tan  evidentes  riesgos  de  la  vida.  Pagáronlo 
bien,  porque  como  toda  la  provincia  esta  va  alborota- 
da por  la  misma  causa,  estavan  los  caminos  rolos,  lle- 
nos de  guardias,  y  los  términos  y  casetas  con  centine- 
las, vigilantes  i  más,  sin  permitir  se  acercara  ni  pa- 
sara por  dentro  persona  alguna.  Avían  de  dormir  al 
raso,  y  al  lugar  donde  iban,  que  no  en  todos  los  admi- 
tían, havían  de  estar  quarenta  días  haciendo  la  pur- 
gación con  guardias  á  su  costa,  j  después  les  quema- 
van  la  ropa  que  trahían  y  obliga  van  ha  hacerla  nue- 
va, y  aun  de  este  modo  era  fineza  suma.  Con  más  ex- 
tensión y  el  propósito  se  dirá  lo  que  se  padecía  en 
esto. 

Apenas  salieron  los  Diputados  se  pusieron  palos  ó 
maderos  derechos  para  señalar  los  puestos  adonde  ha- 
vían de  parar  los  que  traían  las  provisiones  á  la  ciu- 
dad, y  adonde  havían  de  salir  los  de  ésta  á  comprar- 
las. A  la  parte  de  Levante  por  la  Puerta  Nueva,  se  fixó 
al  Puente  de  San  Martín;  á  la  de  Poniente  por  la  de  San 
Antonio,  á  la  carnicería  Sanz:  húvose  de  retirar  más  á 
la  ciudad  éste,  por  la  gente  que  acudía  de  aquellos  lu- 
gares y  caseríos  á  comprar  la  carne  á  la  carnicería,  á 
la  Puerta  de  Mar,  al  sitio  de  la Llavena,  adonde  las  bar- 
cas que  carreavan  provisiones  las  descargavan,  y  con 
esquifes  de  la  ciudad  se  trahían  después.  A  la  puerta 
del  Ángel  no  le  havía,  porque  esa  era  sólo  para  pa- 
sar los  em pesiados  y  muertos,  los  sepoliureros  y  ofi- 
ciales del  Hospital,  con  los  mantenimientos,  y  si  otros 


393 

pasa  van,  era  con  grandísimas  penas  que  ha  vi  a  im- 
puestas. 

La  forma  en  que  estavan  los  palos  era  que  rompían 
los  caminos  unos  valles  ó  fosas  mui  anchos,  profundos 
y  largos:  éstos  servían  de  línea  y  división  entre  los  fo- 
rasteros que  conducían  las  provisiones,  y  los  de  la  ciu- 
dad que  iban  á  comprarlas.  Para  poder  recibir  de  uno 
á  otro  la  mercadería  y  el  dinero,  havía  tres  mesas  en 
cada  puesto  mui  largas,  sobre  maderos  que  salían  del 
valle,  y  á  modo  de  torno  dispuestas,  que  poniendo  el 
uno  la  mercadería  á  un  cabo  dava  buelta,  y  la  toma- 
va  el  comprador;  y  ajustados  del  precio  ponía  el  dine- 
ro, y  á  otra  buelta  lo  recibía  el  vendedor;  y  llevava 
consigo  una  olla  de  vinagre  por  donde  purificar  la  mo- 
neda ó  con  una  sartén  y  después  al  fuego,  y  limpia  de 
este  modo  la  contava  y  se  bolbía  cada  uno:  los  reca- 
deros ó  revendedores  acudían  también  al  palo,  y  com- 
pravan  también  la  fruta,  aves  ó  víveres,  y  después  la 
vendía  en  el  Born  para  los  que  no  querían  salir;  de 
este  modo  estava  bastecida  Barcelona  lo  bastante  en 
tan  infeliz  tiempo.  El  estilo  y  forma  de  guardar  en  dos 
palos  era  que  la  Ciudad  tenía  en  cada  puesto  dos  per- 
sonas de  toda  su  satisfacción,  con  quatro  ó  seis  mos- 
queteros de  los  que  guarnecían  los  baluartes  de  la  ciu- 
dad, y  estavan  á  la  orden  de  las  dos  personas,  mudán- 
dose unos  y  otros  de  veinte  en  veinte  y  quatro  oras: 
el  cargo  de  éstos  era  guardar  que  los  de  la  ciudad  no 
pasasen  la  línea  ni  comunicasen,  mezclándose  con  los 
de  afuera  por  política;  havía  dos  barracas,  una  para 
éstos,  y  otra  para  un  vibanderoque  tenía  como  mesón 
ó  dispensa  para  dar  refresco  y  de  comer  á  los  que  allá 
iban;  á  la  otra  parte  del  foso  y  línea  havía  una  ba- 
rraca grande  y  espaciosa,  en  la  cual  avitava  un  Juez 
cuio  cargo  era  cuidar  de  que  los  lugares  cercanos  tru- 


394 

jeran  mantenimientos  á  la  ciudad,  y  que  en  esto  nó 
huviera  falta,  pues  tenía  su  conveniencia,  y  se  le  man- 
tenía con  toda  su  familia  para  eso;  pero  trata  va  cada 
uno  de  hacer  su  negocio,  y  no  de  lo  que  era  beneficio 
de  la  ciudad:  esta  va  también  á  cargo  de  este  Ministro 
hacer  cuidar  que  los  forasteros  no  tratasen  con  los  de 
adentro  ni  se  comunicasen  pasando  la  línea,  y  tam- 
bién de  despachar  bolletas  á  los  que  venían  al  palo  de 
afuera,  haciendo  fe  que  no  havían  comunicado  con  los 
dd  la  ciudad  ni  pasado  la  línea:  de  esta  suerte  podían 
comunicarse  los  de  la  línea  con  los  de  la  ciudad;  y  si 
alguno  necesitava  hablar  con  los  de  adentro,  los  llama- 
va  al  palo  y  confería  su  negocio,  y  dava  las  cartas  6 
papeles  que  traía;  pero  para  salir  del  palo  afuera,  era 
menester  licencia  de  los  Gonselleres,  que  sin  grave 
causa  no  la  da  van,  y  para  entrar,  y  en  entrando  sin 
la  dicha  licencia,  no  havía  que  salir;  sobre  las  riguro- 
sas cuarentenas  para  que  havían  de  hacer  á  qualquier 
parte  que  Uegavan. 

Todo  esto  estava  mandado  observar  pena  de  la  vida, 
6  con  bolletas  de  donde  salían  ó  por  donde  pasavan; 
pero  tras  tan  rigurosa  pena,  no  dejavan  algunos  de 
arriesgarse,  ó  con  bolletas  falsas  ó  sin  ellas:  esto  se 
entiende  con  los  de  afuera  de  las  líneas,  que  con  los  de 
dentro,  ellos  entravan  y  salían  á  todas  oras  sin  reparo. 

Este  año  por  las  ocurrencias  tan  calamitosas  de  la 
provincia,  porque  se  havía  de  jurar  y  coronar  por  Rey 
el  Xpmo.  en  París,  para  cuia  función  se  hallavan  ó 
querían  hallar  presentes  los  grandes  y  primeros  suje- 
tos de  Francia,  ó  por  más  altas  causas  no  vino  Virrey 
á  Cataluña,  smo  que  embiaron  para  governarla  armas 
á  Mosieur  de  Marcin,  que  no  obstante  havía  salido 
preso  como  se  ha  referido.  Gomo  la  maior  causa  fué 
por  las  dependencias  del  Príncipe  de  Conde,  éste,  des- 


39o 

pues  de  ajustadas  las  cosas  de  Burdeus,  bolbió  al  ma- 
nejo y  puestos  que  antes  tenía.  También  bolbió  Mar- 
cin  al  en  que  se  hallava  y  todos  los  demás  igualmen- 
te; llegó  Marcin  á  Granollers  á  últimos  de  Mayo,  y  no 
queriendo  entrar  en  Barcelona  pasó  al  foso  y  línea  del 
puente  de  San  Martín,  y  allí  acudieron  los  Gonselleres 
y  Governador  Margante  para  tratar  los  negocios  de  la 
guerra  y  todo  lo  que  combenía  para  la  expedición  de 
la  campaña,  porque  el  Castellano  juntava  grueso  exér- 
cito  en  Lérida  para  venir  sobre  Barcelona,  como  lo 
executó  conferidas  las  materias.  Marcin  se  bolbió  á 
Granollers,  de  donde  mandó  marchar  y  juntar  las  tro- 
pas á  Gervera,  de  que  se  tratará  adelante,  y  los  Gonse- 
lleres con  el  Governador  se  entraron  en  la  ciudad. 

Esfendiéudose  la  peste  como  se  puede  juzgar,  aiuda- 
da  del  calor  que  ya  picava  entonces,  pegóse  entre  los 
presos  de  la  cárcel,  que  como  eran  tantos,  la  limpieza 
tan  poca,  los  aires  no  pasa  van,  y  los  alimentos  malos 
y  el  padecer  no  poco,  murieron  algunos;  las  guardas, 
atemorizadas  del  mal,  no  querían  guardar  ni  llevarles 
de  comer,  y  es  de  creer  que  la  justicia  devía  de  des- 
cuidar de  eso,  pues  la  divina  estava  exerciendo  sus  ri- 
gores y  tenía  en  cárcel  á  toda  la  provincia.  Clamavan 
los  del  corral  (como  aora  vía  fora  fam)  vía  fora  peste 
que  iots  jios  creman  tráyeunos  de  asi.  Las  guardas  se 
ausentaron  según  se  dijo.  Gon  que  encomendadas  las 
llaves  á  una  mujer,  empezaron  á  salirse  los  de  la  cá- 
mara y  corral  un  día  de  Pentecostés  á  medio  del  día; 
avisóse  al  Governador;  fué,  é  hizo  bolber  á  cerrar  la 
rotura;  pero  fué  con  floxedad,  porque  se  tenía  poco 
cuidado  ó  se  quería  tener.  Á  pocos  días  bolbieron  una 
tarde  á  emprender  la  fuga  enseñoreados  de  las  llaves; 
salieron  todos,  menos  los  de  la  Judeca;  hallóse  el  Go- 
vernador y  con  mucha  gente  les  corrió  detras  al  pa- 


396 
recer  por  forma;  cojió  dos  á  Santa  Catalina;  pero  poco 
después  las  mismas  guardias,  movidas  de  lástima, 
abrieron  las  puertas  de  la  Judeca,  y  sacaron  de  las  ca- 
denas á  los  que  estavan,  con  que  quedó  yerta  la  cárcel 
y  sin  avitador  alguno;  perfumáronla  y  limpiáronla 
luego  para  si  se  ofrecía  entrar  alguno. 

CAPÍTULO  38. 

REFIÉRENSE  SUCESOS  DE  LA  CONTINUACIÓN  DE  LA  PESTE,  LOS  EXTRA 
GOS  DE  ELLAS,  GASTOS  Y  TRAVAJOS,  DESCONSUELOS,  LÁSTIMAS,  EX- 
TRAÑEZAS,  INJUSTICIAS  É  INIQUIDADES   QUE  SE   EXPERIMENTARON 
POR  CAUSA  DE  ELLA.  Y  CASTIGOS  QUE  SE  HICIERON. 

Por  fiestas  de  Pentecostés  y  algunos  días  antes,  que 
hera  á  últimos  de  Mayo,  se  reconoció  grandísimo  ex- 
trago, porque  ya  los  sepoltureros,  que  esLavan  dividi- 
dos por  seis  quartos,  governando  cada  uno  un  Gonse- 
11er,  no  bastavan  á  conducir  los  muertos  y  enfermos 
á  Jesús,  y  fué  preciso  valerse  de  chirriones  ó  carretas 
para  los  muertos  y  del  féretro  para  los  enfermos,  éstos 
los  sepultureros,  y  así  éstos  como  los  carretones  iban 
com boyados  de  un  alguacil  del  morbo,  previniendo  á 
la  gente  que  se  apartasen. 

Era  el  más  lastimoso  objeto  el  ver  las  carretas  lle- 
nas de  difuntos,  unos  vestidos,  otros  en  camisa,  otros 
desnudos  y  otros  embueltos  en  las  sábanas,  mezclados 
y 'amontonados  como  si  fuesen  paja,  y  esto  con  tal 
frasqueza,  que  mui  amenudo  se  topava  con  las  carre- 
tas, sin  que  pudiese  haver  número  determinado  en 
ellas.  Seguían  á  los  difuntos  otras  carretas  llenas  de 
los  colchones  y  ropa  en  que  avían  muerto;  al  en- 
fermo también  le  seguía  la  cama  que  tenía,  para  po- 
derla tener  en  la  morbería,  y  el  que  no  la  lleva  va 
queda  va  en  tierra,  porque  havía  llegado  á  extremo  el 


397 

número  de  enfermos  y  muertos,  que  para  los  prime- 
ros no  sólo  fallaron  camas,  pero  puesto  para  hacer- 
las á  cubierto,  que  ni  en  celdas,  corredores,  oficinas 
y  desvanes  del  combento  de  Jesús  bavía  capacidad 
para  tanto,  y  se  huvieron  de  fabricar  cubiertos  de  ma- 
dera por  los  huertos,  que  llegó  sazón  que  pasavan  de. 
quatro  mil  los  enfermos  de  la  morbería,  sin  los  par- 
ticulares por  las  casas  y  otros  puestos,  y  sin  los  gue 
por  instantes  espira  van:  esto  ocasionó  no  poder  dar 
providencia  á  la  curación  y  asistencia  de  tantos,  aun- 
que parece  se  hacía  todo  lo  posible;  pero  sólo  Dios  po- 
día atender  en  tan  miserable  ocurrencia  á  que  estu- 
biera  cada  uno  asistido  como  hera  menester. 

Á  vista  de  tan  imponderable  rigor  y  desdicha  tan 
sin  remedio,  la  poca  gente  que  queda,  espavorida  y 
sin  sentidos,  resolvió  salirse  y  abarracarse  fuera,  ya 
por  la  montaña  de  Monjuique,  el  llano  de  Valdecenlla, 
Sarria  y  otros  puestos,  y  algunos  más  lexos,  conso- 
lándose con  pasar  por  cualquier  travajo  como  quedase 
esperanza  de  salbar  la  vida,  con  que  quedó  el  lugar 
de  forma  que  parecía  milagro  encontrar  alguno,  y  no 
es  encarecimiento  decir  nacían  las  yervas  por  las  ca- 
lles como  por  los  campos,  que  no  los  huella  planta 
humana:  alguno  se  topava,  y  hera  sólo  para  salir  á 
buscar  la  medicina  y  recado  para  el  enfermo. 

La  asistencia  y  curación  fué  descaeciendo  y  desmi- 
nuyendo  al  paso  que  crecía  el  mal  (dióse  mucha  cul- 
pa á  los  que  governavan,  ó  quiso  Dios  fuese  así  para 
que  no  se  atribúlese  todo  á  su  Divina  Justicia),  por- 
que murieron  muchos  que  no  hubieran  muerto  á  tener 
más  providencia  y  cuidado  de  asistirles,  y  esto  tanto 
en  la  ciudad  como  en  el  hospital.  En  éste  llega  van 
muchos  enfermos,  y  en  pasando  días  morían  sin  que 
médico  ni  cirujano  los  viese.  Todos  los  módicos  y  ci- 


398 
rujanos  que  asistían  allá  eran  jóvenes  y  sin  ciencia  ni 
experiencia,  que  como  morían  algunos  no  se  hallava 
quien  quisiese  entrar  en  la  ciudad;  ya  liavía  algunos 
por  los  quartos  que  eran  buenos,  y  de  Gerona  y  á  Olot 
havían  venido  también  los  experimentados  reciente- 
mente. 

A  todos,  así  médicos  como  cirujanos,  tanto  del  hos- 
pital de  Jesús  como  de  la  ciudad,  les  dava  ésta  diez  es- 
cudos á  cada  uno,  sin  los  guantes  que  los  particulares 
davan,  que  hera  mucho;  viendo  la  Ciudad  tanta  infe- 
licidad y  extrago  y  que  comunicavan  unos  con  otros, 
echó  vandos  pena  de  la  vida  que  hombre  ni  muger  que 
governase  á  algún  enfermo  pudiese  salir  por  la  ciudad 
ni  con  los  sanos  comunicar,  y  para  excusarlo  asalarió 
gente  por  los  quartos  para  que  llevasen  la  carne,  man- 
tenimientos y  demás  necesario,  que  nadie  pudiese  en- 
trar por  las  casas  que  huviese  enfermos:  la  señal  de 
ellas  era  una  cruz  de  Santa  Eulalia  blanca  sobre  la 
puerta:  en  viéndola,  todos  huían;  y  que  las  casas  don- 
de se  havía  muerto  alguno  ó  llevado  enfermo  al  hos- 
pital de  Jesús,  se  cerrasen  y  clavasen  con  unos  ma- 
deros atravesados,  y  que  nadie  fuese  osado  de  abrirlas 
sin  licencia  del  Gonseller  del  mismo  quarto,  vajo  la 
dicha  pena  de  vida.  De  esto  resultó  ponerse  las  casas 
quales  se  referirá  adelante. 

Túbose  por  estilo  durante  la  peste  en  Barcelona  que 
los  que  queda  van  en  las  casas  de  los  que  havían 
muerto  de  peste  ó  llevado  á  Jesús,  si  no  tenían  posivi- 
lidad  para  sustentarse  ó  eran  muchachos  sin  govier- 
no,  se  llevavan  á  unas  casas  á  la  calle  de  Jesús,  que 
llamavan  la  Purga,  ó  al  estudio  nuebo  ó  Colegio  del 
Obispo,  á  Nazaret,  y  allí  los  sustentava  la  Ciudad  y 
hacían  la  quarentena  y  purgavan  todo  lo  que  era  me- 
nester hasta  limpiarlos  bien,  en  estas  casas  que  no 


399 

quedavan  avitantes  se  cerravan  y  clavavan  como  se 
ha  dicho  y  hajo  la  referida  pena  que  no  se  tocase  cosa 
de  ellas  hasta  estar  bien  limpias,  exaladas  y  perfuma- 
das. Pero  como  aun  en  tales  tiempos  ay  hijos  del  de- 
monio sin  conciencia  ni  temor,  asegurados  que  en  las 
casas  no  ha  vía  quien  los  detubiese,  las  abrían  de  no- 
che f  robaban  lo  que  les  parecía,  que,  siendo  con  ex- 
ceso, eligió  la  Ciudad  un  preboste  ó  alguacil  en  cada 
quarto  que  rondase  ó  hiciese  pesquisa  de  los  ladrones: 
en  los  principios  andubo  demasiado  benigna  la  Ciu- 
dad en  castigarlos,  comutando  en  algunos  la  pena  de 
la  vida  en  azotes  y  servir  tanto  tiempo  al  hospital. 
Esto  causó  que,  en  Junio,  un  mozo  que  era  criado  de 
D.  Francisco  de  Aguabiva,  correo  maior,  entró  á  ro- 
bar la  casa  de  Joseph  Vibes,  confitero,  á  la  esquina 
de  la  Capilla  de  Mercus,  que  estava  cerrada  por  ha- 
berse muerto  de  la  peste  un  hermano  del  dicho  Vives, 
y  éste  con  su  familia,  ausentándose  antes,  cogieron 
al  tal  ladrón  en  el  mismo  delito,  y  promptamente  los 
Gonselleres,  usando  de  la  absoluta  que  en  semejante 
tiempo  tienen  los  Magistrados,  lo  condenaron  á  cien 
azotes,  condenándole  por  mediaciones  el  resto  de  la 
pena  y  que  sirviese  en  el  hospital,  con  cominación 
de  muerte  si  falta  va  á  ello  y  entra  va  en  la  ciudad  sin 
ha  ver  cumplido  el  término.  Executóse  la  sentencia; 
pero  sin  duda  que  el  hombre  tenía  el  hado  de  morir 
en  la  orea,  porque  dentro  de  pocos  días,  quebrantan- 
do la  le}^,  se  entró  en  la  ciudad  y  se  fué  á  robar  la 
misma  casa.  Cogiéronlo  en  el  hurto,  y  por  haver  in- 
currido en  dos  cominaciones  de  muerte  lo  condena- 
ron á  ella;  y  plantando  unas  horcas  enfrente  de  la 
misma  casa,  pagó  en  ellas  la  pena  merecida  por  sus 
delitos.  Este  castigo  sirvió  de  mucho  remedio  en  lo 
úe  robar  las  casas  en  adelante. 


400 

En  el  distrito  y  líneas  del  Hospital  de  Jesús  havía 
también  vando  y  ley  promulgada  pena  de  la  vida, 
así  para  los  oficiales  y  sirvientes  del  Morbo  como 
para  los  enfermos,  que  ninguno  osase  salir  del  hospi- 
tal ni  para  las  casas  de  la  Purga,  que  eran  en  la  mis- 
ma calle,  ni  de  un  lugar  á  otro,  ni  entrar  en  ciudad 
sin  licencia,  y  si  alguno  entrava  era  con  una  guSrdia 
al  lado,  para  celar  que  no  comunicasen  con  otros  y 
para  advertir  se  apartasen  y  no  tratasen  con  él,  y  esto 
aun  con  ir  los  médicos  y  cirujanos  señalados  con  una 
banda  de  tafetán  blanco,  porque  sin  estas  prevencio- 
nes no  podían  salir  de  allí  menos  que  incurriendo  en 
dicha  pena;  y  viendo  que  havía  poca  observancia  en 
la  ley  y  mucho  abuso  en  contravenir  á  ellas,  cogie- 
ron á  tres  de  los  más  inovedientes  y  los  condenaron  á 
garrote,  que  se  executó  luego  en  dichos  tres,  ponién- 
dolos en  público  para  escarmiento  de  los  demás. 

Sucedía  en  aquel  hospital  otro  desorden,  si  no  más 
dañoso  al  bien  público,  por  lo  menos  al  bien  de  las 
almas  y  de  servicio  y  ofensa  de  Dios,  sino  sucedió,  se 
dijo  y  pudo  ser  que  en  materia  de  desonestidades  ,y  vi- 
cios era  aquella  santa  casa  y  cerco  un  pequeño  bor- 
del,  porque  llegando  alguna  mujer  enferma  y  de  buen 
parecer  y  que  fuese  del  agrado  de  alguno  de  los  ofi- 
ciales, la  servían  y  asistían  con  gran  cuidado,  y  en 
curando  era  el  empleo  y  amiga  del  oficial,  que,  aun- 
que entrase  mui  honesta  y  recatada,  salía  mui  ubre  y 
disoluta  deteniéndose  allí,  y  sacándolas  de  la  Purga 
como  se  les  antojava.  Quién  creyera  que  hubiese  hi- 
jos de  perdición  tan  obstinados  que,  teniendo  tan  fre- 
cuentemente á  los  ojos  la  muerte  y  en  ellos  el  riesgo, 
y  tan  patente  y  palpable  la  Divina  Justicia  y  sus  ri- 
gores, se  entregasen  tan  á  rienda  suelta  al  vicio  y  la 
sensualidad;  quando  deviera  ser  por  tantas  razones  y 


401 
circunsfancias  un  seminario  de  virtud,  penitencia  y 
ejemplo,  no  lo  fué,  supuesto  que,  amonestados  los 
Consellcres  de  algunos  bien  intencionados,  pasaron  á 
executar  algunas  sentencias  de  azotes  en  las  mujeres 
que  se  hal lavan  culpadas  de  desonestas,  y  en  los  hom- 
bres privaciones  de  puesto  y  oficio,  con  purgación  de 
quarentena  mui  estrecha,  porque  llegó  á  término  de 
ser  público,  que  en  el  hospital  sólo  hallavan  consuelo 
y  asistencia  para  mujeres  jóvenes  y  de  buen  parecer, 
y  que  aunque  de  sí  fuesen  buenas,  los  oficiales  y  gen- 
te que  governava  las  hacía  ser  frágiles  y  desonestas: 
con  estos  castigos  se  reconoció  alguna  enmienda,  si  no 
la  total  que  se  devía  y  devemos  creer. 

Para  lo  que  resta  referir  en  este  capítulo,  desearía 
(lector  amigo)  tener  mucha  eloqaencia,  energía  y  vi- 
veza de  términos  propios,  con  razones  de  toda  pon- 
deración y  quales  pide  el  traer  á  la  memoria  el  más 
doloroso  3^  lastimoso  suceso  que  hallarás,  no  sólo  en 
los  dos  libros  de  esta  historia,  sino  en  los  que  pudie- 
ras leer  de  tragedias  lamentables  y  compasivas;  y  por 
si  la  desgracia  te  trugere  á  ver  semejante  era,  sírvate 
de  documento  y  de  escarmiento  lo  que  aquí  se  dirá. 

En  el  libro  que  dejó  escrito  el  Dr.  RouU  (lustre  de 
los  catalanes  en  la  Medicina),  haviéndose  hallado  en 
otro  contagio  y  hablando  de  los  remedios,  para  él  por 
único  y  más  útil,  aconseja  que  es  huir  de  los  primeros 
en  qualquier  parte  que  sea  la  peste,  y  bolber  el  últi- 
mo y  quando  ya  se  a  borrado  de  la  memoria  de  los 
vivientes  el  contagio,  que  de  esta  suerte  y  no  de  otra 
podrán  librarse,  y  yo  soy  de  sentir  que  no  sólo  ha  de 
ser  esta  fuga  por  huir  del  peligro  de  enfermar,  sino  de 
ver  y  oir  tan  indecibles  aogos,  calamidades,  ruynas  y 
lamentos,  que  llevan  consigo  tanto  dolor  y  aflicción 
como  padecer  el  mismo  mal,  porque  pena  ay  que  igua- 

ToMo  XXIV  2tí 


402 

le  á  la  de  verse  un  christiano,  apenas  adolecía,  con  tal 
soledad,  que  deudos  y  amigos  le  buelban  la  espalda, 
3^  los  estraños  y  todos  huían  del,  sin  que  el  padre  con- 
suele al  hijo  ni  éste  al  padre,  negándose  unos  á  otros 
la  comunicación  y  asistencia;  entre  hermanos  pasava 
casi  lo  mismo;  las  madres  eran  pocas  las  que  dejavan 
de  hacerlo,  olvidando  el  amor  materno  por  huir  el 
riesgo  de  apestarse;  si  entre  «marido  y  muger  havía 
compasión  y  asistencia,  mediando  tan  sagrado  y  es- 
trecho vínculo,  no  era  poco  consuelo,  que  á  veces 
éste  faltava;  de  entre  hermanos  puedo  referirlo  por 
experiencia,  porque  haviendo  enfermado  mi  muger  de 
un  carbunclo  á  la  pierna  y  tumor  á  la  ingle,  no  huvo 
medio  que  alguna  de  dos  hermanas  suyas,  no  sólo 
quererla  asistir,  pero  ni  aun  ver,  siendo  así  que  de  la 
casa  de  enfrente  no  lo  podían  lograr  libres  de  todo 
riesgo  y  dar  este  consuelo  á  su  hermana,  que  las  lla- 
mó Y  avisé  yo  muchas  veces  porque  las  deseava  ver  y 
hablar  antes  de  morir.  No  hubo  remedio,  aunque  en  sa- 
lud eran  mui  hermanas  y  se  querían  mucho.  Esto  pasa- 
va  frecuentemente,  con  que  el  que  quería  estar  asistido 
avía  de  ser  á  golpe  de  dinero,  pagando  doce  y  catorce 
reales  y  la  comida  todos  los  días,  y  después  veinte  y 
treinta  escudos  para  purgar  la  quarentena,  muriese  ó 
vibiese  el  enfermo,  y  estos  sirvientes  era  más  el  ansia 
de  desocuparse  presto  para  ganar  otro  tanto  con  otro, 
que  la  de  cuidar  de  la  salud  del  doliente;  aun  así,  se 
allava  con  dificultad,  más  que  hacer  salir  de  uno  á 
otro  enfermo;  y  era  preciso  acudir  ó  á  la  morbería  ó 
á  la  purga,  que  aquéllos  como  experimentados  esta- 
van  más  animosos  haviendo  pasado  y  curado  el  mis- 
mo achaque,  y  para  sacarlos  de  allí  era  preciso  ville- 
te  y  permiso  del  Gonseller  del  quarto  en  que  vibía  el 
que  lo  pedía,  y  á  golpe  de  dinero. 


403 

Entremos  á  considerar  qué  dolor  y  mortal  pena  se- 
ria en  éstos  acordándose  que  en  otras  enfermedades  se 
veían  asistidos  de  padres,  madres,  hermanos,  deudos 
ú  amigos,  y  visitados  de  todos,  asistidos  y  regalados, 
y  que  sólo  se  atendía  á  que  cobrase  la  salud,  y  aora 
verse  á  la  disposición  de  un  extraño,  que  tal  vez  ni  le 
havía  visto  ni  tratado  hasta  que  le  entrava  á  servir  en 
la  cama,  aver  de  admitir  de  su  mano  y  como  quería  el 
sustento  y  los  remedios  en  que  estrivava  su  vida,  y 
siendo  el  enfermero  de  tal  genio  y  desamor  que  sólo 
atendía  á  pasarlo  bien  ó  comer  lo  mejor  de  la  presa  y 
á  que  el  enfermo  acavase  presto  para  cobrar  su  sala- 
rio en  que  esta  van,  ajustados  y  pasar  á  ganar  otra  tan- 
ta en  la  casa  vecina  ú  otra,  cuia  ambición  ocasionava 
que  ni  el  aUmento  ni  el  remedio  se  dava  como  y  quan- 
do  estava  dispuesto  ni  como  el  dohente  lo  pagava  y 
disponía,  que  se  verificó  en  muchas  partes,  y  que  sólo 
€l  verse  pasar  por  esto  es  bastante,  y  lo  hera,  para 
acavar  con  la  vida  muchos  de  mero  desconsuelo  y  pa- 
sión do  ánimo. 

Pues  qué  diremos  de  las  pobres  criaturas  de  pe- 
cho, que  apenas  se  empestava  la  madre  les  quita- 
van  el  darles  la  leche,  y  algunos  aventuraban  ma- 
dre é  hijo  dexéndosela  dar.  Pero  las  que  morían  y  de- 
javan  niños  del  pecho,  á  quienes  se  havía  de  buscar 
quien  les  diese  leche  (aquí  del  llanto  y  el  dolor),  iban 
los  padres  de  puerta  en  puerta  con  el  hijuelo  buscan- 
do quien  les  diese  el  pecho,  leche  ó  ama  que  se  en- 
cargase de  él,  y  ver  el  modo  con  que  los  despacha- 
van  al  oler  que  madre  ó  hijo  havía  muerto  ó  estaba 
erido  de  la  peste:  era  para  quebrantar  las  piedras;  y 
si  por  suerte  ó  desgracia  se  encontrava  alguna,  que 
era  por  el  interés  de  ciento  ó  ciento  cinquenta  libras 
cada  año,  según  reconocían  la  imposibilidad  de  los 


404 

padres,  era  (antes  de  encargarse  el  ama  de  la  criatu- 
ra) desnudándola  en  carnes  y  lavándola  con  vinagre, 
Lien  fuese  perfumarla  mAicho  con  yerbas  conforta  (ivas 
y  pasándola  por  las  llamas,  y  después  de  todo  esto  ves- 
tirlas de  ropa  nueva  que  no  huviese  servido  jamás:  este 
martirio  ni  un  angelito  tolerarle  podía  si  se  a  segura  va 
con  él  su  crianza;  pero  sucedía  enfermar  la  ama  de  alli 
á  dos  días  ó  el  siguiente,  }'  al  rccivirle  otra  avía  de  re- 
petirse el  mismo  martirio;  pues  ¿qué  sucedía  si  el  niño 
ó  niña  se  empesíava?  Luego  lo  bolbían  á  sus  padres, 
sin  que  á  precio  alguno  se  hallase  quien  les  diese  el  pe- 
cho, ¡qué  infelicidad  para  un  padre!  pues  por  más  que 
tubiera  se  veía  sujeto  á  estos  contratiempos.  Para  ello 
havía  dispuesto  la  política  tener  en  las  casas  de  la 
purga  ó  combalecencia,  en  la  calle  de  Jesús,  á  más 
que  asistidas  y  regaladas  de  todo,  criavan  y  davan  le- 
che á  los  que  allí  llevavan,  y  aun  pagando  exorvitan- 
le  salario  á  éstas  y  estando  á  pedir  de  voca  servidas, 
se  hallavan  pocas  que  se  quisiesen  aplicar;  allá  las  le- 
vaban y  entregavan  los  padres,  señalándolas  con  una 
cinta  y  el  nombre  de  ellos  para  bolberla  á  recobrar  si 
vivían  pasado  el  mal.  Lo  que  estos  angelitos  padecían 
de  descuidos,  necesidades  y  extrañeza  con  mucha  por- 
quería. Dios  sólo  puede  sa verlo:  parecían  aquellas  ca- 
sas cavañas  de  corderillos  recién  nacidos  dando  vali- 
dos por  la  madre;  y  como  las  tales  amas  suelen  ser 
como  vacazas  poltronas  y  dadas  al  vicio,  cuidavan 
poco  de  su  obligación  y  haciendo  el  sordo  á  todo,  ó 
porque  no  pudiesen  acudir  á  la  limpieza,  pues  tenían 
seis  ú  ocho  y  más  cada  una,  estavan  los  cuerpecillos 
todos  sangrientos  y  espellejados,  y  tras  de  este  pade- 
cer solían  después  quedar  sin  padres  ni  quien  los  aco- 
jiese;  de  éstos  y  de  los  ya  destetados,  que  también  se 
llevaban  á  las  mismas  casas  cuando  los  padres  al  hos- 


40o 
pital,  perecieron  un  sinnúmero  por  quedar  sin  quien 
los  amparase  ni  quien  los  conociese  quando  echas  las 
quaren  tenas  los  despacha  van  y  bolbían  á  la  ciudad. 
Las  muge  res  que  los  hijos  ó  á  quienes  da  va  el  pecho 
se  les  morían  de  pesie,  padecían  infinito  de  la  leche 
por  no  hallar  quien  la  tomase,  si  no  encontravan 
otros  que  las  madres  ó  amas  huviesen  muerto  empes- 
tadas,  que  en  ese  lance,  consolándose  unos  y  otros, 
hallavan  alivio,  y  en  este  riesg-o  perecieron  muchos  y 
otros  se  libraron  de  ambas  partes. 

Las  preñadas  padecían  en  esa  ocasión  lo  que  no  es 
decible:  mostró  la  experiencia  que  de  las  ciento  apenas 
escapavan  dos,  y  en  llegando  el  lance  de  parir  queda- 
van  madre  ó  hijo  en  la  demanda,  porque  las  comadres 
no  querían  asistir;  y  si  los  maridos  ó  alguna  amiga 
por  gran  fineza  no  hacían  el  oficio  de  comadre,  pere- 
cían irremediablemente  vidas  y  alma;  si  la  madre  mo- 
ría y  qiiedava  el  recién  nacido,  era  otro  nuevo  tor- 
mento buscar  por  la  ciudad  quien  le  diese  leche,  y  si 
no  era,  como  acabo  de  referir  arriva,  que  alguna  em- 
pestada,  ó  que  se  le  hubiese  muerto  el  que  criava 
arriesgando  la  vida,  la  perdía  el  ángel  en  los  brazos 
de  su  padre  por  falta  de  sustento. 

No  era  de  menor  dolor  el  riesgo  de  salvar  las  al^as 
en  tan  procelosa  borrasca,  porque  morían  todos  sin 
que  tubiesen  el  consuelo  de  hacerles  acordar  pidiesen  á 
Dios  perdón  y  los  absolbiese  de  sus  culpas,  porque  sa- 
cerdote alguno  no  ha  vía  que  buscar  para  eso:  avíalo  de 
hacer  el  que  le  servía  en  la  enfermedad,  y  éste  solía 
ser  francés  (que  huvo  muchos  que  se  aplicaron  á  ese 
exercicio),y  tal  vez  no  cathójico,  con  que  se  deja  ver  el 
evidente  riesgo  de  la  salud  de  las  almas;  y  si  se  aplica - 
va  á  eso  el  enfermo,  procuraría  más  presto  despachar 
al  doliente  que  detenerlo,  para  hacer  pesquisas  de  sus 


406 

preseas  y  haciendas,  porque  hasta  que  los  sepultureros 
cargavan  con  el  cadáver  emhuelto  en  la  sábana  que- 
dava  dueño  de  la  casa,  sin  que  nadie  se  atreviese  á  su- 
vir,  y  después  se  cerrava  como  queda  dicho. 

Diremos  algo  aora  de  lo  mucho  que  padecieron  los 
que  en  medio  del  maior  estrago  de  la  peste  quisieron 
por  su  tema  salir  de  Barcelona  y  abarracarse  á  vista 
de  la  ciudad,  porque  á  otros  lugares  con  quarentena 
ni  sin  ella  y  con  guardas  de  vista  no  se  les  admitía  ni 
dava  terreno,  porque  en  oyendo  que  havían  salido  de 
Barcelona  se  hura  de  ellos  como  de  la  peste.  Estos  pro- 
curavan  aloxarse  en  barracas  de  tierra  y  faxina,  ó  fa- 
xina  y  tablas  en  la  campaña  una  legua  á  la  redonda 
de  la  ciudad:  éstos  eran  de  los  que  en  las  caserías  ó 
lugarejos  á  cuio  abrigo  estava  la  barraca,  hallavan 
quien  por  parentesco,  amistad  ó  mucho  interés  los  ad- 
mitiese y  diese  lu^ar  á  ello  y  procurase  por  su  soco- 
rro y  alimento,  y  era  hacer  la  maior  fineza  y  agasajo 
que  puede  ponderarse,  que  los  que  no  tenían  ese  asilo 
se  havían  de  quedar  en  la  ciudad  y  encerrados  en  sus 
casas  esperar  que  los  trujesen  á  ella  los  alimentos,  que 
siendo  de  carne  los  escaldavan  antes  de  admitirlos,  y 
de  lo  demás,  ó  bien  perfumando  ó  pasando  por  vina- 
gre, y  sin  que  quien  les  traía  se  atreviese  á  entrar, 
que  unos  de  otros  se  guardavan,  y  en  dando  en  algu- 
no de  los  de  la  casa  la  pjste,  que  sucedía  ó  por  ima- 
ginación, por  temor  ó  porque  era  así,  avían  de  bus- 
car otra  avitación  y  quien  sirviera  al  enfermo,  que  uno 
y  otro  era  1an  difícil  de  hallar,  que  no  hay  término  que 
pueda  explicarlo,  y  por  último,  el  enfermo  pasava  al 
hospital. 

Avía  o-ros  que,  no  teniendo  quien  les  permitiese 
cerca  las  barracas  y  el  temor  y  orror  les  obligava  á  sa- 
lir de  la  ciudad  por  mejorar  de  ayres  y  no  ver  ni  oyr 


407 

tan  funestos  y  lamentables  sucesos,  se  abarracaron  en 
las  faldas  y  montañas  de  Monjuique  y  llano  del  Val- 
doncelle;  pero  lo  de  éstos  era  ridicula  cosa,  porque  no 
conseguian  más  veneficio  que  el  que  se  deja  decir, 
que  en  lo  demás  avían  de  recibir  los  mantenimientos 
de  adentro  de  la  ciudad  con  el  riesgo  que  se  deja  ver, 
pues  el  conductor  avía  de  comunicar  con  los  de  aden- 
tro y  de  afuera,  todos  bien  sospechosos  y  expuestos  á 
que  en  cada  instante  caiesen,  como  sucedió,  y  en  ca- 
yendo enfermos,  ó  los  havían  de  llevar  á  Jesús  ó  en- 
trarse en  la  ciudad  y  dar  fuego  á  la  barraca  algunos, 
ó  muchos  que  quisieron  curar  en  ellas  murieron  sin 
sacramentos,  y  tuvieron  por  sepoltura  el  mismo  cam- 
po, y  sin  que  de  las  barracas  vecinas  tuviesen  socorro 
ni  alivio  alguno,  aun  de  salud,  porque  unos  de  otros 
se  temían. 

Avía  algunos  otro«  que,  teniendo  en  los  lugares  ve- 
cinos y  l)arrios  de  Bcivcelona  deudos  mui  cercancfs  ó 
personas  de  gran  inclusión  y  amistad,  se  salían  á  ellos, 
y  en  barracas  que  les  disponían  se  aloxavan,  y  de  las 
casas  del  bienechor  les  llevaban  la  comida,  dejándola 
un  pedazo  lexos  de  la  barraca,  para  que  el  que  la  Ue- 
vava  no  se  comunicase  con  los  de  ella,  y  los  del  tér- 
mino les  ponían  guardias  de  vista  á  su  costa,  y  pagan- 
do á  diez  y  doce  reales  cada  día  los  de  las  barracas: 
esto  les  durava  treinta  ó  quarenta  días,  que,  pasados 
esos,  mudados  la  ropa,  perfumados  y  lavados  con  vi- 
nagre, los  admitían  en  las  casas,  y  mientras  durava 
la  salud  lo  pasa  van  bien;  pero  en  enfermando  tan  mal 
como  el  que  más,  porque  luego  lo  plantavan  en  su  ba- 
rraca solo  con  el  que  havía  de  asistirle,  que  si  no  se 
hallava  quién  lo  hiciera,  precisavan  á  uno  de  la  com- 
pañía que  lo  hiciera.  La  medicina,  médicos  y  ciruja- 
nos avía  de  venir  de  Jesús  y  de  Barcelona,  y  todo  á 


408 

peso  (le  dinero  y  con  la  dificultad  que  se  deja  conocer; 
de  éstos  morían  muchos  sin  sacramentarse,  y  la  se- 
poltura  era  en  un  campo  ó  margen,  sin  más  ceremo- 
nia, y  muchos  que,  puestos  en  las  barracas,  quedavan 
á  la  Divina  Providencia  sin  otro  consuelo.  El  mismo 
experimentaron  muchos  que  saheron  de  las  casas  y 
poblados:  les  embestía  el  mal  por  el  camino,  y  cami- 
navan  mientras  avía  fuerzas,  j  en  falíando,  arrima- 
dos á  un  ribazo  lucha  van  con  las  ansias  y  espira  van 
allí,  sirviéndoles  de  cama  y  sepultura,  porque  aunque 
los  viese  gente,  por  no  llevarse  con  la  ropa  (que  es 
donde  más  se  pega)  el  mal,  se  los  dejaba  en  su  último 
y  desgraciado  fin. 

De  mí  y  por  experiencia  puedo  decir,  que  fué  gran- 
de error  salir  de  la  ciudad  en  ocasión  de  haberse  de- 
clarado ya  la  peste,  porque  mal  por  mal  se  pasava 
mejor  en  la  ciudad,  porque  si  havía  medios,  se  ha- 
llavá  con  ellos  todo  lo  que  era  menester,  caro  ó  ba- 
rato, y  el  que  no  los  tenía  hallava  socorro  en  el  hos- 
pital, pues  á  nadie  se  negava,  que  afuera  era  intra- 
table. 

En  mi  casa  murieron  mi  mujer  y  quatro  hijos  de  la 
peste,  y  la  pasó  mi  madre  y  otro  hijo  que  me  queda- 
ba: todos  tubieron  su  asistencia,  de  que  me  consta  lo 
que  cuesta  y  se  padece;  pero  abrumado  de  tanto  pa- 
decer y  ver  padecer  junto  con  las  instancias  que  Be- 
nito Mans,  hermano  de  mi  mujer,  labrador  de  Sarria, 
me  hizo,  para  que  fuera  allá  con  mi  familia,  deseoso 
de  ver  si  podría  hbrarme,  nos  salimos  de  Barcelona, 
recogido  y  puesto  en  recaudo  lo  de  casa  á  9  de  Junio, 
otro  día  de  Corpus,  y  en  la  barraca  que  nos  dispu- 
so, y  con  el  cuidado  de  hacernos  traer  aún  pedazo 
que  comer,  pasamos  la  quareuiena,  y  acavada  nos 
entramos  en  su  casa,  en  donde  estuvimos  hasta  4  de 


409 

Agosto,  que  el  Castellano,  sitiando  á  Barcelona,  nos 
hizo  retirar.  En  este  tiempo  vi  y  oí  tales  lástimas  y 
travajos  de  los  que  se  habían  salido  de  Barcelona,  que 
lo  hasta  aquí  referido  es  un  pequeño  y  lixero  apun- 
tamiento, y  para  lo  demás  no  hallo  razones  ni  térmi- 
nos con  que  explicarlo,  y  así  quede  al  juicio  del  com- 
pasivo lector. 

Suele  el  contagio,'  con  los  recios  calenturones  que 
da,  causar  frenesíes  insuperables;  y  mientras  los  pa- 
decían algunos  en  las  casas  particulares,  unos  se  arro- 
javan  por  Jas  ventanas  y  rebentavan,  otros  se  salían 
por  las  calles  en  la  postura  en  que  se  hallavan;  y 
como  la  fuerza  que  tienen  en  esos  lances  es  tan  indo- 
mable y  no  havía  quien  los  detubiese,  porque  el  en- 
fermero no  bastava,  sino  que  de  acaso  se  encontrasen 
los  sepoUureros,  corrían  y  di  vaga  van  hasta  que  espi- 
ra van,  ó  que  de  rendidos  se  dejaban  caer,  y  por  más 
que  fuera  gritando  el  que  asistía,  ni  hallava  aiuda  ni 
recavaba  cosa  alguna.  En  la  Morbería  de  Jesús  se  vio 
esto  cada  instante,  y  si  daban  en  ir  á  beber  á  el  es- 
tanque morían  dé  repente,  y  aunque  se  quisiera  tener 
providencia  en  eso,  como  lo  hacían  los  sepultureros, 
atándolos  al  llevarlos,  no  era  fácil,  pues  avia  ocasio- 
nes que  pasaban  los  quatro  mil  largamente  los  enfer- 
mos, con  que  no  podían  atenderse  á  eso,  así  como  no 
se  atendía  ó  no  quería  atender  á  la  puntualidad  de  cu- 
rarlos las  llagas,  porque  havía  enfermos  que  pasavan 
diez  y  doce  días  sin  curarse,  de  que  resultó  morirse 
muchos  millares  más  que  no  huvieran  muerto  (salva 
la  Divina  disposición)  en  Jesús  á  tener  algo  de  más 
providencia,  y  esto  es  constantísimo,  y  se  deja  bien 
conocer,  porque  las  mujeres  de  buen  parecer  y  agra- 
do, y  que  se  dejavan  llevar  de  la  solicitación  de  los 
oficiales,  casi  todas  ó  la  mayor  parte  libraron  bien, 


4Í0 

porque  aunque  se  castigó  el  vicio,  como  se  ha  dicho, 
nunca  dejó  de  haver  muchísima  ruindad  en  eso,  por- 
que la  que  quería  resistirse  perdía  la  vida  y  necesi- 
dad, pocos  años  y  gran  solicitación,  y  en  lances  como 
aquéllos  derrivaran  la  más  casta  y  constante  mujer, 
y  no  será  temerario  decir  que  por  tanta  torpeza  como 
allí  se  veía,  se  dilató  y  fué  más  riguroso  el  castigo  de 
Dios,  pues  en  vez  de  enmienda  después  de  la  enfer- 
medad, se  dava  más  rienda  á  la  lascivia,  la  que  tal 
vez  hasta  entonces  no  la  hahía  conocido. 

Goncluio  este  capítulo  con  decir,  que  quando  se  re- 
conoció alguna  mejora  en  el  contagio,  que  fué  á  pri- 
meros de  Agosto,  se  empezó  á  ver  la  ruina  en  la  ha- 
cienda, la  pobreza  y  necesidades,  porque  mientras 
duró  lo  furioso  de  ella,  difiriendo  la  gente  el  cultivo  y 
el  travajar  por  no  hallar  gente  para  ello,  no  atender 
por  no  poder,  se  alió  después  destruidas  las  hereda- 
des, las  casas  y  los  hienes,  la  pobreza,  por  lo  consi- 
guiente, porque  atendiendo  á  salvar  la  vida  para  asis- 
tirse, el  que  ya  no  tenía  á  dónde  holherse,  vendía 
para  el  sustento  quanla  plata,  oro,  ropa  y  alaxas  po- 
día hallar  quien  le  comprara,  de  que  resulta  el  que- 
dar, si  con  vida,  no  con  qué  pasarla.  Las  necesidades 
y  de  no  menor  lástima  que  lo  que  se  havía  echo,  era 
ver  tanto  muchacho  y  niño  que,  difuntos  sus  padres, 
iban  pidiendo  limosna  y  perdidos  por  la  provincia, 
haviéndose  criado  en  sus  casas  y  vístose  mui  asisti- 
dos y  regalados,  y  que  aora  no  hallavan  un  pedazo  de 
pan,  con  dolor  de  quien  los  havía  visto  y  conocido  en 
buena  fortuna  y  no  podía  socorrerlos.  Estos  estragos 
los  experimicntarán  muchos  años  las  repúblicas,  las 
iglesias  y  religiones,  porque  los  sujetos  que  havían  de 
florecer  de  aquella  era  los  sumergió  la  borrasca  de 
guerra,  peste  y  hambre.  Discurre,  lector,  sobre  lo  que 


411 

as  leído  en  este  capítulo,  y  cree  que  lo  que  no  se  dice 
y  á  tu  discurso  remiio  de  estas  calamidades,  es  mucho 
más  de  lo  que  señalo. 

CAPÍTULO  39. 

TOMA  LA  ARMADA  ESPAÑOLA  EL  YAGEL  DEL  PATRÓN  FERRET  EN  MA- 
TARON-CESA  LA  PESTE.-LLAMA  LA  CIUDAD  SUS  VECINOS  AUSENTES.- 
DA  GRACIAS  Á  DIOS  POR  LA  MEJORA.— VIENE  Á  SITIAR  Á  BARCELONA 
EL  CASTELLANO. 

Tenía  Barcelona  un  marinero  valeroso  y  dichoso  en 
marinería,  llamado  el  patrón  Ferret,que  de  puro  viejos 
ó  inútiles  esta  van  arrimados  ya  dos  vaxeles  que  havía 
governado  y  capitaneado  de  particulares  catalanes  con 
mucha  suerte  y  viajes  de  importancia  y  conbeniencia: 
estava  mal  hallado  con  el  ocio  y  así  redujo  á  algunos 
mercaderes  poderosos  para  que  hiciesen  labrar  unvajel 
grande  que  havía  de  ser  la  gloria  de  Bai-celona:  fabri- 
cóse en  Barcelona  vajo  el  valuarte  de  Mediodía  en  el 
arsenal;  duró  la  obra  dos  años  y  tres  meses  y  su  coste 
pasó  de  sesenta  mil  escudos,  con  indecible  fatiga  del 
patrón.  Vendixéronlo  víspera  de  la  Virgen  de  Agosto, 
año  1649,  con  gran  solemnidad,  concurso  y  ruido  de 
artillería,  habiendo  puesto  una  tienda  muy  grande  que 
cubría  todo  el  navio  y  concurso^  tratóse  luego  de  po- 
nerlo en  el  agua,  y  llegando  á  la  lengua  de  ella,  que 
era  por  la  Virgen  de  Septiembre,  enfermó  el  patrón 
Ferret,  según  se  dijo,  de  fatigado,  y  en  breves  días  mu- 
rió: era  hombre  dispuesto  y  grueso  y  de  lindas  atencio- 
nes: causó  mucho  duelo  á  todos  y  mucho  más  á  los 
interesados  en  el  navio,  teniendo  ya  por  mal  agüero 
aquel  acaso.  Armáronlo  de  árboles,  xarcias,  artillería, 
marineros  y  pilotos,  nombrando  por  capiíán  á  Lorenzo 
Bardana,  mozo  experto  y  que  Ucvava  el  negocio  de 


412 

Ghristóval  Sangenís,  mercader  y  uno  de  los  principales 
dueños  del  vajel:  hízose  á  la  vela  segunda  fiesta  de  Na- 
vidad, y  de  primera  jornada  marchó  á  Xatelines,  en 
Turquía,  á  buscar  trigo.  Después  executó  los  dos  viajes 
á  Liorna,  traiendo  el  trigo  que  en  otra  parte  se  ha  di- 
cho el  año  pasado,  y  eslava  en  el  muelle  aguardando 
que  la  Ciudad  lo  despachase,  que,  ocupada  en  lo  del 
contagio,  lo  dilató  más  de  lo  que  deviera  y  havría  im- 
portado, porque  la  armada  castellana  se  junta  va  en  Ta- 
rragona y  á  primeros  de  Julio  tres  navios  de  ella  lle- 
garon delante  Barcelona,  y  bordeando  á  dicho  vajel,  le 
obligaron  á  meterse  vajo  el  muelle,  disparándole  algu- 
nos cañonazos,  y  él  les  respondió,  y  de  la  ciudad  tam- 
bién les  tiravan,  obligándoles  á  bolverse  hacia  Tarra- 
gona. Á  11  de  Juño  pasaron  por  Barcelona  22  galeras 
de  España  en  que  hiva  por  General  el  Príncipe  D.  Juan 
de  Austria,  en  seguimiento  del  vajel  que  havía  salido 
del  muelle  dos  días  antes  hacia  Mataré:  encontráron- 
lo allí  y  dieron  con  él  á  cañonazos,  disparándole  pa- 
sados de  500  tiros,  con  los  quales  hicieron  mucho 
daño  al  pueblo,  y  de  las  torres  también  á  las  galeras. 
Apresaron  el  vajel,  porque  ni  un  marinero  siquiera 
quedó  en  él  para  defenderle,  y  pasaron  el  día  siguien- 
te por  la  mañana  las  galeras  con  el  vajel  para  Po- 
niente; hazaña  grande:  ¡22  galeras  contra  un  vajel  in- 
defenso ! 

Parece  prodigio  de  la  Divina  Omnipotencia  que  á 
últimos  de  Julio  y  primeros  de  Agosto,  que  es  lo  recio 
del  canicular,  empezase  á  dar  treguas  la  peste  y  á  re- 
conocer alivio  en  los  enfermos;  pero  maior  prodigio 
es  que  viniendo  el  Castellano  á  sitiar  á  Barcelona  con 
numeroso  exórcito,  todos  los  lugares  circunvecinos  y 
gente  que  estava  fuera  se  metieron  en  Barcelona  con 
sus  familias  y  haciendas,  sin  reparar  en  el  riesgo  de 


413 

la  vida  y  en  que  anteriormente  por  las  calles  de  maior 
concurso  apenas  se  veían  quatro  personas,  porque  la 
opinión  más  válida  es  que  murieron  de  la  peste  pasa- 
dos de  quarenta  mil  personas,  y  quizás  no  se  incluien 
en  esar;  las  que  se  ignoraron,  sin  que  el  cargarse  de 
gente  nueva  la  población  suscitase  la  peste  que  harto 
se  temía,  antes  quanto  más  entrava  amaynava  más 
la  enfermedad,  de  que  noticiosos  los  que  avían  ausen- 
tado y  que  se  preciavan  de  buenos  patricios,  acudie- 
ron luego  á  servir  y  socorrer  la  Ciudad  en  el  sitio  que 
la  amenazava,  aunque  fuera  con  el  riesgo  que  podían 
temer,  pues  totalmente  no  havía  cesado  el  contagio. 
Algunos  sujetos  huvo  (indignos  de  llamarse  catalanes) 
que  por  algunos  fines  reusaron  entrar  y  se  alejaron 
más. 

Advertido  esto,  el  Consejo  de  Ciento  hecho  vando 
que  todos  los  vecinos  y  ciudadanos  que  se  avían  au- 
sentado dentro  quince  días  acudiesen  á  asistir  la  Ciu- 
dad en  este  fragante,  en  pena  de  que  pasado  ese  tér- 
mino se  desinsincularían  los  inseculados;  los  que  no  lo 
estarían,  no  podrían  insecularse  de  diez  años,  y  los 
que  tenían  oficios  privados  de  ellos,  y  en  su  lugar  sor- 
tearse otro.  Prorrogáronse  estos  quince  días  en  otros 
tantos  más  en  dos  veces  con  público  pregón  cada  una: 
en  estos  plazos  los  que  tuvieron  causas,  los  allegaron 
y  dieron  memoriales  al  Consejo.  Este  mandó  á  alistar 
en  memorial  todos  los  que  se  hallavan  ausentes,  dis- 
curriendo por  calles  .para  la  maior  averiguación,  y^  el 
día  26,  estando  junto  el  Consejo,  se  leyó  la  lista  y  se 
cometió  á  doce  personas  la  cognición  de  las  causas  y 
motivos  que  allegavan  algunos  para  no  bolber,  y  su 
aprobación,  y  sin  desgregarse  el  Consejo  se  admitie- 
ron las  que  se  devían  y  desecharon  las  que  no  pasan- 
do luego  á  desinsecular  y  hacer  extracción  de  oficios, 


414 

que  siendo  las  dos  de  la  noche  que  aún  no  havían 
concluido  se  disgregó  el  Consejo,  haciendo  comisión 
á  las  doce  personas  para  que  el  siguiente  día  conclu- 
iesen  la  inavilitación  de  sinseculación  y  extracción. 
Observóse  esto  rigurosamente,  porque  algunos  vinie- 
ron, j  no  á  todos  se  les  admitió  las  causas  por  haver 
echo  esa  demostración  con  maduro  acuerdo  y  tenien- 
do ya  veinticuatro  oras  avía  al  exórcito  castellano  á 
la  vista. 

Reconociendo  el  Govierno  que  más  era  milagro  que 
causa  natural  la  venignidad  que  se  experimentaba  en 
el  contagio,  deliveró  el  Consejo  de  Ciento  se  diesen 
gracias  á  Dios  por  la  misericordia  que  nos  hacía.  El 
día  7  de  Agosto  se  hizo  en  el  Aseo  diciendo  un  oficio 
solemne,  y  después  ana  procesión  por  dentro  la  igle- 
sia con  Te  Deiim  laudarnus  á.  que  asistieron  los  Gonse- 
lleres  y  maior  número  de  Consejeros.  Fué  mui  singu- 
lar el  divino  favor  en  este  punto,  porque  calmó  de 
forma  la  peste  que  vino  á  cerrarse  el  hospital  á  me- 
diado Septiembre,  y  alguno  que  incidía  ó  recaya  en  la 
enfermedad  lo  lie  va  van  á  las  casas  de  la  purga,  y  allí 
se  cura  va  en  breve,  ó  porque  la  experiencia  havía  sa- 
cado maestros,  ó  porque  la  malignidad  no  era  ya 
tanta. 

Acudióse  luego  á  limpiar  las  calles  que  esta  van  lle- 
nas de  cieno  y  ponzoña  de  la  ropa  y  trastes  que  arro- 
javan  de  las  casas  que  havían  muerto  los  empestados, 
llevándolo  á  carretadas  á  la  arboleda  ó  muralla  donde 
lo  quemaban  todo,  y  entre  eso  havía  algunas  cosas 
mui  buenas,  pero  todo  perecía.  También  se  fabricaron 
en  la  pisina  unos  ornos  mui  grandes,  en  los  quales  á 
fuego  lento  se  purificava  la  ropa  de  los  particulares  y 
cosas  que  havían  padecido  peste.  Perfumaron  las  ca- 
sas de  alto  á  vajo  famosamente  de  todos  los  que  havían 


415 
padecido,  sin  que  ninguna  de  las  cerradas  se  atreviera 
su  dueño  á  abrirla  ni  entrar  en  ella  sin  haver  echo 
esta  diligencia,  y  para  su  execucicn  y  las  de  arriva 
mencionadas,  tenía  cada  Gonseller  en  su  quarto  hom- 
bres destinados  que  se  aplicavan  á  ello  con  toda  acti- 
vidad para  no  fiarlo  á  los  particulares.  Con  esta  vigi- 
lancia y  disposición  fué  en  aumento  la  salud,  aunque 
los  concursos  y  apreturas,  particularmente  en  las  pa- 
naderías y  carnicerías,  eran  grandes,  porque  ya  el  si- 
tio impedía  el  moler  y  hacer  las  provisiones  con  des- 
aogo;  y  siendo  el  calor  excesivo,  se  ve  manifiestamen- 
te que  Dios,  por  medio  de  algunos  santos  y  personas 
de  virtud,  aplacó  su  Justicia  y  usó  de  su  misericordia. 

Es  estilo  de  la  milicia  quando  se  llega  á  sitiar  algu- 
na plaza  embiar  un  trompeta  pidiendo  se  rindan  y  en- 
treguen las  llaves  del  presidio.  Venía  marchando  el 
Castellano  mui  pujante  con  once  mil  infantes  y  2.500 
cavallos  á  sitiar  á  Barcelona  (poco  número  para  tanta 
empresa);  havía  á  primeros  de  Julio  pasado  Villafran- 
ca;  el  Consejo  de  Ciento  quiso  prevenir  la  respuesta 
que  havía  de  dar  al  trompeta,  y  tomó  la  resolución  de 
presentar  las  llaves  á  la  Virgen  de  la  Concepción:  exe- 
cutáronlo  á  19  de  Julio  con  las  de  yerro,  y  25  de  Agos- 
to, día  de  San  Luis,  acavados  los  Divinos  Oficios  en 
el  Aseo,  pasaron  los  Conselleres  á  la  capilla  de  la  Vir- 
gen, y  cantando  una  Salve  solemne,  le  presentaron 
quatro  llaves  de  plaza,  y  aguardando  al  trompeta  para 
responderle  dixera  á  su  General  las  tenía  la  Virgen, 
que  se  lo  averiguase  con  ella  si  las  quería  dar:  no  vino, 
noticioso  tal  vez  de  tan  ridicula  respuesta. 

Este  exército  castellano,  governado  por  el  de  Mor- 
tara,  salió  de  Lérida  para  Tarragona  á  juntarse  con 
la  guarnición,  y  desde  allí  por  el  Panados  encaminar- 
se á  Barcelona.  Nuestras  tropas,  que  serían  tres  mil 


416 

infantes  y  mil  y  quinientos  cavallos,  governados  por 
Marcin,  ninguna  oposición  hicieron,  sino  que  á  una 
legua  del  Castellano  se  iba  retirando,  quando  creye- 
ron todos  que  en  algún  estrecho  ó  esguazo  do  río  ha- 
rían alguna  operación.  Llegó  el  Castellano  á  pasar 
Llobregate  á  2  de  Agosto,  y  ya  Marcin  eslava  vajo  la 
artillería  de  la  plaza;  puso  su  quartel  en  el  convento 
de  Valdoncellas,  que  las  monjas,  por  esta  causa  y  la 
peste,  parte  havía  en  la  torre  Pallaresa  y  parte  más 
allá.  D.  Joseph  Dardena  puso  su  tienda  ó  quartel 
más  allá  de  los  Ángeles  viejos.  La  cavallería  de  éste 
cubría  el  foso  desde  la  marina  hasta  la  Puerla  Nueva, 
y  desde  ésta  hasta  la  de  San  Antonio.  La  de  Marcin, 
haviéndose  aloxado  cavallería  y  infantería  fuera  de 
la  ciudad,  vajó  el  cañón  fabricando  sus  tiendas  y  ba- 
rracas, que  parecía  segunda  ciudad  con  nuebas  tien- 
das de  mercaderes,  y  talando  y  arrasando  la  huerta 
y  la  campaña,  que  no  es  decible  el  fruto  que  perdieron 
y  daño  que  se  hizo  á  los  particulares. 

Encaminóse  Mortara  á  la  Torre  del  Río  y  empezóla 
á  batir  y  expunar  rigurosamente,  resistiéndose  los  de 
adentro,  que  serían  unos  treinta  hombres,  unos  qua- 
tro  días  con  tres  piezas  de  artillería,  dándole  al  Caste- 
llano no  poco  daño.  Fabricaron  unos  ornillos  ó  mina 
los  de  fuera,  y  llamados  los  de  adentro  á  verla,  reco- 
nociendo ser  imposible  salvarse,  se  rindieron  á  vida 
salva  el  día  8  de  Agosto:  puestos  en  el  exército  caste- 
llano, los  reconocieron,  y  los  que  havían  estado  ó  esta- 
van  empestados  los  embiaron  á  Barcelona;  los  otros 
quedaron  en  el  exército,  y  luego  volaron  la  torre  sin 
dejar  señales  de  ella:  quisieron  decir  que  por  el  daño 
que  les  havía  echo.  Lo  cierto  es  que  por  ha  ver  dispa- 
rado á  las  galeras  quando  pasó  á  casarse  la  Reyna  Ga- 
thólica,  quisieron  borrar  su  memoria  en  la  provincia. 


417 


CAPITULO  40. 


PREVENCIONES  DE  LA  CIUDAD  CON  LOS  LUGARES  Y  GENTE  DEL  CON- 
TORNO.-AQUARTÉLASE  EL  CASTELLANO  Y  SUS  OPERACIONES  CON  EL 
PAÍS.  -YNSTANCIA  DE  LOS  SITIADOS,  CORREOS  Y  EMBAJADORES  Á  PA- 
RÍS.-TOPE  DE  MARCIN  CON  MARGARITE,  GOVERNADOR.-SALIDA  DE 
MARCÍN  Y  JURAMENTO  DEL  REY  EN  PARÍS. 


Lneí?o  qne  se  tubo  noücia  de  los  desio-nios  del  ene- 
mi.í^o  y  de  su  marcha,  que  fué  á  mediado  Julio,  em- 
pezca el  Governador  á  despachar  por  los  lu,!?ares  y  po- 
blaciones vecinas  órdenes  y  persuasiones  para  que  se 
relirasen  dentro  la  ciudad  todos  los  granos  y  pajas; 
rc'^islióse  la  gente;  pa^ó  á  vando^  por  todos  los  lugares 
vecinos  en  pena  de  los  granos  perdidos,  y  otras  arbi- 
trarias al  Real  Conseja;  pero  recelosos  los  dueños  de 
la  pesfe,  de  perder  su  hacienda  y  que  Uevavan  otra 
idea,  no  se  dieron  por  eniendidos,  an^es  bien  lo  reti- 
ra van  á  los  combentos  de  Sarria  y  Pedral  has,  San  Ge- 
rónimo de  la  Murta  y  Sabrón  y  oíros  lugares,  enten- 
diéndolo asegurar  de  ese  modo  que  el  maior  motivo 
era  por  la  peste,  que  aún  afligía  demasiado. 

La  Ciudad  pasó  á  publicar  pregones  que  todos  los 
que  quisiesen  vender  los  granos  se  le  pagarían  al  pre- 
cio corriente;  que  los  que  quisiesen  fiarlo  ó  prestarlo 
se  lo  bolberían  en  propia  especie  en  saliendo  del  si- 
tio; que  quien  los  quisiese  deponer  en  custodia  se  le 
restituiría  el  mismo  y  que  excriviese  su  nombre:  esto 
para  el  de  simiente;  y  para  la  entrega  de  uno  y  otro 
y  cobrar  recibo  ó  dinero,  se  señaló  el  convento  de 
Valdoncellal  tampoco  se  logró  fruto  de  esía  diligencia. 

El  Governador  executó  otra  más  utilosa,  y  fué  lla- 
mar todos  los  bayles  y  jurados  de  los  lugares  á  dos 

Tomo  xxiv  27 


418 

leguas  de  Barcelona  para  un  día  á  la  torre  de  Novell, 
en  el  término  de  Sanz.  con  pretexto  del  real  servicio 
y  bien  de  la  provincia.  Congregados  allí,  salieron  el 
Governador  y  los  Gonselleres  en  Gap  y  segundo,  y  re- 
presentando con  mucho  encarecimiento  y  ponderacio- 
nes que  arriesgavan  sus  haciendas  porque  el  Castella- 
no venía  á  toda  priesa  y  que  se  haría  dueño  de  todo 
lo  que  esta  va  fuera  de  Barcelona,  y  que  destruiría  lu- 
gares y  todo  quanto  havía  que  lo  tuvieron  por  cons- 
tante, y  no  se  quejasen  de  que  no  los  havían  desengaña- 
do. Á  vista  de  esto,  la  gente  empezó  acarrear  granos 
y  alajas,  que  fué  una  Bavilonia  unos  quantos  días  que 
incesantemente  entravan  carretadas  de  granos,  mies 
sin  trillar  y  trastos,  poniéndolos  cada  uno  en  casa  de 
sus  deudos  y  amigos,  con  que  quedó  bastecida  la  ciu- 
dad bastantemente  por  aver  sido  fértil  aquel  año  la 
cosecha.  Algunos  que  la  representación  de  estos  seño- 
res no  les  convenció  y  quisieron  quedarse  con  sus  vie- 
nes por  los  combentos  y  lugares,  perdieron  los  unos  y 
los  otros  y  padecieron  muchos  travajos. 

El  exército  castellano,  aviendo  bolado  la  torre,  se 
vino  al  llano  de  Barcelona,  y  recelosos  que  no  embis- 
tiera Monjuique  como  el  año  41,  después  de  bien  for- 
tificado, pertrechado  y  municionado,  entró  de  guar- 
nición Mastarós  con  su  tercio  y  algunas  compañías 
sueltas,  que  en  todo  serían  basta  mil  hombres,  que  con 
ellos  y  algunas  piezas  de  artillería  havía  de  costar 
muchas  vidas  antes  de  ganarlo;  pero  el  Castellano,  en 
llegando  á  Sanz,  que  era  á  10  de  Agosto,  se  subió  ha- 
cia Pedralbas  y  Sarria  y  se  aloxó  aquella  noche  por 
aquel  contorno,  y  el  General  con  algunos  Gavos  en- 
traron en  el  cerco  de  Pedralbas  en  las  casas  de  los 
clérigos  y  religiosos:  iba  Capitán  de  corazas  D.  Miguel 
Ramona,  ca vallero  catalán,  que  por  ciertas  causas 


419 
seguía  el  partido  castellano  y  tenía  una  hermana  mon- 
ja en  aquel  combento,  con  cuya  causa  y  la  de  ser  muy 
estimado  de  todos  Ramona  pasaron  aquella  noche  mui 
regalados  y  en  onrroso  bureo,  pero  con  mucha  vene- 
ración á  las  religiosas;  el  día  siguiente  á  las  tres  de 
la  mañana  marchó  todo  el  campo  en  forma  por  la  fal- 
da de  la  montañuela,  y  al  tránsito  les  disparava  la 
plaza,  pero  sin  ningún  úfil;  pasaron  á  San  Andreu  y 
San  Martín,  extendiéndose  hasta  la  orilla  del  Agua  del 
mar,  formando  al  sitio  de  la  fuente  que  llaman  de 
Alió  un  hermoso  fuerte  con  quatro  baluartes  y  su  foso, 
poniéndolo  con  mucha  artillería  para  asegurar  el  des- 
embarco y  las  provisiones  que  llega  van  por  el  mar, 
que  con  la  armada  é  infinitas  barcas  que  de  la  costa 
de  Poniente  les  acarreavan  víveres,  tuvieron  la  cam- 
paña abundantísima  de  todo  y  estubieron  bien  forti- 
ficados. La  tierra  la  cojieron  llena  de  frutos,  que  por 
el  contagio  la  gente  ha  vía  dilatado  desazer  la  mies, 
con  que  se  bastecieron  de  todo  á  medida  de  su  deseo. 
Después  de  aloxado  el  Castellano  al  Glot,  San  Mar- 
tín y  San  Andreu,  como  esfá  dicho,  y  formando  su 
cordón,  empezó  la  cavallería  é  infantería  á  executar 
correrías  y  pillaxes  en  los  lugares  y  caseríos  de  toda 
la  falda  de  la  montaña,  y  hasta  el  hospital,  aprove- 
chándose de  granos,  pajas  y  otras  muchas  cosas  con 
exceso,  porque  mucha  gente  de  la  que  se  havía  reti- 
rado de  esos  paraxes  á  Barcelona,  viendo  que  el  Cas- 
tellano avía  pasado  á  esta  otra  parte,  y  no  pensando 
en  las  correrías,  salían  á  traerlo;  pero  por  mucho  que 
madruga  van  ya  la  cavallería  castellana  esta  va  sobre 
ellos  y  les  pillava  ganados  de  todo  género  y  quanto 
consigo  trahían.  Á  muchos  arrieros  y  pasageros  que 
venían  por  el  camino  real  les  sucedía  lo  mismo  en  los 
principios,  siendo  de  mucho  aprecio  y  número  de  pri- 


4^0 

sioneros  los  que  en  estos  lances  se  llevava  el  Gaste- 
llano.  Marcin,  teniendo  mil  cavallos  lo  menos  de  fa- 
mosa calidad,  se  es'ava  á  la  mira;  quexávasele  la  Ciu- 
dad, y  eso  respondía  no  tener  orden  del  Rey  ni  gente 
bastante  para  embestir,  sino  para  guardar  la  plaza, 
que  si  hnviera  querido  ohrar  ya  contra  el  exército  al 
tiempo  de  pasar  ó  contra  les  comboyes  y  parlidas,  po- 
día hacerle  mucho  daño  al  Castellano  y  no  recivirle  él 
por  estar  bajo  la  artillería:  si  alguna  vez  salía  contra 
alguna  parlida,  era  sólo  llegar  á  la  vista  y  escaramu- 
cear algo  yendo  con  los  micaletes,  y  bolber  la  grupa 
en  viendo  que  el  enemigo  se  retirava;  pero  como  te- 
nía la  opinión  ganada  de  poco  leal,  y  lo  havía  mos- 
trado en  el  año  de  49,  ya  se  vivía  con  desconsuelo  y 
se  temía  no  haría  cosa  de  provecho,  como  no  la  hizo, 
aunque  podía  mui  bien;  a  la  parle  del  Valles,  hasta 
Mommalo,  saqueó  el  Cas'eilano  á  su  salvo,  ariuinando 
todo  aquel  país  y  desbastándolo  con  ésie  de  Barcelona 
á  todo  rigor:  fué  preciso  que  la  cavallería  de  Dardena 
pasase  al  Valles  para  consolar  aquel  parlido  y  defen- 
derlo, porque  si  no  eran  algunos  micaletes  y  gente  del 
país  qu  ;  se  recogía  (y  ocasionaron  en  pasos  estrechos 
no  poca  ruina  al  Castellano),  no  havía  quien  los  de- 
fendiese. Llegó  tarde,  porque  ya  los  castellanos  avían 
pillado  y  destruido  el  país,  con  lo  cual,  y  con  lo  que  le 
en'rava  por  mar,  tubo  su  exército  mui  abasLecido.  La 
artillería  de  la  torre  de  San  Juan  á  la  puerta  de  San 
Daniel,  que  eran  tres  piezas  harto  largas,  le  hacían  de 
conünuo  al  Castellano  algún  estrago,  y  la  de  la  Ciudad 
á  las  partidas,  que  corrían  con  tal  confianza,  que  so- 
lían pasar  por  vajo  del  cañón  muchas  veces. 

Tienen  por  estilo  los  Generales  franceses,  á  donde 
quiera  que  se  hallen,  hacer  mucha  fiesta  al  santo  cuio 
nombre  lleva  consigo  el  Rey  Xpmo.:  á  este  fin  ú  á 


421 

otro  particular  la  víspera  de  San  Luis,  24  de  Aí:os*o, 
previnieron  en  el  valuarle  de  Levante  un  banquete 
explendidísimo,  y  cubriendo  con  una  vela  todo  el  te- 
rraplén del  baluarte,  comieron  allí  en  público  y  á 
vista  y  oídos  del  Castellano,  todos  los  Generales,  xMae- 
ses  de  Campo,  Sargentos  maiores  y  gente  principal, 
así  francesa  como  catalana  y  nacional:  algunos  Con- 
selleres  también  asis'ieron.  Empezando  á  vever  dis- 
paró la  artillería  del  baluarte  y  lienzos  de  muralla 
con  vala,  continuándolo  quanlas  veces  se  vevía  y 
brindavan.  Los  clarines  y  trompetas  incesantemente 
tocaron:  duró  la  comida  bas'a  las  tres  de  la  tarde, 
porque  fué  en  lo  exquisito  de  platos  y  abundantes  cosa 
estupenda:  al  anochecer  se  esquadrenó  cavallería  é 
infantería  vajo  el  mismo  baluarte  en  campo  de  bata- 
lla, y  á  las  Avemarias  empezó  la  artillería  de  toda  la 
plaza  á  disparar  con  vala;  hicieron  lo  mismo  los  es- 
quadrones,  repitiéndolo  todos  hasta  tres  veces:  no  fué 
aplaudida  esta  acción,  por  tener  á  la  vista  el  enemigo 
y  no  haver  echo  surtida  alguna.  Hubo  (ambién  varias 
opiniones  de  quién  hizo  el  execivo  gasto  en  aquel  día, 
si  era  Marcin  ó  la  Ciudad:  yo  creeré  píamente  que  lo 
vino  á  pagar  ésta,  y  que  á  su  costa  quisieron  los  Ge- 
nerales hacer  ese  agasajo  ú  obsequio  al  Rey;  á  los  cas- 
tellanos la  burla,  y  á  tres  ó  quatro  capí  anes  ó  solda- 
dos la  de  despacharlos  á  cenar  con  Christo,  pues  como 
las  salvas  iban  con  vala,  y  devía  haber  algunos  ca- 
lientes de  cascos,  mataron  á  diez  ó  doce,  y  ésta  fué  la 
fiesta  á  los  años  del  santo  del  nombre  del  Rey. 

Á  primeros  de  Agosto,  viéndose  la  ciudad  con  el  si- 
tio, despachó  en  cinco  ó  seis  días  dos  extraordinarios 
á  París,  pidiendo  con  todo  aprieto  socorro  de  tropas, 
dinero,  víveres  y  Virrey.  Pero  como  dice  el  adagio, 
quien  cara  ve  cara  honrra,  y  que  cartas  tienen  rópli- 


422 

cas,  deliveró  el  Consejo  de  Ciento  partiera  por  Emba- 
jador Joseph  Ximénez  de  Monrrodón,  para  que  á  más 
de  lo  que  obrava  Pinos  esforzara  con  el  Rey  y  Minis- 
tros las  asistencias  y  representara  como  buen  testigo 
el  miserable  estado  y  apreturas  de  la  ciudad.  Partió  á 
23  de  Agosto,  y  huvo  de  ir  comboyado  de  cavallería 
hasta  Marlorell,  por  estar  cerrado  este  otro  paso  .y 
acamparse  el  enemigo  hasta  la  orilla  de  Llobregat  á 
esa  sazón,  con  que  fué  preciso  bolber  por  San  Culgat  á 
tomar  el  camino. 

No  heran  sin  mucha  causa  estas  ynstancias,  porque 
sobre  lo  gastado  y  padecido  en  la  peste  estava  actual- 
mente manteniendo  la  Ciudad  á  su  costa  todas  las  tro- 
pas del  exército,  ó  por  lo  menos  se  distribuía  todos  los 
días  entre  franceses  y  suizos  4.6J  2  raciones  de  pan, 
sin  los  tercios  del  batallón  y  los  setecientos  que  guar- 
necían la  ciudad,  y  sobre  esto  avía  de  atender  amasar 
para  casi  lo  más  de  la  gente  del  pueblo,  que  toda  com- 
pra va  el  pan,  y  á  sazón  que  se  havía  de  hir  á  moler  á 
Martorell  y  Camello,  y  con  numerosos  comboyes  de 
gente  para  que  el  enemigo  no  pillase  al  salir  ó  entrar, 
así  como  havía  quitado  el  agua  para  no  hacer  arina 
dentro  la  ciudad.  Sobre  esto  entró  Marcin  en  Consejo 
de  Ciento,  pidiendo  300  quarteras  de  arina  para  soco- 
rrer el  exército,  y  20.000  libras,  ofreciéndolo  bolber  de 
hacienda  del  Rey,  y  dando  para  el  dinero  por  las  10.000 
en  fianza  á  Baltasar  Aymeric,  mercader  francés  y  ca- 
sado en  Barcelona,  y  por  las  10.000  consignava  las 
rentas  del  Condado  de  Santa  Coloma,  de  que  le  havía 
echo  gracia  el  Rey  las  diez  mil  primeras,  y  la  arina 
sacó  porque  las  abonó  Aymeric,  pero  las  otras  no.  De 
que  se  puede  inferir  quán  sin  número  era  lo  que  gas- 
tava  la  Ciudad  para  su  conservación. 

La  presentación  de  las  llaves  de  plata  á  la  Virgen 


423 
de  la  Goncepción^se  hizo  como  queda  referido;  añadiré 
que  fueron  quatro  por  las  qiiatro  puertas  que  liavía 
abiertas  no  más,  que  son  la  de  Mar,  San  Antonio,  An- 
o-el  y  Nueba,  y  juntamente  un  quatro  con  las  efigies  de 
los  Gonselleres  y  Governador,  y  un  ángel  que  presen- 
tava  las  llaves  á  la  Virgen,  y  más  abajo  el  Consejo  de 
Ciento  y  la  Ciudad,  todo  se  presentó  en  su  capilla  á  25 
de  Agosto. 

Después  de  aquartelado  Marcin  en  el  convento  de 
Valdonceila,  se  entró  en  Barcelona,  y  parecióle  que 
hallándose  en  la  plaza  y  Governador  general  de  las  ar- 
mas en  la  provincia  le  tocava  dar  el  nombre  á  las  cen- 
tinelas y  cuerpos  de  guardias.  Opúsose  el  Governador 
por  ser  peculiar  de  su  puesto.  Sobre  esto  pasaron  al- 
gunos lances  ario  desabridos  entre  los  dos.  Entró  por 
medianera  la  Ciudad  para  sosegar  y  que  no  sucedieran 
maiores  enquentros,  y  en  una  junta  que  para  esto  se 
tubo  en  casa  el  Governador,  se  resolbió  que  atenta  la 
superioridad  de  Marcin  respecto  de  Governador  y  Te- 
niente general  de  las  armas  diese  el  nombre  al  Gover- 
nador de  la  plaza:  cediendo  (por  su  bizarría),  convino 
en  ello,  y  Marcin  dio  el  nombre  mientras  estuvo  en  la 
plaza. 

Cumplió  el  Rey  Xpmo.  Luis  catorce  de  este  nombre 
los  trece  años  de  su  edad  á  7  de  Septiembre,  y  a  vién- 
dose de  jurar  por  Rey  y  entrar  en  el  govierno  según 
disposiciones  y  leyes  gálicas,  convocó  para  el  día  8 
toda  la  nobleza  y  parlamentos  de  la  Francia  en  París: 
celebróse  la  función  con  mucha  fiesta  y  aplauso  uni- 
versal. Sólo  faltó  ese  día  el  Príncipe  de  Conde,  que 
por  ser  la  segunda  casa  de  los  Príncipes  de  la  sangre 
fué  bien  murmurado,  y  por  los  incidentes  pasados 
arto  sospechoso;  escribió  al  Rey  pidiendo  el  permiso 
para  no  concurrir,  con  pretexto  de  que  por  la  prisión 


42  i 

pasada  y  sucesos  tenía  en  París  ese  día  sus  maiores 
émulos,  y  que  concurriendo  avían  de  suceder  algunos 
escándalos,  que  por  eso  dejava  de  asistir;  y  qae  en 
quanto  á  otras  causas,  ni  las  creyese  ni  diese  oydos, 
porque  se  preciava  de  tan  leal  y  sujeto  á  la  Real  Coro- 
na como  el  que  más:  en  lo  exterior  í'oé  así;  pero  des- 
cubriráse  luego  el  inlerior:  el  Rey  avisó  á  las  provin- 
cias de  su  jura  y  govierno,  y  á  la  de  Calaluña  y  Ciu- 
dad lo  mismo,  con  ofertas  de  muchos  socorros  y  asis- 
tencias, como  se  verá  adelante. 

No  quedan  muy  atrás  reíeriJas  las  prisiones  de  Mar- 
cin,  Príncipe  de  Conde,  y  sus  hechuras  y  deudos,  con 
los  molivos  que  para  ello  se  tubo,  y  así  será  excusado 
repetirlo  aquí,  y  bastará  decir  que  continuando  Es- 
paña en  favorecer  al  de  Coiídó,  para  que  prosiguiese 
en  sus  altos  pensamientos  de  coronarse  y  por  ese  me- 
dio tener  la  Francia  en  guerras  civiles  para  adelantar 
sus  partidos  en  Cataluña  y  Flandes,  estava  fomen'an- 
do  á  este  Príncipe  en  sus  designios,  y  para  proseguir- 
los se  retiró  á  Burdeus  al  tiempo  que  el  Rey  tra'ava  de 
su  jura,  y  en  aquella  ciudad,  toda  á  su  devoción,  con 
sus  aliados  y  sequaces  juntó  un  pedazo  de  armada  para 
ir  contra  el  Rey. 

Despachó  á  Marcin  un  correo  mui  en  secreto,  pi- 
diéndole que  con  el  maior  número  y  mejor  de  cava- 
Hería  pasase  á  Burdeus.  Reci violo  Marcin,  y  cum- 
pliendo el  guslo  de  quien  lo  avía  elevado  y  dado  los 
puestos,  y  olvidado  de  las  obligaciones  á  su  Rey,  fin- 
gió que  havía  de  salir  la  noche  del  21  de  Septiembre, 
con  mil  cavallos  y  mil  infantes,  á  obrar  una  hazaña 
de  consideración  contra  el  Castellano:  ignorávanse 
las  operaciones  y  designios  del  de  Conde,  y  así  llenos 
de  buena  intención  se  lo  creyeron  todos;  salió  esa  no- 
che á  las  diez  con  sus  dos  mil  hombres,  los  de  mejor 


423 

calidad,  mui  en  secreto,  celando  dónde  marchava, 
porque  no  llegase  á  nolicia  del  Gas!ellano:  marchó  á 
San  Feliú,  j  por  la  rivera  de.  Ruví  á  San  Cucufaíe, 
Manresa,  Si.u  de  Urgel,  y  por  allí  se  entró  en  Fran- 
cia, bien  que  algunos  ducieníos  cavallos,  y  entre  ellos 
el  regimiento  de  la  Mola,  que  iban  engañados:  cuan- 
do reconocieron  el  inten'o,  bolvieron  grupa  y  resLi- 
tuieron  á  Barcelona;  quedó  ésía  y  quedaron  todos  en 
indecible  suspensión  esperando  el  éxito  de  aquella 
surtida;  la  dilación  y  ialta  de  noticias  hacia  discurrir 
con  gran  variedad,  pero  nadie  en  que  fuese  tan  des- 
vergonzada alevosía,  hasta  que  los  Cónsules  de  la  ciu- 
dad de  Urgel  escri  vieron  á  los  Diputados  esta  van  en 
Manresa  y  éstos  á  la  Ciudad  el  suceso  y  tránsito  de 
Marcin:  quál  quedaría  la  ciudad  teniendo  el  si  lio  en- 
cima discúrralo  qualquiera,  pues  si  le  quedaban  dos- 
cientos cavallos  era  al  todo,  con  algunos  dtl  regi- 
miento de  la  Reyna  y  el  regimiento  del  Marqués  de 
Marcelin,  francés,  casado  con  hija  del  de  Centellas, 
viuda  del  de  Gevalla,  que  murió  en  la  derrota  que 
tuvo  la  Mota  frente  de  Lérida,  que  avilava  de  conti- 
nuo en  Barcelona,  y  si  buen  francés  avía  venido,  en- 
tre todos  era  él.  La  cavallería  catalana  esta  va  al  Va- 
lles, como  se  dijo,  y  si  en  este  fragente  huviese  inten- 
tado el  Castellano  alguna  operación,  tal  vez  la  huvie- 
ra  logrado:  quiso  Dios  que  no,  ya  que  el  ruin  de  Mar- 
cin executava  segunda  alevosía  contra  el  Principado. 
Dios  se  lo  perdone  á  quien  lo  trujo  segunda  vez  y  em- 
barazó viniera  en  su  lugar  el  de  la  Mota,  coriio  estava 
resuelto. 


426 


CAPÍTULO  41. 

ERÍGESE  SEGUNDO  CONSISTORIO  DE  DIPUTACIÓN— PROSIGUEN  LAS  OPE- 
RACIONES DEL  CASTELLANO-FUERTE  QUE  FABRICAN  LOS  NUESTROS 
EN  MONJUIQUE.-BATERÍA  QUE  PONE  EL  CASTELLANO  EN  SANTA  MA- 
DRONA Y  LO  QUE  OBRA— ENTRA  D.  JUAN  DE  AUSTRIA  EN  EL  EXÉRCI- 
TO  CASTELLANO-SEGUNDO  FUERTE  DE  LOS  NUESTROS  PARA  PASO  Á 
MONJUIQUE. 

Aviendo  salido  el  Consistorio  de  Diputación,  como 
se  dijo,  por  la  peste,  y  por  ella  alexándose  á  Manre- 
sa,  y  sobrevenido  después  el  sitio,  á  vista  del  qual  se 
retiraron  solamente  el  Diputado  eclesiástico  Paulo  del 
Roso  y  el  Oydor  real  T.  Farriol  á  Barcelona,  queda- 
ron los  otros  con  el  Consistorio  formando  en  Manre- 
sa.  Ay  constitución  de  Cataluña  expresa  de  que  en 
tiempo  de  guerra  deven  residir  ambos  Consistorios  en 
Barcelona  para  poderse  dar  Ciudad  y  Diputación  la 
mano  y  atender  á  la  conservación  del  Principado  y 
Ciudad;  y  por  ella,  porque  los  dos  Consistoriales  no  po- 
dían resolver  cosa  alguna,  y  porque  lo  pedía  la  ocu- 
rrencia, resolvió  el  Consejo  de  Ciento  se  suplicara  á 
los  Diputados  vinieran,  escriviéndoles  por  la  Ciudad  á 
particulares  y  Común  con  estrechez  y  amisfad;  res- 
pondieron que  desde  allí  obrarían  en  defensa  de  la 
Ciudad  quanto  podrían,  así  en  las  levas  como  ea  lo 
demás  que  convendría,  pero  que  á  entrar  dentro  no 
podían  coartarles  mienlras  la  peste  no  estuviera  to- 
talmente desvanecida.  Bolbió  la  Ciudad  á  replicar  con 
maior  aprieto  y  algo  de  aspereza,  pero  nada  se  consi- 
guió, y  á  vista  de  esto  dispusieron  que  el  Diputado 
eclesiástico  y  Oydor  real  juntaran  los  Brazos  y  vie- 
ran qué  se  de  vía  obrar  con  tal  ocurrencia,  ofrecién- 


427 
dose  en  la  junta  los  dos  á  obrar  quanto  pudieran 
como  la  Ciudad  entrara  fiadora  de  todos  los  daños 
que  podían  en  razón  de  visita  resultar  á  los  Diputa- 
dos, Ojdor  y  muchos  Consistoriales:  á  todo  adereció 
el  Consejo  de  Ciento,  y  asegurado  este  cavo  se  hicie- 
ron nuebos  Consistoriales  por  estar  todos  en  Manre- 
sa,  y  se  formó  nueva  Diputación,  aviendo  á  un  mis- 
mo tiempo  dos  en  el  Principado:  los  de  Barcelona 
enarbolaron  luego  bandera  para  reclutar  el  batallón. 
Esto  sucedió  á  últimos  de  Septiembre. 

Con  la  omisión  que  Marcin  tenía  en  hacer  oposición 
al  Castellano  (que  parece  avía  pactado  con  él  no  em- 
barazarle surtida  ni  pillaxe  que  intentara),  corría  la 
cavallería  de  una  parte  á  oirá  á  su  libre  alvedrío, 
obrando  y  pillando  quanto  quería.  Verificóse  la  sos- 
pecha, y  el  que  se  quisiera  oponerse  daría  que  mere- 
cer al  Castellano.  Día  14  de  Septiembre,  que  por  estar 
desganado  Marcin  salió  el  Marqués  de  Aguilar,  D.  Jo- 
seph  Margarite  (que  por  Governador  le  tocava  obrar 
aquel  día),  con  la  cavallería,  y  tubo  con  la  castellana 
un  encuentro,  y  con  pérdida  de  algunos  muertos  y 
presos  la  hizo  retirar  nuesíra  cavallería;  entendiólo 
Marcin  y  dio  agria  queja  al  Governador  por  la  salida, 
coonestándola  con  que  no  se  devía  arriesgar  la  cava- 
llería, porque  consistía  en  ella  la  conservación  de  la 
provincia,  y  así  dio  orden  á  toda  la  cavallería  que  no 
saliese  á  facción  alguna  sin  su  persona,  y  con  esto  li- 
vertar  al  Castellano  para  que  pudiese  ir  es  ¡Techando 
el  paso  de  los  víveres  y  socorros. 

Creció  más  el  aprieto  y  cerrar  los  pasos  apenas  su- 
pieron havían  marchado  con  Marcin  los  dos  mil  hom- 
bres corriendo  todo  el  llano  y  pecuniando  las  casas  y 
particulares,  haciendo  se  redimiesen  de  la  opresión  á 
peso  de  dinero.  Los  comboyes  de  arina  venían  de  Mar- 


428 

torell  con  buena  escolta;  no  todos  pasavan  con  liver- 
tad,  y  algunos  se  llevaron  los  castellanos,  con  que  era 
preciso  vajar  á  pasarle  á  la  torre  de  Gap  la  Riu,  así 
llamada,  y  trepar  loda  la  montaña  de  Monjuiquo  era 
con  gran  fatiga  y  casi  insuperable. 

Duró  poco  este  socorro  y  alivio,  porque  á  tres  de 
Octubre  se  dividió  el  exército  cas'ellano,  pasando  la 
metad  á  la  parte  de  Sanz,  y  fabricando  allí  sus  forti- 
nes con  mucha  artillería;  corrió  una  trinchera  y  cor- 
dón hasta  la  torre  de  Novell  y  Corles  de  Sarria,  aloxán- 
dose  en  aquellas  caserías  y  demoliendo  algunas  para 
la  fábrica  de  baluartes  en  los  fortines,  que  bien  guar- 
necidos de  artillería  quedaron  fortificados  en  forma; 
corrieron  el  cordón  hasta  San  Martín,  labrando  á  tre- 
chos hasta  la  moni  aña  de  nuestra  del  GoU  y  Oria  sus 
'ortines,  que  dándose  la  mano  unos  á  otros  venían  á 
cerrar,  como  cerravan,  lodo  el  ámbito,  sin  que  pu- 
diese entrar  socorro  alguno  por  la  parte  de  tierra, 
aunque  con  mucho  riesgo  y  á  tarde  solían  pasar  algu- 
nos con  el  silencio  y  obscuridad  de  la  noche  hasta  la 
torre  que  Uamavan  de  Alfonso,  vajo  Monjuique,  á  la 
orilla  del  mar,  por  donde  solía  pasar  algo  de  socorro; 
la  tomaron  una  noche,  yendo  con  artillería  y  hacien- 
do prisioneros  por  un  mes  á  los  que  la  guardavan, 
después  de  perder  algunos  soldados,  la  rindieron  y  de- 
molieron. Con  que  de  una  á  otra  orilla  del  mar  tenían 
estendida  su  línea  para  embarazar  los  socorros  por 
parte  de  tierra,  con  que  si  no  eran  algunos  barcos  que 
por  mar  entravan  de  noche,  no  venían  apenas  man- 
tenimientos de  afuera. 

Viendo  los  nuestros  que  los  castellanos  se  fortifica- 
ban tanto  á  la  parte  de  Sanz,  quisieron  labrar  un  fuer- 
te á  la  falda  de  Monjuique,  de  donde  con  artillería  pu- 
diesen molestar  á  los  de  afuera,  para  cuio  fin  tomaron 


429 

la  torre  de  Micer  Lauger,  que  es'ava  en  una  eminen- 
cia Iras  Santa  Madrona  a!  pendieufe  del  Fort  que  se- 
ñorea va  todo  aquel  llano  de  vSanz;  delineáronse  unos 
fortines  y  puntas  de  diamantes  con  sus  fosos  y  aplica- 
ron al  travajo  quatrocientos  hombres  todos  los  días: 
prosiguieron  en  ello  quatro,  y  con  gran  molestia  de 
la  ariiilería  de  Sanz  mientras  se  travajava;  pero  reco- 
nociendo el  Castellano  la  porfía  y  el  daño  que  havía  de 
hacerle  aquel  fuerte  si  se  concluía,  resol vi«3  ocuparlo 
antes  de  estar  en  defensa,  y  lo  puso  por  obra  la  noche 
del  día  10  de  Octubre  que  subió  con  un  golpe  de  gen- 
te. AUávase  de  guarnición  el  ('a pitan  Prados,  del  ter- 
cio de  Mostarós,  con  ochenta  hombres,  lodos  de  valor 
tanto,  que  duró  el  combatir  de!=;de  las  diez  de  la  noche 
has:a  entre  tres  y  quatro  de  la  mañana,  que  les  preci- 
só el  cansancio  y  fuerza  casíellann  á  rendirse,  havien- 
do  muerto  mucho  número  de  españoles  y  de  ellos  nin- 
guno; salieron  con  onrrosos  pac'os  y  con  ({ue  huvie- 
sen  de  quedar  un  mes  presos  en  el  exército,  y  después 
dejarlos  libres. 

El  día  siguiente,  viéndose  dueño  de  la  eminencia, 
pasó  el  Castellano  á  ocupar  á  Santa  Madrona  y  San 
Ferriol,  en  que  no  halló  resistencia  alguna;  y  recono- 
ciendo el  siiio  de  Santa  Madrona  muí  apropósito  para 
batir  la  ciudad  á  ruina,  derrivó  la  torre  que  estava 
delante  llamada  de  la  Negra,  porque  havía  embarazo, 
y  la  que  havía  de  Micer  Lauger,  y  fueron  disponien- 
do su  fortín  y  cubriendo  para  ba  Lir  á  toda  ruina  la  ciu- 
dad, y  en  lo  más  eminente  de  la  liuer'a  de  los  religiosos 
pusieron  siete  piezas  de  á  26,  30,  33,  40  y  46  libras  de 
vala:  duró  el  estar  á  punto  de  poder  jugar  la  batería 
hasta  21  de  Octubre,  que  empezó  á  disparar,  que  solían 
ser  todas  de  una  vez  y  de  quando  en  quando.  La  Ciu- 
dad puso  á  la  muralla  de  San  Antonio  ocho  cañones 


430 

que  jugaron  contra  la  batería,  y  en  Monjuique  seis  ó 
siete,  que  también  la  davan  fuego:  quien  recivió  el 
daño  de  éstas  fueron  los  edificios  de  Santa  Madrona  y 
San  Farriol,  que  los  de  la  batería  estavan  bien  cubier- 
tos y  defendidos  de  más  piezas;  el  estrago  que  causaba 
la  batería  de  Santa  Madrona  era  poco,  porque  si  no 
eran  algunos  tejados  y  paredes  de  casas  que  trepavan 
algunas  valas,  llega  van  á  Santa  Catalina,  la  Seo  y 
Puerta  de  Mar  y  baluarte  de  Mediodía;  en  los  princi- 
pios causó  mucho  miedo,  pero  fuese  pasando,  porque 
desde  24  de  Octubre  has'a  Navidad  no  se  supo  que  hu- 
vieran  muerto  sino  quatro  personas,  siendo  así  que 
cada  día  repetían  muchos  tiros:  el  maior  daño  era  al 
rabal. 

Las  contrabaterías  de  la  Ciudad,  que  eran  tres  ó 
quatro  en  aquel  lienzo  de  muralla  de  San  Antonio  á 
San  Paulo,  y  que  asistía  el  Juez  de  Ginebrada,  pre- 
ciado de  artillero,  con  las  de  Monjuique,  que  estavan 
á  la  puerta  del  fortín,  en  los  principios  hicieron  mu- 
cho daño  al  Castellano;  pero  el  escarmiento  lo  hizo  cu- 
brir, con  que  no  hera  de  provecho  después. 

Viendo  la  Ciudad  quán  vecino  estava  el  enemigo 
á  Monjuique,  temió  que  algún  día  no  se  hiciera  due- 
ño del,  y  así  sobre  lo  fortificado  que  estava  corrió  dos 
nuevas  estacadas  que  cercavan  todo  el  fuerte,  una  ex- 
terior y  otra  interior  á  la  primera,  retirada  con  otras 
obras,  á  que  se  aplicaron  mientras  se  hicieron  á  mil 
y  quinientos  hombres  casi  los  más  días. 

Puesta  la  batería  y  empezado  á  disparar,  repitió  to- 
das las  noches  el  enemigo  armas  á  la  plaza,  y  algunas 
dos  veces,  con  que  todo  era  ruido  de  campañas  y  acu- 
dir á  su  puesto  hasta  los  religiosos,  que  también  los 
tenían  señalados,  y  no  sólo  de  noche,  sino  aún  de  día, 
acudieron  muchos  á  guarnecer  sus  puestos:  estava 


431 

dispuesto  que  en  haviendo  arma  la  campana  de  las 
oras  tocase  á  rebato  y  siguiesen  las  demás;  pero  como 
se  reconociese  que  el  enemigo  sólo  Uegava  á  mover  el 
arma  con  algunos  esquadrones  y  en  ver  la  ciudad  re- 
buelta  se  retirava,  se  vio  que  su  fin  era  sólo  fatigar 
la  gente  y  hacerla  disgusto  tomando  las  armas  sin 
provecho,  y  así  resolvió  se  guarneciesen  bien  los  pues- 
tos y  que  en  los  cuerpos  de  guardia  huviese  buen  re- 
tén para  acudir  á  fortificar  las  postas  y  donde  convi- 
niese, y  que  el  pueblo  esLubiese  en  sosiego.  Con  esto 
se  logró  que  el  enemigo  (aviéndoles  entendido  el  in- 
tento) no  continuase  los  revatos,  como  no  los  continuó 
en  adelante. 

Á  10  de  Octubre  llegó  D.  Juan  de  Austria,  hijo  na- 
tural del  Rey  Gathólico,  al  exército  de  España  á  go- 
vernarle  con  superioridad  y  veces  de  General,  que 
aunque  en  realidad  quien  le  governava  (según  se  de- 
cía) eran  el  Marqués  de  Montara,  General  de  cavalle- 
ría,  y  el  Barón  de  Sava,  Teniente  General,  todos  es- 
tavan  á  la  orden  de  S.  A.,  que  de  vi  a  ser  de  algunos 
22  años,  y  por  razón  de  ser  hijo  del  Rey  ovedecían 
los  otros,  aunque  eran  más  soldados.  Llegaron  con 
S.  A.  nueve  galeras  y  un  vajel  delante  Barcelona,  y 
avía  siete  más  algunas  galeras  y  vareas  que  guarda- 
van  no  entrase  socorro  y  lo  carreavan  de  Tarragona 
al  exército  las  demás  galeras  hasta  las  23  que  pillaron 
el  vagel  de  Ferret;  las  aguardavan  con  gente  de  Le- 
vante, y  con  éstas  llegó  un  tercio  de  800  hombres;  des- 
embarcó el  Príncipe  al  fuerte  de  San  Martín  ó  Tañ- 
ías, y  al  desembarco  y  entrar  en  la  línea  dispararon 
tres  veces,  así  la  armada  de  mar  como  la  de  tierra, 
que  todo  se  descubría  y  oya  claramente  en  la  plaza: 
tenía  su  quartel  á  San  Martín  con  su  familia,  que  an- 
ticipadamente havía  venido.  El  día  siguiente  corrió  la 


432 
línea  hasta  Sanz,  reconociendo  las  trincheras;  visitó 
también  las  monjas  de  Pedralbas;  también  con  el  va- 
gel  Irujeron  algunos  cañones  de  batir  sobre  los  que  ya 
tenían. 

Temiendo  los  de  la  plaza  que  el  Castellano  no  ata- 
jase el  paso  de  Monjaique,  empezó  á  travajar  un  for- 
tín tan  grande  y  capaz  como  el  de  Monjuique  arriva 
en  el  cementerio  que  llaman  de  los  Judíos,  con  sus 
estacadas  y  restillos:  empezóse  la  obra,  y  el  de  Mar- 
celin  tomó  á  su  cargo  guardarlo  hasta  averse  concluí- 
do,  que  aunque  travajavan  á  quinientos  hombres  cada 
día,  duró  pasados  de  dos  meses  hasfa  quedar  perficio- 
nado,  en  q\ie  gastó  la  Ciudad  largos  doblones;  acavóse, 
y  se  guarneció  de  calidad  que  hubiese  de  costa  ríe  á  Es- 
pañ'i  mucha  sangre  antes  de  ocuparle;  dejáronse  dis- 
puestas quaíro minas  para  encaso  de  haverlo  de  perder 
bolarlo  luego;  púsose  guarnición  en  dos  ó  tres  torres 
•que  mediavan  enlre  Sania  Madrona  y  este  fortín,  con 
que  quedó  asegurado  el  paso  y  socorro  de  Monjuique. 

CAPÍTULO  42. 

INTERPRESA  PARA  TOMAR  M  A  TARÓ.- ENTRA  EN  BARCELONA  DARDENA 
CON  LA  CAVALLERÍA.— DISGÚSTASE  CON  EL  GOBERNADOR-LANCES  QUE 
PASARON  SOBRE  ESO  Y  ÓRDENES  REALES.-JUNTA  QUE  SE  FORMA  PARA 
LOS  NEGOCIOS  DE  LA  QUKRRA. 

Como  siempre  el  que  sitia  se  desvela  en  cómo  es- 
trechar por  todos  caminos  al  si(iado:  en  esta  con- 
formidad determinó  el  enemigo  ver  si  podía  ocu- 
par Malaró  y  aquellos  lugares  de  la  costa  ó  mañosa- 
mente ó  á  fuerza  de  armas,  pues  para  lo  uno  tenía 
dentro  muchos  de  su  partido,  y  para  otro  podía  apli- 
car parte  de  sus  tropas.  Tuvo  alguna  inteligencia  el 
Gobernador,  con  que  á  toda  prisa  mandó  juntar  el 


433 
maior  número  de  .^ente  que  pudo  de  los  lugares  co- 
marcanos, y  con  algo  de  cavallería  francesa  procuró 
guarnecer  el  collado  de  Mongat  y  atrincherarse  allí 
la  gente,  encomendando  esta  facción  al  Sargento  ma- 
ior Francisco  Mari,  que  lo  era  del  tercio  de  Francisco 
GranoUats  y  de  Millas,  hombre  valeroso  y  experto. 

Esta  va  Mari  mui  bien  guarnecido  en  su  puesto  y  con 
gente,  quando  el  Castellano,  no  obslante  todo  eso,  con 
dos  mil  infantes  y  unos  quinientos  cavallos  pasó  á 
executar  su  intento,  y  comboyados  de  gente  práctica 
del  terreno,  salieron  del  cordón  (que  nunca  faltan 
guías),  y  llegaron  al  collado  haciendo  frente  á  los  que 
guarnecían,  y  travando  con  ellos  una  entretenida  es- 
caramuza, los  divirtieron  mientras  por  la  riera  de 
Tiana  pasavan  las  tropas  de  cavallería  é  infantería 
que  ellos  quisieron.  Advirtiéronlo  los  nuestros,  pero 
fué  quando  ya  se  vieron  cogidas  las  espaldas  y  ataja- 
dos los  puestos  de  su  retirada,  con  que  la  huvieron  de 
fiar  en  su  valor  y  diligencia  y  por  donde  pudieron, 
míen  I  ras  la  cavallería  iba  deteniendo  en  el  llano  al 
enemigo,  con  que  unos  dieron  á  la  parte  de  Mataró, 
otros  á  ésta,  y  el  Sargento  maior  Mari  huvo  de  esca- 
parse en  una  falúa  por  mar:  ocupó  el  puesto  el  Cas- 
tellano y  lo  fortificó,  vajándose  después  á  Tiana. 

Es  de  notar  que  Francisco  Mari  era  hombre  mui 
acomodado:  tenía  una  famosa  casa  y  hacienda;  no  fal- 
taron émulos  suios  que  advirtieron  á  los  castellanos  de 
la  torre  y  hacienda  de  Mari,  que  era  de  calidad,  que 
se  cogían  á  tres  y  quatrocientas  cargas  de  famoso 
vino  y  mucho  grano;  teníalo  todo  en  aquella  torre,  y 
muchas  alaxas  que  havía  sacado  de  Barcelona  por  la 
peste,  dieron  en  la  torre  y  la  saquearon  á  su  livertad, 
y  lo  que  consigo  no  podían  llevar  lo  destruieron,  sin 
dejarle  arreo  ni  cuba  sana,  derramando  el  vino:  al 

Tomo  xxiv  28 


434 

mismo  tiempo  le  ocupavan  en  San  Andrés  de  Palo- 
mar o  Ira  casa  mui  grande  los  castellanos,  que  era  pa- 
trimonio de  su  mujer,  y  otra  que  tenía  dentro  de  Bar- 
celona las  Milicias  francesas,  porque  no  la  avitava 
nadie  la  destruieron,  sacando  el  maderaje  para  que- 
mar durante  el  sitio:  estava  esta  casa  al  lado  de  la 
capilla  de  Monserrate,  enfrente  de  la  Torre  Nueva, 
con  que  quedó  este  pobre  cavallero  destruido  en  poco 
tiempo. 

El  enemigo,  después  de  ocupado  el  paso  de  Monga- 
te,  acampóse  por  el  llano  del  Más  nuevo  y  Mataré  has- 
ta Vilasar;  los  nuestros,  que  se  havían  retirado,  se  aco- 
gieron, y  Mari  dentro  Mataré,  en  cuia  población,  por 
causa  de  los  excesivos  derechos,  avía  muchas  tiendas 
ricas,  porque  los  mercaderes  genoveses  y  franceses  to- 
dos acudían  allá  para  el  negocio,  desviándolo  de  Bar- 
celona y  acarreando  este  concurso  particular  oxeriza 
de  aquel  lugar  contra  la  ciudad,  que  viene  de  antiguo 
y  proseguirá  en  lo  venidero  solicitando  con  la  ruiua 
de  ésta  el  aumento  y  explendor  de  aquélla  (necia  pre- 
sümpción):  estos  principios  ú  otros  particulares  fines 
tenía  á  muchos  de  los  de  más  mano  mui  inclinados-  á 
España,  y  procuravan  inducir  á  los  demás  para  que 
conformes  se  entregasen  al  dominio  español,  pues  era 
imposible  dejar  de  rendirse  Barcelona  de  esta  vez.  Al 
Gastgjilano  persuadían  embiase  un  Cavo  con  algunas 
galeras  á  pedir  la  ovediencia,  ofreciéndoles  toda  ve- 
nignidad  y  premio.  Convino  en  esto  el  Castellano,  y 
mientras  tanto  repetían  sus  pláticas  los  afectos  á  los 
demás,  prometiéndoles  serían  dueños  del  país  y  se  le- 
vantarían á  maiores,  porque  de  esta  vez  quedaría  aso- 
lada Barcelona.  El  Castellano  embió  con  una  galera  á 
D.  Luis  Munsuar,  cavallero  catalán,  y  que  havía  sido 
Bayle  general  de  Cataluña:  fué  con  una  galera  y  van- 


435 

dera  de  paz,  entró  en  la  villa  ó  hizo  una  larga  plática 
al  pueblo  con  varias  ofertas  y  representaciones;  á  la 
respuesta  prevalecieron  los  votos  de  que  si  dentro  de 
tres  días  no  eran  socorridos,  que  ellos  darían  la  ove- 
diencia,  y  que  en  ese  ínterin  avisarían  al  Governador. 
Los  afectos  á  España  quedaron  contento^,  persuadidos 
de  que  haviendo  por  su  parte  armadas  de  mar  y  tierra 
no  sería  íacil  quedar  socorridos  en  tan  breve  plazo.  Sa- 
lióles falaz  el  juicio,  porque  luego  tuvieron  la  cavalle- 
ría  de  Dardena  y  Barón  de  Ales,  que  eslava  de  guar- 
nición al  Valles.  Los  del  partido  de  España  se  hicieron 
fuertes  negando  la  entrada;  los  de  Francia  solicitán- 
dola, y  mientras  unos  á  otros  se  vencían  dentro,  la  ca- 
vallería  la  entró  á  fuerza  de  armas  con  algunos  peones 
y  gente  que  comboyava  Mari,  que  en  iodos  serían  de 
siete  á  ochocientos  hombres.  Huieron  los  del  partido 
de  España  y  que  pudieron  escapar  al  exórcito,  y  quedó 
la  villa  al  saco  y  alojamiento  de  seiscientos  cavallos, 
que  prosiguiendo  algún  tiempo  domaron  bien  su  orgu- 
llo ¥  la  dejaron  totalmente  arruinada.  Uno  de  los  prin- 
cipales Gavos  del  partido  español  y  caveza  de  parciali- 
dad que  se  pasó  al  exército  era  Onofre  Arnau,  que  ya 
por  semejante  delito  perdió  á  Fornells,  Bayle  de  la 
villa,  que  justiciaron  en  Barcelona;  siguiéronle  mu- 
chos,  que  á  averíos  podido  coger  se  huviera  echo 
exemplar  castigo,  como  se  hizo  de  T.  Matas,  zapatero, 
bien  que  no  hacía  del  oficio,  sino  que  servía  á  D.  En- 
rrique  Semmanat,  que  era  mui  del  partido  de  España, 
y  era  preciso  tenerlo  fuera  de  Barcelona.  Á  este  mozo 
dieron  garrote  en  la  plaza  de  los  traidores:  avría  pa- 
decido lo  mismo  un  jurado  de  Mataró  que  prendió  Dar- 
dena á  no  haver  muerto  en  la  cárcel,  porque  esto  lío 
de  Arnau  con  Matas  y  otros  inducían  al  pueblo  para 
darse  á  España  y  entregar  la  villa. 


436 

Estávase  Dardena  con  Barón  de  Ales  en  Mataró  for- 
tificando la  villa  y  guarneciéndola,  á  tiempo  que  re- 
conociendo el  enemigo  no  havia  cavallería  en  Barce- 
lona que  le  embarazase  sus  pillaxes,  llegava  casi  has- 
ta las  murallas  y  se  llega  va  la  gente  que  salía  y  pi~ 
llava  libremente,  por  lo  cual  instó  la  Ciudad  á  Darde- 
na en! rase  con  su  cavallería.  Resistíase  éste  por  mu- 
chos inconvenientes  y  por  el  de  las  pajas  y  sustento 
para  los  cavallos;  obligóse  la  Ciudad  á  dársela,  quitán- 
dolo de  las  seis  mil  libras  que  pagava  cada  mes  para 
mantener  dicha  cavallería.  Con  esto  se  redujo  y  entró 
en  Barcelona  á  24  de  Octubre,  á  las  nuebe  de  la  no- 
che, por  la  puerta  del  Ángel,  con  400  cavallos  de 
bonísima  calidad.  Vino  por  Valvidriera,  sin  que  el 
enemigo  le  hiciese  resistencia  alguna;  y  como  llegó 
de  noche,  ocasionó  una  ruidosa  arma  en  la  ciudad, 
entendiendo  era  cavallería  enemiga.  Ales  acompañó 
á  Dardena  hasta  San  Cucufate,  y  de  allí  marchó  á  San 
Boy  á  juntarse  con  aquellos  200  cavallos  que  no  qui- 
sieron seguir  á  Marcin  y  que  havían  vuelto  para  c«n 
ellos  y  los  suyos  guardar  el  Valles;  pero  aprovechava 
poco,  porque  el  enemigo  se  entrava  hasta  donde  que- 
ría, y  haciendo  mucha  destroza,  se  trahían  grandes 
comboyes  de  paja  y  granos. 

Estando  ya  dentro  D.  Joseph  Dardena,  Conde  de 
Illa  y  General  de  las  cavallerías  francesa  y  catalana, 
por  cuios  títulos  se  le  dava  Ex.^,  pretendió  que  hallán- 
dose en  Barcelona,  y  con  veces  de  Governador  de  las 
armas,  le  tocava  dar  el  nombre  á  las  centinelas  y 
guarnición  como  lo  dava  Marcin.  El  Governador  Don 
Joseph  Margante,  Marqués  de  Aguilar,  que  también 
tenía  Ex.®,  pretendió  le  tocava  sólo  á  él,  como  Gover- 
nador que  se  hallava  de  la  plaza  y  de  Cataluña,  no 
haviendo  Virrey.  Origináronse  algunos  desabrimien- 


437 

tos  de  esto;  ventilóse  entre  ellos  algunos  días;  opúso- 
se la  Ciudad  á  entrambos,  diciendo  hallava  por  privi- 
legios antiguos  que,  en  falta  de  Capitán  General,  to- 
cava  dar  el  nombre  sólo  al  Gonseller  en  Cap  como 
Coronel  que  era,  y  á  cuio  cargo  es  Lavan  la  guarni- 
ción, baluartes,  murallas,  puertas  j  custodia  de  la 
ciudad,  y  que  si  no  sé  mantenía  en  la  posesión  era 
que,  como  la  guerra  no  estava  tan  viba  antiguamen- 
te, no  estavan  en  ello,  y  los  governadores  havían  ti- 
rado á  usurpárselo  siempre.  No  pudieron  jamás  con- 
venirse las  partes,  y  así  resolvieron  despachar  un  per- 
sonaje al  Rey  para  que,  ynformando  de  las  pretensio- 
nes, resolviese  S.  M.  lo  que  era .  de  razón,  con  vista 
del  Consejo  de  Guerra  y  alegaciones  de  cada  una  de 
las  partes,  y  que  mientras  tardaría  la  resolución  y  or- 
den real,  alternasen  en  el  govierno  Dardena  y  Mar- 
garite,  y  que  el  nombre  lo  diese  siempre  el  Conseller 
en  Cap  como  Coronel:  convenidos  así  y  observándolo 
todos,  partió  D.  Francisco  Calvo  á  verse  con  el  Rey 
ó  3'nformarle  del  estado  de  las  materias:  este  cava- 
Uero  era  cuñado  del  Governador  y  Coronel  ú  Gover- 
nador  de  las  tropas  de  cavallería  de  la  Reyna.  Las 
partes  entregaron  sus  pliegos,  y  de  la  Ciudad  iba  al 
Embajador  último  Ximénez  de  Morondón. 

Tomado  este  asiento  las  materias,  entró  á  governar 
el  de  Illa,  día  de  Todos  los  Santos  á  la  tarde,  y  el  de  las 
Almas  pasó  muestra  general  de  todas  las  milicias  que 
guarnecían  la  ciudad  en  la  Rambla,  tanto  de  las  que 
cobravan  sueldo  real  como  de  las  que  pagava  la  Ciu- 
dad, cofradías  y  compañías  sueltas  que  se  havían  for- 
mado de  los  labradores  y  gente  forastera  y  agregado  á 
los  tercios  de  la  ciudad.  Combocó  toda  la  gente  entre 
Santa  Mónica  y  Casas  de  las  Comedias,  y  esquadrona- 
da  allí  entró  en  todo  rigor  militar;  reconoció  la  gente 


438 

el  de  Illa,  y  desde  el  mismo  fué  repartiendo  la  guarni- 
ción de  los  presidios,  nombrando  á  Monjuique,  que  tan- 
tos á  tal  fuerte,  tanto  y  de  esta  suerte,  hasta  que  ba- 
luartes, puertas,  cortinas  de  muralla,  tenazas,  medias 
lunas  y  todas  las  demás  fortificaciones  externas  esta- 
van  guarnecidas;  iba  despachando  en  forma  la  gente 
así  como  salía  del  esquadrón,  sin  atender  á  división  al- 
guna entre  los  naturales  de  cofradías  ó  compañías  suel- 
tas de  labradores,  que  las  de  los  tercios  ya  corrían  jun- 
tas, y  éstas  y  los  soldados  que  la  Ciudad  daba  sueldo, 
eran  los  qne  guarnecían  lodo  lo  de  afuera,  y  los  que 
no  quedavan  dentro  la  ciudad,  continuase  esta  forma- 
lidad tres  días  consecutivos,  juntándose  al  mismo  tiem- 
po, con  que  venían  á  juntarse  á  entrar  las  guardias  á 
medio  día,  y  estavan  veinticuatro  horas  en  los  puestos. 
Pasados  esos  días  ya  sin  más  que  señalar  los  Maeses  de 
Campo  los  puestos  de  tres  á  tres  días,  se  mudavan  las 
guardias  y  las  milicias  que  tenían  sueldo,  francesas, 
suizas  y  catalanas;  en  saliendo  de  guardia  entra  van  de 
retén  en  los  puestos  señalados  todas  las  noches,  como 
eran  baluartes,  pescadería,  puerta  de  Mar,  plaza  de 
Santa  Ana  y  otras  partes,  con  porción  de  cavallería 
para  lo  que  podía  suceder.  Religiosos  y  eclesiásticos 
también  estavan  prevenidos  con  armas  y  municiones; 
quedava  la  Ciudad  para  en  caso  de  rebatos,  y  tenían 
señalados  sus  puestos  á  donde  avían  de  acudir,  que  lo 
executavan  y  guarnecían  con  gran  puntualidad. 

Á  11  de  Noviembre  bolbió  D.  Francisco  Calvo  de 
verse  con  el  Rey,  quien  lo  alió  en  Poties,  mucho  más 
acá  de  París:  quién  duda  que  siendo  cuñado  del  Go- 
bernador obraría  más  por  él  que  por  los  demás.  Trujo 
cartas  y  órdenes  para  todos.  A  12  se  juntó  el  Consejo 
de  Ciento,  y  se  leyeron  las  de  la  Ciudad,  cuio  conte- 
nido era  por  maior:  que  todos  los  negocios  de  la  gue- 


439 

rra  esfavan  cometidos  al  Marqués  de  Aguilar,  Go- 
vernador  de  Cataluña;  que  todos  estuviesen  á  sus  ór- 
denes; que  nadie  se  entrometiese  en  materias  de 
guerra  sino  el  Marqués;  que  el  Conde  de  Illa  saliese 
de  Barcelona  con  la  cavallería,  si  á  la  Ciudad  no 
pareciese  que  convenía  quedarse.  Las  mismas  órde- 
nes tenían  el  de  Aguilar  y  el  de  Illa.  Viendo  la  Ciu- 
dad el  laverinto  en  que  se  hallava,  que  si  la  cavalle- 
ría salía  era  arriesgar  la  Ciudad,  porque  el  enemigo 
executaría  grandes  daños  no  teniendo  oposición,  y  lo 
tendría  á  todas  horas  á  las  puertas,  considerava  por 
otra  parte  los  reñidos  encuentros  que  havían  pasado 
entre  los  dos  sujetos  (que  heran  grandes)  los  que  su- 
cederían, porque  ninguno  quería  ceder  de  sus  preten- 
siones quedando  en  la  plaza,  y  que  broqueleados  am- 
bos con  las  órdenes  reales,  todos  querían  executarlas 
para  librarse  de  disturbios,  y  todo  recaería  en  perjui- 
cio de  la  Ciudad:  fluctuando  en  esta  borrascosa  y  en- 
contrando vientos,  resolvió  la  Ciudad,  sin  disgregarse 
el  Consejo,  embiar  embajada  á  entrambos  señores  con 
un  militar  y  un  ciudadano  á  cada  uno.  Al  Governa- 
dor,  representándole  quán  perjudicial  era  quedar  sin 
la  cavallería  y  quán  arriesgado  estaba  todo,  y  que  así 
se  sirviese  dejar  correr  el  Gobierno  con  la  alternativa 
que  havía  dispuesto,  hasta  que  llegase  el  de  la  Mota, 
que  se  allava  ya  en  Perpiñán.  Al  de  Illa  representán- 
dole lo  mismo,  y  que  pues  que  Su  Majestad  dejava  á 
disposición  de  la  Ciudad  que  saliese  ó  no,  valiéndose 
de  eso  le  pedía  quedase  y  que  el  Govierno  quedaría 
como  corría.  Resistíanse  fuertemente,  el  uno  con  que 
el  Rey  le  mand#va  governar,  y  el  otro  en  que  le  man- 
dava  salir:  éste  tenía  la  cavallería  montada  en  la 
Rambla,  con  que  la  Ciudad  mandó  cerrar  las  puertas 
y  llevar  las  llaves  al  Consejo  de  Ciento.  Fueron  y  vi- 


440 

nieron  recados  y  réplicas  de  unos  á  otros,  teniendo 
mucha  tiesura;  por  último,  viendo  la  Ciudad  resultas 
y  con  ánimo  de  que  se  havían  de  vencer,  se  reduje- 
ron todos  á  lo  que  el  Consejo  pedía,  con  condición  que 
escriviesen  aquel  correo  al  Rey  y  á  la  Mota  que,  por 
su  interposición  ó  insl anclas,  havían  dejado  ambos  de 
obedecer,  y  que  si  culpa  se  les  imputa  va  fuese  sobre 
la  Ciudad.  En  esto  quedaron,  y  así  se  executó,  prosi- 
guiendo el  Govierno  alternando  y  el  Conseller  en  dar 
el  nombre;  diéronse  por  la  Ciudad  las  gracias  á  en- 
trambos y  más  al  Governador,  pues  era  quien"  más  ce- 
día y  quien  con  más  galantería  por  el  bien  común 
supo  reducirse.  La  pretensión  de  Ja  Ciudad  no  pudo 
verse  en  aquella  ocasión,  porque  el  Embajador  estaba 
en  París  y  el  Rey  en  Podes,  y  la  priesa  de  Calvo  no 
dio  lugar  á  que  el  Embajador  obrase.  Adelante  se  dirá 
lo  que  resultó. 

Viendo  la  Ciudad  que  el  Castellano  proseguía  en 
apretarla  y  ostigarla;  que  el  socorro  de  Francia  se  di- 
latava,  sin  saber  quándo  llegaría,  y  que  era  preciso 
tener  quien  de  propósito  cuidase  de  las  materias  del 
sitio  y  prevenciones,  deliveró  el  Consejo  de  Ciento  se 
formase  una  Junta  magna  y  que  todo  lo  que  ésta  re- 
solbiera  y  dispusiera  se  ovedeciera  y  obrara.  Nom- 
bráronse para  la  Junta  al  Marqués  de  Aguilar,  el 
Conde  de  Illa,  el  Diputado  eclesiástico,  el  Oydor  real, 
el  Marqués  de  Marcelin,  el  Conseller  en  Gap  y  el  Ba- 
rón de  Ales  (que  entendían  entraría  en  la  plaza  y  no 
fué  así),  con  que  los  cinco  de  estos  seis  se  juntavan  en 
casa  la  Ciudad  ó  donde  querían,  y  según  las  ocurren- 
cias resolvían  lo  que  convenía,  y  los  demás  ovedecían 
ciegamente.  La  Ciudad  se  hallava  gastando  sin  nú- 
mero, pues  cuidando  de  la  cavallería,  en  pajas,  gra- 
nos y  sueldos,  costeava  todos  los  días  4.100  raciones 


441 

á  franceses  }■  suizos,  sólo  de  á  3  francos  4  cada  una 
moneda  francesa,  y  sin  eso  dava  quatro  reales  á  cada 
soldado  ordinario  de  los  quatro  tercios  y  en  guarni- 
ción en  Monjuique;  de  suerte. era  que  sólo  la  Ciudad 
pagava  y  hacía  la  guerra  en  que  consumía  patrimo- 
nio y  dinero  que  á  qualquiera  Monarca  daría  harto 
cuidado,  y  esto  desde  primeros  de  Septiembre  y  á  úl- 
timos de  Enero  se  coniinuava  aún  el  gasto. 

CAPÍTULO  43. 

INTENTAN  LOS  CASTELLANOS  TOMAR  Á  MONJUIQUE  Y  NO  LO  LOGRAN— 
ROMPEN  LAS  BATERÍAS  LA  CRUZ  DE  LA  PUERTA  DE  MAR. -EXTRAC- 
CIÓN DE  CONSELLERES.-DASE  PRECIO  ALA  MONEDA  PARA  EVITAR  LA 
CONFUSIÓN  QUE  HAVÍA. 

Domingo  5  de  Nobiembre,  día  que  governava  Dar- 
dena,  subió  con  la  cavaliería  y  parte  de  infantería  á 
Monjuique,  y  sacando  una  pieza  de  baür,  se  abanzó 
por  la  cuesta  avajo  hasta  descubrir  bien  á  San  Ferriol, 
y  empezó  á  cañonearla  fuertemente,  haciendo^mucha 
destroza  en  la  gente.  Á  vista  de  esto,  embió  el  Caste- 
llano parte  de  infantería  y  cavaliería,  con  que  se  tra- 
vo una  escaramuza,  aunque  poca.  Retiróse  el  Caste- 
llano hasta  lo  ínfimo  de  la  montaña:  Dardena,  viendo 
eso,  se  vajó  con  la  cavaliería  y  dejó  unos  quantos  ca- 
vallos  arriva;  supo  luego  el  Castellano  que  nuestra 
cavaliería  se  havía  retirado:  con  maior  número  de 
gente  subió,  y  con  grande  ímpetu  embistió  hacia  el 
fuerte  de  Monjuique.  No  pudieron  resistir  nuestros 
cavallos  y  se  hubieron  de  retirar  dentro  del  fuerte. 
Los  castellanos,  valerosamente  obrando,  llegaron  hasta 
la  estacada,  entendiendo  llevarse  de  carrera  el  fortín; 
pero  allí  recibieron  de  la  artillería  y  piezas  con  vala 
de  mosquete  gran  destrozo  y  mortandad,  con  que  se 


442 
huvieron  de  retirar:  lleváronse  un  cañón  que  estava 
avanzado  fuera  el  fortín.  Á  este  tiempo  nuestra  cava- 
Uería  subió  á  rienda  suelta,  pero  pudo  alcanzar  ya 
poco  porque  el  enemigo  se  retirava;  y  para  que  no 
constase  el  daño  que  le  hacían  en  todas  las  refriegas, 
se  lleva  va  y  ocultava  todos  los  muertos  y  eridos:  si 
la  cavallería  de  la  plaza  se  huviera  aliado,  lograra  un 
buen  día;  pero  como  los  xefes  estavan  encontrados 
por  no  darse  el  uno  al  otro  la  gloria,  no  obravan  cosa 
de  provecho  y  todo  resulta  va  en  perjuicio  de  las  armas 
y  de  la  plaza. 

De  los  nuestros  murieron  en  esíe  lance  hasta  quin- 
ce ó  diez  y  seis,  y  entre  ellos  Mosiur  Gaxo,  Mariscal 
de  Campo,  que  su  mucho  valor  y  amor  á  los  catalanes 
lo  perdió,  dexándose  cortar:  de  una  herida  ó  mosque- 
tazo en  la  caveza  murió.  Vaxáronlo  á  la  ciudad,  y  en 
la  Aseo  le  hicieron  un  suntuoso  entierro  con  asisten- 
cia de  los  primeros  Gavos,  Gonselleres  y  nobleza,  y  al 
acavar  dio  tres  cargas  la  Milicia,  que  estava  esqua- 
dronada  á  este  fin.  Avía  sido  Governador  de-Tortosa, 
y  tan  amable,  que  se  llevava  tras  sí  los  corazones  de 
los  paisanos  y  nobleza  francesa  y  catalana.  La  batería 
de  mar  repetía  como  la  de  tierra  sus  tiros  á  la  ciu- 
dad. Los  navios,  que  eran  algunos  once,  las  más  de 
las  noches  con  las  galeras  se  acercavan  quanto  po- 
dían y  cañoneavan  la  ciudad.  De  las  galeras  y  caño- 
nes de  curia  algunas  valas  entravan  en  la  ciudad; 
pero  paYa  poco  daño  de  los  navios  ninguna:  todas 
quedavan  fuera  en  el  arenal.  En  los  principios  atemo- 
rizavan  y  ocasionavan  muchos  revatos;  pero  dando  en 
la  quenta  se  hacía  poco  caso  y  se  les  bolbía  la  razón, 
disparándoles  el  muelle,  baluartes  y  murallas,  y  al 
último  todos  se  cansaron  y  cesa  van  en  tirar.  Las  de 
Santa  Madrona  no,  que  á  lo  menos  seis  ó  siete  veces 


443 
al  día  no  deja  van  de  disparar.  Un  domingo,  19  de 
Noviembre,  una  vala  de  las  de  Santa  Madrona  pegó 
en  la  columna  de  la  cruz  que  estava  en  la  puerfa  del 
Mar,  fabricada  de  mármol  blanco  y  negro,  y  en  su  es- 
pecie y  arquitectura  aseguravan  quantos  forasteros 
veían  que  en  gran  parte  no  havía  obra  como  ella,  y 
la  alavavan  muchísimo.  Sintióse  infinito,  > porque  la 
hicieron  pedazos,  que  parece  imposil)le  que  á  tal  dis- 
tancia y  en  cuerpo  tan  delgado  pudiese  erir  una  vala. 
Recogiéronse  los  desperdicios  para  unirlos  en  tiempo 
más  sosegado.  En  el  arrabal  hacía  mucho  estrago  la 
batería  de  Santa  Madrona. 

Los  Gonselleres  del  año  de  51  tubieron  una  gran  in- 
seculación  que  hacer,  porque  entre  los  que  havían 
muerto  aquel  año  y  los  que  no  avían  acudido  al  lla- 
mamiento quando  el  sitio  y  estavan  ausentes,  vaca- 
van  pasados  de  700  teruelos  ó  redolines;  llenáronlos 
todos  y  se  pasó  á  la  extracción.  Sortearon  Gonseller 
en  Gap  D.  Rafael  Gasimitjana,  militar;  segundo,  Vi- 
cente Farriol,  que  se  hallava  Oydor;  tercero,  Jeróni- 
mo Novell;  quarto,  José  Barceló,  mercader;  quinto,  T. 
Maurici,  confitero,  y  sexto,  Joseph  Garau,  marinero. 
Éste  y  el  tercero  se  havían  inseculado  aquel  año. 

La  maior  guerra  y  ruina  que  padecía  la  Giudad  era 
la  inconstancia  y  su  vidas  en  las  monedas,  y  á  este 
compás  los  víveres  y  mantenimientos  que,  por  más 
que  los  Ministros  reales  lo  estrechasen  con  pregones 
y  penas,  no  avía  forma,  y  devía  ser  la  causa  que  los 
Gavos  y  primeros  sujetos  de  Barcelona,  como  tenían 
más  doblones  y  plata,  hacían  lo  que  querían:  ello  lle- 
gó á  término  en  lo  último  del  año,  que  el  doblón  pa- 
sava  á  15  libras,  el  real  de  á  ooho  mejicano  á  34  rs., 
el  perulero  á  28  y  30.  Los  víveres,  aunque  subían, 
era  más  por  razón  del  sitio  y  no  poder  entregar  sin 


444 

mucho  riesgo  que  por  razón  de  la  moneda,  y  aun  era 
dicha  que  aquel  año  avía  sido  fértil  y  casi  todo  ó  más 
grano  que  se  havía  cogido  se  havía  entrado  en  Bar- 
celona. Con  todo  esto,  ó  que  el  cuidado  de  la  peste,  el 
mucho  gasto  ó  las  turbulencias  del  sitio  embarazasen, 
havían  tenido  poca  providencia  los  Conselleres,  pasa- 
dos en  recoger  granos,  porque  el  día  que  acavaron 
los  oficios  sólo  tenía  la  Ciudad  89  quarteras  de  trigo, 
haviendo  menester  todos  los  días  200  para  el  pastrín 
y  pan  de  munición,  sin  las  abas  que  se  mezcla  van, 
bien  que  tenían  prevenidas  muchas  arinas  por  la  cos- 
ta, que  entra  van  con  gran  riesgo.  Los  nuevos  huvie- 
ron  de  apelar  al  trigo  de  los  labradores  y  particula- 
res, discurriendo  por  las  casas,  y  según  lo  que  tenían 
tomava  la  Ciudad  el  que  le  pareciese  pagando  á  15  li- 
bras la  quartera;  las  abas,  á  diez;  el  ordio  y  avena  pa- 
ra la  cavallería,  á  seis  y  siete  libras:  quedaron  las  do- 
blas entonces  á  ese  precio;  y  al  respecto  las  demás  mo- 
nedas y  granos,  sin  que  nadie  pudiese  ni  diese  más 
de  los  víveres,  se  tratará  más  adelante. 

CAPÍTULO  44. 

ENTRADA  DE  LA  MOTA  EN  CATALUÑA.-EMBAJADA  QUE  SE  LE  HACE  Y 
SU  RESPUESTA-CARTA  QUE  ESGRIVE.-TOMA  DE  UNA  FALUCA  DE  ES- 
PAÑA.-SENTENCIA  DE  LOS  MARINEROS  Y  PRINCIPIO  DE  LOS  SUCESOS 
DEL  AÑO  DE  1652. 

Teniendo  la  Ciudad  en  París  á  Joseph  Ximónez  de 
Monrodón  para  que  intentara  las  asistencias  y  soco- 
rros, y  con  especialidad  el  que  viniese  persona  para 
el  govierno  por  lo  que  estava  sucediendo,  resolbió  el 
Rey  con  sus  consejos  .que  viniera  el  de  la  Mota,  que 
así,  por  lo  soldado,  por  lo  interesado  en  su  riqueza, 
pues  gozava  el  Ducado  de  Cardona,  como  por  lo  bien 


4i5 

admitido  de  los  catalanes,  lo  juzgaron  por  el  más  á 
propósito.  Esta  última  circunstancia  es  cierto  la  tenía 
con  ventajas  á  cuantos  Virreyes  franceses  havían  ve- 
nido, porque  lo  amavan  mucho.  Aceptó  gustoso  el  car- 
go y  se  dispuso  luego  á  venir.  Entre'  tanto  escrivió  á  la 
Diputación  y  Ciudad  y  el  Rey  también,  ofreciendo 
muchas  asistencias  y  socorros;  y  como  el  de  la  Mota 
savia  lo  que  era  esto  y  lo  que  avía  menester,  lo  esfor- 
zava  con  el  Rey. 

Apresuró  la  Mota  quanto  pudo  su  venida  saviendo 
el  estado  en  que  nos  hallávamos,  y  se  traía  consi- 
go quatro  mil  infantes  entre  franceses  y  suizos  y  dos 
mil  y  quinientos  cavallos,  toda  buena  gente.  Entró 
en  Perpiñán  á  10  de  Diciembre;  á  12  juró,  porque  ya 
havían  la  Diputación  y  Ciudad  dado  poderes  y  preve- 
nido personas  en  Gerona  y  Perpiñán  para  tomarle  la 
jura,  por  no  poder  salir  de  aquí  los  Síndicos,  como  es 
estilo,  por  causa  del  sitio. 

Luego  que  los  consistorios  supieron  havía  llegado 
el  de  la  Mota  á  Perpiñán,  nombraron  uniformes  á  Mi- 
cer  Gabriel,  Antonio  Boser,  sujeto  de  gran  noticia, 
inteligencia  y  viveza  para  que  diera  la  enhorabuena 
al  de  la  Mota  y  le  informara  del  estado  de  la  Ciudad 
y  provincia  para  prevenir  lo  que  importase;  dióronle 
las  instrucciones,  y  con  una  embarcación  mui  ligera 
llamada  Caro,  que  iba  y  venía  de  Mataró,  salió  una 
noche  bien  pertrechada  y  pasó  por  la  armada  enemi- 
ga sin  ser  reconocida.  En  Mataró  tomó  las  postas  y 
partió  á  topar  á  S.  Ex.^,  que  lo  halló  ya  en  Figueras, 
y  cumplió  con  gran  acierto  y  gusto  de  la  Mota  su  ofi- 
cio de  Embajador. 

Estuvo  de  vuelta  en  breve,  porque  entró  en  Barce- 
lona con  el  mismo  Caro  y  otros  diez  de  provisiones,  el 
primero  de  Enero  á  la  noche.  El  día  5  mandó  la  Giu- 


446 

dad  juntar  el  Consejo  de  Ciento  para  oyr  la  embajada 
ó  respuesta  de  ella  y  para  consolar  al  pueblo,  ó  por 
otros  fines  se'publicó  avía  de  ser  en  público,  con  que 
se  llenó  el  salón  de  gente;  empezó  á  orar  Micer  Bo- 
ser,  y  referir  qiián  cariñoso  venía  el  de  la  Mota  y 
deseoso  de  libertar  al  Principado;  las  tropas  nombran- 
do con  individuación  los  rejimientos  que  en  breve 
vendrían;  doce  navios  con  más  de  cinquenta  barcas 
para  socorrer  á  Barcelona,  y  que  S.  Ex."*  por  tierra,  y 
la  armada  por  mar,  no  perderían  punto  en  consolar 
al  Principado.  Goncluió  su  oración  después  de  media 
ora  de  relación.  Vitoreáronle  mucho,  y  el  pueblo  que- 
dó consolado,  y  se  deliveró  que  desde  allí  luego  fue- 
sen los  Conselleres  á  hacer  cantar  una  Salve  á  Santa 
Eulalia;  que  el  día  7  se  cantase  un  oficio  solemne  á 
Nuestra  Señora  de  la  Concepción,  y  que  se  celebrasen 
misas  por  las  almas  (fueron  600)  para  que  mediasen 
con  Dios  por  la  livertad  de  la  ciudad  y  provincia,  y 
por  las  victorias  de  las  armas  christianísimas. 

La  misma  noche  de  año  nuebo  los  carros  que  ve- 
nían con  el  ^Embajador  Boser  apresaron  una  faluca 
que  bueltas  de  cavo  del  río  navegava  á  Tarragona  con 
un  Gentilhombre  que  llevava  unos  pliegos.  No  pudie- 
ron hallar,  porque  astutamente  los  hecho  el  Gentil- 
hombre en  el  mar.  Entraron  en  Barcelona,  es  á  saver, 
el  Gentilhombre  con  dos  marineros  napolitanos,  que 
la  faluca  y  algunos  otros  marineros  la  llevaron  á  Ca- 
ñete para  ver  si  con  ese  cange  podían  recobrar  algu- 
nos marineros  que  avían  preso  las  galeras  de  los  mis- 
mos Gavos;  pusieron  presos  en  la  Ataracana  al  Gen- 
tilhombre y  napolitanos,  y  haviendo  savido  el  Gover- 
nador  que  en  el  exórcito  havían  ahorcado  dos  mari- 
neros presos  en  unos  carros  que  entravan  provisiones 
en  Barcelona,  mandó  hacer  lo  mismo  de  estos  dos  na- 


417 

poli  taños,  y  para  maior  burla  de  los  españoles  hizo 
plantar  las  oreas  vajo  el  baluarte  de  Santa  Madrona  y 
los^  navios  los  pudiesen  ver;  dia  6  de  Enero  corícurrió 
macha  gente,  y  viéndolo  desde  Santa  Madrona,  dispa- 
raron dos  piezas:  la  una  dio  casi  á  los  pies  de  la  orea 
y  la  otra  más  allá,  con  que  la  gente  se  retiró  á  más  de 
paso;  uno  de  los  penitentes  no  podía  acavar  de  morir, 
con  que  el  verdugo  sacó  una  pistola  y  lo  acavó;  des- 
pués de  difuntos,  para  más  mofa,  los  llevaron  cerca 
del  molino  de  Garbonell,  y  con  un  rótulo  á  los  pechos 
que  declarava  el  por  qué  los  colgaron  en  uií  árbol,  y 
luego  los  enterraron  los  castellanos. 

Caminando  el  de  la  Mota  para  Barcelona,  fué  con- 
vocando levas  por  toda  la  provincia,  dando  órdenes  á 
todas  las  universidades,  que  con  el  maior  número  de 
gente  que  pudiesen  acudiesen,  pagada  y  municionada, 
á  la  plaza  de  armas,  que  señalava  en  el  lugar  de  la  Ga- 
rriga  para  quince  de  Enero,  y  para  quince  días  se  tru- 
jeron  bastimentos,  que  en  ellos  los  despacharía  para 
sus  casas  sin  falta:  acudió  mucha  gente  y  con  valero- 
so ánimo,  pero  no  se  logró. 

Desde  San  Saloni  escribió  á  la  Ciudad  el  de  la  Mota 
con  un  Gentilhombre  de  su  guardia,  que  embarcado 
en  Mataré  con  un  barco  longo  entró  en  Barcelona  á 
16  de  Enero  por  la  noche.  Nunca  embarazó  la  arma- 
da de  mar  que  entrase  en  Barcelona  quanto  era  me- 
nester. El  ^contenido  de  la  carta  que  se  leyó  en  el  Con- 
sejo de  Ciento  era  las  diligencias  que  hacía,  levas  que 
formava,  y  que  dentro  pocos  días  se  vería  dentro  Bar- 
celona con  un  grueso  exército  para  consolarla  y  li- 
brarla de  los  aprietos  del  sitio;  que  se  olgara  mucho 
tener  á  su  lado  en  la  jornada  un  Conseller;  pero  que 
ya  que  no  podía  lograrlo,  á  lo  menos  saliese  con  la 
surtida  que  había  de  salir  de  la  plaza.  En  vista  de  esto, 


44H 

se  deliveró  que  saliera  el  Gonseller  en  Gap,  como  Co- 
ronel, con  el  tercio  de  la  Ciudad,  y  á  su  lado,  para  go- 
vernar  las  armas,  el  Maese  de  Campo  y  General  de  • 
Monjuique,  Mostarós,  catalán  de  mucho  valor,  expe- 
riencia y  confianza. 

También  vinieron  cartas  para  los  de  Aguilar  y  de 
Illa  para  disponer  la  surtida  el  día  del  choque;  tu- 
biéronse  las  Juntas  en  casa  el  de  Illa,  por  estar  algo 
desganado:  en  ellas  se  acordó  que  para  esta  función 
se  alistasen  600  suizos,  400  franceses  y  600  catalanes 
de  los  quatro  tercios  que  la  Ciudad  pagaba,  y  450  ca- 
vallos  de  las  tropas  más  lucidas,  y  que  por  Cabo  prin- 
cipal saliese  el  de  Illa  si  la  salud  dava  lugar,  y  si  no 
el  de  Marcelin,  como  el  más  antiguo  Mariscal  de  Cam- 
po. Esto  llevava  mal  la  gente,  porque  el  de  Marcelin 
era  poco  experto;  y  así  elde  Illa  ofreció  salir  por  poco 
que  pudiese  tenerse  á  cavallo:  escogió  la  mejor  gente, 
y  alistada,  quedó  en  silencio  el  día  del  suceso  para  que 
no  pasara  á  noticia  del  enemigo,  y  sólo  servía  de 
acuerdo  que  la  Mota  aria  unas  llamadas  ó  señales  á 
la  hermita  de  San  Pedro  Mártir,  sobre  Pedralbas,  y 
que  de  Monjuique  respondieran  que  esto  entre  los  su- 
periores y  según  las  ocurrencias  corría  solo. 

También  en  la  24.^  de  la  Ciudad  se  acordó  los  pues- 
tos que  devían  tener  los  (castellanos)  Conselleres  ese 
día;  la  gente  de  la  ciudad  adonde  avía  de  acudir,  se- 
ñalando puestos  para  seculares,  religiosos  y  eclesiásti- 
cos y  frayles  confesores  para  los  de  la  surtida  y  los  de 
dentro.  Proveyéronse  los  hospitales  y  se  nombraron 
cirujanos  para  curar  los  eridos.  Masóse  pan  para  los 
de  la  surtida;  previniéronse  vagajes  y  carros  para  las 
municiones  y  mantenimientos,  y  vino  para  dar  re- 
fresco á  los  soldados,  con  medicinas,  paños  y  todo  lo 
necesario.  Aprestáronse  dos  piezas  de  campaña,  y 


440 

quedó  asentado  que  el  Governador  no  saliese  de  la 
plaza.  Con  relación  de  todo  lo  acordado  y  prevenido 
se  despachó  relación  al  señor  de  la  Mota,  el  cual  bol- 
bió  á  escrivir  en  24  de  Enero,  en  que  allava  muchos 
inconvenientes  en  que  saliera  el  Gonseller  en  Gap  con 
la  surtida,  y  así  ordena  va  lo  excusase.  Sintióse  mu- 
cho esto,  porque  se  presumió  avía  sido  por  informa- 
ciones de  aquí  dentro  y  emulaciones,  que  no  querían 
tubiese  la  Ciudad  parte  en  la  gloria  y  buenos  sucesos: 
quisieron  replicar  á  S.  Ex."*,  pero  prevaleció  el  sentir 
que  en  materias  de  guerra,  pierda  ó  ganase,  lo  más 
seguro  es  ovedecer  al  General,  y  así  se  asentó,  y  que 
no  saliese. 

CAPÍTULO  45. 

ENTRAN  PROVISIONES  EN  BARCELONA.-HACE  FRENTE  DE  BANDERAS  AL 
CASTELLANO-INTENTA  EL  SOCORRO.— NO  LO  LOGRA.— ENTRAN  MÁS 
PROVISIONES,  Y  GARROTE  DE  UN  ALFÉREZ  DE  LA  CIUDAD  POR  TRAYDOR. 

Desde  que  se  empezó  el  sitio  hasta  de  presente  ja- 
más corrieron  otros  vientos  que  ponientes,  maestrales 
y  tremontanas,  con  que  faltando  los  de  Levante  para 
la  navegación,  estavan  en  los  puercos  y  calas  de  la 
costa  mucho  número  de  barcas  gruesas  cargadas  de 
diferentes  bastimentos  y  víveres,  y  recelosas  de  que 
la  calma  no  les  daría  lugar  al  pasaje  y  que  podrían 
quedar  entre  los  navios  y  galeras  de  España,  no  se 
atrevían  á  intentar  el  entrar  en  Barcelona:  aviavan 
con  barcas  y  caros  las  provisiones,  así  de  la  costa 
como  de  algunos  que  se  armaron  en  Barcelona:  en 
los  principios  apresaron  algunos  que  simplemente  y 
sin  prevención  se  resolvían  á  pasar;  pero  dando  des- 
pués en  la  quenta,  se  junta  van  muchos  y  armados 
de  pedreros,  mosquetes  y  chuzos;  según  era  el  vaso, 

Tomo  xxív  29 


450 

pasavan  con  segundad.  Así  lo  executaron  la  noche 
del  día  22  de  Enero:  entraron  53  entre  caros  y  barcas 
llenos  de  provisiones,  pasando  por  medio  de  la  arma- 
da con  lo  más  claro  de  la  luna.  Los  vajeles  y  galeras 
los  cañonearon  mucho;  pero  viendo  se  resistían  y  dis- 
paravan  tanto,  ni  aun  los  barcos  longos  se  atrevían 
acercarse,  y  sólo  perdieron  dos  vasos  de  la  armada 
pequeña,  que  lo  parecía  quando  entraron  en  el  mue- 
lle. El  miedo  que  ha  vían  cobrado  los  caros  á  la  arma- 
da y  el  ser  las  noches  tan  claras  les  embarazava  el 
entrar,  y  en  la  ciudad  hacía  subir  los  precios  á  los 
víveres;  pero  con  esta  acción  y  entrada  perdieron  el 
miedo  y  se  socorrió  algo  la  ciudad. 

Los  víveres  estavan  á  tan  alto  precio,  que  el  vino, 
si  por  suerte  se  hallava  en  la  plaza,  era  á  ochenta  y 
á  noventa  libras  la  carga,  y  dentro  la  ciudad,  si  algu- 
no lo  tenía,  porque  de  taberna  ya  no  se  hablava,  pe- 
día 120  hbras  de  la  carga,  y  á  ese  precio  corría  á  la 
menuda  porque  todas  las  tavernas  estavan  cerradas, 
ó  por  lo  menos  las  más.  Á  esa  sazón,  una  barca  fran- 
cesa que  guardava  tiempo  para  entrar  en  la  costa,  se 
resolvió  una  noche  echarse  el  mar  adentro,  y  el  día 
siguiente,  disimulando  el  marinaxe  y  mostrando  ve- 
nía de  Mallorca,  la  dejaron  pasar  dos  vajeles  que  es- 
tavan á  la  voca  del  río  presumiendo  venía  con  provi- 
siones para  la  armada;  pero  quando  llegó  á  tiro,  bol- 
biendo  las  velas  se  entró  en  el  muelle,  y  quando  los 
enemigos  quisieron  embarazarlo  no  pudieron.  Esta 
trujo  140  cargas  de  vino  francés  bien  ruin  y  que  en  al- 
gún tiempo  se  lo  hubieran  vertido,  y  entonces  lo  ven- 
dió á  50  y  54  libras  la  carga  con  mucha  requesta,  por- 
que mucha  gente  vebía  ya  agua  de  canela  y  anís  por 
no  poder  alcanzar  para  vino,  y  la  más  agua  clara.  El 
aceite  en  las  tiendas  se  vendía  ya  á  seis  reales  la  quar- 


45  i 

tera;  y  si  alguna  vota  llegava  por  mar,  lo  vendían  á 
80  y  á  90  reales  el  quintal.  Carne  se  comía  poquísima: 
si  algo  entrava  de  Mataró,  apenas  llegava;  entre  Gon- 
selleres  y  Oficiales  de  guerra  se  la  partían  á  nueve  rea- 
les la  libra,  que  era  el  precio  acordado  por  el  Consejo, 
y  aún  perdía  mucho  la  Ciudad.  Algunos  revaños  de 
machos  y  cabras  entra  van  los  particulares  de  fuera, 
pasándolos  de  noche  por  Collserola  y  Gracia,  combo- 
yados con  una  compañía  de  micaletes  y  con  gran  ries- 
go, que  carneros  no  se  atrevían  á  pasar  por  ser  gana- 
do flemático,  que  éste  pmesto  en  el  riesgo  apresura  y 
salta  para  librarse,  y  aun  esto  durc)  poco,  porque  lue- 
go pusieron  restrillos  los  castellanos  por  todos  los 
puestos  que  podían  transitar,  y  por  razón  del  riesgo 
vendían  la  libra  de  macho  á  catorce  y  diez  y  seis  rea- 
les, la  oveja  á  doce  y  á  catorce,  la  vaca  á  diez,  el  to- 
cino fresco  á  doce  y  el  salado  á  diez;  y  como  la  ga- 
nancia era  tanta,  la  gente  se  arriesgava  no  poco,  y  á 
no  ser  eso  y  algunos  caros  y  barcas  se  hubiera  pe- 
recido. 

Aviendo  convenido  los  governadores  de  la  plaza  con 
el  de  la  Mota  en  las  señales  y  día  de  la  surtida,  el  sá- 
vado  27  de  Enero  empezaron  á  verse  muchísimos  fue - 
gos  por  la  tarde;  gran  número  de  llamaradas  y  fuegos 
por  toda  la  montaña  de  San  Gerónimo  de  Abrón  y 
Collserola,  que  faó  el  señal  de  que  por  allí  hacía  fren- 
te el  de  la  Mota  en  anocheciendo.  También  el  enemi- 
go hizo  fuegos  por  todo  su  distrito,  que  parecía  ar- 
derse todo  el  monte:  esto  duró  toda  aquella  noche,  y 
el  siguiente  día  28  se  hicieron  en  la  ermita  de  San 
Pedro  Martín  las  tres  llamaradas,  que  era  el  señal 
para  la  surtida  de  la  plaza.  Juntóse  luego  la  gente,  la 
infantería  en  la  rambla  y  la  cavallería  en  la  plaza  de 
Santa  Ana:  ésta  eran  500  cavallos  y  aquélla  dos  mil 


452 

infantes;  salieron  por  la  plaza  del  Ángel  y  llegaron 
hasta  los  Capuchinos  en  campo  de  hatalla.  Los  quatro 
cañones  que  estavan  prevenidos  delante  casa  el  de 
Illa  á  la  Puerta  del  Ángel,  no  salieron,  ni  tampoco  los 
Generales,  sino  que  despacharon  un  correo  por  mar 
al  de  la  Mota,  que  lo  recivió  aquella  misma  noche,  di- 
ciéndole  estava  fuera  la  gente;  pero  que  no  havían 
comprendido  hien  las  señales,  y  que  el  enemigo  esta- 
va muí  fortificado;  que  no  sería  fácil  romperle,  y  que 
asi  se  retirarían  y  tendrían  la  gente  esquadronada  en 
la  rambla  dos  días  hasta  que  Si  Ex/  mandase  otra  cosa. 
Con  esto  la  gente  holbió  á  entrar  á  las  nueve  de  la 
noche  en  la  ciudad,  quedando  en  esquadrones  los  dos 
días:  en  ellos  entra  van  las  guardias  de  los  presidios, 
las  cofradías  y  labradores  circunvecinos;  vinieron 
pliegos  de  la  Mota ,  y  la  gente  se  retiró  á  los  quarte- 
les.  Desmayaron  entonces  mucho  los  catalanes,  así  de 
afuera  como  de  dentro,  porque  el  de  la  Mota  tenía 
ocho  mil  provinciales  dentro  en  su  exército  y  todos 
estavan  animosísimos,  que  en  ninguna  campaña  se 
havía  visto  ni  número  ni  deseo  de  obrar  igual  al  de 
esta  ocasión:  sobrevinieron  unas  aguas,  y  todo  se  des- 
hizo, y  la  Mota  huvo  de  mudar  de  puesto. 

Gomo  los  vientos  de  Levante  todo  el  invierno  ha- 
vían cesado,  de  forma  que  los  navios  y  galeras  esta- 
van alta  mar,  dado  fondo  con  tal  sosiego  como  en  el 
verano  más  apacible.  Cosa  bien  singular,  pues  apenas 
deja  de  ser  el  invierno  borrascoso  y  de  perderse  va- 
xelles  aun  dentro  el  mismo  muelle.  Por  esta  causa  es- 
tavan detenidas  las  barcas  por  la  costa,  y  por  hacer 
luna  cesavan  los  caros  y  barcos  de  entrar  con  provi- 
siones, que  en  esa  era  suvían  los  precios  de  los  víveres 
al  creciente  de  la  luna  y  menguavan  algo  al  menguan- 
te. Á  primeros  de  Febrero  se  movieron  unos  gregales 


453 

algo  fuertes,  con  los  quales  en  una  noche  entraron  tre- 
ce barcas  entre  francesas  y  catalanas,  que  la  menor  era 
de  á  mil  y  quinientos  quintales  y  las  más  de  á  dos  mil: 
éstas  venían  cargadas  de  vino,  aceite,  tocino,  trigo, 
abas  y  todo  género  de  mantenimientos;  además  de 
ellas,  continuavan  todas  las  noches  los  carros  en  ca- 
rrear provisiones,  con  que  se  avarataron,  de  suerte 
que  medio  por  medio  de  lo  que  poco  há  se  dijo  hicie- 
ron de  vaja,  y  además  se  hallava  en  las  tavernas  el 
vino  á  la  menuda  á  diez  reales  el  quarterón  y  el  acei- 
te en  las  tiendas  á  siete  sueldos  la  quarta.  Las  carni- 
cerías se  vían  llenas  de  carne,  que,  siendo  por  Carnes- 
tolendas, era  mucho  los  particulares  por  sus  ganan- 
cias hacían  fuesen  tan  abundante  que  la  Ciudad  dio 
livertad  á  quien  quisiese  vender:  con  todo  esto  se 
mantuvo  á  15  reales  la  libra.  Pero,  pues  lo  avía,  era 
menos  sensible;  mas  llenaron  de  una  vez  estas  barcas, 
que  en  muchas  los  caros,  que  lo  eran  en  echos  y  en 
nombre. 

Vivía  en  Barcelona  Pedro  Samsó,  natural  de  la  villa 
de  Almenar,  cerca  de  Lérida,  con  madre  y  una  her- 
mana y  casa  puesta:  era  de  natural  charlatán  y  gran 
mequetrefe.  Estando  el  de  Ancourt  sobre  Lérida,  ser- 
vía este  Samsó  á  España  y  pasóse  á  nro.  exército,  y 
dio  al  Conde  noticia  de  un  comboy  que  havía  de  en- 
trar en  la  plaza  y  disposición  para  cogerlo,  como  se 
cogió;  en  pago  de  este  servicio  le  admitió  el  Conde  por 
soldado  de  sus  guardias:  sirvió  en  ellas  con  los  demás 
Virreyes;  y  como  por  la  peste  falta  va  tanta  gente  y 
no  havía  Virrey,  tubo  maña  para  conseguir  en  el  ter- 
cio de  Novell  (que  era  de  los  que  formó  y  paga  va  la 
Ciudad)  un  venablo  de  Alférez:  servía  su  oficio  y  en- 
trava  sus  guardias  como  soldado  pagado;  estando  el 
sitio  rozava  muchas  galas  y  gastava  largos  doblones: 


454 
sospechávase  algo  del  (que  quien  una  vez  fué  traidor 
lleva  mal  sobre  escrito),  pero  sin  fundamento  caval; 
travo  grande  amistad  con  un  soldado  rendido  que  se 
havía  pasado  del  Castellano,  j  por  su  medio,  sin  duda, 
se  comunicava  con  los  del  campo  enemigo  y  disponía 
entregar  el  fortín  nuevo  del  cementerio  de  los  judíos, 
dando  una  noche  el  nombre  á  la  guarnición  de  Santa 
Madrona.  El  día  3  de  Febrero  entregó  Samsó  al  ren- 
dido una  carta  para  que  la  pasara  al  campo  enemigo; 
este  soldado,  ó  por  no  ser  traidor  á  la  plaza  ó  por  temor 
de  que  si  bolbía  á  su  exórcito  no  le  arcabuceasen  (que 
sería  lo  más  cierto),  llevó  la  carta  al  Governador  Mar- 
gante, y  en  vista  de  ella  embió  á  toda  diligencia,  ya 
de  noche,  á  prender  al  Alférez  que  estava  de  guarni- 
ción en  dicho  fuerte,  y  que  lo  vajaran  con  buena 
guardia  y  que  le  reconocieran  la  casa  por  si  le  alla- 
van  las  cartas:  no  se  supo  si  las  havía.  Á  4  le  dieron 
tormento,  que  era  domingo.  Lunes  5  un  garrote  en  la 
plaza  de  los  traydores,  y  luego  lo  llevaron  á  las  oreas 
entre  los  fuertes  de  Monjuique  para  que  sirviese  de  es- 
carmiento á  catalanes,  franceses  y  españoles,  pues  to- 
dos le  vehían  en  el  suplicio:  merecíalo  el  delito,  pues 
entregando  el  nombre  al  enemigo  podía  en  una  no- 
che y  á  un  tiempo  ganar  la  plaza  y  fortaleza  de  afue- 
ra. Suele  España  mucho  usar  esíos  ardides  y  conse- 
guir mucho  por  el  ynterés,  y  el  oro  que  todo  lo  vence. 

CAPÍTULO  46. 

MUDA  LA  PLAZA  DE  ARMAS  EL  DE  LA  MOTA.-ARBITRIOS  DE  LA  CIUDAD 
EN  LO  DE  LAS  MONEDAS.- ARMA  QUATRO  BARCOS  LONGOS  PARA  EL 
CARREO  DE  TRIGO.  -SUCESOS  DE  LA  PESTE  Y  GRACIAS  POR  LA  MEXORA. 

Ya  se  ha  referido  cómo  el  de  la  Mota  hizo  frente 
por  toda  aquella  montaña  de  San  Gerónimo  de  La- 


453 

brón.  Pero  no  pudiendo  lograr  su  designio  por  aque- 
llos puestos,  faltarle  agaas  para  la  cavallerla  y  sobre- 
venir unas  execisas  lluvias,  hubo  de  mudar  de  sitio 
y  desistir  de  su  pretensión  por  entonces:  sintiéronlo 
infinito  los  paisanos  de  las  levas,  y  de  ocho  mil  que 
había  se  retiraron  los  seis  mil  á  sus  casas  con  mu- 
cho desconsuelo;  pasóse  con  el  resto  de  la  gente,  que 
sería  dos  mil  cavallos  buenos  y  de  quatro  á  cinco  mil 
infantes,  á  la  parte  de  S^n  Boy.  La  guarnición  que 
ocupava  el  castillo  y  guarnición  y  población  desde  que 
entró  el  Castellano  en  el  país,  viendo  el  grueso  de 
exército  que  lleva  va  la  Mota,  bolo  el  castillo,  que  era 
muy  bueno,  y  estava  en  una  eminencia,  y  que  no  to- 
das las  fortificaciones  de  afuera,  retirándose  al  Hos- 
pitalete  y  fuerte  de  Sanz:  á  éste  llegó  á  hacer  frente 
la  Mota  á  8  de  Febrero  por  la  mañana,  y  á  la  tarde  se 
retiró  á  San  Boy,  alojándose  allí  S.  Ex/,  y  repartien- 
do el  exército  en  Viladecans,  Gaván  y  á  esta  parte  del 
río  en  San  Juan,  Despí,  Cornelia  y  otros  lugares,  á  la 
villa  de  Sichas  embió  una  partida  de  gente,  que  siem- 
pre fué  del  último  que  la  ocupava,  para  que  teniendo 
en  ella  guarnición  no  trújese  de  allí  provisiones  á  la 
armada  y  campo  enemigo,  porque  eran  muchas  las 
que  de  aquel  lugar  le  venían  por  mar  y  por  tierra,  y 
para  que  se  llevaran  á  nuestro  campo  en  adelante.  Á 
primeros  de  Febrero  el  campo  castellano  estava  tam- 
bién mui  falto  de  mantenimientos;  pero  el  mismo  día 
que  la  Mota  mudó  su  quartel  les  llegaron  muchos  na- 
vios gruesos,  galeras  y  barcas  grandes  llenas  de  pro- 
visiones,'con  que  se  abasteció  mucho  y  salió  de  la  ne- 
cesidad en  que  el  de  la  Mota,  no  dejándoles  campear 
por  tierra,  les  havía  puesto.  En  Barcelona  también  á 
la  sazón  se  padecía  muchísimo,  y  se  hacían  grandes 
vellaquerías  en  materia  de  vender  y  comprar.  Sucedió 


456 

que  algunos  particulares  hacían  traer  carneros  muer- 
tos, veinte  ó  treinta  cada  vez,  y  limpios  de  todo,  me- 
nos pies  y  cuernos,  los  llevavan  al  desollado,  y  allí  los 
vendían  pieza  entera  á  veinte  y  quatro  reales  la  libra, 
con  que  los  cuernos  se  pagavan  á  ese  precio  según  pe- 
savan;  por  comprar  los  demás  fué  muy  murmurada 
esta  acción.  Después  llegó  mucha  abundancia  de  par- 
ticulares también,  como  dijimos,  y  la  vendían  á  15 
reales,  y  la  que  quedó  pasado  Carnestolendas  á  14.  La 
Ciudad  jamás  subió  la  que  por  su  quenta  se  tomava  de 
nueve  reales,  y,  por  último,  á  la  corta  ó  á  la  larga  con 
el  dinero  todo  se  hallava. 

Estando  la  Ciudad  en  tan  execivos  gastos  por  una 
peste  tan  prolija  y  costosa,  en  que  havía  consumido 
muchos  millares,  sobrevenirle  un  sitio  tan  molesto  y 
en  que  expendía  tanto  como  se  deja  ver  y  se  a  refe- 
rido, puesto  sólo  de  raciones  de  pan  á  franceses,  sui- 
zos y  catalanes  (á  éstos  sin  el  sueldo),  se  davan  todos 
los  días  4.700;  á  lá  cavallería  setenta  quarteras  de 
cebada,  sin  la  paga,  y  acavada  ésta  salvado  en  lugar 
de  la  paga;  fué  necesario  hacer  rebajas:  en  la  prime- 
ra se  quitaron  500  y  en  la  segunda  300  raciones,  con 
que  vinieron  á  quedar  en  3.900  raciones,  y  éstas  se 
pagavan  de  los  siete  días  de  la  semana  los  seis;  que- 
dando de  alivio  el  sávado  con  la  cavallería,  no  huvo 
revaja:  esto  havía  ocho  meses  que  durava,  porque 
Marcin,  antes  de  ejecutar  su  alevosía,  pidió  este  so- 
corro para  quince  días  y  á  título  de  préstamo,  y  con  el 
mismo  y  de  quince  en  quince  días  se  continuava  todo 
ese  tiempo,  bien  que  haciéndolo  crédito  para  cobrarlo 
después  del  Rey:  si  se  cobró  lo  save  Dios;  por  lo  me- 
nos en  todo  ese  tiempo  no  se  vio  ni  una  barca  siquiera 
con  provisiones  por  quenta  del  Rey.  Sobre  estos  gas- 
tos llevaba  la  Ciudad  los  de  municiones,  víveres,  per- 


457 

trechos,  sueldos  de  soldados  y  artilleros,  sin  otros  mu- 
chos que  se  puede  discurrir  qualquier,  y  que  sería  ja- 
más acavar  el  referirlos,  y  no  tener  derechos  de  en- 
tradas, porque  sólo  por  la  puerta  del  Mar  venía  algo, 
y  eso  con  tanta  escasez,  que  no  se  puede  hacer  men- 
ción. 

Por  la  puerta  del  Ángel  (que  no  avía  más  abierta) 
nada  entrava,  con  que  mucho  consumo  y  ningún 
emolumento  la  pusieron  en  mísero  estado.  En  la  fá- 
brica de  los  Sisenes  ningún  útil  le  quedava,  porque 
el  carreo  y  dificultad  del  carbón  con  el  precio  del 
arambre,  que  ya  no  se  halla  va,  y  las  hechuras,  se  lle- 
vavan  casi  lo  mismo  que  sacava,  con  que  hallándose 
sin  dinero  ni  de  dónde  fabricarle  á  últimos  de  Enero, 
resolbió  el  Consejo  de  Ciento  se  sacasen  del  Erario 
una  partida  de  reales  de  á  cinco  para  pagar  las  Mili- 
cias y  que  la  Junta  de  la  Sua  les  diese  algún  valor  ó 
estimación  maior  extrínseca,  con  que  en  dos  Consejos 
de  Ciento  se  deliveró  sacar  cinquenta  mil  piezas  de  á 
cinco  y  la/unta  les  señaló  el  valor  de  veinte  reales  á 
cada  una,  marcándolas  con  las  varras  de  Cataluña  y 
el  año  de  1652  á  un  lado  y  al  otro  con  dos  Y  y  una  R, 
que  decía  veinte  reales,  y  esta  moneda  prometía  des- 
pués la  Ciudad  bolberla  á  cobrar  y  dar  los  20  reales. 
Pero  duraron  poco  estos  cien  mil  escudos,  y  así  se 
pasó  á  otro  arbitrio,  y  fué  que  se  fabricase  moneda 
de  plata  hasta  ducientos  mil  escudos  en  realitos  de 
molinillo  acendrados  con  la  liga  de  la  plata  mexica- 
na, dándoles  veinte  y  dos  dineros  de  plata  buena  y  la 
estimación  de  éstos  de  á  10  reales  de  vellón,  y  mar- 
cados á  la  una  parte  con  la  efigie  de  Luis  catorceno, 
y  á  la  otra  la  cruz  de  dos  reales  de  molinete  con  las 
armas  de  Barcelona.  Los  medios  para  fabricar  esta 
moneda  fué  que  la  Ciudad  resolvió  pedir 'prestadas  du- 


438 

cientas  mil  libras  de  plata  de  marco,  señalando  pa- 
garla á  40  reales  la  onza,  y  que  quien  la  quisiese  de- 
jar se  le  crearía  por  la  cantidad  que  daría  cambio  á 
razón  de  ocho  por  ciento,  ó  censual  á  razón  de  cinco 
por  ciento,  en  esta  individuación:  que  si  era  cambio, 
pasado  el  sitio,  no  pudiese  pagarse  sino  una  feria,  y 
luego  hacerlo  censual  á  cinco  por  ciento,  ó  luirlo  por 
entero,  y  que  siendo  censual,  fuesen  todos  los  creados 
por  esa  causa  privilegiados  á  los  antiguos,  y  que  no  se 
pudiesen  luir  en  ningún  tiempo  sino  los  últimos:  hicié- 
ronse  pregones  reales  con  todos  estos  pactos  y  obliga- 
ción de  abonar  dicha  moneda  después  del  sitio,  y  era 
todo  eso  por  no  llegar  á  valerse  de  la  plata  de  los  par- 
ticulares, y  con  violencia  y  graciosamente  se  llegó  á 
ver  la  Ciudad  en  breves  días  con  más  plata  de  la  que 
pedía,  porque  la  gente  se  desacía  de  alajas  y  las  muje- 
res de  cucharas,  llaveros  y  otros  diges.  Empezaron  á 
correr  estos  reales  á  primeros  de  Marzo,  sin  que  pa- 
rase jamás  la  fábrica  de  los  seisenes.  Otros  arbitrios 
discurrían  algunos,  como  es  labrar  moneda  de  bron- 
ce, hacer  villetes  de  pergamino  sellados  y  firmados  de 
la  Ciudad,  dando  y  señalando  á  cada  uno  su  valor; 
pero  el  mejor  pareció  el  de  los  realitos  de  molinillo. 
El  año  pasado,  por  razón  de  la  peste,  dejaron  de 
hacerse  las  procesiones  de  la  Semana  Santa  y  se.  ce- 
rraron las  yglesias  al  anochecer  hasta  que  fuese  de 
día  el  viernes:  lo  mismo  se  observó  este  año,  aña- 
diendo que  por  el  gran  consumo  de  la  cera  en  monu- 
mentos y  Semana  Santa  y  hallarse  tan  poca,  que  como 
viene  fuera  rey  no  apenas  llegava  en  aquella  sazón,  y 
la  poca  que  havía  se  vendía  á  26  reales  la  libra;  se 
estrecharon  los  monumentos  á  capillas  estrechas  y 
cerradas,  y  se  quitara  el  rodar  las  yglesias  como  se 
suele  de  velas.  El  Aseo  lo  hizo  en  la  capilla  de  Santa 


459 

Eulalia,  y  sólo  el  rejado  de  la  capilla  puso  de  velas; 
las  demás  capillas  á  su  imitación  también  se  estre- 
chavan,  y  quitaron  las  adoraciones  por  el  contagio. 

El  medio  de  tomar  á  los  particulares  los  granos  que 
para  susustento  avían  entrado  en  la  ciudad  duró  poco, 
porque  el  consumo  era  grande,  que  no  bastavan  200 
quarteras  al  día  para  amasar  para  el  abasto  de  los 
que  compra  van  el  pan  y  para  las  raciones  de  la  Mili- 
cia, porque  quien  lo  tenía  sobrado  lo  escondía  hasta 
vajo  de  tierra,  pensando  sacar  de  cada  quartera.  si  el 
sitio  proseguía  y  ,aun  fuera  él,  á  20  y  30  libras  la 
quartera,  como  de  hecho  á  la  Pascua  se  vendía  en  se- 
creto á  los  panaderos  que  masavan  y  á  algunos  par- 
ticulares á  20  libras.  Y  últimamente,  porque  la  Ciu- 
dad no  lo  pagava  de  contado,  sino  que  llevando  quen- 
ta  hacía  crédito,  y  los  días  de  tabla,  que  eran  pocos  y 
á  tarde,  por  falta  de  carbón  para  labrar  moneda,  da- 
van  á  los  acrehedores  25  á  30  libras,  con  que  la  gen- 
te no  quería  alargar  el  trigo  y  antes  lo  sepultava,  y  á 
esta  causa  la  ciudad  padecía  mucha  necesidad  de  trigo. 

Para  subvenirla  fué  preciso  valerse  de  todos  los 
medios  posibles  y  recurrir  á  los  de  afuera,  ya  que 
dentro  no  los  havía,  y  procurar  que  el  de  la  Mofa, 
pues  estava  en  San  Boy,  diese  también  providencia. 
Asistía  á  su  lado  Gabriel  Antonio  Rosau,  embiado  de 
la  Ciudad:  á  éste  se  le  dio  orden,  con  sindicato,  que 
comprara  todo  el  trigo  que  aliaría.  S.  Ex.^  mandó  á 
D.  Joseph  de  Copons,  del  Real  Consejo,  pasara  al  Pa- 
nados y  tomase  todo  el  trigo  que  hallase  para  la  Ciu- 
dad y  lo  hiciese  conducir  á  Siches  ó  Castillo  de  Fols, 
concertándolo  desde  luego  y  pagándolo,  en  estar  libres 
del  sitio,  con  copones  iba  Micer  Boser.  Á  la  parte  de 
Levante  estavan  por  la  Ciudad  Christóval  de  San- 
guenís,  y  por  SE.  el  abad  Mompalau  y  D.  Tapia,  del 


460 

Real  Consejo,  para  con  los  caros  y  barcos  hacer  en- 
trar provisiones  en  Barcelona:  á  Sanguenís  dio  orden 
también  la  Ciudad  tomara  quanto  género  de  granos 
aliaría  y  mantenimientos,  así  del  país  como  foraste- 
ros, al  precio  que  podría  ajustarse,  y  que  lo  del  país 
se  pagaría  pasado  el  sitio,  y  el  forastero,  con  oro  ó 
plata,  en  especie  ó  en  moneda,  como  querrían,  y  á 
éste  embiavan  dinero  así  como  pedía.  Estas  compras 
así  de  una  como  de  otra  parte  tuvieron  efecto,  con  que 
para  el  conducto  de  ellas,  viendo  que  los  caros  y  bar- 
cos eran  menester  para  el  vino  y  carne  y  que  eran 
pequeños  vasos,  y  quedándoles  á  seis  y  siete  libras  de 
flete  por  quartera  desde  San  Feliú  á  Barcelona,  no 
querían  los  patrones  cargar,  sino  que  por  fuerza  lo  hi- 
cieran hacer  los  Ministros  del  Rey.  Se  resolvió  la  Ciu- 
dad á  sacar  quatro  barcos  longos  de  la  Ataracana,  que 
estavan  aún  del  tiempo  de  España  y  Rey  Católico,  cu- 
ios  eran,  y  que  por  quenta  de  algunos  mercaderes  par- 
ticulares se  armasen  de  gente  y  armas:  con  estas  em- 
barcaciones como  bergantines  llevan  á  doce  y  catorce 
bancos  y  sus  pedreros,  y  que  carreavan  á  ducientas 
quarteras,  el  que  menos,  cada  viaje:  éstos,  bien  per- 
trechados de  gente  con  el  comboy  de  otros  barcos,  en- 
travan  y  salían  en  las  noches  más  obscuras  por  medio 
de  la  armada;  y  si  algunas  veces  eran  descubiertos  y 
llegavan  á  las  manos  con  ios  barcos  longos  de  la  ar- 
mada, proeuravan  retirarse  y  lograr  otra  noche;  otras 
veces  pasavan  sin  ser  oydos,  y  tal  qual  barquillo  que- 
daba preso  en  otras  ocasiones.  Con  esta  penuria  solía 
socorrerse  Barcelona. 

La  mejora  de  la  peste  fué  continuando,  como  dije 
en  el  capítulo  que  se  refieren  las  gracias  que  se  die- 
ron á  Dios  por  ello,  aunque  sin  embargo  se  conser- 
vaba la  forma  de  hospital  en  la  calle  de  Jesús,  y 


461 

avía  médico,  cirujano  y  mancebo  conducidos,  porque 
siempre  se  llevavan  algunos  á  la  cura  hasta  últimos 
de  Marzo,  que,  viendo  la  Ciudad  que  ya  no  ha  vía  en- 
fermos y  que  estavan  ociosos,  resolvió  en  8  de  Abril 
se  cerrase  el  hospital  y  acavasen  de  desconducir  los 
oficiales,  y  que  el  lunes  después  de  Quasimodo,  que  se 
celebrava  la  festividad  de  la  Virgen  de  Marzo,  por  ha- 
ver  caído  en  Semana  Santa,  se  hiciese  procesión  por 
la  Aseo  y  claustros  con  Te  Deum  laudamus  en  acción 
de  gracias.  Así  se  executó  con  asistencia  de  los  Gon- 
selleres  en  8  de  Abril. 

.  Gomo  este  mal  del  contagio  quando  Dios  lo  permite 
no  es  sólo  para  un  pueblo,  sino  que  se  extiende  á  pro- 
vincias y  reynos,  se  fué  dilatando  de  un  lugar  á  otro 
y  salpicando  toda  la  provincia  con  más  ó  menos  fuer- 
za en  este  vaquel  partido,  y  quando  Barcelona  se  vio 
libre  procuró  poner  buenas  guardias  en  las  dos  puer- 
tas abiertas,  celando  mucho  el  comercio,  y  empeza- 
ron los  de  Gonsejo  de  Giento  como  es  costumbre,  y 
después  siguieron  los  demás;  en  la  villa  de  Mataré, 
entre  otras  de  la  provincia,  se  abrasavan  entonces  de 
peste,  con  que  guardándose  de  ella  llegó  un  bergan- 
tillo  con  provisiones  y  gente  que  se  retirava;  quemá- 
ronlo bajo  el  baluarte  del  vino,  y  despacharon  la  gen- 
te: uno  de  los  que  estuvieron  en  la  quema  se  encon- 
tró, pero  curó  luego  en  la  calle  de  Jesús. 

Mientras  el  sitio  estuvo  en  Barcelona,  siempre  tuvo 
el  Gastellano  en  su  exército  la  peste,  particularmente 
á  la  parte  de  San  Martín,  donde  tenía  el  hospital;  mu- 
riéronle mucha  gente,  y  parte  se  lo  merecían,  pues 
sin  reparo  alguno,  quando  llegaron  á  sitiar  la  ciudad, 
se  entraron  por  San  Andrés  y  otros  lugares  que  se  es- 
taban ardiendo  de  peste,  y  fué  causa  de  que  en  Bar- 
celona no  se  acavase  totalmente,  porque  como  siem- 


462 

pre  entrava  gente  de  la  armada,  por  prisioneros,  por 
rendidos  que  se  pasavan,  por  rescatados  de  los  nues- 
tros, y  por  trompetas,  tambores  y  otros  estilos  mili- 
tares, y  se  comunicavan  con  los  naturales,  de  conti- 
nuo avía  poco  ó  mucho,  y  para  excusarlo  se  dispuso 
que  todos  los  que  venían  pasasen  por  unos  ornos  que 
havía  dispuestos  para  eso  antes  de  admitirlos  á  la  co- 
municación, y  así  se  executava,  y  guiándolos  desde  la 
puerta  del  Ángel  por  la  muralla  á  la  pisina,  y  allí  avía 
hombres  que,  haciéndolos  desnudar,  los  hacían  en- 
trar en  un  orno  templado,  y  en  otro  más  vivo  la  ropa, 
hasta  que  reconocían  podían  quedar  purificados.  Con 
esto  los  aviavan,  y  con  limpiar  bien  las  calles  de  tan- 
ta inmundicia,  se  experimentó  mucha  mejora  en  la 
Ciudad.  Dios  se  digne  por  quien  es  de  no  afligir  pue- 
blo alguno  con  tal  contagio. 

CAPÍTULO  47. 

ENTRA  EN  BARCELONA  CON  GENTE  LA  MOTA. -.TUR A  POR  VIRREY.-EN 
UNA  SURTIDA  LO  YEREN.-CONVÓCASE  GENTE  EN  EL  LLANO  DE  VICH 
ACLAMANDO  VIVA  ESPAÑA. 

Avía  quatro  meses  que  el  de  la  Mota  hizo  muestra 
y  frente  al  enemigo,  como  dijimos,  y  que  navega  va  ó 
estava  á  vista  de  Barcelona,  governando  en  ella  siem- 
pre con  la  alternativa  Margarite  y  Dardena:  la  gente 
lo  llevava  muy  mal,  porque  por  sus  particulares  en- 
quentros  y  pasiones  se  dejavan  de  obrar  unos  y  otros 
en  veneficio  del  Común  y  de  la  plaza.  El  de  la  Mota, 
noticioso  de  todo,  resolbió  entrar  en  la  plaza  con  no- 
ticia de  pocos.  Hizo  aliñar  el  camino  que  pasa  sobre 
San  Beltrán  de  Barcelona  á  la  torre  de  Alfonso,  entre 
el  mar  y  Monjuique,  con  voz  de  que  el  Varón  de  Ales 
avía  de  entrar  con  quinientos  cavallos,  y  el  intento 


463 

era  ]iacer  tratable  aquel  paso,  que  no  lo  estava  por  su 
aspereza,  para  entrar  provisiones  de  ganado  y  oyente 
en  la  plaza;  acordóse  que  para  la  noche  del  día  23  de 
Abril,  con  pretexto  de  sorprender  el  fortín  de  los  Re- 
yes, que  estava  en  la  montaña  de  Monjuique,  y  la  to- 
rre de  Alfonso,  que  el  español  havía  fortificado  mu- 
cho con  estacadas,  sita  á  la  orilla  del  mar,  saliese  la 
cavallería  de  la  plaza  y  la  g-ente  que  se  havía  alis- 
tado para  la  surtida:  salió  toda  esa  noche,  y  á  las  dos 
oras  de  ella  dieron  arma  á  un  mismo  tiempo  al  fortín 
de  los  Reyes,  San  Ferriol  y  Santa  Madrona,  y  el  de 
Marcelin  estava  comendado  para  darla  y  pelear  con 
la  torre  de  Alfonso;  pero  ó  fuese  su  miedo  ú  otra  cau- 
sa, no  obró  como  devía. 

El  de  la  Mota  se  halló  al  mismo  tiempo  con  sus  es- 
quadrones  de  cavallería  é  infantería  batallando  con 
las  guarniciones  de  la  dicha  torre  y  estacadas  (díxose 
que  se  intentó  escalarla,  y  que  por  ser  cortas  las  es- 
calas no  se  logró  el  sorprenderla);  rompieron  éstas  un 
pedazo  entre  la  torre  y  el  mar,  y  otro  entre  la  torre  y 
la  tierra,  con  que  por  estos  dos  y  el  estanque  de  puer- 
to, aunque  peleando  muchísimo  y  con  gran  pérdida, 
pasaron  el  cordón  muchos  de  los  nuestros,  pues  sólo 
de  cavallería  entraron  de  quinientos  á  seiscientos,  y 
algunos  quatrocientos  infantes;  pasó  también  el  se- 
ñor de  la  Mota  por  el  estanque,  casi  nadando  el  cava- 
lio  con  grandísimo  riesgo;  de  la  cavallería  enemiga 
acudieron  algunos  esquadrones  á  socorrer  la  torre  de 
Alfonso,  y  después  de  bien  escalonados  se  retiraron: 
1©  que  más  destroza  hizo  en  los  nuestros  fueron  tres 
galeras  con  algunos  barcos  longos  que  abordaron  á 
tierra,  disparando  cañones  pedreros  y  mosquetería, 
que  parecía  lluvia  las  valas  que  arrojavan;  en  pasan- 
do el  señor  de  la  Mota  con  la  gente  referida,  se  retiró 


464 

á  SU  plaza  de  armas  el  resto  del  exórcito  con  el  Te- 
niente general  de  S.  Ex.*,  Mosiiir  de  San  Andreu,  Ma- 
riscal de  campo  antiguo  y  gran  soldado.  S.  Ex.^  envió 
á  Monjuique,  causando  mucha  novedad,  á  la  milicia, 
porque  ignoravan  que  entrase,  dieron  luego  muchas 
señales  desde  la  atalaya,  para  que  saliesen  de  ciudad 
los  de  la  armada  y  San  Andreu,  y  mandó  retirar  lue- 
go todas  las  tropas  á  la  plaza,  vajándose  con  ellas,  y 
entró  á  cosa  de  las  quatro  de  la  mañana:  fuese  á  os- 
pedar  en  casa  el  Governador,  porque  el  palacio  estava 
desprevenido,  por  ser  impensado  y  de  novedad  para 
todos  su  arrivo.  Avitava  el  Governador,  Marqués  de 
Aguilar,  en  casa  el  Marqués  de  Aytona,  de  cuios  es- 
tados le  havía  echo  merced  el  Rey  nuevamente;  pú- 
sose en  la  cama  S.  Ex.'',  porque  llegó  rendido,  y  dejó 
orden  que  para  las  nueve  estuviesen  prevenidos  para 
tomarle  el  j^uramento. 

ISío  devían  aún  ser  las  diez  de  la  mañana  el  mismo 
día  de  San  Jorge,  quando  ya  estuvo  S.  Ex.'"'  en  el  Aseo 
con  algunos  cavalleros  y  los  que  devían  asistir  al  ju- 
ramento. Prestóle  con  universal  consuelo  y  novedad 
de  todos,  porque  tan  presto  le  vieron  jurar  como  su- 
pieron que  havía  entrado,  oyó  su  misa  y  retiróse  á 
comer;  inmediatamente  de  haver  comido,  con  algunos 
cavalleros  y  Oficiales  de  guerra,  montó  á  cavallo  y 
subió  á  reconocer  Monjuique.  Admiróse  de  ver  que 
tan  á  corta  distancia  hubiese  permitido  al  Castellano 
levantar  un  fuerfe  como  el  de  los  Reyes;  riñólo  y  man- 
dó que  luego  se  travajase  una  batería  de  tres  cañones, 
y  que  estubiese  á  punto  de  obrar  al  siguiente  día  al 
anochecer,  diciendo  á  los  Oficiales  que  era  tiempo  de 
travajar  y  no  estarse  ociosos.  Cumplióse  como  lo  ha- 
vía mandado,  y  al  siguiente  día,  que  eran  24  de  Abril, 
mandó  subir  ó  salir  de  la  plaza  toda  la  cavallería  é  in- 


405 

fantería  y  ponerla  en  campo  de  batalla  á  la  parte  de  la 
plaza,  y  mui  de  mañana  se  suvió  S.  Ex.^  y  empezó  la 
batería  á  jugar  contra  el  fuerte  de  los  Reyes  sin  parar 
un  instante;  viendo  el  enemigo  quán  reciamente  le  va- 
tían,  plantó  una  contra-batería  en  campo  raso  contra 
la  nuestra,  al  lado  de  una  torre  que  era  de  los  frayles 
mercenarios,  con  la  qual  causó  no  poca  ruina  á  la 
nuestra  y  á  los  esquadrones,  y  temiendo' no  quisiesen 
abanzar  al  fuerte,  hizo  pasar  el  enemigo  de  los  otros 
la  guarnición  y  que  estuviera  de  retén  y  observando 
los  movimientos  de  nuestras  tropas:  todo  el  día  estuvo 
en  este  exercicio  y  S.  Ex.^  sin  moverse,  y  expuesto  al 
maior  riesgo,  tanto  que  las  estillas  de  un  valazo  le  ras- 
garon el  casacón,  y  poco  antes  de  anochecer  mandó 
retirar  los  cañones  al  fuerte  de  Monjuique  y  las  tropas 
á  la  plaza,  con  las  cuales  entró  S.  Ex.^  Díxose  que 
esta  demostración  no  fué  con  ánimo  de  tomar  el  fuer- 
te, sino  el  reconocer  desde  la  eminencia  las  fuerzas 
del  enemigo,  sus  presidios,  la  guarnición  que  sacava 
de  ellos,  los  movimientos  que  hacía  y  la  forma  que 
tenía  para  hacer  caval  juicio,  y  asimismo  ver  dentro 
la  plaza  qué  gente  havía,  de  qué  calidad  era  y  lo  que 
se  podía  prometer  de  ella:  obrava  en  esto  como  pru- 
dente General.  Mientras  estuvieron  fuera  los  tercios 
é  infantería,  guarnecieron  los  baluartes  y  presidios 
de  la  plaza  las  cofradías  y  colegios. 

Esa  misma  mañana  se  descubrieron  de  la  parte  de 
Poniente  doce  navios  gruesos:  cre3'eron  los  más  que 
sería  algún  socorro  que  embiava  el  Rey  Ghristianísi- 
mo  á  la  plaza,  que  la  necesidad,  el  deseo  y  la  voz  que 
havía  corrido  le  hacía  persuadir  con  gran  facilidad; 
pero  presto  nos  desengañamos,  porque  una  de  las  ga- 
leras de  España  salió  á  reconocerlos,  saludáronse  y 
pusiéronse  en  plática;  los  navios  pasaron  á  Levante  y 

Tomo  xx[V  30 


466 

la  galera  se  incorporó  con  las  demás:  súpose  después 
que  heran  ocho  navios  de  mercancia  olandeses,  y  que 
para  su  custodia  llevavan  quatro  de  guerra  grandes; 
también  se  discurrió  si  serian  de  España  quando  se  vio 
tener  plática  con  la  galera:  esto  atemorizava,  al  paso 
que  el  otro  discurso  da  va  ánimo  y  consuelo. 

Cerca  la  batería  del  fortín  de  los  Reyes  havía  un 
soldado  suizo  que  estava  de  centinela  á  un  barril  de 
pólbora  que  servía  para  cargar  los  cañones,  y  al  dis- 
parar uno,  fuese  la  cercanía,  fuese  el  va  o  ó  fuese  al- 
guna centella  á  causa  del  viento  recio  que  hacía,  dio 
fuego  al  barril  y  voló  al  soldado  tan  alto  como  qual- 
quier  torre,  arrojándolo  quién  dice  al  arsenal,  quién 
á  media  montaña,  y  después  de  gran  rato  vieron  que 
se  desnudava  y  que  en  carnes  suvía  al  fuerte  de  Mon- 
juique  toda  la  piel  quemada  y  los  vestidos  echos  ce- 
niza, quando  creieron  havía  quedado  echo  mil  peda- 
zos; aiudáronle  algunos  camaradas  suios  á  subir,  y 
aseguraron  no  murió  de  esa  desgracia  y  que  llegó  á 
estar  totalmente  bueno. 

Viendo  el  de  la  Mota  el  riesgo  con  que  entravan  las 
provisiones  en  la  plaza  por  el  mar;  quán  pocas,  tar- 
de y  con  quánta  violencia  las  conducían  los  marine- 
ros, intentó  querer  abrir  paso  por  la  torre  de  Alfonso, 
que  el  enemigo  tenía  bien  ocupada  y  fortalecida;  hizo 
acomodar  el  camino  sobre  San  Bertrán,  y  resolvió 
salir  sávado  27  de  Abril  por  la  noche  (al  enemigo  nada 
se  le  encubría,  que  tubo  tan  buenos  3^  finos  espías  que 
jamás  logramos  facción  alguna):  noticioso  el  Castella- 
no, fortificó  más  el  puesto.  Para  el  día  dicho  mandó 
juntar  en  la  rambla  el  de  la  Mota  toda  la  cavallería  é 
infantería  francesa  y  catalana  que  podía  salir  de  la 
plaza,  escogiendo  la  mejor,  y  á  las  diez  de  la  noche, 
llevándose  la  manguardia,  salió  con  la  gente  por  la 


467 
Puerta  de  la  Ataracana;  tomaron  el  camino  de  la  to- 
rre sobre  San  Bertrán,  que  ya  estava  tratable  parala 
cavallería.  MosLarós,  desde  Monjuique  y  fuerte  de  los 
Judíos,  dava  arma  al  mismo  tiempo  para  divertir  el 
socorro  de  la  torre,  y  advirtiendo  dos  batallones  de 
cavallería  enemiga,  pasó  llevado  de  su  ardor  y  valor 
á  quererlos  reconocer  con  el  suyo,  travando  con  ellos 
sangrienta  escaramuza;  pero  como  el  Castellano  savia 
los  designios  estubo  firme,  y  á  los  primeros  encuen- 
tros quedó  el  de  la  Mota  erido  de  un  pistoletazo  con 
dos  valas  en  una  pierna,  con  que  mandó  luego  reti- 
rar toda  su  gente  á  buena  orden,  dejando  aquellos  dos 
batallones  desechos  y  muchos  oficiales  de  ellos  muer- 
tos, y  aseguraron  fué  dicha  se  retiraran  tan  presto  los 
nuestros,  porque  ventajosos  en  el  terreno  los  caste- 
llanos y  prevenidos  de  todo,  davan  por  sentado  hu- 
bieran degollado  toda  nuestra  gente  á  poquísima  cos- 
ta. Entraron  al  amanecer  los  nuestros  en  la  plaza,  y 
el  señor  de  la  Mota  sobre  una  escalera  de  las  que  lle- 
vavan  para  la  escalada,  porque  no  podía  tenerse  ni  á 
cavallo;  retiróse  á  casa  el  de  Aytona,  y  tomáronlo  en 
cura  módicos  y  cirujanos  franceses  y  catalanes:  los 
primeros  andubieron  inadvertidos,  que  cargando  so- 
brado alimento  contra  el  sentir  de  los  catalanes,  y  pro- 
curando cerrar  presto  las  llagas,  aunque  no  havía  to- 
cado nervio  ni  hueso,  se  levantó  calentura  y  sobresa- 
nó la  erida,  de  forma  que  interiormente  llegó  á  gan- 
grenarse  y  poner  al  doliente  en  grandísimo  riesgo  de 
la  vida;  y  después  de  aver  despedido  á  unos  y  á  otros, 
llamó  á  los  catalanes  solamente,  que  manifestando  de 
nuebo  todas  las  cridas  y  gran  parte  de  la  pierna,  em- 
prendieron su  curación,  consiguiéndola  con  el  tiempo 
y  los  peligros  que  quedan  insinuados. 

Gomo  siempre,  el  Castellano  tuvo  muchos  confiden- 


468 

tes  por  Cataluña:  viendo  éstos  el  mal  estado  de  la  ciu- 
dad de  Barcelona,  procuraron  atraer  asi  número  de 
gente  y  mover  desuniones  y  alborotos,  para  con  ellos 
lograr  sus  intentos  en  el  llano  de  Vich,  donde  avía 
muchos  aficionados  al  partido  español;  se  travajó  mu- 
cho en  aquel  país  en  reducirle  y  juntar  número  para 
hacer  una  facción,  y  quando  la  juzgaron  en  buen  es- 
tado, pidieron  al  exército  castellano  algo  de  cavplle- 
ría:  asegurando  el  buen  suceso,  pasaron  á  la  eminen- 
cia de  San  Segismundo  unos  ochenta  cavallos  con  una 
partida  de  micaletes  catalanes  que  servían  á  España, 
y  de  allí  vajaron  á  Terradel,  donde  era  la  convoca- 
ción, con  ánimo  de  ocupar  la  ciudad  de  Vich. 

Allávase  en  Vich  el  Dr.  Balthasar  Tapias,  del  Real 
Consejo,  y  dispuso  que  todos  los  naturales  se  pusiesen 
en  arma,  y  que  de  los  lugares  del  llano  se  convocase 
la  gente  y  se  pusiese  en  los  puestos  para  romper  al 
enemigo.  La  noche  del  día  12  de  Mayo  dio  embestida 
el  enemigo  á  la  Ciudad;  pero  hallóla  tan  prevenida  y 
con  quatro  tercios  de  la  gente  del  país  y  tan  fortifica- 
da, que  no  consiguió  fruto  alguno;  antes  bien  su  total 
ruina,  porque  los  somatenes  de  los  lugares  havían  co- 
gido los  pasos  de  la  retirada.  Con  que  por  más  que 
clamavan  ¡viba  España!  fueron  todos  desechos,  y  los 
más  prisioneros  y  muertos;  algunos  que  escaparon  fué 
por  su  diligencia  y  avilidad.  Acudía  el  Varón  de  Ales 
con  su  cavallería  desde  San  Boy,  con  que  por  aquel 
llano  los  fueron  cazando  y  persiguiendo  como  si  fueran 
conexos.  Llevaron  á  Hostalrrich  los  prisioneros  para 
ver  en  justicia  lo  que  merecían.  En  Puigcerdá  y  llano 
de  Cerdaña  huvo  á  la  misma  sazón  otra  conspiración 
semejante,  y  fué  forzoso  embiar  cavallería  é  infante- 
ría, que  por  toda  la  provincia  se  estava  minando  y 
conspirando,  como  se  verá  en  los  capítulos  siguientes. 


469 


CAPÍTULO  48. 

EMBESTIDA  DEL  FUERTE  DE  SAN  FERRIOL  Y  LAS  VIDAS  QUE  COSTÓ.— 
PROCESIÓN  DE  CORPUS.-ARMA  QUE  DIO  ESA  NOCHE  EL  ENEMIGO  Y  SU 
INTENTO—VUELVE  PINOS  DE  PARÍS.-EFECTOS  DE  SU  EMBAJADA  Y 
OTROS  SUCESOS. 

Á  13  de  Mayo,  por  la  noche,  surtió  de  la  plaza  toda 
la  infantería  y  cavallería,  quedando  de  guarnición  en 
los  presidios  y  muralla  las  cofradías  y  colegios;  y  aun- 
que el  de  la  Mota  eslava  en  cama,  resolvieron  alguna 
facción.  Por  la  puerta  del  Ángel  salió  Dardena  con 
toda  la  cavallería  ó  infantería  francesa  y  suiza;  la  in- 
fantería catalana,  que  servían  unos  seiscientos  hom- 
bres, subió  á  Monjuique:  está  governada  por  Mosta- 
rós;  con  todo  lo  que  pudo  sacar  de  Monjuique  embis- 
tieron el  fuerte  de  San  Ferriol,  y  de  carrera  rompie- 
ron la  estacada  y  entraron  el  foso,  y  quando  quisie- 
ron dar  la  escalada  reconocieron  que,  por  ser  tan 
profundo  el  foso,  ha  vían  errado  la  medida  de  las  es- 
caleras, y  que  por  cortas  no  pudo  ningún  soldado  ocu- 
par la  muralla.  Los  enemigos,  cuando  vieron  la  fuer- 
za, se  rindieron  por  perdidos  y  pedían  ya  quartel, 
porque  á  la  verdad,  á  no  ser  la  cortedad  de  las  esca- 
las, se  lo  Uevavan  de  carrera.  Advirtieron  los  caste- 
llanos el  suceso,  y  bueltos  sobre  sí  dieron  tal  ruciada 
de  balas  sobre  ellos,  que  dejaron  muchísimos  en  el 
foso  y  fueron  pocos  los  que  sin  erida  se  escaparon  á  la 
retirada,  que  fué  toda  en  desorden  por  la  fiereza  con 
que  los  sacudían  desde  el  fuerte.  Francisco  de  Mosta- 
rós  quedó  erido  de  un  mosquetazo  en  la  pierna;  el  Ca- 
pitán Nicolás,  del  mismo  tercio  y  valeroso  y  gran  sol- 
dado veterano,  quedó  con  tres  eridas,  de  que  murió 


470 
quatro  días  después.  El  Capitán  Dionisio,  del  propio 
tercio,  también  quedó  mui  mal  erido,  y  otros  muchos 
oficiales,  con  que  bien  escalabrados  y  menos  huvieron 
de  retirarse.  La  cavallería  que  tubo  quieta  con  Dar- 
dena  vajó  á  los  Capuchinos,  y  viendo  que  no  havía 
surtido  la  intentona,  culparon  mucho  ai  Maestre  de 
Campo  Mostarós  porque  no  havía  de  haver  acometi- 
do hasta  que  Mosiur  de  San  Andreu  Mombrun  huvie- 
se  hecho  unas  señales  que  havía  de  hacer  sobre  la 
hermita  de  San  Pedro  Mártir  para  embestir  con  la  ca- 
vallería é  infantería  que  estava  á  la  otra  parte  del 
enemigo,  y  que  por  no  haverlos  hecho  Dardena  no  se 
movía,  y  que  Mostarós  obró  sin  orden.  Al  amanecer 
todos  se  retiraron  á  la  plaza. 

El  Maestre  de  Campo  Mostarós  llegó  á  mejorar  de 
la  herida  3^  estar  fuera  de  riesgo;  pero  la  muerte  de  su 
íntimo  amigo  el  Capitán  Nicolás,  de  quien  él  hacía 
maior  confianza,  y  el  haver  oydo  algunas  razones  mui 
pesadas  y  de  sentimiento,  hicieron  tal  impresión  y 
movimiento  en  los  humores  que,  malignándose  la  cri- 
da y  encendiéndose  una  fiebre,  murió  dentro  de  dos 
días,  á  8  de  Junio.  Á  9  lo  enterraron  en  San  Francis- 
co, con  gran  pompa  y  qual  correspondía  á  un  Maese 
de  Campo  y  Governador  de  las  armas  de  la  Ciudad 
como  lo  era.  Asistieron  á  las  exequias  veinte  conven- 
tos de  religiosos,  los  Maeses  de  Campo  y  Oficiales  ma- 
iores  de  los  tercios  catalanes,  y  la  infantería,  al  se- 
pultarlo, dio  tres  cargas,  que  estava  esquadronada  en 
el  llano  y  Dormitorio. 

La  Ciudad  quiso  mostrar  sus  lágrimas  por  la  pérdi- 
da de  un  hijo  suyo  tan  soldado,  tan  valeroso  y  tan 
amable,  en  unas  honrras  que  le  hizo  en  el  Aseo  el 
día  14  del  mismo  con  un  capilardente  mui  magestuo- 
so,  asistiendo  á  ellas  los  Conselleres  con  gramallas  ne- 


471 

gras  y  toda  la  nobleza  catalana,  y  celebrándose  los 
oficios  con  mucha  solemnidad  y  música,  qual  merecía 
quien  tan  bien  havía  servido  á  su  patria. 

El  año  pasado,  por  razón  de  la  peste,  se  havía  de- 
jado de  hacer  la  procesión  del  Corpus,  y  á  la  imita- 
ción de  la  Aseo,  dejaron  de  hacer  las  demás  iglesias  y 
conventos,  sin  que  en  ningún  otro  dia,  por  la  misma 
peste  y  sitio,  se  le  huviese  hecho  á  Dios  ese  obsequio 
como  se  acostumbraba;  y  aunque  se  padecían  las  in- 
clemencias y  travajos  del  sitio,  resolvieron  los  Gonse- 
lleres  que  se  hiciese  este  año  con  toda  la  solemnidad 
acostumbrada,  como  se  hizo,  pero  fué  reforzando  las 
guarniciones  de  los  presidios,  y  sacando  fuera  la  ca- 
vallería  para  que  el  enemigo  no  intentase  alguna  ope- 
ración viéndonos  ocupados  en  la  procesión,  bien  que 
también  se  aplicó  al  mismo  culto  esa  tarde. 

También  se  avían  privado  todo  ese  año  los  sermo- 
nes, sin  que  en  todo  él  se  huviesen  predicado  si  no  es 
dos,  uno  día  de  la  Concepción  y  otro  día  de  Santa 
Eulalia.  Dióse  permiso  para  que  en  el  octavario  se 
pudiese  predicar  en  las  iglesias,  y  no  más,  hasta  otra 
deliveración.  Este  ano  la  cosecha  qae  se  espera  va  era 
poquísima,  porque  la  gente,  acosada  de  la  peste  y  del 
sitio,  havía  sembrado  poquísimo,  y  aun  huviera  sido 
menos  ó  nada  si  los  dueños  huvieran  sas^ido  el  fin  5^  no 
creyeran  que  al  recogerla  estaría  ya  fuera  el  Caste- 
llano; con  la  esperanza  de  que  el  sitio  se  levantaría, 
sembraron  algunos  los  campos  que  juzgavan  más  se- 
guros y  cubiertos  de  la  artillería,  mui  á  costa  de  tra- 
vajos, sustos  y  riesgos. 

Llegó  tiempo  de  rendir  fruto  las  abas,  y  dieron  tal 
batería  á  ellas  los  soldados  de  la  plaza,  que  el  dueño, 
que  para  su  casa  le  dejaron  coger,  se  dava  mui  bien 
librado,  sin  poder  remediar  el  daño,  por  más  que  se 


472 

quexaroD;  entrábanlas  á  sacos  y  canastas,  vendién- 
dolas los  soldados  públicamente,  y  tal  vez  á  sus  pro- 
pios amos;  diéronse  tal  priesa,  que  ni  una  por  señal 
se  secó  en  la  ciudad,  siendo  así  que  es  mercadería  que 
tiene  estimación  y  aprovecha  mucho  en  Barcelona  en- 
tre año.  Llegando  á  las  cevadas,  como  ha  vía  mucho 
tiempo  que  la  cavallería,  en  vez  de  paja,comía  salva- 
do, apenas  estuvieron  para  poderse  dar  por  forrajes 
quando  á  tropas  echas  salían  á  segarlas  y  entrarlas 
públicamente,  por  más  que  apretaban  los  vandos  de 
pena  de  la  vida  y  guardias;  á  los  portales  solía  salir 
con  la  cavallería  un  Mariscal  de  Campo,  y  acercávan- 
se  á  veces  tanto  al  enemigo,  que  muí  á  menudo  tenían 
encuentros,  quedando  de  una  y  otra  parte  algunos; 
pero  el  Castellano,  con  la  artillería  que  ponía  por  las 
torres  vecinas,  dava  mucha  destroza  á  los  nuestros  en 
viéndoles  íbrraxear.  Reconociendo  la  Ciudad  los  de- 
trimentos que  recibían  los  particulares  y  que  no  tenía 
remedio,  convino  con  S.  Ex."^  que  la  cavallería  reci- 
biese de  mano  de  la  Ciudad  los  forraxes  á  quenta  de 
la  paja  que  se  les  avía  de  dar:  acordados  en  esto,  hizo 
la  Ciudad  hir  estimando  ó  apreciando  los  campos  de 
las  cevadas  y  pagando  á  sus  dueños  lo  que  juzgaban 
valer,  y  entra valos  por  quenta  de  la  Ciudad  y  al  es- 
tudia nuebo  se  repartían  entre  la  cavallería. 

De  esta  suerte  se  consumió  en  hierva  todo  el  ceba- 
dio  de  aquel  año  sin  sacar  grano  alguno.  Llegando  á 
estar  los  trigos  en  estado  de  acavar  de  granar  y  tomar 
algo  de  color  la  gente,  sobre  aver  cercado  los  cam- 
pos de  estacada  y  salir  escolta  de  milicia  á  guardarlos 
por  donde  el  enemigo  podía  venir.  El  día  13  de  Junio, 
que  era  el  del  Corpus,  juzgando  el  Castellano  que  con 
la  ocupación  de  procesión  y  festividad  y  gente  de  la 
plaza  estaría  divertida  ó  descuidada,  á  las  once  de  la 


473 

noche,  con  parte  de  la  cavallería  y  muchos  segadores, 
salió  á  talar  y  arrasar  la  campaña,  y  á  los  primeros 
lances  logró  su  intento  en  algunos  campos,  hasta  que 
advirtiéndolo  los  centinelas  el  número  de  la  gente 
que  se  acercava,  tocaron  arma  y  las  campanas  reva- 
tos;  saüó  la  cavallería,  y  chocando  hizo  retirar  al  Es- 
pañol, y  la  gente  de  la  plaza,  noticiosa  del  fin,  se  so- 
segó y  retiró  á  sus  casas. 

Los  Governadores,  deseando  el  consuelo  de  los  na- 
turales, mandaron  á  vista  de  esto  y  de  algún  daño  que 
la  cavallería  enemiga  hacía  todas  las  noches  que  sa- 
liese la  mitad  de  la  guarnición  de  la  plaza  para  cus- 
todia de  la  cosecha,  y  que  se  chocase  con  el  enemigo 
si  algo  intentava  duro;  esto  mientras  se  segaron  y  re- 
cogieron los  panes,  que  fué  á  toda  priesa,  y  así  como 
los  ihan  segando  y  agavillando  los  entra  van  en  la 
Ciudad,  y  á  la  arboleda  de  mar  los  ponían  á  secar,  ca- 
da dueño  dividido  el  suyo,  en  donde  la  Ciudad  ponía 
de  noche  sus  guardias  para  la  custodia  de  ellos  hasta 
que  estuviese  para  trillarse.  Los  Gavos  de  la  cavalle- 
ría se  ajusfaron  con  los  dueños  de  campos,  dándoles 
lo  que  concertavan  por  los  restrojos  como  los  dejasen 
algo  altos,  y  los  hacían  arrancar  promptamente,  dan- 
do de  jornal  á  quien  lo  hacía  á  seis  y  siete  reales,  y  lo 
metían  en  la  plaza  para  darlo,  después  de  seco  y  lim- 
pio, á  la  cavallería,  y  fué  de  mucho  útil  este  arbitrio. 

En  haviéndose  secado  la  mies,  la  Ciudad  la  mandó 
trillar,  y  dando  á  sus  dueños  el  que  se  juzgava  havían 
menester  para  su  gasto,  les  pagavan  los  demás  á  22 
libras  la  quartera,  y  les  compravan  la  paja  también, 
dando  el  dinero  de  contado;  y  aunque  el  trigo  era 
bien  desdichado  por  lo  mal  cultivado  de  la  tierra  y 
por  averio  segado  en  tiempo,  se  aprovechó  no  poco 
la  Ciudad  con  él  y  aiudó  á  pasar  adelante  en  el  sitio. 


474 

porque  llegó  tiempo  que  por  lo  numeroso  de  la  arma- 
da no  podía  entrar  barco  ni  vaso  alguno  con  mante- 
nimientos por  el  mar,  porque  vinieron  muchas  gale- 
ras, navios  y  barcos  longos  al  enemigo. 

Ya  se  refirió  el  año  pasado  cómo  D.  Joseph  de  Pinos 
partió  por  Embajador  de  la  provincia  y  Ciudad  al 
Ghristianísimo  en  28  de  Diciembre  de  1650.  Llegó  á  la 
corte,  y  haviendo  dado  su  embajada  al  Rey  pidiendo 
socorro  de  dinero,  víveres,  tropa  y  General,  y  haver 
informado  á  los  Ministros  del  estado  de  la  provincia, 
y  no  pudiendo  el  Rey  ni  Reyna  ni  los  Consejos  por 
entonces  socorrernos  por  estar  divertidas  por  enton- 
ces todas  las  fuerzas  y  ocupadas  en  las  cosas  del  Prín- 
cipe de  Conde,  resolvieron  embiar  dicho  D.  Joseph 
por  Embajador  del  Rey  al  de  Portugal  para  que,  pues 
tenía  guerra  con  España,  le  asistiese  con  algunos  na- 
vios y  armada  de  gente  para  socorrer  Cataluña  en  este 
frangente,  y  que  esta  súplica  y  petición  la  hiciera  en 
nombre  de  la  Corona  francesa.  Partió  Pinos  de  París 
para  Portugal  á  3  de  Noviembre  de  1651,  á  tiempo  que 
ya  Barcelona  estava  sitiada;  llegó  á  Lisboa  y  dio  su 
embajada  á  aquel  Monarca,  el  qual  respondió  que  te- 
nía todas  las  fuerzas  marítimas  ocupadas  en  el  com- 
boy  de  los  galeones  de  la  flota,  por  cuio  motivo  no  po- 
día servir  con  ella  al  Xpmo.,  pero  que  quanto  cavia 
en  su  posivilidad  por  entonces  era  hacer  entrar  por 
Castilla  un  exército  de  doce  mil  hombres  para  que  á 
esa  causa  se  divirtieran  las  fuerzas  y  sitio  que  esta  van 
sobre  Barcelona.  Si  lo  hizo  ó  no,  no  se  dijo:  lo  que  se 
vio  que  el  sitio  prosiguió  con  la  misma  constancia  que 
empezó.  Despachóse  Pinos  de  Lisboa  con  esto  y  mu- 
chos agasajos  del  Portugués,  con  demostraciones  de 
sentimiento  de  no  poder  servir  al  Xpmo.;  fué  á  París, 
y  aviendo  dado  su  respuesta  y  besado  la  mano  á  los 


47o 

Reyes,  trató  de  su  buelta  á  Barcelona  v  del  despacho 
que  el  Rey  avía  de  darle  para  consuelo  del  Princi- 
pado. 

Lo  que  consiguió  Pinos  no  se  supo,  y  sí  que  para  él 
trujo  la  merced  de  Mariscal  de  Campo. 

Entró  en  Barcelona  Pinos  á  primeros  de  Mayo  de 
1652  á  media  noche,  con  una  falúa,  por  la  parte  de 
nuestro  exórcito,  y  el  día  siguiente  fué  á  visitar  al  de 
la  Mota,  que  aún  estava  en  la  cama,  y  á  la  casa  de  la 
Ciudad  y  Diputación  á  holber  su  respuesta:  cuál  fué 
no  se  publicó;  pero  se  tuvo  por  cierto  era  poco  gusto- 
sa y  de  menos  consuelo  quando  no  se  dio  en  público 
en  el  Consejo  de  Ciento  como  se  havía  eslilado  en  otras 
ocasiones;  el  celarse  la  respuesta  de  Pinos  dio  motivo 
á  que  la  gente  quedase  mal  contenta  y  se  moviese  al- 
gún murmureo  de  que  las  cosas  iban  de  mala  data  y 
que  el  Francés  nos  dejava  padecer;  que  fuese  mañoso 
ardid  del  de  la  Mota  ó  verdad,  esparció  por  Barcelona 
para  sosegar  los  ánimos  havía  recivido  carta  del  Ge- 
neral de  la  armada  marítima  Mosiur  de  la  Ferrixera 
que  para  15  ó  20  de  Mayo  á  todo  tardar  estaría  á  la 
yela  con  la  armada  para  venir  á  socorrernos,  y  al 
mismo  tiempo  la  Ciudad  esparció  voz  que  avía  recivi- 
do carta  del  Arcediano  Xavari,  electo  Obispo  de  Cel- 
sona,  escrita  en  Marsella,  diciendo  que  al  partir  de  la 
corte  le  avía  mandado  el  Rey  pasase  á  Tolón  y  soli- 
citase el  despacho  de  la  armada  y  no  saliese  de  allí 
has  i  a  que  hubiese  partido  la  armada  para  socorrer 
Barcelona;  pero  que  haviendo  savido  que  el  Governa- 
dor  de  Tolón  estava  de  parte  del  de  Conde,  y  éstos 
conspirando  con  España  para  que  la  armada  no  salie- 
se, en  que  travajava  mucho  al  Cathólico,  le  avía  sido 
preciso  pasar  á  Marsella  á  encontrar  al  de  la  Ferrixe- 
ra, General  de  la  armada,  y  que  éste  tenía  ya  ocho 


476 

navios  á  punto  y  estava  aprestando  seis  á  toda  priesa 
con  quatro  brulotes  para  venir  sobre  la  armada  (fran- 
cesa) española,  y  que  los  Cónsules  que  esta  van  en 
Marsella  travajavan  admirablemente  para  el  prompto 
despacho.  Esto  motivó  á  que  la  Ciudad  despachase  una 
faluca  con  pliegos  al  dicho  Arcediano  Xavari  para  que 
en  nombre  de  la  Ciudad  diese  las  gracias  á  los  Cónsu- 
les y  solicitasen  de  nuevo  la  partida  de  la  armada. 
Bolbió  la  faluca,  que  por  causa  de  la  peste  no  la  de- 
jaron entrar  en  el  puerto;  trujo  su  respuesta,  y  dijeron 
los  marineros  que  ellos  no  havían  podido  ver  la  arma- 
da, pero  que  se  decía  vendría  presto. 

Pasó  todo  el  Mayo  sin  que  se  viese  tal  armada;  es- 
parcieron otra  nueva  que  para  quince  de  Junio  ven- 
dría: tampoco  se  vio,  y  entonces  la  gente  empezó  á 
desmandarse  de  razones,  cansados  de  tanto  embeleso 
y  tanto  padecer.  Viendo  esto  Pinos  y  que  la  armada 
nunca  venía,  que  es  lo  que  él  jamás  pudo  creer,  por- 
que siempre  lo  dava  por  constante,  resolvió  con  pa- 
recer de  los  Generales  dar  la  respuesta  de  la  embaja- 
da al  Consejo  de  Ciento  en  público,  de  donde  se  coli- 
gió que  si  la  armada  hubiese  llegado  y  socorrido  nun- 
ca se  abría  ablado  más  de  tal  embajada  ni  respuesta. 
Á  15  de  Junio,  que  estava  junto  el  Consejo  de  Ciento, 
entró  Pinos  acompañado  del  Coronel  de  los  suizos;  y 
aunque  avía  mucha  gente  que  aguardava  para  oir  la 
embajada,  no  lo  pudo  lograr,  con  que  la  publicidad  se 
redujo  á  los  Consejeros  de  Ciento,  el  Coronel  y  algu- 
nos Oficiales  de  la  casa.  No  fué  muí  largo  Pinos  en  su 
oración,  porque  refiriéndose  á  lo  que  por  cartas  avía 
participado  al  Consistorio,  vino  á  reducirse  en  subs- 
tancia el  mucho  sentimiento  del  Rey  en  no  podernos 
socorrer  porque  las  guerras  civiles  que  avía  movido 
y  algunos  potentados  tenían  todas  las  fuerzas  y  aten- 


477 

ción  de  la  monarquía  francesa  ocupadas  y  sin  poder 
cobrar  las  rentas  y  alcavalas  de  los  estados  por  el  mo- 
vimiento en  que  estavan,  y  que  mientras  no  cesasen 
estos  recelos  é  inquietudes  era  casi  irremediable  el 
asistir  y  socorrer  al  Principado;  que  sólo  podía  embiar 
una  pequeña  armada,  y  que  ésta  ya  eslava  sino  para 
conducir  socorro  de  las  barcas  y  bolberse;  que  esto 
decía  en  nombre  del  Rey;  que  con  mucho  dolor  y  sen- 
timiento se  lo  havía  expresado,  y  de  suio  añadió  con 
palabras  ambiguas,  que  la  pequeña  armada  eran  los 
ocho  navios  y  quatro  brulotes;  que  éstas  eran  las  es- 
peranzas que  podían  quedar  de  la  Francia,  insinuan- 
do que  si  guerra  quería  el  Principado,  que  la  costea- 
se, porque  pasó  á  decir  que  el  remedio  lo  tenía  en  su 
mano,  y  á  ofrecer  desde  luego  la  plata  y  oro  que  tenía 
en  el  erario  de  la  Ciudad  para  que  se  valiese  de  ella 
como  quisiese,  ya  que  un  lugar  que  tenía  de  sus  pa- 
dres en  el  Valles,  llamado  Barvara,  lo  vendiese  la  Ciu- 
dad y  aplicase  el  dinero  á  lo  que  conviniese  para  su 
socorro:  con  esto  parece  que  quiso  decir  á  todos  hicie- 
sen lo  mismo  y  costeasen  la  defensa  del  Principado 
para  la  Corona  de  Francia.  Concluió  su  respuesta  por 
maior  con  estas  razones  ú  otras  de  igual  preñez  y  des- 
consuelo, y  se  salió  del  Consejo. 

Quedó  congregado  el  Consejo,  y  tomando  por  pro- 
posición la  misma  embajada,  pasó  á  votar  y  resolber 
lo  que  se  avía  de  hacer,  y  deliveró  que  se  formase  una 
Junta  de  diez  y  seis  personas,  las  cuales  fuesen  nom- 
bradas quatro  por  la  Ciudad,  quatro  por  la  Diputación, 
quatro  por  el  de  la  Mota  y  quatro  por  el  Real  Conse- 
jo, y  que  éstas  discurriesen  y  viesen  con  D.  Joseph  de 
Pinos,  pues  decía  estava  en  manos  del  Común  el  re- 
medio; que  viesen  estos  diez  y  seis  sujetos  qué  arbi- 
trios hallavan  y  qué  forma  tenían  para  conservarse  la 


478 

provincia  por  Francia,  hasta  que  el  Xpmo.  pudiese 
asistirla  y  socorrerla,  y  que  diesen  su  voto  en  escrito 
al  Consejo  de  Ciento,  sin  que  éste  tubiese  otra  fuerza 
que  de  voto  consultivo,  y  qne  al  mismo  tiempo  escri- 
viesen  de  conformidad  al  Rey  ambos  Consistorios  los 
aprietos  en  que  se  hallava  la  plaza  y  la  provincia:  todo 
se  executó  así. 

Nombrados  los  sujetos,  se  juntaron  varias  veces, 
buscando  y  confiriendo  arbitrios  y  medios  para  la  con- 
servación, y,  acordados  en  ellos,  los  pusieron  por  es- 
crito y  mandaron  juntar  el  Consejo  de  Ciento,  al  qual 
entregaron  un  papel,  cuio  arancel  es  el  siguiente: 

«Junto  el  Consejo  de  Ciento  en  22  de  Junio,  se  leyó 
un  papel  de  la  Junta  que,  por  maior,  se  reducía  á  que 
atento  que  pai^a  sacar  al  enemigo  de  las  trincheras  no 
teníamos  bastante  poder,  ni  lo  podíamos  esperar  del 
Rey  promptamente,  que  se  hiciesen  en  la  Francia  le- 
vas hasta  seis  mil  infantes  y  quinientos  cavallos  de 
gente  veterana  y  disciplinada,  para  los  quales  era  me- 
nester 75.000  doblones,  en  especie  ó  plata,  así  para  la 
leva  como  para  los  sueldos.  De  tres  meses  que  se  juz- 
gava  haverse  de  ocupar,  y  que  aunque  la  mitad  fuese 
en  vellón  de  los  dhos.  75.000  doblones,  no  hacía  al  caso, 
pues  serviría  para  pagarlos  dentro  de  la  provincia. 
Que  para  este  medio- era  fácil  y  lo  empezavan  á  plati- 
car los  señores  de  la  Junta,  ofreciendo  quién  mil  do- 
blones, quién  quinientos,  quién  tantos  cientos  de  on- 
zas de  plata,  quién  tanta  cantidad  de  trigo  cada  uno, 
según  podía,  y  que  esto  avía  de  ser  á  título  de  prés- 
tamo á  la  Ciudad,  con  obligación  de  corresponder  su 
interés,  y  en  estar  desahogada  lo  huviese  de  bolber,  y 
que  á  proporción  hiciesen  lo  mismo  los  vecinos  de  la 
ciudad;  que  S.  Ex.^  ofrecía  aplicar  las  rentas  de  un 
año  del  Ducado  de  Cardona  para  esto,  y  que  se  con- 


479 

signarían  para  la  expedición  de  la  guerra  todas  las  ha- 
ciendas que  se  confiscarían  en  adelante,  reservándose 
sólo  doce  mil  libras  para  la  Real  Tesorería;  que  todos 
los  que  gozavan  haciendas  confiscadas,  aplicasen  la 
renta  de  un  año  para  la  guerra;  que  todos  los  que  co- 
braban renta  real  diesen  el  salario  de  seis  meses  para 
lo  mismo;  que  S.  Ex.^  suplicaría  al  Nuncio  de  Su  San- 
tidad (que  estava  en  G-erona)  so  sirviese  aplicar  por 
tiempo  de  un  año  las  rentas  de  los  Obispados  vacan- 
tes en  la  provincia  (que  eran  todos  entonces),  y  que 
la  Ciudad  pidiese  á  las  iglesias  toda  la  plata  por  prés- 
tamo gracioso,  y  sin  violencia  se  valiese  de  ella  y  de 
la  Monserrate,  pues  la  havían  ofrecido,  obligándose 
la  Ciudad  á  bolberla  por  entero  en  la  misma  especie 
y  forma  pasada  la  guerra.  > 

Leídos  estos  cavos  ,y  otros  que  al  mismo  tono  con- 
tenía el  papel,  desagradó  mucho  á  los  Consejeros  de 
Ciento  hallar  para  cada  punto  un  abismo  de  inconve- 
nientes y  dificultades  irremediables,- y  lo  que  más  mal 
se  admilió  y  con  más  viveza  se  desechó  fué  el  de  va- 
lerse de  la  plata  de  las  iglesias,  aborreciendo  mortal- 
mente  el  que  se  hablase  de  esto,  y  fiando  que  sin  nin- 
gún consuelo  avían  log-rado  ni  esperavan  lograr  en  lo 
pasado  y  venidero,  era  todo  en  premio  del  culto  y  ve- 
neración que  se  ha  vía  tenido  á  las  iglesias  y  casas  san- 
tas; que  no  se  tratase  de  eso,  y  tocándolos  demás  pun- 
tos, juzgavan  que  el  Nuncio  no  vendría  bien  á  la  pe- 
tición; que,  caso  que  viniese,  que  el  colectar  esa  renta 
y  las  demás  que  se  consignavan,  sería  materia  muí 
costosa  y  larga,  y  mucho  más  el  de  haver  de  hacer 
las  levas  en  la  Francia,  en  que  antes  de  llegar  aquí  la 
gente  estarían  consumidos  los  75.000  doblones,  y  que 
una  vez  asentada  la  obra  para  continuarla  y  aun  au- 
mentarla se  havían  de  menester  muchos  más  medios. 


480 

y  que,  por  iiltimo,  ya  no  estaba  la  plaza  para  medios  y 
socorros  de  tanta  dilación  porque  padecía  sobrado,  y 
que  así  se  callase  en  ese  punto  y  se  remitiese  todo  á  la 
Divina  Providencia,  después  de  ha  ver  discurrido  unos 
y  otros  en  Consejo  de  Ciento  latísimamente  sobre  és- 
tos y  otros  puntos.  Por  último,  concluió  el  Consejo  en 
tres  puntos:  el  primero,  que  se  recurriese  á  Dios  y 
María  Purísima  de  la  Concepción,  á  cuio  cargo  se  vi- 
vía, y  que  para  obligarles  fuesen  el  día  24  de  Junio 
los  Gonselleres  y  Consejo  de  Ciento  en  forma  á  la  ca- 
pilla de  la  Virgen,  y  que  allí  se  cantase  una  Misa  so- 
lemne, y  que  en  ella  comulgasen  todos  para  que  sus 
ruegos  fuesen  más  admitidos  de  la  Divina  Misericor- 
dia y  nos  consolara.  T^o  segundo,  que  se  repitieran 
por  cartas  las  instancias  al  Rey,  y  las  noticias  de  los 
aprietos  en  que  estaba  la  plaza.  Ambos  se  executaron 
luego.  El  tercero  era  se  pusiese  toda  hechura  y  dili- 
gencia en  entrar  trigo  en  la  plaza,  pues  consistía  en 
eso  la  única  conserbación,  y  era  lo  que  más  dificultad 
causaba,  por  lo  que  estrecha  va  el  enemigo  por  mar  y 
por  tierra,  pues  sin  evidentes  peligros  de  la  vida  no 
era  posible  entrarlo. 


Fin  de  la  primera  parte  del  tomo  segundo. 


FIN   DEL   TOMO   XXIV 
Y   QUINTO   DE   ESTA   CRÓNICA. 


índice. 


Pá|;¡naB- 

CAPÍTULO  H 2.— Entra  ea  Rosellón  el  Mariscal  de  Versó  con 
privilegio  de  Virrey.— Jura  como  tal  eu  la  Junquera  y  queda 
cu  RoscllÓQ  coa  el  excrcito 1 

CAPÍTULO  113.— Socorren  los  castellanos  á  Perpiñán  desde  Ar- 
geles.— Lances  y  sucesos  de  este  socorro 3 

APÍTÜLO  114.— Toma  la  armada  de  Francia  una  galera  geno- 
novesa  á  España  con  el  General  Juanetiu  Doria 6 

CAPÍTULO  115.— Úñense  los  excrcitos  españoles  de  Aragón  y 
campo  de  Tarragona  sin  encuentro  alguno 8 

CAPITULO  116. — Entra  el  Mariscal  de  Versé,  primer  Virrey  por 
Francia. — Hácenle  fiestas 9 

CAPÍTULO  117.— Llega  á  Narbona  el  Rey  de  Francia.— Entran 
tropas  en  el  Rosellón.— Aprictause  aquellas  plazas 11 

CAPÍTULO  118 — Intentan  los  españoles  socorrer  por  tierra  los 
presidios  del  Rosellón.— Pierden  toda  la  gente  hasta  el  gene- 
ral, y  sucesos  con  extensión  de  esta  empresa 13 

CAPÍTULO  119.— Rendimiento  y  capitulición  de  la  plaza  de 
Copllibre 30 

CAPÍTULO  1?0.  — Pone  sitio  el  Rey  de  Francia  á  Perpiñán  en  per- 
sona, y  otros  sucesos  de  guerra 31 

CAPÍTULO  121.— Entra u  los  castellanos  eu  el  lugar  de  Vendrell 
y  cxecutan  extorsiones  en  él 33 

CAPÍTULO  122.— Arriva  segunda  armada  francesa,  pasa  á  Po- 
niente y  sucesos  de  ella 34 

CAPÍTULO  123  —Pasa  el  de  la  Mota  con  las  tropas  á  Aragón.— 
Saquean  la  villa  de  Tamarite 35 

CAPÍTULO  124.— Sitio,  rendimiento,  capitulación  del  castillo  y 
villa  de  Monzón  y  otros  progresos  de  las  armas  eu  Aragón.. .       36 

CAPÍTULO  125.— Batalla  naval  entre  las  armadas  francesa  y  es- 
pañola á  vista  de  Barcelona 43 

CAPÍTULO  126.— Ocupan  los  españoles  los  collados  de  Lilla  y 
Cabra  y  saquean  parte  del  país 80 

CAPÍTULO  127.— Pactos  y  rendimiento  de  la  plaza  de  Perpiñán, 

con  noticia  de  lo  sucedido 51 

Tomo  xxiv  31 


482 

Páginas. 
CAPITULO  128.— Fiestas  y  públicos  aplausos  coa  que  B;irceloaa 

celebra  el  readimieato  de  Perpiñáa 56 

CAPITULO  129.— Parte  la  armada  de  Francif  de  la  playa  de  Bar- 
celona y  llega  la  de  Esparia  y  da  fondo 58 

CAPITULO  130.— Rendimiento  y  capitulación   del  castillo  de 

Salsas 59 

CAPÍTULO  131.— Relación  extensa  de  lo  que  sucedió  en  el  sitio 
de  Perpiñán,  y  uoa  adición  de  particularidades  omitidas  en 

los  capítulos  pasados 61 

CAPÍTULO  132.— Marchas  de  los  exércitos  francés  y  español,  y 

combate  á  vista  de  Lérida 75 

CAPÍTULO  133.— Jura  el  Mariscal  de  la  Mota  en  Virrey  de  Ca- 
taluña         84 

CAPÍTULO  134.— Muerte  y  exequias  del  Cardenal  Rochell 85 

CAPÍTULO  133. —Llámase  á  Cortes  el   Principado  para  jurar 

sacrameütos  y  omenajo  al  Xpmo 86 

CAPÍTULO  1 30.  —Surtida  de  los  españoles  por  la  rivera  del  Ebro, 

y  pillaxe 88 

CAPÍTULO  137.— Sitian  los  españoles  á  Miravete  y  socórrenlo 

franceses 88 

CAPÍTULO   138. — Sucesos  de  la  valle  de  Aran  en  su  perdida  y 

recuperación 92 

CAPÍTULO  139.— Sitio  y  rendimieato  de  Almenar  por  los  fran- 
ceses         y  4 

CAl^ÍTULO  1 40  —Destierros  y  castigos  de  algunos  por  orden  del 

Virrey  Mariscal  de  la  Mota 95 

CAPÍTULO  141,— Pasa  el  exórcito  francés  á  Aragón  por  Flix.. .     100 
CAPÍTULO  142.— Muerte  y  exequias  de  Luis  13,  Rey  de  Francid, 

que  hace  Barcelona 101 

CAPÍTULO  143.— Honrras  que  hace  la  Diputación  por  el  Rey  di- 
funto      104 

CAPÍTULO  144. — Disposición  testamentaria  del  Rey  Xpmo.  so- 
bre el  govierno  de  su  Corona  en  la  menor  edad  del  Principe.     104 
CAPÍTULO  145.— Ectierro  y  transportación  del  cuerpo  del  Rey 

desde  San  Germán  á  San  Dionís 115 

CAPÍTULO  146.  — Parte  á  Lérida  el  Mariscal,  entra  por  Aragón  y 

progresos  de  las  armas  ea  Rivagorza 121 

CAPÍTULO  147.— Llega  á  Barcelona  la  armada  de  mar  francesa, 

y  lo  que  obra  contra  la  enemiga 1 25 

CAPÍTULO  148. — Algunos  destierros  de  aficionados  á  España 

roban  la  reserva  de  la  Trinidad  y  lo  que  sobre  esto  se  obra. .     433 
CAPÍTULO  149.— Parte  á  París  por  la  provincia  el  Rejente  Fon- 
tanella  para  el  Congreso  de  Munster 13fi 


483 

CAPÍTULO  150.— Avío  de  los  Inquisidores  por  España  y  pose- 
sión de  los  nombrados  por  Francia -1 37 

CAPÍTULO  151. — Silla  el  Mariscal  á  Lérida  para  oponerse  al  Cas- 
tellano; sitia  á  Monzón  y  lo  que  sucede 138 

CAPÍTULO  1 52.  —Rinden  los  españoles  á  Monzón, —Pactos  de  los 
franceses  y  lo  que  costó 141 

CAPÍTULO  153.— Surtida  de  la  guarnición  de  Rosas  contra  el  lu- 
gar y  castillo  de  Cadaqués 143 

CAPÍTULO  154. — Lo  que  se  padeció  en  Barcelona  el  año  de  1644 
por  falta  de  pan 1 44 

CAPÍTULO  155, — Auto  general  que  celebraron  los  Inquisidores 
electos  y  puestos  por  Francia 1 47 

CAPÍTULO   156.— Entra  Mosiur  de  Marca  para  Teniente  de  Virrey 
en  ausencia  de  la  Mota 149 

CAPÍTULO  157.  -Entran  tropas  de  Francia;  derrotan  los  caste- 
llanos al  Mariscal  la  Mota 150 

CAPÍTULO  158.— Sitian  los  castellanos  á  Lérida  y  fortifícause  en 
las  trincheras 153 

CAPITULO  159.  — Rinden  los  castellanos  á  Lérida  y  lo  que  suce- 
de durante  el  sitio 155 

'CAPÍLULO  160.— Pone  sitio  á  Tarragona  el  Mariscal  y  lo  que 
se  travaja  en  él 158 

CAPÍTULO  161.  — Levántase  el  sitio  de   Tarragona:   dicese   la 
causa 162 

CAPÍTULO  162.  — Enibían  síndico  á  París  los  Consistorios:  es 
Francisco  Sala 163 

CAPÍTULO  163.— Muerte  y  exequias  de  Urbano  8.°,  y  elección  de 
Inocencio  décimo. . , 165 

CAPITULO  164.— Ganan  á  Balaguer,  Agramut  y  Ager  los  caste- 
llanos      '1*^6 

CAPÍTULO  165.— Llaman  á  París  al  Mariscal  la  Mota  y  lo  que  se 
murmuró  del '1 68 

CAPÍTULO  166.— (nlentan  los  castellanos  ocupar  á  Tremp  y  no 
lo  consiguen 169 

CAI>ÍTULO   167.  — Procuran  los  franceses  recuperar  á  Ager:  no  lo 
logran.  La  guarnición  de  Rosas  hace  surtida 170 

CAPÍTULO  168.  — Entrada  y  juramento  de  Virrey  del  Conde  de 
Ancourt  y  entrada  que  le  hace  Barcelona 171 

CAPÍTULO  169. — Sale  el  de  Ancourt  á  Cervera  para  disponer 
su  exércilo  y  campaña 1 76 

CAPITULO  170.— Recupera  á  Agramut  el  de  Ancourt 176 

CAPÍTULO  171.— Sitio  y  rendimiento  del  castillo  y  plaza  de 
Rosas 1 '' ~ 


484 

PáfiTÍn&s. 
CAPÍTULO  172.— Fiestas  que  hace  Barcelona  por  el  rendimieato 
de  Rosas Í8I 

CAPÍTULO  173.— Ocupan  franceses  el  puente  y  villa  de  Gama- 
rasa 48i 

CAPÍTULO  -174.— Progresos  del  exército  francés  en  los  tránsitos 
de  los  rios  Segre  y  Noguera,  con  relación  de  todo  lo  sucedido.     <84 

CAPÍTULO  175.— Batalla  del  llano  de  Llorent  que  dio  el  de  Ar- 
court  al  Castellano  y  relación  extensa  de  ella 192 

CAPÍTULO  17(3.— Sitio  y  rendimiento  de  B.ilaguer  y  fortificación 
de  Termeos,  con  lo  demás  que  se  executó  esa  campaña 205 


LIBRO  SEGUNDO. 

KN  QUE  SE  CONTINÚAN  LOS  SUCESOS  DE  CATALUÑA  PROSIGUIENDO  SU  HIS- 
TORIA, Y  CON  PARTIGÜLARÍDAD  LO  QUE  UA  PASADO  EN  BARCELONA  DESDK 
15  DE  AGOSTO  DE  1645,  EN  DONDE  AGAVA  EL  LIBRO  PRIMERO. 

Advertencia  al  curioso  legtoh 213 

CAPÍTULO  PRIMERO.— Llega  á  Barcelona  la  armada  castellana; 
sospócliiise  traición  y  no  se  logra;  vase  la  armada 214 

CAPÍTULO  2.°— Toman  á  Flix  los  castellanos  y  recupéranlo  lue- 
go los  franceses ' 217 

CAPÍTULO  3.°— Viene  S.  A.  á  Barcelona,  ganado  Balaguer,  y  sor- 
tean Conselleres 220 

CAPÍTULO  4.°— Arrivo  de  la  Condesa  de  Ancourt,  Virreina.— 
Recivimiento,  entrada  y  fiestas  que  le  hizo  Barcelona 221 

CAPÍTULO  5.°— Descúbrense  los  actores  de  la  traición  que  hu- 
vo  en  Barcelona,  sentenciase  algunos  y  destiérranse  á  otros..     229 

CAPÍTULO  6.°— Embía  á  París  Embajador  para  el  trato  de  pa- 
zes.— Toman  los  castellanos  el  fortín  de  Termens. — Bendícese 
la  tierra.  — Dostiérrase  al  Obispo  de  Vique  y  queda  Cataluña 
sin  Obispo 238 

CAPÍTULO  7.°— Sale  á  campaña  S.  A.  para  el  sitio  de  Lérida. — 
Muere  el  Conde  Xabot  de  un  mosquetazo. — Onrras  y  entierro 
que  le  hace  Barcelona  en  San  Francisco.— Llegan  á  Barcelo- 
na los  dos  hijos  de  S.  A,  el  señor  Conde 240 

CAPÍTULO  8.°— Continúase  el  sitio  de  Lérida;  toma  de  la  villa  de 
Alguaire:  embestida  de  Totavila  á  Momblanc;  los  sucesos  de 
una  y  otras  operaciones 246 

CAPÍTULO  9."— Bueibe  de  París  Dardena,  hace  su  embajada  y 
lo  que  de  ella  resulta 251 


485 

Págrioas. 

CAPÍTULO  40. — Copia  de  Reales  cartas  á  los  consistorios  de  Üi- 
putacióü  y  Ciudad;  resoluciofles  de  éstos  y  embajada  á  París; 
toma  de  la  ciudad  de  Coutray;  levas  de  geate 254 

CAPÍTULO  -1 1.— Rogativas  por  agua. — Desgracias  que  causaa  los 
rayos.— Llega  uaa  galera  de  la  Señoría  de  Gerona  y  pide  bas- 
timento.— .Junta  España  el  exército  para  socorrer  á  Lérida. — 
Crueldades  que  hace  el  Gobernador  Britos  en  la  plaza 260 

CAPÍTULO  12.— Suceso  de  Ginestar;  dispone  la  provincia  nue- 
vos socorros  de  gente  para  el  sitio  de  Lérida;  muerte  del 
Príncipe  D.  Balthasar;  salva  por  el  suceso  de  Dunquerque....     265 

CAPÍTULO  13.— Socorren  á  Lérida  los  Castellanos;  levántase  el 
sitio;  retírase  vencido  el  exército;  pertrecha  S.  A,  las  plazas; 
entra  en  Bar;  sortean  Conselleres  para  el  año  1 647 269 

CAPÍTULO  14,— Madama  Margarita  de  Lorena  pare  un  hijo  sien- 
do Virrey  na;  sácale  de  pila  la  ciudad.— Fiestas  que  se  hacen 
por  el  nacimiento,  y  partida  de  Sus  Altezas  á  París 273 

CAPÍTULO  lo.— Entra  y  jura  por  Virrey  el  Príncipe  de  Conde. 
—Llegan  tropas  para  el  exército.— Ostenta  el  Principe  su  gran- 
deza.—Sale  á  campaña.— Ataca  á  Lérida  y  se  retira  sin  to- 
marla      284 

CAPÍTULO  16.— Fortifícase  á  Constantí  y  Salou.— Entra  en  Bar- 
celona el  Principe  y  buelbe  á  salir  luego.— Ocupa  el  castillo  y 
lugar  de  Ager,  y  los  castellanos  embisten  á  Constantí 288 

CAPÍTULO  17.— Refiérese  lo  sucedido  en  la  entrada  del  de  Ay- 
tona  en  Cataluña  con  exército;  su  retirada  á  Lérida;  el  segun- 
do sitio  ó  embestida  á  Constantí  y  la  retirada,  y  vuelta  de 
S.  A.  á  Barcelona 290 

CAPÍTULO  18.— Auto  general  celebrado  por  la  Santa  Inquisición 
en  el  Born 296 

CAPÍTULO  19.— Parte  á  París  el  Conde.- Sortean  Conselleres 
para  el  año  1648.- Entra  por  Virrey  y  jura  el  Cardenal  Mace- 
rino  y  dice  de  pontifical 297 

CAPÍTULO  20.— Jubileo  plenísimo  por  causa  de  las  guerras  que 
concede  el  Pontífice.— Cuéntase  el  esfuerzo  de  un  cavallo  y. 
rotura  de  la  barra  de  Loxe  ú  los  encantes,  y  lo  sucedido  con 
dos  galeras  genovesas  que  pasavan  al  Condestable  de  Cas- 
tilla      300 

CAPÍTULO  21.— Vaseel  Cardenal  Macerino  y  por  qué.— Entra 
en  su  lugar  el  Duque  de  Lovis,  Mariscal  Xanbert,— Sale  á  cam- 
paña y  toma  á  Tortosa 303 

CAPÍTULO  22.— Fiestas  por  el  suceso  de  Tortosa.— Encuentro 
de  Cang  y  Conselleres.— Sacan  á  Santa  Madrona  á  esa  sazón. 
—Segundas  fiestas  por  otra  Vitoria 309 


486 

Páginas- 

CAPÍTULO  23.— Vase  á  París  el  Duque;  recOQOce  primero  las 
plazas;  sortean  conselleres;  ajustes  de  éstos  coa  los  canóni- 
gos.—Discordias  en  Paris  y  los  efectos  de  ellas 312 

CAPÍTULO  24.— Procesión  de  seis  cuerpos  santos.— Arribo  de 
cuatro  galeras  de  España;  lo  que  pasa  con  ellas. — Llega  el  Ge- 
neral de  Capuchinos;  ajustase  paces  con  el  Emperador,  y  las 
diferencias  entre  el  Rey  y  los  de  París .• 316 

CAPÍTULO  25.— Tránsito  de  la  Reyoa  de  España  por  delante  de 
Barcelona;  lo  que  sucede  con  ella;  expulsión  de  afectos  á  Es- 
paña en  Barcelona 32  i 

CAPÍTULO  26.— Entra  el  exórcito  castellano  por  el  llano  de  Ur- 
gel  con  apariencias  de  llegar  sobre  Barcelona;  prevenciones 
de  ésta  y  socorros  que  le  llegan  de  las  Unibersidades 325 

CAPÍTULO  27.— Prosigúese  en  las  operaciones  del  castellano.— 
Su  retirada;  operaciones  de  Marcin  y  instrucciones  que  tenía 
Garay 333 

CAPÍTULO  28.  — Correos  que  se  despachan  á  París.  — Extracción 
de  Conselleres.  —  Embíanse  Embajadores  á  París.— Llaman 
justicia  los  lugares,  y  los  efectos  de  todo  esto 341 

CAPÍTULO  29.— Prisiones  de  Marcin  en  Barcelona  y  del  Prínci- 
pe de  Conde  y  otros  en  París.- Inlerpresa  de  Tarragona,  y 
empieza  el  año  de  1650 344 

CAPÍTULO  30.— Entrada  del  Duque  de  Mercurio,  Príncipe  de 
Bandoma,  por  Virrey  en  Cataluña 348 

CAPÍTULO  31.— Empiezan  los  recelos  de  la  peste  por  Tortosa; 
diligencias  para  la  averiguación.  — Estiéndese  á  Tarragona; 
prevenciones  y  rogativas  por  oso  y  por  agua 350 

CAPÍTULO  31  (1).— Sale  Bandoma  á  reconocer  las  plazas. —Sitia  á 
Castellón.— Socórrenlo  los  castellanos.— Vuelve  BandAna  para 
la  peste  al  Anpurdán.— Condenación  y  libramiento  del  Oydor 
Negrell "...     353 

CAPÍTULO  32.— Levántanse  los  de  Falsete  contra  los  franceses; 
acude  el  Virrey  y  saca  á  los  castellanos.— Rogativas  por  los 
travajos  presentes.— Sitio  y  rendimiento  de  Flix  y  tránsito  de 
la  Armada  de  mar  y  sus  operaciones 35Í) 

CAPÍTULO  33.  — Prosiguen  las  rogativas  por  agua.— Dase  cuen- 
ta de  la  rebelión  de  Bordeus  y  su  ajuste.— Del  sitio  y  rendi- 
miento al  castellano  de  la  ciudad  de  Tortosa  y  lo  sucedido  en 
ambas  cosas 367 

CAPÍTULO  34.  — Extracción  de  Conselleres.— Despedida  de  Ban- 
doma y  partida  á  París. — Embajada  de  Pinos  al  Xpmo.— Em- 

(1)    Repetido  el  número  de  este  capítulo  en  el  original. 


487 

Páginas, 
piózase  á  descubrir  la  peste  ea  Barcelona.— Preveociones  que 
se  hacea  y  levas  para  la  guaraicióo  de  Barcelona 375 

CAPITULO  35.— Justicia  que  se  hace  de  ladrones  y  asesioos  en 
diferentes  puestos  públicos.— Sacan  á  Santa  Madrona  por  agua. 
— Prosigue  la  peste  y  pónese  hospital  en  forma  para  curar  y 
asistir  á  los  enfermos 38  < 

CAPÍTULO  36. — Vota  la  Ciudad  por  patrón  á  San  Francisco  de 
Paula,  y  como  rogativas  diferentes  por  la  salud  y  el  modo  de 
administrar  los  sacramentos  en  esa  ocasión , . .     38G 

CAPÍTULO  37.— Sálense  de  Barcelona  por  la  peste  los  Diputados 
y  la  Audiencia,  y  pónanse  palos.— Buelbe  Marcin  para  gover- 
uar  l;is  armas — Huyen  todos  los  presos  de  las  cárceles  reales.     3m 

CAPÍTULO  38.  — Refiérense  sucesos  de  la  continuación  de  la  pes- 
te, los  extragos  de  ellas,  gastos  y  travajos,  desconsuelos,  lás- 
timas, extrañezas,  injusticias  ó  iniquidades  que  .se  experimen- 
taron por  causa  de  ella,  y  castigos  que  se  hicieron 396 

CAPÍTULO  39. — Toma  la  armada  española  el  vagel  del  patrón 
Ferret  en  Mataró.— Cesa  la  peste.— Llama  la  Ciudad  sus  ve- 
cinos ausentes.— Da  gracias  á  Dios  por  la  mejora.— Viene  ú  si- 
tiar á  Barcelona  el  Castellano 4 H 

CAPÍTULO  40.— Prevenciones  de  la  Ciudad  con  los  lugares  y 
gente  del  contorno.— Aquartélase  el  Castellano  y  sus  operacio- 
nes con  el  país. — Ynstaneia  de  los  sitiados,  correos  y  embaja- 
dores á  París. — Tope  de  Marcin  con  Margarite,  Governador.— 
Salida  de  Marcin  y  juramento  del  Rey  en  París iil 

CAPÍTULO  41. — Erígese  segundo  Consistorio  de  Diputación. — 
Prosiguen  las  operaciones  del  Castellano.— Fuerte  que  fabri- 
can los  nuestros  en  Moajuique.  —  B.itería  que  pone  el  Caste- 
llano en  Santfl  Madrona  y  lo  que  obra.— Entra  D.  luán  de  Aus- 
tria en  el  exórcito  castellano. — Segundo  fuerte  de  los  nuestros 
para  paso  á  Moujuique 426 

CAPÍTULO  42.— [nterpresa  para  tomar  Mataró.— Entra  en  Bar- 
celona Dardenaconla  cavallería.— Disgústase  con  el  Governa- 
dor.—Lances  que  pasaron  sobre  eso  y  órdenes  reales. — Junta 
que  se  forma  para  los  negocios  de  la  guerra 43  2 

CAPÍTULO  43.— Intentan  los  castellanos  tomar  á  Moojuiqoe  y 
no  lo  logran. — Rompen  las  baterías  la  cruz  de  la  Puerta  de 
Mar. —  Extracción  de  Consellercs.— Dase  precio  á  la  moneda 
para  evitar  la  confusión  que  havía 4il 

CAPÍTULO  44.— Entrada  de  la  Mota  en  Cataluña.  — Embajada 
que  se  le  hace  y  su  respuesta.— Carta  que  escrive,— Toma  de 
una  faluca  de  España.— Sentencia  de  los  marineros  y  princi- 
pio de  los  sucesos  del  año  de  4  652 444 


488 

Páginas. 

CAPÍTULO  45.— Entran  provisiones  en  Barcelona.— Hace  frente 
de  banderas  al  Castellano.— Intenta  el  socorro. — No  lo  logra. 
— Entran  más  provisiones,  y  garrote  de  un  Alférez  de  la  Ciu- 
dad por  traydor 449 

CAPÍTULO  46  —Muda  la  plaza  de  armas  el  de  la  Mota.— Arbitrios 
de  la  Ciudad  en  lo  de  las  monedas.— Arma  quatro  barcos  lon- 
gos para  el  carreo  de  trigo. — Sucesos  de  la  peste  y  gracias  por 
la  mexora 434 

CAPÍTULO  47.— Entra  en  Barcelona  con  gente  la  Mota— Jura  por 
Virrey. — En  una  surtida  lo  yeren.—Conuócase  gente  en  el  lla- 
no de  Vich  aclamando  viva  España 462 

CAPÍTULO  48.— Embestida  del  fuerte  de  San  Ferriol  y  las  vidas 
que  costó.— Procesión  de  Corpus.— Armas  que  dio  esa  noche 
el  enemigo  y  su  intento. — Vuelve  Pinos  de  París. — Efectos  de 
su  embajada  y  otros  sucesos 469 


'-I 


V 


DP 

Academia  do  la  Historia, 

3 

Madrid. 

Aló 

Memorial  histórico 

t.24 

español 

t.  24 

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